Los nuevos asesinos de Marx - Vivek CHIBBER*
Le Monde Edición Nro 179 - Mayo de !1"
Al sobrevalorar las particularidades culturales y asimilar el universalismo a una forma de euroc eurocen entr tris ismo mo impe imperia rialilist sta, a, las las teor teoría íass posc poscol olon onia iale less arroj arrojan, an, apres apresur urad adam ament ente, e, las herramientas de análisis marxistas al desván de las cosas obsoletas. Se niegan a admitir, así, la esencia universal del capitalismo.Después de un invierno ue parecía eterno, volvi! la resistencia mundial contra el capitalismo o, por lo menos, contra su vari variant ante e neol neolib iber eral al.. "ací "acía a más más de cuar cuarent enta a a#os a#os ue ue no surgí surgía a con con tant tanta a fuer$ fuer$a a un movimiento de este tipo a escala planetaria. %s verdad ue en el curso de las <imas décadas, el mundo supo de revueltas esporádicas, breves episodios de contestaci!n ue perturbaron en distintos lugares la inexorable propagaci!n de la ley del mercado' nada comparable, sin embargo, con auello ue conocimos a partir de ()*) en %uropa, en +edio riente y en el continente americano. -ero este resurgimiento demostr! también los estragos producidos por el retroceso de los treinta <imos a#os los recursos de ue disponen los trabajadores nunca fueron tan débiles' las organi$ organi$acio aciones nes de i$uie i$uierda rda /sindi /sindicat catos, os, partido partidoss políti políticos cos/ / fueron fueron vaciada vaciadass de su substancia, si no se volvieron c!mplices del imperio de la austeridad. 0 la debilidad de la i$uierda no es &nicamente de orden político u organi$acional se confirma asimismo en el plano te!rico. 1n espectacular aplastamiento intelectual acompa#! las derrotas acumuladas. 2o es ue las ideas de transformaci transformaci!n !n social hayan abandonado abandonado la causa los intelectuales intelectuales progresistas progresistas o radicales radicales contin&an ense#ando en muchas universidades, universidades, por lo menos en %stados %stados 1nidos pero el sentido mismo de la radicalidad política cambi!. 3ajo la influencia de las teorías posestructuralistas4 5los asteriscos remiten al glosario6 los conceptos básicos de la tradici!n socialista se volvieron sospechosos y hasta peligrosos. -ara no dar sino algunos ejemplos la idea idea de ue ue el capit capital alis ismo mo posee posee una una estr estruc uctu tura ra coerc coercititiv iva a real real ue ue pesa pesa sobre sobre cada cada individuo' ue la noci!n de clase social se origina en relaciones de explotaci!n perfectamente tangibles, o incluso la tesis de ue al mundo del trabajo le interesa aduirir formas de organi$aci!n colectivas /un análisis considerado como propio de la i$uierda durante dos siglos/ son consideradas hoy totalmente obsoletas. %l repu repudi dio o del del mate materi rial alis ismo mo y de la econ econom omía ía polí polítitica ca,, ue ue se inic inici! i! en la escu escuel ela a poses posestr truct uctur ural alis ista ta,, term termin in! ! por por conv conver ertitirs rse e en ley ley dent dentro ro de la más más recie recient nte e de las las asociaciones asociaciones de esta corriente, mejor conocidas hoy en el mundo académico con el nombre de estudios poscoloniales4. %n el transcurso de los <imos veinte a#os, la ofensiva contra la herencia conceptual de la i$uierda cambi! de bandera la tradici!n filos!fica francesa cedi! el lugar a una vasta constelaci!n de te!ricos no occidentales, provenientes del Sudeste Asiático, y del Sur en general. %ntre los más influyentes 5o más visibles6, se encuentran 7ayat 7ayatri ri 8ha9r 8ha9rav avort ortyy Spiv Spiva9 a9,, "omi "omi 3hab 3habha ha,, :ana :anajijitt 7uha 7uha y el grupo grupo indi indio o de estu estudi dios os subalternos4 5subaltern studies6, así como el antrop!logo colombiano Arturo %scobar, el
soci!logo peruano Aníbal ;uijano y el semi!logo argentino
Su blanco preferido? =os marxistas, ue sufrirían de una forma avan$ada de ceguera intelectual. #es$recio de% &arxis&o
