A TRAVÉS DE TI Anand Dílv Dílvar ar
A todos mis maestros. A Alan W. W. Watts: Watts: Por tu elocuencia, tu claridad cl aridad y tu maravilloso sentido del humor. Gracias.
A TRAVÉS DE TI Anand Dílv Dílvar ar
A todos mis maestros. A Alan W. W. Watts: Watts: Por tu elocuencia, tu claridad cl aridad y tu maravilloso sentido del humor. Gracias.
A través de ti Primera edición edici ón Septiem Septiembre bre de 2014 Francisco Javier Ángel Real © Swami Anand Dílvar Todos los derechos reservados © All Rights Rights Reserved Reser ved El Camino Rojo Ediciones, S.A. de C.V. Artes 139 Col. Estanzuela México México 07060 DF
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Los piratas son delincuentes, deli ncuentes, no hagas tratos con ellos. ell os.
A TRAVÉS DE TI Anand Dílvar
PARTE PRIMERA Mi experiencia humana
UNO Mi destino era morir el 7 de marzo del 2002… en una especie de profecía auto-cumplidora y de forma totalmente inconsciente había yo “decidido” seguir los pasos de mi padre quien murió resistiéndose a un asalto cuando yo tenía veintiún años. Su muerte fue una tragedia terrible para mí. Lo quería muchísimo. Él era mi héroe, mi cómplice y uno de los pocos amigos que tenía en ese entonces. Estaba deprimido. Su más grande ilusión en la vida era ser millonario y lo logró… por unos momentos. Después de decenas de años de trabajar arduamente día tras día, incapaz de descansar, de relajarse o disfrutar; intento tras intento, idea tras idea, proyecto tras proyecto, llegó a juntar una buena suma de dinero y, al invertirlo en la bolsa de valores, lo multiplicó hasta llegar a los millones que tanto deseaba para después… perderlo todo. A muchos les pasó. El 19 de octubre del 1987 hubo un desplome internacional en la bolsa de valores y cientos de miles de personas en todo el mundo perdieron hasta la camisa. Nosotros por suerte no debíamos nada, así que muy bien pudimos haber continuado nuestra vida de familia de clase media baja que, para el resto de nosotros, era más que suficiente.
Sin embargo, algo cambió en mi padre. No estaba triste ni amargado, estaba incluso más relajado que antes. De hecho, organizó un viaje a Europa con el poco dinero que nos quedó y, mientras mi hermano se encargaba de la empresa familiar, mi madre, mi hermana, él y yo recorreríamos una buena parte de Europa por treinta y dos días, en uno de esos tours en los que ves todo con tanta prisa que en realidad no ves nada. Un tour típico para familias de clase media como la nuestra. En ese entonces yo ya llevaba dieciocho meses en Estados Unidos en un exilio autoimpuesto y persiguiendo el sueño americano. Decidimos entonces que nos encontraríamos en Inglaterra. (Ni idea tenía yo en ese tiempo que mi verdadero sueño era viajar por todo el mundo. Lo descubrría quince años después.) —¡Mira nada más dónde nos volvemos a encontrar m’ijo! —me dijo, con lágrimas en los ojos, dándome un fuerte abrazo en el lobby de un hotel de tres estrellas en el centro de Londres. Tan cansado estaba yo del viaje que me pareció un sueño. Ahora sé que los recuerdos, todos los recuerdos, son como un sueño. Van cambiando con el tiempo en nuestra mente para darle coherencia a la historia que nos contamos. Ese fue el primer viaje en el que lo vi disfrutando realmente sin la necesidad de repetir una y otra vez: “¿Qué hacemos aquí perdiendo el tiempo? Deberíamos mejor estar trabajando”, como solía decir en cada una de nuestras vacaciones. Recuerdo también que tomó vino en sus comidas sin emborracharse como solía hacerlo, así que no nos tocó ninguno de los ridículos que tanto miedo nos daban a todos cuando bebía demasiado. Fue en ese viaje que me convenció de volver a México… Juntos íbamos a hacer grandes negocios. Ya nos habían asaltado en la casa unos años antes. Esa vez no nos hicieron daño y en realidad se robaron cualquier cosa: unas cuantas joyas que tenía mi madre, una suma de dólares nada importante y artículos electrodomésticos viejos y pasados de moda. Sin embargo, el susto fue enorme y peor aún la terrible impotencia, la tremenda rabia y la asesina frustración de mi padre. —A mí no me vuelven a asaltar, primero me matan —pro-fetizó aquel día cuando terminó el incidente. El 14 de marzo de 1988, en el segundo asalto, mi padre estaba lavando su coche en la calle como hacía todos los días a las siete de la mañana. Un par de vándalos lo amagaron y lo forzaron a meterse a la casa, mientras otro par nos amagaba a mi madre, a mi hermano y a mí en nuestra habitación. Por suerte mi hermanita ya había salido desde temprano a la universidad. De pronto, oímos un golpe. Yo pensé que había sido la puerta de lámina de la entrada que habían azotado con fuerza.
Había sido un balazo. Los dos malandros que nos amagaban salieron corriendo. Yo no entendía por qué o qué había pasado. Busqué desesperado la pistola de mi padre que guardaba en su habitación y salí corriendo por el pasillo que llegaba al garaje. Salí en pijama y descalzo con un arma en la mano que, en realidad no sabía ni usar y sumido en una completa confusión. Algo hacía que mis pies se resbalaran y no fue hasta que vi a mi padre tirado en el suelo que entendí que lo que pisaba era su sangre. Se resistió al asalto y en el forcejeo le dispararon en la pierna, justo en la arteria femoral, y su sangre, toda su sangre, había escurrido por la pendiente de cinco metros que iba de la entrada del garaje hasta la puerta de mi cuarto. Noventa segundos tarda una persona en desangrarse si se lastima la femoral. Ahí estaba mi querido padre–amigo–cómplice–confi-dente… rendido boca abajo en el piso. En su cara noté miedo y paz al mismo tiempo. En lugar de salir corriendo a perseguir a los maleantes con la pistola, di media vuelta para abrazar a mi madre que venía detrás de mí con la misma confusión y terror que me embargaban. De nada sirvió buscar ayuda. De nada sirvió que llegara un doctor unos minutos después. Noventa segundos duró el último episodio en la historia de mi padre. En noventa segundos, todos sus esfuerzos, anhelos, ambiciones, proyectos y logros salieron de su cuerpo. En ese brevísimo periodo todos sus traumas, sus miedos, frustraciones, enojos y asuntos pendientes se derramaron rojos en el piso. Mi pobre madre estaba en shock y el doctor que nos vino a ayudar le aplicó un fuerte sedante, lo cual empeoró la situación para ella. Ese doctor no sabía que mi madre es una mujer increíblemente fuerte que podía con eso y con cualquier cosa que le presentara la vida. En lugar de estar presente y poder ver la realidad cara a cara, quedó noqueada, balbuceando en una silla mientras amigos y vecinos trataban de consolarla. Nos creemos débiles y asumimos que todos los demás lo son. Le tenemos tanto miedo a la muerte que la escondemos, la negamos, la disfrazamos; mentimos al respecto, le mentimos a otros y nos mentimos a nosotros mismos. A mí también me distrajeron de los hechos: mi tío, el hermano de mi padre, me llevó de inmediato a la policía a declarar e intentar hacer un retrato hablado de los delincuentes, lo cual fue una total pérdida de tiempo, porque en realidad no recordaba nada con claridad y solo me alejó también de ver lo que pasaba en mi casa. De estar con mi madre y mis hermanos. ¿Quién levantó lo que quedaba de mi padre del suelo? ¿Quién cerró sus ojitos? ¿Quién limpió su cara sucia?¿Quién se encargó de arreglarlo todo? ¿Cómo se limpian cuatro litros de sangre? Nunca me enteré.
Para mi mi tío, tío, desde el principio, castigar a los asaltantes asaltantes era un una especie especi e de consuelo. consuelo. Nunca unca entendí entendí su empecinado empecinado interés interés en lograr que se hiciera ici era “justicia”, como como si eso fuera a traernos a mi padre de regreso. Uno de los asaltantes fue a prisión y mi tío estuvo por años al pendiente de su sentencia, decía que en cuanto fuera liberado, él mismo lo mataría. Ya fue liberado. No sé si lo hizo. Dos profecías se le cumplieron a mi padre ese día: la segunda es que no llegó a viejo. Mi padre le tenía tenía un miedo tremendo tremendo a la vejez, la consideraba un castigo: “Mira, esa e sa viejita está pagando algo,” decía cuando pasábamos frente a una anciana pequeña, flaquita flaquita y encorvada que vendía trastos viejos vi ejos en uuna na calle cerca de nu nuestra estra casa. cas a. Todos Todos sabíamos que él, en secreto, iba a ver a la viejita y le daba dinero cada semana. Así era mi papi… cargaba una pena tremenda que aliviaba un poco con alcohol, se hacía el fuerte y sanaba su dolor a través de ser la mejor persona que podía ser. Así son todos los papis. Todos hacen lo únicoq ue pueden hacer. Estoy seguro de que somos co–creadores de la historia de nuestra vida. Nuestras creencias y temores más profundos se manifiestan en la realidad tarde o temprano y no por la estúpida razón que da el New Ag Agee cuando cuando dice que nuestros uestros pensamient pensamientos os son magnéticos; sino que estas profundas creencias y miedos influyen en nuestras decisiones y comportamiento y moldean nuestra historia. Y eso es el karma, no la infantil interpretación que le damos como un castigo por lo que hicimos en el pasado o en otra vida, sino la inevitable conclusión de cada uno de nuestros actos, de la manifestación en la realidad de los motivos y las intenciones que real-mente nos mueven. Nuestra Nu estrass historias histori as están entrelazadas, entrelazada s, ese final final que escrib esc ribió ió inconscient inconscie ntem emente ente mi padre para p ara su s u historia historia cambió cambió la l a historia de todos los involu i nvolucrados. crados. Nos llevó llev ó a nuevos nuevos miedos y creencias que, como permanecieron inconscientes se seguirían manifestando. Así de importante es tomar la responsabilidad de hacernos conscientes porque al sanar nuestra historia, sanamos un poco la historia de todos los que nos rodean. En ese tiempo tiempo yo yo no no sabía nada nada de eso y a mi mi papi no no le interesab interesaba, a, así que ahí iba yo derechito a repetir su karma como si algo se hubiera quedado inconcluso en su vida y yo yo hubiese hubiese tomado tomado la l a responsabilida re sponsabilidadd de completarlo. completarlo. Junto a mi padre en su ataúd yacía también toda creencia mía en un Dios bueno y justo que cuidaba de nosotros. Cuando cremaron su cuerpo ahí se quemaron también mis ilusiones de un mundo justo y ordenado en el que si uno es bueno y decente le va bien y si uno lastima a los demás lo paga. Una pobre pobr e monja, monja, tía tía de mi madr madre, e, trató trató de consolarme consol arme en el velorio velor io diciéndom dici éndome: e: “Dios sabe s abe lo l o que hace.” Pobre, no recuerdo ahora el montón ontón de insultos insultos que le propiné enfrente de todos los que nos acompañaban, pero recuerdo muy bien mi rabia y su cara
de espanto. De reojo vi que mi hermano asentía con una leve sonrisa y que mi mamá se mostraba de acuerdo conmigo guardando silencio y sin hacer nada por defender a la pobre monja. monja. Un par de años después me me enteré enteré que detuvieron detuviero n a los mismos mismos asaltantes y tres de ellos salieron libres sobornando al juez con monedas de oro que habían obtenido en otra de sus fechorías. Por ahí deben andar andar todavía haciendo haciendo de la l a suyas. suyas. La justicia justici a es un un invento hu hum mano, solo un un concepto que no tiene bases en la realidad. reali dad. Es una ilusión de control. En nuestra tremenda vulnerabilidad imaginamos que algo protege rotege a los buen buenos os y castiga a los malos, pero la realidad reali dad es que buen buenos os y malos estamos todos expuestos a dejar de existir en cualquier momento. Sea un asalto, un acciden accide nte o un resbalón en la regadera. re gadera. El caos es parte de esta herm hermosa osa y complica complicada da vida. Caos y orden conviven conviven al mismo mismo tiempo en este único fenómeno que es la existencia. Por supuesto que “caos” y “orden” son también conceptos que necesitamos para describir el mundo. La realidad es que todo pasa al mismo tiempo. Mientras mi padre yacía bocabajo en el frío suelo, al mismo tiempo, no lejos de ahí nacía un hermoso bebé, y mientras nosotros observábamos el más horripilante evento de nuestras vidas, en ese precioso amanecer, dos amantes se expresaban, en otra parte, lo mucho que se amaban. La muerte no es lo contrario contrari o a la vida. Lo contrario a la muerte es el nacimiento. La muerte y el nacimiento son eventos, la vida es un proceso continuo. La vida no tiene opuesto. [1] Yo ahora no necesito imaginar o creer en nada después de la muerte porque para mí es evidente que mi padre sigue vivo en mí, en mis hermanos, en el amor de mi madre hacia él. Él sigue vivo en todo lo que me enseñó, como ser honesto, creativo, perseverant erseve rante, e, generoso, generoso, decente, decente, y sigue sigue vivo en todas todas las l as personas per sonas que ayudó, ayudó, en todas las personas que le amaban por lo bueno que era. Esa es la forma en la que reencarnamos. No tengo tengo tam tampoco poco la necesidad necesi dad de verlo verl o de nu nuevo evo en el futu futuro ro porque porq ue lo veo todos los días: en mis manos que son exactamente iguales a las suyas, en mis actos bondadosos, en el amor que le tengo a mi hijita… seguro que él me amó como yo la amo a ella, y eso ¡es un montón montón de amor! amor! ¡Qué barbari bar baridad! dad! Le veo claramente claramente en mi propia historia, que es la historia de todos todos mis mis ancestros y que es la vida, el Río de la Vida Vida que, lleno de remolinos, se divierte. Los remolinos: remolinos: las pequeñas historias individuales, duran bien poco, pero el río sigue. El remolino que fue mi padre es el Río, y el remolino que soy yo, también. También mi hijita. Todos nosotros… Claro que a los veintiuno yo no sabía nada de esto. Lloré todos los días hasta los veintidós. Soñaba todas las noches que regresaba ¿sabes? Una y otra vez, en mis
sueños, su muerte no había sucedido, había sido un error, una broma de mal gusto. Para quien se queda en el ego, en la persona, en la historia, en el remolino, remolino, eso es la muerte: un hecho inaceptable. inaceptabl e. En marzo del 2002 yo también estaba deprimido, aunque no lo quería aceptar. Habían pasado cinco meses desde des de mi divorcio divorc io y mi mi ex esposa se había llevado l levado a mi hijita con ella a Estados Unidos, Unidos, así a sí que me me quedé solo en la enorme enorme residencia res idencia en la qu q ue vivim vi vimos os y que, en mi imaginación, iba a ser el escenario para la hermosa familia que no pudimos tener. —Pensé que te ibas i bas a morir sin tus güeras —me —me dijo un unaa querida amiga amiga unos unos meses después de terminados todos los tediosos trámites del divorcio. —Neehhh —Neehhh —le contesté. Y para par a esconder mi mi profunda profunda pena me compré compré una una lujosa camioneta último modelo. Yo no lo había notado entonces pero había planeado mi vida hasta los treinta y cinco años. Después de eso no tenía ni idea de qué seguía. Como si supiera que no iba a llegar más lejos. (Tal vez, sin darme cuenta, tenía el mismo deseo de mi padre de no llegar a viejo. Tal vez de verdad quería morirme por no tener ya a mis güeritas ). Un vehículo de lujo en una de las ciudades más peligrosas del mundo era una invitación implícita a que me lastimaran. ¿Lo ves? Ese 7 de marzo, salí de mi mi ridículamen ridí culamente te enorme enorme residencia resi dencia,, me me subí subí a mi mi ridículamente flamante camioneta y fui a rentar una película. Ese día dí a me secuestraron. secuestraron. Un hombr hombree mor moreno eno como de noventa kil kilos os me me abrazó abr azó por detrás de trás y me me apuntó con una una pistola al cuello. Ya había abierto a bierto yo mi camionet camioneta, a, así que él se subió atrás conmigo; conmigo; otro hombre, hombre, más delgado, de pelo neg negro ro y con barba de candado se subió al asiento del conductor, y una mujer delgada, de pelo negro, largo y chino, al asiento del copiloto. —No te te hagas hagas el valiente val iente porque porque te lleva la l a chingada chingada cabrón —m —me dijo el e l hombre hombre que me amagaba en el asiento trasero con su pistola. Yo miraba hacia abajo para no provocarlos, rovocar los, había leído leí do en algun algunaa parte que es mejor mejor no verlos a la cara. cara . —Si te portas portas bien no no te va a pasar nada güerito güerito —me —me dijo el que iba conduciendo—. conduciendo—. Te vamos a bajar una lana y ya. No hay pedo. —Está bien, no la voy a hace hacerr de pedo —le dije dij e mir mirando ando al suelo, en su mismo lenguaje para estar seguro de que me entendiera. Me quitaron el celular y la cartera que estaba llena de tarjetas de crédito, tarjetas de presentación, fotos de mi hijita, direcciones, direc ciones, teléfonos, teléfonos, en fin; todo lo que necesitaban
saber de mí en un vistazo. Se trataba de un secuestro express, su plan era llevarme a vaciar mis tarjetas de crédito en cajeros automáticos y botarme después en alguna parte. El problema fue, como les expliqué, que desconocía los números secretos de mis tarjetas de crédito ya que no las usaba en los cajeros por razones de seguridad. Y era verdad. Tenía una tarjeta de débito que usaba para disponer de efectivo, pero que en ese momento no tenía fondos. Ya para entonces el hombre de atrás me había obligado a agacharme sobre el asiento, me había tapado la cabeza con mi propia chamarra y desquitaba su frustración ante mi respuesta golpeándome con el puño en las costillas. —Te vas a morir cabrón —me decía. —Se ve que tienes familia, ¿para qué te arriesgas? —Me decía el que conducía porque había visto las fotos de mi hijita—. ¿Qué van a hacer tus hijos sin ti? —insistía. —De verdad no sé los números. Si los supiera se los daría —les respondí suplicando. —Vamos a una tienda y compramos lo que sea, una televisión o una cámara, lo que sea… —trataba de convencerlos. —Estás loco cabrón —contestó el de atrás golpeándome de nuevo en el costado—. Ya te cargó la verga. —¿Cuánto vale tu vida güero? Me preguntaba el otro mientras la mujer permanecía en silencio. —Vale mucho —le respondí gimiendo, el último golpe me había dejado sin aire. —Por eso te digo que vayamos a una tienda y les compro lo que me digan —insistí—. No causaré ningún problema. —¡Que te calles hijo de la chingada! —gritó el de atrás dándome otro golpe aun más fuerte que el anterior. Varias horas pasaron mientras ellos deliberaban qué ha-rían conmigo. Sé que pasaron a la casa de la mujer y dejaron o recogieron algo. Sé que pasaron a recoger a otro hombre al que le decían el jefe. —Órale jefe , dese gusto —me ofrecía el gorila de atrás como si fuera yo una bolsa de papas para que el jefe sacara su frustración y su terrible enojo con la vida, golpeándome. Sé que después de ponerse de acuerdo en algo, dejaron al jefe y siguieron rondando la ciudad. —Te vamos a llevar a “guardar” güerito —dijo al fin el que conducía—. Sabemos dónde vives, vamos a vaciar tu casa y ahí nos irás pagando tu vida como puedas…
En todo ese tiempo que estuvieron dando vueltas por la ciudad y bajo la obscuridad de mi propia chamarra hice un análisis de mi vida. Estaba seguro que esto acabaría en mi muerte, así que hice un recuento… ¿Le debo algo a alguien? No me lo parecía. ¿Dejé algo importante de verdad pendiente en mi trabajo? No, tampoco. ¿Y mi hijita? ¡Uy! eso era lo que más me dolía. “¡Cómo la voy a extrañar!” me dije, para mi propia sorpresa… Aun los que no creemos en nada después de la muerte, tenemos la ilusión de que venimos de algún lado y nos vamos de regreso. Regresar a la nada está tremendo: en la nada, negra, fría y vacía, extrañando a mi hijita por toda la eternidad… Y no hablo de tener la ilusión como un anhelo o un deseo sino como un engaño, una ilusión óptica de la conciencia inculcada junto con nuestra forma de ver el mundo y la vida. Creemos de verdad que venimos a este mundo sin darnos cuenta de que, en realidad, salimos del mundo, y cuando el remolino, la historia, la persona desaparecen, todo lo que resta vuelve al mundo. Literalmente.[2] —¿Y a mi ex le perdono lo que me hizo? —Seguía con mis cavilaciones en el preludio de mi muerte— No —contesté en mi cabeza—. Me voy a morir sin perdonarla —me sorprendí de nuevo. Recuerdo haberme sentido profundamente estúpido: “Igualito a mi papá. No puede ser”, pensé, y en ese momento vi con claridad que repetía la historia de mi padre. Los mismos traumas, los mismos deseos, las mismas metas, la misma lucha contra el alcoholismo, la misma soledad, la misma frustración y… la misma muerte. ¡Carajo! Fue entonces que decidí que no quería que me llevaran “a guardar”, pensé en la tortura que sería para mí y mis seres queridos. El martirio para mi madre y hermanos de saberme secuestrado. En ese momento decidí que escaparía o moriría en el intento. Nada de guardarme, nada de torturarme, nada de llevarme a ninguna parte… “¡Váyanse a la mierda!” Con el valor que me dio la determinación de salvarme lo planeé todo: Logré ver, alzando un poco la chamarra que me cubría, dónde estaban los seguros de las puertas traseras de mi camioneta (nunca me había subido atrás). Puse atención a que aún estábamos en la ciudad porque nos deteníamos en las luces rojas del semáforo, noté también que el energúmeno me sostenía con una mano y con la otra jugaba con mi celular abriéndolo y cerrándolo nerviosamente, por lo que deduje que no tenía un arma en la mano. Supe que tenía que matarlo. Decidí que debía esperar a que estuviéramos en movimiento para que el conductor no pudiera ayudarle. Mi plan era hundirle los dedos en la parte frontal del cuello y apretarle la tráquea hasta que se muriera el muy cabrón. No había un ápice de duda en mí. Si se trataba de
terminar una vida por continuar con la mía, eso es lo que se requería de mí en ese momento. Esa fue la primera decisión consciente que tomé en mi vida. Sin embargo, para lograr llegar a ese punto tuvieron que pasar muchas cosas antes… DOS Te voy a contar un secreto… que le he contado a muy pocos porque me avergonzaba terriblemente. En los últimos meses de mi matrimonio, mi relación con la mamá de mi hijita era terrible. Mi vida completa era un desastre. En ese entonces ya escribía yo libros de superación personal y daba conferencias motivacionales, ya era yo más o menos conocido por mis lectores. Me invitaban regularmente a programas de radio y televisión y… era un verdadero hipócrita ¿sabes? No es que quisiera engañar a nadie, mis libros expresaban las mejores intenciones, para mí mismo y para los demás. En ellos escribía no lo que era, sino lo que quería ser. La hipocresía consistía en dejar que la gente creyera que, en efecto, yo hacía lo que proponía. En lo material y las metas, lo logré todo. Curiosamente me volví exitoso hablando y escribiendo sobre cómo ser exitoso (otro ejemplo claro de que co-creamos nuestra historia). Sin embargo, todo el éxito, el dinero y las cosas, sin consciencia [3] no valen nada, créeme, sé de lo que hablo. Además, todas esas metas no eran mías siquiera, eran de mi padre y yo sin saberlo las había logrado por él… para él . Amamos tremendamente a nuestros padres y una parte de nosotros no deja de ser ese niñito que pasa toda la mañana haciendo un dibujo para su papá, solo para que cuando éste llegue del trabajo “no tenga tiempo” de echarle un vistazo. O solo para que al día siguiente lo encuentres en el bote de basura. Este niñito de treinta y cinco años le decía a su papá que había muerto catorce años antes: “Mira papi, mira lo que logré, mira lo que hago por ti, mira los millones que tú que-rías, mira papi… si quieres hasta la vida doy por ti.” A pesar del éxito, de los logros y esfuerzos, sentía un terrible vacío en mi interior y nada en lo exterior lo podía llenar. Así que era el rey del mundo pero un rey mentiroso, que sentía que su trono era robado y que su reino le pertenecía a alguien más. Y este no es el secreto terrible que quiero contarte. Mi padre lidiaba con su dolor y su frustración emborrachándose. Le daban unas crudas tremendas llenas de arrepentimiento y culpa. Recuerdo que después de sus
borrach orrac heras, se encerraba en su cuarto y no salía salí a hasta el otro día. Se sentía sentía muy culpable de su alcoholismo y murió sin poder resolverlo. Se desesperaba terriblemente de no poder controlarlo. Decía que había una inyección que al aplicársela a alguien, si esa persona tomaba alcohol moría. Era un invento suyo, pero demostraba sus enormes ganas de dejar de tomar. De haber existido esa inyección se la hubiese aplicado, seguro. En gen general eral fue fue un un padre maravi maravillos lloso, o, pero cuando cuando tomaba tomaba (cinco o seis veces al año) se transformaba en una persona que no reconocíamos y nos asustaba. Mis hermanos no po-dían o-día n lidiar lidi ar con eso. Yo, de alguna alguna forma, forma, me hacía el fuerte, fuerte, lo enfrent enfrentaba aba y le cuidaba. En mi adolescencia él me llamaba en las noches desde donde estaba para que fuera a rescatarlo. Lo que implicaba sufrir viéndolo en mal estado y lidiar con borrach orrac hos impertinent impertinentes, es, cantineros cantineros tramposos, tramposos, putas putas metiches metiches y este monst monstruo ruo en el que se convertía. Quien haya visto a Jack Nicolson en la película Atrapado Atrapado sin salida [4] sabrá a lo que me refiero. Igual que él, yo lidiaba con mi propio dolor y traumas tomando. Empecé como a los dieciséis y en mi caso, la combinación de mi disposición al alcoholismo, mi fuerte trastorno de déficit de atención con hiperactividad y mi amistad con mi primo al que, no por nada, le apodaban el “Monstru “Monstruo”, o”, crearon cr earon una una bomba. Nos emborrachábamos emborrachábamos en el coche, escuchando música rondando la ciudad, tratando de ligar chicas, seguíamos en los antros y terminábamos al día siguiente tomando en el coche junto con las chicas que nos habíamos ligado ya. La menor provocación era suficiente para empezar una bronca sin importar dónde nos encontráramos, y varias veces terminamos en las delegaciones de policía de las cuales nos salvaba el dinero que reservábamos para mordidas y sobornos. Prim Pri mero las fiestas terminaban terminaban a mitad de la noche, noche, llegando ll egando a mi mi casa con todo cuidado para que no se enteraran mis padres de mi inconveniente estado. Después se prolongaron rolongaron hasta la mañana del día siguiente siguiente y poco a poco fueron exten extendiéndose diéndose más hasta el día siguiente y… el siguiente. Mi pobre madre me suplicaba primero que llegara temprano, temprano, luego luego que llegara lle gara el mismo ismo día dí a y después, que por favor llegara. Por supuesto supuesto que que mis mis padres trataron de reprenderme reprenderme en varias varia s ocasiones pero, por un un lado, parece ser que no entendemos nada hasta que estamos listos para entenderlo, y por otro, mi padre no se sentía con la autoridad moral para corregirme. En una ocasión llegué muy borracho a la casa y desperté a mis padres. Mi estado inconveniente era evidente, mi padre me detuvo camino a mi cuarto y empezó a regañarme. —¡Mira ¡Mira nada más cómo cómo vienes! ¿qu ¿quéé te pasa, estás enferm enfermoo o qué? —me —me pregunt preguntóó asiéndome fuertemente de los brazos con ambas manos. —Sí estoy enferm enfermoo —le confronté—. confronté—. Estoy traumado, traumado, ¿qué ¿qué no ves? ves ? —¿Traum —¿Traumado ado de qué qué si tienes tienes una una buena buena vida? vida ?
—Traumado —Traumado con tu propio prop io alcoholis alc oholism mo, ¿qué ¿qué pensabas? pensabas ? Soy igualito a ti, así que no me digas nada. Desesperado me dio una tremenda cachetada justo como se la había dado yo con mis palabras alabr as y me me mandó mandó a dormir. dormir. En un unaa de esas borracheras manejaba manejaba mi mi carro deportivo depor tivo rojo con un unaa raya neg negra ra en el medio, achaparrado, con rines y llantas especiales, a toda velocidad por el periférico. eriféri co. Esa noch nochee mezclamos ezclamos todo tipo de licores licor es en una especie especi e de competen competencia cia para ver quién agu aguant antaba aba más. Como Como era de esperarse, espera rse, tuvim tuvimos os un accidente, nos estrellamos con la parte trasera de un auto que se encontraba atascado en el tráfico de una de las salidas sal idas del periférico. —¡Escápate, —¡Escápa te, escápate! esc ápate! —gri —gritaron taron al uníso unísono no el Monstruo Monstruo y las tres jovencitas jov encitas que nos acompañaban. En mi embri embriagu aguez ez me pareció pareci ó buena buena idea ide a así que, que, a toda velocidad, veloci dad, en la siguiente siguiente salida me estampé con otro auto estacionado. Esta vez, por suerte mi auto quedó inservible y no pudimos escapar de nuevo. Terminamos una vez más en una delegación, pero esta vez fu fue mi mi padre qu q uien tuvo tuvo que que lidiar lidi ar con las autoridade autoridadess y con los afectados, quienes afortunadamente no sufrieron daños. Yo recuerdo todo muy vagamente, pero recuerdo muy bien llegar a mi casa y exclamar con terrible cinismo ante la cara asustada de la tía Luzma que vivía con nosotros: “No te preocupes tanto tía. La vida empieza siempre llorando y así llorando se acaba…” El castigo duró como un año, me quedé sin auto por todo ese tiempo e hice un sincero esfuerzo por no tomar de nuevo. Supongo Supongo qu quee mi mi padre tenía un un grandísim grandísi mo sentimient sentimientoo de culpa por las cosas cos as a las que me exponía cuando él mismo se emborrachaba. Así que después del año tenía ya otro auto deportivo rojo, achaparrado y con una raya negra en el medio. Un año y medio después iba yo a toda velocidad camino a Acapulco en el tercer día de una borrachera, el Monstruo dormido en el asiento trasero y una jovencita de veinte años en el asiento del copiloto. Me quedé dormido como a diez kilómetros de Acapulco. En una curva mi auto golpeó la salpicadera trasera de un taxi Volkswagen que venía en el sentido opuesto, opuesto, con tal int i ntensidad ensidad que le arrancó las l as dos do s llant l lantas as traseras tras eras junto junto con el motor motor y el eje que las sostenía, empujándolo a toda velocidad hacia el acotamiento por donde caminaba una niña como de nueve años con tres gallinas. El taxi atropelló a las gallinas, pasando a unos milímetros de la niña. Los dos tripulantes del otro auto, el Monstruo y yo quedamos ilesos. Bendita sea mi suerte. La pobre mujer que nos acompañaba se pegó fuertísimo en el parabrisas y por fortuna todo quedó en perder una parte de su pelo que que quedó atorado atorado en un una manch manchaa de sangre sangre en el parabrisas parabri sas estrellado. estrel lado. Una vez más, mi mi padre fue a rescatarm resca tarme, e, pagó los daños dañ os del otro vehículo con lo que quedaba del mío, se s e arregló arr egló con las autoridade autoridadess y pasamos la noche en Acapulco. Acapulco. Fui yo mismo quien a los veinte años comprendió que no podía seguir con eso. Así
que decidí irme a Washington DC donde vivía una hermana de mi mamá a probar suerte y tratar tratar así as í de cambiar cambiar un unaa vida vid a que era obvio no term terminaría inaría bien. bi en. Mi herman hermanaa me me contó contó después que el día que me me fui, fui, vio a mis mis padres pad res sentados s entados en su cama, tomados de la mano, llorando. —Fallamos como como padres —le —l e escuchó escuchó decir a mi padre. Encontré un buen trabajo allá y me iba muy bien. Sin embargo, seguí tomando de vez en cuando y también me metí en problemas con las autoridades allá, así que no me salvé de pasar un par de noches en una cárcel en Carolina del Norte. a donde había ido de paseo con mi nuevo cómplic cómplicee de fechorías fechorías:: Alex, otro monstruo onstruo igual igual que mi primo, igual que yo. A pesar de mis esfuerzos, de todos los problemas que me causaba, mi alcoholismo siguió acompañando un tremendo dolor y una profunda soledad que sentí por much muchos os años más. más. Y este tampoco es el secreto que quiero contarte. Alguna vez, ya al final de mi matrimonio, me fui a comer con mi bebé de dos años y su mamá a un hermoso restaurante. Como en todas las relaciones que ya van de salida lo que pudo haber sido un momento hermoso en familia terminó en discusión, enojo, insultos y en mi propia versión de Atrapado Atrapado sin salida . Mi borrachera y la discusión que empezaron en el restaurante se prolongaron hasta la casa. La pelea aumentaba al mismo ritmo que mi consciencia disminuía. En un momento dado, la mamá de mi hijita se encerró en nuestro cuarto y cerró la puerta con llave. Yo la seguí hasta la habitación y, al ver que me había dejado fuera, le di una patada tremenda a la puerta, el cerrojo se rompió y la puerta se azotó estrepitosamente contra la pared que la sostenía. Justo enfrente, a unos centímetros, estaba mi bebé que se iba acercando para abrir la puerta. Unos centímetros más, un segundo más y la hubiese golpeado con la puerta y si no la mataba, la hubiera lastimado terriblemente. Un tremendo tremendo golpe de consciencia consci encia llegó a mí en ese instante. instante. Caí de rodill rodi llas as observando la carita asustada de mi hijita, dándome cuenta de que estuve a milímetros de lastimar a quien más amo en la vida, el regalo más hermoso que me había dado la existencia. No me lo hubiese perdonado nunca. Guard Gu ardéé por much muchoo tiempo en secreto secr eto este último episodi epi sodioo de mi alcoholis alc oholism mo. Hubiese sido un accidente ¿sabes? Pero uno provocado por mi falta de presencia, por mi falta de consciencia, por haber aceptado la estafeta de mi padre para perpetuar al monstruo. No es que mi padre me la hubiera dado, yo levanté la estafeta del piso donde él yacía bocabajo ese terrible día. En el vía crucis de la cruda del día siguiente pude ver que la existencia me había aplicado la inyección de la que hablaba mi padre. Estaba completamente seguro de que
si volvía a tomar moriría. Muy claramente vi que no soportaría el proceso de divorcio si seguía tomando. En Alcohólicos Anónimos dicen que no cambias hasta que tocas el fondo. A mí la existencia me permitió ver el fondo sin tocarlo, me quedé a unos centímetros. Gracias, gracias, gracias, bendita seas. Desde ese día, hace más de doce años, ni una gota de alcohol ha entrado en mi cuerpo. Y esa “decisión” cambió el rumbo de mi vida. Lo pongo entre comillas para que veas que, en realidad, no me quedaba de otra. Consciencia y voluntad se unieron ese día para que tu servidor “tuviera” que hacer lo correcto. ¿Lo ves? Dadas las circunstancias, mi historia y mi amor por mi hijita: me tocaba ya girar en otra dirección. Y esta combinación de “decisión”, azar, suerte, destino, voluntad y consciencia cambió todas mis relaciones, todas mis conversaciones, todos mis hábitos, el concepto de mí mismo y mi forma de estar en el mundo. Te cuento mis secretos porque al compartirlos los sano y al sanar yo, sanas tú porque somos uno mismo. Te contaré más para que te reflejes en ellos, para que veas que hay esperanza para ti y para todos. Por lo pronto quiero que sepas que ya no soy un hipócrita, que ahora lo que pienso, digo, siento y hago son una misma cosa. Ya no escribo solo de mis mejores intenciones sino desde la experiencia misma. Lo hago por amor. Al amarte a ti me amo a mí mismo pues somos uno solo. TRES Nunca he sido alguien que se rinda fácilmente. En mi matrimonio hice todo lo que pude por salvarlo. Tratamos diferentes terapeutas y procesos pero no funcionaron. Recuerdo que primero le decía a mi esposa: —¿Por qué no eres feliz? Si tenemos todo lo que queremos. Nuestra hijita está sana y preciosa y yo te quiero mucho. Somos privilegiados, vivimos mejor que el noventa y cinco por ciento de la humanidad. —Pues no soy feliz —me contestaba. No podía serlo. Tenemos muchos una sensación inconsciente de que no merecemos nada bueno. Recuerdo que después ya le decía: —Mi amor, si tú no quieres ser feliz, yo sí quiero serlo. Así que te pido que, por el amor de Dios, me dejes en paz. Vive tu sufrimiento pero no me molestes. —No podía evitarlo. —Ya no puedo más con esto amor, soy terriblemente infeliz contigo —le dije cuando fue evidente que lo nuestro te-nía que terminar por el bien de todos. Conocí a la que sería la mamá de mi hijita en una feria de libros. En ese entonces estaba bastante jodido. Yo mismo llevaba a imprimir a una prensa los dos pequeños
libros con los que empecé, y junto con un par de obreros ideamos la forma de encuadernarlos, los métodos convencionales no servían pues eran libros en miniatura, doscientas cincuenta y seis páginas en un formato de solo cinco por siete centímetros (un poco más grandes que una cajetilla de cerillos) Inventé también la forma de darles el acabado final, lo que yo mismo hacía varias horas al día en una pequeña guillotina destartalada. Al terminarlos subía mis cajas a la vieja camioneta que me prestaba mi madre y andaba por diferentes ferias ofreciendo yo mismo mis minilibros, y haciendo circo, maroma y teatro para venderlos. Mi querida prima Tania había invitado a Gena a una plática de superación personal que yo improvisaba para atraer al público, y así inició nuestra relación. Esos libros de miniatura eran solo uno más de los variados “inventos” míos para hacer dinero. Posters en tercera dimensión, lentes de broma de rayos X y hasta planillas de chicles numeradas con premios fueron algunas otras de las “ideas locas de Paquito”, como les decían mi familia y el par de obreros que me ayudaban. Cuando decidimos vivir juntos, por no querer hacerlo en un cuarto de la casa de mi madre, vivimos en un departamento diminuto improvisado que rentábamos al fondo de una casa: un cuartito horripilante, una salita de cuatro por cuatro y una cocinita en donde, por varios meses, tuvimos para sentarnos a comer una mesa de lámina de cantina con un enorme logotipo de cerveza en el centro que combinaba con cuatro sillas metálicas despostilladas. Ahí compartíamos las pizzas y los tacos que nos llevaban nuestros amigos al visitarnos, porque sabían que era probable que no tuviéramos para comer ese día. Seis meses me tardé en comprar, en dos mil pesos, un sillón de tela plástica verde. —Para que si se vomita nuestro bebé (que ya estábamos esperando) podamos limpiarlo fácilmente —le dije a mi mujer para ocultar mi terrible vergüenza. La pobre sufrió mucho el embarazo porque no teníamos privacidad y para empeorar las cosas, estaban construyendo arriba, así que eran martillazos todo el día. Recuerdo que golpeaba el piso con los pies, llena de rabia y frustración. Como por el cuarto mes del embarazo me harté de estar jodido y “decidí”, inspirado por la ilusión que me daba ser padre, que me haría rico. Lo planeé todo: en el diminuto escritorio que estorbaba en la entrada y usando la computadora vieja que tenía, terminé los cuatro libros que había dejado inconclusos años atrás, y escribí otros cuatro. De ahí me fui a las librerías y cadenas comerciales y convencí a todo el mundo de vender mis libros; para cuando nació mi preciosa hijita ya pude pagar el mejor hospital, el mejor doctor y el mejor cuidado para ellas dos. Para los treinta y cinco ya tenía yo más dinero del que nunca tuvimos. Suficiente para vivir en una residencia de dos pisos en una de las mejores zonas de la ciudad, con dos acuzzis, uno en mi estudio y otro en el enorme baño de la enorme recámara principal
que, en sí misma, era más grande que nuestro departamentito anterior completo. A esa edad había ya cumplido todas las que yo pensaba eran mis metas. Había obtenido todo lo que me había propuesto tener: el éxito, el dinero, el reconocimiento, la casa, la esposa, la hijita, los coches, los juguetes, la cocinera, las sirvientas, todo… por un momento. Dicen que cuando el dinero falta, el amor sale por la ventana. Pues en nuestro caso fue al revés. Cuando llegó el dinero, empeoraron los problemas. Algo le impedía a mi esposa relajarse y disfrutar. Sentía una culpa terrible por lo bien que nos iba. Daba propinas de quinientos pesos y se llevaba a las muchachas que ayudaban en la casa a restaurantes de lujo, y claro que no hay nada malo en eso, pero lo hacía por culpa y ellas ni lo disfrutaban. A mí por supuesto me sacaba de quicio. —¡Tienes mucho dinero! Así que, ¿qué te importa? —me retaba cuando la cuestionaba. —Amor, nuestro dinero es resultado de mi trabajo, mis ideas, mi creatividad. Además es terriblemente injusto: ¡Mis obreros tardan una semana en ganar lo que tú regalas en un momento! —Era inútil tratar de hacerla entender, la culpa que sentía tenía que ser calmada con más que palabras y razonamientos. Sin consciencia simplemente reaccionamos de forma automática a patrones que aprendimos en la infacia y, sin quererlo lastimamos a los que más amamos, creamos conflictos una y otra vez y nuestra vida es un una constante resistencia a todo lo que se nos presenta. Sin un trabajo interior lo peor que puede pasarte es el éxito y la felicidad. ¿Sabes? Inconscientemente harás lo que sea necesario para sabotearlo. Hemos sido condicionados por la familia, la sociedad y la religión, a sentir que no merecemos. Así que conscientemente todos deseamos estar mejor y vivir felices, pero una parte inconsciente, la que realmente rige tu vida , te mantiene a raya, mantiene tus metas pequeñas y tus expectativas bajas. Y, si por azares de la vida, te va mejor de lo esperado, esa parte de ti, de donde vienen tus verdaderos miedos y motivos, se encargará de ponerte en tu lugar. Ya sea con conflictos en tus relaciones, un accidente, un grave error o un secuestro. —Sabías que había una sola cosa que no te iba a perdonar mi amor. Le dije a mi mujer el día que dejó de serlo. —No sé de qué me hablas —me dijo tratando de fingir, pero el susto se mostraba en sus hermosos ojos verdes. —Te hablo de esto: —le dije arrojando la laptop abierta sobre la cama. Seguro que la sangre se le fue hasta los pies, igual que a mí cuando me enteré. Ahí en la pantalla estaba abierto un mail que le había mandado su amante, su entrenador de natación, y en donde no quedaba duda de que estaban teniendo una aventura.
Ya antes antes la había confrontado confrontado con otras “pistas” “pi stas” que había dejado deja do por la casa y que había negado. Sin embargo, esta vez no le quedó más que admitirlo. Dejamos evidencia y señales de nuestras mentiras y trampas porque inconscientemente queremos ser descubiertos. Detrás de la infidelidad de la que fue mi mujer había un tremendo deseo inconsciente de acabar ya con la relación. Se le cumplió. El inconsciente es lo que rige nuestra vida, a menos, claro, que trabajemos en nuestra capacidad de estar presentes. Solo entonces tendremos la capacidad de elegir y solo entonces eligiremos la armonía, la paz, el amor y la compasión. De ningu ninguna na manera quisiera quisie ra hacer parecer par ecer que la infidelida infidel idadd terminó terminó con nu nuestro estro matrimonio. Lo más seguro es que la infidelidad se dio porque ya había terminado. El fin de nu nuestra estra relac re lación ión tuvo tuvo que ver con mi mi alcoholis alc oholism mo, con mi trastorno de déficit de atención, con la historia de la mamá de mi hijita, con sus miedos y los míos, con sus necesidades insatisfechas y las mías, con mi propia historia y con un montón de cosas más. Años más tarde descubrimos que Gena tenía un desbalance químico que con medicamento fue finalmente controlado. Ahora vive feliz con su nuevo esposo. Sería Serí a muy gratificante para par a la mente mente encontrar encontrar una una razón específic espe cíficaa de por qué suceden las cosas, pero no la hay. Cientos de miles de variables se combinan en una vida y millones de ellas en dos vidas que se unen. Sin consciencia y sin voluntad, el que una relación funcione es más una cuestión de suerte que de cualquier otra cosa. Sin embar embargo, go, nos gusta gusta culpar. Nos da un unaa falsa sensación sensaci ón de seguridad. Encontrar Encontrar un culpable disminuye nuestro miedo y nuestra propia culpa. Intentamos así ponerle orden al inmenso caos que es el Río de la Vida. “Es que si él no hubiese hecho eso, las cosas serían diferentes”, “Ella tiene la culpa de lo que pasó”, “Él debió de… Ella no debió de…” nos gusta afirmar sin darnos cuenta de que siempre hacemos lo mejor que podemos… odemos… siempre hacem hacemos os lo único que podemos.
Hasta que no se s e unen consciencia consc iencia y voluntad volunt ad no decidimos decidi mos nada. La consciencia conscienci a no se desarrolla inconscientemente inconsci entemente y la l a voluntad no se ejercita involuntariamente. invol untariamente. [5] “No hay coincidencias…”, repite un montón de gente floja que no se toma un segundo para recapacitar recapac itar antes antes de regurgitar regurgitar en cualquier cualquier oportunidad oportunidad los clichés idiotas que escucha escucha en otras partes. Cuando Cu ando alguien alguien dice “No hay coincidencias” en realidad reali dad quiere quiere decir “No hay casualidades”, y las dos tonterías implican que hay un plan detrás de las cosas que pasan, que todo está predeterminado. predeterminado. Sin embargo, embargo, si todo está destinado a suceder como sucede, no somos libres, somos meros espectadores en una obra de teatro que no escribimos. Somos peones, títeres que “alguien” mueve de cierta forma para “algo” que sólo él conoce. “Todo “Todo pasa por algo…” algo…” repiten estos perezosos perezosos ment mentales ales intent intentado ado decir en realidad reali dad
“Todo pasa para algo…” Queriendo implicar lo mismo: que detrás de todo lo que sucede hay un plan. La realidad reali dad es que todo son coincidencias y casualidades y todo pasa sólo porque pasa. Nos corresponde corre sponde a nosotros nosotros darle el significado significado a lo que vivimos. Depende Depende de nosotros en qué enfocarnos, y bien crecer y aprender con lo que nos presenta la vida, o bien caer y derrotarnos. Corresponde Corres ponde a nosotros estar e star abiertos abi ertos a lo que nos nos toque toque vivir vi vir y salir adelante más más fuertes, más más sabios, sabios , conscientes. Bien, pues por pura coincidencia iba en mi auto un día con el radio sintonizado en “WFM”, justo cuando Balam Ibarra anunciaba el taller de relaciones donde yo le conocí. Fue él quien me puso en contacto por primera vez con la filosofía de los Indios del Norte, y él después se convertiría en mi entrañable amigo, mi hermano y maestro. Fue tambié tambiénn por puro puro mil milagro, agro, porque porq ue eso son precis pre cisam amente ente los milagros: benditas coincidencias que, aunque muy poco probables, suceden , al día siguiente de enterarme que mi matrimonio tenía que terminar, salía yo, por segunda vez, hacia la ceremonia de La Danza del Sol en Arizona con Marco Amezcua, quién se convertiría también en mi amigo amadísimo, mi padre adoptivo y maestro. CUATRO Si eres sensible cualquier encuentro puede transformar transformar tu vida.[6] La Danza del Sol[7] Sol[7] no solo cambió mi situación de vida por completo sino que, el día del secuestro fue lo que me permitió seguir viviendo. Si recapacitas un poco te darás cuenta de que una gran parte de tu historia ha sido moldeada por una serie de encuentros y eventos que se han dado de forma azarosa. La mayoría de la veces has reaccionado de forma automática de acuerdo a un destino impuesto del cual no estás siquiera consciente, y solo en unas pocas ocasiones, tu grado de consciencia y tu voluntad te han permitido elegir una opción que mejorará tu situación de vida o que romperá definitivamente con ese destino que tú no elegiste. Yo conocí a Marco Amezcua Amezcua cursando la maestr maestría ía en terapia terap ia gestalt y, y, para ser bien bie n sincero, me caía mal. Me parecía en ese entonces que tenía una careta de gurú y me chocaba que siempre citaba a todos los autores que leía. Un día lo invité a mi casa y cuando le comenté esto, se quedó pensativo y dijo: “Mmmh, voy a considerar lo que me dices.” Después de eso, empezó a caerme bien y después, por azares del destino, se desarrolló entre nosotros una amistad entrañable. Gracias, gracias, gracias, bendito sea el azar. Leonard Leonard Crowdog, Crow dog, un viejo, vie jo, rojo, rojo , obscuro obsc uro y enorme enorme indio indio sioux sio ux lakota, descendient descendie ntee
directo direc to de los legendarios legendarios Crazy Horse y Siting Bu Bull, ll, organiza organiza varias varia s Danzas Danzas del de l Sol en Estados Unidos y ahora en México, y lo hace, por un lado, para mantener viva la tradición de sus ancestros y por otro, más importante, para devolverle a su pueblo el orgullo de ser nativo americano que les fue robado durante la conquista. Esto lo vio claramente el gobierno norteamericano y prohibió la danza por muchos años argumentando que era demasiado salvaje y agresiva. Aun ahora, ha sucedido que la policía olic ía interrum interrumpe pe danz da nzas as y obliga, metralleta metralleta en mano, mano, a los l os participantes pa rticipantes a detener detener su ceremonia porque saben que en ella se reúnen líderes, revolucionarios, activistas políticos y guerrer guerreros os que luchan luchan por los derechos de su gente gente y por el bienestar de sus comunidades. Crowdog Crow dog es un unaa leyenda viviente, viv iente, un rebelde rebe lde,, profundamen profundamente te respetado res petado por quien realmente sabe de él, amado y admirado por quienes le conocemos. Él hace lo que sea necesario no solo para sanar la tremenda herida de la conquista en su pueblo sino también para que su gente considere perdonar a sus agresores y empezar una nueva historia juntos. Lo anterior le ha creado enemistades, críticas y calumnias de ambos lados, varias visitas a la cárcel y estar constantemente vigilado por el FBI. Poder estar en su presencia es un privilegio del cual me siento profundamente agradecido. Él es el Martín Luther King, el Gandhi, el Mandela de su pueblo; así de importante ha sido su influencia en el mundo de los nativos americanos. Conocerle en persona ha sido otra bendita coincidencia coincidencia en mi mi vida. Ya está muy muy cansado, cansado , se levanta le vanta y camina camina con la ayuda de otros y apoyándose apoyándose en e n su bastón y aún así, sigue sigue dando d ando toda su energía a la gen gente. te. Él sabe que necesitamos necesitamos de la danza danza para par a reafirm re afirmar ar nuestro nuestro compromiso compromiso cada año. a ño. Él sabe que la l a discipl dis ciplina ina nos ayuda ayuda a recordar lo importante, sin ella pronto caemos en la inercia de una sociedad inconsciente. Para eso nos sirven también las malas[8] malas [8] y toda la parafernalia de nuestros rituales. La primera vez que me invitó Marco a la Danza, un año antes, quedamos de vernos en El Paso, donde yo yo celebraba cele braba el e l 4 de julio con c on la famili familiaa de mi esposa. Ese Es e día hu hubo bo una una tormenta eléctrica que dejó sin teléfono a la mitad del pueblo. Al no podernos comunicar, mis amigos tardaron seis horas en encontrarme. De no haber insistido en buscarme. uscarme. Yo me lo hu hubiera biera perdido. Ni estaría aquí, ni este libro libr o esta-ría siendo escrito. Nota por favor que si todo t odo pasara por algo , la tormenta tendría la intención de que yo no fuera a la Danza, sin embargo, el amor y determinación de mis amigos fue lo que permitió que me encontraran a pesar de lo que pasó. Fui como como observador, obser vador, “como antropólogo”, antropólo go”, dije de broma, y me pareció parec ió una una comple completa ta locura. Interesante claro que sí, pero algo que no tenía nada que ver conmigo y en lo cual no estaba dispuesto a participar. participa r. No sabía nada: ni de la vida, ni de la responsabilidad, res ponsabilidad, ni de la discipl di sciplina, ina, ni ni del amor, amor,
ni del valor, ni de la consciencia, ni la voluntad. A pesar de creerme la gran cosa con mis libros y mi “éxito”, era un monigote endeble e indefenso, movido en automático por lo que me sucedía, por mis miedos y mi personalidad: una forma de ser que es moldeada por factores totalmente fuera de nuestro control. Y aun así , en tu personalidad se esconde tu destino. La segunda vez fue diferente. La segunda vez fui abierto a todo. La infidelidad de mi mujer y el evidente fin de mi familia, de golpe me hizo consciente de la mentira en la que vivía. El castillo en el aire que había construido se empezaba a derrumbar y yo estaba ya absolutamente harto de ser un pelele, alcohólico, fumador, co-dependiente, pusilánime, acartonado y aburrido. Estaba yo dispuesto a hacer lo que fuera necesario, a colgarme incluso de un árbol y arrancarme pedazos de piel para romper con una vida entera de inercia, con todos mis miedos y costumbres inútiles. Yo no lo sabía entonces pero mi ser completo clamaba por consciencia y voluntad. Las crisis te pueden despertar, ya sea que aproveches las que se te presentan, o esperas a que la vida siga mandándote otras hasta que entiendas. La mayoría de las personas van de crisis en crisis y se mueren sin entender. Así que, lo que me pareció una completa locura un año antes, se me presentaba de nuevo como la herramienta más poderosa para ejercitar mi consciencia: la capacidad de ver las cosas como son; y mi voluntad: la capacidad de actuar en consecuencia . [9] La Danza del Sol es una experiencia tremenda. Es una ceremonia de cuatro días y cuatro noches de ayuno total de alimento y agua que se lleva a cabo bajo el inclemente sol del desierto de Arizona. Los días inician a las cuatro de la mañana con un Inipi ( la versión Lakota de los temascales) en el que se suda y se canta preparando el inicio de la jornada y terminan antes de que se meta el sol, también con un inipi en el que se canta, se suda y se agradece haber sobrevivido. En la Danza literalmente se reta a la muerte; el hambre y la tremenda sed que van aumentando cada día, ponen a los participantes en profundo contacto con su vulnerabilidad. El calor, el cansancio, el sonido del tambor y las canciones, el movimiento rítmico, el incienso de cedro, el dolor de los pies desnudos al tocar la arena ardiente, el hambre, la sed y cada elemento de la ceremonia se combinan para crear en el danzante un estado alterado de consciencia: más atento, mucho más sensible, que le permite tener profundas epifa-nías sobre su vida y la existencia en general. Es común que, durante la ceremonia, algún participante se desmaye porque llegó a su límite físico. En la danza, se celebra cuando esto pasa pues justo en el momento de
perder el sentido se puede recibir lo que se llama una visión, un profundo entendimiento que puede cambiar tu situación de vida o darte una misión clara sobre lo que tienes que hacer. Por supuesto que de inmediato se atiende al que sufrió el desmayo, se le da agua y se le lleva a descansar. El sufrimiento de los participantes (porque la Danza se sufre), es llevado al límite cuando se hace un corte con un escalpelo en la piel de los danzantes, donde se introducen unas estacas de madera que ellos mismos han labrado. Las estacas se sujetan a un arnés de hilo de algodón que después se amarra a una cuerda que cuelga del árbol sagrado en el centro de la ceremonia. El danzante habrá de acercarse y alejarse del árbol cuatro veces y después tirar con todas sus fuerzas para que la piel se reviente y finalice así su piercing u ofrenda. La piel es tremendamente resistente; no son pocas las ocasiones en las que el danzante no jala con suficiente fuerza y cae de rodillas frente al árbol todavía sujeto a la cuerda. Tendrá que intentarlo de nuevo hasta que la piel se rompa. Hay otras formas de hacerlo, bien puede pedirse a los jefes que sea un caballo el que ale el arnés, entonces se pasa una cuerda por encima de una rama en el árbol y un caballo, hábilmente jineteado por uno de los líderes, se encarga de dar el tremendo alón a la cuerda que desprenderá las estacas. Yo elegí otra forma de hacerlo: elegí la que me pareció más difícil: las estacas fueron encajadas en la piel de mi espalda a la altura de los omóplatos, y el arnés fue amarrado a seis cráneos de búfalo atados uno tras otro, y que yo tendría de jalar alrededor del círculo sagrado, cuatro veces. Lo más difícil que había hecho en mi vida hasta entonces. Así soy yo. Todo o nada. Recuerdo que lo hice desobedeciendo las instrucciones de Marco… se molestó mucho conmigo. —Si yo hiciera todo lo que me dices, no aprenderíamos mucho los dos —le comenté. —Pues sí, pero nos vas a hacer sufrir a todos —me contestó. —No quiero que sufran por mí. Sólo que me acompañen —fue mi conclusión. Metafóricamente puse encima de esos cráneos de búfalo todo lo que quería dejar atrás, mis miedos, traumas, debilidades, dependencias. Arrancarlas de mí, parirme a mí mismo. La mayoría de nosotros no nos damos cuenta de nada, repetimos automáticamente los patrones heredados de la sociedad y morimos creyendo haber vivido “nuestra vida”, cuando en realidad vivimos un refrito de la historia de nuestros padres, de la historia de la humanidad entera. Algunos nos damos cuenta de lo que pasa y no tenemos la voluntad para hacer nada al respecto. Un matrimonio que no es más que una fuente de conflictos y tristeza se prolonga toda una vida porque ninguno de los dos tiene la voluntad para terminarlo. Podemos estar conscientes de que debemos dejar de fumar pero morimos de cáncer por
no tener la voluntad de hacer lo que se requiere. El alcohólico puede estar consciente de todos los problemas provocados por su adicción, el mentiroso puede estar consciente de que no es honesto, y el adúltero sabe del dolor que causará su comportamiento. Sin embargo, ninguno de ellos tiene la voluntad para actuar en consecuencia. Cambiar es dificilísimo. Cualquiera que te diga lo contrario, te miente o quiere venderte algo. Todo dentro de tu ser y a tu alrededor se resiste al cambio. La fisiología y la química de tu cerebro, la estructura de tu mente, tu genética, tus seres queridos, la sociedad, todo. Es por eso que la consciencia avanza tan lentamente en nosotros y en la humanidad entera. En mi caso, a pesar de todos los libros que leí y escribí, de todos los talleres que dí y a los que asistí, después de dos años y medio de tomar terapia, incluso después de terminar mi maestría en Gestalt y de ya ofrecer terapia yo mismo; las estructuras básicas de mi personalidad: mis traumas, mis miedos, mis limitaciones seguían intactas. Por supuesto que había mejoras en mi vida pero en el fondo, los cimientos permanecían iguales. Marco Amezcua y nuestros ancestros, los que idearon la Danza del Sol, lo sabían. Estaban conscientes de que nos aferramos a nuestra historia porque, aunque sea miserable y nos tenga totalmente insatisfechos, nos da un sentido de identidad. Creemos que somos nuestra historia así que defendemos nuestra neurosis, nuestra tristeza, nuestra soledad, nuestras adicciones, nuestra pobreza, problemas, quejas y amargura. Inconscientemente les atesoramos. Ellos sabían que solo aquel que tiene un deseo enorme y ardiente de mejorar su situación de vida lo logrará. Menos que eso, no será suficiente. Con esa claridad, idearon un instrumento para llevar al límite al que se atreviera a participar. Sabían que tienes que sentir que te mueres, que tienes que desnudarte de todas tus creencias acerca de ti para poder ver tu esencia, que tienes que hacer un esfuerzo inmenso, tu máximo esfuerzo; tienes que arrancarte del cuerpo, de la piel, de la mente lo que te ata al pasado, matar al antiguo “yo” para dejar que nazca un nuevo ser capaz de ver lo que es y actuar en consecuencia. En ese entonces yo no sabía nada de eso. Fueron mi corazón y el amor de Marco los que me guiaron a través de la Danza que se convirtió después en parte de mi vida. Llevo catorce años participando en ella y ahora me toca acompañar a quien, como yo, tenga ese deseo ardiente de aumentar su consciencia y ejercitar su voluntad. Hace cartorce años también que sigo, junto a Marco Amezcua, Rosi, su esposa y Balam Ibarra, el Camino Rojo, la filosofía de los indios del norte. A través de inipis y ceremonias compartimos esta forma de vida y estamos formando una enorme familia
con la intención de ser coherentes, con el firme compromiso de hacer de nuestros pensamientos, palabras y acciones una sola intención, una sola canción, un solo corazón.[10] Después de tanto tiempo, somos ahora líderes que, aun así, sabemos respetar y obedecer. Con años de esfuerzos y entrega, apegándonos y respetando fielmente la tradición en la cual tuvimos la fortuna de ser adoptados, se nos ha concedido el permiso de llevar la ceremonia del inipi y el Vision Quest, otra importante herramienta de trasformación, a nuestra gente. Leonard Anthony, líder de la Danza en Arizona, nos acompaña y con respeto y amor afina nuestro trabajo con la gente. El cambio siguió dándose gradualmente en mí en los años posteriores, pero esa Danza, que fue el inicio de una valiente y entregada búsqueda espiritual, me permitió regresar a mi casa, poner límites claros, divorciarme, separarme de mi hijita de forma amorosa y responsable, y romper así con una identidad de co-dependencia con la que había cargado toda mi vida. Ese fue el inicio de un viaje de autoconocimiento que sigue siendo el centro de mi vida y de lo que quiero compartir con la gente. En la Danza, cada vez que salimos a otra ronda de baile después de haber descansado un poco y justo antes de llevar a cabo el piercing , los líderes gritan “Hoka Hey”, que es un grito de guerra que nos llega profundo al corazón y nos conecta con la voluntad de seguir adelante a pesar de estar completamente exhaustos. “¡Hoka Hey! ¡Síganme! ¡Síganme! ¡Hoy es un buen día para pelear, hoy es un buen día para morir,” gritaba Crazy Horse a sus guerreros antes de las batallas. CINCO ¡Hoka Hey! …fue justamente lo que grité en mi mente el día del secuestro, antes de hacer lo que hice: Poco a poco me fui incorporando y preparando mi ataque. —¡Agáchate hijo de la chingada! —me gritó el gorila apretando su antebrazo sobre mi costado. —Deja me acomodo por favor, que me está dando un calambre —mentí. —Vas, pero de volada cabrón —dijo aflojando un poco el brazo con el que me sostenía. En ese momento me levanté lo más rápido que pude, me quité de encima la chamarra que me cubría y todavía me di el lujo de gritarles: —¡Si me van a matar, mátenme aquí, hijos de la chingada!
