15. FORMACIÓN Y SENTIDO DE LA IDEA DE ENTE. 1. INTR INTROD ODUC UCCI CIÓ ÓN. El hombre se constituye como tal en una relación con el mundo que no está prefijada al nacer. Nuestra constitución constitución psicofísica nos permite permite hacer planes y proyectos de vida pero sabiendo a qué atenernos con respecto al mundo. Durante mucho tiempo los hombres recurrieron a mitos y tradiciones asumidas acríticamente que funcionaban como relatos explicativos y guías de comportamiento, pero el surgimiento de la filosofía en el s. VI a.C. trató de explicar la realidad de las cosas a partir de las cosas mismas, descubriendo lo permanente tras lo cambiante y el principio de unidad tras la diversidad de fenómenos. Así la filosofía trataba de dar unidad y coherencia a la totalidad de experiencias humanas, y para ello necesitaba un eje con el que articular esa totalidad. Así apareció la ontología como un modo de hacer filosofía que parte de la base de que el eje es el ENTE, el SER; entonces el sería para la metafísica el fundamento, el principio a partir del cual explicar la diversidad de experiencias y darlas un sentido unitario. La reflexión sobre el ser es una reflexión sobre el sentido de los entes, de las cosas, de las experiencias en general. A lo largo de la historia la metafísica ha establecido una diferencia entre tipos de entes: el mundo (o entidades que forman parte del mundo), Dios (o entidades similares como el Primer Motor Inmóvil, o Uno, el Espíritu Absoluto) y el alma. Según la distinción establecida por C. Wolf (1679-1754) de estos entes se ocuparía la metafísica especial en la teología natural (Dios), la psicología racional (alma) y la cosmología (el mundo); mientras que del ente en cuanto ente se ocuparía la antología general. En este tema me voy a centrar en esta ontología general que se ocupa del ser en cuanto ser, del ser sin más tal y como concibió Aristóteles en su metafísica. 2. EL PENSAMIENTO GRIEGO: EL ENTE, LO UNO Y LO PERMANENTE. El pensamiento griego reflexiona a partir de la naturaleza como lo necesario, lo dado, caracterizada por el cambio y la multiplicidad; y busca a qué atenerse, controlar el cambio y la multiciplicidad reduciendo lo múltiple a su fundamento, a su unidad y reducir el cambio a lo permanente. Las primeras teorías filosóficas se caracterizaron por la idea de que todos los seres tienen en común un principio último (arjé), que subyace como única materia
originaria de la multiciplicidad de las cosas y que es la causa que produce los cambios en la experiencia. 2.1. PARMÉNIDES (540-470 A.C.) fue el primer filósofo que reflexiona de modo explícito sobre el ser como el arjé que constituye todas las cosas, el fundamento de toda realidad. La multitud de cosas coinciden en que son; las cosas cambian y se transforman en otras cosas pero no puede suceder que lo que es se diluya en la nada, ni que de la nada salga algo. Por ello el origen y principio de todo es el SER. El ente se caracteriza por los atributos de “ingénito, imperecedero, completo, inmóvil, intemporal, uno y continuo”. Por el contrario la existencia del no-ser es negada. De ahí la sentencia: “el ente es; el no-entes no es”. El omnipresente ser es inmóvil e inalterable ya que de otro modo se tendría que suponer un no-ente distinto al ente hacia el cual se produce el movimiento. Parménides supera la discrepancia entre esta tesis y la experiencia de los sentidos declarando que ésta es engañosa y se queda a merced de la apariencia. Así se separaron la intuición empírica y el conocimiento de la razón. El conocimiento verdadero sólo puede serlo de un ser único e inmutable: “lo mismo es pensar y ser”. Su discípulo Zenón de Elea intentó cimentar esta teoría con argumentaciones que tuvieron mucha fama. Concluye que nuestro mundo cotidiano, múltiple y cambiante no puede ser objeto de explicación racional, de lo contrario incurrimos en paradojas. El mundo es mera apariencia por lo que solo puede haber un discurso racional sobre el ser. SER COMO ESENCIA. La teoría de Parménides no sirvió para fundamentar la totalidad de la experiencia. El intento se superar esta situación provocó la aparición de dos actitudes nuevas: 1) Los sofistas sostienen que no existe el ser, sino sólo el parecer. 2) Sócrates y Platón que conciben el ser como lo universal, como la esencia de las cosas, entendida como el conjunto de notas que determinan a algo a ser algo. Sócrates (470-399 a.C.) pasó de interesarse por la physis a centrarse por descubrir la esencia del bien (agathon) y de la virtud (areté) impulsado por el principio délfico: “conócete a ti mismo”. Para él la esencia de algo reside en una definición universal, es decir, que valiese para toda la especie de “cosas” tratables. Y una vez encontrada sería eterna. Platón en su teoría de las Ideas señala que el ser reside en las Ideas, y estas son la esencia de cada uno de los seres sensibles. Las ideas son entidades inmateriales,
