La derecha perdida “La tesis principal es que el gran déficit de la derecha de las últimas décadas ha sido su falta de capacidad para entregar contenidos motivadores, que vayan más allá de la mera economía, de “la solución de los problemas concretos de la gente”, del “cosismo” y de la gestión eficiente del Estado. En este sentido, recoge la autora la siguiente idea de Murray Rothbard: “la economía puede contribuir aportando numerosos datos a favor de una posición libertaria, pero no es capaz de implantar por sí sola esta filosofía política. Para emitir juicios políticos, se requieren juicios de valor, de donde se sigue que la filosofía política es necesariamente ética y que, por tanto, es preciso implantar un sistema ético positivo para defender con sólidos argumentos la causa de la libertad individual”. Asimismo, constata un nuevo dinamismo en la discusión intelectual en la derecha, que enfrenta posiciones relativamente antagónicas entre las tendencias libertarias, liberales y comunitaristas, pero lamenta que sean estas últimas las que hayan inspirado y estén influyendo en los documentos oficiales de Chile Vamos y que, en consecuencia, podrían también hacerlo en las propuestas y en el diseño de las políticas públicas del sector en el futuro. ¿Cuál es la solución frente al desierto intelectual que prima hoy en la derecha? ¿Es posible ser optimista respecto a los años que se vienen? Su convicción es que, en orden a enfrentar el discurso político de la izquierda, el relato no debe buscarlo “en una suerte de comunitarismo de corte nacionalista”, como a su juicio lo ha hecho hasta ahora, sino que debe actualizarlo “a partir de las ideas que constituyen y definen su propia identidad”. Y ello no debe hacerlo en el vacío, sino en su propia historia. En este sentido, lo que la larga historia de la derecha republicana sustenta es, sobre todo, la primacía de la persona humana por encima de lo colectivo y que tiene como una de sus manifestaciones más tangibles la libertad económica que permite a todos buscar su propio destino”.
www.lyd.org +56 - 2 2377 4800 SANTIAGO DE CHILE
VALENTINA VERBAL STOCKMEYER
LIBERTAD Y DESARROLLO busca promover la libertad en los campos político, económico y social, proponiendo fórmulas concretas para el perfeccionamiento de un orden social de libertades a través del análisis, investigación y difusión de las políticas públicas.
VALENTINA VERBAL STOCKMEYER
La derecha perdida
LIBERTAD Y DESARROLLO, fundado en 1990, es un centro de estudios privado, independiente de todo grupo político, religioso, empresarial o gubernamental, cuyo objetivo es el análisis de los asuntos públicos, promoviendo valores y principios de una sociedad libre.
VALENTINA VERBAL STOCKMEYER
La derecha perdida Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Valentina Verbal Stockmeyer es magíster en Historia por la Universidad de Chile y licenciada en la misma disciplina por la Universidad de los Andes. Ha publicado más de diez artículos de Historia militar y constitucional de Chile en revistas especializadas de Historia y Derecho. Fue Directora de Investigación del centro de estudios Horizontal e integrante de la Comisión de Asuntos Constitucionales de Chile Vamos. Actualmente ejerce la docencia en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chile y en el Departamento de Formación General de la Universidad Viña del Mar.
Prólogo de Lucía Santa Cruz
Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
VALENTINA VERBAL STOCKMEYER
La derecha perdida Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Santiago de Chile, 2017
Registro de Propiedad Intelectual. INSCRIPCIÓN N° A-283050 I.S.B.N. 978-956-7183-83-8 Primera edición 500 ejemplares. Se terminó de imprimir en Santiago de Chile, octubre 2017 Editado por ediciones LYD. Diseño y Diagramación Marmota Diseño Integral. www.marmota.cl Impreso en A impresores Todos los derechos reservados. Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad del autor.
INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ OTRO LIBRO SOBRE LA DERECHA?
DEDICATORIA A mis padres, Gonzalo y Carmen, quienes nunca han dejado de estar a mi lado, especialmente en los momentos más difíciles. También a mi adorado Tommy, mi compañero de ruta desde el año 2013, cuando me enfrenté al Estado por el derecho a mi identidad. Y por supuesto, a los militantes, dirigentes e intelectuales del sector político que es materia de este trabajo. Espero sinceramente que este libro genere un diálogo fructífero y con altura de miras.
3
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
4
PRÓLOGO DE LUCÍA SANTA CRUZ
INDICE 9 17 19 20 27 33 38
Introducción Agradecimientos Capítulo primero. Pensar la derecha: reconociendo el marco teórico 1. Izquierda y derecha: una distinción razonable 2. Cambio de ciclo y crisis de legitimidad: ¿de qué estamos hablando? 3. La identidad de la derecha: cuestiones previas 4. El poder de las ideas: ¿cómo explicarnos el discurso anticapitalista?
45 46 50 57 67
Capítulo segundo. La derecha en crisis: diagnosticando al enfermo 1. Abriendo el debate: Axel Kaiser y la fatal ignorancia 2. Comunitarismo en la derecha: Daniel Mansuy y Pablo Ortúzar 3. Nacionalismo en la derecha: la visión de Hugo Herrera 4. Convocatoria en Chile Vamos: ¿es esto un relato para la derecha?
81 82 89 99 107
Capítulo tercero. El cambio de ciclo: rechazando el modelo a dos bandas 1. Anticapitalismo versión hard: otro mundo es posible 2. Anticapitalismo versión soft: autoflagelantes en la derecha 3. Problematizando los tópicos: el mercado no es Lucifer 4. Problematizando los tópicos: ¿es esto una revolución?
117
Capítulo cuarto. Un siglo XX adverso: liberales y conservadores a la ofensiva 1. La derecha partidista: visiones historiográficas 2. Una centuria estatista: estrategias de mitigación 3. Liberales al ataque (o la defensa de la libertad) 4. Capitalismo de la gente: conservadores por la libertad económica
118 124 130 137
145 146 158 165 172
Capítulo quinto. El tercerismo en la derecha chilena: una condena al fracaso 1. La derecha “conservadora”: la visión de Renato Cristi y Carlos Ruiz 2. Socialcristianos en Chile: virando a la izquierda 3. Nacionalismo en la derecha: una vertiente irrelevante 4. Modernización capitalista: ¿por qué no fue posible?
5
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
177 178 189 198 208
Capítulo sexto. La fuerza de la libertad: un relato que sí vende 1. Derecha y libertad: el derrotismo en clave ideológica 2. Capitalismo salvaje: el derrotismo en clave histórica 3. La historia como sorpresa: ¿qué significa ser empresario? 4. Las reinas de Estado: ¿se justifica la crítica moralizante al consumo?
215 216 224 229 235
Capítulo séptimo. Pensar la República: la derecha frente al espacio común 1. Lo individual y lo social: comunitaristas versus liberales 2. El sentido de justicia: un orden de libertad 3. Igualdad e igualitarismo: confusiones y contradicciones 4. La sociedad civil: más allá del Estado, pero no del mercado
243
Capítulo octavo. ¿Para qué sirve el Estado? Constitucionalismo, subsidiariedad y deriva estatista 1. Constitucionalismo (o la presunción en favor de la libertad) 2. Subsidiariedad (o la primacía de la persona frente al Estado) 3. El rol social del Estado: Estado de bienestar y Estado subsidiario 4. El rol social del Estado: derechos sociales y libertad personal
244 250 258 264
275
Conclusión: ¿es posible ser optimista en torno al futuro de la derecha?
283 284
Apéndice I. Convocatoria política Chile Vamos II. Contenidos para una sociedad abierta, justa y democrática Chile Vamos III. ¿Por qué la derecha debe volver al poder? Lucía Santa Cruz
292 305
309 310 312 314 317 328 342
Bibliografía I. Documentos sobre la derecha, Chile e ideas políticas II. Documentos de trabajo III. Artículos de prensa IV. Artículos académicos y capítulos de libros V. Libros VI. Enlaces de internet
6
PRÓLOGO DE LUCÍA SANTA CRUZ
PRÓLOGO DE LUCÍA SANTA CRUZ La derecha perdida. Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo, de Valentina Verbal, es una obra muy oportuna y bien argumentada, que persigue al menos tres objetivos. En primer término, si bien la autora rechaza de antemano cualquier pretensión historiográfica, se trata de un libro que refleja oficio, ya que recuenta y analiza aspectos importantes de la historia y de las ideas de los partidos de derecha -Liberal y Conservador- y, específicamente el compromiso de estos partidos históricos con la libertad de la persona humana y, en consecuencia, con el libre mercado. Con esto viene a revisar la tendencia popular a creer que este modelo económico fue un invento de la dictadura militar sin raíces en nuestra historia. En segundo lugar, sintetiza desde la perspectiva del liberalismo clásico, el debate contemporáneo y actual de las ideas que compiten y colaboran dentro del espectro de la alianza de centroderecha, descomponiendo las principales tradiciones que las inspiran: liberal, conservadora y socialcristiana. Finalmente, no es un texto meramente abstracto, sino que aspira manifiestamente a influenciar la acción política de los partidos de derecha en forma directa y concreta. Como ella afirma: “este libro no está escrito desde la teoría pura, sino desde (y para) la acción política concreta”. Los dos primeros objetivos los cumple cabalmente y sólo el futuro dilucidará el rumbo que esta “derecha perdida” podrá emprender. Claramente la lectura de esta propuesta será una contribución notable para redibujar la identidad y el contenido ideológico de la derecha, en cuanto se trata del “sistema de creencias políticas, el conjunto de ideas y de valores concernientes al orden político que tienen la función de guiar los comportamientos políticos colectivos”. Se trata de un compendio que abarca todos los temas relevantes en discusión hoy: el liberalismo clásico, el comunitarismo en la derecha, el nacionalismo del mismo sector, las tendencias anticapitalistas y contrarias al modelo económico de
7
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
economía libre, los límites y alcances del socialismo cristiano en cuanto tradición al interior de la derecha, la importancia relativa del individuo y la comunidad y, en fin, las “viejas tensiones entre colectivismo e individualismo”, una reinterpretación liberal de la subsidiariedad, la relación entre justicia e igualdad y mucho más todavía. La tesis principal es que el gran déficit de la derecha de las últimas décadas ha sido su falta de capacidad para entregar contenidos motivadores, que vayan más allá de la mera economía, de “la solución de los problemas concretos de la gente”, del “cosismo” y de la gestión eficiente del Estado. En este sentido, recoge la autora la siguiente idea de Murray Rothbard: “la economía puede contribuir aportando numerosos datos a favor de una posición libertaria, pero no es capaz de implantar por sí sola esta filosofía política. Para emitir juicios políticos, se requieren juicios de valor, de donde se sigue que la filosofía política es necesariamente ética y que, por tanto, es preciso implantar un sistema ético positivo para defender con sólidos argumentos la causa de la libertad individual”. Asimismo, constata un nuevo dinamismo en la discusión intelectual en la derecha, que enfrenta posiciones relativamente antagónicas entre las tendencias libertarias, liberales y comunitaristas, pero lamenta que sean estas últimas las que hayan inspirado y estén influyendo en los documentos oficiales de Chile Vamos y que, en consecuencia, podrían también hacerlo en las propuestas y en el diseño de las políticas públicas del sector en el futuro. ¿Cuál es la solución frente al desierto intelectual que prima hoy en la derecha? ¿Es posible ser optimista respecto a los años que se vienen? Su convicción es que, en orden a enfrentar el discurso político de la izquierda, el relato no debe buscarlo “en una suerte de comunitarismo de corte nacionalista”, como a su juicio lo ha hecho hasta ahora, sino que debe actualizarlo “a partir de las ideas que constituyen y definen su propia identidad”. Y ello no debe hacerlo en el vacío, sino en su propia historia. En este sentido, lo que la larga historia de la derecha republicana sustenta es, sobre todo, la primacía de la persona humana por encima de lo colectivo y que tiene como una de sus manifestaciones más tangibles la libertad económica, que permite a todos buscar su propio destino.
8
INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ OTRO LIBRO SOBRE LA DERECHA?
INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ OTRO LIBRO SOBRE LA DERECHA? Todavía sigue siendo controvertida la provocadora tesis de Francis Fukuyama sobre el “fin de la historia”. ¿En qué consiste? No en la victoria fáctica del liberalismo frente al socialismo después de la Guerra Fría, sino “en el total agotamiento de sistemáticas alternativas viables al liberalismo occidental”1. En otras palabras, de lo que se trata es del triunfo definitivo de un “ideal que, ‘a la larga’ se impondrá en el mundo material”2. Pero, aunque sea cierto que la humanidad no ha retornado a un socialismo como el soviético, a veces no resulta fácil reconocer la hegemonía ideológica del liberalismo. Si bien las socialdemocracias europeas tipo tercera vía (Tony Blair en Inglaterra), o la misma Concertación de Partidos por la Democracia en Chile, pudieron habernos llevado a pensar en ello, el Socialismo del siglo XXI en Venezuela, Podemos en España (incluso el “nuevo” laborismo de Jeremy Corbyn en la mencionada Inglaterra), así como la Nueva Mayoría que hoy nos gobierna -sin dejar de lado al Frente Amplio que busca desafiarla-, impiden sostener que el triunfo cultural del liberalismo haya llegado a ser una verdad definitiva. Sin embargo, Fukuyama tiene un punto: es un error creer que la historia de la política se construye únicamente desde lo tangible. Las ideas, según él, constituyen un poder autónomo que influye poderosamente sobre los hechos. ¿Acaso no fueron las mismas ideas de la libertad, y no sólo su victoria agonal, las que produjeron la caída del Muro de Berlín en 1989? Tiene toda la razón, me parece, cuando afirma que el “sesgo materialista del pensamiento moderno es característico no sólo de la gente de izquierda, que puede simpatizar con el marxismo, sino también de muchos apasionados antimarxistas”3. Y esta última consideración le viene como
1. Francis Fukuyama, “El fin de la historia”, Estudios Públicos, N° 37 (1990), p. 6. Esta referencia corresponde a una traducción autorizada del artículo original, publicado en 1988 en la revista The National Interest. 2. Fukuyama, “El fin de la historia”, p. 7. 3. Fukuyama, “El fin de la historia”, p. 11.
9
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
anillo al dedo a la derecha en Chile, que suele despreciar el campo de lo ideológico para interesarse de manera casi exclusiva por “los problemas concretos de la gente”. No constituye, por lo mismo, una casualidad que se haya tornado un lugar común hablar de la carencia de discurso o relato de la derecha. Afortunadamente, y pese a que al gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) se le ha atribuido de modo especial este problema4, fue durante su mismo mandato cuando surgió una camada de intelectuales que ha reflexionado y debatido en torno a dicha carencia. ¿Cuál debe ser el relato de la derecha? ¿Cabe considerarlo como la suma acumulada de distintas tradiciones o vertientes políticas? O, por el contrario, ¿existe una identidad común que, desde la historia, pueda ser rescatada para el momento que hoy vive el país? ¿Cómo debe ella enfrentar a una izquierda refundacional, intelectualmente hegemónica en los tiempos que corren? ¿Qué principio ideológico debe priorizar: la libertad, la justicia, la solidaridad, etc.? Pese a que desde la derecha partidista la cuestión del relato se ve todavía confusa, la buena noticia es que se han puesto sobre el tapete diversas respuestas que, con distintos enfoques y matices, dan cuenta de reflexiones interesantes desde las cuales es posible continuar la conversación. Y pese a sus diferencias, todas ellas coinciden en un hecho fundamental: la derecha actual vive -icónicamente desde el movimiento estudiantil de 2011- una crisis intelectual de proporciones. Si bien ha sido capaz de emitir respuestas técnicas, asociadas a la buena gestión de las políticas públicas, ha carecido de un relato sobre la base de principios sustantivos. Lo anterior se acrecienta en la medida que el movimiento social referido se describe como el hito simbólico de un cambio de ciclo. En particular, por no haberse reducido a un conjunto de propuestas en materia educacional (es decir, únicamente técnicas), sino ampliarse a una crítica de fondo al modelo político y económico vigentes. Es lo que también algunas veces se ha denominado malestar social, aunque interpretándolo (cuestión muy discutible) como un rechazo radical al sistema de libre mercado de parte de la mayoría de la población5. ¿Quiénes -entre otros- han participado en el debate en torno al relato (o falta de él) de la derecha? En términos cronológicos, no fue sino Axel Kaiser el primero que, en 2009, habló de una crisis intelectual, entendida como la falta de convicciones fuertes en favor de
4. Fue Pablo Longueira quien, en 2011 y antes de ser Ministro de Economía, planteó que el gobierno de Piñera carecía de relato político. Su frase exacta fue: “el Presidente no tiene un relato político, porque habla de tres cosas distintas en un día”. 5. Como se verá más adelante, especialmente en el capítulo tercero, el término cambio de ciclo no se justifica únicamente por el movimiento estudiantil de 2011, sino por el apoyo a él de un importante sector de la clase política: la Concertación, posterior Nueva Mayoría. Este apoyo se expresó, en términos más profundos, en un proceso de deslegitimación del sistema político y económico, consagrado en la Constitución de 1980.
10
INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ OTRO LIBRO SOBRE LA DERECHA?
las propias ideas, sin las cuales “no hay ni política ni economía de derecha”6. Pese a que algunas veces se le ha criticado su vehemencia al defender el libre mercado, resulta imposible desconocer que ha realizado un trabajo muy importante como intelectual público, en lo que suele calificarse como la batalla de las ideas7. Otros autores -en especial Daniel Mansuy, Pablo Ortúzar y Hugo Herrera- han sido bastante críticos del sistema de economía libre vigente en Chile por generar -según ellos- una sociedad egoísta y poco cohesionada desde un punto de vista social. En este sentido han defendido el acercamiento de la derecha a tradiciones ideológicas menos consideradas en las últimas décadas: la socialcristiana y la “nacional-popular”, desde una perspectiva comunitarista 8. Estas tradiciones, si bien no son propiamente de izquierda, tienden a constituirse como colectivismos o estatismos moderados, en la medida en que se plantean como tercerismos o vías alternativas al liberalismo y al socialismo. Desde un punto de vista político, mientras Kaiser apuesta por una influencia a nivel más bien cultural, en cuanto él normalmente no actúa cerca de los partidos, los otros tres intelectuales mencionados han buscado influir en ellos de un modo más o menos directo 9. Y la diferencia de fondo es que el primero es el único de los autores mencionados que ha defendido ideas liberales para la derecha, sin plantear la necesidad de acudir a otras tradiciones políticas10. ***
6. Axel Kaiser, La fatal ignorancia. La anorexia cultural de la derecha frente al avance ideológico progresista (Santiago, Democracia y Mercado, 2009), p. 18. 7. Su papel como columnista, autor de varios libros y Director de la Fundación para el Progreso (FPP) da cuenta de este aserto. Y esto, incluso, es reconocido por personas que acostumbran criticarlo desde la misma derecha. Ver, por ejemplo, Pablo Ortúzar, “La tiranía de la igualdad”, columna de opinión en El Líbero (15 de diciembre de 2015). 8. El comunitarismo opera a través de dos vías. Por vía negativa, constituye una fuerte crítica al sistema de libre mercado por tender, supuestamente, al atomismo o fragmentación social. Y, por vía positiva, aspira a la construcción de un fin colectivo -de un horizonte de sentido-, al que deberían subordinarse los fines individuales. Para este concepto general, ver Luis Villavicencio Miranda, Las críticas comunitaristas al liberalismo igualitario. Un balance (Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2014), pp. 47-50. Para los autores chilenos mencionados, el comunitarismo que propugnan se dota de contenido gracias, precisamente, al socialcristianismo y al nacionalismo. Aunque no quepa asociar directamente comunitarismo con socialcristianismo, en Chile ambos han operado de manera conjunta. Precisamente el comunitarismo, en la medida que reclama la idea de un horizonte común, se tiende a dotar de contenido (hoy como ayer) gracias al socialcristianismo, es decir, con ideas derivadas del pensamiento social católico, normalmente muy crítico del sistema de economía libre. Y si bien el término nacional-popular resulta algo confuso como categoría ideológica (alguna izquierda lo reclama para el Estado de compromiso hacia los sectores populares, surgido en los años 20 del siglo pasado), se utilizará aquí por el hecho que uno de los principales intelectuales de la derecha actual, Hugo Herrera, lo reivindica de manera constante. 9. Aunque Mansuy lo ha hecho en menor medida que Herrera y Ortúzar -quienes integran el Consejo Político de Chile Vamos-, igualmente ha participado en instancias políticas. Por ejemplo, el 20 de julio de 2015 expuso en el seminario “Pensar la centroderecha”, organizado por el senador Andrés Allamand y el diputado Jaime Bellolio. En esta instancia, participaron también Herrera y Ortúzar, además del constitucionalista José Francisco García. 10. Liberales en cuanto liberales clásicas, valga aclarar.
11
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Vengo siguiendo el debate sobre el relato del sector desde hace varios años, al menos desde 2011, justamente cuando comenzó el mentado cambio de ciclo. De hecho, durante el año 2013 organicé un club de lectura de Historia política de Chile, buscando plantear algunas preguntas desde el presente que el país vivía en ese entonces: el último cuarto del gobierno de Piñera, que ya avizoraba el retorno al poder de la Concertación (luego Nueva Mayoría), con Michelle Bachelet a la cabeza. Teniendo como telón de fondo el debate intelectual que, en los últimos años, se ha dado al interior de la derecha, este libro defenderá la posición de que este sector político posee una identidad que merece ser rescatada para la actualización o renovación de su relato. Concretamente, argumentará dos cosas. La primera se refiere a la existencia de un núcleo común histórico, construido a partir de dos grandes vertientes políticas -la liberal y la conservadora-, entre las cuales existe (o ha existido) un liberalismo mínimo o transversal, centrado en la valoración de la libertad de iniciativa económica11. La segunda, directamente derivada de la anterior, apunta a que la derecha chilena puede encontrarse -y de hecho se ha encontrado- en torno a un fondo liberal clásico, basado en el principio de primacía de la persona frente al Estado. En este sentido, y como bien dice Ezequiel Gallo, los “liberales clásicos estaban principalmente preocupados por establecer límites a la acción de los gobiernos”, es decir, “eran los partidarios del gobierno limitado”12. ¿Para qué? Para, mediante la garantía de los derechos individuales, poner en el centro de la vida social a las personas y a las organizaciones que ellas voluntariamente crean. Me parece importante aclarar a qué me refiero cuando hablo de relato. Tanto en Historia como en Literatura, un relato puede considerarse como un “recorrido en el tiempo”, en el que suceden diversos acontecimientos o situaciones que van construyendo una narración13. Sin embargo, en política el término se utiliza en un sentido algo distinto. Cristóbal Bellolio lo define como “la formulación de una idea base que dé cuenta de la prioridad pública de un actor político”. Luego agrega que, aunque se sustente en una convicción ideológica determinada, un relato “no busca convertirse en una teoría política comprensiva y definitiva”, sino que es “aquella parte que corresponde acentuar o enfatizar de acuerdo a un determinado momento político”. Por otro lado,
11. A la hora de explicar esta libertad, se entenderá no sólo en un sentido utilitarista, sino sobre todo cultural y ético, es decir, como fuente de creatividad y búsqueda de oportunidades para la construcción del proyecto de vida que las personas definen para sí. 12. Ezequiel Gallo, “Notas sobre el liberalismo clásico”, Estudios Públicos, N°21 (1986), p. 245. 13. Antoine Prost, Doce lecciones sobre la historia (Madrid, Frónesis / Cátedra Universitat de València, 1996), pp. 238-239.
12
INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ OTRO LIBRO SOBRE LA DERECHA?
tampoco debe confundirse con un eslogan o cuña de campaña: “Lo que busca es dar consistencia y coherencia a una serie de políticas y programas”14. Este libro buscará rescatar el concepto de relato como una suerte de punto medio entre la filosofía política, que concierne al campo de lo ideal, y la mera praxis, asociada a la lucha por el poder. En otras palabras, el término relato se entenderá en dos direcciones. La primera supone ir más allá del marketing político y de la gestión eficiente. Estos dos elementos pueden ayudar, respectivamente, a ganar una elección y a gobernar bien, pero no garantizan ni la conservación del poder, ni tampoco la influencia sobre el clima de opinión pública. Es lo que tradicionalmente (con Jorge Alessandri y Sebastián Piñera) le ha sucedido a la derecha en Chile. Y la segunda dirección implica situarse más acá de la mera teoría, del ideal puramente normativo, pero carente de las suficientes condiciones de posibilidad en el terreno concreto de la acción política. De esta manera, se sostendrá que estas condiciones pueden “alimentarse”, copulativa y armónicamente, tanto de la historia de la propia derecha chilena como de los principios fundamentales del liberalismo clásico. Además, y como se verá especialmente en el capítulo cuarto, la derecha del siglo XX no abandonó dicho liberalismo, sino que incluso lo defendió. Y esto, a pesar de encontrarse inmersa en un contexto ideológicamente adverso, caracterizado por un creciente estatismo. Aclarado lo anterior, cabe preguntarse: ¿tiene la derecha una visión de su propia identidad, desde la cual pueda rescatar un relato para sí misma en el presente? En la práctica, no: la mayoría de los dirigentes de Chile Vamos está bastante desorientada -o incluso perdida, como reza el título de este libro- sobre el significado de pertenecer a su sector político. En esto han acertado los intelectuales aludidos más arriba. Pero, mirando el vaso medio lleno, creo que dicha visión puede ser redescubierta para la puesta a punto de un relato que dé cuenta del momento que hoy vive el país. Este es el gran desafío de este libro, que se divide en ocho capítulos. El primero constituye un marco teórico destinado a caminar sobre un terreno más firme en los posteriores. Luego de adherir a la distinción izquierda-derecha, se aclaran los conceptos de cambio de ciclo y crisis de legitimidad (estrechamente conectados entre sí), además de algunas cuestiones asociadas a la identidad del sector político que es materia de este trabajo. Se concluye con una reflexión sobre el poder de las ideas, buscando una explicación sobre las razones de la mentalidad anticapitalista, tan frecuente en Latinoamérica, especialmente en el mundo de los intelectuales.
14. Cristóbal Bellolio (editor), #dondeestaelrelato (Santiago, Instituto Democracia y Mercado, 2011), p. 13.
13
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
El segundo conforma una suerte de estado de la cuestión sobre el debate intelectual que se ha producido en el seno de la misma derecha. Se da cuenta, brevemente, de los planteamientos de los autores mencionados: Kaiser, Mansuy y Ortúzar. Se dedica una sección “monográfica” a Hugo Herrera, por tratarse del autor principal del texto Convocatoria Política, documento oficial de Chile Vamos, a cuyo análisis se consagra también un apartado específico. El tercero reflexiona con mayor detalle sobre el cambio de ciclo. Básicamente, refiere las dos grandes versiones del rechazo al modelo económico: la hard, defendida por autores de izquierda (Alberto Mayol y Fernando Atria, entre varios otros) y la soft, representada especialmente por Herrera y Mansuy. Lo que vincula a ambas versiones, pese a sus diferencias sustantivas y grados de intensidad, es la fuerte crítica cultural y moral que dirigen en contra del sistema de economía libre. Asimismo, en este capítulo se buscan problematizar los tópicos principales sobre los que se sustenta dicho rechazo. El capítulo cuarto constituye un acercamiento a la identidad histórica de la derecha en Chile, a través de sus dos grandes vertientes políticas en el siglo XX: la liberal y la conservadora. Luego de una síntesis de las visiones historiográficas más importantes sobre la derecha, esta parte apunta a demostrar que dichas tradiciones se encontraron -como una identidad común- en la defensa de la libertad de iniciativa económica a partir del principio de primacía de la persona frente al Estado. Concretamente, se matiza la creencia de que la derecha partidista habría bajado enteramente los brazos frente a la avanzada ideológica de la izquierda durante dicha centuria. El quinto aborda las tradiciones que pueden calificarse como tercerismos en la derecha: socialcristiana y nacional-popular. Luego de problematizar la tesis de Renato Cristi y Carlos Ruiz Schneider acerca de la preeminencia de una derecha antiliberal y corporativista en el siglo XX, se apunta a demostrar que las tendencias tipo tercera vía fueron irrelevantes en términos electorales, aunque sí muy efectivas a la hora de apartar al sector de su núcleo común histórico. Finaliza con una pregunta en torno al fracaso del proyecto de modernización capitalista que, conforme a la tesis de Sofía Correa Sutil, habría propiciado la derecha histórica -integrada por liberales y conservadores- desde la década del 50. Aquí me parece importante aclarar que los capítulos cuarto y quinto no apuntan a hacer una historia total del sector, sino sólo a tratar la cuestión de sus vertientes ideológicas principales y accesorias, respectivamente. En este sentido, creo que resulta suficiente acercarse a la centuria pasada hasta principios de los 70. La 15. Por ejemplo, tanto Herrera (2014) como Mansuy (2016) dedican secciones o capítulos específicos de sus libros a la figura de Jaime Guzmán.
14
INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ OTRO LIBRO SOBRE LA DERECHA?
historia posterior, amén de ser mucho más conocida por su carácter reciente, ha sido ya bastante tratada15. Además de reconocer que ampliar la mirada temporal hasta el presente -pasando por el régimen militar y los veinte años de la Concertación-, supondría una investigación mucho más profunda que la realizada para los efectos de este libro, creo que ello no resulta imprescindible para pensar una derecha posible más bien que ideal. Seguramente, si estas páginas hubiesen apuntado a reflexionar en torno a ella como integralmente liberal (no sólo en el plano económico), sí habría sido necesario un tratamiento histórico más extenso16. Los tres últimos capítulos se destinan a responder a la gran pregunta sobre el relato de la derecha actual. En el sexto se argumenta a favor de la libertad como el gran principio ideológico de este relato. Luego de reflexionar sobre la relación entre derecha y libertad, como contexto del derrotismo o falta de confianza de la primera, se aborda el mito histórico del “capitalismo salvaje”, encarnado en la Revolución industrial de los siglos XVIII y XIX. A continuación, se trata la denominada función empresarial como fuente principal de creatividad y búsqueda de oportunidades para todos, y no sólo para los grandes empresarios. Y se cierra el capítulo con una crítica a la postura moralizante -tan en boga hoy- sobre el consumo de bienes y servicios de parte de las personas comunes y corrientes. El capítulo séptimo aborda el concepto de república (o de espacio común) que la derecha debiera hoy defender. Luego de tratar la relación entre lo individual y lo social, aludiendo a las principales visiones debatidas en el sector -comunitarista y liberal-, se analizan los conceptos de justicia e igualdad, dando cuenta de algunas confusiones ideológicas en las que suele incurrir la derecha. Posteriormente, se pasa revista a la visión que el sector debería poseer en materia de sociedad civil, que no supone el descarte del mercado, como algunos han planteado o, al menos, insinuado. Y, precisamente como garantía del despliegue de la diversidad, que se expresa de manera fértil en la sociedad civil, se aborda la cuestión de la neutralidad estatal en materia moral. Por último, el capítulo octavo apunta a tratar la aproximación que efectúa el liberalismo clásico en torno al Estado, distinguiéndose dos conceptos fundamentales: constitucionalismo y subsidiariedad. Se argumenta que ellos dan cuenta de dos principios claves: de presunción de libertad y de primacía de la persona, respectivamente. En las dos últimas secciones, se analiza la propuesta de la izquierda actual en Chile en orden a instaurar un Estado de bienestar bajo la herramienta de los derechos sociales. Aquí se compara la respuesta de la derecha 16. En particular, para tratar la relación entre libertad política y económica, así como una mirada más amplia de la libertad desde un punto de vista cultural y moral.
15
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
actual, de corte comunitarista, con la mirada liberal clásica, que es la que -conforme a la propuesta de este libro- este sector debería seguir. En términos formales, lo que el lector tiene entre sus manos no pretende ser otra cosa que un ensayo político. No es, por lo tanto, una obra académica. Esto hace que no constituya propiamente una investigación sujeta a una determinada y estricta metodología. Y también implica que, dado que este libro persigue abiertamente participar en la batalla de las ideas, las cosas se digan de manera clara y directa, evitando circunloquios innecesarios. Aclarado lo anterior, estoy de acuerdo con Tzvetan Todorov (1939-2017) cuando dice que, a diferencia de la investigación que se da a un nivel científico -incluso en el campo de las ciencias sociales-, en el ensayo moral y político existe una inevitable comunidad entre sujeto y objeto, resultando inseparables los hechos y los valores que derivan de la propia experiencia vital17. La mía es que soy y me siento parte de lo que entiendo por derecha. Y no teniendo ya (la tuve en algún momento18) la intención de dedicarme a la política como actividad fundamental de mi vida, sí espero que este libro sea un aporte a la reflexión del sector político al que me siento ligada. Termino esta introducción aclarando que, aunque poseo una militancia determinada (Evópoli), evitaré hacer referencias demasiado explícitas a los partidos actuales de la derecha, sino a ella en su conjunto, institucionalizada hoy en Chile Vamos19. He optado por este camino porque, creo, permite ver al sector con mucha mayor perspectiva, y no exclusivamente situado en un área chica intrapartidaria. Mi punto en este libro no es la lucha por el poder que puede darse (y que, de hecho, se da) en la derecha, sino pensar el relato que de manera conjunta debería ella poner por delante, en caso de volver al gobierno20. Asimismo, aclaro que las páginas que siguen no representan -al menos, necesariamente, como suele decirse- el pensamiento de ninguna de las instituciones a las que pertenezco o he pertenecido. 17. Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros (México D.F., Siglo XXI Editores, 2005 [1989]), p. 12. 18. En 2013 intenté participar como independiente en las primarias parlamentarias de RN. Pero desistí, ya que el Servicio Electoral (SERVEL) no aceptó respetar mi nombre social y de género en la papeleta electoral, que en ese entonces todavía no formaba parte de mi cédula de identidad. Sin embargo, el tiempo me llevó a concluir que mi verdadera vocación transita por la investigación histórica y por el debate en torno a algunos temas de relevancia pública, como el que es materia de este libro. Para mi experiencia vital, puede verse Ignacio Bazán, “El segundo tiempo de Valentina Verbal”, nota de prensa en La Tercera (Santiago, 1 de marzo de 2015). 19. Fundada oficialmente el 19 de diciembre de 2015 por los partidos Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN), Partido Regionalista de los Independientes (PRI) y Evolución Política (Evópoli), y los movimientos Socialcristianos por Chile y Republicanos. Más tarde, el 2 de abril de 2016, Construye Sociedad -de tendencia socialcristianadecidió también sumarse a la coalición. Aunque Chile Vamos no es exclusivamente de derecha (hay también personas y entidades que se identifican con el centro), creo que sí lo es mayoritariamente, por lo que en general utilizaré ambos términos de manera indistinta. 20. Una excepción a esta regla se refiere, obviamente, a algunos dirigentes políticos que, de un modo más detenido -en particular, por la vía de libros-, han reflexionado sobre la derecha. Sin embargo, se les referirá en calidad de individuos y no como voceros de sus partidos.
16
AGRADECIMIENTOS
AGRADECIMIENTOS Agradezco a las tantas personas que de las más diversas maneras me han ayudado a escribir y publicar este libro. Ante todo, a Axel Kaiser y Álvaro Vial, quienes con mayor fuerza me impulsaron a escribirlo. Todo lo que diga es poco a este respecto. Ambos saben lo profundamente agradecida que estoy por toda la ayuda brindada. Luego, a mis amigos de Horizontal, el centro de estudios en el que trabajé desde mayo de 2015 hasta junio de 2016. Ahí aprendí mucho de cómo llevar a la práctica las ideas políticas -por definición, abstractas- al terreno más concreto de la vida pública. Gracias a Hernán Larraín Matte y a Lorena Recabarren, su Presidente y Directora Ejecutiva, respectivamente, por esos almuerzos de los lunes en torno al devenir de una derecha liberal y moderna. Muchas gracias también a Felipe Kast, un gran diputado de la República, que estoy segura llegará algún día -más temprano que tarde- a liderar los destinos del país. Igualmente, en este mismo contexto, a Ignacio Briones, quien dirigió el programa de gobierno de Felipe en las pasadas primarias presidenciales, y con el que he tenido enriquecedoras conversaciones, aunque no siempre pensando igual en todo. También a Mauro Granese, mi padrino en Evópoli, con el que suelo “arreglar el mundo” en torno a la derecha. A Fernando Claro y Benjamín Maturana, ambos economistas, quienes me ayudaron a zanjar muchas dudas conceptuales y técnicas. También a mis tres filósofos favoritos: Benjamín Ugalde, Felipe Schwember y Gonzalo Bustamante, a quienes muchas veces molesté para que revisaran mis columnas de opinión y otros documentos. A todos los de este párrafo, les agradezco haber leído el borrador de este libro y comentarlo de manera aguda y punzante. Muchas gracias a A.G., Gerardo Jofré, Fernando Sánchez, Martín Subercaseaux y Sergio Silva Alcalde, quienes también me impulsaron a escribir este libro, dándome mucho feedback sobre la situación de la derecha actual y del país en general. Gracias también por esos almuerzos, no sólo deliciosos, sino también enriquecedores.
17
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
De manera especial, a Gonzalo Osses Vilches, Maureen Halpern, y a Alicia Lecaros quienes me corrigieron no pocos errores de estilo, como redundancias y dequeísmos. Aquí también a William Tapia Chacana, que está comenzando a caminar por la senda de la filosofía política en el terreno del liberalismo clásico. Y, por supuesto, a Álvaro Bellolio, especialista en Políticas Públicas con quien participé en ese club de Historia de Chile, mencionado en la introducción. Con todo ellos, he sostenido ricas conversaciones sobre la derecha y el liberalismo. A Rosanna Costa, una mujer brillante, con quien he intercambiado algunas impresiones sobre lo que debería ser una derecha a la altura del tiempo presente. También a Carlos Iturra, el mejor cuentista de este país, quien desde hace años me ha honrado con su liberal amistad. A Luis Larraín, por confiar en este libro y abogar por su publicación en Libertad y Desarrollo, un tanque de muy buenas ideas. De manera especial, a Bettina Horst, Gerente General del mismo centro de estudios, quien tuvo una paciencia inmensa conmigo en la etapa final de edición. Con gran afecto a Lucía Santa Cruz, quien aceptó generosamente escribir el prólogo, así como compartir una reflexión suya sobre el sector que es materia de este libro21. Y pensando en todos quienes me hicieron sugerencias (no sólo los ya mencionados), aclaro de manera expresa que me hago enteramente responsable de los diversos errores y omisiones que, de seguro, sus páginas contienen.
21. Que se adjunta en Apéndice de este libro.
18
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
CAPÍTULO PRIMERO PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
19
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 Izquierda y derecha: una distinción razonable
22
Este libro parte de la base que la derecha existe, que es una entidad real y no meramente especulativa; que es, asimismo, distinta de la izquierda, aunque conceptualmente vinculada a ella por contraste. De ahí que resulte necesario comenzar con algunas palabras sobre el significado de la díada izquierda-derecha23. En el lenguaje político habitual -en particular, en los medios de comunicación-, dicha díada no ha perdido vigencia. Y, a diferencia de lo que ocurre normalmente con las personas de derecha, que la utilizan con una suerte de culpa, en las de izquierda ocurre justamente lo contrario24. Como dice Joaquín Fermandois, el “ser de ‘derecha’, a secas, no ha sido en Chile precisamente chic, salvo en pequeños círculos sociales que poseen, en su aislamiento, débil eficacia política”25. Uno de los autores que ha tratado sistemáticamente la cuestión es Norberto Bobbio (1909-2004), a través de su obra Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política (1995). Bobbio pasa revista a diversas objeciones a la vigencia de la díada. Veamos aquí sólo dos. La primera sostiene que la díada izquierda-derecha estaría superada por la denominada crisis de las ideologías, a lo que Bobbio responde que ellas “no han desaparecido en absoluto, al contrario: están más vivas que nunca”26. A esto habría que agregar que, si bien la caída del Muro de Berlín (1989) implicó una condena generalizada a los regímenes totalitarios en Occidente, especialmente los llamados socialismos reales, no supuso la misma actitud frente a las ideologías que los inspiraron y sostuvieron; lo que, dicho sea de paso, da cuenta de la fuerza y persistencia de las ideas, más allá 22. A este tema, me referí anteriormente en Valentina Verbal, “Evolución Política. Una identidad en construcción”, documento de trabajo en Archivo Evópoli (Santiago, 2016), pp. 10-15. 23. Conforme al Diccionario de la RAE, una díada es una: “pareja de dos seres o cosas estrechas y especialmente vinculados entre sí”. Real Academia Española, “Díada”, Diccionario de la lengua española. Disponible en internet: http://dle. rae.es/?id=DdjkXy0 [último acceso: 04/07/2016]. 24. Incluso se han llegado a fundar partidos con esta palabra, como los casos de Izquierda Cristiana (1971), Izquierda Autónoma (2010) e Izquierda Ciudadana (2012). 25. Joaquín Fermandois, “¿Qué futuro tiene la díada derecha-izquierda?”, Estudios Públicos, N° 60 (1995), p. 353. 26. Norberto Bobbio, Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política (Madrid, Taurus, 1996 [1995]), p. 51.
20
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
de los hechos concretos. Por lo mismo, no es casualidad que la mayoría de la gente de izquierda, que otrora apoyó dichos sistemas, después no los rechazó tanto en términos teóricos como prácticos. O sea, para esta visión, el error no habría sido ideológico, sino de aplicación. Además, así la izquierda ha sabido siempre salir “libre de polvo y paja” en materia de dictaduras y violaciones a los derechos humanos27. Lo cierto es que la creencia acerca de una crisis de las ideologías resulta mucho más palpable en la derecha, que tiende a sentir y expresar un cierto desprecio por ellas. Por ejemplo, al criticar las reformas estructurales del gobierno de la Nueva Mayoría (la educacional, la laboral, etc.) por ser demasiado “ideológicas”, como si ello fuese malo en sí mismo. Lo que la derecha aquí debería decir no es que las reformas sean malas por ser ideológicas, sino por ser erróneas. Y erróneas precisamente en términos ideológicos. Si dijese esto, estaría mucho más atenta a (contra)argumentar de manera sustantiva más bien que pragmática, como suele hacerlo, especialmente en base a cifras y gráficos, que pocos entienden y que a casi nadie le interesan. En términos simples, las ideologías son visiones amplias de las cosas, que pretenden dar respuestas políticas, si bien no necesariamente totales -como tiende a veces pensarse-, sí al menos coherentes con ciertos principios. Además, dan cuenta de las viejas tensiones entre individualismo y colectivismo. Según Mario Stoppino, se acostumbra a distinguir dos significados de la palabra ideología: uno débil y otro fuerte. El primero designa “un sistema de creencias políticas: un conjunto de ideas y de valores concernientes al orden político que tienen la función de guiar los comportamientos políticos colectivos”. En cambio, el significado fuerte proviene de Karl Marx (1818-1883), quien entendió el término como una “creencia falsa”, es decir, “como un concepto negativo que denota precisamente el carácter mistificante, de falsa conciencia, de una creencia política”. Pero en la “ciencia y en la sociología contemporánea predomina el significado débil”28. No deja de ser curioso que la derecha haya adoptado el significado fuerte, representado por el mismísimo Marx. Por otra parte, al ser visiones de futuro, las ideologías generan un sano idealismo, un elemento bastante escaso en la derecha. En este sentido, tiene razón Giovanni Sartori (1924-2017) cuando explica que la función de los ideales es superar “la insatisfacción de lo real, [ya que] reaccionan frente a la realidad”. “Si los ideales nacen como una reacción frente a lo real, entonces su misión es oponerse a lo real y contrapesarlo”29.
27. Para este punto, ver Valentina Verbal, “¿Por qué el comunismo sigue siendo un ideal?”, columna de opinión en El Líbero (11 de noviembre de 2014). 28. Mario Stoppino, “Ideología”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), p. 755. 29. Giovanni Sartori, Qué es la democracia (México D.F., Taurus, 2008 [1987]), p. 63. El destacado en el original.
21
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Es un hecho indiscutible que la derecha en Chile reacciona poco frente a lo real. Mucho menos todavía desde sus propias ideas. Por el contrario, suele conformarse con una visión plana del mundo, basada en lo concreto y en la mera gestión. Lo cierto es que la derecha de los últimos años -a diferencia de la del siglo XX, como se verá en el capítulo cuarto- es muy poco ofensiva, conformándose con mantener el statu quo de un sistema que, si bien a grandes rasgos es liberal, no lo es del todo, pudiendo serlo en mucha mayor medida. Pero ¿por qué la derecha tiende a rechazar las ideologías? Seguramente porque es hegemónicamente conservadora y su conservadurismo tiene una fuerte matriz religiosa30. Es posible que las ideologías sean vistas como “competencias” para la religión, como religiones seculares. Y, aunque sea cierto que los totalitarismos del siglo XX lo hayan sido en bastante medida, el concepto de ideología no implica per se la existencia de cosmovisiones políticas completamente cerradas en torno a sí mismas, sin posibilidad alguna de diálogo o interacción con otras. Por lo demás, es importante distinguir entre ideología e ideologismo. La primera, en cuanto recoge una acepción débil del término, es similar a “doctrina”, aunque aplicada al terreno más concreto de la política. En cambio, ideologismo, asociada al sentido fuerte del término ideología, significa lo que Sartori (en otra de sus obras) denomina “mentalidad ideológica”, es decir, “estructura cognitiva ‘cerrada’” 31. Algunos reformulan la primera objeción para sostener que no son las ideologías las que están en crisis, sino que la distinción izquierda-derecha no daría cuenta de la gran disputa ideológica en la cual realmente se dividiría el mundo político. Por ejemplo, algunos liberales -normalmente autodenominados libertarios- dicen que la díada es falsa -o al menos, innecesaria- porque lo relevante sería responder a la disyuntiva entre individualismo y colectivismo32. Sin embargo, la vida política no se organiza únicamente de manera ideológica. La lucha pedestre por el poder tiende invariablemente a ordenar las fuerzas políticas desde un punto de vista espacial, en torno a un espectro. Y lo cierto es que hay individualistas y colectivistas en ambos lados del mismo. Los conservadores, de hecho, 30. Arturo Fontaine Talavera constata, a partir de algunas encuestas de opinión, que “la observancia religiosa, definida a base de la asistencia al templo, es mayor en la derecha y tiende a decrecer en la medida en que nos acercamos a la izquierda”. Arturo Fontaine Talavera, “Significado del eje derecha-izquierda”, Estudios Públicos, N° 58 (1995), p. 89. A pesar que han pasado varios años ya desde este estudio, es dable pensar que sus conclusiones se mantienen prácticamente intactas. 31. Giovanni Sartori, Elementos de teoría política (Madrid, Alianza Editorial, 1992), p. 107. 32. Para esta postura, ver, por ejemplo, Dante Bayona, “¿El liberalismo es de derecha?, ¿Qué es el liberalismo?”, en Héctor Ñaupari (compilador), La nueva senda de la libertad. Cuatro ensayos liberales (Santiago, Instituto Democracia y Mercado, 2010), pp. 23-61. En esencia, este autor sostiene que las categorías izquierda y derecha son insuficientes para comprender la complejidad ideológica de la política. Por ello, pienso que dichas categorías deberían dotarse de contenido a partir de las mismas ideologías, pero al mismo tiempo que sostengo esto, me parece irreal pensar que las ideologías se bastan por sí mismas para configurar el espacio político desde un punto de vista agonal.
22
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
tienden al colectivismo en el terreno moral, o en asuntos sexuales y de intimidad33. Sin embargo, suelen ser partidarios de la libertad de iniciativa económica34. Esto no deja de ser importante, porque, como se sostendrá en el curso de este libro, esta libertad constituye el eje principal que divide las aguas en la política chilena, especialmente desde el siglo pasado. Esto mismo, precisamente, ayuda explicar que la derecha haya generado una identidad histórica en base a un liberalismo mínimo o transversal, centrado en la libertad de mercado, aunque históricamente fundada en principios más profundos, como el de primacía de la persona frente al Estado. Por esta razón, las ideologías -que son necesarias- también deben defenderse en un terreno práctico y no meramente especulativo. Y aunque no necesariamente esto se haga desde los partidos, sí al menos debería efectuarse en el plano del debate político contingente, que -guste o no- se divide conforme a la díada izquierda-derecha. Esto significa, entre otras cosas, que a la hora de aterrizar una ideología en un programa, renunciar al purismo doctrinario, llegar a soluciones de compromiso con los aliados o socios políticos, dilucidar la aplicación de los principios a los proyectos concretos, buscar la adhesión de los ciudadanos, etc. Para esto son, por cierto, esenciales los centros de estudios o think tank, estén o no vinculados a los partidos35. La segunda objeción al uso de la distinción izquierda-derecha afirma que las sociedades de hoy son mucho más complejas que una visión puramente dicotómica de la política. Pero Bobbio responde, a mi juicio de manera correcta, cuando dice que: “[la] distinción entre derecha e izquierda no excluye en absoluto, tampoco en el lenguaje común, la configuración de una línea continua sobre la cual, entre la izquierda inicial y la derecha final, o, lo que es lo mismo, entre la derecha inicial y la izquierda final, se colocan posiciones intermedias que ocupan el espacio central entre los dos extremos, y al que se le denomina, como se sabe, con el nombre de ‘centro’ ”36 .
33. Por ejemplo, al promover desde el Estado un determinado tipo de familia (heterosexual) y una sexualidad esencialmente orientada a la procreación. La inexistencia del matrimonio igualitario en Chile, da cuenta de este aserto. 34. Aunque, como se verá en el capítulo quinto, en algunas ocasiones se han orientado a vertientes colectivistas moderadas, como la socialcristiana. 35. Axel Kaiser valora este punto al recordar el caso de sir Antony Fisher, quien luego de la Segunda Guerra Mundial, decidió financiar varios centros de estudios de gran influencia en Occidente. Ver Kaiser, La fatal ignorancia, pp. 137-140. Algunos centros liberales, según el orden de sus años de fundación, son: Institute for Public Affairs en Australia (1943), Foundation for Economic Education en los Estados Unidos (1955), el Instituto Cato en el mismo país (1955) y Timbro en Suecia (1978). Ver Tom G. Palmer, “La historia y la estructura del pensamiento liberal”, en el mismo (editor), Por qué la libertad. Tu vida / tus elecciones / tu futuro (Santiago, Fundación para el Progreso, 2014 [2013]), p. 49. 36. Bobbio, Derecha e izquierda, p. 54.
23
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
En este sentido, una interesante pregunta es si existe el centro puro o el “centrocentro”. Mi impresión es que no. El centro siempre es centroderecha o centroizquierda37. Si bien es cierto que ambos centros pueden, a través de alguna alianza mutua, formar un bloque distinto de los dos grandes polos, al final esta alianza deberá optar, tanto ideológica como electoralmente, por inclinar la balanza hacia uno u otro lado del espectro. Por eso no creo en las posiciones equidistantes -en las terceras vías-, lo que no excluye la existencia de una acción política moderada y de una aproximación matizada en el terreno intelectual. Ser de izquierda o de derecha no debiera suponer necesariamente adoptar alguna forma de extremismo. Y tampoco debiera implicar que izquierdas y derechas no puedan colaborar o trabajar con sectores moderados del polo contrario38. Lo anterior tampoco excluye el reconocimiento de que la política se ha vuelto mucho más gelatinosa o flexible que antes, lo que pareciera atentar contra la existencia de convicciones fuertes. Por ejemplo, la misma Concertación de Partidos por la Democracia, durante los veinte años en que gobernó (1990-2010), no rechazó de plano el sistema de libre mercado, lo que, de un modo emblemático, se vio representado por la suscripción de diversos tratados de apertura comercial con otros países. Eran los tiempos del socialismo renovado, pro libre mercado, aunque con algunas dosis de “equidad”. Sin embargo, y como observa Luis Oro Tapia, la política, quiérase o no, “supone la expresión de antagonismos. Es difícil imaginarse la política sin algún tipo de discordias. En toda sociedad existen conflictos. Tales antagonismos son recogidos por la semántica y son articulados por el lenguaje político en forma de díadas, esto es, en expresiones polares o excluyentes”39.
37. Sin embargo, y como se desprende del contenido de este libro, no me gusta mucho la palabra centroderecha. Prefiero hablar de derecha sola, aunque dotada de una identidad ideológica potente, sea referida a ella como un todo, o a cada una de sus vertientes. Así, es posible hablar de derecha a secas, como de derecha conservadora, derecha liberal, etc. 38. En el libro, editado por Enzo Napoli, Diálogos desde el centro, Daniel Brieba se plantea la siguiente interrogante: “¿hay espacio para un centro político en Chile?” (Santiago, Plural, 2014, pp. 14-20), respondiendo de modo afirmativo bajo la condición que se trate de un centro incluyente e ideológico. Sin embargo, el tema resulta complejo y discutible, ya que, si bien en teoría cualquier cosa podría ser posible, la historia de Chile demuestra que los centros sólo han llegado al poder en alianza con uno de los dos polos de la díada. Es el caso, de los gobiernos radicales (1938-1952) y de la Democracia Cristiana (1964-1970). En el segundo caso, si bien la DC gobernó sin la derecha, llegó al poder gracias a ella. Por otra parte, y si bien valoro el uso de la palabra ideología, es importante aclarar que, cuando se ha hablado de centro ideológico, oponiéndolo a centro pragmático, no se plantea la idea de una mayor o menor densidad intelectual, sino a la mayor imposibilidad de generar consensos fundamentales que hagan estable el sistema político. Es el caso de Arturo Valenzuela, quien sostiene que la principal causa de la ruptura institucional de Chile en 1973 se debió a la polarización del país como consecuencia de la transformación de un centro político pragmático en uno ideológico, impidiendo, así, el acomodo y la transacción y finalmente, el respeto mayoritario por las reglas del juego democrático. Ver Arturo Valenzuela, El quiebre de la democracia en Chile (Santiago, FLACSO, 1988). 39. Luis R. Oro Tapia, “La izquierda y la derecha: ¿luchando por sobrevivir?”, documento de trabajo en Centro de Análisis e Investigación Política, N° 14 (Santiago, CAIP, 2009), p. 5.
24
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
*** Habiendo ya visto algunas objeciones fundamentales a la díada, respondamos a las siguientes preguntas: ¿qué es la derecha? ¿Qué es la izquierda? ¿Cuál es la diferencia fundamental que separa (o distingue) a estas categorías? El mismo Bobbio dedica dos capítulos de su libro a responderlas. En síntesis, dice que el principal criterio de distinción se refiere a la forma en que ambos polos se aproximan o enfrentan al concepto de igualdad: “como criterio fundador, la igualdad es el único […] que resiste el paso del tiempo, a la disolución que han sufrido los demás criterios [por ejemplo, conservación versus progreso]”40. De esta manera, la izquierda es el polo de la díada que pone por delante el principio de igualdad material41. Aunque Bobbio aclara que esto no necesariamente debería suponer igualitarismo, es decir, que las personas tengan que ser iguales en todo42, resulta indudable que la izquierda tiende a sostener que la desigualdad material -producida en el contexto del libre mercado- es la causa principal de una injusticia estructural, que debería ser corregida mediante una igualación de oportunidades. Pero, para que esto sea realmente posible, este sector político acostumbra a considerar que es necesario estrechar la distancia que separa a ricos y pobres. Es decir, bajo el justificativo de la carencia de iguales oportunidades, la izquierda suele apuntar a la igualación de resultados; por ejemplo, a través del aumento de impuestos, de los derechos sociales garantizados, de la provisión estatal en materia educacional, entre algunas otras medidas. Lo anterior, para el caso de la reforma educacional escolar que impulsó la Nueva Mayoría, se expresó en las siguientes palabras de el, por ese entonces, Ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre (ahora Ministro de Hacienda): “voy a hacer una metáfora, que siempre son peligrosas en esto […]. Lo que tenemos actualmente es en una cancha enlozada un competidor corriendo con patines de alta velocidad y otro descalzo. El descalzo es la educación pública. Entonces me dicen: ¿por qué no entrenas más y les das más comida al que va descalzo? Primero tengo que bajar al otro de los patines”43 .
Por su parte, la derecha no rechaza per se el concepto de igualdad. Si se reconociese en un fondo liberal clásico, debería44 creer en la igualdad ante la ley: igualdad que, al 40. Bobbio, Derecha e izquierda, p. 132. 41. Bobbio, en otros de sus escritos, aclara que esta igualdad se distingue de “la igualdad formal o jurídica, y de la igualdad de oportunidades o social”. Norberto Bobbio, Igualdad y libertad (Barcelona, Paidos, 1993 [1977]), p. 79. 42. Bobbio, Derecha e izquierda, p. 137. 43. Estado Nacional de TVN (15 de junio de 2014). Tomado de Julio Isamit, Educación: una transformación pendiente (Santiago, Ediciones LYD, 2016), pp. 78 y 79. 44. El condicional se explica porque no siempre la derecha ha sido consecuente con esta idea.
25
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
suponer la ausencia de privilegios en favor de grupos determinados, se constituye en un factor de movilidad social45. Y al asumir (como suele hacerlo) el concepto de igualdad de oportunidades, este sector político debería entenderlo -a diferencia de la izquierdacomo igualdad de acceso más bien que igualdad en la partida. En este sentido, Sartori aclara que se trata de cosas distintas. La igualdad de acceso se refiere a la ya vieja “fórmula de la ‘carrera abierta al talento’”. En cambio, la igualdad en la partida se refiere a igualdad de condiciones iniciales, concepto que resulta problemático: “se entiende que ser igual en las oportunidades de partida requiere ya, en cierta medida, una igualdad de condiciones materiales. Se podrá objetar que lo que se pide es igual educación y no iguales (aunque mínimas) condiciones económicas. Pero en la práctica el límite entre una educación igual y una igual (mínima) riqueza es [bastante] sutil”46.
Dicho lo anterior, no ha de suponerse que la derecha no pueda (o no deba) defender la existencia de un rol del Estado en favor de las personas vulnerables47. Lo cierto es que, históricamente, lo ha hecho48, pero en la medida en que no afecte -al menos, no de manera sistemática- la libertad individual, por ejemplo, impidiendo el derecho de los padres de elegir el colegio de sus hijos, de coordinarse con otros en la formación de proyectos educativos, etc. De ahí que, como es sabido, en los últimos años un concepto clave para el sector haya sido el de subsidiariedad, pero entendido como una derivación del principio de primacía de la persona (y de los entes menores) frente al Estado49. Lo anterior es muy distinto de pensar que las condiciones iniciales en la partida 45. El término movilidad social puede entenderse como movilidad vertical ascendente o descendente, especialmente en términos económicos, pero también de acuerdo a otras dimensiones, como la profesional, la política, etc. Pienso que lo esencial, en términos políticos, es promover la movilidad social ascendente, especialmente en la línea de derrotar la pobreza. Para el concepto mismo, ver Alessandro Cavalli, “Movilidad social”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1003-1006. 46. Sartori, Elementos de teoría política, p. 90. 47. Uso, en este libro, de preferencia el término vulnerabilidad para referirme a las personas más desaventajadas. Olof Page distingue dos sentidos en torno a este concepto. “En un primer sentido, aquello que es vulnerable guarda relación con cuestiones materiales (económicas y/o acceso a bienes). En un segundo sentido, aquello a lo que se es vulnerable guarda relación con el no reconocimiento de aspectos de la propia identidad y/o con la pertenencia a determinado grupo (étnico o culturalmente definido)”. Olof Page, “Las formas y usos de la vulnerabilidad”, en Catalina Siles V., Los invisibles. Por qué la pobreza y la exclusión dejaron de ser propiedad (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), p. 34. 48. Incluso alguien como Milton Friedman (1912-2006), normalmente asociado a una suerte de “capitalismo salvaje”, se mostró partidario de este rol: “para que una sociedad democrática y estable pueda existir tiene que haber un nivel mínimo de alfabetismo y de conocimiento por parte de la mayoría de los ciudadanos”, por tanto “lo que se gana con la educación de un niño beneficia no solamente al niño o a sus padres, sino también a los demás miembros de la sociedad”. Y luego añade: “¿qué tipo de acción estatal queda justificada por este efecto externo? La más obvia es la de exigir que todos los niños reciban un mínimo de educación”. Harald Beyer, “Selección de escritos políticos y económicos de Milton Friedman”, Estudios Públicos, N° 60 (1995), pp. 462 y 463. 49. Sobre este concepto se profundizará en el capítulo final.
26
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
deban, necesariamente, ser iguales. Y mucho más distinto todavía es creer que la falta de oportunidades se deba al sistema económico de libre mercado. Ello no se condice con los datos empíricos50. Ha sido, precisamente, el libre mercado el sistema económico que ha generado más riqueza en la historia, más movilidad social y mejores oportunidades para todos, aunque -por cierto- no tienda a una igualdad de resultados, como aspira la izquierda hoy hegemónica en Chile. Por eso, y considerando que la alusión de Bobbio a la igualdad como eje diferenciador de la díada resulta mezquina para la derecha, este sector debiera -en primer lugar- hablar de libertad individual: de la posibilidad, siguiendo a John Stuart Mill (1806-1873), de “buscar nuestro propio bien a nuestra propia manera, en tanto que no intentemos privar de sus bienes a otros, o frenar sus esfuerzos para obtenerla”51. Así, al implicar una no interferencia estatal ni de terceros, esta idea de libertad valora los fines o proyectos de vida que, legítimamente, las personas buscan para sí mismas. Fines o proyectos de vida que, felizmente, son distintos y que, además, pueden derivar en resultados económicos también diferentes. De ahí que la igualdad de resultados (y de la partida) no debería ser un valor para quienes creen en la libertad personal en el sentido indicado.
2 Cambio de ciclo y crisis de legitimidad: ¿de qué estamos hablando? El contexto histórico al que la derecha se enfrenta hoy puede calificarse como un cambio de ciclo. Desde la izquierda, uno de los intelectuales que ha utilizado esta expresión es Ernesto Ottone, quien (en el marco de una conferencia dada en el Centro de Estudios Públicos [CEP]), lo asocia a “un cambio de ciclo económico y al agotamiento del llamado modelo económico, del cual el cambio de ciclo [político] sería más bien un epifenómeno”. Leamos esta explicación: “pero ¿qué significa un cambio de ciclo político? Significa que se ha producido un agotamiento de un pacto explícito o implícito de convivencia política, donde se funcionaba a través de una relación de conflictos y acuerdos en base a reglas y fronteras de alguna manera aceptadas, dentro de un marco compartido con mayor o menor entusiasmo, en el cual había 50. Por ejemplo, la intensidad de la pobreza en los países mayormente libres y moderadamente libres, es de un 0.07, mientras que en los mayormente controlados y reprimidos es de un 0.22. Ver The Heritage Foundation, Puntos destacados del Índice 2016 de Libertad Económica, p. 8. 51. John Stuart Mill, Sobre la libertad (Madrid, Alianza Editorial, 1997 [1859]), p. 72.
27
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
una especie de sentido común de cómo funcionaba la política y se tomaban las decisiones”52.
Aunque no quepa describir a Ottone -otrora asesor directo del ex Presidente Ricardo Lagos y actual defensor de los años de la Concertación- como alguien que rechaza de plano el modelo económico vigente, sí puede decirse que su diagnóstico es coherente. Concretamente, da cuenta de la existencia de un profundo malestar en algunos sectores de la ciudadanía, que se expresa, sobre todo, en las encuestas demoscópicas, en las manifestaciones callejeras y en las redes sociales. Pero el rechazo radical al modelo no se produce en su caso, dada la defensa que efectúa del ciclo anterior, de la Concertación: “éste es el caso de Chile, cuyas cifras de desarrollo en los últimos veinticuatro años son notables en materia de crecimiento, de cobertura escolar -incluida la educación superior-, niveles de atención social, mejoramiento salarial, regulaciones, generación de infraestructura, disminución de la pobreza y la indigencia, expansión de las libertades democráticas, paz social y restablecimiento del respeto de los derechos humanos”53.
La descripción del cambio de ciclo resulta coherente, digo, al identificar -en sus propios términos- “tres dimensiones discursivas” del mismo, en la medida que da cuenta de una crisis de legitimidad de las instituciones existentes. La primera se refiere a la crítica al Estado y al sistema político que se expresa, a su vez, en un rechazo a la política y a los políticos. Esta crítica fluctúa entre la consideración de que los políticos “son una banda de corruptos” y que “el Estado no me protege suficientemente ni de las desigualdades ni de los riesgos”. La segunda “se dirige a la economía de mercado”, a partir de la consigna de que con “este sistema económico los beneficiados no somos todos, ni siquiera la mayoría”. Aquí se sitúa el rechazo al libre mercado como hipotético reproductor de desigualdades. Y la tercera, se vincula a la “discriminación social [ya que si] el Estado no me protege lo suficiente y […] abusa de mí, el mérito cuenta sólo muy relativamente para mejorar mis condiciones de vida”54. Esta visión, en su conjunto, conduce a la consideración de un sistema económico-social esencialmente injusto. Por lo mismo, es importante precisar que el rechazo actual al modelo económico de parte de importantes sectores de la izquierda no supone, al menos principalmente, una crítica al Estado ni a la falta de oportunidades (primera y tercera dimensión discursiva 52. Ernesto Ottone, “Cambio de ciclo político”, Estudios Públicos, N° 134 (2014), p. 170. 53. Ottone, “Cambio de ciclo”, p. 171. 54. Ottone, “Cambio de ciclo”, p. 172.
28
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
de Ottone), sino fundamentalmente un cuestionamiento a la economía de libre mercado como sistema de cooperación social55. En los términos que Alberto Mayol utiliza en su libro El derrumbe del modelo (2012), se trataría de una crisis de legitimidad a partir de la cual dicho sistema sería incapaz “de relacionarse con la sociedad adecuadamente”, afectando a la clase política y generando un nuevo ciclo histórico, post transicional56 . De manera más sofisticada, El otro modelo (coescrito, en 2013, por Fernando Atria, Guillermo Larraín, José Miguel Benavente, Javier Couso y Alfredo Joignant) identifica el modelo chileno con “un desprecio por lo público y su exaltación de lo privado”, cuestionando la idea de que “el despliegue irrestricto del interés privado promoverá adecuadamente el interés público”57. Dejando aquí de lado a los autores de derecha que han reflexionado sobre el cambio de ciclo (se verán más adelante), una visión ilustrativa de este tema la aporta Daniel Brieba, quien sostiene que dicho corte histórico implica el término del “(implícito) pacto transicional bajo el cual las reglas constitucionales heredadas de la dictadura y los lineamientos programáticos de fondo sobre el ‘modelo’ económico y social, no se podían poner en cuestión”. Y agrega que, aunque “estamos lejos aún de una polarización radical de posiciones o de tener posiciones políticas insalvables; pero el que después de veinte años de consenso exista una reapertura de las distancias ideológicas y una repolitización del espacio programático constituye un dato de primer orden respecto al ciclo que se abre”58 .
Además de la ruptura de los consensos fundamentales, Brieba incorpora otras seis claves. Una de las más notorias es la baja participación y escaso interés por la política, lo que no se condice con el afán refundacional inaugurado por la Nueva Mayoría. Chile es un país en que una gran cantidad de personas participa en protestas, pero la mayoría no concurre a las urnas59. 55. Y aunque se critica también al Estado y la falta de oportunidades, el análisis se centra en la existencia de una “sociedad de mercado” que, precisamente, degeneraría el rol del primero y provocaría lo segundo. 56. Alberto Mayol, El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo (Santiago, LOM Ediciones, 2012), p. 15. 57. Fernando Atria, Guillermo Larraín, José Miguel Benavente, Javier Couso y Alfredo Joignant, El otro modelo. Del orden neoliberal al régimen de lo público (Santiago, Debate, 2013), p.12. A diferencia de Mayol, estos autores adhieren a la Nueva Mayoría. De hecho, El otro modelo se ha tendido a considerar como una suerte de articulación ideológica del programa de la actual coalición gobernante. Por ejemplo, Axel Kaiser, en su libro La tiranía de la igualdad de 2015-precisamente destinado a refutarlo-, describió El otro modelo como “el único marco teórico que se ha elaborado de manera sistemática por un grupo de intelectuales de izquierda, y cuyo objetivo es reemplazar el actual sistema institucional basado en una filosofía liberal por otro fundado en una ideología igualitarista de corte colectivista”. Axel Kaiser, La tiranía de la igualdad. Por qué el proyecto de la izquierda destruye nuestras libertades y arruina nuestro bienestar (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2015), p. 22. 58. Daniel Brieba, “Siete claves para un ciclo político”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2013), p. 1. 59. Brieba, “Siete claves”, p. 2.
29
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Otras claves son la baja identificación partidaria, la desprogramatización del voto, la personalización de la política, un nuevo electorado sin lealtad al Sí/No y el éxito de nuevas caras y movimientos. Considerando interesante el hecho que los motivos para votar no dependen tanto de “las visiones ideológicas y propuestas programáticas de los candidatos en cuestión”60, resulta plausible pensar que los ciudadanos no votan exclusivamente por “listas de supermercado”, sino por un relato ideológico de mucha mayor densidad. Ahora, en términos más abstractos, son dos las grandes preguntas que cabría plantearse: ¿qué es un cambio de ciclo?, ¿Qué es una crisis de legitimidad? Ambas se relacionan directamente, porque se sostiene que el cambio de ciclo en Chile habría sido, precisamente, causado por una crisis de legitimidad del sistema político y económico vigentes desde los años de la dictadura militar: el denominado “modelo neoliberal”61. Con respecto a la primera pregunta, podría decirse que la expresión cambio de ciclo se asocia a una herramienta metodológica del conocimiento histórico: la necesidad (incluso didáctica) de periodizar el tiempo, situando hitos de corte o ruptura62. En este sentido, suelen distinguirse dos tipos de periodización: lineal o rectilínea, y circular o cíclica. El primero implica que la existencia histórica apunta a una meta superior, que puede ser trascendente (situada más allá del tiempo, como en el cristianismo) o inmanente (dentro del tiempo, como en el marxismo). El segundo tipo de periodización surge del mundo griego, que asume una concepción circular del tiempo. Esta visión no implica que los ciclos den vueltas sobre sí mismos, sino que entiende la existencia humana como progreso, aunque a partir de repeticiones, las que no son idénticas, sino analógicas63. Es lo que, por ejemplo y para la historia de Chile, sucede con las denominadas anarquías (1823-1830 y 1924-1932). Pese a que ambas son diferentes, tienen puntos en común: dan cuenta de procesos fundamentales de construcción institucional. En un caso, luego de la Independencia; en el otro, después del ruido de sables de 1924. Además, ambas constituyen el origen de las constituciones más importantes de nuestra historia, previas a la actual: 1833 y 1925. 60. Brieba, “Siete claves”, p. 5. 61. Las comillas se explican, porque creo que la palabra neoliberalismo tiene hoy un carácter básicamente peyorativo. Si bien podría ser un término rescatable, pienso que esto resulta poco posible, dado que ha llegado a convertirse en una especie de insulto. Además, los liberales de ninguna rama se identifican con este término. Para la historia del concepto, ver Enrique Ghersi, “El mito del neoliberalismo”, Estudios Públicos, N° 95 (2004), pp. 293-313. 62. Pese a la finalidad didáctica de esta herramienta, tiene el peligro de simplificar en exceso el curso de la historia, puesto que ésta, más bien, es un continuo sin cortes arbitrarios. Por ejemplo, el movimiento estudiantil de 2011 no se explica sin la llamada Revolución pingüina de 2006 y sin la toma de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile en 2009. Para la primera, ver Alejandra Falabella, “‘Democracia a la chilena’: un análisis del movimiento estudiantil y su desenlace”, Docencia, N° 36 (2008), pp. 5-17. Para la segunda, Alfredo Jocelyn-Holt, La escuela tomada. Historia / Memoria 2009-2011 (Santiago, Taurus, 2015 [2014]). Este segundo trabajo es interesante porque muestra que la toma de 2009, liderada por Gabriel Boric, fue apoyada por un importante sector de profesores, es decir, por elites intelectuales. 63. Es el caso, entre otros, de Polibio (208-126 a. C), quien sostuvo la teoría de los ciclos de los regímenes políticos bajo formas puras e impuras. Para una explicación sencilla de esta teoría, ver Guy Bourde y Hervé Martin, Las escuelas históricas (Madrid, Akal Editor, 2004 [1990]), pp. 22 y 23.
30
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
Y ¿qué es una crisis de legitimidad? Sobre el concepto crisis se ha derramado una gran cantidad de tinta desde diferentes ramas de las ciencias sociales, pero, en términos simples, puede entenderse como “una dinámica hacia el deterioro”64, o como “el trance de colapso en que cae el proceso vital de la naturaleza, el hombre o la sociedad”65. Según Ricardo Montoro la idea de crisis reúne dos elementos claves. En primer lugar, debe ser “entendida como proceso antes que como momento (más o menos fatídico) de un acaecer”66. Y en segundo término, tiene dos caras o aspectos: objetivo y subjetivo67. Esto último es importante, porque muchas crisis políticas han sido mucho más “mentales” que reales, en cuanto a que han estado principalmente situadas en las voces discursivas de algunas elites más bien que en el conjunto de la población. Es lo que, pienso, sucede actualmente en Chile, como se verá con mayor detalle en el capítulo tercero. El concepto de legitimidad, siguiendo a Juan J. Linz (1926-2013), puede asociarse a “la creencia de que, a pesar de sus limitaciones y fallos, las instituciones políticas existentes son mejores que otras que puedan haber sido establecidas”. Si bien para la conservación de esta creencia se requiere del apoyo del conjunto de la ciudadanía, Linz no duda, especialmente para épocas de crisis, en asignarle un rol protagónico a las elites civiles y militares. Con respecto a las primeras, considera de gran importancia la existencia de una “oposición leal”, esto es, que estima legítimo al gobierno de turno, más allá de sus diferencias ideológicas y programáticas. Y con relación a las segundas, resulta fundamental que dicha creencia sea también compartida por un número mayoritario de la oficialidad de las Fuerzas Armadas68. En otras palabras: “la democracia legítima requiere la obediencia a las reglas del juego tanto por parte de la mayoría de los ciudadanos que han votado como por parte de los que detentan la autoridad, así como la confianza de los ciudadanos en la responsabilidad del gobierno”69. Y añade: “en toda sociedad existen los que niegan legitimidad a cualquier gobierno y los que creen en fórmulas alternativas de legitimidad”70. Además, para el replanteamiento institucional, el rol de los intelectuales resulta fundamental, ya que “tienen el papel principal a la hora de formular, elaborar y transmitir la fórmula de legitimidad”71. 64. Manuel Alcántara Sáez, Gobernabilidad, crisis y cambio. Elementos para el estudio de la gobernabilidad de los sistemas políticos en épocas de crisis y cambio (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1995), p. 12. 65. Rodrigo Borja Ceballos, “Crisis”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www. enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=c&idind=359&termino= [último acceso: 09/08/2016]. 66. Ricardo Montoro Romero, “Crisis de legitimación y crisis económica en el estado social de bienestar”, Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), N° 48 (1985), p. 178. 67. Montoro, “Crisis de legitimación”, p. 179. 68. Juan J. Linz, La quiebra de las democracias (Buenos Aires, Alianza Editorial, 1991), p. 38. 69. Linz, La quiebra de las democracias, p. 39. 70. Linz, La quiebra de las democracias, p. 40. 71. Linz, La quiebra de las democracias, p. 41.
31
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Constituye un dato de la causa, me parece, que el movimiento estudiantil de 2011 catalizó una crisis de legitimidad, al punto de buscar refundar el orden político y económico a través del expediente de una nueva Constitución. En esto, de manera concreta, consiste el mentado cambio de ciclo. ¿Y en qué consiste la crisis intelectual de la derecha? En la incapacidad de articular un discurso o relato ideológico a la altura de las circunstancias, que sea capaz de comprender el fenómeno antedicho y de contrapesar, de manera sustantiva, el planteamiento de importantes sectores de izquierda en favor de la construcción de un nuevo orden político y económico en el país. Al cerrar esta Sección, dejemos planteadas dos grandes preguntas para el capítulo subsiguiente. La primera se refiere a si el cambio de ciclo ha sido causado por el conjunto de la población o, más bien, por algunas elites civiles (políticas e intelectuales), que son las que suelen impulsar los cambios sociales, sobre todo los más radicales. Es decir, la primera interrogante a responder es si la crisis de legitimidad referida ha sido masiva o elitaria. Determinar cuán masiva o cuán elitaria exige elaborar una respuesta más fina. En todo caso, y como se verá en el capítulo tercero, tanto la versión hard como soft del cambio de ciclo -de izquierda y derecha, respectivamente- adhieren con matices a la primera alternativa, es decir, a su carácter masivo. Una segunda pregunta tiene relación con el hecho de si, pese a la indudable desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones -la denominada crisis de representatividad-, puede hablarse al mismo tiempo de una oposición al sistema político y económico in toto. Dicho de otro modo, y aludiendo a algunas posturas expuestas en el debate público (como las de Mayol y Atria, entre otros), cabe plantearse la interrogante en torno a si la mayoría de la población busca “derrumbar” el modelo económico existente, para sustituirlo por “otro” alternativo; o si, por el contrario, lo que desea son mayores dosis del mismo, hoy consideradas insuficientes. Si bien estas preguntas se encuentran estrechamente vinculadas, he optado por distinguirlas para, a su vez, diferenciar los actores del cambio de ciclo con el contenido del mismo. La primera se refiere al quiénes y la segunda, al qué. Y el qué guarda, a su vez, relación con la profundidad del cambio supuestamente requerido.
32
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
3 La identidad de la derecha: cuestiones previas Para el concepto identidad quizás nos resulte de ayuda acudir a Jorge Larraín, quien lo ha estudiado a fondo, tanto para el caso de nuestro país como de Latinoamérica en general. Señala que “se refiere a una cualidad o conjunto de cualidades con las que una persona o grupo de personas se ven íntimamente conectados”. Y que “la identidad tiene que ver con la manera en que individuos y grupos se definen a sí mismos al querer relacionarse -‘identificarse’- con ciertas características”72. En este sentido, sería interesante preguntarse si la derecha actual tiene conciencia sobre las cualidades que conectan a sus miembros. Pienso que no, y que, por el contrario, la forma en que se autoidentifica tiende a ser altamente confusa, contradictoria e incluso contraproducente, en la medida en que tiende a asumir -consciente o inconscientemente- el discurso cultural de la izquierda antimercado. Es importante aclarar que, al usar el término identidad, no se está pensando en una imagen esencialista y estática de la derecha, sino en una base o plataforma desde la cual pueda ampliarse y modernizarse. Si por ejemplo, y como se argumenta en este trabajo, su primer piso se sostiene en la defensa de la libertad de iniciativa económica, debiera también, por una razón de coherencia, ampliar la defensa de la libertad a otros ámbitos, como los de carácter cultural, sexual, etc73. El punto es que siendo la libertad una, los principios a partir de los cuales se defiende la libertad económica debieran conducir a la defensa de la libertad individual en general (o, si se quiere, de la libertad a secas). En las palabras de Friedrich August von Hayek (1899-1992), el “estado en que un hombre no se haya sujeto a coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro o de otros”74. Este concepto parte de la base que las personas son capaces de elegir sus propios fines y que, por lo tanto, no deben ellos ser impuestos desde afuera o, lo que resulta peor, desde arriba. El mismo Hayek subraya que “el concepto de libertad de acción es mucho más amplio que el concepto de libertad económica, que a su vez incluye”75. Y entonces cabría preguntarse: ¿por qué no hablar de libertad a secas o sólo de libertad individual, sin apelar necesariamente al adjetivo económica? Si adoptásemos una perspectiva
72. Jorge Larraín, Identidad chilena (Santiago, LOM Ediciones, 2001), p. 23 73. Para el último de estos temas, ver Valentina Verbal, “Género y diversidad sexual: ¿una agenda de izquierda?”, Abriendo el debate, N° 2, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2015). 74. Friedrich A. von Hayek, Los fundamentos de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 2014 [1960]), p. 31. 75. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 62.
33
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
estrictamente liberal (y de un liberalismo no igualitario, para ser precisos76), esta defensa de la libertad sin adjetivos podría ser no sólo un camino válido, sino el único lógicamente aceptable. No obstante, este libro no está escrito desde la teoría pura, sino desde (y para) la acción política concreta. Y, aunque el ideal sería que la derecha asumiese para sí una filosofía (integral) de la libertad, lo cierto es que en la práctica -tomando incluso nota de su propia historia-, ello no parece plausible, al menos en el corto plazo. Dicho lo anterior, hace mucho sentido el planteamiento de Sartori en cuanto a que la política debería ser una “acción inteligentemente llevada”, ser capaz de pasar de la teoría a la práctica77. Distingue él entre acción racional y acción razonable: “la acción racional no es necesariamente una acción razonable. Cuando están tirantes las relaciones entre marido y mujer o entre padres e hijos, es raro que se escuche decir: ‘sé racional’. Corrientemente decimos: ‘sé razonable’, o también ‘tratemos de ser razonables’. ¿Cuál es la diferencia?”. No es que la una sea superior a la otra, sino que operan en niveles distintos: mientras la primera tiene relación con el pensamiento, la segunda “caracteriza al vivir o, mejor, al convivir”78. Tal distinción no implica que la acción razonable sea necesariamente contradictoria con la racional, sino que se asocia con las condiciones de posibilidad que la teoría posee en el terreno práctico. Vale decir, no significa que la praxis sea incoherente con la teoría, sino que teniéndola a la vista, se aplica lo que es políticamente posible de acuerdo a los medios con que se cuenta en el momento de la acción. Y, para el caso de la derecha, creo que la base desde la cual debiera construir su identidad es la libertad económica, que constituye una idea que históricamente la ha unido, y en la que -pese a los distanciamientos ocasionales de sus componentes- ha terminado siempre convergiendo79. Sin embargo, es importante distinguir dicha libertad (en sí misma) de la forma en que la derecha acostumbra a aproximarse a ella, que es plana y poco profunda. Es decir, el problema no es tanto que este sector político defienda de manera prioritaria la dimensión económica de la libertad, sino la forma en que lo hace, que ha tendido -en los últimos años- a ser superficial. Lo cierto es que, de acuerdo a Murray N. Rothbard (1926-1995): 76. El liberalismo igualitario pone su centro en la idea de justicia social o distributiva más bien que en la conmutativa. Uno de sus autores más emblemáticos es el filósofo estadounidense John Rawls (1921-2002) con su Theory of Justice de 1971. Para Luis Villavicencio, en conjunto con otros elementos, este liberalismo puede entenderse como “la justificación, aunque sea modesta, de una redistribución de los recursos y de las oportunidades en forma equitativa”. Luis Villavicencio Miranda, Las críticas comunitaristas, p. 20. Si bien el liberalismo clásico, como se verá en el capítulo final, no se opone per se a la acción estatal en favor de las personas vulnerables, lo hace a partir de la idea de un estado subsidiario y no de bienestar. 77. Giovanni Sartori, La política. Lógica y método de las ciencias sociales (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2010 [1979]), p. 131. 78. Sartori, La política, p. 141. 79. En términos históricos, esta idea se fundamentará con mayor detalle en los capítulos cuarto y quinto.
34
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
“La economía puede contribuir aportando numerosos datos en favor de una posición libertaria, pero no es capaz de implantar por sí sola esta filosofía política. Para emitir juicios políticos, se requieren juicios de valor, de donde se sigue que la filosofía política es necesariamente ética y que, por tanto, es preciso implantar un sistema ético positivo para
defender con sólidos argumentos la causa de la libertad individual”80.
Pero ¿por qué no basta la economía para la defensa de la libertad económica? Básicamente, porque ella misma es mucho más que pura eficiencia, enriquecimiento y mejoramientos de indicadores económicos. Descansa en (y alienta) un cierto espíritu cultural y ético. Cultural, porque la búsqueda del propio destino se asocia a la idea de creatividad o innovación81. Aunque pueda pensarse que esta idea sólo se aplica a casos específicos (por ejemplo, al artista que instala un bar para difundir y financiar su propio arte82), lo cierto es que refiere en general al conjunto de las personas. Todas ellas necesitan de libertad económica para hacer cosas que no tienen directamente que ver con comprar y vender, sino con la vida que construyen para sí mismas de manera creativa. Y precisamente el carácter ético de dicha libertad deriva de la consideración de las personas como sujetos capaces de buscar su propio destino, sin que éste sea mediado de forma heterónoma, en particular por el Estado. En virtud de lo anterior, no deja de ser paradójico que muchos critiquen la libertad económica cuando la tienen, para valorarla sólo cuando ya la han perdido o la han visto recortada. Un ejemplo palpable de ello tuvo lugar con ocasión de la polémica ordenanza municipal de Providencia en 2014 -bajo el mandato de Josefa Errázuriz-, orientada a restringir el horario de funcionamiento de bares y restoranes. Frente a esta situación, no pocas personas de izquierda salieron a defender la libertad de empresa, aludiendo no sólo al beneficio de los propios comerciantes, sino también al de sus consumidores y trabajadores. Pienso, por lo mismo, que no se equivocó el dueño del Bar Liguria, Marcelo Cicali, cuando, al oponerse a la ordenanza municipal referida, señaló: “sólo veo que los restoranes son puntos de encuentro, emoción, donde prevalece el patrimonio de la
80. Murray N. Rothbard, La ética de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 2009 [1982]), p. 22. 81. No hay que olvidar que la cultura no es un ente estático e inmutable, sino que -en los términos de Conrad Phillip Kottak-, las “personas utilizan su cultura de manera activa y creativa, en lugar de seguir ciegamente sus dictados”, por lo que ella puede verse “impugnada y en la sociedad suele haber diferentes grupos que compiten por hacer prevalecer sus ideas, valores y creencias”. Conrad Phillip Kottak, Introducción a la Antropología Cultural. Espejo para la humanidad (Santiago, Mc Graw Hill, 2006), p. 49. El destacado en el original. 82. Hay muchos ejemplos al respecto. Sólo uno: en Chile existe el Comedy restobar, orientado a difundir el género humorístico de Stand Up Comedy. Ver el sitio: www.comedy.cl [último acceso: 05/06/2016]
35
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
comuna”83. Y tampoco lo hicieron los artistas que participaron en un video contrario a la medida bajo el lema: “no destruyamos nuestros momentos”84 . *** Más de algún lector estará sorprendido con mi “llamado” a construir el relato de la derecha sobre la base de la libertad económica, dado que (pensará este lector) es lo que siempre, invariablemente, ella ha hecho en los últimos años. La verdad es que ni hoy ni antes la derecha ha sido absolutamente coherente en la defensa del liberalismo económico. Pero tampoco ha permanecido totalmente pasiva ante el avance de ideas colectivistas que, especialmente durante el siglo XX, sometieron dicha libertad a un constante ataque. Y creo que la derecha del siglo pasado fue mucho más coherente que la actual en la referida defensa. En buena medida, matiz mediante, porque el socialismo de dicha época -en particular, bajo la Guerra Fría- fue bastante más radical que el de hoy. En general, en el presente no se plantea la “socialización” completa de los medios de producción, como sí se hizo en la centuria pasada. Este cambio se explica, sabemos, por el estrepitoso fracaso de los sistemas de planificación central bajo la órbita de la ex Unión Soviética (URSS). Y aquí llegamos a un punto clave: la identidad de la derecha no se buscará en el triunfo arquitectónico del sistema de libre empresa, sino en algo mucho más modesto, pero que resulta suficiente para los efectos del presente ensayo: el discurso que se da en el contexto de la acción política. ¿Por qué? Por cuatro razones fundamentales. La primera se asocia al mismo cambio de ciclo. Como ya se vio, dicho corte histórico se basa esencialmente en el rechazo discursivo de algunas elites (políticas e intelectuales) al modelo económico, y en mucha menor medida al político. Y si se hace lo propio con éste, se hace en cuanto expresa el primero. Concretamente, si se plantea la idea de una nueva Constitución no es principalmente (como ocurrió con las reformas de 1989 y 2005) para elevar los estándares democráticos del país, sino para construir un sistema económico-social que supere el actual Estado “subsidiario” en favor de uno de bienestar85.
83. “Dueño Bar Liguria: ‘Mi lealtad con Josefa está en decirle que se equivoca’”, nota de prensa en Reportajes de La Tercera (2 de noviembre de 2014). 84. Ver el video: https://www.youtube.com/watch?v=HodMkjpl31A [último acceso: 07/02/2017]. 85. Las comillas hacen dudosa la existencia de un Estado subsidiario en Chile, sobre lo que se profundizará en la segunda Sección del capítulo final. Sin embargo, en el marco del cambio de ciclo, puede entenderse por estado subsidiario aquel centrado en políticas sociales focalizadas hacia las personas vulnerables, sin afectar la preeminencia de los privados frente al gobierno; y por Estado de bienestar, la garantía de derechos sociales universales, precisamente a partir de la preeminencia contraria.
36
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
La segunda razón se refiere al hecho que el presente trabajo se inserta en el debate sobre el discurso o relato de la derecha actual, lo que no supone -al menos no primariamente- dar con algún eslogan que produzca buenos resultados electorales, sino dilucidar el principio ideológico sobre el que debiera ella articularse en términos verbales en la presente coyuntura política. Yo creo, como insistiré a lo largo de este libro, que este principio para la derecha en su conjunto debe ser la libertad de iniciativa económica, pero entendida -como ya se ha dicho- de manera no exclusivamente economicista. Así, ni siquiera será necesario -en el discurso- aludir a la palabra economía. Bastará hablar de libertad personal, de proyecto de vida, de búsqueda del propio destino, etc. Vale decir, hacer referencia a las dimensiones cultural y ética de la libertad económica, que es libertad en un sentido mucho más profundo. La tercera razón, derivada de la anterior, considera que los mismos intelectuales de derecha (que se verán más adelante), se ocupan del sector en un sentido precisamente discursivo más bien que fáctico. Es decir, todos ellos están de acuerdo que la derecha debe dejar atrás su pasado cosista que, aunque puede darle algunos réditos inmediatos -básicamente electorales-, no garantiza la existencia de un clima de opinión favorable a sus ideas. Lo cierto es que, gracias al cosismo, la derecha podría ganar una elección, pero no la próxima generación, en el sentido de ser capaz de darle continuidad a un proyecto ideológico que trascienda la dimensión meramente programática. Y la cuarta razón es que, en términos históricos, pese a no haber triunfado el liberalismo económico en Chile sino hasta la llegada del régimen militar -en particular, con los Chicago boys 86 -, ya desde mucho tiempo antes había un discurso partidista en la derecha que venía pavimentando el camino para tal triunfo. De ahí la importancia de acercarse intelectualmente al pasado87. Por lo demás, las identidades colectivas no surgen de la noche a la mañana: se forjan lenta y gradualmente, aunque a veces necesiten de un catalizador que precipite su formación. Esto vale especialmente para los momentos de crisis o de encrucijadas, como el que hoy vive nuestro país.
86. Para este tema, muy interesante es la crónica de Arturo Fontaine Aldunate, Los economistas y el Presidente Pinochet (Santiago, Zig-Zag, 1988). Con importante documentación, ver Ángel Soto y Francisco Sánchez (compiladores), El “Padre” de los Chicago Boys. Arnold Harberger (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2015). 87. Ver el capítulo cuarto de este libro.
37
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
4 El poder de las ideas: ¿cómo explicarnos el discurso anticapitalista?
88
¿Cómo se construyen los climas de opinión favorables a determinadas ideas? Según Sartori, a través del efecto cascada, desarrollado por Karl Deutsch (1912-1992): “en este modelo los procesos de opinión se representan como chorros de una cascada cuyos saltos se ven interrumpidos por estanques. Según Deutsch, los niveles o cisternas de la cascada son cinco. En lo alto está el estanque donde circulan las ideas de las elites económicas y sociales, seguida de otro donde se enfrentan y se acometen las elites políticas y de gobierno. El tercer nivel está constituido por la red de comunicaciones de masas, y en buena lógica por el personal que transmite y difunde mensajes. Un cuarto nivel está constituido por los ‘líderes de opinión’ en el ámbito local, es decir, por ese cinco o diez por ciento de la población al que verdaderamente le interesa la política, que está atento a los mensajes y que es decisivo para plasmar la opinión de los grupos con los que interactúan los líderes de opinión. Finalmente, todo confluye en el demos, en el estanque de los públicos de masas”89.
Lo anteriormente dicho no se opone a la existencia de agitaciones de abajo hacia arriba, o de feedbacks. Sin embargo, normalmente, los climas de opinión se construyen de arriba hacia abajo. Vale decir, desde algunas elites hacia el conjunto de la población. Por eso es que Hayek sostiene que el “socialismo nunca y en ninguna parte ha sido un movimiento de la clase obrera”. Y en buena medida por el hecho que las soluciones que propicia no van, casi nunca, en ayuda de la mayoría de los trabajadores, sino de determinados grupos de presión: los sindicatos90. La reforma laboral de la Nueva Mayoría permite confirmar este aserto91. 88. Dos aclaraciones para esta sección. La primera es que, si bien en este libro se privilegian términos como liberalismo, liberalismo económico, libertad de iniciativa económica o libre mercado, antes que el de capitalismo, a veces se acudirá a éste por su uso todavía frecuente, aunque en bastante menor medida que durante el siglo pasado. La segunda es que se ha optado por el tratamiento de los llamados intelectuales. Para una visión más amplia, que incluye a la gente corriente, ver Ludwig von Mises, La mentalidad anticapitalista (Madrid, Unión Editorial, 2011 [1956]). 89. Sartori, ¿Qué es la democracia?, p. 77. 90. Friedrich A. von Hayek, “Capítulo XII. Los intelectuales y el socialismo”, en el mismo, Estudios de Filosofía, Política y Economía (Madrid, Unión Editorial, 2012 [1967]), p. 255. 91. Para este tema, ver Harald Beyer, “Las reformas laborales tienen impactos, pero no siempre los que se anticipan”, Puntos de referencia, Nº 408 (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2015).
38
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
Pero el punto de esta Sección es otro, y guarda también relación con el grado de importancia que la izquierda le asigna a sus intelectuales. Este sector, a diferencia de la derecha, no sólo piensa en ganar la próxima elección, sino también la próxima generación. Conquistar su mentalidad, a veces a través de eslóganes emocionales, que penetran con facilidad a nivel masivo. Es un hecho que la izquierda combina muy bien lo ideológico con lo comunicacional. Para ello las palabras son fundamentales. Como dicen Axel Kaiser y Gloria Álvarez, el lenguaje resulta fundamental, en política, para representar “cargas valorativas y emotivas que llevan a las personas a aceptar o rechazar determinadas ideas, instituciones e incluso sistemas económicos y sociales completos”92. De hecho, y como para el caso de las independencias hispanoamericanas del siglo XIX lo explica Javier Fernández Sebastián, los tiempos de crisis o rupturas dan cuenta de “guerras de palabras”, ya que “los revolucionarios transgreden las reglas corrientes de la semántica, provocando un ‘cambio absoluto’ en los significados; cambio que, a su vez, fuerza el ritmo de las transformaciones sociales”93. Es lo que, en alguna medida y guardando las proporciones, está hoy sucediendo en Chile. Robert Nozick (1938-2002) explica que los intelectuales no son necesariamente “personas inteligentes o de cierto nivel de educación, sino […] quienes en sus actividades se ocupan de las ideas expresadas en palabras, moldeando las corrientes de éstas que otros reciben”. Los intelectuales son simples, pero muy influyentes, “hacedores de palabras”94. Esto es importante, porque, aunque sea cierto que algunos de ellos provengan del mundo académico, la mayoría (en el sentido amplio del término) son periodistas, escritores, publicistas, artistas, panelistas, burócratas, sacerdotes, etc. Incluso humoristas (¡nada contra los humoristas!), como los que practican el género de Stand Up Comedy, que da cuenta de una alta dosis de crítica social. Por otra parte, vale la pena subrayar que, cuando un académico entra a la arena del debate público, no lo hace tanto desde la especificidad (técnica) de su área de conocimiento como del conjunto general de sus ideas políticas. Esta consideración no implica desmerecer prima facie la calidad de los trabajos de algunos intelectuales de izquierda. Aunque estén equivocados, sus argumentos tienen, obviamente, complejidad, refinamiento y enjundia intelectual. Sin embargo, es importante distinguir (aunque no
92. Axel Kaiser y Gloria Álvarez, El engaño populista. Por qué se arruinan nuestros países y cómo rescatarlos (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2016), p. 93. 93. Javier Fernández Sebastián, “‘Cabalgando el corcel del diablo’. Conceptos políticos y aceleración histórica en las revoluciones hispánicas”, en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (editores), Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual (Santiago, Globo editores, 2011), p. 31. 94. Robert Nozick, “¿Por qué los intelectuales se oponen al liberalismo?”, en Andrés Roemer (compilador), Felicidad. Un enfoque de derecho y economía (México D.F., UNAM / THEMIS. Revista de Derecho, 2005), p. 236.
39
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
separar totalmente) entre la academia orientada a la acción política directa de aquella que, no obstante inspirarse legítimamente en una cierta doctrina o ideología política, apunta al desarrollo de conocimiento, no específicamente orientado a dicha acción. *** ¿En qué sentido podría afirmarse que la mayoría de los intelectuales son socialistas o de izquierda? En el sentido que ellos apuntan a lo que el mismo Hayek suele llamar (en muchas de sus obras) constructivismo racionalista: la falsa idea de que es posible “la reconstrucción deliberada de toda la sociedad de acuerdo a los principios de la razón”95. Y, en efecto, no resulta difícil constatar, a través de la función que desempeñan en los medios de comunicación -por ejemplo como columnistas y panelistas-, que tienden a ver el vaso medio vacío en casi todo96. La invocación al Estado tiende a ser, en ellos, casi refleja. Es la obsesión estatista, a la que se volverá tantas veces en el curso de este libro. Y, aunque las intenciones puedan ser buenas (la buena fe siempre debe ser presumida), suelen desconfiar de los fines o proyectos de vida individuales, en la medida en que no se ajustan -al menos de manera parcial- a propósitos colectivos fijados desde las alturas del poder. Piénsese, por ejemplo, en las recientes normas en materia alimentaria que se han aprobado en Chile. Permítame el lector hacer aquí una pequeña digresión sobre este asunto, ya que resulta sintomático, me parece, de lo que sucede cuando la libertad no se presume como regla general del orden social 97. La norma, conocida como Ley del Súper 8, establece que alimentos altos en calorías, grasas, azúcares, sal u otros ingredientes no se pueden vender en establecimientos educacionales98 -así como la más reciente que restringe la Cajita feliz o el Kínder sorpresa- lo que es un claro ejemplo del viejo afán “civilizador” (o paternalista) de políticos y gobiernos que buscan proteger a las personas de los supuestos daños que ellas puedan inferirse a sí mismas99. 95. Friedrich A. von Hayek, “Liberalismo”, Revista de Ciencia Política, Vol. 4, N° 2 (1982), p. 123. 96. Muy interesante es la tesis de Francisco Belmar Orrego, quien sostiene que los intelectuales son, básicamente, disidentes y emancipadores frente al poder. Si bien me resulta atractivo este planteamiento, sobre todo si se consideran los ejemplos que su ensayo presenta, creo que se trata de una visión un tanto idealizada en torno al papel de los intelectuales públicos. Estoy más de acuerdo con el carácter de ellos como simples “hacedores de palabras” (Nozick), y generalmente a favor de reformas antiliberales. Ver Francisco Belmar Orrego, “La verdad frente al poder: el intelectual y el valor de la disidencia”, Ensayo 13 (Santiago, Fundación para el Progreso, s/f). 97. Esta digresión se basa en Valentina Verbal, “Caja de Pandora (o los efectos secundarios del intervencionismo)”, columna de opinión en El Líbero (16 de julio de 2017). 98. Ley N° 20.606 sobre “composición nutricional de los alimentos y su publicidad”, promulgada el 6 de junio de 2012 y publicada en el Diario Oficial el 6 de julio del mismo año. 99. Esta consideración no se contradice con el hecho de que si el Estado alimenta directamente a sectores de la población, busque hacerlo con comida sana; pero muy distinto es imponer el tipo de comida que ella debería adquirir con sus propios recursos, incluso con aquellos derivados de la ayuda estatal, como la tarjeta JUNAEB. Tampoco dicha consideración se contrapone a la circunstancia de que se efectúen campañas pro alimentación saludable, como fue el caso de Elige vivir sano durante el gobierno de Sebastián Piñera y que lideró su esposa, Cecilia Morel.
40
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
Es importante recordar que las revoluciones liberales de los siglos XVII, XVIII y XIX no rechazaron de plano el poder estatal, sino su concentración en una sola persona, la de los monarcas absolutos. Y lo valoraron en la misma medida que este poder garantiza los derechos individuales, como la vida, la libertad y la propiedad. Esto se llama Constitucionalismo, al menos desde la perspectiva del liberalismo clásico100. Y si bien el siglo XIX puede calificarse como la “era dorada” del liberalismo, lo cierto es que la práctica distó bastante de la teoría101. Ya en esta centuria, no fueron pocas las autoridades públicas que consideraron que era un deber ineludible del Estado civilizar a las personas con el objeto de protegerlas de sí mismas. La persecución en contra de las chinganas o tugurios constituye un ejemplo bastante conocido en Chile102. Ya en la centuria siguiente, otro caso muy célebre es el de la denominada Ley seca de los Estados Unidos, que propició -sin buscarlo obviamente- el desarrollo de las mafias italianas, siendo emblemático el caso de Al Capone, “jefe de jefes” en la ciudad de Chicago. Precisamente a propósito de esta prohibición, Ludwig von Mises (1881-1973) señaló en 1927 que, además de atentarse contra la libertad individual, se podría quizás abrir una caja de Pandora que lleve el intervencionismo estatal a límites insospechados: “si se admite el principio de que la mayoría puede imponer su sistema a la minoría, no hay por qué detenerse. ¿Qué debemos hacer con el tabaco, el café, etcétera? ¿Y si el Estado impusiera a todos los ciudadanos una dieta correcta?”103. Y agrego yo: ¿no es acaso lo que está sucediendo en Chile hoy?, ¿No ha llegado demasiado lejos el intervencionismo estatal sobre la esfera privada? El mismo Mises refuta el argumento según el cual, por ejemplo, no es lo mismo prohibir las drogas que la “mala” literatura, señalando que la “única diferencia estriba en que una parte de quienes se pronuncien a favor de lo primero, estarán abiertamente en contra de lo segundo”104. Y como bien recuerda, con posterioridad a la ley seca se prohibió enseñar la teoría de la evolución de Darwin en varios estados de los Estados Unidos.
100. Maurizio Fioravanti afirma que el “constitucionalismo es, desde sus orígenes, una corriente de pensamiento encaminada a la consecución de finalidades políticas concretas, consistentes, fundamentalmente, en la limitación de los poderes públicos y en la consolidación de esferas de autonomía garantizadas mediante normas”. Maurizio Fioravanti, Constitucionalismo. Experiencias históricas y tendencias actuales (Madrid, Editorial Trotta, 2014), p. 17. A esta idea, incluso refiriendo la misma definición, se volverá en el capítulo final. 101. De hecho, fue la época en que se desarrollaron fuertemente las ideologías colectivistas como el socialismo y el nacionalismo, que harán de las suyas de manera mucho más radical en la centuria siguiente. 102. Fernando Purcell define el fracaso del control policial sobre las chinganas de la zona de Colchagua bajo la frase: “nunca puede haber orden, porque en el momento de retirarse la custodia, abren de nuevo”. Y agrega: “El control policial ejercido sobre las chinganas no siempre era muy efectivo, y solía ser insuficiente para contener los desórdenes que ocurrían en estos espacios. Además, muchos chinganeros (as) colocaban los locales en sus ranchos o en lugares en donde no se les pueda vigilar, como ocurría en Nancagua”. Fernando Purcell Torretti, Diversiones y juegos populares. Formas de sociabilidad y crítica social Colchagua, 1850-1880 (Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000), p. 63. 103. Ludwig von Mises, Liberalismo (Barcelona, Planeta-Agostini, 1975 [1927]), p. 74. 104. Mises, Liberalismo, p. 75.