Me abalancé sobre mi captor y fui directo a su cuello que logré agarrar justo como había planeado. Con mucho esfuerzo, usó sus prietas manos de gorila para zafarse y entonces empecé a golpearle la cara con los puños. Me tomó de las muñecas en un intento de someterme pero yo estaba hecho un animal salvaje, un guerrero lakota. Le mordí los dedos pulgares hasta sentir el hueso para que me soltara. No sé como es que acabé sentado encima de sus piernas, ambos viendo hacia el frente de la camioneta. De reojo vi a la mujer aterrada, recargada en el tablero y empecé a golpearlo en la cara lo más fuerte que podía con el codo derecho, una y otra y otra vez gritando como un loco. —¡Ayúdame! ¡No puedo con este cabrón! —le gritaba el que ahora era mi víctima al que conducía. —¡Mátalo! ¡Mátalo ya! —gritó desde adelante. Tenía que seguir controlando el vehículo. Fue en ese momento que me di la vuelta y le piqué los ojos con los pulgares… No se los piqué, se los saqué. Introduje mis dos pulgares en la cuenca de sus ojos y clarito sentí la bola del ojo en las palmas de mis manos. El conductor frenó rechinando estrepitosamente las llantas y al darme cuenta de que mi oponente estaba ya fuera de combate, busqué la manija, abrí la puerta y salí arrastrándome hasta el pavimento. Me puse de pie de inmediato y empecé a correr en contra del tráfico. Aún no me sentía a salvo, pues esperaba recibir un balazo en la espalda en cualquier momento. No sucedió. En el forcejeo había perdido un zapato, mi camisa estaba hecha jirones, despeinado, manchado de sangre y con una cara de loco, le pedía a los conductores que pasaban a mi lado que me ayudaran. Nadie se detuvo y no los culpo. Después de unos minutos, una patrulla se detuvo frente a mí y, al explicarles lo que me había sucedido, los dos agentes que la tripulaban me auxiliaron. No hicieron siquiera el intento de seguir a los delincuentes, y no me importó en lo absoluto. Estaba eufórico. —¡Me salvé! ¡Me salvé! —gritaba en la parte de atrás de la patrulla—. Hice lo que tuve que hacer y me salvé cabrones —gritaba como loco ante el asombro de los policías, sintiendo dentro de mí la fuerza de un guerrero sioux que ha-bía ganado una importante batalla. Los patrulleros, después de ofrecerles una gratificación, me llevaron a mi casa. Cuando cedió la euforia, me llené de miedo al recordar que los delincuentes tenían todos mis datos y mi celular, desde el cual, cuando una amiga llamó esa misma noche, ellos contestaron: —Dile a ese cabrón que se va a morir.
Al otro día, reporté el robo de mi camioneta, compré un boleto a El Paso, Texas, donde vivía mi hijita con su mamá, y salí huyendo de la vida que llevaba en ese entonces. No salí huyendo de la vida, en realidad salí huyendo de las circunstancias de mi vida. Tenemos esta idea errónea de que poseemos una vida. Decimos “mi vida” como si fuera algo ajeno a nosotros y hubiera alguien ahí que fuera el dueño de una cosa que se llama vida. No tenemos una vida, somos la vida. La vida es un solo fenómeno que une a todo lo vivo. El río puede no tener remolinos pero sin río no hay remolinos. Los remolinos vienen y van, pero el río sigue su camino.
No le puedes quitar la vida a un individuo porque al hacerlo el individuo desaparece, pero sí puedes quitarle un individuo a la vida, el individuo termina, la vida sigue.[11] Y a este remolino, tu servidor, se le permitió seguir girando un rato más. Y no es algo que hizo el remolino sino que a través de él, la vida hizo lo que tuvo que hacer para seguir girando en él. Podría parecer, de alguna forma, que el salvarme ese día fuera mi mérito, pero en realidad, pasó e hice lo único que pudo haber pasado y lo único que pude haber hecho; dada mi historia, dadas mis circunstancias, dada mi forma de ser, dado mi karma ¿lo ves? Te ruego que hagas un esfuerzo por ver que “karma” es una metáfora que ilustra que todo lo que sucede está unido, no como causa y efecto, esa es una visión miope de la vida, sino como una absoluta interconexión de todos los sucesos, todas las personas, todo lo que existe. Lo que pasó ese día tiene que ver con la muerte de mi padre y con toda su vida, tiene que ver con sus miedos y los míos, con su historia y con la de sus padres; tiene que ver con la suerte que tuve de conocer a Balam Ibarra y a Marco Amezcua, y con el hecho de que él me invitó y yo acepté su invitación a la Danza del Sol y, así, tiene que ver con lo que ahí aprendí, y con Leonard Crowdog, todos mis maestros nativo-americanos y su cultura. Tiene que ver con mi hijita y su mamá, y el amor que le tengo y ahora, con su historia. Además, ese evento está relacionado de alguna forma con los millones de personas que leen mis libros[12] ¿Lo ves? Si un solo factor hubiese sido diferente, yo no estaría aquí y las circunstancias de vida de todos mis seres queridos serían diferentes, tal vez las de mucha gente que se ha inspirado con mis escritos para hacer un cambio en su situación de vida y, con eso, la situación de vida de todos sus seres queridos. ¿Puedes ver que todo está conectado? No es que tengas una existencia sino que tú eres la existencia. Si una sola cosa cambia en tu situación de vida, si tú logras hacer un cambio importante, influirás en todas tus relaciones y a fin de cuentas en la existencia
misma. Y es una paradoja increíble porque en esta interconexión, el individuo ( si ejercita su consciencia y su voluntad ) puede tomar pequeñas decisiones (muy pequeñas en realidad en momentos clave de su historia de vida) e influir en el Todo. Y así somos co-creadores de la realidad. No de la forma tonta que lo explica la metafísica barata, sino a través de esta interconexión del Todo. Thich Nhat Hanh, un maestro zen, acuñó la palabra “interser” para hacer claro que todo está relacionado. Justamente los indios del norte tienen una metáfora para ilustrar la conexión entre todas las cosas y todos los sucesos. Ellos imaginan la existencia como una tela de araña que une todo lo que existe. Cualquier pequeño movimiento en una parte de la telaraña afecta el todo. La filosofía zen añade a esta imagen una gota de rocío en cada una de las uniones de la telaraña, cada gota se refleja en todas y en sí misma muestra el reflejo de todas las demás. Así de sutil es la conexión entre tú y todo lo que existe. Cualquier pequeño cambio en ti se verá reflejado en el mundo entero. SEIS El éxito había fracasado… la familia no se logró, las buenas intenciones no fueron suficientes y la acumulación no ofrecía consuelo alguno. No pasó mucho tiempo entre el divorcio y el secuestro, así que para abril del 2002, estaba yo golpeado y asustado, separado de la que fue mi esposa y de mi hijita, enojado con la vida y con la gente a quien, en mi inconsciencia, quería ayudar. Totalmente perdido. No tenía casa, ni piso, ni raíces. Le perdí el interés a mi negocio y después de vivir en El Paso por unos meses, tuve la tremenda necesidad de irme a alguna parte. Aún no sabía a dónde.
Sincronicidad [13] llama Jung a esas increíbles coincidencias que son tan sorprendentes que parecieran que nos son enviadas como señales en nuestra vida. La danza de la realidad[14] llama Jodorowsky a esos eventos que, sin estar relacionados parecieran un mensaje de “algo o alguien” sobre lo que debemos hacer. o una confirmación de que vamos por el buen camino. Hay tantas coincidencias así en mi vida que ya me he acostumbrado a ellas y, aun así, no dejo de poner atención, maravillarme y agradecerlas una y otra vez. Haz un esfuerzo por ver que es nuestra mente la que hace la conexión entre dos eventos que no tienen ninguna relación y lo hace después de que suceden. El milagro no se da afuera ni guiado por nada sino dentro de nosotros al darle significado a lo que nos sucede y al relacionarlo con una historia que es creada también por nuestra subjetividad. Si una mañana te la pasas pensando en alguien que no has visto en años y ese día te lo
encuentras, en ese instante tu mente relaciona dos eventos que no tienen nada que ver y te sorprendes enormemente por la agradable sorpresa. Te maravillas por lo poco probable que suceda y tu mente busca explicaciones: “¡Lo llamé con mi mente!” “¡Qué poderosa es!” La realidad es que has pensado en esa persona cientos de veces y no te la has encontrado, en esas ocasiones no ha sido importante y de inmediato lo olvidas. El pensar en alguien solo se vuelve significativo cuando te lo encuentras, después de que los dos eventos por mero azar coinciden. Con esto no quiero menospreciar las hermosas coincidencias que nos regala la existencia, de hecho las considero un milagro[15], un misterio maravilloso. No trivialices estos milagros con explicaciones tontas y supersticiosas, con los infantiles clichés que te da el New Age; respétalos y humildemente acepta que suceden simplemente porque suceden. Un día me pidió mi querida prima Tania que la acompañara a que le leyera el tarot una famosa astróloga que tenía un programa en la cadena televisiva donde ella trabajaba. Yo soy escéptico y muy curioso, así que la acompañé con gusto. Una vez que terminó de adivinarle el futuro a mi primita, me preguntó si yo quería que me leyera las cartas. Accedí escondiendo mi incredulidad y aguantándome la risa. Una sola cosa recuerdo de todo lo que me dijo: que haría un viaje a un lugar lejano y exótico. —¡Qué padre! —le contesté, seguro de que estaba equivocada. En ese momento aún estaba casado y totalmente enfocado en mi negocio, nunca había pasado por mi cabeza la idea de viajar a un lugar “lejano y exótico”. Después de la lectura de cartas, tomamos un te y platicamos sobre varias cosas. Lo único que recuerdo es que me comentó del lugar maravilloso que un Gurú tenía en India. Un paraíso lleno de personas interesantes: viajeros y gente con estilos de vida alternativos; un centro lleno de actividades: retiros, meditaciones y talleres de desarrollo humano. Guardé el comentario en alguna parte de mi mente y no lo recordé por años. Mi estadía en El Paso no fue nada agradable, aunque estaba cerca de mi hijita, sentirme perdido en un país que no era el mío, sin mucho que hacer, en una cultura que no es mi preferida y con un montón de emociones bullendo en mi interior era un verdadero martirio. Dicen que antes de irse al cielo uno tiene que pasar por el purgatorio; pues estuve ahí nueve meses. Revisando mis cosas, seguro ya de que tenía que marcharme, me encontré con uno de mis libros de la maestría: El tao de los tres tesoros[16]. ¿Quién sería el autor de ese libro que me encantaba, sino un gurú que tenía un lugar maravilloso a cuatro horas en coche al sur de Mumbai, en la lejana y exótica India? En ocho días arreglé todo para irme, dejé lista la pensión de mi hijita por varios meses, instrucciones en mi negocio para que lo llevaran en mi ausencia y compré un
boleto de avión a India. Un boleto sólo de ida… me iba por un tiempo indefinido. ¿Me fui a India porque me lo dijo la bruja o me lo dijo porque me iría? ¿Predijo mi viaje o fue ella misma una de los cientos de razones por las que me fui? Las dos cosas, ¿lo ves? La mente quiere siempre encontrar una causa para cada efecto, pero así no trabaja la vida. En la existencia todos y cada uno de los eventos están unidos, todo está sucediendo al mismo tiempo en el eterno momento presente.
Tú mismo eres un evento inseparable en el espacio y el tiempo de todo lo que existe sucede. Eres la manifestación de millones de sucesos, resultado y partícipe de un solo evento que se llama existencia. Haz un esfuerzo y velo[17]. Es imposible para ti tener una existencia separada e independiente de todo lo que existe. Cuando llegué al ashram de Osho no sabía casi nada de él. No sabía lo que encontraría y ni idea tenía de que, lo que me había llevado hasta allá, era mi Ser que seguía anhelando con vehemencia, consciencia y voluntad. Veinticuatro horas en avión y cuatro horas más en taxi (que en India se viven como si fueran diez) me parecieron pocas. En realidad, lo que quería era irme lo más lejos posible. India está justo al otro lado del mundo. Está tan lejos que si avanzas más empiezas a regresarte. Osho[18] es un maestro maravilloso (hablo de él en presente porque para mí es evidente que sigue vivo a través de sus obras, de sus videos, libros, los cientos de centros en todo el mundo que ofrecen sus meditaciones y técnicas terapéuticas, en sus discípulos y a través de mí). Un maestro que asusta a muchos por la fuerza de sus palabras y molesta a otro tanto porque le gusta decir la verdad tal cual es. Es tremendamente controversial porque desafía y cuestiona todo lo establecido, porque promueve la libertad y porque disfruta de crear polémica. Le encanta que la gente piense por sí misma y se deje de chupones, muletas y aspirinas espirituales. Los que no conocen a profundidad sus enseñanzas le critican, le difaman, le condenan y rechazan. Le han llamado el gurú de los ricos por su enfoque abierto hacia lo material, y le han llamado el gurú del sexo por su enfoque de total libertad hacia lo que siempre ha sido un tabú en la sociedad. Nada te prepara en realidad para la India: cuando me dijeron que Mumbai era una ciudad muy contaminada, sonreí y pensé: “Más contaminada que el Distrito Federal es imposible.” “Diez veces más contaminada que eso”, debieron haberme dicho. Todo ahí apesta a diesel y humo, a comino, sudor y tabaco. Pareciera que el smog se puede cortar con un cuchillo. Los autos, los edificios y la ropa de la gente, su cara y pelo están
manchados de humo gris. Cuando me dijeron que estaba sobre poblada no imaginé que vería a miles de personas en cada calle, millones de autos, camiones, bicicletas y más motocicletas de las que había visto en mi vida, cada una de ellas con tres o hasta cuatro personas arriba. Al tráfico se sumaban camellos, elefantes, perros, gatos, caballos, vacas y, desde arriba de los semáforos, los monos parecían disfrutar del absoluto caos y el tremendo ruido de miles de bocinas; todo el mundo toca su bocina a la menor provocación e incluso los camiones te invitan a hacerlo con un mensaje en sus defensas traseras que dice : “Horn please. Thank you.” (Toca la bocina por favor. Gracias). Si quieres imaginar la forma en la que manejan, piensa en el peor conductor de microbus que hayas visto, hazlo tres veces peor y mete doscientos millones de ellos en coches, camiones y richshaws.[19] y ponlos a manejar en estrechas calles llenas de obstáculos, gente, basura, hoyos y animales, donde los semáforos o están apagados o están en verde todo el tiempo. Uno no comprende realmente el significado de la palabra “caos” hasta llegar a India. Todo allá era para mí tan disímil a lo que yo conocía, que los primeros quince días los utilicé para “aterrizar”, y los viví como un sueño en el que todo podía suceder. Después de descansar del jetlag del viaje, fui a conocer el ashram de Osho (ahora le dicen “Resort de Meditación”, y quieren darle una imagen moderna como de centro vacacional donde puedes relajarte y aprender a meditar y tomar talleres. Los encargados del lugar siguen lo mejor que pueden las instrucciones que dejó Osho antes de morir). Despierto en mi sueño veía a cientos de personas salir y entrar por un hermoso y amplio portón donde se asomaba un reluciente piso de mármol blanco, la mayor parte extranjeras, vestidas en túnicas marrón que les cubrían todo el cuerpo. La entrada y el lugar entero desentonaban con el resto de la ciudad donde se alberga: Puna, en el estado de Maharashtra. Era un oasis de belleza, limpieza, lujo y orden, en medio de la pobreza, suciedad y caos. La India es así, los contrastes no pueden ser más evidentes. Debajo del anuncio espectacular del más caro automóvil de la Mercedes Benz puedes ver a los leprosos pidiendo limosna. En mi ensueño no me asombró tanto que me hicieran un examen de VIH [20], antes de tomar todos mis datos y darme una credencial con mi foto. Después del registro pasé a la tienda a comprar lo que necesitaría: una túnica talla “L”, un tapete para meditar, ambos de color marrón; otra túnica y otro tapete blancos, una silla de meditación, un despertador, una linterna y un gafete con un Buda dibujado en medio y donde se leía en letras negras: “En silencio, favor de respetar.” Los primeros días observaba con recelo a este montón de locos vestidos de marrón caminando alrededor del bellísimo ashram con miles de metros cuadrados de mármol blanco, adornado de plantas, bambúes, flores y pavo reales. Veía cómo, con una enorme sonrisa en los labios, se daban al encontrarse, apretados abrazos de hasta cinco
minutos. Los había de todas nacionalidades y muchos de ellos, hombres y mujeres, sin importar su edad, resaltaban por su belleza física. Poco a poco me fui enterando que se trataba en efecto, de viajeros, aventureros, terapeutas, instructores de yoga, fotógrafos, pintores, escritores, empresarios y todo tipo de gente creativa con algo en común: todos buscadores. ¿Buscadores de qué? Yo no sabía aún qué era, y cuando me enteré, me di cuenta de que yo siempre había sido eso: un buscador. A lo largo del día se podía participar en diferentes meditaciones y actividades: clases de yoga, Tai-chi, Chi-Kung, arquería Zen, alfarería, pintura, o bien, uno podía simplemente relajarse en los hermosos jardines, restaurantes y, en especial, en la enorme piscina donde se tomaba el sol en bikinis o trajes de baño también de color marrón. Mis dudas aumentaban al final del día cuando asistía a una meditación que entonces se llamaba “La hermandad de las túnicas blancas”, y que ahora se llama simplemente “La meditación de la noche”. Todos los que se encontraban en el ashram, alrededor de mil quinientas personas, se bañaban y arreglaban vistiendo la túnica blanca y se reunían en el Osho Hall , el salón de meditación principal: una hermosa y enorme pirámide recubierta en su totalidad de mármol negro y verde. Llegábamos temprano para encontrar un buen lugar y para estar listos antes de que iniciara la meditación con un grupo tocando en vivo melodías que aumentaban constantemente de ritmo. Todos los participantes bailaban animados y se emocionaban más y más mientras aumentaba el tempo de la música. Después de veinte o treinta minutos de baile casi en éxtasis, la melodía paraba abruptamente y todos gritaban alzando los brazos: “¡Osho!” La música se-guía de nuevo y se detenía en tres ocasiones más; al final se gritaba tres veces más: “¡Osho!”. Yo por supuesto justificaba mi incapacidad para bailar y disfrutar de la fiesta pensando: “Esto es interesante, pero definitivamente no tiene nada que ver conmigo.” Estaba terriblemente reprimido y hacía lo que podía para racionalizar mi timidez y mi acartonamiento. Al terminar la música, la luz disminuía y todos nos sentábamos en silencio… en absoluto silencio. La instrucción era: “Pindrop Silence”, es decir que si alguien dejaba caer un alfiler todos podríamos escucharlo. Nada de toser o aclararse la garganta, nada de hacer ruidos con la silla o con el roce de la ropa, ni un solo ruido: Pindrop Silence. Después de un intervalo de música y silencio, una pantalla descendía al frente del auditorio y ahí aparecía en video Osho, un hombre delgado y pequeño, de ojos claros y hermosos rasgos indios, con una leve sonrisa, saludando con el típico gesto indio de amasté[21]: con las palmas de las manos unidas frente al pecho; vistiendo siempre una hermosa túnica, unos lujosos lentes obscuros y una gorra que combinaba con su atuendo. Se le veía sentarse lentamente y con todo cuidado en un sillón blanco parecido a un trono, acariciaba su larga barba blanca con ambas manos y en su muñeca relucía un
ostentoso reloj, uno diferente en cada discurso; cruzaba una de sus piernas sobre la rodilla de la otra dejando cuidadosamente una de sus sandalias en el piso, sus dos pies cubiertos con gruesos calcetines. Después de un breve silencio, en la grabación se escuchaba una voz de mujer leyendo una pregunta que había formulado uno de sus discípulos. Sin importar el tema de la pregunta que podía ser de carácter personal o una duda sobre el camino espiritual, Osho desarrollaba todo un discurso perfectamente estructurado, profundo e interesante de hora y media. Los primeros días se me dificultaba entenderle por su inglés con marcado acento hindi, y después de acostumbrarme la dificultad consistía en comprender temas sobre los que yo nunca ha bía escuchado. Lo que sucedía invariablemente en cada discurso es que Osho hacía fuertísimas declaraciones en contra de lo que él consideraba equivocado en el mundo. Nunca había yo escuchado a nadie hablar tan directamente en contra del gobierno, la sociedad, las tradiciones, los líderes políticos, la religión, la iglesia y, en especial, el concepto de Dios. Estos fuertes ataques a lo establecido y sus profundas reflexiones filosóficas eran aderezadas de vez en vez con chistes rojos. —Mientras más profundo sea el tema que estoy tratando más grosero será el chiste que les cuente —le escuché decir en una ocasión. —Quiero traerlos de nuevo a la tierra. Quiero que recuerden que no hay separación entre lo mundano y lo divino. Un silencio sin risa es un silencio muerto, y una risa sin silencio es una risa estúpida. Así que el absoluto silencio en el auditorio se llenaba de carcajadas varias veces a lo largo de la meditación. Cuando terminaba el video, las luces se prendían y se continuaba bailando de nuevo con música de tono alegre. Varias personas se quedaban sentadas meditando en silencio mientras algunas parejas pasaban unos momentos abrazadas después del discurso, recargadas en sus sillas de meditación: unos asientos sin patas que permitían sentarnos al nivel del suelo, descansando la espalda en el respaldo. Después de la meditación de la noche todos nos cambiábamos a ropa de calle y disfrutábamos de diferentes actividades, desde fiestas con luces y música electrónica, hasta noches de cabaret en la que varios de los mismos meditadores se presentaban ya sea cantando, bailando, contando chistes o compartiendo, en un ambiente muy relajado y de camaradería, cualquiera que fuese su talento. En ese entonces, yo fumaba como si fuera a pasar de moda, tenía quince kilos de sobrepeso, la cara larga y el corazón completamente cerrado. Mi tristeza contrastaba con la alegría de todos los demás. Confieso que me molestaba, no se me hacía creíble que estuvieran todos tan felices y fueran tan amorosos. Me molestaba que cuando uno
de ellos trataba de abrazarme, seguramente notaba mi rigidez y mi incapacidad de relajarme y recibir. Criticar a los demás había sido siempre mi forma de mantenerme a salvo de sentimientos de inferioridad y de no ser adecuado. Cuando criticas a alguien, tu ego se infla y entonces te salvas de sentir lo que hay detrás: el miedo, la inseguridad y la envidia. Criticar es sumamente solitario, te separa de los otros, te separa de tus emociones y al fin de cuentas, de ti mismo. Así que, ahí estaba yo rodeado de personas alegres, hermosas, cariñosas y simpáticas, incapaz de conectar con nadie. Dentro del “Resort de meditación”, se encuentra la “Multiversity”, que es donde se ofrecen cientos de talleres de todo tipo: desde trabajo con el cuerpo, disciplinas psicofísicas, hasta psicoterapia de diferentes enfoques. La mayoría de las personas que visitan el ashram combinan la meditación con algún taller para resolver asuntos pendientes o para aprender una nueva habilidad. Osho fue el primer maestro en oriente que combinó las técnicas y conocimientos terapéuticos más modernos y las formas de meditación más antiguas. “La terapia es sólo una preparación para la meditación. Es muy difícil que ustedes se sienten a meditar con tanto ruido y emociones bullendo en su interior”, comenta en uno de sus libros.[22] De entre todas las opciones, elegí el taller : Primal Deconditioning Intensive, (Descondicionamiento primario intensivo) . En la entrevista previa, Shakura[23], la terapeuta que lo guiaba, me explicó que se llevaría a cabo en silencio y en total aislamiento. —¿Por qué quieres pasar nueve días en aislamiento en esta comuna llena de gente hermosa y divertida? —me preguntó. —Vengo a trabajar en mí mismo —le respondí—. Quiero de verdad un nuevo inicio en mi vida. Estoy harto de responder ciegamente a lo que dicta la sociedad como “lo que debo de hacer.” —¿Por qué quieres participar en el taller más demandante que ofrecemos aquí? — siguió con la entrevista. —Me gusta el trabajo intenso —contesté pensando en que no podía ser ni la mitad de intenso que la Danza del Sol. ¡Qué equivocado estaba! —¿Cómo fue tu niñez? —Fue normal. Digo, nada fuera de lo común. No hubo grandes traumas o violaciones —contesté. Una familia “normal” en esta loca sociedad es una familia disfuncional. Varios factores nos dan la ilusión a muchos de que nuestra infancia fue normal, incluso feliz: En la familia todo se esconde y se guarda una imagen tanto dentro de casa como para el exterior de que “todo está bien.” Los problemas familiares no se tratan abiertamente y el sistema se mantiene funcionando debido a estos acuerdos implícitos de “callarse la boca”. Por otro lado, el niño crea una fantasía para sobrevivir, para él es demasiado
asimilar que su padre es un neurótico controlador o que su madre está terriblemente deprimida. Por último, cuando el adulto está bien adaptado a la sociedad no ve necesidad de investigar en su pasado y, sin embargo, sus relaciones son superficiales, tóxicas y poco duraderas, o no puede relajarse y vive con una constante insatisfacción que ilusamente cree que eliminará cuando obtenga eso que le falta. Shakura siguió la entrevista y cuando escuchó sobre el asesinato de mi padre y su alcoholismo, sobre mi secuestro y mi propio alcoholismo, comprendió que necesitaba trabajar en los asuntos de mi infancia “normal” y me admitió en el grupo. SIETE El silencio es un gran maestro… te desnuda de todos tus juegos neuróticos, de la forma en la que te vendes a los demás, de las mentiras que has contado tantas veces que tú mismo las has creído, de tu historia y de todas la muletas que usas para sostenerte en la presencia de otros. En el silencio no puedes usar al otro para validarte, para justificarte, para excusarte, para confirmar lo que estás viviendo, para distraerte de lo que no quieres ver en ti, para proyectar lo que rechazas, para culpar, criticar o juzgar. En el silencio estás solo con tu locura interior, el ruido de tu mente se hace evidente, las ideas que repites una y otra y otra vez aumentan de volumen en tu cabeza y no puedes hacer nada para escaparte de ellas, para distraerte. Nada de parlotear estupideces, nada de chismes, ninguna forma de evadirte. Para el tercer día del Primal [24], yo quería salir corriendo. Por supuesto que la intensidad física de la Danza del Sol es mucho mayor pero la intensidad emocional y la profundidad de este trabajo es un verdadero reto para el participante. Iniciábamos el día en el Osho Hall a las 6:00 am con la Meditación Dinámica, el más popular de los métodos de meditación de Osho; con él empezó su trabajo y continuó siendo la principal de sus técnicas. La meditación dinámica tiene cinco etapas, en la primera se empieza con una respiración caótica, profunda y rápida que mueve toda la energía del cuerpo y hace que se enciendan todas las emociones que han estado contenidas dentro de él por meses, tal vez años. En la segunda etapa se da expresión plena de esas emociones y todo se vale: gritar, golpear el suelo con los pies, agitar los brazos, tirar golpes y patadas en el aire, azotar una almohada, tirarse en el piso, en fin, expresar con el cuerpo y la voz toda la locura que llevamos dentro. En la tercera etapa se brinca con los brazos levantados por encima de la cabeza, golpeando con las plantas de los pies al caer y gritando ¡Hoo! ¡Hoo! ¡Hoo! Las tres primeras etapas demandan tu máximo esfuerzo ya que esta primera
parte de la meditación ejercita justamente la voluntad. En la cuarta etapa se permanece completamente quieto simplemente observando lo que sucede y en la quinta se baila para celebrar. Es decir, se ejercita la consciencia. Ahora he comprendido que todas las disciplinas psicofísicas y los rituales de diferentes tradiciones por disímiles que parezcan tienen el mismo propósito: incrementar la presencia y la capacidad de hacer. El Primal se lleva a cabo dentro una estructura bastante estricta: total silencio y aislamiento, nada de azúcar, nicotina, cafeína, teína y nada de distracciones como libros, radios o teléfonos. Lo primero para que salgan las emociones que reprimimos comiendo, fumando y con todas nuestras adicciones, y lo segundo para evitar cualquier tipo de distracción. Todo está diseñado para llevarte al límite y romper con la tremenda resistencia que tenemos a ver la verdad: que somos egoístas, miedosos, mezquinos, envidiosos, que compensamos todas nuestras deficiencias con juegos manipulativos y con historias que nos inventamos, que obedecemos ciegamente las expectativas de nuestros padres y seguimos patrones culturales que no solo no tienen nada que ver con nosotros, sino que van en contra de nuestra propia naturaleza. Shakura nos llevó hábil y sutilmente en una regresión a la edad en la que aprendimos a ser lo que somos. En un momento determinado, a temprana edad, nos dimos cuenta de que nuestra energía y naturaleza eran inaceptables. Nuestra curiosidad fue reprimida, nuestra alegría domada, nuestra individualidad traicionada y, para sobrevivir, tuvimos que asumir un rol: un papel que satisficiera una necesidad en la familia, una forma de comportarnos que encajara con las expectativas de nuestros padres y con sus sueños e ilusiones rotos. Un personaje que no les asustara tanto, que no les confrontara con sus propias deficiencias, con su propia mediocridad. Ese momento fue una terrible traición a nosotros mismos, en ese instante admitimos que lo auténtico, lo natural, lo espontáneo causaba problemas, y reprimimos nuestra energía. Ese papel, ese rol, que en nuestra inocencia e indefensión asumimos, nos acompañaría toda la vida con nefastas consecuencias. En mi caso, con respecto a mi padre era muy obvio. Mi rol era ser su copia al carbón. Él, inconscientemente depositó en mí todas sus expectativas y sueños y al mismo tiempo heredé todo su dolor, soledad y frustración. Su padre, Constantino, fue un hombre agresivo, lo golpeaba a él, a todos sus hermanos y a Guadalupe mi abuela. Supongo que su infancia fue terrible y que las golpizas se volvieron insoportables porque un día, como a los dieciséis años, mi padre lo confrontó, evitó que golpeara a mi abuela y básicamente lo corrió de la casa. Desde entonces mi padre se encargó de su mamá y sus hermanos. A mi abuelo lo vi en dos ocasiones: la primera cuando tenía yo como catorce años, el día en que mi padre se reconcilió con él y nos llevó a mi tío, a mis hermanos, a mis primos y a mí a Puebla para conocerle; y, la segunda el día de su funeral. Mis tías,
las hermanas de mi padre, nunca le perdonaron. Este rol de copia al carbón lo hereda regularmente el primogénito; incluso muchos padres ponen a sus hijos su mismo nombre, lo cual es una falta de respeto y un error terrible. Mi hermano mayor lleva de hecho el nombre de mi padre. En este acto inconsciente los padres imponen un destino a sus hijos y cargan en ellos todos sus asuntos inconclusos. Desde entonces se hace evidente la intención de muchos padres de hacer de sus hijos meras extensiones de su vida, lo que implica que no tienen libertad, empiezan su vida con un rol que, en realidad, nunca podrán llenar. La mejor copia al carbón es fea, borrosa, poco legible; nunca el artículo genuino, siempre una reproducción mediocre del original. El nombre es la primera etiqueta que recibimos, la más poderosa. Este sonido con el que relacionamos nuestra identidad lleva una carga emotiva tremenda y en sí misma es una profecía auto-cumplidora. Tu nombre está íntimamente relacionado con tu historia, con la religión que te fue impuesta, la nacionalidad que no elegiste y la cultura que te moldeó. En ese nombre con el que todos te recuerdan se esconden motivos, anhelos y expectativas de quien te lo puso y en él se hace evidente tu alianza con un clan al que no decidiste pertenecer y con ello, a sus creencias, tradiciones y costumbres. [25] Al tercer hijo del hermano de mi papá le llamaron Constantino, como nuestro abuelo, pero en realidad, fue en honor a otro tío que había muerto joven y que su papá recordaba con tristeza. Para mí fue una conmoción tremenda ver que a mi primo Constantino, quien murió joven también, lo enterraron en la tumba de nuestro tío: Ya desde 1914 estaba lista la tumba y la inscripción en la lápida de Constantino Ángel . Sucede a veces, como en mi caso, que el rol del “primogénito” no se le da al primero que nace ni al que lleva el nombre del padre, se le da al que más se parece a él, ya sea físicamente o en las características de su personalidad. Así que, junto con el rol de copia al carbón, me tocó el de primogénito y también el de favorito, el cual es otro gran error de los padres. Llamar a uno de los hijos “el favorito” le separa de sus hermanos, quienes sienten resentimiento y él mismo siente una culpa y una responsabilidad terribles. Con los hijos nunca hay que hacer distinciones o comparaciones, cualquier injusticia o falta de tacto los afecta de por vida. Heredar siempre la ropa usada de los hermanos mayores, recibir tratos diferentes o ser el chivo expiatorio, la oveja negra, el patito feo, son heridas en nuestra psique que nos marcan para el resto de nuestra vida. Del lado de mi madre, la situación no era mejor. Mis padres, como muchos, querían “la parejita”, un varón y una mujer. Mi hermano nació primero así que cuando aparecí en la escena primero fui una desilusión para ambos y segundo la frustración de mi madre que sabía que ahora se vería obligada a intentar de nuevo. Por suerte mi hermana nació siguiente, así que se salvó de ser otro varoncito no deseado.
En mis años de terapeuta me ha quedado clarísimo el daño que hacen los padres a sus hijos cuando les comentan y les reclaman una y otra vez que no nacieron del género que esperaban. En su nombre, en su físico, en sus metas y ocupaciones e incluso en sus preferencias sexuales, estas personas reflejan un intenso deseo neurótico de complacer a sus padres: hombres delgados, muy femeninos que son débiles e incapaces de competir o de afirmarse en el mundo y mujeres de físicos masculinos con ocupaciones comúnmente reservadas para hombres. Recuerdo que alguna vez mi madre me comentó molesta por alguna de mis interminables travesuras: “Si tu hermana nace primero, tú no estarías aquí.” Esto influyó en mí de una manera que tal vez te comparta más adelante. El rol que adopté para mi madre fue entonces el de rebelde. “Si no me aceptas como soy, me las vas a pagar todas juntas”, parecía decir mi actitud todo el tiempo. Ahora me es muy claro que mis borracheras en la adolescencia satisfa-cían los dos roles perfectamente. Entendí también que detrás de mi rebeldía había una profunda necesidad de la atención y el amor de mi madre. Como a muchos niños les pasa, prefería un regaño o una nalgada a ser ignorado. Te ruego que no pienses que este trabajo de investigación de la infancia se trata de encontrar culpables o de ceder la responsabilidad a alguien más. Seguro que mis padres y los tuyos hicieron lo mejor que pudieron. Todos estos embrollos se dan de forma totalmente inconsciente. En realidad los padres cargan con iguales o peores heridas y simplemente hacen lo mejor que pueden. Entiende que el peor padre del mundo hace lo único que puede hacer. Si tú tuvieras su historia y su mismo grado de consciencia serías el mismo tipo de padre que él fue. La idea de ver estas interacciones neuróticas es hacerlas conscientes, con lo que obtenemos la posibilidad de elegir algo diferente para nuestra vida y romper con la cadena generacional neurótica [26], que de otra forma seguirá ad infinitum hasta que algo azarosamente la rompa. Sólo la consciencia te da la posibilidad de elegir .
Sin consciencia eres solo el producto de tu historia. Aunque yo ya había trabajado una gran parte de estos asuntos en terapia, el proceso de Primal lo hacía de una forma increíblemente profunda y evidente; no sólo veía lo que me pasó sino que lo vivía de nuevo. Las emociones que cuando niño tuve que reprimir por temor a las represalias por un lado, y porque eran tan abrumadoras que mi pequeño cuerpo y delicada psique no podían digerir; bajo la dirección de Shakura bullían en mí: la tristeza y la soledad pero, sobre todo el tremendo enojo de haber sido traicionado en lo más profundo de mi ser. El haber vivido treinta y cinco años simplemente reaccionando a lo que me fue impuesto, el darme cuenta de que las metas no eran mías y que lo que yo pensaba ser no era más que una caricatura en la que me tuve que convertir para sobrevivir mi infancia, me llenaba de rabia… una rabia tremenda.
Todo lo que nos pasa es almacenado por supuesto en nuestra memoria y eso es lo que se trabaja en la psicoterapia convencional. Sin embargo, las heridas y recuerdos son almacenados también en nuestro cuerpo y sistema nervioso, aspectos de los cuales la terapia no se ocupa. Al inscribirse a un grupo de Primal se hace un acuerdo de no revelar los procesos y ejercicios que se llevan a cabo (con la intención de que las personas interesadas en participar posteriormente obtengan los máximos beneficios) así que, baste decir aquí, que tuve un espacio seguro para descargar de forma contundente y definitiva las emociones que me abrumaban. Mientras sacaba de mi sistema toda la basura acumulada en mis treinta y cinco años, se hacía evidente la conexión de mi historia con estos perversos lazos creados en mi infancia: mi alcoholismo, mi insatisfacción, mis relaciones fallidas, mi baja autoestima, mi falta se seguridad y confianza, mis elecciones de pareja, mi divorcio y el secuestro. Todos mis motivos, decisiones, logros y fracasos tenían que ver con esta necesidad neurótica que tenemos todos de agradar a nuestros padres. Mi empresa, mis libros, mis logros y metas buscaban el reconocimiento de mi padre. Buscaba el amor de mi madre en mujeres que eran incapaces de dármelo, y las que estaban dispuestas a amarme salían lastimadas por mi incapacidad de recibirlo. A los veintiuno me enamoré por primera vez, mi relación duró cinco años. A pesar de estar loco por ella, hice todas las tonterías que puede haber hecho para destruir la relación. Mi vida en ese tiempo era un desastre, mi padre acababa de morir y mi alcoholismo empeoraba. Aparte de ella, yo sentía que no tenía a nadie más y aún así, la lastimé una y otra vez hasta que salió huyendo de mí. Una buena decisión de su parte. Me tardé tres años en reponerme de esa pérdida y, por ese tiempo, mantuve solo relaciones superficiales. En mi propio trabajo como terapeuta he llegado a la conclusión de que esta necesidad de ser amado y reconocido por nuestros padres tiene bases genéticas. Aun las personas que fueron terriblemente maltratadas o incluso abandonadas por sus padres siguen rogando por su amor y lo buscan desesperada e infructuosamente en parejas que son iguales a ellos. Es por eso que las hijas de padres alcohólicos y golpeadores se casan con hombres alcohólicos y golpeadores. En su inconsciencia, buscan repetir la historia para esta vez darle un final feliz, pero los actores son tan parecidos que el drama se repite una y otra vez. Y por otro lado, si lo único que conoces es “amor” con golpes, insultos y faltas de respeto, cuando encuentras el amor verdadero sientes, sin saberlo, que algo le falta, te deshaces de esa pareja que te trataba bien y buscas una que te dé lo que conoces: Amor con mierda. La otra opción es hacer justo lo contrario a nuestros padres y buscar alguien que sea su opuesto, lo cual, es el otro lado de la moneda pues no es una elección sino una reacción que nos sigue uniendo a nuestros padres en lo que
Shakura llama “amor negativo”. En mis estudios como terapeuta, mientras hacía trabajo social, conocí en la cárcel a una mujer que era narcotraficante: Antonia Coronado. Cuando tenía dos o tres años, su madre, que era prostituta, la amarraba a un árbol mientras se iba a trabajar, y en el suelo, como a un perro, le dejaba agua y comida. Podrás imaginarte que Tony creció para convertirse en una delincuente tremenda y desalmada, cualidades muy apreciadas en el negocio de las drogas. Para los dieciocho años ya tenía varios millones de pesos. ¿En qué crees que gastó su riqueza? En un rancho enorme para su madre. Tony llevaba cinco años recluida cuando yo la conocí. ¿Cuántas veces crees que la visitó su madre en la cárcel? Ni una sola. Te comparto casos extremos para hacerlo bien evidente, sin embargo, puedes estar seguro de que, aunque creas que tu infancia fue más o menos feliz, como yo lo creía y hasta que no te hagas plenamente consciente del rol que recibiste, toda tu vida e incluso cuando tus padres hayan muerto ya, desde su tumba seguirán controlando tu vida. Desde el otro mundo, tu padre te seguirá ordenando qué hacer y desde allá, tu madre seguirá eligiendo a tus parejas, arruinando tus relaciones y educando a tus hijos. Es por eso que cuando Shakura, o cualquier terapeuta experto en terapia de Primal escucha a la persona decir que su infancia fue feliz y normal, investiga más profundamente para ver si está lista para ver la realidad o tiene aún la apremiante necesidad aferrarse a la ilusión. Es interesante ver que las personas “mejor adaptadas” son las que más en serio toman su rol y, aunque sus vidas parecen exitosas y ejemplos a seguir, viven fingiendo, persiguiendo un sueño iluso y llenan su vacío existencial, justo como hice yo: con autos de prestigiosas marcas, ropa de diseñador, bolsos ridículamente caros, puestos importantes en grandes corporaciones que no ofrecen en realidad nada productivo ni hermoso al mundo. Obsesionados con su cuerpo arruinan su salud con el físicoculturismo, se operan la nariz, los senos, las nalgas y siguen modas que no les quedan. Se conforman con relaciones superficiales que a primera vista parecen felices pero que, en la intimidad, son frías, controladoras, basadas en el resbaladizo terreno del “qué dirán.”
Estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma, no es signo de salud. [27] Es fácil ver las consecuencias dañinas de roles que tienen una connotación negativa, sin embargo los roles “positivos” como “el campeón de papá”, “la princesa de mamá”, “el niño perfecto”, “el que todo lo puede”, “el mejor de todos” arruinan de igual manera la vida de su portador. El perfeccionismo excesivo, la incapacidad de relajarse y disfrutar, las quejas constantes, la incapacidad de encontrar a alguien “digno” de nuestro amor, la intolerancia a la frustración, la falta de empatía o compasión por los
demás, vienen de estos roles. Además, sin importar si suena positivo o definitivamente peyorativo, todo rol es falso, es un papel que jugamos al relacionarnos con el mundo, una careta que nos impide ser auténticos y hacer contacto pleno con otros y con el mundo. Piensa en esos jovencitos de universidades elitistas que no están conscientes siquiera del ridículo acento y los exagerados modismos que los unen a todos en el rol de “hijo de papi” que es tan nefasto: irrespetuoso, prepotente, altanero y totalmente superficial. Para la mitad del Primal, el intenso trabajo corporal y emocional a la vez que me sanaba, me permitía entender otros asuntos de mi vida. Pude ver claramente que, como había mencionado Osho en uno de sus discursos, nuestros padres son meros agentes de la sociedad y la religión: a través de ellos, la iglesia nos llena de miedos y culpas, y a través de ellos, la sociedad nos programa para ser ovejas temerosas y obedientes, engranes, esclavos productivos y ávidos consumidores. ¿No es acaso ese concepto de Dios de los cristianos un súper papá en el cielo de quien también anhelamos amor y reconocimiento toda la vida? Y aun peor, su rechazo representa la total perdición de nuestra alma. Te voy a confesar que en el Primal, durante el trabajo con mi padre aparecía en mi mente una y otra vez la imagen de Jesucristo. No el Jesús fuerte, hermoso y amoroso que considero un gran maestro y a quien respeto y ahora amo; sino la imagen de Jesucristo que nos vendió la iglesia para manipularnos: un dios víctima y mártir; ese que me llenó por tantos años de culpa y miedo. En mi mente, lo bajé de la cruz y destrocé por completo la caricatura que hicieron de él, rompí toda relación con ese monigote y me liberé de sus manipulaciones. Después siguió la caricatura que nos inculcó la iglesia de un dios padre juicioso y metiche, maligno y rencoroso, un dioshombre medio loco, dispuesto a quemarnos en el infierno. A ese lo agarré en mi mente de las barbas y lo molí a golpes. A partir de ese momento me quedó bien claro que lo divino no puede ser ese personaje al que nos obligaron a adorar. Adorar, por cierto, significa amar con temor. ¿Quién en su sano juicio quiere que le adoren?
¿No es acaso el primer mandamiento “Amarás a Dios sobre todas las cosas”? ¿Cómo puede alguien ordenarte que le ames? ¿Puedes tú obligarte a amar a alguien? Y si lograras obligarte a amarlo ¿no sería un amor hipócrita e interesado? ¿Cómo amar a alguien por temor a que te castigue si no lo haces? [28] Después de seis días, la actividad en el grupo de Primal no disminuía en intensidad. El trabajo terapéutico era alternado con meditaciones: de seis a siete de la mañana, de cuatro a cinco de la tarde y de siete a nueve y media en la noche. Las sesiones nocturnas se prolongaban hasta las doce o una de la mañana. En la segunda parte, Shakura nos guío a reconocer y agradecer el cuidado recibido
por parte de nuestros padres. Ellos fueron, después de todo, el vehículo a través del cual la existencia permitió que nos manifestáramos para compartir este hermoso fenómeno que es la vida. El perdón es solo posible una vez que se ha expresado lenamente el enojo y se han rechazado los comportamientos que nos hirieron . De otra forma el perdón es hipócrita. Solo una persona feliz y satisfecha, que ha encontrado su Verdadero Ser es capaz de perdonar realmente. En la cultura judeo-cristiana el perdón se le “otorga” a los que nos ofenden, sin embargo, arriba del pedestal en el que nos subimos para “perdonarlos” nos quedamos llenos de rencor y resentimiento, lo que se refleja después en acciones pasivo agresivas[29]. El falso perdón de la iglesia es otra arma de manipulación para mantenernos tranquilos y obedientes.
Un perdón falso, un amor falso, en una relación falsa con lo divino. Sin embargo, cuando se le da espacio a la expresión sana de nuestras emociones, éstas se transforman. De la expresión plena del enojo surge un genuino sentimiento de amor, de ahí surge la compasión verdadera. Perdonar no es otra cosa que comprender. Comprender que nuestros padres son iguales a nosotros: en primer lugar, no saben más de la vida que tú; en segundo lugar, hicieron lo mejor que pudieron igual que haces tú, y por último, entender que te amaron lo mejor que pudieron: tanto como fueron capaces de hacerlo. La infancia de mis padres fue mucho peor a la mía (estoy seguro que en tu caso sucedió lo mismo). Mi papá sobrevivió los golpes y peleas que debieron haber sido terribles para que él tomara la determinación de acabar con eso y encargase de toda la familia a esa corta edad. Mi mami nació en una familia de catorce hermanos y hermanas que apenas y tenían para comer. Mi madre no usó zapatos hasta los seis años. Mis abuelos, de origen humilde y quienes no habían cursado siquiera la primaria, prácticamente regalaron a mi madre como sirvienta a los ocho años. La persona para la que trabajaba pagaba el sueldo de mi mami a mi abuela cada semana, y esas eran las únicas ocasiones en las que la veía por unos momentos. Yo admiro a mi madre profundamente, a pesar de las terribles circunstancias de su infancia se desarrolló en una buena mujer, una excelente persona, decente, honesta, exitosa y trabajadora. Mis padres fueron los mejores padres que pude haber tenido. Aun así, todos en algún momento tenemos que derrocar a nuestros padres como líderes de nuestra vida y reclamar nuestro poder para recuperar el trono como emperadores de nuestro destino. Esto no quiere decir dejar de amarlos sino dejar de obedecerlos, dejar de estar al pendiente de sus opiniones y dejar de rogar por su amor y reconocimiento. Incluso si tus padres ya no viven tienes que hacerlo con los padres que aún viven en tu mente. Te voy lo voy a decir directamente: si hasta el día de hoy, tus padres no han sido
capaces de amarte tal y como eres ni de darte el reconocimiento que ansías de ellos, nunca lo harán. Por la simple razón de que no pueden hacerlo, no tienen la habilidad de amarte incondicionalmente y además, eso significaría reconocer que están al mismo nivel y perderían poder sobre ti. Sin embargo, el amor verdadero entre ustedes solo puede darse de igual a igual. Así que, hasta que no reclames las riendas de tu vida, la relación con tus padres será de rol a rol, de máscara a máscara. Una relación falsa. Esta tremenda necesidad de ser amado por nuestros padres que quedó insatisfecha está enraizada profundo en nuestro sistema, una parte de nosotros sacrifica gustosa nuestra alegría, necesidades, anhelos, deseos y espontaneidad a cambio de su aprobación, a cambio de migajas de reconocimiento. A eso se refiere Jesucristo cuando dice: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre (…) no puede ser mi discípulo.”[30] Es por eso que cuando María le busca en una de sus reuniones publicas, Jesús dice: “Díganle a esa mujer que yo no tengo madre.” Por supuesto no se refería a odiarlos sino a dejar de idolatrarlos. Tú y sólo tú puedes darte ese amor que tanto necesitas. Si no reconoces tú mismo tu valía, de nada te servirá el reconocimiento del mundo entero. Ese era precisamente el vacío que yo sentía en mi interior a pesar del éxito y el reconocimiento social. El Primal fue pues, una de las experiencias más intensas y esclarecedoras de mi vida. Aunque yo ya había participado en decenas de talleres en México y guiaba ya los míos, no había conocido hasta entonces un trabajo tan profundo y contundente como ese. Y los otros grupos que se ofrecían en la Multiversity no eran menos intensos. Así que ese fue el inicio de un profundo trabajo personal que sigue hasta ahora. Visité India en dos ocasiones más en los años subsecuentes y pasé en el ashram de Osho cuatro meses en cada uno de mis viajes, cada vez participando en decenas de diferentes talleres y aprendiendo más y más a conocerme de verdad. Fue después de esa exploración de mi pasado y de los condicionamientos sociales que me limitaban que empecé a entender lo que Osho compartía con nosotros y pude ver la razón por la que usaba la polémica y hacía declaraciones tremendas para sacudirnos. No solo a nosotros, a los medios de comunicación y a los líderes de toda institución política y religiosa. Después de seguir meditando y participando en las actividades del ashram, ya mucho más relajado y disfrutando, el 7 de marzo del 2003 tuve una experiencia maravillosa… OSHO Cambiar es terriblemente difícil… Osho y todos los verdaderos maestros lo saben. Un cambio profundo en ti demandará de un esfuerzo descomunal para romper con creencias, costumbres y condicionamientos
que han estado contigo toda tu vida. Las meras palabras, las nuevas ideas, los buenos propósitos y las buenas intenciones no son suficientes en lo absoluto. Mucha fuerza y valentía se requiere para ver la verdad: para reconocer que has estado equivocado toda tu vida.
Se requiere de mucha inteligencia para ser capaz de ver que lo que siempre has creído, lo que es socialmente aceptado, ni es verdad ni te está sirviendo. Reconocer que responder ciegamente a lo que te fue impuesto por la sociedad donde naciste es ser un mero peón, un títere, un monigote usado a placer por los que están en el poder. Admitirlo requiere de una mente abierta y de un grado de consciencia superior al del común de la gente. La mayoría de las personas creen de verdad que su vida marcha de maravilla, que si se sienten insatisfechos o vacíos es porque les hace falta un pequeño cambio: un poco más de dinero quizás, una nueva relación, un cambio de look, bajar de peso, un pene más grande, unos senos más turgentes, Botox, Viagra, un ascenso en el trabajo, más confianza y autoestima, bajarle a la bebida, subirle al ejercicio, un descanso, un viaje, en fin… Un pequeño cambio y todo estará perfecto. George Gurdieff, otro gran maestro, dijo:
La esclavitud es la condición de la actual vida del hombre. Es sumamente difícil siquiera imaginar todo el horror de semejante esclavitud. Nosotros no comprendemos lo que las gentes se pierden. Pero, a fin de comprender las causas de esta esclavitud, basta observar la forma en que las gentes mienten. Basta observar qué es lo que constituye la finalidad de su existencia, el objeto de sus deseos, de sus pasiones, de sus aspiraciones; basta observar lo que piensan, lo que discuten, lo que sirven y lo que adoran. Esclavitud porque respondemos ciegamente a todo lo que se nos dice, somos usados por un sistema que beneficia a unos cuantos. Esa ilusión de que eres libre de hacer lo que quieras es la más grande de las mentiras. Tienes que trabajar, tienes que pagar tus deudas y muchos de verdad sienten que tienen que andar a la moda, que tienen que quedar bien, que tienen que dedicarse a lo que les dicen, que tienen que producir para valer algo. Vivimos en una sociedad hipócrita donde nos mienten nuestros líderes políticos y religiosos, los medios de comunicación y nosotros mentimos en nuestras relaciones, en nuestros negocios; le mentimos a los demás y nos mentimos a nosotros mismos todo el tiempo sin estar siquiera conscientes de hacerlo. Lo que constituye la finalidad de la existencia de la mayo-ría es tener lo que venden
en la televisión, conformarse con una relación amorosa co-dependiente de uso y abuso, y el placer de los breves momentos en los que la situación externa les favorece. El objeto de sus deseos, de sus pasiones, de sus aspiraciones es también banal y egoísta: el éxito personal, el reconocimiento social, el futbol, el sexo mediocre que es la mera satisfacción de nuestras necesidades básicas y la acumulación de bienes materiales. Sus pensamientos y discusiones son totalmente superfluos, repetitivos, automáticos e inútiles. ¿Y lo que adoran? ¡Válgame Dios! Diría el mismo Osho en broma. La mayoría adora la caricatura de lo divino que idearon un grupo de personas en la edad de bronce: un súper hombre, un amigo invisible, rey de todo el universo, una figura paterna demasiado humana. Y otro tanto adora las imágenes de su mitología y las estatuas de yeso que han hecho de esos seres imaginarios. Por otro lado, la sociedad tiene un sistema inconsciente para mantener el status quo : a pesar de que el estado actual de las cosas es de dominación y favorece irremediablemente al dominador. El mismo individuo que es explotado, reprimido, asustado, manipulado y mantenido a raya, rechaza automáticamente a quien intenta liberarlo. Empieza por ridiculizarlo, después le difama y si este rebelde, este liberador, insiste en su amoroso intento, es la misma sociedad quien le asesina. Así le pasó a Jesucristo, a Sócrates, a Malcom X, a Martín Luther King, a Gandhi y a Osho. La persona condicionada, indoctrinada, hace suyas las ideas que le fueron impuestas y las defiende como si fueran “su verdad”, sin darse cuenta de que lo que sale de su boca son las palabras del sacerdote, del político, del publicista que le programó. Se ofende y toma de manera personal cualquier cuestionamiento a lo que, de forma mañosa e interesada, le fue metido en su cerebro. El individuo se identifica con su condicionamiento y tiene un apego emocional a las creencias que, aunque le reprimen, le limitan e incluso le hieren, las considera suyas, verdaderas y necesarias. A pesar de que es evidente que la humanidad va por mal camino, a pesar de las guerras, la hambruna, la contaminación, el abuso de los recursos naturales y de la profunda insatisfacción del ser humano, nos negamos a admitir la imperiosa necesidad de un cambio radical. Nos aferramos a nuestras creencias e instituciones y a los sistemas que no están sirviendo. Les defendemos a capa y espada porque el cambio nos aterra y porque somos terriblemente inconscientes. Jiddu Krishnamurti, otro maravilloso maestro dice:
¿Por qué no cambias? ¿Qué te lo impide? Si cada uno de nosotros se hace esa regunta de forma seria y profunda, ¿cuál es tu respuesta? ¿Cuál es tu respuesta ante el problema de que el hombre ha vivido de esta manera,
milenio tras milenio? ¿Por qué no han cambiado? ¿Por qué tú, quien lee esto ahora… por qué no has cambiado? Sabes que si no cambias, las consecuencias son (…) que seguirás aislado sin tener una relación global. Peleando, peleando y peleando. Construyendo más y más armas ara destruirse unos a los otros. Ahora, ¿por qué tú, si eres acaso serio en este asunto, no te haces esa pregunta? ¿Por qué yo, un ser humano que ha pasado por todo esto, por qué no he cambiado? ¿Cuál sería tu respuesta? Ya sea que no eres serio al respecto y quieres vivir una vida muy superficial y esa superficialidad, temporalmente te satisface. O bien, realmente no te importa. Más allá de tus placeres inmediatos, tu satisfacción inmediata… realmente no te importa. Si realmente amaras a tus hijos prevendrías todas las guerras. Así que, aparentemente todo esto no significa nada para ti. O probablemente estás tan rofundamente condicionado, psicológicamente (…) que no estás consciente de ello y a menos de que te liberes de ese condicionamiento, seguiremos igual. Todo el trabajo de Osho se centró en hacernos conscientes de nuestros condicionamientos, de todas estas creencias erróneas que, debido a que han estado con nosotros por miles de años, somos incapaces de ver. Las asumimos como verdaderas simplemente porque nunca nadie las ha cuestionado. Estamos tan acostumbrados a ver el mundo a través de nuestros condicionamientos que nos es imposible pensar que estamos equivocados. A pesar de que Osho habló día y noche por treinta y cinco años, a pesar de los miles de libros publicados a partir de sus discursos, él sabía muy bien que las palabras no eran suficientes, así que echó mano de técnicas, prácticas y situaciones que hicieran evidente lo falso y ridículo de nuestras creencias. Uno de sus muchos métodos era causar polémica, ponernos en shock, hacernos pensar por nosotros mismos y sacudir, a como diera lugar, los fundamentos de esta sociedad profundamente enferma. La primera de sus provocaciones al inicio de su movimiento fue autoproclamarse “Bhagwan”, que literalmente significa Dios. En el hinduismo y el jainismo se le llama así al maestro que alcanza el estado más alto de gracia, la iluminación, como Buda o como Mahavira. Cuando le reclamaron cómo era posible que él mismo se proclamara Bhagwan, contestó: “¿Quién más podría proclamarme a mí Bhagwan si yo soy Bhagwan?” En las filosofías no dualistas, no hay separación de lo divino y lo mundano así que, según ellos, la verdadera esencia de todo es Dios. Osho es Dios y tú lo eres también. Ese, creo yo, era el mismo mensaje de Jesús cuando también se autoproclamó Dios, nadie entendió que hablaba de todos nosotros y por eso le crucificaron. Aun ahora, intentar expresar que tu propia naturaleza es la naturaleza de lo divino, decir que tú eres Dios, es la más grande de las blasfemias.
