3 ELMAN R. SERVICE
LOS ORIGENES DEL ESTADO ESTADO Y DE LA LA CIVILIZACION CIVILIZACION
Capítulo 4
LA INSTITUCIONALIZACION DEL PODER. En todos los grupos humanos existen relaciones reales o potenciales basadas en las diferencias de poder. poder. Todas Todas las familias, por supuesto, tienen relaciones de dominación-subordinación internas, basadas fundamentalmente en las diferencias de edad y sexo. En las relaciones interfamiliares que se dan en el seno de las bandas y tribus (segmentarias), la ideología y la etiqueta reinantes impelen hacia la igualdad en las interacciones sociales, de modo que no existe erarquía ni autoridad formal, ni ning!n otro poder por encima del plano de las familias indi"iduales. #omo hemos "isto en el capítulo anterior, los líderes son efímeros, entran en acción sólo de manera espor$dica y normalmente sólo en el contexto de sus especiales esferas de competencia. El poder inherente a sus personas hace del original concepto de carisma de %ax &eber &eber una designación apropiada. 'a suposición por parte de la sociedad de que las capacidades de los líderes son realmente su periores es lo que les otorga el poder. ero este tipo de poder es tan limitado y tan personal en la mayoría de las sociedades primiti"as que su meor denominación denominación es la de influencia. #ómo llega a ocupar un cargo una persona influyente, de suerte que cuando su carisma meng*e el cargo pueda ser ocu pado por otra persona+ En otras palabras, cómo se con"ierte un poder personal en un poder despersonaliado, corporati"o e institucionaliado+ e qu forma un alto status adquirido se con"ierte en un status adscrito+ En trminos m$s referidos a la sociedad, la cuestión es/ #ómo una sociedad igualitaria, segmentaria, de"iene una sociedad er$rquica con rangos diferencial ciales es de status baos y altos permanentemente adscritos+ #ontinuando en trminos sociales/ e qu manera podemos explicar 0el origen de la desigualdad de las clases sociales1+, como titula 2unnar 'andtman su obra sobre este problema (3.456). Todas estas preguntas hacen referencia a los distintos aspectos de la misma característica burocr$tica/ cuando una forma de poder personal consigue finalmente establecerse e institucionaliarse, con el tiempo aparecer$n di"ersos cargos subsidiarios que formar$n una erarquía. Esta erarquía de cargos era heredi hereditar taria ia en trmin trminos os de sucesió sucesiónn en todas todas las sociedades de efatura, y así surgieron los estratos sociales permanentes. Es sta una concepción de la burocracia bastante m$s "aga que la de &eber, especialmente porque no se citan criterios
modern modernos os tales tales como como plena plena regula regulari riaci ación, ón, salari salario, o, nomnom bramientos, etc. (&eber, (&eber, 3478, pp. 348-9:7). En sta se pone el nfasis en una erarquía graduada y en las correspondientes urisdicciones que son los 0cargos1; es decir, los puestos instituidos para asegurar su continuidad m$s all$ del período de las competencias de los titulares indi"iduales. Esto es sólo una parte, aunque importante, de la concepción de &eber. &eber. Jerarquía y autoridad
En algunas sociedades segmentarias encontramos tendencias que, en determinadas circunstancias, pueden lógicamente llegar a agrandarse para crear al menos los inicios de una sociedad er$rquica. arece probable, sobre todo, que un indi"iduo que ha conseguido una carrera personal quiera que sus propios descendientes gocen de la misma gloria. enneth ?ead, eemplifica particularmente bien este punto. Entre los gahu@u-gamas de las Tierras Altas del este, el sistema normal de autoridad es el de la sociedad igualitaria est$ndar, la ancianidad entre los "arones Buna concepción familiar basada en los status de edad-sexoB. ?ead dice (3.4C4, p. 79D)/ ero por encima de este ni"el de segmentación se consigue la autoridad. 'os hombres m$s importantes son los 0grandes hombres1 u 0hombres con un nombre1, indi"iduos que atraen seguidores y eercen influencia porque, en primer lugar, poseen cualidades que sus seguidores admiran. Existe una cierta expectati"a de que un hio suceda a su padre. 'a gente cree que el car$cter del padre se transmite a su descendiente, y puede ser probable que un hombre de experiencia procure y aliente en su hio las cualidades que inspiran confiana y dependencia. e hecho, el hio de un 0gran hombre1 puede tener una ligera "entaa sobre los dem$s Bpor eemplo, el acceso a una mayor riqueaB, y presiones presiones de di"ersos di"ersos tipos pueden inducirle inducirle a emular a su padre.
in embargo, la idea principal de ?ead es que el carisma siempre gana, normalmente, porque en una sociedad que est$ 0gobernada por la tradición1, seg!n la terminología acostum brada de ?iesman, son los indi"iduos 0autónomos1, superiores en cuanto líderes, los que generalmente triunfan. 'a 0fortalea1 de un hombre puede manifestarse o probarse en di"ersos contextos, entre los que, en otros tiempos, la guerra fue probablemente el m$s importante. 'a habilidad para la dana y las donaciones, o regalos, han sido continuamente unas oca-
9 siones institucionaliadas importantes para demostrar superioridad. 'a donación 0coloca al receptor en obligación con el donante, que, de momento, tiene una cierta "entaa sobre la otra persona. Esto se aplica igualmente By qui$s m$s claramenteB a la donación intergrupal1 (íbid., p. 796). ?ead se extiende de forma interesante en la descripción de las tensiones y situaciones tirantes que se dan en un tipo de sociedad que toda"ía es esencialmente igualitaria (la 0equi"alencia1 rige las relaciones de los indi"iduos de la misma edad y los contactos intergrupales) pero que otorga m$s prestigio al liderago que las sociedades m$s igualitarias. En algunas tribus de =ue"a 2uinea el 0gran hombre1 es denominado 0hombre centro1, concentrando así m$s atención en la circunstancia que m$s íntimamente asociada est$ con la casi lograda instilucionaliación de esta forma de poder personal/ la donación. Es un hombre centro en el sentido de que atrae un enambre de seguidores. u grandea se manifiesta de di"ersas maneras, pero las m$s notables son las fiestas de donaciones, que demuestran su habilidad para captar bienes Bespecialmente cerdosB de sus seguidores, son obeto de dar una luosa fiesta a alg!n otro grupo. En esto Bel aspecto competiti"o y el hecho de que su grupo recibir$ a su "e, en alg!n otro momento, bienes para que el gran hombre los redistribuyaB las fiestas se parecen al conocido potlatch de los indios americanos de la costa del norte del acífico 3. En un momento dado, un gran hombre y sus seguidores pueden parecerse a una sociedad de jefatura embrionaria, tal como se ha definido en el capítulo 9/ el liderago est$ centraliado, los status est$n ordenados er$rquicamente y hasta cierto punto existe un ethos aristocr$tico hereditario. El grupo del gran hombre es mucho m$s pequeFo, generalmente est$ formado por unos cientos de indi"iduos que no suelen llegar a mil, pero una distinción m$s importante es que, dado que descansa en una forma puramente personal de poder, tiene una "ida corta, y como estructura resulta inestable. G sobre todo, como el poder de un gran hombre reside en su magnetismo carism$tico, no dispone de medios formales para imponer su autoridad, y sus órdenes sólo obtienen una respuesta "oluntaria por parte de sus seguidores 9. #ómo puede un gran hombre con"ertir en real una aparente sociedad de efatura embrionaria+ 'a respuesta, como anteriormente "eíamos que sugería ?ead, parece encontrarse en la tendencia del pueblo a creer que el car$cter de un hom-
bre se transmite a sus hios, y en particular a su primognito.
