Afecto
“Guarda la Palabra de Dios como si fuese la mejor manera de conservar tus víveres naturales, porque la Palabra de Dios es el pan vivo, el alimento del espíritu. El pan material, mientras queda en el armario, puede ser robado; lo pueden roer los ratones e incluso puede echarse a perder. Pero, si lo hubieres comido, ¿temerías todo esto? Guarda así la Palabra de Dios: Dichosos los que la guardan. Métela en las entrañas de tu alma; que la asimilen tus afectos y tus costumbres. Come a gusto, y tu alma saboreará manjares sustanciosos. No te olvides de comer tu pan. Que no se seque tu corazón, y tu alma se saciará con enjundia y manteca.” S. Bernardo de Claraval, Adv V, 2 “Debemos purificar el entendimiento y el afecto: el primero para conocer y el otro para amar. Dichosos una y mil veces Elías y Enoc, que se vieron liberados de todas las ocasiones y obstáculos para que su entendimiento y su afecto vivieran sólo para Dios, conociendo y amando solamente a él. …Nosotros tenemos el entendimiento turbio, por no decir ciego; y el afecto muy sucio y manchado. Pero Cristo da luz al entendimiento, el Espíritu Santo purifica el afecto .” .” S. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 2 “El quería darnos un camino a recorrer, un molde que nos moldeara. Los dejó llorando y subió al cielo. Y envió el Espíritu Santo que unificó su afecto, es decir su voluntad; y la transformó de tal modo que los que antes querían retenerle junto a sí, ahora se alegran de su marcha. Se ha hecho realidad lo que les había dicho: vosotros estaréis tristes, pero vuestra pena acabará en alegría. Tanto iluminaba Cristo su inteligencia y tanto purificaba el Espíritu su voluntad, que conocían el bien y lo amaban de corazón. Ahí está la religión perfecta y la perfección religiosa”. S. religiosa”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 4 “Tenemos la unidad de deseo cuando el alma, adhiriéndose a Dios con todo su afecto, es un espíritu con él ”. S. Bernardo de Claraval, Csi V ,18 “Serás santo sa nto si tus afectos son santos, y ello de dos maneras: por el santo temor de Dios y por el santo amor. Afectada totalmente el alma por este como doble abrazo suyo, comprende, abraza, estrecha, posee y exclama: Lo agarraré y no lo soltaré”. S. Bernardo de Claraval, Csi V, 30 “Dije más arriba que el motivo de amar a Dios es Dios . Y dije bien, porque es la causa eficiente y final. El crea la ocasión, suscita el afecto y consuma el deseo. El hace que le amemos, mejor dicho, se hizo para ser amado. A él es a quien esperamos, él a quien se ama con más gozo y a quien nunca se le ama en vano. Su amor provoca y premia el nuestro. Lo precede con su bondad, lo reclama con justicia y lo espera con dulzura. Es rico para todos los que le invocan, pero su mayor riqueza es 1
él mismo. Se dio para mérito nuestro, se promete como premio, se entrega colmo alimento de las almas santas y redención de los cautivos”. S. Bernardo de Claraval, Dil 22,1 “¡Oh “¡ Oh amor casto y santo! ¡Oh dulce y suave afecto!; ¡Oh pura y limpia intención de la voluntad! Tanto más limpia y pura cuanto menos mezclada está de lo suyo propio; y tanto más suave y dulce cuanto más divino es lo que se siente. Amar así es estar ya divinizado. Como la gotita de agua caída en el vino pierde su naturaleza y toma el color y el sabor del vino; como el hierro candente y al rojo parece tocarse en fuego vivo olvidado de su propia naturaleza; o como el aire, bañado en los rayos del sol, se transforma en luz, y más que iluminado parece ser él mismo luz. Así les sucede a los santos. Todos los afectos humanos se funden de modo inefable, y se confunden con la voluntad de Dios ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 28,2 “La intención, el afecto y la memoria. …Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde el abismo hasta el cielo. Y nuestros afectos, siempre hambrientos de goces carnales, se robustecen en el amor del espíritu. Por, otra parte, nuestra memoria -manchada por las impurezas de las culpas pasadas- se goza diariamente adorna a de sus nuevas y buenas acciones. En estas tres realidades consiste a renovación interior: en la rectitud de la intención, la pureza de los afectos y el recuerdo de las buenas obras, que dan a la memoria seguridad y entusiasmo ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 49,3 “Al predicar las bienaventuranzas, el Señor antepuso los misericordiosos a los limpios de corazón. Y es que los misericordiosos descubren enseguida la verdad en sus prójimos. Proyectan hacia ellos sus afectos y se adaptan de tal manera, que sienten como propios los bienes y los males de los demás. Con los enfermos, enferman; se abrasan con los que sufren escándalo; se alegran con los que están alegres, y lloran con los que lloran. Purificados ya en lo íntimo de sus corazones con esta misma caridad fraterna, se deleitan en contemplar la verdad en sí misma; por cuyo amor sufren las desgracias de los demás”. S. Bernardo de Claraval, Hum 6, 3 “Aprende de Cristo, cristiano, cómo debes amar a Cristo. Aprende a amar entrañablemente, amar cautamente, amar valerosamente: entrañablemente, para que, seducidos, no nos arranquen del amor de Dios; cautamente, para que, decepcionados, no nos dejemos alejar de Él; valerosamente, para que, violentados, no nos aparten de su amor. Sea la sabiduría de Cristo tu mayor dulzura, para que no te arrastre ni la gloria del mundo ni los placeres carnales. Sea la luz de Cristo tu verdad, para que no te engañe el espíritu de la mentira o del error. Sea tu fuerza el poder de Cristo, para que no te canses en las tribulaciones. Que el amor inflame tu celo, lo informe la ciencia y lo conforme la constancia. Sea tu amor ferviente, recatado, invulnerable. No conozca la apatía, ni carezca de discreción, ni sea tímido. Considera que la ley te exige estas tres cosas, cuando dice: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Si no surge otra interpretación más acertada de esta triple distinción yo creo que el amor del corazón se refiere al celo del afecto, 2
el amor del alma a la sutileza o juicio de la razón, y la fuerza del amor puede guardar relación con su constancia y entereza. Ámale, pues al Señor con todo el afecto de tu corazón entero; ámale con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas tus fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor ”. S. Bernardo de Claraval, SC, 20, 4 “Si deseamos las cosas de arriba, intentemos ahora ya degustarlas y saborearlas. Cuando se nos recomienda buscar y paladear lo de arriba, podemos aplicarlo al entendimiento y al afecto. Levantemos nuestro corazón a Dios con nuestros miembros más nobles, con esa especie de manos que son los humildes esfuerzos y las prácticas espirituales. Yo creo que todos buscamos las cosas de arriba con la inteligencia de la fe y el juicio de la razón. Pero no todos saboreamos esas realidades en el mismo grado, por estar saturados de las realidades terrenas, arrastrados irresistiblemente por el afecto ”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 8 “Quien ama a Dios no queda sin recompensa, aunque debamos amarle sin tener en cuenta ese premio. El amor verdadero no es indiferente al premio, pero tampoco debe ser mercenario, pues no es interesado. Es un afecto del corazón, no un contrato. No es fruto de un pacto, ni busca nada análogo. Brota espontáneo y se manifiesta libremente”. S. Bernardo de Claraval, Dil 17, 2 “¡Ojalá permanezca en ella, no como uno de tantos, sino como uno en relación con todos! Abra de par en par su corazón y llene sus entrañas con todos los afectos posibles: hágase todo para todos, dispuesto siempre a sufrir y gozar con todos: Alegrarse con los que están alegres y llorar con los que lloran”. lloran ”. S. Benardo de Claraval, Div 65, 3 “Los sentimientos, en sí mismos, son innatos a nuestra naturaleza, y su perfección es obra de la gracia. Esta pone en orden los dones de la creación. Y las virtudes no son sino afectos bien ordenados ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 17, 1 “El ojo del corazón, al que la Verdad prometió su plena manifestación: dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios, se purifica de toda mancha, debilidad, ignorancia o mal deseo adquirido, por medio del llanto, del hambre y la sed de ser justo, y por la perseverancia en las obras de misericordia. Los grados o estados de la verdad son tres. Al primero se sube por el trabajo de la humildad; al segundo por el afecto de la compasión; y al tercero, por el vuelo de la contemplación. En el primer grado, la verdad se nos muestra severa; en el segundo, piadosa; y en el tercero, pura. Al primero nos lleva la razón con la que nos examinamos a nosotros mismos; al segundo, el afecto con el que nos compadecemos de los demás; al tercero, la pureza que nos arrebata y nos levanta hacia las realidades invisibles”. S. Bernardo de Claraval, Hum 19, 4 “6. Contemplad, pues, más altamente con cuánto afecto de devoción quiso fuese honrada María por nosotros aquel Señor que puso en ella toda la plenitud para que, consiguientemente, si en nosotros hay algo de esperanza, algo de gracia, algo de salud, conozcamos que redunda de aquélla que subió rebosando en delicias. 7. En lo íntimo, pues, de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor 3
que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es, repito, su voluntad, pero para bien nuestro”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 6.7 “Adquiera, pues, el espíritu sus aromas: en primer lugar el afecto de la compasión; después el celo de la rectitud; y no olvide la discreción. Si ves que un hermano comete una falta, trátale con sentimientos de compasión, como partícipe que es de tu misma naturaleza, como si tú mismo lo hubieras engendrado ”. S. Bernardo de Claraval, Res 2, 4 “Ofreciendo un sacrificio de alabanza y cumpliendo nuestros votos día a día, procuremos con máxima vigilancia armonizar los sentimientos con las obras, el afecto con los sentimientos, el gozo con el afecto, la moderación con el gozo, la humildad con la moderación, la libertad con la humildad. Así caminaremos en esta vida libres de las pasiones con un espíritu purificado, y si alguna vez salimos fuera de nosotros mismos a causa de afectos inusitados o por cierta satisfacción espiritual, nos adentraremos en los encantos del jubileo, en la luz de Dios, en la amabilidad, en el Espíritu Santo, y comprobaremos que somos de aquellos que contemplaba el Profeta cuando decía: Caminarán, Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre no mbre es su gozo cada día, tu Justicia es su orgullo”. S. Bernardo de Claraval, SC 13, 7 “Los afectos tienen sus palabras especiales, por las que se revelan aún sin quererlo: las del temor, por ejemplo son amedrentadas, las del dolor son sufrientes, las del amor gozosas. S. Bernardo de Claraval, SC 67, 3 Affectus es aquí un poder expansivo y permanente instalado en el alma, una fuerza estable y firme contenida por la gracia ”. Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 14 “¡Oh dichosa gentilidad! Se te entrega Jesús: corre con los brazos tendidos, abre las manos, ensancha tu corazón. Que tu conducta y tu afecto manifiesten tu fervor. Recibe con fe al Hijo que se te ofrece, abrázale con amor, y que esté siempre en tu regazo ”. B. Guerrico de Igny, Nat II [7], 1 “Fíjate en la inefable dignación de Dios y a la vez en el poder de este incomprensible misterio: el que te creó es creado en ti y por si fuera poco que lo tengas a él por Padre, quiere también tenerte a ti por madre. Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. Alma fiel, abre tu seno, dilata tus afectos, no te angusties en tu corazón, concibe al que la creatura no puede contener. Abre el oído para oír al Verbo de Dios; tal es el camino para concebir en espíritu en el seno de tu corazón de tal manera que los huesos de Cristo, que son las virtudes, reciban cohesión en el vientre de su madre”. B. Guerrico de Igny, Ann II [27], 4 “¡Qué grito tan fiel y verdaderamente digno de los amigos de Jesús! ¡Oh afecto purísimo el que así prorrumpe: me basta si Jesús vive! Si vive, vivo yo, ya que mi alma depende toda de él. Más aún: él es mi misma vida, y mi todo. Pues ¿qué me puede faltar si Jesús vive? No me importa que me falte todo lo demás, con tal de que Jesús viva. Que yo mismo desaparezca, si él lo quiere. Me basta con que él viva, aunque sólo sea para él. Cuando el amor de Cristo llena de tal modo todo el afecto del hombre, que olvidándose y perdiéndose a sí mismo, sólo le preocupa Cristo y lo que quiera Jesús, entonces creo que la caridad ha llegado en él a la 4
perfección. A quien se halla penetrado de este afecto, la pobreza no es gravosa; no siente las injurias, se ríe de los oprobios, tiene en poco los perjuicios, estima la muerte como ganancia; digo más, no piensa que muere, cuando sabe de cierto que pasa de la muerte a la vida. Por eso asegura confiadamente: Iré y lo veré antes de que yo muera”. B. Guerrico de Igny, Res I [33], 5 “La experiencia de algunos de vosotros sabe que a menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de sus trabajos. Entonces se acercaron a él y le retuvieron los pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús. Por lo tanto, hermano, no ahorres a tus pies las idas y venidas de los trabajos, cuando Jesús a causa tuya no ahorró a sus pies ni aún el dolor de los clavos, y ahora no rehúsa recompensar y aligerar las fatigas de tus pies, dejándote abrazar y besar los suyos”. B. Guerrico de Igny, Res III [35], 4 “¿Qué cosa se puede predicar con más convicción, escuchar con más provecho para la salvación, pensar con más fruto? En verdad ¿qué hay más piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta y fortalece las virtudes como el recuerdo del Crucificado ?”. B. Guerrico de Igny, Palm II [30], 1 “El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos. Amén”. B. Guerrico de Igny , Res III [35], 5 “Hazte cargo, muy querida, de tu estado de vida. Eran dos hermanas, Marta y María. Una estaba muy ocupada y la otra totalmente ociosa. Una daba, la otra pedía. Marta se deshacía en atenciones y María fomentaba el amor. Y no se agitaba, no andaba por todas partes, no se inquietaba por agasajar a los comensales, no le preocupaban los quehaceres de la casa, ni escuchaba las llamadas de los pobres: sentada a los pies de Jesús, recogía sus palabras”. palabras ”. S. S. Elredo de Rieval, Inst 96 “El amor divino comprende dos cosas: el afecto interior y llevarlo a efecto a través de las obras; éste consiste en la práctica de las virtudes y el afecto en la dulzura del gusto espiritual. La práctica de las virtudes implica un cierto modo de vivir: ayunos, vigilias, trabajo, lectura, oración, pobreza y otras obras semejantes; el afecto se nutre con la reflexión saludable. Por eso, para que ese amor a Jesús crezca en tu afecto, necesita esta triple meditación: sobre las cosas pasadas, presentes y futuras. Es decir, recordar lo pasado, experimentar el presente, y considerar el futuro ”. S. Elredo de Rieval, Inst 104 “Acompaña con tu devoción a la Madre a Belén, y retirándote con ella donde acampe, asiste y obsequia a quien da a luz y, una vez colocado en el pesebre, prorrumpe en gritos de júbilo: ¡Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado! Abraza el dulce pesebre, venciendo la timidez con el amor, que el afecto arroje el temor, pon tus labios en los sacratísimos pies y cúbrelos de besos ”. S. Elredo de Rieval, Inst 109 5
“Rompe el vaso de alabastro de tu corazón con todo su contenido; tu devoción, tu amor, tu deseo, tu afecto. Todo debes derramarlo sobre la cabeza de tu Esposo, Esposo , adorando al hombre en Dios y a Dios en el hombre”. S. Elredo de Rieval, Inst 124 “Ahora sube con Él al cenáculo espacioso y adornado. Pero gózate porque puedes participar en las alegrías de la cena de la salvación. Que el amor venza la timidez, el afecto excluya el temor para que se te conceda en tu mendicidad por lo menos unas miguillas de su mesa. O si lo prefieres quédate un poco escondida y como una indigente que mira al rico mientras le extiende la mano para recibir algo, manifiesta tu hambre con lágrimas”. S. Elredo de Rieval, Inst 128 “Ahí tienes, mi querida hermana, un recuerdo de los beneficios pasados de Cristo, la experiencia de los presentes, la espera de los futuros, a modo de semillas de meditación espiritual que procurarás sembrar. Con ellas germinará y se desarrollará el espléndido fruto del amor divino. Así la meditación despertará el afecto; el afecto engendrará el deseo y el deseo arrancará lágrimas, para que las lágrimas sean tu pan noche y día, hasta que comparezcas en su presencia, y seas admitida a su abrazo y puedas decir aquello que está escrito en el Cantar: Mi amado es para mí y yo soy para él ”. S. Elredo de Rieval, Inst 182 “Quien vive la caridad fraterna se funde en suave afecto con los que ama”. S. ama”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 12 “Cuanto más afectuosa más suave es la caridad ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 52 “Sólo Jesús excita nuestro afecto en todo y sobre todas las cosas, y reclama nuestro amor; él solicita el mejor asiento y el más alto; y no sólo el más alto sino también el más íntimo en la mansión del corazón ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 106 “22. Nuestro afecto, si sigue las cosas deleitables, debe adornarse mirando a la caridad divina, de aquella caridad con la que Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, por lo que el mismo Hijo, por el gran amor con que nos amó, se entregó a la muerte y fue contado entre los criminales. Grande es, hermanos, ver a nuestro Señor en el seno de la madre, en el pesebre, y verle hoy en los brazos del santo Simeón. Grande es el gozo imaginarse en el corazón sus palabras, sus milagros, sus abrazos, sus besos. Gran adorno, hermosas colgaduras del tálamo. 23. Igualmente nuestro afecto en cuanto se dirige a las cosas útiles, ha de ser adornado con el recuerdo de las promesas divinas, ¿qué nos ha prometido Dios? ¡Qué gloria, qué felicidad, qué riqueza, qué honores! ¿Qué nos puede ser más provechoso que desear estas cosas con toda nuestra alma, que las queramos, que las consigamos?, pensar en esto sí que es una hermosa colgadura. 24. Lo mismo cuando nuestra tendencia (afecto) va a las cosas honestas, ha de ser adornada con el pensamiento de la condición humana. Debemos tener presente de quién somos criatura y hechura. ¿Y qué hay más digno que la criatura ame a su Creador, la obra al que la hizo, el siervo al Señor, el hombre a Dios? También este pensamiento es un bello ornamento. 25. Por tanto, si nuestro afecto se dirige con gozo a nuestro Redentor, ardientemente a nuestro Remunerador, humildemente a nuestro Creador y Señor, el tálamo está adornado. Este primer pensamiento excluye 6
de nuestro afecto el placer, el segundo la codicia, el tercero la vanidad. Adorna, pues, así Sión, tu tálamo y recibe con todo el afecto, con todo el amor, con toda la dulzura, con toda la ternura, al rey Cristo”. S. Elredo de Rieval, Serm. 32, En la Purificación de María “Escúchame entonces tú, misericordioso Dios nuestro, escucha la oración que hago por ellos; a ella me obliga mi cargo, me invita el afecto y me anima la consideración de tu benignidad. Tú sabes, dulce Señor, cuánto los amo, que mi corazón les pertenece y mi afecto se derrama sobre ellos. Tú sabes, Señor mío que no los gobierno con rigor ni con espíritu de dominio, que he elegido servirlos en caridad antes que dominar sobre ellos; que la humildad me impulsa a someterme a ellos y el afecto a estar entre ellos como unos de ellos ”. S. Elredo de Rieval, Orat 8 “Pero si la llama del anhelo de Dios ha consumido en el ara de tu corazón la grasa de tu amor más íntimo y la enjundia de tu afecto; si el humo aromatizado del fuego de la oración se ha elevado a lo alto, de suerte que el alma haya podido penetrar con la mirada radiante los secretos del cielo y saborear con el paladar del corazón la caricia deliciosa de la dulzura de Dios, te encuentras, portador de un holocausto gratísimo en el Templo de Jerusalén”. S. Elredo de Rieval, Iesu III, 7 “Cada vez que la tentación nos ataque, sea por la enferm edad, la pobreza, las asperezas de la disciplina o un exilio demasiado prolongado o también por el tedio de una soledad tan remota y por un silencio profundo; sea por una tentación de cualquier tipo, que son innumerables, por medio de la lectura, de la meditación, de la oración, despertemos a Cristo que duerme. Dirijamos nuestra atención al ejemplo de su cruz y de su pasión, sufridas por nosotros; como mordidos por la serpiente que repta por debajo contemplemos la serpiente suspendida en lo alto ”. Isaac de Stella, IV p Epi III [11],12 “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Todos tienen esta aspiración: querer ver lo que aman. Por eso, se sigue naturalmente aquello de: Bienaventurados los puros de corazón, etc. En efecto, sólo los puros de corazón verán a Dios, y Dios será visto sólo por el corazón puro. Pero, os pregunto, hermanos, ¿para qué durante largo tiempo hemos realizado tantos esfuerzos, si todavía no hemos purificado nuestro corazón? Si lo hemos purificado para la la virtud, hemos de purificarlo para la verdad; si lo hemos purificado para la caridad, hemos de purificarlo para la visión. Por cierto, hemos curado al cojo, pero hemos de iluminar también al ciego.Porque son dos las penas de los hijos de Adán: la ignorancia y la debilidad; la una cierra los ojos de la razón, y la otra, por así decirlo, retrasa en su marcha las afecciones del alma. El profeta deplora estos sufrimientos comunes y dice: Mi virtud me ha abandonado, y la luz de mis ojos no está conmigo. La virtud se forma en la afección, o más bien, la propia afección se forma en la virtud. Sin duda la verdad se muestra a la razón pero para ser vista, ésta debe ser iluminada por aquélla”. Isaac de Stella, OS IV [4],1-2 “16. … se debe educar la afección con discreción, sobriedad, energía y justicia, para que en ella el hábito del alma que se llama virtud, esté bien regulado, y para que sea formada y ordenada por la caridad según se lee: Ordenó en mí la caridad . Y que aquél que desea ser espiritual, lo sea más bien por la afección que por la razón, y más bien por la conducta que por la meditación. Que se apoye en los pies para emprender el vuelo; 7
y, porque no siempre podrá volar, que vuelva a caer sobre sus pies, para no precipitarse de cabeza, es decir, para que la afección no se precipite, ella que tiene a su cargo el cuidado de la casa, de todo su amueblamiento y de todo el personal. 17. Ella anda solícita y se inquieta por todo Asigna su nombre y su función a todas las acciones y a todos los movimientos de los miembros; si es buena y ordenada, todo lo demás será bueno y ordenado; pero si es mala, lo demás será malo; si está corrompida, lo demás se corromperá. Por tanto, así como la acción está sometida a la voluntad, así también que la voluntad o la afección se someta a la razón; pero que la razón se someta a la Sabiduría y al Verbo de Dios, a fin de que como varón sabio y a cara descubierta contemple a Dios del que es imagen, y no tenga un velo sobre la cabeza, dependiendo inmediatamente sólo de Dios”. Isaac de Stella, OS IV [4], 16 -17 “Que todo ejercicio corporal, que aprovecha poco, esté regulado por una piadosa afección; que toda afección y voluntad estén sometidas a la razón; pero que el alma racional esté sometida al Verbo de Dios, a fin de no apartarse jamás de su magisterio y tal como allí viere u oyere, así juzgue, modere, ordene todas las cosas inferiores. Aprenda allí lo que debe enseñar y diga: Mi doctrina no es mía sino de aquél a quien estoy sometida”. Isaac de Stella, OS V [5],16 “Un fervor sincero… eleva el espíritu para que salga al encuentro de la gracia, abre el corazón para que la reciba, dilata el afecto para que pueda recogerla lo más posible”. B. Guerrico de Igny, Nat II [7], 3 “Estando todavía lejos -dice- lo avistó su padre y se le conmovieron las entrañas y corriendo a su encuentro le echó los brazos al cuello y lo besó. El tiempo que se tarda en pronunciar estas palabras le parecía excesivo a aquel padre que debía otorgar el perdón a su hijo, así como a éste para recibirlo. De tal modo se apresuraba a liberar al reo del punzante aguijón del remordimiento, que la compasión de la miseria atormentaba al padre misericordioso, si cabe, más que la propia miseria al hijo miserable. Y no decimos esto para fijar los afectos humanos en la naturaleza inmutable de Dios, sino para inundar de dulzura nuestro afecto en el amor de aquella Suma Bondad, aprendiendo en esta semejanza humana cómo Dios nos ama más a nosotros que nosotros Él ”. B. Guerrico de Igny, Quad II [21], 1 “Si no me engaño, está claro que la soberbia humana se malogra a sí misma y corrompe la imagen de Dios que hay en ella, cuando se aleja del sumo bien, no con los pasos de los pies sino con los afectos del espíritu; y que la humildad humana se renueva a imagen de quien la creó cuando se acerca a Dios con el afecto del espíritu. Por eso dice el Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestíos del hombre nuevo, que fue creado a imagen de Dios. ¿Y cómo se realizará esta renovación sino con el precepto nuevo de la caridad? S. Elredo de Rieval, Spec III, 8 “El afecto es una inclinación espontánea y grata del espíritu hacia alguien El afecto espiritual puede entenderse bajo dos aspectos, es decir, el alma se siente impulsada por un afecto espiritual cuando la mente, estimulada por una visita oculta y casi imprevista del Espíritu Santo, se entrega a saborear el amor divino, o la dulzura de la caridad fraterna”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 11 Así pues, el afecto racional que brota al contemplar la virtud ajena, consta que es el más perfecto de cuantos nos incitan a amar al “
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prójimo. Amar la virtud es, en efecto, un indicio grande de virtud. Y es muy útil consentir a ese afecto, sea para emular las virtudes, lo cual se consigue mejor con este afecto, sea para aborrecer los vicios, que nos repugnan al considerar con diligencia las virtudes. Si nuestro deseo se guía por este afecto, creo que no será pernicioso ni nocivo; no perjudica, sino que aprovecha mucho desear la presencia del que nos corrige con su ejemplo si somos malos, nos espolea si somos buenos, o si somos perfectos nos confirma con el mutuo coloquio”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 14 “En cambio, el afecto espiritual que proviene de Dios debe admitirse y promoverse por todos los medios y fomentarse. A él acompaña provechosamente nuestro deseo, pues cuanto más dulce se nos muestra su gran excelencia con tanto mayor fervor se ansía su deseada presencia. Nuestra acción debe excitarse con este afecto, pero no debe ordenarse por él. Debe excitarse por él, para que la voluntad nunca cese de obrar bien y perfectamente; pero la acción no debe ordenarse por el afecto, para que no supere las posibilidades corporales. El cuerpo, en efecto, es un instrumento para ejercitar el afecto, y como es de arcilla y expuesto a innumerables sufrimientos, no puede soportar el ardor de un espíritu ferviente si la acción externa no se templa con cierta moderación: con una actividad inmoderada el cuerpo desfallece y sucumbe”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 53 “Tanto el amor con el que procuramos nuestro bien, como aquel por el que nos unimos al prójimo con un afecto puro, es preciso que estén animados de algún modo por el amor divino. …El placer y el deleite de la carne impulsan mucho hacia dicha corrupción, pero cualquiera puede rechazarla y evitarla si, penetrado de un piadoso afecto hacia la carne de nuestro Salvador, goza al contemplar con ojos espirituales al Señor de la majestad recostado en la estrechez del pesebre, cómo desea la leche de unos pechos virginales, cómo recibe los abrazos de su madre, y es besado con los labios gozosos de un trémulo anciano, el santo Simeón ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 13 “El hombre se ama si no se degrada en el placer carnal. Y para no sucumbir a la concupiscencia carnal vierta todo su afecto en la suavidad de la carne del Señor. Para descansar más suave y perfectamente en el gozo de la caridad fraterna, estreche incluso a los enemigos con los brazos de un amor verdadero. Y para que este fuego divino no se enfríe con el viento de las injurias, contemple siempre con los ojos de su mente la serena paciencia de su amado Señor y Salvador”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 16 “39. Estos son los afectos que se me ocurren, de momento, que yo no llamaría amor, sino una especie de manantiales o raíces de amor. 40… Si el espíritu acepta estos motivos y se dispone a hacer el bien, no sólo al amigo sino incluso al enemigo, aunque no sienta el afecto no se privará del mérito de la caridad ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 39-40 “47. Sea cual sea el afecto del que ama, no quebrantará las normas de la caridad si a aquel por quien siente más simpatía no le entrega su propia persona ni nada prohibido por la razón, y al otro no le niega nada de lo que la misma razón le indica. Pues como estos afectos no dependen de nuestra voluntad, a veces nos movemos por ellos en contra de nuestro querer, y otras veces no los sentimos, aunque lo queramos. El amor no 9
procede del afecto porque el afecto influya en el espíritu, sino cuando el espíritu se guía por esa tendencia siguiendo el afecto. 48. El amor procede del afecto cuando el espíritu consiente al afecto; de la razón, cuando la voluntad se une a la razón; y de estos dos puede brotar un tercer amor si la razón, el afecto y la voluntad se unen profundamente. Quien se mueve por el afecto ama más dulcemente y obra con más facilidad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 47-49 “Después de analizar diligentemente lo que hemos dicho sobre los diversos afectos, resulta evidente, a mi parce, qué provecho ha de buscarse en ellos. Sin duda alguna, que con esos afectos nos excitemos a desear lo que debe amarse, como si fueran unos aguijones de amor; que conservemos el amor con más suavidad y diligencia por la dulzura que infunden los afectos; y que practiquemos los actos con los que tendemos a lo deseado, con tanto más gusto cuanto mayor es el afecto, y con tanto más fervor cuanto mayor es el consuelo. El deseo debe ser excitado por el afecto, pero casi nunca debe seguirlo, como lo hemos indicado. Del mismo modo, es muy provechoso practicar las buenas obras, impulsados por el afecto, y perseverar en ellas por afecto; pero ordenarlas según el afecto carece de orden”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 73 “Te amamos por ese movimiento de amor que pusiste en nosotros. En cambio tú, Creador de todas las cosas, de los buenos afectos y de las almas por ellos conmovidas ¿amas lo que amas con un amor accidental e incidental? ¿Te sientes conmovido en alguna medida, en alguna cosa, tú que das la existencia a todas las cosas? No, ciertamente”. Guillermo de Saint-Thierry, Contemp II, 11(2) “Cuando te amamos nuestro espíritu está unido a tu Santo Espíritu; por él, que habita en nosotros, tenemos la caridad de Dios derramada en nuestros corazones. Y cuando tu amor, amor del Padre por el Hijo, amor del Hijo por el Padre, cuando el Espíritu Santo habita en nosotros, es a tu mirada lo que es: Amor. Él convierte hacia sí todos los “cautivos de Sión”, es decir, todos los afectos de nuestra alma, y los santifica. Entonces te amamos, o mejor, tú te amas en nosotros: nosotros por el afecto, tú por el efecto, haciéndonos uno contigo por tu propia unidad; por tu mismo Espíritu Santo que no has dado”. Guillermo de Saint-Thierry, Contemp II, 11(110) “El afecto piadoso se une con el ardor a este Bien, por amor a él mismo, que ya no se separará de él hasta llegar a formar con él una sola cosa o un solo espíritu ”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 275 “Se une a Él mediente la oración y la acción de gracias de tantas maneras cuantas encuentra su tierno afecto, ya sea en las necesidades y consolaciones propias, o en la compasión y el gozo compartido con las del prójimo”. Guillermo de Saint -Thierry, Ep frat 181 “En adelante, a medida que la fe se vaya transformando en afecto, abrazarán en el corazón con el dulce abrazo del amor a Cristo Jesús, perfecto hombre por haber asumido al hombre, y perfecto Dios por ser Dios quien asume”. Guillermo de Saint -Thierry, Ep frat 175 “En efecto, si no somos capaces de dirigir a Dios todos nuestros pensamientos, todos nuestros afectos e intenciones, tan casta y puramente como sería justo y digno hacerlo, para amarlo con todo nuestro corazón, 10
con toda nuestra alma, con todo nuestro espíritu, más vale al menos amarlo según la pequeña medida de nuestra debilidad, que no amarlo en absoluto”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 “Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera perfecta. Pero, ya que la debilidad humana no lo permite, si no puedes amar a Dios en la medida en que tienes la obligación de amarlo, ámalo al menos cuanto puedes, según tus posibilidades, con toda tu capacidad. Comenzando a amar a Dios aquí con todo tu corazón en la medida en que este es tuyo, llegarás a amarlo con mayor perfección más tarde, cuando sea más perfectamente tuyo ese corazón que por ahora no te pertenece totalmente”. Balduino de Ford, Tract III Afecto S. Bernardo de Claraval - Adv V, 2 - Asc III,2.4 - Asc VI,8 - Csi V, 18 - Csi V, 30 - Dil 17,2 - Dil 22,1 - Dil 28,2 - Div 65,3 - Gra 17,1 - Gra 49,3 - Hum 6,3 - Hum 19,4 - Nat BVM 6.7 - Res 2,4 - SC 13,7 - SC 20,4 - SC 67,3 Guillermo - Contemp - Contemp - Ep frat - Ep frat - Ep frat
de Saint-Thierry II, 11(2) II, 11(110) 175 181 275
B. Guerrico de Igny - Nat II [7], 1.3 - Quad II [21], 1 - Ann II [27], 4 - Palm II [30], 1 - Res I [33], 5 - Res III [35], 4 - Res III [35], 5 S. Elredo de Rieval - Iesu III, 7 - Inst, 96 11
-
Inst, 104 Inst, 109 Inst, 128 Orat 8 Serm. 32, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III, Spec III,
En la Purificación de María 8 11 12 13 14 16 39-40 47-49 52 53 73 106
Isaac de Stella - IV p Epi III [11],12 - OS IV [4],1-2 - OS IV [4], 16-17 - OS V [5],16 Balduino de Ford - Sac alt III, 2 - Tract III
Amor ardiente
“¡Palabra fiel y del todo digna de los amigos de Jesús! ¡Castísimo afecto que así se expresa: Me basta que Jesús viva! Si él vive, vivo yo, porque de él pende mi alma, es más: él es mi vida, él solo me basta. Pues ¿qué podría faltarme si Jesús vive? Que me falten todas las cosas, con tal de que Jesús viva. Por tanto si fuere de su agrado que yo me faltara a mí mismo, me basta que él viva, aunque sólo fuera para sí. Cuando el amor de Cristo haya absorbido todo el afecto del hombre, hasta el extremo de que, despreocupado y olvidado de sí, no tenga otro sentimiento que el de Jesucristo y las cosas de Jesucristo, entonces, a mi modo de ver, la caridad en este [hombre] es perfecta ”. B. Guerrico de Igny, Res [33], 5 “Aquel a quien el Señor visita, no puede verlo antes de poseerlo, cumpliéndose lo que el santo Job declaraba de sí mismo: Si viene a mí, yo no lo veo; si se retira, no lo conozco. No se lo ve venir, ni se conoce cuándo se retira; sólo mientras está presente se conoce lo invisible y se comprende lo ininteligible. Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán: Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quienes lo han experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes no lo han hecho, con tal de que no sea una curiosidad temeraria lo que los induzca a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser acogidos en su gracia. ¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios-amor penetra en el alma que ama, cuando el Esposo abraza a la esposa en la unidad del espíritu, 12
cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que contempla como en un espejo la gloria del Señor! Dichosos aquellos cuya ardiente caridad ya los hizo dignos de obtener esta prerrogativa. Pero dichosos también aquellos cuya santa simplicidad les garantiza que alcanzarán un día la misma gracia. Aquellos ya gozan del fruto del amor gustando de sosiego en sus trabajos; éstos en cambio tendrán tanto más mérito cuanto con menor consuelo sobrellevan el peso del día y del calor y esperan la llegada de la recompensa Así pues, hermanos, nosotros, que aún no hemos tenido el consuelo de tan sublime experiencia, mientras esperamos con paciencia la venida del Salvador, consuélenos entre tanto una fe firme y una conciencia pura”. B. Guerrico de Igny, Adv II [2], 4 “Hemos de buscar ante todo el amor de Dios, principio y fin de todas las cosas con el cual nos haremos dignos de ser amados también de los hombres. Cuando el amor de tu corazón esté tan bien afirmado que no quieras ser amado sino en Dios y por Dios quiero que la suavidad de tus costumbres, la humildad de tus servicios, la honestidad de tu entrega te recomienden ante todos los hombres, a fin de que atraigas el afecto de todos, sean alabado por todos y aún la misma piadosa forma de vida que te hace recomendable, se torne recomendable a través de ti. Dichoso… quien colmado de verdadera caridad no se entrega a ello por vanidad ni lo desdeña por pr esunción”. B. Guerrico de Igny, Ben III [24], 4 “Mis labios prorrumpirán en un himno, pero cuando me instruyas en tus mandatos, es decir, cuando me des a gustar cuán suave eres, para que aprenda a amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas. Tú eres bueno, y en tu bondad enséñame tus mandatos. Tu bondad es tu unción con la cual instruyes a aquellos de quienes se predijo: Todos serán instruidos por Dios. Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor, y a quien enseñas tu ley. La ley del Señor, inmaculada, que convierte las almas, es el amor: ley realmente ígnea, que está escrita por el dedo de Dios sobre la superficie del corazón, y que hace arder ese mismo corazón con un incendio de amor y la boca con una palabra de fuego”. B. Guerrico de Igny, Pent II [39], 1 “Bella y propiamente se ha llamado hermoso al amor, ya que la caridad es Dios y, por eso, la suma hermosura. Ésta virtud constituye casi toda la hermosura de la Iglesia, virtud que su mismo Esposo tanto y tantas veces admira y ensalza en el cántico de amor. Hermoso por cierto es el amor que brota de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe no fingida. Pues donde el corazón es puro no hay ninguna arruga; donde la conciencia es buena no hay ninguna mancha; donde la fe es sincera no hay nada que desagrade a los ojos del Esposo, de manera que él puede presentar a su Iglesia llena ahora de gracia, luego llena de gloria. …que sólo reine el amor de la hermosura interna y eter na, por el cual los que son verdaderamente hermosos aman sólo a Dios o a causa de Dios”. B. Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 5 “Aprendamos a esperar con ardiente anhelo su segunda venida”. S. Elredo de Rieval, STemp Adv [I] 2 “2. Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien 13
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea, porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se realiza eso, Señor, sino amándote? Pero con todo el ser. Descienda, Señor, te ruego, a mi alma una partícula de esta inmensa dulzura tuya, con la que se endulcen los panes de su amargura. Guste de antemano con la prueba de un pequeño sorbo aquello que desea, lo que ansía, por lo que suspira en esta peregrinación. Saboree y siga con hambre, beba y siga con sed, pues los que te comen tendrán más hambre, y los que te beben tendrán más sed. Pero se saciarán cuando aparezca tu gloria, cuando se manifieste el cúmulo inmenso de tu dulzura, que reservaste para los que te temen, porque sólo lo revelas a los que te aman. 3. Mientras tanto, Señor, que yo te busque, y te busque con el amor; porque quien camina amándote es indudable, Señor, que te busca; y quien te ama perfectamente ése es, Señor, el que ya te ha encontrado. ¿Hay algo más justo que el que te ame tu criatura, que recibió de ti ese don de poder amarte?”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 2.3 “Oh quién me diera em briagarme con tan saludable bebida, sumergirme en tan suavísimo letargo, en este profundo descanso del alma, para que, amando al Señor mi Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas mis fuerzas, nunca busque mis cosas, sino las de Cristo, y, amando al prójimo como a mí mismo, no busque lo que es útil para mí, sino para el otro”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 49 Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre los tiernos abrazos de la caridad ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 6 “
Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 17 “
“Existe, además, otra estancia más eminente que todas las demás, donde reside únicamente Jesús, el fabricante y reparador de esta arca espiritual, y el que gobierna con suavidad todo lo que se halla debajo de él: que disfrute de todo, brille, resplandezca y destelle en todo, y lleve a la totalidad de las criaturas por el camino más recto al lecho de 14
su amor. Él sólo excita nuestro afecto en todo y sobre todas las cosas, y reclama nuestro amor; él solicita el mejor asiento y el más alto; y no sólo el más alto sino también el más íntimo en la mansión de nuestro corazón”.S. Elredo de Rieval, Spec III, 106 “Podemos ver también en el fuego el amor con el que debemos amar a Cristo, y sin el cual nadie se acerca dignamente a las carnes del Cordero. En este sentido, se nos ordena comer las carnes asadas al fuego, y está bien. Porque lo que se ama ardientemente da vuelta en el corazón por una meditación continua, y es como asado al calor del amor. Comemos pues la carne asada, cuando recogemos ávidamente y recibimos en nosotros mismos el ejemplo de la pasión de Cristo por un amor decidido a imitarle. … Cuando se come a Cristo en el Sacramento del altar, hay que comerlo a prisa. No que se deban celebrar los ritos de la misa a prisa y como precipitadamente, sin gravedad ni respeto. Pero cuando llega el momento de la comunión, hay que tomar sin tardanza lo que se debe comer con un deseo muy grande. Porque debemos tomar este alimento como algo que deseamos ardientemente, que deseamos ávidamente. El que se acerca a la comunión debe acercarse como el hambriento a la comida, como el que está muriendo de sed a la bebida; como quien no puede soportar la espera ni ver diferida una gracia tan grande. ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1 “El Sol deviene más cálido en nosotros cuando nuestro corazón se inflama con el deseo del amor divino. Y el maná se derrite cuando, a la palabra de Dios, nuestro corazón se derrite por amor de Cristo. Dice la esposa: Desfalleció mi alma cuando habló el amado. Leemos también en el salmo: Envía su palabra y todo se derrite. También se dice que el maná, es decir la palabra de Dios, derrite por el efecto que produce; así como llamamos lenguaje inflamado al que inflama, y palabras suaves como el aceite a las que suavizan el corazón ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 “Pero también parece convenir otra razón a esta división de un único mandamiento. Puesto que el amor del mundo ocupa todo nuestro corazón y llena todas sus células, hay que desterrar de todo el corazón ese amor mundano. Hay que arrojar afuera al príncipe de este mundo para que penetre el amor de Dios y se adueñe de todo el corazón. Dios debe ser reconocido en los lugares más recónditos de nuestro corazón, todos sus confines deben recordar al Señor y volverse a él. Así Dios poseerá todo nuestro corazón y este lo poseerá a su vez. Así se podrá decir con el Profeta: Dios de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. …Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera perfecta. …Hay que amar a Dios de todo corazón en sus beneficios. Hay que amar a Dios con toda el alma en sus promesas. Hay que amarlo con todas las fuerzas en sus juicios. Hay que amarlo con toda la mente en sus preceptos. Bajo la inspiración de Dios, estas cuatro realidades — beneficios, promesas, juicios y preceptos — provocan en nosotros esos cuatro sentimientos de amor divino ”. Balduino de Ford, Tract III “Dios es espíritu , y el que se une a Dios, se hace un espíritu con él. Pero el espíritu del hombre, dividido y disperso como está, no puede concentrarse y aunarse sino uniéndose al Dios uno y simple; sin embargo, se divide al ir hacia Dios cuando de diversas maneras se une con él, y al unirse a él de diversas maneras busca unirse más estrechamente con Dios y 15
que Dios se una más estrechamente con él.¿Y quién obra con acierto en todo esto? ¿Quién puede contar todas las veces en las cuales ha salido de sí por el miedo, la admiración, el estupor, la meditación y la contemplación? ¿Quién puede contar los estímulos de la compunción, los gozos santos, las armonías del júbilo, el arrebato de los suspiros, los sollozos y gemidos, los deseos ardientes , las oraciones vehementes?” Balduino de Ford, Tract VI “Hay un amor santo, por el cual se ama a Dios verdadera, casta y puramente, que también es una enfermedad. Por esto sufre con angustia la que dice: De amor estoy enferma. Pero si el amor de Dios es caridad, y la caridad es una virtud (fuerza), y la más grande de las virtudes (fuerzas), ¿cómo el amor de Dios es una enfermedad? ¿Acaso el amor de Dios o caridad sería debilidad y también fuerza, desfallecimiento y salud, enfermedad y medicina? ¿Cómo no sería salud y medicina esta caridad por la cual fue curada de su dolencia aquella de la que está escrito: Quedan perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho? ¿Cómo la caridad no sería salud, ella que cura las heridas del alma desfalleciente y cubre la multitud de los pecados? Si la caridad es salud, ¿cómo es enfermedad? Y si es enfermedad, ¿cómo no es enfermedad incurable puesto que está escrito: La caridad no acaba nunca ? ¿Acaso el amor tiene un modo de obrar cuando desea poseer, y otro cuando posee el objeto de su deseo? Sin duda alguna. Ciertamente, por ahora el amor es una enfermedad, cuando la que ama se consume, anhela y suspira; cuando no posee lo que desea; cuando se ve apartada de los abrazos apetecidos del Esposo y porque se ve apartada de ellos vive presa del tormento. Pero, el que cura todas tus enfermedades, oh esposa, también curará esta enfermedad tuya, cuando él se presente como Esposo tuyo para que lo, lo veas, para que lo poseas y lo goces, cuando lo veas tal cual es, los ojos en los ojos, cara a cara, unida a él de una vez para siempre, sin ser jamás separada de su conversación y de su vista, de sus besos y de sus abrazos. Desde entonces tu enfermedad desaparecerá, pero nunca tu amor ”. Balduino de Ford, Tract XIV “Al llegar a este punto, fíjate en qué medida más aún, cómo merece Dios ser amado por encima de toda medida. Vuelvo a resumir brevemente lo que ya he dicho. El nos amó primero. El, tan excelso, tan extraordinaria y gratuitamente, a nosotros, tan ruines y pobres como somos. Dije también que la medida del amor a Dios es amarle sin medida. Por otra parte, el objeto de nuestro amor a Dios es él mismo, un ser inmenso e infinito. ¿Cuál será la meta y medida de nuestro amor? ¿Y si nuestro amor no puede ser algo que se ofrece gratuitamente, sino una deuda a la que se responde? Nos ama la Inmensidad, la Eternidad y el Amor, que supera toda comprensión. Ama Dios, cuya grandeza es infinita, cuya sabiduría es ilimitada, cuya paz supera todo entendimiento. Y nosotros. le responderemos con medida. ¡Cuánto te amo, Señor, mi fortaleza, mi alcázar, mi libertador! Eres lo más deseable y amable que puede imaginarse. ¡Dios mío, ayuda mía! Te amaré según tu me lo concedas y yo pueda, mucho menos de lo debida, pero no menos de lo que puedo. No puedo amar como debo ni me obliga a más de lo que puedo. Podré más si aumentas mi capacidad, mas nunca llegaré a lo que te mereces ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 16 “Este grito: ¡Que me bese con los besos de su boca!, me evoca aquel deseo ardiente y el afecto de su devota expectación. Todo el que entonces podía ser espiritual, sentía intensamente en su corazón cuánta gracia se derramaría en aquellos labios. Por eso exclamaban como hablando con el 16
deseo de su alma: ¡Que me bese con los besos de su boca! Y ansiaban con todo anhelo no verse defraudados de compartir tan gran embeleso”. S. Bernardo de Claraval, SC 2,1 “Vuélvete, aseméjate, amado mío, a la cabra y al cervatillo. ¿Cómo? ¿Acaba de irse y vuelves a llamarlo? ¿Qué ha sucedido en tan corto tiempo? ¿Se habrá olvidado algo? Sí ha olvidado todo lo que no sea él, incluido a sí misma. Aunque no está fuera de sí, no da señales de estar ahora en sus cabales. Ni siquiera sus sentimientos dejan traslucir ese rubor que revelan sus costumbres. Es una consecuencia de su amor apasionado. En efecto, este amor vence y cautiva el sentido del pudor, las formas de la oportunidad, las normas de la liberación, y engendra cierta desidia y olvido de la modestia y oportunidad. Observa cómo apenas se dio la vuelta, y ya le exige que vuelva ”. S. Bernardo de Claraval, SC 73, 1 “Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso por cierta languidez, como si sacaras del fuego una olla hirviente; esta señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que llama al Verbo para que vuelva: vuélvete. Y cuantas veces se aleje, otras tantas la repetiré; como pegado a la espalda del que se va, no me cansaré de gritar con el ardiente deseo de corazón para que regrese y me devuelva la alegría de su salvación y se me dé a sí mismo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 74, 7 “¿Habéis visto al amor de mi alma? ¡Oh amor arrebatado, impetuoso, abrasado, apasionado, que no permites pensar en nada fuera de ti, que todo lo vuelves desdeñable, que haces despreciar a todo menos a ti, sólo contento contigo! Desbaratas el orden, desorganizas el género de vida, desconoces la medida; vences tú mismo y eludes toda oportunidad, toda razón, todo pudor, todo consejo, todo juicio. Todo su pensamiento y todas sus palabras se refieren a ti, exhalan tu perfume, y nada más. Hasta ese extremo te pertenece y te apropiaste de su corazón y de su lengua. Escucha: ¿Habéis visto al amor de mi alma? Como si ellos supieran lo que ella sentía. ¿Preguntas por el amor de tu alma? ¿Es que carece de nombre? ¿Quién eres tú y quién es él? ”. S. Bernardo de Claraval, SC 79, 1 “No temerá iniciar una alianza de comunión con Dios, no sentirá pudor alguno para llevar el yugo del amor a una con el rey de los ángeles. ¿A qué no podrá aspirar con seguridad ante él si se contempla embellecida con su imagen y luminosa por su semejanza? ¿Por qué puede temer a la majestad, si su origen le infunde confianza? Lo único que debe hacer es procurar conservar la nobleza de su condición con la honestidad de vida. Es más, esfuércese por embellecer y hermosear con el digno adorno de sus costumbres y afectos la gloria celestial impresa en ella por sus orígenes”. S. Bernardo de Claraval, SC 83, 1 “A esta mirada de tanta bondad y misericordia le sigue una voz que da a conocer suave y dulcemente la voluntad de Dios. Se trata del amor mismo, incapaz de ocioso, porque inspira y seduce cuanto está en relación con Dios. En suma, le dice a la esposa que se levante y se apresure, sin duda para buscar el bien de las almas. 17
Esto es muy característico de la contemplación auténtica y desinteresada: el espíritu inflamado ardientemente por el fuego divino, se ve colmado a veces de tal celo y pasión por ganar para Dios otros que le amen de esa manera, que con mucho gusto interrumpe el ocio de la contemplación por su interés en comunicarla. Pero una vez satisfechos sus deseos vuelve otra vez a sí mismo con mayor ardor, cuanto más fructuosamente sabe que lo ha dejado. De nuevo se entrega a saborear la contemplación, para volver a buscar con su típica libertad el bien de los demás con mayor provecho. A veces fluctúa el espíritu con estos cambios: teme y le quema sobremanera entregarse más de lo debido, por sentirse arrastrado en sus afecciones de una parte para otra, y desviarse por ello de la voluntad de Dios en todo o en parte. Quizás le sucedía algo de esto al santo Job, cuando decía: Al acostarme pienso ¿cuándo me levantaré? Y levantado, deseo que llegue la tarde. Es decir: durante la contemplación me acuso de ser negligente para la acción, y en mis ocupaciones me remuerde haber perturbado mi contemplación. Ya ves qué vaivenes agitan al justo entre el fruto de sus obras y la ociosidad de su contemplación. Aunque siempre está entregado al bien, siempre se arrepiente del mal y en todo momento gime indagando la voluntad de Dios. En esas circunstancias el único remedio y refugio son los frecuentes sollozos y la oración ante Dios, para que se digne mostrarnos qué, cómo y cuándo quiere que actuemos. Con estas tres palabras, a mi entender, se te indican y enumeran estas tres cosas: la predicación, la oración y la contemplación. Con razón se le llama amiga a la esposa, porque busca con interés y fidelidad el bien del esposo predicando, aconsejando y sirviendo al prójimo. Con razón la llama paloma, porque gime suplicando por sus delitos en la oración y se gana sin cesar la misericordia divina. Con razón la llama hermosa, porque ardiendo con sus deseos celestiales, se reviste con la belleza de la suprema contemplación, cuando puede hacerlo libre y oportunamente ”. S. Bernardo de Claraval, SC 57, 9 “Hermanos que éste sea para vosotros el modelo de vida, la verdadera norma de vuestra vida santa: vivir con Cristo por el pensamiento y el deseo en esta patria eterna; en esta fatigosa peregrinación no rehusar, por Cristo, ningún ejercicio de caridad. Seguir a Cristo, el Señor, subiendo al Padre; afinarse, simplificarse, vivificarse en el ocio de la meditación; seguir a Cristo bajando hacia el hermano, distenderse por la acción, dividirse de mil maneras, hacerse todo a todos. No menospreciar nada de lo que concierne a Cristo; no tener nada más precioso que Cristo; tener sed de una sola cosa, ocuparse sólo de una cosa, cuando se trata del Cristo único; querer estar al servicio de Cristo, cuando se trata del Cristo múltiple”. Isaac de Stella, 3p Epi [12], 6 Amor ardiente S. Bernardo de Claraval - Dil 16 - SC 2, 1 - SC 57, 9 - SC 73, 1 - SC 74, 7 - SC 79, 1 - SC 83, 1 - B. Guerrico de Igny - Adv II [2], 4 18
-
Ben III [24], 4 Res [33], 5 Pent II [39], 1 Nat BVM II [52], 5
S. Elredo de Rieval - Spec I, 2.3 - Spec I, ,49 - Spec III,6 - Spec III,17 - Spec III, 106 - STemp Adv [I], 2 Isaac de Stella - 3p Epi [12], 6 Balduino de Ford - Sac alt III,1 - Sac alt III,2 - Tract III - Tract VI - Tract XIV
Apertura de corazón
“Puedes deducir, hermano, cuánta confianza tengo contigo al increparte tan duramente; al no vacilar en juzgar con tanta audacia tu proceder, no conocido por mí suficientemente, cuando quizá lo llevaste a cabo con mayor lucidez que la que yo conozco hasta ahora. Porque tú no quisiste aducir en tu carta todas aquellas razones con que podías excusar los hechos: bien por tu humildad o por la concisión con que la redactaste. Por tanto, suspendo todo juicio sobre lo que no estoy del todo informado y aplaudo irrevocablemente una sola cosa: que, abandonando el yugo de ser guía, no quisiste quedarte libre; volviste a tu querida disciplina y no tuviste a menos pasar otra vez del magisterio a la condición de discípulo. Desvinculado del cargo pastoral, podías haber permanecido independiente, ya que la promoción abacial emancipa de toda filiación. Pero tú rechazaste esa posibilidad, y lo mismo que te negaste a ser señor de los demás, te pareció temerario dirigirte a ti mismo, y porque no te juzgaste idóneo para ser maestro de los demás, no te fiaste de ti mismo y despreciaste convertirte en discípulo de ti mismo. Y con razón, pues quien se erige en maestro de sí mismo, se convierte en discípulo de su propia locura. Yo no sé lo que otros pensarán de sí mismos; pero ésta es mi experiencia: soy más capaz de mandar con facilidad y regentar con seguridad a muchas personas que a mí mismo. Tuviste, pues, una humildad prudente y una prudencia humilde, porque creíste que no te bastas a ti mismo para salvarte y determinaste vivir en adelante bajo el arbitrio ajeno”. S. Bernardo de Claraval, Ep 87, 7 “Pero todavía debe adentrarse por el camino real y avanzar hacia la fidelidad, acompañado, como tantas veces os lo encarezco, por la apertura de la conciencia, complemento de la contrición del corazón. La fe interior obtiene la justificación y la confesión pública consigue la salvación. Convertido de corazón, debe ser como un niño ante sí mismo, como dice la Verdad: Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. No pretenda, pues, encubrir lo que no es posible ignorar: 19
que ha sido aniquilado sin saber por qué. No se avergüence de sacar a la luz de la verdad lo que no puede ver oculto sin un gran sentimiento de compasión. Así es como entra el hombre por los caminos de la misericordia y de la lealtad, que son caminos de Dios y sendero de vida; su meta es la salvación del caminante ”. S. Bernardo de Claraval, QH XI, 9
Apertura de corazón S. Bernardo de Claraval - Ep 87, 7 - QH XI, 9
Atraídos por Cristo
“1. Así me gusta, carísimos. El discípulo que progresa es el orgullo de su maestro. El que no adelanta en la escuela de Cristo es indigno de su magisterio, el hecho de no avanzar es un verdadero retroceso. Nadie diga pues: basta ya, aquí me quedo, me conformo con ser como ayer y anteayer. El que tal hace es el que se sienta en el camino o el que se detiene en la escalera. Yo diría a ese tal: El que se ufana de estar en pie, cuidado con caerse. El camino es escabroso y angosto, y no es aquí, sino en la casa del Padre donde hay muchas mansiones. Por ello, el que habla de estar unido a Cristo tiene que proceder como él procedió. Y Jesús, dice el evangelistaa se desarrollaba y crecía en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres. Él no se detuvo, sino que saltó como un gigante a recorrere su camino y si nosotros no somos necios correremos tras él, y nos atraerrá el aroma de sus perfumes. De lo contrario, si nos alejamos de él, el camino se hará más pesado y peligroso para el alma perezosa, ya que no se recreará con sus aromas ni será capaz de reconocer las huellas del que se halla a tanta distancia. 2. Así pues, hermanos, corred de tal modo que le alcancéis. Y esto será realidad si no pensáis que ya le habéis alcanzado, sino que olvidando lo anterior, os lanzáis a la disciplina para que no se irrite el Señor y perezcáis desviados del camino de la justicia. Quien me come, añade la Sabiduría, tendrá más hambre, y el que me bebe tendrá más sed, para que reconozca el perezoso, que el hastío no procede de la hartura, sino de la vagancia. 3. Y como todo coopera para el bien de los que son llamados santos por elección de vida, excitémonos con el ejemplo de los que viven en el mundo. ¿Vemos acaso a un ambicioso que está satisfecho con los títulos que posee y no apetezca otros? Lo mismo acontece con los curiosos, cuyos ojos no se sacian de ver ni sus oídos de oír… Vergüenza nos debe causar vernos menos ávidos de los bienes espirituales. Que el alma convertida al Señor se ruborice de entregarse con menos a la justicia que el que antes tuvo para correré tras la maldad. Y es que el motivo de ambas es totalmente opuesto. Porque el pecado paga con la muerte, mientras que el fruto del espíritu es la vida eterna… Para sentirnos totalmente inexcusables, ocurre que cuanto más aumenta el peso ligero del Salvador, más llevadero se hace ¿no se levantan las avecillas sin que les pese la multitud de sus alas y plumas? Arráncaselas y todo su cuerpo caerá en tierra por su propio peso. Lo 20
mismo ocurre con la disciplina de Cristo, su yugo suave y su carga ligera: si lo abandonamos nos hundimos, porque es él quien nos lleva y no nosotros a él”. S. Bernardo de Claraval, Ep 385, 1-3 “2. Pero como dice en pos de ti creo que más bien pide que le permita seguir tras las huellas de su vida, para emular sus virtudes, guardar las normas de su conducta y abrazar la perfección de su forma de vida. En todo esto necesita sobremanera una fuerza que le permita renunciar a sí misma, tomar su cruz y seguir a Cristo. Por eso precisa la esposa ser atraída, y ser atraída precisamente por aquel que dijo: Sin mí nada podéis hacer. Sé muy bien, dice, que yo no puedo llegar hasta ti de manera alguna, a no ser caminando detrás de ti; y ni siquiera esto, si tú no me ayudas. Te pido, pues, que me atraigas en pos de ti, porque, ¡Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación! Ya que llegarán a poseerte en el monte de la felicidad. ¡Qué pocos, Señor, quieren ir en pos de ti!, aunque todos desean llegar hasta ti, porque están convencidos de que a tu derecha está la alegría perpetua. Todos quieren gozar de ti, más no todos imitarte; quieren reinar contigo, sin sufrir contigo… No les sucede eso a aquellos a los que decías: Vosotros os habéis mantenido a mi lado en las pruebas ¡Dichosos, buen Jesús, los que han obtenido este testimonio tuyo! Ellos caminaban realmente en pos de ti con sus pasos y su corazón. Les enseñaste el sendero de la vida, porque eres camino y vida, y les dijiste: venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres. El que quiera servirme que me siga, y allí donde esté yo, estará también mi servidor. Por eso lo tenían a mucha honra: Mira que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido 3. Así también tu amada, dejándolo todo por ti, ansía ir siempre en pos de ti, adherirse siempre a tus huellas, seguirte a donde quiera que vayas, consciente de que tus caminos son de salvación y todos tus senderos llevan a la paz, y que quien te sigue no camina entre tinieblas. Pero te pide que la atraigas, porque tu justicia es como el monte de Dios, y no se puede subir hasta allí con sus fuerzas. Te ruega que la atraigas, como acostumbras, porque nadie llega hasta ti sin no lo atrae tu Padre. Y a quienes atrae el Padre le atraes tú también. Lo que hace el Padre eso hace también el Hijo. Pero pide con más confianza que le atraiga el Hijo, porque es su propio esposo, al que envió el Padre por delante en calidad de guía y preceptor, para que la precediera por el camino recto y la enderezarse por la senda de las virtudes, la instruyera como sí mismo, le mostrase la calzada de la prudencia, le entregase la ley de la vida y de la bondad, y así él mismo desearía con razón su hermosura. 4. Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas. La razón por la que necesito que me atraigas, es que se entibió un poco en nosotros el ardor de nuestro amor, y así no podemos correr ahora con un frío que congela las aguas, como lo hacíamos ayer ye en los días pasados. Pero será después, cuando nos devuelvas la alegría de tu salvación, cuando brille de nuevo el sol de la justicia y pasen las nubes de la prueba que ahora lo ocultan, cuando comience a esparcirse el perfume al suave soplo de la brisa dulce como antes, y se derramen los perfumes con su fragancia. Entonces correremos, correremos aspirando su aroma, porque desparecerá la pesadez que ahora nos abruma y volverá la devoción. Ya no necesitaremos ser atraídas, pues acuciadas por su bálsamo correremos libremente. Pero ahora, entre tanto, atráeme en pos de ti. ¿No ves cómo el que te precede guiado por el Espíritu nunca permanece en el mismo estado, ni avanza siempre con la misma facilidad, y 21
que el caminar de hombre no depende de su poder? Se le concede a su arbitrio la voluntad del Espíritu: unas veces más lentamente y otras veces más aprisa le hace olvidar lo que queda atrás y lanzarse hacia adelante. Si os fijáis bien, parece que lo que os digo desde fuera coincide con lo que experimentáis en vuestro interior. 5. Por lo mismo, cuando te sientas afectado por la indolencia, la acedia o el tedio, no pierdas por eso la esperanza, ni desistas de tu tesón espiritual. Pide la mano del que te ayuda, instándole a que te atraiga, como hace la esposa, hasta que con el estímulo de la gracia puedas correr de nuevo más a prisa y alegre, diciendo: Corrí por el camino de tus leyes, cuando me esanchaste el corazón. Por eso, mientras actúe la gracia, alégrate, pero no pienses que posees el don de Dios por un derecho hereditario, como si por esa seguridad llegaras a creer que no puedes perderlo jamás. 9. Dice: Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas ¿Cómo nos extraña que sienta necesidad de que le atraiga, si corre tras un gigante, si intenta abrazar al que salta sobre los montes, brincando por los collados? Su palabra corre veloz y ella no puede seguirle ni competir con su agilidad, porque sale como un héroe a recorrer su camino; no puede valerse de sus fuerzas, y por eso pide que le atraiga diciendo: Estoy cansada, me ha agotado; no me abandones, atráeme en pos de ti, no sea que intente andar errante tras otros amantes, no sea que corra sin rumbo fijo. Atráeme en pos de ti, pues más vale que me atraigas y me provoques como sea, aterrándome con las amenazas o probándome con los castigos; pero no me dejes en mi frialdad, no me abandones en mi falsa seguridad. Atráeme aún a pesar mío y después te seguiré voluntariamente; atráeme incluso paralizada y me devolverás la agilidad. Algún día no necesitaré que me atraigas, porque correremos amorosamente con toda presteza. No correré yo sola: también correrán conmigo las doncellas. Correremos juntas, correremos a la par, yo por el aroma de tus perfumes y ellas movidas por mi ejemplo y mis insistencias. Sí correremos todas al olor de tus aromas. La esposa cuenta con estas imitadoras suyas, como ella imita a Cristo. Por eso no dice en singular: Correré, sino correremos”. S. Bernardo de Claraval, SC 21, 2-5.9 “Yo soy flor del campo y el lirio de los valles. La esposa le muestra el lecho; el esposo la llama al campo y la invita a trabajar. Cree que nada hay tan convincente para comenzar el combate, como presentarse él mismo como modelo y premio de la batalla. Yo soy la flor del campo. Esta expresión abarca las dos cosas: cuál es el modelo de la lucha y la gloria del triunfo. Tú eres para mí ambas cosas, Señor Jesús; espejo de sufrimiento y premio del que sufre. Lo uno y lo otro es una fuerte llamada y un apasionante estímulo. Tú adiestras mis manos para la pelea con el ejemplo de tu virtud; tú coronas mi cabeza tras la victoria con la presencia de tu majestad. O porque te miro a ti cómo combates o porque espero en ti que no sólo me coronas, sino que eres mi corona. En cualquier caso me seduces maravillosamente o me atraes inexorable, con ambos lazos irresistiblemente. Llévame en pos de ti: te seguiré a gusto y más gustosamente gozaré de ti. Si eres tan bueno, Señor, con los que te siguen, ¿cómo serás con los que te consiguen? Yo soy flor del campo: el que me ama, salga al campo, no rehúse combatir conmigo y por mí y podrá decir: He competido en n oble lucha”. S. Bernardo de Claraval, SC 47, 6 “Por eso, hermanos, perseverad en la disciplina que abrazasteis y subid por la pequeñez a la grandeza: es el único camino. Quien elige otro desciende, no asciende, porque únicamente la humildad encumbra y sólo ella nos lleva a la vida. Cristo, por su naturaleza divina, no podía 22
crecer ni ensalzarse, porque nada hay más alto que Dios. Pero vio que la humildad es el medio de elevarse, y vino a encarnarse, padecer y morir, para que nosotros no cayéramos en la muerte eterna; por eso Dios lo glorificó, lo resucitó, lo ensalzó y lo sentó a su derecha. Anda, haz tú lo mismo. Si quieres ascender, desciende; abraza esa ley irrevocable: a todo el que se encumbra lo abajarán, y al que se abaja lo encumbrarán. ¡Qué maldad y necedad la de los hombres! Con lo difícil que es ascender y lo fácil que es descender, prefieren subir antes que bajar. Siempre están dispuestos para recibir los honores y grandezas eclesiásticas, que hacen temblar a los mismos ángeles. ¡Qué pocos son los que te siguen, Señor Jesús, los que se dejan atraer por ti, los que se dejan guiar por la senda de tus mandatos! Algunos se dejan seducir y exclaman: llévame contigo. Otros se dejan guiar y dicen: condúceme a tu alcoba, rey mío. Otros son arrebatados como lo fue el Apóstol al tercer cielo. Los primeros son felices, porque a base de paciencia consiguen la vida. Los segundos son más felices, porque le alaban espontáneamente. Y los últimos son totalmente felices: han sepultado ya su voluntad en la insondable misericordia de Dios y están transportados por el soplo ardiente a los tesoros de la gloria. No saben si con el cuerpo o sin él; pero lo cierto es que han sido arrebatados ”. S. Bernardo de Claraval, Asc II, 6 “Leemos en el Evangelio: Nadie puede venir a mí si mi Padre no le atrae. Y en otro lugar: Oblígales a entrar. Aunque el Padre misericordioso parece que atrae y fuerza a todos a la salvación, porque quiere que todos se salven, sin embargo, sólo juzga digno de la salvación al que la recibe voluntariamente. Esto es lo que Él pretende cuando infunde temor o castigo. Trata de estimular nuestra voluntad en vez de salvarnos en contra de nuestra voluntad. Cambiar la voluntad del mal al bien, no anulando, sino transformando la libertad. Cuando nos dejamos atraer, no siempre es contra nuestro deseo. El ciego y el cansado se dejan llevar gustosamente. Pablo se dejó conducir de la mano a Damasco, sin repugnancia alguna. Y también deseaba ser arrebatada espiritualmente la que suspiraba a gritos en el Cantar: ¡Arrástrame en pos de ti; corramos al olor de tus perfumes! ” S. Bernardo de Claraval, Gra 36, 1 “Entonces el alma es vivificada si se somete a Dios y no a la carne; de modo que el justo verdaderamente diga: Mi alma está apegada a ti. Su alma se ha apegado a ti, prefiriéndote a ti, posponiéndose a ti, cuando te ha amado más que a sí misma. Y no te ha amado tanto por sí, cuanto te ha amado más por ti. Oh Señor Dios de mi salvación, yo querría pedirte en mi oración que me atraigas a ti, de modo que mi alma se apegue a ti. …De aquí que la esposa diga al Esposo: Atráeme en pos de ti: corramos al olor de tus perfumes. La esposa respira también las virtudes del Esposo, como preciosos perfumes. Pero las respira por la esperanza de imitarlas. Estimulada pues por el ejemplo del Esposo, tiene la esperanza de seguir de algún modo sus rastros; ella no presume seguirlo de algún modo por sí misma, como para sí, sino que al sentir el perfume de su presencia espera ser ayudada y dice: Atraédme en pos de ti: corramos al olor de tus perfumes”. Balduino de Ford, Tract IV “Pero… ¿pensáis hermanos, que podrá volar súbitamente de la tierra al cielo quien ahora no aprende a volar mediante el ejercicio y la práctica cotidianos? Si preguntas con qué maestro, con qué guía, ¿acaso Cristo como el águila que incita a volar a sus polluelos revoloteando sobre ellos? ….por una parte procuraba atraer hacia arriba, en pos de sí, sus corazones a impulsos del amor, y por otra les prometía, por el 23
ejemplo de su cuerpo, que sus cuerpos podrían ser elevados ” de la misma manera”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37],4 “Si no creemos, tampoco entenderemos y no gustaremos cuán suave es el Señor. Si es verdad que la fe siente el perfume, es la experiencia la que gusta y se goza. Por eso quizás María, hablando de su Jesús por sus poderes y acciones lo nombra ante todo como suavidad del perfume; porque verdaderamente Jesús comienza a existir en nosotros, cuando nos atrae a sí mismo mediante el perfume penetrante de lo que creemos de Él. Sin duda, éste es Jesús, suavidad de perfume que invita, honestidad que santifica, honor que glorifica. Suavidad de perfume por la que somos llevados, por decirlo así, hasta el camino; honestidad por lo que somos guiados; honor hacia el cual somos conducidos ”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51],4 “Así es educada con estas alternancias, hasta que el alma, totalmente absorta en la caridad inefable, ya no codicia gozar del amor, sino que inflamada en los ansiados abrazos del más hermoso de los hijos de los hombres, comienza a querer disolverse y estar con Cristo, repitiendo sin cesar con el Profeta: ¡Ay de mí que se prolonga mi destierro! Esta es la bendición que da el legislador: otorga a los principiantes el vino de la compunción junto con el temor, a los proficientes la leche de los pechos de su consuelo; y al destetarlos disfrutarán del banquete de su gloria” . S. Elredo de Rieval, Spec II, 30 Atraídos por Cristo S. Bernardo de Claraval - Asc II, 6 - Ep 385, 1-3 - Gra 36, 1 - SC 21, 2-5.9 - SC 47, 6 Guerrico de Igny - Asc [37],4 - Nat BVM I [51],4 S. Elredo de Rieval - Spec II,30 Balduino de Ford - Tract IV
Ayuno
“¿Quieres conocer la virtud del ayuno? Los demonios de la más cruel especie sólo son arrojados por el ayuno y la oración. Es también con el ayuno que el Salvador confrontó al diablo en el desierto. Escucha también en una breve fórmula el triple fruto del ayuno. El bienaventurado papa Gregorio canta: Tú, que, por el ayuno corporal, reprimes los vicios, elevas la mente, donas la virtud y su premio. Esta es la razón de nuestra abstinencia”. Isaac de Stella, PP. II [50], 12
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“Aquel que se restaura siempre que tiene hambre, ignora absolutamente lo que es el ayuno: su virtud y su mérito sólo comienzan con el hambre. En efecto, no comer no quiere decir ayunar. Lo mismo que comer inmediatamente después de haberse saciado es superfluo, así también, comer antes de tener hambre es ocioso; empero, comer cuando se tiene hambre es meritorio y tanto más meritorio cuánto más largo es el tiempo que le sigue”. Isaac de Stella, Quad I [32],5 “3.¿A nosotros qué nos manda el Evangelio hoy? Tú, dice, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara. ¡Admirable dignación del Señor! El Espíritu de Dios reposa sobre Él, pues le ha ungido; y con todo eso, predicando a los pobres, dice: Unge tu cabeza. El ayuno del cuerpo es unción de la cabeza y el hambre es alimento del corazón. 6.Puede, con todo eso, entenderse en la cara lavada la conciencia pura, y en la cabeza ungida un espíritu devoto. Y si aprobáis este pensamiento, pueden parecer dichas estas palabras para prevenirnos contra dos vicios que principalmente suelen acometer a los que ayunan. Porque tal vez alguno ayuna con afecto a la vanidad, y a éste se le dice: Lava tu cara. Otro ayuna quizá con impaciencia y resentimiento, y a este le es necesario ungir la cabeza. Esta cabeza es el interior ánimo, que entonces se unge en el ayuno cuando se deleita espiritualmente en él ¿Te parece acaso nuevo que digamos que la cabeza se unge con el ayuno? Aun diré más ¿No has leído alguna vez lo que se halla en la Escritura: Para que los alimente en el hambre? Es, pues el ayuno del cuerpo unción de la cabeza, y el hambre el cuerpo refección del corazón ”. S. Bernardo de Claraval, Quad I, 3.6 “Mas ni debe tenerse en poco la misma conversión corporal, pues se sabe que no es corta ayuda para la espiritual. De ahí es que en ese mismo lugar, habiendo dicho el Señor: De todo corazón, añadió luego, en ayuno, que ciertamente pertenece al cuerpo. Sin embargo, hermanos míos, quiero que estéis advertidos que el ayuno debe observarse no sólo respecto a la comida, sino respecto de todos los deleites de la carne y, de todo gusto del cuerpo; antes bien, se debe ayunar de los vicios que de los manjares. Pero hay un pan respecto al cual no quisiera yo que ayunarais, no sea que acaso desmayéis en el camino; y, si no lo sabéis, digo que es el pan de lágrimas, porque se sigue: En el ayuno, en las lágrimas y en los gemidos”. S. Bernardo de Claraval, Quad II, 4 “Os ruego, amadísimos, que recibáis con toda devoción el ayuno de Cuaresma, pues no sólo es apreciable por la abstinencia, sino mucho más por su misterio. Porque si hasta ahora hemos ayunado devotamente, sin duda debemos ayunar con más devoción en este santo tiempo. Y aunque se añade algo más al acostumbrado rigor de nuestra abstinencia, ¿no sería cosa indigna que fuera onerosos para nosotros lo que toda la Iglesia son nosotros observa? Hasta ahora ayunábamos nosotros solos hasta Nona; ahora ayunarán hasta la tarde con nosotros juntamente todos: reyes y príncipes, el clero y el pueblo, los nobles y los plebeyos, igualmente el pobre que el rico. Esto se ha dicho, hermanos míos para que acaso alguno no sea turbado del abatimiento y cobardía de su espíritu y reciba el presente ayuno con poca devoción, acordándose quizá de haber tolerado con bastantes dificultades el peso del anterior ayuno”. S. Bernardo de Claraval, Quad III, 1 “1. Habiendo llegado el tiempo del ayuno cuadragesimal, que os amonesto que recibáis con toda devoción, juzgo que será razón explicar algún tanto cuál sea el fruto del ayuno y de qué manera convenga ayunar. En cuanto a lo primero, hermanos míos, absteniéndonos por medio del ayuno 25
de las cosas lícitas, alcanzamos perdón de las ilícitas que habíamos cometido antes. 2. Diré también una cosa que fácilmente percibiréis, pues la habréis experimentado, si yo no me engaño, en vosotros mismos muchas veces. El ayuno da a la oración devoción y confianza. Y mira cómo mutuamente se ayudan estas dos virtudes entres sí, como está escrito: Si un hermano ayuda a su hermano, ambos recibirán consuelo. La oración alcanza virtud para ayunar y el ayuno merece la gracia de orar. El ayuno esfuerza a la oración y la oración santifica el ayuno y le presenta a Dios. ¿Qué nos aprovecharía el ayuno si se quedase en la tierra, lo que Dios no permita? Levántese, pues, a lo alto el ayuno, sirviéndose de la oración como de un ala; pero a ésta añadamos otra, porque acaso una sola no será bastante. La oración del justo, dice la Escritura, penetra los cielos. Tenga, pues nuestro ayuno, para que fácilmente penetre los cielos, dos alas, que son la oración y la justicia ”. S. Bernardo de Claraval, Quad IV, 1-2 “1-Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el ayuno, el trabajo manual y la integridad personal. 2- La cuarta tinaja es el ayuno ¿quién pone en duda su eficacia purificadora? ¡Cuánta verdad encierra aquella sentencia, el mejor remedio de un exceso es su contrario! Si hemos pecado por gula o glotonería, nada mejor que repararlo con la continencia y el ayuno, el Señor nos dice que es una fuente de energía para expulsar el demonio: esta ralea no sale más que a fuerza de oración y ayuno. 4- …El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina personal…” S. Bernardo de Claraval, D iv 55, 1.2.4 “…¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo hacemos para ser admirados por los hombres? ”. S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4 “En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre al gres y contentos; fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración. Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece un descanso”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7 “La templanza necesita igualmente de la justicia. Nos lo enseña el Señor en el Evangelio al condenar la templanza de los que sólo ayunaban para ostentar ante la gente su ayuno. Guardaban templanza en el comer, pero no eran justos en su corazón, porque no intentaban agradar a Dios, sino a los hombres”. S. Bernar do de Claraval, Csi I, 10 “Hermanos míos, el trabajo que hacemos nos recuerda nuestro exilio, nuestra pobreza, nuestra iniquidad. ¿Por qué caminamos sin descanso hacia la muerte, con ayunos constantes, vigilias frecuentes, con fatigas y toda clase de penalidades? ¿Hemos sido creados para esto? ¡No por cierto! Pues si el hombre ha nacido para trabajar no ha sido creado para el trabajo. 26
Su nacimiento se realiza desde el pecado, he aquí por qué es también castigo: Tenemos que gemir con el Profeta y decir: He sido concebido en la iniquidad, y mi madre me ha concebido en el pecado. Nuestra creación era extraña a una y otra, porque Dios no ha creado ni la aflicción ni la falta”. S. Bernardo de Claraval, Div 39, 1 “Cuando hayas encontrado el tesoro, ponte a nego ciar y busca las perlas preciosas. Si encuentras una de gran valor, vende todo lo que tienes y cómprala ¿Cuál será esta perla de gran valor?... Yo creo que esta única perla es la unidad. Busca perlas de gran valor quien no se contenta con los bienes elementales de la salvación, sino que persigue los más excelentes y sublimes. y como lo más valioso que encuentra es la unidad, no escatima nada por ella: tiene la audacia de preferir la unidad a los ayunos, vigilias y oraciones”. S. Bernardo de Claraval, Div 6 5, 2 “Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde el abismo hasta el cielo”. S. Bernardo de Cl araval, Gra 49, 3 “Ya puede cantar agradecido: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza. Aplica después la medicina de la penitencia, con las cataplasmas de los ayunos, las vigilias y la oración y otros ejercicios de penitencia. Mas por su debilidad necesita una sobrealimentación de las buenas obras, para que no desfallezca. Así te lo indica el que dijo: Para mí es alimento cumplir el designio de mi Padre. Vayan, pues, unidos los sufrimientos de la penitencia y el consuelo de las obras de piedad”. S. Bernardo de Claraval, SC 18, 5 “Has sembrado para ti la justicia, si mediante el verdadero conocimiento de ti mismo cultivas el temor de Dios, te humillas a ti mismo, te deshaces en llanto, prodigas las limosnas, te entregas a las demás obras de piedad, afliges tu cuerpo con ayunos y vigilias, golpeaste tu pecho y cansaste a los cielos con tu clamor: todo esto equivale a sembrar según justicia”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 2 “Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el vicio de la voluntad propia ”.S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13 “41. Aunque son muchos los ayunos de los cristianos, el cuaresmal sobrepasa a todos los demás. 42. Moisés, siervo del Señor, ayunó cuarenta días y cuarenta noches para hacerse digno de recibir la ley del Señor. Del mismo modo el Profeta Elías, después de comer la torta cocida al rescoldo y beber el agua que 27
le ofrecía el ángel, ayunó cuarenta días y cuarenta noches, mereciendo entonces escuchar la voz del Señor. Nuestro mismo Señor y Salvador venció al tentador después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, para acercarse entonces los ángeles a servirle. 43. El ayuno es un escudo impenetrable contra las tentaciones; un refugio saludable en toda tribulación; un apoyo indestructible para la oración. El mismo Cristo proclamó su virtualidad cuando, interrogado por los apóstoles acerca de por qué no habían podido arrojar el demonio apoderado del lunático, respondió: Esta clase de demonios no puede salir más que con la oración y el ayuno ”. S. Elredo de Rieval, Inst 41.42.43 “El amor divino comprende dos cosas: el afecto interior y llevarlo a efecto a través de las obras; éste consiste en la práctica de las virtudes y el afecto en la dulzura del gusto espiritual. La práctica de las virtudes implica un cierto modo de vivir: ayunos, vigilias, trabajo, lectura, oración, pobreza y otras obras semejantes; el afecto se nutre con la reflexión saludable. Por eso, para que ese amor a Jesús crezca en tu afecto, necesita esta triple meditación: sobre las cosas pasadas, presentes y futuras. Es decir, recordar lo pasado, experimentar el presente, y considerar el futuro”. S. Elredo de Rieval, Inst 104 “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre compasivo y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación. Por tanto, si nos afligimos con ayunos, si nos fatigan las vigilias, si nos agotamos trabajando, bendito sea Dios que nos consuela en toda tribulación”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 6 “Ahora debes sufrir por Cristo, ejercitar la virtud de la paciencia, castigar la insolencia de la carne con vigilias continuas y ayunos, soportar las tentaciones, alejar tu espíritu de toda solicitud terrena, y sobre todo, mortificar tu voluntad propia con la virtud de la obediencia”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 19 Algunos medios, como la lectio, la meditación, el trabajo corporal, el ayuno, la oración íntima y otros semejantes, pueden dispensarse, variarse, cambiarse, e incluso a veces suprimirse, por salvar a un hermano. De ellos dice el Apóstol: Nadie busque su interés sino el de los demás: Y también: Como yo, que intento agradar a todos, no buscando mi ventaja sino la de todos, para que se salven”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 102 “
Ayuno S. Bernardo de Claraval - Apo 1, 4 - Asc VI, 7 - Csi I, 10 - Div 39, 1 - Div 55, 1.2.4 - Div 65, 2 - Ep 142, 1 - Gra 49, 3 - Quad I, 3.6 - Quad II, 4 - Quad III, 1 - Quad IV, 1-2 - SC 18, 5 28
- SC 37, 2 - SC 71, 13 S. Elredo de Rieval - Spec II, 6 - Spec II, 19 - Spec III, 102 - Inst 41.42.43 - Inst 104 Isaac de Stella - PP. II[50], 12 - Quad I [32], 5
Buen celo
“¡Quién me diera embriagarme de esta saludable bebida, quedar absorto de admiración y presa de este suavísimo letargo, para que, amando al Señor mi Dios con todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas, no busque jamás mis intereses sino los de Jesucristo! Y amando al prójimo como a mí mismo, no busque mi provecho sino el del otro. ¡Oh palabra que consuma y condensa en la equidad! ¡La palabra caridad, la palabra amor, la palabra dilección, la palabra de la plena perfección interior! Palabra que desborda y nada le falta; palabra que condensa, y, en la que se compendia toda la ley y los profetas ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 49 “Cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto más capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio. La saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa toda ansiedad. Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad, toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo. …Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que ama, abunden en aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que desea, ni el fastidio al que está saciado”. Guillermo de Saint-Thierry, Contemp, I, 6 “Pero, ¿por qué es que en otro lugar se dice: Salmodiad al Señor con la cítara, con la cítara? ¿Qué significa esta repetición? ¿Habrá al lado de la cítara que representa nuestra conducta individual, otra que significa nuestras relaciones de unos con otros? Ciertamente, así como en la cítara son muchas las cuerdas, mas no todas las cuerdas tienen un mismo sonido, sino que muchos sonidos se unen por la armonía en un sonido casi único, así también todos nosotros no somos más que una cítara; frente a frente los unos de los otros, somos como cuerdas que se responden las unas a las otras. Cada vez que animado de un buen celo, uno da al otro un buen ejemplo, le sirve de modelo, o, por cualquier servicio de caridad y humildad se hace amable a sus ojos, es una cítara que resuena y cuyas cuerdas se responden armoniosamente ”. Balduino de Ford, Tract IV “Entre tanto el hombre animal y el hombre espiritual tienen conjuntamente un cuerpo animal; y se distinguen el uno del otro más por el estado del alma que por el del cuerpo. En efecto, es en el corazón donde el hombre animal es crucificado espiritualmente por el espiritual. Mas la cruz es el celo de Dios según la ciencia. Porque la ciencia y el celo son las armas de nuestra milicia, no carnales, sino poderosas en 29
