1. Ficha bibliográfica Autor: Geoff Eley Título: Un Mundo que Ganar: Historia de la Izquierda en Europa (1850-2000) Editorial: Crítica, Barcelona Año de edición: 2002 ISBN: 84-8432-451-6 Nº páginas: 683
Francisco Parras Dalia 1
2. Comentario sobre el autor “Éste es el libro de un “sesentayochero”. Quería defender la importancia positiva de lo que sucedió en 1968 y la coyuntura inmediatamente superior”. Esta confesión de Geoff Eley es vital para comprender su obra y en especial este libro en cuestión. 1 Geoff Eley nació en el año 1949 en Reino Unido, y él mismo se declara hijo del Estado del Bienestar que se fortaleció durante la posguerra. A lo largo de su extensa bibliografía ha dedicado su estudio a cuestiones como las peculiaridades de la historia alemana, la importancia del nacionalismo en el fascismo y el nazismo, la historia de las izquierdas y reflexiones sobre la historiografía en la última mitad del siglo XX. Es un historiador de ideología marxista principalmente preocupado en lo social, y que se declara admirador de los historiadores británicos de la escuela marxista. El autor resalta la importancia de relacionar las experiencias personales y políticas con el trabajo historiográfico de cada uno. Eley ve fundamental esta labor para resaltar las distintas transformaciones en clave intelectual, política y moral que vivieron él y sus distintos coetáneos. “En primer lugar, a lo largo de los años me he visto influido por una heterogeneidad confusa a través de la cual ciertos cambios políticos extremadamente importantes han dejado huella en mi forma de pensar”… “Me ha impresionado igualmente la accidentada relación que se ha ido produciendo posteriormente entre desviaciones políticas y la manera de enfocar mi trabajo histórico”. 2 Geoff Eley relata que cuando regresó a Inglaterra en 1984, en el contexto de la huelga minera, vislumbró que el mundo había cambiado, habiendo perdido la batalla el Estado del bienestar ante el creciente Neoliberalismo. “Todavía puedo llorar por toda la pérdida que esto entrañaba, por los sacrificios inútiles y las decisiones desacertadas, por el anónimo heroísmo cotidiano así como por los actos más obvios de valor, por los crímenes perpetrados en nombre de la virtud así como por los cometidos contra ella, por las diferencias entre la promesa y lo logrado, por los movimientos, las comunidades y las culturas que se edificaron con gran esfuerzo durante generaciones y cuyas bases han desaparecido. 3 Son esos héroes cotidianos a los que alude, los protagonistas de las introducciones a las cuatro partes del libro. Ya que a través de sus vidas se puede observar los grandes cambios producidos a lo largo del siglo XX, relatados con un gran interés y pasión por Eley.
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Eley, G. Un mundo que Ganar: Historia de la izquierda en Europa (1850-2000), Barcelona, Crítica, 2002, p. X 2 Eley, G. “El mundo profano e imperfecto de la historiografía”, Historia Social, Nº 69, 2011, p. (30) 3 Eley, G. Idem, p. XX
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3. Finalidad de la obra y Temas tratados en ella Una de las principales hipótesis del autor al realizar el estudio de la historia de las izquierdas desde 1850 hasta el año 2000, es su relación con los avances democráticos. Para Eley, la izquierda es la que asienta los fundamentos de la democracia europea, promoviendo valores sociales de igualdad. “En Europa, la democracia no fue el resultado de la evolución natural ni de la prosperidad económica. Desde luego, no apareció como consecuencia inevitable del individualismo o del mercado. Avanzó porque masas de personas se organizaron colectivamente para exigirla.”4 Otra de las novedades de este libro es la importancia que le da el autor a los movimientos sociales extraparlamentarios de izquierda más minoritarios, para él fundamentales para los avances democráticos. Debido a que cree que la izquierda es mucho más que la tradición socialista y comunista. Además, dedica una especial atención a la historia feminista para reivindicar sus logros democráticos y como fuerza importante para el futuro de la izquierda y la definitiva igualdad de sexos. Por último, el autor intenta en la última parte del libro analizar el futuro de la izquierda y sus posibilidades en los avances democráticos, con la intención de despertar al socialismo y poner en valor a los nuevos movimientos sociales que pueden empujar hacia la democracia.