41
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Que el liberalismo clásico -en tanto garantía constitucional de la libertad individualno haya perdido vigencia se debe, entre otras cosas, a su defensa del principio de tolerancia social, que supone que los valores de algunas personas (o de grupos religiosos y partidos políticos) no deben ser prohibidos ni impuestos coactivamente al resto de la población105. Es decir, si no existe acuerdo sobre lo que es bueno o malo -sobre el estilo de vida que nos hace más “humanos”-, no corresponde acudir a la fuerza del Estado para obligar a las personas a vivir de una determinada manera. Sin embargo, hoy estamos bastante lejos de pensar así. Actualmente pocos creen que la coacción estatal debiera estar sólo orientada a proteger a las personas de ser dañadas por otras, precisamente para garantizar el ejercicio de la misma libertad individual. Por el contrario, hoy es moneda corriente creer que políticos y burócratas deben erigirse como inspectores de vidas ajenas. Recordando que los intelectuales son los paladines principales de dicha creencia, me parece evidente que -volviendo a la temprana advertencia de Mises- la caja de Pandora del intervencionismo estatal se encuentra bastante abierta y desatada en el Chile de hoy. Ante esto no nos queda más que denunciar firmemente esta deriva estatista mediante una de las más poderosas armas de los estados de derecho: la libertad de expresión. Y parece que, con lo dicho, se ha respondido ya a la pregunta acerca de la tendencia de los intelectuales a ser socialistas o de izquierda. Pero podemos ir más lejos en nuestra interrogante original y preguntarnos, con Nozick, qué explica -en definitiva- el discurso anticapitalista. El filósofo estadounidense plantea la siguiente paradoja: “a los intelectuales hacedores de palabras les va bien en el contexto del liberalismo; pues poseen gran libertad de formular, confrontar y propagar nuevas ideas, de leerlas y discutirlas. Sus talentos ocupacionales tienen demanda, sus ingresos están bastante por encima del promedio. ¿Por qué entonces se oponen desproporcionadamente al liberalismo? De hecho, alguna información sugiere que mientras más próspero y exitoso es el intelectual, tiende más a oponerse al liberalismo”106 .
¿Por qué? Nozick considera que los intelectuales sienten “que son las personas más valiosas, aquellos con los méritos más altos, y que la sociedad debería premiar a la gente de acuerdo con su valor y mérito”. Sin embargo, el criterio del libre mercado para premiar un servicio o contribución es, únicamente, la demanda que otros hacen de ese servicio o contribución. A un intelectual le puede parecer deplorable que la gente no 105. Este principio se vincula con el tema de la neutralidad del estado en materia de moral sustantiva, sobre el que volverá en la última Sección del capítulo séptimo. 106. Nozick, “¿Por qué los intelectuales?”, p. 236.
42
CAPÍTULO PRIMERO. PENSAR LA DERECHA: RECONOCIENDO EL MARCO TEÓRICO
prefiera con la misma intensidad que él la lectura de los clásicos al campeonato de la liga de fútbol, pero el mercado resguarda, en este sentido, las preferencias de la gente. Además, como añade Nozick, “el monto a distribuir depende de la demanda y de cuán grande es la provisión sustituta”107. Por eso, en una sociedad libre no existe una concepción unificada de mérito o si se quiere, el mérito no se entiende sino como la capacidad para satisfacer las preferencias de los demandantes. Aquellos que ceden a las tentaciones civilizatorias o paternalistas108, se apresurarán a decir que esta distribución resultante de las preferencias de los individuos es injusta. Por ejemplo, un profesor universitario puede quejarse amargamente de cuánto gana una banda de rock -pensemos en Metallica- en comparación con lo que gana él, olvidando, de paso, que el grueso de la gente prefiere en mucha mayor medida pagar por escuchar un concierto de esa banda que leer sus libros o asistir a sus clases. Además, es imprescindible constatar que esta distribución no puede ser cambiada sin atentar gravemente contra la libertad de las personas para decidir sobre sus fines o proyectos de vida. Y esta es, precisamente, una de las grandes disyuntivas -tiendo a pensar que la principal- a la que hoy se enfrenta el debate público del Chile actual. También, y de manera particular al interior de la derecha, a la que parece resultarle cada vez más difícil no ceder a la tentación de considerar que el mérito se puede (o debe) distribuir de arriba hacia abajo. Pero ¿por qué los intelectuales consideran que no son suficientemente recompensados? Nozick aventura la hipótesis (que me resulta plausible) de que el mundo real al que se enfrentan se contrasta fuertemente con el que vivieron en la época escolar. En dicha etapa de sus vidas, “obtenían la sonrisa de los maestros, al igual que las altas calificaciones”. “La sociedad de mercado, sin embargo, les enseñó una lección diferente. Ahí las mayores recompensas no son para los verbalmente brillantes”109. Y por eso es que la mayoría de ellos (no sólo los de izquierda) piensa que la sociedad es un gran colegio, al cual es necesario intervenir para, de arriba hacia abajo, distribuir las “recompensas” supuestamente merecidas. ¡Ellos saben más que la gente de a pie! *** ¿Cuál debería ser el relato de la derecha chilena? ¿Qué lugar ocupa la libertad individual, especialmente en su dimensión económica? ¿Qué han dicho otros autores antes que yo? ¿Cuáles son los principios que Chile Vamos ha definido para sí? A responder estas (y otras) preguntas, se dedicará el siguiente capítulo. 107. Nozick, “¿Por qué los intelectuales?”, p. 237. 108. Y pueden hacerlo con un discurso que disimule su paternalismo diciendo, por ejemplo, que los consumidores están “alienados” y no saben lo que hacen. 109. Nozick, “¿Por qué los intelectuales?”, p. 239.
43
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
44
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
CAPÍTULO SEGUNDO L A D E R E C H A E N C R I S I S : D I A G N O S T I C A N D O A L E N F E R M O 110
110. No se dará cuenta, en este capítulo, de todos y cada uno de los trabajos publicados por los autores tratados, sino sólo de los que se estiman más representativos en torno a la crisis de la derecha.
45
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 Abriendo el debate: Axel Kaiser y la fatal ignorancia Ya en 2009, dos años antes del hito de ruptura que supuso el 2011, Axel Kaiser encendía las alarmas sobre la crisis intelectual de la derecha, dando cuenta del rechazo -o en el mejor de los casos, la indiferencia- que este sector demostraba hacia el mundo de la cultura y de las ideas. En su libro La fatal ignorancia señalaba que “la derecha chilena, salvo escasas excepciones, no entiende ni cree en el poder de las ideas y de la cultura como factores decisivos de la evolución política, económica y social”111. Con mayor profundidad, explica lo siguiente: “todo ese espacio en que la persona forja su identidad y las creencias que definirán sus acciones, es lo que se suele llamar cultura. Este es el campo de batalla por excelencia de cualquier proyecto político y social. Es a través de las creencias e ideas difundidas en ese espacio donde se ganan los apoyos de las mayorías. La derecha, que no entiende lo anterior, ha dejado que la izquierda acapare la cultura casi sin contrapesos, permitiéndole instalar su mensaje. Esa es la fatal ignorancia de la derecha chilena: no entender que la cultura y el mundo intelectual son decisivos en la batalla por las ideas y que del resultado de esa batalla depende finalmente el de la lucha política y, en consecuencia, el destino del país”112.
En contraposición a lo que ha llegado a ser un lugar común (o incluso un dogma) para la derecha, Kaiser denuncia la falacia de los incentivos: “la falsa creencia según la cual nuestro comportamiento es casi exclusivamente el resultado directo de
111. Kaiser, La fatal ignorancia, p. 18. 112. Ibíd. El destacado es mío.
46
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
incentivos, es bastante extendida en círculos de derecha. Bien puestos los incentivos, dicen, las personas se inclinarán a actuar de manera eficiente y productiva”113. Y añade que una de las principales insuficiencias de esta visión “es que no asigna ningún rol relevante a las ideas y los valores como factores decisivos de la conducta humana”114. Y si se asume que el sustrato de la derecha es la defensa de la libertad de iniciativa económica, entendida como libre ejercicio de la función empresarial (para crear y buscar oportunidades de ganancia115), resulta importante -acto seguido- destacar los efectos positivos que ella ha generado. En este sentido, Deirdre McCloskey sostiene que, luego de la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX: “la clase media recibió dignidad y libertad por primera vez en la historia humana”, lo que se vio reflejado en una multiplicidad de beneficios, a saber, entre otros muchos: el motor de vapor, la orquesta sinfónica, el ferrocarril, el abolicionismo, el agua potable, el hormigón reforzado, el movimiento feminista, el automóvil, la penicilina, el aeroplano, los derechos civiles, la cirugía a corazón abierto y la computadora116. Todos estos avances, sostiene McCloskey, se debieron a un cambio de paradigma fundamental en términos ideológicos. ¿En qué consistió? En una creciente valoración de la libertad empresarial y de la burguesía, como motores de los cambios sociales que se estaban experimentando. Y lo cierto es que no se trató, de ninguna manera, de un proceso automático: de una especie de “determinismo progresista”, que se habría venido desarrollando a lo largo de toda la historia humana. De ahí que sea importante defender la libertad económica desde las ideas que le dan sustento. Por eso el gran valor del libro de Kaiser es que pone por delante un asunto sabido, pero que había sido poco tratado: el desprecio de la derecha por el mundo de las ideas, a diferencia de lo que suele suceder en la izquierda, que las utiliza como un arma principal de combate en el campo político117, incluso como un “poder contra-fáctico”118. El segundo mérito, ya indicado en la introducción, es que apunta a que el sector defienda ideas propias, sin necesidad de acudir a las del adversario, aunque sea en forma moderada. 113. Kaiser, La fatal ignorancia, p. 66. 114. Ibíd. 115. Jesús Huerta de Soto, dice que esta función “coincide con la acción humana misma. En este sentido podría afirmarse que ejerce la función empresarial cualquier persona que actúa para modificar el presente y conseguir sus objetivos en el futuro”. José Manuel González, Curso por Internet de Introducción a la Economía del profesor Huerta de Soto (Madrid, Unión Editorial, 2014), p. 40. 116. Deirdre McCloskey, “La libertad y la dignidad explican el mundo moderno”, en Tom G. Palmer (Editor), La moralidad del capitalismo. (Lo que no le contarán sus profesores) (Santiago, Fundación para el Progreso, 2013 [2011]), pp. 64 y 65. 117. Kaiser, La fatal ignorancia, pp. 38-42. 118. Kaiser, La fatal ignorancia, pp. 48-52.
47
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Lo anterior, por cierto, no implica que no sea capaz de evolucionar a la luz de “nuevos” problemas, como los asociados a la diversidad y al medioambiente. El hecho que se abra a ellos, no implica tampoco que necesariamente los deba abordar desde la misma perspectiva ideológica de la izquierda119. ¿Por qué? Porque, como ocurre, por ejemplo, con el problema de la diversidad, la izquierda tiende a diagnosticar y abordar el asunto desde una perspectiva colectivista, que enfatiza unilateralmente la importancia de grupos sociales, perdiendo así de vista el aspecto individual que ella encierra. Esta perspectiva tiende, por ejemplo, a postular la existencia de “derechos colectivos” que, como suele ocurrir, entran en conflicto con las libertades individuales. Por ejemplo, con la libertad de expresión cuando se propician leyes que penalizan los discursos de odio120. Sin embargo, y como dice Alexandro Cea121, “es posible avanzar en conquistar igualdad ante la ley del Estado para las mujeres, sin [la necesidad de] promover cuotas de género, creación de ministerios, prohibiciones irracionales a la discriminación o políticas públicas estatales arbitrariamente focalizadas en ellas”122. La derecha, por lo tanto, puede (y debe) articular un discurso propio, elaborado desde su propia sensibilidad y principios, sobre asunto sociales no estrictamente económicos123. Luego, en 2015, Kaiser publicó La tiranía de la igualdad. Esta obra, más que tener a la derecha como objeto de estudio, constituye una respuesta a El otro modelo, referido brevemente en el capítulo anterior. Sin embargo, en la introducción alude a la derecha. Dice, en primer lugar, que ella ha sido también responsable de la avanzada ideológica de la izquierda, ya que “por mucho tiempo [ha sido] cosista y economicista, sumada a una clase empresarial en general alérgica a la lectura y muchas veces tramposa”. Esta derecha, por otra parte, “ignoró por completo la relevancia que tienen las ideas y los intelectuales en la evolución social e institucional del país. Pues si ésta se hubiera 119. El mismo Kaiser, a quien a veces se le suele acusar de ser economicista, escribió en 2016: “Que esa revolución [la liderada por los Chicago Boys en Chile] haya tenido su acento en lo económico no significa que el liberalismo clásico carezca de una riquísima tradición intelectual donde lo económico es tan solo uno de los factores relevantes”. Axel Kaiser, “La derecha y los conservadores”, columna de opinión en Diario Financiero (19 de abril de 2016). 120. Como expresa Juan José Solozábal Echavarría, los derechos colectivos acarrean el “reconocimiento o tratamiento a grupos que suministran un entorno vital imprescindible para la persona, pero que a su vez no pueden poner en cuestión, o no deben hacerlo a la ligera, el vínculo tradicional nacional-estatal de lealtad ni desentenderse de los peligros que, para los individuos, para su libertad, implica el reconocimiento de dichos grupos o colectivos, con cuyos derechos o intereses pueden colisionar”. Juan José Solozábal Echavarría, “Los derechos colectivos desde la perspectiva constitucional española”, en Antonio Robles Egea (coordinador), La sangre de las naciones: identidades nacionales y violencia política (Granada, Ediciones Universidad de Granada, 2003), p. 80. 121. Director Ejecutivo del Centro de Estudios Equidad. Ver el sitio www.equidadchile.org [último acceso: 04/07/2017]. 122. Alexandro Cea, “Feminismo liberal”, columna de opinión en Revista Clóset (1 de febrero de 2017). 123. Por ejemplo, para el feminismo en clave liberal puede verse María Blanco, Afrodita desenmascarada. Una defensa del feminismo liberal (Barcelona, Deusto, 2017).
48
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
ocupado de mantener vibrantes las ideas de una sociedad libre, en lugar de haber transado lo poco y claro en esta materia, tomando la iniciativa y proponiendo soluciones liberales a problemas que nadie puede negar que existen, probablemente Chile no estaría al borde de cometer una de las mayores estupideces de su historia. Aquí no hay que engañarse: lo que ocurre hoy en Chile era previsible para quien analizara las tendencias intelectuales que progresivamente han ganado hegemonía en el país”124 .
Y agrega que ha adoptado “ingenuamente el discurso de la igualdad sin entender lo que había detrás”125. Estando de acuerdo en este punto con Kaiser, creo que dicha confusión puede apreciarse por ejemplo, en el senador Andrés Allamand, para quien: “la centroderecha debe adoptar un nuevo enfoque: asumir derechamente que la desigualdad [material] como problema existe, que no se resuelve sola y que, de ahora en adelante, será para ella una prioridad política”126. Sin distinguir entre igualdad ante la ley (ni siquiera de oportunidades) e igualdad de resultados, sostiene que el matiz que la centroderecha aportaría es que “está mejor preparada para disminuir la desigualdad en Chile que la propia Nueva Mayoría”127. O sea, en torno a este punto, la derecha no sería sustancialmente diferente a la izquierda. Sólo se distinguiría de ella por una cuestión de eficacia. En cambio, Kaiser sostiene que hay que poner el acento en los principios y no tanto en la buena gestión: “los que creemos en la libertad debemos derrotar a la izquierda en el plano intelectual primero, demostrando que su propuesta es moralmente inferior”128. ¿Desde qué anclaje ideológico la derecha podría derrotar moralmente a la izquierda? Desde el liberalismo clásico. ¿Por qué? Porque, a diferencia de los socialistas que piensan la solidaridad sólo dentro del Estado, y casi nunca fuera de él, “los liberales creen lo opuesto: los seres humanos perseguimos nuestro interés en relaciones de colaboración pacíficas y voluntarias con otros en eso que llamamos mercado, pero también buscamos hacer el bien de manera desinteresada. De ahí que confiamos esencialmente en la
124. Kaiser, La tiranía de la igualdad, p. 17. 125. Kaiser, La tiranía de la igualdad, p. 20. 126. Andrés Allamand, La salida. Cómo derrotar a la Nueva Mayoría en 2017 (Santiago, Aguilar, 2016), p. 77. 127. Allamand, La salida, p. 78. 128 Kaiser, La tiranía de la igualdad, p. 25.
49
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
sociedad civil para resolver los problemas de quienes necesitan, mientras en la izquierda incluso creen que la Teletón debería ser estatizada”129.
Otro punto clave es que “el argumento fundamental en favor del libre mercado en su sentido más tradicional es que las personas intercambian como parte de su proyecto de vida”130. No se trata de consumo por consumo, sino de los fines que ellas mismas se trazan para sí. Aquí es posible ver nuevamente el sentido ético de la libertad, que trasciende su mera materialidad.
2 Comunitarismo en la derecha: Daniel Mansuy y Pablo Ortúzar Un segundo actor del debate intelectual acerca de la identidad de derecha en Chile es Daniel Mansuy. En un breve capítulo de un libro colectivo del año 2011, planteó su visión sobre cómo debería ser este sector hacia el futuro. Teniendo a la vista el movimiento estudiantil en curso, consideró válido el fuerte cuestionamiento al libre mercado, llegando a hablar de una suerte de fanatismo religioso de quienes lo defienden: “las dificultades de nuestros apóstoles vienen más tarde, en su incapacidad de entender que el modelo que tanto veneran produce dinámicas que no son convergentes con el propio modelo. Dicho de otro modo, son ciegos y sordos frente al desapego que produce la lógica capitalista en quienes la viven”131.
Siguiendo en este punto a Marx y Engels132, sostiene que el mercado es el “más poderoso agente de cambio que la humanidad haya podido concebir; y por eso se equivocan medio a medio los progresistas que lo condenan, viendo un enemigo en su mejor y más eficiente aliado”133. Pero si los progresistas (es decir, la izquierda)
129. Kaiser, La tiranía de la igualdad, p. 54. 130. Kaiser, La tiranía de la igualdad, p. 59 131. Daniel Mansuy, “Rehabilitar la política”, en Cristóbal Bellolio (editor), #dondeestaelrelato (Santiago, Instituto Democracia y Mercado, 2011), p. 89. 132. Marx y Engels, Manifiesto Comunista (Santiago, Editorial Universitaria, 1970 [1848]). 133. Mansuy, “Rehabilitar la política”, p. 90.
50
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
están de acuerdo en que el mercado es un importante agente de cambio, ¿por qué, para Mansuy, deberían ellos mirarlo como un aliado? Por la preeminencia, a él asociada, de los derechos individuales: “los derechos individuales que se discuten hoy pueden ser más o menos legítimos o discutibles, pero es imposible fundar en ellos una acción común o una auténtica acción política. Los derechos individuales son eso, individuales, pero la política se nutre más bien de aventuras compartidas y de destinos colectivos. La izquierda olvida demasiado rápido que el liberalismo individualista es esencialmente apolítico”134 .
En la crítica a los derechos individuales, Mansuy parece seguir a un autor canónico del comunitarismo, Alasdair MacIntyre, para quien “no existen tales derechos y creer en ellos es como creer en brujas y unicornios”135. Y concediéndole a Mansuy el beneficio de la duda, en cuanto a que no pretende negar completamente la autonomía de las personas para decidir acerca de sus vidas, cabe detenerse en el modo en que su crítica alcanza a la libertad propiamente económica, sobre todo considerando que la tesis de este libro es que ella constituye el mínimo común denominador en la derecha. En este sentido, ¿por qué el mercado sería un problema? Porque, para la visión en comento, la gran dificultad del sistema de libre mercado -y de la sociedad libre en general- es que tendería al atomismo social, ya que no sería capaz de establecer puntos de referencia comunes en el campo moral136 . Por eso es que Mansuy sostiene que el liberalismo económico, que abonaría el camino para el avance del relativismo moral, se complementaría mucho mejor con el progresismo de la izquierda. De esta manera, para él, la forma en que la derecha debería hacerle frente a este sector político es mediante un colectivismo moderado, que imponga una moral común para la sociedad, ya que “podemos ir alegremente a comprar al mall un domingo, o tarde en la noche de un día hábil, pero nos cuesta mucho hacernos la pregunta de si al hacerlo estamos incentivando un régimen que tiende a disociar los espacios familiares, y tampoco estamos dispuestos a hacernos responsables de las consecuencias de un fenómeno de este tipo”137. 134. Mansuy, “Rehabilitar la política”, p. 91. El destacado en el original. 135. Alasdair MacIntyre, Tras la virtud (Barcelona, Biblioteca de Bolsillo, 2004 [1981]), p. 98. 136. Mansuy, “Rehabilitar la política”, p. 95. 137. Mansuy, “Rehabilitar la política”, p. 91
51
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
De acuerdo a esto, sólo un proyecto político que piense en clave comunitarista -desde ciertos parámetros morales compartidos (¿coactivamente impuestos?), que apunten a superar el individualismo reinante-, podría ayudar a “rehabilitar la política”. Para Mansuy, en esencia, en esto debería consistir el relato de la derecha. Se trata de una visión defendida, de manera emblemática, por Charles Taylor, quien sostiene que el individualismo liberal tiende inevitablemente a la fragmentación política: “una sociedad fragmentada es aquella en la que sus miembros encuentran cada vez más difícil identificarse con su sociedad política como una comunidad. [Y la] falta de identificación puede reflejar una perspectiva atomista, en que las personas llegan a ver la sociedad puramente de forma instrumental”138 .
Al igual que MacIntyre, Taylor cuestiona la idea de los derechos subjetivos139, por alejar a las personas de un horizonte de sentido que sólo podría descubrirse bajo un sistema político que ponga por delante la existencia de formas de vida superiores versus otras inferiores. “Reconocer la diferencia, al igual que la elección de uno mismo, requiere un horizonte de significación, en este caso compartido”140. En su libro Nos fuimos quedando en silencio, publicado en 2016, Mansuy profundiza en sus postulados antiliberales y comunitaristas. Insiste que el liberalismo económico sería más coherente con la izquierda que con la derecha141. Pues, para él, el planteamiento de la izquierda -concretamente a favor de los derechos socialessería una extensión del “liberalismo estrecho”, tradicionalmente defendido por la “derecha economicista”. El problema de este liberalismo (y de esta derecha) consistiría en la promoción de una libertad exclusivamente negativa, mediante la cual “nadie me obligue ni me fuerce a algo”, añadiendo que la “contracara de dicha afirmación es que el consentimiento individual es la medida de todas las cosas” (y olvidando, empero, añadir en materia política)142. Para él, los derechos sociales (como educación y salud gratis) constituirían una 138. Charles Taylor, Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad (Barcelona, Paidos, 1997), p. 367. 139. Aunque de manera más moderada que MacIntyre. 140. Charles Taylor, La ética de la autenticidad (Barcelona, Editorial Paidos, 1994 [1991]), p. 86. 141. Ciertamente, el proyecto ideológico de la izquierda, aunque equivocado, es (al menos) moderno, al igual que lo es el del liberalismo. En cambio, el proyecto propuesto por Mansuy, Ortúzar y Herrera se torna en algunos aspectos premoderno. Dado que no puedo aquí desarrollar esta idea, me conformo con indicar que la invocación de comunidades e identidades estáticas tiene mucho que ver con las sociedades estamentales previas a las revoluciones liberales de los siglos XVII, XVIII y XIX. Sobre este punto, se volverá en la tercera Sección de este capítulo y en la segunda del capítulo séptimo. 142. Daniel Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio. La agonía del Chile de la transición (Santiago, IES Chile, 2016), p. 137.
52
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
profundización de los derechos individuales (como el de propiedad y de libertad de expresión), porque, al igual que los segundos, no supondrían vidas comunitarias, basadas en virtudes y deberes cohesivos, sino amplificaciones de la propia subjetividad. Lo único importante, en cambio, sería la existencia de “destinos colectivos”. Y, declarándose de acuerdo con las “patologías” del mercado descritas por Atria143, difiere de él sólo en que no rechazaría de plano sus efectos: “Atria logra la curiosa hazaña de alabar la dimensión liberadora y contractualista del mercado al mismo tiempo que critica sin piedad todos sus efectos”. Y agrega: “o bien celebramos el aspecto liberador del mercado (y nos hacemos cargo de todas sus consecuencias), o bien buscamos que la economía se integre a una lógica colectiva más amplia que sea capaz de limitarlo en sus excesos”144. Mansuy se queja de la izquierda por no criticar de modo radical el individualismo reinante en la sociedad y, concretamente, la libertad contractual que se despliega en el ámbito del mercado, ya que tendería a la configuración de vidas egoístas, carentes de un sentido colectivo. Para él, los derechos sociales formarían parte de la misma lógica que los individuales. Y, para demostrarlo, pone un ejemplo que incurre en una generalización apresurada: un cliente “que exigía a gritos que le dieran un sándwich en un local comercial, sin aceptar ningún tipo de explicación”145. La actitud de este cliente se reproduciría en la reivindicación de los derechos sociales, especialmente en los estudiantes que -desde el año 2011- vienen pidiendo enérgicamente acceso a la educación universitaria gratuita. No deja de llamar la atención, primero, que Mansuy omita cualquier referencia a los efectos autoritarios que tendría la aplicación de una filosofía política como la que él promueve y, en segundo lugar, que no distinga los derechos individuales de los sociales. Mientras que los primeros son derechos de libertad, basados en la ausencia de coacción, los segundos apuntan a la igualación material a partir -precisamentede dicha coacción146. Y este sustantivo no se debe asociar únicamente al cobro
143. La crítica central de Atria es que el mercado por sí solo atenta contra la existencia de un régimen de lo público, es decir, imposibilita la existencia de vidas que superen su mera individualidad. Ver Fernando Atria, Derechos sociales y educación: un nuevo paradigma de lo público (Santiago, LOM, 2014). 144. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 143. 145. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 146, en nota al pie de página N° 27. 146. En términos históricos, Giuseppe de Vergottini describe la transición de los derechos individuales a los sociales del siguiente modo: “[…] al lado de las tradicionales libertades negativas, encaminadas a impedir las injerencias del Estado, emergen los llamados derechos sociales, que suponen el papel activo del estado en satisfacer la exigencia de pleno desarrollo de la persona y la participación efectiva de los individuos y los grupos en la formación de las decisiones políticas”. Giuseppe de Vergottini, Derecho constitucional comparado (México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2004), p. 221.
53
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
de impuestos para financiar los derechos sociales147, sino sobre todo a las fuertes restricciones a la libertad individual y a la autonomía institucional (por ejemplo, en este segundo caso, de los establecimientos educacionales) a que el Estado tiende de manera inevitable, ya que -casi por definición- busca homogeneizar más bien que valorar el despliegue de la diversidad. Esta situación, para el caso específico de la reforma escolar, la sintetizan del siguiente modo Cristián Larroulet y Jacinto Gorosabel: “la mencionada reforma pretende volver al fracasado paradigma del Estado docente. ¿Por qué? Porque en virtud de sus disposiciones el sostenedor de un colegio pasó de ser el promotor de un proyecto educativo a ser un simple administrador de recursos públicos proporcionados por el Estado; porque en lugar de respetar la libertad de las familias de elegir un colegio y la del colegio de admitir a quienes se identifiquen con su proyecto educacional ahora existe un sistema único de postulación a establecimientos educacionales que será administrado por el Estado”148 .
Dado que los derechos individuales, como la libertad de asociación o de empresa, no serían necesariamente “aventuras compartidas”, ¿desde qué criterio podrían los particulares implementar proyectos educativos? Mansuy no responde claramente a esta pregunta: se limita a criticar moralmente el libre mercado, planteando la necesidad de limitarlo, sin ofrecer una alternativa viable. Pero ¿por qué limitarlo en los grandes centros comerciales y no en materia educacional? ***
147. El liberalismo clásico no rechaza de plano la fiscalidad estatal, aunque sin afectar de manera sistemática la libertad individual. De hecho, surgió bajo la petición de que sean los parlamentos los encargados de aprobar los impuestos. Emblemática es la frase de la revolución americana: “No taxation without representation”. 148. Cristián Larroulet y Jacinto Gorosabel, La educación en la encrucijada. ¿Estado docente o sociedad docente? (Santiago, RIL Editores, 2015), p. 15.
54
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
El 2012, un año después del movimiento estudiantil, que tuvo por largos meses en vilo al gobierno de Sebastián Piñera, Francisco Javier Urbina y Pablo Ortúzar escribían otro libro, que apuntaba a dotar de contenido a la derecha. En la introducción los autores señalan que la discusión sobre la llamada nueva derecha “fue notablemente improductiva. La nueva derecha, se dijo, sería capaz de trascender los ámbitos de la vieja derecha, preocupándose por temas como el medio ambiente, los derechos humanos, o los pueblos originarios. Fue poco más que eso lo que supimos de la nueva derecha”149. Ese trabajo es básicamente una crítica a la incapacidad del gobierno de Piñera de situarse en un nivel más alto -de mayor abstracción- que el de una simple aproximación tecnocrática a la solución de los problemas debatidos en el país, como el de la educación. Frente al movimiento estudiantil que hacía un reclamo desde una determinada teoría de justicia, Urbina y Ortúzar afirman: “el gobierno, por su parte, parecía no procesar este nivel de la discusión. Notablemente, carecía de una guía política, basada en principios, que le indicara qué es lo que el sistema educacional debe ser, qué lo haría justo, decente, bueno, para nuestra sociedad. La falta de esa guía hizo que por meses el gobierno no pueda enfrentar el discurso de los estudiantes en su mismo plano, el plano de los principios. Al ofrecer argumentos en la inversión educacional y correcciones en políticas públicas, el gobierno no podía satisfacer, ni menos enfrentar exitosamente, a los estudiantes. No discutían en el mismo nivel”150 .
Para los autores, el problema de la derecha no sería sólo de relato, en el sentido comunicacional, sino sustantivo, en términos de ausencia de principios fundamentales que guíen la acción política. Por ello, Urbina y Ortúzar elaboran un catálogo de seis principios base y cinco principios nuevos151. Si bien resulta loable su intento de dotar de contenido a la derecha, el problema es que no logran dar con una identidad fundamental en el sector, limitándose más bien a enumerar y describir una lista inconexa de principios. Y aunque resulta interesante el hecho 149. Francisco Javier Urbina y Pablo Ortúzar, Gobernar con principios. Ideas para una nueva derecha (Santiago, Ediciones LYD, 2012), p. 14. 150. Urbina y Ortúzar, Gobernar con principios, p. 15. 151. Para los principios base, enumeran los siguientes: 1) libertad, Estado limitado y subsidiaridad, 2) promoción de la familia y estructuras intermedias, 3) respeto por la ley y la autoridad, 4) responsabilidad individual, 5) responsabilidad política, y 6) respeto a la dignidad de la persona humana. Para los nuevos principios: 1) compromiso con la democracia, 2) compromiso con los derechos humanos, 3) preocupación por la cultura y las ideas, 4) promover una sociedad sustentable, y 5) preocupación fundamental por la pobreza.
55
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
que identifiquen dos grandes vertientes políticas en el sector -la liberal y la conservadora-, no llegan a detectar -al menos de un modo explícito- lo que resulta común a ambas152. Por otra parte, en los últimos años Ortúzar ha avanzado hacia un comunitarismo muy similar al planteado por Mansuy. Por ejemplo, a través de algunas columnas de opinión, ha criticado a los representantes de la derecha liberal, vinculándolos con la defensa de supuestos intereses subjetivos y hedonistas: “así, han exigido que la libertad y el individualismo radical en el ámbito económico tengan también su correlato en lo ‘valórico’, se han declarado orgullosos ateos, marihuaneros o gays y han hecho de su subjetividad una bandera de lucha (y de publicidad)”. Y luego identifica el perfilamiento de dos derechas: “por un lado, una que construye su visión de la economía y la política desde el atomismo individual y reivindica la subjetividad como medida de todas las cosas. Por otro, una que cree que la sociedad existe y que hay fenómenos colectivos que merecen ser considerados a la hora de pensar el país”153 .
Más recientemente, ha reflexionado también sobre el orden social que la derecha debiera propiciar. Concretamente, ha destacado dos desafíos para ella: a) subrayar la subsidiariedad positiva al mismo nivel que la negativa, y b) distinguir entre Estado, mercado y sociedad civil, diferenciando los dos últimos. Respecto al primer desafío, y fungiendo como editor de un libro colectivo, señala que la faz negativa de la subsidiariedad se refiere al “principio de no-absorción de las sociedades menores por parte de las mayores, especialmente el Estado”. Y por otro, “el principio de habilitación, que llama a que la ayuda entregada desde una sociedad a otra tenga siempre el propósito de fortalecerla”154. En relación a este primer desafío, Ortúzar subraya que la subsidiariedad sería un principio “enemigo” tanto del socialismo, como de las “visiones liberales utilitaristas o economicistas, que ven toda organización humana como motivada exclusivamente por la maximización de utilidad y que reducen la interacción social a una transacción pactada de intereses”155. De esta manera, y en la misma línea 152. Más bien, y a partir de diversos ejemplos (aborto, mercado, etc.), se limitan a argumentar en torno a una “falsa contradicción” entre dichas tradiciones. Urbina y Ortúzar, Gobernar con principios, pp. 68-73. 153. Pablo Ortúzar, “Ideas tradicionales vs. nuevas banderas: La nueva-nueva derecha”, columna de opinión en revista Qué Pasa (24 de octubre de 2014). 154. Pablo Ortúzar, “Prólogo”, Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del Estado y del mercado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), p. 37. El destacado es mío. 155. Ortúzar, “Prólogo”, p. 25.
56
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
de Mansuy, critica el libre mercado por propiciar intereses egoístas más bien que altruistas. Frente al segundo desafío -a la articulación entre Estado, mercado y sociedad civil-, en su libro El poder del poder, publicado en 2016, tiende a reducir la sociedad civil a entidades sin fines de lucro, “como universidades, centros de estudios, organizaciones de caridad, etc.”. Cuando ahonda en el problema, considera superficial la distinción entre “Estado y mercado” o entre “lo público y lo privado”156. Si bien la segunda resulta problemática, la distinción que históricamente ha defendido el liberalismo clásico es entre Estado y sociedad civil, incluyendo al mercado como parte de la segunda157. ¿Por qué? Porque resulta imposible separar, aunque sí distinguir158, el mercado de las organizaciones sin fines de lucro. En la práctica, y como se aprecia en obras benéficas como la Teletón, o en los vueltos de los supermercados en favor de algunas fundaciones solidarias, lo que realmente existe es una sinergia (y no separación) entre ambas instancias. Incluso más: una gran cantidad de organizaciones sin fines de lucro surgen de empresas en el contexto del mismo mercado. No sólo como fuentes de financiamiento, sino incluso como iniciativas directas. Por ejemplo, y entendiendo que los casos son muchos (en Chile y el mundo), Biblioteca Viva es una biblioteca pública situada en el seno mismo de la cadena Mall Plaza159. Pongo este ejemplo, dado que los grandes centros comerciales constituyen un blanco simbólico del ataque antimercado de nuestros días, incluyendo también a algunos intelectuales de nuestra derecha.
3 NACIONALISMO EN LA DERECHA: LA VISIÓN DE HUGO HERRERA Dado que el planteamiento de Hugo Herrera puede considerarse como la base del documento fundacional de Chile Vamos, vale la pena revisarlo a través de una sección específica como ésta. En su libro La derecha en la crisis del Bicentenario,
156. Pablo Ortúzar, El poder del poder. Repensar la autoridad en tiempos de crisis (Santiago, Tajamar Editores, 2016), p. 152. 157. Sobre esta idea, se profundizará en la última Sección del capítulo séptimo. 158. Y se trata, creo, de una distinción innecesaria e inconveniente. Innecesaria, porque es irreal en la vida social. Inconveniente, porque en el plano de la acción política a lo que se ataca con mayor fuerza no es tanto, aunque sí en alguna medida, a las entidades benéficas, sino al mercado en sí mismo. De hecho, precisamente, a las primeras (como sucede con la Teletón) se les dispara en cuanto se asocian con las empresas. 159. Ver el sitio web www.bibliotecaviva.cl [último acceso: 21/06/2016].
57
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
publicado en 2014, es categórico al señalar que la “derecha chilena se encuentra en una crisis grave, una crisis intelectual”160. Y agrega: “mientras no se tome conciencia de la necesidad de un cambio de envergadura en la derecha, que importe contar con un pensamiento más sofisticado y pertinente que el actual, más abierto a la realidad y densidad teórica, ella no logrará recuperar ni su incidencia efectiva en la discusión políticamente más de fondo, ni la predominancia en estructuras legítimas de poder, ni la adhesión popular”161.
Su libro se propone analizar la crisis intelectual de la derecha en tres pasos (o mediante tres objetivos). En el primero, se refiere a la manera en que el sector debería comprender políticamente el momento actual, que califica como un cambio de ciclo, y que define como “un desfase entre el pueblo y la institucionalidad”162. Es decir, las instituciones no serían capaces de procesar y canalizar las ideas, sentimientos y creencias del pueblo. En términos históricos, este desfase se inició -o al menos se puso en mucha mayor medida sobre el tapete- con el movimiento estudiantil de 2011, que además de pedir cambios en materia educacional, terminó cuestionando de manera radical el modelo económico vigente. De hecho, a partir de este movimiento la propuesta de nueva Constitución se convirtió en una suerte de metarreforma del programa de la Nueva Mayoría, ya que mediante ella se identificó el camino para superar -en términos estructurales- el mentado modelo económico. Por su parte, el Frente Amplio ha asociado indisolublemente esta reforma a la Asamblea Constituyente (AC) como único mecanismo posible para una nueva Constitución. Considerando que este tema se verá monográficamente en el siguiente capítulo, cabe sólo mencionar aquí las siete alteraciones que, según Herrera, permitirían hablar con propiedad de un cambio de ciclo en Chile: disminución del miedo; debilitamiento de los ejes del pasado reciente; distribución del conocimiento y la información; oligopolio, productividad decreciente y bajo compromiso social; oligarquía; centralismo; y empobrecimiento espiritual163. El planteamiento central del autor es que la derecha no sería capaz de procesar la complejidad que estas alteraciones supondrían en el devenir del país. En particular, y al no poseer un discurso o relato a la altura de las circunstancias, el 160. Hugo Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2014), p. 11. 161. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 12. 162. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 24. 163. Desarrollaré algunas de estas alteraciones en la segunda Sección del próximo capítulo.
58
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
gobierno de Piñera habría acentuado el mencionado desfase, provocando que “el pueblo abandonado” mire a la calle164. Y el gran problema sería que la respuesta de la derecha se mantendría detenida en la época de la Guerra Fría, especialmente a través de un discurso de democracia protegida y subsidiariedad negativa, aunque obviamente no al mismo nivel que a comienzos de la transición post autoritaria165. Asimismo, esto se expresaría en el abandono de las “estructuras legítimas de poder”, como los sindicatos166. Todo lo anterior, en fin, forma parte de lo que Herrera denomina “insensibilidad comprensiva” de la derecha167. Aunque profundizaré mi visión sobre el cambio de ciclo en el próximo capítulo, me permito por ahora plantear sólo un par de inquietudes. Aunque es indudable que la derecha actual carece de una comprensión intelectual del momento histórico, no me parece plausible la visión de Herrera de que dicho momento haya tenido como protagonista principal a un “pueblo abandonado”. Desde mi perspectiva, el año 2011 -en cuanto hito de ruptura-, si bien supuso una crisis de legitimidad, fue eminentemente elitario168. Fue, de hecho, propiciado por estructuras orgánicas de la sociedad (como las federaciones estudiantiles), con el apoyo sostenido de la Concertación -posterior Nueva Mayoría, al sumar al Partido Comunista-, así como de diversos intelectuales: Gabriel Salazar, Alberto Mayol y Fernando Atria, por referir sólo algunos nombres. Una segunda inquietud se refiere al uso político del concepto pueblo. ¿Quién es el pueblo? ¿Todos? ¿La mayoría? ¿Los sectores populares o vulnerables, es decir, los pobres? ¿Cómo se escucharía la voz del pueblo? El autor no responde directamente a estas preguntas. Y, sobre todo, no da cuenta de un concepto claro en materia de representación política. Por ejemplo, ¿es partidario de sistemas de representación corporativa? Es decir, sistemas de representación basados, no ya en el voto individual y en los partidos políticos, sino en la representación orgánica de gremios y organizaciones funcionales169. Esta pregunta resulta crucial, considerando
164. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 55. 165. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 64. En torno a este punto critica especialmente a Jaime Guzmán. 166. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, pp. 67-68. 167. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 74. 168. Utilizo aquí el término elite en un sentido amplio, no sólo como el sector minoritario que detenta el poder político y económico, sino también social y simbólico. Entre este segundo grupo se sitúan las organizaciones de la sociedad civil, especialmente las más politizadas, como las federaciones estudiantiles. Para este concepto más amplio de elite, ver Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Desarrollo humano en Chile. El poder: ¿para qué y para quién? (Santiago, 2004), pp. 173 y 174. 169. Dicho de manera simple: “el corporativismo es una doctrina que propugna la organización de la sociedad sobre la base de asociaciones representativas de los intereses y de las actividades profesionales (corporaciones)”. Ludovico Incisa, “Corporativismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), p. 372.
59
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
la tradición política a la que adhiere Herrera -el nacionalismo-, históricamente caracterizada por propiciar sistemas de representación de tipo orgánico. Pero volviendo al término pueblo, y a partir de una lectura de conjunto de su libro, resulta claro que Herrera lo entiende como una entidad abstracta, indivisible y precisamente orgánica, similar a la idea de nación170. Bajo este prisma, el pueblo termina siendo lo que las autoridades estatales quieren que sea. Además, normalmente se apela a él -en teoría para beneficiarlo cuando, en realidad, se le perjudica-, de manera de utilizarlo como un pretexto para limitar la libertad individual. Esto, como bien se sabe, resulta muy patente en los populismos de distintos signos, aunque especialmente en los de izquierda171. El pueblo (o la nación), piensa Herrera, debería ser -históricamente lo habría sido- el horizonte común de sentido, que buscaría superar el individualismo liberal, tan criticado por moros y cristianos. En este sentido puede hablarse, en su caso, de una suerte de comunitarismo nacionalista. Ahora bien, el segundo paso de su libro se refiere al rescate de algunos autores significativos en la historia de la derecha. Dice Herrera: “los autores a los que acudo forman parte de una tradición más profunda y plural que lo que exhibe hoy el sector. Constituyen, en consecuencia, un recurso o apoyo útil en la exigente tarea de elucidar adecuadamente el panorama actual”172. Sin embargo, y sin perjuicio de la mención de algunos pensadores liberales decimonónicos -como José Victorino Lastarria y Diego Barros Arana-, propone únicamente como modelos para el sector a intelectuales colectivistas. La única excepción en este sentido es Jaime Guzmán, que es un caso especial, ya que combina autoritarismo político con liberalismo económico. Además, en el caso de Guzmán se trata de un político intelectual más
170. Para el concepto pueblo, la literatura es extensa, pero considérese que se trata de un término polisémico. Desde el derecho político y constitucional se le suele entender como “la multitud de personas que componen un Estado, tratándose de individuos reales y situados, es decir, actualmente presentes”. Ángela Vivanco, Curso de Derecho Constitucional. Bases conceptuales y doctrinarias del derecho Constitucional, (Santiago, Ediciones UC de Chile, 2015), tomo I, p. 214. Sin embargo, este significado responde a una visión que entiende el Estado como la totalidad de un país o nación bajo un determinado orden jurídico que rige sobre un territorio. Por otra parte, en sociología e historia social se le suele comprender como la clase social más baja desde un punto de vista económico. Gabriel Salazar defiende esta acepción, pese a que reconoce que se trata de “un término volante que se podría aplicar a muchas situaciones”. Una de ellas es la visión “monista”, que lo identifica con nación. “Este sujeto es, pues, una entidad única e indivisa, que porta en sí misma la historicidad nacional”. Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios (Santiago, LOM Ediciones, 2000 [1985]), pp. 10-11. Claramente, este último es el sentido en que Herrera entiende el concepto pueblo. 171. La Venezuela chavista y la Argentina de los Kirchner dan cuenta de algunos populismos de izquierda. Lo cierto es que la invocación al pueblo es, de hecho, uno de los principales elementos de este fenómeno. Como bien explica Ludovico Incisa: “pueden ser definidas como populistas aquellas fórmulas políticas por las cuales el pueblo, considerado como un conjunto social homogéneo y como depositario exclusivo de los valores positivos, específicos y permanentes, es fuente principal de inspiración y objeto constante de referencia”. Ludovico Incisa, “Populismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), p. 1247. 172. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 12.
60
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
que de un intelectual político173. Sin embargo, es importante aclarar que Herrera no trata a Guzmán con el objetivo de rescatarlo, sino como símbolo de una derecha que todavía estaría anclada en la época de la Guerra Fría. ¿Cuáles son los intelectuales principales que, según Herrera, debiera hoy recoger la derecha para la actualización de su relato? Francisco Antonio Encina, Alberto Edwards y Mario Góngora174. Pese a sus matices, y no obstante sus innegables aportes en términos historiográficos, tienen ellos en común su adhesión a un autoritarismo tanto político como económico. Por ejemplo, Mario Góngora (19151985) critica fuertemente lo que denomina “revolución desde arriba”, desarrollada por el régimen militar. Pero su crítica no apunta tanto a su carácter autoritario cuanto sí al hecho de propiciar un sistema económico de corte liberal: “la idea cardinal del Chile republicano es, históricamente considerado, que es el Estado el que ha ido configurando y afirmando la nacionalidad chilena a través de los siglos XIX y XX; y que la finalidad del Estado es el bien común en todas sus dimensiones: defensa nacional, justicia, educación, salud, fomento de la economía, protección de actividades culturales, etc .”175 .
“Ahora, en cambio, se expande la tendencia a la privatización [Góngora era partidario incluso del Estado empresario] y la convicción que la ‘libertad económica’ es la base de la libertad política y finalmente de toda libertad se enuncia por representantes del equipo económico, sin tomar el peso a la semejanza de este postulado con los de un marxismo primario”176 .
Herrera está de acuerdo con Góngora en que debiera ser una función esencial del Estado la construcción de la nación a partir de “las ideas y sentimientos que constituyen la forma del ser nacional, es decir, realizando la comprensión del elemento popular a partir
173. En este punto coinciden, por ejemplo, Arturo Fontaine Talavera, “El miedo y otros escritos. El pensamiento de Jaime Guzmán E.”, Estudios Públicos, N° 41 (1991), p. 251; y Belén Moncada, Jaime Guzmán. Una democracia contrarrevolucionaria (Santiago, RIL Editores, 2006), p. 30. 174. Para los primeros, en clave historiográfica, ver Cristián Gazmuri, La historiografía chilena (1842-1970), tomo I (1842-1920) (Santiago, Editorial Taurus, 2006). 175. Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción del Estado en Chile en los siglos XIX y XX (Santiago, Editorial Universitaria, 2003[1986]), pp. 296 y 297. 176. Góngora, Ensayo histórico, p. 297.
61
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
de nociones que resultaron adecuadas a él, que hicieron luz sobre su peculiaridad infinita y produjeron decisiones y acciones plenas de sentido, en las cuales el elemento popular pudo reconocerse y alcanzar la forma de una nación”177.
No cabe duda que, en términos históricos, los Estados ejercieron un importante rol en la construcción de las identidades nacionales, especialmente luego de sus procesos autonómicos o de unificación; en América y Europa, respectivamente. En este sentido, generaron lo que Eric Hobsbawm (1917-2012) denomina tradición inventada, esto es, un conjunto “de prácticas, gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición”178. Es decir, una cosa es la constatación (y explicación histórica) del papel de los Estados en las construcciones institucionales y culturales que se dieron durante el siglo XIX, y otra muy distinta es considerar que ellos deberían, permanentemente -cual función normativa-, “crear” las naciones. No ex nihilo, por cierto, pero partiendo de la base que el Estado tendría que ser el ente encargado de configurar (y dar cuenta de) la identidad nacional, a la que se subordinarían las identidades individuales o grupales. Y el tercer objetivo de la obra en comento “consiste en la determinación más específica de lo que podría ser una actitud comprensiva adecuada a la derecha de hoy. “Mi propuesta [explica Herrera] es que esa actitud tendría que involucrar, a la vez, a las diversas vertientes intelectuales de la derecha reflexivamente vitalizadas y la atención persistente a la realidad concreta”179. ¿Cuáles son las tradiciones políticas que la derecha debiera rescatar para la renovación de su relato? En los términos de Herrera, la tradición cristiano-liberal, la liberal-laica, la nacional-popular y la socialcristiana180. La primera es la que siempre se ha denominado conservadora; la segunda, liberal. Las dos últimas -nacional-popular y socialcristiana- son las que más valora el autor, ya que sólo superando la derecha histórica (“oligárquica”) podría pensarse en un relato adecuado al momento actual. Aunque sobre la derecha histórica se volverá más adelante, quisiera referir aquí muy brevemente el contrapunto que Herrera le hace a la historiadora Sofía Correa Sutil, autora del libro Con las riendas del poder (2004). Sostiene Herrera que,
177. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 94. 178. Eric Hobsbawm, “Introducción: la invención de la tradición” y Terence Ranger (editores), La invención de la tradición (Barcelona, Crítica, 2002 [1983]), p. 8. 179. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 95. 180. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 118.
62
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
al minimizar la importancia de las tradiciones socialcristiana y nacional-popular, Correa reduciría su visión de la derecha a la sola historia fáctica, dejando de lado la intelectual. Sin embargo, esta última sería (en su opinión), imprescindible para comprender a dicho sector político. La autora incurriría en tal reduccionismo al considerar como esencial el vínculo de la derecha con la oligarquía social y económica: “Correa entiende que las dos corrientes antioligárquicas en la derecha, el socialcristianismo y los movimientos nacional y populares, han tenido una influencia más bien escasa en ella, cuando no han recibido su hostilidad”. Y sostiene que esta visión de Correa supone la consideración que “en Chile no ha existido, en último término, salvo momentos excepcionales, una derecha específicamente política, en el sentido de diferenciable de la oligarquía con alguna nitidez”181. Sin embargo, desde mi perspectiva, Herrera incurre en dos errores fundamentales. El primero es hacer una lectura apresurada del libro de Correa, quien no asocia directamente la idea de derecha con oligarquía social y económica y, por lo mismo, no niega la existencia de una derecha auténticamente política, distinta de la económica o empresarial. Lo que hace es identificar al sector con un determinado proyecto político, que denomina modernización capitalista, desarrollado especialmente en la década del 50 del siglo pasado182. Y, en el marco de este proyecto, liderado principalmente por liberales y conservadores, confluyeron también otras dos derechas: los gremios empresariales y la prensa (El Mercurio183). Pero subraya que estas ramas son independientes entre sí, aunque en algunas ocasiones se hayan vinculado, como efectivamente llegó a suceder durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973). Además, y como ella misma lo demuestra con ejemplos concretos, el carácter oligárquico de la política partidista no fue, en el siglo XX, algo propio y exclusivo de la derecha. Por ejemplo, el Partido Radical (PR) desarrolló fuertes lazos con el empresariado. Para muestra un botón: Juan Antonio Ríos, antes de ser Presidente de la República en 1942 fue Director de la Sociedad Nacional de Minería (SONAMI), quizás con ello homenajeando a viejos estandartes de su propia colectividad, comenzando por su fundador, Pedro León Gallo (1830-1877), uno de los más importantes mineros del siglo XIX. Pero tal vez sea más importante recordar que la misma Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), considerada un emblema del gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-1942), surgió bajo el impulso de los principales gremios empresariales de la época. Además, el Presidente Aguirre nombró a veinticuatro delegados en dicho organismo estatal, de los cuales todos 181. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 114. 182. Se explicará con mayor detalle en la última Sección del capítulo quinto. 183. Para este tema, una obra fundamental es Ángel Soto, El Mercurio y la difusión del pensamiento económico liberal 19551970 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2003 [1995]).
63
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
eran dirigentes empresariales, salvo uno solo, que representaba a los trabajadores184. El segundo error es que, si bien puede ser posible hablar de una derecha intelectual de corte socialcristiana y nacionalista (Encina, Edwards y Góngora185), lo cierto es que, en términos prácticos o partidistas, estas vertientes han sido irrelevantes en la historia del sector186. Y esto, que no es casualidad, se explica por diferencias ideológicas de fondo, en particular asociadas a la defensa (o rechazo) de la libertad de iniciativa económica. La vertiente socialcristiana -que Correa ni siquiera considera como parte de la derecha, sino como una forma de conservadurismo sui generis- ha sido poco importante en la historia del sector187. De hecho, cuando gobernó de la mano de la Democracia Cristiana (DC) desde 1964, se planteó como una tercera vía. En este caso, si bien la derecha votó en masa por Eduardo Frei Montalva, éste no la incorporó a su gobierno188. Y que este distanciamiento se haya roto bajo la Unidad Popular (UP), se debe sólo a las circunstancias extremas que vivía el país. Pero esta situación, obviamente, no implicó que la DC haya pasado a formar parte de la derecha. Lo cierto es que, como lo comprueban los veinticuatro años de la Concertación y Nueva Mayoría, la DC siempre se ha orientado mucho más hacia la izquierda que hacia la derecha. El caso de la candidatura de Eduardo Cruz-Coke en 1946 -como parte de una vertiente socialcristiana al interior del Partido Conservador- llevó, precisamente, a la división electoral del sector que es materia de este trabajo, a partir de la cual resultó electo Gabriel González Videla por el PR. ¿Por qué se produjo esta división? En buena medida, por el marcado discurso anticapitalista de Cruz-Coke, que llevó a que los liberales se negaran de plano a apoyarlo. Como dicen Tomás Moulian e Isabel Torres Dujisin, el socialcristianismo de Cruz-Coke: “condena los excesos del capitalismo, en la medida en que antepone la riqueza y el lucro a los intereses del
184. Sofía Correa Sutil, Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX (Santiago, Editorial Sudamericana, 2004), p. 83. 185. De estos tres intelectuales, sólo Góngora fue “socialcristiano”, pero no en sentido estricto, sino en cuanto fue militante de la Juventud Conservadora durante dos años: 1935-1937. Ver Patricia Arancibia Clavel, Mario Góngora en busca de sí mismo. 1915-1946 (Santiago, Fundación Mario Góngora, 1995), pp. 69-147. 186. Ver el capítulo quinto, donde se da cuenta de las votaciones de los partidos nacionalistas y socialcristianos, cercanos a la derecha. 187. Como se verá en el capítulo quinto, en torno a lo socialcristiano es necesario distinguir cinco “momentos conceptuales”. Pero, en este caso, se hace referencia a socialcristianismo dentro del Partido Conservador, que posteriormente (en 1948) se separará de él. 188. Recordemos que este apoyo se debió al fuerte temor, en la derecha, de que resultara elegido Salvador Allende en 1964. Temor que se vio incrementado y, definitivamente detonado, con motivo de una elección complementaria en Curicó en la que resultó electo, con primera mayoría, un parlamentario socialista, Óscar Naranjo. Precisamente este acontecimiento se conoció como “el Naranjazo”.
64
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
hombre, pero también se opone al régimen socialista”189. Por esta misma razón, esta candidatura fue apoyada por la Falange Nacional, antecesora de la DC. Leamos este párrafo de su declaración: “la Falange Nacional ha resuelto apoyar como candidato presidencial al doctor Eduardo Cruz-Coke. Es una decisión tratando de defender nuestra independencia ante la derecha y ante la izquierda, y con la misión esencial de la Falange Nacional en la política chilena: obtener apoyo popular para el pensamiento socialcristiano y para convencer a los cristianos […] de que el más importante deber de nuestro tiempo es construir una sociedad justa y socialmente sensible, abandonando las viejas posiciones del capitalismo tradicional y la reacción”190 .
Con respecto a la tradición nacional-popular, cabe señalar que, aunque sea cierto que existió un Partido Nacionalista en la década de 1910, éste ni siquiera llegó a contar con un parlamentario elegido (poseía uno antes de su formación: Guillermo Subercaseaux). Mucho más importante fue el Partido Agrario Laborista (PAL) que, en 1953, llegó a tener tres senadores y veintinueve diputados. Sin embargo, al haberse convertido en una colectividad al servicio de un caudillo ajeno a la derecha, apoyando a Carlos Ibáñez del Campo en su segundo mandato (1952-1958), sembró la semilla de su propia destrucción. En efecto, en la elección de 1957 redujo su representación a dos senadores y trece diputados, dividiéndose ese mismo año en dos tendencias, una de gobierno y otra de oposición191. Además, con gran dificultad puede pensarse en los partidos nacionalistas del siglo XX como de derecha, precisamente por su rechazo al liberalismo económico. El mismo PAL lo fue por un tiempo muy breve, sólo bajo la conducción de Jaime Larraín García-Moreno (1945-1951), que adhería al libre mercado192. En tanto que el Partido Nacional (PN), fundado en 1966, no puede calificarse, en sentido estricto, como nacionalista, ya que, si bien en él confluyó un pequeño movimiento cercano a esta vertiente -Acción Nacional-, sus componentes principales fueron liberales
189. Tomás Moulian e Isabel Torres Dujisin, Discusiones entre honorables. Triunfos, fracasos y alianzas electorales de la derecha en Chile, 1938-2010 (Santiago, Akhilleus -Editorial Arcis, 2011), p. 196. 190. “Declaración oficial de la Falange”, Nuestro Tiempo (Santiago, primera quincena de agosto, 1946), p. 6. Tomada de George Grayson, El Partido Demócrata Cristiano Chileno (Buenos Aires / Santiago, Editorial Francisco de Aguirre, 1968), p. 237. El destacado es mío. 191. Jaime Etchepare, Surgimiento y evolución de los partidos políticos en Chile (Concepción, Editorial Universidad Católica de la Santísima Concepción, 2006), p. 415. 192. Correa, Con las riendas del poder, p. 50.
65
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
y conservadores, los cuales, frente al avance de la izquierda en Chile, decidieron fusionarse193. En términos ideológicos, el PN no fue propiamente nacionalista, ya que no tendió al reemplazo de los partidos políticos por instancias de representación corporativa o gremial194. Como se observa, los tres pasos (u objetivos) planteados por Herrera conducen a la configuración de una derecha colectivista, especialmente crítica de la libertad económica. En primer lugar, su interpretación del cambio de ciclo no es tan diferente -como se verá en el siguiente capítulo- de la planteada por algunos intelectuales de izquierda, quienes asocian este corte histórico a un supuesto rechazo popular y masivo al modelo económico existente. Esto se expresa en una crítica similar -moralizante-, aunque con distintos grados de intensidad, al sistema de libre mercado. En segundo término, los intelectuales propuestos como referentes para el presente son antiliberales, tanto en lo político como en lo económico. El caso de Mario Góngora -más reciente a nosotros en el tiempo- resulta emblemático. Góngora rechazó la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) exclusivamente por su adhesión a la economía liberal, pero no por la falta de libertades políticas, ni tampoco por las violaciones a los derechos humanos. Y, por último, Herrera busca levantar supuestas tradiciones que, a la luz de su historia partidista, han sido muy poco relevantes y que apenas pueden calificarse como de derecha. Parafraseando a Hobsbawm, se trata de tradiciones inventadas, aunque en este caso, no desde el presente hacia el futuro (como ocurrió con los Estados emancipados o unificados en Occidente durante la centuria decimonónica), sino desde el presente hacia la construcción de un supuesto pasado, con el objeto de fabricar una “nueva derecha”: una comunitarista y nacionalista.
193. Dicho avance se vio reflejado en la fuerte baja electoral que sufrieron los partidos históricos de la derecha en las elecciones parlamentarias de 1965. En dicha contienda, liberales y conservadores obtuvieron sólo un 7,3 % y 5,2 % de los votos, respectivamente. Ver Ricardo Cruz-Coke, Historia electoral de Chile 1925-1973 (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1984), pp. 53 y 57. 194. Agradezco a Cristián Garay Vera su comentario sobre que el PN conformó “una derecha antes nacional que nacionalista, porque la derecha nacional recoge elementos nacionalistas, pero acepta formalmente el sistema de partidos. En cambio, los nacionalistas son críticos de él; y algunos avanzan incluso a su sustitución”. Y si bien pueda ser cierto que Herrera se refiera a este tipo de tendencia (nacional y no nacionalista -de hecho, él habla de tradición nacional-popular-), igualmente esta vertiente ha sido irrelevante en la historia de la derecha, teniendo sólo importancia precisamente con el PN, en un momento de grave crisis institucional, como el que precedió al golpe militar de 1973.
66
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
4 Convocatoria en Chile Vamos: ¿es esto un relato para la derecha?
195
El 4 de abril de 2016 la coalición Chile Vamos aprobó un documento denominado Convocatoria política con la finalidad de fijar su relato ideológico. En una entrevista señalé por esos días que “la derecha tiene dos grandes vertientes, la liberal y la conservadora; liberales y conservadores tienen un núcleo común, que es la libertad. La primacía de la persona frente a lo colectivo y al Estado”. Y añadí: “el documento no es un relato adecuado a la derecha, porque plantea algo absolutamente contrario [a ella]: la primacía de lo colectivo y del Estado frente a la autonomía individual. Es socialista, estatista, pero más moderado que la izquierda”196. Pese a no identificarse con el documento en cuestión, algunas personas me objetaron que, si bien estaba lejos de tratarse de un texto liberal, también lo estaba de ser socialista y estatista197. Para justificar estos calificativos, me permito ahora realizar una sencilla digresión acerca de los conceptos de individualismo y colectivismo. El término individualismo no implica necesariamente una suerte de egoísmo alienante, como de manera caricaturesca lo suelen enfatizar algunos sectores colectivistas198. Por el contrario, supone comprender que las personas son universos y no partes de un todo mayor, lo que hace que ellas tengan derecho a construir sus vidas como mejor les parezca, salvo que esto suponga agredir el mismo derecho de los demás. Como aclara Hayek, el individualismo verdadero -evolucionista y no constructivista- no plantea la existencia de individuos puramente autónomos y aislados, sino que apunta a la comprensión de los fenómenos sociales a partir de las acciones individuales, ya que no es posible entender a las entidades sociales como independientes de sus miembros. El principio refleja el hecho que una sola persona 195. Es importante distinguir tres versiones de Convocatoria: a) la preparada inicialmente por Hugo Herrera para la comisión redactora del mismo documento; b) la corregida y aprobada por dicha comisión; y c) la aprobada, aunque con nuevas correcciones, por el Consejo Político de Chile Vamos el 4 de abril de 2016. En este libro citaré sólo la tercera, que es la definitiva, aunque, en algunos casos, comparándola con las otras. Finalmente, hay que aclarar que Convocatoria es posterior a otro documento de Chile Vamos, que surgió de los centros de estudios cercanos a la coalición, y que lleva por título Chile Vamos: contenidos para una sociedad abierta, justa y democrática, aprobado en octubre de 2015, aunque oficialmente en la misma fecha de Convocatoria. Ambos se encuentran adjuntos en el Apéndice de este libro. 196. Sebastián Minay, “Documento programático de Chile Vamos es un relato socialista, estatista”, entrevista a Valentina Verbal en La Segunda (Santiago, 6 de abril de 2016). 197. En esta misma línea, se pronunció Cristóbal Bellolio, “El momento socialcristiano”, columna de opinión en Capital (14 de abril de 2016). Pablo Ortúzar, uno de los autores del documento, también lo hizo en “¿Caben los liberales en Chile Vamos?”, columna de opinión en El Líbero (10 de abril de 2016). 198. Incluso cercanos a la derecha, como los autores vistos en las dos secciones precedentes.
67
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
podría, por ejemplo, crear una fundación benéfica, integrando a otras en su misión institucional. Es lo que se conoce como individualismo metodológico. Añade Hayek: “este argumento [el individualismo] está dirigido primordialmente contra las teorías propiamente colectivistas de la sociedad, que pretenden ser directamente capaces de considerar a los conjuntos sociales, como la sociedad, y otras en como entidades ‘sui generis’ que existen en forma independiente de los individuos que la componen”199. Además, el individualismo constituye una conquista de la civilización en términos históricos, ya que implicó la superación de las sociedades estamentales, vigentes en Occidente hasta bien entrado el siglo XVIII. ¿Qué significa esto? Siguiendo a Miguel Artola y Antonio Pérez Ledesma, las sociedades estamentales se caracterizaban por “la presencia de dos grupos o estamentos privilegiados [nobleza y alto clero] que, por exclusión, creaban otro desprovisto de privilegios, al que [por ejemplo] se denominaba Tercer estado en Francia y estado general en España. El principio que distinguía a los dos primeros del último era el disfrute de importantes privilegios, que se justificaban por haber sido concedidos por la Corona o simplemente por haber sido ejercidos ininterrumpidamente desde tiempos remotos”200 .
En cambio, el liberalismo -como superación de dichas sociedades- promovió la concepción según la cual las personas valen por sí mismas: son fines y no medios, y su dignidad no depende de la pertenencia, por nacimiento o adscripción, a ningún colectivo determinado. Por otra parte, bajo el Antiguo régimen las personas no podían elegir su profesión u oficio, ni tampoco vestirse de acuerdo a su propio gusto, sino según las reglas del gremio o estamento al que estaban adscritas201. En este sentido, a la idea de individualismo viene aparejada la de igualdad moral y jurídica de todos, especialmente en respuesta a los privilegios de algunas minorías sociales. Por ejemplo, y representando alrededor del 5% de la población, los miembros de la nobleza y del alto clero no pagaban impuestos, gozaban de una reserva de oficios y
199. Friedrich A. von Hayek, “El individualismo: el verdadero y el falso”, Estudios Públicos, N° 22 (1986 [1945]), p. 6. 200. Miguel Artola y Manuel Pérez Ledesma, Contemporánea. La historia desde 1776 (Madrid, Alianza Editorial, 2009 [2005]), p. 29. El destacado en el original. 201. M.S. Anderson, La Europa del siglo XVIII (1713-1789) (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1994 [1966]), especialmente el capítulo 3, “Sociedad y vida económica”.
68
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
empleos públicos, de fueros de distinto tipo, de acceso a la propiedad rural, etc. Esta situación -hay que decirlo- fue mucho más fuerte en el continente, especialmente en Francia, que en los Estados Unidos, donde no existía propiamente una sociedad estamental, aunque sí desigualdades materiales marcadas202. El colectivismo representa, justamente, lo contrario del individualismo. El primero, con Hayek, consiste en considerar que las entidades sociales son independientes de los individuos que las componen. Pero quizás sea conveniente, para una aproximación más didáctica, acudir a un pequeño y viejo manual de doctrinas político-económicas, escrito por Walter Montenegro en 1956. Luego de señalar que el fenómeno político supone la interdependencia de tres factores -el individuo, la colectividad y el Estado-, afirma Montenegro que en el marco de “las concepciones colectivistas, que incluyen las diversas formas de socialismo, el individuo deja de ser un fin en sí mismo; lo es solamente en la medida en que forma parte de la colectividad entera. La meta de la felicidad individual queda sustituida por la de la felicidad colectiva”203. El colectivismo considera que los fines o proyectos de vida de los individuos deberían adecuarse o subordinarse a supuestos fines comunes, que darían cuenta de formas superiores de vida. El problema es que estos fines no existen en realidad, sino que son meras abstracciones, normalmente surgidas de las ideas de sectores particulares de la sociedad que ejercen el poder, o que influyen notablemente sobre el mismo (por ejemplo, grupos de presión o de interés204). Como se observa, ambos conceptos -individualismo y colectivismo- conducen a la primacía de la persona o de la colectividad, respectivamente. En el segundo caso, normalmente a través del Estado. Asimismo, y en un sentido amplio, socialismo es sinónimo de colectivismo205. Y estatismo, siendo una expresión concreta de este último fenómeno, no implica otra cosa que la preeminencia del Estado frente a los individuos y a los sistemas de cooperación que ellos crean, como el mercado y las entidades benéficas. *** 202. En este sentido, Aurora Bosch constata que, en la época de la independencia, el 20 % de la población controlaba el 75% de todos los bienes, amén de la exclusión política en la que se encontraba la inmensa mayoría. Ver Aurora Bosch, Historia de los Estados Unidos 1776-1945 (Barcelona, Crítica, 2005), p. 29. 203. Walter Montenegro, Introducción a las doctrinas político-económicas (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1973 [1956]), p. 10. 204. Estas entidades pueden definirse como aquellas que defienden intereses particulares (los de sus miembros) mediante la presión a los órganos del estado o a los partidos políticos. Ver Vivanco, Curso de Derecho Constitucional, p. 414. 205. Como explica Rodrigo Borja: “la palabra socialismo fue acuñada en 1832 por Pierre Leroux, seguidor de las ideas del filósofo social francés Henri de Saint-Simon (1760-1825), en oposición a individualismo”. Rodrigo Borja Ceballos, “Socialismo”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx? i=&por=s&idind=1392&termino= [último acceso: 22/06/2016].
69
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Hecha la digresión anterior, me propongo ahora argumentar que el documento Convocatoria -al plantear un colectivismo moderado, que puede identificarse como un comunitarismo nacionalista- finalmente tiende al estatismo, es decir, a la preeminencia del Estado por sobre los individuos y la sociedad civil. Asimismo, resultará evidente que Convocatoria representa una suerte de traspaso, casi calcado, del planteamiento de Hugo Herrera, visto en la Sección anterior. Aunque sea cierto que a él se le encomendó su redacción inicial, y haya dicho por la prensa que el documento en cuestión recoge las supuestas cuatro tradiciones de la derecha 206, resulta demasiado notorio el peso de su propia mano. Y no sólo en perjuicio de una visión más inclusiva (al ser poco liberal, por no decir antiliberal), sino del núcleo común de la derecha, que se sustenta en la valoración de la libertad económica a partir del principio de primacía de la persona frente al Estado. Desde ya, preciso que mi punto no es que la derecha no pueda, en determinadas circunstancias históricas, unirse o formar alianzas con sectores ideológicos distintos de ella, como los socialcristianos (incluso con liberal-igualitarios y socialdemócratas). Esto es especialmente válido frente a malos gobiernos, o ante procesos de mayor radicalización, como el que actualmente vive Chile. Pero otra cosa es abandonar (o desconocer) la propia identidad, desde la cual se debiera actualizar un relato ideológico que sea capaz de hacerle frente a la hegemonía cultural de la izquierda. Es decir, una cosa es unirse con sectores ajenos a la derecha en términos electorales y programáticos, pero otra muy distinta es buscar reconstruir la identidad del sector en contra de lo que históricamente ha sido y debe seguir siendo, aunque idealmente incrementando su profundización de la libertad individual, más allá de lo económico. Además, y como se argumenta en este libro, el abandono o desconocimiento de dicha identidad constituye la principal causa de la crisis intelectual que actualmente padece, y que puede resumirse en la carencia de un relato o respuesta frente al momento político que hoy vive el país. Sin embargo, el documento aquí referido apunta claramente a modificar la identidad de la propia derecha (históricamente liberal, especialmente en lo económico), haciéndola así transitar hacia un estatismo moderado, bastante crítico del libre mercado en sí mismo (y no sólo en torno a sus fallas). Y lo hace buscando hegemonizar en favor de un comunitarismo de tipo nacionalista, según el cual el orden social debiera construirse desde un horizonte de sentido de carácter estatal, basado en una (muy discutible) interpretación de la identidad chilena. Pues bien, ¿cuál es, precisamente, el diagnóstico del momento presente que hace Convocatoria? Leamos sus primeros párrafos: 206. Hugo Herrera, “La valentía de la centroderecha”, columna de opinión en La Segunda (19 de abril de 2016).
70
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
“la situación del país es desafiante. La clase media se vuelve mayoritaria y plantea nuevas exigencias. En este contexto, los chilenos, contentos con sus vidas privadas, desconfían de su institucionalidad política y económica, y tienen, muchas veces, existencias intranquilas, por momentos agobiadas. El desajuste entre pueblo e institucionalidad conduce a que ésta pierda legitimidad. El contexto deviene acuciante por la radicalización del discurso de la izquierda y los visos oligárquicos que asume la dirigencia política. Urge articular una propuesta a la altura del instante presente. El clamor nacional exige una comprensión patriótica, una que extienda su mirada a Chile como totalidad y desde allí asuma la formulación de un planteamiento justificado, capaz de dar expresión organizada a las pulsiones y anhelos populares”207.
Como se observa, estos párrafos reflejan de un modo claro la visión de Herrera sobre el cambio de ciclo, caracterizado por el desfase entre pueblo e institucionalidad. En otras palabras, la pérdida de legitimidad de las instituciones se debería a que éstas no han sido capaces de procesar las “pulsiones y anhelos populares”. Y para el caso de la derecha, todo lo anterior supondría que el relato que ella construya para sí -la “propuesta a la altura del instante presente”- tendría que, justamente, responder a lo que el pueblo estaría pidiendo a gritos208. ¿Qué estaría pidiendo el pueblo, conforme a este planteamiento? Una reforma al modelo económico vigente hoy en Chile, que apunte a tornarlo menos “individualista” y más orientado a una visión “solidaria”209. De esta petición, precisamente, habría dado cuenta el movimiento estudiantil de 2011, cuyos efectos todavía se sienten en el país. ¿En qué consiste concretamente dicha reforma para el documento? Si bien no da una respuesta precisa -no es su objetivo, ya que se encuentra en el nivel de los principios-, sí apunta a la limitación de la autonomía individual, especialmente en 207. Dado que no tiene formato físico, las citas a Convocatoria no se harán refiriendo páginas, sino sólo a partir de sus Secciones. Como se ha dicho, se encuentra transcrito en el Apéndice de este libro. 208. Esta expresión no es exagerada. El documento habla de “clamor nacional” a partir de “existencias intranquilas, por momentos agobiadas”. 209. Uso estos términos entrecomillados no tanto por estar insertos en Convocatoria, sino por ser “caballitos de batalla” de la derecha comunitarista que, claramente, está detrás del documento en cuestión.
71
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
materia económica. ¿Por qué? Porque, siendo supuestamente excesiva, se impediría la construcción de un horizonte de sentido de carácter “nacional”, que sea capaz de superar la existencia de vidas puramente egoístas. Más abajo señala que esta: “propuesta asume diversas tradiciones y corrientes teóricas: al liberalismo,
al
humanismo
socialcristiano,
al
gremialismo,
al
pensamiento nacional y popular, así como a una larga y egregia lista de nombres, que se extiende tanto a los fundadores intelectuales de la República, como a autores y políticos que han contribuido a la configuración de la identidad de Chile durante sus dos siglos de historia”210 .
Como se ve, aquí se encuentran condensados los dos últimos pasos (u objetivos) del libro de Herrera, referido en la sección anterior: la revitalización de intelectuales y vertientes ideológicas que apunten a la superación de la derecha histórica, conformada por liberales y conservadores pro libertad de mercado. Entrando a su parte sustantiva, el documento propone cinco principios a seguir: a) esfera privada y mundo público; b) espontaneidades sociales; c) división del poder social; d) el pueblo en su territorio; y e) justicia y comprensión política. Veámoslos brevemente, uno a uno. Con respecto al primero, si bien es cierto que plantea una distinción (y, podría decirse, un reconocimiento) de dos esferas de la vida humana, la primera -la privada-, es reducida al mínimo: “la esfera privada también 211 es la dimensión de la intimidad, donde el individuo reflexiona en silencio y se conoce a sí mismo. Allí comparte con sus familiares y amigos personales, goza del paisaje, descubre e inventa. En privado tienen lugar experiencias de plenitud y sentido -estéticas, afectivas e intelectuales- de las más intensas que pueden experimentarse”.
210. Llama la atención que se hable de gremialismo antes que de conservadurismo o, en los términos de Herrera, de cristiano-liberalismo. Quizás esto se deba a una petición de algunos miembros de la Unión Demócrata Independiente (UDI), que integraron la comisión redactora del documento. El gremialismo, como tal, no alcanza seriamente a ser considerado como una tradición política en la historia de derecha chilena. Esto sería un despropósito, incluso para el mismo Jaime Guzmán.. 211. El término también fue agregado a solicitud de Evolución Política (Evópoli). Sin embargo, con esto no se cambió el sentido original en que es entendido el concepto de esfera privada. En la corrección final, Evópoli fue representada por Ignacio Briones, militante del partido y consejero directivo de Horizontal. Briones, cabe consignar, fue el encargado programático de la candidatura de Felipe Kast en las pasadas primarias presidenciales.
72
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
Y, aunque luego señala que ese “campo privado requiere tener asegurados espacios de libertad, los cuales sólo emergen si se les garantiza a los seres humanos, su autonomía, incluida su autonomía económica”, la reduce en definitiva a la mera intimidad, sin ampliarlo al campo de la vida pública, entendida como más allá del Estado. En efecto, dicha garantía de autonomía opera, conforme al texto, sobre un espacio muy poco decisivo en términos sociales. A las personas se les debiera garantizar autonomía para reflexionar, rezar, pintar, etc., pero ¿para emprender, en cualquier ámbito, sin trabas del Estado? Si bien se habla de “autonomía económica”, este ámbito es subsumido en lo colectivo, especialmente en lo estatal. Aunque sobre este punto se volverá más abajo, el documento parece insinuar la idea de que la condición de ciudadano deriva de la pertenencia a comunidades estáticas más bien que de la simple calidad de individuos con igualdad moral y jurídica. Resulta llamativo que, además de poner la esfera pública por encima de la privada, se incurre en el error metodológico de establecer una suerte de sistema binario o dicotómico entre ambas212. Sin embargo, desde una perspectiva más amplia, la esfera privada se expresa en la vida pública. De hecho, si alguien a partir de su autonomía individual, crea una empresa o una organización no gubernamental (ONG), está expresando su vida privada en el campo de lo público. No se entra a la esfera pública saliéndose de la privada. Se accede a la primera sólo desde la segunda y en conjunto con aquella. La fuente original de la asociatividad voluntaria y del emprendimiento lucrativo es siempre la autonomía de los individuos. Sobre las relaciones entre esfera pública y privada se ha derramado bastante tinta en la historia del pensamiento político (y en distintas ramas de las ciencias sociales). Pero resulta emblemático, a modo de mera ilustración para los efectos de este ensayo, el planteamiento de Hannah Arendt (1906-1975). Si bien ella reconoce que, a lo largo de la historia de humanidad, las esferas privada y pública han estado separadas, con la llegada de la modernidad (siglo XVI en adelante), y a través de un proceso lento y gradual, la distinción entre dichos planos se ha tornado en extremo sutil. En particular en el mundo griego, la esfera privada, simbolizada en la casa y la familia, estaba separada de la vida pública, de la vida de las polis y de la acción que, en torno a ellas, se daba:
212. Por supuesto que el liberalismo clásico se basa en la garantía de una esfera privada frente al poder estatal, pero esto no supone la incrustación de ella en el campo de lo meramente íntimo.
73
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
“la distinción de la esfera privada y pública de la vida corresponde al campo familiar y político [respectivamente], que han existido como entidades diferenciadas y separadas al menos desde el surgimiento de la antigua ciudad-estado; la aparición de la esfera social, que rigurosamente hablando no es pública ni privada, es un fenómeno relativamente nuevo cuyo origen coincidió con la llegada de la Edad Moderna, cuya forma política la encontró en la nación-estado”213 .
Para Arendt, el rompimiento de la separación tajante entre la esfera privada y pública se habría dado con lo que denomina el auge de lo social, por ejemplo “el auge de la administración doméstica, sus actividades, problemas y planes organizativos desde el oscuro interior del hogar a la luz de la esfera pública, no sólo borró la antigua línea fronteriza entre lo privado y lo político, sino que cambió casi más allá de lo reconocible el significado de las dos palabras”214 .
Una expresión importante de este cambio es que el trabajo dejó de reducirse a algún rincón hermético del hogar, saliendo de él para insertarse en la vida social, que se da en conjunto con otros215. En relación al segundo principio, referido al respeto de las espontaneidades sociales -individuo, agrupaciones intermedias y Estado-, es preciso decir que si bien el documento reconoce al individuo como una de ellas, al mismo tiempo sostiene que éste sólo se perfecciona en la medida en que sea capaz de articularse con el Estado. Y, aunque resulta cierto que aquel necesita del Estado (por ejemplo, en materia de seguridad pública), el documento le asigna al último una clara preeminencia, incluso respecto del mercado. De partida, resulta curioso que considere el Estado como una “espontaneidad”, ya que se trata de una entidad mucho más estática que el individuo y la sociedad civil (que incluye el mercado). Por otra parte, el Estado 213. Hannah Arendt, La condición humana (Buenos Aires, Paidos, 2009 [1958]), p. 41. 214. Arendt, La condición humana, p. 49. 215. Otro autor importante que ha tratado la cuestión es Jürgen Habermas, quien pone énfasis en el ascenso de los medios de comunicación, de lo que llama “esfera pública burguesa”. Según John B. Thomson, quien refiere a este autor: “esta esfera comenzó a existir en la medida en que estos nuevos órganos de información no formaban parte del Estado, sino que estaban estructuralmente separados de él, y eran producto de actividades de individuos en busca de sus propios proyectos en la sociedad civil”. Y agrega: “por lo tanto, este nuevo tipo de esfera pública era, en un sentido, un espacio medio; es decir, ubicado entre el Estado, por una parte, y la esfera privada de la casa y la familia, por la otra”. John B. Thomson, “Los límites cambiantes de la vida pública y la privada”, Comunicación y Sociedad, Nueva época, N° 15 (2011), p. 17. La obra de Habermas es Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública (Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1994 [1962]).
74
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
no persigue propósitos diversos, como sí las personas, sino que, por el contrario, tiende a homogenizarlos. Esto va justamente en la línea de lo que Herrera plantea en su propio libro: “el Estado, más allá de su mecánica y su papel ejecutor de políticas públicas, ha de ser reconocido como espontaneidad relevante en la conformación del elemento nacional, sus vidas y sentimientos, de la unidad y la solidaridad sólo a partir de las cuales son realizables desafíos de cambio y bienestar a gran escala”216 .
En una obra anterior, intitulada De qué hablamos cuando hablamos del Estado (2009), sostiene Herrera que “el Estado necesita amor y (que) el amor necesita Estado”217, agregando que: “el afecto o amor público al Estado como expresión de una forma de existir común es el supuesto, asimismo, de la amistad política entre quienes lo comparten y puede ser tierra fértil para el nacimiento de afectos personales, no obstante que se distingue de ellos”218. El mercado, en cambio, por no tender a un horizonte común, no sólo debiera ser regulado en lo justo y necesario por el Estado, en favor de la libre competencia 219, sino que derechamente estaría por debajo del Estado: “un sistema político y económico en decadencia es aquel donde el Estado y el mercado se entorpecen o se dejan abandonados a sí mismos”. Y luego reitera la misma idea: “un sistema económico y político en forma […] es el que logra articular las diversas espontaneidades sociales, de tal suerte que colaboran entre sí, sin anularse ni obstaculizarse, sino fortaleciéndose mutuamente”. ¿De qué manera el individuo y el mercado tendría que colaborar con el Estado, de modo de no obstaculizarlo? El documento no es claro en este punto porque, como se dijo antes, no es propiamente un programa. Sin embargo, al nivel de los principios, establece la primacía del Estado, ya que busca incentivar “influencias recíprocas” entre los individuos, el mercado y el Estado, “allí donde sea adecuado, sin preterir ninguno de sus factores” [el destacado es mío]. No es necesario ver debajo del agua para afirmar
216. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 129. El destacado es mío. 217. Hugo Herrera, De qué hablamos cuando hablamos del estado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2009), p. 2. 218. Herrera, De qué hablamos, p. 5. 219. Sin embargo, muchas regulaciones en Chile apuntan a establecer arbitrarias barreras de entrada a los mercados. Un caso reciente, entre muchos otros, es el de la regulación exigida por el gremio de los taxistas a UBER y otras plataformas tecnológicas en materia de transporte público. De esta manera, se persigue la conservación de un monopolio o, al menos, de una posición dominante. Y lo peor de todo es que se afectan los intereses de los ciudadanos-consumidores que, legítimamente, buscan servicios de transporte público más baratos y de mejor calidad.
75
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
que -al considerar que los individuos, el mercado y el Estado son entidades que deben estar a un mismo nivel- se está diciendo que la última está por encima de las otras. Es importante aclarar que, desde una perspectiva liberal amplia (incluyendo aquí a los conservadores), una cosa es “equilibrar” el Estado y el mercado, en favor del segundo; y otra muy distinta, es hacerlo a la inversa. En este último caso saldrá siempre ganando el primero, puesto que es en el Estado donde se concentra el monopolio de la violencia física, especialmente, a través del sistema de la justicia, la policía y las Fuerzas Armadas220. Por otra parte, aunque pueda resultar valioso el planteamiento de modernizar (o profesionalizar) el Estado, así como el llamado a descentralizarlo, al final esto cae en el vacío por la preeminencia indicada de aquel sobre la esfera privada. Resulta claro que el reducir dicha esfera a la mera intimidad (primer principio), se allana peligrosamente el camino para argumentar luego en favor de la supremacía de lo colectivo, y la necesidad de que el Estado ejerza una actividad rectora (segundo principio). El tercer principio se refiere a la “división del poder social”. Se podría decir que aquí se le hace un guiño a la derecha, pues este principio poseería un fondo liberal clásico y, por lo tanto, sería partidario de la separación de poderes. Sin embargo, se trata de un principio que, al igual que los derechos humanos (en particular, los individuales o de primera generación), constituye una conquista de civilización en todo Occidente. ¿Alguien en el Chile actual rechaza de plano el principio de separación de poderes? Si bien es cierto que las izquierdas extremas (por ejemplo, la chavista en Venezuela)221 apuntan a la concentración del poder en los gobiernos, no puede decirse que algo así se proponga hoy en Chile, o no al menos de manera abierta 222. Lo mismo, aunque con otros matices, puede sostenerse en relación a la propuesta de dispersar el poder económico. No obstante sea cierto que los liberales y conservadores creen -por doctrina- en la libre competencia (y están, por lo tanto, en contra de los monopolios o colusiones)223, el documento plantea que, así como ocurre con los poderes del Estado, entre éste y el mercado debería existir un 220. Cabe aquí recordar la clásica definición de Max Weber (1864-1920): “Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio […] reclama […] para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del ‘derecho’ a la violencia”. Max Weber, El político y el científico (Madrid, Alianza Editorial, 1979), pp. 83 y 84. 221. Sobre este caso, ver Valentina Verbal, “El modelo ‘democrático’ de Venezuela. Lecciones para Chile”, Abriendo el debate, N° 4, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2015). 222. Distinto es sostener que la separación de poderes no basta cuando igualmente el Estado interviene en contra de la libertad de los individuos, sin que esta acción sea debidamente justificada. 223. Digo por doctrina. No desconozco que, en la historia práctica de la derecha, este principio no siempre se ha concretado. El mismo libro de Sofía Correa, referido más arriba, da cuenta de esta ambigüedad constante.
76
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
equilibro, “con frenos y contrapesos razonables”224. Dice (o da a entender) que el Estado tendría que contrapesar, en su favor, el inmenso poder de los privados. Para el documento esto último constituiría una anomalía imperdonable. Pero ¿por qué el Estado debería ser equivalente al mercado? Lo anterior va muy en la línea de lo planteado por Taylor, quien, luego de decir que hay que reconocerle algún espacio al mercado (sobre todo, a las pequeñas empresas), sostiene que una democracia republicana, que supere los polos de la liberal (o individualista) y la rousseauniana (o de la voluntad general), supondría “una sociedad en la que el poder de las grandes corporaciones privadas, estuviera al menos contrarrestado, sino superado del todo, por un régimen de propiedad pública [estatal]”225. ¿Propone Convocatoria la existencia de una economía mixta, por ejemplo, propiciando la estatización de (algunas o todas las) empresas actualmente privadas? No directamente, pero sí de sus principios podría perfectamente inferirse una medida de este tenor. En todo caso, nadie en la derecha está en contra de regular el mercado en favor de la libre competencia 226. Sin embargo, es muy distinto (pensando en el núcleo común del sector), afirmar que el mercado debería estar, por lo que al desarrollo y ejercicio de la actividad económica concierne, al mismo nivel que el Estado. Esto equivale a sostener que éste tendría que, realmente, estar por encima del mercado. Puede que lo esté en términos jurídicos (por ejemplo, a través de la administración de justicia), pero no en cuanto a su desenvolvimiento cotidiano. Al menos no para liberales y conservadores, que identitariamente tienden a unirse en torno a la libertad de iniciativa económica. Para estas vertientes, el Estado debe ser subsidiario, en el sentido de reconocer (y respetar) la primacía de las personas y de las organizaciones sociales que ellas voluntariamente crean. Y, en el caso de actuar en favor de las personas vulnerables, buscando incentivar la movilidad social más bien que la igualdad de resultados. El cuarto principio -“El pueblo en su territorio”-, resulta también llamativo227.
224. La segunda versión del documento -la presentada al Consejo Político- hablaba de “pesos y contrapesos razonablemente equivalentes”. El destacado es mío. 225. Charles Taylor, Democracia republicana (Santiago, Ediciones LOM, 2012), p. 43. 226. Por ejemplo, un trabajo del centro de estudios Horizontal, vinculado a Evópoli, analizó la situación de la competencia en Chile, proponiendo algunas reformas a la institucionalidad, como el aumento de la independencia del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC) y de la Fiscalía Nacional Económica (FNE), entidades que en nuestro país se encuentran demasiado controladas por el poder ejecutivo. Ver Fernando Medina y Pablo Paredes, “Competencia en el mercado chileno”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2013), p. 32. 227. Nuevamente, constituye un componente clave en el pensamiento de Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, pp. 129-131.
77
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
El documento no aclara qué entiende por pueblo. Pero, de acuerdo a su lectura y en integración con el libro de Herrera sobre la derecha, puede colegirse que lo asume como una entidad orgánica e indivisible, como una abstracción sinonímica de nación. Es la típica apelación de los caudillos autoritarios y populistas, así como de algunas ideologías más o menos totalitarias228. Después, vuelve a reiterar que la misión de las elites -de Chile Vamos en este caso- es “articular las pulsiones y anhelos populares”. ¿Qué significa esto? Que el relato de la coalición tendría que articular una respuesta frente al rechazo -supuestamente mayoritario- del modelo económico, aunque no en los mismos términos que la izquierda. Pero del problema es que, al plantear una postura intermedia, termina siendo excesivamente poco clara. Y, si bien reconoce que el “pueblo no es una esencia inmutable, sino que evoluciona”, insiste en que, tratándose de “una aglomeración de factores étnicos, culturales, lingüísticos, históricos, territoriales”, daría cuenta de “una manera de ser”. Esto, que puede resultar una obviedad (por supuesto que existen las identidades colectivas, aunque en forma dinámica), no lo es tanto si se piensa la identidad de un país como “creada” desde arriba -por el Estado-, que es lo que se desprende tanto de las ideas planteadas por Herrera (en su adhesión a intelectuales estatistas del siglo XX), como del mismo documento analizado aquí. Concluye la referencia a este principio con la exhortación -no desprovista de cierto misticismo- a que las elites políticas (de Chile Vamos, otra vez) se vinculen con el paisaje, las montañas, los ríos, etc., ya que sólo en ese instante de comunión “puede pensarse en una fusión de relato político y acción política que se distancie de idealismos abstractos”. Esto, que podría calificarse como una suerte de panteísmo político, va más allá, me parece, de lo que debiera ser un relato para la acción política terrenal 229. Lo cierto es que, de la mano de Herrera, se aprecia en este cuarto principio la influencia del jurista alemán -y enconado antiliberal- Carl Schmitt (1888-1985), quien sostiene lo siguiente:
228. Para este tema, es muy interesante el libro de Kaiser y Álvarez, El engaño populista. Este trabajo destaca como uno de los elementos del populismo, la distinción entre pueblo (mediado por el gobernante) y anti-pueblo (representado por sus enemigos). 229. Cristóbal Bellolio, en la columna referida en esta misma Sección, calificó dicha invocación como “a medio camino entre Tolkien y un misticismo panteísta”. Y agregó que “esto no alcanza, como algunos han sugerido, para calificar la Convocatoria de socialista o estatista”. Pienso que su columna refleja una incomprensión de las implicancias que el cuarto principio de Convocatoria tiene para la libertad individual. Y quizás esto se deba a una lectura no integrada del documento en cuestión con los libros de Herrera y Góngora. Si bien Bellolio suele ser perspicaz, creo que no ha logrado comprender el sentido de la “batalla” de las ideas que se está dando al interior de la derecha. En columnas posteriores, se aprecia la misma insuficiencia.
78
CAPÍTULO SEGUNDO. LA DERECHA EN CRISIS: DIAGNOSTICANDO AL ENFERMO
“dondequiera que el pueblo se encuentre verdaderamente reunido, cualquiera sea su finalidad, a menos que aparezca como grupo organizado de intereses, sea en manifestaciones callejeras, en fiestas públicas, en teatros, en el hipódromo o en el estadio, se encuentra presente ese pueblo capaz de aclamar siendo, al menos potencialmente, una entidad política” 230 .
Para Convocatoria, las elites políticas -en particular, las de Chile Vamos- debieran ser capaces de percibir de manera atenta cuando el pueblo exprese una voluntad política determinada. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo sino desde una interpretación paradójicamente elitista de esta voluntad? Pero además, y sobre todo, el problema de visiones como éstas es que, como ha señalado Gonzalo Bustamante -precisamente, polemizando con Herrera-, apuntan a “defender una idea de comunidad identitaria, donde la vida política plena [se entiende como] inseparable del rol activo de sus miembros, para así lograr su propia comprensión como ‘amigos’ respecto de otros que serían sus ‘enemigos’”231. Esta objeción de Bustamante no es gratuita, ya que el mismo Schmitt precisa que, para evitar el peligro que la voluntad del pueblo sea guiada por “fuerzas políticas invisibles e irresponsables”, se hace necesario que “el pueblo tenga conciencia política, es decir que pueda distinguir [entre] amigos y enemigos”232. Por último, y lo menciono aquí de manera breve, el documento incorpora un quinto principio, asociado al sentido de justicia233: “entre los criterios de proporcionalidad, según los cuales opera la justicia, están el mérito y el esfuerzo. Esto exige que las retribuciones y reconocimientos no sean adjudicados de modo discriminatorio, lo que se vuelve posible tanto mediante acciones políticas, como gracias a mercados que operan adecuadamente”. Este principio, si bien expresa de mejor manera la primacía de la persona frente al Estado, cae (al igual que otras ideas concretas del documento) en el vacío, dado que la matriz de Convocatoria es, como se ha visto, proclive a una visión colectivista. Sin embargo, amerita ser valorado en cuanto va en la línea de
230. Carl Schmitt, Teoría de la Constitución (Madrid, Alianza Editorial, 1996), p. 238. 231. Gonzalo Bustamante, “Crítica a un liberalismo versión Walt Disney”, columna de opinión en Voces de La Tercera (21 de marzo de 2017). 232. Schmitt, Teoría de la Constitución, p. 241. 233. Incorporado en la discusión del Consejo Político, a partir de la propuesta de Evolución Política (Evópoli). En mi concepto, y se lo hice ver a mis correligionarios, resultaba innecesario hacerlo porque ya formaba parte del documento anterior, de contenidos.
79
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
otros desarrollos argumentales, elaborados en el último tiempo por la coalición. De hecho, cabe recordar que existe otro documento -Chile Vamos: Contenidos para una sociedad abierta, justa y democrática- que manifiesta de mejor manera la identidad histórica de la derecha, al poner por delante la libertad individual y la movilidad social, como respuestas frente a la igualdad de resultados que propugna la izquierda actualmente hegemónica en Chile. Pero, además, contiene un relato adecuado al momento político que hoy vivimos. En particular, y de manera muy diferente a Convocatoria, afirma: “entendemos que el ser humano es el centro y eje de la acción política. Él nace libre e igual a sus semejantes en dignidad y derechos. Reconocemos que el individuo, a la vez que se desarrolla dentro de contextos sociales, políticos y estatales, posee, sin embargo, una espontaneidad que lo constituye en fin en sí mismo. En virtud de esa espontaneidad, el Estado ha de respetar la autonomía individual y resguardar una esfera privada vigorosa. El ser humano nunca ha de ser entendido como un mero instrumento al servicio del Estado”234 .
Como se aprecia, la diferencia con Convocatoria es marcada. Pero lo más importante, ahora mirando el vaso medio lleno, es que no todo está perdido en la derecha. Existe un gran patrimonio intelectual -tanto del pasado como del presente- a partir del cual es posible redescubrir un discurso coherente con el momento que hoy vive el país. *** ¿Por qué el cambio de ciclo supone, principalmente, un rechazo al modelo económico, legitimado antes por la Concertación? ¿Cuáles son las versiones de este rechazo? ¿Cómo problematizar sus tópicos fundamentales? ¿Cómo interpretar el cambio de ciclo desde un punto de vista político? A responder estas preguntas se dedicará el siguiente capítulo.
234. Por no existir, al igual que Convocatoria, en formato físico, no se refieren según sus páginas. Sin embargo, el lector lo encontrara en el Apéndice de este libro.
80
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
CAPÍTULO TERCERO EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
81
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 Anticapitalismo versión HARD: otro mundo es posible 235
Aunque el término anticapitalismo pueda, en principio, parecer exagerado, pienso que resulta más gráfico que, por ejemplo, el de antiliberalismo. Refleja más claramente que lo que especialmente se rechaza no es el liberalismo en general -que además, es un tronco con diversas ramas-, sino el sistema de libre mercado en sí mismo. En concreto, lo que se ataca es el llamado “modelo neoliberal”, precisamente por situar al mercado como el mediador principal (se dice) de las relaciones sociales236. Otra aclaración: en este apartado se describirá lo que se denomina anticapitalismo versión hard y en el siguiente, se hará lo propio con el soft. Ambos -de izquierda y derecha, respectivamente- se vinculan en un rechazo moralizante al libre mercado, aunque en diferentes grados de intensidad y, asimismo, en una solución política distinta para salir de la crisis de legitimidad que actualmente enfrenta el país. Concretamente, el anticapitalismo versión hard puede retratarse en torno a cuatro tópicos o lugares comunes: a) tópico moralizante sobre el modelo, especialmente en torno al consumo y al lucro; b) tópico económico, en tanto sistema abusivo y oligopólico; c) tópico social, en términos de que el modelo acumularía la riqueza en pocas manos y reproduciría la desigualdad material existente; y d) tópico político, que da cuenta de un consenso antidemocrático, efectuado de espaldas a la ciudadanía. De acuerdo al anticapitalismo hard, este último tópico sólo podría superarse mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente (AC), a través de la cual el pueblo tendría la posibilidad de escribir, por sí mismo, una nueva Constitución. Además, los cuatro tópicos habrían sido expresados de manera clara en el movimiento estudiantil de 2011, así como en la serie de marchas ciudadanas que se proyectan hasta el día de hoy, las que, considerando su masividad, darían cuenta de un rechazo generalizado del pueblo al modelo económico existente hoy en el país. 235. “Otro mundo es posible” es el título de una célebre declaración de algunas organizaciones de la sociedad civil, a través de la cual llaman a superar el neoliberalismo en Occidente (Porto Alegre, 28 de enero de 2001). 236. Además, lo utilizo como un guiño al folleto de Ludwig von Mises, La mentalidad anticapitalista (1959), donde el austriaco busca explicar el discurso antimercado, no sólo de parte de los intelectuales, sino también de las personas comunes y corrientes. Lo referí, por vía de nota, al comenzar la última sección del capítulo primero.
82
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
Entrando en materia, el primer tópico -la crítica moralizante al mercado- se viene expresando desde hace bastantes años en nuestro país, aunque generalmente desde sectores ajenos a la otrora Concertación, calificados en ese entonces como izquierda alternativa o como izquierda extraparlamentaria, que -es importante recordarlo- incluía también al Partido Comunista (PC). Es el caso, por ejemplo, de Tomás Moulian con su libro Chile actual. Anatomía de un mito, originalmente publicado en 1997. En esta obra, Moulian afirma que el modelo económico chileno “construyó una sociedad de mercados desregulados, de indiferencia política, de individuos competitivos, realizados o bien compensados a través del placer de consumir o más bien de exhibirse consumiendo, de asalariados socializados en el disciplinamiento y en la evasión”237. Este tópico ha sido luego acentuado con la llegada al poder de la derecha en 2010. Así, para Gabriel Salazar, “llevamos más de dos décadas -después de retirado el terrorismo militaracosados por un camuflado terrorismo del mercado. Endeudándonos para educar a nuestros hijos. Endeudándonos para asegurar nuestra salud. Endeudándonos para tener nuestra casa, nuestros muebles, nuestros utensilios de vida. Endeudándonos para pagar los créditos contratados, los intereses, los seguros y, encima de todo eso, la usura insaciable del retail ”238.
Como se observa, la crítica no va sólo dirigida al acto mismo de consumir, sino también a lo que Moulian (en otra de sus obras) describe como “facilitación del consumo”239, es decir, el sistema crediticio. Pero sin lugar a dudas, la “guinda de la torta” del tópico moralizante se asocia con la crítica radical al lucro, que según el diccionario de la RAE significa “ganancia o provecho que se saca de algo”240. Y, si bien en un comienzo esta crítica se circunscribe a la provisión de los denominados derechos sociales (educación, salud, vivienda, entre otros), se termina ampliando a todos los ámbitos de la vida económica y social241. 237. Tomás Moulian, Chile actual: anatomía de un mito (Santiago, LOM Ediciones, 2003 [1997]), p. 28. El destacado es mío. 238. Gabriel Salazar, En el nombre del poder popular constituyente (Chile, siglo XXI) (Santiago, LOM Ediciones, 2011), p. 7. 239. Dice Moulian: “se trata de la cadena del crédito, formada por múltiples eslabones. En algunos países de nuestro continente, entre ellos Chile, el elemento que permite la masificación del sistema es el crédito de las grandes tiendas múltiples. Ellas forman una especie de club crediticio: la inscripción, acreditada por la tarjeta, permite el acceso instantáneo a un cierto monto prefijado después de un estudio de la situación financiera del cliente”. Tomás Moulian, El consumo me consume (Santiago, LOM Ediciones, 1998), p. 36. Al tema del consumo, y a esta misma obra en particular, se hará referencia de un modo más extenso en la última sección del capítulo sexto. 240. Real Academia Española, “Lucro”, Diccionario de la Lengua Española. Disponible en internet: http://dle.rae. es/?id=NfUPNWi [último acceso: 01/09/2016]. 241. Para los derechos sociales, en el marco del debate constitucional actual, ver Sebastián Soto, “Derechos sociales y la eficacia de su constitucionalización: un análisis aplicado”, en José Francisco García (coordinador) ¿Nueva Constitución o reforma? Nuestra propuesta: evolución constitucional (Santiago, Legalpublishing -Thomson Reuters, 2014), pp. 243-272.
83
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Es el caso de Alberto Mayol, quien grafica su crítica al lucro con los centros comerciales: “el mercado, escenario que por largas décadas fue espacio de analgesia y despolitización, se transforma en un escenario de conflicto. El símbolo, actor principal de esta obra, el centro comercial, entra en conflicto con la sociedad en una evidente ironía”242. Si la crítica moralizante en contra del lucro se simboliza en los malls, evidentemente que deja de circunscribirse únicamente a la provisión de los derechos sociales, ampliándose al mercado en su conjunto. Es decir, el problema no se reduce a que la gente consuma educación y salud por sus propios medios, sino que compre mantequilla, escobas, celulares -lo que sea- en los centros comerciales masivos. Asimismo, y esto es muy interesante, la crítica moralizante al modelo se resume en la supuesta construcción de un mundo individualista que debilitaría la vida en sociedad y la calidad de ciudadanos de los habitantes del país. En esta línea, los autores de El otro modelo señalan que es necesario “entender que no vivimos sólo como individuos, sino también como ciudadanos, en una comunidad de origen y destino”. La “lógica del mercado”, basada en la consecución de intereses individuales, destruiría la “vida social”, entendida como “comunidad de intereses”243. En pocas palabras, el modelo que nos rige impulsaría a las personas a vivir sus vidas en forma egoísta, con escaso compromiso por lo que sucede más allá de sí mismas. Esta idea, como se ha visto, es muy parecida a la defendida por intelectuales de derecha, en particular Herrera y Mansuy. El segundo tópico afirma que el modelo económico chileno sería esencialmente abusivo y oligopólico. Estos elementos, cabe subrayarlo, no se darían de manera accidental, sino que formarían parte de su misma naturaleza. De esta visión dan cuenta Carlos Ruiz Encina y Giorgio Boccardo Bosoni, al decir que el caso judicial “colusión de las farmacias”, visibilizado en el año 2010, constituye un ejemplo concreto de “la extrema concentración de la propiedad en la gran mayoría de los sectores de la economía”, que conduciría, a su vez, a “una suerte de fijación política de precios”. Estos autores aportan el dato sobre que las tres cadenas de farmacias coludidas (Ahumada, Cruz Verde y Salcobrand) controlarían el 92 % del mercado en 2011. Asimismo, constatan que “la banca privada redujo el número de instituciones de treinta y tres en 1995 a veintiséis en el 2003”. “Mientras que, en el caso de las AFP, el número de entidades se contrajo abruptamente de veintiuno a seis en el decenio que corre de 1995 a 2005”244. Pero, más allá de la información precedente, el punto central -para Ruiz y Boccardo242. Mayol, El derrumbe del modelo, p. 23. 243. Atria y otros, El otro modelo, p. 26. 244. Carlos Ruiz Encina y Giorgio Boccardo Bosoni, Los chilenos bajo el neoliberalismo. Clases y conflicto social (Santiago, Nodo XXI / El Desconcierto, 2014), p. 90.
