DECRETO APOSTOLI APOSTOLI CAM ACTUOSI ACTUOSI TATEM (Sobre el apostolado de los laicos)
1. Los cristianos laicos tienen un papel específico y absolutamente necesario en la misión de la Iglesia. Su apostolado surge de su misma vocación cristiana. Las circunstancias actuales les piden un apostolado mucho más intenso y amplio, el cual se hace aún más urgente por haber crecido mucho la autonomía de numerosos sectores de la vida humana, algunas veces con cierto alejamiento respecto del orden ético y religioso y con grave peligro para la vida cristiana. En este decreto, el Concilio pretende explicar la naturaleza, carácter y variedad del apostolado seglar, enunciar los principios fundamentales y dar instrucciones para que se ejerza con mayor eficacia. Capítulo I: Vocación de los laicos al apostolado
2. La vocación cristiana por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios. Ejercen verdaderamente el apostolado con su empeño por evangelizar y santificar a los hombre y por empapar y perfeccionar con espíritu evangélico el orden de las cosas temporales, de modo que su actividad en este orden dé claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. 3. El deber y el derecho de los laicos al apostolado derivan de su misma unión con Cristo Cabeza. Incorporados por el bautismo al Cuerpo místico de Cristo y fortalecidos con la fuerza del Espíritu Santo por medio de la confirmación, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Mediante los sacramentos, y en especial mediante la sagrada Eucaristía, se les comunica y potencia ese amor que es como el alma de todo apostolado. El apostolado se ejerce en la fe, la esperanza y la caridad que el Espíritu Santo infunde en los corazones de todos los miembros de la Iglesia. 4. Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado de los laicos depende de la unión vital con Cristo. Esta vida de íntima unión con Cristo en la Iglesia se alimenta con los auxilios espirituales que son comunes a todos los fieles, principalmente con la participación activa en la sagrada liturgia; los laicos han de utilizar esos medios de modo que, mientras desempeñan rectamente la tarea del mundo en las circunstancias ordinarias de la vida, no establezcan una separación entre su vida y la unión con Cristo, antes bien, crezcan en esa unión al ejercer su trabajo según la voluntad de Dios. Este estilo de vida espiritual de los laicos debe asumir características peculiares por razón del estado d e matrimonio y familia, de celibato o viudedad, de la situación de enfermedad, de la actividad profesional y social. Los laicos que, siguiendo su vocación, se hayan inscrito en alguna de las asociaciones o institutos aprobados por la Iglesia, deben esforzarse por asimilar fielmente las características peculiares de la vida espiritual propia de esas asociaciones e institutos. El modelo perfecto de esta vida espiritual y apostólica es la Santísima Virgen María. Capítulo II: Fines que hay que lograr
5. La misión de la Iglesia no consiste sólo en ofrecer a los hombres el mensaje y la gracia de Cristo, sino también en impregnar y perfeccionar con el espíritu evangélico el orden de las realidades temporales. Por consiguiente, los laicos, cumpliendo esta misión de la Iglesia, ejercen su apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo, tanto en el orden espiritual como en el orden temporal. En ambos
órdenes, el laico, que es al mismo tiempo fiel y ciudadano, debe guiarse siempre por una única conciencia cristiana. 6. La misión de la Iglesia tiende a la salvación de los hombres, que se consigue por la fe en Cristo y por su gracia. Por tanto, el apostolado de la Iglesia y de todos sus miembros se ordena, sobre todo, a manifestar al mundo el mensaje de Cristo mediante palabras y obras, y a comunicar su gracia. Esto se realiza principalmente mediante el ministerio de la palabra y los sacramentos, encomendado de modo especial al clero, pero en el que los laicos tienen también que cumplir un papel de gran importancia, siendo cooperadores de la verdad. En este punto, el apostolado de los laicos y el ministerio pastoral se complementan mutuamente de modo muy especial. 