Socializando la democracia, preparando el futuro En la primera parte del libro, Eley, manifiesta la importancia de los nuevos regímenes constitucionales de 1860 para el avance del socialismo. El autor habla de la importancia de la industrialización que provocó la formación de la clase obrera, y cambió por completo el panorama socioeconómico. El socialismo quería atraer a la clase obrera, pero se encontraba con problemas estratégicos debido a la desigualdad de industrialización entre los distintos países y regiones. Otra problemática al intentar atraerse al obrerismo y forjar una identidad obrera eran las distintas lealtades de los obreros a ciertos paternalismos o religiones, más las diferencias de trabajo entre los propios obreros. Por lo que el autor concluye que “la capacidad del socialismo para armonizar distintos intereses siempre fue insuficiente”.5 Respecto a la cuestión de porqué en algunos países europeos el socialismo tenía mayor fuerza, el autor expone que “la legalidad, una constitución parlamentaria que funcionara bien y el democrático derecho al voto eran tan capacitadoras como la industrialización.”. 6 En cuanto a la radicalización del socialismo, el autor resalta que dependió de la relación de estos partidos con el Estado y la respuesta de éste a la ascensión de aquellos. Allí donde la tradición parlamentaria era antigua como en GB o donde el Estado respaldaba las libertades civiles y el arbitraje liberal, como en los países nórdicos, los movimientos obreros estaban a favor del reformismo. En cambio, donde se carecía de 4
Eley, G. Idem, p. 6 Eley, G. Idem, p. 14 6 Eley, G. Idem, p. 70 5
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representación parlamentaria o el Estado se comportaba de forma represiva, la militancia obrera se volvía más radical. Durante los años 1890-1907 en varios países se logra un incremento del sufragio, pudiendo acudir los obreros a las urnas. Lo que se tradujo en un crecimiento electoralista para los partidos socialistas que empezaban a entrar en los parlamentos. Todos los socialistas creían ciegamente en el fatalismo histórico. Por ello, no mostraron interés en el campesinado ante su previsible desaparición. Siendo éste, como señala Eley, uno de los grandes errores de los socialistas. “Como confirmó el siglo XX, la polarización de las dos clases no se produjo y el campesinado europeo tardó casi un siglo en desaparecer. Por lo tanto, abandonar a los campesinos a los oponentes fue un gran error socialista.” 7 Por otro lado, el autor lamenta el pasotismo de la izquierda en lo referente a los derechos de las mujeres, otorgándoles el papel de simples educadoras de los hijos socialistas para la lucha futura.
Guerra y Revolución En la segunda parte del libro, el autor analiza los turbulentos años desde 1914 hasta 1923, en los que se vivieron la Gran Guerra e importantes revoluciones que supusieron importantes cambios en el panorama europeo y las izquierdas. Por un lado, el nacionalismo entra con fuerza en varios partidos socialistas europeos, enterrando el antiguo internacionalismo, ante la prontitud de la Guerra. Como es el caso del SPD alemán que ambicionaba obtener reformas tras su apoyo a la guerra, “Estamos defendiendo a la Patria con el fin de conquistarla”. 8 La guerra inició la división de las izquierdas entre aquellos socialistas de derechas nacionalistas y de izquierdas. Lo que el autor llamó “La ruptura de la Guerra”. El descontento popular por la Guerra fue “in crescendo”, provocando numerosas oleadas de huelgas revolucionarias, que supuso la toma del poder por los bolcheviques rusos para implantar el socialismo. Estas huelgas y descontento popular conllevaron en numerosos países a importantes mejoras constitucionales como la reducción de la jornada laboral a ocho horas. Estas mejoras llegaron por la colaboración de los socialistas con el Estado y por el miedo a revoluciones como la bolchevique. Tras la Guerra, el autor concluye que los dirigentes de los partidos socialistas se distanciaron de sus bases, y en consecuencia produciéndose la división del socialismo con los nuevos partidos comunistas que ingresaban en la III Internacional. Para las mujeres, la guerra supuso un importante cambio, ya que muchas se incorporaron a trabajar en las fábricas y asumieron nuevas responsabilidades. En algunos países europeos consiguen el derecho al voto, pero no su independencia económica. El autor señala que la izquierda volvió a fallar al validar modelos conservadores y de respetabilidad, en lugar de cambiarlos, como en su posición ante la mujer.