A muchas personas les molesta el amor que sienten sus discípulos por Osho. Los que no saben, piensan que le idolatran, pero en realidad, a Osho se le ama como una posibilidad de vivir en consciencia, como un recordatorio de nuestra propia sabiduría, de nuestra propia fuerza, de nuestra propia capacidad de amar. La relación de un maestro en oriente con sus discípulos es incomprensible para los occidentales hasta que se tiene la experiencia directa. Además, hay diferentes tipos de gurús y de relaciones con ellos dependiendo de la naturaleza de sus enseñanzas. Es seguro que serán miles los despistados que no entendieron nada y, en efecto, idolatran a Osho. Sin embargo, ¿qué se le va hacer? Buda y Jesucristo estaban también en contra de la religión y sus mismos seguidores crearon, deformando sus filosofías, dos de las religiones más populares del mundo. Para hacer evidente que las religiones, todas ellas, condenan el sexo para mantenernos insatisfechos y hacernos sentir culpables por algo que es absolutamente sano y natural en nosotros, Osho creó en su comuna un ambiente de total libertad sexual. Sugirió a sus discípulos que disfrutaran del sexo sin culpas ni restricciones, que lo disfrutaran hasta sentirse satisfechos para que después pudieran ocuparse de asuntos más importantes. Al mismo tiempo hacía evidente que lo carnal y lo espiritual no están separados, que se necesita amar al cuerpo, respetarle, cuidarle, nutrirle, liberarle de todo bloqueo para tener una vida espiritual plena. Para apoyar la idea de que no hay nada malo en el cuerpo ni razón para esconder ninguna parte de él, los baños y los vestidores en su ashram son compartidos por ambos sexos y la desnudez es común como parte de sus talleres o permitida en ellos. Imagina ahora la reacción de todos los líderes religiosos y puritanos que sentían que todos sus siervos se les salían de control. Para hacer evidente lo estúpido de la acumulación de bienes materiales, en una ocasión Osho llegó a tener noventa y tres Rolls Royces (le eran regalados por sus propios discípulos). Poseer un Rolls Royce es la gran cosa; poseer noventa y tres es totalmente ridículo. Imagina ahora la reacción de los ricachones que pasaron toda su vida acumulando para poder un día comprar el auto más caro del mundo y lograr así tener el reconocimiento de los demás. Imagina a Osho y a sus discípulos muertos de la risa: ¿Tienes un Rolls Royce? ¡Nosotros tenemos noventa y tres! La intención de los pisos de mármol, de los lujosos edificios en su ashram, de su hermosa vestimenta, de los lentes, de los relojes, era hacer evidente que lo mundano y lo divino no están separados. Él estaba en contra de cualquier tipo de austeridad para recalcar que este rechazo de las religiones por lo material es otra manipulación para mantener a todos sometidos en su pobreza mientras sus líderes hipócritamente disfrutan del lujo y la riqueza material. Osho hacía alarde de las cosas hermosas y ostentosas de las que disfrutaba y decía: “Quiero que mis discípulos viajen en primera clase, que sepan el precio del marco suizo y al mismo tiempo sean capaces de sentarse en
profunda meditación. Ustedes han de estar en el mundo, más no ser del mundo.” Hablaba de un nuevo hombre: Zorba el Buda, un ser humano capaz de disfrutar enormemente de lo mundano y a la vez profundamente espiritual. Osho fue también el primero que, a diferencia de otras corrientes no-dualistas, no descartaba la importancia de la experiencia humana. Él decía que las dos partes: lo místico y lo humano debían disfrutarse por igual. Las túnicas marrón eran también una fuerte provocación: En el hinduismo, al final de su vida productiva, el devoto renuncia a sus negocios, su familia y todas sus posesiones para dedicarse a la meditación: se convierte en un Sannyasin, viste una túnica naranja, y recibe una mala[31] de su maestro. A partir de ese momento vivirá de la caridad de la gente. Osho iniciaba a sus discípulos sin la necesidad de renunciar a nada, les daba la túnica naranja y la mala con su fotografía y les llamaba Sannyasins. Para él, era suficiente que la persona tuviera la intención de hacer de la meditación y el trabajo en su consciencia lo más importante de su vida. El color naranja cambió a marrón después, para imitar las túnicas de los monjes budistas que también tienen que renunciar a todo lo mundano y dedicarse a la vida en el monasterio. “Es muy fácil ser un meditador en una cueva en los Himalayas o en un monasterio alejado de todos los asuntos mundanos. Mi gente debe ser capaz de meditar en el mercado en medio de la muchedumbre y el caos.” A los Sikhs los conmocionó un día que fue invitado a dar una conferencia para diez mil de ellos y se atrevió a decir que el orgasmo fue el primer vislumbre que tuvo el ser humano de la meditación profunda. Su libro Del sexo a la superconsciencia[32] es una transcripción de ese discurso. Católicos, judíos, hinduistas, musulmanes eran todos sacudidos con sus chistes pelados sobre papas, rabinos y profetas. A Osho le disgustaba la falsa seriedad de los líderes religiosos y con su buen humor hacía evidente que lo sagrado era también uguetón y nada solemne. Mientras más conocía acerca de Osho y mientras más atendía a sus discursos, más le admiraba. Me identificaba con él en la rebeldía, valoraba su valentía y le consideraba un guerrero implacable. Me maravillaba las cosas que era capaz de decir y hacer para despertarnos, sin importar el riesgo que corría de sufrir represalias o críticas de sus detractores. En una ocasión, en uno de sus discursos un hindú ofendido por sus declaraciones sacó de entre sus ropas un cuchillo y se abalanzó sobre él con la intención de matarlo. Sus discípulos sometieron al agresor y lo llevaron fuera del auditorio. Osho se dirigió a las personas que lo atraparon y les dijo: “Llévenlo con las autoridades y tengan cuidado de no lastimarlo”. Después, continuó con su discurso. Una anécdota más que recuerdo haber escuchado es que cuando le informaron que, en una feria de libros en Rusia, la gente que no tenía para pagarlos, estaba robando sus libros, él contestó: “No, no, eso está muy mal. Esa gente debe sentir mucha vergüenza.
Cuando vean que alguien quiere robar uno de mis libros miren hacia otra parte para no incomodarle.” Se cuenta que el gobierno de Ronald Reagan mandó envenenar a Osho con talio, un metal venenoso que actúa muy lentamente en el cuerpo y no deja rastros. Se cree también que la dosis que le fue aplicada no fue suficiente para matarlo pero si afectó gravemente su salud y acortó su vida. Osho murió a los cincuenta y nueve años. Está perfectamente documentado que, cuando fue expulsado de Estados Unidos, donde tuvo una comuna por cuatro años, le fue negada la entrada a veintiún países por el temor de sus gobernantes a represalias de la potencia mundial número uno. Una que se dice democrática y que dice respetar la libertad de expresión. Mientras más meditaba y me integraba a su comuna, más y más se abría mi dolido corazón. Para finales de febrero, disfrutaba ya enorme y libremente del baile, ya me perdía en los abrazos con los hermosos amigos que había conocido durante mi estancia ahí. Ya me sentía uno más de ellos: un buscador . Siempre lo había sido: un buscador de la verdad. Desde muy pequeño cuestioné todo lo que me querían inculcar, cuestioné la religión, la autoridad de mis padres sobre mí, el gobierno y el sistema económico que nos tocó. Mis conversaciones, incluso en mis borracheras eran acerca de asuntos filosóficos. Entiendo ahora que el adicto anhela un estado de consciencia alterado, y lo que busca de forma equivocada en el alcohol, las drogas, el sexo o la comida, es ese momento de paz que brinda la meditación. El 7 de marzo del 2003, después de casi tres meses de meditar cuatro o cinco horas diarias, después de haber sobrevivido el Primal, de sentirme como en casa rodeado de amigos y de escuchar a Osho todas las noches, sentí que algo extraordinario me ocurría. Fue en el “Buda Grove”, el enorme patio rodeado de bambúes en medio del ashram donde se llevan a cabo varias actividades, durante la meditación del baile del medio día: el sol brillaba en lo alto y yo, empapado de sudor, disfrutaba enormemente de bailar como loco. Recuerdo que pasaba corriendo frente a una amiga que corría en sentido contrario y me decía: “¡Si me viera mi familia!” soltando una carcajada. “Si me vieran mis empleados” le contestaba yo muerto de risa. En un momento dado, me senté a descansar sobre la plataforma de mármol que sostuvo alguna vez el sillón de Osho y desde donde él se dirigía a sus discípulos. Ahí es donde él daba sus discursos antes de que construyeran la hermosa pirámide. Cerré mis ojos por un momento y tuve una profunda epifanía, un Satori[33]. De golpe entendí y viví lo que Osho trataba de comunicarnos en sus discursos:
Que todo está conectado en el momento presente. Que yo mismo soy absolutamente erfecto tal cual soy, que no hay nada que lograr, nada que demostrar, nada que alcanzar. Que no hay absolutamente nada mal en mí, en mi cuerpo, en mis deseos y
anhelos ni en mi historia. Que es a través de mí, tal cual soy, que lo divino se manifiesta. Que yo soy la vida. Yo soy la existencia. Mientras lágrimas de felicidad escurrían en mi cara junto con el sudor que me cubría, sentía una profunda paz y una dicha en mi corazón como nunca había experimentado. En ese momento todo el mundo estaba ahí para mí, el sol brillaba para mí, los pájaros cantaban para mí y sentía en lo profundo de mi ser que todo lo merecía. Sentí también un profundo agradecimiento por mi vida y por todas las bendiciones que recibo todos los días y un profundo amor por mí, por mis padres, por todos mis amigos, por mi hijita, por la mamá de mi hijita y… por Osho. No sé cuanto tiempo estuve ahí sentado disfrutando enormemente de esta experiencia pero estuve seguro de que algo se había transformado en mí. Que yo ya no era la misma persona que había llegado a Puna hacía tres meses. Había un nuevo yo, más abierto, más compasivo, más amoroso, más libre. Cuando la experiencia cedió en intensidad, pensé en celebrarlo con algo que me lo recordara siempre, decidí tomar Sannyas: iniciarme con Osho. Así que fui a la oficina encargada de eso, tuve una entrevista con uno de los amigos de ahí, quien muy amablemente me explicó lo que ya sabía: que la filosofía de Osho no es una religión y que la intención de la iniciación no es seguirle ni venerarle de ninguna forma, sino al contrario, asumir un compromiso con la meditación y cuestionarlo todo. Esa noche, al terminar la última meditación, tuve lo que llamaban antes, mi “celebración de Sannyas”: después de bailar un rato y de escuchar uno de los chistes de Osho, las cinco personas que nos iniciábamos ese día fuimos llamados por nuestro nuevo nombre. El mío: Swami Anand Dílvar , que en sánscrito significa “Dicha del Corazón.” Todos los amigos que había conocido durante mi estancia me llenaron de guirnaldas de flores blancas y amarillas y bailaron felices conmigo hasta altas horas de la noche. NUEVE Swami significa amo de sí mismo… y es un título que se le otorga a los maestros que cultivan durante toda su vida por medio de grandes esfuerzos y estudios el Vedanta[34] o el Yoga. Osho les otorgaba este título a sus discípulos en la iniciación, como una provocación más y para dejar en claro que nadie más que tú puede ser amo de tu vida. “Tú eres tu propio maestro.” “Sé una luz para ti mismo.” Le oí decir en varias ocasiones. Mi nuevo nombre más que una descripción sobre mí, era una sugerencia sobre hacia dónde encaminar mi búsqueda. Había vivido en la cabeza treinta y cinco años y el
propósito era ahora bajar a mi corazón. Anand Dílvar es un nombre bastante raro así que cada que me presentaba con él, tenía que repetirlo varias veces. Anand es un prefijo utilizado en muchos otros nombres de iniciación al igual que Prem que significa Amor, o Jivan que significa “divino o divina”; así que mi nuevo nombre en realidad era “Dílvar”. En Puna hice amistad con un montón de niños de la calle a quienes ayudaba como podía. Siempre me estaban esperando fuera del ashram para caminar conmigo hasta el departamentito que renté a dos cuadras de ahí. Cuando les comenté sobre mi nuevo nombre soltaron una carcajada y gritaron “¡Dilvara, Dilvara!” Que quiere decir “The Boss”, “El jefe.” Después de eso uno de ellos se subía a un poste y desde ahí me gritaba: “¡Dilvara!” Solía invitarlos a comer, yo me sentaba en el restaurante y ellos afuera, no podían entrar porque estaban tremendamente sucios y olían mal. Pero los meseros gustosos les llevaban la comida a la banqueta donde se sentaban felices y desde ahí nos veíamos disfrutando juntos de un Thali, una combinación de platillos típicos de India con arroz, yogurt, curry, mango, chile, papas, etc. En una ocasión les di dinero para que se compraran zapatos y riendo me dijeron, la siguiente vez que los encontré, que se lo gastaron en dulces, y cuando les compré jabón y shampoo, muertos de la risa me dijeron que los habían vendido para comprar más dulces. Recuerdo a un mendigo que se sentaba diario enfrente de mi departamento. La lepra había consumido por completo sus manos y pies así que tapaba los muñones en sus muñecas con calcetas y con ambos brazos alzaba una vasija de metal para pedir limosna, vestía totalmente de blanco con un gorro que combinaba con el color y la suciedad de su ropa. Yo cada que podía le regalaba una moneda o algo de comida. Pensé que era también sordomudo. En una ocasión, le encontré con su esposa, quien le llevaba su comida y amorosa y cuidadosamente le daba de comer en la boca. Ese día me acerqué a darle unas monedas y con su muñón derecho me indicó que no lo recibiría. Su esposa, en un inglés más o menos entendible, me dijo: “En este momento no está trabajando. Por favor vuelva más tarde.” Al final de mi estadía en Puna le regalé mis túnicas, tapetes y sillas de meditación, para que al venderlas obtuviera una buena suma de dinero. Esa vez juntó las calcetas en sus muñecas junto a su pecho, se inclinó hasta el suelo y me dijo bien bajito: “Baba”, que es como se les dice de forma afectuosa a los papás y maestros. “Osho Baba, Osho Baba…” repetían una y otra vez un grupo de doce niños de la calle a la vez que todos jalaban de mi túnica, un día que cometí el error de darle una moneda a uno de ellos cuando recorría la ciudad de Puna. Cuarenta y cinco minutos caminaron tras de mí por las calles infestadas de gente, jalando todos de mi túnica marrón, repitiendo Osho Baba y llevándose la otra mano a la boca haciendo un gesto que decía: “tengo hambre, dame de comer.” Ya desesperado, les gritaba que se fueran, sin que me hicieran caso; darles más dinero atraería a más y más mendigos y sería una locura. En
un momento dado me metí a una tiendita y como a ellos, si se atreven a entrar, los dueños los sacan a patadas, se quedaron esperándome afuera. Me tomé un Thumbs Up, que es la versión India tres veces más dulce y con tres veces más cafeína de la Coca Cola, y después de descansar un poco, compré doce bolsas de papas fritas grandes y doce refrescos que puse sobre el mostrador. Salí tranquilo del estanquillo aquel y les dije a mis fieles devotos apuntando con el dedo: “Todo eso que está ahí es para ustedes, ya está pagado.” Aproveché la estampida que desesperada tomaba las golosinas del mostrador, para escapar y poder seguir conociendo el centro de Puna. En Goa, un estado al sur de Puna, popular por sus playas llenas de hippies e israelitas que desfogan toda la represión de su país con tremendas borracheras y escándalos, me enteré que Dílvar en el idioma de ahí significa “mariposa”. Así que tampoco me salvaba de las burlas de los amigos de allá que repetían “Dílvar, Dílvar” muertos de risa, moviendo las manos a los lados de su cuerpo imitando una mariposa. Una vez que le llamé a mi hijita desde India como hacía regularmente, me dijo: “Daddy, it’s been too long!” “Ya fue demasiado tiempo, papi.” Y me di cuenta de que en realidad había sido demasiado tiempo lejos de ella. La extrañaba muchísimo. (De no ser por ella, seguro que me hubiera quedado a vivir ahí. Así de contento estaba) Así que planeé un tour por el norte de la India antes de regresar. Conocí la majestuosas cuevas de Ajanta y Ellora, vestigios de monasterios budistas, hinduistas y jainas. Cavadas en rocas en una sola pieza y talladas con todo detalle con imágenes de Buda, Mahavira y dioses hindúes. Visité los templos tántricos de Khajuraho con sus miles de esculturas de hombres y mujeres desnudos y practicando el acto sexual en las más extrañas posturas y en tremendas orgías. En una se puede ver al maestro masturbando a su discípulo y en otra hay un caballo involucrado en el acto. Conocí decenas de templos dedicados a Shiva, donde en el centro los devotos veneraban el Shiva-lingam, que es la representación simbólica de Shiva: su pene en unión con el Ioni de Shakti, su vagina. Las representaciones fálicas en piedra de esta unión, son adornadas con flores, se les ofrecen cocos y monedas. En alguna ocasión vi a unos fieles bañando el lingam con leche y bebiéndola del otro lado, por donde escurría. Visité Varanassi o Benarés, la ciudad sagrada donde vive, según los hinduistas, uno de sus principales dioses: el sagrado río Ganges nace escurriendo desde el pelo de Shiva y en sus Ghats o muelles se puede ver a los devotos bañándose para limpiar todos su pecados, lo cual es un gran acto de fe, pues el Ganges está terriblemente contaminado y siquiera meter la mano puede ser muy nocivo para la salud. Más aún, hay varios Ghats donde se creman a los muertos, porque para los hindúes el ser quemado en Varanassi los libera del Samasara o de la eterna rueda de nacimiento y
muerte, y les concede el Moksha, la liberación final del sufrimiento. Las piras fúnebres llevan cientos de años encendidas y cuatro o cinco cuerpos son quemados a plena vista uno tras otro, día y noche. Los deudos, completamente rapados y sin derramar una sola lágrima, envuelven a sus muertos en telas brillantes de pies a cabeza y los cargan apresurados por las estrechas calles que llevan al Dashashwamedh Gath, repitiendo mantras a todo pulmón. Tres horas tarda un cuerpo en quemarse por completo y el lento proceso es observado con paciencia y valentía por todos. Lo primero en quemarse son las telas que cubren el cuerpo, lo que permite ver cómo se chamusca la piel en un rojo negruzco despidiendo un espeso humo blanco. El pelo se quema de inmediato y se pueden ver pronto los huesos del cráneo, la mandíbula y los dientes. El abdomen arde intensamente revelando una capa amarillo brillante que es la grasa corporal debajo de los músculos. Los brazos y piernas de pronto se desprenden y caen al suelo mostrando aún las cicatrices y uñas blancas. Alguien se encarga de volver a meter las extremidades al fuego como si se trataran de pedazos de leña. Después que casi todo se ha consumido el encargado del fuego apalea las cenizas para buscar una parte del cuerpo que no se consume del todo: en el hombre la columna vertebral detrás del pecho, y en la mujer, la que está detrás de las caderas. Hábilmente se levanta esta tripa negra y humeante con un largo bambú y se llama al familiar más cercano para que se aproxime. Me tocó ver a un padre abatido, rapado, exhausto, cubierto sólo con la tela blanca que habría de vestir diez días más, tomar el bambú con ambas manos y lanzar lo que quedaba de su hijo al Ganges. La escena incluye entonces a los niños jugando al cricket, que es el deporte nacional y las mujeres lavando la ropa en el río, al tiempo que pueden verse a hombres y mujeres bañándose, junto con los leprosos que buscan alivio a su mal, y no es raro ver ofrendas de flores flotando junto a los restos chamuscados de los cadáveres que arrojaron río arriba. Así es la existencia: todo pasa al mismo tiempo, juego, muerte, oración, devoción y lavar la ropa. Lo divino, lo mundano, lo hermoso y lo putrefacto . ¿Puedes ver que es nuestra mente la que separa todo? Por un lado porque nuestra atención solo puede enfocarse en un evento a la vez, y por el otro porque clasifica todo para tratar de entenderlo. Ahí me toco el Holi, el festival de los colores, en donde todos juegan a arrojarse pinturas en polvo de brillantes colores y se alocan tomando Bhang Lassi, que es yogurt con marihuana. Preferí irme a mi hotel cuando vi que los regularmente amables y dulces indios empezaban a parecerse más y más a los hooligans ingleses. Recorrí la ciudad rosa de Jaipur con los increíbles palacios que en la época dorada de los reyes indios tuvieron las paredes adornadas con oro y cientos de piedras preciosas: esmeraldas, rubíes y zafiros. Me maravillé con la inverosímil joya tallada a mano que es el Taj Majal.
Monté elefantes y camellos; evité en más de una ocasión que los monos se robaran mi comida o mi cámara, y alguna vez tuve que esperar a que dejaran de brincar sobre el techo del auto que renté para poder seguir mi viaje. Esquivé decenas de vacas que, por ser sagradas, hacen lo que quieren y se tumban en medio de las avenidas principales. Conocí y compartí con los originales sannyasins hinduistas, y me admiré de que muchos de ellos pedían limosna impecablemente limpios con sus ropajes marrón o naranja brillante, hablaban perfecto inglés con acento británico y fueron, antes de retirarse, profesores de prestigiosas universidades en India o exitosos empresarios. Observé maravillado a los Sadhus desnudos con el cuerpo totalmente cubierto con las cenizas de los muertos, a los encantadores de serpientes, a los faquires retando el dolor y su voluntad de maneras espeluznantes: uno de ellos levantando el brazo derecho por seis años, su mano y antebrazo totalmente atrofiados, otros amarraban piedras enormes en su pene que se les alargaba casi hasta llegar al piso. Yoghis sosteniendo las más complicadas posturas por tiempo indefinido. Monjes en profunda meditación. Ascetas escuálidos y todo tipo de personas con las más asombrosas deformidades. Fui testigo de la más humillante miseria humana: leprosos intentado levantar con los muñones de las muñecas monedas de dos rupias, la tercera parte de un centavo de dólar. Moribundos tirados en el suelo llenos de moscas y mendigos que les robaban su bote de agua para vender el plástico por décimas de centavo el kilo. Niñas y niños mendingando, entrenados para fingir llanto y causar aún más lástima. Cientos y cientos de taxistas peleando cuarenta y cinco minutos por diez rupias, menos de diecisiete centavos de dólar. La India es un cinturón de miseria interminable con mil doscientos millones de habitantes. He aquí muchas razones más para apreciar lo que tenemos. A pesar de todo, compré saris con hilos de oro, colchas y mascadas de la más fina seda, joyeros de mármol finamente tallados, estatuillas de madera de sándalo del Dios Ganesh, pulseras de plata, cuarzos enormes, campanitas de bronce, inciensos y todo tipo de souvenirs a precios ridículamente bajos. A principios de abril volaba yo de regreso a América para reunirme con mi amada hijita y sin mucha idea de lo que ahí haría. Volver a lo cotidiano después de India y del Primal fue un shock tremendo. Me di cuenta de que mis paradigmas ha-bían cambiado por completo. Era evidente ahora que había dedicado toda mi vida a complacer a mis padres. Incluso estudié una licenciatura en publicidad porque era lo que quería mi padre y lo hice muchos años después de que él murió. Durante mi carrera, en mis tiempos libres devoraba los libros de psicología de mi hermana porque, en realidad, eso era lo mío. Pero lo que yo quería hacer realmente desde los veintiuno era viajar por todo el mundo. Seguí con el negocio familiar porque eso es lo que quería mi padre. “Vamos a hacer grandes negocios untos”, me dijo antes de morir y, sin él, hice grandes negocios solo. El éxito perdió sentido para mí como una meta a alcanzar. El éxito es siempre en comparación con los demás y es siempre egoísta y superficial, por eso no puede ser una
meta. El bienestar personal tiene que ser el resultado de una vida de servicio y de entrega a lo que uno disfruta . El reconocimiento social no me atraía tampoco. La frase del hermoso filósofo indio Jiddu Krishnamurti se me quedó muy grabada:
Estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma no es signo de salud. La religión perdió por completo sentido para mí porque la manipulación de la iglesia era ahora absolutamente inaceptable, y el concepto de Dios que había heredado de la sociedad donde nací, una caricatura de lo Divino, no tenía ya ningún sentido. La monogamia, que era la única posibilidad antes de mi viaje, ahora me parecía impuesta, forzada, artificial. Osho me había dejado completamente vacío. Así me sentí por mucho tiempo. No me había dejado nada de qué asirme, nada a qué aspirar y esos primeros meses me sentí como crudo, esa ansiedad que me daba al final de mis borracheras cuando solía tomar, estaba presente en el fondo de mi mente y cuerpo todo el tiempo. Tardé un poco en identificar que lo que sentía era culpa, sentía que había traicionado a todos: a mi familia lavando la ropa sucia enfrente de todo el mundo, a mi clan completo renegando de todo lo que consideraban sagrado, a mi patria al hacerme consciente de lo estúpido que es sentirse mexicano o italiano o ruso si la nacionalidad es un mero accidente geográfico del nacimiento. El culpar a mi exmujer por mi divorcio ya tampoco era posible pues se hizo muy evidente que la responsabilidad era de ambos y en realidad, la responsabilidad era de ninguno: Ella había representado a la perfección el rol que le fue asignado en la infancia y había sido mi propio rol quien la escogió. Alguna vez me dijo mi querido amigo Balam Ibarra cuando renegaba de mi ex: “No entiendo por qué estás tan enojado, contrataste a la actriz perfecta para la telenovela de tu vida, y después de su tremenda actuación te encabronas. Deberías mejor darle un Óscar.” Entendí entonces que existen dos tipos de vacíos: uno estéril, lleno de tristeza, soledad y sin esperanza, el que yo sentía antes de iniciar mi transformación y otro: un vacío tremendamente fértil lleno de posibilidades. Osho había limpiado en mí el terreno que estaba listo para sembrar de nuevo. Poco a poco había yo de descubrir cuál sería el fruto de ese tremendo borrón y cuenta nueva. Al principio no pensaba usar mi nuevo nombre. Lo quería solamente como un recordatorio de vivir en consciencia, de la importancia de la meditación y para conmemorar esa experiencia que tuve aquel dichoso día. Sin embargo, lentamente me daba cuenta de que ese Francisco Javier Ángel Real tenía poco que ver con este nuevo “yo”. Mi hermano se llama como mi padre y mi hermana como mi madre, ellos eran “la parejita” que buscaban, así que mi nombre fue elegido por Luzma, la hermana de mi papá que toda su vida vivió con nosotros. Lo escogió de una telenovela. Era un nombre
bien católico y bien mexicano, de hecho todos me decían Paco o Paquito. Esta costumbre nuestra del mexicano de hablar en diminutivo viene de la conquista. Los indígenas lo usaban tímidamente para no molestar a sus amos, los señores feudales y sus conquistadores: “Patroncito, ¿podemos descansar un poquito para echarnos un taquito?” Montones de cosas con las que yo ya no me identificaba estaban relacionadas con el nombre que me dio, a través de mis padres, la sociedad en la que nací. En el 2005 decidí anunciar a todo el mundo que usaría mi nuevo nombre. Mi decisión tenía que ver con esta nueva persona que lentamente surgía en mí, en la que me estaba convirtiendo. Mucho más libre, más espontánea, más alegre, llena de curiosidad, con mucha más energía. Me lo tomé muy en serio, toda mi vida estaba dedicada a la investigación del significado de vivir en el corazón . La meditación e incrementar mi capacidad de estar presente eran el centro de todas mis actividades. Para entonces había ya perdido los quince kilos que tenía de sobrepeso, llevaba ya tres años sin tomar, dejé de fumar después de quince años de consumir una cajetilla diaria y llevaba ya tres años de ser vegetariano. Lo decidí después de escuchar un discurso de Osho en el que preguntaba:
Si ya tenemos la tecnología y los recursos para alimentarnos perfectamente bien sin la necesidad de matar animales, ¿por qué habríamos de lastimarlos? ¿Sólo por el sabor?” Su enfoque hacia el vegetarianismo no era moralista ni esotérico era, como él mismo dijo, estético: matar y maltratar a otros seres que sienten pudiendo evitarlo es simplemente feo, horripilante.[35] Me reconcilié con la mamá de mi hijita, no para volver a ser pareja, pero sí amigos. Le pedí perdón y acepté sus disculpas. Reconocí mi parte de la responsabilidad en que no se diera lo nuestro y eso limpió el camino para relacionarnos amorosamente. Siempre estaré agradecido con ella por apoyarme en cuidar la relación con mi hijita y después, mucho más agradecido por un tremendo regalo que me dio. Las personas que permanecen enojadas con sus exparejas lo hacen porque nunca son capaces de soltarlas. El enojo es un vínculo emocional que, aunque negativo, los mantiene unidos de por vida. Cerrar tus asuntos inconclusos te permite relacionarte con frescura con las personas con las que alguna vez tuviste conflictos. Decidí también honrar mi deseo de viajar por el mundo. así que organicé mi empresa de manera que pudiera manejarla a distancia, dejé a cargo a dos personas en las que confío plenamente y alterné mis visitas para ver a mi hijita en Norteamérica con visitas a India, Arizona a la Danza del Sol y a cualquier comuna, actividad o lugar en el mundo que me permitiera avanzar en la investigación de mí mismo.
Solo mis amigos cercanos aceptaron gustosos llamarme por mi nuevo nombre, todos los demás se resistieron. Mi familia sobre todo, mi mami aún se rehúsa a usarlo. A pesar de todos los cambios evidentes y positivos en mí. El lema de la sociedad es “más vale malo conocido que bueno por conocer.” Si decides hacer un cambio radical en tu vida tendrás que lidiar con una tremenda resistencia. Tendrás que salirte de la autopista del conformismo, la inercia y la estupidez y, machete en mano, crear tu propio sendero en terreno desconocido. Tendrás que estar dispuesto a tener una firme postura en el mundo para soportar las críticas, las burlas, los comentarios negativos de tus seres queridos: es a través de ellos que se mantiene este sistema de control social y el neurótico interés de que las cosas sigan igual. “Come-flores, abraza-árboles, idealista, soñador, hippie, gurú, mamón, raro, payaso, loco, rebelde, ateo, inmaduro, fanático, irresponsable, libertino…” esos y muchos más adjetivos recibí y sigo recibiendo directa o indirectamente de conocidos y extraños por igual. ¿Puedes ver que todos odian el cambio? ¿Puedes ver que es la misma sociedad rechaza a quién encuentra nuevas alternativas? ¿Puedes ver que la represión social es mantenida justamente por los individuos que son reprimidos? No importa cuán evidentes sean los abusos de la religión, los mismos devotos, reprimidos en su sexualidad, reprimen a todos los demás y, abusados ellos mismos, defienden una institución llena de abusadores. Los que hacen de la acumulación de bienes el fin último de su vida, no quieren ver lo banal y ridículo que es. Los que están en el poder duermen tranquilos sabiendo que los borregos mismos mantienen a los rebeldes dentro del corral. Ahora mismo la humanidad está en un punto de quiebre. Nos apegamos con vehemencia a creencias, costumbres y sistemas económicos a pesar de que el mundo y la humanidad entera sufre las consecuencias. Seguimos aferrándonos a lo que conocemos cuando es evidente que el resultado será desastroso. En mi caso tuvieron que sucederme dos tragedias, un divorcio y un secuestro, para que admitiera al fin, que mi vida necesitaba un cambio radical . Las tremendas crisis son la herramienta que tiene la vida para despertarnos y la mayoría de las veces esa es la única forma de despertarnos. Espero de todo corazón que ni a nosotros ni a nuestros hijitos que tanto amamos les toque vivir la tragedia que hará despertar a los pocos que sobrevivan. La única otra opción es la consciencia, y eso es lo que hay detrás de las enseñanzas de Osho y de todos los maestros de verdad. Y a eso, en la medida de mis posibilidades, he decidido encaminar todos mis esfuerzos. Hay muchos otros como yo, muchos comeflores, abraza-árboles, idealistas, soñadores…
DIEZ El amor romántico y la intimidad… fue el tema de mi siguiente investigación, en Puna, para el 2004. ¡Madre Santísima! Son muchas las personas que tienen resuelta la mayoría de los aspectos de sus vidas, tienen un trabajo que disfrutan, estabilidad económica, un sentido de pertenencia y contribución y que incluso, han avanzado mucho en su trabajo personal y, aún así, hay un área que se nos dificulta a todos: nuestras relaciones románticas. Miles de personas han decidido conformarse con relaciones más o menos armónicas, más o menos íntimas, y otro tanto tiene que conformarse con pasar de una relación a la siguiente con la tremenda demanda de energía y el sufrimiento que eso implica. Una menor parte de nosotros ha decidido enfocar su energía en otros quehaceres y definitivamente dejar el asunto del amor en paz. ¿Qué nos impide, a pesar de nuestras buenas intenciones, vivir en armonía? ¿Qué es lo que interfiere y arruina las relaciones que empiezan tan bien sólo para volverse amargas tarde o temprano? Nos quebramos la cabeza buscando soluciones y desgastamos nuestro corazón sin detenernos a pensar siquiera que, tal vez, son las mismas bases de las relaciones actuales, las socialmente aceptadas las que no permiten ni promueven relaciones duraderas, intimidad profunda, honestidad o amor verdadero. Sé muy bien que muchos de nosotros no lo queremos admitir y de inmediato intentaremos negarlo, sin embargo, la monogamia no es algo natural en el ser humano. Antes de que inventaran la agricultura y la ganadería hace tan sólo diez mil años, en el neolítico, los seres humanos vivieron dos y medio millones de años en pequeños grupos nómadas, cazadores y recolectores que, al igual que hacen en la actualidad los bonobos que son la especie animal más parecida genéticamente a la nuestra: compartían todo, absolutamente todo. Para ellos compartir y cuidar de cada uno de los miembros de la comunidad era una cuestión vital. El egoísmo significaba la muerte, no solo del individuo sino de la comunidad entera. En este compartir estaba incluido de forma particular el sexo, que era un importante factor en los estrechos vínculos sociales necesarios para vivir en armo-nía en un tipo de sociedad como esa. No hablo de promiscuidad, hablo de relaciones sexuales afectuosas y significativas con varios, si no con todos los miembros del clan. Una de las muchas y enormes ventajas de este acuerdo era que los niños, eran, literalmente los hijos de todos y todos reci-bían el cuidado y amor de todo el grupo.[36] Este arreglo que tenemos ahora de cada oveja con su pareja es un subproducto de la
propiedad privada. Cuando decidimos que alguien podía acumular a través de sus esfuerzos, en el mejor de los casos, y manipulando y subyugando a los demás en el peor y más común de los casos, tuvimos que crear sistemas que protegieran los terrenos, casas, cosas y animales que habíamos acumulado. Con la propiedad privada nació el individualismo, el egoísmo, los ejércitos, las guerras, las conquistas, el celibato, la sobrevaloración de la virginidad y la monogamia. Consciente de que nada se llevaría al morir, el hombre (quien es el acumulador de la especie) sentía un iluso consuelo al heredar todo lo que había logrado conseguir a sus descendientes. Sin embargo, sería muy estúpido que el beneficiario del trabajo de toda su vida fuera, en realidad, hijo del lechero, del vecino o cualquier oportunista con quien la esposa hubiese disfrutado de una aventura. En ese momento, la mujer que antes era la compañera, el complemento e incluso el pilar de la comunidad se convirtió en una más de las posesiones del hombre. De esta necesidad del hombre de heredar sus bienes a alguien que fuera, sin lugar a dudas, “sangre de su sangre”, nacieron un montón de complicaciones: la subyugación y dominación total de la mujer, el adulterio como un terrible crimen, los celos, los cinturones de castidad, las burkas que son las túnicas de las mujeres musulmanas que solo les dejan los ojos descubiertos y que son evidencia del terrible miedo que tiene el hombre a que alguien le robe o siquiera mire su mueble, que es como le dicen los machos a las mujeres en el norte de México. De esta necesidad creada por la sociedad nace la total falta de respeto a la mujer y la necesidad del hombre de dominarla y someterla en todos los sentidos: moral, sentimental y económicamente. De aquí nace ese doble estándar en el que el hombre que disfruta de su sexualidad es un macho, un cabrón, y la mujer que lo hace es una loca, una puta. Idea apoyada curiosamente por las mismas mujeres a quienes les perjudica. Claro que al reprimir la sexualidad de la mujer, el hombre tiene también que reprimir la suya. Por otro lado, las religiones tardaron poco en notar que al reprimir la energía sexual de sus fieles, su energía vital, reprimían también su alegría, su paz, su conexión con otros y con lo divino. Quedaban a merced de todas sus promesas de una vida mejor después de la muerte y se volvían obedientes y manipulables ovejas que necesitan un pastor. Diez mil años es solo el 0.5% de nuestra historia como especie, el resto de ella, el 99.5% no fuimos monógamos y más aún, la propiedad privada es un concepto, una idea, un acuerdo entre nosotros sin bases en la realidad y, sobre ese acuerdo, hemos intentado ir en contra de la energía que nos mueve, la energía que ha permitido que seamos siete mil millones de seres humanos, en contra de nuestra naturaleza. Es por eso que hay tantos problemas alrededor de la monogamia, una idea no tiene mucho poder sobre algo que está en lo profundo de nuestros genes. La razón de que la infidelidad sea más la norma que la excepción no es que seamos
propensos al pecado. El hecho de que la pornografía sea mejor negocio que todas las cadenas de televisión juntas tiene que ver con la necesidad de nuestra especie de variedad sexual. Esa es la misma razón por la cual la mayoría de nosotros va de una relación monógama a la siguiente (lo que a fin de cuentas nos hace polígamos). El celibato tiene que ver con el miedo de la Iglesia a que los sacerdotes heredaran a sus descendientes los beneficios de su rebaño. La pedofilia, las violaciones y abusos en la iglesia, las catacumbas debajo de muchos monasterios llenas de fetos abortados por las mismas monjas, tienen que ver con intentar retener, solo con voluntad, una fuerza que es más grande que el mejor de los individuos. Y un último argumento: ¿Por qué en el altar se le pide a Dios, a Jesús y todos los ángeles que ayuden a los recién casados a cumplir su compromiso de fidelidad? ¿Por qué es tan difícil? Si fuera de verdad natural para el ser humano no nos costaría tanto trabajo. La idea del amor libre de los hippies fue una reacción ante esta costumbre social que es tomada ciegamente como una verdad universal, al igual que la gran mayoría de los condicionamientos que hemos heredado. Lo mismo que cualquier cuestionamiento a lo establecido fue recibido con una tremenda reacción en contra. Según los “rucos”, los hippies eran unos locos y lo suyo no era libertad sino libertinaje. Conocí a Cecy en un taller de terapia y espiritualidad en la Universidad Gestalt de América. De inmediato me atrajo su belleza, inteligencia y alegría. (En esa ocasión me acompañaba Balam quien mide dos metros, y durante la ronda en la que todos explicamos por qué asistíamos al taller, él dijo señalándome con el dedo: “Yo soy su novio y sólo vengo a acompañarlo.” Los pocos que me conocían sonrieron, los que no me conocían pusieron cara de asombro y seguro imaginaron todo tipo de escenarios.) Cecy también es terapeuta, así que coincidimos en eso y en la inquietud de investigar sobre lo espiritual. Después de unos meses de conocernos e iniciar un romance la invité al ashram de Osho. Mi idea era usar el laboratorio de experimentación que es el ashram creado por mi maestro, para investigar sobre la libertad sexual y las relaciones abiertas, es decir, sobre una nueva opción de relación que permitiera a sus integrantes relacionarse románticamente con otras personas aun manteniendo el lazo sentimental entre ellas. Le ruego a cualquier lector que esté levantando la ceja en señal de desaprobación que analice lo que pasa en realidad en la sociedad de ahora: En primer lugar, la mayoría de nosotros a lo largo de nuestra vida tenemos varias relaciones: ya sea al mismo tiempo, llenos de culpa y mentiras, conflictos y desilusiones; o bien, una tras otra. Los gansos sí son monógamos, ellos tienen una sola
pareja toda su vida, nosotros no. En segundo lugar, hay muchas veces que lo que une a dos personas no es el deseo de una pareja duradera sino el de tener relaciones sexuales con ella, así que, ¿qué se hace en esta sociedad hipócrita, que rechaza la libertad sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad? Se miente, se finge, se juega una farsa. El hombre miente, le dice a ella lo que se espera en la sociedad que le diga: le promete, le ilusiona, le “engaña.” Y ella, que en el fondo sabe que éste no es el bueno pero que quiere estar con él, se deja “engañar”. Este jueguito hipócrita les permite disfrutar un rato de su sexualidad y hacer lo que realmente querían hacer. Cuando ambos se sienten satisfechos termina la relación y sigue la farsa: él, con toda culpa por “las mentiras” que tuvo que decir para que la otra estuviera dispuesta a jugar, se retira sintiéndose mal, una vez más. Y la mujer, siguiendo la farsa, se hace la víctima, se dice a sí misma engañada por un sátiro, un mujeriego, un desgraciado. Pasa un tiempo y se repite el uego con otros actores. Encontrar a una pareja de verdad puede tomar muchos años. ¿Qué haremos en una sociedad farsante para satisfacer nuestras apremiantes necesidades hasta que la encontremos? Las prostitutas son una opción y no por nada el oficio más antiguo, y fingir, mentir y repetir el dramón, una y otra vez, es la otra. Tienes que darte cuenta de que la honestidad es brutalmente rechazada en una sociedad hipócrita que se sostiene de la mentira. ¿Cómo te suena esto?: “María, me pareces muy atractiva. Realmente no creo que sea posible que seamos una pareja porque nuestros intereses son muy diferentes, pero me encantaría tener relaciones sexuales contigo. ¿Te interesa?” A lo que María contestaría: “Juan, yo también te encuentro atractivo y, en efecto, busco algo diferente para mi pareja, sin embargo, ya tiene tiempo que no he estado con un hombre y me encantaría que nos disfrutemos juntos.” ¿Por qué este escenario nos suena completamente imposible? Porque estamos profundamente condicionados y porque esta sociedad no soporta la libertad ni la honestidad radical, ya que sacude sus fundamentos. Admito que cometí muchos errores antes de siquiera empezar nuestra investigación. El primero y el más grande fue no asegurarme de cuál era la verdadera intención de Cecy al aceptar mi invitación a India. En realidad, más que investigar, ella tenía la ilusión de una relación convencional conmigo y, sin embargo, accedió a mi invitación a probar nuevas alternativas. El segundo error fue no tener un acuerdo claro con ella sobre cómo sería nuestra investigación y cuáles serían los límites. Cuando se rompen las reglas sociales hay que tener nuevos y claros acuerdos que nos apoyen con lo que estamos experimentando. Comenté ya que en la comuna de Osho hay un enfoque muy libre hacia la sexualidad y que está lleno de personas físicamente hermosas, un ingrediente más que se añade a esta explosiva mezcla es que varias de las meditaciones de Osho son activas, incluyen
movimientos del cuerpo y trabajan precisamente con la energía vital, que es, ni más ni menos, nuestra energía sexual. Nuestro experimento inició en un taller sobre co-dependencia con Satiarthi, otro de los discípulos directos de Osho (así se les llama a quienes le conocieron en persona, vivieron en sus comunas por varios años y que no solo aprendieron directamente de él, sino que fueron entrenados también en las técnicas terapéuticas que ahí se iban desarrollando). Ahí aprendimos sobre todos los juegos neuróticos que tenemos en nuestras relaciones íntimas, sobre el terror que nos da la intimidad verdadera y no hablo de sexo (es posible y muy común tener sexo sin intimidad), hablo de la posibilidad de abrir por completo nuestro corazón, de mostrarnos al otro tal cual somos. Dice Osho de forma contundente:
Tú no has reconocido aún tu propia belleza, no has descubierto ni cultivado tu erfume y por lo tanto apestas, apestas a inseguridad, dudas, a celos y posesión. Podrás fingir unas horas, unos meses pero cuando vivas veinticuatro horas con tu amado no podrás esconder tus miedos, tus necesidades insatisfechas, tus berrinches; no podrás seguir pretendiendo que eres esa persona que fingiste ser al inicio de tu relación para agradarle a tu amado. Co-dependencia significa básicamente creer que el otro es la fuente y el responsable de tu felicidad. Esta idea da al traste con cualquier posibilidad de armonía y amor verdadero. Si necesitas al otro para ser feliz no puedes amarlo . Si le necesitas entonces, por un lado, ya no eres libre para ser tú mismo: todo el tiempo estás filtrando lo que dices y haces y hasta lo que piensas y sientes, procurando que no sea algo que moleste al otro para que no se vaya y se lleve consigo tu felicidad. Y por el otro, como te aterra que se vaya, le controlas, le celas, le reprimes: él o ella ya no puede tener una amistad sincera con ninguna otra persona del sexo opuesto (en los peores casos no puede tener ya una amistad sincera ni con “sus amigotes”). Haz un esfuerzo y ve la contradicción en esto: quieres una pareja que sea amorosa, amable y abierta… solo contigo . Un esquizofrénico, que sea de una forma contigo y de otra forma con el resto de los seres humanos. Si por ti fuera, guardabas su corazón en una caja fuerte para que nadie te lo robara, le pondrías un cinturón de castidad y el otro pobre andará, como anda en efecto la mayoría de la gente: castrado, relacionándose superficial e hipócritamente sin nunca poder compartir su corazón con nadie más. En ese taller, Cecy conoció a Nema, un hermoso libanés, y yo a Angelique, una hermosa holandesa, igual de rebeldes que nosotros, igual de interesados en investigar, otro par de buscadores de la verdad. Y empezó la investigación. Salimos los cuatro untos, y divertidos nos enteramos de que teníamos por supuesto muchas cosas en
común. Cecy inició un romance con Nema; Angelique tenía sus dudas de iniciar uno conmigo. Me moría de celos, los sentimientos eran parte del experimento y estuve bien dispuesto a observarlos, (si no sintiera nada por Cecy el experimento no tendría ningún sentido, pero en efecto, a lo largo de nuestra relación, Cecy y yo sen-tíamos un profundo afecto mutuo). El ejercicio incluía ver a Cecy poniéndose guapísima para verse con Nema, y yo arreglándome para ver si Angelique se animaba a algo que deseba pero que su condicionamiento le impedía (ella misma lo admitió después, es por eso que puedo afirmarlo). Nunca se animó. A pesar de tener poco tiempo en nuestra historia como especie, los condicionamientos sociales pueden, en efecto, reprimir la satisfacción de nuestros más naturales deseos y necesidades. Nema decidió después de una semana seguir con su viaje por India, así que se despidió de Cecy… y de mí. Me reuní con él y nos conocimos un poco más. Pude ver que era un hombre muy simpático, de buen corazón, honesto y divertido, quedamos de seguir en contacto y me felicitó por mi aparente ecuanimidad. La cual no excluía mis sentimientos de inseguridad y celos. No se trataba de ser insensible o hacerse el macho sino de estar completamente abierto a aprender. Seguía yo con mi aguerrida forma de ser. Cecy y yo platicamos sobre su experiencia, la cuál le pareció por supuesto muy agradable y admitió, abiertamente esta vez, que su verdadero deseo era una relación convencional conmigo. Yo le agradecí y le confesé que la quería mucho, que me moría de celos y que, aun así, quería seguir investigando, quería averiguar si era posible de verdad encontrar una forma alternativa de relacionarse que al mismo tiempo de ser profunda, no fuera exclusiva. Ella dijo estar de acuerdo, pero la realidad es que se molestó terriblemente. A partir de ese momento, su actitud para conmigo fue pasivo-agresiva. La agresión pasiva es una forma inconsciente (a veces consciente) de descargar el enojo con el otro de forma indirecta, manipulativa y encubierta. Llegar tarde, cancelar citas una y otra vez, el sarcasmo, comentarios aparentemente inocentes que son mal intencionados, consejos no solicitados y la condescendencia son ejemplos de agresión pasiva, todos usados por Cecy en su relación conmigo. Si a eso le sumas que Cecy era mucho más atractiva como mujer que yo como hombre. y que mi técnica para ligar era muy inferior a la del resto de los hombres que viven en el ashram, podrás imaginar el infierno en el que yo mismo me metí. Seguimos tomando talleres, ahora cada quien por su cuenta. Traté de hacerle ver a Cecy su terrible enojo hacia a mí, y no fue capaz de admitirlo en ese momento. (Lo admitió de hecho tres años después. Cuando nos volvimos a ver me pidió perdón y aceptó mis disculpas. Ahora somos buenos amigos). En un momento dado, le dije que no estaba dispuesto a soportar más sus groserías, renté un departamento aparte, le dejé su boleto de regreso a México y decidí quedarme tres semanas más en el ashram a lamer mis heridas y a recuperarme de esta otra Danza
del Sol en la que me había metido. Ella se fue molestísima y supe que tuvo al final un romance con Vivek, un alemán simpatiquísimo, quien la invitó unos meses después a vivir con él en Alemania. La gran mayoría de las relaciones convencionales no funcionan y están llenas de conflictos e hipocresía porque están basadas en introyectos , en creencias que heredamos de la sociedad y que consideramos, sin lugar a dudas, verdaderas. La monogamia es un introyecto, creer que cuando amas a alguien pierdes por completo el interés por otras personas es otro, creer que solo tienes ojos para tu amada(o), que el matrimonio es para siempre, que todos los hombres son iguales, que tu amado debe saber exactamente qué es lo que necesitas, que la verdad no peca pero incomoda, son todas creencias que nos tragamos sin masticar. Es por eso que no hay forma alguna de ser radicalmente honesto en nuestras relaciones, que es lo único que las haría profundas y significativas. “¿Amor, este vestido me hace ver gorda?” “Sí, mi amor.” “¿Amor, tu secretaria te parece atractiva?” “Sí, mi amor.” “Amor, si yo accediera a que tuvieras relaciones sexuales con otras personas, ¿lo harías?” “Sí, mi amor.” Imagina las consecuencias de estas respuestas en una relación convencional basada en clichés y mentiras. Esperamos de hecho que nuestros amantes nos mientan, y si no lo hacen nos molestamos. Dos de las herramientas que más me han servido en mi vida son mi sentido del humor y la capacidad de reírme de mí mismo. Así que para sanar los dolorosos aprendizajes recibidos en mi ingenua investigación, preparé un monólogo cómico acerca de mi experiencia y, junto con una española que conocí justo cuando Cecy iba volando de regreso a México, me presenté un domingo en el “Capuchino Bar” del ashram, una noche de cabaret enfrente de cientos de sannyasins. Estaba muy nervioso, nunca había hecho Stand Up Comedy [37], y ese no era el único reto, había que hacerlo en inglés y frente a un público de quince culturas diferentes. Fue un hitazo. Después de la primera carcajada me solté contando todas mis peripecias en la investigación de las relaciones. Todos se identificaban y entendían mi ingenuidad y las situaciones en las que me metí. Vivek estaba entre el público, y al finalizar mi actuación, después de los aplausos, se acercó a felicitarme: “Me moría de la risa, no creas que no sé que hablaste también de mí, qué ingenioso eres.” Me dio un abrazo y salió corriendo, él siempre corría o bailaba, no podía estarse quieto. En ese tiempo conocí mejor a Índigo, la española, y después de presentarnos con gran éxito dos veces más en las noches de cabaret, iniciamos un romance. Pensarás, querido lector, que después de esa experiencia lo que yo quería ya era una relación convencional. Pues no, quería seguir investigando. Supuse erróneamente que una europea estaría más liberada y más dispuesta a experimentar. Así que con renovadas energías empecé un nuevo capítulo en la investigación.
Europeos, asiáticos, australianos, africanos y americanos estamos igual de condicionados todos a seguir ciegamente lo que nos ordena la sociedad. Incluso en los asuntos personales que llevamos a cabo en la intimidad. En la privacidad de nuestra habitación, protegidos por la obscuridad, dentro de la cama, debajo de las colchas, hasta ahí nos alcanzan los tentáculos de la iglesia y las tradiciones. ONCE El miedo al compromiso es en realidad… miedo a la intimidad. Se habla mucho de que ahora todos tenemos un tremendo miedo al compromiso, que es por eso que no duran las relaciones y que debido a eso saltamos de una a otra. Esta es una verdad a medias. Esa promesa que se hace en el altar: “Se amarán en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe,” es más que algo romántico, una payasada. Si no sabemos qué vamos a hacer mañana, si no tenemos idea de qué es lo que realmente queremos, ¿cómo andamos haciendo promesas hasta que la muerte nos separe? ¿Cómo puedes prometerle a alguien que lo amarás por siempre? ¿No es acaso el amor algo que debe, para ser valioso de verdad, darse espontáneamente? ¿Quieres estar tú con alguien que está contigo porque firmó un contrato o porque realmente te ama? Y después de firmar el contrato, ¿cómo podrás saber si está contigo por amor o porque se comprometió ante Dios, la ley y un montón de metiches?
El amor es algo vivo como una flor, sumamente delicado y que tiene que nutrirse día con día, necesita agua, atención, tierra, alimento, sol, momentos hermosos untos. Y como todo lo vivo, puede dejar de existir de pronto. Si quieres tener una flor que dure para siempre compra una de plástico, si quieres una relación falsa, artificial, que dure para siempre, haz del compromiso su fundamento. [38] El compromiso, si no surge del profundo amor entre dos personas, es falso, y si las ganas de estar juntos son espontáneas, no pueden ser en realidad llamadas “compromiso”. El compromiso es otra ilusión de control. Somos tremendamente cobardes y en esta cobardía inventamos acuerdos que nos den un poco de seguridad. Una seguridad que es completamente ilusoria porque el compromiso nunca le ha impedido a nadie ponerle el cuerno a su pareja o terminar su relación. Enojados uno con el otro se dicen: “No cumpliste lo que prometiste, eres un desgraciado” La respuesta en esa sociedad radicalmente honesta que te invito a imaginar conmigo sería: “Amor mío, te prometí algo que no puede ser prometido. Ofrecí darte algo que solo puedes darte tú misma. Te agradezco todo lo vivido y te deseo la mejor de las suertes.”
Este fue el tema de mi investigación la tercera vez en Puna. Por supuesto que ni la primera vez se trató exclusivamente de Cecy, ni la segunda de Índigo, todo mi tiempo en el ashram era aprovechado en docenas de talleres y cursos alternados con meditación y viajes para conocer el resto de India. Mis experimentos personales se daban durante, provocados y al margen del resto de nuestras actividades. Después de India invité a Índigo a México y con todo el dolor de mi corazón, lleno de culpa y vergüenza, tuve que pedirle que se fuera a los pocos meses porque me dio algo parecido a un ataque de ansiedad. Los autores expertos del tema le dicen fobia al compromiso, en el trabajo de Osho se le conoce como terror a la intimidad. En una relación romántica se despiertan cientos de asuntos inconclusos de la infancia y se mezclan de forma simultánea dos necesidades que parecen mutuamente excluyentes: Tenemos todos la necesidad de unión, de amor y cercanía; lo que tiene que ver con el amor de nuestros padres y es una de las necesidades básicas del ser humano. Al mismo tiempo, tenemos la necesidad de ser auténticos, espontáneos y libres; lo que tiene que ver con el momento en el que quisimos independizarnos de nuestros padres y pararnos en nuestros propios pies. ¿Cómo se concilian en esta sociedad, en relaciones que ya están perfectamente definidas estas necesidades de cercanía y espacio; de unión y soledad, de amor y libertad? Si cedes a la primera y renuncias a tu espontaneidad, eres un mandilón. Si cedes a la segunda y renuncias a la cercanía te quedas vacío y solo. Irás de relación en relación rompiendo justo cuando aumenta la intimidad. Si eres hombre serás el eterno enamorado y si eres mujer, una solterona que se quedará para vestir santos. El cobarde acuerdo social de pareja actual no permite la espontaneidad, ni el espacio ni la libertad. “Amor mío me iré a Cancún con mis amigos.” “Amor me iré de fiesta con mis amigas.” Son dos propuestas perfectamente válidas que en esta sociedad se ven como una locura. Quiero conocer a una persona en una pareja convencional que se las diga a su “media naranja”. Por cierto, en una relación donde dos personas son una, solo se tienen dos medias personas. Ese es otro gran problema con las relaciones ahora. La co-dependencia impide dar o pedir a tu pareja espacio, es decir, un tiempo aparte para cada uno independiente del otro. Un espacio privado donde cada uno pueda recuperar ener-gías, hacer contacto consigo mismo, meditar, recuperar su centro para poder después regresar fresco al reencuentro. Todo en la vida es un ritmo: día y noche, trabajo y descanso, luz y obscuridad, cercanía y espacio. Imagina que cuando estás con tu pareja en profunda cercanía, están ambos inspirando, lo disfrutan enormemente y después, cuando se agote ese momento, necesitarán exhalar, separarse un poco para darle espacio al ritmo. No hablo de nada complicado, hablo de irse cada quien a su cuarto, irse a jugar tenis con un amigo o si se necesita más espacio, ir a un viaje cada quien por su cuenta.
Sin embargo, como en el fondo saben que el compromiso es algo tan frágil, y como creen que necesitan al otro como fuente de su felicidad, no pueden darse el más mínimo espacio. Se abrazan en la más profunda inhalación y, por miedo, no se permiten exhalar. Literalmente sienten que se asfixian. ¿Cómo crees que resuelven esto la gran mayoría de las parejas? Con otra farsa: se pelean, tienen una discusión o si es más el espacio que necesitan, terminan su relación (en realidad, hacen como que la terminan). Y así, de una forma llena de conflictos, palabras hirientes, insultos de los que se arrepienten después, se dan un poco de espacio. Exhalan. Dicen que las reconciliaciones son muy ricas, lo son porque ambos regresan descansados, frescos, después de los espacios solos que tanto necesitaban. Índigo y yo nos dimos, sin saberlo, varios meses de espacio y nos volvimos a encontrar, “sin planearlo”, en Puna, en el 2005. Este encuentro fue más intenso. Me había pasado un par de semanas maravillosas con una igualmente maravillosa alemana, que conocí en un taller de tantra, Marliesa, una sannyasin realmente abierta y libertina. Y utilizo este término en forma de elogio, justo por las mismas razones que los puritanos lo usan de forma peyorativa: un libertino es alguien libre para disfrutar sin culpas ni restricciones de su sexualidad y su cuerpo. Marliesa, con su extraordinaria belleza y libertad me abrió el corazón y me quitó el miedo, me devolvió la seguridad en mí mismo, que había quedado golpeada después de Cecy y después de mi “ataque de fobia al compromiso.” Me enamoré de ella. Pero no fue ese enamoramiento que se aferra, que quiere poseer, que es más adicción que otra cosa. Sabiendo que lo nuestro era momentáneo, porque ese fue nuestro acuerdo ya que ella saldría de viaje, me enamoré como se enamora uno del mar, de un hermoso paisaje, de un lugar; como se enamora uno de algo que no puede poseer. Y ese fue el primer regalo que me dio Marliesa:
Entendí que esa es la única forma de amar, sin querer poseer, sabiendo que lo que amas se irá un día, sin miedo, sin compromisos, total y absolutamente en el momento resente. Me encontré con Índigo en uno de los restaurantes de la comuna de Osho y nos dimos un gran abrazo, que fue el preludio de otro romance, ahora más libre, más profundo, con un Dílvar más masculino, más lleno de energía, un gorila en potencia. La intensidad era diferente, el acuerdo el mismo: una relación abierta, profunda, significativa y no exclusiva. Nunca he sido alguien que se rinda fácilmente. Estaba más vivo y alegre que nunca en mi vida, mis días empezaban a las 5:30 am para salir corriendo a la meditación dinámica y terminaban a las 2:00 am del día siguiente. Meditaba, tomaba talleres, ayudaba en otros, aprendía, te-nía las más interesantes y profundas discusiones con los más variados personajes, participé un par
de veces más haciendo comedia en vivo frente a los que ahora consideraba ya mis amigos y compañeros, me reí de Osho, de las túnicas marrón, de las meditaciones, de todo lo que compartíamos en la comuna. Justo esta energía y esta alegría inéditas en mí, fueron la razón principal de querer usar mi nuevo nombre. Quería llevar esto conmigo a donde fuera. Otro anhelo que surgió de estos felices meses de mi vida, fue compartir lo aprendido y mi transformación con otros. Ese año decidí que un día construiría un hermoso ashram, un centro de reunión donde meditar y experimentar, donde dar talleres y llevar a los terapeutas que tanto me ayudaron a sanar y transformar mi vida. Mi centro se llama Vision Quest[39] y ahí recibimos a cientos de buscadores de la verdad desde 2008. Cada año la misma Shakura comparte con nosotros el taller de Primal. En el tiempo que estuve con Índigo en India, Marliesa decidió visitar el ashram una vez más y quiso verme. Después de debatirme en mi cabeza por un par de días sobre si la vería o no, decidí decirle a Índigo que quería estar con ella. Por supuesto que se enojó muchísimo. De nada sirvió recordarle el acuerdo que teníamos, de nada sirvieron mis argumentos. Así que en su peculiar estilo español, me mandó a tomar por culo. Dos cosas me quedaron muy claras ese día: la primera es que la libertad no te puede ser concedida por nadie, la libertad no se pide, ni se negocia, se asume, se ejerce. “Mi pareja no me deja ser libre” es un argumento cobarde y pusilánime. La otra es que no somos honestos con otros porque no somos honestos ni siquiera con nosotros mismos. Índigo una vez más accedió a un acuerdo que en realidad no quería, en el fondo ella también quería una relación convencional conmigo y tenía la ilusión de que al enamorarme de ella ya no quisiera yo estar con nadie más. Pues para sorpresa suya y mía, me enamoré de ella y aún así, quería estar con Marliesa. Con el tiempo llegué a la conclusión de que muchas mujeres sinceramente dirán que quieren participar en una relación abierta pero deseando inconscientemente que el hombre se enamore, se sienta completamente satisfecho con ellas y abandone su interés en otras mujeres. Me pasó una vez más en otra de mis relaciones y después de eso desistí en mi intento. Sabiendo esto, ya no era honesto para mí seguirles el juego. Pasé un hermoso fin de semana con Marliesa antes de que continuara con su viaje de nuevo. Lo hice a pesar de la culpa al saber que Índigo se la estaría pasando mal (eso pensé yo). Quiero recalcar que todos estos aprendizajes no estaban exentos de emociones fuertes para todos los involucrados. Todos éramos personas sensibles, todos amorosos y todos interesados en aprender formas alternativas de relacionarnos, basadas en la espontaneidad, en la honestidad radical, el respeto de nuestra naturaleza y honrando nuestras necesidades. Después de despedirme de Marliesa, busqué a Índigo y le pregunté si le interesaba seguir con lo nuestro. Me abrazó con brazos y piernas y me dijo: “¡Qué yo no he
terminado contigo, tío!” La experiencia, de alguna forma, en lugar de separarnos nos acercó más. Cuando Marliesa me escribió otra vez desde su viaje que le gustaría verme de nuevo, de forma amorosa le agradecí todos los momentos hermosos y todo lo que me enseñó y le dije que ahora prefería estar con Índigo (de quien ella sabía todo por supuesto), que estaba disfrutando enormemente de nuestra intimidad y que no quería interferir con eso. Ella me agradeció también, me deseó lo mejor para los dos y siguió alegre con su viaje. Podrás notar que había un elemento nuevo en la ecuación y en mi forma de relacionarme. Notarás que la exclusividad que elegí con Índigo era un acto de libertad. Lo digo de nuevo, elegí por primera vez estar con una sola persona. Antes de eso era impuesto, era algo socialmente aceptado, algo a lo que había que resignarse, algo que le pesa a ambos, era algo que irremediablemente se asumía en una relación. Ese aprendizaje fue el segundo regalo de Marliesa. Una lección más recibida en ese tremendo laboratorio de relaciones que dejó Osho para nosotros, fue ver a Índigo, justo después de que le dije a Marliesa que no la vería, sentada en las piernas de un fornido y guapo norteamericano, en un café dentro del ashram, muertos de la risa los dos. La vi desde lejos y ella notó que la había visto. Sentí que la sangre se me iba a los pies y caminé observándome hasta el Buda Grove, el patio de meditación. Con curiosidad me di cuenta de que no eran celos lo que sentía, estaba enojado pensando que Índigo había roto nuestro nuevo acuerdo. Cuando ella llegó a donde estaba yo sentado me dijo: “Lo conocí cuando estuviste con Marliesa y sólo me estaba despidiendo, él se va mañana del ashram. ¿Estás molesto?” Al escucharla me tranquilicé por completo y entendí de verdad que todos somos absolutamente únicos e irrepetibles, que Índigo, Marliesa, el chico guapo del café y yo, todos poseemos un perfume hermoso, igual de valioso, incomparable. Nadie absolutamente nadie en este mundo tiene mi perfume, quien quiera disfrutarlo solo podrá hacerlo a través de mí. Desde ese día nunca más volví a sentir celos de nadie. Por supuesto que hay hombres más guapos, más inteligentes, mejores amantes, más ricos que yo pero… ninguno que sea esta manifestación única de la vida y de lo divino que jugará a ser “Dílvar” por un rato. Tomé a Índigo de la mano y le dije: “estoy perfectamente bien”. Y caminamos un rato más juntos. De hecho, una vez caminamos ochocientos kilómetros juntos. Al final de toda esta investigación concluí que para que una relación sea de verdad profunda y significativa necesita, al menos en mi caso, un acuerdo de exclusividad en el sexo. La comunión sexual por más libertino que seas, como yo lo soy, te involucra profundamente con la otra persona. No hay manera, al menos para mí que soy sensible y amoroso, de que mi energía, es decir, mi atención no se divida entre todas las personas con las que me comparto. Y para conocer de verdad a otra persona, para tener una verdadera intimidad con ella necesito de todam i atención.