Dios para derribar fortalezas, nos armamos así para destruir consejos y toda altanería que se levante contra la ciencia de Dios y reduciendo a servidumbre todo pensamiento a la obediencia de Cristo”. Balduino de Ford, Tract XI “El bien común antepuesto a los inntereses particulares: Tienen un solo corazón, una sola alma y todo lo tienen en común, en todo se muestran concordes y unánimes, siempre anteponen la utilidad general y el bien común a los interesses particulares; de tal manera que renuncian a sí mismos y a lo suyo, que ninguno, se trate de este o de aquello, ya en sus juicios, ya en sus consejos, presume defender pertinazmente su propia voluntad, ni tener algo aunque mímimo bajo pretexto de propiedad. …Todo lo que hacemos de bueno, aprovecha en común, aunque todo el bien no sea igualmente poseído por los que aman en común. Nosotros esperamos ayudarnos recíprocamente ante Dios con mutuas oraciones y méritos mutuos; y con los méritos y las oraciones de los santos a los que amamos y de los cuales deseamos ser amados, poseemos una gran confianza ante Dios de conseguir el perdón de los pecados y de merecer la gloria; principalmente si recordando sus méritos y contemplando su fe, su caridad, su piedad, su paciencia, nos llenamos de un celo santo, amamos, nos sentimos provocados a emularlos, nos inflamamos en el deseo de imitar sus virtudes”. Balduino de Ford, Tract XV “No Comeréis nada de él crudo, ni cocido al agua, sino solo asado al fuego. …Para comenzar por este último grupo, es asado al fuego lo que es cocido al calor de la fe y la caridad. Comen asado al fuego los que tienen el celo de Dios según la ciencia, es decir, según la piedad de la fe; los que creen piadosamente en Cristo y lo aman con fidelidad y con un corazón abrasado”.Balduino de Ford, Sac alt III,1 “Pueden ser llamados oportunísimamente higos malos aquellos que no habían retenido ninguna dulzura de caridad, ninguna suavidad de devoción, sino que, por envidia, por odio o por malicia, se hicieron amarguísimos y, por lo mismo de ningún modo dignos de ser comidos por Él, es decir de pasar a formar parte de Su Cuerpo ”. (celo malo y amargo) S. Elredo de Rieval, STemp Palm I [9], 2 “Pero si no tenemos tan buena conciencia para que nos atrevamos a desear su venida, debemos al menos temer su llegada y, por ese temor, corregir nuestros vicios para que si, al menos podemos temer ahora, cuando venga ya no temamos sino que estemos tranquilos” . (celo que aleja de los vicios, temer a Dios con amor) S. Elredo de Rieval, STemp Adv [1], 2 “Esta debilidad de mi Señor, sin duda es el apoyo y debilidad. De ahí que han de estar adheridos los que se en la Religión y prontos a todas las asperezas para temerariamente a los que ven que mitigan el rigor debilidad”. S. Elredo de Rieval, STemp Nat [2], 6
fortaleza de mi muestran firmes que no juzguen conforme a su
“Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo, puedes estar seguro que tendrás entre nosotros testimonio de que exhalas delicados perfumes. 30
Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las debilidades físicas y morales de los hermanos, sino que además los ayuda con sus servicios, los conforta con sus palabras, los orienta con sus consejos; o si la disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de consolar al débil por lo menos con la oración; todo el que así se comporte entre vosotros, repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo excelente de un perfume de gran precio. Este hermano es en el seno de su comunidad como aroma en el aliento de la boca. Se le señala con el dedo y todos dicen de él; Este es el que ama a sus hermanos y al pueblo de Israel, e intercede continuamente por el pueblo y la santa ciudad.” Bernardo de Claraval, SC 12, 5 “Escucha finalmente lo que Dios promete por medio del Profeta a los que ha ennegrecido la humildad de la penitencia o el celo de la caridad, como si fuese el calor del sol: Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana. No debemos rechazar de plano esta negrura exterior de los santos que produce la blancura interior, prepara en su interior un trono para la sabiduría”. S. Bernardo de Claraval, SC 25, 6 “Por esta razón, la esposa no niega que tiene la tez morena; se excusa. Porque no se siente deshonrada por nada que le exija el amor, si es que no lo condena el juicio de la verdad. En definitiva ¿quién enferma sin que ella no enferme? ¿Quién cae sin que a ella no le dé fiebre? Por ello se reviste de una compasión humillante, para mejorar o curar así el vicio de la pasión del hermano; y se vuelve morena por el celo de su candor y por el servicio de su hermosura ”. S. Bernardo de Claraval, SC 28, 1 “La aurora representa el ma ntenimiento de la unidad. En la vida de comunidad antepón siempre los deseos de los demás a los tuyos propios. Convive con a los hermanos sin quejas y con alegría, soportando a todos y Orando por ellos. Así podrá decirse de Ti: este es el que ama a sus hermanos y al pueblo de Israel, e intercede continuamente por el pueblo y por la ciudad santa de Jerusalén ”. S. Bernardo de Claraval, V Nat 3, 6 Buen celo Guillermo de Saint-Thierry - Contemp I, 6 Bernardo de Claraval - SC 12, 5 - SC 25, 6 - SC 28, 1 - V Nat 3, 6 S. Elredo de Rieval - Spec I, 49 - STemp Nat [2], 6 - STemp Palm I [9], 2 Balduino de Ford - Sac alt III,1 - Tract IV - Tract XI 31
- Tract XV
Capaz de Dios
“8. Yo y el Padre -dice el Hijo- vendremos a él, esto es, al hombre santo, y haremos morada en él. Pienso que no de otro cielo hablaba el profeta cuando dijo: Aunque tú habitas en el santuario, esperanza de Israel. Y más claramente el Apóstol: Que Cristo habite por la fe en nuestros corazones. 9. Nada tiene de extraño que el Señor Jesús habite gustosos en el cielo, toda vez que no lo creó, como a los demás con un simple `hágase´, sino que luchó por conquistarlo, murió para redimirlo. Por eso, después de la fatiga, dijo con mayor deseo: Esta es mi mansión por siempre aquí viviré, porque lo deseo. Dichosa el alma a la que dice el Señor: Ven amada mía, y pondré en ti mi trono ¿Por qué te acongojas ahora alma mía, por qué me turbas? ¿Piensas también tú encontrar en ti un lugar para el Señor? Pero ¿qué lugar hay en nosotros que podamos considerar idóneo para semejante gloria, adecuado para tal majestad? ¡Ojalá fuera digno de postrarme ante el estrado de sus pies! ¡Quién me concediera seguir siquiera las pisadas de cualquier alma santa, que Dios escogió como heredad! Sin embargo, si se digna infundir también en mi alma el óleo de su misericordia, de modo que yo mismo pudiera decir: Correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón, quizá podría también yo mostrarle en mí mismo, si no una sala grande arreglada, donde sentarse a la mesa con sus discípulos, sí al menos un lugar donde pueda reclinar su cabeza. 10. Después, es necesario que ella (es decir el alma) crezca y se dilate, para que sea capaz de Dios. Porque su anchura es su amor como dijo el Apóstol: Ensanchaos en la caridad. Pues si bien el alma, por ser espíritu, no es susceptible de cantidad extensa, sin embargo, la gracia le concede lo que la naturaleza le niega. Y así, crece y se extiende, pero espiritualmente. Crece y progresa hasta llegar al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud; crece también hasta formar un templo consagrado al Señor. Así que la grandeza de cualquier alma se estima por la medida de la caridad que posee, de modo que la que posee mucha es grande; la que poca, pequeña; y la que ninguna, nada. Pues como dice Pablo: Si no tengo caridad, no soy nada”. S. Bernardo de Claraval, SC 27, 8.9.10 “La luz espiritual que ilumina nuestros ojos, es la caridad de Dios hacia nosotros. Los numerosos y grandes beneficios de Dios que se nos han mostrado y concedido anticipadamente, casi reciben en sí la luz de la caridad y la muestran a nuestros ojos. En ellos aparece cuánto ama Dios, y cuánto debe ser amado. Pues mientras la grandeza de sus beneficios se despliega ante nuestros ojos, la inmensa caridad de Dios se hace conocer ampliamente patente a la vista de todos; y al contemplarla, también la mirada de nuestro espíritu se difunde con mayor amplitud; y mientras la caridad con que Dios ama es pensada con mayor amplitud según la digna apreciación de sus beneficios, ella, introducida en nuestros sentidos interiores se traduce en dulzura y conmueve el corazón con la maravillosa suavidad de un mutuo amor y lo dilata en mayor medida para hacerlo capaz de Dios. Él se adapta y se conforma a la caridad divina de acuerdo a la reciprocidad del amor, de acuerdo a la altura y a la profundidad, y también a la longitud y a la anchura ”. Balduino de Ford, Tract XIII “Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas 32
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea, porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se realiza eso, Señor, sino amándote? Pero con todo el ser. Descienda, Señor, te ruego, a mi alma una partícula de esta inmensa dulzura tuya, con la que se endulcen los panes de su amargura. Guste de antemano con la prueba de un pequeño sorbo aquello que desea, lo que ansía, por lo que suspira en esta peregrinación. Saboree y siga con hambre, beba y siga con sed, pues los que te comen tendrán más hambre, y los que te beben tendrán más sed. Pero se saciarán cuando aparezca tu gloria, cuando se manifieste el cúmulo inmenso de tu dulzura, que reservaste para los que te temen, porque sólo lo revelas a los que te aman ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 1 “Únicamente la criatura racional es capaz de bienaventuranza. Creada a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherirse a aquel de quien es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura racional, como dice el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta adhesión no es de la carne sino del alma pues el Creador de las naturalezas infundió en ella tres facultades para hacerle capaz de la eternidad divina, partícipe de la sabiduría y saboreador de la dulzura. Estas tres son la memoria, la ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de eternidad, la inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura. Creado el hombre con estas tres facultades a imagen de la Trinidad, tenía presente a Dios en la memoria sin olvidarle, le conocía sin error por la inteligencia, y con el amor lo abrazaba sin codiciar nada más. Por eso era feliz”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 9 “3. Así pues, la Trinidad indivisa creó de la nada, por un acto indivisible, cuando quiso, lo que ella nunca comenzó a querer, un ser que fuese capaz de recibirla, susceptible de participar en su delectación y en su felicicidad y en la paz y en la alegría, es decir un espíritu racional, a su imagen. 5. Así pues el espíritu racional ha sido creado para regocijarse y deleitarse con Dios, de Dios y de todas las cosas en él sólo. En verdad ha sido creado racional para buscar a Dios en sí mismo y en todas las cosas; ha sido creado concupiscible para amar y desear a él sólo; ha sido creado irascible para rechazar todo lo que se opone a esta contemplación y a esta delectación”. Isaac de Stella, Sex VIII[25],3.5 Capaz de Dios S. Bernardo de Claraval - SC 27, 8.9.10 S. Elredo de Rieval - Spec I, 1 - Spec I, 9 Isaac de Stella - Sex VIII[25], 3.5 33
Balduino de Ford - Tract XIII
Ciencia
“Cristo se habrá formado en ti perfectamente -en cuanto es posible en esta vida-; si llegas a conocer la verdad, que es Él mismo y una vez conocida la glorificas en el temor y la esperanza, y si la caridad, para que la esperanza no sea confundida, ha sido derramada en tu corazón. …Cuando un corazón iluminado llega a conocer mejor a Dios, con tanta mayor confianza espera en él ”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 4 “Gracias a ti, Padre de las luces, por habernos llamado de las tinieblas a tu luz admirable. Gracias porque dijiste que la luz resplandeciera de entre las tinieblas y la hiciste brillar en nuestros corazones para iluminarnos con el conocimiento del rostro de Jesucristo ”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3 “Que el mérito y la experiencia de la justicia encienden la luz de la ciencia lo enseña la palabra del profeta que había dicho de antemano: Sembraos semillas de justicia. Y a fin de mostrar qué primicias recogeremos de esta semilla, añade: Alumbraos con la luz de la ciencia. Así también el Apóstol: Fructificad en buenas obras –dice- y creced en la ciencia de Dios. Así mismo tú, David, príncipe sapientísimo sentado en la cátedra entre los tres, ¿cómo adquiriste más inteligencia que los ancianos? Porque, dice, investigué tus mandamientos. Ciertamente gracias a tus mandamientos adquirí la inteligencia, porque una buena inteligencia es dada a todos los que obran según el temor del Señor ”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 4 “… Pero a menudo la fe centellea y la justicia refulge, y sin embargo la inteligencia aún está entenebrecida, de modo que no puede explicar el misterio de la fe que venera teniéndolo aun por así decir envuelto; sellado está para ella el libro de las Escrituras como si no supiera leer; tampoco tiene los sentidos ejercitados para discernir el bien del mal, lo verdadero de lo falso”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 5 “Si bien esta ciencia contiene varios carismas, el Espíritu que los otorga no confiere fácilmente todos a uno solo, sino que los reparte a cada uno según quiere: a algunos, el conocimiento de los misterios, a otros la inteligencia de las Escrituras, a otros la interpretación de las lenguas, a otros la discreción de los espíritus, a otros la gracia tan necesaria para reconocer y juzgar según su sabor las virtudes y los vicios, a fin de que los vicios no engañen so capa de virtud…”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 6 “La lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir, la justicia de las obras y la experiencia d e los sentidos espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos 34
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5 “Sabemos que la doctrina se alcanza no sólo por la inocencia de la vida, que nos hace amigos tuyos, sino también por un estudio asiduo y una oración instante que nos torne importunos”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 2 “Esto afirma el Señor: Quien anda en tinieblas, no sabe adónde va. Por el contrario el precepto es una lámpara, la ley una luz y la corrección de la disciplina es el camino de la vida. El que se aparta de la corrección se equivoca. Si deseas ser tenido por sabio, no te constituyas en tu propio instructor y guía en un camino por el que nunca anduviste; antes bien, inclinarás tu oído a los maestros, aceptarás sus correcciones y consejos, y te entregarás al estudio y a la lectura para no tener que arrepentirte más tarde diciendo: ¿Por qué detesté la disciplina y mi corazón no aceptó las correcciones, ni escuché la voz de los que me instruían, ni presté oído a mis maestros? A punto estuve de caer en la desgracia en medio de la asamblea y de la comunidad”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4 “Este Niño que parece ignorante es el mismo que enseña la ciencia a los hombres y a los ángeles por ser verdaderamente el Dios de las ciencias, la sabiduría de Dios y el Verbo”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 2 “… Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3 “Sin duda el Espíritu es por naturaleza ambas cosas: unción espiritual y esplendor invisible. Ambas cosas obra en nosotros por su gracia: unge el corazón porque es aceite; ilumina la inteligencia porque es esplendor. Y esto no proviene de dos principios distintos, sino que él es uno solo, aceite y esplendor, ya que por su unidad es absolutamente uno. Unge el corazón porque es el amor; ilumina la inteligencia porque es la verdad. Unge el corazón cuando otorga la devoción, ilumina la inteligencia cuando revela los misterios. Cuando enseña la bondad para que seamos sencillos como palomas, unge el corazón; cuando enseña la ciencia para que seamos prudentes como serpientes, ilumina la inteligencia”. Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 4 “Para comenzar por este último grupo, es asado al fuego lo q ue es cocido al calor de la fe y la caridad. Comen asado al fuego los que tienen el celo de Dios según la ciencia, es decir, según la piedad de la fe; los que creen piadosamente en Cristo y lo aman con fidelidad y con un corazón abrasado”. Balduino de Ford , Sac alt III,1 Si la fe es la ciencia de la salvación, ¿por qué no creer que ella posee la certidumbre? Sé, dice Job, que mi Redentor vive. Estoy segura, dice Marta, de que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo otorgará Y, hablando de su hermano, dice: Sé que resucitará en la resurrección, en el último día. Sé, dice el Apóstol, a quién me he confiado y estoy seguro. 35
El mismo, refiriéndose a Abrahán, dice: No vaciló ni fue incrédulo; al contrario, fortalecido por la fe, dio gloria a Dios, convencido de que Dios tiene poder para cumplir todo lo que ha prometido”. Balduino de Ford, Tract I “Entre tanto el hombre animal y el hombre espiritual tienen conjuntamente un cuerpo animal; y se distinguen el uno del otro más por el estado del alma que por el del cuerpo. En efecto, es en el corazón donde el hombre animal es crucificado espiritualmente por el espiritual. Mas la cruz es el celo de Dios según la ciencia. Porque la ciencia y el celo son las armas de nuestra milicia, no carnales, sino poderosas en Dios para derribar fortalezas, nos armamos así para destruir consejos y toda altanería que se levante contra la ciencia de Dios y reduciendo a servidumbre todo pensamiento a la obediencia de Cristo. …Advierte, en estas palabras del Apóstol, cómo la altura se levanta contra la ciencia de Dios. ¿Cuál es esta altura sino aquella de la que se dice: No te eleves en tus pensamientos? Esta es la altura del hombre animal que camina en la vanidad de su pensamiento. La altura de la cruz es la ciencia de Dios que reduce a servidumbre toda inteligencia para someterla a la obediencia de Cristo. …Hay algunos que tienen el celo de Dios, pero no según la ciencia; otros tienen ciencia, pero sin tener celo. Mas para poder ensamblar los dos maderos y hacer con ellos una cruz, es preciso unir el celo a la ciencia y la ciencia al celo, para que la devoción (el don de sí) no sea indiscreta, o la discreción no sea indevota ”. Balduino de Ford, Tract XI “Únicamente la criatura racional es capaz de bienaventuranza. Creada a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherirse a aquel de quien es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura racional, como dice el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta adhesión no es de la carne sino del alma pues el Creador de las naturalezas infundió en ella tres facultades para hacerle capaz de la eternidad divina, partícipe de la sabiduría y saboreador de la dulzura. Estas tres son la memoria, la ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de eternidad, la inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura. Creado el hombre con estas tres facultades a imagen de la Trinidad, tenía presente a Dios en la memoria sin olvidarle, le conocía sin error por la inteligencia, y con el amor lo abrazaba sin codiciar nada más. Por eso era feliz”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 3 “¿Qué haces, alma humana, qué haces? ¿Por qué te enredas con tantas cosas? Sólo una cosa es necesaria ¿Para qué más? Lo que ansías en tantas cosas lo tienes en uno. La grandeza, la ciencia, el deleite, la abundancia, todo lo tienes aquí, plenamente aquí, y en ningún otro lado. ¿Acaso existe la verdadera grandeza en esta fosa fatal y charca fangosa? ¿Se halla la ciencia en este país de sombras de muerte? ¿Es posible el gozo puro en este lugar horroroso y en esta inmensa soledad, o la plena abundancia ente tanta miseria? ¿Qué grandeza existe en el mundo que no la destruya el temor? ¿Qué ciencia tiene el hombre si se desconoce a sí mismo? Y si te gozas en la carne, eso es propio del caballo y del mulo que carecen de razón. Si te recreas en la fama o riquezas, cuando mueras no llevarás nada ni te acompañará tu fama. Así pues, la verdadera grandeza reside donde ya no hay nada mayor a que aspirar; la ciencia verdadera consiste en no ignorar nada; el auténtico placer es inmune al hastío; y la auténtica abundancia es la que nunca se agota ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 5 “Sea, pues, la fe para nosotros como el día primero … 36
…Irrumpa la prudencia como la luz del día cuarto, con el cual separemos lo que se debe y no se debe hacer, como se distinguen el día y la noche; con su ayuda brille la luz de la sabiduría como el resplandor del sol, y la luz de la ciencia espiritual, que en algunos de nosotros crece y en otros mengua, aparezca como la belleza de la luna. Y por ella el alma ferviente reciba los ejemplos de los padres antiguos como una multitud de estrellas, y divida por su medio los días y los años, los meses y las horas”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 32 “Recordad también vosotros lo que amonesta el sabio, para estar seguros cuando razonáis los misterios divinos: No pretendas lo que te sobrepasa ni escudriñes lo que se te esconde. Proceded pues, guiados por el Espíritu y no cedáis a vuestros propios deseos. La erudición del Espíritu no provoca la curiosidad, inflama el amor. Con razón la esposa, cuando busca al amor de su alma, no se fía de sus sentidos carnales, ni asiente a los sutiles razonamientos de la curiosidad humana. Pide un beso, es decir, el Espíritu Santo, de quien recibe a un tiempo el gusto de su ciencia y el condimento de su gracia. Justamente esa ciencia que se infunde con ese beso, se recibe con amor, porque el beso es señal del amor. Mas la ciencia que engríe, por carecer de amor, no nace de un beso. Tampoco deben arrogárselo quienes sienten un celo de Dios que no se inspira en su sabiduría. Porque el don del beso lleva consigo estos presentes: la luz del conocimiento y el ungüento de la devoción. Eso es precisamente el Espíritu de ciencia y entendimiento que, cual abeja portadora de cera y de miel, lo tiene todo: fuego para iluminar con su sabiduría y gracia para infundir su sabor. Que no crea, por tanto, haber recibido este beso el que entiende la verdad, pero no la ama; o bien el que la ama, pero no la entiende. Con este beso son incompatibles el error y la tibieza. Así pues, para recibir la doble gracia de ese beso, la esposa presenta sus dos labios: la luz de la inteligencia y el deseo de la sabiduría. Radiante con este beso cumplido, merece escuchar: En tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente”. S. Bernardo de Claraval, SC 8, 6 “Sea la luz de Cristo tu verdad, para que no te engañe el espíritu de la mentira o del error. Sea tu fuerza el poder de Cristo, para que no te canses en las tribulaciones. Que el amor inflame tu celo, lo informe la ciencia y lo conforme la constancia. Sea tu amor ferviente, recatado, invulnerable. No conozca la apatía, ni carezca de discreción, ni sea tímido. Considera que la ley te exige estas tres cosas, cuando dice: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Si no surge otra interpretación más acertada de esta triple distinción yo creo que el amor del corazón se refiere al celo del afecto, el amor del alma a la sutileza o juicio de la razón, y la fuerza del amor puede guardar relación con su constancia y entereza. Ámale, pues al Señor con todo el afecto de tu corazón entero; ámale con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas tus fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 4 “Escucha, pues, y observa la distribución que hacen los ángeles en el nacimiento de este Mediador: Gloria, dicen, sea a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. En fin, para guardar esta distribución no faltó a Cristo reconciliador fiel, ni el espíritu de temor, con que mostrara siempre reverencia al Padre, siempre difiriese a él y siempre buscase su gloria; ni el espíritu de piedad, con que misericordiosamente se compadeciese de los hombres. Por lo mismo, tuvo 37
también como necesario el espíritu de ciencia, por el cual se hiciese la distribución del espíritu de temor y de piedad sin confusión alguna. Y advierte que en aquel pecado de nuestros primeros padres fueron tres los autores, pero manifiestamente faltaron a las tres cosas. Hablo de Eva, del diablo y de Adán. No tuvo Eva ciencia, pues, como dice el Apóstol, fue seducida para cometer el pecado. Seguramente ésta no faltó a la serpiente, pues se describe como la más astuta entre todos los animales, pero careció e maligno del espíritu de piedad, puesto que fue homicida desde el principio. Tal vez Adán podría parecer piadoso en no querer contristar a la mujer, pero abandonó el espíritu de temor de Dios, obedeciendo antes a la voz de Eva que a la divina. Ojalá que hubiera prevalecido en él el espíritu de temor, como expresamente leemos de Cristo en la Escritura, que estuvo lleno no del espíritu de piedad, sino del de temor, porque en todo y para todo debe preferirse el temor de Dios a la piedad con los prójimos, y él sólo es el que debe ocupar todo el hombre. Por medio de estas tres virtudes, que son: el espíritu de temor, el de piedad y el de ciencia, reconcilió a los hombres con Dios nuestro Mediador, porque con su consejo y con su fortaleza los libró del poder del enemigo. S. Bernardo de Claraval, Ann II, 3 “Pero como todavía estamos buscándole, subamos a este carro, porque, enfermos y débiles como somos, necesitamos de un vehículo; a ver si podemos alcanzar nuestro destino, es decir, la meta de ese carro. Así nos lo aconseja su propio conductor, que nos invitó a llevarnos: que seamos capaces de comprender, en compañía de todos los consagrados, lo que es su anchura y largura, altura y profundidad. Comprender, dice, y no "conocer", para que no nos limitemos a satisfacer la curiosidad por la ciencia, sino que aspiremos con todas nuestras fuerzas a recoger sus frutos. El fruto no es el conocimiento, sino el acto de comprender. Porque, como dijo alguien, el que conoce el bien y no lo hace, está en pecado Y también dice Pablo: Corred de manera que lleguéis a comprender. Más tarde explicaré que es comprender ”. S. Bernardo de Claraval, Csi 27, 3 “Ya hemos llegado a conocerlas. Pero ¿las hemos comprendido? No lo comprende el razonamiento, sino la santidad de vida, suponiendo que pueda comprenderse lo que de suyo es incomprensible. Pero si no fuera posible no habría dicho el Apóstol: Para que comprendamos con todos sus consagrados. Por tanto, lo comprenden los santos. ¿De qué manera? Si eres santo, lo conociste y lo comprendiste; si no lo eres, trata de serlo y lo sabrás por experiencia. Serás santo si tus afectos son santos, y ellos de dos maneras por el santo temor de Dios y por el santo amor. Afectada totalmente el alma por este como doble abrazo suyo, comprende, abraza, estrecha, posee y exclama: Lo agarraré y no lo soltaré ”. S. Bernardo de Claraval, Csi 30, 1 “El hombre maneja una escala de valores más decisiva para ese plano superior de su ser, que es su alma: su dignidad, su ciencia, su virtud. Su dignidad radica en su libre albedrío, distintivo por el que se destaca sobe las demás criaturas v domina a los simples animales. Su inteligencia le permite, a su vez, reconocer su dignidad, no como algo propio, sino como don recibido. Finalmente, la virtud le impulsa a buscar con afán a su Creador y adherirse estrechamente a él cuando lo ha encontrado ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 2, 3 3. ¿En qué consiste esta ciencia? En esto: en estar convencidos que el Señor vendrá, aunque no sepamos el momento concreto. Esto es todo lo 38
que se nos pide. Me dirás: Esto lo saben todos. ¿Quién no va a saber, aunque sólo sea cristiano de nombre, que el Señor vendrá, que vendrá a juzgar a vivos y muertos, y a pagar a cada uno según su conducta? Hermanos esto no lo sabe toda la gente, ni siquiera un gran número. Es de pocos, porque son pocos los que se salvan. ¿ Piensas que los que obran el mal y se alegran en a perversión creen y reflexionan en la venida del Señor? Aunque lo digan, no lo creas. Porque quien dice : Conozco al Señor, pero no cumple sus mandatos, es un embustero. Según el Apóstol, hacen profesión de conocer a Dios, pero sus acciones lo desmienten, porque la fe sin obras es un cadáver. Nunca se hubiesen enfangado si hubieran conocido o temido la venida del Señor; habrían estado alerta, sin permitir el naufragio de sus conciencias. 4. Esta ciencia actúa en su primer grado provocando la pena o dolor. Transforma la risa en llanto, el canto en lamentos, la alegría en tristeza. Que comience a desagradarte lo que antes tanto te atraía; que aborrezcas tus más queridos caprichos como está escrito: El que aumenta el saber, aumenta el dolor. El indicio de una ciencia auténtica y santa es el dolor que la acompaña. En un segundo grado, la ciencia actúa como corrección. Desde entonces, ya no permitas que los miembros de tu cuerpo sean instrumentos del pecado. Reprime la gula, ahoga la lujuria, abate la soberbia y fuerza al cuerpo a servir a la santidad, al igual que antes había servido a la inmoralidad. Por eso en el tercer grado actúa la solicitud, que le impulsa a comportarse diligente con su Dios y examinarse profundamente a sí misma, para ver si hay algo, por insignificante que sea, que agravie a aquella tremenda majestad. Esta ciencia se enciende en el pesar, arde en la corrección, brilla en la solicitud; es una renovación interior y exterior”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 3.4 Ciencia S. Bernardo de Claraval - Ann II, 3 - Csi 27, 3 - Csi 30, 1 - Dil 2, 3 - SC, 8, 6 - SC, 20, 4 - V Nat III, 3.4 Beato Guerrico de Igny - Adv IV [4], 4 - Nat I [6], 2 - Epi II [12], 3 - Epi III [13], 3 - Epi III [13], 4 - Epi III [13], 5 - Epi III [13], 6 - Epi III [13], 7 - Res III [35], 5 - Rog [36], 2 - PP I [44], 4 - Nat BVM II [52], 4 S. Elredo de Rieval - Spec I, 3 - Spec I, 5 39
- Spec I, 32 Balduino de Ford - Sac alt III,1 - Tract I - Tract XI
Ciudadanos del cielo
“Puede aguardar al Señor quien ha recibido la gracia de decir: El patrimonio de mi pequeña heredad, Señor, lo he puesto en tus manos, porque al darte mis bienes o al despreciarlos por amor a ti, he juntado un tesoro en el cielo. Puse a tus pies todas mis cosas porque sé que eres poderoso no sólo para conservar mi depósito, sino también para cuadriplicarlo y darme además la vida eterna. Dichosos vosotros, pobres de espíritu, que según el consejo del Consejero admirable juntáis para vosotros tesoros en el cielo, temiendo que si tales permanecieran en la tierra, junto con ellos, se corromperían vuestros corazones. Porque donde está tu tesoro, dice el Señor, está tu corazón. Por lo tanto sigan, sigan vuestros corazones en pos de sus tesoros, el pensamiento permanezca fijo, en lo alto y la esperanza puesta en el Señor, para que podáis también decir con el Apóstol: Nuestra ciudadanía está en el cielo y de allí aguardamos al Salvador”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 1 “Hermanos, mirad al cielo, porque indudablemente en el cielo está vuestra ciudadanía. Levantad la mirada y dirigid los ojos de vuestra alma, si aún no podéis hacia el disco solar, al menos hacia el fulgor de las estrellas. Admirad el esplendor de los santos, imitad su fe, emulad su santidad. Estas estrellas refulgen como la llama e indican el nacimiento de la luz de las luces”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6 “Pero si alguna vez buscaste no las cosas de arriba, sino las de la tierra repréndete ahora mismo y di al Señor con el profeta: ¿Qué hay para mí en el cielo y qué he de desear en la tierra fuera de ti? ¡Pobre de mí, cuán miserablemente erraba! ¡Tan grande es lo que está reservado en el cielo y yo o despreciaba! ¡Tan nada lo que está en la tierra, y tan to lo deseaba! Puesto que Cristo, tu tesoro, subió al cielo, esté allí también tu corazón. De allí traes tu origen, allí tienes tu parte y tu herencia, desde allí aguardas al Salvador ”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 5 “Escuchadme
vosotros, frutos divinos, y brotad como rosales plantados junto a las corrientes de las aguas. Hundidas vuestras raíces junto a las aguas de vida, es decir, en el amor de la tierra de los vivientes, no de esta tierra, donde todas las cosas envejecen y se corrompen. El árbol no puede dar fruto duradero a no ser incrustando sus raíces allá en las alturas, donde puede buscar y saborear las cosas de arriba, no las de la tierra. Dicen los médicos respecto del hombre que es un árbol a la inversa, a causa de tener los nervios, la raíz y el principio de vida en la cabeza; yo lo interpreto en otro sen tido, es decir, que el hombre debe tener fija la raíz del amor y del deseo en el cielo, en Jesucristo, cabeza, cima suprema de todas las cosas. El que haya echado allí raíces y haya bebido de continuo el zumo de vida y de gracia en aquella fuente eterna, no temerá cuando llegue el ardor del juicio, antes bien llevando y ofreciendo el fruto abundante reportado, recibirá como recompensa florecer toda la eternidad ante el Señor, a quien sea dado honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. 40
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 7. “Si ya somos hijos espirituales de Israel, si espiritualmente hemos salido de la tierra de Egipto, ofrezcamos todos para la construcción de este tabernáculo y cada uno dé de lo que tiene: Pues cada uno tiene de Dios su propio don, uno de una manera y otro de otra. Este puede ofrecer más trabajo; aquel más vigilias, ése más ayunos; uno más oración, otro lectura y meditación. Aquel Moisés estableció seis ciudades de refugio para los hijos de Israel: tres fuera de la tierra de promisión, y tres en la misma tierra de promisión, para que cualquiera que hubiera cometido algún homicidio por ignorancia, refugiándose en éstas se salvara. Me parece que estas seis ciudades pueden significar aquellos seis ejercicios generales que tenemos establecidos: tres son corporales, esto es: trabajo, vigilias, y ayunos y estas cosas corresponden especialmente a los que todavía son atraídos por las pasiones carnales y están aún casi fuera de la tierra prometida, para quienes no se ha dicho: Nuestra morada está en los cielos”. S. Elredo de Rieval, STemp Ben III[7], 2 “A decir verdad, no acierto a encontrar un nombre con que llamarlos, hombres celestiales o ángeles terrenos, que viviendo en la tierra, anticipadamente eran ya ciudadanos del cielo. Trabajan con las propias manos y de su trabajo alimentan a los pobres, necesitados ellos, socorrían con lo que sacaban de las vastedades del yermo a los presos y enfermos de las ciudades; y a todos los que hallaban en una necesidad prestaban ayuda, viviendo siempre del trabajo de sus manos y habitando las moradas que eran de sus manos también”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep fra 158 “Si celebramos con todo fervor las solemnidades de Navidad y Resurrección, también debemos festejar devotamente este día de la Ascensión. …Pero ¿qué significan estas fiestas para mí, que sigo viviendo en este mundo? ¿Quién se atrevería a desear subir al cielo, si no es apoyándose en el que antes de subir había descendido? Para mí la vida de este destierro sería poco menos que un infierno, si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado una semilla de aliento y expectación cuando, elevado sobre las nubes, suscitó la esperanza en los creyentes. Si no me voy, no vendrá vuestro abogado. ¿Qué abogado es ése? El que inunda de amor y hace que la esperanza no defraude?. El Consolador que nos hace vivir como ciudadanos del cielo; la energía divina que levanta nuestros corazones. Voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, volveré para llevaros conmigo ”. S. Bernardo de Claraval, Asc IV, 1 “59. Tropezáis con una contradicción que aparece en dos sentencias de Pablo: Somos ciudadanos del cielo… y, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados del Señor. La persona es al mismo tiempo desterrada del Señor y es ciudadano del cielo. El Apóstol mismo compagina esta situación ambivalente escribiendo en otro pasaje: limitado es nuestro conocimiento y limitada nuestra profecía. Mientras conocemos, sumidos en la contemplación, estamos ya con el Señor. Mientras profetizamos sobre las realidades venideras, creyendo sin entender, esperando sin ver, estamos desterrados del Señor en nuestro cuerpo. Cuando venga lo perfecto, la plenitud de la gloria en la resurrección futura, entonces lo limitado se acabará, y toda la corrupción corporal que todavía reina en la limitación con nuestro destierro en nuestro cuerpo. 41
60. Es cierto que ya somos ciudadanos del cielo, pero de la forma que Pablo se expresa: con la esperanza nos ha salvado. Con la esperanza ya vivimos en los cielos. Mientras que en realidad y todavía andamos desterrados en esta tierra y en el cuerpo. …El alma que ama a Dios vive de Él, como el cuerpo vive por el alma. Y pregunto ahora, ¿dónde se hará más presente el alma: en el cuerpo, al que transmite la vida, o en Dios, de quien la recibe como en su fuente? La fuente de la vida es la caridad ”. S. Bernardo de Claraval, Pre 59.60 Ciudadanos del cielo Guillermo de Saint-Thierry - Ep fra 158 S. Bernardo de Claraval - Asc IV, 1 - Pre 59.60 Beato - Adv - Ben - Epi - Asc
Guerrico de Igny I [1], 1 II [23], 7 II [12], 6 [37], 5
S. Elredo de Rieval - STemp Ben III [7], 2
Contemplación
“Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán: Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quiénes lo han experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes lo han hecho, con tal de que no sea por curiosidad temeraria lo que los induzca a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser acogidos por la gracia. … ¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios -Amor penetra en el alma que ama, cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que contempla como en un espejo la gloria del Señor! ”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4 “Así, hermanos, si aspiráis aquel riego superior, deseáis indudablemente algo digno de alabanza; con todo, si aún no lo habéis alcanzado, incrustad mientras tanto las raíces en la humildad, remedio saludable. Quien no se sienta con valentía para disfrutar de la alegría de la contemplación, aspire a la perfección de la vida activa. Así engordarán las raíces del amor, se dulcificarán las costumbres y se renovará todo el comportamiento de tal persona”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 6 “Algunos vuelan por la contemplación, amor”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 5
tú
al
menos
vuela
por
el
“Pero como los deseos más encumbrados se alimentan con el progreso en lo menos perfecto -hasta que con la ayuda de la gracia se llega a la contemplación de las realidades sublimes-, con mucha razón añade [el 42
Cantar] acerca de los gamitos: Ellos se apacientan entre lirios hasta que aparezca el día y se inclinen las sombras. Los animales, cuando se apartan del calor del día, pacen en los pastos sombreados de los valles, donde suelen crecer con más profusión los lirios, hasta que, al llegar la brisa de la tarde, se dirigen a los campos abiertos o hacia los montes escarpados. De la misma manera nuestros gamitos, mientras no sople para ellos -a fin de llevarlos a la contemplación- la brisa más clemente del día eterno, se apacientan entre los lirios de los valles, es decir, se deleitan en las virtudes de los humildes, o también se ocupan en sus tareas” . Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 3 “La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las virtudes. Entonces gustamos la justicia, con la cual aumenta nuestra hambre y sed de ella, tanto en nosotros como en los demás, y comenzamos a sentir celo contra los pecadores. Y para que un celo inmoderado no nos conduzca al vicio, sigue la misericordia para atemperarlo. Mediante estos esfuerzos o ejercicios, con los que el hombre había aprendido a ser justo y misericordioso, tal vez esté preparado para dedicarse a la contemplación y lograr un corazón puro, por el que se ve a Dios”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 2 “Creo, sin embargo, que se obtien e no menos mérito -y hasta tal vez se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar. … pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es decir cara a cara. Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor, aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6 “Después de esta pregunta del Señor, Moisés invita a sus hermanos a considerar los beneficios de Dios, diciéndoles que presten atención al hecho de que el Señor les dio el sábado y doble ración el día sexto para que ellos consientan en servirlo. Esta advertencia significa que Dios dará a sus elegidos el reposo por su trabajo Y las consolaciones, tanto de la vida presente como de la futura. Pero además, se nos sugieren dos vidas en este pasaje: la vida activa, en la que ahora debemos trabajar, y la contemplativa, por la que debemos trabajar y en la que vacaremos únicamente a la contemplación de Dios. Aunque la vida contemplativa pertenece principalmente al siglo futuro, debe estar representada sin embargo en esta vida por el santo reposo figurado por el sábado. De este reposo añade Moisés: Que se quede cada uno en su tienda; y ninguno salga de ella el día séptimo. Dicho de otro modo: que cada uno descanse en su casa y no salga de ella para ningún trabajo el día de sábado. Esto nos 43
enseña que al tiempo de la contemplación debemos permanecer en nosotros, y no debemos salir por medio de deseos ilícitos, sino recoger toda nuestra intención por la pureza de corazón, para pensar sólo en Dios y amarle sólo a Él. …Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo es el deseo del alma. Es dulce cuando acoge nuestros deseos, calma nuestros sollozos, pone fin a nuestros suspiros y seca nuestras lágrimas. Es dulce en la pureza de la vida, en la paz de la conciencia, en la esperanza de la visión. Dulce en la oración dulce en el sermón, dulce en la lectura, dulce en la contemplación, dulce en la compunción, dulce en la alegría del corazón. Dulce en la boca, dulce en el corazón, dulce en el amor: dulce amor, y dulzura que nace del amor. Su inestimable dulzura es el primero de los dones, y la más elevada de las delicias. Los que lo han gustado “tienen todavía hambre, los que tienen hambre serán saciados , y saciados, siempre lo alabarán, y siempre brotará de su corazón el recuerdo de su dulzura”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 “El alma por amor a la obediencia está maravillosamente unida a Dios. En él y por él vive y siente, y encuentra una cierta similitud a lo que ha experimentado por los sentidos del cuerpo. Mediante la gracia de una íntima inspiración que siente en sí misma, toca espiritualmente por la fe, aspira por la esperanza, gusta por la caridad, oye por la obediencia, ve por la contemplación al Dios que siente en sí misma ”. Balduino de Ford, Tract IV “Dios es espíritu y el que se une a Dios, se hace un espíritu con él. Pero el espíritu del hombre, dividido y disperso como está, no puede concentrarse y aunarse sino uniéndose al Dios uno y simple; sin embargo, se divide al ir hacia Dios cuando de diversas maneras se une con él, y al unirse a él de diversas maneras busca unirse más estrechamente con Dios y que Dios se una más estrechamente con él. ¿Y quién obra con acierto en todo esto? ¿Quién puede contar todas las veces en las cuales ha salido de sí por el miedo, la admiración, el estupor, la meditación y la contemplación? ¿Quién puede contar los estímulos de la compunción, los gozos santos, las armonías del júbilo, el arrebato de los suspiros, los sollozos y gemidos, los deseos ardientes, las oraciones vehementes? ”. Balduino de Ford, Tract VI “Para que la caridad perfecta lleve a sus seguidores al reino de su tranquilidad deben estar aniquilados todos los halagos de la carne por la muerte de la carne, y disipadas todas las tinieblas del error por la contemplación de la luz divina, y que a las inquietudes de este mundo siga una sólida seguridad; abandonadas, por así decirlo, las armas que se usan en este tiempo de guerra, la caridad reanima a los vencedores con su misma dulzura”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 33 “Ese sueño es aquel en que tras sosegarse los sentidos carnales y alejar de lo íntimo del corazón las preocupaciones temporales, el alma santa descansa en la suavidad de Dios, saboreando y percibiendo qué dulce es el Señor, y qué dichoso el que confía en él ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 67 Por eso, cuando gustes la dulzura espiritual no te entregues de inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración. Alternándose, de este modo, los consuelos que proceden de la piedad “
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divina con las numerosas penalidades de las propias concupiscencias, tras no pocos combates merecerás ascender a esa clase especial de visita, en la cual te inflamarás íntegramente en el ardor de la caridad por entrar de lleno en la gloria de Dios, y te saciarás felizmente del fruto de la tierra prometida; y al consumir totalmente el fuego del amor divino el yugo de la concupiscencia, descansarás en el fulgor del oro, en el resplandor de la sabiduría, en la suavidad de la contemplación divina, y experimentarás hasta no más qué suave es el yugo del Señor y qué ligera su carga”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 15 “Por eso, cuando gustes la dulzura espiritual no te entregues de inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración. Alternándose, de este modo, los consuelos que proceden de la piedad divina con las numerosas penalidades de las propias concupiscencias, tras no pocos combates merecerás ascender a esa clase especial de visita, en la cual te inflamarás íntegramente en el ardor de la caridad por entrar de lleno en la gloria de Dios, y te saciarás felizmente del fruto de la tierra prometida; y al consumir totalmente el fuego del amor divino el yugo de la concupiscencia, descansarás en el fulgor del oro, en el resplandor de la sabiduría, en la suavidad de la contemplación divina, y experimentarás hasta no más qué suave es el yugo del Señor y qué ligera su carga”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 39 Ahora estos tres amores se engendran mutuamente, se alimentan entre sí y se excitan entre ellos, para perfeccionarse todos a la vez. Esto se realiza de un modo maravilloso e inefable: pues, aunque estos tres amores se poseen mutuamente y no puede ser de otro modo, sin embargo, no siempre se sienten del mismo modo. Unas veces se siente quietud y gozo por la pureza de la propia conciencia; en otro momento procede de la dulzura del amor fraterno, y otras veces se adquiere más plenamente en la contemplación de Dios”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 2 “
“Primeramente, el descanso consiste en la pureza de la conciencia, después en la dulcísima unión de muchos espíritus, y finalmente en la contemplación de Dios. En el primer sábado se está libre de delito, en el segundo de la codicia, y en el tercero de toda clase de ocupación. En el primero la mente saborea qué dulce es Jesús en su humanidad, en el segundo ve qué perfecto es en su amor, y en el tercero cuán sublime en su Divinidad. En el primero se recoge en sí mismo, en el segundo se abre al exterior, y en el tercero es arrebatado sobre sí mismo ”. S. Elredo de Rieval,Spec III, 6 “Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 17 Pero como la caridad ha sido derramada en nuestros corazones, precisamente por el Espíritu Santo que se nos ha dado, siempre se mantiene el número siete, aunque al multiplicarse el siete por sí mismo se nos revela el progreso de la caridad. Porque el día séptimo es como el “
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inicio de la caridad, el año séptimo su progreso, y el año cincuenta, que es el siguiente al resultado de siete por siete, su plenitud. En todos hay reposo, en todos holganza, en todos cierta fiesta espiritual. Primeramente, el descanso consiste en la pureza de la conciencia, después en la dulcísima unión de muchos espíritus, y finalmente en la contemplación de Dios. En el primer sábado se está libre de delito, en el segundo de la codicia, y en el tercero de toda clase de ocupación. En el primero la mente saborea qué dulce es Jesús en su humanidad, en el segundo ve qué perfecto es en su amor, y en el tercero cuán sublime en su Divinidad. En el primero se recoge en sí mismo, en el segundo se abre al exterior, y en el tercero es arrebatado sobre sí mismo ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 19 “Y aquello otro: Deseaba estar separado de Cristo por mis hermanos. Lo cual puede interpretarse que por la salvación de sus hermanos estaría dispuesto a volver al estrépito del mundo y dejar la intimidad de su oración con la cual descansaba dulcemente abrazado a Jesús, aquella sublime contemplación en la que admiraba con ojos purísimos los secretos de los misterios divinos, y esa gratísima dulzura de compunción que destilaba gotas suavísimas de afectos espirituales en esa alma sedienta de lo celestial. Esa disposición no duda llamarla separación de Cristo, quien se entrega a placer y saborea cuán suave es el Señor, y qué feliz quien confía en él”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 37 “10. Que Pedro, Santiago y Juan escuchen al Padre, aunque sin verlo; incluso, que al bajar no digan a nadie lo que vieron u oyeron. Porque, amadísimos hermanos, los hombres espirituales y que tienen los sentidos ejercitados por el hábito, ven, gustan, sienten muchas cosas admirables, suaves agradables, resplandecientes de luz, durante su oración y su contemplación, un instante y como en un transporte del alma. Y vueltos a sí mismos, ellos no pueden decir absolutamente nada, es más, apenas si pueden recordarlo. 15. Para hablar con mayor claridad, nadie puede ser plena y perfectamente espiritual, ni idóneo para disponerse al ocio de la contemplación ni para salir con seguridad de su tienda, si primero no ha liberado su alma de los vicios, es decir, de todo amor malo y desordenado; si no la ha adornado y embellecido con las buenas costumbres; si no la ha defendido y protegido con las virtudes …” Isaac de Stella, OS IV[4], 10.15 “Porque, así como la razón es enviada a la novena hora, así también la delectación es enviada a la viña a la undécima hora, Pues, después de la vida activa ¿qué queda sino la vida contemplativa que culmina en la visión de Dios y la delectación ?”. Isaac de Stella, Sept II[17], 19 “Así pues, hermanos, toda nuestra vida regular, si es verdadera, procura entregarse a la dulzura de la contemplación o bien a la dilección, ya sea por el libre reposo en Dios solo, ya sea por el servicio bien ordenado del prójimo. En efecto,,sólo esta solicitud por el pójimo, aceptada por una caridad bien ordenada, inclina al alma, sin falta de su parte, y a veces con provecho, a apartarse de esta contemplación contínua y vigilante. Y el hecho de entregarnos al trabajo y a las tareas materiales, para tener con qué ayudar quien padece necesidad, es decir a nuestro propio cuerpo, todavía animal, no es, a nuestro parecer, del todo extraño a la caridad hacia el prójimo ”. Isaac de Stella, Sex VIII [25], 10
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“Entre, pues, el Salvador y visite frecuentemente esta casa que limpia Lázaro penitente, adorna Marta solícita y llena María dedicada a la interior contemplación ”. S. Bernardo de Claraval, Asspt II, 7 “Observemos atentamente cómo ha regulado el amor en esta nuestra casa las tres ocupaciones: la administración de Marta, la contemplación de María, la penitencia de Lázaro. Las tres deben hallarse en toda alma perfecta, sin embargo, cada uno siente preferencia por alguna de ellas, este se entrega a la contemplación, aquel al servicio de los hermanos y el otro a llorar su vida pasada como los leprosos que viven en los sepulcros. María está absorta en la meditación piadosa de su Dios; Marta es todo misericordia y compasión hacia el prójimo y Lázaro se mantiene en la humildad y desprecio de sí mismo. Que cada uno busque el lugar que le pertenece ” S. Bernardo de Claraval, Asspt III, 4 “Antes que nada, mira lo que yo entiendo por consideración. Pues no pretendo identificarla totalmente con la contemplación. Esta radica en la visión o certeza de lo ya conocido, y la consideración es una búsqueda más bien de lo desconocido. En este sentido, la contemplación puede definirse como una penetración cierta y segura del alma o una aprehensión de la verdad que excluye toda duda. Y la consideración es una reflexión aguda del entendimiento o una aplicación intensa del espíritu para descubrir la verdad”. S. Bernardo de Claraval, Csi II, 5 “Y ahora fíjate cómo a estos cuatro atributos de Dios corresponden otras cuatro especies de contemplación: La primera y más importante es la admiración de su majestad. Requiere un corazón purificado, libre de los vicios y descargado de pecados para que pueda elevarse fácilmente hacia las cosas de arriba. A veces podrá quedar incluso suspenso en la admiración, aunque sólo por unos instantes, dada la violencia del estupor y del éxtasis. La segunda es imprescindible para que se dé la anterior, porque contempla los juicios de Dios. Su espantosa visión, cuanto con más fuerza impresiona al alma que los contempla, le obliga a huir de los vicios, a echar cimientos sólidos a sus virtudes, a iniciarse en la sabiduría y a mantenerse humilde. Porque si falla la humildad, las virtudes acumuladas se vienen abajo. La tercera contemplación se ocupa, o más bien halla su ocio en el recuerdo de los beneficios, y para no caer en la ingratitud, induce a la memoria al amor del que los concedió. Dirigiéndose al Señor, dice a este respecto el Profeta: Difunden la memoria de tu inmensa bondad. La cuarta contemplación prescinde de las realidades que quedan atrás y descansa solamente en las promesas. Es una meditación de la eternidad, pues las cosas prometidas son eternas; fomenta la longanimidad y corrobora la perseverancia. …Pienso que ya está clara la correspondencia entre estas cuatro clases de contemplación y las cuatro expresiones del Apóstol. La meditación de las promesas corresponde a la largura, el recuerdo de los beneficios a la anchura, la de su majestad divina a la altura y la de los juicios a la profundidad ”. Bernardo de Claraval, Csi V, 32 “El segundo país es el paraíso claustral. Sí, el claustro es un auténtico paraíso, un territorio protegido con el muro de la disciplina, y abundante en exquisitas mercancías. Es algo extraordinario ver tantos hombres vivir unidos en una misma casa y con idénticas costumbres. Es una dulzura y una delicia convivir los hermanos unidos. Uno llora sus pecados, otro se regocija alabando a Dios; éste sirve a todos, aquel instruye a los demás, éste ora y aquel lee; éste practica la misericordia y el otro castiga sus pecados; uno se inflama de amor y 47
el otro avanza en la humildad; éste es humilde en la prosperidad y aquel fuerte en la adversidad; uno se entrega a la actividad y el otro reposa en la contemplación. Puedes afirmar muy bien: Este es el campamento de Dios. ¡Qué terrible es este lugar! Es nada menos que la morada de Dios y la puerta del cielo”. S. Bernardo de Claraval, Div 42, 4 “Hay quienes a veces son arrebatados por el Espíritu al éxtasis de la contemplación, y gustan ya un poco la dulzura de la eterna felicidad.¿Estarán libres de la debilidad cuando tienen esta experiencia? Seguro que sí. Quienes, como María, han elegido la mejor parte -que no se les quitara y disfrutan ya en esta vida de la libertad de complacencia, aunque sean raras veces y brevemente. Si tienen lo que nunca se les quitará, experimentan ya lo que ha de venir, es decir, la felicidad. Debilidad y felicidad no pueden estar juntas. Por esto, cuando participan de ésta por el Espíritu no sienten aquélla. Así, pues, solamente los contemplativos pueden gozar en esta vida de la libertad de complacencia, y esto de manera muy limitada y raras veces ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 15, 1 “Tampoco a la contemplación le falta el sólido alimento de la sabiduría, amasado con flor de harina, y el vino que alegra el corazón del hombre; con él, la verdad obsequia a los perfectos, y les dice: Comed, amigos míos, bebed y embriagaos, carísimos. La caridad, nos dice, es el plato principal de las hijas de Jerusalén ; las almas imperfectas, por ser todavía incapaces de digerir aquel sólido manjar, tienen que alimentarse de leche en vez de pan, y de aceite en lugar de vino. Y con toda razón se sirve hacia la mitad del banquete, pues su suavidad no aprovecha a los incipientes, que viven en el temor; ni es suficiente a los perfectos, que gustan la intensa dulzura de la contemplación ”. S. Bernardo de Claraval, Hum 3, 4 “Tropezáis con una contradicción que aparece en dos sentencias de Pablo: Somos ciudadanos del cielo… y, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados del Señor. La persona es al mismo tiempo desterrada del Señor y es ciudadano del cielo. El Apóstol mismo compagina esta situación ambivalente escribiendo en otro pasaje: limitado es nuestro conocimiento y limitada nuestra profecía. Mientras conocemos, sumidos en la contemplación, estamos ya con el Señor. Mientras profetizamos sobre las realidades venideras, creyendo sin entender, esperando sin ver, estamos desterrados del Señor en nuestro cuerpo ”. S. Bernardo de Claraval, Pre 59 “Recuerdo que os hablé de dos clases de perfumes: el de la contrición que abarca toda clase de pecados, y el de la devoción que recoge todos los beneficios. Los dos son saludables, pero no son agradables los dos. El primero hace sentir su virtud purgativa, que lleva a la compunción por el amargo recuerdo de los pecados y causa dolor; el segundo posee una cualidad lenitiva, pues la contemplación de la bondad divina es consuelo y calmante del dolor ”. S. Bernardo de Claraval, SC 12, 1 “Después de comer y beber, ¿Qué le queda por hacer al enfermo sino descansar, entregándose a la paz de la contemplación tras el desgaste de la acción? Dormido en la contemplación, sueña con Dios confusamente y como en un espejo, mas aún no le ve cara a cara. Sólo lo vislumbra, no lo palpa, y momentáneamente, como brillo de una chispa fugaz. Pero apenas tocado levemente, se inflama en el amor y exclama: Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti ”. 48
S. Bernardo de Claraval, SC 18, 6 “La esposa expresa admirablemente ambas cosas, el deleite de esta contemplación y su inquietud, cuando confiesa que duerme, pero mantiene su corazón en vela. Porque viene a decir que mientras duerme siente el sosiego de un estupor suavísimo y de una plácida admiración, pero no obstante cuando está despierta siente el cansancio de una inquieta curiosidad y de un trabajoso ejercicio. También lo confiesa Job: Al acostarme pienso ¿cuándo me levantaré? Y luego deseo que llegue la tarde. ¿No adviertes en estas palabras que el alma santa desea a veces declinar en cierto modo ese encanto molesto, y a la vez amar esa deliciosa molestia? No habría dicho: Cuándo me levantaré, si ese descanso de la contemplación le agradase totalmente. Y si le hubiera disgustado por completo no esperaría de nuevo la hora del descanso, es decir, la tarde. Por tanto, ésta no es la alcoba del esposo, pues no descansa perfectamente ”. S. Bernardo de Claraval, SC 23, 11 “Y tú que escuchas o lees estas palabras del Espíritu Santo, ¿crees que puedes aplicarlas a ti y reconocer en ti mismo esta felicidad de la esposa que canta el Espíritu Santo en este poema amoroso? De lo contrario, te dirán: Oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Quizá apetezcas la paz de la contemplación y haces bien: pero, como la esposa, perfuma el lecho con cinamomo. Procura, pues, cuajar el tuyo de buenas obras con el ejercicio de las virtudes, para preparar el santo ocio, como la flor al fruto. Si no, pretenderás dormitar en un ocio muelle, deseando descansar sin trabajar y despreciando la fecundidad de Lía, sólo anhelarías los abrazos de Raquel. Eso sería trastocar los valores; exigir el precio antes de merecerlo; comer antes de trabajar. Pero el Apóstol dice: El que no trabaja, que no coma. Por tus preceptos adquirí sabiduría, dice, para que sepas que el gusto de la contemplación es consecuencia del cumplimiento de los mandatos ”. S. Bernardo de Claraval, SC 46, 5 “Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se consuela con las buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas veces se le oculta la luz de la contemplación, como suele suceder. Pues ¿quién goza de esa luz, no digo continuamente, sino siquiera por largo tiempo, mientras more en este cuerpo? Ya he dicho que siempre que cae desde la contemplación se refugia en la acción; pero vuelve de nuevo confiadamente a ella, porque ambas son compañeras y habitan juntas; al fin Marta es hermana de María. Aunque cae desde la luz de la contemplación, no tolera ir a parar en las tinieblas del pecado o la desidia de la ociosidad; se mantiene a la luz de las buenas obras”. S. Bernardo de Claraval, SC 51, 2 “Ciertamente, el que preside con suma diligencia a los demás, apenas nunca o muy rara vez descansa tranquilo. Desconfía siempre de su capacidad para atender a sus súbditos, y por eso no sería del agrado de Dios anteponer al bien de los demás la dulzura de su apacible contemplación. Le invaden un gran gozo y sosiego en sus momentos de suave libertad; cuando sabe con certeza que su contemplación es agradable Dios, por esa especie de miedo y reverencia hacia él, infundida divinamente en los corazones de sus subordinados” . S. Bernardo de Claraval, SC 53, 1 “A esta mirada de tanta bondad y misericordia le sigue una voz que da a conocer suave y dulcemente la voluntad de Dios. Se trata del amor mismo, incapaz de ocioso, porque inspira y seduce cuanto está en relación con Dios. En suma, le dice a la esposa que se levante y se apresure, sin duda para buscar el bien de las almas. 49
Esto es muy característico de la contemplación auténtica y desinteresada: el espíritu inflamado ardientemente por el fuego divino, se ve colmado a veces de tal celo y pasión por ganar para Dios otros que le amen de esa manera, que con mucho gusto interrumpe el ocio de la contemplación por su interés en comunicarla. Pero una vez satisfechos sus deseos vuelve otra vez a sí mismo con mayor ardor, cuanto más fructuosamente sabe que lo ha dejado. De nuevo se entrega a saborear la contemplación, para volver a buscar con su típica libertad el bien de los demás con mayor provecho. A veces fluctúa el espíritu con estos cambios: teme y le quema sobremanera entregarse más de lo debido, por sentirse arrastrado en sus afecciones de una parte para otra, y desviarse por ello de la voluntad de Dios en todo o en parte. Quizás le sucedía algo de esto al santo Job, cuando decía: Al acostarme pienso ¿cuándo me levantaré? Y levantado, deseo que llegue la tarde. Es decir: durante la contemplación me acuso de ser negligente para la acción, y en mis ocupaciones me remuerde haber perturbado mi contemplación. Ya ves qué vaivenes agitan al justo entre el fruto de sus obras y la ociosidad de su contemplación. Aunque siempre está entregado al bien, siempre se arrepiente del mal y en todo momento gime indagando la voluntad de Dios. En esas circunstancias el único remedio y refugio son los frecuentes sollozos y la oración ante Dios, para que se digne mostrarnos qué, cómo y cuándo quiere que actuemos. Con estas tres palabras, a mi entender, se te indican y enumeran estas tres cosas: la predicación, la oración y la contemplación. Con razón se le llama amiga a la esposa, porque busca con interés y fidelidad el bien del esposo predicando, aconsejando y sirviendo al prójimo. Con razón la llama paloma, porque gime suplicando por sus delitos en la oración y se gana sin cesar la misericordia divina. Con razón la llama hermosa, porque ardiendo con sus deseos celestiales, se reviste con la belleza de la suprema contemplación, cuando puede hacerlo libre y oportunamente ”. S. Bernardo de Claraval, SC 57, 9 “Pensad, si no lo habéis olvidado, en lo que antes os insistí repetidamente, sobre el tránsito de la santa contemplación a la obligada acción. En esta vida no es posible una contemplación interminable y la prolongación del ocio, cuando urge el bien con mayor obligación e instancia. Siguiendo su costumbre, el esposo después de caer en cuenta que su amada ha descansado algo sobre su seno no vacila en inducirla otra vez a lo que es más conveniente. Pero no a la fuerza, pues no puede hacer él lo que había prohibido. Con esta incitación del esposo confirma a la esposa en el deseo que le fascina: el celo de las buenas obras, el interés de ser fecunda para el esposo, pues su vida es el esposo y morir una ganancia”. S. Bernardo de Claraval, SC 58, 1 “Así las cosas, se deduce que hay dos clases de contemplación: una versa sobre la elección, felicidad y gloria de la ciudad celestial, en la que se ocupa la inmensa muchedumbre de los ciudadanos celestiales, trabajando o descansando. La meta de la otra es contemplar la majestad, eternidad y divinidad del Rey mismo. La primera en la cerca, la segunda en la roca. Y cuanto más difícil es ahondar en ella, mayor es la dulzura de lo que en ella descubres. No temas las amenazas de la escritura contra los que escudriñan la majestad de Dios. Acércate con ojos puros y sencillos, y no te aplastará su gloria. Al contrario, te acogerá si no buscas tu propia gloria, sino la de Dios ”. S. Bernardo de Claraval, SC 62, 4
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Contemplación S. Bernardo de Claraval - Asspt II, 7 - Asspt III, 4 - Csi II, 5 - Csi V, 32 - Div 42, 4 - Gra 15, 1 - Hum 3, 4 - Pre 59 - SC 12, 1 - SC 23, 11 - SC 46, 5 - SC 51, 2 - SC 53, 1 - SC 57, 9 - SC 58, 1 - SC 62, 4 Beato Guerrico de Igny - Adv II [2], 4 - Pur V [19], 6 - Ben II [23], 6 - Asc [37], 5 - PP II [45], 3 - OS [53], 2 S. Elredo de Rieval - Spec I, 33 - Spec I, 67 - Spec II, 15 - Spec II, 39 - Spec III, 2 - Spec III, 6 - Spec III, 17 - Spec III, 19 - Spec III, 37 Isaac de Stella - OS IV[4],10.15 - Sept II[17],19 - Sex VIII [25],10 Balduino de Ford - Sac alt III,2 - Tract IV - Tract VI
Conocimiento de sí
“Yo deseo que el alma, ante todo, se conozca a sí misma, como lo exige el sentido de utilidad y la lógica del orden. El orden porque nosotros somos los primeros interesados; y nuestro bien, porque ese conocimiento no inflama, humilla; es una edificación previa para nuestra edificación. No podría mantenerse nuestro edificio espiritual, sino es sobre el cimiento sólido de la humildad. Y para humillarse sí misma no 51
encontrará el alma nada tan estable y apropiado como encontrarse así misma en la verdad. Con una condición: que no encubra nada, que su espíritu sea sincero, que se coloque ante su propio rostro, que no huya de sí misma de repente. Si se contempla a la luz clara de la verdad, ¿no se encontrará alejada en la región de la desemejanza, suspirando al ver su miseria e incapaz de ocultar su verdadera situación? ¿No clamará al Señor con el profeta: Me has humillado con la verdad? Siempre que me asomo a mí mismo, mis ojos se cubren de tristeza. Pero si miro hacia arriba, levantando los ojos hacia el auxilio de la divina misericordia, la gozosa visión de mi Dios alivia al punto este desolador espectro y le digo: Cuando mi alma se acongoja te recuerdo desde el Jordán. Y no es fruto de una visión engañosa experimentar su ternura y su compasión, porque es realmente benigno y misericordioso y se arrepiente de las amenazas; su naturaleza es la bondad: compadecerse siempre y perdonar. Dios se da a conocer saludablemente con esta experiencia y esta disposición, si el hombre se descubre a sí mismo en su indigencia radical, clamará al Señor, que le escuchará y le responderá: Yo te libraré y tú me darás gloria. De esta manera el conocimiento propio es un paso hacia el conocimiento de Dios”. S. Bernardo de Claraval, SC 36, 5-6 “Pero entremos en nosotros mismos y examinemos nuestra conducta; invoquemos al Espíritu de la verdad, para hacerlo en la verdad. Traigámonosle desde lo alto, a donde nos había llevado, para que nos preceda también en el regreso a nuestro interior, pues sin él nada podemos”. S. Bernardo de Claraval, SC 17, 8 “Sin duda es grande y rara virtud el ignorar su grandeza el mismo que hace cosas grandes y ser él solo a quien su propia santidad le es desconocida, siendo manifiesta a todo el mundo. Parecer admirable a otros y reputarse a sí mismo menospreciable, esto sí que lo tengo yo por más maravilloso que las virtudes mismas que causan esta admiración. Serás verdadero siervo fiel cuando no te apropies nunca la gloria de tu Señor, que no nace de ti, pero pasa por ti. Entonces, como dice el profeta, aborrecerás las riquezas compradas con la mentira y conservarás tus manos limpias de todo soborno. Así cumplirás de verdad el mandato del Señor, alumbrando con tu luz a los hombres, no para que te glorifiquen a ti, sino al Padre del cielo”. S. Bernardo de Claraval, SC 13, 3 “Si no conoces, sal fuera. Dura y amarga increpación. Sal fuera. Eso suelen oírlo los siervos a sus señores airados por su indignación, o las siervas a su señora cuando las han ofendido gravemente: Sal de aquí, marcha de mi lado, sal de mi vista y de esta casa. El esposo recurre a estas palabras tan aceradas y desabridas, tan represivas contra su amada, solamente en un caso: cuando se desconoce a sí misma. No pudo encontrar palabras que más le horrorizasen sino amenazándole con expulsarla. Comprenderás fácilmente ser esto así si atiendes de dónde la manda salir y adónde quiere que vaya. ¿De dónde piensas que le manda salir, sino de las realidades del espíritu a las materiales, de los valores del alma a los deseos mundanos, de la paz interior del corazón al bullicio del mundo y a la zozobra de los negocios exteriores? Todas estas realidades son en efecto fatiga inútil y aflicción del espíritu. El alma sabe ya acongojarse de su Señor y se ha decidido a entrar dentro de sí misma y suspirar en su intimidad por la presencia de Dios, buscando siempre su rostro. Porque Dios es Espíritu y los que le buscan deben vivir guiados por el Espíritu no por la carne para vivir según la carne. 52
Nada teme tanto el que haya gustado este beneficio, como abandonado de la gracia, volver a sentir necesidad de dirigirse a las consolaciones carnales, por no decir desolaciones, para soportar otra vez la confusión de los sentidos carnales”. S. Bernardo de Claraval, SC 35, 1 “Cuánto más plenamente conozca el alma su origen, se avergüence más de llevar una vida degenerante. Y al descubrir lo que en la naturaleza está corrompido por el pecado, trate de reformarlo con diligencia. Así conduciéndose dignamente según su origen y con el don de Dios, acceda confiada a los abrazos del Verbo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 81, 1 “1.Recordáis, pues que coincidíais conmigo en que nadie puede salvarse sin el conocimiento de sí mismo; que de aquí nace la humildad, madre primordial de salvación; y el temor de Dios, que es el comienzo de la sabiduría y de la salvación. Un conocimiento te inicia en la sabiduría y el otro te consuma en ella, porque primicia de la sabiduría es el temor del Señor y la plenitud de la Ley es el amor. Deber evitar esas dos clases de ignorancia, porque sin el temor y el amor no puedes salvarte. 2. Has sembrado para ti justicia, si mediante el verdadero conocimiento de ti mismo cultivas el temor de Dios, te humillas, te entregas a las demás obras de piedad, afliges tu cuerpo con ayunos y vigilias, golpeaste tu pecho y cansaste a los cielos con tu clamor: todo esto equivale a sembrar según justicia”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 1-2 “6. Si sientes la palabra encendida y por ella te quema la conciencia con el recuerdo de tus pecados, no olvides lo que dice la Escritura: Delante de Él avanza fuego, y no dudes que está cerca. Porque el Señor está cerca de los atribulados. 7. Y si además de encontrar la compunción en esa palabra te conviertes del todo a Dios, jurando y determinando que cumplirás sus justos mandamientos, conocerás que ya está presente, sobre todo si te sientes abrasado en su amor; pues ambas cosas leemos en la Escritura: que el fuego camina delante de Él y que Él mismo es un fuego. Por lo cual dice Moisés que Él es fuego consumidor. Pero media esta diferencia entre estos dos fuegos: que el que envía delante de sí, tiene ardor, pero carece de amor; quema, pero no abrasa; mueve, pero no arrastra. Sólo está destinado a excitar y preparar, y también para hacerte conocer lo que eres por tu propia cosecha, a fin de que guste con más placer lo que presto serás por la gracia de Dios”. S. Bernardo de Claraval, SC 57, 6-7 “1. ¿Sobre qué puede versar tu consideración? Pienso que debes considerar sobre estas cuatro cosas: tú mismo, lo que está debajo de ti, lo que está alrededor de ti y lo que está sobre ti. Comience tu consideración por ti mismo, no sea que te ocupes de otras cosas y te olvides de ti. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si él mismo se pierde? Por sabio que seas, no posees toda la sabiduría, si no eres sabio para contigo mismo. ¿Y cuánta sabiduría te faltaría? A mi modo de ver toda. Aunque conozcas todos los misterios, la anchura de la tierra, la altura del cielo, la profundidad del mar, si no te conoces a ti mismo, serás como el que edifica sin cimentar v levanta una ruina, no un edificio. Todo lo que construyas fuera de ti será como polvo amontonado que se lleva el viento. 2. No es sabio el que no lo es consigo mismo. El sabio será sabio por sí mismo, y beberá primero él mismo de su propia fuente. Comience, pues, por ti tu consideración y acabe también en ti. Vaya adonde vaya, 53
encamínala de nuevo hacia ti mismo y será de gran provecho para tu salvación”. S. Bernardo de Claraval, Csi II 6,1 -2 “Deseo que tu único orgullo sea el testimonio de tu propia conciencia; pero mucho me gustaría que te humillases por ese mismo testimonio. Son muy pocos los que pueden decir: No me remuerde la conciencia de nada. Más cautamente vivirás en la rectitud si no se te oculta el mal. Por eso te decía que te conozcas a ti mismo. Así gozarás de una conciencia tranquila cuando te aprisione la angustia, que nunca falta y, sobre todo, conocerás tus deficiencias. ¿Quién no las tiene? Todo le falta al que piensa que nada le falta”. S. Bernardo de Claraval, Csi II 14,3 “Dichosos los que pueden decir con toda verdad: Nuestro orgullo es el testimonio de nuestra conciencia. Sólo el humilde puede expresarse así; él según el refrán, teme los ojos de los campos y desconfía del oído de los bosques”. S. Bernardo de Claraval, Ep 42,21 (Mor 21) “Basta con que confesemos nuestros pecados para que nos rehabilite gratuitamente en alabanza de su gracia. Ama al alma que vive siempre en su presencia y que se juzga a sí misma sin disimulo. Se nos exige ese juicio para nuestro propio provecho; porque, si nos juzgamos a nosotros mismos, no nos juzgarán a nosotros. Por eso, el sabio recela de todas sus acciones, sondea, esclarece y enjuicia todo. Honra a la verdad el que se conoce de veras a sí mismo y todo lo que le concierne, en la situación en que realmente se encuentra, y se confiesa con humildad”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 7 “Por otra parte, quiero que sepáis, hermanos, de qué manera bajamos o, por mejor decir, caemos en estos caminos. Ahora mismo se me ocurre que el primer paso por el que nos deslizamos en ellos es el encubrimiento de la propia debilidad, de la propia iniquidad y peligro, siendo indulgente con uno mismo, adulándose a sí mismo, figurándose ser algo, cuando no se es nada; o sea, la propia seducción. El segundo paso es la ignorancia de sí mismo. Si hemos comenzado por cubrirnos inútilmente con hojas de higuera, ¿qué remedio nos queda más que no mirar las llagas encubiertas, especialmente habiéndolas tapado sólo para no verlas? Y así se explica que, cuando otro me las descubra, porfiaré que no son llagas, escudándome en palabras habilidosas para buscar excusas a los pecados. Y éste es el tercer paso, ya muy próximo e incluso inmediato a la soberbia. ¿Pues qué mal temerá ya consumar el que lo defiende con su insolencia? Será difícil que se detenga en su camino oscuro y resbaladizo, especialmente cuando el ángel del Señor los persiga y empuje. Es el cuarto paso o, más bien, el cuarto precipicio: el desprecio. De nada hace ya caso el malvado cuando ha caído en el abismo del mal ”. S. Bernardo de Claraval, QH XI, 5 “Hermanos, pidamos que se nos diga abiertamente toda nuestra maldad e iniquidad y deseemos conocer sinceramente nuestros crímenes y pecados. Revisemos nuestros caminos y nuestras aficiones; examinemos atentamente todos los peligros. Diga cada uno, estremecido de pavor: Estoy a las puertas del infierno. Y así, nuestro único consuelo será la misericordia de Dios. La verdadera confianza del hombre consiste en humillarse y apoyarse sólo en el Señor su Dios ”. S. Bernardo de Claraval, Ann IV, 3 “¿Por qué estás pensado sin cesar y tontamente en tus virtudes? Preocúpate más bien de conocer lo que te falta . Es mucho mejor”. S. Bernardo de Claraval, Pent III, 3
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“Contra la jactancia presentemos la consideración de nuestra propia fragilidad, que es el remedio por excelencia para aniquilar esta detestable presunción”. S. Bernardo de Claraval, Asspt V, 12 “Animémonos a hacer penitencia, examinemos nuestra conciencia y exijámonos la expiación, para liberarnos del juicio terrible del Dios vivo. Y si nos falta el fervor, que lo supla la humildad de una sincera confesión. Dios es fiel, y si reconocemos nuestros pecados, manifestamos nuestras miserias, y no ocultemos nuestras flaquezas, Él nos perdonará todos los pecados”. S. Bernardo de Claraval, JB 8 “El conocimiento perfecto es imposible alcanzarlo en esta vida y acaso tampoco es conveniente. En la casa celestial el conocimiento es incentivo del amor; aquí puede ser un gran obstáculo. ¿Quién puede presumir de un corazón intachable? Aquí es muy fácil falsear la verdad y equivocarse. Allí reina el gozo de la verdad porque está libre de toda mancha”. S. Bernardo de Claraval, Ded III, 4 “Existen muchos y muy diversos senderos para encontrar este camino [de la confesión] que no son nada fáciles de seguir y menos aún de explicar. El primer sendero y la primera etapa de este camino es el conocimiento de sí mismo. Tenemos esta máxima recibida del cielo: Hombre, conócete a ti mismo. Que concuerda con lo que el Esposo dice a la esposa en el poema del amor: Si no te conoces, la más bella de las mujeres sal, etc. Conocerse a sí mimo implica tres cosas: el hombre debe saber qué hizo, qué mereció y qué perdió. ¿Puedes hacer algo más vil, oh noble criatura, imagen de Dios y semejanza de tu Creador, que deshonrar tu carne con placeres carnales y perder el torrente de las delicias a cambio de un breve capricho? ¿Existe una locura mayor que dejarse dominar por la ira, inflamarse de la soberbia, acongojarse de envidia y torturarse de angustia? Si te criaron entre púrpura, ¿por qué te revuelcas en la basura? Recuerda, así mismo, qué has merecido. Penetren en tu memoria las calderas del infierno, el horno de hierro de la gran Babilonia, la casa de la muerte, el tugurio de la angustia, el globo inflamado, las terribles heladas y las tinieblas eternas. Considera la intensidad de los tormentos, el aspecto de los verdugos, la variedad de los suplicios ye el inmenso cúmulo de miserias. Contempla todo esto con los ojos del espíritu y seguramente dirás: Mejor me sería no haber nacido. Vuelve ahora los ojos y mira cuánto has perdido. Recuerda aquella gloriosa ciudad, aquella morada celeste, el jardín de la vida, el palacio encantado. Medita en su gloria tan resplandeciente, en su gracia tan inmensa y en su infinita claridad. Advierte la variedad de esos gozos, el rostro de los bienaventurados, la riqueza de los premios y el cúmulo de alegrías, y exclamarás: Señor Dios, quien te pierde a ti lo pierde todo. Si amarras tu alma con este triple cordel, sabrás y comprenderás que el conocimiento del pecado es el comienzo de la salvación ”. S. Bernardo de Claraval, Div 40, 3 “…liberaos de todo y contemplad a Dios. Mas para poder conseguir esto, antes debéis conoceros lo mejor posible a vosotros mismos. Lo dice el Profeta: Todo el mundo reconozca que no son más que hombres. Consagrad todo vuestro ocio a esa doble consideración que tanto deseaba aquel santo: Señor, que conozca a mí mismo y te conozca a ti. ¿Es posible que se conozca a sí mismo el hombre que rehúye el trabajo y el dolor? ¿Podrá reconocerse como hombre el que no está dispuesto a vivir para aquello para que nació? El hombre, dice la 55
Escritura, ha nacido para trabajar. El único que podría dudar de que no nació para sufrir sería el que haya nacido sin dolor. Pero los gritos de la parturienta delatan el dolor, lo mismo que los lloros y vagidos del recién nacido. Tú ves las penas y los trabajos, dice el Profeta. El trabajo en lo que hacemos, y la pena en lo que sufrimos. Por eso, uno que se reconocía verdadero hombre estaba dispuesto a ambas cosas, y confesaba resignado: Mi corazón está dispuesto, ¡oh Dios!, mi corazón está dispuesto. Y para expresar con más precisión esta doble disponibilidad, dice, refiriéndose a su actividad: Estoy dispuesto y nada me impedirá observar tus mandatos. Y sobre el sufrimiento añade: Estoy pronto para el castigo, y el dolor está siempre en mi presencia ”. S. Bernardo de Claraval, Div 2, 1 “En estas dos cosas consiste toda nuestra vida espiritual: fijarnos en nosotros mismos para llenarnos de temor y tristeza saludables; y mirar a Dios para alentarnos y recibir el consuelo gozoso del Espíritu Santo. Por una parte fomentamos el temor y la humildad y por otra la esperanza y el amor”. S. Bernardo de Claraval, Div 5, 5 ”Si quieres conocerte a ti mismo, poseerte, entra en ti mismo, no te busques fuera de ti. Una cosa eres tú, otra lo que es tuyo, otra lo que está en derredor tuyo. En derredor tuyo está el mundo; tuyo es el cuerpo; tú fuiste hecho interiormente a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, vuelve prevaricador, adentro de ti, donde tú eres, a tu corazón. Por fuera eres animal, a imagen del mundo; de ahí que se diga del hombre que es un pequeño mundo. Por dentro, eres un hombre a imagen de Dios, de ahí que también puedas ser deificado. Por eso, hermanos, el hombre vuelto a sí mismo al igual que el hijo menor, el pródigo, ¿dónde se encuentra sino en una región lejana, en una región de desemejanza, en una tierra extranjera, donde se sienta y llora, mientras recuerda a su padre y a su patria?”. Isaac de Stella, OS II[2], 13 “Esta unión del hombre con Dios o esta semejanza con él, hace que el espíritu, en la medida que se acerca a Dios, vaya conformando a sí el alma animal y lo que es inferior a ella. De este modo, espíritu, alma y cuerpo quedan debidamente ordenados, situados en su debido lugar, valorados cada uno según sus méritos y estimados según sus propiedades. Entonces comienza el hombre a conocerse perfectamente a sí mismo y, progresando en este conocimiento de sí, asciende hacia el conocimiento de Dios”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 289 Conocimiento de sí Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 289 S. Bernardo de Claraval - Adv III, 7 - Ann IV, 3 - Asspt V, 12 - Csi II 6, 1-2 - Csi II 14, 3 - Ded III, 4 - Div 2, 1 - Div 5, 5 - Div 40, 3 - Ep 42, 21 (Mor 21) 56
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JB 8 Pent III, 3 QH XI, 5 SC 13, 3 SC 17, 8 SC 35, 1 SC 36, 5-6 SC 37, 1-2 SC 57, 6-7 SC 81, 1
Isaac de Stella - OS II[2], 13
Conversión de vida
“El que profesa no se compromete a la Regla. El compromiso se refiere a la propia conversión “según la Regla” y a ser consecuentes con el régimen de vida. Este es el común denominador de los monjes. Y aun que se sirva a Dios en distintos monasterios y observancias diferentes, no hay duda de que en todas partes se vive según la Regla; porque las costumbres fraguadas en una buena tradición nunca son estridentes a la Regla. El que observa lo que le parece bueno allí donde ha profesado, vive conforme a lo que prometió, porque sólo se ha obligado a compartir una vida seria y abnegada con quienes desea formar una comunidad ”. S. Bernardo de Claraval, Pre 47 “Exíjase, por tanto, el compromiso de la estabilidad al flojo y apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y curioso, y a todos los tocados por la ligereza de la inconstancia. Manténgase una cierta indulgencia con los profesos, fieles a la conversión de costumbres y a la obediencia según la Regla. Y si el ambiente de maldad y la carencia de espíritu religioso en las comunidades fuese un obstáculo serio, yo aconsejaría sin dudar un cambio de lugar, impulsado por el Espíritu de libertad, donde la persona pueda sin tropiezos ofrecer a Dios los votos que pronunciaron sus labios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44 “Mas ni debe tenerse en poco la misma conversión corporal, pues se sabe que no es corta ayuda para la espiritual. De ahí es que en ese mismo lugar, habiendo dicho el Señor: De todo corazón, añadió luego, en ayuno, que ciertamente pertenece al cuerpo. Sin embargo, hermanos míos, quiero que estéis advertidos que el ayuno debe observarse no sólo respecto a la comida, sino respecto de todos los deleites de la carne y, de todo gusto del cuerpo; antes bien, se debe ayunar de los vicios que de los manjares. Pero hay un pan respecto al cual no quisiera yo que ayunarais, no sea que acaso desmayéis en el camino; y, si no lo sabéis, digo que es el pan de lágrimas, porque se sigue: En el ayuno, en las lágrimas y en los gemidos”. S. Bernardo de Claraval, Quad II, 4 “Hasta ahora siempre me has pedido oraciones, nunca me has apremiado a que te explique ninguna cuestión. Reconozco que me siento incapaz de satisfacerte en lo uno y en lo otro. Lo primero me lo exige mi profesión, pero no lo cumplo en mi vivir monástico. Para lo segundo, si te digo la verdad, me encuentro sin lo más indispensable, que es habilidad e ingenio”. S. Bernardo de Claraval, Dil prol 1