3
'a exagerada pugna de status manifestada en los potlatches de la costa noroeste de =orteamrica parece haber tenido su origen en un derrum bamiento de la estructura social (que afectó a la primogenitura, al rango por orden de nacimiento y a la forma de organiación de la efatura) que deó "acantes numerosos status hereditarios. 'as prdidas de población debidas a las enfermedades europeas fueron un importante factor en este derrumbamiento. Adem$s, la cantidad de mercancías europeas que llegaron a la sociedad, en trueque por bienes de nutria de mar, crearon las oportunidades para que consiguieran prestigio los potlatchers ambiciosos. Es totalmente posible que las onas de =ue"a 2uinea en que la pugna de status de los de los grandeshombres era fuerte fueran tambin $reas en las que se diera una cierta cantidad de derrumbamientos estructurales. En Hohannan (3.4C6) se encuentra una buena discusión del sistema del gran-hombre de los ti"es de =igeria. 9
Existen unas pocas sociedades de efatura matrílineales con la herencia y la sucesión transmitindose al hio de la hermana, pero parece que lo normal es que sea al hijo primogénito de la hermana. 'a línea no importa demasiado, puesto que el rango por edad relati"a es el que da al linae su car$cter distinti"o b$sico. 7 'os mayas de las tierras baas pueden parecer excepcionales, pero su caso ser$ 0explicado en detalle1 en el capítulo 3:. e ha especificado la condición de 0sedentarias1 porque algunas sociedades de efatura est$n formadas por pastores nómadas. arecería que tales grupos de pastores-depredadores necesitan no sólo un buen liderago permanente para sus a"enturas militares, sino tambin para la importante y frecuente redistribución de los rebaFos y del botín. C Existen tantos eemplos etnológicos de sociedades de efatura instaladas en esta clase de asentamiento ecológico, asentamiento que tanto estimula una simbiosis regional, que elio este modelo para la discusión ilustrati"a que sigue ("ase ahlins, 3485; "ase tambin la discusión por atterson de los "alles peruanos K34D5, pp. 4C-3::L). ero debe hacerse notar que la di"ersificación y la especialiación de las habilidades locales en un entorno geogr$ficamente homogneo puede proporcionar el mismo impulso redistributi"o. Esto puede darse así específicamente cuando se combina con la necesidad de un tr$fico comercial de larga distancia, altamente organiado, de artículos necesarios.
5
7 'a figura 3 muestra un "alle entre montaFas con un curso de agua r$pido que "a gradualmente seren$ndose y serpenteando sobre un rico suelo de alu"ión, formando finalmente un pantano en el extremo m$s bao del "alle. En el extremo superior de ste existe un crestón de pedernal y cuatro millas m$s adelante, en el extremo inferior del "alle, el pantano alberga una formación de finas caFa"eras que sir"en para hacer las astas de las flechas, así como de alimento y cobio para las a"es acu$ticas migratorias. 'as tierras de alu"ión han estado ocupadas continuamente por aldeas de hortelanos que culti"aban en ellas un surtido de maí, udías, calabaas, cacahuetes, tabaco y algunas especias y hierbas. Esta aldea, la A, llegó a crecer hasta tal punto que aguas abao, donde el terreno, pantanoso, no era tan bueno para el culti"o del maí, se fundó una aldea filial, la H, que en compensación obtenía un tabaco meor, buena pesca, m$s a"es acu$ticas y buenas caFas. 'uego, un grupo emparentado subió a la montaFa y se le permitió pacíficamente establecerse en el extremo norte. Este grupo, que fundó la aldea #, se encontró con que el maí, las udías y las calabaas se daban regular en el suelo rocoso, y el tabaco no se daba en absoluto. 'a proximidad de buena caa forestal, en especial cier"os, resultó una compensación, al igual que lo fue la presencia del crestón de pedernal, del que podían obtenerse herramientas de piedra y puntas para las armas arroadias. Este simple esquema ser$ suficiente. ando por sentado que pre"alecen unas relaciones pacíficas, entre las familias de las tres aldeas se intercambiar$n regalos. 'a aldea A, sin embargo, no es tan dependiente de stos como lo son las otras, ya que en las tierras que la circundan obtiene una meor producción agrícola, y se encuentra equidistante entre la caa y los yacimientos de pedernal localiados en la parte superior del "alle, y los patos, caFas y tabaco de la parte inferior del mismo. Estos deseables artículos se intercambiarían con equilibrada reciprocidad entre las aldeas, pero la aldea A se encuentra en una posición particularmente "entaosa. =o sólo su status es m$s alto, al ser el emplaamiento original y tener una producción m$s ele"ada a causa de su meor ubicación en los terrenos m$s ricos, sino que por estas raones puede tam bin tener una mayor dimensión. Adem$s, al estar situada en el centro, puede recibir m$s f$cilmente que # los productos específicos de H, y recibir los de # meor que los puede recibir H. Aunque todo fuera igual, las reciprocidades proba blemente ir$n de A a H y "ice"ersa, y de A a # y "ice"ersa. 'uego A, por el simple almacenamiento de los bienes adquiridos de H y dados posteriormente en parte a # (unto con algunos procedentes de su producción propia), se con"ierte progresi"amente, al menos en parte, en el 0almacn1 del "alle, y en ese momento las reciprocidades de A se transforman en una "erdadera redistribución. i la aldea A tiene un gran hombre adecuado, la situación redunda en "entaa para l, ele"ando su status y contribuyendo a perpetuar su posición. %ientras tanto, la especialiación local es tan "entaosa que se incrementa de manera natural, de forma que las aldeas H y # pueden desistir totalmente de culti"ar maí, dependiendo de A para su abastecimiento, mientras que A puede renunciar al culti"o del tabaco. Mncrementada de este modo la producción, la población aumenta, es probable que se formen nue"as aldeas (tanto por fisión como posiblemente por adición), y el poder de A By, sobre todo, la necesidad que de este poder experimenta la
sociedadB se acrecienta proporcionadamente. 'a aldea A es la aldea matriz. El efe de A ha fundado la línea descendiente de rango m$s alto, por qu no iba a ser lo m$s natural que el hio mayor del efe de A sea guiado gradualmente hacia la sucesión+ %atrimonios calculados con cónyuges procedentes de las otras aldeas establecen líneas de descendencia de alto rango segundonas, con la línea principal de H m$s alta que la de #, la de # m$s alta que la de , y así sucesi"amente. El que los primognitos sean los de rango m$s alto parece ser un principio aristocr$tico uni"ersal. Esta situación se "e inducida por una circunstancia que se encuentra normalmente en las sociedades de efatura/ la de que los hios de las líneas aristocr$ticas altas pero con menores expectati"as de herencia (un benamín, por eemplo) son los que fundan las nue"as aldeas o se casan con mueres pertenecientes a stas. A medida que el poder carism$tico se perpet!a en una línea familiar de descendencia, llegando a instituirse en forma de una erarquía de cargos hereditarios, no sólo puede incrementar la efecti"idad de la especialiación local y de la red de redistribución, sino tambin ir asumiendo aulatinamente otras tareas. 'os efes pueden sub"encionar unas especialidades artesanales, de forma que una línea familiar de buenos labrantes de pedernal, por eemplo, puedan ganar en habilidad dedicando a ello m$s tiempo. Es probable tambin que una línea familiar de efatura se con"ierta en una línea familiar de sacerdocio, que interceda ante sus dioses ancestrales en fa"or de la sociedad. 'as sociedades de efatura etnológicamente conocidas parecen ser típicamente, y tal "e uni"ersalmente, teocracias. 'a adoración de los antepasados es la forma típica que adopta el culto sacerdotal, aFadiendo este culto como una especie de capa cultural al chamanismo y la mitología originales. 'a línea familiar de efatura es considerada normalmente como los descendientes directos del fundador de la mis ma y de la sociedad como un todo, exaltado ahora en su status como la deidad principal. Tales concepciones fortalecen grandemente la capacidad de la erarquía gobernante para hacer meor algunas tareas adicionales necesarias y !tiles.
