Despierta el don que hay en ti SERENIDAD
Alfonso López-Fando Lavalle
Sumario del artículo. DESPIERTA EL DON QUE HAY EN TI. La SERENIDAD. La capacidad de aceptar que las cosas son como somos permite reconocer que es el cómo gestionamos lo que vivimos y no tanto lo que nos pase lo que puede permitirnos vivir con calma o perderla temporalmente. En este artículo se presentan herramientas para mantenerse en ella y estrategias que nos hacen desconectarnos de este don. Se ofrecen también prácticas para una vida serena cuya aplicación se demuestra eficaz para vivir con serenidad más tiempo. DESPIERTA EL DON QUE HAY EN TI LA SERENIDAD DOS HISTORIAS QUE PODRÍAN SER LA TUYA Cuentan del gran maestro zen Hakuin que le atribuyeron la paternidad de un hijo sin ser realmente suyo. La madre soltera, por proteger al verdadero padre, le echó la culpa al monje. Lo exiliaron. Su respuesta fue: “Muy bien”. Muchos años después se aclaró el caso. Se excusaron ante él y le rogaron que regresara. Su respuesta entonces fue: “Muy bien”. De las primeras personas que conocí hace más de veinte años y me impactaron fue una mujer, entonces perteneciente a una orden religiosa, en un país africano. El genocidio de Ruanda, intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu, hizo que muchas personas murieran y otras muchas fueran heridas, torturadas y violadas. Esta mujer, quedó embarazada sin buscarlo. Su discernimiento concluyó continuando con su embarazo y cambiando, por tanto, su estilo de vida. Estas fueron las palabras que recuerdo: “Continuo con el embarazo. Nunca pensé que fuera a llevar a Africa tan adentro”. ¿Qué hace que personas como las que aquí se describen puedan no entrar en cólera, en ira hasta perder los papeles, desquiciarse y que todos entendiéramos que así fuera?
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Alfonso López-Fando Lavalle
Cuando quiera hablar tu ego, llévalo al silencio, cuando quiera hablar tu alma, vigila que tu ego siga en silencio QUÉ ES LA SERENIDAD La raíz latina de la palabra sereno significa: claro, despejado, tranquilo. Coloquialmente la serenidad la traducimos como calma emocional. En realidad es algo más. Es aceptación de lo que es. Sabiendo que lo que es no es cómo debería ser, me gustaría que fuese o me merezco q sea. Solo en ella se resuelve la agitación. Es el efecto secundario de permitir que los sentimientos lleguen a la consciencia sin descartar aquellos que no encajan con la imagen que desearíamos dar de nosotros mismos. Me recordaba el otro día una persona que acompaño que lo que más le está ayudando en el proceso es poder reconocer lo que siente y entender que el crecimiento, la salud, no pasa por ser mejor sino por aceptar también aquellas emociones que han vivido tanto tiempo en la sombra. En su caso, sensaciones, sentimientos y pensamientos como desear que su marido enfermo desde hace años se muera en vez de andar peleada por intentar no sentirlo. Serenidad
significa,
en
este
sentido,
no
protegernos
de
lo
que
consideramos malo, desagradable o incómodo. De modo que, en vez de intentar ser perfectos, experimentemos la integridad de lo que somos. Es aceptación. Aceptación de la realidad y de nosotros mismos. Madurez en todos, pero más aún en los iracundos –que tan compulsivamente se empecinan en querer mejorarlo todo. Tal vez la mejor imagen para explicar qué es, es la que le ha servido de título a un libro a Barry Stevens: “No empujes el río”. En vez de intentar empujar el río de la vida, ya sea la propia o la del vecino, la serenidad es dejar que el río fluya solo –dejando en paz la propia naturaleza y la de los demás-. Es una actitud menos intervencionista ante la vida. Menos agitada.
