Primer manuscrito Este manuscrito está precedido por un breve prólogo en el que el autor manifiesta por una parte la intencionalidad de tratar la conexión de la Economía Política con el Derecho y la Moral enfocándola desde la perspectiva de la crítica positiva general, tributaria de Freuerbach y silenciada en la Alemania de su tiempo. Y por otra, la discusión de la Dialéctica hegeliana y de la Filosofía hegeliana en general justificándola como trabajo de sinceridad pues los teólogos críticos siguen siendo teólogos, y tras una larga cita de Adan Schaff califica a la crítica teológica de su tiempo de caricatura teológica de la vieja transcendencia filosófica concretamente de la hegeliana. Salario El salario viene determinado por la lucha entre capitalistas y trabajadores. Regulado por la ley de la oferta y al demanda como cualquier otra mercancía, si la primera supera a la segunda, una de las partes que constituyen el precio: beneficio, renta de la tierra o salario se sustrae, cosa que suele suceder con el salario ya que el trabajo del obrero, al verse separado del capital y de la renta de la tierra, permanece en abstracción. Las fluctuaciones del precio del mercado son nefastas para el trabajador pues, por una parte, aunque no necesariamente gana cuando gana el empresario, siempre pierde cuando éste pierde y por otra al ser los salarios estables frente a los precios, el trabajador no siempre puede asegurarse la subsistencia. Incluso en las sociedades pujantes económicamente, el trabajador o bien se enajena en el trabajo-máquina o muere de inanición al verse arruinados los pequeños capitalistas frente a los poderosos o se queda sin trabajo debido a la superproducción. También permanece en abstracción el llamado salario medio que precisamente porque la producción crece, crece la pobreza relativa. Abstracción que lleva a prescindir de ingentes masas de trabajadores industriales cuando el capital puede pasarse sin ellas. Beneficio del capital El capital, "la propiedad privada sobre los productos del trabajo ajeno" apoyado por el derecho positivo, adquiere poder de gobierno sobre el trabajo y sus productos y poder adquisitivo. El capital es el fondo-stock que, acumulado, produce a su propietario una renta o ganancia. Esta ganancia es extraída por el capital de los salarios y de las materias primas adelantadas. La tasa más baja de ganancia es siempre algo más de la exigida para compensar las eventuales pérdidas. La más elevada es la que absorbe la totalidad de la renta de la tierra manteniendo el salario a precio mínimo. Esta explotación es realizada por el capitalista mediante el secreto comercial, el secreto de fábrica y el monopolio .Otras causas que elevan la ganancia son la división del trabajo, los productos muy elaborados y la facilidad o menor costo de los medios de circulación. El beneficio del capital no está ligado al interés general de la sociedad, por el contrario, con cierta frecuencia es abiertamente opuesto a él. La competencia generada por la acumulación de capitales producen serios problemas de supervivencia a los pequeños capitalistas que han de comprar más caro y competir
en precios, por otra parte, la diferencia entre capital fijo y capital circulante favorece al gran empresario cuyo capital fijo simplifica y concentra. A otra de las conclusiones que llega nuestro autor, apoyándose en las tesis de Smith, respecto de la acumulación de capital, es que el origen de la superproducción está directamente relacionado con la acumulación de capital y la subdivisión del trabajo. Renta de la tierra En este apartado del primer manuscrito, Marx, volviendo a Smith y Say, trata de demostrar el grave error de la Economía Política que transforma la fertilidad de la tierra en una propiedad del terrateniente. Por el contrario, la renta de la tierra se establece mediante la lucha abierta entre arrendatario y terrateniente en una sociedad en la que el terrateniente está amparado en el derecho. El terrateniente explota todas las ventajas de la sociedad incrementando su renta con: el incremento de la población, la mejora de las comunicaciones, las mejoras sociales: la extensión de cultivos, el alza de los precios en los productos primarios y extrae, de la manufactura y los descubrimientos técnicos, más ventajas en su explotación de la renta de la tierra. Marx discrepa profundamente de la conclusión