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El Alo Amazonas
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EL ALTO AMAZONAS
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El Alo Amazonas Primera edición en español Lima-Iquitos, agosto de 2010 © El Alto Amazonas © Donald W. Lathrap Título original: The Upper Amazon Praeger Publishers Inc., New York, 1970 De esta edición: © Santiago Rivas Panduro © Instituto Cultural Rvna © Chataro Editores Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2010-11269 ISBN: 978-9972-9755-8-5
esta publicación es posible gracias al auspicio de Intitute of Andean Research Instituto de Estudios Huarinos Asesoría & Servicios Especializados SAC Traducción del inglés Lúcia Harumi Borba Revisión Santiagocientíca Rivas Panduro
Primera revisión Hilda Portocarrero Ramos Revisión nal
James Matos Tuesta
Diagramación Rodolfo Loyola Instituto Cultural Rvna Jr. Castilla 623, San Miguel, Lima 32 Teléfono (511) 2635007 Calle Morona 569, Iquitos, Loreto
Chataro Editores Psje. Juan de Arona 151 Los Olivos, Lima 39, Perú Teléfono (511) 6541404
Teléfono (5165) 630046
[email protected] www.centroruna.com
[email protected]
Impreso en el Perú 4
EL ALTO
AMAZONAS Donald W. Lathrap
Santiago Rivas Panduro, editor
RVNA
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El Alo Amazonas
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Conenidos
Presentación, por Santiago Rivas Panduro Prólogo, Te Upper Amazon: cuarenta años después, por Ricardo Chirinos Portocarrero Vida y obra de D. Lathrap, por Richard L. Burger Importancia de Te Upper Amazon, por Eduardo G. Neves Dossier fotográco, por José Oliver
15 19
LISTA DE LAS ILUSTRACIONES CUADRO cRONOLÓGICO AGRADECIMIENTOS
10 48 50
33 39 43
I
INTRODUCCIÓN
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II
EL ALTO AMAZONAS COMO ESCENARIO DE
56
DESENVOLVIMIENTO CULTURAL
La red hidrográca de la cuenca amazónica La cobertura vegetal La fauna del bosque tropical Los suelos y sus potencialidades agrícolas III
LA CULTURA DEL BOSQUE TROPICAL La denición de cultura del bosque tropical La naturaleza del sistema agrícola del bosque tropical Aspectos tecnológicos de la cultura del bosque tropical El srcen de la cultura del bosque tropical
56 65 68 70 79 79 81 94 97 7
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LAS LENGUAS DEL ALTO AMAZONAS: INDICIOS DE LAS
IV
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MIGRACIONES DEL PASADO Y DE LA DEMOGRAFÍA ANTIGUA
El grupo Arawak El Tupí-Guaraní El Pano y sus anidades El Gě y el Caribe El Ecuatorial V
LAS CULTURAS MÁS ANTIGUAS DE LA FLORESTA TROPICAL DEL ALTO AMAZONAS Tutishcainyo Temprano Tutishcainyo Tardío Shakimu El Alto Pachitea La Cueva de las Lechuzas El valle de Huánuco La curva del Marañón Ecuador Las relaciones culturales más distantes de las antiguas culturas del bosque tropical del Alto Amazonas
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LOS PUEBLOS BARRANCOIDES Y SUS MIGRACIONES El Barrancoide septentrional Hupa-Iya Los estilos Barrancoides del Amazonas Central Naranjal y los Asháninka modernos Bolivia oriental y el Alto Xingú Resumen
147 147 151 154 156 158 161
LOS PUEBLOS DESPLAZADOS Yarinacocha Pacacocha Los Enoqui y los Amuesha modernos
162 163 165 169
VI
VII
8
104 111 113 115 116
118 123 126 129 136 137 141 143 144
Conenidos
OTRAS INVASIONES EN LA CUENCA DEL UCAYALI Cumancaya Caimito, Napo y la tradición Polícroma
170 170 179
IX
LOS CAMPOS ELEVADOS
194
X
LA EXPANSIÓN CARIBE FUERA DE LA CUENCA AMAZÓNICA
198
XI
LAS TERRAZAS Y LAS VERTIENTES ORIENTALES DE LOS
205
VIII
ANDES
XII
EL PANORAMA ETNOGRÁFICO ACTUAL DE LA CUENCA DEL UCAYALI Los Shipibo y los Conibo Los Cocama Las etnias de lengua Pano de la selva
BIBLIOGRAFÍA FUENTE DE LAS ILUSTRACIONES FOTOGRAFÍAS DESCRIPCIÓN DE LAS FOTOGRAFÍAS ÍNDICE ALFABÉTICO NOTAS
214 214 219 220 225 239 243 277 289 297
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FOTOGRAFÍAS
01. Río Ucayali aguas abajo de Pucallpa 02. Vista aérea de la llanura inundable del río Ucayali 03. Viaje en canoa por el Yanayacu 04. Yarinacocha 05. Laguna Imariacocha 06. Parte más oriental de los Andes peruanos 07. Bosque tropical húmedo del río Pisqui 08. Suelo y vegetación de los Andes orientales del Perú 09. Fragmento cerámico, complejo Shakimu Temprano 10. Taza, complejo Shakimu Temprano 11. Fragmento de parte superior de botella, complejo Shakimu Temprano 12. Cuenco, complejo Shakimu Temprano 13. Fragmento de cuenco, cerámica na de la cueva de las lechuzas 14. Fragmentos de cuenco, cerámica na de la cueva de las lechuzas 15. Fragmentos con decoración excisa, complejo Pangotsi 16. Fragmento de sello tipo rodillo, complejo Nazaratequi 17. Ejemplos de decoraciones incisas, complejo Nazaratequi 18. Las Manos Cruzadas, sitio arqueológico de Kotosh 19. Sitio arqueológico de Kotosh 20. Conuencia de los ríos Tabaconas y Chinchipe 21. Collar de cuentas de concha, sitio arqueológico Huayurco 22. Botella de cerámica negra bruñida, sitio Huayurco 23. Adorno de un cuenco de piedra, sitio Huayurco 10
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24. Fragmento con decoración aplicada, sitio Huayurco 25. Pequeño cuenco de ónix, sitio Huayurco 26, 27. Cuencos de piedra esculpida, sitio Huayurco 28. Fragmentos cerámicos del complejo Hupa-Iya 29. Husos para hilar decorados, complejo Hupa-Iya 30. Adornos del complejo Hupa-Iya 31. Vasija del complejo Yarinacocha 32. Adornos de vasijas del complejo Cumancaya 33. Fragmento de olla con supercie alisada, complejo Cumancaya 34. Fragmento de olla con decoración incisa, complejo Cumancaya 35. Fragmento de olla corrugada, complejo Cumancaya 36. Urna corrugada de grandes dimensiones, tradición Cumancaya 37. Pequeña cabeza de cerámica de la región del río Aspusana 38. Fragmento con decoración zonal bícroma de la región del río Aspusana 39. Colador y mano de mortero de cerámica, complejo Cumancaya 40. Vasija con decoración zonal bícroma, complejo Naneini 41. Cuenco con decoración aplicada de rostro humano, complejo Caimito 42. Olla con incisión en líneas anchas y decoración aplicada, complejo Caimito 43. Figurina de rana, complejo Caimito 44. Miniatura de botella tetralobular, complejo Caimito 45. 46. Vista aérea de los camellones del este de Bolivia 47. Estructura central del sitio arqueológico Capash 48. Sitio arqueológico el Gran Pajatén 49. Mampostería tipo mosaico de el Gran Pajatén 50. Detalle de mampostería tipo mosaico, el Gran Pajatén 51. Figurina cerámica, estilo Tantamayo 52. Jarra de la serie Killke de Cuzco 53. Muro doble de las ruinas del poblado Trenchera 54. Vista general de las ruinas de Trenchera 55. Chacra de maíz en Painaco 56. Urna funeraria de grandes dimensiones, región Calchaqui 11
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57. Cántaro para agua Shipibo 58. Vasija para beber Pisquibo 59. Ropa masculina Shipibo (cushma) 60. Vasija para beber Conibo 61. Recipiente para comida Conibo 62. Colador de masato Pisquibo 63. Mano de moler y mortero de madera Shipibo 64. Joven mujer Shipibo en traje de esta 65. Mujer Shipibo preparando masato 66. 67. Recipientes para cocción Pisquibo 68. Fogata de una cocina Pisquibo 69. Cántaro para agua Cocamilla 70. Cuenco Cocamilla 71. Cántaro Tikuna para agua 72. Recipiente para cocción del grupo Isconahua 73. Vasija para beber del grupo Isconahua 74. Vasija del grupo Cashibo 75. Pequeño cuenco proveniente de un caché, bajo río Utoquinea
FIGURAS
01. Mapa: Sitios arqueológicos en la cuenca del Alto Amazonas, p. 57 02. Mapa: Rasgos geológicos de la cuenca amazónica, p. 61 03. Mapa: Cobertura vegetal de la cuenca amazónica, p. 67 04. Mapa: Distribución lingüística del Macro-Arawak y Macro-TupíGuaraní, p. 105 05. Mapas: Etapas de dispersión poblacional relacionada al MacroArawak, p. 108-109 06. Mapa: Otros troncos lingüísticos de la cuenca amazónica, p. 114 07. Formas y decoración de vasijas del Tutishcainyo Temprano, pp. 120121 08. Diseño de felino, complejo Tutishcainyo Temprano, p. 123 09. Formas y decoración de vasijas del Tutishcainyo Tardío, pp. 124-125 12
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10. Formas y decoración de vasijas del Shakimu Temprano, p. 127 11. Plano de diseño decorativo de cuenco, Shakimu Temprano, p. 128 12. Vasijas del Shakimu Tardío, p. 129 13. Formas de vasijas, complejo Cobichaniqui, p. 131 14. Formas de vasijas Pangotsi, p, 133-135 15. Formas de vasijas Nazaratequi, pp. 135 16. Mapa: Distribución de los complejos cerámicos tempranos, p. 145 17. Fragmentos de la tradición Barrancoide, p. 149 18. Formas y decoraciones típicas de vasijas del complejo Hupa-Iya, p. 154 19. Formas y decoraciones de vasijas, complejo Naranjal, p. 156 20. Formas y decoraciones de vasijas, complejo Monte Velarde Inferior, p. 158 21. Fragmentos del complejo Monte Velarde Inferior, p. 159 22. Mapa: Sitios de producción de cerámica de la tradición Barrancoide, p. 160 23. Vasijas del complejo Yarinacocha, p. 164 24. Vasijas del complejo Pacacocha, p. 166 25. Adornos de cabeza de murciélago, complejo Nueva Esperanza, p. 167 26. Vasijas típicas del complejo Enoqui, p. 168 27. Vasijas del complejo Cumancaya, p. 171 28. Cuenco con base pedestal del complejo Cumancaya, pp. 172-173 29. Fragmentos cerámicos decorados procedentes de un entierro Cumancaya, p. 173 30. Diseños pintados provenientes de Mato Grosso do Sul, p. 175 31. Planos de diseños decorativos de vasijas del estilo Mojocoya Trícromo, p. 177 32. Cerámicas de inhumaciones en urna del río Palacios, p. 178 33. Formas de vasijas del complejo Caimito, p. 180 34. Plano de diseño de urna funeraria del complejo Caimito, p. 181 35. Diseños incisos y excisos del complejo Caimito, p. 182 36. Objetos cerámicos del complejo Caimito, p. 183 37. Hacha de piedra pulida, complejo Caimito, p. 184 13
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38. Urna funeraria y tres fragmentos cerámicos de la fase Napo, pp. 186-187 39. Cerámica de entierros del complejo Monte Velarde Superior, p. 192 40. Mapa: Distribución de los campos elevados en América del Sur, p. 196 41. Fragmentos cerámicos con decoración incisa y excisa de las culturas precolombinas tardías, p. 200 42. Fragmentos cerámicos con decoración aplicada de las culturas precolombinas tardías, p. 201 43. Mapa: Sitios tardíos caracterizados por presentar vasijas con incisión triangular y decoración aplicada, p. 203 44. Vasijas de los Andes peruanos y bolivianos, p. 206 45. Mapa: Presencia de sitios ubicados en las cumbres y vertientes orientales de los Andes, p. 208 46. Cerámica con engobe rojo de Chullpa Pampa, p. 209 47. Reconstrucción de formas de vasijas de Chacra Giacomotti, p. 211 48. Hacha de bronce fundido del río Pisqui, p. 212 49. Mapa: Distribución actual de los grupos indígenas de la cuenca del Ucayali, p. 215 50. Fajas de diseño de vasijas de cocina Shipibo y Pisquibo, p. 217 51. Impresiones de sellos tipo rodillo modernos tallados en madera, p. 219 52. Fragmentos cerámicos del complejo Tournavista, pp. 220-221 53. Fragmentos con incisiones de líneas delgadas, encontradas por la carretera que une Tournavista a Pucallpa, p. 222 54. Dibujos realizados por una mujer Isconahua, p. 223
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Presenación
s un honor para mí haber tenido la responsabilidad de editar la primera edición en español de una de las obras clásicas de la arqueología amazónica. The Upper Amazon, es un texto importante sobre la historia precolombina de la Amazonía continental, que luego de cuarenta años de publicada en inglés, y luego de veinte años del fallecimiento de su genial creador, el cientíco estadounidense Donald W. Lathrap, aparece por primera vez en nuestro idioma. Este noble esfuerzo, ha sido inspirado por tres razones. En primer lugar, es un merecido homenaje al maestro Lathrap, como retribución de su gran gesto que le hiciera al pueblo indígena Shipibo-Conibo, y a la región amazónica en general, simbolizado en Catalino Agustín Cumapa y Manuel Rengifo Barbarán, sus compadres, a quienes dedicó su libro en 1970. En segundo lugar, para que la mayoría de peruanos, también conozcan y valoren nuestra riqueza cultural amazónica y a nuestros hermanos indígenas del presente, porque debemos comprender que no somos fruto de la casualidad, sino de un largo y complicado proceso que nos ha tocado vivir desde aquellos tiempos en que los indígenas nos adelantaron en ocupar estas tierras amazónicas, sus bosques y sus ríos. En lo personal debo confesar, que aún siendo amazónico, antes de estudiar arqueología desconocía por completo la existencia de los pueblos srcinarios de la Amazonía peruana, seguramente, como hasta hoy ocurre con muchas personas. Cuando ingresé a las aulas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú, en 1995, y a lo largo del desarrollo de mi carrera profesional, recién comprendí que la Amazonía en general, había sido escenario de un desenvolvimiento cultural por milenios. Ello me impactó
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mucho de manera positiva. Entonces, me pregunté: ¿Por qué la obra The Upper Amazon no había sido publicada en español? Y si nadie lo hizo, ¡alguien tenía que hacerlo! Más de diez años han pasado desde ese momento de reexión. Hasta que por n, se hizo realidad ese sueño, publicar The Upper Amazon, que en esta edición toma el nombre de El Alto Amazonas. La tercera razón para publicar este libro, es la convicción que El Alto Amazonas generará no sólo conciencia en los lectores, sino también, de manera particular, motivará a las nuevas generaciones de estudiantes y jóvenes profesionales de las ciencias sociales a investigar la Amazonía peruana y a difundir el conocimiento para mejorar las condiciones de existencia material y espiritual de nuestras sociedades diversas. Para esta edición en español, hemos creído por conveniente invitar a tres investigadores sociales para que ofrezcan una apreciación más detallada sobre la vida y obra de Donald W. Lathrap, y así permitirnos tener un mejor conocimiento de la gura destacada de este intelectual estado unidense. Por ello, se incluyen los textos del arqueólogo estadounidense Richard L. Burger, del arqueólogo brasileño Eduardo Góes Neves, y el arqueólogo peruano Ricardo Chirinos Portocarrero. También, gracias a la colaboración del Dr. Richard Burger, tenemos acceso para la edición de El Alto Amazonas, de algunas fotografías de Donald W. Lathrap, proporcionadas por el arqueólgo estadounidense José Oliver. Creo necesario señalar, que esta obra ve la luz con mucho esfuerzo, como la mayoría de publicaciones en el Perú. Hubiésemos deseado que se hubiera gestado en mejores condiciones editoriales. Sin embargo, no obstante las limitaciones, nos congratula el solo saber que su contribución será incalculable para la Amazonía en general, porque la presente obra no sólo está destinada para los que de alguna manera están vinculados a la arqueología en general y arqueología amazónica en particular, sino a todos aquellos que quieran acercarse al conocimiento del pasado precolombino de la Amazonía continental. En ese sentido, los errores que se encuentren en la traducción y en el trabajo editorial, las asumimos desde ahora. Creemos, que en una segunda edición deberá subsanarse todas las deciencias de la presente edición.
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Presenación
Quiero reconocer públicamente el gesto que tuvo el Dr. Richard Burger para conseguir de parte de la familia del cientíco Lathrap, la au torización para que esta obra pudiera editarse por primera vez en español. Hasta la fecha, The Upper Amazon sólo tuvo una edición en inglés, que fue la de 1970, y luego hubo una segunda edición en portugués editada en Portugal, en 1975, titulada O Alto Amazonas, por lo que quedaba pendiente por cubrir un vacío para un gran sector de habla hispana. Para esta edición hemos considerado pertinente incluir algunas notas en el texto de Lathrap con la intención de favorecer la comprensión de algunos términos del español amazónico y de algún otro vocablo relevante. Finalmente, debo expresar mi agradecimiento a todas las personas e instituciones que me apoyaron de múltiples maneras en la publicación de esta obra. Al Dr. Richard Burger, presidente del Institute of Andean Research, a la Lic. Margarita Brikyte y al Lic. Bebel Ibarra Asencios, director del Instituto de Estudios Huarinos, a la Lic. Ada Medina Mendoza yal Lic. Humberto Salini Falconí, gerente de Asesoría & Servicios Especializados, por el nanciamiento de El Alto Amazonas. A la Lic. Lúcia Harumi Borba, por la traducción del inglés. A la Lic.Angélica Bendezú Bautista, al Lic. Miguel Aguilar Díaz, a la Lic. Gina R. Marrou Díaz, a la Lic. Silvia Mónica Panaifo Teixeira, y al Lic. Luis A. Milla Torres, por la traducción inicial de algunos capítulos del texto en inglés. A la Lic. Hilda Portocarrero Ramos por la primera revisión del texto en español y al abogado James Matos Tuesta, por la revisión nal de los textos y la producción editorial. Al periodista Luis Tafur Rengifo, por la revisión inicial de algunos capítulos del texto en español. Nuevamente al Dr. Richard Burger, Dr. EduardoGóes Neves, Mg. Ricardo A. Chirinos Portocarreroy Dr. José Oliver, por los aportes con los textos y fotografías para la presente edición. Santiago Rivas Panduro Docente de la Universidad Cientíca del Perú
Arqueólogo del Instituto Nacional de Cultura - Loreto Iquitos, agosto de 2010
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PRÓLOGO
Te Upper Amazon: cuarena años después
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.he Upper Amazon, de Donald Lathrap, fue publicado por primera vez en 1970. Con la presente edición en español —que toma el título de El Alto Amazonas— celebramos los 40 años de esta obra que trajo una perspectiva diferente sobre los grupos humanos que habitaban la Amazonía precolonial. Por primera vez, desde la arqueología, se propuso la existencia de sociedades complejas en esta región, surgidas como resultado de un desarrollo autóctono de miles de años. Hoy esta obra sigue siendo referencia fundamental para las nuevas generaciones de arqueólogos y estudiosos amazónicos en general. Las investigaciones realizadas por Lathrap y su equipo en el Ucayali Central son el punto de partida desde el cual el autor inere relaciones culturales de gran profundidad en el tiempo y entre áreas distantes de la cuenca amazónica, la del Orinoco y del Caribe. La amplitud de evidencias arqueológicas de las áreas mencionadas con que trabaja el autor, articuladas a una perspectiva multidisciplinaria —ecológica, geográca, etnográca y lingüística— sientan las bases para la construcción de un modelo explicativo bastante amplio e innovador sobre la historia de la ocupación humana en la Amazonía. En ocasión de la presente publicación en español, y teniendo en cuenta al lector peruano, conviene esbozar aquí el marco teórico en que se inserta la obra, sus aportes a la arqueología amazónica, y los avances de las investigaciones contemporáneas, que vienen reformulando sus hipótesis.
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LA AMAZONÍA PRECOLONIAL EN DEBATE
En la década del cuarenta del siglo pasado, se formuló un importante modelo explicativo para entender a los grupos humanos srcinarios de la Amazonía, que fue elaborado por Julian Steward y Robert Lowie, y difundido en la publicación de Handbook of South American Indians.1. En esta obra, las culturas amazónicas fueron denidas bajo el concepto de Cultura de Floresta Tropical, caracterizada por algunos rasgos culturales, como una alimentación basada en tubérculos, conocimiento de la navegación uvial, uso de redes para dormir y la presencia de cerámica. Sin embargo, era principalmente la ausencia de ciertos elementos, como arquitectura monumental y metalurgia, lo que denió a esas culturas. La Cultura de Floresta Tropical estaría muy próxima a las denominadas Tribus Marginales de cazadores y recolectores del Brasil Central y de la Patagonia en cuanto a su organización socio-política 2, concebida como autónomas e igualitarias, limitadas por un ambiente improductivo y por una tecnología simple. Tal organización impediría la generación de un excedente productivo, requisito para la especialización y división del trabajo y sus consecuencias dialécticas de estraticación social y centrali zación política. Es dentro de este cuadro teórico que los arqueólogos estadounidenses Betty Meggers y Clifford Evans, alumnos de Steward, proponen el primer modelo que desde la arqueología intenta explicar la ocupación humana en la región amazónica3. Este enfoque —conocido como “modelo [1] Steward, J., “Culture Areas of the Tropical Forest”. Handbook of South American Indians , vol. 3, J. Steward, ed. Washington D. C.: Boreal of American Ethnology, Smithsonian Institution, Bulletin 143: 883-903, 1948. [2] Steward, J. op cit; Steward, J. y Faron, 1959, en Viveiros de Castro, E., “Images of Nature and Society in Amazonian Ethnology”. Annual Review of Anthropology . 25: 179200, 1996. [3] Meggers, B. y Evans, C., “An Experimental Formulation of Horizon Styles in the Tropical Forests of South America”. En: Essais in Pré-Columbians Art and Archaeology . Samuel ed. Cambridge, Mass:inHarvard University pp. 372-388, 1961; Meggers,Lothrop, B., Amazonia: Man and Culture a Counterfeit ParadisePress, . Smithsonian Institution Press, Washington, 1971.
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Prólogo
standard”4— tuvo gran aceptación y ha inuenciado hasta en la actualidad las investigaciones y el sentido común en la región. Su argumento se basa en la concepción de que el medio tropical no ofrecía recursos sucien tes para mantener grandes poblaciones humanas, limitando y degradando sus condiciones sociales. Así, los antiguos habitantes de la Amazonía no diferirían mucho de los grupos contemporáneos en cuanto a su organización social y adaptación al medio. Esta visión minimiza el impacto de la colonización europea sobre la densidad demográca y el modo de vida de los pueblos indígenas amazónicos, y coloca a la región en una posición marginal en relación a los complejos culturales de la zona andina y circuncaribeña, de donde habrían venido las innovaciones culturales. Con sus investigaciones —sistematizadas en El Alto Amazonas— Lathrap pone en cuestión este modelo, argumentando en favor de un desarrollo autóctono para las sociedades precolombinas de la cuenca amazónica y proponiendo una historia de ocupación humana continua y de larga duración. Entre los desarrollos autóctonos de los grupos amazónicos, guraría la agricultura intensiva de raíces —la cual tiene como antecedente la domesticación de la yuca en las llanuras inundables, que se habría iniciado entre los 5000 a 3000 años a.C.— y el aprovechamiento de recursos alimenticios de los ríos, posibilitando el surgimiento de sociedades densas y complejas, que desarrollarían sosticadas industrias alfareras y el inter cambio de bienes de prestigio a larga distancia. En este sentido Lathrap reformula el concepto de Cultura de Floresta Tropical, señalando que este no debe ser considerado como un grado uniforme de evolución cultural y sí en términos de elementos culturales comunes, como los ya mencionados. Según propone Lathrap, la Amazonía Central 5 sería el probable núcleo de dispersión de una serie de sociedades agrícola-ceramistas, cuyo [4] Viveiros de Castro, E., “Images of Nature and Society in Amazonian Ethnology”.
Annual Review of Anthropology. 25: 179-200, 1996. [5] Se reere especícamente al área de la desembocadura del río Negro en el Amazonas cerca de la ciudad actual de Manaos. 21
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registro arqueológico se distribuye por diferentes zonas de la cuenca del Amazonas, la del Orinoco y el Caribe. Continuas oleadas migratorias se habrían iniciado desde 3000 a.C. debido a presiones poblacionales ocasionadas por el modo de vida agrícola sedentario, difundiendo su cultura a zonas distantes. Este modelo explicativo sirvió de base para que generaciones de arqueólogos, posteriormente buscaran corroborar su validez a partir del estudio de nuevos contextos arqueológicos. Las diversas investigaciones de las últimas décadas ampliaron y profundizaron el conocimiento sobre la historia de ocupación humana en la Amazonía. Estos avances permiten detallar procesos especícos, posibilitando una valiosa problematización de sus conceptos e hipótesis. Mencionaremos principalmente las investigaciones realizadas en la Amazonía Central y en el Alto Xingú —en el Brasil—, por la importancia de esa área para la construcción del modelo de Lathrap. Sin embargo, a lo largo de las últimas cuatro décadas han habido en toda la Amazonía Continental importantes hallazgos, que atestiguan la antigüedad de la ocupación humana en la cuenca amazónica, bien como los inicios de la industria alfarera y de la agricultura 6. LAS NUEV AS INVESTIGACIONES Y LA ECOLOGÍ
A HISTÓRICA
Uno de los argumentos teóricos que se respalda en El Alto Amazonas es el contraste bastante marcado entre las fértiles llanuras inundables ( várzeas) y los antiguos depósitos aluviales (tierra rme ), pobres en nutrientes. Para Lathrap, solamente las limitadas áreas de llanuras inundables serían factibles para una alta productividad agrícola, base para el sedentarismo y el crecimiento poblacional. [6] Las investigaciones de Anna Roosevelt en la Caverna da Pedra Pintada, en el Bajo Amazonas (Estado de Pará, Brasil), identicaron instrumentos líticos datados en 9.000 años a.C, que constituyen el registro más antiguo de presencia humana en la cuenca amazónica. Los hallazgos cerámicos de la misma investigadora en el conchal de Taperinha, datados en 5000 años a.C, evidencian, por otro lado, que la antigüedad de la tecnología alfarera en la Amazonía se daría mucho antes del surgimiento de la agricultura, cuyos
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Prólogo
Otros investigadores, como Robert Carneiro y Anna Roosevelt7 también basaron sus argumentos en tal contraste, consolidando lo que se vino a conocer como dicotomía várzea - tierra rme. Tal presupuesto, sin embargo, es cuestionado por estudios más recientes, en la medida en que supone una tendencia general, independiente de los diferentes regimenes de producción y reproducción social, en dirección a áreas abstractamente más fértiles8. Como muestran las investigaciones realizadas por el Proyecto Amazonía Central - PAC9, los grandes asentamientos humanos sedentarios no aparecen solamente en las áreas de llanuras inundables 10, sino también en áreas de tierra rme , como es el caso de los sitios arqueológicos Lago Grande11 y Osvaldo12. registros más antiguos datan del primer milenio a.C. (Programa de Educação Patrimonial do Levantamento Arqueológico do Gasoduto Coari-Manaus - Guia Temático. Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo - MAE. São Paulo, 2008). [7] Carneiro, R., “A Theory of the Origin of the State”. Science, 169:733-738, 1970; Roosevelt, A., Parmana: Prehistoric Maize and Manioc Subsistence Along the Amazon and Orinoco. Academia Press, Nueva York, 1980. [8] Viveiros de Castro, E., “Images of Nature and Society in Amazonian Ethnology”. Annual Review of Anthropology . 25: 179-200, 1996. [9] El Proyecto Amazonía Central – PAC, creado en 1995 por los arqueólogos Eduardo Neves (Universidad de São Paulo), Michael Heckemberger (Universidad de Flórida) y James Petersen (Universidad de Vermont), intensica la generación de datos empíricos para corroborar los modelos de ocupación precolombina en la Amazonía, actuando principalmente en la zona de conuencia de los ríos Negro y Solimoes. [10] Según Denevan, los asentamientos humanos no se encontrarían en las mismas llanuras inundables, sino en los topos de las colinas adyacentes a éstas. Las llanuras inundables se utilizarían principalmente para la agricultura estacional en complementariedad con una agricultura menos intensa en áreas de tierra rme (Denevan, W. M., “A Bluff Model of Riverine Settlement in Prehistoric Amazonia”. Annals of the Association of American Geographers 86 (4): 654-681, 1996). [11] Donatti, P. B., A Ocupação Pré- Colonial da Área do Lago Grande, Iranduba , AM. Tesis de Maestría, Museu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo, São Paulo, 2003. [12] Chirinos Portocarrero, R., AnaVariabilidade Espacial no Sítio de de umArqueoAssentamento da Tradição Barrancóide Amazônia Central . Tesis de Osvaldo: Maestría.Estudo Museu logia e Etnologia, Universidade de São Paulo, 2007.
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El elemento clave para mostrar evidencias de grandes sociedades sedentarias en esta área de la Amazonía es la tierra negra antropogénica13, formada por la acumulación de desechos orgánicos que resultaron de las acciones cotidianas de los pueblos del pasado. De esa forma, la disposición, profundidad y extensión de la tierra negra constituye un indicio de la intensidad de la ocupación humana en esos asentamientos. Las áreas de tierra rme14, a pesar de no contar con la fertilización periódica de las llanuras de inundación, pudieron dar la base para el establecimiento de grandes poblaciones sedentarias, donde la pesca habría tenido preferencia sobre la caza terrestre, en áreas en que los recursos acuáticos son abundantes. Se propone que la agricultura intensiva de yuca en áreas de tierra rme, como las del Alto Xingú, debe haber sido la base económica precolonial en la región15. En cuanto a la propuesta de Lathrap, sobre la presencia de extensos sitios arqueológicos con una ocupación continua de larga duración y una [13] Conocida como Terra Preta do Indio, es una tierra de coloración negra debido a su alto contenido de componentes orgánicos, y aparece siempre asociada a sitios arqueológicos. Los suelos amazónicos, de un color marrón claro y PH ácido, no son favorables a la agricultura intensiva. Sin embargo, las áreas de tierra negra constituyen terrenos privilegiados para los cultivos por su gran fertilidad. Actualmente estos suelos antropogénicos son utilizados por agricultores a lo largo de la amazonía brasileña, y su proceso de formación, sus propiedades y benecios económicos están siendo investigados conjuntamente por arqueólogos, agrónomos, podólogos y otros especialistas. También en la Amazonía colombiana se están desarrollando investigaciones de sitios arqueológicos prehispánicos asociados a terra preta. En el Perú, el hallazgo de sitios prehispánicos asociados a terra preta es más reciente, siendo uno de los hallazgos más importantes el sitio de Quistococha (Rivas, 2006 véase nota 34). [14] Según Morán (Morán, E. F.,La Ecología Humana de los Pueblos de la Amazonía. Fondo de Cultura Económica, Sección de Obras de Ciencia y Tecnología. México D. F., 1993), en esas áreas, la adaptación indígena sería basada en la promoción de la diversidad genética, a través de la creación y manejo de zonas de bosque antropogénico, con alta concentración de recursos de subsistencia. De esa manera, no se puede considerar a los antiguos depósitos aluviales —que corresponden a la gran mayoría del territorio amazónico— como un área homogénea, pues estos abrigan diferentes ecosistemas y variables nivelesM. deetfertilidad del suelo. [15] Heckemberger, al., “Manioc Agriculture and Sedentism in Amazonia: the Upper Xingu Example”. American Antiquity , vol. 72: 633-648, 1998.
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Prólogo
antigüedad de cerca de 3000 años a.C. en la Amazonía Central, viene siendo revisada ante evidencias recientes que indican un panorama diferente. Las dataciones obtenidas para algunos sitios de la Amazonía Central, realizadas por el PAC, renan la cronología del área 16, el fechado más antiguo para sociedades basadas en la agricultura y con industria cerámica en el área es de 300 años a.C., dicha cerámica ha sido caracterizada como la fase Açutuba17. Los sitios encontrados en la Amazonía Central son en su mayoría multicomponenciales, con sobreposición de cerámicas de las fases Açutuba, Manacapuru, Paredão y Guarita, pueden llegar a tener 90 hectáreas de área, como es el caso del sitio Açutuba. Por otro lado, algunos sitios unicomponenciales como Osvaldo y Lago Grande evidencian una ocupación continua de 200 años, asociados a la tierra negra. A partir de estas evidencias se vienen formulando hipótesis que toman en cuenta tanto la alta densidad demográca de las ocupaciones, como el abandono relativamente rápido de los asentamientos. Según proponen Neves y Petersen18, el factor principal que conllevaría al fraccionamiento y abandono de los grandes asentamientos serían los procesos internos de conictos políticos por el liderazgo de las aldeas. En este sentido, estos autores postulan que las ocupaciones de la Amazonía Central serían formaciones sociales cíclicas, caracterizadas por procesos alternados de centralización, cuyo registro arqueológico serían grandes sitios, y descentralización, vericada en el repentino abandono de algunos de éstos. [16] Cronología de los estilos ceramistas precoloniales en la Amazonía Central: Fase Açutuba III a.C. – III d.C. Fase Manacapuru VI - X d.C. Fase Paredao VIII-XI d.C. Fase Guarita IX-XVI d.C. (Programa de Educação Patrimonial do Levantamento Arqueológico do Gasoduto Coari-Manaus - Guia Temático. Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo – MAE. São Paulo, 2008). [17] Lima, H. P., Neves, E. G. y Petersen, J. B., “A Fase Açutuba: um Novo Complexo Cerâmico na Amazônia Central”. Arqueologia Sul-Americana, Popayán, v.2, nro. 1, 2006. [18] Neves, E. G. y Petersen, J., “Warfare in Precolonial Amazonia: When Carneiro meets Clastres”. En: Axel Nilsen, William Walker (Org.). Warfare in Cultural Context: Practice Theory and the Arc haeology of Violence . Tucson: University of Arizona Press, 2008.
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El Alo Amazonas
Por otro lado, el tema central de El Alto Amazonas, el de los movimientos migratorios en la Amazonía precolonial —analizados por Lathrap a partir de la relación que establece entre tradiciones cerámicas y grupos lingüísticos—, es el que ha tenido una continuidad más directa en las investigaciones recientes. A partir de las similitudes estilísticas entre las cerámicas de la cuenca del Orinoco y del Ucayali Central, Lathrap identicó una correspondencia entre la difusión de la tradición Barrancoide y la de los pueblos de lenguas Arawak, cuyo centro de dispersión sería la Amazonía Central. Las investigaciones de Michael Heckemberger reevalúan estos postulados, proponiendo un modelo de diáspora lingüística Proto-Arawak 19 vinculada a la cerámica de la tradición Barrancoide y a un ethos especíco, cuyo centro de dispersión ya no sería la Amazonía Central, sino el noroeste amazónico20. Este autor sostiene que los grupos Arawak dispersos compartirían características básicas como sedentarismo, jerarquía y regionalidad , las que serían srcinarias del Proto-Arawak. Si esas características ya estaban presentes entre grupos hablantes del Proto-Arawak antes de su expansión, esto signicaría que esos pueblos habrían sido de los más antiguos de América del Sur en desarrollar sociedades complejas, dotadas de una lógica simbólica interna, en gran medida determinante de la dinámica social, más que factores puramente ambientales y poblacionales. Esa estructura compleja habría sido el factor causal primordial de la diáspora21. [19] La idea del modelo de la diáspora Arawak implica en que, distinguiéndose de otros pueblos de las tierras bajas, grupos Arawak diversos compartirían una estructura simbólica subyacente, expresada en aspectos ya presentes entre los Proto-Arawak que iniciaron la dispersión, y que se conservarían en el tiempo y en el espacio dentro de esa familia lingüística. Es esa continuidad estructural de símbolos-clave culturalmente enraizados que Granero dene como un “Ethos Arawak” (Heckemberger 2002, véase nota 20). [20] Heckemberger, M., “Rethinking the Arawakan Diaspora: Hierarchy, Regionality and the Amazonian Formative”. En: Jonathan, D. &Santos Graner, F. (Eds),Comparative Arawakan Histories: Rethinking Language Family and Culture Area in Amazonia. University of Illinois Press, Urbana and Chicago, 2002; Heckenberger, M., The Ecology of Power:
Culture Place and Personhood in the Southern Amazon , A.D. 1000-2000. Routledge, New York and London, 2005. [21] Heckemberger 2002, véase nota 20. 26
Prólogo
Se trata, por lo tanto, de una sosticación de las variables involucradas en los movimientos migratorios. Las presiones poblacionales son mejor abordadas no en términos meramente cuantitativos, la población ProtoArawak probablemente no era lo sucientemente grande para ejercer tal presión, sino en términos sociales y simbólicos, como las disputas por el poder político, el control sobre lo simbólico (rituales, bienes de prestigio) y el trabajo humano, los cuales constituirían recursos tan importantes y escasos como los recursos económicos de subsistencia. A manera de síntesis, podemos señalar que las nuevas interpretaciones mencionadas se desarrollan dentro de un proceso más amplio de cambio de percepción sobre la complejidad existente en la Amazonía. Nos referimos al paso desde la fuerte inuencia de la ecología cultural norteamericana, basada en el determinismo ecológico neo-evolucionista, hacia la crítica de esos presupuestos y la construcción de un nuevo paradigma: la Ecología Histórica22. Según esta nueva visión, la Amazonía deja de ser considerada como un bosque “virgen” que actúa como factor limitante a las poblaciones ahí existentes, y pasa a ser parte de una larga historia de manejo ambiental de acuerdo a diferentes estrategias de interacción con el medio. En este sentido, en lugar de “respuestas adaptativas” de los pueblos indígenas al ambiente amazónico, lo que se tiene en realidad es el resultado histórico de la transformación cultural de la naturaleza 23. Consideramos que las propuestas de Lathrap, debieron favorecer el desarrollo conceptual de la Ecología Histórica, en la medida en que sustentaba que para entender el proceso histórico-cultural en la Amazonía era necesario partir de un conocimiento detallado de ésta como hábitat humano.
[22] Neves, E., “Arqueología, historia indígena e o registro etnográco: exemplos do Alto Río Negro”. Revista do MAE-USP. Suplemento 3. Anais da I Reuniao Internacional de Teoría1988, Arqueológica na America doE., Sul.“Images Pág. 319,of1999. [23] Balée, en Viveiros de Castro, Nature and Society in Amazonian Ethnology”. Annual Review of Anthropology . 25: 179-200, 1996.
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El Alo Amazonas
EL ALTO AMAZONAS Y
LA ARQUEOLOGÍA PERU
ANA
Si, por un lado, se debe tomar en cuenta el contexto paradigmático de la época en que se procesó El Alto Amazonas, el cual necesariamente va siendo reelaborado con el desarrollo de la ciencia, por otro lado, la obra de Lathrap contiene aportes y problemáticas importantes aún en proceso de desarrollo en la arqueología amazónica y especícamente en la arqueología peruana. Aquí se mencionarán algunos de ellos 24. La secuencia cerámica crono-estratigráca establecida por Lathrap para el Ucayali Central sigue vigente y es una de las pocas secuencias con las que se cuenta para el estudio de la Amazonía precolonial peruana25. Esta 26 secuencia fue inicialmente presentada en la década del cincuenta . Época caracterizada por un importante desarrollo de la arqueología en el país, en 27. donde se renovó el debate sobre los orígenes de la civilización andina [24] Son varios los aportes que desde un punto de vista técnico-metodológico, nos brinda Lathrap. Como son las interpretaciones que hace a partir de sus experiencias de campo en el Ucayali Central, en cuanto a las características y conformación en el paisaje de los sitios arqueológicos, su estratigrafía, los procesos de erosión, el uso de referencias etnográcas, así como la minuciosidad en las comparaciones estilísticas entre materiales cerámicos proveniente las más diversas localidades de la Amazonía Continental, las que son la base empíricadepara la formulación de sus hipótesis, y constituyen referencias metodológicas de interés para los arqueólogos amazónicos en formación. [25] Las otras dos secuencias completas —especícamente para la selva baja peruana (80400 m.s.n.m.)— son las del Alto Pachitea (Allen, W., 1968, véase nota 29) y la del Chambira (Morales, D., 1992, véase nota 31). Nos referimos aquí a la selva baja porque encierra una problemática de investigación especíca. Las ocupaciones humanas de esta área se pueden caracterizar como de Cultura de la Floresta Tropical. [26] Lathrap, D., “The Cultural Secuence at Yarinacocha, Eastern Peru”. American Antiquity, vol. 23, nro. 4, 379-388. Salt Lake City, 1958. Cabe señalar que en esos momentos sólo se contaba con otra secuencia crono-estratigráca para la Amazonía Continental, la de la Isla de Marajó, en el Brasil, propuesta por Meggers y Evans, también en la misma década. [27] En la década del cincuenta, tenemos como principales avances de la arqueología peruana: los trabajos en Kotosh por los proyectos de la Universidad de Tokio; los sitios tempranos de la costa eran estudiados por F. Engel; J. Bird introducía el C14 en la arqueología nacional; Cardich presentaba los resultados de sus trabajos en Lauricocha, entre otros P., “Entre la Ilusión y la Realidad: CienI:Años de Arqueología el Perú”. En:(Kaulicke, I Encuentro Internacional de Peruanistas. Tomo 171-179, Universidaden de Lima. Lima, 1998).
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Prólogo
Es a partir de esta secuencia que el autor sustenta que las grandes comunidades sedentarias con cerámica compleja son tan antiguas en la Amazonía como en los Andes y la Costa. Las similitudes estilísticas establecidas entre los complejos cerámicos de Tutishcainyo Temprano —el complejo más antiguo del Ucayali Central, situado cronológicamente entre los 2000 y 1600 años a.C.—, Kotosh Wayrajirca y Cueva de las Lechuzas constituirían la evidencia de relaciones de intercambio muy antiguas entre las áreas amazónicas y andinas, estableciendo a partir de la localización de esos complejos una posible ruta de interacción de la Amazonía hacia los Andes. La inuencia en la dirección inversa, a su vez, es identicada en la cerámica del Shakimu Temprano —situada entre los 650 a 200 años a.C.—, en la que se postula una continuidad del Tutishcainyo Tardío con rasgos de inuencia Chavín. Con estas evidencias Lathrap retoma las propuestas de Julio C. Tello28 y Carl O. Sauer, y propone que los pueblos de la Cultura de Bosque Tropical contribuyeron de forma signicativa para la evolución de la civilización de los Andes Centrales. Estas propuestas suscitarían el interés de diversos investigadores. Pero, fueron principalmente las investigaciones de sus estudiantes las que darían continuidad a la arqueología de la Amazonía peruana. Entre ellos, se destacan Thomas Myers, Warren De Boer y William Allen. Este último fue quien estableció la secuencia en el Alto Pachitea29. Muchos de los resultados de las investigaciones de estos arqueólogos fueron sistematizados e incorporados por Lathrap en El Alto Amazonas. Desde la década del ochenta hasta la actualidad, las investigaciones arqueológicas en la Amazonía peruana han sido escasas30. Se destacan en [28] Tello, J. C., Introducción a la Historia Antigua del Perú. Lima, 1921; Tello, J. C., “Origen y Desarrollo de las Civilizaciones Prehistóricas Andinas”. En: Actas y trabajos cientícos del 27º Congreso Internacional de Americanistas. Lima (1939) 1942. [29] Allen, W., A Ceramic Secuence from the Alto Pachitea, Peru. M.S. Tesis de Doctorado. University of Illinois, Urbana, 1968. [30] Una revisión de la bibliografía publicada en el Perú, sobre arqueología amazónica —especícamente sobre la selva baja— muestra que sólo existen, aproximadamente, sesenta publicaciones; la mayoría de ellas son breves artículos de carácter descriptivo.
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este proceso las investigaciones de Daniel Morales31, el cual ha venido desarrollando, entre varios temas, la hipótesis de Tello y Lathrap sobre el papel de la Amazonía en la conformación de la civilización andina32. También son destacables los trabajos de Santiago Rivas y otros investigadores en diversas cuencas de la región Loreto33. Finalmente, cabe mencionar como importante aporte de El Alto Amazonas el hecho de sustentar una continuidad cultural entre los pueblos indígenas del pasado y del presente. Lathrap evidencia relaciones estilísticas entre complejos cerámicos precoloniales y producciones de pueblos indígenas contemporáneos, como la de los Shipibo, Asháninka, Amuesha, Cocama, entre otros. Esta continuidad nos permite tener una visión de la larga trayectoria histórica de los pueblos indígenas y del territorio amazónico, cuyo paisaje actual es el resultado de la transformación y manejo de recursos que ecientemente a lo largo de milenios realizaron estos pueblos. En el momento presente, los crecientes intereses multinacionales en las materias-primas que proporciona el bosque tropical y su subsuelo, como madera, petróleo y minerales, lo convierte rápidamente en una zona de gran interés económico mundial. Esta situación es claramente visible
[31] Morales, D., “Chambira: Alfareros Tempranos de la Amazonía Peruana”. En: Estudios de Arqueología Peruana, 149-157, Bonavia, D. (ed.), Fomciencias. Lima, 1992; Morales, D., “Reconstruyendo Algunos Aspectos Socioculturales de Artefactos Excavados en el Bajo Ucayali, Perú”. Amazonía Peruana - Arqueología . Nro. 31: 211-249, Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. Lima, 2008. [32] En este sentido aporta una tesis srcinal sobre los aportes amazónicos al Formativo Andino (Morales, D., “San Marcos y las Investigaciones Arqueológicas en la Amazonía Peruana”. Unay Rvna, Revista de Ciencias Sociales, nro. 7: 171-181, 2005). [33] Rivas, S., Los Asentamientos Prehispánicos de la Cuenca del Río Cachiyacu . Instituto Cultural Rvna. Lima, 2003; Rivas, S., Medina, A. et al., “Arqueología de las Cuencas del Pastaza y Morona: Reporte de Zonicación Ecológica Económica”. Amazonía Peruana - Arqueología. Nro. 31: 269-302, Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. Lima, 2008. Rivas, S.; Panaifo, M.; Oyuela-Caycedo, A.; Zimmerman, A., “Informe preliminar los hallazgos en. elNro. sitio2.arqueológico Quistococha, Amazonía peruana”. Boletín sobre Unidad de Post Grado de Ciencias Sociales/ de Estudios Amazónicos Maestría en Estudios Amazónicos. Lima, Perú, 2006. pp. 79-97.
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en el caso de la Amazonía peruana, en donde el 72% de su territorio se encuentra concesionado a empresas transnacionales34. En los territorios hoy bajo concesión, la cantidad de sitios arqueológicos en riesgo de destrucción es grande35. La pérdida de este legado signica la pérdida irremediable de la historia de los pueblos srcinarios amazónicos. Hoy vemos, sin embargo, que es el propio territorio ocupado por esos pueblos, espacio vital para su reproducción física e identitaria, el que se encuentra amenazado. Urge un debate nacional sobre los derechos de los pueblos indígenas y el manejo sustentable de los recursos de la Amazonía. En este contexto, esperamos que la presente publicación de El Alto Amazonas contribuya para el desarrollo de un conocimiento cada vez más profundo sobre los procesos culturales que tuvieron lugar en esta inmensa región, colaborando para el esclarecimiento de los derechos históricos que tienen estos pueblos sobre sus territorios ancestrales. Ricardo Chirinos Portocarrero Director del Instituto Cultural Rvna Lima, abril de 2010
[34] Surrallés, A. “Entre Derecho y Realidad: Antropología y Territorios Indígenas Amazónicos en un Futuro Próximo”. Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, tomo 38, nro. 1: 29-45. CNRS-MAEE, Lima, 2009. [35] Los Proyectos de Evaluación Arqueológica (PEA), que son exigidos antes del inicio de obras o exploraciones, al contar con intereses, objetivos y metodologías especícas —diferentes de las de investigación— y al ser realizados, en muchas ocasiones, por personal con capacitación insuciente para intervenir en contextos amazónicos, no posibilitan la reconstrucción de los procesos históricos inherentes a los sitios evaluados, acabando sus informes —en la mayoría de casos— en los archivos del Instituto Nacional- Arqueología de Cultural, como MoralesAmazónico (Morales, D., “Introducción”. Amazonía . Nro. 31:señala 9-17, Centro de Antropología y Aplicación Peruana Práctica. Lima, 2008 (a)).
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Vida y obra de D. Lahrap*
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.he Upper Amazon es una obra clásica sobre la historia precolombina del bosque tropical. Sitúa a los pueblos amazónicos como una fuerza importante en la historia precolombina, y demuestra que ellos tuvieron un pasado complejo y una riqueza cultural dignos de una investigación académica seria. La obra también distingue a su autor, Donald Ward Lathrap, como uno de los más grandes arqueólogos americanistas del siglo XX, reputación que aumentó a lo largo de las dos décadas siguientes, hasta su muerte por embolia el 13 de mayo de 1990. Antes de la publicación de The Upper Amazon en 1970, hubo trabajos pioneros en la cuenca amazónica por parte de muchas personas, como Nordenskiöld y Bennett en el Oriente de Bolivia; Uhle y Gillin en el Oriente de Ecuador; así como Metraux, Linné, Tessmann y Bushnell, quienes realizaron descripciones y discusiones de la cerámica amazónica precolombina. Pero antes de Lathrap, ninguno de estos trabajos había producido una secuencia conable de los milenios de desarrollo preco lombino en la cuenca amazónica. Quizá el más exitoso esfuerzo temprano en este sentido fue el realizado por Betty Meggers y Clifford Evans en 1947, en la Isla Marajó, en la desembocadura del Amazonas. Sin embargo, su secuencia fue menos esclarecedora, y su conclusión de que el desenvolvimiento cultural en la zona habría sido substancialmente limitado y podía ser interpretado como la involución de elementos introducidos por civilizaciones andinas, no hizo mucho por estimular nuevos trabajos.
[*] Texto srcinal en inglés, traducido por Miguel Aguilar Díaz.