7. El plan de Dios sobre el mundo es que los hombres restauren, con ánimo concorde, el orden de las cosas temporales y lo perfeccionen sin ces ar. Esta bondad natural de las cosas temporales recibe una especial dignidad de su relación con la persona humana, para cuyo servicio fueron creadas. Corresponde a toda la Iglesia trabajar para que los hombres puedan ser capaces de establecer rectamente el orden de las cosas temporales y ordenarlo a Dios por Cristo. Es necesario que los laicos asuman como obligación suya propia la instauración del orden temporal, y que actúen en él de una manera directa y concreta, guiados por la luz del Evangelio y el pensamiento de la Iglesia y movidos por el amor cristiano; que, como ciudadanos junto a otros ciudadanos, cooperen con sus conocimientos específicos y su propia responsabilidad; que, siempre y en todas partes, busquen la justicia del reino de Dios. 8. Toda actuación apostólica debe tener su origen y su fuerza en el amor. La acción caritativa puede y debe abarcar hoy a todos los hombres y todas sus necesidades. En cualquier lugar en que se encuentren los hombres que carecen de alimento, de vestido, de vivienda, de medicinas, de trabajo, de educación, de medios necesarios para llevar una vida verdaderamente humana, o que son afligidos por la desgracia o por la falta de salud, por el destierro o por la cárcel, allí debe buscarlos y encontrarlos el amor cristiano, consolarlos con cuidado diligente y ayudarlos con la prestación de auxilios. Concedan, pues, los laicos gran importancia, y contribuyan, en la medida de sus posibilidades, a las obras de caridad y a aquellas iniciativas de asistencia social, privadas o públicas, también las internacionales, mediante las cuales se hace llegar a los individuos y a los pueblos que lo necesitan una ayuda eficaz, cooperando en esto con todos los hombres de buena voluntad. Capítulo III: Los diversos campos del apostolado
9. Los laicos ejercen su múltiple apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo. En uno y otro orden, se abren a su acción varios campos de actividad apostólica, de los que queremos recordar aquí los más importantes, que son éstos: las comunidades de la Iglesia, la familia, los jóvenes, el ambiente social, los órdenes nacional e internacional. 10. Como partícipes del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey, los laicos tienen un específico papel activo en la vida y la acción de la Iglesia. En efecto, alimentados ellos mismos por la participación activa en la vida litúrgica de su comunidad, colaboran solícitamente en las obras apostólicas que esa comunidad desarrolla; acercan a la Iglesia a quienes quizá estaban alejados; cooperan intensamente en la transmisión de la palabra de Dios, sobre todo en la catequesis; aportando su pericia personal, dan mayor eficacia a la cura de almas, así como a la administración de los bienes de la Iglesia. Deben cultivar sin cesar la conciencia de pertenecer a la diócesis, de la que la parroquia es como una célula, estando siempre dispuestos a aportar su contribución a los proyectos diocesanos, siguiendo la invitación de su pastor.
11. El creador de todas las cosas estableció la sociedad conyugal como punto de partida y fundamento de la sociedad humana, y con su gracia la convirtió en sacramento grande en Cristo y en la Iglesia. Por ello el apostolado de los esposos y las familias tiene singular importancia tanto para la Iglesia como para la sociedad civil. Los esposos cristianos son mutuamente para sí, para sus hijos y para los restantes familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. La parte más importante del apostolado de los cónyuges es manifestar y demostrar con su vida la indisolubilidad y santidad del vínculo matrimonial; afirmar enérgicamente el derecho y el deber, propio de los padres y tutores, de educar cristianamente a la prole; defender la dignidad y la legítima autonomía de la familia. 12. Los jóvenes tienen en la sociedad actual un papel de extraordinaria importancia. Sus condiciones de vida, su modo de pensar y sus relaciones con la propia familia han cambiado notablemente. A menudo pasan con demasiada rapidez a nuevas situaciones sociales y económicas. Pero, aunque aumenta cada día más su importancia social e incluso política, parecen estar poco preparados para asumir adecuadamente las nuevas cargas. Este peso creciente de los jóvenes en la sociedad exige de ellos una análoga actividad apostólica, a la que los dispone su misma índole natural. Ellos mismos deben convertirse en los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes, ejerciendo el apostolado entre sus compañeros, de acuerdo con el medio social en que viven. 13. El apostolado en el ambiente social, es decir, el afán por informar con espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive, es hasta tal punto un deber y una obligación propia de los laicos que nunca podrá ser realizada convenientemente por otros. Ahí, en el campo del trabajo, de la profesión, del estudio, de la vecindad, del descanso, de la convivencia, son los más aptos para ayudar a los hermanos. Cumplen en el mundo esta misión de la Iglesia, ante todo, con la coherencia entre su vida y su fe, con la honradez en cualquier negocio, con el amor fraterno, con la plena conciencia de su participación en la construcción de la sociedad. 14. En el orden nacional e internacional hay un inmenso campo de apostolado, en el que los laicos son, de modo muy principal, los portadores de la sabiduría cristiana. Amando a la patria y cumpliendo fielmente sus obligaciones civiles, los católicos deben sentirse llamados a promover el auténtico bien común. Deben, además, conocer el ámbito internacional y las cuestiones y soluciones doctrinales y prácticas que ahí surgen, sobre todo respecto a los pueblos en vías de desarrollo. Capítulo IV: Las diferentes formas del apostolado