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“Pienso que a éste se refiere la Escritura: La ley del Señor es perfecta, y convierte las almas. Porque es la única capaz de arrancar al alma del amor de sí misma y del mundo, y volverla hacia Dios. Ni el temor ni el amor de sí mismo son capaces de convertir el alma. A veces cambian la expresión del rostro o la conducta exterior, mas nunca los sentimientos. Los esclavos hacen algunas veces obras de Dios, pero no las realizan espontáneamente y les cuesta mucho. También los asalariados, pero no lo hacen gratuitamente, y se dejan arrastrar por la codicia. Donde hay amor propio allí hay individualismo. Y donde hay individualismo hay rincones. Y donde hay rincones hay basura e inmundicia. La ley del siervo es el temor que le invade. La del asalariado es la codicia que le domina, le atrae y le distrae. Ninguna de estas leyes es pura y capaz de convertir las almas. La caridad, en cambio, convierte las almas y las hace también libres”. S. Bernardo de Claraval, Dil 34, 3 “Por lo tanto, para que el querer de que gozamos por el libre albedrío sea perfecto, necesitamos una doble gracia. Por una parte, saborear la verdad, lo cual supone la conversión de la voluntad hacia el bien; y, por otra, la posibilidad de realizarlo, es decir, la confirmación en el bien”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 1 “Es perfecta la conversión al bien cuando solamente nos complace lo que es conveniente o lícito. Y la confirmación en el bien es perfecta si no carece de nada de lo que desea. La voluntad alcanza la perfección cuando es plenamente buena y llena de bondad. Posee una doble cualidad original: una, por ser criatura -porque el Dios bueno todo lo hace bieny, además, porque vio Dios todo lo que había hecho,y era muy bueno. La otra, por el libre albedrío, según el cual fue creada a imagen del Creador. Si a ello añadimos la conversión al Creador, entonces puede considerarse plenamente buena”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 2 “Buena como toda criatura en general, superior a ellas por su naturaleza, y óptima cuando se ordena a sí misma. Esta ordenación consiste en la total conversión de la voluntad a Dios y en su sometimiento deliberado y ferviente ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 3 “Pero el triste arrastrar las cadenas y la espantosa lobreguez de la cárcel nos ha dejado triturados y entumecidos. Somos incapaces de defendernos en la vida. Pidamos el Espíritu que auxilia y reconforta, plenamente confiados de que el Padre da el buen espíritu a los que se lo piden. Una vida nueva es señal inequívoca de poseer un espíritu nuevo. En resumen: tener el testimonio de la sangre, del agua y del espíritu, significa privarse de pecar, hacer frutos dignos de penitencia y abundar en buenas obras”. S. Bernardo de Claraval, O Pas II, 5 “Hablamos, si recordáis, del beso que se recibe en los pies, en las manos y en la boca, correspondiendo cada beso a un estado distinto. Con el primer se consagran los comienzos de nuestra conversión; el segundo se concede a los que van avanzando en ella, y el tercero es una experiencia exclusiva para los perfectos que son muy pocos”. S. Bernardo de Claraval, SC 4, 1 “Pero esta desemejanza no es una extinción de la naturaleza, sino un vicio que cuanto más se realza por contraste el mismo bien de su naturaleza, tanto más la desfigura al mezclarse con ella. Ahora bien, el regreso del alma es su conversión al Verbo, para ser reformada por él y conformada a él. ¿Cómo? En el amor. Escuchadlo: Procurad pareceros a Dios como hijos queridísimos y vivid en mutuo amor, igual que os amó Cristo”. 58
S. Bernardo de Claraval, SC 83, 2 El fruto de la primera visita es la conversión sincera a Dios; el fruto de la segunda es la mortificación de la propia voluntad y de todas las pasiones; y el fruto de la tercera es la felicidad perfecta. En efecto, una vez recibido el fruto de la primera compunción mediante la excelencia de la perfecta conversión, cesa ya de actuar ella por haber cumplido, en cierto modo, su misión, y le sucede inmediatamente la prueba de las tentaciones y fatigas, para culminar con razón en la devoción íntima con Dios”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 31 “
63. No haya duda, dije yo, que derramar lágrimas es un sacrificio muy grato y acepto a Dios, y un holocausto capaz de perdonar todos los pecados reconocidos; pero para aquellos que se arrepienten y confiesan, para quienes no vuelven a recaer en lo que se arrepienten, para quienes se acogen con espíritu de humildad y espíritu contrito a las piadosas entrañas de Jesús, para quienes hacen todos los frutos de penitencia que pueden. Por eso, tú y todos los que se preocupan de su salvación, deben esforzarse en que la mortificación de la carne, la diligencia en las vigilias y en el trabajo, la rusticidad del vestido, la sobriedad de la comida, el peso del silencio, y todo lo relacionado con los miembros del hombre exterior e interior esté empapado como holocausto agradable con lágrimas abundantes y con la suavidad de los devotos afectos, para que exhale su aroma en el ara del corazón por el fuego de la caridad, y como dice el profeta: Tu sacrificio sea agradable. Pero si no puedes hacer ambas cosas, es preferible vivir sin lágrimas en la pobreza apostólica y pureza evangélica, que con lágrimas diarias quebrantar sin cesar los mandatos divinos. Pues los que obran el mal, aunque resuciten muertos, expulsen demonios y den vista a los ciegos, oirán del Señor: Apartaos de mí. 64. Si se considera todo con atención, diligencia y humildad, creo que será muy fácil advertir que todo convertido es levantado a las alturas por la nueva infusión de la caridad, por el ágil impulso y los suaves movimientos de su espíritu; pero no hay que olvidar que la codicia le arrastra hacia abajo, y todo en lo que se apoya le empuja siempre por su peso natural hacia el abismo. Tal empeño le exige mucho esfuerzo” . S. Elredo de Rieval, Spec II, 63.64 “¿Y qué es eso? Aquello que prometimos, y en cuya observancia y perseverancia hemos puesto como testigos a Dios y a los santos. ¿De qué se trata? De la estabilidad en nuestro monasterio, de la conversión de nuestras costumbres y de la obediencia según la Regla de San Benito. Y más adelante añade: Quiero que el libro de San Benito se lea a los monjes, y que yo abrace de corazón lo que crea que es necesario de cuanto hemos establecido como esencial a nuestra Regla y a la profesión monástica. Que con la ayuda del Señor me esfuerce en cumplir con la máxima devoción los votos y cuanto he prometido. Todo lo demás intentaré cumplirlo, no como núcleo de la Regla sino como algo que la ayuda y mantiene”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 83 “Negra soy pero hermosa ¿Acaso el alma de cada uno de nosotros no puede decir esto: Negra soy pero hermosa? Sin duda que es hermosa aquella alma que desprecia el mundo pero todavía es negra porque, a menudo, permanece inquieta en su corazón y piensa en el mundo. Hermosa es aquélla que, en cuanto puede, ama a Dios, pero sigue negra puesto que, muchas veces, siente en sí el amor de las cosas carnales. 59
Hermosa es aquella alma que, en cuanto le es posible, hace lo que sabe que es provechoso para los demás por la caridad, pero todavía permanece negra por cuanto, frecuentemente siente en sí la ira, la impaciencia y otras cosas que se oponen a la caridad. Hermosa es, finalmente, aquella alma que no consiente en ninguna falta, mas sigue siendo negra porque ella, todavía, tiene faltas ”. S. Elredo de Rieval, STemp OS II [23], 5 “¿Preguntas cómo engendró la virginidad al Salvador? Como la flor de la vid exhala su perfume. Si encuentras la flor corrompida por haber exhalado su perfume, entonces cree que la pureza de María fue violada porque dio a luz al Salvador. Por este suave olor somos atraídos cuando mediante la conversión corremos hacia él. Aunque uno sea el olor que se percibe por la buena fama proveniente de la predicación, otro es el olor que proviene de sus vestiduras o de sus ungüentos o tal vez de su mismo cuerpo de un modo más intenso. Este olor no es otra cosa que la virtud que sale de él. Ella despierta a los perezosos, renueva el fervor del amor y hace correr con alegría por el sendero de los mandamientos ”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 3 “Las cosas que primero mi alma no quería tocar, ahora, por la angustia de un deseo impaciente, son mi comida. Más aún, es de admirar que cuanto más amargo resulta el pecador antes de su conversión, tanto más dulce se torna después de convertido; cuanto más desesperamos de él, tanto más nos alegra su salvación, porque más admiramos la gracia del Salvador, el cual, llevando sobre sus hombros la oveja perdida, causa más gozo a los ángeles por un pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos”. Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 2 “Los que viven piadosamente en Cristo, comen siempre este alimento que es Cristo porque es de Él de quien siempre reciben el vivir en Él. A todos les es necesario este alimento para vivir en la justicia. Y porque no está permitido esperar a la justicia para convertirse, ni avanzar con flojedad cuando se ha comenzado a convertirse, se nos dice: Comeréis de prisa. Entonces, quienes no viven todavía de Cristo ni en Cristo deben comenzar sin vacilación ni demora a vivir según Cristo y a tener así a Cristo por alimento. Los que viven ya en Cristo deben apresurarse a comer de prisa, es decir, a tender ávidamente al progreso ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1 “3. Éramos enemigos, esclavos del pecado, libres con respecto a la justicia. El Hijo nos liberó y en verdad fuimos liberados del pecado y del diablo, deviniendo esclavos de la Justicia. Y éste es el primer grado, el que desea quien clama: Señor, libera mi alma. Y habiéndolo obtenido exulta: Señor, porque me libraste soy tu siervo e hijo, no digo todavía tuyo, sino de tu esclava . Rompiste mis cadenas, con las cuales el diablo me había aherrojado como un cuadrúpedo, de modo que no tenía la libertad de salir ni de obrar como está escrito: Sale el hombre a su trabajo, a sus faenas. 4. Ahora muevo el pie, ahora extiendo mi mano desecada de pervertido me he transformado en convertido, de enemigo en siervo, siervo totalmente inútil para hacerte el bien a ti, que no necesitas de mis bienes; y sin embargo útil para mí, que con temor y temblor obro mi salvación. Cuando hayáis hecho estas cosas decid: siervos inútiles somos, etc. He aquí que es considerado enemigo el que realiza perversamente el mal o hace perversamente el bien; el que hace todo bien, no es llamado aún amigo, sino siervo. 60
5. Así, corresponde al siervo hacer el bien, cumplir obras virtuosas de justicia y de misericordia; pero el amigo comparte los secretos, conoce los proyectos. De ahí que, en el segundo grado, los otrora enemigos, convertidos en siervos oyen que se les dice: Ya no os llamo siervos, sino amigos míos, etc. ¿Qué esperamos todavía? Que, en el tercer grado, de amigos lleguemos a ser hermanos de Cristo, hijos de Dios, y finalmente, ya que los hijos son herederos lleguemos a ser sus herederos”. Isaac de Stella, OS V [5], 3-5 “15. Así pues, dado que la hora pasó, digamos brevemente que el alejamiento de Dios -ya sea que la razón se aparte de la verdad, ya sea que la vida se aparte de la caridad- es la noche, en la cual nadie puede trabajar; pero la conversión a Dios mediante la búsqueda y la imitación es el día, en el cual el hombre sale a su trabajo, es decir, a conocer y a amar a Dios, y a deleitarse en este conocimiento y en este amor. En verdad, por esto el hombre fue creado a imagen y semejanzade dios, y por esto fue recreado y reformado a esta imagen y semejanza: por la razón a su imagen; por la vida a su semejanza. 16. Pero creado a imagen y semejanza, es recreado a semejanza y a imagen, debe ser reformado por la conformidad de la vida, con miras a la participación de la naturaleza. Conocer al verdadero Dios es la vida eterna, pero amarlo de todo corazón es el camino eterno. La caridad es pues el camino, la verdad es la vida; la caridad es la semejanza, la verdad es la imagen; la caridad es el mérito, a la verdad es el premio; por la caridad se camina, por la verdad se reposa. 17. Así pues, amadísimos, saliendo el hombre de la noche del pecado y de las costumbres carnales a este trabajo que es el suyo, por la primera iluminación de la gracia, como en la primera mañana de su conversión Dios, le sale al encuentro su conciencia y él ve de qué modo vivió, mientras vivió en el mal; en la luz discierne cómo fue en las tinieblas. Así, en este primer envío a la vida, mientras se acusa, la conciencia recuerda diligentemente todas sus acciones, evoca todo, e inclinándose, sin duda alguna por la humildad, cava en profundidad; arrancando todas las raíces de la injusticia, comienza realmente a cultivarse con miras a la justicia ” Isaac de Stella, Sex I [16], 15.16.17. Conversión de vida S. Bernardo de Claraval - Dil prol 1 - Dil 34, 3 - Gra 19, 1 - Gra 19, 2 - Gra 19, 3 - O Pas II, 5 - Pre 44 - Pre 47 - Quad II, 4 - SC 4, 1 - SC 83, 2 Beato Guerrico de Igny - Nat BVM I [51], 3 - Pent II [39], 2 S. Elredo de Rieval 61
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Spec II, 31 Spec II, 63.64 Spec III, 83 STemp OS II [23], 5
Isaac de Stella - OS V [5], 3-5 - Sex I [16], 15.16.17. Balduino de Ford - Sac alt III, 1
Corazón
“Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea, porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres caridad”.S. Elredo de Rieval, Spec I, 2 “Nosotros, los profesionales de la cruz de Cristo, empuñando la llave de la palabra divina, cerrados los claustros de nuestro pecho y penetrando hasta la división del alma y del espíritu, de la coyuntura y de la médula, distingamos los pensamientos y las intenciones del corazón; y, sin lisonja adulatoria, viendo lo que hay en los más recónditos repliegues del alma, procuremos descubrir mejor las mismas raíces de las enfermedades”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 3 “En toda obra buena hay que precaverse sobre todo de dos males, a saber: la aflicción y la preocupación. Con la aflicción se amarga la dulzura del amor; con la preocupación desaparece la tranquilidad. Hay aflicción cuando uno se consume de impaciencia por algo que no se puede evitar; hay preocupación cuando, en lo que se puede hacer, uno se comporta con intemperancia. Así, pues, para no amargarse el espíritu, se debe soportar pacientemente la propia impotencia; y para que no se preocupe con daño propio, no debe pretenderse más que aquello que está al alcance de las propias posibilidades”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 97 “Consideremos, pues, la amplitud de nuestro corazón como un arca espiritual, construida con las maderas incorruptibles de las buenas costumbres y virtudes, en la cual hacemos las pequeñas habitaciones y pisos de locales espirituales, y distribuyámoslos entre todos según su orden y dignidad”.S. Elredo de Rieval, Spec III, 103 “2. Señor Dios de los ejércitos vuélvenos a ti, muést ranos tu faz y seremos salvos. Pero ¡ay, ay, Señor! ¡qué precipitado, temerario y desordenado, qué presuntuoso y ajeno a la regla del Verbo de vida y de tu Sabiduría es el corazón inmundo al querer ver a Dios! Pero tú, Soberana bondad, soberano Bien, Vida de los corazones, Luz de los ojos interiores, a casusa de tu bondad, Señor ten piedad. Porque ésta es mi purificación, ésta mi confianza, ésta mi justicia; la contemplación de tu bondad Señor. 62
…tú sabes cómo te dice mi corazón: Mi rostro te ha buscado, tu rostro buscaré. No apartes tu rostro de mí, ni, enojado, te alejes de tu siervo. Señor, Ayudador antiguo y mi Defensor infatigable, de veras soy desvergonzado e inoportuno, pero mira, como sólo tú me ves; que es por amor de tu amor que lo hago, yo que no te veo. Así como me diste el deseo de ti, así me diste cuanto en mí te agrada. Pronto perdona a tu ciego que corre hacia ti y le tiendes la mano cuando al correr, tropieza con alguna cosa. 3. Que la voz de tu testimonio me responda adentro, en mi alma y en mi espíritu, estremeciendo y sacudiendo todo mi interior. El relámpago de tu verdad me responde que: el hombre nunca podrá verte y permanecer vivo, y esta luz ha cegado mis ojos interiores. Porque ciertamente estoy sumergido en el pecado hasta el momento presente, no habiendo podido morir a mí mismo para vivir en ti. Sin embargo, según tú precepto y por un don tuyo me afirmo en la piedra de la fe en ti, de la fe cristiana, el lugar verdaderamente está junto a ti; allí aguardando atentamente, con toda mi capacidad, sufro con paciencia y abrazo y beso tu derecha que me cubre y me protege y a veces, cuando miro diligentemente, percibo las espaldas de Aquel que me ve, percibo que pasa la humildad de la dispensación humana de Cristo, tu Hijo. Pero cuando me empeño en llegar a Él, o, como aquella hemorroisa: cuando me esfuerzo en robar la salud para mi alma enferma y miserable, por el contacto saludable de sus fimbrias, al menos; o como Tomás, varón de deseos, cuando yo anhelo verlo enteramente y tocarlo , todavía más: acceder a la sagrada herida de su costado, puerta del arca abierta al costado, no sólo para meter allí el dedo o toda la mano sino para entrar entero hasta el corazón mismo de Jesús, en el Santo de los Santos, en el Arca del Testamento, hasta la urna de oro, al alma de nuestra humanidad que contiene en sí el maná de la divinidad: ¡ay! entonces, se me dice: ¡No me toques! y aquello del Apocalipsis: ¡afuera los perros! … es por un don de tu gracia, Señor, el que vea todos los ángulos y límites de mi conciencia, única y exclusivamente deseo verte para que todos los confines de la tierra vean la salvación del Señor, su Dios, de modo que amen a aquel que veo, a quien amar es vivir verdaderamente. Pues me digo en la languidez de mis deseos: ¿quién ama lo que no ve? ¿cómo podría ser amable lo que de algún modo no fuera visible? 4. Pero tus encantos afluyen hacia mí que te deseo. Se me presentan y se me ofrecen desde el cielo y la tierra, y desde cuanto has creado ¡oh Señor adorable y amable en todas tus obras! … Sin embargo, Señor, estoy seguro de veras, de tener, por tu gracia, el deseo de desearte y de amar amarte con todo mi corazón y toda mi alma. 5.… para que pueda ver tu gloria, para que olvidando mi pequeñez y mi pobreza, todo entero me dirija a ti y corra en el abrazo de tu amor viendo a aquel que amaré, y amando a aquel que veré, y para que muriendo a mí mismo y comenzando a vivir en ti, pueda alcanzar el bien de ser en ti, y a que mi mal es ser de mí mismo. … Deseo amarte y amo desearte. De este modo corro para aprehender a aquel que me tiene asido y para amarte perfectamente, un día, oh tú que me amaste primero, tú a quien se debe amar, amable Señor. 6.… cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto más capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio. La saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa toda ansiedad. Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad, toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo. 63
…. Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que ama, abunden en aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que desea, ni el fastidio al que está saciado”. Guillermo de Saint-Thierry, Contemp, I, 2-6 “Es sobre todo en estas horas (por la madrugada) cuando debemos instalarnos delante de Dios, como cara a cara examinarnos a la luz de su rostro, encontrar en nosotros mismos motivo de aflicción y de dolor, e invocar el nombre del Señor, excitando nuestro espíritu hasta que se inflame, volviendo sin cesar al recuerdo de la abundante suavidad del Señor, hasta que él mismo llegue a ser la dulzura de nuestro corazón ”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 112 “Para obtener tales gracias y conservarlas, hay que recurrir sin descanso a una oración asidua y prolongada, en la que tan grande sea la fe, que todo lo espere, tan grande el fervor, que le parezca que fuerza a Dios; tan grande el amor, que todo lo que pide sienta que lo obtiene en el momento mismo de la oración; tan dócil la humildad, que en todo desee que se cumpla en él la voluntad de Dios, no la suya propia …”. Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 8 “Esta es la verdadera sabiduría, este el consejo del sabio, que quiere que se guarde el corazón con todo el cuidado posible, porque de él procede la vida”. S. Bernardo de Claraval, QH VII, 12 “Purifica tu corazón, desocúpate de todo, sé monje, es decir: unificado; una sola cosa pide al Señor, búscala: aquiétate y mira que él mismo es el Señor”. S. Bernardo de Claraval, Sent III, 2 “Cuando llegue el Salvad or, transformará la bajeza de nuestro ser, reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo; a condición de que el corazón quede previamente transformado, reproduciendo la humildad del suyo. Por eso va pregonando: Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón. Fíjate en esta expresión, porque hay una doble humildad. Humildad de conocimiento y humildad de afección, llamada aquí de corazón. Por la primera reconocemos que no somos nada; la vamos aprendiendo en la experiencia de nuestras propias debilidades. Por la segunda pisoteamos la gloria del mundo; la aprendemos de aquel que se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo; solicitado como rey, huyó; y, buscado para aguantar tanto hasta el ignominioso suplicio de la cruz, se entregó espontáneamente”. S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 4 “Considera que la ley te exige estas tres cosas, cuando dice: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Si no surge otra interpretación más acertada de esta triple distinción yo creo que el amor del corazón se refiere al celo del afecto, el amor del alma a la sutileza o juicio de la razón, y la fuerza del amor puede guardar relación con su constancia y entereza. Ámale, pues al Señor con todo el afecto de tu corazón entero; ámale con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas tus fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 4 “La medida de ese amor consiste en que llena todo el corazón con su dulce suavidad hasta poseerlo plenamente, desechando de él todo otro amor o seducción carnal. Esto equivale a amar con todo el corazón. De lo contrario, podría preferir a la carne de mi Señor cualquier otro parentesco o complacencia, que me impedirían cumplir todo lo que él 64
enseñó de palabra o de obra, mientras vivía en la carne mortal. ¿Y no sería esto una evidencia de que no amo con todo el corazón? ¿No tendría partido el corazón, dándole una parte para él, mientras con la otra me vuelvo hacia mí mismo? Por eso dice: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. Por tanto, y en pocas Palabras: amar con todo el corazón consiste en preferir el amor de su sacrosanta carne a cualquier otra cosa qué halague a la propia carne o a la de otro. Me refiero también a la gloria del mundo, porque la gloria del mundo es gloria de la carne y aquellos que se complacen en ella son sin duda carnales”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 7 “El ojo del corazón, al que la Verdad prometió su plena manifestación: dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios, se purifica de toda mancha, debilidad, ignorancia o mal deseo adquirido, por medio del llanto, del hambre y la sed de ser justo, y por la perseverancia en las obras de misericordia ”. S. Bernardo de Claraval, Hum 19, 4 “Nos sustenta, a más de esto, con el pan de vida y de entendimiento, y nos da a beber del agua de la sabiduría que da la salud. Porque la inteligencia de las cosas espirituales e invisibles es verdadero pan del alma que corrobora nuestro corazón y nos fortalece para toda obra buena en todo género de ejercicios espirituales. El hombre carnal que no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, sino que le parecen necesidad, gime y llora diciendo: Se ha secado mi corazón porque me olvidé de comer mi pan. Mira qué verdad tan pura y perfecta es que de nada le sirve al hombre ganar todo e l mundo si pierde su alma”. S. Bernardo de Claraval, Ann II, 4 “7. Feliz aquel que medita siempre en el Señor, y considera sin cesar en su corazón las alegrías perennes del Señor. ¿Habrá algo pesado para quien comprende que los sufrimientos del tiempo presente son cosa de nada comparados con la gloria futura? ¿Qué puede apetecer de este mundo perverso, quien contempla con sus propios ojos la dicha del Señor en el país de la vida, y los premios eternos? El Profeta dice al Señor: Te habla mi corazón: Yo busco tu rostro, Señor. Quiero ver tu rostro. 9. Os pido por favor, hermanos, que no se os embote el corazón con los afanes del mundo. De la glotonería y embriaguez, gracias a Dios, no tengo en qué reprenderos. Desembarazaos de toda especie de pensamientos terrenos, y experimentaréis cómo ensalza el Señor a los suyos. Levantad vuestro corazón con las manos de vuestros pensamientos, y contemplaréis al Señor transfigurado”.S.Bernardo de Claraval, Asc IV, 7.9 “2. Hermanos, levantemos al cielo el corazón con las manos, y caminando con fe y devoción acompañemos al Señor en su ascensión. Muy pronto y sin obstáculos seremos arrebatados en las nubes para estar con él. Esto no puede alcanzarlo ahora el espíritu animal, pero lo alcanzará el cuerpo espiritualizado. No nos cansemos, pues, de levantar el corazón, porque como nos dice la propia experiencia, el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre nos deprime. 3. Tal vez necesitemos explicar en qué consiste levantar el corazón, o cómo conviene levantarlo. Damos la palabra al Apóstol: si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la tierra. Es decir: si habéis resucitado con él, subid con él; si vivís unidos a él, reinad con él. 65
Hermanos, acompañemos siempre al Cordero: cuando sufre, cuando resucita y más aún cuando asciende. Que nuestro hombre viejo esté crucificado con él, para que se destruya el individuo pecador y ya no seamos esclavos el pecado. Extirpemos cuanto de terreno hay en nosotros. Y así como él fue resucitado de la muerte por el poder del Padre, emprendamos también nosotros una vida nueva. Si murió y resucitó fue para que abandonemos el pecado y nos entreguemos a la Justicia”. S .Bernardo de Claraval, Asc V, 2.3 “5. Los miembros principales de nuestro corazón son el entendimiento y el afecto. Sus objetivos suelen ser opuestos: uno tiende a lo alto y al otro le atrae lo más bajo. 8. Si deseamos las cosas de arriba, intentemos ahora ya degustarlas y saborearlas. Cuando se nos recomienda buscar y paladear lo de arriba, podemos aplicarlo al entendimiento y al afecto. Levantemos nuestro corazón a Dios con nuestros miembros más nobles, con esa especie de manos que son los humildes esfuerzos y las prácticas espirituales. Yo creo que todos buscamos las cosas de arriba con la inteligencia de la fe y el juicio de la razón. Pero no todos saboreamos esas realidades en el mismo grado, por estar saturados de las realidades terrenas, arrastrados irresistiblemente por el afecto ”. S.Bernardo de Claraval, Asc VI, 5.8 “Y al revés. La templanza necesita igualmente de la justicia. Nos lo enseña el Señor en el Evangelio al condenar la templanza de los que sólo ayunaban para ostentar ante la gente su ayuno. Guardaban templanza en el comer, pero no eran justos en su corazón, porque no intentaban agradar a Dios, sino a los hombres”. S. Bernardo de Claraval, Csi I, 10 “Tampoco me gustaría que dejes de tener en cuenta cómo te comportas respecto a las tribulaciones. Felicítate si perseveras constante a pesar de las tuyas y te condueles de las ajenas. Será una señal de la rectitud de tu corazón. A la inversa, sería indicio de un ánimo ruin y perverso si te sientes incapaz de soportar las propias y no tienes la más mínima compasión de las ajenas”. S. Bernardo de Claraval, Csi II, 21 “A Cristo le encantan las flores. Por eso eligió Nazaret para ser concebido y criarse allí. Al esposo celestial le deleitan esos aromas y se adentra gustosamente, siempre que puede, en el tálamo de nuestro corazón si lo encuentran cubierto de flores y cuajado de frutos. Donde ve un alma entregada a la meditación continua de la gracia de su pasión o de su gloriosa resurrección, allí acude presurosamente ”. S. Bernardo de Claraval,Dil 8, 2 “Yo creo que no es posible amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, mientras el corazón no se vea libre de los cuidados del cuerpo, el alma no cese de conservarlo y vivificarlo, y sus fuerzas, desligadas de todas las dificultades, no se vigoricen con el poder contemple continuamente su rostro, mientras viva ocupada y distraída, sirviendo a este cuerpo frágil y cargado de miserias”. S. Bernardo de Claraval, Dil 29, 1 “2. ¿Quieres oír cuán cerca está? A tu alcance está la Palabra, en tus labios y en tu corazón, con tal que la busques con rectitud de corazón. Levanta el corazón, sal de tu cama y no te hagas sordo al consejo de tener alerta el corazón. Así encontrarás la sabiduría en tu corazón y de tus labios fluirá la prudencia. 4. Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que 66
conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades presentes y desear los premios futuros”. S. Bernardo de Claraval, Div 15, 2.4 “La naturaleza divina que es simple, requiere la simplicidad del corazón”. S. Bernardo de Claraval, Div 37, 9 “Recíbanse con la voluntad los mandatos de los superi ores, y evítese que el corazón haga reflexiones personales; hasta llegar a sacrificar la voluntad propia y amar el precepto del superior. Obedecer con gusto es cumplir de manera voluntaria la voluntad de los superiores”. S. Bernardo de Claraval, Div 41, 4 “La verdad pura únicamente la comprende el corazón puro; y nadie siente tan al vivo la miseria del hermano como el corazón que asume su propia miseria. Para que sientas tu propio corazón de miseria en la miseria de tu hermano, necesitas conocer primero t u propia miseria”. S. Bernardo de Claraval, Hum 6, 5 “La compunción del corazón y las lágrimas también son un bautismo ”. S. Bernardo de Claraval, O Pas I, 7 “Así nuestras obras se deben hacer con fervor y deseo del corazón, para que haya en nuestras ma nos candelas encendidas”. S. Bernardo de Claraval, Pur II, 2 “Pero es muy fácil distinguir lo que procede de la voluntad propia o del amor, porque son dos eternos rivales. El amor es afable y no lleva cuentas del mal. En cambio, el peor enemigo del espíritu de discreción es la voluntad propia, que trastorna el corazón humano y ciega la razón. Compremos tres aromas para el alma: sentimientos de compasión, empeño por la equidad y espíritu de discreción. Y paguémoslos con la moneda de la voluntad propia”. S. Bernardo de Claraval, Res 2, 8 “En el corazón existen también dos clases de lepra: la voluntad propia y el juicio propio. Ambas son pésimas, y además muy peligrosas porque son internas”. S. Bernardo de Claraval, Res 3, 3 “Y efectivamente, cuando se perdonan los pecados, el diablo sale arrojado del corazón del pecador. Por eso, cuando alguien se arrepiente se dice en general: Ahora es cuando comienza el juicio de este mundo, ahora va a ser echado fuera el jefe de este mundo. Porque Dios perdona el pecado a quien lo confiesa humildemente, y el diablo pierde su poderío en el corazón de esa persona de la que se había apoderado ”. S. Bernardo de Claraval, SC 6, 4 “Aquí tienes, alma mía, tu catálogo, resumido en la esencia de este nombre, Jesús, salvífico de verdad, que nunca falló en cualquier epidemia. Llévalo siempre en tu corazón. Tenlo siempre a mano, para que todos tus sentimientos y acciones te lleven a Jesús. El precisamente te ha invitado a que procedas así: Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón. Pero esto lo comentaremos en su día. De momento ya tienes con qué curar tu brazo y tu corazón. Quiero decirte que el nombre de Jesús enderezará tus malas obras y perfeccionará las defectuosas; y controlará tus sentimientos, para que no se adulteren, o para que se orienten cuando se desvíe”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 7 67
“Terrible y espantosa amenaza: Sal fuera y lleva a pastar tus cabritos. Esto es: reconócete indigna de aquella contemplación tuya dulce y familiar de las realidades celestes, inteligibles y divinas. Marcha de mi santuario, que es tu propio corazón, donde bebías dulcemente lo sagrados misterios de la verdad y los bienes de Dios. Como una cualquiera de las almas mundanas complícate la vida, pastoreando y recreando tus sentidos carnale”. S. Bernardo de Claraval, SC 35, 2 “¡Oh alma santa!, permanece solitaria y resérvate exclusivamente para el Señor, a quien has elegido para ti entre todos. Huye de las gentes, huye hasta de las familiares; aléjate de los amigos e íntimos, hasta del que te sirve. ¿No sabes que tienes un esposo muy pudoroso, que de ninguna manera te regalaría con su presencia delante de otros? Aléjate, pues, pero con el corazón, no corporalmente; con tu intención, con tu devoción, con tu espíritu. El Santo Ungido del Señor, es espíritu, busca la soledad de tu espíritu, no la del cuerpo; aunque a ratos no está mal que te separes también corporalmente, cuando puedas hacerlo con discreción, en especial durante la oración”. S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4 “Dirás: ¿qué quieres que haga? Empieza por purificar tu conciencia de toda mancha de ira, disensión, murmuración y envidia; apresúrate a eliminar del lecho de tu corazón cuanto sepas que se opone a la paz de los hermanos y a la obediencia de los ancianos. Después rodéate de las flores de las buenas obras, de anhelos encomiables y de la fragancia de las virtudes…” S. Bernardo de Claraval, SC 46, 7 “Por esto creo que se las llama raposillas. Mientras los demás vicios se presentan abiertamente por sus proporciones, estos otros no se pueden distinguir con facilidad por su sutileza. Por eso sólo pueden precaverse contra ellos los hombres perfectos, experimentados e iluminados con los ojos del corazón para discernir el bien del mal, especialmente para el discernimiento de espíritu ”. S. Bernardo de Claraval, SC 64, 6 “¡Oh Esposo, tú mereces ser amado en verdad y abrazado con toda la entraña del corazón! ¿Cómo va a dudar la iglesia en consagrarse con toda su devoción a un redentor tan fiel, tan generoso para perdonarle y tan justo para defenderle?” S. Bernardo de Claraval, SC 70, 4 “La intención del corazón y el juicio de la conciencia dan color a tus obras. Los vicios son negros y las virtudes blancas. Para discernir entre éstas y aquéllos debe consultarse a la conciencia. Sigue en pie la sentencia del Señor sobre el ojo malo y el lúcido, porque estableció ciertos límites entre lo blanco y lo negro, y separó la luz de las tinieblas. Lo que sale del corazón puro y de la conciencia recta es blanco y se llama virtud; y si la acompaña la buena fama es el lirio, porque no le falta su blancura y su perfume”. S. Bernardo de Claraval, SC 71, 1 “6. ¿Me preguntas entonces cómo conozco su presencia si sus caminos son totalmente irrastreables? Es vivo y enérgico, y en cuanto llegó adentro despertó mi alma dormida; movió, ablandó e hirió mi corazón que era duro, de piedra y malsano. También comenzó a arrancar y destruir, edificar y plantar; a regar lo árido, iluminar lo oscuro, abrir lo cerrado, incendiar lo frío. Además, se dispuso a enderezar lo torcido, e igualar lo escabroso para que mi espíritu bendijese al Señor y todo mi ser a su santo nombre. Así entró en mí el Verbo esposo varias veces y 68
nunca me dio a conocer las huellas de su entrada: ni en su voz, ni en su figura, ni en sus pasos. No se me dejó ver ni en sus movimientos, ni penetró por ninguno de mis sentidos más profundos: como os he dicho, sólo conocí su presencia por el movimiento de mi corazón. Advertí el poder de su fuerza por la huida de los vicios y por el control de los afectos carnales. Admiré la profundidad de su sabiduría por el descubrimiento o acusación de mis pecados más íntimos. Experimenté la bondad de su mansedumbre por la enmienda de mis costumbres. Percibí de algún modo su maravillosa hermosura por la reforma y renovación del espíritu de mi mente, es decir, de mi ser interior; y quedé espantado de su inmensa grandeza al contemplar todas estas cosas. 7. Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso por cierta languidez, como si sacaras del fue o una olla hirviente; esta señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que llama al Verbo para que vuelva: v uélvete.”. S. Bernardo de Claraval, SC 74, 6.7 “¡Qué buenos centinelas! Cuando nosotros dormimos ellos velan, y pasan toda la noche en vela porque tienen que dar razón de nuestras almas. ¡Qué buenos guardianes, que velan en su corazón y pasan toda la noche en oración, exploran las asechanzas de los enemigos, prevén los planes de los malvados, sueltan los cepos, eluden las trampas, separan las redes e inutilizan los artificios! Son los que aman a los hermanos y al pueblo cristiano, los que oran mucho por el pueblo y por toda la santa ciudad. Son los que, solícitos por las ovejas que el Señor les ha encomendado, madrugan para entregar su corazón al Señor que los creó y rezan delante del Señor. Velan y oran, porque conocen su incapacidad para guardar la ciudad Y porque si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”. S. Bernardo de Claraval, SC 76, 7 “Quizá la palabra sabiduría se deriva de sabor, porque al caer en el ámbito de la virtud, como si fuera su condimento, la vuelve sabrosa, cuando de suyo es insulsa en cierto sentido y parece agria. Tampoco corregiría al que defina la sabiduría como sabor del bien. Hemos perdido este sabor casi desde nuestros orígenes: desde que el veneno de la serpiente primordial, por prevalecer los sentidos carnales, emponzoñó el paladar del corazón y el alma comenzó a no saborear el bien y se le introdujo el sabor del mal”. S. Bernardo de Claraval, SC 85, 8 “Al asumir nuestra naturaleza, Cristo tomó, por decirlo así, pan. Cristo tomó con qué alimentarnos cuando se unió al hombre por el misterio de la encarnación. Cambió en trigo el heno de nuestra carne. Para alimentarnos con harina de trigo, para saciarnos con la flor del trigo. Por nosotros se hizo grano de trigo que debe ser sembrado en un corazón bueno y multiplicarse allí abundantemente. Se hizo también para nosotros pan que fortifica el corazón del hombre. …Para quien examina lo que Jesús ha tomado y dado, el cambio del pan resulta evidente. Porque tomó pan, pan en cuanto a su nombre y a su sustancia; lo bendijo, lo partió, y dio su cuerpo. Es necesario pues creer, según la piedad de la fe, que el pan fue cambiado, incluso si el evangelista no ha usado el término cambio. Con el corazón se cree para la justicia y con la boca se confiesa para la salud: por eso, hay que 69
proclamar con la boca este cambio, con toda la firmeza con que se lo cree con la fe del corazón”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1 “Pero los que tuvieron la misma fe que nosotros y creyeron en el maná espiritual, es decir, en el pan del cielo y el pan de los Ángeles, o sea Cristo que debía venir, fueron justificados por esa fe y vivieron espiritualmente. Comieron el mismo alimento espiritual que nosotros. Sin embargo, nosotros recibimos juntamente con el corazón y con la boca el maná visible y creemos de corazón en el maná invisible y espiritual que es Cristo. … A esta unidad pertenecen los que participan en el pan y en el cáliz, no sólo de boca, sino con corazón piadoso, es decir, que viven en Cristo y poseen a Cristo que habita, por la fe, en sus corazones ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4 “El Sol deviene más cálido en nosotros cuando nuestro corazón se inflama con el deseo del amor divino. Y el maná se derrite cuando, a la palabra de Dios, nuestro corazón se derrite por amor de Cristo. …O bien, se dice que el maná se derrite porque Cristo, cuando es recibido en el corazón, por así decir se derrite de compasión. …El maná era molido en el mortero. Este mortero es nuestro corazón, donde la palabra de Dios es triturada como con un pilón ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 “Queriendo penetrar y traspasar nuestro corazón con el clavo de su divina palabra y de su divino amor, Dios dice: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón. …Pero también parece convenir otra razón a esta división de un único mandamiento. Puesto que el amor del mundo ocupa todo nuestro corazón y llena todas sus células, hay que desterrar de todo el corazón ese amor mundano. Hay que arrojar afuera al príncipe de este mundo para que penetre el amor de Dios y se adueñe de todo el corazón. Dios debe ser reconocido en los lugares más recónditos de nuestro corazón, todos sus confines deben recordar al Señor y volverse a él. Así Dios poseerá todo nuestro corazón y este lo poseerá a su vez. Así se podrá decir con el Profeta: Dios de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. …Si en verdad amas a Dios y ofreces a Dios tu corazón en la medida en que te es posible, lo haces tuyo dándoselo a Dios. Mejor aún, aquel a quien se lo das, hace que no sea tuyo; y no puede ser tuyo si él no hace que sea tuyo. En la medida en que le entregues tu corazón, este será tuyo. …Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera perfecta. Pero, ya que la debilidad humana no lo permite, si no puedes amar a Dios en la medida en que tienes la obligación de amarlo, ámalo al menos cuanto puedes, según tus posibilidades, con toda tu capacidad. Comenzando a amar a Dios aquí con todo tu corazón en la medida en que este es tuyo, llegarás a amarlo con mayor perfección más tarde, cuando sea más perfectamente tuyo ese corazón que por ahora no te pertenece totalmente. …El primer impulso del amor divino puede estar relacionado con, el nombre del corazón, pues se nos dice: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón. Y es justo, pues por él comenzamos a concordar con Dios y a dar a Dios nuestro corazón. Él nos ha concedido el favor de sus beneficios y exige de nosotros que no devolvamos un agravio por sus 70
favores, que no pequemos contra él que es nuestro benefactor. Por lo tanto, amamos a Dios con todo nuestro corazón, conforme a nuestra imperfección, si detestamos de todo corazón el mal que él odia. Dice el Profeta: Vosotros que amáis al Señor, odiad el mal”. Balduino de Ford, Tract III “Los pobres de espíritu que no abajan su corazón hacia las cosas de la tierra sino que desean las del cielo, suspiran y se abrasan por ellas; estos elevan su alma hacia Dios. Allí está su vida escondida con Cristo, allí va su mirada y su amor, allí está su tesoro y su corazón. ¡Oh feliz pobreza, que ha de ser recompensada no sólo en el Reino de los cielos, sino con el mismo Reino de los cielos! ¡Oh feliz pobreza, aunque despreciable para el mundo, digna de ser honrada, sin embargo, para Dios! Él se apiada del pobre y del indigente, y salvará las almas de los pobres, y hará su nombre digno de honra ante él”. Balduino de Ford, Tract IX “Dios que nos ama y desea ser amado, acuñó un sello que tiene esculpida la imagen de su amor, con el cual selló con más fuerza nuestro corazón, a fin de que hecho a su imagen recibiera en sí la semejanza de esta imagen y la reprodujera. …Ponme como un sello sobre tu corazón, para amarme con todas tus fuerzas; ponme sobre tu brazo para cumplir con todo amor, todo lo que me agrada. Ponme sobre tu corazón por el amor afectivo; ponme sobre tu brazo por las obras efectivas. Tómame como modelo y ayuda para amar pura y sinceramente; como modelo y ayuda para obrar bien y sufrir con fortaleza. Ponme sobre tu corazón, sobre todo lo que piensas, lo que amas, lo que te brota del corazón; de modo que pospongas todo lo que te es querido y me superpongas siempre a mí y me ames siempre más; no sólo aquello que está fuera de ti, sino más aún todo lo que está dentro de ti. Finalmente más que a ti, para que te ames a causa de mí, y no sólo a mí, a causa de ti. Que tu amor por ti, de conformidad conmigo, esté en la cima de tu corazón, y que tu amor por mí sobrepase la cima de tu corazón. …¡Aparta de mí, ¡Señor, el corazón de piedra, aparta d e mí mi corazón endurecido, aparta de mí mi corazón incircunciso!; ¡Dame un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón puro! ¡Tú, que purificas el corazón y amas el corazón puro, posee mi corazón e inhabítalo, abrázalo y llénalo, tú que eres más alto que mi altura y más interior que mi intimidad! ¡Tú, imagen de la belleza y sello de la santidad, sella mi corazón con tu imagen, sella mi corazón con tu misericordia! Dios de mi corazón, y mi porción, Dios por siempre ”. Balduino de Ford, Tract X “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Todos tienen esta aspiración: querer ver lo que aman. Por eso, se sigue naturalmente aquello de: Bienaventurados los puros de corazón, etc. En efecto, sólo los puros de corazón verán a Dios; y Dios será visto sólo por el corazón puro. Pero, os pregunto, hermanos, ¿para qué durante largo tiempo hemos realizado tantos esfuerzos, si todavía no hemos purificado nuestro corazón? Si lo hemos purificado para la virtud, hemos de purificarlo para la verdad; si lo hemos purificado para la caridad, hemos de purificarlo para la visión. Isaac de Stella, OS IV [4], 1 “Dice el poeta: Cubierto, el fuego arde más. De ahí que el movimiento del alma, si no se derrama fuera por la verbosidad, gira interiormente en una ronda continua, como una llama de fuego, y recorriendo lo más recóndito de la conciencia, encuentra motivos de renovar en él el dolor de una saludable compunción. También el corazón, porque no se evapora fuera, se abrasa dentro con el fuego ardiente de la 71
compunción, crea un fuego luminoso que en su meditación dirige hacia lo alto. Y en mi meditación, se ha dicho, se inflamará el fuego Y así sucede que aquél que aprendió a callar exteriormente con los hombres, comienza interiormente a hablar a Dios ”. Isaac de Stella, PP II [50], 6 “Puede aguardar al Señor quien ha recibido la gracia de decir: El patrimonio de mi pequeña heredad, Señor, lo he puesto en tus manos, porque al darte mis bienes o al despreciarlos por amor a ti, he juntado un tesoro en el cielo. Puse a tus pies todas mis cosas porque sé que eres poderoso no sólo para conservar mi depósito, sino también para cuadriplicarlo y darme además la vida eterna. Dichosos vosotros, pobres de espíritu, que según el consejo del Consejero admirable juntáis para vosotros tesoros en el cielo, temiendo que si tales permanecieran en la tierra, junto con ellos, se corromperían vuestros corazones. Porque donde está tu tesoro, dice el Señor, está tu corazón. Por lo tanto sigan, sigan vuestros corazones en pos de sus tesoros, el pensamiento permanezca fijo, en lo alto y la esperanza puesta en el Señor, para que podáis también decir con el Apóstol: Nuestra ciudadanía está en el cielo y de allí aguardamos al Salvador”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 1 “Por consiguiente, prepárate, verdadero Israel, para salir al encuentro del Señor, de modo que no sólo le abras cuando venga y llame a la puerta, sino que también salgas a su encuentro con ánimo pronto y alegre cuando está lejos y teniendo por así decir plena confianza en el día del juicio, suplícale con todo tu afecto que venga su reino. Si quieres hallarte preparado en aquel momento, toma el consejo del sabio: Antes del juicio, prepara una justicia. Estate dispuesto a ejecutar toda suerte de obras buenas, a soportar toda clase de males con el objeto de que tu boca pueda cantar sin que tu corazón lo desmienta: Mi corazón está preparado, oh Dios, mi corazón está preparado. …Y al punto el justo prorrumpirá en estas voces: Despierta, arpa y cítara, es decir mi corazón y mi carne, para exultar en Dios vivo: el corazón por sus actividades espirituales, la carne, por haber tolerado los sufrimientos. Efectivamente el corazón que saborea las cosas de lo alto es el arpa con los sonidos agudos; la carne que padece las cosas de abajo es la cítara con los sonidos graves”. Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 2 “La mirra en tu corazón es el dolor, la mirra en tu cuerpo es la ascesis, con tal que uno y otra tengan carácter penitencial. …La mirra, como su mismo nombre lo indica, tiene sabor muy amargo; y en cuanto a sus efectos, aparte de otros usos, preserva de la corrupción. ¿Y qué hay más amargo al gusto ni más saludable en sus efectos que el dolor que entristece al pecador invitándole a la penitencia? …con todo estiman dulce mitigar la amargura del corazón con la amargura exterior…” Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 3 “Encended también vuestros cirios tomando la luz de él. Acercaos a él y seréis iluminados. De este modo no seréis simples portadores de antorchas, sino que vosotros seréis antorchas que brillan dentro y fuera, para vosotros y para vuestros prójimos. Haya, pues una antorcha en el corazón, en la mano, en la boca. En el corazón, la antorcha brille para vosotros; en la mano y en la boca, brille para los prójimos. La antorcha en el corazón es la piedad de la fe; la antorcha en la mano, el ejemplo en las obras, la antorcha en la boca, el lenguaje edificante. Porque es necesario que no sólo resplandezcamos delante de los hombres por nuestras obras y palabras, sino también delante de los ángeles por la oración y delante de Dios por la intención”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3 72
“Bendito el varón que confía en el Señor. Jeremías lo compara con el árbol plantado junto a las aguas, el cual extiende las raíces de su corazón hacia la humedad del amor, y no temerá cuando llegue el estío de la ira y de la tribulación…Sentirá que está plantado en la fe, enraizado en la caridad sobre las aguas de la vida ”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 5 “¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestial y se hicieron participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en un himno?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4 “La ley del Señor, inmaculada, que convierte las almas, es el amor: ley realmente ígnea, que está escrita por el dedo de Dios sobre la superficie del corazón, y que hace arder ese mismo corazón con un incendio de amor y la boca con una palabra de fuego”. Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 1 “Sin duda el Espíritu es por naturaleza ambas cosas: unción espiritual y esplendor invisible. Ambas cosas obra en nosotros por su gracia: unge el corazón porque es aceite; ilumina la inteligencia porque es esplendor. Y esto no proviene de dos principios distintos, sino que él es uno solo, aceite y esplendor, ya que por su unidad es absolutamente uno. Unge el corazón porque es el amor; ilumina la inteligencia porque es la verdad. Unge el corazón cuando otorga la devoción, ilumina la inteligencia cuando revela los misterios. Cuando enseña la bondad para que seamos sencillos como palomas, unge el corazón; cuando enseña la ciencia para que seamos prudentes como serpientes , ilumina la inteligencia. Ilumina para que tengamos sal en nosotros, unge para que tengamos paz entre nosotros ”. Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 4 “La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las virtudes. Entonces gustamos la justicia, con la cual aumenta nuestra hambre y sed de ella, tanto en nosotros como en los demás, y comenzamos a sentir celo contra los pecadores. Y para que un celo inmoderado no nos conduzca al vicio, sigue la misericordia para atemperarlo. Mediante estos esfuerzos o ejercicios, con los que el hombre había aprendido a ser justo y misericordioso, tal vez esté preparado para dedicarse a la contemplación y lograr un corazón puro, por el que se ve a Dios ”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 1 “Consideremos en primer lugar con qué disciplina de corazón y de cuerpo debemos salmodiar u orar en presencia de los ángeles ”. Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 5 Corazón Guillermo de Saint-Thierry - Contemp, I, 2-6 - Ep frat 112 - Nat am 8 73
S. Bernardo de Claraval - Adv IV, 4 - Ann II, 4 - Asc IV, 7.9 - Asc V, 2.3 - Asc VI, 5.8 - Csi I, 10 - Csi II, 21 - Dil 8, 2 - Div 15, 2.4 - Div 37, 9 - Div 41, 4 - Dil 29, 1 - Hum 6, 5 - Hum 19, 4 - O Pas I, 7 - Pur II, 2 - QH VII, 12 - Res II, 8 - Res III, 3 - SC 6, 4 - SC 15, 7 - SC 20, 4 - SC 20, 7 - SC 35, 2 - SC 40, 4 - SC 46, 7 - SC 64, 6 - SC 70, 4 - SC 71, 1 - SC 74, 6.7 - SC 76,7 - SC 85, 8 - Sent III, 2 Beato Guerrico de Igny - Adv I [1], 1 - Adv III [3], 2 - Ben II [23], 5 - Epi I [11], 3 - Excit [54], 5 - Pent I [38], 4 - Pent II [39], 1 - PP I [44], 4 - Pur I [15], 3 - OS [53], 1 S. Elredo de Rieval - Spec I, 2 - Spec II, 3 - Spec III, 97 - Spec III, 103 Isaac de Stella - OS IV [4], 1 - PP II [50], 6 74
Balduino de Ford - Sac alt II, 1 - Sac alt II, 4 - Sac alt III, 2 - Tract III - Tract IX - Tract X
Corrección
“¿Y en qué se funda mi esperanza? En la vara de tu corrección y en el cayado de tu apoyo, que me consuela. Aunque me corrijas y refrenes mi soberbia reduciéndome a polvo de muerte, protegerás mi vida, agarrándome de la mano para que no caiga en el lago de muerte. No descuidaré la disciplina el Señor, no protestaré cuando me reprenda. Comprendo que todo contribuye al bien de los que aman a Dios y que la criatura está sometida a la vanidad no por gusto, sino con dolor. ¿Por qué me voy a impacientar? No. Aguantaré con paciencia. ¿Y por qué? Porque la misma criatura se verá liberada de la esclavitud de la corrección para alcanzar la libertad y la gloria de los hijos de Dios ”. S. Bernardo de Claraval, Hum 11, 1 “2. Dichoso aquel que recibe bien las reprensiones …Ojalá no tuviéremos jamás que reprender a nadie, pues esto sería mejor. Mas porque todos nosotros tropezamos en muchas cosas, no me es dado callar, obligándome mi deber y urgiéndome todavía más la caridad a amonestar a los culpables, a fin de impedir que vuelvan a faltar. Ahora bien, si yo, cumpliendo mi deber, amonesto y reprendo a los que no se portan bien y observo que mis amonestaciones no surten el efecto deseado…quise matar al enemigo y librar al hermano, y ocurrió más bien lo contrario, habiendo herido su alma y aumentado su culpa por el menosprecio con que recibió la amonestación. 5. Ya ves de cuántos males se libra a sí mismo y me exime a mí el que reacciona con mansedumbre ante la corrección, la acepta avergonzado, obedece sumiso y lo reconoce todo humildemente. Yo me confieso deudor de esa alma, ministro y siervo suyo, porque es dignísima esposa de mi Señor y puede afirmar con verdad: Mientras el rey estaba sentado en su diván, mi nardo despedía su perfume”. S. Bernardo de Claraval, SC 42, 2.5 “Puedes estar solo por frecuente que sea tu trato con los hombres. Líbrate únicamente de ocuparte de vidas ajenas como juez temerario, o como espía curioso. Aunque sorprendas a alguien en la mayor atrocidad, no juzgues a tu prójimo, más bien excúsalo. Si no puedes excusar su acción, excusa su intención; piensa que ha sido por ignorancia, por sorpresa o debilidad. Cuando la certeza haga imposible toda excusa amonéstate a ti mismo y haz esta reflexión: Ha sido una tentación muy fuerte ¿qué habría hecho yo, si hubiese sido tan violenta conmigo? Pero acuérdate de que es a la Esposa, o sea a los súbditos, a quienes digo eso, y que no instruyo ahora al amigo del Esposo, o sea a los superiores, que tienen otras razones para observar cuidadosamente lo que pasa, impedir lo que no conviene, cuidar de si en algo se ha faltado y corregir a aquellos que han caído en culpa ”. S. Bernardo de Claraval, SC 40, 5 ”Aprende por esto que acabo de decirte que en la vida espiritual debemos esperar una doble ayuda: la corrección y el consuelo. La primera actúa desde fuera; éste nos visita interiormente. Aquélla reprime la insolencia; éste provoca la confianza. La primera engendra humildad; el 75
segundo consuela cuando desfallece el ánimo. Una hace cautos; el otro devotos. Instruye aquélla con el temor de Dios; y éste suaviza el temor mismo, infundiendo el gozo espiritual. S. Bernardo de Claraval, SC 21, 10 “En cuanto a mí, si alguna vez he causado pena a alguno de vosotros, no me arrepiento, porque ha sido para su salvación. Y no recuerdo haberlo hecho nunca sin entristecerme sobremanera, conforme está escrito: Cuando una mujer va a dar a luz, siente angustia. Pero yo no tengo por qué recordar esa angustia, pues ya poseo el fruto de mi dolor, al ver a Cristo formado en mi descendencia. No me explico por qué amo más tiernamente a quienes después de corregirlos, y mediante la corrección, se han curado de sus enfermedades, que a los que son fuertes desde su conversión y nunca han necesitado de estos remedios”. S. Bernardo de Claraval, SC 29, 6 ¡Qué hermosa eres, mi amada, qué hermosa eres; tienes ojos de paloma! Qué expresiones tan elegantes y oportunas. Del amor nace la presunción de la esposa; del amor brota la indignación del esposo. Lo confirma el proceso de su relación. La corrección se deriva de la reprensión; la enmienda, de la corrección; el premio, de la enmienda ”. S. Bernardo de Claraval, SC 45, 1 “Más aún, si me corrigiese el justo y me reprendiese con misericordia, pensaría lo mismo, sabiendo que la emulación del justo y la benevolencia preparan el camino del que avanza por el desierto. Dichoso desierto, cuando el hombre se mantiene en pie por la corrección del justo y se desploma el vicio, porque el Señor asciende sobre él, conculcándolo con los pies y machacándolo para que no reviva. No se debe infravalorar la corrección del justo, cuando es ruina del pecado, salud del corazón y camino de Dios para el alma ”. S. Bernardo de Claraval, SC 57, 6 “En un segundo grado, la ciencia actúa como corrección. Desde entonces, ya no permitas que los miembros de tu cuerpo sean instrumentos del pecado. Reprime la gula, ahoga la lujuria, abate la soberbia y fuerza al cuerpo a servir a la santidad, al igual que antes había servido a la inmoralidad. La pena sin corrección no sirve de nada, como dice el Sabio: Si lo que uno construye lo derriba otro, ¿de qué servirá este trabajo inútil? Quien se purifica del contacto de un cadáver y lo vuelve a tocar, de nada le sirve el baño. Como dice el Salvador, hay que andar recavidos, no sea que ocurra algo peor. Esta situación no se puede mantener durante mucho tiempo; el alma que se ve tan vulnerable debe vigilar y ocuparse de sí misma con enorme precaución. … Esta ciencia se enciende en el pesar, arde en la corrección, brilla en la solicitud; es una renovación interior y exterior”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 4 “Yo te respondo: Nada echarás en falta si vives el amor fraterno. Creo que el mejor consejo es tu actitud de enseñar a tu hermano lo que conviene y lo que no conviene hacer; estimulándolo y aconsejándole en lo mejor no con palabras ni con la lengua, sino con la conducta y la verdad. ¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa por él, sin pasar por alto sus faltas? De este modo no le pones tropiezo y además, en la medida de lo posible, te preocupas, como el mensajero de paz, de arrancar de raíz los escándalos y de evitar las ocasiones de escándalo en el reino de Dios. Si te portas con tu hermano como consejero y amparo, le devuelves lo que le debes, y él ya no podrá quejarse de nada”. S. Bernardo de Claraval, Adv III 5, 2 76
“¿Y en qué se funda mi esperanza? En la vara de tu corrección y en el cayado de tu apoyo, que me consuela. Aunque me corrijas y refrenes mi soberbia reduciéndome a polvo de muerte, protegerás mi vida, agarrándome de la mano para que no caiga en el lago de muerte. No descuidaré la disciplina al Señor, no protestaré cuando me reprenda. Comprendo que todo contribuye al bien de los que aman a Dios y que la criatura está sometida a la vanidad no por gusto, sino con dolor. ¿Por qué me voy a impacientar? No. Aguantaré con paciencia. ¿Y por qué? Porque la misma criatura se verá liberada de la esclavitud de la corrección para alcanzar la libertad y la gloria de los hijos de Dios. ”. S. Bernardo de Claraval, Adv VIII 11, 1 “Pero tengo necesidad de cavar alrededor algunas veces, supuestos que me pusieron por guarda y labrador en las viñas. Ay yo no he cultivado la mía ni la he guardado, con todo eso tengo necesidad, mientras ocupo este puesto, de cavar alrededor y de aplicar el abono… Sean dichas estas cosas, hermanos, para que conozcan cuán benignamente se debe oír, cuán devotamente se debe recibir, cuán solícitamente se debe conservar todo lo que pertenece a la salud de las almas, y no como palabras de hombres, sino, lo que verdaderamente es, como palabra de Dios, ya sea palabra de consolación la que se oye, ya sea de amonestación, ya sea también de imprecación”. S. Bernardo de Claraval, PP 2, 3 “Si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso que lo corrijamos y rectifiquemos según la regla de la voluntad divina . … (también) es necesario nivelar los ásperos, es decir aplanar toda aspereza en tus costumbres para convertirla en esa igualdad de ánimo necesaria en la vida de comunidad. El que es manso y humilde (Jesús) no descansa sino en el manso y humilde Que la palabra de Dios sea lámpara para tus pasos y luz en tus senderos. El precepto es una lámpara, la ley una luz y la corrección de la disciplina es el camino de la vida ” Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4 “Menciono estas cosas para que… si en alguna ocasión aparece en vosotros alguna flaqueza, recibáis con caridad la corrección caritativa. De este modo, el que corrige será amado de Dios y de los hombres igual que el corregido y la memoria de ambos permanece en bendición ”. Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 6 “5. Origen de grandes males es, como leísteis, aquella mujer vagabunda, inquieta y revoltosa, cuyos pies no pueden parar en su casa; tanto en las calles como en las plazas, acecha en todas las esquinas. No sin motivo el doctor de las gentes desconfía de este mal de la inquietud y juzga que hay que perseguirlo, no sólo mediante la corrección, sino también mediante la exclusión. Os rogamos, hermanos, dice [Pablo]: corregid a los inquietos De la misma manea, en su segunda carta a los tesalonicenses, refiriéndose a los inquietos, les dice, entre otras cosas, a manera de trueno del cielo: Hemos oído que andan entre vosotros algunos espíritus inquietos, que no hacen; nada y se entrometen en todo. A estos tales los amonestamos a que trabajando con sosiego, coman su pan...Si alguno no obedece a lo que ordenarnos era esta carta, censuradlo y no tratéis con él, para que se avergüence 6.Si tal vez se halla entre vosotros alguno de éstos -lo que Dios no permita-, sería más hermoso y honorable que se avergüence espontáneamente antes de que se lo censure tan grave y públicamente. Merece ser censurado y se lo disimula; es digno de represión y se lo tolera... Pero su 77
confusión ha de ser tal que por ella se corrija, que se alegre por la corrección y que nos alegre, no sólo a nosotros, sino también al Espíritu de Dios, el cual, habiendo dicho: En todas las cosas busqué el reposo, no lo encuentra sino en los tranquilos y no lo concede sino a los tranquilos Así, por medio del profeta llama y sosiega a los inquietos ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5-6. “Así como la divina clemencia llama a la salvación a quienes viven con tibieza o como unos desgraciados, unas veces con la palabra, otras con el ejemplo, otras con la corrección y no pocas con el dolor, así también invita a mejorar la vida por medio de una secreta compunción, suscitada por el temor o engendrada por el afecto. La finalidad de esta visita es doble: resulta provechosa para los elegidos y condenatoria para los réprobos”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 8 “Adáptese el consejo, la corrección y la coacción a la condición de cada uno, de modo que en el consejo reine la sumisión, en la corrección el amor, y en la coacción la compasión ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 37 Corrección S. Bernardo de Claraval - Adv III 5, 2 - Adv VIII 11, 1 - Hum 11, 1 - PP 2, 3 - SC 21, 10 - SC 29, 6 - SC 40, 5 - SC 42, 2.5 - SC 45, 1 - SC 57, 6 - V Nat III, 4 Beato Guerrico de Igny - Adv IV [4], 4 - Asspt III [49], 5-6 - Ben III [24], 6 S. Elredo de Rieval - Spec II, 8 - Spec III, 37
Deseo de Dios
“En efecto, una espera prolongada -como está escrito- aflige al alma; pero si bien se fatiga por la dilación del deseo, descansa tranquila confiando en la promesa. Esperando en Dios, más aun, esperando con gran ansiedad, añadiré esperanza a la esperanza…” Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 2 “Así los profetas y los justos salían el encuentro de Cristo con tal deseo, con tan grande afecto, que anhelaban -de haber sido posible- ver con los ojos corporales lo que veían con el espíritu” 78
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 2 “¡Oh judíos! … ¿por qué no salís a recibir al que se ofrece a vosotros? … Por cuanto no buscáis perf ectamente, por lo mismo no lo encontráis, aunque lo tengáis presente, pero no lo encontrarán, aunque esté presente, porque odiaron la luz que les daba en rostro sus malas obras, ya que la sabiduría no puede ser buscada, ni hallada sino por el amor. En cambio, Simeón como lo buscaba con un deseo piadoso y fiel lo encontró y reconoció a aquel a quien buscaba”. Beato Guerrico de Igny, Pur II [16], 2 “…Mas por haber esperado en la palabra de la promesa, según la cual yo no había de morir sin ver a tu Cristo, por eso veo lo que esperé, tengo lo que deseé, estrecho contra mi pecho a quien ansié tener. Veo a Dios, salvador mío, revestido de mi carne, y mi alma ha sido salvada” . Beato Guerrico de Igny, Pur II [16], 3 “Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y piadosamente por los caminos de la acción. La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4 “Procuremos, pues, darnos todos al trabajo para vivir en tranquilidad, a fin de que en nuestro reposo nos ocupemos en la meditación del reposo eterno, y por el deseo de él estemos dispuestos para todo trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 6 “Simeón indudablemente había colocado su morada en la paz y, dejando a un lado toda clase de cuidados en su corazón meditaba únicamente en Jesús y allí lo reclinó también para recibirlo. Había caminado por senderos rectos el que era justo y temeroso, y anhelando la consolación de Israel, salía cada día, por el deseo, al encuentro de aquel que estaba por llegar”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17 ], 3 “Alégrate en gran manera, hija de Sión, salta de júbilo, hija de Jerusalén. He aquí que viene tu Rey, justo y Salvador, viene pobre y montado en un asno. Es decir, alégrate en gran manera tú que hasta ahora estabas en la tristeza; sáciate ahora, si es que puedes saciarte del gozo inefable que de tal modo sacia el deseo que torna tu hambre más ávida y más feliz”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 2 “Gozaba en colmarla [a su Madre] de la gracia que se derramaba en sus labios y de la dulzura de que estaba lleno él, que es deleite y deseo de las almas castas”. Beato Guerrico de Igny, Asspt II [48], 5 “Con esta hermosura sedujiste fácilmente y sometiste a ti aun los corazones de tus enemigos, porque eres todo amable y deseable. Admirable triunfo de la gracia, género de victoria totalmente nuevo y hermosísimo, no destruir al enemigo matándolo mediante la fortaleza, sino conquistándolo por el amor mediante la belleza. Mirad que todo el mundo va tras él, atraído por el esplendor de su hermosura, no porque hayan visto su rostro, sino porque oyeron hablar de tantas cosas amables sobre su mansedumbre, verdad y justicia. El esplendor de su belleza procede de Sión, porque de Sión salió la ley y la palabra del Señor de 79
Jerusalén. Desde allí nos fue enviado el evangelio, en el cual se revela un rostro hermoso de Cristo: la forma de su vida y su doctrina que nos transmitió por su palabra y expresó en sí mismo por el ejemplo ”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 2 “La iglesia ha previsto excelentemente que en este tiempo se repitan las palabras y se renueven los deseos de los que precedieron a la primera venida del Señor. Y no recordamos tales deseos un solo día sino por más tiempo, porque suele ocurrirnos que lo que mucho deseamos, si se lo difiere un tanto, cuando llegue aquello que se ama nos parecerá más dulce. A nosotros toca, por consiguiente, queridos hermanos, seguir los ejemplos de los santos padres, recoger sus aspiraciones y, así, encender nuestro espíritu en el amor y deseo de Cristo. Debéis saber que, por esta causa se ha determinado celebrar este tiempo, a fin de que atendamos al deseo que tuvieron nuestros santos padres de la primera venida del Señor y, por su ejemplo, aprendamos a esperar con ardiente anhelo su segunda venida. Debemos considerar, pues, cuántos bienes nos ha hecho Nuestro Señor por su primer adviento y que serán mucho mayores por el segundo. Y así, por esta consideración, amar mucho aquel primer adviento y desear más el segundo. Pero si no tenemos tan buena conciencia para que nos atrevamos a desear su venida, debemos al menos temer su llegada y, por ese temor, corregir nuestros vicios para que si, al menos podemos temer ahora, cuando venga ya no temamos, sino que estemos tranquilos”. S. Elredo de Rieval, STemp Adv [1], 2 “¡Ojalá me concedieran un pequeño respiro los capataces del faraón, para que mi alma pudiera reposar media hora en el silencio de este sábado! Seguro que callaría dormido en la paz y descansaría en mi sueño con los reyes y magistrados que reconstruyen las ruinas y tienen sus casas repletas de dinero. Pero ¿cómo puede esperar eso un miserable ? Buscaré, buscaré este Sábado, pues tal vez tú Señor, escucharás el deseo del pobre, y sacándolo un día de la fosa fatal y de la charca fangosa, le concederás saborear un poquito y ver qué inmensa es la dulzura que reservas para tus fieles, porque sólo se la manifiestas a los que te aman” S. Elredo de Rieval, Spec I, 51 “Sea para nosotros la fortaleza como el día quinto, por la cual soportamos las borrascas de este mar inmenso y dilatado, es decir, este mundo; y convertidos por obra de Dios en peces espirituales conservemos la vida entre olas y tempestades; y levantando los deseos y afectos de nuestro espíritu hacia lo celestial como aves volanderas, y saboreando lo de arriba, produzcamos con la bendición de Dios frutos abundantes de buenas obras. Que el día sexto nos lo marque la justicia, y revestidos con ella de la semejanza divina, domiemos con noble autoridad las bestias crueles de los vicios, los reptiles de los deseos terrenos y los jumentos de los impulsos corporales; y de este modo el cuerpo se someta al espíritu y éste a Dios; y con el dictamen de la justicia se dé a cada uno lo suyo. He aquí otra bendición que se otorga, no a las bestias, jumentos o reptiles, sino a los hombres ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 91 El objetivo de la templanza es reprimir y atenuar los impulsos sensuales de la carne y del espíritu para que el alma no sea seducida, ni prefiera las delicias del placer culpable al encanto de un sincero amor; la solicitud constante de la prudencia es discernir lo que debe y no debe ser amado, para que la codicia, bajo capa de caridad no sorprenda al corazón incauto; y el vigor de la fortaleza se opone a las adversidades “
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de este mundo, para que el alma no se sienta oprimida por cosas que no satisfacen el deseo, o por las contrariedades y demás circunstancias que sobrevienen, y abandone la ley de la caridad ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 93 Además este amor tiene su comienzo, su progreso y su perfección. No es ahora el momento de tratar con más amplitud de todo eso, y supera mi capacidad. Por tanto, sentir aquellos afectos no significa amar a Dios, como tú dices, sino sentir el suave contacto de esa gota de dulzura que se ofrece e infunde al espíritu y que se hace presente en el paladar interior. Una cosa es que el deseoso de la dulzura de la miel se esfuerce en adquirirla, y otra que se derrame en los labios de quien no la busca ni ama, pero no puede evitar sentir esa dulzura. El primero no la experimenta, pero ama; este otro no ama, pero la experimenta. Usaré palabras más sencillas para que lo comprendas mejor: quien se esfuerza cuanto puede en poseer a Dios, cumpliendo sus mandatos y viviendo sobria, justa y piadosamente conforme a los preceptos apostólicos y evangélicos, aunque no sienta nada de esa dulzura, debe afirmarse que ama a Dios, pues así lo dice él mismo: Quien cumple mis mandatos, ése me ama. Pero quien experimenta cada día ese afecto, y sin embargo antepone sus deseos a la voluntad divina no debe creerse que ama a Dios, sino que sólo puede sentir el sabor espiritual infundido en su alma por don de Dios ”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 56 “
“29. Baste lo dicho sobre la elección, y hablemos ahora del desarrollo del amor. Ese movimiento tiene una doble dirección: internamente hacia el deseo, y externamente hacia el acto. Hacia el deseo, cuando el espíritu se lanza por una especie de impulso interno y del apetito hacia lo que cree que debe disfrutar. Hacia el acto, cuando una cierta energía oculta del amor impulsa a la mente a realizar alguna acción externa. 30. A mi parecer son dos las causas que mueven y excitan al espíritu hacia lo que hemos dicho: el afecto y la razón. Unas veces nuestro amor se enardece hacia una acción pública, o hacia el deseo oculto, sólo por el afecto, y otras sólo por la razón”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 29-30 Así pues, el afecto espiritual que procede del demonio, el irracional que fomenta el vicio, y el carnal que lleva al vicio, no deben seguirse ni admitirse, e incluso, si es posible, deben arrancarse de raíz de nuestros corazones. En cambio, el afecto espiritual que proviene de Dios debe admitirse y promoverse por todos los medios y fomentarse. A él acompaña provechosamente nuestro deseo, pues cuanto más dulce se nos muestra su gran excelencia con tanto mayor fervor se ansía su deseada presencia. Nuestra acción debe excitarse con este afecto, pero no debe ordenarse por él. Debe excitarse por él, para que la voluntad nunca cese de obrar bien y perfectamente; pero la acción no debe ordenarse por el afecto, para que no supere las posibilidades corporales S. Elredo de Rieval, Spec III, 53 “
“A los perversos, en cambio, les sucede lo contrario. Creen que con la vulgar abundancia de bienes mundanos pueden calmar el deseo del alma racional, que únicamente se sacia con Dios, y al no cesar de aumentar sus bienes no se liberan un momento de las malditas preocupaciones ni dejan de trabajar”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 69 Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta “
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mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre los tiernos abrazos de la caridad ”. S. Elredo de Rieval, Spec III,17 “Por tanto, debemos elegirle por encima de todo, para disfrutar de él, porque es el origen del amor; debemos desearle por encima de todo, porque es como el cauce e impulso del amor; y al alcanzarlo, como se habrá amado perfectamente un bien perfecto, la felicidad será también perfecta” S. Elredo de Rieval, Spec III, 26 “Al espíritu que no se siente movido por ningún afecto a amar a Dios y al prójimo, con frecuencia le mueve la razón, y de un modo tanto más santo cuanto más seguro, y tanto más seguro cuanto más límpido, cuanto que nada puede existir más útil y puro que el amor racional. La razón, para excitar al espíritu tibio hacia el deseo de su Creador, se apoya en tres motivos: nuestra necesidad, nuestra utilidad y su dignidad. La razón persuade que debe amarse a Dios porque eso nos es necesario, provechoso y digno. Necesario para evitar la condenación, provechoso para adquirir la glorificación, y digno porque si él nos amó primero, con razón nos exige la compensación de ese amor. Dios debe ser deseado por el hombre como su bien, pues sin él será siempre un desgraciado, y con él será siempre totalmente feliz; él no necesita de nuestros bienes, pero quiso ser miserable por nosotros. Si el espíritu asiente a la razón, se sentirá impulsado al deseo de Dios, si no por el afecto sí por la voluntad. Y la razón continúa su obra, probando que es necesario perseverar valerosamente en la observancia de sus preceptos si se quiere alcanzar lo que desea ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 40 “Sin duda alguna, que con esos afectos nos excitemos a desearlo que debe amarse, como si fueran unos aguijones de amor; que conservemos el amor con más suavidad y diligencia por la dulzura que infunden los afectos; y que practiquemos los actos con los que tendemos a lo deseado, con tanto más gusto cuanto mayor es el afecto, y con tanto más fervor cuanto mayor es el consuelo. El deseo debe ser excitado por el afecto, pero casi nunca debe seguirlo, como lo hemos indicado. Del mismo modo, es muy provechoso practicar las buenas obras, impulsados por el afecto, y perseverar en ellas por afecto; pero ordenarlas según el afecto carece de orden. Nos queda, pues, decir lo que podamos sobre cómo deben ordenarse nuestras obras según la razón. El deseo guiado por la razón es uniforme: se experimenta sólo en el amor que procede del afecto, y es la voluntad quien lo acoge tras pasar por la razón ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 73 “4. Pero existió otra visión divina, diferente de las anteriores por ser más interior. Por ella Dios se digna visitar personalmente al alma que le busca, la que se entrega a buscarle con todo su anhelo y amor. Hay una señal de esta venida, según nos lo manifiesta alguien que la experimentó: Delante de él avanza fuego, abrasando en torno a los enemigos. Porque es menester que el ardor del santo deseo anticipe su presencia en el alma, a la que él mismo va a llegar, para consumir toda la inmundicia de los vicios y aparejar así un lugar para el Señor. Entonces conoce el alma que el Señor está cerca, porque se siente abrasada por ese fuego y dice con el Profeta: desde el cielo ha lanzado 82
un fuego que se ha metido en los huesos y me lo ha hecho saber. Y aquello otro: El corazón me ardía por dentro; pensándolo me requemaba. 5. De repente, ese deseado a quien busca sale compadecido al encuentro del alma que suspira continuamente, que ora sin cesar y se abrasa en deseos. Yo creo que por su experiencia propia podría decir con el santo Jeremías: ¡Qué bueno eres Señor para los que en ti esperan, para el alma que te busca! 6. No vayas a pensar que en esta intima unión entre el alma y el Verbo se percibe algo corporal o imaginario. Nos limitamos a afirmar lo que dice el Apóstol: Estar unido al Señor es ser un espíritu con él . …Por supuesto, este vínculo es espiritual, porque Dios es espíritu. Y queda prendado de la belleza del alma cuando advierte que procede guiada por el espíritu, y no consuma con el deseo las tendencias de la carne, especialmente el reconocer que arde en amor hacia él. El alma, así afectada y así amada, no quedará satisfecha con la manifestación común del esposo a través de las cosas creadas, ni tampoco con su presencia, más insólita, en sueños y visiones. Reclama un privilegio: que Dios baje del cielo y penetre en lo más íntimo de ella misma. Entonces poseerá a quien desea, pero no en figura sino infundido, ni meramente visible, sino tocando y provocando un gozo tanto más intenso cuanto es interior y no superficial. Se trata del Verbo sin sonido, que penetra; no habla y actúa; no hiere los oídos y halaga con sus afecciones. Su rostro no tiene forma determinada, pero se imprime en el alma; no deslumbra los ojos del cuerpo, pero regocija el corazón; gratifica con el don del amor, no con algo sensitivo. 7. A pesar de esto, yo diría que aún no se presenta como es. …Porque conforme a la variedad de deseos de cada alma, varía el gusto de su divina presencia; y el sabor infuso de la dulzura celestial deleita de muy diversas maneras las variadas apetencias del alma. Además, habréis caído en cuenta, cuántas veces ha mudado el Verbo de semblante en este cántico amatorio, y de cuántos modos se ha dignado transformar sus infinitas dulzuras ante su amada. Unas veces, como esposo deferente, solicita los íntimos abrazos de la esposa santa y la delicia de sus besos; otras, como un médico se presenta con sus bálsamos y ungüentos a las almas delicadas, que necesitan estos fomentos y medicinas; por ello se les designa con el delicado nombre de doncellas. Y si alguno lo critica, escuche que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Otras veces se aparece como un caminante que se une a la esposa y a las doncellas peregrinas, para aliviar e cansancio del camino a toda la comitiva, con una conversación tan agradable que, cuando se ausenta, exclaman: ¿No estábamos en ascuas mientras nos hablaba por el camino? Ameno compañero, que, por la dulzura de su palabra y sus modales, invita a correr detrás de sí, como en pos de cierta fragancia suavísima que exhalan sus perfumes. Y por eso dicen también: Correremos al olor de tus perfumes. Otras veces sale al encuentro- como un rico padre de familia en cuya casa sobra el pan, y hasta como un rey magnífico y poderoso que parece aliviar la timidez de la pobre esposa, provoca su deseo mostrándole a todas las maravillas de su gloria, sus ricos lagares y despensas, la fecundidad de sus huertos y campos, y llega a introducirla en lo más íntimo de su alcoba. Es que su marido se fía de ella y piensa que no debe ocultarle absolutamente nada, Puesto que la rescató de su pobreza, probó su fidelidad y la abraza cariñosamente. Ahora de una manera, ahora de otra no cesa de aparecerse frecuentemente a la mirada de los que le buscan, y se cumple lo que dijo: Mirad que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”. S. Bernardo de Claraval, SC 31, 4-7
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“2. Si para alguno de nosotros, como para el santo Profeta, lo bueno es estar junto a Dios; o más claramente, si alguien entre vosotros es un hombre de deseos, que llega al extremo de desear la muerte para estar con Cristo, y lo desea con tal vehemencia que le abrasa esa sed y lo piensa sin cesar, ése, sin duda, recibirá al Verbo como esposo en el momento de su visita; es decir, cuando se sienta abrazado interiormente como por los brazos de la sabiduría, y así se vea poseído por la dulzura del santo amor. Aunque todavía peregrina en la carne, se le ha concedido el deseo de su corazón, pero parcialmente, por algún tiempo, por muy poco tiempo. Porque después de haberlo buscado durante largas vigilias y oraciones, y con torrentes de lágrimas, de repente, cuando creía poseerlo, se le escapa; pero se deja alcanzar de nuevo cuando ve que le acosa llorando, aunque nunca consigue prenderle, pues otra vez se le va de las manos, por así decirlo. Pero si el alma devota insiste con su oración y su llanto, volverá de nuevo y no defraudará el deseo de sus labios; mas desaparecerá otra vez y no lo verá hasta que lo busque con todo su deseo. Así es como en este cuerpo sentirá el gozo frecuente de la presencia del esposo; pero no será muy inmensa, pues, aunque le alegre su visita, le entristece su discontinuidad. Todo eso tiene que padecer la esposa hasta que, una vez abandonada la carga de este cuerpo pesado, vuele y sean las propias alas de sus deseos las que la lleven a recorrer las llanuras a la contemplación y con el espíritu totalmente libre siga al amado a donde quiera que vaya. 3. Sin embargo, no se presentará así a cualquier alma, aunque sea de paso, sino solamente a la que, por su gran devoción, su intenso deseo y su dulce ternura se muestra como digna esposa. Por eso el Verbo se viste de su hermosura, para acercarse con la gracia de su visita, tomando la forma de esposo. El que aún no ha llegado a ese amor, compungido más bien por el recuerdo de sus obras, le dice a Dios, desahogando la amargura de su alma: No me condenes. O quizá todavía le asalta la tentación, cuando su propio deseo lo arrastra y lo seduce. Ese tal no le busca como esposo sino como médico. Y por eso no recibirá besos o abrazos, sino el remedio para sus heridas: el aceite y los ungüentos. ¿Acaso no nos encontramos así muchísimas veces, no o experimentamos en la oración, nosotros que todavía somos tentados cada día por los presentes excesos o por los remordimientos del pasado? ¡De cuántas amarguras me has consolado, buen Jesús, con tus frecuentes venidas! ¡Cuántas veces tras mi angustioso llanto e inenarrables gemidos y sollozos, ungiste mi conciencia enferma con la unción de la misericordia y con aceite de júbilo! ¡Cuántas veces me acogió la oración casi desesperado y me devolvió la alegría, convencido del perdón! Los que así se ven afectados, ésos, ésos son los que saben que el Señor Jesús es un verdadero médico que sana los corazones destrozados y venda sus heridas ”. S. Bernardo de Claraval, SC 32, 2-3 “1. Vuélvete, dice; no hay duda que está ausente aquel a quien llama, aunque hace un momento que departió con ella. Parece que se alejaba y vuelve a llamarlo. Esta llamada inquieta es propia del gran amor de uno y signo de la gran amabilidad del otro. ¿Quiénes son los que así fomentan el amor tan incansables y empeñados en el negocio del amor? Porque a él lo persigue y a ella le apremia este amor tan desazonado. Fiel a mi promesa me incumbe aplicar este texto al Verbo y al alma; aunque confieso que necesito la ayuda del mismo Verbo para hacerlo con dignidad y brevemente.