C sociedad central original, simplemente aceptando a sus líderes en la erarquía dominante. i el todo se di"ide en partes, sean cuales fueren las raones para ello, todas las partes ser$n sociedades de efatura, aunque pequeFas. Este es probablemente el ciclo de expansión y contracción que produo la aparición un tanto repentina y la difusión tan r$pida de las sociedades de efatura en la historia Arqueológica. El liderago y el status redistributi"o, estabiliado a tra"s del tiempo por la primogenitura, transforma la estructura de parentesco de la sociedad. Así, los linaes o clanes de la sociedad igualitaria de"ienen Ben palabras de aul >irchhoff (3.4C4)B 0clanes cónicos1, en los que todas las líneas colaterales de filiación, así como los indi"iduos en las familias, est$n alineados en trminos del orden de nacimiento de los fundadores y del orden de cada una de las sucesi"as generaciones de los perpetuadores de la línea y de sus proliferantes líneas segundonas. Esta ordenación genealógica es com!n en la historia entre los antiguos pueblos clticos de 2ran HretaFa, en las clases aristocr$ticas europeas y, aparentemente, entre las 0tribus1 semíticas del Antiguo Testamento. El uso por >irchhoff del trmino 0clan1 presenta dificultades sem$nticas porque normalmente se emplea para el orden de parentesco igualitario de filiación 0com!n1 (de iguales o generaliada) respecto de un fundador. ?aymond Nirth (3.458) denominaba ramage al grupo cónico, palabra del francs antiguo que significa 0ramae1. arece preferible este trmino porque su etimología atrae la atención hacia la 0ramificación y re-ramificación1 de la genealogía, ordenada seg!n la distancia del
0tronco principal1 ("ase figura 9). ero >irchhoff estaba bastante acertado en su argumentación de que 0clan cónico1 (ramaje) puede desarrollarse hasta un orden m$s alto, el Estado y la ci"iliación arcaica. (in embargo, estaba equi"ocado en su suposición de que el clan igualitario constituía un 0calleón sin salida1. 'a solución debe estar, sencillamente, en que entre la sociedad igualitaria y el Estado se interpuso una etapa de desarrollo de sociedad de efatura.) E"identemente, las sociedades de efatura y sus estructuras de parentesco en ramage constituyen, en determinados sentidos, gobiernos, diferenci$ndose de los pueblos en 0estado de naturalea1. ?esulta ob"io que se produeron algunas nue"as in"enciones políticas. Ga hemos mencionado la desigualdad hereditaria, la primogenitura, el liderago permanente y la autoridad er$rquica. En estos aspectos, como en algunos otros, parece que las sociedades de efatura se asemearían a las sociedades de la poca feudal histórica de Europa. Teniendo en cuenta que %arx en especial, pero otros tambin, han re"estido esta poca feudal de las características de una etapa e"oluti"a anterior a la nación-Estado capitalista, puede resultar con"eniente discutir bre"emente las diferencias y similitudes existentes entre las sociedades de efatura y las sociedades feudales. e hecho, se dan algunos paralelismos interesantes, aunque sigue siendo importante la discontinuidad Bprincipalmente porque el feudalismo europeo fue una "ariedad histórica particular de un tipo político, pero no una etapa en sí mismo.
8 Soiedade! de "e#atura pri$iti%a! y #eudali!$o
El feudalismo europeo, cuya forma cl$sica se considera generalmente representada por el siglo OM en Nrancia, combinaba tres características distintas, alguna de las cuales, y a "eces la combinación de dos de ellas, pueden encontrarse abundantemente en el mundo de las comunidades primiti"as y campesinas. Estas características son/ 3) la formación de una erarquía de relaciones personales de tipo peculiarmente "oluntario, denominada generalmente vasallaje !) un rgimen de posesión de la tierra de feudos, siendo la relación de los trabaadores agrícolas con dicho rgimen la de sier"os, y 5) un sistema económico de subsistencia local, casi suficiente Bgeneralmente denominado sistema se"orial B, que, al igual que el sistema político, siguió estando descentraliado des pus del derrumbamiento del Mmperio ?omano. El primer rasgo del feudalismo, el "asallae, fue el resaltado por la gran autoridad francesa en la materia %arc Hloch, que dio (3459, p. 9:7)/ En ausencia entonces de un Estado fuerte, de "ínculos de sangre capaces de dominar la "ida en su conunto y de un sistema económico fundado en los pagos en moneda, en la sociedad carolingia y postcarolingia surgieron unas relaciones de hombre a hombre de un tipo particular. 'os indi"iduos que goaban de una posición superior otorgaban su protección a los que, directa o indirectamente, dependían de ellos, así como tambin di"ersos beneficios materiales que aseguraban la subsistencia de los mismos; stos, a su "e, se comprometían a realiar di"ersas prestaciones y ser"icios, y tenían la obligación general de prestar ayuda. Estas relaciones no siempre fueron asumidas libremente ni implicaban un equilibrio satisfactoriamente uni"ersal entre las dos partes. Hasado en la autoridad, el rgimen feudal no deó nunca de contener un gran n!mero de coacciones, "iolencias y abusos. in embargo, esta idea de "ínculo personal, de car$cter er$rquico y sinalagm$tico KbilateralL, dominaba el feudalismo europeo.
El segundo rasgo del feudalismo, el sistema de posesión basado en los feudos, como se halla implícito en la anterior definición de Hloch, se encontraba estrechamente relacionado con el "ínculo puramente personal del "asallae. in embargo, para algunos escritores (especialmente para los marxistas), el sistema de posesión de la tierra constituye en mayor medida la esencia del feudalismo, por muy relacionado que estu"iera con el "asallae, porque remite a las relaciones de producci#n.
nómica del imperio. Esta clase de reconstitución local que sigue a la disolución de una comunidad política de mayor tamaFo se ha dado en la historia muchas "eces, con la posi bilidad de una consiguiente reconstitución parcial. i esto fuera todo lo que definiera el feudalismo, podríamos llegar a la conclusión de que constituye siempre una fase histórica muy probable de cualquier imperio, pero ciertamente no una etapa en el desarrollo de una comunidad política Ben realidad, puede meor imaginarse como una degeneración (posiblemente temporal) que como una e"olución. Esta peculiaridad histórica de la degeneración feudal de Europa, comparada con otras degeneraciones m$s simples, como puede ser la del Qapón del siglo OMM, fue consecuencia de una anterior unión imperial de sociedades de dos tipos diferentes, las sociedades de efatura de Europa septentrional (en especial la germ$nica) y las partes m$s meridionales de la ci"iliación cl$sica greco-romana. El feudalismo europeo fue, pues, históricamente, de una especie muy complea y qui$s !nica. or esta raón no puede ser considerado como una etapa en la e"olución, y ni siquiera como un caso normal de degeneración. ólo uno de sus elementos, el "asallae "oluntario, tiene sus correspondencias esparcidas en el resto del mundo. El "asallae parece típicamente By qui$s uni"ersalmenteB un rasgo de las sociedades denominadas sistemas de gran hombre o de patróncliente. G cuando estos sistemas llegan a institucionaliarse como burocracias de poder en las sociedades de efatura hereditarias, en determinados aspectos importantes se parecen a las aristocracias hereditarias de la !ltima poca feudal o postfeudal europea. ero ninguna de estas sociedades de efatura combina esos rasgos con los complicados sistemas de posesión de la tierra, ni con la degeneración de la unidad política del feudalismo europeo, de forma lo suficientemente parecida como para ser clasificadas unto a ste. Esto no quiere decir que las comparaciones carecan de inters. La ley
#omo "imos en el capítulo anterior, 0el hombre en estado de naturalea1 no es un hombre natural, un hombre sin ninguna clase de trabas. A las pequeFas sociedades de relaciones presenciales les son propias unas fueras de control social m$s poderosas; esto es especialmente así en las sociedades primiti"as, en las que el indi"iduo pasa normalmente la "ida entera entre sus parientes. uesto que resulta imposible la e"asión, no puede recuperar, traslad$ndole a un nue"o grupo, la estima que pudiera haber perdido por un error social cometido en el suyo propio. ara la super"i"encia de un indi"iduo cualquiera en la sociedad primiti"a son totalmente importantes la coo peración, la aliana, el amor, las reciprocidades de todas las clases. Este debe ser el moti"o de que tales pueblos parecan tan extraordinariamente sensibles a las reacciones del grupo ante cualquier acción social. Alabana y reprobación, afecto y pri"ación de ste, y otras sanciones sociopsicológicas parecidas constituyen reforadores extremadamente poderosos en las sociedades pequeFas constituidas por miembros estables, y numerosos obser"adores de las sociedades igualitarias han registrado repetidamente el cuidado con que se guardan las costumbres sociales, especialmente en la etiqueta/ 0la costum bre es el rey1. $rimitive La% (La ley primitiva), de idney Rartland, es qui$ el m$s interesante exponente de la idea de que la cos-
D tumbre no coerciti"a es la ley de los primiti"os. En una típica exposición (p. 356), Rartland dice que el hombre primiti"o 0est$ cercado, sin resquicio alguno, por las costumbres de su pueblo, est$ ceFido por las cadenas de la tradición inmemorial..., el hombre primiti"o acepta estas cadenas como algo normal; nunca intenta hacerlas saltar1. Itro etnólogo, &. R. ?. ?i"ers, en su obra &ocial 'rga nization (La organizaci#n social), dice (3.497, p. 384)/ 0En pueblos tales como los melanesios existe un sentimiento de grupo que hace innecesario cualquier tipo de organiación social definida para el eercicio de la autoridad, exactamente de la misma manera que hace posible el funcionamiento armonioso de una propiedad comunal y asegura el car$cter pacífico de un sistema comunitario de relaciones sexuales.1 Exposiciones como stas constituyeron una gran incomodidad para HronislaS %alinoSs@i (3.457), que cuestionaba la idea de que los pueblos primiti"os estu"ieran tan escla"iados por la costumbre. orprendentemente, argumentaba que en la 0sociedad sal"ae1 existen sanciones negati"as eficaces, aunque no son sanciones físicas 8. Go pienso que tenía raón al decir que existen sanciones negati"as eficaces, tales como, esencialmente, el apartamiento de las reciprocidades normales D; pero puesto que estas sanciones no est$n ni instituidas ni administradas por una autoridad oficial que disfrute del pri"ilegio de la fuera, hay muchos críticos de %alinoSs@i que negarían que en las sociedades primiti"as, preestatales, exista la ley.
