CIUDADANÍA POLÍTICA: DEL HOMBRE POLÍTICO AL HOMBRE LEGAL Adela Cortina, 2001 La naturaleza de la ciudadanía El !"#$re % el ciudadan" La ciud ciudad adan anía ía es prim primar aria iame ment ntee una una relac relació ión n polí políti tica ca entre entre un indi indivi vidu duo o y una una comunidad comunidad política, política, en virtud de la cual el individuo individuo es miembro miembro de pleno derecho derecho de esa comuni comunidad dad y le debe debe lealta lealtad d perman permanent entee 1. El esta estatu tuto to de ciud ciudad adan ano o es, es, en consecuencia, el reconocimiento oficial de la interación del individuo en la comunidad política, comunidad !ue desde los oríenes de la "odernidad cobra la forma de Estado nacional de derecho. #in embaro, con esto hemos dicho todavía muy poco sobre la naturale$a de la ciudad ciudadaní aníaa por!ue por!ue el víncul vínculo o políti político co en !ue consist consistee consti constituy tuyee un elemen elemento to de identificación social para los ciudadanos, es uno de los factores !ue constituyen su identidad. % en este punto tienen su orien la rande$a y la miseria del concepto de !ue tratamos, en principio, por!ue la identificación con un rupo supone descubrir los rasos comunes, las seme&an$as entre los miembros del rupo pero, a la ve$, tomar conciencia de las diferencias con respecto a los for'neos. (e suerte !ue la trama de la ciudad ciudadaní aníaa se urde urde con dos tipos tipos de mimbre mimbres) s) apro*i apro*imaci mación ón a los seme&ant seme&antes es y separación con respecto a los diferentes. El ciudadano ateniense se vincula a los !ue, como +l, son libres e iuales, y se distancia de los !ue no lo son el ciudadano romano se sabe defendido por unas leyes, a las !ue no pueden acoerse los b'rbaros. El concepto de ciudadan adaníía se enera era, pues, es, desde esa dial+cti ctica -internoe*terno/, -internoe*terno/, desde esa necesidad de unión con los seme&antes !ue comporta la separación de los diferentes, necesidad !ue al menos en ccidente se vive como un permanente permanente conflicto. conflicto. El universalismo universalismo cristiano cristiano recorre las venas venas del liberalismo liberalismo y el socialismo, mostrando hasta !u+ punto las seme&an$as entre todos los seres humanos son mucho m's profundas !ue las diferencias. (ifícil resulta poner vallas al campo, como con tanta lucide$ mostró ousseau en El contrato social , al distinuir entre el hombre varónmu&er3 y el ciudadano, entre la reliión del hombre y la reliión del ciudadano. El hombre 4diríamos me&or, la persona5 trasciende con mucho su dimensión política, !ue no es sino una, por mucha relevancia !ue pueda tener para su vida. La persona es miembro de una familia, de una comunidad vecinal, de una ilesia, de asociaciones en las !ue inresa voluntariamente, y en todos estos casos establece vínc víncul ulos os soci social ales es con con los los miem miembr bros os de esos esos rup rupos, os, !ue !ue son son esenc esencia iale less para para su identidad personal. 6ambi+n es miembro de una comunidad política, cualidad !ue le vincula a los !ue comparten su misma ciudadanía, y !ue le presta asimismo otro raso de identidad. 7ero es imposible reducir la persona al ciudadano, como resulta imposible reducir la reliión de la persona a la reliión de la ciudad. Las reliiones riea y romana son reliiones de la ciudad, nacionales, !ue unen en torno a unos símbolos sarados a los ciudadanos de esa comunidad y les separan de los dem's. El cristianismo cristianismo es una reliión de la persona persona !ue la vincula vincula con un (ios tras trasce cend nden ente te y con con una una comu comuni nidad dad univ univer ersa sal, l, por por eso eso es inev inevit itab able leme ment ntee anti anti55 nacionalista, por eso liberalismo y socialismo, herederos suyos, son inevitablemente cosmopolitas. 8acer de la ciudadanía una especie de reliión cívica !ue combine el universalismo del cristianismo y el car'cter cívico de las reliiones nacionales es lo !ue 1
Derek Heather, Citizenship, London/Nueva York, Longmann, 1990, 246 1
