Pontificia Universidad Católica Facultad de Teología Bachillerato En Teología
Teología Fundamental – TBF014-1 Juan Pablo Sepúlveda Hernaiz Agosto 2011
Ensayo sobre Teología 1.- La pregunta por la teología y sus aspectos preliminares
¿Qué es la Teología? Es probable que sea la pregunta que más recurrentemente se me ha planteado desde el momento que opté por dedicar mi tiempo y esfuerzo, me atrevo a decir que mi vida, al estudio y, posteriormente, al menos así lo espero, al ejercicio de esta ciencia. En cambio, pienso que no he tenido suficiente lucidez para ensayar una respuesta que me parezca totalmente satisfactoria. Por otra parte, pienso que resolver esta cuestión no es un asunto baladí, sino que por el contrario, puede ser determinante de cara a mi formación y futuro desempeño como teólogo, ya que puede incidir sobre el énfasis, el contexto, o incluso el método de aproximación que posibilita una reflexión sistemática sobre Dios. Estos son los antecedentes que motivan mi ensayo, por medio del cual pretendo dar un paso más, consciente de que no será el último, en pos de hacerme con una definición que dé cuenta de lo que es, o puede aspirar a ser, la teología. Sin embargo, no parto desde un «terreno baldío», sino que ya tengo una pre-comprensión del término, que he dejado entrever de algún modo en mi deliberación inicial, un a-priori que tengo que verbalizar antes de completarlo, modificarlo o reemplazarlo como resultado de esta meditación. 2.- La pre-comprensión
Entiendo por teología una ciencia que tiene por objeto a Dios y la dimensión religiosa del hombre. Por ciencia comprendo un ejercicio intelectual metódico y a la vez crítico de sus supuestos y conclusiones, y en permanente búsqueda de la verdad, en el grado en que pueda ser alcanzada. Por dimensión religiosa del hombre me refiero a la actitud personal radical que se apoya en la realidad como última, posibilitante e impelente, aquello que algunos filósofos de la religión han llamado religación 1, que se muestra como constitutivo del hombre desde sus más primitivas civilizaciones. Finalmente, por Dios expreso aquello que es fuente, sustento y sentido de todo lo que es, ya sea que lo podamos alcanzar mediante nuestra razón o no. Asimismo, tengo plena consciencia de que la definición es problemática, porque no especifica en qué medida la teología es distinta de la filosofía o si es tan sólo un subconjunto de ésta, ya que la filosofía también aborda las cuestiones relacionadas con los fundamentos últimos de todo lo que es y, aparentemente, desde una perspectiva más neutral, es decir, enfrenta la pregunta por Dios sin la certeza de su existencia, certeza que la teología obtiene desde la fe. Tampoco mi intento de definición es preciso en lo que respecta a cómo se relaciona teología con aquellas ciencias humanas que se dedican al estudio de las religiones, ya sea 1
Cf. ZUBIRI, X., «El hecho religioso en cuanto tal», en El problema filosófico de la historia historia de las religiones (Alianza, Madrid 1993), 15-60.
