Literatura latina fantástica y sus ecos
Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez
Tema 8
8. Los prodigios en la literatura latina
Los prodigios en la literatura latina Este último tema es transversal, ya que puede aparecer en los distintos géneros de lo fantástico, aunque pudo configurar un subgénero restringido y particular en la literatura latina, amen de ser antecedente de figuras imaginarias de la literatura .
Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez
Los prodigios en la literatura latina Un tema fantástico y transversal
Concepto de prodigia Si consultamos el término “prodigio” en el Diccionario de la Real Academia Española, encontraremos una de las cuatro acepciones: 1. Suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza. Para abordar el estudio de los relatos de prodigios, debemos primero acotar el significado de prodigio en Roma. Raymond Bloch nos dice: Para el romano, los dioses envían sin duda, continuamente al hombre signos de su presencia y de su voluntad y el mundo es teatro constante de sus intervenciones. Pero los signos tienen en este caso un valor original. Se reparten en dos grandes grupos […]: los presagios y los prodigios. […] Los presagios dados por las palabras anunciadoras, los omina, o proporcionados por el vuelo de los pájaros, los auspicia, llevan por cierto en sí el porvenir, pero se trata de un porvenir cercano o inmediato y son advertencias enviadas por los dioses a los hombres para confirmarlos en sus empresas o bien, al contrario, para apartarlos de ellas. […] Se extendió el término omina a presagios diversos, relámpagos, rayos, apetito de los pollos sagrados, signos de encuentro fortuito. Pero el romano podía prevenir este tipo de adivinación, de tal forma que existía una suerte de reglamentación que ponía en jaque los augurios que venían avisados por los omina o por los auspicia. Los presagios adelantaban que iba a ocurrir algo, pero la vida pública y la vida privada no se detenía por esto, sino que, por el contrario, se ponían en práctica una serie de medios que acababan por garantizar una libertad a la hora de actuar o elegir, dicho con palabras de Cicerón, nuntiant eventura nisi provideris. Algunos se podían “controlar” de antemano, por ejemplo el apetito de los pollos
sagrados, que vivían encerrados en una jaula, de tal forma que el sacerdote podía “intuir” cuánta hambre podían tener. En el caso de hechos fortuitos, como relámpagos, rayos… no podían preverse, pero sí, una vez sucedidas, poner en marcha la maquinaria que garantizase que los presagios iban a ser neutralizados, o bien, hacer una serie de rituales que aplacaran el ánimo de los dioses o los hicieran cambiar de parecer.
Prodigios clásicos Prodigia históricos Es interesante observar cómo la mención a los prodigios en los textos de historiadores como Tito Livio o Suetonio, se convierten en antecedentes para la literatura fantástica: lo curioso es que algo que los romanos vivían como real, experimentaban como seguro (en el sentido de no dudar ni un instante de la veracidad de los acontecimientos y de lo que venían a anunciar), se ha convertido con el paso del tiempo en un ejemplo más para un tipo de literatura en el que precisamente lo real y lo seguro dejan de tener el sentido que tienen fuera del contexto literario. El prodigio en Tito Livio tiene una razón religiosa, por lo que su interpretación no entraría dentro del ámbito de la literatura fantástica, sino más bien de los episodios religiosos o mitológicos, fruto de la adivinación y de la relación con la divinidad, que por ser de gran trascendencia en la historia de Roma, aparecen recogidas en Ab urbe condita. En el artículo “Clasificación de los prodigios titolivianos”, escrito por Jiménez Delgado, se hace una distribución de los hechos según su naturaleza, dividiéndolos en prodigios terrestres y celestes en primera instancia, y subdividiéndolos posteriormente. 2
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez Otro historiador importantísimo que recurre con frecuencia al prodigio es Suetonio. Son varios los autores que lo hacen ya desde el inicio, y como hemos visto antes, incluso en los primitivos Anales existía ya un apartado en el que se iban enumerando. Pero Suetonio, al igual que Tito Livio, les concede un protagonismo especial. Isabel Moreno nos dice, hablando de la forma de componer del autor, lo siguiente1: Sino muy especialmente en el tratamiento de esos tradicionales epígrafes que él convierte en capítulos fundamentales dentro de la estructura de cada vida. En este sentido destacan cuatro, sobretodo: (…) por último, los presagios que prefiguran la obtención del poder y la muerte; un minucioso respeto por todo tipo de portentos, que muestra no sólo, o no tanto, sus creencias –se muestra notablemente escéptico frente a las deificaciones-, o las de los propios emperadores que apenas se advierten, cuanto el tono supersticioso de un momento histórico. En cada una de las biografías de su Vida de los doce Césares, encontraremos los prodigios y presagios que anunciaban la subida al poder del protagonista y los que preveían su muerte, como una parte fundamental, lo que demuestra la importancia que debían tener para el autor y su creencia, aunque con ciertos argumentos se mostrara un poco más escéptico. En el siglo II, Granio Liciniano, como historiador y, particularmente como analista, incorpora prodigia y mirabilia en sus Historiae. Mientras en los primeros sigue una antigua tradición historiográfica, su actitud ante los mirabilia es, por el contrario, de distanciamiento. Evolución religiosa de los prodigios El realismo de los escritos de Tito Livio es más realista, valga la redundancia, que el realismo de hoy día. O dicho de otro modo, lo maravilloso de los prodigios en aquella época era más fácil de concebir, se prestaba de una 1
Isabel Moreno, “Suetonio”, en Historia de la literatura latina, editada por Carmen Codoñer, Cátedra, Madrid, 1997, pg. 643-651.