-ara estos <imos, las nociones de clase, de capitalismo y de explotaci!n son válidas en cualuier lugar y en todas las culturas parecen tan pertinentes para aprehender las relaciones sociales en la %uropa cristiana como en la @ndia hinduista o en el %gipto musulmán. -ara los ue sostienen la teoría poscolonial, en cambio, estas categorías conducen a un atolladero a la ve$ te!rico y práctico. %uivocadas en tanto ue grilla de análisis, se mostrarían también improductivas. Al negar la creatividad y la autonomía de los sujetos políticos, los privarían de los recursos intelectuales necesarios para la acci!n. %n suma, el marxismo no haría más ue encerrar las particularidades locales en un corsé rígido modelado seg&n el terreno europeo. =a teoría poscolonial no pretende solamente criticar la tradici!n de la @lustraci!n apunta, nada menos, ue a sustituirla. %l postulado del universalismo constituye uno de los pilares del poder colonial, pues las características BuniversalesC asociadas a la humanidad pertenecen en los hechos a los dominantes, explica por ejemplo una de las obras más célebres de estudios poscoloniales. %l universalismo consolidaría la dominaci!n al pretender hacer valer a toda la humanidad los rasgos específicos de %uropa. =as culturas no conformes a estas prescripciones se verían condenadas a un estatuto de inferioridad ue las ubicaría bajo una tutoría implícita y les impediría gobernarse por ellas mismas. 8omo lo explican los autores, el mito de la universalidad revela una estrategia imperialista EFG sobre la base del postulado de ue BeuropeoC significa BuniversalC 5*6. %ste argumento combina dos puntos de vista ue son el meollo del pensamiento poscolonial. %l primero, de orden formal, sugiere ue el universalismo ignora la heterogeneidad del mundo social y marginali$a las prácticas o las convenciones consideradas no conformes. 0 marginar es ejercer una dominaci!n. %l segundo, ue va más al fondo de la cuesti!n, ve al universalismo como uno de los fundamentos de la hegemonía europea el mundo de las ideas se organi$a en su mayoría en torno a teorías modeladas en ccidente, ue limitan la reflexi!n intelectual y las teorías ue favorecen la acci!n política. Al hacer esto, las somete a una forma de eurocentrismo. =a teoría poscolonial se propone como fin expurgar esta tara congénita al poner en evidencia su persistencia y sus efectos. De allí la hostilidad a los grandes relatos asociados al marxismo y al pensamiento de i$uierda. "ay ue dar lugar ahora a lo fragmentario, lo marginal, las prácticas y convenciones basadas en la especificidad geográfica o cultural, ue se sustraen a los análisis globali$antes. %n el presente conviene buscar los medios de la acci!n política 5(6 en lo ue Dipesh 8ha9rabarty llama las heterogeneidades e inconmensurabilidades de lo regional. =a tradici!n política nacida de Harl +arx y de Iriedrich %ngels descansa sobre dos premisas. =a primera postula ue, a medida ue el capitalismo se extiende sobre la superficie terrestre,
impone sus obligaciones a uienuiera ue cae preso en sus redes. Asia, América =atina, Jfrica cuando se enraí$a, los procesos de producci!n deben seguir un conjunto de reglas, las mismas en todas partes. Aunue las modalidades del desarrollo econ!mico y el ritmo del crecimiento varíen, no dejan de depender por ello de las mismas contingencias, inscriptas en las estructuras políticas del capitalismo. Lo co&'n (a)o %as dierencias
