HUGO ROPERO
Asesinato de un periodista
HUGO ROPERO
Fotógrafo, editor y periodista. Con una extensa carrera en el medio, fue durante la década del 90 editor de fotografía de la revista “Noticias”. Luego del asesinato de Cabezas fue co fundador y director de imagen de “El planeta urbano”. En EEUU, ya en el siglo 21, fue editor fotográfico en “Acción deportiva”, una revista de American Media inc. Es autor también de “Maldita droga”, editada por editorial Norma en el año 2008.
Asesinato de un periodista
Prólogo El trabajo de reportero gráfico es, dentro del periodismo, la rama más peligrosa del oficio. Tanto los fotógrafos como los camarógrafos son los que están en la primera línea, son los ojos de la noticia. La pérdida de un compañero es siempre dolorosa pero tiene en el fondo un dejo heroico, ese de haber muerto en el frente de batalla. No cabe duda de que Cabezas fue asesinado por haber hecho aquella foto del empresario postal Alfredo Yabrán durante la temporada del 96. ¿Pero fue el empresario el que ordenó el crimen? ¿O matar al fotógrafo era el camino para sacar a Yabrán del medio en la puja por el correo y los aeropuertos? La corporación del grupo Clarín junto al resto de los medios hegemónicos, de los que Perfil formaba parte, habían pintado una imagen de capo mafia en la figura del empresario. Era lógico e inevitable suponer que si mataban al periodista que lo había fotografiado toda la opinión pública lo apuntaría a él. Pero Yabrán era un estratega; jamás hacía algo sin primero medir todas las consecuencias. Durante el año anterior al crimen, cada uno de sus movimientos había implicado metros de tinta en las publicaciones políticas del país, en medio del proceso de privatizaciones y endeudamiento que, a mediados de los 90, se encontraba en pleno desarrollo. Era muy poco probable que un hombre que había construido un imperio cuyos pilares eran el anonimato y la discreción, asesinara a un periodista en plena temporada de verano, a la vuelta de su casa y de una forma tan cruenta. Lo que sigue es una cronología de sucesos que rodearon el crimen de José Luis Cabezas, narrada desde la perspectiva de un colega y amigo. Esto implica una subjetividad particular, por lo menos en dos sentidos: En primer lugar, se trata de conocer la cocina de aquello que se presenta como la realidad. La revista Noticias, como todos los medios de comunicación, implicaba a un conjunto de personas tomando decisiones a diario, decisiones guiadas por intereses, que no siempre estaban claros para todos los que de aquel proceso participaban. Por último, y fundamentalmente, el siguiente relato se escribe desde el dolor de haber perdido a un entrañable y talentoso amigo, en medio de una serie de hechos cuya resolución efectiva se parece muy poco a lo que algunos insisten en llamar justicia.
Florencia Vera Spinelli
PRIMERA PARTE
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
2 de octubre
2010
Una camioneta del Servicio Penitenciario Bonaerense se detuvo frente al 2170 de la calle 60 en el barrio platense de Los Hornos cuando se hacían las seis y media de la tarde. Un hombre delgado, canoso y con barba de varios días descendió del vehículo y atravesó rápidamente la vereda. Estaba esposado y lo custodiaban dos uniformados. El detenido era un ex comisario de la bonaerense de nombre Gustavo Prellezo a quien la cámara de Dolores había otorgado ese día el beneficio del arresto domiciliario. Dejaba así la cárcel el último de los detenidos por el asesinato de un periodista. Había sido un crimen brutal. Una puesta en escena de barbarie humana cargada de símbolos mafiosos en la plenitud estival de una temporada en Pinamar. Un fotógrafo de la revista “Noticias” asignado a cubrir el operativo periodístico de verano en aquel balneario fue la víctima. Se llamaba José Luis Cabezas. La imagen que vi en la televisión del auto humeante y el cuerpo calcinado con las piernas hacia afuera me había perturbado demasiado. Sólo se reconocían las botas tejanas que había comprado en el free shop de Sydney unos meses atrás. En ese entonces yo era editor de fotografía de la publicación y en consecuencia su superior inmediato. El caso movilizó la sociedad en su conjunto. Se realizaron cientos de marchas a lo largo de todo el territorio nacional en las que se reclamaba justicia bajo el lema: No se olviden de Cabezas. La prensa de todo el mundo se hizo eco del hecho. En nuestro país, la opinión pública manipulada por la hegemonía mediática cargó como una turba sedienta de culpables contra Alfredo Yabrán, un empresario postal muy ligado al gobierno y fóbico a las fotos que se jactaba de ser invisible hasta que “Noticias” mostró su retrato. Eso habría provocado el enojo de Yabrán y ese débil argumento bastó para convertirlo en el mentor intelectual y principal sospechoso del crimen. Luego, tras una investigación de ribetes circenses, un puñado de rateros de Los Hornos y algunos hombres de la bonaerense fueron sindicados como los autores materiales. 6
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Pero el tiempo es devastador y nuestra historia turbulenta. Vinieron los saqueos, la devaluación, el corralito y hasta tuvimos cinco presidentes en una semana. Aquellas condenas ejemplares que habían sido anunciadas con bombos y platillos se perdieron en el olvido de la opinión pública. Nadie notó que en menos de diez años casi todos los culpables quedaron en libertad. Tampoco ningún medio dijo o se preguntó quién había pagado los costos de aquel juicio con abogados de primera línea que habían usado todos los artilugios legales que estaban a su alcance en pos de un grupete de rufianes de poca monta. O quién había pagado las fianzas de aquellos asesinos que vivían en la mayor indigencia ¿acaso el empresario que no gustaba de las fotos o él también había sido usado para fabricar una enorme cortina de humo? Estaba claro que ya nos habíamos olvidado de Cabezas. El escenario político de los noventa era sumamente turbio. La mafia del oro, el escándalo de las coimas de IBM, la venta de armas a Ecuador y Croacia, los atentados contra la comunidad judía y la guerra de las privatizaciones, eran apenas lo que se dejaba ver de una maraña de corrupción bañada de sangre. Testigos muertos antes de declarar, la voladura de un polvorín en Córdoba y hasta la dudosa muerte del hijo del presidente mostraban parte de una realidad siniestra camuflada en los medios con la caza de ricos y famosos. Las noticias policiales faranduleras como el arresto de Maradona o el caso Coppola hacían el espectáculo. Programas como Memoria o Medio día con Mauro convertían los hechos en verdaderos circos mediáticos. El entonces presidente Carlos Menem se jugaba a una re reelección con pocas posibilidades de lograrla. Comenzaba de a poco a perder poder y estos espacios codiciados desataron una feroz guerra política. José Luis era mi amigo. Un buen tipo. Melancólico, sarcástico, creativo y atrevido. La primera vez que lo vi fue un catorce de julio. Entraba agitado a la oficina de fotografía de la mano de la recepcionista diciendo que traía un material exclusivo. Detrás venía Carlos Lunghi, el director de fotografía, quien se abalanzó sobre el negatoscopio muñido de una lupa para ver la tira de slides que Cabezas traía. En las fotos se veía a un señor de anteojos 7
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
saludando desde la ventanilla trasera de un vehículo con el vidrio bajo. Nada del otro mundo si no fuera porque esa era la última imagen en vida de Miguel Ángel Roig, flamante ministro de economía de la primera presidencia de Carlos Menem. Había muerto ese día de un infarto a poco de salir de un cóctel en la Embajada Francesa. José Luis era en ese momento el fotógrafo de la sede diplomática. Ese reflejo periodístico le dio un lugar entre los colaboradores de la editorial. En pocos años se convertiría en uno de los fotógrafos más importantes del staff. Es por eso es que me llenó de indignación ver por la televisión a Prellezo saliendo de la cárcel para cumplir el resto de la condena en su casa. Eso, sumado al hecho de que nunca se sabrá quien o quienes fueron los verdaderos responsables del crimen, son las cosas que me empujaron a contar esta historia desde donde me tocó vivirla.
1 de enero
1995
El horizonte marino se dejaba ver por momentos, a pesar de la obstinada negrura de la noche. El agua brillaba iluminada por destellantes luces de colores bajo los fuegos de artificio y las ensordecedoras explosiones de los petardos. Era ya una tradición de todos los fines de año: asistir a La Pérgola, una playa exclusiva de Valeria del Mar, para ver el festival de fuegos chinos y fantasías que organizaba el municipio. Todos los veranos la revista enviaba dos equipos periodísticos a Pinamar para cubrir las alternativas de la temporada. José Luis era una pieza fundamental de estos operativos por su capacidad de organización, su talento fotográfico y un carisma que abría todas las puertas y hacia que el personaje más amargo posara vestido de clown. Ese día el no estaba ahí. Me había pedido permiso para comenzar el año con su familia en Buenos Aires. Sin embargo se encargó en persona de dejar precisas instrucciones a Patricio Haimovichi, un fotógrafo al que algunas veces contratábamos. La tarea era sencilla, 8
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
no requería de gran pericia ni de altos conocimientos técnicos. Había que tirar al bulto. -Sesenta/cinco seis y pum - Le había dicho Cabezas para luego rematar: - Y no te hagas el artista, muñeco, que necesito que se vean bien todos los chabones. ¿Entendiste?El dato era que a ese festejo concurría todos los años Alfredo Yabrán. El poderoso empresario postal que se movía sutilmente a la sombra del poder, con una particular habilidad para no hacerse ver ni dejar huella. Desde hacía ya un tiempo Domingo Cavallo, el ministro de economía, había sacado a la luz su nombre y lo acusaba públicamente de manipular al gobierno, en particular a Menem. Esto lo había convertido en blanco codiciado para la prensa, especialmente para los fotógrafos, ya que nadie conocía su rostro. Martín Lofeudo fue el elegido de la redacción para acompañar a Patricio. Apenas si habían tenido tiempo para cenar algo por el centro, para ellos la misión era importante. Si tenían éxito ganarían muchos puntos en la revista, por eso minuciosamente fueron fotografiando todos los grupos de gente que había en el lugar. José Luis les había dicho que prestaran principal atención a los que se reunían en unas gradas que se habían armado para la ocasión. - Creo que los tengo a todos- le dijo Patricio a Martín, quien con
un vaso de cerveza en la mano lo miró sonriente y dijo:
- ¿Estás seguro de que tenías rollo, boludo?
Ambos rieron y se encaminaron hacia el hotel que hacía de redacción a dejar el material. Todavía no contábamos con la tecnología digital y se trabajaba con rollos fotográficos de diapositivas que debían ser enviados a Buenos Aires por avión. Luego se procesaban en los laboratorios de la editorial, y posteriormente se escaneaban.
9
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
2 de enero
1995
Buenos Aires estaba desierta. Al éxodo de enero se había sumado que las fiestas cayeran a mitad de semana. Llegué a la redacción aquel jueves a la mañana y mi escritorio estaba abarrotado de sobres con material proveniente de la costa. Era día de cierre y todos habían llegado temprano. A media mañana Lunghi entró a mi oficina mientras yo observaba una producción de modelos en diminutas tangas proveniente de Punta del Este. - Che Huguito- me dijo, apoyando una mano en mi hombro. Yo
levanté la vista e invitándolo a mirar contesté:
- No se puede creer el lomo que tiene esta mina. - En cinco minutos abrí una carpeta- dijo señalando la
computadora- y buscá un archivo que se llama Pinamar. Vas a ver grupos de gente. Hacé varios printers de cada foto porque… va a venir un tipo a identificar a Yabrán.
- ¿Lo pudieron hacer?- pregunté. Carlos respondió con un gesto
de incertidumbre.
Alrededor de las tres de la tarde se presentó en la redacción la persona que identificaría las fotos. Héctor D’ Amico, director de la revista, estaba de impecable camisa a rayas y una vistosa corbata Hermes color rojo obispo. Recibió al desconocido en su despacho. Era un tipo de baja estatura vestido con un saco azul marino de botones dorados y pantalones color crema. Se tomó su tiempo para observar las fotos hasta que finalmente con un lápiz graso dibujó un círculo alrededor de la imagen de Yabrán y dijo: - Acá está, es éste.
D’Amico sin dudar tomó el teléfono y le pidió a Graciela, su secretaria, que hiciera venir al director de arte. Habíamos conseguido la foto. Íbamos a ser el primer medio en publicar la imagen del misterioso empresario. En la redacción se comenzó a sentir un clima de excitación muy particular. La gente de diseño tuvo que trabajar durante horas con el photoshop para aislar la imagen de Yabrán del resto de las personas que estaban en la foto. Pasada la medianoche el taller nos envió el primer cromalín de la tapa. 10
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Con esto rompemos todo- dijo D’Amico mirando la imagen con
ojos de regocijo.
4 de enero
1995
El sol de la mañana acariciaba suavemente los pinos que rodeaban la residencia de Yabrán aquel sábado de enero. La mucama había ordenado prolijamente los diarios y revistas sobre la mesa del comedor. - ¡Hijos de puta!- dijo al verse retratado en la tapa de Noticias . Siempre repetía la utopía de que ni en la SIDE tenían una foto suya. Ahora su imagen pendía de los techos metálicos de todos los puestos de revistas del país. Gregorio Ríos, su jefe de seguridad, fue quien recibió la mayor descarga de ira de parte del empresario Hacerme esto a mí es como pegarme un tiro- le había dicho. Ríos se justificó diciendo que aquella noche había mucha gente viendo el espectáculo y que todos los turistas sacaban fotos. Pero don Alfredo solo se calmó cuando Wenceslao Bunge, su mano derecha, le hizo comprender que a la larga esto tenía que ocurrir en algún momento debido a la exposición mediática a la que el ministro lo había arrastrado. Nunca supe quien era ese personaje que marcó la foto de Yabrán pero sin duda alguien lo había entregado. Si lo querían perjudicar lo habían logrado. Para su perfil empresario el anonimato era una herramienta clave. Podía entrar en cualquier despacho sin ser reconocido, podía fingir ser otra persona, podía sentarse en cualquier restaurante sin que nadie supiese quien era a pesar del poder que manejaba.
23 de agosto
1995
Por unos meses la opinión pública desvió su interés del asunto. El foco de la atención se centraba entonces en el entorno del 11
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
presidente Menem. Carlos Júnior, su primogénito, había perdido la vida en un dudoso accidente aéreo. La versión oficial daba cuenta de que Carlitos no había podido controlar su helicóptero al enredarse con los cables de alta tensión. Volaba a baja altura copiando la Ruta nueve hacia Rosario. Sin embargo la aeronave contaba con un sistema para cortar cables en su parte delantera. Eso motivó que se pensara en la posibilidad de un atentado. Varios testigos hablaban de una camioneta que habría disparado sobre el helicóptero. La misma Zulema Yoma, madre de Carlitos, se puso al frente de las acusaciones pero desde el gobierno la trataron de loca. A poco de que terminara aquel invierno, la pelea entre Yabrán y Cavallo recrudeció. La privatización del correo los enfrentaba en una puja de poder millonaria. Esa mañana el ministro se presentó al congreso y cargó contra el empresario durante once horas. En esa oportunidad exhibió documentos que vinculaban a Yabrán y a algunos de sus parientes cercanos a una red de negocios que abarcaban desde varios correos privados a los depósitos aduaneros, pasando por carga y descarga de aviones, transporte y carga de caudales y que llegaba hasta la fabricación de pasaportes y registros de portación de armas. También involucró a legisladores, jueces y periodistas en ese esquema. Habló de “una mafia enquistada en el poder” cuyo alarmante próximo paso sería la concesión del Correo Argentino al empresario postal por parte del Estado. Las empresas Oca, Ocasa y Andreani, atribuidas a Yabrán administraban a esta altura el 37% del total de un paquete que facturaba anualmente alrededor de 450 millones de dólares (pesos). - Cavallo habría afirmado que Alfredo Yabrán podría matarlo. Decía un periodista mirando a cámara en las afueras del recinto. Gabriel Pandolfo y Carlos Russo eran el vicedirector y el editor de información general de la revista. Estaban siguiendo las alternativas de la exposición del ministro a través de uno de aparatos de televisión instalados en la redacción. Pandolfo se quitó las gafas y mirando a Russo le dijo: - ¡Que poder tiene Yabrán para que este haga esta pirueta! 12
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Bueno, mirá lo que maneja…correo, aduana, caudales,
seguridad… y me quedo corto. Respondió Russo frunciendo el ceño.
Pandolfo, entrecerrando un ojo como para hacer memoria preguntó: - ¿Qué tenemos?... el tipo se fue a Estados Unidos a
operarse… ¿Cuándo vuelve?, ¿Qué sabés?
Russo se puso serio. Pensó antes de responder. Se suponía que debía estar informado. Miró a los escritorios vacíos de sus colaboradores y luego de apretar el labio inferior contra el superior soltó un: - Nada.
A partir de ahí la gente de redacción se abocó a la tarea de conseguir alguna declaración de Yabrán. A través de su vocero Wenceslao Bunge se le hizo llegar un cuestionario que el empresario contestó en forma escueta en contraposición al verborrágico discurso esgrimido por Cavallo en el recinto. Don Alfredo, fiel a su bajo perfil, se desvinculaba de las acusaciones y respondió casi con inocencia cuando se le preguntó: - ¿Por qué existen importantes empresarios periodísticos que
temen mencionarlo en sus medios?
- No creo que haya un solo periodista que tenga motivos para
tenerme miedo.
Contando con estas declaraciones D’Amico decidió poner al empresario nuevamente en tapa. Se volvió a publicar aquella foto que le habíamos tomado en ocasión de los fuegos artificiales.
Noviembre
1995
El departamento de fotografía era una sala de cinco metros por ocho aproximadamente. En su interior había un largo sillón en forma ele en el que los fotógrafos descansaban cuando no estaban de 13
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
nota. El centro del recinto estaba ocupado por un negatoscopio del tamaño de una mesa para seis personas en el que cada fotógrafo preeditaba el material de su nota a medida que este iba llegando del laboratorio. Mi escritorio estaba del lado de la única ventana que había. Lo compartía con Pedro Guzmán, mi asistente. Pedrito, como le decíamos en la editorial, gozaba de una memoria privilegiada y se involucraba totalmente en el funcionamiento integral del departamento. La mañana del 3 de noviembre, mientras que yo ojeaba los diarios y bebía café, entró Pedrito a fotografía con ojos de urgencia. Parecía como si el celular lo estuviera arrastrando hacia mí. En el teléfono el inconfundible acento cordobés de nuestro corresponsal Ramón Verdú. - Hugo- me dijo agitado- Estoy en Río Tercero…voló todo a la
mierda. ¿no escuchaste nada todavía?
Le pedí a Pedro que pusiera Crónica TV donde, sin mucha información, se hablaba de la explosión de un polvorín en la provincia de Córdoba. Lo cierto era que la fábrica militar de Río Tercero había desaparecido tras una impresionante deflagración. Las casas de diez cuadras a la redonda habían sido afectadas en su estructura. Restos de cartuchos y bombas, algunas sin detonar, estaban regados por las veredas y los jardines de las viviendas de la zona. De inmediato enviamos dos equipos al lugar. Era día de cierre, por lo que fletamos una avioneta privada. Pasado el mediodía, D’Amico me pidió que viajase para coordinar la cobertura. Alquilamos otro avión y le pedí a José Luis que me acompañara. El aeropuerto de Río Tercero era una zona de desastre. Grupos de familias estaban dispersos por el hall central, cargando colchones como refugiados. Todos estaban perplejos. Algunos deambulaban buscando entre la gente a sus seres queridos. Hacía ya un tiempo se venía investigando una venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador, y enseguida se especuló con la posibilidad de que la explosión hubiera sido provocada con la finalidad de eliminar pruebas. José Luis, mientras caminábamos entre rostros desesperados, me miró con ojos incrédulos y me dijo: - ¿Puede haber un hijo de puta que haga algo así?
14
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
A los pocos días comenzamos a preparar los operativos del verano 96. Cabezas llevaba ya varias temporadas en Pinamar. Debutó en el 93 y ahí se enamoró de la recepcionista del hotel. Yo lo gastaba diciéndole que esas eran cosas de novato. - El primer viaje que te mando y te enamorás de la primera
minita que te dio bola: ¡La recepcionista! Ja ja! Pero el amor fue más fuerte. Al poco tiempo se divorció de su esposa, con la que tenía dos hijos, y finalmente se unió en concubinato con Cristina, que así se llamaba la chica del hotel. Esto lo había convertido prácticamente en “pinamarense” ya que la familia de ella era residente del balneario. Era obvio que uno de los temas más importantes de ese verano iba a ser Yabrán y todo lo que estuviese relacionado con él, pero la revista tenía otras secciones. Todos los editores demandaban material periodístico de la costa. Vidriera, moda, personajes, política y espectáculos debían ser cubiertos por tan sólo dos fotógrafos y dos cronistas. Ir de temporada estaba lejos de ser un premio. Había que trabajar mucho de día y de noche. Lo bueno era la posibilidad que había de lucirse profesionalmente y también la de hacer una diferencia de dinero con las horas extras.
Enero
1996
A Noticias en ese momento la rodeaban todo tipo de operadores políticos y lobistas. Siempre estaba la sospecha de que algunos periodistas recibían sobres para hablar bien de alguien y también para dejar de hacerlo. Yo mismo rechacé una vez dinero que me ofreció muy sutilmente el secretario privado de Menem a través de un colega acreditado en la sala de periodistas de presidencia. Debido a que fotografía era un centro neurálgico de la revista, ya que todas las notas pasaban por allí, él pretendía que lo mantenga informado de todo lo que se investigaba.
15
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
En ese contexto de coimeros y soplones fue que comenzamos a armar el mapa de la temporada. Si bien en muchos casos la procedencia de la información podía ser oscura no dejaba de ser eficaz. Sabíamos que Yabrán tenía un chalet en Pinamar al que, casi en forma de burla, había bautizado “Narbay”, su apellido al revés. Por otro lado teníamos información de un hotel de cinco estrellas en construcción y un club de golf que se le atribuían al “cartero”, como se refería Cabezas al empresario postal. Pero también la policía bonaerense estaba en la mira de la revista. Contábamos con el dato de que un grupo de funcionarios de esta fuerza se estaban enriqueciendo desmedidamente en la costa. Se los vinculaba con tráfico de drogas, prostitución, así también como de liberar zonas facilitando delitos contra lujosas propiedades de Pinamar, Cariló y Valeria del Mar. Por lo que la mochila, aquel verano, salía bastante cargada de origen. A esto había que sumarle lo impredecible. Las noticias que se producen in situ y hacen el día a día. Durante la temporada Cabezas descolló. Había alcanzado una madurez profesional importante. Tenía una manera muy particular de contar las cosas en imágenes. Sus encuadres se burlaban de la línea del horizonte y lograba que las modelos volaran o que personajes de la política y los negocios se caracterizaran para sus reportajes. El espectro periodístico de su trabajo en la costa había cubierto una heterogénea gama de notas. Producciones con modelos top, entrevistas a políticos y gente de la farándula y hasta un reportaje al empresario postal Oscar Andreani se contaban entre los que considerábamos como posados, es decir, con producción fotográfica acordada con el entrevistado. Luego estaban las notas que se realizaban sin ningún acuerdo fotográfico previo, las de investigación. Cabezas había fotografiado una serie de propiedades que se le atribuían a Yabrán y otras tantas a funcionarios policiales. Cabezas no investigaba. Al igual que en los diarios. los reporteros gráficos de revistas son un servicio de la redacción. De allí parten las órdenes, los datos y las investigaciones. El fotógrafo es solamente el encargado de ilustrar la nota.
16
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
16 de febrero
1996
Ese viernes comenzaba la última quincena de la temporada. El cielo diáfano y la arena caliente habían atraído a una verdadera multitud de turistas a la costa. Gabriel Michi, el redactor que formaba el equipo periodístico con Cabezas, se paseaba por la playa en ojotas, bermudas anaranjadas y remera blanca. La nariz untada con protector solar y un sombrero tipo piluso con la leyenda “I love Pinamar” lo hacían pasar desapercibido, como un bañista más. En otro sector de la playa José Luis ocultaba bajo una toalla su cámara lista para disparar. Estaba montada a un pequeño teleobjetivo de 500 mm/f 8 del tipo catadióptrico. Era el mejor equipo para afanar fotos. Liviano y fácil de ocultar. Su sistema de espejos enfrentados lograba que la imagen rebotara internamente, en lugar de hacerlo en forma lineal, reduciendo así su tamaño. A cien metros podíamos tener a una persona de cuerpo entero sin que esta lo percibiera. Resultaba ideal para esconderse entre la gente y la confusión. Ya estaba listo cuando su celular lo sobresaltó. Atendió nerviosamente y la voz de Michi en el auricular dijo: - José, está yendo para el mar, va con la mujer.
Cabezas miró hacia las carpas del balneario buscando entre los pasillos a su presa. Alfredo Yabrán apareció caminando relajado y distraído junto a su esposa. No parecía distinguirse de las demás personas. Su único atuendo era un short de baño a cuadros y hablaba animadamente. José lo encuadró y comenzó lentamente a buscar el foco y esperar el momento. Le transpiraban las manos y la frente. Pero la adrenalina que le provocaba ese instante de vértigo se transformó de pronto en una ráfaga de fotos. Llamó a la editorial desde la misma playa. En fotografía lo atendió Pedrito, mi asistente, quien abrió la boca en gesto de sorpresa y sin pronunciar palabra me pasó el teléfono. Se lo oía eufórico a través del auricular. - Hugo- me dijo – Lo hicimos! No sabía de qué me hablaba. En ese momento estaba editando el material de Mar del Plata que recién había llegado. - ¿Qué cagada hicieron?- pregunté 17
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¡A Yabrán, boludo! ¡Lo hice a Yabrán! Una pinturita- dijo entre
carcajadas -.