Te preguntarás que para qué tanto problema para llegar a la misma conclusión de lo socialmente aceptado. Sin embargo, te diré que hay un montón de diferencias que se hacen evidentes en mi actual relación de pareja: Uno, los dos estamos conscientes de que siendo la monogamia algo socialmente impuesto, se necesita mucho más que buenos deseos y fuerza de voluntad para mantener el acuerdo de exclusividad en el sexo. El amor por sí solo tampoco es suficiente. Necesitamos poner más atención el uno en el otro, necesitamos variedad en nuestra sexualidad, necesitamos buscar formas de mantenerla fresca y viva. Una de ellas, por ejemplo, es el sexo tántrico propuesto también por Osho. Esa es parte de nuestra investigación como pareja ahora. Dos, nuestro acuerdo de exclusividad no es impuesto, es una elección. Y no uso la palabra monogamia porque eso implica cerrar tu corazón a todos los demás. Yo tengo el corazón abierto para amar plenamente a tanta gente como sea posible, tengo amistades entrañables con mujeres y hombres, incluso con mis exparejas; todas ellas saben que amo a mi mujer profundamente y está claro que es con ella y solo con ella con quien comparto la intimidad sexual. No estoy dividido, necesito expresar mi amor por mi pareja, por la naturaleza, por los animales y por todas las personas con las que interactúo. En mis talleres es común que abrace con amor a los participantes sin importar su género, y les diga que son hermosas o hermosos y que los quiero, porque siento genuino amor por ellos. Y mi pareja tiene la libertad de hacer lo mismo. Yo no quiero que ella me ame solo a mí. Quiero que ella ame a sus amigos y amigas, que los ame tanto como pueda. Tres, nos damos espacio. Tanto espacio como necesitemos. Cuando estamos juntos nos unimos profunda e íntimamente. Cuando no estamos juntos, cada quien se ocupa de sus asuntos y es libre de hacer lo que le venga en gana. Respetando obviamente el acuerdo de exclusividad en lo físico. No hay necesidad de preguntas, explicaciones ni de estar espiando al otro. Cuatro, no tenemos un compromiso. Lo que nos une es el amor que cuidamos todos los días como se cuida una flor: con acciones amorosas lo mantenemos, siendo amables el uno con el otro, estando atentos a nuestras mutuas necesidades, compartiendo nuestros “secretos”, siendo cómplices en nuestra búsqueda, nuestras aventuras y nuestras travesuras. Cada día al despertar, agradecemos y celebramos el amor y el deseo de estar juntos que es lo único que nos une. Date cuenta de que el amor que sientes y la atracción física por el otro son regalos maravillosos. No son algo que tú puedas hacer o decidir. Decir “yo amo” es como decir yo circulo mi sangre. El amor y la atracción se dan espontáneamente y no hay forma en que tú decidas o provoques ni uno ni otro. Si se dan ¡qué bendición! Si no se dan, aunque te pares de cabeza. De alguna manera, tanto el amor como la atracción sexual
son algo que se da también a través de ti. A través de ti, la vida se ama a sí misma y se deleita con la multitud de sus formas. La vida es una sola y se divide en opuestos que, al buscar su complemento se atraen mutuamente . Cinco, estoy plenamente satisfecho. Después de conocer a varias mujeres todas diferentes, después de experimentar diferentes formas de relacionarme, unas profundas, otras superficiales, ahora sé perfectamente qué es lo que quiero. Ahora sé sin lugar a dudas que mi mujer es la única mujer que quiero o necesito. Que ella es un misterio que me tomará lo que resta de mi vida siquiera empezar a conocer. Que en ella se contienen todas las cualidades femeninas, toda la belleza, la dulzura, la suavidad, la ternura, la paciencia. Que al amarla a ella amo a todas las mujeres ¿Lo ves? Además, ¿sin un punto de comparación cómo podría estar tan seguro ahora de que ella es mi mujer? Y no hablo de que me pertenece sino que la reconozco como mi complemento, ella y solo ella es mi mujer y yo soy su hombre. ¿Qué podría yo buscar físicamente en otra mujer? ¿Unos senos más grandes, unas nalgas más firmes, unos ojos más claros, un pelo más sedoso? Todo eso es hermoso, por supuesto y disfruto de verlo, no soy un santurrón. Pero tengo bien claro que lo que me importa a mí es la profunda intimidad que tengo con ella, que eso es algo que valoro tanto, que me llena de tal manera, que he decidido no hacer nada que pudiera afectarlo. Seis, no estamos juntos para ser felices y ninguno de los dos es responsable de la felicidad del otro. Estamos juntos para crecer, para aprender, para ser un espejo, un maestro el uno para el otro. Estamos conscientes de que no es ella ni soy yo el que produce felicidad en el otro.
El estar juntos nos pone en contacto con la dicha que es intrínseca a nuestro ser . Yo no la hago feliz sino que le recuerdo que, en efecto, su naturaleza es ser feliz, y ella me ayuda a recordar lo mismo. Y de esta forma no nos necesitamos. Por supuesto que hay apego en nuestra relación, no somos perfectos y hacemos un esfuerzo diario por no criticarnos, por aceptarnos tal y como somos, y cada que se nos olvida, amorosamente nos lo recordamos. Siete, la nuestra no es una relación convencional ni definida; más que una relación es un “relacionarse”, estamos inventando juntos, día a día, una forma de amarnos más auténtica, más libre, más profunda, más respetuosa, más honesta. No basada en lo que dicta la sociedad y mucho menos la moral, sino en lo que demanda el presente, en lo que se adecua a nuestra forma de ser y a nuestras personales y únicas necesidades en cada momento. DOCE
“Evite lanzarse a besar los pies del maestro”… es la regla número veintitrés en el ashram de Sathya Sai Baba que se encuentra en Puttaparthi, en el estado de Karnataka en el sur de India. Después de mi tercer visita a Puna me fui a conocer esa parte de ese país lleno de aventuras y sorpresas, esta vez acompañado por Índigo y mis queridos amigos, Víctor Díaz y Marco Amezcua (él me invitó a conocer la Danza del Sol en Arizona y yo lo invité a conocer en India a Osho. Curiosamente Balam me interesó en el aprendizaje de los indios del norte y fui yo quién le invitó a la Danza del Sol). En el sur de India son más conservadores, lo que significa que son más machistas y reprimidos que en el norte. Alguna vez, un hindú nos gritaba en tamil, la lengua más común allá, y gesticulaba moviendo las manos sin que lográramos entender qué nos quería decir. Un hombre que pasaba por ahí y que por fortuna hablaba tamil e inglés intervino y nos explicó a nosotros que el hombre quería que no usáramos pantalones cortos, y al otro que éramos occidentales así que no conocíamos las tradiciones. El hindú se fue molesto refunfuñando en su idioma y nosotros, después de agradecer a nuestro improvisado traductor, nos pusimos pantalones muertos de la risa. Una inglesa que conocí allá me platicó que a ella estuvieron a punto de golpearla un grupo de hombres en una playa solo porque se había alzado la falda para meter los pies en el mar. Por fortuna se encontraba ahí un hombre mayor que evitó que se le acercaran estos agresivos protectores de las reglas sociales, quienes se habían armado con sendos palos de bambú para perpetuar la represión que a ellos mismos les fue impuesta. ¿No es esto sino un caso exagerado de lo que nosotros mismos hacemos? Para mí, la parte más interesante de viajar es poder ver las tremendas diferencias entre las culturas en todo el mundo y la forma en la que se hace evidente que somos programados en todos los sentidos por la cultura en la que por azar nacemos. La sociedad es la que no solo nos indica qué es lo que debemos y no debemos hacer, sino que nos programa también en lo que habremos de considerar hermoso, atractivo, excitante o feo, malo y repugnante. En India, por ejemplo, las mujeres usan el sari, que es el vestido tradicional que incluye una pequeña blusa que les cubre por completo los hombros y deja al descubierto el abdomen. Así que cuando Índigo se descubría inocentemente los hombros en Karnataka (a donde fuimos con la intención de fotografiar tigres y no vimos ni uno solo), los hombres a su alrededor se ponían nerviosos y claramente excitados. No es raro ver a grupos de hombres observando sin el más mínimo recato o disimulo a las turistas occidentales. Se paran a metro y medio frente a ellas como si se tratara de un aparato de televisión, se saborean y hacen comentarios entre ellos. Los gritos e insultos de las pobres mujeres observadas solo causan risas y les mantienen divertidos. Un día, Índigo, terriblemente molesta por ser observada de esta forma en un
restaurante, se levantó de su mesa y acercándose a los mirones y gritando a todo pulmón les dijo: “Ya basta tíos, que tú y tú..” al tiempo que les picaba fuertemente el pecho con el índice: “me están viendo las tetas”, les decía mientras se agarraba ambos senos con las manos. Los pobres mirones sin saber qué hacer salieron corriendo del restaurante. Allá se ven pocas mujeres en la calle, a excepción de las pertenecientes a la casta más baja denominada los intocables, quienes no tienen siquiera derecho de entrar a los templos a orar a sus millones de dioses. Ellas, vestidas con sus saris de vivos colores y ataviadas con decenas de aretes, pulseras y collares dorados, cargan en las construcciones pesadas cubetas llenas de cemento, arena y tierra, todo el día. Este sistema de castas ha sido hábilmente mantenido con la errónea interpretación de que el karma es un castigo por nuestras acciones en una vida pasada. Así, un intocable, que es considerado impuro, sucio, indeseable, quien no puede convivir con el resto de la sociedad y que representa una gran parte de la población de India, se conforma con su condición y la imposibilidad de una vida mejor ya que le convencieron que eso es algo que él se merece por portarse mal en una vida anterior. Así mantienen obedientes y dóciles a mil millones de pobres. A las pocas parejas que se ven en público no se les permite ningún tipo de contacto físico o demostración de afecto, mientras que el que los hombres caminen cariñosamente tomados de la mano es lo más normal del mundo. Me costó tiempo acostumbrarme a que mi amigo Nirdosh, un culto y adinerado joven de Mumbai que conocí en mi viaje, me tomara de la mano en la calle y acercara su cara a la mía casi a punto de tocarla cada vez que conversábamos. Incluso el espacio personal, la distancia que mantenemos entre nosotros mismos y los demás, es una cuestión cultural. Los norteamericanos tienen un espacio personal como de metro y medio, los mexicanos como de un metro, los indios de un centímetro. No es raro que en la India mientras haces una fila para algo, tengas a una persona pegada detrás empujándote en contra de la que está adelante en un involuntario juego de las cebollitas, y que por más codazos o gritos que pegues, seguirán pegados a ti con sus sonrisas rojas por masticar Paan (una mezcla de hierbas y hojas de betel que les obliga a escupir todo el tiempo y que llena el piso de manchas coloradas), su fuerte aliento de tabaco y su sudor condimentado con clavo y comino. Los orientales son muy diferentes a nosotros. Es por eso que no es fácil entender sus costumbres. Ellos ven el mundo de una forma totalmente disímil a la nuestra y esa es la razón de que muchas de las enseñanzas de los grandes maestros sean mal interpretadas y que el significado que les damos tenga poco que ver con el significado real de la enseñanza. Karma, dharma, reencarnación, iluminación, divinidad, vacío, devoción, discípulo y maestro son conceptos que al ser adaptados a la cosmovisión occidental han perdido por completo su significado original. Un niño taoísta, por ejemplo, nunca preguntará “¿Quién me hizo?” porque ellos no tienen la cosmovisión de que el mundo fue creado por alguien. En todo caso preguntará “¿Cómo es que yo crecí?” Ya que ellos
ven al universo no como una cosa estática dividida en partes sino como un proceso en continuo movimiento que sucede en el eterno momento presente. Otro ejemplo: Un buen maestro en occidente es el que hace fácil el aprendizaje, el que ilustra con los mejores ejemplos o explica de forma sencilla los conceptos complicados. Un buen maestro en oriente crea situaciones que ponen en tremendos contrasentidos y dificultades al alumno para que él mismo aprenda la lección. Para ir al ashram de Sathya Sai Baba, a quien todos teníamos curiosidad de conocer, tomamos un avión hasta Bangalore y ahí rentamos un auto con chofer que en tres o cuatro horas nos llevaría a Puttaparthi. Recuerdo muy bien que al rentar el auto fui muy específico: —¿Es un auto de modelo reciente y en buen estado? —pregunté al encargado. — Yes, no problem —contestó abanicando su mano y moviendo la cabeza de lado a lado. Ya sabía yo entonces que el movimiento que hacemos nosotros para decir que “no” es muy perecido al que utilizan ellos para decir que “sí”. —¿Tiene aire acondicionado? —pregunté sabiendo que las temperaturas allá son altísimas. — Yes, no problem. —¿El conductor habla inglés? — Yes, no problem. Acostumbrados ya a las sorpresas en la India, soltamos una carcajada cuando vimos nuestro auto esperándonos afuera del aeropuerto: una carcacha blanca como de los años sesentas, con interiores elegantemente adornados de tapiz de terciopelo simulando la piel de un leopardo, sin aire acondicionado pero eso sí, con un hermoso Ganesh, el Dios hindú con cabeza de elefante, de color naranja neon, que bailaba alegre sobre un resorte en el tablero con cada bache que pisábamos. Con grandes carcajadas celebramos descubrir que nuestro panzón y sucio chofer solo sabía dos palabras en inglés: Coca y Cola. Ya nos fue un poco más difícil reír cuando el auto se averió en una larga pendiente y estuvimos varados por tres horas sudando la gota gorda a cuarenta y cinco grados, tomando tibios litros de Thums Up. Nos tranquilizó el ver un extraño y enorme anuncio de una viejita sin dientes que vendía o compraba oro, no lo logramos descifrar, y el increíble, ensordecedor, casi fuera de este mundo sonido que hacían cientos de miles, millones de cigarras a un lado de la carretera. Después de seis horas en pequeñas carreteras y un par de contratiempos más, llegamos al ashram de este peculiar gurú que cuenta con millones de devotos en todo el mundo, incluso en México tiene miles de discípulos. Al llegar al edificio donde nos hospedaríamos, una docena de hombres se abalanzaron sobre el automóvil esperando
que el chofer abriera la cajuela y pelearon a empujones y golpes por el derecho de cargar nuestro equipaje. Nuestros gritos y protestas fueron ignoradas en el tumulto y siete de ellos cargaron las maletas hasta nuestras habitaciones. Las propinas de más de diez rupias eran agradecidas con reverencias y sonrisas (el tipo de cambio en ese entonces era de cuarenta rupias por un dólar). Los austeros cuartos de paredes blancas estaban suficientemente aseados y la ropa de cama, aunque se veía casi transparente por años de uso continuo, estaba suficientemente limpia. Aquí no había “ Toilettes ingleses” como les llaman allá a las tazas de baño que nosotros conocemos. Los baños son un mueble de cerámica construido al ras del suelo, con un hoyo en medio y dos espacios a los lados donde se ponen los pies. Uno hace lo propio en cuclillas, cuidando de no mancharse el atuendo blanco que es uniforme para todos en el ashram, y, más importante, cuidando de no caerse en el hoyo. No usan papel de baño. Para limpiarse utilizan agua en un recipiente parecido a una arra. Confieso que nunca descubrí ni me animé a averiguar el procedimiento de limpieza con ese raro instrumento, así que mi equipaje siempre incluía varios benditos rollos de papel higiénico. Lo que sí sé es que se limpian con la mano izquierda, es por eso que la otra mano es la que se usa para saludar, dar y recibir dinero, y para comer. Es muy interesante también ver a los indios hábilmente mezclar con la mano el arroz, el curry, la salsa de mango con chile y llevarse el bocado a la boca. La comida que queda en la mano se devuelve al plato con otro hábil movimiento y la necesidad de una servilleta se elimina al chuparse los dedos.
No tener relaciones sexuales. No sacar fotografías. No hacer amistades con extraños ni intercambiar direcciones. Nada de alcohol o ningún tipo de intoxicantes. ada de comida no vegetariana incluyendo el huevo y apagar las luces a las 9:00 m,e ran otras de las reglas en este ashram de tradición hinduista. Al día siguiente nos levantamos temprano para apartar un buen lugar y poder observar de cerca a este famoso personaje. A las seis de la mañana ya estábamos sentados en el suelo cerca de donde estaba marcado que pasaría Sai Baba a saludar a sus seguidores. Como a las seis treinta nos quedó claro que la devoción no era lo nuestro y, ya sin importarnos mucho, nos fuimos a sentar cómodamente sobre la barda que rodeaba el espacio y pasamos el tiempo observando a la gente. La mayoría de ellos eran indios y un alto porcentaje se veían lisiados, enfermos, desnutridos o deformes. Todos ellos esperaban con gran ilusión que Sai Baba milagrosamente los sanara. El gurú apareció saludando a todos sobre un carrito naranja que combinaba con su atuendo, y desde donde estábamos notamos claramente su pequeña, redonda y morena cara adornada con un esponjado peinado “afro” que era parte importante de su famosa imagen. Sólo unos minutos pasó su santidad frente a nosotros y sus fieles devotos que se arrodillaban y ponían su frente y sus brazos estirados en el piso. Cuando el cochecito
naranja se alejaba, todos empezaron a correr. Grupos de personas con banderas de diferentes países zurcidas en sus mangas se organizaban en filas a toda prisa. —¿A dónde van cabrón? —le dijo Marco juguetonamente y asiéndolo fuertemente del brazo a uno de los discípulos que corría frenético y que llevaba la bandera de México zurcida en la manga. —¡Vamos a cantarle bhayans[40] al maestro! —dijo el pobre incauto después de reponerse del tremendo susto que le propinó mi amigo querido—. ¡Vamos! —se atrevió a decir ingenuamente mientras hacía esfuerzos por soltarse. —¡Vamos a la chingada! —contestó Marco mientras soltábamos una carcajada. Sai Baba se declaró el Avatar de nuestro tiempo: la encarnación terrestre de Shiva. Para él, esa declaración no era una metáfora, no se refería a que todos somos lo divino encarnado. Él era el mero mero Dios y probaba su divinidad haciendo trucos de prestidigitación: Algunas veces hacía aparecer de la nada vibhuti, que es la ceniza sagrada que se utiliza en los rituales hinduistas y que es la misma con la que los sannyasins dibujan tres líneas en su frente. Los devotos recibían este vibhuti con gran entusiasmo de las manos de su dios y se lo metían a la boca. En otras ocasiones mostraba una vasija supuestamente vacía y cuando era volteada bocabajo por sus ayudantes, este delgado, encorvado y anciano Shiva metía la mano y haciéndola girar “aparecía” kilos y kilos de ceniza morada que después era repartida entre sus devotos. En las ceremonias especiales no era raro verle escupir de pronto hermosos Shivalingams de oro adornados con piedras preciosas (así es, representaciones del pene de Shiva parecidos a huevos alargados). Si uno tenía más suerte, podía ser que “Su Divinidad” le obsequiara una cadena, una medalla o un fino reloj de oro que hábilmente hacía aparecer entre sus manos. Alguna vez declaró también que estaría en ese cuerpo por cincuenta y nueve años y que moriría en el 2019. Supongo que ni Shiva está exento del caos porque se lastimó la cadera y un poco después de que lo vimos, quedó confinado a una silla de ruedas hasta que murió en el 2011. Si él mismo no pudo sanar ni su propia cadera ni decidir la fecha de su muerte no me explico cómo es que sus pobres devotos le siguen pidiendo a sus imágenes y estatuas que los alivie. Un montón de gente espera que nazca de nuevo en el estado de Mysore, como él mismo declaró que sucedería, ahora en un cuerpo de mujer, con el nombre de Prem Sai Baba, y esta vez será la encarnación de la diosa Shakti. Nos quedó un muy mal sabor de boca en nuestra visita a Puttaparthi. Ver esta devoción ciega por un hombrecito tan extraño, ver a los discípulos tirados en el suelo, suplicando a su dios enfermo que les sanara. Ver la terrible miseria de los que trabajaban en el ashram, desde esos pobres maleteros que se agarran a golpes por
veinticinco centavos de dólar o las cocineras, las mucamas y los barrenderos trabajando por nada. Era evidente también la discriminación de su propia gente. Los europeos y americanos éramos hospedados en habitaciones separadas, con camas, regaderas y baños, mientras que los indios eran hacinados en enormes galeras durmiendo en el piso con cualquier trapo para cubrirse y haciendo enormes filas para pasar al sanitario. Conocimos a una guatemalteca que llevaba tiempo de-seando regresar a su país a ver a sus hijos. Cuando le preguntamos que por qué no simplemente se iba a verlos, nos respondió que el maestro le había dicho que no podía irse antes de verlo de nuevo. Llevaba ya tres años esperando una audiencia personal con Sai Baba que no le era concedida. Para mí esta obediencia ciega y esta tremenda dependencia son muestra clara de que algo anda terriblemente mal. Entre los hindúes la devoción de este tipo es muy común. A lo largo y ancho de India encontrarás centenares de los santos, mártires, gurús y yoghis que describo anteriormente, y alrededor de ellos, cientos si no es que miles de devotos que les respetan profundamente, les rezan, les mantienen y les adoran. A nosotros todo esto nos suena extraño porque es ajeno a nuestra cultura. O tal vez no lo es tanto… Algunos devotos de la Virgen de Guadalupe llegan con las rodillas ensangrentadas a la basílica y ella se parece mucho a Tonantzin que solía ser venerada justo ahí, en el cerro del Tepeyac. A Shakti, por cierto, se le dice también “La divina madre.” No son pocas las personas que le piden a sus miles de santos y vírgenes que les ayuden a curar una enfermedad o a resolver un problema, justo como hacen los devotos de Sai Baba. En la representación del “Cristo de Azcapotzalco”, el actor principal recibe estoico los golpes que le propinan, como lo haría un buen fakir en Varanassi. Admiro a Jesús, amo su fuerza, su rebeldía y su valor. Le imagino oponiéndose fuertemente a lo establecido y retando a los líderes religiosos y políticos de su tiempo. Le imagino disfrutando de las cosas buenas de la vida e imagino a María Magdalena a su lado como su mujer, suficientemente fuerte y valiente como para ser la pareja de semejante hombre. Los imagino a ambos haciendo el amor como Dios manda. Le imagino amoroso y paciente, buscando la mejor forma de comunicarnos lo que él entendió y vivió como una verdad absoluta: que Él es Dios, que Él es lo divino encarnado, que todos lo somos y que todo en este mundo lo es.
Levanta una piedra y ahí estaré, corta la rama de un árbol y ahí me encontrarás ... ero no me busques en grandes templos ni en impresionantes construcciones, porque Dios se encuentra en todas partes, y donde me busques, ahí estaré [41]. ¿No es obvio que no se refería a Él como persona sino a la naturaleza divina de todas
las cosas? Cuando dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” ni sus propios discípulos entendieron que se refería a que todos nosotros lo somos. Y cuando dijo: “El Reino de Dios está en ti”, se refería a la atención, a la meditación, a vivir en el presente, que al principio es como una diminuta semilla de mostaza que, con disciplina y constancia se vuelve firme como un enorme árbol; no a ese cuento que inventaron sobre un lugar después de la muerte en donde tocaremos el arpa por millones de años (o lo que sea que dure la eternidad). Le imagino tratando de liberar a todos de la opresión de la religión e intentando devolverles su dignidad, su inteligencia y su poder personal. Le imagino vulnerable, delicado, precioso y mortal. No dudo por un momento que nos amó tanto que dio la vida, su única y preciosa vida por liberarnos. Por mostrarnos que hay que estar dispuestos a morir por nuestra libertad, que solo la verdad nos hará libres. No los cuentos, no las religiones, no las promesas, solo la verdad. ¿No es acaso una ofensa inaceptable y una terrible vergüenza que hayan convertido la imagen de este gran maestro en una caricatura no muy diferente a la que Sai Baba hizo de sí mismo? No lo divino encarnado, sino el Avatar de Dios, la encarnación terrestre de Jehová. Diciendo también que era capaz de sanar a los enfermos y que hacía trucos de magia; no aparecía vibhuti ni relojes caros pero multiplicaba peces, convertía agua en vino y caminaba sobre el agua. Los cristianos siguen esperando la segunda llegada de Cristo justo como los hindúes esperan ya a Prem Sai Baba. ¿No es acaso una desgracia que hayan tomado su mensaje de amor, valor y libertad, y lo hayan usado justo para lo contrario? Para llenar a todos de culpa y miedo, para hacerlos sentir pequeños y dependientes. Los mismos mercaderes que él corrió del templo a latigazos usaron su imagen deformada, su historia manipulada, su mensaje mañosamente alterado para enriquecerse y dominar a la misma gente a quien él tanto amó. Lo repito de nuevo: Se requiere de mucha inteligencia y valentía para ser capaz de ver que lo que siempre hemos creído, lo que es socialmente aceptado, ni es verdad ni nos está sirviendo. Reconocer que responder ciegamente a lo que nos es impuesto por la religión en la que nacimos es ser un borrego, un niño, un devoto usado a placer por los que están en el poder. Admitirlo requiere de voluntad, una mente abierta y de un grado de consciencia superior al del común de la gente. TRECE —¡No me molestes que estoy hablando con Jesús!... —le dije al pobre hombre que trataba de hacerme regresar a mi lugar durante mi primer experiencia con el Santo Daime. En realidad yo no conocía las reglas ni el orden a seguir pues Índigo no me había
informado ni prevenido de nada; solo me dijo casualmente: “Te invito a una ceremonia que harán unos amigos aquí cerca.” “¡Vamos!” le contesté como siempre, dispuesto a participar en todo lo que me suena interesante. Manejamos un par de horas desde su departamento en Barcelona, hasta el Cerro de San Miguel, donde se llevaría a cabo la ceremonia en una vieja capilla abandonada y dentro de una comuna donde compartían el espacio varias familias catalanas. El primer inconveniente que encontré al llegar es que no iba vestido de blanco, así que alguien me prestó un suéter beige que tuvo que ser suficiente. Al entrar a la capilla encontré una mesa en el centro con un bello mantel blanco, y sobre él una jarra de vidrio y varios vasos pequeños. Me dieron un himnario con canciones en portugués y me indicaron que me sentara junto a los otros participantes hombres de un lado de la mesa, mientras Índigo se sentaba del otro lado con las mujeres. Una mujer mayor, muy seria, de largo pelo blanco y con cara de bruja buena, guiaba la ceremonia y todos seguíamos sus instrucciones. (Yo lo hice, al menos, hasta donde me fue posible). Después de una invocación en portugués y de cantar un par de hermosas canciones acompañadas por sonajas de aluminio con las que todos llevaban el ritmo, sirvieron en un vasito de vidrio una bebida espesa de color café obscuro, todos iban bebiendo solemnemente su vaso y cuando me toco a mí, hice lo mismo. El olor me pareció terrible y el intenso sabor peor. Nunca había yo probado algo tan terriblemente amargo. Tuve que contener el reflejo automático de vomitar y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Después de que todos compartimos la bebida siguieron las canciones, yo hice el intento de unirme al canto pero el portugués me resultaba incomprensible. La bebida se trataba ni más ni menos que de Ayahuasca: la sustancia alucinógena más potente disponible en la naturaleza. Sus efectos no tardaron mucho en hacerse presentes en mí… Cedí definitivamente en mi intento de cantar pues las borrosas letras evadían risueñas mi atención. El gusano plástico que mantenía juntas las hojas impresas del himnario se convirtió justo en eso: en un travieso y fascinante gusano de plástico. En mi confusión volteaba a ver a los otros participantes quienes se mantenían ecuánimes, muy serios, cantando intachablemente entonados y siguiendo a la perfección el ritmo con sus sonajas que sostenían con la mano derecha mientras que la izquierda mantenía firme el himnario. A pesar de las extrañas cosas que sucedían en mi mente y frente a mis ojos me mantuve quieto y serio lo más que pude. Incluso dentro de mi tremenda confusión, había en mí una parte serena y sobria que sabía que estaba alucinando y que hacía un esfuerzo por mantener la compostura. “¿Cómo es que todos están tan serenos y yo estoy teniendo esta intensa y extraña experiencia?”, se preguntaba esa parte de mí que durante todo el tiempo que duraron los efectos se mantuvo observando desapegada, y constantemente
me tranquilizaba. De pronto, una de las mujeres, la más solemne de todas, con apariencia de monja, se levantó de su lugar, se puso en cuclillas en una de las esquinas de la habitación y muy seria pegaba cortos y agudos gritos como hacen los indios norteamericanos o las mujeres árabes, al mismo tiempo que chasqueaba rápidamente los dedos de su mano derecha. “Esta mujer está peor que yo”, pensé, y fue entonces cuando solté el control. Me levanté de mi asiento y empecé a investigarlo todo en la habitación. Me acerqué a una mesita que estaba en la entrada y que servía de altar; me dio mucho gusto ver entre cristales, plumas, inciensos y otra parafernalia, una mezcla ecléctica de caras conocidas: Osho estaba ahí sonriendo, la Virgen María, bellísima con su manto azul; Amma, una gurú india que tiene un ashram en Karnataka y que visitamos en nuestro viaje por allá; Gurumaji, una preciosa y joven gurú líder de la escuela de Sidda Yoga también en India y, en el centro, junto a la fotografía de un enorme hombre negro de apariencia humilde, vi también a Jesucristo, no crucificado como lo presentan la mayor parte del tiempo, sino ya resucitado, impecablemente vestido con una túnica blanca. En mi imaginación, les saludé a todos y les ofrecí mis respetos. Jesús fue el que más atrajo mi atención, lo veía hermoso con su larga barba y profundos ojos negros. Inicié en mi mente una conversación con él hasta que fui interrumpido por uno de los participantes, quienes ya se estaban poniendo nerviosos por mi desobediencia. Terminé mi charla con Jesús y después de visitar a Índigo en el espacio que estaba reservado para las mujeres y donde no debí haber estado, accedí a regresar a mi lugar, donde hice un esfuerzo enorme por quedarme quieto. Ya para entonces me era muy difícil distinguir qué estaba yo imaginando y qué estaba sucediendo en realidad. Por suerte la ceremonia terminó no mucho después y pude ya enfocarme en mi propia experiencia. Todos los demás estaban perfectamente tranquilos platicando e incluso preparándose para irse a su casa como si nada. Salí de la capilla y la increíble belleza del cielo estrellado me abrumó de tal manera que tuve que sentarme a llorar de éxtasis en un escalón a unos pasos de la puerta. Jamás había yo experimentado con todo mi ser la maravillosa, prodigiosa, casi insoportable belleza de la noche. Ahí sentado fui capaz de verlo y sentirlo todo al mismo tiempo: Índigo sentada junto a mí sonriendo, el frío, todas y cada una de las hojas de todos y cada uno de los árboles alrededor siendo movidas por el viento, dos perritos jugando en el patio frente a mí, mi propia respiración y mi corazón latiendo, todo sucediendo al mismo tiempo en una danza complicadísima y a la vez perfectamente armónica. —Estaba equivocado, Índigo. Dios existe —comenté entre sollozos y lágrimas de dicha. Índigo se limitó a sonreír, conociendo mi resistencia a usar esa palabra que, por tantos años de ser malinterpretada y por estar irremediablemente relacionada con la
caricatura de lo divino que nos metieron en la cabeza, me parecía un tremendo estorbo en la investigación de lo espiritual. Sin embargo, en ese momento la usé para describir la presencia que sentí. No la presencia de algo o alguien en específico y por supuesto, no la presencia de ese ente, hombre barbado, padre enojón y rey del universo. Siete años más me tardaría yo en comprender, poco a poco, mi segundo Satori : eso que sentí profundo en mi corazón esa noche maravillosa.
Un billón de estrellas giran a través de la noche, resplandeciendo alto sobre tu cabeza. Pero en ti está la presencia que será, cuando todas las estrellas hayan muerto. Rumi[42] Los perritos se acercaron a jugar conmigo como si celebraran mi gozo. Uno de ellos se subió a mi regazo y patas para arriba, recibía contento mis caricias. Muy claro noté su tremenda alegría por estar vivos y su enorme capacidad de dar y recibir amor. “Te quiero, te quiero, te quiero”, pare-cían decirme con sus lengüetazos y moviendo la cola. “Quiéreme, quiéreme, quiéreme”, me decían ofreciendo su panza para que les acariciara. Mi experiencia duró hasta la mañana siguiente. Tuvimos que pasar la noche en el auto de Índigo porque había niños dormidos en la comuna y yo no podía contener la risa, los sollozos y el llanto que se alternaron en mí por siete horas. Durante ese tiempo, en mi mente, se sucedían recuerdos, reflexiones y epifanías, una tras otra. Algo en mí pasó revista a mis relaciones y me mostró los errores que había cometido en ellas y la forma de enmendarlos. Algo en mí me mostraba y me hacía entender las enseñanzas de mis maestros pero no de forma intelectual, como antes, sino vividas por todo mi ser de forma clara y contundente. Índigo pudo dormir sentada en el asiento del piloto a pesar del remolino que sucedía dentro de mí y que de pronto se expresaba con sonidos, movimientos o palabras. Cuando amaneció visitamos, camino a Barcelona, la hermosa ciudad de Sitges. Ahí, en un parque, observamos a dos musulmanes orando y haciendo las postraciones que son parte de sus prácticas. “¿Tal vez están haciendo justo lo que yo hacía la noche anterior? ¿Tal vez sienten el éxtasis de la belleza del mundo? ¿Tal vez debería yo desistir en mi intento de que todo el mundo cuestione sus creencias? Ahí mismo llegué a la conclusión de que creer en algo no es vivirlo. Es más, creer que conoces algo, mata la curiosidad por conocerlo de verdad. Por otro lado, esos dos
fieles le rezaban a Alá, otra caricatura de lo divino, y un personaje aún más cruel (si eso es posible) que el que describe la Biblia. Ellos se postraban ante Mahoma que es una persona separada de ellos y de todo lo que existe. Recapacité en que sus creencias no les dan el sentido de unión con todo, que es justamente la experiencia mística, sino que los separaban de todos los demás y los ponía en contra de cualquiera que no creyera lo mismo. Lo que me permitió el Santo Daime esa noche fue estar absolutamente presente y poder así observar y sentir la belleza indescriptible de este universo y la mía propia como parte de él. ¿Será que las oraciones, los nombres, las ideas, las creencias, las imágenes nos distraen de tener la experiencia di-recta de hacia donde apuntan esas metáforas? ¿Será que son simples señales en el camino que, una vez que nos indican hacia donde ir, hay que soltarlas? ¿Será que confundimos la señal con el destino y le construimos un templo, le rezamos, le ofrecemos flores, veladoras e incienso mientras que lo Divino se queda esperándonos? ¿Le dará ternura nuestra ingenuidad o se reirá de plano de nuestra miopía? La experiencia que tuve esa noche, que en realidad, se dio de forma espontánea y totalmente inesperada, me impactó profundamente. Una coincidencia afortunada más en mi camino. Tiempo después, decidí investigar más sobre el Santo Daime y la Ayahuasca. El hombre negro de la fotografía en el centro del altar era el Mestre Raymundo Irineu Serra, quien fundó el Santo Daime en Brasil en 1930 y que es un sincretismo de diferentes doctrinas religiosas, europeas, africanas e indígenas sudamericanas. Se hizo muy popular desde 1990 y sus ceremonias son llevadas a cabo en todo el mundo con cientos de miles de seguidores. La ayahuasca es una liana de los bosques tropicales de Sudamérica que es mezclada en un té con varias plantas y es usada también en Perú, Brasil y Colombia por los nativos de diferentes regiones a lo largo del Amazonas. Cada cultura tiene un nombre diferente para la específica mezcla que hace con la liana y cada una tiene un ritual, con procedimientos y canciones diferentes, acompañadas de instrumentos característicos de cada tradición. En el 2006 organicé un viaje con mi amigo Víctor Díaz a Perú para conocer el ritual de los indios Shipibo-Coibo que viven cerca de Iquitos en la riviera del Amazonas. Ellos simplemente llaman a su ceremonia: “dieta de ayahuasca”. Así que después de dos aviones y de un largo viaje por caminos en terrible estado, donde a cada rato teníamos que bajarnos a empujar el cochecito de tres ruedas que nos llevaba, metiendo los pies en el lodo hasta la mitad de la pantorrilla, llegamos a una pequeña y aislada comuna en medio de la selva.
Ahí nos hospedamos en unas casitas hechas de lámina con una cama diminuta rodeada de mosquiteros; una fosa séptica nos servía para nuestras necesidades básicas, y para bañarnos teníamos un riachuelo con agua de un intenso color naranja que, como nos explicaron, es causado por la vegetación de la zona. Esa misma noche nos reunimos con los dos chamanes que dirigirían las ceremonias y con el resto de los participantes: dos norteamericanas y un par de ingleses. Nos explicaron que durante el día descansáramos pues la actividad se llevaría a cabo en las noches, nos indicaron que nuestros alimentos serían muy simples, sin carne, sal, azúcar, condimentos ni café; la abstinencia sexual era también parte de la dieta. Nos pidieron poner mucha atención en la selva, revisar nuestra cama muy bien antes de acostarnos y no caminar descalzos. Instrucciones que seguí al pie de la letra pues tenía de compañeras de cuarto a una docena de avispas, y de vecinas a dos enormes tarántulas que todas las noches se posaban inmóviles a verme desde la entrada de sus profundas guaridas. Para la ceremonia nos reuníamos en una choza de madera. Los chamanes vestidos con unos ropones de color café claro adornados por complicados diseños en tinta marrón y que les cubrían todo el cuerpo. Todos los asistentes llevábamos algo para sentarnos y una cantimplora con agua. Nos sentamos todos en círculo y sin ningún preámbulo o explicación inició la ceremonia: Uno de los chamanes prendió un enorme cigarro de tabaco hecho con hojas de maíz y, después de un par de bocanadas, tomó una botella de refresco que estaba llena de la espesa bebida color café obscuro; bastó verla para que yo sintiera los mismos escalofríos de mi primera vez. Quitó la tapa del recipiente y empezó a soplar humo dentro de la botella mientras recitaba unas palabras en un idioma incomprensible para nosotros. El otro chaman cantaba en voz baja y llevaba el ritmo con un abanico hecho de hojas secas de una planta que no reconocí. Ícaros se llama a las canciones de poder en esta tradición. Sirvieron por fin el té para cada uno de nosotros y mientras los chamanes cantaban sus hipnóticas y repetitivas canciones en su propia lengua con una que otra palabra en español, nosotros esperábamos a que la “medicina”, que es una forma común de llamar a la ayahuasca, hiciera efecto. Esperamos y esperamos. Los chamanes, las norteamericanas y los ingleses parecían estar experimentado los efectos, mientras que Víctor y yo nos mirábamos el uno al otro extrañados. A ninguno de los dos nos hizo efecto. Los chamanes accedieron a brindarnos una segunda dosis y lo único que experimentamos fueron ganas de vomitar y desilusión. El día siguiente, se repitió lo mismo y al siguiente y al siguiente. Los chamanes extrañados por que la “medecina no nos hacía”, nos invitaron al mercado a ir a comprar nuevos ingredientes para preparar una nueva porción de té. En un peculiar mercado de Iquitos vimos todo tipo de menjurjes y brebajes. Cuando la liana de la ayahuasca se corta de forma trasversal se puede observar un hermoso patrón parecido a una flor anaranjada de ocho pétalos. Los shipibos la
mezclan solamente con otra planta que se llama chacruna, que según investigué después, es la que impide que el cuerpo descomponga y digiera de inmediato el DMT, que es el poderoso agente alucinógeno. Cada planta por sí sola no causa efecto alguno, son solo las dos juntas, machacadas y hervidas lentamente hasta obtener el espeso té, que sirven para la ceremonia. La recién preparada pócima no surtió efecto tampoco, así que al otro día nos despedimos de nuestros apenados amigos chamanes, de las tarántulas, las avispas, el agua naranja, las apestosas letrinas, las incómodas camas, los bien alimentados mosquitos, las despeinadas gringas y nos fuimos a recorrer el Amazonas. Convivimos con los indígenas del área que aún mantienen intactas sus tradiciones, las mujeres incluso llevan los senos descubiertos (y nadie se excita pues es lo socialmente aceptado. ¿Será que se excitan cuando se los tapan?). Vimos de cerca perezosos extrañamente rígidos, lentísimas y enormes serpientes, changos ruidosos, tortugas narigonas, hermosas guacamayas, llamas que escupen y cuyes asados que parecen enormes ratas o cachorritos fritos a la parrilla. Nuestro viaje terminó con una larga caminata a Machu Picchu y escalando el cerro que está justo enfrente, el Huayna Picchu. Ahí terminó también mi investigación con la ayahuasca… Al menos eso es lo que pensé en ese momento. CATORCE El mapa no es el territorio… y las señales no son el destino. Constantemente confundimos la palabra con el objeto hacia el que apunta. Así trabaja nuestra mente: en su tremenda necesidad de controlarlo todo, nombra, clasifica, etiqueta, define, compara, interpreta, recuerda y separa. Constantemente olvidamos que sin arriba no hay abajo, que sin feo no hay hermoso, que sin bueno no hay malo, que sin frente no hay vuelta. Sin embargo, no son dos “cosas” o características separadas. Todo está sucediendo al mismo tiempo, todo es parte inseparable del Todo. Nacimiento y muerte, divino y maligno, placer y dolor, amor y odio, son igualmente interdependientes e igualmente inseparables. Solo en nuestra mente hacemos la distinción para entender el mundo. En la realidad nada está separado, no puede estarlo. Dos días después de mi experiencia en el Cerro de San Miguel, Índigo y yo preparábamos nuestro equipaje para iniciar una nueva aventura: el Camino de Santiago de Compostela. El Camino es una peregrinación desde varios puntos de Europa hasta una iglesia que supuestamente resguarda los restos del Apóstol Santiago. Digo supuestamente porque
esa peregrinación ya se realizaba como parte de los cultos paganos antes del catolicismo. El Camino de Santiago es también una cristianización de las antiguas eregrinaciones de origen prerromano al Ara Solis, un altar dedicado al astro rey, situado en Finisterre, donde los antiguos pobladores de la península adoraban al sol al milagro de su muerte y resurrección diaria. Cristo, considerado por la teología cristiana como la luz del mundo ("Ego sum lux mundi"), es la evolución natural hacia el cristianismo de estas creencias paganas. En ese entonces, se consideraba Finisterre el fin del camino, y los creyentes realizaban allí una purificación espiritual.[43] Las reliquias del apóstol “curiosamente” aparecieron ahí, a ochenta kilómetros del fin de la tierra . Lo mismo pasó en el Cerro del Tepeyac: varias culturas prehispánicas peregrinaban de todo México hasta ahí para visitar a la diosa Tonantzin. Curiosamente también, ahí se le apareció a Juan Diego la Virgen de Guadalupe, quien convenientemente se parecía mucho a la también morena Madre Venerada de los mexicas. El papa Juan Pablo Segundo admitió en la canonización de Juan Diego que él pudo no haber existido pero lo que importa es la fe. (Lo que importa es que todos se traguen el cuento.) La recomendación para la caminata es que el equipaje no pese más del diez por ciento del peso del cuerpo; recomendación que debe de tomarse muy en serio pues se recorrerán ochocientos kilómetros en treinta y dos días. Entre veinticuatro y veintiséis kilómetros diarios. Nosotros escogimos el recorrido francés que empieza en Saint Jean Pied de Port, en el lado francés, justo cruzando la frontera con España. En cualquier posada en el Camino se consigue una “credencial de peregrino”, que es una cartulina con varios recuadros para irlos llenando de sellos en hoteles, cafés y hostales a lo largo de la caminata, como recuerdo y para que, al llegar a Compostela, le otorguen al caminante un certificado dando fe que ha logrado el reto. Ahí mismo se ha de conseguir una concha de viera[44] que se colgará de la mochila para ser reconocido como peregrino y recibir el apoyo de mucha gente a lo largo del trayecto: no es raro recibir agua, fruta, galletas o simplemente el saludo entusiasta de: “¡buen camino!” Conseguimos un pequeño libro que sugería la distancia a recorrer cada día, marcaba todos los hostales y hoteles en el camino e indicaba el grado de dificultad de cada recorrido, en algunos la pendiente entre los dos puntos representaba un reto más a vencer. El librito era muy práctico para planear el día; es muy útil saber a qué distancia está el siguiente hostal para decidir dónde se descansará esa noche. El mapa incluido en el librito no era tan indispensable pues el Camino está marcado en todo el norte de España con flechas amarillas que se encuentran en señalamientos, árboles, piedras, paredes o en el piso. En caso de duda solo se necesita parar un poco y mirar alredor para encontrar una pista. Alguna vez, encontramos la flecha en un auto abandonado a un lado de la carretera.
El Camino de Santiago es iniciático en el sentido de que una vez que lo logras recorrer ya no eres el mismo. Es, por supuesto, un ejercicio de voluntad: recorres ochocientos kilómetros simplemente porque has decidido hacerlo y a lo largo de los treinta y dos días habrá muchos en los que querrás renunciar, en los que la decisión que tomaste tiempo atrás no tenga ya ningún sentido. Primero salen callos en los pies que habrán de ser ignorados, después duelen los músculos y eso pasa, después molestan las articulaciones y también cede el dolor, pero llega un momento en que lo que duelen son los huesos y se habrá de caminar dos o tres días, en lo que uno se recupera, a pesar de que cada paso en esos veinticuatro kilómetros diarios sea un reto a vencer. El Camino de Santiago, como cada momento y situación en tu vida, es un reflejo de tu actitud ante lo que se te presenta. La voluntad te permite también elegir en qué enfocas tu atención: O bien sufres el camino y reniegas de la locura en la que te metiste, o bien te enfocas en los magníficos y variados paisajes, los hermosos animales, la compañía y la conversación de peregrinos del mundo entero y de los frutos que te ofrece la tierra. A lo largo de nuestra travesía cruzamos por muchos viñedos así que en varias ocasiones nos llenamos la boca de las uvas que habían sobrado después de la cosecha y reímos mientras el jugo se escurría por nuestras mejillas y cuello. Encontramos manzanas, higos, peras, naranjas y tapetes kilométricos de castañas que yo juntaba por kilos y después asaba en los hostales para compartir en la sobremesa con quien quisiera acompañarnos. Me quedó claro que hay suficiente para todos en este mundo, Tonantzin nos da a manos llenas así que la miseria y la hambruna en el mundo no son cuestión de escasez, son cuestión de avaricia, de envidia, de la injusta distribución de los recursos. La Catedral de Compostela, junto con el Vaticano y Jerusalén son los tres sitios más importantes del catolicismo, así que durante esos treinta y dos días, mis reflexiones volvían una y otra vez a Jesucristo, su mensaje y su relación con la Iglesia. A pesar de que no existe ningún registro histórico de su vida, yo he decidido creer que, hace más o menos dos mil años, vivió en el Medio Oriente un maestro maravilloso llamado Jesús. Hechos y mitología se han mezclado en su historia y cada quien tiene que decidir qué fue en realidad lo que dijo y qué palabras han sido puestas en su boca para hacerle parecer lo que no fue. Vislumbres de una sabiduría y un amor extraordinarios resaltan entre todas las mentiras, manipulaciones y malas interpretaciones expresadas en la Biblia que recopiló en el año 300 DC el emperador Romano Constantino, eligiendo solo las enseñanzas que conve-nían a sus motivos políticos e inventando otras que le parecieron necesarias para imponer su nueva religión. A mí me parece que la vida de este hermoso gurú esenio se mezcló con los mitos paganos de culto al sol y a otros dioses justo como pasó con la peregrinación hacia el
Aura Solis y el Camino de Santiago. Las coincidencias con historias paganas de dioses que nacieron de vírgenes el 25 de diciembre, que murieron y resucitaron al tercer día son muchas. Mitra y Dionicio son ejemplos de eso. La fecha del 25 de diciembre está relacionada con el solsticio de invierno, es el día con menos horas de luz del año, a partir de esa fecha los días empiezan a ser más largos, lo cual es una metáfora de que ese día, la luz le gana a la obscuridad y de alguna manera el sol nace de nuevo (resucita) ese día para regalarnos un año más de vida. En el pasado, lo cotidiano estaba íntimamente relacionado con la naturaleza. Las personas comunes y corrientes estaban muy conscientes del sol, de las estrellas, la luna y por supuesto las estaciones que eran importantísimas para planear la siembra, el cuidado de los cultivos y la cosecha. El sol, de hecho, fue uno de los primeros dioses que tuvimos y es muy lógico, pues en efecto la vida en este planeta depende del sol. Viéndolo desde esta perspectiva, el que los paganos caminaran cientos de kilómetros hasta el fin del mundo para darle las gracias al dios sol, tiene mucho sentido. El que los restos de un apóstol hayan aparecido justo ahí coincide también con todas las trampas y manipulaciones de la iglesia Católica Apostólica y Romana. Los mitos son y serán siempre parte importante de la cosmovisión del ser humano. Inventamos y preservamos los mitos pues son un intento de compartir algo tremendamente difícil de comunicar. Son una forma de trasmitir la parte mágica, mística, no evidente de nuestra experiencia como seres humanos. Sin embargo, un mito más que una descripción histórica es un acertijo, una señal que apunta a una verdad más allá de las palabras: a una experiencia. Quedarse con la historia sin buscar su significado más profundo es como escuchar un chiste sin entenderlo. Los chistes no quieren enseñarnos nada sino que buscan lograr una reacción espontánea en nosotros; los mitos buscan lo mismo, no provocar risa, sino curiosidad; son flechas en el camino que apuntan hacia el destino. Dice un dicho zen: “Cuando el sabio apunta hacia la luna, el idiota mira el dedo.” El mito es el dedo, el significado detrás de él, es la luna. A lo largo de la peregrinación visitamos varias capillas. El contraste entre la belleza, la alegría, la luz y el disfrute de nuestro viaje con la obscuridad, la tristeza y la solemnidad de las iglesias era dramático. Afuera, árboles, sol, viento, fruta, nuevos amigos, hermosos pájaros y un perrito que nos siguió contentísimo tres días en nuestro camino; adentro, Jesús crucificado, sangrando, tristísimo, al borde de la muerte, la Virgen María y los discípulos llorando y ni una sola imagen de personas alegres o celebrando. ¿Por qué tomar el peor momento de la historia y enfocarse en eso? ¿Por qué la crucifixión y la muerte y no la resurrección y la vida? ¿Por qué tanta seriedad, tristeza y solemnidad? Para crear culpa y miedo, no hay de otra. Una religión que habla de luz y vida eterna, obsesionada con la muerte, en edificios obscuros y lúgubres, donde sonreír parece prohibido y donde reír de plano no está permitido. De hecho, a
ndigo y a mí nos corrieron de una capilla por no poder aguantar la risa por algo que vimos o dijimos.
Conócete a ti mismo reza el viejo adagio que todos repiten y que nadie entiende. Eso es lo que promueven las experiencias iniciáticas: crean situaciones para observarte, te ponen a prueba y te llevan a tus límites para que los conozcas bien y para que, si te atreves, rompas con ellos. En la comodidad no se crece, se crece solo cuando uno hace lo que nunca había hecho y cuando uno logra lo que pensaba era incapaz de hacer. Caminar ochocientos kilómetros con tan solo un cambio de ropa y un cuaderno es también liberador. Si puedo caminar ochocientos kilómetros puedo seguro caminar ocho mil. Conocí a un amigo que hizo la mitad del Camino sin dinero, cambiando comida y hospedaje por masajes y trabajo en los hostales. La otra mitad la hizo en silencio. ¿Cuántas cosas más seremos capaces de hacer y ni siquiera lo imaginamos? ¿ cuántas cosas nos aferramos y creemos necesarias cuando son en realidad exceso de equipaje, cuando en lugar de servirnos nos pesan? En la misa del peregrino a las 12:00 pm en la Catedral de Compostela, a la que por pura curiosidad asistimos, se habló mecánicamente de lo mismo de siempre y los pobres fieles repitieron como se acostumbra: “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”, dándose golpes de pecho. Eso en programación neurolingüística se llama “anclaje”, y es una técnica de condicionamiento mental muy poderosa: primero se crea un estado de ánimo, ya sea con recuerdos, imágenes u oraciones y luego se hace un movimiento con el cuerpo y se repite una frase que quedan profundamente ligados con el estado de ánimo que se desea programar. Con imágenes de sangre y tortura, llanto y tristeza nadie se salva de creer profundamente que todo es su culpa, su culpa, su gran culpa. A veces me pregunto si los que inventaron la religión tenían los conocimientos de programación mental que tienen ahora los más hábiles publicistas. Aparte de crear en todas sus sucursales la atmósfera que causa el efecto deseado en sus clientes, tienen un logotipo que es también una poderosa herramienta para promocionar su marca. La crucifixión era la forma de torturar y matar en el imperio romano a los rebeldes y traidores. Me pregunto: si hubiesen usado la guillotina para matar a Jesús, ¿los cristianos trae-rían una colgada al cuello? El altar mayor del apóstol es ridículamente ostentoso y está adornado con oro, rubíes y esmeraldas, el cáliz y candelabros son de oro. El padre vestía impecable y traía colgado al cuello un enrome crucifijo de oro y piedras preciosas. Viendo la pobreza en el mundo y la necesidad de millones de seres humanos, me pregunto también: ¿qué haría Jesús con tanto oro y dinero? ¿Seré yo el único que se imagina que crearía la forma de utilizar la tremenda riqueza que guarda celosamente la iglesia para acabar con la pobreza? Seguro que no se lo regalaría a los pobres sino que crearía para ellos la oportunidad de lograr una vida digna y próspera. Seguro que no les daría pescado, sino
que les enseñaría y les daría las herramientas para que pudieran pescar. Me impresionó también ver varias imágenes de Santiago cortando cabezas y atropellando gente con su caballo. Al investigar un poco aprendí que este “santo” apareció con su caballo y su espada en la famosa batalla de Clavijo en contra de los musulmanes, y cortando cabezas y matando moros a diestra y siniestra logró que los españoles ganaran la batalla. Parece ser que este zopenco no aprendió nada sobre la paz y sobre poner la otra mejilla, a pesar de ser, supuestamente, uno de los doce discípulos directos de Jesús. Investigando un poco más, me enteré de que los conquistadores lo invocaban también para que les ayudara, y cuentan que de hecho se apareció en varias ocasiones cortando cabezas con su espada y atropellando con su caballo blanco a cientos de pobres indios indefensos. Por supuesto que las apariciones son puros cuentos e incluso la misma batalla de Clavijo nunca sucedió, sin embargo son ejemplos claros de la manera en la que la iglesia justificaba las tremendas atrocidades que cometía en todo el mundo a lo largo de su historia. Es como decir: “Dios está tan de acuerdo en que matemos musulmanes e indios, que hasta nos manda a uno de los amigos queridos de Jesús para ayudarnos.” ¿Cómo hacen los fieles para ignorar tantas contradicciones? ¿Qué necesidad tan grande les impide cuestionar los hechos que se muestran de forma tan evidente? ¿Será de verdad que la programación utilizada por la iglesia es tan poderosa que sobrepasa nuestra inteligencia y el más simple pensamiento crítico? Creo que el mito de Jesucristo describe de forma poética nuestro viaje por esta vida: Él nace de una virgen, de la pureza y la inocencia. Su nacimiento es un milagro, algo que desafía la lógica y todas las posibilidades. Nuestro propio nacimiento visto con inteligencia y sensibilidad es sin duda un milagro maravilloso. Solo uno de los quinientos millones de espermatozoides que dio nuestro padre fecundó al óvulo de nuestra madre. Si no hubiesen sido precisamente los que fueron, espermatozoide y óvulo, otra persona hubiese nacido, no nosotros. Y este mismo proceso se repitió millones de veces con cada uno de nuestros ancestros. La metáfora del Niño Dios es muy hermosa también. Dios encarnado en lo más precioso y vulnerable que tenemos, en un nene lleno de posibilidades. Para los que tenemos hijos, sólo toma un poco de sensibilidad y atención ver lo divino en sus ojos, su dulzura o su sonrisa. Se cuenta que Jesús debatía con los eruditos a los doce años y que alguna vez dijo: dejad que los niños se acerquen a mí que de ellos es el Reino de los Cielos. Los niños tienen una sabiduría que nosotros negamos, les creemos tontos solo porque no tienen experiencia; sin embargo, un niño sabe lo que nosotros olvidamos ya: vivir en el presente, que es justamente el Reino de lo Cielos. Héctor Salama, mi querido maestro de terapia gestalt, me dijo un día en consulta, con
su acento argentino: “Mirá che, tenés dos opciones, o aprendés de tu hija a ser sano o le enseñás a ser neurótica.” Esa frase cambió mi forma de relacionarme con mi amada hijita. Thich Naht Hanh, un maestro zen, dijo: “No hay que morir para ir al Reino de los Cielos, más bien ¡hay que estar muy vivo!” También habla de estar totalmente presente en el ahora. Jesús es iniciado por medio del bautismo en una escuela espiritual y comienza su búsqueda. Algunos autores afirman que el tiempo que no está registrado en la vida de Jesús, desde su adolescencia hasta los treinta y tres años, lo pasó en India. Muchas de sus enseñanzas coinciden casi al pie de la letra con las escrituras védicas del hinduismo. En India hay algunos que incluso afirman que su tumba se encuentra en Srinagar en el estado norteño de Kashmir. En un momento dado, como otros maestros, reconoce su propia iluminación que no es otra cosa que el entendimiento profundo de que todo está unido, de que la existencia es un suceso único, indivisible, a la vez el alfa y el omega, el principio y el fin, y con esto se da cuenta de que lo divino está en todo, lo es todo y, por lo tanto, Él y todos nosotros somos lo divino. Esta verdad y solo esta verdad es la que nos hace libres. Así que empieza a compartir sus enseñanzas y lo hace con historias y metáforas, con mitos y cuentos porque así se transmite lo místico, lo espiritual, lo que es sumamente difícil de explicar. Jesús habla a sus discípulos de buscar la libertad y ellos contestan: “Maestro, pero si somos libres, no somos esclavos”, y Él les contesta: “No son libres del pecado”. Y esta es otra palabra que ha sido mal interpretada para manipular a los creyentes. En sus bases etimológicas tanto griegas como hebreas la palabra pecado hacía referencia a “no dar en el blanco”. Pecar es lanzar una flecha, una roca o cualquier proyectil y fallar el tiro. Así que no se refería a portarse mal o romper las reglas establecidas por otros, se refería a estar distraído: justo lo contario a poner atención, a estar presente. [45] De eso hablaba Jesús: Cuando pones atención, estás en el Reino de Dios (El Reino de Dios está en vosotros)[46]. Totalmente en el presente eres capaz de reconocer tu propia divinidad y la divinidad de todos y todo lo que te rodea. Poniendo atención te darás cuenta de que todos somos hermanos y que el daño que le hagas a otro te lo haces a ti mismo. Teniendo todos tus sentidos en el momento presente, harás justo lo que se necesita hacer para el bien de todos. No por ser bueno o por querer ganar algo en el futuro sino por amor y por respeto. Si estás distraído no darás en el blanco. Distraído, les exiges a tus seres queridos en lugar de agradecerles; distraído mientes, robas y engañas, creyendo que obtendrás algún beneficio. Si un hermano nuestro se cae en la calle y no pones atención, pasas por encima de él sin ayudarle, eso es pecar: no dar en el blanco, no hacer lo que se requiere en el momento presente por estar distraído. Las enseñanzas de Jesús no tenían que ver con la culpa o el castigo, sino con ver la realidad y actuar en consecuencia.