forma más sencilla a la creencia, que en esta época, en el que nuestro código natural ha evolucionado. El resultado de dicha evolución, además del lógico mayor conocimiento de las leyes que rigen nuestro mundo, es una pérdida significativa del componente mítico o religioso, pues algo que tiene una explicación científica no necesita ya de una explicación basada en la religión, la fe o la filosofía. Con el paso del tiempo los prodigios comenzaron a sufrir cambios y manipulaciones, algunos para alterar la opinión que tenía el pueblo acerca de ciertas empresas bélicas o sobre acciones políticas, otros por la influencia griega, hicieron más flexibles sus interpretaciones. Sufrieron una importante pérdida de credibilidad entre las capas cultas y, unido esto al crecimiento de la creencia en la no intervención de los dioses en la vida humana, acabaran por perder la importancia religiosa que tuvieron en época arcaica. En palabras de Bloch: El prodigio sirve de arma preferida en las luchas políticas. No se trata solamente de rumores hábilmente difundidos entre la multitud. Los sacerdotes consultados regularmente acerca de los prodigios observados entran abiertamente en la liza y sus responsa prescriben o prohíben tal o cual decisión política. Por supuesto, como la autoridad del momento tiene acción directa sobre estos sacerdotes, ellos favorecen muy naturalmente con sus respuestas a los que poseen el poder, sea el Senado, sean los precursores del principado, como Sila. […] La utilización política del prodigio contribuyó no poco a apartar a los pensadores de la creencia en el valor sagrado de la adivinación. La influencia de la escuela estoica, que admite la realidad de la mántica, no detuvo este movimiento de desapego. […] Cicerón en su obra De divinatione muestra un total escepticismo respecto de los diversos procedimientos adivinatorios. Es importante apuntar la pérdida de conexión existente entre los prodigios y la divinidad, pues fueron a menudo utilizados 3
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez como arma en los debates sobre religión que surgieron en el siglo IV, momento en el que el paganismo experimenta un cierto renacimiento. El descrédito que fueron sufriendo los cultos romanos dejó vía libre a la entrada de otro tipo de cultos, como los mistéricos o el propio cristianismo, que se valdrá de los antiguos prodigios para enmarcar su concepción religiosa de los milagros. Liber prodigiorum de Iulius Obsequens La obra más importante en cuanto a prodigios que tenemos en lengua latina es el Liber prodigiorum de Iulius Obsequens, autor del que no sabemos apenas nada de su vida, salvo que todo parece indicar que pertenece al siglo IV. El hecho de que su nombre sea parlante nos ofrece muchas dudas acerca de su identidad y nos dificulta el rastreo por fuentes indirectas. Con todo, su obra se ha mantenido casi intacta en parte, pues falta un fragmento al comienzo del libro que, por otra parte, podría seguramente ofrecernos más datos sobre su biografía, y existen lagunas entre los textos que conservamos, que van desde el 190 a. C., consulado de L. Cornelio Escipión y Cayo Lelio, hasta el 11 a. C., consulado de Q. Aelio Tubero y Paulo Fabio Máximo. Sobre la fuente de inspiración de Julio Obsecuente se han escrito algunos artículos de investigación, sin que la crítica acabe por ponerse de acuerdo. Algunos autores piensan que se inspira en Ab urbe condita de Tito Livio, de forma directa, lo que nos indicaría que manejó un manuscrito de la misma, del que extraería sus prodigios. Otros autores sostienen que lo que utilizó fue alguno de los epítomes que se han escrito de la obra, quizás las Periochae Oxyrhynchi, pero no directamente la obra titoliviana. Schmidt opinaba que había que distinguir dos niveles en la obra de Obsecuente: los datos históricos, que procederían de una crónica intermediaria, y los relatos de prodigios, que sí remontarían directamente a Tito Livio ya que la abundancia de los mismos parece incompatible con cualquier tipo de