La foto era espectacular. Me quedé un rato observándola cuando llegó a mi escritorio. El foco crítico del catadióptrico hacía que la figura del empresario se viera despegada del fondo casi en forma tridimensional. Llamé de inmediato a Lungui y le dije: - Carlos, tenemos un fotón!
Esa había sido la frutilla del postre de una exitosa temporada para Cabezas, pero un nuevo y duro golpe bajo para Yabrán.
19 de febrero
1996
Don Alfredo desayunaba tranquilo en su residencia de verano aquella tibia mañana de lunes. Estaba a punto de verter un poco más de jugo de naranjas en el vaso cuando su celular comenzó a sonar insistentemente. - Buen día, señor, disculpe que lo interrumpa. - Dijo Wenceslao
Bunge del otro lado en tono preocupado.
- Acabo de abrir un mail enviado por la gente de la revista
Noticias. Adentro tiene un archivo con una fotografía en la que se lo ve claramente a usted caminando con su esposa por las playas de Pinamar. En el texto dice que lograron hacer la foto durante este fin de semana y que si usted le concede una nota a la revista no la publicarían…
Yabrán se mordió los labios de bronca pero solo dijo: - Reenvíemelo… más tarde hablamos.
Gregorio Ríos vio tambalear de pronto su puesto de jefe de seguridad del empresario cuando este mirándolo con ojos de furia le dijo: - Si tenían un rifle me mataban. ¿para qué mierda te tengo? Los periodistas que vienen en verano son siempre los mismos… 18
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
¿no los conoces todavía?... Me dijiste que estaba todo despejado… ¿Cómo mierda no vieron tus hombres a esos pelotudos? Pero en el fondo sabía que el mismo se había descuidado. Tenía la suficiente cantidad de hombres en sus empresas de seguridad y el suficiente dinero como para seguir paso a paso a cada periodista destinado a Pinamar. Cualquier empresario de poca monta contaba con equipos de espionaje. Los aparatos para capturar llamadas de celulares y teléfonos inalámbricos eran los más modernos; las minicámaras y micrófonos ocultos los más clásicos. A Yabrán no le hubiera costado nada seguirle los pasos a Cabezas y Michi durante la temporada. Pero sus verdaderas preocupaciones pasaban por otro lado. Cavallo arremetía nuevamente. Esta vez con una serie de carpetas que vinculaban al grupo del empresario con el “copamiento” de empresas competidoras como Andreani y DHL. También lo acusaba de ordenar un atentado con explosivos contra las oficinas de ENCOTESA. Parecía que querían darle un perfil mafioso y siniestro. Tal es así que Wenceslao Bunge salió al cruce de estas acusaciones diciendo: - Yabrán no es violento… juega fuerte.
En ese contexto la foto que lo mostraría como a un simple veraneante, paseando por la playa en shorts de baño, lejos de dañarlo favorecería su imagen. No era el único empresario que rehuía de las fotos. En el archivo de la revista solo teníamos una imagen que databa de 1977 del hombre más rico de la Argentina en ese momento; Gregorio Pérez Companc. Sin embargo este no era requerido por los medios ya que ningún ministro lo acusaba públicamente de mafioso. Casualmente ese mismo verano, el 3 de enero, logramos fotografiarlo en ocasión de una reunión que mantuvo con el primer mandatario en la casa rosada. Muchos eran los que decían que el ministro de economía Domingo Cavallo actuaba como lobista de intereses americanos. Se hablaba de relaciones “carnales” con los EE UU. Insistía en instrumentar una ley de patentes que sólo hubiera favorecido a los grandes laboratorios de aquel país. Ahora se venía la privatización del correo y Federal Express no quería quedar afuera. Entre los postulantes locales, además de Yabrán, se encontraban Franco 19
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Macri y Samuel Liberman. El ministro Cavallo insistía en que la licitación estaba hecha a la medida del cuestionado empresario postal.
4 de julio
1996
Los salones del Club Americano lucían cargados de cintas y ornamentos con los colores de la bandera de los Estados Unidos. Por los ventanales del décimo piso contrastaba la postal porteña con la vista del teatro Colón adelante y el obelisco de fondo iluminados por la luz de gas. Se celebraba la tradicional recepción para conmemorar otro aniversario de la independencia del país del norte. Funcionarios y empresarios de ambos países se habían dado cita en el agasajo. - Nuestra mayor preocupación está centrada en la participación
de ese sospechoso empresario… Alfredo Yabrán en los free shops y los aeropuertos.- le disparó Ronald Godard, el encargado de negocios americanos en nuestro país, a Gustavo Vivacqua, un funcionario del Ministerio de Economía. Godard había mantenido, por este tema, una acalorada discusión días atrás con el jefe de gabinete Jorge Rodríguez, quien estaba a cargo de la privatización de los aeropuertos. Por su parte, Elizabeth Freidemberg, representante legal de la empresa Federal Express en Buenos aires, también expresó sus reservas para con Yabran durante la comida:
- Nos preocupa la posibilidad de que este señor, que es
propietario… o controla el treinta por ciento del negocio del correo obtenga con ENCOTESA otro treinta y siete por ciento del mercado.-
Vivacqua escuchaba atentamente las demandas de garantías en las negociaciones que reclamaban los americanos pero no le quedó otro camino que el de hacer de Pilatos: - Yo les sugiero que Federal Express, UPS, y las otras firmas
interesadas transmitan por escrito sus objeciones al proyecto y 20
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
se las dirijan a Germán Kammerath en la Secretaría de Comunicaciones de la presidencia… Economía ya no maneja el proyecto.
8 de agosto
1996
La investigación del atentado contra la AMIA que llevaba adelante el juez Galeano sindicaba a algunos miembros de la policía de la provincia de Buenos Aires como partícipes necesarios del brutal ataque. Esto se sumaba a distintos episodios de gatillo fácil e inseguridad que se venían registrando con mayor frecuencia en el conurbano. La sensación general de estar durmiendo con el enemigo fue lo que motivó que nuestro interés periodístico se centrara en aquella fuerza. Carlos Dutil, redactor de información general, saboreaba el humo de su pipa mientras contemplaba los objetos de una repisa que había debajo de un espejo ornamentado al estilo barroco. Un pequeño elefante de pálido y lechoso marfil llamó su atención. La diminuta escultura sujetaba en la trompa enroscada un billete de un dólar. Dutil levantó la vista y observó por el espejo lo que pasaba a sus espaldas. Cabezas estaba sobre una de las sillas del escritorio del jefe de la policía Bonaerense, Pedro Klodzyck. Este a su vez posaba con su uniforme de gala, mirando seriamente la cámara. A unos metros Anthony Walsh, asistente de fotografía, sostenía una caja de luz montada a una lámpara de flash. Todos estaban en lo suyo. Dutil, casi como un niño, tomó el billete del elefante y lo guardó disimuladamente en el bolsillo superior de su saco. Una expresión gioconda se dibujó en su rostro. - Ahí jefe, quédese así, ahora míreme un poco sin mover el
rostro, solo con los ojos- decía Cabezas sin quitarse la cámara de la cara.
El impecable uniforme del hombre más poderoso de la bonaerense parecía brillar con los destellos de la luz de flash. Dutil se acercó y dando una bocanada a su pipa preguntó: 21
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¿Juan José Ribelli, el comisario procesado por el caso AMIA,
es su mano derecha?
- Trabajó conmigo, igual que otros dos oficiales que están en su
misma condición.
Klodzyck no se sentía muy cómodo con las preguntas que le disparaba el periodista, pero la simpatía de José Luis había doblegado la obstinada seriedad del jefe. Finalmente éste los despidió obsequiándoles una fina lapicera con ribetes dorados y su nombre y cargo grabados en uno de los lados. Se hicieron las diez y media de la noche. Contra los ventanales de la redacción golpeaba una fuerte lluvia que hacía ver a la calle Corrientes como pintada en acuarela. Había muchos escritorios vacíos a esa hora. Sólo faltaba que Dutil terminara de redactar la nota sobre la bonaerense. En fotografía, Pandolfo, Russo y yo acabábamos con lo que quedaba de unas pizzas que habíamos encargado en Banchero. Como muestras del banquete las cajas empapadas en aceite y con algún carozo de aceituna mezclado con migajas yacían sobre la mesa del negatoscópio. Cabezas irrumpió empujando la puerta con una de sus piernas. Traía en las manos el material fotográfico de la entrevista a Klodzyck. El laboratorio no estaba en el mismo edificio. Había que recorrer dos cuadras hasta Sarmiento para buscar los sobres con las tiras de fotos cortadas y ensobradas. Un cadete se encargaba normalmente de ese tráfico interno. Pero José Luis no dio tiempo a que cortaran nada. Él mismo esperó que salieran los rollos de la máquina. A su lado caminaba agitado y con rostro de entusiasmo Anthony Walsh, el asistente. José Luis empujó las cajas de pizza con el codo haciendo que una de ellas cayera al piso y desparramó las tiras sobre el acrílico blanco. Los cinco nos abalanzamos sobre el material. - ¿Te subiste al escritorio del jefe de la bonaerense? ¡Que
guacho! – Le dije entre risas.
A Cabezas le gustaban los encuadres supinos y se divertía contando como trepaba por los escritorios de personajes de todo tipo. Dutil dejó de escribir y se nos acercó exhibiendo el dólar que había sustraído del despacho del funcionario y dijo:
22
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¡Ja ja! Y yo le afané el billete del elefantito.
Russo le disparó una mirada seria y quitándose el cigarrillo de los labios le contestó: - Mejor que termines rápido porque te van a venir a buscar y
vamos a ir todos presos por un dólar. dólar. D Dale… ale… dale, escribí que no me quiero ir a las diez de la mañana.
Dutil regresó a sentarse frente a su computadora, prendió la pipa y antes de comenzar a escribir masculló entre dientes: - Maldita policía.
Pandolfo tomó esa frase como la que resumía el espíritu espíritu de la nota. - Ese es el título- dijo mientras llevaba el material a la oficina de
D’Amico.
- Aquel no te lo va a dejar pasar- respondió por detrás Russo. - Yo me encargo.- sentenció Gabriel y apuró el paso
perdiéndose en el pasillo de la redacción.
La nota fue tapa del número de esa semana. El rostro de Klodzyck con una expresión tan seria como imperturbable inundaba las calles bajo el título “Maldita Policía”. El artículo de Dutil era devastador. Daba precisiones de los más turbios negocios que manejaba la bonaerense. Acusaba además con documentos y fotos a varios miembros de la cúpula policial de un súbito enriquecimiento ilícito. Había fotos de lujosos chalets, yates y otras propiedades que ostentaban personajes tales como los comisarios Mario Rodríguez, Mario Naldi y Juan José Ribelli. Este último, sindicado como partícipe necesario en el atentado que sufriera la sede de AMIA en 1994. Aquella que Duhalde había señalado como “la mejor policía del mundo” mostraba así su lado más oscuro y terrible. Esto obligó al gobernador de la provincia a llevar a cabo una importante purga en las filas de la bonaerense. Al mes de haberse publicado el artículo, Klodzyck fue separado de su cargo.
23
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Quizás sin quererlo las dos secciones más importantes de la revista habían generado las condiciones adecuadas para que alguien pudiera planear el siniestro asesinato. Por un lado, política nacional, a cargo de Gustavo González, se hacía eco de las denuncias de Cavallo. Cargaba contra sus denunciados, en especial Yabrán, sin preguntar ni ahondar demasiado en los verdaderos intereses que motivaban a aquel ministro ministro que estaba estaba vendiendo las empresas del país. Noticias había logrado desenmascarar al hombre sin rostro. Los enemigos del empresario, en especial el ministro Cavallo, trataban por todos los medios de sindicarlo de mafioso lo que nos dejaba en una frágil situación de inseguridad. Cualquiera de los que tenían cuentas pendientes con el empresario, que no eran pocos, podría atentar contra la editorial o sus trabajadores con la certeza de que la opinión pública se lo adjudicaría al cartero. Ya habían ocurrido algunos episodios violentos entre custodios, periodistas y familiares del empresario debido al asedio permanente de los medios que trataban de demonizarlo. Estaba claro que si en ese momento asesinaban a un periodista nadie hubiera dudado en creer en la autoría de Yabrán. Mucho menos si ese periodista fuese el reportero gráfico que había logrado fotografiarlo. Por otro lado, información general, a cargo de Carlos Russo, había asestado el golpe de gracia a la gestión de Klodzyck denunciando las maniobras ilícitas de sus más cercanos colaboradores en una cruzada contra la corrupción. La banda de hampones uniformados del ex jefe de la bonaerense obedecía a los más estrictos códigos mafiosos; tanto en sus acciones como en sus mensajes. La devastadora denuncia de Noticias era merecedora de una vendetta ejemplificadora. La revista sumaba así a otro peligroso enemigo. La sed de venganza de unos y la codicia de los otros serían los dos pecados capitales capitales que de a poco fueron tejiendo la dramática trama.
Septiembre
1996
Yabrán tenía todos los atributos de un empresario mafioso. Su vertiginoso y sostenido crecimiento así lo sugería. Había comenzado como un oscuro empleado de Oca en la época de la 24
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
dictadura militar para convertirse en la cabeza de un imperio postal en la Argentina menemista. Semejante camino de ascenso hubiera resultado impensable sin negociados infames y las condiciones necesarias para tal fin generadas por miembros de una clase dirigente corrupta. La otrora patria financiera había logrado extender su dominio sustentándose en una especie de sucedáneo donde el poder económico y el político eran indisociables. Por eso no hubiera sido fácil acorralarlo en su terreno. Los hombres de inteligencia que respondían a los intereses y especulaciones de quienes querían quitar del medio al cartero comenzaron a trazar su perfil privado para encontrar un punto débil. No se le conocían vicios, no fumaba ni bebía alcohol y llevaba una vida ordenada y familiar. Estaba casado con Maria Cristina Pérez y era padre de tres hijos: Pablo, Mariano y Melina. Quico, como lo llamaban en la intimidad del hogar, prefería rodearse siempre de los suyos tras los muros de su fortaleza en Acassuso. Trataba de pasar lo más desapercibido posible. Esto último se convertiría en su talón de Aquiles. El capricho de Menem por lograr su re reelección estaba dividiendo en su seno al partido justicialista. Las pretensiones presidenciales de Duhalde no eran compatibles con los sueños de perpetuidad del primer mandatario. Por otra parte el resto del espectro político del país estaba tratando de formar alianzas para derrotar al justicialismo. Pero las estrategias políticas tenían también un lado oscuro y siniestro lleno de operaciones y escaramuzas. El empresario postal era una pieza clave en los negocios turbios de algunos funcionarios del gobierno y en especial de Menem. Si de alguna forma esto podía ser sacado a la luz acabaría definitivamente con la ansiada re reelección presidencial. La estrategia elegida para hacer que que Yabrán pisara en falso había sido la de exponerlo, difamarlo y acosarlo a través de los medios corporativos. La vidriera era un lugar al que, sin duda, no estaba acostumbrado. El caldo de cultivo estaba a punto. El hecho de haber sido la única revista que logró fotografiar al hombre invisible nos convertía automáticamente en blancos tácitos. Era obvio que eliminar al fotógrafo de Noticias durante la temporada de verano en Pinamar colocaría inmediatamente al empresario postal bajo la lupa de la justicia. Por esa razón hubiera sido algo algo realmente absurdo e infantil infantil el pensar que un estratega como Yabrán podía ordenar semejante atrocidad en aquellas circunstancias. ¿Pero que había de sus incontables enemigos? En uno de los frentes estaba Cavallo que 25
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
quería postularse como candidato a presidente en el noventa y nueve y trataba de armar sus negocios y su propio espacio político. En el otro flanco estaban todos los grupos de empresas, nacionales e internacionales, que pretendían adueñarse de los aeropuertos, el negocio postal y la aduana privada. Por último estaba la clase política encabezada por Duhalde que quería deshacerse de Menem a cualquier costo. Para algunos Yabrán era un estorbo para otros una herramienta desestabilizadora. Llevarlo ante la justicia lo quitaría del medio en los negocios y serviría para ensuciar a Menem en el terreno político. Cualquiera de estas partes o quizás todas ellas en conjunto podrían haber elucubrado la siniestra idea del crimen. La década del noventa estuvo plagada de confabulaciones irresolutas. Episodios de violencia con victimas civiles e inocentes cuyas investigaciones se perdieron en confusos laberintos judiciales con la complicidad del oscurantismo mediático. Saber quienes planearon los atentados a la embajada de Israel, la AMIA, el polvorín de Río Tercero o quien disparó contra el hijo del presidente echaría luz sobre los manipuladores y titiriteros que mueven los hilos del poder desde las sombras. Esos que siempre están en el lugar donde nunca nadie llega. No fueron pocas las personas que, con el transcurso del tiempo, acusaron al comisario mayor Mario “chorizo” Rodríguez de haber sido el encargado de hacer la logística del homicidio de Cabezas. No sólo porque sus pretensiones para llegar a jefe de la bonaerense se habían visto frustradas tras el certero artículo de Dutil en Noticias, sino también porque era conocida su habilidad para fabricar “operetas” y “ratoneras” de todo tipo. En la jerga policial se llamaban de ese modo a los operativos armados de antemano; encerronas fabricadas donde los delincuentes generalmente eran abatidos y siempre había “algún prófugo que se lleva el dinero”. Sin embargo Rodríguez no hubiera sido capaz por si mismo de elaborar y llevar a cabo un plan tan sofisticado sin la colaboración del sector político para asegurarle protección jurídica, y el económico para financiarlo. Solo había bastado que se unieran las dos partes. Los que iban contra Yabrán, que disponían de dinero y logística, con los enemigos de Menem y Noticias, que sumaban en los miembros de la maldita policía a un grupo armado, con capacidad operativa y con un alto conocimiento del terreno.
26
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Pedro Klodzyck, el otrora hombre más poderoso de la bonaerense, padecía de un cáncer terminal y sus secuaces más cercanos estaban sumariados por asuntos internos e investigados por la justicia ordinaria. Comprar a un acabado guerrero convaleciente y a un grupo de mercenarios perseguidos, asegurándoles un buen retiro, no fue para nada una tarea difícil aún cuando el plan incluía algunas traiciones. Klodzyck recordaba muy bien a Cabezas. Todavía sentía esa sensación de haber sido burlado el día de la entrevista. Pero más allá del encono con Noticias, personalmente quería darle una lección a los medios que metían la nariz en los sucios negocios de la bonaerense. Era el momento oportuno para llevar a cabo una venganza y el plan para inculpar al cartero le daba la coartada perfecta.
Octubre
1996
El caso Coppola acaparaba todos los medios. La historia de sexo y drogas que involucraba al manager de Maradona con el tráfico de cocaína había desatado un circo mediático rayano con lo delirante. Samanta Farjat, junto a otras prostitutas que habían sido usadas como carnada, se convirtieron por unas semanas en la principal atracción de todos los programas de televisión. Noticias no estaba ajena a toda esa parodia y debíamos mantener cubiertas todas las alternativas del caso. Fueron días bastante movidos para mí, por lo que pensé en tomar un descanso. Hacía ya dos años que con mi esposa alquilábamos una quinta en la zona de Pacheco, en la calle Delcase, detrás de la fábrica de Terrabusi. Era un buen refugio para escaparse del estrés y el bullicio de la ciudad. Cabezas había venido un fin de semana con Cristina y ambos quedaron enamorados de ese lugar. - ¿Cuánto pagas por esto? - me había preguntado. - Cinco mil pesos por año. - Queee? Yo pago cuatrocientos cincuenta mangos de alquiler
por mes por un departamento de dos ambientes y encima tengo expensas. 27
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Al poco tiempo la quinta que lindaba con la mía se desocupó. La casa no era muy grande pero estaba rodeada de un hermoso bosque de pinos. José Luis vino a verla y decidió alquilarla. Pero no para ir los fines de semana, sino que rescindió el contrato de su departamento en capital para tomarla como vivienda permanente. Para los primeros días de octubre ya estaban instalados en su nueva morada. Quizás habían precipitado la decisión por la llegada de Candela, una hermosa beba que había nacido en agosto de ese año. El feriado por el día de la raza caía en lunes y se nos ocurrió aprovechar ese fin de semana largo para organizar un asado e invitar a todos los fotógrafos de la revista, que eran más de quince entre colaboradores y efectivos. Arreglamos para el domingo, por lo que el sábado fuimos temprano a Unicenter para comprar la carne y las bebidas. De regreso pensamos que podríamos organizar algún juego para amenizar la tarde del día siguiente. Elegimos la búsqueda del tesoro y nos abocamos a preparar las pistas para luego esconderlas. Parecíamos dos chicos entre los árboles escondiendo papelitos doblados e imaginando situaciones graciosas y riéndonos de ellas. Al otro día la asistencia fue perfecta. Vinieron todos con sus respectivas compañeras. El clima obsequió un domingo cálido y cristalino. A media tarde, luego del asado nos reunimos en lo que quedaba de una vieja cancha de tenis que había en el fondo de la quinta. - Che, vení acá, chabón bravo, vos no pusiste- dijo Cabezas
entre risas mientras tomaba del brazo a Anthony.
Cada uno debía poner dos pesos y el pozo recaudado se lo llevaría quien llegara al tesoro. Yo había hecho de recaudador y con los billetes en la mano dije: - Bueno podemos empezar, ya tenemos un suculento pozo. - De mierda.- remató Cabezas soltando una carcajada.- ¿Están
armadas las parejas? Entonces empecemos.
El grupo se desgranó en segundos. Los más atléticos se le animaban a los pinos y trepaban hasta las primeras ramas.
28
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¡Acá hay una!- Gritó el bombero Fernández y todos corrieron
hacia él como hormigas al caramelo. A partir de esa primera orientación se encamino la búsqueda.
Beatriz, la mujer de Lungui, fue quien finalmente encontró la última pista escondida en un pilar de la entrada. Al anochecer, luego de que se fueran todos los invitados, José Luis avivó las brasas que quedaban en la parrilla. Comimos las sobras del asado hasta que el frío de la noche nos obligó a entrar a la cabaña. Cristina estaba durmiendo con Candela pero antes de acostarse había acomodado unos troncos en la estufa. Yo me encargué de encenderlos valiéndome de unas piñas secas mientras José Luis procuraba una botella de whisky JB y dos vasos con hielo. Acomodamos unos almohadones cerca del hogar y nos sentamos en ellos. Los acordes de Las cuatro estaciones de Vivaldi, su música preferida, sonaban de fondo dando un toque mágico al momento. - Ves Hugo, esto es lo que me hizo dejar ese departamento y
venir a vivir acá. Siempre soñé con una casa con hogar a leña y lugar para que mis hijos corran felices… Mi hija mayor dice que me mudé a una plaza…
Sus ojos brillaban como de emoción con los destellos del fuego que abrazaba lentamente los leños de quebracho colorado. El feriado pasó y el martes amaneció con una densa neblina. José Luis atravesó con mucho cuidado la tranquera. La visibilidad era casi nula. Tuvo que descender del vehículo para volver a cerrar el pesado portón de madera. De pronto de la bruma apareció un viejo Ford Taunus color verde botella que se detuvo violentamente levantando una nube de polvo con la frenada. Dos tipos de ropa oscura armados con pistolas saltaron casi al mismo tiempo de su interior. Uno descendió del lado del acompañante y se quedó parado con los brazos extendidos apuntando con un arma a José Luis. El otro salió por la puerta trasera y se le vino encima gritando: - Quedáte quieto, no te muevas! Un tercero se mantenía al volante listo para salir en cualquier momento. José Luis estaba paralizado por el miedo. No quería siquiera levantar la vista para no ver los rostros de quienes lo atacaban a cara descubierta. 29
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Llévense todo, no me hagan nada- alcanzó a balbucear-
El delincuente le dio un empujón que lo dejó sentado en el pasto. Luego subió al Fiat Spazio de Cabezas que estaba con el motor encendido y salió arando. El Ford Taunus lo siguió a corta distancia hasta que los dos se perdieron en la niebla. El auto apareció esa misma tarde a las pocas cuadras. Le habían robado el sistema de audio y el bolso con el equipo fotográfico que estaba en el asiento trasero. Pudo haber sido un hecho al boleo o quizás ya lo estaban midiendo. Lo cierto es que ese episodio hizo reflexionar a José Luis con el tema de la seguridad de su familia. Durante la semana aquel barrio de quintas quedaba prácticamente vacío de moradores y Cristina pasaba mucho tiempo sola con su beba. A los pocos días volvieron atrás la operación con la inmobiliaria y regresaron a su departamento de la calle Vidt en barrio norte.