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Esta situación fue completamente transformada por Donald Lathrap con la publicación de The Upper Amazon. Lathrap estudió arqueología en la Universidad de California, Berkeley, un centro de alta educación localizado cerca de su tierra natal. Hijo de un profesor de química, Lathrap realizó excavaciones en el oeste de Norteamérica, incluso antes de viajar por América del Sur. Mientras estaba en UC Berkeley completando sus estudios de bachillerato en antropología, Lathrap estuvo inuenciado por las ideas de Alfred Kroeber, un antropólogo conocido por su trabajo sobre historia cultural y por su interés especial sobre estilos artísticos, y por Carl Sauer, un geógrafo cultural que inauguró el estudio sobre domesticación e impacto humano sobre el ambiente. Estas áreas, historia cultural, arte y ecología histórica, permanecieron en el corazón de las investigaciones de Lathrap durante toda su carrera. Llegando a la Universidad de Harvard para realizar estudios de graduación, Lathrap planeó trabajar sobre la civilización Maya, bajo la dirección de Gordon Willey, Bowditch Profesor de etnología mexicana y centro-americana. Sin embargo Willey tenía otros planes y convenció a Lathrap para realizar su investigación de doctorado a lo largo de las riberas del río Ucayali. Willey y Lathrap tenían conocimiento que los etnógrafos Harry Tschopik Jr. y Günter Tessmann habían encontrado materiales arqueológicos cerca a Yarinacocha, y éstos constituían un punto de partida en la zona, que sería de otra forma desconocida arqueológicamente. Su primera temporada de campo en 1956 duró sólo cuatro meses, pero, excepto el complejo Caimito, ésta le permitió delinear la secuencia completa de nueve complejos, todos allá por el segundo milenio a.C. Este fue un gran logro que sentó las bases de su tesis doctoral, titulada Yarinacocha: Stratigraphic Excavations in the Peruvian Montaña (Yarinacocha: excavaciones estratigrácas en la montaña peruana). Este denso trabajo fue presentado a la Universidad de Harvard en 1962, pero nunca fue publicado. Lathrap luego volvió a su querida vida cotidiana en San Francisco de Yarinacocha, y regresó allí para realizar prospecciones y excavaciones arqueológicas adicionales en 1964 y 1965, y para llevar a cabo investigaciones etnográcas y etnoarqueológicas en 1967 y 1968. Todas esas investigaciones, así como las realizadas por sus estudiantes de graduación, proporcionaron las bases 34
Vida y obra de D. Lahrap
para The Upper Amazon. Este libro propuso una visión de la historia precolombina amazónica radicalmente diferente de aquella encontrada en los escritos de Betty Meggers, y desencadenó entre dos académicos un continuo y polémico debate que prosiguió a lo largo de toda la carrera de Lathrap. En el proceso de su trabajo, Lathrap desarrolló un profundo aprecio y afecto por el pueblo Shipibo, además de amistades muy cercanas, particularmente con su compadre e informante etnográco Catalino Cumapa. En su primera temporada de campo, Lathrap estuvo acompañado por su hija de seis meses de edad, Bonnie, y por su esposa Joan, y su familia lo acompañó en muchos viajes posteriores. Su esposa escribió que San Francisco de Yarinacocha fue uno de los pocos lugares en que Lathrap se sintió cómodo. Pero cuando él regresó a San Francisco deYarinacocha a nes de 1970 e inicios de 1980, sintió una gran decepción por la deforestación y la degradación ambiental alrededor de Pucallpa. Lathrap pasó toda su vida académica en la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign, y dedicó mucha energía en la enseñanza a una nueva generación de estudiantes que se especializaban en la arqueología del bosque tropical. Antes de retirarse, Lathrap participó como asesor principal en un total de 27 tesis de maestría y doctorado, las cuales trataron mayormente de la arqueología de las tierras bajas de América del Sur. Estos estudiantes constituyeron una “escuela” de investigación amazónica, la cual ha perpetuado y enriquecido las investigaciones pioneras de Lathrap. Tal y como en los trabajos de Lathrap, estos jóvenes académicos combinaron la etnografía, la lingüística histórica, la etnoarqueología y la ecología cultural, junto con la arqueología de campo, para poder producir interpretaciones multifacéticas del pasado amazónico. Lathrap escribió The Upper Amazon a los cuarenta y tantos, y el libro no reeja adecuadamente la amplitud de su vida de investigación. En las dos décadas siguientes a la publicación de esta obra, Lathrap condujo una larga y productiva serie de investigaciones sobre la historia precolombina temprana de la costa de Ecuador. Sus primeros trabajos en el Perú lo llevaron a desarrollar una noción ampliada de la cultura del bosque tropical, la cual puede ser vista conteniendo dimensiones históricas y ecológicas. En su trabajo sobre Valdivia y otras culturas formativas de la costa ecuatoria35
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na, él trató de demostrar que estos desarrollos “precoces” pueden ser entendidos como un simple aspecto dentro de los logros de grupos agrícolas tempranos en el bosque tropicaldel Amazonas y el Orinoco. Él y sus alumnos interpretaron los vestigios de Real Alto y otros sitios costeros como expresiones de culturas del bosque tropical en términos de su cosmología, sistemas de subsistencia y patrones de asentamiento. Esta perspectiva establecía un fuerte contraste con la presentada por Betty Meggers y Clifford Evans, quienes trataron de explicar laemergencia de estas culturas costeras en términos de adaptación marítima y como el resultado del contacto cultural con miembros de la cultura japonesa productora de la cerámica “Jomon”. Para Lathrap, la precocidad de las culturastempranas de Ecuador era cuestionable, y él postuló incluso la presencia deculturas cerámicas aún más tempranas en las cuencas del Orinoco y del Amazonas, predicciones que fueron corroboradas por investigaciones posteriores en Colombia y Brasil. En sus últimos años, inuenciado por los escritos de Julio C. Tello, Lathrap profundizó sus investigaciones sobre la iconografía Chavín, particularmente la encontrada en el Obelisco Tello. Su gran fascinación por el papel del caimán en las civilizaciones tempranas de América fue el motivo de su apodo entre sus alumnos: “El Caimán”. Lathrap estaba convencido de que la iconografía Chavín proporcionaba una ventana de acceso hacia la cosmología formativa de las tierras bajas tropicales, la misma que fue ampliamente compartida en Mesoamérica y América del Sur. En su visión, esta cosmología tuvo gran longevidad, por lo que Lathrap estuvo consecuentemente muy interesado en los estilos artísticos modernos, como los de los Shipibo-Conibo. Fui afortunado en conocer a Don Lathrap, desde la primera vez que tuvimos contacto en 1968, en su ocina de la Universidad. Don era una persona generosa y cálida, y aunque él podía ser polémico y controversial, era muy respetado por sus amigos y alumnos. En pocas palabras, era un hombre apasionado que amaba la profesión escogida y vivía para sus investigaciones. Era lector voraz cuyos intereses trascendieron las disciplinas. Situó su propia investigación de historia cultural dentro del ampliocontexto de la ecología histórica humana. Un admirador del biólogo Ernst Mayr, del paleontólogo Stephen Jay Gould y del antropólogo Greogory Bateson, Don 36
Vida y obra de D. Lahrap
Lathrap estaba convencido de que era posible entender al bosque tropical a través de amplios principios generales sin sacricar el importante papel de la contingencia histórica. En tal concepción, el conocimiento detallado de la historia y de la cosmología local era tan esencial como el entendimiento concienzudo de la ecología del bosque tropical. Al escucharlo hablar sobre estos temas, a veces durante horas, se hacia difícil creer que la historia precolombina amazónica no fuera el reto más importante y emocionante en el mundo que se presentaba a los investigadores modernos. Tengo la sincera esperanza de que la publicación de esta traducción al español deThe Upper Amazon inspire a las nuevas generaciones de arqueólogos, historiadores y antropólogos a retomar ese desafío que tanto fascinó a Donald Lathrap a lo largo de toda su vida. Para publicaciones sobre la vida de Donald Ward Lathrap, se pueden consultar las siguientes fuentes bibliográcas: Lathrap, Joan Wells 1992 Donald Ward Lathrap: a personal glimpse. En Gifts to the Cayman: Essays in Honor of Donald W. Lathrap.Journal of the Steward Anthropological Society 20(1-2): ix-x). Oliver, José R. 1991 Donald W. Lathrap: approaches and contributions in New World archaeology. Antropologica 75-76:5-60. Raymond, J. Scott 1994 The Intellectual Legacy of Donald W. Lathrap. InHistory of Latin American Archaeology edited by Augusto Oyuela-Caycedo. Avebury Press, Brookeld. Weber, Ronald L. 1996 Donald Ward Lathrap 1927-1990.American Antiquity 61(2): 285-290.
Richard L. Burger
Presidente del Institute of Andean Research Connecticut, diciembre de 2009
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de Donaldy Lathrap es del un que librouno cuyo .he Upper Amazon signicados más profundos complejos leetítulo en la encierra portada: más que una obra sobre la arqueología del territorio donde se forma el río Amazonas, es un trabajo amplio que tiene la ambición de explicar el proceso cultural de toda la cuenca amazónica. Tal ambición ha generado una obra clásica, que incluso hasta hoy inspira a las generaciones de jóvenes arqueólogos que se aventuran a hacer investigaciones en este extenso y poco conocido territorio de América del Sur. Aunque tenía tal ambición continental, la experiencia de las investigaciones y la convivencia de Lathrap con la arqueología amazónica estuvo ligada a sus trabajos realizados hacia nes de los años cincuenta y comienzos de los sesenta en la cuenca del río Ucayali, próxima a la ciudad de Pucallpa, en la Amazonía peruana. Después de Lathrap, algunos de sus ex alumnos dieron continuidad a las investigaciones en el área, tales como Thomas Myers, Charles Bolian, Scott Raymond, Peter Roe, Warren De Boer y Ronald Weber. Sin embargo, el área geográca del Alto Amazonas sigue mereciendo mayores trabajos arqueológicos, como de hecho toda la cuenca amazónica. La traducción de este libro al español marca una importante contribución a la solución de tal problema. Lathrap, fue alumno de Gordon Willey en la Universidad de Harvard, quien fuera también su director de tesis; pero sus inuencias intelectuales provinieron de otros tres cientícos que trabajaron en diferentes partes de América del Sur y en diferentes épocas. El primero de ellos fue el arqueólogo peruano Julio C. Tello, de quien Lathrap utilizara la idea de que los pueblos de las tierras bajas tropicales de la selva amazónica tuvieron un importante rol en el desarrollo de lo que se pensaba en la época, el centro [*] Texto srcinal en portugués, traducido por Santiago Rivas Panduro.
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ceremonial más temprano de los Andes: Chavín de Huántar. La segunda inuencia, fue la del antropólogo sueco Erland Nordenskiöld, quien fue uno de los primeros en plantear la importancia de la interconexión de las tres grandes cuencas hidrográcas de América del Sur (Orinoco, Amazonas y Paraná-Plata) en la comunicación y ujo de ideas y pueblos en el pasado. La tercera inuencia fue del geógrafo estadounidense Carl Sauer, quien fuera maestro de Lathrap en el pre grado de la Universidad de California en Berkeley. De Sauer empleó la hipótesis de que las zonas costeras o ribereñas tropicales tuvieron un rol pionero en el proceso de domesticación de plantas a comienzos del Holoceno, aproximadamente hace diez mil años. Estas tres inuencias las combinó Lathrap en su obra para elaborar una síntesis explicativa, innovadora y provocativa del proceso cultural de la arqueología amazónica: para él la superposición de distintas ocupaciones arqueológicas en las secuencias estratigrácas encontradas en los sitios de Yarinacocha, cerca de la ciudad de Pucallpa, serían testigos de oleadas migratorias procedentes de la cuenca central de la Amazonía, desde la conuencia de los ríos Amazonas, Negro y Madeira. Para Lathrap, esta zona fue un centro de innovación cultural temprano en América del Sur, incluyendo desarrollos como la alfarería y la vida sedentaria agrícola. Desde estapartes área nuclear temprana, tales desarrollos se habrían difundidohacia para otras del continente a través de movimientos poblacionales los cuatro puntos cardinales siguiendo las orillas de estos grandes ríos: hacia el norte por el Negro - Cassiquiare - Orinoco; hacia el oeste por el Solimões - Alto Amazonas - Ucayali; hacia el sur por el Madeira - Madre de Dios - Guaporé; y hacia el este por el Bajo Amazonas. Esta hipótesis srcinal, planteada en The Upper Amazon, sería después desarrollada de un modo elocuente por dos alumnos de Lathrap: José Brochado, quien propuso una hipótesis general para la expansión de la alfarería polícroma hacia el este de América del Sur, y José Oliver, quien planteó un modelo para la expansión Arawak por la zona costera de Venezuela y las islas del Caribe. Tales trabajos, aunque no totalmente publicados, son todavía importantes referencias para la investigación arqueológica en la cuenca amazónica. The Upper Amazon es también una obra inspiradora por su bagaje multidisciplinario. Aunque el enfoque del libro sea la arqueología de los pue40
Imporancia de Te Upper Amazon
blos de la Amazonía precolombina, las hipótesis propuestas resultan de un examen de lo que se conocía en la época sobre la ecología de la Amazonía y también la etnología y lingüística de los pueblos nativos de la región. El empleo de diferentes fuentes y la preocupación en construir relaciones entre los pueblos del presente etnográco y el pasado arqueológico resul ta en lo que quizá sea la más importante contribución metodológica del libro: la de demostrar el potencial de la arqueología para la construcción de historias indígenas de larga duración en las tierras bajas de América del Sur. Por otro lado, las ideas de Lathrap y las de algunos de sus estudiantes, como Clark Ericsson, han sido fundamentales para el desarrollo de la “ecología histórica”, un marco teórico crítico al determinismo ambiental que tiene hoy un rol importante en las investigaciones arqueológicas en la Amazonía. The Upper Amazon se publicó srcinalmente en inglés en 1970. Cinco años después se publicó una versión en idioma portugués, impreso en Portugal. Es natural que muchas de las hipótesis planteadas en el libro hayan sido cuestionadas por investigaciones posteriores que se han hecho en la Amazonía. Hoy en día, sabemos que las relaciones culturales entre las tierras bajas y altas fueron más complejas que las planteadas por Lathrap, y que también la Amazonía Central no fue el único centro de innovación cultural en el pasado. Estas un no proceso son necesariamente limitaciones: la investigación cientíca es siempre dinámico y lo mejor que un cientíco puede esperar es que sus hipótesis generen nuevas investigaciones, que estimulen a nuevas generaciones. La obra de Lathrap ha logrado tal rol. Casi cuarenta años después de publicada, y casi veinte años desde la muerte de su autor, The Upper Amazon permanece como un clásico indispensable para el conocimiento de la historia de los pueblos indígenas de la Amazonía. Por esta razón hay que congratularse de tener una versión en español, de modo que los pueblos amazónicos la puedan nalmente leer. Eduardo G. Neves Profesor del Museu de Arqueologia e Etnologia - Universidade de São Paulo Presidente de la Sociedade Arqueológica Brasileira - SAB São Paulo, diciembre de 2009 41
El Alo Amazonas
Acerca del auor
Donald Lathrap completó sus estudios en el Berkeley High School, e ingresó en 1946 en la University of California en la misma ciudad para estudiar antropología. En 1950, fue designado arqueólogo asistente de la University of California Survey. Luego de asistir a la escuela de graduados de Harvard, ascendió al puesto de instructor en la University of Illinois, Urbana, en 1959, y fue promovido a profesor asistente en 1962 y a profesor asociado en 1964. Fue profesor principal allí desde 1968. Desde 1956 estuvo involucrado en una serie de investigaciones de campo en el Oriente peruano, apoyado siempre por su esposa Joan, quien es también una experimentada antropóloga. Como miembro del comité ejecutivo de la Society for American Archaeology y de la Associate of the American Academy for the Advancement of Science, el profesor Lathrap contribuyó con artículos en varios números de publicaciones cientícas y antológicas. 42
Acerca del auor
Donald W. Lathrap. PhD. Universidad de Harvard, 1962.
D.W. Lathrap en Real Alto, Ecuador. 1975.
Jorge Marcos, James Zaider, Don Lathrap, Irma Jarrim, Carlos Zevallos, Erika Wagner. Real Alto, Ecuador. Abril 1975.
43
El Alo Amazonas
Donald W. Lathrap y estudiante: Universidad e Illinois, “Open House” Antropología. 1979.
D.W. Lathrap. 1980. 44
Acerca del auor
Donald W. Lathrap y Gerardo Ardila Calderón. Conferencia “The Firs Americans”. Universidad de Maine - Orono. 1989.
45
El Alo Amazonas
46
A mis compadres, Caalino Agusín Cumapa y Manuel Rengio Barbarán, sin cuya ayuda ese libro no se hubiera realizado.
47
El Alo Amazonas dC 1500
VALLE DE HUÁNUCO
VALLE DEL HUALLAGA
Chupachu
Vasijas Monzón burdo
ALTO PACHITEA
Enoqui
1000
CUENCA DEL UCAYALI CENTRAL
Caimito..
RÍO NAPO
Napo
Cumancaya Naneini
500
Nueva Esperanza Cashibocaño Pacacocha
Aspusana Higueras
Tivacundo
Yarinacocha 0
Nazaratequi Hupa-iya
Kotosh Sajara-Patac
Shakimu tardío
500 Shakimu pranotem-
Kotosh Chavín 1000
Pangotsi Kotosh Kotosh G
Cerámica na de la Cueva de las Lechuzas
1500
Tutishcainyo tardío Cobichaniqui
Kotosh Waira-jirca H 2000 aC
48
Mito
Tutishcainyo temprano
Yasuní
ALTO AMAZONAS
TEFÉ
MANAOS
ITACOATIARA
LLANOS BOLIVIANOS
Monte.. Masicito
Santa. Luzia. Miracanguera
Velarde superior
Pirapitinga São Joaquim Tefé Paredão Japurá.
Guarita
Guarita
Chimay
Velarde inferior
Caiambé Manacapurú Itacoatiara
Cuadro crono
lógic o
Principales discontinuidades de la tradición cerámica
49
El Alo Amazonas
Agradecimienos
Durante los trece años que he venido trabajando en el Alto Amazonas, he recibido la ayuda de muchas personas e instituciones. La siguiente lista es apenas una expresión parcial de mi gratitud hacia ellos. Los Shipibo de San Francisco de Yarinacocha, fueron antriones considerados y asistentes dedicados.El Sr. Roger Mori de Pucallpa me ayudó en todas lastemporadas de trabajo de campo de varias maneras. Mis colegas peruanos se mostraron siempre entusiastas y colaboradores, en particular losDrs. Jorge C. Muelle, Toribio Mejía Xesspe, Julio Espejo Núnez, Duccio Bonavia y el Sr. Pedro Rojas Ponce. El apoyo nanciero para todas las temporadas de investigación fue dado por The American Museum of Natural History, The National Science Foundation, The Fullbrigh-Hays Comission y el Graduate Research Board de la University of Illinois. Enestudiantes el campo egresados fui hábilmente apoyado por mi esposa, Joan W. en Lathrap. Varios de la University of Illinois me apoyaron los proyectos e iniciaron programasde investigación independiente, contribuyendo también en este libro, especialmente William L. Allen y Thomas P. Myers. En varias oportunidades, Gerardo Reichel-Dolmatoff, Irving Rouse, John H. Rowe, Clifford Evans y Betty J. Meggers me facilitaron el acceso a diferentes colecciones e ilustraciones, y juntos hemos discutido numerosos aspectos de estas cuestiones. En la preparación de este manuscrito fui formidablemente auxiliado por mi esposa, Joan W. Lathrap, por el Sr. Scott Raymond, Sra. John Douglas, Sra. Douglas Butterworth y por la Srta. Lynne Wolf. El Dr. F. K. Lehman me dio sugerencias de mucha ayuda para el Capítulo IV. Mi mayor reconocimiento al Sr. E. C. Peters y al Dr. G. H. S. Bushnell, por la asistencia en el trabajo de edición, así como el trabajo de estilo y diseño hecho por la Srta. Cecilia Fellner. D.W.L. 50
CAPÍTULO I
Inroducción
E
N EL BAJO UCAYALI, oriente del Perú, se encuentra una ciudad
en rápido crecimiento llamada Juancito. La mayoría de sus habitantes vive aún de la agricultura en sus chacras, que son preparadas por el sistema de rozo y quema y que se ubican a una distancia de cerca de un kilómetro hacia adentro de la selva colindante. El tabaco y el arroz constituyen los dos cultivos más importantes para concurrir al mercado. Sobre la vestimenta y costumbre, la gente no diere sustancialmente de los habitantes de las dos grandes ciudades del oriente peruano, Iquitos y Pucallpa. Se consideran a sí mismos representantes típicos de la cultura peruana, y se ofenderían si se les llamase indígenas. Sin embargo, hasta una generación atrás, la mayor parte de los habitantes de Juancito, o sus ancestros, eran clasicados como Cocama, etnia descendiente de la gran nación de lengua Tupí que dominó el curso principal del Alto Amazonas en la época del primer contacto con los europeos. Algunas mujeres de Juancito aún producen cerámicas bajo un estilo bastante degradado, el cual constituye apenas un tenue reejo de la compleja tradición cerámica de sus antepasados; además, en caso de enfermedades, se consulta a un chamán, quien aún conserva los conocimientos religiosos y médicos de los Cocama. A pesar de estos vestigios de su antigua cultura, o tal vez debido a ellos, los habitantes de Juancito son menos tolerantes con sus vecinos indígenas que con los peruanos en general. Cruzando el Ucayali inmediatamente al frente de Juancito, y con una excelente vista de las dos bien cuidadas plazas del pueblo, se encuentra la comunidad Conibo de Painaco. Al igual que las comunidades ShipiboConibo, es una comunidad muy antigua, y ya existía en los años 1840, cuando el explorador francés Castelnau cartograó esa sección del río 51
El Alo Amazonas
Ucayali. Por esa época, se localizaba en un punto central en relación al grueso de los pobladores Conibo que se distribuían río abajo; en la actualidad, constituye el pueblo Conibo y la comunidad más al norte donde aún se conservan vestigios de la cultura Shipibo-Conibo. Hace quince años, Painaco era un gran centro poblado en donde las viviendas se sucedían en una cadena ininterrumpida a lo largo de dos kilómetros de la ribera del río. Hoy quedan solamente dos pequeños conjuntos de viviendas, separados por una fragosa extensión de bosque secundario. Sin embargo, pese al decrecimiento demográco, la comunidad sigue siendo, en cierta me dida, un centro ceremonial y religioso para los Shipibo-Conibo, y en los últimos tres años llegaron familias indígenas desde algunos cientos de kilómetros de distancia río arriba para que sus hijas fuesen sometidas a una ceremonia de pubertad debidamente dirigida. Aún se observan dispersos por la aldea fragmentos del gran tambor de madera 1, utilizado para dar la bienvenida a los invitados y para describir en el lenguaje convencional de los tambores el frenesí cada vez más embriagado de los participantes. Painaco constituye, en muchos aspectos, la comunidad Shipibo-Conibo más conservadora e interesante. Sin embargo, si la actual tendencia demográca se mantuviera, ésta desaparecería en los próximos diez años. La declinación de Painaco no es sintomática de un decrecimiento general de la población Shipibo-Conibo. En los últimos veinte años, estos indígenas presentaron aumento poblacional de más de cien por ciento. De hecho, Painaco parece estar sujeta a una cantidad de enfermedades endémicas mayor que en las demás comunidades, pero su reducción poblacional se debe más a la migración que a la muerte. Sus habitantes, familia tras familia, se mudaron aguas arriba a lo largo del Ucayali, mayormente hacia las lejanas comunidades Conibo de Imariacocha o del Alto Ucayali, más allá de la conuencia de los ríos Pachitea y Ucayali. Los motivos de esta migración continua son varios, y cada familia Conibo pondera cuidadosamente las ventajas y desventajas de su mudanza antes de llevarla a cabo. Sus pobladores son muy conscientes de estar cambiando ricas tierras agrícolas por otras mucho más pobres. Los profundos suelos aluviales que rodean Painaco producen abundantes cosechas de los principales cultivos conocidos por los Conibo; mientras que 52
Inroducción
los suelos de las regiones montañosas alrededor de Imariacocha, aunque apropiadas para algunos cultivos de yuca y de piñas, difícilmente proveerían plátano o maíz. Por otro lado, aún es posible realizar una buena pesca en Imariacocha, mientras que las aguas de Painaco han sido agotadas por el rápido crecimiento de la población de Juancito. Se requiere un día entero de viaje para llegar a una cocha alejada, donde se pueda hacer una captura o pesca aceptable, y para los Conibo, un día sin pescado fresco es un día de escasez. El balance entre una buena tierra de cultivo por un lado, y la buena pesca por el otro, podría resultar en la decisión de permanecer algún tiempo más en Painaco, sin embargo, existen otros factores que los presionan a la migración. Los vecinos de Juancito roban constantemente en las viviendas de los Conibo, y varias madres de familia de Painaco armaron que estos hurtos fueron el motivo por el cual dejaron de hacer cerámica. Un desplazamiento hacia Juancito expone a los Conibo a los más violentos tipos de burla y vituperio. Sus vestimentas, costumbres e inteligencia están sujetas a los comentarios más mordaces. Estos continuos ataques a su identidad indígena son el factor principal que los lleva a desplazarse río arriba. Uno podría considerar el continuo despoblamiento de Painaco como un simple ejemplo de aculturación, de desaparición de la cultura indígena frente a la superior tecnología occidental. Visto en estos términos, este proceso sería de poca importancia para nuestro entendimiento de la historia precolombina en la cuenca del Alto Amazonas. Pienso que estos acontecimientos son mejor interpretados como un conicto entre los ex Cocama, más numerosos, mejor organizados, y quienes además están sacando mejor benecio de la tecnología occidental, y los Conibo, menos numerosos y más divididos, y quienes por cierto conservan con orgullo su identidad como indígenas. El conicto es por un bien escaso en la cuenca amazónica: buenas tierras para la agricultura; y como es habitual, la victoria se inclina a favor del grupo más numeroso, mejor cohesionado y poseedor de una tecnología más eciente. Esta competencia por la tierra agrícola viene perdurando desde hace mucho tiempo, y comenzó varios milenios antes del viaje de descubrimiento realizado por Orellana en el Amazonas río abajo en 1542. Muchos 53
El Alo Amazonas
fueron los grupos que perdieron la batalla, y ellos fueron empujados aguas arriba y hacia zonas apartadas de los ríos principales en el interior de la vasta selva. Anteriormente, el conicto era caracterizado por un estado de guerra generalizada y por un extravagante desarrollo del canibalismo y la cacería de cabezas; pero las armas del presente, el robo mezquino, la burla y la explotación económica son también ecaces. Esta lucha por la escasa tierra productiva disponible ha sido el factor más importante en la historia cultural de la cuenca amazónica y, más que cualquier otro factor, es claramente visible en el registro arqueológico. Los resultados de estas continuas presiones y expansiones poblacionales son igualmente evidentes si se analiza la distribución de los grupos nativos en el período del primer contacto con los europeos. Así, Julian Steward escribió: “Culturalmente, los chunchos (los pobladores del Alto Amazonas) pertenecen a los pueblos del bosque tropical. Ellos parecen representar una serie de oleadas migratorias que agotaron sus fuerzas contra la barrera de los Andes, en donde los representantes de las muchas familias lingüísticas de amplia distribución territorial... y miembros de familias lingüísticas aisladas,... se establecieron en un relativo aislamiento.” Es lo más notorio y signicante de estas oleadas migratorias lo que forma el tema de este libro, constituyendo el principio ordenador alrededor del cual su esbozo se construyó. Todas las evidencias que nos indiquen tales migraciones serán examinadas, y se discutirán las presiones poblacionales y los factores económicos que las causaron. Una comprensión de estos factores demográcos y económicos debe estar basada en un conocimiento detallado de la cuenca amazónica como un hábitat para el ser humano. Existe una gran amalgama cultural en la cuenca amazónica, lo que se podría esperar como resultado de las múltiples migraciones discutida atrás; y han existido culturas marcadamente diferentes en áreas cercanas durante largos períodos de tiempo. Solamente las migraciones más importantes y evidentes, así como las tradiciones culturales que éstas trajeron consigo, pueden ser tomadas en cuenta. Siempre que fuera posible, intentamos reconstruir el destino de algunos pueblos y su tradición cultural hasta el período de los primeros contactos con los europeos. Estas oleadas migratorias, son observadas tomando como principal punto de 54
Inroducción
referencia a la cuenca del Ucayali Central, el área sobre la cual disponemos de mayor información, pero se hace un intento de adecuar todas las evidencias disponibles para la cuenca del Alto Amazonas y de relacionar la historia cultural del Alto Amazonas con la de las zonas adyacentes. En la medida que se tenga mayor información sobre otras regiones de la cuenca amazónica, el cuadro seguramente se irá tornando más complejo que aquello aquí presentado. Es improbable que la historia cultural de las orestas tropicales de América del Sur pueda ser exitosamente abarcada por un modelo de desenvolvimiento realmente simple.
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El Alo Amazonas
CAPÍTULO II
El Alo Amazonas como escenario de desenvolvimieno culural os características predominantes del medio ambiente, en la cuenca del Alto Amazonas, son la red de grandes ríos que la irrigan y la capa casi continua de vegetación que la cubre. Ninguna otra área de bosque tropical ocupa un espacio tan extenso como el bosque del Alto Amazonas, y ninguna otra red hidrográca del mundo transporta un volumen de agua similar al que todos los años discurre en el Amazonas. Desde que el ser humano penetró en esta región, estas dos características inuyeron predominantemente en su modo de vida.
D
LA RED HIDROGRÁFICA DE LA CUENCA AMAZÓNICA
En términos de longitud total, es decir la distancia entre su desembocadura y la fuente de su auente más extenso, el Amazonas es ligeramente menor que el Nilo o el Mississipi-Missuri2; pero, en términos de volumen de agua que acarrea, todos los otros ríos del planeta son relativamente insignicantes. La descarga anual del Amazonas es cinco veces superior al del Congo y doce veces superior al del Mississipi. El caudal promedio de su desembocadura es de 12 860 000 000 litros (2829 millones de galones) por segundo. La nomenclatura del río Amazonas es confusa. Según los peruanos, el Amazonas comienza en el noreste del Perú, donde se juntan el Marañón y el Ucayali. Según los brasileños, el río que atraviesa la frontera con Perú, en Tabatinga, es el Solimões, y el Amazonas propiamente dicho nace en la conuencia del Solimões con el río Negro, el mayor auente de la margen norte del Amazonas. Evitando una inclinación peruana, y con el n de simplicar la terminología, designaré toda esta área del río por Alto 56
El Alo Amazonas como escenario de desenvolvimieno culural
Fig. 1. Ubicación de algunos de los siios arqueológicos más imporanes de la cuenca del Alo Amazonas. La cuenca del Ucayali Cenral esá indicada en una escala mayor.
Amazonas. Es más conveniente considerar que el n del Alto Amazonas y el comienzo del Medio Amazonas se sitúan no en la desembocadura del río Negro, sino más abajo, donde desagua el río Madeira, el mayor auente meridional. Abajo de la desembocadura del Madeira, el Amazonas se estre57
El Alo Amazonas
cha en un valle relativamente angosto, cuyo ancho raramente sobrepasa los 100 km. Esta estrecha garganta es delimitada por dos cadenas montañosas formadas por rocas extremadamente antiguas y muy duras: el Escudo de las Guyanas al norte, y la Meseta Brasileña al sur. Arriba de la desembocadura del río Madeira, el valle del Amazonas se ensancha rápidamente, de tal forma que al pie de los Andes la cuenca tiene aproximadamente 2000 kilómetros de ancho en el sentido noroeste-sureste. Los principales auen tes del Alto Amazonas son, de por sí, grandes ríos. No está demás enfatizar que la red de enormes ríos que forman la cuenca hidrográca del Amazonas constituye la mayor y más importante vía de comunicación y transporte. Los grupos indígenas tradicionales del bosque tropical de América del Sur se trasladaban de un lugar al otro por medio de canoas. Lowie, arma claramente este hecho: “La vasta distribución de ciertas características en la región está relacionada con la navegación. Gracias a su movilidad, los grupos que usaban canoas pudieron mantenerse en medio a poblaciones desprovistas de barcos, viajar fácilmente en zonas periódicamente inundadas y difundir sus artes y sus costumbres por grandes distancias. La combinación de este factor tecnológico con las condiciones naturales resultó en la extraordinaria nivelación de la cultura (“aculturación”, en lengua alemana)...”. El sistema de cursos navegables a los que Lowie se reere comprende en realidad más allá de los límites uviales del Amazonas. Al norte, esta red hidrográca está ligada al Orinoco por medio del Canal de Casi quiare, que se comunica con el Alto Orinoco y con el curso superior del río Negro. En la época de lluvias, los auentes superiores del Essequibo, el mayor río de la Guyana, se conectan con la corriente principal del río Branco, un auente del Negro, a través de una capa de agua que cubre la Sabana de Rupununi. Al sur, la inundación anual de Llanos de Mojos y del Gran Chaco se fusionan con las cuencas de los ríos Madeira y Paraguay y se transforman en un vasto mar de agua dulce, creándose una red de vías uviales que se extiende hasta el estuario de La Plata. Para el indígena poseedor de una técnica de navegación desarrollada, la mayor parte de la zona tropical y parte de la zona templada de América del Sur estaban unidas por grandes vías fáciles de recorrer. 58
El Alo Amazonas como escenario de desenvolvimieno culural
Es también importante señalar que para los grupos étnicos sin técnicas de navegación avanzadas, la cuenca amazónica ofrece una serie de grandes barreras a la expansión y al desplazamiento. Incluso los tributarios más distantes de la desembocadura del Amazonas, como el Ucayali (Foto 1), tienen más de un kilómetro de ancho, y en algunos puntos de su curso abajo de Manaos el ancho del Amazonas supera los 15 km, lo que equivale a cerca de la mitad de la anchura del Estrecho de Dover. Para una mejor comprensión de las características actuales de la cuenca amazónica y de sus ríos y suelos, conviene hacer un breve examen de su historia geológica. A lo largo del borde oriental, la cuenca amazónica (Fig. 2 ) está delimitada al norte por el Escudo de las Guyanas, y al sur por la Meseta Brasileña. Aunque los dos macizos estén separados por el lecho del Bajo Amazonas, son similares en cuanto a sus características históricas y petrológicas. Ambos son resultados de levantamientos por fallas muy antiguas, y permanecen tectónicamente estables hace muchos millones de años. En su larga historia como altiplanicies expuestas, estas dos áreas estuvieron sujetas a una extrema erosión, perdurando sólo las rocas más resistentes. La mayor parte de sus supercies están conformadas por rocas cristalinas extremadamente metamorzadas de la era precámbrica. En áreas más limitadas, la base del suelo Precámbrico está aún recubierta por estratos profundos de rocas sedimentarias ligeramente más recientes, pero de cualquier modo muy antiguas. Estas areniscas altamente endurecidas toman el aspecto de mesetas, que se elevan verticalmente hasta 1000 metros o más sobre el área circundante. Esta topografía de mesetas tiene su más espectacular desarrollo en la Sierra Pacaraima y en Roraima, una serie de mesetas que se extienden paralelamente a la frontera entre Brasil y Venezuela, prolongándose un poco por la Guyana. Aquí se localizan algunos de los acantilados más elevados del mundo y la caída de agua generalmente considerada la más alta del mundo, el Salto Ángel. Al parecer, por un largo período después que el oriente de América del Sur se elevó, los ríos que hoy constituyen la cuenca amazónica corrieron en dirección oeste, hacia el Océano Pacíco. Fue el levantamiento relativamente reciente de los Andes lo que obstruyó el sistema de drenaje y creó temporalmente un enorme mar de agua dulce. La rápida erosión de 59
El Alo Amazonas
la pendiente empinada y no consolidada de los Andes orientales llenó el mar dulce con una gran masa de arenas sueltas y sedimentos hasta niveles que aún se desconoce. Estos depósitos aluviales no consolidados cubren casi todo el vasto triángulo de tierra limitado al norte por el río Japurá, al sureste por el Madeira y al oeste por la línea de los Andes. Su antigüedad geológica precisa es difícil de determinar, puesto que su sedimentación es discontinua e irregular y su contenido en fósiles es prácticamente inexistente, pero es probable que sean de un período comprendido entre el Plioceno y el Pleistoceno Antiguo. Recientemente se srcinó la actual desembocadura del Amazonas, y sus auentes comenzaron a abrir valles en la inmensa llanura. Los valles interiores por donde corren hoy el Amazonas y sus auentes fueron abiertos en una época en que el nivel del mar era mucho más bajo que el actual, probablemente en el ápice del avance glaciar durante el Pleistoceno. A partir de Manaos, el lecho del Amazonas está en un nivel inferior al del mar, y todo su delta se pierde al sumergirse su desembocadura. La alteración del nivel relativo del mar afectó el comportamiento del Amazonas y de sus auentes hasta puntos tan distantes como Pucallpa, y estos auentes han venido llenando sus valles interiores en lugar de cortarlos más profundamente. En parte, es el desborde del valle del Bajo Amazonas lo que causa el declive muy poco acentuado de este río y de sus auentes: Pucallpa, a la orilla del Ucayali Central, queda a más de 4500 km de la desembocadura del Amazonas y, sin embargo, su altitud en relación al nivel del mar es de apenas 160 m. Los mapas topográcos de América del Sur dan a entender que todo el extenso triángulo de tierra que incluye la cuenca del Alto Amazonas es una unidad en cuanto a su morfología. Esta convención cartográca esconde la distinción más importante para el estudio de la ecología humana en las tierras bajas tropicales de América del Sur (Fig. 2 ): la distinción entre la activa llanura inundable3 del Amazonas y sus principales auentes, y la vasta área de depósito aluvial antiguo4, formada cuando la cuenca amazónica era un mar de agua dulce. Como vimos, la activa llanura inundable está inserta en estos antiguos depósitos aluviales. Los acantilados (Foto 4) que la delimitan no son particularmente sobresalientes en ningún punto, midiendo entre 10 a 20 m de altura, pero las potencialidades económicas 60
El Alo Amazonas como escenario de desenvolvimieno culural
Fig.2. Tipos de suelos y oras caracerísicas geológicas imporanes de la cuenca amazónica y áreas adyacenes.
de las dos zonas son muy diferentes, y la línea de demarcación es nítida. En términos de potencial agrícola y de recursos proteicos, tales como pescado y animales de caza, la llanura inundable es un hábitat innitamente más atractivo para el hombre. Esto era así hacia el año 2000 a.C. y lo sigue siendo hoy, tal como lo demuestra cualquier mapa de la distribución de la población en la cuenca amazónica. Considerando la magnitud de la red hidrográca del río Amazonas, la extensión de la llanura inundable es notablemente reducida, mucho más pequeña, en términos relativos, que el de la cuenca del río Mississipi. Se calcula que el área totalmente compuesta por sedimentos no consolidados, depositados en la cuenca amazónica desde la elevación de los Andes, es de cerca de 3 106 800 km², pero el área de la llanura inundable activa corresponde a apenas un décimo de esta extensión. Aunque la llanura 61
El Alo Amazonas
inundable es el área más atractiva para la ocupación humana, sólo una parte de ella puede ser aprovechada por el ser humano. Una gran parte es ocupada por los lechos de los ríos y otra parte aún mayor está en canales laterales (Foto 2, 3), cochas y regiones pantanosas que están sobre el nivel del agua apenas una pequeña parte del año. Así, un estimado correcto de las tierras aluviales recientes disponibles para el uso humano en la cuenca amazónica es de aproximadamente 140.000 a 160.000 km². Esta escasez de tierra aluvial reciente fue un factor dominante que afectó la evolución cultural en la cuenca amazónica. Con la excepción del río Negro y sus auentes, casi todos los auentes del Alto Amazonas nacen en la Cordillera de los Andes. Los altos valles a lo largo de su curso superior son muchas veces anchos y abiertos, pero cuando estos ríos atraviesan las vertientes orientales de los Andes toman típicamente el aspecto de cañones estrechos de vertientes acantiladas (Foto 8), con profundidad igual o superior a 2000 m. En general, el río ocupa todo el fondo del cañón, y sólo ocasionalmente hay pequeñas porciones de terrenos al mismo nivel del lecho de los ríos. La orientación de estos cañones es determinada típicamente por la estructura tectónica de los Andes, y la mayoría corre en dirección noroeste. Entre estos ríos que uyen hacia el norte, apenas el Marañón y el Huallaga desarrollaron moderadas extensiones de llanuras inundables en sus cañones más profundos Foto ( 20). Después de abrir camino a través de las barreras más orientales de los Andes, los cursos de los auentes del Amazonas forman meandros (Foto 2), tomando su aspecto clásico. Sus valles, es decir las activas llanuras inundables de los ríos, presentan anchuras que miden entre 10 km y 80 km. Los acantilados de los antiguos depósitos aluviales que circundan las llanuras inundables establecen los límites de los cambiantes meandros de los ríos. Cuando uno de estos ríos cambia su curso, el canal abandonado se mantiene como una extensión de agua en forma de media luna, conocida como tipishca o cocha5. La llanura inundable de un activo río de meandros es un complejo de tipishcas (Foto 2) algunas de las cuales pueden ser nuevas e intactas, muchas parcialmente destruidas por desvíos posteriores de los meandros, y muchas otras parcial o totalmente llenas por depósitos aluviales. 62
El Alo Amazonas como escenario de desenvolvimieno culural
El proceso de la evolución geomorfológica es normalmente considerado como imperceptible en términos de duración de la vida humana, pero esto no se aplica a los ríos que forman meandros, como el Ucayali. Durante los doce años en que el autor estuvo familiarizado con el curso del Ucayali Central, dos de sus brazos principales fueron suprimidos, todo el lecho inferior de un auente fue pre vaciado y ensanchado, y el río se movió más de 1 km desde la zona que fuera inicialmente programada para el puerto de la ciudad de Pucallpa. El terreno más elevado en una llanura inundable queda siempre adyacente al canal activo del río. Durante las crecientes, el río deposita la mayor parte de su carga de arena y barro en las márgenes, de tal manera que se forman diques naturales6. En las curvas de los meandros se forma una serie de lomas altas, paralelas unas a las otras y a la margen convexa del río. Vistos desde el aire, estas lomas o formaciones terrosas toman muchas veces un aspecto tan regular como el de un campo labrado. Hay una interesante sucesión de vegetación en estas formaciones terrosas: aquellas que fueron más recientemente abandonadas por el río sirven de base a densos bosques de caña brava, semejantes a bambudales; en las lomas un poco más antiguas, ligeramente más apartados del curso actual del río, crecen bosques formados casi exclusivamente por jóvenes árboles de balsa7 (Foto 1); mientras tanto, las lomas más antiguas y aun más apartadas del río están cubiertas por vegetaciones cada vez más desarrolladas. Este patrón de vegetación diferencial se torna evidente cuando es observado desde arriba y constituye gran aporte en la interpretación de fotografías aéreas. Las terrazas y las restingas son los sitios preferidos para el hábitat humano, dentro de los límites de la llanura inundable. En los años en que la lluvia tiene menos intensidad que lo normal, estos puntos pueden no ser alcanzados por la inundación, mientras que en los años de lluvias severas una morada elevada por columnas de cerca de 1 metro arriba del suelo es generalmente suciente para asegurar un hogar seco. La topografía meándrica que acabamos de describir es típica de la mayoría de los auentes del Alto Amazonas una vez que éstos pasan a las tierras bajas. En cuanto a la corriente principal del Amazonas, la situación 63
El Alo Amazonas
es muy diferente. Un poco más abajo de la ciudad peruana de Nauta, en el punto en que se unen el Marañón y el Ucayali, el Amazonas deja de formar meandros y pasa a tener un curso mucho menos sinuoso, el cual se puede comparar con mayor exactitud con una trenza tripartida. Los múltiples canales del río rodean islas muy grandes y lenticulares. Sternberg demostró que las formaciones de tierra a lo largo del Alto Amazonas son menos cambiantes que las de las llanuras inundables de los auentes que forman meandros, aunque el contorno y la posición de estas islas estén sujetos a una gradual modicación regulada por el río. La parte interior de las islas es baja y pantanosa, y la ocupación humana se concentra en los diques naturales de sus márgenes. Las vastas zonas de sedimentos no consolidados que se extienden entre las llanuras inundables de los principales auentes del Amazonas son generalmente referidas como una planicie elevada. Esta designación es algo engañosa, porque aunque no hay colinas que se eleven arriba del nivel promedio, hay pocas zonas realmente al nivel del piso. Puesto que la supercie de estos sedimentos no consolidados raramente sobrepasan una altitud de 40 m arriba del nivel de la llanura inundable más próxima, sería poco preciso decir que estos suelos están cortados profundamente, pero la verdad es que se encuentran atravesados por pequeños riachuelos8, los cuales no llevan agua excepto durante las lluvias más fuertes. Una caminata por una llanura de este tipo implica en una inusitada serie de subidas y bajadas difíciles en las fuertes y muchas veces resbaladizas pendientes de estos arroyos. Este relieve bajo pero muy intrincado se encuentra ecientemente enmascarado por el continuo manto de bosque tropical, de forma que en las fotografías aéreas estas antiguas regiones elevadas parecen más o menos niveladas. Al describir la cuenca amazónica, muchos escritores han enfatizado la diferencia entre los ríos de agua blanca y los ríos de agua negra. En ninguna parte esta distinción es más evidente que en Manaos, donde el río Negro, prototipo del río de agua negra, se junta con las aguas enlodadas y opacas del Alto Amazonas. Por muchos kilómetros después de esa conuencia, las dos corrientes no se mezclan, y se puede ver el agua azul oscura y transparente del Negro y el agua turbia del Amazonas corrien64
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do lado a lado. Ya referimos los factores que diferencian estos dos tipos de corrientes. Los ríos de agua negra corren por las supercies duras de las regiones montañosas de las Guyanas y de Brasil y, por tanto, están prácticamente libres de sedimentos. Los ríos de agua blanca recorren las laderas orientales de los Andes, transportando millones de toneladas de sedimentos de estas pendientes escarpadas y muy poco consolidadas. Los auentes menores del Amazonas que nacen enteramente en la antigua llanura aluvial se asemejan más a los ríos de agua negra en cuanto a su carga de sedimentos. Todas las corrientes de la cuenca amazónica son ricas en vida acuática, que va desde crustáceos muy diminutos hasta algunos de los mayores peces de agua dulce conocidos, pero las aguas blancas son las más ricas, tanto en número como en densidad de especies, y esta desigualdad en la repartición de los recursos uviales ciertamente tuvo inuencia en la distribución de las poblaciones precolombinas. LA COBERTURA VEGETAL
La cuenca del Alto Amazonas sostiene todavía una continua capa de bosque tropical húmedo ( Foto 3), interrumpida apenas por los grandes ríos. Las chacras, campos abiertos para nes agrícolas, están presentes a lo largo de los cursos principales a poca distancia de sus márgenes. Más recientemente, estas áreas abiertas han aparecido junto a los pocos senderos que penetran en la zona, pero ellas difícilmente marchitan el interminab le manto de copas de árboles. Como se observa desde el aire, los vestigios de la existencia humana son empequeñecidos por las inmensas extensiones de selva que los separan y que toman el aspecto de una gran cobertura homogénea. Algunas de las especies arbóreas más comunes producen conjuntos espectaculares de ores amarillas, rojas o violetas que en la estación propia quiebran la monotonía de la extensión de copas de árboles, pero cuando es visto desde arriba, la impresión dominante que se tiene de la oresta es de llanura y uniformidad, y las variaciones topográcas menores están escondidas por la vegetación. En contraste con el denso entrelazamiento de la capa superior de la oresta, el suelo, a 45 metros o más por debajo de ese nivel, tiene una 65
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vegetación relativamente dispersa que ofrece pocos obstáculos a la marcha en zonas de árboles adultos. La mayor parte de la luz es retenida por la copa de los árboles, por lo que el suelo del bosque presenta un aspecto sombrío de verde pardo y castaño oscuro, ocasionalmente perturbado apenas por el azul deslumbrante de la gran mariposa Morfo. Aquí, nuevamente, la primera impresión es de uniformidad, impresión errónea desde el punto de vista botánico. Los bosques de la cuenca amazónica se caracterizan por una enorme variedad de especies. En una hectárea de tierra se puede encontrar 30 ó 40 especies de árboles adultos, y será necesario recorrer una distancia considerable para encontrar dos especies parecidas o semejantes. Como estos árboles varían grandemente en cuanto a la calidad de su madera y los usos que posibilitan, se requirió un considerable conocimiento de selvicultura por parte de los habitantes nativos. Sólo un pequeño porcentaje del conjunto total de las especies ofrece madera valiosa, y algunos árboles económicamente importantes, tales como los géneros Protium e Hymenea, que producen la resina usada para recubrir gran parte de la cerámica del Alto Amazonas, tenían una distribución esporádicas o estricta, demandando el intercambio entre grupos y aldeas apartadas, con la nalidad de obtener las materias primas esenciales. Los grandes árboles de cedro denominados Cedrela9, los más requeridos para la construcción de canoas, se agotan rápidamente en territorios densamente poblados. El bosque tropical de la cuenca amazónica ofreció una vasta gama de materiales útiles para construcciones, incluyendo ciertas especies de palmeras que dan una excelente bra, y la corteza de varias parras que ofrecen un óptimo sustituto para las cuerdas. Había también un elevado número de fuentes naturales de materias primas para la manufactura. Varias especies de árboles dan una corteza apropiadas para la ejecución de tejidos. El caucho era un producto de muy poca importancia para los indígenas, pero se tornó fundamental para la civilización moderna. Mediante un conocimiento completo de las propiedades de las plantas silvestres de la cuenca amazónica, los indígenas pudieron extraer una gran variedad de venenos poderosos para la caza, pesca y guerra. Igualmente notable era la extensa gama de narcóticos obtenidos de plantas silvestres, los cuales 66
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Fig. 3. Mapa simplificado de la coberura vegeal de la cuenca amazónica.