En la vida todos tenemos momentos que se viven como una crucifixión: la muerte de un ser querido, la ruptura de un matrimonio, una enfermedad terrible, en nosotros o en alguien que amamos. Los que están atentos resucitan de la muerte que representa cada duelo que sobreviven más sabios, más sensibles, más conscientes. Los distraídos solo reniegan de la vida, de su suerte, de su karma. En la historia de Jesús, Él mismo se entrega a sus captores y se sacrifica para mostrarnos el camino. Pero no como un mártir diciendo: “Mira lo que hago por ti, para salvarte de tus pecados, ¡qué bueno soy!” Sino para decirnos: “Ríndete a la existencia, confía en que todo pasa como tiene que pasar, no temas a la muerte pues tú eres el camino, la verdad y la vida.” En la oración que se le atribuye dice: “Hágase tu voluntad.” La cual es otra mala traducción pues en realidad dijo: “Sea la voluntad.” Lo cual es justamente renunciar al ego. Tal vez a esa muerte se refiere, a morir a nuestros deseos y expectativas, a nuestra necesidad de controlarlo todo, fluir con la existencia. En lugar de resistirse todo el tiempo, ser uno con el Todo. Resucitar reconociendo nuestra divinidad. Por último, cuando le preguntan los judíos: “¿Quién eres?” Jesús dice: “Antes de que Abraham naciera, yo soy”. No dijo yo fui , ni dijo yo era. Lo dijo en presente. ¿Qué quiso decir? Tal vez esto: “Yo soy en el eterno presente que es la existencia misma, yo soy la vida que animaba en ese entonces a Abraham y que les anima ahora a ustedes, yo soy el todo, soy lo divino.” La respuesta que recibió fue que le lanzaron piedras por considerarlo un blasfemo. Si tú mismo declaras la verdad que Jesús nos compartió, que tú eres lo divino encarnado, que todos lo somos, tal vez no te arrojen piedras pero se reirán de ti y si insistes en comunicarlo seguro terminas en un psiquiátrico. Tanto así hemos pecado, nuestra flecha ha caído muy, muy lejos del blanco. Llegar al final de la peregrinación causó en mí reacciones encontradas: por un lado la alegría y el orgullo de haber logrado la meta, y por otro, la desilusión y la tristeza de terminar el viaje. Recuerdo que dos o tres días después de haber terminado la peregrinación me descubría buscando flechas amarillas que me indicaran hacia dónde ir y teniendo una sensación de vacío al no encontrarlas. ¿Será por eso que hay tantos buscadores y pocos encontradores? ¿Será que nos identificamos tan bien con la búsqueda, con la lucha, con el esfuerzo? ¿Cuándo nos tomamos el tiempo para por fin relajarnos y disfrutar de lo que es o de las bendiciones que recibimos a diario? ¿Será que no hay nada que encontrar y ningún lado a dónde llegar? ¿Será que ya somos lo que buscamos y ya estamos, sin saberlo, en donde tanto anhelamos estar?... Después del Camino de Santiago viví un tiempo en Barcelona con Índigo. Ahí escribí mi libro Conversaciones con mi guía: más allá del Esclavo , inspirado en las enseñanzas de Osho y donde contradigo casi todo lo que había escrito antes: la superación personal, la superstición y tomar literalmente los mitos.
Cuando me di cuenta de que, aunque nos queríamos mucho, no tendríamos una relación armónica, decidí que viajáramos por caminos separados. Una relación de verdadera intimidad requiere de una madurez emocional que yo, a pesar de todos mis cambios y aprendizajes, aún no tenía. Me escapé a Ámsterdam por unos días y regresé a México. No lo sabía pero ese fue el fin de un ciclo de cuatro años, de viajes, aprendizajes y cambios… un ciclo nuevo empezaría bien pronto. QUINCE Otro sueño maravilloso se me cumplió… cuando la mamá de Jordy, mi hijita, me concedió la posibilidad de cuidar de ella. Durante estos cuatro años que estuvimos separados la visité en EUA cuarenta veces, antes de salir en uno de mis viajes o al venir de regreso. Tal vez los padres que viven con sus hijos, como los tienen tan seguros, no valoran tanto el tiempo que pasan con ellos. Yo aprovechaba y disfrutaba cada momento con ella y más aún porque en mis breves visitas la disciplina y las exigencias tenían que pasar a segundo término. Soltar el control fue el reto más difícil cuando estuvimos separados. Su mamá tenía el derecho de educarla como ella creyera más conveniente y aunque, amablemente aceptaba algunas de mis opiniones, otras estaban definitivamente fuera de lugar. ¿Cómo decirle que no me gustaban las parejas que elegía o que me parecía que algunos amigos suyos eran mala influencia para Jordy? Después de mucho hacer berrinche no me quedó más que soltar y confiar en la vida. Tengo grabada en mi mente una escena que me afectó profundamente, pues representaba mi total falta de control en la educación de mi hijita. Como a los tres años me insistió en ir a McDonald’s porque le encantaban los nuggets de pollo. Accedí, pero verla sentadita en la mesa, vestida con una chamarrita que le compré de peluche, blanca con manchas negras como la piel de las vacas que le quedó enorme, cortando su pollo con la mano y metiéndolo en la salsa catsup y después llevando el pedacito a la boca, me rompió el corazón. Por meses, bastaba evocar esa imagen en mi mente para llorar un buen rato. Recuerdo que al principio, cuando no me hacía responsable de nada, cada viaje a ver a mi hijita era un berrinche: “¿Por qué tengo que viajar hasta acá? ¿Por qué tengo que dejar todas mis cosas para venir a ver a mi propia hija? ¿Por qué soy yo el que tiene que pagar todo este dinero para visitarla? Bla, bla, bla…” En una ocasión, cuando se habían cambiado recientemente a Boulder Colorado, llegué de noche al aeropuerto de Denver, renté un auto y… me perdí. Como a eso de las doce y media de la noche, en una carretera en quién sabe donde, golpeaba furioso el volante gritando: “¿Por qué? ¿Por
qué?”… “Por amor señor, por amor. Nadie te obliga a venir. Lo haces porque amas a Jordy, así que deja ya de lloriquear.” Esa fue la respuesta que escuché en mi cabeza. Después de eso, cada visita fue una delicia. Aprovechaba que Jordy estaba en la escuela para escribir y hacer ejercicio, encontramos un hotel con una alberca enorme y siempre teníamos un divertido plan para aprovechar nuestro tiempo juntos. Un par de años le insistí a su mamá que me permitiera cuidar de ella, que me diera la oportunidad de llevarla a México conmigo para que conociera la cultura mexicana, para participar activamente en su educación y para fortalecer nuestra relación. Una serie de circunstancias se juntaron para que por fin, en agosto del 2006, iniciara mi aventura como padre soltero de una preciosa nena de seis años de rebelde cabello rubio chino, enormes ojos y un tremendo carácter. Con la intención de ofrecerle un lugar sano y seguro, renté una casa en Valle de Bravo, en el Estado de México, donde solo conocía a Balam y senté cabeza. “¿Cómo vas a cuidar a una niña tú solo?” “¿Tú crees que es muy fácil?” era lo que me decían mi seres queridos. Después, la mamá de Jordy me confesó que accedió a darme la custodia de nuestra hija con la esperanza de que se la regresaría pronto ya que creía que no podría con la responsabilidad y que no querría renunciar a la libertad que tanto disfrutaba. Seis años cuidé de ella como acordamos y no, en ningún momento me pareció difícil, me pareció un regalo maravilloso y una experiencia muy divertida. Los dos tuvimos un periodo de adaptación: para ella cambiar de casa, país, idioma, amigos, cuidador y escuela; para mí, después de andar de vago, haciendo lo que se me antojaba, rodeado de hippies, viajeros, locos y aventureros, vivir en un pueblito diminuto de gente conservadora, adaptarme a la rutina y los horarios de la escuela y actividades de mi hijita. Al principio, Jordy me probó varias veces, y con un poco de humor y presencia nos unimos más en esta nueva aventura juntos. En una ocasión, Jordy salió del baño y decidió que quería que yo la vistiera, a lo que me negué rotundamente. “Ya estás grandecita, vístete tú, hijita”, le ordené. “¡Vísteme! ¡Vísteme! ¡Vísteme!” insistió por más de cuarenta y cinco minutos. Me negué y me fui a mi estudio a trabajar en mi computadora. Al notar un silencio extraño decidí buscar a Jordy, no estaba en su cuarto, ni en el baño, tampoco en la sala. Abrí la alacena en la cocina y ahí encontré a Jordy desnuda y al verme gritó, “¡Vísteme!” La sorpresa me hizo reír mucho y bromeando le dije: “¡Que no! Vístete tú.” Tomé unas galletas y cerré la puerta de la alacena. Camino a mi estudio escuchaba yo las risas de Jordy dentro de la alacena. Poco después se puso su pijama, se acercó a mí y me dijo “Hasta mañana papi”, antes de irse a la cama. En otra ocasión, le preparaba a Jordy la merienda y como no tenía pan para hot dog
puse una salchicha con mostaza, mayonesa y catsup en un pan Bimbo. Le dejé el plato en la mesa frente a ella y volví a la cocina para servirle un jugo. Al regresar, encontré en la mesa la salchicha y el pan destrozados en mil pedazos, como si hubiesen explotado. La escena me sorprendió tanto que no pude aguantar la risa, “¿Qué pasó hijita? ¡Parece una bomba atómica!” Muy seria me dijo con las manos en la cintura: “¿¡Cómo te atreves a servirme un hot dog en este tipo de pan!?” Guardé silencio un momento y después los dos soltamos una carcajada. Le pedí que me ayudara a limpiar la mesa y después nos preparamos juntos sendos sándwiches de salchicha. Supongo que eso tenía más sentido. Cuando empezó la escuela no quería ir, y de plano se sentaba en un escalón en la calle, a unos metros de la entrada. Después de tratar en vano de convencerla, me sentaba junto a ella y simplemente esperaba. En unos cuantos minutos se aburría y ella sola caminaba a la escuela. Claro que su maestra sabía que nos estábamos adaptando y nos permitía llegar un poco tarde. Algo se completó en mi historia cuando Jordy vino a vivir conmigo. Ver a mi hijita apaciblemente dormida en su camita con su pelo alborotado me llenaba de felicidad hasta las lágrimas, no una vez o dos… cada vez que la veía. “Gracias, gracias, gracias” era mi diaria oración, más bien una afirmación, un constante reconocimiento de las bendiciones de mi vida. Sentí que todo había valido la pena y que si tuviera que pasar de nuevo por todo lo que pasé, lo haría gustoso solo por poder experimentar esos momentos. De pronto, el divorcio y ese tiempo separados me parecieron un paso necesario para poder ofrecerle a Jordy un padre sano, valiente, presente y realmente amoroso. Ahora sí te-nía algo que ofrecerle a mi adorada hijita, antes, solo neurosis y tristeza. Muchos ponen a sus hijos como pretexto para no separarse y se sacrifican en una relación infeliz por no querer exponerlos a las consecuencias de un divorcio. A mí esa actitud me parece cobarde y contraproducente. Cuando se hace evidente que una relación no funcionará (y en ese caso, siempre hay un momento en el que se hace evidente) lo mejor para todos es separarse. Sacrificarse no le sirve a nadie, llena a los involucrados de culpa y resentimiento. El ejemplo que reciben los hijos y que muy probablemente repetirán en su propia vida, es que hay que aguantar, hay que soportar, que uno debe conformarse en lugar de hacer lo que demanda la situación. Como terapeuta sé que muchas personas hubiesen preferido que sus padres se divorciaran a tener que soportar juntos años de amargura e infelicidad. Mi propio trabajo personal me permitió sanar la relación con Gena, la mamá de Jordy, y cerrar todos los asuntos entre nosotros. Yo le ofrecí todas las facilidades para visitar a nuestra hijita y gustoso la recibí decenas de veces en nuestra casa. Somos buenos amigos y estoy muy agradecido con ella, pues a pesar de los problemas nunca interfirió en mi relación con Jordy como hacen tantos padres que, en su inconsciencia y egoísmo, usan a sus hijos para lastimar al otro sin darse cuenta del tremendo daño que
les causan. Esos padres no aman a sus hijos, dicen que los aman, creen amarlos pero sus actos demuestran lo contrario. El amor necesita también consciencia y voluntad y el amor se manifiesta no en palabras sino en acciones de cuidado y respeto por el ser amado. Cederme por un rato la custodia de nuestra hijita fue, al contrario de lo que alguien pudiera pensar, un acto de amor de parte de Gena: un acto de amor hacia mí y hacia Jordy, por el cual estaré siempre agradecido. Por supuesto que después de tantos cambios en mí y en mi forma de ver la vida, no me conformaría con una educación convencional para mi hijita. Ni en casa ni en la escuela. ¿No es acaso una locura el que viendo lo mal que van las cosas a nivel mundial y personal, sigamos inculcando a nuestros hijos los mismos valores, ideales y costumbres? ¿No es una tremenda irresponsabilidad querer adaptarlos a una sociedad vacía, egoísta, individualista y superficial? ¿Inculcarles las mismas metas que nos han llevado a este punto de quiebre como humanidad? ¿Convertirnos en fieles sirvientes de un sistema enfermo, en ciegos representantes del materialismo, en obedientes agentes de la mercadotecnia, la tradición y la religión? ¿Seguiremos de verdad perpetuando esta locura de generación en generación? ¿Será que soy demasiado optimista al pensar que somos capaces de verlo o capaces de hacer algo al respecto? ¿Será que pedir que nos hagamos responsables es demasiado? Cuando se trabaja en los asuntos de la infancia, no solo se hace uno consciente de los errores que cometieron nuestros padres sino de los errores que nosotros mismos cometemos en la relación con nuestros hijos. Es por eso que el trabajo de Primal me parece indispensable para cualquier persona interesada en conocerse y sanar sus heridas de la infancia, y un efecto secundario de esa investigación es convertirnos en mejores padres. Más conscientes, amorosos y respetuosos. [47] Un poema de Khalil Gibran sobre los hijos me sirvió de guía en mi relación con mi hijita: Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti, y aunque estén contigo, no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos. Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar, ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas son lanzados. Deja que la inclinación, en tu mano de arquero sea para la felicidad Pues aunque Él ama la flecha que vuela, Ama de igual modo la firmeza del arco. El respeto sería una de las bases de mi relación con mi hijita. Respetar su particular forma de ser, sus ideas, necesidades e individualidad. Debía recordar siempre que ella era por méritos propios, que no me pertenecía ni era yo quien le había dado la vida. La existencia me había concedido el placer de participar en el proceso de manifestarla en este mundo y cuidar de ella, más que una obligación era un regalo, más que una responsabilidad, una oportunidad. Recordar que ella es una manifestación perfecta de lo Divino y, por lo tanto, evitaría depositar en ella mis anhelos, mis ideas, mis proyectos o mis creencias. Más que enseñarle, mi trabajo era acompañarle. Proveer un espacio protegido, seguro, agradable y lleno de posibilidades para que ella se desarrollara. ¿Es acaso el jardinero el que da a la flor su belleza y su perfume? Ese respeto incluía el responder a cada una de sus preguntas si es que conocía la respuesta y admitir cuando no sabía. En las preguntas filosóficas como “¿De dónde venimos? ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Existe Dios?” Mi respuesta era “¿Tú qué crees hijita?” Y si me insistía le daba mi opinión y concluía diciendo, “pero eso es algo que tendrás que investigar por tu cuenta.” Acordamos que le diría siempre la verdad y fue un reto. Alguna vez, cuando ella tenía
como seis años, llegó corriendo al sillón donde yo estaba leyendo y me preguntó sin advertencia alguna: “Papi ¿tú vas a morir?” “Sí hijita, un día me voy a morir.” Escuchó la respuesta y salió corriendo. Después de un rato regresó y siguió con su cuestionamiento: “¿Y yo? ¿También voy a morir?” “Si hijita” le contesté viéndola a los ojos. “Todo lo que está vivo morirá un día.” “Ok”, dijo y salió corriendo de nuevo. Bajé mi libro y esperé a que regresara corriendo de nuevo. “Papi, ojala tú te mueras primero y que duremos muchos años”, me dijo y se fue a seguir jugando. Creemos que al mentirle a nuestros hijos les protegemos cuando en realidad, los subestimamos, los traicionamos, les enseñamos a evadir la realidad pensando que son débiles o que no están listos para la verdad. ¿Será por eso que muchos de nosotros nunca aprendemos ni estamos listos para la honestidad? Nuestra cocina tenía una pesada puerta de metal que daba al patio y a veces se atoraba, y para lograr cerrarla había que jalarla con mucha fuerza. En una ocasión la puerta no cerró al primer intento y al abrirla y cerrarla violentamente, uno de los gatitos metió la cabeza y lo lastimé con la puerta. Empezó a convulsionarse frente a mí y sabía que lo había matado. En efecto, me senté junto a él mientras le decía llorando: “No te mueras por favor, no te mueras.” Lo que-ríamos muchísimo, de todos, era el más cariñoso; después de unos minutos dejó de moverse. Ino, la mujer que nos ayudaba en la casa, abrió la puerta y me vio llorando sentado en el escalón de la cocina. “¿Qué le pasó?” me preguntó extrañada. “Maté a un gatito.” Le contesté. “¡Escóndalo rápido que ahí viene Jordy!” me dijo, siguiendo la costumbre social de mentirles. Juntas habían ido a hacer las compras. Esperé a que llegara Jordy y al verme llorando junto al gatito muerto me preguntó qué había pasado. Le contesté honestamente y lloramos juntos un rato, después hicimos una pequeña tumba al final del jardín, junto al temascal que había yo construido ahí desde que llegamos a esa casa. Nos despedimos del gatito y le dimos las gracias por su cariño. Jordy se fue a jugar y yo me fui a mi estudio. Lloré como una hora más, la muerte del gatito me había conectado con alguna pena profunda en mí que no identificaba. Jordy entró a mi estudio y me dijo: “Ya no llores papi. Fue un accidente, no es tu culpa.” Mi maestro tenía razón: de ellos tenemos que aprender a ser sanos en lugar de insistir en heredarles nuestros miedos y nuestra neurosis. Respetarle significaba que había un montón de decisiones que ella podía tomar, otras las podíamos negociar y llegar a un acuerdo. Así que lo mío no era una imposición y lo de ella no era ciega obediencia. Había por supuesto decisiones que yo tomaba y esas quedaba claro que no eran negociables, pocas en realidad, Jordy sabía que esas las tenía que aceptar sin discutir. El respeto dejó fuera de nuestra relación el castigo. En los seis años que la cuidé no la castigué ni una sola vez. El castigo debería ser el último desesperado recurso para educar a los hijos. “Es utilizado por gente tonta que no sabe educar con gente tonta que
no puede aprender”, le contesté a Jordy cuando me preguntó cómo es que nunca la castigaba. Si uno se toma el tiempo para explicarle al niño por qué su comportamiento no es adecuado y le ayuda a ver las consecuencias negativas, el niño lo entiende rápidamente y su autoestima queda intacta. Le queda claro que está aprendiendo a vivir y le queda claro también que lo que está mal no es él, sino el comportamiento, del cual, él es responsable. El castigo no promueve el amor ni el respeto, no promueve la responsabilidad ni la inteligencia. Y por supuesto, pegarle a un niño es absolutamente inadmisible, injusto y abusivo. Nada justifica que un mastodonte de cincuenta o setenta kilos sea violento con un nene que pesa una fracción de eso. ¡Qué herida recibe un nene cuando la persona que se supone debe amarle y cuidarle abusa de él! La atención sería otra de las bases en mi relación con ella. La atención es la parte activa del amor. El regalo más grande que le podemos dar a nuestros hijos es nuestra presencia. No solo estar físicamente presentes, sino estar totalmente presentes para ellos, física, emocional y conscientemente. La herida más grande que cargamos todos es la falta de atención de nuestros padres. Hay tantos que dicen que trabajan todo el día para darles a sus hijos lo que ellos no tuvieron y cometen el error de proveer lo material y negarles lo mismo que a ellos les negaron: la atención. Así que al final tampoco les dan lo que ellos no recibieron. En mi experiencia como terapeuta he notado que la ausencia física de uno de los padres se sana más rápidamente que la ausencia emocional. El niño puede entender que su padre o madre tuvieron que irse o murieron, pero no puede entender por qué, aun estando presentes, no le hacen caso. La conclusión a la que llega es que no es suficientemente importante para que alguien le preste atención. Las caricias automáticas y vacías de una madre emocionalmente ausente son veneno para el niño. Pronto llegan los pequeños a la conclusión que el periódico del padre, con las mismas estúpidas noticias todos los días, es más importante que ellos. Con esto en mente, tuve siempre la intención consciente de estar presente para Jordy. Esto incluía dejar siempre de hacer lo que estaba haciendo para escuchar sus dudas, sus historias, sus preguntas o a veces el parloteo que solo tenía la intención de confirmarme presente. Incluía también leer juntos antes de dormir, hacerle shows con sus muñequitos de peluche para explicar cosas complicadas, caminatas juntos con largas conversaciones tomados de la mano, y por supuesto el hecho de que yo participara en todas las actividades de su escuela. Juntas, reuniones, evaluaciones y obras de teatro. De hecho, iniciamos junto con otras seis familias una escuela alternativa fuera del sistema educativo de la Secreta-ría de Educación Pública y con una currícula basada en la creatividad, la atención personalizada, la apreciación del arte, la solidaridad, el respeto por las diferencias, el cuidado del mundo y de los integrantes de la comunidad. Nada de tareas, calificaciones, competencias, exámenes, ni montones de libros llenos
de errores; nada de cuadros de honor, honores a la bandera, que no es más que un pedazo de trapo que nos separa de los demás, escoltas o cantar el horripilante himno nacional que estúpidamente dice: “Mexicanos al grito de guerra…” Una evaluación semestral entre el padre y el maestro no para comentar lo que hacía mal sino lo que necesitaba para seguir creciendo. Los niños de todas las edades convivían juntos, lo que le enseñó a Jordy a cuidar a los más pequeños y a ellos a admirar, querer y aprender de los más grandes. Ahí los niños aprenderían a hacer sus ropas, desde trasquilar al borrego pasando por preparar la lana, lavarla y teñirla hasta convertirla en hilo y tejer sus bufandas, gorras y suéteres para poder apreciar el profundo contacto que tenemos con el mundo natural. Los niños ordeñarían vacas y chivos, cuidarían gallinas y patos y sabrían que la comida viene de animalitos a los que aprenderían a querer y a quienes agradecerían los regalos que nos dan. A los pobres niños de las escuelas normales les preguntas de dónde viene la leche, la carne o el huevo y contestan que de Walmart. No tienen idea de lo que es sacar de la tierra una lechuga, una zanahoria, un rábano y sentir el amor de nuestra Pachamama y su tremenda, tremenda abundancia. Ahora no hay forma de que mi hijita coma en esas tiendas de comida rápida o de que compre un refresco en una botella de plástico desechable. Un día su abuela la quiso llevar a Kentuky Fried Chicken y Jordy le respondió: “Abuela, yo no hago negocios con personas que maltratan y no respetan a los animales.” Nuestros hijos estarían, los primeros catorce años de su vida, alejados de la televisión, los juegos de computadora y las películas violentas. Así que mi hijita tenía tiempo para pintar, construir fuertes y casitas, cuidar a sus gatitos, inventar sus propias obras de teatro y filmar y editar videos. —No se puede ir en contra de lo establecido —nos decían unos. —Tenemos que ir en contra de lo establecido, ¿qué no ves como está el mundo?” — era nuestra respuesta. —No hay alternativas —decían. —Pues entonces tendremos que crear una —respon-díamos. Fuimos tachados de soñadores, ilusos y rebeldes, poco nos importó y seguimos con nuestra escuelita que pronto pasó de una casita diminuta en Valle con seis familias a un rancho de dos hectáreas, con granja, hortaliza y treinta familias valientes dispuestas a apostar a un proyecto que ofrecía una alternativa basada en el amor y la intención de vivir en conciencia. Cuando Jordy salió de primaria ya eran sesenta las familias que integraban la comunidad educativa.[48] Por supuesto que la mayor parte del mérito es de la familia que tomó la responsabilidad y dirección del proyecto, pero el orgullo de esas primeras familias que remamos contracorriente por un buen par de años lo seguimos compartiendo.
El próximo año regresará Jordy a Valle a estudiar la preparatoria en otra escuela alternativa enfocada en el respeto del medio ambiente, la comunidad y el consumo responsable. Justo lo que el mundo necesita ahora. La educación convencional está enfocada en informar y no en formar a los niños. El conocimiento está al alcance de todos en libros o en la Web, sin embargo, pocos son los niños que son formados para ser íntegros y honestos, seguros de sí mismos, compasivos, valientes y creativos. Montones de volúmenes de información, que ellos encuentran inútil, les son forzados en un cerebro que necesita más tiempo para consolidarse. Por supuesto que los niños sufren la educación; en lugar de fomentar en ellos la curiosidad y el deseo de aprender, llegan hartos y exhaustos a tercero de secundaria. El pensamiento crítico, indispensable para una vida auténtica es considerando como rebeldía y los niños con iniciativa y habilidades natas para el liderazgo son tachados como “niños problema”, y pronto obligados a renunciar a su energía y espontaneidad. Las escuelas ahora son fábricas de borregos donde se exalta la obediencia que, más que una virtud es un vicio terrible, y donde se busca la uniformidad y el conformismo. Las universidades proveen de empleados a las mismas corporaciones que impusieron el sistema educativo actual. ¿Qué es una licenciatura sino un carísimo permiso para ser el criado de otros, sin ofrecer ninguna garantía? La meta de la educación ahora es la homogeneidad, es mucho más fácil manipular a un grupo de gente toda igual que a libres pensadores que toman sus propias decisiones. Los padres se sienten satisfechos de dejar en manos de los maestros la educación de sus hijos. Pagar las altas colegiaturas y el montón de libros y material que les piden es su prioridad número uno y hasta ahí llega su participación y su responsabilidad. Supongo que quieren que cuando sus hijos crezcan puedan tener un trabajo como el suyo para poder entregar a sus propios hijos en la puerta de la escuela, mientras ellos trabajan para poder pagar las colegiaturas, los libros y el material que les pedirán… “Necesitamos mejorar la educación”, repiten como pericos los políticos que saben que lo que menos quieren es gente inteligente y bien formada. “Necesitamos enseñarle valores a los niños”, dicen los maestros con un cigarro en la mano, mintiendo y solapando un sistema lleno de hipocresía y tranzas. No habrá un cambio real hasta que la educación promueva la individualidad, el pensamiento crítico, la consciencia, la voluntad, el valor, la creatividad y la ética. Claro que eso no solo representaría una educación radicalmente diferente sino el fin de este sistema que perpetúa la ignorancia, la estupidez y el conformismo. A fin de cuentas todo en nuestras relaciones y en la vida se resume a estar presente: a poner atención. Sólo totalmente presente puede uno apreciar el maravilloso regalo que son nuestros seres queridos, la bendición que es tenernos los unos a los otros por un rato. Sin presencia pronto se cae en la rutina, damos por sentadas las bendiciones y nos
aburren, perdemos la perspectiva y en lugar de agradecer el regalo, nos pesan las obligaciones, en lugar de nutrir la relación caemos en roles preestablecidos y así nunca nos mostramos. Distraídos se confunden nuestras prioridades y lo banal y lo cotidiano nos impide ver lo realmente importante y lo milagroso. No dañamos a nuestros hijos por maldad sino por falta de presencia. Solo completamente distraídos, abrumados por cosas sin importancia somos capaces de ofenderles, de criticarles, de humillarles y en el peor de los casos de ser violentos con ellos. Al estar presentes, al poner atención podemos darnos cuenta de que no somos mejores que ellos, ni más sabios, ni superiores y que vamos juntos aprendiendo sobre esta vida; podemos humildemente admitir que no sabemos tanto del arte de vivir como para querer imponerles nuestra forma de ver el mundo. Presencia, atención, respeto, ver lo que es y actuar en consecuencia. Eso es todo lo que se necesita para ser buenos compañeros de nuestros hijos. Claro que no podemos dar lo que no tenemos, por eso es absolutamente indispensable desarrollar en nosotros esas cualidades. Me alegro poder decir que nuestro experimento educativo fue un éxito total. Jordy inició la secundaria en Estados Unidos en un sistema convencional y en un año se puso al corriente con todas las materias en inglés y en el segundo año, la secundaria Roosevelt de Albuquerque recomendó que se saltara un año pues pasó a todos sus compañeros, siendo la primera en su clase. No es de extrañarse, pues a Jordy le inculcamos el amor por el aprendizaje, por las letras, por el arte, apoyamos su curiosidad y su inteligencia naturales. Devora un libro a la semana, practica Judo, piano, tenis y encuentra tiempo para jugar con su compu, mantener al corriente su Factbook y ver las series de televisión que considera sanas y divertidas. Me siento orgulloso de la forma en la que acompañé a mi hijita esos años que vivimos juntos, y aún así estoy consciente de que cometí muchos errores. Sé también que hay muchos asuntos que tendrá que trabajar cuando llegue el momento: el divorcio de sus papás, el no poder estar con sus dos padres al mismo tiempo y la carga de la historia familiar de mi parte y de parte de su mamá. Después de mi propio trabajo personal, me siento confiado en que ella encontrará las herramientas para lidiar y sanar lo que le tocó vivir. Si pudiéramos salvar a nuestros hijos de todas las situaciones difíciles en su vida no les ha-ríamos un bien. Las crisis, cuando son resueltas, nos dan profundidad y sabiduría. El dolor, una vez sanado, nos hace compasivos y empáticos. Sin crisis no se crece y sin dolor no podríamos apreciar realmente las bendiciones. Sin embargo, la alquimia: la transformación del dolor en comprensión, del enojo en compasión, se da solamente con el trabajo personal; investigando, sanando y retomando la responsabilidad de nuestra vida y nuestro poder
personal. Si las heridas se dejan sin resolver, no entendemos nada, solo encontramos en ellas la justificación para nuestra infelicidad, para perpetuar el estado de víctima y para inconscientemente infligir esas mismas heridas a los que más amamos.
Solo la consciencia: el darse cuenta de las cosas, permite vivir de forma responsable. DIECISEIS Había otra razón para mudarme a Valle de Bravo… crear un centro de reunión cerca de la naturaleza donde pudiera compartir lo que aprendí y lo que me ayudó a sanar, donde pudiera yo invitar a los terapeutas que conocí alrededor del mundo y acercarlos a la gente de México. Desde que llegué a Valle organicé junto con mi hermano Balam Ibarra, retiros de desarrollo humano en un campamento que él mismo construyó para el Estado de México en la reserva ecológica de Monte Alto. “Entrenamiento para guerreros” llamábamos a este primer taller que diseñamos juntos y el nombre describía bien nuestra intención de hacer pasar a los participantes a través de un reto que demandaba entrega, voluntad y valor. Las instalaciones eran muy austeras, los hospedábamos en pequeñas cabañas cuadradas que tenían por camas tablas que colgaban de las paredes con cadenas y sobre ellas una delgada colchoneta rellena de borra de las que se consiguen en tiendas departamentales; los sanitarios eran baños secos, es decir, una cabina de madera con un hoyo profundo en la tierra en donde, después de hacer sus necesidades la persona debía cubrir sus desechos con aserrín. Para el tercer día entrar en el baño era todo un reto. Había gente que prefería hacerlo en el bosque. Construimos un par de regaderas muy sencillas y pusimos calentadores de leña que en realidad no se daban abasto para que todos se bañaran con agua caliente. Así que a la mitad del grupo le tocaba bañarse con agua fría en un lugar donde la temperatura llega a veces a cuatro grados centígrados. Nos reuníamos en una palapa en el centro del campamento hecha de tierra compactada, madera y techo de paja. Ahí se daban los seminarios, se bailaba, se comía y se pasaba la mayor parte del tiempo del taller. Recuerdo que en una ocasión cayó una tremenda granizada y una parte del techo de paja se derrumbó, tuvimos que parar todo, y reunirnos en una pequeña esquina donde po-díamos estar secos. En Valle de Bravo llueve seis meses seguidos, todas las tardes, y son unas tormentas espectaculares acompañadas de relámpagos. No era raro que tuviéramos todos una suela de lodo de cinco centímetros pegada a nuestros zapatos. Esa ocasión una participante asustada, viendo caer el granizo dentro de nuestro salón y escuchando los truenos muy cerca de nosotros, dijo con voz tímida: “¿Podríamos cantar
el himno a la alegría?” Todos nos reímos mucho y a todo pulmón entonamos: “Escucha hermano la canción de la alegría, el canto alegre que nos trae un nuevo día…” Por supuesto que en medio del bosque no había tampoco electricidad, utilizábamos una pequeña planta de gasolina y cuando fallaba seguíamos con velas y si se necesitaba música usábamos las bocinas de mi camioneta. A pesar de lo precario de nuestras instalaciones decidimos cobrar nuestros talleres caros, queríamos trabajar con pura gente realmente comprometida con su desarrollo y que ya hubiese entendido que su salud, su consciencia, su bienestar personal era mucho más importante que el dinero, que ya supieran que ellos son los responsables de su desarrollo y que hubieran ya pasado de la costumbre de ser rescatados por los demás. No solo logramos tener justo ese tipo de gente sino que llegaron con nosotros líderes, gerentes, empresarios que tenían mucha gente a su cargo e influencia sobre ellos. La nuestra fue desde el inicio una combinación maravillosa. Balam es un filosofo increíble, la persona más culta que conozco, elocuente, amoroso y con mucha experiencia en dirigir círculos de reflexión y facilitar talleres. Él es la mente y la razón en nuestra enseñanza. Yo por otro lado soy muy sensible, experto en técnicas terapéuticas y traía el enfoque nuevo de las experiencias de mis viajes. Yo soy de alguna forma el corazón y la emoción. Decidimos desde un principio que los talleres serían una experiencia difícil, ardua y confrontativa. La idea era romper con la inercia de toda una vida y exponer las creencias limitantes que, como son heredadas y nunca cuestionadas, es terriblemente difícil vencer la resistencia a soltarlas. Así que compactamos casi cuarenta años de experiencia en treinta y cinco horas de trabajo en un fin de semana; incluimos las conferencias más subversivas e incluso una “caminata sobre fuego.” Preparábamos una enorme fogata y después esparcíamos las brazas al rojo vivo para después caminar descalzos sobre ellas (aún incluimos este ejercicio en nuestro taller “Creencias: Atrévete a ser libre”). Finalizábamos nuestros talleres con una ceremonia de inipi (temascal) pues encontramos que además de ser una experiencia espiritual es una poderosísima herramienta terapéutica. Una y otra vez insistimos y, seguimos haciéndolo, que ofrecemos el inipi en nuestros talleres como un regalo, que no está incluido en lo que pagan por participar. Para nosotros esa ceremonia es sagrada y no puede ser cobrada, nunca lo hemos hecho, nunca lo haremos. Cualquier persona que quiera participar en nuestros inipis puede hacerlo y no tendrá que pagar un quinto. En dos años y medio ofrecimos este taller con gran éxito unas veinticuatro veces. Lo fuimos puliendo y mejorando. Salpicado de humor y lleno de las personas más valientes y comprometidas nos divertimos enormemente. Esa fue otra de nuestras decisiones: solo lo ofreceríamos mientras fuera algo que disfrutáramos, no podría ser un trabajo y de hecho, los talleres nunca han sido nuestra fuente de ingresos, Balam y yo somos exitosos empresarios y eso nos dio la libertad de ser totalmente auténticos, directos y
no estar casados con ningún discurso. Aun ahora, decimos y hacemos lo que nos viene en gana si lo consideramos útil para la gente. Nada nos reprime de expresar lo que consideramos verdad y el que se ofende es porque no puede ir más allá de lo que le fue impuesto. No buscamos seguidores, no queremos admiradores, queremos gente inteligente, que piense por sí misma, que utilice el pensamiento crítico y su amor para guiar sus comportamientos. Queremos una familia consciente. Jordy me acompañaba en los talleres, participaba en los bailes y en los juegos y se alejaba cuando se trabajaba la tristeza y el dolor. Ella y yo acampábamos cerca de la palapa, ahí aprendió entonces a amar la naturaleza, a ser más independiente, a ser valiente. Ella también disfrutaba enormemente. Para el final del domingo era una cavernícola con la ropa sucia y rota, el pelo y la cara llenos de lodo. El primero de noviembre del 2008 inauguramos Vision Quest , nuestro propio centro de reunión: cuatro hectáreas de belleza en medio del campo, enmarcado por una hermosa montaña y rodeado de cañadas, ríos y cascadas. Estamos en lo más alto de Valle de Bravo y podemos ver el horizonte hasta donde alcanza la vista, y ahí, todos los días, el atardecer nos regala un maravilloso espectáculo abrumador de luces y colores. Un estanque de tres metros de profundidad lleno de peces japoneses, lirios y lotos refleja el hermoso cielo azul que nos acompaña todos los días, y los millones de estrellas que cada noche, por estar aislados y lejos del alumbrado público, se muestran con su increíble belleza. Seiscientos arbolitos frutales están creciendo y empiezan a regalarnos sus productos cada temporada. La gente que desconoce el poder de la intención cree que el universo conspira para ayudarnos en nuestros proyectos. Lo que pasa es que como co-creadores de nuestra realidad (a través de nuestras intenciones, motivos, decisiones y acciones) tenemos un poder tremendo de encontrar e identificar las situaciones y oportunidades que apoyan nuestras intenciones, siempre y cuando incluyan el bien de todos y sea el amor y la ética lo que las mueve. Mi firme intención de crear este centro para el bien de todos acomodó de forma casi milagrosa todas las circunstancias para manifestarlo. Un día practicaba enduro en mi moto con mi amigo Fran, quien es un corredor de bienes raíces, y él me llevó al terreno, el único terreno que vi con el fin de construir nuestro centro. Con nuestros trajes de motociclista bajamos arrastrándonos como pudimos a la cascada que estaba a unos metros, y cuyo sonido llena día y noche el espacio completo. Ahí mismo le dije: “Este es el que quiero.” Fran se encargó de todos los trámites y en menos de dos meses ya tenía yo las escrituras. El dinero estaba ya esperando en mi cuenta del banco, y me sobraba después de gastar en mis viajes y en todo lo que se me antojaba. La mayoría cree que lograr algo valioso exige esfuerzo y sacrificio, yo soy la prueba de que algo hermoso puede ser creado sin esfuerzo ni sacrificio. No creo en el sacrificio, para mí si lo que hago no me da placer, no hay
fuerza que me obligue a hacerlo. El día que inauguramos, las cuatro hectáreas se llenaron de flores blancas y amarillas, millones de ellas. Yo lo tomé como una bendición y un buen augurio de la existencia de que estaba haciendo lo que debía estar haciendo. Balam se encargó del diseño arquitectónico. Compramos doce cabañas redondas que se llaman yurts y que simulan las casas de los mongoles. Están hechas de madera y lona, por lo que nos recuerdan nuestros amados inipis. Él distribuyó los edificios de manera perfecta y después construyó con pacas de paja y cemento un hermoso comedor rodeado de ventanas para que no dejáramos de disfrutar de la belleza del lugar ni un momento. Los baños estarían todos juntos e incluirían biodigestores y trampas de grasa para no contaminar. Una vez usada, toda el agua de lluvia vuelve utilizable a los mantos acuíferos. Al final construyó mi casa con bolsas de tierra compactada, y como todo en mi vida es alternativo y subversivo, mi casa es redonda; no me costó casi nada pues la tierra que usamos para construir las gruesas paredes que nos mantienen calientitos en invierno y frescos en verano, fue tomada del hoyo que se hizo para construir el segundo salón de meditación. Me gusta comentar que Balam es autodidacta, él aprendió de ingeniería, arquitectura y construcción creando un centro que sorprende a los más experimentados arquitectos que nos visitan. Adaptamos el espacio para las necesidades de nuestros talleres, así que tenemos cuarenta camas en las cabañas y todos los espacios consideran ese número de personas. Nos gusta dar una atención personalizada a cada participante de nuestros eventos y creemos que ese es el límite. A nuestros festivales y ceremonias asisten cientos de personas que pueden acampar y estar cómodos en el espacio. Una parte de mí se siente orgullosa de nuestro centro y otra parte observa con claridad que todo se me ha facilitado y todo ha sucedido a través de mí como una manifestación física de mi amor, de mi camino y mis intenciones. La gente comenta que siente una energía especial en Vision Quest y a mí me parece que lo que sienten de forma inconsciente es el amor que hemos puesto en cada rincón y detalle. Los lavabos, los manteles, los colchones, los jardines, los floreros han sido cuidadosamente elegidos pensando en servir a la gente, en que se sientan bienvenidos, amados, cuidados. ¿Es mi mérito crear este centro tan hermoso o he sido yo el instrumento y el canal de la existencia para que sea creado? ¿Hay mérito en logar algo que he disfrutado enormemente? ¿Hay acaso mérito en cuidar de este espacio y ofrecer nuestros talleres que disfruto tanto y que tanto placer me proporcionan? ¿Siendo yo tan tremendamente abundante y afortunado hay mérito en compartir lo mucho que tengo? Sí y no es la respuesta. Todo sucede al mismo tiempo. Al mismo tiempo soy un individuo, una persona, un remolino que hace su parte y soy la existencia misma que simplemente hace lo que tiene
que hacer, el río completo siguiendo su curso. Haz un esfuerzo y ve que hay una parte de ti responsable de trabajar en su consciencia y voluntad y al mismo tiempo deberás aprender a fluir con la vida. Es una paradoja porque nuestra existencia misma lo es: al mismo tiempo somos parte del Todo y el Todo completo. Somos actores y espectadores, creadores y criaturas. Tú eres lo divino y al mismo tiempo no lo eres. Todo pasa en el eterno momento presente. Es un misterio que habrás de vivir, el ser parte y totalidad. Ser la Consciencia, la única consciencia que organiza todo y por lo tanto puedes relajarte sabiendo que haces lo que se supone que tienes que hacer en cada preciso instante, sin embargo, al mismo tiempo eres una manifestación particular y única de la vida, la Consciencia, lo Divino, Dios, el Gran Misterio o como quieras llamarlo, y desde ahí puedes decidir e influir en el Todo. ¿Pude yo haber dicho “no” a todo lo que me ha tocado vivir? ¿Pude haberme negado a construir lo que he construido? ¿Tengo mérito alguno en el incremento de mi consciencia y mi voluntad? ¿Pudo mi vida haber sido diferente? ¿Pude haberme negado a participar en la Danza del Sol? ¿Pude no haber tomado el Primal? ¿Pude haberme dejado matar por mis secuestradores? Sí y no es la respuesta. En el preciso momento que actúas todas las otras posibilidades desparecen y solo puedes actuar desde tu grado de consciencia, que en parte es azaroso por tus circunstancias de vida, y en parte es tu responsabilidad. Un padre enojado que abusa de sus hijos porque su propio padre enojado abusó de él es la manifestación única de la existencia como un padre enojado, y el niño golpeado es la manifestación única de la existencia como ese nene en especial; en ese momento ambas expresiones se necesitan, ambas expresiones son perfectas, aunque nos parezcan inapropiadas, tristes, injustas, por algún extraño misterio son necesarias. Si no lo fueran no se manifestarían. Un día, suficiente consciencia y voluntad se unirán en uno de los miembros de este extraño juego y él romperá con la cadena generacional neurótica. ¿Será que tú eres ese individuo? ¿Será que lees esto precisamente porque la consciencia te llama a la acción? ¿Será éste precisamente el evento azaroso que te empujará a trabajar profundo en ti y te permita co-crear una vida ética y basada en el amor? Si sientes un llamado, te ruego que lo sigas. Ven con nosotros o con quien sea que te llame la atención, si sientes el llamado has sido elegido, la existencia misma clama para ti consciencia y voluntad. Te enojarás conmigo si te digo que en tu vida no tienes ni mérito por tus logros ni culpa por tus errores. Siempre haces lo único que puedes hacer. Entender esto es la genuina compasión. Somos demasiado rápidos para juzgar y al ver al mendigo en la calle nos repugna creyendo que él eligió la vida que lleva, al ver al alcohólico ilusamente pensamos que él eligió su enfermedad, llamamos animales a los criminales
sin pensar que ellos, por falta de consciencia responden ciegamente a su historia y sus circunstancias. ¿Será que de haber vivido la misma infancia, las mismas situaciones y de tener el mismo grado de consciencia del asesino de mi padre yo andaría haciendo usto lo mismo que él? ¿Será que el pedófilo no puede evitar hacer lo que hace? ¿Será que hace un gran esfuerzo por no hacerlo y al fallar siente tanto dolor como la víctima, tanta culpa como nosotros por las cosas que no debemos de hacer y no dejamos de hacerlas? Nos molesta pensar en esto porque nos aferramos a la ilusión de que podemos elegir pero, al menos ellos, no pueden aún. Si el pedófilo, el alcohólico, el padre golpeador, el asesino, el ladrón, el mentiroso, el infiel tuviesen consciencia y voluntad no harían lo que hacen. Admite ya que no la tienen y comprende. Sin embargo, hay una parte de ti que ya sabe lo que tiene que hacer, ya conoce los hábitos que tienes que cambiar, que reconoce los errores que comete una y otra vez. ¿Sí o no? ¿Sí o no? Yo sé que sí y si no haces nada al respecto, te estás haciendo tonto y esa sí es tu responsabilidad. Algunos me preguntan que si estamos tan interesados en ayudar a otros y somos tan espirituales por qué no regalamos nuestros talleres. No los regalamos por muchas razones: En primer lugar, nos gusta ayudar, no rescatar. Rescatar es un acto pasivo agresivo que refuerza el sentimiento de minusvalía de la gente, el mensaje implícito es: “Eres tan tonto e inútil que no puedes invertir en tu propio bienestar y yo soy tan bueno y poderoso que te voy a salvar de tu propia mediocridad.” Ya intentamos regalarlos alguna vez y asistieron puros metiches, oportunistas que no valoraron en lo absoluto el trabajo realizado. En segundo lugar somos sus amigos, no sus papás, ni parte del gobierno paternalista que ha hecho a todos inútiles y dependientes, ni somos parte de la religión que trata a todos de borregos y niños. Por último, el dinero es energía, energía que queremos sea invertida por todos juntos en nuestro crecimiento, en mantener hermoso nuestro centro, nuestro refugio, nuestro cuartel general, nuestro santuario, nuestro centro de reunión. Los que vienen a nuestros eventos entienden que nada paga el amor que ponemos en ellos y es solo por amor que los hacemos. Balam y yo ganamos dos veces más en un par de horas impartiendo una conferencia que en las treinta y cinco horas que invertimos en compartir directamente con la gente. El centro ha crecido mucho en sus primeros cinco años. Ya son cuatro talleres que ofrecemos en octubre y noviembre: “Creencias: atrévete a ser libre” “Emociones: sana tu corazón” “Relaciones: vive en armonía”, y “Espiritualidad: de regreso al paraíso.”