15. Los laicos deben ejercer su acción apostólica, bien individualmente, bien reunidos en diversas comunidades o asociaciones. 16. El apostolado que cada uno debe ejercer personalmente, como fruto sobreabundante de una vida verdaderamente cristiana, es el principio y la condición de todo apostolado de los laicos, también del asociado, y nada puede sustituirlo. Muchas son las formas de apostolado con que los laicos edifican la Iglesia y santifican el mundo, dándole vida en Cristo. 17. Este apostolado individual urge con particular apremio en aquellas regiones en las que se impide gravemente la libertad de la Iglesia. El mismo, tiene un campo especial en las regiones en las que los católicos son pocos y están dispersos. 18. El apostolado asociado responde de modo conveniente, a las exigencias tanto humanas como cristianas de los creyentes y, al mismo tiempo, es un signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia
en Cristo. Este apostolado es también muy importante porque muchas veces, tanto en las comunidades de la Iglesia como en diversos ambientes, el apostolado exige ser llevado a cabo mediante una acción común. 19. Existe una gran variedad en las asociaciones de apostolado; unas se proponen el fin general apostólico de la Iglesia; otras buscan de un modo especial los fines de evangelización y santificación; otras persiguen la inspiración cristiana del orden temporal; otras dan testimonio de Cristo especialmente por las obras de misericordia y caridad. Por tanto, las asociaciones no son un fin en sí mismas, sino que sirven a la misión de la Iglesia. 20. Las formas de apostolado, llámense Acción Católica o de otra manera, que ejercen en nuestro tiempo un valioso apostolado, están constituidas por la suma conjunta de las siguientes propiedades: a) El fin inmediato de estas organizaciones es el fin apostólico de la Iglesia. b) Los laicos, cooperando, según el modo que les es propio, con la Jerarquía, aportan su experiencia y asumen su responsabilidad en la dirección de estas organizaciones. c) Los laicos actúan unidos como un cuerpo orgánico, de modo que se manifieste mejor la comunidad de la Iglesia y el apostolado resulte más eficaz. d) Los laicos actúan bajo la dirección superior de la propia Jerarquía, que puede sancionar esta cooperación, incluso mediante un mandato explícito. 21. Todas las formas de apostolado han de ser debidamente apreciadas. Sin embargo, considérense y promuévanse aquellas que la Jerarquía considere más urgentes. 22. Son dignos de especial honor y mención en la Iglesia aquellos laicos, célibes o casados que, de manera definitiva o temporalmente, se dedican, con su experiencia profesional, al servicio de las instituciones y de sus obras. Capítulo V: Orden que hay que observar 23. El apostolado de los laicos, ya se desarrolle individualmente, ya por fieles asociados, ha de ocupar su lugar correspondiente en el apostolado de toda la Iglesia; más aún, el elemento esencial del apostolado cristiano es la unión con quienes el Espíritu Santo puso para regir su Iglesia. No es menos necesaria la cooperación entre las varias formas de apostolado, que ha de ordenar la Jerarquía convenientemente. 24. Es deber de la Jerarquía promover el apostolado de los laicos, prestar los principios y subsidios espirituales, ordenar el ejercicio del apostolado al bien común de la Iglesia y vigilar para que se respeten la doctrina y el orden. 25. Tengan presente los Obispos, los párrocos y demás sacerdotes de uno y otro clero que el derecho y la obligación de ejercer el apostolado es común a todos los fieles, sean clérigos o seglares, y que éstos tienen también su cometido en la edificación de la Iglesia. Trabajen, pues, fraternalmente con los laicos en la Iglesia y por la Iglesia y tengan especial cuidado de los laicos en sus obras apostólicas. 26. En las diócesis, en cuanto sea posible, deben existir consejos que ayuden la obra apostólica de la Iglesia, ya en el campo de la evangelización y de la santificación, ya en el campo caritativo social, etcétera, cooperando convenientemente los clérigos y los religiosos con los laicos. Establézcase, además en la Santa Sede, algún Secretario especial para servicio e impulso del apostolado seglar.