pretendió ousseau con escaso +*ito 2. (e ahí !ue cual!uier noción de ciudadanía !ue desee responder a la realidad del mundo moderno tena !ue unir desde la raí$ la ciudadanía nacional y la cosmopolita en una -identidad interativa/, m's !ue disreadora, recordando, por otra parte, !ue la persona no es sólo ciudadana. 9na noción seme&ante es la !ue !uisi+ramos bos!ue&ar, recabando a la ve$ cuanta información nos sea posible. Con este fin, empe$aremos recordando !ue la ciudadanía como relación política, como vínculo entre un ciudadano y una comunidad política, parte de una doble raí$ 4la riea y la romana5 !ue oriina a su ve$ dos tradiciones, la republicana, se:n la cual, la vida política es el 'mbito en el !ue los hombres buscan con&untamente su bien, y la liberal, !ue considera la política como un medio para poder reali$ar en la vida privada los propios ideales de felicidad. Ambas tradiciones, a su ve$, se refle&an en dos modelos de democracia !ue recorren la historia, con matices diversos, y !ue se alinean ba&o los rótulos -democracia participativa/ y -democracia representativa/ ;. Cierto !ue un buen n:mero de participacionistas recha$arían esta :ltima distinción, afirmando !ue tambi+n ellos entienden !ue el poder político se e&erce a trav+s de representantes y no de forma directa, cosa imposible e indeseable, y !ue lo !ue les distinue frente a otros modelos de democracia es su af'n de fomentar la participación ciudadana. "ientras !ue otros modelos se contentarían con !ue los representantes eleidos se ocupen de la vida p:blica, de&ando a los ciudadanos !ue se recluyen en su vida privada, el participacionista insiste en aumentar los cauces de participación ciudadana desde los ayuntamientos y desde las subunidades federales o autonómicas <. 6odo ello con el ob&etivo de lorar !ue en verdad la democracia sea el -obierno del pueblo/ y no sólo, como en el representacionismo puro, el -obierno !uerido por el pueblo/. En este sentido, la propuesta participacionista m's radical de nuestro momento es la !ue ofrece =en&amín =arber en su libro #tron (emocracy, en el !ue apuesta sin restricciones por la participación directa como :nica forma de evitar las patoloías de la democracia liberal o d+bil) el aut+ntico ciudadano es !uien participa directamente en las deliberaciones y decisiones p:blicas >. 6odas estas discusiones tienen su orien al menos en la ?recia cl'sica, por!ue la idea de ciudadanía es una idea cl'sica, !ue se remonta en el tiempo a la Atenas del silo @ y @ antes de Cristo y a la oma del silo a. B.C. hasta el de nuestra era. %a en estos silos aparecen dos conceptos de ciudadanía !ue oriinan a su ve$ dos tradiciones) la tradición política, propia del polit+s rieo, y la tradición &urídica del civis latino. C9(A(ADA C" 7A6C7ACFD ED LA C"9D(A( 7L6CA El ideal del ciudadan" La idea de !ue el ciudadano es el miembro de una comunidad política, !ue participa activamente en ella, nace en la e*periencia de la democracia ateniense en los silos @ y @ a.B.C.. La c+lebre oración f:nebre de 7ericles por los h+roes muertos en la batalla contra Esparta nos transmite ya un cierto bos!ue&o de lo !ue era un ciudadano en la Atenas cl'sica, y es Aristóteles !uien da cuerpo teórico a la noción de ciudadanía Ronald Beiner, !ntrodu"tion#, Ronald Beiner $ed%&, Theorizing Citizenship, 2', nota (4% )dela *ortina% Ética sin moral , "a+% 9 Ética aplicada y democracia radical , "a+-% 6 . % 4 Domingo ar"a ar3, Ética de la Justicia, adrid, 5e"no-, 1992% ' Benamn Bar7er, Strong Democracy, 8niver-it. o *aliornia :re--, Berkele./Lo- )ngele-/Londre-, 19;4% 6 :ara e-te a+artado, ver mu. e-+e"ialmente <%%)% :o"o"k, 5he !deal o *iti3en-hi+ =in"e *la--i"al 5ime-#, en Ronald Beiner $ed%&, Theorizing Citizenship, 29>'2% 2 (
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política, prest'ndole un apoyo +tico y metafísico. En nuestra ciudad3 4dir' 7ericles5 nos preocupamos a la ve$ de los asuntos privados y de los p:blicos, y entes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa p:blica pues somos los :nicos !ue consideramos, no hombre pacífico, sino in:til, al !ue nada participa en ella, y adem's, o nos formamos un &uicio propio o al menos estudiamos con e*actitud los neocios p:blicos, no considerando la discusión como un estorbo para la acción, sino como paso previo indispensable a cual!uier acción sensataG. El ciudadano es, desde esta perspectiva, el !ue se ocupa de las cuestiones p:blicas y no se contenta con dedicarse a sus asuntos privados, pero adem's es !uien sabe !ue la deliberación es el procedimiento m's adecuado para tratarlas, m's !ue la violencia, m's !ue la imposición m's incluso !ue la votación !ue no es sino el recurso :ltimo, cuando ya se ha empleado convenientemente la fuer$a de la palabra. 