desempeñaban un papel importante en la vida religiosa y estética de los aborígenes. Por otro lado, con excepción de los frutos de varias palmeras silvestres o semisilvestres, el bosque tropical era menos fecundo en términos de vegetales alimenticios de brote natural, ofreciendo mucho menos alimentos que los bosques de madera del hemisferio norte o los bosques espinosos de los trópicos áridos. Aunque existen ciertas especies de árboles restringidas a las llanuras inundables de los ríos principales, no son evidentes las diferencias entre la vegetación de las llanuras inundables activas y la vegetación de las antiguas llanuras aluviales situadas entre los principales ríos. Se mencionó la uniformidad de la cobertura boscosa tropical del Amazonas. Las excepciones más notables son las vastas extensiones de 67
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vegetación de sabana de los Llanos de Mojos, en la región oriental de Bolivia, y de la cuenca del río Branco, en el norte de Brasil. Como referimos anteriormente, estos prados abiertos se mantienen por la aguda alternancia anual entre las inundaciones y la sequía total. La vegetación de las abruptas pendientes orientales de los Andes diere de la vegetación tropical de la parte baja de la cuenca amazónica por el hecho de ser menos alta y mucho menos densa. La lluvia extremadamente intensa en estas pendientes expuestas favorece el crecimiento de un enmarañado de árboles bajos, helechos, fucsias y orquídeas (Foto 7, 8). Los árboles tienen grandes cargas de musgos y plantas epítas, sobretodo de la familia Bromeliaceae. Este tipo de cobertura vegetal se desenvuelve principalmente entre los 600 y los 2000 m de altitud y es conocida como ceja de selva10. La precipitación en los Andes orientales resulta en gran parte de masas de aire del occidente que se chocan contra las abruptas pendientes orientales de la cordillera, de modo que hay un notorio efecto de sombra pluviométrica en los valles interandinos (Foto 6). Las expuestas pendientes orientales de cualquier cresta reciben precipitaciones casi diariamente, mientras que las pendientes occidentales y todas las zonas que se sitúan por detrás y debajo de la segunda o tercera cumbre de los Andes reciben muy pocas lluvias. Ciertos valles, tales como los de HuánucoFoto ( 19) y de Cochabamba, presentan contrastes dramáticos en la cobertura vegetal, donde el fondo del valle y las pendientes orientadas al oeste sostienen una escasa cobertura de cactus y árboles espinosos, mientras las vertientes orientales expuestas tienen la típica vegetación de ceja de selva. La delimitación entre las dos zonas de vegetación es acentuadamente brusca, y se puede literalmente saltar de un árbol fucsia y caer en un terreno de cactus. LA FA UNA DEL BOSQUE TROPICAL
La fauna del bosque tropical de América del Sur es, de por sí, un tema fascinante. Aquí se encuentran las especies de aves más antiguas y aisladas que en cualquier otra zona del mundo, y muchos de los mamíferos son desconocidos en cuanto a su forma y sus hábitos. Podríamos escribir 68
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interminablemente sobre las relaciones entre los indígenas y la fauna que ellos encuentran, pero para los propósitos de este libro basta poner en relieve las grandes diferencias en recursos de fauna entre las llanuras aluviales inundables y las selvas de los antiguos depósitos aluviales distantes de los ríos. Los recursos pesqueros de los principales ríos, y especialmente de las tipishcas adyacentes a ellos, son realmente fenomenales. El paiche, Arapaima gigas, es una de las especies de pez de agua dulce más grande del mundo. Su áspera carne seca, fue un producto de comercio de primera importancia mucho antes de la llegada de los europeos. Hay una enorme gama de bagres y zúngaros, que son relativamente comunes y proporcionan una excelente comida. La piraña, considerada hasta cierto punto una amenaza, es también muy sabrosa y una importante fuente de alimento en los puntos donde abunda. Hay una gran cantidad de especies muy nutritivas, entre las cuales se encuentra el boquichico, que en cierta época del año es increíblemente numeroso. Resumiendo, los recursos pesqueros eran sucientes para suplir las necesidades proteicas de poblaciones relativamente densas. Una gran variedad de tortugas acuáticas constituía una importante fuente de alimento, tanto por la carne cuanto por los huevos. Ciertas poblaciones también utilizaban la carne de lagarto, que era relativamente abundante. El manatí o vaca marina, mamífero totalmente acuático, era común en casi toda la cuenca amazónica y su carne era muy apreciada. Muchos otros animales de caza, especialmente el ronsoco y otros roedores gigantes de América del Sur, son semiacuáticos y pueden ser fácilmente cazados desde las canoas. La mayor parte de la avifauna comestible de gran porte tiene también hábitat ribereño. Por el contrario, la selva apartada de los ríos principales tiene escasos recursos. El potencial pesquero de los auentes menores es limitado. Los monos son relativamente abundantes, pero difíciles de cazar, puesto que viven en las copas más altas de los árboles. Además, la caza persistente a un determinado grupo de monos provocará su emigración. Los animales cuyo hábitat es al nivel del suelo son solitarios y relativamente raros, como el tapir, o son migratorios y de localización incierta, como es el caso de 69
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las dos especies de pecaríes11. La extrema precariedad de recursos en los bosques alejados de los ríos fue un factor dominante que inuyó en la utilización humana de estas áreas. LOS SUELOS Y SUS
POTENCIALIDADES AGRÍCOLAS
Han sido publicadas opiniones ampliamente divergentes en torno a la fertilidad de los suelos de la cuenca amazónica ( Fig. 2 ) y sobre la posibilidad de que estos mismos puedan sostener en el futuro densas poblaciones agrícolas. Algunos autores argumentan que la exuberante vegetación que recubre esta área es una clara indicación de la gran fertilidad del suelo. Otros arman que la extrema pobreza del suelo de la cuenca amazónica justica las bajas densidades poblacionales supuestamente típicas de esta zona durante la época precolombina. Puesto que todas las sociedades precolombinas consideradas en este libro se basaron sobretodo en la agricultura, las potencialidades agrícolas de los suelos disponibles son una premisa básica. La forma cómo las características de los suelos limitan la expansión de las poblaciones humanas es un tema complejo. Si queremos conocer la capacidad de producción de una determinada fracción de tierra, debemos preguntar: “¿cuántas calorías pueden ser obtenidas por hectárea?”. Tomando esta cuestión como punto de referencia, toda una nueva serie de interrogantes toma relevancia. ¿Cuáles eran los más importantes productos al alcance de las poblaciones que nos interesan? ¿Cuáles eran las características de los suelos disponibles en relación a las exigencias nutritivas especícas de las principales producciones? Alrededor de una vivienda, ¿había un sistema de transporte que permitía que las personas cultivasen efectivamente la tierra? Dentro de esa área, ¿qué porción de terreno era propicio a determinados tipos de cultivo y cuánto de ello era totalmente inapropiado para los mismos? Dadas las necesidades de tipos particulares de suelos para cultivos especícos y/o la medida en que la expansión de hierbas dañinas se torna un problema insoluble, ¿durante cuánto tiempo se puede cultivar determinado producto en una determinada extensión de terreno antes de que se vuelva improductivo? ¿Cuál era el patrón total 70
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de prácticas agrícolas conocido de un grupo con tendencia a aumentar o mantener la capacidad productiva de una parcela de tierra? ¿Pudieron los patrones existentes de control político y social reunir el poder suciente para tornar viables las prácticas agrícolas más ecaces? Por último, nos debemos preguntar ¿qué porcentaje de la alimentación diaria mínima provino de la agricultura y qué porcentaje se obtuvo a través de la pesca, de la caza y de la recolección? Cada uno de los factores señalados podría ser discutido interminablemente, pero dos de ellos son particularmente signicativos para el tema de este libro. No está demás rearmar el hecho de que los suelos no son deseables o fértiles en un sentido absoluto, sino en términos de las exigencias totales de los cultivos básicos del grupo que se estudia; y no se puede suponer que los pueblos ajenos a la tradición occidental moderna de agricultura cientíca eran incapaces de aumentar sus potencialidades agrícolas en zonas inicialmente poco prometedoras, o de mantener la fertilidad de los suelos durante un largo período de cosecha continua. Las exigencias que diferentes plantas cultivadas imponen a su medio son muy variables. Algunos de los más importantes cultivos, tales como el arroz y el taro en el Viejo Mundo, y elXanthosoma12 y la maranta13 en el Nuevo Mundo, orecen bajo condiciones de inundación durante la mayor parte de su desarrollo. Otras plantas, como el frijol y el maíz, son totalmente intolerantes a terrenos inundados o irrigados después de su germinación. Muchos cultivos, en especial el maíz, son muy sensibles a la sequía durante la fase nal de su desarrollo y exigen o una distribución regular de lluvias de verano o una irrigación controlada; mientras otros por el contrario, como en el caso de la yuca, son extremadamente resistentes a las sequías, y después de haber sufrido sequías por una temporada de un año o más, se vuelve productiva poco después del restablecimiento de las lluvias normales. Algunos productos, sobretodo el maní, requieren suelos muy sueltos, friables y arenosos para lograr la máxima fructicación, mientras que otros tolerarán, y de hecho orecerán en arcillas duras y pesadas. El maíz requiere mucho nitrógeno en su nutrición y tiende a mermar rápidamente el nitrógeno disponible en los suelos donde es cultivado. Otras plantas, entre ellas la yuca, extraen anualmente mucho menos ni71
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trógeno, y por lo tanto permiten períodos más largos del cultivo en una determinada extensión de terreno sin agotarse o sin la necesidad de fertilización articial. Cada cultivo básico tiene sus necesidades especícas en relación a los elementos nutritivos del suelo, de forma que la capacidad productiva de cualquier hectárea de terreno debe ser calculada en términos de las exigencias totales del cultivo o de la rotación de cultivos que ahí son sembrados. La mayoría de los grupos ajenos a la tradición occidental de ciencia agrícola son buenos agrónomos prácticos, y conocen bien las condiciones en que sus principales cosechas prosperan, así como el período durante el cual un determinado tipo de suelo soporta el cultivo. El grupo sólidamente orientado hacia la agricultura, tendrá a su disposición una vasta gama de cultivos, y logrará así sacar mejor partido de la variedad de suelos y sus diferentes ubicaciones, ninguno de los cuales siendo de primera calidad en términos de patrones absolutos de fertilidad del suelo. En las zonas tropicales y templadas probablemente existen pocas regiones donde el potencial agrícola no pueda ser ampliamente mejorado mediante la aplicación del máximo ingenio y esfuerzo. Los estudiosos de la historia cultural del Nuevo Mundo deberían tener siempre presente el hecho de que varios grupos precolombinos pusieron en práctica métodos de recuperación y de mejoramiento de los suelos, haciendo el mejor uso del trabajo intensivo. Las chinampas, que constituían la base de subsistencia del Imperio Azteca en México, son un ejemplo famoso de esos métodos. También es admirable la enorme cantidad de tierra agrícola suplementaria que se logró obtener en los Andes centrales a través de la construcción de terrazas en la totalidad o en parcelas de las cuestas empinadas. El alcance geográco del sistema de terrazas en los Andes centrales, cuya construcción exigió gran número de personas y largas horas de trabajo, está gradualmente siendo evaluado, en especial en cuanto al grado en que este aprovechamiento del terreno extendió las laderas orientales de los Andes y penetró en las regiones actualmente cubiertas por vegetación de tipo ceja de selva. En otro capítulo consideraremos en qué medida otras formas de recuperación intensiva de terreno fueron signicativas para el desenvolvimiento agrícola de la cuenca amazónica. 72
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Dentro de la cuenca amazónica, los suelos aluviales recientes están en gran parte restringidos a las relativamente reducidas llanuras inundables del Amazonas y de sus auentes principales. Los suelos aluviales recientes por lo general contienen muchos materiales nutritivos y poseen una buena estructura arenosa. Los continuos cambios de curso de los ríos aseguran que la mayor parte de esos terrenos fueron regenerados en un corto período, de forma que son mínimos los efectos de la lixiviación descendiente. El incremento de limo recién llegado de las laderas orientales de los Andes y las masas de desechos orgánicos y de vegetación arrastradas y depositadas por la inundación anual también contribuyen para mantener un alto nivel de fertilidad del suelo. En las mejores porciones de suelo aluvial reciente, un sembrío de plátanos prospera generalmente durante un período de 15 a 25 años; el maíz ( Foto 55), que muchas veces ha sido tomado como una especie de indicador absoluto de fertilidad del suelo, también crece bien en este tipo de terreno. La inundación anual, que mantiene la fertilidad de los suelos aluviales recientes, también pone ciertos límites a su utilización. Los diques naturales y las formaciones de restingas más altas, que son inundados apenas en los años más lluviosos, son propicios a cultivos tales como la yuca, que exige un largo período de maduración entre la plantación y la cosecha. Estas tierras ocasionalmente inundadas son bastante utilizadas. El ciclo anual de las crecientes también permite el mejoramiento de un tipo especial de tierra agrícola. La diferencia entre el nivel de las aguas en el período de la creciente y en el período de vaciante es mucho mayor en los auentes que en el Amazonas propiamente dicho. Los auentes son extensos, y la incidencia de las lluvias más intensas varía mucho de una cuenca hidrográca a otra, de tal forma que cada auente descarga su caudal máximo en el Amazonas en una época diferente, pero con tendencia general a bajar el nivel del agua del Amazonas y a prolongar por bastante tiempo el período crítico de inundación. En los auentes principales, como el Ucayali, la diferencia entre los niveles máximo y mínimo del agua puede ser de 10 m a 18 m. El auge de la inundación, sin embargo, pasa rápidamente, y gran parte del lecho del río queda seco durante casi todo el año. Largas llanuras de suelos aluviales 73
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se exponen en los lechos de los ríos, y están disponibles para uso como tierras de cultivo, sin la necesidad de rozado del bosque. Estos suelos son ideales para cualquier cultivo que no necesite un gran período de maduración y que tenga preferencia por suelos arenosos. El maní es muy indicado para estos casos, y cientos de hectáreas de lecho ribereño tienen ese cultivo, incluso antes que el agua haya bajado completamente. Desde la reciente introducción del arroz, éste también ha sido extensivamente cultivado en estos emplazamientos. Al oeste de la cuenca amazónica propiamente dicha, se encuentran otras porciones de tierras aluviales recientes, situadas a lo largo de las tierras más altas de varios auentes del Amazonas, en valles rodeados por las estribaciones más orientales de los Andes. Algunos de esos suelos son bastante irrigados, como los del valle del Huallaga, abajo de Tingo María, y de la cuenca del Chanchamayo, a una altitud media inferior de 700 msnm. Ellos sostienen un denso bosque tropical húmedo cuando no son cultivados. Otros terrenos, como es el caso del valle de Huánuco en el Alto Huallaga, Perú, y el valle de Cochabamba, en Bolivia, quedan a una altitud bastante superior, entre los 2000 msnm y 3000 msnm. Estos dos últimos están tan completamente metidos en la sombra pluviométrica del anco oriental de los Andes, que reciben poca lluvia y son irrigados casi exclusivamente por los ríos que los atraviesan (Foto 19). Los testimonios arqueológicos muestran que los suelos no lixiviados de esos valles fueron aprovechados durante mucho tiempo. Dentro de la Amazonía, hay otra zona de rápida acumulación de depósitos aluviales y que tiene características un poco diferentes de las estrechas franjas de terreno de las llanuras inundables. Se trata de la extensión de planicie llamada Llanos de Mojos, en el noreste de Bolivia. Allí, la descarga de agua proveniente del anco noreste de los Andes bolivianos es parcialmente bloqueada y desviada hacia el norte por la zona occidental de la Meseta Brasileña. Esta retención parcial del agua hace que su carga de sedimentos sea depositada más rápidamente que en el caso de la mayoría de los auentes del Amazonas, de tal forma que todo el Llanos puede ser considerado un vasto abanico aluvial a lo largo de la vertiente noreste de los Andes bolivianos. Todos los Llanos de Mojos sufren 74
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una inundación poco intensa durante la estación lluviosa, de diciembre a abril, formándose un gran mar en el terreno. A medida que disminuye la intensidad de las lluvias en las vertientes orientales de los Andes, los ríos se retraen retornando a su lecho normal, y los terrenos planos existentes entre los ríos se vuelven extremadamente secos. Como ya fue referido anteriormente, esta alternancia anual entre la inundación total y la sequía extrema mantiene una cobertura de hierbas altas que cubren casi completamente los Llanos, quedando la oresta restringida a montículos hechos por el hombre y a los diques naturales junto a los cursos del agua. Debe ser puesto en relieve la fertilidad potencial de estos suelos aluviales recientes, así como su considerable extensión, aunque ellos hayan constituido gigantescos obstáculos para el agricultor precolombino y no sean hoy utilizados para nes agrícolas. Para que estas tierras pudiesen ser cultivadas, sería necesario quebrar los pesados terrones resultantes de la cobertura de la hierba, y controlar, o al menos mitigar, la alternancia entre la completa sumersión y la total aridez. Los Llanos del Orinoco quedan fuera de la cuenca amazónica, pero es digno de mención debido a la forma en que reproduce las condiciones de suelo de los Llanos bolivianos, y por el hecho de que las culturas precolombinas de esta zona estuvieron claramente relacionadas a las de la cuenca amazónica. Aquí, varios ríos con creciente periódica, que drenan a la vertiente sudeste de los Andes venezolanos y colombianos, son parcialmente embalsados por las regiones montañosas de la Guyana, y también aquí se formó un enorme abanico aluvial casi plano, que se encuentra bajo agua durante cuatro meses del año y completamente seco durante la cumbre de la estación seca intermedia. De estas condiciones, resulta igualmente el crecimiento de hierbas altas que ofrecieron las mismas ventajas e inconvenientes para los agricultores precolombinos. La principal diferencia entre los dos Llanos reside en la época de la creciente, que en los Llanos del Orinoco ocurre de junio a septiembre. Todo esto fue sobre los suelos aluviales activos de la cuenca amazónica; ahora conviene examinar los suelos que se forman en las regiones montañosas adyacentes y que sufren varios grados de disección y erosión. 75
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Como era de esperar, las rocas duras del Escudo de las Guyanas y de la Meseta Brasileña forman solamente nas capas de suelo, y a un ritmo muy lento. La composición química de estas rocas es tal que ellas se erosionan principalmente en arenas de silicio puras, en lugar de suelos con apreciable contenido nutritivo. Algunos geógrafos han considerado estos suelos como totalmente privados de valor agrícola. Hay quizá limitadas excepciones a esta generalización, pero la mayoría de los grupos indígenas que viven en las dos regiones montañosas restringieron sus siembras a las angostas fajas de suelos aluviales a lo largo de las áreas de inundación de los principales ríos. Los suelos aluviales de esos ríos de agua negra son mucho menos extensos y fértiles que los de agua blanca. A lo largo de la base de los Andes peruanos, y prolongándose hacia el nivel bajo de la cuenca amazónica, hay aoramientos de rocas sedimentarias más recientes y de rocas de srcen volcánica. La cantidad y calidad de los suelos que se forman en estas zonas depende de la inclinación de la supercie y de la naturaleza de las rocas que se erosionan por la acción del tiempo, dando srcen al suelo. Donde el declive no es muy acentuado y los materiales constituyentes subyacentes son la calcárea o la lava reciente, se forman suelos con elevado índice de fertilidad. La extensión y la naturaleza de los varios tipos de suelo aledaño a las estribaciones de los Andes necesitan ser más estudiadas. Aún en las laderas más abruptas de la vertiente oriental de los Andes, un considerable incremento de suelo y humus es facilitado por la densa y enmarañada vegetación de tipo ceja de selva. La habilidad del ser humano para cultivar en estas pendientes depende de su capacidad de controlar la erosión después de librar el terreno de la vegetación. El grupo restante de suelos comprende aquellos que se forman en la vasta región de los antiguos depósitos aluviales, que cubren el 90% de la cuenca amazónica. En los lugares cuyas condiciones no fueron recientemente modicadas por el ser humano, estos suelos sostienen un exu berante crecimiento de bosque tropical húmedo. Una vez rozados, ellos pueden sostener una agricultura de productividad moderada durante un corto período. Pero si no se les permite recuperar su cobertura boscosa, su calidad se deteriora rápidamente. Una de las características de estos 76
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suelos es el hecho de ser muy lixiviados. Las intensas lluvias que se inl tran a través del suelo tienden a remover todos los materiales solubles de las capas superiores y depositarlos en las capas inferiores, como estratos duros. Como la erosión es muy lenta en estas supercies, los materiales recientes que se podrían erosionar para formar suelos más fértiles no emergen inmediatamente, y la lixiviación es el proceso que predominantemente afecta el carácter de estos suelos. Aunque el bosque tropical produzca gran cantidad de desechos, la acción de las bacterias y de las colonias de hormigas que infestan su supercie reducen rápidamente la cantidad de materiales orgánicos allí acumulados, de manera que la cantidad de humus que se forma es mínima. Una vez retirada la vegetación, la capa delgada de humus se deteriora rápidamente bajo el efecto de la agricultura. Algunos árboles y lianas de la cuenca amazónica tienen tendencia a acumular silicio en las hojas, tallos y cortezas. Así, el contenido de silicio de los suelos es progresivamente retirado, y los elementos residuales se alternan transformándose en óxidos metálicos puros. Los principales elementos que se encuentran próximos a la supercie son óxidos de erro, que se disuelven y depositan de nuevo entre los 30 cm y los 60 cm debajo de ese nivel, como capas de hierro. Todo este proceso resulta en las arcillas rojas, pesadas y estériles, conocidas como lateritas. La progresiva laterización de los suelos es acelerada cuando el bosque es talado para la agricultura, exponiéndose la supercie del terreno a plena luz del sol y a la fuerza total de las lluvias tropicales. Todos los agrónomos que trataron de ese asunto fueron unánimes en armar que estos terrenos presentan perspectivas desoladoras para una agricultura prolongada. Pueden, sin embargo, ser utilizados para una agricultura de rozo y quema, si se le permite a la oresta regenerarse entre cada período de cultivo. En el trans curso del primer año que se sigue a la limpieza de la cobertura boscosa y a la incorporación de las cenizas de la vegetación quemada, estos terrenos pueden producir una cosecha de maíz que, no siendo comparable a las producciones del medio oeste de los Estados Unidos, es signicativa en términos de agricultura de subsistencia. Dentro de uno o dos años la producción sufrirá un gran decrecimiento, pero se puede prolongar un poco 77
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la fertilidad si se usa como cultivo la yuca, que es mucho menos exigente en cuanto a la necesidad de elementos nutritivos del suelo. El agricultor del bosque tropical que vive en el borde de los terrenos aluviales antiguos adyacentes a la llanura inundable activa podría cultivar simultáneamente los limitados, pero excelentes, suelos aluviales recientes, siguiendo un método intensivo y continuo, y también los pobres, pero ilimitados terrenos de los antiguos depósitos aluviales, utilizando la agricultura de rozo y quema, con un largo período de barbecho para cada porción de terreno. Las diferentes exigencias de la vasta gama de plantas cultivables a disposición del agricultor podrían estar aliadas efectivamente a los diversos suelos disponibles, maximizándose así la productividad. Cuando se discuten las potencialidades agrícolas de los suelos de la cuenca amazónica, se debe recordar que durante mucho tiempo la principal producción fue la yuca, uno de los cultivos más productivos y menos exigentes desarrollados por el hombre.
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CAPÍTULO III
La culura del bosque ropical l modo de vida de los indígenas más antiguos conocidos del Alto Amazonas siguió un patrón cultural llamado cultura del bosque tropical . Hay pocas indicaciones de que esta región hubiese estado previamente ocupada por pueblos que no fueran éstos. De la misma forma, encontré pruebas poco convincentes de que la cuenca amazónica hubiese sufrido extensivas invasiones de pueblos oriundos de otras zonas y portadores de patrones culturales considerablemente diferentes de los de la cultura del bosque tropical. Desde antes del año 2000 a.C. hasta el año 1500 d.C., la historia cultural de la cuenca amazónica es mejor comprendida en términos de funcionamiento de las potencialidades económicas y demográcas del patrón cultural o tradición de la cultura del bosque tropical.
E
LA DEFINICIÓN DE
CULTURA DEL BOSQUE TROPICAL
Se puso de moda entre los escritores que tratan de la historia de la cultura de América del Sur contrastar el modo de vida de los indígenas de la cuenca amazónica con el modo de vida de los habitantes precolombinos de la costa caribeña de América del Sur. En la época de los primeros exploradores españoles, se encontraban difundidas entre los grupos circun-caribeños ciertas características que parecían atestiguar una cultura compleja. Entre las características más citadas, se tienen: grandes comunidades (1000 personas o más); jefes con autoridad más que nominal; jefes cuya autoridad se extendía más allá de la relación intra-comunitaria directa; desarrollados patrones de guerra; un sistema religioso con una jerarquía de divinidades altamente conceptualizada; la representación de divinidades por medio de ídolos de madera o de piedra esculpida; templos especia79
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les para albergar tales ídolos; y un sacerdocio profesional para asegurar la manutención de los templos y realización de ceremonias religiosas. Todas estas características fueron consideradas representativas de una tradición cultural designada como circun-caribeña y de un nivel cultural evolutivo, el nivel circun-caribeño, intermedio entre las grandes civilizaciones de los Andes y Mesoamérica y el nivel simple de desenvolvimiento cultural característico de los grupos sobrevivientes de la cuenca amazónica. A medida que se fue cristalizando el concepto de un nivel de cultura circun-caribeña, se difundió gradualmente el nivel de cultura del bosque tropical como unidad taxonómica opuesta. Esta fue denida sobretodo en términos negativos, y las sociedades que la componían se presentaban así clasicadas como si fuesen destituidas de todas las características de complejidad cultural arriba referidas. Grupos como los actuales Waiwai, que viven en las tierras infértiles del Escudo de las Guyanas, fueron tomados como ejemplos típicos de la cultura del bosque tropical, y se postulaba que las unidades sociales pequeñas y simples como las de ese grupo eran las únicas que se pudieron haberse constituido en el inhóspito medio de la cuenca amazónica. Una vez formulada esa teoría de extremo determinismo ambiental, se tornó fácil concluir que cualquier grupo de la cuenca amazónica que presentase cualquier característica típica del nivel circun-caribeño debía haber necesariamente migrado para allá desde otra región, o haber sufrido fuerte inuencia de áreas adyacentes con una alta civilización. Así, la existencia de jefes poderosos, clases sociales, templos, ídolos y de un sacerdocio en los Llanos de Mojos, en Bolivia, era tomada como un ejemplo de inuencias tardías de la región de los Andes; mientras que los claros testimonios arqueológicos de unidades sociales vastas y complejas en la isla de Marajó, situada en la desembocadura del Amazonas, eran interpretados como una migración poblacional desde las regiones montañosas de los Andes septentrionales, aunque ninguna cultura relacionada hubiese sido encontrada en las tierras altas. Yo no acepto el punto de vista defendido por algunos estudiosos según el cual existía un marcado contraste entre el nivel cultural de los pueblos circun-caribeños y el del bosque tropical. Sólo comparando los 80
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habitantes de la zona circun-caribeña de inicios del siglo XVI con los grupos étnicos marginales y dispersos que hoy sobreviven en la cuenca amazónica, el contraste se torna de hecho evidente. Aquellos que insisten en estos marcados contrastes, no consideran los relatos de los primeros exploradores europeos de la cuenca amazónica, que consistentemente se rerieron a densas poblaciones, unidades políticas vastas, jefes o reyes poderosos, sacerdotes, templos e ídolos a lo largo del curso principal del Amazonas, desde su inicio, cerca a Nauta, hasta su desembocadura. Estos pueblos ribereños desde hace mucho desaparecidos, que fueron los habitantes más numerosos de la cuenca amazónica alrededor del 1500 d.C., reúnen todas las condiciones para ser considerados como los representantes típicos de la cultura del bosque tropical, pero fueron esos pueblos los primeros en ser destruidos por los efectos combinados de las enfermedades europeas, la evangelización y el tráco de esclavos. Puesto que existían grandes diferencias de nivel de complejidad cultural entre los grupos ribereños y los grupos habitantes de las tierras altas interuviales, la cultura del bosque tropical debe ser denida en términos de elementos culturales comunes y no como un nivel uniforme de evolución cultural. El punto más crucial de este contenido cultural común es la esfera económica. La cultura del bosque tropical es un modo de vida basado en una agricultura intensiva de raíces. Siempre que fue posible, hubo un aprovechamiento máximo de los recursos alimenticios de los ríos, de los lagos y de las riberas; mientras que la caza de los mamíferos terrestres y de las aves en el bosque fue denitivamente de importancia secundaria. LA NATURALEZA DEL SISTEMA AGRÍCOLA DEL BOSQUE TROPICAL
Nuestros conocimientos acerca de la edad y srcen de la cultura del bosque tropical están inseparablemente ligados a nuestros conocimientos sobre la edad y srcen de las principales plantas cultivadas, las cuales eran fundamentales para el sistema agrícola. Debemos admitir que la cantidad de evidencias relacionadas a estos temas es pequeña. El tipo más able de datos para demostrar la presencia de una planta cultivada en un contex81
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to antiguo es precisamente los restos actuales de la propia planta. Tales restos son frecuentemente encontrados en sitios arqueológicos de las zonas áridas del mundo, especialmente en las grutas secas. Las excavaciones realizadas en depósitos secos de sitios a lo largo de la costa del Perú y en grutas secas de varias regiones de México, ofrecieron considerables pruebas directas de la presencia de determinados cultivos. La cuenca del Alto Amazonas es demasiado húmeda para permitir la preservación de restos vegetales en sitios abiertos; y a pesar de haber abundantes grutas formadas por disolución en las capas calcáreas junto a las estribaciones de los Andes, esas grutas no son de ningún modo secas. La gran mayoría de los cultivos alimenticios principales de la cuenca amazónica son de raíces. Por cultivos de raíces, se entiende cualquier planta cuya parte comestible se desarrolla debajo del suelo, sea un tubérculo, un rizoma o una raíz propiamente dicha. La forma típica de reproducción de tales vegetales es a través del plantío de secciones del tubérculo o de la raíz. Las raíces alimenticias más importantes de América del Sur han sido cultivadas desde hace tanto tiempo, y se modicaron tanto como resultado de una reproducción selectiva, que perdieron la capacidad de formar semillas. Se las puede mantener apenas mediante una reproducción vegetativa, y su sobrevivencia depende del hombre. En estas plantas, la oración y los órganos reproductores degeneraron de tal manera, que se puede esperar que dejen poco vestigio en el registro palinológico. En las áreas en que las partes comestibles de los principales alimentos son semillas pequeñas y duras, estas semillas, o sus pajas, que son igualmente identicables, dejan marcas indelebles impresas en la arcilla húmeda de las vasijas antes de ser cocidas. Las partes comestibles de los cultivos de raíces de América del Sur son grandes y blandas, y por lo tanto difícilmente dejan vestigios de ese tipo. Como resultado de todos estos factores, las evidencias relativas a la antigüedad y a la región de srcen de los cultivos más importantes que sirvieron de base a la cultura del bosque tropical son principalmente indirectas. La yuca fue el alimento más importante del sistema agrícola del bosque tropical. La Manihot utilisima es un arbusto alto y delgado, de gran-
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des hojas palmiformes pentalombadas y de color verde azulado. Su altura varía de 1,50 m y 2,40 m; pertenece a la familia de las Euforbiáceas, de distribución pantropical, ligada principalmente a medios semiáridos o áridos; pero el género Manihot está connado al Nuevo Mundo, donde se halla representado por muchas especies silvestres que abarcan una región que va desde el sur de California hasta el norte de Argentina. Las especies cultivadas fueron tan profundamente modicadas por una reproducción selectiva, que su parentesco con cualquiera de las especies silvestres Manihot es difícil de determinar. Los estudios genéticos sobre esta planta, que podrían tornar más fácil tal atribución, aún no han progresado al mismo nivel que los estudios sobre otros cultivos importantes del Nuevo Mundo, como el maíz y el algodón. El gran geógrafo cultural Carl O. Sauer siempre se inclinó por áreas al norte de América del Sur, donde las amplias llanuras ribereñas cubiertas por oresta tropical colindan con áreas de sabana relativamente árida. Como veremos adelante, los testimonios arqueológicos no desmienten de forma alguna esta suposición. Como se indicó anteriormente, la yuca es uno de los cultivos alimenticios más ecientes jamás desarrollado por el hombre. En términos de calorías por acre14, apenas es igualada por el arroz y por el plátano. Tal como muchos otros cultivos del Nuevo Mundo, como el maíz y el camote, la yuca se diseminó por el Viejo Mundo en el período post-colombino, y es ahora el alimento principal en gran parte del África tropical, así como un importante cultivo en algunas partes del sudeste asiático y de Indonesia. Ese tubérculo nunca ocupó una posición semejante en los climas templados, puesto que exige un largo período de crecimiento (cerca de un año desde la plantación hasta la cosecha) con una total intolerancia al hielo. Aunque sea un producto alimenticio muy eciente, la yuca no ofrece una dieta equilibrada, debido a que su contenido en calorías es compuesto casi exclusivamente por carbohidratos. Cuando la dieta a base de yuca no es complementada con proteína animal o grandes cantidades de proteína vegetal de buena calidad, la deciencia proteica puede ocasionar el kwashiorkor (bebé rojo), muy común y la mayor fuente de mortalidad infantil.
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Ha sido costumbre dividir la yuca domesticada en dos tipos básicos: la amarga y la dulce. Antiguamente ambas eran clasicadas como dos especies diferentes, lo que no tiene ninguna justicación desde el punto de vista genético. Hoy no quedan dudas de que tanto la yuca amarga cuanto la dulce derivan del mismo antepasado silvestre, y ambos tipos fueron desarrollados y diferenciados por medio de propagación selectiva para ser usados con nes culinarios diversos. Toda yuca contiene en su tejido un glucósido, el cual, cuando es expuesto al aire, se descompone dando origen a varios elementos químicos, entre ellos una cantidad considerable de ácido cianhídrico (HCN). En la variedad dulce, este glucósido está concentrado en la membrana y en la cáscara, mientras que la amarga posee una cantidad apreciable en toda la ampliada raíz feculenta, que constituye la parte aprovechable de la planta. La situación es en realidad más compleja de lo que una distinción binaria sugiere, puesto que muchos grupos indígenas mantienen una cantidad de variedades de yuca que dieren entre sí por la calidad, color, sabor, y por el tiempo de maduración. Estas variedades frecuentemente escapan a la dicotomía amarga-dulce. En cualquier variedad particular de yuca, la cantidad y la distribución del glucósido en la planta y en la parte comestible de la raíz dependen de ciertos factores no genéticos, tales como la edad del tubérculo, las condiciones atmosféricas dominantes durante su desarrollo, así como sus antecedentes. Se ha especulado mucho, casi siempre de forma fantasiosa, acerca de las relaciones históricas entre estas dos variedades de yuca. Entre las ideas debatidas, se cuentan las siguientes: que la yuca amarga era la forma más primitiva y que la yuca dulce fue modicada por selección a partir de la primera, como un mejoramiento; que la yuca amarga fue inicialmente usada como veneno para peces, y sólo más tarde se descubrió que aquella masa pulposa de donde se extraía el jugo venenoso era comestible; que se conserva la variedad amarga porque la glucosa actúa como un ecaz ele mento disuasivo de los insectos y animales silvestres, tales como pecaríes y venados, los cuales, de otra forma, hubieran hecho depredaciones en las plantaciones de yuca. El jugo de la yuca no srcina un veneno ecaz para el pez, puesto que el ácido cianhídrico actúa lentamente; y aunque el ácido prúsico sea ex84
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tremadamente venenoso, se volatiliza tan rápidamente que no es posible utilizarlo para ese n. Por las mismas razones, los glucósidos no oxidados contenidos en la yuca amarga no detienen ni insectos ni pecaríes. Por n, todas las pruebas disponibles indican que la yuca amarga fue desarrollada como un “mejoramiento” de la dulce. Las plantas pertenecientes al tipo dulce ocasionalmente orecen y producen semillas capaces de reprodu cirse, mientras eso nunca sucede con el tipo amargo. Esta diferencia demuestra claramente que el tipo amargo sufrió mayores modicaciones genéticas en relación a su antepasado silvestre. El tipo dulce tiene una distribución mucho más amplia que el amargo, lo que sugiere que su difusión se inició antes. Si consideramos que la yuca amarga requiere un proceso de formación más largo y que es potencialmente venenosa para el hombre, podríamos suponer que la variedad dulce es preferible. Una mirada rápida a las distintas funciones culinarias desempeñadas por los dos tipos muestra por qué razón esa suposición es errónea. La yuca dulce es utilizada como legumbre, siendo simplemente pelada y después hervida o asada. También es machacada para la preparación del masato. El tubérculo de la yuca dulce no se conserva, debiendo ser usado en un plazo de algunos días después de haber sido retirado de la tierra. La yuca amarga es usada en la preparación del pan en forma de discos planos delgados, y de una “harina” compuesta por pequeños granos duros y globulares, con cerca de 2 mm de diámetro. Cuando crudas, las raíces de la yuca amarga no se conservan tanto como las dulces, pero el pan y la harina obtenidos por su procesamiento se conservan indenidamente y pueden ser utilizados para producir un gran excedente económico. Los complejos métodos usados para la preparación de la yuca amarga, así como los utensilios empleados, son estándares en casi toda el área donde ésta tiene importancia. Estos patrones son de interés para el arqueólogo; mientras la propia yuca no tiene elementos resistentes capaces de ser conservados en estratos antiguos, algunos de los especializados utensilios necesarios en su preparación sí se mantuvieron hasta el presente. La distribución de la yuca amarga en el tiempo y en el espacio puede así ser determinada a partir del registro arqueológico. 85
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La yuca amarga era inicialmente descascarada con un cuchillo de concha o de caña. Para transformar la parte descascarada en pulpa, se usaba un rallador de madera tallada. Este rallador era típicamente de forma rectangular, con una concavidad longitudinal, dotado de una base plana semejante a un banco. Los dientes del rallador eran aplicados en la madera y se jaban por medio de una goma resinosa. En algunos casos, esos dientes eran espinas o astillas de hueso (que no se conservaron en los depósitos arqueológicos), pero en muchos casos se usaban microláminas de cuarzo o sílex. Siempre que se recolecten cantidades apreciables de microláminas líticas de materias primas exóticas en sitios de las llanuras aluviales de América del Sur tropical, se puede armar que eran utilizados los ralladores tallados en madera y que la yuca era el alimento básico. Una vez reducida a pulpa, la yuca era colocada en una prensa singular, comúnmente conocida por su denominación en idioma Tupí, tipití. El tipití es un largo tubo de bra vegetal trenzada abierto en la extremidad superior y cerrada en la inferior. Cuando el tubo estaba lleno con la pulpa húmeda, era estirado con fuerza, ejerciendo una tremenda presión lateral sobre su contenido, expulsando el jugo. Por debajo se colocaba un recipiente de boca ancha y borde expandido, para coger la mayor cantidad de jugo posible. Aunque el tipití no se ha conservado en los depósitos arqueológicos, el recipiente destinado a coger el jugo, usualmente llamado envase recipiente, generalmente puede ser identicado debido a su forma muy característica (Fig. 18 k, l ). Después de retirado el jugo venenoso, la pulpa es depositada en un amplio recipiente de cerámica de formato circular y plano, que es típicamente sostenido sobre el fuego por tres soportes cilíndricos de arcilla cocida (Foto 68). Si la pulpa es previamente amasada, tomando la forma de un disco delgado, y si es volteada sólo ocasionalmente, se obtendrá un pan redondo15; si es puesta en el recipiente como una masa suelta, y si es continuamente revuelta, se obtendrán una harina de pequeños granos duros16. Los fragmentos de los soportes cilíndricos y de las fuentes achatadas de barro, usualmente conocidas como comales ( Fig. 15 g , 23 i, 24 f, 26 b), suelen encontrase en los contextos arqueológicos; y en los lugares
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donde son muy comunes, sus fragmentos constituyen pruebas concretas de que la yuca ácida constituía la base de la economía. Se podía obtener una harina más na remojando la pulpa en agua, para que el almidón puro se depositase en el fondo y se pudiesen retirar todas las porciones brosas. Este almidón puro de yuca era en seguida calentado en el comal y secado hasta formar pequeños granos. El producto de esta operación es la tapioca comercial, la única forma de yuca bastante usada en las zonas templadas. El jugo expelido por el tipití también es utilizado. Se hace denso por medio de una cocción a fuego lento. A medida que el jugo se transforma en un líquido espeso y muy sabroso, todo el ácido cianhídrico que contiene es evaporado o trasformado en azúcares. Este líquido es la base de un plato típico, un potaje conocido como la paila de la pimienta al cual se añaden vegetales (camote, yuca dulce, cara, xanthosoma) y la variedad de carne o de pescado disponible. La diferencia culturalmente relevante entre la yuca amarga y la yuca dulce no reside en la presencia de glucósidos en la raíz tuberosa, sino en el hecho de que la primera contiene más almidón que la segunda, y además ese almidón es de una calidad más apropiada para la producción de harina y pan. Es probable que el aumento de glucósidos en la yuca amarga y la modicación en la calidad y cantidad del almidón sean consecuencia de la misma evolución, aunque sean necesarios estudios químicos y genéticos para conrmar esta hipótesis. La yuca amarga es cultivada solamente cuando hay motivo para producir un excedente económico. Una plantación extensiva de maíz es típicamente un sustituto de la yuca en esta función, una vez que el maíz puede ser preparado de forma que pueda conservarse almacenado durante largos períodos con mucho menos consumo de energía. Así, la presencia de la yuca amarga está directamente relacionada a la complejidad de la sociedad en cuestión; las sociedades que cultivan la yuca amarga generalmente tienen redes de interacción social más complejas y extensivas que aquellas basadas principalmente en la yuca dulce y que carecen de recursos de almacenamiento. En su forma más simple, el patrón de producción de
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un excedente económico puede no signicar nada más que la reunión de una gran cantidad de alimentos destinados a ser consumidos durante una gran esta intercomunitaria. De mayor interés para el arqueólogo son las extensas redes comerciales, las cuales fueron características de la cuenca amazónica y de las zonas adyacentes de la Guyana. Había típicamente un alto grado de especialización artesanal, con un grupo manufacturando un excedente de canoa, mientras otros se concentraban en la producción de grandes ralladores, canastas, o alfarería, respectivamente. Estos intercambios comerciales normalmente sobrepasaban las fronteras lingüísticas y étnicas, y tenían por base la capacidad de los grupos ribereños de producir un excedente de alimentos. La yuca, en la forma de harina o pan, era la mercadería comercial fundamental en estos sistemas, y conservó ese carácter en el comercio post-colombino entre las poblaciones indígenas y mestizas. El excedente alimenticio proporcionado por la yuca también inuyó de otras maneras en los patrones políticos y sociales de los pueblos del bosque tropical: fue lo que permitió que grupos guerreros, como los Mundurucú, mantuviesen en campaña un ejército formado por un gran porcentaje de su población masculina adulta durante un año o más, y que aniquilasen a sus enemigos. Hay otro elemento relacionado al cultivo de la yuca que estaba difundido de forma tan uniforme entre los pueblos de la cultura del bosque tropical y desempeñaba un papel tan importante en toda la red de su vida social, que merece ser mencionado. La yuca, sea la amarga o la dulce, constituía el principal ingrediente en la fabricación del masato, que era la bebida más importante en las interacciones de mayor amplitud. El proceso fundamental a través del cual una aldea del bosque tropical podía alcanzar o mantener una posición capaz de merecer el respeto de sus vecinos, era el ofrecimiento de una esta que durase más tiempo, en que se consumiese más masato y que desencadenase más riñas motivadas por la embriaguez que cualquier otra que se recuerde. Las riñas embriagadas ofrecían una oportunidad culturalmente sancionada para descargar todas las tensiones y agresiones interpersonales srcinadas en el transcurso de la vida cotidiana. En su forma y función, el patrón de las estas del bosque 88
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tropical no difería mucho de la esta de cóctel moderna, pero duraba mucho más tiempo, y en promedio, más vajillas y cabezas se rompían. La uniformidad de los patrones de esas estas sugiere que éstas son muy antiguas en la zona, y que una expansión antigua de los pueblos del bosque tropical srcinó su difusión. El registro arqueológico tiende a conrmar esta hipótesis. Algunos de los grupos más antiguos de la oresta tropical hacen la fermentación en recipientes de madera o en canoas viejas, pero aquellos grupos con muestras de mayor sosticación en su cul tura material hacen la fermentación en grandes recipientes de cerámica. El examen del promedio de las dimensiones de cada una de las clases funcionales de cerámica utilizadas por los varios grupos del bosque tropical actuales, lleva a la conclusión de que un recipiente con un diámetro máximo superior a 40 cm es probablemente un recipiente de fermentación. La presencia de estos grandes recipientes en un depósito arqueológico puede ser tomada como prueba de que el masato estaba presente y de que todo el patrón festivo estaba en auge. Las pruebas directas de la antigüedad del cultivo de la yuca provienen de la costa del Perú y de Mesoamérica. Lanning llegó a la conclusión de que la yuca dulce estuvo aparentemente ausente en las aldeas agrícolas precerámicas más recientes, pero que fue un producto muy difundido entre los sitios costeros más antiguos ya dotados de una tradición cerámica. En términos cronológicos absolutos, esto signica que la yuca dulce se difundió en el Perú entre los años 1000 a.C. y 1200 a.C. Es evidente que la yuca no tuvo su srcen en la costa del Perú, pero que fue introducida sobre la forma de una planta completamente modicada y eciente, ya con su nivel de productividad actual. La yuca amarga nunca llegó a ser importante en la costa peruana, probablemente porque el maíz fue introducido aproximadamente en la misma época, constituyendo la base para la formación de un excedente económico que exigía mucho menos dispendio laboral. En Mesoamérica, el más importante testimonio de la antigua utilización de yuca cultivada como alimento proviene del valle de Tehuacán, en el estado mexicano de Puebla. Allí, las heces humanas encontradas en varias grutas secas contenían vestigios de fécula de yuca, probando que desde el 89
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período de Santa María (1000 a.C. - 200 a.C.) la yuca era una parte signicativa de la dieta, aunque no dominante. Es interesante observar que las pruebas directas del uso de la yuca en el valle de Tehuacán se basaron apenas en heces humanas, y no se encontraron tallos, hojas o pieles de raíces tuberosas en los abundantes restos de plantas recogidos en las grutas secas. Estos vestigios deberían estar presentes si la yuca hubiese sido cultivada o procesada en la zona. Como el valle de Tehuacán está anualmente sujeto a temperaturas heladas, es improbable que allí se cultivase la yuca. Todo lleva a creer que sus habitantes recibían la yuca sobre la forma de producto ya transformado. Se puede concluir que por alrededor del año 500 a.C., algunas zonas de llanura próximas al valle de Tehuacán cultivaban y procesaban la yuca amarga con nes comerciales. Las pruebas indirectas del uso intensivo de la yuca amarga son más comunes. Rancho Peludo, en el extremo noreste de Venezuela, es un complejo de cerámica burda con una gama limitada de técnicas decorativas. Los comales son comunes. Se atribuye a este material una fecha aproximada de 2700 a.C., pero subsisten algunas dudas en cuanto al fechado exacto del C14. Rancho Peludo es el complejo cultural más antiguo donde aparecen los comales de yuca amarga, y es posible que se revele como el más antiguo ya identicado. Los comales y los soportes cilíndricos constituyen elementos importantes en el complejo Saladero, que ocupó la llanura inundable del Bajo Orinoco cerca del año 1000 a.C. En el complejo de Barrancas, que sustituyó al complejo Saladero por alrededor del año 800 a.C., los comales son mucho más comunes; están también presentes enormes recipientes de cuello estrecho, demostrando que el masato fue una parte importante de la alimentación y la vida ceremonial. Los pueblos agrícolas más antiguos que colonizaron las Antillas partieron de Venezuela antes de la era cristiana, y tenían como principal producto la yuca amarga. En las llanuras inundables de los principales ríos del norte de Colombia, muchos de los antiguos complejos cerámicos presentan una mayor abundancia de comales, indicando que la yuca amarga era la base económica. En el Bajo Magdalena, la ocupación Malambo, comenzó aproximadamente en el año 1100 a.C., según los análisis de C14. La ocupación del Bajo Sinú, llamada “Momil I 90
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a” no está fechada por medio de C14, pero la profundidad de los depósitos arqueológicos en el sitio Momil y la clara diferenciación cultural entre las cuatro ocupaciones discretas que componen el nivel Momil I, prueban que el estrato “Momil I a” tuvo su inicio durante el segundo milenio a.C. Todas las evidencias disponibles prueban que la yuca es un cultivo muy antiguo en las llanuras tropicales del Nuevo Mundo. El testimonio más antiguo de su cultivo proviene de las llanuras inundables de varios de los principales ríos de la zona norte de América del Sur, donde, según se cree, durante el segundo milenio a.C. la yuca amarga era ya el producto principal de numerosos grupos étnicos portadores de tradiciones cerámicas muy diferenciadas. Hay que subrayar que por esa época se tiene la forma más desarrollada de la planta y que, forzosamente, debe haber habido un largo período de cultivo anterior, durante el cual la yuca fue gradualmente modicada desde su antepasado silvestre hasta un cultivo altamente productivo. Las nuevas y abundantes informaciones acerca de la domesticación de plantas en Mesoamérica y el Oriente Medio llevan a suponer que son necesarios 3000 a 4000 años de reproducción selectiva para que una planta silvestre, que puede vivir sin la intervención humana pero es inecaz como productora de alimento, asuma una forma que ya no es viable sin la intervención constante del hombre y que se torna buena productora de alimento. La modicación sufrida por la yuca amarga desde su antepasado silvestre es total. Si alguna vez tuviésemos la suerte de encontrar indicios directos del inicio del cultivo de la yuca, tal evidencia debería datar de un período promedio de 5000 a.C. y 7000 años a.C. Otros cultivos de raíces importantes para el sistema agrícola del bosque tropical son: el camote, el xanthosoma, el ñame17 llamado cara, la achira18, la maranta y la jíquima19. Las evidencias disponibles demuestran que todos fueron domesticados en una época relativamente temprana en las llanuras húmedas del este de los Andes. Está ampliamente demostrada la gran antigüedad tanto del camote como de la achira, puesto que ambos fueron introducidos en la costa peruana como cultivos completamente desarrollados por el año 2000 a.C. Los dos grandes cultivos, la piña y el pijuayo, fueron desarrollados en épocas antiguas, como parte del sistema agrícola del bosque tropical, 91
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y aunque no sean raíces, fueron tan modicadas por selección que ya no dan semillas capaces de reproducción y deben ser reproducidos por cortes. El pijuayo es el más importante desde el punto de vista alimenticio, y se difundió por toda Mesoamérica desde muy temprano. Las pruebas botánicas apuntan a la cuenca del Ucayali como el punto más probable donde se habría dado su domesticación. En cuanto a las semillas cultivadas, las cuales ciertamente fueron domesticadas primero en las llanuras tropicales de América del Sur, el maní es el más importante como alimento. Esta extravagante legumbre tiene algunos parientes próximos apenas en la Meseta Brasileña y en otras zonas semidesérticas que se extienden en la dirección sudoeste de la llanura del noroeste de Argentina. No hay duda de que el maní fue domesticado en esta zona. Su domesticación y desarrollo son muy antiguos, puesto que algunas especies cultivadas ya totalmente evolucionadas fueron introducidas en el sur de la costa del Perú mucho antes del inicio del segundo milenio a.C. Es muy interesante notar que se asocian al primer complejo cerámico conocido en la costa sur, Hacha, el cual presenta peculiaridades que evocan más las cerámicas tempranas del bosque tropical que a las cerámicas tempranas de la costa o de los Andes del Perú. De todos los antiguos cultivos del patrón de agricultura del bosque tropical, el maní y el pijuayo son los únicos alimentos que contienen grasas y proteínas de alta calidad, y el maní está muy próximo de ser la planta dietéticamente más útil que el hombre jamás ha desarrollado. Otros productos que probablemente fueron parte del antiguo sistema agrícola del bosque tropical son los varios ajíes del género Capsicum, el pallar, la canavalia20, el mate21, el algodón y una vasta gama de árboles frutales. El ají y el pallar son de interés, porque fueron introducidos en la costa del Perú bajo la forma de cultivos ya desarrollados mucho antes del año 2000 a.C., constituyendo también fuertes argumentos en favor de la anterioridad del desarrollo de la agricultura en el bosque tropical, en relación al desarrollo del sistema agrícola en la costa peruana. El maíz, las diversas variedades de frijol, Phaeseolus vulgaris, y algunas especies de mates, fueron probablemente desarrollados primeramente en Mesoamérica y posteriormente difundidos hacia América del Sur. Mu92
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chos grupos del bosque tropical entraron en contacto con estos productos antes de la era cristiana, pero este patrón mexicano nunca alcanzó en el bosque tropical la misma importancia que tuvo en Mesoamérica o en la costa del Perú. En ninguna región de la cuenca amazónica se encuentra una multiplicidad de variedades de maíz para nes culinarios especícos, lo que es tan característico de Mesoamérica y de los Andes centrales; y apenas en las llanuras tropicales del norte de Colombia podemos vislumbrar indicios de la sustitución de la yuca amarga por el maíz, como base del excedente económico. Para comprender la inmensa variedad de plantas utilizadas por los pueblos de la cultura del bosque tropical, debemos tener una idea de la forma cómo ellos disponían sus terrenos cultivados. Por regla general, las chacras se encuentran a una distancia considerable de las viviendas. Estas grandes parcelas rectangulares eran situadas en lugares sólidos con una o dos especies de vegetales, tales como la yuca, el maíz, o mucho más recientemente, los plátanos. La zona adyacente al patio abierto de cada vivienda también es intensamente cultivada. Los árboles, que parcialmente sombrean la vivienda, no son un conjunto casual de ejemplares de la ora del bosque tropical, sino especies útiles cuidadosamente seleccionadas y muchas veces transplantadas. Frecuentemente se encuentra el árbol del huingo22, Crescentia cujete, que proporciona utensilios como contenedores, máscaras y vasijas; se encuentra una gran variedad de árboles frutales, entre las cuales están la guaba, la castaña, la palta, la papaya y el zapote. El terreno cultivado junto a la vivienda presenta un conjunto igualmente diversicado de arbustos cuidadosamente seleccionados con vista a la máxima utilidad. Aquí encontramos las dos plantas de teñido más importantes: el achiote castaño rojizo oscuro, Bixa orellana, y el huito, Genipa americana, que produce un tinte azul oscuro casi indeleble, muy importante para la decoración facial (Foto 64). Están también presentes varias especies de pimientos rojos, importantes como condimentos, y los grandes arbustos del algodón perenne, el Gossypium barbadense. Al nivel del suelo encontramos una miscelánea aún más heterogénea de pequeñas plantas y hierbas. Treinta a cuarenta especies pueden estar representadas, cada una por apenas una o dos plantas. Esta huerta es 93
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cuidadosamente librada de mala hierba y cada especie tiene su nombre y su aplicación particulares. Muchas de ellas son utilizadas como perfumes, algunas con nes medicinales especícos, otras para la artesanía, y otras más para nes disciplinarios. También aquí encontramos los venenos para los peces, tan importantes para el aprovechamiento máximo de los recursos uviales de la cuenca amazónica. Los pueblos de la cultura del bosque tropical hacen uso desde tiempos prolongados de drogas narcóticas y alucinógenas. Algunas de ellas, tales como las infusiones derivadas de lianas del género Banisteriopsis, y los polvos para la inhalación, derivados de árboles del género Piptadenia, no implicaban en la domesticación del producto silvestre. Otras, como las plantas del género Datura, se encontraban en un estado de semidomesticación. La coca, fuente de cocaína, fue domesticada en el Alto Amazonas, y grandes áreas de las vertientes orientales de los Andes están hasta hoy destinadas a su cultivo. Es interesante hacer notar que las dos especies de tabaco cultivadas, que en la época de Colón se habían difundido por el Nuevo Mundo más allá de los límites de los cultivos alimenticios, tuvieran su srcen probablemente en el Alto Amazonas. Las evidencias distributivas sugieren que no hubo un punto de srcen único del sistema agrícola del bosque tropical. La yuca y el camote fueron primeramente domesticados al norte del Amazonas, mientras que el maní fue claramente domesticado al sur. Luego, es preferible suponer que hubo una serie de poblaciones ampliamente dispersas, cada una realizando experimentos con los potenciales alimenticios de la ora local, contribuyendo así con una o más plantas útiles para el que nalmente vino a ser el sistema agrícola del bosque tropical. Este modelo es semejante a aquél demostrado por Mac Neish sobre los orígenes del sistema agrícola de Mesoamérica. ASPECTOS TECNOLÓGICOS DE LA CULT URA DEL BOSQUE TROPICAL
Muchos de los procesos de manufactura y tipos de utensilios básicos son tan uniformes y difundidos entre los grupos del bosque tropical, que nos llevan a pensar que gran parte de los aspectos materiales de esta cultu94
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ra fueron desarrollados mucho antes y se propagaron con las primeras oleadas migratorias. Es conveniente pasar una revista a los utensilios, los procesos y la variedad de materiales usados, vericando cuán pocos ele mentos de la cultura material tienen la propiedad de conservarse en los ambientes húmedos de la cuenca amazónica. Tanto el arco y la echa como la cerbatana fueron usados en la cuenca del Alto Amazonas, pero el arco y la echa (que siguen siendo usados) eran las armas más comunes en la caza y en la guerra. El arco, que llegaba a medir 2 m de largo, era típicamente fabricado de una sola pieza de madera de palma. Las echas eran de caña, y en algunos casos poseían una punta de madera puntiaguda. Las puntas de lanza y de echas eran siempre de material perecible, y sus formas eran muy estandarizadas en todo el territorio del bosque tropical. Además del arco y echa, el arma más temible era la macana o porra espada. Fabricadas de maderas duras y frecuentemente dotadas de dos puntas cortantes, estas armas eran muchas veces bellamente decoradas, y los hombres las llevaban en las estas como parte de su indumentaria de lujo. Para todos los grupos que vivían cerca de los más importantes cursos de agua, una técnica naval eciente era el primer requisito para una exploración efectiva de los recursos u viales. Las bien logradas canoas ahondadas constituían el elemento típico para la pesca y también el único medio de transporte a larga distancia. Algunos de los grupos marginales que vivían a lo largo de los auentes menores elaboraron canoas a partir de una sola corteza de árbol. Los utensilios usados para triturar los alimentos eran también bastante perecibles. Un mortero cilíndrico y un pilón de madera dura eran usados para moler varios alimentos, mientras que el mortero de piedra (Foto 63) servía para triturar granos más duros, como el maíz. Los pilones de piedra, o manos de moler , se recogen a veces intactos en los sitios arqueológicos, pero una vez partidos, los fragmentos eran utilizados como piedras de alar hasta que se desgastan completamente, que es lo más frecuente. Las herramientas para trabajar la madera usados por los pueblos del bosque tropical eran muy simples y perecieron rápidamente en los ácidos suelos de su hábitat. Los cortes y las incisiones más profundas eran he95
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chos con el incisivo de alguno de los grandes roedores jados a un palo. Cuando era necesaria una mayor precisión, se utilizaba el maxilar inferior de una piraña. Cuchillos usados para diversos nes eran hechos con picos de tucán partidos, así como de dientes de sajino partidos y de astillas de bambú. Estos últimos eran muchas veces empleados en mutilaciones genitales, durante las ceremonias de pubertad. Partimos del principio de que las telas de algodón fueron importantes en la vida de las poblaciones del bosque tropical desde tiempos muy antiguos, pero las telas mismas son perecibles y ninguno de los elementos de tejer tiene posibilidades de conservarse. La única prueba directa de la existencia de una industria textil son los husos cerámicos usados en la manufactura de hilos. La cestería se desarrolló bastante en la cuenca amazónica, priorizando los entrelazados simples y variados entrelazados hexagonales abiertos. Los materiales usados con mayor frecuencia eran hojas de palma y láminas de caña, pero los vestigios de la utilización antigua de cestos y esteras son raros, y llegaron hasta nosotros apenas bajo la forma de impresiones en los fondos de vasijas cerámicas. Además de la cerámica, los únicos artefactos que se recogen con cierta frecuencia en los medios tropicales son las hachas de piedra. Puesto que la materia prima usada en su manufactura era generalmente de roca volcánica, como la andesita, y ésta tenía que ser importada de puntos bastante distantes de las llanuras aluviales, las hachas eran muy difíciles de obtener, siendo utilizadas hasta el límite mediante continuos realados. Los propios fragmentos continuaban siendo usados como piedras de alar. El hacha de piedra típica de la cuenca del Alto Amazonas es aquél conocido por “hacha en forma de T” o hacha “Inca” ( Fig. 37). La base es plana o cóncava y se jaba en la extremidad del mango. Las dos orejas proyectadas lateralmente de la base servían para atar el hacha al mango. Dentro de este modelo general hay bastantes variaciones, y es probable que se pueda establecer una cronología de formas de hachas cuando se disponga de mayor número de este material. Esa forma fue trasferida a bronce fundido en los tiempos precolombinos tardíos (Fig. 48). Se sabe con seguridad que las hachas de piedra eran usadas principalmente para labrar tierras agrícolas, y 96
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la presencia de un número sucientemente elevado de fragmentos de este tipo de hacha en un sitio es una buena prueba de que la agricultura tuvo allí importancia desde el punto de vista económico. De toda la compleja y especializada cultura material que los pueblos del bosque tropical tuvieron que desarrollar para hacer frente a las dicultades medioambientales, perduran apenas algunos fragmentos de hachas y una gran cantidad de cerámica rota. Los arqueólogos han sido justicadamente criticados por su énfasis en la cerámica, pero en la cuenca amazónica, las minucias de los estilos cerámicos tienen que cargar todo el peso de nuestras tentativas de estudiar la movilidad de las antiguas poblaciones, las antiguas vías comerciales y las fronteras de entidades políticas hoy extintas. EL ORIGEN DE LA CULTURA DEL BOSQUE TROPICAL
Actualmente, no se tiene información suciente para resolver el problema relativo al grado en que los pueblos agricultores de raíces del Viejo Mundo habrían inuido positiva o negativamente en el desenvolvimiento de la tradición cultural del bosque tropical del Nuevo Mundo. Al margen de esa discusión, examinaremos una cuestión más fructífera: si alguno de los sitios arqueológicos conocidos en América del Sur puede esclarecer la transición de la caza, recolecta y pesca hacia una agricultura intensiva de raíces. Se sugirió, o por lo menos se insinuó, que la cultura del bosque tropical probablemente se habría desarrollado entre las pequeñas comunidades marisqueras que surgieron en muchas áreas favorables del litoral oceánico al inicio del período postpleistocénico. Estos grupos fueron denominados variablemente como “arcaicos” o “meso-indios”. Veremos que los testimonios arqueológicos para la cronología no conrman esa denominación. Toda la costa este de Brasil, desde Recife hasta la frontera con el Uruguay, puede ser excluida como una posible patria de la cultura del bosque tropical. Todo el patrón de agricultura de raíces es tardío en aquella región, y en muchos casos, su difusión resultó de la expansión de pueblos de lengua Tupí, los Tupinambá. Hasta el período de los primeros contac97
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tos con los europeos, existieron enclaves de pueblos no agrícolas, cuya subsistencia se basaba en la recolección de mariscos, caza menuda y recolección de frutos silvestres, como shapajas y nueces amazónicas 23. Hasta que se realicen más investigaciones arqueológicas en la costa de Brasil, la faja desde Recife hasta la desembocadura del Amazonas no nos ofrece alguna evidencia importante a nuestro problema. La costa de la Guyana Brasileña, Guyana Francesa y Guyana Holandesa ofreció muchos vestigios relativos al desenvolvimiento de la cultura de la oresta tropical, pero ninguna evidencia respecto a sus orígenes. Sobre el noroeste de la Guyana, existe una documentación bastante pormenorizada relativa a los desplazamientos sufridos por los pueblos pertenecientes a la cultura alaka arcaica, en benecio de colonos portadores de un patrón de cultura del bosque tropical totalmente desarrollado bajo la tradición Barrancoide. No hay duda de que los invasores migraron desde la llanura inundable del Bajo Orinoco hacia la costa de la Guyana. Cruxent y Rouse probaron de forma concluyente que la mayor parte de la costa venezolana continuó siendo ocupada por pueblos de la cultura arcaica, basados en la pesca y la recolección de peces y mariscos, y estuvieron desprovistos de cerámica mucho tiempo después que la llanura inundable del Orinoco hubiese sido ocupada por los pueblos con una desarrollada cultura del bosque tropical y con varias tradiciones cerámicas y artísticas distintas. La amplia extensión de tierra aluvial alrededor del lago Maracaibo, en el noroeste de Venezuela, es desde el punto de vista ecológico un lugar plausible para que se examinen los orígenes de la cultura del bosque tropical; sin embargo, esta zona está lejos de ser bien conocida arqueológicamente. Ya referimos que uno de los puntos donde fueron recogidos los más antiguos comales de yuca amarga fue en el complejo Rancho Peludo, situado un poco al norte de la cuenca del Maracaibo. Si ésta debe ser considerada un medio costero o lacustre, es una cuestión muy controversial: es cierto que diere radicalmente de las costas que caracterizan a las de Brasil, Guyana, Colombia y la mayor parte de Venezuela. La costa caribeña de Colombia es particularmente relevante para este tema. La más antigua cerámica del Nuevo Mundo fechada con seguri98
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dad proviene de los conchales de Puerto Hormiga, próximo a Cartagena. Aunque la cerámica decorada sea exótica, la decoración presente es a veces sosticada y bien ejecutada. Las características tecnológicas sugieren que el complejo cerámico de Puerto Hormiga (ca. 3000 a.C.) resulta de la combinación de dos tradiciones distintas. En resumen, la cerámica de Puerto Hormiga no parece estar próxima a los inicios de la cerámica en América del Sur. Por otro lado, el cuadro global resultante del estudio de basurales y de los utensilios no cerámicos de Puerto Hormiga sugiere una economía típicamente del tipo arcaico, basada sobre todo en la recolección de mariscos, en la pesca y en la caza menuda, aproximadamente en ese orden de importancia. No existe prueba alguna de que la agricultura contribuyese para la fuente calórica de estos pueblos. Los sitios Canapote y Barlovento, también conchales costeros de la misma área general, prueban que el estilo de vida de los pueblos de Puerto Hormiga perduró en la costa caribeña de Colombia hasta cerca del año 1000 a.C. sin sufrir alteraciones esenciales, asociado a una vasta gama de estilos cerámicos de alto nivel técnico y de una gran imaginación artística. En la misma época en que las culturas del arcaico tardío orecieron en la costa, las llanuras inundables de los principales ríos más próximos eran ocupadas por pueblos con un patrón económico diferente y con varias tradiciones cerámicas distintas. En Bucarelia, situado a cerca de 150 km del Magdalena, cerca a Zambrano, hay un conjunto de cerámicas que se aproxima estilísticamente a las de Puerto Hormiga, pero con una decoración mucho más compleja y una gama más amplia de formas de vasijas. Desafortunadamente, la colección disponible fue seleccionada siguiendo únicamente el valor decorativo intrínseco, y no poseemos suciente información sobre la base económica del pueblo en cuestión. No hay duda de que la economía no se asentaba primordialmente en la recolección de moluscos. Sospecho que la cerámica de Puerto Hormiga es un tenue reejo del más complejo estilo de Bucarelia, y no que éste represente una extensión del estilo del primero; y sugiero que la cultura de Bucarelia es un representante de la cultura del bosque tropical ya evolucionada, pero, quizás, sin la yuca amarga.