6 de Noviembre
1996
Una lluvia torrencial y persistente escurría de a poco la sangre regada sobre el pavimento de la calle Pienovi al cien en el partido de Avellaneda. Esa mañana, más de una docena de hombres armados habían intentado robar en una sucursal del correo privado de Andreani. A las once en punto los delincuentes ingresaron al playón de carga del correo con la intención de alzarse con los trescientos mil pesos destinados al pago de sueldos. Apenas entraron al lugar fueron sorprendidos por policías que habían rodeado el predio y los estaban esperando al mando del comisario mayor Mario “chorizo” Rodríguez. Lejos de amedrentarse los malvivientes intentaron huir hacia la calle, pero fue un error. Afuera estaba el grueso de los uniformados, unos cuarenta efectivos de la bonaerense. La balacera fue infernal y el hecho se conoció en los medios como “la masacre de Andreani”. Seis ladrones, un rehén y dos policías muertos fue el resultado que dejó el frustrado asalto que automáticamente pasó a convertirse en el episodio con más víctimas de la historia policial argentina. 30
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Hacía más de un mes que Duhalde había iniciado una demorada purga en las filas de la bonaerense. Comenzó primero con el pase a retiro de Klodzyck junto a nueve comisarios generales. Más tarde ordenó que se iniciara una investigación en torno a un grupo de cuestionados oficiales de alto rango. El primero en la lista era el jefe de la unidad regional de Lanús, comisario mayor Mario Rodríguez alias “El chorizo”. Carlos Dutil había mencionado a Rodríguez en su investigación publicada en la revista Noticias del 10 de agosto bajo el nombre de maldita policía. En aquella nota describía la particular y estrecha relación de Rodríguez con el presidente de la cámara de diputados, Alberto Pierri y también con el gobernador Duhalde. Sin embargo durante los últimos días de octubre comenzaron a circular rumores sobre un posible pase a retiro para Rodríguez. El comisario mayor pensó que su carrera policial corría peligro y creía que debía hacer algo para ganar prestigio e imagen dentro de la fuerza y también en la opinión publica. Fue ahí que decidió montar una espectacular “ratonera”. Un par de semanas antes del sanguinario hecho, un sargento de la bonaerense llamado Domingo Schiliase había participado en una reunión entre el oficial Arturo Álvarez, un viejo conocido del “Chorizo”, y un sujeto al que a veces la policía usaba de soplón. En esa oportunidad el informante les reveló que se estaba armando un plan para asaltar la sucursal de Andreani en Avellaneda. También les dijo que los delincuentes lo habían reclutado para que les consiguiera algunas armas largas y uniformes de la empresa que iba a ser blanco del robo. El oficial Álvarez creyó que los datos brindados por el buchón en esa oportunidad eran muy importantes y decidió llevarlo ante el comisario mayor Rodríguez. La reunión con el “Chorizo” se realizó en la Unidad Regional de Lanús. En ese encuentro el informante hizo un pacto con el comisario y le dio los nombres de las personas que planeaban el atraco. A cambio de la información Rodríguez le facilitó las armas y los uniformes que el buchón se había comprometido a conseguir. Esta era la manera de “combatir el delito” que tenían el “Chorizo” y la banda de criminales uniformados que se había enquistado en las filas de la bonaerense. Sumaban estadísticas armando operativos truchos y ratoneras. Pero en esta oportunidad a Rodríguez las cosas se le habían ido de las manos ya que entre los muertos se encontraba un rehén. Un joven de veintidós años cuyo nombre era Marcelo Vázquez. El mismo sargento Domingo Schiliase, 31
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
mostrándose arrepentido, fue quien contó en su declaración los detalles del hecho a la jueza de Lomas de Zamora Dra. Silvia González.
19 de Noviembre
1996
El mate de palo santo enchapado en aluminio se dibujaba muy distorsionado sobre la carcasa de un termo metálico. Algunas migajas de bizcochuelo danzaban al borde del escritorio siguiendo el ritmo de un destartalado ventilador de techo. Pedro “La liebre” Gómez esperaba reclinado en su sillón de cuero con apoyabrazos de madera la llegada de Gustavo Prellezo, el comisario de Valeria del Mar. Klodzyck sabía que el verdugo debía ser alguien que tuviera una estrecha relación con el entorno de seguridad de Yabrán. La “Liebre” Gómez sugirió el nombre de Prellezo, quien había sido su segundo en la comisaría de Pinamar y con el que había tenido algunas diferencias. La amistad de Prellezo con Gregorio Ríos, que en algún momento habían alertado a Gómez de sus desmedidas ambiciones, sería ahora el eslabón necesario para cerrar la cadena. Prellezo llegó quince minutos más tarde de lo pactado pero igual la “Liebre” dibujó su mejor sonrisa al verlo y lo invitó a matear con él. El policía trataba de adivinar que querría Gómez de él mientras observaba las burbujas de espuma que se formaban en la yerba humeante. - Gustavo- dijo Gómez- te hice venir porque tenemos que hacer
un trabajo y el jefe te pidió a vos especialmente para que colabores con el grupo. El grupo al que se refería la “Liebre” era la cofradía cercana a Klodzyck. Formar parte de esta elite era algo ambicionado desde hacía tiempo por Prellezo y Gómez lo sabía. Como también sabía que este se comunicaba periódicamente con Gregorio Ríos.
Gómez dio algunos detalles de la operación a Prellezo. También le habló de las extras que cobraría si todo salía bien. Pero recién al 32
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
ver un sincero convencimiento en los ojos del oficial fue que abrió el juego y dijo: - Vos lo conocés al tipo, es el fotógrafo de Noticias… el que le
hizo la foto a Yabrán en la playa - Ah! Sí, ya sé quien es.
- Tomá - dijo Gómez y le extendió un papel donde había
anotado el nombre completo de José Luis.
- Necesito que le pidas a Silvia los antecedentes del tipo para
empezar a trabajar.
El comisario se refería a Silvia Velawsky, la esposa de Prellezo, que también era oficial de la bonaerense y trabajaba en el departamento de policía de La Plata dentro de la Dirección de Servicios Sociales. Las instrucciones que le dio Gómez a Prellezo fueron claras. Debía reclutar a un grupo matones que serían la mano de obra para ejecutar el crimen. El arma homicida le sería entregada por Jorge Cabezas en una reunión que se llevaría a cabo pasada la Navidad, durante la cuál se debían ajustar todas las piezas del macabro designio. En este tipo de operativos, la banda de policías trabajaba en forma celular. Cada miembro sabía cual era su participación y nada más. Por eso Prellezo no se molestó en preguntar quién pagaba el trabajo ni cuáles eran los motivos por los que debían matar a Cabezas. Con la inclusión de Prellezo la participación policial ya estaba cubierta.
21 de noviembre
1996
Casi al finalizar un día de cierre, cuando sólo faltaban algunos detalles para ultimar el número, Pandolfo me llamó a su oficina. Quería que lo ayudara con la lista de periodistas que irían a la costa el verano venidero. Hacía tiempo que Pandy, como lo llamábamos en confianza, andaba detrás de una fotógrafa de mi equipo, Anita 33
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Guilligan, una bonita veinteañera de cabellera rubia y esbelta figura. Seguramente le había hecho un par de promesas imprudentes y ahora me pedía que la tratara de ubicar en Pinamar. - No hay problema, estaba entre los candidatos – le contesté -
Recién lo vi a Cabezas… ¿no querés que lo llame así cerramos Pinamar?
- Dale, yo pido algo en el bar - contestó mientras digitaba un
número en el teléfono.
En fotografía Pedrito me dijo que José Luis recién había bajado al café de la esquina. - Debe estar en el ascensor ¿quiere que lo llame? - Si llamálo al celu y decíle que venga a lo de Pandolfo que lo
vamos a invitar con algo.
No pasaron más de cinco minutos antes de que llegara Cabezas. Detrás de él entraba Raúl, el mozo del bar. Traía tres cafés, tres cocas y tres vasos con hielo. Cuando terminó de acomodar el pedido miró con ojos cómplices a Pandolfo y este, haciéndole un guiño, le dijo: - Cerrá bien la puerta.
Pandolfo tomó uno de los pocillos de café y, ante la mirada atónita de Cabezas, volcó su contenido en uno de los vasos con hielo. - ¡Pará! ¿Qué haces? ¿Te volviste loco? - ¿No querías un Fernet?- le dijo- Viene así porque a
Fontevecchia no le gusta que se beba alcohol durante el horario de trabajo. - ¿Perdón?- dijo con ojos de asombro- son las 10 de la noche, ¿hasta qué hora es eso? Los tres sonreímos por la ironía. - ¿Cómo te ves en Pinamar?
34
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Preguntó Pandolfo echándose sobre el respaldo de su sillón. Cabezas, como hacía siempre, comenzó a presionarnos con el tema de los viáticos diarios. Decía que si no los mejoraban ese año no viajaría. El otro asunto que le preocupaba era quien sería el segundo fotógrafo. José Luis pretendía que fuese Guillermo Cantón. Le dije que haríamos gestiones con la administración para mejorar el viático pero preferí no hablar de la fotógrafa en ese momento y solo deslice un: - Veremos.
La ventana de la oficina daba a la calle Talcahuano. A menos de quince metros, de la mano de enfrente, veíamos otras oficinas con tanta claridad como se veían las nuestras. Algunas, curiosamente, permanecían activas hasta altas horas de la noche al unísono con nuestros horarios de cierre. Estábamos muy expuestos y éramos extremadamente confiados e inocentes. Jamás se nos hubiera cruzado por la cabeza que podrían estar haciéndonos inteligencia, o que podían escuchar nuestras conversaciones. Creíamos en la fantasía de la libertad de prensa que el menemismo nos vendía junto con el cuento del uno a uno y la estabilidad económica. Esa noche Cabezas llegó cansado a su casa. Saludó a Cristina y preguntó: - Hola pájaro, ¿escuchaste los mensajes? - No, recién llego, fui al súper y al Laverap - contestó Cristina
desde la cocina. José Luis activó el contestador y la cinta retrocedió para luego reproducir su contenido.
Pip.
- José Luis, ¿estás ahí?- dijo la inconfundible voz de Norma, su
madre. – Llamáme cuando puedas.
Pip.
- Con esa foto me cagaste la vida a mí y a mi familia- Soltó de
pronto una voz oscura y difusa por el pequeño parlante para luego rematar:- me las vas a pagar.
Pip. Cristina se asomó por la puerta desde la cocina y pregunto:
35
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¿Qué fue eso José? ¿Quién era? - Ni idea- contestó encogiéndose de hombros para destacar su
ignorancia- esperá que lo paso de nuevo.
Cabezas no hizo comentario alguno sobre la llamada. A los pocos días lo mandé por una semana a Sidney, Australia. El viaje era para cubrir una serie de eventos a los que la embajada de aquel país nos había invitado junto a otros medios.
Noviembre - Pinamar
1996
A excepción del comisario Gómez, los policías involucrados desconocían que el plan era acusar al empresario a través de los cruces telefónicos hechos por un novedoso programa informático especializado. Creían que se investigaría como cualquier crimen con pistas que ellos mismos plantarían y serían los responsables de investigar. Para eso necesitarían un chivo expiatorio alguien a quien acusar y usar de coartada. Jorge Cabezas era un oficial de la bonaerense que prestaba servicio en el destacamento de Mar del Tuyú. Desde hacía un tiempo la Dirección de Asuntos Internos venía investigándolo. Las acusaciones que caían sobre él eran las de enriquecimiento ilícito y la de canjear vehículos robados por cocaína. Este último negocio no pudo ser probado ante la justicia. Sin embargo, era de público conocimiento que Jorge Cabezas tenía vinculación con una banda de Mar del Plata dedicada a la prostitución y el tráfico de drogas. Su líder era Margarita Di Tullio alias: “Pepita la pistolera”. Se había ganado ese mote luego de que liquidara a balazos a tres supuestos atacantes en un confuso episodio hacía ya mas de diez años. También era conocida en el puerto de Mar del Plata por regentear un par de prostíbulos sobre la 12 de octubre. La relación entre Margarita Di Tullio y el oficial Jorge Cabezas no estaba hacia fines de 1996 en su mejor momento. No habían sido pocos los que la oyeron vociferar refiriéndose a su antiguo socio: - Ese Cabezas me tiene harta, lo voy a hacer cagar. 36
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
La llamativa homonimia no había pasado desapercibida a los oídos de quienes, por otro lado, estaban trabajando en el plan para asesinar precisamente a Cabezas. Si “Pepita” tenía un enemigo que se llamaba Cabezas, solo faltaba que se le pudiera plantar algo que la involucrara en el crimen de José Luis, como por ejemplo: el arma homicida para luego hacer circular la versión de que los sicarios de pepita se habían equivocado de hombre. Eso fue lo que hizo que Jorge Cabezas pensara en Carlos Redruello, un buchón que se mezclaba entre hampones y policías según hacia donde soplara el viento. El oficial sabía que Redruello conocía a un tal Dominichetti, miembro de la banda de “Pepita” y con quien este había estado en prisión durante un tiempo. Si Redruello podía llegar a infiltrarse en el entorno de Margarita di Tullio habría entonces muchas posibilidades de incriminarla. Por otra parte al oficial Jorge Cabezas no le importaba salir a la luz pública mostrándose como “casi víctima” de su ex socia; no tenía nada que perder. Estaba sumariado internamente y hasta la DEA lo investigaba. Con la promesa de archivar sus causas y un buen puñado de dólares habría bastado para convencerlo.
3 de diciembre - Redacción de Noticias
1996
El aire acondicionado había vuelto a colapsar debido al intenso calor. Eran las tres de la tarde y la térmica llegaba a los treinta y cuatro grados. Pedro y yo escuchábamos a un fotógrafo que nos hablaba de las maravillas de unas cajas de luces plegables, ideales para las entrevistas. Estuvo varios minutos tratando de armar el artefacto a modo de demostración hasta que de pronto irrumpió José Luis en la sala y dijo: - Oíme “Negro”, el chabón ya se murió de viejo para cuando vos terminás de armar eso. ¡Ja ja! Miré a Cabezas, recién llegado de viaje y lo primero que noté era que estaba calzado con unas flamantes y llamativas botas de estilo tejano.
37
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Pero mirá vos que botitas jaileifes se trajo el tipo- Le dije
mientras me paraba para saludarlo -Mmm… perfumito francés, a vos no te va nada mal gorditoJosé Luis rió y me dijo: - Free shop de Sidney, papá.
Pedrito seguía la escena parado detrás de mi sillón como Impaglione en El banquete de Severo Arcángelo. Lo miré buscando complicidad y le dije: - Hijos de puta, los mando a conocer el mundo mientras que yo
tengo que estar detrás de este maldito escritorio escuchando cómo se quejan…. Si al menos me trajeran la botellita de vino del avión… pero nada… ni eso.
A lo que Pedro remató: - Son todos iguales.
Pandolfo pasaba para su oficina y cuando vio que Cabezas había regresado entró a fotografía para saludarlo. - ¿Qué hacés, ya volviste? – le dijo- ¿Sabés que te vas el
quince con Michi?
Sin esperar la respuesta de José Luis, miró para mi escritorio y continuó diciendo: - Hugo, ubicáme las fotos de Cavallo en el Congreso- luego dio
media vuelta y siguió su camino. Cabezas me miró con ojos inquisidores y preguntó:
- ¿Y… con quién más voy? - Con Anita… - le contesté en forma ligera, como pretendiendo
infantilmente que no se diera cuenta.
- ¡Uh no! Le falta experiencia. Después tengo que cargar yo con
la piba… ¿Por qué no viene Canton?
- Cantón no puede. Ya lo charlé con Gabriel… mirá Joselo-, le
dije poniendo mi mano en su hombro
38
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Esto también es un negocio y nos conviene que viaje Anita
porque es colaboradora, tiene ganas de aprender y nos sale mucho más barato. Aparte… ¿vos lo mandarías a Canton de guardia a Ku a las dos de la mañana porque esta Chiwy del Corral con menganita? Seguro que no, pero a la piba sí ¿entendés? Menos problemas, menos gasto y las cosas cubiertas, ¿Ok?
- Ok - dijo refunfuñando y luego continuó: - Che, mientras estaba de viaje Cristina recibió una llamada de
un tipo que dice que yo le arruiné la vida con una foto, que le cagué a la familia y que sé yo… hace un tiempo yo había escuchado un mensaje parecido en el contestador… No tengo idea de quién pueda ser.
- A lo mejor era el turco Elías, el fotógrafo de Carlos Paz-
contesté con sorna - ¿Te acordás cuándo le sacaste una foto a Moria Casán en un boliche y se lo veía a él en una mesa del fondo tomando algo con un gato? -
- Siií, ¿te acordás? La jermu casi lo mata. Ja ja!
Nos reíamos con inconsciencia de lo que vaticinaba la tragedia. Éramos las piezas de un juego siniestro que se armaba a nuestro alrededor sin que lo percibiéramos. Lo vertiginoso de nuestro trabajo no permitía que nos detuviéramos a pensar. Un fotógrafo de staff realizaba no menos de dos notas por día, lo que sumaba más de quinientas producciones por año. En cualquier nota, por más pequeña que fuera, se tomaban como mínimo setenta fotos, (dos rollos). Esto quería decir que Cabezas habría disparado su cámara cerca de treinta y cinco mil veces después de aquella tarde en Pinamar.
39
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
5 de diciembre
1996
Patricio Haimovichi era un guardavida de la costa aficionado al fotoperiodismo. Había sido él quien fotografiara a Yabrán por primera vez allá en La Pérgola a principios del noventa y cinco. Me había venido a ver esa mañana con la idea de incorporarse al grupo de Pinamar. Él disponía de vivienda en la zona por lo que sólo le pagaríamos por cada vez que lo necesitáramos. - Ok – le dije - ¿Ya conocés a Cabezas y Michi no?, ellos van a
manejar el operativo. Dejáles tu celular para que te contacten. La nota la pagamos ciento cincuenta mangos pero en tu caso vamos a hacer una excepción -
- ¿Y cuánto me van a pagar?- Preguntó con ojos entusiastas. - Un carajo – respondí lanzando una risotada.
Luego del asesinato supe que en sus años de cuidar bañistas en la costa atlántica, Patricio había cultivado amistad con varios miembros de la bonaerense. Entre ellos estaban los oficiales Juan Carlos Salva, Sergio Camaratta y Jorge Cabezas. Estos eran policías de carrera y sabían cómo preguntar para sacar información. Consciente o inconscientemente, Patricio había pasado a ser un infiltrado dentro de nuestro equipo.
22 de diciembre - Mar del Plata
1996
Una fresca brisa nocturna cargada de humedad hacía que el asfalto mojado de la calle 12 de octubre copiara los colores de las marquesinas de neón del puerto marplatense. Neisis II llamaban las letras encendidas en un local de vidriera ciega ubicado a escasos metros de la esquina de Bermejo. En su interior se llevaba a cabo una fiesta. Habían colocado algunas guirnaldas sobre las sogas, campanas y timones que hacían a la decoración estilo barco de pesca tradicional del lugar. La música estaba fuerte y el humo invadía todos los rincones. Se acercaba navidad y Margarita Di Tullio había reunido a sus mejores chicas junto con un grupo de 40
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
amigos en una fiesta privada. Entre los concurrentes estaban su pareja Pedro Villegas, un agenciero de autos llamado Flavio Steck y Juan Domingo Dominichetti. Con este último venia Carlos Redruello, que desde hacía unos días había logrado entrar al selecto grupo de conocidos de “Pepita”. Con su habilidad para construir personajes y su sistemática mitomanía les había hecho creer que era un especialista en el robo de vehículos. La fiesta se fue convirtiendo de a poco en un verdadero bacanal. Las meretrices desnudas ofrecían cocaína en platillos calientes a los invitados. Los privados, hechos con butacas de cabotaje, no daban abasto y en la barra el alcohol corría como agua de vertiente. Para las cuatro y media de la mañana todos estaban muy alcoholizados. Redruello aprovechó esta confusión y fingiendo estar ebrio salió a la vereda con la excusa de tomar un poco de aire fresco. Una vez allí, con absoluta lucidez, se dirigió al Ford Escort de Pedro Villegas que estaba estacionado cerca de la esquina. Con mucha habilidad forzó la cerradura y se hizo de un revolver calibre treinta y dos largo que había en la guantera del vehículo. Hecho esto regresó a la fiesta para no levantar sospecha y se perdió entre el humo y las luces de colores. Poco a poco el círculo se cerraba alrededor de la víctima. Los asesinos habían infiltrado a Redruello en la banda de Margarita. Contaban ya con un arma y un chivo expiatorio a quien, en principio, cargarle el crimen. A la vez habían conseguido introducir un fotógrafo informante en la revista. Pero el plan maestro incluía también un fino trabajo de inteligencia. La banda policial no era el único grupo que operaba en torno al crimen. Había que infectar el aparato de seguridad de Yabrán. Alguien cercano a Ríos debía dar precisiones a los medios para lograr que siempre hubiera periodistas por donde el empresario se moviera. El objetivo era provocar su enojo. Otra de las estrategias sería la de hacer circular versiones que involucraran la vida privada del cartero. Por ejemplo la de una supuesta amante o cualquier otro rumor que atrajera la atención de los medios hacia él para luego amenazarlos.
41
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
1 de enero
1997
Los invitados a la fastuosa fiesta de fin de año que don Alfredo había organizado en la mansión del águila en Acassuso brindaban y se abrazaban unos a otros. Las campanadas de un viejo reloj de péndulo suizo tocaban las doce. Era un momento de euforia general y todos comenzaron a lanzar cánticos contra el ministro de economía. - Le vamo a dar, le vamo a dar, a Cavallo le vamo a dar.
Yabrán recorría el salón brindando y cantando con todos. Cuando llegó el turno de saludar a Ríos, el empresario lo miró a los ojos en el momento de chocar las copas. Luego le dio un tibio y breve abrazo, lo justo como para demostrarle que aún gozaba de su confianza. Fue ahí que Roberto Archuvi, otro de los hombres de seguridad, cambió la letra de la canción y comenzó a decir: - Le vamo a dar, le vamo a dar a los fotógrafos le vamo a dar.
Esto provocó la risa del empresario y eso fue suficiente para que todos los presentes se unieran al unísono en el canto. De una manera muy sutil se había logrado exponer el enojo de Yabrán para con los fotógrafos ante un nutrido grupo de testigos.
3 de enero - Valeria del Mar
1997
Eran aproximadamente las cuatro de la mañana del sábado. Un Dodge 1500 abandonaba la ruta once para adentrarse por las calles de tierra circundantes a Valeria del Mar. Al volante y con rostro cansado venia el comisario Prellezo. Había decidido viajar de noche porque supuso que la ruta estaría menos transitada. Con él venían los cuatro sicarios que había reclutado para llevar a cabo el homicidio. Del lado del acompañante viajaba José Luis Auge, un ratero y busca vidas de la zona de Los Hornos conocido del policía. En el asiento posterior lo hacían Horacio Braga, Gustavo González 42
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
y Héctor Retana. Estos últimos eran amigos de Auge y él los había traído por encargo de Prellezo. Faltando dos cuadras para llegar al mar se detuvieron frente a unos departamentos de alquiler para turistas. - ¿Qué les parece?- pregunto Prellezo mientras los invitaba a
pasar a una de las unidades – No se pueden quejar, bulo, coche… por lo menos a las minas búsquenselas ustedes.
El policía había pactado con Auge y los horneros que los invitaría a pasar unas semanas con casa y auto en Valeria del Mar a cambio de que lo ayudaran a realizar un “apriete”. El hecho de que los asesinos fueran ajenos a la policía respondía a que, en caso de haber algún testigo del secuestro, este no pudiera vincularlos con nadie de la fuerza. Prellezo le había pedido a Auge que trajera especialmente a Retana en el grupo debido a su parecido físico con Pedro Villegas, el marido de “Pepita la pistolera”.
5 de enero - Pinamar
1997
José Luis sabía que las mejores condiciones de luz para fotografiar modelos en la playa se daban después de las seis de la tarde. A esa hora el sol comenzaba a bajar tornándose rojizo y suave. Junto a Michi habían elegido La Frontera como locación para realizar una sesión de fotos con la top model Dolores Moreno. - ¿Ves la luz? Cuando le pega así vos te quedás quieto como
rulo de estatua- Decía Cabezas con humor mientras trataba de explicarle a Michi cómo mover el rondoflex, una pantalla reflectora plegable que se usaba para suavizar las sombras. Luego tomó su cámara montada en un teleobjetivo de 300mm/f 2,8 y enfocando a la modelo dijo:
- Bueno, a ver linda… corréte un poquito más allá. Michi! girá el
rondo más a tu derecha. ¡Ahí, ahí! No te muevas… Ahora sí, Dolores, jugá con tu cuerpo. 43
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
La chica de tapa conocía bien su oficio y comenzó a contorsionarse lentamente sobre los médanos de arena blanca. Vidriera y personajes eran las secciones que más material demandaban durante el verano ya que dependían exclusivamente de la costa. Su editor era el gordo Giordano, un ex periodista de política devenido a farandulero. José Luis ponía mucha energía en las notas de personajes. A pesar de ser una de las secciones más frívolas de la revista era la que tenía mayor lucimiento y se podía jugar con la estética libremente. - Sí, ahí. Eso es… te ves como una diosa… no sabés - Decía
Cabezas mientras la modelo, con los brazos al cielo, desplegaba una fina y transparente tela que jugueteaba con el viento.