9na tradición se va abriendo paso desde este humus 4la tradición republicana cívica5, !ue entender' la política no como el momento de leitimación de la violencia, al modo de "a* Heber, sino como la superación de la violencia por medio de la comunicaciónI. #on las sociedades prepolíticas las !ue recurren a la violencia, mientras !ue las !ue emprenden el camino político optan por la deliberación p:blica para resolver los asuntos comunes, precisamente por!ue 4como apuntar' Aristóteles5 el hombre es ante todo un ser dotado de palabra. Lo cual sinifica !ue es capa$ de relacionarse con otros hombres, de convivir con ellos, y tambi+n de discernir &unto con ellos !u+ es lo bueno y lo malo, !u+ es lo &usto y lo in&usto. La ra$ón por la cual el hombre es, m's !ue la abe&a o cual!uier animal reario, un animal social politiJón $oón3, 5dir' en un te*to ya antolóico5 es evidente) la naturale$a, como solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el :nico animal !ue tiene palabra lóos3. La vo$ es sino del dolor y del placer, y por eso la tienen tambi+n los dem's animales, pues su naturale$a llea hasta tener sensación de dolor y de placer y sinific'rsela unos a otros pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo daKoso, lo &usto y lo in&usto, y es e*clusivo del hombre, frente a los dem's animales, el tener, +l sólo, el sentido del bien y del mal, de lo &usto y de lo in&usto, etc., y la comunidad de estas cosas es lo !ue constituye la casa y la ciudad . Ante la preunta cl'sica, !ue contin:a abierta en nuestros días, -M!u+ es una vida dina de ser vividaN/, la respuesta desde esta perspectiva sería la siuiente) la del ciudadano !ue participa activamente en la leislación y administración de una buena polis, deliberando &unto con sus conciudadanos sobre !u+ es para ella lo &usto y los in&usto, por!ue todos ellos son capaces de palabra y, en consecuencia, de socialidad. La socialidad es capacidad de convivencia, pero tambi+n de participar en la construcción de una sociedad &usta, en la !ue los ciudadanos puedan desarrollar sus cualidades y ad!uirir virtudes. 7or eso !uien se recluye en sus asuntos privados acaba perdiendo, no sólo su ciudadanía real, sino tambi+n su humanidad. Do es e*traKo !ue la tradición liberal haya ido asumiendo la deliberación como condición indispensable de una vida política aut+ntica ni tampoco !ue autores comunitarios la consideren como medio adecuado para enerar desde las preferencias individuales una voluntad com:n. 5u"dide-, Historia de la Guerra del Peloponeso, adrid, Bi7liote"a *l-i"a Hernando, 19'2, ( vol-% Hannah )rendt, La condición humana, Bar"elona, =ei? Barral, 194 Crisis de la rep!lica, adrid, 5auru-, 19( So!re la re"olución, adrid, )lian3a @ditorial, 19;; '9 9 )ri-ttele-, Pol#tica, introd% . nota- de <% ara-, adrid, !n-tituto de @-tudio- :olti"o-, 190, !, 1, 12'( a> 1; ;
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En este punto conviene hacer un alto en el camino y considerar las consecuencias !ue tiene para una parte de las tradiciones occidentales traducir los vocablos loos por -palabra/ y $oón politiJón, por -animal social/. Ciertamente, si por lóos entendemos, simple y llanamente, -ra$ón/, est' plenamente &ustificada la crítica corriente, se:n la cual, ccidente optó desde sus inicios por la ra$ón, olvidando la dimensión -tendente/ humana, la dimensión del deseo. El cultivo de la ra$ón habría preocupado m's al ccidente en su con&unto !ue el de la voluntad, el desarrollo de la dimensión intelectiva m's !ue el de la desiderativa. %, sin embaro, una tal crítica es desafortunada en lo !ue respecta a la tradición !ue comentamos, por!ue la palabra est' liada sin duda a la ra$ón, pero tambi+n a la sensación y al deseo, ya !ue el hombre es hasta tal punto una unidad de inteliencia y deseo, !ue sólo puede caracteri$'rsele como -inteliencia deseosa/ o -deseo inteliente/ 10. (esde esta perspectiva, el hombre es un ser deseoso de felicidad, !ue tiene la oportunidad de esclarecer intelientemente !u+ tendencias conviene potenciar y cu'les refrenar para alcan$ar la meta. 7or eso es prudente !uien acuerda deseo e inteliencia, optando por los deseos m's conducentes a la felicidad. #i tal acuerdo se busca en el seno de la comunidad, y no individualmente, deliberando con los otros miembros de la sociedad, y no sólo consio mismo, hemos entrado en el 'mbito de la ciudadanía. 