desde una perspectiva socio-cultural, antropológica o arqueológica. ¿Es la teología tan sólo de un énfasis distinto y viene a ser un complemento de las otras?, ¿o tal vez las agrupa y no resulta ser algo distinto a la suma parcial de tales ciencias humanas? ¿Acaso las supera? Me parece que estas dos líneas de reflexión pueden ser agrupadas en un mismo eje, que tiene relación con la legitimidad de la teología como ciencia distinta a la filosofía o alguna de sus ramas. Dificultades que no soy capaz de resolver sin precisar aún más la definición preliminar. 3.- Lo propio de la teología
La teología aspira a decir al menos algo sobre Dios, pero ¿cómo es posible construir un discurso sobre lo inefable, aquello que nos supera infinitamente y que no podemos comprender? Es ante esta paradoja que pienso en los místicos como el Maestro Eckhart, o en los teólogos apofáticos como pseudo Dionisio, quienes constituyen una manera de superar esta aporía. No obstante ¿constituye la única manera de aproximarse a tal misterio? Por otra parte, he podido observar que la filosofía, es decir la pura racionalidad humana, puede llegar tan sólo a un motor inmóvil, como resultado de la exigencia lógica de un proceso de causalidad que no puede remontarse de manera infinita, o a un totalmente Otro, que por ser tan ajeno a nosotros nada podemos decir de él sin que se nos oculte aún más el misterio que se pretende conceptualizar. En cambio, pienso que la teología es capaz de expresar algo más, ya que tiene un principio que es anterior a la razón humana. Y es a partir de este punto que filosofía y teología continúan por caminos divergentes, separándose cada vez más mientras avanzan por ellos. Como lo había indicado en la pre-comprensión, la teología parte de la certeza entregada por la fe (que me parece que es un tipo de certeza diferente a la que buscaba Descartes y diferente al que se impone por la fuerza un raciocinio matemático-lógico), que no vuelve menos genuina a su búsqueda en comparación con la llevada a cabo por la filosofía, sino que la vuelve distinta. La fe es una respuesta humana a un encuentro anterior a la conceptualización, donde es Él quien se nos dona gratuitamente; “Consuélate, No me buscarías si no me hubieses encontrado”2. Esto nos posiciona ante un panorama muy distinto al de otras ciencias, ya que en teología es Dios quien se comunica con nosotros primero y nos comunica algo de sí mismo, para que podamos comprenderlo intelectualmente en un segundo momento. La fe aparece como lo distintivo de la investigación teológica y puedo advertir que la teología se me muestra más auténtica y verdadera mientras más fiel sea al mensaje previamente revelado por Dios; en la teología no hay solamente un esfuerzo racional por alcanzar los fundamentos últimos de lo existente, sino que a raíz de una experiencia existencial se busca dar razón de lo que ya se cree mediante la fe, esfuerzo que en ningún caso excluye a la filosofía, sino que, al contrario, puede valerse de sus mecanismos racionales o de sus categorías para intentar esclarecer y precisar aquella experiencia primigenia, así como también puede hacer legítimo uso de la poesía y arte en general, las expresiones litúrgicas, culturales, etc. 2
B. PASCAL, Obras. Traducido por C. DE DAMPIERRE (Alfaguara, Madrid 1981).
Llegado a este punto, me surgen más inquietudes que las que tenía anteriormente; ¿puede haber genuina comunicación de Dios con el hombre sin emplear lenguaje humano? ¿Se puede hablar de estricta palabra de Dios fuera de Jesucristo? ¿Puede existir teología fuera del cristianismo, o más restrictivamente, fuera de la Iglesia Católica? Aunque por el momento no me es posible dar una adecuada respuesta a tales interrogantes, si puedo decir, al menos insinuar, que la teología se gana su lugar ante la filosofía y además lo justifica, porque obedece a una experiencia humana distinta, es decir, constituye una búsqueda como respuesta a un proceso que podría llamar conversión, suscitado por el don gratuito divino que produce la fe. Por otro lado, la pretensión de expresar mediante lenguaje humano algo sobre Dios es también justificada por la propia naturaleza de este tipo de búsqueda, o sea, debido a la etapa de escucha previa a la elaboración intelectual teológica, ya que es Dios quien se nos muestra primero y nos dice algo de sí mismo. Si puede hablarse de un mensaje divino revelado es porque el hombre es capaz de acogerlo y entenderlo, así como de esclarecerlo por medio de su razón, para así darlo a conocer a otros y para mantenerlo siempre vivo y actual. Ahora bien, todo esto cobra sentido si es posible identificar alguna época o momento en la historia en que se pueda apreciar que Dios se comunica con el hombre. ¿Es el pueblo de Israel quien nos hereda esta relación? ¿Podemos considerar otras manifestaciones divinas en la historia fuera del judeocristianismo? Son cuestiones problemáticas y que no me parece que puedan resolverse inapelablemente, sin embargo aún puedo desarrollar un par de líneas de reflexión en torno a una teología católica/cristiana, es decir, aquella que reconoce a Jesús como suceso histórico y plenitud de la revelación de Dios a los hombres. 4.- La importancia de la Cristología