84
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
es que la existencia de un sistema oligopólico produciría el efecto inevitable de alterar los precios del mercado: “en este sentido, aquellas empresas controladoras de algún sector ven acrecentado su poder de negociación y acuerdan un tipo de acción común que, por ejemplo, fija precios de venta más elevados a los consumidores finales, o precios de compra más bajos a las empresas ‘independientes’ que los proveen de los productos o servicios”245.
Y, en términos más amplios, dicha situación produciría una relación de dominación o dependencia de las personas respecto del mercado, que explicaría su carácter eminentemente abusivo. Los abusos no serían excepcionales (como el célebre caso La Polar246), sino parte constitutiva del modelo, al que las personas -en tanto meros consumidores y no ciudadanos realmente empoderados-, se encontrarían inevitablemente sometidas. ¿Es cierto que la concentración de los mercados produce, necesariamente, la fijación abusiva de los precios en contra de los consumidores? Lo veremos más abajo, en la tercera Sección de este capítulo. El tercer tópico, que se constituyó como una suerte de bala de plata del relato de la Nueva Mayoría, afirma que el modelo acumularía la riqueza en pocas manos, aumentando y reproduciendo la desigualdad material existente. En otras palabras, quienes realmente se beneficiarían del modelo serían unos pocos en perjuicio directo de la gran mayoría. Mayol llega a hablar de una “máquina de desigualdad”, expresada en la siguiente descripción: “la visión política se divide en dos: hay quienes creen que la desigualdad no es un problema en sí, sino la pobreza, por lo que las políticas deben ir encaminadas al combate contra la pobreza. Hay otras visiones que ven con buenos ojos el establecimiento de mandatos realizados desde el Estado para la extracción de recursos a los más ricos para entregárselos a los más pobres. Habiendo más razón en algunas que en otras de estas propuestas, el problema de la desigualdad requiere de un marco conceptual algo más elaborado”247.
Como se observa, Mayol rechaza el principio de focalización del gasto fiscal en favor de las personas vulnerables. Y cuando sostiene que la segunda de las visiones por él aludidas requiere de una mayor elaboración, quiere decir que no basta con transferir 245. Ruiz Encina y Boccardo Bosoni, Los chilenos bajo el neoliberalismo, p. 91. 246. Que supuso una repactación de más de un millón de deudores para evitar que esas deudas aparecieran en sus balances como incobrables. 247. Mayol, El derrumbe del modelo, p. 63.
85
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
dinero de los ricos hacia los pobres, sino que es necesario generar un sistema que apunte a una igualación estructural de resultados. Ya en la introducción de El derrumbe del modelo, afirma que “en la pobreza falta comida”, mientras que “en la desigualdad lo que falta es sociedad”. Y compara la desigualdad existente con un “problema al corazón”, cuya sanación “puede suponer una decisión de la que depende la vida o la muerte”248. Por su parte, los autores de El otro modelo critican “la supeditación del problema de la desigualdad al de la superación de la pobreza y el desprecio de los problemas distributivos”249. Más adelante sostienen que el primer problema económico de Chile es la “alta y persistente desigualdad”250. Y, aunque reconocen que producto del aumento y focalización del gasto ha disminuido la desigualdad en Chile251, agregan que “la corrección de las desigualdades en un contexto de crecimiento económico sólo podrá tener lugar si Chile adopta un esquema amplio e inteligente de intervenciones públicas”252, que en el curso del libro centran en la satisfacción de los derechos sociales, especialmente en la educación universitaria gratuita para todos. Sólo de esta forma se pondría fin a la “máquina de desigualdad”, en los términos de Mayol; o, dicho de manera simple, a un sistema que tendería a reproducir las desigualdades, dado que no sería capaz de corregir las que vienen desde la cuna. Y, en términos positivos, únicamente a través de la intervención estatal -es decir, a partir de los derechos sociales garantizados-, sería posible reconstruir la vida en sociedad, dejando las personas de ser meros consumidores y pasando a convertirse en ciudadanos en plenitud. Por último, el cuarto tópico afirma que el modelo existente se habría construido de manera absolutamente ilegítima. Primero, por el hecho de consagrarse en una Constitución nacida en dictadura y, segundo, por haberse legitimado (de ejercicio) desde un consenso antidemocrático, efectuado de espaldas a la ciudadanía. En este marco, los sectores situados a la izquierda de la Nueva Mayoría (hoy preferentemente representados por el Frente Amplio) enjuician duramente a la otrora Concertación por haber liderado dicha legitimación, al consensuar con la derecha una serie de reformas constitucionales, calificadas de cosméticas253, y esencialmente orientadas a perpetuar la existencia del modelo económico vigente en el país. 248. Mayol, El derrumbe del modelo, p. 23. 249. Atria y otros, El otro modelo, p. 23. 250. Atria y otros, El otro modelo, p. 257. 251. Ibíd. 252, Atria y otros, El otro modelo, p. 267. 253. En la reforma constitucional de 1989 se eliminó la facultad presidencial de disolver el Congreso por una sola vez; se derogó el artículo 8º, que dejaba fuera de la ley al Partido Comunista; se aumentó el número de senadores elegidos, de 26 a 38 (para, en alguna medida, contrapesar a los designados); y, entre otras modificaciones, se incorporó al Contralor General de la República al Consejo de Seguridad Nacional, quedando este organismo integrado por cuatro militares y por cuatro civiles. En la de 2005, se eliminaron los senadores designados y vitalicios; se derogó la inamovilidad de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas; y se modificó la referencia a éstas como garantes de la institucionalidad. Para estas reformas, en particular la de 2005, ver Claudio Fuentes, El Pacto. Poder, constitución y prácticas políticas en Chile (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2012).
86
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
Los autores de El otro modelo no dudan en afirmar que dicho sistema, “en su dimensión constitucional, es una estructura deliberadamente diseñada por los ideólogos de la dictadura [Jaime Guzmán, especialmente] para poner el núcleo del proyecto de Augusto Pinochet a salvo de la política democrática, neutralizando la posibilidad transformadora que ésta implica”254. Para estos intelectuales, en particular para Atria -quien ha tratado esta cuestión de manera monográfica-, la neutralización de la acción política del pueblo se produciría mediante tres “trampas” o “cerrojos” de la Carta de 1980: sistema binominal (ya derogado255 ), quórums contramayoritarios para la aprobación de las leyes y control preventivo del Tribunal Constitucional256. De acuerdo a lo anterior, podría hablarse de una nueva Constitución en caso de eliminarse -por la vía reformista, es decir, a través del procedimiento contemplado en el documento actual257 - las trampas o cerrojos que, en los términos de Atria, neutralizan la acción política del pueblo. Sin embargo, ni él ni ningún otro dirigente de izquierda parecen conformarse con la mera derogación de las trampas constitucionales, sino que aspiran a la creación de una nueva Carta desde una “hoja en blanco”, entendida no como un partir de cero en términos históricos, sino como la modificación sustancial del modelo económico-social, especialmente en lo que concierne a los tres tópicos anteriores258. Además, dicha modificación sólo sería posible a través de la convocatoria a una Asamblea Constituyente (AC). En esta línea, los autores de El otro modelo afirman: “este es el punto central que subyace a la demanda por una asamblea constituyente: es necesaria una Constitución que permita que la voluntad popular pueda manifestarse institucionalmente en función de la dinámica y requerimientos propios de una sociedad que cambia y progresa”259. Dicho de otra forma, sólo a través de una AC sería posible que el pueblo se vea enfrentado a la posibilidad real de escribir, por sí mismo, una nueva Constitución, que -sustantiva y no sólo formalmente- sea capaz de superar los pilares fundamentales en que se sustenta el mentado modelo: el individualismo (entendido como egoísmo), su carácter esencialmente abusivo y el hecho de configurarse como un sistema reproductor de desigualdades. 254. Atria y otros, El otro modelo, p. 19. 255. Mediante la ley N° 20.840, promulgada por la Presidenta Michelle Bachelet el 27 de abril de 2015, y publicada en el Diario Oficial el 5 de mayo del mismo año. 256. Como “metacerrojo”, Atria señala los quórums de reforma constitucional: 2/3 y 3/5, según la materia que se trate. Para este tema en su conjunto, ver Fernando Atria, La Constitución tramposa (Santiago, Ediciones LOM, 2013). 257. Ver los artículos 127, 128 y 129 de la Constitución. En especial, se requieren de los 3/5 de los parlamentarios, salvo que se trate de los capítulos I, III, VIII, XIX, XII y XV, en cuyo caso se necesita de los 2/3. 258. Para esta cuestión, ver Lorena Recabarren y Valentina Verbal, “El debate constitucional en Chile. Cuestiones previas”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2016), pp. 9-13. 259. Atria y otros, El otro modelo, p. 114.
87
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Finalmente, y para cerrar esta sección, el anticapitalismo versión hard insiste en la idea de que la crítica radical al modelo -expresada en los cuatro tópicos referidosno tiene únicamente un carácter elitario, es decir, no sólo adscribirían a ella algunos políticos e intelectuales, sino la ciudadanía de forma mayoritaria. El carácter masivo de esta postura se habría visto, precisamente, representado por las multitudinarias marchas que se vienen desarrollando desde el año 2011 y que, de manera particular, se ven asociadas al movimiento estudiantil. Movimiento que, valga reiterar, no se limitó a pedir cambios de carácter gremial, sino a cuestionar integralmente el modelo económico vigente consagrado en la Constitución de 1980260. Mayol describe el simbolismo del movimiento estudiantil del siguiente modo: “en el 2011 se precipitaron los acontecimientos. No sólo ocurrieron, claro está: se sucedieron a gran velocidad y de alguna manera cayeron por su propio peso, que eso es precipitarse”. Y luego añade que el “malestar [ciudadano] apareció con evidencias de mayor profundidad que las imaginadas por los más pesimistas, apareció con una energía transformadora que superó a los más utopistas, apareció con toda la fuerza que puede sustentar una evidencia”261. Es interesante constatar cómo Mayol da cuenta del sentimiento de ruptura histórica con que algunos procesos históricos -más aún, de carácter revolucionario- son autopercibidos por sus protagonistas: militantes, dirigentes e intelectuales262. Además, el carácter masivo del movimiento estudiantil se busca constatar a partir de la elección de Michelle Bachelet como Presidenta de la República en 2014, cuyo programa precisamente habría recogido la demanda ciudadana de reformas estructurales al modelo económico-social, principalmente la tributaria, la educacional y la constitucional, a las que posteriormente se agregaron la laboral y la previsional. No es necesario, considerando el espacio aquí disponible, referir algunos pasajes de dicho programa, en los que se reproducen las mismas ideas de los intelectuales vistos
260. Para una interpretación de este movimiento desde la izquierda, aunque al calor de los acontecimientos, puede verse Jorge Rojas, Sociedad bloqueada. Movimiento estudiantil, desigualdad y despertar de la sociedad chilena (Santiago, RIL Editores, 2012). Este libro dedica también un capítulo a la “revolución pingüina” de 2006. Para una visión del debate intelectual generado, a partir del año 2011, y desde una perspectiva liberal, muy recomendable es el trabajo de Rafael Rincón-Urdaneta Zerpa, Chile en la encrucijada. El debate en torno al modelo chileno (Santiago, Fundación para el Progreso, 2013). 261. Mayol, El derrumbe del modelo, p. 125. 262. En este sentido, y para el caso particular de las independencias hispanoamericanas, Francisco Xavier Guerra sostiene que se trataba de una época, caracterizada por “la conciencia que tienen los actores, y que todas las fuentes reflejan, de abordar una nueva era, de estar fundando un hombre nuevo, una nueva sociedad y una nueva política”. Francisco Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2000 [1992]), p. 13.
88
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
con anterioridad263. Pero tampoco lo es, porque resulta de público conocimiento que el gobierno de la Nueva Mayoría construyó su relato a partir de los tópicos indicados, en particular el segundo y el tercero, que se resumen en el lema de campaña: “Más igualdad y no más abusos”264. ¿Es cierto que la mayoría de la población adhiere a un anticapitalismo versión hard? Como se buscará demostrar en la Sección final del presente capítulo, la respuesta afirmativa a dicha interrogante resulta muy discutible. Sin embargo, basta por ahora recordar que Bachelet accedió al poder con un 62,7 % de los votos en la segunda vuelta, pero en el marco de una abstención de casi un 60 %, lo que aproximadamente equivale a un 25 % de apoyo del electorado total. Además, resulta poco plausible pensar que los electores votaron concretamente por un programa de gobierno, como suelen sostenerlo algunos dirigentes de la Nueva Mayoría. Por el contrario, pareciera que todavía resulta cierta la sentencia de Alberto Edwards en su Bosquejo histórico de 1903: “en esta investigación, de poco nos serviría la lectura de los programas que [los partidos políticos] exhiben como banderas, pues, como todos hemos podido observar, la mayoría de los ciudadanos, aun de la clase ilustrada, no los conoce ni les atribuye la menor importancia”265.
2 Anticapitalismo versión SOFT: autoflagelantes en la derecha Desde la derecha, el autor que ha utilizado de manera más sistemática el término cambio de ciclo es, sin lugar a dudas, Hugo Herrera, quien dedica un capítulo completo de su libro La derecha en la crisis del Bicentenario al tratamiento de esta cuestión. Comienza aclarando que dicha expresión “supone una visión de la historia en la cual el tiempo transcurre de manera circular y los hechos tienen lugar al modo de un retorno de 263. Carlos Peña resume este fenómeno de la siguiente forma: “la Presidenta Bachelet, o sus asesores, llegaron al poder presumiendo que iniciarían un nuevo ciclo en la política chilena. Y como lo nuevo, para ser genuinamente nuevo, requiere declarar la vejez de lo que le antecede, Bachelet o sus asesores, se apresuraron a diagnosticar la decrepitud del proyecto modernizador que la Concertación impulsó. La Nueva Mayoría construyó así su identidad sobre la base de devaluar el tiempo que le había antecedido. Se asistió así, durante estos años, al raro fenómeno de un grupo de políticos que se avergonzaron de su propio quehacer y que, en rara esquizofrenia al verse a sí mismos en el espejo del pasado, se sonrojaban y maldecían”. Carlos Peña, “De umbral a paréntesis”, columna de opinión en Reportajes de El Mercurio (4 de septiembre de 2016). 264. En 2013, pocos meses antes de la llegada al país de Michelle Bachelet, el Partido Socialista (PS) contrató diversos letreros gigantes con este lema en Santiago, el que también difundió a través de las redes sociales. 265. Alberto Edwards Vives, “Bosquejo histórico de los partidos políticos chilenos”, en Alberto Edwards Vives y Eduardo Frei Montalva, Historia de los partidos políticos chilenos (Santiago, Editorial del Pacífico, 1949), p. 14. Menciono la fecha de 1903 en el cuerpo de este trabajo, porque este fue al año de la primera edición de su Bosquejo histórico.
89
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
lo mismo”266. Pero subraya que, en clave política, “el cambio de ciclo responde a un desfase entre el pueblo y la institucionalidad”267. Resulta interesante enterarse en qué consiste, para Herrera, dicho desfase. Básicamente, en siete alteraciones, ya mencionadas en el capítulo anterior268, y que, en suma, dan cuenta de una “mutación profunda” que genera un “malestar confuso y generalizado” en el pueblo, que clamaría por cambios que apunten a superar las instituciones hoy existentes269. Más interesante aún -considerando que se trata del autor principal de Convocatoriaes constatar que adhiere, en gran medida, a los cuatros tópicos sobre el modelo económico vigente que plantean algunos intelectuales de izquierda, y que conforman lo que aquí se ha llamado anticapitalismo versión hard. Aunque no exactamente con las mismas palabras, Herrera comparte de manera expresa el tópico moralizante en contra del modelo. En particular, que la existencia de grandes cadenas comerciales es “altamente perniciosa […] para la vida vecinal”, ya que el “tejido denso de los vínculos humanos formado a partir de relaciones como la del almacén se dificulta severamente allí donde se instala la gran cadena con empleados inestables y ajenos al contexto en el cual trabajan”270. Si bien no califica directamente el lucro y el consumo como inmorales, sí lo hace tácitamente al sostener que el modelo económico, basado en estos elementos, es causa inmediata de lo que califica de “empobrecimiento espiritual”271. Llega incluso a adherir de manera acrítica a la hipótesis del periodista Rodrigo Fluxá, en torno al asesinato de Daniel Zamudio a quien, según Fluxá, no lo habrían agredido (con resultado de muerte) por su orientación homosexual, sino como consecuencia de su propia vida de excesos, de la cual los mismos victimarios habrían formado parte. Y yendo incluso más allá, Herrera califica dicha vida como parte de una “operación normal del modelo”, que supondría un “vaciamiento espiritual y un quiebre existencial de los actores”272. Sin embargo, después de leer el libro de Fluxá cabe concluir que, aunque fuera cierto que la víctima haya estado ebria al momento de la agresión y que su vida misma haya sido en extremo licenciosa, resulta palpable que la violencia que sufrió se debió al hecho de ser una persona homosexual. El mismo Fluxá cuenta que, después de ser
266. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 21. 267. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 24. 268. Para que el lector las recuerde, se trata de las siguientes: disminución del miedo; debilitamiento de los ejes del pasado reciente; distribución del conocimiento y la información; oligopolio, productividad decreciente, bajo compromiso social; oligarquía; centralismo; y empobrecimiento espiritual. 269. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 26. 270. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 38. 271. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 41. Y que es la última de las siete alteraciones del cambio de ciclo. 272. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 44.
90
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
orinado en la boca, se le gritó: “¡Gay lacra, ensucias mi patria!”273. Por lo demás, dicha situación resulta indesmentible a la luz de la sentencia judicial del caso: “aun cuando, la víctima don Daniel Zamudio, no podía defenderse y ya se encontraba suficientemente lesionado; con la intención de inferir mayor efectividad en las lesiones y causar un dolor o sufrimiento excesivo o innecesario, los acusados ocuparon una botella de vidrio y una piedra de tamaño considerable, para seguir golpeándolo en su cabeza, tronco y extremidades. Específicamente, con los vidrios de una botella quebrada, provocaron cortes en su oreja y dibujaron esvásticas en su tórax, abdomen y región dorsal, mediante cortes en su piel. Asimismo, y de manera absolutamente injustificada -sólo con el propósito de causar más daño y dolor a la víctima- lanzaron sobre una de sus piernas, una piedra de tamaño considerable, ocasionándole una fractura expuesta a la altura de la tibia y el peroné. Del mismo modo -utilizando cigarrillos encendidosefectuaron quemaduras en su piel en la región torácica anterior. Todo aquello -como se ha expuesto- para aumentar el dolor y la ignominia de la víctima, dada su orientación homosexual”274.
Me extiendo un poco en el caso Zamudio no tanto para condenar, como es natural, un crimen de odio brutal, sino para poner sobre la mesa el simplismo y la exageración de considerarlo como consecuencia de un modelo que, supuestamente, tendería a la fragmentación y al vaciamiento espiritual. Particularmente si se atiende a que, de hecho, contrariamente a lo señalado por Fluxá y Herrera, es precisamente en las sociedades liberales que las minorías (sexuales y de otro tipo) gozan, como el resto de los ciudadanos, de amplia libertad para llevar a cabo su vida en el ambiente general de tolerancia, propiciado por el mismo modelo político y económico275. Al segundo tópico -referido a la existencia de un sistema abusivo y oligopólico-, se suma también Herrera de manera entusiasta: “en Chile, y fruto precisamente del nuevo sistema liberal instaurado durante la dictadura, se produjo una creciente concentración del poder 273. Rodrigo Fluxá, Solos en la noche. Zamudio y sus asesinos (Santiago, Catalonia / UDP Escuela de Periodismo / Ediciones Universidad Diego Portales, 2014), p. 23. 274. Cuarto Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago, integrada por los jueces titulares don Juan Carlos Urrutia Padilla, quien presidió, doña Celia Catalán Romero y doña Patricia Bründl Riumalló (Santiago: Poder Judicial de Chile, 28 de octubre de 2013), pp. 2 y 3. Esta sentencia se encuentra fácilmente en internet. 275. Agradezco el comentario de Felipe Schwember en orden a que “es mucho más plausible considerar el crimen como un resabio de la homofobia que históricamente ha imperado en nuestras sociedades y que Herrera parece querer obviar”.
91
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
económico. Los bancos, las avícolas, las empresas de fondos de pensión, las empresas de salud previsional, las farmacias, las librerías de libros y las de útiles y papelería, las jugueterías, las ópticas, el retail, los supermercados, las tiendas de comida, las cigarrerías, etcétera, son grandes cadenas que se han expandido a tal punto que casi todo ¡hasta el pan! lo compramos hoy en ellas”276.
Para el autor, el modelo vigente es esencialmente oligopólico, entendiendo por tal la concentración de los distintos mercados en grandes cadenas comerciales, que perjudicarían la existencia de pequeños negocios, como los almacenes y las panaderías de barrio. Luego agrega que: “oligopolio significa la ausencia de competencia, la colusión, la negociación secreta, la conservación de posiciones por parte de empresas menos eficientes, las alzas de precios, la pérdida del dinamismo de la economía nacional y el consecuente perjuicio no sólo para consumidores y trabajadores, sino para el desarrollo del país”277.
Además de no entender o confundir los conceptos de economías de escala, concentración económica, oligopolio, monopolio y las malas o buenas consecuencias de la existencia de estos, cabe preguntarse: ¿existe todo lo que Herrera enumera en Chile, al menos de manera generalizada? Aunque no lo dice de un modo claro, sí lo insinúa, especialmente cuando afirma que el modelo chileno sería excesivamente concentrado u oligopólico. Lo cierto es que críticas aisladas y tan generales como la anterior descuidan un análisis serio y pertinente. De partida, es necesario considerar que las concentraciones económicas no son malas per se, sino que, como regla general, es justamente a la inversa278. ¿Es que acaso Herrera no ha notado la baja de precios y la accesibilidad a nuevos productos debido al crecimiento de nuestra economía y las economías de escala que ésta ha permitido? Es tan simple como darse cuenta que cuando una empresa crece, o se concentra -como tan mal le parece a nuestro autor-, ésta puede acceder a mejores tratos con sus proveedores para, finalmente, bajar los precios a los consumidores. Basta comparar la diversidad de bienes que los chilenos tenían a su alcance durante los años 80 con los de hoy, todo ello gracias a que ahora existen grandes empresas que tienen acceso a grandes mercados y condiciones de financiamiento, lo que les permite 276. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 37. 277. Ibíd. 278. Agradezco a Fernando Claro haberme hecho ver este punto.
92
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
acceder a nuevos productos y bajar sus costos de producción. Esto último no quiere decir que no existan malas prácticas en ciertas industrias o empresas que, por lo demás, son castigadas y deberían serlo en cualquier modelo económico liberal bien concebido. Pero en la condena del libre mercado, de la apertura exterior y de la concentración de industrias en defensa del “almacén de la esquina” radica un romanticismo que olvida lo inaccesible que eran en el pasado -para la gran mayoría de los chilenos- los precios reales de la ropa, la comida y las bicicletas, por poner sólo algunos ejemplos de carácter cotidiano. Al tercer tópico -asociado a la desigualdad que naturalmente produciría el modelo-, también se suma gustoso Herrera, aunque sin desarrollarlo en profundidad: “algo que en general destacan los expertos es el altísimo nivel de desigualdad que existe en el país. Se lo ha tratado de justificar con el crecimiento o demostrar que en las generaciones jóvenes las diferencias disminuyen. Sin embargo, es un hecho de que el despliegue integral del país […] exige una mejor distribución de la riqueza”279.
¿Cómo lograr lo anterior? Según Herrera no sólo a través de políticas sociales, sino también mediante la existencia de una efectiva capacidad sindical de los trabajadores 280. Pero, valga aclarar, no distingue Herrera entre sindicalización, como una expresión legítima de la libertad de asociación, y sindicalismo, que puede devenir en coacción en contra de los trabajadores y en presión violenta a las empresas y las autoridades, según el caso281. Pero, en términos concretos, no explica cuáles serían las condiciones de posibilidad de la participación de la derecha en el mundo sindical, al menos de manera relevante, lo que a todas luces no ocurre en la práctica. Probablemente Herrera piensa que esto sería posible si, como él propone, la derecha reorientase su discurso hacia una crítica moralizante en contra del libre mercado y a favor de un comunitarismo nacionalista, en cuanto espacio de integración de los sectores populares. Por último, en torno al cuarto tópico -el rechazo mayoritario del pueblo al modelo económico- Herrera no se pronuncia expresamente, pero es dable inferir que lo comparte. En primer lugar, porque señala que existe un grave desfase entre pueblo e institucionalidad, que habría que subsanar mediante la superación de las reglas del juego hoy existentes. En segundo término, porque las alteraciones que identifica en el cambio de ciclo, especialmente las directamente asociadas al modelo, producirían un “malestar profundo” en la ciudadanía282. 279. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 39. 280. Ibíd. 281.Para el segundo de estos conceptos, ver Marino Regini, “Sindicalismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1446-1454. 282. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 45.
93
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Sin embargo, si se ha situado a Herrera como parte de un anticapitalismo versión soft (y no hard), se debe principalmente al hecho de que no se pronuncia a favor de una nueva Constitución a través de una AC, como la gran herramienta para sustituir el modelo por otro: transitar desde un Estado subsidiario hacia uno de bienestar283. Además de Herrera, el otro intelectual asociado al sector que ha tratado sistemáticamente la cuestión del cambio de ciclo, aunque no usando esta expresión, es Daniel Mansuy. Y, si bien adhiere a los cuatro tópicos indicados, a la hora de pensar en uno que lo distinga de manera esencial, cabe referirse a su crítica moralizante al modelo, acompañada de algunas consideraciones políticas, que no dejan de ser interesantes. Como se vio en el capítulo anterior, y al igual que Herrera, sus dardos suelen dirigirse contra la vida supuestamente asocial que generarían los malls o grandes centros comerciales. En su libro Nos fuimos quedando en silencio, señala: “la panadería de la esquina, por ejemplo, forma parte del tejido social de un modo cualitativamente distinto que un gran supermercado”. Y añade, aludiendo a la circunstancia que el sistema económico sería naturalmente oligopólico: “la concentración es, quizás, un hecho inevitable en las modernas economías de masas, pero no podemos darnos el lujo de no tener conciencia de las pérdidas que produce, si acaso queremos corregirlas o atenuarlas, y conservar así la estabilidad del conjunto”284. Como sostiene Fernando Claro285, este planteamiento de Mansuy da cuenta de “muchas confusiones respecto a los conceptos que se refieren específicamente al mercado y la economía”286. Por ejemplo, “confunde el término concentración con términos como tamaño o economías de escala, conceptos diferentes que pueden tener o no tener relación”287. Según Claro, Mansuy tiende a sostener que el libre mercado “se basaría sólo en la mala fe”, viendo a las empresas y a los consumidores como enemigos entre sí288. Lo cierto es que, a partir de argumentos voluntaristas y desde una visión que olvida o minimiza las realidades concretas de cada persona o familia, Mansuy piensa la política como la disposición forzada de valores morales, que supuestamente apuntarían a una mayor cohesión social: “¿cómo no comprender […] que una madre que trabaja los fines de semana en un mall, lejos de su casa, y con transporte público de mala calidad, tendrá dificultades para educar a sus hijos? ¿Nos interesa cuidar 283. En una obra posterior a la finalización de este capítulo (septiembre de 2016), problematiza la visión sobre los derechos sociales de Atria. Ver Hugo Herrera, La frágil universidad. Seguido de derechos sociales, deliberación pública y universidad (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2016). 284. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 97. 285. Al igual que en Herrera, hay que decirlo, para ser justos. 286. Fernando Claro, “¿Mudos o conversos?”, Estudios Públicos, N° 144 (2016), p. 370. 287.Claro, “¿Mudos o conversos?”, p. 371. El destacado en el original. 288. Ibíd.
94
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
esos espacios o nos es indiferente? ¿Qué tipos de efectos sociales tiene que muchas familias no puedan disponer de tiempo común? ¿Puede la televisión o la calle reemplazar esas instancias?”289.
Si bien no recomienda directamente la dictación de leyes prohibitivas en contra del trabajo dominical en los malls (incluso cuestiona la existencia de los horarios vespertinos durante la semana), sí insinúa que, desde la “política”, debiera legislarse al respecto. El hecho de proponer la apertura del debate sobre esta situación, constituye algo más que una insinuación en favor de restringir ciertos horarios de trabajo, sobre todo en los grandes centros comerciales. Y, aunque este planteamiento pueda resultar a primera vista persuasivo, cabe también, a modo de réplica, plantear otras interrogantes: ¿acaso las madres que trabajan en los malls no lo hacen por el bien de sus hijos?, ¿Por qué no habría de entenderse este trabajo como un paso previo y transitorio frente al acceso a mejores oportunidades laborales?, ¿Por qué desde arriba -y desde afuera, a partir de una determinada visión ideológica y moral- cabría cuestionar los horarios laborales de las personas? Como ya se ha visto, Mansuy funda su rechazo soft al modelo en la carencia de “política” o de valores comunes, impuestos desde una autoridad externa y superior a los propios individuos. En este sentido, el senador Allamand señala que lo que define a un socialista es que se trata de alguien “que está seguro que puede tomar mejores decisiones que los propios interesados”290. Según esta definición, Mansuy sería socialista, ya que su planteamiento apunta, permanentemente, a reemplazar los fines individuales por supuestos fines colectivos que darían cuenta de una concepción de la vida buena considerada superior a las otras. Asimismo, para Mansuy el mercado no sería el contexto más adecuado para la generación y práctica de las virtudes humanas. El mercado supondría (al igual que para Herrera), una suerte de “absolutización egoísta de la libertad” (la expresión es mía). “Pero, al mismo tiempo, [la libertad, explica Mansuy] está en constante interacción con la dimensión heredada: no elegimos lo que somos. No elegimos nuestro sexo, ni nuestros padres, ni donde nacimos, así como tampoco muchos rasgos de nuestro carácter”291. Aquí Mansuy, otra vez, sigue a Taylor, quien habla de la existencia de “horizontes ineludibles”. Para el filósofo canadiense, toda identidad personal se define en forma dialógica. “Definirme significa encontrar lo que resulta significativo en mi diferencia con respecto a los demás”292. En otras palabras, las identidades personales deberían 289. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 140. 290. Allamand, La salida, p. 117. 291. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 151.
95
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
necesariamente situarse en un contexto más amplio, en un “fondo de inteligibilidad”, en un horizonte de significación293. De acuerdo a esta visión, la libertad tendría que adecuarse a las identidades colectivas de las que formamos parte. Sin embargo, ninguno de los ejemplos que Mansuy pone sobre la mesa más arriba implican situaciones realmente inmutables: la identidad de género puede desafiar el sexo biológico (como en el caso de las personas trans294); los hijos, pueden ser acogidos por padres adoptivos (incluso homosexuales); y los migrantes295, que dejaron atrás su patria, pueden elegir nacionalizarse. Mansuy probablemente replicará que si bien pueden, estas decisiones suponen una desvinculación de un contexto más amplio, dando cuenta de un atomismo social que, desde la política, es necesario superar. Lo cierto es que la crítica a la libertad como autonomía o no interferencia estatal, y la suposición correlativa de que la vida únicamente tiene valor allanándose a los valores comunitarios, significa negar que los individuos tengan derecho a construir sus proyectos vitales de espaldas a (o incluso en contra de) las convenciones sociales (y religiosas) de una determinada época o comunidad. Las identidades personales, en una sociedad libre, pueden -y muchas veces deben- ser transgresoras. Por lo demás, en términos históricos, estas transgresiones no se producen de manera aislada, sino como parte de movimientos sociales a los que diferentes individuos se suman. Por ejemplo, las mujeres se fueron emancipando, accediendo a una mayor igualdad legal, no actuando de manera atomística, sino siendo protagonistas de un gran movimiento social -el feminismo- que, aunque ha pasado por distintas etapas -las llamadas olas- ha tenido esencialmente un fondo liberal clásico, asociado a los principios de libertad individual e igualdad ante la ley296. En suma, lo que Mansuy rechaza es la diversidad o pluralismo que genera la modernización capitalista de Occidente, en particular la experimentada por Chile en los últimos treinta años, porque para él, “el mercado sólo funciona (y este es quizás el punto ciego del sistema hayekiano297) en la medida que hay algún tipo de comunidad
292. Taylor, La ética de la autenticidad, p. 71. 293. Taylor, La ética de la autenticidad, p. 72. 294. En términos sencillos, las personas trans son aquellas que sienten y expresan una identidad de género distinta del sexo asignado al momento de nacer. Para este tema, ver Sebastián del Pino y Valentina Verbal, “La identidad de género en Chile, problematizando el debate”, Liminales. Escritos sobre Psicología y sociedad, Vol. I, N° 7 (2015), pp. 155-179. 295. Para este otro tema, ver Álvaro Bellolio y Hernán Felipe Errázuriz, Migraciones en Chile. Una oportunidad ignorada (Santiago, Ediciones LYD, 2014). 296. Para un acercamiento tanto histórico como teórico de este movimiento, ver Elena Beltrán y Virginia Maquiera (editoras), Feminismos. Debates teóricos contemporáneos (Madrid, Alianza Editorial, 2012 [2011]). De manera más breve, Samara de las Heras Aguilera, “Una aproximación a las teorías feministas”, Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, Nº 9 (2009), pp. 45-82. Asimismo, y para una historia más amplia sobre lo femenino, Michelle Perrot, Mi historia de las mujeres (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2008 [2006]).
96
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
moral, por mínima que sea”298. Pero la “pregunta que surge inmediatamente es cuán cuidadosos somos de estimular esas disposiciones morales indispensables, pero alejadas del núcleo del capitalismo”299. En torno a este punto, Mansuy parece verse influido por Michael J. Sandel, quien sostiene que el mercado debe ser restringido por razones éticas: “un debate sobre los límites morales del mercado nos permitiría determinar, como sociedad, cuándo los mercados sirven al público, y dónde no están en su sitio”300. Toda esta crítica, empero (así como la objeción de Mansuy acerca del presunto “punto ciego” del sistema de Hayek) descansa en la idea errónea de que el mercado es un espacio de lucha sin cuartel en el que todo vale entre los diferentes actores económicos. Esta idea, que no defiende ningún autor liberal representativo es, sin embargo, una caricatura; y una caricatura que puede tener graves consecuencias, si se la esgrime para justificar eventuales restricciones arbitrarias en la vida y la libertad de los individuos. En la misma línea de Herrera y Mansuy, Catalina Siles sostiene que la integración social se dificulta cuando la sociedad se mueve por valores de carácter materialista, como la acumulación de la riqueza, el estatus social, entre otros. Concretamente, adhiere a la tesis según la cual estaríamos viviendo bajo una “sociedad de mercado”. “Es decir, una sociedad en que, si no todas, al menos la gran mayoría de las operaciones sociales se coordinan a través de interacciones mercantiles”, otorgando “al dinero una centralidad para la integración que en otros contextos no posee”301. Y más adelante agrega que la modernización chilena de los últimos años ha tendido a “un proceso de contractualización de las relaciones sociales, que de alguna manera sustituye la cohesión que ofrecen los fines y valores comunes”302. De esta manera, Siles se opone a la idea de que los acuerdos voluntarios son justos. Más allá de Siles, lo cierto es que los comunitaristas de derecha (y, en general, los colectivistas de todos los partidos) tienden a asociar directamente el contractualismo individualista con uno de carácter egoísta303. Desde la filosofía política, Felipe Schwember explica la diferencia entre ambos. Mientras “el contractualismo egoísta 297. Se refiere al pensamiento de Friedrich Hayek, quien defendió la idea que la sociedad debería estructurarse desde un orden espontáneo que, aunque estuviese basado en leyes generales, no suponga un propósito centralizado, sino que pueda “ser usado para una gran cantidad de propósitos individuales, [contribuyendo] a su consecución por diferentes, divergentes y conflictivos que ellos sean”. Friedrich A. von Hayek, “Los principios de un orden social liberal”, Estudios Públicos, N° 6 (1982), p. 183. 298. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 165. 299. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 166. 300. Michael J. Sandel, Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado (Barcelona, Debate, 2013 [2012]), p. 22. 301. Catalina Siles V., “Prólogo”, en Catalina Siles V., Los invisibles. Por qué la pobreza y la exclusión dejaron de ser propiedad (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), p. 16. 302. Siles, “Prólogo”, p. 19. 303. En general, el término contractualismo agrupa “diversas teorías que sostienen que la obligatoriedad de las normas descansa en el consentimiento de quienes están vinculados por ellas”. Felipe Schwember, “Razón, consentimiento y contrato. El difícil mínimo común denominador de las teorías contractualistas”, Ideas y valores, vol. LXIII, N° 156 (2014), p. 101.
97
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
hace del Estado precontractual uno de depredación mutua”, el “individualista, en cambio, [considera] que existen ciertas restricciones iniciales a lo que los individuos pueden hacerse mutuamente, de suerte que el Estado precontractual da lugar no a un estado de guerra [como sostiene Hobbes], sino a uno de cooperación relativa [como se aprecia en Locke]”304. Y, a diferencia de lo que suele creerse, bajo el segundo paradigma “la maximización de la propia utilidad no se convierte en un juego de suma cero”305. Con respecto al tópico de la igualdad -principal caballo de batalla de la Nueva Mayoría desde la campaña presidencial de 2013-, Mansuy critica a la derecha por no aceptar que la desigualdad sí es un problema, ya que “cuando es muy fuerte y carece de justificación razonable, fragmenta y hace perder cohesión al cuerpo social”306. Y nuevamente busca interpelar con algunas preguntas de orden moral: “¿qué comunidad efectiva puede haber allí donde hay tanta diferencia? ¿Qué tipo de acción común, qué tipo de política, puede fundarse desde distancias tan marcadas? ¿Qué soporte tiene esa comunidad para enfrentar una crisis grave?”307. Hay que reconocer que uno de los pocos puntos rescatables del planteamiento de Mansuy es su visión sobre el cambio de ciclo en cuanto “ruptura de los consensos”, especialmente el económico. Sin embargo, no logra identificar el origen eminentemente elitario de esta ruptura. De alguna manera, y aunque resulta ambiguo en su interpretación, considera que el conjunto de la población estaría rechazando el modelo, conforme a los tres primeros tópicos que se han visto en este capítulo. De hecho, critica abiertamente los planteamientos de Marcel Oppliger y Eugenio Guzmán en El malestar de Chile, de un lado, y de Luis Larraín en El regreso del modelo 308 del otro, quienes en su conjunto refutan el carácter masivo del rechazo de la población hacia el libre mercado hoy existente. Finalmente, y aunque a Mansuy tampoco corresponda catalogarlo como parte de un anticapitalismo versión hard -puesto que no promueve una nueva Constitución vía AC, con el objeto de cambiar radicalmente el modelo-, sí sirve de manera efectiva a la causa ideológica de la izquierda, en la medida en que efectúa de manera intensa la más fuerte de las críticas que es posible hacer en contra de algo: una deslegitimación de orden cultural y moral.
304. Schwember, “Razón, consentimiento y contrato”, p. 108. 305. Ibíd. 306. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 133. 307. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 174. 308. Ambos libros publicados en 2012. Se referirán más abajo en la última Sección de este capítulo.
98
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
3 Problematizando los tópicos: el mercado no es Lucifer Aunque, de distintas maneras, ya se han cuestionado los cuatro tópicos en contra del modelo económico vigente, se dedicará ésta y la próxima Sección del presente capítulo a problematizarlos de manera más detallada. El primer tópico -la crítica moralizante al sistema de libre empresa- revela, ante todo, una incomprensión (o caricatura) sobre el significado del mercado que, antes que ser un ring de boxeo, es un espacio de cooperación social. ¿Cooperación de qué? De los bienes y servicios que cada uno, en su especificidad, desea o necesita intercambiar. Y esto a partir del libre ejercicio de la función empresarial, que todas las personas (en distintos grados y sentidos) poseen. En los términos de Jesús Huerta de Soto, dicha función “coincide con la acción humana misma”, ya que la efectúa “cualquier persona que actúa para modificar el presente y conseguir sus objetivos en el futuro”309. Y, en un sentido estricto, “consiste básicamente en descubrir y apreciar […] las oportunidades de alcanzar algún fin, o si se prefiere de lograr alguna ganancia o beneficio, que se presentan en el entorno, actuando en consecuencia para aprovecharlas”310. Pese a que el egoísmo (o si se quiere, la codicia) es un defecto que se puede presentar en cualquier sistema económico -también bajo el socialismo-, lo cierto es que el libre mercado tiende a minimizarlo, en la medida en que las personas que actúan en él deben, necesariamente, coordinarse entre sí. En la práctica, cuando alguien descubre una oportunidad que le permitirá obtener una ganancia legítima -el demonizado lucro-, lo que está haciendo es salir de sí mismo para pensar en cómo satisfacer un fin de otro, un fin que otro considera valioso. Como bien lo expresa Jason Brennan, cuando las personas intercambian en el mercado, lo hacen porque “cada uno tiene algo que ofrecer -y no debido a la suerte-, sino porque continuamente ellos eligen ser ese alguien que tiene algo que ofrecer”311. Por eso es que Huerta de Soto sostiene que “la función empresarial [que se ejerce libremente en el mercado] es, sin duda alguna, la función social por excelencia, dado que hace posible la vida en sociedad al ajustar y coordinar el comportamiento individual de sus miembros”312. Y nada de esto, valga subrayar, ocurre coactivamente, sino desde la autonomía de las propias personas. 309. Jesús Huerta de Soto, Socialismo, cálculo económico y función empresarial (Madrid, Unión Editorial, 2005 [1992]), p. 41. 310. Huerta de Soto, Socialismo, p. 51. 311. Jason Brennan, Capitalismo, ¿por qué no? (Santiago, Fundación para el Progreso, 2017), p. 56. 312. Huerta de Soto, Socialismo, p. 67.
99
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Asimismo, en este proceso -es importante subrayarlo- no sólo intervienen los capitalistas o empresarios, sino al mismo tiempo los consumidores y los trabajadores, que, en un sentido amplio, también son empresarios, ya que igualmente persiguen fines propios de manera creativa. Por eso es que criticar moralmente el mercado supone -de manera más profunda- cuestionar la libertad de todos para buscar su propio destino. Ahora bien, para que dicha coordinación sea efectivamente fructífera es necesaria la existencia de instituciones, es decir, de reglas del juego que se han desarrollado de manera evolutiva a lo largo de los siglos313. De ahí que, en materia de derecho comercial, la costumbre constituya una fuente fundamental314. Asimismo, que sea un principio general del derecho civil el de autonomía de la voluntad 315. Tanto la costumbre como la autonomía de la voluntad, presuponen el cumplimiento de reglas de derecho privado que, en caso de violarse, permiten acudir a un tercero: tribunales estatales o árbitros mutuamente designados por las partes. Los casos en que esto ocurre son excepcionales, ya que, de lo contrario, se necesitarían ejércitos de jueces y árbitros, interviniendo en casi todas las relaciones contractuales que las personas generan316. Lo cierto es que la confianza mutua es la base de un sistema de economía libre. Dado que por definición los tópicos constituyen argumentos simplistas y reiterados, puede resultar sorprendente leer que no sólo las virtudes alimentan el mercado, sino que él mismo las genera. En términos históricos, y en contra de lo que suele reconocerse, no ha sido otro sistema económico sino el libre mercado el que, particularmente desde comienzos del siglo XIX, ha sacado a miles o millones de personas de la pobreza. Aunque este argumento pueda sonar demasiado utilitarista, lo cierto es que sólo después de salir de la pobreza las personas son capaces de pensar en el acceso a bienes inmateriales (culturales, espirituales, etc.). Como ha apuntado Deirdre McCloskey, a “partir de 1800, la cantidad de servicios producidos y consumidos por la persona promedio en el planeta se ha incrementado 313. Para Huerta de Soto serían, principalmente, el respeto a la vida, la estabilidad en la posesión pacíficamente conseguida, transferencia mediante consentimiento y cumplimiento de las promesas hechas. Ver Huerta de Soto, Socialismo, p. 69. En general Hayek entiende las instituciones como “formas de conducta que habitualmente seguimos sin saber por qué; […] que utilizamos porque están a nuestro alcance como producto de un crecimiento acumulativo y sin que jamás hayan sido ideadas por una sola inteligencia”. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 53. 314. El artículo 4° del Código de Comercio de Chile, publicado el 23 de noviembre de 1865, dispone que: “las costumbres mercantiles suplen el silencio de la ley, cuando los hechos que las constituyen son uniformes, públicos, generalmente ejecutados en la República o en una determinada localidad, y reiterados por un largo espacio de tiempo, que se apreciará prudencialmente por los juzgados de comercio”. 315. Arturo Alessandri Rodríguez (1895-1970) define este principio como “la libertad que gozan los particulares para pactar los contratos que les plazcan, y de determinar su contenido, efectos y duración”. Arturo Alessandri Rodríguez, De los contratos (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, s/f), p. 11. 316. De acuerdo al artículo 27 del Código Orgánico de Tribunales (promulgado el 9 de junio de 1943, y publicado el 15 de julio del mismo año), en cada comuna, a lo menos, habrá un Juzgado de Letras. Estos juzgados son los que resuelven los conflictos jurídicos de mayor frecuencia, la mayoría de los cuales son de orden patrimonial, es decir, asociados al libre funcionamiento del mercado.
100
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
en ocho y medio veces”, lo cual “debería alegrarnos y maravillarnos”317. Sin embargo, y como lo demuestra el caso del Chile actual, tanto la derecha como la izquierda no hacen sino entristecerse: no sólo por su mal funcionamiento (abusos y colusiones), sino por su misma naturaleza, supuestamente corrosiva de la dignidad y ética humanas. Más sorprendente, incluso, podría resultar para estos críticos del mercado leer que el “capitalismo no ha corrompido nuestra alma. La ha mejorado”318. ¿Por qué? Porque la existencia de la libertad empresarial permite que seamos nosotros mismos, en interacción con otros, quienes determinemos los fines que buscamos, incluso en torno a los denominados bienes públicos319, sin que requiramos -al menos necesariamentede la intervención del Estado. Pensar lo contrario -creer que la gente que intercambia bienes y servicios tiende per se al egoísmo- es probablemente no sólo farisaico, sino que además supone desconfiar radical y gratuitamente de la gente común y corriente, lo que, por cierto, tampoco parece ser demasiado ético320. ¿Acaso los anticapitalistas son egoístas al comprar un libro o cotizar una estufa barata para pasar el invierno? ¿No deberían necesariamente compartir estos productos con quienes no acceden a ellos? ¿No daría cuenta esta acción, de una vida más humana, como la que -para ellos- supone la vida que se da cuando un cliente interactúa con los dueños de almacenes y panaderías de barrio? En este sentido, la crítica frecuente en contra del mercado en cuanto a que -en éllas personas no perseguirían fines comunes o colectivos sino meramente individuales, puede retrucarse diciendo que el mercado es un sistema en que los distintos fines individuales se coordinan entre sí, sin que sea necesario que las personas lleguen a un acuerdo acerca de los fines últimos de su vida. Como bien explica Eamonn Butler: “un individuo puede ofrecer un producto a otro y beneficiarse con el intercambio, aunque desapruebe por completo los fines del comprador, si los conoce, y aunque el comprador desapruebe los suyos”321. Esta situación, por cierto, no se da cuando el Estado interviene para establecer fines comunes, que inevitablemente terminan afectando la autonomía personal. El segundo tópico -el modelo es esencialmente abusivo y oligopólico- resulta poco plausible, precisamente a la luz de los párrafos anteriores. En concreto, no es el mercado 317. Deirdre McCloskey, Las virtudes burguesas. Ética para la era del comercio (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2015 [2006]), p. 34. 318. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 41. 319. Como, por ejemplo, lo demuestra la existencia de seguridad privada en barrios y edificios. Seldon prefiere hablar de funciones colectivas insustituibles, dado que lo público tiende a asociarse con lo estatal. Ver Arthur Seldon, Capitalismo (Madrid, Unión Editorial, 1994 (1990), p. 224. 320. Y, en todo caso, resulta irrelevante la motivación interna de la acción humana. Lo relevante es la forma en que se expresa externa o socialmente. 321. Eamonn Butler, Hayek. Su contribución al pensamiento político y económico de nuestro tiempo (Madrid, Unión Editorial, 1989), p. 66.
101
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
-en cuanto tal322 -el que tiende a los abusos, sino la misma codicia humana que lo utiliza como una de las tantas herramientas para llevar a cabo sus intereses, algunas veces injustos. Por lo demás, el liberalismo siempre se ha preocupado de prohibir y castigar el fraude, el dolo, el robo, el incumplimiento de los acuerdos, etc. Pero tampoco se le puede pedir más de lo que, en el marco de una sociedad libre, debiera dar. Las instituciones del mercado no apuntan a “crear” santos, sino a generar las condiciones para que las personas se respeten entre sí. Y esto basta y sobra para pensar en una sociedad ordenada, a pesar de -bajo esta visión- autogenerarse espontáneamente. Aunque sea necesario rechazar sin titubeos los abusos que tienen lugar en contra de los consumidores, dichos abusos no parecen tener lugar en Chile a causa del mercado, sino a expensas del mismo, o en ausencia de reglas claras e imparciales para su operación. En este sentido tiene razón Ignacio Briones cuando afirma que los excesos del mercado “sólo son compatibles [cuando] la competencia no opera. Sólo allí una parte puede darse el lujo de abusar de la otra en los términos planteados [por Atria y Mansuy]”323; es decir, sólo allí donde ¡realmente no existe libre mercado! El mismo Briones sostiene algo mucho más de fondo: que la economía de libre mercado depende de su legitimidad, y para que ésta sea posible es necesario que exista una sana regulación en favor de la libre competencia: “si una competencia vigorosa beneficia a todos los consumidores, sus efectos benéficos son particularmente relevantes para las familias de menores ingresos, que son las que destinan una mayor fracción de su ingreso al consumo de bienes y servicios. De allí que, desde la política pública, sea imperativo promoverla y defenderla con convicción y sin excepciones”324.
Sin embargo, y no obstante lo anterior constituye un principio normativo que es necesario defender con fuerza, es importante aclarar que los casos más sonados de abusos empresariales en Chile (La Polar, farmacias, avícolas, etc.) dan cuenta de la existencia de un orden jurídico que ya regula y sanciona la comisión de abusos. ¡No existe una ley de la selva! Además, resulta temerario y erróneo, como se dijo antes, sostener que la concentración de los mercados tienda necesariamente a un aumento de los precios o a prácticas en perjuicio de los consumidores, trabajadores y pequeños empresarios. 322. En realidad, y como me lo ha hecho ver Felipe Schwember, “el mercado ‘en cuanto que tal’ no existe; lo que existe son la totalidad de los intercambios que se celebran; por lo demás, en otro sentido, ‘mercado’ puede hacer referencia además al conjunto de condiciones de posibilidad de dichos intercambios”. 323. Ignacio Briones, “Un costo silencioso”, Estudios públicos, N° 144 (2016), p. 357. 324. Ignacio Briones, “Economía de mercado y legitimidad: ¿de qué depende?”, en Andrés Allamand y otros, La mayoría de las ideas. De la retroexcavadora al Manifiesto republicano (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2017), p. 235.
102
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
Como bien lo explica Claudio Sapelli, no es necesariamente cierto que la alta concentración en un mercado produzca -por sí misma- conductas monopólicas u oligopólicas, estableciendo “el cobro de un precio sustancialmente mayor que el de la competencia, con los consiguientes costos en la asignación de recursos y caída del bienestar social”325. ¿Por qué? Básicamente porque, en primer lugar, la fusión de dos empresas dentro de un universo competitivo y con mayor cantidad de ellas puede implicar grandes economías de escala, que traerán beneficios tanto a los dueños de la empresa fusionada como a los consumidores, que obtendrán una mayor diversidad de productos y a precios sustancialmente inferiores, gracias a eficiencias que se darían en el proceso productivo. En segundo lugar, el grado de participación de una o pocas empresas en el mercado no es el único factor determinante en la fijación de los precios, sino que también operan otros dos fundamentales: la existencia o no de sustitutos y la facilidad en la entrada al mercado326. ¿O acaso los críticos del mercado creerán que cuando sube el precio de la carne de vacuno, no aumenta el consumo de pollo? Por otra parte, ¿se habría producido la famosa colusión de las farmacias si las leyes hubiesen permitido la venta de medicamentos en las góndolas de los supermercados, al menos de aquellos que no requieren recetas? ¿Por qué no se hace? La respuesta puede sintetizarse en la fuerte desconfianza que, desde importantes sectores políticos, existe hacia la capacidad de las personas para tomar sus propias decisiones. Seguramente dicha posibilidad las habría alejado del supuesto “horizonte moral de sentido”, al que -según los comunitaristas- ellas deberían someter sus vidas. En todo caso, es importante subrayar que la defensa del libre mercado no ha de suponer la protección de intereses particulares, como la existencia de subsidios estatales en favor de determinados empresarios o sectores de la economía327. Esto no es libre mercado, sino un remedo de mercantilismo, sistema económico anterior al capitalismo moderno y uno de cuyos elementos esenciales es la concesión de privilegios en favor de capitalistas cercanos al poder: barreras aduaneras para la competencia exterior,
325. Claudio Sapelli, “Concentración y grupos económicos en Chile”, Estudios Públicos, N° 88 (2002), p. 68. 326. Sapelli, “Concentración”, p. 69. 327. En su visita a Chile en 2015, Luigi Zingales señaló (me permito citarlo in extenso): “Si uno va a un parque nacional en Estados Unidos, hay letreros que dicen ‘No alimente a los animales salvajes’ y luego explican que la razón por la cual no se los debe alimentar es porque la única forma en la que ellos pueden sobrevivir en la naturaleza es si pueden conseguir su propia comida. Entonces si se los hace flojos y se los acostumbra a recibir comida de los humanos, pierden esa capacidad. Lo mismo debiera establecerse para las empresas. Lo digo no porque no me gusten las empresas, sino porque me gustan, pero no quiero que sean subsidiadas ni favorecidas por el gobierno, porque de esa forma se hace a los empresarios flojos e incapaces de competir en el mercado mundial”. Paula Namur, “Luigi Zingales y la crisis del capitalismo: ‘Lo primero es entender que hay una gran diferencia entre ser pro mercado y ser pro empresa’”, entrevista en Pulso (Santiago, 18 de noviembre de 2015). El libro en cuestión es Raghuram Rajan y Luigi Zingales, Saving capitalism from de capitalists. Unleashing the power of financial markets to create wealth and spread opportunity (Princeton, Princeton University Press, 2004).
103
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
estancos o monopolios para comerciar determinados bienes, etc.328. Un ejemplo de mercantilismo actual puede verse en las propuestas proteccionistas de Donald Trump en los Estados Unidos329. No debiera resultar sorprendente que el mercantilismo haya sido siempre muy cercano, o derechamente funcional, a las ideas antimercado de sectores comunitaristas y nacionalistas. Por ejemplo, cuando en Chile se ha planteado prohibir la importación de trigo, muchas veces se ha hecho bajo el argumento que su cultivo daría cuenta de la identidad nacional (costumbres y tradiciones) que el Estado tendría que preservar330. Sin embargo, y a contrario sensu, la crítica al mercantilismo -que todo liberal debiera propiciar- no ha de confundirse -como se viene haciendo en Chile desde 2011- con una demonización genérica al ejercicio de la función empresarial, que en mayor o menor medida todo el mundo desarrolla. Por lo mismo, el tópico en cuestión no supone sólo atacar a los grandes empresarios, sino también (y quizás preferentemente) a los consumidores, trabajadores y pequeños empresarios, que compran, contratan y se endeudan, de manera legítima, para perseguir sus propios fines. Por eso la crítica fuerte de moros y cristianos en contra del libre mercado apunta a los malls y a las cadenas comerciales, lugares a los que cotidianamente concurre la gente común y corriente. El tercer tópico -el modelo genera y reproduce desigualdad- puede abordarse desde dos puntos de vista: descriptivo y normativo. El primero apunta a responder a la pregunta de si es cierto que el mentado modelo ha aumentado la desigualdad, mientras que el segundo a si la desigualdad material es necesariamente un problema. Sobre lo primero, se suele decir que Chile es uno de los países más desiguales del mundo. Sin embargo, el mismo Sapelli demuestra que si se la estudia por cohortes o generaciones, la desigualdad en Chile ha disminuido de manera sustantiva. Para fijar su metodología, el economista uruguayo explica que el análisis de cohortes “implica estudiar no la evolución de los indicadores año a año, estimados como promedios de toda la población, sino que estudiar la realidad de las diferentes generaciones por separado. Para ello la población se separa en cohortes o generaciones según el año de nacimiento de las personas”331. Pues bien, de acuerdo a la metodología tradicional, el coeficiente de Gini332 indica 328. Una buena aproximación a este concepto en Rodrigo Borja Ceballos, “Mercantilismo”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=m&idind=982&termino= [último acceso: 18/09/2016]. 329. Jason Brennan lo explica del siguiente modo: “Trump defiende el mercantilismo, el mismo sistema que Adam Smith refutó en 1776. Los mercantilistas creen erróneamente que los países deben aspirar a la autosuficiencia económica, que las importaciones son malas, que las exportaciones son buenas y que la construcción del ejército es buena para la economía. Por ahora, las políticas favorecidas de Trump ayudarán a una pequeña minoría de estadounidenses en el mejor de los casos, pero perjudican a la gran mayoría de ellos”. Lorena Tasca, “Jason Brennan, el autor de “Capitalismo, ¿por qué no?” que defiende el modelo comparándolo con el mundo de Mickey Mouse”, entrevista en El Líbero (15 de julio de 2017). 330. Agradezco a Fernando Claro haberme hecho ver este interesante punto, así como el ejemplo aludido.
104
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
que la desigualdad de ingresos en Chile oscila en torno a 0,5, lo que es muy alto. Sin embargo, si se utiliza el análisis por cohortes la situación es harto diferente: “la desigualdad empeora hasta los nacidos a mediados de los 50 y a partir de allí empieza a mejorar. La mejora de punta a punta, desde las generaciones nacidas a mediados de los 50 hasta las nacidas a principios de los 80, es de ocho puntos del Gini, una mejora sustancial”333. En un libro en el que sintetiza sus investigaciones en materia de igualdad y movilidad social, Sapelli reitera la conclusión anterior. Refuta el planteamiento que Chile sea “el peor de los mundos”, en el sentido que la desigualdad esté aumentando, siendo también el país poco móvil en términos sociales334. Además, contrariamente a lo que el lugar común indica, afirma que la desigualdad tiene un aspecto positivo, ya que “revela la escasez relativa de personas calificadas y no calificadas y la productividad que las diferentes habilidades tienen en la economía”335. Por ejemplo, la existencia de mayores salarios para personas con educación superior “indican a la sociedad la necesidad de aumentar la inversión en estas habilidades”, ya que “las personas, buscando un mejor futuro, invierten en ellas”336 . De lo contrario, no existiría un camino hacia la movilidad social, lo que -en sí mismo- es mucho más importante que la igualdad material337. El punto de vista normativo responde a la pregunta de si la desigualdad material debiera ser considerada necesariamente un problema. Mi respuesta es negativa. ¿Por qué? Porque en un Estado liberal (es decir, en uno en que existe igualdad formal338) el problema no es la existencia de ricos, sino cómo enfrentamos el drama de la pobreza. De hecho, y como la misma historia del capitalismo da cuenta, los ricos son necesarios porque permiten que lo que un día son bienes de lujo en favor de una minoría (por ejemplo, computadores y teléfonos celulares), muy pronto terminen siendo de mayor acceso para todos. 331. Claudio Sapelli, “Desigualdad, movilidad, pobreza: necesidad de una política social diferente”, Estudios Públicos, N° 134 (2014), p. 61. 332. Que es uno de los sistemas más habituales para medir la desigualdad, especialmente de ingresos. Este índice fluctúa entre 0 y 1, en donde 0 significa una igualdad perfecta (todos tienen los mismos ingresos) y donde 1 implica una desigualdad absoluta (una sola persona reúne todos los ingresos de una sociedad). 333. Sapelli, “Desigualdad”, pp. 64 y 65. 334. Claudio Sapelli, Chile: ¿más equitativo? Una mirada a la dinámica social del Chile de ayer, hoy y mañana (Santiago, Ediciones UC, 2016), p. 23. 335. Sapelli, Chile: ¿más equitativo?, p. 31. 336. Ibíd. 337. Luego de cerrar la escritura de este capítulo apareció el informe 2017 del PNUD que confirma —a grandes rasgos— las mismas conclusiones de Sapelli. Por ejemplo, señala: “la tasa de pobreza se ha reducido de manera notoria, los ingresos de los hogares han aumentado de forma considerable, la matrícula escolar y universitaria se ha expandido significativamente y el sistema democrático se ha mostrado estable”. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile (Santiago, junio de 2017), p. 9. 338. Que es la que permite que todos persigan sus propios fines, sin ser discriminados por las leyes estatales.
105
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Mises explica este punto al decir lo siguiente: “se dice que vive con lujo y ostentación quien lleva un tren de vida que contrasta con el de la mayoría de sus contemporáneos. Estamos, pues, fundamentalmente ante un concepto histórico. ¡Cuántas cosas, hoy necesidades, antaño reputáronse suntuarias!”339. Lo cierto es que la democratización de la tecnología es uno de los grandes ejemplos que reafirma con creces dicha verdad histórica. Y por eso es que, de acuerdo a McCloskey: “la acumulación no es el corazón del capitalismo moderno [sino] la innovación”340. Es cosa de ponerse a pensar en el mundo en que vivimos, en comparación con el existente a principios del siglo XIX. En este sentido, y aunque incluso la desigualdad de ingresos sea efectivamente alta, la diferencia en el acceso al consumo es cada día menor341. No es casualidad, ni tampoco es a pesar sino gracias al capitalismo que muchos chilenos usen el mismo celular que Barack Obama o la Reina de Inglaterra. Y si no es exactamente el mismo, es alguno que cumple las mismas funciones básicas. Pero esto parece no tener importancia para quienes critican el modelo. El consumismo de la gente de a pie resulta escandaloso para quienes suelen arreglar el mundo desde un café Starbucks342. Y si lo que realmente importa es mejorar las condiciones de vida de las personas vulnerables, resulta importante valorar la fuerte disminución de la pobreza que ha experimentado Chile en los últimos años (conforme a la nueva metodología), pasando de un 29,1% en 2006 a un 11,7% en 2013343. En el tema de la pobreza no hay que bajar los brazos y si, por el contrario, las discusiones se centran en la desigualdad material lo único que se está haciendo es perjudicar y olvidar a los pobres, a los que realmente padecen necesidad. Pero lamentablemente hoy en Chile se tiende a condenar la existencia de ricos y personas exitosas antes que luchar a favor de la superación de la pobreza. Lo peor de todo es que esto se hace reduciendo la libertad de elegir de las personas. La reforma educacional (escolar y universitaria), implementada por el segundo gobierno de Bachelet, constituye un ejemplo ya emblemático en este sentido. Asimismo, es importante recalcar que igualdad y pobreza son cosas distintas. De hecho, una mayor igualdad no implica necesariamente una disminución de la pobreza. Por ejemplo, en Níger la pobreza asciende a un 59,5 %, en tanto que la desigualdad alcanza
339. Mises, Liberalismo, p. 51. 340. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 437. 341. Los intelectuales de izquierda suelen considerar irrelevante esta situación. Sin embargo, no lo es para quienes el acceso a bienes tecnológicos supone una fuente importante de progreso y movilidad social. 342. Aunque aclaro que yo también frecuento este café, pero la diferencia es que no pontifico contra el libre mercado. ¡Todo lo contrario!, como espero esté quedando demostrado en lo que va de este libro. 343.“Pese a desaceleración, CASEN 2015 reveló caída de la pobreza por ingresos y multidimensional”, nota de prensa en La Tercera (Santiago, 23 de septiembre de 2016), p. 2. En 1990, la pobreza ascendía a un 68,0 %. Ver Osvaldo Larrañaga y María Eugenia Rodríguez, “Desigualdad de ingresos y pobreza en Chile: 1990 a 2013”, documento de trabajo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) — Chile (Santiago, 2014), p. 17.
106
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
un “excelente” 0,31. Níger es mucho más igual que Chile, aunque inmensamente más pobre344. Y aunque quizás no sea conveniente poner el asunto tan en blanco y negro, dado que hoy por hoy existe una suerte de endiosamiento de la igualdad material, cabe de todas formas preguntarse en qué país hay mejores condiciones para vivir: ¿en Níger o en Chile? Quienes rechazan el mercado de manera radical se basan en lo que Thomas Sowell denomina “la falacia sin resultados”, esto es, la idea que los intercambios que tienen lugar en el mercado libre suponen una suerte de juego suma cero en el que “lo que alguien gana, lo pierde alguna otra persona”. Sin embargo, y como el mismo Sowell aclara inmediatamente después, “las transacciones económicas voluntarias […] no continuarían teniendo lugar a menos que ambas partes estuvieran en mejores condiciones al efectuarlas que no haciéndolas”345.
4 Problematizando los tópicos: ¿es esto una revolución? Con el objeto de cerrar este tercer capítulo, paso a hacerme cargo del cuarto tópico del anticapitalismo versión hard; que, como se ha dicho, no es recogido del todo por su versión soft. Se trata del tópico político que afirma que el modelo actualmente vigente habría surgido de un consenso antidemocrático, efectuado de espaldas a la ciudadanía. Consenso que se vería especialmente encarnado en reformas “cosméticas” a la “Constitución de Pinochet” (1989 y 2005) y que todavía consagraría el modelo “neoliberal”, caracterizado por los tres tópicos anteriores: egoísmo, abusos y desigualdad. ¿Es esto cierto? ¿Pueden las cosas plantearse de esta manera? Pienso que no. La primera razón se vincula al concepto de legitimidad de Linz. No señala él, recordemos, que esta categoría suponga que las instituciones existentes deban reputarse perfectas, sino simplemente -lo que resulta ser mucho más realista- que se estiman “mejores que otras que puedan haber sido establecidas”346. Sólo teniendo esta idea a la vista, puede pensarse en la posibilidad (y necesidad) que las fuerzas mayoritarias de un país acuerden un orden político y económico determinado. Aunque fuera cierto, para el caso de la transición a la democracia en Chile, que dicho consenso fue en buena medida el resultado de la presión de Augusto Pinochet en la Comandancia en Jefe del Ejército (hasta 1998), tampoco es posible descartar prima 344. Cifras extraídas de Larroulet y Gorosabel, La educación en la encrucijada, p. 22. 345. Thomas Sowell, Economía. Verdades y mentiras (México D.F., Océano, 2011 [2008]), p. 16. 346. Linz, La quiebra de las democracias, p. 38.
107
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
facie la voluntad de los principales líderes de la Concertación -comenzando por Patricio Aylwin347 - de construir dicho orden de una manera transversal348 . En este sentido, y sobre todo pensando en el importante rol que le caben a las elites -políticas, intelectuales y gremiales; también militares- en la construcción institucional referida, es importante precisar que, siguiendo a Sartori, un consenso político se puede dar en tres niveles principales: a) sobre los valores últimos, que opera con respecto a la comunidad; b) sobre las reglas del juego, que hace lo propio con relación al régimen político; y c) sobre políticas concretas de gobierno, que se refiere a la adhesión a las propuestas de quien ejerce el poder ejecutivo349. Pero el “consenso que verdaderamente es condición necesaria es el procedimental, el acuerdo sobre las denominadas reglas del juego”350. Resulta innegable que cualquier sistema político en forma requiere de un acuerdo sobre dichas reglas. De lo contrario, se viviría en una crisis constante, en un estado de permanente cuestionamiento de la identidad institucional de un país, lo que evidentemente no sería sano. Justamente en la línea de la visión que centra la legitimidad en los consensos fundamentales, cabe mencionar el punto de vista de Gonzalo Vial Correa (1930-2009). En el mismo año de su muerte, al cerrar una historia de Chile de dos tomos -que representó la síntesis de toda su obra precedente-, habla de un “consenso incompleto”. ¿Qué quiere decir con esto? Que, al momento de asumir Michelle Bachelet su primer mandato presidencial (2006), el país había logrado consolidar un consenso en materia política y económica, pero no en cuanto al tipo de familia y de vida sexual que el Estado, según él, debiera propiciar351. De hecho, en torno a la Constitución de 1980 -que resume la institucionalidad política y económica del país-, concluye que “prácticamente se ha cerrado el proceso que el concertacionismo consideraba indispensable para ‘democratizar’ la Constitución”352. En la práctica, hasta el último gobierno de la Concertación no cabía hablar de crisis de legitimidad, puesto que los consensos más importantes se habían alcanzado y 347. Para el caso del gobierno de Patricio Aylwin (1990-1994), la adhesión (que estimo) sincera al sistema de libre mercado -aunque “con equidad”- se vio reflejada en la figura de Alejandro Foxley, su Ministro de Hacienda. Ver Rafael Otano, Nueva crónica de la transición (Santiago, LOM Ediciones, 2006 [1995]), especialmente el capítulo 9, intitulado “La sopa común neoliberal”. 348. Hay que considerar que en términos históricos, el retorno a la democracia en Chile coincidió con la caída del Muro de Berlín en 1989, situación que, al menos durante una década, supuso el triunfo ideológico del liberalismo por sobre el socialismo, incluso en la versión socialdemócrata, que valoró el libre mercado mucho más que las izquierdas de hoy. Piénsese en los casos de Felipe González (Presidente del Gobierno de España entre 1982 y 1996) y de Tony Blair (Primer Ministro del Reino Unido entre 1997 y 2007). 349. Sartori, ¿Qué es la democracia?, p. 74. 350. Sartori, ¿Qué es la democracia?, p. 75. El destacado es mío. 351. Gonzalo Vial Correa, Chile. Cinco siglos de historia. Desde los primeros pobladores hasta el año 2006 (Santiago, Editorial Zig-Zag, 2009), tomo 2, pp. 1391-1396.
108
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
consolidado. Las reformas constitucionales de 2005 simbolizaron esta situación. Dicho lo anterior, y si bien estoy de acuerdo en la existencia de una crisis de legitimidad en Chile desde el año 2011, no creo que ello se vincule con un sentimiento mayoritario de la población en contra del modelo, sino en contra de las mismas elites -políticas, intelectuales y gremiales- que, irónicamente, deslegitimaron las reglas del juego que antes habían consensuado. Lo que puede resultar más sorprendente -sobre todo a los ojos de un observador imparcial, por ejemplo, de algún analista extranjero- es que las mismas elites que otrora legitimaron el sistema político y económico -durante los veinte años de la Concertación-, al llegar la derecha al poder, hicieron precisamente lo contrario. De esta manera sostengo que Chile pasó de un proceso de legitimación -sobre la base de consensos fundamentales- a uno de deslegitimación353. Y esto se expresa nuevamente recogiendo el marco teórico de Linz, en el hecho que la Concertación se constituyó abiertamente (durante 2011) en una oposición desleal frente al gobierno de Sebastián Piñera, dado que le restó legitimidad para hacer lo mismo que ella había hecho durante dos décadas: gobernar y administrar el país de manera pacífica. En apoyo de esta idea, y considerando el importante papel que le cabe a los intelectuales en todo proceso de legitimación institucional, resulta interesante comparar las visiones que algunos autores de izquierda tuvieron durante la época de la Concertación y durante los cuatro años del gobierno de la derecha. Los ejemplos podrían ser muchos, pero por motivos de espacio referiré un sólo caso: el de Manuel Antonio Garretón, sin duda uno de los intelectuales más importantes de la otrora Concertación y actual Nueva Mayoría354. En una obra del año 2000, si bien plantea la necesidad de pensar en una nueva Constitución, lo hace de manera bastante tímida, y resaltando el término de la transición como un paso sustancial de un régimen dictatorial a uno democrático. Frente a la disyuntiva “Reforma o nueva Constitución”, señala que no hay que dar una
352. Vial Correa, Cinco siglos de historia, p. 1384. 353. Esta idea la desarrollo en Valentina Verbal, “El debate constitucional en Chile: la cuestión de la legitimidad”, en Gonzalo Bustamante y Diego Sazo (compiladores), Democracia y poder constituyente (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 2016), pp. 267-286. 354. Considere el lector que este libro es sólo un modesto ensayo y no un trabajo de investigación empírica, por lo que no me siento obligada a analizar una gran cantidad de casos. Sin embargo, en términos cualitativos, no resulta difícil constatar que un importante grupo de los intelectuales de la otrora Concertación da cuenta de un cambio de postura muy similar al experimentado por Garretón. Sin embargo, no todos han incurrido en dicho cambio: hay excepciones que confirman la regla. Un caso es el de Ernesto Ottone, antes referido. Otro muy destacado es el de José Joaquín Brunner, quien sostiene que la crisis actual de Chile no es general en la sociedad, sino “una crisis en múltiples aspectos de la conducción gubernamental, y quien habla de crisis de conducción de otra forma habla de ingobernabilidad”. José Joaquín Brunner, Nueva Mayoría. Fin de la ilusión (Santiago, Ediciones B, 2016), p. 31. Los dos últimos casos, defienden una socialdemocracia pro libre mercado.
109
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
respuesta única y que se podían hacer ambas cosas a la vez: “una de las fórmulas para ello sería incluir en las reformas urgentes para democratizar la actual Constitución, una cláusula transitoria que genere un mecanismo (Asamblea, Comisión, proyecto del Ejecutivo o cualquier otro) para elaborar en un plazo definido una nueva Constitución, sin ruptura institucional ni estructuras paralelas”355.
Como se observa, no le asigna mayor importancia al mecanismo constituyente, sino a la necesidad de mejorar los estándares democráticos del país. En cambio, en la actualidad -y sobre todo desde que la derecha llegó al poder- se ha convertido en uno de los principales defensores de una nueva Constitución por la vía de una AC. En su libro de 2012, Neoliberalismo corregido y progresismo limitado, sostiene que, a diferencia de la Concertación, que buscó corregir el modelo, “el gobierno de derecha, encabezado por Sebastián Piñera, no busca corregir ni el modelo socioeconómico neoliberal ni el modelo político de democracia incompleta, sino profundizar ambos”.356 Más recientemente es categórico al describir el cambio de ciclo como una “ruptura entre política y sociedad”, llegando a comparar las movilizaciones de 2011 y 2012 con las de Mayo del 68 en Europa o las de Chiapas en 1994 en México357. Además, en torno al sistema económico, según él absolutamente deslegitimado, añade que la crisis actual “radica en un modelo que las elites anteriores [del período 1990-2010] apenas corrigieron, pero no lo superaron”358. *** El grupo penquista Emociones Clandestinas -ícono del rock chileno de los 80- cuenta con una canción que lleva por título ¿Es esto una revolución?359, cuya letra dice así: “podrás rayar las ciudades enteras y encadenarte a tus ideales, y quizá cambies al que está a la cabeza. ¿Y con eso qué? ¿Y con eso qué? ¿Acaso es esto revolución? ¿Acaso es esto revolución? 355. Manuel Antonio Garretón, La sociedad en que viviremos. Introducción sociológica al cambio de siglo (Santiago, LOM Ediciones, 2000), p. 168. 356. Manuel Antonio Garretón, Neoliberalismo corregido y progresismo limitado. Los gobiernos de la Concertación en Chile, 1990-2010 (Santiago, Editorial Arcis — CLACSO, 2012), p. 10. 357. Manuel Antonio Garretón, “La ruptura entre política y sociedad. Una introducción”, en el mismo (coordinador), La gran ruptura. Institucionalidad política y actores sociales en el Chile del siglo XXI (Santiago, LOM Ediciones, 2016), p. 11. 358. Garretón, “La ruptura”, p. 12. 359. Recomiendo escucharla en YouTube.
110
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
[…] Esos que creen saberlo todo y dan soluciones con palabras y cifras, pregúntales que hacen cuando cierran sus libros. Pregúntales que hacen cuando llegan los cambios. ¿Y con eso qué? ¿Y con eso qué? ¿Acaso es esto revolución? ¿Acaso es esto revolución?”.
¿Puede el cambio de ciclo, encarnado en el movimiento estudiantil, considerarse como una revolución en el sentido de implicar un rechazo radical al modelo vigente hoy360? Teniendo a la vista otra vez la iluminadora definición de Linz, para que el rechazo de la mayoría apunte a una efectiva deslegitimación (como sí se ha dado a un nivel elitario) debe partirse de la base que otras instituciones serían mejores -mucho más deseables- que las actualmente existentes361. No obstante que resulte indiscutible la fuerte desconfianza hacia las instituciones actuales362, ello no permite concluir que la gente quiera reemplazarlas por otras, cuestión, por lo demás, no precisamente fácil363. Aunque pueda ser cierto que nuestro país posee problemas serios -que requieren soluciones de fondo-, nada hace tampoco inferir que la mayoría de las personas está a favor de sustituir el actual sistema de libre mercado por uno de planificación central; o que, al menos, limite fuertemente la presencia del mercado en la vida económica y social. Con respecto al supuesto rechazo al sistema político y económico en sí mismo, pienso que ni las manifestaciones callejeras ni tampoco las encuestas de opinión -que en su momento apoyaron las reformas estructurales de la Nueva Mayoría- permiten concluir certeramente que, de parte de la mayoría de la población, existiría una desafección de esa magnitud. Además, no son pocas las encuestas que muestran un gran desconocimiento en materia de 360.Si bien no daré aquí una definición técnica, cabe mencionar que, con Hannah Arendt, las “revoluciones […] no son simples cambios”, sino que se asocian con la cuestión social. Hannah Arendt, Sobre la revolución (Madrid, Alianza Editorial, 2006 [1963]), pp. 21 y 22. Y aunque se pueda discutir el papel de los sectores populares, no cabe hacer lo propio para los sectores medios o burgueses, que suelen jugar un rol protagónico. Esto vale, por ejemplo, para las revoluciones liberales de los siglos XVII, XVIII y XIX y para la comunista de principios del XX. 361. Con posterioridad al cierre de este capítulo se dio a conocer una encuesta de la Universidad Andrés Bello que indica que el 44 % de los chilenos valora escasamente la democracia. Sin embargo, y como ya he dicho, lo clave es si se plantea o no un sistema de reemplazo. De todas formas, resulta preocupante que el 56% considere que las crisis políticas pueden ser resueltas con mano dura. Paulina Sepúlveda, “Encuesta revela que 44 % de los chilenos muestra una baja valoración de la democracia”, nota de prensa en La Tercera (21 de octubre de 2016). 362. Situación que se ha visto incrementada por los problemas asociados a la relación entre dinero y política, que incluso llevó a la creación de la denominada Comisión Engel, dado que fue presidida por el economista Eduardo Engel. Ver Consejo Asesor Presidencial Contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción. Informe final (Santiago, 24 de abril de 2015). Es importante considerar que dichos problemas no causaron la crisis de legitimidad, sino que la incrementaron. 363. El país seguirá necesitando -al menos en el campo político y administrativo- de prácticamente las mismas instituciones hoy existentes, lo que no significa que no puedan (o deban) perfeccionarse en distintos aspectos. Pero esta segunda circunstancia no supone una deslegitimación institucional in toto, sino sólo un afán de avanzar de manera gradual.
111
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
educación cívica, por ejemplo, con relación a los sistemas electoral y previsional364. Considerar dicho desconocimiento no implica una mirada elitista y despectiva frente a la ciudadanía, sino simplemente constatar que el “pueblo abandonado”, si bien aspira a una mejor calidad de vida, no necesariamente adhiere a las reformas planteadas o, al menos, no en los mismos términos en que han sido diseñadas. Además, una cosa es que la gente desconfíe de los políticos y otra muy distinta es que quiera cambiar el modelo. Muchos analistas no distinguen estos planos. El rechazo a los políticos podría incluso entenderse como un reclamo por más autonomía. Y si bien no estoy tan segura de esta hipótesis, al menos la alta abstención electoral, de más de un 60 %, la torna bastante plausible. La oposición que, sistemáticamente, las encuestas han mostrado al gobierno de la Nueva Mayoría y sus reformas emblemáticas, confirman dicho aserto. En la práctica, lo que reafirma es la inexistencia de un rechazo radical al modelo económico. Por lo mismo, las encuestas demoscópicas dan cuenta que las personas están satisfechas con sus propias vidas y las de sus cercanos, pese a que cuestionan el funcionamiento concreto de las instituciones365. Esto no hace descartable que sí pueda hablarse de una crisis de representación, en el sentido de que la mayoría de la población desconfía de las instituciones y de las elites que las encarnan366. Pero, insisto, crisis de representación (masiva) no es lo mismo que crisis de legitimidad (elitaria). Y si -como argumentan los principales intelectuales de izquierda, tanto de dentro como de fuera de la Nueva Mayoría- la superación del modelo sólo sería posible a través de la creación de una nueva Constitución por la vía de una AC, tampoco nada indica que el “pueblo abandonado” -menos todavía considerado como una entidad indivisible364. Para el primer caso, un estudio del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) del año 2012, reveló que “el 73% de los jóvenes no puede nombrar a cinco de los ciento veinte diputados que tiene el país, y que más del 70% de los jóvenes no sabe qué es el sistema binominal. Además, el 54% no sabe qué tipo de sistema electoral rige para las elecciones presidenciales y casi el 60% de los encuestados declara no saber el sistema electoral que rige para el Poder Legislativo”. Ver la nota del sitio web del mismo organismo, “Estudio del INJUV revela desconocimiento de los jóvenes en materia de educación cívica”. Disponible en internet: http://www.injuv.gob.cl/portal/noticias/estudio-del-injuv-reveladesconocimiento-de-los-jovenes-en-materia-de-educacion-civica/ [último acceso: 07/08/2016]. Por su parte, frente al tema previsional, una encuesta de opinión dio cuenta que sólo un 36 % de los encuestados sabe que los cotizantes son los dueños de los ahorros que se acumulan en las cuentas de las AFP, mientras que el 13 % piensa que le pertenecen al estado, y un mayoritario 48 % a las mismas AFP. Ver Plaza Pública-CADEM, “Track semanal de opinión pública” (1 de agosto de 2016, estudio #133). 365. Para esta aparente contradicción, muy interesante es el ensayo de Harald Beyer, “Diagnósticos alternativos sobre la crisis de confianza”, Estudios Públicos, N° 140 (2015), pp. 107-136. En esencia, la tesis de Beyer es que la misma modernización que ha posibilitado que las personas se sientan más satisfechas con sus vidas personales (y con su entorno inmediato) puede ser la causa que se empoderen como ciudadanos críticos de las instituciones. Mi punto de vista, siendo complementario a éste, es que en la visión negativa influyen en gran medida los intelectuales públicos, incluyendo en esta categoría a los periodistas. 366. Para este tema es muy interesante el artículo de Sofía Correa Sutil, “¿Representación corporativa en las sombras? Una reflexión histórica sobre las tendencias políticas del presente”, Revista Anales, Séptima serie, N° 2 (2011), pp. 69-76. Correa se pregunta sobre el peligro que esta crisis devenga en un sistema corporativista.
112
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
esté pidiendo a gritos avanzar hacia dicha solución. En concreto, hasta agosto de 2016 la serie de la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) da cuenta que la demanda constitucional nunca ha superado el 6% de las prioridades de la población367. En este sentido, Mauricio Morales ha hecho ver que las encuestas que tienden a favorecer la postura a favor de una nueva Constitución (y de una consiguiente AC) contienen preguntas mal formuladas: “no son pocos los centros de estudios o empresas dedicadas a las encuestas que preguntan si es necesario que Chile tenga una nueva Constitución. ¿Por qué esa forma de frasear la pregunta no es la adecuada? Primero, hay una cuestión de ‘deseabilidad social’. Generalmente, lo ‘nuevo’ aparece como más prometedor que lo antiguo. En segundo lugar, esta pregunta tiende a sobreestimar muy sustantivamente la opción ‘Sí’. Dado que las alternativas son dicotómicas, y considerando la ‘deseabilidad social’ del ‘Sí’, naturalmente dicha opción va a aparecer con mayor porcentaje. En tercer lugar, y derivado de lo anterior, no se establecen posiciones intermedias. En la práctica, sólo existe la alternativa ‘conservadora’ y la ‘refundacional’. Todo este engranaje de errores hace aparecer a la nueva Constitución y a la AC como opciones casi unánimes”368.
¿Significa lo anterior que Chile no requiere una nueva Constitución? No necesariamente. Sólo quiere decir que ésta no constituye una prioridad para la mayoría de los chilenos. Y aunque fuera necesaria, precisamente no lo sería para satisfacer “pulsiones y anhelos populares”, sino sólo para reconstituir la legitimidad institucional, previamente destruida por las mismas elites. Con respecto a las marchas ciudadanas que se vienen desarrollando desde el año 2011 -y que incluyen no sólo manifestaciones estudiantiles, sino también en favor de otras causas369 -, tampoco cabe concluir que la mayoría de la población desee “derrumbar” el modelo hoy existente para reemplazarlo por “otro”, sustantivamente distinto. Luis Larraín -Director de Libertad y Desarrollo- constata el dato de la poca masividad de las marchas ciudadanas frente a la cantidad de público que, durante las 367. Uziel Gómez, “Cambiar la Constitución nunca ha superado el 5,6 % como prioridad de los chilenos desde 1990”, nota de prensa en El Líbero (15 de octubre de 2015). Cabe agregar que, en la encuesta de agosto de 2016, la cifra indicada alcanzó el 5 % frente al 52 % de delincuencia, asaltos y robos, que obtuvo el primer lugar de las preferencias. Y antes que la reforma constitucional, se sitúan catorce otras prioridades. Ver Centro de Estudios Públicos (CEP), Estudio Nacional de Opinión Pública (julio-agosto 2016), p. 6. Hay que considerar, además, que esta encuesta se hizo de manera simultánea a la etapa de participación ciudadana del proceso constituyente (encuentros locales auto-convocados y cabildos provinciales y regionales). De ahí que considere importante considerarla. 368. Mauricio Morales, “Asamblea Constituyente: malinterpretando las encuestas”, columna de opinión en El Líbero (12 de noviembre de 2015).
113
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
mismas jornadas, concurría a la inauguración del Costanera Center: “210 mil personas fueron el primer sábado que estuvo abierto al público, más que lo que reunieron las marchas más grandes de los estudiantes en 2011” . Es importante considerar que el peak de las marchas estudiantiles se dio en los años 2011 y 2012, luego de lo cual (desde 2013) comenzaron a declinar de manera persistente371. Sin embargo, y volviendo al argumento central, el problema radica en que las mencionadas elites le concedieron carta de ciudadanía al movimiento estudiantil con el objeto preciso de deslegitimar el mismo sistema institucional que antes habían legitimado junto a la derecha372. Precisamente, reitero, en esta situación consiste la brutal oposición desleal que la Concertación (luego Nueva Mayoría) le hizo al gobierno de Sebastián Piñera. Aunque se trata de una cuestión sobre la que cabría profundizar mucho más, no parece necesario hilar demasiado fino para concluir que el afán de poder ha sido más fuerte que una historia anterior de dos décadas, construida en beneficio del conjunto del país. Dicha situación es narrada y explicada con bastante detalle en el libro de Marcel Oppliger y Eugenio Guzmán, El malestar de Chile. Por ejemplo, y además del hecho de que no pocos parlamentarios de la Concertación se sumaron gustosamente a las marchas estudiantiles de 2011, cabe recordar la irrupción en el Senado de un grupo de manifestantes que, con la venia del mismo Presidente de la corporación, Guido Girardi, ocuparon el edificio durante diez horas373. Incluso, de manera institucional (es decir, no sólo a través de algunos dirigentes aislados), la oposición de ese entonces apoyó abiertamente el movimiento estudiantil: “la Concertación de Partidos por la Democracia saluda al movimiento por la reforma de la educación chilena que han encabezado los estudiantes de Chile, tanto universitarios como secundarios”374. Por supuesto, desde mucho antes había sectores en el país que asumían una postura de rechazo al modelo en su doble faz: política y económica. Pero se trataba de grupos 369. Durante 2016 fueron muy importantes las marchas en contra del actual sistema previsional, bajo el lema #No+AFP. Según informaron los medios de comunicación, en el conjunto del país, estas marchas ascendieron a un millón de personas, aproximadamente. Sin embargo, se trata igualmente de una minoría de la población, incluso con respecto al universo habilitado para votar. 370. Luis Larraín, El regreso del modelo (Santiago, Ediciones LYD, 2012), p. 60. De esta manera, Larraín sostiene la tesis (que comparto) que la gente no está en contra del modelo, sino que por el contrario, quiere más del modelo o al menos, perfeccionarlo en su funcionamiento. 371. Jorge Ramírez y Nicolás Bravo, “Movimientos sociales en Chile: una radiografía al proceso de movilización 2009-2014”, Serie informe Sociedad y política, N° 144 (Santiago, Libertad y Desarrollo, 2014). 372. No hay que olvidar que los dirigentes estudiantiles también son elites. No por casualidad los principales líderes de las movilizaciones de 2011 y 2012 (Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Gabriel Boric) son hoy flamantes diputados de la República. El segundo fue cooptado por la Nueva Mayoría a través de un cupo protegido en el distrito de Santiago Centro. 373. Marcel Oppliger y Eugenio Guzmán, El malestar de Chile. ¿Teoría o diagnóstico? (Santiago, RIL Editores / Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo, 2012), p. 114. Esta ocupación aconteció el 20 de octubre de 2011.
114
CAPÍTULO TERCERO. EL CAMBIO DE CICLO: RECHAZANDO EL MODELO A DOS BANDAS
que, en general, no integraban la Concertación y que por sí mismos, no conformaban una mayoría sustantiva. Al mismo tiempo, parece bastante claro que la entrada del Partido Comunista (PC) a la actual coalición de gobierno -la Nueva Mayoría-, terminó por sellar la ilegitimidad aquí referida. Tal vez desde el gobierno de Sebastián Piñera se repitió una ley histórica que, para el caso de la Fusión liberal-conservadora -que se opuso al Presidente Manuel Montt a partir de 1856-, René León Echaiz (1914-1976) describe en los siguientes términos: “nadie se parece tanto a un liberal que un conservador en la oposición”375. Lo que podría parafrasearse como que la otrora Concertación se terminó -convenientementepareciendo a los partidos de fuera de ella, especialmente al PC. En sí misma, la descripción de León nos recuerda que liberales y conservadores no han sido necesariamente en la historia de Chile -en particular, durante el siglo XXcomo el agua y el aceite. Por el contrario, se vincularon (y distanciaron) a partir de su mayor o menor adhesión a la libertad de iniciativa económica376. A este último tema, precisamente, se dedicará el siguiente capítulo.
374. Tomado de Oppliger y Guzmán, El malestar de Chile, p. 117. 375. René León Echaiz, Evolución histórica de los partidos políticos chilenos (Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1971), p. 39. 376. Aunque también, en menor medida, en torno a cuestiones morales, como se verá por vía de nota en el siguiente capítulo.
115
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
116
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
CAPÍTULO CUARTO UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
117
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 La derecha partidista: visiones historiográficas Entre las miradas de conjunto sobre la historia de la derecha durante el siglo XX -en particular, hasta principios de los 70- cabe mencionar a tres autores fundamentales: Tomás Moulian (a veces, junto a Isabel Torres Dujisin), Sofía Correa Sutil y Verónica Valdivia Ortiz de Zarate 377. Valdivia resume la visión de Moulian en la introducción de su libro Nacionales y gremialistas (2008). Como bien explica ella, para Moulian la derecha chilena que actuó entre 1938 y 1964, basada en los partidos Liberal y Conservador 378, “tenía una naturaleza aristocratizante, pues veía la sociedad como esencialmente jerárquica y a los sectores populares como eminentemente peligrosos”. Y añade que esta visión negativa “impedía a la derecha articular un proyecto nacional [y de modernización], pues predominaban en ella los intereses corporativos y de clase” 379. Lo que Valdivia problematiza respecto del planteamiento de Moulian es el carácter esencialmente conservador o inmovilista de la derecha en su conjunto, ya que para él “la derecha es vista como un sector reaccionario, reacio al cambio económico y social, y antidemocrático, pues dicho régimen político amenazaba sus bases de
377. Existen también algunas monografías de las cuales se dará cuenta más abajo, tanto en este como en el siguiente capítulo. 378. Para la referencia a los partidos, uso las mayúsculas. No así cuando me refiero simplemente a vertientes políticas, sin asociarlas necesariamente (aunque, a veces sí) a sus encarnaciones partidarias. Por lo demás, si argumento a favor de estas vertientes para la derecha actual, parto de la base que hoy no se encuentran claramente encarnadas en partidos específicos y únicos. En efecto, los liberales y conservadores de hoy se encuentran transversalmente en la UDI, RN y Evópoli. Aunque la primera, me parece, sea hegemónicamente conservadora, cuenta con un ala liberal moderada, encabezada por el diputado Jaime Bellolio. RN, en tanto, siendo también preponderantemente conservadora, dispone de algunos sectores liberales, aunque principalmente al nivel de sus bases. Y Evópoli, liderada por el diputado Felipe Kast, resulta ser el partido más liberal de los tres, aunque fluctuando entre un liberalismo clásico e igualitario. Como se ve, el liberalismo constituye todavía un desafío para la derecha en Chile. De ahí que el presente libro se ocupe de un liberalismo mínimo más bien que integral o máximo. 379. Verónica Valdivia Ortiz de Zarate, Nacionales y gremialistas. El “parto” de la nueva derecha política, 1964-1973 (Santiago, LOM Ediciones, 2008), p. 16. Uno de los trabajos en que Tomás Moulian plantea su visión sobre la derecha es “Desarrollo político y estado de compromiso: desajuste y crisis estatal en Chile”, Colección Estudios CIEPLAN 8 (1982), N° 64 (1982), pp. 105-158. Con Isabel Torres Dujisin, Discusiones entre honorables.
118
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
poder, intentando mantener los avances en ese terreno en un plano restringido”380. Como antes se vio, Sofía Correa busca demostrar que el proyecto económicamente liberal que triunfa bajo el régimen autoritario de Pinochet hunde sus raíces en una propuesta “que se comienza a elaborar a mediados del siglo XX frente a condiciones políticas adversas”381. Y agrega que “los partidos actuales de la derecha tienen rasgos semejantes con los partidos históricos, el Liberal y Conservador, tanto en su cultura política, como en sus relaciones con los partidos reformistas y con el mundo empresarial”382. Sin descartar la existencia de una derecha auténticamente política, sino reafirmándola, amplía la mirada a otras dos derechas: los gremios empresariales y los medios de comunicación (El Mercurio). No es cierto, como sostiene Hugo Herrera, que Correa diga que la derecha histórica -del siglo XX-, haya sido eminentemente económica (y no política)383, sino que siendo diversa en sus componentes, se vincula en la defensa -en particular, desde la década del 50- de un proyecto de modernización capitalista, que se expresó concretamente en el apoyo del sector a la Misión Klein-Saks 384. Y en los años anteriores, bajo los gobiernos radicales, sin traicionar su adhesión al liberalismo económico, buscó defenderlo por la vía de la negociación y la cooptación 385. Todo ello orientado a neutralizar estratégicamente el reformismo crecientemente socialista que los tiempos iban imponiendo. A diferencia de Correa, Verónica Valdivia considera que la derecha histórica, los partidos Liberal y Conservador, conformaron una continuación de la estrategia política oligárquica de la centuria decimonónica: “desde nuestro punto de vista, lo que se constituyó como derecha política en la década de 1930 era un residuo de la
380. Valdivia Ortiz de Zarate, Nacionales y gremialistas, p. 17. 381. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 10. 382. Correa Sutil, Con las riendas del poder, pp. 10 y 11. 383. En este error incurre también Ernesto Águila, un destacado intelectual del Partido Socialista (PS), al señalar: “la historia de la ‘derecha política’ durante el siglo XX es la de su dificultad estructural para conformarse como tal. Correa Sutil destaca el rol que juega en esta etapa ‘El Mercurio’, asumiendo inéditas funciones de conducción y articulación política. En igual período, la derecha económica influye de manera directa en los ministerios y políticas económicas de los gobiernos de la época (la atracción de ésta por el Ministerio de Hacienda viene de lejos). Mantiene así las ‘riendas del poder’ frente a una derecha política débil y conflictuada. La falta de organicidad de la derecha política alcanza su punto cúlmine en 1964, con la incapacidad de levantar una candidatura presidencial propia”. Ernesto Águila, “Derecha política”, columna de opinión en La Tercera (14 de enero de 2015). Una respuesta mía a esta visión puede verse en Valentina Verbal, “Derecha política en Chile: ¿mito o realidad?”, columna de opinión en El Dínamo (19 de enero de 2015). 384. Se trató de una comisión asesora de una firma estadounidense homónima, recomendada al segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958) por Agustín Edwards Budge, Director de El Mercurio. Esta comisión propuso un plan económico de corte liberal, destinado a superar la inflación galopante y, en general, el estancamiento económico. Ver Correa Sutil, Con las riendas del poder, pp. 169 y 170. Al fracaso de este proyecto se dedicará la última sección del siguiente capítulo. 385. La forma en que esto se dio, siguiendo a Correa Sutil, se explicará brevemente en la siguiente Sección del presente capítulo.
119
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
oligarquía del siglo XIX y no una derecha moderna”386. Para la autora, la derecha moderna (y ofensiva) comenzaría recién con el Partido Nacional (PN) y con el Movimiento Gremial (MG) durante la época del gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), consolidándose en el siguiente de la Unidad Popular (UP) (1970-1973). Puesto que el presente trabajo es un ensayo político y no una investigación historiográfica en sí misma, me limitaré a resumir mi posición diciendo que tiendo a estar en desacuerdo con Valdivia387. Si bien, por cierto el PN y el MG respondieron a una nueva época -la de las “planificaciones globales”, en los célebres términos de Mario Góngora388 -, dieron cuenta de las mismas vertientes ideológicas encarnadas en los partidos históricos de la derecha, aunque de manera más confusa, dado que a la orden del día se encontraba la lucha frontal en contra de proyectos políticos de corte revolucionario, especialmente desde el ascenso al poder de la izquierda en 1970. Incluso me atrevo a sostener que, pese al aire corporativista y nacionalista de esta “nueva derecha”, se puso con mucha mayor fuerza por delante la defensa de la libertad empresarial como motor fundamental de cambio social. En el siguiente capítulo, referiré alguna documentación en apoyo de este aserto. Pero aquí vuelvo a subrayar que el PN constituyó una derecha nacional y no nacionalista. *** Resulta interesante constatar que, en el marco del debate actual sobre el relato de la derecha, el análisis histórico haya jugado un rol protagónico. Además de Herrera, cabe referir la obra Virar derecha que, en 2014, publicó Gonzalo Arenas Hödar. En primer lugar, Arenas sostiene que la derecha política nació en Chile en el período que media entre 1920 y 1932, hitos que dan comienzo al primer y segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma. “Durante dieciocho años se van definiendo los contornos y características que acompañarán al sector durante gran parte de su historia”389. En torno a esta idea, existe bastante consenso historiográfico, tanto en términos formales como sustantivos. En lo formal, porque desde 1931 se comenzó a hablar en Chile de la díada izquierda-derecha. Concretamente, en las elecciones presidenciales de dicho año, orientadas a reemplazar a Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), se formaron dos bloques. Uno de izquierdas, conformado por los partidos Demócrata, Liberal Doctrinario, Radical Socialista y Socialista; y otro de derechas, integrado por los 386. Valdivia Ortiz de Zarate, Nacionales y gremialistas, p. 25. 387. Me extenderé un poco más en mi planteamiento sobre la visión de Valdivia en la tercera Sección del próximo capítulo. 388. Góngora, Ensayo histórico, pp. 280-305. 389. Gonzalo Arenas Hödar, Virar derecha. Historia y desafíos de la centroderecha en Chile (Santiago, Ariel, 2014), p. 25.
120
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
partidos Conservador, Radical y Liberal. Mientras que el primero proclamó la candidatura presidencial de Arturo Alessandri, el segundo hizo lo propio con Juan Esteban Montero, quien resultaría electo con un 63,8 % de los votos390. Es importante considerar que, en ese momento, el Partido Comunista (PC) aún no encontraba un espacio concreto en el espectro político391. “Para [los comunistas], revolucionarios y extremistas, los partidos de izquierda y su candidato eran sólo pequeñas variantes de la burguesía”392. Además, en esta elección el PC concurrió dividido en dos fracciones: una estalinista (Elías Lafferte) y otra trotskista (Manuel Hidalgo)393. El Partido Socialista (PS), la otra gran tienda de izquierda en el siglo XX, nacerá en 1933, llegando a ser Oscar Schnake Vergara su primer secretario general394, aunque con el importante precedente de la candidatura de Marmaduque Grove en 1932, que obtuvo la segunda mayoría con un 17,7 % de los votos395. Pero también en lo sustantivo, dado que en dicha época se consolidaron los ejes divisores (clivajes) de la política chilena del siglo XX: económico y social, en reemplazo del político y teológico, más propios de la centuria precedente . Pero la emergencia de estos nuevos clivajes tiene como hito inicial la elección presidencial de Alessandri en 1920, que un autor como Germán Urzúa Valenzuela describe como un hito de “reorientación ideológica de los partidos que, desde entonces, comienzan a plantearse francamente los problemas políticos desde un ángulo económico-social”397. 390. Cruz-Coke, Historia electoral, p. 98. 391. Había nacido en 1912 como Partido Obrero Socialista, cambiando de nombre diez años después al unirse a la Internacional Comunista (Comintern), liderada por la Unión Soviética. 392. León Echaiz, Evolución histórica, p. 130. Por eso es que, me parece, resulta injusta la crítica que Herrera le hace a Arenas, por considerar el nacimiento de la díada izquierda-derecha en la década de 1930. Para el primero, dicho comienzo debería situarse en la década de 1910, ya que el PC (como Partido Obrero Socialista) surgió en 1912. Sin embargo, Herrera no distingue entre acción política nominal y efectiva. No todo lo que se mueve en política es importante en términos reales, como se verá más abajo. Ver Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, pp. 190 y 191. 393. Gonzalo Vial, “Las elecciones presidenciales de 1931 y 1932. El retorno del León”, en Alejandro San Francisco y Ángel Soto (editores), Camino a La Moneda. Las elecciones presidenciales en la Historia de Chile 1920-2000 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2006), p. 125. 394. León Echaiz, Evolución histórica, p. 125. Hay que considerar que el Partido Socialista surgió a partir de algunos precedentes menos importantes: el Partido Socialista Marxista, liderado por Carlos Matus; el Partido Socialista, de José Dolores Vásquez y Pedro León Ugalde; y la Nueva Acción Pública (NAP), de Eugenio Matte Hurtado, Claudio Arteaga y Waldo Vila. Ver Fernando Silva Vargas, “Un contrapunto de medio siglo”, en Sergio Villalobos R., Osvaldo Silva G., Fernando Silva V., y Patricio Estelle M., Historia de Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1984 [1974]), tomo 4, p. 829. 395. En esta elección resultó electo Arturo Alessandri Palma con un 54,6 % de los sufragios. Ver Cruz-Coke, Historia electoral, p. 99. 396. Político en el sentido institucional de la lucha entre Presidente y Parlamento, expresada en diversas reformas constitucionales orientadas a atenuar las atribuciones del poder ejecutivo en favor del legislativo. Una buena síntesis de esta lucha puede verse en Julio Heise, Evolución histórica del pensamiento parlamentario en Chile (Santiago, Instituto de Chile -Academia de Ciencias Sociales, 1986). Para el clivaje teológico, sigue siendo esencial Ricardo Krebs (editor), Catolicismo y laicismo: las bases doctrinarias del conflicto entre la Iglesia y el Estado en Chile, 1875-1885. Seis estudios (Santiago, Ediciones Nueva Universidad, 1981). 397. Germán Urzúa Valenzuela, Los partidos políticos chilenos. Las fuerzas políticas. Ensayos de insurgencia política en Chile (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1968), p. 64. El destacado es mío.
121
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Y, efectivamente, el León de Tarapacá en representación de la Alianza Liberal, se propuso “ser una amenaza para los espíritus reaccionarios”398, sabiendo leer la aparición de la denominada cuestión social como un elemento clave del debate público de esos años. En este sentido, René Millar y Joaquín Fernández -a través de un estudio monográfico sobre dicha elección- afirman que: “con la crisis de postguerra, la cuestión social se agudizó, pasando a ser un problema público evidente. Las huelgas y la agitación obrera hicieron recurrentes los enfrentamientos entre los obreros y la fuerza pública a lo largo del territorio nacional, sobre todo entre 1919 y el primer semestre de 1920. Aquellos alcanzaron altos grados de violencia, con detenidos, heridos y muertos”399.