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Entraña confianza en que los otros pueden hacer por sí mismos, o que Dios maneja las cosas muy sabiamente aunque no le entendamos, o que la naturaleza, lejos de ser algo peligrosa que debe ser controlada, es sabia. PARA ALCANZAR LA SERENIDAD: A) HACER SILENCIO. La serenidad está vinculada al silencio. Recomiendo para entender su conexión, el libro de Pablo D´Ors: “La biografía del silencio”. Joan Garriga, en su libro: “Vivir desde el alma”, rescata datos impactantes. Se ha estudiado que "al menos un 50% de las producciones pensantes son mero ruido, sin norte ni dirección, ruido que intoxica nuestra necesidad de silencio interior al mismo tiempo que nos protege de él, pues también le tememos. Sentimos miedo de nuestra nada interior y, extrañamente de la felicidad que emana de ella cuando caemos en su atmósfera. Del 50% restante, al menos un 30% estaría compuesto de materia mental especializada en discutir con la realidad, lo que da como resultado angustia y sentimiento que tensan el cuerpo. Su objetivo es tener razón y demostrar que las cosas deberían de ser de modo distinto a como son. Es pensamiento que se aparta de lo que es para empecinarse en lo que debería ser. Este 30% está regido por nuestra pequeña identidad, nuestro ego, y se fertiliza con sus anhelos y sus angustias, sus esperanzas y sus consecuentes desesperanzas. Su diálogo interno es de tipo quejoso… o dogmático ("no debería…"), o fracasado ("ya decía yo que…"), o victima… o exigente ("si me ama…"), o vengativo… o perfeccionista,… este 30% niega, cuestiona, exige, debate, lucha contra la realidad, con las cosas como son, y siempre pierde por goleada (por lo general enfermando). Sólo el 20% restante es pensamiento útil y funcional, al servicio de la vida. La fecunda, la protege, la respeta, la mejora cuando puede. No pierden el tiempo en vanos tormentos: proveen de agua real a los camellos reales para atravesar caminos reales que nos llevan a oasis reales. Crean… acarician la realidad, aderezan los pasos de nuestros propósitos,… nos
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hacen responsables, procurando la dignidad, la convivencia y el bienestar para todos” (GARRIGA, pp.39-42). Si vivimos en ellos y a veces incluso se nos concede gozar de pequeños silencios, podemos apreciar el aroma de lo absoluto.
“Progresar significa regresar, recuperar el latido del profundo silencio en nuestro interior” (J. GARRIGA) B) NO QUERER CONTROLAR TODO La serenidad parte de la convicción de que la perfección existe y está ya presente en el aquí y ahora. Frente a la tensión y frustración constante, ante lo inalcanzable del ideal de perfección, la serenidad nos hace descansar en la seguridad de que el proceso hacia la propia perfección y la de los demás está en marcha. Tiene que ver con lo que en la tradición antigua Theravadase considera alegría como factor de iluminación. No el placer, que a uno le llega, sino la alegría, que uno adopta como actitud. PARA PERDER LA SERENIDAD Después de años escuchando procesos de personas y grupos he observado que hay una serie de estrategias magníficas para perder la serenidad que nos habita. Para no aceptar las cosas como son.
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Compararse en negativo. Consiste en coger un rasgo en el que no destaquemos y fijarnos bien en alguien que sí lo haga. Obviamos que hay rasgos positivos en nosotros y rasgos negativos en la persona con la que nos comparamos para centrarnos única y exclusivamente en aquello que destaca mucho y nosotros nada. Así la frustración está asegurada.
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Planificar sueños y deseos a ser posibles irrealizables. Así, cuando nos encontremos con la realidad siempre será frustrante.
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No elegir ni determinarse también es una estrategia eficaz para desconectarse de la serenidad porque nos mantendrá en vilo y terminará saliendo lo que quede y no lo que realmente deseamos.
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Finalmente, no medir las fuerzas e implicarse de forma desmedida en determinados proyectos. Así, al ser tan grande el sobreesfuerzo invertido, por muy bueno que pueda salir el resultado siempre podremos valorar que no ha compensado con respecto al trabajo hecho y será otra buena estrategia para perder la paz.
Nos pasamos el tiempo evaluando, comparando y emitiendo juicios que nos llevan irremediablemente a la frustración. Si añadimos a estas herramientas tan eficaces emociones como la envidia, los celos, el enfado, la culpa o la vergüenza, conseguimos perder la paz seguro. Y a partir de ahí cogeremos la dirección del enfado y la molestia culpando a los demás de nuestra desdicha o seguiremos la flecha de la tristeza y la nostalgia de plenitud con el consiguiente abandono de nosotros mismos porque no somos como deberíamos ser, como nos gustaría que fuéramos o estaremos quejosos porque la vida no nos trata como merecemos.
No te enojes… Recuerda que la gente no te hace cosas, la gente hace cosas y tú decides si te afectan o no
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CONSECUENCIAS De lo expresado hasta ahora sale una buena noticia y una mala noticia. -“¿Por cuál empezamos?”. Nadie nos puede hacer infeliz (buena noticia) – Nadie nos puede hacer feliz (mala noticia). La serenidad depende de nosotros.