ebería haber dicho en la sociedad sal"ae que l estudió (los isleFos trobriandeses); %alinoSs@i generalia con demasiada frecuencia sobre el mundo primiti"o, utiliando datos procedentes de esta sola sociedad Bque, puede ser importante registrarlo, fue una sociedad de efatura de un ni"el bao. D uede resultar !til citar una de las exposiciones de %alinoSs@i sobre este punto (3.457, p. xxx"i)/ 0Este aspecto positi"o de sumisión a la costumbre primiti"a, el hecho de que la obediencia a las normas sea alentada con premios, de que sea recom pensada con contrapartidas de ser"icio, es tan importante, en mi opinión, como el estudio de las sensaciones puniti"as; y estas !ltimas no consisten en un castigo ad hoc deliberadamente infligido, sino m$s bien en el natural desquite de no cumplimiento de las contrapartidas de ser"icios, en crítica y descontento en el seno de la relación y en el de la institución. #ualquier omisión de mala fide para descargarse de deberes se encuentra total y adecuadamente con una serie completa de reproches, represalias e incumplimientos de ser"icios que necesariamente acaba en una completa desorganiación del grupo coo perati"o, sea ste la familia, la fratría o la tribu.1
"amente la costumbre de la ley, definiendo rigurosamente con esta distinción la diferencia entre sociedades primiti"as y sociedades ci"iliadas/ 0'a costumbre Bespont$nea, tradicional, personal, com!nmente conocida, corporati"a, relati"amente inalterableB es la modalidad de la sociedad primiti"a; la ley es el instrumento de la ci"iliación, de la sociedad política sancionada por la fuera organiada, presumiblemente por encima de toda la sociedad, y que sir"e de apoyo a una nue"a serie de intereses sociales. Tanto la ley como la costumbre su ponen la regulación del comportamiento, pero sus caracteres son enteramente distintos; no se ha descubierto ning!n equilibrio e"oluti"o entre el desarrollo de la ley y el de la costum bre, ni tradicional ni emergente1 (3.4D3, p. 7D). %uchos otros han argumentado extensamente en este sentido. G podría parecer que la creencia en la importancia de la costumbre, anterior a %alinoSs@i, puede estar tomando un nue"o auge. impson y tone, historiadores del derecho, ex ponen (3.476, p. 5)/ 0A pesar de la reciente recusación de %alinoSs@i, la explicación ortodoxa de la efecti"idad del control social en una sociedad organiada por el parentesco parece toda"ía la m$s satisfactoria. 'a presión de un cuerpo de costumbres santificado por una creencia en su origen sobrenatural apunta a la opinión social y al temor de los dioses como las dos armas principales en el arsenal del control social rudimentario.1 Algunos de los problemas relacionados con el argumento de la costumbre versus la ley son problemas sem$nticos, de modo que bien pueden dearse de lado antes de confrontar los datos etnológicos, que requerir$n alguna nue"a clase de enuiciamiento del argumento. En primer lugar, qu significa la palabra costumbre =o queremos cansar ahora explicando los h$bitos indi"iduales (0Tengo la costumbre de dar un paseo antes del desayuno1); nos estamos refiriendo a las con"enciones de la colecti"idad. ero stas pueden ser de dos clases distintas. %orris 2insberg era consciente de este problema cuando decidió que el trmino uso debía referirse a 0aquellas acciones habituales para los miembros de una comunidad que no posean un car$cter normati"o o que carecan de la sanción de la coerción social1, y que el trmino costumbre debe significar 0no meramente un h$bito de acción o conducta predominante, sino... un uicio sobre la acción o la conducta... 'a costumbre, en otras palabras, es el uso sancionado* (3.493, pp. 3:8 y ss.). Esta dicotomía sugiere algunas diferencias reales, pero parece innecesariamente estricta, porque puede arg*irse que cual+uier des"iación de un uso con"encional puede ser sancionada en alguna medida en alguna sociedad por alguna clase de desaprobación por parte de alguien. ería difícil predecir, para todas las culturas, qu des"iaciones del comportamiento normal serían las que atraerían unas sanciones negati"as p! blicas y eficaces/ cantar incorrectamente una canción tradicional; no lle"ar el cabello en el estilo 0apropiado1; eructar; destruir el tótem del clan propio.
6 por el p!blico, o por una parte de ste. 'as negati"as son desa probaciones de una infracción de la costumbre, normalmente apartamiento de la amistad y de las esperadas reciprocidades, en las que %alinoSs@i ponía el acento. Al igual que en el caso de las sanciones positi"as, tambin la desaprobación constituye un castigo social Bpor el p!blico, o por una parte de ste B. Es decir, las sanciones no son aplicadas por una auto-ridad oficial que se alce como 0tercero1; el !nico tercero que existe en una sociedad segmentaria es una persona o grupo que tiene una especie de autoridad familiar, como puede ser un pariente anciano, prudente, que pueda actuar como conci-liador o $rbitro. or otra parte, la ley implica una permanente autoridad centraliada que se halla por encima de los status familiares6. El nfasis sobre la coerción "iolenta aplicada por el Estado se originó al hacerse clara la distinción entre la norma consuetudinaria en las sociedades segmentarias y la adición de la ley a la costumbre en las sociedades er$rquicas. #omo lo expone el famoso historiador del derecho aul Jinogradoff (3.49:-99, "ol. 3, p. 4C)/ 0El Estado monopolia la elaboración y el cum plimiento de las leyes mediante la coacción, y esto no existía en los tiempos antiguos.1 'a fuera y una estructura política, el Estado, que monopolia su uso son generalmente, por tanto, elementos importantes en las definiciones de la ley que hacen la distinción entre la costumbre sancionada y la ley. ero ninguno de los que hacen esta distinción han ad"ertido el problema planteado por las sociedades de efatura que aparentemente preceden al Estado. Entre la sociedad igualitaria, segmentaria, y el Estado coerciti"o se encuentra una etapa de sociedad de efatura. En este tipo de sociedad encontramos algo esencial de la "erdadera ley, la estructura de sociedad que puede actuar como tercero sobre el ni"el familiar. ero las sociedades de efatura carecen de las sanciones físicas coerciti"as relacionadas con el monopolio de la fuera practicado por los estados. Tngase en cuenta que este supuesto sobre las sociedades de efatura y los estados, y la cuestión de la uni"ersalidad de la etapa de las sociedades de efatura en la e"olución, es algo 0dado1 en este punto de nuestra discusión. us bases reales ser$n exploradas de forma m$s completa en los capítulos siguientes. arece !til di"idir la ley en dos clases, la ley p!blica y la ley pri"ada. #on la expresión ley p!blica nos referiremos aquí a los problemas legales que los indi"iduos o los grupos tienen con la estructura de autoridad. u contexto m$s importante para nuestros propósitos presentes es el del refuero, como en los casos de traición o lesa maestad. 'a expresión ley pri"ada hace referencia a las disputas legales entre los propios indi"iduos o grupos, que est$n mediadas por la estructura de autoridad. ('as funciones de la ley p!blica, y la ley pri"ada en las sociedades de efatura, con sus eemplos, se discutir$n con mayor amplitud en las secciones de este capítulo tituladas 0?efuero1 y 0%ediación1). Teniendo en cuenta que en este momento estamos interesados en las sociedades de efatura, parece e"idente que necesitamos una definición de la ley que les sea aplicable, pero que nos permita asimismo expresarnos sobre las diferencias entre las sociedades de este tipo y los estados. 'as experien6
Aparentemente, esto es lo que el historiador del derecho &illiam eagle 3.478) consideraba cuando insistía en la importancia de un tribunal como el elemento central de la ley.