No cabe duda que lo anterior afectó a los partidos que durante el período parlamentario (1891-1920) no poseían demasiada consistencia ideológica, más allá del clivaje teológico referido a las relaciones entre la Iglesia y el Estado. “Fuera de estos temas [agregan Millar y Fernández], la postura de los militantes tendía a quedar al arbitrio de su propia opinión personal, sin que hubiera mayores definiciones programáticas”400. Un segundo punto de Arenas que, a diferencia del anterior, sí amerita ser problematizado es que el nacimiento de la derecha constituye al mismo tiempo, el origen de la “derecha conservadora”. En otras palabras, para él la derecha del siglo XX, al menos hasta 1973, cabría etiquetarse en general como conservadora401. Para fundar esta idea da cuenta principalmente del carácter aristocrático y antidemocrático de los partidos Liberal y Conservador. “Desde este punto de vista, [esta derecha] cree en la configuración de una sociedad armónica dividida fuertemente en clases sociales”, que “no ve con muy buenos ojos la llamada ‘movilidad social’, creyendo en la tradición y en el linaje más que en los méritos”402. 398. Mariana Aylwin, Carlos Bascuñán, Sofía Correa, Cristián Gazmuri, Sol Serrano y Matías Tagle, Chile en el siglo XX (Santiago, Planeta, 2005 [1990]), p. 96. 399. René Millar y Joaquín Fernández, “La elección presidencial de 1920. La rebelión del ‘Cielito lindo’”, en Alejandro San Francisco y Ángel Soto (editores), Camino a La Moneda. Las elecciones presidenciales en la Historia de Chile 1920-2000 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2006), p. 6. El destacado en el original. 400. Millar y Fernández, “La elección presidencial de 1920”, p. 7. 401.Contradictoriamente, y pese a resaltar el apelativo de conservador para el conjunto de la derecha, Arenas distingue para el período 1938-1958, seis “almas en pena” en el sector: conservadora propiamente tal, socialcristiana, liberal, nacionalista, económico-empresarial y económico-agrícola. Ver Arenas, Virar derecha, pp. 103 y 104. Creo, como se verá más abajo, que estira demasiado el elástico a favor de su diversidad. Además, esta situación dificulta pensar la derecha como una unidad, que yo creo sí la tiene en torno a un núcleo común centrado en la libertad de iniciativa económica. 402. Arenas, Virar derecha, p. 38.
122
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
Y, para fundamentar lo anterior, pone como ejemplo el rechazo al sufragio universal de los partidos de la derecha de ese entonces. En particular, refiriéndose a la V Convención Liberal del año 1931, señala: “la crítica al sufragio universal como el responsable de todos los males de la democracia, sería una constante en la convención liberal, junto a las quejas en contra de la abundante legislación social del período”403. La misma postura, hay que decirlo, asumió el Partido Conservador404. Además del hecho que la propuesta anterior respondía a un determinado contexto mundial405, lo relevante es que resulta complicado etiquetar a toda la derecha del siglo XX, al menos hasta 1973, como conservadora. Esto por varias razones. Primero, porque pese a que entre liberales y conservadores ha existido siempre un núcleo común, hay entre ellos no sólo matices, sino diferencias profundas. Por ejemplo, y aunque la cuestión teológica se superó formalmente con la separación de la Iglesia y el Estado en la Carta de 1925406, entre dichas vertientes se mantuvieron diferencias de carácter doctrinario que también explican sus distanciamientos políticos e ideológicos en distintos momentos del siglo pasado, especialmente en la forma de acercarse a la libertad económica, con mayor o menor confianza407. En segundo término, precisamente el siglo XX dotará de mayor consistencia ideológica a la política chilena, incluyendo a los partidos de la derecha. Obviamente, y pese a tratarse de entidades pragmáticas y no “ideológicas” -en el sentido de priorizar un estilo transaccional de hacer política versus otro que 403. Arenas, Virar derecha, p. 31. 404. Ver, por ejemplo, Luis Corvalán Márquez, “El giro ideológico y político del Partido Conservador a comienzos de los años treinta”, Historia 396, N° 1 (2016), pp. 75-110. Pienso que este trabajo, si bien es interesante, exagera al calificar de “giro ideológico” la posición restrictiva del sufragio universal de parte de los conservadores, por ejemplo, al propiciar el voto plural en favor de algunas personas. En primer lugar, porque se trató de una posición rápidamente abandonada, y luego por formar parte de un contexto histórico mundial, como se expresa en la nota siguiente. Por otra parte, y como se verá en la segunda Sección del siguiente capítulo, lo que real y principalmente afectó al Partido Conservador, en términos ideológicos, fue el ascenso crecientemente hegemónico de la vertiente socialcristiana. En este sentido, me parece que carece el trabajo de Corvalán de una mirada de mayor duración. 405. Con posterioridad a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y en particular a partir de la Revolución Rusa (1917), se produjo una cierta legitimación en Occidente de los regímenes autoritarios o totalitarios. Además del caso de la Unión Soviética (URSS), esta situación se expresó en el ascenso de los fascismos; en Italia y Alemania, especialmente. 406. Alessandri aprovechó su estancia en Roma en 1924 para negociar el asunto directamente con el papa Pío XI. Si bien dicho acuerdo fue aceptado de mala gana por el clero chileno, se vio compensado por el subsidio a la Iglesia de 2,5 millones de pesos durante un período de cinco años. Ver Simon Collier y William F. Sater, Historia de Chile 1808-1994 (Madrid, Cambridge University Press, 1999), p. 192. No obstante que esta separación se logró con la Carta de 1925, entre liberales y conservadores se mantuvieron diferencias de estilos de vida, por ejemplo, en materia de sobriedad y de pertenencia a determinadas instituciones educacionales: mientras los liberales estudiaban en la Universidad de Chile, los conservadores hacían lo propio en la Universidad Católica. Ver Correa Sutil, Con las riendas del poder, pp. 42 y 43. También hubo diferencias frente a la presentación de algunos proyectos de ley, como el de divorcio: “Un proyecto de divorcio presentado en 1924 movilizó a los diputados conservadores en defensa de la indisolubilidad del matrimonio, al igual que el proyecto de gobierno que suprimía la obligatoriedad de la formación religiosa en la educación”. Teresa Pereira, El Partido Conservador 1930-1965. Ideas, figuras y actitudes (Santiago, Fundación Mario Góngora, 1994), p. 35. 407. Los conservadores lo hicieron de manera mucho menos intensa, en buena medida influidos por la Doctrina Social de la Iglesia (DSI); y, en particular, en momentos de mayor auge socialcristiano.
123
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
privilegia los cambios radicales-, mal puede decirse que el Liberal y Conservador hayan sido partidos meramente “reaccionarios” frente al avance gradual de sus símiles de izquierda (PC y PS, especialmente). Esto no fue realmente así: liberales y conservadores, cuando se encontraron, lo hicieron en torno a la defensa de la libertad económica a partir del principio de primacía de la persona frente al Estado.
2 Una centuria estatista: estrategias de mitigación Si se piensa en el siglo XX como una centuria adversa para la derecha, ello se debe principalmente a que se trató de una época eminentemente estatista. ¿En qué sentido? Ante todo, en el hecho que un importante sector de las elites políticas (civiles, militares, religiosas, etc.) imaginen el Estado como el gran articulador de la vida económica y social. A nivel mundial, y en el marco de lo que Eric Hobsbawm califica como Era de las catástrofes se producen (según este mismo historiador) dos grandes fenómenos: abismo económico y caída del liberalismo408. El primero, que surgió con la crisis económica de 1929409, se encuentra vinculado a la segunda, ya que, ahora en los términos de los autores de la Historia del siglo XX chileno: “una de las consecuencias más relevantes de la gran depresión consistió en precipitar el descrédito y consiguiente abandono del liberalismo económico por un lapso de casi medio siglo. Para sustituirlo, se recurrió a modelos de desarrollo que implicaron un cambio en las políticas económicas y un abandono de los principios que hasta entonces había inspirado el régimen de libre mercado”410.
408. Primera Guerra Mundial, Revolución Rusa, ascenso de los fascismos, especialmente. Ver Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (Buenos Aires, Crítica, 1998 [1994]), pp. 93-147. 409. Esta crisis, conocida también como Gran depresión (Great Crash), implicó la caída de las cotizaciones de la Bolsa de Nueva York durante el mes de octubre de 1929. Pese a algunas recuperaciones parciales, el nivel de las pérdidas fue tremendo. Por ejemplo, la empresa U. S. Steel pasó de cotizar a 262 puntos en septiembre de 1929 (un mes antes de la crisis) a 22 en 1933. Una primera consecuencia que afectó a la gente de a pie fue que los bancos se declararon en quiebra, no pudiendo las personas retirar sus depósitos. Una segunda, la contracción de la demanda, el cierre empresas y el desempleo. En los Estados Unidos se pasó de 4,6 millones de desempleados en 1929 a 13 millones en 1933, lo que equivale a un 27 % de la población activa. Ver Artola y Pérez Ledesma, Contemporánea, pp. 308 y 309. En Gran Bretaña, el índice de desempleo se situó en torno al 23 %; en Suecia, en el 27; y en Alemania, en el 44. Ver Hobsbawm, Historia del siglo XX, p. 100. 410. Sofía Correa, Consuelo Figueroa, Alfredo Jocelyn-Holt, Claudio Rolle, y Manuel Vicuña, Historia del siglo XX chileno (Santiago, Editorial Sudamericana, 2001), p. 136.
124
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
De esta manera, se asumió como una suerte de dogma que el Estado ejerciese una función rectora de la actividad económica privada. Es lo que se conoce como Estado interventor. En este contexto, la crisis del 29 le dio carta de ciudadanía al planteamiento de John Maynard Keynes (1883-1946), quien defendió el intervencionismo estatal con el fin de aumentar la demanda interna y de esta manera, incrementar la producción y lograr un pleno empleo411. Asimismo, se produjo el llamado New Deal, programa de gobierno del Presidente Franklin Delano Roosevelt (1933) que propugnó la realización de obras públicas y la generación de un Estado de bienestar o asistencialista412. Según Hobsbawm, era “la inexistencia de soluciones en el marco de la vieja economía liberal lo que hacía tan dramática la situación de los responsables de las decisiones económicas”413. No hay que olvidar que, por aquellos años, la Unión Soviética (URSS) comenzaba a llevar a cabo sus planes quinquenales (el primero en 1928), por lo que la palabra planificación adquirió relevancia en la vida política concreta. En Gran Bretaña, incluso políticos conservadores, como el caso de Harold Macmillan (1894-1986) “se convirtieron en defensores de la ‘planificación’. Incluso los mismos nazis plagiaron la idea cuando Hitler inició un ‘plan cuatrieneal’”414. ¿Qué efectos tuvo en Chile lo anterior? A nivel académico, cabe mencionar la creación de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chile (1937). Fernando Silva Vargas pone el acento en la coincidencia de este hecho con la difusión general del pensamiento de Keynes: “no es casual que sus primeros decanos -Pedro Aguirre Cerda y Guillermo del Pedregal- hubieran tenido destacada participación en delinear una modalidad de participación estatal directa y planificada en el desarrollo económico”415. A nivel de comercio internacional, y sólo a manera de ejemplo, se pueden mencionar las siguientes medidas: se fijaron tarifas aduaneras de carácter proteccionista, se establecieron listas, licencias y cuotas de importación y se prohibió la exportación de determinados productos (trigo, harina y papas) para asegurar -se decía- el consumo interno. A nivel interno, desde 1932 se comenzaron a controlar los precios de los productos. Ya en 1939, bajo el gobierno de Aguirre Cerda (1938-1941), los precios del té, papas, yerba mate, velas, papel, así como arriendos residenciales y comerciales, estaban fijados de manera centralizada416 . 411. En 1936 publicó su influyente Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. 412. Artola y Pérez Ledesma, Contemporánea, pp. 311 y 312. 413. Hobsbawm, Historia del siglo XX, p. 101. 414. Hobsbawm, Historia del siglo XX, pp. 103 y 104. 415. Silva Vargas, “Un contrapunto”, p. 762. 416. Correa y otros, Historia del siglo XX, p. 139
125
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Por otra parte, se acrecentó la recaudación tributaria del Estado de manera inorgánica. Por ejemplo, en 1932 se aumentó el impuesto a la herencia. “También en las décadas de 1930 y 1940 se fijaron transitoriamente tasas progresivas a algunas categorías del impuesto a la renta y se aplicaron impuestos a los beneficios excepcionales”417. Como consecuencia del contexto referido, la burocracia estatal se vio notablemente incrementada: en 1880, había en Chile 3.000 funcionarios públicos; en 1900, 13.000; y en 1919, 27.000. “La mayor presencia estatal se dio en educación y obras públicas, especialmente ferrocarriles”418. Este aumento no fue casual, sino que se explica en la creación de una serie de nuevos organismos públicos. Por ejemplo, bajo la primera administración de Carlos Ibáñez (1927-1931) nació la Contraloría General de la República, la Tesorería General de la República, el Cuerpo de Carabineros y la Fuerza Aérea de Chile (FACH)419. Buena parte de lo anterior apuntaba al denominado desarrollo hacia adentro, a partir del paradigma de sustitución de importaciones. Se creía casi religiosamente que, al fomentarse la industria desde el Estado, incluso como agente productivo propiamente dicho, el país no necesitaría de productos extranjeros, convirtiéndose así en una economía autosuficiente. En el impulso de esta visión, le cupo un papel protagónico a la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), creada en 1948, con sede en Santiago. Como expresan los autores de la reciente Historia de Chile 1960-2010, dirigida por Alejandro San Francisco: “su objetivo fue -en palabras de uno de sus creadores, el chileno Hernán Santa Cruz- realizar estudios económicos en la región, pero especialmente ‘promover el desarrollo económico y social mediante la cooperación y la integración a nivel regional y subregional’. En su diagnóstico, los países latinoamericanos habían emprendido la transformación de sus estructuras económicas sin un ajuste en el plano intelectual, es decir, los criterios económicos se enriquecieron ‘con elementos de la nueva escuela keynesiana’, pero la absorción fue indiscriminada y superficial’” 420.
417. Silva Vargas, “Un contrapunto”, p. 793. 418. Aylwin y otros, Chile en el siglo XX, p. 44. 419. Aylwin y otros, Chile en el siglo XX, p. 112. 420. Alejandro San Francisco (Dirección General), José Manuel Castro, Milton Cortés, Myriam Duchens, Gonzalo Larios, Alejandro San Francisco y Ángel Soto, Historia de Chile 1960-2010 (Santiago, CEUSS, 2016), tomo 1, pp. 213 y 214.
126
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
Además del advenimiento de un Estado interventor, una segunda manifestación de estatismo -y que es consecuencia directa de la precedente- se refiere a la idea de un Estado empresario, impulsado por la CORFO (Corporación de Fomento de la Producción). Esta entidad: “tuvo por objeto el desarrollo racional y armónico de todos los rubros productivos del país, con el fin de elevar los niveles de vida de la población, tan menoscabados en los últimos años por efecto de la crisis; mejorar la desfavorable situación de la balanza de pagos internacionales, en aras de reducir la dependencia económica externa; y lograr el desarrollo estable en el futuro próximo”421.
El terremoto de Chillán del 24 de enero de 1939 contribuyó a la creación de la CORFO, ya que el Estado asumió el papel de dar apoyo crediticio a determinados sectores productivos, así como asumir el rol directo de empresario mediante la creación de empresas determinadas: ENDESA, ENAP, CAP, entre otras 422. La tercera manifestación de estatismo en el siglo XX, que quizás es la que más perdura hasta el presente, tiene relación con el surgimiento de un estado social, que “se distinguía por priorizar la protección y los cuidados básicos de la población mediante la inversión de altos porcentajes del presupuesto fiscal en todo tipo de materias de beneficio social, lo que devino en un fuerte asistencialismo estatal”423. Si en 1925 el Estado destinaba sólo un 2,1% del Producto Geográfico Bruto al gasto público social, en 1945 aumentó a un 8,0%, llegando a un 14,9% diez años más tarde, en 1955424. Como bien lo muestra Rodrigo Henríquez, aunque “tradicionalmente se ha señalado a Arturo Alessandri como el promotor de la primera legislación social chilena, el debate sobre el rol del Estado estuvo presente en los programas de conservadores y liberales”425. Esto es interesante, porque da cuenta que la derecha en su conjunto, al menos desde comienzos del siglo XX, fue asumiendo una preocupación creciente por la suerte de los más necesitados.
421. Correa y otros, Historia del siglo XX, p. 142. 422. Empresa Nacional de Energía, Empresa Nacional de Petróleo y Compañía de Acero del Pacífico, respectivamente. 423. Correa y otros, Historia del siglo XX, p. 149. 424. Correa y otros, Historia del siglo XX, pp. 149 y 150. 425. Rodrigo Henríquez Vásquez, En Estado sólido. Políticas y politización en la construcción estatal. Chile 1920-1950 (Santiago, Ediciones UC, 2014), p. 141.
127
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
En términos constitucionales, aunque tuvo sus antecedentes en el siglo XIX426, el Estado social surgió en Chile con la Carta de 1925, que reconoció: “la protección al trabajo, a la industria, y a las obras de previsión social, especialmente en cuanto se refieren a la habitación sana y a las condiciones económicas de la vida, en forma de proporcionar a cada habitante un mínimo de bienestar, adecuado a la satisfacción de sus necesidades personales y a las de su familia. La ley regulará esta organización” (artículo 10, N° 14)427.
Interesante, además, resulta consignar que la fijación de salarios mínimos surgió a partir de la presión de sectores organizados en gremios y sindicatos. Por ejemplo, en 1934 se dispuso para los trabajadores del salitre; en 1937, para los empleados particulares; en 1951, para los trabajadores de cuero, molinos, panaderías y empresas de gráfica; y recién en 1956 se amplió al conjunto de los trabajadores industriales 428. Este es, pues, el contexto ideológicamente adverso en que le correspondió actuar a la derecha durante el siglo pasado. ¿Cómo lo enfrentó? Desde el punto de vista de los hechos, mediante estrategias de mitigación, que Correa designa bajo las categorías de negociación y cooptación. La primera se expresó en la voluntad de los partidos -especialmente, el Liberalde participar en los gobiernos radicales. “Los liberales, menos doctrinarios que los conservadores 429, tendieron lazos hacia el Partido Radical gobernante, con la intención de alejarlo de sus socios marxistas”430. Concretamente, en la elección presidencial de 1942 un importante sector del Partido Liberal, liderado por Arturo
426. Por ejemplo, la Constitución o’higginista de 1818 dispuso, en su artículo 13, que: “todo individuo de la sociedad tiene derecho a ser garantido en el goce de su tranquilidad y felicidad por el Director Supremo y demás funcionarios públicos del Estado, quienes estarán esencialmente obligados a aliviar la miseria de los desgraciados y proporcionarles a todos los caminos de la prosperidad”. Las constituciones chilenas se encuentran fácilmente en internet. En formato físico, hasta la de 1925, puede consultarse Luis Valencia Avaria, Anales de la República. Textos constitucionales de Chile y registro de los ciudadanos que han integrado los poderes ejecutivo y legislativo desde 1810 (Santiago, Imprenta Universitaria, 1951). 427. La educación no se estableció como un derecho, sino como “libertad de enseñanza”, aunque agregando que la “educación pública es una atención preferente del Estado” (artículo 10, N° 7). Para el debate entre liberalismo clásico y social, que explica el nuevo estado social en Chile, es muy interesante el trabajo de Manuel Bastías Saavedra, “Intervención del Estado y derechos sociales. Transformaciones en el pensamiento jurídico chileno en la era de la cuestión social, 18801925”, Historia, N° 48, vol. 1 (2015), pp. 11-42. 428. Correa y otros, Historia del siglo XX, p. 150. 429. No comparto esta idea. Creo que eran mucho más doctrinarios, en el sentido de poseer mayor consistencia ideológica, como se verá más abajo. Lo que sucede es que se acercaban más fácilmente al radicalismo por su carácter laico y no dogmático en términos religiosos. Al parecer, Correa usa el término doctrinario como sinónimo de dogmático. 430. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 94.
128
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
Alessandri, decidió apoyar la candidatura de Juan Antonio Ríos, a quien también adherían comunistas y socialistas. Esta situación implicó que cuatro ministros de Ríos fuesen liberales 431. Para la elección de 1946 -que se verá en la segunda Sección del siguiente capítulo-, Gabriel González Videla, quien obtuvo la primera mayoría relativa (con un 40,1 % de los votos 432), se vio obligado a negociar su ratificación en el Congreso con el Partido Liberal433. Aquí, además de comprometer al Presidente a no legislar en favor de la sindicalización campesina, obtuvo tres ministerios, en un gobierno también apoyado por el Partido Comunista434. Cabe mencionar que, cuando González Videla rompió relaciones con el PC, entraron también al Ejecutivo algunos ministros conservadores 435. La segunda estrategia -cooptación- se refiere a las relaciones más o menos directas entre poder político y económico. Por ejemplo, “el mismo Gabriel González Videla, luego de dejar la Presidencia de la República, fue miembro del directorio de tres grandes corporaciones industriales: Manufacturas Sumar S.A., Textil Progreso S.A., y RCA Victor -de propiedad transnacional-, además de ejercer como Presidente del Banco Francés e Italiano”436. Situaciones como estas, que hoy nos escandalizarían, fueron habituales en el siglo XX. Y lo anterior no sólo ocurrió bajo González Videla, sino incluso desde la época de Aguirre Cerda a partir de la creación de la CORFO, entidad en la que el empresariado chileno ejerció una representación de carácter corporativo. Como antes se vio, de veinticuatro delegados en dicho organismo estatal, sólo uno de ellos representaba a los trabajadores 437. Además, a partir de esta influencia, se pudo lograr que la CORFO no fuera financiada por la vía de nuevos impuestos, sino a partir del presupuesto nacional ya existente438. La presencia empresarial en las agencias estatales (no sólo en la CORFO), aunque pueda ser interpretada como una expresión de corporativismo -que sí lo fue-, constituye en todo caso, una matización de la creencia de que el siglo XX -al menos hasta antes de 1964, con la llegada de la Revolución en libertad bajo la Democracia Cristiana-, fue abiertamente hostil a la iniciativa privada. De hecho, la misma creación de empresas estatales ayudó a la producción y venta de insumos de parte de empresas privadas 439. 431. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 95. 432. Cruz-Coke, Historia electoral, p. 103. 433. Recordemos que en dicha época no existía la segunda vuelta o balotaje 434. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 95. 435. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 96. 436. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 98. 437. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 83. 438. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 88. 439. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 90.
129
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Ahora bien, ¿cómo fue posible lo anterior y, de esta manera, se contrarrestó la avanzada estatista? No sólo por el hecho que los partidos de la derecha, así como los dirigentes empresariales, asumieran un estilo pragmático, sino también -en particular para el caso de los primeros- por la circunstancia innegable de obtener un gran porcentaje de votos en las distintas elecciones parlamentarias durante los gobiernos radicales, lo que les entregaba un gran poder negociador y de influencia. En 1937, liberales y conservadores sumaron el 42 % de los sufragios, en 1941 bajaron al 31,2 %, y en 1945 repuntaron con un 43,7 %440.
3 Liberales al ataque (o la defensa de la libertad) Para los efectos de este libro -que se inserta en el debate intelectual sobre la derecha de hoy-, es importante poner sobre el tapete que sus partidos históricos -Liberal y Conservador-, no bajaron enteramente los brazos en la defensa de sus ideas. Veamos en esta sección a los liberales, dejando para la siguiente a los conservadores. En 1934 -precisamente en la década en que el estatismo descrito estaba en Chile adquiriendo indiscutido protagonismo-, Ladislao Errázuriz, Presidente del Partido Liberal, escribía un manifiesto que daba cuenta de los desafíos de su entidad. En dicho documento, Errázuriz llamaba a oponerse al intervencionismo estatal que apunta a “desvalorizar al individuo, despojándolo de toda posibilidad de iniciativas, [afectando] al cuerpo social entero, cuyas energías y capacidades de toda especie son las energías y capacidades de los individuos que lo constituyen”, agregando que “toda degradación de carácter individual implica una degradación de carácter social”441. Como se observa, aquí Errázuriz adhiere a un individualismo de carácter metodológico. Para graficar lo anterior, se refiere a una serie de leyes mal estudiadas que daban cuenta, según él, de remedios peores que las enfermedades que buscarían sanar. Por ejemplo, “la fijación de un salario mínimo en relación a ciertas industrias; las contribuciones excesivas en vista de obsequiar generosamente a
440. Cruz-Coke, Historia electoral, p. 81. 441. Ladislao Errázuriz, Los deberes del Partido Liberal en la hora actual. Manifiesto de su Presidente (Santiago, Editorial del Pacífico, 1934), p. 6.
130
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
los unos lo que se arrebata arbitrariamente a los otros; la creación y sostenimiento de una burocracia gigantesca, que absorbe por sí sola la mayor parte de las rentas del Estado; y, en fin, la tendencia cada vez más manifiesta y más incontenible, a entregar a los agentes directos o indirectos del gobierno la dirección y gestión de nuestras grandes empresas industriales y comerciales”442.
Profundizando sobre la primera de las mencionadas leyes, señala: “quien habla de salario mínimo, habla, prácticamente, de igualdad de salarios, y quien habla de igualdad de salarios, habla de ventajas inmerecidas acordadas a los malos obreros, perezosos e incapaces, y de desventajas inferidas a los buenos obreros, laboriosos y competentes”443. Aunque, conforme al lenguaje actual, parezca políticamente incorrecto el uso de tales adjetivos, a lo que apunta Errázuriz es al carácter injusto de la igualación forzada de ingresos, sin considerar el aporte concreto de cada trabajador: su productividad. Además, sostiene que la fijación de salarios mínimos hace “desaparecer los estímulos que sostienen los esfuerzos de los obreros competentes y dignos, degrada inevitablemente el trabajo y abate el rendimiento”444 . Lo anterior va muy en la línea de lo sostenido por Mises en 1927: “el salario que el patrono paga, cualquiera sea el tipo de trabajo empleado, equivale en ausencia de regulaciones administrativas y de coacciones sindicales, al incremento del valor que la correspondiente contribución laboral agrega a los factores materiales empleados en la producción de que se trate”445. Igualmente, pensando en el bienestar de los propios trabajadores, añade el austriaco: “el efecto de toda artificiosa subida de salarios, de toda aquella impuesta al mercado por fuerzas ajenas al mismo, no puede ser otro que el de provocar desempleo”446. Vale decir, dicha fijación no sólo afecta las ganancias de la empresa (sobre todo si es pequeña o mediana), sino que atenta contra la creación de nuevos empleos, ya que por ejemplo, cuando éste se fija a un nivel excesivamente alto, podrían existir trabajadores que libremente deseen contratarse a un salario por debajo del fijado legalmente. ¿Sería esto inmoral? ¿Por qué debería prohibirse? Estas preguntas resultan mucho más atendibles en los casos de personas jóvenes o con menor calificación.
442. Ibíd. 443. Errázuriz, Los deberes, pp. 7 y 8. 444. Errázuriz, Los deberes, p. 8. 445. Mises, Liberalismo, p. 105. 446. Mises, Liberalismo, p. 108.
131
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Con relación al crecimiento exponencial de la burocracia, sostiene Errázuriz que: “un Estado, cuyas actividades se resuelven en el despilfarro de la riqueza, o sea, en el aumento inmoderado y desproporcionado de los gastos públicos, es un Estado que no lesiona tan sólo los intereses de todos, desde el punto de vista económico, sino [que también] reduce considerablemente el número de personas, más o menos bien dotadas, cuyas iniciativas y cuya labor podrían ser útiles a la colectividad”447 .
Concluye haciendo un llamado a la defensa “de nuestros ideales y a la misión que ellos nos imponen”448, dejando claro que, precisamente frente a la hegemonía contraria, se hace más necesario que nunca responder con un discurso propio antes que con uno ajeno. Cinco años más tarde, en 1939, se difundía entre los miembros de la Convención Liberal, un documento intitulado El liberalismo, destinado a criticar con fuerza el intervencionismo estatal en boga, y a defender el ideario asociado al partido. Señala dicho texto que, producto de la Gran Guerra449: “se acostumbraron los gobernantes a inmiscuirse en las actividades privadas, se creó una burocracia que deseaba perpetuarse en sus funciones, y los políticos encontraron un medio fácil de satisfacer los apetitos de su clientela electoral mediante el mantenimiento y la creación constante de una serie de organismos dotados de incontable personal”450.
Agrega que el olvido de los grandes y eternos principios -libertad, igualdad451, propiedad y seguridad-, se debe a la gran confusión entre los derechos individuales y los derechos del pueblo como colectividad. Esta confusión, agrega el documento,
447. Errázuriz, Los deberes, p. 9. 448. Errázuriz, Los deberes, p. 10. 449. Existe un cierto consenso que el socialismo del siglo pasado es, en buena medida, una continuación del socialismo de guerra. Ver, por ejemplo, a Seldon, Capitalismo, pp. 35 y 36. Aunque este autor se refiere en particular a la Segunda Guerra Mundial, el principio cabe para todo conflicto bélico. 450. El liberalismo (dedicado a los miembros de la Convención Liberal) (Santiago, Imprenta el Imparcial, 1939), p. 5. No refiere este texto un autor preciso, pero parece ser que fue entregado a los convencionales por la directiva del partido. Lo importante, en todo caso, es que en el seno del PL había un sector muy preocupado de la defensa de sus propias ideas frente a la avanzada de las de izquierda. No existe en Chile una historia del Partido Liberal, como sí del Conservador, que permita aclarar el punto referido en esta nota. Se trata de un desafío pendiente que espero, algún día, emprender. 451. De lo dicho más abajo, se desprende que se refiere a la igualdad ante la ley y no de resultados.
132
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
basada en un autor como Jean Jacques Rousseau (1712-1778), supone considerar que “el pueblo tiene derecho, dentro del concepto de su soberanía, a suprimir todos los derechos del individuo. Allí está el conflicto. Poner ambos derechos en una misma declaración es mezclar el agua con el fuego y pedirles enseguida que procuren entenderse entre ellos”452. Si bien el documento no rechaza la democracia en sí misma, el vicio de origen consistiría en la confusión entre este sistema político y la libertad individual, agregando que el progreso de las generaciones últimas se debe, justamente, a la valoración de la segunda. Gracias a la libertad, en efecto, “el hombre medio logró una vida superior a las de los señores de antaño y las condiciones de la masa se elevaron considerablemente”453. Pero el problema es que “esa libertad económica que permitió tan admirable progreso, obra y credo del liberalismo, es la que más ha sido abandonada, sin que se divise el esfuerzo de éste por mantenerla”454. Más abajo se añade que el “colectivismo crea una nueva especie de propiedad: la del burócrata. La lucha por la riqueza se transforma en la lucha por el poder y la desigualdad se hace más insoportable”455. Desigualdad, agrego yo, generada por la casta de privilegiados que se enquista en los órganos del Estado. Unos pocos años más tarde, dirá Hayek en Camino de servidumbre (1944): “como sólo el poder coercitivo del Estado decidirá lo que tendrá cada uno, el único poder que merece la pena será la participación en el ejercicio de este poder directivo”456. Dicho de otra forma, el liberalismo económico sólo puede ser suprimido (o restringido) “mediante una coacción constante y violenta, y apenas [ésta] desaparece, el primero renace por sí sólo, como las hojas de los árboles al llegar la primavera”457. ¡Sabias palabras!: la función empresarial que todos ejercemos se ve constantemente agredida por la intervención del Estado, limitándose así las oportunidades de progreso para todos. ¿Y qué decir con relación a los sufrimientos humanos? ¿Es el liberalismo insensible frente a quienes viven en estado de necesidad? Absolutamente no, porque “no hay contraposición [per se] entre la adopción de todas las medidas posibles de protección y mejoramiento social y los principios de libertad económica”, aunque cuidando “la elección de los medios adecuados para realizarla”. Sin embargo: “las
452. El liberalismo, p. 11. 453. El liberalismo, p. 14. 454. El liberalismo, p. 15. 455. Ibíd. 456. Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre (Madrid, Alianza Editorial, 2007 [1944]), p. 144. 457. El liberalismo, p. 23.
133
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
legislaciones adoptadas como consecuencia de la puja por la popularidad, han producido muchas veces efectos contrarios a los pretendidos, han perjudicado la producción en daño a los mismos a quienes se deseaba beneficiar”458. Luego sostiene que dichos medios no pueden aspirar a suprimir las desigualdades de resultados que surgen de la libre interacción de las personas, y que, por lo tanto, no son moralmente injustas. Haciendo un llamado a defender los principios correctos, afirma: “hay que hacer comprender que no puede haber libertad sin aceptar desigualdades, como no puede imponerse la igualdad sin suprimir la libertad. No puede inyectarse la sífilis a los sanos, porque haya sifilíticos, como no puede extirparse a los inteligentes, porque la masa [esté] compuesta de mediocres”459. En el contexto del Chile actual, diríamos que no deben “quitarse los patines” a quienes ya los posean con el objetivo -supuestamente loable- de que todos se muevan a la misma velocidad. En 1950 la Juventud del Partido Liberal sostenía que un orden liberal se basa en un mercado libre “y su deber es combatir la formación de monopolios artificiales y la intervención estatal, cuando ésta tiende a destruir la libertad económica o a invadir las actividades que son propias de la iniciativa privada”460. Pero, más allá de los documentos referidos, podría pensarse que la defensa del liberalismo económico se dio sólo en la primera mitad del siglo XX, bajando en intensidad en la medida en que se acercaba la época de las “planificaciones globales”461. Sin embargo, el mismo año en que comenzaron estas planificaciones -con el gobierno de la Democracia Cristiana-, el periodista Sergio Guilisasti publicó un interesante libro de entrevistas a los dirigentes de los principales partidos políticos de Chile. En esta obra, y con relación a los principios políticos del Partido Liberal, el ex senador Eduardo Moore señala: “respetamos al individuo para que así vaya realizando su propio destino. Y nunca olvidamos que el hombre no es una ‘cosa’ en el universo, sino ¡él mismo, un pequeño universo!”462. Luego, haciendo una comparación entre las dos grandes potencias de la Guerra Fría, agrega:
458. El liberalismo, p. 24. 459. El liberalismo, p. 30. 460. Juventud Liberal, Principios, estatutos y reglamentos. Aprobados en la VI Convención Nacional (Santiago, 6 y 7 de mayo de 1950), p. 4. 461. Este término, utilizado por Mario Góngora, lo define Gonzalo Vial como “la adopción de un ‘modelo’ específico de sociedad, que cubre todos sus aspectos no sólo políticos, sino sociales, económicos, educacionales, culturales, internacionales, etc., sin excluir ninguno. El modelo presenta las siguientes características: a) no admite aplicación incompleta; b) tampoco cambios ni transacciones; c) tampoco ser postergado. Es decir, debe cumplirse íntegro y sin variantes ni demoras”. Vial Correa, Cinco siglos de historia, tomo 2, p. 1256. 462. Sergio Guilisasti Tagle, Partidos políticos chilenos. Doctrina, historia, organización interna y fuerza electoral de los partidos conservador, liberal, radical, demócrata-cristiano, socialista y comunista (Santiago, Editorial Nascimento, 1964), p. 94.
134
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
“son dos grandes conglomerados humanos que es útil confrontar: mientras en los Estados Unidos todo esfuerzo individual encuentra su ubicación y beneficia también a la sociedad entera, y la libre iniciativa y la capacidad creadora del individuo van recibiendo la diaria recompensa; mientras la corriente de vida se produce desde el individuo a la sociedad, en Rusia parece que este vasto sistema funciona a la inversa y es una sociedad monstruosamente configurada la que, anulando al hombre, le da dosificado, un excedente de vida que ella oscuramente ha consumido”463.
Por su parte, y con relación a los principios económico-sociales del mismo partido, el ex diputado Pablo Aldunate sostiene tajantemente: “a mi juicio, el bienestar, en lo material, corresponde a la abundancia de bienes de consumo y de trabajo bien remunerado para adquirirlos”464. Para lograr este objetivo, el mejor sistema económico es el capitalismo, que tiene una dimensión económica y ética. La primera, porque “los bienes de capital rinden frutos mucho más abundantes y a un costo más bajo en manos de particulares”; y la segunda, dado que esos mismos bienes “en manos de particulares, constituyen el único sistema que asegura la democracia, la libertad y la dignidad del hombre”465. En torno al tema de la desigualdad, pone sobre el tapete su utilización demagógica por parte de algunos políticos: “la explotación política de la desigualdad produce gran provecho electoral. El uso inteligente del dolor de un pueblo con hambre y miseria no exige, muchas veces, sino habilidad para interpretar y describir ese dolor, pero no capacidad para remediarlo”466. Mucho más importante que beneficiarse del dolor ajeno, subraya Aldunate, es determinar cuál es el sistema económico más idóneo para mejorar las condiciones de vida de las personas. Y claramente no es el socialismo, ya que “cambia a los poderosos económicos por los poderosos políticos; [mientras que] los pobres siguen tan pobres como antes, pero sin la esperanza de dejar nunca de serlo”. En cambio, el liberalismo genera “bienes de consumo mejores, más abundantes y baratos; [y crea] más trabajo mejor remunerado”467. Más adelante, y profundizando sobre el tema de la desigualdad, explica la importancia de los ricos en la sociedad :
463. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, pp. 97 y 98. 464. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 109. 465. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 110. 466. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 111. 467. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 112.
135
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
“si lo que elimina la pobreza es el capital y quiénes aquí lo poseen, o está en aptitud de formarlo, son los ricos, resulta verdadero sostener que, para que los pobres sean menos pobres, es necesario que los ricos sean más ricos, o que haya mayor cantidad de ricos. Por el contrario, el empobrecimiento de los ricos no opera en favor de los pobres, sino que, al destruir o postergar una capitalización, debilita el producto nacional y, por lo tanto, los perjudica y empobrece más como receptores de bienes de consumo y de remuneraciones de trabajo”468.
Y agrega algo que con gran dificultad un político de la derecha actual se atrevería a decir: “el rico es la expresión humana -muchas veces ingrata, inconfortable y difícil de aceptar- de un bien de capital que da trabajo y pan”470. Por el contrario: “es sencillo crear la quimera de soluciones basadas en una redistribución de la riqueza, que terminaría sólo en ser la redistribución de la miseria”471. Por último, Aldunate señala que los liberales deben defender el liberalismo real, ya que “se ataca una caricatura del liberalismo, ante la imposibilidad de hacerlo en sus verdaderos y reales principios”472 . Basten estas referencias para demostrar que no es cierto, como sostienen algunos, que la derecha -en particular, su vertiente liberal-, haya abandonado totalmente la defensa del liberalismo durante el siglo XX. Esto simplemente no fue así. Por lo mismo, no comparto la tesis de Jorge Gómez que sostiene que en Chile “los últimos grandes liberales desaparecieron a inicios del siglo XX bajo el auge del nacionalismo y otras derivas colectivistas”473. Sin embargo, y aunque sea cierto como agrega Gómez, que los liberales del siglo XIX -por ejemplo bajo la figura de José Victorino Lastarria- defendieron un liberalismo mucho más integral que el meramente económico, hay que considerar que ellos se enfrentaron a un contexto histórico sustancialmente distinto. Los clivajes de esa época eran otros: a) disminución del poder presidencial en favor del Congreso y b) relaciones IglesiaEstado. En el XX, en cambio, el liberalismo que se puso a prueba fue, básicamente, el económico.
468. Como anécdota, le comento al lector que el volumen que utilicé (de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, donde cursé mi Magíster en Historia), contiene un comentario al margen de un usuario, que dice: “¡no tiene sentido!”. Este comentario revela la fuerte penetración del tópico de la igualdad de resultados. 469. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 116. 470. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 117. 471. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 119. 472. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 120. 473. Jorge Gómez, “¿Liberales huérfanos o emancipados?”, columna de opinión en El Líbero (13 de abril de 2016).
136
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
Y el punto a discutir se refiere, más bien, a si la defensa de dicho liberalismo fue meramente economicista o si se abrió también a un contenido ideológico mayor. A la luz de los documentos referidos, me parece que lo segundo, con la prevención de que se trata de textos partidistas y no meramente especulativos. En este sentido, estoy de acuerdo con Gonzalo Bustamante cuando distingue entre filosofía e ideología políticas. La primera “es, si bien un elemento relevante, insuficiente para la comprensión del fenómeno político e ideológico, debido a que estos no pueden ser abordados desde un simple análisis de su lógica y coherencia”. En cambio, la segunda posee “un origen no sólo racional, sino también emotivo, irracional, retórico, etc.”. Y no es que la ideología no necesite de un soporte filosófico, sino que opera en un tiempo y espacio mucho más concreto 474. Considerada esta distinción, los liberales del siglo XX, si bien no hicieron una defensa filosófica (académica) de sus ideas, sí lo hicieron en el terreno ideológico, que es el que corresponde a una acción política realista.
4 Capitalismo de la gente: conservadores por la libertad económica Cristián Garay subraya el error metodológico de asociar el conservadurismo 475, de manera excesivamente amplia, con todo lo que “parezca inclinado a defender el sistema social y económico y que se enfrente radicalmente a la subversión del orden establecido”476. Pero lo cierto, ahora con Hayek, es que “el triste sino del conservador sea ir siempre a remolque de los acontecimientos”477. En cambio, los liberales no se oponen de antemano a los cambios, sino que los valoran según la meta a la cual se encaminan. Es decir, si sirven o no a la causa de la libertad personal y, consiguientemente, del progreso de los pueblos. “Al liberal -subraya Hayek- no le preocupa cuán lejos y a qué velocidad vamos; lo único que le
474. Gonzalo Bustamante, “Racionalidad populista versus democracia representativa”, Revista de Cultura Económica, N° 83 (2012), p. 21. 475. A veces se usa el término conservatismo. 476. Cristián Garay Vera, “Nacionalismo, tradicionalismo, conservadurismo y liberalismo censitario. Aproximaciones para el debate”, Revista de Historia, años 9-10, volúmenes 9-10 (1999-2000), p. 41. Esta aclaración la hace en respuesta a la visión de Renato Cristi y Carlos Ruiz Schneider, que se verá en la primera Sección del capítulo siguiente. 477. Friedrich A. von Hayek, “Post-Scriptum: ¿Por qué no soy conservador?”, en el mismo, Los fundamentos de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 2014 [1959]), p. 507.
137
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
importa es aclarar si se marcha en buena dirección”478. Para un autor como Hayek, al hablar de “dirección” no se alude a una visión concreta de la vida buena, impuesta desde el Estado, sino al establecimiento, a través de normas generales (leyes y no mandatos) que garanticen la libertad. Pero existe otro elemento que el austriaco considera como “la gran debilidad del conservador”, y es que el conservadurismo carece de pensamiento propio: “su repugnancia a la teoría abstracta, y la escasez de su imaginación para representarse como en la práctica no ha sido ya experimentado, le dejan por completo inerme en la dura batalla de las ideas”479. Ambos elementos, sumado al hecho indiscutible que la derecha actual es hegemónicamente conservadora, tienden a explicar por qué este sector político desconfía tanto de los ámbitos de la cultura y de la intelectualidad. También ayudan a entender algunos intervalos de ambigüedad durante el siglo XX, especialmente en torno a lo socialcristiano como tercera vía frente al liberalismo y al socialismo480. Sin embargo, y mirando el vaso medio lleno, resulta notorio que los conservadores se dotan de contenido -cuando lo hacen- gracias al liberalismo clásico. De lo contrario, suelen caer bajo lo que suelo identificar como “tentación socialcristiana”. En este sentido, existieron en la centuria pasada destacados dirigentes conservadores a favor de la libertad empresarial. En la primera mitad del siglo pasado su gran figura fue Héctor Rodríguez de la Sotta. Según Teresa Pereira este dirigente “se perfila como un líder inamovible en su posición económica marcadamente liberal”481. Por ejemplo, frente al intento de adherir al llamado Estado corporativo en el marco de la Convención de 1932, Rodríguez de la Sotta señalaba: “la gran ilusión […] es creer que la cuestión social se soluciona con el reparto de la riqueza, quimera destruida por la ciencia económica, ya que ello conduciría a una común miseria. El socialismo niega las fuentes
478. Ibíd. 479. Hayek, “¿Por qué no soy conservador?”, p. 514. Un autor como Michael Oakeshott, si bien plantea que el ser conservador supone ciertos principios generales, sostiene que no constituye “un credo ni una doctrina, sino una actitud. Ser conservador significa inclinarse a pensar y a comportarse en determinada forma; es preferir ciertos tipos de conducta y ciertas condiciones de las circunstancias humanas a otras; es disponerse a tomar determinadas decisiones”. Michael Oakeshott, “¿Qué es ser conservador?”, Estudios Públicos, N° 11 (1983), pp. 245 y 246. 480. De lo cual se hablará con cierto detalle en el capítulo siguiente. 481. Pereira, El Partido Conservador, p. 43.
138
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
del ahorro -rentas sobrantes- e imposibilita la formación de nuevos capitales lo que en definitiva lleva a una estancación económica”482.
Ocho años más tarde, con relación al establecimiento de un Estado empresario por parte de la CORFO, se planteó enfático en la sala del Senado: “no creo en el buen éxito de las empresas industriales del Estado, mucho menos dentro de un régimen de Frente Popular. Si el carbón es un pésimo negocio en manos de empresas privadas, en manos del Estado va a ser desastroso”483. En 1953, cuatro años después de la división de su tienda, José María Cifuentes (hijo de Abdón484) escribía un interesante libro sobre el programa y acción del Partido Conservador Tradicionalista. En él señala que las personas que no tienen conocimientos económicos suelen mirar el capitalismo “con cierta aversión, como si se tratase de un elemento nocivo, sin darse cuenta que es elemento principal de progreso económico”485. Para demostrarlo pone el ejemplo de los ferrocarriles, emblemático avance de la Revolución industrial. “¿Quién es el autor de ese prodigio? El capital invertido en los ferrocarriles: en la construcción de la vía, en los equipos, en el carbón, en la electricidad”486. “De aquí que los que forman nuevos capitales deban ser mirados como benefactores públicos, porque son ellos los que proveen el progreso económico general”487. Esta consideración, casi de Perogrullo, va muy en la línea de las investigaciones de Deirdre McCloskey sobre las implicancias -materiales y culturales- que han supuesto las ideas de la libertad en el mundo. Permítame aquí el lector detenerme en tres conclusiones fundamentales de esta autora en torno al éxito del capitalismo. La primera es que el capitalismo nos hace más ricos. Luego de aclarar que por capitalismo ha de entenderse “simplemente propiedad privada y trabajo libre sin un control, normado por la ley y un consenso ético”488, explica que, a partir de 1800 482. Parafraseado por Pereira, El Partido Conservador, p. 164. Dos años más tarde, Julio Philippi Izquierdo definirá el corporativismo como “aquella tendencia que aspira a una constitución social corporativa, o sea, a una organización social a base de ‘órdenes o profesiones’”. Y “el ‘orden’ es la unión orgánica de todos los elementos del mismo grupo de ocupaciones”. Julio Philippi Izquierdo, Política, partidos políticos y corporativismo (Santiago, 1934), pp. 13 y 14. Claramente este autor propone un orden que reemplace la representación a través de los partidos y el voto individual. Y, cabe agregar, la idea de Estado corporativo iba de la mano de un Estado altamente interventor en la economía. 483. Citado por Pereira, El Partido Conservador, p. 185. 484. Emblemático dirigente conservador, especialmente durante el siglo XIX. Nació en 1835 y falleció en 1928. Fue Ministro de Instrucción Pública de Federico Errázuriz Zañartu (1871-1873). Renunció a propósito de la polémica por libertad de exámenes de los colegios católicos. Para este tema, ver Lucía Santa Cruz, “El debate liberal-conservador en torno a la libertad de enseñanza”, documento de trabajo en Serie informe Sociedad y Política, N° 145 (Santiago, Libertad y Desarrollo, 2014). 485. José María Cifuentes, El Partido Conservador Tradicionalista. Su programa y su acción (Santiago, s/e, 1953), p. 43. 486. Cifuentes, El Partido Conservador, p. 44. 487. Cifuentes, El Partido Conservador, p. 45. 488. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 32.
139
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
aumentó “ocho y medio veces [la] comida, vestido, vivienda educación, viajes y libros en términos reales para el ser humano promedio; pese a que la población se había multiplicado seis veces”. A pesar que se trata de promedios, la prosperidad llegó a todos, incluso al continente africano, donde el ingreso per cápita se triplicó 489. La segunda es que nos permite vivir más. Gracias al capitalismo el mundo comenzó a contar con agua limpia, vacunación, mejores alimentos y penicilina, aumentando “las esperanzas de vida al nacer [en todas partes] de aproximadamente veintiséis años en 1820 a sesenta y seis años en 2000, con variaciones, pero en todas partes al alza”490. Se trata de un alza, como subraya ella, no de cinco años ni de 5%, sino de cinco veces. Y, como lo demuestra el reciente estudio de Robert W. Fogel, referido por McCloskey, “en 1880 el estadounidense promedio destinaba 80% de sus ingresos a comida, vivienda y vestido. En la actualidad, destina menos de una tercera parte”491. Este incremento, obviamente, ayuda a que mejore nuestra ética y que dispongamos de mucho más tiempo para bienes espirituales y culturales. Tercera conclusión de la historiadora, a la que añade que “el capitalismo y las virtudes burguesas han sido una fuerza más grande para eliminar la pobreza que cualquier sindicato, programa de asistencia social o plan central. Nuestra jornada laboral es de ocho horas principalmente porque nos hicimos más ricos, y por lo tanto no toleraríamos once horas; a menos de que seamos abogados yupis de Nueva York recién desempacados de la Escuela de derecho de Yale con un salario tranquilamente por encima de los cien mil dólares al año a cambio de setenta y siete horas. Existen en la actualidad muchos pobres con largas jornadas de trabajo que no pueden ganar eso. Nadie puede negarlo. Pero en 1900 era peor, y peor en 1800. Es gracias a que el capitalismo ha funcionado, y no debido a acuerdos sindicales o regulaciones gubernamentales, que hoy prevalecen mejores condiciones de trabajo”492 .
¿Quién en la derecha actual se atrevería a decir estas cosas? ¿Quién sería capaz de sostener que la principal vía para derrotar la pobreza es la profundización del libre mercado en la sociedad? 489. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 34. 490. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 36. 491. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 43. El estudio referido es de Robert W. Fogel, Escapar del hambre y la muerte y la muerte prematura 1700-2100. Europa, América y el Tercer Mundo (Madrid, Alianza Editorial, 2009). 492. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 45.
140
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
Normalmente, sus dirigentes buscan diferenciarse a partir de una mejor gestión de políticas públicas o al menos, de políticas sociales focalizadas en favor de las personas vulnerables. Y si bien esto no está mal, lo cierto es que casi nunca se pone el acento -como primera prioridad- en la libertad personal como fuente de creatividad y de búsqueda de oportunidades, es decir, en lo que se denomina función empresarial493. Por supuesto siempre hay excepciones que confirman la regla (a quien le quepa el sayo, que se lo ponga), pero aquí estoy hablando de promedios. Y mi punto es que, mientras la izquierda, sus políticos e intelectuales -con el apoyo de sus símiles de la derecha-, disparan su artillería contra la libertad económica, muy pocos en la derecha contratacan; y los pocos que lo hacen, suelen ser tachados de “fanáticos” o “insensibles”. Por lo mismo, volviendo a Cifuentes, resulta sorprendente que un dirigente de hace más de sesenta años, en pleno siglo XX -una centuria eminentemente estatista-, haya tenido las ideas tan claras en materia económica y social. ¿Significa lo dicho que la derecha actual debiera no tomar en cuenta la cuestión social? No, para nada. Pero significa, en concreto, entender que los países prosperan y sacan a la gente de la pobreza, no fundamentalmente gracias a la acción del Estado, sino sobre todo a partir del despliegue de la libertad: las personas salen adelante a partir del trabajo que obtienen en el mercado, a sus mejores sueldos, y a la posibilidad de emprender con menores trabas o regulaciones de parte de los gobiernos. Para todo esto, obviamente, se necesita crecimiento económico 494. Esta consideración no se opone en absoluto (como se verá en el capítulo final) a que el Estado deba cumplir un determinado rol en favor de las personas que padecen necesidad. Por lo mismo, cabe preguntarse: ¿debiera la educación ser una preocupación política, considerando que más educación implica mayores ingresos? Sí, pero no a través de monopolios estatales, o fuertes controles de la autoridad, que impidan la creatividad e intercambio libre que, de esta manera -agrega Cifuentes-, nieguen el “derecho del padre de familia a elegir el establecimiento educacional que prefiera a fin de que la formación intelectual y moral de sus hijos corresponda a sus aspiraciones más íntimas y respetables, debe ser contemplado por el legislador que le impone la obligación escolar”. Asimismo, y para ayudar a las familias que no puedan cubrir los gastos de la educación de sus hijos en establecimientos de su 493. Concepto que se verá, con mayor detalle, en la tercera Sección del capítulo sexto. 494. Esto, por lo demás, lo reconoce la Comisión Nacional de Productividad del gobierno actual, al sostener que el crecimiento económico, dado por una mayor productividad, “aumenta los incentivos para invertir mientras que tiende a elevar los salarios”. Y agrega: “un país más productivo no sólo crece más, sino que también tiende a ser más equitativo, pues tiene mejores condiciones laborales para los trabajadores y puede inducir a mayor movilidad social”. Comisión Nacional de Productividad, La productividad en Chile: una mirada de largo plazo, Informe anual 2016, p. 5.
141
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
preferencia, se pronuncia a favor que el Estado conceda “una especie de bono o vale que el padre hace efectivo en favor de la escuela en que resuelva educar a su hijo”495. Lo anterior va en la línea del llamado de Cristián Larroulet y Jacinto Gorosabel a pensar, para el Chile actual, en una sociedad docente y no en un Estado docente. ¿Qué significa esto? La coexistencia de “establecimientos educacionales públicos y privados, de entidades filantrópicas y sociedades comerciales, laicos y religiosos, conservadores y progresistas”, no habiendo “ninguna razón atendible para que el Estado impida el funcionamiento o deje de dar apoyo financiero a una institución educativa donde, contando con toda la información relevante, los jóvenes quieren estudiar o los padres quieren matricular a sus hijos”496. O sea, cuando se dice que el Estado debe privilegiar la libertad de las personas, no se descarta prima facie la ayuda que él puede direccionar. Y uso el verbo direccionar, porque no ha de olvidarse nunca que lo que el Estado gasta, lo hace con el dinero de los contribuyentes. El Estado no crea riqueza por sí mismo, ni siquiera cuando pretende llevar a cabo actividades empresariales, pues carece de los incentivos necesarios para asumir una gestión eficiente. Sin embargo, suele convertirse en un lugar común la creencia de que las personas no son capaces de decidir por sí mismas. Aunque no se reconoce abiertamente, se tiende a creer que los políticos y burócratas son mucho más sabios que la gente de a pie. Por eso, no cabe más que aplaudir a Luis Larraín cuando dice que “el Estado tiene un rol importante, pero delimitado, en nuestra sociedad. Como nos han enseñado los pensadores clásicos de la libertad, el hombre es anterior al Estado, y este último ha sido formado por los hombres para cumplir funciones muy precisas”497. Este principio, conocido como de primacía de la persona, no lo suele tener tan presente la derecha actual. Cifuentes lo expresa claramente: “nuestro programa [el del Partido Conservador Tradicionalista] propicia el sistema de la libre empresa, defiende la iniciativa privada y acepta la intervención moderada del Estado como supletoria de aquella”498. Como se observa, para esta visión, el principio de subsidiariedad tiene como necesario telón de fondo el de primacía de la persona. ***
495. Cifuentes, El Partido Conservador, p. 39. 496. Larroulet y Gorosabel, La educación en la encrucijada, p. 63. 497. Luis Larraín, “Sentido y fundamentos de una sociedad libre”, en Autores varios, Reflexiones de la centroderecha. Segundo simposio (Santiago, Ediciones LYD, 2013), p. 56. 498. Cifuentes, El Partido Conservador, p. 57. El destacado es mío.
142
CAPÍTULO CUARTO. UN SIGLO XX ADVERSO: LIBERALES Y CONSERVADORES A LA OFENSIVA
La derecha del siglo pasado, a diferencia de la actual, no fue entreguista frente a las ideas de izquierda. Sin embargo, y como fruto de la preeminencia creciente de la vertiente socialcristiana al interior de sus filas, el Partido Conservador llegó a mostrarse bastante dubitativo en la valoración de la libertad económica y de los principios ideológicos que la fundamentan499. Y, si bien (como se verá en el capítulo siguiente) el socialcristianismo comenzó siendo un ideal de sociedad de los conservadores, se terminó convirtiendo en una tradición política autónoma bastante disruptiva para el sector. ¿Por qué? Porque no sólo condujo a la división del Partido Conservador en 1949, sino a una creciente oposición con el Liberal, especialmente en el marco de la elección presidencial de 1946. A esta cuestión, así como a la vertiente nacionalista en la derecha, se dedicará el siguiente capítulo.
499. Hay que reconocer que, aunque en mucha menor medida que el Conservador, esta ambigüedad también se dio algunas veces en el Partido Liberal, especialmente en el marco de documentos institucionales. Por ejemplo, en 1947 se sostuvo que “los valores económicos son bienes naturales sometidos a los fines morales y culturales superiores de la colectividad. Por tal motivo, los procesos económicos deben ser coordinados por el estado para su mejor aprovechamiento en beneficio de la colectividad nacional. Sin embargo, el Partido no acepta, como política económica general, el desplazamiento de la iniciativa particular por el estado”. Proyecto de programa que presenta la Comisión respectiva del Partido Liberal a la VIII Convención General (Santiago, 1947), p. 12.
143
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
CAPÍTULO QUINTO EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
145
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 La derecha “conservadora”: LA VISIÓN DE RENATO CRISTI Y CARLOS RUIZ En septiembre de 2015 se publicó la segunda edición del libro El pensamiento conservador en Chile, coescrito (aunque mediante ensayos separados) por Renato Cristi y Carlos Ruiz Schneider. Pienso que este trabajo puede servir como puerta de entrada al tema de este capítulo. ¿Por qué? Porque aunque utilizan muy poco los términos derecha y tercera vía, describen una derecha -para el siglo XX- esencialmente antiliberal (en lo político y económico) y, por el contrario, más bien autoritaria y corporativista. Ya en la introducción, que es la única parte del libro escrita en conjunto, Cristi y Ruiz afirman que los conceptos claves del pensamiento conservador son “continuidad histórica, autoridad y tradición, orden, legitimidad, nación y Estado nacional. Pero más importante que esto resulta señalar sus blancos polémicos: la democracia y el liberalismo. Esta crítica se extiende luego al socialismo marxista y al totalitarismo”500. Luego agregan que el “nacionalismo y el corporativismo constituyen, en un primer momento, los dos canales formales que orientan los argumentos contra la tradición liberal chilena”501. Y todo lo anterior habría llevado, finalmente, a la convergencia entre el gremialismo de Jaime Guzmán (originalmente corporativista) y el “neoliberalismo hayekiano” (individualista por definición). En otras palabras, los pensadores estudiados -Edwards, Encina, Eyzaguirre, Góngora, entre otros- serían las fuentes indirectas de esta síntesis. Las directas, la Escuela de Chicago y Friedrich Hayek. Comprenderá el lector que los dos párrafos precedentes conforman una muy apretada síntesis de la obra en comento. Sin embargo, y con el objetivo de ahondar un poco más, permítaseme decir que la tesis del libro adolece de algunos problemas. El más evidente se refiere a la excesiva amplitud con que entienden el término conservador. De la lectura integrada de los ensayos parece que lo usan como un arma de combate en términos discursivos, o sea, en su sentido más peyorativo: como mera reacción o status 500. Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), p. 13. 501. Cristi y Ruiz, El pensamiento conservador, p. 15. En adelante, se referirá esta obra de acuerdo a los ensayos separados de cada uno de los autores.
146
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
quo frente a los avances de las ideas de izquierda en la centuria pasada. Si bien no hay una definición precisa en la introducción, puede citarse la idea de Carlos Ruiz sobre que el conservadurismo sería una “oposición sistemática respecto del liberalismo, la democracia y la articulación de ambos en la democracia liberal”502. Lo clave sería el autoritarismo al que, más tarde (en la década de los 70), se sumaría entusiastamente un liberalismo económico de nuevo cuño. De cualquier manera, resulta problemático utilizar el término conservador para englobar tendencias antiliberales y corporativistas que confluirían en un rechazo al socialismo marxista y, finalmente, habría servido de soporte al modelo económico de las últimas décadas. Como dice Cristián Garay, “objeciones teóricas y metodológicas cuestionan esta nominación. La primera es la evidente superposición de doctrinas muy diferentes entre sí que no podrían constituir estrictamente hablando unidades conceptuales comunes, sino superposiciones ideológicas de diferentes fuentes y sentidos”503. Un segundo problema es que no logran correlacionar (o más bien, ni siquiera lo intentan) el pensamiento de los autores tratados con la derecha partidista. Si los aportes ideológicos de tales autores hubieran sido tan importantes, cabría esperar una capacidad de influencia en los partidos de manera sustantiva. Yo creo que sí, que en alguna medida lo hicieron. Sin embargo, la cuestión central es si las ideas antiliberales y corporativistas que dichos autores representan llegaron a ser realmente hegemónicas en el sector. Y definitivamente no lo fueron. Como se verá en este capítulo, las tendencias terceristas en la derecha, si bien la afectaron en ciertos momentos, no llegaron nunca a ser preeminentes. En particular, no puede sostenerse -más allá de la caricatura- que la derecha del siglo XX haya sido antidemocrática. Y, si en alguna medida lo fue, no lo fue menos que la izquierda que, desde la década de los 50, cuestionó la democracia (“formal”) de manera sistemática. No hace falta ahora recordar los pronunciamientos del PS en favor de la vía armada504. Pero una gran pregunta en el marco de este libro es por qué una derecha democrática llegó a legitimar, no ya el golpe (que lo apoyó la mayoría del país, incluso la misma DC505), sino una dictadura tan larga y dura506. Sin dar cuenta aquí 502. Carlos Ruiz, “Ensayo II. Conservantismo y nacionalismo en el pensamiento de Francisco Antonio Encina”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), p. 51. 503. Garay Vera, “Nacionalismo”, p. 41. 504. Considérese, de manera emblemática, el Congreso de Chillán de 1967. Para este tema, y con bastante detalle, ver Julio Cesar Jobet, El Partido Socialista de Chile (Santiago, Ediciones Prensa Latinoamericana, 1971), tomo II, pp. 127-161. 505. Sobre esto último, ver Valentina Verbal, “La DC y la verdad histórica”, columna de opinión en El Mostrador (9 de septiembre de 2013). 506. Al menos, especialistas en relaciones civiles-militares concuerdan que los gobiernos militares subsisten gracias al apoyo de las elites civiles. Ver, por ejemplo, Samuel E. Finer, Los militares en la política mundial (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1969 [1962]). Para el caso de la dictadura militar chilena, una obra importante es Pablo Rubio Apiolaza, Los civiles de Pinochet. La derecha en el régimen militar chileno, 1983-1990 (Santiago, DIBAM / Centro de estudios Diego Barros Arana, 2014).
147
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
de algunas explicaciones posibles, se trata todavía de un tema de estudio pendiente. Pero de cualquier modo, no resulta plausible reducirlas a la existencia de fuentes intelectuales construidas desde siete décadas antes del golpe militar de 1973, si se toma como hito inicial el Bosquejo histórico de Alberto Edwards (1903)507. Y si, en cambio, se toma como interpretación la supuesta síntesis de Jaime Guzmán entre autoritarismo político y liberalismo económico, la respuesta tampoco parece ser sencilla: la derecha antes y después de Pinochet fue mucho más que la figura de Guzmán508. Mucho más plausible, en cambio, resulta pensar en la confluencia de sus dos principales vertientes: liberales y conservadores. Confluencia que, si bien se centró en la valoración de la libertad económica, no fue meramente economicista, ya que igualmente se apoyó en principios ideológicos fundamentales del liberalismo clásico, asociados a la libertad y la igualdad. Precisamente sobre este punto trató el capítulo anterior. Los conservadores, pese a su inclinación -en algunos momentos- al socialcristianismo de tercera vía509, tendieron en general a mirar con desconfianza al Estado, a partir de la idea que las personas son anteriores y superiores a aquel. Y esto tiene su historia: tanto la lucha del Partido Conservador en contra de las leyes teológicas510, como a favor de reformas “parlamentaristas”511 en el siglo XIX colaboraron a la construcción de dicha desconfianza. Y por eso es que, luego en el XX, se afincó la noción de prioridad de los individuos en desmedro, por ejemplo, de la de Estado corporativo512 o de la de Estado empresario513. El libro de Cristi y Ruiz no considera este hecho fundamental, sino que
507. No puedo extenderme acá en la cuestión de la dictadura y los derechos humanos, pero en otro lugar señalé que “el afincamiento del mentado relato necesita de una memoria propia, para lo cual no sirve de nada ‘mirar hacia el futuro’, omitiendo la contemplación del pasado. ¿Por qué la derecha calló frente a las violaciones a los derechos humanos? ¿Por qué, considerando su trayectoria democrática durante el siglo XX, apoyó una dictadura de diecisiete años?”. Valentina Verbal, “La derecha y los derechos humanos: ¿una relación imposible?”, columna de opinión en Voces de La Tercera (12 de agosto de 2015). 508. Además de la influencia, en ciertos momentos, de sectores nacionalistas, considérese al Movimiento Unión Nacional (MUN) y al Frente Nacional del Trabajo (FNT) (liderados por Andrés Allamand y Sergio Onofre Jarpa, respectivamente) que desde mediados de los años 80, asumieron una actitud parcialmente crítica frente al gobierno de Pinochet. Allamand fue uno de los dirigentes políticos que propició el Acuerdo Nacional en 1985. Jarpa, como Ministro del Interior (1983-1985), impulsó el retorno de los exiliados y la implementación de la ley de partidos políticos. Si bien ambos votaron por el SÍ, a diferencia de la UDI, no tuvieron una postura enteramente incondicional al régimen que ya estaba expirando. De hecho, las reformas constitucionales de 1989 (con Pinochet todavía como Presidente) fueron propiciadas por esta derecha. Para este tema, ver Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, La historia oculta del régimen militar. Memoria de una época 1973-1988 (Santiago, Mondadori, 2001 [1997]), pp. 550-600. 509. En la siguiente Sección se distinguirán cinco momentos conceptuales en torno a lo socialcristiano. 510. Cementerios laicos (1883), Registro civil (1884) y Matrimonio Civil (1884). 511. “Parlamentarismo a la chilena”, distinto del clásico o británico, en el sentido de mayores atribuciones para el Congreso. Para este tema, ver Bernardino Bravo Lira, “Parlamentarismo a la chilena”, Revista Chilena de Derecho, vol. 18, Nº 3 (1991), pp. 363-373. 512. Pereira, El Partido Conservador, p. 121. 513. Pereira, El Partido Conservador, p. 374.
148
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
apunta a fabricar una derecha, si bien con algunos matices, básicamente antiliberal y corporativista, lo que se traduciría en un rechazo per se a la democracia y en una tendencia, casi inevitable, hacia la dictadura. Además, el libro en comento no se hace cargo de todo el proceso precedente que, incluso desde la década del 50, fue conduciendo a la destrucción de la democracia. Lo cierto es que la política dejó de ser un espacio de diálogo sobre lo esencial y se convirtió en un campo de batalla a favor de proyectos ideológicos totales y excluyentes. Acerca de este punto existe bastante consenso historiográfico514. Por otra parte, sobre la tesis de la convergencia entre gremialismo guzmaniano (inicialmente corporativista) y liberalismo hayekiano (esencialmente individualista), diré brevemente que no resulta demasiado plausible. El mismo Ruiz reconoce que se trata de una “articulación problemática”515. De hecho, tanto la biografía intelectual de Cristi sobre Guzmán como el reciente estudio de José Manuel Castro sobre su persona y pensamiento, demuestran que ya en los años 60, el líder gremialista había dejado de ser corporativista, en el sentido de antiliberal en lo económico. Y, pese a que se definía como crítico del liberalismo, sí adhería al capitalismo y a la propiedad privada. Como dice el primero: “aunque el principio de subsidiariedad le permite a Guzmán adoptar una vía intermedia entre liberalismo económico y socialismo, ello no significa que el capitalismo quede excluido como opción”516. Y, como constata Castro (también Cristi), ya en 1964 Guzmán planteó la prioridad ontológica de la persona frente al Estado en materia de propiedad privada, contrariando incluso lo señalado por la encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII (1961), “según la cual el derecho al uso de los bienes materiales es prioritario respecto al derecho de propiedad privada”517. En 1965 adhirió abiertamente al capitalismo, aunque no emancipado de “toda norma moral rectora”518. Sin embargo, Cristi y Ruiz insisten en la influencia de Hayek sobre Guzmán y consiguientemente, en el modelo económico instaurado bajo el régimen militar519. 514. Por ejemplo, Valenzuela, El quiebre de la democracia. Más recientemente, Gonzalo Vial Correa, El fracaso de una ilusión (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2006). 515. Carlos Ruiz, “ENSAYO IV. El Conservantismo como ideología. Corporativismo y neoliberalismo en las revistas teóricas de la derecha chilena”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), p. 114. 516. Renato Cristi, El pensamiento político de Jaime Guzmán. Una biografía intelectual (Santiago, LOM Ediciones, 2011 [2000]), p. 38. 517. José Manuel Castro, Jaime Guzmán. Ideas y política 1946-1973 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2016), Volumen 1. Corporativismo, gremialismo, anticomunismo, p. 87. Estoy de acuerdo con Cristi que Guzmán hace una lectura selectiva de las encíclicas papales. Ver Cristi, El pensamiento político, p. 84. 518. Castro, Jaime Guzmán, p. 90. 519. Además del ensayo IV de Ruiz, citado más arriba, esta tesis es tratada en Renato Cristi, “ENSAYO V. La síntesis conservadora de los años 1970”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 123-137; y Renato Cristi, “APÉNDICE I. Claves conceptuales de la síntesis conservadora liberal de Jaime Guzmán: Bien común, subsidiariedad y propiedad privada”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 155-171.
149
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Además de la circunstancia que Guzmán no habría leído a Hayek, al menos antes de los años 80520, los autores asocian principios perennes del liberalismo clásico con el pensador austriaco, como si éste hubiese “inventado la rueda”. Y no obstante el pensamiento de Hayek es bastante original en muchos sentidos, no lo es en los puntos esenciales en que Cristi y Ruiz le atribuyen una influencia sobre Guzmán. Concretamente, Cristi sostiene que, de acuerdo con “Hayek, Guzmán le niega a la democracia un valor intrínseco. Sólo la autoridad y la libertad lo pueden ser. A su vez, una autoridad de origen ilegítimo, puede legitimarse en su ejercicio”521. Sin embargo, la distinción entre liberalismo (prioridad de los derechos individuales) y democracia (gobierno de la mayoría) es muy anterior a Hayek en el mundo liberal, incluso en Chile. Para muestra un botón: recuérdese el documento de 1939, El liberalismo, en el que -en el seno del Partido Liberal- se hace claramente dicha distinción: “[es una confusión considerar que] el pueblo tiene derecho, dentro del concepto de su soberanía, a suprimir todos los derechos del individuo”522. E incluso, mucho antes, durante el siglo XIX, José Victorino Lastarria (1817-1888) señala que: “Francia, con Rousseau, entendió la libertad a la romana, creyendo que consistía, no en la posesión de los derechos del hombre, sino en la soberanía del pueblo […], creyendo que con la soberanía popular en ejercicio, y con la igualdad que era consecuencia de la soberanía, ya era libre, aunque el poder absoluto del nuevo soberano negase y violase la posesión de todos aquellos derechos que proclamaba”523.
Además, ni Hayek ni los liberales clásicos en su conjunto sostienen que la democracia debe ser suprimida o “limitada” como tal524, sino que ella se armoniza mejor con el liberalismo cuando las mayorías ocasionales respetan los derechos 520. Bruce Caldwell y Leonidas Montes demuestran que en los años 70 “Hayek era prácticamente desconocido” en Chile, situación que se revertiría en 1981, cuando es nombrado Presidente Honorario del Centro de Estudios Públicos (CEP). Además, según ellos, “diversos testimonios dificultan su influencia [en Guzmán]”. Ver Bruce Caldwell y Leonidas Montes, “Friedrich Hayek y sus dos visitas a Chile”, Estudios Públicos, N° 137 (2015), pp. 106 y 107. 521. Cristi, El pensamiento político, p. 18. Aunque, en la línea de Taylor, Cristi menciona a Schumpeter, se centra inequívocamente en Hayek por ser el austriaco (supuestamente) una fuente directa del régimen militar, a través de Guzmán. Ver Cristi, El pensamiento político, p. 66. Una obra en que Taylor refiere a Schumpeter como fuente de una democracia individualista Democracia republicana (2012), referida más arriba. 522. El liberalismo, p. 11. 523. José Victorino Lastarria, Lecciones de política positiva (Santiago, Imprenta el Ferrocarril, 1874), p. 64. Tomado de Jorge Gómez, “El liberalismo radical de José Victorino Lastarria”, Ensayo 14 (Santiago, Fundación para el Progreso, s/f), p. 4. 524. Distinto es el concepto de limitación del poder como “la técnica jurídica de las libertades”. Nicola Matteucci, El estado moderno. Léxico y exploraciones (Madrid, Unión Editorial, 2010 [1993]), p. 136. Sin embargo, y siendo la cuestión del poder el primer tema de los liberales, igualmente la democracia ocupa un espacio. Por ejemplo, en los últimos años se ha dado un interesante debate sobre una democracia menos centralizada. Ver, por ejemplo, Eduardo Fernández Luiña, “¿Es posible una teoría austriaca de la democracia?”, Revista de Instituciones, Ideas y Mercados, N° 62-63 (2015), pp. 61-79.
150
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
individuales, que son permanentes, como la libertad de expresión, de asociación, el derecho de propiedad, etc. Hayek señala explícitamente que: “la diferencia entre los dos ideales [liberalismo y democracia] aparece más claramente si consideramos sus oponentes. A la democracia se opone el gobierno autoritario; al liberalismo, se opone el totalitarismo. Ninguno de los dos sistemas excluye necesariamente al opuesto. Una democracia puede muy bien esgrimir poderes totalitarios, y es concebible que un gobierno autoritario actúa sobre la base de principios liberales” 525.
En ninguna parte de su obra se manifiesta contrario a la democracia y partidario de regímenes autoritarios526, sino de la idea según la cual el gobierno mayoritario no debe atentar contra los derechos individuales. Esta visión, por lo demás, no es exclusivamente hayekiana. La sostienen diversos teóricos de la democracia527. En particular, Giovanni Sartori afirma que la democracia es el gobierno de la mayoría, pero con respeto de las minorías, al punto que eliminar las segundas implica “suprimir la soberanía del pueblo”. Y agrega que “la democracia no es simplemente (como demasiado simplemente se dice) mayority rule, y que la teoría de la democracia debe forzosamente arribar […] al principio mayoritario moderado: la mayoría tiene el derecho de prevalecer dentro de los límites, es decir, respetando los derechos y la libertad de la minorías”528. ¿Podría decirse -como sí se hace con Hayek- que Sartori es contrario a la democracia y partidario de regímenes autoritarios? Definitivamente no. Sin embargo, lo que tiende a molestarle a algunos es que Hayek sea partidario de la libertad económica. Y no sólo eso, sino que a partir de una sólida fundamentación filosófica.
525. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 141. Cristi, en un apéndice sobre Hayek, ahonda en su postura, argumentando que el austriaco no concibe la libertad política como un atributo de los ciudadanos individualmente considerados, sino de la colectividad, por lo que no se trataría de una libertad en sentido estricto. Ver, Cristi El pensamiento político, p. 63. Pienso que lo tergiversa totalmente. Si bien es cierto que para el republicanismo comunitarista al que adhiere Cristi, resulta fundamental la participación de los individuos en la construcción de lo colectivo, a lo que Hayek se refiere es que, de dicha participación, no necesariamente se deriva la libertad de los individuos. Resulta evidente que la participación política no se traduce per se en libertad personal, sobre todo si el Parlamento aprueba leyes que la constriñen. Ver Hayek, Los fundamentos de la libertad, pp. 35-37. 526. Lo que sí puede decirse de algunos autores anarcocapitalistas, como por ejemplo Hans-Hermann Hoppe que considera el régimen monárquico como un mal menor frente a la democracia. Ver Hans-Hermann Hoppe, Monarquía, democracia y orden natural (Madrid, Unión Editorial, 2013) 527. Obviamente otros piensan diferente. Ver, por ejemplo, Ernesto Laclau, La razón populista (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2004). 528. Sartori, ¿Qué es la democracia?, p. 32.
151
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
*** Pese a lo anteriormente dicho, los ensayos de Cristi y Ruiz resultan interesantes para acercarse a algunos pensadores antiliberales (antes que conservadores) y para los efectos de este libro puede resultar útil considerarlos en diálogo con lo planteado por Hugo Herrera en La derecha en la crisis del Bicentenario, que precisamente busca exaltar a algunos de ellos. Veamos primero el caso de Alberto Edwards (1874-1932). En su Fronda aristocrática (1928) afirma que “en este modesto bosquejo he procurado no formular juicios sobre los sentimientos e ideas del pasado, sino simplemente exponerlos, tal como los comprendo”529. De esta manera, reconoce que su historia no es meramente narrativa, sino explicativa. Y, en este marco, puede verse en Edwards a un pensador político. Como señala Cristi, un punto clave en Edwards es su adhesión a un “Estado fuerte, autoritario, pero no oligárquico”, ya que ésta “es la mejor defensa de los intereses aristocráticos”. Incluso, “determina que la forma política de una sociedad mercantil libre implica un reforzamiento de la autoridad estatal. Ello se ha logrado por medio de la dictadura legal de los presidentes, representada en su mejor forma por Prieto, Bulnes y Montt”530. Considerando que su tesis central es la pugna entre el poder presidencial y el oligárquico -conformando el primero la base de una mayor estabilidad política y el segundo, teniendo como ejes a los partidos y al parlamento-, Edwards no duda en calificar como anarquía el período que se extiende entre la abdicación de O’Higgins (1823) y la batalla de Lircay (1830). Al referirse a este período dice que “el poder, caído de las manos de una dictadura militar, tenía que ser el juguete de facciones anárquicas y transitorias, ya que […] las fuerzas políticas del país no se encontraban aún disciplinadas”531. La carencia de un poder fuerte conduce siempre a la anarquía y en esto suelen colaborar los liberales, piensa Edwards. Por eso levanta la figura de Portales como respuesta a la “anarquía parlamentaria”532 que él vivía. Ya no por el hecho de la sucesión irregular de gobiernos -típica de la década del 20 del siglo XIX533-, sino en su época, por la caída constante de los gabinetes 529. Alberto Edwards, La fronda aristocrática en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1997 [1928]), p. 29. El destacado en el original. 530. Renato Cristi, “ENSAYO I. El pensamiento conservador de Alberto Edwards. Del Conservantismo liberal al Conservantismo revolucionario”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), p. 23. 531. Edwards, “Bosquejo histórico”, p. 20. 532. Edwards, “Bosquejo histórico”, pp. 100-111. 533. Para este tema, y con relación al papel central de los militares, puede verse mi trabajo: Valentina Verbal, “Fusiles y cañones en la República. Una aproximación al militarismo de la construcción del Estado en Chile (1823-1830)”, Anuario de la Academia de Historia Militar, N° 30 (2016), pp. 219-243.
152
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
de parte de las mayorías partidistas que funcionaban en el Congreso. En este sentido, Gonzalo Vial aporta la cifra de “ochenta ministerios durante veintinueve años, siendo por tanto la duración promedio de cada uno, alrededor de cuatro meses y medio”534. Portales, para Edwards, ha de ser la figura a destacar como modelo de restauración del orden. Sólo con el Ministro se producirá “la restauración de un hecho y de un sentimiento”. El “hecho era la existencia de un poder fuerte y duradero, superior al prestigio de un caudillo o la fuerza de una facción; el sentimiento era el respeto tradicional por la autoridad en abstracto, por el poder legítimamente establecido con independencia de quienes lo ejercían”535. En otras palabras, y como escribe Cristi: “más allá de la formación de partidos poderosos, Edwards aspira a la formación de un Estado fuerte en cuyo ápice se encuentre un Presidente poderoso, secundado por un partido disciplinado que canalice y exprese los intereses sociales dominantes”536. Ahora bien, ¿es Edwards un pensador adecuado para la derecha actual? ¿Por qué es rescatado por Herrera? La primera pregunta puede responderse diciendo que no lo es, porque desconfía profundamente de la libertad individual. Si bien, dado su contexto histórico, podría entenderse su desconfianza hacia la libertad política -expresada, por ejemplo, en el no muy decoroso funcionamiento de los partidos-, en mucha menor medida podría hacerse lo propio con la económica. Por otra parte, La Fronda contiene un interesante párrafo, en el que Edwards rechaza la desigualdad material (justa) que genera el capitalismo: “los principios económicos y sociales en que se han inspirado las seudodemocracias del siglo XIX, son también burgueses y no populares. La igualdad moderna [liberal o ante la ley] condena todos los privilegios que no tienen por origen la posesión del dinero; en cambio, la propiedad, aun hereditaria, es uno de los derechos del hombre. ‘¿Qué habéis hecho para gozar de tantas ventajas? Os habéis tomado el trabajo de nacer’, decía Beaumarchais a los nobles de su tiempo. Hoy podría preguntarse lo mismo a los hijos de los millonarios. Nos escandalizamos, en nombre de los principios de justicia inmanente, que el hombre ennoblecido, aun en virtud de una acción heroica, pueda transmitir a sus descendientes el lustre de su título; pero nos parece natural que el hijo del más vil y sórdido usurero sea millonario, sólo porque su padre lo fue. Ello depende de que la actual aristocracia se funda en el dinero, y la antigua en el
534. Vial, Cinco siglos, p. 1025. 535. Edwards, La fronda, p. 62. 536. Cristi, “ENSAYO I”, p. 27.
153
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
honor militar. Pero nuestros privilegios no son más democráticos que los antiguos”537.
Más abajo denuncia “el espíritu pecuniario y contractual de los burgueses” 538. Como ya se ha visto, resulta muy discutible despreciar la libertad de iniciativa económica por un supuesto sesgo egoísta y materialista. Ante todo, porque las personas utilizan el dinero como una herramienta de intercambio para adquirir bienes que les ayudan a perseguir fines no necesariamente cuantificables. Los intercambios son expresiones de identidades. Otra pregunta en torno a Edwards, es ¿por qué, para Herrera, sería él un pensador rescatable para la derecha del presente? Precisamente, porque el rechazo de Edwards al “espíritu burgués materialista de la clase dominante se ha esparcido también al pueblo. Ese espíritu ha impedido que el elemento popular se despliegue de manera políticamente auténtica”539. Edwards, para Herrera, se logra percatar de la incapacidad de las elites para ajustar sus instituciones a los sentimientos populares. Ésta sería la misión de las elites que Edwards detecta y que, según Herrera, la derecha actual desconocería. Sin embargo, no es sino Francisco Antonio Encina (1874-1965) el pensador que Herrera más valora como referente para la derecha de hoy. Encina palparía: “la mecánica del cambio de ciclo, cuya condición de posibilidad es la tensión entre el pueblo, su modo de ser, y la organización institucional. El ajuste entre el pueblo y la institucionalidad es una situación valiosa para Encina, toda vez que cuando ella existe, entonces no sólo el caos, sino el ‘malestar’ y el ‘descontento’ quedan conjurados”540.
Como ya se vio, el desafío de la derecha actual -según Herrera- consistiría en corregir el desfase hoy existente entre el “pueblo abandonado” y las instituciones dirigidas por las elites políticas que, de acuerdo a Encina, serían oligárquicas. ¿De qué forma más concreta Encina podría ser una respuesta al cambio de ciclo que hoy vive Chile? Herrera destaca su interés por el fomento de la educación técnica e industrial en desmedro de la científico-humanista, poco útil para los desafíos de los tiempos que el historiador percibía en la primera década del siglo XX 541. Este sería, para 537. Edwards, La fronda, p. 283. El destacado en el original. 538. Edwards, La fronda, p. 284. 539. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, pp. 90 y 91. 540. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 81. El destacado en el original. 541. La obra de Encina que Herrera recoge es Nuestra inferioridad económica del 1912.
154
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
Encina, el camino para volver a armonizar las relaciones entre pueblo (abandonado) e institucionalidad (oligárquica). Llama la atención que Herrera minimice algunos otros aspectos muy conocidos de Encina, como su marcado racismo. Este elemento atraviesa, por ejemplo, toda su Historia de Chile, que se extiende desde la Prehistoria hasta 1891542. Y si bien en esto Encina era hijo de su tiempo (el racismo formó parte activa del clima de opinión del primer cuarto de la centuria pasada en todo Occidente), no puede obviamente considerarse como un elemento adecuado para el presente, en particular para la derecha. Como dice Ruiz, “lo que caracteriza [para Encina] el Chile independiente en el período 1830-1891, es la pugna o el conflicto entre las tendencias de la raza, y más precisamente de su sector dirigente, la aristocracia castellano-vasca, y la obra de un genio como Portales, que pugna por apartarla de sus atavismos políticos ancestrales”543. Para Encina, admirador de Portales -al igual que Edwards- sólo un gobierno autoritario podría ser capaz de moderar las tendencias oligárquicas de la aristocracia y reajustar, en los términos de Herrera, su vínculo con los sectores populares. En esta línea, Herrera subraya el papel jugado por el Partido Nacionalista544 como una entidad que, a comienzos de siglo545, habría encarnado la tradición nacional-popular de la cual Encina habría dado cuenta. Habiendo sido liderado por Guillermo Subercaseaux, quien sería su único parlamentario (era diputado desde antes), planteó entre otros los siguientes puntos programáticos: a) robustecimiento del poder ejecutivo; b) decidida protección a la industria nacional; c) nacionalización de industrias; y d) intervención estatal en favor de las clases trabajadoras. Y entre sus militantes más conspicuos, además de Encina, pueden mencionarse a Edwards y Luis Galdames546. Aunque resulte indiscutible el peso intelectual de estas figuras -en particular, en el campo historiográfico-, el partido que ellas integraron fue claramente irrelevante en términos políticos: en la elección parlamentaria de 1915 no obtuvo ningún parlamentario. ¿Podría considerarse a Encina como una fuente adecuada para la derecha actual? Pienso que no, y que incluso en mucha menor medida que Edwards y Góngora. Encina 542. Francisco Antonio Encina, Historia de Chile (Santiago, Editorial Ercilla, 1983). 543. Carlos Ruiz, “ENSAYO II. Conservantismo y nacionalismo en el pensamiento de Francisco Antonio Encina”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), p. 62. El tema del racismo se la cuestiona también Cristi a Herrera en su réplica a un artículo anterior a su libro sobre la derecha. Ver Renato Cristi, “¿Una derecha republicana?”, Estudios Públicos, N° 138 (2015), pp. 225 y 226; y Hugo Eduardo Herrera, “La derecha ante el cambio de ciclo”, Estudios Públicos, N° 135 (2014), pp. 175-202. 544. Señala que dicho partido “se caracteriza por sostener una crítica de la sociedad chilena, la rehabilitación del elemento nacional y popular, asumir una actitud anti-oligárquica, así como afirmar la importancia de una enseñanza nacional y técnica”. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, pp. 79 y 80. 545. Al parecer fue fundado en 1914 y extinguido luego de la elección presidencial de 1920. Resulta comprensible suponer que no había espacio para una fuerza popular frente al fenómeno de masas que supuso el León de Tarapacá. 546. Etchepare Jensen, Surgimiento y evolución, p. 470.
155
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
no sólo es autoritario y nacionalista, sino además estatista y racista. Por supuesto, al igual que cualquier pensador (por ejemplo, un marxista), siempre se pueden rescatar algunos elementos. ¡Las cosas nunca son blanco o negro! Pero muy distinto es presentarlo como el gran intelectual histórico que la derecha del Bicentenario debiera recoger para la renovación de su relato ideológico, que es lo que pretende Herrera. Sobre Mario Góngora (referido antes brevemente), cabe insistir en que más allá de su calidad historiográfica, como pensador político resulta también inadecuado para la derecha actual, y en buena medida por las mismas razones por las que durante su vida nunca lo fue para el sector. Góngora fue, en el más amplio sentido de la palabra, desde su juventud un acérrimo antiliberal. Como expresa Cristi, Góngora reaccionó apasionadamente frente al liberalismo económico que implantó el régimen de Pinochet. Pese a que, en un comienzo y por su sello nacionalista y tomista, se sintió satisfecho con la Declaración de Principios de 1974, rápidamente se dio cuenta que el régimen experimentó una reorientación ideológica hacia el liberalismo económico. Constata Cristi que “ya en 1981, Góngora se ha convencido que los seguidores de la Escuela de Chicago han torcido los ideales nacionalistas y le han sustraído al Estado su papel preeminente en la afirmación de la nacionalidad chilena”547. Su oposición al liberalismo siempre fue total: “el énfasis dado a los derechos subjetivos y abstractos de los individuos es la raíz de su a-historicismo, de su ethos reformista, y determina también una fundamentación contractualista de la sociedad”548. Góngora considera el liberalismo como constructivista. Según Cristi: “les imputa a los discípulos de Hayek y Friedman la pretensión de planificarlo todo”549. Y, si bien distingue entre un liberalismo romántico (que valoraría las comunidades naturales) y el liberalismo aludido de Hayek y Milton Friedman (que sería constructivista), es evidente que Góngora no conoce bien el pensamiento de estos autores, sobre todo el del primero550. Precisamente, Hayek se opone radicalmente al constructivismo racionalista. Cree en la existencia de un orden evolutivo y espontáneo, no en uno creado ex nihilo y desde arriba. Prácticamente en todas las obras en que se refiere específicamente al liberalismo, Hayek marca claramente la diferencia entre dos teorías de la libertad: una de raíz británica y otra de raíz continental o francesa. En su clásica The Constitution of Liberty
547. Renato Cristi, “ENSAYO VI. Estado nacional y pensamiento conservador en la obra madura de Mario Góngora”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), p. 143. 548. Cristi, “ENSAYO VI”, p. 149. 549. Cristi, “ENSAYO VI”, pp. 145 y 146. 550. De Hayek, sólo cita una entrevista en El Mercurio de Lucía Santa Cruz (19 de abril de 1981). La referencia de Góngora, puede verse en su Ensayo histórico, pp. 302 y 303.
156
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
(1960)551, describe la primera como “empírica y carente de sistema” y la segunda, como “especulativa y racionalista”. “la primera, en una interpretación de la tradición y las instituciones que habían crecido de modo espontáneo y que sólo imperfectamente eran comprendidas. La segunda, tendiendo a la construcción de una utopía que ha sido ensayada en numerosas ocasiones, pero sin conseguir jamás el éxito”552.
Además, Góngora considera que el liberalismo es contrario a la identidad chilena. Esto resulta muy discutible, como muy bien se lo hizo ver Arturo Fontaine Talavera en una reseña de su Ensayo histórico: “[…] la filosofía política y económica liberal ha tenido bastante más importancia en Chile que la tomista o el tradicionalismo español”553. Y distingue entre la implantación de principios y el constructivismo: “sin duda que es una ilusión fatal pretender ‘partir de cero’. Pero es bueno y necesario, creo, tener un modelo de sociedad por el cual luchar”554. Ahora bien, ¿por qué digo que Góngora no es una fuente intelectual apropiada para la derecha actual? Por su marcado estatismo. En un discurso pronunciado ante la Convención Nacional de la Juventud Conservadora en 1937, a la que en ese entonces pertenecía, afirma sin ambages: “hoy en día los valores morales de la Economía están de tal modo subvertidos que el capital, mero instrumento para la producción, obtiene el mayor provecho de ello y lo dirige exclusivamente. Una economía comunitaria debe tender a suprimir la división del capital y el trabajo, que comenzó a fines de la Edad Media, y dar a la clase proletaria su rol de elemento principal, eficiente, creador de la producción”555.
Agrega con respecto al derecho de propiedad: “sin duda que el hombre necesita tener en propiedad los bienes indispensables para su subsistencia; pero respecto de los demás bienes, de los capitales, no hay sino un derecho natural secundario, sometido 551. Intitulada en español como Los fundamentos de la libertad. 552. Hayek, Los fundamentos de la libertad, pp. 82 y 83. 553. Arturo Fontaine T., “Un libro inquietante”, en Apéndice de Góngora, Ensayo histórico sobre la noción del Estado en Chile en los siglos XIX y XX, p. 350. Esta reseña fue originalmente publicada en la revista Economía y Sociedad, Segunda época, N° 2 (1982). Para acercarse al aserto de Fontaine referido en esta página, una muy buena vía lo constituye el artículo de Juan Pablo Couyoumdjian, “Importando modernidad: la evolución del pensamiento económico en el siglo XIX”, Historia, N° 48, vol. 1 (2015), pp. 43-75. 554. Fontaine T., “Un libro inquietante”, p. 353. 555. Citado por Arancibia Clavel, Mario Góngora, p. 128.
157
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
al interés público”556. Más adelante se plantea partidario de “una economía colectiva, dirigida hacia la justicia social y en una política cuyo centro sea la libertad de la persona”557. Obviamente, no se refiere a la libertad como ausencia de coacción, sino como realización de un fin colectivo predeterminado. Se podrá decir que este es el “joven Góngora”. Pero en su estatismo antiliberal no cambió sustancialmente después, como se vio más arriba con relación a su Ensayo histórico. ¿Por qué Góngora es un pensador revindicado por Herrera como fuente para la derecha de hoy? Porque el Estado debería ser reconocido “como educador y conformador de un modo de existencia compartido, modo que es el factor capaz de dar sustento y orientación a las decisiones colectivas”, lo que no lograría el mercado, dado que lleva a pensar “en partes, no en el todo”558. Para Herrera -al igual que para Góngora- la existencia social debería ser mediada, al menos en lo fundamental, por el Estado y no por las mismas personas que interactúan voluntariamente entre sí.
2 Socialcristianismo en Chile: virando a la izquierda En general, la palabra socialcristianismo se tiende a considerar sinonímica de socialismo cristiano o de democracia cristiana 559. El diccionario de la RAE lo entiende como la combinación de principios del socialismo y del cristianismo560. Huerta de Soto afirma: “El socialismo de tipo cristiano o ‘solidario’ cuando, enjuiciándose negativamente desde un punto de vista ‘moral’ determinados resultados del proceso social, se justifica el uso institucional y sistemático de la coacción para modificar tales situaciones de ‘injusticia’”561. En términos históricos, es posible distinguir cinco grandes “momentos conceptuales” en el socialcristianismo562 : a) acción solidaria, desde la sociedad civil (y 556. Citado por Arancibia Clavel, Mario Góngora, pp. 128 y 129. 557. Citado por Arancibia Clavel, Mario Góngora, p. 130. 558. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 99. 559. Ver, por ejemplo, Rodrigo Borja Ceballos, “Democracia Cristiana”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=d&idind=398&termino= [último acceso: 28/12/2016]. 560. Ver Real Academia Española, “Socialcristiano”, Diccionario de la Lengua Española. Disponible en internet: http://dle.rae. es/?id=YBoaqO5 [último acceso: 28/12/2016]. 561. Huerta de Soto, Socialismo, p. 146. 562. Recojo esta expresión de Gonzalo Capellán de Miguel, para quien la noción de momentos conceptuales “combina los cambios semánticos dominantes de un concepto con los períodos temporales que lo delimitan y los contextos en que se producen”. Gonzalo Capellán de Miguel, “Los momentos conceptuales una nueva herramienta para el estudio de la semántica histórica”, en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (editores), Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual (Santiago, Globo editores, 2011), pp. 113 y 114.
158
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
no desde la política partidista) que apunta a mejorar las condiciones materiales de las personas vulnerables; b) Doctrina Social de la Iglesia (DSI), encarnada en un conjunto de encíclicas papales, siendo emblemáticas la Rerum Novarum (León XIII, 1891) y la Quadragesimo Anno (Pío XI, 1931); c) voluntad expresa de la tradición conservadora de implantar un orden socialcristiano (que se definirá más abajo); d) vertiente política dentro del conservadurismo, que tiende a diferenciarse de su tronco original a partir de una crítica moralista al capitalismo, pero manteniéndose dentro de la derecha; y e) tradición política desprendida del conservadurismo y de la derecha, que se plantea de manera mucho más radical como una tercera vía entre liberalismo y socialismo. El último sentido se ha encarnado en los partidos denominados democratacristianos y populares. Dependiendo de los países, estos partidos han adherido en mayor o menor medida al liberalismo económico563. Resulta fundamental considerar esta taxonomía a la hora de pensar en la vertiente socialcristiana como asociada a la derecha en la historia de Chile. De lo contrario, resulta imposible comprenderla en toda su complejidad. Por su parte, Herrera, asignándole excesiva importancia como categoría específica (y no sólo como una corriente intraconservadora), no reconoce la clasificación del párrafo precedente, limitándose a considerar la tradición socialcristiana como “conservadora moralmente […], pero más cercana al compromiso con las clases pobres y los sindicatos”564. Si bien, para los efectos de este libro, interesa mucho más resaltar los momentos c) y d), no está demás tener en cuenta los dos primeros, en la medida en que influenciaron a los otros. Hay que decirlo: mucho más para mal, que para bien. En el caso de Chile, el primer momento de socialcristianismo surgió en la segunda mitad del siglo XIX. En 1855, los sacerdotes Hilario Fernández e Ignacio González crearon la Sociedad obrera de San José, entidad de carácter mutualista que “proveía a las necesidades educacionales y religiosas de sus miembros”. Más tarde, en 1880, se fundaron las Conferencias de San Vicente de Paul; y diez años después, el Patronato, bajo la advocación de Santa Filomena, en los que se discutía en torno a la posición de la Iglesia en materia social565.
563. El denominado ordoliberalismo o economía social de mercado de Alemania no se planteó, en el siglo XX, tan hostil a dicho liberalismo como, por ejemplo, la Democracia Cristiana chilena, que se definió de manera abierta como una vía comunitarista y no capitalista de desarrollo. Para dicha tendencia ideológica, puede revisarse Andreas A. Bohler, El ideal cultural del liberalismo. El ordoliberalismo (Madrid, Unión Editorial, 1998). Para la Democracia Cristiana chilena, Grayson, El Partido Demócrata Cristiano. 564. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 118. 565. Grayson, El Partido Demócrata Cristiano, pp. 65 y 66. Este libro da cuenta de una importante cantidad de otros grupos que, aunque irrelevantes en términos políticos, dan cuenta de una marcada tendencia hacia la izquierda. Emblemático en este sentido es el grupo Germen.
159
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
El segundo momento conceptual es la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) que, conforme a un documento oficial, asume: “una tarea de denuncia, en presencia del pecado: es el pecado de injusticia y de violencia que de diversos modos afecta la sociedad y en ella toma cuerpo. Esta denuncia se hace juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles”566.
Y, aunque no sea la DSI la acepción de socialcristianismo que más interese para los efectos de este trabajo, sí es importante considerarla, puesto que ha servido de fuente al confusionismo ideológico que afectó a los conservadores chilenos en el siglo pasado, y del cual se dará cuenta más abajo. Por ejemplo, luego de condenar moralmente “la inhumanidad de los empresarios y […] la desenfrenada codicia de los competidores”, León XIII señala lo siguiente: “hizo aumentar el mal, la voraz usura que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, no obstante, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Añádase a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios” (Rerum Novarum, 1891, N° 1).
Por su parte, Pío XI condena moralmente la desigualdad material: “es necesario […] que las riquezas, que se van aumentando constantemente merced al desarrollo económico-social, se distribuyan entre cada una de las personas y clases de hombres, de modo que quede a salvo esa común utilidad de todos” (Quadragesimo Anno, 1931, N° 57). Sirvan estos párrafos para constatar que, pese a todos los matices que puedan eventualmente hacerse567, la DSI tiende a elaborar un discurso cultural en contra de la libertad económica, que influyó en importantes sectores de la derecha. En este sentido, no es casualidad que, en el marco de la visión orgánica de la sociedad promovida por
566. Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (Santa Sede, 2004), p. 60. 567. Por ejemplo, la crítica al socialismo; la defensa de la propiedad privada, aunque supeditada a una supuesta “función social”; etc.
160
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
la Iglesia568, el Partido Conservador haya discutido seriamente en 1932 su adhesión a “la organización corporativa del Estado, como una forma de aplicación de la doctrina socialcristiana”. Pero, afortunadamente, desde el punto de vista asumido en este libro, dicha moción fue estrechamente rechazada por trece votos contra once569. Clave para este rechazo fue la postura (ya referida) de Rodríguez de la Sotta: “Quieren borrar la vieja ciencia económica y levantar un edificio sin cimientos, con sus cúpulas apuntadas a la región de la quimera”570. El tercer momento de socialcristianismo, y con el cual nos acercamos a la mirada más bien partidista asumida en este ensayo, es el referido a la voluntad de implantar un orden socialcristiano, derivado de la influencia de las encíclicas sociales. Ya en las convenciones de 1895 y 1901, los conservadores incorporaron a su programa “‘la suprema aspiración’ de mantener y desarrollar el orden socialcristiano”571. Este momento se expresó en el apoyo del Partido Conservador a la dictación de una gran cantidad de leyes sociales, especialmente en las dos primeras décadas del siglo pasado, a saber, entre otras: ley de habitaciones obreras (1906), ley de descanso dominical (1907) y ley de accidentes del trabajo (1916)572. Uno de los grandes impulsores de esta legislación fue, sin lugar a dudas, Juan Enrique Concha, quien fuera diputado y senador del Partido Conservador573. Ahora bien, ¿cómo se entiende el orden socialcristiano? Como aquél en que “todas las fuerzas espirituales, sociales, jurídicas y económicas cooperan al bien común, de acuerdo a los dictados de la justicia y de la caridad”574. Se trata, como se ve, de un planteamiento excesivamente ambiguo. El mismo senador conservador Bernardo Larraín lo reconocerá en 1964: “este es un concepto difícil de definir, no porque sea vago -según han procurado, irónicamente, demostrarlo muchos tardíos retoños del racionalismo-, sino en razón de su misma profundidad”575. Luego aclara que no se reduce a lo económico-social, sino que se amplía “a todos los ámbitos de la vida colectiva: orden político, familia, educación, integración de las clases 568. Al asignarle gran importancia a las asociaciones de obreros y empresarios, tanto separadas como mixtas. Si bien no puede decirse que la DSI promueva directamente un sistema corporativista, sí crítica fuertemente el individualismo liberal, pronunciándose a favor de instancias comunes de negociación gremial frente a los gobiernos. Por eso, no resulta descabellado sostener que sí tiene un ethos corporativista. 569. Pereira, El Partido Conservador, p. 121. 570. Citado por Pereira, El Partido Conservador, p. 122. 571. Pereira, El Partido Conservador, p. 26. 572.Una obra clave para este tema es Juan Carlos Yáñez Andrade, La intervención social en Chile 1907-1932 (Santiago, RIL Editores, 2008). 573. Para una aproximación a su pensamiento, ver Juan Enrique Concha, Conferencias sobre economía social dictadas en la Universidad Católica de Santiago de Chile (Santiago, Imprenta Chile, 1918), especialmente la novena lección, referida a la cuestión social. 574. Pereira, El Partido Conservador, p. 112. 575. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 57.
161
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
sociales, etc.”. Y agrega: “el orden socialcristiano, en cuanto ideal, es la realización del Reino de Dios en la tierra”576. Es interesante considerar que, incluso asumiendo que esta acepción de socialcristianismo es recogida en el seno de los conservadores tradicionalistas, tiende a plantearse como una tercera vía moderada entre liberalismo y socialismo. Sostiene Larraín: “la verdad es que los ensayos liberal y socialista fracasaron, porque no tomaron al ser [humano] en su integridad. Uno creyó en el hombre naturalmente bueno, un personaje estereotipado, con un desarrollo gigantesco de la cabeza frente a un abandono completo de los sentimientos. El otro, destruyó toda posibilidad de bondad humana, concibió al hombre como naturalmente malo. El liberalismo clásico desató, al quitarle todo freno, lo peor del hombre; el socialismo destruyó sus peores valores. Ambas ideologías crearon formas de vida; la una, acartonada, formal, falsa; mientras la otra, engendraba el gran monstruo de nuestro tiempo, el mundo tenebroso y gimiente de la Cortina de Hierro”577.