Las tomas continuaron hasta que el sol se ocultó tras la línea del horizonte. Cuando por la noche José Luis regresó al hotel estaba agotado. Apoyó sus bolsos de equipo sobre las baldosas de cerámica roja del lobby y desparramó su humanidad en un sillón de gruesa madera y almohadones blancos que estaba al lado de la escalera. Anita Guilligan venía bajando de su habitación en ese momento. Llevaba puesta una diminuta remera amarilla, calzas muy ajustadas y unas botas de cuero negro al estilo punk que le llegaban a las rodillas. - Hooola! – Exclamó al ver a José Luis - ¿Qué tal esa
creativiii…-
Anita resbaló y no pudo terminar la frase. Continuó su descenso vertiginosamente golpeando cada escalón con su trasero. Todos los que estaban en el lobby corrieron a asistirla mientras ella se retorcía en el piso y lloraba de dolor. El diagnóstico médico fue devastador. Ana se había fracturado el coxis y eso nos dejaba con un fotógrafo menos apenas comenzada la temporada. Por fortuna Daniel Darrás, otro colaborador de la revista, se encontraba en Villa Gesell por cuestiones personales. Me comuniqué con él y no dudó un instante en viajar a Pinamar para efectuar el relevo. El accidente de la fotógrafa había contribuido también para que Patricio, el reportero/guardavidas amigo de los policías, se mantuviera más cerca de Cabezas y Michi.
44
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
6 de enero
1997
Gregorio Ríos no era policía. Venía del ejercito y había sido instruido militarmente durante el proceso. Era un especialista en coordinar operativos relámpago y grupos de tareas. Seguramente había fantaseado más de una vez con la forma de deshacerse de periodistas como Cabezas. Yabrán ya le había advertido que este verano no quería problemas con los fotógrafos como el año pasado. - Sacámelos de encima como sea – habían sido, textualmente,
sus palabras.
Por eso caminaba serio esa mañana entre el gentío de la avenida Bunge. Iba al encuentro de Prellezo, con quien había quedado que almorzarían juntos en Tante. El comisario ya estaba en el restaurante cuando Ríos llegó. Como buen policía, se había ubicado en un rincón desde donde se dominaba visualmente todo el lugar y cuidando de no darle la espalda a ninguna puerta. Luego de los saludos formales y de ordenar el primer plato, Ríos, frotándose nerviosamente las manos, dijo: - El miércoles viene mi jefe. Necesito que me mantengas al
tanto de los movimientos de la gente de Noticias. Llamáme al celular a cualquier hora. Vos sabés que don Alfredo es generoso…
- Quedáte tranquilo Gregorio que a esos turros los tenemos en
la mira. Vos mantenéme informado por dónde te vas a mover y yo te controlo a los periodistas.
En Pinamar y sus alrededores vacacionaban muchas personalidades del empresariado y la política. Era normal que los encargados de la seguridad de cualquiera de estos se comunicaran o pidieran apoyo logístico a la policía. Ríos lo hacía en forma directa con Prellezo porque desde hacía un tiempo había entre ellos una estrecha relación. Lo que ninguno de los dos sabía era que serían traicionados. Que el plan para asesinar a Cabezas había sido elaborado a partir de un sofisticado programa informático llamado Excalibur. Con este sistema desarrollado por el FBI sería posible realizar todo tipo de cruces telefónicos. La idea era presentarlo como una novedad a los 45
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
investigadores después del homicidio. Esto echaría por tierra la pista de Margarita Di Tulio al no existir ningún llamado sospechoso que pudiera vincularla. Pero en cambio atraería la atención hacia el entorno de Yabrán.
11 de enero
1997
El cielo estaba nublado y un viento pertinaz y fresco hamacaba las ramas de los pinos. Cabezas y Michi habían salido esa mañana a corroborar algunos datos que venían de Buenos Aires. Se trataba de la ubicación de lujosas propiedades atribuidas a miembros de la bonaerense. - Ahí, pará ahí - dijo Michi señalando un importante chalet que
surgía del follaje. -
- Ja! ¿ésta es la casa de Camaratta? - Preguntó Cabezas -
Mirá que bien viven los ratis… después se quejan de que ganan poco. Te hago el frente desde acá, ni pienso bajarme del auto.
El celular sonó estridente e inoportuno. Michi atendió de inmediato temiendo llamar la atención. - Hola Gabriel – dijo la vos de Carlos Russo. - ¿Qué haces Carlos? - Che, necesito el material de la banda de la costa. ¿tienen
algo?
- Estamos trabajando con eso, mañana temprano tenemos una
entrevista con Gómez y a última hora te mandamos todo.
- Ok, averiguá quién es el sobrino de Klodczyk… o a quién le
dicen “El sobrino”… Dutil cree que es Salvá. Fijáte si lo podés chequear.
46
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Cabezas continuaba sacando fotos de la casa mientras Michi tomaba nota de lo que Russo le pedía. Ninguno de los dos había notado que en el interior de una Fiorino estacionada a menos de cincuenta metros estaba el oficial Luna monitoreando la llamada. Luna era el encargado de hacer las tareas de inteligencia sobre Cabezas. Debía informar de cada movimiento a Prellezo y mantener al tanto de todo al comisario Gómez.
16 de enero
1997
El zumbido persistente del portero eléctrico sacudía el aire espeso de la cueva de los horneros en Valeria del Mar. Eran apenas las ocho y media de la mañana. Auge fue el único que se levantó y casi como un sonámbulo pudo llegar a la cocina para atender. - ¿Quién es? – dijo con voz áspera - Che! Soy yo Gustavo – contestó Prellezo desde la calle –
abríme y despertá a todos que tenemos que ir a Pinamar –
El pedido del policía no era tarea fácil. Los muchachos venían de varias noches de excesos. Cada uno había llevado su provisión de drogas a la costa y estaban pasando unos días de fiesta. Prellezo quería que los horneros conocieran a la víctima. Una vez que los reunió a todos abordó junto a Auge y Retana el Fiat Uno blanco en el que había venido e indicó a los demás que lo siguieran con el Dodge. Cabezas y Michi irían esa mañana al destacamento de Pinamar para tener una entrevista con el comisario Gómez. Hacia allá se dirigían los dos vehículos cuando una llamada alertó a Prellezo sobre un cambio de planes. Gómez se había trasladado a un stand de la firma Land Rover en el que una camioneta cuatro por cuatro que participaba de una exhibición había sufrido un vuelco en la pista de pruebas. Prellezo dejó su auto en el estacionamiento del predio y les pidió a Auge y Retana que lo siguieran. Los demás se quedaron esperando en el otro vehículo. El lugar estaba atestado de curiosos que se habían acercado para ver el estado en el que estaba la 47
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
camioneta volcada a un costado de la pista. Gómez estaba junto al intendente de Pinamar Blas Altieri y notó de inmediato la presencia de Prellezo. A los pocos minutos llegaron Cabezas y Michi. Se hicieron lugar entre la gente agolpada y las promotoras de la marca hasta llegar a donde estaban los funcionarios. Saludaron con un formal apretón de manos al intendente con el que Michi cruzó algunas palabras. Cabezas tendió su mano para saludar a Gómez pero este, cual Judas, se inclinó y lo besó en la mejilla mientras miraba en dirección a Prellezo asegurándose de ser visto. - Ese es el tipo, el que besó al comisario - dijo Prellezo - ¿El fotógrafo? – pregunto Auge con cierto asombro - Si… no pasa nada, es un fotógrafo de cuarta – insistió el
policía restando importancia a la condición de periodista de la víctima.
Gómez le pidió a Cabezas y Michi que lo esperaran un momento mientras atendía la diligencia. José Luis aprovechó ese tiempo para hacer algunas fotos de la camioneta siniestrada - Tomá esto – dijo Prellezo mientras le ofrecía un atado de
cigarrillos a Retana – andá a pedirle fuego así lo ves de cerca-
- Dale que te acompaño- dijo Auge y ambos se acercaron a los
periodistas.
- Che, ¿tienen fuego?- pregunto Retana - Yo no fumo – respondió Michi en forma cortante y antipática
José Luis introdujo su mano en uno de los bolsillos del chaleco de fotógrafo y dijo: - Yo sí, acá tengo – y sacó un encendedor con el que prendió el
cigarrillo de Retana-
- Qué máquina que tenés! - dijo Auge y luego preguntó - ¿Son
periodistas? –
- Sí, somos de revista Noticias – respondió Cabezas
48
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
La infantil idea de Prellezo era que Michi viera a Retana y lo asociara luego del crimen con Pedro Villegas, el marido de Margarita Di Tulio. Pero el grupo del policía no era el único que estaba trabajando alrededor de Cabezas y Michi ese día. Un llamado anónimo advirtió a los periodistas sobre la presencia de Yabrán en un balneario cercano. Gabriel Michi ambicionaba lograr una nota con el empresario y por eso le pidió a José Luis que no dejara ver para nada su cámara de fotos. Estacionaron el auto en la playa sin percatarse de que eran vigilados de cerca por tres individuos a bordo de un Peugeot 405 gris topo. Cabezas disimuló el equipo en una mochila y ambos se adentraron en el balneario en busca de su presa. Ni bien los periodistas se alejaron, uno de los sujetos que estaban en el Peugeot se acercó sigilosamente al Ford Fiesta y, valiéndose de un estilete italiano de acción automática, efectuó varios cortes en uno de los neumáticos. - Qué mala leche!- Dijo indignado Cabezas cuando intentó subir
al vehículo y notó que una de las ruedas traseras estaba en llantas.
-
Cambiaron entre los dos el neumático bajo un sol abrasador. Cuando terminaron José Luis miro a Gabriel sonriendo y le dijo: - ¡Che! ¿No tenés otra sorpresita por ahí guardada? -
Pero la verdadera sorpresa lo asaltaría luego. Cuando el encargado de la gomería con sus manos rústicas y ennegrecidas por el caucho vulcanizado le mostrara el estado en el que había quedado la cubierta diciendo: -
Pibe, esto te lo hicieron a propósito… mirá los cortes que tiene.
Aquel o aquellos sectores que planearon y estaban financiando la operación tenían su propia gente de inteligencia trabajando en persuadir a Cabezas y Michi de que Yabrán los tenía en la mira. Se presentaban ante los contactos e informantes de los periodistas y haciéndose pasar por hombres del empresario deslizaban comentarios que sabían que, como en todo pueblo chico, llegarían a sus oídos. Michi dijo en una oportunidad que gente de Yabrán había estado preguntando dónde vivía Cabezas en Buenos Aires. Algo 49
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
realmente absurdo y de razonamiento cándido si se tiene en cuenta que Yabrán era precisamente el dueño de un emporio postal. Con semejante banco de datos y con la disponibilidad de un verdadero ejército privado no hubiera necesitado mandar a preguntarle a un posadero de Pinamar dónde encontrar a Cabezas. José Luis no me comentó nada del episodio. Michi, en cambio, informó a D’Amico sobre lo ocurrido y éste no sólo le restó importancia sino que le pidió, por intermedio de Russo, que investigara otras propiedades de policías de la costa. A pesar de que estaban metiendo las narices en el corazón del avispero podrido de la bonaerense Cabezas y Michi tenían la sensación que era la gente del magnate la que trataba de amedrentarlos. El caso Coppola seguía siendo la vedette mediática. La salida en libertad del empresario deportivo lo convertía en la figura de tapa de todas las revistas. Esto había hecho que Yabrán quedara en un segundo o hasta un tercer plano en el requerimiento periodístico de la costa. Entonces comenzó a circular el rumor de la amante del cartero. Un periodista de la sección de política, había traído el dato que sindicaba a Ada Fonre, ex secretaria de Yabrán, como su amante. La fuente de la información era incierta por lo que sería muy difícil de corroborar. Sin duda Ada Fonre, que había trabajado cerca de Yabrán por más de once años, mantenía una estrecha relación con éste. Eso no bastaba para tildarla de amante pero sí servía a la hora de hacer circular rumores y molestar al empresario. Gustavo González llamó a Pinamar y le pidió a Michi que averiguara algo de esta mujer que curiosamente también veraneaba por la zona de Valeria del Mar. - Lo ideal sería tener una foto de ella- le sugirió.
23 de enero
1997
La tarde se hacía noche y el sol doraba los médanos que de a poco abrazaban los bordes del camino. El Dodge 1500 de los horneros circulaba errático por la calle de la costa. Auge manejaba a baja 50
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
velocidad y tocaba la bocina a cuanta mujer veía. A su lado Retana hurgaba dentro de un pequeño envoltorio de papel glasé para tratar de extraer con su cédula de identidad un poco de cocaína. En el asiento trasero Braga y González disfrutaban de las bondades del THC compartiendo un porro en el sistemático ritual de pasárselo de uno a otro. - ¡Boludo!, guarda la merca que nos para la cana – dijo Auge al
ver que un policía de tránsito afectado al operativo sol le hacía señas para que detuviera la marcha.
- Decíle que laburamos para Prellezo… que no rompa las bolas
El agente le requirió el registro y la cédula verde a Auge. Pero los horneros no tenían ningún papel que probara que el automóvil les perteneciera. Eso motivó que el policía se comunicara por radio al comando para averiguar si existía algún pedido de captura. La respuesta fue positiva. Era un vehículo robado. Por más que Auge intentara explicar que eran invitados de Prellezo el agente se comunicó con la comisaría de Valeria. El oficial Colo, Jefe de servicio, recibió la llamada y ordeno la inmediata detención de los sospechosos. En la comisaría los horneros insistían en pedir al oficial que se comunicara con Prellezo. - Buenas tardes comisario, habla Colo. - Sí… ¿Qué pasa? -respondió Prellezo con desgano - Trajimos detenidos a cuatro masculinos mayores que
circulaban en un rodado con pedido de captura marca Dodge 1500…- Prellezo no lo dejó terminar y poniendo en su voz un tono de conciliadora autoridad dijo:
- Escucháme Colo, esos tipos están haciendo un trabajo para el
jefe. Dejálos ir, devolvéles el auto y olvidáte del asunto.
Colo cumplió al pié de la letra las ordenes de su superior. Prellezo guardó el celular y mantuvo en el rostro una mueca de preocupación durante algunos minutos. – Estos imbéciles casi la cagan- pensaba mientras dirigía su auto hacia el departamento de Valeria del Mar. Faltando un día para el trabajo no se podía permitir ningún error. En el camino se comunicó con Camaratta y armaron una reunión con los horneros para ajustar los últimos detalles de la 51
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
operación. Ordenaron un delivery de pizza, empanadas y cerveza. Luego pusieron una radio FM a volumen medio y comenzaron a planificar los movimientos del día siguiente. Braga y González serían los encargados de reducir a Cabezas y trasportarlo en su propio vehículo. Contarían con un revólver de tambor calibre treinta y dos, (el de Villegas), y un handy para comunicarse con Prellezo. Un tercer equipo de comunicación estaría en manos de Camaratta. Este último sería el encargado del apoyo logístico. Hasta ahí había llegado la información que los policías bajarían a la banda de los hornos. - No hagan cagadas.- ordenó Prellezo - Esta noche no salgan a
ningún lado. - Mañana los paso a buscar después del mediodía.
24 de enero
1997
El vapor perfumado de shampoo y jabón no terminaba de disiparse dentro del pequeño departamento. José Luis ya estaba vestido y se disponía a preparar el equipo fotográfico que usaría esa noche para cubrir la fiesta de cumpleaños de Oscar Andreani. Había dejado el bolso sobre la mesa del comedor. Sus hijos Juano y Agustina miraban televisión sentados en uno de los sillones de la sala. Habían ido a pasar unos días a Pinamar con el padre. Cabezas decidió que solo llevaría un cuerpo de cámara, un pequeño zoom y el flash. También cargó un paquete cerrado de diez rollos. Agustina se acercó para contemplar a su padre preparándose y se proyectó a sí misma en eso de los oficios. Tirando suavemente del pantalón de José Luis y con ingenuidad de niña preguntó: - Papá, ¿a vos que te gustaría que fuera cuando sea grande,
enfermera, maestra o secretaria?
José Luis apoyó el bolso en el piso de madera y se puso en cuclillas para estar a la altura de su hija. Luego miró con ternura sus profundos e inquisidores ojos negros y acariciándole las mejillas dijo:
52
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Eso lo vas a tener que decidir vos y papá va a estar orgulloso
de cualquier cosa que vos elijas-. Luego le besó la frente y continuó diciendo: -Acuéstense temprano que hoy papi tiene que trabajar hasta muy tarde.
Cristina había terminado de cambiar los pañales a Candela y se acerco a saludar a su marido con la beba en brazos. - Chau José… cuidáte. - Chau pájaro – respondió él y le sopló el ultimo beso desde la
puerta del ascensor.
25 de enero - Pinamar
1997
Nada se había dejado librado al azar en el imponente agasajo que ofrecía el empresario postal Oscar Andreani. Las mesas abarrotadas de exquisiteces ocupaban los laterales de la gran carpa blanca levantada en los jardines de su residencia de verano. Decenas de sirvientes mantenían todo el tiempo las copas llenas de los invitados. Apenas habían pasado la una de la madrugada y el caudal etílico se notaban en la alegría reinante. En un costado de la pista José Luis posaba para una foto que otro colega le tomaba junto a Michi y Andreani. - Che, poné en foco, muñeco- le requirió Cabezas al fotógrafo.
Luego mirando al empresario e intentando ponerse serio le dijo: -
Bueno déjeme su teléfono y veinte pesos que le mandamos una copia - Dicho esto soltó una carcajada que Andreani acompañó riendo hasta enrojecer.
Afuera de la casa, sobre la calle Príamo, los autos estacionados ocupaban las dos aceras desde Burriquetas hasta Libertador. Prellezo había ubicado el Fiat Uno sobre la cortada Del Buen Orden. Desde esa posición se veía la puerta de acceso a la fiesta. Luego caminó hasta la esquina mientras hablaba con Camaratta desde su handy. Auge y los otros se quedaron cerca del auto. 53
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Estaban inquietos y algo nerviosos. González se acercó a la casa de Andreani para ver si podía conseguir un poco de comida. En ese momento un vehículo con las luces encendidas dobló por la cortada en dirección a los horneros y entró en el garaje que estaba justo detrás del Fiat Uno. Diana Solana vivía en esa casa junto a su marido y una amiga de la pareja que había venido por unos días. El hombre bajó para abrir el portón y Diana se acercó a Auge que estaba sentado sobre el capó del Fiat. - ¿Qué hacen acá? – preguntó con voz firme y segura. - Somos custodios – respondió Auge mostrando el handy que
llevaba en su mano derecha.
- ¿Custodios de quién? – insistió Diana Solana.
Retana estaba sentado en el asiento posterior del vehículo con la ventanilla medio baja y desde allí respondió: - Ya vas a ver de quien…
Prellezo, que venía caminando desde la esquina, notó que la situación estaba tensa y se dirigió a Diana para tratar de calmarla. - Estamos mirando la fiesta señora, no se preocupe.
Cuando la mujer se retiró, Auge miro a Prellezo y con cierta preocupación le dijo: - Che, a ver si ésta llama a la policía - Yo soy la policía, tarado.
Pasadas las tres y media de la madrugada algunos invitados comenzaron a retirarse. Dentro de la carpa Cabezas conversaba animadamente con un grupo de periodistas. - Che, José ¿vas a poder manejar con el pedo que tenés? -
preguntó Michi, ya con ánimo de marcharse.
- Vos fumá, chabón, mirá como te hago el cuatro – contestó
Cabezas representando al número cuatro con su mano en vez de con las piernas. 54
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Bueno, a mí me llevan los chicos de Gente. Mañana al
mediodía mandamos esto… yo te llamo – dijo Michi al tiempo que saludaba a todos en general.
- Che, si te llama el gordo Giordano decíle que tiene para hacer
una vidriera llena de borrachos… – alcanzó a gritar José Luis antes de que Michi se confundiera entre los invitados en busca de la puerta.
Auge observó que el periodista se retiraba del lugar y alertó a Prellezo - ¡Ahí sale uno!... ¿Ese no es el compañero? - Sí… el otro debe estar por salir – respondió el policía – Vamos
a esperarlo en la casa que acá ya hicimos mucha bandera.
Una hora más tarde Cabezas abandonaba la fiesta un poco entonado. Dudó unos instantes antes de recordar donde había dejado su vehículo y caminó tambaleante hasta que lo vio estacionado a unos cuarenta metros sobre Príamo. En ningún momento notó la presencia de Camaratta, que lo observaba desde un Peugeot 405 bordó estacionado frente a la residencia. Ni tampoco la del oficial Salvá que se encontraba en el interior de un furgón Ducatto detenido cerca de la esquina de Libertador. Camaratta dejó en el cenicero el cigarrillo que recién había encendido e hizo una breve seña de luces. - Ya lo vi – contestó Salvá a través del handy.
Ambos pusieron en marcha los motores y esperaron a que José Luis emprendiera el camino a su domicilio. Prellezo estaba esperando en un terreno baldío lindero a la casa de Cabezas. Había entrado el vehículo marcha atrás para asegurarse de quedar mirando hacia Rivadavia. A las cinco y siete minutos recibió la llamada que confirmaba que el fotógrafo se dirigía hacia allí. - Prepárense que ahí viene – les dijo a Gonzáles y Braga.
José Luis apareció por la calle Shaw y dio la vuelta en Rivadavia para estacionarse en la puerta de su casa. Bajó con dificultad del 55
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
vehículo y se esforzó en llegar al equipo fotográfico que estaba en el asiento del acompañante. Sorpresivamente González se le abalanzó. Lo tomó del cuello con el antebrazo derecho y le aplicó un fuerte golpe a la altura del hígado con la mano izquierda. José Luis intentó zafarse de su agresor pero intervino Braga y apoyándole el caño del revólver en la frente le dijo: - Quedáte quieto o sos boleta – - Tomá las llaves… no me hagan nada - respondió Cabezas
pensando que se trataba de un robo. Braga tomó el llavero y le dijo:
- Subí al auto y no hagas ninguna boludez…hay alguien que te
quiere hablar.
José Luis accedió y entró al vehículo sin ofrecer mayor resistencia. Prellezo estacionó el Fiat sobre la vereda de enfrente. Esperó hasta asegurarse de que todo estuviera bajo control y luego emprendió la marcha a contramano por Rivadavia. Braga se sentó al volante del Ford Fiesta y dio un giro para seguir al auto de Prellezo. A José Luis lo habían sentado en el asiento trasero junto a González que lo mantenía con la cabeza gacha haciendo presión con su mano derecha. De alguna forma a Cabezas lo tranquilizaba la idea de que nadie le haría daño a un periodista de su categoría y que solo se trataba de un apriete. No era la primera vez que alguien amenazaba o amedrentaba a los fotógrafos de Noticias. Recordaba cuando los custodios de María Julia Alsogaray golpearon a varios compañeros que hacían guardia frente a su casa y terminaron efectuando un disparo a una de las cámaras fotográficas que había quedado tirada sobre el pavimento. Por sus confusos pensamientos también rondaba la idea de que quizás lo estuvieran llevando ante Yabrán o Ríos, que la cosa venía por ese lado. Los dos vehículos pasaron por la rotonda distribuidora de la ruta once. Prellezo hizo un guiño con las luces al patrullero que estaba detenido sobre la plazoleta. La suboficial Garen respondió del mismo modo desde el móvil policial en señal de que estaba todo despejado. A la altura de Mar de Ajó se desviaron de la ruta y continuaron su marcha por el trazado de un oscuro camino vecinal de tierra. Camaratta y Salvá se habían adelantado. Estaban 56
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
esperando a unos diez kilómetros al frente estacionados junto a un tercer vehículo que se había sumado a la escena. En él venía un suboficial del servicio penitenciario provincial apodado “Tribilín”, uno de los lugartenientes del comisario mayor Mario “Chorizo” Rodríguez. Los tres autos estaban a la entrada de lo que parecía ser un principio de excavación hecho por la acción de una pala mecánica. Una cava de unos seis metros de ancho y cuatro de fondo mordida a un terreno irregular que la hacía ver más profunda de lo que en realidad era. Ese había sido el lugar elegido pera llevar a cabo el crimen. Del renegrido horizonte asomaron las luces del Fiat de Prellezo seguidas por una nube de polvo iluminada desde atrás por el auto de Cabezas. Camaratta encendió las balizas del Peugeot para indicar el lugar. Prellezo se pasó unos metros para que el Ford Fiesta entrara primero y de punta. Luego giró en U y detuvo el vehículo apuntando hacia el interior de la cava. Los otros tres policías colocaron sus autos a los lados del de Prellezo y encendieron las luces altas para encandilar a la víctima. Braga ya había bajado del Ford Fiesta y sostenía abierta la puerta del acompañante para que Prellezo pudiera colocar un juego de esposas en las muñecas de Cabezas. - ¿Qué pasa loco, qué pasa? – balbuceó José Luis mientras lo
bajaban del auto.
A pesar de que las luces lo encandilaban alcanzó a reconocer a Prellezo. - ¿Están haciendo un adicional para Yabrán? – pregunto con
algo de ironía. - Mejor que no me toquen porque se les va a pudrir todo.
Prellezo le propinó un violento golpe en el rostro con su puño derecho al tiempo que le decía: - Que Yabrán, idiota. Así que vos nos andás jodiendo con la
maldita policía y la concha de tu madre… después de esto no les va a quedar más ganas de nada a tus colegas.
“Tribilín” se acercó blandiendo una barreta metálica de unos ochenta centímetros y comenzó a castigar a José Luis golpeándolo en todo el cuerpo. 57
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Este te lo manda Kodzyck- le decía y lo volvía a golpear - este
por escrachar al “Chorizo”…
Cabezas cayó de rodillas casi convencido de que ese era el final. De que lo iban a matar ahí mismo. El oficial Salvá recibió un llamado a través de su handy que lo alertaba de movimientos de custodios en la casa del gobernador Duhalde. Miró a Camaratta y con un breve movimiento de cabeza le dio a entender que no había más tiempo. - Reventálo y vamos que se hace de día.