7or su parte, la e*presión $oón politiJón podría traducirse por -animal político/, en cuyo caso habríamos dado por $an&ado !ue la palabra nos lleva necesariamente a participar en la actividad política, sea del tipo !ue fuere. Cuando lo bien cierto es !ue la palabra y el sentido de la &usticia nos llevan a vivir en sociedad, una de cuyas formas es la comunidad política. #i Aristóteles se refiere preferentemente a esta :ltima, es por!ue entiende !ue la forma suprema de sociedad es la !ue constituye una unidad autosuficiente y, en consecuencia, independiente de las dem's. 9na unidad de este tipo no puede ser la familia ni tampoco la etnia por!ue, a pesar de su importancia, ni son autosuficientes, ni pertrechan a un individuo de las instituciones necesarias para llevar una vida buena. La unidad social autónoma es la polis, la ciudad, provista de las instituciones indispensables para proporcionar a sus miembros una vida feli$. (e ahí !ue ser hombre en plenitud e*i&a participar activamente en los asuntos de la polis, cosa !ue sólo pueden hacer los !ue son libres e iuales. La iualdad se entiende a!uí en el doble sentido de !ue todos los ciudadanos tienen derecho a hablar en la asamblea de obierno iseoría3 y todos son iuales ante la ley isonomía3. La libertad, por otra parte, consiste precisamente en e&ercer ese doble derecho, tomando parte activa en las asambleas y e&erciendo caros p:blicos cuando así lo e*ie la ciudad. Ouien así act:a demuestra !ue es libre, por!ue la ciudadanía no es un medio para ser libre, sino el modo de ser libre 11, y el buen ciudadano es a!uel !ue intenta construir una buena polis, buscando el bien com:n en su participación política. 9n medio indispensable para ello es la educación, por!ue a ser ciudadano se aprende, como a casi todo lo !ue es importante en la vida. La educación cívica ser' una clave ineludible de la ciudadanía riea y de la republicana. Ciertamente, si esta idea de ciudadanía, tal como Aristóteles la bos!ue&a, fuera una fiel descripción de la e*periencia cotidiana en la ?recia de los silos @ y @ a.B.C., habríamos dado ya con la respuesta !ue and'bamos buscando desde la ntroducción de este libro. =astaría con !ue los -humanimales/ de la sla del (octor "oreau )ri-ttele-, Ética a $icómaco,introd% . nota- de <% ara-, adrid, !n-tituto de @-tudio- :olti"o-, 190 !, 2, 11(974>6% 11 <%%)% :o"o"k, op% cit %, +g% (2 10
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hubieran sido capaces de ad!uirir, adem's de la vo$, el uso de la palabra, para poder distinuir entre lo conveniente y lo daKino, lo &usto y lo in&usto, el bien y el mal y desde a!uí se habrían percatado de !ue el modo m's adecuado de practicar tales distinciones sería el de vivir como ciudadanos en una polis. #in embaro, de esta noción oriinaria de ciudadanía se ha dicho con ra$ón !ue muy posiblemente se trate de un mito, m's desarrollado en los libros !ue en la vida cotidiana, m's propio de la teoría !ue de la practica. % de un mito 4a mayor abundamiento5 a!ue&ado de fuertes limitaciones incluso en la teoría. L"& lí#ite& de la ciudadanía atenien&e El ideal de un ciudadano participativo, !ue aprecia la implicación en la cosa p:blica como la forma de vida m's dina de ser vivida, ha seuido inspirando a lo laro de la historia cuantos modelos de democracia participativa han tenido por aut+ntica democracia :nicamente a!uella en la !ue el pueblo obierna, y tambi+n diferentes propuestas de republicanismo cívico. (esde ousseau, pasando por el boceto mar*iano de la Comuna de 7arís, hasta llear a la democracia participativa de 7ateman o =achrach desde la politeia aristot+lica hasta 8annah Arendt o los comunitarios hodiernos, y muy especialmente, =en&amín =arber, la participación directa en los asuntos p:blicos es la marca de la ciudadanía 12. #in embaro, todos ellos se han visto obliados a superar al menos cuatro de las randes limitaciones del modelo ateniense oriinario. La primera de ellas es el hecho de !ue la ciudadanía ateniense fuera e*clusiva, y no inclusiva. Ciudadanos eran sólo los varones adultos, cuyos proenitores hubieran sido a su ve$ ciudadanos atenienses, !uedando e*cluidos de tal privileio las mu&eres, los niKos, los metecos y los esclavos. En seundo luar, -libres e iuales/ eran sólo los ciudadanos atenienses, no los seres humanos por el hecho de serlo. El universalismo de la libertad es el ran -descubrimiento/ moderno. En tercer luar, la libertad del ciudadano ateniense, lo !ue Constant llamaría m's tarde la -libertad de los antiuos/, consiste en la participación, pero no protee frente a las in&erencias de la Asamblea en la vida privada. 7or el contrario, la Asamblea puede intervenir en la vida privada, en el !uehacer dom+stico. 7or :ltimo, la participación directa 4lo !ue se ha llamado tambi+n -democracia conreativa/5 sólo es posible en comunidades reducidas, no en los randes imperios ni en los Estados nacionales. Psta es una de las ra$ones por las cuales la noción de ciudadanía va despla$'ndose desde la participación activa a la protección) el ciudadano es a!uel al !ue la comunidad política protee lealmente, m's !ue a!uel !ue participa directamente en los asuntos p:blicos. Así lo reconocer' el mundo romano, !ue e*tiende su imperio a toda la tierra conocida. 