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2. …digamos que el Verbo de Dios, Dios y Esposo del alma, cuando le place viene al alma y de nuevo la abandona; y que esto lo experimentamos con los sentidos del alma, no por la simple vibración de las palabras. Por ejemplo, cuando el alma siente la gracia, conoce su presencia; cuando no la siente, se queja de su ausencia y de nuevo requiere su presencia, diciendo con el Profeta: Te han buscado mis ojos, Señor, tu rostro buscaré. ¿Cómo no ha de buscarlo? Cuando su dulce esposo se retira, es incapaz, no ya de desear otra cosa, sino incluso de pensarla. Su única salida es buscar con todo afán al ausente, y amarlo otra vez cuando se va. Así pues, hace venir al Verbo y lo llama con el deseo del alma, la de esa alma, a la cual ya ha regalado antes con su dulzura. ¿No es su anhelo una verdadera llamada? Y muy fuerte. Lo dice el texto sagrado: El Señor escucha los deseos del pobre. Al alejarse el Verbo se escucha una queja continua del alma, un deseo continuo, en continuo vuélvete, hasta que vuelva. 3. Dame ahora un alma familiarizada con la visita del Verbo esposo: ese trato la hará atrevida. Su deleite, hambrienta; su desprecio de todo lo demás, contemplativa. Yo sin duda alguna le asignaré el título y el nombre de esposa. …Quizá se haya escondido para que vuelva a amarlo con mayor ansiedad y ser más tenaz en retenerlo. El a veces finge que se va muy lejos, no porque sea ése su deseo, sino porque le gusta escuchar: Quédate con nosotros, que está atardeciendo. 4. La experiencia dice, en efecto, que estas alternativas del Verbo que va y viene, se realizan en el alma; escuchad: Voy y vuelvo a vosotros. Y también: Dentro de poco ya no me veréis, pero un poco más tarde me volveréis a ver. ¡Oh, este poco y este otro poco! ¡Qué poco tan largo! Señor bueno, ¿crees que es sólo un poco el tiempo que no te vemos? Respetemos la palabra de mi Señor, pero se hace largo, demasiado largo. Sin embargo, ambas cosas son verdaderas: es muy poco tiempo para merecer y muy largo cuando se desea. Al alma que ama la queman los deseos, la atraen sus añoranzas; no atiende a los méritos, cierra los ojos a la majestad, los abre al goce, los clava en el Salvador, trata con él familiarmente. Sin miedo y sin rubor llama al Verbo y aspira de nuevo a sus delicias llena de confianza, invocando con su habitual libertad, no al Señor, sino a su amado: Vuélvete, amado mío. 5. Ahora soportad un poco mi insensatez. Deseo contaros, porque a ello me comprometí, cómo me va a mí en este aspecto. No es prudente hacerlo; pero me descubriré sólo para vuestro bien, y si os sirve de algo será un consuelo para mi necedad; de lo contrario, reconoceré mi torpeza. Os confieso que el Verbo ha llegado también hasta mí -lo digo como sin juicio y muchas veces. Y a pesar de esa frecuencia, alguna vez no lo sentí cuando entró. Sentí su presencia, recuerdo su ausencia; a veces incluso pude presentir su entrada, pero nunca sentirla, y tampoco su salida. De dónde venía a mi alma o a dónde se fue cuando la dejó de nuevo, confieso que lo ignoro incluso ahora mismo, según aquello: No sabes de dónde viene y a dónde va. Y no es extraño, porque lo dice de él mismo: Y no queda rastro de sus huellas. …Entonces comprendí la verdad de lo que había leído: En él vivimos, nos movemos y existimos. Feliz aquel en quien está él, dichoso el que vive para él y se mueve por él. 6. ¿Me preguntas entonces cómo conozco su presencia si sus caminos son totalmente irrastreables? Es vivo y enérgico, y en cuanto llegó adentro despertó mi alma dormida; movió, ablandó e hirió mi corazón que era duro, de piedra y malsano. También comenzó a arrancar y destruir, edificar y plantar; a regar lo árido, iluminar lo oscuro, abrir lo 85
cerrado, incendiar lo frío. Además, se dispuso a enderezar lo torcido, e igualar lo escabroso para que mi espíritu bendijese al Señor y todo mi ser a su santo nombre. Así entró en mí el Verbo esposo varias veces y nunca me dio a conocer las huellas de su entrada: ni en su voz, ni en su figura, ni en sus pasos. No se me dejó ver ni en sus movimientos, ni penetró por ninguno de mis sentidos más profundos: como os he dicho, sólo conocí su presencia por el movimiento de mi corazón. Advertí el poder de su fuerza por la huida de los vicios y por el control de los afectos carnales. Admiré la profundidad de su sabiduría por el descubrimiento o acusación de mis pecados más íntimos. Experimenté la bondad de su mansedumbre por la enmienda de mis costumbres. Percibí de algún modo su maravillosa hermosura por la reforma y renovación del espíritu de mi mente, es decir, de mi ser interior; y quedé espantado de su inmensa grandeza al contemplar todas estas cosas. 7. Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso por cierta languidez, como si sacaras del fue o una olla hirviente; esta señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que llama al Verbo para que vuelva: vuélvete. Y cuantas veces se aleje, otras tantas la repetiré; como pegado a la espalda del que se va, no me cansaré de gritar con el ardiente deseo de corazón para que regrese y me devuelva la alegría de su salvación y se me dé a sí mismo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 74, 1-7 “En mi lecho busqué por las noches al amor de mi alma. Es un gran bien buscar a Dios; yo no conozco otro semejante para el alma. Este es el primer don en los comienzos de la conversión y el último en los progresos de la perfección. No está vinculado este bien a ninguna virtud en especial, pero por su excelencia e importancia no cede el puesto a ninguna. Cierto, ¿cómo podría estar vinculado a alguna virtud en especial, si alguna lo precede? ¿A qué virtud cedería el puesto, siendo la consumación de todas las virtudes? Porque ¿qué virtud puede tener aquel que aun no busca a Dios, o qué termino se puede señalar al que lo busca? Buscad siempre su rostro, dice. Creo que aun al encontrarlo no desiste de buscarle, no por movimiento de pies, sino de deseos. Y cuando se ha tenido ya la dicha de hallarle, lejos de calmarse tales deseos, aumentan más todavía; que la gozosa posesión del objeto apetecido no extingue los deseos, sino que los acucia más y más. Viene a ser como echar aceite a una lámpara, que aviva la llama, lejos de apagarla. Así en nuestro caso. El alma se ve colmada de alegría, mas no por eso pone límite a sus deseos ni cesa de buscar con más ardor; pero notad bien que esa búsqueda incesante no procede de indigencia, ni tampoco los ardientes deseos van acompañados de turbación alguna o ansiedad. Excluye aquello la presencia del objeto amado; esto, su perfecta y pacífica posesión”. S. Bernardo de Claraval, SC 84, 1 “8. Y al final exclama: ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué agraciado, nuestro lecho está cubierto de flores! Quien muestra el lecho indica claramente lo que desea. Y al decir que está cubierto de flores, insinúa suficientemente cómo espera conseguir su deseo: no por sus méritos propios, sino por las flores del campo que bendijo el Señor. A Cristo le encantan las flores. Por eso eligió Nazaret para ser concebido y criarse allí. Al esposo celestial le deleitan esos aromas y 86
se adentra gustosamente, siempre que puede, en el tálamo de nuestro corazón si lo encuentran cubierto de flores y cuajado de frutos. Donde ve un alma entregada a la meditación continua de la gracia de su pasión o de su gloriosa resurrección, allí acude presurosamente. 9. Si deseamos acoger con frecuencia a Cristo como huésped, debemos tener siempre en nuestros corazones la garantía de nuestra fidelidad a la misericordia de su muerte y a la fuerza de su resurrección. Así lo decía David: Dios ha dicho una cosa, y dos cosas he escuchado: que tú, Dios, tienes el poder; tú, Señor la lealtad. De ambas poseemos un testimonio irrefutable: Cristo, que murió por nuestros pecados, resucitó para justificación nuestra, ascendió para ser nuestro intercesor, envió al Espíritu Santo como consolador nuestro y volverá para ser nuestra plenitud. Dio a conocer su misericordia en la muerte y manifestó su poder en la resurrección; y ambas a la vez en el resto de sus obras ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 8-9 “Buena, pues, y dulce es la ley de la caridad. No sólo es agradable y ligera, sino que además hace ligeras y fáciles las leyes de los siervos y asalariados. No las suprime, es cierto, pero ayuda a cumplirlas, como dice el Señor: No be venido a abrogar la ley, sino a cumplirla. Modera la de unos, ordena la de otros y suaviza la de todos. Jamás irá la caridad sin temor, pero éste será casto. Jamás le faltarán deseos, pero estarán ordenados. La caridad perfecciona la ley del siervo inspirándote devoción. Y perfecciona la del mercenario ordenando sus deseos ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 38 “Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades presentes y desear los premios futuros Encuentras la sabiduría cuando lloras los pecados, no das valor a las ambiciones del mundo y todo tu deseo se lanza a la felicidad eterna ”. S. Bernardo de Claraval, Div 15, 4 “2. Señor Dios de los ejércitos vuélvenos a ti, muéstranos tu faz y seremos salvos. Pero ¡ay, ay, Señor! ¡Qué precipitado, temerario y desordenado, qué presuntuoso y ajeno a la regla del Verbo de Vida y de Sabiduría es para el corazón inmundo el querer ver a Dios! Pero tú, Soberana Bondad, soberano Bien, Vida de los corazones, Luz de los ojos interiores, a causa de tu bondad, Señor, ten piedad. Porque ésta es mi purificación, ésta mi confianza, ésta mi justicia; la contemplación de tu bondad buen Señor. …tú sabes cómo te dice mi corazón: Mi rostro te ha buscado, tu rostro buscaré. No apartes tu rostro de mí, ni enojado, te alejes de tu siervo. Señor, Ayudador antiguo y mi Defensor infatigable, de veras soy desvergonzado e inoportuno, pero mira, como sólo tú me ves; que es por amor de tu amor que lo hago, yo que no te veo. Así como me diste el deseo de ti, así me diste cuanto en mí te agrada. Pronto perdona a tu ciego que corre hacia ti y le tiendes la mano cuando al correr, tropieza con alguna cosa. 3. Que la voz de tu testimonio me responda, adentro, en mi alma y en mi espíritu, estremeciendo y sacudiendo todo mi interior. El relámpago de tu bondad me responde que el hombre nunca podrá verte y permanecer vivo, y esta luz ha cegado mis ojos interiores. Porque ciertamente estoy sumergido en el pecado hasta el momento presente, no habiendo podido morir a mí mismo para vivir en ti. 87
Sin embargo, según tu precepto y por un don tuyo, me afirmo en la piedra de la fe en ti, de la fe cristiana, el lugar verdaderamente está junto a ti, allí aguardando atentamente, con toda mi capacidad, sufro con paciencia y abrazo y beso tu derecha que me cubre y me protege y a veces cuando miro diligentemente, percibo las espaldas de Aquel que me ve, percibo que pasa la humildad de la dispensación humana de Cristo, tu Hijo. Pero cuando me empeño en llegar a Él, o como aquella hemorroisa: cuando me esfuerzo en robar la salud para mi alma enferma y miserable, por el contacto saludable de sus fimbrias, al menos; o como Tomás, varón de deseos, cuando yo anhelo verlo enteramente y tocarlo y todavía más: acceder a la sagrada herida de su costado, puerta del arca abierta al costado, no sólo para meter allí el dedo o toda la mano sino para entrar entero hasta el corazón mismo de Jesús, el Santo de los Santos, en el Arca del testamento, hasta la urna de oro, el alma de nuestra humanidad que contiene en sí el maná de la divinidad: ¡Ay! entonces, se me dice: ¡no me toques! y aquello del Apocalipsis: ¡Afuera los perros! …es por un don de tu gracia, Señor, el que vea todos los ángulos y límites de mi conciencia, única y exclusivamente deseo verte para que todos los confines de mi tierra vean la salvación del Señor, su Dios, de modo que ame a aquel que veo, a quien amar es vivir verdaderamente. Pues me digo en la languidez de mis deseos: ¿quién ama lo que no ve? ¿Cómo podría amar ser amable lo que de algún modo no fuera visible? 4. Pero tus encantos afluyen hacia mí que te deseo. Se me ofrecen desde el cielo y la tierra, y desde cuanto has creado ¡oh Señor adorable y amable en todas tus obras! … Sin embargo, Señor, estoy seguro de veras, de tener, por tu gracia, el deseo de desearte y de amar amarte con todo mi corazón y toda mi alma. 5. …para que pueda ver tu gloria, para que olvidando mi pequeñez y mi pobreza, todo entero me dirija a ti y corra en el abrazo de tu amor viendo a aquel que amaré, y amando a aquel que veré y para que muriendo a mí mismo y comenzado a vivir en ti, ya que mi mal es ser en mí mismo. … Deseo amarte y amo desearte. De este modo corro para aprehender a aquel que me tiene asido y para amarte perfectamente, un día, oh tú que nos amaste primero, tú a quien se debe amar, amable Señor. 6.…Cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto más capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio. La saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa la ansiedad. Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad, toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo. …Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que aman, abunden en aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que desea, ni el fastidio al que está saciado”. Guillermo de Saint-Thierry, Contemp I, 2-6 “Para obtener tales gracias y conservarlas, hay que recurrir sin descanso a una oración asidua y prolongada, en la que tan grande sea la fe, que todo lo espere, tan grande el fervor, que le parezca que fuerza a Dios; tan grande el amor, que todo lo que pide sienta que lo obtiene en el momento mismo de la oración; tan dócil la humildad, que en todo desee que se cumpla en él la voluntad de Dios, no la suya propia …”. Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 8 “La esposa sufre demoras en su búsqueda, y el Esposo le opone sus riquezas. Ella, sin embargo, con ardoroso afán, persiste en su celo y redobla su queja: No lo encontré. 88
Hermanos si es rechazado el celo ¿cuándo será admitida la desidia? Si no encuentra el amor ¿cuándo encontrará la tibieza? ¿cuándo la poca oración, cuando la indolencia? No es necesario que les ofrezca un remedio para una enfermedad de la que no padecen. Estos vicios les son extraños. Porque ¿quién de ustedes no es constante y fervorosos en la oración? Aunque la pereza esté ausente, procuren que las dilaciones enojosas no los fatiguen, ni quebranten tampoco los deseos. Si el alma de ustedes fuese remisa en sus peticiones, o se desalentase en la espera, en ambas cosas habría falta. Sabes que los deseos de la esposa son diferidos; y tú si al primer latido de tu oración no te sientes inundado por las delicias de la inspiración divina ¿te pones quejumbroso? Recién has comenzado, ¿y tan pronto se muda la dirección de tu espíritu? ¿qué sería se se reprochara aquello del Evangelio: No han podido velar conmigo una hora? Vigilen, pues, y oren, porque no saben a qué hora vendrá su Amado. La oración perseverante alcanza su fin. Y aunque a los comienzos te parezca seca y como de piedra, con todo sacarás de esta piedra durísima el aceite de la gracia siempre que perseveres, que la mucha demora no te canse, que sus deseos no disminuyan por la dilación. Cierto, la dilación es penosa al amante, pero los deseos diferidos salen crecer más. ¿Por qué les digo cosas sabidas? El mismo sufrimiento reiterado les dará la comprensión de esto, o más bien, ya se la dio y con frecuencia. A menudo los encontré ejercitados en estas obras. No puedo gloriarme de haber engendrado estos sentimientos en ustedes; sin embargo, me gozo de encontrarlos. Aunque no realicé esta obra ¡quiera Dios que pueda fomentar tales sentimientos en ustedes! Yo soy el guardián; por eso ustedes me repiten a menudo las palabras de la esposa: ¿Han visto al Amado de mi alma? ¡Oh alma feliz, ejercitada por deseos tan santos! Los deseos de la amada, de aquella que no sabe otra cosa que inquirir acerca de Cristo; de la que, habiendo sido hallada, prorrumpe en estas palabras: ¿Han visto al Amado de mi alma?”. Gilberto de Hoyland, SC 6, 1 “Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera perfecta. Pero, ya que la debilidad humana no lo permite, si no puedes amar a Dios en la medida en que tienes la obligación de amarlo, ámalo al menos cuanto puedes, según tus posibilidades, con toda tu capacidad. Comenzando a amar a Dios aquí con todo tu corazón en la medida en que este es tuyo, llegarás a amarlo con mayor perfección más tarde, cuando sea más perfectamente tuyo ese corazón que por ahora no te pertenece totalmente. …Las promesas de Dios son, por lo tanto, inmensas e inestimables. Por ellas y en ellas quiere Dios ser amado por nosotros de un modo particular. ¿Y cuál es ese modo? Es un deseo vehemente de lo que Dios promete No sé qué medida tiene este modo de amar. En realidad, es sin medida, pues las promesas de Dios sobrepasan todo deseo. Lo que es superado y excedido, tiene no sólo un límite en su magnitud, sino también una medida en ese límite. Cualquiera sea la medida en que deseamos lo que Dios promete, este deseo es siempre inferior a lo que debiera ser. También es menor nuestra posibilidad; no podemos desear dignamente lo que supera todo deseo. Por tal motivo este deseo sagrado tiene su medida en lo que puede, y no en lo que debe. Pues en la medida en que aumenta, más 89
debe. Así, el deseo vehemente es, en cierta forma, sin medida, puesto que no puede ser excesivo. …Este impulso de deseo sagrado puede estar expresado con la palabra alma cuando dice: Amarás con toda tu alma. Y hay en ello razón, pues el alma es espíritu y, bajo el soplo del Espíritu Santo, ella desea y suspira, hasta que respire en aquel hacia el cual aspira. Por ello los santos muy a menudo hacen mención de su alma para expresar sus deseos ”. Balduino de Ford, Tract III “Si se le ofrece a Dios una hostia viva que le agrada, en olor de suavidad; si el incienso de la devoción, o el de la oración pura se enciende en el turíbulo del corazón con los carbones de la caridad; si el humo de los perfumes sube hasta la presencia de Dios, entonces él aspira un olor suavísimo y siente la devoción del alma en sí abrazada en santo deseo, y ella misma siente el perfume del Señor ” . Balduino de Ford, Tract IV “¡Oh! cuán dichoso me diría y me sentiría en lo profundo de mi corazón, si encendido en el sólo deseo de ti, ardiendo y suspirando, he aquí que pudiera decir con el Profeta: ¿A quién tengo yo en los cielos? Fuera de ti, nada deseo sobre la tierra. Si pudiera decir esto, ¿por qué no añadir enseguida lleno de agradecimiento: idos, idos bonísimas preocupaciones mías, y perturbaciones mías: porque es en vano que se conturba todo hombre?. Idos inquietudes mías, y dad lugar a mi paz y a mi reposo; porque: Dios de mi corazón, y mi porción es Dios para siempre ”. Balduino de Ford, Tract V “La esperanza de la salvación eterna no es así, pues ella, en medio de graves peligros, en medio de diversos géneros de tentaciones permanece inmóvil. No está permitido no desear esta salvación, ni está permitido desesperar nunca de ella. El ojo, fijamente clavado, no se aparta nunca de ella. Permanece siempre ligado allí de donde nunca se desliga. De ahí que diga el Profeta: Mis ojos están fijos en el Señor. No te extrañe que se hable de estos ojos como si fueran dos, mientras que el corazón del Esposo es herido por un solo ojo. Es un solo ojo porque es un solo amor todo tendido hacia un solo objeto. Pero las afecciones de este único amor son diversas, por las cuales de muchas maneras, con deseos y esperanzas, está tendido hacia el fin único, donde el ojo se clava irrevocablemente. …El Esposo hace señas, cuando sugiere en secreto lo que quiere , aprueba cuando escucha los ruegos de la que le suplica. La esposa aprueba, cuando obedece a los mandamientos de Dios que le son impuestos. Hace señas, cuando en sus buenas obras secretas, mediante una intención secreta, casi a escondidas, ve a aquel solo de quien pretende ser vista. Hace señas, cuando expone secreta y reverentemente la voluntad de su deseo en la humildad de su oración ”. Balduino de Ford, Tract VIII “La Sabiduría dice, sin embargo: Los que me comen tendrán todavía hambre, los que me beben tendrán todavía sed. En el presente Cristo, Sabiduría de Dios no es comido en la saciedad del deseo sino en el deseo de la saciedad; y cuanto más gustamos su dulzura, tanto más se reaviva nuestro deseo. Por eso los que le comen tendrán todavía hambre hasta que llegue la saciedad. Pero cuando su deseo haya sido colmado por los bienes celestiales, no tendrán ya ni hambre ni sed. Las palabras: Los que me comen tendrán todavía hambre, pueden también entenderse del mundo futuro: porque en esta saciedad eterna se da una especie de hambre que no proviene de una carencia sino de la felicidad. Allí los comensales siempre desean comer: nunca padecen hambre, y sin embargo nunca se cansan de ser saciados. Saciedad sin 90
hastío, deseo sin gemido. Cristo, siempre admirable en su belleza, es también siempre deseable, a quien los ángeles desean mirar. Así, aún cuando se lo posea se lo desea, aún cuando se lo tenga se lo busca, como está escrito: Buscad siempre su rostro. Sí, siempre se busca a quien se ama para poseerlo siempre ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3 “Cuando se come a Cristo en el Sacramento del altar, hay que comerlo a prisa. No que se deban celebrar los ritos de la misa a prisa y como precipitadamente, sin gravedad ni respeto. Pero cuando llega el momento de la comunión, hay que tomar sin tardanza lo que se debe comer con un deseo muy grande. Porque debemos tomar este alimento como algo que deseamos ardientemente, que deseamos ávidamente. El que se acerca a la comunión debe acercarse como el hambriento a la comida, como el que está muriendo de sed a la bebida; como quien no puede soportar la espera ni ver diferida una gracia tan grande ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1 “El Sol deviene más cálido en nosotros cuando nuestro corazón se inflama con el deseo del amor divino. Y el maná se derrite cuando, a la palabra de Dios, nuestro corazón se derrite por amor de Cristo. …O bien, se dice que el maná se derrite porque Cristo, cuando es recibido en el corazón, por así decir se derrite de compasión. En efecto, ¿Cómo un corazón pecador se ablandaría de su dureza, si Cristo no suavizara su dureza de juez? Cuando Él perdona los pecados y los derrite como nieve al sol, Él mismo se derrite abandonando su severidad de juez, para que el alma tocada por su palabra se funda en la esperanza del perdón y el deseo de amar. Cosa admirable: el maná que se derrite al sol se endurece al fuego, tal como se lo verá más adelante. Esto muestra que el alma, cuando se vuelve hacia el sol de justicia y se derrite en el deseo de amar, se endurece y se afirma al mismo tiempo por la paciencia al fuego del dolor. Por eso dice el Salmista: Mi corazón es como cera que se derrite en mis entrañas; y mi fuerza se seca como una teja. …En lo que atañe al maná espiritual, ningún sabor l e falta. Su gusto es tanto más dulce y delicioso cuanto sobrepasa todos los deseos. Dios, en efecto, cuya naturaleza es la bondad, cuya sustancia es el amor, cuya esencia es la benignidad, ha querido mostrarnos su naturaleza y hacernos comprender cuán dulce es, mostrarnos la dulzura que tiene por sus hijos y hacernos comprender todo el bien que nos desea; por el amor extremo con que nos amó, ha enviado al mundo a su Hijo, el pan de los ángeles. …Cristo ha descendido por todos, y condesciende con todos. El a trae todo hacia sí por la inefable gracia de su dulzura; no rechaza a nadie, admite a todos los hombres a la penitencia. Tiene el sabor más delicioso para todos aquellos que lo reciben. Él solo basta a todos los piadosos deseos y los satisface. Hay en Él todo encanto, todo sabor, todo gusto delicioso, y se adapta de modo diferente a unos y a otros, según el deseo de cada uno, según sus apetencias y tendencias. Porque tiene un sabor para el penitente y principiante, otro para el que progresa, otro para el que llega al fin… Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo es el deseo del alma. Es dulce cuando acoge nuestros deseos, calma nuestros sollozos, pone fin a nuestros suspiros y seca nuestras lágrimas”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 Deseo de Dios Guillermo de Saint-Thierry 91
- Contemp I, 2-6 - Nat am 8 S. Bernardo de Claraval - Dil 8-9 - Dil 38 - Div 15, 4 - SC 32, 2-3 - SC 31, 4-7 - SC 84, 1 - SC 74, 1-7 Beato Guerrico de Igny - Adv I [1], 2 - Adv I [1], 4 - Adv II [2], 2 - Adv II [2], 3 - Pur II [16], 2 - Pur II [16], 3 - Pur III [17], 3 - Palm IV [32], 2 - Res III [35], 4 - Asspt II [48], 5 - Asspt III [49], 6 - Nat BVM II [52], 2 S. Elredo de Rieval - Spec I, 51 - Spec I,69 - Spec I, 91 - Spec I, 93 - Spec II, 56 - Spec III, 17 - Spec III, 26 - Spec III, 29-30 - Spec III, 40 - Spec III, 53 - Spec III, 73 - STemp Adv [1], 2 Gilberto de Hoyland - SC VI, 1 Balduino de Ford - Sac alt II, 3 - Sac alt III, 1 - Sac alt III, 2 - Tract III - Tract IV - Tract V - Tract VIII
Dignidad - Imagen
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“Únicamente la criatura racional es capaz de esta bienaventuranza. Creada a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherise a aquel de quien es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura razional, como dice el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta adhesión no es de la carne sino del alma, pues el Creador de las naturalezas infundió en ella tres facultades para hacerle capaz de la eternidad divina, partícipe de la sabiduría y saboreador de la dulzura. Estas tres son la memoria, la ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de la eternidad, la inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura. Creado el hombre con estas tres facultades a imagen de la Trinidad, tenía presente a Dios en la memoria sin olvidarle, le conocía sin error por la inteligencia, y con el amor lo abrazaba sin codiciar nada más. Por eso era feliz ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 9 “24. Si no me engaño, está claro que la soberbia humana se malogra a sí misma y corrompe la imagen de Dios que hay en ella, cuando se aleja del sumo bien, no con los pasos de los pies sino con los afectos del espíritu; y que la humildad humana se renueva a imagen de quien la creó cuando se acerca a Dios con el afecto del espíritu. Por eso dice el Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestíos del hombre nuevo, que fue creado a imagen de Dios. ¿Y cómo se realizará esta renovación sino con el precepto nuevo de la caridad, del que afirma el Salvador: Os doy un mandamiento nuevo? Así pues, si el espíritu se reviste perfectamente de esta caridad reformará las dos facultades que dijimos están corrompidas, es decir, la memoria y el conocimiento. Por eso se nos inculca como muy saludable para nosotros el contenido de este único precepto, del cual depende el despojo del hombre viejo, la renovación del espíritu y la reforma de la imagen divina. 26.…Afirma que somos raza de Dios, o más bien no lo niega, porque sabe que el alma racional, creada a imagen de él, puede participar de su sabiduría y bienaventuranza. La caridad, pues, eleva nuestra alma hacia aquello para lo que fue hecha ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 24.26 “También el amor con el cual amamos a Cristo es fuerte como la muerte, cuando es cierta especie de muerte, puesto que es la extinción de la antigua vida, la abolición de los vicios y el fin de las obras muertas. Este amor nuestro hacia Cristo es una reciprocidad, aunque desigual, entre el amor de él hacia nosotros, y refleja su imagen. Él nos amó primero, y mediante el ejemplo de amor que nos propuso, se hizo para nosotros sello por el cual somos hechos conformes a su imagen, abandonamos la imagen del hombre terreno y llevamos la del celestial; así como somos amados, así también lo amamos a él. Sí, en esto nos dejó un ejemplo, para que sigamos sus huellas. … Dios que nos ama y desea s er amado, acuñó un sello que tiene esculpida la imagen de su amor, con el cual selló con más fuerza nuestro corazón, a fin de que hecho a su imagen recibiera en sí la semejanza de esta imagen y la reprodujera ”. Balduino de Ford, Tract X “Antes del pecado existía en el hombre la imagen de la verdad, es decir, la imagen de Dios, que es Verdad ”. Balduino de Ford, Tract XI “Es perfecta la conversión al bien cuando solamente nos complace lo que es conveniente o lícito. Y la confirmación en el bien es perfecta si no carece de nada de lo que desea. La voluntad alcanza la perfección cuando es plenamente buena y llena de bondad. Posee una doble cualidad original: una, por ser criatura -porque el Dios bueno todo lo hace bieny, además, porque vio Dios todo lo que había hecho,y era muy bueno. La otra, por el libre albedrío, según el cual fue creada a imagen del 93
Creador. Si a ello añadimos la conversión al Creador, entonces puede considerarse plenamente buena”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 2 “Alguien dirá: ¿Cómo puede hablarse de la venida de quien siempre ha estado en todas partes? Estaba en el mundo, y, aunque el mundo lo hizo él, el mundo no lo conoció. El Adviento no es una llegada de quien ya estaba presente; es la aparición de quien permanecía oculto. Se revistió de la condición humana para que a través de ella fuera posible conocer al que habita en una luz inaccesible. No desdice de la majestad aparecer en aquella misma semejanza suya que había creado desde el principio. Tampoco es indigno de Dios manifestarse en su propia imagen a quienes resulta inaccesible su identidad: El que había creado al hombre a su imagen y semejanza, se hizo hombre para darse a conocer a los hombres ”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 2 “¿Quien, por impío que sea, podrá siquiera concebir que la dignidad humana, tan refulgente en el alma, haya podido ser creada por otro ser distinto al que dice en el Génesis: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza?”. S. Bernardo de Claraval, Dil 6, 2 “27. Mientras tanto, aprendemos en esta vida de la libertad de deliberación a no abusar de la libertad de complacencia. De este modo restauramos en nosotros la imagen de Dios y nos preparamos por la gracia a recobrar aquella primera dignidad que perdimos por el pecado. Dichoso quien merezca oír de sí mismo. ¿Quién es ése? Vamos a felicitarlo. Hizo maravillas en su vida. Pudo desviarse y no se desvió; pudo hacer el mal y no lo hizo. 28. Creo que la imagen y semejanza del Creador con las que fuimos creados se encierran en estas tres clases de libertad: la imagen en la libertad de elección, y en las otras dos, cada uno de los aspectos de la semejanza. Si el libre albedrío es incapaz de sufrir el menor defecto o disminución es porque ha recibido más particularmente el sello de la imagen indeleble y sustancial de la divinidad ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 27,1.28,1 “De este modo, el hombre ya no es esclavo del pecado, porque no cometerá pecado. Libre de él comienza a recuperar la libertad de deliberación y a disfrutar de su propia dignidad. Porque se reviste de la imagen divina que lleva en sí mismo, con la semejanza que le conviene, y vuelve a recobrar su hermosura original ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 34, 1 “Mas para alcanzar esto necesitamos la ayuda del que nos estimu la con su ejemplo. A fin de hacernos conformes a su imagen es preciso que nos vayamos transformando en su imagen, de gloria en gloria, movidos por el Espíritu del Señor. Por lo tanto, si es por el Espíritu del Señor no es por el libre albedrío. Y nadie piense que el libre albedrío tiene ese nombre porque tiene idéntico poder y facultad para hacer el bien o el mal”. S. Bernardo de Claraval, Gra 35, 1 “Más aún: el compromiso monástico reforma la imagen divina del hombre, configurándolo con Cristo, como si fuese un bautismo. Es como si nos bautizáramos por segunda vez. Y mientras matamos lo que hay de terreno en nosotros nos revestimos de Cristo, incorporados a Él de nuevo por una muerte semejante a la suya. Del mismo modo que en el bautismo se nos saca del poder de las tinieblas para trasladarnos al reino de la claridad sin fin, en esta especie de segunda regeneración que supone la profesión escapamos del ámbito de las tinieblas -no de la única y 94
original, sino de las innumerables y actuales de nuestros delitos- hacia la luz de las virtudes”. S. Bernardo de Claraval, Pre 54 “Todo cuanto de él esperamos es él mismo. Lo primero que nos dio fue el mismo ser: Puesto que él nos hizo y no nosotros. ¿Te parece poco el que te haya hecho? Y piensa cómo te hizo. En cuanto al cuerpo, una maravillosa criatura; pero, en cuanto al alma, todavía más, porque está marcada con la imagen del creador, dotada de razón y capaz de felicidad eterna”. S. Bernardo de Claraval, QH X, 1 “Por tanto, no te creas seguro en tus momentos de valentía: clama al Señor con el Profeta y di: No me abandones cuando me falten las fuerzas. Consuélate en el día de la prueba y di con la esposa: Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas. Así no te abandonará la esperanza en la adversidad, ni te fallará la providencia en la prosperidad. Tanto la prosperidad como la adversidad, mudables a cada paso, te servirán para formarte cierta imagen de la eternidad, esa inviolable e inconcusa igualdad uniforme de espíritu, bendiciendo al Señor en todo tiempo. Por ello, incluso en los acontecimientos angustiosos y en los desfallecimientos inevitables de este mundo vacilante, reivindicarás para ti un estado perenne de cierta inconmutabilidad, cuando comiences a renovar y reformar tu antigua y sublime semejanza del Dios eterno, para quien no existen fases ni períodos de sombra. Pues, así como él es en sí mismo, lo serás tú en este mundo: no temerás la adversidad, ni te relajarás en la prosperidad. Esto es, repito, lo que esa noble criatura, hecha a imagen y semejanza del que la creó, indica que está próxima a recuperar: la dignidad de su antigua gloria. Está convencido de que para ella es indigno amoldarse a este mundo caduco. Y siguiendo el pensamiento de San Pablo, se esfuerza por ir transformándose en la nueva mentalidad, dentro del estado en que fue creada al principio”. S. Bernardo de Claraval, SC 21, 6 5. Efectivamente, Dios creó al hombre erguido por su alma, no por su materia corporal terrena y enfangada. Porque lo hizo a su imagen y semejanza. Y según salmodias, el Señor nuestro Dios es recto en él no existe la maldad. Así pues, Dios que es recto creó al hombre erguido y semejante a él; sin maldad, porque en él no hay maldad. La maldad es propia del corazón, no es un vicio del cuerpo. De aquí puedes deducir que la semejanza de Dios no se conserva ni se repara más que en tu condición espiritual, no en tu sustancia crasa de barro. 6. Aunque Dios le dio al hombre un cuerpo que se mantiene erguido, esta rectitud corporal del hombre en su constitución exterior y de una materia más vil, quizá sea para advertirle que, como hecho a imagen de Dios, debe mantener su espíritu erguido en rectitud ”. S. Bernardo de Claraval, SC 24, 5-6 “Siempre que me asomo a mí mismo, mis ojos se cubren de tristeza. Pero si miro hacia arriba, levantando los ojos hacia el auxilio de la divina misericordia, la gozosa visión de mi Dios alivia al punto este desconsolador espectro y le digo: Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán. Y no es fruto de una visión engañosa experimentar su ternura v su compasión, porque es realmente benigno y misericordioso y se arrepiente de las amenazas; su naturaleza es la bondad: compadecerse siempre y perdonar. Dios se da a conocer saludablemente con esta experiencia y es a disposición, si el hombre se descubre a sí mismo en su indigencia radical; clamará al Señor, que le escuchará y le responderá: Yo te libraré y tú me darás gloria. De esta manera el conocimiento propio es un paso hacia el conocimiento de Dios. Por la imagen que se reproduce 95
en ti se descubre él mismo, cuando llevas la cara descubierta y reflejas la gloria del Señor, transformándote en su imagen con resplandor creciente por influjo del Espíritu del Señor ”. S. Bernardo de Claraval, SC 36, 6 “No temerá iniciar una alianza de comunión con Dios, no sentirá pudor alguno para llevar el yugo del amor a una con el rey de los ángeles. ¿A qué no podrá aspirar con seguridad ante él si se contempla embellecida con su imagen y luminosa por su semejanza? ¿Por qué puede temer a la majestad, si su origen le infunde confianza? Lo único que debe hacer es procurar conservar la nobleza de su condición con la honestidad de vida. Es más, esfuércese por embellecer y hermosear con el digno adorno de sus costumbres y afectos la gloria celestial impresa en ella por sus orígenes”. S. Bernardo de Claraval, SC 83, 1 “Me dirá al alguno:¿Por qué unes estas dos cosas? ¿Qué tiene que ver el alma con el Verbo? Mucho, y en todos los sentidos. Ante todo porque es tal la semejanza de sus naturalezas, que él es imagen y ella según la imagen. Después, porque la semejanza atestigua el parentesco. No fue creada el alma sólo según la imagen, sino también según su semejanza. ¿Me preguntas en qué es semejante? Primero hablemos de la imagen. El Verbo es verdad, sabiduría, justicia: esto es ser imagen. ¿De quién? De la sabiduría, de la justicia y de la verdad. Porque esta Imagen es justicia de la justicia, sabiduría de la sabiduría, verdad de la verdad, como luz de luz, Dios de Dios. Ninguna de estas cosas es el alma, porque no es imagen. Pero es capaz de todas ellas y las apetece; por eso es según la imagen. Excelsa criatura por su capacidad de la majestad, y señal insigne por su apetencia de rectitud. Sabemos que Dios creó al hombre recto, lo cual es una gran cualidad; y lo prueba esa capacidad de la que hemos hablado. Pues lo que es según la imagen debe ajustarse a la imagen y no llamarse en vano imagen, como tampoco la imagen se llama así sólo por su nombre, sino por su contenido. Pero del que es la imagen, se ha dicho: Subsistiendo en la forma o naturaleza de Dios, no consideró como rapiña el ser igual a Dios. Estas palabras te indican que en esta forma de Dios existe la rectitud y la majestad por su, igualdad; y comparando una rectitud con otra rectitud, y una grandeza con otra grandeza, se desprende que hay una relación recíproca de correspondencia entre lo que es la imagen y lo que es según la imagen, de la misma manera que en ambos aspectos la imagen corresponde a aquel de quien es imagen. Escucha cómo lo canta el santo David en los Salmos: Nuestro Señor es grande y poderoso y añade: El Señor Dios nuestro es recto y no hay en él iniquidad. Su imagen recibe de Dios recto y grande su cualidad de ser recta y grande; y lo mismo el alma, que es según la imagen”. S. Bernardo de Claraval, SC 80, 2 ”Si quieres conocerte a ti mismo, poseerte, entra en ti mismo, no te busques fuera de ti. Una cosa eres tú, otra lo que es tuyo, otra lo que está en derredor tuyo. En derredor tuyo está el mundo; tuyo es el cuerpo; tú fuiste hecho interiormente a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, vuelve prevaricador, adentro de ti, donde tú eres, a tu corazón. Por fuera eres animal, a imagen del mundo; de ahí que se diga del hombre que es un pequeño mundo. Por dentro, eres un hombre a imagen de Dios, de ahí que también puedas ser deificado. Por eso, hermanos, el hombre vuelto a sí mismo al igual que el hijo menor, el pródigo, ¿dónde se encuentra sino en una región lejana, en una región de desemejanza, en una tierra extranjera, donde se sienta y llora, mientras recuerda a su padre y a su patria?”. Isaac de Stella, OS II[2], 13 96
“15. Así pues, dado que la hora pasó, digamos brevemente que el alejamiento de Dios -ya sea que la razón se aparte de la verdad, ya sea que la vida se aparte de la caridad- es la noche, en la cual nadie puede trabajar; pero la conversión a Dios mediante la búsqueda y la imitación es el día, en el cual el hombre sale a su trabajo, es decir, a conocer y a amar a Dios, y a deleitarse en este conocimiento y en este amor. En verdad, por esto el hombre fue creado a imagen y semejanzade Dios, y por esto fue recreado y reformado a esta imagen y semejanza: por la razón a su imagen; por la vida a su semejanza. 16. Pero creado a imagen y semejanza, es recreado a semejanza y a imagen, debe ser reformado por la conformidad de la vida, con miras a la participación de la naturaleza. Conocer al verdadero Dios es la vida eterna, pero amarlo de todo corazón es el camino eterno. La caridad es pues el camino, la verdad es la vida; la caridad es la semejanza, la verdad es la imagen; la caridad es el mérito, la verdad es el premio; por la caridad se camina, por la verdad se reposa” Isaac de Stella, Sex I [16], 15.16 “Así pues, puesto que soy, como se ha dicho, en cuanto a la persona, un solo hombre, y por la naturaleza, hijo del hombre cuya imagen aparece al exterior, pero, por la gracia divina, Dios, hijo de Dios, en cuya imagen y semejanza interior, tengo razón en decir enseguida que soy uno y doble, y que en mí, hombre único, hay dos hombres, hijos de dos hombres”. Isaac de Stella, Quin I [27], 11 “Allí, en el sexto día, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, aquí en la sexta edad, Dios se hizo imagen y semejanza del hombre. Allí, de la tierra fue formado el hombre; aquí, de María fue formado Dios”. Isaac de Stella, Nat BVM [54], 7 “Por eso, cuando el Señor entró en el hombre, necesariamente el hombre revistió a Dios. Porque todos los que habéis sido bautizados, os habéis revestido de Cristo, todos los que os habéis revestido de Cristo, os habéis despojado de Adán, de modo que la concupiscencia ataca ahora por fuera, y la gracia ayuda por dentro; la gracia de la regeneración es en la naturaleza, lo que la falta de la generación es en el origen. Por dentro resplandece en una verdad nueva la imagen de Dios, por fuera languidece ahora la vieja semejanza de la carne pecadora”. Isaac de Stella, OS VI[6], 17 “88. Si la naturaleza, desordenada por el pecado y desviada de su rectitud natural, se convierte a Dios, recupera inmediatamente por el temor y el amor que tiene a Dios todo lo que había perdido al apartarse de él. Y cuando el espíritu comienza a reformarse según la imagen del Creador inmediatamente comienza a florecer también la carne y por propia voluntad comienza conformarse con el espíritu reformado. 199. El espíritu del hombre, dotado de la apetencia hacia el bien, y una naturaleza sutil para la acción, es el ápice de la sabiduría creadora, superior a todo cuerpo; es también superior en esplendor y dignidad a cualquier luz corpórea por llevar la imagen del Creador y ser capaz de razonar”. Guillermo d e Saint-Thierry, Ep frat 88.199 “Toda la perfección de los santos consiste en la semejanza con Dios. No querer ser perfecto es una ofensa. Por tanto, se deberá fortalecer siempre la voluntad y estimular el amor hacia esa perfección. Es preciso disciplinar la voluntad para que no se disipe con otras cosas, y custodiar el amor para que no se contamine. Porque hemos sido creados y 97
vivimos exclusivamente para ser semejantes a Dios, ya que fuimos creados a imagen de Dios”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 259 Dignidad – Imagen Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 88.199 - Ep frat 259 S. Bernardo de Claraval - Adv III, 2 - Dil 6, 2 - Gra 19, 2 - Gra 27, 1.28,1 - Gra 34, 1 - Gra 35, 1 - Pre 54 - QH X, 1 - SC 21, 6 - SC 24, 5-6 - SC 36, 6 - SC 80, 2 - SC 83, 1 S. Elredo de Rieval - Spec I, 9 - Spec I, 24.26 Isaac de Stella - Nat BVM [54], 7 - OS II[2], 13 - OS VI[6], 17 - Quin I [27], 11 - Sex I [16], 15.16 Balduino de Ford - Trac X - Tract XI
Dulzura
“Niño dulcísimo, Jesús bueno, cuán grande es la abundancia de tu dulzura, que escondiste a los que te temen y con la que colmas a los que esperan en ti, que la manifiestas, tan abundantemente aun a los que no te conocían. Qué dulzura incomparable y bondad inefable; ver al Dios que me creó hecho niño, creado por amor a mí; el Dios de majestad y de gloria se hace semejante a mí, no sólo asumiendo un cuerpo verdadero, sino también mostrándose lleno de miseria y como teniendo necesidad de ayuda humana en razón de la debilidad de su edad. En verdad, Niño Dios, tú eres el Salvador de mi rostro y mi Dios, y si bien eres todo dulzura y deseo, me pareces más dulce aún por la ternura de tus miembros. Ésta te pone al alcance del conocimiento y afecto de los niños que aún no son capaces de recibirte cual alimento sólido. Entre tanto, cuán dulce y sabroso es pensar y meditar en el Niño Dios. Más aún, nada hay más eficaz ni operante para curar y suavizar lo que en nosotros pudiera haber de rencor en los espíritus, amargura en las 98
palabras, rigidez en las costumbres. No acierto a creer que quien haya gustado el sabor y el recuerdo de esta dulzura pueda estar triste o irritado. Por el contrario, toda indignación y amargura, toda suerte de malicia se alejará de nosotros”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 4 “Cuando el tiempo de separarse de ellos [sus discípulos] era inminente, pareció dejarse vencer por la ternura de su afecto, de modo que ya no pudo disimular más la abundancia de la dulzura que hasta entonces les había escondido. Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Entonces, en efecto, derramó sobre sus amigos toda la fuerza de su amor, antes de derramarse él mismo como agua, por amor de sus amigos. Entonces les entregó el sacramento de su cuerpo y sangre, e instituyó su celebración. No sé qué es más admirable aquí, si su poder o su amor: para consolarlos de su partida, inventó una nueva manera de estar presente, de suerte que, separándose de ellos corporalmente, permaneciese no sólo con ellos, sino también en ellos, en virtud del sacramento. …lavó los pies de sus siervos y con este único acto les dejó un modelo de humildad y un sacramento de perdón ”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 1 “Estando todavía lejos -dice- lo avistó su padre y se le conmovieron las entrañas y corriendo a su encuentro le echó los brazos al cuello y lo besó. El tiempo que se tarda en pronunciar estas palabras le parecía excesivo a aquel padre que debía otorgar el perdón a su hijo, así como a éste para recibirlo. De tal modo se apresuraba a liberar al reo del punzante aguijón del remordimiento, que la compasión de la miseria atormentaba al padre misericordioso, si cabe, más que la propia miseria al hijo miserable. Y no decimos esto para fijar los afectos humanos en la naturaleza inmutable de Dios, sino para inundar de dulzura nuestro afecto en el amor de aquella Suma Bondad, aprendiendo en esta semejanza humana cómo Dios nos ama más a nosotros que nosotros a Él” . Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 1 “…Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor, escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti. Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la discipli na hará desaparecer los más grandes pecados”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4 “Él [Dios] oculta la inmensidad de su dulzura a los que le temen sólo por este motivo: conservarlos así siempre humildes, los mantiene dignos de su amor”. Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 2 “¡Cuántas veces he buscado al Señor Jesús! meditando, le he invocado orando, pero ni mi meditación fue dulce, ni mi oración un éxito. No le he encontrado a Él y Él no me ha contestado. No he encontrado ni a Él ni cuanto le pertenece, sin embargo, me ha dado una contestación que rebasa toda dulzura, ¡ojalá! Que me conteste a menudo de esta manera; sí buen Jesús, contéstame indicándome todas mis iniquidades y pecados, mis crímenes y delitos muéstramelos. 99
Escóndeme un poco tu rostro, para que mi ser corrupto, se revele a mí, para mi bien, en la meditación, o en la lectura de las santas escrituras”. Gilberto de Hoyland, SC 45, 2 “Entretanto, cada día parte este pan con los hambrientos. Porque hoy y todos los días recogemos algunas migajas, y cada día tenemos nuevamente necesidad del pan cotidiano. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Si tú no lo das, ¿quién nos lo dará? En toda nuestra mendicidad, pobreza, indigencia, necesidad y tribulación, no hay quien nos parta el pan, nadie que nos alimente, nadie que nos dé fuerza, nadie más que tú, Dios nuestro. En toda consolación que nos envías, recogemos las migajas de este pan que tú partes, y gustamos, por experiencia, cuán dulce es tu misericordia. Pero necesitamos aún más, y, como exacerbado el apetito por el saboreo de esta dulzura, experimentamos más y más hambre ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1 “Hay que amar los mandamientos de Dios meditando en ellos. Piensa siempre en estas cosas que te ordenó el Señor. Con la meditación se hacen dulces los mandamientos de Dios, al considerar cuán provechosos, convenientes y seguros son, cómo son estables por los siglos de los siglos, obra de fidelidad y rectitud. Sin embargo, estos preceptos parecen a algunos dulces y suaves en la meditación, pero pesados y amargos en la práctica. Es que ellos mismos son perezosos en la acción. Aparta de sí esta pereza el que dice: Levanté mis manos a tus mandamientos que mucho amo ”. Balduino de Ford, Tract III “No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por la humildad y la paciencia. Allí no se hincha la soberbia, no aparece la bilis de la envidia, no se inflama la ira, no litiga la discordia, no murmura la impaciencia; allí no se encuentran ni las interpretaciones malévolas de la sospecha, ni la menor palabra deshonesta. He aquí, dice el Profeta, ¡qué bueno, ¡qué dulce habitar los hermanos todos juntos! ”. Balduino de Ford, Tract IV “Pues cuando el Espíritu del Señor que es más dulce que la miel, por la esperanza y el deseo que él da de aquella heredad que es más dulce que la miel y que el panal, sopla sobre el alma de los justos y llena con su inestimable dulzura todas las entrañas y escondrijos del alma abatida, entonces por la gracia que sobreviene con su interna dulzura y su íntima suavidad, todo lo que era amargo es absorbido por la alegría del corazón y corren las aguas de las lágrimas como ríos de miel. Y la Madre de Jesús sugiere y dice: No tienen vino, el agua de la aflicción se convierte en el vino de la alegría, pero cuando se cumplió lo que Jesús ordenó al decir: Llenad las tinajas de agua. Por tanto, conviene primero llenar las tinajas de agua, esto es, saciar nuestros corazones más plenamente con largas efusiones de lágrimas, y satisfacer dignamente por todas las faltas cometidas, llorar suficientemente todo lo que debe ser llorado, y así acoger dentro de nosotros la consolación de la devoción interior, el gozo en el Espíritu Santo, y trocar en alegría la tristeza de nuestro corazón”. Balduino de Ford, Tract. IX “Se nos recomienda por lo tanto llevar una vida pacífica en medio de nuestros hermanos; la cual es menos dulce para los buenos entre los malos, pero a menudo más provechosa. Mas para los buenos entre los buenos 100
es por un lado provechosa y por otro muy dulce. En efecto, no hay nada mejor en la vida humana que el amor mutuo; nada más dulce que una santa compañía. Amar y ser amado es un dulce intercambio, delectación de toda la vida y premio de la bienaventuranza”.Balduino de Ford, Tract V “Ahora bien, la luz espiritual que ilumina nuestros ojos, es la caridad de Dios hacia nosotros. Los numerosos y grandes beneficios de Dios que se nos han mostrado y concedido anticipadamente, casi reciben en sí la luz de la caridad y la muestran a nuestros ojos. En ellos aparece cuánto ama Dios, y cuánto debe ser amado. Pues mientras la grandeza de sus beneficios se despliega ante nuestros ojos, la inmensa caridad de Dios se hace conocer ampliamente patente a la vista de todos; y al contemplarla, también la mirada de nuestro espíritu se difunde con mayor amplitud; y mientras la caridad con que Dios ama es pensada con mayor amplitud según la digna apreciación de sus beneficios, ella, introducida en nuestros sentidos interiores se traduce en dulzura y conmueve el corazón con la maravillosa suavidad de un mutuo amor y lo dilata en mayor medida para hacerlo capaz de Dios. Él se adapta y se conforma a la caridad divina de acuerdo a la reciprocidad del amor, de acuerdo a la altura y a la profundidad, y también a la longitud y a la anchura ”. Balduino de Ford, Tract XIII “Después de haber avanzado largo tiempo en el progreso de las virtudes, y de haberse ejercitado esforzadamente en la tarea de la disciplina espiritual, encontrará sólo entonces el céntuplo en la paz y la tranquilidad, la serenidad y la seguridad del corazón, en la delectación de la justicia y en la inenarrable dulzura de la alegría espiritual”.Balduino de Ford, Tract XIV “Misericordia quiero, y no sacrificio. Tienen el resplandor y la dulzura de la leche aquellos que misericordiosamente van en auxilio de las necesidades de los indigentes, que les dan a beber leche y los sacian de los pechos de sus consolaciones ”. Balduino de Ford, Tract XVI “Es el paladar del corazón que te saborea, porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se realiza eso, ¿Señor, sino amándote? Pero con todo el ser. Descienda, Señor, te ruego, a mi alma una partícula de esta inmensa dulzura tuya, con la que se endulcen los panes de su amargura. Guste de antemano con la prueba de un pequeño sorbo aquello que desea, lo que ansía, por lo que suspira en esta peregrinación. Saboree y siga con hambre, beba y siga con sed, pues los que te comen tendrán más hambre, y los que te beben tendrán más sed. Pero se saciarán cuando aparezca tu gloria, cuando se manifieste el cúmulo inmenso de tu dulzura, que reservaste para los que te temen, porque sólo lo revelas a los que te aman”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 2 Únicamente la criatura racional es capaz de bienaventuranza. Creada a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherirse a aquel de quien es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura racional, como dice el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta adhesión no es de la carne sino del alma pues el Creador de las naturalezas infundió en ella tres facultades para hacerle capaz de la eternidad divina, partícipe de la sabiduría y saboreador de la dulzura. Estas tres son la memoria, la “
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ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de eternidad, la inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura ” . S. Elredo de Rieval, Spec I, 9 “Al alma que está llena de la dulzura de la caridad no la cohíbe el temor, no la mancha la sensualidad, no la desgarra la ira, no la encumbra la soberbia; no la agita el humo fatuo de la vanagloria, ni le turba la pasión, ni la consume el vértigo de la ambición; no le halaga la avaricia, ni le hunde la tristeza, ni le corroe la envidia ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 50 “Pero ¿cómo puede esperar eso un miserable? Buscaré, buscaré este Sábado, pues tal vez tú, Señor, escucharás el deseo del pobre, y sacándolo un día de la fosa fatal y de la charca fangosa, le concedas saborear un poquito y ver qué inmensa es la dulzura que reservas para tus fieles, porque sólo se la manifiestas a los que te aman ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 51 ¡Oh dulce Señor! ¿Qué daré por todo lo que me has concedido? ¡Qué suave es tu espíritu para con todos! Ciertamente, Señor, tu misericordia es inmensa para conmigo: extendiste tu mano desde arriba, me sacaste y libraste de las aguas caudalosas y del poder de los hijos de la perdición; libraste mi alma del abismo profundo, donde probé una gota de tu dulzura y oí tu voz como de lejos:¿Qué haces, indigno y manchado? ¿Por qué te revuelcas en estas inmundicias? ¿Por qué te recreas en estas torpezas? En mí está la dulzura, la suavidad y el regocijo. ¿Desesperas ante la enormidad de tus crímenes? Si voy tras del que huye ¿voy a rechazar al que vuelve? Si te abrazo y atraigo cuando apartas de mí tu rostro ¿despediré al que se cobija bajo las alas de mi misericordia ?” S. Elredo de Rieval, Spec II, 27 “
Me parece oportuno advertir que, aunque en la primera visita la dulzura de la suavidad suele mezclarse con el temor, y en la segunda se advierte muchas veces el estímulo del temor unido a la suavidad, sin embargo, propiamente hablando en la primera predomina el temor, y en la segunda la dulzura del consuelo. Porque en la tercera el amor perfecto expulsa el temor”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 29 “
“Quien está saturado de esta virtud ése es quien celebra por excelencia este Sábado, porque al adentrarse su corazón en la dulzura de la caridad fraterna se dilata el espíritu, y fundido en un suavísimo afecto con los que tanto ama, experimenta qué bueno y gozoso es convivir los hermanos unidos”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 12 “El afecto espiritual puede entenderse bajo dos aspectos, es decir, el alma se siente impulsada por un afecto espiritual cuando la mente, estimulada por una visita oculta y casi imprevista del Espíritu Santo, se entrega a saborear el amor divino, o la dulzura de la caridad fraterna ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 31 “Contemplemos lo que es la belleza suprema, deleitémonos en lo que es la dulzura suprema, luchemos vehementemente contra lo que se opone a ello”. Isaac de Stella, Sex VIII [25], 7 “¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque todavía no nos bastamos para la soledad. Juntos, para que si alguien cae no le falte quien lo levante Juntos, porque el hermano que ayuda a su hermano será exaltado 102
como ciudad fortificada y poderosa . Juntos, finalmente, porque es bueno y dulce habitar los hermanos en la unidad ”. Isaac de Stella, PP II [50], 14 “Pero si, cuando siento el asalto, retengo mi sentimiento, no caeré en la muerte. Me envolverán tinieblas de muerte y se ofuscarán mis ojos con el polvo de pensamientos frívolos, pero mi memoria evocará la dulzura de mi Dios. Aunque camine por sombras de muerte, nada temo si tú estás conmigo”. S. Bernardo de Claraval, Adv 8, 11 “Sea la sabiduría de Cristo tu mayor dulzura, para que no te arrastre ni la gloria del mundo ni los placeres carnales ”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 4 “Los dos pechos del esposo son las señales de esa bondad connatural suya: la paciencia con que aguarda al pecador y la clemencia con que acoge al penitente. Es una dulzura doble, exuberante y halagadora, que brota del pecho del Señor Jesús su gran aguante para esperar y su facilidad para perdonar. …Por ello, la esposa confiesa que por haber experimentado esta doble bondad se ha consolidado en su confianza, hasta llegar a pedirle el beso, y parece decirle: Te extrañará, esposo mío, que me fíe tanto de ti, conociendo por experiencia el caudal de delicias que brotan de tus pechos? Es la dulzura de tus pechos la que provoca mi audacia, no la confianza en mis propios méritos”. S. Bernardo de Claraval, SC 9, 5 “Amale, pues, al Señor, con todo el afecto de tu corazón entero; ámale con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas tus fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor, como se nos dice con estas palabras: Es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo. Sea el Señor Jesús tierno y dulce para tu afecto. Así neutralizará la seducción halagadora y torpe de la vida, y una dulzura sobrepasará a la otra, como un clavo extrae otro clavo. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 3 “Porque conforme a la variedad de deseos de cada alma, varía el gusto de su divina presencia; y el sabor infuso de la dulzura celestial deleita de muy diversas maneras las variadas apetencias del alma. Además habréis caído en cuenta, cuántas veces ha mudado el Verbo de semblante en este cántico amatorio, y de cuántos modos se ha dignado transformar sus infinitas dulzuras ante su amada. Unas veces, como esposo deferente, solicita los íntimos abrazos de la esposa santa y la delicia de sus besos; otras, como un médico se presenta con sus bálsamos y ungüentos a las almas delicadas, que necesitan estos fomentos y medicinas; por ello se les designa con el delicado nombre de doncellas. Y si alguno lo critica, escuche que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Otras veces se aparece como un caminante que se une a la esposa y a las doncellas peregrinas, para aliviar e cansancio del camino a toda la comitiva, con una conversación tan agradable que, cuando se ausenta, exclaman: ¿No estábamos en ascuas mientras nos hablaba por el camino? Ameno compañero, que por la dulzura de su palabra y sus modales, invita a correr detrás de sí, como en pos de cierta fragancia suavísima que exhalan sus perfumes. Y por eso dicen también: Correremos al olor de tus perfumes”. S. Bernardo de Claraval, SC 31, 7 “Dichoso el espíritu a quien el Verbo, como alguien que le acompaña, se le muestra siempre afable. Por ello se deleita sin cesar con la dulzura de sus palabras y se siente liberado en todo momento de las molestias de la carne y de los vicios, redimiendo así el tiempo, porque 103
corren días malos. No se fatigará, no se sentirá molesto, porque como dice la Escritura: Al honrado no le pasa nada malo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 32, 7 “No fluyen con la misma abundancia el amante y el Amor, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura, el sediento como la fuente. ¿Entonces qué? ¿Se resentirá por ello y se anulará totalmente el deseo de la futura esposa, el anhelo de la que suspira; el ardor del amante, la confianza anticipada, porque no puede correr al paso del gigante, competir en dulzura con la miel, en suavidad con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con el amor? No. Pero, aunque la criatura ama menos porque es menor, sin embargo, sí ama totalmente con todo su amor; nada falta cuando se entrega todo. Por eso, como he dicho, amar así es desposarse; porque no puede amar de esa forma ser poco amada, ya que en el consenso entre dos se apoya la conyugal íntegra y perfecta. No creo que nadie dude que el alma es amada antes y más por el Verbo. Sí, siempre se le adelanta el amor y la vence. ¡Feliz quien mereció ser sorprendida con la bendición de tal dulzura! ¡Dichoso aquel a quien se le concede experimentar el encanto de tal abrazo! No es otra cosa que el amor santo y casto, el amor suave y dulce, el amor tanto más claro cuanto más sereno, el amor mutuo, íntimo y fuerte que une a dos no en una carne sino en un espíritu, y que hace de dos uno, como dice Pablo: El que se une a Dios es un espíritu con él ”. S. Bernardo de Claraval, SC 83, 6 “En este segundo caso el alma a veces es arrebatada y se aleja de los sentidos corporales, de modo que no percibe nada de sí misma, porque siente al Verbo. Esto sucede cuando el espíritu se sumerge en la dulzura inefable del Verbo y en cierto modo sale de sí mismo, o se siente arrebatado y liberado de sí para gozar del Verbo. De muy distinta manera es afectado el espíritu cuando fructifica para el Verbo que cuando goza del Verbo. En el primer caso urge la necesidad del prójimo; en el segundo, invita la dulzura del Verbo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 85, 13 Dulzura S. Bernardo de Claraval - Adv 8, 11 - SC 9, 5 - SC 20, 3 - SC 20, 4 - SC 31, 7 - SC 32, 7 - SC 83, 6 - SC 85, 13 Beato Guerrico de Igny - Nat I [6], 4 - Asc [37], 1 - Quad II [21], 1 - Ben I [22], 4 - Ben III [24], 2 S. Elredo de Rieval - Spec I, 2 104
-
Spec Spec Spec Spec Spec Spec Spec
I, 9 I, 50 I, 51 II, 27 II, 29 III, 12 III, 31
Gilberto de Hoyland - SC 45, 2 Balduino de Ford - Sac alt II,1 - Tract III - Tract IV - Tract V - Tract. IX - Tract XIII - Tract XIV - Tract XVI Isaac de Stella - PP II [50], 14 - Sex VIII [25], 7
Escuela de Cristo
“Con gusto nos acercamos a ti, Señor Jesús, como discípulos al maestro, como enfermos al médico, como los siervos al Señor. Tú eres Maestro y Señor, tu escuela está en la tierra, y tu cátedra en los cielos”. S. Bernardo de Claraval, Div 40, 1 “Estamos en la escuela de Cristo, en la que se nos enseña con una doble doctrina. Una cosa nos enseña aquel verdadero maestro por sí mismo, otra por sus ministros. Por los ministros enseña temor, por sí mismo amor. Por eso al faltar el vino, manda a sus ministros que llenen las hidras de agua; de igual modo, al enfriarse diariamente la caridad, los ministros de Cristo llenan las hidras de agua, esto es, llenan de temor las mentes de los hombres. Y ciertamente, con mucha propiedad se entiende en el agua el temor, porque así como el agua apaga el fuego, así el temor apaga la pasión; y así también como el agua limpia las manchas del cuerpo, así también el temor purga los lunares del espíritu. Llenemos, pues, con esta agua las hidras, esto es, nuestras mentes, porque quien teme, nada descuida; y, en verdad, está bien lleno aquél en quien no puede caber la negligencia. Mas, porque el agua pesa, esto es, tiene pena el temor, debemos acercarnos a Aquel que hace vino del agua, esto es, convierte el temor penal en amor para que podamos oír lo que Él mismo enseña del amor. Dice así: Este es mi precepto, que os améis mutuamente. Como si dijese: Muchas cosas mando por los ministros, mas esto os recomiendo especialmente yo mismo. Y en otra parte: En esto conocerán todos que sois mis discípulos: en que os amáis unos a otros. Por lo tanto para demostrar que somos discípulos de la Verdad amémonos mutuamente ”. S. Bernardo de Claraval, Div 121
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“No permitas, Dios, que el enemigo se reg ocije con aquellos que viven en la escuela de Cristo bajo el magisterio del Espíritu Santo y se sienta orgulloso de su discordia”. S. Bernardo de Claraval, Ep 320 “Así me gusta, carísimos. El discípulo que progresa es el orgullo de su maestro. El que no adelanta en la escuela de Cristo es indigno de su magisterio, el hecho de no avanzar es un verdadero retroceso. Nadie diga pues: basta ya, aquí me quedo, me conformo con ser como ayer y anteayer. El que tal hace es el que se sienta en el camino o el que se detiene en la escalera. Yo diría a ese tal: El que se ufana de estar en pie, cuidado con caerse”. S. Bernardo de Claraval, Ep 385, 1
Escuela de Cristo S. Bernardo de Claraval - Div 40, 1 - Div 121 - Ep 320 - Ep 385, 1
Escuela del Amor
“En Prima, suplica al Señor que te introduzca en la escuela del amor, donde tú aprenderás a conocer y a amar a Jesús con esta oracióny este versículo: Soy tu esclava, oh Jesús amante, concédeme la inteligencia para que aprenda tus mandamientos. En Sexta ora al Señor que te haga progresar en el arte del amor de tal forma que su amor te posea como propio instrumento para hacer su voluntad. Y di esta oración y versículo: Que en la escuela de la caridad no quede sola como tierno polluelo de tu educación que todavía está en el huevo, sino que en ti y por ti, más bien contigo, progrese de día en día, de virtud en virtud, cada día lleve fruto para ti, mi Amado.No me basta saber sólo deletrarte; deseo, quiero , anhelo mil veces conocerte incluso según la teoría, quererte ardientemente, no sólo dulcemente; amarte tambiénsabrosamente; para empezar ya no a vivir en mí sino en ti y sólo para ti. Ahora, oh amor, hazme conocerte de verdad, y establece tu sede en mi alma con toda santidad ”. Sta. Gertrudis, Ex 5 Escuela del Amor Sta. Gertrudis - Ex 5
Escuela de la filosofía cristiana
“Dichosos vosotros hermanos inscritos en la disciplina de la sabiduría y en la escuela de la filosofía cristiana, pero sólo si permanecéis perseverantes en la sabiduría. Aun en caso de pareceros muy duro su lenguaje, esto es, muy duros los mandatos del que gobierna o corrige, no haya entre vosotros ningún corazón incrédulo que quiera separarse del Dios vivo, antes diga… ¿a quién iremos? 106
…Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor, escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti. Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina hará desaparecer los más gra ndes pecados”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4 “Esta es la filosofía, la más sutil, la más secreta: conocer a Jesús, y Jesús crucificado ”. S. Bernardo de Claraval, SC 43, 4 “Esta es la verdadera sabiduría, este el consejo del sabio, que quiere que se guarde el corazón con todo el cuidado posible, porque de él procede la vida”. S. Bernardo de Claraval, QH VII, 12 “No consideremos ya cuál sea la voluntad de Dios para nosotros, sino cuál sea en sí misma La vida está en su voluntad, para que no dudemos que es más útil y completamente más cómodo para nosotros lo que está conforme con su voluntad. Y si procuramos con toda solicitud conservar la vida de nuestra alma, debemos procurar con tanta mayor solicitud no aportarnos, en cuanto podamos, de ella”. S. Bernardo de Claraval, Div 5, 5 Escuela de la filosofía cristiana S. Bernardo de Claraval - Div 5, 5 - QH VII, 12 - SC 43, 4 Beato Guerrico de Igny - Ben I [22], 4
Escuela de la humildad
“Pero veo (no sin mucho dolor) a algunos que, después de dejado la pompa del siglo, aprenden a ser soberbios en la escuela humildad, y bajo de las alas del manso y humilde Maestro muestran altivez y se hacen más impacientes en el claustro que hubieran sido siglo”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 10
haber de la mayor en el
“Ya ha sido digna de superar la escuela de la humildad. Aquí, enseñada por el Hijo, aprendió a entrar en sí misma, según aquella advertencia que le habían insinuado: Si no te conoces, vete y apacienta tus cabritos. Ha sido digna, repito, de pasar de la escuela de la humildad a las despensas de la caridad, que son los corazones de los prójimos. El Espíritu Santo la ha guiado e introducido a través del sello del amor. Se alimenta con pasas y se robustece con manzanas, las buenas costumbres y las santas virtudes. Por fin, se le abre la cámara del rey, por cuyo amor desfallece ”. S. Bernardo de Claraval, Hum 21, 3
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“A Cristo le horrorizan más las asperezas de las costumbres y la lengua mordaz que las puntas de las espinas, especialmente en aquéllos que son llamados a la simplicidad del silencio, a la actividad del amor, a la calma del reposo, a la escuela de la humildad, al voto de obediencia, al vínculo de la unidad” Gilberto de Hoyland, SC 2 0, 7 Escuela de la humildad S. Bernardo de Claraval - Hum 21, 3 - Miss IV, 10 Gilberto de Hoyland -SC 20, 7 Escuela de la Iglesia primitiva
“Una vez que el Señor padeció en su carne la pasión y después de resucitar de entre los muertos y subir al cielo, envió a sus discípulos el Espíritu Santo que les había prometido, y cuando multiplicándose el número de los creyentes, comenzó a brillar con mayor esplendor la pureza de la vida del Espíritu, que llamamos perfecta penitencia, según leemos en Lucas, la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma y nadie llamaba suyo a nada, sino que lo poseían todo en común; los que tenían campos o casas lo vendían y ponían todo su importe a los pies de los apóstoles. El mismo san Lucas atestigua el gran respeto que despertaba en el ánimo de los creyentes aquel admirable género de vida cuando dice que de los demás nadie se atrevía a mezclarse con ellos; pero la gente les tenía en gran estima. Y no sólo brillaba en Jerusalén esta escuela de la Iglesia primitiva con las enseñanzas celestiales, sino también y de forma muy singular, en Antioquía con los maestros Pablo y Bernabé, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de cristianos. Filón, el más brillante escritor de los judíos, en el libro que lleva por título ‘De la Vida Especulativa´, dejó muchas cosas escritas acerca de los fervorosos deseos de aquellos para con el Señor, así como dejó de manifiesto que el nombre, la vida, y la institución de los monjes y cenobitas tomó de ellos origen ” EM I, 2 Escuela de la Iglesia primitiva - EM I, 2
Escuela de la Palabra
“Si se encuentra entre nosotros algún hermano indolente… vaya a Belén y contemple allí al Verbo de Dios… ¿qué otra cosa podrá de modo semejante edificar las costumbres, fortalecer la esperanza, inflamar la caridad? ¿Qué cosa recomienda la disciplina del silencio con tanto peso y tanta autoridad, qué cosa frena con tanto temor el mal inquieto de la lengua y las tempestades de las palabras, como la Palabra de Dios silenciosa en medio de los hombres? ¡Ojalá me fuera permitido enmudecer y humillarme y callar aun de cosas buenas, para poder prestar un oído más atento y diligente a las 108
palabras misteriosas y a los sentidos sagrados de este divino silencio, aprender en la escuela de la Palabra permaneciendo en silencio al menos tanto tiempo como permaneció en silencio bajo la educación maternal! ”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2 Escuela de la Palabra Beato Guerrico de Igny - Nat V [10], 2
Escuela de la virtud
“Progresando, pues, continuamente en estas vicisitudes, entre la visitación de la gracia y la probación de la tentación, en la escuela de las virtudes, haciendo la visitación que no desfallezca y la tentación que no se ensoberbezca; finalmente, cambiando el ojo interior con tal ejercicio, al punto se hace la luz y, deseando adherirse a ella fielmente, mas no pudiendo por la presión del cuerpo, contra su voluntad y dolorido, se repliega hacia sí. Gustando un poco cuán suave es el Señor, retiene su sabor en el paladar del corazón cuando vuelve a su casa. Con ello sucede que ya no desea ningún bien suyo, sino a Él mismo ”. S. Bernardo de Claraval, Div. 3, 1 Escuela de la virtud S. Bernardo de Claraval - Div 3, 1
Escuela pobre
“¡Qué pena tan terrible ver cómo se aleja y desaparece aquel por quien todo lo han dejado! Privados del novio, los amigos del novio lloran desconsolados. Y qué angustia la suya, al verse desamparados frente a los judíos, y sin recibir todavía la fuerza de lo alto. Al separarse de ellos los bendice, estremecido tal vez en su entrañable ternura, por dejar menesterosos a los suyos y a su escuela pobre Pero va a prepararles un sitio, y les conviene estar privados de su presencia humana.” S. Bernardo de Claraval, Asc II, 3 Escuela pobre S. Bernardo de Claraval - Asc II, 3
Espíritu Santo
“El que una vez fue dado al mundo bajo la forma de la carne, también en ciertos días y horas se da a los fieles bajo la apariencia de pan, es decir, en el banquete del sacramento; y con mucha frecuencia a horas inciertas se da a los fervorosos en la dulzura de su Espíritu ”. Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 3 109
“Conserva, por lo tanto, dichoso pecador, conserva con gran solicitud y diligencia este espíritu, este sentimiento perfectísimo de humildad y piedad, a fin de sentir de ti según la humildad y del Señor según la bondad. Nada hay más grande que eso entre los dones del Espíritu Santo, nada más preciosos en los tesoros de Dios, nada más santo entre todos los carismas, ni más saludable entre todos los sacr amentos”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 4 “1. Hoy diste la benignidad del Espíritu Santo para que nuestra tierra diera el fruto bendito de su vientre y, al destilar los cielos desde las alturas, brotara del seno virginal el Salvador. 5. Gracias a ti, Espíritu, que soplas donde quieres. Estoy viendo con tu ayuda, no una, sino innumerables almas de fieles que están grávidas de aquel generoso germen. Guarda tu obra, no sea que haya peligro de algún aborto y quede frustrada la concepción del germen divino, o nazca muerto”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 1.5 “La carne de Cristo es provisión para el camino, su Espíritu, vehículo”. Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 6 “Los que fueron hechos partícipes de Cristo por la comunidad de fe, la participación en el sacramento y la comunión en el Espíritu Santo, no sólo deben mantener firme hasta el último día el comienzo de su naturaleza, sino también procurar aumentarlo diligentemente”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 5 “Os digo esto, hermanos: si él no encuentra en nosotros el reposo que busca, tampoco nosotros encontraremos en él el reposo que anhelamos. Si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a su mismo Espíritu diciendo: fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la pobreza de muchos santos que no les permite recoger vagabundos ni alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los pobres? ¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas busqué reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello hizo que en esta plenitud de humildad reposara corporalmente toda la plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el Hijo, porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo. Por tanto, el Espíritu Santo septiforme, no sólo reposó sobre él, sino también preparó diversas mansiones de felicísima quietud para aquellos que aprendieron de él a ser mansos y humildes ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4 “¡Oh Dios pródigo de sí más allá del deseo del hombre! ¿Acaso no es pródigo el que da no sólo sus bienes, sino también a sí mismo para recuperar al hombre, no tanto para sí como para el propio hombre? ¿Acaso no es pródigo quien, así como no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros , tampoco perdonó al Espíritu Santo, por así decirlo, antes lo derramó sobre toda carne con nueva y admirable largueza?” Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 1 “Pero antes de declarar: La carne no sirve para nada , Jesús había comenzado por afirmar: Es el espíritu el que vivifica. Una palabra para los buenos, otra para los malos. Porque el Espíritu de Dios, por la inteligencia espiritual, es decir, por la verdadera fe en Cristo y por la sabiduría espiritual, o sea, por el verdadero amor de Cristo, vivifica a los justos, les da el comprender espiritualmente, el vivir 110
espiritualmente. A ellos van dirigidas estas palabras: Es el espíritu el que vivifica, y las precedentes: Mi carne es verdadera comida. Pero los que permanecen ajenos a la inteligencia espiritual, es decir, a la fe en Cristo, o los que, teniendo fe, están vacíos de sabiduría espiritual, esto es, de amor a Cristo, estos no son vivificados por el Espíritu de Dios y no comen espiritualmente la carne de Cristo que les haría vivir y permanecer en Él y Él en ellos. A ellos, pues, a quienes la carne no les sirve para nada, Cristo les dice: La carne no sirve para nada. Estas sentencias al parecer contradictorias, afirman que la carne es útil e inútil, dicen que es útil a los espirituales, vivificados por el Espíritu de Cristo, pero que no sirve absolutamente de nada a los carnales que no son conducidos por el Espíritu de Dios. … Cristo dijo: El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva brotarán de su seno. Dijo esto del Espíritu que debían recibir los que creyeran en Él. Y el Apóstol: Todos nosotros hemos bebido de un mismo Espíritu. He aquí el agua que brotó de la piedra, he aquí la bebida espiritual que bebieron todos los justos. Ella sacia la sed ardiente, es el don de ese Espíritu que colma con gozo el deseo de los santos. Porque el Espíritu es consolador y devuelve la alegría a los corazones afligidos. Todos los santos se han regocijado en este Espíritu, todos han recibido este Espíritu. Así pues todos bebieron la misma bebida espiritual … Pero si se prefiere referir esas palabras a la roca, la frase significa que ellos bebían de la roca espiritual que los seguía como se dice que alguien bebe de una cisterna o de una viña cuando bebe el agua de esa cisterna o el vino de esa viña. La roca espiritual es Cristo. La bebida espiritual es el Espíritu Santo que procede de Cristo y es dado por Cristo a los que creen en Él, según la distribución de las diversas gracias”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4, “Nuestra fe posee un testimonio mayor que el que procede de la razón humana. Se apoya en la autoridad divina, que es, sin duda, la razón suprema, superando, incomparablemente, a la inteligencia del hombre. No se ha de dar más crédito a lo que llega al corazón desde la razón humana que a lo que proviene del Espíritu de Dios, quien sugiere toda verdad y la transmite por una inspiración secreta ”.Balduino de Ford, Tract I “Este impulso de deseo sagrado puede estar expresado con la palabra alma cuando dice: Amarás con toda tu alma. Y hay en ello razón, pues el alma es espíritu y, bajo el soplo del Espíritu Santo, ella desea y suspira, hasta que respire en aquel hacia el cual aspira. Por ello los santos muy a menudo hacen mención de su alma para expresar sus deseos”.Balduino de Ford, Tract III “Así pues, la virtud de los pobres de espíritu debe ser considerada como una falta de espíritu y una abundancia del mismo. Cuanto menos tiene alguien de su propio espíritu, tanto más abunda en él el Espíritu de Dios; cuanto más carece de su propio espíritu, tanto más aprovecha según el Espíritu de Dios. De ahí que si se busca según qué espíritu son proclamados los pobres, pareciera corresponder más al Espíritu de Dios que hace pobres y enriquece, es decir que humilla y enaltece ”. Balduino de Ford, Tract IX En el momento poderosa mano de estremecernos ante como lo atestigua
de nuestra conversión comenzamos a humillamos bajo la Dios, a permanecer en reposo ante el Señor y a sus palabras. Entonces, también él reposa en nosotros, diciendo: ¿Sobre quién descansará mi Espíritu, sino 111
sobre el humilde y reposado, y que tiembla ante mis palabras? Y nosotros descansamos en él, como dice de nuevo: Aprended de mí porque soy manso y humilde de corazón y encontraréis reposo para vuestras almas ” Balduino de Ford, Tract V “Ciertamente, la anchura de esta caridad es la dilatación del corazón, la cual es también la delectación que se experimenta en la justicia. Esta difusión de la caridad en nuestros corazones dilatados, es obra de la caridad de Dios, la del Padre y del Hijo, que obra por el Espíritu Santo que nos ha sido dado, que también él es el amor del Padre y del Hijo, la unión de ambos. … Silenciando por ahora los otros beneficios de Dios, ¡qué exigente es para nuestra caridad, que Dios nos haya dado a su Hijo único para hacernos gratos en él, y también nos haya dado al Espíritu Santo para que preparara nuestro corazón, de modo que el mismo Padre junto con el Hijo y el Espíritu Santo viniera e hiciera morada en nosotros . Por cierto hay diversidad de gracias pero la más excelente de todas es la caridad , cuya difusión se hace por el Espíritu Santo, y se nos dice, no en vano, no sin motivo, que el mismo Espíritu nos es dado. Grande y eximio es el don de la gracia, con el cual el mismo Autor del don se da a sí mismo, no tolerando ser separado de este don suyo, ni separar de sí este don. Quien recibe la caridad como don, puede gloriarse con razón en Dios y decir: La caridad de Dios ha sido derramada en mi corazón por el Espíritu Santo que me ha sido dad. Y el que tiene palabra de sabiduría, o palabra de ciencia, o genero de lenguas, o interpretación de palabras inspiradas, o alguna gracia de dirección u obra caritativa, aunque estos dones sean del Espíritu Santo, sin embargo, si no tiene caridad, de tal modo no tiene en sí al Espíritu Santo, cuanto es verdadero aquello que está escrito: El Espíritu Santo que nos educa huye del engaño ”. Balduino de Ford, Tract XIII Nosotros tenemos el entendimiento turbio, por no decir ciego; y el afecto muy sucio y manchado. Pero Cristo da luz al entendimiento, el Espíritu Santo purifica el afecto ”. S. Bernardo de Claraval, Asc III , 2 “El quería darnos un camino a recorrer, un molde que nos moldeara. Los dejó llorando y subió al cielo. Y envió el Espíritu Santo que unificó su afecto, es decir su voluntad; y la transformó de tal modo que los que antes querían retenerle junto a sí, ahora se alegran de su marcha. Se ha hecho realidad lo que les había dicho: vosotros estaréis tristes, pero vuestra pena acabará en alegría. Tanto iluminaba Cristo su inteligencia y tanto purificaba el Espíritu su voluntad, que conocían el bien y lo amaban de corazón. Ahí está la religión perfecta y la perfección religiosa”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 4 “Así, pues, los apóstoles no pudieron recibir el Espíritu Santo hasta que se vieron privados de la carne del Señor, a pesar de ser santísima y de Santo por excelencia. Y tú, que estás amarrado y hundido en una carne asquerosa y repleta de quimeras y sueños impuros, ¿cómo vas a recibir ese Espíritu purísimo, si no te decides y renuncias incondicionalmente a os consuelos humanos? Es verdad que al principio te invadirá la tristeza; pero si perseveras, esa tristeza se convertirá en gozo. El afecto se purificará y se renovará la voluntad. Mejor dicho, se creará otra nueva. Y lo que antes te resultaba difícil o imposible, lo harás con gusto y grandes deseos. Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra. Al hombre se le conoce exteriormente por el rostro, e interiormente por la voluntad. Cuando viene el Espíritu se crea y renueva la faz de la tierra, 112
es decir, la voluntad terrena se convierte en celeste, dispuesta a obedecer antes de que le manden. ¡Dichosos estos que no sienten el mal, y viven siempre con el corazón dilatado! ”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 8 “Hermanos, hoy nos han llevado a nosotros el novio, y nuestro espíritu no está completamente tranquilo. Lo han hecho para enviarnos el Espíritu de la verdad. Oremos e imploremos que nos encuentre preparados, y que él mismo nos prepare y llene la casa en que vivimos. Que no sea la inquietud, sino la unción la que nos enseñe todas las cosas. Y así, una vez iluminado el entendimiento y purificado el afecto, venga a nosotros y viva con nosotros. La serpiente de Moisés devoró las serpientes de los adivinos: así hará también éste cuando venga, absorberá todos los consuelos terrenos y encontraremos solaz en el trabajo, gozo en las dificultades y gloria en los ultrajes. Lo mismo que los Apóstoles, ebrios del Espíritu, salieron del consejo contentos de haber merecido aquel ultraje por causa de Jesús. El Espíritu de Jesús es un espíritu bueno, santo, recto, dulce y poderoso; lo que nos parece ingrato, difícil y austero lo convierte en fácil y agradable. De la injuria hace una fuente de gozo, y del desprecio la mayor alabanza”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 9 “San Lucas nos recomienda, en breves palabras, tres virtudes de la Iglesia primitiva. Después de la ascensión del Señor nos dice que todos se dedicaban a la oración en común esperaban el consuelo celestial que les había prometido. …Pero perseveraban también con gran longanimidad, como dice el Profeta: Aunque tarde, espéralo, que ha de llegar sin retraso. Y la unanimidad está tan a la vista que ella sola merece los carismas del Espíritu divino. Dios no quiere la desunión sino la paz, y que todos vivan en una casa con idénticas costumbres ”. S. Bernardo de Claraval, Asc, V, 1 “Para prepararnos a recibir esta gracia en la medida de nuestra pequeñez, procuremos, hermanos, humillarnos en todo y vaciar nuestro corazón de los míseros y caducos consuelos. Y ante la proximidad de este día tan solemne, perseveremos unidos en la oración; con todo fervor y confianza, para que el Espíritu se digne visitarnos, consolarnos y confirmarnos. Que ese Espíritu suave, dulce y fuerte fortalezca nuestra debilidad, suavice nuestras asperezas y unifique los corazones. Es una misma cosa con el Padre y e Hijo, pero es distinto de ellos: los tres son una realidad y esa única realidad son tres. Así lo confiesa fielmente la Iglesia católica, adoptada por el Padre, desposada por el Hijo y confirmada por el Espíritu Santo. En ellos hay una misma substancia y una misma gloria por los siglos de los siglos. Amén ”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 15 “Siempre lo he dicho y la sostengo: lleváis una forma de vida santa, honesta, dechado de castidad, singular por su discreción, fundada por los Padres, inspirada en el Espíritu Santo, especialmente idónea para la salvación de las almas”. S. Bernardo de Claraval, Apo 4, 1 “A fin de hacernos conformes a su imagen es preciso que nos vayamos transformando en su imagen, de gloria en gloria, movidos por el Espíritu del Señor. Por lo tanto, si es por el Espíritu del Señor no es por el libre albedrío. Y nadie piense que el libre albedrío tiene ese nombre porque tiene idéntico poder y facultad para hacer el bien o el mal. Puede 113