José Luis, con lágrimas en los ojos, miró al policía y dijo: - Se van a pudrir en la cárcel hijos de mil puta.
Cerró fuerte los ojos y apretó los puños esperando el impacto. Pensó en sus hijos, en Cristina, en su familia. Solamente quería despertar de esa pesadilla. Braga accionó el gatillo pero la bala no salió. Cabezas escuchó el golpe del percutor y el terror hizo que se mojara los pantalones. Braga probó por segunda vez y el mecanismo volvió a fallar. Prellezo, fastidiado, sacó su arma reglamentaria y disparó a la cabeza de José Luis, quién cayó sobre el lado izquierdo de su cuerpo. - Dame eso, cagón del orto – le dijo a Braga mientras le quitaba
el revólver de la mano. Luego dio una vuelta al tambor de la treinta y dos y disparó nuevamente a la cabeza de la víctima. Esta vez la bala salió al primer intento.
Camaratta, Salva y el penitenciario dejaron la cava y se marcharon para el lado de Pinamar. Prellezo recogió la vaina servida de su nueve milímetros y la guardó en el bolsillo del pantalón. Mientras tanto Braga y Retana trataban de subir el cadáver al auto pero sólo lograron sentarlo de costado en el asiento del acompañante dejando las piernas fuera del vehículo. González sacó del baúl del Fiat un bidón de plástico cargado con combustible y luego de rociar el cadáver y el interior del Ford con el líquido inflamable intentó prenderlo con un encendedor. La combustión fue tan sorpresiva y violenta que lo tiró dos metros hacia atrás quemándole las manos y dejando su pelo todo chamuscado.
58
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Finalmente Prellezo y los horneros abordaron el Fiat y escaparon dejando tras de sí una estela de polvo que al disiparse descubría el dantesco espectáculo de las llamas confundiéndose con las primeras luces del alba.
59
SEGUNDA PARTE
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
En casi todos los puntos de la costa habíamos tenido problemas durante aquel caluroso enero. La diferencia de criterios entre los miembros de la plana mayor de la revista se hacia visible y enrarecía el aire de la redacción. Estábamos en plena guerra de verano con las principales revistas del medio, Caras y Gente. Todas habían abaratado el precio de tapa a principio de año para recuperar el bajón de ventas de más de un trece por ciento que acumulaban en los últimos meses. La temporada estival es la época que registra los mayores picos de venta durante el año. Por ese motivo era menester que el contenido de las publicaciones fuera vistoso y de alto impacto periodístico. Pandolfo sostenía que había que apostar a la costa y sacarle provecho a los operativos de verano. D’Amico por su parte creía que las notas de autoayuda y bienestar eran más comerciales y que los operativos resultaban demasiado onerosos. Por ese motivo habíamos tenido que reducir a menos de la mitad la cantidad de periodistas destinados a la costa, en especial los afectados a Punta del Este. Mientras que a principios de enero Caras y Gente exhibían tapas frescas y vistosas Noticias ponía en su portada el desabrido dibujo de un corazón que ilustraba una nota sobre lo malo del colesterol. Fontevecchia estaba muy enfrascado en la creación de su nuevo proyecto, el diario Perfil, y había dejado que D’Amico manejara Noticias a su albedrío. En el fondo, creía que lo que en ese momento sostenía la venta de la revista era la colección de rock nacional que se regalaba en formato de CD junto con el ejemplar y que lo periodístico era fluctuante y relativo. De hecho, los spots publicitarios de la revista en televisión resaltaban el contenido de la promoción y no mencionaban nada de los contenidos editoriales. El 24 de enero, en vísperas del crimen, Noticias salió con Coppola en la tapa. No era material proveniente de la costa ni tampoco hablaba del colesterol. Pero era un personaje que todavía vendía a pesar de la saturación que había causado su mediático caso en la opinión pública. No había nada que vaticinara la tragedia.
61
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
25 de enero - Buenos Aires
1997
La ciudad estaba vacía de gente aquel sábado al mediodía. Con el sol en el cenit pegando en mi cabeza trataba de bajar las bolsas del supermercado que traía en el auto. El celular sonó tan inoportuno como siempre y lo atendí como pude sosteniendo la puerta con un pie y dejando algunas bolsas en el piso. - Hola Hugo…habla Michi de Pinamar. - ¿Qué haces Gabriel? ¿todo bien? – Contesté reconociendo de
inmediato su voz
- Chee… no se nada de José Luis desde anoche – me dijo en
tono preocupado – Lo dejé ayer en lo de Andreani… Cristina me dijo que a la casa no fue y el teléfono me da apagado.
- ¿Por qué no vas hasta la comisaría? - Estoy con la policía – me dijo y note que su voz se quebraba –
dicen que encontraron un auto quemado igual al nuestro al costado de un camino por acá cerca.
- ¡Uy Dios, se pegó un palo! – exclamé mientras un sudor frío
comenzaba a correr por mi espalda.
El, sin escucharme, continuó: - Parece que adentro hay un cadáver esposado... con un tiro en
la cabeza.
Sentí que las piernas se me aflojaban y tuve que sentarme en uno de los escalones de la entrada al edificio. Michi continuó diciendo: - Yo me voy con ellos para allá y te vuelvo a llamar – - Sí, por favor – alcance a responder ya entre sollozos.
Volví a subir las cosas al auto y me fui directo a la oficina. Tenía las manos temblorosas y casi no podía marcar los números en el celular para armar una reunión de emergencia. 62
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Pasó poco menos de una hora hasta que la policía de Pinamar confirmó que se trataba efectivamente de uno de los automóviles alquilado por editorial Perfil. Deambulábamos con Lunghi nerviosos entre los escritorios vacíos de la redacción cuando irrumpió Marcelo Deverre, el coordinador de operativos, y nos dijo: - Confirmado, es el auto de Noticias nomás… – y se quedo
mirándonos inexpresivamente con sus finos anteojos de aumento que le agrandaban exageradamente los ojos.
D’Amico llegó como a los diez minutos. Bajó del ascensor hablando por su celular con la Doctora Pepe, la abogada de la editorial. Interrumpió la conversación cuando nos vio y se acerco a darnos un apesadumbrado abrazo. Nos sentíamos devastados, azorados y aturdidos. - Marcelo – dijo D’Amico mientras cerraba su celular -
conseguime dos remises para salir ya a Pinamar. Vos, Lunghi, venís conmigo. En el otro auto va ir la Doctora Pepe, hay que pasarla a buscar por la casa. Vos, Hugo, encargáte de los medios.
Los periodistas no estamos acostumbrados a ser la noticia, nuestro trabajo siempre fue buscarla y difundirla. Pero esta vez la víctima era uno de los nuestros. Clarín fue el primer medio en comunicarse conmigo. Norita Mazzini, una fotógrafa que trabajaba para el diario, me llamó para pedirme una imagen de José Luis. Yo estaba seguro de que en la editorial había muchas, pero era sábado y el archivo estaba cerrado. Entonces recordé que unos días antes de que se fuera a Pinamar nos habíamos reunido en la casa de Guillermo Cantón a comer un asado. En aquella oportunidad Guillermo le había tomado unas fotos a José Luis con Candela en brazos. Cité a Nora en mi casa y ella valiéndose de un normal y un flash fuera de cámara reprodujo la imagen en el piso del comedor. Fue el único medio que publicó en su tapa una foto de José Luis en vida. Los demás aprovecharon la obscena exhibición del cadáver quemado que ofrecía la policía permitiendo que toda la prensa se moviera libremente por la escena del crimen. En los hechos policiales que acontecen a diario los fotógrafos pueden ver hasta donde la policía les deja. Rara vez se muestra un 63
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
cadáver abiertamente sin ninguna restricción. El procedimiento normal hubiera sido el de cortar la ruta treinta metros antes de la cava y no permitir el paso a nadie ajeno a la investigación. Pero ese día los periodistas de todos los medios estaban pisoteando huellas y pruebas al borde del socavón desde donde tenían una perfecta vista panorámica al horror. Un “pasen y vean” de estilo circense con la carga aleccionadora del “esto les va a pasar si siguen jodiendo”. Por la noche los programas de noticias se abocaron exclusivamente al crimen y ya deslizaban el nombre de Yabrán entre los sospechados.
26 de enero
1997
Una vieja camioneta Dodge convertida en grúa se acercaba lentamente a la comisaría de Madariaga en la mañana del domingo. En su guinche arrastraba los restos del auto de Cabezas. La carrocería en llantas y con la pintura resquebrajada por la acción del fuego raspaba la ruta sacando chispas contra el pavimento. Un móvil policial que acompañaba al remolque se adelantó y estacionó frente a la puerta del destacamento. El oficial Salva bajó rápidamente del vehículo para eludir las preguntas de los periodistas que buscaban alguna novedad en el caso. Antes de atravesar la puerta de entrada un agente de inteligencia lo abordó para preguntarle: - ¿Encontraron la cámara? - Sí – respondió sin titubear y sin detener su paso. - ¿Dónde está? - Se quemó con el auto. - ¿Y no quedó nada? Si es de metal… - insistió el agente. - La tenía entre las piernas… se la llevaron los peritos.
64
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Ni Salva ni ninguno de los policías involucrados quería que miembros de otra dependencia estuvieran metiendo las narices en la investigación. Pero las severas irregularidades en todas las diligencias llevadas a cabo por los policías locales fueron advertidas de inmediato por los hombres del comisario mayor Víctor Fogelman, quien había sido nombrado director de la investigación por el secretario de seguridad. Por otro lado, Menem sabía que este asunto iba a tocar elípticamente a Yabrán, con quien tenía importantes vínculos comerciales y del que se decía que era su testaferro. Por eso le había pedido a Corach, el ministro del interior, que movilizara a los servicios de inteligencia y todo lo que estuviera a su alcance para dar con los responsables. Para el presidente también era sospechoso el hecho de que el crimen se perpetrara en el camino que usaba habitualmente el gobernador de la provincia para ir a pescar a una laguna cercana. De hecho Duhalde fue una de las primeras personas en pasar frente a la cava mientras el auto de José Luis todavía estaba ardiendo. - Me tiraron un muerto - había dicho haciéndose blanco del
siniestro mensaje encubierto.
Pero en el sucio juego de la política es muy difusa la línea entre quienes son víctimas y quienes victimarios. El compañero de fórmula con el que Menem había llegado a la primera presidencia era ahora su más acérrimo enemigo político y por eso no debía descartarse ninguna hipótesis. D’Amico llegó a la escena del crimen un poco después de que retiraran el vehículo. A un costado del camino lo esperaban Pablo Sirven, Jefe de redacción de la revista, y Carlos Russo, que fumaba nervioso. - Estas cosas que están acá, ¿no son piezas del auto?-
preguntó D’Amico mientras caminaba por el interior de la cava.
- ¿Esto no se lo tendrían que haber llevado los investigadores?-
continuó -¿Por qué no hay policías acá?
- Vamos a buscar en qué llevarlas – Sugirió Lunghi sosteniendo
en las manos restos metálicos cubiertos de ceniza y tierra.
65
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
La moto de Jorge Gainza, otro de nuestros fotógrafos, se asomó desde el borde del cavado levantando tras de sí una oleada de tierra. Gainza se había enterado de lo ocurrido en Mar del Plata y decidió viajar por su cuenta. D’Amico, Lunghi y los demás dejaron lo que tenían en sus manos y abrazaron a Jorge. Lloraron y estuvieron en silencio durante largos minutos. Luego siguieron buscando infructuosamente lo que podría ser una pista o algo que los ayudara a entender lo que allí había ocurrido. Para el mediodía la noticia de la muerte de Cabezas era el tema central en todos los canales. Algunos habían levantado la programación habitual para entregarse exclusivamente al tema.
27 de enero
1997
Yabrán había desplegado los diarios sobre el escritorio y caminaba nervioso por el despacho de su empresa Yabito, ubicada en Carlos Pellegrini 1168. Estaba reunido con Wenceslao Bunge, Gregorio Ríos y su abogado el doctor Pablo Argibay Molina al que había convocado en forma urgente. - Me lo quieren encajar a mí a toda costa estos hijos de puta.
Decía señalando a los diarios. - Decíme, Gregorio, ese comisario amigo tuyo… Prellezo, ¿no te
dijo nada? Esto no es obra de un boludo solitario. Acá hubo una organización, inteligencia… tienen que haber visto algún movimiento… algo…
La furia se reflejaba en sus ojos. Sabía que se encontraba en medio de una peligrosa tormenta que amenazaba con arrasarlo todo. El abogado argumentó, para tranquilizarlo, que no había nada más que el imaginario colectivo en su contra. Pero nada palpable que lo vinculara con el crimen, ninguna prueba. La redacción de Noticias estaba colmada por periodistas de todos los medios desde muy temprano. Algunos venían a cubrir la noticia y otros a solidarizarse con los colegas de la revista que caminaban 66
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
devastados entre los escritorios. La Asociación de Reporteros Gráficos había convocado a un camarazo en el obelisco y varios fotógrafos alistábamos nuestras cámaras para ir. Un movilero de Crónica TV se acercó a fotografía y le pregunto a Pedro: - ¿Acá trabajaba José Luis? - Si trabajaba acá… el señor era el jefe -contestó Pedro visiblemente apesadumbrado mientras me señalaba. El cronista preguntó: - ¿Podemos hablar con usted? Estamos en directo. - Sí, pasá. Contesté.
Detrás venía un cameraman que no paraba de grabar imagen en ningún momento. Buscaba detalles como el broche del tablero con el nombre de Cabezas donde colgábamos las ordenes de trabajo del día y cosas así. - Este era el lugar donde José Luis trabajaba todos los días.-
Afirmó el cronista mirando a cámara.
- ¿Usted era su jefe, verdad? - Sí, así es. - ¿Usted cree que Yabrán está detrás de este crimen? - No, no creo… no sé… me parece demasiado obvio. Lo que sí
creo es que alguien quiso hacer mucho ruido. A mí no me parece que Yabrán, por sus características, vaya a matar al que lo fotografió y a prenderlo fuego a la vuelta de su casa en plena temporada. No es un personaje al que le guste exponerse y con un crimen tan aberrante solo se expondría más… De hecho usted ya lo da como sospechoso.
Esas primeras declaraciones fueron levantadas por varias agencias internacionales de noticias. Esa misma mañana, un poco antes del mediodía, Glenda Umaña desde la CNN comentaba para todo el mundo de habla hispana:
67
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- La Organización Internacional de Prensa repudió el homicidio
del que fuera víctima un periodista de la revista Noticias de Argentina. “Sus colegas creen que este crimen pueda tener connotaciones políticas”.
Teresa, mi esposa en aquel entonces, esperaba el ciento sesenta en la parada de Salguero y Días Vélez para ir de compras a plaza Italia durante esa tarde. Al llegar el micro ascendió junto a dos personas que estaban en la parada detrás de ella. De soslayo alcanzó a ver que se trataba de una joven y más atrás un hombre. La mujer sacó boleto y se sentó junto a ella a pesar de que el colectivo estaba casi vacío. Recién en ese momento Teresa notó que la piel de la cara y de las manos de la chica estaba tan escaldada que daba impresión mirarla. El hombre tenía un traje oscuro y permaneció parado, como observando oculto tras sus gafas de sol. Por suerte se bajaron un poco después de cruzar la calle Córdoba, curiosamente lo hicieron en la misma parada. Mas tarde, ya en el supermercado, Teresa volvió a cruzar a la mujer desfigurada por el fuego en la góndola de la carnicería. El hombre de traje y gafas oscuras también se hizo ver en el lugar. Estaba claro que se trataba de una intimidación. Teresa comenzó a ponerse nerviosa y con las pocas cosas que llevaba en el chango se dirigió hacia las cajas con la intención de marcharse cuanto antes del lugar. Tomó un taxi frente al centro comercial para evitar cualquier otro encuentro con esas personas. Al llegar al edificio bajó presurosa del vehículo y sorteó de un salto los tres escalones de la entrada. Ya en el palier, cuando cerraba la puerta de vidrio, vio otra vez a la joven que pasaba por la vereda mirando desafiante hacia adentro. También observó que el hombre de traje y gafas oscuras caminaba a paso lento por la acera de enfrente. - Tengo mucho miedo, ¿Qué esta pasando Hugo?- me dijo por
la noche mientras sollozaba sentada al borde de la cama.
Realmente no sabíamos que pasaba a nuestro alrededor pero estaba claro que el mensaje había sido: “calláte la boca”. Durante ese día, en la redacción, había visto muchas caras extrañas entre los periodistas y sobre el murmullo general se oía todo el tiempo el nombre de Yabrán. Daba la sensación de que querían instalar a la fuerza la hipótesis del mentor intelectual en la figura del empresario. D’Amico parecía obstinado en creer que esa era la única línea a investigar. Lamentablemente el único que hubiera podido contradecirlo era Pandolfo pero estaba de vacaciones en México 68
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
desde hacía una semana. De todos modos me comuniqué con su familia para que alguien le informara lo que estaba ocurriendo.
28 de enero
1997
Cuatro carrozas fúnebres de impecable blanco esperaban desde temprano en la puerta de la cochería Paraná de avenida Mitre al 4600 cerca de Wilde. El féretro con los restos de José Luis había sido colocado en la primera de ellas pero los empleados demoraron unos minutos más hasta acomodar en las otras tres la impresionante cantidad de coronas que habían llegado durante toda la noche. Una multitud de curiosos, periodistas y deudos ocupaban la calzada. A media mañana la procesión se encaminó a paso de hombre rumbo al cementerio de Avellaneda. El silencio de la marcha solo se interrumpió unos instantes cuando la tapa del radiador de una de las carrozas saltó debido al intenso calor y provocó una espesa columna de vapor. Fue en ese momento que el celular de D’Amico vibró en su bolsillo avisándole que tenía una llamada entrante. - Hola – susurró.
En el otro lado de la línea estaba Pandolfo vestido tan solo con un short de baño y apoyado en la barra de un bar de Bahías de Huatulco en México. - ¿Cómo no me avisaron? Dijo con la voz quebrada por el llanto. - Me enteré por mi cuñado… él creía que yo ya lo sabía.
D’Amico se alejó unos pasos del grupo con el que venía acompañando la procesión y le dijo: - Gabriel, estás en tus vacaciones… ¿Qué podías hacer
enterándote antes?
-
No sé, pero no me dejaste elegir. Soy el vicedirector de la revista, hace tres días mataron a un compañero de trabajo y yo acá como un pelotudo jugando al mariachi… 69
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- En este momento estamos enterrando a José Luis – contestó
D’Amico con un dejo de fastidio.
- ¿Qué se sabe?– insistió Pandolfo. - No sabemos nada - Pensar que fue Yabrán es demasiado obvio. Recibí por fax lo
que salió publicado y…
- Te tengo que cortar – interrumpió D’Amico - Hablemos en otro
momento.
Era evidente que D’Amico había elegido su propia hipótesis y se aferraba firmemente a ella. Rechazaba de plano cualquier otra línea de investigación que no fuera la que vinculaba a Yabrán. Cortó la comunicación y suspiró como aliviado. Estaba más tranquilo con Pandolfo lejos de la redacción.
29 de enero
1997
El jubileo estival pinamarense se había transformado en un devenir de rostros temerosos que deambulaban por la avenida Bunge. El grupo Clarín, con todo su aparato mediático, junto a La Nación, Noticias y Gente insistían en demonizar al empresario mostrándolo como un padrino mafioso y sin escrúpulos. Los veraneantes comenzaron a sentirse inseguros en el balneario. Muchos decidieron terminar sus vacaciones abruptamente mezclando entre las prendas del equipaje miedo, bronca y desazón. Otros se agolpaban frente a la comisaría de Pinamar al grito de “no tenemos miedo”. Pocho Gambetta era mi segundo en el escalafón jerárquico. Yo le había pedido que viajara a Pinamar para coordinar todos los envíos de material desde allá. Esa mañana el se encontraba preparando un envío en la oficina de la costa cuando irrumpió Patricio. - Pocho, tengo un material buenísimo – dijo con la voz cargada
de excitación – La hice a la amante de Yabrán –
70
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¿A quién? – preguntó Pocho sorprendido. - A la Fonre, la amante de Yabrán. - Bueno dejámelo que ahora llamo a Buenos Aires.
La redacción de Noticias seguía siendo un caos. Era muy difícil volver al ritmo normal de trabajo en esas circunstancias. Estábamos atrasados en los cierres y para peor rodeados de tipos de traje que parecían ser de los servicios. Circulaban todo el tiempo por los pasillos y la recepción con rostros serios e inquisidores. En fotografía nos preparábamos para ir a un almuerzo que Fontevecchia iba a dar en uno de los salones del hotel Sheraton de Retiro. Durante la comida se trataría el tema de la seguridad. Pedro entró apurado a la sala con el celular en su mano y me dijo: -
Lo llama Pocho de Pinamar.
- ¿Qué hacés, Pochito? ¿Cómo están las cosas allá? - Ojo con lo que hablás que están todos los teléfonos pinchados
me dijo a soto voce.
- Tranquilo – contesté – ¿Qué pasó? - Vino ese pibe Patricio… dice que hizo unas fotos de la amante
de Yabrán…
- Si fuera por mí que se las meta en el culo. ¿Quién lo mandó a
hacerlas?
- No sé, me dejó el material acá y se fue. - Ok Pocho, llamáme en diez.
Desde el momento en el que se conoció el crimen empezaron a circular los rumores de que a Cabezas lo habían matado porque asediaba al cartero siguiéndolo a todas partes. Si publicábamos las fotos de la supuesta amante, no hacíamos más que reforzar esa teoría. Mi pregunta era: ¿Quién le había dicho a Patricio que hiciera esas fotos? A ninguno de nosotros se le hubiera ocurrido arriesgar a 71
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
un fotógrafo para seguir a una supuesta amante en ese momento de miedo, congoja e incertidumbre. Comencé a sospechar que a ese pibe alguien lo estaba operando de alguna forma. Al medio día una caravana de remises salió de la editorial llevando a todo el staff de la revista hacia el hotel Sheraton de Retiro. Tres largas mesas ubicadas en forma de U ocupaban el centro de un fastuoso salón adornado con alfombras persas y cortinados de pesado terciopelo rojo. Jorge Fontevechia ocupó la cabecera flanqueado por D’Amico y Lunghi. De inmediato una docena de mozos de impecable uniforme se hizo presente portando bandejas cubiertas con campanas de plata. Fontevecchia esperó a que sirvieran el primer plato para comenzar con su retórica. - Todos sabemos que el periodismo es una profesión de alto
riesgo… ya conocen las estadísticas - comenzó diciendo para luego continuar. - Las cosas a veces no salen como queremos que salgan. En Estados Unidos, a pesar de la rigurosidad tecnológica de la NASA, el Challenger explotó en el aire y, a pesar de la seguridad presidencial, también mataron a Kennedy. Esta vez le toco a Noticias perder a uno de sus hombres…
Lamentablemente lo que queríamos oír sobre nuestra seguridad laboral no estuvo contenido en la esencia de aquel discurso ni tampoco en la de los otros floridos parlamentos que se esgrimieron durante aquel almuerzo. Los dichos de Fontevecchia, en el curso de los hechos, me hicieron pensar que él tenía una visión de lo sucedido que lo colocaba en el estandarte del portador de la verdad. El hecho de que mataran a uno de sus hombres por el compromiso en pos del periodismo parecía darle un carácter honorífico. El mismo escribiría mas adelante: “La máquina de investigación de Noticias la componen alrededor de cincuenta periodistas. Un diario de los grandes cuenta con más de doscientos periodistas. Es legítimo preguntarse: ¿Por qué una redacción de cincuenta periodistas descubre, recurrentemente y a lo largo de tantos años, informaciones graves que siempre se le escapan a una redacción que la cuadruplica en tamaño? ¡No se olviden de Cabezas! No se olviden de reclamarles a los diarios
72
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
coraje para comprometerse en los temas difíciles en el momento que ocurren y no después… Por la tarde, en la redacción, un grupo de fotógrafos y yo comentábamos sobre lo ocurrido en la comida cuando el teléfono de mi escritorio comenzó a sonar. - ¿Sí?... ¿Quién es? - pregunte con algo de fastidio.
Del otro lado Anita Guilligan estaba acurrucada y en ropa interior ocultándose detrás de una cómoda de su cuarto. - Hugo – dijo con la voz quebrada por el miedo – me están
apuntando con un láser… no sé que hacer.
- Ana, ¿me estás jodiendo? - Noo… por favor… es en serio – dijo sin poder contener el
llanto
- Cerrá todas las puertas, alejáte de las ventanas y no te
muevas de ahí –
Corté con ella para marcar el interno de Lunghi. - Carlos – le dije – Anita me llamó llorando, dice que la están
apuntando con un láser que la sigue por toda la casa. ¿Llamamos a la policía? - No dejá, ya que estamos rodeados de policías y servis, aprovechémoslos… En menos de diez minutos cuatro patrulleros se hicieron presentes frente al domicilio de Ana. Una vez dentro del departamento los oficiales calcularon desde donde podrían venir los destellos. Observaron una ventana del piso superior que daba al patio interno del edificio y concluyeron que ese hubiera sido el único lugar posible. Cinco policías se movilizaron hacia allí. Cuatro de ellos tomaron posición entre el pasillo y la escalera. El quinto se arrimó a la entrada del departamento. Todos estaban con las armas en la mano listos para lo que pudieran encontrar. - ¿Quién es? – respondió una voz femenina desde adentro
luego de que el oficial hiciera sonar insistentemente el timbre. 73
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Somos de la policía. Podría salir e identificarse por favor.