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En algún momento posterior, aunque antes del año 1000 a.C., se tiene la cultura Malambo en la llanura inundable del Bajo Magdalena, y las culturas Momil Ia y Ib en las llanuras inundables del Bajo Sinú. En ambos casos hay superposiciones cronológicas entre la cultura arcaica de Barlovento de la costa y los complejos ribereños. Existen evidencias claras de que tanto en la cultura Malambo como en las de Momil Ia-Ib los mariscos no constituían un componente signicativo de la alimentación, y que el pan y la harina obtenidos a partir de la yuca amarga eran los principales productos de su economía. Las cerámicas de Momil Ia y Ib son estilísticamente diferentes de las de Malambo, y ninguno de los estilos podría haber derivado de la secuencia cerámica que se extiende de Puerto Hormiga hasta Barlovento. Todos los vestigios arqueológicos disponibles indican sólidamente que las culturas antiguas del bosque tropical de Colombia no derivan directamente de las culturas arcaicas tardías de la costa caribeña. La costa del Pacíco de Colombia es, en el Nuevo Mundo, la región que presenta mayores dicultades a los estudios arqueológicos. Los hallazgos de Reichel-Dolmatoff han impulsado la secuencia cronológica hasta el primer milenio a.C., pero faltan datos cruciales sobre los segundo y tercer milenios. El complejo Valdivia de la costa de Ecuador dio srcen a muchas especulaciones en los últimos años. La presencia temprana de cerámicas con una serie extensa y compleja de formas de vasijas y una vasta gama de técnicas decorativas bien logradas constituye una anomalía que exige una explicación. Meggers, Evans y Estrada procuraron hacernos creer que Valdivia sería una rama transplantada de la antigua tradición cerámica japonesa, que de algún modo se deterioró en el curso de su largo viaje marítimo; pero no soy el único en dudar de esta teoría. Pienso que los posibles antecedentes de Valdivia se comprenden mejor en términos de la base económica de la cultura. Ha sido costumbre equiparar Valdivia a las culturas de la economía arcaica, como Puerto Hormiga y Monagrillo, en Panamá. Es verdad que algunas veces se hallan conchas marinas en cantidades signicativas en los estratos de Valdivia, pero el porcentaje de conchas en el volumen total de esos estratos no es elevado. De hecho, Lanning me hizo notar que hay en estos estratos un porcentaje de con100
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chas por cada unidad de volumen menor que en los sitios de cualquiera de los pueblos posteriores que habitaron esta zona de la costa de Ecuador. Hay por lo tanto una fuerte probabilidad de que la base económica de Valdivia fuese predominantemente agrícola. Existen pruebas directas de que el maíz estuvo presente durante la fase nal de la cultura Valdivia, entre los años 1300 a.C. y 1400 a.C., pero no existen indicadores del tipo de cultivos anteriormente existentes. La distribución de los sitios arqueológicos de Valdivia lleva a suponer que su orientación económica no fue totalmente marítima. Uno de estos sitios está situado a un kilómetro de distancia de un río, una ubicación orientada no en función de los recursos marinos, pero sí de una extensa llanura autoirrigada, que habría sido excelente para la agricultura. Incluso la cerámica más antigua de la tradición Valdivia fue lo su cientemente compleja tecnológica y artísticamente para que se considere inverosímil la hipótesis de ser un desenvolvimiento local de la costa de Ecuador. Mi propia alternativa a la teoría del srcen japonés, es que Valdivia representa una ramicación de la cultura del bosque tropical, que partió de la cuenca amazónica en época bastante remota, jándose en un área que ofrecía terrenos favorables a la agricultura y, en un plano secundario, ricos en recursos marinos para complementar las necesidades proteicas. La costa del Perú puede ser excluida de las zonas en que se desenvolvió el patrón de cultura del bosque tropical. Todas las plantas importantes aparecen en esa región relativamente tarde y sobre la forma de cultivos completamente evolucionados. Todos estos elementos parecen indicar que los orígenes de la cultura del bosque tropical fueron continentales y no costeros, y que esta cultura había alcanzado un nivel de eciencia bastante elevado alrededor del año 3000 a.C. Los orígenes deben ser buscados en cualquiera de las extensas áreas ocupadas por las llanuras inundables del Amazonas y del norte de América del Sur. Las cuencas lacustres, con vastos depósitos aluviales, tales como las de Valencia y del Maracaibo en Venezuela, pueden también haber traído aportes tempranos para ese desenvolvimiento.
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CAPÍTULO IV
Las lenguas del Alo Amazonas: indicios de las migraciones del pasado y de la demograía anigua
L
a distribución de las lenguas demostrablemente emparentadas ofrece prueba inequívoca de las migraciones del pasado. Al contrario de lo que sucede en otros dominios de la cultura, tales como la tecnología y los estilos artísticos, el idioma básico es aprendido antes y de forma minuciosa, y no se altera fácil ni voluntariamente en contacto con otros modelos ofrecidos por visitantes casuales. Donde quiera que se encuentren lenguas emparentadas difundidas en vastas áreas de la supercie terrestre, pode mos tener la certeza de que esta dispersión resultó del movimiento de grupos bastante numerosos de hablantes de esas lenguas. En algunos casos, un grupo relativamente pequeño de invasores puede ser capaz de imponer su lengua a un gran número de pueblos conquistados. La difusión del español y del portugués en América Latina siguió muchas veces ese patrón. En otros casos, y con mayor frecuencia en la antigüedad, la difusión de una lengua ocurría mediante la substitución de una población más temprana por colonos numérica o militarmente superiores. Un ejemplo clásico de este fenómeno fue la eliminación casi total de las poblaciones indias de América del Norte por colonos de lengua inglesa y francesa. Entendemos por lenguas emparentadas cualquier grupo derivado de una lengua madre única que existió en una época anterior, de la misma forma que las lenguas románicas modernas deriva del latín. En donde el parentesco se demuestra fácilmente por medio de métodos sonoros comparativos, estamos frente a una familia lingüística; y podemos deducir que las lenguas involucradas se diferenciaron en un espacio de tiempo relativamente corto (en el caso de las lenguas románicas, ese período duró un poco menos de 2000 años). En donde las semejanzas entre un grupo de 102
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lenguas son menos numerosas y menos claras, y cuando la demostración efectiva de parentesco es facilitada por la comparación de varias lenguas madre antiguas, sean conocidas a través de documentos escritos, como en el caso del latín, del griego clásico y del sánscrito, o reconstruidas, podemos decir que estamos frente a un grupo lingüístico; eso implica un gran intervalo de tiempo transcurrido desde el momento en que se inicia la divergencia de todas las lenguas de ese grupo (en el caso del indoeuropeo, transcurrió un intervalo de 4000 a 5000 años). En donde ya se hicieron estudios comparativos completos y en los casos en que las lenguas madre de varios grupos (las protolenguas) fueron reconstruidas, se puede intentar demostrar las relaciones históricas remotas entre estos grupos, pero estas comparaciones deben basarse en un vasto repertorio de investigación previa. La unidad taxonómica, por consiguiente, alcanza así lo que comúnmente conocemos como supergrupo. La existencia comprobada de una familia, grupo o supergrupo lingüístico, implica que en determinado momento en el pasado, la lengua madre fue hablada por una única población, connada a un área circuns crita. En donde se encuentran más tarde las lenguas hijas de una familia o de un grupo ocupando grandes áreas de la supercie terrestre, hay claras implicaciones con respecto a las condiciones demográcas y económicas. Un aumento notable del área bajo el dominio de una lengua o un grupo de lenguas emparentadas, signica que hubo un aumento igualmente notable de la población que la hablaba. Estas explosiones demográcas son una prueba segura de que la base de subsistencia en que se apoyaba la población se tornó más ecaz. En algún momento subsecuente a la ocupación inicial de un continente o de un nicho ecológico particular, la expansión de las lenguas pertenecientes a una familia, así como de los hablantes de esa lengua, debe haberse efectuado mediante conquistas territoriales sobre otros pueblos, muchas veces portadores de lenguas de otras familias. Puede partirse del principio de que la capacidad de un grupo para expandir su territorio a costa de otros grupos depende de una superioridad numérica, organizacional o militar. Todas las tres características implican una base económica segura y expansiva. En la mayor parte de los casos, los grupos en expansión son selectivos en relación a los territorios 103
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que colonizan. Tales preferencias, en términos de asentamiento ecológico total, indican claramente la naturaleza de la subsistencia económica. El patrón de distribución de las lenguas (Fig. 4 ) dentro de una determinada familia lingüística puede igualmente ofrecer pistas sobre los medios de transporte preferidos por los pueblos y los más usados en sus viajes expansionistas. Si la distribución es a lo largo de los principales ríos, o si incluye islas que se encuentran lejos del continente, puede concluirse que las técnicas náuticas estabas bastante desarrolladas y que este era el tipo principal de transporte de larga distancia. El mapa lingüístico de América del Sur se caracteriza por la gran cantidad de diferentes lenguas habladas en la época en que se dieron los primeros contactos con los europeos, así como por el elevado número de lenguas cuyo parentesco con otras comunidades lingüísticas aún no fue denido. Nos parece mejor concentrar nuestra atención sobre algunas de las familias y grupos lingüísticos en donde las evidencias de anidad son discretas. La zona de mayor diversidad lingüística de América del Sur es la cuenca del Alto Amazonas, a lo largo de las vertientes orientales de los Andes; fue precisamente esta compleja yuxtaposición de unidades etnolingüísticas discretas lo que llevó a Steward a hablar de “una serie de oleadas migratorias que agotaron sus fuerzas contra la barrera de los Andes”. EL G RUPO AR AWAK
Las lenguas del grupo Arawak conocieron una dispersión geográca en América del Sur mayor que cualquier grupo o familia lingüística. Al norte, las lenguas Arawak predominaron en las Grandes Antillas y se extendieron hasta las Bahamas y hasta la costa oriental de Florida. Al sur, los pueblos de lenguas Arawak se extendieron hasta el Gran Chaco. Probablemente abarcaron todo el continente de América del Sur, desde las proximidades de la desembocadura del Amazonas y del Alto Xingú, al este, hasta la selva del oriente peruano y la cuenca del lago Titicaca al oeste. El parentesco entre las varias lenguas Arawak distantemente relacionadas fue primeramente reconocido primero por los misioneros jesuitas 104
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Fig. 4. Disribución esimada de las lenguas Macro-Arawak y Macro-Tupí-Guaraní en los primeros iempos del conaco europeo. En érminos de ampliud de disribución y número de hablanes, esas dos lenguas ueron, sin duda, las más imporanes de las ierras bajas de América del Sur. En de ambos gruposdelaslaslenguas divergenes empranamene divididas son dierenciadas los idiomas ramasmás principales a quey semás relacionan: El Maipure del MacroArawak, y el propioTupí-Guaraní del Tupí-Guaraní.
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cuando ellos compararon el vocabulario recogido en Maipur, en el Alto Orinoco, con el vocabulario recogido en Mojos, en los Llanos de Mojos, en Bolivia. Fue el lingüista norteamericano Brinton quien primero reconoció que las lenguas indias de las Grandes Antillas eran emparentadas con la ya reconocida familia Arawak, y quien elevó a la familia lingüística Arawak a una categoría que debe ser considerada como un grupo. Más tarde, Noble efectuó un análisis minucioso de las lenguas Arawak. Según el análisis de Noble, el grupo lingüístico Arawak (Fig. 4 ) está compuesto por siete ramos o familias, las cuales iniciaron su separación de la protolengua todas en la misma época. Utilizando el método de datación léxico-estadístico, Noble considera que esta ramicación del ProtoArawak tomó lugar hace 4500 ó 5000 años. Seis de estos siete ramos Arawak divergentes estaban representados, en el momento de los primeros contactos con los europeos, por una o más lenguas muy próximas, en áreas restringidas: el Taíno en las Grandes Antillas y Bahamas; el Chamicuro en el río Samiria, en la ceja de selva del oriente peruano; las diversas lenguas Arahuanas en las cuencas superiores del Jurúa y del Purús, en el oeste de Brasil; el Amuesha en la naciente del Alto Pachitea y Palcazú, en la ceja de selva del oriente peruano; el Apolista en una pequeña zona junto a un auente del Beni en la ceja de selva boliviana; y el Uru-Chipaya, en varias pequeñas zonas de la cuenca del lago Titicaca (todavía subsiste mucha controversia entre los lingüistas en cuanto a la clasicación del Uru-Chipaya). El séptimo ramo, el Maipure, está representado por una enorme variedad de lenguas. Noble sugiere que el Proto-Maipure inició su dispersión hace aproximadamente 2500 años. Las dos fechas obtenidas por el método léxico-estadístico, de 4500 ó 5000 años atrás para el inicio de la división del Proto-Maipure en las varias lenguas que lo constituyen, no pueden ser tomadas como valores absolutos, pero ofrecen un indicador muy útil relacionado al intervalo de tiempo comprendido en estas oleadas de expansión. Merece destacar el hecho de que las familias más divergentes se situaron en un gran arco que bordea el lado occidental de la cuenca del Amazonas y las Grandes Antillas al norte, mientras que las lenguas Maipure ocupan una posición más central. Existen varias indicaciones de que los grupos de lenguas Arawak más divergentes fueron o 106
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están siendo empujados para sus posiciones marginales debido a la expansión de los pueblos Maipure. Noble aceptó la sugerencia usualmente propuesta de que la tierra natal del Proto-Maipure, inmediatamente antes de su dispersión, era el Alto Orinoco. Pero él propuso la hipótesis más srcinal, según la cual la tierra natal del Proto-Arawak, hace 4000 ó 5000 años, estaba entre las cabeceras del Ucayali y Madre de Dios. En términos ecológicos, demográcos y de los medios de dispersión, los centros sugeridos por Noble no parecen probables, y yo no puedo comprender la fuerza de sus argumentos en cuanto a los datos lingüísticos. Indicaré en seguida algunas de las dicultades inherentes al modelo de dispersión propuesto por Noble, y presentaré otro argumento que me parece más plausible. En el tiempo de los primeros contactos con los europeos, todos los pueblos de lengua Arawak, a excepción del discutible Uru-Chipaya, se dedicaban a una agricultura intensiva, siguiendo el patrón del cultivo de raíces de la cultura del bosque tropical. Hay fuertes razones para creer que este era el patrón económico de los pueblos que hablaban la protolengua en el momento en que iniciaron sus emigraciones, y que fue ésta la razón fundamental de la explosión demográca que llevó a esas emigraciones. La cadena montañosa entre las cabeceras del Ucayali y Madre de Dios no era una zona propicia para la agricultura o para cualquier forma antigua de agricultura; por lo tanto es muy improbable que se llegase a presiones poblacionales allá. La distribución de los pueblos hablantes de Arawak lleva a concluir que el principal medio de transporte por ellos utilizado era la canoa. Todo el bloque central de distribución de los pueblos de lengua Maipure está orientado a lo largo de la red de vías uviales formada por el Alto Amazonas, el río Negro, el canal de Casi quiari y el Orinoco, y es evidente que el pueblo Taíno no arribó a su tierra sin transporte uvial. La zona indicada por Noble es una de las regiones donde hay menos probabilidades que se desenvolvieran los transportes uviales, puesto que todos los cursos de agua son rápidos y rocosos. Veamos si es posible llegar al patrón de distribución del Arawak creando un modelo de expansión poblacional más uniforme y ecológicamente racional. Supongamos que, por alrededor del año 3000 a.C., los pueblos de lengua Proto-Arawak estaban concentrados en la llanura 107
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Fig. 5. Mapas de las varias eapas del modelo de dispersión poblacional que mejor explicación adaría la disribución final del Macro-Arawak; a. 3000 a.C.; b. 2000 a.C.; c. 500 a.C.; d. 500 d.C.
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inundable del Amazonas Central, cerca a la actual ciudad de Manaos; que la evolucionada agricultura de la cultura del bosque tropical estaba llevando a un aumento poblacional; que este, a su vez, estaba desencadenando una presión cada vez mayor en las limitadas áreas de la llanura inundable del Amazonas; y que, para aliviar estas presiones poblacionales, los grupos formados por las nuevas generaciones comenzaron a mudarse, procurando otras zonas libres de tierra aluvial. Estos colonos habrían viajado en canoas a lo largo de todas las vías uviales disponibles, donde podrían encontrar más tierras aluviales. Podemos imaginar la evolución de los eventos posteriores de la siguiente forma. Algunos grupos subieron el río Madeira, ocupando las tierras aluviales y expandiéndose gradualmente en la dirección de los Andes, hasta que llegaron a sus laderas orientales, que impidieron la continuación de su movimiento; una parte del grupo permaneció en las estribaciones de los Andes, y vino a constituir el Apolista, otra parte posiblemente fue relegado fuera de la cuenca del Amazonas, y vino a ser el Uru-Chipaya. Otros grupos subieron el Amazonas, hasta que determinadas presiones los llevaron a dislocarse a lo largo del Jurúa y del Purús. Gradualmente, fueron presionados a subir la corriente de los ríos, hasta alcanzar sus cabeceras, y vinieron a constituir más tarde los varios grupos de lenguas Arahuanas. Otros grupos fueron colonizando el curso del Amazonas y acabaron por instalarse en la cuenca de su principal auente, el Ucayali, encontrando allí vastas zonas de tierra aluvial para explotar. Nuevas presiones del bajo curso obligaron a estos grupos a subir el Ucayali y su auente, el Pachitea hasta que, nalmente, fueron impedidos de avanzar al chocar contra el anco oriental de los Andes, y constitu yeron los actuales Amuesha. Otro grupo subió una corta distancia del Marañón, y en seguida su auente de la margen sur, el Samiria, viniendo a constituir el grupo Chamicuro. Otros grupos subieron el curso del río Negro y, encontrando apenas zonas restringidas de tierra aluvial, recorrieron el canal de Casiquiari y descendieron el Orinoco, donde encontraron grandes extensiones de buena tierra aluvial en el curso medio e inferior del río. Estos grupos ocuparon el Bajo Orinoco durante mucho tiempo, hasta que otros pueblos que se dispersaban aguas abajo por el Orinoco
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los forzaron a mudarse para la costa de Venezuela y, por n, para las Antillas, donde vinieron a constituir los Taínos encontrados por Colón. Supongamos también que, mientras tanto, en la llanura inundable del Amazonas Central los patrones de producción y utilización alimenticia continuó aumentando en eciencia, de tal forma que se comenzaron a hacer sentir presiones poblacionales aún más fuertes. Entre los años 1000 a.C. y 500 a.C., nuevas oleadas migratorias de poblaciones de idioma Proto-Maipure comenzaron a dispersarse a lo largo de todas las vías utilizadas por los primeros colonos: aguas arriba por el Madeira, el Jurúa y el Purús; el Ucayali, el Yapurá, y el Negro, y aguas abajo por el Orinoco. Esta oleada migratoria penetró más tarde en las tierras aluviales de los Llanos de Mojos y hasta las tierras aluviales más secas del Gran Chaco. Una vez que esta oleada de colonos bajó por el Orinoco y desplazó a los antepasados de los Taínos, se propagó a lo largo de la costa de Venezuela y de la Guyana, bordeando esa costa con el uso de canoas. Hubo incluso migraciones aguas abajo por el Amazonas, dirección jamás intentada por las oleadas anteriores. Una de las ramas llegó a la desembocadura del Amazonas, donde pasó a la Meseta Brasileña, mientras que la otra subió por el principal auente sur del Amazonas, el Xingú, viniendo a ocupar la pequeña porción de tierra aluvial en su curso superior. Varias etapas de este proceso pueden ser trazadas en un mapa (Fig. 5). Este proceso supone la presencia de presiones poblacionales relativamente continuas, índices de migración relativamente constantes, así como la búsqueda de regiones con un tipo singular de caracteres ecológicos, es decir, buenos terrenos aluviales. El lector podrá decidir si los datos arqueológicos expuestos en los próximos capítulos conrman o refutan este modelo de dispersión poblacional sugerido por los datos lingüísticos. EL TUPÍ- GUARANÍ
Después del Arawak, el Tupí-Guaraní (Fig. 4 ) es el grupo lingüístico de más vasta difusión en la América del Sur. En la época de los primeros contactos con los europeos, los pueblos de lenguas Tupí-Guaraní eran muy numerosos y se encontraban en rápida expansión, a expensas de 111
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los grupos vecinos. Aunque el número de sus hablantes disminuyó extraordinariamente en el transcurso de los tiempos históricos, esas lenguas inuenciaron muchísimo el vocabulario de la lengua portuguesa hablada en Brasil, y el guaraní es una de las dos lenguas ociales de Paraguay. Así como el Arawak fue el grupo lingüístico dominante en la cuenca del Alto Amazonas, el Tupí-Guaraní fue el más importante en la cuenca del Bajo Amazonas, especialmente a lo largo de su margen sur. Desafortunadamente, no poseemos estudios comparativos minuciosos relativos a las varias ramas del Tupí-Guaraní, y no hubo intentos de reconstruir una protolengua, pero Arion Rodríguez hizo estimaciones aproximadas del grado de parentesco entre las lenguas Tupí-Guaraní con base de un vocabulario común. Noble demostró que el Proto-Arawak comparte con la protolengua del grupo Tupí-Guaraní una parte apreciable de su vocabulario básico. Por lo tanto, es probable que el Proto-Arawak y el Proto-Tupí-Guaraní sean emparentados, y es cierto que eran por lo menos muy anes en la época inmediatamente anterior a su dispersión. Teniendo en cuenta estos hechos, me parece acertado localizar a la zona de srcen de la comunidad de idiomas Proto-Tupí-Guaraní en la margen sur del Amazonas, un poco más abajo de la conuencia con el río Madeira. Existiendo la misma base económica y registrándose las mismas condiciones de presiones poblacionales que se hicieron sentir para el Proto-Arawak, es fácil comprender la forma como se procesó la distribución nal de las lenguas Macro-TupíGuaraní, en la época de los primeros contactos con los europeos ( Fig. 5 ). Los Arawak en expansión impidieron el desplazamiento aguas arriba por el curso principal del Amazonas, pero algunos grupos migrantes subieron tempranamente por el río Madeira y sus dos auentes orientales, el Aripuana y el Paraná, terminando por establecerse en pequeñas áreas de tierra aluvial, al pie de la Serra dos Parecis, y dando srcen a cinco de las seis diferentes familias lingüísticas. Otros grupos de colonos descendieron a lo largo de la margen sur del Amazonas, y uno de ellos subió tempranamente el Xingú en busca de tierras aluviales, viniendo a constituir los antepasados de la familia lingüística Yuruana. En el período inmediatamente antes de su dispersión, la protolengua de la familia Tupí-Guaraní estaba 112
Las lenguas del Alo Amazonas: indicios de las migraciones del pasado y de la demograía anigua
centrada junto a la desembocadura del Amazonas. Todas las lenguas pertenecientes a esta familia son cercanas entre sí y gran parte de su expansión se dio en tiempos tardíos. En realidad, gran parte de la expansión de la familia Tupí-Guaraní se dio bajo la observación de los primeros exploradores europeos, y tenemos relatos minuciosos relativos a los patrones de guerra que permitieron a estos pueblos anteponerse y exterminar a sus vecinos menos numerosos y menos organizados. Solamente una rama de la familia Tupí-Guaraní se adentró en la cuenca del Alto Amazonas: la que comprendía a los Cocamas, los Cocamilla y los Omagua. EL PANO Y SUS AFINIDADES
El Pano es una familia relativamente pequeña, en función del número de lenguas que la constituyen y de la dispersión geográca de los pueblos que las hablan. La diferencia entre las lenguas Pano no es grande, ciertamente es menor que la diferencia entre las lenguas de la familia Maipure y Arawak, lo que lleva a creer que la dispersión de los pueblos de idioma Pano, desde el lugar de srcen del Proto-Pano, constituye un proceso relativamente reciente. A pesar de su tamaño moderado, la familia Pano es particularmente importante para el presente estudio. Durante los últimos siglos, ésta ha sido una familia lingüística dominante en la cuenca del Ucayali, la zona del Alto Amazonas de la cual poseemos conocimientos arqueológicos más pormenorizados. La distribución de los grupos universalmente conocidos como Pano (Fig. 6 ) se dispone en un amplio semicírculo, con límite noreste en la margen sur del Alto Amazonas, en Brasil, y límite sureste cerca a la conuencia del Guaporé con el río Madre de Dios. La parte más occidental de este arco atraviesa la cuenca del Ucayali, en las estribaciones de los Andes peruanos. La mitad norte del arco es continua, pero la mitad meridional es cortada por dos zonas con un conjunto de pueblos hablantes del Arawak y nuevamente, más para el sur y el este, por pueblos que hablan un pequeño conjunto de lenguas emparentadas, la familia Tacana. Los estudios más recientes indicaron que la familia Tacana es muy próxima a la familia Pano, y que ambas derivan de una misma protolengua de poca 113
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Fig. 6. Disribución de los oros principales grupos lingüísicos denro y alrededor de la cuenca amazónica.
antigüedad. Así, es posible hablar de un grupo lingüístico Macro-Pano, compuesto por las familias Pano y Tacana. Hay mayor desacuerdo en lo que respecta al parentesco del MacroPano con las restantes familias o grupos lingüísticos de América del Sur. Algunos estudiosos han denido la existencia de un parentesco próximo entre el Macro-Pano y el Macro-Guaycura, el grupo lingüístico más difundido y más importante del Gran Chaco. La existencia real del MacroGuaycura no fue aún demostrada de forma sistemática, aunque algunos estudiosos la consideran probable. Otro investigador, que hizo intensos estudios comparativos sobre el Pano y que estudió también el Aymara y el Quechua, propone la hipótesis según la cual la protolengua de estos dos idiomas y la protolengua del Macro-Pano derivan de una protolengua aún más antigua, fechada alrededor del año 2000 a.C. No hay ninguna contradicción intrínseca entre estas dos teorías del parentesco del Macro-Pano, y si ambas fueran correctas, es muy probable que la tierra natal del ProtoPano se situase en la parte sur de la zona actual, puesto que el srcen de 114
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las lenguas Quechuas y de todo el conjunto de las Guaycuranas queda al sur de la cuenca del Ucayali Central. Los Panos de la cuenca del Ucayali y de los ríos Jurúa y Purús son, por lo tanto, inmigrantes relativamente recientes del sur. Retomaremos este asunto cuando consideremos los testimonios arqueológicos relacionados a la llegada de los grupos Pano a la cuenca del Ucayali. Al contrario de la distribución del Arawak y del Tupí-Guaraní, el eje central de la distribución del Pano no es ni ribereño ni costero: se extiende por las zonas próximas a las nacientes de varios ríos principales, tales como el Madre de Dios, el Purús, el Jurúa y el Ucayali. Su distribución total sugiere que la mayor parte de la expansión Pano fue por vía terrestre, y no por vía acuática. Esta impresión es reforzada por el hecho de que muchos grupos Pano tienen técnicas náuticas poco desarrolladas o son totalmente privados de ellas. EL GĚ Y EL CARIBE
Aún hay dos grandes familias lingüísticas cuyo territorio es vecino o se prolonga por las llanuras de la cuenca amazónica: el Gě y el Caribe ( Fig. 6). Las lenguas Gě forman un bloque casi macizo, que domina las zonas más secas de la Meseta Brasileña. Ellas se revelan muy diferentes cuando se las compara con las lenguas de los pueblos del bosque tropical. Los patrones culturales y los sistemas económicos de los grupos de lengua Gě presentan una considerable uniformidad interna y un marcado contraste con los de los pueblos del bosque tropical. Es posible que los grupos Gě hayan mantenido sus actuales territorios desde hace mucho tiempo, y probablemente sus antepasados no fueron los responsables por cualquiera de los vestigios precolombinos en cuestión. En la época del contacto europeo, el mayor bloque continuo de lenguas Caribe se centraba en el Escudo de las Guyanas, pero había grupos aislados muy apartados en la zona sur de la cuenca amazónica y en varias regiones del norte de Colombia. Gran parte de la expansión hacia el noroeste de las lenguas Caribe fue muy tardía, y algunas de esas migraciones fueron registradas por los primeros europeos. El estudio de la lengua 115
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Caribe presenta ciertas dicultades, las cuales son el resultado directo de los patrones de adquisición territorial utilizado por los hablantes de ese idioma. Estos patrones guerreros, que serán tratados en el capítulo subsiguiente, resultaron en lenguas mixtas, que presentan dicultades a los taxonomistas de la lingüística. En ciertos casos, como el del Chocó, en la costa colombiana del Pacíco, la lengua es nítidamente Caribe, aunque existe gran mezcla de elementos Chibchanos. En otros casos, como en el Caribe insular, la lengua hablada en las Pequeñas Antillas y que hoy es también hablada en la costa caribeña de Mesoamérica, el elemento Caribe es tan tenue que la lengua puede ser clasicada como típicamente Maipure. Dentro del territorio del Alto Amazonas, tal como fue denido en este libro, existen apenas tres enclaves de lengua Caribe. Dos de ellos, el Arara, a lo largo de la zona central del río Madeira, y el Palmella, en el Guaporé, entre Bolivia y Brasil, eran reducidos tanto en extensión como en número de individuos que la hablaban. Los Carijona, que ocupaban la mayor parte de la Mesa de Paradoas, en el lado oriental de los Andes colombianos, eran mucho más numerosos y tenían un territorio mucho más extenso. El peso de las pruebas históricas y lingüísticas lleva a creer que el lugar de srcen de la lengua Proto-Caribe estuvo en el Escudo de las Guyanas o en zonas adyacentes, probablemente a lo largo de la margen norte del Bajo Amazonas. Examinaremos posteriormente los vestigios arqueológicos. EL ECUATORIAL
En el arco que rodea el lado occidental de la cuenca del Alto Amazonas, y en las zonas de oresta de sabana del Alto Orinoco, existe una variedad sorprendente de lenguas aisladas y de pequeñas familias lingüísticas que no presentan ninguna relación evidente entre sí o con los principales grupos lingüísticos. Sólo dos de estas familias, el Catuquina, en la cuenca del Jurúa, y el Tukano, con una distribución discontinua en el oriente peruano y en el oriente colombiano, tienen una difusión geográca moderada, 116
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pero algunas de las lenguas de amplitud geográca restricta, como el Jíbaro y el Shirisana, aún retienen un gran número de hablantes nativos. En su completa clasicación de las lenguas aborígenes de América del Sur, Greenberg propone la teoría de que la mayoría de las pequeñas lenguas aisladas pertenecen a un super grupo al cual él atribuye la designación de “Ecuatorial”. El Arawak y el Tupí-Guaraní son grupos lingüísticos incluidos en el supergrupo Ecuatorial, y la clasicación de Greenberg puede llevar a la conclusión de que todas las ramicaciones del Ecuatorial divergieron de una única protolengua, alrededor de mil años más antigua que la protolengua que srcinó el Arawak y el Tupí-Guaraní. Nuevamente sugiero que el lugar de srcen de esta protolengua fue la Amazonía Central, cerca a la conuencia del río Negro con el Amazonas. Si admitimos que entre los años 3500 a.C. y 3000 a.C., las protolenguas correspondientes a los varios grupos divergentes del Ecuatorial, quedaban próximas al Proto-Arawak y al Proto-Tupí-Guaraní, pero ligeramente al norte de ellas, en el Amazonas, en el Madeira y en el Negro, entonces la distribución resultante de los contactos entre estas lenguas será totalmente explicable en función de explosiones demográcas entre pueblos hablantes de Arawak y de Tupí-Guaraní. Estos grupos divergentes fueron simplemente empujados hacia arriba o hacia afuera de los principales cursos de los ríos por la expansión de sus vecinos, más numerosos y más poderosos, hasta llegar a sus actuales posiciones marginales (Fig. 6 ), y en general no deseadas.
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CAPÍTULO V
Las culuras más aniguas de la floresa ropical del Alo Amazonas unque la investigación arqueológica sea relativamente reciente en el Alto Amazonas, los trabajos ya realizados demuestran claramente que las grandes comunidades sedentarias y la cerámica compleja y variada son al menos tan antiguas en la cuenca amazónica como en las tierras altas o en la costa del Perú.
A
TUTISHCAINYO TEMPRANO
Las evidencias más antiguas de ocupación humana en la cuenca del Alto Amazonas son provenientes de varios puntos a lo largo de los acantilados de antiguos terrenos aluviales cerca al extremo norte de Yarinacocha, una gran tipishca al noreste de la ciudad peruana de Pucallpa. Aquí, una cerámica de estilo fácilmente reconocible ha sido recuperada de los niveles más profundos de varias excavaciones. La mayor parte de esta cerámica está muy erosionada, indicando que ella fue redepositada por una capa de erosión o por la acción del río. Fueron encontrados basurales intactos en cantidades apreciables, apenas en dos lugares de estos, el sitio Tutishcainyo UCA-6, es el más grande y el que ofreció mayor información. El sitio Tutishcainyo se encuentra sobre un montículo de antiguo suelo aluvial, situado a medio kilómetro de Yarinacocha. En algún momento, hace aproximadamente 1800 años, el Aguaytía, un gran auente occidental del Ucayali, corrió adyacente al montículo, arruinando la mayor parte del depósito cultural. No quedan dudas de que el depósito Tutishcainyo Temprano sufrió considerable erosión, de tal forma que la extensión total del antiguo poblado no puede ser determinada y se hace difícil calcular su área o su población. La profundidad y la densidad de los depósitos sugieren que 118
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la ocupación perduró uno o dos siglos, y que el número de habitantes era del orden de las centenas, más que de las decenas. La poca cantidad conocida de sitios representativos del Tutishcainyo Temprano, lejos de signicar una baja densidad poblacional, es un claro resultado del poder destructivo del Ucayali y sus auentes, así como de las dicultades de prospectar sitios arqueológicos en el bosque tropical. La cultura material correspondiente a los niveles de ocupación del Tutishcainyo Temprano consiste casi exclusivamente en cerámica. Felizmente esta cerámica es fácilmente identicable, sea por las formas, sea por las técnicas y motivos decorativos. Las formas típicas son caracterizadas por ángulos agudos entre varias secciones del recipiente. Estas formas tan recurvadas presentan muchas dicultades tecnológicas para su exitosa ejecución, y no quedan dudas de que la cerámica del Tutishcainyo Temprano sobrepasa de lejos a los primeros pasos experimentales del arte alfarero. La forma más común era una vasija de boca ancha, con un amplio reborde labial, y paredes acentuadamente cóncavas (Fig. 7 a-c). Muchas veces, un reborde basal decoraba el ángulo entre la lateral y el fondo (Fig. 7 c). Las dimensiones y la forma de esta vasija son compatibles con la función de recipiente de cocina. También eran comunes pequeñas vasijas con paredes laterales curvadas hacia el interior y ángulos de base marcados (Fig. 7 h ). Hay varias razones que llevan a pensar que éstos eran usados como tazas de beber, para mazamorras y bebidas fermentadas. Otra vasija, ancha y abierta, con paredes laterales bajas pero muy cóncavas, pudiera haber servido para contener alimentos sólidos ( Fig. 7 f, g ). Estas tres formas constituyen más de dos tercios de la cerámica del Tutishcainyo Temprano, pero ocurre también una menor cantidad de otras categorías formales. Entre estas formas poco comunes, la botella de doble pico y puente es la más notable. Para su elaboración se necesita mucha destreza, y es difícil interpretar su forma desde el punto de vista puramente funcional. A pesar de eso, esa forma se encuentra difundida por toda la América del Sur precolombina; está presente en el complejo cerámico más antiguo de la costa meridional del Perú, y constituye la forma más impresionante 119
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Fig.7. Formas y decoraciones con incisiones de las vasijas ípicas del Tuishcainyo Temprano. Las ormas indicadas en a-c, -g comprenden más del 80% de odas las cerámicas hechas. Las grandes, y relaivamene raras urnas, i, ueron usadas probablemene en la preparación del masao (bebida ermenada de yuca).
de la historia de esa zona. La botella de doble pico y puente fue también parte integrante de las elaboradas cerámicas de Barrancas, en la llanura de inundación del Bajo Orinoco, donde los picos tenían generalmente la forma de cabezas humanas. Esta forma está presente en muchos complejos cerámicos antiguos de Colombia. La botella de doble pico y puente es tan característica y diferenciada que parece probable que todos los ejemplos que acabo de citar estén de alguna forma ligadas históricamente. Casi todas las vasijas producidas por los pueblos del Tutishcainyo Temprano poseían alguna decoración. La ornamentación más común consistía en zonas alternadas de supercies lisas y trabajadas, delimitadas por incisiones largas en forma de U. La supercie externa podía presen tar nos trazos lineares o en cruz, o las de punteados o de pequeños segmentos lineares. La decoración era, por lo general, dispuesta en un patrón geométrico con tendencia al rectilíneo, aunque un motivo común presentaba forma curvilínea (Fig. 7 f). Los motivos gurativos eran sumamente raros. El único ejemplo hasta hoy encontrado presenta, por ese motivo, considerable interés. Se trata de una cabeza de felino incisa en el fondo de una vasija oval (Fig. 8 ), y es una de las representaciones de felinos más antigua del Nuevo Mundo, 120
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muy anterior a las abundantes guras de jaguares en el arte del horizonte Chavín, en Perú. La supercie de la mayor parte de la cerámica está desgastada por la erosión, pero en muchos casos es evidente que las zonas trabajadas habrían sido recubiertas con una pintura roja, aplicada después de que el recipiente fuera cocido. Pinturas post-cocción muy semejantes están presentes en el más temprano sitio Kotosh, en el valle de Huánuco, y se puede sospechar que la pintura post-cocción, tan típica de la cerámica de Paracas, al sur de la costa peruana, era tecnológicamente idéntica e históricamente emparentada con ésta. El Tutishcainyo Temprano presenta gran parte de las características de la cultura del bosque tropical. El asentamiento, ubicado exactamente en el área de un antiguo depósito aluvial, se orientaba claramente en función de los recursos del medio ribereño, y probablemente se encontraba, por entonces, próximo a un canal activo de un río, o a una tipishca, hoy completamente destruidos por los posteriores cambios del curso del río. Es imposible elaborar un inventario completo de los alimentos consumidos, pero algunas materias contenidas en la pasta de la cerámica ofrecen cierto número de indicios relativos a la subsistencia. Más del diez por 121
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ciento de la cerámica recogida fue temperada con conchas trituradas de grandes moluscos de agua dulce, y es probable que la carne de esos moluscos no fuese desechada. Un examen microscópico de la pasta de todos los fragmentos cerámicos del sitio Tutishcainyo reveló que algunos de ellos contenían espinas y escamas de pescado como intrusiones accidentales. El pescado era claramente una importante fuente de alimentación. No poseemos pruebas directas en cuanto a la cantidad y naturaleza de los alimentos vegetales consumidos, pero la cantidad de cerámica recogida en el basural, así como la considerable variedad y estandarización de las formas de las vasijas, llevan a suponer que en la culinaria los alimentos vegetales eran importantes y variados. Como ya fue mencionado, una de las formas comunes puede ser interpretada como una taza para mazamorras no fermentadas o bebidas fermentadas (Fig. 7 h ). Una pequeña cantidad de fragmentos de bordes prueban que las grandes urnas (Fig. 7 i ) hacían parte del repertorio cerámico del Tutishcainyo Temprano, y donde sea que envases de estas formas y dimensiones sobrevivan actualmente, en la América del Sur tropical, ellas sirven de recipientes para la fermentación. La presencia de yuca amarga es, por lo tanto, bastante probable, así como, consecuentemente, la práctica de agricultura de raíces. Por otro lado, están ausentes las formas más especícas ligadas al tratamiento de la yuca amarga. Los vestigios relativos a habitaciones del Tutishcainyo Temprano son escasos. Fueron identicados algunos hoyos correspondientes a postes de madera, pero las excavaciones fueron demasiado limitadas para poner al descubierto niveles del suelo completos. Todo lo que podemos decir es que los postes quedaban separados por una considerable distancia. Estos hoyos de postes se encontraron en un suelo irregular, lo que prueba que los verdaderos pisos de las viviendas eran hechos de caña o de madera, suspendidos muy arriba del nivel del suelo. Los depósitos del Tutishcainyo Temprano contienen grandes cantidades de fragmentos de arcilla parcialmente cocida, algunos de los cuales presentan claras impresiones de cañas entrelazadas y de vigas de construcción. Estos vestigios indican que las viviendas eran bien cerradas con paredes hechas de trenzado recubierto con barro. Los indígenas de la cuenca amazónica conocían dos solu122
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Fig. 8. Diseño inciso zonal de un cuenco bajo y ovalado, del complejo Tuishcainyo Temprano. La cabeza de elino es posiblemene la aparición más emprana de ese moivo en el are peruano.
ciones para protegerse de las nubes de mosquitos propias de esta zona. Una de ellas era poseer una vivienda completamente cerrada, la cual era deliberadamente cubierta por humo todas las noches; la otra consistía en la utilización de mosquiteros, o prendas para dormir. Aparentemente los pueblos de Tutishcainyo Temprano usaban la primera forma. La presencia de hachas de piedra en los depósitos del Tutishcainyo Temprano es un elemento más a favor de la hipótesis de la existencia de la agricultura. No aparecen otros tipos de utensilios de piedra, lo que indica que el equipamiento de caza era manufacturado con materiales perecibles, tal como sucede entre los actuales pueblos del bosque tropical. A partir del estudio pormenorizado de las semejanzas entre las cerámicas más antiguas de Kotosh y la cerámica del Tutishcainyo Temprano, podemos extrapolar la conocida secuencia cronológica del valle de Huánuco, y en base a ésta, parece más probable un período entre 2000 a.C. y 1600 a.C. para las ocupaciones del Tutishcainyo Temprano. TUTISHCAINYO TA RDÍO
El Tutishcainyo Tardío derivó del Tutishcainyo Temprano, pero el estilo cerámico presenta considerables modicaciones estilísticas, sugiriendo que los dos complejos estuvieron separados por un período de por lo menos 450 años. La mayor muestra de materiales del Tutishcainyo Tardío proviene también del sitio Tutishcainyo UCA-6. En este sitio, los 60 cm del estrato del Tutishcainyo Temprano se encuentran cubiertos por cerca de 50 cm del estrato del Tutishcainyo Tardío. Tanto las evidencias estilísticas como las estratigrácas, indican que el sitio estuvo abandonado durante mucho 123
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tiempo entre una u otra ocupación. La estética de las formas y decoraciones de las vasijas sufrió un cambio Fig. ( 9). La decoración incisa pasó a ser elaborada con menos perfección, y el trazado de líneas nas próximas entre sí casi desapareció. Aunque la incisión se muestra decadente como técnica decorativa, la cerámica de Tutishcainyo Tardío no era de forma alguna decadente. Se pasó a utilizar más extensivamente la decoración modelada y aplicada, y la pasta era dura y mucho mejor cocida. Se siguió elaborando la botella de doble pico y puente (Fig. 9 j), y los picos eran elaborados con formidable destreza. Más característico del Tutishcainyo Tardío era el uso de pequeños entalles en los bordes, en los ángulos de la unión con el fondo y en otros puntos salientes de las vasijas Fig. ( 9 a, b, d, h). No hay ninguna evidencia de modicación en el patrón de subsistencia o en las dimensiones del área de ocupación, aunque un conjunto de cerámica proveniente del depósito del Tutishcainyo Tardío da luces sobre la extensión del intercambio a larga distancia. Exactamente el cinco por ciento de la cerámica recogida era de un tipo que no podría haber sido manufacturado en las zonas próximas. No sólo su arcilla era químicamente diferente de la cerámica típica de Tutishcainyo Tardío, sino también el temperante era compuesto por cristales nuevos y no desgastados de roca volcánica. El lugar de srcen de esta cerámica debió haber sido un punto bien apartado de la llanura inundable del Ucayali y situado a una distancia considerable del sitio Tutishcainyo. Esta cerámica exótica presentaba un
Fig. 9. Formas y decoraciones ípicas de vasijas del Tuishcainyo Tardío. Los ángulos de la base consisenemene marcadosde conlahendiduras, y la peculiar orma escalonada boella, j, encuenran sus paralelos más cercanos en la ase Machalilla de la cosa ecuaoriana. 124
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tipo de incisión muy angulosa de líneas nas, diferente del estilo típico del Tutishcainyo Tardío. La cerámica importada también presentaba zonas con pintura roja aplicada antes de la cocción, lo que constituye la primera evidencia de pintura de engobe en esta zona. El hecho de haber un porcentaje tan signicativo de cerámica importada desde zonas distantes utilizada por el pueblo de Tutishcainyo Tardío, lleva a suponer que este pueblo era capaz de almacenar una cantidad sustancial de excedente económico con nes comerciales. También indica la existencia de patrones de manufactura especializada entre los varios grupos étnicos; y la concomitante necesidad de un comercio a larga distancia, tan característico de los grupos más recientes del bosque tropical, habría comenzado ya en esa lejana época. Existe otra evidencia, menos tangible, de la existencia de un comercio generalizado y del intercambio de ideas en este período. La cultura Machalilla, de la costa de Ecuador, sigue a la cultura Valdivia en esta área. Muchas de las características que distinguen a la cerámica Machalilla también se encuentran en el Tutishcainyo Tardío. La misma forma de vasija baja y carenada estaba presente tanto en el Tutishcainyo Tardío como en Machalilla (Fig. 9 g, h ), a veces portando decoraciones casi idénticas. También era característico de la cerámica de ambos pueblos un tipo muy particular de hendidura en las carenas, en los bordes y en otros puntos salientes de las vasijas. El estilo de incisión angulosa y en trazos nos,
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típico de la cerámica obtenida mediante comercio por el pueblo del Tutishcainyo Tardío, encuentra paralelos impresionantes con las incisiones características del estilo Machalilla, el ayangue inciso. Las botellas de pico alargado de Machalilla parecen haber derivado de una forma de botella de doble pico y puente típica del Tutishcainyo Tardío. Por el momento, no estoy sugiriendo la existencia de inuencias di rectas del Tutishcainyo Tardío sobre la cultura Machalilla o viceversa. El proceso fue claramente más complejo, puesto que el pueblo que vivía en el lugar de srcen de la cerámica con temperante de srcen volcánica también estuvo involucrado en ese intercambio de ideas. Lo que sugiero es que en esa época había poca diferencia de nivel cultural entre el Alto Amazonas y la costa de Ecuador y del Perú, y que no hubo grandes barreras para el comercio y el libre intercambio de ideas entre estas dos regiones. Cualquiera que fuera la dirección en que esas inuencias actuaban, la semejanzas más cercanas entre el Tutishcainyo Tardío y Machalilla sugieren que las fechas obtenidas por radiocarbono para la cultura de Ecuador, entre los años 1000 a.C. y 1200 a.C., son hasta cierto punto aplicables a la cultura de la selva peruana. SHAKIMU
La cerámica Shakimu fue descubierta en 1956. En una excavación profunda realizada en la aldea Shipibo de San Francisco de Yarinacocha, UCA-2, se encontró un depósito con materiales Shakimu sobrepuesto a un depósito de cerámicas del Tutishcainyo Tardío y por debajo de un estrato profundo y rico en materiales tardíos de la cultura Hupa-Iya. En 1964 fueron recogidos abundantes materiales Shakimu en Colina de José, UCA-34, un gran sitio inmediatamente al noroeste del sitio Tutishcainyo y, en menor cantidad, en los niveles inferiores del sitio Cumancaya, UCA22, a cerca de cien kilómetros de Pucallpa, subiendo el Ucayali. El material Shakimu recuperado en las excavaciones de 1956 era tan diferente de la cerámica del Tutishcainyo Tardío, que se discutió si Shakimu correspondería a un pueblo diferente que hubiese inmigrado hacia la cuenca del Ucayali Central, o si sería una derivación bastante modi126
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Fig. 10. Formas y decoraciones ípicas de las vasijas del Shakimu Temprano. Superficies lisas, a-e, g ; decoraciónes incisas, h-k; decoración excisa, .
cada del Tutishcainyo Tardío y separada de éste por un considerable intervalo de tiempo. El material proveniente de Colina de José esclareció denitivamente esta cuestión. No quedan dudas de que estos materiales representan una manifestación temprana del estilo Shakimu, siendo designados como “Shakimu Temprano”. Gran parte de los elementos de la cultura Shakimu Temprano eran el resultado de un desenvolvimiento gradual del Tutishcainyo Tardío, mientras que una minoría de los aspectos culturales representaba una inuencia desde afuera de la cuenca del Ucaya li. De hecho, es claramente visible que el Shakimu Temprano presenta dos estilos diferentes. Gran parte de las vasijas son lisas, con supercies bien pulidas o decoradas con motivos incisos muy simples ( Fig. 10 a-d, g-k). En 127
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Fig. 11. Plan de diseño de un gran cuenco del Shakimu Temprano, con decoración excisa y engobe rojo oscuro alamene pulido aplicado sobre el diseño.
este conjunto cerámico, tanto las formas como los motivos decorativos derivan del Tutishcainyo Tardío, aunque fueron considerables las alteraciones a lo largo del tiempo. El otro estilo cerámico tiene motivos excisos complejos, muchas veces cubiertos con un engobe rojo brillante, aplicado después del entalle pero antes de la cocción. Estos motivos aparecen casi exclusivamente en las vasijas que son extrañas a la tradición Tutishcainyo, de las cuales las más importantes son tres formas de cuencos abiertos con fondo plano (Fig. 10 f ). La inspiración de estas vasijas provino de los Andes centrales (Foto 9, 12). Tanto en la región andina como en la costa del Perú, existen vasijas con esta forma, asociadas al estilo artístico Chavín, y frecuentemente ostentan motivos decorativos (Fig. 11 ) de la iconografía Chavín. Parece posible incluso que algunos de los elementos decorativos del Shakimu Temprano constituyan tentativas de reproducir la iconografía Chavín por parte de artesanos que la comprendían sólo parcialmente. El Shakimu Temprano corresponde, por lo tanto, a un pueblo perteneciente aún a la tradición cultural Tutishcainyo, pero fuertemente inuenciado por la expansión de técnicas decorativas, formas de vasijas e iconografía correspondientes al llamado “Horizonte Chavín”. Se ha especulado mucho acerca de las instituciones políticas y religiosas que están por detrás de la difusión de estas formas, pero no se encontró aún cualquier explicación satisfactoria. Cualquiera que fuese la naturaleza de estas inuencias, ellas se hicieron sentir hasta el interior de la cuenca amazónica. Tal como sucedió en varias regiones de los Andes centrales, como en el valle de Ica, el estilo Chavín no suplantó al estilo local, pero sí vino a agregarse a él y a modicarlo. La datación radiocarbónica, de 650 a.C. 128
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Fig. 12. Vasijas ípicas del Shakimu Tardío: a, b, , g , j, son caracerizadas por las superficies alamene pulidas; d, e, i, por diseños excisos; h muesra un raro ejemplo de puneado zonal; grandes urnas, c, presenan superficies sin decoración y pobremene alisadas..