de Smith: Si el terrateniente aprovecha las ventajas de la sociedad, su interés es idéntico al de ésta. Por el contrario, hechos como el monopolio de la tierra en países colonizados, el crecimiento de la miseria que origina el alquiler de la tierra, los intereses de los arrendatarios, que son una parte importante de la sociedad, son opuestos a los del terrateniente, la competencia que obliga a abaratar los salarios y ni siquiera el interés de un terrateniente coincide con el de otro terrateniente y menos el del gran latifundista frente al del pequeño propietario. Toda esta argumentación le sirve al autor para disolver la diferencia entre capitalista y terrateniente y establecer la división de las clases sociales en clase obrera y capitalistas. La comercialización de la propiedad de la tierra y su conversión en mercancía, es el fundamento para establecer el fin de la aristocracia feudal frente a la naciente y pujante aristocracia del dinero que reduce la relación entre propietario y obrero a relación económica entre explotador y explotado. El gran latifundio es equiparable al monopolio de la tierra. La división de la propiedad de ésta no ataca al monopolio en su esencia, su aniquilación se realizará mediante su supresión total y la superación de la propiedad privada de la tierra que, despojada de toda mística, puede situar al hombreen una situación de pleno goce mediante el trabajo libre. Para Marx la propiedad de la tierra necesariamente se desarrolla en estas dos formas que marcan su decadencia, de la misma manera que la industria se arruina en sus formas de monopolio y competencia "para aprender a creer en el hombre".
El trabajo enajenado Marx reconoce el fundamento de sus conclusiones en una Economía Política que partiendo del hecho de la propiedad privada no lo explica, que no proporciona explicaciones del porqué de la división de trabajo y capital, de capital y tierra, que los únicos motores que hace funcionar son los de la codicia y la competencia entre
codiciosos. La gran tarea es pues, para él, la de abordar toda esta enajenación y su relación con el sistema monetario. Para ello considera necesario partir de la situación actual que sitúa al obrero en una condición de mera mercancía ya que el producto de su trabajo se convierte en cosa a la que se la rinde servidumbre y su apropiación constituye un extrañamiento, una enajenación. Esta objetivación del producto del trabajo sitúa al trabajador en una existencia exterior, extraña a sí mismo, que lo enajena, ya que el producto de su esfuerzo no le pertenece. Es más, el trabajo enajenado, al separar al hombre de su producción, le arranca su vida genérica, es decir, hace extraños al hombre y su propio cuerpo, la naturaleza, su ser espiritual, su esencia humana. Lo que trae como consecuencia la enajenación del hombre respecto del hombre mediante la que el hombre considera al otro según la medida de su relación consigo mismo en cuanto trabajador. Por otro lado, si el trabajador no es dueño del producto de su trabajo, significa que ese dueño habrá de ser otro. Ese ser, dueño del trabajo de los hombres, no es más que el capitalista propietario de los medios de producción, de donde se deduce que es la propiedad privada la consecuencia necesaria del trabajo enajenado como también lo es el salario. Es por todo ello que Marx nos anuncia diversas cuestiones a resolver como la esencia de la propiedad privada, resultado del trabajo enajenado y su relación con la propiedad humana y social por un lado, y por otro la relación de la propiedad privada con el trabajo enajenado que serán cuestiones que aborde en el segundo y tercer manuscrito. Segundo Manuscrito. [Antitesis del capital y el trabajo. Propiedad privada y capital.] [...] ||XL| Constituye los intereses de su capital. En el trabajador se da, pues, subjetivamente, el hecho de que el capital es el hombre que se ha perdido totalmente a si mismo, de la misma forma que en el capital se da, objetivamente, el hecho de que el trabajador es el hombre que se ha perdido totalmente a si mismo. El trabajador tiene, sin embargo, la desgracia de ser un capital viviente y, por tanto, menesteroso, que en el momento en que no trabaja pierde sus intereses y con ello su existencia. Como capital, el valor del trabajo aumenta según la oferta y la demanda, e incluido físicamente su existencia, su vida ha sido