Se oyó ruido de llaves y cerrojos hasta que la puerta se abrió. Una anciana con bata rosada y pantuflas de felpa cuadriculadas miró sorprendida al oficial desde el vidrio de aumento de sus anteojos. Más atrás dos niños de entre ocho y diez años se asomaron curiosos al ver el despliegue de policías agazapados en el pasillo. Uno de los chicos, mientras reía, apuntó al oficial con una diminuta linternita láser que el abuelo le había comprado ese día en el colectivo. Los policías bajaron la guardia, pidieron disculpas por el mal entendido y se retiraron del lugar mientras hacían comentarios jocosos sobre lo ocurrido. En Pinamar, mientras tanto, los periodistas de la revista no estaban ajenos a la paranoia que todos empezábamos a padecer. Para peor trataban de buscar información del hecho sin saber que los policías que investigaban el crimen a su lado eran los verdaderos asesinos. Durante esa tarde, un poco antes del ocaso, Carlos Russo estacionó su auto en la cochera del hotel. Debía entrar por unos instantes para ir a su habitación a buscar una agenda que había olvidado. Al volver al vehículo notó la presencia de un objeto que parecía ser una pequeña caja de cartón ubicada justo debajo de la puerta del conductor. Carlos estaba seguro de no haberla visto allí cuando estacionó. Pensó que algo podría habérsele caído al descender. Pero un escalofrío recorrió su cuerpo cuando advirtió que se trataba del estuche vacío de un juego de esposas de la misma marca y tipo de las que habían sido halladas en el cuerpo de José Luis.
30 de enero
1997
El gobernador Duhalde mantenía la postura de ser el receptor del mensaje. Insistía con que el crimen de Cabezas se lo habían tirado a él, que era algo así como “su Maria Soledad”. Este papel que asumía de sentirse el “ombligo del mundo” fue el que lo llevó a dirigir prácticamente todas las acciones. Elevó la recompensa para quién diera algún dato útil a trescientos mil dólares e instruyó al 74
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
comisario Fogelman para que investigara todas las irregularidades de la instrucción “caiga quién caiga”. Era día de cierre en la revista y estábamos un tanto atrasados. A media mañana llegaron a mi escritorio las fotos de Ada Fonre que Patricio había tomado en Pinamar. Saqué unas impresiones y me dirigí al despacho de D’Amico. - Acá están las fotos de la amante de Yabrán – le dije con cierta
sorna mientras apoyaba las hojas en su escritorio.
- ¿Te parece que publiquemos esto? ¿Ya compramos que fue
Yabrán? Estas fotos apoyan la teoría del acoso periodístico. Eso de que José Luis hostigaba al cartero… pero las hizo Patricio ayer… ¿Vos realmente crees que fue Yabrán?
- No sé… dejámelas ahí… después veo – dijo como para
sacarme de encima.
- ¿Pensaste en la tapa? – pregunté - Esta Pablo con eso. - Pienso que debería de ser negra…no sé… estamos de luto
¿no?... Una cosa más… ¿estos corbatudos que están por todo el edificio…? ¿Qué son? ¿De la federal…?
D’Amico me miró serio y dijo: - Son de la SIDE… nos están protegiendo. - … ¿Vos decís…?
Las fotos de Fonre salieron en el número siguiente. No conforme con esto D’Amico redobló el juego y convenció a Michi para que pidiera una ampliación indagatoria ante el juez Machi. Debía declarar que desde hacía un tiempo estaban siguiendo e investigando a la amante de Yabrán.
75
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
3 de febrero
1997
El recambio turístico y una agresiva tormenta de verano hacían del tránsito en la ciudad un verdadero caos. Fontevecchia había convocado a la plana mayor de Noticias a una reunión en su despacho para las diez de la mañana de aquel lunes. Con su característica puntualidad, comenzó la charla sentado en la cabecera de una gran mesa de madera de caoba sobre la que había desplegado los primeros monos y bocetos del diario. Pandolfo entró a la sala con veinte minutos de retraso. Se lo veía agitado y con el cabello mojado, evidenciando las dificultades que había tenido que sortear para llegar. - Discúlpenme – dijo mientras cerraba la puerta a sus espaldas. - ¿Cómo estas, Pandy? – preguntó Fontevecchia esgrimiendo
una sonrisa aniñada.
- No lo sé… volví el viernes y llamé a todos pero nadie me
contestó… me fui a Pinamar y tampoco encontré a nadie, salvo Balmaceda que lo vi dos minutos el domingo. Recién llego… y veo que están hablando del diario.
- Es que llegaste tarde – Respondió Fontevecchia mientras se
colocaba los lentes.
Pandolfo miró el reloj que llevaba en su muñeca y dijo: - ¿En veinte minutos agotaron el tema Cabezas?. -
Pandy, estás sobreactuando porque no estuviste.
- ¿Te parece…?
Pandolfo tomó de la mesa el número de Noticias y lo abrió en la página en la que había una foto de D’Amico caminando por el interior de la cava. - Estamos haciendo todo mal – dijo - ¿Qué plan tenemos…?
Fontevecchia lo miró con ojos de fastidio y volvió a tomar uno de los monos mientras le decía: 76
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Gabriel, ese tema ya lo charlamos… el proyecto del diario
Perfil es la mejor respuesta que podemos dar.
Al medio día me asomé a la oficina de Pandolfo para convidarlo a almorzar. Estaba meditabundo, sentado en su escritorio con los codos sobre la mesa y la pera sumergida entre las palmas de sus manos. - Vení… cerrá la puerta – dijo cuando me vio. - Te voy a decir algo, porque necesito un testigo… cuando
termine toda esta mierda me voy de este nido de hijos de putaesto último lo dijo con la voz cargada de indignación.
- Gracias por lo que me toca. – contesté con algo de ironía.
Me miro serio y preguntó: - ¿Qué le dijiste a la prensa? - En pocas líneas, que no creía que Yabrán haya sido el mentor
de este crimen cometido a la vuelta de su casa… para que después toda la prensa lo apunte a él. ¿Si vos fueras Yabrán, harías algo así?
- Yo no soy Yabrán… no tengo la más puta idea. Pero… ¿fuiste
vos el que sacó el nombre de Yabrán?
- No, el pibe me preguntó si yo cría que Yabrán estaba detrás
del crimen –
- Y qué le dijiste – - Que no…ya te dije… ¿sabés que, Gabriel? Creo que hay
mucha inteligencia detrás de todo este asunto… ¿Esta no sería una buena forma de sacar al cartero del juego? Estamos en medio de un gran quilombo político. Por un lado Menem y Duhalde se declararon la guerra, por el otro, Cavallo que está con la licitación del correo… detrás de las dos cosas está la figura de Yabrán. ¿Qué mejor para sacarlo del medio que matar al fotógrafo que lo escrachó haciéndole perder el anonimato en el que se escudaba?... Sería fácil cargarle el crimen ¿no te parece? –
77
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Pandolfo se quedó pensativo unos instantes y sin levantar la vista dijo: - … Me parece una boludez… -
¿Qué cosa te parece una boludez?
- Que Yabrán vaya a matar a un periodista de una revista como
Noticias de la forma que lo hizo tan solo porque le sacó una foto.
- Y bueno, boludo, estamos hablando de lo mismo. - Entonces… ¿por qué carajo todo lo que tiene que ver con el
crimen esta rodeado de Yabrán?
- Creo que nos están operando de todos lados Gabriel – - Pero… ¿Quién tiene la espalda para bancarse un muerto que
era el fotógrafo estrella de Noticias? – dijo Pandolfo mientras tomaba una lapicera y una hoja de papel para luego continuar: c ontinuar:
- Muerto Cabezas… fuera Yabrán. ¿Quién se beneficia? - Varios – contesté – Cavallo, los que quieren agarrar el negocio
postal, la bonaerense… y de alguna forma Duhalde que se hace la víctima… entre otros. Nosotros somos menos que peones en este juego perverso… pero eso sí, al que estoy seguro que no beneficia para nada es al cartero.
4 de febrero
1997
Habían pasado algunos minutos de las nueve de la mañana cuando un BMW negro con vidrios polarizados ingresaba al patio lateral del Palacio de Gobierno de la provincia por la calle cincuenta y uno en la ciudad de La Plata. Dos hombres, de riguroso traje oscuro, descendieron del vehículo y entraron por la puerta que daba daba directo al ascensor que llevaba al despacho de Duhalde. Uno de ellos era el comisario retirado José Scopa, quien había hecho de enlace para 78
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
reunir al gobernador con su acompañante, el delegado para América Latina del FBI, Robert Fernández. Durante la reunión, que duro más de dos horas, Fernández presentó y expuso las cualidades del programa Excalibur al que llamó: Una novedad informática en materia de investigación. Duhalde quedó impresionado con la variedad de posibilidades que el programa ofrecía y no dudó en adquirirlo. Luego instruyó a Fogelman para que dispusiera de un bunker fuera del área de la brigada de investigaciones y así evitar cualquier tipo de filtraciones de los datos que pudiera proveer el Excalibur. Una casa quinta de la localidad de Castelli fue la elegida para instalar una docena de computadoras y armar desde allí la central operativa. El hombre del buró de investigaciones americano arregló también que en los días venideros un grupo de expertos asesorarían al equipo del comisario inspector José Luis Costa, jefe de informática de la bonaerense, sobre el manejo del software. Esa misma tarde Duhalde se encargó de separar de la investigación al comisario de Pinamar Alberto la “Liebre” Gómez sospechado de haber liberado la zona durante la madrugada del asesinato. El policía había declarado a la prensa: - Los
miembros de la revista Noticias fueron quienes planearon el crimen para poder vender más ejemplares.
Junto a Gómez era separado también el comisario inspector Carlos Rossi sobre quien caía la acusación de haber cometido serias irregularidades mientras estuvo a cargo de la instrucción sumaria durante las horas posteriores al crimen. De esta manera quedaba allanado el camino para que Fogelman junto a Costa y sus doce ciberpolicías trabajaran sin obstáculos desde Castelli.
11 de febrero
1997
El movimiento movimiento nocturno marplatense marplatense se iba extinguiendo poco a poco a medida que avanzaba la madrugada de aquel martes sin luna. Varios vehículos de la brigada de investigaciones de Dolores apoyados por móviles de la policía bonaerense se adentraban por 79
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
las oscuras y tranquilas calles de Punta Mogotes rodeando la esquina de Cervantes Saavedra y Tripulantes del Fournier. El objetivo era arrestar a Margarita Di Tullio y Pedro Villegas. Los agentes sabían con certeza que ambos se hallaban en su casa esa noche. Simultáneamente, sobre la avenida Colón entre Alvear y Guemes, otro grupo de policías se aprestaba a allanar la casa de Luis Alberto Martínez Maidana. En este caso con testigos civiles ya que se presumía que en ese lugar se encontraba oculta el arma homicida. Estaban comenzando a unirse las piezas de la primera parte del plan. Unos días antes Redruello se había encargado de restituir el arma usada en el crimen al entorno de “Pepita la pistolera”. Luego se presentó ante la justicia en calidad de testigo encubierto y declaró que él sabía quien tenía el el revólver asesino. Albergaba Albergaba entre sus intenciones la audaz pretensión de embolsarse los trescientos mil dólares de recompensa. En su declaración involucraba a José Luis con el tráfico de cocaína y lo acusaba de extorsionar a Margarita di Tullio. Había dicho también que en varias oportunidades escuchó a la madama madama decir “a ese Cabezas Cabezas lo voy a hacer cagar”. La versión esgrimida por este mitómano consuetudinario en su declaración era rayana con lo absurdo pero el comisario general Adolfo Vitelli, en su desesperación por resolver el caso, no sólo había dado asidero a sus dichos si no que puso a disposición de Redruello un vehículo y dinero con el fin de que este se involucrara aún mas dentro de la banda. La idea era obtener de este modo mayor información. Redruello dio luego a las autoridades la ubicación exacta del arma que el mismo había plantado en la casa de Maidana. Durante los operativos llevados a cabo esa noche fueron arrestados los cinco miembros de la banda y en los allanamientos se les secuestraron varias armas de fuego entre las que estaba el aciago revólver calibre treinta y dos. Al medio día, en la sala de fotografía, la fotógrafa Verónica Jacobson y yo mirábamos las noticias por televisión. Antonio Llorente desde Dolores hablaba a cámara: c ámara:
80
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- La detención de Margarita Di Tullio, alias pepita la pistolera, su
marido y otros integrantes del clan sería la línea llamada de “los pepitos” que surgió a partir de las declaraciones de un testigo encubierto que habría brindado información… -
- ¿No
me mandás a Dolores? -preguntó Verónica repentinamente mientras acomodaba su cámara en el bolso.
Yo tenía claro el calibre de fotógrafa que era ella pero también sabía lo enrarecido que estaba el aire alrededor del caso. No quería poner más gente en la zona de riesgo por lo que preferí responderle con una humorada: - Vos querés ir porque estas caliente con el gallego Llorente ¡ja
ja!
- Tarado – respondió Verónica y luego se echó a reír. En ese
momento Dutil entró en la sala y saludó a los que estábamos con una mano mientras que con la otra se quitaba un chupetín a bolita de su boca.
- Eso de los pepitos no se lo cree ni el juez. - sentenció
En la televisión continuaba el informe de Llorente: - La investigación gira ahora en torno del Excalibur, un
sofisticado programa que habría sido provisto por el F.B.I. Es un sistema informático que cruza llamadas y que permitirá rastrear todas las comunicaciones hechas durante la madrugada del crimen… - ¿El Excalibur cruza los llamados?… ¿pero entre quiénes? – Preguntó Dutil mientras se sentaba en el banco de los fotógrafos - ¿Qué teléfonos van a tomar de referencia? - Entre las cuatro y las seis de la mañana no debe haber habido
muchos llamados – respondí - Lo que el programa hace es cruzar todos esos llamados y rastrear los números para ver de quiénes son… Ponéle que… “Pepita” y Yabrán se hayan hablado… salta… ¿Entendiste?
Recién entonces se daba a conocer a la prensa la presencia del Excalibur en la investigación. Para ese momento, los hombres de
81
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Fogelman ya estaban bastante adelantados en el manejo del programa.
12 de febrero
1997
El sol caía abrasador sobre los transeúntes que atravesaban la plaza Lavalle durante aquella calurosa mañana. La cotidianeidad del paisaje se veía alterada por la presencia de varios móviles de exteriores y un nutrido grupo de periodistas que se agolpaban instalados en las escalinatas del Palacio de Tribunales. El rumor que corría hablaba de que Yabrán se presentaría a declarar como testigo en un juicio por calumnias e injurias que mantenía el ministro Cavallo contra el periodista Bernardo Neustadt. El empresario postal había decidido mostrarse en público. Quería que lo vieran sin custodias, caminando por la calle como un ciudadano común. A las diez y media de la mañana se hizo presente. Llegó a bordo de un vehículo de alquiler sorprendiendo a todos los que allí estaban. De inmediato fue rodeado por una nube de fotógrafos y periodistas de televisión que se abalanzaron sobre su persona. - ¿Les parece que soy un tipo peligroso?... caminando así
libremente entre la gente.
Decía mientras trataba de abrirse paso a través la exaltada aglomeración de reporteros. En su mano derecha sostenía un panfleto con la imagen de José Luis y la inscripción “No se olviden de Cabezas”. La exhibía en lo alto asegurándose de que se viera bien en todos los medios. Quizás alojando la infantil pretensión de mostrarse solidario con la causa. Su permanencia en el juzgado no superó los cuarenta minutos. La salida fue aún más tumultuosa que el ingreso debido a la cantidad de curiosos que se habían agrupado en la plaza al oír la noticia de la presencia de Yabrán en Tribunales. La policía tuvo que hacer un cerco a su alrededor y ayudarlo a subir al taxi que lo estaba esperando. La animosidad de la gente para con el empresario comenzaba a tornarse medieval. Fue insultado y salivado por la turba durante todo el trayecto. Mientras avanzaba acurrucado entre los policías alcanzó a declarar tibiamente a los periodistas: 82
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Lamento mucho lo de este muchacho… yo solo soy un simple
cartero…
25 de febrero
1997
Un palco móvil que cruzaba de vereda a vereda había sido instalado de cara a la avenida Corrientes en su intersección con Talcahuano. Sobre el se erguía un enorme cartel con la inscripción “No nos olvidemos” pintada en letras rojas sobre fondo blanco. Se cumplía un mes de la muerte de José Luis y el sindicato de prensa había organizado junto la asociación de reporteros gráficos un acto en su memoria que culminaría con una marcha a Plaza de Mayo en reclamo de justicia. El fuerte impacto que el crimen había causado en la sociedad hizo que una multitud se congregara espontáneamente ese día cubriendo la avenida desde Talcahuano hasta pasada la esquina de la calle Montevideo. Todos los integrantes del staff de Noticias ocupábamos el centro del escenario junto a Cristina, la viuda de Cabezas. Debajo, mezcladas entre la gente, había un sin número de personalidades de la política y las artes. - Qué buen momento para lanzar el diario – le dijo Fontevecchia
en voz baja a D’amico cuando al salir del edificio se percató de la impresionante cantidad de gente que el caso había movilizado. Luego Gabriel Michi leyó unas sentidas palabras alusivas y más tarde se hizo un minuto de silencio que se extendió por toda la ciudad. Cabildo y Juramento, Rivadavia y Acoyte, Triunvirato y Avenida de los Incas, fueron algunas de las intersecciones en las que la gente se había autoconvocado en silencio. Pasado el minuto los bomberos de todos los cuarteles porteños hicieron sonar sus sirenas. Antonio Ormundo, un fotógrafo brasileño que trabajaba con nosotros, se paró en el medio del palco y gritó con toda su garganta:
- Cabeeezaas…
Al unísono la multitud respondió: - Presente. 83
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Esa consigna se repitió durante toda la marcha. En las pancartas, en los afiches, en nuestras camisetas, por todos lados la imagen de los ojos de José Luis nos miraban como tratando de buscar alguna respuesta.
Marzo
1997
La forma en que algunos medios trataban la noticia del homicidio había comenzado a tornarse vulgar y en muchos casos un espectáculo circense. Todo parecía girar en torno a lo más negro, lo escabroso. Algunos periodistas se preocupaban por saber si José Luis respiraba mientras lo consumía el fuego. Otros especulaban con la cantidad y el calibre de las armas utilizadas para el crimen. En los diarios se podían ver todo tipo de monografías e ilustraciones explicando en detalle cada paso de la autopsia o la preparación del líquido inflamable con el que había sido rociado el cuerpo de la víctima. La televisión no se quedaba atrás en materia de sensacionalismo. Por el programa de Mauro Viale desfilaban a diario testigos truchos, dudosos peritos y todos los policías separados de la investigación quienes aseguraban estar “pagando el pato de la boda”. Uno de ellos, el oficial Carlos Salva protagonizó escenas de pugilato con un tal Pedro Avio frente a las cámaras de televisión. Avio, un ex policía de la bonaerense, acusó durante el programa a Salva de ser el líder de una banda de delincuentes uniformados. - ¿Por qué e dicen el patrón de la costa?- Inquirió Avio al oficial
bajo la atenta y regocijante mirada de Viale.
- Usted está mintiendo.- Contestó Salva - ¿Acaso usted no es el ahijado de Klodzcyk – insistió Avio ya
con ánimo de provocación.-
- Yo con mentirosos no hablo más.- Respondió el policía
visiblemente ofuscado -No entiendo su interés en difamarme… ¿Por qué miente?
84
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
La respuesta de Avio no fue verbal si no que levantándose de su silla le aplicó un certero puñetazo sobre el pómulo izquierdo del rostro. Salva respondió la agresión y comenzó un forcejeo con su interlocutor. Mauro Viale “trataba de separarlos” sin quitar ni un instante la vista del monitor para asegurarse de que todo esto se estaba viendo en vivo y en directo. De todos modos lo más bizarro y grotesco en shows periodísticos lo presencié por televisión durante una emisión del programa Memoria en la que su conductor, Samuel Gelblung, presentaba un patético informe: - Ahora vamos a ir a exteriores donde hemos preparado un
horno en el que lograremos reproducir la temperatura que habría tenido el auto de José Luis Cabezas durante el incendio.-
Decía Gelblung mirando a cámara y con los codos apoyados en el escritorio. - En él introduciremos una cabeza de ovino a la que se le
efectuará un disparo a fin de determinar si la bala podría haberse disuelto en el cráneo del fotógrafo. En instantes… en Memoria.-
Aquel espectáculo resultó ser inusitadamente bárbaro. Después de la presentación de la nota un sujeto apareció en pantalla diciendo ser perito balístico y colocó la cabeza seccionada de un pequeño ternero sobre una parrilla metálica de las que se fabrican con la mitad de un barril de combustible. Luego, con un revólver del mismo calibre que el utilizado en el crimen, le asestó un disparo a la altura de la sien. Mientras tanto el asistente encendía el material inflamable que estaba dentro del medio tanque. La extremidad estuvo sobre el intenso fuego durante más de cuarenta minutos. Para finalizar, en el último bloque, el supuesto perito quitó la cabeza incinerada y humeante de la parrilla y la apoyó sobre una mesada de piedra. Luego, valiéndose de una maza y un cortafierro, procedió a romper el cráneo en busca de los restos de plomo de la bala. Todo esto se realizaba en presencia de una escribana que daba fe cabal de la infame pericia.
85
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
En la revista no queríamos que el caso se “samantisara”, (término que habíamos heredado del sonado juicio a Coppola ya que una de sus mediáticas protagonistas se llamaba Samanta), pero ciertamente eso ya no estaba en nuestras manos. La investigación, mientras tanto, seguía girando en torno a la historieta de los pepitos. El 14 de marzo el juez Macchi dictó el procesamiento de Margarita Di Tullio por considerar a esta la instigadora del homicidio. Yo no entendía por qué la revista no se plantaba frente a la cantidad de versiones que circulaban sobre la vida de Cabezas. Sabíamos perfectamente qué tipo de persona era José Luis. Compartíamos muchas horas junto a él en la editorial y algunos, como en mi caso, fuera de la misma. Sabíamos también que no existía ningún vínculo entre él y “Pepita la pistolera”. Sin embargo Noticias seguía, al unísono con los otros medios, publicando los pormenores del caso como si la víctima nos hubiera sido ajena.
8 de abril
1997
La gran cantidad de flashes que comenzaron a destellar simultáneamente provocaban un efecto estroboscópico sobre la figura del Gobernador Duhalde mientras que hacia su ingreso al salón de los acuerdos. Periodistas de todos los medios se habían hecho presentes en el palacio de gobierno de La Plata ante la convocatoria a una conferencia de prensa donde se darían a conocer importantes novedades relacionadas al crimen. - Hemos adelantado bastante en la investigación.- Comenzó
diciendo Duhalde.-
- Dieron resultado las medidas que tomó este gobierno al
ofrecer una recompensa y gracias al testimonio de una persona que intervino directamente en el hecho y que se confesó ante mí, hemos logrado la detención de cuatro individuos de la zona de Los Hornos… cercana a La Plata y estamos a la espera de la captura de un integrante de la policía bonaerense...86
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Pandolfo y yo seguíamos las alternativas de la conferencia por la televisión de su oficina cuando Michi irrumpió para decir: - Parece que el policía es Prellezo… Tenemos unas fotos de
cuando hicimos la nota de los robos en la costa… Es el comisario de Valeria del Mar.-
- Por favor, decíle a Pedrito que las pida en el archivo- le sugerí. - ¿Vos creés esa versión de Duhalde? Le pregunté a Pandolfo. - Yo no creo nada…pero nada de nada.- Me contestó sin
sacarse el capuchón de la birome de entre los dientes.
- Me suena un poco más creíble que lo de “Pepita la pistolera”.-
continué – Al tipo lo entrega el viejo por la guita…
- Con la malaria que hay, si me dan cien lucas, digo que fuiste
vos. – interrumpió riendo.
- Siempre sostuve que eras un gran compañero - respondí.
Él continuó diciendo: - El padre de uno de los asesinos… que casualmente tiene
SIDA… Una variante de El amigo americano, de Truffaut.
En ese momento se asomó D’Amico y dijo: - Muchachos, por favor, vengan a ver el video de la autopsia. - Disculpen, pero yo paso. – contestó Pandolfo con gesto de
rechazo.
En la oficina de D’Amico estaban Russo, Sirven, González y el doctor Moretti, director del departamento legal de la editorial. Circulaban muchas versiones contradictorias acerca de cuántas balas tenía el cadáver y si éstas podrían haber sido cambiadas durante la autopsia. Por tal motivo Moretti había gestionado ante la justicia para que pudiéramos tener acceso al material fílmico de la disección del cuerpo. Tuve que vencer la aversión que me provocaban las imágenes de la manipulación del cadáver devastado por el fuego. El video mostraba el momento en el que, mediante una 87
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
pinza de cirugía, un médico extraía piezas metálicas del irreconocible cráneo de José Luis. Luego las colocaba en un frasco de plástico transparente. - Con esto no se puede probar nada – sentencié – Esta
filmación no tiene continuidad. -
- ¿Eso que quiere decir? – preguntó D’Amico - Que no está hecho de una sola toma. Tiene cortes y en los
cortes pueden sacar o poner cualquier cosa… ya lo hacía Georges Melliés en los albores del cine… ¡Ahí! ¿Ves? Fijáte que entre el momento en que mete la bala en el frasco hasta que se lo llevan hay… por lo menos, dos cortes…-
No entendía qué quería lograr D’Amico exhibiéndonos este video. La bala podría haber sido cambiada en cualquier circunstancia. Hubiera sido absurdo pretender que una cámara estuviera las veinticuatro horas siguiendo las pruebas. Creo que en su afán por mantener la sospecha sobre Yabrán desestimaba cualquier otra hipótesis. Como se acostumbraba decir en la jerga periodística “compraba todo tipo de pescado podrido”. Cuanto más embarrada estaba la cancha más crecían en la opinión pública las sospechas sobre el empresario postal.