± 200 (Y - 1543), obtenida para los materiales del Shakimu Temprano del sitio Colina de José, se adapta bien a la hipótesis de su sincronía con el Horizonte Chavín de los Andes centrales. En el Shakimu Tardío, estas dos tradiciones estilísticas se fusionaron totalmente. La decoración excisa se tornó más común, siendo utilizada indiscriminadamente en casi todas las formas de vasijas. Las supercies lisas engobadas eran pulidas hasta obtenerse un brillo intenso. En la actualidad, todos los rasgos de la inuencia Chavín han desaparecido ( Fig. 12 ). EL ALTO PACHITEA
Hasta ahora, los conocimientos más completos sobre la ocupación humana las zonas máseste húmedas de ceja de selva delelevación río Nazaratequi, en de el punto en que se aparta del Cerro de vienen la Sal. La aquí es de 300 a 400 msnm. 129
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En la época de los primeros contactos con los españoles, casi toda la cuenca del Alto Pachitea era ocupada por los Amuesha, que hablaban una de las ramas más divergentes del Arawak. Las excavaciones de William Allen son nuestra fuente de información sobre la arqueología del Alto Pachitea. En base al trabajo de campo realizado en 1964 y ampliado en 1968, él documentó una larga secuencia de ocupaciones que se prolongan desde el año 1600 a.C. ó 1700 a.C. hasta el período reciente. Las excavaciones realizadas en numerosos sitios a lo largo del curso del Nazaratequi, del Neguachi y del Pichis, mostraron la superposición estratigráca de los varios complejos culturales. El perl estratigráco más completo proviene de cortes profundos hechos en el sitio Casa de la Tía, PAC-14, y los comentarios que se siguen están basados en los materiales provenientes de ese sitio. La primera mitad de la secuencia cultural del Alto Pachitea está compuesta por tres complejos, todos pertenecientes claramente a la misma tradición cerámica y presentando una complejidad artística cada vez mayor. Partiendo del más antiguo, ellos son: Cobichaniqui, Pangotsi y Nazaratequi. El complejo Cobichaniqui se dene con base en 67 fragmentos re cogidos en los niveles más profundos del sitio Casa de la Tía. Se hicieron tres fechados radiocarbónicos para estos niveles, 1637 a.C. ± 95 (P-992), 1778 a.C. ± 65 (P-991), y 1418 a.C. ± 77 (P-990), indicando para el material de Cobichaniqui una fecha aproximada de 1500 a.C. El número de fragmentos Cobichaniqui recogidos en cada unidad de depósito era pequeño. Eso puede signicar que la cerámica era rara en ese tiempo o, lo que es más probable, que el depósito excavado se encuentra en situación periférica en relación al centro de ocupación Cobichaniqui. Las características técnicas más evidentes de la cerámica Cobichaniqui son el abundante temperante de arena na, que a veces era combinado con conchas trituradas, y las supercies con engobe altamente pulido. Aparentemente, el alfarero disponía de cuatro colores diferentes de engobe: el negro, el marrón, el bronceado y el amarillo claro. No hay ningún caso en que estos diversos engobes coloridos hayan sido utilizados para pintar los motivos decorativos, pero por veces el interior y el exterior de 130
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la misma vasija recibían colores diferentes. El marrón era el más utilizado, seguido por el negro. Aparte de las supercies muy pulidas, no existe otra decoración en el pequeño número de fragmentos de cerámica Cobichaniqui hasta aquí estudiados. Esta reducida muestra incluye apenas dos formas de vasijas (Fig. 13), pero si hubiese más ejemplares, la variedad sería con certeza mucho mayor. Las dos formas podían haber servido para contener comida y para beber. La presencia de algunos fragmentos de mayor espesor y con un temperante más áspero sugiere que el pueblo de Cobichaniqui poseía recipientes de cocina. Hasta que no se excaven nuevas aldeas Cobichaniquis, será imposible tener un cuadro general más completo de este pueblo. Todo lo que sabemos es que entre los años1500 a.C. y 2000 a.C. había en el Alto Pachitea pueblos que tenían una cerámica bastante alejada de los primeros experimentos alfareros. El complejo Pangotsi está representado por 355 fragmentos concentrados entre la profundidad de 69 cm y 107 cm, en el corte-D del sitio Casa de la Tía, y en los niveles más profundos del corte-A. También fue identicado abundante material Pangotsi en otros sitios en el Nazaratequi y, según parece, el pueblo correspondiente al complejo Pangotsi ya representaba una población numerosa y ocupaba amplia extensión territorial. Una muestra de C14 tomada en el nivel que contenía la mayor concentración de material Pangotsi reveló un fechado de 1275 a.C. ± 68 (P-993). El Pangotsi tuvo su srcen a partir de una evolución gradual del Cobichaniqui, pero este proceso aparentemente no se dio en el sitio Casa de la Tía. La más clara diferencia entre la cerámica Cobichaniqui y la Pangotsi reside en el material temperante. Los dos grupos no se confunden en este aspecto. El temperante arenoso y áspero saliente en la supercie de la cerámica Pangotsi hace un nítido contraste con el temperante de Fig. 13. Las únicas ormas con exisencia comprobada del complejo Cobichaniqui, la más anigua cerámica del Alo Pachiea.
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arena na de Cobichaniqui. Una espesa capa de engobe de arcilla na era aplicada para atenuar las irregularidades. El alfarero disponía de cuatro diferentes colores de engobes: marrón chocolate, marrón claro, negro y rojo. Las supercies con engobe eran bien pulidas. También en este caso hay ejemplos en que el interior de una vasija recibió un color y el exterior recibió otro color, pero no hay diseños pintados. En los trazos incisos de algunas piezas más bien ejecutadas se puede notar una pintura roja, aplicada probablemente después de la cocción. Un pequeño porcentaje de cerámica Pangotsi era decorada con líneas incisas bien ejecutadas (Fig. 14 a, f, g). La mayor parte de los motivos eran simples, consistiendo en rectángulos concéntricos, aunque hubo algunos espirales curvilíneos. La decoración excisa aparece a veces combinada con la incisa, creando diseños más complejos ( Fig. 14 c ). Por debajo de algunos bordes se tienen punteados en línea; aparecen también asas en tiras verticales, apéndices24 horizontales, e incluso adornos rudimentarios. La muestra de material recogido presenta una vasta gama de formas de vasijas. Las dos formas presentes en Cobichaniqui se mantienen. Las supercies más nas y de decoración más cuidadosamente ejecutada se encuentran en las pequeñas vasijas destinadas a servir (Fig. 14 a, d, f, g). Se registran numerosas evidencias de recipientes de cocina hechos de una cerámica utilitaria más tosca (Fig. 14 e, h). El complejo Nazaratequi está presente en muchos sitios del Alto Pachitea, y sus depósitos son típicamente grandes y con elevado contenido de material cerámico. En el corte-D de Casa de la Tía, los materiales Nazaratequi se concentraron entre las profundidades de 25 cm y 68 cm. Sólo el corte-D ofreció más de 7000 fragmentos del complejo Nazaratequi. Todas las evidencias demuestran que los asentamientos contenían varias centenas de personas y eran de larga duración. Se calcula que tuvieron una elevada densidad poblacional. El inicio de la ocupación Nazaratequi probablemente data de alrededor de los años 500 a.C. a 600 a.C. Se hicieron dos pruebas de C14 con muestras de carbones recogidas en los complejos que son claramente posteriores a Nazaratequi y que indican que la dominación Nazaratequi del Alto Pachitea no podría haber sobrepasado la fecha de 400 d.C. 132
Las culuras más aniguas de la floresa ropical del Alo Amazonas
Fig. 14. Formas ípicas de vasijas Pangosi. Los diseños incisos en líneas anchas, a, , g , y los diseños excisos, c, son relaivamene raros.
El estilo cerámico Nazaratequi es un derivado del Pangotsi. La abundancia de temperantes arenosos se mantuvo, pero hubo una considerable variación en el tamaño del grano utilizado. La arena na era característica de la cerámica decorada destinada a los recipientes usados para servir (Fig. 15 a-f), mientras la arena más gruesa era típica de las grandes vasijas utilitarias (Fig. 15 g-i). También se mantuvo la cobertura de engobe pulido sobre la supercie irregular de la pasta arenosa. Eran utilizados tres colores: un engobe marrón, considerado apropiado para la cerámica utilitaria; un engobe negro, para las vasijas usadas para servir; y un engobe rojo, usado apenas en zonas decorativas restrictas, delimitadas por incisiones. La tradición de vasijas usadas para servir, maravillosamente decoradas y acabadas se mantuvo y aumentó en número de categorías formales 133
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(Fig. 15 a-f). En estas vasijas era común la pintura roja zonal, y muchas veces se usaba una gruesa capa de pintura roja aplicada después de la cocción para rellenar las incisiones y los punteados (Foto 17). Se mantuvieron también los motivos de rectángulos concéntricos de Pangotsi, pero estos se desarrollaron típicamente en diseños rectilíneos más complejos. Hay un largo uso de motivos de escalones y líneas en zigzag, y los complejos diseños incisos, combinados con tres esquemas diferentes de pintura zonal, negro y rojo, marrón y rojo, y marrón y negro, atestiguan una avanzada tradición artística. La cerámica Nazaratequi ofrece una vasta gama de formas para las cuales se pueden delinear importantes conclusiones de orden funcional. El comal (Fig. 15 g ) es una prueba clara de que la yuca amarga era entonces un producto básico. Las tinajas para el transporte y almacenamiento de agua (Fig. 15 h) presentaban forma estandarizada. Las grandes vasijas (Fig. 15 i ) debían ser utilizadas solamente para la preparación de grandes
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cantidades de bebida fermentada, y aparentemente el patrón de las estas del bosque tropical ya estaba plenamente establecido en el Alto Pachitea. Podemos también inferir que los participantes de las estas pintaban cuidadosamente sus cuerpos y rostros para esa ocasión. Un sello tipo rodillo de arcilla cocida con diseños modelados (Foto 16) fue recogido en el nivel Nazaratequi. Estos sellos son aún largamente utilizados en América del Sur tropical para aplicar pintura en el rostro y en el cuerpo. Son también un elemento muy antiguo en Mesoamérica, en la costa del Perú y en las llanuras de Colombia y de Ecuador. Su distribución arqueológica esporádica se debe probablemente al hecho de que la materia prima usada haya sido más frecuentemente la madera tallada (Fig. 51 ), en lugar de la cerámica, de manera que éstos no se preservaron. La evidente prosperidad y el alto nivel cultural de los pueblos Nazaratequi fueron liquidados por la invasión de pueblos dotados de una tradición cultural completamente diferente. Fig. 15. Formas de vasijas Nazaraequi. La decoración incisa era ecuenemene complemenada con engobe rojo zonal y pinura roja pos-cocción aplicada sobre las incisiones y puneados. La decoración incisa era ípica en las vasijas con engobe negro, mienras que las vasijas uiliarias eran recubieras con engobe marrón. La presencia de comales, g, es un uere indicador de que la yuca amarga era uilizada para producir pan y harina.
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La evolución cultural desde Cobichaniqui hasta Nazaratequi constituye una continuidad que puede ser designada por tradición Nazaratequi. No hay duda de que gran parte del período de tiempo ocupado por esta evolución cultural en el Alto Pachitea coincide con el período durante el cual se procesó una larga evolución continua desde el Tutishcainyo Temprano hasta el Shakimu Tardío en el Ucayali Central. Aunque existan algunas semejanzas de carácter general entre las tradiciones Tutishcainyo y Nazaratequi, especialmente en cuanto a las vasijas para alimentos con formas y decoración cuidadosamente ejecutadas, es imposible pretender derivar los elementos de una de las tradiciones directamente de los elementos de la otra. La tradición Nazaratequi es más simple, faltándole muchas de las características más complejas de la tradición Tutishcainyo, tales como los rebordes basales, los rebordes labiales, el achurado zonal y las botellas de doble pico y puente. LA CUEV A DE LAS LECHUZAS
La Cueva de las Lechuzas, una gran gruta calcárea situada en la zona de ceja de selva cerca a Tingo María, reveló un estilo cerámico muy antiguo. La cueva es una de las más grandes colonias de aves aceiteras, Steatornis , lo que nos lleva a pensar que los vestigios arqueológicos son el resultado de un largo período de explotación de las aves jóvenes como una fuente de aceite, por parte de los indígenas. Es un lugar inadecuado para habitar por ser demasiado húmedo. Los materiales arqueológicos provienen de una mezcla de guano con cáscaras de palmeras que han sido muy revueltas en el decurso de recientes operaciones de recojo de guano. Fueron recuperados de la gruta dos estilos cerámicos, y aunque no se tenga un perl estratigráco nítido, estos corresponden claramente a épocas distintas. Por el momento, nuestro interés se concentra en la na y resistente cerámica designada como “cerámica na de la Cueva de las Lechuzas”. Ésta se asemeja bastante a la cerámica de la tradición Kotosh, del valle de Huánuco, y a la cerámica de la tradición Tutishcainyo, del Ucayali Central. Además de las supercies engobadas y muy pulidas, la cerámica na de 136
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la Cueva de las Lechuzas se caracteriza por presentar nas incisiones lineares discontinuas zonales cuidadosamente ejecutadas (Foto 13, 14). Las zonas decoradas eran generalmente tratadas con una pintura roja, aplicada después de la cocción. En cuanto a su ejecución, los trazos cortos dispuestos en fajas son muy semejantes a la decoración del componente más antiguo de la tradición Kotosh, el Kotosh Waira-Jirca. Dos fragmentos de cerámica na de la Cueva de las Lechuzas son idénticos a los del tipo Kotosh Waira-Jirca, y es más probable que hayan sido manufacturados cerca a Huánuco que cerca a Tingo María. La cerámica na de la Cueva de las Lechuzas diere de la cerámica Kotosh Waira-Jirca sobretodo por el mayor énfasis en la decoración modelada y aplicada, por el uso más frecuente de asas y por la mayor variedad de formas de vasijas. La única forma de vasija en común presente en la cerámica na de la Cueva de las Lechuzas está también presente en el Tutishcainyo Tardío (Fig. 9 f ). El estilo cerámica na de la Cueva de las Lechuzas es de gran importancia, dado que demuestra que una tercera área de la llanura tropical del Perú estaba ocupada en una época bastante antigua del segundo milenio a.C. También ofrece evidencias sobre la correspondencia cronológica entre la secuencia del Ucayali Central y del valle de Huánuco, sugiriendo al menos alguna contemporaneidad entre el Tutishcainyo Tardío y el Kotosh Waira-Jirca. EL V ALLE DE HUÁNUCO
Todos los asentamientos antiguos del valle de Huánuco se sitúan en laderas accidentadas, contiguos a la fértil llanura inundable auto irrigada ( Foto 19). El patrón de ocupación es determinado en función de las llanuras inundables y de su potencial agrícola. Al parecer, ya en esta época temprana las personas no querían desperdiciar buenas tierras para la agricultura con ocupaciones de viviendas. En toda la extensión de la llanura inundable se elevan grandes montículos. Estos son formados por una serie de estratos de ocupación sobrepuestos. Desde una época muy temprana los poblados tenían construcciones de mampostería, y los montículos se formaban principalmente por 137
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escombros de las paredes de viviendas y de templos, que eran parcialmente demolidos y terraplenados antes de cada reconstrucción. La estructura de estos montículos de ocupación se asemeja más a los mencionados en el valle del Tigre y Eufrates que a la mayoría de los sitios del Nuevo Mundo. En cuanto al problema de los orígenes de la agricultura, el valle de Huánuco y otros con características similares, tales como el valle de Cochabamba en Bolivia, tienen un interés muy particular. En su interesante discusión acerca de los orígenes de la agricultura, Carl O. Sauer postuló que el complejo de cultivos adaptados al clima frío de los Andes centrales se desenvolvió a partir de un patrón agrícola de bosque tropical. Sugiere que los agricultores del bosque tropical se adentraron gradualmente en los valles de la vertiente oriental de los Andes, ocupando en primer lugar los valles de altitud y clima medios, y haciendo experimentos con plantas como papa y olluco, que soportan condiciones ambientales frescas a frías. Como el valle de Huánuco presenta actualmente las condiciones descritas por Sauer como una posibilidad hipotética, el largo registro de ocupación agrícola identicado en este valle es muy signicativo. La importancia del sitio de Kotosh para la historia de la cultura del Perú fue por primera vez reconocida por el gran arqueólogo peruano Julio C. Tello, quien evaluó con precisión, y sin el benecio de las excavaciones, algunas de sus implicaciones cronológicas. Desde 1960, el sitio de Kotosh fue escenario de tres campañas de excavación intensivas, realizadas por un grupo de arqueólogos japoneses dirigidos por Seiichi Izumi. En el transcurso de las excavaciones de 1960, la única campaña de la cual se tiene una publicación completa, se recogieron abundantes muestras relativas a los ocho niveles constructivos superiores de Kotosh, y un sondeo de extensión limitada penetró en el noveno y décimo nivel de construcción. En el décimo nivel, Nivel-J, se descubrió un notable edicio ritual, el Templo de las Manos Cruzadas. Al contrario de lo que sucedió con muchas de las estructuras tardías de Kotosh, que fueron parcialmente destruidas para proporcionar una base plana para las construcciones subsecuentes, el Templo de las Manos Cruzadas fue cuidadosamente rellenado con adoquines a n de proporcionar una plataforma para un santuario posterior. Teniendo en cuenta su gran antigüedad, el templo 138
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presenta muchos rasgos de sosticación arquitectónica. La escultura en alto relieve representando manos cruzadas modeladas en arcilla ( Foto 18) es el ejemplo más antiguo de escultura arquitectónica conocido en el Nuevo Mundo. El santuario central presenta anidades con Chuquitanta, una de las mayores estructuras de templo antiguo de la costa del Perú, que data del Precerámico Tardío. Durante las posteriores campañas de excavación, todo el Templo de las Manos Cruzadas fue puesto al descubierto, así como varios niveles aún más profundos. Los materiales recuperados en los Niveles I y J durante las excavaciones de 1960 no ofrecieron ninguna evidencia de que los habitantes respectivos fabricasen o utilizasen cerámica, y las excavaciones siguientes conrmaron plenamente la naturaleza precerámica de los niveles inferiores de construcción. Hay pocos vestigios relacionados a la economía de los primeros habitantes de Kotosh. Como ya fue mencionado, la localización del sitio sugiere una base agrícola, y las construcciones macizas de los Niveles H e I, así como en los niveles aún más antiguos, indican sólidamente un sistema agrícola oreciente. La presencia de huesos de camélidos como ofrendas de sacricios en uno de los nichos de la pared del Templo de las Manos Cruzadas ( Foto 18) es de mucho interés. Es probable que sean huesos de llama, siendo así un indicio de domesticación de animales y, por lo tanto, de una economía pastoril oreciente. El uso de la llama como objeto de sacricio animal es un patrón cultural típico de los Andes centrales; aún hoy, muchas de las ceremonias de propiciación, de pronósticos, de cura y de magia deben ser santicadas por el sacricio de una llama. Una fuente de alimentación frecuente en los niveles precerámicos era el cuy domesticado. En contraste con la ausencia de cerámicas en los Niveles I y J, los Niveles G y H ofrecieron grandes cantidades de fragmentos correspondientes a la variada y elaborada industria alfarera designada por “Kotosh Waira-Jirca”. Los carbones recogidos en estos niveles dieron una fecha de 1850 ± 110 a.C. Las primeras ocupaciones precerámicas de este sitio deben datar de una época bastante más temprana, alrededor del tercer milenio a.C. 139
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La cerámica Kotosh Waira-Jirca es notablemente compleja en cuanto a la variedad de técnicas decorativas. Esta complejidad y el alto nivel técnico llevan a pensar que la industria alfarera no se srcinó en el valle de Huánuco. La naturaleza de la cerámica Waira-Jirca sugiere consistentemente que se trata de un estilo resultante de la fusión de dos tradiciones cerámicas completamente distintas con historias separadas. Esta heterogeneidad cerámica puede signicar que durante el período Waira-Jirca el valle de Huánuco abarcaba poblaciones provenientes de zonas del Perú muy distantes entre sí. Una de estas tradiciones forma parte de lo que Lanning designó por Chira, la industria alfarera más antigua de la costa centro-norte del Perú. Las vasijas utilitarias de esta tradición, delgadas y bien cocidas, presentan un conjunto de formas reducidas. La forma más común es una vasija de cocina grande y globular, sin ninguna modicación exterior alrede dor de la boca, pero con el reborde interno reforzado, resultando en un perl en forma de coma. Esta forma puede aparecer tanto con una base cónica como simplemente redondeada. Gran parte de las vasijas cerámicas utilitarias de la costa no presenta decoración. En la cerámica Kotosh Waira-Jirca, algunas de las vasijas de cocina son lisas, pero muchas presentan decoraciones bien ejecutadas, con incisiones poco profundas que se asemejan a bruñidos lineales. La variedad de diseños ejecutados con incisiones poco profundas es pequeña. El motivo básico es el semicírculo, y estos son dispuestos en forma de una arcada pendiente del reborde. La otra tradición cerámica que contribuyó para la formación del Kotosh Waira-Jirca incluía una gran variedad de vasijas carenadas. Las vasijas carenadas Waira-Jirca raramente poseen rebordes labiales decorados y nunca presentan los rebordes basales decorados tan típicos del Tutishcainyo Temprano, pero exceptuando estos pormenores, prácticamente todas las formas carenadas del Waira-Jirca encuentran paralelo entre las vasijas típicas del Tutishcainyo Temprano ( Fig. 7 ). Ambas culturas también tienen en común las botellas de doble pico y puente con formas muy semejantes: picos cortos y bajos, y un puente alto y bastante arqueado que excede de lejos la altura de los picos.
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La decoración de las vasijas carenadas de la tradición Waira-Jirca consiste en pequeños trazos nos cuidadosamente ejecutados y aplicados en zonas delimitadas por incisiones de líneas largas. Técnicamente, las incisiones zonales del Tutishcainyo Temprano y del Waira-Jirca son casi indistinguibles, y en algunos casos los motivos decorativos y su disposición son casi idénticos. Los típicos trazos incisos zonales del Waira-Jirca eran recubiertos con una pintura aplicada después de la cocción que probablemente tenía una base de resina. En pocas palabras, todas las vasijas más pequeñas, bien elaboradas y bien decoradas de Waira-Jirca derivan de una tradición cerámica muy semejante y cercanamente relacionada con la del Tutishcainyo Temprano, una tradición cerámica del bosque tropical. Sería difícil derivar la sección no andina de la cerámica Waira-Jirca directamente del Tutishcainyo Temprano. Dadas las evidencias, se podría postular un parentesco colateral con el Tutishcainyo Temprano presente en la extensa llanura inundable del Huallaga, cuyo valle se extiende luego debajo de la ciudad de Tingo María, y se podría sugerir que esta cultura ribereña pudo haber contribuido con los elementos del bosque tropical en la cerámica Waira-Jirca. La poco conocida cerámica na de la Cueva de las Lechuzas comentada anteriormente parece ser una descendiente directa y más reciente de esa cultura. Las evidencias ofrecidas por Kotosh vienen a apoyar sólidamente la teoría de Sauer según la cual los pueblos de la cultura del bosque tropical se adentraron profundamente en los valles de altitud media situados a lo largo de las vertientes orientales de los Andes, y contribuyeron de forma signicativa para la evolución de la civilización de los Andes centrales. LA CURVA DEL MARAÑÓN
Las ramicaciones del bosque tropical se extienden hasta los valles profundos de la cordillera de los Andes. La más larga penetración de la selva en la sierra acompaña el valle del Marañón, arriba del Pongo de Manseriche. Esta región es más seca que la cuenca amazónica propiamente dicha, pero la vegetación es de bosque continuo ( Foto 20), en lugar de los arbustos espinosos y espaciados del valle de Huánuco. Varios auentes occiden141
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tales del Marañón conducen a áreas de pasos bajos en los Andes peruanos y ecuatorianos y la distancia que separa la selva de la costa del Pacíco en el norte del Perú o en la cuenca del Guayas es pequeña. Desde los tiempos más remotos, ésta debe haber sido la principal vía de comunicación y de comercio entre la costa y la cuenca amazónica. Nuestros conocimientos sobre esta zona crucial se deben a los trabajos del arqueólogo peruano Pedro Rojas Ponce. El sitio más interesante es Huayurco, situado al oeste de la curva del Marañón, en la junción de sus dos auentes, el Chinchipe y el Tabaconas (Foto 20). Las excavaciones realizada por Rojas revelan una estratigrafía de al menos dos niveles. El nivel superior de Huayurco presentó una variedad de cerámica tardía, incluyendo cerámica corrugada semejante a la del complejo Cumancaya del Ucayali Central. El estrato inferior contenía grandes cantidades de vasijas de piedra rotas, fragmentos de vasijas cerámicas y varias inhumaciones, con una cantidad impresionante de artículos funerarios. Una de las inhumaciones contenía un collar de cuentas de conchas marinas namente trabajadas Foto ( 21). También aparecieron trompetas de conchas marinas como ofrendas funerarias. Asociadas a las sepulturas, fueron encontrados cuencos de piedra completos, algunos con supercies lisas bien pulidas, otros con motivos en espiral excisosFoto ( 26, 27). Estos motivos excisos son semejantes a los del Shakimu Temprano. El trabajo de las vasijas de piedra era de primera calidad, con el uso de una gran variedad de materiales líticos. Digno de mención es un pequeño cuenco de ónix jaspeado, con paredes tan delgadas que se hacen translucidas, realzando sus rayas (Foto 25). Algunos cuencos de piedra eran dotados de adornos. El más destacable de estos representa la cabeza de un mono macho en el acto de alarido (Foto 23), y expresa gran dominio técnico, así como una observación cuidadosa del tema. La cantidad de vasijas de piedra fragmentadas e inacabadas de Huayurco indica que este sitio era un importante centro de manufactura. No hay dudas de que los habitantes de Huayurco participaron en un comercio activo con la costa peruana, puesto que vasijas semejantes a éstas fueron encontradas en muchos sitios del período Precerámico Tardío y del período Inicial. Un estudio minucioso de materiales líticos nos puede permitir denir el área sobre el cual las vasijas de Huayurco fueron comercializadas. 142
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La cerámica del nivel inferior del sitio Huayurco permite datar esta ocupación en relación a las secuencias de las tierras altas adyacentes. Gran parte de ella es constituida por cerámica negra pulida, del tipo ampliamente difundido durante y poco antes del Horizonte Chavín. El ejemplo más espectacular es una graciosa botella ( Foto 22) que quedaría igualmente bien integrada sea en los niveles correspondientes a Chavín de Huántar, a Kotosh Kotosh o a Kotosh Chavín del sitio del valle de Huánuco. Una parte de la cerámica del nivel más profundo presenta un estilo diferente, con rollos verticales aplicados y con decoración punteada (Foto 24) que se asemejan a la decoración aplicada del Tutishcainyo Tardío. ECUADOR
Yasuní, el más antiguo complejo cerámico identicado por Evans y Meggers durante su estudio en el río Napo, data apenas de 50 a.C. ± 90 (SI 300). La cerámica se encuentra en pésimas condiciones y perdió gran parte de su supercie. Algunos fragmentos presentan rastros de una decoración achurada zonal tosca, pero la casi totalidad de las formas presentes en Yasuní no sugieren anidades próximas con la tradición Tutishcainyo, y hay indicaciones claras de inuencia Barrancoide del Amazonas Central. Más al sur, en la ceja de selva ecuatoriana, hay otras colecciones probablemente más antiguas. Bushnell publicó fragmentos provenientes de Macas, incluyendo vasijas carenadas y una botella de doble pico y puente con fuertes reminiscencias del Tutishcainyo Tardío. Harner, en el decurso de su trabajo etnográco con los Jíbaros, hizo varias excavaciones expe rimentales, poniendo al descubierto depósitos culturales profundos. La cerámica nunca fue estudiada en detalle, pero no quedan dudas de que se encuentran presentes varios componentes. Algunos de los fragmentos ostentan pinturas brillantes zonales similares a las de la fase Chorrera de la cuenca del Guayas. Otros fragmentos muestran formas y decoraciones muy semejantes a las del Tutishcainyo Tardío. Un tercer grupo de fragmentos grandes y toscos, en general de la variedad corrugada, están relacionados con el complejo Cumancaya, del Ucayali Central, que es mucho más tardío. 143
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LAS RELACIONES CULTURALES MÁS DISTANTES DE LAS ANTIGUAS CULTURAS DEL BOSQUE TROPICAL DEL ALTO AMAZONAS
Al discutir las relaciones distantes entre los complejos cerámicos, seguiré partiendo de la suposición de que las indicaciones más dedignas de re laciones históricas se encuentran en la existencia común de un conjunto similar de formas de vasijas. Como sugerimos anteriormente, el conjunto total de vasijas hechas por un gr upo puede proporcionarnos gran número de esclarecimientos relativos a su economía básica. El conjunto de formas está también íntimamente relacionado con el ceremonial y la etiqueta involucrados en el servir y consumir alimentos. Las maneras básicas de preparar y servir la comida, junto con las formas de las vasijas que esas actividades exigen, probablemente han perdurado por períodos más largos que los modos de tratamiento de supercie y los motivos decorativos. Esta proposición puede ser repetidamente comprobada en lo que respecta a los Andes centrales, y es igualmente válida para la tradición Tutishcainyo. Trabajando sobre la suposición, que los conjuntos de formas de las vasijas son los testimonios más importantes de las relaciones históricas distantes (un punto de vista no compartido por algunos antropólogos), considero muy signicativas las semejanzas entre los recipientes utilizados para servir encontrados en la mayor parte de los complejos cerámicos que hemos tratado. Todos incluyen vasijas bien acabadas y muchas veces con una decoración atractiva, con bases redondeadas, paredes acentuadamente cóncavas y un ángulo muy marcado en la unión del cuerpo con la base. Es igualmente muy interesante el hecho de la más común, o única, forma de botella en muchos de estos complejos es del tipo de doble pico y puente. En la zona norte de América del Sur existen varios complejos cerámicos en los cuales también se destacan las vasijas destinadas a servir alimentos muy bien decoradas y acabadas, con bases redondeadas, paredes cóncavas y carenas acentuadas en la unión de las dos zonas. Estas vasijas son más comunes en Venezuela, tanto en las llanuras inundables del Bajo Orinoco como en la costa, y en las Antillas. El conjunto básico de forma de vasijas, así como la tendencia para la decoración pintada en rojo y blan144
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Fig. 16. Disribución de los aniguos complejos cerámicos doados de un conjuno de ormas de vasijas similares al del Tuishcainyo Temprano.
co, son comunes a todos estos complejos, y no hay dudas de que existe entre ellos una consistente relación histórica; la tradición cerámica que los abarca fue designada Saladoide por Cruxent y Rouse, de acuerdo al nombre del más conocido de estos complejos, el complejo Saladero, en el Bajo Orinoco. El Saladero data como mínimo del año 1000 a.C. Las formas de las vasijas carenadas del Saladero no presentan rebordes labiales o basales, y en este aspecto se aproxima más al conjunto de formas más simples de la tradición Nazaratequi que a las formas más trabajadas de la tradición Tutishcainyo. Se nota una marcada preferencia por decoraciones en los bordes de las vasijas en los materiales del Saladoide de las Antillas, en el complejo costero más antiguo del Río Guapo, y en los niveles más bajos del sitio Ronquín, en la llanura inundable del Medio Orinoco. Los tres complejos divergen del Saladero en este punto, y se asemejan a la tradición Tutishcainyo. El Saladoide de las Antillas y del Río Guapo presenta achurado zonal de nas líneas cruzadas, muy semejantes al que se encuentra en el Tutishcainyo Temprano, tanto en la técnica como en el efecto decorativo; por otro lado, los motivos incisos en espiral pintados y zonales, típicos de los niveles inferiores del sitio Ronquín, son muy semejantes a los motivos en espiral comunes en los cuencos para servir alimentos del Tutishcainyo Tardío (Fig. 7 f ). 145
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Dada la red de vías uviales que une a las cuencas del Amazonas y del Orinoco, no creo que las semejanzas culturales entre las antiguas culturas del bosque tropical del Alto Amazonas y la tradición Saladoide de Venezuela sean fortuitas. Las evidencias cerámicas sugieren que todas estas tradiciones convergen para un único complejo cerámico, con un único centro de srcen cerca de 1500 a 1000 años anterior a sus derivaciones más tempranas conocidas. La simplicidad común al complejo Saladero y a la tradición Nazaratequi por un lado, y el renamiento muy similar del Saladoide de las Antillas, del Río Guapo, del Ronquín inferior, y de la tradición Tutishcainyo por otro, llevan a pensar que existieron dos oleadas migratorias en lugar de una sola. Los portadores de las tradiciones Saladero y Nazaratequi se dispersaron antes que los antepasados de los portadores de la cerámica más renada. La distribución de estos complejos ( Fig. 16 ) por toda la zona periférica de la cuenca del Alto Amazonas sugiere que se debe procurar este centro de srcen en el Amazonas Central, próximo a la conuencia del Alto Amazonas, del río Negro y del Madeira. Las evidencias cerámicas indican un patrón de movimientos poblacionales semejante a aquél que es sugerido por la distribución de las ramas más divergentes de las lenguas Arawak. Es de mayor interés el hecho de que la cerámica Saladoide de las Antillas puede ser atribuida, sin ninguna duda, a los pueblos hablantes del Proto-Taíno, la familia no Maipurana más septentrional, mientras que poseemos fuertes motivos para creer que la tradición Nazaratequi correspondía a pueblos hablantes del Proto-Amuesha. En el Bajo Amazonas no se encontraron vestigios de esta cerámica carenada, lo que sugiere que en esa época no hubo migraciones aguas abajo por ese río. Aunque se sabe hoy que la cultura Ananatuba, la más antigua del Marajó, junto a la desembocadura del Amazonas, es bastante antigua, ésta es completamente distinta de cualquier de los complejos cerámicos que hemos venido tratando. El uso de decoración achurada zonal de líneas cruzadas en la cultura Ananatuba no se asemeja técnica o formalmente ni al Tutishcainyo Temprano ni al Río Guapo.
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CAPÍTULO VI
Los pueblos Barrancoides y sus migraciones as cerámicas pertenecientes a la tradición Barrancoide tienen una distribución notablemente amplia en América del Sur, y siguen un patrón estilístico tan característico que se tornan fácilmente reconocibles donde se las encuentren. Fueron las semejanzas evidentes entre la cerámica de Hupa-Iya, de la cuenca del Ucayali, y la de Los Barrancos, en el Bajo Orinoco, que me llevaron por primera vez a pensar sobre el problema de los movimientos poblacionales en las llanuras tropicales de América del Sur.
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EL BARRANCOIDE SEPTENTRIONAL
La tradición Barrancoide, también conocida como tradición Inciso-Modelado, fue identicada por primera vez en la llanura inundable del Bajo Orinoco, y los ejemplares más copiosamente ilustrados de esta cerámica se encuentran incluso en Venezuela y en la Guyana. Los primeros pobladores agrícolas que se jaron en la llanura inundable del Bajo Orinoco correspondían a los pueblos productores de cerámica del estilo Saladero, tratados en el capítulo anterior. Por alrededor de 700 a.C. a 800 años a.C. la población Saladero fue obligada a desplazarse debido a la llegada de una oleada de inmigrantes que fabricaban una cerámica de aspecto totalmente diferente. Aparentemente los recién llegados eran más numerosos que el pueblo Saladero y tenían un patrón de asentamiento distinto. Mientras que los basurales del pueblo Saladero se concentraban en montículos de reducida extensión, los invasores, productores de la cerámica del estilo Barrancas, dejaron densas capas continuas de desechos cubriendo extensas áreas en la orilla del río. Los depósitos de los asentamientos Barrancas contenían una cantidad enorme de cerámicas y gran parte de las vasijas 147
El Alo Amazonas
eran ricamente decoradas. Las incisiones de líneas anchas aplicadas en supercies alisadas y pulidas se combinaban con la decoración en alto relieve mediante el uso de decoración aplicada y modelada en los laterales de los envases. La decoración aplicada era más por lo general geométrica, especialmente en la forma de alto relieves redondeados o pequeñas esferas (Fig. 17 a) usadas para enfatizar ciertos puntos claves de un motivo; pero muchas veces la decoración modelada y aplicada se combinaban para transformar la vasija entera en una egie antropomórca o zoomórca. Los motivos decorativos Barrancas, cuando no procuran ser gu rativos, son relativamente simples, consistiendo en líneas espaciadas dispuestas en curvas y espirales uniformemente paralelas. Muchas veces la decoración se constituye únicamente por dos líneas paralelas en la parte superior de un largo reborde labial, bastante semejante a los rebordes de las vasijas del Tutishcainyo Temprano. Estas líneas paralelas frecuentemente son interrumpidas por pequeñas esferas aplicadas (Fig. 17 a ) en los cuadrantes del envase. Las botellas de doble pico y puente tienen normalmente picos antropomórcos. Las fuentes, usadas para la elaboración del pan y la harina de yuca constituyen una parte relevante de los restos cerámicos, al igual que los gruesos fragmentos de grandes urnas para fermentación. Las dimensiones y duración de los asentamientos Barrancas, así como la elaboración estética de la cerámica, atestiguan la existencia de una base económica sólida y de complejos patrones de orientación social y económica, necesarios para dotar de estabilidad comunidades tan vastas. Una vez jados en las ricas tierras aluviales del Bajo Orinoco, los pueblos Barrancas se desarrollaron durante más de 1000 años. El estilo cerámico evolucionó gradualmente en la medida en que las líneas incisas se tornaron cada vez menos espaciadas y los esquemas decorativos más complejos. El uso de pequeñas esferas aplicadas con punteados centrales aumentó, y los continuos rebordes labiales con decoraciones simples se transformaron en tiras asimétricas discontinuas con diseños complejos (Fig. 17 e, f). Esta fase tardía de la evolución estilística se designa como “Los Barrancos”.
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Los pueblos Barrancoides y sus migraciones
Fig. 17. Fragmenos cerámicos de la radición Barrancoide de Venezuela, Guyana, y de la cuenca amazónica; odos muesran una combinación de decoración modelada e incisiones en línea ancha. Esilo Barrancas, siio Saladero, Bajo Orinoco, Venezuela, a-b; Esilo Los Barrancos, en las aueras de Barranca, Bajo Orinoco, Venezuela, e-; ase Mabaruma Temprano, noroese de la cosa venezolana, g-i; Sanarém, desembocadura del río Tapajós, Bajo Amazonas, j-l; Oriximiná, desembocadura del río Trombeas, Amazonas Cenral, m-o; siio Mangueira, río Japurá, cuenca del Alo Amazonas, p; siio Mangueiras (posiblemene el mismo siio que Mangueira), río Japurá, cuenca del Alo Amazonas, q-s; Manacapurú, curso principal del Alo Amazonas, ; siio Mamiá, cerca a Coarí en el curso principal del Alo Amazonas, u-v.
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El Alo Amazonas
La ocupación del Bajo Orinoco no fue de forma alguna el n de las expansiones territoriales de los pueblos Barrancoides. Antes de que el estilo Barrancas comenzara a desarrollarse en el estilo “Los Barrancos”, ya se estaban dispersando colonias a partir de los asentamientos del Bajo Orinoco. Una oleada se dispersó en dirección este, a lo largo de la costa de la Guyana, resultando en el Mabaruma Temprano del noreste de la Guyana (Fig. 17 c, d). Un pueblo que correspondía a un complejo cerámico derivado de Barrancas se expandió para el occidente en la dirección de la costa en El Palito, donde se encuentran grandes depósitos con alto contenido de fragmentos cerámicos. El Palito ( Fig. 17 g-i ) conservó más elementos de la complejidad de Barrancas que el Mabaruma Temprano, y las botellas de doble pico y puente eran comunes. Un poco más tarde, un estilo cerámico Barrancoide se expandió hacia Trinidad. Esta última expansión se relaciona más a Los Barrancos que a Barrancas. Las vías de migración y el patrón de distribución de los pueblos Barrancoides de las Antillas, de Venezuela y de Guyana son un fuerte indicativo de que ellos fueron los invasores que introdujeron el grupo lingüístico MaipureArawak en estas regiones. Es evidente, por lo tanto, que los pueblos Barrancoides aparecieron como invasores en el Bajo Orinoco y que su tradición cultural no se formó allí. Barrancas es el estilo más antiguo dentro del ramo septentrional de la tradición Barrancoide y es el antepasado de todos los demás estilos localizados en Venezuela, en las Guyanas y en las Antillas. A n de de terminar cuando fue que la invasión de pueblos Barrancas penetró en el Bajo Orinoco y de qué tradición cerámica derivó el complejo Barrancas, debemos investigar complejos especícamente semejantes a Barrancas, y no complejos que presenten similitudes generales con los componentes posteriores de la tradición Barrancoide. No hay dudas de que la costa de Guyana y las Antillas puedan ser inmediatamente excluidas. Me parece improbable la hipótesis de una derivación venida desde el occidente, sea a lo largo de la costa caribeña, sea a lo largo de los Andes venezolanos. Debemos recordar que la migración de un pueblo agrícola y portador de cerámica a lo largo de la costa caribeña de Venezuela es improbable, puesto que en esa época la costa de Vene150
Los pueblos Barrancoides y sus migraciones
zuela continuaba siendo ocupada por pueblos dotados de una economía arcaica y sin industria cerámica. Como el norte, el este y el oeste están excluidos como posibles puntos de partida del pueblo Barrancas, debemos orientarnos hacia el sur y concluir que los portadores del estilo Barrancas descendieron del Orinoco y tuvieron sus más remotos orígenes en el Alto Orinoco, en el río Negro o en la cuenca del Amazonas. HUPA - IYA
Alrededor del año 200 a.C. llegó al Ucayali Central un nuevo grupo poblacional que obligó a los habitantes anteriores a desplazarse. Estos invasores traían consigo un estilo cerámico Barrancoide designado “Hupa-Iya”. No hay dudas que los pueblos Hupa-Iya fueron invasores, puesto que su estilo cerámico no presenta ninguna característica que indique continuidad con el estilo cerámico anterior, el Shakimu Tardío. Hay una nueva gama de formas de vasijas y los motivos y la organización de los espacios decorativos son completamente diferentes. La invasión Hupa-Iya provino desde aguas abajo del Ucayali, y en última instancia, del Amazonas Central. Las sierras del Perú, Ecuador y Colombia son sucientemente conocidas, de modo que se las puede excluir como posibles lugares de srcen del estilo Barrancoide. Aunque varios cientos de años más tardíamente, la llegada de pueblos Hupa-Iya al Ucayali Central es un fenómeno demográco idéntico a aquél que forzó a los pueblos Barrancas a desplazarse hacia el Bajo Orinoco. Las características Barrancoides del complejo Hupa-Iya pueden ser resumidas en pocas palabras. Las formas más comunes son los cuencos hemisféricos o levemente contraídos, con caras externas eventualmente convexas (Fig. 18 a-d). Generalmente, estos cuencos tienen apéndices horizontales debajo del borde. Los apéndices son decorados en la supercie superior con una combinación de incisión y esferas aplicadas ( Fig. 18 b ), y se asemejan mucho a los apéndices de Los Barrancos, aunque los ejemplares de Hupa-Iya sean menos elaborados. El campo decorativo ocupa la parte inferior de la vasija y es delimitado por una línea horizontal a cerca de 2 centímetros debajo del borde ( Fig. 18 a-c). 151
El Alo Amazonas
Fig. 18. Formas de vasijas y decoraciones de líneas anchas ípicas del complejo Hupa-Iya.
La incisión en líneas anchas de Hupa-Iya se dispone en diseños espiralados simples (Foto 28), típicos de otros complejos Barrancoides. Las asas verticales y decoradas (Fig. 18 j ) frecuentes en Hupa-Iya, son también una característica invariable de los complejos Barrancoides a partir del período de Barrancas. La modicación de las vasijas en formas zoomórcas, el uso de tiras aplicadas para indicar los miembros de las aves y otros animales, así como la jación de adornos zoomórcos (Foto 30) en los bordes de los cuencos, todo esto está presente en Hupa-Iya, y no son de ningún 152
Los pueblos Barrancoides y sus migraciones
modo elementos raros. Mucho más del 50% de la cerámica de Hupa-Iya presentaba algún tipo de decoración incisa, o incisa modelada. La frecuencia de la forma del envase recipiente (Fig. 18 k, l) lleva a pensar que la yuca amarga era un cultivo básico y que era procesada para obtenerse el pan y la harina. Platos circulares de dimensiones pequeñas a medianas (Fig. 18 g, h ) parecen haber servido como comales. Hay pocas evidencias relativas a la extensión, distribución física y densidad demográca de los poblados más antiguos del bosque tropical junto al Ucayali Central, puesto que los depósitos arqueológicos fueron erosionados o constituyen apenas fracciones de su extensión srcinal. Para las ocupaciones Hupa-Iya, disponemos de más información. En el sitio Hupa-Iya, UCA-2, fue localizada una capa constituida por densos estratos en una extensión de 600 m a lo largo de la margen del acantilado, alcanzando muchas veces una profundidad de 70 cm. En base a observaciones realizadas en la moderna comunidad Shipibo que cubre parte de la misma área, en cuanto al volumen del depósito que ella está produciendo, se estima que el estrato Hupa-Iya corresponde a una comunidad con 500 a 1000 personas en un período de doscientos años. Aunque no disponemos de plantas de viviendas, podemos hacer algunas suposiciones acerca de la arquitectura Hupa-Iya. El enorme volumen de restos de arcilla parcialmente cocida característico de los depósitos de la tradición Tutishcainyo no se verica en los basurales Hupa-Iya. Su desaparición lleva a pensar que pasaron a adaptar viviendas sin paredes y con pisos de tierra, como las viviendas de los Shipibo modernos. Aparecen por primera vez grandes cantidades de husos cerámicos para hilar, muy bien elaborados Foto ( 29). Estos objetos proporcionan los ejemplos más completos de los motivos Hupa-Iya e indican la existencia de una industria textil oreciente. Parece probable que gran parte del tejido de algodón producido fuese usado como protección contra los mosquitos, tanto en forma de mosquitero como de prenda holgada de malla gruesa, la cushma, que es esencialmente un mosquitero transportable. La abundancia de husos sugiere que las cushmas Foto ( 59), y posiblemente también los mosquiteros jos, aparecen por primera vez en el Ucayali Central, permi tiendo la adopción de viviendas abiertas, más confortables y saludables. 153
El Alo Amazonas
La próspera y densa ocupación Hupa-Iya en el Ucayali Central tuvo un nal brusco con la invasión del pueblo portador de la industria cerámica del estilo Yarinacocha. Es dudoso que el contacto entre las dos etnias haya sido amigable. Por alrededor del año 100 d.C. los pueblos Barrancoides fueron eliminados del Ucayali Central. LOS ESTILOS BARRANCOIDES DEL AMAZONAS CENTRAL
Las circunstancias que envuelven la migración Barrancas hacia el Bajo Orinoco y la migración Hupa-Iya hacia el Ucayali Central sugieren que ambas tuvieron su srcen en la cuenca del Amazonas Central, y es en esa zona que debemos buscar los orígenes del estilo Barrancoide. Actualmente, no se conoce ningún estilo fechado con seguridad de una época sucientemente antigua para poder ser considerado como fuente del estilo Barrancas, pero existen en el Amazonas Central varios estilos con notorias anidades Barrancoides, y el reciente estudio de Hilbert proporcionó fechas para algunos de ellos. El sitio Jauarí, en la llanura inundable del Bajo Amazonas, es conocido a través de un pequeño conjunto de fragmentos. Hay adornos y apéndices decorados muy semejantes a los de Hupa-Iya, y las formas de las vasijas de Jauarí parecen ser básicamente del tipo Barrancoide. Muchos sitios arqueológicos cercanos a la desembocadura del río Tapajós que han proporcionado abundante cerámica post-colombina del estilo Santarém también presentaron, en menor número, ejemplares de un estilo muy diferente que debe ser anterior. La cerámica más antigua presenta adornos en la cara interna de los bordes, incisiones de líneas anchas y espaciadas y motivos simples en espiral ( Fig. 17 j-l), todos ellos claramente Barrancoides. Desde Santarém río arriba por el Amazonas, hasta cerca de la desembocadura del río Trombetas y del Jamundá, existe otro conjunto de sitios extensos y profundos que rindieron grandes cantidades de material cerámico de un estilo muy diferenciado que se designa por “Kondurí”. En algunos de los sitios donde se producía cerámica de estilo Kondurí también se presentó en menor cantidad un segundo estilo, el estilo Globular, 154
Los pueblos Barrancoides y sus migraciones
el cual es típicamente Barrancoide por su modelado, por su decoración aplicada y por sus motivos en espiral (Fig. 17 m-o). El estilo Itacoatiara fue recuperado en numerosos sitios a lo largo del río Amazonas, desde Itacoatiara hasta Manaos. Tal como lo denió Hil bert, se trata de un conjunto cerámico bastante heterogéneo, conteniendo ejemplares nítidamente muy tardíos. Con todo, gran parte del material Itacoatiara presenta adornos Barrancoides clásicos, formas de vasos y diseños en espiral Barrancoides, aunque con una cobertura de incisiones nas de un estilo distinto. Los dos análisis de C14 relativos a los materiales de Itacoatiara son compatibles con las nítidas anidades Barrancoides de este estilo, puesto que corresponden a 95 a.C. ± 150 y 86 d.C. ± 58 (P-372). La zona alrededor de Manacapurú, en el Alto Amazonas, poco arriba de Manaos, ofreció varios estilos cerámicos. Los materiales Guarita polícromos serán tratados más tarde, pero otros materiales presentan rebordes labiales incisos y complejos adornos con formatos Barrancoide. Las excavaciones estratigrácas de Hilbert realizadas en el sitio Manacapurú demostraron que las piezas con características más especícamente Ba rrancoide son encontradas en las capas inferiores. Las capas superiores están datadas de 425 d.C. ± 58 (P-406). El sitio Mangueiras, en el río Japurá, rindió grandes cantidades de cerámica de un estilo conocido por la designación de Japurá. La decoración incisa modelada de algunos cuencos (Fig. 17 p-s) es típicamente Barrancoide, pero tal como observaremos en el capítulo posterior, la decoración pintada ya está evolucionando hacia la tradición Polícroma. La fecha de 635 d.C. ± 59 (P-588) se encaja muy bien a la situación transicional que el estilo ocupa entre la tradición Barrancoide y la tradición Polícroma. La extensa distribución de los estilos Barrancoide a lo largo del Alto Amazonas, Amazonas Central y Bajo Amazonas no deja margen a dudas, y es casi seguro que el vínculo entre los estilos Barrancoide del Amazonas y del Orinoco se dio a través del río Negro y del canal de Casiquiare. Las cerámicas semejantes a Barrancas recogidas en el sitio Cotua, en el Alto Orinoco, son una prueba de que esta vía fue utilizada.