resumen. Sea como fuere, la fuente principal de la que bebe es el escritor patavino, bien de forma directa bien de forma indirecta. En efecto, la obra de Julio Obsecuente copia casi literalmente fragmentos de Ab urbe condita. No existe duda de que la principal fuente de inspiración es ésta, aunque a veces encontremos reminiscencias de otros historiadores. Pero este copiar literalmente se aleja muchísimo en un detalle de su original: Tito Livio era un historiador y como tal relata todos los hechos reales ocurridos que tuvieran cierta importancia, insertando los prodigios como parte de su anticuario, como elementos que apoyaban todo lo narrado y, por lo tanto, como elemento accesorio, no desempeñando un papel del todo fundamental, sino que este catálogo de circunstancias “irreales” se entremezclaban con las “reales” parar reafirmarlas, entendiendo estos términos desde nuestro punto de vista actual. En cambio, Obsecuente diseña su obra por y para la enumeración de los prodigios. Nuestro autor, basándose en su original, recogió todos los prodigios introducidos por Tito Livio y, sacándolos del contexto, los enumeró, enmarcándolos siempre en una fecha (normalmente bajo un consulado), y añadiendo algún dato histórico que viniera a refrendar la autoridad de los mismos. Vemos así el cambio tan radical, puesto que con Tito Livio lo “irreal” apoya a lo “real”, y en Obsecuente lo “real” es lo que apoya a lo “irreal”, cambiando el protagonismo de un elemento a otro. Esto es lo que sostienen Villena Ponsoda y Padilla Arroba2: Pero, volviendo de nuevo al Liber Prodigiorum, podemos establecer en él un primer rasgo que, a la vez que lo caracteriza, sirve para diferenciarlo de las obras de otros autores que tratan esta temática de los prodigios. En efecto, mientras que estos autores a los que nos referimos y entre los que podemos citar a Plutarco, Dión Casio, Cicerón, Tito Livio, etc., mencionan en sus obras determinados fenómenos de este tipo, lo
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Villena Ponsoda, M., y Padilla Arroba Á., “Precisiones en torno a la obra de Julio Obsequens”, Unidad y pluralidad en el mundo antiguo: actas del VI Congreso Español de Estudios Clásicos (Sevilla, 6 -11 de Abril de 1981), 1983, Sevilla, vol. 2, pg. 195-198.
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez hacen, en la mayoría de las ocasiones, por su vinculación más o menos directa con acontecimientos muy concretos, generalmente de carácter político y social. Por el contrario, Julio Obsequens, nos da una relación minuciosa y detallada, si no de todos, sí de la mayor parte de ellos, utilizando las normas más clásicas de la analística latina.
Otro rasgo que le diferencia de Tito Livio es su manera de introducir los relatos de prodigios. Mientras que el patavino lo que hace es valerse de fórmulas impersonales como “se cree”, “se dice”, “se anuncia”, para alejarse de la narración y evitar así su propia valoración y dejar cierta atmósfera de ambigüedad, Obsecuente introduce sus textos directamente, sin ningún tipo de fórmula que lo distancie de la narración, para dotar al prodigio de certeza, y así evitar que se pueda poner en duda si ocurrieron o no. Podría ser esto debido a querer exponer los hechos de una forma resumida, pero sea por esto o no, la cuestión es que su forma de escribir es bastante más concisa y no deja lugar a la duda. Ana Moure Casas lo explica en su introducción a la edición que preparó sobre Licóstenes, editor de Obsecuente del siglo XVI3: Obsecuente quiso destruir esta atmósfera difuminada de Livio y, para marcar claramente los contornos de los prodigios, eliminó toda referencia a la ambigüedad o a la duda. En Livio los prodigios estatales “se anuncian”, “se cuentan”, “se creen”; en Obsecuente simplemente ocurren y se aproximan, sin solución de continuidad, a los hechos históricos. Esto explica el estilo conciso, de escasas subordinaciones y sin adornos de Obsecuente. […] Los prodigios de Obsecuente quedan, pues, enormemente destacados al lado de los datos históricos, que, salvo en los casos en que ellos mismos son prodigios, se ven bajo la óptica sombría o sensacionalista de los presagios anteriores. La variedad y riqueza de los prodigios narrados por Tito Livio. Tras lo que acabamos de ver, no sería necesario hablar 3
Julio Obsecuente, Libro de los prodigios (restituido a su integridad, en beneficio de la Historia, por Conrado Licóstenes), Introducción, traducción y notas de Ana Moure Casas, Ediciones Clásicas, 1990, Madrid.