cias de 'eopold ospisil (3.49D) en la etnología de la ley resultan !tiles particularmente aquí, puesto que su importante obra sobre los pap!es @apau@!es (3.4C6) encara el problema del presente capítulo, ya que est$ dedicada a una sociedad semeante a la de efatura (aunque de un ni"el bastante m$s bao). ospisil describe como legales casos de resolución de conflictos en que las decisiones poseen cuatro atributos/ autoridad, intención de aplicación uni"ersal, obligado y sanción (3.4D9 y otros escritos). 'a autoridad legal requiere un indi"iduo (o un grupo, semeante a un conseo) lo suficientemente poderoso como para obligar a cumplir el "eredicto mediante la persuasión o la amenaa de la fuera. (ebe aFadirse que en una sociedad de efatura es probable que una autoridad legal combine esta función con otras de naturalea política, militar, económica o sacerdotal, y esto tiene posiblemente como obeto el proporcionarle di"ersos poderes tendentes a hacer cumplir las leyes.) En las disputas media a menudo una autoridad, que utilia sus facultades de persuasión para inducir a obedecer su intento de arbitrae. Tales, inerencias parecen m$s informales y 0primiti"as1, o familiares, que si la autoridad fuera a producir una decisi#n que los litigantes se "ieran obligados a aceptar. Esto !ltimo nos parece a nosotros m$s legal, al implicar los usos que nos son familiares de una autoridad que opera como si de un ue se tratara. ero ospisil seFala (3.4D9, p. 38) que en cualquiera de los casos el generador de la solución no fueron los disputantes, sino un 0tercero1, una autoridad legal. arecería, sin embargo, que la capacidad de la autoridad legal para obligar a cumplir las decisiones m$s que para actuar por persuasión, como una especie de hombre bueno, constituye una medida del poder de la erarquía, de su capacidad de mando. ero hay que hacer una importante obser"ación limitati"a.
4 ración referente a la naturalea de la desequilibrada relación de los litigantes. 'a sanción, a la "e que íntimamente relacionada, hace referencia a la resolución del conflicto mediante el restablecimiento de una relación equitati"a. (En los trminos modernos corrientes de las salas de usticia, cuando un tribunal llega a un "eredicto positi"o de 0culpabilidad1, esto es una declaración de la alterada relación de obligatio entre los litigantes; la sentencia real es la imposición de la sanción.) El atributo obligatio resulta particularmente !til cuando se discute la ley en una tecnocracia. Huena parte del refuero de las normas de una sociedad de este tipo y de sus austes sociales es religioso, y tiene que "er con la moral, la conciencia y especialmente con los tab!es. 'as "iolaciones de estos !ltimos son, por decirlo de alguna manera, 0crímenes sin "íctimas1; el castigo de estos crímenes, si lo hay, es imaginario y sobrenatural; y la relación litigiosa no se da entre personas "i"as. Esto no quiere decir que cosas tales como los tab!es religiosos no sean importantes/ pueden tener tanto xito como sistema de castigo-recompensa de una sociedad que sólo muy raramente se haga necesario imponer sanciones "iolentas. En otras palabras, la obligatio en las teocracias se halla muy apartada de la sanción, en contraste con la sociedad moderna, en la que a menudo se confunden las dos. #omo ya hemos "isto, algunos antropólogos consideran la sanción pu ni ti "a que supone el uso de la fuera como el criterio exclusi"o de la ley, pero parece claro que mientras que tal tipo de sanción puede ser uno de los ingredientes usuales de la ley moderna, no todos los usos de la sanción se dan en un contexto legal. #omo eemplo m$s importante, muchas de las decisiones políticas ad hoc lle"an apareadas sanciones, pero sin embargo dichas decisiones no constituyen leyes. #omo hemos expuesto anteriormente, las decisiones "arían oportunamente con las circunstancias, y por consiguiente no contienen la intención de una aplicación uni"ersal, aunque puedan imponer sanciones. 'as sanciones no necesitan ser siempre, ni siquiera a men!do, de naturalea física. ueden ser económicas (como multas y daFos y pe ruicios); y especialmente en las sociedades teocr$ticas pueden ser c asti go s psicológicos (por eemplo, una reprimenda p!blica por parte de un alto sacerdote), o socialmente negati"as (como en los casos de excomunión, retirada de recompensas, ser"icios y reciprocidades normales). =i tam poco en la sociedad primiti"a, y especialmente en las teocracias, los propios casos legales est$n necesariamente, y ni siquiera mayoritariamente, relacionados con la "iolencia física. 'os delitos pri"ados son, con frecuencia, 0abusos de confiana1 que incumben a las reciprocidades, y los delitos p!blicos, casos de lesa maestad. En una teocracia estos !ltimos delitos pueden ser considerados de dos maneras distintas/ 3) delitos (como en el caso de la "iolación de un tab!) contra la persona del efe supremo, o, en menor grado, contra alguien con autoridad pero situado m$s bao en la erarquía, y 9) un ataque contra cualquier costumbre o creencia tradicional, ataque que de alguna manera supone una inuria o la autoridad del gobernante. (Algo como el quebrantamiento de un tab! sólo es una ofensa legal cuando existe obligatio un ofensor y una persona, como el efe, que de alguna manera se siente 0inuriado1 por el acto.) Tales quebrantamientos de la ley son comunmente algo parecido a expresiones de desprecio, o una maldición, y si quedaran sin castigo debilitarían en cierto modo el
sistema de autoridad, que en gran parte est$ basado en fundamentos ideológicos, sobrenaturales, culturales. #omo hemos "isto en algunos de los eemplos que hemos citado, el poner el nfasis sobre las sanciones coerciti"as que implican "iolencia en los estados ha conducido a los escritores a identificar la ley con la fuera, y ambas con aqullos. #onsideraremos esto en capítulos posteriores, analiando algunos casos reales, pero en este momento necesitamos examinar un argumento de ospisil que es teóricamente pertinente. i una ley es deseable para la mayoría de los miembros de un grupo y si stos la consideran de obligado cumplimiento, con el tiempo puede parecerle a un obser"ador que se trata de una costumbre, en contraste con las leyes cuyo cum plimiento puede que tenga que ser exigido por el Estado, al menos algunas "eces, contra la "oluntad de buena parte del pueblo. eg!n ospisil (3.4D9, p. 5:), una ley consuetudinaria es 0interioriada1 de forma que no sólo el pueblo la siente como deseable, sino que cuando se quebranta, el malhechor experimenta un sentimiento de culpa o de "erg*ena. i una ley es muy nue"a, o por alguna otra raón no