Jesús fue presentado por sus apóstoles y sus sucesores, es decir por la Iglesia, como Hijo de Dios, Palabra divina hecha carne, verdadero Dios y verdadero hombre. Por tanto sus dichos, sus actos y su vida son determinantes para la construcción de una especulación teológica. Por lo que se puede intuir la importancia capital que tiene la cristología, es decir, el estudio riguroso de quien fue el personaje que estableció un antes y después en la historia de los pueblos occidentales, estudio que se constituye como rama teológica que debe establecer si se justifica la pretensión del kerigma de anunciar a Jesús de Nazaret como mesías y salvador, así como la fidelidad a su mensaje original vehiculado hasta nosotros por la Iglesia. Luego de establecido tales fundamentos cristológicos, la teología necesariamente tiene que estar referida a Cristo, quien nos revela tanto la identidad de Dios como la del hombre. Es a partir de la encarnación que es legítimo decir algo sobre el «totalmente Otro», quien ya no se nos muestra tan ajeno, y también es factible alcanzar conclusiones antropológicas que no parecen posibles desde la sola razón humana. Cristo es la bisagra tanto para la reflexión teológica como para la antropológica. Es posible aseverar, entonces, que la especulación trinitaria-cristológica resulta clave para una adecuada teología; que Dios haya asumido la humanidad por nuestra redención,
significa que nuestra naturaleza humana es capaz de la divinidad y, por otra parte, que podemos acceder a esta relación recíproca trinitaria, participando en una de las tres personas, como hijos por adopción. Estos breves razonamientos son tan sólo simientes para lo que podría llegar a ser una fructífera reflexión en torno al hombre, su valor intrínseco y el de sus relaciones interpersonales, junto con muchas otras líneas de reflexión que indudablemente impactan en cómo nos vemos a nosotros mismos, al mundo y a nuestra sociedad. 5.- Contemplación y acción
La especulación teológica no puede ser una mera elucubración conceptual que tan sólo de cuenta de lo alto que puede llegar nuestro intelecto, sino que esta ciencia debe, según mi parecer, tener alguna implicancia en la vida cotidiana de las personas, motivando sus voluntades para que se obre conforme a la verdadera dignidad humana, respuesta que, por cierto, no puede conseguir el «motor inmóvil» de Aristóteles, ni tampoco suscitar «aquel ser tan grande que nada mayor puede ser concebido» que nos presenta san Anselmo, sin con esto pretender despreciar a los mencionados filósofos, ni menospreciar su indiscutida genialidad intelectual. La fe, como respuesta humana ante la llamada de Dios, se manifiesta también por medio de una determinada postura ante la vida; “Todos estaban impresionados, porque eran muchos los prodigios y señales realizados por los apóstoles” 3. Por lo que una teología no podría estar completa si no es capaz de retornar a la realidad concreta de la cual surge, es decir, debe ser fecunda y junto con su sofisticada elucubración intelectual tiene que contribuir a lo que algunos teólogos del siglo XX han llamado ortopraxis4. El mensaje transmitido por Jesucristo antes de ser una determinada doctrina conceptual fue la invitación a una determinada forma de vida 5. Por esta misma razón, la teología tiene que ser ante todo una palabra salvadora que exhorte a una cierta manera de actuar y debe tener enorme sensibilidad ante los procesos históricos que la rodean. La palabra de Dios nunca fue tan nítida como en galilea hace un par de milenios, pero sería extraño pensar que no se haya pronunciado antes o después, o en algún otro espacio geográfico, sino que más bien, la palabra de Dios continuamente se encarna en la comunidad de fieles, en las sociedades, en la historia. 6.- Sabiduría
Finalmente, pienso que es necesario incluir en teología aquel tipo de intelección que no es sistemática, por clasificarla de alguna manera, sino que es más bien vivencial. El hombre no se comunica únicamente por medio de razonamientos matemático-lógico, conceptual, filosófico, sino que también mediante emociones, por ejemplo, las cuales 3
Hch. 2, 43. Cf. GUTIERREZ, G., «Teología: Reflexión crítica» en Teología de la liberación: perspectivas (CEP, Lima 1988), 13-34. 5 Cf. Jn. 1, 37-39. 4