eternas e inmateriales y arquetipos de la realidad según los cuales están formadas las cosas del mundo visible. Existen objetivamente y pueden ser reconocidas por nuestra conciencia. Según la interpretación más fiel de la Teoría de los dos mundo, el mundo de las Ideas tiene un rango superior al mundo perecedero, ya que aquel es el que existe realmente tal y como Parménides había postulado en relación al ser. El mundo de lo corpóreo está subordinado al reino de las Ideas tanto ética como ontológicamente: aquel obtiene su ser sólo por la participación (méthesis) o la imitación (mimesis) delmundo propiamente de las ideas. La idea del Bien es el fundamento unitario de la multiplicidad de ideas y es el fin y origen de todo ser, tanto en la teoría del conocimiento como en la ontología. Del Bien extraen las ideas su ser y su valor, y con ellas el mundo entero, al que el Bien da orden, medida y unidad. En el símil del sol describe como el hombre sólo es capaz de reconocer el ser a la luz del Bien. Si la bien del Bien es el ser, entonces las otras ideas pasan a ser concebidas como entes, como cosas. Así hay dos tipos de entes: las ideas y las cosas sensibles, sólo las ideas son cosas reales porque participan de la Idea del Bien. Mientras que el mundo sensible es una copia imperfecta de éstas, y por tanto es aparente. ARISTÓTELES considera a la filosofía primera como la ciencia de las ciencias ya que estudia el ser en cuanto tal, es decir, los aspectos que son comunes a todos los seres. Es una teoría de las causas y principios del ser, de lo que hacen que las cosas sean. Se separa de Parménides y Platón admitiendo que lo que nace y muere puede recibir el nombre de ser ya que lo entiende como un concepto análogo que se aplica con matices a las distintas cosas del universo, porque, aunque de un modo diferente las cosas son. Por tanto, supera el dualismo platónica entre la idea y el objeto real y postula que la esencia de la cosas yace en ellas mismas. Para Aristóteles hay distintos modos de ser y lo realmente existente son las cosas singulares (entelequias o sustancias), y así todo lo que existe es: o sustancia o cosas que afectan a la sustancia (accidentes). La sustancia es aquello que existe en sí y no en otro, y accidente aquello que existe en la sustancia. Todo ser (excepto el Motor inmóvil) tiene materia (hyle) y forma (eidos/morphé). La materialidad posee la esencia sólo en potencia (dynamis) y cobra acto/realidad (energeia) a través de la forma. Así la esencia de las cosas no está en una
idea trascendente, sino que se realiza en la serie sucesivas de sus mostraciones; al total despliegue de la esencia la llama entelequia (telos=meta, fin) ya que todo cambio presupone un fin que lo dirige desde el despliegue potencial hasta el despliegue real de la ousía. Todo cambio tiene 4 causas: formal, final, eficiente y material. Ésta última determina la contingencia e irregularidades de los objetos. Desde la concepción del cambio establece una estratificación del mundo que impregna toda la física aristotélica, y que consiste en un ascenso desde el límite inferior, la materia pura, hasta el límite superior: la forma pura, la divinidad. Como Aristóteles relaciona la forma con el pensamiento, su dios es un espíritu puro que se tiene así mismo como objeto del pensamiento. Está sumergido en la teoría, la mirada pura y espiritual de sí mismo. Otra característica resulta del hecho de que el mundo en su permanente transformación necesita del movimiento, pero como el impulso inicial no se puede extender al infinito, tiene que haber un primer motor que sea a su vez inmóvil, es el Dios aristotélico. En suma, coinciden en la relación motriz de Dios con el mundo de todas la causas excepto la material. Dios no interviene en el curso del mundo ni puede ser influido desde el mundo. Y ya que es inmóvil, el mundo no se mueve por el actuar de Dios, sino por la impaciente tendencia de la materia hacia él en tanto