27. Los valores comunes exigen también no rara vez una cooperación semejante de los cristianos que persiguen fines apostólicos con quienes no llevan el nombre cristiano, pero reconocen estos valores. Capítulo VI: Formación para el apostolado
28. El apostolado solamente puede conseguir plena eficacia con una formación multiforme y completa. La exigen no sólo el continuo progreso espiritual y doctrinal del mismo seglar, sino también las varias circunstancias de cosas, de personas y de deberes a que tiene que acomodar su actividad. 29. La formación para el apostolado supone una cierta formación humana, íntegra, acomodada al ingenio y a las cualidades de cada uno. Además de la formación espiritual, se requiere una sólida instrucción doctrinal, incluso teológica, ético-social, filosófica, según la diversidad de edad, de condición y de ingenio. No se olvide tampoco la importancia de la cultura general, juntamente con la formación práctica y técnica. 30. La formación para el apostolado debe empezar desde la primera educación de los niños. Pero los adolescentes y los jóvenes han de iniciarse de una forma peculiar en el apostolado e imbuirse de este espíritu. Esta formación hay que ir completándola durante toda la vida, según lo exijan las nuevas empresas. 31. Las diversas formas de apostolado requieren también una formación conveniente. a) Con relación al apostolado de evangelizar y santificar a los hombres, los laicos han de formarse especialmente para entablar diálogo con los otros, creyentes o no creyentes, para manifestar directamente a todos el mensaje de Cristo. b) En cuanto a la instauración cristiana del orden temporal, instrúyanse los laicos acerca del verdadero sentido y valor de los bienes materiales, tanto en sí mismos como en cuanto se refiere a todos los fines de la persona humana; ejercítense en el uso conveniente de los bienes y en la organización de las instituciones, atendiendo siempre al bien común, según los principios de la doctrina moral y social de la Iglesia. c) Puesto que las obras de caridad y de misericordia ofrecen un testimonio magnífico de vida cristiana, la formación apostólica debe conducir también a practicarlas, para que los fieles aprendan desde niños a compadecerse de los hermanos y a ayudarlos generosamente cuando lo necesiten. 32. Los laicos que se entregan al apostolado tienen muchos medios, tales como congresos, reuniones, ejercicios espirituales, asambleas numerosas, conferencias, libros, comentarios, para lograr un conocimiento más profundo de la Sagrada Escritura y de la doctrina católica, para nutrir su vida espiritual, para conocer las condiciones del mundo y encontrar y cultivas medios convenientes. Exhortación
33. Por consiguiente, el Sagrado Concilio ruega encarecidamente en el Señor a todos los laicos, que respondan con gozo, con generosidad y corazón dispuesto a la voz de Cristo; que en esta hora invita con más insistencia y al impulso del Espíritu Santo, sientan los más jóvenes que esta llamada se hace de una manera especial a ellos; recíbanla, pues, con entusiasmo y magnanimidad.