=a segunda premisa da por sentado ue el capitalismo, a medida ue asienta su l!gica y su dominio, provoca, tarde o temprano, una respuesta de los trabajadores. =os innumerables ejemplos de resistencia a su depredaci!n en los cuatro puntos cardinales del mundo, independientemente de las identidades religiosas o culturales, parecen darles la ra$!n, una ve$ más, a los te!ricos alemanes. -or más heterogéneas y considerables ue sean las inconmensurabilidades regionales, el capitalismo ataca las necesidades fundamentales propias de todos los seres humanos. =as reacciones ue desencadena varían pues tan poco como las leyes de su reproducci!n. =as modalidades de esta resistencia pueden cambiar de un lugar a otro, pero el resorte ue la anima se muestra tan universal como la aspiraci!n al bienestar de todo individuo. =os dos postulados de +arx y de %ngels sirvieron de base a más de un siglo de análisis y de prácticas revolucionarias. Su condena en bloue por la teoría poscolonial /ue no puede tolerar su contenido francamente universalista/ tiene fuertes implicaciones. >;ué ueda, en efecto, de la crítica radical si de su bagaje te!rico se suprime el anticapitalismo? >8!mo interpretar la crisis ue sacude al mundo desde ())K? >8!mo comprender el sentido de las políticas de austeridad si no tenemos en cuenta la implacable carrera por las ganancias ue determina la marcha de la economía? >;ué pensar de la resistencia planetaria ue hace escuchar los mismos esl!ganes en %l 8airo, 3uenos Aires, 2ueva 0or9 o +adrid si nos negamos a ver en ello la expresi!n de intereses universales? >8!mo producir un análisis cualuiera del capitalismo repudiando toda categoría universali$ante? Leniendo en cuenta la gravedad de lo ue está en juego, se podría esperar de los adeptos a los estudios poscoloniales ue /por lo menos/ dejen de lado los conceptos de capitalismo y de clase social. ;ue los consideren suficientemente operativos para exonerarlos de la sospecha de eurocentrismo. -ero no s!lo estas nociones no les hacen ninguna gracia sino ue, para colmo, les parecen ejemplos de la inanidad básica de la teoría marxista. -ara 7yan -ra9ash, por ejemplo, hacer del capitalismo el fundamento Edel análisis hist!ricoG es homogenei$ar historias ue siguen siendo heterogéneas. =os marxistas no pueden aprehender las prácticas exteriores a las dinámicas del capitalismo más ue bajo la forma de vestigios destinados a desaparecer poco a poco. =a idea seg&n la cual las estructuras sociales podrían anali$arse basándose en la dinámica econ!mica ue reflejan /su modo de producci!n/ sería no s!lo err!nea sino impregnada de eurocentrismo. %n resumen, c!mplice con una forma de dominaci!n imperialista. 8omo tantas otras ideas europeas, el relato eurocéntrico de la historia como una sucesi!n de modos de producci!n constituye el paralelo del imperialismo territorial del siglo M@M, afirma -ra9ash 5N6.
+r,cicas .%o(a%es de% ca$ia%
8ha9rabarty desarrolla el mismo argumento en su influyente obra -rovincialiser lC%urope 5O6. Seg&n él, la tesis de una universali$aci!n del mundo a través de la expansi!n del capitalismo reduce las dinámicas locales a simples variaciones sobre un mismo tema cada país s!lo se define por su grado de conformidad con una abstracci!n conceptual, de manera ue su propia historia jamás existe, salvo como nota al pie de página del gran relato de la experiencia europea. =os marxistas cometerían además el trágico error de eliminar toda contingencia en su análisis de la evoluci!n del mundo. Su fe en la dinámica universal del capital los volvería ciegos a las posibilidades de discontinuidades, de rupturas y de cambios en el proceso hist!rico. %xenta de las vacilaciones inherentes al libre arbitrio ue caracteri$a a la humanidad, la historia tal como la conciben los marxistas se emparentaría con una línea recta conducente, de manera ineluctable, a un fin determinado. 8omo consecuencia de ello, la noci!n de capitalismo sería no s!lo inadmisible, sino políticamente peligrosa privaría a las sociedades no occidentales de la capacidad de construir su propio futuro. 