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Eley, G. Idem, p. 98 Eley, G. Idem, p. 132
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Pero si algo logra la izquierda socialista en este periodo es instaurarse en la Nación. Algunos partidos socialistas como en Alemania llegan a formar Gobierno. Pero a su mismo tiempo, el entrar en la maquinaria del Estado supuso el abandono de las expectativas revolucionarias, dando mayor relevancia a la reforma que a la construcción del socialismo. Estabilización y Guerra de Posiciones A estallar la Guerra, el autor destaca como algo esencial, la creación de los frentes nacionales en el interior de los países. Estos frentes unían a comunistas, socialistas y demócratas cristianos en la lucha antifascista. La solidaridad que acompañó a la creación de estos movimientos y los sentimientos de fraternidad sembraron esperanzas en el pueblo. Tras la victoria la población demandaba y tenía grandes esperanzas en que se produjeran grandes cambios radicales.9 Pero después de que el antifascismo facilitara la aceptación de la izquierda y el comunismo en Occidente, la guerra fría volvió a eliminarla. La política exterior de Occidente demonizó al comunismo como instrumento de la URSS y lo identificó de nuevo con la deslealtad a la nación y el enemigo interior. “Si el Plan Marshall aseguró la democracia para el capitalismo, entonces la política soviética aseguró en el Este el socialismo para Stalin.”10 Pero se consiguieron importantes avances en Occidente, puesto que los nuevos ordenamientos incluyeron el derecho el voto para la mujer, la propiedad pública, una economía mixta y planificada. Los movimientos obreros se integraron en esta vida activa del Estado por medio del reconocimiento de los sindicatos, la ampliación de libertades civiles, y avances sociales. Estableciéndose el corporativismo, en el que el Estado obtenía el nuevo papel de supervisar este acuerdo social (sindicato-patronal) a gran escala y el keynesianismo acabó por fin con el desempleo masivo. Produciendo un sistema de capitalismo reformado. De esta forma, los socialdemócratas encontraron esperanzas dentro del mismo sistema capitalista y no fuera de él mediante una revolución o el fatalismo histórico, confiando a través de él continuar por el progreso.
Futuro Imperfecto Geoff Eley señala 1968 como una importante fecha de cambio en la izquierda. Ya que nace una nueva izquierda en los movimientos extraparlamentarios que renuncia a todos los valores de la izquierda tradicional y las conductas morales de la sociedad. “Quiero ser huérfano” era uno de sus lemas. Era una nueva izquierda de cultura colectiva de las sentadas y manifestaciones, debates incesantes y la colectivización del espacio privado. También destaca la llamada segunda ola del feminismo en la que las mujeres para reivindicar sus derechos hicieron uso del escándalo y la desobediencia. Pero donde centra su mayor análisis en esta parte del libro es en el declive de la clase obrera. Este declive producido por la desindustrialización y la conquista del poder de las políticas neoliberales protagonizadas por Thatcher y Reagan. Estas nuevas políticas hacen perder peso a los sindicatos que quedaron muy debilitados.
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Eley, G. Idem, p. 288-289 Eley, G. Idem, p. 310
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Este nuevo mundo que se avecinaba, dividió a la clase obrera, rompiendo la filiación de clase. Los partidos socialistas que centraban su estrategia en el mundo obrero, evolucionarán ante el nuevo orden social que se estaba formando lleno de diversidad y diferenciación. Por lo que destaca que la clase obrera no muere, se transforma en los nuevos empleos no manuales del sector servicios. “Lo viejo se estaba muriendo, pero lo nuevo aún tenía que nacer”11 Por último, el autor destaca que el progreso y la democracia se situaron en los distintos movimientos extraparlamentarios como los pacifistas, la liberación gay, feminismo o los asuntos raciales.