¿Qué significa esta visión con relación a la economía? Dice Larraín: “El socialcristianismo persigue que la economía esté al servicio del hombre. El liberalismo sostuvo que el trabajo debía estar al servicio del capital; el socialismo, que el capital al servicio del trabajo; el pensamiento socialcristiano, que ambos al servicio del hombre”578. Aunque esta ambigüedad fue expresada en 1964, lo cierto es que atravesó toda la primera mitad del siglo XX, explicándose así que el Partido Conservador haya generado en su seno una vertiente política distinta del conservadurismo tradicional. Y aquí entramos al cuarto momento conceptual de socialcristianismo. Para entenderlo, veamos dos hitos temporales: la elección presidencial de 1946 y la división del partido en 1949. El primero es recordado como una oportunidad perdida por la derecha para retornar al poder desde 1938, dado que, si hubiese llevado un candidato en vez de dos, habría ganado la elección presidencial de 1946. En efecto, a dicha contienda concurrió dividida en las candidaturas de Eduardo Cruz-Coke (conservador, de tendencia socialcristiana) y Fernando Alessandri Rodríguez (liberal), quienes sumaron un 56,9 % de los votos, mientras que Gabriel González Videla (radical) triunfó con un 40,1 %579. 576. Guilisasti Tagle, Partidos políticos., p. 58. 577. Guilisasti Tagle, Partidos políticos., p. 60. 578. Guilisasti Tagle, Partidos políticos, p. 61. 579. Cruz-Coke, Historia electoral, p. 103.
162
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
Pese a que la historiografía ha destacado diversos factores -entre ellos, el personalismo de algunos líderes políticos580 -, no cabe duda que el telón de fondo de la división estuvo marcado por diferencias de orden ideológico. Resaltando este punto, Sofía Correa sostiene que “la cuestión que estaba en juego era si la derecha se iba a sumar a las banderas del populismo socialcristiano o iba a acentuar una línea capitalista liberal”581. En efecto, los planteamientos del candidato conservador eran bastante imprecisos. Léase el siguiente extracto de un discurso, pronunciado en plena campaña: “el Estado debe tener por función proteger y ayudar al débil en el más amplio sentido de la palabra; pero proteger y ayudar al débil no significa atacar y perjudicar al fuerte, sino aprovecharlo con inteligencia para fines de beneficio común”582. ¿Qué significa lo anterior? ¿Qué quiere decir aprovechar al fuerte “con inteligencia para fines de beneficio común”? Dado que Cruz-Coke está hablando de intervención estatal, ¿de qué forma los gobiernos llevarían a cabo dicho planteamiento? Dos años más tarde, dirá en Valparaíso que: “los salarios deben ser fijados en el nuevo orden económico que surja de la propiedad conjunta de patrones y obreros, de capital y trabajo, ninguno de los dos subordinados, ambos colaboradores, por acuerdos ecuánimes entre ellos que los estimulen a todos a un máximo rendimiento en una atmósfera cristiana de amistad recíproca y dentro de una jurisprudencia que corresponde a nuestra generación formular”583.
El segundo hito temporal, originado en 1948, se refiere a la división del Partido Conservador en dos ramas independientes: tradicionalista y socialcristiano. ¿Cómo sucedió esto? ¿Por qué esta colectividad terminó escindida en dos entidades jurídicamente distintas? La historiografía coincide en cuanto a que el factor detonante de dicha situación fue la discusión de la ley de defensa de la democracia, que apuntaba a proscribir al Partido 580. Especialmente, Arturo Alessandri Palma y el mismo Cruz-Coke. El primero se opuso tajantemente a que el Partido Liberal apoyara al segundo. Por su parte, Cruz-Coke se consideró una suerte de “ungido”. Además, hay que decir que existieron otros factores que dificultaron la unidad entre liberales y conservadores, como la forma engorrosa que se dispuso para elegir al representante de la derecha en la llamada Convención de los partidos del orden. Por ejemplo, se exigió un quórum de un 65 % de los votos válidamente emitidos. Lo cierto es que, luego de varios días de votaciones, del intento de una convención de parlamentarios y de un tribunal de honor —todos fracasados—, la derecha concurrió dividida a la elección presidencial de 1946. Para los detalles del proceso decisional en la derecha durante ese año, ver Tomás Moulian e Isabel Torres Dujisin, Discusiones entre honorables, pp. 160-191. Arenas pone el acento en el rechazo tajante de los liberales a Cruz-Coke. Ver Arenas, Virar derecha, p. 105. Pienso que la división de las candidaturas no cabe reducirla a un único factor. 581. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 117. 582. Citado por Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 120. 583. Pensamiento de Cruz-Coke (Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral, 1974), p. 111.
163
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Comunista de la vida política en Chile584. Un documento del año 1950, escrito por el dirigente conservador-tradicionalista Sergio Fernández Larraín, da cuenta del debate que la ley anticomunista generó al interior de la colectividad y que, finalmente, condujo a la separación de sus tendencias principales. En este texto, Fernández ataca con fuerza a las dos grandes figuras del ala socialcristiana: al, por ese entonces presidente del partido, Horacio Walker Larraín, y al ex candidato presidencial y senador por Santiago desde 1949, Eduardo Cruz-Coke. Las ideas del segundo las califica como “simplemente vagas, oscuras […], desdibujadas en abstractas aspiraciones”585. En concreto, Walker y Cruz-Coke se oponían a la represión de las ideas, estando sólo a favor de penalizar actos considerados delictuales586. Además, es importante considerar que en la elección parlamentaria de 1949 la vertiente socialcristiana fue claramente derrotada. Para el Senado sólo pudo elegir un candidato, Cruz-Coke, mientras que para la Cámara de Diputados, once representantes. En cambio, los tradicionalistas eligieron dos senadores y veintiún diputados587. De esta manera, la correlación de fuerzas quedó organizada con tradicionalistas: seis senadores y veintiún diputados; y socialcristianos: dos senadores y once diputados588. Luego de esta elección se produjo la ruptura definitiva del Partido Conservador. Las diferencias ideológicas tornaron insalvable la restauración de la unidad. Los mismos socialcristianos lo reconocieron al decir que “los tradicionalistas son partidarios de un ‘socialcristianismo dulzón’, platónico y paternal, y temen que un apoyo demasiado franco a los principios socialcristianos pueda perturbar el orden social”589. Al referir estos dos hitos, lo que deseo aquí es subrayar que el socialcristianismo, en cuanto tendencia al interior de la derecha -históricamente, en el seno del Partido Conservador-, ha tendido a apartarla de su núcleo común, centrado en la valoración de la libertad de iniciativa económica, para, en cambio, reorientarla ideológicamente hacia un estatismo moderado, en alineación con el centro o la centroizquierda. Y, por último, el quinto momento conceptual de socialcristianismo se refiere a la tradición política desprendida del conservadurismo y de la derecha, que se plantea de manera mucho más radical como una tercera vía entre liberalismo y socialismo. Estamos aquí hablando de la Falange Nacional y de la posterior Democracia Cristiana. 584. Hay que recordar que el gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952) llegó al poder de la mano del PC, pero prontamente —en parte, a partir de un contexto de Guerra Fría posterior a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)—, los comunistas propiciaron un conjunto de huelgas en áreas fundamentales de la economía, siendo emblemática la huelga del carbón de 1947. 585. Sergio Fernández Larraín, Aspectos de la división del Partido Conservador (Santiago, 1950), p. 34. 586. Fernández, en cambio, apoyándose en argumentos de autoridad de filósofos y teólogos católicos, así como de autoridades eclesiásticas, defiende la punibilidad de las ideas. 587. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 130. 588. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 131. 589. Citados por Etchepare Jensen, Surgimiento y evolución, p. 162.
164
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
Por alejarse de manera mucho más directa de la derecha, no nos detendremos demasiado en este momento. Sólo recordemos que la Falange Nacional, surgida de la Juventud Conservadora, se desprendió de su tronco en 1939, luego que el sector que es materia de este ensayo apoyase como candidato presidencial a Gustavo Ross Santa María, un reconocido liberal en lo económico. Pero ya antes, en el seno de la misma juventud mencionada, se había planteado como una tercera vía. Por ejemplo, el N° 10 de la declaración de principios se definió como “ni individualista ni socialista”590. Recordemos también aquí el discurso de Góngora en la convención de 1937, referido en la sección anterior. Como entidad independiente, señaló en 1939 que: “la riqueza obtenida debe ser distribuida de acuerdo con el espíritu de justicia social: el que tiene como primer propósito el mejoramiento de las condiciones de vida de todo el pueblo chileno”591. Y, como se vio antes, la candidatura de Cruz-Coke fue entusiastamente apoyada por la Falange, no sólo por la división de la derecha en dos alternativas, sino por el abandono del “capitalismo tradicional”, que el líder socialcristiano representaba592. En torno a la Democracia Cristiana, vale la pena recordar que surgió en 1957 de la fusión de la Falange con el Partido Conservador Socialcristiano, liderado por Horacio Walker593. Además, es importante considerar que su gobierno, dando origen a la etapa de planificaciones globales, se orientó hacia la izquierda, especialmente con la reforma agraria que, al afectar el derecho de propiedad en materia agrícola, hizo que la derecha se distanciara de forma marcada de la DC. Sin embargo, y como sabemos, el contexto del gobierno de Salvador Allende (1970-1973) volverá a acercar a la derecha y la DC.
3 Nacionalismo en la derecha: una vertiente irrelevante Al igual que el de socialcristianismo, nacionalismo es un término polisémico. En general, se tiende a considerar como “la ideología nacional, la ideología de una formación política determinada, el Estado nacional”594. Vale decir, el nacionalismo
590. Citado por Grayson, El Partido Demócrata Cristiano, p. 131. 591. Citado por Grayson, El Partido Demócrata Cristiano, p. 169. 592. Citado por Grayson, El Partido Demócrata Cristiano, p. 237. 593. Cruz-Coke no ingresó a la Democracia Cristiana, volviendo al Partido Conservador en 1957. Ver Pereira, El Partido Conservador, p. 263. Además, en 1953, un importante sector del Partido Conservador Socialcristiano, denominado azul, e integrado por sus únicos dos diputados, optó por fusionarse con el Partido Conservador Tradicionalista, dando lugar al Partido Conservador Unido. Ver Etchepare Jensen, Surgimiento y evolución, p. 430.
165
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
da cuenta de la identidad (y lealtad) colectiva que genera el Estado burocrático, especialmente a partir de los procesos revolucionarios, autonomistas o de unificación, como los experimentados tanto en Europa como en América desde fines del siglo XVIII y de modo particular, durante el XIX. Se trata de lo que Benedict Anderson denomina Comunidades imaginadas, “porque aun los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión”595. En un sentido más específico, aunque no necesariamente desconectado del anterior, el término nacionalismo puede entenderse “como una escuela política que preconiza el valor de la nación por sobre otra consideración en la construcción del orden político”596. Curiosamente, y aunque esta versión critique a la precedente por ser demasiado liberal -la lealtad a la nación sería un hecho dado, más allá de la libertad personal-, tiende a propiciar un Estado que de manera permanente -y no sólo en determinados momentos históricos-, “cree” la nación, dando cuenta así de una identidad colectiva que unifique al conjunto de sus miembros. En este sentido, los nacionalistas suelen ver el mundo como decadencia, a partir de lo cual es necesario que el Estado actúe en defensa de valores cohesivos, supuestamente abandonados o perdidos. De manera concreta, tiende a plantearse como una tercera vía entre capitalismo liberal y socialismo internacionalista, de manera no tan diferente a como lo hace el socialcristianismo. ¿Ha sido importante el nacionalismo en la historia de la derecha en Chile? ¿Qué características fundamentales ha tenido? Para responder a estas preguntas, distingamos tres etapas: a) el nacionalismo partidista de la primera mitad del siglo XX; b) el Partido Agrario Laborista (PAL), surgido en 1945; y c) el Partido Nacional fundado en 1966 y a través del cual se fusionaron los partidos de la derecha histórica, el Liberal y el Conservador. Además del Partido Nacionalista, referido más arriba, una segunda entidad a mencionar en el marco de la primera etapa de nacionalismo es el Movimiento Nacional Socialista de Chile (Nacismo, con c y no z), fundado en 1932 y extinguido en 1938. Bajo el liderazgo del abogado Jorge González von Marées, se definió como socialista, aunque como parte de un socialismo distinto del marxismo internacional. Fue muy crítico tanto de la democracia liberal como del sistema de libre mercado. Su final fue trágico: alrededor de sesenta nacistas murieron asesinados por las fuerzas de orden en la Torre del Seguro Obrero, lugar en el que ahora se emplaza el Ministerio de Justicia, al frente del Palacio de la Moneda. Este acontecimiento, ocurrido el 5 de septiembre de 594. Lucio Levi, “Nacionalismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), p. 1026. 595. Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2011[1983]), p. 23. 596. Garay Vera, “Nacionalismo”, p. 46.
166
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
1938, llevó a su disolución y a que sus líderes, comenzando por el mismo González, apoyasen al candidato Aguirre Cerda597. De ninguna manera este movimiento puede calificarse como de derecha598. Otra entidad importante a considerar es el Partido Agrario, fundado en 1931 y disuelto en 1945, al sumarse al Partido Agrario-Laborista. Formado en Temuco por agricultores de la zona, “apuntaba a dar forma a la idea gremial agrícola y dar personería política a los agricultores”599. Se trató de un partido de carácter corporativista, aunque partícipe de procesos electorales, llegando a poseer varios parlamentarios600. Además, se consideraron “la voz de las provincias, y específicamente del sur, fustigando duramente el centralismo santiaguino y a su extensión, la burocracia radical”601. Como segunda etapa del nacionalismo chileno durante el siglo pasado, corresponde decir algunas palabras sobre el Partido Agrario-Laborista (PAL). Esta entidad surgió en 1945 de la fusión del Partido Agrario con ex nacistas e ibañistas-nacionalistas, como el representado por el Movimiento Nacionalista de Chile (M.N.Ch.) que, en los términos de Cristián Garay -autor de una monografía sobre el PAL-, “enfatiza la necesidad de un sistema corporativo, con exclusión de los partidos políticos, y su fe en el valor de la educación (la que querían reformar) para transmitir la reforma moral que el país necesitaba”602. Al igual que el nacismo, el Partido Agrario y el M.N.Ch., el PAL se definió como corporativista, propiciando una “democracia funcional”. En lo político, este sistema se expresaba en la existencia de dos cámaras legislativas, una integrada por partidos y la otra, por gremios. Mientras que: “en lo económico, se declaraba partidario de una ‘economía autodirigida’, que ‘sea el resultado de la colaboración orgánica de las fuerzas de la producción, formando parte integral del cuerpo del Estado; por eso abrogamos el antiguo concepto de lucro por el de función social como finalidad de la actividad económica’. En lo social, a su vez, propugnaba la acción del Estado para satisfacer las necesidades sociales, sin mayores especificaciones que la de asegurar ‘la
existencia permanente y sin atenuación de la justicia y bienestar sociales’”603. 597. Etchepare Jensen, Surgimiento y evolución, pp. 459-461. 598. Además, adhirió al corporativismo como una vía contraria a la democracia liberal, igualmente como alternativa al liberalismo y al socialismo. 599. Etchepare Jensen, Surgimiento y evolución, p. 412. 600. En la elección de 1932 logró cuatro diputados; en 1937, tres diputados; y en 1941, un senador y tres diputados. Ver Etchepare Jensen, Surgimiento y evolución, pp. 412-413. 601. Cristián Garay Vera, El partido agrario-laborista (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1990), p. 32. 602. Garay Vera, El partido agrario-laborista, p. 34. 603. Garay Vera, El partido agrario-laborista, p. 53.
167
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Como se infiere de lo anteriormente dicho, el PAL se posicionó como una entidad de carácter tercerista: igualmente crítica del liberalismo y del socialismo. Sin embargo, y por un corto período, trabajó junto a la derecha. Concretamente, participó con su candidato Jaime Larraín García-Moreno en la Convención de 1946604. Aunque finalmente apoyó la candidatura liberal de Fernando Alessandri, el PAL se terminó alejando de la derecha al sumarse a la candidatura de Carlos Ibáñez en 1951605. Este apoyo implicó la renuncia al partido de su líder, Jaime Larraín606. En cuanto a sus resultados electorales, en 1949 obtuvo catorce diputados; en 1953, veintiséis; y en 1957, bajó a diez, o sea, menos de la mitad de los que antes poseía607. Y, con respecto a la tercera etapa indicada, debemos ahora acercarnos al Partido Nacional (PN), fundado en 1966 a partir de la fusión de liberales y conservadores, además de un pequeño movimiento “nacionalista”, Acción Nacional, liderado por Jorge Prat Echaurren608. ¿Por qué se fusionaron liberales y conservadores, abandonando una historia más que centenaria de mutua autonomía? Una razón clara fue la catástrofe electoral sufrida en la contienda parlamentaria de 1965, en la que liberales y conservadores sumaron apenas un 12,4 % de los votos, cifra muy distinta del anterior 30,3 % de 1963609. Pero también, por cierto, por la mayor izquierdización a la que estaba transitando el país, siendo este el momento idóneo para reencontrarse de manera definitiva en torno al liberalismo de corte económico. Si bien resulta indiscutible calificar a este nuevo partido como parte de la derecha, dado que nació precisamente de sus vertientes históricas -liberales y conservadores-, sí podría surgir la duda acerca de su carácter nacionalista, esto es, de su carácter antiliberal y corporativista610.
604. Para este personaje es fundamental la obra de Cristián Medina y Cristián Garay Vera, La política de la tierra. Jaime Larraín García-Moreno (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2008). 605. Joaquín Fernández Abara ha estudiado acuciosamente las entidades políticas y sus variantes (militaristas, nacionalistas y socialistas) que, desde 1937 hasta 1952, fueron configurando el ibañismo de corte populista. Ver Joaquín Fernández Abara, “Nacionalistas, antiliberales y reformistas: las identidades de la militancia ibañista y su trayectoria hacia el populismo 1937-1952”, en Olga Ulianova (editora), Redes políticas y militancias. La historia política está de vuelta (Santiago, Colección Libros IDEA, s/f), pp. 203-234. 606. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 50. 607. Cruz-Coke, Historia electoral, p. 83. 608. Había surgido en 1963 con el objetivo de apoyar la candidatura presidencial del mismo Prat para la elección del año siguiente. En la elección parlamentaria de 1965, no obtuvo ningún candidato electo. Ver José Díaz Nieva y Mario Valdés Urrutia, “Jorge Prat y Acción Nacional (1963-1966). La antesala del Partido Nacional”, Cuadernos de Historia, N° 43 (2015), pp. 83-108. 609. Anteriormente, y después de 1945, sus porcentajes fueron los siguientes: 42% (1949), 14% (1953, en la época del segundo mandato de Ibáñez) y 32,9 % (1957). Ver Cruz-Coke, Historia electoral, pp. 53 y 57. 610. Para el tema del corporativismo en Occidente, ver Stanley Payne, El fascismo (Madrid, Alianza Editorial, 2009). Esta obra asume una concepción amplia del fascismo, no reduciéndolo al movimiento del mismo nombre que se dio en Italia en torno a la figura de Benito Mussolini.
168
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
Al leer su documento fundacional, si bien saltan a la vista ciertos elementos en apariencia nacionalistas, tiende a primar en lo sustantivo, la adhesión a la libertad empresarial frente a la inevitable avanzada de las ideas socialistas en el país611. El “nacionalismo” que promueve habla del restablecimiento “de la unidad nacional y el recio estilo que forjó el alma de la chilenidad” y que “la nacionalidad se fundamenta en el pueblo, la tradición y medio geográfico, y que su expresión política debe ser un Estado nacional, guardador de la herencia histórica y cultural, defensor de la soberanía y de los recursos territoriales, realizador de las aspiraciones del pueblo e impulsor de su capacidad creadora”612.
Aunque sea cierto que plantea la instauración de una “democracia orgánica, que permita al pueblo participar de los beneficios del desarrollo económico y social”, se opone abiertamente “al marxismo y a toda forma de colectivismo, y a sistemas políticos o económicos que sean contrarios al interés de la comunidad o que destruyan la libertad o atenten contra la dignidad humana”613. Y, con respecto al Estado y la libertad humana, declara que: “el Partido Nacional considera que el Estado es sólo instrumento de la comunidad y no puede asumir poderes que contraríen los derechos y deberes fundamentales de los ciudadanos, ni coartar las libertades esenciales que posibilitan una vida creadora y responsable. La libertad es indivisible. No hay libertad política cuando la libertad económica es suprimida o coartada por el Estado o por la acción de monopolios o carteles privados”614.
Incluso, adhiriendo abiertamente al libre mercado, señala: “los precios políticos, que distorsionan la economía, deben ser suprimidos, y eliminados los privilegios y los regímenes de excepción en favor de las empresas particulares o fiscales, porque originan monopolios que impiden la competencia y gravan injustamente a los consumidores”615.
611. Por eso difiero de Arenas en su calificación, sin más, del PN como representante de la vertiente nacionalista. Ver Arenas, Virar derecha, p. 118. 612. Partido Nacional, Fundamentos doctrinarios y programáticos (Santiago, 1966), p. 1. 613. Ibíd. 614.Partido Nacional, Fundamentos doctrinarios, p. 2. 615. Partido Nacional, Fundamentos doctrinarios, p. 7.
169
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
En otro documento, publicado en 1969, critica la “destrucción de la empresa privada” por parte del Estado, refutando que la estructura económica del Chile de ese entonces fuese realmente capitalista. En este sentido, y a través de diversos ejemplos (como inversión, crédito y empresas de distintos rubros), da cuenta que el Estado controla el 70 % de la actividad económica del país616. Y añade que el reemplazo de la empresa privada por la estatal, “es no sólo un despojo criminal y totalitario, sino que, además, el mayor atentado contra la economía del país y la libertad de los chilenos”617. Como se observa, y en la medida que avanzaba el tiempo, el PN estuvo lejos de ser un partido nacionalista en sentido estricto. El “nacionalismo” propugnado más que ser político y económico -antiliberal y corporativista-, resulta ser de índole cultural o romántico. Por ejemplo, La Nueva República, el programa del PN del año 1970, al proponer la creación de un Consejo Económico y Social, pensaba en un organismo asesor del gobierno en materia productiva, pero no en la instauración de un sistema de representación política en base a las corporaciones o gremios618. Además, en 1972, en pleno gobierno de izquierda, indica que su nacionalismo no es “una fórmula de organización política o un sistema económico, que pueda aplicarse indiscriminadamente en cualquier país”619. O sea, no tendría un carácter ideológico. Y nuevamente en el mismo documento refuta el mito de la supuesta estructura capitalista de Chile: “no puede ser honestamente señalado como ‘capitalista’ un país que, desde 1938 hasta hoy, excepción hecha del sexenio de la Presidencia de don Jorge Alessandri, fue dirigido por gobiernos de orientación izquierdista, que impulsaron una política económica estatista”620. Por lo demás, es necesario volver a insistir que el Partido Nacional surgió esencialmente de la fusión de la derecha histórica: liberales y conservadores. Gracias a esta derecha, resultaba políticamente imposible que el PN se convirtiese en una colectividad nacionalista en sentido estricto. No hay que olvidar que dos de sus principales figuras fueron Pedro Ibáñez Ojeda y Francisco Bulnes, partidarios indiscutibles de la democracia liberal621. Tanto así, que ambos fueron decisivos en la formación de Renovación Nacional a fines de la década de los 80, partido que, como bien se sabe, resultó ser fundamental en la reforma constitucional de 1989622.
616. Partido Nacional, Ha llegado la hora de defender la libertad (Santiago: 1969), pp. 8 y 9. 617. Partido Nacional, Ha llegado la hora, p. 10. El destacado es mío. 618. La Nueva República. Programa del Partido Nacional (Santiago, 1970), p. 17. 619. Partido Nacional, Chile: desafío y respuesta (Santiago, 1972), p. 14. 620. Partido Nacional, Chile. Desafío y respuesta, p. 21. 621. Agradezco a Gonzalo Bustamante por haberme hecho ver este punto. 622. En particular, la eliminación de la facultad presidencial de disolver el Congreso por una sola vez; la derogación del artículo 8º, que dejaba fuera de la ley al Partido Comunista; y el aumento del número de senadores elegidos, de 26 a 38 (para, en alguna medida, contrapesar a los designados).
170
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
*** Como se vio más arriba, Verónica Valdivia sostiene la hipótesis según la cual el Partido Nacional representaría una “nueva derecha” o “derecha ofensiva”, a diferencia de la anterior, integrada por los partidos Liberal y Conservador, que serían un “residuo de la oligarquía del siglo XIX y no una derecha moderna”623. ¿Qué argumentos aporta la autora para sustentar su visión? Básicamente, la vocación de poder y la valoración de la actividad política de un lado, y la necesidad de abandonar el exclusivismo sociopolítico y abrirse a los sectores medios, del otro. Lo primero se expresó en una defensa más categórica de ideas de derecha frente a sus adversarios de izquierda y centroizquierda. Dice Valdivia: “la opción por ser un partido de masas pasaba por su capacidad de no transigir, de defender su proyecto y persuadir a esas masas que sus proposiciones sí auguraban un futuro mejor, el progreso del país y la derrota definitiva del marxismo. Era una derecha ofensiva”624. Estando de acuerdo en que, ahora sí, la derecha se veía mucho más unida que antes en torno a un proyecto ideológico ofensivo -liberal en lo económico-, dado que los planteamientos terceristas (socialcristianos y nacionalistas) habían estado siempre condenados al fracaso, mi matiz con Valdivia se basa en que esta derecha ya existía desde antes. La novedad es que ahora -con el avance mucho más profundo de las ideas socialistas- el reencuentro del sector en torno a un proyecto identitario diferenciador se tornaba inevitable625. Frente a la debacle electoral sufrida en 1965, no tenía ya nada que perder y sí mucho que ganar. ¡Ahora había que estar dispuesto a defender las propias ideas hasta la últimas consecuencias!626
623. Valdivia Ortiz de Zarate, Nacionales y gremialistas, p. 25. 624. Valdivia Ortiz de Zarate, Nacionales y gremialistas, p. 96. El destacado es mío. 625. Llama la atención que el trabajo de Marcos Fernández no destaque el carácter ofensivo del PN. Entre las ideasfuerza que menciona, ninguna alude la libertad de iniciativa económica, sino que todas son de carácter defensivo: antimarxismo, alessandrismo y decadentismo. Ver Marcos Fernández, “Crisis de identidad. La derecha en los setenta: la fundación del Partido Nacional”, Revista de Historia, año 8, N° 8 (1998), pp. 119-134. Un segundo trabajo, en la misma línea, es Ángel Soto Gamboa y Marcos Fernández Ulloa, “El pensamiento político de la derecha chilena en los ‘60: El Partido Nacional”, Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América, vol. 1, N° 2 (2002), pp. 87-116. Un poco más matizado, aludiendo a su carácter pro capitalista, aunque considerándolo pragmático, por apuntar en una última fase al derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, es el estudio de Juan Carlos Arellano, “El Partido Nacional en Chile: su rol en el conflicto político (1966-1973)”, Atenea, N° 499 (2009), pp. 157-174. Considere el lector que mi punto en este libro no alude tanto a las estrategias prácticas como sí, en mucha mayor medida, al plano discursivo. 626. Por esta vía, y para cerrar esta sección referida al nacionalismo en la derecha, cabe mencionar el caso del Movimiento Nacionalista Patria y Libertad, liderado por el abogado Pablo Rodríguez. Si bien fue derivando hacia un corporativismo antiliberal, se trató de un movimiento y no de un partido (nunca tuvo un solo parlamentario). Por lo tanto, fue muy poco influyente en la vida política de la derecha. Para este movimiento revisar el trabajo de José Díaz Nieva, Patria y Libertad. El nacionalismo frente a la Unidad Popular (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2015).
171
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
4 Modernización capitalista: ¿por qué no fue posible? No siendo necesariamente contradictorias las visiones de Correa y Valdivia, me siento más cercana a la primera, pues concuerdo en que desde mucho antes de los años 70 y 80, la derecha venía defendiendo principios ideológicos de carácter liberal. En particular, cabe hacer referencia al apoyo del sector a la misión Klein-Saks durante el segundo gobierno de Ibáñez, orientada a hacer “un diagnóstico de la economía chilena y propuestas políticas adecuadas para detener la inflación”627. ¿Qué políticas? Básicamente dos, que consistían en: a) controlar la inflación por la vía de la supresión de los reajustes automáticos en materia salarial y de la emisión abusiva de moneda para financiar el gasto público; y b) establecer una real economía de libre mercado mediante el término de la fijación de precios y de los subsidios a las empresas privadas628. La implementación de estas políticas fue explícitamente apoyada por los partidos de la derecha, a través de un acuerdo con el Ministro de Hacienda de Ibáñez, Oscar Herrera629. Pero el gobierno, sin nunca haber estado demasiado convencido630, las terminó desechando, a partir de los graves tumultos ocurridos en Santiago, especialmente desde abril de 1957631. En general, “los asesores norteamericanos señalaron que uno de los principales problemas de Chile era que ‘había depositado una excesiva confianza en el Estado para el logro de sus objetivos económicos y sociales’, sin que éste realizara sus tareas con eficiencia” 632. Ángel Soto explica que: “en manos de Agustín Edwards, cabeza de uno de los grupos económicos más importantes del país en ese momento, se encontró la defensa de las políticas económicas propuestas por la Misión Klein-Saks, la cual a partir de un diagnóstico de una crisis global de la organización económico-social del país que tenía su origen en la llegada al gobierno del Frente Popular, 627. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 171. 628. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 172. 629. Hay que recordar que la derecha concurrió unida a la elección presidencial de 1952, de la mano de la candidatura de Arturo Matte Larraín. Su apoyo a la misión estadounidense se explica por la toma de conciencia sobre la necesidad de hacerle frente al populismo y a las malas condiciones económicas, especialmente en materia de inflación, que ascendía al 71%. Cifra extraída de Arenas, Virar derecha, p. 108. 630. Además, Ibáñez no aceptó que el Ministro Herrera le hiciese sombra. 631. Surgieron de una protesta estudiantil por el alza del precio del pasaje de locomoción colectiva. Se conocieron como La batalla del 2 de abril. Su gravedad viene asociada al hecho de haberse producido una veintena de muertos. 632. San Francisco, Historia de Chile, tomo 2, p. 222.
172
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
planteaba que su error habría sido intentar mejorar el nivel de vida de la población artificialmente, sin considerar las posibilidades reales de la economía del país”633.
Una gran pregunta, que pareciera ser un punto ciego en la visión de Correa, se refiere a por qué el proyecto de modernización capitalista, apoyado por la derecha, no se concretó efectivamente, no ya bajo Ibáñez, sino luego durante el mandato de Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964). Sostiene Correa: “el proyecto de modernización capitalista sobre la base de la apertura de los mercados, que llegó a compartir el conjunto de la derecha hacia mediados de la década del 50, fue el resultado de un proceso de creciente convencimiento sobre la necesidad de abandonar las políticas de intervención y apoyo estatal que ella misma, en parte, había administrado y de las que había usufructuado durante los años 40”634.
La llegada de Alessandri al poder parecía ser el contexto propicio para llevar a cabo dicho proyecto. Había, además, una suerte de “ambiente cultural” a favor de aquello, por ejemplo, con la creación del Centro de Investigaciones Económicas de la Universidad Católica (1955), dirigido por profesores de la Universidad de Chicago, y el envío anual de becarios a cursar postgrados a esa casa de estudios635. Pero, además, Alessandri había llegado a La Moneda con la promesa de dejar atrás la partidocracia636 y hacer un gobierno de independientes y técnicos, lo que luego se conocerá como “el gobierno de los gerentes”. Es decir, supuestamente, la implementación del mentado proyecto modernizador estaría libre de presiones sociales y políticas. ¿Qué sucedió entonces? Si bien comenzó aplicando medidas de liberalización económica -como la unificación del tipo de cambio, la apertura de bienes de importación y de divisas en el mercado financiero, entre otras-, diversos factores hicieron que el gobierno naufragase en su intento por establecer una economía de libre mercado en Chile. En el plano estrictamente económico, el primer año fue exitoso, aumentando, por ejemplo, las exportaciones, se produjo un auge de la construcción, llegaron flujos de divisas, la producción industrial creció, etc.637 633. Soto, El Mercurio, p. 43. 634. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 183. 635. Patricia Arancibia Clavel y Francisco Balart Pérez, Sergio de Castro. El arquitecto del modelo económico chileno (Santiago, Libertad y Desarrollo — Fundación Costabal — Editorial Biblioteca Americana, 2007), pp. 58 y 59. 636. Para este concepto, ver Stephanie Alenda, “Partidocracia”, en Diccionario Electoral (San José, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 2017), tomo II, pp. 829-833. 637. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 226.
173
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Sin embargo, un factor clave (según Correa) fue la dificultad por atraer inversión extranjera, tanto por razones políticas como económicas. En particular, la Revolución Cubana (1959) -devenida muy pronto en contra de los capitales estadounidenses- había hecho inviable el acercamiento del país del norte a otras naciones latinoamericanas, que comenzaban ya a sentir el embrujo del proceso castrista638. Otro factor que incidió fue el terrible terremoto y maremoto de 1960, con epicentro en Valdivia y que afectó a toda la zona sur del país. La cantidad de muertos ascendió a unas cinco mil personas, además de destruir pueblos enteros (Corral, Puerto Saavedra, entre otros)639. El financiamiento de las obras de reconstrucción, llevó al gobierno a acudir al viejo expediente de la emisión monetaria, recrudeciéndose con ello otra vez la inflación. A esto hay que agregar que, según Gonzalo Vial, la oposición se comportó de manera despiadada y demagógica640. Concretamente, y además de no contar con mayoría en el Congreso641, Alessandri se veía enfrentado al populismo legislativo, ya que bajo la Carta de 1925 (a diferencia de la actual), los parlamentarios podían (y solían) disponer de presupuesto fiscal para satisfacer necesidades de carácter clientelar. Establecer reajustes para sectores específicos de la economía constituía, por ese entonces, una práctica habitual. Pero el ambiente cultural fue rápidamente cambiando. Como lo ha resaltado el mismo Vial, la derecha había llegado a destiempo a aplicar sus ideas. Tanto así que la misma Iglesia católica, muy influyente en el sector, venía planteando, de un modo bastante insistente, la realización de reformas estructurales, que supuestamente irían en beneficio de los sectores vulnerables de la sociedad642. Lo cierto es que había muy poca agua en la piscina para defender los principios del liberalismo en materia económica. Incluso para alguien como Alessandri que, años después, en el marco de su candidatura presidencial de 1970, se negó a incorporar propuestas liberalizadoras643. El transito del país hacia la izquierda se tornaba inevitable. Sin embargo, como ya se ha visto para el conjunto del siglo XX, la oleada estatista no necesariamente significó -en el plano discursivo- que la derecha perdiese totalmente la confianza en sí misma: en la existencia de una identidad ideológica que la define y que la termina uniendo. 638. Correa Sutil, Con las riendas del poder, p. 227. 639. Vial Correa, Cinco siglos de historia, tomo 2, pp. 1172 y 1174. 640. Vial Correa, Cinco siglos de historia, tomo 2, p. 1172. 641. En las parlamentarias de 1963 la derecha logró sumar un 30,3 % de los votos. Ver Cruz-Coke, Historia electoral, pp. 53 y 57. 642. Gonzalo Vial Correa, “La segunda mitad del siglo XX (1952-2000)”, en Álvaro Góngora Escobedo, Patricia Arancibia Clavel, Gonzalo Vial Correa y Álvaro Yavar Meza, Chile (1541-2000). Una interpretación de su historia política (Santiago, Santillana, 2000), p. 304. La reforma agraria -“de macetero”- llevada a cabo por Jorge Alessandri fue una expresión, entre otras, de la fuerte presión de la Iglesia, así como del gobierno de los Estados Unidos. Obviamente, esta reforma sería considerada insuficiente por el clima de opinión de esos años. 643. Arancibia y Balart, Sergio de Castro, pp. 129-140.
174
CAPÍTULO QUINTO. EL TERCERISMO EN LA DERECHA: UNA CONDENA AL FRACASO
En cambio, cuando ha cedido a la tentación socialcristiana no sólo ha fracasado en términos electorales, sino sobre todo en la conformación de una derecha ofensiva en torno a un proyecto común. Y puesto que el siglo XXI no es una época tan adversa como la precedente, surge la interrogante en cuanto a la manera en que la derecha actual debiera articular un relato ideológico, sobre la base de su identidad histórica. A dilucidar esta cuestión, se dedicarán los siguientes tres capítulos de este libro.
175
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
176
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
CAPÍTULO SEXTO L A F U E R Z A D E L A L I B E R TA D : U N R E L A T O Q U E S Í V E N D E
177
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 Derecha y libertad: el derrotismo en clave ideológica Como el lector lo habrá ya percibido, una tendencia constante en la derecha en Chile -tanto de hoy como ayer- es la creencia de que, para ser efectiva en sus objetivos políticos, debería ella presentarse como “no ideológica”. Se trata de la ilusión, tantas veces probada como imposible, de que lo que la distinguiría de sus adversarios no sería la posesión de unos principios sino su mejor capacidad de gestión. Valga recordar que desde la década del 30 del siglo XX, época que marcó el nacimiento formal de la díada izquierda-derecha, el sector político que es materia de este ensayo ha gobernado únicamente tres veces por la vía democrática: Arturo Alessandri, en su segundo mandato (1932-1938), Jorge Alessandri, su hijo (19581964), y Sebastián Piñera (2010-2014). Dejando de lado el primer caso, que constituyó el cierre de la anarquía iniciada con el ruido de sables de 1924, los dos últimos -con matices, por cierto- se caracterizaron por su gestión más bien que por su relato. Y entiéndase relato no como contar un cuento, sino como el posicionamiento en la acción política concreta a partir de un gran principio ideológico, que al mismo tiempo sea capaz de generar un clima de opinión favorable. Aunque para Piñera las cosas no fueron pacíficas -fue víctima de una escandalosa oposición desleal-, lo cierto es que el autoproclamado “gobierno de los mejores” no cosechó los frutos esperados en términos políticos. No solamente por no haber sido capaz de entregarle la banda presidencial a uno de los suyos, sino principalmente por no haber podido transmitir un legado conceptual -un relato precisamente-, que merezca ser recordado como original. Al igual que en la vida corriente, y aunque parezca injusto, en el mundo de la política las personas no premian necesariamente a los mejores. La buena gestión no se recompensa, porque se da por sentada. Además, no creo decir una herejía si sostengo que los votantes son mucho más “corazón” que “cabeza”. En política, las emociones son fundamentales. En los discursos de campaña, no importa tanto lo que se dice, como el modo en que se hace. Resulta clave la persuasión, “hablar bonito” y remover conciencias, y todo esto no es lo mismo que hacer pensar.
178
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
¿Es necesario, entonces, que la derecha reduzca su discurso y acción a la pura sensiblería? Por supuesto que no. Y no creo que nadie -ni siquiera los más pragmáticos- piensen que ésta debiera ser la respuesta correcta. Pero, aunque la acción política no deba ser mera emoción, tampoco tendría que ser pura razón. Hay un punto medio y es lo que antes, con Sartori, se identificó como acción razonable. Entonces, ¿qué significa para la derecha actual, ser razonable? ¿Qué debiera suponer, para ella, en su conjunto? Considerar que, aunque la libertad no sea de hecho un principio asumido en toda su extensión, sí debería serlo (al menos) la libertad económica, que en la historia de la derecha ha sido una idea en torno a la cual ella ha confluido y también -es necesario reconocerlo-, distanciado. Lo cierto es que la libertad económica no es una palabra vacía: gracias a ella es posible crecer y progresar, dar y encontrar trabajo, innovar y emprender, consumir y compartir. ¡Es mucho más que el puro cálculo económico! Debajo de ella hay una piel profunda que la derecha no suele ver, quedándose sólo en su epidermis. No por nada, Benjamin Constant (1767-1830), puso tanto acento en el hecho que la sociedad comercial del mundo moderno es fuente de libertad en sentido amplio: “el comercio inspira a los hombres un vivo amor por la independencia individual. El comercio subviene sus necesidades, satisface sus deseos, sin la intervención de la autoridad”644. Y aunque el lector lo habrá captado ya, también es importante aclarar que el propósito de este ensayo no es de carácter comunicacional, sino ideológico. Estas páginas no apuntan a proponer un eslogan o alguna palabra mágica que permita ganar la próxima elección presidencial. Pese a su modestia, este libro aspira a ser algo más que un recetario. Lo comunicacional, siendo muy importante, estará (espero) en otras y mejores manos. Sin embargo, parece ser innegable que no puede pasarse al nivel comunicacional si no se tiene claridad ideológica. En este punto no estoy sola. Gonzalo Arenas sostiene que: “cuando se habla de libertad, de orden, de solidaridad, se debe ser capaz de dar respuestas claras a preguntas tales como: ¿por qué consideramos importantes esos valores y principios?, ¿qué cosas buenas contienen para nuestro día?, ¿cuáles son las cosas que atentan contra ellos?, ¿cómo
644. Benjamin Constant, “Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”, en Oscar Godoy Arcaya, “Selección de textos políticos de Benjamin Constant”, Estudios Públicos, N° 59 (1995), p. 56.
179
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
nos imaginamos la vida de un ciudadano común y corriente, viviendo en una sociedad que le asegura dichos principios?”645
No es necesario ser experto en comunicación política para detectar que sólo desde una identidad ideológica -forjada históricamente y a partir de un largo proceso de ensayo y error-, es posible pensar una “bajada” comunicacional. De hecho, y como bien se sabe, para la izquierda no existe un muro infranqueable entre ambos planos. Todos los eslóganes de campaña de la otrora Concertación -desde Aylwin en adelante-, utilizaron los términos igualdad, equidad, justicia social u otros similares. Es decir, no existe vergüenza alguna en poner por delante principios sustantivos, aunque obviamente se aterricen (y traduzcan) en mensajes masivos, emocionales y fáciles de digerir para el gran público. Dicho lo anterior, resulta fundamental determinar cuál es el tronco conceptual que es necesario manejar; tronco o principio fundamental del cual derivan sus ramas o principios accesorios. En este capítulo argumentaré que es la libertad individual, inicialmente económica, pero abierta a un sentido mucho más profundo que el habitualmente destacado por la derecha. Por ello, estoy de acuerdo con José Juan Franch cuando afirma: “detrás de los conceptos económicos están los hombres vivos y concretos, por lo que hay que tratar de evitar manejarlos como realidades fantasmagóricas y como fuerzas anónimas”646. Otra cuestión, derivada de la misma renuncia ideológica de la derecha, es lo que se ha dado en llamar derrotismo. Emanado, a su vez, de una sensación, consciente o inconsciente -quizás más lo segundo-, de inferioridad moral frente a la izquierda, la derecha tiende a sentir que sus principios son indefendibles. Resulta frecuente escuchar -puertas adentro- que “la libertad no vende”, que es un concepto que no alude a la vida cotidiana de la gente. ¿Es esto cierto? Para nada, pero se palpa en el ambiente la sensación de que la libertad supondría defender a los ricos en contra de los pobres y que, por lo tanto, el mercado, si bien sería bueno para generar riqueza, no lo sería igualmente para repartirla. De esta sensación emana la idea de que el mercado debe “corregirse” mediante políticas de justicia social o distributiva. Incluso no pocos insisten hoy que la desigualdad material sí es un problema que la derecha debe asumir como propio. ¿Cuál sería la diferencia? Que la riqueza se repartiría mejor, porque, además, podrían generarse mayores incentivos para crearla. Dígase lo que se diga, pero esto huele a entreguismo o capitulación ideológica.
645. Arenas, Virar derecha, p. 79. 646. José Juan Franch, La fuerza económica de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 1998), p. 67.
180
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
Estoy de acuerdo con Francisco Javier Urbina y Pablo Ortúzar cuando sostienen que “la derecha suele operar bien cuando los fines son evidentes [como el rescate de los mineros en 2010], pero ha sido históricamente temerosa cuando se le pide proponer o defender fines que pueden no ser comprendidos por todos”647. Cuando esto no sucede, cuando hay que enfrentarse a la batalla de las ideas, la derecha no sólo deja bastante que desear en su desempeño, sino que incurre en pesimismo y, como en el boxeo, “tira la toalla” de sus propias ideas, si es que alguna vez tuvo conciencia de haberlas poseído. Algunas veces se olvida que la superioridad moral de la izquierda se explica porque se compara una versión imaginaria (por no decir utópica) del socialismo con la peor del capitalismo. ¿Acaso no sería más justo comparar peras con peras y no peras con manzanas? Es decir, la mejor versión del socialismo (¿existe realmente?) con la mejor del capitalismo. Sin lugar a dudas sería mucho más justo. Pero el debate político no se desarrolla generalmente a partir de la imparcialidad y ecuanimidad intelectual es, sino del oportunismo. Y es que, en el terreno discursivo, la derecha llevará siempre las de perder. Aunque enumere cantidades y cantidades de cifras macroeconómicas -de crecimiento, empleo, salarios reales, etc.-, la izquierda siempre responderá desde otro ángulo, desde un mundo ideal, inexistente. Nunca dará cuenta del socialismo que sí ha existido y que, a diferencia del capitalismo, ha fracasado una y otra vez. Además, opondrá el reino de la emoción al de la razón. De ahí que, volviendo a lo dicho más arriba, la solución vaya por una conexión armónica entre lo ideológico y lo comunicacional. Pero, para que lo segundo sea realmente efectivo, es necesario partir de lo primero. La derecha debe, por alguna vez en la vida, lanzarse a las aguas de las ideas y dejar de argumentar con cifras y gráficos que pocos entienden. En cambio, los conceptos políticos, aunque sean abstractos (y no pocas veces complejos) poseen la virtud de poder explicarse de manera simple. En este sentido, resulta muy interesante la distinción que Axel Kaiser y Gloria Álvarez realizan entre estrategia y táctica. La primera supone “la construcción de un nuevo sentido común”648. “No sirve de mucho ganar elecciones si no se logra un cambio de fondo en la mentalidad y la cultura de un país, porque, como hemos visto mil veces en América Latina, luego regresan los populistas de siempre y destruyen lo avanzado”649. Aquí ocupan un lugar central los centros de estudios y
647. Urbina y Ortúzar, Gobernar con principios, p. 25. 648. Kaiser y Álvarez, El engaño populista, p. 192. 649. Kaiser y Álvarez, El engaño populista, p. 196.
181
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
los intelectuales. Y la táctica se refiere al manejo de la emocionalidad en la acción política misma, aunque derivada de la estrategia650. Otro punto en contra, si es que la derecha se reconociese como mínimamente liberal, se puede ver en el “principio” la victoria mata, que se relaciona con el natural inconformismo de los seres humanos: una vez que han conseguido una meta, cualquiera que sea, la desechan para ir por otra mejor651. Es el viejo tema de las necesidades progresivas 652 . Aunque las personas de hoy dispongan de celulares, computadores, refrigeradores, microondas y tantos otros insumos gracias al dinamismo de una economía abierta, tienden a creer que esos avances son evidentes, y que el progreso sería algo así como una condición inevitable del paso del tiempo. Del mismo modo que los electores no premian el mérito (la buena gestión), tampoco valoran el contexto ideológico que posibilita el progreso. Por eso es que es necesario recordarlo una y otra vez. Hacer constantemente ver, en el plano discursivo, que el mundo en que vivimos no sólo es mejor que el de épocas pasadas, sino que la prosperidad no debe darse por descontada. Se explica, fundamentalmente, por la fuerza poderosa de una macro-idea: la libertad de todos para buscar el propio destino. Y no basta con creer (y decir) que las sociedades avanzan únicamente cuando los incentivos están bien puestos, como por ejemplo mediante el establecimiento de tributos bajos para promover una mayor inversión, o la flexibilidad laboral para que se creen más trabajos. Estas cosas se pueden referir en papers o minutas parlamentarias. La derecha lo ha hecho hasta el hartazgo, sin mayores resultados electorales ni tampoco en el logro de un clima cultural favorable a sus ideas. Una pregunta fundamental, que me llevó a escribir este libro, y que siempre me ha parecido inexplicable, es ¿por qué la derecha actual no valora la libertad como tronco fundamental de su discurso ideológico, así como la izquierda hace lo propio con la igualdad? Tengo dos hipótesis, íntimamente ligadas entre sí. La primera es que no la entiende. La segunda es que le teme. Ambas se traducen en desconfianza. No en una desconfianza absoluta, como para descartarla de plano, pero tampoco tan insignificante como para defenderla sin complejos y con convicción. Y dado que, como reza el dicho popular, “ojos que no ven, corazón
650. Kaiser y Álvarez, El engaño populista, p. 216. 651. Sartori, Elementos de teoría política, p. 128. 652. En la medida que el acceso a determinados bienes resulta mayor, la situación descrita puede asociarse a la denominada Ley de utilidad marginal decreciente que “dice que unidades sucesivas de ese bien van a ser menos valoradas, porque serán asignadas a satisfacer necesidades menos importantes”. ¿Por qué marginal? Porque “siempre valoramos esa unidad que está en el ‘margen’, no el stock completo”. Martín Krause, La economía explicada a mis hijos (Buenos Aires, Aguilar, 2003), p. 78.
182
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
que no siente”, resulta clave responder dos preguntas fundamentales: ¿qué es el liberalismo? ¿Qué es la libertad? *** La mayoría de los autores coincide que el concepto liberalismo es difícil de definir. Las razones son múltiples, a saber: a) se tiende a identificar con democracia, en circunstancias que no resulta fácil distinguir lo que pertenece a uno u otro concepto 653 (por ejemplo, en los 90 cuando se hablaba en Chile de “derecha liberal”, se pensaba más bien en derecha democrática); b) el liberalismo posee distintas etapas históricas y lugares; c) a veces se confunde con el adjetivo liberal, asociado a los partidos que lo utilizan y que no necesariamente lo son654; d) distintas escuelas reclaman el nombre: liberalismo clásico, liberalismo social, liberalismo libertario, liberalismo igualitario, entre otras655; y e) asume distintas manifestaciones -política, económica, social, moral, etc.- que, si bien no son de antemano contradictorias, es importante diferenciarlas. Todo esto hace que se llegue a hablar de liberalismos más que de un liberalismo esencial. Sin embargo, estoy de acuerdo con Sartori cuando dice que “existe un liberalismo en singular que precede y sostiene a los liberalismos en plural”656. ¿Dónde encontrarlo? Según Nicola Matteucci (1926-2006) “el único común denominador entre posiciones diversas es la defensa del Estado liberal, que nació antes del uso político del término liberal: un Estado que termina por garantizar los derechos del individuo frente al poder político”657 . Es decir, la esencia del liberalismo sería el constitucionalismo, que garantiza un orden social en el cual la deseabilidad e importancia de la libertad se da por descontada. Se parte de la base, en los términos de Felipe Schwember, de que la última palabra acerca de la vida de una persona la debe tener “la persona de que se
653. Esta dificultad aumenta cuando se analiza el liberalismo en clave histórica: ¿cuáles realizaciones corresponden al liberalismo y cuáles a la democracia? 654. Por ejemplo, en los Estados Unidos los liberals se asocian al Partido Demócrata. En Chile, hay un “Partido Liberal”, formando parte del Frente Amplio, que se sitúa más hacia la izquierda incluso que la Nueva Mayoría. 655. Tanto por motivos de espacio como porque sus fronteras resultan discutibles, no me detendré aquí en las diferencias entre todas estas ramas. Sin embargo, y a modo de orientación, hay dos grupos de preguntas a tomar en cuenta: a) ¿cómo se acercan al mercado?, ¿es el mercado fuente de injusticias estructurales, necesarias de corregir mediante políticas redistributivas?; y b) ¿cómo se aproximan al Estado?, ¿debe el Estado garantizar, principalmente, derechos individuales o sociales? Para una síntesis de los tipos de liberalismo, puede verse Raimondo Cubeddu, Atlas del liberalismo (Madrid, Unión Editorial, 1999), pp. 109-164. 656. Sartori, Elementos de teoría política, p. 121. 657. Nicola Matteucci, “Liberalismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), p. 879.
183
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
trata, es decir, cada uno debe poder decidir sobre sí mismo (mientras con ello no perjudique a otros)”658. Es lo que se denomina principio de presunción de libertad. Sin embargo, en la discusión pública actual, se tiende a presumir lo contrario, esto es, que las personas sólo pueden hacer aquello que expresamente se les ha permitido, siendo la regla general, no ya la acción de ellas en procura de sus fines propios, sino de los entes colectivos, especialmente el Estado, que velarían por la consecución de fines comunes. En este caso, la regla de oro ya no es “todo lo que no está prohibido, está permitido”, sino “todo lo que no está permitido, está prohibido”. Asimismo, es importante considerar algo que se mencionó antes, y es que pese a que existen muchas escuelas que reclaman el nombre, en general, pueden destacarse dos grandes tradiciones de liberalismo: la evolucionista y la constructivista. Esta distinción resulta fundamental de tomar en cuenta a la luz del debate constitucional que actualmente se desarrolla en el país, puesto que de ella derivan -a su vez- las dos grandes concepciones en torno al tema, por ejemplo: tipo de Constitución (mínima o máxima659), órgano llamado a generarla (Congreso Nacional o Asamblea Constituyente) y derechos fundamentales a garantizar (individuales o sociales) 660. ¿Cuál es la gran diferencia entre ambas tradiciones? La primera supone que el orden social se forma de manera evolutiva y espontánea, en el sentido que no precisa de una acción deliberada en un momento determinado, lo que justamente caracteriza a la segunda. Dicho de manera simple, la primera cree que la sociedad se construye de abajo hacia arriba (bottom-up), y la segunda al revés (top-down). Raimondo Cubeddu señala que lo que distingue a ambos paradigmas tiene relación con la existencia o no de un finalismo ético del Estado. En este sentido, para la visión constructivista, los ciudadanos deberían no sólo sujetarse a cada vez más detalladas normas morales, traducidas en legislación escrita, sino también ser educados en determinados valores y virtudes que se estiman fundamentales para la vida en común661. El problema de este segundo paradigma -cercano a
658. Felipe Schwember, “La arremetida conservadora”, columna de opinión en El Líbero (13 de mayo de 2017). El destacado es mío. 659. José Francisco García define una Constitución mínima como aquella que no apunta a zanjar las controversias sociales fundamentales, sino que básicamente establece las reglas del juego a partir de las cuales las fuerzas políticas deliberan. Ver José Francisco García, “Minimalismo e incrementalismo constitucional”, Revista Chilena de derecho, vol. 41, Nº 1 (2014), pp. 267-362. 660. La literatura sobre estas cuestiones es extensísima. Sin embargo, y siendo una combinación entre teoría y praxis (lo segundo, referido al debate chileno actual), recomiendo revisar Gonzalo Bustamante y Diego Sazo (compiladores), Democracia y poder constituyente (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 2016). Como una síntesis de este debate, me parece muy bueno el trabajo de Claudio Alvarado, La ilusión constitucional. Sentido y límites del proceso constituyente (Santiago, IES Chile, 2016).
184
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
un republicanismo de corte comunitarista662- es que ataca de manera directa el principio de presunción de la libertad, referido más arriba. Otra cuestión importante es que, para el primer paradigma, no existe una discontinuidad entre liberalismo político (o constitucionalismo) y liberalismo económico (o libre mercado). Ambos estan estrechamente relacionados, porque la garantía de los derechos individuales de suyo impide que el Estado asuma un rol directamente económico (por ejemplo, de carácter empresarial) o excesivamente regulador (mediante la fijación de precios, cuotas, listas, etc.). Suponiendo que el lector habrá captado a cuál paradigma adhiere la autora de este libro, pasemos ahora a responder la siguiente pregunta: ¿qué es la libertad? O de manera más precisa: ¿cuál es la libertad que propugna el liberalismo clásico? Es importante responder a estas preguntas, porque existe el lugar común que dice que la libertad es una palabra vacía, a menos que vaya acompañada de ciertas condiciones materiales de vida. De lo contrario, sería sólo una “libertad sobre el papel”. Antes de seguir, y a modo de paréntesis, resulta fundamental efectuar cuatro aclaraciones generales estrechamente relacionadas entre sí. La primera es que el liberalismo clásico -que responde a la tradición evolucionista- tiene su centro en el constitucionalismo como estrategia para garantizar la libertad individual. La segunda es que, pese a que existen otros valores en la vida (el amor, la amistad, la seguridad, etc.), dicha libertad es el valor supremo del liberalismo en términos políticos. Y es muy importante no perder esto de vista: en términos políticos y no absolutos. La tercera es que la libertad que el liberalismo clásico defiende no equivale a una suerte de “‘libertad natural’ de un individuo aislado, sino la libertad posible en sociedad, y restringida por las normas necesarias para proteger la libertad de los demás”663. Se trata de una libertad dentro de la ley. Y la cuarta, muy relacionada a la anterior, se refiere a que la libertad que propugna no es absoluta, sino que se ve limitada por el principio de no agresión. Con relación a la cuarta aclaración, Eamonn Butler sostiene que “todos podemos tener libertad de movimiento, pero igualmente no podemos colocarnos todos sobre el mismo punto al mismo tiempo”. Por lo mismo, la libertad no implica “que uno
661. Cubeddu, Atlas del liberalismo, p. 16. 662. Para el concepto de republicanismo, en comparación con el de liberalismo, puede verse Philip Pettit, “Liberalismo y republicanismo”, en Felix Ovejero y José Luis Martí y Roberto Gargarella (compiladores), Nuevas ideas republicanas. Autogobierno y libertad (Barcelona, Paidos, 2004), pp. 115-135. 663. Hayek, “Liberalismo”, p. 134.
185
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
sea libre de robar, amenazar, coaccionar, atacar o asesinar a otros, lo cual violaría la libertad de los demás”664. Ahora bien, ¿qué podría decirse frente a la postura frecuente que dice que la “verdadera” libertad no sería la negativa o formal, sino la positiva o material, ya que la primera sería sólo constituiría una “libertad sobre el papel”? O, al menos, que la primera no bastaría, debiendo por ello ser “completada” con la segunda. En este sentido, Amartya Sen afirma que el “desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: la pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en el que pueden encontrarse los servicios públicos y la intolerancia”665. Más abajo, desarrolla su conocida idea de que la libertad supone “la expansión de las ‘capacidades’ de las personas para llevar el tipo de vida que valoran y que tienen razones para valorar”666. Dice Sen que no basta que una sociedad garantice oportunidades a partir de bienes primarios, sino que es necesario ir más allá: tomar también en cuenta “las características personales relevantes que determinan la conversión de los bienes primarios en la capacidad de las personas para alcanzar sus fines”. Dicho de otra forma, la “‘capacidad’ de una persona se refiere a las diversas combinaciones de funciones que puede conseguir”667. Y estas funciones se relacionan, precisamente, con la posibilidad que las personas alcancen sus fines propios. Como se observa, para Sen lo importante no es que las personas busquen su propio destino, sino que posean la potencialidad de alcanzar efectivamente las metas que ellas persiguen como parte de esa búsqueda. ¿Qué pensar acerca de este planteamiento? En primer lugar, es preciso advertir que confunde libertad con poder, dado que asocia con la primera “el poder [efectivo] de satisfacer nuestros deseos o la capacidad de escoger entre las alternativas que se abren a nosotros”668. Sin embargo, sabemos que la libertad no necesariamente supone ni implica la conquista efectiva o cierta de una determinada meta. La libertad entraña incertidumbre: el querer ser futbolista, y poner los medios para lograrlo, no implica que se llegue -realmente- a jugar en las grandes ligas del mundo. Sen parece querer reducir esa incertidumbre poniendo los medios para que el desarrollo de las capacidades nos conduzca
664. Eamonn Butler, Liberalismo clásico. Un manual básico (Santiago, Fundación para el Progreso / Unión Editorial, 2016 [2015]), p. 28. 665. Amartya Sen, Desarrollo y libertad (Buenos Aires, Editorial Planeta, 2000), p. 19. 666. Sen, Desarrollo y libertad, p. 34. 667. Sen, Desarrollo y libertad, p. 99. 668. Hayek, Los fundamentos de la libertad, pp. 38 y 39.
186
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
efectivamente a los fines. Pero esto plantea varios problemas. El primero es ¿hasta qué punto se deben poner los medios? El segundo es que Sen parece demandar algo imposible: ¿cómo determinar en cada caso las características personales que permiten la conversión de bienes primarios en los fines deseados? No hay modo de hacer esto a través, digamos, de una política pública. La objeción del liberalismo acerca de la imposibilidad del cálculo económico es más cierta aún respecto de esta propuesta. Por eso, seguramente la implementación de la propuesta de Sen pueda, en el mejor de los casos, ayudar a precisar el contenido de la tradicional igualdad de oportunidades, pero no más que esto. En segundo término, entiende la libertad como riqueza, pensando que a más riqueza hay más libertad, porque el abanico de posibilidades se amplía. Sin embargo, y como dice Hayek: “el que yo sea o no dueño de mí mismo y pueda o no escoger mi propio camino [visión de libertad negativa], y el que las posibilidades entre las que yo deba escoger sean muchas o pocas [visión de libertad positiva], son dos cuestiones totalmente distintas”669. Y todo ello sin contar con que la libertad es un valor en sí mismo. El tratamiento de Sen nos obliga a detenernos en la célebre distinción de Isaiah Berlin entre libertad negativa y libertad positiva670, pues su concepción remite a esta última. En su célebre ensayo “Dos conceptos de libertad”, publicado en 1958, Berlin señala que la libertad negativa puede entenderse como “el ámbito en que un hombre puede actuar sin ser obstaculizado por otros”671. El obstáculo, que se llama coacción, “implica la intervención deliberada de otros seres humanos dentro del ámbito en que yo podría actuar si no intervinieran”672. Pero, aclara Berlin, “la mera incapacidad de conseguir un fin, no es falta de libertad”673. Sin embargo, los partidarios de la libertad positiva (como Sen) dirán: “¿qué es la libertad para aquellos que no pueden usarla? Sin las condiciones adecuadas para el uso de la libertad, ¿cuál es el valor de ésta?”674. Según Berlin, esta visión tiene varios problemas. Uno que salta a la vista es que asocia la falta de libertad con desigualdad material. Es decir, más que poner el foco en la pobreza, lo hace “en la minoría que [haya conseguido la libertad] explotando a la gran mayoría que no la tiene o, por lo menos, despreocupándose de ella”675. La contradicción es que, al identificarse la
669. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 41. 670. Hayek la identifica con un trabajo de T.H. Green de 1888. Ver Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 43, nota al pie N° 26. 671. Isaiah Berlin, Cuatro ensayos sobre la libertad (Madrid, Alianza Editorial, 1988), p. 191. 672. Berlin, Cuatro ensayos, 192 673. Ibíd. 674. Berlin, Cuatro ensayos, p. 194. 675. Ibíd.
187
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
libertad con poder o riqueza, y considerando que la lucha a su favor pasa por una mayor igualdad, se termina atacando a quienes -bajo esta visión- serían realmente “libres”: los que poseen mayor riqueza. El otro problema -que, sin lugar a dudas termina siendo el peor de todos- se relaciona con el hecho de que, si bien en un comienzo la libertad positiva se vincula con la idea liberal de que cada “individuo es su propio dueño”676, muy pronto -en la medida en que se asocia al logro efectivo de algunas metas-, se convierte en una “monstruosa personificación” de parte del Estado, ya que éste se ve llamado a determinar lo que los individuos querrían para sí mismos, en caso de poseer las capacidades (por ejemplo, educacionales) para poder saberlo 677. Al lector de este libro, lo anterior le resultará familiar. Quizás recuerde cuando el Ministro Eyzaguirre decía, allá por 2014, que los padres y apoderados no contaban con la suficiente información para elegir adecuadamente el colegio para sus hijos o pupilos, y que sólo se basaban en cuestiones superficiales como el nombre del colegio (en inglés, muchas veces) o en que el jardín de la entrada estuviese adornado con flores coloridas. Para esta visión, las personas no serían capaces de decidir por sí mismas, porque necesariamente su voluntad tendría que ser reemplazada por la del Estado. Además, la amplificación de capabilities conduce a la incorporación de “funcionalidades” de relación asociadas a un finalismo ético de consecuencias colectivistas. Por ejemplo, Martha C. Nussbaum -que profundiza en la teoría de Sen- enumera una lista de diez capacidades, entre las que se encuentra la de afiliación: “poder vivir con y para los otros, reconocer y mostrar preocupación por otros seres humanos, participar en diversas formas de interacción social; ser capaz de imaginar la situación de otro”, para lo cual es necesario proteger las instituciones que “constituyen y promueven estas formas de afiliación”678. Si bien es deseable que el Estado garantice la libertad de asociación -que, por lo demás, se da espontáneamente en una sociedad libre-, no parece plausible que el Estado propicie capacidades como éstas de un modo directo, ya que necesariamente tendría que hacerlo de manera coactiva. Por último, y apuntando al cierre de esta Sección, me parece importante realizar tres consideraciones fundamentales. La primera es que tiene razón Pedro Schwartz cuando se lamenta que la libertad, basada en la ausencia coacción, se le llame “negativa”. Así como también, agrega, “me disgusta que [se denomine] ‘positiva’
676. Berlin, Cuatro ensayos, p. 201. 677. Berlin, Cuatro ensayos, p. 204. 678. Martha C. Nussbaum, Las fronteras de la justicia. Consideraciones sobre la exclusión (Madrid, Paidos, 2007 [2006]), p. 89.
188
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
a una idea de libertad que considero destructiva del valor fundamental de nuestra civilización, la autonomía personal”679. Aquí volvemos a la importancia del uso de las palabras. Aunque en clave académica se hable de “libertad negativa”, no parece ser recomendable hacerlo en el campo de la acción política concreta. La segunda consideración es que el carácter negativo o positivo de la libertad no se refiere, normalmente, a la acción del sujeto activo de la misma -la persona que la ejerce-, sino a la voluntad estatal. En este sentido, la libertad negativa sí es positiva en lo que concierne a los individuos, que persiguen sus propios fines o proyectos de vida. Finalmente, la tercera es que el descarte del concepto de libertad positiva no ha de entenderse como una suerte de insensibilidad frente a la pobreza y a la falta de oportunidades. Por lo mismo, dicho descarte no significa que el Estado no deba generar políticas públicas en favor de las personas vulnerables, sino que supone reconocer que la libertad personal es un poder de decisión, que no necesariamente se define por la posesión de determinadas condiciones de vida o funcionamientos sociales. Las personas son libres de perseguir sus fines siempre que no dañen a otros, y no por el hecho de poseer un determinado estándar de vida o actuar de una cierta manera en la vida social.
2 Capitalismo salvaje: el derrotismo en clave histórica Si la libertad en sí misma es un principio que para la derecha actual no vende, en mucha mayor medida puede esto sostenerse para la libertad económica. Sin embargo, creo que la superación del derrotismo, o sentimiento de inferioridad moral frente a la izquierda, requiere -diría de manera esencial- que la derecha entienda, valore y defienda la libertad de iniciativa económica. Las razones son múltiples. Pese a que ya se han mencionado antes de manera dispersa, vale la pena ahora recordarlas con mayor orden: a) el clivaje que divide las aguas en la política actual es el económico, al igual como lo fue durante todo el siglo XX; b) la izquierda parte de la premisa que el socialismo es moralmente superior al liberalismo, precisamente por razones económicas; c) el cambio de ciclo que vive Chile desde 2011 se caracteriza, fundamentalmente, por un rechazo -hard o soft- al modelo económico, tildado despectivamente de neoliberal; d) lo que
679. Pedro Schwartz Girón, “Libertad formal frente a libertad posesiva y libertad comunal: los tres conceptos de la libertad de Isaiah Berlin”, Telos. Revista Iberoamericana de Estudios Utilitaristas, vol. XVII, N° 2 (2010), p. 42.
189
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
históricamente ha unido a la derecha -a liberales y conservadores- es la libertad económica; y e) pese a que, algunas veces, la derecha la ha defendido, lo ha hecho -como gráficamente se dice- “con mucho Excel y poco Word”. Esto último supone que no suele asociarla con la vida de la gente de a pie, sino a las grandes empresas y, sobre todo, a cifras macroeconómicas que casi nadie entiende (me incluyo). Aunque también ya hemos visto que la libertad económica es, al fin y al cabo, sólo libertad individual, la superación del derrotismo no pasa exclusivamente por defender la autonomía personal en un sentido teórico, sino además por responder al caricaturesco ataque que, desde importantes sectores de izquierda y derecha, se está haciendo en contra del libre mercado, que es el sistema económico que, a lo largo de la historia de la humanidad -también en Chile-, ha sido el más exitoso en materia de progreso y movilidad social. Esto, por cierto, no significa -volviendo a la distinción entre lo ideológico y lo comunicacional- que sea necesario levantar un eslogan que, por ejemplo, diga: “arriba la libertad económica y abajo estatismo”. No, no estoy diciendo esto. Si lo dijera, me moriría de hambre como asesora comunicacional. Pero pienso que las bajadas de marketing resultan hoy secundarias frente al hecho, casi evidente, de la tibieza permanente de nuestra derecha a la hora de defender su ideario; en particular, su ideario económico. Lo anterior se traduce, además, en inmovilismo. No por nada alguien de centroizquierda, como Sebastián Edwards, se preguntaba -en noviembre de 2013, luego de la derrota presidencial sufrida en ese entonces- si podría el sector ser capaz de superar su carácter típicamente defensivo: “[…] los parlamentarios de la (nueva) derecha deben transformarse en los líderes de una serie de reformas modernizadoras, apoderarse de ellas, impulsarlas para que vayan más allá de lo propuesto por la Nueva Mayoría, para que de verdad ayuden a modernizar el país”680. Punto para Edwards: la derecha podría ser reformista, podría ser incluso ideológicamente reformista, pero -a diferencia de la izquierda- debería serlo a favor de la libertad, de la vida que la gente común genera y construye fuera del Estado. Por ejemplo, disminuyendo la burocracia, bajando impuestos, eliminando barreras a la competencia, dándole más espacio a la sociedad civil, etc.681 También tendría que serlo a favor de políticas públicas más eficientes, pero esto último -que, sin duda,
680. Sebastián Edwards, “La reconstrucción de la derecha y el futuro de Chile”, columna de opinión en Reportajes de La Tercera (Santiago: 23 de noviembre de 2013), p. R24. 681. Aunque este libro no busca hablar a favor de determinados partidos o candidatos de la derecha, sino pensar el sector como un todo, no puedo dejar de valorar algunas de las medidas que, en la misma línea del ejemplo, ha planteado Felipe Kast. Ver Comisiones programáticas de Centro de estudios Horizontal, 130 propuestas de gobierno para un Chile libre, justo e inclusivo (Santiago, Horizontal, 2017).
190
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
habría que hacerse- no representa gran novedad en el sector. Y ya sabemos bien que la buena gestión no se recompensa, sino que se da por descontada682. Asimismo, no deja de ser interesante la respuesta que Bobbio les da a sus críticos. Algunos de ellos insisten que lo que diferenciaría a la derecha de la izquierda, mucho más que la forma en que ambos polos se acercan a la igualdad, es el binomio tradición-emancipación. En este sentido, mientras la derecha propiciaría el statu quo, la izquierda sería esencialmente emancipadora683. Pero Bobbio -de centroizquierda, al igual que Edwards- dice que el “opuesto de la tradición debería ser no ya emancipación, sino innovación. Y, recíprocamente, el opuesto de emancipación debería ser no ya tradición o conservación, sino orden impuesto desde lo alto, [desde el] gobierno paternalista”684. Punto para Bobbio: las cosas son muchos más complejas que un blanco y negro entre buenos y malos. ¿Puede calificarse como emancipador (o liberador) a un sector político -la izquierda- que busca, casi sin descanso, decirles a las personas cómo vivir sus vidas? ¿Cómo no va ser vendedor un discurso que, en vez de poner al Estado como el centro del universo, haga lo mismo con la búsqueda del propio destino? Por eso, no obstante que la libertad de iniciativa económica pueda defenderse tanto por razones éticas como materiales, resulta mucho más potente hacerlo en base a las primeras. Esto no quiere decir que se deban omitir las cifras que hacen indesmentible su fuerza; sólo significa que la batalla ideológica no se gana aportando datos macroeconómicos, sino la visión de mundo que se posee. Como dice Butler: “las personas son moralmente completas si toman decisiones por sí mismas. Tienen poco valor moral si otros eligen por ellas. En este caso, son simples números y no seres humanos íntegros”685. Y esto es lo que la derecha debería resaltar con insistencia: la capacidad moral de las personas para perseguir sus fines o proyectos de vida propios. ***
682. Estratégicamente, pienso, tampoco lograría diferenciarse demasiado de sus adversarios por su adhesión al principio de focalización del gasto fiscal en favor de las personas vulnerables. Este punto no es tan relevante, me parece, como divisor de aguas en el debate ideológico que actualmente se está dando en Chile. Sin embargo, por cierto, es muy importante como criterio de política pública en materia social. 683. Bobbio, Derecha e izquierda, p. 114. 684. Bobbio, Derecha e izquierda, p. 120. 685. Eamonn Butler, Fundamentos de la sociedad libre (Santiago, Fundación para el Progreso / The Institute of Economic Affairs, 2013), p. 26.
191
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Pero ¿por qué el derrotismo? Ya se vio que la derecha tiende a creer que la pobreza y la desigualdad serían el producto inevitable del capitalismo salvaje. La mano invisible de Adam Smith sigue siendo demonizada (se volverá sobre ella más abajo). Esta creencia, me parece, tiene su punto de origen en la leyenda negra sobre la Revolución industrial de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, los matices son importantes. Y hace rato que, sobre ella, viene produciéndose una corriente revisionista. Antes de verla, constatemos que, para que las ideas se tornen hegemónicas, el conocimiento histórico resulta fundamental. No lo digo sólo yo a partir de una esperada deformación profesional de mi parte, dado que soy historiadora. En 1956 Hayek afirmaba que “el poder directo sobre la opinión pública está por lo menos un paso más cerca del historiador que del teórico”686 . La razón salta a la vista: los historiadores interpretan los hechos desde su propio yo. En los términos de Henri-Irénée Marrou (1904-1977), la “historia es inseparable del historiador”687, al punto que el pasado mismo queda “tan reelaborado, tan ‘rehecho’, que aparece enteramente nuevo, convertido, ontológicamente, en otra cosa distinta de la que fue”688. Lo cierto es que la influencia de los historiadores siempre ha sido enorme, sobre todo cuando al mismo tiempo ejercen el rol de intelectuales públicos. En Chile, piénsese en los casos de Alfredo Jocelyn-Holt, Gabriel Salazar, Joaquín Fermandois, Sergio Villalobos, entre muchos otros, que participan activamente del debate público. Permítame ahora el lector un pequeño ejemplo de influencia historiográfica. El 30 de septiembre de 1825, alrededor de quinientas personas se reunieron a protestar a las puertas del Cabildo de Valparaíso. Este episodio, conocido como La rebelión de los lancheros, ha sido descrito por el historiador marxista Marcelo Segall (1920-2000) como uno de las primeras acciones de resistencia de los trabajadores en contra de las elites dirigentes689, es decir, como una expresión primigenia de lucha de clases en Chile. Sin embargo, lo que en verdad ocurrió fue la oposición de los lancheros y pescadores -pequeños, medianos y grandes, seguramente acompañados de sus familiares y amigos- por un decreto del 19 de agosto de 1825, a través del cual el Ministro de Hacienda de Ramón Freire, Rafael Correa de Saa, dispuso que “en adelante la carga y descarga de los buques se haría en doce o más embarcaciones
686. Friedrich A. von Hayek, “Capítulo I. Historia y política”, en Hayek, Ashton, Hacker, de Jouvenel, Hartwell y Hutt, El capitalismo y los historiadores (Madrid, Unión Editorial, 1997 [1956], p. 16. 687. H. I. Marrou, El conocimiento histórico (Barcelona, Editorial Labor, 1968), p. 41. 688. Marrou, El conocimiento histórico, p. 47. 689. Marcelo Segall, “Las luchas de clases en las primeras décadas de la República. 1810-1846”, Anales de la Universidad de Chile, Nº 125 (1962), p. 183.
192
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
menores de propiedad del Estado, por cuenta de éste y por sus solos empleados”690 . Sergio Grez complejiza el planteamiento de Segall, haciendo ver “la convergencia de reivindicaciones de distintos sectores populares, de capas medias aún acomodadas (como ciertos comerciantes) con las reivindicaciones locales, como por la fusión de todas estas demandas con la oposición política [o’higginista] en una coyuntura favorable”691. Aunque estoy de acuerdo con esta postura, me parece necesario dejar bien sentado que, más que una demanda de carácter laboral de los lancheros y pescadores, lo que en verdad hubo fue una protesta de tipo gremial en contra de una medida estatal abiertamente dañina de la libertad empresarial. De la misma manera, si a nivel historiográfico se torna hegemónica la conclusión de que “la situación de las clases trabajadoras empeoró como consecuencia de la implantación del ‘capitalismo’ (o del ‘sistema fabril o industrial’)”692 , evidentemente seguirá rondando la idea de que el libre mercado es la causa inmediata de las más variadas injusticias: explotación, miseria y el inevitable fetiche de nuestros tiempos: la desigualdad material. Eric Hobsbawm -uno de los autores canónicos de la denominada visión pesimista de la Revolución Industrial- sostiene que, aunque sea cierto que el nuevo proletariado fabril pudiera haber llegado a estar materialmente mejor que antes, “estaba bajo el estricto control y la disciplina más estricta todavía, impuesta por el patrono o sus representantes, contra los que no tenían recurso legal alguno y sólo unos rudimentos de protección pública”693. Aunque la afirmación anterior es indiscutible, esta visión pesimista admite, empero, matices. El pequeño y clásico manual de T.S. Ashton (1889-1968), publicado originalmente en 1948, aclara algunos puntos polémicos en torno a dicho proceso histórico. Por ejemplo, que el no pago de salarios en moneda circulante se explica por la escasa acuñación de la misma, pudiendo esta situación haberse “evitado con una buena organización del sistema bancario”694. Esto llevó a que los industriales creasen sus propios bancos, “sin duda como medio para procurarse numerario para el pago de salarios y letras para cubrir sus envíos, mas también como una manera de emplear su creciente capital”695.
690. Diego Barros Arana, Historia General de Chile (Santiago, Editorial Universitaria / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2005), tomo XIV, p. 395. 691. Sergio Grez Toso, De la regeneración del pueblo a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890) (Santiago, RIL Editores, 2007), p. 214. 692. Hayek, “Historia y política”, p. 20. 693. Eric Hobsbawm, La era de la revolución 1789-1848 (Buenos Aires, Crítica, 2011 [1967]), p. 190. 694. T. S. Ashton, La revolución industrial 1760-1830 (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2008 [1948], p. 136. 695. Ashton, La revolución industrial, p. 138.
193
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Y, con respecto a la contratación de mujeres y niños, señala que se debió a la escasez de demanda de trabajo (muchos artesanos eran renuentes a aprender las nuevas técnicas ) y a problemas de libertad de movimiento por razones jurisdiccionales (el abandono de una parroquia hacía perder el derecho a recibir ayuda material de ella, en base a la “ley para la supresión de la pobreza)”697. Las mujeres y niños, valga aclarar, trabajaban desde mucho antes en los campos y no precisamente en las mejores condiciones; por ejemplo, no bajo techo, como sí lo comenzaron a hacer en las fábricas. En un trabajo posterior, Ashton se refiere a la razón de por qué las viviendas del proletariado carecían de ventanas o, en caso de tenerlas, se arrendaban a precios prohibitivos: las ventanas estaban tipificadas como bienes de lujo, por lo que debían pagar impuestos altísimos: “antes de estallar las dos guerras con Francia, todas las casas pagaban una tasa fija de seis chelines anuales, y las de siete o más ventanas, impuestos adicionales, impuestos adicionales que aumentaban con el número de ventanas. Para evitar impuestos, se cegaron muchas de ellas. Y así en 1798 había menos casas sujetas a impuestos que en 1750”698.
Frente a quienes critican las malas condiciones de salubridad por la falta de alcantarillados, agrega que “deberían tener presente el hecho evidente de que, sin tubos de hierro, uno de los productos de dicha revolución [la industrial], jamás se habría podido resolver el problema de poner a la gente en condiciones de vivir higiénicamente en las ciudades”699. Por lo mismo, la gran pregunta a responder es si con la Revolución industrial empeoraron realmente las condiciones de vida de los trabajadores. En otras palabras, la comparación justa no sería con los tiempos posteriores, sino con los precedentes. Y respecto de los posteriores, dicha comparación debería considerar no sólo la época inmediatamente siguiente al origen de la Revolución industrial, sino a la que le sigue y, por lo tanto, a los efectos que en el mediano plazo dicho proceso histórico generó, porque obviamente los avances no se dieron ni percibieron de un día para otro, sino de manera gradual.
696. Ashton, La revolución industrial, p. 146. 697. Ashton, La revolución industrial, pp. 146 y 147. 698. T.S. Ashton, “Capítulo II. El tratamiento del capitalismo por los historiadores”, en Hayek, Ashton, Hacker, de Jouvenel, Hartwell y Hutt, El capitalismo y los historiadores (Madrid, Unión Editorial, 1997 [1956]), p. 50. 699. Ashton, “El tratamiento del capitalismo”, p. 53.
194
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
Un estudio de R.M Hartwell (1921-2009) sostiene que, más allá de los diversos matices que puedan hacerse, el mejoramiento en las condiciones de vida fue indudable. Entre 1800 y 1850 la renta real media se duplicó700; las máquinas no reemplazaron a los trabajadores, sino que requirieron mayor mano de obra (por ejemplo, en la construcción de líneas ferroviarias701); la capacidad de ahorro de los mismos aumentó de manera importante, así como sus contribuciones a sociedades de socorros mutuos702; el consumo también se vio incrementado, incluso en productos antes considerados de lujo, como el té y el tabaco703; y la mortalidad disminuyó, precisamente por las mejores condiciones alimentarias704 . ¿A qué se debió todo lo anterior? Ashton es categórico: la Revolución Industrial no fue sólo técnica705, significo también una revolución de las ideas proclives a la libertad706. Y por eso es que los protagonistas principales de dicho proceso fueron los empresarios, “hombres prontos para imaginar nuevas combinaciones de los factores de la producción, ansiosos de encontrar nuevos mercados, sensibles a nuevas ideas”707 . Recientemente, esta misma visión ha sido profundizada por Deirdre McCloskey, en particular con su trilogía sobre la Era burguesa (ella rescata el término burgués como algo positivo708): Las virtudes burguesas (2006), La dignidad burguesa (2010) y La igualdad burguesa (2016). Dice Rafael Rincón-Urdaneta, quien ha reseñado esta gran obra: “si se tuviera que resumir la idea central de esta colección, algo para nada fácil, podría decirse que el conjunto argumenta que somos ricos gracias a un cambio ético y retórico trascendental en la historia de la humanidad”709. En su crítica al libro del economista francés Thomás Piketty -El capital en el siglo XXI, publicado en 2013-, afirma McCloskey que: 700. R.M. Hartwell, “The rising standard of living in England, 1800-1850”, The Economic Histories Review, New Series, vol. 13, N° 3 (1961), p. 397. 701.Hartwell, “The rising standard”, p. 400. 702. Hartwell, “The rising standard”, p. 404. 703. Hartwell, “The rising standard”, pp. 406 y 407. 704. Hartwell, “The rising standard”, pp. 412 y 413. 705. Desde este punto de vista, puede entenderse como “al cambio que se produjo en la producción y consumo de bienes por la utilización de instrumentos hábiles, cuyo movimiento exige la aplicación de energía de la naturaleza”. Artola y Pérez Ledesma, Contemporánea, p. 62. 706. Ashton, La revolución industrial, p. 48. 707. Ashton, La revolución industrial, p. 37. 708. “Debemos rescatar la palabra y a través suyo redescubrir una clase media virtuosa. En los hechos, los miembros de la clase media jamás han sido unos monstruos. Quienes por lo general lo han sido son sus enemigos declarados, de Lenin a Pol Pot, Abimael Guzmán y Osama Bin Laden. El carácter virtuoso de la clase media no se manifiesta únicamente cuando una burguesa piadosa logra escapar a las implicaciones de su posición social y se une al Partido Comunista. Con el respaldo de una educación adecuada, la posición social burguesa permite que las virtudes florezcan”. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 101. 709. Rafael Rincón-Urdaneta, “McCloskey: La cruzada rebelde. Deirdre McCloskey y su trilogía liberal” (Santiago, Fundación para el Progreso, 2016), p. 2.
195
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
“las causas que sustentan el mundo moderno, en contraposición al desprecio de Piketty por las virtudes burguesas, fueron de hecho éticas y no materiales. Fueron la adopción ampliada de dos ideas simples: la idea económica nueva y liberal de libertad para las personas comunes y corrientes y la nueva idea social y democrática de dignidad para ellas”710.
Para McCloskey, un aspecto esencial de lo que denomina el gran enriquecimiento generado desde la Revolución industrial, es la retórica a favor del empresario como agente de innovación y de oportunidades, cuya actividad, aunque surgida de un interés propio, amplía luego sus beneficios a todos los demás en proporciones insospechadas. A manera de ejemplo, leamos lo que Jean-Baptiste Say (1767-1832) decía en 1803 sobre la figura del empresario: “este género de trabajo exige cualidades morales cuya reunión no es común. Requiere juicio, constancia y conocimiento de los hombres y de las cosas. Se trata de apreciar convenientemente la importancia de tal producto, la necesidad que se tendrá de él, los medios de producción; se trata de poner en movimiento algunas veces un gran número de individuos: es menester comprar o hacer comprar las materias primas, reunir los obreros, buscar los consumidores, tener un espíritu de orden y de economía; en una palabra, el talento de administrar. […] Hay más: las empresas industriales van siempre acompañadas de un cierto riesgo y, por bien conducidas que se las suponga, pueden fallar: el empresario puede, sin culpa suya, comprometer en ella su fortuna, y hasta cierto punto su honor”711.
Relacionado con el mito del capitalismo salvaje en clave histórica, puede resultar también interesante decir algunas palabras sobre Adam Smith (1723-1790), considerado el padre de la Economía, aunque en realidad era filósofo moral. Como bien dice Carlos Rodríguez Braun, “Smith no es solamente el padre de una ciencia, sino también de una doctrina: el liberalismo económico. Es en este segundo aspecto donde se cimenta la fama de Smith más allá del círculo de los economistas”712. 710. Deirdre McCloskey, “Pesimismo medido, no medido, mal medido e injustificado. Un ensayo crítico sobre el libro El capital en el siglo XX de Thomás Piketty”, traducción del inglés de la Fundación para el Progreso (Santiago, s/f), p. 37. 711. Jean-Baptiste Say, Tratado de Economía Política (1803), tomado de Artola y Pérez Ledesma, Contemporánea, p. 79. 712. Carlos Rodríguez Braun, “Estudio preliminar”, en Adam Smith, La riqueza de las naciones (Madrid, Alianza Editorial, 2016 [1776]), pp. 7 y 8.
196
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
De la lectura de su obra más célebre, La riqueza de las naciones (1776), resulta sorprendente que se le tienda a asociar con el capitalismo salvaje del que venimos hablando. Como señala Mauricio Rojas, la famosa mano invisible de Smith no significa la existencia de anarquía en su peor acepción, sino que “el interés de cada uno sólo puede realizarse sirviendo el interés de otro”713. Y como agrega Franch, en una economía libre lo que realmente ocurre es que “la búsqueda del interés positivo ajeno [trae] como consecuencia un incremento de mi propia riqueza particular”714. Asimismo, gran parte del Libro IV lo dedica Smith a criticar el capitalismo de amigotes (Crony capitalism), al que -sin más y erradamente- se suele vincular el libre mercado. Por ejemplo, y al referirse al proteccionismo, señala: “al restringir la importación de bienes extranjeros que podrían ser producidos en el país, sea mediante aranceles elevados o prohibiciones, se asegura un cierto grado de monopolio para la industria nacional que los produce”, pero no resulta tan claro “que tienda a aumentar el nivel de actividad de la sociedad ni orientarlo en la dirección más conveniente”715. Lo cierto es que valorar y defender la libertad de iniciativa económica no significa, como antes se ha dicho, propiciar la concesión de beneficios en favor de determinados empresarios o sectores particulares de la economía. Implica, más bien, apreciar el sentido profundo -antes ético que material- de la función empresarial. Y este sentido, como veremos en la siguiente sección, da cuenta de creatividad y búsqueda de oportunidades; cualidades que todas las personas, en distintos grados y sentidos, poseen.
713. Mauricio Rojas, “Consejos de un escocés del siglo XVIII”, columna de opinión en Pulso (13 de septiembre de 2016). 714. Franch, La fuerza económica, p. 143. 715. Adam Smith, La riqueza de las naciones (Madrid, Alianza Editorial, 2016 [1776]), pp. 551 y 552.
197
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
3 La historia como sorpresa: ¿qué significa ser empresario?
716
Concédame el lector (que ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí en la lectura), la posibilidad de hacerle una confesión personal: soy una persona poco práctica y nada diestra en materia de trabajos manuales. Siempre he sido torpe (“manitos de hacha”, como se dice coloquialmente) y pésima para las matemáticas. Por eso, “terminé” siendo -como me defino- “una historiadora en formación”. Lo mío es sólo leer y escribir. Prefiero ganar menos, pero hacer lo que me gusta. Jamás se me ha ocurrido dedicarme a los negocios. Lo máximo que he hecho, en este ámbito, es vender cecinas de Chillán. Por supuesto, no duré ni tres meses, aunque logré sobrevivir en tiempos de vacas flacas. Mientras estudiaba Licenciatura en Historia, escribí un trabajo intitulado La historia como sorpresa, en el que argumenté que lo más atrayente del conocimiento histórico es el vértigo que produce el acercamiento al pasado: “no siempre permite caminar por senderos seguros y conocidos. No necesariamente las hipótesis se convierten en tesis”, afirmé con seguridad. Y puse un ejemplo de sorpresa histórica que puede leerse en las crónicas viajeras del minerólogo alemán Paul Treutler (1822-1887), quien vino a Chile -ex profeso- con la intención de “hacerse la América” en los yacimientos de la zona de Atacama. Su estadía, que casi coincidió con el gobierno de Manuel Montt (1851-1861), se extendió entre los años 1851 y 1863. Treutler era un hombre sencillo que captó sensiblemente las diferencias de idiosincrasia entre su país y el nuestro. Al concurrir a una playa en Valparaíso, se percató, casi escandalizado, de la falta de pudor de las mujeres chilenas: “[…] un poco más allá por el mismo sendero, me encontré con un gran número de mujeres y muchachas, que se bañaban, apenas vestidas sólo con una camisa, otras, con nada más que una toalla alrededor de las
716. No utilizo la palabra emprendedor, porque me parece un eufemismo de la de empresario. Y creo que esta última palabra merece ser rescatada, que tiene un sentido profundo que vale la pena considerarse. Además, emprendimiento, muchas veces se asocia con el comienzo de una empresa y no con el desarrollo de la misma, que puede incluso llegar a fracasar. Según Martín Krause, la palabra empresario “ha sido desacreditada por quienes invierten parte de su ‘capital’ en obtener privilegios del gobierno, desviando su atención de la satisfacción de las necesidades de los consumidores a la satisfacción de las necesidades del gobernante de turno”. Krause, La economía explicada, p. 153. Creo que esta es una de las razones; otra muy importante, es la deslegitimación de la empresarialidad en sentido estricto (con fines de lucro) de parte de sectores antiliberales en lo económico.
198
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
caderas, o que, sentadas a orillas del camino se vestían y desvestían sin ninguna vergüenza”717.
En sus memorias, aclara que, pese a la falta de pudor, aquello no se consideraba en la sociedad chilena como algo indecente y que, en cambio, “reinaba el mayor orden”718. Luego cuenta que, al concurrir a Misa en la iglesia de San Agustín de la Plaza de la Victoria, la admiración del “bello sexo” se veía dificultada por la inesperada e incómoda constatación de costumbres relajadas: “entre las mujeres y muchachas muy bellas había algunas que ‘pololeaban’, no obstante el carácter sagrado del recinto, y daban al manto, frecuentemente y como por casualidad, un movimiento tal, que era posible contemplar el bello busto, pues debido al calor sólo llevaba una camisa de cambray muy fina debajo del manto”719.
El testimonio de Treutler me produjo una doble sorpresa. Además de la (para mí) inesperada falta de pudor de nuestras mujeres decimonónicas -lo que, en todo caso, habría que estudiar más a fondo, por ejemplo, al cotejar otras fuentes históricas-, me sorprendió la existencia, en esa época, de la palabra pololeo, que estimaba más o menos reciente. ¿Por qué traigo a colación esta anécdota, en apariencia poco importante? Porque llegué a la conclusión, mientras preparaba este libro, que ser historiador (en mi caso, en formación) no es tan distinto que ser empresario (también los hay en desarrollo). Precisamente, serlo supone un riesgo, una especie de “salto al vacío”. El empresario es un aventurero que merece ser valorado. Por lo mismo: ¿se justifica la crítica que se suele dirigir a los empresarios casi por el sólo hecho de serlo, como si fueran demonios encarnados? Creo que no. Y pienso que serlo no supone necesariamente ser un Lobo de Wall Street, como se titula la famosa película de 2013, que retrata la vida de un agente bursátil corrupto720. Aunque efectivamente existen lobos en el mundo de los negocios, pienso que a fin de cuentas, la idea, corriente en la izquierda, de que el mercado no es más que una guarida de lobos es una caricatura. De hecho, si lo fuera, ni siquiera podría haber un mercado mínimamente funcional721. Pero, en concreto, ¿qué significa ser empresario? 717. Paul Treutler, Andanzas de un alemán en Atacama. 1852-1858 (Copiapó, Editorial del Pacífico, 1958), p. 52. 718. Ibíd. 719. Treutler, Andanzas de un alemán, p. 53 720. Dirigida por Martín Scorsese y protagonizada por Leonardo Di Caprio.
199
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Volvamos nuevamente sobre la definición de Jesús Huerta de Soto, aunque ahora hilando un poco más fino. Dice el profesor español que, en un sentido amplio, la función empresarial es sinónimo de acción humana, porque se vincula con el carácter esencialmente creativo que todas las personas poseen. Y aclara que, aunque esta acepción pueda parecer excesiva, surge de su misma etimología. La palabra empresa -entrepeneur en inglés y francés- deriva del verbo latino in prehendoendi-ensum, “descubrir, ver, percibir, darse cuenta de, atrapar”722. Por eso, desde antiguo, el término empresa alude a las grandes acciones de los seres humanos. Mises define la acción humana, en su libro homónimo, como “una conducta consciente, movilizada y transformada en actuación, que pretende alcanzar precisos fines y objetivos”723. Los fines constituyen las metas que las personas valoran para sí y que nadie, menos todavía la autoridad estatal, debe determinar por ellas. Y los medios son las herramientas para lograr los fines trazados. Asimismo, la utilidad es “la apreciación subjetiva que el actor da al medio en función del valor del fin que él piensa que aquel medio le permitirá alcanzar”724. Dicho de manera simple, la función empresarial -en sentido amplio- es la actividad creativa y de descubrimiento (de sorpresa) que las personas efectúan en la consecución de sus fines a través de ciertos medios que consideran útiles. Como antes se ha visto, la libertad personal consiste -justamente- en la búsqueda del propio destino, que ahora, de manera más concreta, podemos asociar a la idea de empresarialidad. Y si la acción empresarial es sorpresiva, se debe precisamente a que los actores o sujetos no son capaces de predecir, al menos de manera exacta, el futuro. “El futuro, además, está abierto a todas las posibilidades creativas del hombre, por lo que cada actor se enfrenta al mismo con una incertidumbre inerradicable, que podrá minorarse gracias a los comportamientos propios y ajenos (instituciones)”725 . Pero que no se pueda predecir -exactamente- el futuro, y que el éxito no se encuentre garantizado, no implica que las personas no sean capaces de decidir sobre sus fines y medios. Aunque puedan fracasar, igualmente tienen derecho a perseguir, por sí mismas, sus propios fines. Por lo demás, la incertidumbre no es algo que afecte exclusivamente a los empresarios, sino que alcanza también a los funcionarios estatales, pues la incertidumbre es inherente a la condición humana. Y mayor, además, en el caso de los funcionarios y agentes estatales, cuyos planes y 721. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 58. 722. Huerta de Soto, Socialismo, p. 42. 723. Ludwig von Mises, La acción humana. Tratado de Economía (Madrid, Unión Editorial, 2015 [1949]) p. 15. 724. Huerta de Soto, Socialismo, p. 44. 725. Huerta de Soto, Socialismo, p. 46. El destacado en el original.
200
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
propósitos reguladores procuran anticipar el resultado, no de una acción individual, sino de la de muchos, muchísimos individuos, cuyas decisiones, preferencias, etc., no se pueden prever a cabalidad. La crítica recurrente de varios autores liberales a los intentos de planificación económica -a la imposibilidad del cálculo económico allí donde no existe el mercado726 - tiene que ver precisamente con todo esto. Ahora bien, el concepto de función empresarial en sentido estricto se asocia con el afán de lucro o de beneficio empresarial, que es “la ganancia que se obtiene de la acción humana y constituye el incentivo que mueve o motiva a actuar”727. Como antes se ha dicho, un empresario puede fracasar, sumando más pérdidas que ganancias, pero esto no implica que un agente externo pueda tomar mejores decisiones que él. La acción empresarial -también de trabajadores y consumidoreses esencialmente subjetiva. ¿Por qué lo es? Porque el conocimiento que se requiere para su ejercicio es “de tipo práctico y no de naturaleza científica”, no pudiendo “ser representado de una manera formal”728. Es un conocimiento que, por lo mismo, permite que las personas reaccionen cuando se dan cuenta que están cometiendo errores729. Y por eso es que, por el contrario, se les hace imposible el cálculo económico a los gobiernos, que carecen de la información suficiente acerca de las circunstancias y fines particulares de los individuos, así como del conocimiento que sería necesario para cotejar -al menos, de manera aproximada- la relación entre los fines y los medios que la acción empresarial supone. Además, los gobiernos no tienen la capacidad de reaccionar a tiempo cuando cometen errores. De hecho, el Estado y la autoridad política suelen ir a remolque de los acontecimientos, especialmente en los asuntos económicos. Y lo peor de todo esto es que, cuando los errores se tornan patentes, las autoridades estatales no los reconocen ni asumen responsabilidad alguna por ellos. Para el caso de Chile, podrían ponerse muchos ejemplos, pero basta con consignar la casi nula autocrítica de las autoridades acerca del funcionamiento real del Estado. ***
726. El mismo libro de Huerta de Soto trata al detalle esta cuestión, dando además cuenta del debate que, en torno a ella, se ha suscitado entre diversos autores. 727. Huerta de Soto, Socialismo, p. 49. El destacado en el original. 728. Huerta de Soto, Socialismo, p. 52. 729. Franch, La fuerza económica, p. 30.
201
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Íntimamente unida a la idea de función empresarial se encuentra la de innovación, que es un atributo de los individuos. Como bien dice Franch, los “colectivos en cuanto tales no inventan ni descubren. Son los individuos quienes lo hacen. Aquellos, si acaso, ejercen de mecenas, facilitando la acción de éstos”730. Y en torno a este punto, el economista español no se encuentra solo. No lo acompaña únicamente McCloskey, varias veces citada antes, sino también Xavier Sala i Martín, quien dedica un capítulo entero de su libro Economía en colores (2016) a tratar el tema de la innovación empresarial. ¿Cuál es la tesis central de Sala i Martín? Que la innovación -que realmente posibilita el progreso- no supone ideas radicalmente novedosas, como en su momento lo fueron el descubrimiento de la electricidad o el invento del teléfono, sino que surge de sectores tradicionales de la economía (por ejemplo, comida y vestuario), que no apuntan a conseguir una patente a partir de una investigación formal de laboratorio. Es decir, no se trata de la denominada Investigación y Desarrollo (I+D), que propician los gobiernos mediante fondos especiales731. Por el contrario, “la mayor parte de las grandes ideas empresariales no vienen de científicos o investigadores que descubren grandes principios de la ciencia en sus laboratorios de la universidad”, sino que “vienen de gente normal como vosotros y como yo: trabajadores, estudiantes, vendedores, profesores de historia, malabaristas, poetas o lavaplatos”732. Para demostrar su tesis, Sala i Martín pone sobre la mesa varios ejemplos de empresas exitosas que, comenzando desde abajo, crearon una idea novedosa que terminó causando furor en el gran público. Me limito aquí a un único caso: Zara. Amancio Ortega, su dueño, se encuentra actualmente situado en el tercer lugar de la lista Forbes de multimillonarios del mundo, después de Bill Gates y Carlos Slim. Ortega era un vendedor de camisas descontento con el mecanismo de venta de las empresas de ropa. ¿Qué hacían? Contratar un diseñador gurú para “adivinar” las tendencias de temporada y diseñar una colección que, al no venderse a tiempo, termina haciéndose a mitad de precio en una liquidación. Ortega se preguntaba ¿por qué las tiendas de ropa sólo venden el 60 % de la colección dentro de la temporada y el resto en las rebajas? También se preguntaba ¿por qué dos colecciones en el año? Y ¿cuál fue la respuesta que recibía? “Por qué así lo decidió Cristián Dior en 1920?”733 .
730. Franch, La fuerza económica, p. 27. 731. Xavier Sala i Martín, Economía en colores (Santiago, Conecta, 2016), pp. 93 y 94. 732. Sala i Martín, Economía en colores, p. 94. 733. Sala i Martín, Economía en colores, pp. 102 y 103.
202
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
Entonces, ¿cuál es el aporte de Ortega? ¿Cuál fue su “gran” innovación? Que, en vez de confiar en los diseñadores, decidió preguntarle a la gente de a pie cómo le gustaría vestirse. De ahí que los vendedores de Zara fungen, a la vez, de encuestadores. “La consecuencia de escuchar a los clientes en lugar de hacer caso de los gurús de la moda es que el porcentaje de diseños que se consideran fracaso -los modelos que los clientes no quieren- es de sólo el 1% (frente al 10 % que registra el sector)”734. El gran error de dirigentes políticos y líderes de opinión es creer que la innovación -base de la función empresarial- debe surgir de manera centralizada, desde el Estado. Aquí nuevamente se percibe la obsesión estatista que caracteriza a muchas sociedades, incluyendo a Chile. En su reciente visita a nuestro país, McCloskey refutó este paradigma: “[Luis Alberto Pino:] ¿Puede profundizar en su idea de innovación? ¿Pasa por favorecer una “cultura del cambio”? [Deirdre McCloskey:] No creo que se necesite una gran cultura del cambio. […] la cultura no es un obstáculo. Los obstáculos vienen de las leyes, de las regulaciones, de los grupos de interés, de los dueños de licencias, de taxis, etc.; eso es lo que para la innovación. [Luis Alberto Pino:] ¿Se requieren grandes inversiones en educación para posibilitar la idea liberal de innovación? [Deirdre McCloskey:] No necesitas ser educado para innovar. La mayoría del emprendimiento tiene que ver muy poco con educación. Soy una educadora y quiero que todo el mundo tenga un título, pero el emprendimiento se trata de identificar oportunidades”735
Evidentemente una sociedad de oportunidades no es aquella en que los gobiernos intervienen, diciéndole a la gente cómo vivir sus vidas -especialmente cómo emprender, trabajar y consumir-, sino creando las condiciones que posibilitan el despliegue de la libertad individual; en este caso, de la capacidad empresarial que no se reduce a algunos iluminados o afortunados, sino que se encuentra dispersa en la generalidad, en las personas comunes y corrientes. Sorprendentemente incluso en alguien como yo, torpe para las labores manuales y pésima para las matemáticas. De alguna manera, incluso alguien como yo puede decir que es
734. Sala i Martín, Economía en colores, p. 103. 735. Luis Alberto Pino, “No me preocupa mucho la idea de justicia social, no creo que tenga mucho significado”, entrevista a Deirdre McCloskey en El Mercurio de Antofagasta (domingo 6 de noviembre de 2016), pp. 6 y 7.
203
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
“empresaria” al escribir un libro como éste (aclaro, en todo caso, que no pretendo hacerme millonaria con un libro sobre la derecha chilena). Pero para que todo lo anterior sea posible, es fundamental que las instituciones garanticen el derecho de propiedad, muy vinculado al de libertad. No existe propiedad si no podemos disponer lo que tenemos como medio útil para la consecución de nuestro fin. Como dice Franch: “la riqueza es una cuando pertenece a una sola unidad de decisión y vale más o menos en la medida en que esa unidad de decisión (propietaria, con libre disposición sobre ella) sea capaz de compenetrarla y complementarla más o menos en orden a sus fines”736. Asimismo, y con Hayek, resulta fundamental para potenciar el valor de la responsabilidad: “al a fin de cuentas la propiedad de todos es la propiedad de ninguno, la responsabilidad de todos es la responsabilidad de nadie”737. O, tal como ya lo había identificado el propio Aristóteles (384-322 a. C.), al criticar el comunismo propuesto por Platón en su República: “[…] lo que es común a un número muy grande de personas obtiene mínimo cuidado. Pues todos se preocupan especialmente de las cosas propias y menos de las comunes, o sólo en la medida en que atañe a cada uno. En cuanto a los demás, más bien se despreocupan, en la idea de que otro se ocupa de ello”738.