2adie, sin embargo, niega el hecho de ue, en el transcurso del <imo siglo, el capitalismo se propag! por el planeta entero, imbricándose en casi todas las esferas del mundo en otros tiempos coloni$ado. %ch! raíces en nuevas regiones, comen$ando por Asia y América =atina, y afect! necesariamente la configuraci!n social e institucional. =a l!gica de acumulaci!n del capital no dej! indemnes ni a las economías locales, ni a los sectores no econ!micos obligados a acomodarse a esta presi!n invasora. -ero aunue el propio 8ha9rabarty admite ue el yugo del capital se extendi! a todo el planeta, se niega a ver en ello una forma de universali$aci!n del mundo. Seg&n él, el capitalismo sería verdaderamente vector de universali$aci!n si, y solo si, todas las prácticas sociales se subordinaran a su ley. Pamás, ninguna forma hist!rica de capital, aunue fuera de alcance mundial, podría ser universal, sostiene. Sea mundial o local, ning&n tipo de capital podría representar la l!gica universal del capital, en la medida en ue toda forma hist!ricamente determinada resulta de un compromiso temporario entre su aspiraci!n hegem!nica y la inflexibilidad de las costumbres y de las convenciones locales. %n suma, seg&n él, s!lo se podría hablar de universali$aci!n si el capital hubiera conuistado las relaciones sociales en su totalidad, privándolas de toda forma de autonomía. %s como para creer ue los se#ores capitalistas recorren el globo con un contador 7eiger en la mano con la idea de evaluar la compatibilidad de cada práctica social con sus propios intereses. +ás verosímil parece otro panorama los capitalistas intentan extender su dominio y asegurarse el mejor retorno posible de sus inversiones' mientras nada se oponga a ello, poco les importan las convenciones y las costumbres locales. S!lo cuando el entorno constituye un obstáculo a sus objetivos /estimulando, por ejemplo, la indisciplina de los trabajadores, achicando sus mercados, etc./ nace la necesidad de imponer ajustes y, llegado el caso, alterar las costumbres sociales. Iuera de este caso particular, las diferentes maneras de ser en el mundo, en una u otra latitud, dejan totalmente indiferentes a los capitalistas.
-arece difícil ue la globali$aci!n no impliue una forma de universali$aci!n del mundo. =as prácticas ue se expanden a todas partes pueden ser descritas legítimamente como capitalistas y, por ello mismo, se han vuelto universales. %l capital avan$a y somete a una porci!n cada ve$ más importante de la poblaci!n. "aciéndolo, construye un relato ue vale para todos, una historia universal, la del capital. Necesidades /u&anas (,sicas
=os te!ricos del poscolonialismo admiten de la boca para afuera el reino del capitalismo global, aun cuando le niegan su sustancia. -ero lo ue los coloca aun más en apuros es el segundo componente del análisis materialista, el relacionado con fen!menos de resistencia. %s verdad, admiten sin dificultad, ue el capitalismo siembra la rebeldía a medida ue se propaga la celebraci!n de las luchas obreras, campesinas o indígenas constituye incluso una figura obligada de la literatura poscolonial, ue parece en este punto estar de acuerdo con el análisis marxista. -ero, mientras ue este <imo concibe la resistencia de los dominados como la expresi!n de sus intereses de clase, la teoría poscolonial hace caso omiso de las relaciones de fuer$as objetivas y universales deliberadamente. -ara esta teoría, cada hecho de resistencia resulta de un fen!meno local, específico de una cultura, de una historia, de un territorio dado /jamás de una necesidad propia del conjunto de la humanidad/. A los ojos de 8ha9rabarty, unir las luchas sociales a intereses materialistas significa asignar Ea los trabajadoresG una realidad burguesa, puesto ue es s!lo en el marco de un sistema de racionalidad como ese ue la Butilidad econ!micaC de una acci!n 5o de un objeto, de una relaci!n, de una instituci!n, etc.6 se impone como ra$onable 5Q6. %scobar escribe también =a teoría posestructuralista nos invita a renunciar a la idea liberal del sujeto en tanto ue individuo hermético, aut!nomo y racional. %l sujeto es el producto de discursos y de prácticas hist!ricamente determinadas en un gran n&mero de campos 5R6. 8uando el capitalismo provoca oposiciones, estas deben ser comprendidas como la expresi!n de necesidades circunscritas a un contexto particular. 