4. Metodología y Fuentes Para llevar a cabo la dificultosa y amplia labor de tratar la historia de las izquierdas desde 1850 a la entrada al siglo XXI, el autor utiliza una metodología comparativa entre todos los países europeos para sacar conclusiones en sus semejanzas y diferencias. Esta es uno de los grandes logros de su libro, puesto que no sólo se centra en los países europeos más importantes como Gran Bretaña, Alemania o Francia, sino que estudiara una mayor amalgama de países de la Europa occidental y oriental y de esta forma el análisis es más rico y completo. La relación que emplea entre las nuevas fuerzas de izquierdas y las tradicionales será vital para sus conclusiones finales. El autor utiliza continuamente un tono muy personalista, plasmando sus ideales y opiniones ante los distintos acontecimientos. En la introducción de cada una de las cuartas partes en las que está dividido el libro nos cuenta el relato biográfico de personas de izquierdas que participaron en la lucha activa por la democracia, humanizando así su relato. Eley, acompaña sus análisis y conclusiones con la utilización de técnicas cuantitativas como es el caso de los cuadros estadísticos, en los que compara las fechas de fundaciones de los partidos socialistas en los distintos países, los resultados electoralistas de dichos partidos y de los comunistas… Todo ello acompañado por el tratamiento de numerosas fuentes y bibliografía que ocupan unas doscientas páginas de su libro junto a notas y referencias. Estas fuentes y bibliografía van desde apartados específicos como el feminismo, o la historia de las izquierdas de determinados países a algunos manuales de una historia más general. Por lo que el autor se apoya en una base documental importante que da mayor valor a su discurso.
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Eley, G. Idem, p. 400
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5. Conclusiones Eley concluye que fueron cuatro las grandes etapas en las que se produjeron importantes cambios democráticos en Europa. Estos años serían 1860 con la implantación en la mayor parte de Europa de constituciones liberales, los turbulentos años revolucionarios de 1914-1923 en los que se produjo la división del socialismo, los nuevos ordenamientos políticos surgidos tras la Guerra en 1945 y las revoluciones de 1989 que acabaron con el Estado soviético. Y es que para él la historia es un proceso de “continuidad y cambio”, produciéndose sólo los más importantes avances en periodos de desorden y turbulencias, a menudo de forma violenta. Pues como define Walter Benjamin “el ángel de la historia es empujado hacia un futuro invisible por una fuerza irrefrenable, una tempestad que sopla desde el Paraíso. Esta tempestad es lo que llamamos progreso”. 12 Por otro lado, Eley destaca que a partir del “68”, el impulso democrático ya no se encontraría en los partidos socialistas que se habían acomodado en el sistema capitalista o en el comunismo que quedó desacreditado tras la “Primavera de Praga”. Sino que este impulso se hallaría en los nuevos movimientos extraparlamentarios, al margen de partidos políticos y asociaciones obreras, de jóvenes que soñaban con un mundo mejor y que querían romper con las conductas tradicionales. El autor alude a la crisis y estancamiento (no la muerte) del socialismo actual, tras el triunfo de las políticas neoliberales. Unos socialistas que han perdido toda la esperanza en el keynesianismo y el corporativismo y que busca reinventarse. Eley destaca que el socialismo se quedó corto en su defensa de la democracia en ciertos frentes importantes como el género y la raza. Pero a pesar de ello, cree que los valores socialistas siguen siendo el mejor punto de partida posible para evitar que la justicia social caiga en el olvido bajo el manto capitalista. Y en el último párrafo, casi en un grito de desesperación y esperanzador alude a que esas palabras sobre las que se estructura su libro (democracia, socialismo, libertad) no dejen de tener significado, y así no caerán en el olvido ni se deslegitimará la lucha de numerosas vidas anónimas que contribuyeron a un mundo mejor.