que forma pura. 1. PENSAMIENTO CRISTIANO. Con la aparición del pensamiento judeo-cristiano la reflexión sobre el ser cambia. El cristiano no parte del mundo, de la naturaleza, como dato absoluto. Para él el mundo tiene que ser explicado, es decir, tiene que responder porque hay algo y no nada. Y la respuesta consiste en remitirse al ser de Dios. El Dios cristiano ocupa el lugar de la Idea del Bien platónica y del Primer Motor Inmóvil aristotélico, pero con nuevos rasgos: es un ser personal, infinito y necesario, que crea libremente el mundo. Dios es pensado como el ser origen y fundamento de todo, como un ser absolutamente infinito con infinitos atributos o esencias (bueno, sabio, veraz, poderoso, etc). Si para los griegos la infinitud era indeterminación, caos y no-ser, para los cristianos es equiparable a la perfección, al ser en sentido pleno, a la auténtica realidad. Lo finito es imperfecto y es una realidad creada por Dios. Sólo Dios es un ser necesario y el mundo es una realidad contingente, ya que ha sido creado por Dios en un acto de libre voluntad. Existe pero podría no existir.
El cristianismo se sirvió del pensamiento platónico y neoplatonismo para mostrar como los seres del mundo han sido creador por el Dios, Ser Supremo. Ya el PseudoDionisio Areopagita señala cómo Dios contiene los arquetipos de todos los seres en tanto que pensamientos suyos y manifestaciones de su voluntad. Los seres del mundo provienen de Él y obtienen su esencia por participación de los arquetipos dentro de un orden jerárquico de los seres: vivientes-sin vida, con sentidos-sin sentidos (vegetales), con razón – tradicionales (animales), sin cuerpo (ángeles) – con cuerpo (hombres) con Agustín de Hipona el Ser pasa a tener un doble sentido: ser algo (esencia) y el hecho de ser (existencia). Las ideas platónicas son ahora las ideas ejemplares con las cuales Dios creó el mundo. Así las esencias estarían en la mente de Dios. Si este crea libremente el mundo, podría suceder que existiesen esencias que no tuviesen existencia. Esto llevó a los pensadores cristianos a establecer una diferenciación entre esencia que expresa lo que las cosas son y la existencia que expresa el hecho de que sean. Para Sto. Tomás de Aquino (1225-74) desde el aristotelismo hay multiplicidad de entes (ens) que se presentan a nuestros sentidos (piedras, animales, hombres, etc.). En relación a los principios que subyacen a los entes distingue entre realidad (actus, acto) y la posibilidad (potentia, potencia). A todo ente le corresponde tanto poder ser, como poder no-ser, es decir, ser cambiante. Desde aquí se plantea la cuestión sobre el principio de su unidad por la cual son una sustancia pese a los cambios en los entes concretos: es la forma. Si la forma es aquella que determina, entonces necesita de aquello que puede ser determinado como principio complementario; la materia es en sí algo indeterminado, pero determinable ya que se le puede dar forma, y es también la base de la multiplicidad ya que la misma forma puede presentarse en diversos individuos. Forma y materia no son entes independientes; son aquello por lo que un ente es (quo est), y lo que es (quod es). Ese lo que del ente es su esencia (essentia o su que-idad) que existe realmente en las sustancias individuales, y es algo pensado en la forma de los conceptos universales. El Aquinate hace otra distinción entre esencia y existencia. Yo puedo conocer la esencia de algo sin saber si existe; la existencia es el principio por el que un ente existe como ente. El acto de existir (actus essendi) es el que hace del ente que sea un ente. Por ello la existencia es a la esencia, lo que el acto es la potencia. La cuestión acerca de los conceptos que se le pueden atribuir al ente como predicados, lleva a crear la lista de transcendentales: 1) a cada ente le corresponde el