de que esta misma riqueza se encuentra, como consecuencia, en la obra de Julio Obsecuente, quien además amplía, aunque mínimamente, el inventario titoliviano. Habida cuenta de que los prodigios recogidos por Obsecuente en gran número provienen de Ab urbe condita, se puede aprovechar y adaptar la clasificación de Jiménez Delgado: 1. Prodigios celestes: a. Eclipses de Sol. 2, 20, 43, ¿45?, 54. b. Eclipses de luna. 12, 14, 27, 51. c. Pluralidad de soles, lunas, etc. 14, 32, 43, 68, 70. d. Otros prodigios celestes (resplandores, aerolitos, cometas…). 9, 11, 12, 14, 15, 17*, 20, 24, 38, 40*, 41, 43, 44, 45, 51, 53, 54, 56, 68, 70, 71. e. Movimientos sísmicos, tormentas y tempestades. 1, 5, 12, 14, 16*, 17, 18, 20, 25, 29, 31, 35, 38, 45, 46, 53, 54, 56, 58, 61-63, 64, 65, 68, 71. f. Rayos. 1, 2-3, 6, 7, 9, 11, 12, 14, 16, 24, 27, 28, 29, 36, 37, 38, 41, 43, 44, 46, 49, 50, 52, 53, 54, 56, 61-63, 68, 69, 71. g. Lluvias prodigiosas (sangre, leche, tierra, piedras). 1, 2, 3, 6, 11, 12, 14, 18, 27, 28, 30, 31, 35, 36, 39, 40, 41, 43, 44, 50, 51, 53, 54. 2. Prodigios terrestres: a. Sangre en las fuentes y en los ríos. 11, 12, 20, 21, 24, 25, 27 (leche), 43 (leche), 49, 51, 52, 53. b. Lágrimas o sudor en las imágenes. 6, 12, 28, 52, 54, 61-63, 70 (sangre). c. Prodigios terroríficos. i. Enjambres de abejas. 35, 43, 44, 53, 65, 70, 72. ii. Presencia de lobos. 13, 27, 33, 43, 49, 52, 61-63. iii. Serpientes. 28, 42, 47, 56, 57, 58. iv. Aves de buen y mal augurio. 5
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez 12, 24, 27, 28, 30, 32, 40, 43, 46, 47, 49, 50, 52, 53, 56, 58, 66, 69, 70. v. Llamas y nimbos misteriosos. 14, 25, 26, 27, 29, 38, 41, 43, 44, 47, 51, 52, 56, 61-63, 68. d. Engendros monstruosos. 2, 12, 14, 20, 21, 22, 25, 26, 27, 32, 34, 36, 40, 48, 49, 50, 51, 52, 53. e. Engendros monstruosos de animales. 6, 14, 15, 24, 28, 31, 32, 43, 50, 53. f. Animales y recién nacidos que hablan. 15, 26, 27, 41, 43, 53. g. Otras acciones prodigiosas de seres animados. 7, 16, 20, 26, 51, 52, 60a, 61-63, 65, 68, 70. h. Visiones, sueños y voces misteriosas. 14, 18, 24, 27, 40*, 55, 56, 60, 65, 67, 69. 3. Otros prodigios: a. Referentes a objetos bélicos. 23, 27, 36, 41, 44, 45, 47, 50, 56, 57, 60, 65, 66, 69, 70. b. Relacionados con sangre. 27, 54, 60, 69. c. Relacionados con estatuas. 6, 7, 42, 43, 47, 48, 56, 61-63, 65, 69, 70 d. Epidemias y hambre. 6, 10, 13, 22, 30. e. Prodigios en ceremonias de sacrificios. 9, 17, 35, 47, 52, 67, 70. f. En templos. 8, 13, 38, 52, 68. g. Otros prodigios meteorológicos (agujeros en la tierra, desbordes de ríos, incendios, estruendos). 4, 6, 8, 14, 19, 23, 24, 27, 32, 36, 39, 43, 46, 47, 48, 50, 57, 59, 65, 68. h. Referentes a la luna, crecimiento de mies en árboles. 7, 12, 26, 30, 52. El número remite al texto procedente de la versión de “The latin library”, y lógicamente están repetidos puesto que cada uno de ellos contenía más de un prodigio. Los asteriscos señalan alguna peculiaridad, como puede ser que el hecho en sí sea de difícil catalogación, por poder aparecer en más de un tipo. Con todo, no pretende ser más que una
clasificación muy general para que podamos observar qué tipo de prodigios se repiten con más frecuencia, cuáles son más extraños, y para poder encontrar con velocidad ejemplos de un tipo de prodigio determinado, pues bastará con buscarlo en la lista y acudir a los epígrafes a los que nos remita. Llaman especialmente la atención entre los prodigios celestes los relacionados con pluralidad de soles o lunas, puesto que indican una luz intensa en el cielo aparte de la del astro referido. Las lluvias prodigiosas pueden tener hoy alguna explicación científica, pero también nos parecen llamativas. Entre los prodigios terrestres, las estatuas que lloran o sangran son tan prodigiosas como que hoy se sigue hablando de ellas. Las llamas y nimbos misteriosos son también extraños. Otro tanto ocurre con animales y niños recién nacidos que hablan, algunas acciones prodigiosas de animales. Los sueños y voces misteriosas son otro elemento típico en la literatura de lo maravilloso y lo fantástico. En otros prodigios abundan los relacionados con objetos bélicos y con lo meteorológico. Algunos de estos portentos y otros son motivo posterior de la literatura de lo maravilloso y lo fantástico. Aquí va un ejemplo del texto de Obsecuente: C. Mario L. Valerio coss. [A.U.C. 654 / 100 B.C.] 45. Fax ardens Tarquiniis late visa subito lapsu cadens. Sub occasu solis orbis clipei similis ab occidente ad orientem visus perferri. In Piceno terrae motu domicilia ruinis prostrata, quaedam convulsa sede sua inclinata manserunt. Fremitus armorum ex inferno auditus. Quadrigae aureatae in foro pedibus sudaverunt. Fugitivi in Sicilia proeliis trucidati. 6