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El Alo Amazonas
NARANJAL Y LOS ASHÁNINKA MODERNOS
La súbita desaparición de las comunidades Hupa-Iya en la cuenca del Ucayali Central pone en cuestión el destino de ese pueblo tan numeroso. Las informaciones sobre las secuencias arqueológicas del Alto Pachitea y del valle del Huallaga son sucientemente completas, de manera que podemos excluir esas dos regiones como posibles áreas de refugio a las que el pueblo Hupa-Iya podría haber recurrido. Si el pueblo Hupa-Iya se hubiese retirado aguas arriba por el curso principal del Ucayali habría podido alcanzar en última instancia los valles del Bajo Urubamba, del Bajo Apurímac, o el Chanchamayo, la fértil cuenca drenada por el Perené. No se tiene conocimientos sobre la arqueología de las dos primeras regiones, pero se hizo algunas prospecciones en Chanchamayo. En la región de las ciudades de San Ramón y La Merced se identicaron dos complejos cerá micos distintos. Uno de ellos, caracterizado por una cerámica muy burda y con temperante de arena gruesa, fue encontrado en sitios situados bastante arriba del nivel del valle. El otro grupo de cerámicas fue encontrado en los fértiles depósitos aluviales adyacentes al río. El sitio Naranjal, PER-7, cubre un área de cerca de 700 m por 400 m, toda ella densamente cubierta por fragmentos cerámicos.
Fig. 19. Formas de vasijas e incisiones en líneas anchas, ípicas del complejo Naranjal. 156
Los pueblos Barrancoides y sus migraciones
La mayor parte de la cerámica es lisa; algunos fragmentos presentan el tipo de supercies alisadas o corrugadas que son característicos del complejo Cumancaya. El tipo de decoración más frecuente era una incisión larga regular, con una organización del diseño semejante al de Hupa-Iya. Existe una pequeña cantidad de decoración aplicada bajo la forma de tiras y esferas. Las vasijas decoradas son generalmente cuencos hemisféricos (Fig. 19 a, b ), mientras que la forma de envase recipiente (Fig. 19 c) es típica de la cerámica utilitaria. Podemos razonablemente estar seguros de que las cerámicas de Naranjal son productos de los Asháninka históricos. En la época de los primeros contactos con los españoles, la cuenca del Chanchamayo era ocupada por este numeroso y extendido grupo étnico. En el siglo XVII las numerosas comunidades asháninka se encontraban reestablecidas alrededor de una serie de misiones franciscanas. En los inicios del siglo XVIII, los Asháninka se rebelaron y, reunidos en torno del líder mesiánico Juan Santos Atahualpa, expulsaron totalmente a los españoles de Chanchamayo. Los Asháninka continuaron ocupando Chanchamayo hasta alrededor de 1870, cuando los colonos peruanos comenzaron a presionarlos a retroceder en dirección a las colinas, y así volvieron a apoderarse de esta rica zona agrícola. La cerámica de Naranjal constituye, de lejos, el estilo cerámico más común en Chanchamayo, y el sitio epónimo, PER-7, fue probablemente, en cierto momento, el emplazamiento de una misión franciscana. La cultura Naranjal se caracteriza por la presencia de hachas de piedra en forma de “T” con extremidades que se abren en campana, una forma típica que se encuentra en otras zonas dominadas recientemente por los Asháninka. La decoración incisa en líneas anchas de Naranjal sugiere sólidamente que el estilo que reinaba ente los siglos XV y XVII derivó directamente del Hupa-Iya, a través de 1500 años de gradual simplicación. Toda la discusión que hemos presentado corrobora la hipótesis que fueron los antepasados de los Asháninka modernos quienes trajeron la cultura Hupa-Iya Barrancoide para la cuenca del Ucayali. Tal como sucedió en el Orinoco, los posibles proveedores del estilo Barrancoide fueron los MaipureArawak, puesto que el Asháninka es una lengua típicamente maipurana. 157
El Alo Amazonas
Fig. 20. Formas de vasijas y decoraciones pinadas del complejo del Mone Velarde Inerior, Llanos de Mojos, Bolivia.
BOLIVIA ORIENTAL Y EL A
LTO XINGÚ
Es improbable que cualquiera de los estilos cerámicos provenientes de los llanos de Bolivia, hasta hoy conocidos daten de antes de los años 600 d.C a 700 d.C. Los dos complejos más antiguos, el proveniente del sitio Chimay, cerca al río Beni, y el que proviene del estrato inferior del Monte Velarde, cerca al río Mamoré, tienen en común un cierto número de características que sugieren que están emparentados entre sí y que ambos derivan en última instancia de la tradición Barrancoide. Chimay fue un extenso poblado que dejó una capa continua de residuos de 20 cm de espesor y de 300 m de extensión a lo largo de la orilla del río. Esta capa está hoy debajo de 1 metro de tierra aluvial estéril acumulada durante cerca de 1200 años o más, desde que el poblado fue abandonado. Estos depósitos estériles ofrecen una clara evidencia de la rápida acumulación en los llanos orientales de Bolivia, y explican el motivo de nuestro desconocimiento de los sitios realmente antiguos. El sitio Chimay fue puesto al descubierto solamente en la orilla del río. El modelado y la incisión son las únicas formas de decoración de la cerámica Chimay, y muchas veces toman la forma de adornos en la cara interna, representando animales. La utilización de esferas aplicadas es particularmente sugestiva en cuanto a una ascendencia Barrancoide de esteestilo. Las formas de las vasijas son semejantes a las de los estilos Barrancoides tardíos, pero tienen la particularidad de poseer cuatro pequeños pies, una característica que no se conoce en cualquier otro de los estilos Barrancoides. 158
Los pueblos Barrancoides y sus migraciones
Fig. 21. Fragmenos del complejo del Mone Velarde Inerior, mosrando las dos mayores radiciones decoraivas, pinura e inciso modelado, generalmene en la orma de adornos en la cara inerna. Una mano de morero de arcilla cocida es reraada en i.
En sus primeras excavaciones en Monte Velarde, Nordenskiöld demostró la existencia de dos estratos distintos y sobrepuestos con contenidos culturales diferentes. El complejo proveniente del nivel inferior, generalmente designado por Velarde Inferior, presenta una vasta gama de formas de vasijas (Fig. 20 d, e), algunas de las cuales remiten particu159
El Alo Amazonas
Fig. 22. Disribución de siios arqueológicos con cerámicas claramene de la radición Barrancoide.
larmente al Barrancoide. El Velarde Inferior tiene en común con Chimay los soportes tetrápodes y adornos antropomórcos y zoomórcos mo delados e incisos en la cara interna, pero además de estas características, presenta una vasta gama de pintura bícroma y polícroma. Los apéndices labiales y los adornos incisos y modelados (Fig. 21 b, e) pudieron perfectamente haber evolucionado desde antecedentes Barrancoides (Fig. 21 f, h ), pero el estilo pintado es claramente derivado de estilos srcinarios de las vertientes orientales de los Andes. Sabemos hoy que una tradición cerámica en que se destacan los motivos en espiral se formó en las vertientes de los Andes bolivianos, mucho antes de la difusión del estilo Tiahuanaco. Los motivos pintados de Velarde Inferior (Fig. 21 a-d) están relacionados con el estilo Yampara, que se mezcló con los motivos Tiahuanacos en Misque. Las fuentes andinas de la parte no Barrancoide del estilo Velarde Inferior presuponen una fecha aproximada de 600 d.C. a 700 años d.C. Los auentes del Alto Xingú que corren en la Meseta Brasileña irrigan una pequeña zona de tierra aluvial que sostiene algunos grupos de la cultura del bosque tropical que hasta recientemente estaban poco modicados por el contacto con la civilización occidental. Aunque hablando 160
Los pueblos Barrancoides y sus migraciones
diferentes lenguas, unos Maipure, otros Tupí, otros Caribe, otros incluso un idioma probablemente relacionado con el Gě, estos grupos aborígenes tienen una cultura material común y establecen intercasamientos. El tipo de comercio intercomunitario y de especialización artesanal, tan característica de la cultura del bosque tropical, se encuentra aquí plenamente desarollado, y son los pueblos hablantes del Maipure quienes producen las vasijas ceramicas. Muy características de esta cerámica maipurana moderna son los envases recipientes grandes y bajos, y cuencos en forma de egies animales, cuyas cabezas son adornos incisos modelados en la cara interna. La naturaleza del estilo cerámico moderno del Alto Xingú traído para esta zona por los pueblos de idioma Maipure indica un srcen remoto de la tradición Barrancoide en el Amazonas Central. RESUMEN
La distribución de los estilos cerámicos que son claramente de la tradición Barrancoide es amplia (Fig. 22 ). La cronología y distribución de estos estilos indican que son srcinarios del Amazonas Central, o tal vez de la red de vías uviales que une el río Negro con el río Orinoco; su difusión se dio sobretodo durante el primer milenio a.C. Las evidencias lingüísticas sugieren que las lenguas Maipure, del grupo Arawak, se dispersaron desde esta área en la misma época. Tanto en Venezuela como en el Perú oriental existen pruebas sucientemente dedignas de que los estilos Barrancoi des fueron introducidos por invasiones de pueblos de idiomas Maipure, y se presume que la mayor parte de los grupos de colonos que hablaban esta lengua llevaron con ellos los estilos cerámicos de la tradición Barrancoide. Incluso si esta hipótesis es valedera, no debemos esperar que todos los grupos de lengua Maipure sigan haciendo cerámica de estilo Barrancoide en la época de los primeros contactos con los europeos. En los dos milenios siguientes a la expansión de los Maipure, muchos de esos grupos habrían adoptado los estilos de sus vecinos, o lo habrían modi cado por un estilo propio, de manera que sus antecedentes Barrancoides ya no fuesen visibles.
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El Alo Amazonas
CAPÍTULO VII
Los pueblos desplazados as evidencias relativas a pueblos cazadores y recolectores en la cuenca amazónica precedentes a la expansión de los agricultores del bosque tropical son escasas. La densa vegetación de esta zona no es favorable a los pueblos que se basan en la caza. Las primeras oleadas expansionistas de los pueblos del bosque tropical pueden bien haber encontrado poca resistencia por parte de los pequeños grupos que vivían en esta región; frecuentemente ellos se instalaban en tierras anteriormente deshabitadas. Incluso las oleadas de expansión de culturas del bosque tropical más tardías, como las representadas por la tradición Tutishcainyo en la cuenca del Ucayali y por la tradición Barrancoide en el Orinoco, fueron capaces de desplazar a los anteriores ocupantes de las fértiles tierras aluviales de los centros de las presiones poblacionales, empujándolos hacia tierras jamás habitadas antes por agricultores. Los pueblos Saladoide del Orinoco fueron empujados primeramente hacia la costa de Venezuela, y en última instancia hacia las Antillas. Los pueblos de la tradición Nazaratequi fueron forzados a subir el Pachitea y a jarse en seguida en las relativamente buenas tierras agrícolas de las estribaciones de los Andes. Si el Alto Pachitea puede ser tomado como ejemplo de una típica extensión de las estribaciones andinas, concluiremos que estas regiones ya eran intensamente ocupadas por el año 1000 a.C. En el inicio de nuestra era, las tierras agrícolas más favorables de la cuenca amazónica ya estaban todas bajo cultivo. A medida que continuaba el aumento de las presiones poblacionales en el Amazonas Central, y con los mecanismos disponibles ya completamente agotadas, fueron necesarios nuevos desplazamientos de pueblos hacia las grandes extensiones de antiguas tierras aluviales relativamente infértiles, apartadas de los ríos principales. En esas zonas, la productividad agrícola era mucho menor. La pesca era poco productiva; y la depen-
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Los pueblos desplazados
dencia de los recursos de caza para compensar las deciencias proteicas de la dieta a base de raíces feculentas implicaba en asentamientos más reducidos, más dispersos y más móviles. Estudios detallados sobre los grupos que habitan actualmente estas zonas indican que es el rápido agotamiento de los recursos de caza, más que el empobrecimiento de los suelos, lo que los obliga a adoptar un modo de vida seminómade. Los grupos desplazados, aunque temporalmente, hacia los antiguos terrenos aluviales debieron haber perdido los aspectos más complejos de su vida social y religiosa, y dispondrían de mucho menos tiempo para dedicarse a las decoraciones cerámicas no funcionales. A medida que creció más agudamente la lucha por mantener o recuperar las limitadas zonas de llanura inundable, la guerra abierta se tornó la condición normal entre sociedades vecinas. Un gran dispendio de tiempo y energía era dedicado a la guerra, tanto por los “pobres” de las tierras aluviales como por los “ricos” de las llanuras inundables. Las batallas no se resolvían siempre a favor de uno de los lados, puesto que los pueblos más móviles del monte podían mantener incursiones de guerrilla permanentes contra sus enemigos sedentarios, y podían retirarse para la casi ilimitada selva si fuesen perseguidos por sus opositores, más numerosos y mejor organizados. Varias de las culturas conocidas del Ucayali Central y del Alto Pachitea parecen presentar los efectos degradantes de desplazamientos periódicos y del estado de guerra continua e irresoluble. YARINAC OCHA
Los pueblos Hupa-Iya del Ucayali Central fueron desplazados por un grupo que producía cerámica del estilo denominado “Yarinacocha”. La mayor comunidad Yarinacocha que se conoce es Colina de José, UCA-34, donde una capa continua de depósitos Yarinacocha con más de 30 cm de profundidad cubre un área con por lo menos 175 m de diámetro. Los depósitos Yarinacocha se sobreponen a una na capa de depósitos Hupa-Iya, la cual, a su vez, recubre el rico depósito cuyo contenido cerámico permitió la denición del Shakimu Temprano (ver capítulo V, subtítulo Shakimu). La fecha de 90 d.C. ± 110 (N - 313) corresponde a la ocupación Yarinacocha de este sitio. 163
El Alo Amazonas
Fig. 23. Vasijas ípicas del complejo Yarinacocha. Es ípica una coberura anaranjada aplicada sobre una superficie poco alisada e irregular. La orma del comal, represenada en i, es odavía uilizada en la región del Vaupés, del oriene de Colombia.
En comparación con el anterior dominio artístico y técnico característico de la cerámica Hupa-Iya, la cerámica Yarinacocha representa un enorme retroceso. La pasta es espesa y temperada con fragmentos cerámicos toscamente triturados. La na capa de arcilla diluida y aplicada sobre la supercie con el auxilio de un trapo mojado no disimula las muchas irregularidades que se conservan en la supercie de las vasijasFig. ( 23; Foto 31). Envases distorsionados y asimétricos al azar y rebordes cuyo perl se modica en cada zona del borde indican que las vasijas Yarinacocha eran manufacturadas con poco cuidado y dedicación, y que los patrones de ejecución eran poco rigurosos. Algunas de las formas de vasijas que pudieron ser establecidas (Fig. 23 a-c, h) recuerdan las del Shakimu Tardío, pero mientras aquella cerámica era cuidadosamente engobada, altamente pulida y bellamente decorada, ninguna de estas características estuvo presente en las formas de las vasijas Yarinacocha. La monotonía utilitaria de este estilo es mitigada apenas por raros ejemplos de engobe rojo sobre toda la supercie y por algunos fragmentos que presentan ligeros vestigios de diseños pintados con rojo y blanco o con negro, rojo y blanco. 164
Los pueblos desplazados
Las grandes fuentes de cerámica con bordes alzados ( Fig. 23 i ) son una forma totalmente nueva en la cuenca del Ucayali Central, e indican la importancia de la yuca amarga. Considerando las vastas zonas incógnitas aún existentes en la cuenca del Alto Amazonas, no podemos descartar la hipótesis de que el complejo Yarinacocha represente una invasión de pueblos provenientes de una región situada fuera de la cuenca del Ucayali Central. Me parece más probable que este pueblo represente los descendientes culturalmente degradados de los pueblos del Shakimu Tardío, que habrían sido expulsados de la llanura inundable por los invasores Hupa-Iyas. Un destierro de doscientos o trescientos años en los montes de los antiguos depósitos aluviales explicarían la total degradación de su tecnología cerámica y de su estilo artístico. Finalmente, estos pueblos habrían sido capaces de luchar por la reconquista de la llanura inundable, desplazando a sus antiguos enemigos, pero sin haber podido restablecer de inmediato su arte cerámico. PACACOCHA
Los pueblos de la cultura Yarinacocha no pudieron mantener su territorio de llanura inundable del río Ucayali por más de algunos cientos de años. Alrededor del año 400 d.C. a 500 d.C., otro grupo étnico, Pacacocha, portador de un complejo cerámico diferente pero igualmente común y corriente, los substituyó. El pueblo Pacacocha dominó la cuenca del Ucayali Central por aproximadamente 400 años, y en el decurso de este intervalo de tiempo, su tradición cerámica evolucionó en tres fases distintas: Pacacocha, Cashibocaño y Nueva Esperanza. Las formas de vasijas de Pacacocha son simples, predominando los envases globulares Fig. ( 24). La cerámica es mal cocida y las paredes no son bien alisadas. Algunas piezas presentan una cobertura total de engobe rojo, pero no existen otros tipos de modicación decora tiva de las supercies. La única ornamentación que se registra a parte de ésta son adornos en la cara interna (Fig. 24 d), tan estilizados y toscamente ejecutados que no es posible identicar el tipo de animal que se preten día representar. Recipientes con paredes laterales bajas ( Fig. 24 f ) indican 165
El Alo Amazonas
Fig. 24. Vasijas ípicas del complejo Pacacocha. Adornos ligeramene modelados y un engobe color rojo basane enue aplicado por odo el envase son los únicos raamienos decoraivos. Las grandes vasijas para ermenación, c, eran ambién usadas como urnas para inhumaciones secundarias.
que la yuca amarga continuaba siendo el principal cultivo. En esta época se tornaron comunes los soportes macizos de cerámica, con un cuerpo cilíndrico y extremidades expandidas (Foto 68), usados para sostener vasijas. Estos soportes son aún hoy utilizados en la cuenca del Ucayali. Eran comunes las grandes vasijas para fermentación ( Fig. 24 c), las cuales eran también utilizadas para las inhumaciones secundarias de esqueletos humanos desarticulados. 166
Los pueblos desplazados
El complejo Cashibocaño diere del complejo Pacacocha, sobretodo en cuanto a las formas de los bordes y al uso bastante frecuente de una la única de rugosidades marcadas con el pulgar debajo del borde. El complejo Nueva Esperanza es conocido a través de un único sitio, situado al noroeste de Yarinacocha. La cerámica tiende a ser más delgada y mejor hecha que la de Pacacocha. Los adornos siguen siendo frecuentes, y representaciones de cabezas de murciélagos (Fig. 25 ) fácilmente reconocibles son las más comunes. Las cerámicas alisadas y totalmente corrugadas son ahora hechas con cierta frecuencia, y esas características parecen haber sido difundidas por el pueblo Cumancaya, que ya entonces ocupaba la parte sur de la cuenca del Ucayali Central. Los vestigios dejados por la aldea Nueva Esperanza forman un gran círculo con más de 100 m de diámetro. La zona central del círculo casi no presenta la formación de depósitos de ocupación, al paso que en la periferia se tienen depósitos con una profundidad considerable. Tal patrón de distribución de desechos puede ser resultado de una única gran casa comunal rodeada por una plaza cuidadosamente barrida, o lo que es más probable, de la distribución circular de varias viviendas familiares alineadas alrededor de una plaza limpia. Este último tipo de plan aldeano, típico de las etnias del Alto Xingú y de los Gě y Bororos recientes, constituye invariablemente un modelo cognitivo de ciertas características de la estructura social comunitaria. Se tiene una fecha de 770 d.C. ± 105 (N-312) para la comunidad de Nueva Esperanza. Los habitantes de Nueva Esperanza fueron nalmente desplazados por el pueblo Cumancaya, que se dispersaban desde el sur. Su destino o relaciones con etnias sobrevivientes son desconocidos. Fig. 25. Adorno en la cara inerna represenando cabeza de murciélago, el cual consiuía la caracerísica más disiniva del complejo Nueva Esperanza.
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Fig. 26. Vasijas ípicas del complejo Enoqui. El comal, b, ue casi seguramene usado en el proceso de la yuca amarga, mienras que la orma e, ue usada probablemene para osar granos de maíz.
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Los pueblos desplazados
LOS ENOQUI Y LOS AMUESHA MODERNOS
Ya discutimos anteriormente la larga y próspera ocupación Nazaratequi en el Alto Pachitea. El dominio Nazaratequi de esta área fue temporalmente extinguido por la invasión de los pueblos Naneini, alrededor del año 650 d.C. Como la cerámica Naneini es muy similar a la de Cumancaya, se cree que la incursión de los Naneini correspondió a una rama de la oleada de pueblos de lengua Pano que alcanzaron toda la cuenca del Ucayali en esta época. El dominio Naneini del Alto Pachitea fue de corta duración, y la mayoría de los sitios de esta región presentan un estrato posterior constituido por los vestigios dejados por los pueblos del complejo Enoqui. Quedan pocas dudas de que el pueblo Enoqui era descendiente del Nazaratequi. Gran parte de las principales categorías de formas de vasijas (Fig. 26 ) se conservan aún, siguiendo igualmente la utilización tanto de engobes negros como rojos. Las vasijas carenadas (Fig. 26 a, c ) presentan típicamente engobe negro en el fondo y rojo en las paredes laterales. La decoración incisa se tornó poco común y de mala ejecución; la técnica más común de ornamentación consiste en simples muescas a lo largo de la cresta central de las vasijas carenadas (Fig. 26 a, c). Las fuentes para yuca (Fig. 26 b) son frecuentes, y un cuenco ancho ligeramente contraído (Fig.
26 e) sirvió probablemente para tostar maíz, indicando una importancia creciente de ese cultivo. Aunque el complejo Enoqui represente una continuación de la tradición Nazaratequi, la decoración es mucho más primitiva. Aparentemente, la invasión de los pueblos de lengua Pano tuvo un efecto perjudicial continuo sobre las sociedades del Alto Pachitea. El hecho de que el complejo Enoqui sea el más difundido y también el más tardío del área ocupada hasta hace poco por los Amuesha sugiere que los depósitos Enoqui pueden, con mucha probabilidad, ser atribuidos a los Amuesha post-colombinos e históricos. Es importante tener presente la continuidad de la tradición Nazaratequi hasta los modernos Amuesha al tratar de los movimientos poblacionales antiguos del Alto Amazonas.
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El Alo Amazonas
CAPÍTULO VIII
Oras invasiones en la cuenca del Ucayali nales del período precolombino, la cuenca del Ucayali Central fue arrastrada por dos nuevas oleadas migratorias. La primera probablemente vino desde el sur y trajo consigo la tradición cerámica Cumancaya. La segunda invasión precolombina se desplazó aguas arriba del curso principal del Amazonas, en tanto los Cocama y los Omagua, de lengua Tupí, conquistaban los territorios que venían ocupando en la época de los primeros contactos con los europeos.
A
CUMANCAYA
Hubo al menos dos ocupaciones anterioresa la Cumancaya, en la extensión de 1000 m del dique natural a lo largo de la margen noreste de la tipishca Cumancaya: la primera por los pueblos de cultura Shakimu Tardío, y la segunda por los pueblos de cultura Hupa-Iya. Las escasas excavaciones realizadas en este sitio en 1964 revelaron poco material cerámico correspondiente a estos dos componentes tempranos, en contraste con los abundantes fragmentos cerámicos dejados por el extenso asentamiento Cumancaya. La cerámica Cumancaya se distingue de la cerámica anterior del Ucayali Central por la variedad de modos de tratamiento de supercie. La más común de estas técnicas de manufactura semi decorativas era el corrugado (Fig. 27 e). Los sucesivos rollos de arcilla eran presionados entre el pulgar y el índice hasta hacerlos adherir entre sí para formar la vasija, y las impresiones del pulgar uniformemente distribuidas quedaban marcadas en la cara externa (Foto 35, 36). Cerca del veinte por ciento de la cerámica Cumancaya era acabada según este proceso. Una variante de la técnica del corrugado consistía en dejar los rollos de arcilla húmeda intactos en la cara externa, o marcarlos con un palo alado o con la punta del dedo Foto ( 75). Este 170
Oras invasiones en la cuenca delUcayali
Fig. 27. Vasijas del complejo Cumancaya provenienes del siio Cumancaya, UCA-22, y del enierro del complejo Cumancaya proveniene del siio Caimio, TAM-2. Posiblemene odas las cerámicas con incisiones en líneas finas,el ine b, c, i,deeran (rojocorrugadas, sobre marrón claro), pero lay mayoría de las piezas han perdido susbícromas superficies.zonales Cerámicas e, son comunes ocurren en un amplio rango de ormas.
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segundo tipo de supercie corrugada (Fig. 52 g, h ) era poco frecuente en el sitio Cumancaya, UCA-22, pero se fue tornando progresivamente más importante en una variedad de estilos tardíos de la tradición Cumancaya; esta técnica es todavía usada por los Shipibo modernos. Un segundo tipo de supercie texturizada se caracteriza por múltiples estrías paralelas (Foto 33). Los Isconahua contemporáneos hacen este tipo de cerámica (Foto 72), y la herramienta que ellos utilizan para decorar las paredes de los recipientes es la extremidad áspera de una semilla de palma partida. Es probable que toda la cerámica estriada de la tradición Cumancaya haya sido hecha con el uso del mismo tipo de instrumento. Era típica la decoración aplicada, generalmente en la forma de largas tiras con hendiduras en los bordes, y ocasionalmente se encuentran zonas de vasijas totalmente recubiertas con pequeñas esferas aplicadas (Fig. 27 h). Cerca del diez por ciento de la cerámica Cumancaya presenta una decoración más compleja y controlada. Elaborados motivos de grecas y escalones entrelazados eran ejecutados con incisión en líneas nas ( Fig. 27 b, c, i). A veces los motivos incisos se inscribían en una supercie sin ninguna otra decoración, pero ese estilo decorativo era más frecuentemente asociado a una pintura roja zonal (Fig. 29). La frecuencia con que este segundo caso se vericó en el sitio Cumancaya propiamente dicho es difícil de determinar, puesto que la supercie exterior de gran parte de las cerámicas se encuentra muy desgastada por la erosión. Cerca a Imariacocha, la sepultura de un importante personaje de la sociedad Cumancaya fue excavada en 1964. El cuerpo estaba cubierto por varias superposiciones de vasijas deliberadamente rotas, y la cerámica recogida en esta sepultura se encontraba en mejor estado de conservación que la proveniente del sitio 172
Oras invasiones en la cuenca delUcayali Fig. 28. Cuenco con pedesal, compoera, proveniene del enierro del complejo Cumancaya, en el siio Caimio, TAM-2. El exerior iene una decoración aplicada incisa, mienras que el inerior, b, presena pinura bícroma y geomérica, marrón oscuro sobre crema. La pinura de la superficie ue proegida por un recubrimieno de resina aplicada después de la cocción, una prácica odavía seguida por los Shipibo y Conibo modernos.
Cumancaya. Mucho más de la mitad de la cerámica con incisión na aquí recogida también tenía pintura zonal. El carbón recogido en el fondo del la sepultura ofreció un fechado de 810 d.C. ± 80 d.C. (Y-1545), el cual debe estar próximo al inicio de la ocupación Cumancaya en el Ucayali Central. Los adornos zoomórcos aparecen en un pequeño porcentaje de los envases Cumancaya. La mayor parte de ellos son tan estilizados que se reducen a una serie de pequeñas protuberancias cónicas Foto ( 32), aunque a veces se encuentre una identicablegura de sapo. Un fragmento proveniente del sitio Cumancaya presenta tenues vestigios decorativos sobre la forma de motivos punteados. Se hacían elegantes cuencos con pedestal, cuya supercie superior ostentaba una pintura color chocolate sobre fondo crema (Fig. 28), bastante diferente de la decoración roja zonal en cuanto al estilo. Algunos de los fragmentos pintados de color chocolate sobre fondo crema presentan vestigios del barniz resinoso aplicado después de la cocción, lo que es bastante típico de la cerámica de los Shipibo-Conibo modernos. Fig. 29. Típicos agmenos decorados provenienes del enierro Cumancaya en TAM-2, Caimio, mosrando moivos de grecas y escalones enrelazados. En el espécimen a el engobe rojo zonal es agregado a la incisión.
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En esta época, aparecen en el Ucayali Central coladores cerámicos (Foto 39), probablemente destinados a separar las materias brosas de la bebida fermentada de yuca, mientras que en Cumancaya surgen también manos de moler de arcilla (Foto 39), un elemento importante del complejo Velarde Inferior. La considerable discontinuidad entre la cerámica Cumancaya y cualquiera de las tradiciones cerámicas anteriores del Ucayali Central sugiere que la aparición del estilo Cumancaya es la manifestación tangible de una nueva oleada de colonos que se instaló en el área. Varias evidencias indican que los pueblos Cumancayas fueron los antepasados de los actuales grupos de lengua Pano centrados en el valle del Ucayali y en las zonas próximas de las cuencas del Jurúa y del Purús. La fecha de la invasión Cumancaya se encaja bien con la ligera diferenciación entre las varias lenguas Pano del norte. Es fácil demostrar cómo las industrias cerámicas de los grupos Pano que hoy habitan la cuenca del Ucayali pudieron haber derivado de la cerámica Cumancaya. Las etnias que habitaban las montañas, tales como los Amahuaca, los Remo, los Mayoruna y los Cashibo, utilizaban poco o nada el engobe o la decoración pintada aplicados antes de la cocción. Aunque variable de grupo en grupo, todas las formas de tratamiento usadas por ellos en su cerámica utilitaria tienen sus equivalentes en el complejo Cumancaya, y todas las categorías funcionales usadas por estos grupos Pano de regiones apartadas tienen antecedentes en la cerámica Cumancaya. Además, los motivos pintados o tejidos por los Cashinahuas, el grupo Pano apartado con el estilo artístico más elaborado, son similares a los diseños del estilo Cumancaya de color chocolate sobre fondo crema. La cerámica de los Pano ribereños, de los Shipibo y de los Conibo es más elaborada y se diferencia más de la de Cumancaya, sin embargo, son evidentes muchos elementos de continuidad. Todas las técnicas decorativas usadas en la cerámica utilitaria Shipibo-Conibo existen en la de Cumancaya. Los escalones de ángulo recto Fig. ( 29 a), el motivo Cumancaya más reproducido, se torna progresivamente más pequeño en los ejemplares más tardíos de la tradición Cumancaya Fig ( 53 a-c), habiendo así una continuidad completa de ese motivo, que es un elemento constante en el 174
Oras invasiones en la cuenca delUcayali
Fig. 30. Diseños pinados de los Mbayá-Caduveo del sur de Mao Grosso de Brasil. El espécimen a proviene de una piel de cordero pinada. El uso de grecas y escalones enrelazados es increíblemene similar al del complejo Cumancaya.
arte Shipibo-Conibo moderno (Foto 61). La cerámica Cumancaya carece de decoración pintada negra y roja sobre fondo blanco y la pintura blanca sobre fondo rojo, características de la cerámica Shipibo-Conibo moderna, pero la probable fuente de esos elementos estilísticos será tratada en un capítulo posterior. Es más difícil llegar a una conclusión en lo que respecta a los orígenes primordiales del estilo Cumancaya, puesto que cerámicas similares a éste tienen una vasta distribución a lo largo de la vertiente oriental de 175
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los Andes. Los diseños de la cerámica Cumancaya de pintura zonal roja son altamente diferenciados en cuanto a su compleja organización y su limitado repertorio de motivos (casi exclusivamente grecas y escalones entrelazados). El estilo artístico semejante al Cumancaya es encontrado en la cerámica, en las pinturas faciales y en las pinturas sobre cuero ( Fig. 30), hechas actualmente por los Mbayá Caduveo de Mato Grosso, en Brasil. Las semejanzas más notorias pueden ser vericadas a través de la compa ración entre los diseños Cumancaya y las pinturas sobre cuero hechas por esa etnia, que presentan más características tradicionales que su cerámica contemporánea. Si las semejanzas entre el arte Cumancaya y el arte de los Mbayá-Caduveos (Fig. 30) no son meramente accidentales, entonces los antepasados del pueblo Cumancaya deben forzosamente haber entrado en contacto con los antepasados de los Caduveo y de otras etnias Guaycuranas del Gran Chaco alrededor del año 300 d.C. a 400 d.C., antes de la migración de los pueblos Cumancaya para la cuenca del Ucayali. Desde que sugerí, con base en la lingüística, un centro Proto-Pano al este de Bolivia, debemos buscar en esa zona un estilo que pueda haber sido el antepasado tanto de Cumancaya como del Caduveo moderno. El estilo Mojocoya Trícromo es más común en las vertientes orientales de los Andes bolivianos, especícamente en el departamento de Chu quisaca, en la cabecera del río Pilcomayo. Con base en las investigaciones de Ryden y Walter, podemos demostrar que el estilo Mojocoya Trícromo estaba oreciendo antes de la dispersión del estilo Tiahuanaco desde la cuenca del Titicaca, y por lo tanto su cronología retrocede hasta el período de 300 d.C. a 400 años d.C. El estilo se caracteriza por diseños formados a partir de un repertorio limitado de motivos, constituido casi exclusivamente por grecas y escalones entrelazados (Fig. 31). Es importante notar que el río Pilcomayo es el mayor río del Gran Chaco, o sea, la principal vía de conexión de esta zona con las vertientes orientales de los Andes, y debemos recordar todavía que los Mbayá ocupaban antiguamente una posición central en el Gran Chaco y se desplazaron hacia Brasil recién en los tiempos históricos. Aunque excluyendo completamente las semejanzas estilísticas entre el Cumancaya y el Mojocoya Trícromo, existen otras razones para considerar 176
Oras invasiones en la cuenca delUcayali
Fig. 31. Diseños de vasijas del esilo Mojocoya Trícromo, más comunes en la cuenca superior del río Pilcomayo, deparameno de Chuquisaca, Bolivia. El esquema cromáico ípico es rojo oscuro y negro sobre un engobe rojo vivo o anaranjado. La organización de los diseños evidencia similiudes enre el complejo Cumancaya y el esilo arísico de los Mbayá-Caduveo modernos.
el oriente boliviano como lugar de srcen del estilo artístico Cumancaya. La cerámica corrugada es relativamente frecuente en esa zona. El complejo Río Palacios (Fig. 32) descrito por Nordenskiöld no sólo incluye la cerámica corrugada idéntica a la de Cumancaya, sino reproduce casi totalmente su variedad de formas de vasijas. La peculiar inexión en dirección a la base de las grandes urnas Cumancaya ( Fig. 27 c) es encontrada en los materiales de Río Palacios, así como en otros estilos cerámicos provenientes de sitios aun más al sur (Foto 36), como el estilo Candelario del noroeste de Argentina. Según mis conocimientos, estas características no aparecen al norte de la cuenca del Ucayali, ni en los Andes centrales o septentrionales. En el Alto Amazonas existen otros estilos que son aproximadamente de la misma época que el Cumancaya y que comparten algunas de sus características. La fase Tivacundo, que Evans y Meggers identicaron en el río Napo, tienen pintura roja zonal asociada a motivos en espiral que cargan cierta similitud con el Cumancaya, y los coladores en cerámica son 177
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Fig. 32. Cerámicas provenienes de inhumaciones en urnas, recuperadas juno al río Palacios en los llanos del surese de Bolivia. Los especímenes a y d-g son del siio 1, enierro 1; los especimenes b, c, del siio 2, enierro 5. En érminos de orma y ecnología, esas cerámicas muesran algunas similiudes con el complejo Cumancaya y con la cerámica moderna de los Pano del Ucayali. En cuano a las caegorías de ormas, comparidas por los grupos Pano peruanos, b y c son quëni aní, grandes urnas para hacer masao, d es un chomo, cánaro para agua, y e es un quënpo, azón para beber.
también frecuentes. Para estos materiales, se obtuvo la fecha de 510 d.C. ± 70 (SI-330). El Dr. Mejía describió recientemente una cerámica poco común proveniente del río Aspusana, que desemboca en el Huallaga a poca distancia de Tingo María. Una cabeza bien modelada (Foto 37) pareciera estar relacionada con los estilos Moche o Recuay de los Andes centrales, pero los fragmentos con pintura bícroma zonal (Fig. 38) encuentran sus paralelos más próximos en el complejo Cumancaya, aunque tecnológicamente sean mucho más nos que cualquier cerámica de la cuenca del Ucayali. El complejo Naneini del Alto Pachitea no tiene antecedentes en la tradición cerámica Nazaratequi más antigua, y fue introducido en esa región por un grupo invasor. Podemos postular que esos invasores hablaban Pano, puesto que la cerámica Naneini pertenece claramente a la tradición Cumancaya, presentando las mismas formas de vasijas, el mismo tipo de supercies corrugadas y alisadas, y diseños bícromos muy similaresFoto ( 178
Oras invasiones en la cuenca delUcayali
40). La fecha atribuida a los materiales Naneini es perfectamente compatible con su cercana relación con Cumancaya. Las anidades meridionales de la tradición Cumancaya, así como su probable correlación con la difusión de los pueblos de lenguas Pano ya fueron destacadas. Cabe señalar que algunas de las características de la tradición Cumancaya se encuentran difundidas por el norte de América del Sur. La decoración corrugada, así como las marcas del enrollado no alisadas muy semejantes a las de Cumancaya, son típicas de las cerámicas más tardías encontradas en el sitio colombiano San Agustín, en el complejo Guaribe de los llanos del Orinoco, en Venezuela, y en el complejo de Portacelli del istmo de la península de Guajiro, en Colombia. Todos estos materiales datan probablemente de los años 800 d.C. a 1200 d.C. Me resisto sugerir que la cultura Cumancaya per se o los pueblos de lenguas Pano se expandieron a lo largo de las estribaciones de los Andes hasta el mar caribeño. Sin embargo, la extensión de los contactos culturales a lo largo de las estribaciones de los Andes orientales parece haber sido bastante amplia alrededor de los nales del primer milenio d.C. CAIMITO , NAPO Y LA T RADICIÓN POLÍCROMA
Todas las evidencias sugieren que Imariacocha (Foto 5), el valle de relieve deprimido del río Tamaya, tuviese la más densa concentración poblacional de los tiempos precolombinos en la cuenca del Ucayali Central. Su complicada ribera tiene más de 150 km de extensión, y aún no fue completamente explorada, pero gran parte de las terrazas situadas en frente al eje principal del lago están cubiertas por una capa continua de estratos arqueológicos con 30 cm a 40 cm de profundidad. Podemos inferir que en las márgenes de la laguna había una población de varios miles de personas, y como la principal vía de comunicación era el lago, más que la tierra, el asentamiento Caimito puede ser mejor considerado como una gran comunidad volcada a una avenida acuática. La uniformidad de los vestigios cerámicos recogidos en todos los sitios ubicados en las márgenes del lago conrma la impresión de que existía una única comunidad homogénea. Las dos fechas de C14 datan alrededor del siglo XIV, entre 1320 d.C. ± 60 (Y-1544) y 1375 179
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Fig. 33. Formas de vasijas más comunes del complejo Caimio. Todas provienen de TAM -2, siio Caimio. La decoración incisa es ípicamene consiuida por un acanalado ancho y poco proundo con el ondo marcadamene esriado, en algunos casos acercándose a la incisión de doble línea ípica de la ase Napo de Ecuador. Las ormas ilusradas en b y h ecuenemene llevan decoración pinada negra y roja sobre ondo blanco, pero odavía no han sido enconrados ejemplares que conserven mayores áreas del diseño. La vasija ilusrada en e, conenía uos de palma carbonizados, los cuales daan de 1320± 60 d.C. (Y-1544). 180
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d.C. ± 105 (N-310), pero no se sabe si estas fechas abarcan todo el período de esta ocupación. El estilo cerámico Caimito es excepcionalmente complejo y variado. El gran repertorio de forma de vasijas ( Fig. 33) está apenas parcialmente ilustrado. Las típicas vasijas Caimito presentan una sección horizontal más cercana al cuadrangular que al circular. La incisión, que atestigua buen dominio en su manufactura y que presenta una gran variedad de motivos, es la forma de decoración más fácilmente observable. Las supercies con engobe fueron en muchos casos destruidas por la alternancia anual del suelo entre la extrema humedad y la extrema sequedad, pero muchos fragmentos presentan vestigios tenues de decoración pintada de negro y rojo sobre blanco, o blanco sobre rojo. En muy pocos casos se conservó la totalidad de la decoración. Las vasijas con decoración más elaborada (Fig. 34) correspondían a platos o cuencos cuadrangulares (Fig. 33 f, g). Los diseños del interior de estas vasijas asociaban la incisión en líneas anchas y la excisión en zonas reducidas, ambas anteriores a la aplicación del engobe blanco, la incisión en líneas nas sobre el engobe blanco, y la pintura roja y negra sobre engobe blanco, en muchos casos rellenando las incisiones en líneas anchasFig. ( 35). Se usa frecuentemente la decoración aplicada para representar rasgos de un Fig. 34. Plan de diseño de la superficie de una urna uneraria anropomórfica, del complejo de Caimio, siio Caimio, TAM-2. El cuerpo de la urna es cilíndrico, con los geniales represenados en alo relieve. Toda la superficie exerna esaba cubiera por una pinura negra sobre ondo blando. Colección del Museo Nacional de Anropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú.
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Fig. 35. Diseños incisos y excisos de res recipienes cuadrangulares, complejo Caimio, TAM-2, siio Caimio. La incisión esaba cubiera con engobe blanco. Se manienen enues razos de pinura roja y negra.
rostro humano (Foto 41, 42). Otros ejemplos de la escultura Caimito son menos estilizados. El no modelado del fragmento de una estatuilla femenina con engobe rojo y muy pulida (Fig. 36 a) proveniente de Caimito es poco común. Adornos con ingeniosas representaciones de las especies predominantes de fauna local,Figurinas como la anaconda y la ranas tortugaFoto b, c),a son másla frecuentes. de pequeñas ( (Fig. 43)36eran vecesbastante inclui-
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Fig.un36. Objeos La del figura emenina, a, esdecubiera con engobe rojocerámicos alamenediversos pulido,del concomplejo excepciónCaimio. de la zona pubis. Cabezas animales ingeniosamene moldeadas, como la anaconda, b, y la oruga, c, son comunes, pero odavía no se deerminó a que clase de vasijas esaban ligadas. Husos horadados, como e, son ambién ípicos de la ase Marajoara, de la desembocadura del Amazonas. La efigie de rana, d, es la base de un cuenco de pedesal. Todos los objeos, excepo d, esán en la colección Rober H. Lowie del Museum o Anhropology, de la Universiy o Caliornia, Berkeley.
das como ofrendas funerarias, y hay casos en que la base de un cuenco con pedestal tomaba la forma de una rana (Fig. 36 d). Los husos para hilar decorados son comunes, incluyendo ejemplares horadados (Fig. 36 e) cuyos paralelos más próximos son los husos del complejo Marajoara, en la desembocadura del Amazonas. Otras formas poco usuales, como las pequeñas botellas tetralobulares (Foto 44), también encuentran sus prototipos más próximos en las cerámicas Marajoara. El
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Fig. 37. Hacha de piedra andesia pulida del complejo Caimio, siio Junín Pablo, TAM-13.
tipo más común de hacha de canto trabajado Fig. ( 37) tiene un formato diferente de las anteriores hachas en “T”. La complejidad y el nivel artístico de las cerámicas Caimito son notables, pero más notable que el estilo en sí son las precisas semejanzas estilísticas que ligan el estilo Caimito con una amplia gama de otros estilos encontrados desde el río Napo, en Ecuador, hasta el río Gurupi, en la costa de Brasil, bastante más al este de la desembocadura del Amazonas. Todos los especialistas están de acuerdo en que estos paralelos estilísticos traducen las más cercanas relaciones históricas. Gracias principalmente al trabajo de Hilbert, se conocen muchos estilos existentes a lo largo del Amazonas brasileño que pertenecen a esta unidad estilística tan denida, designada por tradición Polícroma. El único punto controversial reside en la dirección en que se procesaron las migraciones que resultaron en la amplia dispersión de la tradición Polícroma. Meggers y Evans, así como Hilbert, deenden la hipótesis de que hubo una o más migraciones aguas abajo desde las regiones montañosas de Colombia. Por otro lado, vengo defendiendo con persistencia la opinión de que la cultura Marajoara se desenvolvió dentro de las llanuras tropicales de América del Sur, y que la presencia de estilos nítidamente relacionados con el Marajoara en el Alto Amazonas se debe a una migración aguas arriba, y los emigrantes en cuestión serían los antepasados de 184
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los Omagua y Cocama históricos. En el resto de este capítulo intentaremos evaluar las evidencias disponibles en función de esta discordancia básica. Me parece innecesario ilustrar extensivamente la identidad cercana entre la cerámica Caimito y la de la fase Napo (Fig. 38 ), del río Napo, en el oriente ecuatoriano. Las recientes publicaciones de Meggers, y de Evans y Meggers acompañan profusas ilustraciones de los materiales Napo. Los sitios de la fase Napo se asemejan a los sitios Caimito, de Imariacocha, por sus grandes dimensiones. En ambos casos se trataban claramente de comunidades numerosas. Las pruebas de C14 referentes a la fase Napo son de 1168 d.C. ± 53 (P-347) y de 1179 d.C. ± 51 d.C. (P-269) para el sitio Nueva Armenia (N-P-2), y de 1480 d.C. ± 180 (SI-299) para Nuevo Rocafuerte (N-P-3). Evans y Meggers preeren las dos primeras fechas y no toman en consideración la última, argumentando que como el primer explorador europeo de aquella región, Orellana, encontró esta extensión del río desierta en 1542, la región no pudo haber estado densamente ocupada 60 años antes. Por mi parte, creo que las tres fechas son correctas y que la ocupación Napo del segmento ecuatorial del río Napo y de sus auentes, el Aguarico y el Tiputini, perduró aproximadamente desde el 1100 d.C. hasta 1700 d.C. Examinaremos en primer lugar las evidencias referentes al estilo cerámico y a la distribución de los sitios arqueológicos que indican que las cerámicas Caimito y Napo son de hecho la herencia de los antepasados de los Cocama y Omagua históricos. En seguida, analizaremos las evidencias que sugieren que la compleja e históricamente delimitada tradición cerámica Polícroma de negro y rojo sobre blanco —incluyendo Napo, Caimito, Marajoara y un gran número de estilos entre ellos— de hecho se desenvuelve in situ en la cuenca amazónica Central y Bajo Amazonas. En términos únicamente lingüísticos, no quedan dudas de que el Cocama y el Omagua representan una migración tardía aguas arriba desde el Amazonas Central o Bajo Amazonas. Todas las otras lenguas Tupí anes están localizadas en esta región. En la época de los primeros contactos con los europeos, los Cocama dominaban la mitad inferior del Ucayali y eran numerosos, agresivos y políticamente unicados. Una rama un 185
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Fig. 38. Urna uneraria de la ase Napo, a, y res agmenos de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, provenienes de la Misión Franciscana de Sarayacu. Los agmenos son casi seguramene aribuibles a los Cocama. La escala se refiere sólo a los agmenos, debido a que el amaño preciso de la urna a que perenecieron es desconocido. Los agmenos son en negro y rojo sobre blanco. La urna es predominanemene en negro sobre blanco, pero probablemene iene dealles en color rojo que no
poco menos numerosa del Cocama, el Cocamilla, estaba situada en el Bajo Huallaga. Durante el mismo período, los Omagua dominaban toda la llanura inundable del Amazonas, desde la desembocadura del Napo hasta la desembocadura del Jurúa, y los primeros exploradores hicieron comentarios acerca de la gran densidad poblacional de los Omagua en toda esta zona. A este respecto Métraux escribió: “Cuando fueron descubiertos por primera vez, los Omagua estaban en plena expansión. Expediciones guerreras anuales navegaban por las numerosas vías acuáticas de la cuenca amazónica y penetraban regiones remotas para asaltar aldeas o para jarse como pequeñas tribus independientes. Los primeros misioneros encontraron colonias Omagua muy arriba del Napo, del Aguarico y del Quebeno. Aparia el Menor, que es mencionado por Car186
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pueden ser dierenciados del negro en la oograía disponible. El agmeno d indica que los grandes cuencos cuadrangulares elaboradamene decorados, an caracerísicas de la ase Napo y del complejo Caimio, esaban odavía en uso en el siglo XIX, cuando Sarayacu esaba floreciendo. Una comparación enre b, d y oos 69 y 70 sugiere una probable idenidad Cocama.
vajal como jefe del río Napo, puede bien haber sido un cacique Omagua. Tal como los Cocama, los Omagua parecen haber merecido el nombre de “Fenicios de América”, que les fue dado por Hervás (1800-1805).” Así, aunque la zona ecuatorial del Napo no estuviera ocupada en 1542, cuando fue cruzada por Orellana y por su cronista Carvajal, el Bajo Napo, en Perú, era dominado por los Omagua. El auente Aguarico pa rece ser tan rico en vestigios de la fase Napo como el propio río Napo. Durante gran parte del período histórico más antiguo, el Aguarico fue dominado por una rama de los Omagua, los Omagua-Yeté, que se mantuvieron independientes de los españoles. El patrón de migración bipolar necesario para alcanzar la distribución de la tradición estilística Napo-Caimito a lo largo de los cursos del Ucayali y del Napo, coincide exactamente con la migración bipolar aguas arriba de los Cocama y Omagua. 187
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Los primeros viajeros que atravesaron el territorio de los Omagua comentaron entusiastamente acerca de la belleza y complejidad de su cerámica. Simplemente no existe ningún otro estilo cerámico conocido proveniente de las orillas del Alto Amazonas que sea dotado de complejidad suciente para despertar de tal modo la admiración de los primeros exploradores europeos. Esas primeras descripciones deben corresponder a una variante del estilo Napo-Caimito. La comparación directa de los estilos Napo-Caimito con la cerámica producida por los Cocama históricos y modernos es un fuerte indicativo de la existencia de una continuidad directa. La cerámica Polícroma moderna de los Cocama diere de la cerámica Napo o Caimito, sobre todo debido a su menor número de formas de vasijas. Se perdieron las formas mayores y más complejas, pero alguna de las más típicas, como los platos cuadrangulares profusamente decorados, muy característicos tanto del Caimito como del Napo, sobrevivieron hasta el siglo XIX. Esta supervivencia es indicada por uno de los fragmentos polícromos del estilo Cocama (Fig. 38 d), recogido por Thomas Myers en el sitio correspondiente a la Misión de Sarayacu, de nales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. El esquema decorativo de los otros dos fragmentos de Sarayacu (Fig. 38 b, c) es muy semejante al de los estilos Napo y Caimito. Aún más sorprendentes son las reminiscencias Napo-Caimito en la cerámica Cocamilla de nales del siglo XIX, antes que los motivos orales de derivación europea, hoy tan comunes en la cerámica Cocama (Foto 69), tuvieran gran impacto en el tradicional estilo cerámico Cocama. Particularmente digno de mención es un motivo que representa una serpiente bicéfala en un cuenco pintado (Foto 70). Meggers presenta una ilustración de ese mismo motivo en un gran plato cuadrangular del estilo Napo (Ecuador, foto 75). La cerámica Cocama contemporánea utiliza motivos orales, pero estos motivos son organizados según los principios fundamentales de los estilos Napo y Caimito en cuanto al esquema decorativo y a la amplitud de la banda modular; y hasta una fecha tan tardía como 1964, yo observé en la comunidad Cocama de Yarinacocha la producción de cerámicas con motivos típicos Napo.