ens, en el sentido del acto de existir; 2) además es res (realidad) que define el ser alguna cosa desde el punto de vista de la esencia, 3) a raíz de su interna indivisibilidad, el ente es unum (uno), 4) es aliquid (algo) a diferencia del que es otro. Entre los seres se da un orden perfecto porque Dios ha asignado a cada ente su lugar y su fin en el ordenamiento de lo existente. Juan Duns Escoto (1265-1308) se separa de la escolástica anterior al afirmar que el objeto de la metafísica no es Dios, sino el ser. El ser es el concepto más universal, porque se tiene que poder decir de todo ente (Dios, mundo) en el mismo sentido de manera unívoca, de lo que se deduce que no puede haber una determinación más amplia. Para él, a diferencia de Sto. Tomás, no es la materia el principio de individuación, sino que lo individual es un modo de ser propio que consiste en la haecceitas. Ésta es la que determina al individuo y lo hace al convertir la especie en la “última realidad del ente”, en el individuo. En relación a los transcedentales o predicados que corresponde a todo ente distingue entre pasiones convertibles, que son tan amplias como el ser: uno, verdarero, bueno, y las pasiones disiunctae, que coinciden con el ser sólo en pareja: limitado-ilimitado, necesario-contingente, etc. 2. PENSAMIENTO MODERNO. Para la filosofía moderna el ser de las cosas, su esencia, reside en el concepto. Y por concepto se entiende aquello fue que el entendimiento elabora por si sólo, prescindiendo de los sentidos, aquellos que puede ser expresado en términos cuantitativos, ya que se impone la idea de que la realidad está escrita en caracteres matemáticos. Desde entonces se vuelve problemática la separación entre ser (esencia) y ser conocido (existencia). Este planteamiento ya se anuncia en el nominalismo de Guillermo de Ockham (1290-1350). En el problema de los universales señala que estos no tienen ninguna realidad extramental, no son más que conceptos. Lo real es sólo lo particular porque todo ente es creado por Dios individualmente. Lo universal sólo existe en el espíritu y es un logro de la facultad de conocer con la que el hombre se refiere a las cosas. Los conceptos son signos que nos remiten a algo distinto, y así lo universal es un signo que se puede referir a muchas cosas. El concepto es algo presente en el alma que significa algo distinto de lo que representa (supone) en el enunciado. Una proposición es verdadera cuando el sujeto y el predicado suponen lo mismo.
El línea escolástica el Padre Suárez desea mantener la unidad del concepto de ser y para ello distingue entre concepto objetivo (el ente en cuanto ente) y el concepto formal resultado de unificar lo que está diversificado en varias cosas. El concepto objetivo de ser reside en la esencia (ser como nombre) antes que en la existencia (ser como participio). Con Descartes la gnoseología arrebata el papel de protagonista a la ontología. La cuestión no es como son las cosas, sino cómo podemos conocerlas. Y concluye que sólo hay conocimiento cuando estamos ante algo cierto, es decir indudable e incuestionable. Los únicos conocimientos de los que no se puede dudar son aquellos que el entendimiento elabora por sí sola al margen de los sentidos. Descartes les llama ideas innatas o conceptos. En resumen, el ser de las cosas externas, su esencia, consiste en ser medible, en ser cuantificable. La esencia de las cosas reside en la extensión, que es lo que en la realidad externa es reducible a concepto. La critica kantiana, y a través suyo, la del empirismo, en cuanto afirma que la ontología no puede erigirse en ciencia primera sin un análisis previo de las condiciones del conocimiento, representó un cambio importante porque el ente pasó a ser considerado desde el punto de vista de la relación entre el sujeto y la objetividad con que este se encuentra. Kant considera que el ser no es predicado real y la existencia es una de las categorías de la modalidad; solo lo que concuerda con las condiciones materiales de la experiencia, con la sensación, es real. 3. PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO. La reducción del ser, de la esencia, al concepto, y la reducción de éste a términos cuantitativos, matemáticos, hace que muchas parcelas de la realidad (especialmente de la vida humana) quede fuera del campo de la filosofía y de la ciencia. Por eso a partir de los siglos XIX y XX ha habido numerosos intentos de diseñar un nuevo modelo de entender el conocimiento y la realidad, que no deje a lo humano fuera. 5.1. HEGEL (1770-1831) en su obra Ciencia de la lógica, trata en sus primeros 2 tomos de los objetivos el ser y la esencia. La teoría del ser comienza con la misma tesis de que el puro ser y la pura nada son la misma cosa porque ambos son indeterminación perfecta. Su verdad reside en la transición del ser a la nada y la nada al ser. La conjunción de ambas de origen a la idea de devenir. Según los avances de la dialéctica, llegaremos a un ser para sí, que es la Idea, el Espíritu absoluto, que engloba todo el ser.