14 de mayo
1997
El alba despuntaba fría sobre los pastizales escarchados que permanecían ocultos bajo una fina capa de neblina. Desde el horizonte se veían aparecer decenas de niños que caminaban a la orilla de la ruta 11 dibujando sus siluetas a contraluz de un cielo que de a poco iba tornando del escarlata al naranja. El comisario Fogelman había pedido la colaboración de las escuelas de la zona para ayudar en la búsqueda de la cámara fotográfica de Cabezas. Prueba fundamental para verificar la versión de los hechos dada por la banda de Los Hornos. La investigación había cambiado el rumbo radicalmente. La parodia de los “pepitos” terminó siendo insostenible a pesar de la irrefutable 88
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
prueba del arma homicida. Para el comisario Fogelman no había dudas de que esta había sido plantada en el entorno de la banda. Por su parte el Excalibur comenzaba a dar cuenta de la existencia de numerosos llamados entre el jefe de seguridad de Yabrán y Gustavo Prellezo, a quien acusaban los horneros de ser el autor material del homicidio. El juez Macchi jugaba entonces un enroque y Margarita Di Tullio junto a Domingo Dominichetti fueron liberados los primeros días de mayo. En su lugar eran detenidos el comisario de Pinamar Alberto Gómez y el oficial ayudante Aníbal Luna. Pero para Fogelman la obsesión seguía siendo encontrar la cámara de fotos o, aunque más no sea, alguna de sus partes. Héctor Retana había dicho en su declaración ante Macchi: - Después que salimos de Pinamar Prellezo le pidió a González
que rompiera la cámara y la fuera tirando por el camino… Cuando no la pudo romper más… tiró el pedazo más grande en un arroyo que pasamos… -
16 de mayo
1997
Camarógrafos y fotógrafos de todos los medios seguían atentamente los movimientos de un sujeto ataviado con botas de pescador que muñido de un alambre en forma de horqueta caminaba concentrado y en silencio en medio de las turbias aguas del Canal Uno. Recurriendo a los procedimientos más insólitos Fogelman había pedido la colaboración de Néstor Vinelli, un ex rector de la Universidad de Lomas y experto en rabdomancia, para que a través de su ciencia lo ayudara en la búsqueda de los restos de la cámara. Cada paso en la investigación era rimbombante y teatral. Todo era rico en imágenes para regodeo de los que buscaban más sensacionalismo. A las diez de la mañana el rabdomante marcó un sector del arroyo y le indicó a los buzos tácticos de la bonaerense el lugar exacto donde había detectado algo. Los acuanautas llevaban puesto todo su equipo de trabajo incluyendo tanques de oxígeno y patas de rana. Un camarógrafo del noticiero del nueve se acercó al oficial a cargo y le sugirió: 89
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Jefe… ¿No es demasiado equipo para un arroyito de
cincuenta centímetros de hondo?... va a quedar medio ridículo… nos van a rajar a todos. -
El oficial sonrió, no sin sonrojarse un poco, y ordenó a sus hombres que sólo usaran el snorkel. Veinte minutos más tarde uno de los buzos salía del agua trayendo un objeto metálico en sus manos. Pedrito me llamó a fotografía para que viera lo que estaban transmitiendo en vivo por un canal de noticias. En la imagen se veía como el jefe del procedimiento le mostraba el hallazgo a Verónica Jacobson, nuestra fotógrafa, que ese día se había sumado al equipo de trabajo de Dolores. Vimos como Verónica primero asentía con la cabeza y luego comenzaba a llorar desconsoladamente. Era el cuerpo de la Nikon F4 de José Luis no cabía duda alguna. Se veían claramente los infantiles stickers que Agostina y Juano habían pegado en el respaldo de la cámara de su padre. Todos en la redacción permanecimos unos minutos en silencio. Creo que el hallazgo del equipo nos había hecho volver a tomar conciencia de la muerte de nuestro compañero. Solo se oía la televisión de fondo. En ella Llorente en primer plano decía: - La cámara fotográfica desató la euforia de los policías… y el
dolor de los periodistas. Las dos calcomanías que ayudaron a reconocerla, habían sido pegadas por los hijos de José Luis Cabezas para que siempre los tuviera presente… Lo paradójico de esta historia tenebrosa es que los dos niños, sin proponérselo, habían contribuido con eso a condenar a los asesinos de su padre…
23 de mayo
1997
Una multitud de periodistas de medios locales e internacionales junto a más de un centenar de curiosos se agolpaban frente a las escalinatas de los Tribunales de Dolores aquella mañana de viernes. El motivo de tal aglomeración era la esperada llegada de Yabrán y la de su jefe de seguridad Gregorio Ríos. Ambos habían sido citados a comparecer ese día como testigos en la causa ante el 90
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
juez Macchi. El revuelo comenzó a las diez de la mañana con la llegada de Ríos. Demoró cerca de quince minutos en recorrer los cincuenta metros de distancia entre su vehículo y la entrada al tribunal. Los periodistas se abalanzaron sobre el ex militar que trataba de avanzar sorteando cables y micrófonos. La pregunta de todos los cronistas era la misma: - ¿Usted fue quién dio la orden de matar a Cabezas?
El ex hombre fuerte de Yabrán caminaba mirando hacia los lados con ojos de terror y solo atinaba a decir: - Déjenme pasar… tengo que llegar temprano para ver al juez.
En el ingreso al edificio la confusión fue tal que rodaron por el piso periodistas, camarógrafos y fotógrafos. Yabrán estaba citado para las primeras horas de la tarde. Algunos de los hombres de prensa, movidos por la buena voluntad, trataban de poner cierto orden entre sus colegas. - Armemos un cordón, armemos un cordón a cada lado para
que podamos organizarnos y todos tengamos la foto.-
Rogaba Mario Koqui, de la Asociación de Reporteros Gráficos, a los fotógrafos que pugnaban por conseguir la mejor ubicación. D’Amico había pedido que viajara yo personalmente para dirigir la cobertura. Alquilé una combi y partí con cuatro de mis hombres hacia Dolores. Allí nos esperaban Verónica Jacobson y Jorge Gainza con los que hacíamos un equipo de siete fotógrafos. - Este Koqui quiere hacer cordoncitos. – dije dirigiéndome al
grupo. – No le den bola… porque cuando aparezca Yabrán… todos estos monos se le van a tirar encima. Así que organicémonos nosotros… Vos Vero te vas a parar en la punta de la escalera, al lado de la puerta de entrada. Encajá el veinte en la cámara y no te muevas de ahí pase lo que pase… Andá a tomar posición ya. Vos Jorgito cazá el auto y te vas al peaje de Dolores. El tipo va a pasar por ahí… de acá a… cuarenta minutos. Si vos no preguntas boludeces y te vas ya, vas a llegar en quince…
91
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Todos los medios querían asegurarse la imagen de Yabrán entrando al tribunal. Uno de los canales de noticias había llegado al extremo de alquilar una grúa hidráulica y colocar un camarógrafo en el barquillo para tener una buena vista aérea y quedar fuera del caos que todos vaticinábamos que se produciría al llegar el empresario postal. Entre los cientos de curiosos que se iban agrupando frente al edificio había personajes de todo tipo y ralea. - Recién lo vi al Coco Mouriño… esto esta infectado de servis…-
Me dijo Leo Cosín mientras trepábamos a la caja de un camión volcador que estaba estacionado en la vereda de enfrente a los tribunales. Mouriño era un legendario matón que en otra época había sido guardaespaldas del sindicalista Diego Ibáñez pero que ahora se decía amigo de Yabrán. Mi celular comenzó a sonar. Atendí y del otro lado estaba Gainza. - Hugo, lo tengo. Hablé con él… tomó un café en esa estación
de servicio… Minotauro… cerca de Castelli. - Dijo Jorge algo agitado.
- ¿Había otros fotógrafos? - No, yo solo. Va para allá en un Mondéo… igual voy a llegar
antes porque ellos van despacio.
- No… no te apurés, seguílo… a ver si lo hacen boleta y no
tenemos la foto.
El empresario era muy prevenido y sabía el caos que provocaría su llegada al tribunal. Por eso había dispuesto que varios de sus hombres de seguridad se mezclaran entre la gente. Fueron estos los que lo rodearon al bajar del vehículo que lo traía y lo escoltaron hasta la entrada. Le llevó tres largos minutos atravesar la vereda entre el requerimiento periodístico y los abucheos de la gente que se agolpaba a su alrededor al grito de - Asesino, asesino…
Yabrán declaró ante el juez hasta las nueve y cuarto de la noche. Se retiró sin hacer declaraciones y bajo una fuerte custodia policial. Se lo veía tranquilo y sonriente. Sabía que los investigadores no 92
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
tenían elementos para inculparlo y por eso se había manejado con soltura ante Macchi y su secretario.
24 de mayo
1997
La ciudad de Dolores o “el primer pueblo patrio”, como la nombran orgullosos sus veinticinco mil moradores, fue la primera población creada por el naciente estado argentino luego de la declaración de la independencia. Albergó en épocas de Rosas a los mentores de la revolución de los libres del sur bajo el mando de Pedro Castelli. Pero la batalla de Chascomús sofocó todo sueño revolucionario. Castelli fue ejecutado y su cabeza colgó expuesta, durante años, de un palo colocado en la plaza de Dolores, frente donde hoy se encuentra el hotel Plaza. El mismo que pasaba a ser ahora el epicentro periodístico del caso. Los corresponsales de los principales medios estaban hospedados allí. También circulaban por sus pasillos abogados, testigos y voceros de los imputados. Estas mismas instalaciones habían albergado meses atrás a los protagonistas del caso Coppola. Recuerdo una llamada de Leo Cosín, nuestro corresponsal, en la que me contaba que escuchaba las fiestas que hacían los detectives de la policía Gerace y Diamante con las testigos Samanta Farjat y Natalia de Negri en la habitación contigua a la suya. - Nooo… por atrás noo –Oía que gritaban las susodichas hasta
altas horas de la madrugada
Era sábado y el tribunal no trabajaba. La única actividad programada para ese día era una rueda de prensa a la que había convocado Bunge, el emisario de Yabrán, para las cuatro de la tarde. ¿Por qué había empleados de seguridad del congreso entre las personas que ayer custodiaban a Yabrán? – Disparó Verónica en medio de la conferencia y para sorpresa de todos. Bunge trató de desviar la respuesta con evasivas pero Llorente fue mas especifico y le replicó: -
93
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- La colega se refiere a los hermanos Mouriño que ayer
mantuvieron un altercado con periodistas antes de que saliera Yabrán.
Bunge dijo no conocerlos y dio por terminada la conferencia. La complicidad circunstancial en la rueda de prensa provocó un acercamiento entre nuestra fotógrafa y el movilero estrella. Algo ansiado por los dos desde hacía tiempo. Los corresponsales pasaban largas semanas lejos de sus hogares soportando todo tipo de presiones y en medio de un clima general que cada vez se hacía más y más denso. Esa noche Verónica y Llorente se sentaron muy juntos cerca de la cabecera de una larga mesa que compartían cronistas, camarógrafos y fotógrafos en el restaurante del hotel. Qué bien estuviste hoy en la conferencia de Bunge - dijo Lorente mientras tomaba tímidamente la mano de Verónica. -
En otro sector de la mesa, lejos de los arrumacos, el vino corría rápido y los efluvios etílicos comenzaban a hacer efecto sobre algunos periodistas. De pronto Horacio Segovia, un fotógrafo de nuestro equipo, lanzó un desatinado comentario: - Cabezas era un reverendo ortiba… nadie se lo bancaba en la
editorial… – Esto provocó un silencio a su alrededor y más de una mirada de reproche. - Qué decís tarado – le recriminó un fotógrafo del diario Crónica.
- ¿Qué sabes vos? Si no laburabas con él… en la redacción no
se lo bancaba nadie. – Insistió Segovia con su rostro enrojecido, quizás producto del alcohol.
-
Oíme imbécil… ¿vos no entendiste nada? – Dijo el hombre del diario visiblemente nervioso. - Estás hablando de un compañero que asesinaron… que podrías haber sido vos… o cualquiera de nosotros… La concha de tu madre… - y junto con esta última frase le arrojó un vaso de cerveza sobre la cara.
Segovia reaccionó y se trenzaron en un intercambio de golpes. Sillas, vasos y botellas cayeron por el piso mientras que los otros colegas forcejeaban con los contrincantes para tratar de separarlos.
94
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
En medio de la confusión Verónica y Llorente se alejaron por el pasillo que llevaba a las habitaciones.
Junio
1997
Yabrán estaba herido de muerte y de a poco comenzaba a darse cuenta. La munición en su contra era cada vez más pesada y certera. Sobre todo en el efecto que producía sobre la opinión pública. En los primeros días de junio se presentaron ante la cámara de apelaciones los peritos psiquiátricos José Antonio Abasolo y Silvia Dulau Dumm de Aguilar. Los profesionales sostenían que, a pedido del juez, habían realizado un estudio psiquiátrico al comisario Prellezo. Según ellos, este les confesó que se había reunido en dos oportunidades con Yabrán y uno de sus lugartenientes para ver cómo podían coordinar y darle un apriete al fotógrafo. Días más tarde un estanciero local de apellido Cibert se presentó como testigo ante el juez y afirmó que Cabezas le contó que había recibido amenazas por parte del empresario postal debido a una investigación sobre lavado de narcodólares. Quizás en busca de tener sus quince minutos de fama o vaya a saber movidos por que interés aparecían estos personajes a brindar dudosos testimonios. Pero la base en la que se sustentaba todo el plan era el Excalibur. Tal como estaba previsto, los cruces telefónicos revelaron que existía una estrecha relación entre el policía acusado de ser el autor material del homicidio y Gregorio Ríos, el ladero del empresario. La sospecha de que Yabrán podría haber sido el instigador del homicidio cobraba fuerza a través de las sugestivas llamadas y daba vía libre a la justicia para investigar todos sus movimientos. A mediados de junio el programa aportado por el F.B.I. daba cuenta de numerosos llamados realizados desde los teléfonos de Yabito, una de las pocas empresas reconocidas por Yabrán como propia, a despachos de funcionarios del gobierno que otrora habían negado conocer al misterioso empresario. Ciento dos de esos llamados tenían como destino el despacho del Ministro de Justicia Elías Jassan. El escándalo comenzó a crecer en intensidad a medida que el filo del Excalibur avanzaba en dirección a los funcionarios del gobierno de Menem. La investigación provocó un vendaval en los despachos oficiales. El ministro del interior, Carlos Corach, salió a hablar en los medios de una “caza de brujas”. 95
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Duhalde, por su parte, era el que más disfrutaba de los resultados obtenidos a través del nuevo juguete informático. En medio de esta debacle política, las mentes criminales no dejaban de agitar a la opinión pública y comenzaron entonces a amedrentar a los periodistas más emblemáticos del caso. Santos Biasatti fue amenazado telefónicamente y, días más tarde, un sujeto lastimó en un brazo a la hermana de Fernández Llorente a la vez que le indicaba: - Decíle a tu hermano que se borre de Dolores.
Pensar que Yabrán estuviera amenazando a periodistas en ese momento era realmente absurdo. Su situación ya estaba bastante comprometida como para buscar más exposición y acrecentar las sospechas en su contra. Sin embargo el sistemático bombardeo de información manipulada disparado hacia la masa no daba lugar a otro razonamiento que él que sindicaba al empresario como el mentor de todos los males.
24 de junio
1997
La avenida Corrientes estaba muy congestionada ese martes a la mañana. Yo quería llegar antes de las diez a la editorial pero lo veía difícil. El celular comenzó a sonar y atendí con el manos libres. - Hola Hugou…- Dijo Anthony Walsh con su inconfundible
acento. – No pude pasar por la editorrial y tengou poco materrial. –
Anthony era oriundo de Londres. Hacía más de un año que colaboraba con nosotros. Tenía buen ojo pero era sumamente tímido y esto a veces lo ponía en desventaja. Le gustaba hacer de asistente porque aprendía pero también solía hacer muy buenas notas como fotógrafo. Ese día lo había mandado a una guardia en la puerta de la explanada de la casa de gobierno. Yabrán había solicitado una audiencia con el jefe de gabinete Jorge Rodríguez y se reunirían durante el transcurso de esa mañana. Llamé a Pedrito y le pedí que mandara un paquete de rollos en una moto a casa de gobierno. 96
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Es mejor que lo lleve yo… - Sugirió – no vamos a llegar a
tiempo si esperamos la moto. -
- Tenés razón… tomate un taxi… después te doy la plata.-
En plaza de Mayo había gente desde temprano portando panfletos y pancartas con la imagen de los ojos de José Luis y la inscripción “no se olviden de Cabezas”. El Frepaso había convocado a un bocinazo para repudiar la presencia del magnate. A las diez y cinco Yabrán llegó al lugar en un Ford Mondeo bordó. Desde su arribo hasta atravesar el portón de rejas tuvo que sortear un verdadero caos. El vehículo avanzaba lentamente entre periodistas y gente que le cerraba el paso al grito de asesino. Durante el recorrido no bajó la ventanilla para hacer declaraciones pero tampoco dejó de sonreír para los fotógrafos en ningún momento. Sin duda se esforzaba en mostrar una imagen de tipo simpático y bonachón. El magnate postal había transitado en muchas ocasiones los pasillos del palacio de gobierno. La diferencia estaba en que antes lo hacía en forma anónima, sin que nadie supiese quien era, en vez ahora su imagen se había convertido en una especie de ícono de la corrupción. El tablero político estaba sufriendo un fuerte cimbronazo debido a los cruces telefónicos obtenidos a través del Excalibur. Le tocaba ahora al gobierno reordenar sus piezas y Yabrán no era precisamente un fusible descartable. Su influencia dentro de los espacios de poder tejía una oscura y enmarañada trama de ramificaciones. La reunión con el jefe de ministros se extendió por más de una hora. Un nutrido número de curiosos, manifestantes y periodistas se había juntado durante ese lapso en las afueras de la casa rosada esperando la salida del empresario. ¡Ahí sale! - le dijo Pedrito a Anthony cuando notó que el Mondeo bordó estaba siendo colocado en la entrada al salón de los bustos. -
Yabrán subió de prisa al vehículo y al cruzar la reja de la explanada todo se descontroló. El auto quedó atrapado durante unos minutos entre reporteros gráficos que apoyaban los objetivos de sus cámaras sobre las ventanillas y movileros que pugnaban por 97
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
obtener una declaración del empresario. Entre los curiosos y manifestantes había activistas que desde temprano estaban exaltando la animosidad de los presentes hacia el empresario. Esto provocó que la gente comenzara a arrojar objetos y a pegar patadas y golpes de puño sobre el vehículo. Uno de estos activistas muñido de una bujía oculta en su mano golpeó en forma descendente a la luneta trasera provocando el estallido del cristal. La escena cobraba así el dramatismo propio de la antesala a un linchamiento. ¡Mierda... parece el crimen de Cuenca! – Exclamé mientras seguía los acontecimientos por la televisión de la sala de fotógrafos. -
- ¡Mirá ahí!... ¿ese no es Pedrito? – Preguntó Ana Guilligan
señalando a la pantalla.
Cuando observé bien no lo podía creer. Pedrito, que era muy correcto y de modales afrancesados, estaba entre los manifestantes golpeando el techo del vehículo como un enajenado. La imagen de Pedro descargando su ira contra el automóvil del empresario recorrió todos los noticieros de ese día. Durante la tarde tuve que pedirle que se tomara unos días de franco. D’Amico pensaba que si alguien lo reconocía podía quedar pegada la revista con los episodios violentos de la mañana.
25 de junio
1997
Carlos Dutil no tenía intenciones de regresar a la redacción durante esa nublada tarde de miércoles. Debía ir hasta la ciudad de La Plata para mantener un encuentro con la doctora Elba Témpera, una abogada que Dutil había conocido en la época en la que estaba escribiendo el libro Maldita Policía junto al periodista Ricardo Ragendorfer. Este último había trabajado como redactor especial en Noticias hasta mediados del noventa y seis. Dutil le había pedido a Ragendorfer que lo acompañara a la reunión que iba a tener ese día con la abogada. Quería estar seguro de que todo quedara bien claro. Ambos se encontraron al medio día en Uruguay y Corrientes y fueron a un restobar del paseo La Plaza donde almorzaron algo liviano para luego partir hacia La Plata. 98
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Unos días antes, la doctora Témpera se había comunicado telefónicamente con Dutil para informarle que Yabrán tenía intenciones de contratarlo para que investigara el homicidio de Cabezas. Según la abogada, Wenceslao Bunge le había pedido que hiciera de intermediaria para contactar a Dutil y hacerle llegar el ofrecimiento del empresario. La cifra era sumamente tentadora: cincuenta mil dólares para empezar y una suma igual si durante la investigación se obtenía algún resultado positivo. Yabrán en ese momento trataba de hacer todo lo posible para demostrar su inocencia. De todos modos no era esa la única razón por la que quería contratar a un periodista del medio que había sido blanco del brutal asesinato. Ocurría que Yabrán había leído el libro de Dutil y Ragendorfer y buena parte de los policías mencionados en aquella investigación periodística eran los mismos que él acusaba como autores del asesinato de José Luis. Para el empresario no había dudas de que el crimen había sido planeado y dirigido por Mario “chorizo” Rodríguez, el comisario del singular apodo que en lunfardo es sinónimo de ladrón o chorro. Lo que pretendía Yabrán era que Dutil iniciara una investigación en torno a Rodríguez y a varios policías que trabajaban bajo su órbita, entre los que estaban Carlos Stoghe, Norberto Degastaldi, Horacio Pozal y Daniel Leguizamón. Según Yabrán, estos oficiales y suboficiales formaban parte de una banda delictiva dentro de la fuerza y habrían sido ellos los responsables del homicidio de Cabezas. Si bien Dutil dudaba de que Yabrán estuviera detrás del crimen, no por eso podía ponerse en contra de todo el periodismo e irse a investigar el hecho del lado del cuestionado empresario. Precisamente ese era el motivo por el que debía hablar con la doctora Témpera aquella tarde. Estaba decidido a rechazar la oferta del magnate. La abogada los recibió en el estudio que tenía en su propio domicilio y les ofreció café. Esto no quiere decir que yo vaya a dejar de investigar el caso.- Le dijo Dutil a la abogada - Todo lo contrario… Y si de lo que averigüe descubro que Yabrán es inocente lo voy a escribir… y si descubro que es culpable también lo voy a escribir.-
99
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
La conversación se truncó en ese momento debido a la violenta irrupción del esposo de Témpera en la sala. Este, en tono agresivo y evidenciando un nerviosismo extremo dijo: - ¡Elba!, Te dije que no operaras más para ese tipo… cortála…
nos van a matar a todos.
27 de junio
1997
La sudestada que sopló durante esa tarde había dejado su huella de hojarasca y barro sobre el boulevard de la avenida Quinteros. Los lujosos chalets del barrio River, un vértice de Belgrano llamado así por la proximidad al estadio Monumental, no quedaron exentos a las consecuencias de la crecida en la cota de las aguas del Río de la Plata. Al anochecer la temperatura estaba por debajo de los cuatro grados y por eso ningún vecino estaba afuera ni se percató del movimiento extraño en la casa del mil treinta y cinco. La imponente casona de estilo londinense que se había hecho construir el senador Eduardo Menem como residencia era el escenario elegido para el encuentro entre el primer mandatario y su máximo enemigo político, el gobernador Duhalde. Faltaban tres meses para las elecciones legislativas y el Justicialismo hervía. Duhalde sabía que con el Excalibur tenía el as de espada asegurado por varias manos en esta puja. Sin embargo esa noche los dos hombres más importantes del justicialismo se pusieron de acuerdo en que los daños colaterales de esta contienda interna serían infaustos para el movimiento. El escándalo de los cruces telefónicos había hecho rodar la cabeza de Elías Jassan, el ministro de justicia de Menem, y la onda expansiva complicaba a otros altos funcionarios del gobierno. Las elecciones estaban muy cerca y ya era tiempo de ponerle fin a la pelea. Por eso decidieron que sería mejor despolitizar todo lo relacionado a Yabrán y a la investigación del caso Cabezas. Acordaron también fijar como fecha el día veintinueve de ese mes para firmar una tregua en la quinta de Duhalde en San Vicente.
100
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
4 de julio
1997
La revista cerraba la edición los jueves por la noche pero casi siempre terminábamos el último pliego ya de madrugada. Pandolfo y yo habíamos tomado como costumbre salir a cenar después de cada cierre. Íbamos siempre a lugares diferentes para evitar movimientos rutinarios en caso de que alguien nos estuviera haciendo algún tipo de inteligencia. Durante la comida quitábamos las baterías a los celulares porque creíamos que sin fuente de energía evitábamos toda posibilidad de escucha. La paranoia nos provocaba angustia, por eso aprovechábamos esas salidas para pensar en proyectos que nos permitieran salir de todo el torbellino que envolvía a Perfil. Esa noche fuimos a cenar a La Cátedra. - Me aprobaron lo de la revista… - dijo Gabriel sonriente
mientras limpiaba sus lentes con un papel tisú.