caer en el mal y no puede salir del mismo si no es por el Espíritu del Señor”. S. Bernardo de Claraval, Gra 35, 1 “Entre el Espíritu divino y el espíritu carnal se encuentra en el hombre lo que se llama libre albedrío, es decir, la voluntad humana. Está suspendida entre ambos como en el fondo de una abrupta montaña. Y se encuentra tan debilitada por el apetito carnal que, si el Espíritu no acudiera continuamente en auxilio de su debilidad con la gracia, no podría subir de virtud en virtud hasta la cumbre de la justicia o a los montes de Dios de que habla el profeta ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 41, 2 “Fíjate ahora en la obra del Espíritu Santo: La caridad inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. La caridad es un don del Espíritu Santo. Por ella, todos los que han seguido las enseñanzas del Hijo y se han iniciado en el primer grado de la verdad mediante la humildad, comienzan a progresar y llegan, aplicándose en la verdad del Espíritu Santo, al segundo grado por medio de la compasión al prójimo”. S. Bernardo de Claraval, Hum 20, 3 “De esta primera unión entre la Palabra y la razón nace la humildad. Luego el Espíritu Santo se digna visitar la otra potencia llamada voluntad, todavía inficionada por el veneno de la carne, pero ya ilustrada por la razón. El Espíritu la purifica con suavidad, la sella con su fuego volviéndola misericordiosa. Lo mismo que una piel, empapada por un líquido, se estira, la voluntad, bañada por la unción celestial, se despliega por el amor hasta sus mismos enemigos. De esta segunda unión del Espíritu Santo con la voluntad humana nace la caridad ”. S. Bernardo de Claraval,Hum 21, 2 “Cuando el enfermo se haya limpiado de estas siete especies de lepra, con siete baños, pida los siete alimentos o dones del Espíritu Santo. Así como antes de la pasión del Señor encontramos en su vida siete purificaciones, también en las siete apariciones que siguieron a la resurrección podemos ver los siete dones del Espíritu Santo. En la primeras manifiesta el espíritu de temor: un ángel desciende del cielo ante las mujeres y tiembla la tierra. Ellas se atemorizan y el ángel las anima. A Simón se apareció en el espíritu de piedad: condescendencia grande y digna de Jesús el Señor, querer aparecerse a él personalmente y antes que a los demás; a conciencia le atormentaba más que a ninguno, pero donde proliferó el pecado sobreabundó la gracia. Con el espíritu de sabiduría explicó las Escrituras a los peregrinos de Emaús, comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas. Por el espíritu de fortaleza entró en casa con las puertas cerradas, y mostró las manos y el costado, lo mismo que se muestran en señal de valor los agujeros de los escudos. Con el espíritu de consejo indicó a los que no habían pescado nada que echaran la red a la derecha. Con el espíritu de inteligencia les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. Y con el espíritu de sabiduría se apareció a los cuarenta días y vieron su ir al Hijo del hombre a donde estaba antes. Hasta ese día salvaba a quienes creían en él por la locura de la predicación; mas cuando subió al Padre comenzó a manifestarse como verdadera sabiduría ”. S. Bernardo de Claraval, Res 3, 6 “Contemplad a la nueva la boca, sino del beso de apóstoles, esto es, sobre Espíritu Santo. Este fue el
esposa recibiendo un beso nuevo, pero no de la boca: Sopló sobre ellos Jesús sobre los la primitiva Iglesia y dijo: Recibid el beso. ¿Cuál? ¿Aquel soplo? No; el Espíritu 114
invisible, infundido con el soplo del Señor, como para dar a entender con ello que también procede del Padre como un verdadero beso, común para el que lo recibe y para el que lo da. La esposa se satisface con ser besada con el beso del esposo, aunque no sea directamente con la boca. Ser besada por el beso no lo considera baladí ni trivial, porque no es ni más ni menos que la infusión del Espíritu Santo. Si pensamos que es el Padre quien besa y el Hijo quien recibe el beso, concluiremos rectamente que el beso es el mismo Espíritu Santo, paz imperturbable, nudo indisoluble, amor inseparable, unidad indivisible del Padre y del Hijo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 8, 2 “4. Alguno dirá: Si ha dicho que la vida eterna es reconocer al Padre y al Hijo, pero no ha mencionado al Espíritu Santo, ¿será necesario conocerlo? Sí; porque si se conoce perfectamente al Padre y al Hijo, ¿cómo es posible ignorar al Espíritu Santo, que es la bondad mutua de ambos? Tampoco puede conocer una persona íntegramente a otra, si se le oculta su buena o mala voluntad. Además, al afirmar: Esta es la vida eterna, reconocerte a ti como verdadero Dios y a tu enviado Jesús como Mesías, si esa misión manifiesta tanto la obediencia voluntaria del Hijo como la benignidad del Padre, indudablemente no se omitió al Espíritu Santo, ya que expresamente se revelaba en la gracia que los dos nos dispensaron. Porque el Espíritu Santo es el amor y la benignidad del Padre y del Hijo. 5. Por esta razón, cuando la esposa pide el beso ruega que se le infunda la gracia de este triple conocimiento, en cuanto esta carne mortal puede recibirla. Mas la pide al Hijo, pues corresponde al Hijo revelarlo a quien le plazca. Se revela, por tanto, el Hijo a sí mismo a quien él quiere, y revela también al Padre. Y lo revela sin duda mediante el beso que es el Espíritu Santo. Así lo atestigua el Apóstol: A nosotros nos lo reveló Dios por medio de su Espíritu. Pero al comunicar el Espíritu mediante el cual se manifiesta, revela también a ese Espíritu: dando, revela; y revelando, da. Es más: la revelación verificada por el Espíritu Santo, no sólo es una iluminación del conocimiento, sino también fuego del amor, como dice el Apóstol: El amor que Dios nos tiene inunda nuestro corazones por el Espíritu que nos ha dado ”. S. Bernardo de Claraval, SC 8, 4.5 “Finalmente, el Señor promete a los que presiden rectamente la administración de todos sus bienes. Pero son pocos los que saben presidir bien, y muy pocos los que gobiernan con humildad. Cumplirá fácilmente ambas cosas el que haya alcanzado la discreción, madre de todas las virtudes, porque se embriagará con el vino del amor hasta despreciar su propia gloria, olvidarse de sí mismo y no buscar sus intereses; todo lo cual se consigue dentro de la bodega del vino, bajo el magisterio exclusivo y maravilloso del Espíritu Santo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 23, 8 “No ignores que también el Espíritu Santo sigue este mismo proceso en la formación espiritual del alma; a saber, antes de recrear la vista educa el oído. Por eso dice: Escucha, hija, y mira. ¿Por qué fuerzas la vista? Dispón tus oídos. ¿Deseas ver a Cristo? Primero debes oírle, oír lo que te dicen de él”. él ”. S. S. Bernardo de Claraval, SC 28, 7 “¿Quién será capaz de vigilar y observar con diligencia sus estímulos internos, que se agitan en él o nacen de él, de modo que en cada sentimiento ilícito de su corazón pueda discernir claramente entre la pasión de su espíritu y la mordedura de la serpiente? Yo creo que no lo consigue ningún mortal, a no ser que, iluminado por el Espíritu Santo, 115
reciba aquel don especial que el Apóstol designa como discernimiento de espíritus entre los diversos carismas que enumera ”. S. Bernardo de Claraval, SC 32, 6 “Si te sientes movido por estos impulsos del Espíritu Santo y te apasiona convertir tu alma en esposa de Dios, esfuérzate por embellecer las dos mejillas de tu intención ”. S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4 57.Esta mutua dilección entre el Padre y el Hijo es amor mutuo, abrazo entrañable, caridad dichosísima: por ella el Padre reposa en el Hijo y el Hijo en el Padre. En efecto, ese reposo imperturbable de ambos, esa paz sincera, tranquilidad eterna, bondad incomparable y unidad indivisible, eso que es único para los dos, o que más bien los unifica, a ese espíritu dulce, suave y jubiloso lo llamamos Espíritu Santo. Y se cree que asumió con toda propiedad este nombre porque consta que es común a los dos. 58. Es verdad que el Padre y el Hijo son Espíritu y ambos son santos; pero el que es propio de ambos, esto es, la caridad y unidad consustancial de ambos, se llama con propiedad Espíritu Santo ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 57.58 “Y la misma voluntad de Dios es su propio amor, el cual no es sino el Espíritu Santo por el cual se derrama la caridad en nuestros corazones. Esta efusión del amor es la unión de la voluntad divina y humana, o más bien la sumisión de la voluntad humana a la voluntad divina. Esto sucede cuando el Espíritu Santo, que es la voluntad y el amor de Dios, y es Dios, se introduce e infunde en la voluntad humana y elevándola de las realidades inferiores a las superiores, la transforma totalmente en su condición y cualidad, para que adhiriéndose a él con el aglutinante indisoluble de la unidad llegue a ser un espíritu con él, como lo dice claramente el Apóstol: El que se adhiere al Señor se hace un espíritu” espíritu”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 53 “Toda obra buena se inicia por la fe en el único Dios, y se realiza por los siete dones del Espíritu Santo, para culminar en aquel que es verdaderamente uno y todo lo que somos se haga una sola cosa con él ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 1 “El afecto espiritual puede entenderse bajo dos aspectos, es decir, el alma se siente impulsada por un afecto espiritual cuando la mente, estimulada por una visita oculta y casi imprevista del Espíritu Santo, se entrega a saborear el amor divino, o la dulzura de la caridad fraterna ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 31 “El Espíritu Santo, amadísimos, ha sido dado hoy desde el cielo, él que otrora fuera dado en la tierra; el mismo es el don, él mismo es quien lo da, y los que lo reciben son los mismos. Y por eso, pareciera que hay que indagar por qué obró así aquél que no pudo obrar en nada sin causa razonable. Sin embargo, aquél que recibió al mismo tiempo y de una sola vez la plenitud de este Espíritu Santo por el cual fue concebido, lo distribuyó a quienes quiso, cuando quiso y cuánto quiso. Él, que no lo recibió con medida, lo distribuyó solamente con medida. De ahí lo que dice el Apóstol: A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo ”. Isaac de Stella, Pent I [43], 1 “8. Porque cincuenta días después de la santa Pascua, el Espíritu Paráclito -en el cual reside todo el reposo sabático de los santos, en la tranquilidad y la paz, apartados de toda obra mala y entregados a toda 116
obra buena y por encima de toda obra- invadió copiosamente los corazones de los discípulos con la plenitud de la vid verdadera, de la cual el Padre es el viñador; quien, a sus almas, como toneles sumamente purificados y sujetos por el Hijo de Dios, las llenó con el vino fuerte y claro. 9. Ciertamente, el Espíritu del señor enviado por el Padre y el Hijo llenó el universo; y en su fuerza, reivindicando todo para sí: la memoria, el sentido, la voluntad, abarcó todo a la vez; poniéndolo completamente fuera de sí, a modo de un vino fortísimo, le enseñó su propia ciencia de la palabra, de modo que, sobriamente ebrio, no fuese más su sentido y su espíritu los que lo impulsaran, lo rigieran, lo hicieran hablar, sino que todo se obrase por el calor, el aroma y la fuerza del vino. 10. Con razón pues, también los judíos consideraban que están llenos de vino nuevo, aquéllos a los que el Espíritu había llenado. Ciertamente, estaban embriagados, pero de la abundancia de la casa de Dios. Ahora bien, la casa del Padre es el Hijo, y la casa del Hijo es el Padre. ¿No sabéis, dice, que el Padre está en mí y yo en el Padre? Pero la abundancia y la plenitud de ambos es el Espíritu Santo, torrente también de sus delicias, donde los discípulos se habían abrevado y embriagado. En el Padre y el Hijo, el Espíritu es la fuente inagotable de abundancia; torrente de delicias para los discípulos, y a partir de ellos, torrente desbordante de gloria para las naciones ”. Isaac de Stella, Pent II [44], 8-10 “Por consiguiente, de algún modo Cristo es mediador para la justicia; el Espíritu, para la caridad. Cristo, para la remisión; el Espíritu, para la conservación. Cristo, para la indulgencia; el Espíritu para la perseverancia. Cristo, para la absolución; el Espíritu para la unión. Sin embargo, indivisamente, Cristo obra todo y todo obra el Espíritu”. Isaac de Stella, Pent III [45] , 14 “264. Por eso al enumerar los ejercicios espirituales, el Apóstol introduce sabiamente al Espíritu Santo cuando dice: En castidad, en ciencia, en longanimidad, en suavidad, en el Espíritu Santo, en caridad no fingida, en palabras de verdad, con fortaleza de Dios. Fíjate cómo coloca al Espíritu Santo en medio de importantes virtudes, como el corazón en medio del cuerpo, como autor, ordenador y vivificador de todo. 265. Él es, en efecto, el artífice omnipotente que crea la voluntad buena del hombre hacia Dios y la benevolencia de Dios hacia el hombre; Él enciende el afecto, otorga la virtud, alienta las buenas obras, ordena todo con firmeza y lo dispone con suavidad. 266. Él es el que vivifica el espíritu del hombre y lo mantiene unido, como el alma vivifica y mantiene unido el cuerpo. Los hombres pueden enseñar a buscar a Dios y los ángeles a adorarle; pero sólo el Espíritu Santo enseña a encontrarle, poseerle y gozarle. Él es la diligencia del que busca el bien, la piedad del que adora en espíritu y en verdad, la sabiduría del que encuentra, el amor del que posee, y el gozo del que disfruta”. disfruta ”. Guillermo Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 264-266 Espíritu Santo Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 264-266 S. Bernardo de Claraval - Apo 4, 1 117
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Asc III, 2 Asc III, 4 Asc III, 8 Asc III, 9 Asc V, 1 Asc VI, 15 Gra 35, 1 Gra 41, 2 Hum 20, 3 Res 3, 6 SC 8, 2 SC 8, 4.5 SC 23, 8 SC 28, 7 SC 32, 6 SC 40, 4
Beato Guerrico de Igny - Nat II [7], 3 - Quad II [21], 4 - Ann II [27], 1.5 - Res I [33], 6 - Res II [34], 5 - Asspt III [49], 4 - Pent I [38], 1 S. Elredo de Rieval - Spec I, 57.58 - Spec II, 53 - Spec III, 1 - Spec III, 31 Isaac de Stella - Pent I [43],1 - Pent II [44], 8-10 - Pent III [45], 14 Balduino de Ford - Sac alt II, 4 - Tract I - Tract III - Tract V - Tract IX - Tract XIII
Estabilidad
“De la misma manera, no es posible que el justo, plantado en la casa del Señor pueda arraigarse ni establecerse en la caridad si no se detiene y permanece en su lugar. Porque si no está enraizado, no podrá florecer ni dar fruto que permanezca. …¿quieres saber cuál es la estabilidad necesaria en un lugar para permanecer en la sabiduría, a fin de poder arraigar y fructificar en su tiempo? Pregunta a tu padre Benito y te dirá que el claustro del monasterio y la estabilidad en la comunidad es el lugar idóneo para producir fruto de todas las virtudes”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2 118
“Por consiguiente, para que repose en vosotros, hermanos míos; aquel que ama y da la quietud, conforme al consejo del apóstol, trabajad por vivir en tranquilidad. ¿De qué manera conseguiréis esto? [Pablo] añade; Cumplid vuestro deber y trabajad con vuestras manos. El trabajo es un peso que, así como el lastre nivela a la nave, comunica descanso y estabilidad a los corazones inquietos, y además afirma y pone en orden el estado del hombre exterior”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5 “Es imposible que qu e el hombre se consagre con fidelidad a una obra, si antes no ahínca tesoneramente su cuerpo en algún lugar. El que por huir de la enfermedad de su espíritu, anduviese de un lugar para otro, sería como el que quisiera escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí mismo, da vueltas en rededor de sí mismo: trueca el lugar, mas no el ánimo. En todas partes se encuentra igual, si no es que el cambio lo hace peor, como suele empeorar el enfermo que es llevado con violencia de una parte a otra. Dese cuenta de que está enfermo y trate de hallar la causa de su enfermedad. Si el descanso no se rompe, los remedios aplicados continuamente pronto aprovecharán y el espíritu se verá libre de divagaciones, de servidumbre, para entregarse todo a Dios. Muchos y enérgicos cuidados exige una naturaleza no ya manchada sino infectada. Manténgase, pues, en completo reposo en su enfermería –así suelen llamar los médicos al lugar donde se curan las enfermedades- y continúe tomado los remedios recomendados hasta su completa curación” . Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 53 “Veamos ahora hasta qué punto debemos mantener la estabilidad en el lugar los que hemos firmado la cédula de profesión, y si se dan motivos por los que se pueda o convenga infligir lo prometido. En toda esta cuestión, por lo visto, también tenéis vuestros reparos. En líneas generales os digo que a nadie se le permite apearse de un bien al que se consagró de una vez para siempre; y todo para cambiarse del lugar que cada cual libremente eligió y al que se comprometió con toda su alma con una promesa pública. No puedo admitir semejante actitud. El santo papa Gregorio opina lo mismo que yo. Dice: Los perfectos se controlan con una enorme clarividencia para no deslizarse hacia lo peor en sus obras o en sus pensamientos. Lo que en cierto modo presintió este hombre apostólico había llenado ya de satisfacción a Pablo cuando decía: Olvidando lo que está atrás, me lanzo a lo que está delante. El mismo profeta Ezequiel se refería a esto mismo cuando trataba sobre los animales santos: No se volvían al caminar, caminaban de frente. Coinciden todos en la misma forma de sentir. Así se cumple el aforismo del Maestro expresado en el Evangelio: El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios. Exíjase, por tanto, el compromiso de la estabilidad al flojo y apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y curioso, y a todos los tocados por la ligereza de la inconstancia. Manténgase una cierta indulgencia con los profesos, fieles a la conversión de costumbres y a la obediencia según la Regla. Y si el ambiente de maldad y la carencia de espíritu religioso en las comunidades fuese un obstáculo serio, yo aconsejaría sin dudar un cambio de lugar, impulsado por el Espíritu de libertad, donde la persona pueda sin tropiezos ofrecer a Dios los votos que pronunciaron sus labios. Aquí viene aquello de que con el santo santo serás, y con el perverso te pervertirás”. S. pervertirás”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44 “Aquello que prometimos, y en cuya observancia y perseverancia hemos puesto como testigos a Dios y a los santos. ¿De qué se trata? De la 119
estabilidad en nuestro monasterio, de la conversión de nuestras costumbres y de la obediencia según la Regla de San Benito”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 83 Estabilidad Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 53 S. Bernardo de Claraval - Pre 44 Beato Guerrico de Igny, - Ben I [22], 2 - Asspt III [49], 5 S. Elredo de Rieval - Spec III, 83
Experiencia de Dios
“Sabéis que, según enseña el Apóstol, en la resurrección, después de haber sido revestidos de cuerpos nuevos, seremos arrebatados sobre las nubes al encuentro de Cristo en los aires y así estaremos siempre con el Señor. Tampoco al presente -si no somos perezosos o estamos demasiado apegados a las cosas terrenas- faltan nubes que eleven nuestros espíritus hacia las regiones más altas; y entonces podremos estar siempre con el Señor, o por lo menos media hora. Si no me engaño, vuestra experiencia sabe muy bien de lo que estoy hablando: cuando en otro tiempo las nubes hicieron oír su voz, es decir, resonaron en la Iglesia las voces de los profetas y de los apóstoles, vuestros espíritus como llevados por las nubes se elevaron hacia aquellas alturas sublimes. Y algunas veces fueron arrebatados hasta contemplar, aunque sólo fuera un poquito, la gloria del Señor”. Señor”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3 “Sin embargo para que esto suceda, es decir, para que veamos como en un espejo, es preciso, no sólo que la superficie de nuestro espejo esté exenta de toda imagen o sombra de las cosas corporales, sino también que el Ser sublime que habita en una luz inaccesible se digne inclinarse hasta nosotros y manifestársenos, al menos por la sombra de su imagen...no podemos ver a Dios ni en espejo ni en imagen si su majestad no se inclina y no aparece el favor de su gracia . En realidad, lo que se llama sombra en comparación con la verdad manifiesta es, de ordinario, de una gloria y un esplendor inefables, esto es, en aquellos cuya alma es un espejo transparente. Pablo, consciente de esta feliz experiencia, habla de sí mismo y de sus semejantes: Todos nosotros, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen de claridad en claridad, como por el Espíritu del Señor”. Beato Guerrico de I gny, PP III [46], 4 “¿Acaso no gustaron el don celestial y se hicieron partícipes del “¿Acaso Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de Dios ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en un himno? Ahora 120
asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su imaginación se entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados ante el libro, bostezan; escuchan la palabra de exhortación, y de sólo escucharla se cansan; pasan de unos pastos a otros, y tanto éstos como aquéllos les causan hastío; se hallan de continuo en medio de alimentos de vida, y se mueren de hambre. Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien, tanta languidez en el espíritu?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4 “Aquel a quien el Señor visita, no puede verlo antes de p oseerlo, cumpliéndose lo que el santo Job declaraba de sí mismo: Si viene a mí, yo no lo veo; si se retira, no lo conozco. No se lo ve venir, ni se conoce cuándo se retira; sólo mientras está presente se conoce lo invisible y se comprende lo ininteligible. Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán: Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quienes lo han experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes no lo han hecho, con tal de que no sea una curiosidad temeraria lo que los induzca a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser acogidos en su gracia. …Así pues, hermanos, nosotros, que aún no hemos tenido el consuel o de tan sublime experiencia, mientras esperamos con paciencia la venida del Salvador, consuélenos entre tanto una fe firme y una conciencia pura”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4 “No alegra el gozo de la visión si primero no seduce el favor de lo que se cree, ya que si no creemos no entenderemos, ni gustaremos qué suave es el Señor. La fe exhala el perfume; la experiencia gusta y disfruta”. disfruta”. Beato Guerrico de Igny , Nat BVM I [51], 4 “Si después de estos tres grados, fe, justicia y ciencia, y a tra vés de ellos alguien llega a la sabiduría, es decir al sabor y gusto de las realidades eternas, y puede reposar y ver y, viendo, gustar cuán suave es el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que sin duda éste ha sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del Señor. A él le habla, no el profeta, sino el Espíritu de los profetas: Levántate, Jerusalén, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Hermanos, no todos entendemos esta palabra, pero el que pueda entender que entienda. No será condenado quien no entiende; pero el que desea entender será inculpado de negligencia. El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir, la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “Podéis tomar el ejemplo de la misma oración diaria: siempre el fin de la oración es mejor que el comienzo, para justificar aquel consejo tan reiterado del Señor, confirmado con multitud de ejemplos, de la perseverancia en la oración ”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 121
“Pero tú no desconocías mis huesos -dice el santo de Dios- cuando me formaste en lo oculto del corazón, tras el secreto del silencio. No os está oculto este misterio, hermanos míos; de vuestra experiencia y de vuestras confidencias soy testigo. El espíritu pacífico y modesto se fortalece, crece y florece con el silencio; en cambio las conversaciones, como la parálisis, lo disipan y relajan, lo enflaquecen y desecan hasta que muere de aridez”. Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 5 “Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y piadosamente por los caminos de la acción. La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús. Por lo tanto, hermano, no ahorres a tus pies las idas y venidas de los trabajos, cuando Jesús a causa tuya no ahorró a sus pies ni aun el dolor de los clavos, y ahora no rehúsa recompensar y aligerar las fatigas de tus pies dejándote abrazar y besar los suyos. En efecto, qué gran consuelo si él se une a ti como compañero de camino y con el admirable deleite de su conversación te quita la sensación de fatiga, abriéndote el espíritu para que comprendas las Escrituras, que tal vez sentado en tu casa leías y no entendías. Os pregunto, pues, hermanos míos a quienes algunas veces el favor divino concedió tal experiencia: ¿acaso vuestro corazón no ardía en vosotros a causa de Jesús, cuando os hablaba en el camino y os abría el sentido de las Escrituras? Recuérdenlo quienes han tenido esta experiencia y canten en los caminos del Señor cuán grande es la gloria del Señor. Procuren experimentarlo los inexpertos para que también ellos puedan cantar alguna vez las justicias del Señor en el lugar de su peregrinación y aflicción”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4 “No te serviré, dijo el hombre al Creador. Por lo tanto yo te serviré a ti, dijo el Creador al hombre. Tú recuéstate, yo te serviré, yo te lavaré los pies. Tú descansa; yo llevaré sobre mí tus enfermedades, cargaré con tus debilidades. Utilízame según tu voluntad en todas tus necesidades, no sólo como siervo, sino también como jumento tuyo y peculio tuyo. Si estás cansado o agobiado por la carga, yo te llevaré a ti y a tu carga para cumplir, yo primero, mi ley, Llevad los unos de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo. Si padeces hambre o sed, y no tienes a tu disposición nada mejor, ni tampoco un ternero cebado preparado para ti, heme aquí dispuesto a ser inmolado para que comas mi carne y bebas mi sangre. Y no temas que por la muerte del siervo su servicio sufra detrimento, aun después de ser comido y bebido permaneceré para ti entero y vivo, y te serviré como antes. Si eres llevado cautivo o vendido, heme aquí, véndeme y con mi precio, o conmigo mismo como precio, rescátate. Parezco un esclavo de poco valor, pero, si bien soy capturado de noche y a escondidas, si bien soy comprado por los avarísimos sacerdotes judíos, no obstante podré ser valorado en treinta monedas de plata. Con este precio mío se podrá comprar una sepultura destinada a los peregrinos, y mi vida será el precio para comparar la vida de los sepultados. Si te enfermas y temes la muerte, yo moriré por ti, para que con mi sangre te prepares medicamentos de vida”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 1
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“1. Cubres también con aguas los espacios más altos, con los cuales, a través de secretas cataratas empapas la tierra de nuestro corazón, para que abunden sus frutos de trigo, vino y aceite y no nos afanemos inútilmente en busca de nuestro pan, sino que quienes buscamos encontremos, los que encontramos nos alimentemos y experimentemos qué dulce eres, Señor 2. Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea, porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus amados, los que se pierden pi erden a sí mismos para pasar a ti”. S. Elredo de Rieval, Spec I,1-2 “Los que te aman, descansan en ti; allí está el verdadero descanso, la verdadera tranquilidad, la verdadera paz, el verdadero sábado del alma” alma”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 52 “Ese sueño es aquel en que tras sosegarse los sentidos carnales y alejar de lo íntimo del corazón las preocupaciones temporales, el alma santa descansa en la suavidad de Dios, saboreando y percibiendo qué dulce es el Señor, y qué dichoso el que confía en él ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 67 “En toda nuestra mendicidad, pobreza, indigencia, necesidad y tribulación, no hay quien nos parta el pan, nadie que nos alimente, nadie que nos dé fuerza, nadie más que tú, Dios nuestro.En toda consolación que nos envías, recogemos las migajas de este pan que tú partes, y gustamos, por experiencia, cuán dulce es tu misericordia ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1 “¡Sostenedme con flores! ¡Ojalá se endulce en nosotros y nosotros en él, el rocío del Hermón que desciende sobre los montes de Sión y elaborara en nosotros esa miel, como la que se encuentra en la Tierra prometida! ¡Que gustemos de antemano ahora, y después, al gustar más plenamente, podamos decir por experiencia los que gustamos y vemos cuán suave es el Señor: ¡Qué grande, Señor, la abundancia de la dulzura que reservas a los que te temen, tú la brindas a los que esperan en ti! ”. Balduino de Ford, Tract IX “Podrás ciertamente, oh alma, conocer a Dios íntimamente en tu misma naturaleza, como en su imagen, si no estás envuelta en las mismas tinieblas del pecado” pecado ”. Balduino de Ford, Tract XV “Se me dio todo entero, y se entregó sin reservas para mi bien ”. S. Bernardo de Claraval, Circ 3, 4 “Dije más arriba que el motivo de amar a Dios es Dios Y dije bien, porque es la causa eficiente y final. El crea la ocasión, suscita el afecto y consuma el deseo. El hace que le amemos, mejor dicho, se hizo para ser amado. A él es a quien esperamos, él a quien se ama con más gozo y a quien nunca se le ama en vano. Su amor provoca y premia el nuestro. 123
Lo precede con dulzura. Es rico él mismo. Se dio como alimento de
su bondad, lo reclama con justicia y lo espera con para todos lo que le invocan, pero su mayor riqueza es para mérito nuestro, se promete como premio, se entrega las almas santas y redención de los cautivos”. S. Bernardo de Claraval, Dil 22, 1
“En cambio, los verdaderos creyentes saben por experiencia cuán vinculados están con Jesús, sobre todo con Jesús crucificado. Admiran y se abrazan a su amor, que supera todo conocimiento, y se sienten contrariados si no le entregan lo poquísimo que son a cambio de tanto amor y condescendencia” condescendencia ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 7, 1 “6. ¿Me preguntas entonces cómo conozco su presencia si sus caminos son totalmente irrastreables? Es vivo y enérgico, y en cuanto llegó adentro despertó mi alma dormida; movió, ablandó e hirió mi corazón que era duro, de piedra y malsano. También comenzó a arrancar y destruir, edificar y plantar; a regar lo árido, iluminar lo oscuro, abrir lo cerrado, incendiar lo frío. Además, se dispuso a enderezar lo torcido, e igualar lo escabroso para que mi espíritu bendijese al Señor y todo mi ser a su santo nombre. Así entró en mí el Verbo esposo varias veces y nunca me dio a conocer las huellas de su entrada: ni en su voz, ni en su figura, ni en sus pasos. No se me dejó ver ni en sus movimientos, ni penetró por ninguno de mis sentidos más profundos: como os he dicho, sólo conocí su presencia por el movimiento de mi corazón. Advertí el poder de su fuerza por la huida de los vicios y por el control de los afectos carnales. Admiré la profundidad de su sabiduría por el descubrimiento o acusación de mis pecados más íntimos. Experimenté la bondad de su mansedumbre por la enmienda de mis costumbres. Percibí de algún modo su maravillosa hermosura por la reforma y renovación del espíritu de mi mente, es decir, de mi ser interior; y quedé espantado de su inmensa grandeza al contemplar todas estas cosas. 7. Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso por cierta languidez, como si sacaras del fue o una olla hirviente; esta señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que llama al Verbo para que vuelva: vuélvete.”. S. Bernardo de Claraval, SC 74, 6.7 “Siempre que me asomo a mí mismo, mis ojos se cubren de tristeza. Pero si miro hacia arriba, levantando los ojos hacia el auxilio de la divina misericordia, la gozosa visión de mi Dios alivia al punto este desconsolador espectro y le digo: Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán. Y no es fruto de una visión engañosa experimentar su ternura v su compasión, porque es realmente benigno y misericordioso y se arrepiente de las amenazas; su naturaleza es la bondad: compadecerse siempre y perdonar. Dios se da a conocer saludablemente con esta experiencia y esta disposición, si el hombre se descubre a sí mismo en su indigencia radical; clamará al Señor, que le escuchará y le responderá: Yo te libraré y tú me darás gloria. De esta manera el conocimiento propio es un paso hacia el conocimiento de Dios. Por la imagen que se reproduce en ti se descubre él mismo, cuando llevas la cara descubierta y reflejas la gloria del Señor, transformándose en su imagen con resplandor creciente por influjo del Espíritu del Señor ”. 124
S. Bernardo de Claraval, SC 36, 6 Experiencia de Dios S. Bernardo de Claraval - Circ 3, 4 - Dil 7, 1 - Dil 22, 1 - SC 36, 6 - SC 74, 6.7 Beato Guerrico de Igny - Adv II [2], 3 - Adv II [2], 4 - Epi III [13], 7 - Ben I [22], 5 - Ann III [28], 5 - Palm I [29], 1 - Res III [35], 4 - Pent I [38], 4 - PP III [46], 4 - Nat BVM I [51], 4 S. Elredo - Spec I, - Spec I, - Spec I,
de Rieval 1-2 52 67
Balduino de Ford - Sac alt II, 1 - Tract IX - Tract XV
Fe
“Ciertamente te conocemos por la fe y la tenemos como anticipo seguro hasta que te conozcamos por la visión. Mientras tanto, auméntanos la fe que nos conduzca de fe en fe, de claridad en claridad, como guiados por tu Espíritu, para penetrar más profundamente de día en día en los tesoros de la luz. Así se desarrollará nuestra fe, se perfeccionará nuestra ciencia y se hará más ferviente y amplia nuestra caridad, hasta que por la fe seamos conducidos a la visión …”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3 “Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar. …pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es decir cara a cara. 125
Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor, aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6 “Traed presto -dice- el mejor vestido y ponédselo, ponedle un anillo en el dedo y calzadle las sandalias; y traed un becerro cebado, matadlo y comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha resucitado. Pasando por alto todas estas cosas: el mejor vestido, es decir la santificación del Espíritu por la cual el bautizado es vestido y el penitente revestido; el anillo de la fe que le es dado como arras; las sandalias con las cuales se protege para pisotear el veneno de la serpiente o bien para prepararse a evangelizar; el becerro cebado que se inmola para él sobre el altar; el gozoso festín que se celebra en el cielo entero por el retorno del hijo ”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 2 “Ciertamente, esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe, con tal de que ella no sea lánguida, ni vacilante, sino firme, es decir, fe no fingida, esperanza sana. Por ella son sólo se vence al mundo, sino también se posee el cielo, el hombre fija su morada en la eternidad y se afianza en el Señor por la caridad”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 2 “Entonces la fe que ahora se preocupa de vivir en la presencia de Dios para conocer su voluntad, se sentirá muy segura luego contemplando su gloria”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 6 “En el corazón, la antorcha brille para vosotros, la mano y en la boca, brille para los prójimos. La antorcha en el corazón es la piedad de la fe; la antorcha en la mano, el ejemplo en las obras; la antorcha en la boca, el lenguaje edificante”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3 “Que la fe sea tenida por antorcha, nos lo asegura Salomón cuando habla de la mujer fuerte: No se apagará su antorcha durante la noche, esto es, no se apagará su fe en la tentación ”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 4 “Acercaos, hermanos, a la fuente de la luz y seréis iluminados. Me refiero a Jesús que brilla en los brazos de Simeón; para que ilumine vuestra fe, haga brillar vuestras obras, os sugiera palabras buenas, inflame vuestra oración, purifique vuestra intención…”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 5 “Con estos cuatro modos, creo será posible conseguir oportuna y convenientemente la purificación deseada en estos días de purificación. Tales son contrición de corazón, maceración del cuerpo, diversas obras de piedad y fe, y paciencia en las adversidades”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 4 “Los pecados se purifican mediante la misericordia y la fe ¿Qué cosa podemos encontrar más suave que la misericordia? ¿Qué más agradable que la fe? La primera es óleo de suavidad para los miembros, la segunda, luz para los ojos.
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…De la fe, el Apóstol afirma que con ella purifica el Señor nuestros corazones. Y el Señor de los apóstoles, por su parte, ordena al que hasta entonces era ciego: Vete, tu fe te ha salvado”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 5 “3.La visión por espejo y en enigma, ¿a quién o cuándo o por cuánto puede ser dada? Cuán misericordiosamente se obraría conmigo, cuán felizmente iluminado me vería, si pudiera ver mis pecados que cada día me es necesario llorar. …Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría. 4.Yo creo que debes caminar por estos grados, seguir por esta senda, alma fiel, para que desembarazada de las tinieblas del mundo, llegues a la patria de la claridad eterna donde tus tinieblas se convertirán en mediodía y la noche se iluminará como el día… Nosotros que ya estamos en la luz por la fe, desde ella avancemos hacia la luz más resplandeciente y más serena, primero de la justicia, luego de la ciencia y por último de la sabiduría. Lo que creemos por la fe, a continuación hemos de ponerlo en práctica y merecerlo por la justicia, luego entenderlo por la ciencia y finalmente contemplarlo por la sabiduría. En primer lugar, pues, se enciende la antorcha de la fe, a cuya luz debemos obrar en la noche de este mundo”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3.4 “Con tal que el discípulo ante todo crea, es decir, aprenda los primeros elementos de la doctrina de la justicia. Por eso aquel discípulo de la unción ordenaba su oración tan prudentemente: Enséñame la bondad, la disciplina y la sabiduría, pues creí en tus mandamientos. Como si dijera: aprendí los primeros elementos, o sea, una fe sincera; a continuación enséñame la justicia, es decir, la bondad y la disciplina, para finalmente alcance la ciencia de los santos”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 6 “En nosotros, [Cristo] primeramente es germen cuando la fe prorrumpe en la confesión o en las obras edificantes ”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 3 “En cuanto a la virtud y al mérito de la fe, la Virgen nos sirve de modelo al concebir a Dios por la fe, por la cual mereció de él que se cumpliera todo lo que le había prometido: Dichosa la que ha creído, dijo, porque se han de cumplir las cosas que le han sido dichas por el Señor. Y para que lo comprendas con más claridad, el fruto de la Virgen no sólo es místico, sino también un ejemplo. Porque la que concibió a Dios por la fe, otro tanto te promete a ti si tienes fe”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4 “…Pero a menudo la fe centellea y la justicia refulge, y sin embargo la inteligencia aún está entenebrecida, de modo que no puede explicar el misterio de la fe que venera teniéndolo aun por así decir envuelto; sellado está para ella el libro de las Escrituras como si no supiera leer; tampoco tiene los sentidos ejercitados para discernir el bien del mal, lo verdadero de lo falso”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 5
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“Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4 “Bendito el varón que confía en el Señor, Jeremías lo compara con el árbol plantado junto a las aguas, el cual extiende las raíces de su corazón hacia la humedad del amor, y no temerá cuando llegue el estío de la ira y de la tribulación; antes, en tiempo de sequía, cuando el cielo se mantenga cerrado largo tiempo, sin descender de él rocío ni lluvia de gracia, a pesar de ello no estará preocupado como si Dios lo hubiera rechazado. Sentirá, en cambio, que está plantado en la fe, enraizado en la caridad sobre las aguas de la vida ”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 5 “Porque ¿dónde encontrar una fe más firme que la suya cuando en plena niñez, burlándose del mundo que le sonreía, pisoteó con desprecio tanto la gloria del mundo como sus atractivos personales, prefiriendo padecer por Dios males en este mundo antes que verse colmado de bienes temporales”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 2 “Por medio de la fe y la mansedumbre vosotros podéis ser también santos, y la mansedumbre no se hará sospechosa si está precedida de la fe, con tal de que ésta sea verdadera, no fingida, fe no muerta, sino viva y vívida. La fe de Moisés no sólo era viva y vívida, sino también constante e intrépida, y de ella escribe Pablo: Por la fe dejó Egipto sin temer el ardor del rey. Los reyes son ardorosos, pero mucho más ardorosa es la fe, la cual ve que el poder de aquéllos es nulo y desde un plano superior se burla de todo su furor; ella se muestra más pronta y valerosa para soportar, que el furor de ellos para perseguir. … A su vez, siendo una prueba de las cosas que no se ven, demuestra, persuade y convence de que Dios, aun cuando no aparezca, está presente. Para aquel que decía: Y nos resucitó con él y nos hizo sentar sobre los cielos en Cristo, la fe era el fundamento de las cosas que se esperan; para aquel que tuvo firme confianza en el Invisible como si ya lo viera, era la prueba de las cosas que nos se ven. El que decía: Somos salvos en la esperanza ¿no demostraba acaso que por la fe ya existía en su corazón lo que esperaba y aguardaba por la paciencia? El que tenía constantemente al Señor ante sus ojos ¿no estaría persuadido por la fe de que tenía presente al Invisible?”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 3 “Ciertamente de estos dos males, negligencia y tristeza, adolece miserablemente nuestra poca fe, porque o bien, somos negligentes en la práctica de los mandamientos, o bien, obligados por la necesidad de reprimir nuestra negligencia, en manera alguna obramos alegremente ni, como pide la fe, somos consolados en nuestros trabajos con la esperanza de la recompensa. Dice la Escritura: El que se llega a Dios debe creer que él existe y que es remunerador de cuantos lo buscan. Si no pasamos por alto que existe, somos protegidos por el temor; si no pasamos por alto que es remunerador de cuantos lo buscan, tenemos el consuelo de la esperanza. Bajo la protección del temor, no hay lugar para la negligencia, y en el consuelo de la esperanza no cabe la tristeza”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 4 “No nos engañemos, pues, hermanos, con el término genérico de fe, como si cualquier forma de fe pudiera ser reputada para la justicia, 128
antes tengamos presente la definición que el doctor de los gentiles en la fe y en la verdad nos ofrece, de esa fe con la cual podemos agradar a Dios. La fe -escribe- es el fundamento de las cosas que se esperan y una prueba de las cosas que no se ven. Esta es aquella fe que obra por el amor, que consciente de los propios méritos, da origen a la esperanza, a la vez que es causa y fundamento sobre el cual estriban los bienes eternos que nos esperan. Sin esta fe es imposible agradar a Dios y con ella es imposible desagradarle”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 5 “1. Dichosa gentilidad, mira que se te entrega a Jesús, corre con las manos extendidas, abre tus brazos, dilata tu seno. Manifiesten tu devoción tantos tus actos como tu afecto, recibe con fe y abraza con amor al Niño que se te ofrece, procurando que more siempre entre tus pechos. 3. Solamente sed agradecidos porque os ha sido dado y esforzaos para que os sea dado mejor y más perfectamente. El que una vez fue dado al mundo bajo la forma de carne, también en ciertos días y horas se da a los fieles bajo apariencia de pan, es decir, en el banquete del sacramento; y con mucha frecuencia a horas inciertas se da a los fervorosos en la dulzura de su Espíritu. Lo primero es para nuestra redención, lo segundo, para la santificación, lo tercero para consolación. Lo primero exige una fe recta, lo segundo, una conciencia pura, lo tercero, un fervor sincero”. Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 1.3 “…Hermanos, en quienes la fe que obra por el amor ha nacido del Espíritu Santo, protegedla, alimentadla, nutridla como al Niño Jesús, hasta que sea formado en vosotros el Niño que ha nacido para nosotros”. Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 5 “Así, cuando la malicia del mundo había llegado casi al ex tremo y presagiaba el fin de los tiempos, la venida del Redentor infundió a las cosas humanas una nueva e insospechada plenitud del tiempo. Cuando el mundo había envejecido y estaba a punto de perecer por su avanzada edad, de pronto, a la llegada de su Creador, fue renovado en una nueva e inesperada juventud de su virtud y un cierto ardor juvenil de su fe. Esa fe cuya primera etapa, a modo de infancia, se dio en los patriarcas que vivieron en la aurora de la Iglesia naciente; la adolescencia, en los profetas; finalmente, la plenitud de su fuerza juvenil la alcanzó en los apóstoles, cuando ofreció al mundo el espectáculo de su ardiente virtud en los tan preclaros y fortísimos triunfos de innumerables mártires. A esa edad adulta y plena de la fe, el apóstol la llama plenitud del tiempo”. Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 3 “Pero Dios ha dispuesto algo mejor para nosotros. Hoy nos es dado no sólo escuchar, sino también ver la Palabra de Dios con tal de que vayamos a Belén y veamos esta palabra que hizo el Señor y que nos ha manifestado. Dios conocía la incapacidad de los sentidos del hombre para captar las cosas invisibles, su rebeldía respecto de las celestiales, su dificultad para creer cuando el objeto de la fe no les es presentado a los sentidos de un modo visible y convincente. Pues si bien la fe entra por el oído, mucho mejor y más prontamente lo hace a través de la vista, como nos enseña el ejemplo de aquel a quien se dice: Porque me viste, creíste, tú que mientras solamente oías, permanecías incrédulo”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 1 “Hermanos, también vosotros encontraréis hoy un Niño envuelto en pañales, recostado en el pesebre del altar. Cuidad que la pobreza del envoltorio no escandalice ni perturbe la mirada de vuestra fe, cuando contempla la verdad del cuerpo adorable bajo las especies de otras 129
realidades. Así como María, envolvió al Niño con unos pobres lienzos, así también la madre gracia nos oculta la realidad del sagrado cuerpo bajo especies apropiadas, y así también la madre sabiduría cubre la misteriosa majestad de la Palabra divina con enigmas y figuras, de manera que tanto la simplicidad de la fe en el primer caso, como el estudio diligente en el segundo acumulen méritos para la salvación”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5 “Para que la demora impuesta a la esperanza no enfríe nuestra fe ni haga vacilar nuestra paciencia, y comencemos a ser de aquellos que creen por un tiempo, más al venir la tentación vuelven atrás, nos da la voz de alerta desde el cielo el que da la fe y, después de haberla dado, la prueba, y después d haberla probado la corona: El que cree no se apresure por ver el objeto de su fe. Pues si esperamos lo que no vemos lo esperamos con paciencia. …Es verdaderamente aguardar al Señor: conservarle nuestra fe y, a pesar de carecer del consuelo de su pres encia,… estar pendientes de su regreso. Así nos lo dice el Señor por el mismo profeta: El pueblo estará pendiente de mi regreso. Se dice bellamente y con toda propiedad que estará pendiente como entre el cielo y la tierra, porque aun cuando no le sea dado todavía disfrutar las cosas del cielo, rehúsa tocar las terrenas; y si alguna vez las toca, no lo hace sino con la punta de los pies, esto es, con las partes inferiores del alma, por causa de la necesidad de nuestra naturaleza corruptible a la cual nos vemos precisados a servir mientras la creatura esté, contra su voluntad, sujeta a la vanidad. Dice el adagio: Mal espera el que está pendiente. Pero yo digo: Felizmente espera el que está pendiente del Señor. Por eso mi alma ha elegido estar pendiente, y mis huesos, la muerte en este estar pendiente. Ojalá merezca permanecer pendiente de esta cruz hasta morir en ella”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 3 “Yo ciertamente una vez para siempre he creído en tus mandamientos, pero ayuda mi incredulidad, para que, permaneciendo allí inmóvil, te espere y te espere de nuevo hasta lograr ver al fin lo que creo. Pues espero ver los bienes del Señor en la tierra de los vivientes ”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 4 “Nosotros mientras esperamos con paciencia la venida del Salvador, consuélenos entre tanto una fe firme y una conciencia pura, prorrumpiendo como Pablo con tanta felicidad como fidelidad: Sé en quién he puesto mi confianza y estoy cierto de que es poderoso para conservar mi depósito hasta aquel día, es decir, hasta la llegada de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2 ], 4 “Parece lógico y razonable que el ejemplo del Crucificado se manifieste, para la justicia, en las costumbres de aquellos que imprimen en sus frentes el signo de la cruz como defensa; [parece lógico que] vivan según la ley de aquel que los arma con la fe ”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 4 “Hosanna al Hijo de David, Grito de alegría y Salvación, grito de gozo y piedad, grito de fe y amor que festeja la venida del Salvador y proclama con gozo profético la alegría de la ansiada redención ”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 1 “Gran testimonio de fe del pueblo hebreo; al ver al Señor, pobre, sentado en un asno, y por añadidura prestado, sin embargo le prestaba con 130
toda confianza y devoción, no sólo extendiendo para él sus vestidos en el camino, sino también poniendo todo de su parte para tributarle honor. [Israel] conoció muy bien al pobre y desvalido porque el profeta había dado como signo para reconocer al Salvador esa pobreza que lo llevó a despreciar a los soberbios. Es pobre, dicen, y está sentado en un asno. En este signo puedes reconocer que viene tu Rey, cuyo reino no es de este mundo; él, para vencer la soberbia que reina en el mundo, predicó la pobreza y la humildad, tanto por la palabra como por el ejemplo”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 3 “Habitación segura, hermanos míos, y torre fuerte frente al enemigo es morar mediante una piadosa y asidua meditación en las llagas de Cristo nuestro Señor, y por la fe y el amor al Crucificado proteger el alma contra el ardor de la carne, los torbellinos del siglo, los asaltos del diablo”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 5 “Sed agradecidos por la abundante gracia de Dios, y así como por los remedios pascuales habéis sido transformados en una nueva creatura, caminad siempre en una nueva vida. Los que fueron hechos partícipes de Cristo por la comunidad de fe, la participación en el sacramento y la comunión en el Espíritu Santo, no sólo deben mantener firme hasta el último día el comienzo de su naturaleza, sino también procurar aumentarlo diligentemente”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 5 “Jesús me trae del sepulcro una ganancia no pequeña de fe y un caudal no pequeño de alegría cuando reconozco en él al Dios vivo aquel que poco antes era llorado como hombre muerto. Mi corazón se lamentaba porque lo habían matado, pero ahora, al verlo vivo, no sólo exulta mi corazón, sino también mi carne, segura de su propia resurrección e inmortalidad a causa de él ”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 1 “En una palabra, no sólo en el contenido, en los sentidos y en las partes de la Escritura, en los géneros y modos de expresión, sino, también en la finalidad de las mismas, hallarás cierta trinidad de panes también en ella muy sabrosa y saludable, a saber, la fe, la esperanza y la caridad. Todo cuanto se ha escrito y dicho está orientado a que creamos, esperemos y amemos”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 4 “Pero a vosotros, hermanos, se os ha dado, según dice el apóstol, no sólo el creer en él, sino también el padecer por él. La fe en la promesa de Cristo no os hace negligentes por la seguridad, sino más fervorosos por el entusiasmo, y en la lucha cotidiana contra los vicios os merece la corona de un martirio incesante ”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 3 “Sin embargo vosotros, hermanos, que, así como tenéis un solo haber y una sola casa, tenéis un solo corazón y una sola alma, vosotros, repito, debéis gloriaros de un modo especial en ellos, puesto que como retoños de olivo sacasteis de su raíz no sólo la savia de la fe, sino también un modelo de vida y un ejemplo de observancia regular”. Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 3 “Esta es, a no dudarlo, la perfección de la disciplina, tanto de la mente como del cuerpo: tener al Señor siempre ante nuestros ojos, siempre y en todas partes estar con temor y reverencia, con fe vigilante y devoción continua ante la majestad eterna que nos mira y nos juzga sin cesar… … Esta fe vigilante, no fingida, no disfrazada, es la misma que a mi modo de ver conduce, por sí sola y por un atajo fácil, a la perfección. Ella da la gravedad de la observancia, la sobriedad de la modestia, tanto interior como exterior, y nos hace estar siempre ante el Señor como 131
servidores sujetos a disciplina. Por esta virtud los apóstoles merecieron ser llamados hijos del aceite del esplendor. Así como permanecieron ante el Señor en la tierra contemplándolo por la fe, así ahora están ante él en el cielo contemplándolo por la visión, y sus ojos ven al Rey en toda su hermosura, al Rey cuyo temor era aquí el objeto de la meditación de su corazón.” Beato Guerrico de Igny, PP II [44], 5 “Si, también sus hijos la reconocen como Madre, llevados de modo natural por cierta piedad proveniente de la fe, de manera que en todas sus necesidades y peligros se refugian ante todo y sobre todo en la invocación de su nombre , como niños en el seno de su madre”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 4 “Si no creemos, tampoco entenderemos y no gustaremos cuán suave es el Señor. Si es verdad que la fe siente el perfume, es la experiencia la que gusta y se goza. Por eso quizás María, hablando de su Jesús por sus poderes y acciones lo nombra ante todo como suavidad del perfume; porque verdaderamente Jesús comienza a existir en nosotros, cuando nos atrae a sí mismo mediante el aroma penetrante de lo que creemos santamente de él”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 4 “Hermoso por cierto es el amor que brota de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe no fingida. Pues donde el corazón es puro no hay ninguna arruga; donde la conciencia es buena no hay ninguna mancha; donde la fe es sincera no hay nada que desagrade a los ojos del Esposo, de manera que él puede presentar a su Iglesia llena ahora de gracia, luego llena de gloria”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 5 “Si después de estos tres grados, fe, justicia y ciencia, y a través de ellos alguien llega a la sabiduría, es decir, al sabor y gusto de las realidades eternas, y puede reposar y ver, y viendo gustar cuán suave es el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio ni el oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que éste ha sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del Señor. A él le habla, no el profeta, sino el Espíritu de los profetas: Levántate, Jerusalén, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria del Señor ha nacido sobre ti”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “… la fe nace por la predicación de los astros celestiales, se fortalece por la visión de ciertas imágenes que nos muestran por espejo y en enigma a Dios como encarnado para nosotros, y se consumará cuando la realidad verdadera presente y desnuda sea vista por los que la contemplarán cara a cara -lo cual ahora apenas alcanzan a columbrar escasa y furtivamente en enigma-, cuando esa misma fe se transforme en conocimiento, la esperanza en posesión y el deseo en fruición”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 5 “Bienaventurada por cierto la fe de los sencillos pastores: al encontrar al Niño envuelto en pañales, en manera alguna se escandalizó por incredulidad al punto de formarse de él una opinión baja, antes bien se edificó por la piedad, tornándose más agradecida ante una dignación tan grande”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4 “Cristo, en efecto, edificó su Iglesia sobre la piedra de la fe. Cristo reveló a la Iglesia los misterios de los sacramentos celestiales; él instituyó este Sacramento para unirse más estrechamente a la Iglesia. 132
El inspiró a la Iglesia la fe en este Sacramento; por sus Palabras enseñó esta fe y dio a la Iglesia la inteligencia de sus palabras. …Así pues, tal como la Iglesia cree y comprende, quiere Cristo que se comprenda. Eso es lo que el Espíritu de verdad, que sugiere toda verdad, le ha inculcado; eso es lo que ha recibido y como lo ha recibido nos lo entrega. En la persona de los Apóstoles recibió la palabra de la fe, que es la palabra de Dios, cuando oyó de Cristo: Esto es mi cuerpo” . Al escuchar la palabra de la fe, concibió la fe en esta palabra; porque la fe viene de lo escuchado, y lo que se ha escuchado es la palabra de Cristo”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1 “La fe es la posesión de las cosas que esperamos, con lo cual quiere decir que la fe es la causa por cuya eficacia y mérito se nos otorga la posesión, la propiedad y la abundancia de todos los bienes, temporales y espirituales, presentes y venideros, que nosotros necesitamos y que debemos pedir a Dios y esperar de Él ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 2 “El alimento imperecedero es la justicia, aquella que viene de la fe en Jesucristo, y es el mismo Jesucristo el que da esta justicia. Cuando Jesucristo era pan de los ángeles junto al Padre, quiso hacerse hombre entre los hombres para que el hombre comiera el pan de los ángeles. Al darnos la fe que obra por la caridad nos concede que creamos en Él, que le amemos, que le sirvamos como a verdadero Dios. … por la fe somos justificados y llegamos a ser amigos de Dios; por la fe Cristo habita en nuestros corazones, se da a nosotros para que le conozcamos y nos unamos a Él. Los ángeles conocen por la visión al Verbo de Dios coeterno con el Padre, un solo verdadero Dios con el Padre. Nosotros, al conocerle por la fe, comemos según nuestra medida el pan de los ángeles que está en el cielo. Al conocer por la fe al Hijo Único que está en el seno del Padre, que nos ha sido enviado desde el cielo y se ha encarnado por nosotros, comemos el pan vivo bajado del cielo. Al conocer por la fe la carne que ha asumido por nosotros, comemos esta carne de Cristo que nos ha sido dada en alimento. … Pero el que es vivificado por la fe en la encarnación y en la pasión de Cristo para vivir en la justicia, es decir, no para sí mismo sino para Cristo y en Cristo, éste come la carne de Cristo y bebe su sangre con la boca de la fe. En la fe adoramos el remedio de nuestra salvación, la carne y la sangre de Cristo”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3 “¿Qué es la fe sino nuestro vehículo para ir a la patria? ¿Qué es la esperanza sino el viático con que nos sustentamos en esta vida miserable? ¿Qué son esas cuatro virtudes, la templanza, la prudencia, la fortaleza y la justicia, sino las armas con que combatimos? Pero cuando la muerte quede absorbida totalmente por la caridad –cuya perfección es la visión de Dios y cuyo comienzo se inicia en la fe – ya no habrá fe, porque ya no es preciso creer en aquel a quien se ve y se ama. Ni existirá la esperanza, porque a quien abraza a Dios con los brazos de la caridad no le queda ya nada por esperar ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 88 “Que tu fe sea como una semilla de mostaza, que cuanto más se la pisa, tanto más perfuma; esto es, que cuanto más te desprecien y parezca que Dios te rechace, con mayor confianza esperes conseguir lo que pides ”. S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 9 “El primer fruto de la fe que se traduce en el amor es la compunción del corazón: arranca el pecado y expulsa el demonio ”. 133
S. Bernardo de Claraval, Asc I, 3 Por eso atendió el Señor su deseo y no defraudó su esperanza: eran magnánimos, longánimos y unánimes. Pruebas inconfundibles de la fe, esperanza y caridad. ¿La magnanimidad no es fruto de la fe? Sin duda alguna, y además exclusivo de ella. Si se pretende algo sin fe, eso no es grandeza de espíritu, sino vano engreimiento y esfuerzo inútil. Si quieres saber cómo siente un hombre magnánimo, escucha: Para todo me siento con fuerzas, gracias al que me robustece. Hermanos, hagamos nuestro este triple modo de prepararnos, si deseamos recibir la medida rebosante del Espíritu. A todos se da el Espíritu con medida, menos a Cristo. Pero cuando la medida es tan desbordante es imposible calcular. La magnanimidad de nuestra conversión fue un hecho evidente. Que la longanimidad sea ilimitada, y reine la unanimidad en toda nuestra vida. La Jerusalén celestial quiere restaurarse con almas de fe robusta que soporten la carga de Cristo, de esperanza invencible para perseverar, y unidas por el amor que es el cinturón perfecto”. S. Bernardo de Claraval, Asc V, 2 “¿Cómo podré corresponder yo con el Señor por todos estos beneficios? La razón y la justicia natural obligan a entregarse sin reservas a aquel de quien todo lo hemos recibido, amándole con todo nuestro ser. Pero la fe me intima a amarle mucho más porque me hace ver claramente que debo amarle más que a mi mismo. No sólo me ha dado todo lo que soy, sino que se me ha entregado a sí mismo ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 15, 1 “Aprende también de la Madre del Señor a tener una gran fe en los milagros y a conservar una cierta timidez respecto a esta enorme fe. Aprende a revestir la fe de modestia y a sofocar la presunción. No tienen vino, dice. ¡Qué lacónica y reverente sugerencia! Es expresión de su tierna solicitud. Una buena lección que aprender en situaciones parecidas, donde siempre es mejor llorar con piedad que pedir con presunción. María moderó el ardor de la piedad con la sombra de la modestia; atemperó humildemente la plena confianza que su oración le inspiraba. … No tienen vino, dice. ¿Es posible mayor modestia, una fe más profunda? A su piedad no le faltó la fe; tampoco gravedad a las palabras ni eficacia al deseo”. S. Bernardo de Claraval, Hum 53, 1 “Porque la victoria que vence al mundo es nuestra fe. Por la fe somos hijos adoptivos de Dios; la fe es lo que odia y persigue en nosotros este mundo perverso; y la fe consigue la victoria, como dice la Escritura: ellos con su fe subyugaron reinos. Si la vida procede de la fe, también el triunfo: el justo vive de la fe. … Por lo tanto, siempre que resistes a la tentación y vences el mal, no te lo atribuyas a ti mismo, ni te gloríes de ti mismo, sino del Señor. Ese enemigo tan fuerte no se rendiría jamás ante tu flaqueza. Escucha las palabras del que ha sido nombrado por el Señor pastor del rebaño: vuestro adversario el diablo, rugiendo como un león, ronda buscando a quien devorar. Hacedle frente firmes en la fe. Los testigos de la verdad coinciden plenamente: Pablo dice que los santos han vencido por la fe; Pedro exhorta a resistir al Jefe de este mundo con la fortaleza de la fe; y Juan proclama: la victoria que vence al mundo es nuestra fe ”. S. Bernardo de Claraval, O Pasc I, 2 “¿Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria? Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser ”. 134
S. Bernardo de Claraval, O Pasc I, 4 “Sin duda hay un parecido como de hermanos entre la fe y la esperanza: lo que la primera cree como algo futuro, la otra comienza ya a esperárselo para un más allá. Con razón, el Apóstol definió la fe como anticipo de lo que se espera, pues nadie puede esperar lo que no cree, como nadie puede pintar sobre el vacío”. S. Bernardo de Claraval, QH X, 1 “Nos dice el Apóstol que Cristo vive por la fe en lo íntimo de nuestro ser. Podemos afirmar en consecuencia que si tenemos una fe viva Cristo vive en nosotros. Pero si nuestra fe está muerta, Cristo no vive en nosotros. La prueba de una fe viva son las obras, como dice la Escritura: Las obras que el Padre me ha encargado realizar, me acreditan como enviado del Padre. Lo mismo enseña el que afirma que la fe, si no tiene obras, es un cadáver. El movimiento demuestra que nuestro cuerpo está vivo, y las buenas obras que la fe vive. La vida del cuerpo procede del alma, por la cual se mueve y siente; y la vida de la fe es el amor, que le hace capaz de obrar. Recordemos aquello del Apóstol: La fe actúa por el amor. Si se enfría el amor la fe muere, como ocurre con el cuerpo al separarse el alma. En consecuencia, cuando vemos que una persona se dedica con ardor a las buenas obras, a una vida honesta, estamos convencidos de que tiene una fe viva, porque tenemos pruebas evidentes ”. S. Bernardo de Claraval, Res 2, 1 “La fe y la memoria hacen justo al hombre … el recuerdo de Dios se abre a su presencia. El que aquí recuerda los mandatos de Dios y los practica, allí merece también gozar un día de su presencia. Que gocen los ángeles en el cielo de la presencia y del conocimiento de Dios. Y que también nosotros conservemos la fe y su recuerdo en esta vida ”. S. Bernardo de Claraval, Sent I, 12 “Vosotros, por lo demás, si apeláis a vuestra experiencia, ¿no cantáis también al mismo Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas en vuestra fe que ha derrotado al mundo, sacándoos de la fosa fatal y de la charca fangosa? ” S. Bernardo de Claraval, SC 9, 1 “¿De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a todo el mundo, sino de la predicación del nombre de Jesús? ”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 6 Pero el perfume de tu justicia se difunde por todas partes con tales aromas; no sólo eres justo, sino la justicia misma: la justicia que hace justos. Y eres tan poderoso para justificar como rico para perdonar. Por esta razón, todo el que, compungido por sus pecados, sienta hambre y sed de justificación, haga un acto de fe en ti, que justificas al impío, y justificado por esa fe estará en paz con Dios ”. S. Bernardo de Claraval, SC 22, 8 “Para que el alma sea perfecta debemos distinguir entre sentir y consentir. Yo diría que tú eres recto de verdad si en todo sientes rectamente, y no disientes de la fe con tus hechos. La fe y las obras delatan el estado de tu alma invisible. Eres recto de verdad si demuestras ser católico por tu fe y justo por tus obras. De lo contrario, no dudes en creerte encorvado. Así te lo dicen: Si inmolas a Dios rectamente y no lo divides rectamente, pecaste. Porque ofreces a Dios cualquiera de las dos, la fe y las obras, y no separas, rectamente una de la otra. No seas un oferente recto y luego un mal distribuidor. ¿Por qué separas las obras de la fe? Las separas pecaminosamente matando tu fe 135
porque la fe sin obras está muerta. Ofreces a Dios una ofrenda muerta. Si el amor es como el alma de la fe, ¿qué es la fe que no obra por amor sino un cadáver exánime?” S. Bernardo de Claraval, SC 24, 7 “La muerte de la fe es la exclusión del amor. ¿Crees en Cristo? Haz las obras de Cristo para que tu fe sea viva: que el amor sea el alma de la fe, y las obras su prueba. … no hace recto al hombre la fe recta, si no obra por amor. Y el que carece de amor, no tiene con qué amar a la esposa. Pero tampoco las obras rectas pueden hacer recto al corazón, si falta la fe. … Por tanto, si ni la fe sin obras, ni las obras sin la fe son suficientes para mantener recta el alma, nosotros, hermanos, que creemos en Cristo, tratemos de enderezar nuestros caminos y nuestros afanes. Levantemos nuestros corazones y nuestras manos a Dios, para que él nos halle enteramente rectos, demostrando la rectitud de nuestra fe con nuestras buenas obras, como amantes de la esposa, amados por el Esposo, Jesús, Cristo, nuestro Señor, bendito por siempre. Amén ”. S. Bernardo de Claraval, SC 24, 8 “Cuando leo este texto suelo reprocharme que he asumido el servicio de las almas, yo que no soy capaz de cuidar la mía, interpretando las almas por las viñas. Si estás de acuerdo con esta interpretación, piensa también si en consecuencia no deberemos decir con razón que la fe es la vid; las virtudes, los sarmientos; el racimo, las obras; la devoción, el vino. Porque el vino no existe sin la vid, ni la virtud sin la fe ”. S. Bernardo de Claraval, SC 30, 6 2Pero si, ateniéndote al sentido moral, prefieres aplicar las flores y los frutos a un alma particular, entiende por flor la fe y por fruto las obras. Y pienso que no te parecerá una ocurrencia inconveniente, pues, así como la flor precede necesariamente al fruto, también las buenas obras deben ser una consecuencia debía fe. Ya que sin la fe es imposible agradar a Dios, como lo atestigua Pablo. Además, él mismo nos dice: Todo lo que no procede de la fe es pecado. No hay, pues, fruto sin flor, ni buenas obras sin fe. La fe sin obras es un cadáver, igual que la flor cuando despunta y no trae fruto. Reanimadme con flores, dadme vigor con manzanas, porque desfallezco de amor. Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se consuela con las buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas veces se le oculta la luz de la contemplación, como suele suceder”. S. Bernardo de Claraval, SC 52, 2 “Que nadie me diga que el niño no tiene fe, si su madre le comunica la suya, envolviéndolo con el sacramento hasta que sea idóneo para percibirla desarrollada y pura, no ya con su propia sensación, sino con su asentimiento. ¿Acaso es tan corto su manto que no pueda cubrir a los dos? Grande es la fe de la Iglesia. ¿Por ventura es menor que la fe de la mujer Cananea, que, como sabemos, fue suficiente para ella y para su hija? ¡Qué grande es tu fe, mujer! que se cumpla lo que deseas. ¿Acaso es menor que la fe de los que llevaban en la camilla al paralítico, para conseguir la salud del alma y del cuerpo? Ya sabes el final: Viendo Jesús la fe que tenían dijo al paralítico: hijo, se te perdonan los pecados. Y poco después: Carga con tu camilla y echa a andar. Quien crea estas cosas, fácilmente se persuadirá que la Iglesia puede prever con razón la salvación no sólo de los niños bautizados en su fe, sino la coronación del martirio de los niños matados por Cristo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 66, 10
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Fe S. Bernardo de Claraval - Adv VIII, 9 - Asc I, 3 - Asc V, 2 - Dil 15, 1 - Hum 53, 1 - O Pasc I, 2 - O Pasc I, 4 - QH X, 1 - Res II, 1 - SC 9, 1 - SC 15, 6 - SC 22, 8 - SC 24, 7 - SC 24, 8 - SC 30, 6 - SC 52, 2 - SC 66, 10 - Sent I, 12 Beato Guerrico de Igny - Adv I [1], 3.4 - Adv II [2], 4 - Nat II [7], 1.3 - Nat III [8], 5 - Nat IV [9], 3 - Nat V [10], 1 - Nat V [10], 4.5 - Epi II [12], 3 - Epi II [12], 5 - Epi III [13], 3.4 - Epi III [13], 5 - Epi III [13], 6 - Epi III [13], 7 - Pur I [15], 3 - Pur I [15], 4 - Pur I [15], 5 - Pur IV [18], 4 - Pur IV [18], 5 - Pur V [19], 6 - Quad II [21], 2 - Ben I [22], 4 - Ben II [23], 2 - Ben II [23], 5 - Ben IV [25], 2 - Ben IV [25], 3 - Ben IV [25], 4 - Ben IV [25], 5 - Ben IV [25], 6 - Ann II [27], 3 - Ann II [27], 4 - Palm II [30], 4 - Palm IV [32], 1 - Palm IV [32], 3 - Palm IV [32], 5 - Res II [34], 5 137
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Res III [35], 1 Rog [36], 4 Asc [37], 3 PP I [44], 3 PP I [44], 5 Asspt I [47], 4 Nat BVM I [51], 4 Nat BVM II [52], 5
S. Elredo de Rieval - Spec I, 88 Balduino de Ford - Sac alt II, 1 - Sac alt II, 2 - Sac alt II, 3
Forma de Cristo
“Defórmame de la forma del siglo a la que me he conformado; confórmame a tus ciudadanos para que no me encuentre deforme en su compañía”. Guillermo de Saint -Thierry, Med IV, 12 “1. Entre la forma de la carne y la forma del Verbo existe una especie de grado intermedio, como una tercer forma de Cristo, la espiritual, pero que se mostró claramente en su carne. Tal es la forma de vida que él llevó en su cuerpo para servir de ejemplo a los que habrían de creer. Pues si Cristo fuera formado en nosotros según el modelo de vida y costumbres que se nos mostró en él, entonces indudablemente estaremos capacitados para ver no sólo la que fue formada a causa nuestra, sino también aquella otra que nos formó. 4. Desde allí (de Jerusalén) nos fue enviado el evangelio, en el cual se revela un rostro hermoso de Cristo: la forma de su vida y su doctrina que nos transmitió por su palabra y expresó en sí mismo por el ejemplo”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 1.4 “Se dan en Cristo una forma corporal, otra moral y otra intelectual. En la forma corporal es nuestro hermano; en la moral es nuestro maestro; en la intelectual es nuestro Dios. Asumió la forma corporal para cumplir el misterio; presentó la forma moral para dar ejemplo; revelará la forma intelectual o divina a manera de recompensa ”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 2 “Solamente sed agradecidos porque os ha sido dado y esforzaos para que os sea dado mejor y más perfectamente. El que una vez fue dado al mundo bajo la forma de carne, también en ciertos días y horas se da a los fieles bajo apariencia de pan, es decir, en el banquete del sacramento; y con mucha frecuencia a horas inciertas se da a los fervorosos en la dulzura de su Espíritu. Lo primero es para nuestra redención, lo segundo, para la santificación, lo tercero para consolación. Lo primero exige una fe recta, lo segundo, una conciencia pura, lo tercero, un fervor sincero”. Beato Guerrico de Igny , Nat II [7], 3 “Un Niño ha nacido para nosotros . En verdad para nosotros y no para sí o para los ángeles. …naciendo en el tiempo para nosotros se hizo nuestra redención, porque nos veía fatigándonos solos a causa de la antigua deuda de nuestro nacimiento”. 138
Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 1 “Dudo que pueda existir ejemplo más eficaz y suave para las costumbres que el de este misterio, es decir, la consideración fiel y piadosa del Verbo encarnado. ¿Qué cosa puede haber más capaz de excitar al hombre al amor de Dios como el amor de Dios que se anticipa al hombre, amor tan vehemente hacia el hombre que a causa del hombre quiso hacerse hombre? ¿Qué puede nutrir tanto el amor al prójimo como la naturaleza y semejanza del prójimo con la humanidad de Dios? Creo que no puede pensarse ejemplo mayor de humildad que el anonadamiento de un Dios en forma de siervo, y de esclavo más que de siervo”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4 “Cristo no es sólo aquel a quien amamos, tememos y conocemos y en quien esperamos. Él también realiza en nosotros todas estas cosas y por estas virtudes -como por tantos miembros y partes- él se perfecciona y se forma en nosotros”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 4 “El nombre de madre… os compete igualmente a vosotros que hacéis la voluntad del Señor. Sí también vosotros sois madres del Niño que ha nacido para vosotros y en vosotros, en cuanto por el temor del Señor habéis concebido y dado a luz el espíritu de salvación. Vigila, pues, madre santa, vigila solícita sobre este recién nacido, hasta que sea formado en ti Cristo… …Hermanos, en quienes la fe que obra por el amor ha nacido del Espíritu Santo, protegedla, alimentadla, nutridla como al Niño Jesús, hasta que sea formado en vosotros el Niño que ha nacido para nosotros. Éste, en efecto, no sólo en su nacimiento, sino en su vida y en su muerte nos ha dado el modelo según el cual debemos conformarnos siempre, si no hubiera sido para nosotros, no habría nacido; si no hubiera sido para nosotros, no habría querido vivir; si no habría sido para nosotros, no habría querido morir -ya que no necesitaba hacerlo para sí-, a fin de que nosotros renaciéramos por él, viviéramos conforme a él y muriéramos en él”. Beato Guerrico de Igny , Nat III [8], 5 “Vosotros también madres afortunadas de tan gloriosa prole, cuidaos hasta que Cristo se forme en vosotros. Cuidaos, no dañe el feto tierno cualquier golpe fuerte desde el exterior, no entre nada en vuestro seno, esto es, en el espíritu, que pueda acabar con la vida del concebido. Tratad con delicadeza, si no a vosotros, ciertamente al Hijo de Dios en vosotros. Tratadlo con delicadeza, repito, no sólo alejando toda obra y palabra mala, sino también los pensamientos nocivos, los deleites mortales que indudablemente ahogan el germen de Dios. Guardad, por tanto, con todo esmero vuestros corazones, porque de allí procederá la vida, es decir, cuando se desembarace del parto ya maduro y la vida de Cristo -ahora escondida en vuestros corazones- se manifieste en vuestra carne mortal. …Dios que ahora ha sido concebido en nuestros corazones, configurándonos con su espíritu de amor, nacerá entonces como hombre en nuestros cuerpos configurándolos con la claridad de su cuerpo, en el cual vive y es glorificado como Dios por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 5 “En realidad, lo que se llama sombra en comparación con la verdad manifiesta es, de ordinario, de una gloria y un esplendor inefables, esto es, en aquellos cuya alma es un espejo transparente. Pablo, consciente de esta feliz experiencia, habla de sí mismo y de sus semejantes: Todos nosotros, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, somos 139
transformados en la misma imagen de claridad en claridad, como por el Espíritu del Señor”. Beato Guerrico de Igny , PP III [46], 4 “Cuando el heredero de Dios y coheredero de Cri sto, una vez adulto y emancipado, sea introducido en la posesión plena de la herencia esperada, entonces sin duda tendrá derecho absoluto y libre imperio sobre todas las creaturas. Entonces el mundo reconocerá al justo y legítimo heredero [al hombre] como su señor, a causa de quien fue creado; reconocerá, repito, que [el hombre] ya no se conforma con el mundo, sino que está reformado en la novedad de su espíritu, a la imagen de Dios según la cual fue hecho”. Beato Guerrico de Igny , OS [53], 3 “¿Qué cosa se puede predicar con más convicción, escuchar con más provecho para la salvación, pensar con más fruto? En verdad ¿qué hay más piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta y fortalece las virtudes como el recuerdo del Crucificado ?”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1 “Yo soy la resurrección y la vida. Él es, en efecto la primera resurrección, Él también es la resurrección segunda. Cristo, al resucitar de entre los muertos como primicias de los que durmieron, por el misterio de su resurrección realizó para nosotros la resurrección primera y, conforme al modelo de ésta realizará nuestra segunda resurrección. La primera es la de las almas, cuando con Él las resucita para sí a una vida nueva; la segunda será la de los cuerpos, cuando transforme el cuerpo de nuestra humilde condición y lo haga conforme al suyo glorioso. Con razón Cristo se proclama resurrección y vida, dado que resucitaremos por Él y en Él, para vivir según él y junto a él. Ahora, ciertamente según Él en santidad y justicia; después junto a Él en la bienaventuranza y la gloria”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 1 “Cristo primicia de los que duermen, primogénito de entre los muertos con su resurrección, que es la primera de todas, inauguró a un tiempo nuestra primera resurrección, la de las almas, y la segunda, la de los cuerpos, cuando en su cuerpo -que resucitó de entre los muertosinició para las almas el sacramento de la resurrección y para los cuerpos el modelo según el cual habían de resucitar”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 1 “Ahora habitando en ella y con ella en una vida sin fin y de un modo incomprensible, la sacia de la gloria de la visión beatífica, manifestándole en el exterior la forma corporal de su humanidad glorificada e imprimiendo en su interior la forma del Verbo que glorifica”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 1 “Esta única Virgen Madre, que puede glorificarse de haber engendrado al Hijo único del Padre, abraza a este mismo Hijo único en todos sus miembros y no se sonroja de ser llamada Madre de todos aquellos en quienes reconoce que Cristo está ya formado o en vías de formación En verdad es la Madre de la Vida de la que todos viven, pues al engendrarla reengendró en cierto modo a todos los que de ella habían de vivir esa vida. Sólo uno fue el engendrado, pero todos nosotros fuimos reengendrados, porque, en razón del germen por el que se transmite la regeneración, ya entonces todos estábamos en él [en Cristo]. Como estábamos desde el principio en Adán, a causa el germen de la generación 140
carnal, mucho más lo estábamos en Cristo antes del comienzo, a causa del germen de la regeneración espiritual”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 2 “Así como ella sola recibió la gracia de engendrar a Dios, así también sólo ella posee la prerrogativa de gloriarse en aquel a quien engendró. Gloria absolutamente única e incomparable la de la Virgen Madre: poder ver a Dios, Rey de todas las cosas, llevando como diadema la carne con que ella lo coronó, de tal manera que confiesa y adora a Dios en su propio cuerpo, y ve en Dios su propio cuerpo glorificado ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3 “Os ofrecemos leche del pecho de los apóstoles siempre que comentamos sus palabras para vuestra edificación. Ahora,… basta avisaros que, así como amáis estos pechos, así deseéis siempre leche de los mismos. De este modo creceréis por ella para la salvación, hasta poder mostrar formado en vosotros al Salvador Jesucristo nuestro Señor ”. Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 6 “Sagrada y dulce infancia que restituye a los hombres la verdadera inocencia, gracias a la cual toda edad puede retornar a una dichosa infancia y hacerse conforme a ti… por la humildad de corazón y la santidad de vida”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 2 “Nos precede mostrándonos ejemplos de humildad y paciencia; que ahora nos siga ayudándonos a imitar lo que nos ha mostrado. Qué felices somos nosotros, hermanos míos, si acerca de esto escuchamos el consejo del apóstol: Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual lo sabéis, nos ha precedido. Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3 “3. En realidad esta venida del Señor que media entre la primera y la última será para nosotros de mayor o menor eficacia, según el mérito y la diligencia de cada uno: nos dispone para la primera venida y nos prepara para la última. Con este fin ahora viene a nosotros para que su primera venida no nos resulte estéril ni la última se vea precisado a mostrarse airado contra nosotros. En esta venida procura reformar nuestro espíritu lleno de orgullo conformándolo a los sentimientos de humildad de que nos dio ejemplo en la primera venida, para así transformar el cuerpo de nuestra humilde condición y hacerlo conforme al suyo glorioso que manifestará después cuando vuelva por segunda vez. 4. De [la última venida] afirma el Apóstol: Contemplando la gloria del Señor somos transformados en esta misma imagen de gloria en gloria, por el Espíritu del Señor. ¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios-Amor penetra en el alma que ama, cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que contempla como en un espejo la gloria del Señor!”. Beato Guerrico de Igny , Adv II [2], 3.4 “En su naturaleza inmutable no puede darse otro anonadamiento que asumir nuestra naturaleza, la cual es una tierra vacía y desierta. Profundo anonadamiento es éste a los ojos de quien lo contempla: [el que es] el esplendor de la gloria y figura de la sustancia del Padre tomó forma de esclavo carente de vistosidad y hermosura. Como si fuera poco 141