est$ suficientemente aceptada e interioriada, para imponerla puede necesitarse una fuerte represión; pero posteriormente, o en alguna otra sociedad, la misma ley puede mantenerse sólo por la conciencia u opinión p!blica. or eemplo, en pocas de debilitamiento social o demogr$fico, los delitos sin "íctimas (como puede ser la embriague en p!blico), que en tiempos estables no se hubieran dado en función de situaciones psicológicas de "erg*ena, es posible que tengan que ser reprimidos mediante castigos físicos o multas. or tanto, la diferencia entre las dos clases de leyes no es cualitati"a, y no pueden tomarse stas como caracteriaciones exactas o específicas de la diferencia entre el Estado y las sociedades primiti"as que no constituyen estados. ero, con "istas a una referencia posterior, debemos tener presente que el origen del Estado puede estar acompaFado por un s!bito incremento en el n!mero de leyes represi"as, por una represión m$s se"era y, qui$s, por nue"as clases de leyes. G es muy probable que el nue"o Estado tenga una maquinaria udicial y puniti"a m$s "isible, m$s formal y m$s explícita. En la medida en que las leyes sean nue"as, no estar$n toda"ía interioriadas o ni siquiera ampliamente aceptadas, lo que puede originar una adicional necesidad de represión. En este momento podemos continuar aceptando ese monopolio de la fuera y la presencia de un aparato udicial como un indicati"o de 0estatalidad1, pero no necesariamente de ley. Tanto los estados como las sociedades de efatura cuentan con el elemento m$s necesario de la ley/ una autoridad central que pueda crear reglas de conducta, obligar a su cumplimiento y ugar las infracciones de las mismas.4 Re#uer&o 'o le(al 4
%orlón Nried (3.48D, pp. 4:-47) manifiesta su aprobación b$sica a la defi nición de la ley dada por ospisil, pero se muestra en desacuerdo con algunas de las aplicaciones que de dicha definición hace ste a las sociedades igualitarias simples. Estoy de acuerdo con Nried, pero pienso que el problema se remedia f$cilmente si hacemos ahora explícito lo que se indicó en el capítulo anterior/ la autoridad familiar que media en las disputas domésticas se encuentra en todas las sociedades y es ley. AFadamos, pues, la simple condición de que la autoridad legal es suprafamiliar . =uestro presente capítulo lle"a implícita otra posible enmienda/ la de que la autoridad y las sanciones no son necesariamente sólo seculares (como piensan ospisil y otros); en las sociedades de efatura, e indudablemente en las ci"iliaciones arcaicas, la autoridad es típicamente sacerdotal y las sanciones son sobrenaturales. =uestra perspecti"a, m$s e"olucionista, excluye así de los tipos formal-legales de sociedad a determinados eemplos seg-
3: 'as mismas sanciones familiares personal-sociales que caracterian a la sociedad igualitaria siguen existiendo en el seno de los grupos residenciales de tipo presencial que componen una sociedad de efatura. ero adem$s existen nue"as normas, reglas y sanciones políticas que reflear$n, en estos grupos, los nue"os rasgos del sistema social, en particular los relacionados con el mantenimiento de la nue"a erarquía de status y autoridad. Existen tambin, puesto que las sociedades de efatura son mayores y m$s compleas que las tribus igualitarias, nue"os problemas tocantes a la interrelación grupal.
0m$s santo1 (el m$s calmado de mana), y cada escalón m$s bao en la erarquía de la autoridad est$ ocupado por una persona que tiene una cantidad de mana apropiadamente menor. 3: uede imaginarse que tales creencias dan una enorme estabilidad a la estructura social, haciendo que cada status sea, en teoría, absolutamente hereditario, como de hecho lo son la mayoría de ellos. ado que seres sobrenaturales apoyan la estructura existente, mediante el miedo, el terrorismo sobrenatural, se crea induda blemente una estabilidad adicional. A los antepasados puede aplac$rseles con sacrificios (humanos a "eces) y en su honor de ben celebrarse grandes ceremonias. Existen e"idencias de la creencia de que los dioses pueden castigar impidiendo la llu"ia o las migraciones de caa, o en"iando pestes y enfermedades. Alternati"amente, los dioses pueden en"iar tambin beneficios/ pueden conceder buena suerte en la guerra, asegurar la fertilidad, curar las enfermedades, en"iar la llu"ia, etc. Todos estos castigos y recompensas sobrenaturales, y tambin otros, est$n mediados por los sacerdotes-efes, y, por consiguiente, la importancia de stos aumenta considerablemente. 33 En sí mismo y por sí mismo, el ceremonialismo tiene un gran efecto de integración social, especialmente cuando los rituales y ceremonias suponen la asistencia de gran n!mero de personas y tienen como obeto las intenciones de toda la sociedad. Este !ltimo aspecto, en alg!n sentido, es una función tecnológica del sistema de autoridad; el sacerdote-efe est$ 0consiguiendo algo que sir"a1 para, por eemplo, obtener une buena cosecha, asegurando un aguacero tras la ceremonia. Esto es bueno. ero el sacerdote-efe necesita la presencia de su pueblo y, qui$, la participación efecti"a de gran n!mero de sus miembros que bailen, canten, toquen las palmas o recen. Todo esto constituye un esfuero com!n en pro del bien com!n, pero conducido por la autoridad. Esta clase de ceremonia es, pues, org$nica en su naturalea, lo mismo que el sistema redistributi"o. ero tambin tiene una importante dimensión sociopsicológica en la medida en que el pueblo colabora en grandes grupos con escasa probabilidad de fricción en tales circunstancias. G aparentemente, cuanto mayor sea el grupo, mayor es la embriague social de la fusión del indi"iduo en la colecti"idad. 'os efes supremos y los sumos sacerdotes fueron con frecuencia, aunque no siempre, las mismas personas. ero siem pre el sacerdocio santificaba al efe, solemniaba sus ritos en los momentos críticos de la "ida, y, en general, sostenía la erarquía con recursos rituales y ceremoniales. En ocasiones, como en olinesia, los sacerdotes pertenecían a órdenes especiales que residían en determinados templos y eran custodios de stos y de las im$genes de los dioses con una completa dedicación a ello, pero estos templos y estos dioses siempre esta ban al ser"icio de la burocracia dotada de autoridad, apoy$ndola en todo momento. =o hay que decir que en las sociedades de efatura no existía ninguna otra religión. El cham$n sanador de la sociedad igualitaria probablemente continuaba eerciendo esta 0primera profesión1, como tambin lo harían los magos, los adi"inos, las hechiceras y dem$s profesionales 3:
#oncepciones semeantes al mana se encuentran extendidas entre las teocracias.