y es entendida como una oferta de mercancía igual a cualquier otra. El trabajador produce el capital, el capital lo produce a él; se produce, pues, a sí mismo y el hombre, en cuanto trabajador en cuanto mercancía, es el resultado de todo el movimiento, Para el hombre que no es más que trabajador, y en cuanto trabajador, sus propiedades humanas sólo existen en la medida en que existen para el capital que le es extraño. Pero como ambos son extraños el uno para el otro y se encuentran en una relación indiferente, exterior y casual, esta situación de extrañamiento reciproco ha de aparecer también como real. Tan pronto, pues, como al capital se le ocurre —ocurrencia arbitraria o necesaria— dejar de existir para el trabajador, deja éste de existir para sí; no tiene ningún trabajo, por tanto, ningún salario, y dado que él no tiene existencia como hombre, sino como trabajador, puede hacerse sepultar, dejarse morir de hambre, etc. El trabajador sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí como capital, y sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del capital es su existencia, su vida; el
capital determina el contenido de su vida en forma para él indiferente. En consecuencia la Economía Política no conoce al trabajador parado, al hombre de trabajo, en la medida en que se encuentra fuera de esta relación laboral. El pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino solamente para otros ojos; para los ojos de medico, del juez, del sepulturero, del alguacil de pobres, etc.; son fantasmas que quedan fuera de su reino. Por eso para ella las necesidades del trabajador se reducen solamente a la necesidad de mantenerlo durante el trabajo de manera que no se extinga la raza de los trabajadores. El salario tiene, por tanto, el mismo sentido que el mantenimiento, la conservación de cualquier otro instrumento productivo. El mismo sentido que el consumo de capital en general, que éste requiere para reproducirse con intereses, como el aceite que las ruedas necesitan para mantenerse en movimiento. El salario del trabajador pertenece así a los costos necesarios del capital y del capitalista, y no puede sobrepasar las exigencias de esta necesidad. Es, por tanto, perfectamente lógico que ante el Amendment Bill de 1834 los fabricantes ingleses detrajeran del salario del trabajador, como parte integrante del mismo, las limosnas públicas que éste recibe por medio del impuesto de pobres. La producción produce al hombre no sólo como mercancía, mercancía humana, hombre determinado como mercancía; lo produce, de acuerdo con esta determinación, como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad, deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas. Su producto es la mercancía con conciencia y actividad propias..., la mercancía humana. Gran progreso de Ricardo, Mill, etc., frente a Smith y Say, al declarar la existencia del hombre —la mayor o menor productividad humana de la mercancía— como indiferente e incluso nociva. La verdadera finalidad de la producción no estará en cuántos hombres puede mantener un capital, sino en cuántos intereses reporta, en la cuantía de las economías anuales. Igualmente fue un grande y consecuente progreso de la reciente (XLI) Economía Política inglesa el explicar con plena claridad (al mismo tiempo que eleva el trabajo a principio único de la Economía Política) la relación inversa existente entre el salario y el interés del capital y que el capitalista, por lo regular, sólo con la reducción del salario puede ganar y viceversa. La relación normal no sería la explotación del consumidor sino la explotación reciproca de capitalista y trabajador. La relación de la propiedad privada contiene latente en si la relación de la propiedad privada como trabajo, así como la relación de la misma como capital y la conexión de estas dos expresiones entre sí. Es, de una parte, la producción de la actividad humana como trabajo, es decir, como una actividad totalmente extraña a sí misma, extraña al hombre y a la naturaleza y por ello totalmente extraña a la conciencia y a la manifestación vital; la existencia abstracta del hombre como un puro hombre de trabajo, que por eso puede diariamente precipitarse de su plena nada en la nada absoluta, en su inexistencia social que es su real inexistencia. Es, por otra parte, la producción del objeto de la actividad humana como capital, en el que se ha extinguido toda determinación natural y social del objeto y ha perdido la propiedad humana su cualidad natural y social (es decir, ha perdido toda ilusión política y social, no se mezcla con ninguna relación aparentemente humana), que también permanece el mismo en los más diversos modos de existencia natural y social, y es perfectamente indiferente respecto de su contenido real. Esta oposición, llevada a su culminación, es necesariamente la culminación, la cúspide y la decadencia de la relación toda. Por eso es también una gran hazaña de la reciente