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez Este texto junto con algún otro son puestos como ejemplos por los ufólogos de objetos que vuelan y que a lo largo de la obra de Obsecuente son interpretados como escudos o generalmente llamados “armas”. Se narra también la presencia de círculos en el cielo que están cercanos al Sol, resplandores durante la noche en el firmamento, halos de fuego de cuya naturaleza no se sabe nada… Algunos fueron ya explicados en la Antigüedad, sobre todo los eclipses y lo que hoy llamaríamos cometas, meteoritos, etc., pero hay otros cuya naturaleza es más difícil de analizar, y aún hoy, como ya hemos mencionado, se tienen por objetos voladores no identificados. Sea como fuere, podemos considerar que el Liber prodigiorum es una obra perteneciente a lo que llamaríamos literatura fantástica, por su contenido, por estar centrada en recoger los elementos que no podían ser explicados a partir de un código lógico y natural de las cosas, y porque además su autor no estaría imbuido del espíritu religioso que sí afectaba a Tito Livio. Por otro lado, es un antecedente muy importante para otras obras del género, que en época medieval y renacentista tendrían gran auge y donde, como ya hemos visto, sería rescatado nuestro autor, haciéndose veintitrés ediciones del mismo, entre ellas las de Aldo Manucio, Andrea Asulano o Conrado Licóstenes.
Prodigia y mirabilia medievales Los prodigia latinos clásicos dieron pie al desarrollo medieval de los mirabilia, que en la Baja Edad Media tuvieron profusión literaria y, sobre todo, iconográfica. Del adjetivo mirabilis, “admirable”, deriva el plural neutro "mirabilia", que es lo admirable, la maravilla. Con el término mirabilia los hombres de la Edad Media nombraron al conjunto de cosas admirables con las que cada día Dios, por medio de la naturaleza -que lo hace nacer todo, de ahí su nombre-, les sorprendía y asombraba. Para el hombre del Medioevo ‘lo maravilloso' no era una categoría mental cargada de interés alegórico; en el mundo de los ‘mirabilia' lo importante era el
fenómeno, no a su significado, pues las maravillas eran realidades físicas, un universo de objetos con existencia real y material a los que se podía acceder y conocer, pero que no estaban al alcance de la mano. Autores clásicos griegos y romanos indagaron en la naturaleza de los monstruos y prodigios y los situaron en un espacio propio y les esbozaron un paisaje. La tradición cristiana los elevó al rango de criaturas de Dios y les confirió un significado alegórico que permitiera extraer enseñanzas morales. La Baja Edad Media desarrolló en torno a ellos una abundante literatura de aventuras. Al fin, las crónicas y los relatos de viajeros los consagraron y el descubrimiento y exploración de nuevas tierras los condujo al fin del mundo. Son muy variados los paradigmas de lo fantástico establecidos en la cultura europea medieval. Uno de ellos proviene de la cultura clásica, especialmente del mundo griego, y se concreta en dos grandes tradiciones: una corriente de carácter enciclopedista que se alimenta en la literatura de viajes y en las descripciones geográficas y etnográficas de los escritores clásicos y el ‘Physiologus', de la que derivará la tradición zoológico-simbólica de los bestiarios medievales. Además, existen relatos cristianos que intentan desmentir relatos populares sobre historias extraordinarias. Es el caso de Agobardo (Agobardus Lugdunensis), obispo de Lyon en el siglo IX, que intenta refutar la curiosa historia de los tormentarios en su Contra Insulsam Vulgi Opinionem de Grandine et Tonitruis4. Los lioneses estaban convencidos de que esos brujos enviaban las tormentas contra los campos, para luego recoger los frutos dañados y transportarlos en barcos que navegaban por el cielo hasta una
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Esta obra latina se puede consultar en internet y está disponible en los materiales de la asignatura.