33 del supernaturalismo primiti"o, pero stos seguían estando considerablemente desorganiados, mientras que la erarquía sacerdotal constituía una faceta importante de la organiada sociedad er$rquica de que nos "enimos ocupando. En las sociedades de efatura cl$sicas, las sanciones negati"as que ser"ían de refuero para la integridad de la sociedad Blas leyes p!blicasB eran típicamente castigos sobrenaturales tales como maldiciones o acusaciones por parte de una autoridad sacerdotal. El crimen, algo parecido a la traición en nuestra sociedad, era interpretado como un delito de lesa maestad, una ofensa contra la persona Bde aquí la reglaB del alto efe o de los miembros de la erarquía. En la mayoría de las sociedades de efatura, cualquier falta de obediencia a las órdenes podía ser interpretada como una ofensa contra el efe y, por consiguiente, contra los dioses. El sacrilegio o el pecado pueden ser una concepción correcta de esta clase de infracción. Hien pudiera ser que las erarquías de las primeras sociedades de efatura, al tener entre sus mayores preocu paciones la de perpetuar su rgimen, suscitaran pronto el tipo de ley de lesa maestad. or consiguiente, el origen de la incoación de un código de leyes coincidió probablemente con los problemas de mantenimiento de las nue"as sociedades de efatura. A medida que este tipo de sociedades se expandían y se afirmaban, qu podía ser m$s natural que el hecho de que el liderago expandiera el campo de las acciones que serían consideradas como 0ofensas contra la erarquía y los dioses1+ ('os sistemas de tab!es de los antiguos polinesios constituyen, de nue"o, el eemplo m$s compleo de este proceso. 39) Lidera&(o
El liderago en acción, normalmente con respecto a proyectos grupales concertados, sólo puede ser espor$dico en las sociedades de efatura. ero como ya hemos indicado en otro contexto, en las sociedades de este tipo la acti"idad grupal m$s importante es la de redistribución, la cual no sólo posibilita que un líder llegue a ser un funcionario inamo"ible, sino que tambin se requiere que desempeFe bien su tarea. Esto quiere decir que debe ser capa de dirigir el trabao en la producción agrícola y artesana, y luego debe decidir de forma equitati"a y prudente el modo de asignación de los bienes producidos. Entre los usos importantes de stos est$ el de almacenar algunos de ellos, no sólo para posteriormente sub"encionar a la mano de obra y los artesanos p!blicos, sino tambin como capital para ser empleado en contingencias, como puede ser una guerra o una gran fiesta para "isitantes importantes. Tales poderes son económica y socialmente !tiles, teniendo, como ya se ha mencionado, un efecto políticamente integrador. ero el almacn de un efe tiene toda"ía otro efecto político. a"id %alo, un historiador nati"o de RaSai, lo describe de la forma siguiente (3.4:5, pp. 9CD-C6)/ #onstituía una pr$ctica de los reyes Kestofes, de los efes supremos de cada una de las islasL la edificación de almacenes en los que reunir "í"eres, pescados, tapas Kteido de corteaL, malos KtaparrabosL, paus Kfaldas para mueresL y toda clase de gneros. Estos almacenes fueron ideados por el >alaimo@u Kel eecuti"o principal del efeL como un medio de mantener contento al pueblo para que no abandonara al rey, Eran como las nasas que se usaban para coger el pescado llamado hinalea. El hinalea pensaba que dentro de la nasa había algo bueno, y rondaba por el exterior de la misma.
e la misma manera, el pueblo pensaba que en los almacenes había alimentos, y no se apartaba del rey. 'o mismo que la rata no abandonar$ la despensa..., en la que imagina que est$ el alimento, así el pueblo no abandonar$ al rey mientras imagine que existen alimentos en su almacn.
Es e"idente que, por su misma naturalea, un sistema redistributi"o bien administrado contribuye a la solidaridad. 'o m$s ob"io, y lo que con mayor frecuencia se obser"a, es su cualidad org$nica/ las partes especialiadas dependen del funcionamiento del todo. ero lo que %alo indica es tambin importante. Al cabea de familia que culti"a un abundante excedente de Fame, por eemplo, probablemente no le importar$ demasiado dar una parte de ese excedente al efe, puesto que sabe que posteriormente precisar$ adquirir cosas que necesita pero que no produce. El intercambio parece necesario y beneficioso para el culti"ador de Fame, y su percepción de beneficio no se realia en trminos de su propia dependencia con respecto a un sistema u organismo, sino con respecto al propio efe. e aquí que, en trminos "erdaderamente políticos, la 0solidaridad org$nica1 "iene a parar en lealtades personales hacia la administración. esde luego, los m$s dram$ticos usos administrati"os del liderago By para los que el excedente redistributi"o es muy con"enienteB tienen lugar en la guerra. ero los temas relacionados con la guerra y la pa con el exterior los deamos para otra sección de este capítulo, 0?elaciones exteriores1; en este punto sólo necesitamos referirnos al papel del liderago en la pre"ención de las rebeliones Bes decir, de la guerra interna, o 0ci"il1. Ga se ha mencionado el hecho de que las sociedades de efatura parecen tener una propensión a crecer hasta alcanar el punto de desequilibrio o de excesi"a tensión organiati"a. Uui$ sencillamente lo que ocurra es que se hacen demasiado grandes para ser gobernadas por los a!n relati"amente primiti"os medios de gobierno y comunicación de que disponen. ero esto parece demasiado "ago; uno, mal específicamente, se pregunta cómo se disgrega una sociedad de este tipo. En cualquier sociedad existen siempre algunos elementos insatisfechos, disidentes; est$n siempre actuando unas fueras centrífugas. En una sociedad de efatura de grandes dimensiones, los elementos constituti"os de la misma son sociedades de efatura m$s pequeFas, rplicas de aqulla, y, por tanto, suficientes como para tener su propio autogobierno er$rquico. Algunas de ellas pueden estar regidas por efes capacitados, arrogantes, ambiciosos, que quieran la independencia sencillamente para realiarse ellos mismos en una ri"alidad afortunada; algunos pueden estar "erdaderamente oprimidos o explotados, y llenos de resentimiento por dicha circunstancia. halins (3.486, pp. 49-45) recalca este factor, pensando en olinesia en el período de contacto con la ci"iliación occidental. Ifrece la "isión de una especie de lucha de clases primiti"a/ 'os sistemas políticos a"anados de olinesia estaban sobrecargados de tributos. En las historias tradicionales aparecen ciclos de centraliacióndescentraliación en RaSai y otras islas/ "iolentas disoluciones periódicas de grandes sociedades de efatura en pequeFas sociedades del mismo tipo y, de la misma manera, periódicas reconstituciones de la gran sociedad. ydney ar@inson acompaFó al capit$n #oo@ a olinesia y deó una importante descripción de estos ciclos, pero =orthcote ar@inson no los habría interpretado de otra manera. 'a expansión de una sociedad de efatura pa
39
A. %. Rocart decía (3458, p. 354)/ 0El efe fiiano sólo tiene que extender sus distritos e interpretar ampliamente las reglas tradicionales del comportamiento ceremonial para conseguir una urisdicción criminal y aumentar su inerencia en la "ida de sus s!bditos.1
V
#yril =orthcote ar@inson, historiador, publicista, periodista y economista brit$nico, conocido principalmente por sus 0leyes1 relati"as al proceso de crecimiento y desarrollo de la burocracia. (-. de la .)
39 rece haber ocasionado una expansión desmesurada del aparato administrati"o y de su consumo conspicuo. 'a consiguiente sangría de la riquea y expectati"as del pueblo tu"o finalmente su expresión en disturbios que acabaron con el efe y con la sociedad de efatura.
=o hay forma de saber en qu medida ese tipo de distur bios caracterió a las sociedades de efatura fuera de las grandes islas de olinesia, ni tampoco si en estas islas fue siempre la causa primaria del derrumbamiento administrati"o. ero ciertamente, en ocasiones, algunas sociedades de efatura se deshicieron sencillamente por culpa del deseo que abrigaban los efes secundarios de con"ertirse en efes supremos en una $rea propia independiente, cualquiera que fueran los moti"os. #omo "eremos en capítulos posteriores, las sociedades de efatura que precedieron a los estados nati"os en algunas partes de Pfrica fueron dadas a esta clase de mo"imiento. =o obstante, cuando todos los grupos potencialmente disidentes se encontraban comprometidos en los esfueros conducentes a un engrandecimiento de la sociedad, la solidaridad del conunto salía beneficiada.
uede tomarse como axiom$tica la afirmación de que las sociedades de efatura, al tener una mayor población y estar m$s centraliadas que las tribus igualitarias y las bandas, no sólo tendr$n m$s ocasiones que stas para la mediación, sino tambin una mayor capacidad para hacerlo así. Esto no quiere decir que creen cuerpos de leyes formales (o códigos), ni tam poco que hayan establecido "istas y procedimientos udiciales formales, sino solamente que encontramos en ellas una autoridad que funciona en el contexto de la finaliación de las querellas que amenaan la integridad de la sociedad. upone una 35
obre experimentos interesantes en la construcción de monumentos, "ase Erasmus (3.48C).