comúnmente son mejor representadas mediante expresiones artísticas. Un buen ejemplo puede ser el vínculo entre una madre y su hijo, lugar común para prácticamente todo ser humano, quienes se interrelacionan mediante tacto, gestos y miradas, que permite establecer en algunos casos una comunicación y complicidad difícilmente igualada por algún tipo de comunicación hablada. Si bien es cierto que todo mi discurso se refiere tácitamente a una teología que se pueda estudiar y enseñar, no veo como positivo excluir de la Teología a otras formas de respuestas ante el encuentro de la fe y la razón, aunque no sean muy sistemáticas. Es indiscutible el aporte al desarrollo espiritual y teológico de la iglesia por parte de grandes místicos y monjes reformistas como san Antonio6 o san Juan de la Cruz, sólo por mencionar algunos. Junto a tales antecedentes, creo también que es reduccionista pensar que sólo se puede interpretar la comunicación de Dios hacia el hombre por medio de un único esquema, además que se corre el riesgo de sacralizar o absolutizar una filosofía en particular, que aunque pudo ser muy adecuada en un determinado momento, no puede ser válida por siempre ni agotar el mensaje que intenta pensar. Además, conviniendo en que Jesús es verdadera palabra de Dios, sabemos ya desde Aristóteles que las ciencias estudian la «sustancia segunda» y no el existente en particular, el cual no puede ser agotado por ningún lenguaje, y no se debe olvidar que la teología es fruto de un determinado contexto vital, por lo que resultaría ingenuo tratar de construir hoy teología al modo escolástico, por ejemplo, sin tomar en cuenta los siglos que han transcurrido desde entonces, así como las corrientes de pensamiento que desde la modernidad y el positivismo han transformado completamente las estructuras del actual pensamiento humano. 7.- Conclusiones
Luego de esta breve meditación, he podido apropiarme de una definición de lo que es, o puede llegar a ser, la teología. Tal como partí con mi deliberación, tengo claridad de que no he llegado al fondo de esta cuestión, sino que tan sólo he pulido a mi primera definición gracias al aporte de algunos ramos ya cursados del currículum. Me he apropiado de un concepto de teología que integra a la fe como constitutiva de su esencia y que debe estar en constante referencia a Jesús, su vida, su mensaje y sus actos, que no puede olvidar que brota de un contexto vital al cual debe regresar aportando desde su propio carisma y que es capaz de integrar una dimensión más sapiencial en el proceso de inteligencia de la fe, sin con ello olvidar que es una ciencia que dedica sus esfuerzos a la tarea de decir algo sobre Dios. De todo el itinerario que he recorrido en el presente ensayo, me atrae de sobremanera la reflexión cristológica y pienso que es el eje sobre el que tiene que girar toda deliberación teológica. Es indudable su centralidad en lo que se relaciona con la ontología de la trinidad tanto inmanente como económica, pero pienso que es fundamental incluso para las 6
Cf. ATANASIO, Vida de Antonio. Traducido por P. RUPÉREZ (Ciudad Nueva, Madrid 1995).
teologías que tratan realidades aparentemente más cercanas al hombre concreto, como lo intenta ser la teología de la liberación. Cuando se deja de lado al Verbo hecho carne, o se le pretende poner al servicio de una determinada ideología, también se falsea el mensaje que se nos ha donado y que es la fuente de todo intento por razonar la fe. Por otra parte, aún hay aspectos que debe atender la teología que se me muestran sombríos y siento que actualmente no tengo las herramientas para discernirlos satisfactoriamente. Primero, y a nivel del diálogo inter religioso, me pregunto por la posibilidad de articular lo verdadero de otras religiones y cultos con el mensaje revelado, lo que implica una mirada autocrítica de parte de las religiones para identificar lo que debe ser relativizado de su propio contenido y con ello alcanzar un diálogo fecundo. Luego, pensando tal vez en una dimensión ecuménica, el análisis sobre el depósito de la palabra revelada, del valor de la tradición común y los aspectos que llevaron a las divisiones dentro del mundo cristiano. Finalmente, en un ámbito intra-eclesial, los aspectos que tienen relación con las herencias culturales del judaísmo y de los primeros años de formación de la Iglesia en medio de la influencia greco-romana, que de alguna manera ya no responden a las necesidades de una cultura post-moderna y globalizada, dificultando el mensaje que se quiere revelar, como pueden ser las normas clericales, la integración de la mujer en la jerarquía eclesiástica y la participación del mundo laico en la misión encomendada por Cristo.