Economía Política inglesa haber denunciado la renta de la tierra como la diferencia entre los intereses del peor suelo dedicado a la agricultura y el mejor suelo cultivado, haber aclarado las ilusiones románticas del terrateniente (su presunta importancia social y la identidad de sus intereses con los de la sociedad, que todavía afirma Adam Smith, siguiendo a los fisiócratas) y haber anticipado y preparado el movimiento real que transformará al terrateniente en un capitalista totalmente ordinario y prosaico, simplificará y agudizará la contradicción y acelerara así su solución. La tierra como tierra, la renta de la tierra como renta de la tierra, han perdido allí diferencia estamental y se han convertido en capital e interés que nada significan o, más exactamente, que sólo dinero significan. La diferencia entre capital y tierra, entre ganancia y renta de la tierra, así como la de ambas con el salario; la diferencia entre industria y agricultura, propiedad privada mueble e inmueble, es una diferencia histórica no fundaba en la esencia de las cosas; la fijación de un momento de la formación y el nacimiento de la oposición entre capital y trabajo. En la industria, etcétera, en oposición a la propiedad inmobiliaria, sólo se expresa el modo de nacimiento y la oposición en que se ha formado la industria con relación a la agricultura. Esta diferencia sólo subsiste como un tipo especial de trabajo, como una diferencia esencial, importante, vital, mientras la industria (la vida urbana) se forma frente a la propiedad rural (la vida aristocrática feudal) y lleva aún en si misma el carácter feudal de su contrario en la forma del monopolio, el gremio, la corporación, etc., dentro de cuyas determinaciones el trabajo tiene aún una aparente significación social, tiene aún el significado de la comunidad real, no ha progresado aún hasta la indiferencia respecto del propio contenido, hasta el pleno ser para sí mismo, es decir, hasta la abstracción de todo otro ser y por ello no llegado aún a capital liberado.
Tercer Manuscrito. Propiedad privada y trabajo. La propiedad privada como sujeto, es el trabajo. Se deja de comprender la propiedad privada como algo meramente externo al hombre, esta debe ser comprendida como un producto de la industria moderna, los aspectos sociales se encuentra estrechamente ligados a los económicos. Se considera que el trabajo es lo que aporta el valor real, la “esencia subjetiva de la riqueza”, Marx se apoya el pensamiento de Adam Smith en este sentido para luego refutar ciertos aspectos de su Política Economica. Marx, tacha a los mercantilistas y a los partidarios del sistema dinerario, como adoradores de ídolos, debido a que solo enfocan su atención en la esencia objetiva de la propiedad privada. Crítica de Marx se enfoca al inicio de su tercer manuscrito en la contradicción de la Economía Política la cual predica que el hombre queda limitado a la propiedad privada, el reconocimiento del hombre como esencia propia provoca que la “enajenación real se convierta en una enajenación de sí”. Entre más trabajo y riqueza produzca el obrero, más se enajena y comienza un proceso en el cual su esencia no le pertenece. El hombre y el trabajo se convierten en un objeto, en un activo de un tercero, una deshumanización. Lo anterior se ve reflejado en la sobre explotación de la mano de obra históricamente y en la actualidad, la fuerza laboral, el principal motor de las industrias, es el elemento