diferencia importante entre la sociedad er$rquica y la sociedad igualitaria el hecho de que la autoridad de la primera tenga capacidad de inter"ención, en "e de que simplemente aflore una opinión p!blica generaliada gracias a una ocasión tal como un duelo de canciones o una lucha atltica. #omo hemos dicho anteriormente, esta discusión es esencialmente descripti"a, no un intento de poner fin a los debates sem$nticos que tienen lugar entre los antropólogos, en cuanto a si la ley, el derecho, existe en todas partes o sólo se encuentra en los estados. #on"engamos ahora que cuando un Estado "erdadero aplica un conunto de leyes codificadas con procedimientos formales y respaldadas por la fuera, ha aparecido una estructura institucional que es "isiblemente muy distinta de un grupo de ancianos de una sociedad australiana que dan alg!n conseo o ayudan a poner fin a una disputa. =uestro problema es que la mediación en las sociedades de efatura est$ situada en alg!n punto entre los modernos tribunales institucionaliados y las primiti"as costumbres familiares con sus informales sanciones p!blicas. Todos ellos tienen las mismas funciones mediadoras, pero los medios son distintos. 'as sociedades de efatura parecen contener los inicios de unas instituciones semeantes a la ley, de forma que incluso la definición m$s estricta de sta puede admitir caracteriaciones tales como 0ley incipiente1 o 0ley en bruto1. in embargo, nosotros deseamos hablar sobre el sistema de mediación tal como realmente es. #omo repetidamente han seFalado los antropólogos, existe el peligro de etnocentrismo cuando nos adherimos demasiado austadamente a la terminología legal moderna al hablar acerca de las sociedades primiti"as. En primer lugar, no debemos esperar encontrar en las sociedades de efatura una formalidad y claridad extremas en la ley y los procedimientos legales como las que en las sociedades modernas nos permiten distinguir tan f$cilmente entre 0ir a los tribunales1 y 0me chi"ar a tu padre1. ebemos tener cuidado de no permitir que nuestro !nico criterio de lo que es un proceso udicial legal sea el puro formalismo. #omo una muestra de un procedimiento relati"amente informal que, sin embargo, se austa a los criterios de ospisil sobre la elaboración de las leyes udiciales, tomemos un eemplo de la sociedad pap! de =ue"a 2uinea, in"estigada por el propio ospisil (3.486, pp. 74-C:)/ El 0proceso legal1 @apau@u comiena normalmente como una querella. El 0demandante1 acusa al 0demandado1 de haber realiado un acto que causa peruicio a los intereses del primero. El demandado niega esta acusación o aporta una nue"a ustificación de su acto. 2eneralmente, los alegatos est$n acompaFados por un fuerte griterío que llama la atención de otras personas, que se re!nen alrededor. 'os parientes cercanos y los amigos de las partes en disputa toman partido y presentan sus opiniones y testimonios mediante discursos emoti"os o a gritos. i esta clase de discusión, llamada por los nati"os mana /oto, sigue adelante sin solución, normalmente acaba en una pelea a garrotaos... o en una guerra... in embargo, en la mayor parte de los casos, aparecen en escena los hombres importantes de la aldea y de las comunidades aliadas. 'o primero que hacen es acuclillarse entre los es pectadores y escuchar los alegatos. Tan pronto como el intercambio de opiniones alcana un punto demasiado cercano a un estallido de "iolencia, el poderoso efe inter"iene y comiena su argumentación. ?ecomienda a ambas partes que tengan paciencia y comiena a preguntar al demandado y a los testigos. En la escena del delito o en la casa del demandado busca las pruebas que pueden incriminar a ste... Esta acti"idad de la autoridad se denomina bo/o petai, que laxamente puede traducirse como 0in"estigación indiciaría1.
35 cia un largo discurso en el que hace un resumen de las pruebas, apela a una norma, y luego dice a las partes lo que debe hacerse para dar por terminada la disputa. i los litigantes no est$n dispuestos a cumplirlo, la autoridad se pone emoti"a y comiena a "ociferar reproches; pronuncia largos discursos en los que las pruebas, las normas, las decisiones y las amenaas constituyen elementos persuasi"os. e hecho, la autoridad puede llegar tan leos como a iniciar el %ainai (la dana loca), o cambiar de repente sus t$cticas y lamentarse amargamente sobre la conducta del demandado y el hecho de que se niegue a obedecer. Algunas autoridades nati"as son tan maestras en el arte de la persuasión que pueden llegar a producir l$grimas "erdaderas, que casi siempre quebrantan la resistencia de la parte reacia a admitir la decisión.
Todos los eemplos anteriores de refuero, liderago y mediación tienen como función principal la preser"ación de la sociedad. En la medida en que tienen xito Bespecialmente en la pre"ención de disputas y otras tendencias hacia la fi-sión B la sociedad puede crecer, mediante un incremento natural y mediante adición. G, desde luego, cuanto m$s gran-de sea y meor gobernada est una sociedad, meor puede comprender la guerra y procurar la pa en sus relaciones exteriores.
caso de un ataque por parte de un tercer grupo. ero estas relaciones tienen que estar garantiadas; la autoridad puede hacer el tratado, pero esto no es efica si no puede imponer la obediencia a su pueblo en el apoyo indi"idual al mismo. Adem$s, y sobre todo, las relaciones entre sociedades est$n mantenidas típicamente por los intercambios de presentes, de personas (en el matrimonio) y de hospitalidad. G si los dos gru pos pueden intercambiar especialidades de los que el otro careca, est$n aseguradas unas relaciones amables. Todo lo anterior depende de la capacidad del efe para ordenar el trabao y los bienes de su sociedad. i una sociedad con una autoridad central puede hacer tanto la guerra como la pa meor que una sociedad igualitaria, cu$l de ambas cosas predominar$ en su historia+ Ray m$s guerra o m$s pa en la etapa de sociedad de efatura+ 'ógicamente, cuando hay guerra, sta debe darse en mayor escala que entre los grupos igualitarios, y debe ser m$s decisi"a en raón de que est$ m$s organiada. Esto mismo puede tender a limitar el n!mero de guerras. Adem$s, este tipo de sociedades tienen una meor capacidad que las sociedades igualitarias para conquistar (Itterbein, 3.487), en lugar de simplemente intimidar. En otras palabras, la guerra puede ser infrecuente en raón de que puede ser considerablemente m$s total; pero la cuestión del n!mero de guerras que se dan en las sociedades de efatura sencillamente no puede resol"erse de manera concluyente.
ebe recordarse que las sociedades segmentarias primiti"as tienden a reunir grupos "ariables en sus dimensiones, en particular cuando la ocasión o las funciones de la reunión son
37 diferentes. or esta raón, los límites de tales sociedades son confusos. Existen, por supuesto, numerosas excepciones a esta generaliación, particularmente cuando la sociedad es una aldea hortícola relati"amente sedentaria, encerrada en sí misma (endógama). Aldeas de este tipo se encuentran a men!do en la sel"a tropical de Amrica del ur y en otros lugares, y tienen su origen probablemente en la tremenda despoblación y deculturación a que estas sociedades se han "isto sometidas durante muchas generaciones (&agley, 3.47:).
tas. =os estamos refiriendo a uno de los problemas m$s serios del mtodo transcultural, estadístico, en la antropología/ #u$l es la unidad que hay que contar+ ?esulta bastante difícil decidir lo que es una unidad sociopolítica, especialmente en las sociedades igualitarias segmentarias. Tales unidades crecen en diferenciación y permanencia, al igual que en tamaFo y compleidad, durante su e"olución, pero son tambin culturas unitarias+ arece claramente ob"io que una sociedad bien diferenciada presentar$ una cultura, pero que esta cultura no ser$ necesariamente una cultura distinti"a en la mayor parte de sus aspectos, no ser$ una cultura peculiar de esa sociedad sola entre sus sociedades "ecinas. ero existen situaciones en las que, como característicos de una sociedad de efatura particular, pueden surgir determinados rasgos culturales nue"os. En materia de ideología y ritual religiosos, el liderago teocr$tico puede aFadir y quitar casi a discreción determinadas particularidades. or eemplo, una nue"a sociedad de este tipo puede querer distinguirse, y especialmente el linae de su efatura, de la sociedad y linae de origen exaltando nue"os dioses y empequeFeciendo o aboliendo los antiguos, unto con los rituales con ellos asociados.
ELMAN SERVICE
LOS ORI,ENES DEL ESTADO - DE LA CIILIZACION.
0L $1'20&' 30 LA 04'L526725L51AL. #AMT<'I 7. %A?M. A'MA=WA EMTI?MA'. 3.467