- ¿Hablaste con alguien del grupo? – pregunté en tono
entusiasta.
- Sí… Silvina me lo presentó a Samuel. - ¿A Samuel Liberman?... ¿en persona? - dije con sorpresa. - Sí, estaba también el hijo… Saúl se llama. El pibe es el que
quiere incursionar en los medios de comunicación gráfica… aceptaron todo lo que les pedí.
- ¿Todo?... ¿lo mío también? - Sí, todo… lo tuyo y lo de Dutil también… vamos a armar la
redacción en una casa por la zona de Belgrano R… -
- ¿No será mucho, Gabriel?... Me iría… a las diez lucas por
mes… ¡para hacer una revistita mensual de ciento veinte páginas!… -
- Mirá Hugo… ¿si querés venir?, ya sabes lo que tenés que
hacer…
- Sí… si ya sé… lo que pensaba es… ¿Por qué los Liberman se
fijaron en nosotros habiendo tantos paisanos en el medio… 101
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
¿Este grupo está también atrás del correo… ¿no?... ¿y si nos quieren sacar del medio?... Somos los únicos dos boludos que no nos creemos lo de Yabrán… - No exageres Ropero; no somos los únicos… Dutil tampoco
cree la versión oficial de Noticias.
- Ya lo sé – contesté - …y también se lo están llevando los
Liberman… otro que no cree lo del cartero es Patán Ragendorfer. - Vos decís que exagero – insistí - del otro lado del mundo se están cagando a tiros los árabes contra los israelíes… ¿por qué pensás que acá estamos afuera del conflicto?
- Porque nosotros estamos acá y el conflicto es territorial y
ocurre a muchísimos kilómetros de aquí.
- Gabriel:… no sé si te acordás que acá volaron dos sedes
judías durante el gobierno de un árabe oriundo de Damasco… al que le mataron a su hijo primogénito y que “casualmente” todavía esta en el poder.
- ¿Y eso qué tiene que ver? - No sé… Yabrán es de origen árabe y hombre de Menem…
entre otras cosas maneja EDCADASA… andá a saber si el tipo no dejó entrar los explosivos con los que volaron la Amia… o algo así… y querer chantarle el crimen de José Luis sea una suerte de venganza.
- Te fuiste al carajo, Ropero. - Puede ser… no sé… quizás sea un exceso de paranoia… Me
puse mal ayer cuando Patán me contó que Patricio Haimovichi, el fotógrafo de Pinamar, tenía un celular que yo desconocía y que el número era correlativo al que usaba ese buchón de Redruello.
- ¿Ah sí?... Mirá vos… - Así es… saltó por el Excalibur… A mí ya me parecía que ese
pibe estaba actuando en forma extraña… pero nunca pensé que trabajara para los asesinos. 102
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¡Qué hijo de puta!… no se puede creer en nadie – sentenció
Gabriel.
Ambos permanecimos unos instantes en silencio. Quizás estábamos pensando en lo mismo; en lo difícil que se nos hacía convivir con nuestra postura en el caso dentro de la redacción. Las rencillas internas se tornaban cada vez más insoportables. La sensación era la de que en la revista no había lugar para disidencias. - Bueno… ¿entonces te sumás al proyecto? – Preguntó
Pandolfo interrumpiendo el instante de letargo -… ¿O te vas a afiliar al algún partido neo nazi?
Sonreí y dudé un instante; luego respondí: - Sí, me sumo… estaría bueno salir un poco de este infierno…
10 de octubre
1997
Un fuerte olor a gas se sentía desde la mitad del pasillo. - ¡No prendan la luz! – Gritó el encargado del edificio a Lunghi
que junto a Marcelo Deverre lo seguían de cerca.
Eran las tres de la tarde y Anthony Walsh había faltado a las dos notas que tenía asignadas para ese día. Tampoco respondía a los llamados telefónicos ni en su casa ni en el celular. Anthony no tenía familia en Buenos Aires. Su última novia había sido Alejandra Folgarait, que también trabajaba en Noticias como redactora. Ella le dijo esa mañana a Carlos que hacía mas de una semana que estaban distanciados y que ya no convivían; que no sabía nada de él. Sensibilizado por los hechos recientes Lunghi decidió ir hasta el departamento que el inglés ocupaba en la calle Sánchez de Loria para ver si estaba todo bien. Luego de probar con varias llaves el encargado logró abrir la puerta. Entró y fue derecho hacia la ventana para ventilar el ambiente; el olor a mercaptano era insoportable. En el equipo de música sonaba un tema de The Cure. Lunghi empujó la puerta de la cocina y, en un acto reflejo, se llevó ambas manos a la cabeza. El cuerpo inerte de Anthony yacía en el 103
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
piso de baldosas claras junto a la tapa abierta del horno. Sobre la mesada se veía la cinta de embalar que había utilizado para sellar las hendijas de la puerta mientras preparaba su último escenario. Pedro me llamó esa tarde para darme la noticia. Yo ya no estaba trabajando en la editorial. Había renunciado para sumarme al proyecto de El Planeta Urbano junto a Pandolfo. Dejé todo lo que estaba haciendo y me fui para Perfil. En fotografía estaba Pedrito que, ni bien me vio, vino a darme un abrazo con los ojos llenos de lágrimas. El inglés se había ganado el cariño de todos en la editorial. Anchony, como le decía Cabezas, era un romántico y se notaba en la pasión que ponía en sus fotografías. A veces, por las tardes, se sentaba en un rincón de la sala y escribía. Me acuerdo que una vez, refiriéndose a que los críticos de la “alta fotografía” no tenían en cuenta a los fotoperiodistas, escribió: “Los mismos reporteros gráficos raramente otorgan tiempo a fomentar su reputación como artistas ya que a la larga no tienen tiempo o no tienen la inclinación, debido a los cierres y a las horas imposibles en las que se ven obligados a trabajar"
11 de octubre
1997
Quería acostarme temprano así que suspendí una cena con amigos que tenía programada para ese sábado a la noche. No estaba de buen ánimo y además debía levantarme muy temprano para asistir a las exequias de Anthony que se llevarían a cabo en un cementerio de Pilar. Sonó el teléfono y atendí desde el inalámbrico que estaba en la cocina. - Hola Hugo… - Dijo Jorge Gainza del otro lado en tono
apagado. – ¿Sabés lo que pasó?... –
Me sorprendió su llamado a esa hora. Jorge estaba de viaje con Dutil en Guatemala haciéndole una nota para El Planeta Urbano a un grupo de “Médicos sin Fronteras” que trabajaban en las regiones selváticas de ese país. 104
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¿Qué hacés Jorgito?... ¿Qué pasó?… ¿Viste lo de Anthony?-
Pregunté.
- No… que Anthony – dijo con la voz entrecortada-
Dutil.
…se murió
- ¿Quee?... – Respondí creyendo haber escuchado mal. - Se murió Carlos… hoy a la tarde… Le dio un infarto mientras
jugábamos al fútbol con unos indios… - dijo sollozando.
Parecía una maldición, en las últimas veinticuatro horas habían muerto dos entrañables colegas. Llamé a Pandolfo y quedamos en encontrarnos en la redacción de El Planeta Urbano. Ninguno de los dos tenía la llave de la casona de la calle Pampa por lo que permanecimos debajo del pórtico a resguardo de una fina lluvia que había comenzado a caer. Debíamos esperar a que Muzella, nuestro coordinador llegara con la llave. A los pocos minutos se nos sumó Jimena Carbonell, una redactora de la revista que también había trabajado junto a Dutil en Noticias. Nos sentamos los tres en la escalera de piedra donde nos tocaba un poco la lluvia. La luz del porche caía pesadamente sobre nuestras cabezas gachas y algunas gotas mezcladas con lágrimas se escurrían entre las piedras de la escalera. Era tan grande la carga de tristeza que no podíamos pronunciar palabras. Finalmente pudimos entrar a la casa. Estuvimos más de dos horas organizando todo lo concerniente al papeleo para poder trasladar el cuerpo de nuestro colega. Al finalizar con todos los llamados telefónicos Gabriel sacó una botella de Bourbon de un cajón de su escritorio y me pidió que buscara algo donde servir. Llenó tres vasos hasta el borde y dijo: - Tomen chicos… estoy seguro que Carlitos hubiera querido que
sus amigos lo despidiéramos así.
Salimos al balcón y a modo de brindis dirigimos los vasos en dirección a las estrellas. Luego los bebimos hasta el final.
105
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
12 de octubre
1997
La grama color esmeralda, prolijamente cortada, cubría las suaves colinas adornadas con pinos y cipreses del parque Memorial de Pilar. La fina y pertinaz llovizna que caía desde la madrugada daba un toque británico a la marcha lenta del cortejo que acompañaba a Anthony hasta su última morada. Alejandra Folgarait lloraba desconsoladamente y su delgada figura parecía quebrarse con cada convulsión. Los compañeros de redacción y algunos pocos amigos de la pareja rodeaban la fosa donde lentamente, mediante un sistema de poleas, los empleados del parque iban haciendo descender el féretro. Folgarait pronunció algunas palabras de despedida y luego leyó un poema de Cummings en inglés. Pandolfo me hizo una seña con la cabeza y ambos nos separamos del grupo. - Pobre Alejandra… está hecha mierda- Le dije a Gabriel
mientras caminábamos en dirección al estacionamiento.
- En dos horas tengo que ir a Ezeiza a recibir el cuerpo de
Carlitos… - Dijo Pandolfo mirando su reloj. -Vos andá a la redacción para ver que todo esté bien… Decíle a Rozemblum que no se olvide de mandar el giro a Guatemala por el féretro y los gastos de traslado… ¿Dónde lo vamos a velar?
- Ya está arreglado el salón de la Asociación de periodistas para
el velatorio. – respondí.
- Lo que son las cosas… - Dijo Gabriel - ¿Sabés que
pensaba?... durante este año murieron los tres periodistas que hicieron la nota de la “maldita policía” -
- Es cierto.- Contesté un poco estremecido por la afirmación. -
…Cabezas, Dutil y Walsh…
- Una verdadera maldición… Cuidáte.- Terminó diciendo Gabriel
mientras cerraba la puerta del taxi.
106
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Mayo
1998
El juez Macchi seguía sumando testimonios que remarcaban la fobia que sentía Yabrán hacia los periodistas. La ceguera de la justicia, como nunca, era absoluta y tomaba todo lo que pudiera ser probable sin detenerse a observar lo que podía ser posible. Quizás porque era conveniente no mirar para ningún lado. Pero sumar ese tipo de testimonios no alcanzaba a ser prueba suficiente para imputar al magnate. Prellezo se mantenía en silencio. Sabía que no debía hablar; que cualquier cosa que dijera comprometería a sus compañeros de armas y eso violaría los pactos de silencio y encubrimiento que existían dentro de la fuerza. Pero a medida que avanzaba la causa el ex policía iba tomando conciencia de que había sido utilizado de carnada para atrapar al empresario; de que aprovecharon su cercanía frecuente con Ríos para luego usar el Excalibur en su contra. Sabía que el juez Macchi solo quería escuchar de su boca el nombre de Yabrán. La encrucijada del policía estaba en que si mentía se estaría poniendo en contra a su amigo Gregorio Ríos y al mismísimo Yabrán y que la represalia a esa acción podía costarle la vida. - Yo me voy a bancar la que me tenga que bancar – Fue su
única declaración ante el juez
Como en un estratégico ajedrez, todas las jugadas se habían pensado con varias movidas de anticipación. En el plan maestro se había trazado un perfil de cada uno de los actores para generar mecanismos de presión en su contra si fuera necesario. En el caso de Prellezo sabían que estaba tratando de recomponer su relación con Silvia Velawsky de la que se había separado hacía un año. Vanesa Cecilia, la pequeña hija de la pareja, era el principal motivo del nuevo acercamiento. Por su función dentro de la fuerza Velawsky tenía acceso a la información de los prontuarios y antecedentes de las personas. Justamente por eso Gómez le había dicho a Prellezo que le pidiera a Silvia los antecedentes de Cabezas aquella mañana de noviembre en Pinamar. Ese pedido de antecedentes quedó registrado a nombre de la oficial en los archivos digitales del departamento de Policía del día 20 de noviembre del noventa y siete, (dos meses antes del crimen). Con esa prueba Velawsky fue detenida y acusada por el juez de haber participado en el homicidio. 107
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
Ahora Macchi tenía una herramienta de presión poderosa. Con la ex esposa del policía presa, el destino de la hija de ambos sería incierto. Prellezo no declaró ante el juez pero sufrió un supuesto quiebre durante un examen psiquiátrico. Duhalde quería la foto de Yabrán esposado como trofeo de guerra. Se hacía evidente que lo que había decidido entregar el presidente Menem durante la negociación con el gobernador de la provincia en la quinta de San Vicente había sido la cabeza de Yabrán. A partir de ahí el gobierno de Menem soltó la mano del empresario y se mantuvo al margen del desarrollo de la investigación. A cambio de esto no se mencionaron a más funcionarios y los resultados de los cruces telefónicos pasaron a ser de orden reservada y secreta. - Silvia Velawsky es un rehén de Duhalde -
Decía el abogado del empresario a los medios. Argibay Molina había presentado un pedido de habeas corpus preventivo para su defendido ante el juez Bernasconi. Luego el cuestionado magistrado del caso Coppola acudió a la corte ante la negativa de Macchi al reclamo de copias de las fojas relacionadas con Yabrán. La intención era quedarse a cargo de la causa pero esta maniobra no dio resultado y todo volvió a manos de Macchi. Finalmente Silvia Velawsky declaró ante el magistrado. Lo hizo el quince de mayo y bajo la promesa de que su situación procesal sería morigerada si inculpaba al empresario postal de ser el autor intelectual del homicidio. En esa declaración, evidentemente armada por sus abogados para complacer al juez y no quedar involucrada, dijo que ella había solicitado un informe de antecedentes de un tal Cabezas en el departamento de policía por pedido de su ex esposo en noviembre del noventa y siete. Dijo también que una semana después sostuvo con su ex una acalorada discusión en la que Prellezo le había dicho que Yabrán lo había contratado para asesinar a Cabezas y que era mejor que no abriera la boca. Una vez conseguido ese testimonio el juez Macchi libró una orden de captura internacional en contra del empresario. La investigación del crimen de José Luis jamás existió. Toda la instrucción no fue más que un campo de batalla donde se enfrentaron intereses diversos en contra de Yabrán y consecuentemente de Menem. Testigos falsos, mitómanos, declaraciones arregladas bajo extorsión, el empleo del Excalibur como factor de presión político y la complicidad mediática ejercida 108
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
por el monopolio del grupo Clarín fueron las herramientas usadas para llegar a un desenlace pactado finalmente en despachos oficiales. No eran pocos los que comenzaban a sentirse incómodos dentro del gobierno con la idea de que Yabrán fuese detenido en territorio de Duhalde. Pero lentamente se iban agotando todas las instancias judiciales y su captura sería algo inevitable. Si esto ocurría todos los negocios del empresario quedarían trabados o sujetos a embargos judiciales e investigaciones. Fue en esas circunstancias que Yabrán pensó en trazar un audaz plan de fuga. Este consistía en fingir un suicidio y aprovechar la confusión que esto generaría durante las primeras horas para salir del país. En el momento en que todos pensaran que estaba allí, el ya no estaría. Pero para llevar a cabo un suicidio debía de haber un muerto. Yabrán era uno de esos multimillonarios que podían comprar cualquier cosa que quisiera. Desde voluntades hasta la vida misma. Seguramente no hubiese anotado nunca a uno de sus hijos en la lista del INCUCAI. El tráfico de órganos de seres descartables es un negocio millonario al que alguna vez Cecilia Giubileo, la doctora que desapareció de la colonia Montes de Oca allá por los ochenta, intentó sacar a luz y lo pagó con su propia vida. Algunos rumores dan cuenta de que Yabrán habría contratado a un grupo de mercenarios franceses para que consiguieran a su “sustituto” y prepararan la escena del suicidio. Este grupo comando de elite, con base en Porto Seguro (Brasil), se reunía cada vez que conseguía algún contrato millonario. Eran capaces de crear toda clase de escenarios ficticios. Una suerte de “simuladores” internacionales a los que se podía contactar a través de un teléfono satelital. Yabrán no quería dejar cabos sueltos. Los franceses eran una garantía de silencio y discreción. Cada vez que terminaban un trabajo regresaban a Brasil done tenían sendas posadas y restaurantes a modo de cubierta y nadie conocía sus otras actividades. El escenario elegido por los franceses fue una estancia ubicada a mitad de camino de la ruta que une Gualeguaychú con Concepción del Uruguay cuyo nombre era San Ignacio. Este campo de más de cinco mil hectáreas propiedad de la empresa Yabito era lindero a otro establecimiento llamado “La Margarita” que, curiosamente, pertenecía a Hugo Anzorreguy, el titular de la SIDE.
109
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
El lugar del hecho quedaría de este modo fuera de la jurisdicción de Duhalde y esto excluía a la bonaerense de la investigación. Tanto el procedimiento como la autopsia y el reconocimiento del cadáver serían realizados por las autoridades competentes de la provincia de Entre Ríos. La estancia poseía dos cascos principales. En realidad, se trataba de dos estancias contiguas. San Ignacio era la primera y tenía su propio casco. Allí vivían y trabajaban habitualmente más de veinte personas. El lugar era administrado por un antiguo cuidador de apellido Gervasoni. Después de esas instalaciones comenzaba el verdadero bunker del empresario. Se trataba de una casa desde donde se podía ver el ingreso de cualquier vehículo al lugar. Este casco había pertenecido a la estancia Guipúzcoa, anexada a San Ignacio hacía cerca de tres años. Ambas casas estaban separadas por cinco kilómetros de camino en mal estado. El domingo diecisiete, Yabrán se comunicó con Marcelo Lozano, un lugarteniente de su confianza, para indicarle el lugar donde quería que se encontrara con Leo Aristimuño, el casero del casco nuevo y la única persona que en ese momento podía llegar al empresario. Lozano debía traer una escopeta Baikal MP 133 calibre 12.70 de fabricación rusa que Yabrán guardaba en su mansión de Acassuso y regresar a Buenos Aires con un paquete de cuatro cartas dirigidas a la esposa y los hijos del magnate. En ellas les pedía disculpas por la difícil situación que les estaba haciendo pasar y rogaba “paciencia para el rencuentro”. En ninguna de esas cartas escribió la palabra adiós.
20 de mayo
1997
Entre los negocios atribuidos a Yabrán y su entorno estaba el de la confección de pasaportes y registros de portación de armas. Tenía además depósitos aduaneros, empresas de carga y descarga de aviones y hasta su propia compañía aérea. Si agregáramos a esto un haber de más de tres mil millones de dólares, lejos se estaría de dar con el perfil de un personaje que esté dispuesto a quitarse la vida ante un inesperado revés judicial sabiéndose inocente. Era 110
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
prácticamente el dueño de la llave de entrada al país y de quererlo podía tener diez identidades distintas. El juego de las escondidas era el que más le gustaba y el que mejor sabía jugar. Él decía que la mejor manera para ser invisible era la de no estar donde todos creían que estaba. Ese día el pasto prolijamente cortado había amanecido cubierto por la escarcha. Yabrán se levantó temprano y como desayuno solo tomó unos mates que le acercó Andrea. Alrededor de las diez de la mañana recibió la llamada que lo alertaba de que las comisiones policiales de Concepción del Uruguay y Gualeguaychú estaban listas para allanar San Ignacio. El empresario les había pedido a Aristimuño y su esposa que le prepararan algo para picar. Unos minutos más tarde los llamó para decirles que se quedaran afuera de la casa y recibieran a la policía que ya venía a buscarlo. Le entregó a su casero un sobre con diez mil pesos y le dijo: - Guardáte esto por si hay algún gasto imprevisto… sean
fuertes… y gracias por todo chicos.
Una vez que se quedó solo dentro de la casa Yabrán fue directo a la suite y se cambió la ropa que traía puesta, un jogging azul, una remera blanca y zapatillas grises, por una camisa de seda gris, un pantalón negro y zapatos de cuero al tono. Dejó sus prendas sobre la cama junto al reloj pulsera, la alianza de matrimonio y una cadena turbillón de oro que siempre usaba. Luego salió por la parte trasera de la casa. Allí lo esperaban dos hombres en una camioneta cuatro por cuatro negra. El empresario subió por la puerta del acompañante y emprendieron la marcha rápidamente en dirección a los fondos de la estancia. Alrededor del medio día, las dos comisiones policiales entraron en caravana hasta el casco viejo de San Ignacio. El comisario mayor Hernán Degruguiller y el comisario principal Adolfo Alloatti estaban a cargo del operativo. El hecho de que actuaran las dos departamentales se debía a que la estancia estaba dividida entre ambas jurisdicciones. Gervasoni recibió a los policías y los invitó a recorrer el casco viejo y las dependencias auxiliares. - El señor hace mas de tres meses que no viene por acá - dijo el
casero después de que los efectivos terminaran con la minuciosa inspección del lugar.
111
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- ¿A dónde da ese camino? Preguntó Alloatti señalando el
sendero de tierra que llevaba hacia el casco Guipúzcoa. – ¿Hay alguna otra construcción mas allá?
- No… hay un tambo y unos galpones de acopio mas allá…
pero no vive nadie.
El comisario no creyó lo que Gervasoni decía y envió un móvil para que hiciera un reconocimiento de la zona. A los pocos minutos Alloatti recibió la confirmación de su sospecha. El principal Chamot le informaba, a través del handy, que había otra casa importante a unos cinco kilómetros de allí. Aristimuño y su mujer, Andrea, recibieron a los policías en los jardines aledaños a la casona rosada. Negaron que allí se encontrara su patrón pero tuvieron que franquear el paso hacia el interior ante la orden de allanamiento que exhibían los uniformados. Apenas atravesó la puerta Alloatti se percató que alguien estaba en el lugar. Los restos de queso y salamín todavía estaban sobre la mesa junto a una botella de aperitivo y otra de whisky escocés. También notó que las estufas a leña del comedor y la sala estaban encendidas. Aristimuño intentó convencer al policía de que su patrón les había pedido a él y a su esposa que ocuparan la casa grande hasta el verano. Pero el comisario tampoco creyó esa historia y ordenó a sus hombres que revisaran todo el lugar. La suite principal estaba cerrada. Alloatti le pidió la llave a al casero pero este negó tenerla. - Ahí el patrón guarda sus cosas… siempre se lleva la llave. - Entonces traiga las llaves de las otras habitaciones… seguro
que alguna abre… si no… vamos a tener que forzar la puerta.
Aristimuño accedió al pedido del policía y le entregó el manojo de llaves. Alloatti eligió una al azar e intentó introducirla en la cerradura. De pronto una detonación seca se escuchó del otro lado de la puerta. El casero se tiró instintivamente al piso y los policías desenfundaron sus armas al tiempo que se cubrían. - No tiren que Don Alfredo está ahí. – gritó Aristimuño con el
rostro desencajado por el susto.
112
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero
- Por favor señor Yabrán… no complique más las cosas y
entréguese… el lugar está rodeado. – Rogó el comisario con voz firme. Pasaron algunos instantes de tenso silencio entonces Aristimuño, con los ojos llenos de lágrimas, suplicó:
- Por favor, Don Alfredo… salga.
Como no se oía nada dentro de la habitación uno de los uniformados de apellido Seves miró a través de la cerradura. - ¡Uy no! - exclamó el policía al ver un cuerpo tendido que
asomaba de la puerta del baño.
Leo, suponiendo lo peor, le entregó con el pulso tembloroso una copia de la llave al comisario Alloatti. Los efectivos lograron entrar en la habitación y encontraron el cuerpo cadavérico de un masculino caucásico tumbado boca abajo en medio de un charco de color púrpura. Aún persistía el olor a pólvora mezclada con ese hedor ferroso que emana de la sangre todavía caliente. La escopeta calibre 12.70 asomaba por debajo del cuerpo. El disparo había desfigurado el rostro de la víctima al punto de dejarlo irreconocible. La violenta expansión de los gases producto de la combustión de la pólvora, más una carga de treinta y nueve perdigones le habían provocado el estallido del cráneo desparramando restos de masa encefálica por las paredes y el techo del baño. Otra vez el hombre sin rostro se había borrado la cara. Aristimuño dedujo por la indumentaria y el cabello canoso del occiso que estaba ante el cadáver de su patrón y debido a la crisis de nervios que sufrió tuvo que ser llevado fuera de la casa… No conocí personalmente a Yabrán. Solo lo vi de pasada aquella vez que se presentó a declarar en el juzgado de Dolores. No sé que clase de persona era ni cuales eran sus códigos. Pero si sé que la década de los noventa estuvo plagada de impunidad y de maniobras orquestadas en post de intereses políticos y económicos. El asesinato de José Luis fue otra de esas tantas operaciones de manipulación a la opinión pública. Se decía que había sido un crimen perpetrado para silenciar a la prensa. Pero yo, personalmente, creo que la complicidad y la torpeza de ciertos sectores del medio fue la que propició las condiciones necesarias para llevarlo a cabo.
113