2ecesidades forjadas no s!lo por la historia y por la geografía, sino también por una cosmología ue se sustrae a toda tentativa de inclusi!n en los relatos universali$antes de la @lustraci!n. 2o cabe ninguna duda de ue los intereses y los deseos de cada individuo están culturalmente determinados en este plano, no hay man$ana de la discordia entre te!ricos poscoloniales y progresistas más tradicionales. -ero, para no dar más ue un ejemplo, ninguna cultura en el mundo condiciona a sus sujetos a desinteresarse de su bienestar físico. =a satisfacci!n de algunas necesidades fundamentales /alimento, vivienda, seguridad, etc./ se impone bajo todos los cielos y todas las épocas, pues es necesaria para la reproducci!n de la cultura. -or lo tanto, se puede afirmar ue algunos aspectos de la acci!n humana escapan a las invenciones de las culturas, si por esto se entiende ue no son específicas a tal o cual comunidad. :eflejan una psicología humana no específica de un período o de un lugar, un componente de la naturale$a humana. %sto no significa ue nuestra alimentaci!n, nuestros gustos en materia de vestimenta o nuestras preferencias sobre el tipo de vivienda no dependan de un conjunto de rasgos culturales y de contingencias hist!ricas. =os adeptos del culturalismo4 no se privan de hacer valer, por otra parte, la diversidad de nuestras formas de consumo como una prueba de ue
nuestras necesidades están culturalmente construidas. -ero tales obviedades no dicen nada de la com&n aspiraci!n de los hombres a no morir de hambre, de frío o de desesperaci!n. Ahora bien, el capitalismo se nutre, precisamente, de esta preocupaci!n humana por el bienestar, dondeuiera ue se instala. 8omo lo observaba +arx, la siniestra imposici!n de las relaciones econ!micas alcan$a para lan$ar a los trabajadores a las redes de la explotaci!n. %sto es verdadero independientemente de las culturas y de las ideologías desde el momento en ue ellos poseen una fuer$a de trabajo 5y nada más6, la venden, pues es la &nica opci!n de ue disponen para acceder a un nivel mínimo de bienestar. Si su entorno cultural los convence de enriuecer a su patr!n, están libres de negarse, por supuesto, pero esto significa, como lo demostr! %ngels, ue son libres de morir de hambre 5K6. Aunue sirve de fundamento para la explotaci!n, este aspecto de la naturale$a humana alimenta también la resistencia. %s la misma imperiosa necesidad material la ue precipita la mano de obra a los bra$os de los capitalistas y la ue la lleva a rebelarse contra los términos de su sujeci!n. -ues el afán desmedido de ganancias incita a los empleadores a recortar los costos de producci!n y por lo tanto a reducir la masa salarial. %n los sectores sindicali$ados o de mayor plusvalía, la maximi$aci!n de las ganancias no excede ciertos límites, permitiendo así ue los trabajadores se preocupen por su nivel de vida más bien ue de la lucha por la supervivencia cotidiana. -ero en lo ue se ha dado en llamar el Sur, como también en un n&mero creciente de sectores del mundo industriali$ado, sucede de otra manera. =a indigencia de los salarios se combina a menudo con otras formas de optimi$aci!n de las ganancias máuinas obsoletas ue se trata de rentabili$ar hasta su <imo suspiro, sobrecarga en el trabajo, prolongaci!n de horarios, falta de pago los días de enfermedad, desconocimiento de accidentes, ausencia de jubilaci!n y de derecho de huelga, etc. %n la inmensa mayoría de las plataformas donde prospera el capital, la ley de acumulaci!n arruina sistemáticamente la vocaci!n de bienestar de los trabajadores. 