El ser del que parte la lógica es abstracto, pero aquel al que llega es a la vez ser y pensamiento. HUSSERL (1859-1938). Desea fundamentar un conocimiento que no deja nada fuera y para ello hay que partir de evidencias, es decir, atenerse a las cosas tal como se dan ante la conciencia (fenómenos), eliminando todo prejuicio, interés personal, y quedarnos con el dato puro. Para conseguirlo hay que llevar a cabo una reducción en 3 momentos. 1) fenomenológica: suspensión de todo juicio sobre lo que se no da (epojé). 2) eidética: eliminación de la materialidad para quedarnos con la esencia universal. 3) transcendental: poner entre paréntesis nuestra conciencia natural (cotidiana, particular); para que solo quede la conciencia pura (transcendental) y las esencias, como vivencias de esa conciencia. La conciencia general o transcendental resultante es intencional, es decir, está orientada a algo fuera de sí misma, es “conciencia de”, y lo hace por varios modos: pensar, temer, imaginar, desear, etc. A la intención la llama noesis y a sus modos, actos noéticos, con los que la conciencia se refiere a algo: pensado, temido, imaginado, deseado, etc. Lo que aparece ante una acto es el noema, que son los diversos aspectos con que se da un objeto, y que responden a las distintas noesis. La noesis constituyen las condiciones de posibilidad de que algo sea dado; éstas condiciones unifican a priori el flujo caótico de las sensaciones, constituyendo la unidad de sentido objetivo de algo, su esencia, su ser. HEIDEGGER (1889-1976). En el Ser y el tiempo pretende hacer una ontología general planteando el sentimiento del ser. El punto de partida es el hombre, aprehendido abstractamente como ser-ahí, que decide él mismo su existencia (el ser del ser-ahí) mediante la elección de sus posibilidades más propias. Por ello la comprensión del ser-ahí tiene que comenzar por su existencia y no a partir de una esencia universal precedente, no por medio de categorías sino de existenciales. La constitución básica del ser ahí es la de ser-en-el-mundo, como el modo de estar confiado en el mundo marcado sobre todo por el trato con el ente, al que llama utensilio, éste se determina por su cualidad de estar-a-mano, es decir, disponible para su uso. Esto se resume en el existencial de preocuparse.