No permitas que la gente te lleve a su tormenta. Mejor atráela hacia tu paz Cada instante está equilibrado cuando nos permitimos la libre circulación de los sentimientos positivos y negativos a través del cuerpo sin inhibirlos con la cabeza. Cuando la serenidad se vive se nota en que, como expresa el poema a Salinas, el alma se serena, queda en paz. Frente a la actitud exigente con uno mismo y con los demás, la tolerancia que lleva a dejarse en paz y dejar también a los otros en paz. Sin la agitación de la ira, sin la presión de las exigencias del perfeccionismo, sin la compulsión a la acción, uno puede estar tranquilo. Implica recuperar la confianza en la vida y sus caminos y renunciar a la idea de cargar sobre las propias espaldas la tarea de enderezar el mundo. La vida funciona desde siempre sin que nosotros la dirijamos. Cuando la serenidad se vive se nota porque habrá menos ira, menos frustración, menos insatisfacción, más apertura, más brillantez. Más sobriedad, más vitalidad, más alegría, más calma y gratitud. La aceptación de la vida tal como es nos permite dejar de lado el resentimiento y abandonar nuestros prejuicios sobre cómo debieran ser las cosas. Vivir sin el conjunto de juicios y normas internas que causan tanto sufrimiento. Cortamos el círculo infernal de crítica y rabia y nos libera profundamente. Cuando ocurre así la rigidez se convierte en rectitud y la conducta
se
perfeccionismo.
tiñe
de
una
impecabilidad
espontánea,
lejana
del
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Cuando la serenidad se vive, se ve uno a sí mismo cada vez con más claridad y se puede apreciar la realidad de forma cada vez más objetiva, tal como es. La conciencia se calma y cada vez habrá menos irritación. El corazón se abrirá y la mente se relajará. La percepción se volverá más transparente, verdaderamente brillante. Al percibir las cosas con amor y fuera de juicios, se podrá simplemente ser. Habrá quietud interior y paz con el mundo. Al fin se podrá conocer la perfección que hay en cada cosa sin necesidad de reformarla. Todo lo que existe tiene su propio ritmo de desarrollo y no aporta nada positivo acelerarlo ni forzarlo. Cuando la serenidad se vive, uno se convierte en una persona íntegra, organizada y virtuosa, amamos lo que es y lo que somos y recuperamos la paz interior perdida mientras hemos tratado de cambiar las cosas.
Cambias tus hojas pero nunca pierdas tus raíces… cambia tu opinión, pero no pierdas tus principios PRÁCTICAS PARA UNA VIDA SERENA Siendo un don, podemos cultivar la serenidad, vivir contento todo lo posible con lo que a uno le toca, sin quejas ni lamentos, parar la crítica y despertar el corazón olvidado frente al “tengo razón”, cuando practicamos actitudes como las que nos recuerdan Pangrazzi (1997) y Vilaseca (2009) en sus respectivos libros: 1. Educarse en la afirmación de lo que hay de bueno y positivo en uno mismo y en los demás, sin atormentarse por lo que sigue siendo incompleto e imperfecto. Un ejercicio que yo pido sobre todo a las parejas que acompaño es: “pilla a tu pareja haciendo algo bueno” (vale también
como
ejercicio
para
hacer
en
nuestros
trabajos
y
comunidades). 2. Ser consciente de que hay distintos modos de hacer las cosas, sin absolutizar el modo propio y sin menospreciar el de los demás. Cuánto
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sufrimiento nos generamos criticando cómo hace el otro las cosas no porque estén mal hechas sino porque no las hace como nosotros las haríamos. En el orden y el estilo que nosotros las llevaríamos a cabo. 3. Cuando des tu parecer, revisa las formas de hacerlo. A veces pierdes la razón no en el contenido que transmites sino en el modo de comunicarlo.