7ero antes de entrar en +l, conviene recordar hasta !u+ punto el retrato del ciudadano ateniense, diseKado por 7ericles y Aristóteles, no pasa de ser un ideal, desmentido por alunas observaciones del propio Aristóteles, y !ue sólo el tiempo ha convertido en un mito. De la te"ría a la 'r(ctica 8ace ya mucho tiempo descubrió la sabiduría popular !ue -del dicho al lecho hay un ran trecho/, como tambi+n !ue -una cosa es predicar y otra, dar trio/. (escubrimientos +stos !ue vienen como anillo en dedo al ideal de la ciudadanía He tratado e-to- a-unto- "on detalle en Ética sin moral , "a+% 9, . Ética aplicada y democracia radical , "a+-% 6 . % 12
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ateniense, convertida con el tiempo en mito. Ciertamente, el n:mero de datos con el !ue contamos es escaso, pero suficiente para coleir !ue el pueblo 4el demos5 no se desvivía por acudir a la colina del 7yn* para participar en la Asamblea. #i es cierto !ue en la +poca de 7ericles el demos ascendía a ;0.000 ó <0.000 personas, mientras !ue en el 7yn* el n:mero de asientos era de 1I.000 y el !uórum necesario para alunos ob&etivos era de .000, cabe suponer !ue la afluencia no era masiva. #uposición !ue se refuer$a al tener noticia de !ue los presidentes de la Asamblea se veían obliados a idear toda suerte de estrataemas para fomentar la asistencia de los ciudadanos, recurriendo por fin a la retribución económica. Ayrhius empe$ó a paar un óbolo por la asistencia, 8eraclidas aumentó el -sueldo/ a dos, Ayrhius los subió de nuevo a tres, y en la +poca de Aristóteles cobraban los ciudadanos seis óbolos por asistir a la Asamblea 1;. Do parece, pues, !ue la ciudadanía se sintiera muy motivada para participar en los asuntos p:blicos. Evidentemente, podría decirse !ue, si bien los ciudadanos no ponían demasiado empeKo en tales asuntos, al menos tenían la posibilidad de hacerlo, por!ue la Asamblea estaba abierta a cuantos !uisieran acudir. 7ero no es menos cierto !ue las condiciones f'cticas pueden hacer tan irrelevante la participación, !ue un ciudadano puede sentirse casi obliado a hacer de&ación de su derecho. Pste parece haber sido el caso frecuente en la Atenas cl'sica, ya !ue, aun!ue no e*istían los partidos políticos, sí e*istían facciones diriidas por líderes y compuestas por sus parientes y amios. Estos rupos eran los m's interesados en asistir a la Asamblea, buscando en sus intervenciones satisfacer sus ambiciones privadas, m's !ue el bien de la ciudad. #ólo cuando los intereses de la ciudad en su con&unto estaban amena$ados entraba en acción la versión ideal de la ciudadanía pero, mientras no fuera así, parece !ue los ciudadanos trataban de desvirtuar las leyes en beneficio de sus familiares y amios. En este conte*to, tan frecuente en la historia humana, tan habitual hoy en día, los m's pobres preferían seuir ocup'ndose de sus asuntos privados, ya !ue 4como suele suceder5 pocas probabilidades tenían de llevar adelante sus propuestas 1<. Lo !ue importa, pues, no es tanto caracteri$ar al ciudadano verbalmente por su participación en los asuntos p:blicos, como poner en la pr'ctica las condiciones para !ue esa participación sea sinificativa. E*tremo en el !ue concuerda buena parte de los actuales defensores del participacionismo, por!ue carece de sentido participar en deliberaciones si esa participación no se ve refle&ada en las decisiones de un modo sinificativo. Ciudadanía c"#" e&tatut" le)al #in duda, la e*tensión de oma y de su imperio hicieron inviable en su seno cual!uier idea de democracia conreativa, cual!uier idea de participación directa en los asuntos p:blicos. 7ero lo !ue sí podía proporcionar oma, por contra, era protección &urídica a a!uellos miembros del imperio a los !ue deseaba reconocer como ciudadanos suyos. El ciudadano es ahora, se:n la definición del &urista ?ayo, el !ue act:a ba&o la ley y espera la protección de la ley a lo laro y ancho de todo el imperio) es el miembro de una comunidad !ue comparte la ley, y !ue puede identificarse o no con una comunidad territorial. En este sentido es en el !ue #an 7ablo, a pesar de residir en Budea, es un ciudadano romano, !ue e*ie un trato en consonancia con su estatuto leal y apela al 1( 14
Ro7ert )% Dahl, &n'lisis pol#tico moderno, Bar"elona, Eontanella, 196, 12 Ro7ert )% Dahl, La democracia y sus cr#ticos, Bar"elona, :iado-, 1992, (0>(4 6