En ellos cubrimos los cuatro aspectos que consideramos más importantes en la vida del ser humano y resumimos las herramientas que nos ayudaron a transformar nuestra propia vida. Nuestros talleres son una combinación ecléctica de terapia gestalt, lo que aprendí en India sobre meditación y las técnicas terapéuticas de Osho, y la filosofía y la sabiduría del Camino Rojo de los indios del norte, de las cuales Balam es un experto. Mucho antes de acompañarnos a la Danza del Sol, él ya se había entrenado con los cherokee y los arápaho. El resto del tiempo traemos terapeutas mundialmente reconocidos de diferentes escuelas y enfoques: Discípulos directos de Osho, maestros de yoga, tantra, sufismo, budismo, salud integral y todo lo que consideramos útil para nuestros amigos y para nosotros mismos. También ofrecemos festivales y ceremonias sin costo en las que abrimos espacio para que todos los participantes traigan a sus familias y amigos a aprender y a pasar un buen rato. Yo mismo ofrezco reuniones los fines de semana en los que atiendo personalmente a mis lectores y amigos. DIECISIETE Vision Quest significa búsqueda de visión… y es otra de las importantes ceremonias de los indios del norte. En ella, el quester , el buscador, se aísla en una montaña, una cueva o en el bosque, y ayuna en solitario de alimento y bebida por cuatro días y cuatro noches, con la firme intención de hacer un recuento de su vida y recibir una visión: una idea clara, un mensaje, un firme propósito para guiar su vida. ¿De quién la recibe? De Wakan Tanka, del Gran Misterio, de su inconsciente, de su parte sabia, de su misma mente atenta. Todo es lo mismo. Nos preguntan por qué nuestras ceremonias tienen que ser tan difíciles, y la razón es la misma que para la Danza del Sol, los temascales, el Primal o nuestros talleres: porque cambiar es terriblemente difícil. Para lograr una transformación de verdad tienes que llegar a tu límite. El agua hierve a 100 ºC no a los 99.5. “A los tibios los escupiré de mi boca”, dijo Jesús. Yo creo que a eso se refería. Esas ceremonias New Age donde todos se visten de blanco, tienen puros pensamientos rosas y cantan mantras con florecitas en el pelo, refuerzan la comodidad y la cobardía. Desean que mágicamente, por tan solo pensar bonito, todo vaya bien. Pero el caos estará siempre latente en nuestras vidas, y cuando llegue, saber ayunar, estar solo y la voluntad, te servirán enormemente; tan solo pensar bonito, no. Nosotros pensamos bonito, nos ponemos flores en el pelo, cantamos hermosas canciones y al mismo tiempo ayunamos, cortamos leña, cargamos piedras, soportamos el hambre, la sed y el calor.[49] Nuestro centro se llama Vision Quest porque esa fue mi visión: En el 2005 en Puna,
sintiéndome más dichoso que nunca, lleno de esperanza de que todos podemos sanar sin importar lo que nos haya pasado y habiendo conocido una espiritualidad alegre, sana, madura, donde se ora bailando, donde se reza riendo, donde el cuerpo y el sexo son parte de nuestra búsqueda de lo divino, donde todo se vale si se hace con amor y consciencia; decidí que crearía un centro en México para compartir este inmenso agradecimiento que siento por la vida. Quería llevar a Shakura a dar el Primal y tener la alegría de Osho en nuestro espacio, y al mismo tiempo la fuerza de mis maestros del Camino Rojo. Crear un centro para investigar sobre nosotros mismos y para celebrar la vida. ¿O eso es lo que quería la existencia hacer a través de mí? Las dos cosas. En ese entonces no sabía yo que ahí mismo llevaríamos a cabo ceremonias de Búsqueda de Visión. Nosotros tenemos permiso para hacer la ceremonia. Un permiso que nos dieron nuestros maestros sioux, cherokee, navajos y arápahos después de años de participar con ellos en sus ceremonias, después de ver nuestra entrega, nuestro respeto y nuestro compromiso. Nosotros tenemos también los conocimientos y la autoridad de guiar este importante ritual de pasaje y lo hacemos con amor y con un profundo respeto por la tradición. Al igual que los inipis, en la ceremonia no cobramos un peso. Por un lado, el compromiso de los participantes y su entrega son obvios, y por el otro, nada que consideramos sagrado puede ser cobrado. Comento esto porque hay charlatanes que realizan la ceremonia y la cobran como si fuera un curso de fin de semana, son robadores e irresponsables mercachifles de la espiritualidad. Los pobres incautos que participan con ellos, ni aprenden nada, pierden su dinero y arriesgan su salud. Hace poco uno de estos payasos “maestros” de la terriblemente estúpida película El Secreto, James A. Ray, mató a tres personas en una ceremonia que él organizó sin saber, sin permiso, solo aprovechando la moda de la “ley de atracción”, que es otra idiotez.[50] El primero en subir a nuestra montaña fue Balam para metafóricamente pedir permiso al lugar y a sus guardianes. Todo ritual es una metáfora, todo en lo espiritual lo es también, así que te pido que me disculpes si sueno esotérico, y vayas más allá de las palabras. Nuestro pensamiento crítico y escepticismo nos ha permitido ir más allá de las supersticiones y conservar la utilidad y el misticismo de los rituales. Mi querido amigo subió en noviembre, lo que fue una salvajada de nuestra parte porque todos moríamos de frío. Nosotros frente al fuego y él dentro de su bolsa de dormir en medio del bosque. En el campamento éramos bien poquitos, lo cual fue otro reto pues el abuelo fuego, en el centro del campamento y quien cuida de los questers, debe estar prendido y atendido por alguien día y noche por cuatro días completos. Marco, Santi, nuestro jefe de hombres de fuego y yo, nos turnábamos para cuidarlo y además guiamos un total de nueve temascales, mañanas y tardes, por el tiempo que duró la ceremonia. Todos terminamos con llagas en los labios y en la nariz por el frío, el sol
y el calor. Somos brutos, no hay de otra. El año siguiente, para la segunda ceremonia subí yo con dos buscadores más. Ya para entonces teníamos más gente, más ayuda y más experiencia. Lo hicimos en la primavera. La montaña, el fuego, el bosque y el mismo Vision Quest nos habían concedido su bendición para ofrecer esta tremenda herramienta de crecimiento a los valientes que quisieran un cambio radical en su vida. En la Semana Santa del 2014 se llevó a cabo nuestra quinta ceremonia anual y la tercera en la que nos acompaña el Tío Leonard Anthony, líder de la Danza del Sol de Big Mountain Arizona, donde danzamos cada año y quien amorosamente afina y refuerza nuestro trabajo y ofrece sus servicios como hombre medicina. Doce personas subieron a la montaña. Todas ellas se prepararon durante un año completo sirviendo a la gente, cuidando el fuego, ayudando en los inipis, participando en los talleres y recibiendo instrucción de parte de nosotros. Un año de preparación es el mínimo que requerimos de ellos para probar su determinación y entrega, queremos que la ceremonia sea realmente algo trascendental en su vida y no solo una estampa más en el álbum de las cosas que han hecho. Ahora son cientos de personas las que nos acompañan en el campamento disfrutando de cuidar del fuego, participando en inipis, círculos de reflexión, conferencias, cantos, bailes, yoga, meditación y creando entre todos una utopía: Durante el tiempo que dura esta ceremonia somos una sociedad basada en el amor, en la armonía, la cooperación y el trabajo en equipo. Nos abstenemos de malas palabras, de críticas, conflictos, chismes y juicios. Las mujeres trabajan en la cocina y los hombres en la tierra y el mantenimiento de nuestras instalaciones. El alcohol y las drogas han estado prohibidos siempre en nuestro centro y pedimos que si no pueden dejar de fumar por el breve tiempo que están ahí, primero que se hagan conscientes de que dependen de una sustancia dañina para su salud y para el mundo entero, y segundo que lo hagan lejos del espacio de trabajo. Abrazamos la filosofía del Camino Rojo, de los indios del norte, porque es hermosamente sencilla y pragmática. En sus diferentes ceremonias (el inipi, la Danza del Sol, el Vision Quest, la Danza de los Espíritus, la ceremonia de la Chanupa, la pipa sagrada) se aprende más haciendo que con grandes sermones o pláticas. Cuidando del fuego se siente la conexión del todo: ese fuego en nuestra hoguera es el mismo fuego del sol que fue guardado por medio de la fotosíntesis en la leña, y al invocarlo, al encenderlo, lo vemos de cerca y se lo pasamos a las piedras que, al rojo vivo, llevan al centro de nuestro inipi la luz, el calor y la belleza del único fuego que existe. Magia pura. Verdadera magia. Algún maestro zen describió la meditación de esta manera: “Antes de la iluminación, cortar leña y cargar agua, después de la iluminación, cortar leña y cargar agua.” Eso es precisamente lo que hacen nuestros “hombres y mujeres de fuego”, los amigos que se
encargan de prender el fuego, cuidarlo y calentar las piedras. El corazón de nuestro centro es el abuelo fuego, acompañado de dos inipis, y el corazón del Camino Rojo es la coherencia: que lo que digas, pienses y hagas esté en armonía, algo sumamente sencillo y terriblemente difícil. Se promueve una profunda conexión con la naturaleza ya que no se considera al hombre como dueño de la tierra sino como su fruto, su hijo, parte de ella. El hombre no viene a la tierra, de ella sale y a ella regresará un día. A lo divino se le llama Wakan Tanka que se traduce como “El Gran Misterio”, una bellísima y respetuosa forma de referirse a lo indescriptible. No hay castigos, culpas o ueces. La palabra y el honor son respetados sobre cualquier cosa y eso abre la posibilidad de confiar en el otro. Por supuesto que para la ceremonia de Vision Quest hay una serie de instrucciones y recomendaciones, hay un protocolo a seguir y es nuestro trabajo comunicárselos a los aspirantes a subir a la montaña, pero la verdadera enseñanza la reciben en silencio, en solitario, a su propio ritmo en pleno contacto con la naturaleza que es, a fin de cuentas, el cuerpo de Dios, la casa del ahora, el templo de lo Divino. En el lado oeste de nuestro centro construimos una enorme plataforma de concreto, la dividimos en cuatro partes con dos líneas que se cruzan en el centro y pintamos cada una de diferente color: una roja, una amarilla, una blanca y otra negra. Un día jugando con mi teléfono celular me asombró ver que Google Maps tiene una foto de ella tomada desde un satélite en el espacio. Esta plataforma nos sirve para meditar, practicar yoga, tai-Chi, chi-kung y en los festivales y ceremonias hace las veces de ciclopista y pista de patinaje de nuestros niños. Es también nuestra sagrada Rueda de Medicina: el símbolo que representa parte de la cosmovisión del Camino Rojo. Cada línea de la cruz está cuidadosamente alineada con los puntos cardinales, así que es también una enorme brújula. “Por si alguien pierde el rumbo…” bromeo con nuestros amigos, “aquí lo podrá encontrar de nuevo.” Cada cuadrante, color y punto cardinal en la Rueda de Medicina [51] representa un aspecto de la vida del ser humano: El este-amarillo representa lo espiritual, el oeste-negro lo material, el norte-blanco el intelecto y el sur-rojo las emociones. Estos cuatro aspectos deben tener balance en nosotros. Parados en medio de la Rueda de Medicina de nuestra vida no tendremos una espiritualidad estúpida, o demasiados bienes materiales sin una idea de lo sagrado, ni seremos abrumados por nuestras emociones, balanceándolas con nuestro intelecto, ni nos perderemos en los conceptos, abriendo espacio a lo místico y a vivir y mostrar nuestras emociones. Este es el Sendero de la Belleza, el Camino Rojo, una forma de vida armónica, íntegra, balanceada y completa. Enormes banderas de colores alrededor del comedor, del salón principal, la rueda de medicina y mi casa, ondean todo el tiempo recordándonos poner atención. Todas ellas, alineadas con el punto cardinal que les corresponde, nos mantienen centrados en nuestra
intención de vivir de forma coherente. En el salón sal ón principal pri ncipal colgu col guéé una una foto de Osho, Osho, vestido de negro, negro, con un unaa mir mirada ada tremenda. Su foto está ahí porque él me inspiró en esta búsqueda, porque es mi maestro y porque lo amo. Sin embargo, sin fotografía también están presentes todos los maestros que nos han inspirado, a unos los hemos conocido en persona, a otros solo los hemos absorbido en sus libros, sus ideas y sus enseñanzas. Jiddu Krishnamurti, está ahí con su seriedad y firmeza, Leonard Crowdog con su valentía y fuerza, Eckhart Tolle con su sencillez y claridad, Alejandro Jodorowsky con su hermosa locura y creatividad, Alan Watts con su elocuencia y sentido del humor, Thich Nhat Hanh con su tremenda compasión y simplicidad, Mooji con su presencia y carisma, Jonathan Goldman con su seguridad y vocación de servicio, Jesús con su belleza y amor, Buda con su consciencia. Esta intención de servir a la gente se fue dando poco a poco, al principio eran solo las ganas de compartir lo aprendido, después lo mucho que disfrutaba de los talleres y conferencias, luego el placer de recibir a la gente en este espacio tan hermoso que tenemos. “El que sirve, sirve; el que no sirve, no sirve,” me decía Marco Amezcua una y otra vez, y como muchas cosas que me compartía, me tardé años en entenderlo. “Y esto es así”, acostumbra acostumbra decir también. también. Pues, esto es así: cuando descubras el tremendo placer que es servir, tu vida se llenará de gozo y significado. Después de todo, ¿qué otra cosa hay además de disfrutar, ayudar, ayu dar, aprender y compartir? compartir? En el servicio ser vicio a los lo s demás se da todo al mismo mismo tiempo. tiempo. DIECIOCHO La investigación siguió… al mismo tiempo que cuidaba de Jordy, ofrecía los talleres y Vision Quest seguía creciendo en belleza, amigos y actividades, y mientras seguíamos asistiendo a la Danza del Sol cada año, encontraba yo espacios para viajar durante el invierno y el verano, épocas en las que mi hijita visitaba a su mami en Estados Unidos. Al principio seguí con el trabajo terapéutico y luego me enfoqué solo en la meditación y la presencia. Humaniversity Mi siguiente destino fue Egmond Aan Zee dos horas al norte de Amsterdam. Ahí, Veeresh un discípulo muy cercano y querido de Osho tiene una comuna: La Humaniversity[52] Humaniversity[52].. El enfoque de Veeresh está dirigido al tratamiento de las adicciones y son unos guerreros. Utilizan técnicas muy fuertes como la privación del sueño, grupos
de encuentro, confrontación y expresión plena de las emociones, principalmente el enojo. La amistad amistad,, según según ellos, ell os, es el camino camino al autoconocimiento autoconocimiento y la sanación sanaci ón de nuestras nuestras heridas. La honestidad radical es considerada una forma de ir más allá del “como si”, de la l a hipocresía hipocresí a y los juegu jueguitos neuróticos neuróticos ent e ntre re nosotros. El taller talle r que tomé tomé ahí ahí se llamó WO WOW W: el nom nombre bre lo dice dic e todo. todo. Hay tambié tambiénn un acuerdo de confidencialidad sobre los procesos que se llevan a cabo ahí. Baste decir que éramos ciento sesenta personas, hombres y mujeres y el reto era: “Enamorarse de tantos amigos como puedas.” Había gente de todo el mundo y de todos tipos de ocupaciones e historias, adultos de todas las l as edades. edad es. El enfoque enfoque era salvaje, sal vaje, en cuant cuantoo a la sexualidad se nos pidió hacer un esfuerzo por abrirnos a lo que pasara y se crearon situaciones que promovían la posibilidad de que pasara de todo. Nos dejaban dormir poco, un día sí, un unoo o dos días no. Había siempre que estar acompañado acompañado pues no era raro que alguien se quedara dormido en el baño o a mitad de un pasillo. La intención de esta técnica es bajar todas las defensas, romper todas las resistencias y estar vulnerable. Vulnerable estuve, como nunca en la vida. Pude observar con tremenda claridad mis jueguitos neuróticos para protegerme de los demás, mis estrategias para agradar a otros, que ahí no funcionaron en lo absoluto. Mi machismo, mis tremendos prejuicios hacia la sexualid sexualidad ad y, a pesar de todo lo que ya había recorrido, recorr ido, mi tremenda, tremenda represión sexual. Treinta días día s duró duró el famoso famoso WOW WOW, bajé siete kil kilos os en el proceso proc eso y cuando finalizó salí corriendo de ahí y me fui a la ciudad de Utreg donde dormí veinticuatro horas seguidas antes de disfrutar una convención de jóvenes góticos, esos que se visten de negro y se pintan el pelo. Ellos parecen vampiros, ellas brujas. ¡Que cada quién se disfrace de lo que quiera, faltaba más! Después de platicar un poco con mis nuevos amigos dark , precursores de los ahora famosos emos, regresé a México. El WOW me dio suficientes suficientes emociones emociones fuertes fuertes para los siguient siguientes es seis meses. Algo hermoso hermoso me me llevé llev é de la Hum Humaniver aniversity sity y fue fue notar notar el amor amor con el que sus sus discípulos tratan a su maestro. Me pareció hermosa la entrega, la confianza, el agradecimiento y amor que le tienen a Veeresh. El maestro se presta a este juego para que el discípulo pueda relajarse y aprenda dos cosas: a confiar y a ser humilde. Un maestro aes tro se presta pre sta como un espejo espe jo que refleja refle ja belleza, bel leza, coherencia, coherencia , amor, amor, compasión, hasta que seamos capaces de ver que todo lo hermoso que vemos en él, es nuestro. Nosotros reconocemos así, después de un tiempo y si no nos perdemos en la devoción tonta tonta o la obediencia ciega, nuestra nuestra propia pr opia grandeza. grandeza. Desde entonces entonces no pierdo pie rdo oportunida oportunidadd para nom nombrar, brar, hon honrar rar y agradecer agradec er a mis maestros, a todos los que con tanta paciencia me han enseñado algo para ser más amoroso y más feliz. En India, los devotos se hincan para tocar los pies de sus maestros, no lo entendía; después del WOW lo entendí. Aquí no se acostumbra, así que yo metafóricamente toco los pies de mis maestros (a veces lo hago discretamente en el
inipi y ellos lo sienten y lo reciben). Pocos son los que que tienen tienen la dicha de conocer conocer en persona per sona a un maestro aestr o despierto. despie rto. Yo Yo no solo tengo la dicha de conocer a varios, sino de disfrutar del amor y la amistad de uno: Marco Amezcua. De él he aprendido el gozo de servir, el arte de disfrutar de cada momento, el estar presente y hacer contacto profundo con todas las personas con las que interactúo, la importancia de hacer familia, el amar, honrar y respetar profundamente a mi mujer, como una una decis de cisión ión y no como una una necesida neces idad. d. Esalen El siguiente verano, después de la Danza del Sol me quedé de ver con mi querida amiga Mika en San Francisco. Yo llegué primero y recorrí la ciudad en bicicleta, crucé el Golden Gate, que a la mitad tiene sendos letreros rojos que dicen “¡NO SALTES! Hay solución a tus problemas” y muestran el teléfono de una línea de atención antisuicidios. San Francisco es tan hermoso, el famoso puente tan imponente y al final de él, el pueblo de Sausalito tan acogedor que es difícil pensar que alguien ahí quiera suicidarse. Recibí Recib í a Mika Mika en el aeropuerto aer opuerto y nos fuim fuimos os a Harbin Springs, Springs, un un centro nudista nudista dos horas al norte de la ciudad, famoso por sus aguas termales y su ambiente hippioso. Mika se considera a sí misma una “hippie chick”, esa es su actitud ante la vida. La quise y aún la quiero muchísimo, aunque no como ella quería que la quisiera. De cualquier forma, aprendí mucho de ella, aprendí a disfrutar más del presente, a crear momentos de disfrute nada más porque sí, a reírme más y socializar con todo el mundo. A ella le encanta el nudismo y a mí, después de quitarme unos ridículos shorts que llevaba mientras todos estaban en pelotas, ¡me encantó también! Fue realmente liberador mostrar mi cuerpo desnudo y ver el cuerpo desnudo de los que ahí vacacionaban como si fuera lo más natural (porque es lo más natural). Familias completas. Nos asoleam asolea mos (me (me quem queméé espantosamente espantosamente las partes par tes que que nun nunca ca antes antes habí habían an sido sid o expuestas al sol), nadamos, nos metimos a las terriblemente calientes aguas termales, hicimos varios amigos, comimos riquísimos alimentos orgánicos y veganos, y participam articipa mos en un un mini taller de danza y expresión corporal. Mika se regresó a México México después de un par de días de acampar ahí y yo seguí mi viaje por la famosa autopista Uno que sale en tantas películas. De un lado tiene una montaña y del otro un precipicio con uuna na prodigiosa vista vis ta al Océano Pacífico. Mi destino: Esalen [53] [53],, en Big Sur California, California, el centro centro de desarrollo desarr ollo donde nació nació la terapia gestalt. Ahí convivieron por años terapeutas de la talla de Fritz y Laura Perls, Virginia Satir, Carl Rogers, B.F. Skinner y varios íconos de la cultura de los años sesenta: Aldous Huxley, Timothy Leary, Ram Dass y el mismísimo Alan W. Watts que tanto admiro. Ahí experimentaron todos ellos con LSD, otras sustancias alucinógenas y
varias extrañas situaciones. Después me enteré que uno de los fundadores de Esalen, Dick Price, visitó a Osho varias ocasiones en Puna y ambas comunas competían creando innovadoras técnicas terapéuticas que ahora son utilizadas por profesionales en todo el mundo. En Esalen también tienen aguas termales y el uso de ropa “es opcional”, así que gustosamente me metí en pelotas en las mismas tinas en las que se habían bañado, también en pelotas, varios de mis ídolos. Para rematar la experiencia, las albercas termales están al borde del precipicio y la vista desde ahí es sobrecogedora. En Esalen asistí al taller que ofrecía Mariah Fenton Gladis: “ Not For The Faint o eart ” (“No apto para los débiles de corazón”). El título fue lo que me atrajo y los regalos que recibí fueron muchos. Mariah misma es un ejemplo maravilloso de determinación, amor y servicio. Ella fue diagnosticada a los veintitrés años con ALS, una enfermedad que atrofia poco a poco el sistema psicomotor. Le dieron seis meses de vida. En ese entonces estaba comprometida con Ron y se casarían unos meses después. Al escuchar el diagnóstico le dijo a su amado: “Ron querido, esto cambia todo. Entenderé que quieras buscar a alguien sano para compartir tu vida.” A lo que Ron contestó: “Mariah querida, esto no cambia nada, yo te veo bien y vamos a continuar con nuestra boda y nuestros planes de hacer una familia juntos. El taller se llevaba a cabo treinta y cinco años después del diagnóstico. Mariah en efecto se casó con Ron y tuvieron dos hermosos y sanos hijos, además de fundar un instituto donde ha entrenado a miles de terapeutas y ha ofrecido cientos de talleres. Mariah llegó al salón en una silla de ruedas, ayudada amorosamente por Ron y sus asistentes. La situaron frente a los treinta y cinco participantes que nos habíamos inscrito y, con la ayuda de un micrófono especial y un aparato que “traducía” lo que ella decía, ya que le costaba mucho trabajo hablar, y Mark, su co-terapeuta, nos guío a todos en un taller de siete días de terapia en grupo. En el taller hay dos modalidades, la terapia de grupo involucra a los participantes en un proceso todos juntos y por lo general en un tema en específico. En la terapia en rupo una persona a la vez pasa al frente a trabajar sus asuntos mientras los demás escuchan atentos. Esta modalidad le sirve a ambos, al que participa al frente y a los que solo acompañan dentro del grupo. Nuestros problemas, he descubierto, son muy parecidos sin importar nuestra nacionalidad, nuestra apariencia física, edad o condiciones culturales o económicas: falta de atención en la infancia, un trauma que nos supera, una obsesión a la que no le encontramos salida y una profunda necesidad de amor con una tremenda incapacidad de darlo o recibirlo. Mariah nos pasó, durante esos siete días, uno a uno al frente, y para iniciar la terapia nos preguntaba: “¿Qué es importante para ti?” Esta sencilla pregunta abría la puerta a los asuntos inconclusos de todos los participantes. Como en todo grupo se trataron problemas de adicción, la pérdida de un ser querido, el aferrarse a una relación que se había roto, abusos sexuales en la infancia, abandonos, una enfermedad terminal. Había en el grupo un enorme y guapo neoyorquino que se quedaba solo en una esquina
del salón. Vestía ropa deportiva de marcas caras, cadenas de oro y zapatos tenis. A primera vista podría pasar por cualquiera de los personajes de los Soprano, la serie de televisión sobre gángsters; tenía incluso el mismo acento y forma de caminar de los mafiosos ítaloamericanos. Cuando contó su historia todos lloramos con él de ternura y compasión. Cuando Mariah logró llevarlo más allá de la careta de malo y fuerte, un niño en él nos contó cómo fue rechazado por su madre y cómo es que una vecina le cuidó y le dio todo el amor que necesitó. Ahora grande, fuerte, exitoso, se estacionaba en su lujoso Cadillac frente a la casa de la vecina llorando, incapaz de ir a saludarla y agradecerle todo el amor que le dio. “Tal vez ni siquiera me recuerde”, dijo llorando a moco tendido. Todo el grupo le abrazamos y le hicimos ver que tenía que ir a ver a su mamá adoptiva. Se le hizo claro también para qué necesitaba esa careta de duro y fuerte. Yo elegí ser de lo últimos en pasar al frente. Me identifiqué con cada uno de los participantes y sentí una tremenda compasión por ellos. Eso pasa en los grupos, cuando alguien te muestra su rostro original irremediablemente le amas, somos tan vulnerables y eso nos hace muy hermosos. Todos tenemos las mismas necesidades, los mismos anhelos, los mismos miedos. Otra paradoja más, todos somos únicos, nuestra experiencia es única también y, al mismo tiempo, somos igualitos. La experiencia humana es común para todos nosotros. Estaba exhausto y muy sensible, aunque sea solo presenciar el trabajo emocional de otros es muy demandante. “¿Qué es importante para ti Dílvar?” me preguntó Mariah con su casi incomprensible voz. Rompí en llanto pues estaba conmovido por su entrega y amor, su trabajo tan hermoso a pesar de sus enormes limitaciones. Con una mano se ayudaba a mover la otra para acariciarme la cabeza. Puse mi cabeza en su regazo y le dije: “Ayudar a otros Mariah, servirles como haces tú. Yo me desanimo, dudo y me quejo a pesar de estar completo, a pesar de estar perfectamente sano…” No había mucho que explicar. Me pidió que le contara un poco sobre mi historia y me di cuenta ahí mismo que le había dado la vuelta completa a todo lo “negativo” que me había pasado. Convertí cada situación desagradable, cada trauma, cada obstáculo en un impulso para salir adelante. Le comenté que yo anhelaba compartir con otros lo que me sirvió y que tenía la convicción de que si yo había podido superar los retos, cualquiera podría hacerlo. Todo el grupo me abrazó reconociendo en ellos esa misma intención, me cargaron entre todos y mientras me mecían como a un bebé, Mariah puso de fondo la canción de Bon Jovi “ It’s my life ” (“Es mi vida”). Ella usaba hábilmente la música para intensificar las emociones del consultante. Me emocioné mucho y me dejé querer por todos mis compañeros de este viaje que es conocerse y aprender a amarse. Traduje y publiqué en México el libro de Mariah intitulado: Historias de la Sanadora erida,[54] donde cuenta ella su historia y habla de su enfoque de la terapia gestalt. ¡Qué privilegio conocerle y ayudar a difundir su mensaje!
La Pachamama En el 2008 volé desde Phoenix Arizona, después de la Danza del Sol, directo a San José, Costa Rica para visitar la comuna de la Pachamama,[55] en el estado de Guanacaste. Tyohar, un discípulo israelita de Osho, fue reconocido como maestro por un grupo de seguidores y amigos también de Israel, y juntos compraron cientos de hectáreas de selva en Costa Rica y fundaron una comuna basada en las enseñanzas Osho y del mismo Tyohar, en el profundo contacto con la naturaleza, la comida vegana, la permacultura, el cuidado de la naturaleza y, curiosamente, abrazando también las culturas indígenas de Norteamérica, México y Brasil. Bien se llega a la Pachamama por auto manejando seis horas por caminos de terracería (la mayoría de los caminos en Costa Rica son así), o bien tomando un diminuto aeroplano de diez plazas que aterriza en el insignificante aeropuerto de Nicoya Guanacaste: una franja de concreto de un kilómetro y una caseta donde se recibe a los pasajeros y son pesados en la misma báscula junto con su equipaje (supongo que los gordos tienen que pagar sobrepeso). En una ocasión, la segunda o tercera vez que regresaba de la Pachamama, se nos había hecho un poco tarde ya que tuvimos que tomar tres diferentes transportes: los ríos ha-bían crecido tanto que era imposible cruzarlos, así que un taxi nos llevaba hasta el siguiente río, cruzábamos a pie y tomábamos el siguiente. Esa vez el último taxi llamó al precario aeropuerto para que el vuelo nos esperara un poco, después de todo, nosotros éramos un grupo de cinco personas: la mitad de los pasajeros. Nos esperaron casi media hora y luego salimos todos juntos hacia San José. En otra ocasión me llevaron al aeropuerto en la parte de atrás de una pick-up y cayó un tremendo aguacero; antes de subirme al aeroplano tuve que exprimir mi camisa y sacar el agua de mis botas. Las risas de los encargados de recibir a la gente compensaron el hecho de que mi pasaporte se arruinó con el agua. Por pura suerte mi visa de EUA se salvó y la sigo utilizando aunque todos los sellos en las otras páginas ahora son acuarelas surrealistas. Tomé con la hermosa familia de la Pachamama otro retiro de los más famosos que dejó Osho, basado en una técnica de meditación zen, el Who Is In? (“Quién está ahí dentro”). La pregunta misma es un koan: un acertijo sin respuesta lógica. Los maestros Zen usan esta técnica para llevar a sus alumnos a un punto donde la mente, exhausta de buscar respuesta a una pregunta imposible, se rinde y abre la posibilidad de ver más allá del contenido mental. Ejemplos de koans famosos: “¿Cómo era tu rostro original antes de que tus padres te concibieran? ¡Muéstramelo!” “Si este es el sonido de dos manos, ¿cuál es el sonido de una sola mano?” La forma de enseñar en la filosofía zen es muy simple y por lo mismo terriblemente difícil de seguir. No se supone que el maestro facilite el aprendizaje del alumno, sino
que lo lleve a que él mismo aprenda a través de varias situaciones paradójicas. Una forma muy creativa de transmitir algo que no es posible transmitir con las palabras: una experiencia. El Who Is In es, como muchos de los procesos meditativos de Osho, muy demandante y rígidamente estructurado. Se lleva en silencio y se combina con las meditaciones activas. Dura siete días y por medio de repetir e intentar contestar el koan una y otra vez, por turnos con todos los participantes, antes de dormir, al levantarnos a las cuatro de la mañana y básicamente todo el tiempo durante lo que dura el proceso, se crea en efecto un estado de atención más profundo que permite observar los procesos mentales, la identificación que tenemos con ellos, el incesante diálogo inte-rior y una parte en nosotros que observa todo. A esa parte indescriptible, consciente de que está consciente, le llama Osho el testigo o el observador. Fue en el sexto día en el que tuve, durante el proceso, un Satori más, un vislumbre de la verdad. Mediante una campana nos indicaba el facilitador que buscáramos una pareja, nos sentáramos frente a ella y después de meditar en silencio con los ojos cerrados tomáramos turnos para preguntarnos el uno al otro: ¿Quién está ahí dentro? Yo había notado antes a la hermosa mujer que lleva las clases de yoga en la Pachamama, su presencia, su belleza y su paz se combinan para hacerle muy especial. Fue con ella con quien me tocó sentarme en ese turno. La miré rápidamente antes de cerrar los ojos y me deleité con su tremenda belleza. Cuando llegó la hora de abrir los ojos y mirarnos directamente algo sucedió en mí, la profundidad de su mirada y la increíble, casi insoportable belleza de sus ojos me dejó helado. Uno de los ayudantes llenaba la habitación con el humo de un incienso de salvia, justo el que usamos en la Danza del Sol y en nuestros inipis. Cuando ella me preguntó Who is in?, mi respuesta tuvo que ver algo con mi amor al Camino Rojo y a la Danza de Sol. Noté asombro en su cara. Cuando tocaron la campana y yo le pregunté Who is in?, ella sonrío y me hablo también de su amor por los indios del norte y nos enteramos de que justo cuando yo participé en la Danza del Sol ella estaba participando en la Danza de la Luna, otra ceremonia que trata con lo femenino. Sonó la campana y durante un breve descanso platicamos sobre mi hijita, el amor, la Pachamama y otras cosas que no recuerdo. Cuando nos despedimos yo me sentí mareado, tuve que sentarme fuera del salón y noté en mí esa misma presencia, ese silencio, esa dicha y paz que había sentido dos veces antes. Fue una combinación del trabajo del retiro, de la meditación, de la energía de la Pachamama y de la presencia de Adya. Todo se unió para regalarme la experiencia que todo meditador busca. Toda la tarde me la pasé en éxtasis, con un profundo silencio en mi mente, disfrutando de la selva, escuchando a los monos aulladores, los pájaros y el río que pasa cerca del salón. Ahora cada año, después de la Danza, me gusta ir a la Pachamama. Es la combinación perfecta, primero el desierto, la energía masculina de la ceremonia, el calor y la sed, y luego la selva, la energía femenina y la humedad. La gente que vive ahí ha creado una
comunidad hermosa y nos reciben siempre como parte de la familia, justo como nosotros recibimos a la gente en nuestro centro. Krishnananda y Amana En el invierno de ese mismo 2008 me fui a Bali en Indonesia. Fui a tomar un curso llamado Learning Love (“Aprendiendo a amar”), con Amana y Krishnananda, otro cercano discípulo de Osho y su hermosa compañera. Ya antes en Puna había tenido contacto con su trabajo sobre la pareja y la co-dependencia, había leído también sus libros,[56] así que tenía mucho interés en tomar su taller (y conocer Bali, por supuesto). El trabajo de estos dos maestros de las relaciones hace evidente que la mayoría de nosotros tenemos relaciones románticas de dependencia del otro, lo que causa tremendos problemas. Creemos de verdad que nuestra pareja tiene la obligación de satisfacer nuestras necesidades o, de alguna forma, completarnos. Dos creencias que son fuente de exigencias y conflictos y a fin de cuentas una tremenda frustración que bien acaba con la relación o bien hace que los miembros de la pareja se conformen con una convivencia mediocre, sin intimidad verdadera ni confianza. La mayor parte de las relaciones románticas “convencionales” viven en el “como si”, más por costumbre, por conveniencia o por miedo a la soledad que por un genuino y verdadero amor o una profunda conexión con el otro. Con ellos entendí que el amor romántico despierta en nosotros miedos y necesidades añejas de nuestra infancia que puede ser que no surjan en otros aspectos de nuestra vida, pero en la intimidad se salen de control y crean un tremendo dolor. No es que nuestra pareja nos lastime, sino que solamente toca una herida profunda que ya tiene varios años ahí. Esa es la causa de nuestras reacciones exageradas y la pérdida de control que todos sufrimos en el amor. Me quedó bien claro que nada ni nadie puede ser tu felicidad o tu bienestar, que si estar contento o en paz depende de cualquier factor externo estás destinado a vivir frustrado e insatisfecho, a demandar de lo externo algo que no puede darte, a querer manipular a otros para que sean como a ti te conviene. Si necesitas al otro, no puedes amarle. Si no te das cuenta de que la única auténtica y verdadera dicha viene de tu interior, que es algo intrínseco a tu ser, entonces andarás siempre persiguiendo afuera lo inalcanzable. Entendí con ellos que el amor necesita intimidad y espacio, que sin confianza son imposibles, y que nuestra confianza está tan terriblemente lastimada. Solo unos cuantos valientes se atreven de verdad abrir su corazón. Disfruté de largas e interesantes conversaciones con Krishnananda sobre su vida en las comunas de Osho. Él también lo conoció de cerca y escuchar sus puntos de vista sobre nuestro maestro fue enriquecedor. Como muchos de los discípulos y terapeutas de Osho, él es un hombre muy culto, inteligente, con un doctorado de una prestigiosa
universidad de los Estados Unidos, autor de varios libros y fundador del instituto Learning Love en Sedona, Arizona. Los invité a dar un curso o taller en nuestro centro pero su agenda está muy ocupada. No quitaré el dedo del renglón y un día los tenderemos en Vision Quest. Este curso me parece también indispensable para todos: simplemente no sabemos amar. Creemos que basta encontrar a la persona adecuada y la verdad es que amar es una habilidad que poco a poco se aprende, se perfecciona y se practica. Aprender a confiar, a ser vulnerable, a estar solo, a meditar, a reconocer nuestra valía son todas habilidades necesarias para lograr una intimidad verdadera con nuestra pareja. Tantra en Puna En el invierno del 2009 fui por cuarta vez a Puna. La pasé mal. Había terminado una relación hacía unos meses y estaba tristísimo. Tomé un par de talleres de tantra donde aprendí un poco más sobre la posibilidad de utilizar la energía sexual y la atracción física para incrementar la presencia y la meditación, para lograr una verdadera intimidad en la pareja y para llevar el sexo más allá de un acto físico y emotivo a un acto sagrado y meditativo. En el sexo tántrico se quita el enfoque en el orgasmo y así, las relaciones pueden durar mucho más. Sin la presión de lograr algo, sin expectativas de cómo deben ser las cosas, la pareja puede relajarse y disfrutar de la natural energía que surge de la atracción de los opuestos. Hay técnicas de respiración, visualización, meditación y técnicas para retrasar la eyaculación o definitivamente evitar el orgasmo masculino lo que hace que el interés en su pareja no disminuya dramáticamente después de alcanzar el clímax sino que continúe la atención y la fascinación por semanas, meses incluso. Con estas prácticas se alcanzan estados de éxtasis y de intimidad maravillosos. El sexo tántrico es definitivamente una excelente opción en una pareja que entiende que el compromiso y el concepto de la monogamia no son suficientes para mantener el acuerdo de exclusividad en el sexo. La tristeza me duró un año completo. Esa ruptura puso a prueba todo lo que había aprendido y estudiado en mí. ¿Después de tanto trabajo personal, después de tantos estudios y talleres, después de tantas experiencias estaba yo llorando en un rincón como una Magdalena? ¿Después de tanto meditar y buscar mi centro seguía yo con esta tremenda necesidad del otro? ¿Aun vista, sentida, entendida y supuestamente resuelta mi herida de abandono, seguía mi corazón roto? Pues, sí, sí y sí… pero con una gran diferencia: estaba consciente. Quedó claro ya que la consciencia es la capacidad de ver lo que es. Desde el inicio de mi relación fui capaz de ver lo que sucedía, fui capaz de ver mi apego, mi codependencia, mi miedo y ver que mis anhelos eran más fuertes que mi voluntad. Me vi
caer por completo en mis ilusiones y asuntos inconclusos. En inglés enamorase se dice to fall in love (“caer en el amor”). Perder el piso, el balance y caerse en el amor. Viví, una vez más la regresión que es enamorarse, necesitar al otro, exigirle que nos haga felices. Y vi también su miedo a la intimidad y el mío, su incapacidad de entregarse y la mía de afirmarme; nuestra tremenda necesidad de amor y nuestra terrible incapacidad de darlo y recibirlo. Cuando lloraba, lo hacía muy consciente de que mi dolor no era causado por no estar con ella, era causado por mi vieja herida de abandono. Me gusta mucho correr en el campo y lo hago como una meditación; en ese tiempo, después del rompimiento, me sirvió de catarsis. Corría, reflexionaba, sentía y dejaba salir mi tristeza. Un día, al llegar al final de mi caminata en la cima de Monte Alto, el cerro que está junto a Valle, sentía esta pena profunda en mi corazón que es necesitar a alguien y no tenerle. Me hinqué en el suelo, parte para descansar parte para seguir con mi meditación e imploré por un momento (a nadie en especial, a la existencia, a la vida, a mí mismo): “¡Quítame ya esta tremenda necesidad del otro!” En dos segundos recapacité en las consecuencias de que ese deseo me fuera concedido y de inmediato dije en voz bajita: “¡No, no, no! Prefiero este dolor a no necesitar a los demás.” Me di cuenta también de que mi tristeza no venía de perder la relación sino de ver que, como me había pasado tantas veces antes, nos queríamos muchísimo y sin embargo el amor no era suficiente. La intimidad demanda madurez y mucho valor, ser capaz de mostrarse vulnerable y auténtico, bajar las defensas, abrir el corazón y dejar entrar al otro para que vea lo que somos en realidad, porque sin una aceptación plena, absoluta de nosotros mismos, lo que el otro encuentra es miedo, dudas, inseguridad y dependencia. Todos compartimos consciente o inconscientemente este sentimiento de no ser suficientes, de no ser dignos de ser amados, de que si dejamos que el otro se acerque mucho, descubrirá que tenemos defectos, miedos, secretos y cuando llega el momento de la verdad, de la intimidad profunda, preferimos rechazar antes de ser rechazados. Creo que ese es el reto más grande que enfrentamos en el amor y en la vida: sentirnos merecedores de todo lo que recibimos, de los elogios, de las caricias, del cuidado, de la belleza, de la abundancia, del amor mismo. Sin embargo, descubrí más tarde que ese sentimiento de insuficiencia, de no estar completo aún, es parte de la estructura de la mente, de ahí viene su constante miedo, sus dudas, su insatisfacción, su incapacidad de relajarse en lo que es. El ego, esa estructura mental que no es más que un montón de ideas y creencias con las que nos identificamos plenamente, no sabe lidiar con el amor. O bien se asusta porque se cree no merecedor o bien se crece, se siente poderoso ante la vulnerabilidad del otro y se vuelve grosero, altanero, exigente. Viviendo desde el ego, es imposible amar de verdad. En primer lugar, es el ego el que escoge a nuestra pareja y no lo hace siguiendo el corazón o siquiera la atracción, lo hace de acuerdo a una imagen preestablecida de qué tipo de pareja queremos y nos
conviene, justo como hacemos cuando comparamos autos para comprar el mejor dentro de nuestras posibilidades. El mismo ego exige cómo debemos ser amados y es el que dice: “Te amo, así que tienes la obligación de amarme de regreso y eso implica que hagas lo que yo creo que hacen los que aman”. Es el ego el que demanda, hace berrinches, se protege, miente, manipula para obtener del otro lo que piensa que necesita.
El ego es lo que se interpone entre los corazones de los amantes e impide lograr la comunión: la profunda intimidad que es el amor verdadero. Estoy muy agradecido por la relación que tuvimos y por la gran lección que recibí. Creo sinceramente que el ponerme en contacto con mi vulnerabilidad me ayudó a ir aun más profundo en mi trabajo personal, y el haberla amado tanto y después recuperarme, me quitó el miedo. “Prefiero entregarme por completo, quiero intimidad profunda, no quiero caer sino perderme en el amor de nuevo. Veo, acepto y abrazo por completo mi apego y mi profunda necesidad del otro.” Fue mi conclusión. Después de que pasaron todas las fuertes emociones, ella y yo nos reunimos de nuevo, nos pedimos perdón mutuamente por nuestras groserías y juntos analizamos con calma lo que pasó. Ella es también una persona muy interesada en conocerse y en crecer emocional, mental y espiritualmente. Ahora tenemos una hermosa amistad que valoro mucho y cada quien por nuestra parte seguimos creciendo y aprendiendo. Osho Miasto Recuperé mi alegría el invierno siguiente en Miasto[57], un hermoso centro de Osho en la Toscana en Italia. En ese viaje, para suerte mía, todo salió mal. Ese año cayó una nevada tremenda en Europa y todos los vuelos se volvieron un caos. Me quedé primero atorado en EUA y tuve que esperar ahí tres días a que reiniciaran los vuelos. Después el avión que me llevaría a Madrid tuvo que aterrizar en Holanda donde esperé casi seis horas. Mi destino final era la ciudad de Pisa donde tomaría un vehículo directo a Miasto. “Lo más cerca que podemos llevarte debido al clima es Milán”, me dijo la encargada de los vuelos. Accedí, era 24 de diciembre y no quería pasar la nochebuena sentado en el aeropuerto. Mi equipaje se perdió. Así que pasé la noche en un hotelito en Milán y el día 25 recorriendo las calles desiertas con todas las tiendas cerradas. Me congelaba pues mi ropa para el frío estaba en mi maleta. Al menos me tocó escuchar un hermoso coro en la misa de navidad que oficiaban mientras yo conocía la imponente catedral. Al día siguiente llegué a Venecia, el clima había mejorado y me di vuelo estrenando mi cámara nueva en una de las ciudades más bellas del mundo. Dos días después llegaba yo tarde y aún sin maleta al taller The Power Of Love (“El poder del amor”) con Devapath, uno más de los discípulos directos de Osho, y con Shanti. Él es alemán, ella
mexicana. La increíble belleza de Miasto que está situado en una vieja hacienda de la campiña italiana, la vibra del lugar donde (metafóricamente) se siente la energía alegre, libre y uguetona de Osho, la profundidad del taller y la belleza de las italianas me abrió el corazón de nuevo. Físicamente lo sentí: algo en mi pecho, que había estado apachurrado y cerrado, se abría y se expandía. Ese Dílvar lleno de energía y alegría que había estado guardado y contraído (creo que mi energía no cabía en el pueblito de Valle de Bravo) salió a jugar de nuevo. Mi maleta no llegó y no me importó en lo absoluto. En la bodega de cosas perdidas encontré camisetas y sudaderas para estar suficientemente cómodo y calientito, y los miembros del grupo cooperaron con lo que pudieron para arroparme. No solo me arroparon sino que me abrazaron y reconfortaron. Todas las cosas que salieron “mal” reforzaron mi intención de relajarme más y de confiar. Terminé el taller y pasé un par de días cerca de Roma con una bellísima italiana de quien recuerdo aún su tremenda dulzura y suavidad. Ella era varios años mayor que yo, algo que nunca había experimentado y que me encantó. Estar con ella abrió por completo mi corazón a la posibilidad de amar de nuevo. Nuestro encuentro fue totalmente en el presente, ambos sabíamos que yo seguiría mi viaje por Italia y ella saldría en un par de días a India a ver a un maestro que le gustaba mucho: Mooji, y después a pasar una larga temporada en Puna. Mi equipaje fue encontrado por fin en Roma, así que mi querida amiga me llevó en su auto y nos despedimos en el aeropuerto. Recorrí Roma, Florencia, Pisa y en Lucca renté una bicicleta y disfruté de otro viaje maravilloso. A Shanti y Devapath los invité a llevar su taller a nuestro centro, lo cual hicieron ya en dos ocasiones y espero tenerlos de vuelta pronto para que abran el corazón de la gente que aproveche la oportunidad de tenerlos cerca. Recuerdo muy bien que en esa ocasión tuve que elegir entre Italia y Brasil. Mi interés en Brasil era conocer más sobre el Santo Daime. Quería yo asistir a una ceremonia allá con los líderes de su iglesia e investigar más sobre sus rituales. Dejaría de ser el más afortunado del mundo si no se me cumpliesen todos mis deseos, así que en abril de ese año, una familia contrató el Vision Quest para traer a uno de los maestros más importantes del Santo Daime a nivel mundial: Jonathan Goldman. No tuve que ir a Brasil, en mi casa, en el salón principal de Vision Quest, cumplí mi deseo de participar en sus ceremonias. La experiencia fue maravillosa, pero no tanto como la segunda vez que participé en ella el año siguiente. Te lo contaré después de mis ultimos viajes, después de compartir contigo un último secreto, y antes de declararme casi, casi iluminado. DIECINUEVE
Conocer a Mónica… ha sido el mejor de mis viajes y uno bastante difícil para ella. La conocí en febrero del 2011. Asistió sin saber de qué se trataba a uno de mis inipis, uno especialmente caliente y emotivo. Entre una ronda y otra hizo algo que va en contra de todo el protocolo: se salió por la puerta de atrás, enojadísima y mentando madres (a mi santa madre en especial). Le pedí casi gritando que se volviera a meter y le pregunté cuál era el problema. Me dijo que no aguantaba más. Los asistentes pensaron que se refería al calor, yo sabía que se refería a otra cosa. El inipi, combina montones de arquetipos que reconoce el inconsciente, te pone en contacto contigo mismo y hace evidente lo que tratas de evitar y ocultar todo el tiempo. Marco dice que es una herramienta sencilla para entender lo complicado. Como terapeuta, sé que llevar al consultante a un punto de profunda sensibilidad toma por lo general varias sesiones, en el temascal toma dos chorros de agua sobre las piedras calientes y un par de minutos. Es por eso que se ha vuelto una parte importantísima en nuestra espiritualidad, en lo que compartimos con la gente y en una herramienta maravillosa de hacer familia: una de las metáforas del inipi es que juntos entramos al vientre materno, a la madre tierra, y al terminar todos salimos, somos paridos por ella al mismo tiempo. Lo que nos convierte a todos en cuates: en hijos de la misma madre. Amablemente le pedí a Moni que me diera una oportunidad más, que se quedara a finalizar la ceremonia y dejara fluir esa emoción que intentaba salir. Accedió. Lloró una pena que guardaba en su corazón por mucho tiempo, se atrevió a mostrarse y, sin saberlo aún, iniciamos ahí un viaje juntos que nos sigue llenado de alegría hasta ahora. Ella es, además de delicada y femenina, tremendamente fuerte y valiente, le admiro por eso y por un montón de cosas más. En el tiempo que llevamos juntos ha pasado por las más tremendas pruebas y retos. En un curso acelerado, le he compartido las experiencias que me han cambiado y ella misma ha pasado, en tres años, de ser una exitosa, acartonada y aburrida ejecutiva de una corporación transnacional a… ¿cómo describirla? Una aguerrida exploradora de la consciencia. Primero cursó todos los talleres que ofrecemos, luego subió también a la montaña a ayunar en la ceremonia de Vision Quest y lo disfrutó; dice que si por ella fuera, lo haría de nuevo. Trabaja en el fuego de nuestros inipis con un gusto tremendo por servir a la gente, y me ha seguido en mis locuras a pesar del miedo que le da al principio, incluso a pesar de no entender completamente de qué se trata. Le agradezco tanto que confíe en mí y que se anime a ser cómplice de mis locuras. Un día le dije: “Conmigo vas a estar o mojada, o sucia, o cansada o asustada, pero nunca aburrida.” Juntos hemos hecho de todo… de to-do.
Eckhart Tolle En el invierno del 2011 viajé a Vancouver ya con mi amada Mónica a conocer en persona a Eckhart Tolle,[58] autor de El poder del ahora y La nueva tierra. Otro de nuestros maestros favoritos. De él admiro la claridad con la que explica conceptos terriblemente difíciles de entender, su elocuencia, su sencillez y su sentido del humor. Asistimos a un evento bastante íntimo, éramos unas treinta o cuarenta personas en un estudio de televisión donde graban los programas para su sitio Web. Nos sentamos hasta el frente y esperamos a que llegara al escenario. Tolle es pequeñito, camina muy encorvado y cuando lo hace se ve mucho mayor que cuando se acomoda en su silla frente al público. En el escenario hay solamente una mesita con flores, un vaso y una jarra con agua. Al llegar nos saludó con el gesto de namasté, se sentó y nos observó a casi todos en silencio, finalmente inició su discurso leyendo una pregunta escrita en una tarjeta que saco de su bolsillo. Moni y yo nos sentamos en la primera fila, nos tomábamos de la mano muy emocionados, queremos mucho a Tolle, le admiramos y estamos agradecidos por su trabajo, su paciencia y su amor. Sus libros han inspirado mucho mi trabajo, y su filosofía de vida ha sido una brújula en mi camino. Dicen que cuando uno está frente a una persona que está completamente presente, esta atención, esta presencia, se comparte con quien le rodea. Yo creo sinceramente que Tolle está totalmente presente. Frente al él me sentí muy tranquilo, muy atento, sensible y silencioso. Puedes conocer la historia de Tolle en su libro El poder del ahora . Te adelanto algo para interesarte: Por ahí de los treinta años de edad, Tolle estaba deprimido, pensando en suicidarse. Llevaba meses así. Un pensamiento vino a su mente y le hizo reflexionar profundamente: “Ya no puedo vivir conmigo mismo.” Se asombró de pensar así: ¿hay dos personas o una en mí? Cuando tú, querido lector dices: “Tengo que aprender a amarme, aprender a relacionarme mejor conmigo mismo, aprender a aceptarme”… ¿de quién hablas? De dos personas: del que dice “tengo que” y del que llamas “mí mismo”. A Tolle esta reflexión lo llevó profundo a un “darse cuenta” descomunal, a despertar, a iluminarse. Lo interesante de su historia es que él era un intelectual, no sabía nada de iluminación, meditación, presencia, budismo, zen, hinduismo o nada parecido. Tardó seis meses en entender qué fue lo que le había llevado de la más profunda miseria a la más grande dicha y tardó muchos años más en ponerle palabras para poder explicarlo. Se metió, en efecto, a estudiar sobre esos temas. Disfrutamos mucho los tres días en la presencia de Tolle y de su mujer, Kim Eng, además de un par de autores que tuvieron invitados. Después de nuestra experiencia espiritual nos fuimos a disfrutar de lo mundano en Whistler, un lujoso y hermosísimo centro de esquí en nieve al norte de Vancouver. Moni por cierto aprendió a esquiar rapidísimo, pero… nunca aprendió a frenar. Tuvimos
suerte de que regresara en una sola pieza. Mooji En el verano del 2012 me fui a Portugal a un retiro de silencio para conocer a Mooji[59], quien a través de sus videos en Internet y los comentarios de quien lo conocía, me interesaba más y más. Mooji es un “maestro iluminado” del linaje del Advaita Vedanta, su maestro directo fue HWL Poonja o Papaji, y él a su vez fue discípulo de Sri Ramana Maharshi, uno de los más respetados maestros del hinduismo a nivel mundial. Mooji nació en Jamaica y muy pequeño se fue a vivir con su madre a Inglaterra. Es muy carismático, tiene piel morena, barba larga, rastas en el pelo; su vozarrón combinado con su acento inglés va muy bien con su cuerpo grande, gruesos brazos y enormes manos. El enfoque con Mooji y en general del linaje de Maharshi es un respeto y admiración tal por el maestro que raya en devoción. Después de todo, según ellos, un maestro realizado ha reconocido no solo intelectualmente su cualidad divina sino que vive a partir de ella. Mooji camina despacio, siempre acompañado de dos o tres hermosas mujeres. Cuando yo le conocí noté que sus seguidoras más cercanas tenían el pelo muy corto, así que deduje que no hace mucho todas ellas se habían rapado la cabeza. Antes de empezar o al terminar sus reuniones de Satsang , que literalmente significa “en presencia de la verdad”, sus hermosas devotas tocan diferentes instrumentos musicales y le cantan viéndole como si se tratara de su enamorado. Mooji es muy amoroso y accesible. Yo estaba comiendo cuando entró con su comitiva al comedor un día, y sin pensarlo me paré a saludarlo. Él me dio un abrazo como si nos conociéramos de mucho tiempo y siguió caminando. Yo volví a mi silla aún recapacitando por qué me había puesto de pie en automático y sintiendo todavía en mi pecho el calor y el amor del abrazo. El Advaita Vedanta es una filosofía no dualista, es decir que asume, al igual que el budismo y el zen, que toda separación es una ilusión. Su método de meditación, si es que puede llamarse así, es el constante auto-cuestionamiento, ese es el eje central de sus enseñanzas. “¿Quién soy yo?”, se cuestionará el aspirante a la verdad hasta llegar a la conclusión de que el individuo que se formula la pregunta no existe. El individuo es, en todo caso, un punto de enfoque de la única consciencia que existe y que a la vez lo es todo. La respuesta a la pregunta “¿Quién está ahí dentro?” es: nadie. La respuesta a la pregunta “¿Quién soy yo?” es: Dios, el Todo, la Existencia misma y también la Nada, el Vacío, el Silencio. Todo al mismo tiempo. Y aunque para algunos autores[60], todo esto es lógico y pasan su vida explicándolo de forma contundente, el simple entendimiento a nivel intelectual no logra mucho, solo la realización total, el experimentarlo, el vivir desde el saberlo plenamente nos libera de la ilusión de separación, que es a fin de
cuentas la causa de todos nuestros problemas. Tolle, Mooji, Osho, Thich Naht Hanh, Jiddu Krishnamurti, Jesús, Buda, Lao Tzu, Rumi hablan todos de lo mismo. De ir más allá de la ilusión de separación y reconocer nuestra verdadera naturaleza que es lo Divino, el Todo, la Existencia, la Vida, el Cosmos, el Universo entero. No como algo, no como una cosa sino como un suceso, un evento. Los siete días los pasamos en silencio. Compartí el cuarto con un suizo que, por casualidad, había yo conocido en el WOW, un brasileño y un mexicano. Muy obedientes del silencio… mientras estaban despiertos, ya que los tres ¡hablaban dormidos! Cada uno en su idioma tenía breves conversaciones incomprensibles todas las noches. En el retiro había más o menos cuatrocientas personas. Todos nos reuníamos en las tardes cuando sonaba una trompeta anunciando que iniciaba el Satsang. Desde el registro nos habían dado etiquetas de cuatro diferentes colores. La idea es que cada día un color tenía el derecho de entrar primero y sentarse lo más cerca posible de Mooji. Algunos creen que la iluminación se transmite desde la presencia física del maestro, así que se apresuraban para sentarse en las primeras filas. Se prendían inciensos de deliciosos aromas, se guardaba silencio, entraba Mooji de la mano de uno de sus discípulos, quien lo acompañaba hasta el podium, se sentaba lentamente en su silla, se acomodaba un micrófono de diadema, desdoblaba un trapito que colgaba de su hombro derecho, y se lo acomodaba cubriendo sus piernas. Volteaba a ver a todos sonriendo y al terminar juntaba sus manos en namasté y nos saludaba: “Om Shanti Om.” Shanti quiere decir paz, Om es un mantra sagrado del hinduismo y el budismo que simboliza el Todo. Mooji recibía preguntas de sus seguidores y contestaba una a una durante cuatro horas. La mayoría cuestionaba sobre su propia práctica y avance espiritual, y Mooji los traía con más y más preguntas al presente: ¿Quién es el que tiene esta duda? ¿Quién es el que quiere iluminarse? ¿Quién es ese yo que dices que ya se iluminó? ¿Quién es el que busca avanzar? ¿Avanzar hacia dónde? ¿De dónde viene ese deseo de obtener algo de mí? ¿Quién decidió venir a este retiro? Si alguien cometía el error de contestar “Yo” Mooji, como cualquier maestro zen le decía: Muéstrame a ese “yo”. quiero conocerlo. Después de unos minutos de pin-pong entre el silencio y presencia innegables de Mooji y el ruido, el ego, la mente y los conceptos del consultante, a algunos les caía el veinte y al quedarse sin palabras y, me imagino, sentir su propia presencia indescriptible, Mooji les decía: “Very great ” (“Muy maravilloso”) “Eso es, ahora no lo pierdas. Vive desde ahí.” A otros, sin embargo, no les caía el veinte nunca. Se quedaban perplejos con las explicaciones paradójicas y las preguntas del maestro. Me asombró mucho escucharle decir a una mujer: “No puedo creer que seas tan estúpida.” Alan W. Watts, el maravilloso filosofo inglés que se proclamó a sí mismo un comediante espiritual[61], explica que sentir la unión con el todo va en contra del sentido común, y es que heredamos una cosmovisión totalmente contraria, así que
entenderlo, sentir la experiencia de unión es contra-intuitivo. l dice que literalmente estamos hipnotizados al sentir que tenemos una existencia aislada e independiente, lo cual es absolutamente imposible. Mi pregunta para Mooji no fue muy relevante, así que me la resolvió en unas cuantas frases, notó que venía de mi curiosidad y no de un cuestionamiento sincero, sin embargo, me mantuve atento a todas las respuestas y me dejé guiar por ellas al presente, una y otra vez. En una ocasión, cerré mis ojos y medité unas tres horas mientras el Satsang continuaba. Estaba como en la cuarta fila. Sentí una paz profunda y mi diálogo interno disminuyó notablemente. Algo dijo Mooji que me emocionó profundamente, tal vez repetía por enésima vez: That’s it! (“¡Eso es!”) o bien You are it! (“Tú eres eso”). De pronto comprendí las implicaciones de “ser la presencia” de “Ser eso.” Empecé a llorar lo más calladamente que podía para no molestar a los demás y lo sentí. Sentí lo que Mooji quería comunicarnos. Entendí que tal vez Mooji vivía constantemente en esos estados que yo había experimentado brevemente en Puna, Barcelona y la Pachamama. Mooji conocía la verdad de la que hablan los maestros. Después del retiro me encontré con Moni en Lisboa y nos dedicamos a hacer turismo por unos días en ese hermoso y pequeño puerto. Mi ruido mental volvió pronto y tal vez con más fuerza que durante el retiro, por lo que Moni tuvo que lidiar con mi habitual impaciencia. Thich Nhat Hanh En el invierno del 2013 viajamos Moni y yo a Plum Village, al sur de París, a uno de los monasterios de Thich Nhat Hanh o Thay como le dicen amorosamente sus monjes y monjas. Thay es un maestro vietnamita budista Zen. Tiene tres monasterios en esa zona, dos solo para hombres y uno para mujeres. Nosotros, como íbamos en pareja, nos quedamos en el monasterio de las monjas, ahí me tocó ser el único hombre por las dos semanas que duró nuestro retiro. Las enseñanzas de Thay son muy sencillas, están basadas en la práctica de indfulness o “Consciencia Plena”: básicamente poner toda nuestra atención en el momento presente. Eso es para él la iluminación, la capacidad de vivir desde ahí, algo para lo que se entrena y que trae múltiples beneficios. Vivir en el presente, según Thay, es vivir en el “Reino de Dios” del que hablaba Jesucristo, en el Nirvana de los budistas o el Samadhid e los hinduistas. El retiro fue la mayor parte en silencio. Nos levantábamos a las 5:30 am. para practicar meditación zazen y vipassana, y algunas veces estudiábamos los preceptos de Buda. Te-níamos juntas con una de las hermanas para aclarar nuestras dudas y salíamos a ver a Thay a otros monasterios, donde comíamos juntos y luego le escuchábamos hablar. Después de la plática, era una delicia salir a caminar todos juntos atrás de él, en silencio y poniendo atención a cada paso. Mindful Walking, Mindful Eating, Mindful
reathing. “Caminar, comer y respirar conscientemente”. Una y otra vez traer la atención del diálogo interno al presente. Thay es un hombre pequeñito, se mueve lentamente, siempre viste su hábito de color café obscuro y tiene un buen sentido del humor. En una ocasión nos tocó ver cómo esperó a una monja que venía detrás de él y jaló la rama de un árbol para que la nieve acumulada ahí le cayera en la cabeza. Fue nominado al premio Nobel de la Paz por Martin Luther King por sus acciones en contra de la guerra de Vietnam, motivo por el cual vive en el exilio desde ese entonces. Él, junto con un grupo de personas salvaron a más de ochocientos huérfanos de la guerra. Nos enteramos ahí de que es el segundo líder budista con más influencia en el mundo después del Dalai Lama. Nos conmovió su tremendo amor por la vida, su vocación de servicio y su increíble compasión. Fue un placer convivir con las monjas, la mayoría de ellas vietnamitas, aunque había italianas, francesas, canadienses y norteamericanas, totalmente comprometidas con su trabajo y con la vida en el monasterio. Dos semanas se nos fueron rápido disfrutando del silencio, de los nuevos amigos, de los cantos antes de las reuniones y comiendo riquísimo. Son también veganos, en su dieta y en su vestimenta no incluyen nada que sea de origen animal (no toman siquiera miel). Thay influyó sin duda también en mi trabajo como escritor, lo cito varias veces en mi libro Heridas Religiosas,[62] y publiqué ahí sus Cinco Entrenamientos de la Consciencia Plena[63]. Inspiró también varias actividades que ahora llevamos a cabo en Vision Quest. Después del retiro, como es nuestra costumbre, nos fuimos de paseo y visitamos Burdeos y París. WWOOF in Japan[64] Ahora que mi hijita está viviendo con su mamá le toca compartir sus vacaciones conmigo. Así que decidimos iniciar una serie de viajes para aprender juntos. La nenita que recibí en México hace unos años, es ahora una adolescente increíblemente inteligente. Maravillosa compañera de viaje, flexible, accesible, siempre dispuesta, de interesante conversación y gran sentido del humor. Nuestros hijos hacen evidente lo rápido que pasa el tiempo y la cualidad onírica de nuestra memoria. A veces me es difícil creer que esta adolescente es la bebita que cargué en mis brazos solo hace unos momentos. Queríamos empezar nuestros viajes por un lugar bien lejano y una cultura completamente diferente a la nuestra. Japón fue una excelente opción. Decidimos también ir más allá del turismo y nos ofrecimos como voluntarios en una granja a dos horas al norte de Tokio. Ahí pasamos siete días. Hay una asociación internacional que sirve de contacto entre granjas orgánicas y
voluntarios que, a cambio de unas horas de trabajo reciben hospedaje y alimentos. Nosotros mismos hemos recibido en mi centro a jóvenes viajeros que ayudan a mantener el lugar. Los hemos tenido de Nueva Zelanda, Korea, Japón, Canadá, Estados Unidos, Francia, Inglaterra e Italia. Nos encantan estos locos viajeros internacionales que viajan casi sin nada. Yo los uso de ejemplo cuando me dicen que no es posible viajar a menos de que se tenga mucho dinero. Ellos pasan años viajando por todo el mundo, con muy poco dinero. Nos tocó ahora ser voluntarios en la provincia de Togochi con la familia Sekiduka. El padre, Manabu, era un hombre muy creativo, él mismo construyó su casa al estilo tradicional japonés con bambú, adobe, madera y papel. Cuando lo hizo invitó a todos los vecinos a un taller de construcción. La mamá, Tomoko, muy delgada y con lentes, hablaba muy poco inglés, lo suficiente para ponernos a trabajar en lo que se necesitaba. Los tres nenes, Kentaro, Tai y Emu no hablaban una palabra de inglés, no contestaban nuestras preguntas ni nos regresaban las sonrisas; solo nos observaban con mucha atención. El abuelo era simpatiquísimo, tampoco hablaba nada de inglés, así que en nuestras conversaciones tenía que esperar a que el papá le tradujera para reírse cinco minutos después. Recuerdo que hacía mucho ruido con la boca al comer su pasta y soltaba un ¡ahhhh! al final. Yo lo imitaba con los ruidos al sorber la pasta y soltando una carcajada me daba una palmada de aprobación en la espalda. Cultivaban arroz y tuvimos la fortuna de llegar justo cuando iban a sembrar. La hija, de diez años, pidió permiso de faltar a la escuela y quedarse a ayudar; la siembra es un gran evento para todos ellos. A Jordy y a mí nos encantó meternos en las parcelas llenas de lodo donde teníamos que usar unas botas especiales para guardar el equilibrio. Manabu sembraba las matas de arroz con una máquina especial y Jordy y yo le seguíamos plantando a mano y alineando las que no habían quedado bien. A mi hijita le encantan los animales, así que estaba feliz, jugando con cientos de ranitas, peces y víboras, mientras trabajaba. Su sistema de cultivo se llama “Asiago” y combina la cría de patos con la siembra de arroz. Los patitos no comen arroz pero sí todas las demás hierbas alrededor y además se despachan a todos los insectos. Otra ventaja es que al mismo tiempo que limpian, abonan, y con sus patitas mueven la tierra y oxigenan el agua. Una genialidad. Los Sekiduka fueron tan amables de adelantar la fecha de soltar a los patitos un par de semanas, para que Jordy pudiera participar. Notaron su especial gusto por los animales. A ella le encomendaron la tarea diaria de recolectar los huevos de los cientos de gallinas que cuidaban. A mí me tocó cortar leña por horas, preparar dos cercas electrificadas para cuidar el arroz de águilas, mapaches, osos, changos, búhos y abalíes, y limpiar los vidrios de la casa. Realmente teníamos que ganarnos el arroz y el hospedaje. Me encantó ver a mi hijita cansada, muerta de calor pero trabajando duro. ¡Ah, cómo disfrutábamos los dos descansos! Uno a las 10:30 y otro a las 3:30 para tomar té con la familia. Nos dábamos un atracón de dulces típicos y tomábamos litros
de té caliente y frío. Un día me dijo Jordy: “Pa, yo creo que no hubiera aguantado el trabajo si no es por el Tea Time.” Después de siete días de participar por completo en su cotidianidad, de comer con ellos sus platillos típicos, de conocer algo de sus costumbres, su sencilla forma de vida y de hacer una bonita amistad, toda la familia nos acompañó a la parada de autobús para despedirnos. Los nenes agitaban alegres sus manitas para desearnos suerte en nuestro viaje. Esa fue otra de las más maravillosas experiencias de mi vida. Conocí con Jordy decenas de templos en Tokio, que es una ciudad increíblemente limpia y ordenada. Hicimos un tour en bicicleta y conocimos los sitios turísticos. Aprendimos un poco sobre el shintoismo y el budismo. Jordy respetuosamente hacía reverencias en los templos y observaba con atención los rituales. Nos dimos vuelo con la bicicleta. Recorrimos cientos de kilómetros: conquistamos el norte, el sur, el este y el oeste de esta hermosísima ciudad y los pueblos aledaños. Como ya es costumbre para mí, lo disfruté enormemente. Esta nueva etapa en el crecimiento de mi hijita me parece estupenda. Cada que le digo que es mi persona favorita en todo el mundo, me dice que no empiece con mis cursilerías, y sonríe con malicia. Moni en Puna En enero del 2014 viajamos a India, Nepal y Turquía. Mi intención principal era llevar a Moni a conocer el ashram de Osho (yo le sigo diciendo ashram al Resort de Meditación porque para mí es mucho más que un centro vacacional). Quería que conociera el punto exacto donde inició mi transformación. Accedió a acompañarme aunque tenía y aún tiene dudas sobre Osho. Varias cosas sobre él le resultan molestas e incomprensibles. Así es él, irremediablemente le mueve el piso a todos. Me gusta que Moni se afirme y tenga una opinión propia. Poco a poco he ido entendiendo que sin tantos estudios sobre el tema y sin tantas experiencias, ella es también mi maestra, que me toca guiar una parte del camino, pero la otra me toca callarme la boca, escuchar y aprender de ella, incluso a veces obedecerla. A ella sí le beso los pies sin problema… por ahí empiezo. Pues con resistencia, dudas, miedos y todo, disfrutamos de nuestra estancia en Puna, asistimos a un taller muy fuerte de descondicionamiento sexual que fue un reto para ambos. Aprendimos más sobre el pudor y el profundo rechazo a nuestro cuerpo y nuestra sexualidad con el que todos hemos sido reprimidos. Estudiamos de forma interesante los roles y cualidades masculinas y femeninas que influyen en la relación de pareja, y como ya es costumbre, invitamos a Puja, la terapeuta alemana, discípulo directo de Osho, para que nos ofreciera un taller en nuestro centro. La fecha pactada fue Junio del 2014, disfrutamos mucho del taller. Mi tío Jesús Real nos acompañó en este viaje, su nombre causaba sensación donde
sea que íbamos. Allá nadie se llama Jesús y ¡mucho menos Real! Me gustó conocerle más. Este Jesús Real es un gran personaje, de vender plata en la frontera con tan solo un portafolios que cargaba por las calles, llegó a tener una cadena de tiendas de artesanías en Estados Unidos, valuada en un par de millones de dólares. Por otro lado, solo cursó la primaria, y sin grandes estudios o viajes, mi tío es muy sabio. En sus propias palabras y con su forma tosca de expresarse, repite, sin duda alguna, sabiduría que yo le escuché por primera vez a Osho, Tolle o Watts. Los tres la pasamos de maravilla, bailamos, meditamos, filosofamos, nos reímos con todos, hicimos nuevos amigos, probamos nuevas meditaciones, nos asoleamos, disfrutamos el spa y la alberca y compartí con Moni lo que quería compartir. Después de Puna volamos a Katmandú, donde disfrutamos enormemente de la simpatía de su gente, del tremendo caos de sus calles y de sus cientos de tiendas que ofrecen prácticamente de todo, desde ropa pirata de las mejores marcas hasta valiosas antigüedades. Nos encantó. Nos perdimos en el laberinto de sus calles, en el mar de gente y en el ruido, la suciedad y el caos. Saqué mil fotos. Le dimos dinero a Shiva y recibimos la bendición del encargado del templo para que nos mandara un camión de billetes, compramos un montón de hermosas chucherías inútiles (lo que debí haber comprado eran rubíes, esmeraldas y zafiros que ahora sé que las ofrecían a precios ridículamente bajos), y Lala, un simpatiquísimo anciano nos dio un tour en su bicicleta y casi nos mata… de risa. Nos hospedamos en el Katmandú Guesthouse , un hotel que presume haber alojado a celebridades como Jeremy Irons y Ricky Martin. En realidad es un hotelito cualquiera en el centro de la ciudad, nos gustó mucho. De ahí tomamos un autobús a la turística ciudad de Pokhara, también en Nepal, para iniciar una caminata de seis días a los Anapurnas, un conjunto de montañas que forman parte de la cordillera de los Himalayas. Disfrutamos enormemente de caminar cinco o seis horas diarias visitando cientos de pequeños pueblitos a lo largo de la caminata, y llegamos a 3,800 metros de altura justo a las faldas de las más hermosas e imponentes montañas cubiertas de nieve. La escalada no fue fácil, pero cada paso valió la pena para disfrutar de las vistas, las compras, la gente, las pláticas llenas de risas con los guías y con el porter , el encargado de cargar nuestro equipaje. Ellos querían aprender español y por supuesto, les enseñamos puras groserías. Cada vez que era hora de reiniciar la caminata todos gritábamos: “¡Vámonos putos!” Nos enteramos luego de que “tío” en nepalí se dice “kaka.” Así que las burlas hacia el buen Jesús fueron interminables. Él se moría de la risa. Acordamos que volveremos algún día a Nepal y, con más tiempo, llegaremos hasta el campamento base del Everest y bañaremos elefantes acompañados de nuestras hijitas. Antes de regresar a América hicimos una parada en Estambul, la hermosa capital de Turquía, y recorrimos sus impresionantes mezquitas, comimos kilos de dulces
deliciosos, bebimos litros de te de manzana. Le saqué, sin permiso, decenas de fotos a las mujeres musulmanas con sus burkas, la vestimenta obligatoria que solo deja al descubierto sus ojos. No deja de impresionarme cómo es que nuestros condicionamientos sociales nos llevan a hacer las cosas más estúpidas y dañinas. La mujer allá es una cosa, una esclava del marido sin derecho a nada, ni siquiera a mostrarse o sentir placer en el sexo. Me gustó la idea de que el Islam prohíba las imágenes en sus mezquitas, nada de pintar a Alá o a Mahoma. Me parece que las imágenes distraen, son muy poderosas y, generalmente, impiden ir más allá de lo que quieren representar. En lugar de pinturas, tienen medallones enormes, donde con una hermosa caligrafía dorada escriben el nombre de su Dios y su profeta. Las palabras distraen también, se queda uno en la etiqueta y cree que conoce su significado. Los budistas zen meditan de frente a la pared para recordar que lo divino no está allá y entonces, sino aquí y ahora. Me sorprendió conocer las reliquias de Mahoma: parte de su barba, sus vestidos y artículos personales. Mahoma sí fue un personaje histórico, él fundó el Islam. Los musulmanes creen también en Abraham y en Jesús, pero solo como dos profetas más entre tantos otros. El Islam me asusta, de las religiones principales es la más machista, misógina, agresiva e intolerante. A diferencia del catolicismo que, a pesar del circo, maroma y teatro que hace el papa actual, sigue perdiendo adeptos por miles, el Islam gana más y más adeptos y poder. La tercera guerra mundial será iniciada por ellos y tendrá una vez más razones políticas y económicas disfrazadas de creencias religiosas. Es terriblemente peligroso creer que la tuya es la única religión válida y que Dios te da permiso de matar a todo el que la contradiga. VEINTE Tuve otro tremendo Satori… el 7 de marzo del 2012, el tercer día de la segunda ceremonia de Santo Daime que se llevó a cabo en Vision Quest. Exactamente diez años después de que me salvé del secuestro y exactamente nueve años después de mi primer vislumbre de la verdad en el ashram de Osho. Para meditar me gusta usar un banco que se acomoda debajo de los muslos y me permite hincarme con la espalda recta. Había pasado ya los dos primeros días de la ceremonia en esa postura, con las palmas de las manos apuntando al cielo, llorando y riendo al mismo tiempo en total éxtasis. El salón principal tiene un domo redondo en el centro del techo por el cual entra la luz del sol que recorre, a lo largo de la mañana, la parte central del salón. La luz, a la mitad del día, hacía una circunferencia justo sobre mi lugar, iluminándome.