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez ciudad situada entre las nubes, llamada Magonia. El santo francés nos cuenta que los habitantes de Lyon capturaron a tres hombres y una mujer que, según el populacho, habían bajado de un barco volador. Los lugareños estaban convencidos de que se trataba “de magos enviados por Grimoaldo, duque de Benevent, enemigo de Carlomagno, para perder las cosechas de Francia”. Los acusados adujeron en su defensa que eran originarios de la región, pero que habían sido “raptados poco tiempo atrás por hombres milagrosos que les mostraron inauditas maravillas para que volvieran a contarlas”. Sus captores estaban dispuestos a lapidarlos hasta que los presentaron ante Agobardo, y éste medió en la disputa. Tras escuchar a ambas partes, el obispo de Lyon no dio crédito a ninguna. Dictaminó que “no era cierto que esos hombres hubieran bajado de los aires”, como mantenían los lugareños, ni lo que los presuntos hechiceros decían haber visto. El texto latino principal dice: II Plerosque autem vidimus et audivimus tanta dementia obrutos, tanta stultitia alienatos, ut credant et dicant quamdam esse regionem, quæ dicatur Magonia, ex qua naves veniant in nubibus, in quibus fruges, quæ grandinibus decidunt, et tempestatibus pereunt, vehantur in eamdem regionem, ipsis videlicet nautis aereis dantibus pretia Tempestariis, et accipientibus frumenta vel cæteras fruges. Ex his item tam profunda stultitia excæcatis, ut haec posse fieri credant, vidimus plures in quodam conventu hominum exbibere vinctos quatuor homines, tres viros, et unam feminam, quasi qui de ipsis navibus ceciderint: quos scilicet per aliquot dies in vinculis detentos, tandem collecto conventu hominum exhibuerunt, ut dixi, in nostra præsentia, tanquam lapidandos. Sed tamen vincente veritate, post multam ratiocinationem, ipsi qui eos exhibuerant, secundum propheticum illud confusi sunt, sicut confunditur fur quando deprehenditur. Esta historia fue rescatada por un ufólogo francés, Jacques Vallée, en su obra Pasaporte a Magonia (1969). Según este hombre, en quien se inspiró Steven Spielberg para el personaje interpretado por François Truffaut en Encuentros en la tercera fase (1977), “los seres de los ovnis actuales
pertenecen al mismo tipo de manifestaciones que se describían en siglos pasados secuestrando humanos y volando a través de los cielos”. Ángeles, demonios, hadas, elfos y extraterrestres serían, en su opinión, diferentes denominaciones de unos mismos entes de otra dimensión que han influido en la historia humana desde hace milenios. “Magonia -sostiene el ufólogo en Dimensions (1988)- constituye una suerte de universo paralelo que coexiste con el nuestro. Se hace visible y tangible sólo a gente elegida, y las puertas que a él conducen son puntos tangenciales conocidos únicamente por los elfos y unos pocos de sus iniciados”. En la corriente enciclopedista, se inscribe el tema de los pueblos monstruosos y razas extraordinarias -de nombres sofisticados-, que, a pesar de su monstruosa apariencia y salvajes costumbres, fueron considerados de naturaleza humana y, por serlo, despertaron especial interés e inquietud. Aunque los pueblos monstruosos habitaban en distintos lugares y eran de rasgos muy diferentes entre sí, casi siempre fueron presentados como un corpus monstruoso único. Ninguno de estos pueblos tomado individualmente tenía la fuerza expresiva necesaria para desarrollar una mitología propia, pero, tratados todos ellos en conjunto, llamaron poderosamente la atención. El interés que despertaron les permitió ocupar un lugar preeminente en el imaginario colectivo clásico y medieval. Parte de su éxito se debió a la convicción, por parte de los autores que trataron el tema, de que se trataba de seres reales -la maravilla siempre es real, aunque es la realidad de "lo otro"- en un espacio también real, aunque en "otro" mundo. En virtud de esta radical alteridad, ocupaban zonas del mundo lejanas e ignotas. Habitaban el Polo norte; la lejana India; el extremo oriental de África o los ardientes desiertos meridionales del planeta. Otra parte de su atractivo residía en su lejanía y marginalidad. Las razas de pueblos monstruosos estaban siempre al final del camino, pero el camino no tenía final, nunca se llegaba a ellos. Cuanto más 8