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Oras invasiones en la cuenca delUcayali
Dado que los Cocama y los Omagua sólo pudieron haber llegado a su hábitat histórico como consecuencia de migraciones masivas y continuas río arriba, debemos buscar río abajo en la cuenca del Amazonas los orígenes de la tradición Polícroma que une Napo y Caimito con una vasta gama de estilos ubicados mucho más al este, en la cuenca amazónica y más allá de esta. Hilbert sintetizó recientemente lo que se conoce acerca de la arqueología de la cuenca del Amazonas Central, organizando sus datos conforme a las principales oleadas migratorias desde los Andes hacia los bosques tropicales, tal como fue presumido por Meggers y Evans; sin embargo, es posible demostrar que los datos obtenidos en las excavaciones realizadas por el propio Hilbert refutan, en lugar de conrmar, la hipótesis de múl tiples migraciones con srcen en los Andes. Hilbert dene algunas fases cerámicas que él sitúa en el horizonte Polícromo. Mientras que todos estos complejos pertenecen claramente a una misma tradición estilística de duración cronológica considerable, hay claramente dos subtradiciones distintas representadas en esos materiales centro-amazónicos. Una de ellas, ejemplicada por las fases Guarita, Tefé y São Joaquím, se caracteriza por un conjunto simple de formas de vasijas y por la ausencia de urnas funerarias antropomórcas. El uso de cariapé.25 como temperante (ceniza silicosa) es muy típico. Podríamos designar este grupo por subtradición Guarita, dentro de la tradición Polícroma. La otra subtradición está mejor representada por la fase Pirapitanga, localizada cerca a la frontera entre Brasil y Perú. También se encuentran esas características en materiales recogidos en el famoso sitio Miracanguera y en colecciones provenientes de varios otros sitios del Amazonas Central que presentaron urnas funerarias antropomorfas. En cuanto a este segundo grupo, insisto en que se le debe agregar los materiales excisos asemejados a Napo, los cuales Hilbert arbitrariamente situó en la “fase” Itacoatiara. Este segundo grupo se caracteriza por un repertorio más complejo de formas de vasijas, incluyendo vasijas cuadrangulares y urnas funerarias antropomórcas. El temperante es variable, constituido en algunos casos por el cariapé y en otros por el cauixí (esqueletos silicosos de esponjas de
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agua dulce). Este segundo agrupamiento es probablemente mejor designado por subtradición Miracanguera, adoptando así el nombre del sitio en el cual estos materiales fueron identicados por primera vez. Las semejanzas entre la subtradición Guarita y los materiales NapoCaimito son vagas. Por otro lado, las semejanzas entre Napo-Caimito y la subtradición Miracanguera son claras y numerosas. Como era de esperar, la fase Pirapitinga, que es la más cercana geográcamente tanto de Napo como de Caimito, es también la más cercana estilísticamente. Con base en los materiales publicados por Hilbert, es fácil demostrar los orígenes de la subtradición Guarita. Hemos visto que durante los cinco primeros siglos d.C., los complejos cerámicos Barrancoide estaban muy difundidos en el Amazonas Central. La forma de vasija decorada más común era un cuenco hemisférico con reborde labial relativamente ancho, y en cuya supercie superior se concentraba generalmente la de coración. Fue a partir de esta herencia Barrancoide que se desenvolvió la tradición Guarita, sin discontinuidades signicativas y sin sufrir inuencias externas importantes. Las excavaciones realizadas por Hilbert en el sitio Manacapurú ofrecen más informaciones a este respecto. A lo largo de sus depósitos de 75 cm de espesor, desde el fondo hasta los niveles superiores, se nota una disminución de la presencia del modelado y de las incisiones en líneas anchas del estilo Barrancoide, un cambio gradual para el temperante cariapé, y el inicio de la pintura polícroma negra y roja sobre fondo blanco. Pero ¡no hay cambios importantes en las formas tradicionales de las vasijas! Las vasijas polícromas Guarita, especialmente las provenientes de Manacapurú, tienen típicamente su decoración polícroma en la supercie superior de sus anchos rebordes labiales, y los motivos en espiral de estas primeras vasijas polícromas Guarita son clásicamente Barrancoide en cuanto a su patrón. Los niveles superiores del sitio Manacapurú datan del siglo V, y no hay dudas de que la transición de la fase Manacapurú Barrancoide hacia la fase Guarita Polícroma ya estaba en marcha. La estratigrafía del sitio Caiambé presenta la misma transición gradual de temperante cauixí para el cariapé, sin grandes modicaciones, ya sea en la forma de las vasijas o en la gama de técnicas y de motivos decorativos. 190
Oras invasiones en la cuenca delUcayali
Ya mencionamos la estratigrafía del sitio Mangueiras, situado bastante más arriba en el río Japurá. De ahí, presentaba un complejo cerámico situado en un punto casi exactamente equidistante a la tradición Barrancoide y a la tradición Polícroma, según sus deniciones clásicas. Hilbert postula que el Japurá es una tradición cerámica completamente distinta de los otros estilos del Amazonas Central, representando una oleada migratoria separada, proveniente desde afuera de la cuenca amazónica. Esta posición se torna insostenible si se considera la cercana identidad entre las formas de vasijas, que se hace notable cuando se compara la cerámica Japurá con la secuencia cultural Manacapurú-Guarita del sitio Manacapurú, o con la Caiambé-Tefé del sitio Caiambé. Todos los tres grupos cerámicos pertenecen claramente a la misma tradición. Las evidencias de Hilbert indican que todas las características fundamentales de la subtradición Guarita ya estaban presentes en el Amazonas Central por lo menos desde 500 d.C. a 600 d.C. La formación de la tradición Guarita resulta de una evolución gradual a partir de los precedentes estilos Barrancoide, y no hay ningún motivo lógico para evocar una oleada migratoria separada. La subtradición Miracanguera es claramente un desarrollo paralelo, y no divergente, de la subtradición de Guarita. El hecho de que su estilo propio de urnas antropomorfas tenga estrechas anidades tanto con la variedad Pocaval del estilo Marajoara, en Marajó, como con el estilo Maracá, de la desembocadura del Amazonas, lleva a creer que esta subtradición se desenvolvió en algún punto de la llanura inundable del Bajo Amazonas. Fueron pueblos portadores de la subtradición Miracanguera los que se desplazaron hacia el Alto Amazonas, difundiendo los estilos Napo y Caimito y constituyendo nalmente los Omagua y Cocama históricos. Hemos visto que la arqueología del Ucayali Central y del río Napo se ajusta al presumido patrón de difusión de múltiples migraciones aguas arriba desde el Amazonas Central. Otra premisa inherente a nuestro modelo general de dinámica poblacional es que la llanura inundable del Amazonas Central fue durante mucho tiempo un área de gran densidad poblacional, en efecto superpoblada; y que constituyó la fuente, más que el receptáculo, de gran parte de los principales movimientos poblacionales. 191
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Fig.39. Cerámicas provenienes de inhumaciones en urnas, del complejo Mone Velarde Superior, a-c, y cerámica emparenada, del complejo Mone Hernmarck, d-, Llanos de Mojos, llanos bolivianos. El esquema cromáico de las piezas pinadas es ípicamene marrón muy oscuro sobre superficie marrón claro a crema; el rojo es ocasionalmene agregado como un ercer color. El énasis en moivos curvilíneos negaivos y la yuxaposición de ajas anchas y esrechas de pigmeno oscuros producen diseños marcadamene similares a los de Napo yCaimio (comparar con Fig. 35), aunque las ormas de vasijas sean compleamene dierenes.
Tal situación demográca habría tenido resultado en una tradición cultural continua y gradualmente en evolución. La evolución gradual y continua desde la tradición cerámica Barrancoide hacia Guarita se adapta perfectamente a esta premisa. Las tradiciones culturales exóticas, tales como los estilos Paredão y Miracanguera, llegaron posteriormente, tanto desde el noreste cuanto desde más abajo del curso principal del Amazonas. Hemos concentrado nuestra atención en el movimiento de la tradición Polícroma aguas arriba a lo largo de los ríos Ucayali y Napo. Las ur192
Oras invasiones en la cuenca delUcayali
nas pertenecientes a la tradición Miracanguera son también encontradas en áreas ubicadas aguas arriba del Jurúa, del Purús y del Madeira. Existe aún, en los Llanos de Mojos, un estilo cerámico que sugiere que pueblos portadores de cerámica de la tradición Polícroma penetraron en esa área. Mencionamos la cerámica vagamente Barrancoide proveniente del nivel inferior de Monte Velarde. Los niveles superiores de este sitio, así como otro importante monte de la misma región, el Monte Hernmarck, se caracterizan por un estilo cerámico completamente diferente que muestra semejanzas estilísticas con los varios complejos de la tradición Polícroma, tal como fue sugerido en primer lugar por Howard. El esquema cromático de la cerámica de Monte Velarde Superior y de Monte Hernmarck (Fig. 39 ), la utilización extensiva de los motivos curvilíneos abiertos, y la combinación de fajas anchas y estrechas pintadas son bastante sugestivas en el sentido de una anidad con el Amazonas Central. Mientras que el entierro primario era típico de los niveles inferiores de Monte Velarde, el entierro secundario en urnas profusamente decoradas ( Fig. 39 a ) era típico de Hernmarck y de Velarde Superior.
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CAPÍTULO IX
Los campos elevados a anteriormente referimos los efectos continuos de las presiones poblacionales en las limitadas extensiones de la llanura inundable ribereña de la cuenca amazónica. Mientras los pueblos del bosque tropical no trataron de aumentar su ecacia agrícola o aumentar articialmente la cantidad de terreno apropiado para su sistema agrícola, la guerra y la colonización de nuevas zonas constituyeron las únicas soluciones inmediatas para el problema de las crecientes presiones poblacionales. De hecho, la guerra y la colonización hacia afuera persistieron en un ritmo siempre creciente hasta la época de los primeros contactos con los europeos, pero desde mucho antes de 1500 los indígenas del bosque tropical también estaban buscando solucionar estos problemas mediante alteraciones deliberadas de su ambiente natural. En América del Sur tropical, las praderas anualmente sujetas a la inundación eran las más extensivamente requeridas para uso agrícola. Las evidencias más completas de que disponemos sobre la naturaleza y la extensión de esas tierras agrícolas articiales vienen de los Llanos de Mojos. Denevan registró gran número de aspectos topográcos de los Llanos de Mojos que son indubitablemente articiales y que sólo pueden haber sido usados para la agricultura. Él distingue tres tipos principales: grandes camellones o campos elevados con más de 300 m de largo y más de 27 m de ancho (Foto 45); camellones con más de 300 m de largo pero no más de 9 m de ancho (Foto 46); y camellones separados por zanjas cercanamente espaciadas. Denevan estimó que existen por lo menos 100000 campos elevados lineares ocupando un área de por lo menos 6000 hectáreas, y sugiere que en los Llanos de Mojos probablemente existen varias
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centenas de miles de campos de este tipo cubriendo un área de cerca de 20000 hectáreas. La forma de los camellones más largos, así como sus posiciones uno en relación a los otros, remiten a la conguración de las formaciones de restingas (ver capítulo II, subtítulo La red hidrográca de la cuenca del Amazonas) que existen en las llanuras inundables de los principales ríos. Tal como referimos anteriormente, las partes superiores de estas formaciones naturales fueron intensamente cultivadas por los grupos del bosque tropical. Aparentemente los campos drenados lineales de los Llanos de Mojos constituían una tentativa consciente y deliberada de expandir las condiciones ecológicas existentes en las limitadas áreas de llanuras inundables ribereñas. Los efectos agrícolamente benécos de los camellones se extienden mucho más allá del incremento de plantas cultivadas arriba del nivel de la inundación anual. Aunque los suelos de los Llanos de Mojos sean constituidos por depósitos aluviales recientes, tienen tendencia a formar estratos arcillosos, de manera que los suelos más fértiles se encuentran un poco más abajo de la supercie. Las extensas excavaciones de zanjas y la acumulación del material resultante de esa operación debieron haber traído a la supercie los suelos más fértiles. La manutención de estos campos en condiciones de máxima eciencia requeriría una limpieza periódica de las zanjas que los separaban; y el limo acumulado en el fondo de esas zanjas, con elevado contenido de materias orgánicas, sería depositado en el topo de esos campos, actuando como fertilizante. Las zanjas servirían para retener parte del agua cuando la inundación bajase, disminuyendo así la sequía durante la época de la vaciante. Denevan calcula que este sistema agrícola sostenía una población de medio millón de personas en los Llanos de Mojos, lo que constituye una densidad poblacional mucho más elevada que la normalmente estimada para las varias zonas de la América del Sur precolombina al este de los Andes. También constituye una densidad poblacional mucho más elevada que la que se sostiene actualmente en los Llanos de Mojos. Para ser eciente, el sistema de agricultura intensiva presente en los Llanos de Mojos exigía una abundante y permanente mano de obra, así 195
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Fig. 40. Exensiones de camellones agrícolas en América del Sur.
como una considerable coordinación. Las sociedades integradas en este sistema debían ser relativamente complejas, y las más antiguas descripciones fragmentarias de grupos, tales como los Mojos, indican grandes unidades socio-políticas, gobernantes con poder trasmitido hereditariamente y dotados de considerable autoridad, y un sacerdocio especializado. No ha sido posible aún relacionar a los constructores de estos campos elevados con algún complejo arqueológico en particular. No quedan dudas de que los camellones de los Llanos de Mojos son precolombinos, pero la fecha exacta del inicio de esas construcciones 196
Los campos elevados
sólo puede ser determinada mediante prospecciones y excavaciones más intensivas que las realizadas hasta el momento. Obras semejantes fueron identicadas en varias otras regiones de América del Sur ( Fig 40). Todas ellas se sitúan en terrenos periódicamente inundados, y todas ciertamente se destinaban a nes agrícolas. Las vastas zonas de camellones en la cuenca de Guayas, en Ecuador, están probablemente asociadas a la cultura Milagro, que es posterior a 500 d.C. Milagro se caracteriza por numerosos montículos habitacionales y funerarios, así como por los camellones. Muchos aspectos de la cultura Milagro, además de los montículos de habitación y los camellones, tienen más elementos en común con las culturas de la zona al este de los Andes que con las culturas del occidente de Ecuador. Las grandes urnas funerarias son típicas, y como señaló Estrada hace algún tiempo, el peculiar estilo de decoración aplicada que caracteriza a la cultura Milagro remite más a los estilos Santarém y Kondurí, del Bajo Amazonas, que a otros estilos de Ecuador. La densidad poblacional de la ocupación Milagro indica claramente que la introducción de campos elevados agrícolas permitió una enorme expansión demográca en la cuenca de Guayas, y la naturaleza diferenciada de la cultura Milagro sugiere que un reemplazo poblacional al menos parcial estuvo involucrado en el cambio del Tejár al posterior Milagro. No se puede descartar la hipótesis de una colonización voluntaria. Algún grupo de la zona al este de los Andes pudo haber tomado conocimiento del potencial agrícola de los terrenos alagados de Guayas una vez que fueran mejorados por medio de los camellones, y así se habría dispersado, reemplazando a la población anterior menos densa. Aparentemente todos los sistemas de camellones derivan de una fuente común, aunque todavía no se pueda especicar cuál es la zona en que se registran los ejemplos más antiguos. Una vez desarrollado este patrón, hay claras evidencias de que la extensión de tierra cultivada aumentó considerablemente. Es igualmente cierto que la adopción de este sistema agrícola, relativamente eciente, resultó en nuevos aumentos demográcos y en una nueva oleada de migraciones en búsqueda de otras regiones donde se pudiera aplicar. 197
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CAPÍTULO X
La expansión Caribe uera de la cuenca amazónica a expansión de los Caribes progresaba rápidamente en la época de los primeros contactos con los europeos, por lo que fue suciente mente bien relatada. A lo largo de la costa de la Guyana, en gran parte de las llanuras de Venezuela y de Colombia y hasta las Antillas Menores, los patrones sociales de los grupos indígenas estaban siendo desmantelados por la dominación y conquista Caribe. Hay pocas evidencias que permiten especular sobre la base económica que ocasionó la explosión demográca Caribe, aunque en Surinam y en el valle de San Jorge, en Colombia, la expansión Caribe pudo estar relacionada con la difusión de los sistemas agrícolas basados en los camellones. Conocemos mejor el mecanismo cultural que permitió a los Caribes dominar y destruir a sus vecinos. Los Caribes atribuían un valor extraordinario a la agresión interpersonal, a la guerra como medio de adquirir prestigio y a la idea de encarnar el “hombre real”, rasgos que son encontrados en los grupos sociales Caribe actuales. La expansión de los Caribes siguió un patrón especíco. No eran aldeas enteras o linajes las que invadían el territorio enemigo, sino incursiones de grupos de hombres jóvenes que atacaban a los pueblos vecinos. Todos los adultos del sexo masculino de las aldeas conquistadas eran asados y comidos, mientras que las mujeres más atrayentes eran tomadas como esposas. Como resultado de este tipo de substitución étnica parcial, no todos los aspectos de la cultura Caribe habrían sido diseminados con uniformidad y total comprensión. Si es correcto asumir que el estilo artístico y la tecnología cerámica correspondían al dominio femenino, sería lógico que estos patrones fuesen transmitidos de un modo confuso y mal compren-
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dido, puesto que habría pocas, o ninguna mujer debidamente habilitada para ejercer esa actividad lejos de la patria Caribe. Ya mencionamos anteriormente que la transmisión de las lenguas Caribe a partir de la segunda generación de estas colonias “Caribe” era muchas veces imperfecta o en efecto mínima. Teniendo en cuenta las condiciones descritas arriba, no sorprende que se hayan tenido considerables dicultades para denir los correlatos arqueológicos precisos de determinados movimientos de la expansión Caribe conocidos a través de las antiguas crónicas. Con todo, si abordamos estos problemas desde un punto de vista más amplio, la situación parece más asequible. Desde alrededor del año 500 d.C., y con una continuidad hasta la época de los primeros contactos con los europeos, ciertos rasgos estilísticos y tecnológicos se extienden gradualmente de adentro hacia afuera del cuadrante noreste de la cuenca amazónica, dirigiéndose hacia zonas adyacentes de América del Sur. Estos elementos son su cientemente coherentes para poder ser considerados como una tradición cerámica, pero se trata de una tradición que se cruza con varios otros horizontes y tradiciones identicadas por otros estudiosos de la historia cultural de América del Sur. En el plano tecnológico, el elemento más notable de esta tradición cerámica es el uso del cauixí como temperante. Su utilización estaba o bviamente circunscrita de acuerdo a la distribución de las esponjas de donde se extraía ese material. Estas no son encontradas en los auentes menores del Amazonas y del Orinoco. En cuanto al estilo artístico, esta amplia y variada tradición cerámica presentaba dos características principales. Una de ellas era la utilización de una incisión na y profunda, ejecutada con un punzón muy alado, bastante diferente de la decoración incisa ancha con fondo en forma de U, típica de todos los anteriores estilos Barrancoide. Este modo de incisión en líneas nas con fondo en forma de V formaba casi siempre diseños rectilíneos, que también contrastan con los motivos en espiral, curvilíneos y abiertos subyacentes a gran parte de la decoración Barrancoide. El motivo básico más común en todos los estilos de incisión en líneas nas es una faja continua de triángulos isósceles contiguos ( Fig. 41 ). La otra tendencia 199
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Fig. 41. Una serie de agmenos incisos y excisos que muesran la similiud en cuano a la organización de diseños en ajas enre un amplio rango de culuras precolombinas de la cuenca amazónica y áreas adyacenes: complejo Kondurí, desembocadura del río Trombeas, Amazonas Cenral, a-b; Mone Masicio, Llanos de Mojos, llanos de Bolivia, c-d; ase Iacoaiara, Amazonas Cenral, e; ase Nericagua, Alo Orinoco, Venezuela, ; esilo Arauquín, Bajo Río Arauca, Llanos de Orinoco, Venezuela, g-h; esilo Maraquero, Llanos de Orinoco, Venezuela, i-j; esilo Camoruco, medio Orinoco, Venezuela, k; esilo Aposadero, siio Aposadero, Bajo Orinoco, Venezuela, l-m; esilo Valencia, lagoexpandida, Valencia, incluyendo Venezuela, ejemplos n. La gama demosrada de ese ipo de diseño puede serde considerablemene de los esilos Quimbaya, Tairona, y Muisca, Colombia.
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Fig. 42. Selección de cerámicas con decoración aplicada, mosrando la similiud de écnicas y emas denro de una amplia área de la cuenca amazónica y áreas adyacenes en los iempos precolombinos. Esilo Sanarém, Sanarém, desembocadura del río Tapajós, Bajo Amazonas, a-b; esilo Kondurí, Faro, río Jamundá, Medio Amazonas, c; ase Corobal, río Venuari, sur de Venezuela, d-g; esilo Arauquín, siio Arauquín, Bajo río Arauca, Llanos de Orinoco, Venezuela, h-i; esilo Maraquero, siio Maraquero, Llanos de Orinoco, Venezuela, j-k; esilo Camoruco, Medio Orinoco, Venezuela l; ase Mabaruma ardía, noroese de Guyana, m; esilo Aposadero, siio Aposadero, Bajo Orinoco, Venezuela, n; esilo la Cabrera, niveles ineriores del siioincluyendo los Tamarindos, lago Valencia,como Venezuela, o-p. Esa gama puede ser considerablemene exendida esilos colombianos el Quimbaya, río de la Miel, y la Mesa, y la ase el Milagro de la cuenca de Guayas en Ecuador.
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artística es la utilización frecuente de decoración aplicada. Adornos zoomórcos y motivos abstractos son obtenidos por la aplicación de tiras delgadas de arcilla húmeda en combinación con una gran cantidad de protuberancias esféricas (Fig. 42 ). El efecto nal puede ser comparado al producido por una jeringa de pastelería para la cobertura de tortas. El tema representado en este singular estilo de escultura aplicada es variable. Figuras de serpientes, monos, caimanes y jaguares abundan en varias formas cerámicas; las guras humanas no son infrecuentes (Fig. 42 b, c, f, h, k-n). Las composiciones abstractas formadas por secuencias de círculos son muy comunes, pero más que cualquier otro elemento, las guras de sapos (Fig. 42 a, d, e, o ) son predominantes en la iconografía de esta tradición de representación plástica. Entre todos los estilos cerámicos que presentan las características referidas, el más famoso y complejo es el Santarém, del Bajo Amazonas. Este estilo corresponde casi seguramente a la cerámica de la nación Tapajós histórica, una de las unidades políticas más amplias y bien organizadas de la cuenca amazónica. La multiplicidad de elementos acoplados en el estilo Santarém y su disposición barroca enmascaran hasta cierto punto la naturaleza de sus motivos básicos, pero cuando se analizan esas composiciones en términos de sus elementos constituyentes, las anidades con esa tradición se hacen claras (Fig. 42 a, b ). La cantidad de otros estilos ligados a la tradición de incisión de líneas nas es tan grande que el espacio que disponemos es insuciente para hacer mucho más que indicarlos en un mapa ( Fig. 43 ). En el Amazonas Central, alrededor de Manaos, estas tendencias son mejor representadas por la fase Paredão, denida recientemente por Hilbert. Para la comprensión de la historia de esta tradición estilística de incisión en líneas nas, la fase Itacoatiara es la más interesante, puesto que es ahí que aparece la incisión na angular superpuesta a la decoración típicamente Barrancoide (Fig. 41 e). Los diseños y la incisión en líneas nas presentes en algunas de las cerámicas de la fase Jauarí son los más antiguos ejemplos de este tipo de ornamentación conocidos en las llanuras de América del Sur, sugiriendo que éstos se formaron en primer lugar en la margen norte del Amazonas Central y Bajo Amazonas. 202
La expansión Caribe uera de la cuenca amazónica
Fig. 43. Siios ardíos ubicados en el inerior y alrededores de la cuenca amazónica, caracerizados por la presencia de vasijas con incisiones riangulares en líneas finas y/o compleja decoración aplicada de iras.
Los estilos cerámicos pertenecientes a la tradición general que hemos venido tratando abarcan un área que se extiende considerablemente hacia el occidente, más allá de las cuencas del Amazonas y del Orinoco. Hay varios estilos de urnas funerarias en las llanuras de Colombia que presentan gran parte de las características de esta tradición. Uno de ellos, río de la Miel, ocurre por el Medio Magdalena, relativamente cerca a la cuenca de San Jorge, la más amplia región de camellones de Colombia. Los elementos modelados e incisos del estilo cerámico Chibcha también están 203
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relacionados a esta tradición. Tal como ya referimos, el segmento inciso modelado de la cerámica Milagro (la cultura del período precolombino a post-colombino en la cuenca de Guayas de Ecuador) pertenece igualmente a esta tradición. No pretendo armar que todos los estilos de incisión en líneas nas que referí fueron obra de grupos Caribe, o que todos los grupos Caribe, como los descritos en la época de los contactos con los europeos, produjeron cerámicas que podrían ser acondicionadas en la vasta tradición estilística esbozada líneas arriba. No obstante, la cronología, así como la dirección de la expansión de esta tradición estilística, en términos generales coincide extraordinariamente bien con la conocida expansión Caribe. Muchos antropólogos, y en especial Paul Rivet, sospecharon que los estilos bastante toscos de urnas funerarias de la llanura de Colombia constituían vestigios de invasores Caribe. En Venezuela y en Guyana la distribución de los estilos Guarguapo, Apostadero y Mabaruma Tardío, correspondientes al período precolombino y post-colombino, corresponde perfectamente a la expansión Caribe en esta zona, a expensas de sus vecinos Arawak.
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CAPÍTULO XI
Las errazas y las verienes orienales de los Andes e ha dedicado mucho menos atención a la historia y extensión de las terrazas de los Andes centrales que al desarrollo de irrigación por canales, pero el primer tipo de sistema agrícola debe ciertamente haber tenido un papel más importante en la determinación del patrón de distribución poblacional en la época de los primeros contactos con los europeos. Como ya indicamos anteriormente, las vertientes más orientales de los Andes tienen un potencial agrícola bastante elevado. El principal problema consistía en retener el suelo en las pendientes empinadas una vez que la densa ceja de selva fuese eliminada. Para eso, la adopción de algún tipo de aterrazamiento o semiaterrazamiento era fundamental. El cambio de una agricultura de llanura hacia una agricultura de pendiente empinada es tan brusco que puede llevar a una completa reorganización de las comunidades agrícolas. Mediante prospecciones minuciosas en varias cuencas altas de los Andes centrales, podríamos estar aptos a trazar la expansión de las comunidades agrícolas desde su lugar de origen, adyacente a los primeros terrenos agrícolas del fondo de los valles, hasta puntos cada vez más elevados de las laderas de los valles, y de ahí hasta las vertientes orientales de los Andes, que descienden hasta la selva. Un acercamiento a ese tipo de información detallada sólo se tiene para el valle de Huánuco. La ocupación agrícola de este valle tuvo sus inicios antes del año 2000 a.C., con las principales poblaciones, como Kotosh, ubicada cerca a las limitadas áreas de llanura auto-irrigada. A partir de esta época los vestigios arqueológicos indican un desenvolvimiento continuo de un único grupo étnico hasta los inicios de la Era Cristiana, con las actividades agrícolas concentradas en el fondo de los valles.
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Fig. 44. Vasijas provenienes de siios ubicados a lo largo de los cerros y de las laderas orienales de los Andes peruanos y bolivianos; componene ardío en Marka Huamuchuco, Huamuchuco, Perú, cerámica burda marrón con decoración aplicada y puneado hecho con una lengüea, a; esilo Tanamayo, región Tanamayo, Perú, cerámica marrón plana, b; Tarmaambo, cuenca de Tarma, Perú, pinura rojo oscuro sobre superficie marrón claro sin engobe, c; pinura blanca sobre superficie marrón claro sin engobe, d; cueva cemenerio T-9a, cuenca de Tarma, Perú, decoración aplicada superficie áspera engobe orienal rojo, , Higueras Rojo,bolivianos componene de Koosh, desobre Huánuco, Perú, g,-h,con j; veriene de los Andes del Higueras ese del lago Tiicaca,valle siio Markopaa, sepulcro 2, i, siio Chulpani, sepulcro 2, e.
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Las errazas y las verienes orienales de los Andes
En algún momento entre 100 a.C. y 600 d.C. hay un cambio total en la tradición cerámica, lo que indica una completa substitución poblacional, y los fondos de los valles pasaron a tener una ocupación mucho menos densa, o a ser usados sobretodo como cementerios. La exótica cerámica Higueras es tosca, poco alisada y raramente decorada. Las supercies son típicamente recubiertas por un engobe rojo delgado e irregular; la decoración, cuando existe, toma la forma de tiras de arcilla aplicadas de modo descuidado, o de modelados toscos representando guras humanas o animales (Fig. 44 g, h, j ). Desde la llegada de la cerámica Higueras hasta la conquista española, los grandes poblados tienden cada vez más a establecerse en los elevados cerros que rodean el valle de Huánuco, con altitudes que varían entre 3700 m y 4000 m. Vastas áreas de tierras agrícolas semiaterrazadas fueron abiertas en las laderas inmediatamente abajo de estos poblados forti cadas y fácilmente defendibles. La cerámica introducida por el pueblo Higueras se mantiene en la tradición burda y en gran parte no decorada. Los recientes estudios de Murra y Thompson nos permiten identicar esta tradición cerámica y esta serie de poblados de las cumbres con los Chupachu históricos, un grupo de lengua Quechua conquistado por el Imperio Inca poco antes de la llegada de los españoles. La cerámica Higueras-Chupachu es apenas una entre la serie de estilos emparentados que presentan la misma variedad de categorías de formas de vasijas y de supercies con acabados toscos. Las supercies planas de color marrón o con un baño de engobe rojo delgado e irregular son típicas (Fig. 44). Esta tradición de cerámica burda no fue objeto del estudio esmerado que merece. Desde el punto de vista estético, las cerámicas no tienen interés; sin embargo, las semejanzas entre estos estilos tan ampliamente difundidos (Fig. 45 ) y el modo repentino en que remplazaron a las tradiciones cerámicas anteriores en las distintas áreas de las zonas montañosas orientales sugieren que esta tradición de cerámica burda tiene el mayor signicado como testimonio de una gran expansión poblacional a lo largo de la vertiente oriental de los Andes centrales. Es difícil datar con precisión la invasión de los pueblos portadores del estilo Higueras, 207
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Fig. 45. Siios que ocupaban los cerros y laderas orienales de los Andes.
incluso para el valle de Huánuco, mientras que para otras regiones de los Andes peruanos los datos cronológicos de que disponemos son aún menos precisos. Hay varias evidencias que sugieren que la mayor parte de los grandes movimientos poblacionales responsables por la difusión de la tradición de cerámica burda se dieron antes del año 600 d.C. La distribución de la mayoría de las lenguas divergentes del Quechua —aquellas no mutuamente inteligibles con el Quechua del Cuzco (la lengua del Imperio Inca)— coincide con cierta precisión con la distribución de la tradición de cerámica burda. Por lo tanto, parece bastante probable que la aparición del estilo cerámico Higueras en el valle de Huánuco y de los estilos a él relacionados en gran parte de los Andes peruanos indiquen la llegada de los pueblos de lengua Quechua. 208
Las errazas y las verienes orienales de los Andes
El consistente patrón de asociación entre la tradición de cerámica burda y los sitios altamente forticados, ubicados en zonas muy eleva das y dominando extensiones de terrenos agrícolas total o parcialmente aterrazados, sugiere que fue el desenvolvimiento de un sistema agrícola capaz de explotar ecientemente las empinadas laderas orientales de los Andes lo que permitió y a la vez ocasionó la expansión preincaica de los Quechua hablantes. Las mejores evidencias que poseemos sobre los orígenes de la tradición de cerámica burda provienen del valle de Cochabamba, en Bolivia. El estilo Chullpa Pampa (Fig. 46 ), actualmente datada de los dos primeros siglos d.C., tiene una gran importancia para la comprensión de la historia cultural no sólo de los Andes centrales, sino también de toda América del Sur. El más antiguo registro fechado con seguridad de inhumaciones secundarias de adultos en grandes urnas con tapa ( Fig. 46 a) en América del Sur, pertenece al estilo Chullpa Pampa; y la forma de la urna funeraria de Chullpa Pampa es extraordinariamente semejante a la forma de las urnas del estilo Marajoara, en la desembocadura del Amazonas, y del estilo polícromo de urnas pintadas del noroeste de Argentina ( Foto 56). Estas Fig. 46. Formas ípicas de la cerámicas con engobe rojo de Chullpa Pampa, área de Cochabamba, veriene orienal de los Andes bolivianos.
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observaciones sugieren que el valle de Cochabamba mantuvo por mucho tiempo importantes contactos con las tierras bajas del este de América del Sur. (El valle de Cochabamba fue muchas veces incluido como parte de las tierras bajas, aunque se sitúe a una altitud superior a 3000 msnm.). En el conjunto de materiales burdos y con engobe rojo de Chullpa Pampa publicado por Walter, hay prototipos de todas las formas de vasijas y de todas las técnicas decorativas típicas de Higueras y de los otros estilos de cerámica burda de los Andes orientales. Las dataciones atribuidas a los materiales de Chullpa Pampa son considerablemente más antiguas que las de otros materiales del mismo tipo dentro del ámbito de los Andes centrales. La tradición de cerámica burda, el patrón de agricultura intensiva en las empinadas laderas de los Andes y las lenguas Quechua, parecen haberse irradiado de sur a norte a lo largo de la vertiente oriental de los Andes. Steward sugirió la existencia de una marcada frontera cultural dividiendo los pueblos de la cultura del bosque tropical y los portadores de la civilización de los Andes centrales. Llegó a sugerir que la zona de vegetación de ceja de selva de las vertientes del este de los Andes era en su mayor parte deshabitada en el período precolombino, habiendo servido como efectiva barrera a los intercambios culturales entre las dos regiones. Referimos anteriormente que la parte inferior de la zona de ceja de selva fue ocupada por pueblos del bosque tropical desde por lo menos 1800 a.C. Sabemos ahora con seguridad que en el período precolombino tardío las escarpadas vertientes más altas de la ceja de selva estaban densamente ocupadas por pueblos asociados a la tradición de cerámica burda. Los trabajos de Rydén al oriente del lago Titicaca, las prospecciones de William Isbell en la región de Sandia y de Bonavia al este de Ayacucho, mis propias observaciones en Chanchamayo, las investigaciones de Thompson al este de Huánuco, las recientes exploraciones de Rojas y Bonavia en el Gran Pajatén (Abiseo), todos ellos demuestran que la arquitectura en piedra, las terrazas agrícolas extensivas y la tradición de cerámica burda se extienden a la zona de vegetación de ceja de selva, bajando hasta una altitud de menos de 1500 msnm .
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Las errazas y las verienes orienales de los Andes
Fig. 47. Reconsrucción de ormas de vasija de PER-8, Chacra de Giacomoti, ubicado en un cerro a 1300 meros arriba el poblado de La Merced, Chanchamayo, Perú. Toda la indusria alarera es consiuida por una cerámica marrón burda.
El caso de Chanchamayo, en las inmediaciones de San Ramón y de La Merced, puede ser tomado como típico. En los tiempos tardíos el suelo del valle fue ocupado por los Asháninka, que producían la cerámica Naranjal. En los cerros inmediatamente arriba de La Merced hay sitios con un estilo cerámico que fue designado Chacra de Giacomotti ( Fig. 47). Los cimientos de innumerables viviendas de piedra se dispersan a lo largo de una cresta muy estrecha, y luego abajo se encuentran los terrenos agrícolas aterrazados. Aunque los restos cerámicos de Chacra de Giacomotti sean fragmentados, pertenecen a la tradición de cerámica burda. Son comunes en estos sitios las hachas en forma de “T” de bronce fundido; cuencos de piedra trabajada dotados de pico y cabezas clavas muy bien talladas también están presentes. No quedan dudas de que Chacra de Giacomotti es una cultura tardía que probablemente se prolongó hasta el período histórico. No había ninguna zona desabitada amortiguadora entre los dos diferentes grupos étnicos que compartían el Chanchamayo a nales de la época precolombina. Las laderas de Chanchamayo son tan empinadas que los pueblos de Chacra de Giacomotti quedaban en una posición casi vertical sobre sus vecinos Asháninka. Ciertamente tuvo lugar un considerable intercambio comercial y cultural. Fragmentos pertenecientes al estilo Naranjal fueron recogidos en sitios Chacra de Giacomotti y viceversa. En varios otros puntos situados en la zona de ceja de 211
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selva existen más evidencias de que el comercio y los contactos culturales constituían la regla y no la excepción. Los sitios arqueológicos a lo largo del Bajo Pachitea son conocidos por tener grandes cantidades de hachas de bronce, y yo obtuve recientemente pruebas concretas de que las hachas de bronce son realmente comunes en los sitios arqueológicos situados a lo largo del Alto Pisqui (Fig. 48). Es evidente que estas hachas no fueron producidas en la selva, sino que llegaron por vía comercial desde las vertientes orientales de los Andes. Mientras que la cerámica de estos estilos burdos es uniformemente tosca, otros aspectos de la cultura material son de considerable interés. La región de Tantamayo es conocida por sus estatuillas humanas altamente estilizadas y por su espectacular arquitectura de varios pisos Foto ( 47, 51). Todavía más elaborados son los mosaicos de mampostería que decoran las paredes de varias construcciones del Gran Pajatén (Abiseo) ( Foto 48-50). Se postula que la mayor parte de las laderas escarpadas que rodean este sitio son aterrazadas y que existen muchos sitios semejantes en la zona. Tenemos nuevamente pruebas contundentes de la elevada densidad poblacional de la ceja de selva en el período inmediatamente anterior a los primeros contactos con los europeos.
Fig. 48. Hacha de bronce del río Pisqui, cerca a la comunidad pisquibo de Nueva Edén, Perú.
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Las errazas y las verienes orienales de los Andes
Estos poblados de las vertientes orientales son notables no sólo por la variedad de su mampostería, sino también por el ingenio de sus forticaciones. Esto se aplica a los sitios Chupachu situados un poco arriba de Huánuco, a los grandes sitios cerca a Tarma investigados por Jensen, y es especialmente válido para las ruinas de Trenchera (Foto 54) localizadas arriba de Sandia, que fueron descritas por William Isbell. Las viviendas fueron densamente aglutinadas en la cumbre de un pico elevado. Hileras de viviendas compartían paredes traseras comunes, que ofrecían más un obstáculo a los atacantes que intentasen asaltar a la cresta. Todo el poblado estaba rodeado por una maciza muralla doble, interrumpida por una única entrada. Ambos muros defensivos eran dotados de caminos de ronda en el lado interior (Foto 53), los cuales ofrecían a los defensores un excelente posicionamiento estratégico y la máxima protección cuando resistían el ataque. La posición defensiva de todos estos poblados bastante aglutinados y sus ingeniosos sistemas de defensa demuestran que la guerra era muy frecuente a nales del período precolombino, y podemos concluir que tal guerra era una expresión de la lucha por la tierra agrícola. El Imperio Inca surgió de la situación de guerra permanente entre estos pequeños reinos de pueblos agricultores en las laderas de los Andes. Ya sugerimos anteriormente que todos los pueblos de lengua Quechua deben haber tenido su srcen en las vertientes orientales de los Andes y bastante más al sur. El srcen del estilo cerámico altamente diferenciado que sirvió como sello del Imperio Inca también debe ser encontrado en esa dirección. El estilo cerámico Killke (Foto 52), del cual derivó el estilo Inca Imperial, presenta más semejanzas con el estilo Mollo de las laderas orientales de los Andes bolivianos, que con los estilos más antiguos del valle de Cuzco. Estas anidades cerámicas, aunque tenues, sugieren que la llegada de los Incas al valle de Cuzco habría sido parte de un movimiento poblacional continuo de sur a norte a lo largo de las vertientes orientales de los Andes.
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CAPÍTULO XII
El panorama enográfico acual de la cuenca del Ucayali a actual distribución de los grupos indígenas de la Amazonía peruana en la cuenca del Ucayali Central (Fig. 49) es compleja; discutir, o siquiera mencionar cada uno de los grupos conocidos está mucho más allá del alcance de este libro. En este breve capítulo nal concentraré mi atención en los contrastes entre los grupos ribereños y los pueblos que viven en las antiguas tierras aluviales apartadas de los ríos.
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LOS SHIPIBO Y LOS CONIBO
Los Shipibo y los Conibo tienen un estilo artístico común y mantienen relaciones intermatrimoniales extensivas. No está demás enfatizar el grado en que estos indígenas organizan su vida en función de los ríos y lagunas, más que en función del bosque; la pesca constituye aún una de las principales fuentes de recursos económicos. Ellos practican una agricultura intensiva tanto en las ricas llanuras inundables como en las tierras más pobres de los acantilados, dedicando las primeras a los cultivos más exigentes como el plátano y el maíz ( Foto 55). Sus métodos agrícolas no son de forma alguna casuales, y las mejores tierras agrícolas son sistemáticamente cultivadas y cuidadosamente mantenidas. La mayor parte de los Shipibo-Conibo fueron catequizados por los franciscanos durante diferentes períodos entre los siglos XVII y XIX. Todos ellos fueron completamente atrapados por el boom del caucho durante la primera década del siglo XX. Algunos grupos familiares quedaron bajo dominio total de ciertos patrones, y hubo un gran desplazamiento poblacional durante ese período. Una vez colapsado el boom del caucho, las comunidades volvieron a jarse en sus antiguas tierras natales, creciendo 214
El panorama enográfico acual de la cuenca del Ucayali
Fig. 49. Disribución acual de grupos indígenas de la cuenca del Ucayali.
generalmente en las inmediaciones de un núcleo escolar o de un establecimiento misionero. Aunque los Shipibo-Conibo sean escépticos en cuanto a los pormenores del dogma cristiano, ellos están totalmente convencidos de las virtudes de la alfabetización y de la medicina occidental. El grado en que las grandes comunidades Shipibo-Conibo se fragmentaron bajo las presiones de las misiones y del boom del caucho y volvieron a reunirse bajo fuertes inuencias occidentales, torna difícil evaluar la estructura de las comunidades precolombinas. No hay duda de que la unidad básica de la sociedad es, y fue durante largo tiempo, la familia 215
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extensa. Algunas de estas familias extensas Shipibo-Conibo, que presentan una fuerte tendencia a la matrilocalidad, se agrupan en comunidades locales con topónimos propios. Desde tiempos muy antiguos, relacionados con su tradición, los Shipibo-Conibo han mantenido un estado permanente de guerra con los grupos de lengua Pano que viven en la selva apartada del río. Ellos atribuyen a esos pueblos del bosque hábitos de canibalismo, así como otros igualmente despreciables. Las expediciones guerreras Shipibo solían atacar las viviendas de los Cashibo, Amahuaca o Remo con la esperanza de liquidar a todos los hombres adultos y de tomar a las mujeres y a los niños como esclavos. Había un claro sentimiento de celo misionero asociado a esas guerras. Los Shipibo se consideraban a sí mismos “civilizados” y a los grupos Pano del interior del bosque los tildaban de “inferiores” desde el punto de vista cultural. Las jóvenes Cashibo y Amahuaca que fuesen capturadas por los Shipibo estarían siendo “salvadas” de la barbarie. Estas jóvenes cautivas eran adoptadas por la familia de su captor y gradualmente civilizadas. Muchas de las mejores alfareras Shipibo resultan ser Cashibas o Amahuacas civilizadas, o hijas de estas salvajes liberadas. Teniendo en cuenta las vicisitudes sufridas por los grupos Pano ribereños, su arte y cultura material se mantiene hoy sorprendentemente preservada. Esto es particularmente válido para la cerámica. El alfarero Shipibo-Conibo tiene en mente dos tipos básicos de pasta cerámica: una para la manufactura de recipientes destinados para la cocina, otra para la manufactura de todos los demás tipos de vasijas. Estas dos pastas cerámicas requieren arcillas distintas y diferentes porcentajes de los dos tipos de temperantes que se agregan a las arcillas básicas a n de mejorar sus características. La cerámica usada para cocinar es hecha con una arcilla negra con elevado contenido de materias orgánicas, a la cual se agrega un porcentaje muy elevado del temperante cariapé o apacharama. Las vasijas no culinarias son hechas con una mezcla de arcilla roja y blanca, a la cual se agrega un porcentaje menor de cariapé y una cantidad mucho mayor de cerámica bien triturada (Foto 63). Los envases para cocina son producidos en tres tamaños estándares: pequeño, usado principalmente para vaporizar las articulaciones artríticas; 216
El panorama enográfico acual de la cuenca del Ucayali
Fig. 50. Fajas de diseños de cuellos de vasijas quëni (vasijas de cocina) Shipibo y Pisquibo, mosrando una variedad de écnicas decoraivas; incisión en líneas anchas y ungulado, a; ungulado, b; diseño bruñido y ungulado, c.
mediano, utilizado para cocinar los alimentos familiares; y grandes ( Foto 66, 67), usados para hervir la yuca a ser trasformada en masato para las estas (Foto 65). La cerámica de cocina raramente tiene pintura, pero es casi siempre decorada por medio de varias técnicas, incluyendo el corrugado propiamente dicho, el ungulado, el diseño bruñido, la incisión en líneas nas, las marcas del enrollado no alisadas, las ranuras lineares de digitado, y el punteado (Fig. 50 ). Todos los tipos de decoración encontrados en los envases de cocina Shipibo-Conibo modernos (Foto 66, 67), así como las categorías de formas, son encontrados en la cerámica de la tradición Cumancaya, dándonos así fuertes razones para considerar que los Shipibo y Conibo modernos son los descendientes directos de los productores de la cerámica Cumancaya. La cerámica destinada a usos no culinarios es producida en tres formas básicas: el cántaro para agua, el tazón para masato26, y el cuenco para comida27 (Foto 57, 58, 60, 61). El cántaro para agua y el tazón para masato también son producidos en tres tamaños diferentes con funciones especícas, mientras que el cuenco para comida presenta ciertas variaciones funcionalmente relevantes en la forma y en el acabado interno. El gran tazón para masato (Foto 58, 60) circula varias veces, de mano en mano, entre los participantes de las estas. Existen dos esquemas cromáticos en la decoración de la cerámica para servir de los Shipibo-Conibo: negro y rojo sobre blanco y blanco sobre rojo. Las supercies externas de los cántaros y de los tazones son generalmente concomida negro poseen y rojo sobre fondo blanco, y los cuencos destinadosdecoradas a contener muchas veces una decoración de blanco sobre rojo. 217
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Mientras que el estilo decorativo de la cerámicapara cocinar deriva íntegramente de la tradición Cumancaya, el estilo de la cerámica Shipibo-Conibo con pintura tiene orígenes más diversos. El gusto por las líneas rectas y por los motivos de escalones proviene claramente del estilo Cumancaya, al paso que los dos esquemas cromáticos básicos y la insistencia en dos o tres anchuras estándares de líneas pintadas tienen claros antecedentes en los estilos Caimito y Napo. Sabemos que los Shipibo-Conibo y los Cocamas fueron reducidos en las mismas misiones durante los siglos XVII y XIX, y es muy probable que en ese período sus estilos se hayan mezclado. Otros elementos de la tecnología Shipibo-Conibo también muestran una conservación admirable, teniendo en cuenta los largos períodos de contactos con la cultura occidental. La mano de moler de piedra asociada al mortero de madera28 (Foto 63), tiene para ellos un gran valor como instrumento que ahorra labor en la preparación del maíz. La mano de moler de piedra puede también ser utilizada como piedra de alar o como molde para martillar adornos cónicos de metal ( Foto 64). Esta múltiple funcionalidad pone en evidencia la gran escasez de piedras en la llanura aluvial inundable del Ucayali. Ya mencionamos que los soportes triples para vasijas cerámicos se tornaron frecuentes en el Ucayali Central durante la ocupación Pacacocha de esta región. Estos soportes cilíndricos cayeron en desuso a los largo del curso principal del Ucayali, pero son todavía comunes en los hogares del río Pisqui (Foto 68). La mayor parte de las mujeres Shipibo-Conibo se aferran a un estilo de vestuario tradicional. La blusa es claramente de inspiración europea, pero la falda tubular de algodón tejido a mano es de srcen puramente indígena (Foto 65). La mayoría de los hombres usa trajes occidentales en la vida cotidiana, pero pueden vestir la tradicional cushma tejida a mano (Foto 59), tanto para las estas como para protección contra mosquitos durante la noche. Las estas son todavía una parte importante de la vida Shipibo-Conibo. Los indígenas son ahora nominalmente católicos, y celebran algunas de las festividades más importantes del calendario católico romano. Tradicionalmente, el rito de la pubertad femenina era el evento social 218
El panorama enográfico acual de la cuenca del Ucayali
Fig. 51. Impresiones de sellos ipo rodillo modernos, esculpidos en madera: Shipibo de la comunidad Callería, a; Conibo de la comunidad Painaco, b. Esos son usados por jóvenes soleros para pinar sus propios rosros para las fiesas.
más importante, prolongándose al menos por tres días e involucrando la producción y el consumo de cantidades prodigiosas de masato. Las luchas entre los hombres de la comunidad eran una característica invariable en la parte nal de esa celebración. El pretexto para estas luchas era casi siempre el adulterio. En tales estas podemos observar la máxima utilización de objetos tradicionales de ornamentación. Destacan los adornos labiales y las narigueras, y ambos sexos ostentan en sus rostros complejos diseños pintados con la tintura azul oscura semipermanente de la Genipa americana (Foto 64). La pintura facial de los Shipibo-Conibo es inferior al de los MbayásCaduveos en cuanto a su elaboración. Ese tipo de pintura es ejecutado exclusivamente por mujeres; un joven soltero que no tenga a nadie para que le pinte el rostro, esculpe un sello cilíndrico en madera dura, con el cual se aplica los diseños ( Fig. 51). LOS COCAMA
Los descendientes de los indígenas Cocama constituyen una gran parte de la población rural del Perú oriental. Ellos tienden a vivir en grandes poblados, lo que constituye un patrón seguido por sus antepasados precolombinos. Mientras los Shipibo-Conibo arman su adhesión a los 219
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antiguos patrones culturales, los Cocamas son en su apariencia externa simples peruanos rurales. Hace veinte años algunas mujeres aún vestían el tradicional estilo de falda, pero hoy ya no se las ve. Hay mujeres Cocama que aún producen cerámicas, pero casi todas las vasijas tienen la forma de cántaros para agua (Foto 69). El tipo de decoración más común son los motivos orales, claramente derivados de los formatos europeos, y solo raramente se encuentra un envase con un diseño tradicional. Hace cuarenta años, la cerámica Cocama era artísticamente más compleja, presentando una gama mucho más amplia de formas y ornamentos. Algunos ejemplares recogidos antes del nal del siglo XIX presentaban esquemas y motivos decorativos que derivan directamente de la tradición cerámica Napo-Caimito (Foto 69, 70). Los motivos orales se difundieron entre otros grupos étnicos a lo largo del Alto Amazonas, y hoy podemos encontrar excelentes ejemplares de esa decoración en la cerámica de pueblos como los Tikuna ( Foto 71). LAS ETNIAS DE LENGUA PANO DE LA SELVA
Como ya sugerimos anteriormente, a medida que crecían las presiones poblacionales en las llanuras inundables de los principales ríos, varios gruFig. 52. Fragmenos del complejo Tournavisa de PAC- 23 (kilómero 8 de la carreera de Tournavisa a la carreera de Pucallpa), mosrando una gama de écnicas decoraivas: incisión de líneas finas, a-c; ungulado zonal,
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pos fueron forzados a apartarse de los cursos de agua y a internarse en la selva. Se sugirió también que los suelos pobres del depósito aluvial antiguo, así como los escasos recursos cinegéticos del bosque rápidamente obligaron a estos grupos a adoptar un estilo de vida más nómada, con un descenso general en su nivel cultural. Las etnias de lengua Pano que hoy habitan el denso bosque conrman plenamente esta hipótesis. Entre ellas se incluyen los Cashibo, al oeste del Ucayali, y los Amahuaca, Remo y Mayuruna, al este del mismo río. Todas estas etnias hablaban lenguas nítidamente emparentadas con la lengua común a los Shipibo y Conibo. Es probable que hace aproximadamente 1000 años todos estos pueblos compartiesen una misma lengua y cultura. Ya fue demostrado que el complejo Cumancaya puede ser considerado como representante de esta cultura Proto-Pano. Mientras que la cultura de los Shipibo-Conibo modernos se tornó aún más compleja gracias a la inclusión de elementos de sus vecinos Cocama, la cultura de los Pano del interior del bosque se simplicó cada vez más, de modo que casi todas las características más complejas de la decoración y de la tecnología Cumancaya se perdieron. Como medida de protección contra sus vecinos ribereños, los pueblos Pano vivían bastante apartados incluso de los cursos de agua secundarios. La unidad social efectiva era muy pequeña, muchas veces constid; incisión de línea ancha, e; alisado, ; marcas del enrollado no alisadas, g-h; decoración aplicada con ungulado, i; digiado, j-l. Ese complejo represena casi seguramene el Cashibo pos-colombino.
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tuida por una única familia. Estos grupos cambiaban frecuentemente sus casas y hacían nuevas chacras. Sus prácticas agrícolas eran rudimentarias y precarias comparadas con las de los Shipibo-Conibo. Podríamos establecer una comparación entre cada uno de los dominios de la cultura Amahuaca o Remo con los aspectos correspondientes de la cultura ShipiboConibo, demostrando así la completa pobreza de la primera. Las cuatro vasijas representativas de la cerámica Cashibo e Isconahua moderna que aquí reproducimos (Foto 72-75) son un indicador preciso de la simplicidad artística y tecnológica de estos grupos, especialmente cuando los comparamos con las producciones de los Shipibo-Conibo. Por el momento no es posible presentar todos los registros arqueológicos que demuestran el deterioro cultural que se dio entre los apartados grupos de lenguas Pano. El ensamblaje arqueológico más común en la región de Tournavista (Fig. 52 ) corresponde casi ciertamente a los Cashibo del período precolombino tardío. La cualidad estética de la cerámica no es de ningún modo notable, pero ésta ostenta un repertorio mucho más vasto de decoración incisa y modelada que la cerámica completamente llana recogida en 1962 entre los hostiles Cashibo cerca de Tournavista (Foto 74). Fig. 53. Fragmenos con incisiones de líneas finas, provenienes de un siio ubicado en el kilómero 30 de la carreera de Tournavisa que coneca con la carreera de Pucallpa. Todos ienen una pasa anaranjada con emperane de arena fina, consiuyendo agmenos de compoeras. La superficie inerna de e presena un diseño recilíneo pinado en rojo.
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Fig. 54. Pinuras hechas por mujeres Isconahua, de la comunidad del río Callería, que rabajaron en el cuaderno de apunes del auor usando un ipo de brocha naural y ine de achioe, a-c. Pinura de una puna de flecha en caña, del grupo Cashibo de Tournavisa (inunahua), recogida en 1962 por H. Clifon Rusell, d.