anonadamiento hacerse solamente hombre, también se vació de la gloria de la carne humana, tornó necia su sabiduría, debilitó su fuerza, disminuyó su grandeza tan profundamente que en su nacimiento se mostró el más pequeño, y en su pasión el último de los hombres; por eso no hicieron ningún caso de él”. Beato Guerrico de Igny , Nat III [8], 2 “Si llegase a acontecer, hermanos, que las entrañas de nuestra madre [la Iglesia] se quejaran de alguno de nosotros mucho me temo que hubiera sido mejor que tal hombre no hubiera sido concebido, a no ser porque no nos permite desesperar de tales personas el que también suscita de las piedras hijos de Abraham. Si tal vez hubiera alguno, suavice el Señor su corazón de roca para que no lastime el seno de su madre. El mismo [Dios] se digne consolar el corazón materno para que no le resulte gravoso llevarlos, cualesquiera que sean, hasta que sea formado en ellos Cristo, quien, siendo Dios perfecto y hombre perfecto, vive y reina por lo siglos de los siglos. Amén”. Beato Guerr ico de Igny, Ann III [28], 7 “Eran párvulos aquellos a quienes alimentaba como cierto comienzo de su creación, pero sólo un comienzo; se necesitaba después mucha solicitud y esfuerzo para conducirlos hasta la perfección y que Cristo fuera formado en ellos”. Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 2 “Y si el servidor de Cristo engendra una y otra vez a sus hijitos por su solicitud y el deseo de su piedad, hasta que Cristo sea formado en ellos, ¿cuánto más la misma Madre de Cristo? Y Pablo los engendró predicándoles la palabra de la verdad por la cual fueron reengendrados; pero María lo hace mucho más divina y santamente, engendrando a la Palabra misma. Por cierto alabo en Pablo el ministerio de la predicación, pero más admiro y venero en María el misterio de l a generación”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 3 “Pero como dice en pos de ti creo que más bien pide que le permita seguir tras las huellas de su vida, para emular sus virtudes, guardar las normas de su conducta y abrazar la perfección de su forma de vida ”. S. Bernardo de Claraval, SC 21, 2 “Cuando llegue el Salvador, transformará la bajeza de nuestro ser, reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo; a condición de que el corazón quede previamente transformado, reproduciendo la humildad del suyo”. S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 4 “Queréis que os explique por qué, entre las distintas formas de penitencia, la disciplina monástica ha merecido que se la considere como un segundo bautismo. Creo que es debido a su renuncia total del mundo y a la especial excelencia de su vida espiritual. La vida monástica supera a todos los géneros de vida humana. Los que se comprometen con ella y la aman, se vuelven semejantes a los ángeles y se hacen distintos de los demás hombres. Más aún: el compromiso monástico reforma la imagen divina del hombre, configurándolo con Cristo, como si fuese un bautismo. Es como si nos bautizáramos por segunda vez. Y mientras matamos lo que hay de terreno en nosotros nos revestimos de Cristo, incorporados a Él de nuevo por una muerte semejante a la suya. Del mismo modo que en el bautismo se nos saca del poder de las tinieblas para trasladarnos al reino de la claridad sin fin, en esta especie de segunda regeneración que supone la profesión escapamos del ámbito de las tinieblas -no de la única y original, sino de las innumerables y actuales de nuestros delitos- hacia la luz de las virtudes. Hacemos realidad lo que escribe Pablo: La noche está avanzada, el día se avecina”. S. Bernardo de Claraval, Pre 54 142
“Más aún: el compromiso monástico reforma la imagen divina del hombre, configurándolo con Cristo, como si fuese un bautismo ”. S. Bernardo de Claraval, Pre 58 “2. Pero esta desemejanza no es una extinción de la naturaleza, sino un vicio que cuanto más se realza por contraste el mismo bien de su naturaleza, tanto más la desfigura al mezclarse con ella. Ahora bien, el regreso del alma es su conversión al Verbo, para ser reformada por él y conformada a él. ¿Cómo? En el amor. Escuchadlo: Procurad pareceros a Dios como hijos queridísimos y vivid en mutuo amor, igual que os amó Cristo. 3. Esta conformación desposa al alma con el Verbo, pues ya que es semejante a él por naturaleza procura también ser semejante a él por el amor, amando como es amada. Y si ama perfectamente, se desposa. ¿Hay algo más gratificante que esta conformación? ¿Hay algo más deseable que el amor?”. S. Bernardo de Claraval, SC 83, 2-3 “Porque si tienes necesidad de ser purificado por un sacrificio ¡es que eres impuro! Pero si consideras la dignidad original de tu condición primera, tu precio ya no será un macho cabrío o un carnero, a los cuales fuiste asimilado por tu insensatez desde el día en que perdiste tu forma, sino que lo será el Hijo único de Dios por quien la imagen de Dios ha sido formada en ti. Él mismo, y no otro será tu precio; con su sangre debes ser redimido para que la imagen de Dios sea reformada en ti, por el mismo Hijo que es la imagen del Dios invisible ”. Balduino de Ford, Sac alt I, 2 “El número cuatro representa los cuatro evangelios, o las virtudes principale cuya perfección es enseñada en el Evangelio, cuatro misterios del nacimiento, la pasión, la resurrección ascensión de Cristo que tiene por efecto conformarnos a haciéndonos renacer, sufrir, resucitar con Él, y subir con Él de en virtud”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2
cuatro o los y la Cristo virtud
“Los beneficios de Dios se refieren: unos, a la creación; otros, a la reparación y a la consolación de todos los días. Son beneficios de la creación: el haber sido formados a su imagen y semejanza; el hecho de que en él vivimos, nos movemos y existimos, y somos de su linaje; que nos haya regalado un cuerpo, un alma y todos los sentidos corporales y espirituales de una manera completa ”. Balduino de Ford, Tract III “De nuestra doble resurrección, tanto de la primera como de la segunda, la resurrección de Cristo es la causa y la forma, el ejemplo y el sacramento. En efecto, por la fe y por la imitación de la resurrección de Cristo somos reformados, justificados, santificados, resucitados de la muerte, para que muertos al pecado, vivamos para la justicia; para que caminemos en una vida nueva, en espera de la adopción de los hijos de Dios y de la redención de nuestro cuerpo. Pues en la segunda resurrección, Cristo reformará nuestro cuerpo de miseria, conformándolo a su cuerpo de gloria”. Balduino de Ford, Tract IV “Cuando estas tres realidades concuerdan en un corazón -de modo que simultáneamente se entienda, se crea y se ame la Palabra de Dios- Cristo, que es la Palabra del Padre, del cual también el propio Padre dice: Me brotó del corazón una palabra buena, habita en él por la fe, y por admirable condescendencia, él que es Dios en el corazón del Padre desciende hasta el corazón del hombre, a fin de ser concebido y formado allí de una manera nueva, como dice el Apóstol a los Gálatas: Hijitos 143
míos, a quienes doy a luz de nuevo, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Balduino de Ford, Tract VI “Pues la misma caridad es un mandamiento claro, que ilumina los ojos. En efecto, nada hay en nosotros más semejante a la caridad que es Dios, como la propia caridad que Dios ha puesto en nosotros. Por ella, la imagen de Dios es reformada en nosotros; por ella Dios es visto y sentido en nosotros mucho más plenamente de lo que es conocido por la sola fe ”. Balduino de Ford, Tract XIV “¿Y cómo se realizará esta renovación sino con el precepto nuevo de la caridad , del que afirma el Salvador: Os doy un mandamiento nuevo? Así pues, si el espíritu se reviste perfectamente de esta caridad reformará las dos facultades que dijimos están corrompidas, es decir, la memoria y el conocimiento. Por eso se nos inculca como muy saludable para nosotros el contenido de este único precepto, del cual depende el despojo del hombre viejo, la renovación del espíritu y la reforma de la imagen divina”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 24 “Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a él”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96 Forma de Cristo Guillermo de Saint-Thierry - Med IV, 12 S. Bernardo de Claraval - Adv IV, 4 - Pre 54 - Pre 58 - SC 21, 2 - SC 83, 2-3 Beato Guerrico de Igny - Adv II [2], 3.4 - Nat I [6], 2 - Nat II [7], 3 - Nat III [8], 1 - Nat III [8], 2 - Nat III [8], 5 - Ann II [27], 4 - Ann II [27], 5 - Ann III [28], 7 - Palm I [29], 3 - Palm II [30], 1 - Res II [34], 1 - PP II [45], 2 - PP II [45], 6 - PP III [46], 4 - Asspt I [47], 2 - Asspt I [47], 3 - Asspt IV [50], 3 - Nat BVM II [52], 1.4 - Nat BVM II [52], 2 144
- Nat BVM II [52], 4 - OS [53], 3 S. Elredo de Rieval - Spec I, 24 - Spec III, 96 Balduino de Ford - Sac alt I, 2 - Sac alt III, 2 - Tract III - Tract IV - Tract VI - Tract XIV
Humildad
“¿Qué es la virtud de la piedad, sino la caridad sincera, la humildad verdadera, la paciencia magnánima, la obediencia solícita?”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 3 “Mi alma se turba, oh Dios dentro de mí, recordando sus pecados; por eso me acordé de ti en la tierra del Jordán, es decir, cómo purificaste a Naamán el leproso por su humilde descenso. Descendió, dice, y se lavó siete veces en el Jordán según la palabra del hombre de Dios, y quedó limpio. Desciende también tú, alma mía, del carro de la soberbia a las aguas saludables del Jordán… esta es realmente la humildad propia del arrepentimiento, que, fluyendo de la gracia y del ejemplo de Cristo, es predicada en todo el orbe y purifica los crímenes del mundo entero. … Nuestro Jordán es un río puro; y no podrán calumniarte los soberbios, si te sumerges totalmente en él y por así decir te sepultas en la humildad de Cristo”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 5 “La humildad de Cristo que debemos imitar si queremos ser perfectamente purificados tiene siete efectos. El primero, siendo rico se hizo pobre. El segundo, llevando la pobreza al extremo, fue puesto en un pesebre. Tercero, se sometió a una Madre. Cuarto, hoy bajó la cabeza ante las manos de su siervo. Quinto, soportó a su discípulo ladrón y traidor. Sexto, se presentó lleno de mansedumbre ante el juez inicuo. Séptimo, intercedió con gran clemencia ante el Padre por los que lo crucificaban. Seguirás las huellas de este gran gigante, aunque sea de lejos, si amas la pobreza, si entre los pobres eliges el último lugar, si permaneces sometido a la disciplina del monasterio, si soportas tener por superior a uno menor que tú, si sufres con ecuanimidad a los falsos hermanos, si mediante la mansedumbre sales victorioso del juicio, si retribuyes con caridad a quienes te hacen sufrir injustamente. Esta humildad rebautiza sin hacer injuria al único bautismo, porque no repite la muerte de Cristo, sino que instaura la mortificación y sepultura de los pecados, y lo que en aquel bautismo se realiza en figura aquí se cumple en verdad. … descender día tras día más profundamente, sumergirnos por entero en Cristo y ser completamente sepultados en él. Démosle gracias porque su humildad santificó hoy el rito del bautismo de los creyentes y reserva una gracia semejante para los penitentes”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7
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“Hermanos quisiera no obstante recordaros cómo la verdadera y bienaventurada pobreza de espíritu se halla más en la humildad del corazón que en la carencia de cosas materiales; ella consiste más en arrojar de sí la soberbia que en el desprecio de los bienes”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 5 “La Sabiduría buscó el reposo en todas las cosas, pero solamente la halló en los humildes”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 3 “Mirad que también ahora la Sabiduría clama en las plazas: -En todas las cosas busqué el reposo; golpeé y no hubo quien me abriera, llamé y no hubo quien respondiera. … si Dios mira como h echo a sí mismo todo acto de humanidad para con uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a su mismo Espíritu, diciendo: Fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la pobreza de muchos santos, que no les permite recoger a los vagabundos ni alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los pobres? ¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde y tranquilo, y que teme mis palabras? Oh humildad, estrecha para ti, amplía para la divinidad, pobre e insuficiente para ti, suficiente para aquel, a quien el mundo no puede contener; tú alimentas abundante y deliciosamente al que alimenta a los ángeles. ¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas busqué el reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello hizo que en esta plenitud de humildad, reposara también corporalmente toda la plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el Hijo, porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo. Por tanto, el Espíritu septiforme no sólo reposó sobre él, sino que también preparó en él diversas mansiones de felicísima quietud para todos aquellos que aprendieron de él a ser mansos y humildes ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4 “¿En quién reposaré, sino en el humilde y tranquilo ?… Porque ¿cómo podría descansar sobre lo que está agitado [inquietum]? ¿Cómo podría permanecer inmóvil una columna sobre una base insegura y vacilante? ¿Y quién puede estar tranquilo [quietum], sino el humilde? ¿Quién, a no ser el humilde, puede poseerse a sí mismo en la paz de un espíritu tranquilo y modesto?”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5 “María, al cumplir la ley, no tanto fue purificada cuanto recomendó el misterio de la purificación, significando la del espíritu. La Madre de toda pureza se sometió a los ritos de la purificación legal, para hacernos comprender el valor de la humildad plenamente obediente y la verdad de la purificación evangélica ¿En dónde está aquel presuntuoso de santidad fingida que rehúsa contumazmente someterse a la purificación de la penitencia ?” Beato Guerrico de Igny, Pur I [15] ,1 “¡Dichosa humildad la de los penitentes! ¡Feliz esperanza la de los que se acusan! El hijo pródigo extremadamente culpable, todavía no se había confesado, sino sólo proyectaba confesarse, aún no había reparado sus extravíos, antes solamente disponía su ánimo para dar satisfacción...el simple propósito de humildad le obtuvo el perdón, esperado durante tanto tiempo con ardientes ansias, implorado con lágrimas, solicitado con instancia”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21] ,1 146
“Conserva este sentimiento perfectísimo de humildad y piedad, a fin de sentir de ti según la humildad y del Señor según la bondad. La humildad es la más grande de las virtudes, siempre y cuando se ignore que es virtud”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21] ,4 “Dichoso el vientre que te llevó, Señor Jesús. ¡Feliz castidad del seno virginal que suministró materia para realizar esta obra! Feliz, hermanos míos, el resplandor de aquel marfil, es decir, la blancura de la castidad, a quien ni el oro de la sabiduría mundana ni la plata de la elocuencia ni las piedras preciosas de alguna gracia excelente fueron preferidas por nuestro Salomón; antes bien, se recomienda la castidad con la humildad, por cuanto el Señor miró la humildad de su esclava. Por eso Salomón, al ponderar en su cántico de amor la castidad virginal, bien sea de la esposa, bien del Esposo -por cuanto aquellos que son un mismo espíritu y una misma carne en muchas, coinciden en merecer una misma alabanza- para dar a entender la castidad de que debe estar adornada la esposa y cómo también nuestra castidad debe estar adornada de otras virtudes, dijo: Su pecho es marfil cuajado de zafiros”. Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 5 “Nos precede mostrándonos ejemplos de humildad y paciencia; que ahora nos siga ayudándonos a imitar lo que nos ha mostrado. Qué felices somos nosotros, hermanos míos, si acerca de esto escuchamos el consejo del apóstol: Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual lo sabéis, nos ha precedido. Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3 “Reconociendo en la humildad de la carne la majestad divina, prorrumpen: Verdaderamente éste es nuestro Dios, lo hemos esperado y él nos salvará. Este es el Señor, pacientemente lo hemos esperado; exultaremos y nos regocijaremos en la salvación que viene de él”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 1 “Con este fin ahora viene a nosotros para que su primera venida no nos resulte estéril ni la última se vea precisado a mostrarse airado contra nosotros. En esta venida procura reformar nuestro espíritu lleno de orgullo conformándolo a los sentimientos de humildad de que nos dio ejemplo en la primera venida, para así transformar el cuerpo de nuestra humilde condición y hacerlo conforme al suyo glorioso que manifestará después cuando vuelva por segunda vez”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3 “Por lo demás, cuán admi rable sea esta venida del Señor aunque oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán: Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quiénes lo han experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes lo han hecho, con tal de que no sea por curiosidad temeraria lo que los induzca a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser acogidos por la gracia. Pues el Señor acoge a los humildes y abate hasta el suelo a los pecadores; resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4 147
“Si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso que lo corrijamos y rectifiquemos según la regla de la voluntad divina . … es necesario aplanar toda aspereza en tus costumbres para convertirla en esa igualdad de ánimo necesaria en la vida de comunidad. El que es manso y humilde (Jesús) no descansa sino en el manso y humilde ”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4 “¿Y tú te enorgulleces, tierra y ceniza, después que Dios se ha hecho humilde? ¿Aún eres grande a tus propios ojos después que Dios se ha hecho pequeño ante tus ojos? ¿Tú te hinchas, te elevas creyéndote ser algo cuando en realidad no eres nada? Te engañas a ti mismo, te grita el Apóstol; porque aun cuando fueras algo, y algo muy grande, tanto más deberías humillarte. Cuanto más grande seas -dice el sabio- más debes humillarte en todo; y hallarás gracia ante Dios, que resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes, y que para darles ejemplo, siendo el mayor de todos, se hizo el más humilde y el más pequeño de todos”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 2 “Yo te glorifico, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado, que a los pequeños les fuera dado este Pequeño que ha nacido para nosotros. Ciertamente la altivez de los soberbios en gran manera desdeña la humildad de este Niño y lo que es encumbrado ante los hombres es abominable ante aquel que siendo verdaderamente encumbrado se hizo pequeño por nosotros. Este Niño sólo se entiende con los niños; sólo descansa en los humildes y apacibles”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 3 “Él [Dios] oculta la inmensidad de su dulzura a los que le temen sólo por este motivo: conservarlos así siempre humildes, los mantiene dignos de su amor”. Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 2 “Creo que no puede pensarse ejemplo mayor de humildad que el anonadamiento de un Dios en forma de siervo, y de esclavo más que de siervo”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4 “Por lo demás, para aquellos que han de salvarse, esto es para nosotros, era de todo punto necesario que Cristo, al pasar por el sendero de esta vida, dejara trazada una senda para sus seguidores, tanto respecto de las cosas prósperas como de las adversas. Al mismo tiempo, al ser enaltecido y luego humillado, nos quiso enseñar mediante su ejemplo que hemos de conducirnos con humildad en medio de honores y con paciencia en las afrentas y sufrimientos ”. Beato Guerrico de Igny, Palm III [31], 4 “Dichosa, por tanto, hija de Si ón, Tú aprendiste a venerar la humildad de Cristo como una armadura celestial, como distintivo del reino”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 4 “Entonces, como olvidándose de su majestad y como haciéndose injuria a sí mismo -aunque para el que ama es un honor humillarse en favor de sus amigos- por una condescendencia inefable del Señor, ¡y qué Señor! lavó los pies de sus siervos y con este único acto les dejó un modelo de humildad y un sacramento de perdón ”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 1 “Esta fue la grandeza de Juan, la que lo constituye grande entre los grandes: si bien sus virtudes eran grandes e innumerables, no teniendo par entre todos los mortales, les añadió la mayor de todas las virtudes, la humildad. Cuando era tenido por el mayor de todos, la prefirió con tal 148
ahínco que pronunció aquella sentencia llena de devoción, confesándose indigno de quitarle el calzado. ¡Con cuánto mayor provecho imitarían la humildad de Juan! Él se abajaba para añadir a otro y se esforzaba en pasar por menor de lo que se creía, a fin de que el otro comenzara a demostrar que era lo que no se pensaba de él”. Beato Guerrico de Igny, JB III [42], 3. 6 “A vosotros, que tenéis por amiga a la pobreza y os es grata la humildad de espíritu, la Verdad inmutable os ha asegurado la posesión del reino de los cielos, aseverando que es vuestro y guardándolos fielmente en depósito, con tal de que también vosotros guardéis firmemente hasta el fin esta esperanza depositada en vuestro corazón, con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 7 “Existe, como acabamos de decirlo, cierta compunción que proviene del dolor del arrepentimiento, que conviene a los pecadores que se convierten a Dios. Existe también la compunción que proviene del rigor de la prueba que Dios impone a todos los justos por medio de mil tribulaciones. Muchas son las tribulaciones de los justos, y no es justo el que no sufre. Por esta compunción Dios, como si derramara vino, cuida las llagas que pueden tener los justos, cura su debilidad, conserva su humildad o ejercita su paciencia. Éste es el vino de compunción, o, según otra versión, el vino que aguijonea. … Esta masa nueva se compone de harina agluti nada por el agua, sin fermento. … En cuanto a nosotros, si somos quebrantados por el temor y la humildad, mojados por las aguas del bautismo o de la penitencia, impregnados por la gracia celestial, aglutinados por la caridad, a fin de que la multitud inestable de las concupiscencias vanas no nos divida, somos entonces masa nueva y á cimos”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4 “Confesar la propia fe es anunciar a Cristo con la lengua y la vida, la palabra y el ejemplo, las conversaciones y las costumbres; es llevar la humillación de Cristo, no avergonzarse de la humildad, la pobreza y todo abajamiento soportado por Cristo ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1 “Cuando el Señor dio la vista al ciego de nacimiento, los fariseos, en su incredulidad, se cegaron aún más, y sus ojos se velaron para no ver. Pero el Señor comprendió lo insólito que era para ellos un milagro tan grande, y dijo: Yo he venido a este mundo para que los que no ven, vean y los que ven se vuelvan ciegos. Para que los que no ven a causa de la soberbia, vean por la humildad; y los que ven a través del orgullo, no vean, al serle retirada la gracia. … En el sacramento de la Eucaristía, toda la razón humana debe someterse a una fe respetuosa. Fue necesario, y el orden de nuestra redención así lo exigía, que la imagen de Dios, deformada por el orgullo de la razón, fuera corregida, en el sacramento mismo de nuestra redención, por la humildad de la razón. De esta manera el hombre, humillando toda su inteligencia ante Dios, creería, de este sacramento, lo que el Señor dispuso que se creyera cuando dijo: Este es mi cuerpo ”. Balduino de Ford, Tract I “Cada vez que animado de un buen celo, uno da al otro un buen ejemplo, le sirve de modelo, o, por cualquier servicio de caridad y humildad se hace amable a sus ojos, es una cítara que resuena y cuyas cuerdas se responden armoniosamente. … No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a 149
los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por la humildad y la paciencia ”. Balduino de Ford, Tract IV “Pero los que son conducidos por el Espíritu de Dios, cuanto más son movidos por él, tanto menos se hinchan y tanto más se humillan; como pobres de espíritu no se complacen en la altivez, sino que se complacen en la humildad. … Sólo la humildad de la fe puede curar la presunción o la hinchazón del espíritu, ella sopla sobre todo lo que inspiró el espíritu del orgullo que se opone siempre a Dios, al que Dios resiste siempre, él, que da su gracia a los humildes. Esta humildad de la fe, reivindica los primeros lugares en la virtud de los pobres de espíritu. Ella muestra una digna reverencia por las palabras de Dios; las cree y se contenta con ellas. Cualquiera que la posee perfectamente, no confía en sí mismo, sino que confía su espíritu a Dios, su espíritu está confiado en Dios. Pero también Dios se confía a él, le entrega como a fiel suyo los secretos de sus designios; y el espíritu del hombre es informado por el Espíritu de Dios mediante la gracia que este le inspira para que sea fiel y confíe en el Dios fiel, que es fiel en todas sus palabras. … La santa pobreza debe ser estimada más según la humildad del espíritu, que según la escasez del patrimonio. Pobres de espíritu se les dice más a los que sienten pobremente de sí que a los que tienen una fortuna exigua. Quienes saben orgullosamente y orgullosamente sienten, aunque carezcan de recursos pertenecen menos a los pobres de espíritu que aquellos que poseen como si no poseyeran ”. Balduino de Ford, Tract IX “Oh alma fiel! Si Por este ejemplo te sintieras protegida contra la soberbia, de tal modo que sigas mediante la humildad las huellas de tu Maestro se te dice: ¡Qué hermosos son tus pies en las sandalias, hija de príncipe!. Escucha, hija, e inclina tu oído para humillarte; y el Rey se prendará de tu belleza. ¿Quién es el Rey, sino aquel que es el solo Rey? Te harás apetecible, deseable y amable a él, si inclinas tu oído, si te humillas y tanto más cuanto mayor fueres. Cuanto más te humillas, tanto más engrandeces al Señor ”. Balduino de Ford, Tract VII “Por eso va pregonando: Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón. Fíjate en esta expresión, porque hay una doble humildad. Humildad de conocimiento y humildad de afección, llamada aquí de corazón. Por la primera reconocemos que no somos nada; la vamos aprendiendo en la experiencia de nuestras propias debilidades. Por la segunda pisoteamos la gloria del mundo; la aprendemos de aquel que se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo ”. S.Bernardo de Claraval, Adv IV, 4 “Y, en el corazón, la caridad sale al paso de los bajos deseos, mientras la humildad se opone a los instintos de dominación ”. S.Bernardo de Claraval, Adv V,3 “La humildad reúne a las virtudes, las mantiene unidas y las perfecciona. El cimiento se oculta en tierra, no puede conocerse su consistencia hasta que los muros se asienten o se desmoronen. La humildad clava su raíz en lo profundo del corazón. No puede conocerse su ausencia o su debilitamiento hasta que los muros del edificio se disuelven por el desorden o se disgreguen y desmoronen ”. S.Bernardo de Claraval, Adv VIII, 6 “¿qué vaso podremos presentar que sea receptáculo digno de la gracia? Bálsamo purísimo es y requiere un solidísimo vaso. ¿Y cuál es tan puro, cuál es tan sólido como la humildad de corazón? Por eso justamente 150
da la gracia Dios a los humildes; por eso justamente miró a humildad de su sierva. ¿Preguntas en qué estuvo su mérito? En que no ocupó su ánimo humilde ningún mérito humano, para que de este modo no se impidiese que entrara libremente en la plenitud de la gracia divina. A esta misma humildad debemos subir nosotros por diversos grados ”. S.Bernardo de Claraval, Ann III, 9 “Mucho afán por llevar túnica y cogulla sobre el cuerpo, como si el que no las llevara dejase de ser monje, para prescindir luego interiormente de la comprensión y de la humildad, que son las verdaderas prendas del alma”. S.Bernardo de Claraval, Apo 12, 3 “Por eso, hermanos, perseverad en la disciplina que abrazasteis y subid por la pequeñez a la grandeza: es el único camino. Quien elige otro desciende, no asciende, porque únicamente la humildad encumbra y sólo ella nos lleva a la vida ”. S.Bernardo de Claraval, Asc II, 6 “Excelente patrimonio es el de la humildad. Todo edificio espiritual que se levante sobre él llega a convertirse en el templo santo del Señor. Gracias a la humildad, destruyeron algunos hasta los baluartes de sus enemigos. Ninguna otra virtud es capaz como ella de aplastar la soberbia de los demonios, que tiranizan al hombre. Por lo demás, aun siendo cierto que toda clase de personas debe contar con esta virtud como refugio y bastión contra el enemigo, no sé por qué, pero la experiencia dice que su fuerza es mucho mayor para los grandes y más manifiesta entre los más esclarecidos. Para el atuendo de un sumo pontífice no encontrarás otra piedra preciosa más espléndida. Cuanto más elevado estás sobre todos, tanto más insigne serás por la humildad que poseas incluso ante ti mismo”. S.Bernardo de Claraval, Csi 13, 1 “Porque si falla la humildad, las virtudes acumuladas se vienen abajo”. S.Bernardo de Claraval, Csi 32, 1 “Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo ”. S.Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “Cuando el Señor dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida, nos declara el esfuerzo del camino y el premio sl esfuerzo. A la humildad se le llama camino que lleva a la verdad. La humildad es el esfuerzo; la verdad, el premio al esfuerzo. ¿Por qué sabes?, dirás tú, que este pasaje se refiere a la humildad, siendo así que dijo de un modo indefinido: Yo soy el camino? Escúchalo más concretamente: Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón”. S.Bernardo de Claraval, Hum 1, 2 “La humildad podría definirse así: es una virtud que incita al hombre a menospreciarse ante la clara luz de su propio conocimiento. Esta definición es muy adecuada para quienes se han decidido a progresar en el fondo del corazón. Avanzan de virtud en virtud, de grado en grado, hasta llegar a cima de la humildad. Allí, en actitud contemplativa, como en Sión, se embelesan en la verdad; porque se dice que el legislador dará su bendición. El que promulgó la ley, dará también la bendición; el que ha exigido la humildad, llevará a la verdad ”. S.Bernardo de Claraval, Hum 2, 1 2. El mismo hecho de la aparición del Señor en lo más alto del aquella rampa que, como tipo de la humildad, se le presentó a Jacob, ¿no indica acaso que el conocimiento de la verdad se sitúa en lo alto de 151
humildad? El Señor es la verdad, que no puede engañarse ni engañar. Desde lo más alto de la rampa estaba mirando a los hijos de los hombres para ver si había alguno sensato que buscase a Dios. Y ¿no te parece a ti que el Señor, conocedor de todos los suyos, desde lo alto está clamoreando a los que le buscan: Venid a mí todos los que me deseáis y saciaos de mis frutos; y también: Venid a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro? 3. Venid, dice. ¿Adónde? A mí, la verdad. ¿Por dónde? Por la humildad. ¿Provecho? Yo os daré respiro. ¿Qué respiro promete la verdad al que sube, y lo otorga al que llega? ¿La caridad, quizá? Sí, pues, según San Benito, una vez subidos todos los grados de la humildad, se llega en seguida a la caridad. La caridad es un alimento dulce y agradable que reanima a los cansados, robustece a los débiles, alegra a los tristes y hace soportable el yugo y ligera la carga de la verdad ”. S.Bernardo de Claraval, Hum 3, 2-3 “La humildad tiene también sus complementos en esta misma mesa. El pan del dolor y el vino de la compunción es lo primero que la verdad ofrece a los incipientes ”. S.Bernardo de Claraval, Hum 4, 2 “1. El primer plato es, pues, el de la humildad, una purga amarga. Luego, el plato de la caridad, todo un consuelo apetitoso. Sigue el de la contemplación, el plato fuerte. 2. Bueno es, por tanto, el camino de la humildad; en él se busca la verdad, se encuentra la caridad y se comparten los frutos de la sabiduría”. S.Bernardo de Claraval, Hum 5, 1.2 “Por esto, cuando todavía desconocía la verdad, me tenía por algo, no siendo en realidad nada. Pero desde que me fié de Cristo, esto es, desde que imité su humildad, empecé a conocer la verdad; ella ha sido enaltecida en mí, por causa de mi propia confesión. Pero yo me siento en el colmo de la humillación, es decir, que la propia consideración de mí mismo me ha suscitado mucho desprecio ”. S.Bernardo de Claraval, Hum 15,4 “Ya ha sido digna de superar la escuela de la humildad. Aquí, enseñada por el Hijo, aprendió a entrar en sí misma, según aquella advertencia que le habían insinuado: Si no te conoces, vete y apacienta tus cabritos. Ha sido digna, repito, de pasar de la escuela de la humildad a las despensas de la caridad, que son los corazones de los prójimos. El Espíritu Santo la ha guiado e introducido a través del sello del amor. Se alimenta con pasas y se robustece con manzanas, las buenas costumbres y las santas virtudes. Por fin, se le abre la cámara del rey, por cuyo amor desfallece ”. S.Bernardo de Claraval, Hum 21, 3 “Señor Jesús, también yo, con muchísimo gusto, me gloriaré, si lo permite mi debilidad , en la rigidez de mi articulación, para que tu fuerza, la humildad, llegue en mí a su perfección; pues cuando mi fuerza desfallece, me basta tu gracia. Apoyando con fuerza el pie de la gracia y retirando con suavidad el mío, que es débil, subiré seguro por los grados de la humildad; hasta que, adhiriéndome a la verdad, pase a los llanos de la caridad”. S.Bernardo de Claraval, Hum 26, 1 “Hermosa es la mezcla de la virginidad y de la humildad; y no poco agrada a Dios aquella alma en quien la humildad engrandece a la virginidad y la virginidad adorna a la humildad. Mas ¿de cuánta veneración, te parece, que será digna aquella cuya humildad engrandece la fecundidad y cuyo parto consagra la virginidad? Oyes hablar de una virgen, oyes hablar de una humildad; si no puedes imitar la virginidad de 152
la humilde, imita la humildad de la virgen. Loable virtud es la virginidad, pero más necesaria es la humildad: aquélla se nos aconseja, ésta nos la mandan; te convidan a aquélla, a ésta te obligan. De aquélla se dice: El que la puede guardar, guárdela; de ésta se dice: El que no se haga como este párvulo, no entrará en el reino de los cielos. De modo que aquélla se premia, como sacrificio voluntario; ésta se exige, como servicio obligatorio. En fin, puedes salvarte sin la virginidad, pero no sin la humildad. Puede agradar la humildad que llora la virginidad perdida; mas sin humildad (me atrevo a decirlo) ni aun la virginidad de María hubiera agradado a Dios ”. S.Bernardo de Claraval, Miss I, 5 “A más de estas cosas que se han dicho de la vida común y caridad fraternal, de las buenas obras y fervor santo, la excelsa virtud de la humildad es principalmente necesaria para que nos adelantemos a honrarnos mutuamente, de suerte que cada uno no sólo prefiera a sí a los mayores, sino también a los más jóvenes, en lo que está la perfección de la humildad y la plenitud de la justicia ”. S.Bernardo de Claraval, Pur II, 3 “Sabemos que con los que aman a Dios, él coopera en todo para su bien. ¿No redundan nuestras caídas en el bien, haciéndonos más humildes y cautos? ¿No es el Señor quien sostiene al que cae, si éste se apoya en la humildad? Empujaban, y empujaban para derribarme, dice el Profeta; pero no consiguieron nada, porque el Señor me ayudó. Por eso puede decirle el alma fiel: Tú eres mi refugio ”. S.Bernardo de Claraval, QH II, 2 “Esta verdad, en definitiva, es la humildad que purifica la intención y consigue todo mérito más auténtica y eficazmente cuanto menos lo atribuye a sí mismo” mismo ”. S.Bernardo de Claraval, QH XIV, 10 “Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su silencio, su obediencia y todo lo demás ”. S.Bernardo de Claraval, Sent III, 91 “¿No ves cómo la humildad nos hace justos? He dicho la humildad, no la humillación. ¿Cuántos son humillados y no son humildes? Unos acogen la humillación con rencor, otros con paciencia y otros con gusto. Los primeros son reos de pecado, los siguientes son irreprochables, y los últimos, santos. La inocencia pertenece a la justicia, pero sólo el humilde la posee en plenitud. El que puede decir: Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus mandamientos, ése es verdaderamente humilde. No puede decirlo el que lo aguanta contra su voluntad, y mucho menos el que se queja murmurando. A ninguno de los dos le garantizamos la gracia sólo por el hecho de su humillación, aunque se diferencien entre sí; porque uno es dueño de sí mismo por su paciencia y el otro perece en su murmuración. El segundo merece la ira de Dios; pero ninguno de estos dos se gana su favor, porque Dios de la gracia a los humildes, no a los humillados. Es humilde el que convierte la humillación en humildad; ése es el que dice Dios: Me estuvo bien el sufrir ”. S.Bernardo de Claraval, SC 34, 3 “¿No percibes ahora con qué acierto pensaba el Apóstol que la ciencia hincha? Yo deseo que el alma, ante todo, se conozca a sí misma, como lo exige el sentido de utilidad y la lógica del orden. El orden, 153
porque nosotros somos los primeros interesados; nuestro bien, porque ese conocimiento no infla, humilla; es una disposición previa para nuestra edificación. No podría mantenerse nuestro edificio espiritual, si no es sobre el cimiento sólido de la humildad. Y para humillarse a sí misma no encontrará el alma nada tan estable y apropiado como encontrarse a sí misma en la verdad” verdad ”. S.Bernardo de Claraval, SC 36, 5 “Agradable perfume el de la humildad, que asciende sobre este valle de lágrimas y, después de haber perfumado todo su entorno, difunde en el trono real su deliciosa suavidad. El nardo es una hierba insignificante, pero es muy rica en calorías, según afirman los entendidos. Por eso podemos compararla ahora con la virtud de la humildad, esa que se inflama con las emanaciones del amor santo. Lo digo porque hay una humildad que la caridad alimenta y la hace arder; pero hay otra engendrada en nosotros por la verdad, y es fría. Esta consiste en el conocimiento, aquélla en el afecto. Si miras tu interior a la luz de la verdad, examinándolo con valor y sin contemplaciones, no dudo que te humillarás considerándote despreciable a tus propios ojos, gracias a este verdadero conocimiento de ti mismo, aunque tal vez no puedas aún tolerar que los demás tengan en cuenta tu vileza. Serás humilde, sí, pero sólo por obra de la verdad, no por la infusión del amor” amor ”. S. Bernardo de Claraval, SC 42, 6 “Indaguemos esta doble hermosura del alma; creo que eso es lo que se quiere indicar. La belleza del alma es la humildad. No lo digo yo; lo dijo antes el Profeta: Rocíame con el hisopo y quedaré limpio, refiriéndose a la humildad con esta hierba sencilla y purgante. El Rey y Profeta confía purificarse con ella después de su grave caída, esperando recuperar el candor de la inocencia, parecida a la blancura de la nieve. Pero no podremos admirar la humildad, aunque debamos amarla, en aquel que pecó gravemente. Mas si alguien conserva su inocencia y además es humilde, ¿no crees en la hermosura de su alma? Santa María no perdió su santidad ni careció de humildad; por eso el Rey quedó prendado de su belleza; vínculo la humildad a la inocencia. Por ella dice: Ha mirado la humillación de su esclava. Luego son dichosos quienes conservan limpias sus vestiduras por la sencillez y la inocencia, complementándola con la belleza de la humildad. En ese caso podrá escuchar: ¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! Ojalá, Señor Jesús digas a mi alma siquiera una sola vez: ¡Qué hermosa eres! ¡Si me mantuvieses humilde! Porque yo he cuidado muy mal mi primera túnica ”. S.Bernardo de Claraval, SC 45, 2 Si no me engaño, está claro que la soberbia humana se malogra a sí misma y corrompe la imagen de Dios que hay en ella, cuando se aleja del sumo bien, no con los pasos de los pies sino con los afectos del espíritu; y que la humildad humana se renueva a imagen de quien la creó cuando se acerca a Dios con el afecto del espíritu. Por eso dice el Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestíos del hombre nuevo, que fue creado a imagen de Dios. ¿Y cómo se realizará esta renovación sino con el precepto nuevo de la caridad, del que afirma el Salvador: Os doy un mandamiento nuevo? Así pues, si el espíritu se reviste perfectamente de esta caridad reformará las dos facultades que dijimos están corrompidas, es decir, la memoria y el conocimiento. Por eso se nos inculca como muy saludable para nosotros el contenido de este único precepto, del cual depende el despojo del hombre viejo, la renovación del espíritu y la reforma de la imagen divina ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 24 “
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Humildad S.Bernardo de Claraval - Adv IV, 4 - Adv V, 3 - Adv VIII, 6 - Ann III, 9 - Apo 12, 3 - Asc II, 6 - Csi 13, 1 - Csi 32, 1 - Ep 142, 1 - Hum 1, 2 - Hum 2, 1 - Hum 3, 2-3 - Hum 4, 2 - Hum 5, 1.2 - Hum 15, 4 - Hum 21, 3 - Hum 26, 1 - Miss I, 5 - Pur II, 3 - QH II, 2 - QH XIV, 10 - Sent III, 91 - SC 34, 3 - SC 36, 5 - SC 42, 6 - SC 45, 2 Beato Guerrico de Igny, - Adv I [1], 1 - Adv II [2], 3 - Adv II [2], 4 - Adv IV [4], 4 - Nat I [6], 2 - Nat V [10], 3 - Epi IV [14], 3 - Epi IV [14], 5 - Epi IV [14], 7 - Pur I [15] ,1 - Quad II [21] 1 - Quad II [21] ,4 - Ben III [24], 2 - Ann I [26] ,5 - Ann II [27], 4 - Palm I [29], 3 - Palm III [31], 4 - Palm IV [32], 4 - Asc [37], 1 - JB III [42], 3. 6 - Asspt III [49], 3 - Asspt III [49], - Asspt III [49], 5 - OS [53], 5 - OS [53], 7 155
S. Elredo de Rieval - Spec I, 24 Balduino de Ford - Sac alt II, 4 - Sac alt III, 1 - Trac I - Trac IV - Tract VII - Trac IX
Justicia
“La justicia regula las costumbres, la abundancia, junto con la paz, procuran una vida tranquila y gozosa”. Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 1 “Las obras buenas, si bien a veces se hacen ocultamente para evitar la vanidad, se hacen no obstante bajo el dictamen de la luz interna y eterna, es decir, bajo el juicio de la fe y el testimonio de Dios por ser obras de la luz, antorchas encendidas en las manos de los que trabajan y aguardan la llegada del Esposo, el cual sacará a plena luz tu justicia a vista de los hombres y de los ángeles; y así como la luz de mediodía es radiante, así hará brillar tus obras porque fueron hechas en Dios, de manera que a juicio de todos Dios sea glorificado en ti y tú en Dios. Con cuánta claridad resplandece la justicia aun en el presente, con cuánta luz alegra la conciencia del justo, os lo enseñará más íntima y dulcemente el testimonio de vuestra conciencia”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 4-5 “La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las virtudes. Entonces gustamos la justicia, con lo cual aumenta nuestra hambre y sed de ella, tanto en nosotros como en los demás, y comenzamos a sentir celo contra los pecadores. Y para que un celo inmoderado no nos conduzca al vicio, sigue la misericordia para atemperarlo. Mediante estos esfuerzos o ejercicios, con los que el hombre había aprendido a ser justo y misericordioso, tal vez esté preparado para dedicarse a la contemplación y lograr un corazón puro por el que se ve a Dios”. Beato Guerrico de Igny, OS [54], 2 “Todo el contenido de la Escritura está dividido en tres partes, a modo de tres panes. Ella trata de la justicia natural, de la justicia bajo la ley y de la justicia espiritual; quiero decir: antes de la ley, bajo la ley y después de la ley, o sea, bajo la gracia. La naturaleza nos da una inteligencia recta, la ley nos enseña a obrar y la gracia nos obtiene además el afecto”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 4 “Confiesa íntegramente lo pasado, en lo sucesivo, ten buena voluntad, pues la paz es patrimonio de los hombres de buena voluntad, y con este juicio y esta justicia habrás preparado un trono para el Altísimo”. Altísimo”. Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 4
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“Por lo tanto, si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso en primer lugar que lo corrijamos y rectifiquemos, según la ley de la voluntad divina. Cuando de este modo hayas enderezado los caminos tortuosos ten en cuenta que no es menos necesario nivelar lo ásperos, es decir aplanar toda aspereza en las costumbres, para convertirla en esa igualdad de ánimo necesaria a la vida de comunidad, no sea que el viajero lleno de mansedumbre y dulzura, molesto por las asperezas del camino, se aparte de él. Pero si has progresado en el camino del Señor hasta el punto de poseer una voluntad recta y suavidad de costumbres, mucho progresaste, sí, pero aún no has llegado al término, a no ser que la palabra de Dios sea lámpara para tus pasos y luz en tus senderos. Esto afirma el Señor: Quien anda en tinieblas, no sabe adónde va. Por el contrario el precepto es una lámpara, la ley una luz y la corrección de la disciplina es el camino de la vida. El que se aparta de la corrección se equivoca. Si deseas ser tenido por sabio, no te constituyas en tu propio instructor y guía en un camino por el que nunca anduviste; antes bien, inclinarás tu oído a los maestros, aceptarás sus correcciones y consejos, y te entregarás al estudio y a la lectura para no tener que arrepentirte más tarde diciendo: ¿Por qué detesté la disciplina y mi corazón no aceptó las correcciones, ni escuché la voz de los que me instruían, ni presté oído a mis maestros? A punto estuve de caer en la desgracia en medio de la asamblea y de la comunidad”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4 “¿Qué significa practicar lo que es justo, sino hacer penitencia, exigir de nosotros el pago de las deudas contraídas con Dios y restituir lo que hayamos usurpado? Esta es la justicia que marcha delante del Señor y le prepara un camino de su agrado, según está escrito: La justicia marchará ante él y pondrá sus pasos en el camino. …Seguramente en este camino de la penitencia, la justicia y la paz, saliendo al encuentro la una de la otra con paso grato y festivo, se besan, es decir, la justicia del hombre que se castiga a sí mismo y la paz de Dios que perdona; y por este beso santo celebran la alianza alegre y gozosa de la reconciliación ”. ”. Beato Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2 “…David decía: Yo no conozco los negocios, Señor, me acordaré “…David solamente de tu justicia. En modo alguno me acordaré de mi justicia exagerando mis trabajos, proclamando mis méritos; más bien me acordaré sólo de tu justicia, de ti, que gratuitamente te constituiste en mi deudor. En tu verdad, escúchame por tu justicia y no entres en juicio con tu siervo, que si quiero justificarme, mi boca me condenará. Por eso, dice, entraré en las potencias del Señor, pues no haré valer mis justicias; por eso él me hará poderoso ahora en el combate y luego en el reino, porque siempre confesaré mis debilidades. En efecto, cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 2 “En este sentido se puede entender convenientemente lo que está escrito en Salomón: La senda de los justos es como una luz brillante que va en aumento y crece hasta el mediodía. Primero los magos entraron en el camino de la justicia siguiendo la luz del astro brillante, bajo cuya guía progresaron hasta ver el nuevo nacimiento de la luz matutina; y finalmente llegaron a contemplar el rostro del sol de mediodía rutilante en el día de su poder”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3
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“… Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3 “Si después de estos tres grados, fe, justicia y ciencia, y a través de ellos alguien llega a la sabiduría, es decir, al sabor y gusto de las realidades eternas, y puede reposar y ver, y viendo gustar cuán suave es el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio ni el oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que éste ha sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del Señor. A él le habla, no el profeta, sino el Espíritu de los profetas: Levántate, Jerusalén, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Hermanos, no todos entendemos esta palabra, pero el que pueda entender que entienda. No será condenado, quien no entiende; pero el que no desea entender será inculpado de negligencia. El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos espirituales ”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “Si no hubiera envejecido Simeón en esta ancianidad, seguramente nunca habría merecido llevar la corona de los ancianos, a Cristo, Sabiduría de Dios. Pues está escrito: Corona de honra es la vejez que se encuentra en los caminos de la justicia. Y ¿cuál es esta vejez que se encuentra en los caminos de la justicia, la cual merece ser coronada, sino Cristo, Sabiduría de Dios? Porque él mismo otorga al mérito de las obras ejecutadas por los justos, los cabellos blancos de la sabiduría, que luego se transforma en co rona de gloria para los justos”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 1 “Es conveniente que nosotros cumplamos toda justicia -responde-, con objeto de que, habiendo sido yo elegida Madre de la Justicia eterna, sea también espejo y modelo de toda justicia. Conozco la soberbia de los hijos de Eva, más prontos a excusar los delitos cometidos que a purificarlos; estimo necesario hacer frente a estos vicios de origen antiguo con ejemplos patentes de la generación nueva. La madre de la trasgresión pecó y se disculpó descaradamente; la Madre de la Redención no ha de cometer pecado y satisfará humildemente, a fin de que los hijos de los hombres que heredaron de la primera madre la propensión al pecado tengan ejemplos de humildad que aprender de la segunda”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 1 “De esta suerte, tomándose venganza y juzgándose a sí mismo al comparecer como reo tendrá por abogado justo a aquel Dios a quien temía como juez. Porque el Señor es justo y ama la justicia, y no es posible que salga en defensa o tome a su cargo las causas injustas aquel que, cuando llegue la hora juzgará las mismas justicias. Con todo, el que amenaza ha de ser juez de quienes presumen arrogantemente de justicia; él promete ser abogado de quienes confiesan humildemente sus pecados; pues ante él, en cuya presencia ningún hombre puede parecer justo, de ninguna otra manera podemos manifestar nuestra causa mejor que acusándonos y 158
castigándonos a nosotros mismos, ejerciendo su justicia contra nosotros, haciendo las veces de un j uez contra el reo”. Beato Guerrico de Igny, Quad I [20], 3 “No hay nada más eficaz para obtener del Padre favores, que este lenguaje humilde, ni nada mejor para hacer de ti un hijo digno que siempre confesarte indigno. Esta humildad justifica no sólo a los pecadores, sino también lleva a la perfección a los justos colmándolos de justicia, con tal de que confiesen ser siervos inútiles, aun cuando hubieren cumplido todas las cosas mandadas. Ten siempre delante de los ojos tu pecado y, conforme el consejo del sabio, aun del pecado perdonado no quieras estar sin temor. Siendo los juicios de Dios insondables y ocultos, nada de presumir temerariamente, pues nada tenemos por más cierto que esto: en presencia de Dios ningún mortal puede aparecer justo, sino en cuanto se considera pecador. Por lo demás, todas nuestras justicias son como paño manchado”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 4 “El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia, reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría. De aquí procede que quien primero fue castigado con el temor del juicio y de la pena, sea alimentado después con el amor y la meditación de la justicia, y en definitiva descanse y se regocije en el banquete y abrazo de la sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6 “Quien no se sienta con valentía para disfrutar de la alegría de la contemplación, aspire a la perfección de la vida activa. Así engordarán las raíces del amor, se dulcificarán las costumbres y se renovará todo el comportamiento de tal persona, de suerte que no se marchitarán sus hojas ni caerán, es decir, no proferirá palabra vana o inútil ni dejará de dar fruto en la vida. Bendito el árbol cuyas hojas sirven de medicina y su fruto, para la vida, a saber, el hombre cuya palabra otorga gracia al oyente y cuya obra da vida a quien la cumple”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 6 “Qué perfecto me consideraría, qué adelantado en sabiduría, si al menos pudiera reconocerme como oyente idóneo del Crucificado, a quien Dios hizo para nosotros no sólo sabiduría, sino también justicia y santificación y redención. Ciertamente, si estás clavado con Cristo en la cruz, eres sabio, eres justo, eres santo, eres libre. ¿Acaso no será sabio el que, elevado de la tierra con Cristo, saborea y busca las cosas de arriba? ¿No será justo aquel en quien ha sido destruido el cuerpo del pecado, para no servir más al pecado ?”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1 “Con razón tú que te glorías sabiamente, te gloriarás en la cruz de tu Señor. Por su triunfo fuiste liberado, por su misterio vivificado, por su ejemplo justificado, protegido por su signo. Parece lógico y razonable que el ejemplo del Crucificado se manifieste, para su justicia, en las costumbres de aquellos que imprimen en sus frentes el signo de la cruz como defensa; [parece lógico que] vivan según la ley de aquel que los arma con la fe”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 4 “El temor de Dios, en efecto, a modo de clavos fijados profundamente, nos clava en la cruz y nos retiene como clavados a la 159
justicia, para que no ofrezcamos nuestros miembros como armas de iniquidad, sino de justicia; [este sentimiento busca que]aunque exista, no reine el pecado en nuestro cuerpo mortal ”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 5 “La primera [resurrección] es la de las almas, cuando con él las resucita para sí a una vida nueva; la segunda será la de los cuerpos cuando transforme el cuerpo de nuestra humilde condición y lo haga conforme al suyo glorioso. Con razón Cristo se proclama resurrección y vida, dado que resucitaremos por él y en él, para vivir según él y junto a él. Ahora, ciertamente según él en santidad y justicia; después junto a él en la bienaventuranza y la gloria”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 1 “Escuchen y alégrense cuantos van por los caminos de la justic ia. Escuche, repito, porque Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y piadosamente por los caminos de la acción. La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús. Por lo tanto, hermano, no ahorres a tus pies las idas y venidas de los trabajos, cuando Jesús a causa tuya no ahorró a sus pies ni aun el dolor de los clavos, y ahora no rehúsa recompensar y aligerar las fatigas de tus pies dejándote abrazar y besar los suyos. En efecto, qué gran consuelo si él se une a ti como compañero de camino y con el admirable deleite de su conversación te quita la sensación de fatiga, abriéndote el espíritu para que comprendas las Escrituras, que tal vez sentado en tu casa leías y no entendías. Os pregunto, pues, hermanos míos a quienes algunas veces el favor divino concedió tal experiencia: ¿acaso vuestro corazón no ardía en vosotros a causa de Jesús, cuando os hablaba en el camino y os abría el sentido de las Escrituras? Recuérdenlo quienes han tenido esta experiencia y canten en los caminos del Señor cuán grande es la gloria del Señor. Procuren experimentarlo los inexpertos para que también ellos puedan cantar alguna vez las justicias del Señor en el lugar de su peregrinación y aflicción ”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4 “Tanto más clara y eficazmente aprovecha para la resurrección el que comienza a bostezar con frecuencia por el deseo y cierta hambre de justicia, como bostezaba quien decía: Abro la boca y atraigo al espíritu, pues deseo tus mandamientos. Tal bostezo es esa distensión del afecto para hacerlo más capaz del Espíritu de vida, a fin de que, después de los otros carismas de la gracia septiforme, infundido también el espíritu de entendimiento y sabiduría pueda abrir los ojos para contemplar a Dios. El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se dilata por la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de Cristo de entre los muertos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5 “Con razón es motivo de alegría para nosotros el nacimiento de aquel cuyos tiempos son tan afortunados que desde entonces el reino de Dios se nos ofrece para ser arrebatado; y se nos ofrece a nosotros, a quienes 160
nuestra justicia no bastaba para merecerlo. Con razón muchos se alegran de su nacimiento, según prometía el ángel, pues desde entonces los tiempos cambiaron con tanta felicidad que el reino de Dios, antes imposible de obtener por la justicia de los inocentes, ahora es invadido y poseído por la violencia de los penitentes ”. Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 1 “El segundo cambio, el del agua en vino, puede significar el paso del temor al amor de la justicia. Existe, en efecto, el agua de la sabiduría saludable y el principio de la sabiduría es el temor del Señor. Temer a Dios es ser sabio, pero el temor sin el amor no tiene todavía el sabor del vino, es como agua insípida. Porque el temor supone un castigo, y el que teme, en cierto modo siente o presiente ese castigo que él teme. En cambio, el amor de la justicia es el vino de la alegría que alegra el corazón del hombre. La justicia del Señor, en efecto, es recta y alegra el corazón. Este cambio se realiza en las bodas porque la Iglesia está desposada con Dios en la fe y en la justicia, en esa justicia que procede de la fe en Jesucristo, justicia de amor y no sólo de temor como la justicia de la ley. … Ahora bien, el amor de la justicia anima a una vida buena y hace que sea buena; pero no la consuma, a no ser que él mismo sea perfecto. ¿De qué consumación o perfección se trata allí, sino de aquella de la que Jesús dice: “Nadie tiene mayor amor que éste de dar la vida por sus amigos?”. El vino se transforma en sangre cuando amamos la justicia, y a tal punto la amamos, que estamos decididos a resistir hasta la sangre contra la injusticia. Esta es la perfección de la justicia ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1 “El alimento imperecedero es la justicia, aquella que viene de la fe en Jesucristo, y es el mismo Jesucristo el que da esta justicia. … Todo lo que en nosotros es fuerte, robusto y sólido, gozoso y alegre para cumplir los mandatos de Dios, soportar el sufrimiento, practicar la obediencia, defender la justicia, todo esto es fruto de la fuerza de este pan y de la alegría de este vino. Felices los que obran fuerte y gozosamente. Y como nadie lo puede conseguir por sí mismo, felices los que desean ávidamente practicar lo justo y lo honesto y ser fortalecidos y alegrados en todas las cosas por aquél que dijo: Felices los que tienen hambre y sed de justicia. Si Cristo es el pan y la bebida que aseguran desde ya la fuerza y la alegría de los justos, ¿cuánto más lo será en el cielo, cuando se dé sin medida a los justos? ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3 “… o bien de ser una masa nueva practicando la justicia, caminando en una vida nueva ya que hemos sido liberados de la vieja vida corrompida”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4 “Untamos el dintel, cuando creemos que el poder de esta sangre nos salvará a los que no confiamos en nuestra justicia. … La justicia pura e incorruptible es el pan, la refección vital que hace vivir con justicia. Está escrito de ella: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Y aquél que había desertado de la justicia por la desobediencia, pero que más tarde volvió en sí por la penitencia, dice: Mi corazón está seco porque me he olvidado de comer mi pan. Los panes ácimos son todas las virtudes de un alma bien constituida, siempre que sean virtudes verdaderas y sinceras; son también las obras mismas de la justicia, si se hacen sin hipocresía, sin mezcla de pecado. Come del pan sin levadura, el que hace obras rectas sin mezclar allí la 161
corrupción de la vanagloria, quien vigila con cuidado en no perder, por una intención viciada, el bien que hace ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1 “El comienzo refrenar las manos mal, en taparse sanguinarias, y en
de la justicia consiste en alejarse del mal, en de la obra injusta, en cerrar los ojos para no ver el los oídos para que no oigan las proposiciones alejar los otros sentidos de cosas prohibidas. Balduino de Ford, Sac alt III, 2
“Pero la justicia se aumenta según incrementos que le son propios y se ordena en grados metódicos: el acuerdo, la afección, la ejecución del bien, la práctica de las buenas obras, el hábito y el fruto. La justicia comienza por el acuerdo; cuando el espíritu ha concebido odio por la iniquidad y comienza a ponerse de acuerdo con la justicia por el amor al bien, experimenta un sentimiento que la impulsa a obrar bien. Y cuando la ejecución del bien sigue a la afección por el bien, deleitada por el bien obrar anda solícita por habituarse a las buenas obras; después ha de consolidar este hábito por la perseverancia ”. Balduino de Ford, Tract IX “Que el día sexto nos lo marque la justicia, y revestidos con ella de la semejanza divina, dominemos con noble autoridad las bestias crueles de los vicios, los reptiles de los deseos terrenos y los jumentos de los impulsos corporales; y de este modo el cuerpo se someta al espíritu y éste a Dios; y con el dictamen de la justicia se dé a cada uno lo suyo ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 91 “A la justicia por la que se da a cada uno lo suyo según dice al Apóstol. Dad a cada uno lo debido, impuesto, respeto, honor, yo la llamaría estímulo del amor fraterno; su primera condición es no dañar a nadie, y va creciendo si se convive en paz con todos ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 96 “Ya ves, si no me equivoco, cómo la perfección de la justicia depende de la perfección de la caridad, de tal modo que la justicia no es otra cosa que la caridad ordenada, y cuanto más se progresa en ella más paz se halla”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 97 “Por tanto, en el primer estado el alma se despierta, en el segundo se purifica y en el tercero goza de la tranquilidad del sábado. En el primero actúa la misericordia, en el segundo la piedad y en el tercero la justicia. La misericordia busca al perdido, la piedad reforma al encontrado y la justicia premia al que ya es perfecto. La misericordia levanta al caído, la piedad ayuda al que lucha y la justicia corona al vencedor”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 26 “Pasando ya a la virtud de la justicia, una de las cuatro cardinales, sabemos que, antes de formarse en ella el espíritu, ya ha sido poseído previamente por la consideración. Porque es menester que primero se recoja en sí mismo, para sacar de su interior esa norma de la justicia que consiste en no hacer a otro lo que no se desea para sí y en no negar a los demás lo que uno quisiera que le nieguen. Sobre estos dos polos gira toda la virtud de la justicia. Pero ésta nunca va sola ”. S. Bernardo de Claraval, Csi I, 10 Justicia 162
S. Bernardo de Claraval - Csi I, 10 Beato Guerrico de Igny - Adv III [3], 4 - Adv IV [4], 4 - Adv V [5], 2 - Nat IV [9], 1 - Nat IV [9], 2 - Epi II [12], 3 - Epi III [13], 3 - Epi III [13], 4-5 - Epi III [13], 7 - Pur III [17], 1 - Pur IV [18], 1 - Quad I [20], 3 - Quad II [21], 4 - Ben I [22], 6 - Ben II [23], 6 - Palm II [30], 1 - Palm II [30], 4 - Palm II [30], 5 - Res II [34], 1 - Res III [35], 4 - Res III [35], 5 - Rog [36], 4 - JB II [41], 1 - OS [54], 2 S. Elredo de Rieval - Spec I, 91 - Spec I, 96 - Spec I, 97 - Spec II, 26 Balduino de Ford - Sac alt II, 1 - Sac alt II, 3 - Sac alt II, 4 - Sac alt III, 1 - Sac alt III, 2 - Tract IX
Lectio Divina
“69 …durante ciertas horas, es necesario dedicarse a lecturas ya determinadas. La lectura vagosa, inconstante, al acaso, no nutre, sino que hace al ánimo veleidoso; y hecha a la ligera, con facilidad se desprende de la memoria. Preciso es, más bien, estudiar detenidamente a determinados autores y habituarse a ellos. 70. Las Escrituras santas han de leerse y entenderse con el mismo espíritu con que fueron escritas. Nunca podrá llegarse al sentido íntimo de san Pablo, mientras no se logre imbuirse de su espíritu por medio de una lectura colmada de buena intención y de una meditación asidua. Nunca llegarás a entender a David, si tu experiencia no se halla transida del mismo afecto que domina los salmos. Y así podría decirse de todos los demás libros. En todo escrito hay entre su estudio y, su simple lectura 163
tanta distancia como entre la amistad y la hospitalidad, entre el trato afectuoso y el saludo casual. Por eso en la lectura diaria se ha de procurar que quede siempre algo en el fondo de la memoria, para que, bien asimilado, sea, a la mera evocación de su recuerdo, frecuentemente rumiado, un pasaje que convenga a nuestra vocación, vigorice nuestros deseos y mueva el ánimo, para que así no se detenga en vanos y extraños pensamientos. 71. La lectura ha de engendrar el afecto y formar la oración, que aunque aparentemente interrumpa la dicha lectura, no es interrupción que obstaculice sino más bien purifica el ánimo para mejor volver sobre ella. La lectura se pone de este modo al servicio de la intención. Así el que leyendo busca a Dios, todo cuanto lea le ayudará a ello y el sentimiento que en este ejercicio ponga, cautivará su pensamiento en obsequio de Cristo”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 69-71 Si el amor de Dios es engendrado en el hombre por la gracia, la lectura espiritual lo cría, la meditación lo nutre, la oración lo vigoriza e ilumina”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 105 “120. Además también hay que dedicarse a una lectura concreta en horas determinadas. La lectura al azar, sin continuidad, de lo primero que se encuentra, no edifica sino que hace el ánimo inestable; y hecha con ligerza se va de la memoria con la misma precipitación. Hay que acostumbrar el espíritu a determinados autores y familiarizarse con ellos. 121. Las Escrituras hay que leerlas y entenderlas con el mismo espíritu que fueron escritas. No asimilarás el espiritu de san Pablo mientras no te empapes del mismo leyéndole con atención frecuéntándole con meditación asidua. Nunca llegarás a comprender a David hasta que el amor a los salmos te lleve a sentir la misma experiencia que él. Y así los demás libros sagrados. Porque en toda la Sagrada Escritura existe tanta diferencia entre la aplicación amorosa y la lectura, como la que hay entre la amistad y la hospitalidad, entreel afecto de la convivencia y el saludo casual. 122. De lo que se lee cada día se deberá guardar algo en el seno de la memoria para que bien asimilado, y recordado de nuevo, pueda rumiarse a menudo. Un pasaje que sea provechoso a nuestra vida, fomente los deseos, modere el espíritu y así no busque pensamientos extraños. 123. De la lectura brotarán los afectos y surgir la oración, que interrumpa la lectura; esta interrupción no la obstaculiza, sino que hace al alma más pura para comprender mejor la lectura. 124. La lectura depende de la intención. Si el lector busca verdaderamente a Dios en la lectura, todo lo que lee le ayudará en esta búsqueda, cautivará susu sentidos y orientará todo el contenido de la lectura hacia el servicio de Cristo. Pero si el lector busca otra cosa …”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 120-124 “Ahora bien, al amor de Dios engendrado en el hombre por la gracia, lo amamanta la lectio,lo nutre la meditatio y lo ilumina y fortalece la oratio”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 171 “… Se entregarán a meditaciones espirituales y asiduas, a útiles lecturas y no a lecturas curiosas ”. Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 8 “36. ¡Que me bese con los besos de su boca! ¿Por qué dice: que me bese, como si hablara de un ausente, y no más bien: bésame? Podemos suponer que en las habitaciones la esposa se ha esforzado por llegar al cara a cara, a contemplar al Esposo tal cual es y a conocerlo como Él 164
mismo la conoce, este es el beso perfecto. Pero el Esposo, por medio de los profetas, de los apóstoles o de otros doctores, le ha concedido, por el conocimiento de las Escrituras, dones diversos que eran como los besos de su gracia, luego, como si la hubiera satisfecho completamente, la ha dejado y se ha ido. 37. Siguiendo, después con la mirada al fugitivo, en la medida en que puede hacerlo, encuentra un dulce consuelo en decirle, aunque no alcance a oírla: porque tus pechos son mejores que el vino. Como si, al preguntársele de dónde procede tan impaciente presunción, tan osado reclamo del beso, ella respondiera: De los pechos, Señor de tu consuelo, porque tus pechos son mejores que el vino, más dulces de mamar, más capaces de dar alegría, más, más embriagadores. Ellos me han hecho crecer hasta desear el beso, me han embriagado hasta el punto de osar reclamarlo. 69. Al decir: A mi cabalgadura te comparo, amiga mía, la piadosa sabiduría del Esposo invita todavía a la esposa, que ha salido de sí misma, a retornar a sí y reprende por su falta de inteligencia a la que creía abundar en sabiduría, indicándole el peligro que corre su vida y el daño que sufre su amor, cuando busca solamente sus delicias y rehúye el esfuerzo que éste exige. En efecto, sucede que los espíritus todavía tiernos de los principiantes se dejan envolver por la incuria espiritual que les impide el acceso a la perfección, porque apenas han comenzado a gustar la nueva suavidad de la contemplación se creen liberados de la obligación de luchar contra todo los vicios de la carne y del espíritu ¡Cuántas veces sueñan solamente con el encanto de las virtudes, naturalmente atractivas por sí mismas y descuidan afirmar y asegurar su posesión, al rehuir su necesario ejercicio! … Por eso el Esposo, después de haber indicado el camino de la pureza y de haber abierto la puerta de la libertad contemplativa, agrega: A mi cabalgadura, entre los carros de Faraón, yo te comparo amiga mía. Si eres amiga y aun que los seas. Debes saber, sin embargo, que tienes que cabalgar y correr, trabajar y luchar, y no por eso eres menos amiga. Debes evitar el vicio de la curiosidad y las concupiscencias del mundo y de la carne que inevitablemente te acompañan; sin embargo, no debes negarte al reclamo de una necesidad personal de tus hermanos, ni la obligación de la caridad”. Guillermo de Saint-Thierry, Exp Cant 36-37.69 “2. Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo… 3. Superados, pues estos dos vicios… nos encontramos ya preparados para asistir a este dialogo sagrado y contemplativo… …De no ser así, si antes no s e ha enderezado la carne con el esfuerzo de la ascesis, sometiéndola al espíritu, ni se ha despreciado la ostentación opresiva del mundo, es indigno que el impuro se entrometa en esta lectura santa. Como la luz invade inútilmente los ojos ciegos o cerrados, así el hombre animalizado no percibe lo que compete al espíritu de Dios”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2.3 “En nosotros, hermanos, no hay excusa posible de ignorancia: abundamos en la doctrina celeste, en la lectio divina y en la instrucción espiritual. Todo lo que es verdadero, respetable, justo, limpio, estimable; todo lo de buena fama, cualquier virtud o mérito que existe, lo aprendéis y recibís, lo oís y os veis, en los ejemplos y palabras de los hermanos más adelantados. Sus consejos y su vida instruyen maravillosamente a todos. Ojalá todo esto que enriquece el entendimiento llegara a conmover el afecto, y se acabara esa dolorosa contradicción e 165
insoportable división de sentirnos atraídos hacia arriba y arrastrarnos por el suelo”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 6 “Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el vicio de la voluntad propia. Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura, el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte en las que se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas he descubierto tus propias volu ntades”. S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13 “No descansaré, dijo, basta que me bese con besos de su boca. … Mas este amor tan apasionado no se atiene a razones, ni lo equilibra la sensatez, ni lo frena el pudor, ni se somete a la razón. Y pido, y suplico, e imploro: Que me bese con besos de su boca. Os aseguro que gracias a él hace muchos años me esfuerzo por vivir en castidad y sobriedad, me entrego a la lectura, lucho contra los vicios, me postro con frecuencia para orar, me mantengo alerta contra las tentaciones, huye de mí el sueño por la amargura de mi alma. En lo posible, me parece que no creo conflictos y convivo con mis hermanos. Me someto a la autoridad de mis superiores, salgo y regreso a casa conforme me lo ordenan. No codicio lo ajeno; al contrario, entrego mis cosas y me doy a mí misma; como mi pan con el sudor de mi frente. Pero todo ello se reduce a mera disciplina, sin dulzura alguna. ¿No soy, como dice el Profeta, esa novilla domesticada de Efraín que trilla con gusto? Y por añadidura el Evangelio llama pobre criado al que ha hecho lo que tenía que hacer. Yo creo que cumplo con todo lo mandado. Pero mi alma se siente en todo eso como tierra reseca. Por eso, para que le agraden mis sacrificios, que me bese con besos de su boca ”. S. Bernardo de Claraval, SC 9, 2 “Mas el nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita ?”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 6 “Porque en el tiempo que llevo viviendo en este lugar de mi peregrinación, me he acostumbrado a pastorear y ser pastoreado bajo tu cuidado en la Ley, en los Profetas, en los Salmos y en los pastos del Evangelio; y también descansé junto a los apóstoles”. S. Bernardo de Claraval, SC 33, 7 “Guarda la Palabra de Dios como si fuese la mejor manera de conservar tus víveres naturales, porque la Palabra de Dios es el pan vivo, el alimento del espíritu. El pan material, mientras queda en el armario, puede ser robado; lo pueden roer los ratones e incluso puede echarse a perder. Pero, si lo hubieres comido, ¿temerías todo esto? Guarda así la Palabra de Dios: Dichosos los que la guardan. Métela en las entrañas de tu alma; que la asimilen tus afectos y tus costumbres. Come a gusto, y tu alma saboreará manjares sustanciosos. No te olvides de comer tu pan. Que no se seque tu corazón, y tu alma se saciará con enjundia y manteca.” S. Bernardo de Claraval, Adv V, 2 166
“En el segundo grado ama a Dios, pero por sí mismo, no por él. Sus miserias y necesidades le impulsan a acudir con frecuencia a él en la meditación, la lectura, la oración y la obediencia. Dios se le va revelando de un modo sencillo y humano, y se le hace amable ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 39, 1 “Hemos de quitar, hermanos míos, la herrumbre de la plata, para que ésta brille con mayor claridad… En la plata están significadas las palabras divinas y, aunque pasara esto en silencio, no por eso vosotros lo ignoraríais. Por eso dice el salmista: Las palabras del Señor son castas como plata probada por el fuego. La herrumbre de esta plata es la superficie de la letra, o sea el sentido histórico. Si dejándolo de lado, quieres dilucidar más profundamente la Sagrada Escritura, resaltará el sentido espiritual, el cual te alimentará. Por eso dice Salomón Quita la herrumbre de la plata y saldrá un vaso purísimo Quita la herrumbre de la plata quien sin adherirse por completo a la superficie de la letra no se abraza a ella, antes bien abraza la inteligencia espiritual oculta debajo de ella, con la cual el alma se alimenta llena de gozo, y elevada por el amor de Dios, se sacia con esta piadosa refección ”. S. Bernardo de Claraval, Sent III, 111 “Nos dicen las Escrituras, que unos escucharon la Palabra, otros la proclamaron y otros la cumplieron ”. S. Bernardo, de Claraval, Nat BVM 4, 11 “Si has huido lejos y permaneces en la soledad persevera allí y espera a aquel que te salvará de la pusilanimidad de espíritu y de la tempestad. Entonces tu desierto se convertirá en delicias … así cualquier pasaje de la Escritura que antes te parecía estéril y árido, de pronto por la bendición de Dios rebosará de una abundante y admirable riqueza espiritual”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 1 “Si todo tu interior guarda el silencio de medianoche, entonces del trono del Padre la Palabra omnipotente descenderá secretamente a ti. Feliz quien así se aleja huyendo del tumulto del mundo, quien se ha retirado a la soledad más recóndita de su alma acallada, para merecer oír no sólo la voz del Verbo, sino al mismo Verbo , no a Juan sino a Jesús”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2 “Abre el oído para oír concebir en espíritu en el huesos de Cristo que son las su madre”. Beato Guerrico de
al Verbo de Dios, tal es el camino para seno de tu corazón de tal manera que los virtudes, reciban cohesión en el vientre de Igny, Ann II [27], 4
“5.Por lo demás, si preguntasen en qué se debe ocupar el alma cuando está en silencio, no te imponemos nada pesado: come tu pan como tu Señor te lo ejemplifica en su concepción. En efecto, ¿qué dijo el profeta de él, al hablar de la puerta oriental siempre cerrada en la casa del Señor, que no obstante dejó entrar y salir al Dios de Israel? El príncipe mismo, dice, se sentará en ella para comer el pan en la presencia del Señor. 6. …Verdaderamente es cosa admirable, pero verdadera, que Cristo para alimentarse no tenga otro pan que a sí mismo, puesto que él todo entero es pan; en cuanto Verbo, por su misma naturaleza; en cuanto carne, por su unión con el Verbo. …De este modo, pero con una dicha inefable y felicidad incomparable aquel príncipe sentado a la puerta del seno virginal comía del pan del Verbo en presencia del Señor. Si tú entiendes de estas cosas, también 167
tratarás en tu silencio de comer el pan del Verbo divino en presencia del Señor, conservando como María las cosas que se dicen de Cristo, rumiándolas en tu corazón. Cristo se regocijará de comer contigo este pan, cuanto más se come, más abundará en nuestra mesa, por cuanto la gracia no se disminuye con el uso, antes se acrecienta”. Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 5.6 “Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir… la lectura santa… Si no te entregas con asiduidad al estudio de la Escritura, de manera que se te haga familiar, ¿cómo esperas que se te revele el sentido? Al que tiene amor a la palabra -dice- se le dará inteligencia y abundará, mas a quien no tiene, se le quitará aun lo que tiene por naturaleza, a causa de su negligencia”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 “El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “En verdad ¿qué hay más piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta y fortalece las virtudes como el recuerdo del Crucificado?”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1 “A vosotros, hijos de los hombres, a vosotros hablaba ya entonces con su silencio la Palabra de Dios para que fueseis niños en la malicia, perfectos en los sentimientos ”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 2 “La Escritura Sagrada, al referir los misterios de nuestra redención, de tal manera narra aquellos realizados históricamente en provecho nuestro, que nos hace ver con claridad los deberes que ellos nos imponen. Al recordarnos en el presente día la purificación de María Santísima, nos invita manifiestamente a nuestra propia purificación ”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 1 “Podrías describir de tres maneras no sólo a aquel que nos creó, no sólo a nosotros y las cosas que creó a causa nuestra, sino también las cosas que fueron escritas para nosotros, a fin de que en los tres panes de la historia, la alegoría y la interpretación moral encuentre una copiosa refección. En una palabra, no sólo en el contenido, en los sentidos y en las partes de la Escritura, en los géneros y modos de expresión, sino, también en la finalidad de las mismas, hallarás cierta trinidad de panes también en ella muy sabrosa y saludable, a saber, la fe, la esperanza y la caridad. Todo cuanto se ha escrito y dicho está orientado a que creamos, esperemos y amemos”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 4 “¡Oh hastío, tiña de los corazones, herrumbre de los espíritus, languidez perniciosa de las almas, que nos hace detestar la palabra buena de Dios, menospreciar el don celestial, hastiarnos del maná a causa de las ollas de carne! ¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestial y se hicieron participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de 168
Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en un himno? Ahora asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su imaginación se entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados ante el libro, bostezan; escuchan la palabra exhortación, y de sólo escucharla se cansan; pasan de unos pastos a otros, y tanto éstos como aquéllos les causan hastío; se hallan de continuo en medio de alimentos de vida, y se mueren de hambre. Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien, tanta languidez en el espíritu ?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4 “Vosotros sois, si no me engaño, los que habitáis en los jardines, los que día y noche meditáis la ley del Señor. Cuantos libros leéis, otros tantos jardines recorréis; cuantas máximas elegís, otros tantos frutos recogéis. Escrutad las Escrituras. No sin verdad pensáis tener la vida en ellas, vosotros que no buscáis en ellas sino a Cristo, del cual dan testimonio las Escrituras. Bienaventurados quienes escrutan sus preceptos y lo buscan de todo corazón. Tus preceptos, Señor, son admirables, por eso los escruta mi alma. Es necesario escrutarlas no sólo para extraer el sentido místico, sino también para beber el sentido moral. Por eso vosotros, que recorréis los jardines de las Escrituras, no queráis negligente y ociosamente pasar de modo superficial sobre ellas; escrutando cada cosa como abejas diligentes que sacan miel de las flores, recoged el espíritu en las palabras. Porque mi espíritu, dice Jesús, es más dulce que la miel, y mi herencia más que el panal de miel. Así, habiendo gustado el sabor del maná escondido, prorrumpiréis en aquellas palabras de David: ¡Qué dulce tu palabra a mi paladar, más que la miel y el panal a mi boca!”. Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 2 “Ciertamente palabra fiel y digna de todo crédito es tu Palabra omnipotente, Señor, que, habiendo descendido en medio del más profundo silencio, desde el trono real del Padre, al pesebre de los animales, ahora nos habla mejor con su silencio. El que tenga oídos para oír que oiga lo que habla este piadoso y misterioso silencio de la Palabra eterna”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2 “Hermanos, también vosotros encontraréis hoy un Niño envuelto en pañales, recostado en el pesebre del altar. Cuidad que la pobreza del envoltorio no escandalice ni perturbe la mirada de vuestra fe, cuando contempla la verdad del cuerpo adorable bajo las especies de otras realidades. Así como María, envolvió al Niño con unos pobres lienzos, así también la madre gracia nos oculta la realidad del sagrado cuerpo bajo especies apropiadas, y así también la madre sabiduría cubre la misteriosa majestad de la Palabra divina con enigmas y figuras, de manera que tanto la simplicidad de la fe en el primer caso, como el estudio diligente en el segundo acumulen méritos para la salvación ”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5 “La diestra del Altísimo, os ha trasplantado junto a las aguas tranquilas, a vosotros hermanos míos, a quienes la generación carnal y las costumbres del mundo había plantado en tierra árida y salobre ¿Acaso no son aguas tranquilas las Escrituras del Espíritu Santo en las cuales meditamos día y noche?”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 7 “Por tanto, Virgen fiel, mantén tu oído abierto para escuchar y tu espíritu para creer; por el oído escucha la palabra del ángel, en el 169
corazón recibe al Verbo del Altísimo y en tu seno concibe al Hijo de Dios”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 3 “La Madre… desempeñó el papel de Marta al cuidar y alimentar al Niño, cumpliendo al mismo tiempo la ocupación de María por su asiduidad en conocer a [quien es] la Palabra”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3 “En efecto, qué gran consuelo si él se une a ti como compañero de camino y con el admirable deleite de su conversación te quita la sensación de fatiga, abriéndote el espíritu para que comprendas las Escrituras, que tal vez sentado en tu casa leías y no entendías. Os pregunto, pues, hermanos míos a quienes algunas veces el favor divino concedió tal experiencia: ¿acaso vuestro corazón no ardía en vosotros a causa de Jesús, cuando os hablaba en el camino y os abría el sentido de las Escrituras? Recuérdenlo quienes han tenido esta experiencia y canten en los caminos del Señor cuán grande es la gloria del Señor. Procuren experimentarlo los inexpertos para que también ellos puedan cantar alguna vez las justicias del Señor en el lugar le su peregrinación y aflicción”. B. Guerrico de Igny, Res III [35], 4 “Sin duda, en algún tiempo debemos realizar las tareas propias de la vida de Marta, pero en otros momentos aquéllas que son propias de María, a menos que interponga la necesidad que no tiene ley. Por lo mismo debemos cuidar solícitamente esos tiempos que nos prefijó el Espíritu Santo para que, en efecto, en el tiempo de la lectura estemos tranquilos y reposados, no entregándonos al ocio y al sopor, ni nos separemos de los pies de Jesús, sino que nos sentemos allí y escuchemos su palabra ”. S. Elredo de Rieval, STemp Asspt I [17], 6 “Nosotros, los profesionales de la cruz de Cristo, empuñando la llave de la palabra divina, cerrados los claustros de nuestro pecho y penetrando hasta la división del alma y del espíritu, de la coyuntura y de la médula, distingamos los pensamientos y las intenciones del corazón; y, sin lisonja adulatoria, viendo lo que hay en los más recónditos repliegues del alma, procuremos descubrir mejor las mismas raíces de las enfermedades”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 1, 3 Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a él; y como en ella reside la plenitud de toda perfección, propóngaselo como el fin al que se oriente toda su vida, y después diríjase con infatigable audacia a su plenitud por el camino que le indican las normas de su voto y profesión. A este fin sirva la abstinencia, ayuden las vigilias, colabore la lectio y coopere el trabajo manual. Si resulta que en algún ejercicio de estos se viola la caridad, por cuya causa han sido establecidos, entonces el responsable tiene la obligación de moderar y disponer todo de tal modo que no se dañe la caridad, sino que se busque siempre sus frutos. Pero no se omita nada de lo establecido, ni se cambien los tiempos consagrados para determinados ejercicios, a no ser por una extrema necesidad; pues en caso contrario no se tratará de una dispensa sino de una destrucción. Pero para realizar unos ejercicios en su momento apropiado, háganse las modificaciones que pidan la condición personal y el sano juicio”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96 “