6. Crítica personal Un mundo que ganar es un libro que habla principalmente de la lucha democrática, de los grandes esfuerzos de tantas personas por alcanzar un mundo más igualitario y justo. Geoff Eley narra los distintos acontecimientos con gran pasión, sin esconder sus inclinaciones políticas marxistas, desde un punto de vista muy personalista. Cualquier lector de este libro llegará a la conclusión de que Geoff Eley tenía una necesidad voraz de realizar este trabajo, ya que el autor muestra una constante preocupación por la amenaza que se cierne sobre determinados logros democráticos a puertas del siglo XXI. Se muestra muy crítico con muchas de las decisiones de la izquierda y sobre todo del socialismo. En su opinión, el socialismo no aprovechó al máximo las distintas coyunturas políticas para conseguir aún mayores logros democráticos y acabó conformándose a finales de siglo XX con una democracia limitada al capitalismo. 12
Eley, G. Idem, p. XIX
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En mi opinión, el autor introduce tres importantes cuestiones o dilemas, de la que muchos historiadores de izquierdas comparten y difieren. En primer lugar, Eley asocia el avance democrático con la izquierda como ya señalamos. En este punto coinciden varios autores como George Novack, “fuera de los Estados Unidos, el sufragio universal fue en todas partes conquistado o concedido, después de una campaña desarrollada por el movimiento obrero en lugar de por la burguesía liberal”.13 En cambio, Arthur Rosengerg concreta que los progresos democráticos en sociedades liberales se consiguieron por asociaciones obreras, pero en sociedades feudales se lograron tras la alianza entre las masas proletarias y la burguesía. El socialismo fue el que se movilizó para ir consiguiendo avances en este sentido, siendo la fuerza propulsora que consiguió el sufragio para los trabajadores y avances en libertades políticas y civiles. Aunque esta democracia pasó por varias fases y acaba triunfando una democracia más liberal. Para Novack, la democracia liberal resistirá mientras se siga creyendo en la validez de sus defensas ideológicas y se perpetúe un status quo con las masas. Y es que considero apropiado afirmar que la burguesía y las clases dominantes intentaron limitar la democracia y limitar las exigencias de participación, a base de ciertas concesiones que perpetuasen su condición privilegiada, lo que Noam Chomsky llamó miedo a la democracia. Eley, a pesar de este reconocimiento a la labor de los socialistas, la vanguardia de la izquierda, habla de sus “insuficiencias” en lo relativo a la lucha por la emancipación de las mujeres, cuestiones como la raza, la sexualidad o el colonialismo. Por esto, el autor señala en rojo el año 1968, que fue en la que estas cuestiones empezaron a entrar en el imaginario de las izquierdas europeas, naciendo un nuevo tipo de movimientos sociales que tomarían las riendas de la democracia. El segundo punto sería la asociación del avance democrático a la turbulencia y el desorden. El autor alude a que las crisis económicas y políticas son grandes oportunidades para conseguir avances democráticos. “Además de la búsqueda de la justicia, esas crisis entrañan mucha bajeza, violencia, crueldad y pérdida de vidas. Pero, a pesar de ello, abren un espacio esencial para la intensificación de la democracia. Son esenciales para la ampliación de las condiciones y capacidades políticas que permiten garantizar el bienestar humano”.14 En cambio, Gabriel Tortella difiere al señalar que sólo el progreso puede dar lugar la democracia, no la turbulencia. “La democracia conlleva un régimen económico, el Estado del Bienestar, que sólo es alcanzable en sociedades con un alto nivel de riqueza. Sólo en estas sociedades, cuya capacidad productiva permite cubrir con creces las necesidades básicas de sus miembros, puede funcionar satisfactoriamente la democracia.”15 Esta postura se acerca más a una ideología liberal en la que se apuesta por un cierto grado de industrialización y de progreso para efectuar una transición suave hacia políticas democráticas. Todo lo contrario a lo que piensa un autor marxista como Arthur Rosenberg: “No viene una transformación del régimen político cuando un país tiene un desarrollo social y económico especial, sino solamente cuando existe una contradicción entre el orden político y las fuerzas propulsoras de la sociedad”.16Gregory Lubbert, más cercano también a la postura de Eley, insiste en que “el incremento de la prosperidad no detuvo el crecimiento del conflicto de clases: lo acompañó… Ya que la prosperidad llegó tras 13
Novack, G. Democracia y Revolución, Barcelona, Fontamara, 1977, p. 157 Eley, G. Idem, p. XII 15 Tortella, G. La revolución del siglo XX, Madrid, Santillana, 2000, p. 385 16 Rosenberg, A. Democracia y socialismo: Aporte a la historia política de los últimos 150 años, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1938, pp. (248-270) 14