As estrelas me levaram… para correr o mundo inteiro. Para eu conhecer esta verdade, Para poder ser verdadeiro. (Las estrellas me levantaron, para recorrer el mundo entero, para conocer esta verdad, para poder ser verdadero). Ese es el párrafo del himnario de Cura[65] que cantaban cuando lentamente me levanté de mi lugar para salir un rato del salón y sentarme en la plataforma exterior que tiene la mejor vista en nuestro centro. Serían como las seis de la tarde y podía ver el sol descendiendo justo en medio de la majestuosa vista que nos regala la existencia cada atardecer en nuestro centro de reunión. Estaba más tranquilo que los dos días anteriores en los que la belleza, el amor y el agradecimiento que sentía eran realmente sobrecogedores. Aún seguían ahí, pero esta vez se unieron a una experiencia más grande que lo contenía todo: abarcaba desde el centro de mi corazón hasta donde llegaba mi vista en el horizonte, la hermosa montaña que enmarca Vision Quest, todos y cada uno de los árboles que forman el bosque, la cascada y el río que nos regala todo el día su melo-día; estaban incluidos el líder y cada uno de los participantes de la ceremonia, sus canciones, su aliento, su presencia; el viento, las flores y las plantas alrededor del salón; mi propia respiración y mi absoluta, radiante, majestuosa, divina presencia. Fue una experiencia extraordinaria, no la quiero llamar espiritual porque eso dejaría fuera los aspectos mundanos, físicos y orgánicos que fueron parte integral de ella. No fue metafísica pues no fue algo fuera de este mundo. ¿Expansiva, misteriosa, liberadora, integradora, una revelación, una epifanía, una profunda comprensión? No hay un sustantivo, un adjetivo ni una combinación de ambos que pueda describirla. “Experiencia mística” le llaman autores y maestros a la seguridad total de que todo está unido, a que el observador y lo observado son un mismo suceso; al entendimiento y la clara sensación de que la existencia es un solo único evento; a la comprensión absoluta de que nada, incluido el que la experimenta, puede tener una existencia autónoma e independiente. He visto, vivido y sentido algo hermosísimo. He experimentado en mi ser completo las enseñanzas de mis maestros. Antes de esa experiencia, entendía todo a nivel intelectual y tenía sentido en mi cabeza: “El amor mueve al mundo”, “Todos somos uno”, “Lo divino está en todas partes”, “Soy perfecto en cada momento de mi vida”. Todo eso sonaba hermoso y lógico, pero una cosa es entenderlo y otra muy diferente es
vivirlo, saberlo, sentirlo en todo tu ser, tener la certeza absoluta de la verdad en esas afirmaciones. Lo que me sucedió en Puna, en el Cerro de San Miguel, en la Pachamama y muy brevemente con Mooji, Tolle y Thich Nhat Hanh, me sucedía de nuevo esta vez multiplicado por cien y no por unas horas, por varios meses. Por supuesto que las emociones cedieron después en intensidad pero esta vez algo quedó en el fondo que me acompaña todo el tiempo. Incluso puedo identificar una sensación física justo en medio de mi plexo solar que es precisamente como una dicha en mi corazón. El Santo Daime me dio un vislumbre maravilloso de la verdad. Por supuesto que sigo caminando, pero más que un buscador me siento ahora un encontrador. Cada vez más amo sin miedos ni dudas, me estoy volviendo más compartido, más amoroso, más compasivo, me siguen dando unas ganas inmensas de servir a otros y agradezco diariamente los regalos que recibo. ¿Qué si soy totalmente coherente? Definitivamente no, aún sigo con costumbres inconscientes y hábitos inútiles. ¿Qué si mi paz es permanente? Tampoco, cuando me duele la panza la paso mal y a veces necesito que mi amada Mónica me permita poner mi cara en su pecho para sacar una profunda tristeza que mi cuerpo sigue aún procesando. ¿Qué si soy divino? Definitivamente, y también profundamente humano… animal a veces. Veo claramente lo inútil de los apegos y aún así quiero mantenerlos, quiero que me duela cuando pierdo algo o alguien. Este saber que los perderé me mantiene atento a estar presente y disfrutar y respetar lo que me es prestado unos momentos. Poco a poco voy dejando ir esa necesidad de hacer méritos, de ser de cierta forma para ser aceptado. Puedo ver ahora que mi valía no tiene que ver con lo que he logrado, con lo que hago o dejo de hacer, no tiene que ver con lo que sé o con lo que poseo. No tiene que ver con ser escritor, u orador, o facilitador de talleres, ni terapeuta, no tiene que ver con ser un ejemplo a seguir ni un modelo de nada. No tiene que ver con ser mejor que otros o siquiera “normal.” No tiene que ver con mi inteligencia, mi experiencia o mi apariencia física, ni con gustarle o caerle bien a nadie. Tiene que ver con ser yo mismo y con dejar que brille mi luz, con ser totalmente auténtico, con la presencia de lo divino que a través de mí se manifiesta. Quisiera que veas que despertar a la verdad no es un logro, ni algo para lo que uno tenga que hacer méritos, no es algo para lo que se tenga que trabajar muy duro para alcanzar un día. Despertar es solamente abrir los ojos y ver la verdad, es cambiar de unto de vista. Es recordar y poner atención. Vivir con intención y no de forma automática. Cambiar de paradigmas. ¿Despertar de qué? Del sueño de que somos individuos aislados. Reconocer que toda separación es una ilusión. ¿Qué verdad? La que comunicó un hermoso maestro hace dos mil años: Que nuestra
verdadera naturaleza es el Ser del mundo, lo Divino. VEINTIUNO Me siento la persona más afortunada de este mundo… el hijo favorito de la existencia. Pareciera que cuando decidí ser yo mismo, honrar mi verdadero ser y fluir con lo que dictaba mi corazón, la existencia se volvió para mí una constante afirmación. Puedo decir sin exagerar que todos y cada uno de mis deseos en esta vida se han cumplido. Vistos desde esta perspectiva, incluso el divorcio y el secuestro fueron bendiciones disfrazadas de tragedias. Amo profundamente a mi mujer y además estar con ella es una delicia. Reír es lo primero que hacemos al despertar y lo último antes de dormir. Me propuse amarla sin intentar cambiar nada en ella y a diario me recuerdo honrar su especial forma de ser. Cuando estoy totalmente presente puedo ver en ella a todas las mujeres, todo lo femenino, la delicadeza, la dulzura, la suavidad y la belleza. No la belleza estereotipada de los medios y las muñequitas de plástico de las revistas sino la belleza real de la mujer que es madre, hija, hermana, novia, amiga, que incluye senos que han amamantado, celulitis, caderas anchas y la cicatriz por donde salió Marifer, su preciosa hijita. Todos esos detalles la hacen una mujer completa, real. Siento que me ama como nunca había sido amado. Te confieso que tuve que acostumbrarme poco a poco a tanta dulzura y cuidado. Sigo aprendiendo a recibir tanta ternura y atención. Bien consciente estoy de que nuestro amor es una enorme bendición que agradezco todos los días. Tengo un montón de amigos y los más cercanos son inteligentes, interesantes, exitosos, cultos, sanos, líderes en donde sea que se paran y nos amamos profundamente. No tenemos límites para decirnos que nos queremos enfrente de quien sea y a veces es tanta la emoción que nos besamos en la mejilla o en el hombro como se hace con un padre o un hermano. Soy bastante simple y me río y hago chistes de casi todo. Algunos han de pensar que soy tonto, en realidad soy simplón. Tengo la gran bendición de tocar con mis libros a millones de personas que me lo agradecen por los medios electrónicos, y la dicha de servirles y atenderlos personalmente en mis talleres y seminarios es enorme. Nada más hermoso que enterarme de los cambios positivos que logran en su vida inspirados por mi “trabajo”. Andar de vago por todo el mundo me llenó de creatividad y mi empresa floreció en mi ausencia. Expandimos nuestras ventas a America Latina y Estados Unidos. Duplicamos nuestros ingresos. Mi libro El Esclavo llegó varias veces al número uno en ventas y alcanzó recientemente el millón de ejemplares vendidos. La historia de ese libro es ficticia, sin
embargo, el personaje me representa: los sentimientos de frustración, de impotencia y desesperación son míos y, al igual que el protagonista, yo decidí un día dejar de culpar cualquier factor externo por lo que iba mal y ser libre, hacerme responsable de mi situación de vida. Tantos cambios se han dado en mí que los últimos libros contradicen completamente lo que afirmo en los primeros, y los cuatro siguientes al El Esclavo son lo que expresan mi verdadera forma de ver la vida: Conversaciones con mi Guía, Liberando al sclavo , Heridas Religiosas y éste. Los hechos que relato en este libro sucedieron en verdad. Aun así, esto es lo que yo recuerdo, es decir, que relato mi interpretación de los sucesos, la forma en la que yo lo viví. Es muy probable que las otras personas involucradas tengan una versión diferente a la mía. Es por eso que algunos nombres han sido cambiados para evitar herir susceptibilidades. He descubierto que la memoria no es una grabación fiel de la realidad sino que cada vez que recordamos algo, lo reconstruimos en nuestra imaginación y muchas veces le reinterpretamos para darle coherencia a la historia que nos contamos. La historia de tu vida es también una novela, un libro que tú has escrito, editado y reescrito muchas veces. Espero que veas que eres tú quien interpreta la historia y le da significado. Lo cual es una gran responsabilidad y una maravillosa oportunidad. De regreso de mi viaje del 2005 a India hice una escala en Nueva York para contratar con la Fundación Internacional de Osho la edición de diez libros de mi maestro y aparte de disfrutar enormemente de traducirlos, editarlos y diseñarlos, fueron un éxito tal que para el primer año habíamos vendido más de setenta y cinco mil copias. Contratamos autores australianos, norteamericanos y mexicanos que conocí en mis viajes y en cuyos talleres participé. Dicen que si uno se dedica a lo que le gusta no trabajará ni un solo día de su vida; dicen también que la felicidad es hacer algo que uno haría incluso si no le pagaran. Desde este punto de vista, llevo once años en los que no he trabajado ni un solo día y además, me pagan por hacer lo que me encanta. Dicen también que rico es aquel que lo que tiene le basta. Mis gustos son tremendamente simples, no tengo ningún interés en la moda por lo que no hay manera de que yo gaste cinco mil pesos en un pantalón porque dice “Hugo Boss”, o cuarenta mil pesos en una bolsa porque dice “Louis Vuitton.” Tengo dos pantalones de vestir, dos zapatitos cucos y un saco que me pongo cuando salgo en la tele o cuando doy una conferencia. El resto de mi guardarropa está compuesto por shorts, playeras y mis botitas para caminar. Seguro voy a llegar a los ochenta vestido igual. Ya le dije a mi mujer que así vestido quiero que me entierren, que me metan en una bolsa de lino o algodón y me entierren junto a un encino en el bosque. Mi casa es pequeña y sencilla y me encanta, está en medio de mi centro de retiros, así que despierto rodeado de belleza con las mañanas más inspiradoras y me voy a la cama
después de ver que el sol se mete en el horizonte en un despliegue de colores y luces deslumbrante. Tengo una camioneta padrísima, que no es la más cara ni la de mejor marca, sino la que más me gusta y la que me sirve para andar en la tierra, el lodo y subirme a las piedras. Mientras siga sirviéndome bien no me importa de qué año sea. En los cuatro primeros años de mi trabajo personal pasé de ser un monigote, acartonado, aburrido, co-dependiente y mandilón, borracho, panzón, fumador y pusilánime, que seguía al pie de la letra lo que dictaba la tradición, que perseguía las metas de la sociedad y de su padre muerto, temeroso de Dios, que pasaba dieciséis horas al día, seis días a la semana en una oficina de cuatro por cuatro contando billetes que no sabía en qué gastar, incapaz de apreciar la belleza del mundo o de relajarse y disfrutar por estar completamente identificado con la lucha, con el acumular, el lograr y el obtener, muerto de hambre de reconocimiento, atención y amor; a un aventurero, viajero internacional, rebelde, libertino, comediante, fotógrafo, danzante del sol, investigador, antropólogo, experimentador; en una persona sana con amistades entrañables, productivas e interesantes; un amante de la vida, de la naturaleza y de mis semejantes con un montón de dicha en el corazón. Lo mío no fue un cambio, fue una transformación. ¿Cuáles son los factores que permitieron esta trasformación? Si crees que es el pensamiento positivo o la ley de atracción creo que ya quedó claro que para mí eso es una reverenda estupidez, si el universo conspirara para conceder nuestros mezquinos deseos todo sería un desastre. El trabajo arduo tal vez creó al principio las bases para mi prosperidad, pero no últimamente pues me volví una de las personas más perezosas que conozco. Cada que tengo sueño me duermo sin importar la hora o el día que sea. La única disciplina que tengo es la de solo hacer lo que me plazca. Hace años ya que si hay algo que no quiero hacer no hay fuerza humana que me obligue a hacerlo, y eso va desde hacer cola en un banco hasta no dar una conferencia que no me da la gana dar. A veces pasan meses sin que escriba una sola frase o edite un solo libro. Si no me dan ganas… pues no me dan ganas. Soy demasiado auténtico para ser diplomático y demasiado impulsivo para ser solemne. “Eres la persona menos complaciente que conozco”, me dijo alguien un día y me pareció un elogio estupendo. Me hace gracia que casi invariablemente los admiradores que me conocen dicen: “Gracias por tomarse el tiempo de atenderme, seguro que es una persona muy ocupada”. Si supieran... Otro comentario común que recibo es que soy humilde. En realidad soy genuino, no tengo interés en aparentar nada ni presentar ningún tipo de imagen. Me choca la etiqueta y cada que puedo me salto los aburridísimos protocolos
sociales. Recuerdo un día en que mi amigo Balam me sorprendió dormido como a las doce del día en una pequeña oficina que tenía en la casa de mi madre, que era mi refugio entre viaje y viaje y fuera de mi empresa; tenía las piernas arriba de mi escritorio y roncaba a todo pulmón. Después de interrumpir abruptamente mi sueño, me dijo: “¡Acompáñame por mi moto a Argentina güey! Nos damos una vuelta por Buenos Aires, Rosario y con suerte llegamos a las Cascadas de Iguazú en Brasil.” Ni modo de decirle que no podía porque estaba ocupado. Nos metimos ahí mismo a Internet, compramos dos boletos a Buenos Aires y al otro día volábamos a Sudamérica. Balam me enseñó la diferencia entre un viajero internacional y un turista. El segundo es básicamente un pendejo con una cámara que viaja no más de dos semanas, protegido en una burbuja de comodidad y ve todo desde una distancia segura. El viajero se moja el culo, se mete de lleno a la experiencia y convive de cerca con la gente, la cultura, la comida, las actividades, los cultos, las costumbres del lugar que visita, y su viaje dura al menos un mes. Balam es un viajero internacional. Me encantó acompañarle en ese pequeño tramo de un viaje que él realizó por cuatro años. A los 42 años, montado en una moto vieja, llevando solo absolutamente lo necesario en dos alforjas de aluminio, recorrió toda América: desde el Círculo Polar Ártico hasta la Antártida. Un viaje que también le transformó por completo. El ejemplo de mi amigo ilustra muy bien una de las características que creo esenciales para lograr una profunda trasformación: ser valiente. Podrás imaginarte cuántas personas le dijeron a Balam que su sueño de viajar era imposible, peligroso, arriesgado, complicado o impráctico. Dejarle a su socio su exitosa empresa de consultoría fue visto por casi todos como una absurda irresponsabilidad. “¡A los cuarenta y dos deberías ya estar pensando en asegurar tu futuro!” “¡Perderás años de esfuerzo y trabajo por un capricho!” Y en efecto, en cuatro años se gastó absolutamente todo lo que tenía por andar de vago en una de las experiencias más maravillosas de su vida. Perdió hasta la moto porque se acabó por completo en el viaje (a mí me tocó, en Uruguay, ver como le ponían una lata oxidada para taparle un hoyo en el escape). Balam llegó a México con una mano adelante y otra atrás. Seis meses después de regresar, tenía ya el mismo nivel de vida al que renunció para cumplir su sueño. Cuando yo “decidí” cambiar, solté también por completo mi empresa y mi estilo de vida y estaba dispuesto a enfrentar cualquier consecuencia. Mis grandes aciertos fueron, en primer lugar, dejar al frente a dos magníficos amigos, quienes todo este tiempo han demostrado ser los mejores colaboradores, honestos y comprometidos, y en segundo lugar, mi interés constante de mejorar la situación de vida de todos los que trabajan conmigo. Una cosa más que siempre he tenido clara es que si tengo que elegir entre más dinero,
más seguridad, más comodidad o más libertad, elijo siempre más libertad. Hay un término muy interesante en la psicología conductista: Inutilidad aprendida. [66] Viene de un experimento donde una rata es puesta sobre un tablero con varios cuadros de varios colores. Primero sólo los cuadros de un color le dan un choque eléctrico del cual se salva saltando a cuadros de otro color. Después, más y más cuadros le dan toques eléctricos hasta que todos están electrificados. Llega un momento en que la pobre rata deja de intentar salvarse y se resigna a los choques eléctricos, pues siente que no tiene a dónde escapar. Después, quitan la electricidad de todos los demás cuadros y solo la aplican al cuadro donde se posa la rata. La rata se resigna a los toques pudiendo salvarse con moverse un par de centímetros. ¿No es justamente eso lo que afecta a nuestra sociedad y a muchos de nosotros? ¿No nos han condicionado a sentir que no hay remedio, que las cosas no pueden cambiar, que no hay escapatoria, que tenemos una cruz que cargar, que la vida es un mar de lágrimas? No te confundas, no hablo de éxito o logros, hablo de vivir plenamente, disfrutar y aprovechar nuestro breve tiempo aquí. Hablo de ser libre, de usar tu criterio, tu inteligencia, de tener una postura propia en el mundo, de ser auténtico, honesto e íntegro, de darle al mundo lo que solo tú puedes darle en lugar de ser un obediente monigote más de una sociedad profundamente enferma. Una mente abierta y ser creativo son definitivamente elementos necesarios en una trasformación. El valor más importante para mí y que considero la herencia más valiosa que dejaré a mi hijita es la creatividad. Son las ideas y las alianzas las que crean prosperidad y libertad, no el trabajo. Creer en la posibilidad de un cambio radical y encontrar caminos alternativos: solo eso te permitirá salirte de la inercia de toda una vida y ver las oportunidades que todos los días te presenta la existencia. La intención de contarte sobre mis viajes, además de compartir las enseñanzas de cada maestro y aventura, es inspirarte a hacer de tu vida una experiencia extraordinaria, disfrutable, digna de ser vivida. Tal vez viajar no es lo tuyo… ¿Qué es lo tuyo? ¿Pintar, bailar, cantar, servir, actuar, conocer, estudiar, investigar, escalar, montar, bucear, caminar, meditar? ¿Qué es lo que tú harías si el dinero no fuera un obstáculo? ¿Cuál es tu contribución a esta hermosa existencia? ¿Qué es eso que harías aunque no te pagaran? ¿Qué te impide hacerlo? ¿Estás tan profundamente condicionado que no lo ves siquiera como una posibilidad para ti? ¿Te tienen ya tan cansado, tan castrado que no vas siquiera a intentarlo? ¿Eres víctima de la inutilidad aprendida? Si yo puedo, si otros muchos lo han logrado, ¿por qué tú no? ¿Sabes qué quisiera yo desde el fondo de mi corazón? Que crearas una vida
maravillosa. Que sanes todas tus heridas y abraces todos tus supuestos defectos y debilidades, que reconozcas tu inmensa valía y belleza, que aproveches al máximo tu breve tiempo en este planeta. Que hagas lo que te gusta y te dé suficiente para tener lo que quieras. Que te sientas a todo dar acerca de ti mismo, de tu salud, de lo que compartes con el mundo. Que seas un agente de cambio, un ejemplo silencioso de amor, honestidad, generosidad y bienestar. Que seas sensible a la belleza, al amor y también al dolor y la tristeza; tan sensible que no puedas evitar hacer algo al respecto todo el tiempo: o bien decir con una caricia a todos que los amas, o bien ayudar a quien lo necesita. Vamos a estar aquí un momentito nada más, desperdiciar este precioso tiempo en cosas que no te gustan es pecado: Es no dar en el blanco.
¿Qué se necesita para que un cuenco tibetano emita ese hermoso sonido? Sólo confiar en que sonará cuando lo toques. [67] ¿Qué se necesita para que tú hagas de tu vida una experiencia maravillosa? Solo confiar en que lograrlo es posible para ti y hacer algo al respecto.
PARTE SEGUNDA Un cambio de cosmovisión
UNO Hace veinte siglos… los seres humanos creíamos que la tierra era plana, que estaba justo en el centro del universo y que el sol y todos los demás astros giraban alrededor de ella. Estábamos convencidos de que las estrellas estaban pegadas en cientos de enormes esferas de cristal. Sabemos ahora que estábamos terriblemente equivocados.
Estas ideas venían de gente curiosa y creativa, personas como tú y yo, que querían explicar las cosas que veían y no entendían. Hacían lo mejor que podían con los pocos conocimientos que tenían en ese entonces sobre el universo. Todas esas creencias fueron ya refutadas por la ciencia y ahora nos reímos de su ingenuidad pero se nos olvida que estábamos plenamente convencidos de su veracidad. Sin telescopios, sin los conocimientos y sin las herramientas que tiene ahora la astronomía era obvio que el sol giraba alrededor de la tierra. Cuando no sabíamos nada sobre la fuerza de gravedad ¿de qué otra forma podrían mantenerse la estrellas en el cielo si no estuvieran pegadas en algo? ¿No era acaso obvio que tenían que estar pegadas en algo transparente para que pudiéramos ver las que estaban más alejadas? Parados sobre ella y viendo hasta donde alcanza la vista, la tierra es, a todas luces, plana. Eso es algo de “sentido común”. En esa misma época, en la zona del mundo que llamamos ahora Medio Oriente, un grupo de personas comunes y corrientes: artesanos, herreros, carpinteros, ceramistas, sastres, que creaban cosas, se hicieron una pregunta obvia para ellos: Todo lo que vemos son cosas y las cosas son hechas por alguien. ¿Quién es ese alguien? Llegaron a varias conclusiones: Tiene que ser alguien muy inteligente, muy poderoso, muy superior a nosotros y, como nunca le hemos visto, ha de ser también invisible o estar muy lejos, allá arriba en el cielo. Debido a que en ese entonces la sociedad estaba organizada como un patriarcado, ese “alguien” era un gran patriarca: El gran padre que manda y, debido a que el sistema político era una monarquía, ese “alguien” era el rey del universo, el rey de reyes que impo-nía las leyes y hacía que se cumplieran, al mismo tiempo juez y verdugo. A ese “alguien” le llamaron Dios. Justo como llegaron a las conclusiones sobre la tierra, el sol y las estrellas, usando lo que conocían entonces, así mismo, dedujeron las cualidades de Dios: En esa época éramos bastante crueles, machistas, misóginos, racistas, iracundos, e injustos, así que imaginaron que Dios tenía, además de los grandes poderes necesarios para crear el universo, las características que consideraban parte de cualquier “persona”. Ellos usaban crueles castigos para controlar el comportamiento de los seres humanos de ese entonces, por lo tanto asumieron que este padre hacía lo mismo y, con el tremendo poder que tenía, sus castigos eran igual tremendos. Dios es pues, una de las muchas teorías que tenemos de cómo surgió el mundo y de dónde venimos; es anticuada, antropomórfica[68] y antropocéntrica [69]. Es un personaje que inventamos hace más de dos mil años para contestar una pregunta mal planteada. Esta cosmovisión se expandió (fue impuesta a sangre y fuego) por todo el mundo occidental a través del judaísmo, el cristianismo y el Islam, y fue utilizada por estas religiones y los que estaban en el poder para manipular a todos, llenarlos de miedo y controlarlos. Por siglos han usado esta historia para dominar a las masas. Así están las cosas pues: Alguien superpoderoso creó de la nada el planeta Tierra,
separó sobre ella la luz de la obscuridad, las aguas de la tierra, luego la llenó de plantas, creó el sol y la luna para separar el día de la noche, y las estrellas para marcar las estaciones, llenó después el mar de peces y el cielo de aves, luego creó el resto de las bestias. Al ser humano lo creó después, primero su cuerpo del polvo de la tierra y para darle vida le sopló su aliento divino. Después le regaló el mundo y todas las cosas que contenía. Y, aunque unos versos atrás del Génesis dice que creó al ser humano, hombre y mujer al mismo tiempo, en los párrafos siguientes dice que la mujer fue creada de una de las costillas de Adán, para que no estuviera solo, para que lo entretuviera y ¡le ayudara en sus quehaceres! Todo esto fue llevado a cabo en seis días. Según esta forma de ver la vida, el universo es una cosa, “algo” creado por Dios, lo que implica que Él es ajeno a ella. Nosotros fuimos creados por él, también le somos ajenos, somos sus criaturas, sus súbditos y más vale que nos portemos bien porque si no, este poderoso rey-padre-juez invisible nos castigará por el resto de la eternidad. Tenemos que creer en él y amarle a pesar de todo, el no hacerlo implica el más grande de los castigos. No tenemos raíces en la tierra, sino que fuimos puestos sobre ella, y no tenemos raíces siquiera en nuestro cuerpo: somos un “alma” que utiliza esta cosa para moverse en el mundo y vivir un rato. La vida misma es también “algo”, una cosa que nos dieron. Si esto no fuera suficientemente desalentador, la vida que conocemos ahora es, en sí misma, un castigo: En un momento dado, los primeros seres humanos creados por este gran artesano le desobedecieron y fueron expulsados del paraíso. Desde ese entonces tenemos que sufrir trabajando para poder comer con el sudor de nuestra frente y la mujer tiene que parir con dolor y someterse ante el hombre. Ni siquiera tuvieron oportunidad de comer del árbol de la vida eterna, es por eso que todos tenemos que morir. Aparentemente somos un capricho, un proyecto del Señor, un proyecto fallido porque no entendemos ni por las buenas ni por las malas. Ya para la primera generación todo estaba podrido, Caín mató a Abel, su hermano, con una quijada de burro. No mucho tiempo después, era tanto el desorden y la perdición, que Dios decidió inundar el mundo entero y matar a todos excepto los que tuvieron la fortuna de subirse al Arca de Noé. Después de este escarmiento, nadie entendió, siguió la debacle y la desobediencia; sin embargo, esta vez, en lugar de destruir a todos de nuevo, el rey de reyes, hizo un trato con Abraham, quien es el profeta que tienen en común las tres religiones mencionadas. A pesar de los acuerdos, la desobediencia siguió y entonces… Él mismo se hizo hombre, se dejó martirizar y matar y nos pidió que nos amaramos los unos a los otros. Nadie le hizo caso. Mandó entonces a Mahoma quien creó el Islam, mientras que los judíos siguen
esperando que alguien venga a poner el orden. Es obvio que no ha llegado pues las cosas siguen tan mal como empezaron. Increíble pero cierto, veinte siglos después, con todos los nuevos conocimientos que nos ha brindado la ciencia, con la posibilidad de conocer con facilidad otras formas radicalmente diferentes de explicar los orígenes del universo y de ver la vida, esta es la misma cosmovisión que tiene la gran mayoría de los occidentales, así es como ven el mundo y como se sienten en él. Has de saber que no es la misma forma que tienen de ver el mundo los orientales. El sentido común es heredado y difiere en cada cultura. Es por eso que los rituales y creencias hinduistas o budistas nos resultan tan extraños. Unos cuantos entendimos ya que toda esta historia es un mito: en el mejor de los casos, una serie de metáforas anticuadas y ambiguas. Otros más, modificamos la personalidad de Dios y le hicimos más amoroso y compasivo. Sin embargo, la cosmovisión de que todo está separado sigue profundamente implantada en nuestra psique. Dios (como sea que le llamemos ahora, Consciencia Universal, Energía, Creador, etc.) está en alguna parte, ya sea creando algo o cuidando de su creación. El planeta tierra está separado del sol, de la luna y terriblemente lejos de las demás estrellas. Todo sobre la tierra está separado también y le consideramos cosas… les llamamos recursos. Nosotros mismos estamos divididos también en cuerpo, mente y alma. Hemos asumido esta idea de separación en todo lo que existe y es ahora parte de nuestro sentido común. Justo como se daba por hecho que la tierra era plana, ahora asumimos que todo fue creado por algo o alguien y nosotros existimos dentro de este conjunto de cosas y eventos. Nuestro lenguaje refleja esta forma de ver el mundo: Decimos “mi vida”, “la vida que nos dieron”, “aprovechar mi vida”, como si la vida fuera una cosa y hubiera en alguna parte “alguien” que la poseyera. Decimos: “mi cuerpo” como si fuera un artefacto que utilizamos para desplazarnos y ocuparnos de nuestros asuntos. Estamos convencidos de que “llegamos” a este mundo al nacer y nos “vamos” de él al morir. Alan Watts lo hace muy claro cuando nos hace ver que nos sentimos pedazos de consciencia atrapados en un saco de piel y huesos. “Nos sentimos” especifica, “en medio del cráneo, justo entre las orejas y detrás de los ojos.” Esta idea que tenemos del alma es, siguiendo con la alegoría, como un pequeño titiritero que obtiene la información del mundo exterior a través de nuestros sentidos y controla los movimientos voluntarios del cuerpo. A ese pequeño ser dentro de nuestro cráneo le llamamos “yo”. En esta simpática forma de sentirnos en el mundo, “Yo”, “Ego” y “Alma” son
sinónimos ¿lo ves?. El hecho de que el cuerpo morirá es incuestionable así que nuestro anhelo es que el muñequito al que le prestaron el cuerpo, al que le dieron la vida, el que llegó a este mundo, sobreviva. El pobre vive aterrado: está consciente de lo frágil que es, sabe que solo tiene influencia sobre un muy limitado conjunto de situaciones… ¡todo lo demás le pasa! No tiene influencia ni siquiera sobre lo que sucede dentro del cuerpo que usa. La digestión, los latidos, la circulación, le suceden. Y, de la piel hacia fuera, todo le es ajeno… y peligroso. El universo es para él un espacio hostil del que en cualquier momento le corren. Un resbalón, un piquete de un animal, una bala perdida, un choque, un camarón podrido, un descuido y lo despachan al “otro mundo”(porque también lo mundano y lo divino están separados) ¿Puedes ver que él no está convencido de que sobrevivirá la muerte? Si lo estuviera, si lo creyera sin duda alguna, no estaría tan asustado todo el tiempo. Súmale a este escenario el auto-rechazo: casi todo lo que disfruta este terriblemente frágil y efímero personaje es sucio, inmoral y pecaminoso. Súmale ahora la culpa: por más que lo intenta no puede ser como “debería” de ser, el Creador le pide cosas imposibles, cosas que van en contra de su propia naturaleza. A este pobre muñequito indefenso se le pide que imite a Jesucristo pero… ¡¿Quién puede ser Jesucristo?! Y, si alguno lo lograra, ya quedamos que toda copia es fea. Una copia pirata del original. Y los que no creen en las ideas de la religión tienen también un “yo ideal”, un personaje ficticio de cómo deberían ser y se pasan la vida tratando de alcanzar ese ideal sin darse cuenta de lo neurótico de su actitud. La neurosis es la distancia que existe entre tu “yo real” y tu “yo ideal.” La mayoría cree que Jesús murió por sus pecados: más culpa. Bola de ingratos, después de tanto que les da el Creador siguen siendo pecadores desobedientes, es por eso que tienen que sufrir y ganarse el pan con el sudor de su frente. ¡Faltaba más! Incluso los que ya no creemos en la religión, heredamos de la cultura un tremendo sentimiento de culpa. Nuestros padres nos reclaman una y otra vez: “todo lo que han hecho por nosotros”, “todos sus sacrificios”, “todos sus esfuerzos”, según ellos, nos dieron la vida, así que les debemos amor y respeto. Justo como hace ese Dios de las religiones abráhamicas. Un padre consciente se da cuenta de que cuidar a sus hijos no es una obligación sino un tremendo privilegio y un regalo maravilloso por el que debe estar eternamente agradecido. Una madre consciente se da cuenta de que el respeto no se exige, se gana. Unos padres despiertos nos hubieran heredado un profundo sentimiento de merecer toda la belleza, todo el amor, toda la abundancia solo por existir, al contrario de esta idea de que nos tenemos que ganar el derecho a todo eso siendo “buenos.” Es decir, siendo
como ellos creen que deberíamos de ser. Deprimente, ¿no? Así que la vida es un paréntesis de setenta o noventa años entre que alguien te crea y un “ojalá que algo en mí sobreviva la muerte”. Un breve tiempo lleno de tribulaciones, cruces que cargar, pérdidas y culpas, intentando desesperadamente ser digno del amor de aquel que te hizo, para que tenga misericordia de tu alma.
DOS El universo es estúpido… es la conclusión a la que llegamos cuando descartamos la teoría de Dios. La mejor herramienta que hemos desarrollado para conocer el mundo físico es la ciencia. A través de ella hemos ido entendiendo más y más cómo funciona este complicado y hermoso universo. “Leyes” le llamamos a los patrones que encontramos y que podemos replicar una y otra vez en un laboratorio. Una palabra heredada ustamente de la cosmovisión que la ciencia contradice. Una ley es un decreto que se tiene que obedecer. Antes eran las leyes de Dios, después las leyes del Universo. Los científicos llegaron a la conclusión de que no era necesario ningún artesano, arquitecto, diseñador del universo para entender su existencia. Los más variados y precisos métodos e instrumentos de observación y medición nos han llevado a reconocer patrones observables que trabajan de una forma tan armónica y sutil que podemos deducir qué fue lo que sucedió y predecir con una exactitud sorprendente lo que sucederá. Sabemos ahora, gracias a este maravilloso método de observación, que es la fuerza de gravedad la que mantiene los astros en su lugar y que la Tierra es un planetita diminuto, girando alrededor del sol que no es más que una estrellita entre millones de millones de estrellas que contiene nuestra pequeña galaxia, que no es más que otra entre millones de millones de galaxias. Sabemos ahora que el universo no se formó en seis días sino en alrededor de dieciocho mil millones de años. Lo que hemos observado con atención nos indica que es muy probable que la energía, toda la energía del universo, estaba concentrada en el espacio que ocupa ahora un electrón (absolutamente increíble e inimaginable) y de pronto explotó en un evento que llamamos ahora el Big Bang. Un evento que aún continúa pues el universo sigue expandiéndose desde entonces. A la ciencia le debemos mucho: todos los avances tecnológicos que mejoran nuestra calidad de vida, todos los descubrimientos e inventos que mejoran nuestra salud y que han duplicado nuestra expectativa de vida, todos los nuevos conocimientos que nos
permiten entender cada vez más cómo es que funciona este maravilloso universo. Ninguna otra disciplina le ha dado tantos beneficios a la humanidad como la ciencia. La tecnología ofrece la posibilidad real de aprovechar mejor los frutos de la tierra y generar así alimento, agua y recursos suficientes para acabar con la miseria. Incluso para algo que te sonará increíble: para liberar al hombre de la esclavitud del trabajo . Si, en lugar de los dueños de las corporaciones, los que tomaran las decisiones e hicieran los planes fueran científicos, la situación mundial sería muy, muy diferente. El método científico incluye analizar, dividir, clasificar, diseccionar, etiquetar, ordenar y describir; una vez más: separarlo todo en partes que nos sean fáciles de entender . Ahora bien, dentro de esta cosmovisión, ¿cómo saber si alguien ha entendido algo? Si es capaz de describirlo, entonces lo ha entendido. Entender la forma en la que las flores son polinizadas por los insectos es hacer una descripción detallada de todos los procesos y variantes involucradas en el proceso. He aquí una de las limitaciones de la cosmovisión científica: ¿cómo describes la belleza de la flor? para eso necesitas la poesía. ¿Cómo describes el sabor de la miel? ¿El amor por tus hijos? ¿Si no se pueden describir significa que no los entendemos? Esas experiencias pertenecen a la subjetividad y no tienen que ser entendidas, solo sentidas y vividas. La pregunta importante para la ciencia es “¿cómo?” Las preguntas “¿Por qué?” “¿Para qué?” y por supuesto “¿Quién?” pertenecen a otras disciplinas como la filosofía en el mejor de los casos, y a la religión en la menos inteligente de las opciones. Algunas veces los caminos de la filosofía y la ciencia se acercan y se complementan. Buda (que fue un gran filósofo) dijo hace dos mil quinientos años que la naturaleza de las cosas es el vacío, y ahora la ciencia ha comprobado que es verdad: la materia está formada de átomos y los átomos están formados de diminutas partículas que, en comparación con su tamaño están tan separadas una de otra como los astros en el cielo. Es decir, que todo lo que percibimos es más vacío que “algo”. Es decir que un átomo es más una relación de diferentes polaridades de la energía que algo concreto. Así que todo está formado más por relaciones y eventos que por “cosas”. Los avances en el estudio del cerebro aclaran más su funcionamiento y le dan herramientas a la filosofía para conocernos mejor. Sabemos ahora que esa sensación que tenemos de estar “dentro” del cuerpo, es creada por el cerebro que saca promedios de la información que recibe de todos los sentidos, y nos hace “sentir” que estamos usto en medio del cerebro. Es probable que la idea del alma no tenga solo su origen en la cosmovisión religiosa sino también tenga bases fisiológicas y, una vez más, en el sentido común. Está también comprobado científicamente que el cerebro toma una decisión seis segundos antes de que nos hagamos conscientes de ella. Es decir que se decide automáticamente primero, seis segundos después nos damos cuenta de la decisión e ilusamente creemos que somos “nosotros” quienes la tomamos. ¿Qué te dice esto del
famoso libre albedrío? Los caminos de la religión y la ciencia son incompatibles porque mientras la segunda unto con la filosofía cuestionan todo y usan la lógica, la religión está basada en dogmas de fe que no pueden ser cuestionados por más absurdos, ridículos y anticuados que sean. La religión atrasó por siglos el avance científico por su necia insistencia en imponer cuentos infantiles para explicar nuestros orígenes, naturaleza y destino. Somos perezosos por naturaleza y no lo digo como un juicio negativo. Todo en la naturaleza busca utilizar la menor cantidad de energía y esfuerzo para lograr sus objetivos. Nuestro cerebro no es la excepción. Esta es una de las razones por las que la ciencia y la filosofía sean interesantes solo para unos cuántos. La mayoría prefiere creer lo que les dicen o, en todo caso, las explicaciones simples y los lugares comunes que no cuestionan en lo absoluto. Cuestionar, reflexionar, llegar a conclusiones propias e inteligentes demanda mucha energía y esfuerzo. Esta pereza es aprovechada por la pseudociencia, que utiliza términos científicos para apoyar sus babosadas y por la pseudoespiritualidad para apoyar sus nuevas supersticiones. A la gente le encanta repetir tonterías que no tienen fundamento pero que suenan científicas o espirituales. Sabemos ahora que la vida empezó en la tierra hace alrededor de cuatro mil seiscientos millones de años con seres unicelulares que fueron haciéndose más y más complicados, más y más diversos. Todo esto, según los científicos, se dio de forma aleatoria y mecánica por medio de un proceso que Darwin denominó “la teoría de la selección de las especies”. Carl Sagan, el maravilloso divulgador de la ciencia de los años setenta dijo: “Dadas las condiciones, los elementos presentes y el tiempo, el que surgiera la vida en la tierra era algo destinado a suceder.[70]” Según los científicos, nuestro cuerpo y cada una de las increíblemente complicadas funciones que realiza, sus sorprendentes capacidades de percepción; la vista, el oído, el tacto, el olfato, el gusto, e incluso nuestro cerebro y la capacidad que tenemos de estar conscientes de lo que nos rodea y de nuestra propia existencia es el resultado de mutaciones genéticas que se han dado también de forma aleatoria y mecánica durante cuatro mil seiscientos millones de años. Mucha gente considera a la ciencia algo frío y calculador y, en parte, tienen razón: de acuerdo a esta cosmovisión nuestra existencia es un mero accidente, un montón de afortunadísimas coincidencias que derivaron en una tremenda variedad de fenómenos, siendo nosotros uno más de ellos. Esta cosmovisión tampoco es muy alentadora. No hay una razón ni un propósito y si los hubiera, la ciencia no se ocuparía de ellos pues son subjetivos. ¿Hay otra alternativa de ver el mundo sin explicaciones infantiles y supersticiones, que incluya los conocimientos científicos y que además nos permita honrar nuestra experiencia subjetiva?
TRES Supongamos por un momento… que saliendo del baño, aquí en mi casa, me resbalo, me pego fuertísimo en la cabeza y quedo inconsciente por un buen rato. Después de llevarme al hospital y sanar el golpe, descubro que he perdido la memoria. El lenguaje, la percepción, la cognición, el raciocinio y el resto de las funciones de mi cerebro quedan intactas. Solo la memoria sobre quién soy ha sido afectada. No tengo idea de mi vida antes del golpe. Veo mi reflejo en el espejo como por primera vez, lo observo con atención, cada detalle, cada arruga y cicatriz, sé que ese rostro y ese cuerpo están relacionados conmigo solo porque responden a los gestos y movimientos que hago. Al encontrarme de nuevo con Jordy algo en mí siente un gran amor por ella pero no la reconozco como “mi hijita” pues no recuerdo la historia que nos une. Lo mismo me pasa al re-conocer a Moni, siento amor por ella a pesar de no recordar la historia que compartimos. Decir “mi mujer” suena forzado pues no hay nada en mi mente que diga que es “mía.” Siguiendo con esta fantasía, digamos que me llevan a una casa redonda que está en un centro en medio del bosque y que dicen que yo construí, es muy hermoso, sin embargo siento que es la primera vez que lo veo. Me informan que todos los objetos dentro de la casa me pertenecen. Veo fotos de la nena preciosa que dice ser mi hija y de la bella mujer que declara ser mi pareja. Encuentro recuerdos de viajes pero no hay ningún apego afectivo a ellos pues me resultan totalmente ajenos. Me dan curiosidad: plumas de águila, sonajas, cuadros con motivos orientales, pequeñas estatuas de dioses raros y montones de souvenirs de varios países. Alguien me indica que esa computadora sobre el escritorio es mía. Con dudas la enciendo y encuentro un escrito con los veintidós primeros capítulos de este libro. Los leo todos con interés. Algunos capítulos me sorprenden y siento simpatía por quien los relata, algunos otros ni siquiera creo que sean verdad y otros de plano no entiendo cual es el punto al que quiere llegar esta persona que los escribió. No tengo ningún apego a esa historia y no me identifico con ella en lo absoluto. Te pregunto ahora querido(a) lector(a): ¿Quién soy? Sin apego emocional alguno a esa historia que leo, sin nada que me identifique con el pasado de esa “persona”, sin apego a ninguna de las cosas que se supone que poseo, ni a mi rostro o mi cuerpo, pues los acabo de conocer apenas, sin apego siquiera a mis relaciones, para mí ahora son solo gente linda que acabo de conocer y por quienes
siento afecto. Aunque ahora, siento afecto por casi todos pues no espero nada de nadie y no siento que nadie espere nada de mí. No tengo responsabilidades pues los acuerdos hechos en el pasado se han borrado y no tengo expectativas pues no sé aún a qué aspirar. Los nombres Francisco Ángel o Anand Dílvar no me dicen nada en lo absoluto. Ya me han llamado un par de veces así y no respondí pues pensé que le hablaban a alguien más. Si no soy esa historia y por supuesto no soy los nombres (ninguno de los dos) ¿quién soy? La palabra “persona” viene del griego ( prósôpon) y quiere decir “máscara del actor, personaje." De ahí viene también la palabra “personalidad”. El concepto “ persona” en filosofía expresa la singularidad de cada individuo de la especie humana, en contraposición al concepto filosófico “ naturaleza ”, que expresa lo común en todos ellos. ¿Estarías de acuerdo si digo que lo que se perdió junto con mi memoria fue mi “persona”? Y considerando que todas mis funciones mentales y corporales se encuentran en perfecto estado, ¿estarías de acuerdo también en que mi naturaleza sigue intacta? Una vez más te pregunto, sin el personaje: ¿quién soy? Permíteme seguir con está alegoría. Las memorias son guardadas en nuestro cerebro a través de cordones neuronales. Es decir, un conjunto de neuronas se “unen” para guardar un recuerdo, el cerebro los almacena de esta manera y los va relacionando. Para ser específico las neuronas ni siquiera se unen pues sus terminales no se tocan físicamente, la unión se llama sinapsis,y es en realidad una relación electroquímica. La memoria de una computadora trabaja de una manera similar, aunque en lugar de neuronas tiene capacitores que conecta electrónicamente para guardar la información. A un enfermo mental con pensamientos obsesivos, le dan electrochoques y eso rompe las sinapsis. Las neuronas quedan intactas pero las relaciones que había entre ellas y que causaban la obsesión, se rompen. En mi caso hipotético, por una extraña razón el golpe en la cabeza rompió todas las sinapsis relacionadas con las memorias sobre mi persona. Vayamos más adelante, digamos que esas conexiones nunca se recuperan, ¿sería justo decir que la persona se perdió? No más historia, no más recuerdos, no más personalidad. Borrón y cuenta nueva. ¿Dónde está ese “yo” del que tan orgulloso me sentía? ¿Dónde están mis maravillosos logros y mis grandes culpas? ¿Dónde están mis grandes aciertos y mis terribles errores? ¿Dónde están mis sueños y mis ambiciones? ¿Dónde están los apegos a “mis” cosas y “mis” relaciones? Todo se ha borrado. Todo eso no era más que un conjunto de
sinapsis, un conjunto de conexiones electroquímicas que mi cerebro organizó de alguna forma y las etiquetó como “yo.” Resulta que el personaje “Anand Dílvar” era ficticio, un muñequito, una caricatura. La historia solo era mantenida por la constante actividad de mi cerebro que, cuando se detuvo, dejó de existir. Justo como dejan de existir los personajes de una película cuando se detiene el proyector. Justo como ya no existen los personajes de los cuentos cuando cierras el libro. Todo lo que le era importante ya no lo es ahora, lo que le apuraba se ha ido, no hay remordimiento ni rencor, vergüenza, culpa, angustia ni preocupación. No más demandas ni exigencias, no más caprichos ni necedades, todo eso tenía que ver solo con la historia que ha desaparecido. Ahora solo está el presente, fresco y nuevo, absolutamente fascinante. Sin tanto ruido en la cabeza mis sentidos parecen renovados y mi curiosidad es la de un nene de tres años. Estoy extasiado, ¡la vida y el mundo son milagros increíbles! Una vez más… completamente presente sin nada que me distraiga, nada que justificar, nada que defender, nada que lograr, nada que demostrar, nada que recordar o anticipar… ¿Quién soy? Un astuto lector podrá contestar que soy una persona que ha perdido la memoria. Sin embargo, eso sería empezar una nueva historia y caemos en el mismo juego. Y si contestas “el alma” tendría que ser un alma a-personal es decir, que no tuviera relación ni con la persona ni con la historia. Lo que imaginamos del alma ahora es justamente una persona sin cuerpo ¿no es así? Incluso los imaginamos de forma humana: fantasmas, entes, espíritus, ¿no es esto parte del tremendo anhelo del muñequito de sobrevivir la muerte? Te lo pondré más fácil, porque hay un truco: sin “persona” no puede haber alguien ahí. Así que la pregunta correcta es: ¿Qué soy? Soy la Presencia. Hay “algo” aquí consciente de su propia existencia, “algo” aquí capaz de distinguir colores, sonidos, temperaturas y formas y que, sin su presencia y su capacidad de discernir, no podrían llamarse colores, sonidos, temperaturas o formas. Soy la única, eterna Consciencia que, a través de este organismo mente y cuerpo, es capaz de percibir y percibirse. Soy el vehículo a través del cual el Cosmos se conoce a sí mismo.[71] Habrás escuchado la pregunta: Si cae un árbol en un bosque solitario, ¿hace ruido? La respuesta es no. Para hablar de ruido se necesita la presencia de un oído que lo perciba y un sistema nervioso que lo interprete. Lo mismo pasa con el arcoiris: hay tres factores indispensables para que exista: la luz del sol, la humedad necesaria y… ¡un observador
en el lugar correcto![72] A través de nosotros el universo se maravilla de su propia magnificencia. Al menos eso sucedería si no estuviéramos completamente fascinados por el “yo”, el “ego”, el pequeño personaje que creemos ser y su intrascendente historia. El pasado existe solamente en esas sinapsis de nuestro cerebro. Se ha comprobado además que nuestra memoria no es confiable en lo absoluto, los recuerdos, por un lado no son la grabación fiel de los hechos sino de la interpretación que hicimos en ese momento y, por otro, van cambiando con el tiempo. Los vamos modificando para darle coherencia a la historia que nos contamos constantemente en nuestro diálogo interno. La historia que te he contado en la primera parte de este libro no es un relato fiel de la realidad, es mi interpretación actual de la forma en la que viví lo que pasó a mi alrededor. El futuro existe solo en la imaginación y es una proyección del pasado. Lo que imaginas en el futuro es lo que ya conoces. Si lo imaginas mejor, te relajas. Si lo imaginas peor te angustias. CUATRO Estamos totalmente fascinados… con el personaje. Y ¿cómo no estarlo? Es la historia de nuestra vida. Este personaje nos define, nos separa de todos los demás mortales y nos hace únicos (al menos eso sentimos). Esa historia justifica todos nuestros afectos y nuestras aversiones, nuestros sueños, ambiciones, temores, rencores, ideales, metas, creencias y más importante: nuestras relaciones. Lo que nos une afectivamente a otros es la historia que compartimos con ellos. Cuando decimos que queremos tener una mejor relación con nosotros mismos nos referimos a una mejor relación con este personaje ficticio. Los cursos de autoestima nos enseñan a querer a este muñequito, a tenerle compasión y simpatía. Este personaje es el que queremos que se supere, que sea mejor, nos gustaría que se pareciera más a nuestro “yo ideal”: otro personaje ficticio. Hemos trabajado duro para “pulir las aristas de su carácter”, para que sea “altamente efectivo”, para que sea exitoso, productivo, loable, más agradable ante los ojos de los demás. Una gran parte de nuestra energía está dedicada a embellecer nuestra imagen (la imagen del personaje) así que a su historia le vamos sumando logros, diplomas, posesiones, relaciones con “grandes personalidades” a quienes casualmente mencionamos una y otra vez en nuestra conversaciones. El muñequito está también completamente fascinado con su forma física, con el cuerpo, así que habrá que embellecerlo y mantenerlo joven lo más posible. Si no se adapta al ideal, entonces habremos de ponerle unos senos más grandes, hacerle liposucción, usar Botox y cirugía estética, ponerle implantes de pelo, usar cremas
antiarrugas, cremas blanqueadoras, alaciarle el pelo, enchinárselo, esconder las canas, vestirlo con ropa de marca para que esté relacionado con otros personajes ficticios como Carolina Herrera o Tommy Hilfiger. El darle estatus al personaje es también importante, por lo que queremos que use los accesorios que utilizan “personajes famosos”: el reloj de Leonardo Di Caprio, el perfume de Nicole Kidman y el coche de James Bond. Así, nuestro personaje se relaciona, en nuestra imaginación, con estas “personas” que ya han obtenido el reconocimiento de mucha gente. Esa es la razón por la que estamos dispuestos a pagar sumas ridículas de dinero por todo tipo de chucherías con logotipos que digan: “¡Ojo! Este muñequito tiene dinero y clase.” (Nota por favor que los famosos son también ficticios, lo que sabemos de ellos no tiene que ver con la persona a la que ellos se aferran, y por supuesto nada que ver con su verdadera naturaleza.) También las otras personas nos fascinan. Yo mismo lo dije anteriormente: “Mi hijita es mi persona favorita.” Me fascina su personalidad y su inteligencia. Amamos y disfrutamos enormemente de las personas de nuestros amigos, la historia que nos une aumenta nuestro afecto por ellas, los momentos y actividades que compartimos nos acercan y, en parte, estamos con ellos porque disfrutamos de su personalidad, su forma de ser. Cuenta una historia Sufi: “El maestro había siempre predicado sobre la cualidad ilusoria de nuestra experiencia en este mundo. El día que su hijo murió, el maestro lloraba sin consuelo. Sus discípulos le observaban extrañados. Al ver que pasaban dos semanas y el maestro no se reponía, uno de sus discípulos se animó a confrontarle: —Maestro, ¿no nos has dicho una y otra vez que todo es una ilusión? —Sí, lo he dicho —contestó. —Entonces —continuó el discípulo—, ¿Cómo es que lloras tanto por tu hijo? ¿No era acaso su persona una ilusión? —Lo era —contestó el maestro—. ¡La más bella de las ilusiones!” El ego en sí mismo no es el problema. A través del ego, de la persona, nos relacionamos con otros en lo cotidiano y a través del él nos encargamos de todos nuestros asuntos. Lo que causa problemas, de hecho, el origen de todos nuestros conflictos y miedos es nuestra identificación con el ego, con nuestra historia. Estamos totalmente convencidos de que somos ese personaje hecho de recuerdos, experiencias pasadas guardadas en nuestro cerebro como sensaciones, historias y descripciones que, a fin de cuentas, no son más que sinapsis: millones de conexiones neuronales.
Algo en nosotros sabe lo vulnerable que es este personaje y es por eso que vivimos aterrados, a la defensiva, siempre viendo que nada le afecte y nadie le insulte, le cuestione, le contradiga. Defendemos todo lo que tiene que ver con él y una gran parte de nuestra energía es invertida en mantenerle a salvo. Es por eso que es tan importante que tenga la razón, que se le reconozca valioso, que mantenga su imagen ante los demás. Todo eso para él es más importante que sus relaciones, que el amor, que la paz y la tranquilidad. Nuestro ego magnificado en las corporaciones y los gobiernos tiene al mundo al borde de la destrucción. En su vulnerabilidad, el personaje tiene la terca necesidad de controlarlo todo, y aunque la realidad le muestra que no puede controlar nada, sigue empeñado en su intento de que las cosas y las otras personas sean como él dice, es por eso que es incapaz de aceptar y relajarse en lo que es y nunca está satisfecho, de ahí vienen el estrés, la preocupación, la angustia. El ego está formado en gran parte de palabras, es por eso que las mismas palabras le afectan tanto, incluso le hieren, la opinión de los demás es importantísima pues es su reflejo y confirmación en lo externo. El éxito, la realización, el “hacerla en la vida”, para el muñequito siempre es en relación con los demás. El personaje vive de compararse con otros. Sin conocer nuestra verdadera esencia no tenemos nada a qué aferrarnos en la vida, nada que nos defina que no sea esta fuerte identificación con el “yo” en nuestra mente. No importa realmente si la historia es de éxito o fracaso, de felicidad o miseria, agradable o desagradable. Para muchos no importa si al compararse con otros invariablemente pierden. De todas formas se aferran a un “yo”, triste, traumado, fracasado que ha sido tratado injustamente por las circunstancias pues, después de todo, “ese soy yo y ¿qué le vamos a hacer?”, piensan. Una historia negativa también les da una sensación de identidad. Identificados con la historia, un evento en la infancia nos arruina la vida. No nos damos cuenta de que somos nosotros mismos quienes mantenemos vivo ese evento por años recordándolo, reviviéndolo, relacionándolo con todo, viviendo estancados en el pasado. No perdemos la oportunidad de contar nuestra triste historia y cuando un amigo o terapeuta nos dice que es posible soltarla, más nos aferramos a ella. “¿Quién soy yo sin mi triste historia?” “Si la suelto, ¿cómo justificaría mi actual miseria y tristeza?” “¿Renunciar a la atención, compasión y lástima que recibo de otros cuando la cuento? No gracias.” El destino del personaje está escrito en su historia. ¿Lo ves? Él hará todo lo que sea necesario para cumplir todas sus profecías, todo lo que se supone que le suceda de acuerdo a su pasado, las expectativas de sus padres, de la sociedad y de su clan completo. “Infancia es destino” dijo Sigmund Freud categóricamente. Creerse una historia tiene otra terrible desventaja: el hecho de que nunca se termina, nunca está completa así que es imposible hacer un alto y descansar. Por supuesto que
toda historia personal acaba en la tumba, pero ni siquiera aceptamos que ahí termine. Queremos que el protagonista sobreviva la muerte y continúe ya sea en el paraíso o en otro cuerpo, lo que sea. La tumba no nos parece un final feliz. Ahora bien, la única forma de mantener la historia es a través del constante diálogo interno. Esa incesante y repetitiva charla en nuestra cabeza que tiene siglos que se volvió disfuncional para el ser humano. Empieza en cuanto aprendemos a hablar y después, cada día inicia cuando despertamos en la mañana y termina por fin cuando nos vence el sueño por las noches. Este parloteo es compulsivo porque es la esencia del ego. ¿Qué quedaría en nosotros si pudiéramos parar por completo ese diálogo?: La percepción directa del mundo y aquello que lo percibe; sin interpretaciones, comparaciones o juicios, sin apego, aversión o indiferencia; sin pasado, ni futuro, sin “alguien” ahí que se resista a lo que es o que quiera cambiarlo, con total asombro y aceptación. El personaje está bien definido. Sus pasadas experiencias determinaron sus gustos, sus miedos, sus aficiones, las personas con las que prefiere relacionarse, las habilidades que tiene y de lo que es capaz; sus aspiraciones, anhelos y esperanzas; las experiencias que quiere evitar, las que quiere repetir y, de esta forma, su futuro está también definido. Vivir desde la historia es terriblemente limitante, no deja espacio para la espontaneidad ni para nuevas alternativas. Cuando Tolle dijo: “No puedo seguir viviendo conmigo mismo” se refería justo al personaje. En ese sentido, la iluminación es precisamente la desidentificación con el ego. El día en que te desidentificas de la historia, te das cuenta de tu verdadera naturaleza. En ese momento se abre para ti la posibilidad de vivir la unión con el todo. Lo que te separaba de la experiencia mística eran justamente los límites que definían al ego, sin ellos, ¿dónde empiezas tú y dónde empieza todo lo que existe? Entonces, el personaje asume su verdadera importancia: la de ser solamente una más de las múltiples manifestaciones de la vida, y pierde su pesadez y su seriedad, su tremenda importancia. Gana la perspectiva de ser parte intrínseca de este maravilloso juego que es la vida. De pronto te das cuenta de que no eres eso que piensas sino que eres la Presencia, la Consciencia que no es “alguien” o siquiera “algo.” Esas son las palabras que usamos porque nuestro lenguaje, en estos asuntos, no da para mucho. Esa es una de las razones por la que echamos mano de los mitos. Es por eso que hacemos circo, maroma y teatro para tratar de describir lo indescriptible. Le ponemos nombres, le representamos de cientos de maneras, inventamos cuentos, metáforas, imágenes. Lástima que la mayoría nos quedamos atorados en esa parte. Te comparto un mito del Advaita Vedanta en las palabras de Alan W. Watts. Ve más allá del dedo y mira la luna. Ve más allá del cuento y los conceptos, hacia la verdad que quiere mostrarte.