El derecho de propiedad, a su vez, incentiva el progreso, ya que “está claro que pondré mis mayores esfuerzos en cualquier tipo de actividad en la medida en que pueda gozar plenamente de los frutos del esfuerzo realizado en el aprovechamiento de mis recursos”739. Y esto se logra en la medida en que este derecho permite la facultad de transferir o intercambiar, que supera el mero uso y goce de los bienes propios. Lo supera, en el sentido de que estos bienes no sólo dan cuenta de la satisfacción de necesidades inmediatas, sino también de la creación de riqueza y de valor, para quien vende y compra, respectivamente. Por otra parte, el mercado, en cuanto mecanismo de intercambio, no es un juego de suma cero como suelen decirlo -o al menos insinuarlo- políticos e intelectuales de izquierda. Si una parte está dispuesta a pagar un determinado precio por un bien o servicio, se debe al hecho que el valor de uso que le asigna a ese producto, supera al valor de cambio reflejado en el precio. Por lo tanto, no se puede pensar el precio 736. Franch, La fuerza económica, p. 53. 737. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 119. 738. Aristóteles, Política (Madrid, Editorial Gredos, 1988), pp. 91 y 92. 739. Krause, La economía explicada, p. 87.
204
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
de un producto si no se asocia con el fin (eminentemente subjetivo) que la persona persigue. Los libros siempre serán caros para quienes no disfrutan de la lectura. En este sentido, tiene razón Alfred Marshall cuando dice que “la satisfacción que [el comprador] obtiene de su compra excede, generalmente, a aquella de que se priva al pagar su importe y, por tanto, deduce de la compra un excedente de satisfacción”740. Por lo demás, el mercado no está compuesto sólo por “las grandes empresas que explotan o abusan de la gente” (paráfrasis mía) -esto no es más que una caricatura y nada indica que sea de hecho la regla general-; el mercado, por el contrario, está compuesto por los intercambios de todas las personas, por nosotros mismos en cuanto intercambiamos voluntariamente diferentes bienes y servicios. Si una empresa es grande, si obtiene ganancias millonarias, ello se debe a que sabe interpretar las preferencias de miles o millones de personas. De ahí que atacar a las empresas que limpiamente han conquistado su nicho en el mercado, implica también hacer lo mismo con las personas que han contratado con ellas, sus clientes. Las consideraciones de los dos párrafos anteriores no implican que, necesariamente, la voluntad de las personas sea enteramente perfecta. No quiere decir que siempre ellas decidan con total satisfacción y conformidad. Esto suele ser frecuente en materia laboral: muchas personas se ven enfrentadas a aceptar trabajos de mala gana, ya que deben efectuar tareas que consideran indignas, además de no recibir el sueldo que consideran justo. Felipe Schwember aclara que, en estos casos, las personas obran “en parte voluntaria y en parte involuntariamente y seguramente más del segundo modo que del primero”. Se trata de lo que Aristóteles llamaba “actos mixtos de voluntario con involuntario”. Dicho esto: “el trabajador que acepta trabajar por un sueldo de subsistencia”, obra “con voluntad imperfecta, esto es, en parte voluntaria y en parte involuntariamente”741 . Pero el hecho que el Estado deba asumir un rol específico en ayuda de quienes padecen necesidad -precisamente, en el sentido de no poder actuar con voluntad perfecta-, no significa que las personas no sean libres, debiendo ellas ser reemplazadas -en su mismo poder de decisión- por aquel. En cambio, lo que hay que hacer es fortalecer ese poder. Esa es, por lo tanto, la simetría que debería buscarse: que todos puedan identificarse con sus propias decisiones, que todos puedan decidir libre e individualmente, y no, como tienden a propugnar las visiones colectivistas de distintos sectores, una simetría que se impone a expensas de la posibilidad de 740. Alfred Marshall, Principios de Economía Política (Madrid, Aguilar, 1963), p. 107. 741. Felipe Schwember [En prensa], “Igualdad o igualitarismo Dos perspectivas acerca de la justicia”, Estudios Públicos (2017). No agrego el número de la revista ni tampoco los de sus páginas, ya que sólo he podido acceder al borrador de este trabajo. Agradezco a su autor por habérmelo facilitado.
205
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
las elecciones individuales y descentralizadas. En Chile esa visión colectivista está representada por la Nueva Mayoría y el Frente Amplio. Y de manera más moderada, por la derecha comunitarista. Dicho en simple, lo que hay que hacer es que las personas participen más y mejor en el mercado, pero en ningún caso sacarlas de él, como propician los anticapitalistas tanto de derecha como de izquierda. Seguramente, algún lector se preguntará por qué, en un simple ensayo político, se dedican tantas páginas a hablar de la libertad desde un punto de vista empresarial. “¡Esto no es un tratado de Economía ni de Administración de Empresas!”, dirá legítimamente este lector. No lo es y esta servidora está muy lejos de ser economista o ingeniera comercial. Sin embargo, precisamente en clave política -tanto a nivel de dirigentes como de intelectuales-, lo que hoy está en juego, a lo que se está disparando, no es tanto un modelo económico-social en sentido abstracto como a un orden institucional que prioriza la capacidad de los individuos para crear y buscar oportunidades por sí mismos, especialmente cuando esto va acompañado de ánimo de lucro. En este sentido, cuando la izquierda en Chile critica el modelo por ser supuestamente abusivo, no lo hace con el objetivo de mejorarlo, sino idealmente de reemplazarlo. No por nada se habla de “otro modelo”. La derecha no debe ser ingenua en este punto: la izquierda, en su gran mayoría, no es que quiera legitimar el mercado; quiere hacer precisamente lo contrario: deslegitimarlo para reemplazarlo por otra cosa, aunque no se sepa concretamente en qué consista. Y si el socialismo es la ideología política que, durante el siglo XIX, aspiró a superar el capitalismo de la Revolución industrial742, desde un punto de vista teórico (y práctico, en caso de aplicarse) siempre implica “toda restricción o agresión institucional contra el libre ejercicio de la acción humana o función empresarial”743. Aterrizando esta conclusión a la derecha actual, pienso que, si ella realmente quisiese hacerle frente a la avanzada ideológica de la izquierda, debería poner como eje de su discurso la defensa de la libertad empresarial, pero en su sentido ético antes que material y, por lo tanto, como una libertad de la que hacemos uso todos y no sólo los grandes empresarios. Sin embargo, no deja de sorprender que en el sector se le dé tan poca importancia a la libertad personal en este plano. No se capta el sentido humano -cultural y ético- que hay detrás de este gran principio. Justamente, mientras escribo estas líneas, la prensa da a conocer el documento Manifiesto por la República y el buen gobierno (una invitación a pensar), coescrito por 742. “Socialismo […] es el nombre de la nueva doctrina política y social que, con formulaciones muchas veces divergentes, pretendía la sustitución del sistema capitalista, al que se hizo responsable del pauperismo y la desigualdad, por un nuevo tipo de sociedad igualitaria”. Artola y Pérez Ledesma, Contemporánea, p. 149. 743. Huerta de Soto, Socialismo, p. 85. El destacado en el original.
206
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
Andrés Allamand, Hernán Larraín, Ramiro Mendoza, Joaquín García-Huidobro, Hugo Herrera y Pablo Ortúzar (los tres últimos, intelectuales públicos)744. En sus cincuenta números, prácticamente no aparece la palabra libertad745. Pero, sin embargo, resulta notoria la adhesión a conceptos de carácter colectivo como república, nación, pueblo, comunidad, etc., no entendiéndose además estos conceptos, valga aclarar, como surgidos de decisiones de los individuos, sino como totalidades con vida propia, a las que ellos debieran subordinarse. Hugo Herrera, al comentar este documento, es claro en este punto: “la rehabilitación de la idea de república apunta al reconocimiento de un ámbito de participación que exige la división del poder social; entre el Estado y el mercado; al interior del Estado, tanto funcional como territorialmente; al interior del mercado, controlándose el monopolio y el oligopolio. […] Si el principio republicano apunta hacia la dispersión, el otro principio, el nacional, actúa en dirección contraria [es decir, hacia la concentración del poder]”746 .
Al igual que el documento Convocatoria, y en la estela de diversos pensadores comunitaristas (Sandel y Taylor, entre varios otros), el concepto de república se entiende aquí como un contrapeso a favor del Estado y en contra del mercado. No se trata, como expresa Herrera, sólo de dividir el mercado en su interior, en favor de la libre competencia, sino de quitarle poder al mercado (a las personas que intercambian) para aumentar el del Estado. En otras palabras, bajo esta visión, el mercado debe ser limitado por el Estado, ya que produciría fragmentación política, es decir, daría cuenta de la ausencia de un horizonte de significado que esté por encima de los fines individuales, supuestamente egoístas. Asimismo, el concepto de nación apuntaría a refirmar ese mismo fin colectivo, a partir de la idea de una identidad común -precisamente nacional-, que ayudaría a derrotar la fragmentación indicada747.
744. Ver el sitio web www.manifiestorepublicano.cl [último acceso: 08/03/2017). Posteriormente fue publicado en conjunto con varios comentarios de otros autores en el libro de Andrés Allamand y otros, La mayoría de las ideas. De la retroexcavadora al manifiesto republicano (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2017). 745. Aparece mencionada en seis ocasiones, según señala Andrés Barrientos, “La actitud gatopardesca del Manifiesto Allamand-Larraín”, columna de opinión en El Demócrata (17 de febrero de 2017). 746. Hugo Herrera, “Centroderecha, república y nación”, columna de opinión en La Segunda (21 de febrero de 2017). 747. Se volverá sobre este documento en los dos siguientes capítulos.
207
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
4 Las reinas de Estado: ¿se justifica la crítica moralizante al consumo? Resulta curioso que la misma palabra -“Estado”-, que refiere a una institución que a lo largo del siglo XX cometiera tantos atropellos contra la libertad individual, pueda servir también para designar, en ese mismo siglo, a un espacio de emancipación. Claro que, en este segundo caso, el término no alude al monopolio de la violencia física, sino que una de las principales arterias del centro de Santiago. Efectivamente, la calle Estado concentró, desde la segunda mitad del siglo XIX, las más importantes tiendas de productos de lujo, de ropa, etc., que sirvieron -a su vez- de escenario de un proceso (gradual) de liberación femenina. En su obra Las reinas de Estado, publicado en 2011, Jacqueline Dussaillant explica que el desarrollo del comercio de Santiago, asociado a las grandes tiendas -que se dio entre los años 1880 y 1930-, no cabe reducirlo a mero consumo, sino que también se abrió a un espacio de sociabilidad, del cual resultaron beneficiadas las mujeres: “allí encuentran más que un lugar de compra y abastecimiento de vestuario y artículos para el hogar: descubren un lugar para ‘invertir’ horas de ocio, para reunirse con sus pares, para ver y ser vistas, para imponerse de cómo hay que vestirse o decorar el hogar según las últimas tendencias”748 .
Si bien no se trató de una liberación legal, ya que las mujeres siguieron estando subordinadas a sus maridos en términos patrimoniales749, sí el comercio de las grandes tiendas permitió una mayor libertad de movimiento y contribuyó de facto a incrementar su rol de administradora del presupuesto familiar. Además, y por el hecho de venderse productos de forma masiva, los precios se fueron abaratando, pudiendo así, de manera creciente, acceder a ellos los sectores medios y populares750. 748. Jacqueline Dussaillant Christie, Las reinas de Estado. Consumo, grandes tiendas y mujeres en la modernización del comercio de Santiago (1880-1930) (Santiago, Ediciones UC, 2011), p. 19. 749. En Chile actualmente la sociedad conyugal, cuyo jefe es el marido, sigue siendo el régimen de derecho común o supletorio. Vale decir, opera a falta de un pacto explícito de separación de bienes (total o parcial) o de participación en los gananciales. Una aproximación didáctica a este tema (para no abogados), puede verse en la ficha básica “Regímenes patrimoniales del matrimonio” de la Biblioteca del Congreso Nacional, https://www.bcn.cl/leyfacil/recurso/regimenpatrimonial-del-matrimonio [último acceso: 26/02/2017]. 750. Por lo mismo, Mises señala que: “lo característico del capitalismo es producir bienes en masa, provocando así una tendencia a la elevación del nivel de vida en general y al progresivo enriquecimiento de los grupos mayoritarios. El capitalismo ‘desproletariza’ a los trabajadores, ‘aburguesándolos’ a base de bienes y servicios”. Mises, La mentalidad anticapitalista, p. 15.
208
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
Con respecto a lo primero -a la generación de un nuevo espacio de sociabilidad-, dice Dussaillant que los nuevos centros comerciales supusieron un paseo personal, familiar o social -el vitrineo-, puesto que ya en el siglo XX, se sumarán los portales (de origen colonial) y las galerías. Las segundas “son un antecedente lejano de los actuales centros comerciales o malls, pues no sólo concentran locales comerciales bajo el mismo ‘techo’, sino también sirven de espacio de sociabilidad al resguardo de las inclemencias del tiempo”751. Con relación a lo segundo -a la emancipación femenina-, si bien es cierto que ello no se debió únicamente a la creación de nuevas tiendas (las de departamentos), sino a muchos otros factores, comenzando por el educacional752, es evidente que el “control sobre los gastos familiares, [les] van abriendo [a las mujeres] nuevas oportunidades”, y, “de un modo u otro, las habilita para probar nuevos objetos, visitar nuevos lugares y conocer a nuevas personas”753. Hay que pensar que, en la primera mitad del siglo pasado, resultaba todavía cuestionable que las mujeres descuidasen sus “funciones propias”, de manera que “salir de compras”, por tramos prolongados de tiempo, implicaba, de alguna u otra manera, un abandono de dichas tareas. En este sentido, resulta interesante constatar que en 1922 -refiriendo el mismo período de estudio de la profesora Dussaillant-, un pensador liberal como Ludwig von Mises sostenga que el contexto de la creciente emancipación femenina no es otro que el capitalismo moderno. ¿Por qué? Porque permitió superar la sociedad estamental, que negaba la noción de individualidad, abriéndose a las relaciones de carácter contractual, de persona a persona. De hecho, afirma Mises, los matrimonios por conveniencia forman parte de la época anterior al liberalismo clásico, desarrollado principalmente durante el siglo XIX: “al penetrar la idea de contrato en el derecho matrimonial se rompe la soberanía del hombre, y la mujer se convierte en compañera que goza de iguales derechos. Paso a paso la mujer gana la posición que actualmente ocupa en el hogar y que sólo se diferencia de la del marido por la actividad de cada uno de ellos en la vida práctica, pues las prerrogativas que ha conservado el hombre valen poca cosa. Son prerrogativas honoríficas, como, por ejemplo, que la esposa lleve el nombre del marido”754.
751. Dussaillant, Las reinas de Estado, p. 130. 752. Por ejemplo, “la proporción de mujeres que asiste a las escuelas públicas del país se incrementa de un 28% a un 52% entre 1860 y 1927”. Dussaillant, Las reinas de Estado, p. 154. 753. Dussaillant, Las reinas de Estado, p. 172. 754. Ludwig Von Mises, Socialismo (Madrid, Universidad Francisco Marroquín / Unión Editorial, 2007 [1922]), p. 103.
209
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
En cuanto al acceso de sectores medios al consumo, un hito clave fue la fabricación y venta de ropa hecha que, si bien en un principio constituyó un lujo, prontamente se masificó, puesto que “Gath y Chávez [famosa multitienda de la época] ‘le devuelve al pobre, a la clase media, con sus efectivas baraturas, el exceso que en el primer momento pagó el rico y elegante’”755. El mismo desarrollo de la ropa hecha permitió que las mujeres se abrieran campo en trabajos fuera del hogar, ya que se liberaron de la obligación de fabricarla para todo el grupo familiar. *** Tanto el anticapitalismo hard como soft (de izquierda y derecha, respectivamente) efectúan una fuerte crítica moral -o más bien, moralizante- al consumo masivo que actualmente se da en las grandes tiendas, particularmente en los malls. Resulta llamativo, aunque no tan sorprendente, que en esta crítica confluyan intelectuales de sectores políticos tan diversos, como Atria y Mayol, de un lado, y Herrera y Mansuy, del otro. Lo cierto es que la crítica moralizante al libre mercado termina uniendo a moros y cristianos. Aunque ya la hemos visto de manera breve, vale la pena profundizar en ello en esta sección, dado que dicho ataque no se dirige exclusivamente hacia los empresarios u oferentes, sino también a los consumidores -al acto mismo de consumir-, aunque a veces poniendo a los segundos como víctimas de los primeros. Desde la izquierda, esta crítica puede verse, de manera monográfica, en Tomás Moulian, con su opúsculo El consumo me consume (1998). En esta obra, se señala que, si bien el consumo constituye una “operación cotidiana”, puede (y debe) ser sometida a un escrutinio moral, aunque no puritano, sino político. ¿En qué sentido político? En cuanto a que el consumo, en el marco de una economía de libre mercado, tiende a agobiar, esclavizar y fragmentar 756. ¿Cuándo se produce esto? Cuando el consumo no se justifica en una necesidad, sino que se disuelve en el mero goce757. Muy interesante es su tipología de los consumidores: asceta, hedonista y estoico. El primero se niega a sí mismo, pudiendo incluso llegar a negar a los otros “en la medida que la finalidad superior lo exija”758. “Para el asceta, los placeres y goces están subordinados a las finalidades trascendentes que dan sentido a la existencia” 759. El consumidor hedonista, por su parte, “sólo responde al llamado
755. Dussaillant, Las reinas de estado, p. 275. El entrecomillado simple corresponde a la revista Sucesos, N° 937 (1920). 756. Moulian, El consumo me consume, pp. 9 y 10. 757. Moulian, El consumo me consume, p. 14. 758. Moulian, El consumo me consume, p. 16. 759. Moulian, El consumo me consume, p. 17.
210
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
de los placeres”, consumando “lo más rápidamente posible el deseo, llegar al goce y reempezar, porque el placer es sólo la sombra del deseo”760. Finalmente, el consumidor estoico es aquel que busca “preservar su estructura íntima del asedio vertiginoso de esta sociedad consumatoria, en la que el mercado trata de devorarnos y el alud de información impedirnos pensar”761. Para Moulian, el consumidor “problemático” sería el hedonista, ya que éste es el que asocia el consumo con la búsqueda de fines propios y no colectivos. Y puede decirse que, de acuerdo a esta taxonomía, los intelectuales de derecha abogarían por un consumo asceta, mientras los de izquierda por uno estoico. Otro problema que menciona Moulian es que el consumo hedonista sería fuente de desigualdad, porque el dinero despilfarrado no se orientaría a quienes realmente lo necesitan. De hecho, señala que el “consumo excesivo de algunos individuos [se efectúa] a costa del hambre de los demás”762. Uno se pregunta aquí si la enorme biblioteca que Moulián seguramente posee (es un intelectual de fuste) podría ser considerada como un “consumo excesivo”, que ha sido efectuado a costa de quienes viven en estado de necesidad. ¿Estaría dispuesto Moulián a vender (o mejor, donar) su biblioteca para ayudar a los pobres? Para él, lo más grave , en el contexto de su crítica moralizante (supuestamente no puritana), es “el empobrecimiento de la idea de felicidad que [el consumismo hedonista] trae consigo”763. Además, la “desintegración social” que produce, haciendo desaparecer “del vocabulario político la noción de lucha de clases”764. Para Moulian, el horizonte de sentido, que debería vincular al pueblo, sería la lucha de clases. Asimismo, y como es de esperar, Moulian simboliza el consumismo hedonista en el mall, que denomina “la catedral del consumo” y que califica como “incitador del deseo”, incluso para erotizar y dejarse llevar por una “corriente irresistible”765 . De esta manera, el consumo “deviene en esclavitud”, en “objetofilia”766, en consumo como deseo en sí mismo, no mediado por una necesidad realmente justificada. “Ese es el efecto del carácter superficial de la cultura neoliberal, dada su total ausencia de una dimensión de trascendencia”767. En su conclusión, Moulian reconoce que el gran problema es “cómo se determina lo necesario”768, y aunque no da una 759. Moulian, El consumo me consume, p. 17. 760. Ibíd. 761. Moulian, El consumo me consume, p. 18. 762. Moulian, El consumo me consume, p. 27. 763. Moulian, El consumo me consume, p. 33. 764. Moulian, El consumo me consume, p. 45. 765. Moulian, El consumo me consume, pp. 55 y 56. 766. Moulian, El consumo me consume, p. 65. 767. Moulian, El consumo me consume, p. 67. 768. Moulian, El consumo me consume, p. 69.
211
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
respuesta expresa de su crítica fuerte al mercado, amén de la ideología que profesa (marxista), es de suponer que no serían los individuos particulares los encargados de hacer eso, sino alguna entidad estatal que se arrogaría el derecho y la autoridad para hacerlo. No está de más recordar que a la visión de Moulian -y que resulta paradigmática en sectores de izquierda-, adhieren también los intelectuales más renombrados de la derecha actual: Hugo Herrera, Daniel Mansuy y Pablo Ortúzar. El primero señala que el consumo en grandes cadenas daña la “vida vecinal”, que sería comunitaria y no egoísta, a diferencia de aquellas769. Y agrega que prácticamente ya no existen en Chile los pequeños comercios, “a tal punto que casi todo ¡hasta el pan! lo compramos [en los grandes comercios]”770. Sin embargo, y siendo yo una persona “de Plaza Italia para abajo”, no puedo dejar de diferir de tan categórica afirmación. Personalmente compro todos los días en distintos almacenes que, en gran cantidad, existen en mi barrio de la comuna de Santiago centro. En este lugar, como en todos los sectores urbanos -medios y populares-, existen múltiples locales comerciales, en los que es posible interactuar, de manera familiar, con sus vendedores y dependientes771. No es cierto que no exista vida vecinal en la mayoría del país, como sostiene Herrera. Mansuy, además de cuestionar los horarios de trabajo, propone la construcción de los malls fuera de los espacios urbanos772. Pero esto no sólo afectaría la capacidad de desplazamiento de muchas personas, especialmente de sectores populares, sino que no atiende al hecho que, muchas veces, los sectores residenciales se construyen en torno a los comerciales, originariamente situados en la periferia773. ¿Habría entonces que prohibir la construcción de edificios y condominios en las cercanías de los centros comerciales?774 Y Ortúzar no se queda atrás cuando pone sobre la mesa lo que denomina “La gozadera”:
769. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 38. 770. Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, p. 37. 771. Me parece que no es necesario aportar fuentes empíricas para algo que resulta tan evidente y para lo cual basta con recorrer cualquier barrio de nuestras ciudades, que no sea de clase alta. 772. Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, p. 173. 773. Esto se puede fácilmente comprobar al ver en televisión la publicidad de condominios tanto de departamentos como de casas. Precisamente, uno de los grandes atractivos que da cuenta esta publicidad es la cercanía de las viviendas construidas (o por construir) a centros comerciales, como malls, supermercados, bulevares, etc. 774. Nada de lo dicho, por mi parte, niega la necesidad que las ciudades sean planificadas, en cuanto se trata de un espacio común. Pero esta planificación no debería suponer, de antemano, que los centros comerciales tengan que construirse en la periferia, lo que podría afectar a las personas de menores ingresos, que no poseen vehículos propios.
212
CAPÍTULO SEXTO. LA FUERZA DE LA LIBERTAD: UN RELATO QUE SÍ VENDE
“el exceso de un mundo sostenido sobre una orgía de consumo, desperdicio y endeudamiento. Una gran fiesta donde nadie es responsable de nada, y donde los ricos y los poderosos viven a escala planetaria, fluyendo con el capital, mientras que el resto está atado al suelo (Panamá Papers nos lo confirmó: el Caribe no somos tú y yo). Un mundo donde el acceso a lo fundamental está precarizado, a cambio de un acceso ilimitado a lo prescindible”775.
Ortúzar, en la misma línea de Moulián, cree saber lo que es “imprescindible”, es decir, lo que la gente necesitaría. En todo caso, y más allá de constatar la enorme coincidencia entre intelectuales de izquierda y derecha, es preciso subrayar que la visión moralizante frente al acto de consumir resulta problemática en varios sentidos. En concreto, es llamativo que dichos autores no perciban que el consumo carece de una finalidad per se, sino que da cuenta de una realidad mucho más profunda. Se consume para un fin distinto del propio consumo. Como bien dice Mises, toda acción humana “es un eslabón en una cadena de actuaciones, las cuales, ensambladas, integran una acción de orden superior, tendiente a un fin más remoto”776. Por lo mismo, considerar -desde una torre de marfil- que hay consumos “buenos” y “malos” (altruistas y egoístas), supone no entender la libertad personal como la búsqueda de fines propios a través de medios que sólo el sujeto actuante es capaz de ponderar. En el fondo, quienes critican el acto de consumir -por no dar cuenta de supuestos fines colectivos, moralmente superiores-, desconfían profundamente de la libertad y de la capacidad de las personas para perseguir su propio destino de manera responsable. Y lo cierto es que no parece ser tan fácil pontificar sobre la moralidad de un acto cotidiano, como el de consumir, tomando como punto de referencia el lugar en que dicho acto se realiza. ¿Por qué las personas que compran en el negocio de la esquina serían menos egoístas que las que almuerzan con sus amigos en locales de comida rápida? O, dicho de manera más profunda, ¿por qué el libre mercado no sería un mecanismo de cooperación social suficiente en sí mismo y debería, por el contrario, ser mediado por lo colectivo y lo estatal? ¿Por qué separar el intercambio de las personas en procura de sus fines de la noción de lo público, en el sentido de espacio común?
775. Pablo Ortúzar, “La gozadera”, columna de opinión en La Tercera (6 de abril de 2016). 776. Mises, La acción humana, p. 55.
213
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
El gran error de quienes se oponen al consumo por considerarlo un acto egoísta estriba en que no comprenden que el mercado es una herramienta efectiva de cooperación social, a través de la cual el interés propio se orienta a satisfacer el de los demás. Un profesor particular de inglés satisface una necesidad de sus estudiantes cuando lo contratan y le pagan sus honorarios. Y la mayor ventaja del mercado es que, además, para su funcionamiento no se precisa que los fines de las partes contratantes sean homogéneos. Por el contrario, al ser diferentes, se previene el conflicto y se garantiza la cooperación pacífica. El profesor de inglés podría ser de izquierda y el estudiante de derecha y, sin embargo, llegan a encontrarse en torno al intercambio de un servicio. Podrían incluso, terminar siendo grandes amigos, a pesar de sus diferencias en materia política. Esto no ocurriría si todo el orden social estuviese únicamente mediado por el Estado. Y sucede, de hecho, en mucha menor medida cuando la libertad individual (para actuar y contratar) se ve creciente y notoriamente restringida por la autoridad. Pero la consideración anterior resulta incomprensible (o incluso inaceptable) para quienes entienden la sociedad a partir de alguna pretendida totalidad, a la que todos, cual regimiento castrense, deberían subordinarse. En otras palabras, los colectivistas de todos los partidos (también los de derecha) creen que los fines de las personas deben ser homogéneos o, al menos, planificados desde un supuesto fin común. Sólo así puede entenderse su crítica radical y moralizante hacia el consumo. *** ¿Cómo conciliar lo individual con lo social? ¿Cómo debiera la derecha aproximarse al espacio público o de la vida en común, que denominamos república? ¿Qué sentido de justicia cabría esperar de una derecha que se reconozca en el liberalismo clásico? ¿Cómo armonizar la igualdad con la libertad? ¿Cuál tendría que ser el papel de la sociedad civil, incluyendo al mercado, en un orden social basado en la libertad? A responder estas preguntas se dedicará el siguiente capítulo.
214
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
CAPÍTULO SÉPTIMO PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
777
777. Los términos república, espacio común y esfera pública se entenderán aquí como sinónimos. Sin embargo, para una definición más precisa del primero de estos términos puede consultarse Nicola Matteucci, “República”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1391-1393.
215
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 Lo individual y lo social: comunitaristas versus liberales Como se ha visto en los capítulos anteriores, si la derecha en Chile se encuentra ideológicamente perdida, ello se debe -en gran medida- al hecho que no entiende bien la relación entre estos dos aspectos de la vida humana: lo individual y lo social. Tiende a pensar que ambos se contraponen. Que lo individual, si bien constituiría un incentivo para el progreso -personal y colectivo-, se disolvería en mero egoísmo. ¿Es esto cierto? Para nada. Pero quienes lo sostienen, teniendo el peso de la prueba, suelen no aportar argumentos razonables. ¿Cómo y de qué manera la búsqueda del propio destino podría realizarse sin la necesaria cooperación de unos con otros? ¿Qué liberal sostiene que las personas son autosuficientes, sin requerir de la ayuda de las otras? Lo cierto es que la imagen del liberalismo, en sus distintas variantes, como una doctrina anti-política -que negaría el carácter social de los seres humanos y que, por lo mismo, tendería a la fragmentación-, no pasa de ser una caricatura778. Aunque sobre esto se volverá más abajo, es importante subrayar que, tanto histórica como teóricamente, el liberalismo es eminentemente político, porque surgió de la idea según la cual el poder estatal debe limitarse y dispersarse, con el fin de garantizar el despliegue de los derechos individuales, en particular la libertad y la propiedad. Ninguno de estos derechos, cabe subrayar, se realiza de manera aislada, sino en interacción con otros. ¿Puede, por ejemplo, una persona ejercer su derecho a la libre opinión sin la concurrencia de algún medio de comunicación que, en mayor o menor medida, suponga entrar en relación con otras? Incluso el dueño de un periódico, que lo utiliza para difundir sus propias ideas, necesitará para sacarlo adelante, contar con la asistencia de un equipo multidisciplinario: periodistas, diseñadores, impresores, etc. Entonces, ¿qué es la esfera pública? ¿Cómo la entiende el comunitarismo,
778. Esta crítica no sólo se efectúa en contra del liberalismo clásico y libertario, sino también del social e igualitario, ya que, se dice, los fines individuales que surgen de la libertad liberal no se ajustan a los supuestos fines comunes o colectivos, que una sociedad debería perseguir de manera conjunta.
216
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
predominante en los intelectuales más renombrados de la derecha actual? ¿Cómo debiera asumirla el sector, si se reconociese, en cambio, en el contexto ideológico del liberalismo clásico? Hannah Arendt explica que la esfera pública comprende dos dimensiones. La primera se refiere a “todo lo que aparece en público puede verlo y oírlo todo el mundo y tiene la más amplia publicidad posible”779. Y la segunda supone que “el propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros y diferenciado de nuestro lugar poseído privado en él”780. Publicidad y comunidad son las dimensiones, para Arendt, de la esfera pública. Recordemos aquí algo dicho antes: la esfera privada, si bien es el ámbito de lo propio de lo que cada persona define para sí misma, no se encuentra radicalmente separada de la pública. Y aunque lo privado pueda -algunas veces- identificarse como social y no como público (en el sentido de estatal), actúa también en el espacio común. ¿Por qué? Porque al perseguir su propio interés, las personas necesariamente deben satisfacer los intereses ajenos. Por ejemplo, un diseñador digital sólo puede desarrollarse profesionalmente si alguien está dispuesto a pagar por sus servicios. En cambio, el Estado suele estar muy lejos de hacer lo mismo, dado que le resulta imposible procesar el conocimiento subjetivo -asociado a los intereses propios- que se encuentra disperso en el mundo real. Sin embargo, el comunitarismo tiende a ver los intereses propios como disolventes, salvo que sean mediados por un supuesto fin común o colectivo, dotado de un sentido moral superior. Renato Cristi, siguiendo a Sandel, dice que el “comunitarismo funda su argumentación en una concepción ontológica que define al individuo como un ser incompleto, perfectible sólo en sociedad”781. Siendo excesivamente amplia esta definición, se hace necesario precisar que lo que distingue al comunitarismo es, de un lado, su fuerte crítica al liberalismo (especialmente en su aspecto económico), por tender (supuestamente) a la disgregación y del otro, su planteamiento a favor de la prioridad ontológica de la comunidad frente a los individuos. La comunidad se fundaría en un horizonte de sentido que validaría como superiores ciertas concepciones del bien (o formas de vida) frente a otras. La comunidad, así entendida, evitaría la fragmentación y uniría lo que antes se encontraría disperso.
779. Arendt, La condición humana, p. 59. 780. Arendt, La condición humana, p. 61. 781. Renato Cristi, “Capítulo 16. Participación, representación y republicanismo”, en La República en Chile. Teoría y práctica del Constitucionalismo Republicano (Santiago, LOM Ediciones, 2008 [2006]), p. 372.
217
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Con respecto a lo primero (vía negativa), y siguiendo la explicación de Luis Villavicencio, “los comunitaristas alegan que una sociedad compuesta por una diversidad de tradiciones morales que se sustentan a su vez en valores diferentes, y unida sólo por principios y normas liberales, no es una sociedad o comunidad de ningún tipo, poniendo en duda que la justicia
liberal sea un ideal coherente y pueda servir para gobernar una sociedad”782.
¿Por qué? Porque, ahora con Taylor, la sociedad liberal carecería de un ideal moral, en cuanto “modo de vida mejor y superior, en el que ‘mejor’ y ‘superior’ se definen no en función de lo que nos ocurre desear o necesitar, sino de ofrecer una norma de lo que deberíamos desear”783. Es decir, los fines individuales tenderían a la configuración de vidas ensimismadas, no por su incapacidad de cooperar entre sí, sino porque no se subordinarían a un fin moralmente superior, determinado de manera colectiva. Por eso es que, con relación a lo segundo (vía positiva), el comunitarismo propone la prioridad ontológica de la comunidad frente a los individuos. Sólo de esta manera los fines individuales podrían subordinarse a un fin común, que dote de sentido al conjunto. A diferencia del liberalismo, que asume la primacía de la persona -en tanto los individuos son universos en sí mismos y no partes de un todo mayor-, el comunitarismo estima que las personas constituyen las partes de un todo. Y que, para adquirir un significado que las trascienda, deben necesariamente adecuarse a ese todo. Lo anterior lleva a que, antes que por el principio de pluralidad o diversidad (que es liberal), los comunitaristas opten por el de totalidad. No porque nieguen de plano la diversidad -ésta no sería, al menos hasta cierto punto, per se mala-, sino porque sería necesario que las partes se reconozcan en un horizonte común, orientado a vincularlas con el todo. En este sentido, el comunitarismo se asume como holístico, ya que la sociedad adquiere un significado propio y distinto del que poseen las partes que la componen. Las dos vías del comunitarismo (arriba descritas) se encuentran presentes en el Manifiesto por la República de Allamand y otros, referido brevemente en el capítulo anterior. Luego de recoger el concepto de república de manera aséptica, al afirmar que es “la cosa común, que nos vincula a todos con la realidad colectiva”, adopta -sin embargo- una concepción comunitarista cuando afirma que la república tendría “la capacidad de armonizar los legítimos intereses privados de los individuos y de integrarlos en el marco de un proyecto común” (N° 7). 782. Villavicencio, Las críticas comunitaristas, p. 48. 783. Taylor, La ética de la autenticidad, p. 51.
218
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
De hecho, y con relación a su vía negativa, sostiene que vivimos “en tiempos en los que tiende a primar el egoísmo”, prevaleciendo “la consideración del hombre como un ser atomizado y aislado de su entorno” (N° 5). Por ello, y luego en cuanto a su vía positiva, agrega que la idea de república “implica exigencias respecto de los ciudadanos, comenzando por la necesidad de participar en los asuntos que nos incumben a todos”. Y, aunque no propone expresamente el retorno al voto obligatorio, sí lo insinúa al afirmar que, “para quien vive en democracia, la participación política constituye un deber” (N° 6). ¿Cómo se lograría determinar, para el Manifiesto, el fin colectivo, el horizonte de sentido, que alejaría a las personas de esas vidas egoístas en las que estarían sumidas? Mediante otro concepto: el de nación. Así como la república, de un lado, evitaría la fragmentación (por ejemplo, al limitar el mercado), la nación del otro, apuntaría a la integración de un sentido colectivo. De esta manera, el Estado asumiría la misión de “crear” constantemente la nación -el destino común- al cual las identidades individuales tendrían que subordinarse. Este punto ha sido problematizado por Felipe Schwember, quien (al debatir con Hugo Herrera) sostiene que: “es claro que Hugo Herrera está pensado en un tipo muy peculiar de integración pues, a su juicio, ella no puede tener lugar bajo principios puramente republicanos. Pero entonces ¿en qué tipo de integración piensa, exactamente? ¿Y cuáles serían los medios para llevarla a cabo? El corporativismo, por ejemplo, ¿sería un medio idóneo, o al menos adecuado para ello? Y además, cuando habla de excluidos, ¿en quiénes está pensando exactamente? ¿Contarían, por ejemplo, las minorías sexuales? ¿Y los pueblos originarios? ¿Participarían esos excluidos (quienesquiera que sean) en la determinación de las condiciones de su propia integración? Y si no quieren sumarse a la integración nacionalista y contentarse con la unión puramente republicana ¿en qué situación quedarían? (Paso por alto otras dificultades que suscita el nacionalismo como, por ejemplo, si acaso se podría fijar precios, establecer cuotas de producción o sustituir importaciones para fomentar la producción nacional u otras semejantes)”784.
Más adelante, el Manifiesto cuestiona que el Estado esté preferentemente orientado a garantizar derechos, sin dar cuenta de la existencia de deberes recíprocos. Pero no
784. Felipe Schwember, “Nacionalismo: el regalo griego de Hugo Herrera”, columna de opinión en El Líbero (21 de mayo de 2017).
219
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
recíprocos de las personas entre sí -lo que correspondería a una visión meramente contractualista, asociada al individualismo liberal-, sino con el todo, es decir, con el Estado. Y agrega el Manifiesto: “entre los deberes que es necesario proclamar especialmente están aquellos que se refieren al ejercicio de la participación política, al cumplimiento de las diversas cargas públicas, al ejercicio responsable de la propiedad, y al cuidado del patrimonio cultural y ambiental del país” (N° 44). ¿Por qué la participación política sería clave para la superación de vidas egoístas? ¿Cuáles cargas públicas, además de la tributaria, deberían las personas asumir? ¿Cuándo, y de qué manera, el ejercicio de la propiedad sería irresponsable? Y estando de acuerdo con la necesidad de cuidar el patrimonio cultural y ambiental -aunque en gran medida este deber depende de la adecuada tutela del derecho de propiedad785 -, el punto de fondo es ¿por qué se piensa que el Estado no debe ser garante de derechos (individuales, para el liberalismo clásico), sino más bien el gran “articulador” de un horizonte de sentido, que vincularía a las partes con el todo? Si bien el Manifiesto reconoce el papel de la sociedad civil y del mercado (separados y en este orden de importancia), claramente los subordina a la idea de una república comunitarista, en la cual la libertad personal no sería un principio fundamental que merezca ser defendido; no al menos por la derecha. A este sector, por el contrario, se le invita abiertamente a asumir una identidad comunitarista y antiliberal. Sólo así podría contar con un relato ideológico digno de este nombre786. *** Ahora bien, ¿por qué, a diferencia de lo que sostienen los comunitaristas, el liberalismo sí es una doctrina con sentido político? Dicho de otra forma, ¿cuál es la mirada que los liberales asumen frente a la esfera pública o espacio común? Para responder a estas preguntas, resulta fundamental precisar el significado del término individualismo. Aunque a él ya se ha hecho referencia antes, es importante ahora hilar un poco más fino, tanto en su significado como en su importancia precisamente política. Ante todo, el liberalismo defiende un individualismo de carácter metodológico. Esto no significa, como suelen insinuarlo los comunitaristas, que los liberales digan que los individuos son anteriores, cronológicamente, a las comunidades de las que forman 785. Las personas cuidan mucho más lo propio que lo ajeno. Es cosa de ver cómo las personas normalmente botan basura, sin ningún pudor, cuando concurren a eventos masivos. Esto, que puede ciertamente ser una señal de incultura, demuestra en todo caso que lo que es de todos, no sólo no es de nadie, sino que conduce a que nadie realmente se haga cargo de nada. 786. Esto último no lo dice el Manifiesto expresamente, pero se desprende de una lectura integrada de su contenido y sobre todo, de los escritos (libros y columnas de opinión) de los intelectuales que lo suscribieron. También de los comentarios de sus corredactores, que han sido publicados en el libro de Allamand y otros, La mayoría de las ideas.
220
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
parte. Si bien los individuos, indican los comunitaristas, pueden crear algunas entidades (por ejemplo, una fundación benéfica), resulta imposible que vengan al mundo si no es a través de una familia o de la ayuda de otros, como médicos y matronas. El hombre es, por naturaleza, un ser social, subrayan. En este sentido, Joaquín García-Huidobro - precisamente uno de los autores del Manifiesto- comentando a Aristóteles, sostiene que: “con la pólis sucede como con el lenguaje: ambos son naturales y sin embargo los hombres no nacen hablando. Es más, cuando hablan, no se valen de un lenguaje en estado puro, sino de alemán, francés o italiano, es decir, de idiomas muy determinados, que no nacen de la naturaleza, sino que son creados por los hombres”787.
Sin embargo, los liberales no niegan lo anterior, pues sería absurdo hacerlo. Como antes se ha dicho, el individualismo que defienden no supone que los individuos sean entes enteramente autónomos, mónadas aisladas, sino que son las acciones individuales -unas con otras- las que dan lugar a la vida social. En concreto, los liberales no dicen que los individuos sean siempre anteriores -temporalmente- a las entidades de las que forman parte, sino que las colectividades las integran individuos concretos y que, además, las acciones son siempre individuales. Incluso algunos eventos colectivos, como la declaración de una guerra, suelen depender de una minoría. Y un evento menos masivo, como el fusilamiento de un criminal, no es tampoco obra de una entidad abstracta, sino del sentenciador y, en términos materiales, de quienes integran el pelotón de fusilamiento. Asumir esta consideración supone, al mismo tiempo, creer que las personas son (y deben ser) las principales responsables de sus acciones, aunque sus resultados puedan ser adversos (por ejemplo, cuando se produce la quiebra de una empresa). Por eso es que el liberalismo clásico destaca, como principio correlativo al de libertad, el de responsabilidad, esto es, la idea que son las personas las que deben tomar y hacerse cargo de las decisiones que atañan a su propia vida. Como dice Hayek, “la oportunidad para hacer la propia vida [que nos da la libertad] significa también una incesante tarea, una disciplina que el hombre debe imponerse a sí mismo para lograr sus fines”788. Por el contrario, la obsesión estatista -que todo lo abarca e inunda- apunta a suprimir el principio de responsabilidad, lo que provocaría que las personas no se sientan “responsables del resultado de sus esfuerzos”789. El 787. Joaquín García-Huidobro, ¿Para qué sirve la política? (Santiago, Instituto Respublica, 2012), p. 30. 787. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 106. 789. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 111.
221
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
responsable de todos los problemas, sería el mercado; y de sus soluciones, casi siempre el Estado. Este es el simplismo en el que suele caer la izquierda y del cual no está absolutamente exenta la derecha, como se ha visto a lo largo de este libro. Todavía más, y ahora con Mises: “a nada conduce divagar en torno a si la sociedad es sólo la suma de sus elementos integrantes o si representa algo más que esa simple adición; si es un ser sui generis o si cabe o no hablar de la voluntad, de los planes, de las aspiraciones y actos de la colectividad, atribuyéndolos a la existencia de una específica ‘alma’ social. Es vano bizantinismo. Todo ente colectivo no es más que un aspecto particular de ciertas acciones individuales y sólo como tal realidad cobra importancia en orden a la marcha de los acontecimientos”790.
No obstante que pueda afirmarse que la sociedad es temporalmente anterior a los individuos, y que estos necesitan del marco social, aquella no es sino el fruto de la cooperación -precisamente social- que surge de personas de carne y hueso. Esta cooperación sólo es posible desde las acciones individuales, porque únicamente éstas son capaces de llevar impresas el sello de lo diverso, gracias al cual se produce. No se coopera desde la homogeneidad de un supuesto fin común -impuesto de arriba hacia abajo-, sino desde la diferencia de identidades: de fines o proyectos de vida que, siendo distintos, son capaces de coordinarse. Aunque no necesariamente se complementen, al menos no se contradicen. En términos económicos, esta situación se expresa cuando se hace realidad el principio de división del trabajo o de especialización. O más bien, del conocimiento subjetivo que se encuentra disperso, sin que una “mente ordenadora” sea capaz de acceder a él ni tampoco procesarlo adecuadamente. Mientras el comunitarismo sostiene que los fines de las colectividades son necesariamente distintos de los perseguidos por sus integrantes, el liberalismo, en cambio, afirma que las personas pueden identificarse con (y participar en) la consecución de fines comunitarios y colectivos; sostiene, además -y esto es crucialque la posibilidad de esa identificación (y participación) depende (y debe depender) en último término de las personas individuales. Por lo demás, y sin contar con lo improbable que es que sociedades tan diversas y heterogéneas como las nuestras se alineen uniformemente detrás de una causa o principio, no cabe duda que cualquier causa que se pueda imaginar sólo podría ser 790. Mises, La acción humana, p. 52.
222
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
impuesta a través de la acción coactiva del Estado, pues actualmente es el único centro de poder capaz de lograr dicho objetivo. La adhesión a las causas, ideas, visiones globales de la sociedad y el mundo deben ser voluntarias. Cuando eso no ocurre, sencillamente se está intentando forzar la conciencia de la gente. Eso no puede hacerse sin recurrir a la coacción; y por eso quienes hacen uso de ese expediente se ven, como advierte Mises, “obligados a exigir a la gente que acepte crédulamente su sistema ideológico y se someta a la autoridad que ellos consideran legítima, siempre dispuestos a amordazar al disidente e imponerle el acatamiento absoluto”791. Valga aclarar que, en torno a esta cita, el austriaco no se refiere directamente al comunitarismo -que es posterior-, pero sí a los colectivismos en general, es decir, a las concepciones holísticas y metafísicas de la sociedad. Aunque parezca exagerado asociar a los comunitaristas con autoritarismo (o, incluso, con totalitarismo, en su acepción amplia792), no lo es en términos teóricos, dado que sólo en virtud de una resuelta intrusión en la libertad personal es posible obtener que la generalidad de los individuos que integran las heterogéneas sociedades contemporáneas, adecuen su vida a un macro-fin, que apunte a trascender sus fines propios. Como ya se ha visto, uno de los grandes errores de los comunitaristas es que confunden individualismo con egoísmo. Sin embargo, y como muy bien lo explica Karl Popper (1902-1994), el individualismo no se opone al altruismo (en el sentido de tender el egoísmo), sino al colectivismo (en cuanto éste fija un fin que limita los fines individuales). Dicho de un modo más ordenado, así como el individualismo es opuesto al colectivismo, el egoísmo lo es del altruismo793. Y como agrega el filósofo austriaco: “el colectivismo no se opone al egoísmo, ni equivale al altruismo. El egoísmo colectivo o egoísmo de grupo (por ejemplo, el egoísmo de clase social) es algo muy común”794. Lo cierto es que los liberales -a diferencia de los comunitaristas y de los conservadores795- no le temen a la libertad796. Creen que ella se orienta mucho más hacia el bien que hacia el mal. Y que, aunque algunas concepciones de la felicidad (y de los estilos de vida concordantes con ellas), puedan parecernos equivocadas -incluso 791. Mises, La acción humana, p. 179 792. No como régimen político, sino como atentado a la libertad personal, más allá de la mera libertad política. Para el concepto de totalitarismo ver Mario Stoppino, “Totalitarismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1574-1588. 793. Karl Popper, “Individualismo contra colectivismo”, en David Miller (compilador), Popper: escritos selectos (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2013 [1985]), p. 363. 794. Popper, “Individualismo contra colectivismo”, p. 364. 795. En simple, la diferencia entre unos y otros es que, mientras los primeros son antiliberales en todo sentido -tanto en lo económico como en lo moral-, los segundos (al menos) lo son únicamente en lo moral, aceptando la libertad económica, aunque no pocas veces tendiendo a caer en tentaciones de corte socialcristiano. 796. Estoy consciente, como me lo ha hecho ver Felipe Schwember, que el concepto de libertad del cual aquí doy cuenta es altamente controvertido para el mundo conservador. Sin embargo, creo que esto no se contradice, sino que refuerza la idea que liberales y conservadores -en la derecha- deben trabajar juntos en la defensa de la libertad económica, que es el espacio en torno al cual históricamente se han encontrado.
223
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
repugnantes- lo clave, para el orden social, es preguntarse si suponen o no una agresión en contra de la libertad de los demás. Si no lo son, no deben ser proscritas. Por lo demás, la libertad es un valor en sí mismo. De esta manera, puede decirse que el sentido de justicia que defiende el liberalismo es, ante todo, un orden de libertad. Por eso, ahora con Hayek: “la importancia que la teoría liberal le asignó a las normas de equidad se basa en la visión de que ellas son una condición esencial para la mantención de un orden espontáneo o autogenerador de las acciones de los diferentes individuos y grupos, cada uno de los cuales persigue sus fines propios sobre la base de su propio conocimiento”797.
2 El sentido de justicia: un orden de libertad Eduardo Gomien publicó en 2014 el libro Volar alto, en el que narra cinco historias personales de superación y movilidad social. A pesar que se trata de casos específicos, esta obra apunta a derribar el mito según el cual el nacimiento determinaría, de manera casi inevitable, el destino de las personas. Según Gomien, el que nace pobre -o que, por ejemplo, pertenece a alguna etnia indígena- no se encuentra condenado a la pobreza o a la falta de desarrollo profesional. Una de las historias de este libro es la de Mariana Sandoval, entrenadora de fútbol de divisiones menores. Su sueño, durante veinticinco años, ha sido la de “incentivar a jóvenes de escasos recursos de Puente Alto a integrarse al Club de Fútbol Nueva Esperanza y, desde ahí, enseñarles que en el esfuerzo, el compromiso y la constancia hay un camino hacia una mejor vida” 798. A Mariana no le fue fácil abrirse camino en el mundo del fútbol, eminentemente machista. Ella jugaba en una “cancha de hombres”, donde: “cada decisión y cada resultado, era cuestionado por provenir de una mujer. Era constantemente insultada en los partidos y, cada vez, lo pasaba peor. Sus hijos, al ver el mal trato que recibía, le pedían que se retirara, pues nadie quiere ver a su propia madre enfrentando humillaciones”799.
797. Hayek, “Liberalismo”, p. 137. 798. Eduardo Gomien. Volar alto. La revolución de la moralidad social en Chile. (Santiago, Fundación para el Progreso, 2014) p. 63. 799. Gomien, Volar alto, p. 65.
224
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
Pero Mariana no sólo quería ser entrenadora, sino que también aspiraba a ver hecho realidad el sueño de un hijo suyo convertido en futbolista profesional e, idealmente, de manera exitosa, jugando en las ligas mayores. Así fue como comenzó a entrenar a uno de sus hijos, Gilberto, quien poseía evidentes dotes para el fútbol. Pero la carrera de Gilberto se vio repentinamente truncada “cuando, con 17 años, él recibió la noticia de que sería papá. Es una decisión que hasta el día de hoy le produce [a Mariana] dolor, pero actuando en consecuencia con sus principios, obligó a Gilberto a buscar de inmediato un trabajo que le permitiera hacerse responsable de mantener a su nueva familia”800 . Sin embargo, su sueño lo pudo cumplir con otro de sus hijos, Charles, que “entró por motivación propia a jugar al Nueva Esperanza” y, posteriormente, a las divisiones menores de la Universidad de Chile, quien “se privó de una juventud normal”, ya que se “dedicó a entrenar y a hacer un trabajo duro en forma silenciosa, con la idea de algún día llegar a jugar con los grandes”801. Al momento de la publicación del libro de Gomien, Charles Aránguiz, el hijo de Mariana, jugaba exitosamente en el primer equipo de la Universidad de Chile. Actualmente, luce los colores del Bayern Leverkusen de la Bundesliga y de la selección chilena. Aunque Mariana lo niegue, ella fue una de las protagonistas principales del éxito de su hijo como futbolista profesional. Lo cierto es que, gracias al esfuerzo de ambos, se cumplió el sueño de triunfar en las grandes ligas. La historia precedente desmitifica la creencia de que las personas, incluso en situación de vulnerabilidad, serían incapaces de salir adelante gracias al propio esfuerzo, de ellas y sus familias. El caso de Mariana Sandoval, con su hijo Charles Aránguiz, da cuenta de una de las dimensiones del principio de responsabilidad: la disciplina que las personas deben autoimponerse para perseguir sus fines o proyectos de vida propios. Es falsa la creencia que dice que las personas necesariamente requieren del Estado para salir adelante; y mucho más falsa aún, la de que ellas, en realidad, no serían capaces de buscar su propio destino, porque no podrían saber lo que les conviene. Por ejemplo, al querer educarse, no poseerían la suficiente información para elegir el colegio adecuado. Tampoco para determinar, de manera autónoma (incluso en asociación con otras), los contenidos curriculares que dicho colegio podría impartir. Para esta visión, no se trataría sólo de un problema cognitivo, sino también de carácter “ético”. La sociedad debería -moralmente- construirse desde la idea según la cual los intereses privados han de subordinarse al “interés público”, a un horizonte común de sentido. De esta manera, y aunque no fueran del todo descartables las iniciativas particulares en materia educacional, necesariamente tendrían ellas que adecuarse al “régimen de lo público”, entendido como sistema controlado por el Estado. 800. Gomien, Volar alto, p. 65. 801. Gomien, Volar alto, p. 69.
225
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
La descripción de esta visión está lejos de ser caricaturesca o exagerada. El libro El otro modelo sostiene abiertamente que el “particular [en educación] sólo debe perseguir el interés público”, que no se lograría ni cuando el establecimiento tiene fines de lucro ni tampoco cuando, no teniéndolos, se distancia de los contenidos obligatorios, definidos por el gobierno802. Más allá de lo anterior, la historia referida nos invita a plantearnos algunas preguntas fundamentales. ¿Es justo que Charles Aránguiz haya contado con el empuje constante de su madre, Mariana Sandoval, para triunfar en las grandes ligas de fútbol? ¿Es justo que él les transfiera el éxito alcanzado a sus propios hijos, por ejemplo, matriculándolos en los mejores colegios, normalmente privados? En otras palabras, ¿es justo que la desigualdad de resultados materiales se traduzca también en una desigualdad en la partida, por ejemplo, en materia educacional? Para responder a estas preguntas, resulta esencial aproximarse a los conceptos de justicia e igualdad, que no son precisamente pacíficos en el campo de la filosofía política y del derecho. Y al hacerlo, poner por delante algunas de las confusiones y contradicciones en las que suele incurrir el sector político que es materia de este trabajo. Veamos en esta Sección el concepto de justicia, dejando para la siguiente el de igualdad. *** John Rawls (1921-2002), en su célebre Theory of Justice (1971) no duda en señalar que la “justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”803. Otro autor, Tom Campbell, añade que: “justicia es uno de esos términos morales y políticos centrales que reivindican su importancia universal y su lugar central en todas las teorías sociales y políticas”, siendo sólo eclipsado, en los últimos años, por la cuestión de los derechos humanos (muy relacionada con la justicia, en todo caso)804. Y Deirdre McCloskey afirma que la: “justicia es la virtud distintivamente social entre extraños, pues, como observó Aristóteles, ‘cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia’ entre ellos, lo que equivale a decir que ninguna necesidad tiene de exigir lo que le corresponde a alguien que lo ama a usted como se ama a sí mismo”805.
802. Atria y otros, El otro modelo, pp. 200-206. 803. John Rawls, Teoría de la justicia (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2006 [1971]), p. 17. 804. Tom Campbell, La justicia. Los principales debates contemporáneos (Barcelona, Gedisa, 2001 [1988]), p. 23. 805. McCloskey, Las virtudes burguesas, p. 309.
226
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
Moros y cristianos coinciden que la justicia es uno de los fines sociales por excelencia, como también lo son la libertad, la igualdad, la democracia, entre otros. Sin embargo, se trata de un término difícil de definir, por lo que no basta con gritar a los cuatro vientos -como suele hacerlo la derecha-, que se cree en una “sociedad justa” o que se posee un “ideal de justicia”; es necesario, además, precisar -de manera más específicalo que se entiende con ello. Esto es así, porque la justicia es un concepto normativo y no descriptivo. En la práctica, resulta mucho más fácil cotejar si una sociedad es (o no) libre o igualitaria antes que si es (o no) justa, ya que lo último “no es una ‘cosa’ y menos aún una cosa visible”806. Además, la historia demuestra que la idea de justicia ha ido evolucionando con el paso del tiempo. De hecho, hasta hace muy pocos años, gran parte de la humanidad consideraba justa la institución de la esclavitud, la subordinación de las mujeres, la segregación de la población afrodescendiente, la patologización y criminalización de los homosexuales, entre otras cosas. Pero el gran punto debatido -también en Chile- es si la justicia debiera operar fundamentalmente de manera horizontal (justicia conmutativa) o vertical (justicia distributiva) 807. La primera, también llamada justicia reparadora, se asocia con “situaciones en que una persona ha sufrido una ofensa de otra persona y exige, por lo tanto, una reparación”. Esta reparación puede ser compensatoria, que es aquella que, en el marco del derecho privado, apunta a restablecer el equilibro perturbado en relaciones de carácter contractual; y correctiva, que es la que busca infligir un castigo al culpable de un delito penal808. Por su parte, la justicia distributiva, también denominada justicia social, se refiere a “la promulgación de normas que asignan beneficios (por ejemplo, cargos, votos, salarios) o cargas (por ejemplo, impuestos, multas) a clases de individuos”809. En concreto, este tipo de justicia se basa en alguna métrica o criterio de distribución de la riqueza, la renta u otros bienes entre los integrantes de la sociedad. Hayek explica que el problema del término “justicia social” es que parte de la base que es posible “descubrir normas objetivas de equidad independientes de los intereses particulares”810. Y agrega que, dado que no existe -al menos, en una sociedad de personas libres- un fin colectivo o único, este tipo de justicia siempre termina dando cuenta de “reivindicaciones de grupos particulares, con el objeto de obtener mayor participación en las cosas buenas de la vida”811. Al final, y como se ha visto en el Chile 806. Felix E. Oppenheim, “Justicia”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), p. 846. 807. Se trata de una célebre distinción de Aristóteles. 808. Oppenheim, “Justicia”, pp. 847 y 848. 809. Oppenheim, “Justicia”, p. 847. 810. Hayek, “Liberalismo”, p. 140. 811. Friedrich Hayek, “El atavismo de la justicia social”, Estudios Públicos, N° 36 (1989), p. 182.
227
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
reciente, los beneficiados siempre llegan a ser los que “meten más ruido”; los que, por ejemplo, salen a la calle a marchar o se toman por la fuerza establecimientos educacionales; no los que, como ingenuamente podría pensarse, realmente se encuentran en situación de vulnerabilidad. Además, en términos teóricos, resulta problemático hablar de justicia social. Como ejemplifica Eamonn Butler: “que una persona contraiga una enfermedad, o sufra la pérdida de un pariente, o nazca con un defecto físico, puede ser desgraciado, pero no es ‘injusto’. Es sencillamente, una realidad natural y no tiene nada que ver con la justicia o injusticia de una acción”812. Aunque sea cierto que nuestra derecha ha tendido a utilizar el término justicia social como la acción del Estado en favor de las personas vulnerables, no cabe duda que se trata de un concepto equívoco y, en sí mismo, vacío de contenido. En buena medida, porque no resulta fácil distribuir beneficios a partir de supuestos “méritos”, determinados de arriba hacia abajo. Lo anteriormente dicho no implica que la derecha no deba poseer una idea de justicia; todo lo contrario: sí debe poseer una, pero, por de pronto, no una que ponga el foco en la primacía del Estado (haciendo que éste funja de “justiciero”), sino de las personas en cuanto protagonistas principales de su progreso y movilidad social, especialmente cuando son ellas las que se abren camino mediante la creatividad y la búsqueda de oportunidades, que deriva del libre ejercicio de la función empresarial, entendida aquí en sentido amplio. Sin embargo, y como ya se ha mencionado, una cierta derecha en Chile -y obviamente la izquierda- tiende a pensar que la libertad, por sí sola, generaría situaciones injustas, por lo que a ella habría que añadirle una suerte de “justicia distributiva-correctiva”. Es decir, la justicia no se basaría en un orden de libertad, sino en la intervención del Estado con el objeto de “corregir” (por no decir, castigar) los resultados supuestamente injustos de las relaciones de mercado. Esta visión se aprecia, de manera particular, cuando algunos dirigentes del sector afirman que la desigualdad material sí debe ser considerada como un problema a solucionar. Lo curioso, nuevamente con Hayek, es que “el producto agregado que [se cree] disponible para ser distribuido, existe sólo porque los retornos por los diferentes esfuerzos son ofrecidos por el mercado con poca consideración de merecimientos o necesidades”813.
812. Butler, Hayek, p. 114. 813. Hayek, “El atavismo”, p. 189.
228
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
3 Igualdad e igualitarismo: confusiones y contradicciones Además de como ocurre con el concepto de justicia, la confusión ideológica de la derecha se aprecia -incluso se agrava- cuando trata el concepto de igualdad. En primer lugar, no parece valorar como se merece la igualdad ante la ley, principio por excelencia del liberalismo clásico y que es el único que, en rigor, es compatible con la libertad individual. Esta noción de igualdad prácticamente no se menciona en los documentos del sector814. ¿Qué es la igualdad ante la ley? ¿Por qué debiera ser valorada por la derecha? En términos simples, la igualdad ante la ley se “opone a todo privilegio legal; a cualquier tipo de acción gubernamental que confiera ventajas específicas para algunos y no para todos”815. Como bien dice Bobbio: “el blanco principal de la afirmación de que todos son iguales frente a la ley es el estado de órdenes o de castas; el estado en el que los ciudadanos están divididos en categorías jurídicas diversas y distintas; dispuestas en un orden jerárquico rígido; de ahí que las superiores tengan privilegios que las anteriores no tienen, mientras que éstas tienen cargas de las que aquéllas están exentas”816.
Es decir, lo que la igualdad ante la ley buscó superar, en términos históricos, fue la sociedad estamental, basada en la existencia de estados o estamentos jerarquizados: nobleza, clero y pueblo o estado llano. Únicamente los dos primeros, hasta fines del siglo XVIII, al menos en la Europa occidental, poseían derechos políticos y privilegios de diversa índole, como la reserva de cargos públicos, la exención 814. Convocatoria no lo nombra. Contenidos sí lo hace, aunque de manera bastante confusa y adhiriendo, acríticamente, al concepto de igualdad de oportunidades. El texto clave es el siguiente: “la búsqueda de la igualdad, entendida dentro del contexto de la justicia, es un contenido en el ideario de nuestra agrupación. Ella incluye la igual dignidad de todo ser humano, la igualdad ante la ley, la igualdad de derechos, la igualdad de trato, la igualdad de oportunidades. Nos preocupan profundamente, en este sentido, los niveles de desigualdad que aquejan a nuestro pueblo y el modo en cómo ésta se produce. Rechazamos enfáticamente las desigualdades y privilegios que generan los gobiernos a favor de unos y en contra de otros, como también aquellas desigualdades que se producen en el plano del acceso a más y mejores oportunidades para nuestros compatriotas que viven en regiones. Del mismo modo, condenamos aquellas desigualdades que muchas veces surgen como producto de discriminaciones arbitrarias, de condiciones de partida dispares, de diferencias de contexto y educacionales, de la ausencia de libre competencia y de fallas del mercado, que deben ser siempre corregidas con premura por parte de la acción reguladora de la autoridad competente”. Ver en el Apéndice ambos documentos. 815. Hayek, “Liberalismo”, p. 141. 816. Bobbio, Igualdad y libertad, p. 72.
229
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
tributaria, entre otros. Estas divisiones daban cuenta de la concepción medieval de la separación de funciones: guerrear, rezar y trabajar. La nobleza podía surgir por nacimiento -o sea, por transmisión hereditaria-, o por concesión del rey817. Pero no existía lo que, después, se llamará carrièrre ouverte aux talents. Si bien no puede seriamente afirmarse que el mundo actual sea algo así como una sociedad estamental, tampoco puede obviarse el hecho que el ordenamiento jurídico vigente da cuenta de muchísimas normas específicas excluyentes, es decir, a favor de algunos y en contra de otros. Por supuesto, la igualdad ante la ley no es incompatible con la existencia de leyes especiales que regulen problemas sectoriales, o referidos a ámbitos concretos de la vida social (por ejemplo, en materia de agricultura, de minería, etc.). Ahora bien, ¿por qué, a diferencia de lo que sucede en la práctica, la derecha debiera valorar el principio de igualdad ante la ley? Porque si realmente centrase su relato en la libertad personal, la única igualdad que armoniza cabalmente con ella -o, más aún, la exige- es la igualdad ante la ley; sólo ésta parte de la base que todas las personas, independiente de sus diferencias (de talentos, de identidades, etc.), deben recibir el mismo trato, siendo indiferente los resultados materiales que obtengan después en sus relaciones voluntarias. Por eso, en este sentido, es que suele decirse que la igualdad ante la ley tiene un carácter formal o procedimental más bien que sustantivo. En cambio, la idea de igualdad sustantiva necesariamente tiende al igualitarismo o a la igualación de resultados, truncando la diversidad a que la libertad, inevitable y felizmente, conduce. Como dice Hayek: “si el resultado de la libertad individual no demostrase que ciertas formas de vivir tienen más éxito que otras, muchas de las razones a favor de la libertad se desvanecerían”818. Por lo mismo, los liberales del siglo XIX (también en Chile) valoraron especialmente la igualdad ante la ley más bien que una igualdad de carácter material. Una editorial de 1823 del diario El Apagador de Chile, decía que “son meramente ideales las pretensiones de otra igualdad que la que disfrutamos ante la ley. Sin duda que la perfección del pacto social consiste en destruir el efecto de aquellas diferencias; pero es preciso confesar que siempre habrá hombres de talento, esfuerzo y virtud en medio de otros que carezcan enteramente de estas cualidades”819.
817. Para este tema, ver Olwen Hufton, Europa: privilegio y protesta 1730-1789 (Madrid, Siglo XXI Editores, 1983 [1980]). 818. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 121. 819. El Apagador (3 de junio de 1823), pp. 8 y 9. Tomado de Simon Collier, Ideas y política de la independencia chilena (Santiago, Editorial Andrés Bello, 197 [1967]), p. 149.
230
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
Lo interesante de esta cita es que, además de dar cuenta del principio de igualdad ante la ley como compatible con la libertad, constata el peligro de avanzar hacia una idea distinta de igualdad, que limite los efectos de las diferencias que las personas poseen. Nada de lo anterior quiere decir que los liberales no deban luchar por cambiar las estructuras sociales y culturales contrarias a la libertad individual y, por consiguiente, a la realización de una sociedad efectivamente inclusiva, especialmente en favor de los grupos históricamente discriminados. En este sentido, no basta con luchar por el establecimiento de reglas formalmente igualitarias, sino también por un ambiente cultural proclive a la libertad de todos para buscar el propio destino820. Un segundo problema de nuestra derecha, con relación a la igualdad, es que tiende a asumir una visión extremadamente simplista del concepto de igualdad de oportunidades. “No creemos en la igualdad, sino en la igualdad de oportunidades”, es una frase que se escucha con frecuencia entre la gran mayoría de los dirigentes del sector. Como se mencionó antes, esta igualdad es posible entenderla fundamentalmente en dos sentidos: igualdad de acceso e igualdad en la partida. La primera puede considerarse como una derivación inmediata de la igualdad ante la ley, ya que, ante todo, apunta a derribar los obstáculos que impiden el desarrollo de los talentos. Pero muy distinto a esto es adherir a la idea de igualdad en la partida, que resulta mucho más problemática. Se pregunta Bobbio: “ya que a la escuela se accede desde la vida familiar, ¿no será necesario igualar las condiciones familiares en que uno se encuentra viviendo desde su nacimiento?”821. Precisamente, la igualdad en la partida supone afectar directamente los resultados inevitables (y no necesariamente injustos822) de la libertad individual, que se expresan en el nacimiento. En este sentido, Robert Nozick sostiene que, aunque la igualdad de oportunidades (en la partida) pueda considerarse como un “igualitarismo mínimo”, “la existencia de la familia impide el logro completo de este fin”823. Y por eso es que la izquierda tiende a sostener que resulta injusto que “la cuna determine el propio destino”, es decir, que los resultados diversos puedan ser 820. A esta cuestión he dedicado algunos trabajos, especialmente con relación a asuntos de género y diversidad sexual. Como una respuesta a la llamada a quienes hablan de la existencia de una “ideología de género”, puede verse Valentina Verbal, “Género y diversidad sexual: ¿agenda neomarxista o liberal”, documento de trabajo en centro de estudios Equidad (Valparaíso, 2016). Este documento constituye una ponencia presentada en el Congreso Liberal del mismo think tank, celebrado en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso el 16 de noviembre de 2016. 821. Bobbio, Igualdad y libertad, p. 78. 822. Si fueran injustos, opera la justicia conmutativa en los términos en que brevemente se vio antes, es decir, tanto por la vía compensativa como correctiva. 823. Robert Nozick, Anarquía, Estado y utopía (Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1991 [1974]), p. 230.
231
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
transferidos a los hijos y parientes. Por ejemplo, El otro modelo señala abiertamente, con relación a la educación, que “no se trata de que haya un interés público en el que todos reciban una educación de igual calidad, sino que se trata de que todos estén en igualdad de condiciones para comprar educación”824. En otras palabras, para superar la desigualdad en la partida (que sería per se injusta), necesariamente habría que igualar los resultados. Se trata de la ya referida “tesis de los patines” del Ministro Nicolás Eyzaguirre. Aunque la derecha no rechaza que los resultados diversos -sobre todo, exitosospuedan ser transferidos a los seres queridos, sí insiste que las oportunidades en la partida deberían ser iguales. El problema es que este planteamiento perfectamente podría llevarla a conclusiones muy similares a las de la izquierda. Si la igualdad en la partida es, para ese sector político, tan fundamental, ¿por qué no se allana a quitarle los patines a quienes los poseen, por ejemplo, a los hijos de Charles Aránguiz? En este punto tiene la razón William Tapia Chacana825 cuando señala lo siguiente: “la única solución viable debería ir en la línea de que cada vez que se termine la carrera de una generación, el Estado tuviese que intervenir en la decisión libre de los padres de transferirles sus buenos resultados a sus hijos. De esta manera, y sin poder transferir ventajas a sus descendientes, el Estado tendría que colocar nuevamente a los participantes en una línea inicial imaginaria e imposible bajo las condiciones de respeto a la libertad y preocupación de los padres por sus hijos, fundamentales en una sociedad libre”826.
Por lo mismo, no es casualidad que, en el plano de la filosofía política, y con posterioridad al planteamiento de Rawls en torno a una hipotética posición original827, 824. Atria y otros, El otro modelo, p. 137. El destacado es mío. 825. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Chile y columnista en diversos medios digitales. 826. William Tapia Chacana, “La derecha y la igualdad de oportunidades”, columna de opinión en El Líbero (18 de junio de 2017). 827. Se trata de un proceso deliberativo hipotético, en el cual un grupo de individuos acordarían los principios morales a partir de los cuales debería organizarse la sociedad. Pero para que este proceso pueda ser imparcial, es necesario que sus participantes estén situados detrás de un velo de la ignorancia, que les impida ver cómo serían sus vidas más allá de esa posición original. Por ejemplo, la clase social a la que pertenecerían, sus capacidades y talentos, entre muchas otras características personales. Rawls imagina que tales sujetos buscarían satisfacer bienes primarios, tanto sociales como naturales. Entre los primeros, se encuentran la riqueza, las oportunidades y los derechos. Entre los segundos, la inteligencia, los talentos, la salud, etc. Finalmente, señala que de dicha deliberación surgirían dos principios de justicia, ordenados lexicográficamente. El primero -el principio de libertad- dice que las personas han de tener el mismo derecho al esquema más extenso de libertades básicas que sea compatible con un esquema semejante de libertades para los demás. El segundo -el principio de diferencia- afirma que las desigualdades materiales sólo serán justificadas en la medida en que: a) se espere razonablemente que sean ventajosa para todos, y b) se vinculen a empleos y cargos asequibles para todos. Ver Rawls, Teoría de justicia, primera parte. Para el desarrollo evolutivo de la visión de Rawls, ver Robert Paul Wolff, Para comprender a Rawls. Una reconstrucción y una crítica de la Teoría de justicia (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1981 [1977]).
232
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
buena parte del debate que suscitó fue apuntando hacia la construcción de lo que se conoce como igualitarismo de la suerte 828. ¿En qué consiste? Dado que incluye a los más diversos autores (con muchos matices entre ellos), no resulta fácil definirlo. Sin embargo, y a partir de la descripción (y crítica) de Elisabeth Anderson, es posible resumirlo en “la noción de que el objetivo principal de la igualdad es compensar a la gente por la mala suerte inmerecida”, por ejemplo, nacer con pocos talentos, malos padres, sufrir enfermedades y accidentes, etc.829 Ya que en sus primeras versiones el igualitarismo de la suerte “socaba la noción de responsabilidad individual al garantizar resultados con independencia de las elecciones individuales”, fue mutando hacia la igualdad de oportunidades en la partida, desde diversas métricas de justicia (bienestar, recursos, etc.)830. Sin embargo, para llegar a la igualación en la partida, necesariamente, se debe intervenir -al menos, en alguna medida- sobre los resultados. Esto hace que, quiérase o no, la igualdad de oportunidades termina siempre convirtiéndose en igualdad de resultados. Además, ¿cómo determinar cuándo una desigualdad es producto de la suerte o de malas decisiones? ¿No será mejor tener un criterio basado, más bien, en la vulnerabilidad, independiente de la buena o mala suerte? Y ¿no será mejor pensar, más que única y necesariamente en la partida, en la vulnerabilidad de todos, es decir, en los pobres? Esto, por cierto, no quiere decir que, por razones de eficiencia más que de justicia, deban las políticas públicas -en particular, en materia educacional- centrarse en los primeros años de vida antes que en la adultez. Por lo demás, y como explica Jahel Queralt, la misma noción de igualdad de oportunidades ha sido entendida en tres sentidos fundamentales: a) como igualdad mínima o formal, es decir, como ausencia de discriminación, aunque también aceptando ciertas transferencias en favor de las personas vulnerables (educación, salud, vivienda, etc.)831; b) como igualdad sustantiva o equitativa, es decir, “que las posibilidades de cada uno no las determine su origen social, sino sólo su grado de talento y esfuerzo”832; y c) como igualdad radical, esto es, como nivelación hacia abajo, ya que es necesario neutralizar los resultados diversos que posibilitan oportunidades diferentes. Con relación a este tercer sentido, señala Queralt: “si nacer en una familia pobre o rica es moralmente arbitrario, y eso cuenta como una razón para eliminar el impacto del origen social en expectativas económicas, entonces tenemos razones para corregir el 828. Para una visión de conjunto del debate que, tanto desde visiones liberales como colectivistas, generó la obra de Rawls ver Roberto Gargarella, Las teorías de justicia después de Rawls (Barcelona, Paidos, 1999). 829. Elisabeth Anderson, “¿Cuál es el punto de la igualdad?”, en Javier Gallego S. y Thomas Bullemore L, Igualitarismo. Una discusión necesaria (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2016), p. 47. 830. Anderson, “¿Cuál es el punto de la igualdad?”, p. 50. 831.Jahel Queralt, “Sobre la igualdad de oportunidades”, en Javier Gallego S. y Thomas Bullemore L, Igualitarismo. Una discusión necesaria (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2016), pp. 254-259. Este primer sentido es el que, históricamente, ha defendido el liberalismo clásico como se verá en el capítulo siguiente. 832. Queralt, “Sobre la igualdad de oportunidades”, p. 259,
233
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
impacto de la distribución natural de talentos, puesto que se trata de una circunstancia igual de arbitraria”833. Para salvar el problema sobre el uso del término igualdad de oportunidades de parte de los liberales, Mauricio Rojas propone hablar de igualdad básica de oportunidades, que sería un punto medio entre una igualdad plena (que atenta contra la libertad individual) y una nula intervención del Estado en favor de las personas vulnerables. “Esta es la respuesta genérica que, a mi juicio, es la más pertinente desde un punto de vista liberal, si bien estoy consciente de que al tratar de concretar qué es lo básico pueden surgir importantes y legítimas diferencias”834. Personalmente, y si bien comparto la idea de fondo de Rojas, creo que, considerando que el término igualdad de oportunidades ha terminado por asociarse a igualdad de resultados, resulta mejor evitarlo. O al menos, reemplazarlo por el de igualdad de acceso que, aunque también es problemático (¿acceso a qué?, ¿En qué medida? ¿Hasta dónde?), da cuenta de bajar barreras de entrada más que de garantizar resultados efectivos. Y, en caso de entenderse como acceso a bienes, debiera pensarse en bienes fundamentales, como es el caso de la educación y especialmente, de la educación de los niños835. Pero el hecho que aquí se proponga evitar el concepto de igualdad de oportunidades, no significa de ninguna manera que, al mismo tiempo y con la misma fuerza, no haya que promover una sociedad de más y mejores oportunidades para todos836. Este es precisamente el ideal del liberalismo clásico: que las personas puedan buscar su propio destino, llegando tan lejos como quieran o puedan, sin que ello sea impedido por la acción violenta de otros, concretamente del Estado. Y, aunque no siempre ellas logren las metas propuestas, en una sociedad libre se suelen abrir otras puertas, distintas de las inicialmente imaginadas. De hecho, en el marco de una sociedad abierta, la creatividad personal no tiene límites, tanto así que cualquier persona, después de alguna “caída”, puede levantarse o resignificar el sentido de sus fines o proyectos de vida. Por eso es que, más que hablar de igualdad de oportunidades, la derecha debiera poner por delante la idea de una sociedad oportunidades, en la que el sentido de justicia es entendido como un orden de libertad, basado en el libre ejercicio de la función empresarial y de la toda diversidad que dimana de la consideración de las personas como universos y no partes de un todo mayor. 833. Queralt, “Sobre la igualdad de oportunidades”, p. 265. 834. Mauricio Rojas, La libertad y sus enemigos. Ensayos para un Chile emergente (Santiago, Uqbar Editores, 2016), p. 180 835. A los puristas les recuerdo que este libro es político y no meramente teórico. Por lo mismo, si digo que prefiero el uso del término igualdad de acceso antes que el de igualdad de oportunidades, no quiero decir que el primero sea ideal o perfecto en su significado (o en las interpretaciones habituales que sobre él se dan a un nivel teórico), sino que (al menos) es menos malo. Y que en términos justamente políticos, ayuda a correr el cerco hacia un sentido de justicia que respete la libertad individual y las diferencias que surgen de su ejercicio legítimo, es decir, si afectar esa misma libertad de otros. 836. Agradezco a Benjamín Ugalde por haberme hecho ver la necesidad de esta aclaración.
234
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
4 La sociedad civil: más allá del Estado, pero no del mercado Para terminar este capítulo, resulta interesante constatar que la derecha comunitarista en Chile busca superar el liberalismo económico mediante dos pasos fundamentales. El primero se orienta a la deslegitimación cultural y moral el libre mercado como sistema de cooperación social. Se dice que tendería a la fragmentación política y a la consiguiente configuración de vidas egoístas y asociales. Dado que este paso ya se ha visto in extenso en páginas anteriores, lo dejo aquí sólo mencionado837. Y el segundo, directamente ligado al anterior, se refiere a la resignificación del concepto de sociedad civil, pasando a considerarse como una categoría distinta del mercado. Precisamente, se piensa que si el mercado tiende al egoísmo, no cabe asociarlo a la sociedad civil. Además, sólo entendiendo esta última como desvinculada del mercado, podría constituirse en un espacio moldeable por el Estado para la construcción de un horizonte moral de sentido, al que puedan subordinarse los fines individuales. Por lo mismo, no es casualidad que el Manifiesto por la República de Allamand y otros señale que una “subsidiariedad bien entendida no apunta primariamente a la vida económica, sino a la sana y vital organización de la sociedad civil” (N° 24). Y tampoco que Pablo Ortúzar (uno de sus coautores) señale expresamente que la esfera de la sociedad civil debe entenderse como autónoma tanto del Estado como del mercado838. Más adelante, al referir políticas públicas en favor de algunas organizaciones de la sociedad civil, circunscribe este concepto a entidades sin fines de lucro, como universidades y centros de caridad839. Esta visión constituye un craso error. Además de las razones de orden práctico vistas con anterioridad840, la distinción entre Estado y sociedad civil responde a la necesidad de entender la segunda como “el conjunto de individuos, que han perdido el poder originario que tuvieron en el ‘estado natural’”841, previo a la construcción del Estado. Precisamente, la sociedad civil debe comprenderse como todo el espacio en que las personas, fuera del Estado, buscan su propio destino. Que lo hagan o no con fines de lucro resulta del todo irrelevante. Y recibir una ganancia material no constituye 837. Revisar, especialmente, la segunda Sección del capítulo tercero. 838. Ortúzar, El poder del poder, p. 94. 839. Ortúzar, El poder del poder, p. 152. 840. Revisar la segunda Sección del capítulo segundo. 841. Ignacio Sotelo, El estado social. Antecedentes, origen, desarrollo y declive (Madrid, Editorial Trotta — Fundación Alfonso Martín Escudero, 2012 [2010]), p. 22.
235
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
tampoco algo per se ilegítimo. No hay que olvidar que la exclusión del mercado del campo de la sociedad civil es similar a la que subyace a la reforma educacional escolar de la Nueva Mayoría, que terminó prohibiendo el lucro, como si los sostenedores de colegios particulares subvencionados fueran algo así como narcotraficantes. *** En términos históricos, la idea de sociedad civil fue surgiendo en la medida en que la vida de las personas dejó de estar centrada únicamente en la unidad familiar. Como bien lo explica Nicola Matteucci: “la constitución social de Europa hasta finales del siglo XVIII, hasta que nuestro continente [Europa] pierde sus características de país esencialmente agrícola, estaba centrada totalmente en la familia, es decir sobre la casa, centro no sólo de la reproducción biológica, sino también de la producción económica para el sustento y la autarquía de la propia familia”842.
Por eso no es casualidad que alguien como Hegel (no precisamente un autor liberal) haya considerado a la sociedad civil como un “sistema de necesidades”. Dice Hegel: “los individuos, en cuanto ciudadanos de este estado [de necesidad], son personas privadas, que tienen por fin particular su propio interés”843. Sin embargo, agrega el filósofo alemán: “en esa dependencia y reciprocidad del trabajo y de la satisfacción de las necesidades, el egoísmo subjetivo se convierte en cooperación para la satisfacción de las necesidades de todos los demás, en la intervención del individuo mediante lo universal como movimiento dialéctico; de modo que, puesto que cada uno adquiere, produce y goza para sí, justamente por eso produce y adquiere para el goce de los demás”844.
Sólo pensando la sociedad civil como el gran espacio en el que se desenvuelve, sin trabas, la libertad de los individuos, es posible evitar el error -en el que incurre el comunitarismo, según ya se ha visto- de entender lo social de manera reduccionista, dejando fuera de ella al mercado. Y evitando este error, puede también tenerse muy 842. Matteucci, El Estado moderno, p. 43. 843. Guillermo Federico Hegel, Filosofía del Derecho (Buenos Aires, Editorial Claridad, 1967 [1821]), p. 174. El destacado en el original. 844. Hegel, Filosofía del Derecho, p. 180. El destacado en el original.
236
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
a la vista el poder estatal que, aunque no sea de plano descartable para el liberalismo clásico, sí debe ser limitado en favor de la libertad personal y de la rica vida social que, gracias a ella, se despliega. Esta es la visión de Alexis de Tocqueville (1805-1889) quien, al mismo tiempo que valora el despliegue del derecho de asociación en los Estados Unidos, subraya que éste surge de los individuos en cuanto seres autónomos del poder estatal. Mientras sostiene que “Norteamérica es el país del mundo donde se ha sacado mayor partido de la asociación”, agrega que las organizaciones sociales “no deben su existencia y su desarrollo sino a las voluntades individuales”. Incluso más, reafirma la importancia de lo individual con las siguientes palabras: “el habitante de los Estados Unidos aprende desde su nacimiento que hay que apoyarse sobre sí mismo para luchar contra los males y las molestias de la vida; no arroja sobre la autoridad social sino una mirada desconfiada e inquieta, y no hace un llamamiento a su poder más que cuando no puede evitarlo. Esto comienza a sentirse desde la escuela, donde los niños se someten, hasta en sus juegos, a reglas que han establecido, y castigan entre sí los delitos por ellos mismos definidos”845.
Y si consideramos, en la estela de Tocqueville, que el orden social debe fundarse en la valoración de lo individual, resulta fundamental acercarse a la forma en que la sociedad -y, concretamente, el Estado- debe administrar la existencia de fines o proyectos de vida distintos, los que no sólo se refieren a los denominados temas valóricos, que, normalmente, se asocian a la diversidad sexual y familiar. Aunque también se refiere a éstos, la excede con creces. Se refiere, además, a la libertad de expresión, de educación, religiosa, étnica, nacional, etc. ¿Cómo conciliar los fines o proyectos de vida distintos? ¿Es necesario hacerlo por medio de un ideal compartido, impuesto por alguna autoridad centralizada? ¿Debe el Estado, como sostiene el comunitarismo, adoptar un ideal moral sustantivo, jerárquicamente superior a los demás? En cambio, ¿cuál es la respuesta que plantea el liberalismo846?
845. Alexis De Tocqueville, La democracia en América (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2012 [1835]), p. 206. 846. En torno a esta cuestión, me parece, son mayores las semejanzas que las diferencias entre las distintas ramas del liberalismo, especialmente entre el clásico y el igualitario. Dado el espacio y el carácter no académico de este libro, me centraré sólo en las primeras.
237
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
La cuestión se asocia con lo que otrora se llamó tolerancia y hoy, especialmente para el caso del Estado847, neutralidad. Pero ambos términos no han dejado de estar conectados, porque, como bien expresa Villavicencio “la justicia como equidad [que es la respuesta liberal] se caracteriza por ser tolerante y encontrarse abierta a que las personas puedan adoptar, en ejercicio de su autonomía, las concepciones del bien que sean más congruentes con sus planes de vida particulares”848. Sin embargo, siguiendo a John Gray, la tolerancia liberal de los siglos XVII, XVIII y XIX, “no fue un proyecto de coexistencia entre diversas formas de vida, en que cada uno reconocía la legitimidad y justificación de las otras”, sino que fue “un proyecto de moderación respecto a creencias y prácticas que se juzgaban, sin vacilación alguna, falsas y equivocadas”849. Es lo que, claramente, sucedió en Chile cuando el artículo 5° de la Constitución de 1833 dispuso que: “la religión en la República de Chile es la Católica, Apostólica Romana; con exclusión del ejercicio público de cualquier otra”850. Aunque se permitía el ejercicio privado de otros cultos, se partía de la base que una determinada religión -la católica- era la verdadera y las demás -las protestantes-, falsas o equivocadas. Como ya se ha visto, la mayoría de los comunitaristas tienden a ver un problema político en la ausencia de un horizonte de sentido compartido, que trascienda la fragmentación a la que conducirían los proyectos de vida individuales. Taylor señala: “reconocer la diferencia, al igual que la elección de uno mismo, requiere un horizonte de significación, en este caso compartido”851. Incluso la creatividad individual -por ejemplo, artística-, al carecer de este horizonte, “pierde el trasfondo que puede salvarla de la insignificancia”852. ¿Qué proponen los comunitaristas para superar la fragmentación de que el liberalismo daría cuenta? En primer lugar, la restricción del libre mercado, que sería la principal causa del atomismo que es necesario superar. “No podemos abolir el mercado, pero tampoco podemos organizarnos exclusivamente mediante mercados. 847. Los liberales de los siglos XVII, XVIII y XIX también entendieron la tolerancia como una propiedad del Estado, aunque asimismo como una virtud personal. Para la primera de estas centurias, sigue siendo clásica la obra de John Locke, Ensayo y carta sobre la tolerancia (Madrid, Alianza Editorial, 1999 [1689-1690]). En el ámbito nacional, muy interesante es el ensayo de Manfred Svensson, “¿Una disposición pasajera?: hacia una concepción robusta de la mera tolerancia”, en Manfred Svensson, Andrea López e Ismael Gavilán, Una disposición pasajera. Sexto concurso de ensayo en Humanidades contemporáneas (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013), pp. 15-81. 848. Luis Villavicencio Miranda, “La neutralidad liberal como antiperfeccionismo”, Revista de Derecho, año 19, N° 2, (2012), p. 372. 849. John Gray, “Pluralismo de valores y tolerancia liberal”, Estudios Públicos, N° 80 (2000), p. 80. 850. Cabe agregar que, conforme a la ley del 27 de julio de 1865, interpretativa de este artículo, se permite: a) practicar el culto al interior de recintos particulares, y b) establecer escuelas privadas, con la facultad de enseñar las “doctrinas de sus religiones”. 851. Taylor, La ética de la autenticidad, p. 86. 852. Taylor, La ética de la autenticidad, p. 99.
238
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
Restringirlos puede resultar costoso: no restringirlos en absoluto podría resultar fatal”853 . Y, en segundo término, Taylor propone aumentar las instancias y procesos de participación política: “la democracia vive, pues, de la participación directa. Entiendo por ésta los movimientos en que los ciudadanos se organizan para influir en el proceso político, para modificar la opinión pública, para ejercer presión sobre el gobierno, para elegir a determinadas personas y, ocasionalmente, para hacer por su cuenta algo que el gobierno haría”854.
En cambio, el liberalismo apuesta por la neutralidad. Pero, es importante aclararlo, no defiende una neutralidad absoluta. Por ejemplo, no “trata de la misma manera a un hombre promiscuo sexualmente y a un violador”855. Vale decir, siguiendo a Villavicencio, “el liberalismo no defiende la neutralidad estatal en asuntos de justicia o de derechos; al contrario, su tesis es que la justificación de la legitimidad política pende precisamente de la protección y reconocimiento de los derechos individuales”856. La neutralidad liberal tiene relación con “la prioridad de los derechos sobre el bien”857, lo que supone un orden de libertad legal, que permita la interacción y coexistencia de los distintos proyectos de vida o concepciones morales. Célebre, en este sentido, sigue siendo hoy el planteamiento de John Rawls. Y dado que resulta imposible en tan corto espacio abordarlo, consideremos sólo dos aspectos fundamentales. El primero (ya insinuado), es que no se basa en una doctrina moral, religiosa o política comprehensiva. Dice Villavicencio, al comentar a Rawls: “en vez de mantener prisioneros los principios políticos a una doctrina comprensiva, el desafío es construir una concepción que no dependa de la verdad de ningún sistema más o menos completo de carácter metafísico o epistemológico” 858. Y el segundo, consecuencia del anterior, es que constituye un mecanismo que garantiza el despliegue de las distintas concepciones morales. Dice Rawls: “como siempre, suponemos que la diversidad de doctrinas razonables, religiosas, filosóficas y morales que se encuentra en las sociedades democráticas es una característica permanente de la cultura pública, 853. Taylor, La ética de la autenticidad, p. 136. 854. Taylor, Democracia republicana, p. 26. 855. Villavicencio Miranda, “La neutralidad liberal”, p. 373. 856. Ibíd. 857. Gray, “Pluralismo de valores”, p. 83. Aquí “bien” debe entenderse no como la calificación moral de las acciones (como por ejemplo en el mandato “debe hacerse el bien y evitarse el mal”) sino como sinónimo de “concepciones generales de la felicidad”. 858. Villavicencio Miranda, Las críticas comunitaristas, p. 146.
239
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
y
no
una
simple
situación
histórica
que
pronto
desaparecerá.
Una vez que supongamos esto, preguntamos: ¿cuándo pueden los ciudadanos, mediante su voto, ejercer apropiadamente su poder político coercitivo unos sobre otros, cuando están en juego cuestiones fundamentales? O, ¿a la luz de qué principios e ideales debemos ejercer ese poder, si hacerlo así es justificable para los demás ciudadanos libres e iguales?”859.
Como explica Samuel Freeman -un estudioso del filósofo estadounidense-, la “idea de razón pública es fácilmente malentendida”, puesto que no se refiere a “las razones que comparten en común las personas en una sociedad”860, sino a razones que satisfagan un “criterio de reciprocidad”, es decir, que se funden en premisas que otros razonablemente puedan aceptar861. Dicho de manera simple, así como el Estado debe garantizar la diversidad de concepciones de la vida buena, no debe imponer una sola al conjunto de la población. Esto no sería propio de una sociedad auténticamente libre. Ahora bien, ¿por qué puede decirse que el mercado -en cuanto forma parte de la sociedad civil- posibilita una mayor diversidad social y cultural? Porque, al garantizar los acuerdos e intercambios voluntarios, se permite que las personas puedan perseguir sus proyectos de vida y dar, así, cuenta de identidades heterogéneas. Veamos dos ejemplos. El primero es de Arturo Fontaine Talavera, quien señala que la libertad de expresión depende en buena medida de la libertad económica: “el mercado de los bienes que se usan para expresar opiniones en las sociedades modernas está íntimamente ligado a los demás. Así, por ejemplo, no es fácil interrumpir la siguiente cadena: bosques, aserraderos, industria de celulosa, comercialización del papel, máquinas de impresión, distribución de diarios, revistas y libros, etc.”862.
El segundo lo dio McCloskey en su visita a Chile en octubre de 2016863: no es casualidad que el movimiento LGBTI864 -que, en un comienzo, se denominó del orgullo gay- haya nacido en un bar estadounidense, en Stonewall. No surgió de ninguna oficina
859. John Rawls, El liberalismo político (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2006 [1993]), pp. 207 y 208. 860. Samuel Freeman, Rawls (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2016), p. 345. 861. Freeman, Rawls, p. 346. 862. Arturo Fontaine Talavera, “Libertad cultural, pluralismo político y capitalismo”, Estudios Públicos, N° 19 (1985), p. 7. 863. Se lo escuché en uno de los eventos al que asistí. No recuerdo la fecha exacta 864. Sigla que significa lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex.
240
CAPÍTULO SÉPTIMO. PENSAR LA REPÚBLICA: LA DERECHA FRENTE AL ESPACIO COMÚN
estatal, sino, por el contrario, de agrupaciones sociales que querían resistir las redadas y hostigamientos policiales (estatales) que regularmente caían sobre dicho bar por acoger a lesbianas, homosexuales y trans865. Los pioneros de este nuevo movimiento social surgieron en oposición a la coacción estatal y no en defensa de ella. Lo mismo sucedió en Chile, agrego yo: incluso durante la dictadura, los únicos refugios o espacios de sociabilidad con que contaron las personas de la diversidad sexual fueron bares y discotecas866. Y esto sólo es posible que se dé en el contexto de sociedades abiertas o liberales en lo económico. La comprensión de la sociedad civil como integrada por el mercado, supone poner por delante una idea que se ha buscado sostener con fuerza a lo largo de este libro: la libertad económica vale la pena y merece ser defendida. Pero es necesario hacerlo por razones no estrictamente económicas. Y una de ellas, entre otras, se refiere a la rica diversidad que, en todo ámbito, surge de la libertad. Precisamente a partir de dicha valoración, un conservador egregio como Edmund Burke (1729-1797) señala que las constituciones occidentales “no han sido dirigidas hacia ningún objetivo particular, eminentemente distinguido que sobrepase a todos los demás. Los objetivos que incluyen son infinitamente variados y han llegado a ser, de algún modo, infinitos”867. La derecha conservadora debería, pienso, recoger este planteamiento con fuerza, al menos en el contexto de la valoración de la libertad económica como mucho más allá que la pura economía 868 . *** Habiendo ya visto una aproximación a lo común, ¿cómo debería la derecha en Chile acercarse al Estado? ¿Cómo entenderlo en clave liberal clásica? ¿Qué significa el constitucionalismo como marco teórico de esta visión? ¿Cómo pensar la subsidiariedad? ¿Cuál es la manera en que la izquierda plantea sustituir el actual sistema económicosocial? ¿Responde la derecha adecuadamente a este planteamiento? A dar cuenta de estas preguntas, se dedicará el capítulo final de este libro.
865. Se trata de los denominados Disturbios de Stonewall (28 de junio de 1969), que dieron origen al movimiento gay o LGBTI y, en concreto al día del orgullo, que se celebra en todo Occidente a través de actos y marchas multitudinarias. Ver Byrne Fone, Homofobia. Una historia (México D.F., Océano, 2008), p. 554. 866. Ver Oscar Contardo, Raro. Una historia gay de Chile (Santiago, Planeta, 2011), pp. 305-322. 867. Edmund Burke, “Selección de escritos políticos”, Estudios Públicos, N° 9 (1983), p. 159. 868. Esta idea la ha entendido muy bien Ernesto Silva cuando dice lo siguiente: “cualquier intento de hacerse cargo de mejor manera de nuestra identidad nacional debe partir desde la premisa básica de que la diversidad de la sociedad chilena es un hecho de la causa que no está en discusión”. Ernesto Silva, Aire nuevo para Chile (Santiago, RIL Editores, 2015), p. 127.
241
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
242
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
CAPÍTULO OCTAVO ¿ PA R A Q U É S I R V E E L E S TA D O ? C O N S T I T U C I O N A L I S M O, S U B S I D I A R I E D A D Y D E R I VA E S TA T I S TA
243
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
1 Constitucionalismo (o la presunción en favor de la libertad) La historia da cuenta que la mayoría de las tendencias dentro del liberalismo no rechaza de plano la existencia del Estado; tampoco lo hace por cierto la derecha, ni en Chile ni en el mundo. Aunque pueda parecer una obviedad, quizás resulte necesario dedicar algunos párrafos a justificar dicha existencia. Se hará aquí desde el liberalismo clásico que es el que, como se sostiene en este libro, goza de las mejores condiciones de posibilidad para la derecha en Chile. Concretamente, es el que cree en un Estado constitucional y, como consecuencia lógica de éste, en un Estado subsidiario. Cuando Giovanni Sartori afirma que “existe un liberalismo en singular que precede y sostiene a los liberalismos en plural”, quiere decir que el liberalismo es, ante todo, la creencia en la rule of law (el gobierno de las leyes y no de los hombres) y en el Estado constitucional869. Y agrega que, aunque el Estado liberal del siglo XIX se haya construido como “un ‘Estado pequeño’, sino como un ‘Estado mínimo’”, es principalmente “un Estado constitucional en la acepción garantista del término”870. En esta misma línea de análisis se inscribe Maurizio Fioravanti, quien sostiene que “el constitucionalismo es, desde sus orígenes, una corriente de pensamiento encaminada a […] la consolidación de esferas de autonomía garantizadas mediante normas”871. Dicho de manera simple, el constitucionalismo implica la existencia de un Estado que asegure los derechos individuales, que son derechos de libertad personal (e igualdad ante la ley) más bien que de igualdad material (o igualitarismo). Un elemento fundamental para dicha garantía (incluso más importante que las declaraciones explícitas de derechos 872) es la separación de poderes, que ya tuvo su antecedente medieval en la distinción entre gubernaculum, asociado a las facultades discrecionales del monarca, y iurisdictio, en virtud del cual dicho gobernante
869. Sartori, Elementos de teoría política, p. 121. 870. Sartori, Elementos de teoría política, p. 122. 871. Fioravanti, Constitucionalismo, p. 17. 872. Que pueden terminar siendo letra muerta si el poder no es efectivamente limitado.
244
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
requería del consenso parlamentario. Por eso las revoluciones liberales (como las inglesas del siglo XVII y la americana del XVIII) surgieron como respuestas frente a la imposición tributaria del monarca, sin la necesaria aprobación -conforme a la división histórica antedicha- del Parlamento. Si bien durante la Edad Moderna (desde el siglo XV en adelante) la conveniencia de la separación de poderes -con vistas a la garantía de los derechos individualesfue anticipada por algunos autores 873, resultó mucho más clara en la teoría de John Locke (1632-1704) y, algo más tarde, en la de Montesquieu (1689-1755). En el caso del primero, el estado de naturaleza no sería (a diferencia de Hobbes874) un estado de conflicto inevitable y permanente, sino “una condición en la que cada cual es ya capaz racionalmente de reconocer la property del otro y de limitar sus propias pretensiones”875. Y, en términos orgánicos, Locke defiende un Estado integrado por tres poderes: legislativo, ejecutivo y federativo. El tercero se refiere “a la seguridad y a asuntos exteriores con respecto a los beneficios o daños que la comunidad pueda recibir desde afuera”876. Montesquieu, a diferencia de lo que suele pensarse, no se pronunció simplemente a favor de la separación de poderes -entre ejecutivo, legislativo y judicial-, sino más bien de la idea de un gobierno mixto o moderado, que se constituya en un justo medio entre la monarquía (que sola deviene en absolutismo) y la democracia (que sola, a su vez, se convierte en asambleísmo) gracias a la inclusión de un tercer componente: la aristocracia, representada en el Senado. Dice Montesquieu: “el poder intermediario subordinado más natural es el de la nobleza, que forma parte en cierto modo de la esencia de la monarquía, cuya máxima fundamental es: sin monarca, no hay nobleza; sin nobleza, no hay monarca, sino déspota”877. Aunque desde las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX no quepa ya hablar de nobleza, sí puede pensarse, siguiendo a Montesquieu, en un sistema político equilibrado más bien que meramente dividido. Esta consideración resulta importante de tener en cuenta a propósito del debate constitucional
873. Por ejemplo, en Johannes Althusius (1557-1638), quien hablaba de una universalis consociatio para referirse al “pacto que vincula, en sentido horizontal, las diferentes realidades, corporativas, ciudadanas y territoriales, de suerte que sean comprendidas pacíficamente en un solo pueblo. Ahí se encuentra el fundamento de la res publica y, por lo tanto, su ley fundamental”. Fioravanti, Constitucionalismo, p. 27. 874. Para Thomas Hobbes (1588-1679) el estado de naturaleza es la vía hacia la guerra civil, ya que todos tienen la pretensión de acceder a todo. Por eso, para Hobbes el contrato social supone la autorización al monarca para ejercer el monopolio de la fuerza física. Para una explicación breve de este pensador, ver George Sabine, Historia de la teoría política (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2011 [1937]), pp. 353-368. 875. Fioravanti, Constitucionalismo, p. 34. 876. John Locke, Segundo Tratado del gobierno civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del gobierno civil (Madrid, Alianza Editorial, 2004 [1690]), p. 153. 877. Montesquieu, Del espíritu de las leyes (Madrid, Alianza Editorial, 2012 [1748]), p. 57.
245
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
que -particularmente en materia de régimen de gobierno878-, hoy vive Chile. ¿Es necesario transitar de golpe de un sistema presidencialista a uno parlamentario o semipresidencial? Pienso que no, que la Constitución histórica de Chile879, justamente presidencialista, hace que dicho tránsito se torne problemático, más aún en las condiciones actuales, de fuerte crisis de confianza de la ciudadanía frente a los actores políticos 880. Por lo demás, y como sostengo en otro lugar, el problema del régimen político de Latinoamérica en su conjunto no ha pasado tanto “por el presidencialismo en cuanto tal, sino por el autoritarismo, el caudillismo y el militarismo que, históricamente, han acompañado diversos procesos personalistas y refundacionales, asociado a otros elementos culturales y de desarrollo económico”881. En este sentido, una buena solución va “en la línea de atenuar el presidencialismo existente”, apuntando a “reequilibrar la relación entre Presidente y Parlamento, especialmente en torno al proceso legislativo”, por ejemplo, al “aminorar la iniciativa exclusiva y el manejo de las urgencias, de que actualmente goza el ejecutivo, así como aumentar las facultades de control del Congreso”882. Y, con Immanuel Kant (1724-1804), es necesario volver a recordar que la separación (equilibrio) de poderes debiera orientarse, preferentemente, hacia la garantía de los derechos individuales. En una frase, hacia el ejercicio de la libertad personal, que el filósofo prusiano entiende como “la libre búsqueda de la felicidad por parte de cada cual mientras no entre en conflicto con esa misma libertad de los otros”883. Es lo que antes se ha denominado principio de presunción de libertad, que supone que la coacción estatal tiene que ser justificada como excepcional más bien que como regla general. Ya sabemos que no es lo que realmente ocurre actualmente en Chile. Hoy en día, la regla general es la intervención estatal en
878. Para una buena síntesis de este debate, puede verse José Francisco García, “Ni césares ni caudillos ni redentores: el fin del hiperpresidencialismo chileno”, en José Francisco García (coordinador), ¿Nueva Constitución o reforma? Nuestra propuesta: evolución constitucional (Santiago, Legal Publishing- Thomson Reuters, 2014), pp. 351-376. 879. En este punto, estoy de acuerdo con Bernardino Bravo Lira cuando sostiene que la Constitución histórica de Chile se basa en la figura del Presidente más bien que en el Parlamento. Ver Bernardino Bravo Lira, El estado de derecho en la historia de Chile. Por la razón o la fuerza (Santiago, Ediciones UC de Chile, 1996). 880. No hay que olvidar que los regímenes parlamentarios y semipresidenciales aumentan el protagonismo de los partidos políticos, que actúan en el Congreso. 881. Valentina Verbal, Lorena Recabarren y René Núñez, “Una Constitución para Chile: liberal y democrática”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2016), pp. 19 y 20. Scott Mainwaring y Matthew Shugart, en su obra Presidencialismo y democracia en América Latina (Buenos Aires, Paidos, 2002), demuestran con creces la tesis planteada en el párrafo que da lugar a la presente nota. 882. Verbal y otros, “Una Constitución para Chile”, p. 20. 883. Citado por Fioravanti, Constitucionalismo, p. 37.