C+sar ente la posibilidad de una condena a muerte 1>. 7uede decirse, pues, con 7ococJ, !ue el advenimiento de la &urisprudencia traslada el concepto de -ciudadano/ del polites rieo al civis latino, del $oón politiJón al homo lealis. La ciudadanía es entonces un estatuto &urídico, m's !ue una e*iencia de implicación política, una base para reclamar derechos, y no un vínculo !ue pide responsabilidades. (e aluna forma liberalismo y republicanismo prolonar'n cada una de las dos tradiciones, aun!ue en nuestros días ninuna se mantena en estado puro. La -fusión de hori$ontes/ de !ue hablaba ?adamer, la fusión de diversas tradiciones, es una realidad !ue no hace sino acentuarse con el tiempo, y el -hibridismo/, del !ue yo misma he hablado, suele ser la forma de cual!uier teoría relevante. Dinuna teoría de la ciudadanía relevante est' dispuesta a prescindir de los derechos sub&etivos, a los !ue hace acreedora la ciudadanía leal, ninuna reba&a la importancia de la deliberación en los asuntos p:blicos. En este sentido, resultan paradim'ticas las nociones de ciudadanía de aQls y 8abermas, la primera de las cuales insiste en el valor de las libertades civiles y políticas y reclama la participación ciudadana a trav+s del e&ercicio de la ra$ón p:blica, mientras !ue la -teoría deliberativa de la democracia/ de 8abermas toma del modelo liberal la defensa irrenunciable de los derechos sub&etivos, y del modelo republicano, la importancia del poder comunicativo, :nico capa$ de leitimar la vida política 1. En cual!uier caso, conviene recordar en ocasiones la doble raí$ de la !ue se oriina el concepto de ciudadanía para entender por !u+ a menudo ha dado luar a confusiones y, sobre todo, para tomar de cada una de esas raíces lo me&or, superando sus limitaciones. C9(A(ADA "(EDA El E&tad" #"dern" Aun!ue las raíces de la ciudadanía sean rieas y romanas, el concepto actual de ciudadano procede sobre todo de los silos R@ y R@, de las revoluciones francesa, inlesa y americana y del nacimiento del capitalismo. La protección de los derechos naturales de la tradición medieval e*ie la creación de un tipo de comunidad política 4 el Estado nacional moderno5 !ue se oblia a defender la vida, la interidad y la propiedad de sus miembros. Con la aparición del Estado moderno se va confiurando el actual concepto de ciudadanía, liado en principio a los dos lados de la e*presión -estado nacional/, -Estado/ y -nación/. En lo !ue hace al t+rmino -Estado/, fue utili$ado por ve$ primera por "a!uiavelo en la e*presión stato, participio de stare, refiri+ndose con +l a la orani$ación estable, al aparato establecido, con sus caros o burocracia y su obernante, el 7ríncipe. 7or su parte, fue =odino !uien, con su concepto de -soberanía/, dotó al Estado absolutista de su silo y el siuiente de autonomía, neutralidad en el orden reliioso y poder absoluto. En cual!uier caso, el concepto de -Estado/ se refiere a una forma de ordenamiento político, !ue se fue confiurando en Europa a partir del silo R y hasta fines del R@ o inicios del RR, y !ue desde allí se e*tendió a todo el mundo civili$ado, liber'ndose de al:n modo de sus condicionamientos concretos de nacimiento. Los miembros de pleno derecho de un Estado son sus ciudadanos, aun!ue e*istan otras Hechos de los apóstoles, 16, (>(; 22, 2'>29 2', 11 . 12 292 )dela *ortina, Ética aplicada y democracia radical , 11'>119% 1' 16
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formas de -pertenencia/, como el permiso de residencia, la fiura del -traba&ador invitado/ ?astarbeiter3 o el refuiado. El elemento nuclear del Estado moderno es la centrali$ación del poder por una instancia cada ve$ m's amplia, !ue termina por abarcar todo el 'mbito de las relaciones políticas. #e:n la c+lebre caracteri$ación de Heber, el Estado e&erce el monopolio de la violencia leítima, superando el policentrismo del poder y concentr'ndolo en una instancia en parte unitaria y e*clusiva. El Estado ostenta la soberanía en un territorio, !ue tiene por caracteres la unidad del mandato, la territorialidad y el e&ercicio de la soberanía a trav+s de t+cnicos. Cu'les son los fines del Estado es, como !uerría 8ans Albert, una cuestión de tecnoloía social, !ue históricamente puede responderse desde distintas doctrinas. En los oríenes de la concepción del Estado, +ste se presenta como necesario en principio al menos desde cuatro perspectivas) 13 como arantía de la pa$, !ue es el inter+s com:n a los individuos sumidos en un estado de uerra 8obbes3 23 como aencia protectora, !ue evita !ue cada individuo tome