que más importancia tiene y es el que menos recibe réditos por su aporte a un sistema que impulsa a un consumo desmedido y sin mesura. Ejemplo de esto se presenta en la sociedad española, en la cual el desempleo, en sus últimas cifras, alcanza casi el 30%. Los trabajadores son los que sufren los abates de una intensa crisis económica, mientras figuras públicas de la monarquía y personalidades reconocidas despilfarran el dinero, dinero que obtuvieron a costa del sudor de los obreros. Marx critica la teoría fisiocrática del Dr. Quesnay que señala que la agricultura, el trabajo de la tierra, es el único trabajo productivo y que el hombre solo tiene acceso a ella a través del trabajo. Se da una concepción de la agricultura y la tierra como riqueza. Marx señala que la tierra bajo esta visión, se sigue viendo como algo externo al hombre, una enajenación, por lo que la riqueza no se basa en un trabajo o industria determinada, si no que esta radica en el trabajo en general. La industria es el trabajo concluido. Propiedad privada y comunismo Marx menciona que “El comunismo es la expresión positiva de la propiedad privada superada”, es la propiedad privada en general. El comunismo “grosero”, nivela la balanza al dar un sentimiento de propiedad privada común y para todos, enfrentando a la propiedad privada de una minoría de poder. El comunismo, se conoce como reintegración o vuelta en si del hombre, una humanización a través de la superación de la propiedad privada. El hombre vuelve a ser social, a través de una “apropiación real de la esencia humana”. Este comunismo equivale a la resolución del conflicto hombre-naturaleza, esencia-existencia, libertadnecesidad. La propiedad privada material es la expresión de la vida humana enajenada. Todas las actividades del humano bajo este concepto recaen en el consumismo y la producción. La superación positiva (comunismo) comprende una recuperación del humano a través de todas sus actividades, en sociedad. La enajenación religiosa es de conciencia pero la económica pertenece a la vida real. El ateísmo es filantropía abstracta, mientras que el comunismo es una filantropía real y enfocada en la acción. Con la superación de la propiedad privada el hombre produce para el y para el otro hombre, en comunión. La sociedad produce al hombre y el hombre produce la sociedad. El hombre por el simple hecho de existir produce para la sociedad, su mera existencia es actividad social, los que se le ha dado es resultado de esta actividad y lo que va a dar es parte de la sociedad. El hombre se apropia de su esencia universal a través de la superación de la propiedad privada. La propiedad privada ha provocado que un objeto solo sea nuestro cuando lo tenemos para nos otros, se enajenan todos los sentidos al único y simple sentido de tener. La superación de la propiedad privada es la emancipación, la liberación de todos los sentidos, un redescubrimiento de la riqueza humana. El hombre es un ser social individual real y es al mismo tiempo la totalidad. Marx, señala que la propiedad privada capitalista le quita lo que por derecho es de todos, mismo sentimiento que comparten otros autores como Rousseau el cual planteaba que la propiedad privada es el origen de todos los males y que la vida “civilizada” del hombre lo lleva a su degeneración y que en cambio el hombre primitivo se regía por sus instintos y cualidades naturales para satisfacer sus necesidades. Karl Marx, expone al comunismo como la principal herramienta de liberación de la opresión que el sistema establecido impone, buscando el bien común.
Aunque las ideas de Marx son bien aceptadas, se considera que el comunismo resulta algo utópico e inalcanzable, porque tal vez el impulso del humano de querer más y más no se deban a ideologías o preceptos políticos, sino que esta actitud es algo inherente de la naturaleza humana que siempre busca alcanzar un confort mayor y se niega en la mayoría de los casos a desprenderse de cosas que le generan este confort. Claros ejemplos se han visto en la introducción del comunismo en ciertos países, que han comenzado como algo que busca el bienestar común pero terminan siendo gobiernos personalistas. Aun así, no se defiende el sistema capitalista pero se plantea la idea de que no existe un sistema perfecto e infalible. Necesidad, producción y división del trabajo. La propiedad privada impulsa a los individuos a crear nuevas necesidades que lo impulsan a enajenarse más, a través del consumismo y un sentimiento de necesidad de riqueza. La Economía Política impulsa a tratar de anhelar más y más dinero, y lo convierte en la única propiedad importante. La propiedad privada basa las necesidades en un imaginario, en un antojo.