Algunos medios, como la lectio, la meditación, el trabajo corporal, ayuno, la oración íntima y otros semejantes, pueden dispensarse, “
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variarse, cambiarse, e incluso a veces suprimirse, por salvar a un hermano. De ellos dice el Apóstol: Nadie busque su interés sino el de los demás: Y también: Como yo, que intento agradar a todos, no buscando mi ventaja sino la de todos, para que se salven”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 102 “Por estas razones, yo quisiera, mi querida hermana, que tú jamás te creas inmune, sino que temas siempre y desconfíes de tu fragilidad. Como tímida paloma, mírate en la tersura de las aguas y descubrirás en ellas, como en un espejo, la silueta del ave rapaz. Así estarás siempre sobre aviso. Esas aguas cristalinas son las sentencias de la Escritura que brotan del limpísimo manantial de la sabiduría. En ellas se delatan los rasgos de las sugestiones diabólicas y despiertan el instinto previsor hasta conseguir desviarlas. Nada es tan eficaz para eliminar los pensamientos ociosos y reprimir los obscenos como la meditación de la palabra de Dios. Será algo tan familiar para la virgen que, aun pretendiendo lo contrario, le resulte imposible meditar otra cosa. El sueño debe sorprenderla pensando en las Escrituras. Sean también ellas su primer pensamiento al despertarse y en el momento de dormirse fije en su memoria alguna sentencia de las mismas para que ocupe sus sueños ”. S. Elredo de Rieval, Inst 73 “Pues también tú, si le buscas de veras, es decir, en el lecho de tu descanso, o bien sea leyendo, orando o meditando,... irás em espíritu con frecuecia al templo”. S. Elredo de Rieval, SIned 4 “Gracias te sean dadas, Señor Jesucristo, que has concedido a mi paladar saborear tus sabrosas palabras, que son en mí boca más dulces que la miel. Apenas rumiadas largamente, dejan la boca lista para que vengan otras con su delicioso ir y venir con el fin de ser nuevamente rumiadas”. Gilberto de Hoyland, SC 5, 1 “Advertid esto, vosotros, que oráis de paso y leéis con detenimiento; que sois fervientes, para leer y tibios para orar. La lectura debe servir a la oración y preparar el corazón, pero no debe acaparar las horas dedicadas a la oración ni cercenar los tiempos dedicados a ella. Cuando lees, te instruyes acerca de Cristo, pero cuando oras inicias un coloquio familiar con él. ¿Y no es mucho más dulce hablar con él que hablar de él?”. Gilberto de Hoyland, SC 7, 2 “¡Cuántas veces he buscado al Señor Jesús! meditando, le he invocado orando, pero ni mi meditación fue dulce, ni mi oración un éxito. No le he encontrado a Él y Él no me ha contestado. No he encontrado ni a Él ni cuanto le pertenece, sin embargo, me ha dado una contestación que rebasa toda dulzura, ¡ojalá! Que me conteste a menudo de esta manera; sí buen Jesús, contéstame indicándome todas mis iniquidades y pecados, mis crímenes y delitos muéstramelos. Escóndeme un poco tu rostro, para que mi ser corrupto, se revele a mí, para mi bien, en la meditación, o en la lectura de las santas escrituras. Es la hora en la cual me encuentran los guardias de la ciudad, cuando encuentro en sus escritos mi comportamiento. Me encuentran cuando me hacen la descripción de mis costumbres y vicios, me pegan cuando me encuentran, me hieren cuando me engañan. Cada vez que les veo, me siento apresado. Me quitan el manto de la vanguardia, descubren las enfermedades de mi conciencia”. Gilberto de Hoyland, SC 45, 2 “15. Sobre el modo y orden para leer las Sagradas Escrituras. 171
Lee las Santas Escrituras no sólo para conocerlas, porque es curiosidad, ni tampoco para ser reconocido y gloriarte vanamente, porque es vanidad, ni, mucho menos, para injuriar a aquellos a los que amas menos, porque es iniquidad, sino aplícate a la lectio divina como si fuera para ti un espejo donde el alma mira como una imagen suya, ya sucia para que la corrija, ya hermosa para que la adorne. Y recuerda que lo que lees son palabras de Dios, quien prescribió su ley no sólo para que sea leída y conocida sino también practicada y cumplida. Por tanto: tienen buen juicio todos los que la practican. Procura, además, retener en la memoria lo que lees. Los escritos de nuestro Padre Benito, las Confesiones de Agustín, el Tratado sobre el salterio -sobre todo desde el salmo: A ti Señor me acojo, hasta el salmo: Dijo el Señor a mi Señor, y desde el salmo: En mi aflicción clamé al Señor hasta el final. Los escritos de Gilberto sobre el Cantar tenlos como hechos para ti y muy convenientes para la salvación de tu alma para empapar tu espíritu y fortalecer tu mente con el alimento de la caridad más pura. Por eso lee y medita estos escritos más que todos los demás. Añade a esto las Colaciones de Casiano, algunas cartas del bienaventurado Jerónimo sobre la vida monástica y en elogio de la vida solitaria, los escritos de Elredo, los de Guillermo de Saint-Thierry Carta a los Hermanos del Monte de Dios-; y otros escritos que educan y estimulan a la vida espiritual, las leerás con interés, pero las seleccionarás con mucha discreción y cautela, de modo que coseches de ellos moderación en las costumbres, conocer la naturaleza de las virtudes y los ejercicios de las buenas obras y que perseveres en el estado religioso que un día abrazaste. Para resumirlo brevemente: de todos los escritos que examines procura sacar provecho para el bien; pero nunca se te ocurra postergar o cambiar la profesión que elegiste. Como dice Juan Casiano: Se permite arrancar alguna flor de la pradera que recorres pero no la pradera entera. Graba en tu memoria aquel consejo admirable dirigido a los Hermanos del monte de Dios y ponlo en práctica: -Cada día se debe enviar al vientre de la memoria algo de lectura para digerirlo fielmente y recordarlo varias veces para rumiarlo con frecuencia. Medita esto, entrégate con alegría a esto y durante mucho tiempo. 17. Después deja el libro y entrégate a la meditación solitaria. Hazlo en cuanto encuentres un lugar a propósito para esto, es decir, allá donde encuentres la bondad de Dios. Y exclama: -¿Cómo pagaré al Señor?-, etc. Esto es lo primero y más importante. Lo segundo es semejante a eso: ¿Cuánto debes, alma mía, a mi Señor? Y volviéndote hacia los ángeles di: Venid, escuchad y os contaré. Y dirigiendo dulcemente los ojos al mismo Jesús di: En verdad, Señor, que tu misericordia es inmensa para conmigo. Después cambia de tema y di: ¿Dónde descansas, dónde sesteas al medio día? ¿Dónde habitas Rabbi? ¿A dónde vas Señor? ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Pero si cuando el corazón está suspirando de este modo y llama a la puerta del paraíso, surge algún pensamiento malo, hazle frente al instante y di: ¿De quién es esa imagen e inscripción? Y al oír que del César, el príncipe de este mundo, es decir el diablo, concluye y di: Que tu dinero, oh malvado, sea tu perdición. Aléjate, Satanás. La puerta ya está cerrada y el Señor está comiendo aquí la Pascua. No puedo abrirte la puerta. Todo esto parece una tontería y frivolidad, pero sólo para los necios; y no fue así para aquel que estuvo impidiendo durante diez días que el diablo entrara, perseverando día y noche en coloquios divinos y en la oración. Y si persiste el mal pensamiento, enfréntate a él con el signo de la cruz”. Esteban de Salley, Espejo de novicios 15-17 172
“6. Hermanos dilectísimos, ¿cuál es –os ruego por la caridad de Cristo-, cuál es esta paz que debe ser tan amada, tan deseada, esta paz tan cara o esta pacificación que debe ser colocada por encima de todos los grados de la virtud, que debe ser puesta por encima de todos los méritos, que alcanza la cima de todo, que otorga la bienaventuranza más alta y más excelente de todas? Busquemos junto a los hombres, busquemos junto a los santos ángeles, que se interesan por nosotros y por nuestras cosas. Y, sobre todo, puesto que esta sabiduría nos es absolutamente necesaria, pidámosla a aquél que da con abundancia y sin reproche. 7. Busquemos en la oración, en la meditación, en la lectura, sin desfallecer jamás. Porque si insistimos en la búsqueda ciertamente encontraremos; lo ha afirmado esa misma Verdad que buscamos: Buscad y encontraréis. Este es el tesoro escondido en el campo, la perla preciosísima que debe ser buscada con ahínco, adquirida a un alto precio, y guardada con cuidado. Es el monte de los montes, en el cual sólo el Hijo existe, por naturaleza, con el Padre. Pero, para no ser él el único heredero, se dignó adoptar hermanos. Debe buscarse pues, con el mayor cuidado, todo aquello que hace que podamos ser hermanos de Cristo e hijos de Dios: Herederos de Dios coherederos de Cristo ” Isaac de Stella, OS V [5], 6.7 “7. Hay tres ejercicios la lectura, la meditación y la oración. Por la lectura o el sermón, que es también una especie de lectura, Dios te habla. Por eso dice el Señor: El que tiene oídos para oir, que oiga. Por la meditación, tú interrogas. Por la oración, le ruegas. Por lo cual dice la Escritura: Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá. La oración pide, la meditación llama. 8.… en estas tres prácticas, a saber: en la lectura, en la meditación, en la oración, consiste toda la ejercitación del sentido espiritual”. Isaac de Stella, 4p Epi II [14], 7.8 “En efecto, si la caridad por la que obra la fe es la plenitud de la Ley, y si toda la Ley y los profetas penden del único mandamiento de la caridad, ¿por qué no habría de estar permitido transformar para edificación de la caridad o de la fe todo lo que ha sido escrito con miras a la salvación? Por la caridad todo ha sido escrito, del mismo modo que todo ha sido hecho por ella. Entonces, cuando en tu lectura encuentres la palabra de Dios tomada y como usurpada en otro sentido que el que parece tener en primer lugar, y esto por el testimonio de la fe o la edificación de la caridad, acuérdate que el pueblo de Dios hacía tortitas con el maná desmenuzado. Por eso está permitido, en vistas de la fe o de la caridad, transformar el sentido histórico, literal y obvio en un sentido místico, profundo y espiritual, y deducir de todo lo que ha sido hecho o escrito lo que hay que hacer por la salvación. …En lo que atañe al maná espiritual, ningún sabor le falta … tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo es el deseo del alma. Es dulce cuando acoge nuestros deseos, calma nuestros sollozos, pone fin a nuestros suspiros y seca nuestras lágrimas. Es dulce en la pureza de la vida, en la paz de la conciencia, en la esperanza de la visión. Dulce en la oración dulce en el sermón, dulce en la lectura, dulce en la contemplación, dulce en la compunción, dulce en la alegría del corazón. Dulce en la boca, dulce en el corazón, dulce en el amor: dulce amor, y dulzura que nace del amor. Su inestimable dulzura es el primero de los dones, y la más elevada de las delicias. Los que lo han gustado tienen todavía hambre los que tienen hambre serán saciados, y 173
saciados, siempre lo alabarán, y siempre brotará de su recuerdo de su dulzura” . Balduino de Ford, Sac alt III, 2
corazón
el
“Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta voz se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los que oran, y están junto a los que leen y meditan ”. S. Elredo de Rieval, Oner 5, 3 Lectio Divina Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 69-71 - Ep frat 105 - Ep frat 120-124 - Ep frat 171 - Exp Cant 36-37.69 - Nat am 8 S. Bernardo de Claraval - Adv V, 2 - Asc VI, 6 - Dil 39, 1 - Nat BVM 4, 11 - Sent III, 111 - SC 1, 2.3 - SC 9, 2 - SC 15, 6 - SC 33, 7 - SC 71, 13 Beato Guerrico de Igny - Adv IV [4], 1 - Adv IV [4], 2 - Nat V [10], - Nat V [10], 5 - Epi III [13], 7 - Pur III [17], 2 - Pur IV [18], 1 - Ben I [22], 5 - Ben II [23], 7 - Ann II [27], 3 - Ann II [27], 4 - Ann III [28], 5.6 - Palm II [30], - Res III [35], 4 - Rog [36], 4 - Pent I [38], 4 - Asspt IV [50], 3 - Excit [54], 2 S. Elredo de Rieval - STemp Asspt I[17], 6 174
-
Inst 73 Oner 5, 3 SIned 4 Spec II, 1,3 Spec III, 96 Spec III, 102
Gilberto de Hoyland - SC V, 1 - SC VII, 2 - SC XLV, 2 Isaac de Stella - OS V [5], 6.7 - 4p Epi II [14], 7.8 Balduino de Ford - Sac alt III, 2 Esteban de Salley - Espejo de novicios 15-17
Lucha espiritual
“1. Cuando los poderosos de este mundo emprenden alguna guerra, suelen animar a sus soldados, para combatir bien, no sólo con palabras, sino, también, con promesas. Pero cuando los ven obrar menos sabia y prudentemente, les ponenen de manifiesto el valor de sus enemigos. Cuando los ven ceder por causa del excesivo trabajo, suelen estimularlos con promesas. Así nuestro Señor, como conoce cuán astuto y fuerte es nuestro enemigo, nos exhorta a que seamos valientes y dice: Sed fuertes en la guerra. Si es grande el trabajo, se nos promete un gran premio diciendo: …y tendréis gran recompensa. Grande es el combate, grande es la lucha. Nadie está seguro Mientras vive, si vive bien, está combatiendo. De ahí que dice el santo Job: Milicia es la vida del hombre sobre la tierra. Pues aquel que aquí no milita en la lucha espiritual no debe ser llamado hombre sino animal, ya que, si no lucha contra los delitos y deseos de la carne, sino que los consiente, ciertamente no vive como hombre sino como animal. Sabed, hermanos, por cierto, que desde el día que vinisteis aquí y comenzasteis a servir a Cristo, habéis entrado en el lugar de la batalla. Por ello dice Salomón: Hijo determinándote a servir a Dios, persevera con fortaleza, prepara tu alma para la tentación. Esta es la lucha. Sed, pues, fuertes en la guerra. 2. Vosotros hermanos, permaneced fuerte en la guerra. No queráis abandonar el campo de batalla. El lugar de la lucha está aquí. Fortificáos een éste vuestro castillo, en esta, vuestra casa, y que cada uno permanezca en su lugar y lo defienda. S. Elredo de Rieval, STemp PP I [15], 1.2 Es cierto que la templanza lucha contra la concupiscencia, la prudencia contra los errores, la fortaleza contra las adversidades y la justicia contra las desigualdades; pero en la caridad se halla la castidad perfecta, y por eso no hay sensualidad contra la que luche la templanza; en la caridad está la ciencia perfecta, o ningún error que combata la prudencia; en la caridad se encuentra la verdadera felicidad, “
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y por ello ninguna adversidad que deba ser vencida por la fortaleza; en la caridad reina la paz, y no existe desigualdad contra la que vigile la justicia”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 89 “Quienes abandonan la tibieza para entregarse inmediatamente a sudar y luchar por Cristo, son acogidos en aquel género más excelente de compunción que sana a los enfermos, fortalece a los débiles y anima a los desesperados. Es el consuelo de los que gimen, reposo para los cansados, escudo de los tentados y viático de los caminantes”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 24 “Por tanto, en el primer estado el alma se despierta, en el segundo se purifica y en el tercero goza de la tranquilidad del sábado. En el primero actúa la misericordia, en el segundo la piedad y en el tercero la justicia. La misericordia busca al perdido, la piedad reforma al encontrado y la justicia premia al que ya es perfecto. La misericordia levanta al caído, la piedad ayuda al que lucha y la justicia corona al vencedor”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 26 “Llamo energías interiores a aquellas con que se lucha en los ejercicios diarios en el combate de las tentaciones; y energías externas aquellas con que se soportan con infatigable generosidad el peso de los trabajos corporales. Aunque el ejercicio interior y exterior sea siempre necesario en cualquier estado para el que quiera progresar, los corporales purifican especialmente al alma de las manchas de las pasiones, y los espirituales derraman sobre ella una especie de aromas celestiales por la suavidad de las fragancias espirituales”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 81 “El alma busca al Verbo para consentirle que la corrija, para que ilumine su entendimiento, para que la sostenga en la virtud, para reformarse para la sabiduría, para conformarse Él para el decoro, para desposarse con Él para la fecundidad, para la felicidad gozándolo. Puse en primer lugar que el alma acepta la corrección. Escuchemos al Verbo que dice en el Evangelio: Ponte de acuerdo con aquel que te pone pleito, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al alguacil y este al carcelero. ¿Cabe mejor consejo? Es un consejo del Verbo, si no me equivoco, y afirma que Él es ese enemigo que nos hace la guerra contra nuestros deseos carnales, cuando dice: Siempre tienen extraviado el corazón. Si tú que lo escuchas, comienzas a temblar y nace en ti el deseo de huir ante la cólera que se te echa encima, creo que estarás dispuesto a pensar en el modo de reconciliarte con ese enemigo, que parece dirigirse contra ti de modo tan espantoso. Pero eso será imposible si no estás en desacuerdo contigo mismo, si no te enfrentas a ti mismo, si no luchas en seria y tenaz batalla contra ti mismo sin cansarte. En una palabra: si no te despides e tu hábito envejecido y de tu innata afección. ¿Qué hacer? Busca al Verbo, para que consiga que te pongas de acuerdo con Él. Huye hacia aquel que es tu enemigo y déjale que se convierta en amigo”. S. Bernardo de Claraval, SC 85, 1 “4 Tres son los enemigos que amenazan al que está en pie: el diablo con su envidiosa malicia, el mundo con la brisa de la vanidad y el hombre que se induce a sí mismo con el peso de su corrupción. El diablo empuja pero no derriba si se le niega la colaboración, tu asentimiento. Por eso se dice: resistid al diablo y huirá de vosotros. Éste es el que por envidia empujó a los que estaban en el paraíso de pie y los derribó, pero porque consintieron y no resistieron. Ése es el que se arrojó a sí mismo 176
desde el cielo sin que nadie lo empujara. Lo cual te enseña una cosa: lo que hace más inminente la propia caída del hombre es el peso de su misma naturaleza. También lo empuja el mundo que está en poder del malo. Induce a todos, pero sólo derriba a sus amigos, es decir, los que asienten con él. No deseo ser amigo del mundo, para no caer: porque la amistad con el mundo es enemistad contra Dios. Y esta es la caída más grave. De lo dicho queda claro que el hombre mismo es su propio demoledor, pues puede caer por su propio impulso sin que nadie lo empuje, y no cae por el ajeno si falta el suyo ¿A cuál de ellos debe resistir más? Sin duda al que es tanto más importuno cuanto más íntimo, al que es capaz de derribarle, y sin cuya cooperación los demás no pueden conseguir nada. 5. ¿Quién subirá al monte del Señor? Todo el que se esfuerce en subir a su cumbre, que es la perfección de la virtud, debe saber bien qué ardua es la subida, qué inútil es empeñarse sin la ayuda del Verbo. …El alma exenta de presunción y confortada por el Verbo podrá conseguir perfecto dominio sobre sí misma, y no reinará en ella injusticia alguna. Sostenida por el Verbo y revestida con la virtud de lo alto, no hay violencia, ni fraude, ni halago capaces de derribarla cuando está en pie ni de sujetarla cuando es dueña de sí misma”. S. Bernardo de Claraval, SC 85, 4-5 “¿Dónde podrá encontrar nuestra debilidad un descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con plena seguridad, porque sé que Él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el cuerpo, el diablo me tiende asechanzas; pero yo no caigo, porque estoy cimentado sobre la roca firme. Si cometo un gran pecado me remorderá la conciencia, pero no perderé la paz acordándome de las llagas del Salvador. Él, en efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones ¿qué hay más mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por eso, si me acuerdo de este remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemorizará ninguna dolencia por maligna que sea”. S. Bernardo de Claraval, SC 61, 3 “Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2 “…continuamente experimentareis en vosotros la necesidad de renovar cada día vuestros cantos por las victorias que os apuntáis a diario en vuestras batallas y esfuerzos, que nunca cejan para los que viven en Cristo, luchando contra la carne, el mundo y el diablo. Porque la vida del hombre sobre la tierra es una milicia. Cuantas veces se supera una prueba, se domina un vicio, se aleja un peligro inminente, se descubre el lazo del cazador, se cura de repente y totalmente una pasión vieja e inveterada, o por la gracia de Dios se consigue al fin una virtud afanosamente deseada y mil veces solicitada ¿no resuena otras tantas la acción de gracias al son de instrumentos y se bendice a Dios en sus dones por cada beneficio?”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 9 “Nosotros no podemos estar libres del pecado y de la miseria, pero sí podemos luchar y no sucumbir ante ellos ”. S. Bernardo de Claraval, Gra 29, 2 ¿Quién de nosotros es el que, según la interpretación del nombre de Jacob, hace caer con industria de su corazón al. diablo y lucha contra sus vicios y deseos malos para que no reine el pecado en su cuerpo, 177
mortal, sino Jesús en él, ahora por la gracia y después eternamente por la gloria?”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 2 “Lucha con el ángel, como Jacob, para que no seas vencido, porque el reino de los cielos se alcanza a viva fuerza y sólo los valerosos le arrebatan. ¿Por ventura, no indican lucha aquellas palabras: Mi amado es para mí y yo para él? Te dio Él muestras de su amor, experimente también el tuyo. En muchas cosas te prueba el Señor tu Dios; se desvía muchas veces, aparta de ti su rostro; pero no llevado de ira. Lo hace para probarte, no para reprobarte. Te sufrió el amado, sufre tú al amado, sostén al Señor y obra varonilmente. No le vencieron a Él tus pecados, a ti tampoco te superen sus castigos, y alcanzarás la bendición ”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 16 “Yo soy flor del campo y el lirio de los valles. La esposa le muestra el lecho; el esposo la llama al campo y la invita a trabajar. Cree que nada hay tan convincente para comenzar el combate, como presentarse él mismo como modelo y premio de la batalla. Yo soy la flor del campo. Esta expresión abarca las dos cosas: cuál es el modelo de la lucha y la gloria del triunfo. Tú eres para mí ambas cosas, Señor Jesús; espejo de sufrimiento y premio del que sufre. Lo uno y lo otro es una fuerte llamada y un apasionante estímulo. Tú adiestras mis manos para la pelea con el ejemplo de tu virtud; tú coronas mi cabeza tras la victoria con la presencia de tu majestad. O porque te miro a ti cómo combates o porque espero en ti que no sólo me coronas, sino que eres mi corona. En cualquier caso, me seduces maravillosamente o me atraes inexorable, con ambos lazos irresistiblemente. Llévame en pos de ti: te seguiré a gusto y más gustosamente gozaré de ti. Si eres tan bueno, Señor, con los que te siguen, ¿cómo serás con los que te consiguen? Yo soy flor del campo: el que me ama, salga al campo, no rehúse combatir conmigo y por mí y podrá decir: He competido en noble lucha ”. S. Bernardo de Claraval, SC 47, 6 “Pero a vosotros, hermanos, se os ha dado, según dice el Apóstol, no sólo el creer en él, sino también el padecer por él. La fe en la promesa de Cristo no os hace más negligentes por la seguridad, sino más fervorosos por el entusiasmo, y en la lucha cotidiana contra los vicios os merece la corona de un martirio incesante. Incesante pero fácil, fácil pero sublime. Fácil porque no se nos manda nada superior a las fuerzas; sublime porque se triunfa del poder de aquel fuerte armado ”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 3 “Por eso os decimos, hermanos, a vosotros que habéis comenzado a arrebatar el cielo, que habéis entablado combate con el ángel encargado de custodiar el camino del árbol de la vida, a vosotros, repito, decimos que os es de todo punto necesario luchar constantemente sin desfallecer, no sólo hasta el debilitamiento de la cadera -donde tiene su origen la propagación de la carne-, sino también hasta que todo el cuerpo haya muerto. No obstante, vuestro esfuerzo no alcanzaría a tanto sin el toque y el beneficio del poder divino, cuando [Dios] haya comprobado que vuestra constancia frente a él es invencible. Sí, está escrito: Cuando vio que no lo podía vencer, toco el nervio de su cadera e inmediatamente se secó. ¿Acaso no te parece estar luchando contra un ángel, incluso contra Dios, cuando cada día él resiste a tus más ardientes deseos? Te lavas como con aguas de nieve para ser puro de cuerpo y de corazón, y él te sumerge en inmundicias. Dices: Llegaré a ser sabio, y él se aleja más de ti. Clamas a él y no te escucha, quieres acercarte a él y te rechaza. Propones algo y te sucede lo contrario, y en casi todas las cosas su mano se opone a ti duramente. 178
¡Oh clemencia llena de astucia, que te disfrazas de dureza! ¡Con qué amor combates contra aquellos en favor de quienes combates! En efecto, aun cuando ocultes esto en tu corazón sé muy bien que amas a los que te aman e inmensa es la abundancia de dulzura que tienes reservada para los que te temen. Por lo tanto, no desesperes, sé constante, alma dichosa que empezaste a luchar contra Dios; él ansía que le hagas violencia, desea ser vencido por ti”. Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 2 “Pertréchate, por tanto, con la fuerza del amor, quienquiera que seas, invasor piadoso que luchas por arrebatar el reino de los cielos; ten la seguridad de que vencerás fácilmente al mismo rey de los cielos Si ves que te sale al paso alguna dificultad o aspereza, no te acobardes, antes bien, entiende por qué hace él esto: para que por la misma contrariedad se agudice tu ánimo -esa es la reacción natural de las almas fuertes y magnánimas-, para ejercitar tus fuerzas, probar tu constancia, multiplicar tus victorias y aumentar tus coronas”. Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 3 “Oh vosotros, los que trabajáis, los que soportáis el peso del día y del calor. A la sombra de las alas de Jesús hallaréis reposo para vuestras almas, pues, como está escrito, es apoyo fuerte, protección contra el ardor del sol, sombra contra el calor del mediodía. De los sentimientos del corazón procederá así aquella confesión de la boca: Señor Dios, mi fuerte , Salvador, que das sombra a mi cabeza en el día de la batalla, en el día del calor y del trabajo, de la lucha y de la tentación. En efecto, cuando la meditación del reposo eterno da sombra a las cabezas de los que trabajan, no sólo los refresca en el calor de la tentación, sino que también renueva sus bríos para el trabajo ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1 Para corresponder a la reciprocidad del amor hacia mí, desnuda tus brazos, ejercita tu vigor; ponme como sello sobre tu brazo, lucha por mí como yo por ti. No me lisonjees con adulación falsa de modo que digas: ¡Señor, te amo! Si amas, muestra que amas. No ames de palabra ni de lengua, sino con obras y de verdad. Yo vencí al mundo luchando por ti; pero ahora el mundo y el príncipe de este mundo están contra ti, también la carne está contra ti, de modo que cuando luches con estos por mí, más lo hagas por ti. Porque un peligro tuyo se vuelve contra ti, es una lucha de tu alma, de tu salvación; y no podrás ser vencido sino a causa de ti; ni podrás vencer, sino a causa de mí. Por eso, no confíes en ti, sino en mí. No asirás al enemigo con tu espada, ni te salvará tu brazo; sino mi diestra y mi brazo y la luz de mi rostro. Si me pusieras como sello sobre tu brazo, la victoria se inclinaría hacia ti. Lucha, no como azotando el aire, sino castiga tu cuerpo y redúcelo a servidumbre; prívate de todo, como quien combate en la lucha ”. Balduino de Ford, Tract X “
Lucha espiritual S. Bernardo de Claraval - Gra 29, 2 - Miss IV, 2 - Nat BVM 16 - SC 1, 2 - SC 1, 9 - SC 47, 6 - SC 61, 3 - SC 85, 1.4-5 179
Beato Guerrico de Igny - Asc [37], 3 - Asspt III [49], 1 - JB II [41], 2 - JB II [41], 3 S. Elredo de Rieval - Spec I, 89 - Spec II, 24 - Spec II, 26 - Spec III, 81 - STemp PP I [15], 1.2 Balduino de Ford - Tract X
Luz
“Este día de las luces lo hizo luminoso para nosotros y lo santificó el que es luz de luz, porque hoy el que permanecía oculto y desconocido se dignó revelarse al mundo para iluminar a todos los pueblos... Miren a la luz eterna que se adaptó a sus ojos, de manera que el mismo que habita una luz inaccesible, se tornara accesible a los ojos débiles y lagañosos. Descubran la luz en una antorcha de arcilla, al sol en la nube, a Dios en el hombre, en la vasija de barro de su carne, al esplendor de la gloria y fulgor de la luz eterna”. Beato Guerrico de Igny,Epi II [12], 1 “Pero si bien en la Iglesia los justos y santos se alegran de haber sido iluminados, con todo se afligen al ver en sí tinieblas no pequeñas; por eso; necesariamente, aunque han sido iluminados, piden serlo aún más. Cuanto más luminosa es su antorcha, tanto más manifiestamente perciben, gracias a esa luz, sus tinieblas. Y no pienses que esto es contrario a lo que la Verdad dice en el evangelio: Antorcha de tu cuerpo es tu ojo; si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. No porque todas nuestras obras sean luminosas, a causa del ojo de nuestra intención pura, se sigue de inmediato sean iluminadas todas las tinieblas de nuestros errores y nuestras ignorancias. Hasta el presente la medida de nuestra iluminación es tal que podemos considerarnos muy aventajados, respecto a la luz de la verdad, si llegamos a conocer nuestra imperfección y a saber cuánto nos falta”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 1 “Tengamos ceñidos nuestros lomos para imitar la purificación de María; tengamos en las manos lámparas encendidas para representar en nosotros, también mediante un signo visible, el gozo de Simeón que lleva la luz en sus manos. Es decir, seamos castos de cuerpo y puros de corazón, y habremos reproducido la purificación de María; seamos ardientes por la devoción y resplandecientes por las obras, y con Simeón llevaremos a Cristo en nuestras manos ”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 1 “Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría ”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3. 180
“El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “Gracias a ti Padre de las luces, por habernos llamado de las tinieblas a tu luz admirable . …Esta es la luz verdadera, más aún la vida eterna; conocerte a ti, único Dios, y a tu enviado, Jesucristo. Te conocemos a ti, porque conocemos a Jesús, pues el Padre y el Hijo son uno. Ciertamente te conocemos por la fe y la tenemos como anticipo seguro hasta que te conozcamos por la visión. Mientras tanto, auméntanos la fe que nos conduzca de fe en fe, de claridad en claridad, como guiados por el Espíritu, para penetrar más profundamente de día en día en los tesoros de la luz”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3 “Mira los astros del cielo, levanta los ojos hacia los montes de donde te vendrá el auxilio si temes levantarlos a aquel que habita en el cielo…este comienzo de iluminación es óptimo y adecuado a nuestra flaqueza, con tal de que fijemos la mirada en los que han sido iluminados. Es un camino rectísimo, para encontrar a Jesús seguir la luz de los padres que nos precedieron ”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6 “Acercaos, hermanos, a la fuente de la luz y seréis iluminados. Me refiero a Jesús que brilla en los brazos de Simeón, para que ilumine vuestra fe, haga brillar vuestras obras, os sugiera palabras buenas, inflame vuestra oración, purifique vuestra intención ”. Beato Guerrico de Igny Pur I [15], 5 “Esta es la verdadera discreción, el verdadero discernimiento: la unión del pensamiento recto y de la intención santa. No te asombres de que llame unión a la discreción, al discernimiento, cuando ella indica división. En efecto, esta unión no se da sin división, porque quien une estas dos realidades divide la luz de las tinieblas. El error y la simulación son tinieblas; la santidad y la devoción son luz en el Señor ”. Balduino de Ford, Tract VI “Por medio de él también Dios nos selló como está escrito: La luz de tu rostro nos ha sellado con tu sello, Señor. Nos selló también en el día de nuestra creación, cuando nos formó a su imagen y semejanza. Nos selló en el día de nuestra redención, cuando nos reformó según su imagen ”. Balduino de Ford, Tract X “Ahora bien. la luz espiritual que ilumina nuestros ojos, es la caridad de Dios hacia nosotros. Los numerosos y grandes beneficios de Dios que se nos han mostrado y concedido anticipadamente, casi reciben en sí la luz de la caridad y la muestran a nuestros ojos. En ellos aparece cuánto ama Dios, y cuánto debe ser amado ”. Balduino de Ford, Tract XIII “Si para la recomendación de la vida común es poco que llegue hasta nosotros sin interrupción de los apóstoles, y a los apóstoles de los Ángeles de Dios, tenemos aún para añadir sobre toda alabanza que la vida común emanó en realidad de la fuente misma de la vida. Hablo ahora de aquella fuente de la cual está escrito: En ti está la fuente de la vida, y en tu luz veremos la luz. Realmente la vida común es como un cierto 181
resplandor de la luz eterna, una cierta emanación de la vida eterna, como una cierta derivación de la fuente perenne, donde manan las aguas vivas que saltan hasta la vida eterna”. Balduino de Ford, Tract XV “Irrumpa la prudencia como la luz del día cuarto, con el cual separemos lo que se debe y no se debe hacer, como se distinguen el día y la noche; con su ayuda brille la luz de la sabiduría como el resplandor del sol, y la luz de la ciencia espiritual, que en algunos de nosotros crece y en otros mengua, aparezca como la belleza de la luna. Y por ella el alma ferviente reciba los ejemplos de los padres antiguos como una multitud de estrellas, y divida por su medio los días y los años, los meses y las horas”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 90 “Nosotros tenemos el entendimiento turbio, por no decir ciego; y el afecto muy sucio y manchado. Pero Cristo da luz al entendimiento, el Espíritu Santo purifica el afecto”. S. Bernardo de Claraval, Asc III , 2 “Un abismo llama a otro abismo; el abismo de luz y de misericordia llama al abismo de miseria y tinieblas. Mayor es la bondad de Dios que tu iniquidad, y donde abunda el delito, El hace sobreabundar su gracia. Lázaro, dice Jesús, sal afuera. Como si dijera más claramente: ¿Hasta cuándo te detiene la oscuridad de tu conciencia? ¿Cuánto tiempo te compungirás en tu interior con un corazón pesado? Sal afuera, anda, respira en la luz de mis misericordias ”. S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 3 “El que sinceramente desee conocer la verdad propia de sí mismo, debe sacarse la viga de su soberbia, porque le impide que sus ojos conecten con la luz. E inmediatamente tendrá que disponerse a ascender dentro de su corazón, observándose a sí mismo en sí mismo, hasta alcanzar con el duodécimo grado de humildad el primero de la verdad ”. S. Bernardo de Claraval, Hum 15, 1 “Del mismo modo que en el bautismo se nos saca del poder de las tinieblas para trasladarnos al reino de la claridad sin fin, en esta especie de segunda regeneración que supone la profesión escapamos del ámbito de las tinieblas -no de la única y original, sino de las innumerables y actuales de nuestros delitos- hacia la luz de las virtudes. Hacemos realidad lo que escribe Pablo: La noche está avanzada, el día se avecina”. S. Bernardo de Claraval, Pre 54 “De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a todo el mundo, sino de la predicación del nombre de Jesús? ¿No nos llamó Dios a su maravilloso resplandor por la luz de este nombre? Iluminados por su luz, que nos hace ver la luz, exclamará Pablo con razón: Antes, sí erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. A este mismo Apóstol se le encargó que diera a conocer este nombre a los paganos y sus reyes, y a los hijos de Israel. Lo llevaba como una antorcha para iluminar la patria, gritando por todas partes: La noche está avanzada, el día se echa encima, abandonemos las actividades de las tinieblas, pertrechémonos para actuar en la luz; comportémonos con decoro como en pleno día. Y mostraba a todos la luz sobre el candelero, anunciando a Jesús por donde pasaba, y a éste crucificado. ¡Cómo brilló esta luz, hiriendo los ojos de cuantos la miraban, cuando salió de la boca de Pedro con el fulgor de un relámpago y robusteció las piernas y los tobillos de un paralítico, hasta quedar iluminados muchos espiritualmente ciegos! ¿No despidió fuego cuando dijo: En el nombre de Jesús, el Nazareno, levántate y anda”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 6 182
“Pero entremos en nosotros mismos y examinemos nuestra conducta; invoquemos al Espíritu de la verdad, para hacerlo en la verdad. Traigámoslo desde lo alto, a donde nos había llevado, para que nos preceda también en el regreso a nuestro interior, pues sin él nada podemos. No temamos que se niegue a descender con nosotros; al contrario, le ofende que nos empeñemos en prescindir de él para lo más insignificante. Él no es aliento fugaz que no torna; nos guía y acompaña con resplandor creciente, como Espíritu del Señor. A veces nos arrebata consigo en su luz, o emerge alumbrando nuestras tinieblas, para que, bien sobre nosotros, bien a nuestro lado, pero siempre en la luz, nos comportemos como hijos de la luz ”. S. Bernardo de Claraval, SC 17, 8 “Sea la luz de Cristo tu verdad, para que no te engañe el espíritu de la mentira o del error ”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 3 “¿No percibes ahora con qué acierto pensaba el Apóstol que la ciencia hincha? Yo deseo que el alma, ante todo, se conozca a sí misma, como lo exige el sentido de utilidad y la lógica del orden. El orden, porque nosotros somos los primeros interesados; nuestro bien, porque ese conocimiento no infla, humilla; es una disposición previa para nuestra edificación. No podría mantenerse nuestro edificio espiritual, si no es sobre el cimiento sólido de la humildad. Y para humillarse a sí misma no encontrará el alma nada tan estable y apropiado como encontrarse a sí misma en la verdad. Con una condición: que no encubra nada, que su espíritu sea sincero, que se coloque ante su propio rostro, que no huya de sí misma de repente. Si se contempla a la luz clara de la verdad, ¿no se encontrará alejada en la región de la desemejanza, suspirando al ver su miseria e incapaz de ocultar su verdadera situación? ¿No clamará al Señor con el Profeta: Me has humillado con la verdad? ”. S. Bernardo de Claraval, SC 36, 5 “No hay, pues, fruto sin flor, ni buenas obras sin fe. La fe sin obras es un cadáver, igual que la flor cuando despunta y no trae fruto. Reanimadme con flores, dadme vigor con manzanas, porque desfallezco de amor. Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se consuela con las buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas veces se le oculta la luz de la contemplación, como suele suceder. Pues ¿quién goza de esa luz, no digo continuamente, sino siquiera por largo tiempo, mientras more en este cuerpo? Ya he dicho que siempre que cae desde la contemplación se refugia en la acción; pero vuelve de nuevo confiadamente a ella, porque ambas son compañeras y habitan juntas; al fin Marta es hermana de María. Aunque cae desde la luz de la contemplación, no tolera ir a parar en las tinieblas del pecado o la desidia de la ociosidad; se mantiene a la luz de las buenas obras. No olvides que las obras son también luz, se un aquel texto que dice: Alumbre vuestra luz a los hombres; obviamente se refiere a las obras que pueden contemplar los hombres ”. S. Bernardo de Claraval, SC 51, 2 Luz S. Bernardo de Claraval - Asc III, 2 - Asspt IV, 3 - Hum 15, 1 - Pre 54 - SC 15, 6 183
-
SC SC SC SC
17, 20, 36, 51,
Beato - Epi - Epi - Epi - Epi - Epi - Epi - Pur - Pur
8 3 5 2
Guerrico de Igny II [12], 1 II [12], 3 II [12], 6 III [13], 1 III [13], 3. III [13], 7 I [15], 1 I [15], 5
S. Elredo de Rieval - Spec I, 90 Balduino de Ford - Tract VI - Tract X - Tract XIII - Tract XV
Obediencia
“7. ¿Por qué vivir bajo obediencia? El diablo es el primer inventor de este por qué. En efecto el diablo es el primero en discutir el precepto de la obediencia ¿Por qué, dijo, les ha ordenado Dios no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal? Antes de eso, el hombre simple obedecía simplemente no tanto a causa de un precepto muy razonable como la autoridad de aquel que lo había ordenado. 8. Sin embargo ¿quieres saber por qué según el parecer y el imperio de otro ora trabajamos, ora descansamos? Porque haciendo esto, somos sin ninguna dudad imitadores de Cristo, como hijos muy queridos y andamos en el amor con el cual nos amó aquel que en todo se hizo obediente a causa de nosotros no sólo para servirnos de remedio sino también para servirnos de ejemplo a fin de que nos comportemos en este mundo como Él se comportó. En esto -como dice el bienaventurado Juan- estriba nuestra confianza. 9. Él se hizo obediente, no sólo al Padre hasta la muerte, sino a María y a José hasta que ocupó el lugar de preeminencia. En efecto, cuando por la voz del Padre que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo; era llamado a ocupar el lugar de preeminencia, entonces comenzó a mandar, después de haber aprendido a obedecer. 10. Además, parece una justa reparación, que aquel que en el paraíso desdeñó reinar como señor sometido a su Señor, en el exilio sirva ahora como siervo sometido a un compañero de servicio. La condición de naturaleza estableció al hombre bajo el Señor, la transgresión de la obediencia lo colocó bajo el yugo del enemigo, la reconciliación por la gracia empero, lo sometió a su hermano, compañero de servicio. La naturaleza lo sometió a Dios, el pecado al diablo, la reconciliación a un hombre amigo”. Isaac de Stella, PP II [50], 7-10 “En cuanto a los que hemos profesado la castidad, sin mujer ni hijos, y también sin nada propio, vivimos en común, obedeciendo todos a uno solo, esperando todo de él según las necesidades de cada uno, 184
indudablemente eso es conforme al ideal de los bienaventurados apóstoles y de aquella primitiva Iglesia de Jerusalén; ellos ponían en común los bienes y tenían un solo corazón y un alma sola” Isaac de Stella, PP II [50], 20 “Yo no dudo en llamar cruz al rigor de nuestra profesión en este desierto perdido. Porque, así como la soledad os separa de los demás, la obediencia os separa de vosotros mismos.; y ya no podéis hacer lo que os agrada. Porque nada de lo que os agrada os está permitido, no tenéis bienes, ni la propiedad de vuestros cuerpos, ni obras, ni libertad de reposar. ¿Qué es esto, os pregunto, sino estar clavados, por Cristo, al rigor del mandato ajeno por los clavos de la obediencia? ¿qué es sino estar crucificado con Cristo? ” Isaac de Stella, 4 p Epi III [15], 7 “Por lo tanto, lo esencial de toda vida religiosa y de toda obediencia es amar lo que Dios ama porque Dios lo ama; aborrecer lo que Dios aborrece porque Dios lo aborrece; querer lo que Dios quiere porque Dios lo quiere; no querer lo que Dios no quiere porque Dios no lo quiere. Cuando aprendamos todo esto en las cosas de afuera, es como si escucháramos a través de su voz la voluntad de Dios ”. Isaac de Stella, Nat JB II [47], 14 “Si ayuno por satisfacer mi propia voluntad, al esposo no le seduce ese ayuno ni le gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el vicio de la voluntad propia. Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura, el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monje en las que se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro ”. S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13 “Si se ha de tener tanto cuidado por evitar el escándalo de los niños, ¡cuánto más el de los superiores! Dios les ha elevado a un rango semejante al suyo. La reverencia o el desprecio que se les confiere repercute en el mismo Dios. A ellos dice: Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os desprecia a vosotros, me desprecia a mí. Nuestra Regla nos pone en guardia sobre esto mismo cuando dice: La obediencia que se tributa a los superiores, al mismo Dios se tributa. Los preceptos de los superiores, que no van contra la voluntad de dios, han de obedecerse como órdenes divinas. Todo lo que mande el hombre que ocupa el lugar de Dios, mientras no estemos ciertos que le desagrada, ha de aceptarse con toda el alma, como si lo mandara Dios mismo. ¿Qué más da si Dios por sí mismo o mediante sus colaboradores, hombres o ángeles, manifiesta su voluntad a los hombres? … Ahí está el que ha recibido en garantía los secretos de Dios. Ocupa el puesto de Dios. Debemos escucharle como al mismo Dios en todo aquello que no va claramente contra el mismo Dios ”. S. Bernardo de Claraval, Pre 21 “Exíjase, por tanto, el compromiso de la estabilidad al flojo y apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y curioso, y a todos los tocados por la ligereza de la inconstancia. Manténgase una cierta indulgencia con los profesos, fieles a la conversión de costumbres y a la obediencia según la Regla. Y si el ambiente de maldad y la carencia de espíritu religioso en las comunidades fuese un obstáculo serio, yo aconsejaría sin dudar un cambio de lugar, impulsado por el Espíritu de libertad, donde la persona pueda sin tropiezos ofrecer a Dios los votos que pronunciaron sus labios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44 185
“Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su silencio, su obediencia y todo lo demás”. S. Bernardo de Claraval, Sent III, 91 “Escoja permanecer en la casa de Dios sometido a un maestro que quebrante su voluntad y reprima la concupiscencia con la brida de la obediencia, que se cumpla lo que dice el Profeta: Has puesto hombres sobre nuestras cabezas. Que el siervo no desdeñe imitar a su amo, ya que no es el siervo mayor que su dueño. Él iba creciendo en saber, en estatura y en favor de Dios y de los hombres; y al cumplir sus doce años se quedó en Jerusalén. Lo encontraron la santa Virgen y José, de quienes se decía hijo, dialogando con los doctores, escuchándoles y preguntándoles. Sin embargo, bajó con ellos y siguió bajo su autoridad. Permanece tú también sumiso por amor a Él”. S. Bernardo de Claraval, Circ 3, 7 “El primer grado es obedecer con gusto. Desde su primera transgresión, el hombre siente un amor innato a su voluntad propia… esto quiere decir que le es difícil dejar su voluntad y someterse a la de otro. Mas por penoso que le sea, es imposible subir el primer grado de la obediencia sin hacer nuestra la voluntad del que manda. Recíbanse con la voluntad los mandatos de los superiores, y evítese que el corazón haga reflexiones personales; hasta llegar a sacrificar la voluntad propia y amar el precepto del superior. Obedecer con gusto es cumplir de manera voluntaria la voluntad de los superiores ”. S. Bernardo de Claraval, Div 41, 4 “Compremos, pues, estos tres aromas del espíritu con el precio de nuestra propia voluntad. Al desprendernos de ella no perdemos nada. Salimos ganando, porque la cambiamos por otra mejor: la voluntad propia se hace común. Y la voluntad común es el amor. Compramos sin dinero, porque recibimos lo que no teníamos, y aumentamos con creces lo que teníamos. ¿Podrá compadecerse del hermano el que, llevado de su propia voluntad, sólo se compadece de sí mismo? ¿Amará el bien y odiará la maldad el que se ama a sí mismo? Movido por el amor propio o el odio, creerá que practica sentimientos de compasión o aplica el rigor de la justicia; y de este modo engañará a los hombres y se engañará a sí mismo”. S. Bernardo de Claraval, Res 2, 8 “En el corazón existen también dos clases de lepra: la voluntad propia y el juicio propio. Ambas son pésimas, y además muy peligrosas porque son internas. Llamo voluntad propia a la que no es común con Dios y con los hombres, sino únicamente nuestra. Queremos algo, no para gloria de Dios o utilidad de los hermanos, sino para nuestro provecho personal; nuestro fin no es agradar a Dios y ser útiles a los demás, sino satisfacer nuestras ambiciones. La caridad es otra cosa diametralmente opuesta: la caridad es Dios ”. S. Bernardo de Claraval, Res 3, 3 “¿Quién de entre vosotros, hermanos, desea preparar en su alma un trono para Cristo? Piense en las sedas, alfombras y almohadas que debe prepararle. Está escrito que la justicia y el derecho preparan su trono. La virtud de la justicia consiste en distribuir a cada cual lo que le corresponde. Por tanto, distribuye tú a tres lo que es de ellos. Devuelve 186
al superior, devuelve al inferior, devuelve al compañero lo que les debes. Entonces celebrarás convenientemente la venida de Cristo, preparándole en la justicia su trono. Devuelve, insisto, reverencia y obediencia al superior; la primera, en cuanto disposición de corazón; la segunda, como actitud externa ”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 4 “La humildad reúne a las virtudes, las mantiene unidas y las perfecciona. El cimiento se oculta en tierra, no puede conocerse su consistencia hasta que los muros se asienten o se desmoronen. La humildad clava su raíz en lo profundo del corazón. No puede conocerse su ausencia o su debilitamiento hasta que los muros del edificio se disuelven por el desorden o se disgreguen y desmoronen. Esta es la torre que David posee con mano fuerte. Esta torre o ciudad tiene por muro la obediencia, que reúne a los dispersos; contiene a los vagabundos, para que salgan sólo por la puerta, esto es, por el mandato del superior. …La obediencia presenta cinco aspectos. El primero es la acción recta. Lo que va contra Dios no es obediencia. El segundo es lo voluntario, pues lo que se hace por la fuerza no es bueno. El tercero, lo puro. Que la intención sea pura; porque, si tu ojo es sencillo, toda tu persona quedará esclarecida. El cuarto, lo discreto. Que no haya excesos. Si se ofrece algo bueno, pero no se reparte como es debido, habrá pecado. El quinto, lo estable. El que es constante, lo posee todo dispone de todo. No hay bien sin perseverancia. Para que a perseverancia tenga el muro de la obediencia necesita pertrecharse con los baluartes de la paciencia, como los defensores de las murallas necesitan baluartes para estrellar los dardos del enemigo. Quienes se empeñan en mantener la obediencia necesitan de la paciencia, que protege al hombre contra las palabras desabridas y los trabajos agitadores”. S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 6 “Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “Aquella muerte, aquella cruz, aquellos oprobios, salivazos y azotes que soportó nuestra cabeza, Cristo, ¿qué otra cosa fueron para su cuerpo, para nosotros, sino preclaros ejemplos de obediencia? Cristo, dice San Pablo, se hizo obediente al Padre hasta la muerte, y muerte de Cruz. ¿Por qué? Nos lo dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo, para que sigáis sus pasos; esto es, para que imitéis su obediencia”. S. Bernardo de Claraval, Hum 7, 3 “¡Qué preciosa es la humildad! La misma soberbia procura revestirse de ella para no envilecerse. Pero ese subterfugio es descubierto muy pronto por el superior si no se ablanda fácilmente ante esa soberbia humildad, disimulando la culpa o difiriendo el castigo. El horno prueba los vasos del alfarero; la tribulación selecciona a los auténticos penitentes. El que hace penitencia de verdad, no aborrece el trabajo de la penitencia; acepta con paciencia y sin la menor queja cualquier orden que le impongan para reparar una culpa que detesta. Y si en la misma obediencia surgen conflictos duros y contrarios, si tropieza con cualquier clase de injurias, aguanta sin desmayo. Así manifiesta que vive en el cuarto grado de humildad. S. Bernardo de Claraval, Hum 47 187
“El olvido es la muerte del alma. El que resucita se comporta de la siguiente manera: siente por la memoria; oye por la obediencia, ve por la inteligencia, huele por la sensatez y gusta por el amor”. S. Bernardo de Claraval, Sent II, 19 “Por esta causa, en la primera bodega debe someterse el desenfreno de la conducta con el yugo de la disciplina, hasta que la voluntad rebelde, triturada en el largo y duro magisterio de los mayores, se humille y recupere la salud. Así recobrará, mediante la obediencia, aquella bondad natural que perdió por su engreimiento ”. S. Bernardo de Claraval, SC 23, 6 “Ahora, aquí, mientras no esté dispuesta la visión, debemos abrir el oído y ejercitarlo, para que acoja la verdad. Feliz aquel a quien la Verdad le dice, como testigo: Me escuchaba y me obedeció. Seré digno de esa visión si antes he sabido obedecer lo que escucho; contemplaré confiado al que antes he rendido el obsequio de mi obediencia. ¡Qué feliz el que dice: El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché para atrás. Aquí tienes una forma de obediencia voluntaria y un ejemplo de magnanimidad. Porque el que no se resiste es espontáneo: y el que no se echa atrás, persevera. Ambas cosas son necesarias, pues Dios se lo agradece al que da de buena gana, y quien persevera hasta el fin ese se salvará”. S. Bernardo de Claraval, SC 28, 6 “No creas que el amor de tu propia quietud pueda ser incompatible con la práctica de la santa obediencia o con las tradiciones de los mayores. De lo contrario, el esposo no dormiría conmigo en el mismo lecho, especialmente si lo has cubierto no con flores de obediencia, sino con cicutas y ortigas de desobediencia. En ese caso, no escuchará tu oración, no acudirá a tus llamadas, no prestará ayuda al desobediente, pues él amó tanto la obediencia, que prefirió mor ir antes que rebelarse”. S. Bernardo de Claraval, SC 46, 5 “No basta someterse sólo a Dios, sino también a toda humana criatura por Dios: sea al abad, por ser el primero, sea a los encargados por él. Y os digo más: a los iguales e inferiores igualmente. Así es como nos corresponde cumplir todo lo que Dios quiera. Si deseas ser perfecto en tu santidad, corre hacia el menor: doblégate ante el más joven, muestra tu deferencia al inferior. Con este proceder, atraerás hacia ti lo que dijo la esposa: Mi nardo despedía su perfume”. S. Bernardo de Claraval, SC 42, 9 “Ama a Dios de verdad y, en consecuencia, todo lo que es de Dios. Ama con pureza, y no le pesa cumplir un mandamiento puro, porque la obediencia del amor purifica su corazón ”. S. Bernardo de Claraval, Dil 26, 3 “En el segundo grado ama a Dios, pero por sí mismo, no por él . Sus miserias y necesidades le impulsan a acudir con frecuencia a él en la meditación, la lectura, la oración y la obediencia. Dios se le va revelando de un modo sencillo y humano, y se le hace amable”. S. Bernardo de Claraval, Dil 39, 1 “¿Qué consejo se da a los amigos? No trabajen por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando una vida nueva sin término. Aunque nos entreguemos a los trabajos materiales, en espíritu de obediencia o caridad fraterna, no dejemos de trabajar por este alimento, 188
porque nuestra intención es distinta de aquellos que trabajos perecederos”. S. Bernardo de Claraval, Div 27, 2
se
afanan
en
“Tus principales caminos [del Señor] son dos: confesión y obediencia. En la confesión se lavan todas las cosas, en la obediencia solidifican las virtudes ”. S. Bernardo de Claraval, Div 40, 2 “A Cristo le horrorizan más las asperezas de las costumbres y la lengua mordaz que las puntas de las espinas, especialmente en aquéllos que son llamados a la simplicidad del silencio, a la actividad del amor, a la calma del reposo, a la escuela de la humildad, al voto de obediencia, al vínculo de la unidad” . Gilberto de Hoyland, SC 20,7 “¿Qué es la virtud de la piedad, sino la caridad sincera, la humildad verdadera, la paciencia magnánima, la obediencia solícita ?”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 3 “Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”. Beato Guerrico de Igny, Ben I[22], 4 “No es un alimento insignificante para el alma fiel ver a su alrededor tantos lirios que florecen con tanta belleza y gracia, y de los cuales puede tomar ejemplos de todas las virtudes, diferentes en cada uno de ellos Éste se halla mejor cimentado por la humildad, aquél por su mayor caridad. Uno es más vigoroso para la paciencia, otro más veloz para la obediencia. Este es más parco en la comida, aquél más desenvuelto para el trabajo. Éste es más fervoroso en la oración, aquél más aplicado en la lectura”. Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 4 “La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las virtudes”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 2 “Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3 “Sin duda, en algún tiempo debemos realizar las tareas propias de la vida de Marta, pero en otros momentos aquéllas que son propias de María, a menos que interponga la necesidad que no tiene ley. Por lo mismo debemos cuidar solícitamente esos tiempos que nos prefijó el Espíritu Santo para que, en efecto, en el tiempo de la lectura estemos tranquilos y reposados, no entregándonos al ocio y al sopor, ni nos separemos de los pies de Jesús, sino que nos sentemos allí y escuchemos su palabra. Pero en el tiempo del trabajo estemos diligentes y prontos, no omitiendo de ningún modo, por el pretexto del reposo, las tareas del trabajo. Y nunca cambiemos uno por otro, a no ser a causa de la obediencia a la que ni el reposo, ni el trabajo, ni la acción, ni la contemplación, ni ninguna cosa debe anteponerse sino obligar a todos éstos a quedar a los pies de Jesús por la obediencia”. S. Elredo de Rieval, STemp 17, Asspt I, 6 189
“Participar en los sufrimientos de Cristo es someterse a las observancias regulares, mortificar la carne con la abstinencia, las vigilias y trabajos, someter la voluntad al juicio ajeno, no preferir nada a la obediencia; y para lo todo en una palabra: participar en los sufrimientos de Cristo es cumplir la profesión que hemos hecho de vivir según la regla de San Benito, como lo afirma nuestro mismo legislador: Y así, perseverando en el monasterio hasta la muerte, participemos de los sufrimientos de Cristo por la paciencia y merezcamos también acompañarlo en su Reino. Lo mismo había dicho el Apóstol: Sabemos que como compartís nuestros sufrimientos, así compartiréis nuetro consuelo ”. Elredo de Rieval, Spec II, 15 “Ahora debes sufrir por Cristo, ejercitar la virtud de la paciencia, castigar la insolencia de la carne con vigilias continuas y ayunos, soportar las tentaciones, alejar tu espíritu de toda solicitud terrena, y, sobre todo, mortificar tu voluntad propia con la virtud de la obediencia. Y siempre que tu espíritu se fatiga excesivamente en todo esto, debes correr con la devoción solícita de las oraciones a los pechos maternales de Jesús, de cuya abundancia sorberás la leche del maravilloso consuelo, y dirás con el Apóstol: Bendito sea Dios que nos consuela en todas nuestras tribulaciones; y: Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa también nuestro consuelo”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 59 “El modelo de nuestra obediencia es Cristo, quien es también el mandamiento del Padre que nos lo ha dado para que lo escuchemos, lo recibamos, lo amemos. Porque en Él ha dado la bendición y la vida” . Balduino de Ford, Sac alt I, 1 “La obediencia hasta la muerte debe entenderse no sólo de la muerte de la carne, sino de toda perfecta mortificación y penitencia corporal, y especialmente de toda perfecta renuncia a la voluntad propia. Porque se da muerte a sí mismo el que inmola su propia voluntad. El que por Dios se aparta de todo placer prohibido, odia su alma por Dios, la pierde en este mundo, y, odiándola y perdiéndola, la gana para la vida eterna. El que en la alegría de su alma y la dulzura del amor deja de lado su propia voluntad, y por una prudente opción prefiere la de su hermano, éste da su alma por su hermano. La obediencia hasta la muerte se encuentra en todo género de martirio, ya sea que nos mate la espada del perseguidor, ya sea que lo haga la espada del espíritu que es la palabra de Dios. Esta es la obediencia perfecta que no se daba en la ley, porque la ley no condujo a nadie a la perfección. Éste es el vino nuevo que Cristo Jesús bebió con sus discípulos. Quienquiera que se goce en esta obediencia bebe con Jesús, bebe el vino aromático de su cáliz, el vino dulce de sus granadas … Todo lo que en nosotros es fuerte, robusto y sólido, gozoso y alegre para cumplir los mandatos de Dios, soportar el sufrimiento, practicar la obediencia, defender la justicia, todo esto es fruto de la fuerza de este pan y de la alegría de este vino ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1 “El amor a Dios y la obediencia están unidos por un nexo indivisible; no es posible separarlos. Que el amor no puede existir sin la obediencia, lo señala el Señor al decir: Si alguno me ama, guardará mi Palabra. Por lo tanto, quien ama obedece, y el que no ama, no obedece. No hay amor sin obediencia, ni obediencia sin amor. …la intención y la disposición del ánimo engendran distintos tipos de obediencia. En efecto, según la intención hay una obediencia verdadera 190
y una obediencia simulada. La verdadera pone su esperanza de recompensa en la verdad, esto es en Dios. La simulada finge sumisión a Dios y, llevada por la codicia, pone su esperanza fuera de la verdad. …Según la disposición del ánimo hay una obediencia forzada y una obediencia voluntaria. El temor engendra la primera; la segunda brota a impulsos del amor. Considerando entremezclados el sentimiento y la intención, existe una obediencia forzada y verdadera: es la que surge del temor a Dios y se dirige. a él. Una obediencia de esta clase tiene, en unos, un poco más de temor y menos de amor; en otros, más amor y menos temor. Pero siempre tiene un poco de ambos elementos; pues, así como sin temor nunca es forzada, del mismo modo sin amor nunca es verdadera. Existe una obediencia forzada y simulada; la produce el miedo y no está orientada a Dios. Existe también una obediencia voluntaria y simulada, como la de los hipócritas. Hay una obediencia voluntaria y verdadera, que procede de la caridad y, por la caridad, tiende hacia Dios. Es esta obediencia la que Dios reclama, la que ama, la que nos recomienda con su mandamiento y su ejemplo. Y a esta obediencia la recompensa del mismo modo que la ama ”. Balduino de Ford, Tract III “En el amanecer de nuestra resurrección, esto es, en el comienzo de nuestra conversión de las costumbres vanas del siglo, comienzan todas estas cosas a ordenarse en nosotros y a apaciguarse por las leyes de la santa obediencia, el ejercicio cotidiano de la disciplina, y por el gobierno de la razón. … El alma por amor a la obediencia está maravillosamente unida a Dios. En él y por él vive y siente, y encuentra una cierta similitud a lo que ha experimentado por los sentidos del cuerpo. Mediante la gracia de una íntima inspiración que siente en sí misma, toca espiritualmente por la fe, aspira por la esperanza, gusta por la caridad, oye por la obediencia, ve por la contemplación al Dios que siente en sí misma. … Para nosotros que resucitamos con Cristo, esta misma palabra puede ser aplicada a nuestra primera y a nuestra segunda resurrección; porque es la palabra del penitente que retorna a la obediencia y promete obediencia: Dispuesto está mi corazón, oh Dios, dispuesto está mi corazón. Dispuesto para hacer buenas obras, dispuesto para soportar las malas; dispuesto para comenzar, dispuesto para perseverar; dispuesto a la obediencia del alma que debe servirte, oh Dios; dispuesto a la obediencia de la carne que debe ser sometida al espíritu. Mas al obediente que sirve a Dios, por una doble obediencia se le infunde una doble alegría: una, la obediencia y la paz de la carne respecto del espíritu, y se dice que esta es la cítara; otra, la paz y la obediencia del espíritu a Dios, y se dice que esta es el arpa ”. Balduino de Ford, Tract IV “Sin embargo, los cabellos de la esposa están reunidos en el cuello, donde se encuentra el yugo de la obediencia, y atados en una sola trenza con el nudo del temor; porque la obediencia a Dios en todas las cosas siempre debe ser pensada en el temor, como está escrito: Lo que te encomienda Dios, eso medita siempre ”. Balduino de Ford, Tract VIII “La virtud de la docilidad del hombre para consigo mismo, abarca la paciencia y la obediencia, tanto de la voluntad respecto de la razón, como de la carne respecto de la voluntad. Porque la razón, ora impone a la voluntad dócil — y esta a la carne dócil y sometida — ciertas cosas duras que deben ser toleradas, y he aquí la virtud de la paciencia, porque se trata de tolerar sufrimientos; ora impone algunas obras buenas 191
que deben realizarse, y he aquí la virtud de la obediencia porque son hechas con humildad. … Para dar a los dóciles esta tierra, el Señor, que se sienta sobre querubines, viene dócil, humilde, sentado sobre un asno, animal que denota la docilidad en toda obediencia y paciencia; en el cual Dios puso y propuso para nosotros un ejemplo de docilidad, a fin de que en obediencia y paciencia también nosotros llevemos a Cristo como jinete, los dóciles al dócil”. Balduino de Ford, Tract IX “Los justos, dondequiera se encuentren sea que vivan aislados, sea en comunidad, en razón de unidad de paz de la Iglesia y de la comunión de obediencia y caridad, como miembros de un mismo cuerpo no admiten la división. … Este vino de la voluntad propia y de la desobediencia les está prohibido beber a los nazareos y a los hijos de Jonadab. Bueno es al hombre no beber de este vino. Saben esto quienes desconfían de todos sus actos de voluntad, quienes no se fían de sí mismos, sino que se entregan al arbitrio de otro para ser guiados; los que siempre temen querer algo de sí mismos y como por sí mismos. Y por esto se ligan con los vínculos de la obediencia, y se estrechan dentro de las leyes de la disciplina regular y convierten su voluntad en necesidad, y reducen su libertad a servidumbre; pero todo esto por Cristo, a fin de que su servidumbre sea libre en Cristo, y la obligación, sea voluntaria. Pues son tanto más libres en Cristo, cuanto más se obligan a obedecerle por propio compromiso”. Balduino de Ford, Tract XV Todo lo que en nosotros es fuerte, robusto y sólido, gozoso y alegre para cumplir los mandatos de Dios, soportar el sufrimiento, practicar la obediencia, defender la justicia, todo esto es fruto de la fuerza de este pan y de la alegría de este vino. … Pero a la criatura racional, la única capaz de justicia y de felicidad, -si no se aparta de Él por propia voluntad, sino que se vuelve a Él por amor de la obediencia a fin de vivir no para sí misma sino para Él — , a esta criatura, digo, le da la comida de la cual debe vivir, de tal modo que Él mismo es esa comida que le procura una vida buena y feliz ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3 “El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios por el juicio de su razón y la libertad de su voluntad, debe someter a Dios estas facultades. Su voluntad debe siempre obedecer a aquel de quien ha recibido la existencia. Debe el hombre inclinar su razón ante Dios para creer en todas sus palabras; y su voluntad para acatar todos sus preceptos. Una fe respetuosa doblega la razón del hombre y la obediencia, su voluntad ”. Balduino de Ford, Tract I “Ahora bien, el justo que se convierte a Dios, tiene mediante la gracia a Dios que inhabita y reposa en él, de modo que, recibiendo reverentemente sus mandatos, y obedeciéndolos, merece mediante la obediencia reposar en él. Pues por medio de la obediencia a sus preceptos prepara el reposo deseado, y después del trabajo — al que Dios ha modelado en el precepto — obtiene el reposo en mérito a la obediencia ”. Balduino de Ford, Tract V “Este vino de la voluntad propia y de la desobediencia les está prohibido beber a los nazareos y a los hijos de Jonadab. Bueno es al hombre no beber de este vino. Saben esto quienes desconfían de todos sus actos de voluntad, quienes no se fían de sí mismos, sino que se entregan al arbitrio de otro para ser guiados; los que siempre temen querer algo 192
de sí mismos y como por sí mismos. Y por esto se ligan con los vínculos de la obediencia, y se estrechan dentro de las leyes de la disciplina regular y convierten su voluntad en necesidad, y reducen su libertad a servidumbre ; pero todo esto por Cristo, a fin de que su servidumbre sea libre en Cristo, y la obligación, sea voluntaria. Pues son tanto más libres en Cristo, cuanto más se obligan a obedecerle por propio compromiso. Esta es la primera, esta es la principal abstinencia de los nazareos”. Balduino de Ford, Tract XVI “Tu enfermería, hombre enfermo y débil, es tu celda; y el remedio con el que comenzaste la cura es la obediencia, cuando es verdadera obediencia. Has de saber que los remedios cambiados a menudo dañan, perturban la naturaleza y prolongan la enfermedad. Quien se dirige a un lugar si toma un camino recto llega enseguida donde desea, y termina pronto el camino y la fatiga; pero si toma varios caminos, se equivoca y no termina nunca su fatiga, porque el error no tiene fin. Así pues, no cambies de lugar, no tomes un remedio por otro, usa el remedio medicinal de la obediencia hasta recuperar perfectamente la salud. Una vez curado no la rechaces como ingrato, antes bien, sigue usándola, aunque de forma distinta”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 97 “Por ello el mejor guardián de la voluntad es la obediencia, sea como mandato, como consejo, como sumisión o simplemente por caridad. Según el apóstol san Pedro, los hijos de la obediencia purifican sus corazones con más eficacia y dulzura sometiéndose sus iguales y aún a sus inferiores en una obediencia de caridad, que acatando a sus superiores con una obediencia de necesidad. En el primer caso, es únicamente la caridad quien manda, aconseja y obedece; en el segundo, se teme el castigo o se cede a la amenaza de una autoridad imperiosa o de una necesidad ineludible. En la primera el obediente merece mayor gloria, en la segunda se amenaza al desobediente con mayor castigo” . Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 240 Obediencia Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 97 - Ep frat 240 S. Bernardo de Claraval - Adv III, 4 - Adv VIII, 6 - Circ 3, 7 - Dil 26, 3 - Dil 39, 1 - Div 27, 2 - Div 40, 2 - Div 41, 4 - Ep 142, 1 - Hum 7, 3 - Hum 47 - Pre 21 - Pre 44 - Res II, 8 - Res III, 3 - SC 23, 6 - SC 28, 6 193
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SC 42, 9 SC 46, 5 SC 71, 13 Sent II, 19 Sent III, 91
Beato Guerrico de Igny - Ben I[22], 4 - Epi IV [14], 3 - OS [53], 2 - Palm I [29], 3 - PP II [45], 4 S. Elredo de Rieval - Spec II, 15 - Spec II, 59 - STemp Asspt I [17], 6 Gilberto de Hoyland - SC 20, 7 Isaac de Stella - 4 p Epi III [15], 7 - Nat JB II [47], 14 - PP II [50], 7-10 - PP II [50], 20 Balduino de Ford - Sac alt I, 1 - Sac alt II, 1 - Sac alt II, 3 - Tract I - Tract III - Tract IV - Tract V - Tract VIII - Tract IX - Tract XV - Tract XVI
Observancias
“Debes saber ante todo cuáles fueron las causas y razones que movieron a nuestros padres a instituir o poner en práctica este género de vida. Para algunos, vivir en sociedad es una fuente de peligros. A otros, aunque no los encuentran, la vida social les resulta fastidiosa. Otros, finalmente, sin ninguna de estas razones, estiman más provechosa la vida escondida”. S. Elredo de Rieval, Inst 2 “El amor divino comprende dos cosas: el afecto interior y llevarlo a efecto a través de las obras; éste consiste en la práctica de las virtudes y el afecto en la dulzura del gusto espiritual. La práctica de las virtudes implica un cierto modo de vivir: ayunos, vigilias, trabajo, lectura, oración, pobreza y otras obras semejantes; el afecto se nutre con la reflexión saludable. Por eso, para que ese amor a Jesús crezca en tu afecto, necesita esta triple meditación: sobre las cosas pasadas, presentes y futuras”. S. Elredo de Rieval, Inst 104 194
“Sin duda, en algún tiempo debemos realizar las tareas propias de la vida de Marta, pero en otros momentos aquéllas que son propias de María, a menos que interponga la necesidad que no tiene ley. Por lo mismo debemos cuidar solícitamente esos tiempos que nos prefijó el Espíritu Santo para que, en efecto, en el tiempo de la lectura estemos tranquilos y reposados, no entregándonos al ocio y al sopor, ni nos separemos de los pies de Jesús, sino que nos sentemos allí y escuchemos su palabra. Pero en el tiempo del trabajo estemos diligentes y prontos, no omitiendo de ningún modo, por el pretexto del reposo, las tareas del trabajo. Y nunca cambiemos uno por otro, a no ser a causa de la obediencia a la que ni el reposo, ni el trabajo, ni la acción, ni la contemplación, ni ninguna cosa debe anteponerse sino obligar a todos éstos a quedar a los pies de Jesús por la obediencia”. S. Elredo de Rieval, STemp Asspt I [17] 6 “Participar en los padecimientos de Cristo es someterse a la disciplina regular, mortificar la carne con abstinencias, vigilias y trabajos, someter la voluntad propia al juicio ajeno, no preferir nada a la obediencia. Resumiendo todo en pocas palabras, seguir nuestra profesión, que hicimos según la regla de san Benito, es precisamente participar en los sufrimientos de Cristo”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 15 “Si hay fervor en los trabajos, si pureza en las vigilias, parquedad en las comidas, humilde taciturnidad ¿de dónde estas cosas sin de Aquel de quien procede todo don perfecto y óptimo? Luego, el ama santa, que ha recibido primeramente todas estas cosas de Dios, con razón debe devolverlas”. S. Elredo de Rieval, STemp De la bienaventurada María [25], 6 “Amurallada ciudad es nuestra Orden, fortificada por todas partes con buenas observancias como si fueran muros y torres para que no nos engañe nuestro enemigo ni nos aparte del ejército de nuestro Emperador. ¡Oh, qué muro es la pobreza! ¡Cómo nos defiende contra la soberbia del mundo, contra las vanidades y superfluidades nocivas y condenables! ¡Qué torre es el silencio, que frena el asalto de la controversia, riña, disensión y retractación! ¿Por qué la obediencia, la humildad y la rudeza de la ropa? ¿Por qué la austeridad de las comidas? Son muros, son torres contra los vicios, contra los asaltos de nuestros enemigos”. S. Elredo de Rieval, STemp Nat [2], 2 “Si ya somos hijos espirituales de Israel, si espiritualmente hemos salido de la tierra de Egipto, ofrezcamos todos para la construcción de este tabernáculo y cada uno dé de lo que tiene: Pues cada uno tiene de Dios su propio don, uno de una manera y otro de otra. Este puede ofrecer más trabajo; aquel más vigilias, ése más ayunos; uno más oración, otro lectura y meditación. Aquel Moisés estableció seis ciudades de refugio para los hijos de Israel: tres fuera de la tierra de promisión, y tres en la misma tierra de promisión, para que cualquiera que hubiera cometido algún homicidio por ignorancia, refugiándose en éstas se salvara. Me parece que estas seis ciudades pueden significar aquellos seis ejercicios generales que tenemos establecidos: tres son corporales, esto es: trabajo, vigilias, y ayunos y estas cosas corresponden especialmente a los que todavía son atraídos por las pasiones carnales y están aún casi fuera de la tierra prometida, para quienes no se ha dicho: Nuestra morada está en los cielos, y otros tres, más bien espirituales: la lectura, la oración y la meditación ….Nos refugiamos en estas ciudades para librarnos 195
de nuestros perseguidores… que son el demonio y la concupiscencia… Nadie encuantra en estos ejercicios exactamente la misma gracia. Cada uno, pues, en el momento de la tentación debe refugiarse en el ejercicio que mayor gracia le reporte a él”. S. Elredo de Rieval, STemp Ben III [7], 4 “El lugar de los claustra les, que ellos mismos deben defender y proteger contra los enemigos es la regular observancia. Ellos deben procurar que en la observancia regular no pueda encontrar el enemigo ningún agujero por el que pueda penetrar. Deben evitar cualquier desidia en el trabajo por la que el enemigo entre y desmorone aquel gran muro que suele separar a los malvados de nosotros: la pereza y la tristeza. Deben procurar diligentemente que ninguna superficialidad destruya nuestra abstinencia, ni el sopor excesivo disminuya las vigilias. Estas constituyen las dos excelentísimas torres mediante las cuales nos defendemos de los encendidos dardos de la lujuria y, por lo mismo, se han de guardar bien para que el enemigo no encuentre en ellas ningún lugar de entrada. Así mismo tendrán que guardar con diligencia el silencio el que, si llegase a ser perforado o destruido, al instante entraría el enemigo a través de pleitos, discusiones y discordias”. S. Elredo de Rieval, STemp PP [15], 2 Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos; si has cambiado la locuacidad por el silencio y te has cubierto con el afecto del amor fraterno en vez de las riñas constantes; si ya has comenzado a cumplir los votos que pronunciaron tus labios; en una palabra, si con estos indicios y otros semejantes adviertes que has salido de Egipto y has cruzado como verdadero israelita las olas de este mar ancho y dilatado, es decir, de este mundo; aunque no haya descendido sobre ti al instante el maná de la dulzura celestial, no murmures contra Dios, no le tientes, ni digas: ¿Está Dios con nosotros o no? Porque el cumplimiento de sus preceptos es la señal más evidente de su presencia, como él mismo dice : Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 36 “
No haya duda, dije yo, que derramar lágrimas es un sacrificio muy grato y acepto a Dios, y un holocausto capaz de perdonar todos los pecados reconocidos; pero para aquellos que se arrepienten y confiesan, para quienes no vuelven a recaer en lo que se arrepienten, para quienes se acogen con espíritu de humildad y espíritu contrito a las piadosas entrañas de Jesús, para quienes hacen todos los frutos de penitencia que pueden. Por eso, tú y todos los que se preocupan de su salvación, deben esforzarse en que la mortificación de la carne, la diligencia en las vigilias y en el trabajo, la rusticidad del vestido, la sobriedad de la comida, el peso del silencio, y todo lo relacionado con los miembros del hombre exterior e interior esté empapado como holocausto agradable con lágrimas abundantes y con la suavidad de los devotos afectos, para que exhale su aroma en el ara del corazón por el fuego de la caridad, y como dice el profeta: Tu sacrificio sea sabroso ”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 63 “
“1. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los judíos. Podemos interpretar estas seis tinajas como las seis 196
observancias propuestas a los consagrados por Dios, en las cuales deben purificarse los verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el ayuno, el trabajo manual y la integridad personal. En la tinaja del silencio nos purificamos de los pecados que cometemos por la locuacidad. Este vicio tiene ocho variedades: la palabra estúpida, vana, mentirosa, ociosa, astuta, detractora, deshonesta y la que siempre busca excusa. La peste originada por la locuacidad se cura de raíz con el rigor del silencio, o al menos evita que sea muy nociva. La salmodia es una confesión con dos facetas: el pecador reconoce sus pecados y alaba a Dios por sus justos mandamientos. En esta tinaja cualquier judío, es decir, el que se reconoce verdaderamente pecador, queda limpio del espíritu impuro de la blasfemia que le domina antes de la conversión. ¿No blasfeman los que dicen: El proceder de Dios no es justo? ¿Y no es un blasfemo el necio que piensa: no hay Dios? Mas cuando se abraza a la conversión y confesión, y se entrega a las divinas alabanzas, esa vida disciplinada le ayuda a corregir sus palabras. Al acusarse a sí mismo reconoce el mal que ha hecho. Y, al contrario, al glorificar a Dios le atribuye a él, y no a sí mismo, el bien que ve en sí. Todo esto hace al salmodiar. Porque salmodiar significa todo lo que se ofrece a Dios con melodía del espíritu, sean salmos, himnos o cualquier otro canto. 2. La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la tibieza y negligencia. La cuarta tinaja es el ayuno ¿quién pone en duda su eficacia purificadora? ¡Cuánta verdad encierra aquella sentencia, el mejor remedio de un exceso es su contrario! Si hemos pecado por gula o glotonería, nada mejor que repararlo con la continencia y el ayuno, el Señor nos dice que es una fuente de energía para expulsar el demonio: esta ralea no sale más que a fuerza de oración y ayuno. 3. Viene ahora la quinta tinaja, el trabajo manual. Si buscamos en él alguna eficacia de purificación, encontraremos fácilmente motivos y me ciño a esto: ¿existe un elogio, un encanto y un encomio mayor que vivir de su propio trabajo y no depender en nada del vecino? Y para que nadie sospeche que digo eso por pura oratoria y no a impulsos de la verdad, escuchad a nuestro doctor en la fe y en la verdad, el apóstol Pablo. En su carta los Tesalonicenses les da esta doctrina y estas normas: Os exhortamos, hermanos a seguir progresando, a poner todo ahínco en conservar la calma, en ocuparos de vuestros asuntos y trabajar con vuestras manos según nuestras instrucciones: así vuestro proceder será correcto ante los de afuera y no tendréis necesidad de nadie… 4. Nos queda la integridad corporal. Con ella nos purificamos de aquellas cinco seducciones corporales, que son la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto. Lo que hemos dicho anteriormente: el silencio, la salmodia, las vigilias, el ayuno y el trabajo manual, puede practicarse sin aquella. Pero en ese caso son inútiles. Se reducen a unas simples lámparas que sólo dan luz. Si no está bien ceñida la cintura y falta la integridad corporal, de nada vale que brillen las lámparas. Esto nos hace ver lo imprescindible que es purificarse en estas tinajas: ella sola tiene eficacia de salvación como las otras juntas. Advertimos, por otra parte, que las cuatro primeras observancias es algo que nos debemos a nosotros mismos, la quinta al prójimo y la sexta a Dios. El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina personal. El 197
trabajo manual se realiza en beneficio del prójimo, para poder repartir con el necesitado. Y la integridad corporal es por Dios, para agradarle y cumplir su voluntad. Escuchemos la Escritura: Lo que Dios quiere es que viváis consagrados a él, que os apartéis del libertinaje, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente. El detalle de que estas tinajas sean de piedra, indica que no es fácil observarlas y que el camino que lleva a Dios es costoso y áspero. También puede referirse a su solidez: no conviene que se rompan o se deshagan fácilmente, pues se derramaría el líquido precioso de gracia interior que contienen. Lo cual sucedería en cualquier momento si fueran de barro, madera u otra materia frágil. Y finalmente, son de piedra porque son cristianas, labradas de la piedra que es Cristo, practicadas en la fe en Cristo”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1-4 “Podemos aducir un salmo para probar lo que hemos dicho sobre el examen de Jerusalén. Porque dice en la persona del Señor: Cuando elija la ocasión, yo juzgaré rectamente. Si no me engaño, dice que él examinará y juzgará las sendas y obras de los justos. Juzgará pues, mis malas obras, juzgará también las buenas. Trataré de corregir las obras malas con otras buenas, lavarlas con mis lágrimas, castigarlas con ayunos y otras obras de santas observancias. Me mantendrá humilde ante mis buenas obras, y siguiendo el precepto del Señor me tendré por un criado inútil, que no hizo sino lo que debía .”. S. Bernardo de Claraval, SC 55, 3 “Si ayuno por satisfacer mi propia voluntad, al esposo no le seduce ese ayuno ni le gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el vicio de la voluntad propia. Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura, el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monje en las que se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro”. S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13 “Respecto a los súbditos, toda la observancia regular, al menos en lo concerniente a las observancias corporales es voluntaria antes de la profesión y necesaria después de profesar. Respecto a los superiores, hay una parte voluntaria, en cuanto hechura humana; otra necesaria, en lo que ha establecido el mismo Dios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 3 “Nuestra Orden es es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios”. S. Bernardo de Claraval, QH I, 1 “Dura es, por cierto, esta cautividad. No la normal que sufrimos por el hecho de ser hombres, sino esa otra que nosotros mismos hemos elegido: mortificar nuestras propias voluntades y empeñarnos en perder hasta la propia vida en este mundo, entre los grilletes de rígidas observancias, en esta cárcel de dura penitencia. Esclavitud miserable de verdad si se 198
abraza por coacción y no libremente. Pero como ofrecéis a Dios un sacrificio voluntario y violentamos voluntariamente la voluntad, es que existe por medio una razón: la razón suprema por excelencia. ¿Puede pesarnos lo que hagamos por él, aunque nos resulte difícil y trabajoso? ”. S. Bernardo de Claraval, QH IX, 1 “Distribuye a cada hora los ejercicios que corresponden según la norma establecida comunitariamente: los ejercicios espirituales a su tiempo y lo mismo los corporales; de este modo a través de ellos el espíritu tributará a Dios lo que le es debido , y lo mismo el cuerpo al espíritu; si algo se omite o se hace con negligencia o imperfección, no deje de repararse o corregirse en el tiempo, mod o y lugar debidos”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 109 “Jamás hay que alejarse o apartarse totalmente de los ejercicios espirituales: Opus Dei, lectio divina, examen de conciencia, etc. para darse a los corporales; trabajo manual, ayuno, vigilias, austeridades. El alma debe poder volver a aquellos fácilmente y como por costumbre, y prestándose a unos, permanecer siempre adherida a los otros … Los ejercicios espirituales no son para los corporales, sino los corporales para los del espíritu”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 125 “Vengamos a esta comunidad espiritual de la que habla el Apóstol y al elogio de esta vida regular, a este bien, a este encanto de la convivencia de hermanos que viven juntos. Deseando esta forma de vida inspirada por los Apóstoles, los hombres no han querido tener otras moradas, ni retiros, más que la casa de Dios, casa de oración. Todo lo que hacen, lo hacen en nombre del Señor; forman una comunidad, viviendo todos bajo el mismo techo, siguiendo el mismo reglamento de vida, no poseyendo nada personalmente, ni su propio cuerpo, no teniendo ningún poder sobre sus voluntades individuales. Duermen juntos, se levantan juntos, salmodia o leen juntos. Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 24 “Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el trabajo diario, el silencio .” Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 “Esta fe vigilante, no fingida, no disfrazada, es la misma que a mi modo de ver conduce, por sí sola y por un atajo fácil, a la perfección. Ella da la gravedad de la observancia, la sobriedad de la modestia, tanto interior como exterior, y nos hace estar siempre ante el Señor como servidores sujetos a disciplina. Por esta virtud los apóstoles merecieron ser llamados hijos del aceite del esplendor. Así como permanecieron ante el Señor en la tierra contemplándolo por la fe, así ahora están ante él en el cielo contemplándolo por la visión, y sus ojos ven al Rey en toda su hermosura, al Rey, cuyo temor era aquí objeto de la meditación de su corazón”. Beato Guerrico de Igny, PP II [44], 5 “La mirra en tu corazón es el dolor, la mirra en tu cuerpo es la ascesis, con tal que uno y otra tengan carácter penitencial. La mirra tiene sabor muy amargo … preserva de la corrupción. ¿Qué hay más amargo al gusto ni más saludable en sus efectos que el dolor que entristece al pecador invitándole a la penitencia? Ascesis corporal… manojito de mirra… ayuno, vigilias regulares, trabajo manual cotidiano, aspereza de los vestidos y casi todas las 199