CINCO “Una y otra vez… me he dado cuenta de que las preguntas de los niños sobre la existencia y la muerte quedan satisfechas con una historia simple y muy antigua que cuenta algo como esto: “Nunca hubo un tiempo en el que el mundo empezara, pues da vueltas y vueltas como un círculo, y un círculo no tiene un lugar en el cual empieza. Mira mi reloj, que da el tiempo; da vueltas, así mismo el mundo se repite una y otra vez. Pero justo como la manecilla horaria sube al doce y baja al seis, así también hay día y noche, despertar y dormir, vivir y morir, verano e invierno. No puedes tener uno de estos sin el otro porque no podrías saber qué es lo negro a menos de que lo hayas visto lado a lado con el blanco, o el blanco sin verlo comparado junto al negro. “De la misma manera, hay momentos en el que el mundo es y otros en el que no es, porque si el mundo siguiera sin parar por siempre, se cansaría horriblemente de sí mismo. Viene y se va. Ahora lo ves, ahora no. Así que debido a que no se cansa de sí mismo, siempre vuelve después de haber desaparecido. Es como tu respiración, entra y sale, entra y sale y si intentas mantenerla dentro te sientes terrible. Es también como el uego de las escondidillas, porque es divertido encontrar nuevas formas de esconderse y buscar a alguien quien no se esconde siempre en el mismo lugar. “Lo Divino también disfruta de jugar a las escondidillas pero debido a que no hay nada fuera de lo divino, no tiene a nadie con quien jugar. Pero Él/Ella resuelve esta dificultad fingiendo que no es Él/Ella mismo (a). Finge que eres tú y yo y toda la gente en el mundo, todos los animales, todas las rocas, todas las estrellas. De esta forma tiene extrañas y maravillosas aventuras, algunas de ellas son terribles y aterradoras. Pero esas son sólo como pesadillas que, cuando despierta, desaparecen. “Ahora, cuando lo Divino juega a esconderse y finge ser tú o yo, lo hace tan bien que le cuesta mucho tiempo recordar cómo y dónde se escondió. Pero eso es justo lo divertido –justo lo que quería hacer. No quiere encontrarse a sí misma (o) demasiado rápido, porque eso arruinaría el juego. Es por eso que es tan difícil para ti y para mí descubrir que somos lo Divino disfrazado, fingiendo no ser Él/Ella . Pero cuando el uego haya durado suficiente todos nosotros despertaremos, dejaremos de fingir, y recordaremos que todos somos un solo Ser –lo Divino que es todo lo que existe y que vive por toda la eternidad. “Por supuesto tienes que recordar que lo Divino no tiene forma de persona. Las personas tenemos piel y siempre hay algo fuera de nuestra piel. Si no lo hubiera no sabríamos la diferencia de lo que está dentro y fuera de nuestro cuerpo. Pero lo Divino
no tiene piel ni forma porque no hay nada fuera de l/Ella. (…) El interior y el exterior de lo Divino son lo mismo. Y aunque he hablado de lo Divino como él o ella, lo Divino no es ni hombre ni mujer. No uso ‘Ello’ pues por lo regular se usa para cosas que no están vivas. “Lo Divino es el Ser del mundo, pero no puedes ver lo Divino por la misma razón que no puedes ver tus propios ojos, y seguramente no puedes morder tus propios dientes o ver dentro de tu cabeza. Tu Ser está así ingeniosamente escondido pues es lo Divino escondiéndose. “Te preguntarás por qué lo Divino se esconde a veces en la forma de gente horrible o finge ser personas que sufren enfermedades y dolor. Recuerda primero que no le está haciendo esto a nadie sino a sí misma(o). Recuerda también que en todas las historias que disfrutas tiene que haber gente mala y gente buena, porque lo emocionante de la historia es ver como la gente buena obtendrá lo mejor de la gente mala. Es lo mismo como cuando jugamos cartas. Al principio del juego las barajamos en un desorden, que es como las cosas malas en el mundo, pero el punto de juego es ponerlo todo en un orden y el que lo hace mejor es el ganador. Después barajamos las cartas de nuevo y lo mismo pasa con el mundo...” Alan Watts 1966[73] ¿En dónde se esconde en nosotros lo Divino? Atrás de la persona, del muñequito, de la caricatura que hemos hecho de nosotros mismos, atrás de la historia y del constante ruido mental que se necesita para mantenerla viva. Es por eso que en los bebés que aún no tienen lenguaje y, por lo tanto no tienen ego, si eres sensible y pones atención te será fácil verlo. Es fácil verlo también en los animales y aún más fácil en la naturaleza y en la belleza del mundo. Más difícil es descubrir lo divino en los eventos que nombramos “trágicos, injustos, feos, repugnantes, criminales, inaceptables, crueles, enfermos, malignos… y sin embargo, el juicio y la descripción sucede solo en nuestra mente, es el lenguaje el que hace distinciones entre lo que observamos. Sin nuestra subjetividad los sucesos son lo que son, parte del Todo, intrínsecos a la existencia. Eso que llamamos Dios, lo divino, lo es todo, toda separación es una ilusión. Entonces Dios es el violador de menores y la niña violada, Dios es la enfermedad y el enojo del violador, el dolor tremendo y la vagina lastimada de la niña. Dios es el asesino de mi padre, la pistola, la bala y es mi padre, su arteria perforada y toda su sangre esparcida en el suelo. Dios es el milagro de la vida y el misterio de la muerte, lo Divino es la tremenda, casi insoportable belleza del mundo y la tremenda incomprensible crueldad del hombre. Haz un esfuerzo y ve que el Alfa y el Omega incluyen orden y caos, amor y odio, miedo y paz, santidad y malicia. La illaha Ill’Allah reza un mantra sufí que se traduce como: “No hay más Dios que
Dios” Es decir, que l/Ella/Eso, es todo lo que existe. De nuevo, las palabras distraen y limitan, podrías intercambiar a lo largo de todo el texto las palabras: “Consciencia”, “Presencia”, “Divino”, “Dios”, “Todo”, “Existencia”, “Misterio”, “Esencia”, “Ser”, “Verdad” incluso “Nada”, “Vacío”, “Naturaleza” o “Vida.” Ninguna de ellas expresa en verdad lo que es, pero todas apuntan hacia “algo” que lo incluye todo.
La Conciencia es la única cosa importante en este mundo; sin embargo, ni es una cosa, ni es de este mundo. Eckhart Tolle Esta ilusión de que todo está separado, incluidos nosotros, ha estado presente desde nuestros inicios como especie; nuestra cosmovisión, nuestras creencias, nuestros arquetipos y nuestro lenguaje la apoyan. El siquiera considerar que somos uno con el Todo va en contra de nuestro sentido común. Estamos literalmente hipnotizados. Es por eso que demanda un esfuerzo intelectual abrirte a la posibilidad de que es cierto, y después ejercitar tu presencia, tu consciencia y tu voluntad para poder vivirlo. ¿Cuál es la causa de esta ilusión? El Advaita Vedanta la llama Leela y la considera, como en el cuento de Watts, la manifestación creativa del Ser. Un juego divino, la expresión en la forma de aquello que no la tiene. (Ve, por favor, más allá de las palabras y las metáforas). Es muy probable que tenga que ver con la estructura de nuestra mente y la forma en la que trabaja nuestra consciencia. Sólo podemos enfocar nuestra atención a un solo evento a la vez y al hacerlo le separamos del contexto, descartamos todos los elementos que le rodean e incluso lo separamos en las partes que le componen. Nuestra mente separa y clasifica todo lo que conoce para poder entenderlo. Lo primero que preguntamos al ver algo desconocido es ¿qué es? Queremos una palabra para referirnos a lo que vemos y creemos que aprender el nombre es conocerle. Esta tremenda necesidad de nuestra mente de dividir lo que observamos para ordenarlo todo nos impide ver la imagen completa. Buscamos una causa para cada efecto, un lugar para cada cosa y nosotros mismos nos sentimos como algo separado de lo que observamos. Las oraciones en nuestro lenguaje forzosamente necesitan un sujeto y un predicado. Un “alguien” que hace y un “algo” que es hecho. De ahí nuestra infantil pregunta: ¿quién hizo el mundo? Sin embargo, en la realidad, el sujeto y el objeto, el observador y lo observado son parte de un mismo fenómeno. En la realidad, el universo no es una cosa que fue hecha por alguien sino un evento que está sucediendo en este momento. Un evento inseparable de todas las causas y todos los efectos. La experiencia humana es dual, es decir que no podemos evitar dividirlo todo en opuestos. Negro y blanco, arriba y abajo, adentro y afuera, frente y vuelta, bueno y
malo, bonito y feo, hombre y mujer, Dios y Diablo. Sin embargo, olvidamos constantemente que todas estas características en la realidad son inseparables. Son polos opuestos de un mismo fenómeno. Otros maestros y autores piensan que esta debacle que ha causado el hombre en el mundo es parte de nuestra evolución. La avanzada inteligencia del cerebro del ser humano, la que nos da la capacidad de estar conscientes de nuestra existencia, es relativamente nueva y viene con un precio tremendo. Ahora bien, en términos evolutivos es más productivo que un organismo se sienta un individuo separado, responsable de cuidar de su integridad y de procurar su propio sustento. ¿Será que el mito de Adán y Eva tiene que ver justo con eso? Los animales viven en el paraíso, no tienen problemas de baja autoestima o neurosis, viven absolutamente en el presente, ninguno de ellos quiere ser lo que no es y todos viven en total aceptación de lo que es. Reciben su sustento sin grandes esfuerzos (a menos que estén en un ambiente creado por los seres humanos). En un momento de la evolución, nuestro neocortex (la parte más reciente de nuestro cerebro) nos dio la capacidad de la auto-consciencia: la capacidad de saber que existimos. Al comer del árbol del bien y el mal, nos dimos cuenta de que estábamos desnudos y por primera vez tuvimos miedo: justo en el momento en que estás consciente de que existes, te haces consciente de que dejarás de hacerlo. En ese momento se acaba la paz, eres expulsado del paraíso. Ahora estarás constantemente trabajando, preocupado por subsistir. La mujer pare con dolor debido a que el tamaño de nuestro cerebro necesitaba más espacio y nuestra cabeza creció mucho más que el orificio por el que llegamos al mundo. De hecho se necesita un año más afuera del vientre materno para que el cerebro humano termine de desarrollarse por completo. Si caminas en el bosque notarás que todo está en absoluta paz y armonía, todos viven en el paraíso… excepto tú, dándole vueltas a tu historia, buscando la solución a tus supuestos problemas, sintiendo que no estás completo, rechazándote, culpándote, arrepintiéndote, preocupándote o dándole vuelta a las ideas para encontrar una combinación de palabras que te permita por fin entender las cosas. Buscando una serie de frases que le den sentido a lo que pasa o una serie de ideas que solucionarán el problema en el que has convertido tu vida misma. El precio de nuestra conciencia, acompañada del raciocinio y la cognición, de este experimento de la naturaleza, podría ser nuestra propia destrucción, algo nada raro ya que las especies que conocemos ahora son solo el 10% de las que han existido a lo largo de la evolución, el otro 90% fallaron la prueba. Si esta teoría es correcta, es interesantísimo que por primera vez una especie tenga que intervenir activamente en su evolución para sobrevivir. Antes de nosotros ninguna otra especie tenía la capacidad de decidir. Algunas personas se refieren a los grandes maestros como seres “más
evolucionados.” Buda y Jesucristo entre ellos. El segundo dijo claramente que todo está conectado, también lo dijo Sidarta Gautama. ¿Será que el mito de Jesucristo tiene que ver con esto también? Claramente dice: “soy el principio y el fin, el Todo, soy Dios.” Él trasciende la muerte no al resucitar en el cuerpo sino al darse cuenta de que “la persona” es solo una manifestación momentánea del Todo, el Todo no puede morir. ¿Qué otra cosa quiere decir que Él está debajo de las piedras, dentro de un madero, en todas partes? Tendrás que estar muy atento y darte cuenta que lo Divino no está separado de la belleza y magnificencia de lo que observas sino que es una parte intrínseca de todo lo que existe. No hay forma de separarlo justo como no podrías quitarle lo blanco a esta página frente a ti. ¿Puedes ver que el blanco de este papel no es una cosa, no es un “algo”? Este color es el resultado de la interacción del papel, su estructura química y física, la luz y tú que lo observas. Toda separación es una ilusión. El blanco no existe separado de las circunstancias que lo producen, no tiene una existencia aislada.
Nada en el universo existe por sí mismo. Todo existe siempre en relación con todo lo demás… Tú también.
Más que "algo" o "alguien" eres un conjunto de circunstancias, un evento, un conjunto de condiciones inseparable de todo lo que está sucediendo en este mismo momento. SEIS Yo no creo en Dios… como ese personaje inventado a nuestra imagen y semejanza, o como una proyección de nuestro propio ego en lo desconocido. No creo en el alma como una especie de pequeño “contenedor de la consciencia” que viene de alguna parte, habita en el cuerpo un rato y luego se va de regreso. Tampoco creo que esa imaginaria “unidad de consciencia” reencarne de cuerpo en cuerpo en algo parecido a un curso de superación para almas, aprendiendo “quién sabe qué” en este mundo. Por lo tanto, no creo tampoco que seamos seres espirituales teniendo una experiencia humana. No creo que Jesucristo sea el avatar de Jehová ni que las vírgenes puedan embarazarse o parir, eso lo veo como una creencia no solo innecesaria sino machista y culpígena. No creo en los milagros como eventos que desafían las leyes de la naturaleza. No creo que orar influya en absoluto en los eventos externos. No creo en poderes paranormales
como telepatía, telequinesia, adivinación o clarividencia, ni en el magnetismo de nuestros pensamientos; todo eso me parece infantil y totalmente superfluo. No creo en poderes de sanación a distancia ni terapias con “canalización de energía.” Como no creo que el personaje sobreviva la muerte, considero charlatanes a todos esos que canalizan maestros o hablan con los muertos. No creo en ángeles, arcángeles, seres de luz; a todos esos entes los pongo en la misma categoría de las hadas, elfos, unicornios y pegasos. Me chocan los santos, haciendo de su vida un alarde de constante sacrificio o negándose a satisfacer sus más naturales necesidades. No creo en los mártires, llenando al mundo de culpa y amargura. No creo en el destino, ni en un plan divino, nada está escrito, las cosas pasan porque pasan y coincidencias y casualidades son parte integral de nuestra experiencia como humanos. No creo en más dimensiones que ancho, alto y profundo siendo la cuarta dimensión el tiempo, no un mundo mágico como muchos imaginan. No creo en más energías que la mecánica, electromagnética y termodinámica con sus múltiples manifestaciones. No creo que las emociones tengan frecuencias vibratorias diferentes y por supuesto tampoco creo que las palabras afecten los sucesos externos. No creo siquiera en la iluminación como un estado de eterna paz e infinita sabiduría, como un gran logro de unos cuántos elegidos, obtenido con grandes esfuerzos y férrea disciplina. No creo en iluminados perfectos sin episodios neuróticos o sin faltas o debilidades, los creo profundamente humanos: egoístas a veces, mezquinos en algunas cosas, tercos en otras, incoherentes en otras más. Más presentes tal vez, pero igual de humanos. Todo lo anterior lo atribuyo a nuestra inmadurez como especie, a nuestro terrible miedo a la muerte y, derivado de eso, a la imposibilidad de aceptar que la incertidumbre y la vulnerabilidad son dos aspectos inevitables en la experiencia humana. En nuestra necia necesidad de controlarlo todo, hemos ideado estas quimeras. Aún así, y debido a que, después de un profundo análisis he descartado todo lo anterior, me parece lógico que soy uno con todo lo que existe . No “yo” como persona sino como la existencia misma. ¿No es cierto acaso que este evento, este conjunto de circunstancias que vinculamos con la frase “Anand Dílvar” está irremediablemente relacionado a todos sus ancestros? Empezando por su padre y madre, sus abuelos y bisabuelos y los millones de seres humanos que le antecedieron; siguiendo en retrospectiva hacia sus orígenes, ¿no es indiscutible que este evento está absolutamente relacionado con el inicio de la vida en este planeta? Y viendo adelante en el tiempo, ¿no está claro también que este evento continuará a través de sus descendientes?
Es obvio ahora que los límites de eso que defino como “yo” se extienden mucho más allá de la piel. ¿No soy acaso el conjunto completo de elementos y circunstancias que permiten que me manifieste? Y en ese caso, soy el aire que es respirado, el agua que mantiene hidratadas las células. Soy todo lo que me nutre: la manzana que entra a mi boca se convierte en parte de “esto” que soy y me conecta con el manzano y con todos sus parientes, el pedazo de carne con la vaca, el puerco, el pez, el pájaro y con todas sus relaciones. Para desgracia suya, somos todos eventos relacionados y junto con ellos, los granos, el pasto y todo lo que les permitía manifestarse. Si se me alejara de cualquiera de estos elementos el evento “Dílvar” cesaría en minutos, días o semanas. ¿No quiere decir esto que soy uno con todos ellos? Mi existencia se extiende a la tierra completa como otra circunstancia indispensable y así, a todo lo que en ella sucede, todas las energías que la componen, todas sus interacciones. Y ¿qué decir del sol? ¿No es obvio también que su luz, su calor, su presencia misma son parte de mi conjunto de circunstancias? ¿No soy acaso la luna también? Sin luna no existe “Anand Dílvar”, no existe ningún ser humano como ahora le conocemos. La luna influye de forma determinante sobre la vida en la tierra. Este ejercicio puede seguir hasta los confines del universo pues todo, absolutamente todo lo que existe ahora está relacionado. Si una ola, al llegar a lo más alto de su cresta, extasiada por su brío, belleza y magnificencia gritara “¡Soy el mar!” ¿Mentiría? ¿Qué tal una hojita de uno de esos árboles secoya que miden hasta ciento quince metros y viven hasta tres mil años? ¿Podría esa hojita, exaltada por el paisaje que observa decir: “¡Soy el árbol más grande y antiguo del mundo! O, sintiendo la obvia conexión con la rama, con el tronco, con sus raíces y los demás árboles gritar: “¡Soy este maravilloso bosque!”? Las semillas de las secoyas son diminutas, como las de un tomate. ¿No es obvio para ti que esa diminuta semilla, si se dan las condiciones adecuadas, es un bosque de miles de árboles enormes en potencia? ¿Qué tal que “Dílvar”, en una de sus locas ceremonias o meditaciones, en un viaje maravilloso o simplemente observando un precioso atardecer lo siente en todo su ser y dice: “¡Yo soy la vida!” ¿Mentiría? Y como a esta manifestación particular de la vida le encanta hablar seguiría: “No solo estoy conectado con todo lo que existe sino que ¡soy todo lo que existe! No hay forma de que este evento que llamo “yo” tenga una existencia independiente del universo completo.” “Soy la belleza y el perfume de estás flores unto a mí, soy la solidez y la magnificencia de esas montañas que se extienden hasta donde alcanza mi vista, soy el viento que juega con mi pelo, el calor del sol que me cobija, soy la humanidad completa. ¡Estoy sucediendo junto con todo esto! Soy parte integral, intrínseca, inseparable, indispensable, de este milagro que se llama existencia. Cada una de sus características están en mí, son mías, suyas, nuestras… ¡Somos esas características!” Existe un solo fuego que se manifiesta donde se reúnen las condiciones para que lo
haga. En el sol y en cada estrella, en la chimenea de tu casa, en una fogata, en un incendio o en tu encendedor. El mismo fuego se manifiesta mientras los elementos necesarios estén presentes y deja de hacerlo cuando uno solo de ellos falta. No existen muchas aguas, solo una. Ríos, lagos, pozos, manantiales, glaciares, nieve, lluvia, granizo; una sola gota es agua y el inmenso mar es agua. Todas son manifestaciones diferentes de ese único fenómeno. La vida es también un solo fantástico, increíble, inexplicable fenómeno que se manifiesta donde sea que se dan las condiciones necesarias. No es “algo” que se pueda dividir, poseer, dar o perder. Es más una danza maravillosamente creativa, que incluye millones de formas y colores, animales, plantas y humanos; intricados diseños y asombrosos procesos. Un baile indescriptiblemente complicado y hermoso. Tú eres esa danza, tú eres la vida. ¿Puedes por un momento dejar de lado el concepto de separación, de ser un “alguien” en el mundo? ¿Podrás ir más allá de la hipnosis y admitir en este momento que eres el mismo suceso que comenzó hace dieciocho mil millones de años con una tremenda explosión? ¿Qué eres una de las olas de ese inmenso mar que se extiende a lo largo del espacio y el tiempo? Tu cerebro y todas sus facultades, tu consciencia en especial, son la hojita de un imponente secoya que ahora puede verse, sentirse, gozarse y admirarse de su existencia. ¿Será que justo como la diminuta semilla lleva en sí misma la información para convertirse en un bosque de enormes árboles y justo como el óvulo fecundado en el vientre de tu madre tenía todo lo necesario para formarte, de igual manera, en el momento del Big Bang estaban ya contenidas todas las características de este maravilloso universo? Su inmensidad, su abrumadora belleza, su intrincada complejidad, su tremenda, tremenda creatividad, su magnificencia, su consciencia y… su divinidad: tal vez como el conjunto de todas sus características, perceptible para los que estén suficientemente atentos y sensibles, pero a final de cuentas siempre incognoscible, inaprensible, un Gran Misterio. Este serlo todo incluye también tus emociones: un gran asombro y reverencia, una tremenda alegría de existir y un enorme agradecimiento no hacia alguien o algo sino derivado del contundente, palpable, incuestionable milagro que es tu existencia misma. Incluye lo místico: todas esas experiencias que son parte de tu subjetividad como esta manifestación en particular del Todo y que no necesitan ser entendidas ni explicadas, que para expresarlas podrías usar la poesía, el canto, el baile pero que en sí mismas son incomunicables, intransferibles, indescriptibles. Ese asombro y reverencia podría muy bien incitarte a reunirte con otras manifestaciones del Todo a celebrar y regocijarse de lo que comparten. En este sentido cada uno de nosotros somos el camino, la verdad y la vida, lo divino encarnado, el alfa y el omega. Cada uno de nosotros junto con todo lo que tiene forma y
lo que no la tiene, junto con todo lo ya manifestado y lo que está por manifestarse, junto con el silencio y el espacio, el vacío y la nada. Desde esta perspectiva somos el universo completo teniendo una experiencia humana. No venimos de un lugar imaginario en otra dimensión ni vamos a ella de regreso. Mientras las condiciones necesarias están presentes, la flama de nuestra individualidad se manifiesta, una vez que se retiran dejamos de suceder. El fuego, el agua, la vida, la danza siguen, los pasos cambian. ¡Qué tremendo gozo ser parte de este maravilloso milagro por un momento! Si bailáramos sin culpa, sin miedo, sin represiones, al ritmo de la vida, estoy plenamente convencido de que ese momento nos sería más que suficiente. Si lo piensas bien, admitirás que es una bendición que el personaje no dure por toda la eternidad. Si no sabemos qué hacer con ochenta años, ¡una eternidad sería un tremendo castigo! Si recapacitas un poco, te darás cuenta de que el miedo a la muerte viene precisamente de esta creencia errónea de que algo en nosotros sobrevivirá y de nuestro terror a lo desconocido. ¡Aceptar que nada del individuo sobrevivirá es absolutamente liberador! Eso hace de nuestra experiencia aquí un suceso trascendente, de otra forma, no es más que una prueba, un escalón, una parada en el camino hacía quién sabe dónde. Lo que reencarna una y otra vez no es el individuo, pues su naturaleza es perecedera, sino la vida misma que baila de forma en forma. Las energías físicas que integran el cuerpo que es una más de las condiciones del acontecimiento “Dílvar” alimentarán el enorme encino junto al que será enterrado, y así esa parte también se reintegrará con el todo. Los budistas zen dicen de manera poética que reencarnamos (refiriéndose al muñequito) en nuestros seres queridos, en las personas a quienes tocamos con nuestras palabras y acciones, en los que ayudamos, en nuestros alumnos, en lo que sea que mejoremos en el mundo y en la situación de vida de otros. Y después de la muerte seguimos viviendo en los recuerdos de la gente que nos amó. ¿No es eso suficiente? Trascender es otro anhelo infantil. Es querer que los vivos nos recuerden. ¿Qué importará si nos recuerdan si nosotros ya no estaremos aquí? Y lo más seguro es que no lo hagan. Balam lo hace muy claro cuando pide a los participantes de nuestros talleres que nombren a sus ocho bisabuelos. En siete años nadie ha podido hacerlo. Es decir, que en tres generaciones tu misma familia no recordará siquiera tu nombre. Por otro lado, en este absolutamente asombroso universo, ¿quién necesita trucos de magia o poderes sobrenaturales? La gente distraída que se acostumbró ya al milagro de la vida, al increíble misterio de sus seres queridos, a la verdadera magia que es nuestra existencia misma. La gente que vive sin contacto con la naturaleza, que no ha bebido el agua fresca de un manantial, que nunca ha probado la miel directamente de la colmena, que nunca ha sacado una
lechuga de la tierra, que ya no escucha el canto de los pájaros, que no se ha asombrado con el rugir del viento a través de las ramas de los árboles; los que nunca se han topado con una mariposa que tiene manchas en sus alas que imitan ojos para alejar a los depredadores, con los montones de insectos que imitan a la perfección con sus cuerpos las hojas del árbol en el que viven, o un bosque lleno de luciérnagas en la noche, después de una tarde lluviosa. La gente insatisfecha con su situación de vida, que busca consuelo en seres imaginarios y en otras vidas, que busca que alguien o algo les solucione los problemas creados por su propia resistencia a lo que es. ¿No es orar ustamente eso: desear que las cosas sean diferentes, que no pase lo que está pasando o lo que podría pasar? Más allá de la superstición, unirse en oración no es pedir ayuda a un ser externo a ti, sino primero, sentir la conexión con tus seres queridos que anhelan lo mismo que tú, y después comprometerse juntos a hacer algo respecto de lo que se necesita. Más allá del mito, Dios es una hermosa metáfora: Él representa la parte masculina del universo. Su parte activa, creativa, generosa, fuerte, protectora, poderosa y, al mismo tiempo, lo destructivo y lo violento; la disciplina que llega a la crueldad, el castigo que a veces raya en lo sádico y la determinación que llega a caer en lo rígido. Él es la lluvia que riega los campos, el sol que nutre y calienta todo, la increíble creatividad de la vida y es también el rayo que quema, la tormenta que inunda y el terremoto que destruye. Él es la majestuosidad del león, la fuerza del gorila, la consciencia y la paz del hombre. Él es el jaguar que caza y destroza a la pequeña cebra, y la imponente presencia y estabilidad del cedro, la generosidad del mar y el tsunami que arrasa con un poblado completo. Él es el principio masculino, es el cielo, la paz, la consciencia, lo siempre presente, el vacío, la presencia, la muerte. A esa parte del universo le llamamos Jehová, Shiva, Alá, el Creador. Él es nuestro profundo anhelo del padre perfecto que nos hizo falta, el que reconoce nuestra valía y se enorgullece de nuestros logros y, al mismo tiempo, es nuestro inmenso miedo a lo desconocido, a lo que no podemos controlar.
¡Que bendición que nos lleve de su mano! La metáfora, sin embargo, no está completa sin su contraparte: lo femenino que está exactamente al mismo nivel, es su complemento. Lo masculino da, lo femenino recibe. El uno crea al otro y viceversa. El otro le justifica, le completa. La diosa es paciente, receptiva, tierna, dulce, suave, disponible, cuidadosa y, al mismo tiempo, apática, indolente unas veces, perezosa otras tantas. Ella es la tierra que da espacio y nutre las plantas, la paciencia de las madres para sus crías. Ella es también la se-quía, la hambruna, la indiferencia del hombre, su tremenda apatía y su inutilidad aprendida. Ella es la ternura con la que una enorme
elefanta cuida a su cría, la abundancia y la fertilidad de la tierra, la belleza y el perfume de las flores, la vulnerabilidad de todo lo vivo. Ella es el principio femenino, la tierra, la luna y su apacible reflejo en el agua, el amor, aquello que cambia constantemente, la entrega, la naturaleza, la conexión con todo. A esa parte le llamamos María, Pachamama, Guadalupe, Tonantzin, Eva, Shakti. Ella es nuestra grandísima necesidad de amor y calor, la madre que nos ama por lo que somos sin importar los errores que cometemos, la confianza y la esperanza y, al mismo tiempo, nuestra tremenda soledad y la vulnerabilidad que tanto nos asusta.
¡Que bendición que nos cubra con su manto de estrellas! ¿Será que estamos aún muy jovencitos y necesitamos todavía interpretar literalmente las fábulas, los mitos y las metáforas que apuntan hacia las características sagradas de nuestra experiencia? ¿Será que aún no podemos soltar el pensamiento mágico, las ilusiones de control y las supersticiones? Si tan solo pudiéramos voltear la vista de todo eso hacia la realidad, veríamos que no se necesita más. Nada hay más mágico y divino que la existencia misma. Bien presentes y sensibles, esta vida es el Reino de los Cielos, el Nirvana, el Samaddhi. Bien atentos no hay necesidad de creer en nada pues lo divino, lo mágico, lo sagrado es evidente, está siempre presente reconociéndose a sí mismo a través de cada uno de nosotros. SIETE Tú eres Dios... No ese personaje de alguna escritura supuestamente sagrada. No un ente limitado por características personales, definiciones o creencias. No eres omnipotente, omnipresente, omnisciente, no controlas nada, no tienes poderes mágicos, ni es tu voluntad lo que mueve al mundo. Aun así, eres lo Divino encarnado. Eres increíblemente hermoso, perfecto tal y como eres, parte integral e importantísima de esta danza maravillosa que se llama existencia. Tienes la posibilidad real de convertir tu vida en una experiencia extraordinaria. Si aún no puedes reconocerlo es porque has sido distraído, engañado, condicionado a creer que eres pequeño y que estás indefenso, te han mentido, te han asustado y te han mostrado una imagen falsa del mundo y de tu propia naturaleza. Sin embrago, detrás de toda la confusión y las malas interpretaciones, la verdad permanece intacta. Tú eres la luz del mundo, tienes la posibilidad de sanar, de perdonar, de entender, de reconocer tu inmensa valía y vivir desde ahí. Dejar atrás miedos, dudas, envidias y limitaciones para cumplir tu verdadera misión en este mundo:
ser un agente de cambio, una fuente de consciencia, compasión y ayuda para todo aquel que se acerque a ti. No eres perfecto ni necesitas serlo. Estos supuestos defectos tuyos, esas debilidades son parte de tu humanidad y una manifestación perfecta y necesaria. Las rosas no piden perdón por sus espinas, todo en ellas es parte integral de su belleza. Lo mismo pasa contigo. Es posible para ti reconocer que esta experiencia de ser humano es una oportunidad increíble que puedes, ¡que tienes! que aprovechar y disfrutar en grande. Tú puedes sanar tu vida. Puedes cambiar tu destino. Romper con la monotonía y recuperar la alegría de vivir. Vas estar aquí un momentito nada más ¿Vas a dedicar este milagro para vivir a medias? ¿Ocuparás tu tiempo en algo que detestas? ¿Amarás con cautela por miedo a ser herido? ¿Te vas a resignar con el destino que te fue impuesto? ¿Tu relación con lo divino será de culpa y miedo, o de alegría y comunión? ¿Vas a despertar o vivirás dormido hasta que te mueras? Porque… te vas a morir ¿sabes? Bien pronto. Un día no muy lejano, tu individualidad dejará de existir. Ya no tendrás la oportunidad de cambiar nada, de mejorar nada, de hacer lo que tanto deseabas. Justo antes de morir te vas a arrepentir, no de tus pecados sino de haber vivido asustado, de haberte limitado, conformado, de no haberte atrevido a vivir tu verdad, de haberte tragado todos los cuentos que te contaron, de permitirles a otros que te controlaran, de haber vivido para todos menos para ti. Es a través de ti que lo divino actúa, a través de ti ama a los demás y les ayuda, a través de ti disfruta, danza, canta, se conoce y se maravilla de su propia magnificencia. Sin embargo, es tan sutil, tan respetuoso, tan delicado que solo lo hará si se lo permites, si sueltas esa personita asustada y mezquina con la que te identificaste. Eso es lo único que impide que fluya a través de ti la más inmensa dicha y el más grande amor, la más increíble belleza. I
CONCLUSIÓN E INICIO
CONCLUSIÓN E INICIO ¿No es esta experiencia absolutamente extraordinaria? ¿Esto de ser humano, de estar consciente, de percibirlo todo a través de la maravilla de nuestros sentidos? ¡La vista qué cosa más increíble! Poder distinguir millones de formas y colores y apreciar a través de nuestros ojos la belleza de este mundo. Los colores de las flores, los animales, el cielo, el mar. Poder ver miles de millones de estrellas que se encuentran a billones de kilómetros, apreciar los diferentes tonos de la luz en el día y las diferentes sombras que crea la luna en las noches. Reconocer por medio de la vista a nuestros seres queridos, verlos felices, verlos crecer, divertirse. Poder estar atentos a si necesitan algo. ¡El oído! ¿No es acaso un regalo prodigioso? Poder disfrutar de todos extraordinarios sonidos de la naturaleza. Saber de inmediato que tu bebé tiene hambre o necesita que lo abraces, saber que tu perrito rasca la puerta porque quiere entrar. El inagotable placer que nos brinda la música y la tremenda ventaja de hablar y transmitir las ideas más complicadas a través del sonido que el otro puede fácilmente entender. ¿Qué sería de nosotros sin el tacto? ¿Cómo expresar nuestra ternura a nuestros hijitos sin poder acariciarlos? ¿Cómo vivir esa profunda conexión con nuestro amado sin sentir su aliento, su calor, su corazón que se le quiere salir del pecho? ¡De las cosas que nos perderíamos! Del calor del sol, de la frescura de la lluvia, del viento en la cara, del frío del invierno. ¿Qué tal saliendo de la regadera meterte a la cama con sábanas recién cambiadas? ¿Qué tal los besos? Cada uno de nuestros sentidos es un milagro. Todos ellos nos brindan regalos maravillosos cada día. Sin alguno de ellos nuestra vida sería trerriblemente complicada, como lo es para aquellos a quienes uno les falta. Y aún así, los damos por sentados, nos acostumbramos a ellos. Un maestro cherokee me dijo un día que el único pecado en la vida era aburrirse. “¡Tantas maravillas nos rodean y están todas a nuestra disposición y nos aburrimos! ¡Qué insulto a nuestras bendiciones! ¡Tremenda ingratitud!” El ser humano es (hasta donde sabemos) la única especie consciente de su propia existencia. ¡Estar consciente es la posibilidad de ser libre! La posibilidad de convertirte en el primer ser vivo capaz de elegir en lugar de responder de forma automática a su programación biológica. Cuatro mil seiscientos millones de años le tomó a la vida desarrollar esta habilidad y ahora la usamos ¡para quejarnos! Para pasarla mal, para enfocarnos en lo que nos falta, en lo que no nos gusta, en nuestras limitaciones, en nuestros problemas. No te molestes si te digo que tu dolor, tu sufrimiento, tus penas, tus problemas no tienen nada de personal. En realidad no te están pasando a ti. Ese corazón roto que
sientes en el pecho, la tremenda traición que nunca perdonarás, la soledad que te abruma, el enojo porque esa persona que amas tanto no quiere estar contigo, el tremendo miedo a que algo te lastime o hiera a tu hijitos, la frustración de no poder lograr lo que quieres, la pérdida de un ser querido que ha quebrantado tu fe, la enfermedad que mina tu ale-gría de vivir y que consideras una maldición y una injusticia, el cáncer que te carcome o el dolor que te desgarra; nada de eso tiene que ver contigo. Tú lo tomas personal y te preguntas ¿por qué a mí?, ¿qué hice yo para merecer esto? La realidad, muñequita preciosa, hermano querido, es que todo eso es parte de la experiencia humana. No sólo te pasa a ti. Tarde o temprano, de una forma u otra, nos pasa a todos en la vida. No creas que es un castigo, no es ni tu culpa ni la de nadie más, no es causado por algo o alguien, es parte ineludible de ser humano. Somos seres sensibles, amorosos, vulnerables y nuestra experiencia incluye pérdidas que duelen terriblemente, y somos también seres valientes porque a pesar de saber que en el amor no hay garantías y que cuando falla duele espantosamente, nos animamos a amar una y otra vez. A pesar de saber que algo puede salir mal o que cualquier cosa puede sucederles, seguimos teniendo hijitos. No estás solo en esta experiencia hermanito, el miedo, el anhelo de una madre que te abrace, la necesidad tremenda de un padre que te apoye, esta ansia de unirte con otro hasta perderte en él, este deseo de que alguien te proteja, este sentirte tremendamente vulnerable; todo es compartido por cada ser humano en este planeta. No hay nada malo en ello, no es una debilidad. No hay tampoco solución porque nada de eso es un roblema. Una vez más, es parte de estar consciente de que existes, parte de la experiencia humana. Amuletos, oraciones, supersticiones, seres mitológicos e ilusiones de control aminoran un poco la angustia, solo un poco, lo que de verdad la elimina es la aceptación completa. Aceptarlo todo como parte de la experiencia de ser humano. Nuestra inteligencia es relativamente nueva así que seguimos siendo una especie tremendamente violenta, tal vez la más violenta que ha existido. En el siglo pasado matamos a casi doscientos millones de nuestros hermanos. Las guerras, el crimen, las violaciones, el tremendo abuso de otros seres vivos son parte de nuestra naturaleza, de nuestra herencia genética. Los que se alarman e indignan con las noticias de los periódicos, o no saben de historia o se olvidaron ya de la inquisición, las cruzadas, la conquista de América o las dos guerras mundiales. Estos sucesos no son accidentes, son el tipo de cosas que hacemos los humanos. Sin embargo, tenemos la posibilidad de despertar ya de esta horrible pesadilla. Darnos cuenta de que todos, absolutamente todos anhelamos lo mismo: todos queremos paz, amor y felicidad en nuestra vida. No se trata de un cambio imposible sino simplemente de poner atención. De cambiar el egoísmo que ha creado tanto sufrimiento por servicio. Estar al pendiente del otro reconociéndolo como tu hermano, como un
reflejo de ti mismo, y si te piden ayuda, la brindas, y si alguien se cae en la calle tú lo levantas, y si algo se necesita tú te ofreces a hacerlo o lo das si está dentro de tus posibilidades. La incercia de nuestra inconsciencia y de la programación social es inmensa, es por eso que las disciplinas ayudan. Los inipis, las meditaciones, el yoga, el vegetarianismo, o cualquier actividad que promueva tu presencia y tu voluntad te ayudará a recordar que estás aquí compartiendo un momentito la experiencia humana con tus semejantes, y que en lugar de enfocarte en las quejas, los chismes, la envidia, la estupidez, puedes enfocarte en la increible bendición que es cada momento de tu vida. Las cosas no cambiarán automáticamente. Esta vez se necesita de tu propia voluntad, de tu intención de cambiar las cosas. ¿Cómo es esta persona en la que te has convertido? ¿Cómo es que te describen los demás? ¿Se refieren a ti como alguien generoso, simpático, compasivo, amable, compartido, amoroso? ¿O acaso piensan que eres mezquino, egoísta, metiche, mediocre, amargado, malagradecido? Ahí tienes unas cuantas pistas en las cualidades en las que quisieras trabajar. No por ser bueno, ni porque te importe lo que digan otros sino porque con tu personalidad contribuyes al conjunto total de la experiencia humana. Cuando cambias tú cambia el mundo, al sanar tú, sana la humanidad completa. ¡Qué privilegio! ¡Qué oportunidad! Por el momento la consciencia de la mayoría de nosotros está centrada en el ego, en esta entidad mental creada por la identificación con la memoria, la historia personal y el diálogo interno necesario para mantener la ilusión. Esta confusión causa tremendos conflictos internos, interpersonales y mundiales. Todos, ocupados en cuidar de este personaje ficticio, arruinan su salud, su paz y sus relaciones; creen saber qué es lo que quieren o necesitan, y desperdician su tiempo en acumular, se frustran una y otra vez al querer controlarlo todo. Les es imposible confiar o fluir, se sienten incompletos y son incapaces de compartir lo que tienen por el tremendo temor de que no haya suficiente para todos. Es el ego el que acepta el condicionamiento social, el que se somete a las reglas e ideas que han convertido a la mayoría en autómatas, en engranes, soldados y esclavos del sistema que tan solo el siglo pasado mató a doscientos millones de nuestros hermanos, y que tiene totalmente idiotizados a casi seis mil millones más. Sin embargo, te lo digo yo que lo he visto en mis maestros y que lo voy logrando poco a poco, tenemos ahora la posibilidad real de reconocer nuestra verdadera esencia, ver más allá del personaje, de la ilusión de separación y reconocer que somos el Ser del mundo. Darnos cuenta de que somos la Consciencia del Universo que a través de nosotros se manifiesta, se conoce y se regocija de su magnificencia. Este entendimiento, esta epifanía, esta profunda realización, permitiría un cambio radical de perspectiva en tu vida. No es que tu individualidad deje de ser importante,
pues es reconocida como una hermosa manifestación de la creatividad de la vida y es honrada, admirada, respetada como todas las bellas y necesarias formas de este universo, pero adquiriría su justa importancia, perdería su pesadez y el dominio que ejerce sobre todos tus actos. De pronto, el presente se volvería para ti lo más importante, estarías más atento, al pendiente de todos los regalos que recibes y capaz de apreciar cada segundo como lo único importante. No podrías dar por sentado a tus seres queridos, no habría forma de que les faltaras al respeto o de que crearas conflictos innecesarios, todo eso lo hacemos cuando estamos distraídos, identificados con la historia. Cuando cede la identificación con el “yo”, con el “ego”, con la “persona”, nos inunda un profundo sentimiento de pertenencia, se rompen los límites y vemos y sentimos la conexión con el Todo. Lo cual es entrar en el Reino de Dios. Nos inunda una paz inmensa, cede el miedo y es remplazado por confianza. Nos daríamos cuenta de que nunca fuimos expulsados del paraíso. La pesada importancia personal cede también y admitimos que la vida sigue, con o sin nosotros. El mundo no gira debido a nuestro esfuerzo. Dejamos de empujar el río, de preocuparnos tanto, de exigir y forzar. Aceptamos más fácilmente lo que es, sabiendo que fluir es la única actitud productiva ante la vida. Por primera vez podemos relajarnos. Verás entonces tu propia divinidad reflejada en el profundo color naranja del atardecer, en las raíces de un árbol que se abren paso rompiendo banquetas y pisos de concreto, en el sabor del durazno y en el jugo que escurre por tus mejillas, en la atracción sexual que sientes por tu amada, en la risa de tus hijos, en el inmenso amor que sienten tus mascotas por ti. ¡Uy, que pudieras tú amarte de esa manera! Lo verías también reflejado en el espejo, y así cambiarías críticas, rechazo, quejas, comparaciones por veneración, agradecimiento, devoción, reverencia. No por el individuo, sino por el que mira a través de tus ojos, por el milagro de la vida reconociéndose a sí misma a través de tu consciencia. Al ser capaces de reconocer lo sagrado en todo, seremos más respetuosos, más agradecidos, más nobles, incapaces de lastimar innecesariamente a otro ser que siente, no por el egoísta deseo de que el mal no se nos regrese, sino porque será obvio que dañar al otro es dañarnos a nosotros mismos. Reconocerías que no eres una criatura necesitada de misericordia, ni un pecador, ni una oveja, sino la mismísima luz del mundo. Caminarías entonces con firmeza pero sin lastimar la hierba. En armonía, sin tratar de imponer tu necia voluntad ni en otros ni en el mundo. Dejarías de ser una carga y una maldición para todo lo que tocas, para convertirte en una fuente de luz, amor, servicio, protección y paz para quien sea que se te acerque. Podrías decidir qué es lo realmente importante para ti y dirigirías hacía eso tu energía. Accederías a voluntad a las cualidades divinas en ti como el amor, la atención,
la compasión, la paciencia, la comprensión, la paz. Podrías decidir en cada momento en lugar de solo reaccionar desde el miedo o desde el enojo. Tendrías que ser valiente y soltar todas las muletas que te han sostenido, arriesgarte a un terreno totalmente desconocido. Siento decirlo, pero esta es una posibilidad solo para unos cuantos. Lo digo por tercera vez: este cambio en nuestra historia como especie requiere de individuos valientes, inteligentes, capaces de ir en contra de lo establecido y con un grado de consciencia superior. Si tú entiendes este texto, si hace vibrar algo en tu corazón… ¡maravilloso! Entonces, el cambio que tanto urge en el mundo se dará a través de ti. PRENDAN LAS LUCES… que quiero ver reír a mi gente decía Osho alguna veces antes de contarnos un chiste para traernos de regreso a lo mundano después de hablar sobre lo “espiritual”. La segunda vez que fui Cuba con Balam de inmediato fuimos a visitar a Juan Tomás y su familia a quienes conocimos en nuestra primer visita a ese hermoso país lleno de música, ron, tabaco y gente alegre y hermosa. —¿Juan Tomá chico? ¡Juan Tomá es un tremendo babalo! Nos comentaba la gente cuando pedíamos referencias de nuestro nuevo amigo para asegurarnos de que no se tratara de un charlatán que engañara a los turistas. Una y otra vez nos confirmaron que Juan Tomás eran, en verdad, un santero serio y dedicado al culto de los Orichas.[74] Él, en efecto, caminaba de la mano de Orula. Desde la primera vez que nos encontramos nos sentimos mutuamente identificados. Nosotros estábamos muy interesados en sus cultos y creencias y él en el Camino Rojo. Convivir con su familia en su pequeño y humilde departamento fue una delicia. Recuerdo que recibieron con gran emoción nuestros regalos: cuentas de colores, medias para dama, lápiz labial y revistas de diferentes temas. Todo eso que nosotros damos por sentado, es para ellos muy difícil de conseguir así que lo consideran un tesoro. Esta segunda visita le pedimos que nos hiciera un trabajo completo: primero que nos leyera el oráculo de Ifá. Sentados frente a él, arrojaba una y otra vez un collar que engarzaba cuentas, conchas y monedas con diferentes símbolos. De acuerdo a la forma en la que caían en el tapete, él tomaba notas en un cuadernito y ponía cara de sabio. El diagnóstico: Balam estaba Osolvo y yo, Iré Aché.
A mi amigo le explicó que tenía mala suerte. Que todo en la vida podría lograrlo con gran esfuerzo y enfrentado una y otra vez tremendo obstáculos. A mí, me agradeció mi presencia en su casa pues “Iré” es buena suerte en todos mis asuntos y “Aché” es la mejor de las suertes. Así que, “tenerte aquí chico, es una gran oportunidad que tengo que agradecer. Hay, sin embargo, algún problemilla que arreglar que no es gran cosa.” —¡Cuco! Ve de inmediato al mercado y trae un pollón, cacao, aguardiente, pescado seco y hierbas para Orula. —Le indicó Juan Tomás a su sobrino, Cuco con quien también habíamos entablado amistad. Con su amplia sonrisa que mostraba sendos colmillos de oro, nos invitó a que le acompañáramos con las compras mientras Juan Tomás preparaba todo para el “Trabajo” Así lo hicimos y paramos también e una licorería para comprar cerveza y ron. Al regresar, encontramos a Juan Tomás y a un compadre suyo vestidos con un ropón que les cubría todo el cuerpo y collares de conchas colgando de su cuello. En un espacio reservado en el departamento que hasta el momento había estado cubierto por una cortina descubrimos esculturas de diferentes dioses y todo tipo de cachivaches que entendimos después eran ofrendas y trabajos para diferentes propósitos. Nos explicó un poco sobre la personalidad de algunos Orichas. Shangó por ejemplo es juguetón y travieso, a él le gustan la miel y los cocos. Balam fue el primero en recibir su tratamiento: Mientras el compadre entonaba canciones africanas, Juan Tomás limpiaba el cuerpo de mi amigo con un manojo de hierbas especiales. Tomó el cacao en pasta y se lo embarró en el pelo. Balam y yo tuvimos por supuesto que aguantar la risa. No fue fácil hacerlo cuando el tremendo babalao tomaba grandes buches de aguardiente y los escupía a chorros en la cara y cuerpo de mi asombrado amigo. Al final le dio el pescado seco y le dijo: “Este pescado lo tienes que dejar en las cuatro esquinas chico, ahí dejarás tu mala suerte.” Cuando llegó mi turno, se me indicó que tomara una cubeta con agua y que, mezclando las hierbas y moliéndolas con las manos, creara una espesa sopa verde con la cual tendría que lavar al carita de Elegbá. Juan Tomás me dio una piedra negra en la que apenas se distinguían los rasgos de una persona con una pequeña nariz y los ojos y labios cerrados. Contento realicé mi trabajo sintiéndome afortunado de hacer esto y no tener un casco de pasta de cacao ni apestar a aguardiente. Silbaba mientras lavaba cuidadosamente los ojitos y la boquita cerrada de la Diosa. Mi alegría disminuyó cuando el santero vertió la espesa y olorosa sopa en un vaso y me pidió que me la tomara. “No he llegado hasta acá para echarme para atrás ahora” pensé, alcé el vaso y le pedí
a todos los Orichas que cuidaran de mi sistema digestivo. La última parte de mi “trabajo” me sorprendió aún más: Juan Tomás frente a mí, tomó al pollo y con un hábil movimiento le arrancó la cabeza. La sangre salía a chisguetes por el cuello hasta que el corazón dejó de bombearla y con ella fui bañado de pies a cabeza. —Esto es para que estés bien chico. Este animal da su vida para que se arreglen tus problemas. Tremendo acto de psicomagia.[75] Algo en mi inconsciente se sentía ahora responsable de arreglar lo que me preocupaba o la muerte del pollón, el riesgo de tomar la sopa en la que había bañado a Elegbá y el esfuerzo del mago, habría sido todo en vano El fin del trabajo fue celebrado con una pachanga con toda la familia en la que se compartieron el ron, las cervezas, enormes puros y sendos carrujos de marihuana. Cuando disminuyó el júbilo y las risas de la fiesta y Balam y yo nos disponíamos a regresar al departamento que habíamos rentado en la Habana, Juan Tomás me indicó que los restos del pollo que había cortado en cinco partes debía yo tirarlos en la calle en mi camino hacia el aeropuerto. —Pero Juan Tomás… —le contesté— no me has respondido la pregunta por la que vine a consultarte. —¿Qué pregunta es esa chico? —Tendré o no la posibilidad de cuidar a mi hijita en México? —¡No lo sé chico! ¡Habla con su mamá! —me dijo con su simpático acento cubano y soltando una enorme y espesa bocanada de humo.
[email protected] www.pmpmexico.com 5737-0760 5767-7947 Todos los derechos reservados All Rights Reserved [1] Inspirado por un discurso de Eckhart Tolle. [2] Inspirado por un discurso de Alan W. Watts. [3] Es posible escribir conciencia o consciencia, yo utilizo la segunda forma para que quede claro que me refiero a la capacidad de ver con claridad, a la capacidad de darse cuenta. No a la conciencia moral inculcada por la sociedad y la iglesia. [4] One Flew Over the Cuckoo's Nest (1975). Dir. Milos Forman, con Jack Nicholson y Louise Fletcher. [5] Inspirado en una cita de George Gurdjieff. [6] Marco Amezcua, Las enseñanzas del Tío Pancho . Camino Rojo Ediciones. [7] El relato completo de mi experiencia en la ceremonia lo encontrarás en mi libro Danza del Sol, una cita con la vida. Hago aquí un relato breve pues en la historia de mi vida, la Danza es un evento absolutamente trascendental. [8] U na especie de rosario que te une a una tradición y te recuerda tu disciplina y tus maestros. [9] Inspirado en una cita de Jiddu Krishnamurti [10]S i esto te llama la atención, será un placer recibirte en nuestro centro www.pmpmexico.com [11] Balam Ibarra [12] He vendido más dos millones y medio de ejemplares de todas mis obras. [13] Jung, Carl (1972). Synchronicity – An Acausal Connecting Principle . Routledge and Kegan Paul. [14]J odorowsky, Alejando. La danza de la realidad , Memorias, Siruela, 2001 [15] Milagros: benditas coincidencias que, aunque muy poco probables, suceden. [16] Osho , Sirio, 2000
[17] Seguiré pidiéndote a lo largo del texto que hagas un esfuerzo porque lo que trato de compartirte es contraintuitivo: justo lo contrario a lo que hemos pensado toda la vida; va en contra incluso de lo que llamamos “sentido común”. Sin embargo, si logras verlo, te acercarás al importante conocimiento que tanto cuesta adquirir en la vida.
[18] Osho (1931-1990) www.osho.com [19] Una especie de cabina pegada a la parte de atrás de una motocicleta donde caben dos o tres personas y son el trasporte público favorito. [20] Osho fue el primero en pronosticar en los ochentas que el SIDA se convertiría en una epidemia mundial. [21]N amasté significa: “Lo divino en mí reconoce lo divino en ti”. [22] Hay miles de libros de Osho publicados en 49 idiomas. Todos son transcripciones de discursos que dio por un periodo de treinta y cinco años. [23] Prem Shakura. www.shakura.org [24] Que es como se le conoce a este taller dentro del conjunto de procesos terapéuticos que dejó Osho y que ahora son impartidos en todo el mundo por los terapeutas que él mismo supervisó. Shakura en persona lo ofrece ahora en Vision Quest, nuestro centro en Valle de Bravo: www.pmpmexico.com [25] Puedes profundizar sobre este tema en el libro Metagenealogía de Alejando Jodorowsky y Marianne Costa. Grijablo (2011) [26] Término acuñado por el Dr. Héctor Salama Penhos, director de la Universidad Gestalt de America: http://www.gestalt.mx [27] Jiddu Krishnamurti [28] Inspirado en un discurso de Alan W. Watts. [29] La agresión pasiva es una forma inconsciente (a veces consciente) de descargar el enojo con el otro de forma indirecta, manipulativa y encubierta. [30] Lucas 14:26 [31]U n rosario de ciento ocho cuentas, algunas veces acompañado con la foto del maestro. [32] Osho. El libro del sexo. Random House Mondadori, Sep 17, 2010 [33] Un vislumbre de la verdad. Una prueba momentánea del estado de presencia completa que las tradiciones espirituales llaman iluminación. [34] La rama mística de hinduismo. [35] Dejé de ser vegetariano unos años y para cuando termine este libro, habré regresado ya de mi quinta visita a India y lo seré de nuevo.
[36] Si quieres el estudio científico completo y una lectura interesante sobre las consecuencias de una monogamia forzada en el ser humano, lee el libro: En el principio era el sexo (Sex at dawn). Los orígenes de la sexualidad moderna. Cómo nos emparejamos y por qué nos separamos , de Christopher Ryan y Cecilda Jethá . Ed. Paidós, Colección Transiciones. [37] Un estilo de comedia en la que el comediante se dirige a la audiencia directamente reflexionando sobre diferentes temas. [38]I nspirado en los muchos discursos de Osho al respecto.
[39] www.pmpmexico.com [40]C antos devocionales. [41] Evangelio según Tomás, descubierto en 1945 en Nag Hammadi, en Egipto. [42] Yalal ad-Din Muhammad Rumí fue un célebre poeta místico musulmán persa y erudito religioso. [43] http://es.wikipedia.org/wiki/Camino_de_Santiago
[44] Un molusco parecido a la almeja. [45] Este párrafo, el siguiente y el último están inspirados por el libro
Una nueva tierra, de Ekhart Tolle, Editorial
Norma. [46] Lucas 17:21 [47] Sé un agente de cambio en lugar de un engrane más en esta máquina de destrucción, toma este taller con nosotros: www.pmpmexico.com/eventos [48] La escuela “Los Caracoles” basada en la pedagogía Waldorf de Rudolf Steiner sigue con gran éxito en Acatitlán, Valle de Bravo, ofreciendo una maravillosa alternativa educativa para quien tenga ya consciencia de que se necesita un cambio radical en la educación de nuestros hijos. www.waldorfloscaracoles.org
[email protected], Teléfono: (726) 266 -1885. [49]I nspirado en un discurso de Balam Ibarra. [50] http://www.nytimes.com/2011/06/23/us/23sweat.html [51] Encontrarás una hermosa descripción detallada de la Rueda de Medicina en el libro El Camino del Poder Personal , de Balam Ibarra, Editorial El Camino Rojo Ediciones. [52]w ww.humaniversity.nl [53] www.esalen.org [54] http://www.wounded-healer.com [55] www.pachamama.com [56] http://www.learningloveinstitute.com
[57] http://www.oshomiasto.it [58] http://www.eckharttolle.com [59] http://www.mooji.org [60]A lan W. Watts, Eckhart Tolle, Jiddu Krishnamurti. [61] Espiritual Entretainer : Él decía no querer enseñar
nada ni convencer a nadie. Él solo hablaba porque le encantaba exponer su punto de vista y había que escucharle sin propósito alguno, por placer, como uno escucha una sinfonía. [62] Dilvar Anand. Heridas Religiosas: De los conceptos erróneos a una espiritualidad verdadera . Ed. Camino Rojo Ediciones. [63] http://tnhspain.org/5-entrenamientos/ WOOF: World Wide Oportunities in Organic Farms . (Oportunidades globales en granjas orgánicas) [64]W [65] Una de las muchas diferentes ceremonias que se llevan a cabo en el Santo Daime.
[66] Learned Helplessness , la traducción no es tan acertada. Helplessness significa la incapacidad de hacer algo por uno mismo, de resolver un problema o de salvarse de una situación desagradable. [67] Moni Marin [68] Antropomorfismo (del griego «ανθρωπος» « anthrōpos», 'humano', y «μορφη», «morphē», 'figura o forma') es la atribución de características y cualidades humanas a animales de otras especies, a objetos o a fenómenos naturales. [69] Antropocentrismo es la doctrina que en el plano de la epistemología sitúa al ser humano como medida de todas las cosas. [70] Sagan, Carl. Serie de televisión Cosmos. [71]I nspirado en una cita de Carl Sagan. [72] El párrafo completo inspirado en varios discursos de Alan Watts.