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez se conocía del mundo, más periférica era la existencia de aquellos extraños seres humanos, más fuerte la atracción que ejercían y mayor el interés por explicarlos. Debemos a Plinio el Viejo (siglo I) la exitosa incorporación de las maravillas de oriente al imaginario cultural de occidente. En diferentes capítulos de los libros V al VII de su "Historia Natural", que fue durante siglos la principal fuente de información sobre la naturaleza y sus prodigios, describió el repertorio de razas monstruosas, frecuentemente denominadas "razas plinianas", que ya desde entonces poblaron una extensa franja de geografía imaginaria localizada en la periferia del mundo. Cuenta Plinio que en el helado norte se encuentra -parte en Asia y parte en Europa- la fría e inhóspita región de Escitia. En aquella parte del mundo abundan los pueblos extraordinarios; algunos de ellos, monstruosos. De éstos, el más conocido es el de los arimaspos que, como los cíclopes, son monóculos, "caracterizados por tener un solo ojo en medio de la frente y que están continuamente en guerra por las minas con los grifos". Éstos, los grifos, son fieras aladas, que extraen oro de las entrañas de la tierra, siendo tan admirable su empeño en custodiarlo como el de los arimaspos en arrebatárselo. La India y la región de los etíopes son especialmente abundantes en prodigios. En la India nacen los seres más grandes. Allí muchos hombres superan los cinco codos de altura, no esputan y no les afecta ningún dolor de cabeza, dientes u ojos. También hay unos hombres con las plantas de los pies vueltas hacia atrás y con ocho dedos en cada pie. En las montañas vive una raza de hombres con cabeza de perro que emite ladridos en lugar de voz. Uno de los pueblos monstruosos más sorprendentes es el los monocolos, que son hombres "con una sola pierna y de extraordinaria agilidad para el salto; que también se llaman esciápodas, porque en los mayores calores permanecen tumbados boca arriba en el suelo protegiéndose con la sombra de los pies".
De los pueblos prodigiosos que habitan en la parte de los desiertos de África, entre Arabia y la Mauritania, habla Plinio en el capítulo 8 del libro V. Explica que allí viven Los atlantes, que "son una degeneración de las costumbres humanas". Entre ellos no existen los nombres propios, contemplan la salida y la puesta de sol como un gran inconveniente y no sueñan lo mismo que los demás mortales. No muy lejos se encuentran Los trogloditas que habitan en cuevas, comen carne de serpiente y usan un silbido y no la voz, "pues son incapaces de comunicarse con palabras". Todas esas criaturas se abrieron camino desde la antigüedad hasta la Edad Media Con el beneplácito de la iglesia. Fueron especialmente San Agustín y San Isidoro de Sevilla (Etimologiae, capítulo XI) quienes se encargaron de infundirles cierto aire de respetabilidad que los hiciera asimilables por la doctrina cristiana. De esta manera, de la mano de los padres de la iglesia, estas criaturas fantásticas dejaron de ser meras fantasías paganas y se consolidaron con todos los parabienes eclesiásticos en el imaginario medieval, convirtiendo la periferia del mundo en una suerte de horizonte onírico en el que libremente se desarrollaba la fantasía y se recreaba la imaginación sin ofender a Dios. La principal cuna de monstruos de nuestra cultura se encuentra en las fantasías y leyendas de la Antigüedad Clásica y de Oriente. Todos conocemos y podemos recordar una amplia gama de criaturas zooantropomorfas que casi nunca aparecen entre los primeros puestos del escalafón pero que, sin embargo, han estado presentes en el arte desde tiempos remotos. Estas criaturas de naturaleza mixta, en parte humanas y en parte animales: górgonas, arpías, sirenas, centauros, faunos, sátiros... son los antepasados directos de las grillas. Genéricamente reciben el nombre de ‘grillos’, gryllas’ o ‘Grylloi’ ciertos pequeños monstruos pseudo-antropomorfos originados a partir de fantásticas combinaciones de partes humanas, animales e incluso vegetales. Los monstruos resultantes de esta mixtura son de pequeño tamaño y aspecto gracioso y ligero. También esta 9
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez vez encontramos a Plinio el Viejo (XXXV, 114) relacionado con estas extraordinarias criaturas. Él nos explica la razón de su nombre. Plinio narra cómo el pintor Antiphilos dibujó con aspecto ridículo a un hombre llamado Gryllus, apodado así por su aspecto porcino -pues grylloi o gryllos significa en griego ‘cerdo’-, y lo hizo tan hábilmente que en adelante se utilizó este término con el significado que damos hoy a la palabra caricatura. Es más probable sin embargo que el término derive de la palabra latina “grillos”, nombre del insecto que según la tradición romana personificaba el alma de los antepasados bajo la forma de “el grillo del hogar”, cuya función era protectora y benéfica.