Transformar la cólera en energía positiva, sin necesidad
de
o
juzgarla
de justificarla,
sino
canalizándola
al servicio
del
entendimiento. En la vida nada es bueno o malo. Todo es mucho más complejo. 4. Tener paciencia y apreciar los pequeños esfuerzos, sin lamentarse por los errores cometidos o las oportunidades perdidas sobre todo porque son ya pasado. 5. Valorar la importancia de las cosas objetivamente, sin hacer una montaña de un grano de arena, ni de una pulga un elefante. Pregúntate si realmente es necesario dedicar tanto tiempo y energía a las actividades que emprendes poniendo tanta intensidad en ellas para que sean perfectas. 6. Observar la tendencia a hablar a los demás en vez de hablar con ellos. 7. Convivir creativamente con las propias limitaciones e imperfecciones. Cuando empieces a resaltar tus fallos o errores, ignóralos y ríete de ti sin hacerte especial caso. Desdramatiza los propios desaciertos y relativiza las angustias. El afán de perfección tan sólo te acarrea frustración, resentimiento y enfado. Relativiza tus límites y libérate así de tu miedo básico: ser considerado malo, mediocre, defectuoso, imperfecto. Empieza así a no reaccionar impulsivamente al ser criticado y juzgado. 8. Concederse más tiempo para descansar y divertirse. La verdadera inspiración procede de la alegría y no de trabajar en exceso. 9. Respirar sin hacer otra cosa. Disfruta de la inactividad de una forma consciente. Te dará energía y fuerza para no sucumbir a reacciones como el enfado, la ira y el resentimiento. Y si sale, no la reprimas. Canalízala constructivamente para aliviar tus tensiones musculares. 10. Consolarse con la idea de que la salvación del mundo no depende de los propios esfuerzos y confiar en la vida. Deja de creer que todo el peso recae sobre tus hombros.
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Preguntas para la Escuela de Padres-Madres ¿Recuerdas momentos de serenidad en este último mes? Aprende de tu propia experiencia. Cómo lo conseguiste. Qué te pasó en ese instante. Se señalan en el texto estrategias para cultivar la serenidad y también modos de perderla por cómo gestionamos nuestra propia vida. Date cuenta del poder que tienes para utilizar unas u otras y cómo cambia tu vida según la herramienta que usas. ¿Cuáles utilizas más? Explora a exponer a tus hijos tu parecer con serenidad y sin ella. ¿Qué consecuencias tiene expresarte de un modo y de otro? Tareas: • Escuchar música serena. Por ej. de cantantes como Hayley Westenra. • Hacer al menos cinco minutos de meditación diaria. Nos une el aire que respiramos. Si de verdad estuviéramos conectados, cielo y tierra, occidente y oriente, norte y sur, Dios y humanidad, el don de la serenidad estaría despierto en todos. Hazte consciente de tu respiración mientras haces silencio fuera y dentro. Acepta lo que surja de dentro o de fuera y no reacciones contra ello. Deja la experiencia tal cual es, sin juzgarla, sin intentar cambiarla. Experimentarás la SERENIDAD cuando experimentes la integridad. Respeta la totalidad del proceso sin querer ordenar desde tu punto de vista estrecho en forma y tiempo. Algunos hemos perdido la capacidad de ver esto. Despierta hoy este don que hay en ti. • Tener presente una de las prácticas para una vida serena. Se trata de elegir una y practicarla durante tres días. Luego, otra. Irás, con su aplicación, despertando el don de la serenidad en ti. Con ganas de que llegue el siguiente número os invito estas semanas a vivir conscientes de la serenidad. El próximo artículo ahondaremos en el don de
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la humildad. Id rescatando momentos de vuestra vida donde habéis conectado con ella.
Alfonso López-Fando Lavalle Psicólogo. Psicoterapeuta. Miembro titular de la AETG. Gestalt Coach
[email protected] www.clavesbadajoz.es BIBLIOGRAFIA • ALMAAS, A.H. “Facetas de la unidad. El Eneagrama de las Ideas Santas”, ed. La liebre de marzo, Barcelona, 2002. • ANDRÉ, C. “Serenidad en la vida cotidiana”, ed. RBA Revistas, SL, Barcelona, 2015. • D´ORS, P. “La biografía del silencio”, ed. Siruela, 15ª ed., Madrid, 2016. • GARRIGA, J. “Vivir en el alma”, ed. Rigden Institut Gestalt, Barcelona, 2008. • MAITRI, S. “La dimensión espiritual. Eneagrama. Los nueve rostros del alma. Ed. La liebre de marzo, Barcelona, 2004. • PANGRAZZI, A. “El Enneagrama. Un viaje hacia la libertad”, ed. Sal Terrae. Santander, 2ªed. 1997. • STEVENS, B.: “No empujes el río”, ed. Cuatro Vientos, Chile, 1979. • TORRALBA, F. “La serenidad”, ed. Milenio. Biblioteca Torralba, Barcelona, 2012. • VILASECA, B. “Encantado de conocerme”, ed. Plataforma actual, Barcelona, 2009.