246
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
prácticamente todos los ámbitos de la vida, incluso en materia alimentaria884. La garantía (presunción) de libertad hace necesario, a su turno, que el orden social no establezca un finalismo ético desde el Estado, sino una “cancha” en la que, con determinadas reglas del juego, todas las personas puedan jugar. De esta manera, la sociedad debería ser entendido como una piscina de verano, en la cual las personas puedan nadar cómo y hacia dónde quieran, teniendo únicamente cuidado de no chocar o estorbar a las otras. Y, en caso de hacerlo, reparar el daño causado. ¿Es esto mero egoísmo, como hasta el hartazgo insisten los colectivistas de distintas corrientes (en la derecha, los comunitaristas)? Pienso que no. ¿Por qué lo sería? ¿Por qué, en cambio, no sería egoísta aquella visión que, a través de la fuerza, le busca imponer a la gente una determinada manera de vivir? En términos explícitos, la garantía estatal aquí referida se ha consagrado en declaraciones de derechos, por ejemplo, la Declaración de Virginia de 1776 y la francesa (de los derechos del hombre y del ciudadano) de 1789. Pese a las diferencias que, en su conjunto, dan cuenta los procesos revolucionarios de los Estados Unidos y Francia885, ambos documentos poseen un núcleo común: un fundamento iusnaturalista en favor de derechos individuales 886. Para que lo anterior se haga carne -especialmente, en la estela de la revolución estadounidense-, se llegó a considerar que, antes que reconocer los referidos derechos en la Constitución887, resulta fundamental limitar el campo de acción del poder legislativo. Alexander Hamilton (1757-1804) afirma que una Constitución estable en el tiempo debe no sólo asegurar la independencia de los tribunales de justicia, sino también darles la función de declarar nulos los actos contrarios a ella (ver El Federalista, N° 48). Se trata del judicial review, radicado en la Corte Suprema. Como bien lo explica Nicola Matteucci: “en el gobierno limitado por el derecho, más que en el gobierno dividido, se vio la verdadera garantía contra un gobierno autoritario o arbitrario;
884. Precisamente, al escribir este párrafo, leo en la prensa que el senador Guido Girardi (PPD) ha enviado un proyecto de ley para impedir que la tarjeta JUNAEB pueda ser utilizada en comida chatarra. Si bien es cierto que se trata de una ayuda estatal, igualmente debería respetarse la libertad de elegir de los beneficiarios de dicha tarjeta. ¿Es necesario obligar a la gente a comer sanamente? ¿Cuál es el límite? ¿Por qué no obligar a las personas a usar condones, para no contraer enfermedades de transmisión sexual? 885. Como dice Fioravanti, “la revolución francesa nace para consolidar un poder, la americana para limitar un poder ya existente”. Fioravanti, Constitucionalismo, p. 39. 886. En el caso de Estados Unidos, un iusnaturalismo de matriz religiosa; en Francia, uno de matriz más bien laica. De acuerdo a Matteucci, este punto lo subraya George Jellinek en 1895. Ver Matteucci, El Estado moderno, p. 152. 887. Valga recordar que, inicialmente, los derechos individuales no fueron incorporados en la Constitución americana, sino después, por la vía de enmiendas.
247
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
y todo reforzamiento del poder ejecutivo no causaba miedo si, al mismo tiempo, se reforzaban los derechos de los ciudadanos en pro de los cuales se había creado la judicial review”888.
Precisamente, en la línea de la tradición revolucionaria americana más bien que en la francesa -que devino en asambleísmo, especialmente, en la época jacobina- es que tantos autores liberales, sin negar el valor de la democracia, han encendido las alarmas sobre los límites que a ella debería imponérsele. Límites que justamente apuntan a proteger los derechos de libertad frente a la acción estatal, expresada no sólo en decretos discrecionales del ejecutivo, sino también -y sobre todo- en normas emanadas del legislativo, que suelen tener más fuerza vinculante que los primeros 889. Así es que, a diferencia del demócrata dogmático que considera que el hecho que “la mayoría quiera algo es razón suficiente para considerarlo bueno”, para el demócrata liberal no necesariamente lo es 890, porque puede darse el caso -como en la práctica suele darse-que la mayoría viole los derechos individuales de las minorías. Señala Hayek: “el reconocimiento de los derechos de las minorías significa que el poder de la mayoría, en última instancia, deriva y está limitado por los principios que las minorías adoptan también”891. Y es en esta misma línea de pensamiento que alguien como Nozick no duda tampoco en comenzar su más célebre obra con el siguiente párrafo: “los individuos tienen derechos, y hay cosas que ninguna persona o grupo puede hacerles sin violar los derechos. Estos derechos son tan firmes y de tan largo alcance que surge la cuestión de qué puede hacer el Estado y sus funcionarios, si es que algo pueden. ¿Qué espacio dejan al Estado los derechos individuales?”892.
En principio, podría responderse que “poco”. Y por eso es que los colectivistas de distintas tribus, apuntan casi siempre a limitar los derechos individuales y a deslegitimarlos en términos morales. Por ejemplo, al sostener que promoverían el 888. Matteucci, El Estado moderno, p. 170. 889. Salvo, por cierto, los decretos leyes (que operan en momentos de excepción constitucional) y los decretos con fuerza de ley (que suponen una delegación legislativa al ejecutivo, de parte del Congreso). 890. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 142. 891. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 146. 892. Nozick, Anarquía, estado y utopía, p. 7. 893. Bernardino Bravo Lira, “Del Estado modernizador al Estado subsidiario”. Trayectoria institucional de Chile 1891-1995”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, N° XVII (1995), pp. 214-215.
248
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
egoísmo y que serían contrarios a la posibilidad de una vida en común. ¿Por qué? Porque suelen asociar lo común, antes que a mecanismos de cooperación voluntaria -de unos con otros-, al sometimiento de los fines individuales a un supuesto fin colectivo de carácter perfeccionista. En esta idea, aunque de manera más moderada que la izquierda, también ha caído (y sigue cayendo) la derecha de nuestro país. En esto, precisamente radica el quid de la crisis intelectual que hoy enfrenta, y que ha sido materia del presente libro. El giro hacia un relato ideológico sostenible en el tiempo pasa necesariamente -a diferencia de lo que han venido proponiendo algunos intelectuales del sectorpor una mayor valoración de la libertad individual frente a lo colectivo y lo estatal. Sin embargo, lo anterior no significa que el liberalismo -en particular, el clásicorechace de plano la existencia del Estado. Tanto en la teoría como en la práctica, ha creído en él y lo ha valorado en la misma medida en que les asegura a los individuos el derecho a buscar el propio destino. Y ese “poco” espacio que dejan los derechos individuales, es poco sólo si se le compara con el gigantismo que, con el paso del tiempo, ha alcanzado el Estado en términos burocráticos y funcionales. En el caso de Chile, y de acuerdo a Bernardino Bravo Lira, entre 1933 y 1970 se pasó de 27 a 70 organismos estatales 893. Como se verá más abajo, la tendencia de los últimos años no ha sido otra que la de crear -una tras otra- nuevas instituciones, entre ministerios y servicios de las más diversas especies, muy discutiblemente justificados desde el punto de vista de su necesidad. Incluso el mismo Nozick -un autor calificado como liberal libertario- justifica éticamente la existencia del Estado que, aunque para él debería ser mínimo 894, apunta a asegurar el despliegue de los individuos en la consecución de sus proyectos vitales. Como bien explica Schwember, la utopía libertaria que Nozick propone “consiste en suponer un orden político en el que cada uno esté libre de impedimentos para escoger el modo de vida que prefiera”. En otras palabras, para Nozick “la vida sólo puede tener sentido cuando se deja a cada persona vivir la suya del modo que estime conveniente”, sin que tenga que verse sometida a “las directrices, mandatos o prohibiciones de otras”895. En este sentido, el Estado liberal necesariamente debe ser un Estado al servicio de la libertad de todos para buscar el propio destino.
893. Bernardino Bravo Lira, “Del Estado modernizador al Estado subsidiario. Trayectoria institucional de Chile 1891-1995”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, N° XVII (1995), pp. 214-215. 894. Básicamente, asociado a las funciones de justicia y seguridad. 895. Felipe Schwember Augier, “Contrato y utopía: continuidad y discontinuidad de los mitos libertarios en Anarquía, estado y utopía”, Artigos, vol. 39, N° 4 (2016), p. 140.
249
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
2 Subsidiariedad (o la primacía de la persona frente al Estado) La idea de un Estado subsidiario -frecuentemente vinculada a la derecha chilena de las últimas décadas- no puede sino entenderse como derivada de la de un Estado constitucional en clave liberal clásica. De esta manera, el principio de primacía de la persona, que subyace a la noción de Estado subsidiario, supone una consecuencia lógica del de presunción de libertad, que sostiene el de Estado constitucional. Sin embargo, las cosas no se han entendido necesariamente así en el marco del debate que, sobre el relato ideológico de la derecha -y, en particular, en torno al principio de subsidiariedad-, se ha dado en los últimos años en nuestro país. En concreto, se han planteado dos grandes posturas, antes brevemente enunciadas. La primera, sostenida por Pablo Ortúzar y Hugo Herrera (entre otros) apunta a defender la noción de subsidiariedad positiva (o activa) más bien que negativa (o pasiva) 896, mientras que la segunda, representada por José Manuel Castro y Máximo Pávez (también entre otros), se orienta a problematizar dicha visión. Herrera insiste que la derecha chilena ha defendido principalmente (por no decir, de manera exclusiva) la dimensión negativa de la subsidiariedad: “el principio de subsidiariedad ha tenido entre nosotros, en general, un mal destino. Hasta qué punto puede decirse que su éxito coincide con su tergiversación. La derecha logró volverlo operativo, incorporándolo en el espíritu de la Constitución política de la República. Mas lo hizo de una manera que no solo terminó acentuando uno de sus aspectos -el negativo-, sino que alteró su naturaleza o carácter. Pasó de ser un principio concreto, remitido esencialmente a la situación y las circunstancias, a
896. Herrera explica esta distinción en los siguientes términos: “el aspecto negativo del principio indica que las sociedades más grandes no pueden absorber a las más pequeñas ni quitarles sus tareas propias cuando éstas las cumplen satisfactoriamente. El aspecto positivo del principio, en cambio, exige que las agrupaciones más grandes intervengan en las tareas de las menores cuando dicho cumplimiento no es satisfactorio”. Hugo Herrera, “Notas preliminares para una lectura no-dogmática del principio de subsidiariedad”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del mercado y del Estado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), p. 97.
250
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
convertirse en un principio abstracto, que niega o limita de antemano la participación del Estado en ciertos ámbitos de la vida social”897.
Y añade que esta visión se explica históricamente bajo el contexto de la Guerra Fría, época en la que “se necesitaba asegurar el funcionamiento del sistema capitalista, la lealtad de las grandes masas con él y la resistencia de ellas a la amenaza del socialismo real”898. En este contexto, le atribuye a Jaime Guzmán la responsabilidad principal de haber instaurado una visión de la subsidiariedad asociada, preferentemente, “a la libertad económica y a la restricción del papel del Estado en la economía”899. Esta última idea ha sido refutada por Castro, al sostener que Guzmán no adhirió al principio de subsidiariedad sólo por el contexto de la Guerra Fría, sino más en general por el del creciente estatismo que caracterizó al siglo XX, ya desde su primera mitad900. Siguiendo a Rodrigo Henríquez901, señala que “desde 1930 en adelante el Estado chileno fue creciendo sostenidamente al alero de un proyecto modernizador bajo el impulso de la CORFO y las ideas económicas de la CEPAL”902. En esta misma línea de análisis, se inserta el reciente trabajo de Javier Silva, quien señala que “el estatismo criticado por Guzmán durante este período [el siglo XX], y que en su visión vivió Chile en décadas anteriores, provocó trastornos al ordenamiento social en general”903. Pero, entrando al tema de fondo, no cabe duda que el planteamiento de Herrera amerita ser problematizado. No resulta para nada claro que la derecha de los últimos cincuenta años haya defendido, de manera preferente, la dimensión negativa de la subsidiariedad. Incluso, y aunque suene sorprendente, podría afirmarse justamente lo contrario. De partida, el mismo Guzmán -en el momento en que adhirió al principio en cuestión- distingue tanto la faz negativa como positiva de la subsidiariedad. En un artículo de 1965, publicado en la revista Fiducia, señala: “según este principio, el Estado no puede asumir ninguna función específica que los individuos y organismos intermedios sean capaces de realizar por sí mismos”. Pero luego agrega 897. Ibíd. 898. Herrera, “Notas preliminares”, p. 98. 899. Herrera, “Notas preliminares”, p. 103. 900. Materia (recordemos) abordada en este libro en la segunda Sección del capítulo cuarto. 901. Henríquez Vásquez, En estado sólido, pp. 133-162. 902. José Manuel Castro, “Los intelectuales y la incomprensión del Estado subsidiario”, en Claudio Arqueros y Álvaro Iriarte (editores), Subsidiariedad en Chile. Justicia y libertad (Santiago, Instituto Res Publica y Fundación Jaime Guzmán, 2016), p. 188. 903. Javier Silva Salas [en prensa], La Constitución liberal de Guzmán. Chile 1973-1980 (Santiago, Universidad San Sebastián Ediciones, 2017), capítulo “Noción liberal del estado en Guzmán”. No cito página, porque sólo he accedido al borrador. Agradezco a su autor por habérmelo facilitado.
251
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
que al “Estado le cabe una función de suplencia, la que se complementa con el deber de armonizar y coordinar a todas las entidades naturales y a los diversos intereses que coexisten en la vida social”904. Tampoco es cierto que Guzmán haya entendido la subsidiariedad como meramente aplicable a la economía. En sus clases de Derecho Político, señalaba que la “subsidiariedad es aplicable a todos los campos de la vida social” y que la intervención del Estado en materia económica y social debe entenderse como subsidiaria, como “subsidiariedad estatal”905 . Por otra parte, y contrariamente al mito sostenido de manera insistente por algunos intelectuales de izquierda906, no resulta para nada claro que la Constitución del 80 haya acogido el principio de subsidiariedad únicamente en su faz negativa. Ante todo, cabe considerar que esta Carta no reconoce explícitamente el principio, aunque sí puede inferirse de algunos otros, como el de autonomía de los cuerpos intermedios, dispuesto en el artículo 1° inciso tercero: “el Estado reconoce y ampara a los grupos intermedios a través de los cuales se organiza y estructura la sociedad y les garantiza la adecuada autonomía para cumplir sus propios fines específicos”. Este principio, si bien se vincula con el de subsidiariedad, es distinto de él y no se refiere necesariamente a la relación con el Estado 907. Además, con Arturo Fermandois, puede decirse que el principio de subsidiariedad “no garantiza ni la presencia estatal ni privada; sólo opta por un título preferente para los particulares en las actividades de la sociedad que no sean indelegables e intrínsecamente estatales, pertenecientes a él en cuanto tal (RR.EE., Defensa, etc.)”, por lo que se trata de una preferencia en favor de los particulares que, sin embargo, “no garantiza [su] presencia efectiva”908. Luego, y como constatan José Francisco García y Sergio Verdugo, los manuales de Derecho Constitucional909, a través de los cuales se forman los abogados en nuestro país, “en general […] reconocen que la subsidiariedad tiene también una 904. Jaime Guzmán, “El diálogo, la socialización y la paz utilizados como slogans de la Revolución”, Fiducia, N° 17 (1965). Tomado de Castro, “Los intelectuales”, p. 202. 905. Gonzalo Rojas, Marcela Achurra y Patricio Dussaillant, Derecho Político. Apuntes de las clases del profesor Jaime Guzmán (Santiago, Ediciones de la Universidad Católica, 1996), pp. 52 y 53. 906. Por ejemplo, Alberto Mayol sostiene que: “el principal rol del Estado en este modelo es el subsidiario. Dicho rol consiste en dejar que los mercados operen, y cuando muestran deficiencias y generan dificultades sociales, el Estado interviene paliando esas dificultades en favor de quienes más lo necesitan”. Mayol, El derrumbe del modelo, p. 32. 907. Sino también, por ejemplo, con los partidos políticos que, aunque vinculados al poder estatal, no son propiamente entidades de este carácter. 908. Arturo Fermandois, “El mito de la Constitución neoliberal: derechos sociales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”, en José Francisco García (coordinador), ¿Nueva Constitución o reforma? Nuestra propuesta: evolución constitucional (Santiago, Legal Publishing - Thomson Reuters, 2014), p. 220. 909. Por ejemplo, y entre varios otros, Alejandro Silva Bascuñán, Tratado de Derecho Constitucional (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1997), tomo IV, pp. 51 y 52.
252
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
dimensión activa y positiva a través de la cual el Estado actúa”910. Este argumento es importante, porque da cuenta de una suerte de common sense de los abogados nacionales en torno al principio en cuestión. Pero mucho más importante que lo sostenido en los tres párrafos anteriores es considerar que la jurisprudencia constitucional chilena ha descartado una interpretación preferente en favor de la faz negativa de la subsidiariedad, asumiendo incluso la noción de derechos sociales, más bien propia de los Estados de bienestar. De hecho, en los casos en que el Tribunal Constitucional (TC) ha aplicado el principio de subsidiariedad911, no es posible concluir una interpretación, de su parte, en favor de los particulares y en contra de la intervención estatal. Esta situación sólo puede verse en los casos Ley de Prensa (1995) y People Meter (I y II; 2012 y 2013, respectivamente), en los que el TC invocó principios que, aunque relacionados, son distintos del de subsidiariedad: la libertad de expresión, consagrada en el artículo 19 N° 12 inciso primero, y la ya referida autonomía de los cuerpos intermedios. Y por eso es que, con relación al primer caso, Fermandois concluye que la misma libertad de expresión habría bastado para fallar a favor de la autonomía de los medios912. En otros casos, el TC validó la intervención del Estado sin que necesariamente se trate del ejercicio de alguna función indelegable. Por ejemplo, en materia de derecho de propiedad el TC ha tendido a garantizar la función social de la misma913. Dice Fermandois: “no es efectivo que la Carta Fundamental, con su guardián máximo, el juez del TC, estén erigidos en un supremo defensor del dominio; tal cosa no es en absoluto real en su jurisprudencia”914. Más adelante concluye tajante: “la Constitución de 1980 y su aplicación jurisprudencial en materia de derecho de propiedad no son, en absoluto, neoliberales”915. Por último -para cerrar la referencia al principio de subsidiariedad en materia constitucional-, considérese que el TC tampoco ha optado por darle preferencia a los particulares en asuntos de educación y salud. Por ejemplo, en un fallo asociado a la Ley de ISAPRES (2010), el TC dispuso que “el contrato de salud no está regido por la autonomía de la voluntad [principio esencial en materia de derecho privado], sino que da origen a una relación de Orden Público”916. Y, en los términos de García y 910. José Francisco García y Sergio Verdugo, “Subsidiariedad: mitos y realidades en torno a su teoría y práctica constitucional”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del mercado y del Estado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), p. 211. 911. Especialmente en los de control preventivo eventual, que opera cuando minorías parlamentarias descontentas con la aprobación de algún proyecto de ley, reclaman ante el TC por su inconstitucionalidad. 912. Fermandois, “El mito de la Constitución neoliberal”, p. 222. 913. Como en los casos Publicidad caminera I y II, y Playas I, II y II, entre otros. Ver Fermandois, “El mito de la Constitución neoliberal”, p. 228. 914. Fermandois, “El mito de la Constitución neoliberal”, p. 230. 915. Fermandois, “El mito de la Constitución neoliberal”, p. 233. 916. Fermandois, “El mito de la Constitución neoliberal”, p. 239.
253
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Verdugo: “bajo este contexto, el reconocimiento de los derechos sociales se vigoriza -para algunos, nace-, sobre la base de la subsidiariedad, no contra ella”917. La alusión constitucional precedente no es caprichosa: se trata de la así llamada “Constitución de Pinochet”, que supuestamente la derecha habría defendido “con dientes y uñas”. ¿Ha sido esto realmente así? En concreto, ¿es posible seriamente afirmar que la derecha chilena de los últimos ha sido consecuente en la defensa del principio de subsidiariedad, especialmente en su dimensión negativa? No, de ninguna manera. Como bien lo ha demostrado Máximo Pávez, nuestra derecha ha apoyado una serie de proyectos de ley que apuntan a una directa intervención estatal, ni siquiera determinando, prudencialmente, si tales acciones podrían ser llevadas a cabo de mejor manera por el Estado en reemplazo de los particulares. Por ejemplo, en la votación del proyecto de ley que “crea quince centros de formación técnica estatales”, la derecha votó mayoritariamente a favor 918. Pero también ha hecho lo propio al ampliar la burocracia central del Estado. Por ejemplo, durante el gobierno de Sebastián Piñera se creó el Ministerio de Desarrollo Social919. Y si bien puede resultar deseable el rol del Estado en favor de las personas vulnerables920, no cabría decir lo mismo para otros ámbitos. Por ejemplo, el mismo gobierno creó un Ministerio de Deportes 921 e impulsó la existencia de otros varios organismos públicos922. Por otra parte, y volviendo al concepto mismo de subsidiariedad, resulta llamativo el planteamiento de Herrera en orden a que se trata de “un principio concreto, remitido esencialmente a la situación y las circunstancias”, pero en ningún caso abstracto, “que niega o limita de antemano la participación del Estado en ciertos ámbitos de la vida social”923. ¿Qué quiere decir con esto? Básicamente, que el principio se ha entendido (de manera abstracta) en favor de los particulares y no de una evaluación prudencial -“caso a caso”-, que pudiese también derivar en la efectiva intervención del Estado. Además del hecho de que esto no ha sido realmente así, la existencia de una evaluación prudencial resulta una obviedad: la 917. García y Verdugo, “Subsidiariedad: mitos y realidades”, p. 218. El destacado en el original. 918. Máximo Pávez, “Amenazas actuales a la subsidiariedad”, en Claudio Arqueros y Álvaro Iriarte (editores), Subsidiariedad en Chile. Justicia y libertad (Santiago, Instituto Res Publica y Fundación Jaime Guzmán, 2016), p. 243. Se trata de la Ley N° 20.910, promulgada el 21 de marzo de 2016 y publicada el 29 de marzo del mismo año. 919. Pávez, “Amenazas actuales”, p. 241. Se trata de la Ley N° 20.530, promulgada el 6 de octubre de 2011 y publica el 13 de octubre del mismo año 920. Como se verá en las dos últimas Secciones de este capítulo. 921. Se trata de la Ley N° 20-686, promulgada el 19 de agosto de 2013 y publicada el 28 de agosto del mismo año. 922. Por ejemplo, Chile Atiende, SERNAC Financiero, etc. Mediante estos ejemplos no cuestiono directamente la necesidad de estos organismos. Sólo me limito a constatar que la misma derecha ha participado -activamente incluso- del aumento de la burocracia estatal, lo que, junto a otros ejemplos, constituye un mentis a la creencia que la derecha habría propiciado la “retirada del Estado” de la vida económica y social. Esta creencia no se sostiene en los hechos. 923. Herrera, “Notas preliminares”, p. 97.
254
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
subsidiariedad en sí misma -no sólo en su faz negativa- supone un juicio concreto sobre los casos en que ha de intervenir el Estado en vez de los particulares924. Sin embargo, lo que Herrera más bien critica es la primacía de las personas, de que daría cuenta el principio en su dimensión negativa. Alejandro San Francisco argumenta que, conforme a los documentos pontificios, el principio no puede sino apoyarse en la “prioridad de las personas y las agrupaciones intermedias en relación con el Estado, que debe intervenir en determinadas materias sólo cuando los primeros no pueden hacerlo de manera adecuada”925. Y para el liberalismo clásico se trata de la primacía de la persona que tiene su telón de fondo en la presunción de libertad. Ahora bien, y no sólo pensando en los intelectuales de derecha a favor de un Estado preeminente, ¿por qué se parte de la base que, necesariamente, la acción del Estado sería mejor que la de los particulares? No creo, sinceramente, que existan respuestas convincentes. En la práctica, se trata del ya viejo fenómeno de la estatolatría, que Huerta de Soto califica como “la más grave y peligrosa enfermedad social de nuestro tiempo”. De este fenómeno, muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta, ya que: “se nos educa [desde niños] para creer que todos los problemas pueden y deben ser detectados a tiempo y solucionados por el Estado”926. *** Otra cuestión interesante, en el marco de la “guerra de las palabras” que supone la batalla de las ideas -especialmente en momentos de crisis, como el que hoy vive Chile-, es el acercamiento acrítico de la derecha al concepto de solidaridad. Concepto que, si bien resulta muy necesario en materia de relaciones asociativas voluntarias, se torna altamente problemático cuando se trata de la acción del Estado que, por definición, es coactiva. ¿Qué es la solidaridad? El diccionario de la RAE la entiende como la “adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros”927. De manera más específica, Rodrigo
924. Esto lo explica muy bien Daniel Brieba, “La subsidiariedad es útil, pero subsidiaria”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del estado y del mercado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 171-204. 925. Alejandro San Francisco, “Subsidiariedad y justicia en la educación chilena”, en Claudio Arqueros y Álvaro Iriarte (editores), Subsidiariedad en Chile. Justicia y libertad (Santiago, Instituto Res Publica y Fundación Jaime Guzmán, 2016), p. 330. 926. Jesús Huerta de Soto, “Liberalismo versus anarcocapitalismo”, p. 6. Este documento, no publicado en ningún lugar específico, corresponde al discurso del profesor Huerta de Soto, a partir del cual renuncia formalmente al liberalismo clásico y abraza el anarcocapitalismo. Se encuentra fácilmente en internet. 927. Real Academia Española, “Solidaridad”, en Diccionario de la Lengua Española. Disponible en internet: http://dle.rae. es/?id=YIB84sx [último acceso: 26/05/2017].
255
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Borja aporta la siguiente definición: “proveniente del latín solidus, que significa ‘sólido’ y que se aplica al cuerpo cuyas moléculas tienen fuerte cohesión entre sí, la solidaridad es en el campo político y social la adhesión de una persona o de un grupo de personas a los designios de otras, formando causa común con ellas, para compartir sus problemas o sus desdichas y afrontarlos de mancomún. Es la actitud de sentir como propios los problemas ajenos, la capacidad de condolerse de los quebrantos de los demás”928 .
Y, aunque se trate de un concepto históricamente recogido por la izquierda929, se tiende en mucha mayor medida a vincular con la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). En este contexto: “la solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las instituciones, según el cual las ‘estructuras de pecado’, que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos”930.
Juan Pablo II (1920-2005), supuestamente el Pontífice más pro libre mercado que ha existido en la historia de la Iglesia católica, sostiene que el concepto de “estructuras de pecado” se asocia a dos grandes fenómenos: afán de ganancia exclusiva y sed de poder. “A cada una de estas actitudes podría añadirse, para caracterizarlas aún mejor, la expresión: ‘a cualquier precio’”931. De esta manera, la solidaridad se fundaría en “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”932 . Con relación al primer fenómeno -al afán de ganancia exclusiva-, obviamente
928.Rodrigo Borja Ceballos, “Solidaridad”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www. enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=s&idind=1408&termino= [último acceso: 26/05/2017]. 929. Por ejemplo, y citando la misma entrada precedente de Borja Ceballos, “durante el gobierno de las izquierdas surgido de las elecciones de 1924 -con Herriot, Painlevé y Blum-, en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial, se habló del solidarismo como una suerte de ideología oficial opuesta lo mismo al laissez faire de los liberales que al colectivismo marxista y al anarcosindicalismo”. Es decir, y tal como ha ocurrido con el socialcristianismo, se piensa la solidaridad como una alternativa intermedia entre el liberalismo y el socialismo. 930. Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, p. 123. El destacado en el original. 931. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis (Santa Sede, 1987, N° 36). 932. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis (N° 38). El destacado en el original.
256
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
que las “estructuras de pecado” se vincularían con el capitalismo. Y por eso es que la invocación a la idea de solidaridad no se hace, precisamente, para impulsar una mayor asociatividad voluntaria, sino una presencia estatal mucho más profunda en todos los ámbitos de la vida. No sólo para ayudar a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad, sino sobre todo para el establecimiento de un horizonte común de sentido, al que todos deberían subordinarse. He aquí el carácter voluble de este concepto. En el mundo de la derecha, es justamente dicha idea la que predomina en no pocos intelectuales. Por ejemplo, Claudio Alvarado y Eduardo Galaz sostienen que “los bienes privados, sin son auténticos bienes, son también en cierto modo bienes públicos: bienes comunes, en el sentido de lo comunicable, de lo que puede y debe ser puesto en común”933. Y por eso es que “el principio de subsidiariedad se entiende indisociablemente unido a la solidaridad, en virtud de la que todos están llamados a ser responsables de todos”934. De esta manera, resulta notorio que la noción de subsidiariedad (incluso en su faz positiva) pierde relevancia frente a la de solidaridad. La primacía de la persona, sobre la cual la primera se apoya, se ve inevitablemente eclipsada ante la supremacía de lo colectivo y lo estatal, de que da cuenta este concepto de solidaridad. No de la solidaridad que surge espontánea y libremente de la voluntad de un individuo para con otro, sino de la coactiva, la “solidaridad” forzada desde el Estado, a la que en sentido propio no cabría siquiera llamarla de ese modo; esto último es muy importante de subrayar 935. Alvarado, a través de un artículo posterior, destinado a comentar el Manifiesto republicano de Allamand y otros, es bastante explícito al indicar que la subsidiariedad debiera ser entendida como orientada a la solidaridad estatal: “en este contexto, conviene recordar que un adecuado entendimiento de la subsidiariedad tiende a enfatizar su complemento con otros criterios o principios de organización social y, en particular, su vínculo con la solidaridad”936. No está demás constatar que esta idea de responsabilidad colectiva -“de todos para con todos”- no se distingue cualitativamente de la que viene planteando la izquierda desde hace un buen tiempo en nuestro país, tanto en el marco de la Nueva Mayoría como del Frente Amplio. Por ejemplo, la Hoja de ruta de la candidatura de Beatriz Sánchez sostiene lo siguiente: 933. Claudio Alvarado y Eduardo Galaz, “Subsidiariedad y vida pública: una mirada a los orígenes”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del Estado y del mercado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), p. 50. 934. Alvarado y Galaz, “Subsidiariedad y vida pública”, pp. 50 y 51. 935. Agradezco a Benjamín Ugalde haberme hecho ver la necesidad de precisar bien este punto. 936. Claudio Alvarado, “El Manifiesto, la política y la solidaridad”, en Andrés Allamand y otros, La mayoría de las ideas. De la retroexcavadora al Manifiesto republicano (Santiago, El Mercurio Ediciones, 2017), p. 119. El destacado es mío.
257
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
“esta comprensión de la vida mercantilizada [la que esencialmente caracterizaría al ‘modelo neoliberal’] tiene fuertes implicancias en diversos sentidos. En primer lugar, tiene implicancias en el plano cultural, porque no nos hace responsables de los otros, destruyendo la cohesión social y el sentido de comunidad de nuestra sociedad. Se tiende a generar la creencia de que los resultados provienen exclusivamente del esfuerzo individual, invisibilizando que todo lo que somos como personas proviene también de nuestra interacción con los otros, con nuestros vecinos, colegas, padres y familiares, y todos y todas quienes viven a nuestro alrededor”937.
Aunque, en la práctica y con argumentos meramente técnicos, la derecha rechace, por ejemplo, el sistema de reparto en materia previsional, no se da cuenta que su pésima comprensión de conceptos políticos fundamentales, como el de solidaridad, perfectamente la podría llevar a justificar muchas de las medidas programáticas que actualmente propone la izquierda.
3 El rol social del Estado: Estado de bienestar y Estado subsidiario 938
El extravío ideológico de la derecha se torna mucho más patente todavía cuando se revisa su respuesta frente al planteamiento de la izquierda (Nueva Mayoría y Frente Amplio), orientado a superar el “modelo neoliberal” actualmente vigente en el país 939. Sin poder aquí, por motivos de espacio, dar cuenta de demasiados matices, puede decirse que esencialmente este planteamiento apunta a la construcción de un Estado de bienestar 940 a través de la consagración constitucional de los llamados derechos sociales. Siendo diversos los documentos que en Chile se pronuncian a favor de un Estado de bienestar, sigue todavía siendo emblemático el libro El otro modelo,
937. Hoja de ruta. Programa de Beatriz Sánchez a las primarias del Frente Amplio (Santiago, mayo de 2017), p. 23. 938. A pesar que sobre el término social se abusa excesivamente, utilizo la expresión rol social en cuanto políticas públicas en favor de las personas vulnerables. Pero no en el sentido universalista con el que la izquierda lo suele utilizar, por ejemplo, con relación a los derechos sociales. 939. Lo cual resulta bastante discutible de acuerdo a lo visto en la Sección anterior. 940. Aunque generalmente no se use tanto este término cuanto sí mucho más el de Estado social y democrático de derecho. Ver, por ejemplo, Michelle Bachelet, Chile de todos. Programa de gobierno 2014-2018 (Santiago, 2013), p. 33.
258
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
en buena medida por expresar de manera sintética, simple y persuasiva dicho propósito. Sus autores señalan que es necesario superar el orden neoliberal con el objetivo de transitar hacia un régimen de lo público. El orden neoliberal se basaría en el “desprecio por lo público y su exaltación de lo privado”. O, dicho de otra manera, “el despliegue irrestricto del interés privado promoverá adecuadamente el interés público”, lo que supone considerar que “el interés público se reconoce por la existencia material, en el mercado, de los intereses de los agentes privados”941. Por el contrario, el régimen de lo público significaría que las personas forman parte de una comunidad política, lo que sólo se lograría cuando “uno asume un cierto grado de responsabilidad por todos y, recíprocamente, todos asumen algo de responsabilidad por uno”942. He aquí nuevamente la referencia a la solidaridad como principio de organización social desde el Estado. ¿Cómo concretarla? Instaurando un Estado de bienestar que garantice derechos sociales universales mediante el pago de impuestos progresivos. Insisten los autores que únicamente de esta manera sería posible superar la actual omnipresencia del mercado en las relaciones sociales. Cabe aquí hacer una breve mención al fracaso de los Estados de bienestar en la Europa occidental. Es importante detenerse, particularmente en el modelo escandinavo 943, que se ha tornado un paradigma a imitar para la izquierda chilena, y respecto del cual Nima Sanandaji desmonta varios de los mitos. Lo propio hace Ignacio Sotelo para los casos de Inglaterra y Alemania. Veamos aquí sólo tres de estos mitos. El primero es que no es cierto que los países escandinavos hayan mantenido, bajo sus sistemas de bienestar, la pujanza de sus economías. Por ejemplo, entre 1870 y 1936 Suecia mantuvo la tasa de crecimiento más alta del mundo industrializado, descendiendo al lugar 13 desde ese último año hasta 2008944. El segundo es que tampoco es verdad que los impuestos altos no hayan afectado la inversión y el crecimiento económico. Estos han afectado principalmente a los pequeños y medianos empresarios, que disponen de menores posibilidades de endeudarse para iniciar sus empresas. Pero también se vieron afectadas las grandes empresas: “en el año 2004, treinta y ocho de las cien empresas de mayor facturación en Suecia eran fruto de la función empresarial del país, habiendo comenzado como negocios privados dentro de las fronteras. De estas
941. Atria y otros, El otro modelo, p. 12. 942. Atria y otros, El otro modelo, p. 34. 943. Que abarca cuatro países: Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia. 944. Nima Sanandaji, El poco excepcional modelo escandinavo. Cultura, mercado y fracaso de la tercera vía (Santiago, Fundación para el Progreso-Unión Editorial, 2016 [2015]), p. 47.
259
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
empresas, veintiuna habían sido fundadas antes de 1913. Además, quince se habían fundado entre 1914 y 1970. Sólo dos habían iniciado sus actividades después de 1970. Si las cien compañías más grandes se clasificaran de acuerdo a la cantidad de personal contratado, entonces ninguna de ellas habría sido fundada en el período posterior a 1970”945.
El tercer gran mito de los sistemas de bienestar europeos guarda relación con la conservación de buenas tasas de salarios y empleos. Para el caso de Inglaterra, Sotelo da cuenta del aumento de la inflación, llegando a alcanzar la cifra de 16,1% en el período 1973-1974. Esto se explica, en buena medida, por el hecho de que la clase obrera, organizada sindicalmente, percibía salarios muy por encima de su productividad946. Y con respecto a Alemania, agrega que las medidas keynesianas no sólo afectaron el crecimiento, sino que aumentaron la inflación y el desempleo, pasando este último de 600.000 personas en 1974 a 1,8 millones en 1982947. ¿Por qué sucedió esto? Porque, a pesar de existir una cultura ancestral de esfuerzo, al considerarse el trabajo como un derecho social, garantizado por el Estado en todo evento, inevitablemente se termina por perder el sentido moral de que la construcción del futuro depende, ante todo, de uno mismo. Al final, concluye Sotelo: “el Estado de bienestar se asocia con el estancamiento y la pobreza, que es el precio que habría que pagar por una sociedad más igualitaria y solidaria. En cambio, una sociedad que se haga cada vez más rica, ha de tolerar una mayor desigualdad social. La opción estaría entre pobreza e igualdad, o riqueza y desigualdad”948.
Mauricio Rojas, quien ha estudiado monográficamente la evolución del modelo sueco, señala que su fracaso (y posterior reforma, durante la década de los 90) deja una gran lección para Chile en torno al rol del Estado: que la asistencia de los más necesitados no debe nunca pasar por el ataque al libre mercado que genera la riqueza, y que, por el contrario, cabe, con vistas a este mismo fin de asistencia, impulsar medidas “que protejan y fomenten la libertad económica”, ya que sólo así puede pensarse en una sociedad próspera para todos 949.
945. Sanandaji, El poco excepcional modelo escandinavo, p. 57. 946. Sotelo, El Estado social, p. 269. 947. Sotelo, El Estado social, p. 265. 948. Sotelo, El Estado social, p. 269. 949. Mauricio Rojas, Suecia. El otro modelo. Del Estado benefactor al Estado solidario (Santiago, Fundación para el Progreso, 2014), pp. 149 y 150
260
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
*** Antes de analizar específicamente la cuestión de los derechos sociales950, es importante aclarar que si bien en términos históricos, el Estado liberal supuso (desde el siglo XVII y, especialmente, desde el XVIII) una superación del Estado absoluto, ya en éste puede percibirse la necesidad de paliar la pobreza. Por ejemplo, el humanista Luis Vives (1492-1540) propone algunas medidas en favor de las personas vulnerables, que pueden -sintéticamente- desglosarse en las siguientes dos: trabajo y educación: “para Vives resulta evidente que para resolver el problema de la pobreza es condición ineludible dar empleo a todo el que lo necesite, pero ante la imposibilidad de llevarlo a cabo, las autoridades se han de preocupar, cuanto menos, de adiestrar a los más desfavorecidos en un oficio que ayude a obtenerlo. Vives propone escolarizar a los niños expósitos de los hospicios y a los hijos de los más desposeídos”951.
Sin embargo, y en la medida que da cuenta de algunas acciones del Estado, dicha preocupación tuvo como contrapartida la represión intensa del vagabundaje. Trabajar no sólo se consideraba una necesidad, sino también un deber moral. Para Vives, muchos pobres se sienten “atraídos por la falsa dulzura de su ociosa desidia, teniendo por más penoso que la muerte trabajar y vivir en templanza”952. Resulta así interesante constatar que, como parte de la función de seguridad que se le atribuía a los monarcas absolutos, se contaba el combate de la pobreza, al menos en la medida en que se consideraba que ésta, podía dar lugar a delincuencia. En Inglaterra, a través del Estatuto de los pobres de 1601, se garantizó no morir de hambre, pero siempre y cuando se estuviese dispuesto a trabajar. Esta normativa tuvo su antecedente en una revuelta popular del año 1596. Según Duncan Townson, estas disposiciones “convirtieron a las parroquias en unidades de administración legal para los pobres y permitieron que los jueces de paz establecieran un impuesto especial para el alivio de los más necesitados, sistema que se mantuvo hasta 1834”953. El punto aquí a destacar es que, al momento de producirse la irrupción del liberalismo -en particular, en su dimensión económica-, ya se pensaba que constituye un deber del Estado la asistencia de quienes padecen necesidad. Sin embargo, una gran pregunta es si el liberalismo vino a suprimir o no esta función. La respuesta 950. Ver la sección siguiente de este capítulo. 951. Sotelo, El Estado social, p. 143. 952. Citado por Sotelo, El Estado social, p. 145. 953. Duncan Townson, Breve Historia de Inglaterra (Madrid. Alianza Editorial, 2015 [2004]), pp. 213 y 214.
261
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
definitiva es que no. A lo que, más bien, apuntó es a mejorar las oportunidades de los más necesitados mediante la eliminación de restricciones al mercado de trabajo. Es la visión, por ejemplo, de William Pitt el Joven (1749-1806), quien sostiene que el aumento de los salarios pasa por un mercado laboral abierto más bien que por la fijación de un ingreso mínimo, medida que en su época se discutía con bastante fuerza954. Pero, a la hora de pensar en algún autor liberal canónico, Adam Smith sostiene que: “el tercer y último deber del soberano o del Estado [además de la seguridad y la justicia] es el de construir y mantener instituciones y obras públicas que, aunque sean enormemente ventajosas para una gran sociedad, son sin embargo de gran naturaleza que el beneficio jamás reembolsaría el coste en el caso que ningún individuo o número pequeño de individuos y que, por lo tanto, no puede esperarse que ningún individuo o grupo reducido de individuos vayan a construir o mantener. El cumplimiento de este deber también requiere un gasto muy diferente en las diversas etapas [de desarrollo] de la sociedad Después de las obras e instituciones necesarias para la defensa de la sociedad y la administración de la justicia, ya mencionadas, las demás obras e instituciones de esta clase son fundamentalmente las que facilitan el comercio de la sociedad y las que promueven la instrucción del pueblo. Las instituciones docentes son de dos clases: las destinadas a la educación de la juventud y las destinadas a la instrucción de las personas de todas las edades”955.
Leonidas Montes afirma que, para Smith, el deber del Estado en materia educacional se explica por “la necesidad de prevenir las nocivas consecuencias de la especialización que producirá la división del trabajo durante la revolución industrial”956. Y agrega algo que no resulta obvio para quienes lo conocen sólo de oídas: “Smith, el padre del laissez faire, hace un llamado a la intervención estatal”957. Montes constata que la preocupación del liberalismo por la educación se debe al proceso de secularización, que apuntaba a separar la Iglesia del 954. Sotelo, El Estado social, p. 153. 955. Smith, La riqueza de las naciones, pp. 685 y 686. 956. Leonidas Montes, “Adam Smith: liberal o cristiano”, Estudios Públicos, N° 93 (2004), p. 121. 957. Montes, “Adam Smith”, p. 122. 958. Montes, “Adam Smith”, p. 123
262
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
Estado 958, fenómeno que, en general, se dio en todo Occidente; también en Chile 959. Otro especialista en Smith, Samuel Fleischacker, argumenta que la preocupación del escocés por los pobres no se debe únicamente a razones utilitarias (por ejemplo, que las fábricas cuenten con trabajadores calificados), sino también a determinados principios morales. Concretamente, es posible ver en él “un respaldo a la noción de que todas las personas deben ser consideradas como iguales”960. De hecho, el propio Smith afirma que “la diferencia entre dos personas totalmente distintas, como por ejemplo un filósofo y un vulgar mozo de cuerda, parece surgir no tanto de la naturaleza como del hábito, la costumbre y la educación”. Y agrega que: “cuando vinieron al mundo, y durante los primeros seis u ochos años de vida, es probable que se parecieran bastante, y ni sus padres ni sus compañeros de juegos fuesen capaces de detectar ninguna diferencia notable”961. Sin embargo, Smith cree en una igualdad de carácter moral, de la cual hace derivar una cierta igualdad de acceso (una carrera abierta al talento), pero no referida a la igualación de condiciones materiales que, desde el siglo XIX, comenzó a defender el socialismo. Nuevamente con Fleischacker, Smith busca minimizar el sufrimiento de los pobres, pero no le molesta “la desigualdad entre las personas de clase media y aquellas de gran riqueza”962. Y ya en el siglo XX, un autor como Hayek -muchas veces caricaturizado por intelectuales de izquierda963-, sostiene que “todos los gobiernos modernos han adoptado medidas protectoras de los indigentes, los desafortunados y los imposibilitados, y han prestado atención a las cuestiones sanitarias y a los problemas de la enseñanza”. Pero, el austriaco va más allá, pues no se trata sólo de una mera constatación, sino además de un principio político: “existen necesidades comunes que sólo pueden satisfacerse mediante la acción colectiva y que, por lo tanto, han de ser atendidas en dicha forma, sin que ello implique restringir la libertad 959. Ver, por ejemplo, Iván Jaksic y Sol Serrano, “El gobierno y las libertades. La ruta del liberalismo chileno en el siglo XIX”, en Iván Jaksic y Eduardo Posada Carbó (editores), Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 2011), pp. 196-200. 960. Samuel Fleischacker, “Adam Smith y la igualdad”, Estudios Públicos, N° 104 (2006), p. 31. 961. Smith, La riqueza de las naciones, p. 47. 962. Fleischacker, “Adam Smith”, p. 37. 963. Por ejemplo, el sociólogo mexicano Fernando Escalante Gonzalbo señala que, para Hayek, el “orden espontáneo es preferible, porque no necesita de la coerción, aunque genere algunos resultados indeseables. Lo malo es que para llegar a eso Hayek necesita ajustar la definición de tal manera que sólo pueda hablarse de coacción a cuando una conducta es forzada a punta de pistola”. Fernando Escalante Gonzalbo, Historia mínima del neoliberalismo. Una historia económica, cultural e intelectual de nuestro mundo, de 1975 hasta hoy (Madrid, El Colegio de México-Turner, 2016), p. 47. Esta cita no sólo da cuenta de una opinión discutible, sino derechamente errónea. Hayek no defiende la existencia de un orden espontáneo por no ser coercitivo, sino por apuntar a una diversidad de propósitos más bien que a uno centralizado. Luego, tampoco reduce la coacción a la fuerza física directa, sino que la amplía a la presión moral que pueda afectar el ejercicio de la libertad.
263
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
individual”964. Esto es fundamental: la satisfacción de necesidades colectivas no debe nunca pasar por la agresión a la libertad individual, al menos de manera sistemática, esto es, sustituyendo las decisiones de las personas por eso que Berlin identifica como “monstruosa personificación” del Estado. Lo cierto es que tanto en Smith como en Hayek se aprecia la adhesión (aunque no bajo este término) al principio de subsidiariedad. Y, a diferencia de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que tiende a recelar de la libertad individual, la mirada de estos autores considera que la acción del Estado no apunta a corregir los resultados supuestamente “injustos” de un sistema de economía libre, sino simplemente a ayudar al necesitado a partir de una concepción de justicia que sea compatible con la libertad. Aterrizando ahora estas consideraciones a la derecha en Chile -a sus dirigentes e intelectuales-, no resulta tan claro que este sector político adhiera a un Estado subsidiario más bien que a un Estado de bienestar, al menos en teoría. Aunque históricamente se ha encontrado en torno a la libertad económica, la derecha no ha sido -en los últimos años- precisamente coherente en la defensa del principio de primacía de la persona frente al Estado sobre el cual se levanta el de subsidiariedad. En otras palabras, aunque nuestra derecha no busque atacar directamente el libre ejercicio de la función empresarial, sí acostumbra a identificar la acción del Estado con la idea de una justicia social reparatoria de las relaciones que se dan en el espacio del mercado. Esta situación resulta clarísima a la luz del discurso de la mayoría de sus líderes. La palabra justicia -normalmente vinculada a la acción redistributiva del Estado- se ha convertido en una suerte de mantra en los últimos años para la derecha. Apareció, en el marco de las pasadas primarias presidenciales, en los eslóganes y discursos de todos sus precandidatos. Lo mismo puede decirse del término solidaridad que, recordemos, se asocia a una “responsabilidad de todos para con todos”, como si la sociedad fuese un regimiento castrense.
4 El rol social del Estado: derechos sociales y libertad personal Para ir concluyendo este libro, ¿cómo entienden los autores de El otro modelo los derechos sociales, en cuanto herramienta fundamental para el tránsito de un Estado subsidiario hacia uno de bienestar?
964. Hayek, Los fundamentos de la libertad, p. 347.
264
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
En primer lugar, distinguen ellos entre dos esferas de la vida social: la del mercado y la esfera pública. La primera “es la esfera en la que cada uno adquiere lo que necesita y puede adquirir”, mientras que la segunda “es la esfera en la que cada uno recibe lo que necesita, mediante formas de provisión que se financian con impuestos”965. En este sentido, los derechos sociales serían los bienes que, garantizados materialmente por el Estado, permitirían que todos se reconozcan como ciudadanos, es decir, como corresponsables del bienestar común y ya no sólo meramente privado. Por supuesto, de acuerdo a esta visión, el Estado sabría -sino perfectamente, al menos de manera aproximada- lo que cada uno necesita para realizarse. En cambio, la esfera del mercado sería “un espacio de libertad, no un criterio de distribución” que, al basarse exclusivamente en la capacidad de pago, fomentaría el temor y la codicia. El temor, ya que la competencia llegaría siempre a constituirse en una amenaza; y la codicia, porque el mercado sería una fuente de recursos para nosotros mismos 966. Por ello, los derechos sociales adquieren su significado pleno en la medida en que apunten a sacar -al menos, de manera gradual- al mercado de su provisión, ya que como “espacio de libertad” sería esencialmente peligroso para la gente, que no podría buscar sus fines propios de manera interactiva, sino sólo a través de la mediación estatal. Pero, al igual como ocurre con la noción de libertad positiva, lo cierto es que con gran dificultad los derechos sociales pueden calificarse de derechos. O, al menos, no al mismo nivel que los individuales. En este sentido, estoy de acuerdo con María Beatriz Arriagada cuando defiende la tesis de la imposibilidad de equiparar los derechos sociales con los derechos liberales. Después de hacerse cargo del intento de equiparación que efectúan algunos autores, señala ella que “la realidad se impone sobre cualquier argumento”967, como el referido al carácter prestacional que igualmente existiría en los derechos liberales. En este sentido, aunque sea cierto que los derechos liberales tengan también un carácter prestacional (y un costo correlativo para el Estado), no se trata de prestaciones en favor de grupos o individuos concretos, sino del conjunto de la sociedad, como cuando, para garantizar el derecho a la participación política, el Estado habilita locales de votación con todos los materiales asociados a un proceso electoral (urnas, votos, lápices, etc.). Además, de ninguna manera puede decirse que el costo de los derechos civiles y políticos sea el mismo que el de los sociales, siendo obviamente muchísimo más alto el referido a los últimos. 965. Atria y otros, El otro modelo, p. 175. 966. Atria y otros, El otro modelo, pp. 175 y 176. 967. María Beatriz Arriagada Cáceres, “La imposibilidad de equiparar derechos sociales y liberales”, Revista Chilena de Derecho, vol. 42, N° 3 (2015), p. 836.
265
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Y no deja de ser curioso que la crítica a la libertad negativa como mera “libertad sobre el papel”, puede retrucarse en mucha mayor medida en torno a los derechos sociales. Tanto así que alguien como Sartori ha llegado a calificar las constituciones que los consagran como “constituciones-trampa”, ya que, al mismo tiempo que establecen “un sistema de poder que no posee límites ni controles”, en “lo que respecta a la libertad y los derechos de los destinatarios de las normas, son letra muerta”968.
Por ejemplo, el artículo 82 de la Constitución de Venezuela consagra de manera generosa el derecho a la vivienda: “toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada, segura, cómoda, higiénica, con servicios básicos esenciales que incluyan un hábitat que humanice las relaciones familiares, vecinales y comunitarias. La satisfacción progresiva de este derecho es obligación compartida entre los ciudadanos y ciudadanas y el Estado en todos sus ámbitos”.
Menciono este caso porque fue utilizado por la diputada Camila Vallejo (PC) como un modelo a seguir por nuestro país 969. Sin embargo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha concluido que, luego de recoger información de distintas organizaciones de la sociedad civil, el déficit de viviendas en Venezuela asciende a la cifra de tres millones, lo que implica que “13 millones de venezolanos y venezolanas no están disfrutando de este derecho”970. Es importante aclarar que, según el Censo de 2012, la población de Venezuela asciende a 29,95 millones. Con el objeto de defender la consagración de los derechos sociales en la Carta Fundamental, los autores de El otro modelo siguen la tesis de Thomas Humphrey Marshall (1893-1981), quien señala que los derechos sociales constituirían una suerte de “conquista de civilización” (esta expresión es mía), ya que luego de dos etapas sucesivas en favor de los derechos civiles y políticos, respectivamente, la humanidad habría reconocido los sociales. Además, lo siguen en la idea de que la noción de ciudadanía pasaría por la pertenencia a una comunidad política determinada, situación que sólo se lograría mediante la garantía estatal de los derechos sociales universales con miras a una mayor igualdad material971. Sin embargo, este planteamiento resulta discutible. Más que constituir una 968. Sartori, Elementos de teoría política, pp. 21 y 22. 969. La Segunda Online, “Camila Vallejo saca a Constitución venezolana como ejemplo en el Congreso”. Disponible en Internet: http://www.lasegunda.com/Noticias/Impreso/2014/03/922050/diputada-vallejo-saca-a-constitucion-venezolanacomo-ejemplo [último acceso: 28/06/2015]. 970. Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, Democracia y derechos humanos en Venezuela (2009), p. 256. 971. Ver Thomas Humphrey Marshall, “Ciudadanía y clase social”, Reis, N° 79 (1997), pp. 297-344.
266
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
tercera etapa en materia de derechos fundamentales, los derechos sociales cabe asociarlos, desde un principio, a un paradigma distinto del liberal972. En otras palabras, antes que decir que los derechos sociales vienen a complementar (o, incluso, a perfeccionar) los derechos individuales, más bien habría que sostener que los vienen a contradecir. Maurizio Fioravanti distingue tres modelos históricos en la consagración de los derechos fundamentales. Modelos que no son necesariamente sucesivos, sino más bien paralelos, y a veces yuxtapuestos. El primero es el historicista, que corresponde a Inglaterra y que garantiza los derechos (liberty and property, especialmente) como adquiridos por el paso del tiempo, volviéndose “indisponibles para la voluntad contingente de quienes ostentan el poder político”973 . Este modelo valora las relaciones de intercambio (y de carácter contractual) en las que, desde tiempos inmemoriales, las personas han participado. Bajo este modelo, constituye un deber del Estado proteger “la dimensión contractual de reciprocidad” inherente a tales relaciones974. El segundo es el individualista que, más que basarse en la tradición, tiende “a enfrentarse con el pasado, a construirse en polémica con él”975. Da cuenta de una superación de la sociedad estamental, ya que bajo este orden los derechos se les atribuían a los sujetos según su pertenencia de nacimiento a algún estamento. Bajo el modelo individualista se le pide al Estado, en cuanto detentador del monopolio de la violencia física, que garantice los derechos que ya no le pertenecen a un determinado estamento, sino a los individuos mismos. Esta visión se apoya en el principio de presunción de libertad, consagrado en el artículo 5° de la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789: “todo lo que no está prohibido por la ley, no puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ella no ordena”976. Además, este modelo parte de la base que la limitación de la libertad debe ser justificada con muy buenas razones de carácter público. Lo importante aquí es que, antes que un “buen ciudadano” solidariamente fiel y movilizado en aras de un supuesto “bien común”, se está en presencia de un individuo que en sí mismo posee un sentido de totalidad. Este fue el modelo de la Revolución americana y de los comienzos de la francesa que derivó al siguiente. Siendo los dos modelos anteriores complementarios, el tercero -el estatalista- se 972. Lo que no implica negar que, efectivamente, se hayan reconocido de manera positiva durante el siglo XX, por ejemplo, a través de diversas convenciones de carácter internacional. 973. Maurizio Fioravanti, Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las constituciones (Madrid, Editorial Trotta, 2000 [1996]), p. 26. 974. Fioravanti, Los derechos fundamentales, p. 27. El destacado en el original. 975. Fioravanti, Los derechos fundamentales, p. 35. 976. Este documento se encuentra fácilmente en internet, por lo que no lo refiero en ninguna fuente escrita.
267
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
aleja de ellos, aunque en el caso de la Revolución francesa se haya yuxtapuesto con el individualista. ¿Por qué digo que se aleja? Porque aquí el Estado ya no es un instrumento necesario para la protección de los derechos individuales, sino que se convierte “en la condición necesaria para que las libertades y los derechos nazcan y sean alumbrados como auténticas situaciones jurídicas subjetivas de los individuos”977. De esta manera, los derechos fundamentales ya no se entienden como anteriores al Estado, sino como supuestamente creados por él. Y pese a que los individuos habrían dado lugar al Estado, voluntariamente se habrían subsumido en la colectividad bajo los términos de “pueblo” y “nación”. Una pregunta acuciante que Fioravanti se plantea es: “¿cuál es entonces la frontera entre un modelo estatalista de las libertades y un modelo totalmente despótico?”978. Los derechos sociales se sitúan, claramente, en la línea del tercer modelo. ¿Por qué? Porque los derechos que en materia económico-social el Estado garantiza son los que él quiere entregar, bajo la forma que él mismo determina y limitando fuertemente el ejercicio de la libertad individual. Así, la integración social a la que el Estado apunta no es horizontal, sino vertical. Para que fuera lo primero, necesariamente tendría que garantizar el ejercicio de la libertad individual antes que propiciar su limitación. Se trata, en otras palabras, del sometimiento de los individuos a la condición, ya no de ciudadanos (como eufemísticamente se dice), sino de súbditos a la manera de las viejas monarquías absolutas. Aunque las cosas no se presenten políticamente de este modo, lo cierto es que los derechos sociales terminan siendo herramientas para asegurar la lealtad de los individuos frente al Estado. En este sentido, ¿acaso no sucede que, cuando alguien recibe una ayuda de otro (por ejemplo, dinero para costear una intervención quirúrgica), no termina sintiéndose eternamente agradecido? Este sentimiento, que es natural y legítimo en el plano de las relaciones privadas, no tiene necesariamente, en las de carácter estatal, consecuencias positivas. El clientelismo constituye sólo un ejemplo de estas consecuencias 979. Clientelismo que, dicho sea de paso, se ve no sólo justificado por el hecho de “tener que devolverle la mano” al “papá Estado”, sino por la lealtad constante que éste les exige a sus “hijos”. Ahora bien, la actitud de la derecha chilena frente a los derechos sociales ha sido paupérrima en términos intelectuales. De partida, no los rechaza de manera
977. Fioravanti, Los derechos fundamentales, p. 46. 978. Fioravanti, Los derechos fundamentales, p. 52. 979. Para una historia breve de este concepto, puede verse Alfio Mastropaolo, “Clientelismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 234-236.
268
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
resuelta, sino sólo por su carácter universal. Pero ¿podría hablarse realmente de derechos, si estos no fuesen universales? En esto han tenido un gran punto los sectores de izquierda que han abogado intensamente a favor de la gratuidad universitaria para todos los estudiantes, con independencia del ingreso y riqueza de sus familias. Y al cuestionar la universalidad, sin atender a los principios de fondo que subyacen a la noción de los derechos sociales, la derecha termina bajando los brazos en la batalla de las ideas. Como muy bien dice Esteban Montaner 980: “muchos han cuestionado este enfoque por los recursos que implicaría, pero el debate va más allá de eso. No es sólo cuestión de si el Estado tiene la capacidad económica para hacerse responsable de la satisfacción de los llamados derechos sociales, sino también, y principalmente, de la concepción de sociedad que se pretende construir. El adherir a la postura del Frente Amplio y de otros sectores de la izquierda significa concebir a la sociedad como un colectivo indivisible, cuya existencia sólo es posible al amparo estatal, negando cualquier posibilidad de voluntarismo. El Estado como el garante de todos los aspectos de nuestra vida. ¿Pluralismo democrático? Nada más lejano”981.
Pero lo peor de todo es que, mucho más que cuestionar la circunstancia de que los derechos sociales vayan en contra de los individuales, apuntando así al sometimiento de las personas a un supuesto fin colectivo -encarnado en el Estado-, la derecha se limita a cuestionar la generación de una “cultura de los derechos” (supuestamente) en contra de una “cultura de los deberes”. ¿Deberes frente a quién? ¿Frente al Estado? ¿Frente a los demás? La derecha suele ser ambigua en torno a lo anterior. ¿Por qué? En buena medida, porque se ve constantemente tentada a ofrecer un relato colectivista, aunque más moderado que el de la izquierda. No entiende que, de ninguna manera, debiera ella ser colectivista, sino individualista, en el sentido de creer que el orden social se organiza desde los individuos y sus libertades más que desde lo colectivo y lo estatal, como la nación y el Estado. Por ejemplo, el Manifiesto republicano de Allamand y otros señala, en su N° 44, lo siguiente:
980. Abogado e investigador de la Fundación para el Progreso (FPP). 981. Esteban Montaner, “La Constitución y los derechos sociales”, columna de opinión en El Líbero (27 de mayo de 2017).
269
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
“la preocupación de los derechos debe ser complementada por la perspectiva de los deberes. El discurso de la izquierda ha terminado por difundir un estatismo individualista, donde las personas esperan todo del poder central mientras que, al mismo tiempo, están tan preocupadas de su bienestar que se tornan insensibles a la responsabilidad que tienen a favor del resto de la sociedad y, particularmente, de los menos favorecidos”.
Como se observa, y en la línea del comunitarismo nacionalista que promueve, el Manifiesto tiende a rechazar los derechos en sí mismos, porque todos ellos apuntarían a la configuración de vidas egoístas y ajenas al sentido de totalidad, que sólo podría darse bajo el sometimiento de las identidades individuales a una macro-identidad: la oficialmente visada por el Estado-nación, que cumpliría el rol de “integrar” lo que antes estaba disperso. Pero ¿por qué los derechos individuales atentarían contra la noción de deberes? Precisamente, el sistema de cooperación de que da cuenta el mercado se basa en la necesaria correlación entre derechos y deberes subjetivos. Yo no puedo ir al supermercado e irme a mi casa con un chocolate sin antes pagarlo, salvo que quiera correr el riesgo de ser arrestada. Sin embargo, la falta de correlación sí se da en el campo de los derechos sociales, especialmente cuando se basan en la gratuidad universal. El estudiante que estudia gratis, pudiendo pagar recibe un importante beneficio sin dar nada a cambio. ¿Cuál es la solidaridad aquí? Ninguna. Pero tampoco, como a veces la derecha lo expresa erradamente, la habría si el estudiante paga por sus estudios, luego de haber recibido un crédito para poder hacerlo. ¿Por qué? Porque, en este caso, el estudiante simplemente cumple con la obligación correlativa derivada del acceso -gracias al préstamo- al bien económico llamado educación 982. En este caso, más que el principio de solidaridad (colectiva), lo que se aplica es el de responsabilidad (personal). Sin embargo, y por mucho que critique la demagogia de la izquierda, a la derecha le cuesta un mundo reconocer la fuerza de los hechos: una sociedad libre sólo puede funcionar si se basa en el principio de responsabilidad individual, lo que -valga insistir, por enésima vez- no 982. Dígase lo que se diga, pero parece indiscutible que la educación sí es un bien económico. En este sentido, estoy de acuerdo con el planteamiento de Axel Kaiser cuando dice que: “un derecho llamado ‘social’ […] no es más que una exigencia de beneficios materiales que un grupo determinado de individuos plantea a otro grupo en general indeterminado de individuos sin ofrecer una contraprestación a cambio”. Y cuando luego agrega: “el caso de la educación es un ejemplo de lo anterior. Políticos y académicos afirman una y otra vez que esta es un ‘derecho’. Pero la educación, aunque el dogma de moda diga lo contrario, es un bien económico, y no un derecho. Los bienes económicos por definición son escasos y satisfacen necesidades o deseos. La educación claramente cuadra con esa definición”. Axel Kaiser, “La educación no es un derecho”, columna de opinión en El Mercurio (18 de junio de 2013). Y, aunque sea más importante que, por ejemplo, un televisor, no deja de ser un bien económico. Tanto lo es que, precisamente gracias a su adquisición, se produce una inevitable movilidad social, como lo ha demostrado Claudio Sapelli.
270
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
necesariamente supone la configuración de vidas egoístas. Pero incluso más allá de eso, ¿sería justo prescindir del principio de responsabilidad individual? Piénsese, a la hora de reflexionar sobre este punto, especialmente en el caso de aquellos que realizan las prestaciones de que se benefician los irresponsables ¿en qué situación quedan ellos? Así, por ejemplo, ¿sería justo acaso contratar a un profesor particular de matemáticas y no pagarle luego la remuneración previamente acordada? Por supuesto que no. ¿Cómo, entonces, se compatibiliza la justicia con la solidaridad coactiva? Pese a todas estas dificultades, la derecha insiste en introducir la idea de solidaridad, como si fuera un amuleto capaz de salvarla de su permanente ineptitud discursiva. *** ¿Significa lo anteriormente dicho sobre los derechos sociales que el Estado debe dejar a las personas vulnerables abandonadas a su suerte? No, para nada. Pero el punto en disputa es, en realidad, el siguiente: la provisión de derechos sociales (suponiendo que existan o deban existir) no puede tener lugar a expensas de la libertad personal. Si se afirma, por ejemplo, que la educación es un derecho y que, por lo tanto, no debe ser objeto de lucro, y esa afirmación conduce, luego (como será indefectiblemente el caso), a prohibir a los individuos las transacciones e intercambios voluntarios de servicios, entonces la afirmación de derechos sociales ha tenido lugar a expensas de la libertad de los individuos. Y todo esto sin perjuicio de otro tipo de consideraciones que ofrecen un apoyo ulterior a la posición aquí defendida. Por ejemplo, que la provisión de servicios privados de educación resulta más eficiente que su provisión pública a través de alguna autoridad estatal y centralizada; o que, en fin, la argumentación en favor de los derechos sociales no alcanza nunca un punto natural de detención (¿por qué no los alimentos?, ¿por qué no el vestuario?). De hecho, el planteamiento (de iquierda y derecha) que condena moralmente el consumo en los grandes centros comerciales, no está muy lejos -al menos en términos lógicos- de aquel que defiende la producción y venta de todos los bienes materiales (no sólo servicios sociales) por parte del Estado. Sin embargo, el rechazo de la argumentación de la nueva izquierda no condena a la derecha a tener que renunciar a la acción del Estado en favor de los vulnerables. De lo que se trata, únicamente, es de encontrar una que sea suficiente para permitir a los individuos perseguir sus propios fines conforme a su particular concepción de la felicidad, sin tener que precipitarse por la pendiente que destruye la libertad. El punto clave a subrayar aquí es que no es necesario justificar el rol social del
271
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Estado en base a principios ajenos a los del liberalismo clásico. En otras palabras, sin llegar a subsumir a los individuos en la colectividad, es perfectamente posible pensar en un fundamento que sea compatible con la libertad individual. En este sentido, cuando Hayek se pronuncia a favor de la existencia de servicios sociales del Estado, aclara que, aunque requieran del cobro de impuestos 983, no deberían ellos afectar el ejercicio de la libertad de las personas y de las entidades que ellas voluntariamente crean, como instituciones educativas, de salud, previsionales, entre muchas otras. Por ejemplo, la acción del Estado en materia educacional no tendría por qué atentar contra la existencia de diferentes colegios y, sobre todo, de la autonomía de los padres para contratar con ellos, en los términos en que libremente deseen. De esta manera, la derecha debe defender con fuerza la idea según la cual “los acuerdos son justos en la medida en que sean voluntarios”, principio que se refleja en el adagio latino volenti non fit iniura (“al que consciente no se le hace daño”) 984. En concordancia con este principio, que implica el reconocimiento de la autonomía de la voluntad, Felipe Schwember busca justificar la ayuda estatal en favor de las personas vulnerables en la línea del liberalismo clásico. Para ello ha rescatado la vieja distinción aristotélica entre actos voluntarios, mixtos e involuntarios. Dicho sucintamente, la ayuda estatal es necesaria y se justifica como medio para llevar a las personas al punto en que puedan decidir con voluntad perfecta, esto es, sin apremio de la necesidad. Así, y como complemento a la regla de la voluntariedad referida en el párrafo precedente, puede formularse esta otra: “los que padecen necesidad tienen derecho a los bienes suficientes que les permitan aliviar esa necesidad”985. Pero esta justificación no se acerca ni de lejos al igualitarismo que propugna la izquierda, ni tampoco al comunitarismo defendido por cierta derecha, pues esta redistribución no tiene un carácter paternalista (se hace para que la gente pueda elegir libremente su modo de vida) ni tampoco presupone una concepción compartida e impuesta coactivamente de felicidad. Y, aunque se trata de un intento de mediar entre la justicia conmutativa y la justicia distributiva (o, si se quiere, entre el liberalismo libertario 986 y el liberalismo igualitario, dándole de todos modos precedencia al primero), tampoco se acerca a la idea según la cual es necesario 983. Que, para él, deberían ser bajos y proporcionales. Ver Hayek, Los fundamentos de la libertad, pp. 410-423. 984. La filosofía de Robert Nozick es un intento por demostrar la verdad de ese principio que, en todo caso, se remonta al derecho romano. Es preciso además añadir que, en otro contexto, el principio volenti non fit iniuria es también invocado por los autores contractualistas para fundamentar sus propias teorías políticas. 985. Schwember, “¿Igualdad o igualitarismo?”. 986. En la medida que el liberalismo libertario -por ejemplo, de Nozick- es partidario de un Estado mínimo en base a dos grandes funciones: justicia y seguridad.
272
CAPÍTULO OCTAVO. ¿PARA QUÉ SIRVE EL ESTADO? CONSTITUCIONALISMO, SUBSIDIARIEDAD Y DERIVA ESTATISTA
igualar perfectamente las oportunidades o capacidades que necesariamente supone una concepción unificada de la vida buena, de cómo deberían ser los ciudadanos; o de cómo ellos deberían -moralmente- relacionarse entre sí. El liberalismo clásico es mucho más humilde, no tiene la pretensión anterior. Como dice Raimondo Cubeddu, lo que lo distingue “es su convicción de que el mejor régimen político no es el producto originado en un proceso comunitario de educación en la virtud, sino el resultado de un aumento de las posibilidades de opción individuales”987. Su argumentación, en fin, pretende ofrecer un marco general en favor del Estado subsidiario y, más precisamente, del Estado subsidiario negativo 988. Una buena pregunta, volviendo al terreno del lenguaje en la acción política, es porqué la derecha no utiliza con fuerza el término subsidiariedad como complemento del de libertad. Sobre todo considerando que deriva del latín subsidium, que significa ayuda989. Una respuesta tentativa es que ella ha cedido a la caricatura que ha hecho la izquierda del término, asociándolo a una supuesta retirada del Estado en materia social. La verdad, y como antes se ha visto, en esta caricatura también han colaborado algunos intelectuales de derecha. Pero, más allá de esto, no cabe duda que la derecha ha optado -de manera acrítica- por utilizar un conjunto de conceptos políticos, sin darse cuenta de las consecuencias programáticas a que ello puede dar lugar 990. Por lo mismo, la derecha chilena en su conjunto -integrada históricamente tanto por liberales como conservadores- debe abandonar de una vez por todas las ideas antiliberales que los comunitaristas del sector han instalado. De esto, y casi
987. Cubeddu, Atlas del liberalismo, p. 12. 988. Se trata de un “marco general”, pues, como el mismo Schwember advierte, la argumentación no puede resolver de antemano o a priori el punto en que una prestación distributiva es necesaria o no. Este tipo de cuestiones remiten siempre a discusiones que no dependen únicamente de los principios, sino también de sus condiciones de aplicación y, por consiguiente, de consideraciones empíricas. Lo importante, con todo, es que el principio que debe servir de guía al diseño de políticas públicas es, precisamente, el de la posibilidad de expresión de la libertad individual y no el de la construcción -de arriba hacia abajo-de una concepción de la vida buena. 989. Pablo Ortúzar explica que su significado original proviene de “dejar en reserva” o de “tropas de reserva”. “Es decir, apuntaba al reforzamiento o apoyo de las tropas. Con el paso del tiempo, adquirió su sentido actual de ‘ayuda, apoyo o alivio’”. Ortúzar, El poder del poder, p. 129. 990. Daniel Brieba (legítimamente, y como buen liberal igualitario que es) insinúa que la subsidiariedad no es un concepto rescatable; o que, al menos, esto resultaría problemático. Señala que “si el principio de subsidiariedad ha de tener dientes, entonces necesitamos una definición mucho más clara de las razones y criterios que justificarían (o no) que el Estado intervenga en la ejecución de una función social determinada”. Brieba, “La subsidiariedad es útil”, p. 187. Precisamente a la luz de esta premisa es que creo que la subsidiariedad sí puede ser rescatada. En particular, y pensando en el relato ideológico de la derecha chilena, dicho principio permite articular una visión en torno a la acción del Estado en favor de las personas vulnerables, pero sin atentar contra la libertad individual de manera sistemática.
273
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
únicamente de esto, depende que pueda ser capaz de salir a la calle con la frente en alto. Si quiere dejar de estar discursivamente a la defensiva y pasar a la ofensiva, necesariamente tiene que hacer suya la causa de la libertad. De lo contrario, y como siempre ha ocurrido en la historia de Chile, podrá ganar una elección, pero nunca una generación.
274
CONCLUSIÓN: ¿ES POSIBLE SER OPTIMISTA EN TORNO AL FUTURO DE LA DERECHA?
CONCLUSIÓN: ¿ES POSIBLE SER OPTIMISTA EN TORNO AL FUTURO DE LA DERECHA? La derecha en Chile está perdida, esto es evidente. Lo está en varios sentidos. No sólo porque carece de un relato idóneo para hacerle frente al discurso político de la izquierda, sino sobre todo por creer que lo ha encontrado últimamente, de la mano de un comunitarismo de corte nacionalista. Una visión que, contra toda evidencia histórica (tanto en Chile como en el mundo), afirma que es posible construir una tercera vía entre liberalismo y socialismo. Y que cree, ingenuamente, que se puede ganar la batalla de las ideas con las mismas armas del enemigo: con sus mismos conceptos, con tal que se apele a ellos de un modo menos intenso. Esta estrategia puede servir para ganar tiempo, pero no para garantizar el triunfo futuro. Para que esto sea efectivo, resulta inevitable, si es que se quiere ir más allá de la próxima elección, echar mano de las ideas propias. La buena noticia es que la derecha tiene la solución al alcance de la mano: no estaría eternamente perdida si actualizase su relato a partir de las ideas que constituyen y definen su propia identidad. Puesto que, además, resulta imposible improvisar o construir apresuradamente una identidad, la derecha tiene necesariamente que buscarla en su propia historia. En este sentido, ella debe reconocerse en un pasado, pero no por una razón arqueológica, sino didáctica. No por nada el gran historiador francés Marc Bloch (1886-1944) dice que el conocimiento histórico opera en una doble dirección: no sólo ayuda a comprender el pasado desde el presente, sino que también esclarece el presente, que es comprendido desde el pasado. Y en el marco de esta segunda dirección, podría afirmarse junto con él, que “la ignorancia del pasado no se limita [únicamente] a impedir el conocimiento del presente, sino que compromete, en el presente, la misma acción” 991. Por ello, no es tampoco casualidad -como se ha visto a lo largo de este libro- que el recurso de la historia haya sido utilizado por los intelectuales que, en los últimos años, han reflexionado sobre el relato de la derecha.
991. Marc Bloch, Introducción a la historia (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2006 [1949]), p. 44. El destacado es mío.
275
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Precisamente para no comprometer la acción futura es que resulta fundamental que el sector político que ha sido materia de este libro sea capaz de dilucidar su identidad histórica, con el objeto de actualizarla y de proyectarla hacia el futuro. Sólo de esta manera, y en la medida en que la derecha se identifique en torno a un núcleo común mínimo, será posible que se asuma a sí misma en su diversidad, es decir, esencialmente integrada por liberales y conservadores. De esta manera, no actuará con miedo ni vergüenza, sino con la confianza que sólo la conciencia del valor de su propio ideario puede darle. Es por lo anterior que estoy muy de acuerdo con Lucía Santa Cruz cuando afirma que: “para que exista un cambio cultural y la derecha reencante a sus votantes, debe ser valiente en su discurso. No debe ceder a la tentación permanente de competir con las mismas banderas de la izquierda. Para eso tiene que recuperar profundamente la conciencia de su propia legitimidad moral”992. Sin embargo, y a la luz de lo visto en este libro, no es ello lo que la derecha ha venido haciendo en los últimos años. No ha entendido que su legitimidad moral está dada por su identidad, al mismo tiempo histórica e ideológica. Y que su identidad constituye la base o plataforma desde la cual puede construir su relato: en el presente, pero con la mirada puesta hacia el futuro. Pero, lamentablemente, la derecha de este país sigue siendo cosista; sigue creyendo ingenuamente que los votantes premian sólo la buena gestión. Esto no es así. Las cosas son distintas en el mundo real y las personas -al menos en su mayoría- son mucho más corazón que cabeza. Sin embargo, precisamente desde su emocionalidad, se mueven por principios mucho más de lo que los políticos del sector suelen creer. Y la derecha ha sido tarda y torpe en la afirmación y defensa de los principios que la alientan, sobre todo en lo que respecta a su núcleo común: la defensa del liberalismo económico. ¿Cómo llegar emocionalmente a los votantes, con un lenguaje sencillo, si no es desde un ideario bien estructurado? ¿Cómo se puede siquiera competir discursivamente con los rivales políticos si es que no se tiene claro el propio ideario? Sólo desde aquí es posible pensar algún eslogan para tal o cual campaña electoral, no al revés. La derecha ha puesto la carreta delante de los bueyes. Por eso, además, los eslóganes deben basarse en los propios principios, pues sólo estos pueden configurar un sentido común discursivo que reemplace, al menos por una buena cantidad de años, al de sus adversarios. La derecha necesita un par de décadas para cambiarle el rostro a Chile.
992. Lucía Santa Cruz, “¿Por qué la derecha debe volver al poder?”, documento de trabajo de Libertad y Desarrollo (Santiago, 2016). El destacado en el original. Este documento se encuentra adjunto en el Apéndice de este libro.
276
CONCLUSIÓN: ¿ES POSIBLE SER OPTIMISTA EN TORNO AL FUTURO DE LA DERECHA?
Pero para ello debe triunfar en la batalla de las ideas: lograr -al menos, por un tiempo suficiente- ser culturalmente hegemónica. Sin embargo, no parece estar dispuesta a dar la pelea. ¿Por qué? Porque no tiene conciencia que posee una identidad histórica, construida a fuego lento (desde el siglo XIX incluso) con los ingredientes del liberalismo clásico. En lo concreto, la derecha en Chile se ha encontrado (y también distanciado) en torno a la valoración de la libertad de iniciativa económica. El problema de las últimas décadas no es tanto que se haya limitado a defender la “pura economía”, sino que no ha hecho una defensa, digamos, humanista -cultural y ética- de dicha libertad. No ha sido capaz de comprender que detrás de ella hay muchas, muchísimas historias de vida: seres humanos que buscan su propio destino de manera creativa. Y esto debería defenderse con fuerza. Además de todo lo dicho, la derecha se encuentra perdida porque no ha sabido leer el contexto histórico en el que, desde el año 2011, se halla inserta: el cambio de ciclo. Si bien es cierto que este contexto representa una crisis de legitimidad, no da precisamente cuenta de un rechazo mayoritario de la población al modelo económico-social vigente en Chile hoy. La gente no rechaza el libre mercado; ni siquiera se está quejando -en su mayoría por cierto- de la mentada desigualdad. Esto no es lo que ha sucedido. Lo que ha pasado es que las elites de la otrora Concertación que, antes -durante los veinte años en que gobernaron-, legitimaron el modelo, hicieron precisamente lo contrario cuando la derecha, de la mano de Sebastián Piñera, llegó al gobierno. La crisis de legitimidad es elitaria, no masiva. Aunque sea cierto que la derecha ha tenido claro que no son las grandes masas las que están pidiendo a gritos pasar la retroexcavadora, no se ha percatado -al menos, no en la suficiente medida- que el proceso de deslegitimación que inició la Concertación (posterior Nueva Mayoría) se sitúa principalmente en el plano del discurso ideológico. Por lo tanto, si ella aspira -a lo que seriamente tiene que aspirara relegitimar un orden social basado en la libertad, inevitablemente tiene que sentarse a pensar. En este último punto, estoy totalmente de acuerdo con los intelectuales con los que he polemizado en las páginas de este libro. Ellos tienen el mérito invaluable e insoslayable de haber dado la voz de alerta. Sin embargo, en lo que estoy en profundo desacuerdo con ellos es en la repuesta que le han ofrecido al sector, y que puede sintetizarse en los documentos Convocatoria y Manifiesto por la República. Ambos textos destilan una fuerte desconfianza hacia la libertad personal y hacia el sistema de economía libre. Parten de la base que el orden social debe orientarse a la construcción de una identidad colectiva, que trascienda las identidades individuales, ya que éstas sólo darían cuenta de vidas egoístas y ensimismadas. Por lo mismo, y a pesar de no ofrecer una alternativa
277
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
viable en su reemplazo, les fluye naturalmente una crítica cultural moralizante, a ratos destemplada, hacia el libre mercado. Sostienen, sin suficiente base, sino desde visiones preconcebidas, que las personas vivirían casi enajenadas bajo dicho sistema económico, especialmente a la hora de consumir en los grandes centros comerciales o malls. Si se les compara con los intelectuales de izquierda que efectúan la misma crítica, no se diferencian de ellos cualitativamente, sino sólo en grados de intensidad. Tanto los unos como los otros sostienen la idea que el libre mercado aleja a las personas de una vida virtuosa y con sentido de comunidad. Esto no es seriamente sostenible. El mercado es un sistema de cooperación social que permite, no sólo el despliegue de la capacidad empresarial que toda persona lleva dentro, sino también -y sobre todo- que el interés propio se realice en la medida en que satisfaga al mismo tiempo el ajeno. Aunque ambos intereses no siempre coincidan, al menos se logran coordinar de un modo pacífico. Nada de esto, demás está decirlo, sucede cuando se apunta a la subordinación de los fines individuales a un supuesto -y nunca demasiado preciso- fin colectivo. Volviendo al recurso de la Historia para relegitimar el sistema de economía libre, así como para legitimarse ella misma en términos morales, resulta fundamental que la derecha actual sepa y entienda que, antes que ella, mucho antes en el tiempo, han existido personas que no bajaron totalmente los brazos en la defensa de un orden social libre. Si la derecha vuelve al gobierno desde el 11 de marzo de 2018, de ninguna manera podrá ser capaz de enfrentar la seguidilla de marchas “ciudadanas”, elitariamente organizadas, si no informa su acción en un ideario propio y bien fundado. Un ideario fundado, precisamente, en su propia historia. En este sentido, y como he intentado demostrar en este libro, no es cierto que la derecha del siglo XX -integrada principalmente por liberales y conservadores- se haya rendido a la creciente presión del estatismo. Por el contrario, ante dicha adversidad, especialmente en la medida en que el país avanzaba hacia una mayor polarización, la llevó a tornarse mucho más consciente de la fuerza de sus ideas. Pero además, fundado en una tradición intelectual mayor, la del liberalismo clásico. Por lo mismo, no es casualidad que la derecha del siglo XX, desde décadas muy tempranas, haya defendido la libertad económica a partir del principio de primacía de la persona frente al Estado. Y que, asimismo, haya comprendido que los gobiernos debían actuar en favor de las personas vulnerables, pero mediante políticas que no afecten, directa y sistemáticamente, el ejercicio de la libertad individual. Ahí están en la Historia -y, en alguna medida han sido reproducidas en este libro- las palabras de Ladislao Errázuriz, Pablo Aldunate, Héctor Rodríguez
278
CONCLUSIÓN: ¿ES POSIBLE SER OPTIMISTA EN TORNO AL FUTURO DE LA DERECHA?
de la Sotta, José María Cifuentes, entre varios otros. Todos ellos representaron una derecha ofensiva, aunque no por ello dogmática y totalmente cerrada al dialogo con sus adversarios. Es decir, a pesar que entendían que los principios no son piezas de laboratorio, sino que necesitan ser aterrizados a la acción política concreta, lo importante -para ellos- era influir el clima de opinión en favor de las ideas de la libertad. Esto es lo que justamente no hace la derecha actual. No parece interesarle correr el cerco en favor de la libertad de todos para definir y construir un proyecto de vida propio y distinto. En este sentido soy pesimista. En primer lugar, porque la derecha no ha abandonado el cosismo. Sigue ofreciéndole al país listas de supermercado en vez de un sueño basado en un gran principio ideológico. Podría perfectamente decirle a la gente que tiene el derecho a soñar y a abrirse camino en el mundo, sin que otros se lo impidan; sin que, sobre todo, el Estado se convierta en un obstáculo. ¿Acaso este mensaje no resulta atractivo? Además, cuesta ser optimista si, al sentarse a pensar y escribir, la derecha se tiende a pasar a las “líneas enemigas”. Cree ingenuamente que, adoptando el mismo lenguaje de sus adversarios, aunque moderándolo en intensidad, será capaz de conquistar el poder. Es cierto: puede que gane alguna elección, pero de seguro perderá la siguiente. Ganará una elección, pero no la próxima generación. Su mirada suele ser estrecha, de corto plazo. Es la mirada del operador, no la del estadista. Precisamente la anterior es una de las grandes lecciones que la historia del siglo XX le deja a la derecha actual. Su tendencia al tercerismo ha sido siempre una condena al fracaso. El ejemplo más patente lo constituye el apoyo, sin pedir nada a cambio, al candidato Eduardo Frei Montalva en 1964, quien le respondió con un portazo en la cara: “ni por un millón de votos cambiaría una coma de mi programa de gobierno”. Sin embargo, todavía -y después que la Democracia Cristiana se ha declarado tantas veces como una “vía no capitalista de desarrollo”- la derecha le sigue haciendo guiños al partido de la flecha roja. El hecho de hacerlo constituye precisamente, en sí mismo, una manifestación simbólica de que nunca se asume como derecha, con una identidad propia y diferenciadora de la izquierda. Además, no es verdad -como algunos han insinuado- que las tradiciones políticas tipo tercera vía hayan sido importantes en el sector. Como se vio, la derecha nacionalista casi no existió en el siglo XX. Un poco más importante fue la socialcristiana, aunque por un corto período de tiempo, entre fines de la década de los 40 y comienzos de la siguiente. Lo cierto es que las vertientes nacionalista y socialcristiana fueron irrelevantes en la historia de la derecha. Por lo mismo, resulta sorprendente que se haya planteado construir un relato -en el presentesobre la base de esas tradiciones y no, como debiera hacerse, desde el mínimo
279
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
común denominador que vincula a liberales y conservadores: la libertad económica, inserta en la tradición intelectual del liberalismo clásico. La derecha no lee adecuadamente su historia. Pero también se equivoca a la hora de elegir las palabras precisas para escribir su discurso. E, inevitablemente, la permanencia de este (doble) error fatal le termina pasando la cuenta. No sólo porque en términos estratégicos se dificulta la diferenciación con sus adversarios, sino porque se aleja -creciente y persistentemente- de la posibilidad de convertirse en culturalmente hegemónica. La derecha es muy buena para resolver “los problemas concretos de la gente”. Pero es pura acción y no acción inteligentemente llevada. ¿Por qué? Porque en general no echa mano del gran principio ideológico que la sustenta. Le cuesta un mundo entender que este principio no puede ser otro que la libertad. El problema es que no lo entiende y, menos todavía, sabe cómo transmitirlo. Y lo peor de todo es que está contaminada, aunque no todavía con riesgo de muerte. Lo está con el mantra sagrado de la igualdad material, que propicia la izquierda. El uso indiscriminado de los términos “justicia social”, “igualdad de oportunidades” (incluso “desigualdad”) y “solidaridad” (en su acepción errónea) refieren este hecho de un modo patente. Las cosas podrían ser un poco mejor si, al menos, buscase resignificarlos, pero los termina usando en el mismo sentido en que los entiende la izquierda, es decir, como la necesaria intervención del Estado para corregir las “injusticias” que generaría el mercado. A contrario sensu, si es que la derecha asumiese la libertad como el tronco fundamental de su relato ideológico, le resultaría claro que la acción del Estado en favor de las personas vulnerables no debería atentar contra ella, sino más bien, apuntar a que sus beneficiarios puedan decidir exentos de necesidad. Este planteamiento no es contradictorio con el liberalismo clásico, puesto que no se basa en un criterio de justicia paternalista: no se orienta a “crear” un tipo de ciudadano, que se relacione con los demás de una determinada manera; que, sin lugar a duda, siempre termina siendo la manera del Estado y no las de las personas que persiguen su propio destino. ¿Es posible ser optimista? ¿Resulta plausible pensar que la derecha podrá ser capaz de dar un giro ideológico, abandonando su (casi enfermiza) tendencia a la ambigüedad?
Es posible, aunque sinceramente no se avizora en el horizonte cercano una actitud de cambio efectivo. En las pasadas primarias presidenciales todos sus candidatos, sin excepción, aunque con matices y grados de intensidad, redujeron su discurso a un conjunto de medidas de carácter técnico que, si bien pueden ser necesarias, estuvieron apenas fundadas ideológicamente. Precisamente en este plano, los precandidatos de derecha dejaron bastante que desear en su
280
CONCLUSIÓN: ¿ES POSIBLE SER OPTIMISTA EN TORNO AL FUTURO DE LA DERECHA?
participación en programas y debates. El asumir -aunque con matices y de manera más moderada- el mismo discurso igualitarista de la izquierda constituye el principal síntoma de este fenómeno. Síntoma que, a la vez, se expresa en cierta ignorancia acerca del significado de algunos conceptos políticos fundamentales, como especialmente los de libertad e igualdad, con todas las distinciones y complejidades que ellos encierran. ¿Qué debiera pasar, entonces, para encarar el futuro con optimismo? Ante todo, que los militantes, dirigentes e intelectuales del sector se abran a debatir sobre su ideario con altura de miras y sin caricaturas, como la que frecuentemente algunos efectúan con relación al liberalismo y a su funcionamiento concreto, en particular, en materia económica. Y mucho más posible podría serlo, si ellos -al menos, en su mayoría- se reconociesen en un discurso común inspirado en el liberalismo clásico; un discurso que ponga por delante la libertad de las personas para buscar el propio destino, sin descartar la acción del Estado en favor de los más necesitados. Pero comenzar por la libertad es muy distinto a hacerlo por el Estado, que es lo que la derecha suele hacer en su discurso. Dicho en sencillo, la derecha tiene que hablar mucho más de lo que la gente puede hacer por sí misma y por la sociedad, más que lo que el Estado puede hacer por ambas. Si esto fuese realmente así, habría poderosas razones para ser optimista. Expresado de otra forma: la esperanza en torno a un giro ideológico en la derecha no se basa sobre los hechos que en los últimos años han tenido lugar, sino en los que, desde una reflexión mucho más profunda, podrían llegar a tener lugar. No todo está perdido. El pesimismo, que en alguna medida existe, no debe, sin embargo, dar lugar a la desesperación. Si realmente estuviese yo desesperada, nunca hubiese escrito un libro como este, que aspira a participar -con argumentos de fondo- en la batalla de las ideas. Y lo he hecho con realismo. No le he pedido a la derecha más de lo que, en el corto plazo, podría ella dar. Le he pedido que, al menos, defienda de manera digna la libertad económica frente a la avanzada antimercado de la izquierda y, sobre todo, del “fuego amigo” que proviene del propio sector. Lo anterior no es poco, sino bastante. La libertad económica es (y ha sido) fuente y contexto de otras libertades y de una vida socialmente rica en materia de diversidad y progreso. Y mi punto es que, si este concepto se asume como más allá de lo simplemente económico, la derecha podrá ir creciendo gradualmente en torno a una cultura en favor de la libertad que trascienda la pura economía. Podrá así, por ejemplo, dar respuestas más acabadas a diversos fenómenos que tensionan el presente y que se incrementarán en el futuro, como los relativos a la
281
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
diversidad (en todo sentido), a la protección del medio ambiente, a la educación digital, a la robotización del trabajo, entre varios otros. Para estos temas no bastan las respuestas meramente técnicas. Difícilmente desde aproximaciones colectivistas, como el comunitarismo, será capaz de encontrar respuestas a la altura de las circunstancias. El liberalismo, por el contrario, se adapta a los tiempos, precisamente por su rechazo a posiciones temporalmente estáticas y, sobre todo, a la idea de que un orden social -para que sea tal- necesariamente debe basarse en un macro-propósito que unifique al conjunto de la población. La derecha tiene que seguir pensando y debatiendo. No debe tenerle miedo al ejercicio intelectual, incluso polémico, siempre que se base en la amistad cívica y el respeto mutuo. Es lo que he intentado hacer en este libro. Sólo la fuerza de la libertad puede ser capaz de reencaminar a la derecha. Y esto únicamente será posible cuando sus militantes, dirigentes e intelectuales vuelvan a creer en el ser humano: en su capacidad para construir el mundo y ser protagonistas de la historia. Los votantes esperan que una verdad tan simple como esta sea dicha, abiertamente y sin ambages. Los votantes esperan que la derecha crea en sí misma: que no sienta miedo ni vergüenza en defender la libertad. Tiene toda la potencialidad para conseguirlo. Y lo más importante: el triunfo cultural de la derecha no tendría por qué ser un sueño imposible. Humildemente espero que este libro contribuya -al menos en alguna medida- a reafirmar y hacer crecer esta convicción.
282
APÉNDICE
283
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
I convocatoria política : Chile Vamos 993
La situación del país es desafiante. La clase media se vuelve mayoritaria y plantea nuevas exigencias. Pese a su disminución significativa, la pobreza subsiste en niveles preocupantes, lo que demanda una respuesta urgente. En este contexto, los chilenos, contentos con sus vidas privadas, desconfían de su institucionalidad política y económica, y tienen, muchas veces, existencias intranquilas, por momentos agobiadas. El desajuste entre pueblo e institucionalidad conduce a que ésta pierda legitimidad. El contexto deviene acuciante por la radicalización del discurso de la izquierda y los visos oligárquicos que asume la dirigencia política. Urge articular una propuesta a la altura del instante presente. El clamor nacional exige una comprensión patriótica, una que extienda su mirada a Chile como totalidad y desde allí asuma la formulación de un planteamiento justificado, capaz de dar expresión organizada a las pulsiones y anhelos populares. Nuestra propuesta tiene un talante político. Los temas económicos y morales relevantes son considerados, pero ellos quedan comprendidos en una visión integral de la realidad, que apunta a incluir los aspectos más significativos de la plenitud humana. La propuesta asume diversas tradiciones y corrientes teóricas: al liberalismo, al humanismo socialcristiano, al gremialismo, al pensamiento nacional y popular, así como a una larga y egregia lista de nombres, que se extiende tanto a los fundadores intelectuales de la república, cuanto a autores y políticos que han contribuido a la configuración de la identidad de Chile durante sus dos siglos de historia. El presente documento expone, sucinta y operativamente, el fundamento de Chile Vamos y por qué ciertos principios y actitudes -y no otros- son los que nos inspiran. Ese fundamento se asienta en un modo de comprensión que privilegia lo concreto,
993. Aprobado por el Consejo Político de Chile Vamos el 4 de abril de 2016.
284
APÉNDICE I : CONVOCATORIA POLÍTICA
antes que enfatizar abstracciones unilaterales (Estado o mercado, competencia o deliberación), y apunta a lograr una organización de las energías sociales capaz de hacer germinar todas las vías de plenitud y sentido que abriga la vida nacional. El presente documento pretende servir de base argumental a la exposición de contenidos en torno a los que se une Chile Vamos (documento “Contenidos”) y permitir, además, a sus miembros entrar con facilidad y prestancia en las discusiones más actuales con otras concepciones de mundo, en el entendido de que una participación republicana exige, de todas las partes, antes que simplemente rechazar posturas, ofrecer mejores y más iluminadoras comprensiones. Sólo entonces se vuelve posible convencer.
1 Esfera privada y mundo público El ser humano está en el centro de nuestra concepción. Él se define por poseer una espontaneidad irreductible, anterior al Estado, el cual debe resguardarla siempre. Entendemos la política como una actividad que apunta al respeto y el florecimiento de la persona. Atender a ella, a su condición y a sus posibilidades de despliegue resulta un imperativo que da fuerza y base a nuestro pacto. El ser humano posee dos aspectos constitutivos e insoslayables: uno privado y otro público. De aquí se sigue el reconocimiento de dos esferas irreductibles la una a la otra. La esfera privada es también la dimensión de la intimidad, donde el individuo reflexiona en silencio y se conoce a sí mismo. Allí comparte con sus familiares y amigos personales, goza del paisaje, descubre e inventa. En privado tienen lugar experiencias de plenitud y sentido -estéticas, afectivas, intelectuales- de las más intensas que puedan experimentarse. Se trata, en esa peculiar instancia, de un ámbito requerido por una existencia plena. Esa dimensión privada es también condición de una vida interior nutrida, recién luego de la cual los individuos pueden acudir a la esfera pública y contribuir a ella con más que la reiteración de “lo que se dice”. Es entonces que esa esfera pública se configura como algo distinto al monólogo superficial de la opinión dominante en la asamblea. Pura publicidad deliberativa, sin tiempos y espacios de intimidad y privacidad, termina siendo banal y agobiante. Ese campo privado requiere tener asegurados espacios de libertad, los cuales sólo emergen si se le garantiza, a los seres humanos, su autonomía, incluida su autonomía económica. De poco sirve contar con un gobierno democrático si el
285
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
partido gobernante decide no sólo los destinos generales de la nación, sino sus circunstancias laborales y la disidencia significa arriesgar el sustento material. Junto a la esfera privada se halla la pública. Somos seres sociales y políticos. No hay humanos sin lenguaje, ni lenguaje sin comunidad. Desde la más tierna infancia necesitamos de lazos comunitarios, hasta para aprender a hablar. Los lenguajes más complejos dependen de que haya comunidades igualmente complejas, no sólo instrumentales, sino ocupadas, también, de las preguntas por la justicia, la verdad, la belleza. No somos sólo vecinos o consumidores, sino, además, ciudadanos. La participación, la deliberación, la integración, la solidaridad y la amistad cívica son maneras de trato de las que cabe esperar un modo de plenitud y felicidad, que se nutre de la consciencia de estar participando de una existencia y una historia en común con otros. Los países se fortalecen cuando la vida pública y política es vigorosa. Es necesario reactivar nuestra tradición republicana y democrática, que los chilenos volvamos a coincidir en espacios de conversación, discrepancia y acuerdo, recuperemos los lugares de encuentro, generemos nuevos ámbitos de convivencia y diálogo allí donde aún no los hay, y caminemos en la conformación integradora de una nación renovada y solidaria. Nuestro republicanismo democrático nos conduce a condenar los regímenes dictatoriales. El reconocimiento de las dimensiones pública y privada nos separa de aquellas posiciones que pretenden desconocer el significado existencial de alguna de esas esferas. Nos distanciamos respecto de quienes propugnan copar la vida social con Estado y deliberación, soslayando la irreductible individualidad espontánea del sujeto, descuidando el ámbito de soberanía económica requerido para resguardar la intimidad, la privacidad y las experiencias de sentido que se logran allí. Pero también nos distanciamos de quienes ponen el énfasis excesivamente en el aspecto puramente instrumental de la existencia, sin llegar a considerar suficientemente la plenitud específica que se alcanza en la esfera pública y ciudadana, ni las condiciones materiales e institucionales que la hacen posible.
2 Espontaneidades sociales La consideración de la realidad concreta nos conduce a reconocer la espontaneidad que guarda la sociedad en sus diversos agentes: individuo, agrupaciones intermedias y Estado. Las espontaneidades sociales y una sociedad civil fuerte y vigorosa se nutren de la complementariedad e interacción entre la dimensión individual y social de las personas.
286
APÉNDICE I : CONVOCATORIA POLÍTICA
Un sistema político y económico en decadencia es aquél donde Estado y mercado se entorpecen o se dejan abandonados a sí mismos. Sabemos lo dañina que es la corrupción de la política por el dinero, un estatismo militante que ahoga proyectos privados de interés común, un mercado que se concentra excesivamente o un Estado clientelista. Hay áreas, como la innovación y la ciencia, en las que la falta de colaboración entre Estado y mercado conduce a resultados frustrantes. Un sistema económico y político en forma, en cambio, es el que logra articular las diversas espontaneidades sociales, de tal suerte que colaboran entre sí sin anularse ni obstaculizarse, sino fortaleciéndose mutuamente. Cuando esto sucede, el individuo logra, con su esfuerzo, afecto e inventiva, hacerse cargo de su destino y el de sus cercanos. Así ocurre, también, con las comunidades familiares, vecinales y laborales, las empresas, las organizaciones culturales. Si un contexto propicio los acompaña, los seres humanos tienden a vincularse a sus semejantes en agrupaciones multifacéticas, que proveen de exuberancia y capacidades creativas al cuerpo social. El Estado puede, de su lado, alcanzar o no un funcionamiento dinámico. Si sus miembros están suficientemente preparados y guiados por una idea de solidaridad, consigue potenciar la economía, la salud, la educación, la cultura, las artes y ciencias, la integración nacional, en definitiva, la transformación de la realidad hacia formas más plenas. En todos esos campos, un Estado eficaz, profesional, competente, probo es condición de un pueblo próspero. Incentivar esas influencias recíprocas, allí donde sea adecuado, sin preterir ninguno de sus factores, es requisito de una actividad política atenta a la situación y el desarrollo vital de la nación. Chile Vamos buscará, desde el reconocimiento de la realidad y las espontaneidades sociales que allí se manifiestan, despejar las lógicas unilaterales que acentúan la importancia de sólo alguno de los aspectos de la multiplicidad de la existencia, para darle expresión a las concretas fuerzas inventivas y creadoras que son capaces de lograr el despliegue del país. Esta idea emerge de una larga tradición, que hunde sus raíces en el romanticismo político y halla expresión en la versión clásica del principio de la subsidiariedad –positiva y negativa–, que apunta, precisamente, a la colaboración armónica de las fuerzas sociales y los individuos, tarea que exige una persistente consideración de los contextos y circunstancias en los que esa colaboración ha de tener lugar. Es menester atender cuidadosamente a las dinámicas que entorpecen y despliegan el florecimiento social. Debe considerarse aquellos aspectos y condiciones requeridos para que el mercado opere de manera competitiva, logre premiar efectivamente el esfuerzo y producir resultados fecundos, en definitiva, progreso nacional. Ha de alcanzarse también una mirada atenta y comprometida
287
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
respecto del Estado, que tenga plena consciencia de la necesidad de modernizar y descentralizar el nuestro. Resulta exigible convertir a los funcionarios de exclusiva confianza, fenómeno propio de países subdesarrollados, en una administración pública profesional al punto requerido por la complejidad de los procesos sociales contemporáneos. Se ha de transitar, también, hacia la descentralización política. El excesivo centralismo ahoga a las regiones, que arrastran problemas que sólo alcanzarán solución si quienes cuentan con poder para decidir viven en las situaciones donde ellos se producen. El reconocimiento de las espontaneidades sociales nos lleva a rechazar también la abstracción socialista de un Estado que, en virtud de una comprensión extrema de los derechos sociales, busca desplazar totalmente al mercado y ahogar las iniciativas de los individuos y las comunidades intermedias, lo que conduce, además de a un menoscabo de la esfera privada, a la pobreza y al autoritarismo, especialmente considerando la alta politización y el clientelismo de nuestro aparato estatal.
3 División del poder social El reconocimiento de la relevancia de las dimensiones privada y pública, y de las espontaneidades sociales apuntan en la misma dirección: a la conformación de una institucionalidad que se haga cargo adecuadamente del individuo en sus dos aspectos y de la vitalidad que abriga la sociedad. Se trata de entender que es en una dinámica armónica y proporcionada, entre el mercado, el Estado y sociedad civil, que las naciones y los individuos florecen. Este modo de comprender la realidad se expresa en un principio de la más alta importancia política: la división del poder social. La presencia de una dimensión pública y una privada fuertes, y el resguardo de las espontaneidades sociales, requieren que el poder esté institucionalmente repartido. La primera división es la que ha de existir entre una esfera social, asentada en un sistema de economía privada, y una esfera estatal. La concentración del poder termina provocando abusos, pérdida de libertades y seguridades, y estancamiento cultural, político y económico. La división del poder exige que el mercado y el Estado cuenten con pesos y contrapesos razonables para operar cual frenos eficaces cuando sea necesario. Es necesario, a su vez, dividir el poder al interior de cada una de estas esferas. Un mercado concentrado facilita la ausencia de competencia e innovación, las cuales acaban anquilosando la vida económica y comprometiendo la prosperidad del país.