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los pactos sociales, no los causó. 17 Gabriel Tortella, cree en la idea de la inevitabilidad de la llegada de la socialdemocracia al marco Estatal, aunque no se hubiera producido la Gran Guerra. En cambio Eley especifica: “Que quede bien claro; la democracia no se da ni se concede. Requiere conflicto. A mi modo de ver, fue necesaria una coyuntura de crisis o turbulencia para que pudiera avanzar la democracia, debido a que las clases dominantes en una situación de control siempre tienen mayores facilidades para limitarla, y una situación de crisis es una oportunidad para el cambio y el avance. Aunque es cierto que se corría el riesgo de que en estos periodos de inestabilidad política o económica, se produjera una mayor recesión de la democracia como ocurrió tras el triunfo de muchos movimientos fascistas. Sin embargo, una vez logrado estos avances democráticos, su perpetuidad estará ligada a una situación de progreso económico y social, que fortalezca el nuevo marco democrático. La tercera idea a destacar del libro de miras hacia el futuro, es para Eley la necesidad de una unión de fuerzas entre la vieja moderada izquierda y la nueva izquierda extraparlamentaria para conseguir una democracia más participativa y justa. “Ambos elementos fueron cruciales para el ímpetu necesario de la democracia: no sólo las virtudes sobrias y moderadoras de los partidos parlamentarios, sino también la combatividad ilimitada y exuberante, partidaria de la acción directa, de las bases indisciplinadas. La eficacia de un elemento presuponía el dinamismo del otro.”18Ya que a su modo de ver, los socialistas nunca pudieron alcanzar sólo sus objetivos. Siendo más necesaria esa alianza en la actualidad, ya que los socialistas parecen haber olvidado toda vocación transformadora y han perdido gran parte de su identidad por réditos electorales, acomodándose en el sistema. Sheri Berman y Donald Sassoon coinciden en que “en las décadas recientes el movimiento socialdemócrata europeo se ha convertido en una sombra de lo que fue”.19 Pero estos dos autores socialdemócratas fueron muy crítico por la importancia dada por Eley a los movimientos extraparlamentarios, ya que para ellos estos movimientos sólo obstaculizaban que se acordaran importantes reformas nacionales, siendo movimientos incoherentes que no podían ser alternativa por sus medidas utópicas y caóticas.20 Pero Eley reivindica el importante papel de estos grupos que impulsaban a los partidos y hacían una gran labor de reclutamiento y de transmisión de las ideas socialistas. Para el autor, hubiera sido imposible el triunfo socialista sin la aparición de estos grupos locales, ya que para él la innovación democrática fue “fruto del exceso” y no contar con estos grupos extraparlamentarios para una historia de la izquierda sería como “aplaudir con una sola mano”.21 En mi opinión, es evidente que Eley dedica un gran número, quizás excesivo, de páginas a estos movimientos minoritarios porque él vivió con emoción el surgimiento de esa nueva izquierda que quería revitalizar a la acomodada izquierda tradicional, y que creía en otra democracia distinta a la liberal, y en otras actividades políticas al margen del marco parlamentario. Pero estoy de acuerdo con él en que estos grupos extraparlamentarios han sido importantísimos para el progreso de la izquierda y que una historia de las izquierdas sin ellos sería incompleta. Y sobre todo, creo que de cara al futuro estos grupos extraparlamentarios aún tienen mucho que decir y que aportar. Ya que a pesar de la cultura postmoderna actual en la que ciertos ideales van perdiendo 17
Lubbert, G. Liberalismo, fascismo o socialdemocracia, Zaragoza, prensa universitaria Zaragoza, 1997, p. 544 18 Eley, G. Idem, p. XIII 19 Tortella, G. “Política y economía en la revolución del siglo XX, Revista de Libros, 01-04-2008 20 Eley, G. Idem, p. XIII 21 Eley, G. Idem, p. XIV
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valor, todavía nos encontramos casos como en España, en la que la gente se movilizó en las plazas de las distintas ciudades por el 15 M contra lo que creían un sistema político desfasado. Y una prueba de la importancia de estos movimientos, fue la incursión del grupo político Podemos, proveniente del 15M, y que en una época de crisis como apuntaba Eley, ha sido capaz de conseguir grandes apoyos al obtener 69 escaños en las Elecciones Generales de 2015 y sobre todo de revitalizar la política española y cambiar las estrategias la comunicación de partidos más acomodados en el sistema parlamentario. En cuanto a aspectos negativos del libro, se podría señalar que trata poco el estudio de las relaciones entre los partidos de izquierdas de distintos países europeos, y las distintas internacionales obreras. Pero es más que justo decir que un mundo que ganar, debería ser un libro de lectura obligatoria por todos aquellos interesados en los avances democráticos y en la evolución de la izquierda europea en la época contemporánea.
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