8uando estallan movimientos de protesta, con frecuencia es para reclamar el estricto mínimo vital y no más, como si las condiciones de vida decente se hubieran convertido en un lujo inconcebible. =a primera fase del proceso, o sea la sumisi!n al contrato de trabajo, permite al capitalismo fijarse y expandirse en cualuier parte del mundo. =a segunda etapa, la resistencia a la explotaci!n, engendra una lucha de clases en todas las $onas sobre las cuales el capitalismo ech! el ojo /o, más exactamente, engendra la motivaci!n por la cual luchar ue ésta culmine o no en formas de acci!n colectiva depende de un vasto abanico de factores contingentes/. Sea como fuere, la universali$aci!n del capital tiene por corolario la lucha universal de los trabajadores con la perspectiva de asegurarse su subsistencia. ;ue de un mismo componente deriven estas dos formas de universalismo de la naturale$a humana no significa de ninguna manera ue el asunto termine allí. -ara la mayoría de los progresistas, entran en juego otros componentes, otras necesidades ue superan c!modamente las barreras culturales por ejemplo, la aspiraci!n a la libertad, o a la creaci!n o, incluso, a la dignidad. =a humanidad no es, por cierto, reductible a una necesidad biol!gica' pero de todos modos hay ue admitir la existencia de esta necesidad, aun si parece menos noble ue otras, y darle el lugar ue merece en los proyectos de
transformaci!n social. %l hecho de ue la cultura intelectual de i$uierda desestime esta evidencia no es un signo tranuili$ador en cuanto a su estado de salud. =os estudios poscoloniales jugaron un papel fecundo por más de un motivo. 8ontribuyeron al impulso de la producci!n literaria en los países del Sur. %n la regresi!n intelectual ue marc! las décadas de *T) y *), reavivaron la llama del anticolonialismo y recuperaron el crédito a la crítica del imperialismo. Sus ataues contra cierta arrogancia eurocéntrica no tuvieron s!lo efectos indeseados, lejos de ello. -ero la contrapartida es pesada al mismo tiempo ue el capitalismo revitali$ado expande con mayor intensidad su fuer$a destructiva, en las universidades estadounidenses la teoría de moda consiste en desmantelar algunos sistemas conceptuales ue permiten comprender la crisis y esbo$ar perspectivas estratégicas. =os popes del poscolonialismo desperdiciaron hectolitros de tinta en combatir molinos de viento ue ellos mismos montaron. 0, de paso, alimentaron el resurgimiento del nativismo y del orientalismo4. -ues su objetivo no se limita a privilegiar lo local sobre lo universal su valori$aci!n obsesiva de las particularidades culturales, presentadas como el &nico motor de la acci!n política, parad!jicamente renov! la imaginería ex!tica y deprimente ue las potencias coloniales tenían sobre sus conuistas. A lo largo del siglo MM, los movimientos anticolonialistas estaban de acuerdo en denunciar la opresi!n en cualuier parte ue ella operara, en ra$!n de ue atentaba contra las aspiraciones comunes de los seres humanos. "oy, en nombre del antieurocentrismo, los estudios poscoloniales regurgitan un esencialismo cultural ue la i$uierda consideraba, con ra$!n, como una base ideol!gica de la dominaci!n imperial. >;ué mejor regalo para ofrecer a los dictadores ue avasallan los derechos de sus pueblos ue invocar las culturas regionales para desacreditar la idea misma de derechos universales? =a renovaci!n de una i$uierda internacionalista y democrática seguirá siendo un voto piadoso mientras no se hayan despejado estas representaciones anticuadas, y se hayan reafirmado los dos universalismos ue se oponen nuestra humanidad com&n y la amena$a capitalista. *. 3ill Ashcroft, 7areth 7riffins y "elen Lriffin, Lhe -ostcolonial Studies :eader, :outledge, =ondres, *Q. (. Dipesh 8ha9rabarty, -rovincialiser lC %urope. =a pensée postcoloniale et la différence historiue, ediciones Amsterdam, -arís, ()). N. 7yan -ra9ash, -ostcolonial criticism and @ndian historiography, Social Lext, 2U N*VN(, Durham 58arolina del 2orte6, *( . O. Dipesh 8ha9rabarty, -rovincialiser lC %urope, op. cit. Q. Dipesh 8ha9rabarty, :ethin9ing
K. Iriedrich %ngels, =a Situation de la classe ouvriXre en Angleterre, %ditions Sociales, -arís, *R) 5*Y ed. *TOO6. * Profesor asociado al Departamento de Sociología de la Universidad de Nueva York. Autor de Postcolonial Theor and The Specter of !apital" #erso" $ondres" %&'(. Una versi)n de este teto fue pu+licada en la edici)n %&', de la revista Socialist -egister