Prodigia renacentistas En cuanto a la naturaleza final de los monstruos, el Renacimiento adaptó a la incipiente mentalidad científica el mismo principio que dominó en la antigüedad y la Edad Media. Las diferencias importantes entre el nuevo imaginario y el antiguo y medieval tienen más que ver con cómo se inventaron y generaron los nuevos monstruos que en las formas finales obtenidas. Si en la tradición antigua, lo natural estaba constituido tanto por los seres reales y contrastables como por todo un universo de criaturas híbridas, animales fantásticos y razas humanas prodigiosas de cuya existencia real no se dudaba, aunque nadie nunca hubiera conseguido dar con ellas, desde finales del siglo XV la revolución ocasionada por la observación positiva de la naturaleza en los aspectos de ésta que involucraban a los monstruos, como en todos los ámbitos del conocimiento, fue espectacular. La curiosidad se vio estimulada no ya por las criaturas ilusorias, sino por otras reales y de existencia contrastada que fascinaban al hombre del siglo XVI y de las primeras décadas del XVII. Pero, aunque todo lo relacionado con la teratología le entusiasmaba, su mentalidad positiva exigía realidades. Prefirió descartar todos aquellos monstruos enraizados en el mito y se esforzó en documentar la existencia real de lo prodigioso y en explicarlo desde las nuevas disciplinas.
Varios fueron los métodos de los que se valió la imaginación para generar monstruos. Se escribieron una cantidad importante de crónicas de lo milagroso recopilando, clasificando y analizando todo lo que de extraordinario acontecía -o había acontecido a lo largo de la historia- en el campo de las ciencias naturales. Aunque todos los autores estaban fascinados por las curiosidades biológicas y las anomalías anatómicas su manera de enfocar lo prodigioso fue diversa. En la mentalidad de la época, todo lo portentoso tenía una razón de ser, los monstruos eran designios divinos y existían para mostrar o anunciar algo que debía ser interpretado y atendido. Cuando ya los continentes estuvieron explorados y seguían sin aparecer los pueblos extraordinarios y las bestias míticas, parecía llegado el fin de los monstruos: la realidad los desmentía. La ciencia había tomado de la mano la clasificación y descripción de los prodigios y nadie quería afirmar seriamente nada de la naturaleza que no pudiera constatarse o estuviera ya probado. Pero lo cierto es que, a pesar del empeño en racionalizar la naturaleza, los monstruos nunca han dependido de lo que se sabe de la realidad, sino de lo que se supone de ella. Y, para seguir suponiendo, quedaba un vasto mundo aún desconocido: quedaba el mar enorme y tenebroso, capaz de mantener la fantasía, la magia y el misterio. En él proyectó el hombre sus temores más irracionales llenándolo de monstruos tan terroríficos como fascinantes y mucho más atroces que los que había imaginado caminando sobre la tierra. Unos, como Conrad Lycosthenes y su Prodigiorum ac ostentorum chronicon (1557), dedicaron al tema la atención del historiador y cronista registrando todos los prodigios conocidos desde la antigüedad hasta el momento en que publicaron sus crónicas. Es una obra muy interesante, que sigue la estela de Obsecuente. De hecho, el autor fue uno de los editores renacentistas del Liber prodigiorum del autor clásico.
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Dr. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez --- ---, “Postura de Livio frente al prodigio”, en Helmántica, XIV, Salamanca, 1963, pg. 381-419.
Bibliografía •
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SUGERENCIA DE INVESTIGACIÓN. MERECERÍA LA PENA INVESTIGAR SOBRE LOS PRODIGIOS MÁS LLAMATIVOS DE OBSECUENTE
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