la &usticia por su mano LocJe5Do$icJ3 ;3 como e*presión de la voluntad eneral, !ue e*ie el abandono de la libertad natural, pero concede la libertad civil ousseau3 <3 como arante de la libertad e*terna, sin la !ue es imposible la reali$ación de la libertad trascendental Sant3. Estas e*iencias alumbran el nacimiento del llamado Estado de derecho de la tradición liberal, !ue aranti$a alcan$ar estas metas por medio del imperio de la ley. En el Estado son los ciudadanos !uienes ostentan la nacionalidad de ese país, entendiendo por -nacionalidad/ el estatuto leal por el !ue una persona pertenece a un Estado, reconocido por el derecho internacional, y se adscribe a +l. Los rasos adscriptivos habituales son la residencia &us soli3 y el nacimiento &us sanuinis3, pero en un Estado de derecho, como el moderno, la voluntad del su&eto es indispensable para conservar la nacionalidad o cambiarla, como tambi+n la voluntad de los ya ciudadanos de ese Estado. En realidad esos rasos adscriptivos son criterios administrativos !ue se utili$an para otorar la nacionalidad de modo implícito a una persona, a menos !ue e*plícitamente renuncie a ella. Ciertamente, una ciudadanía leal, como la !ue se funda en la nacionalidad, proporciona beneficios a !uien la ostenta sobre todo 4como recuerda "ichael Hal$er5 si el Estado al !ue pertenece es fuerte. #in embaro, no parece un móvil suficientemente potente como para comprometer a la persona en las tareas p:blicas, por!ue, en definitiva, para !ue el Estado funcione basta con !ue los ciudadanos se sometan al imperio de la ley cumpliendo con sus deberes leales. % en este punto es donde parece !ue el otro lado del Estado nacional 4la nación5 prestar' servicios impaables. La Naci*n Aun!ue el t+rmino -nación/ es enormemente vao, puede entenderse en principio por nación una comunidad acuKada por una raí$ com:n, con un lenua&e, cultura e historia comunes, a la !ue acompaKa un re!uisito indispensable) la voluntad de sus componentes de confiurarse como nación. 8abitualmente suele entenderse !ue el Estado, heredero del Leviat'n hobbesiano, es una creación artificial, !ue no tiene m's base en la naturale$a de los seres humanos !ue el inter+s !ue les mueve a me&orar su posición. La persona se convierte en ciudadana de un Estado, est' dispuesta a someterse a su coacción, por!ue de ello obtiene venta&as, pero no se es miembro de un Estado por naturale$a, sino por artificio. El Estado es una unidad administrativa, en cuyo seno podemos encontrar actualmente distintas lenuas, culturas y etnias, !ue forman Estados 8
plurilinTes, multiculturales y poli+tnicos. %, precisamente por este su car'cter artificial, parece posible modificar el tra$ado de sus límites por pactos interestatales, o !ue un ciudadano cambie de nacionalidad sin !ue esto sinifi!ue una traición. La nación, por contra, aparece como la comunidad natural en la !ue se nace, como el con&unto de personas unidas por el vínculo del paisana&e, !ue une a un mayor n:mero de miembros !ue una familia, pero es similar en cuanto a su naturalidad. Comparten sus miembros costumbres, lenua, incluso el paisa&e, por naturale$a y no por coacción. % de hecho los romanos utili$aron las e*presiones natio o ens, como lo opuesto a civitas, refiri+ndose con ellas a comunidades de orien !ue se interan a trav+s de una lenua, unas costumbres y una tradición, pero no est'n interadas políticamente. Pste sería, aun!ue con matices, el sentido !ue conservan en el romanticismo alem'n, sobre todo en las obras de 8erder y Uichte, heredando adem's de cierta tradición teolóica un car'cter normativo. (ios, en su infinita sabiduría, habría creado una ran diversidad de naciones, a las !ue los seres humanos pertenecen por naturale$a. %, como la ley natural es normativa, tales naciones deberían ser conservadas y fomentadas, y sus miembros deberían empeKarse en la tarea de conservarlas y fomentarlas, asumiendo los rasos distintivos de cada nación, e impidiendo !ue se pierdan. #eculari$ado este entramado reliioso, es la Daturale$a la !ue sit:a a cada ser humano en una nación, y la !ue e*ie !ue no se pierda la ri!ue$a de la diversidad nacional de lenua y cultura, por!ue cada nación reali$a una peculiar aportación a la armonía del con&unto armonía !uerida antes por (ios, ahora por la Daturale$a. Esta e*plicación teleolóica !ueda en el trasfondo del concepto de nación, dot'ndole de un car'cter normativo y tambi+n, de forma contradictoria, de car'cter coactivo. 