Las cosas constituyen el mundo circundante, lo que tratamos en nuestro vivir diario, con manejabilidad de uso, y por ello usar es comprender. Pero el mundo es un existencial, y como tal está abierto, es el espacio en el que se dan las cosas. En el mundo hay otros ser ahí que son-en-el-mundo-conmigo; por ello es un mi mundo compartido, un mundo del ser con otros. Entonces además de ocuparse de utensilios, el ser humano se preocupa por los otros seres humanos. Nuestro trato con el mundo se despliega en tres momentos que constituyen otros existenciales: 1) nuestro movernos en el mundo acontece en determinados estados de ánimo del ser-ahí, su forma de sentirse en el mundo, a la que Heidegger alude con el término “encontrarse”. El ser-ahí está arrojado en el mundo y tiene que existir entregándose a la responsabilidad. Esto conlleva un sabor trágico. 2) la existencia es tener que hacerse su propio ser, un tener que realizar posibilidades. El ser humano es proyecto, es decir, comprende su posibilidad de realizarse con el ser que puede ser. 3) El habla es el fundamento ontológico existencial del lenguaje. Este análisis del ser-ahí lo resume en la idea de cuidado o preocupación. El ser humano tiene tendencia a perderse entre los entes, las cosas y a interpretarse desde ellas, pero cuidándose por las cosas experimenta la angustia que lo abre al hecho insuperable de tener que ser en el mundo. Tentado a huir, la angustia entrega al ser humano a su propia responsabilidad, a lo que todavía no es nunca es del todo. Sólo su propio fin, la muerte, entendida como posibilidad de no ser ya más, suprime la angustia, y cierra el proceso: “ser-en-el-mundo es un estar-a-la-muerte”. A partir de 1930 se produce un cambio que él llama “conversación”), y que consiste en que es el ser mismo el que posibilita la concepción del ser de un modo en el cual se descubra él mismo. La ex sistencia del hombre significa ahora el estar en la claridad del ser; la relación entre el ser y el hombre está fundada por el ser mismo, de tal manera que reúne al ser-ahí como “lugar y sitio” de la claridad. El ser mismo es la claridad, mientras que lo que en ella al ser-ahí se le aparece es el ente. La manera como aparece el ente resulta cambiante a lo largo de la historia del ser. Heidegger concibe la verdad del ente como desocultamiento, al cual corresponde también la ocultación, en la que la totalidad del ente se sustrae. El ente permanece oculto allí donde no penetra la claridad (es decir, los límites del entendimiento), y queda disimulado mientras un ente encubre a otro (el error y la equivocación). El hombre siente la inclinación de atenerse a aquello que en apariencia tiene más cerca, el ente, pero con ello olvida a lo más cercano, el ser, que se oculta.
El acceso al ser se abre por la vía del lenguaje, porque es donde cada hombre ya está y desde lo cual habla. 5.4. B. RUSSELL Y LOS NEOPOSITIVISTAS consideran que no se atribuye el ser a las cosas sino a las proposiciones. Ello se demuestra viendo como el espíritu humano ha pasado de la concepción del ser como sujeto en Parménides, a la concepción del ser como predicado en Platón, y como verbo con Kant. Por lo tanto la idea del ser se funda en la gramática y la palabra ser solo se aplica a los juicios. N. HARTMANN (1882-1950) Se propuso fundar una “nueva ontología” abandonando la tradición subjetivista que considera que en el conocimiento lo que se da es una producción del objeto; más bien ocurre que los actos del conocimiento son transcendentes, es decir, remiten a un objeto más allá de sí mismos. La ética y la teoría del conocimiento se suman a la ontología, que emprende como análisis categorial; así el conocimiento es entendido como la identidad parcial de las categorías del ser y del conocer. Las categorías constituyen distintos grupos: 1) modales: los modos de realidad, posibilidad y necesidad permiten la división de esferas del ser: ser real (temporal), ideal (eterno); 2) fundamentales: válidas para todo ser: principio y concreto, estructura y modo, forma y materia, etc.; 3) especiales: física, biología, etc. De acuerdo cada vez con cada una de las categorías vigentes en el interior de las esferas, hay que dividir el ser en sendos grados o estratos más próximos. 1.
CONCLUSIÓN.
Podemos concluir que el ente en cuanto ente ha supuesto un eje articulador de la reflexión filosófica a lo largo de la historia. Detrás de esta reflexión subyace una concepción del mundo y de la vida, que por su carácter dinámico va cambiando a lo largo del tiempo e incide en las distintas concepciones del ser. Otro tema hubiera sido cómo esto influye en los entes de la ontología especial: Dios, mundo y alma. Aunque muchos consideran que el problema del ente es un problema sin sentido en la filosofía actual, lo cierto es que la problemática sigue inquietando a muchos filósofos.