288
APÉNDICE I : CONVOCATORIA POLÍTICA
En los casos de monopolios es menester una acción estricta de control, que impida los abusos. Sabemos ya, por los casos de colusión, cuán dañina puede ser aquella concentración. Y los conocedores advierten respecto a que la productividad de nuestra economía se estanca a consecuencia, entre otros factores, de la concentración del poder en ella. La competencia efectiva en el mercado es, asimismo, un factor que favorece la justa retribución al esfuerzo y al mérito, así como la identificación de los ciudadanos con el sistema político y económico dentro del cual operan. Un Estado concentrado y centralizado es, de su lado, dañino para la autonomía de los individuos y el armónico juego de las espontaneidades sociales. Esa es la advertencia que está tras el reclamo contra la concentración absolutista o dictatorial, y en favor de la división republicana del poder en, al menos, tres órganos: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Pero también el centralismo es una manera de dañar la vitalidad social y del reconocimiento de este hecho arranca la exigencia de repartir territorialmente el poder. Conspira, además, contra la libertad del ser humano y el accionar fecundo de las fuerzas sociales la captura del ejecutivo por funcionarios de exclusiva confianza. Una burocracia profesional vigorosa, con espíritu de cuerpo y mística funcionaria, es una barrera a las pretensiones de grupos partisanos en el gobierno, permite irlos incluyendo en maneras institucionales de comprender y realizar la acción política, y contar con un Estado competente al grado que le requieren las crecientemente complejas tareas que debe asumir.
4 El pueblo en su territorio La comprensión política consiste en articular las pulsiones y anhelos populares en maneras siempre nuevas de institucionalidad, que ajusten los modos en los que se efectúa la división del poder, los órganos del Estado, las actividades del mercado, la colaboración de las espontaneidades sociales, de tal suerte de ir permitiendo el desarrollo de las diversas esferas de la vida de la nación y sus miembros. Es imprescindible reconocer las formas de existencia, urbanas y rurales, de nuestro territorio. No es esto “calle” simplemente, expresión que a veces refleja una actitud instrumental o paternalista. Es, antes que todo, abrirse a la realidad nacional, al territorio -citadino y campesino, montañoso, central, costero, nortino y austral- y a las personas que lo habitan, a su historia, a su diversidad, pero de manera que el contacto, la conmoción, la llaneza que se logran en el trato con el otro y con la tierra se vuelvan permanentes. Sólo entonces se da el paso desde la afectada relación con lo distinto a lo que podría llamarse un auténtico vínculo cívico con el paisaje y
289
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
nuestros semejantes. Sólo en ese momento puede pensarse en una fusión de relato político y acción política que se distancie de idealismos abstractos. Sólo la atención a la realidad, a su multiplicidad y su sentido, vuelve a la comprensión política capaz de fundar decisiones justas. El pueblo no es una esencia inmutable, sino que evoluciona. Tampoco es, empero, mera palabra sin contenido, no se diluye en individuos separados. Se trata, en cambio, de una aglomeración de factores étnicos, culturales, lingüísticos, históricos, territoriales que determinan una manera de ser. Es una manera de ser no acabada, dúctil, cambiante. De ella, de sus características y potencial, ha de hacerse cargo la política. Es necesario recuperar el contacto con un saber de lo popular y concreto sin el cual las políticas públicas fracasan, por abstractas, sin el cual las decisiones son injustas, por inadecuadas a la situación. Ese modo de existencia en común, que es el pueblo, requiere ser conocido y cultivado, y han de dársele más extendidas y mejores posibilidades de participación, pues de su talante y cohesión dependen los modos y opciones de llevar adelante las grandes tareas nacionales. Tener consciencia del pueblo significa adquirir consciencia de nuestro territorio. La tierra es más que mera materia. Es siempre el paisaje, un despliegue de valles y cerros, de edificaciones asentadas firmemente. El paisaje importa estética y vitalidad. Nuestra existencia transcurre en las diversas conformaciones que le damos al paisaje. Esperamos que ellas posean armonía, belleza incluso. Pueblos y ciudades logran a veces una integración con los elementos, configurando con sentido el espacio. Sin embargo, ellos también pueden ser frustrantes, toscos, hacinados, llenos de ruido y malestar. De las maneras en las que se conforma el espacio que habita la nación -concentrándose ella en ciudades hacinadas o repartiéndose armónicamente por su territorio; en ambientes amables, con parques e integrados al medio natural o, en cambio, en urbanizaciones sin espacios comunes suficientes; en edificaciones dotadas de gracia y hermosura o puramente funcionales; en vecindarios bien equipados, con una vida común intensa o en barrios-dormitorio-, depende, en una parte fundamental, la felicidad humana en la tierra.
290
APÉNDICE I : CONVOCATORIA POLÍTICA
5 Justicia y comprensión política Una comprensión política pertinente exige contar con criterios de justicia que atiendan cuidadosamente a la realidad. Lo justo apunta a una cierta proporcionalidad, cuya realización consiste en la armonía entre las partes, y su frustración en la mera violencia de unos sobre otros. Si bien es difícil saber exactamente qué es lo plenamente justo, resulta más fácil discernir cuándo se está tratando a alguien injusta, o sea, desproporcionada y, en el caso extremo, violentamente. Entre los criterios de proporcionalidad, según los cuales opera la justicia, están el mérito y el esfuerzo. Esto exige que las retribuciones y reconocimientos no sean adjudicados de modo discriminatorio, lo que se vuelve posible tanto mediante acciones políticas, cuanto gracias a mercados que operan adecuadamente. Sin embargo, junto con el criterio del mérito y el esfuerzo, se requiere que exista, previamente, un conjunto de condiciones razonables que posibiliten un escenario para un real despliegue de talentos y capacidades de todos los individuos. Entonces ellos quedan en condiciones de realizar eficazmente sus anhelos y diversos proyectos de vida, y las espontaneidades sociales de actuar con vigor. El aseguramiento del conjunto de condiciones razonables para el ejercicio del mérito requiere que la acción del Estado y de la sociedad civil tenga una consideración preferente por los más desfavorecidos. La superación de la pobreza y la alienación que ésta conlleva es un imperativo político de primera relevancia y condición del surgimiento de un sentido de pertenencia y cohesión social y política. Se sigue también de aquí que la focalización de las acciones y recursos constituye un criterio de justicia distributiva y de política pública de alto significado. Tal criterio atiende de modo cuidadoso a las diferencias. Está, así, en mejores condiciones de responder a ellas que un igualitarismo abstracto que pasa a todos por el mismo rasero, y ofrece una herramienta de corrección que permite, dentro de un modelo de mercado, favorecer a los más pobres.
291
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
II contenidos para una sociedad abierta, justa y democrática : Chile Vamos 994
Preámbulo Ante los desafíos políticos que plantea la época presente, los partidos, movimientos e independientes que componen Chile Vamos, hemos llegado a un consenso en torno a ciertos contenidos que constituyen el marco de nuestra acción política. Este consenso, que es el producto de un largo trabajo en el que se han involucrado los centros de estudios ligados al naciente conglomerado, se basa tanto en un diagnóstico compartido en sus aspectos generales, respecto a la situación actual del país -de expectante prosperidad acompañada por crecientes tensiones-, cuanto en una reflexión acerca de la justificación existencial o razón de ser de la naciente agrupación, manifestada en su “Convocatoria política”. La determinación de los contenidos pactados, que se presentan a continuación, vuelve posible algo inédito en la historia reciente del país. Ellos reflejan el esfuerzo de sectores de centro y de derecha por recoger una multiplicidad de tradiciones de teoría y de acción, de las cuales el naciente pacto se nutre, y que incluyen al socialcristianismo, al liberalismo político, al gremialismo y al pensamiento nacional-popular. Entendemos que esta multiplicidad de tradiciones constituye una riqueza doctrinaria y testimonial de Chile Vamos, alianza que puede remitirse a un acervo de experiencias valiosas al momento de interpretar los fenómenos políticos y conducirlos de manera adecuada. Esos contenidos permiten darle al pacto el carácter de una alianza específica e irreductiblemente política. Si bien temas económicos y morales relevantes son considerados por el conglomerado en su diagnóstico y su propuesta, ellos quedan comprendidos en una visión más integral de la realidad, que incluye todos los aspectos más significativos del desarrollo humano -económicos y morales, pero también afectivos y culturales, estéticos, territoriales y educacionales-, dentro de un contexto social y nacional. Esos contenidos permiten, además, que las fuerzas de centro y de derecha unidas en Chile Vamos, confluyan en un pacto político real, el cual, más allá de elecciones
994. Aprobado oficialmente el 4 de abril de 2016.
292
APÉNDICE II : CONTENIDOS PARA UNA SOCIEDAD ABIERTA, JUSTA Y DEMOCRÁTICA
puntuales y circunstanciales alianzas personales, se concibe, fundamentalmente, como un acuerdo basado en una visión comprehensiva de la existencia. Esos contenidos dotan, así, a Chile Vamos con un acervo ideológico capaz de darle proyección a esa alianza a lo largo de los años, añadiéndosele a los intereses electorales y relaciones personales un factor de estabilización apto para mantener la motivación de quienes se sumen a él. Tales contenidos políticos acordados son, además, y en la medida en que expresan un diagnóstico y una justificación, la base doctrinaria para convocar y convencer a una gran mayoría nacional, así como para intervenir con prestancia y eficacia persuasiva en los diversos foros, ambientes y niveles, crecientemente exigentes -desde las reuniones de base a los debates académicos, desde los medios de comunicación popular a las columnas de opinión, desde los sindicatos a las universidades-, en los que tiene lugar la discusión pública.
Contenidos políticos del pacto 1 El ser humano en el centro de la acción política Entendemos que el ser humano es el centro y eje de la acción política. Él nace libre e igual a sus semejantes en dignidad y derechos. Reconocemos que el individuo, a la vez que se desarrolla dentro de contextos sociales, políticos y estatales, posee, sin embargo, una espontaneidad que lo constituye en fin en sí mismo. En virtud de esa espontaneidad, el Estado ha de respetar la autonomía individual y resguardar una esfera privada vigorosa. El ser humano nunca ha de ser entendido como un mero instrumento al servicio del Estado. Adherimos a una visión en la cual el Estado, los individuos y la sociedad civil deben proteger, promover y fomentar la intangibilidad de la dignidad humana. En esta perspectiva consideramos que la vida y la integridad de la persona merecen pleno reconocimiento en todo momento y circunstancia de su desarrollo. Reconocemos en la familia al núcleo fundamental de la sociedad. Ella exige resguardo y protección por parte del Estado y las demás agrupaciones sociales, y el respeto en todas sus formas. En ella recaen responsabilidades básicas, requeridas por el desarrollo material y espiritual del país, tales como la educación de los hijos, por la cual tiene una opción preferente, y la formación, en ellos, de virtudes éticas, intelectuales y ciudadanas.
293
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Creemos que el Estado es una organización que incluye a todos los ciudadanos, en pie de libertad e igualdad. Sólo entonces, dentro de un contexto favorable al debate y a la discrepancia, puede existir una esfera pública sana. El ámbito público, de su lado, no se agota en el Estado, sino que se extiende a múltiples iniciativas en las que se articula la vida nacional: gremios, iglesias, clubes de la más diversa índole, sindicatos, universidades, institutos, organizaciones culturales, religiosas e iniciáticas, academias, escuelas, etcétera, que dotan de vitalidad y plenitud la realidad del pueblo y dan expresión y densidad a la diversidad de proyectos de vida. Entendemos que tanto la esfera pública como la privada son aspectos imprescindibles del desarrollo del individuo y campos legítimos de su acción. En ambas tienen lugar experiencias de plenitud y sentido. Consideramos, en consecuencia, que debe existir un adecuado equilibrio entre esos dos campos, y que la operación del Estado ha de llegar hasta allí donde el ejercicio responsable de la libertad y la autonomía individual y grupal logren alcanzar espontáneamente el despliegue humano y social. Las personas deben ser libres para pensar, crear, emprender y dar respuestas a las necesidades y anhelos sociales. El Estado posee un papel subsidiario y solidario. A la vez que ha de velar porque los individuos y las agrupaciones sociales y comunitarias puedan realizar sus actividades libres de trabas y en paz, debe apoyar y fomentar a las espontaneidades sociales, colaborando con ellas para que puedan llevar adelante de manera cada vez más eficaz sus funciones. En tanto que activamente subsidiario y solidario, el Estado tiene la tarea de jugar un papel relevante en materia de desarrollo e integración, tanto a nivel nacional como regional, en áreas tales como la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social, las ciencias, la innovación y la cultura, entre otras. El Estado debe propender, asimismo, a la generación de las condiciones suficientes para la existencia de umbrales de dignidad razonables para sus ciudadanos, a partir de los cuales los individuos puedan desplegar sus talentos, su creatividad y sus potencialidades, y vivir sus vidas de manera plena. Entendemos que las personas se desenvuelven en un contexto vital que incluye tanto una dimensión política, cuanto también una social, cultural y medioambiental. El ser humano no es solamente privado, sino que se despliega en el trato, la colaboración y el diálogo con otros, así como con el paisaje. Al respecto, promovemos el pluralismo cultural y asumimos un compromiso constante con el respeto del medioambiente y la sustentabilidad, a efectos de conciliar el desarrollo del país con la conservación e incremento de su patrimonio ambiental y ecológico.
294
APÉNDICE II : CONTENIDOS PARA UNA SOCIEDAD ABIERTA, JUSTA Y DEMOCRÁTICA
2 Sentido de justicia y condiciones efectivas para la igualdad de oportunidades Tener una noción operativa de lo justo en su dimensión social constituye un recurso fundamental a la hora de dar respuesta a la pregunta sobre cómo se ponderan y distribuyen los resultados y productos de la cooperación social. Lo justo ha sido tradicionalmente definido como lo que le corresponde a cada uno. Esta afirmación apunta a una cierta proporcionalidad, cuyos extremos son la más plena y completa realización de la armonía entre partes, de un lado, y la mera violencia de unos sobre otros, carente de justificación, del otro. Si bien es difícil saber exactamente qué es lo plenamente justo, resulta más fácil discernir cuándo se está tratando a alguien injusta, o sea, desproporcionada y, en el caso extremo, violentamente. Entre los criterios de proporcionalidad, según los cuales opera la justicia, están el mérito y el esfuerzo, pero también la necesidad. Entendemos que tratar justa o proporcionadamente a las personas requiere determinar lo que le corresponde a cada cual, conforme a criterios de mérito y esfuerzo, siempre y cuando exista, previamente, un conjunto de condiciones razonables que posibiliten un escenario para un real despliegue de talentos y capacidades de todos los ciudadanos. Satisfecho este criterio de necesidad, cabe aplicar, entonces, los criterios de mérito y esfuerzo. Entre las condiciones requeridas para que se cumpla el criterio de justicia de la necesidad, la educación tiene un papel central. El sistema educacional debe ser accesible para todos, con independencia de sus condiciones económicas y sociales. Ha de propender, sin embargo, a la generación de proyectos educativos que aseguren diversidad, autonomía y estrictos estándares de calidad. Un sistema educacional que homogeniza y limita la capacidad de desarrollar las potencialidades de nuestras futuras generaciones, pasándolas por el rasero de una planificación uniforme y centralizada, no constituye un camino de justicia y proporcionalidad. Las exigencias del concepto de justicia importan considerar que es a través de la generación de más y mejores oportunidades, por medio de políticas públicas debidamente focalizadas, diseñadas e implementadas con rigurosidad técnica y participación ciudadana, que se producen las condiciones que permiten alcanzar el bienestar espiritual y material de la nación y de cada uno de sus integrantes. La focalización, en este sentido, es más que un criterio de asignaciones estrictamente técnico. Al propender a concentrar recursos, siempre escasos, en aquellos individuos
295
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
y grupos con mayores desventajas para el ejercicio real de su libertad y el despliegue de sus talentos, ella permite realizar la justicia distributiva, aumentando además la capacidad efectiva del Estado de asegurar condiciones razonables de vida para quienes más lo necesitan. La focalización es consistente con la no-discriminación arbitraria, por cuanto hace intervenciones desiguales entre quienes se encuentran, precisamente, en pie de desigualdad. Por el contrario, el igualitarismo abstracto, al proponer un universalismo de intervenciones que benefician idénticamente a todos, termina siendo discriminador hacia quienes se encuentran en posiciones desfavorecidas. Muchas veces la discusión política gira en torno a un falso dilema respecto de si la distribución del producto de la cooperación social debe operar conforme a un especial modelo o régimen de derechos sociales, que significa desplazar al mercado totalmente de ámbitos enteros de la vida nacional, o de acuerdo solamente a criterios de mercado. Ni el uno ni el otro son caminos adecuados. La distribución, en cambio, debe operar bajo criterios de justicia, conforme a la ley y a decisiones políticas que consideren la realidad concreta, sin abandonarla a sí misma y sin hacerle violencia. El Estado, la sociedad y el mercado han de alcanzar un equilibrio que les permita, a la vez que limitar sus excesos, hallarse en relaciones de igualdad, desde las cuales puedan colaborar entre sí y fortalecerse mutuamente. En ese ámbito de colaboración recíproca, le corresponde al Estado concentrar sus esfuerzos en los menos favorecidos. Dentro de un contexto así, ha de reconocerse la legitimidad de las ganancias que son el producto del esfuerzo individual y colectivo. Resulta proporcionado y justo, una vez que se aseguran ciertas condiciones mínimas y razonables a todos, que el esfuerzo diferenciado sea retribuido diferenciadamente. El intento de eliminar toda diferencia económica, incluyendo aquellas que provienen del esfuerzo honesto, no sólo significa tratar desproporcionadamente a los seres humanos, sino que además atenta contra la prosperidad nacional, pues importa conducir al país, por la vía del desincentivo al esfuerzo, a una “nivelación hacia abajo”. El igualitarismo tiene otros dos inconvenientes relevantes. De un lado, cualquier igualación de diferencias existentes importa la tarea de desplazar -totalmente- al mercado de áreas enteras de la vida nacional. Ese desplazamiento importa una concentración del poder en manos del Estado, el cual domina entonces la vida política y la vida económica de la sociedad. Esta concentración genera un grave riesgo para la libertad de las personas. Por ponerlo gráficamente: disentir, en un contexto así, importa el riesgo de perder los medios de subsistencia. Del otro lado, el igualitarismo es dañino, pues, al coartar el despliegue de preferencias diversas, incluyendo la posibilidad de que las personas destinen su esfuerzo y recursos en ámbitos de su interés,
296
APÉNDICE II : CONTENIDOS PARA UNA SOCIEDAD ABIERTA, JUSTA Y DEMOCRÁTICA
termina tratando a los ciudadanos como súbditos relativamente incapaces. Una concepción que apunte a la proporcionalidad y la justicia, en cambio, ha de propender al despliegue de la diversidad humana en toda su riqueza. Esto supone el reconocimiento del esfuerzo y el aseguramiento institucional -político y económico- de espacios sustraídos al escrutinio ajeno. Además, la tarea de generar condiciones para que los ciudadanos puedan desarrollar al máximo sus talentos, lo cual supone un Estado que actúe bajo los principios de subsidiariedad activa y solidaridad, que procuran la integración cultural, política, económica y social de la nación y de todos los rincones del territorio, incluidos los más desfavorecidos, velando porque las autonomías y espontaneidades sociales puedan desplegarse armónicamente. La búsqueda de la igualdad, entendida dentro del contexto de la justicia, es un contenido en el ideario de nuestra agrupación. Ella incluye la igual dignidad de todo ser humano, la igualdad ante la ley, la igualdad de derechos, la igualdad de trato, la igualdad de oportunidades. Nos preocupan profundamente, en este sentido, los niveles de desigualdad que aquejan a nuestro pueblo y el modo en cómo ésta se produce. Rechazamos enfáticamente las desigualdades y privilegios que generan los gobiernos a favor de unos y en contra de otros, como también aquellas desigualdades que se producen en el plano del acceso a más y mejores oportunidades para nuestros compatriotas que viven en regiones. Del mismo modo, condenamos aquellas desigualdades que muchas veces surgen como producto de discriminaciones arbitrarias, de condiciones de partida dispares, de diferencias de contexto y educacionales, de la ausencia de libre competencia y de fallas del mercado, que deben ser siempre corregidas con premura por parte de la acción reguladora de la autoridad competente. Una economía social de mercado que no contemple reglas del juego justas, consistentes con el principio de la buena fe y respetadas por todos los actores, abre espacios para prácticas abusivas que socavan la legitimidad del sistema económico y, a la larga, destruyen los efectos benéficos que se esperan de él. Manifestamos nuestro compromiso con la economía social de mercado y con su buen funcionamiento, el que importa una colaboración activa entre el mercado y el Estado. Expresamos nuestra adhesión a la defensa de la libre competencia, condenando sin ambigüedades las prácticas que atentan contra ella, como la colusión de precios, la corrupción y la concentración excesiva del poder económico, y apoyando, si son requeridas, las respectivas sanciones y medidas disuasivas. Chile ha avanzado mucho en materia de acceso de la ciudadanía a más y mejores bienes y servicios fundamentales. Hoy la positiva consciencia de justicia está presente en el tejido social, el acceso a la educación se ha masificado, las condiciones
297
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
de infraestructura y conectividad son incomparables a las del pasado reciente, el tamaño de nuestra economía ha crecido significativamente durante el último cuarto de siglo y los indicadores de bienestar subjetivo también han mejorado en aspectos relevantes. A pesar de lo anterior, reconocemos las frustraciones y el agobio de sectores importantes de la ciudadanía que, sin inclinarse por alternativas políticas maximalistas, plantean que se debe profundizar en lo avanzado en términos de inclusión social y desarrollo, y corregir los problemas y abusos ahí donde sea necesario, a efecto de que nadie se sienta excluido y marginado del progreso, y quepa esperar la construcción de un país de clase media. El hecho de que aún más de dos millones de compatriotas vivan en condiciones de pobreza. Este hecho es una prueba de que como sociedad hemos fallado en llegar a ellos con más y mejores oportunidades, pasando a constituirse ésa en una herida abierta que debiera indignarnos y motivarnos a trabajar con más fuerza para que en el futuro nadie quede rezagado.
3 Movilidad inclusiva y comprensión política El progreso que ha exhibido Chile en las últimas décadas se ha materializado en el positivo e inusitado crecimiento de la clase media y en el acceso de sectores tradicionalmente postergados a más y mejores oportunidades en el ámbito de la educación y el trabajo. Actualmente más de un millón de jóvenes son parte de la educación superior; el país posee un ingreso per cápita que se empina por sobre los 23 mil dólares; la pobreza, si bien sigue presente, ha disminuido sustantivamente y la ciudadanía comienza a integrarse a una sociedad de la información cada vez más abierta y globalizada. En suma, nos hemos vuelto un país más próspero, complejo y diverso. Sin embargo, nuestras ideas no se legitiman socialmente a través de solas cifras y estadísticas. Éstas no dejan de ser relevantes y reflejan y capturan un aspecto de la realidad. Pero más importante aún que las cifras es lo que hay detrás de ellas: valiosos testimonios que han probado la eficacia de ciertas ideas para el desarrollo de proyectos de vida. El Estado y la sociedad chilena deben ser capaces de hacerse cargo de este trascendental cambio. Liderar un nuevo relato que sea capaz de comprender la realidad social y política será una tarea fundamental de Chile Vamos. Algunas de nuestras ideas no sólo han sido fundamentales para transformar el país en las últimas décadas. Las ideas son herramientas que nos permiten recoger y proyectar adecuadamente las pulsiones y anhelos populares, y su articulación en un discurso político renovado
298
APÉNDICE II : CONTENIDOS PARA UNA SOCIEDAD ABIERTA, JUSTA Y DEMOCRÁTICA
es condición necesaria para entrar con prestancia en las discusiones políticas actuales. En este sentido, hemos de asumir un papel protagónico y coherente en la promoción y concreción de nuestros ideales, desde todos los niveles de la vida política: la organización territorial de base, las agrupaciones ciudadanas, incluidos los independientes, las dirigencias regionales y nacionales de los partidos, los parlamentarios, el mundo de la cultura y las humanidades. La integración armónica y el diálogo entre todos estos niveles en los que se despliega la acción política es la condición necesaria para alcanzar una actividad iluminada por un discurso político ligado antes a la realidad concreta, popular y territorial, que basado en meras abstracciones. Tan ineficaz como una política intelectualizada en exceso, que pierde contacto con el pueblo y el paisaje, es una política que, enfatizando excesivamente la actividad diaria, pierde la capacidad de iluminar y orientar con ideas y reflexión la realidad. Para ser capaz de llevar adelante el proceso de comprensión y orientación política, nuestro sector, que aglutina al centro, la derecha y una parte considerable del universo de los independientes, debe reflejar efectivamente la diversidad popular y resistir la tendencia auto-referenciada a concebirse como un grupo social y culturalmente monolítico. Pretendemos integrar a todas las clases, a los chilenos de provincia y de la capital nacional, de cara a la configuración de un tejido amplio por el cual los ciudadanos puedan sentirse humana y políticamente interpretados. La heterogeneidad social, reconocida ampliamente en las estructuras de poder, ha de ser uno de los sellos de este nuevo referente.
4 Sociedad de seguridades De acuerdo con la tradición de pensamiento republicana y la doctrina del estado de Derecho, propiciamos una convivencia respetuosa y responsable entre quienes habitan en el país. El respeto a la ley es una actitud y una convicción que debemos fomentar como sociedad, por cuanto es recién desde él que surge la posibilidad de una vida en comunidad. El orden y la seguridad no sólo resultan cruciales en el plano de la certidumbre jurídica, sino también para la misma vigencia del orden social. Cuando recogemos la bandera de la seguridad como uno de los ejes centrales de nuestra propuesta, lo hacemos porque, en primer lugar, es una tarea básica del Estado generar las condiciones para el establecimiento de paz social: velar por la seguridad de las personas y su propiedad, que es, en sistemas bien ordenados, fruto de su esfuerzo. Pero también lo hacemos porque estamos convencidos de que cuando
299
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
las personas y sus familias pueden ocupar los espacios públicos, como parques y plazas, y al llegar desde sus trabajos a sus hogares disponen de tranquilidad y se desenvuelven sin temor, viven de manera más plena. Hoy, lamentablemente, no están dadas las garantías para que nuestros ciudadanos tengan la certeza de que no serán vulnerados en su integridad y bienes. El tema de la violencia asume también tintes políticos. Es necesario atender a que, en la actualidad, hay regiones donde el estado de Derecho pende de un hilo, al verse desafiado por grupos que hacen del uso de la fuerza y el amedrentamiento su curso de acción política, usando como pretendida justificación legítimas demandas de nuestros pueblos originarios. Condenamos toda forma de violencia como curso o vía de acción política, y entendemos que las víctimas de la violencia necesitan una voz que los represente nítidamente y ponga sobre la mesa sus problemas, porque en Chile, todos tenemos derecho a vivir en paz. Estamos conscientes, sin embargo, de que cualquier solución de más largo aliento a la violencia en las provincias pasa por generar más y mejores oportunidades de prosperidad, por acercar los sistemas de decisión política y representación a las zonas respectivas y, en definitiva, por avanzar hacia una descentralización y una regionalización política razonada. Al momento de hablar sobre el papel del Estado en relación a la libertad y la seguridad, está siempre presente la tentación de referirse solamente a las dotaciones y facultades de nuestras policías o a las condiciones de nuestro régimen carcelario. Estos son temas relevantes y de los cuales debemos hacernos cargo desde el punto de vista de las políticas públicas. Pero el asunto de la seguridad es más amplio y complejo, y se extiende a cuestiones de principios y fundamentos sobre los cuales hay que reflexionar. La delincuencia y la violencia privada son, ciertamente, expresiones del fracaso de un Estado incapaz de asegurar el orden público y el cumplimiento de las leyes, así como ineficaz en la rehabilitación y reinserción de quienes delinquen. Pero ellas son, además, en parte muy relevante, la consecuencia de condiciones de vida deficitarias, de la falta de oportunidades para las personas, que muchas veces ven frustradas sus expectativas y se inclinan hacia modos dañinos de acción. En este sentido, el concepto de sociedad de seguridades ha de incluir, además de la seguridad pública, la seguridad social. La experiencia muestra que los países incrementan los niveles de paz y colaboración cuando los individuos y las familias gozan de condiciones mínimas razonables de existencia; cuando saben que un tropiezo o una enfermedad o la eventual pérdida del empleo no significarán caer en la nuda miseria, sino que contarán con el apoyo solidario de la sociedad en su conjunto. El aseguramiento de condiciones mínimas y razonables de educación, salud, alimentación y vivienda para aquellos que, por las circunstancias de la vida
300
APÉNDICE II : CONTENIDOS PARA UNA SOCIEDAD ABIERTA, JUSTA Y DEMOCRÁTICA
no se hallan actualmente en situación de solventar sus costos, es un requisito no sólo de la paz social, sino de la existencia de una integración nacional efectiva, la cual deviene imposible ante la presencia de grupos extendidos de personas sumidas en la pobreza extrema o la miseria. Sin condiciones mínimas y razonables comunes a todos, el país queda dividido en dos clases antagónicas, lo que significa un caldo de cultivo para la lucha entre esas clases, y el embrutecimiento, la frustración y el resentimiento de los sectores más pobres y postergados.
5 Sociedad de oportunidades: el sentido ético y político de un país más próspero El crecimiento económico es el producto del esfuerzo y el ingenio de los seres humanos, su responsabilidad, su disciplina, su deseo de transformar el mundo y expresarse vitalmente en esa transformación. Más allá del instrumento que se utilice para medirlo, dicho crecimiento significa, de manera incompleta, el indudable aumento en el bienestar de la nación y de las oportunidades que experimentan todas las personas. Estas dos caras del crecimiento económico son reconocidas y valoradas por nuestro conglomerado, y son parte del sentido ético y político alojado en el objetivo de crear una sociedad más próspera. El crecimiento nace de la espontaneidad de los individuos y sus agrupaciones sociales. Sin embargo, la historia muestra porfiadamente que, para que el crecimiento ocurra, sea provechoso para todos y sostenible, se requiere de ciertas condiciones básicas. Ellas pueden resumirse como: el aseguramiento de libertades económicas -entre las que se incluye la elección individual, el intercambio voluntario y la seguridad de la propiedad privada-, la solidaridad y mínimos materiales comunes razonables. En el establecimiento y conservación de estas condiciones básicas resulta imprescindible la participación del Estado. Porque consideramos que el trabajo y la imaginación de los chilenos deben contar con amplios espacios para dar frutos, Chile Vamos se compromete a fortalecer las políticas e instituciones coherentes con la economía social de mercado, fundamentos concretos que le han permitido al país crecer como ninguna otra nación latinoamericana. Es necesario velar por la existencia de una economía poderosa, con mercados que operen bajo la libre competencia, un libre emprendimiento sujeto estrictamente a las leyes y las instituciones y atento al cuidado del medio ambiente; ha de contarse con marcos institucionales estables y definidos en el largo plazo, equilibrios macroeconómicos y baja inflación, prudencia fiscal, un sistema
301
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
tributario justo y proclive al ahorro y a la inversión, y eficiencia en el gasto público. Pero el crecimiento económico es un fenómeno que va mucho más allá de las mediciones tradicionales que utilizamos para tratar de evaluarlo. Cuando en un país la economía es más dinámica, sólo por utilizar una de las tantas medidas disponibles, lo que realmente sucede es que el bienestar de sus habitantes tiende a aumentar, en el sentido más amplio de la palabra. En sociedades con mayores niveles de prosperidad, todos los indicadores disponibles muestran lo mismo: una mejor calidad de vida. Se ha evidenciado empíricamente, que, por ejemplo, la mayor longevidad de la población, el respeto del medio ambiente, las libertades políticas y económicas, e, incluso, a diferencia de lo que alguna vez se pensara hace ya más de cuatro décadas, los mayores niveles de felicidad y satisfacción con la vida, están relacionados con un mayor nivel de prosperidad económica. El crecimiento, entonces, más que un fin, es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que las personas desarrollen sus proyectos de vida y florezcan de acuerdo a sus diversos anhelos. Es necesario, además, que ese crecimiento sea humano, sustentable e integrador, de tal suerte que los niveles de segregación y abusos, de estrés y frustración comiencen a disminuir decisivamente.
6 Democracia representativa, Derechos Humanos, transparencia y regionalismo El Estado tiene entre sus funciones alcanzar la paz, el orden, la justicia, la prosperidad material y espiritual de la nación. Dentro de este contexto, él es, también, una respuesta a la pregunta respecto a cómo organizamos nuestra vida en comunidad en cuanto cuerpo político. En este sentido, asumimos un compromiso pleno e irrestricto con la democracia representativa, como forma de gobierno por medio de la cual la soberanía popular se ve expresada, especialmente a través de elecciones periódicas, libres, abiertas y competitivas. Manifestamos nuestra adhesión al estado de Derecho democrático y republicano, y expresamos que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Promovemos la participación política informada y activa, y el debate público responsable. Entendemos que la participación política y la deliberación pública constituyen modos de actividad a partir de los cuales resulta posible construir una ciudadanía más consciente y con lazos intensos de confianza y lealtad cívica. Aspiramos a construir una democracia que respete y promueva los derechos humanos, poniendo a la persona y su dignidad en el centro de la
302
APÉNDICE II : CONTENIDOS PARA UNA SOCIEDAD ABIERTA, JUSTA Y DEMOCRÁTICA
acción pública. Abrazamos la transparencia como principio que acompaña nuestra praxis política. La máxima de un gobierno y unos órganos del Estado abiertos, profesionales y responsables contribuye a la promoción de la probidad y la eficacia en la gestión de los asuntos públicos. Abogamos por una modernización del Estado, que se exprese en dos direcciones: de un lado en la profesionalización de sus funcionarios, de otro lado en la descentralización política del poder. Actualmente la burocracia está ocupada por una gran cantidad funcionarios “de exclusiva confianza”. Si bien debe mantenerse un número moderado de tales funcionarios de estas características en el nivel superior de la administración pública, la cantidad de ellos que existe hoy en nuestro Estado es anómala. Esa presencia conspira, pese a las buenas intenciones, contra la pertinente implementación y ejecución de las políticas públicas crecientemente complejas, y el destino de iniciativas de largo aliento. La existencia de una burocracia altamente calificada, con una carrera funcionaria clara y dotada de un espíritu de cuerpo es, además, un factor decisivo en la división del poder al interior del Estado. Convergemos, de su lado, en una visión que descentraliza políticamente el poder y la toma de decisiones, y en la cual la sociedad civil, en conjunto a los partidos políticos, ejerce un rol activo y protagónico en la articulación y canalización de expresiones políticas plurales. Promovemos firmemente una profunda transformación regional descentralizadora, que no se agote en la mera elección de autoridades locales, sino que se organice razonadamente, de tal modo de agrupar a las provincias en regiones viables, es decir, cultural, económica y políticamente vigorosas, y de entregar la adecuada autonomía política a gobiernos regionales fuertemente institucionalizados. El centralismo arrastra consigo una serie de problemas, como el hacinamiento, la polución, largas jornadas de desplazamiento, desgaste mental, falta de goce de espacios naturales y vecinales gratos -en Santiago-, y abandono, carencia de instalaciones de salud y establecimientos educacionales comparables a los de la capital, ausencia de desarrollo cultural suficiente, pérdida de cuadros humanos calificados, discriminación y uniformación de la diversidad étnica, corrupción en el nivel local, que afectan a las provincias. Hoy en día existen en nuestras alicaídas regiones problemas que difícilmente hallarán solución si quienes tienen el poder real de decisión no viven en los contextos en los cuales esos problemas se producen. Basta poner como ejemplo patente de la urgencia de esta exigencia, el grave asunto social, económico y cultural que se conoce, de manera reduccionista, como el conflicto mapuche.
303
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
La transferencia de poder político a las regiones debe considerar múltiples y complejos aspectos, pero resulta una tarea urgente, la que además redundará en la mayor cercanía entre quienes toman las decisiones políticas más relevantes y los afectados por ellas, contribuyéndose, de ese modo, a la recuperación de la legitimidad que ha venido perdiendo de manera preocupante el sistema político.
304
APÉNDICE III : ¿POR QUÉ LA DERECHA DEBE VOLVER AL PODER?
III ¿por qué la derecha debe volver al poder? : Lucía Santa Cruz 995
Asimilados ya los resultados de la elección municipal, ambas coaliciones se enfrascan en mostrar sus mejores cartas de cara a las presidenciales de este año. Pero ¿qué tiene que hacer la derecha para re encantar a sus votantes? ¿Qué es aquello que se abandonó en el camino y hay que rescatar? La derecha debe volver a gobernar porque es imprescindible evitar la continuidad de un gobierno de la Nueva Mayoría. Chile estaba encaminado en un proyecto único en estos tiempos, para lograr la modernización -y dejar atrás una sociedad tradicional, injusta e infértil-, cuyas bases eran la economía de mercado, la democracia representativa, la apertura al mundo, la libertad para crear e innovar y emprender. Este proyecto le dio a Chile los años más estables y prósperos de su historia; sacó a millones de chilenos de la pobreza, ingresándolos a una nueva clase media con nuevas oportunidades de realización personal; dio acceso al bienestar a miles de chilenos antes marginados; introdujo sostenidamente avances sustantivos hacia una sociedad más meritocrática, lo cual provocó más movilidad social que nunca antes; bajo cualquier parámetro que se utilice las brechas entre ricos y pobres disminuyeron, como por ejemplo: el número de años de escolaridad, las expectativas de vida, el acceso a bienes de consumo, al ocio y el entretenimiento, el acceso a la educación superior que de atender al 3% de la población hoy beneficia a más del 40%. Es más, incluso la desigualdad material ha disminuido, especialmente entre las generaciones más jóvenes gracias a sus mayores niveles de escolaridad. Pero queda un largo camino por recorrer: aún hay pobreza inadmisible y nuestra nueva clase media es muy vulnerable y dependiente del crecimiento para mantener sus posiciones. Crecimiento que, no sólo no ha sido una prioridad, si no que ha sido puesto en jaque por las reformas y por la creciente desconfianza que surge de las incertidumbres que las propuestas de cambio radical provocan. El gobierno de Michelle Bachelet ha sido un intento por demoler este modelo de desarrollo para reconstruir todas las instituciones, partiendo por la Constitución, a partir de una idea única que es el igualitarismo. El problema de este gobierno no es de escasez de recursos; no es sólo de incapacidad técnica; es que está expresando e imponiendo
995. Lucía Santa Cruz es historiadora y consejera de Libertad y Desarrollo. El documento aquí transcrito fue publicado en La Segunda el 4 de enero de 2017.
305
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
gradual y sostenidamente las ideas de la izquierda sesentera. En esto ha tenido mucho éxito, especialmente en lo que se refiere a sentar las bases para tomar el control del sistema educacional, excepto (por ahora, han dicho algunos) del sistema privado. Para que exista un cambio cultural y la derecha reencante a sus votantes, debe ser valiente en su discurso. No debe ceder a la tentación permanente de competir con las mismas banderas de la izquierda. Para eso tiene que recuperar profundamente la conciencia de su propia legitimidad moral. La derecha tiene un pasado histórico respetable; fue una fuerza benéfica en la construcción de la República; pionera en la defensa de los derechos individuales (libertad de enseñanza, de asociación, de expresión, etc.). El partido conservador estuvo en la vanguardia en la toma de conciencia del problema de la pobreza (la cuestión social). Las derechas en todas partes del mundo son las defensoras de las libertades individuales sin las cuales la civilización perece. La experiencia en la dictadura, a mi juicio, es una anomalía que jamás hubiese ocurrido de no mediar el intento por imponer una revolución castrista en la Unidad Popular y la legitimación de la violencia y la vía armada como método de solución de los conflictos. La derecha, al menos una parte, jugó un papel importante en la transición a la democracia, la cual habría sido mucho más difícil y tortuosa sin su concurso. Su relato debe estar basado en su propio modelo y sin complejos.
El modelo que identifica a la derecha La derecha debe estar basada en una organización económica basada en mercados libres y competitivos que no permite malas prácticas ni distorsiones en su funcionamiento como colusiones o uso de información privilegiada; que no defiende empresas, si no mercados. Una organización política basada en la democracia representativa, con división de poderes y derechos individuales garantizados constitucionalmente. Un sistema social de libertad, pero también de creación de oportunidades. Un ideario de lo justo que implica que cada persona pueda desarrollar todos sus talentos en todas las esferas. Un sistema de recompensas basado en el mérito que permite la movilidad social. La derecha tiene una concepción de la sociedad que requiere de hombres libres y responsables moralmente de sus actos. Confía en la capacidad de las personas para actuar libremente y tomar sus propias decisiones. Defiende los espacios de privacidad y autonomía personal en los cuales ningún gobierno puede interferir por mayoritario que sea. Pero junto con defender la autonomía individual, sabe que somos parte de una colectividad con la cual debemos cooperar porque ello está grabado en el ADN de las personas tan fuertemente como la competencia; y las sociedades que más han prosperado son las que han logrado instancias de
306
APÉNDICE III : ¿POR QUÉ LA DERECHA DEBE VOLVER AL PODER?
cooperación fructífera. Los mercados mismos son una instancia de intercambio colaborativo. Cree profundamente en la igualdad ante la ley, en la igual dignidad de todos al margen de su condición económica, social o racial. Pero, sobre todo, porque cree en la importancia de la libertad, cree también que cada persona debe tener la oportunidad de desarrollar la totalidad de sus talentos porque ello es ético, porque ello es conveniente y porque promueve el progreso y el desarrollo. Por eso, si las oportunidades no se dan espontáneamente cree que debe ser el Estado el que intervenga para proveerlas, pero sin entrar en proyectos de ingeniera social que atentan contra la libertad. ¿Cómo entonces? A través de lo que el Presidente Sebastián Piñera llamó la “Revolución Copernicana” en la educación. En suma, es un ideario que quiere mejorar el mundo, pero no en forma utópica, ni fabricando “hombres nuevos” a través de la opresión, sino creando y preservando las instituciones que históricamente y sólo en los últimos 200 años han permitido, por primera vez en la historia, aumentar la riqueza y crecer.
Mea culpa ¿Qué mea culpa podemos hacer? La derecha abandonó la preocupación y el respeto por las humanidades que son las disciplinas que permiten el desarrollo del pensamiento crítico y ayudan a entender la complejidad del mundo actual. Un gran ejecutivo de una empresa aeronáutica dijo una vez: “si quiero resolver problemas complejos contrato a un filósofo; no sabe nada de aeronáutica, pero sí sabe de la complejidad”. A diferencia de lo que sucede en otros países, especialmente Inglaterra y Estados Unidos, nuestros economistas y hombres de negocios no tienen una formación en las humanidades. Debido a ello, creo que simplificaron algunos aspectos del modelo que defienden y creyeron que de verdad sólo existe el homo economicus; que sólo lo mueve el instinto por competir y la búsqueda del self interest, ignorando que el interés propio tiene muchas dimensiones que van más allá de la satisfacción material. El resultado es que ha menospreciado la importancia de las ideas, de la importancia de la legitimidad moral de los sistemas para que perduren y por, sobre todo, la derecha ha permitido el cuasi monopolio de la izquierda en la interpretación de nuestra historia sin entender que “el que escribe la historia es dueño del futuro”. En el campo de los negocios creo que la formación ha tendido a la maximización de las utilidades en el corto plazo, sin debida consideración a las implicancias éticas comprometidas en la actividad. A su vez, uno de los errores de la derecha es haber creído que el fin de la historia era verdad y que había clavado la rueda de la fortuna. Que las ideologías habían muerto. Que ahora sólo era necesario aplicar soluciones técnicas eficientes. Pensemos nada
307
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
más que el jefe del partido laborista en Inglaterra es marxista como lo es Bernie Sanders, quien casi ganó la nominación demócrata.
El rol de los grupos de interés organizados En todas partes del mundo los grupos de interés organizados representan una amenaza para el bien común. Estos intereses existen; son legítimos; son incluso positivos. Pero los gobiernos deben saber producir una síntesis entre estos intereses divergentes de modo que no gane el más poderoso, el que más grite, el que más presione o intimide y debe legislar en bien de todos. Ceder ante los movimientos estudiantiles y privilegiar la gratuidad universal para la educación superior es, a mi juicio, una inmoralidad que deja en la indefensión a esos niños hoy privados de una educación pre escolar o básica decente mientras se financian los estudios de los hijos de los más ricos. No hay que olvidar que el Partido Comunista es maestro en utilizar los movimientos sociales y muchos de ellos, como “No + AFP”, son liderados por admiradores de Lenin y Marx.
La derecha y sus valores Para volver a darle legitimidad a los valores propios de la derecha, primero es imprescindible conocerlos. Luego es necesario defenderlos con convicción y coraje sin creer que calculando para ganar en las encuestas es el mejor camino. Por último, no hay que olvidar que se está en política para defender una cosmovisión acerca de cómo crear un mundo mejor. Esto no puede sacrificarse con tal de ganar y tampoco puede justificarse el uso de cualquier medio para lograr el poder. Se debe aprender a sacrificar los intereses personales en aras del bien del conjunto.
308
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
309
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
I. Documentos sobre la derecha, Chile e ideas políticas Bachelet, Michelle, Chile de todos. Programa de gobierno 2014-2018 (Santiago, 2013). Beyer, Harald, “Selección de escritos políticos y económicos de Milton Friedman”, Estudios Públicos, N° 60 (1995), pp. 431-484. Burke, Edmund, “Selección de escritos políticos”, Estudios Públicos, N° 9 (1983), pp. 143-170. Chile Vamos: contenidos para una sociedad abierta, justa y democrática (Santiago, 4 de abril de 2016). Chile Vamos: Convocatoria política (Santiago, 4 de abril de 2016). Cifuentes, José María, El Partido Conservador Tradicionalista. Su programa y su acción (Santiago, s/e, 1953). Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, Democracia y derechos humanos en Venezuela (2009). Comisión Nacional de Productividad, La productividad en Chile: una mirada de largo plazo, Informe anual 2016. Comisiones programáticas de Centro de estudios Horizontal, 130 propuestas de gobierno para un Chile libre, justo e inclusivo (Santiago, Horizontal, 2017). Concha, Juan Enrique, Conferencias sobre economía social dictadas en la Universidad Católica de Santiago de Chile (Santiago, Imprenta Chile, 1918).
310
BIBLIOGRAFÍA
Consejo asesor presidencial contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción. Informe final (Santiago, 24 de abril de 2015). Constant, Benjamin, “Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”, en Oscar Godoy Arcaya, “Selección de textos políticos de Benjamin Constant”, Estudios Públicos, N° 59 (1995), pp. 1-68. El liberalismo (dedicado a los miembros de la Convención Liberal) (Santiago, Imprenta el Imparcial, 1939). Errázuriz, Ladislao, Los deberes del Partido Liberal en la hora actual. Manifiesto de su Presidente (Santiago, Editorial del Pacífico, 1934). Fernández Larraín, Sergio, Aspectos de la división del Partido Conservador (Santiago, 1950). Fontaine Talavera, Arturo, “El miedo y otros escritos. El pensamiento de Jaime Guzmán E.”, Estudios Públicos, N° 41 (1991), pp. 251-570. Heritage Foundation, Puntos destacados del Índice 2016 de Libertad Económica. Hoja de ruta. Programa de Beatriz Sánchez a las Primarias del Frente Amplio (Santiago, mayo de 2017). Huerta de Soto, Jesús, “Liberalismo versus anarcocapitalismo”. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis (Santa Sede, 1987). Juventud Liberal, Principios, estatutos y reglamentos. Aprobados en la VI Convención Nacional (Santiago, 6 y 7 de mayo de 1950). La Nueva República. Programa del Partido Nacional (Santiago, 1970). Lastarria, José Victorino, Lecciones de política positiva (Santiago, Imprenta el Ferrocarril, 1874). León XIII, Rerum Novarum (Santa Sede, 1891) Partido Nacional, Chile: desafío y respuesta (Santiago, 1972).
311
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Partido Nacional, Fundamentos doctrinarios y programáticos (Santiago, 1966). Partido Nacional, Ha llegado la hora de defender la libertad (Santiago: 1969). Pensamiento de Cruz-Coke (Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral, 1974). Philippi Izquierdo, Julio, Política, partidos políticos y corporativismo (Santiago, 1934). Pío XI, Quadragésimo Anno ( Santa Sede, 1931) Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (Santa Sede, 2004). Proyecto de programa que presenta la Comisión respectiva del Partido Liberal a la VIII Convención General (Santiago, 1947). Santa Cruz, Lucía, “¿Por qué la derecha debe volver al poder?”, documento de trabajo de Libertad y Desarrollo (Santiago, 2016). Valencia Avaria, Luis, Anales de la República. Textos constitucionales de Chile y registro de los ciudadanos que han integrado los poderes ejecutivo y legislativo desde 1810 (Santiago, Imprenta Universitaria, 1951).
II. Documentos de trabajo Belmar Orrego, Francisco, “La verdad frente al poder: el intelectual y el valor de la disidencia”, Ensayo 13 (Santiago, Fundación para el Progreso, s/f). Beyer, Harald, “Diagnósticos alternativos sobre la crisis de confianza”, Estudios Públicos, N° 140 (2015), pp. 107-136. Beyer, Harald, “Las reformas laborales tienen impactos, pero no siempre los que se anticipan”, Puntos de referencia, Nº 408 (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2015). Brieba, Daniel, “Siete claves para un ciclo político”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2013). Centro de Estudios Públicos (CEP), Estudio Nacional de Opinión Pública (julio-agosto 2016).
312
BIBLIOGRAFÍA
Larrañaga, Osvaldo, y María Eugenia Rodríguez, “Desigualdad de ingresos y pobreza en Chile: 1990 a 2013”, documento de trabajo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) -Chile (Santiago, 2014). Medina, Fernando, y Pablo Paredes, “Competencia en el mercado chileno”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2013). Oro Tapia, Luis R., “La izquierda y la derecha: ¿luchando por sobrevivir?”, documento de trabajo en Centro de Análisis e Investigación Política, N° 14 (Santiago, CAIP, 2009). Plaza Pública-CADEM, “Track semanal de opinión pública” (1 de agosto de 2016, estudio #133). Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Desarrollo humano en Chile. El poder: ¿para qué y para quién? (Santiago, 2004). Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile (Santiago, junio de 2017). Ramírez, Jorge, y Nicolás Bravo, “Movimientos sociales en Chile: una radiografía al proceso de movilización 2009-2014”, Serie informe Sociedad y política, N° 144 (Santiago, Instituto Libertad y Desarrollo, 2014). Recabarren, Lorena, y Valentina Verbal, “El debate constitucional en Chile. Cuestiones previas”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2016). Rincón-Urdaneta, Rafael, “McCloskey: La cruzada rebelde. Deirdre McCloskey y su trilogía liberal” (Santiago, Fundación para el Progreso, 2016). Santa Cruz, Lucía, “El debate liberal-conservador en torno a la libertad de enseñanza”, documento de trabajo en Serie informe Sociedad y Política, N° 145 (Santiago, Instituto Libertad y Desarrollo). Verbal, Valentina, “El modelo ‘democrático’ de Venezuela. Lecciones para Chile”, Abriendo el debate, N° 4, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2015). Verbal, Valentina, “Evolución Política. Una identidad en construcción”, documento de trabajo en Archivo Evópoli (Santiago, 2016).
313
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Verbal, Valentina, “Género y diversidad sexual: ¿una agenda de izquierda?”, Abriendo el debate, N° 2, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2015). Verbal, Valentina, Lorena Recabarren y René Núñez, “Una Constitución para Chile: liberal y democrática”, documento de trabajo en Horizontal (Santiago, 2016). Verbal, Verbal, “Género y diversidad sexual: ¿agenda neomarxista o liberal”, documento de trabajo en centro de estudios Equidad Ξ (Valparaíso, 2016).
III. Artículos de prensa “Dueño Bar Liguria: ‘Mi lealtad con Josefa está en decirle que se equivoca’”, nota de prensa en Reportajes de La Tercera (2 de noviembre de 2014). “Pese a desaceleración, CASEN 2015 reveló caída de la pobreza por ingresos y multidimensional”, nota de prensa en La Tercera (Santiago, 23 de septiembre de 2016). Águila, Ernesto, “Derecha política”, columna de opinión en La Tercera (14 de enero de 2015). Barrientos, Andrés, “La actitud gatopardesca del Manifiesto Allamand-Larraín”, columna de opinión en El Demócrata (17 de febrero de 2017). Bazán, Ignacio, “El segundo tiempo de Valentina Verbal”, nota de prensa en La Tercera (Santiago, 1 de marzo de 2015). Bellolio, Cristóbal, “El momento socialcristiano”, columna de opinión en Capital (14 de abril de 2016). Bellolio, Cristóbal, “La derecha y el liberalismo político”, columna de opinión en El Mostrador (15 de marzo de 2017). Bustamante, Gonzalo, “Crítica a un liberalismo versión Walt Disney”, columna de opinión en Voces de La Tercera (21 de marzo de 2017). Cea, Alexandro, “Feminismo liberal”, columna de opinión en Revista Clóset (1 de febrero de 2017).
314
BIBLIOGRAFÍA
Edwards, Sebastián, “La reconstrucción de la derecha y el futuro de Chile”, columna de opinión en Reportajes de La Tercera (Santiago: 23 de noviembre de 2013). Gómez, Jorge, “¿Liberales huérfanos o emancipados?”, columna de opinión en El Líbero (13 de abril de 2016). Gómez, Uziel, “Cambiar la Constitución nunca ha superado el 5,6 % como prioridad de los chilenos desde 1990”, nota de prensa en El Líbero (15 de octubre de 2015). Herrera, Hugo, “Centroderecha, república y nación”, columna de opinión en La Segunda (21 de febrero de 2017). Herrera, Hugo, “La valentía de la centroderecha”, columna de opinión en La Segunda (19 de abril de 2016). Kaiser, Axel, “La derecha y los conservadores”, columna de opinión en Diario Financiero (19 de abril de 2016). Kaiser, Axel, “La educación no es un derecho”, columna de opinión en El Mercurio (18 de junio de 2013). Minay, Sebastián, “Documento programático de Chile Vamos es un relato socialista, estatista”, entrevista a Valentina Verbal en La Segunda (Santiago, 6 de abril de 2016). Montaner, Esteban, “La Constitución y los derechos sociales”, columna de opinión en El líbero (27 de mayo de 2017). Morales, Mauricio, “Asamblea Constituyente: malinterpretando las encuestas”, columna de opinión en El Líbero (12 de noviembre de 2015). Ortúzar, Pablo, “¿Caben los liberales en Chile Vamos?”, columna de opinión en El Líbero (10 de abril de 2016). Ortúzar, Pablo, “Ideas tradicionales vs. nuevas banderas: la nueva-nueva derecha”, columna de opinión en revista Qué Pasa (24 de octubre de 2014). Ortúzar, Pablo, “La gozadera”, columna de opinión en La Tercera (6 de abril de 2016).
315
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Ortúzar, Pablo, “La tiranía de la igualdad”, columna de opinión en El Líbero (15 de diciembre de 2015). Peña, Carlos, “De umbral a paréntesis”, columna de opinión en Reportajes de El Mercurio (4 de septiembre de 2016). Pino, Luis Alberto, “No me preocupa mucho la idea de justicia social, no creo que tenga mucho significado”, entrevista a Deirdre McCloskey en El Mercurio de Antofagasta (domingo 6 de noviembre de 2016). Rojas, Mauricio, “Consejos de un escocés del siglo XVIII”, columna de opinión en Pulso (13 de septiembre de 2016). Schwember, Felipe, “La arremetida conservadora”, columna de opinión en El Líbero (13 de mayo de 2017). Schwember, Felipe, “Nacionalismo: el regalo griego de Hugo Herrera”, columna de opinión en El Líbero (21 de mayo de 2017). Sepúlveda, Paulina, “Encuesta revela que 44 % de los chilenos muestra una baja valoración de la democracia”, nota de prensa en La Tercera (21 de octubre de 2016). Tapia Chacana, William, “La derecha y la igualdad de oportunidades”, columna de opinión en El Líbero (18 de junio de 2017). Tasca, Lorena, “Jason Brennan, el autor de “Capitalismo, ¿por qué no?” que defiende el modelo comparándolo con el mundo de Mickey Mouse”, entrevista en El Líbero (15 de julio de 2017). Verbal, Valentina, “¿Por qué el comunismo sigue siendo un ideal?”, columna de opinión en El Líbero (11 de noviembre de 2014). Verbal, Valentina, “Caja de Pandora (o los efectos secundarios del intervencionismo)”, columna de opinión en El Líbero (16 de julio de 2017). Verbal, Valentina, “Derecha política en Chile: ¿mito o realidad?”, columna de opinión en El Dínamo (19 de enero de 2015).
316
BIBLIOGRAFÍA
Verbal, Valentina, “La DC y la verdad histórica”, columna de opinión en El Mostrador (9 de septiembre de 2013). Verbal, Valentina, “La derecha y los derechos humanos: ¿una relación imposible?”, columna de opinión en Voces de La Tercera (12 de agosto de 2015).
IV. Artículos académicos y capítulos de libros Alenda, Stephanie, “Partidocracia”, en Diccionario Electoral (San José, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 2017), tomo II, pp. 829-833. Alvarado, Claudio, “El Manifiesto, la política y la solidaridad”, en Andrés Allamand y otros, La mayoría de las ideas. De la retroexcavadora al Manifiesto republicano (Santiago, El Mercurio Ediciones, 2017), pp. 115-122. Alvarado, Claudio, y Eduardo Galaz, “Subsidiariedad y vida pública: una mirada a los orígenes”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del Estado y del mercado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 33-51. Anderson, Elisabeth, “¿Cuál es el punto de la igualdad?”, en Javier Gallego S. y Thomas Bullemore L, Igualitarismo. Una discusión necesaria (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2016), p. 45-104. Arellano, Juan Carlos, “El Partido Nacional en Chile: su rol en el conflicto político (1966-1973)”, Atenea, N° 499 (2009), pp. 157-174. Arriagada Cáceres, María Beatriz, “La imposibilidad de equiparar derechos sociales y liberales”, Revista Chilena de Derecho, vol. 42, N° 3 (2015), pp. 819-842. Ashton, T.S., “Capítulo II. El tratamiento del capitalismo por los historiadores”, en Hayek, Ashton, Hacker, de Jouvenel, Hartwell y Hutt, El capitalismo y los historiadores (Madrid, Unión Editorial, 1997 [1956]), pp. 37-61. Bastías Saavedra, Manuel, “Intervención del Estado y derechos sociales. Transformaciones en el pensamiento jurídico chileno en la era de la cuestión social, 1880-1925”, Historia, N° 48, vol. 1 (2015), pp. 11-42.
317
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Bayona, Dante, “¿El liberalismo es de derecha?, ¿Qué es el liberalismo?”, en Héctor Ñaupari (compilador), La nueva senda de la libertad. Cuatro ensayos liberales (Santiago, Instituto Democracia y Mercado, 2010), pp. 23-61. Bravo Lira, Bernardino, “Del Estado modernizador al Estado subsidiario”. Trayectoria institucional de Chile 1891-1995”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, N° XVII (1995), pp. 193-247. Bravo Lira, Bernardino, “Parlamentarismo a la chilena”, Revista Chilena de Derecho, vol. 18, Nº 3 (1991), pp. 363-373. Brieba, Daniel, “¿Hay espacio para un centro político en Chile?”, en Enzo Napoli, Diálogos desde el centro (Santiago, Plural, 2014), pp. 14-20. Brieba, Daniel, “La subsidiariedad es útil, pero subsidiaria”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del Estado y del mercado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 171-204. Briones, Ignacio, “Economía de mercado y legitimidad: ¿de qué depende?”, en Andrés Allamand y otros, La mayoría de las ideas. De la retroexcavadora al Manifiesto republicano (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2017), pp. 231-243. Briones, Ignacio, “Un costo silencioso”, Estudios públicos, N° 144 (2016), pp. 341-364. Bustamante, Gonzalo, “Racionalidad populista versus democracia representativa”, Revista de Cultura Económica, Año XXX, N° 83 (2012), pp. 20-35. Caldwell, Bruce, y Leonidas Montes, “Friedrich Hayek y sus dos visitas a Chile”, Estudios Públicos, N° 137 (2015), pp. 87-132. Capellán de Miguel, Gonzalo, “Los momentos conceptuales una nueva herramienta para el estudio de la semántica histórica”, en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (editores), Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual (Santiago, Globo editores, 2011), pp. 113-152. Castro, José Manuel, “Los intelectuales y la incomprensión del Estado subsidiario”, en Claudio Arqueros y Álvaro Iriarte (editores), Subsidiariedad en Chile. Justicia y libertad (Santiago, Instituto Res Publica y Fundación Jaime Guzmán, 2016), pp. 173-205.
318
BIBLIOGRAFÍA
Cavalli, Alessandro, “Movilidad social”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1003-1006. Claro, Fernando, “¿Mudos o conversos?”, Estudios Públicos, N° 144 (2016), pp. 365-372. Correa Sutil, Sofía, “¿Representación corporativa en las sombras? Una reflexión histórica sobre las tendencias políticas del presente”, Revista Anales, Séptima serie, N° 2 (2011), pp. 69-76. Corvalán Márquez, Luis, “El giro ideológico y político del Partido Conservador a comienzos de los años treinta”, Historia 396, N° 1 (2016), pp. 75-110. Couyoumdjian, Juan Pablo, “Importando modernidad: la evolución del pensamiento económico en el siglo XIX”, Historia, N° 48, vol. 1 (2015), pp. 43-75. Cristi, Renato, “¿Una derecha republicana?”, Estudios Públicos, N° 138 (2015), pp. 217-235. Cristi, Renato, “APÉNDICE I. Claves conceptuales de la síntesis conservadora liberal de Jaime Guzmán: Bien común, subsidiariedad y propiedad privada”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 155-171. Cristi, Renato, “Capítulo 16. Participación, representación y republicanismo”, en La República en Chile. Teoría y práctica del Constitucionalismo Republicano (Santiago, LOM Ediciones, 2008 [2006]), pp. 365-383. Cristi, Renato, “ENSAYO I. El pensamiento conservador de Alberto Edwards. Del Conservantismo liberal al Conservantismo revolucionario”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 21-49. Cristi, Renato, “ENSAYO V. La síntesis conservadora de los años 1970”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 123-137. Cristi, Renato, “ENSAYO VI. Estado nacional y pensamiento conservador en la obra madura de Mario Góngora”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 139-154.
319
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Del Pino, Sebastián, y Valentina Verbal, “La identidad de género en Chile, problematizando el debate”, Liminales. Escritos sobre Psicología y sociedad, vol. I, N° 7 (2015), pp. 155-179. Díaz Nieva, José, y Mario Valdés Urrutia, “Jorge Prat y Acción Nacional (1963-1966). La antesala del Partido Nacional”, Cuadernos de Historia, N° 43 (2015), pp. 83-108. Falabella, Alejandra, “‘Democracia a la chilena’: un análisis del movimiento estudiantil y su desenlace”, Docencia, N° 36 (2008), pp. 5-17. Fermandois, Arturo, “El mito de la Constitución neoliberal: derechos sociales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”, en José Francisco García (coordinador), ¿Nueva Constitución o reforma? Nuestra propuesta: evolución constitucional (Santiago, Legal Publishing -Thomson Reuters, 2014), pp. 213-242. Fermandois, Joaquín, “¿Qué futuro tiene la díada derecha-izquierda?”, Estudios Públicos, N° 60 (1995), pp. 349-374. Fernández Abara, Joaquín, “Nacionalistas, antiliberales y reformistas: las identidades de la militancia ibañista y su trayectoria hacia el populismo 1937-1952”, en Olga Ulianova (editora), Redes políticas y militancias. La historia política está de vuelta (Santiago, Colección Libros IDEA, s/f), pp. 203-234. Fernández Luiña, Eduardo, “¿Es posible una teoría austriaca de la democracia?”, Revista de Instituciones, Ideas y Mercados, N° 62-63 (2015), pp. 61-79. Fernández Sebastián, Javier, “‘Cabalgando el corcel del diablo’. Conceptos políticos y aceleración histórica en las revoluciones hispánicas”, en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (editores), Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual (Santiago, Globo editores, 2011), pp. 31-59. Fernández, Marcos, “Crisis de identidad. La derecha en los setenta: la fundación del Partido Nacional”, Revista de Historia, año 8, N° 8 (1998), pp. 119-134. Fleischacker, Samuel, “Adam Smith y la igualdad”, Estudios Públicos, N° 104 (2006), pp. 25-49.
320
BIBLIOGRAFÍA
Fontaine Talavera, Arturo, “Un libro inquietante”, en Apéndice de Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción del Estado en Chile en los siglos XIX y XX (Santiago, Editorial Universitaria, 2003[1986]). pp. 347-354. Fontaine Talavera, Arturo, “Libertad cultural, pluralismo político y capitalismo”, Estudios Públicos, N° 19 (1985), pp. 1-20. Fontaine Talavera, Arturo, “Significado del eje derecha-izquierda”, Estudios Públicos, N° 58 (1995), pp. 79-135. Fukuyama, Francis, “El fin de la historia”, Estudios Públicos, N° 37 (1990), pp. 5-13. Gallo, Ezequiel, “Notas sobre el liberalismo clásico”, Estudios Públicos, N°21 (1986), pp. 243-257. Garay Vera, Cristián, “Nacionalismo, tradicionalismo, conservadurismo y liberalismo censitario. Aproximaciones para el debate”, Revista de Historia, años 9-10, volúmenes 9-10 (1999-2000), pp. 41-54. García, José Francisco, “Ni césares ni caudillos, ni redentores: el fin del hiperpresidencialismo chileno”, en José Francisco García (coordinador), ¿Nueva Constitución o reforma? Nuestra propuesta: evolución constitucional (Santiago, Legal Publishing -Thomson Reuters, 2014), pp. 351-376. García, José Francisco, y Sergio Verdugo, “Subsidiariedad: mitos y realidades en torno a su teoría y práctica constitucional”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del mercado y del Estado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 205-225. Garretón, Manuel Antonio, “La ruptura entre política y sociedad. Una introducción”, en el mismo (coordinador), La gran ruptura. Institucionalidad política y actores sociales en el Chile del siglo XXI (Santiago, LOM Ediciones, 2016), pp. 11-19. Ghersi, Enrique, “El mito del neoliberalismo”, Estudios Públicos, N° 95 (2004), pp. 293-313. Gómez, Jorge, “El liberalismo radical de José Victorino Lastarria”, Ensayo 14 (Santiago, Fundación para el Progreso, s/f).
321
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Gray, John, “Pluralismo de valores y tolerancia liberal”, Estudios Públicos, N° 80 (2000), pp. 77-93. Hartwell, R.M., “The rising standard of living in England, 1800-1850”, The Economic Histories Review, New Series, vol. 13, N° 3 (1961), pp. 397-416. Hayek (von), Friedrich A. “Capítulo I. Historia y política”, en Hayek, Ashton, Hacker, de Jouvenel, Hartwell y Hutt, El capitalismo y los historiadores (Madrid, Unión Editorial, 1997 [1956], pp. 15-36. Hayek (von), Friedrich A., “Capítulo XII. Los intelectuales y el socialismo”, en el mismo, Estudios de Filosofía, Política y Economía (Madrid, Unión Editorial, 2012 [1967]), pp. 255-275. Hayek (von), Friedrich A., “El atavismo de la justicia social”, Estudios Públicos, N° 36 (1989), p. 181-193. Hayek (von), Friedrich A., “El individualismo: el verdadero y el falso”, Estudios Públicos, N° 22 (1986 [1945]), pp. 1-28. Hayek (von), Friedrich A., “Liberalismo”, Revista de Ciencia Política, Vol. 4, N° 2 (1982), pp. 122-149. Hayek (von), Friedrich A., “Los principios de un orden social liberal”, Estudios Públicos, N° 6 (1982), pp. 179-202. Hayek (von), Friedrich A., “Post-Scriptum: ¿Por qué no soy conservador?”, en el mismo, Los fundamentos de la libertad de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 2014 [1959]), pp. 506-522. Heras Aguilera (de las), Samara, “Una aproximación a las teorías feministas”, Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, Nº 9 (2009), pp. 45-82. Herrera, Hugo, “La derecha ante el cambio de ciclo”, Estudios Públicos, N° 135 (2014), pp. 175-202. Herrera, Hugo, “Notas preliminares para una lectura no-dogmática del principio de subsidiariedad”, en Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador),
322
BIBLIOGRAFÍA
Subsidiariedad. Más allá del mercado y del Estado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 97-112. Hobsbawm, Eric, “Introducción: la invención de la tradición”, en el mismo y Terence Ranger (editores), La invención de la tradición (Barcelona, Crítica, 2002 [1983]), pp. 7-21. Incisa, Ludovico, “Corporativismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 372-377. Incisa, Ludovico, “Populismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), p. 1247-1252. Jaksic, Iván, y Sol Serrano, “El gobierno y las libertades. La ruta del liberalismo chileno en el siglo XIX”, en Iván Jaksic y Eduardo Posada Carbó (editores), Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 2011), pp. 177-206. Larraín, Luis, “Sentido y fundamentos de una sociedad libre”, en Autores varios, Reflexiones de la centroderecha. Segundo simposio (Santiago, Ediciones LYD, 2013). Levi, Lucio, “Nacionalismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1026-1035. Mansuy, Daniel, “Rehabilitar la política”, en Cristóbal Bellolio (editor), #dondeestaelrelato (Santiago, Instituto Democracia y Mercado, 2011), pp. 86-97. Marshall, Thomas Humphrey, “Ciudadanía y clase social”, Reis, N° 79 (1997), pp. 297-344. Mastropaolo, Alfio, “Clientelismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 234-236. Matteucci, Nicola, “Liberalismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 875-897.
323
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Matteucci, Nicola, “República”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1391-1393. McCloskey, Deirdre, “La libertad y la dignidad explican el mundo moderno”, en Tom G. Palmer (Editor), La moralidad del capitalismo. (Lo que no le contarán sus profesores) (Santiago, Fundación para Progreso, 2013 [2011]), pp. 66-66. McCloskey, Deirdre, “Pesimismo medido, no medido, mal medido e injustificado. Un ensayo crítico sobre el libro El capital en el siglo XX de Thomás Piketty”, traducción del inglés de la Fundación para el Progreso (Santiago, s/f). Millar, René, y Joaquín Fernández, “La elección presidencial de 1920. La rebelión del ‘Cielito lindo’”, en Alejandro San Francisco y Ángel Soto (editores), Camino a La Moneda. Las elecciones presidenciales en la Historia de Chile 1920-2000 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2006), pp. 3-38. Montes, Leonidas, “Adam Smith: liberal o cristiano”, Estudios Públicos, N° 93 (2004), pp. 103-129. Montoro Romero, Ricardo, “Crisis de legitimación y crisis económica en el Estado social de bienestar”, Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), N° 48 (1985), pp. 177-196. Moulian, Tomás, “Desarrollo político y estado de compromiso: desajuste y crisis estatal en Chile”, Colección Estudios CIEPLAN 8 (1982), N° 64 (1982), pp. 105-158. Nozick, Robert, “¿Por qué los intelectuales se oponen al liberalismo?”, en Andrés Roemer (compilador), Felicidad. Un enfoque de derecho y economía (México D.F., UNAM / THEMIS. Revista de Derecho, 2005), pp. 235-245. Oakeshott, Michael, “¿Qué es ser conservador?”, Estudios Públicos, N° 11 (1983), pp. 245-270. Oppenheim, Felix E., “Justicia”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 846-852. Ortúzar, Pablo, “Prólogo”, Pablo Ortúzar (editor) y Santiago Ortúzar (coordinador), Subsidiariedad. Más allá del Estado y del mercado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 11-30.
324
BIBLIOGRAFÍA
Ottone, Ernesto, “Cambio de ciclo político”, Estudios Públicos, N° 134 (2014), pp. 169-185. Page, Olof, “Las formas y usos de la vulnerabilidad”, en Catalina Siles V., Los invisibles. Por qué la pobreza y la exclusión dejaron de ser propiedad (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 29-47. Palmer, Tom G., “La historia y la estructura del pensamiento liberal”, en el mismo (editor), Por qué la libertad. Tu vida / tus elecciones / tu futuro (Santiago, Fundación para el Progreso, 2014 [2013]), pp. 439-52. Pávez, Máximo, “Amenazas actuales a la subsidiariedad”, en Claudio Arqueros y Álvaro Iriarte (editores), Subsidiariedad en Chile. Justicia y libertad (Santiago, Instituto Res Publica, 2016), pp. 227-260. Pettit, Philip, “Liberalismo y republicanismo”, en Felix Ovejero y José Luis Martí y Roberto Gargarella (compiladores), Nuevas ideas republicanas. Autogobierno y libertad (Barcelona, Paidos, 2004), pp. 115-135. Popper, Karl, “Individualismo contra colectivismo”, en David Miller (compilador), Popper: escritos selectos (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2013 [1985]), pp. 363-370. Queralt, Jahel, “Sobre la igualdad de oportunidades”, en Javier Gallego S. y Thomas Bullemore L, Igualitarismo. Una discusión necesaria (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2016), pp. 252-268. Regini, Marino, “Sindicalismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1446-1454. Rodríguez Braun, Carlos, “Estudio preliminar”, en Adam Smith, La riqueza de las naciones (Madrid, Alianza Editorial, 2016 [1776]), pp. 7-24. Ruiz, Carlos, “ENSAYO II. Conservantismo y nacionalismo en el pensamiento de Francisco Antonio Encina”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 51-67. Ruiz, Carlos, “ENSAYO IV. El Conservantismo como ideología. Corporativismo y neoliberalismo en las revistas teóricas de la derecha chilena”, en Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]), pp. 103-122.
325
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
San Francisco, Alejandro, “Subsidiariedad y justicia en la educación chilena”, en Claudio Arqueros y Álvaro Iriarte (editores), Subsidiariedad en Chile. Justicia y libertad (Santiago, Instituto Res Publica y Fundación Jaime Guzmán, 2016), pp. 317-346. Sapelli, Claudio, “Concentración y grupos económicos en Chile”, Estudios Públicos, N° 88 (2002), pp. 67-95. Sapelli, Claudio, “Desigualdad, movilidad, pobreza: necesidad de una política social diferente”, Estudios Públicos, N° 134 (2014), pp. 59-84. Schwartz Girón, Pedro, “Libertad formal frente a libertad posesiva y libertad comunal: los tres conceptos de la libertad de Isaiah Berlin”, Telos. Revista Iberoamericana de Estudios Utilitaristas, vol. XVII, N° 2 (2010), pp. 41-53. Schwember Augier, Felipe, “Contrato y utopía: continuidad y discontinuidad de los mitos libertarios en Anarquía, Estado y utopía”, Artigos, vol. 39, N° 4 (2016), pp. 127-152. Schwember, Felipe [en prensa], “Igualdad o igualitarismo Dos perspectivas acerca de la justicia”, Estudios Públicos (2017). Schwember, Felipe, “Razón, consentimiento y contrato. El difícil mínimo común denominador de las teorías contractualistas”, Ideas y valores, vol. LXIII, N° 156 (2014), pp. 101-127. Segall, Marcelo, “Las luchas de clases en las primeras décadas de la República. 1810-1846”, Anales de la Universidad de Chile, Nº 125 (1962), pp. 175-218. Siles V., Catalina, “Prólogo”, en Catalina Siles V., Los invisibles. Por qué la pobreza y la exclusión dejaron de ser propiedad (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2015), pp. 11-27. Silva Vargas, Fernando, “Un contrapunto de medio siglo”, en Sergio Villalobos R., Osvaldo Silva G., Fernando Silva V., y Patricio Estelle M., Historia de Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1984 [1974]), tomo 4, pp. 751-869. Solozábal Echavarría, Juan José, “Los derechos colectivos desde la perspectiva constitucional española”, en Antonio Robles Egea (coordinador), La sangre de las naciones: identidades nacionales y violencia política (Granada, Ediciones Universidad de Granada, 2003), pp. 79-105.
326
BIBLIOGRAFÍA
Soto Gamboa, Ángel, y Marcos Fernández Ulloa, “El pensamiento político de la derecha chilena en los ‘60: El Partido Nacional”, Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América, vol. 1, N° 2 (2002), pp. 87-116. Soto, Sebastián, “Derechos sociales y la eficacia de su constitucionalización: un análisis aplicado”, en José Francisco García (coordinador) ¿Nueva Constitución o reforma? Nuestra propuesta: evolución constitucional (Santiago, Legalpublishing -Thomson Reuters, 2014), pp. 243-272. Stoppino, Mario, “Ideología”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 755-770. Stoppino, Mario, “Totalitarismo”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores), Diccionario de Política (Madrid, Alianza Editorial, 1991 [1976]), pp. 1574-1588. Svensson, Manfred, “¿Una disposición pasajera?: hacia una concepción robusta de la mera tolerancia”, en Manfred Svensson, Andrea López e Ismael Gavilán, Una disposición pasajera. Sexto concurso e ensayo en humanidades contemporáneas (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013), pp. 15-81. Thomson, John B., “Los límites cambiantes de la vida pública y la privada”, Comunicación y Sociedad, Nueva época, N° 15 (2011), pp. 11-42. Verbal, Valentina, “El debate constitucional en Chile: la cuestión de la legitimidad”, en Gonzalo Bustamante y Diego Sazo (compiladores), Democracia y poder constituyente (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 2016), pp. 267-286. Verbal, Valentina, “Fusiles y cañones en la República. Una aproximación al militarismo de la construcción del Estado en Chile (1823-1830)”, Anuario de la Academia de Historia Militar, N° 30 (2016), pp. 219-243. Vial Correa, Gonzalo, “La segunda mitad del siglo XX (1952-2000), en Álvaro Góngora Escobedo, Patricia Arancibia Clavel, Gonzalo Vial Correa y Álvaro Yavar Meza, Chile (1541-2000). Una interpretación de su historia política (Santiago, Santillana, 2000).
327
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Vial, Gonzalo, “Las elecciones presidenciales de 1931 y 1932. El retorno del León”, en Alejandro San Francisco y Ángel Soto (editores), Camino a La Moneda. Las elecciones presidenciales en la Historia de Chile 1920-2000 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2006), pp. 117-138. Villavicencio Miranda, Luis, “La neutralidad liberal como antiperfeccionismo”, Revista de Derecho, año 19, N° 2, (2012), pp. 371-391.
V. Libros Alcántara Sáez, Manuel, Gobernabilidad, crisis y cambio. Elementos para el estudio de la gobernabilidad de los sistemas políticos en épocas de crisis y cambio (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1995). Alessandri Rodríguez, Arturo, De los contratos (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, s/f). Allamand, Andrés, La salida. Cómo derrotar a la Nueva Mayoría en 2017 (Santiago, Aguilar, 2016). Allamand, Andrés, y otros, La mayoría de las ideas. De la retroexcavadora al Manifiesto republicano (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2017). Alvarado, Claudio, La ilusión constitucional. Sentido y límites del proceso constituyente (Santiago, IES Chile, 2016). Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2011 [1983]). Anderson, M.S., La Europa del siglo XVIII (1713-1789) (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1994 [1966]). Arancibia Clavel, Patricia, Mario Góngora en busca de sí mismo. 1915-1946 (Santiago, Fundación Mario Góngora, 1995). Arancibia Clavel, Patricia, y Francisco Balart Pérez, Sergio de Castro. El arquitecto del modelo económico chileno (Santiago: Libertad y Desarrollo -Fundación Costabal -Editorial Biblioteca Americana, 2007).
328
BIBLIOGRAFÍA
Arenas Hödar, Gonzalo, Virar derecha. Historia y desafíos de la centroderecha en Chile (Santiago, Ariel, 2014). Arendt, Hannah, La condición humana (Buenos Aires, Paidos, 2009 [1958]). Arendt, Hannah, Sobre la revolución (Madrid, Alianza Editorial, 2006 [1963]). Aristóteles, Política (Madrid, Editorial Gredos, 1988). Artola, Miguel, y Manuel Pérez Ledesma, Contemporánea. La historia desde 1776 (Madrid, Alianza Editorial, 2009 [2005]). Ashton, T.S., La revolución industrial 1760-1830 (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2008 [1948]. Atria, Fernando, Derechos sociales y educación: un nuevo paradigma de lo público (Santiago, LOM, 2014). Atria, Fernando, Guillermo Larraín, José Miguel Benavente, Javier Couso y Alfredo Joignant, El otro modelo. Del orden neoliberal al régimen de lo público (Santiago, Debate, 2013). Atria, Fernando, La Constitución tramposa (Santiago, Ediciones LOM, 2013). Aylwin, Mariana, Carlos Bascuñán, Sofía Correa, Cristián Gazmuri, Sol Serrano y Matías Tagle, Chile en el siglo XX (Santiago, Planeta, 2005 [1990]). Barros Arana, Diego, Historia General de Chile (Santiago, Editorial Universitaria / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2005), tomo XIV. Bellolio, Álvaro, y Hernán Felipe Errázuriz, Migraciones en Chile. Una oportunidad ignorada (Santiago, Ediciones LYD, 2014). Bellolio, Cristóbal (editor), #dondeestaelrelato (Santiago, Instituto Democracia y Mercado, 2011). Beltrán, Elena, y Virginia Maquiera (editoras), Feminismos. Debates teóricos contemporáneos (Madrid, Alianza Editorial, 2012 [2011]).
329
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Blanco, María, Afrodita desenmascarada. Una defensa del feminismo liberal (Barcelona, Deusto, 2017). Bloch, Marc, Introducción a la historia (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2006 [1949]). Bobbio, Norberto, Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política (Madrid, Taurus, 1996 [1995]). Bobbio, Norberto, Igualdad y libertad (Barcelona, Paidos, 1993 [1977]). Bohler, Andreas A., El ideal cultural del liberalismo. El ordoliberalismo (Madrid, Unión Editorial, 1998). Bosch, Aurora, Historia de los Estados Unidos 1776-1945 (Barcelona, Crítica, 2005). Bourde, Guy, y Hervé Martin, Las escuelas históricas (Madrid, Akal Editor, 2004 [1990]). Bravo Lira, Bernardino, El estado de derecho en la historia de Chile. Por la razón o la fuerza (Santiago, Ediciones UC de Chile, 1996). Brennan, Jason, Capitalismo, ¿por qué no? (Santiago, Fundación para el Progreso, 2017). Brunner, José Joaquín, Nueva Mayoría. Fin de la ilusión (Santiago, Ediciones B, 2016). Bustamante, Gonzalo, y Diego Sazo (compiladores), Democracia y poder constituyente (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 2016). Butler, Eamonn, Fundamentos de la sociedad libre (Santiago, Fundación para el Progreso / The Institute of Economic Affairs, 2013). Butler, Eamonn, Hayek. Su contribución al pensamiento político y económico de nuestro tiempo (Madrid, Unión Editorial, 1989). Butler, Eamonn, Liberalismo clásico. Un manual básico (Santiago, Fundación para el Progreso / Unión Editorial, 2016 [2015]).
330
BIBLIOGRAFÍA
Campbell, Tom, La justicia. Los principales debates contemporáneos (Barcelona, Gedisa, 2001 [1988]). Castro, José Manuel, Jaime Guzmán. Ideas y política 1946-1973 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2016), Volumen 1. Corporativismo, gremialismo, anticomunismo. Cavallo, Ascanio, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, La historia oculta del régimen militar. Memoria de una época 1973-1988 (Santiago, Mondadori, 2001 [1997]). Collier, Simon, Ideas y política de la independencia chilena (Santiago, Editorial Andrés Bello, 197 [1967]). Collier, Simon, y William F. Sater, Historia de Chile 1808-1994 (Madrid, Cambridge University Press, 1999), p. 192. Contardo, Oscar, Raro. Una historia gay de Chile (Santiago, Planeta, 2011). Correa, Sofía, Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX (Santiago, Editorial Sudamericana, 2004). Correa, Sofía, Consuelo Figueroa, Alfredo Jocelyn-Holt, Claudio Rolle, y Manuel Vicuña, Historia del siglo XX chileno (Santiago, Editorial Sudamericana, 2001). Cristi, Renato, El pensamiento político de Jaime Guzmán. Una biografía intelectual (Santiago, LOM Ediciones, 2011 [2000]). Cristi, Renato, y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 2015 [1990]). Cruz-Coke, Ricardo, Historia electoral de Chile 1925-1973 (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1984). Cubeddu, Raimondo, Atlas del liberalismo (Madrid, Unión Editorial, 1999). De Tocqueville, Alexis, La democracia en América (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2012 [1835]).
331
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Díaz Nieva, José, Patria y Libertad. El nacionalismo frente a la Unidad Popular (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2015). Dussaillant Christie, Jacqueline, Las reinas de Estado. Consumo, grandes tiendas y mujeres en la modernización del comercio de Santiago (1880-1930) (Santiago, Ediciones UC, 2011). Edwards Vives, Alberto, y Eduardo Frei Montalva, Historia de los partidos políticos chilenos (Santiago, Editorial del Pacífico, 1949). Edwards, Alberto, La fronda aristocrática en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1997 [1928]). Encina, Francisco Antonio, Historia de Chile (Santiago, Editorial Ercilla, 1983). Escalante Gonzalbo, Fernando, Historia mínima del neoliberalismo. Una historia económica, cultural e intelectual de nuestro mundo, de 1975 hasta hoy (Madrid, El Colegio de México -Turner, 2016). Etchepare, Jaime, Surgimiento y evolución de los partidos políticos en Chile (Concepción, Editorial Universidad Católica de la Santísima Concepción, 2006). Finer, Samuel E., Los militares en la política mundial (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1969 [1962]). Fioravanti, Maurizio, Constitucionalismo. Experiencias históricas y tendencias actuales (Madrid, Editorial Trotta, 2014). Fioravanti, Maurizio, Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las constituciones (Madrid, Editorial Trotta, 2000 [1996]). Fluxá, Rodrigo, Solos en la noche. Zamudio y sus asesinos (Santiago, Catalonia / UDP Escuela de Periodismo / Ediciones Universidad Diego Portales, 2014) Fogel, Robert W., Escapar del hambre y la muerte y la muerte prematura 1700-2100. Europa, América y el Tercer Mundo (Madrid, Alianza Editorial, 2009). Fone, Byrne, Homofobia. Una historia (México D.F., Océano, 2008).
332
BIBLIOGRAFÍA
Fontaine Aldunate, Arturo, Los economistas y el Presidente Pinochet (Santiago, Zig-Zag, 1988). Franch, José Juan, La fuerza económica de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 1998). Fuentes, Claudio, El Pacto. Poder, constitución y prácticas políticas en Chile (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2012). Garay Vera, Cristián, El partido agrario-laborista (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1990). García-Huidobro, Joaquín, ¿Para qué sirve la política? (Santiago, Instituto Respublica, 2012). Gargarella, Roberto, Las teorías de justicia después de Rawls (Barcelona, Paidos, 1999). Garretón, Manuel Antonio, La sociedad en que vivi (re) mos. Introducción sociológica al cambio de siglo (Santiago, LOM Ediciones, 2000). Garretón, Manuel Antonio, Neoliberalismo corregido y progresismo limitado. Los gobiernos de la Concertación en Chile, 1990-2010 (Santiago, Editorial Arcis -CLACSO, 2012). Gazmuri, Cristián, La historiografía chilena (1842-1970), tomo I (1842-1920) (Santiago, Editorial Taurus, 2006). Gomien, Eduardo. Volar Alto. La revolución de la movilidad Social en Chile. (Santiago, Fundación para el Progreso, 2014) Góngora, Mario, Ensayo histórico sobre la noción del Estado en Chile en los siglos XIX y XX (Santiago, Editorial Universitaria, 2003[1986]). González, José Manuel, Curso por Internet de Introducción a la Economía del profesor Huerta de Soto (Madrid, Unión Editorial, 2014). Grayson, George, El Partido Demócrata Cristiano Chileno (Buenos Aires / Santiago, Editorial Francisco de Aguirre, 1968). Grez Toso, Sergio, De la regeneración del pueblo a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890) (Santiago, RIL Editores, 2007).
333
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Guerra, Francisco Xavier, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2000 [1992]). Guilisasti Tagle, Sergio, Partidos políticos chilenos. Doctrina, historia, organización interna y fuerza electoral de los partidos conservador, liberal, radical, demócratacristiano, socialista y comunista (Santiago, Editorial Nascimento, 1964). Habermas, Jurgen, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública (Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1994 [1962]). Hayek (von), Friedrich A., Camino de servidumbre (Madrid, Alianza Editorial, 2007 [1944]). Hayek (von), Friedrich A., Los fundamentos de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 2014 [1960]). Hegel, Guillermo Federico, Filosofía del Derecho (Buenos Aires, Editorial Claridad, 1967 [1821]). Henríquez Vásquez, Rodrigo, En estado sólido. Políticas y politización en la construcción estatal. Chile 1920-1950 (Santiago, Ediciones UC, 2014). Herrera, Hugo, De qué hablamos cuando hablamos del Estado (Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2009). Herrera, Hugo, La derecha en la crisis del Bicentenario (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2014). Herrera, Hugo, La frágil universidad. Seguido de derechos sociales, deliberación pública y universidad (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2016). Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX (Buenos Aires, Crítica, 1998 [1994]). Hobsbawm, Eric, La era de la revolución 1789-1848 (Buenos Aires, Crítica, 2011 [1967]). Hoppe, Hans-Hermann, Monarquía, democracia y orden natural (Madrid, Unión Editorial, 2013).
334
BIBLIOGRAFÍA
Huerta de Soto, Jesús, Socialismo, cálculo económico y función empresarial (Madrid, Unión Editorial, 2005 [1992]). Hufton, Olwen, Europa: privilegio y protesta 1730-1789 (Madrid, Siglo XXI Editores, 1983 [1980]). Isamit, Julio, Educación: una transformación pendiente (Santiago, Ediciones LYD, 2016). Jobet, Julio César, El Partido Socialista de Chile (Santiago, Ediciones Prensa Latinoamericana, 1971), tomo II. Jocelyn-Holt, Alfredo, La escuela tomada. Historia / Memoria 2009-2011 (Santiago, Taurus, 2015 [2014]). Kaiser, Axel, La fatal ignorancia. La anorexia cultural de la derecha frente al avance ideológico progresista (Santiago, Democracia y Mercado, 2009). Kaiser, Axel, La tiranía de la igualdad. Por qué el proyecto de la izquierda destruye nuestras libertades y arruina nuestro bienestar (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2015). Kaiser, Axel, y Gloria Álvarez, El engaño populista. Por qué se arruinan nuestros países y cómo rescatarlos (Santiago, Ediciones El Mercurio, 2016). Krause, Martín, La economía explicada a mis hijos (Buenos Aires, Aguilar, 2003). Krebs, Ricardo (editor), Catolicismo y laicismo: las bases doctrinarias del conflicto entre la Iglesia y el Estado en Chile, 1875-1885. Seis estudios (Santiago, Ediciones Nueva Universidad, 1981). Laclau, Ernesto, La razón populista (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2004). Larraín, Jorge, Identidad chilena (Santiago, LOM Ediciones, 2001). Larraín, Luis, El regreso del modelo (Santiago, Ediciones LYD, 2012). Larroulet, Cristián, y Jacinto Gorosabel, La educación en la encrucijada. ¿Estado docente o sociedad docente? (Santiago, RIL Editores, 2015). León Echaiz, René, Evolución histórica de los partidos políticos chilenos (Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1971).
335
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Linz, Juan J. La quiebra de las democracias (Buenos Aires, Alianza Editorial, 1991). Locke, John, Ensayo y carta sobre la tolerancia (Madrid, Alianza Editorial, 1999 [1689-1690]). Locke, John, Segundo Tratado del gobierno civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del gobierno civil (Madrid, Alianza Editorial, 2004 [1690]). MacIntyre, Alasdair, Tras la virtud (Barcelona, Biblioteca de Bolsillo, 2004 [1981]). Mainwaring, Scott, y Matthew Shugart, Presidencialismo y democracia en América Latina (Buenos Aires, Paidos, 2002). Mansuy, Daniel, Nos fuimos quedando en silencio. La agonía del Chile de la transición (Santiago, IES Chile, 2016). Marrou, H.I., El conocimiento histórico (Barcelona, Editorial Labor, 1968). Marshall, Alfred, Principios de Economía Política (Madrid, Aguilar, 1963). Marx y Engels, Manifiesto Comunista (Santiago, Editorial Universitaria, 1970 [1848]). Matteucci, Nicola, El Estado moderno. Léxico y exploraciones (Madrid, Unión Editorial, 2010 [1993]). Mayol, Alberto, El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo (Santiago, LOM Ediciones, 2012). McCloskey, Deirdre, Las virtudes burguesas. Ética para la era del comercio (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2015 [2006]). Medina, Cristián, y Cristián Garay Vera, La política de la tierra. Jaime Larraín GarcíaMoreno (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2008). Mises (von), Ludwig, La acción humana. Tratado de Economía (Madrid, Unión Editorial, 2015 [1949]). Mises (von), Ludwig, La mentalidad anticapitalista (Madrid, Unión Editorial, 2011 [1956]).
336
BIBLIOGRAFÍA
Mises (von), Ludwig, Liberalismo (Barcelona, Planeta-Agostini, 1975 [1927]). Mises (von), Ludwig, Socialismo (Madrid, Universidad Francisco Marroquín / Unión Editorial, 2007 [1922]). Moncada, Belén, Jaime Guzmán. Una democracia contrarrevolucionaria (Santiago, RIL Editores, 2006). Montenegro, Walter, Introducción a las doctrinas político-económicas (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1973 [1956]). Montesquieu, Del espíritu de las leyes (Madrid, Alianza Editorial, 2012 [1748]). Moulian, Tomás, Chile actual: anatomía de un mito (Santiago, LOM Ediciones, 2003 [1997]). Moulian, Tomás, e Isabel Torres Dujisin, Discusiones entre honorables. Triunfos, fracasos y alianzas electorales de la derecha en Chile, 1938-2010 (Santiago, Akhilleus -Editorial Arcis, 2011). Moulian, Tomás, El consumo me consume (Santiago, LOM Ediciones, 1998). Nozick, Robert, Anarquía, Estado y utopía (Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1991 [1974]). Nussbaum, Martha C., Las fronteras de la justicia. Consideraciones sobre la exclusión (Madrid, Paidos, 2007 [2006]). Oppliger, Marcel, y Eugenio Guzmán, El malestar de Chile. ¿Teoría o diagnóstico? (Santiago, RIL Editores / Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo, 2012). Ortúzar, Pablo, El poder del poder. Repensar la autoridad en tiempos de crisis (Santiago, Tajamar Editores, 2016). Otano, Rafael, Nueva crónica de la transición (Santiago, LOM Ediciones, 2006 [1995]). Payne, Stanley, El fascismo (Madrid, Alianza Editorial, 2009).
337
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Pereira, Teresa, El Partido Conservador 1930-1965. Ideas, figuras y actitudes (Santiago, Fundación Mario Góngora, 1994). Perrot, Michelle, Mi historia de las mujeres (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2008 [2006]). Phillip Kottak, Conrad, Introducción a la Antropología Cultural. Espejo para la humanidad (Santiago, Mc Graw Hill, 2006). Prost, Antoine, Doce lecciones sobre la Historia (Madrid, Frónesis / Cátedra Universitat de València, 1996). Purcell Torretti, Fernando, Diversiones y juegos populares. Formas de sociabilidad y crítica social Colchagua, 1850-1880 (Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000). Rajan, Raghuram, y Luigi Zingales, Saving capitalism from de capitalists. Unleashing the power of financial markets to create wealth and spread opportunity (Princeton, Princeton University Press, 2004). Rawls, John, El liberalismo político (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2006 [1993]). Rawls, John, Teoría de la justicia (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2006 [1971]). Rincón-Urdaneta Zerpa, Rafael, Chile en la encrucijada. El debate en torno al modelo chileno (Santiago, Fundación para el Progreso, 2013). Rojas, Gonzalo, Marcela Achurra y Patricio Dussaillant, Derecho Político. Apuntes de las clases del profesor Jaime Guzmán (Santiago, Ediciones de la Universidad Católica, 1996). Rojas, Jorge, Sociedad bloqueada. Movimiento estudiantil, desigualdad y despertar de la sociedad chilena (Santiago, RIL Editores, 2012). Rojas, Mauricio, La libertad y sus enemigos. Ensayos para un Chile emergente (Santiago, Uqbar Editores, 2016). Rojas, Mauricio, Suecia. El otro modelo. Del Estado benefactor al Estado solidario (Santiago, Fundación para el Progreso, 2014).
338
BIBLIOGRAFÍA
Rothbard, Murray N., La ética de la libertad (Madrid, Unión Editorial, 2009 [1982]). Rubio Apiolaza, Pablo, Los civiles de Pinochet. La derecha en el régimen militar chileno, 1983-1990 (Santiago, DIBAM / Centro de estudios Diego Barros Arana, 2014). Ruiz Encina, Carlos, y Giorgio Boccardo Bosoni, Los chilenos bajo el neoliberalismo. Clases y conflicto social (Santiago, Nodo XXI / El Desconcierto, 2014). Sabine, George, Historia de la teoría política (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2011 [1937]). Sala i Martín, Xavier, Economía en colores (Santiago, Conecta, 2016). Salazar, Gabriel, En el nombre del poder popular constituyente (Chile, siglo XXI) (Santiago, LOM Ediciones, 2011). Salazar, Gabriel, Labradores, peones y proletarios (Santiago, LOM Ediciones, 2000 [1985]). San Francisco, Alejandro (Dirección General), José Manuel Castro, Miltón Cortés, Myriam Duchens, Gonzalo Larios, Alejandro San Francisco y Ángel Soto, Historia de Chile 1960-2010 (Santiago, CEUSS, 2016), tomo 1. Sanandaji, Nima, El poco excepcional modelo escandinavo. Cultura, mercado y fracaso de la tercera vía (Santiago, Fundación para el Progreso -Unión Editorial, 2016 [2015]). Sandel, Michael J., Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado (Barcelona, Debate, 2013 [2012]). Sapelli, Claudio, Chile: ¿más equitativo? Una mirada a la dinámica social del Chile de ayer, hoy y mañana (Santiago, Ediciones UC, 2016). Sartori, Giovanni, Elementos de teoría política (Madrid, Alianza Editorial, 1992). Sartori, Giovanni, La política. Lógica y método de las ciencias sociales (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2010 [1979]). Sartori, Giovanni, Qué es la democracia (México D.F., Taurus, 2008 [1987]).
339
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
Schmitt, Carl, Teoría de la Constitución (Madrid, Alianza Editorial, 1996). Seldon, Arthur, Capitalismo (Madrid, Unión Editorial, 1994 (1990). Sen, Amartya, Desarrollo y libertad (Buenos Aires, Editorial Planeta, 2000). Silva Bascuñán, Alejandro, Tratado de Derecho Constitucional (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1997), tomo IV. Silva Salas, Javier, La Constitución liberal de Guzmán. Chile 1973-1980 (Santiago, Universidad San Sebastián Ediciones, 2017). Silva, Ernesto, Aire nuevo para Chile (Santiago, RIL Editores, 2015). Smith, Adam, La riqueza de las naciones (Madrid, Alianza Editorial, 2016 [1776]). Sotelo, Ignacio, El Estado social. Antecedentes, origen, desarrollo y declive (Madrid, Editorial Trotta -Fundación Alfonso Martín Escudero, 2012 [2010]). Soto, Ángel, El Mercurio y la difusión del pensamiento económico liberal 1955-1970 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2003 [1995]). Soto, Ángel, y Francisco Sánchez (compiladores), El “Padre” de los Chicago Boys. Arnold Harberger (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2015). Sowell, Thomas, Economía. Verdades y mentiras (México D.F., Océano, 2011 [2008]). Stuart Mill, John, Sobre la libertad (Madrid, Alianza Editorial, 1997 [1859]). Taylor, Charles, Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad (Barcelona, Paidos, 1997). Taylor, Charles, Democracia republicana (Santiago, Ediciones LOM, 2012). Taylor, Charles, La ética de la autenticidad (Barcelona, Editorial Paidos, 1994 [1991]). Todorov, Tzvetan, Nosotros y los otros (México D.F., Siglo XXI Editores, 2005 [1989]).
340
BIBLIOGRAFÍA
Townson, Duncan, Breve historia de Inglaterra (Madrid. Alianza Editorial, 2015 [2004]). Treutler, Paul, Andanzas de un alemán en Atacama. 1852-1858 (Copiapó, Editorial del Pacífico, 1958). Urbina, Francisco Javier, y Pablo Ortúzar, Gobernar con principios. Ideas para una nueva derecha (Santiago, Ediciones LYD, 2012). Urzúa Valenzuela, Germán, Los partidos políticos chilenos. Las fuerzas políticas. Ensayos de insurgencia política en Chile (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1968). Valdivia Ortiz de Zarate, Verónica, Nacionales y gremialistas. El “parto” de la nueva derecha política, 1964-1973 (Santiago, LOM Ediciones, 2008). Valenzuela, Arturo, El quiebre de la democracia en Chile (Santiago, FLACSO, 1988). Vergottini (de), Giuseppe, Derecho constitucional comparado (México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2004). Vial Correa, Gonzalo, Chile. Cinco siglos de historia. Desde los primeros pobladores hasta el año 2006 (Santiago, Editorial Zig-Zag, 2009), tomo 2. Vial Correa, Gonzalo, El fracaso de una ilusión (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2006). Villavicencio Miranda, Luis, Las críticas comunitaristas al liberalismo igualitario. Un balance (Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2014). Vivanco, Ángela, Curso de Derecho Constitucional. Bases conceptuales y doctrinarias del derecho Constitucional, (Santiago, Ediciones UC de Chile, 2015), tomo I. Weber, Max, El político y el científico (Madrid, Alianza Editorial, 1979). Wolff, Robert Paul, Para comprender a Rawls. Una reconstrucción y una crítica de la Teoría de justicia (México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1981 [1977]). Yáñez Andrade, Juan Carlos, La intervención social en Chile 1907-1932 (Santiago, RIL Editores, 2008).
341
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
VI.Enlaces de internet Borja Ceballos, Rodrigo, “Crisis”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=c&idind =359&termino= [último acceso: 09/08/2016]. Borja Ceballos, Rodrigo, “Democracia Cristiana”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i= &por=d&idind=398&termino= [último acceso: 28/12/2016]. Borja Ceballos, Rodrigo, “Mercantilismo”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=m&idi nd=982&termino= [último acceso: 18/09/2016]. Borja Ceballos, Rodrigo, “Socialismo”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=s&idind= 1392&termino= [último acceso: 22/06/2016]. Borja Ceballos, Rodrigo, “Solidaridad”, en Enciclopedia de la Política. Disponible en internet: http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=s&idi nd=1408&termino= [último acceso: 26/05/2017]. INJUV, “Estudio del INJUV revela desconocimiento de los jóvenes en materia de educación cívica”. Disponible en internet: http://www.injuv.gob.cl/portal/ noticias/estudio-del-injuv-revela-desconocimiento-de-los-jovenes-en-materia-deeducacion-civica/ [último acceso: 07/08/2016]. La Segunda Online, “Camila Vallejo saca a Constitución venezolana como ejemplo en el Congreso”. Disponible en Internet: http://www.lasegunda.com/Noticias/ Impreso/2014/03/922050/diputada-vallejo-saca-a-constitucion-venezolana-comoejemplo [último acceso: 28/06/2015]. Real Academia Española, “Díada”, Diccionario de la lengua española. Disponible en internet: http://dle.rae.es/?id=DdjkXy0 [último acceso: 04/07/2016]. Real Academia Española, “Lucro”, Diccionario de la Lengua Española. Disponible en internet: http://dle.rae.es/?id=NfUPNWi [último acceso: 01/09/2016].
342
BIBLIOGRAFÍA
Real Academia Española, “Socialcristiano”, Diccionario de la Lengua Española. Disponible en internet: http://dle.rae.es/?id=YBoaqO5 [último acceso: 28/12/2016]. Real Academia Española, “Solidaridad”, en Diccionario de la Lengua Española. Disponible en internet: http://dle.rae.es/?id=YIB84sx [último acceso: 26/05/2017]. www.comedy.cl [último acceso: 05/06/2016]. www.bibliotecaviva.cl [último acceso: 21/06/2016]. www.equidadchile.org [último acceso: 04/07/2017].
343
LA DERECHA PERDIDA: Por qué la derecha en Chile carece de relato y dónde debería encontrarlo
344