7or!ue, curiosamente, los rasos indeclinables de la nación no ser'n los !ue sus miembros naturalmente sientan, sino los !ue decide un rupo, !ue se erie en e*eeta de la Daturale$a, e impone coactivamente esos rasos a los restantes, denunciando por traidores a !uienes por naturale$a no comparten su punto de vista. Esta incoherencia en la vivencia de la nación entre afirmar !ue cada persona pertenece a una nación por naturale$a y tratar a renlón seuido de imponerle coactivamente lo !ue debe sentir como miembro de esa nación, es uno de los síntomas de !ue la nación no es tan natural como se pretende. En efecto, la nación, en su actual factura, se ha ido confiurando como la otra cara de la moneda del Estado. A partir de la evolución Urancesa los Estados necesitan leitimar su e*istencia, y para lorarlo recurren a los habitantes de su territorio, diciendo de ellos !ue componen esa unidad natural 4la nación5 capa$ de prestar una base de lealtad al Estado. La confiuración de los Estados nacionales es entonces un proceso por el !ue se a&ustan entre sí un Estado y una nación, formada por el pueblo. Con lo cual se echa de ver !ue tan continente es la formación de la nación como la del Estado, tan artificial la una como la otra. 7or otra parte, tanto del orden finalista de la variedad nacional como del car'cter natural de la nación !ueda bien poco en cuanto se refle*iona un tanto. En lo !ue hace al orden finalista, ninuna corriente teolóica !ue se precie defiende un plan finalista de (ios del !ue formen parte la pluralidad de naciones. La voluntad de (ios, al menos en la tradición cristiana, tiene !ue ver con las personas y con su salvación en comunidades creyentes, no con la supervivencia de las naciones y tampoco ninuna corriente filosófica actual relevante &ustifica la diversidad de culturas y lenuas desde una Daturale$a !ue obra por fines. "'s bien la diversidad de tradiciones, lenuas y culturas, !ue enera ciertos vínculos entre !uienes las comparten, es un acontecer histórico y, como tal, parte 9
insoslayable de la ri!ue$a de los seres humanos, !ue no son sólo naturale$a, sino sobre todo historia y cultura. Do e*iste un plan de la Daturale$a, !ue se mueve por fines, sino un hacerse &untos en tradiciones diversas, !ue no se desarrollan separadas entre sí, sino !ue se encuentran, aprenden unas de otras, eneran alo com:n y mantienen lo diverso. 7or eso hoy en día la idea de nación !ue enera adhesión y lealtad no es la !ue un rupo o varios imponen coactivamente, sino la !ue libremente aceptan por!ue se sienten unidos por una historia com:n, por unos símbolos compartidos, en sentido amplio. El retorno a los tribalismos impuestos es sin duda un retroceso en este tiempo en !ue caminamos hacia identidades -postnacionales/, el sentimiento nacional ha de ser en verdad sentido y, como la fe reliiosa, no coaccionado. Cada cual puede sentirlo libremente en el rado en !ue lo sienta, y su cultivo consiste en recordar con cariKo las tradiciones compartidas, en de&ar !ue cada cual se e*prese en las lenuas comunes. Actuar de otro modo es atropellar el raso esencial, el n:cleo de la ciudadanía moderna) la autonomía de cada persona, por la !ue es ciudadana y no s:bdita. +e,a& de Identidad Las bases de un Estado nacional seuirían siendo, en principio, las !ue Sant proponía como propias de una constitución republicana) 1. La libertad de cada miembros de la sociedad, en cuanto hombre. 2. La iualdad de +ste con cual!uier otro, en cuanto s:bdito. ;. La independencia de cada miembro de una comunidad, en cuanto ciudadano 1G. La vivencia de la iual autonomía es la condición sin la cual no puede una persona sentirse perteneciente a una comunidad política. 7ero a estas tres claves, propias de un Estado moderno, es preciso aKadir las !ue le corresponden como Estado de un pueblo, de una nación en sentido amplio y libre, cuyos miembros comparten una historia, una nacionalidad, unos vínculos de solidaridad 1I. La historia representa la memoria colectiva, te&ida con acontecimientos, símbolos, persona&es y mitos la nacionalidad no se refiere al estatuto leal de !uien o$a de un pasaporte, ni tampoco al nacionalismo como ideoloía política, sino al sentimiento de compartir unas tradiciones y una cultura la solidaridad, por :ltimo, es la fuer$a emocional !ue lia al rupo en una identidad com:n, en sentido amplio, por!ue se comprometen en una actividad com:n. V3
!% ant, (n torno al tópico, en Teor#a y pra*is, adrid, 5e"no-, 19;6, 2% :a-ae- +aralelo- en La paz perpetua, adrid, 5e"no-, 19;', 1' La meta+#sica de las costum!res, adrid, 5e"no-, 19;9, 14( 1; D% Heater, Citizenship, 1;4 --% 1
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