Todas las técnicas decorativas de esta cerámica de Tournavista tienen sus antecedentes en el complejo Cumancaya. En el territorio ocupado por los Cashibos modernos se conocen otros complejos cerámicos tardíos cuyos materiales dieren de los de Tournavista (Fig. 53). Considerando el intervalo de mil años transcurrido entre la llegada de la cultura Cumancaya y la formación de los Cashibo históricos, tal diferencia es previsible. El repertorio artístico de estos grupos Pano del interior del bosque es limitado, incluso en los aspectos tecnológicamente menos exigentes de la pintura. El grupo Isconahua de los Remo pinta sobre sus cerámicas, su parafernalia de danza y sus rostros, pero los tres diseños que me fueron ofrecidos por ancianas de aquel grupo ( Fig. 54 a-c) casi agotan los motivos que disponen. En materia de aptitud técnica, estas pinturas son de un nivel inferior a aquél que es logrado por una niña Shipibo de diez años 223
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de edad. Las echas de caza y de guerra de los Cashibo presentan mayor elaboración no funcional, y algunas de ellas son notables por sus formas estrambóticas. Aun así, la pintura de estos objetos ( Fig. 54 d ) mantiene un nivel de organización muy simple comparado con la pintura ShipiboConibo. Mientras que las poblaciones Shipibo-Conibo siguen expandiéndose y adoptando selectivamente algunos elementos de la civilización occidental, los grupos apartados están extinguiéndose rápidamente. Algunos de ellos se encuentran en estado de guerra permanente con el gobierno peruano. Cuando estos pueblos son captados y pacicados, muestran una gran vulnerabilidad frente a las dolencias occidentales, y aquellos que sobreviven dan pocas muestras de orgullo por la preservación de su antiguo modo de vida.
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La relación entre subsistencia y población es, de hecho, más compleja que simple. El artículo de Flannery constituye una excelente discusión sobre los tipos de complicaciones de las cuales el arqueólogo debe estar consciente. El artículo de Birdsell sigue siedo un experimento clásico en la construcción de modelos para esclarecer los procesos del pasado, y constituye la fuente de gran parte del pensamiento actual de ese autor sobre esos problemas.
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Fuene de las ilusraciones
Quiero expresar mi especial reconocimiento a las siguientes personas e instituciones que proporcionaron fotografías y autorizaciones para publicarlas: Pedro Rojas Ponce, 8,9,11,12 (mitad inferior), 18-27, 31, 33-38, 40-44, 47-51, 75; William M. Denevan, 45, 46; William H. Isbell, 53, 54; George Stuber, Museum of Anthropology, University of Michigan, Ann Arbor, 69, 70; Field Museum of Natural History, Chicago, 52, 56; todas las demás fotografías son del autor. Figuras 1-6, 16, 22, 40, 43, 45, 49 fueron dibujadas por Shalom Schotten; todas las demás guras fueron dibujadas por el autor. Además de los resultados del trabajo de campo del autor y sus estudiantes, fueron consultadas las siguientes fuentes publicadas para la preparación de las guras: Fig. 2, Carl O. Sauer, Geography of South America, Mapa 8, C. F. Marbut y C. B. Manifold, The Topography of the Amazon Valley, Foto V. Fig. 3, Carl O. Sauer, Geography of South America, Mapa 10, Joseph A. Tosi, Mapa Ecológico del Perú. Fig. 4, J. Alden Mason, The Languages of South American Indians , Distribution Map, G. Kingsley Noble, Jr, Proto-Arawakan and its Descendants, Arion D. Rodrigues, Classication of Tupí-Guaraní. Fig. 6, J. Alden Mason, The Languages of South America . Fig. 17 a-b, J. M. Cruxent e Irving Rouse,An Archaeological Chronology of Venezuela, Vol. 2, Foto 93:16, 9. Fig. 17 c-d, Clifford Evans y Betty Meggers, Archaeological Investigations in British Guiana, Foto 29 a, i; Fig. 17 e-i, J. M. Cruxent e Irving Rouse, An 239
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Archaeological Chronology of Venezuela, Vol. 2, Foto 95:23; Foto 97:6, Foto 27:2; Foto 28:23, 18; Fig 17 j-l, Helen Constance Palmatary, The Archaeology of Lower Tapajós Valley, Brazil , Foto 84 d, c, a; Fig 17 m-o, Peter Paul Hilbert, A Cerâmica Arqueológica da Região de Oriximiná, Figs. 29, 30; Fig. 17 p , Wanda Hanke, Archäologische Funde im oberen Amazonas- gebiet, Fig. 31; Fig. 17 q-s, Peter Paul Hilbert, Preliminary Results of Archaeologcal Research of the Japurá River, Middle Amazon ; Fig. 1, i, o, l; Fig. 17 t-v, Wanda Hanke, Archäologische Funde im obern Amazonas-gebiet, Figs. 14, 19, 15. Fig. 20 a-e, Erland von Nordenskiöld, Urnengräber und Mounds im Bolivianischen Flachlande, Figs. 51, 63 y 66, 53, 62, 52. Fig. 21 a-i, Erland von Nordenskiöld, Urnengräber und Mounds im Bolivianischen Flachlande, Figs. 77, 60 y 57, 58, 47, 44, 48, 49, 76. Fig. 30, a-c, Kalervo Oberg, The Terena and the Caduveo of Southern Mato Grosso, Brazil , fotos 21 b, 22 b, a. Fig. 31 a-b, Leonardo Branisa, Un Nuevo Estilo de Cerámica Pre-Colombiana de Chuquisaca, Mojocoya Tricolor, Figs. 97, 99; Fig. 31 c-e, Dick Edgar Ibarra Grasso, Prehistoria de Bolivia, p. 218-9, Figs. 2, 4, 5. Fig. 32 a-g, Erland von Nordensiöld, Urnengräber und Mounds im Bolivianischen Flachlande, Figs. 2, 21, 19, 6, 4, 9, 7. Fig. 38 a, Jacinto Jijón y Caamaño, Antropología Prehispánica del Ecuador, Fig. 498. Fig. 39 a-f, Erland von Nordensiöld, Urnengräber und Mounds im Bolivianischen Flachlande, Figs. 38, 36, 37, 96,124, 120 b. Fig. 40, James J. Parsons y William M. Denevan,Pre-Columbian Ridged Fields. Fig. 41 a, Helen Constance Palmatary, The Archaeology of Lower Tapajós Valley, Brazil, Foto 87 a y Peter Paul Hilbert, A Cerâmica Arqueológica da Região de Oriximiná, p. 36; Fig 41 b, Helen Constance Palmatary, op cit. Foto 90 y Peter Paul Hilbert, op cit., p. 30; Fig. 41 c-d, Erland von Nordensiöld, Urnengräber und Mounds im Bolivianischen Flachlande, Figs. 144, 139; Fig. 41 e, Peter Paul Hilbert, Preliminary Results of Archaeological Investigations in the Vicinity of the Mouth of the Río Negro, Amazonas , Fig. 2 h; Fig 41 f, Clifford Evans, Betty G. Meggers y José M. Cruxent, Preliminary Results of Archaeological Investigations Along the Orinoco and Ventuari Rivers, Venezuela, Fig. 2 g; 240
Fuene de las ilusraciones
Fig 41 g-n, J. M. Cruxent e Irving Rouse, An Archaeological Chronology of Venezuela, Vol. 2, Foto 78:2, Foto 77:25, Foto 81:16, 19, Foto 88:5, Foto 103:2, 17, Foto 69:4. Fig. 42 a-b, Helen Constance Palmatary,The Archaeology of Lower Tapajós Valley, Brazil, Foto 4 a, Foto 72 d, Fig. 42 c, Peter Paul Hilbert, A Cerâmica Arqueológica da Região de Oriximiná, Fig. 14:3; Fig. 42 d-g, Clifford Evans, Betty G. Meggers y José M. Cruxent, Preliminary Results of Archaeological Investigations Along the Orinoco and Ventuari Rivers, Venezuela , Fig. 3 d, j, p, k; Fig. 42 h-l, n, J. M. Cruxent e Irving Rouse, An Archaeological Chronology of Venezuela, Vol. 2, Foto 74:7, Foto 76:7, Foto 80:21, 20, Foto 87:4, Foto 102:4, Fig. 42 m, Clifford Evans y Betty Meggers, Archaeological Investigations in British Guiana, Foto 19 i, Fig 32 a, b; Fig. 42 o-p, Alfred Kidder, II, Archaeology of Nortwestern Venezuela, Foto III, 12, Foto II, 7. Fig. 44 a, Theodore M. McCown, Pre-Incaic Huamachuco, Fig. 15, n; Fig. 44 b, pieza de la colección del Museo Nacional de Antropología, Pueblo Libre, Lima, Perú, rediseñado a partir de una fotografía por el autor; Fig. 44 c-d, f, diseñado a partir de diapositivas a colores tomados por Harald P. Jensen; Fig. 44 g-h, j, Seiichi Izumi y Toshihiko Sono, Andes 2: Excavations at Kotosh, Perú, 1960, Foto 37 d, c, Foto 34 a; Fig. 44 e, i, Stig Rydén, The Tiahuanaco Era East of Lake Titicaca, Fig. 69:3, Fig. 49:1. Fig. 46, Stig Rydén, Complementary Notes on Pre-Tiahuanaco Site, Chullpa Pampa, in Cochabamba Area, Fig. 1. Fig. 49, Günter Tessmann,Die Indianer Nordost-Perus, Distribution Map.
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1 Curso principal del río Ucayali, aguas abajo de Pucallpa, en Perú. A la izquierda de la foto se observa una oresta de jóvenes árboles de balsa o topa creciendo en la reciente formación de terreno aluvial. 2 Vista aérea de la llanura inundable del río Ucayali, cerca a Requena en Perú, desde una altura aproximada de 3000 m. Los meandros del curso activo del río dominan toda la mitad izquierda de la fotografía, mientras las tipishcas, resultantes de canales anteriores, se extienden por el lado derecho. El río tiene cerca de 1 km de ancho en esta área. 3 Viaje en canoa por el Yanayacu, una tahuampa (canal lateral) que corre paralela al curso principal del río Amazonas en el territorio Tikuna, cerca a Caballococha, en Perú. 4 Lago Yarinacocha, un antiguo brazo del río Ucayali cerca a Pucallpa, en Perú. La vista es desde la comunidad indígena Shipibo San Francisco de Yarinacocha, situada en el acantilado de antiguos depósitos aluviales que bordea la llanura inundable del Ucayali. El sitio arqueológico multicomponencial Hupa-Iya, UCA-2, está por debajo de la aldea moderna.
5 Imariacocha, un extenso lago que ocupa el valle del ríoTamaya, auente de la margen este del Ucayali. El sitio arqueológico del complejo Caimito, TAM-1, está por debajo de toda la plaza de la comunidad indígena Conibo, y se extiende más abajo del nivel actual del lago.
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6 La porción más oriental de los Andes peruanos, que se eleva abruptamente cerca de 2000 m a la espalda de la comunidad indígena Pisquibo Nueva Edén, en el Alto Pisqui. La colisión de masas de aire en movimiento hacia el occidente en esta supercie srcina tempestades casi diarias. 7 Exuberante bosque tropical húmedo a lo largo del río Pisqui, en la vertiente oriental de los Andes peruanos. Los árboles de hasta 6 m de altura dominan la capa inferior de vegetación. 8 Terreno en pendiente y densa vegetación de tipo ceja de selva, característicos de la vertiente oriental de los Andes peruanos, en la zona de 600 a 2000 m de altitud. La vista es desde el sitio arqueológico el Gran Pajatén, en las tierras drenadas hacia el río Huallaga. 9 Fragmento de un cuenco con profusa decoración excisa, del complejo Shakimu Temprano, procedente del sitio arqueológico UCA-34, Colina de José, cerca de Yarinacocha, en Perú. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. El cuenco tenía 7 cm de altura. 10 Taza con decoración excisa, del complejo Shakimu Temprano, procedente del sitio UCA-34, Colina de José. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 8 cm de altura. 11 Parte superior de una botella con doble pico y puente, del complejo Shakimu Temprano, procedente del sitio UCA-34, Colina de José. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 10,5 cm de altura.
12 Vista del perl lateral de un cuenco del complejo Shakimu Tempra no, procedente del sitio UCA-34, Colina de José. Los motivos excisos estaban recubiertos con un engobe rojo oscuro, espeso y muy pulido. 278
Descripción de las oograías
Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 18 cm de diámetro. 13 Fragmentos de un cuenco con decoración excisa zonal del tipo cerámica na de la cueva de las lechuzas, procedente de la cueva de las lechuzas, cerca de Tingo María, en terreno montañoso del oriente peruano. Colección Robert H. Lowie del Museum of Anthropology, University of California , Berkeley. El fragmento de la izquierda mide 10 cm de ancho.
14 Fragmentos de dos cuencos del grupo cerámica na de la cueva de las lechuzas, procedentes de la cueva de las lechuzas, Tingo María, Perú. Colección Robert H. Lowie del Museum of Anthropology, University of California , Berkeley. El fragmento del lado izquierdo mide 13 cm de ancho. 15 Fragmentos con decoración excisa, del complejo Pangotsi, procedente del sitio multicomponencial PAC-14, Casa de la Tía, cerca al río Nazaratequi, en terreno montañoso del oriente peruano. El fragmento del lado superior izquierdo mide 4,5 cm de ancho. 16 Fragmento de sello tipo rodillo del complejo Nazaratequi, procedente del sitio PAC-14, Casa de la Tía, río Nazaratequi. Mide aproximadamente 5 cm de largo. 17 Ejemplos de decoración excisa típica del complejo Nazaratequi. El fragmento del lado superior izquierdo presenta pintura roja zonal. Procedentes del sitio multicomponencial PAC-14, Casa de la Tía, río Nazaratequi. El fragmento del lado superior izquierdo mide 7 cm de ancho. 18 Escultura en alto relieve del templo de las manos cruzadas, descubierta a 10 niveles constructivos abajo de la supercie del sitio arqueológico de Kotosh, pero muy arriba de los niveles de ocupación más antiguos. 279
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Su antigüedad, datada en 2000 a.C., lo sitúa probablemente como el más antiguo uso de la escultura en la arquitectura conocido en el Nuevo Mundo. Los huesos de llama del nicho en la parte superior fueron probablemente colocados como ofrendas de sacricio. 19 Vista del sitio arqueológico de Kotosh, adyacentes a la llanura inundable del río Higueras, en el valle de Huánuco, a una elevación aproximada de 2000 m., en la vertiente oriental de los Andes peruanos.
20 Conuencia de los ríos Tabaconas y Chinchipe, en el valle bajo del río Marañón, al noreste peruano. El sitio arqueológico Huayurco se sitúa en el terreno triangular entre esos ríos. 21 Collar de cuentas de concha procedente de una tumba de la ocupación del estrato inferior del sitio Huayurco. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 22 Botella de cerámica negra bruñida, procedente de la ocupación del estrato inferior del sitio Huayurco. La forma y el acabado son típicos de las botellas de los sitios del Horizonte Temprano en los Andes ubicados al sur y occidente de Huayurco. Mide aproximadamente 20 cm de altura. 23 Adorno de un cuenco de piedra esculpida, de la ocupación del estrato inferior del sitio Huayurco. Representa la cabeza de un mono macho, en acción de alarido. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 24 Fragmento con decoración aplicada, procedente del sitio Huayurco, probablemente asociado a la ocupación del estrato inferior del sitio. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú.
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25 Pequeño cuenco de ónix translucido rayado, procedente de la ocupación del estrato inferior del sitio Huayurco. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide aproximadamente 15 cm de diámetro. 26, 27 Cuencos de piedra tallada, procedentes de la ocupación del estrato inferior del sitio Huayurco. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide aproximadamente 30 cm de diámetro. 28 Fragmentos procedentes de la ocupación Hupa-Iya, del sitio UCA-2, Hupa-Iya, en Yarinacocha, en el oriente del Perú. La decoración incisa en líneas anchas y curvilíneas es típica de todas las cerámicas de la tradición Barrancoide. 29 Husos para hilar decorados, procedentes de la ocupación Hupa-Iya del sitio UCA-2, Hupa-Iya. El ejemplar del lado superior izquierdo mide 2,7 cm de diámetro. 30 Adornos de la ocupación Hupa-Iya del sitio UCA-2, Hupa-Iya. El uso de esferas aplicadas con oricios centrales profundos es característico de los complejos cerámicos de la tradición Barrancoide. El ejemplar del centro de la la inferior mide 4,2 cm de largo. 31 Vasija típica del complejo Yarinacocha del sitio multicomponencial UCA-34, Colina de José, Yarinacocha, en el oriente de Perú. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide 22 cm de diámetro. 32 Adornos de vasijas del complejo Cumancaya, excavados en el sitio UCA-22, Cumancaya, en la cuenca del Ucayali Central, al sudeste de Pucallpa, en Perú. El fragmento del centro mide 7,5 cm de ancho.
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33 Fragmento de una olla con la supercie externa alisada, proveniente de un conjunto de recipientes rotos que cubría un entierro del complejo Cumancaya, en el sitio TAM-2, Caimito, en Imariacocha, al sureste de Pucallpa. 34 Fragmento de una olla con decoración incisa típica del estilo Cumancaya, proveniente de un conjunto de recipientes rotos que cubría un entierro del complejo Cumancaya, en el sitio TAM-2, Caimito.
35 Fragmento de una olla, con la supercie externa corrugada, prove niente de un conjunto de recipientes rotos que cubría un entierro del complejo Cumancaya, en el sitio TAM-2, Caimito. 36 Urna funeraria de grandes dimensiones, con la supercie exterior co rrugada, perteneciente a una variante tardía de la tradición Cumancaya, y procedente del sitio UCA-23, Santa Rosa. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide 46 cm de diámetro. 37 Pequeña cabeza de cerámica, procedente del río Aspusana, un auente oriental del río Huallaga, al norte de Tingo María, en el oriente de Perú. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 38 Fragmento con decoración zonal bícroma, con engobe blanco y castaño, muy resistente y bien pulido, proveniente del río Aspusana. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 39 Colador y mano de mortero de cerámica, del complejo Cumancaya, procedente del sitio UCA-22, Cumancaya. Diámetro del colador: 11 cm; largo de la mano de mortero: 6,5 cm.
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40 Cuenco con decoración zonal bicromada roja y blanca, del complejo de Naneini, procedente del sitio multicomponencial PAC-14, Casa de la Tía, río Nazaratequi, en terreno montañoso del oriente de Perú. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. 22 cm de diámetro. 41 Cuenco de boca cuadrangular, con decoración aplicada representando un rostro humano. Pertenece al complejo Caimito, procedente del sitio TAM-2, Caimito, en Imariacocha, al sudeste de Pucallpa, Perú. Son visibles los restos de decoración de color negro y rojo sobre blanco, aunque gran parte del engobe blanco haya desaparecido. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide 23,5 cm de diámetro. 42 Olla cuadrangular, con incisión de líneas anchas y decoración aplicada, además de gura de rostro humano en la esquina, procedente del sitio TAM-2, Caimito. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide 26 cm de diámetro. 43 Figurina de rana, del complejo Caimito, procedente del sitio TAM-1, Casa de Guillermo, en Imariacocha, en el oriente de Perú. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide aproximadamente 5 cm de largo. 44 Miniatura de botella tetralobulada, del complejo Caimito, procedente de TAM-11, sitio Bella Flor, Imariacocha, en el oriente de Perú. Decoración incisa sobre supercie sin engobe. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide 10 cm de altura. 45, 46 Vista aérea de los camellones aborígenes, en los Llanos de Mojos, en el oriente de Bolivia.
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47 Estructura central del sitio arqueológico Capash, en la región de Tantamayo, al este del río Marañón, en el departamento de Huánuco, Perú. 48 Vista panorámica del sitio arqueológico el Gran Pajatén, parcialmente limpias de la vegetación de tipo ceja de selva que las recubrían, en la vertiente oriental de los Andes, drenaje del río Huallaga, Perú.
49 Mampostería tipo mosaico, representando cóndores y guras humanas en un edicio circular del Gran Pajatén. 50 Detalle de una mampostería tipo mosaico del Gran Pajatén. 51 Estatuilla de cerámica del estilo Tantamayo. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú (108.C/41322 T.C.). Mide aproximadamente 25 cm de altura. 52 Jarra perteneciente a la serie Killke, con pintura negra y roja sobre fondo marrón claro, procedente de la región de Cuzco. Pertenece a la colección Montez, adquirida en 1893 por el Field Museum of Natural History , Chicago. Catálogo # 2789, Negativo # 100923. Mide 17,5 cm de altura. 53 Vista interior del doble amurallamiento defensivo que rodea las ruinas del poblado de Trenchera, y donde se puede observar los caminos de ronda para los defensores, así como la zona de puna que circunda la ciudad. Se ubica en lo alto de la ciudad moderna de Sandía, en la vertiente oriental de los Andes, cerca a la frontera con Bolivia, al sureste de Perú. 54 Vista panorámica de las ruinas del poblado de Trenchera, donde se pueden ver las murallas defensivas externas y las hileras de viviendas que se extienden hasta la cima del cerro. Cerca de Sandía, al sureste de Perú.
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55 Cultivo de maíz altamente productivo, de la comunidad Conibo de Painaco, cerca a Juancito en el Bajo Ucayali, en el oriente de Perú. El hombre mide aproximadamente 1,58 m de estatura. 56 Urna funeraria de grandes dimensiones, procedente de la región de Calchaqui, noroeste de Argentina. Colección Zabaleta, Field Museum of Natural History , Chicago. Catálogo # 102258, Negativo # 18342. 57 Chomo Shipibo, cántaro para agua, procedente de la comunidad San Francisco de Yarinacocha, 1967. El cuello es negro sobre fondo blando; el cuerpo es negro, blanco y rojo, sin engobe en la supercie. Colección del Department of Anthropology, University of Illinois , Urbana. Mide 37 cm de diámetro máximo. 58 Quënpo aní Pisquibo (recipiente grande para beber, manufacturado para uso colectivo en el contexto de esta), procedente de la comunidad Nueva Edén, en el Alto Pisqui, 1967. Pintura negra y roja sobre fondo blanco. Colección del Department of Anthropology , University of Illinois, Urbana. Mide 38,5 cm de diámetro máximo. 59 Cushma Shipibo (traje masculino) de la comunidad San Francisco de Yarinacocha, 1967. El diseño es pintado principalmente en negro y amarillo, sobre tela de algodón hilado y tejido a mano. Colección del Department of Anthropology, University of Illinois , Urbana. Mide proximadamente 1 m de ancho. 60 Quënpo aní Conibo (recipiente grande para beber, manufacturado para uso colectivo en el contexto de esta), procedente de la comunidad Painaco, en el Bajo Ucayali, 1967. Pintura negra y roja sobre fondo blanco. Colección del Departament of Anthropology, University of Illinois , Urbana. Mide 31,5 cm de diámetro máximo. 61 Cara interna de una quëncha Conibo (recipiente para comida) particularmente bien trabajada, procedente de la comunidad Caimito Ima285
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riacocha, al sureste de Pucallpa, en el oriente de Perú, 1967. Pintura blanca sobre engobe rojo. Colección del Departament of Anthropology, University of Illinois , Urbana. Mide 23,5 cm de diámetro. 62 Colador Pisquibo para masato (bebida fermentada de yuca), procedente de la comunidad Manco Cápac, 1967. Mide aproximadamente 50 cm de ancho. 63 Mano de moler de piedra y mortero de madera Shipibo, utilizados para la trituración de alimentos y de materiales cerámicos, procedente de la comunidad San Francisco de Yarinacocha, 1967. En este caso han sido molidos fragmentos de vasijas para ser utilizados como temperantes en la manufactura de cerámica. Las depresiones cónicas que se notan en la mano de moler son usadas para la confección de narigueras de metal (ver foto 64). El pishín, estera de hoja de palmera, es la cobertura para el suelo más utilizada. La presencia de impresiones marcadas en los fondos de algunas vasijas arqueológicas demuestra que exactamente ese tipo de estera estuvo en uso en el área por lo menos durante los últimos 700 años.
64 Joven mujer Shipibo completamente adornada para la esta. Las na rigueras y adornos labiales son hechos de aluminio de aviación. San Francisco de Yarinacocha, 1967. La pintura facial es ejecutada con el tinte de color azul oscuro de la Genipa. 65 Mujeres Shipibo preparando masato (bebida fermentada de yuca) para una esta en San Francisco de Yarinacocha, 1964. La yuca es cocida en un gran recipiente cerámico, quënti aní, y en seguida colocada en una canoa, donde es batida hasta transformarse en pulpa. Un camote silvestre es masticado, expelido y mezclado a la masa para acelerar la fermentación. En seguida, la mezcla es nuevamente colocada en los recipientes de cocción, para volver a hervir y a fermentar.
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66 Quënti Pisquibo (recipiente para cocción) de la comunidad Nueva Edén, 1967. La decoración es del tipo punteado y ungulado. Mide 28 cm de diámetro máximo. 67 Quënti Pisquibo (recipiente para cocción) de la comunidad Nueva Edén, 1967. Decoración incisa. El fondo de esta bella pieza se había partido, y era utilizado como mapu ëiti (un horno cerrado para la quema de pequeñas vasijas de cerámica na). Mide 35,5 cm de diámetro máximo. 68 Típica fogata de una cocina Pisquibo, en Manco Cápac, Alto Pisqui, en el oriente de Perú, donde se observa la disposición de la leña en forma de estrella, así como los soportes cilíndricos de arcilla cocida, del tipo utilizado en la cuenca del Ucayali Central hace más de 1000 años. Los plátanos están siendo asados. 69 Cántaro para agua Cocamilla, recolectado por Beal-Steere en 1871, antes que los estilos Cocama y Cocamilla estuvieran completamente dominados por motivos orales derivados de los estilos europeos. Pintura negra y roja sobre fondo blanco. Colección del Museum of Anthropology, University of Michigan , Ann Arbor. Catálogo # 7344, Negativo # 16367. Mide 23,5 cm de diámetro máximo. 70 Cuenco Cocamilla. Colección de Beal-Steere, 1871. Pintura negra y roja sobre blanco. El motivo de serpiente de doble cabeza se asemeja bastante a los que presentan las piezas de cerámica de la fase Napo, del río Napo, en Ecuador. Colección del Museum of Anthropology, University of Michigan. Catálogo # 7358, Negativo # 16368. Mide 23,5 cm de diámetro máximo. 71 Cántaro para agua Tikuna, procedente de la comunidad Cushillococha, cerca de Caballococha, en el oriente de Perú, 1964. Pintura negra y decoración incisa sobre supercie marrón sin engobe. Se observa la
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utilización de motivos orales de inspiración europea en el recipiente de forma y tecnología indígena. Mide aproximadamente 35 cm de diámetro máximo. 72 Recipiente para cocción, perteneciente al grupo Isconahua de los Remo, comunidad Isconahua del río Callería, cerca de Pucallpa, en el oriente de Perú, 1967. Las estrías fueron hechas alisando la supercie del recipiente húmedo con una semilla partida. Mide 23 cm de diámetro.
73 Vasija para beber, del grupo Isconahua de los Remo. Supercie alisada y sin engobe. La decoración consiste en una tira aplicada con pequeños hendiduras. Recolectado por H. Clifton Russell. Mide 14 cm de diámetro de la boca. 74 Vasija del grupo belicoso Cashibo (Inunahua), de la región de Tournavista, en el Bajo Pachitea, al oriente de Perú. Recolectado en el interior de una vivienda por Clifton Russell, en 1962, cuando el grupo ya había sido pacicado. Contenía un conjunto de huesos carbonizados. Colección del Departament of Anthropology, University of Illinois . Mide 15,5 cm de diámetro de la boca. 75 Pequeño cuenco procedente de un conjunto de cerámicas del sitio arqueológico tardío UTO-1, en el Bajo Utoquinea, cerca a Pucallpa, en el oriente de Perú. Las marcas de los rollos usados en la manufactura de la vasija quedaron conservados en la cara exterior, constituyendo así una técnica decorativa. Probablemente puede ser atribuida a los Remo precolombinos. Colección del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Pueblo Libre, Lima, Perú. Mide 12,4 cm de diámetro máximo.
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Índice alabéico
achiote, 93, 223 achira, 91 adorno labial, 219, 286 agresión, 88, 198 agricultura, 21-5, 51, 53, 70-2, 76-8, 81, 92, 97, 99, 101, 107, 110, 122-3, 137-8, 194-5, 205, 210, 214, 226
agricultura de rozo y quema (incluir “sistema de rozo y quema”) 51, 77-8, 289
Aguarico, río 185-7, 235 Aguaytía, río 118 ají 92 algodón 83, 92-3, 96, 153, 218, 285 28-9,169, 48, 106, Alto135-6, Pachitea 156, 8, 162-3, 178,129, 231,130-2, 234 Amahuaca 174, 216, 221-2, 238 Amazonas, río 39, 56, 61, 155, 277 Amazonas Central 8, 110-1, 143, 146, 149, 151, 154-5, 161-2, 185, 189, 190-1, 193, 200, 202, 233 Amuesha 8, 30, 106, 110, 130, 146, 169, 234 anaconda 182-3 Ananatuba, cultura 146 Andes 9, 10, 14, 29, 40, 54, 58-9, 60-2, 65, 68, 72-6, 80, 82, 91-4, 104, 110, 113, 116, 128-9, 138-9, 141-2, 144, 150, 160, 162, 176-9, 189, 195, 197, 205-9, 210-3, 230-2, 278, 280, 284 Apostadero, estilo 200-1, 204
Apurímac, río 156 Arauca, río 200-1 Arauquín, estilo (sitio) 200-1 árboles de balsa (o topa) 277 Arcaico (Meso-Indio) 99 arco y echa 95 Argentina 83, 92, 177, 209, 285 arquitectura 20, 153, 210, 212, 280 arroz 51, 71, 74, 83 Asháninka 8, 30, 156-7, 211 Aspusana, río 11, 48, 178, 243, 282 Barlovento 99, 100 Barrancas, complejo (estilo, período) 90, 120, 147-9, 150-2, 154-5 8, 13, Barrancoide, tradición (estilo) 23, 26, 98, 143, 147, 149, 150-1, 154-5, 157-8, 160-2, 190-3, 199, 202, 229, 232-3, 281 batán 299 Bella Flor, sitio 283 Beni, río 106, 158, 243 Bolivia 8, 11, 33, 68, 74, 80, 106, 116, 138, 158, 176-8, 200, 209, 227, 233-5, 237, 240, 283-4
bosque tropical (no incluir “cultura de bosque tropical”) 7, 10, 30, 33, 35-7, 54, 56, 58, 64-8, 74, 76-8, 91-7, 115, 119, 123, 125, 135, 138, 141, 153, 162, 194, 195, 210, 226-278 Brasil 20, 22, 28, 36, 59, 65, 68, 97-8, 106, 112-3, 116, 175-6, 184, 189, 238, 298
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Bronce 14, 96, 211, 212 Bucarelia 99 Caballococha 277, 287 cacería de cabezas 54 Caiambé, sitio 49, 190-1 Caimito, complejo (sitio) 9, 11, 13, 34,
—cántaro para agua 12, 178, 217, 285,
48, 171-3, 179, 180-5, 187-9, 190-2, 218, 220, 234, 277, 282-3, 285 Calchaqui 11, 285
—jarras 11, 284 —mocahuas 299 —ollas 11, 282-3
219,194-8, 223, 288 Callería, río 11, camellones 203, 283 Camoruco, estilo 200-1 camote 83, 87, 91, 94, 286 Canapote, sitio 99, 229 canibalismo 54, 216 canoa 10, 88, 107, 277, 286 caña brava 63 Capash, sitio 11, 284 Casa de la Tía, sitio 130-2, 279, 283 Cashibo 12, 174, 216, 221-4, 288 Cashibocaño, complejo 48, 165, 167 Casiquiare, Canal de 58, 155 castaña 93, 298 catequizados 214 caucho 66, 214, 215 caza 24, 61, 66, 69, 71, 81, 95, 97-9, 123,
12, 86, 89, 119, 121, 153, —recipientes 157, 285-8, 298-9 —tazas 10, 122, 278 —tinajas 134 —urnas funerarias 189, 197, 203-4 —vasijas para fermentación (incluir “urnas para fermentación”) 148,
162-3, 224
ceja de selva 68, 72, 76, 106, 129, 136, 143, 205, 210, 212, 236, 278, 284, 297
cerámicas, apéndices de vasijas —basal (incluir “reborde basal”) 119, 298
—labial 119, 148, 190, 289, 298 —mango 96 —mesial 298 —pedestal 13, 173, 183 cerámicas, formas de vasijas —botella de doble pico y puente 10-1, 119, 120, 124, 126, 143-4, 278, 280, 283, 295
290
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—comal 87, 134, 164, 168 —coladores 174, 177 —cuencos 128, 145, 151-2, 155, 157, 161, 173, 181, 187, 217, 279
166
cerámicas, técnicas decorativas —adornos 11, 13, 132, 152, 154-5, 158-9, 160-1, 165-7, 173, 182, 202, 281
—aplicada 11, 14, 121, 124-5, 132, 134-5, 137, 141, 143, 148, 155, 157, 164, 172-3, 181, 197, 201-3, 206, 221, 280, 283, 288 —bícroma 11, 160, 173, 178, 234, 282 —bruñido 217 —corrugado (incluir “corrugada”) 11, 142, 143, 170, 172, 177, 179, 217, 282 —engobe 14, 125, 128, 130, 132-3, 135, 164-6, 169, 173, 174, 177, 181-3, 206-7, 209, 210, 278, 282-3,285-8
—excisión (incluir “exciso”, excisa”) 10, 13, 127-9, 132, 181, 278-9
—incisión (incluir “inciso”, “incisa”) 11, 13-4, 120, 123-6, 132, 135, 147, 151-3, 155, 157-9, 169, 172-3, 180-2, 199, 202, 204, 217, 220-2, 234, 281-3, 287 147, 155, 158, 159, 182, —modelado 190, 204
Índice alabéico
—polícroma 9, 40, 155, 160, 179, 184-5, 188-9, 190-3, 234 —pulido 128, 130, 133, 183, 278, 282 —punteado 129, 206, 217, 287 —resina 66, 141, 143 —ungulado 217, 220-1, 287 —zonal 11, 123, 129, 134-6, 143, 145-6, 172-3, 176-8, 220, 279, 282-3 cerámicas, temperantes 133, 216, 286 189,190, 190,199 216 —cariapé189, —cauixí —temperante de arena 130, 156, 222 —temperante de cerámica triturada (buscar “fragmentos cerámicos toscamente triturados”, “molidos fragmentos de vasijas” y “cerámica bien triturada”) 164, 216, 286 —temperante de conchas trituradas 122, 130
cerbatana 95 ceremonias de pubertad 16 cestería 96 Chacra de Giacomotti, complejo 211 chacras 51, 65, 93, 222 Chanchamayo, cuenca del 74, 156-7 Chavín 29, 36, 40, 121, 128-9, 143 Chimay, sitio 158, 160 Chinchipe, río 142 Chorrera, complejo 143 Chullpa Pampa, complejo 209, 210 Chupachu 207-213 Chulpani, sitio 206 Chuquisaca 176-7 ciudad 21, 39, 40, 42, 51, 63-4, 110, 118,
Cocamilla 113, 186, 188 Cochabamba, valle de 68, 74, 138, 209, 210
Colina de José, sitio 126-7, 129, 163, 278, 281
Colombia 24, 36, 75, 90, 93, 98-9, 100, 115-6, 120, 135, 151, 164, 179, 184, 198, 200-1, 203-4 comercio 69, 88, 125-6, 142, 161, 212
Corobal, José fase 201 Cruxent, María 98, 145 cuenca amazónica 7, 9, 12, 19, 21-2, 33, 39, 40, 53-6, 59, 60-2, 64-9, 70, 72-9, 80-2, 88, 93-7, 101, 114-5, 118, 122, 128, 141-2, 149, 162, 185-6, 189, 191, 194, 198-9, 200-3, 225 cuenco, de piedra 11, 142, 211, 281 Cueva de las Lechuzas 29, 136-7, 141
cultivo de raíces (buscar “raíces”, incluir “agricultura de raíces”, etc.) 21, 81-2, 85, 90-2, 97, 107, 122, 163
cultura circun-caribeña (incluir” circuncaribeño”) 79, 80 cultura del bosque tropical 7, 35, 79,
Coarí 23, 25, 149 Cobichaniqui, complejo 13, 130, 131 coca 94
80-3, 85, 87-9, 91, 93-5, 97-9, 101, 107, 110, 121, 141, 160-1, 210, 227-9 Cumancaya, complejo 11, 13, 142-3, 157, 171, 173-5, 177-8, 221, 223, 281-2 Cumancaya, sitio 126, 171-3 Cumancaya, tradición 11, 172, 174, 178-9, 217-8, 282 cushma 153, 218 Cuzco 208, 213 dique natural 63-4, 73, 75, 170 Ecuador 33, 35-6, 100-1, 125-6, 135, 143, 151, 180, 184, 188, 197, 201, 204 Ecuatorial 116-7, 185, 187 El Milagro, fase 201
30, 51, 53, 113, 170, 185-9, 191, Cocama 218-9, 220-1
150 El Palito, complejo enfermedad 51-2, 81
137, 141, 156
291
El Alo Amazonas
Enoqui, complejo 168-9 entierro (incluir “inhumación”) 142, 166, 171, 173, 178, 192-3, 209
esclavos 81, 216 Escudo de las Guyanas 58, 59, 76, 80, 115-6
escultura estilo artístico (general) 139,
157, 161
—Pano 113-5, 169, 174, 176, 178-9, 216, 220-3
—motivos en espiral 142, 145, 155, 160,
—Quechua 114-5, 207-9, 210, 213 —Tacana 113-4 —Tupí-Guaraní 105, 111-3, 115, 117
177, 190,de 199escalones 134, 218 —motivos —motivos orales 188, 220 —motivos de gregas y escalones
40, 113, Guaporé, ríoestilo Guarguapo, 204116 Guaribe, complejo 179 Guarita, tradición (fase) 25, 49, 155,
182, 202
172-3, 175-6
Estrada, Emilio 100, 197 Evans, Clifford 20, 28, 33, 36, 50, 100, 143, 177, 184, 185, 189
excedente económico 85, 87-9, 93, 125 fauna 68-9, 182 felino, representación de (incluir jaguar) 120-1, 123, 202 fertilización de suelos (buscar “fertilizante”, y “fertilización”) 24, 72, 195
estas 88, 89, 95, 135, 217, 218-9 guras 121, 202, 207 ora 93, 94 forticaciones 209, 207, 213 Franciscanos 214 frijol 71, 92 geología (buscar “geológica”) 59, 60-1 Globular, estilo 104, 154, 165 Gran Chaco 58, 104, 111, 114, 176 Gran Pajatén (Abiseo, sitio) 210, 212 Grandes Antillas 104, 106 grupos lingüísticos 26, 104, 114, 116-7 —Arawak 26-7, 40, 104-7, 109, 111-3, 115, 117, 130, 146, 150, 157, 161, 204 114 —Aymara —Caribe 19, 22, 40, 115-6, 161, 198-9, 204 292
—Ecuatorial 117 —Gě 115 —Maipure 105-7, 111, 113, 116, 150,
189, 190, 191, 192
Guayas, cuenca de guerra (incluir “guerrilla”, “guerrera”) 142-3, 197, 201
Guyana (excluir “Escudo de las Guyanas”) 65, 75, 88, 98, 111, 147, 149, 150, 198, 201, 204
hacha 92, 96-7, 123, 157, 184, 211-2 Higueras, cerámica (“estilo”) 48, 206-8, 210, 280
Hilbert, Peter Paul 154-5, 184, 189, 190-1, 202
Horizonte Temprano 280 Huallaga, río 278, 282, 284 Huánuco, valle de 74, 121, 123, 136-8, 140-1, 143, 205-8
Huayurco, sitio 142-3 huingo 93 huito 93 Hupa-iya, complejo 48, 126, 147, 151-4, 156-7, 163-5, 170
husos cerámicos 96, 153 Ica, valle de 128 identidad indígena 53 Imariacocha 52-3, 172, 179, 185 96, 207-8, 213 Inca inundación 24, 58, 63, 68, 71, 73, 75-6, 120, 194-5
Índice alabéico
irrigación 71, 205 Isconahua (Remo) 223 Itacoatiara, complejo 49, 155, 189, 200, 202
Jamundá, río 210 Japurá, complejo 49, 191 Japurá, río 60, 149, 155, 191 Jauarí 154, 202 Jíbaro 117 51, sitio 53 184 Juancito Junín Pablo, Jurúa 106, 110-1, 115-6, 174, 186, 193 Killke 11, 213, 284 Kondurí, complejo 200 Kotosh, sitio 121 La Cabrera, estilo 201 La Merced 156, 211 Lanning, Edward P. 89, 100, 140 llama 139 Llanos de Mojos 58, 68, 74, 80, 106, 111, 158, 192-6, 200
Llanos de Orinoco 200-1 llanura inundable 60-3, 78, 90, 98, 100, 110-1, 124, 137, 141, 145, 147, 154, 163, 165, 186, 191, 194 lluvia (incluir “tempestad”) 58, 63-4, 68, 71, 73-5, 77 Los Barrancos, complejo 147-9,150-1 Los Tamarindos, sitio 201 Mabaruma, complejo 149, 150, 201, 204, 233 macana 95 Macas 143 Machalilla, complejo 124-6 Madeira, río 40, 57-8, 60, 110-2, 116-7, 146, 193 Madre de Dios, río 40, 107, 113, 115 Magdalena, río 90, 99, 100, 203 53, 71, 73, 77, 83, 87, 89, 92-3, maíz95 23, ,101, 168-9, 214, 218
Malambo, complejo 90, 100
Mamiá, sitio 149 Mamoré, río 158 mampostería 137, 212, 213 Manacapurú, complejo 25, 49, 149, 155, 190, 191
Manaos 21, 49, 59, 60, 64, 110, 155, 202 manatí 69 Mangueiras, sitio 149, 155, 191 maní 71, 74, 92, 94 Maracá 191 lago (incluir “Maracaibo”) Maracaibo, 98, 101
Marajó, isla 28, 33, 80, 146, 191 Marajoara, complejo 183-5, 191, 209 Maranta 71, 91 Marañón río 56, 62, 64, 110, 141-2 Markopata, sitio 206 masato 85, 88-9, 90, 120, 178, 217, 219 Mato Grosso 13, 175-6, 240 Matraquero, estilo 200-1 Mayoruna 174 Monte Hernmarck 192-3 Mbaya-Caduveo 175-7 meandros 62-4 Meggers, Betty J. 20, 28, 33, 35-6, 50, 100, 143, 177, 184-5, 188-9
Meseta Brasileña 58-9, 74, 76, 92, 111, 115, 160
Mesoamérica 36, 80, 89, 91-4, 116, 135 migraciones (incluir “migrar”)54, 102-3, 105, 107, 111, 115, 146-7, 184, 189, 191, 197 Milagro, complejo 197, 201, 204 Miracanguera, complejo 189, 190-3 Moche 178 Mojocoya, complejo 176-7 Mojos 58, 68, 74, 80, 106, 111, 158, 192, 193-6, 200 213 Mollo, moluscoestilo 99, 122 Momíl 90-1, 100 293
El Alo Amazonas
mono 69, 142, 202 montaña (incluir“montañoso”) 34, 174 Monte Masicito 49, 200 Monte Velarde 158-9, 192-3 montículo habitacional 197 mortero de piedra 95 mortero, mano de 159, 218 mosquitero 123, 153 mosquito 123, 153, 218
pallar 92 Palacios, río 177-8 Pangotsi, complejo 131 Pano, etnia 115, 169, 174, 176, 178-9,
200 Muisca, estilorepresentación murciélago, de 167 Naneini, complejo 169, 178-9 Napo, complejo 143, 177, 179, 180,
patrón de Antillas asentamiento Pequeñas 116 147 Perené, río 156 Perú 15-6, 19, 24, 28-9, 30, 35, 51, 56, 74,
184-9, 190-2, 218, 220
Napo, río 143, 177, 179, 180, 184-9, 190-2, 218, 220
Naranjal, complejo 156 Naranjal, sitio 156-7, 211 narcótico 66 Nazaratequi, complejo 132 Nazaratequi, río 129 Nazaratequi, tradición 136, 145-6, 162, 169
Negro, río 21, 27, 56-8, 62, 64, 107, 110, 117, 146, 151, 155, 161
Nericagua, fase 200 Noble, G. Kingsley 106-7, 112 Nordenskiöld, Erland 33, 40, 159, 177 Nueva Edén 212 Nueva Esperanza, complejo 167 ñame 91 ofrenda 139, 142, 183 Omagua 113, 170, 185-9, 191 Orellana, Francisco de 53, 185, 187 organización social 21 Orinoco, río 161 Oriximiná 149 Pacacocha, complejo 166-7 Pachitea, río 28-9,48, 52, 106, 110, 129, 130-2, 135-6, 156, 162-3, 169, 178, 212 Painaco 51-3, 219 294
216, 220-3
Pano, familia lingüística 113-4 papa 138 Paracas 121 Paredão, complejo 25, 49, 192, 202
82, 89, 92-3, 101, 118-9, 121, 126, 128, 135, 137-9, 140, 142, 151, 161, 181, 187, 189, 206, 211-2, 219 pesca 24, 53, 66, 71, 95, 97-9, 162, 214 pijuayo 91-2 Pilcomayo, río 176-7 pintura facial 219 piraña 69, 96 Pirapitinga, complejo 49, 190 Pisqui, río 212, 218 plátano 53, 73, 83, 93, 214 Pleistoceno 60
población (incluir “poblacional”, presiones poblacionales”, “distribución de la población”) 21-2, 24, 26-7, 40, 52-4, 58, 61, 65, 69, 70, 80-1, 88, 94, 96-7, 102-3, 107, 109, 110-2, 118, 131-2 ,140, 146-7, 151, 162, 169, 179, 186, 191, 194-5, 197, 205-6, 208, 212-4, 219, 220, 224 Polícroma, tradición 155, 179, 184, 189, 192-3 polvos para la inhalación 94 Portacelli, complejo 179 prados (incluir praderas) 68, 194 83, 92 proteína Pucallpa 35, 39, 40, 50-1, 60, 63, 118, 126, 220, 222
Índice alabéico
Puerto Hormiga, sitio 99, 100 puntas de proyectil (buscar “punta” referente a puntas de lanza y de echa) 95 Purús, río 106, 110-1, 115, 174, 193 Quebeno, río 186 Quimbaya, estilo 200-1 rallador 86, 88 Rancho Peludo 90, 98 Recuay 178 recursos uviales 65, 94-5 religión (buscar “religioso”, “religiosa”) 51-2, 79, 128, 163 Remo 174, 216, 221-3 reproducción selectiva 82-3, 91 Requena 277 Río de la Miel 201, 203 Río Guapo, complejo 145-6 Río Palacios, complejo 177-8 Rivet, Paul 204 Ronquín, sitio 145-6 Saladero 90, 145-7, 149 Saladoide, tradición 145-6, 162 San Agustín, sitio 179 San Francisco de Yarinacocha 34-5, 50, 126
San Jorge, valle de 198, 203, 235 San Ramón 156, 211 Sandía 213, 284 Santarém 149, 154, 197, 201 sapo, representación de (incluir “ranas”) 173 Sarayacu 186-8 Sauer, Carl O. 29, 34, 40, 83, 138, 141, 225, 228, 239
sello tipo rodillo 10, 135, 279 serpiente, representación de 188, 287 Shakimu, complejo 8, 10, 12-3, 29, 48,
214-9, 221-2, 224
Sinú, río 90, 100, 229, 230 Solimões, río 23, 40, 56 Steward, Julian H. 20, 37, 54, 104, 210, 225-9, 235, 236, 238
suelo 10, 24, 59, 61, 63, 65-6, 69, 70, 72-3, 75-8, 82, 93, 118, 122, 181, 201, 211, 286 suelo aluvial 73, 118
tabaco 51, 94 Tabaconas, río 10, 142, 280 tahuampa 277, 294 Taíno 106-7, 146 Tamaya, río 179 Tantamayo, estilo 11, 206, 284 Tapajós, río 149, 154, 201-2, 236, 240-1 Tarma 206, 213 Tairona, estilo 200 Tefé, complejo 49, 189, 191 Tejár, complejo 197 tejidos de corteza (buscar “corteza apropiadas para la ejecución de tejidos”) 66 tela 285 templo (excluir “templo de las manos cruzadas”) 138, 139 templo de las manos cruzadas 138-9, 279
tetralobulada, botella cerámica 283 Thompson, Donald E. 207, 210, 237 Tiahuanaco, sitio (“estilo”) 160, 176, 237, 241
tierra agrícola 53, 72-3, 213 Tikuna 12, 220, 277, 287 Tingo María 74, 136-7, 141, 178-9, 282 tipishca 62, 118, 121, 170 tipití 86, 87 Titicaca, cuenca del 176
126-9, 136, 142, 151, 163-5, 170, 231, 278 Tivacundo, fase 48, 177 tortuga 182-3
Shipibo-Conibo 15, 36, 51-2, 173-5,
295
El Alo Amazonas
Tournavista, complejo 14, 220, 222-3,
Trabajos en piedra (incluir “vasijas de piedra”, “cuenco de piedra”, “ha-
173-9, 181, 183, 185, 187, 189, 191-93, 214-5, 217-9, 221, 223, 225, 234, 277, 281, 285, 287 Urubamba, río 156 Uru-Chipaya 106, 107, 110 Utoquinea, río 12, 288 Valdivia, complejo 35, 100-1, 125, 228-9, 230 Valencia, lago 101, 200-1
chas de piedra”, “viviendas de piedra”, “mano de moler de piedra”)
Vaupés 16440, 59, 90, 98, 101, 111, 114, Venezuela
10, 11, 13, 79, 93, 96, 123, 142, 157, 184, 211, 218, 280-1, 286, 293
146-7, 149, 150, 161-2, 179, 198, 200-1, 204, 232-3, 236, 239, 240-1 Ventuari, río 201, 236, 240-1
288
Trabajos en madera (incluir “tallado en madera”, “esculpido en madera, “fabricadas de madera”, “para trabajar la madera”) 12, 14, 30, 66, 67, 79, 86, 89, 95, 122, 135, 219, 286
transporte uvial (incluir “vías uviales”) 58, 107, 107, 110, 146, 161 Trenchera, sitio 11, 213, 284 trituración de alimentos (buscar “triturar los alimentos”) 95, 86 Trombetas, río 149, 154, 200 Tutishcainyo Tardío, complejo 8, 12, 29, 48, 123-8, 137, 143, 145
Tutishcainyo Temprano, complejo 8, 12, 29, 48, 118-9, 120-3, 136, 140-1, 145-6, 148, 231 Tutishcainyo, tradición 128, 136, 143-6, 153, 162 Tutishcainyo, sitio 118, 122-4, 126 Ucayali, río 9, 10, 14, 19, 26, 28-9, 30, 34, 39, 40, 48, 51-2, 55-7, 59, 60, 63-4, 73, 92, 107, 110-1, 113, 115, 118-9, 124, 126-7, 136-7, 142-3, 147, 151, 153-4, 156-7, 162-3, 165-7, 169, 170-71,
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vestuario (incluir “vestimenta” y “prenda”) 51, 153, 218 vivienda 70, 93, 123, 288 Waira-Jirca 48, 137, 139, 140-1 xanthosoma 87, 91 Xingú, río 8, 22, 24, 104, 111-2, 158, 160-1, 167, 233
yacón 298 Yampara, estilo 160 Yanayacu, tahuampa 10, 277 Yarinacocha, complejo 8, 10-1, 13, 28,
34-5, 40, 48, 50, 118, 126, 154, 163-5, 167, 188, 231, 233-4, 278, 281, 285-6 Yarinacocha, lago 277 Yasuní, complejo 48,143 yuca 21, 24, 53, 71, 73, 78, 82-9, 90-1, 93-4, 98-9, 100, 122, 134-5, 148, 153, 165-6, 168-9, 174, 217, 286
Noas
[1] Instrumento tradicional entre los pueblos amazónicos, conocido como manguaré, consiste en dos grandes troncos huecos que se golpean como tambores. [2] Actualmente se sabe que el Amazonas es el río más extenso del mundo. Mediciones recientes asignan 6.800 km de longitud al río Amazonas, frente a los 6.695 km del río Nilo. [3] Corresponde a las orillas de deposición aluvial, también denominada várzea por los especialistas, o barrizales , en el español lugareño. [4] También denominada tierra rme o terrazas antiguas por los especialistas, o monte en el español lugareño. [5] También conocido como lago de herradura. [6] Conocidos localmente como restingas. [7] O topa en el vocablo regional. [8] Conocidos localmente como caños. [9] Cedrela odorata. [10] En The Upper Amazon, Lathrap utiliza el término ceja, lo que nosotros hemos traducido por ceja de selva. Sin embargo, debemos señalar que, 297
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siguiendo la clasicación de Javier Pulgar Vidal, sobre las regiones naturales del Perú, nosotros entendemos por ceja de selva a las regiones de selva alta y ceja de selva. [11] El sajino (Tayassu tajacu) y la huangana (Tayassu pecari). [12] Es un género de cerca de 50 especies de plantas tropicales y subtropicales de la familia Araceae o aráceas. [13] Es una especie herbácea perenne cuyo hábitat son las selvas tropicales. [14] Unidad de medida agraria equivalente a 0.4 hectárea. [15] También conocido como casabe. [16] Conocida localmente como fariña. [17] Es un género de plantas tropicales, cuyo tubérculo se usa ampliamente para la alimentación humana. [18] Planta herbácea con rizoma corto y tuberoso, crece en América tropical y subtropical. [19] También conocido con el nombre de yacón. [20] También denominado pallar del gentil. [21] En la costa y sierra peruana se denomina mate; en la selva huingo. [22] También conocido como tutumo o totumo. [23] Bertholletia excelsa, también conocidas como castaña de Brasil.
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Noas
[24] También denominados borde o rebordes. Son moldeados que se prolongan a modo de tiras que contornean un recipiente, y según su ubicación respecto a la altura la vasija se los denomina apéndice basal (sección inferior), mesial (sección media) o labial (sección superior). [25] Conocido en la Amazonía peruana como apacharama. [26] Recipiente conocido como mocahua. [27] Conocido como callana. [28] Conocido localmente como batán.
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El Alto Amazonas de Donald W. Lathrap terminó de imprimirse el 31 de agosto de 2010 en los talleres de Chataro Editores, psje. Juan de Arona 151, Los Olivos Se tiraron mil ejemplares.
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