observancias amargas … propuestas para ser llevadas atadas manojito de mirra”. Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 3
como
un
“Para esto, la regeneración divina, o mejor la mutación de la diestra del Altísimo, os ha trasplantado junto a las aguas tranquilas, a vosotros, hermanos míos, a quienes la generación carnal y las costumbres del mundo habían plantado en tierra árida y salobre. De este modo, quienes estabais sentenciados al hacha y al fuego a causa de vuestra esterilidad, plantados ahora en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios, floreceréis y daréis fruto, para que vuestro fruto permanezca. ¿Acaso no son aguas tranquilas las Escrituras del Espíritu Santo en las cuales meditamos día y noche? ¿Acaso no son aguas tranquilas las lágrimas de compunción que constituyen nuestro pan día y noche? ¿Por ventura no son aguas tranquilas los sacramentos y demás auxilios espirituales, de los cuales nos alimentamos en el altar? Realmente en todas estas cosas la fuente de la sabiduría que brota en medio del paraíso, como a través de otros tantos arroyos, distribuye por las plazas sus aguas: Yo, dice la Sabiduría, como acueducto, salí del paraíso. Dije: regaré los plantíos de mi huerto y hartaré de aguas los frutales de mi prado. Por aquí podéis colegir, de boca de la misma Sabiduría que planta y riega, que el huerto de frutales es la reunión de los hijos. ¿Acaso yo, que doy a los otros el hacer nacer, seré estéril, dice el Señor?: El hace nacer cuando produce en nosotros la buena voluntad; planta cuando infunde la vida; riega cuando derrama la gracia en los corazones; cultiva cuando aplica la disciplina a las costumbres ”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 7 “La austeridad en la comida y el vestido, la gravedad del silencio, la disciplina del trabajo y las vigilias, el freno de la continencia, esas son las insignias de la santa milicia ”. Juan de Ford, SC 45, 6 “Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación divina. Dígnese concedérnosla por el Hijo, en el Espíritu Santo, aquél que vive y reina, Dios por los siglos de los siglos infinitos. Amén ”. Isaac de Stella, OS V [5], 24 “Así pues, hermanos, toda nuestra vida regular, si es verdadera, procura entregarse a la dulzura de la contemplación o bien a la dilección, ya sea por el libre reposo en Dios solo, ya sea por el servicio bien ordenado del prójimo. En efecto, sólo esta solicitud por el prójimo, aceptada por una caridad bien ordenada, inclina al alma, sin falta de su parte, y a veces con provecho, a apartarse de esta contemplación continua y vigilante. Y el hecho de entregarse al trabajo y a las tareas materiales, para tener con qué ayudar a quien padece necesidad, es decir a nuestro propio cuerpo, todavía animal, no es, a nuestro parecer, del todo extraño a la caridad hacia el prójimo ”. Isaac de Stella, Sex VIII [25], 10
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Observancias Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 109 - Ep frat 125 - Nat am 24 S. Bernardo de Claraval - Div 55, 1-4 - Ep 142, 1 - Pre 3 - QH I, 1 - QH IX, 1 - SC 55, 3 - SC 71, 13 S. Elredo de Rieval - Inst 2 - Inst 104 - Spec II, 15 - Spec II, 36 - Spec II, 63 - STemp Nat [2], 2 - STemp Ben III [7], 4 - STemp PP I [15], 2 - STemp Asspt I [17], 6 - STemp [25], 6 Beato Guerrico de Igny - Epi I [11], 3 - Ben I [22], 5 - Ben II [23], 7 - PP II [44], 5 Isaac de Stella - OS V [5], 24 - Sex VIII [25], 10 Juan de Ford - SC 45, 6 Oficio Divino
“4. Con todo, rebosando de amor, no se dirige de inmediato al esposo, sino a otros, como si él estuviese ausente: ¡Que me bese con besos de su boca! Y es que como pide lo más maravilloso, envuelve la súplica con el pudor para dar más ascendiente al que lo demanda. Por eso busca a los amigos e íntimos del esposo; para que la lleven a su intimidad, hasta conseguir lo que ardientemente ansía. ¿Quiénes son estos amigos? Yo pienso que son los santos ángeles que asisten a los que oran, para presentar a Dios las súplicas y deseos de los hombres, pero cuando ven que, sin iras ni querellas, alzan sus manos inocentes. Así lo atestigua el ángel, que decía a Tobías: Cuando tú estabas rezando con lágrimas y enterrabas u los muertos. Cuando te levantabas de la mesa para esconder en tu casa a los muertos y los enterrabas de noche, yo presentaba al Señor tu oración. Pienso que para convenceros os sea suficiente este testimonio de la Escritura. Así lo afirma también claramente el Salmista: Iban delante los príncipes unidos a los cantores 201
de salmos, y en medio las muchachas tocando panderos. Por eso decía: En presencia de los ángeles te cantaré salmos. Por esta circunstancia, me duele mucho que algunos de vosotros se duerman profundamente durante las sagradas vigilias. Faltan a la reverencia debida a los conciudadanos del cielo, como cadáveres ante los príncipes de la gloria, mientras ellos, conmovidos por el fervor de los demás, gozan participando de vuestro culto. Temo que un día abominen nuestra desidia y se retiren indignados. Entonces será ya tarde para comenzar a decir acongojados: Has alejado de mí a mis conocidos y me has hecho repugnante para ellos. O también: Has aleja o de mí amigas y compañeros, mi compañía son las tinieblas. O aquello otro: Los que estaban Junto a mí se alejaron y me amenazan de muerte los que atentan contra mí. Por cierto: si los espíritus buenos se alejan de nosotros, ¿quién podrá resistir la violencia de los malos? A los que se comportan así les digo: ¡Maldito el que ejecuta con negligencia la obra de Dios! También dice el Señor, no yo: ¡Ojalá fueras tibio o caliente! Pero como estás tibio, voy a escupirte de mi boca. Reparad en vuestros príncipes, manteneos reverentes y recogidos mientras oráis o salmodiáis, rebosantes de satisfacción, porque vuestros ángeles están viendo siempre el rostro del Padre. Además de ser enviados para servirnos, porque hemos heredado la salvación, llevan al cielo nuestra devoción y nos traen la gracia. Aprovechémonos de su oficio y compartiremos su gloria, para que de la boca de los niños de pecho brote una alabanza perfecta. Digámosles: Salmodiad a nuestro Dios. Y escuchemos cómo ellos nos responden: Salmodiad a nuestro Rey. 5. Y unidos en la alabanza a los celestiales cantores, como conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, salmodiad sabiamente: como un manjar para la boca, así de sabroso es el Salmo para el corazón. Sólo se requiere una cosa: que el alma fiel y sensata los mastique bien con los dientes de su inteligencia. No sea que, por tragarlos enteros, sin triturarlos, se prive el paladar de su apetecible sabor, más dulce que la miel de un panal que destila. Presentemos con los Apóstoles ese panal de miel en el banquete celestial y en la mesa del Señor. La miel se esconde en a cera y la devoción en la letra. Sin ésta, la letra mata, cuando se traga sin el condimento del Espíritu. Pero si cantas llevado por el Espíritu, como dice el Apóstol, si salmodias con la mente, también tú experimentarás qué verdad es aquello que dijo Jesús: Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida .”. S. Bernardo de Claraval, SC 7, 4 -5 “Según nuestra Regla nada podemos anteponer a la Obra de Dios. Así quiso denominar nuestro padre Benito a las solemnes alabanzas que cada día se celebran en el oratorio, para enseñarnos mejor cómo debemos entregarnos a ellas. Por eso os exhorto, amadísimos, a que siempre asistáis a las divinas alabanzas con pureza y diligencia. Con diligencia, para que sirvamos al Señor con reverencia y gozo, no a desgana o somnolientos, ni bostezando, escatimando vuestra voz, o pronunciando la mitad de las palabras o saltándolas por entero, ni con voz afeminada, nasal y gangosa, apocada o retumbante, sino virilmente, como se lo merece, pronunciando las frases del Espíritu Santo con sonoridad y amor. Y también puramente, de modo que mientras salmodiáis no penséis en ninguna otra cosa sino en ello. No sólo debéis eludir los pensamientos vanos y ociosos, sino también, al menos en ese momento y lugar, los que necesariamente deben ocupar por el bien común a los hermanos oficiales. Yo os aconsejaría que en ese tiempo no deis acogida a esas ideas recientes, recogidas quizás en la lectura de los códices, sentados en los claustros, o esas otras que me escucháis a mí ahora, disertando en este auditorio del Espíritu Santo. Son saludables, mas no para recordarlas 202
mientras salmodiáis. En ese momento el Espíritu Santo no acoge con agrado sino lo que debes ofrecerle, desechando todo lo demás”. S. Bernardo de Claraval, SC 47, 8 “7. Sobre la reverencia en la oración hemos leído en capítulo un pasaje de la Regla, cuya autoridad acaba de avivar vuestra atención. Aprovecho esta oportunidad para deciros algo sobre la oración. Para ser breves, creo que algunos suelen experimentar en la oración aridez y entorpecimiento de espíritu. Rezan sólo con los labios, pero sin pensar en lo que dicen ni a quien se lo dicen. Y el motivo está en que van a la oración como por rutina y sin la reverencia y preparación que requiere. Lo único que debe pensar el hermano cuando va a la oración es aquello del Profeta: voy a entrar en el maravilloso tabernáculo y en la casa de Dios. Realmente, durante la oración nos conviene entrar en la corte celeste, esa corte en la que el Rey de los reyes está sentado en un trono de estrellas, rodeado de la multitud inefable e incontable de los espíritus bienaventurados. Uno que lo vio, acuñó la cifra más alta que pudo encontrar y dijo: Miles y miles le servían y miríadas de miríadas estaba a sus órdenes. ¿Con qué reverencia, temor y humildad no deberá acercarse, pue, ese pobre renacuajo que sale a rastras de su charca? ¿Con qué actitud de temblor, súplica y humildad, y con qué cuidado y atención de todo su ser no se presentará este miserable hombrecillo ante la majestad gloriosa, en presencia de los ángeles y en medio de la asamblea y compañía de los santos? 8. Todas las acciones nos exigen gran atención; pero sobre todo la oración. Como nos dice nuestra Regla, en todo momento y lugar nos mira el Señor, pero muy particularmente en la oración. Es cierto que siempre estamos bajo su mirada; pero en ese momento nos presentamos y acercamos nosotros mismos para hablar directamente con Dios. Él está en todas partes, pero cuando oramos está en el cielo y allí debe estar nuestra mente al orar. Es decir, nuestro espíritu no se detenga en el techo del oratorio, ni en la atmósfera, ni en la espesura de las nubes, sino que cumpla lo que Cristo nos enseñó: Orad así: Padre nuestro que estás en los cielos. …Véase así, repito, y convencido que está ante el Señor de la majestad, diga con Abraham: Hablaré a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. Y me atrevo a ello, Señor, fuente de misericordia, porque me lo mandas con tus preceptos y me lo enseña tu palabra ”. S. Bernardo de Claraval,Div 25, 7.8 “Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el ayuno, el trabajo manual y la integridad personal. …La salmodia es una confesión con dos facetas: el pecador reconoce sus pecados y alaba a Dios por sus justos mandamientos. En esta tinaja cualquier judío, es decir, el que se reconoce verdaderamente pecador, queda limpio del espíritu impuro de la blasfemia que le domina antes de la conversión. ¿No blasfeman los que dicen: El proceder de Dios no es justo? ¿Y no es un blasfemo el necio que piensa: no hay Dios? Mas cuando se abraza a la conversión y confesión, y se entrega a las divinas alabanzas, esa vida disciplinada le ayuda a corregir sus palabras. Al acusarse a sí mismo reconoce el mal que ha hecho. Y, al contrario, al glorificar a Dios le atribuye a él, y no a sí mismo, el bien que ve en sí. Todo esto hace al salmodiar. Porque salmodiar significa todo lo que 203
se ofrece a Dios con melodía del espíritu, sean salmos, cualquier otro canto”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1
himnos
o
“…Si se usa el canto, esté lleno de gravedad y no sea lascivo ni rudo. Sea dulce, pero no muelle; recree los oídos y conmueva el corazón. Disipe la tristeza y mitigue la ira. No encubra la letra, sino que la llene de vida. Supone una gran pérdida espiritual que la ligereza del canto distraiga del sentido de las palabras y que se preste más atención a las modulaciones de la voz que al contenido que se celebra ”. S. Bernardo de Claraval, Ep 398, 2 “Advertimos, por otra parte, que las cuatro primeras observancias es algo que nos debemos a nosotros mismos, la quinta al prójimo y la sexta a Dios. El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina personal. El trabajo manual se realiza en beneficio del prójimo, para poder repartir con el necesitado. Y la integridad corporal es por Dios, para agradarle y cumplir su voluntad”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 4 “No procuran ser mejor es, sino parecerlo. No desean vivir mejor, sino aparentar el triunfo para poder decir: No soy como los demás. Se lisonjea más de ayunar un solo día en que los demás comen que si hubiese ayunado siete días con toda la comunidad. Les parece más provechosa una breve oración particular que toda la salmodia de una noche ”. S. Bernardo de Claraval, Hum 42, 1 “Como quiera que muchas veces después de la confesión él se hace presente aun antes que se le invoque, otras espera a que tú lo invites primero y a fin de aumentar tus méritos, con frecuencia se hace el desentendido por largo tiempo para que tú, salmodiando con más atención y orando con mayor instancia, lo fuerces a entrar haciéndole dulcemente violencia. Cuando puedas decir: Preparado está, Dios mío mi corazón, porque está vacío de todo mal, preparado está mi corazón porque rebosa de santos deseos, entonces haz diligentemente lo que sigue: Cantaré y entonaré himnos. Y sea cual fuere la melodía que cantes o salmodies, la intención de tu alma debe ser ésta: Levántate, gloria mía, levántate, ven a mi encuentro, porque en cuanto me fue posible, yo salí a tu encuentro. Entonces se realizará lo que dices: salmodiaré y comprenderé el camino inmaculado cuando vengas a mí. Despierta, Señor, tu poder que sacuda nuestra tibieza en salir a tu encuentro: y ven a salvarnos Salvador del mundo que vives y reinas por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 4 “¡Oh hastío, tiña de los corazones, herrumbre de los espíritus, languidez perniciosa de las almas, que nos hace detestar la palabra buena de Dios, menospreciar el don celestial, hastiarnos del maná a causa de las ollas de carne! ¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestial y se hicieron participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en un himno? Ahora asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su imaginación se entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados ante el libro, bostezan; escuchan la palabra exhortación, y de sólo escucharla se cansan; pasan de unos pastos a otros, y tanto éstos como 204
aquéllos les causan hastío; se hallan de continuo en medio de alimentos de vida, y se mueren de hambre. Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien, tanta languidez en el espíritu ?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4 “Dichosos ciertamente aquellos a quienes el amor y la dilección por las alabanzas divinas llenan el corazón de gozo y la boca de júbilo ”. Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 2 “El Esposo -si no me engaño- os trasladará entonces de estos jardines a otros donde el reposo es más íntimo, el deleite más feliz, la vista más admirable. Cuando estéis aplicados a sus alabanzas con cantos de alegría y acción de gracias, él os arrebatará al lugar del tabernáculo admirable, hasta BBeato la casa de Dios, hasta la luz inaccesible donde él habita, donde se alimenta y sestea a mediodía. Porque si la devoción de quienes salmodian y oran posee algo de aquella amante curiosidad de los que preguntaban: Maestro, ¿dónde habitas?, pienso que lograrán escuchar al Señor que les responde: vengan y vean. Ellos fueron, puntualiza el Evangelio, y vieron, y se quedaron con él aquel día. ¡Mientras…permanecí con él en el jardín, reverdecí y flore cí como paraíso de Dios! Con él soy un jardín de delicias; sin él, un lugar de horror y vasta soledad. A mi modo de ver, el que entra en aquel jardín se convierte también él en un jardín y su alma se asemeja a un jardín bien regado”. Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 3 “De dos maneras puede entenderse lo que dice el Esposo: Tú que habitas en los jardines, los amigos te escuchan, hazme oír tu voz. Bien porque invita al amante devoto a salmodiar o a orar, bien porque estimula al predicador santo a hablar. Y para mayor persuasión evoca a los amigos que escuchan, bien a los ángeles si se trata del que ora o salmodia, bien a los fieles si se trata del que predica. Consideremos en primer lugar con qué disciplina de corazón y de cuerpo debemos salmodiar u orar en presencia de los ángeles. Por eso también nosotros mostrémonos amigos suyos, de manera que cuando la voz del Esposo se deje oír por la boca del que habla, lee o canta, de tal modo permanezcamos de pie para escuchar, que por ella nuestros oídos se llenen de gozo y alegría, y no sólo recibamos la palabra con gozo, sino que también produzcamos fruto por la paciencia”. Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 5 “Grande y dichoso el que ha hallado la sabiduría y es rico en prudencia. Sabiduría para contemplación de los bienes eternos, prudencia para la administración de los temporales o con una definición más propia: el sabio es el que sabe gobernarse a sí mismo y a los demás. El sabio -cual hombre rico en todas las virtudes- puede ofrecer el oro de una contemplación sublime o de una administración prudente, no descuidará, sin embargo, ofrecer el incienso de su devoción en la obra de Dios, ni la mirra de su propia mortificación”. Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 7 “Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el trabajo diario, el silencio”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 205
“Vosotros habéis conocido cuán verdadera es aquella palabra que el Señor hizo llover de esa nube y por la que él nos proporciona cada día un medio de elevarnos: El sacrificio de alabanza ése me honra y ese es el camino por el cual le mostraré la salvación de Dios”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3 “Dichosos ciertamente aquellos a quienes el amor y la dilección por las alabanzas divinas llenan el corazón de gozo y la boca de júbilo .” Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 2 “No creas tú tampoco que la ofrenda voluntaria de tus labios -sean salmos u oraciones-privadas- será agradable a Dios, si a causa de eso cumples con negligencia el número de salmos establecido por la Regla. ¿Acaso no pecarás si ofreces rectamente la víctima, pero no la divides rectamente? Enderezad los senderos vosotros que preparáis los caminos del Señor”. Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2 “3. Levantad una señal sobre el monte e n tinieblas. Creo que esta voz se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los que oran, y están junto a los que leen y meditan. Ellos se oponen a los espíritus inmundos; oponen la bondad de la paciencia del Señor y, a los que se hallan sumergidos en la altivez y soberbia, sugiere la humildad del humilde Jesús para imitarla. Por lo tanto, hermanos queridos, permaneced en la Iglesia con reverencia y temor y dad honor a Dios estando agradecidos a estos bienaventurados y amigos espirituales vuestros, no sea que por la resistencia o liviandad vuestra, o por alguna indignación, por la ofensa de unos contra otros se alejen y así den libre acceso en vuestros corazones a los ángels malos. 4. Dichosa el alma que, cuando salmodia, se enciende en deseos de Aquél a quien se dirige su canto. Les dice a éstos, a los que sabe que están presentes en espíritu por el afecto excitado y por la lágrimas que nacen: Hijas de Jerusalén anunciad a mi amado que desfallezco de amor. Considera con qué rostro alegre,con qué voz placentera parecerán responder aquellos felices de espíritu: Ved cómo viene saltando por los montes, brincando por los collados. Vueltos, al instante, al que se acerca al alma: Esa es -dicen- la más hermosa entre las hijas de Jerusalén”. S. Elredo de Rieval, Oner 5,3-4 “Vosotros sabéis, hermanos carísimos, que celebramos hoy la Natividad de Nuestra Señora Santa María, por lo que es justo que nos alegremos en el Señor trayendo a nuestra memoria cuánto gozo nos ha venido por este nacimiento pues, con él, comenzó a manifestarse toda nuestra alegría. Por lo mismo, preciso es que nos estimulemos a nosotros mismos para alabar a Nuestro Señor en esta festividad. Como ya esta noche habéis sido animados por los cantos, por las lecturas, por los salmos y por las demás cosas que atañen a esta Fiesta, para que no os falte nada, queremos también, en cuanto lo podamos, estimularos con nuestra palabra. Espero que, aunque ésta no aumente el ardiente afecto de vuestra devoción , al menos no lo mengüe”. S. Elredo de Rieval, STemp Nat BVM III [21], 1 206
“Esta es también la causa de que si nos damos todo el día a espectáculos inútiles o nos entretenemos en escuchar noticias, viviendo en cierto modo fuera de nosotros mismos, al volver a nuestro interior introducimos las imágenes de las vanidades, llevamos al lugar de nuestra quietud un corazón repleto de fantasías, y perdemos el sueño por estúpidas vanidades; con necia presunción nos imaginamos como si lo viéramos las peleas entre los reyes y las victorias de los jefes, y durante la salmodia o nuestras oraciones solucionamos todos los asuntos del reino con fantásticas arengas”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 72 “¿Dónde reside, pues, la diversidad de preceptos de las distintas Reglas? No hay duda que, en el modo de comer, vestir, trabajar, leer, vigilar, salmodiar, corregir y ser corregido, y demás cosas que cada regla establece de un modo diverso. Por tanto, lo que se dice ser propio de Basilio, Agustín o Benito no lo impone a todos los cristianos la autoridad del Evangelio, sino que se propone; pero a quienes profesan dichas reglas, no sólo se les propone, sino que también se les impone ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 89 “Como más arriba demostramos acerca de los sentidos del cuerpo y de los sentidos del alma, armonizados entre sí mediante la obediencia de la carne sometida al espíritu, ellos forman una cítara espiritual. En efecto, con los cinco sentidos espirituales por los cuales el alma percibe a Dios y se armoniza con Dios, y con los cinco modos con los cuales espiritualmente Dios percibe al alma, forman como un conjunto de diez cuerdas, un arpa espiritual de diez cuerdas, en la cual Dios, tocando las cinco cuerdas superiores salmodia al alma; pero el alma, tocando las cinco inferiores salmodia a Dios, deleita a Dios y es deleitada en Dios. Dios toca el arpa, cuando inspira la gracia; porque es Espíritu y sopla donde quiere y el alma oye su voz; y para que la cuerda inferior responda a la superior, la gracia proveniente da la gracia, tocando al que la toca, respirando al que la respira, gustando al que la gusta, oyendo y contemplando al que la oye y la contempla. Pero Dios se adelanta y se deja oír, y como un arpista que arranca al arpa melodías armoniosas dice: Suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce. Pues Dios obra el querer y el hacer y mueve al alma desde el interior, para que crea, espere, ame, obedezca, para que ella vea siempre a aquel a quien ama, para que sienta a aquel que la percibe, esto es, para que consienta siempre en la voluntad de Dios. No es en vano, no es sin motivo que el Salmista repite cinco veces su invitación a salmodiar cuando dice: ¡Salmodiad a nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro Rey, salmodiad! ; porque Dios es el rey de toda la tierra, salmodiad a Dios sabiamente! Alguna razón subyace por la cual al final se añade sabiamente: El principio de la sabiduría es el temor del Señor; pues salmodia sabiamente quien exulta en el Señor, y sin embargo, siempre teme el peligro de la caída. Bienaventurado el hombre que persevera en el temor. De aquí que el Profeta diga: Que mi corazón se regocije y tema tu santo nombre; y también: Servid al Señor en el temor y exultad en él con temblor ”. Balduino de Ford, Trac IV “Exaltad al Señor, dice la Escritura, mientras podéis: nunca es demasiado. ¡Rica materia, dulce ocupación! ¿Qué hay más dulce, qué hay más agradable que esta ocupación que por sí sola representa aquí abajo la imagen de la dicha de los ángeles y de la vida futura? Es bueno, dice el salmista, alabar al Señor y cantar tu nombre, oh Altísimo ” Gilberto de Hoyland, Trac I, 1 207
Oficio Divino S. Bernardo de Claraval - Div 25, 7.8 - Div 55, 1 - Div 55, 4 - Ep 398, 2 - Hum 42, 1 - SC 7, 4-5 - SC 47, 8 Beato Guerrico de Igny - Adv II [2], 3 - Adv III [3], 4 - Adv V [5], 2 - Epi I [11], 7 - Ben I [22], 5 - Pent I [38], 4 - Pent II [39], 2 - Excit [54], 3 - Excit [54], 5 S. Elredo de Rieval - Spec II, 72 - Spec III, 89 - STemp Nat BVM III [21], 1 - Oner 5,3-4 Gilberto de Hoyland - Trac I, 1 Balduino de Ford - Trac IV
Oración
“¿Cuál es la región del incienso, sino la devoción de la oración, la frecuencia de la oración, la pureza de la oración y la vehemencia de la oración?”. Juan de Ford, SC XII, 1 “La esposa sufre demoras en su búsqueda, y el Esposo le opone sus riquezas. Ella, sin embargo, con ardoroso afán, persiste en su celo y redobla su queja: No lo encontré. Hermanos si es rechazado el celo ¿cuándo será admitida la desidia? Si no encuentra el amor ¿cuándo encontrará la tibieza? ¿cuándo la poca oración, cuando la indolencia? No es necesario que les ofrezca un remedio para una enfermedad de la que no padecen. Estos vicios les son extraños. Porque ¿quién de ustedes no es constante y fervorosos en la oración? Aunque la pereza esté ausente, procuren que las dilaciones enojosas no los fatiguen, ni quebranten tampoco los deseos. Si el alma de ustedes fuese remisa en sus peticiones, o se desalentase en la espera, en ambas cosas habría falta. Sabes que los deseos de la esposa son diferidos; y tú si al primer latido de tu oración no te sientes inundado por las delicias de la 208
inspiración divina ¿te pones quejumbroso? Recién has comenzado, ¿y tan pronto se muda la dirección de tu espíritu? ¿qué sería se te reprochara aquello del Evangelio: No han podido velar conmigo una hora? Vigilen, pues, y oren, porque no saben a qué hora vendrá su Amado. La oración perseverante alcanza su fin. Y aunque a los comienzos te parezca seca y como de piedra, con todo sacarás de esta piedra durísima el aceite de la gracia siempre que perseveres, que la mucha demora no te canse, que sus deseos no disminuyan por la dilación ”. Gilberto de Hoyland, SC 6, 1 “Advertid esto, vosotros, que oráis de paso y leéis con detenimiento; que sois fervientes, para leer y tibios para orar. La lectura debe servir a la oración y preparar el corazón, pero no debe acaparar las horas dedicadas a la oración ni cercenar los tiempos dedicados a ella. Cuando lees, te instruyes acerca de Cristo, pero cuando oras inicias un coloquio familiar con él. ¿Y no es mucho más dulce hablar con él que hablar de él? Si los que se se entregan con excesivo ardor a la lectura sufren la pérdida de las visitas espirituales por su escasa oración ¿qué diremos de aquellos a quienes las conversaciones interminables los disipan o las cuestiones intrincadas los dividen?”. . Gilberto de Hoyland, SC 7, 2 “Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el trabajo diario, el silencio.”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 “Respecto a la oración, que ella sea también una antorcha, máxime cuando se halla iluminada por la luz divina, se extrae de aquellas palabras de Salomón: El Espíritu del hombre es una antorcha divina que penetra todos los secretos del corazón. En efecto, la luz de lo alto que se nos comunica cuando oramos o cantamos es un hálito de vida en el cual respiramos más suavemente”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 4 “El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir, la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “Y no sólo la Madre Iglesia a quien escuchas, sino mucho más la Madre gracia te ofrecerá al Niño en la oración para que lo abraces ” Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 2 “El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5 “Sabemos que la doctrina se alcanza no sólo por la inocencia de la vida, que nos hace amigos tuyos, sino también por un estudio asiduo y una oración instante que nos torne importunos ”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 2 209
“No sólo hemos de invitarlo, sino también atraerlo por la violencia de la oración y por la vehemencia del fervor, a la posada de nuestro corazón”. Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 3 “Porque es necesario que no sólo resplandezcamos delante de los hombres por nuestras obras y palabras, sino también delante de los ángeles por la oración y delante de Dios por la intención. Nuestra antorcha ante los ángeles es la devoción sincera al cantar sabiamente u orar fervorosamente en presencia de los ángeles, antorcha ante Dios será la intención pura de agradar a aquel a quien juzgamos merecedor de nuestro afecto”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3 “Acercaos, hermanos, a la fuente de la luz y seréis iluminados. Me refiero a Jesús que brilla en los brazos de Simeón, para que ilumine vuestra fe, haga brillar vuestras obras, os sugiera palabras buenas, inflame vuestra oración , purifique vuestra intención”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 5 “Del mismo modo el Esposo habla a la esposa -que es su cuerpo y vestido-: El olor de tus vestidos es como olor de incienso. La piedad de vuestros corazones hermanos, exhalará un olor de incienso gratísimo al Esposo cuando sea tan ardiente y devota que vuestra oración se eleve en presencia del Altísimo y suba delante de Él, cual columna de humo formada de perfume de mirra e incienso”. Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 6 “Hermanos, velad intensamente en oración, velad con prudencia sobre vuestras acciones, porque se ha levantado la aurora de ese día sin ocaso. Velad, repito, a fin de que nazca para vosotros la luz matutina, esto es, Cristo -cuyo advenimiento está preparado como la aurora-, dispuesto a renovar a menudo el misterio de su resurrección matutina para quienes lo aguardan velando ”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 3 “1. Señor clemente y compasivo, paciente y muy misericordioso, suave eres Señor, para todos, y tus misericordias sobre todas tus obras. Nos exhortas, Señor, tú y tu mismo Espíritu Santo a que oremos y vigilemos en la oración. Nos exhortas y enseñas porque eres piadoso, misericordioso, porque deseas compadecerte y nos preparas la causa, haciéndonos juicio y justicia de tal modo que, orando como conviene, tengas ya una causa justa de compadecerte. Y también nos has enseñado la forma de orar para que no nos falte en nada a nuestra causa, tú el mismo juez y abogado. Además nos mandaste que confiadamente pidiéramos en tu nombre y que creyéramos, porque todo cuanto pidiéramos lo recibiremos y se nos dará. 2. A ti, Señor, esto te lo sugiere tu bondad, a nosotros en cambio nos incumbe una gran necesidad y sin embargo, cuando tú nos exhortas, nosotros nos descuidamos y cuando tú nos prometes, nosotros no creemos. Mas en tu misericordia e inmensa conmiseración espoleas a los perezosos y negligentes en tu paciencia disimulas a los incrédulos. Aún más, puesto que no sabemos ni podemos orar como conviene, nos envías tu Espíritu Santo para que ayude nuestra debilidad e interceda por nosotros con gemidos inenarrables. Oramos así porque tú exhortas, pedimos con confianza porque tú prometes, inmediatamente sales al encuentro y escuchas a los que oran, encontrando, porque tú mismo lo sugieres en qué puedas compadecerte de nosotros. 13. Ahora, tierno Padre, mi alma te da las gracias. Cuando le hablas, comienza a reconocer tu voz, más aún no capta exactamente lo que 210
tú le dices. Tu voz no resuena al exterior, sino que enérgica y dulcemente obra en el interior. Cuando yo te hablo, hacia ti tiendo y en esto precisamente consiste mi bien. Sea cual fuere mi oración estoy cierto que nunca te oraré o adoraré en vano, ya que el solo hecho de orar me resulta una gran recompensa. 14. Enséñame, oh Espíritu Santo, a orar sin interrupción, así me darás el gozar de ti sin cesar. Y si tu pobre espíritu, llora cuando ora, bien recordando sus pecados o cercado de angustias, cuanto más intensamente sufre, tanto más goza. Como por el contrario, quien goza en el siglo, si es que algo saborea, cuanto más intenso es su gozo, tanto más se tortura y acongoja en lo íntimo de su conciencia. De ahí que nunca se dará una oración ferviente y pura desprovista de gozo”. Guillermo de Saint-Thierry, Med IV, 1-2.13-14 “1. Deseando enardecer, ejercitar y acostumbrar mi corazón a una oración continua y eficaz, en este magisterio por nadie quiero ser enseñado sino por ti, Señor Jesús, Sabiduría de Dios Padre. Considero las diversas maneras de tu oración. Cuando tú orabas a vista de los hombres de la tierra, nos mostrabas la forma de la oración perfecta. Algunas veces te encuentro solo en oración; otras, en medio de la turba; alguna vez, en el alborozo del espíritu; o bien en sudor de sangre; y finalmente, levantado en cruz. 2. Alborozo del espíritu y soledad en la oración son para mí modelos muy dulces, pero si no me previenes con las bendiciones de tu dulzura aunque fácilmente encuentre un lugar, no tan fácilmente un corazón solitario. El alborozo del espíritu es fruto de la pureza de conciencia que por cierto no siento en mí, y de la abundancia de tu gracia de la que soy indigno. 3. Solamente tú oraste en medio de la muchedumbre sin deficiencia alguna; nosotros, cuando nos impelen las mismas circunstancias, tampoco lo rehusamos. Comprendo, Señor, comprendo, que me es imprescindible aquella oración de sangre y de cruz, pues cuando presiento qué debería transpirar la oración, cuánto me tortura la cruz, confieso ciertamente no tener sudor de sangre; sin embargo, mi corazón transpira lágrimas sanguinolentas delante de ti”. Guillermo de Saint -Thierry, Med V, 1-3 “La caridad es el fin de la Ley, también el fin de mi oración. Dame, Señor, la caridad, tú que quisiste llamarte caridad para que te amé más que a mí mismo y que en modo alguno me preocupe qué deba hacer de mí practicando siempre lo que es agradable en tu presencia. Dame, Padre, no me atrevo a llamarme hijo, el ser siempre tu fiel siervecillo y oveja de tu rebaño. Habla, Señor, alguna vez al corazón de tu siervo y que tus consolaciones alegren mi alma, enséñame a hablarte con más frecuencia a fin de poner a tu servicio, Señor y Padre mío, toda mi pobreza e indigencia. Fortaleza, sometida a tu servicio, sea tu gran gloria. Amén”. Guillermo de Saint-Thierry, Med XIII, 9 “Si el amor de Dios es engendrado en el hombre por la gracia, la lectura espiritual lo cría, la meditación lo nutre, la oración lo vigoriza e ilumina”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 105 “De la lectura brotarán los afectos y surgirá la oración, que interrumpa la lectura; esta interrupción no la obstaculiza, sino que hace al alma más pura para comprender mejor la lectura. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 123 211
“176. Hay unas oraciones breves y sencillas que la voluntad formula o la necesidad incidentalmente dicta; otras oraciones son más prolijas y razonadas, que, en ansia de verdad, piden, buscan, llaman hasta recibir, encontrar y lograr que se le abra; otras son vívidas, espirituales y fecundas, en el afecto que goza, en la alegría de la gracia que fulgura. 177. Aunque en otro orden, estas oraciones son las mismas que enumera el Apóstol: peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias. La petición es la primera que ponemos: su fin es conseguir los bienes temporales y lo necesario para esta vida, en ella, aprobando Dios la buena voluntad del que pide, hace sin embargo, lo que juzga mejor, alentando de buen grado a seguir pidiendo al que sabe pedir. Es la oración de la que dice el salmista: Incesantemente está mi oración en lo que es de su agrado. Esta oración conviene también aun a los impíos, porque todos, y con mayor razón los hijos de este siglo desean la paz, la salud del cuerpo, el buen tiempo y todo lo que se refiere a las costumbres y necesidades de la vida presente, y a los placeres, de los que se abusa. Los que con confianza piden esto, aunque lo hagan al acoso de la necesidad, empero someten siempre su voluntad a la voluntad divina. 178. La súplica, en los ejercicios espirituales, consiste en un ansia de acercarse a Dios. En estos ejercicios, antes del socorro de la gracia, todo lo que la ciencia puede aportar no es más que dolor. 179. La oración es una amorosa adhesión del hombre a Dios; una conversación familiar y piadosa, una estación del espíritu iluminado para gozar durante el tiempo que sea posible. 180. La acción de gracias consiste en el conocimiento de la gracia divina, junto con una voluntad en tensión hacia Dios, a pesar de que alguna vez falte o se detenga la acción exterior o el afecto interior. De ella dice el Apóstol: El querer el bien está en mí, pero el hacerlo no. Como si dijera: Cierto que siempre tengo esa voluntad de hacer el bien, pero a veces se abate, se hace ineficaz, porque deseo hacer el bien, pero no puedo. Esta es la caridad que nunca desfallece. Es la oración ininterrumpida, la acción de gracias de la que habla el Apóstol cuando dice: Orad sin cesar y dad siempre gracias a Dios. Es como cierta bondad permanente del alma y del espíritu bien ordenado, imagen de la bondad del Padre impresa en los hijos de Dios, que ora siempre por todos y en todo da gracias; que tiene en la oración y acción de gracias tantos modos de lanzarse con fruición hacia Dios, cuantas ocasiones le presta el afecto interior en sus necesidades y consuelos o en las penas y alegrías del prójimo. Es enteramente una continua acción de gracias, pues el que la posee está ya en el gozo del Espíritu Santo 181. Se une a Él mediente la oración y la acción de gracias de tantas maneras cuantas encuentra su tierno afecto, ya sea en las necesidades y consolaciones propias, o en la compasión y el gozo compartido con las del prójimo”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 176-181 “Ya tienes, por fin, una doble experiencia del favor divino con estos dos besos: ahora no vacilarás en aspirar a lo más santo. Pues cuanto más crezcas en gracia, tanto más se dilatará tu confianza. Amarás más apasionadamente y llamarás más seguro a la puerta cuando añores lo que te falta: Porque al que llama se le abrirá. Espero que con estos sentimientos no se te niegue ya el beso más maravilloso de todos, porque es el supremo favor y la más sublime dulzura. Este es el camino: éste es el proceso. Primero caemos postrados a sus pies y lloramos lo que nosotros hemos hecho ante el Señor que nos hizo. Después buscamos la mano que nos levante y robustezca nuestras rodillas vacilantes. Por fin, cuando lo hemos conseguido a fuerza de 212
oración y lágrimas, nos atrevemos ya quizá a levantar nuestra cabeza hasta su misma boca gloriosa, con pavor y temblor. para contemplar, más aún, para besar al Ungido del Señor, aliento de nuestra boca, al que nos unimos con el ósculo santo, para ser por su gracia un Espíritu con él ”. S. Bernardo de Claraval, SC 3, 5 “Ya dije que cuando estaba hablando ella de su esposo, se presentó éste en persona. Accede a sus deseos, la besa y se cumple lo que dice el salmo: le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios. De esta manera manifiesta que sus pechos están rebosantes. Y es tan prodigioso este beso que en cuanto lo recibió concibió la esposa, y como señal se le hincharon visiblemente los pechos llenándose de leche. Los que se entregan con frecuencia a la oración experimentan lo que acabo de decir. Cuántas veces nos acercamos al altar o nos postramos en oración con el corazón frío y reseco. Mas a los que perseveran se les infunde de repente la gracia, se les inunda el pecho y se sienten llenos de piedad en las entrañas. Si alguien os oprimiera entonces no tardaría en correr copiosamente la leche de la dulzura que han concebido. Y podrías decirle: ya tienes, esposa, lo que pedías; ésta es la señal de que tus pechos son más sabrosos que el vino; puedes estar segura de que ya has recibido el beso, porque sientes que has concebido. También se hincharon tus pechos, convertidos en leche copiosa, mejor que el vino del saber mundano que embriaga, pero de curiosidad, no de amor. Hincha, pero no alimenta; infla, pero no edifica; harta, pero no conforta ”. S. Bernardo de Claraval, SC 9, 7 “Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo, puedes estar seguro que tendrás en nosotros testimonio de que exhalas delicados perfumes. Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las debilidades físicas y morales de sus hermanos, sino que además los ayuda con sus servicios, los conforta con sus palabras, los orienta con sus consejos, o si la disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de consolar al débil por lo menos con su oración; todo el que así se comporte entre vosotros, repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo excelente de un perfume de gran precio. Este hermano es en el seno de su comunidad como aroma en el aliento de la boca. Se le señala con el dedo y todos dicen de él: Este es el que ama a sus hermanos y al pueblo de Israel, e intercede continuamente por el pueblo y la santa ciudad ”. S. Bernardo de Claraval, SC 12, 5 “¿Dónde queda aquella terrible y estruendosa voz que tantas veces escucharon los antiguos: Yo soy el Señor, yo soy el Señor?. Ahora me enseñan una oración que comienza con el dulce nombre de Padre, y me da la confianza de que conseguiré las demás peticiones que prosiguen. A los siervos se les llama amigos y la resurrección no se anuncia a los discípulos, sino a los hermanos ”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 2 “Mas escuchad ya qué cosas y hasta dónde son necesarias para nuestra propia salvación, de qué y hasta dónde hemos de llenarnos, antes de tener el valor de derramarlo. Lo resumiré cuando pueda, porque la hora avanza y urge acabar este sermón. El médico se acerca al herido; el espíritu al alma. ¿Habrá alguien a quien no le encuentre herido por la espada del diablo aun después de curada su herida del primer pecado con la medicina del bautismo? A esa alma que exclama: Mis llagas están podridas y supuran a causa de mi insensatez, ¿Qué es lo que más le urge cuando llega el 213
espíritu? Que le estirpe el tumor o le cierre a úlcera que quizá se le formó en la herida y está minando su salud. Que le ampute la úlcera de la vetusta costumbre con el hierro penetrante de la compunción. Será dolorosísimo; pero le aliviará el ungüento de la devoción, que es el gozo engendrado por la esperanza del perdón. Esta engendra el control de la continencia y la victoria sobre el pecado. Ya puede cantar agradecido: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza. Aplica después la medicina de la penitencia, con las cataplasmas de los ayunos, las vigilias y la oración y otros ejercicios de penitencia. Mas por su debilidad necesita una sobrealimentación de las buenas obras, para que no desfallezca. Así te lo indica el que dijo: Para mí es alimento cumplir el designio de mi Padre. Vayan, pues, unidos los sufrimientos de la penitencia y el consuelo de las obras de piedad. El que hace limosna presenta al Altísimo una buena ofrenda. La comida da sed y hay que beber algo. Añádase la bebida de la oración al alimento de las buenas obras; así el estómago de la conciencia digerirá bien las buenas acciones y agradarán a Dios. La oración es el vino que alegra el corazón de hombre; ese vino es el Espíritu que embriaga hasta relegar al olvido los deleites carnales. Empapa el interior de la conciencia reseca; ayuda a digerir las buenas obras y distribuye su fuerza entre los diversos miembros del alma: robustece la fe, conforta la esperanza, vitaliza y equilibra la caridad, y vigoriza las costumbres”. S. Bernardo de Claraval, SC 18, 5 “5. …Quizá apetezcas la paz de la contemplación y haces bien: pero, como la esposa, perfuma el lecho con cinamomo. Procura, pues, cuajar el tuyo de buenas obras con el ejercicio de las virtudes, para preparar el santo ocio, como la flor al fruto. …No creas que el amor de tu propia quietud pueda ser incompatible con la práctica de la santa obediencia o con las tradiciones de los mayores. De lo contrario, el esposo no dormiría conmigo en el mismo lecho, especialmente si lo has cubierto no con flores de obediencia, sino con cicutas y ortigas de desobediencia. En ese caso, no escuchará tu oración, no acudirá a tus llamadas, no prestará ayuda al desobediente, pues él amó tanto la obediencia, que prefirió morir antes que rebelarse. 6. …El Príncipe de los Apóstoles exclama: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador ¿Y tú le dices: Entra dentro de mí, Señor, que soy un fiel tuyo? Permaneced, dice, en la oración todos con la misma actitud y con afecto de hermanos. Y el Vaso de elección dice: levantando manos inocentes, sin ira ni rencores. ¿Ves cómo concuerdan entre sí el Príncipe de los Apóstoles y el Doctor de las Gentes, hablando del mismo Espíritu de paz y del corazón pacífico que debe poseer todo el que ora ?”. S. Bernardo de Claraval, SC 46, 5-6 “¿Quién duda que el hombre habla con Dios en la oración? Pero ¡cuántas veces, por exigencia de la caridad, nos arrancan y nos separan de él los que necesitan nuestra presencia y nuestra palabra! ¡Cuántas veces la paz santa tiene que ceder por piedad al tumulto de las preocupaciones! ¡Cuántas veces se dejan tranquilamente los libros para sudar en el trabajo manual! ¡Cuántas veces interrumpimos justísimamente la misma celebración solemne de la misa, para atender a los asuntos terrenos! Se invierte el orden; pero la necesidad no sabe de leyes. El amor efectivo sigue su orden, tal como lo dispone el dueño, comenzando por los últimos, entrañable y justamente sin favoritismos, sin valorar las cosas, sino las necesidades del hombre ”. S. Bernardo de Claraval, SC 50, 5 214
“Avanzaba sin problemas; pero de repente tropecé en el camino con una piedra y caí. Quedó al descubierto mi soberbia y el Señor rechazó con ira a su siervo. Esta es la causa de la sequedad de mi alma y la frialdad de mi entrega. ¿Cómo se ha secado así mi corazón, se ha coagulado como la leche, como tierra reseca? Me siento incapaz de enternecerme con lágrimas de compunción: hasta ese extremo llega la dureza de mi corazón. No saboreo un solo salmo; me repugna la lectura, me desencanta la oración, no me halla en la meditación de cada día. ¿Qué ha sido de mi embriaguez espiritual? ¿Dónde ha ido la quietud del alma, la paz y el gozo en el Espíritu? Por eso voy al trabajo con pereza y a las vigilias con sueño; me arrastra la ira, me obstino en el odio; soy complaciente con la lengua y la gula, pero indolente y torpe para encomiar a los demás. ¡Ay, el Señor visita a todos los montes que me rodean, pero no se acerca a mí! ¿No seré un collado rechazado por el Esposo? Efectivamente, veo que los demás se destacan por su abstinencia, o por su admirable paciencia, o por su extrema delicadeza y mansedumbre, o por su gran misericordia y bondad, o por el frecuente éxtasis de su contemplación, o por la insistencia de su oración para llamar y atravesar los cielos, o por la eminencia de sus virtudes. A todos ellos los tengo por fervorosos, devotos unidos a Cristo, henchidos de gracia y dones del cielo, como si fuesen en realidad esos montes espirituales que visita el Señor y acogen con frecuencia los saltos del Esposo. Pero yo, que no encuentro en mí nada de esto, ¿no debo considerarme como un monte de Gelboé, del que pasa de largo por su ira e indignación el que visita con su gran bondad a todos los demás?”. S. Bernardo de Claraval, SC 54, 8 “…podemos decir que estas hendiduras no las encontrarás; más bien las crean los espíritus ávidos por su piedad. ¿Cómo?, me dirás. Con su meditación y su anhelo. Porque la cerca espiritual se desmorona con la añoranza del alma, como una construcción removida, que cede ante la contemplación pura y la oración continua. La oración del pobre atraviesa los cielos. No porque pueda hendir en dos las espaciosas cumbres de este aire material, como la avecilla con el movimiento de las alas, o como la espada afilada que perforase el sólido y elevado vértice del firmamento mismo. No, me refiero a esos otros cielos santos, vivos, dotados de razón y que proclaman la gloria de Dios. Por eso se abajan gustosamente a nuestros deseos con cierta ternura propicia, y doblegándose a nuestro contacto, nos acogen en sus entrañas por los afectos de nuestra devoción, cuantas veces llamemos a ellos con digna intención. Al que llama, se le abrirá”. S. Bernardo de Claraval, SC 62, 2 “2. Hasta tal punto es la vergüenza el bien genuino del alma, que aun los que no se sonrojan de hacer el mal se ruborizan si se les descubre, como dice el Señor: Todo el que obra el mal odia la luz. Y también: Los que duermen, duermen de noche y los borrachos se emborrachan de noche, ocultando en las tinieblas las obras de las tinieblas y dignas de la oscuridad. Sin embargo, hay diferencia entre el proceder de los que obran desvergonzadamente, pero se avergüenzan una vez descubiertos, y el de la esposa, cuyo pudor no oculta nada de eso porque lo abomina y repugna. Por eso dice el Sabio: Hay un pudor que conduce al pecado y hay otro que lleva a la gloria. La esposa busca al Verbo, pero con recato; es decir, en el lecho y por las noches. Este rubor implica gloria, no pecado. Lo busca para purificar la conciencia, como testimonio para poder decir: Mi orgullo es el testimonio de mi conciencia. En mi lecho busqué por las noches al amor de mi alma. Si te fijas, el rubor te indica dónde y cuándo lo busca. ¿Hay algo tan codiciado por el pudor como el secreto? Efectivamente, el lecho y la noche ocultan un secreto. Por eso a los que 215
deseamos orar se nos manda que entremos en el aposento por razón del secreto para evitar que, si oramos en público; la gloria humana nos robe el fruto de la oración y frustre su efecto. Pero esta orden te sugiere también el recato. ¿Hay algo tan propio del rubor como evitar la gloria personal y la jactancia? Queda muy claro que el hijo y maestro del pudor les invitó expresamente a cerrarse en la soledad para orar. ¿Hay algo tan poco elegante, máxime para el adolescente, como hacer ostentación de santidad, cuando especialmente esa edad es la más propia y oportuna para dar los primeros pasos en religión? Así lo dice Jeremías: Le irá bien al hombre si carga con el yugo desde joven. Un buen consejo para entrar en oración es prepararse con la modestia: Soy joven y despreciable, pero no olvido tus decretos. 3. El que desea orar no debe tener en cuenta sólo las circunstancias del lugar, sino también las del tiempo oportuno. El tiempo totalmente libre es el más cómodo y apto, especialmente cuando la noche impone un profundo silencio. Entonces la oración es más libre y más pura. Levántate de noche, al relevo de la guardia, derrama como agua tu corazón en presencia del Señor. ¡Qué secreta sube de noche la oración, ante la única presencia del Señor y del ángel que la recoge para presentarla en el altar del Cielo! ¡Qué grata y lúcida, sonrojada por la timidez del pudor! ¡Qué serena y plácida, no perturbada por el vocerío clamoroso! ¡Qué limpia y segura, desempolvada de toda preocupación terrena, sin ninguna mirada que la alabe, ni tentación alguna que la adule! Por eso mismo la esposa, tan tímida como cauta, buscaba el secreto del lecho y de la noche cuando quería orar, es decir buscar al Verbo, que es lo mismo. En cambio, no orarás rectamente si en la oración buscas algo más que al Verbo o no lo buscas por el Verbo, porque en él se encierra todo: el remedio de las heridas, la ayuda en las necesidades, la compensación de los defectos, la facilidad para avanzar y, finalmente, cuanto el hombre debe recibir y poseer, cuanto le conviene y necesita. Por tanto, es inútil pedir algo distinto del Verbo, porque él es todo. Si pedimos las cosas temporales necesarias, las pedimos si al Verbo así le place, como debe ser; no las buscamos en sí mismas, sino más bien por la causa que nos mueve a pedirlas. Esto lo saben los que suelen encauzarlo todo para alcanzar al Verbo ”. S. Bernardo de Claraval, SC 86, 2-3 “Escucha, finalmente, cómo continúa el salmo: Me invocará y lo escucharé. Este es el fruto del conocimiento de su nombre: el clamor de la oración. Y el fruto de nuestro clamor es que nos escuche él Salvador. Porque no puede ser escuchado el que no lo invoca, ni puede invocarle el que no conoce el nombre del Señor. Demos gracias al Señor, que manifestó a los hombres el nombre del Padre, disponiendo que en su invocación encontremos la salvación, como está escrito: Todos los que invoquen el nombre del Señor se librarán ”. S. Bernardo de Claraval, QH XV, 3 “Me invocará y lo escucharé. Aquí encontramos una clara alianza de paz, un pacto de piedad, un acuerdo que misericordia y compasión. Espera en mí, lo libraré; conoce mi nombre, lo protegeré; me invocará, y lo escucharé. No dice: Fue digno, fue justo y recto, hombre de manos inocentes y puro corazón; por eso lo libraré, lo protegeré, lo escucharé. ¿Quién no desconfiaría si hablase así? ¿Quién se atreve a decir: Tengo la conciencia pura? Pero de ti procede el perdón y tu ley infunde respeto, Señor. Dulce ley, que establece el clamor de la oración como único mérito para ser escuchado. Me invocará y lo escucharé. No es escuchado el que encubre su clamor, o no pide absolutamente nada, o lo pide tibia o débilmente. El deseo inflamado es como un gran clamor para los oídos del Señor; pero el ánimo desganado es como voz apagada. ¿Cuándo atraviesa las nubes? ¿Cuándo se escucha en los cielos? Para que el hombre sepa cómo 216
debe gritar, antes de comenzar a orar se le advierte que va a dirigirse el Padre que está en los cielos. Así recordará que la oración debe ser como disparo impetuoso del espíritu. Dios es espíritu, y todo el que desee que su clamor llegue hasta él deberá clamar en espíritu. El no mira al rostro del hombre como nosotros, sino que penetra en su corazón. De la misma manera, escucha, más bien, la voz del corazón que la de la boca ”. S. Bernardo de Claraval, QH XVI, 1 “Que tu fe sea como una semilla de mostaza, que cuanto más se la pisa, tanto más perfuma; esto es, que cuanto más te desprecien y parezca que Dios te rechace, con mayor confianza esperes conseguir lo que pides. Y, si no por amistad, al menos por tu impertinencia, se levantará y te dará cuanto necesitas. Por eso añade el Apóstol: Con la ayuda del Espíritu, resistid en la oración y en la vigilancia. No debemos entregarnos a la oración esporádicamente, sino con frecuencia y asiduidad, explayando ante Dios los deseos de nuestro corazón; y en determinados momentos servirnos de la expresión de los labios. De aquí que Pablo escriba en otro pasaje: Presentad ante Dios vuestras peticiones. Esto se verifica en la insistencia y asiduidad en la oración, unas veces dirigida a él, otras a su Madre gloriosa, y en ocasiones a los santos, de tal forma que se les obligue a decir: Atiéndele, que viene detrás gritando”. S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 9 “¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa por él, sin pasar por alto sus faltas? S. Bernardo de Claraval, Adv III, 5 “Se apareció Jesús a los once cuando estaban a la mesa. Se hizo visible la bondad de Dios y su amor a los hombres. Si se digna compartir con los que están a la mesa, con mucho más gozo se unirá a los que hacen oración. S. Bernardo de Claraval, Asc I, 1 “Así, pues, sabiendo que en la oración se nos da la buena voluntad, cuando sepas qué debes hacer, haz oración para ser capaz de realizarlo: ora con empeño y perseverancia, como aquel que pasaba la noche orando a Dios, y el Padre dará el buen espíritu a los que se lo piden. Fíjate también que nos conviene buscar un lugar retirado para la oración: nos lo enseñó de palabra: métete en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre; y con el ejemplo, subiendo solo a la oración sin admitir ni a sus más íntimos”. S. Bernardo de Claraval, Asc IV, 11 “San Lucas nos recomienda, en breves palabras, tres virtudes de la Iglesia primitiva. Después de la ascensión del Señor nos dice que todos se dedicaban a la oración en común esperaban el consuelo celestial que les había prometido. ¡Admirable grandeza de ánimo la de este pequeño rebaño, privado de la protección de su pastor! Convencidos de que se cuida de ellos y les prodiga las atenciones de un padre, insisten con sus fervientes plegarias al cielo. Saben muy bien que la oración del justo atraviesa las nubes, y que el Señor atiende los ruegos del pobre y los colma con toda clase de gracias. Pero perseveraban también con gran longanimidad, como dice el Profeta: Aunque tarde, espéralo, que ha de llegar sin retraso”. S. Bernardo de Claraval, Asc V, 1 “Tal vez me objetes: pero mientras él vuelve, yo no puedo vivir sin algún apoyo. Desde luego. Si tarda espérale, que ha de llegar sin retraso. Los Apóstoles permanecieron diez días en esta espera: se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de 217
María, la Madre de Jesús. Aprende tú también a orar, a buscar, a pedir y a llamar, y hallarás, recibirás y te abrirá. El Señor conoce tu barro: es fiel y no permitirá que la prueba supere tus fuerzas. Esto seguro de que si eres constante no tardará ni diez días. Y colmará de gracias inefables al alma que vive en soledad y oración. Y tras haber renunciado a los falsos placeres disfrutarás de su recuerdo, te nutrirás de la enjundia de su casa y beberás del torrente de sus delicias”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 14 “7. Sobre la reverencia en la oración hemos leído en capítulo un pasaje de la Regla, cuya autoridad acaba de avivar vuestra atención. Aprovecho esta oportunidad para deciros algo sobre la oración. Para ser breves, creo que algunos suelen experimentar en la oración aridez y entorpecimiento de espíritu. Rezan sólo con los labios, pero sin pensar en lo que dicen ni a quien se lo dicen. Y el motivo está en que van a la oración como por rutina y sin la reverencia y preparación que requiere. Lo único que debe pensar el hermano cuando va a la oración es aquello del Profeta: voy a entrar en el maravilloso tabernáculo y en la casa de Dios. Realmente, durante la oración nos conviene entrar en la corte celeste, esa corte en la que el Rey de los reyes está sentado en un trono de estrellas, rodeado de la multitud inefable e incontable de los espíritus bienaventurados. Uno que lo vio, acuñó la cifra más alta que pudo encontrar y dijo: Miles y miles le servían y miríadas de miríadas estaba a sus órdenes. ¿Con qué reverencia, temor y humildad no deberá acercarse, pue, ese pobre renacuajo que sale a rastras de su charca? ¿Con qué actitud de temblor, súplica y humildad, y con qué cuidado y atención de todo su ser no se presentará este miserable hombrecillo ante la majestad gloriosa, en presencia de los ángeles y en medio de la asamblea y compañía de los santos? 8. Todas las acciones nos exigen gran atención; pero sobre todo la oración. Como nos dice nuestra Regla, en todo momento y lugar nos mira el Señor, pero muy particularmente en la oración. Es cierto que siempre estamos bajo su mirada; pero en ese momento nos presentamos y acercamos nosotros mismos para hablar directamente con Dios. Él está en todas partes, pero cuando oramos está en el cielo y allí debe estar nuestra mente al orar. Es decir, nuestro espíritu no se detenga en el techo del oratorio, ni en la atmósfera, ni en la espesura de las nubes, sino que cumpla lo que Cristo nos enseñó: Orad así: Padre nuestro que estás en los cielos”. S. Bernardo de Claraval, Div 25, 7 -8 “La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la tibieza y negligencia. La cuarta tinaja es el ayuno ¿quién pone en duda su eficacia purificadora? ¡Cuánta verdad encierra aquella sentencia, el mejor remedio de un exceso es su contrario! Si hemos pecado por gula o glotonería, nada mejor que repararlo con la continencia y el ayuno, el Señor nos dice que es una fuente de energía para expulsar el demonio: esta ralea no sale más que a fuerza de oración y ayuno ”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 2 “Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar 218
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “He aquí, dice, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Esta palabra hágase significa el deseo que la Virgen tenía de este misterio, y no que tuviese duda alguna sobre el cumplimiento de lo prometido. Aunque nada impide que digamos que es palabra de oración, en que pide lo que la prometen. Pues nadie pide orando sino lo que cree y espera. Quiere Dios que le pidan aun aquello que promete. Y por eso acaso muchas cosas que dispuso dar las promete primero, para que se excite la devoción por la promesa; y así, lo mismo que había de dar graciosamente, sea merecido por la oración devota. De esta suerte, el piadoso Señor, que quiere que todos los hombres sean salvados, saca de nosotros para nosotros mismos los méritos, y, anticipándose a darnos aquello con que nos recompensa, graciosamente hace que no sea graciosamente. Esto sin duda entendió la Virgen prudente, cuando, al anticipado don de la gratuita promesa, juntó el mérito de su oración diciendo: Hágase en mí según tu palabra. Hágase en mí del Verbo según tu palabra; el Verbo, que en el principio estaba en Dios, hágase carne de mi carne según tu palabra. Hágase en mí, suplico, la palabra, no pronunciada que pase, sino concebida que permanezca, vestida ciertamente no de aire, sino de carne. Hágase”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 11 “¿Queréis saber cómo su nombre y su memoria está en nosotros y su presencia en las alturas? Oíd al Salvador cuando dice: Habéis de orar así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre. Fiel oración, cuyos principios nos avisan de la divina adopción y de la terrena peregrinación, a fin de que, sabiendo que mientras no estamos en el cielo vivimos alejados del Señor y fuera de nuestra patria, gimamos dentro de nosotros mismos aguardando la adopción de tus hijos, o sea, la presencia del Padre”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 1 “Escucha, finalmente, cómo continúa el salmo: Me invocará y lo escucharé. Este es el fruto del conocimiento de su nombre: el clamor de la oración. Y el fruto de nuestro clamor es que nos escuche él Salvador”. S. Bernardo de Claraval, QH XV, 6 “Diré también una cosa que fácilmente percibiréis, pues la habréis experimentado, si yo no me engaño, en vosotros mismos muchas veces. El ayuno da a la oración devoción y confianza. Y mira cómo mutuamente se ayudan estas dos virtudes entre sí, como está escrito: Si un humano ayuda a su hermano, ambos recibirán consuelo. La oración alcanza virtud para ayunar y el ayuno merece la gracia de orar. El ayuno esfuerza a la oración y la oración santifica el ayuno y le presenta a Dios. ¿Qué nos aprovecharía el ayuno si se quedase en la tierra, lo que Dios no permita? Levántese, pues, a lo alto el ayuno, sirviéndose de la oración como de un ala; pero a ésta añadamos otra, porque acaso una sola no será bastante. La oración del justo, dice la Escritura, penetra los cielos. Tenga, pues nuestro ayuno, para que fácilmente penetre los cielos, dos alas, que son la oración y la justicia”. S. Bernardo de Claraval, Quad IV, 2 “Si se le ofrece a Dios una hostia viva que le agrada, en olor de suavidad; si el incienso de la devoción, o el de la oración pura se enciende en el turíbulo del corazón con los carbones de la caridad; si el humo de los perfumes sube hasta la presencia de Dios, entonces él aspira 219
un olor suavísimo y siente la devoción del alma en sí abrazada en santo deseo, y ella misma siente el perfume del Señor ”. Balduino de Ford, Tract IV “El Señor examina tan atentamente la conducta de cada hombre, cuenta tan bien sus pasos, que ni sus mínimos pensamientos, ni su parecer, ni sus palabras pobrísimas que nos parecen insignificantes en su empleo, permanecen sin ser examinadas a fondo. Por consiguiente, ¿qué discurso podrá defenderme o qué razón puedo alegar en mi favor? Con el Profeta diré: Conociste mis pensamientos de lejos, examinaste mi sendero, mi camino; has previsto todas mis sendas, no se te escapa ninguna palabra brotada de mis labios. Jesús bueno, no me basto para dar razón; tú recibe como razón mi oración y no entres en juicio con tu siervo, porque no es justo ante ti ningún viviente ”. Balduino de Ford, Tract VI “El ojo anda con fingimientos cuando con una mirada a hurtadillas, furtiva, no se abre del todo, sino que cerrándose un poco, con un sencillo guiño, revela el secreto del pensamiento. En efecto, este amor santo tiene para expresarse signos apropiados, diferentes de aquellos de los que está escrito: Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan con el cuello estirado y guiñando los ojos; ellos son misteriosos y favorecedores de una santa reserva, con los cuales la esposa y el Esposo se aprueban y hacen señas mutuamente. En el guiño que él le hace, ella quiere o no quiere, según que él mismo quiera que ella quiera o deje de querer. El Esposo hace señas, cuando sugiere en secreto lo que quiere aprueba cuando escucha los ruegos de la que le suplica. La esposa aprueba, cuando obedece a los mandamientos de Dios que le son impuestos. Hace señas, cuando en sus buenas obras secretas, mediante una intención secreta, casi a escondidas, ve a aquel solo de quien pretende ser vista. Hace señas, cuando expone secreta y reverentemente la voluntad de su deseo en la humildad de su oración ”. Balduino de Ford, Tract VIII “El temor de Dios debe comprimir la esperanza, a fin de deshincharla de su presunción; para que no quede vacía en su vanidad y no quede frustrada su esperanza. Se infiere de esto que el espíritu del hombre se aproxima a Dios cuando ora y espera, y cuando aparta de sí la presuntuosa esperanza que hay en sí, de modo que pueda decir con el Profeta: Con mi voz al Señor clamé, con mi voz al Señor supliqué. Derramo mi oración en su presencia y expongo ante él mi tribulación, cuando el aliento en mí desfallece. Y también: Rápidamente escúchame Señor, desfallece mi espíritu”. Balduino de Ford, Tract IX “Señor Dios mío, dicho sea sin ofenderte, ¡cuántas veces, en las oraciones que te dirijo por mis penas y mis tentaciones, si bien no digo que eres duro, lo pienso! ¿Cuántas veces revuelvo en mi corazón este pensamiento: La piedra era Cristo? ¿Cuántas veces exclamo: ¿Por qué Señor rechazas mi oración, apartas de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo permaneceréis enojado ante la oración de tu siervo? Pero porque tú has dicho: Hay que orar siempre sin desfallecer jamás; porque tú no te cansas de la indiscreción y de la importunidad de quien busca, pide y llama, no te dejaré hasta que me bendigas. Trataré, con tu ayuda, de ver si puedo chupar la miel de la piedra y el aceite de la roca más dura. Y si me golpeas con el bastón de la prueba me serviré de él para golpear dos veces la roca de tu cólera, por la rectitud de mis acciones y la rectitud de mi corazón; y sé que brotarán torrentes de agua y que el pueblo podrá beber, y también las bestias, y yo entre las bestias. Pero el ejemplo de Moisés me hace temer la vacilación del corazón; tú la detestas. En verdad, debo pedir con fe y no vacilar: Tú, Señor que pruebas la fe ayuda 220
a mi incredulidad” . Conserva lo que te desagrada”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4
agrada,
arranca
lo
que
te
“Este maná tiene un sabor dulce cuando … Dulce en la oración, dulce en el sermón, dulce en la lectura, dulce en la contemplación, dulce en la compunción, dulce en la alegría del corazón”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 “¿Qué utilidad puede reportar tu vida para el prójimo? Nada tan valioso como la buena voluntad. Dásela ¿Hay algo tan útil como la oración? Concédesela. ¿Hay algo tan humano como la compasión? Entrégasela y así abrazas al mundo entero en el regazo de tu amor. Ten presente a todos los hombres que en él son buenos y alégrate. Mira a los malos y duélete. Recuerda a los afligidos y oprimidos y compadécete. Vayan desfilando por tu espíritu las miserias de los pobres, los sollozos de los huérfanos, el vacío de las viudas, la tristeza de los atribulados, la indigencia de los peregrinos, las ilusiones de las doncellas, los peligros de los navegantes, las tentaciones de los monjes, las preocupaciones de los prelados, los esfuerzos de los militantes. A todos debes abrir el corazón de tu amor; por ellos derramarás tus lágrimas y por ellos elevarás tu oración ”. S. Elredo de Rieval, Inst 100 “Esta limosna (la oración) es la más grata a Dios, la más aceptable para Cristo, la más conforme a tu estado de vida y la más provechosa para sus destinatarios”. S. Elredo de Rieval, Inst 101 “La oración deberá fomentar también las buenas obras, aumentar la devoción y estimular el amor. Nunca se le perdonarán los pecados al que pretenda que se le diga lo mismo sin esfuerzo personal, sin contriccción, confesión u oración”. S. Elredo de Rieval, Inst 120.121 “Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta voz se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los que oran, y están junto a los que leen y meditan”. S. Elredo de Rieval, Oner 5,3 “Por eso, cuando gustes la dulzura espir itual no te entregues de inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración ”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 39 “6. Hermanos dilectísimos, ¿cuál es — os ruego por la caridad de Cristo — , ¿cuál es esta paz que debe ser tan amada, tan deseada, esta paz tan cara o esta pacificación que debe ser colocada por encima de todos los grados de la virtud, que debe ser puesta por encima de todos los méritos, que alcanza la cima de todo, que otorga la bienaventuranza más alta y más excelente de todas? Busquemos junto a los hombres, busquemos junto a los santos ángeles, que se interesan por nosotros y por nuestras cosas. Y, sobre todo, puesto que esta sabiduría nos es absolutamente necesaria, pidámosla a aquél que da con abundancia y sin reproche. 7. Busquemos en la oración, en la meditación, en la lectura, sin desfallecer jamás. Porque si insistimos en la búsqueda ciertamente encontraremos; lo 221
ha afirmado esa misma Verdad que buscamos: Buscad y encontraréis. Este es el tesoro escondido en el campo, la perla preciosísima que debe ser buscada con ahínco, adquirida a un alto precio, y guardada con sumo cuidado. Es el monte de los montes, en el cual sólo el Hijo existe, por naturaleza, con el Padre. Pero, para no ser él solo el heredero, se dignó adoptar hermanos. Debe buscarse pues, con el mayor cuidado, todo aquello que hace que podamos ser hermanos de Cristo e hijos de Dios: Herederos de Dios, coherederos de Cristo”. Isaac de Stella, OS V [5], 6-7 Oración Guillermo de Saint-Thierry - Med IV, 1-2.13-14 - Med V, 1-3 - Med XIII, 9 - Ep frat 105 - Ep frat 123 - Ep frat 176-181 S. Bernardo de Claraval - Adv III, 5 - Adv VIII, 9 - Asc I, 1 - Asc IV, 11 - Asc V, 1 - Asc VI, 14 - Div 25, 7-8 - Div 55, 2 - Ep 142, 1 - Miss IV, 11 - Nat BVM 1 - QH XV, 3 - QH XV, 6 - QH XVI, 1 - Quad IV, 2 - SC 3, 5 - SC 9, 7 - SC 12, 5 - SC 15, 2 - SC 18, 5 - SC 46, 5-6 - SC 50, 5 - SC 54, 8 - SC 62, 2 - SC 86, 2-3 Beato - Adv - Epi - Pur - Pur - Pur - Pur - Ben - Ann - Res - Res
Guerrico de Igny III [3], 3 III [13], 7 I [15], 3 I [15], 5 I [15], 4 III [17], 2 I [22], 5 I [26], 6 III [35], 3 III [35], 5 222
- Rog [36], 2 S. Elredo de Rieval - Inst 100 - Inst 101 - Inst 120.121 - Oner 5, 3 - Spec II, 39 Gilberto de Hoyland - SC VI, 1 - SC VII, 2 Isaac de Stella - OS V [5], 6-7 Balduino de Ford - Sac alt II, 4 - Sac alt III, 2 - Tract IV - Tract VI - Tract VIII - Tract IX Juan de Ford - SC XII, 1
Paz
“Ojalá se enderecen mis caminos, Señor, para guardar tus caminos, de modo que a causa de las palabras de tus labios pueda guardar aun caminos duros. Si bien parecen duros a la carne que es débil, parecerán suaves y hermosos al espíritu, si estás pronto. Sus caminos, dice la Escritura, son hermosos y todas sus sendas son pacíficas. Los caminos de la sabiduría son no sólo apacibles, sino también pacíficos, porque si fuere grato al Señor el camino del hombre, aun a sus enemigos los convertirá a la paz. Si Israel -dice- hubiese seguido mis caminos yo hubiera reducido a la nada a sus enemigos y vuelto mi mano contra sus adversarios. ¿Por qué hay quebranto y calamidades en sus caminos, sino porque no conocieron el camino de la paz? Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2 “Como Juan precedió a Jesús, así la penitencia precede a la gracia, esta gracia por la cual, una vez reconciliados mediante la satisfacción, somos recibidos en el beso de la paz. Seguramente en este camino de la penitencia, la justicia y la paz, saliendo al encuentro la una de la otra con paso grato y festivo, se besan, es decir, la justicia del hombre que se castiga a sí mismo y la paz de Dios que perdona, y por este beso santo celebran la alianza alegre y gozan de la reconciliación” Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2 “Simeón indudablemente había colocado su morada en la paz y, dejando a un lado toda clase de cuidados en su corazón meditaba únicamente en Jesús y allí lo reclinó también para recibirlo. Había caminado por senderos rectos el que era justo y temeroso, y anhelando la consolación de Israel, salía cada día, por el deseo, al encuentro de aquel que estaba por llegar”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 3 223
“3. Siéntese tu pueblo -según está escrito- rebosante de hermosa paz y en tabernáculos de confianza, en descanso magnífico y seguridad sempiterna. Paz realmente bella y seguridad sempiterna poseen los que habitan al amparo del Altísimo, los que moran bajo la protección del Dios del cielo. 5. Ciertamente es agradable aquel clima primaveral de paz y alegría, deseable aquella lluvia copiosa que Dios derramó sobre su heredad. Mas si fuera necesario, el fuego de la tribulación lo abrasa todo, conforme al testimonio de Jeremías sobre la sequía espiritual; con todo no temerá quien cimentó su confianza en el Señor sobre aguas tranquilas, o sea la gracia del Espíritu Santo ”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 3.5 “No quiero que busquen los bienes temporales sino efecto, no es otra cosa que La justicia regula las procuran una vida tranquila
esta plenitud del tiempo en la abundancia de en la de los eternos. El reino de Dios, en justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. costumbres, la abundancia, junto con la paz, y gozosa ”. Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 1
“No te arredre el haber pecado gravemente: el Niño que ha sido ofendido no sabe airarse, y si se irrita, fácilmente se lo puede aplacar. En verdad nada hay tan fácil de aplacar como el corazón de este Niño, el cual se anticipa a determinar tus ofrendas de paz y de satisfacción y él, el primero, envía mensajeros de paz a fin de que tú, el culpable, consientas en reconciliarte con él. Te basta quererlo verdadera y perfectamente; no sólo te concederá su perdón, sino que te colmará de su gracia”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 3 “Simeón cuyos días de purificación habían transcurrido,… en otro tiempo. En el presente día se colmaron también los de su espera, de suerte que nada le restaba después de haber visto al Cristo del Señor, a Cristo paz de Dios y de los hombres, sino irse en paz, esto es, ser llevado a Jerusalén, visión de paz eterna y ser presentado al Señor, para contemplar la paz que supera todo sentido”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 1 “¡Feliz el que en todos sus trabajos y caminos busca el reposo celestial! Se apresura siempre por entrar en aquel reposo, afligiendo su cuerpo a causa de tal deseo, preparando y ubicando ya el alma en aquel reposo, teniendo paz con todos los hombres, en cuanto dependa de él. Prefiere espontáneamente el reposo y el ocio [otium] de María, pero asume por necesidad el trabajo y las ocupaciones [negotium] de Marta, aunque lo cumple en lo posible con paz y quietud de espíritu, recogiéndose de las múltiples distracciones en lo único necesario. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 2 “Pero habría que examinar también la razón y conveniencia de estas palabras: ¿En quién reposaré, sino en el humilde y tranquilo? Porque ¿cómo podría descansar sobre lo que está agitado [inquietum]? ¿Cómo podría permanecer inmóvil una columna sobre una base insegura y vacilante? ¿Y quién puede estar tranquilo [quietum], sino el humilde? ¿Quién, a no ser el humilde, puede poseerse a sí mismo en la paz de un espíritu tranquilo y modesto? ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5 “5. Está escrito: Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Por la contemplación, los limpios de corazón han 224
conocido todo lo que el Hijo ha oído del Padre porque ellos, también por ser pacíficos serán llamados hijos. 6. Hermanos dilectísimos, ¿cuál es -os ruego por la caridad de Cristo-, ¿cuál es esta paz que debe ser tan amada, tan deseada, esta paz tan cara o esta pacificación que debe ser colocada por encima de todos los grados de la virtud, que debe ser puesta por encima de todos los méritos, que alcanza la cima de todo, que otorga la bienaventuranza más alta y más excelente de todas? Busquemos junto a los hombres, busquemos junto a los santos ángeles, que se interesan por nosotros y por nuestras cosas. Y, sobre todo, puesto que esta sabiduría nos es absolutamente necesaria, pidámosla a aquél que da con abundancia y sin reproche. 7, Busquemos en la oración, en la meditación, en la lectura, sin desfallecer jamás. Porque si insistimos en la búsqueda ciertamente encontraremos; lo ha afirmado esa misma Verdad que buscamos: Buscad y encontraréis. Este es el tesoro escondido en el campo, la perla preciosísima que debe ser buscada con ahínco, adquirida a un alto precio, y guardada con sumo cuidado. Es el monte de los montes, en el cual sólo el Hijo existe, por naturaleza, con el Padre. Pero, para no ser él solo el heredero, se dignó adoptar hermanos. Debe buscarse pues, con el mayor cuidado, todo aquello que hace que podamos ser hermanos de Cristo e hijos de Dios: Herederos de Dios, coherederos de Cristo. 8. Y he aquí que uno de los serafines, en quien se encuentra la plenitud de la dilección, y tal vez la misma que buscamos dice: A cuantos le recibieron les dio el poder de devenir hijos de Dios . ¿Acaso dice: A cuantos le vieron? Los puros de corazón son los que ven, pero los pacíficos son los que reciben. Tal vez es éste, más aún, verdaderamente es éste el campo donde se encuentra escondido el tesoro. Dice: A cuantos le recibieron”. Isaac de Stella, OS V [5], 6-8 “Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación divina. Dígnese concedérnosla por el Hijo, en el Espíritu Santo, aquél que vive y reina, Dios por los siglos de los siglos infinitos. Amén”. Isaac de Stella, OS V [5], 24 “Por lo que se refiere al que dice: Me alegré de lo que se me decía: Vamos a la casa del Señor, luego nos muestra a qué fuerza se confía: dirigiéndose al autor de la salvación, que estableció el testamento de la paz le dice: Venga la paz, gracias a tu fuerza. Nuestra paz, en efecto, es él, que nos ha abierto el cielo y cerrado el infierno, que en la sangre del Nuevo Testamento ha destruido el testamento del infierno. Por eso dice en Isaías: Vuestra alianza con la muerte será destruida, vuestro pacto con el infierno no subsistirá” . Balduino de Ford, Sac alt II, 1 “No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por la humildad y la paciencia ”. Balduino de Ford, Tract IV “Cristo es la fuerza de Dios y la sabiduría de Dios. Dios es cierta paz suprema y el reposo supremo, puesto que siempre es el mismo, siempre 225
inmutable e invariable: En quien no hay cambio — porque no cambia, con respecto a lo que fue antes — ni tiene sombra de variación, porque no cambiará con respecto a lo que ahora es. La variación es; en efecto, el estado mudable de un ser sujeto a mutación, y esto es absolutamente imposible en Dios. … Señor Dios, tú solo eres el reposo de las almas, y no hay paz para nosotros en medio de toda esta miseria, sino por ti, y en ti. Yo, por cierto, para encontrar el reposo en ti, me volví hacia tu heredad donde reposas y dije: Moraré en la heredad del Señor. Esto lo dije por el propósito de mi espíritu, el deseo de mi corazón, mi voto de profesión; concédeme ahora que pueda decirte: Quien me creó, reposó en mi tienda. Haz en mí tu tienda, y reposa en mí, para que yo repose en ti. En efecto, este es tu reposo, el obrar nuestro reposo. Obra pues en mí, para que yo te amé ante todo y, sobre todo; para que no desee nada fuera de ti, nada sino a ti o por ti: y habrá paz para mí, y habrá para mí reposo en mi corazón; basta de malos deseos, de malicia de mi corazón, de preocupaciones tan numerosas, tan malas, tan acerbas que devoran mi corazón como aves con picotazo amarguísimo ”. Balduino de Ford, Tract V “Además de su enfermedad la esposa tiene el sostén de sus propios méritos y de la recompensa de sus méritos. Presta atención ya que son tres los bienes que le promete el Señor cuando dice: Nadie que haya dejado esto o aquello por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el céntuplo ahora en este tiempo, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero. Después de haber avanzado largo tiempo en el progreso de las virtudes, y de haberse ejercitado esforzadamente en la tarea de la disciplina espiritual, encontrará sólo entonces el céntuplo en la paz y la tranquilidad, la serenidad y la seguridad del corazón, en la delectación de la justicia y en la inenarrable dulzura de la alegría espiritual”. Balduino de Ford, Tract XIV “Guárdame, Señor, como a la pupila del ojo, guárdame del pecado grave al que temo mucho, del odio de tu amor, que podría hacerme pecar contra el Espíritu Santo que es amor, vínculo, unidad, paz y concordia. Que no esté en desacuerdo con la unidad de tu Espíritu, en desacuerdo de paz contigo, pecado culpable que no será perdonado ni aquí ni en el futuro. Consérvame, Señor entre mis hermanos y mis prójimos, para que pueda hablarles de la paz que está en ti; consérvame entre aquellos que guardan la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz. Amadísimos hermanos, en cuanto a la práctica de la vida común conviene que obremos solícitamente; que guardemos la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo. La unidad del espíritu procede de la caridad de Dios; el vínculo de la paz de la gracia de nuestro Señor Jesucristo; en cuanto a la comunicación del Espíritu Santo ella es el origen de aquella comunión necesaria a los que viven juntos para que vivan en comunidad. … Esta unidad que realiza en nosotros la caridad de Dios, es conservada mediante el vínculo de la paz por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. El es nuestra paz, que hizo de ambos pueblos uno solo en cuyo nacimiento cantaron los Ángeles: gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Quien al ascender al cielo dice a sus discípulos: La paz os dejo mi paz os doy. … ¿Cuál es esta paz que Cristo nos ha dado, paz cuyo vínculo conserva la unidad del espíritu? Es la caridad mutua, por la cual nos amamos mutuamente, que no se rompe si hablamos todos de acuerdo y no hay disentimiento entre nosotros . … Consultemos a nuestra propia 226
naturaleza, a la naturaleza de nuestro cuerpo acerca de la concordia en la caridad mutua: ella nos estimula a conservar la paz. Ciertamente, siendo muchos, somos un solo cuerpo pero cada miembro es miembro de los otros. Un solo espíritu vivifica a todo nuestro cuerpo mediante sus articulaciones y ligamentos, y procura la paz mutua, en la cual se conserva la misma unidad espíritu; pero la procura por las mutuas atenciones de los miembros y la paciencia mutua ”. Balduino de Ford, Tract XV “Pues quienes te aman descansan en ti; y allí se halla el verdadero descanso, la auténtica tranquilidad, la paz verdadera, el auténtico sábado del espíritu”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 52 “Así pues, el amor a sí mismo sea para el hombre el sábado primero, el amor al prójimo sea el segundo, y el amor de Dios el Sábado de los Sábados. Como dije ya antes, el Sábado espiritual consiste en el descanso del alma, la paz del corazón y la tranquilidad del espíritu. Este sábado se siente alguna vez en el amor a uno mismo, otras veces brota de la dulzura del amor fraterno, y alcanza su plenitud en el amor de Dios. Es preciso cuidar que el hombre se ame a sí mismo cual conviene, que ame al prójimo como a sí mismo, y a Dios más que a sí mismo; porque sólo por amor a él se amará a sí mismo y al prójimo” . S. Elredo de Rieval, Spec III, 3 “Debemos calzar nuestros pies para anunciar el mensaje de la paz. Con el fin de mantener la paz y comunicarla a otros, debemos calzar los pies de nuestros pensamientos. De este modo podremos recorrer el mundo entero recordando nuestros trabajos estériles, para que no se nos clave la espina de la soberbia al experimentar las debilidades del prójimo ”. S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 8 “Formemos todos la misma túnica, para que sólo tengamos una, tejida por todos. Sí, una única entre todos. Aunque seamos muchos y muy distintos, para él sólo existe una paloma mía, hermosa mía y sin defecto. Por lo demás, ni yo solo ni tú sin mí, ni el otro sin nosotros dos, sino todos a la vez, tejemos esa túnica, si de verdad nos empeñamos en guardar la verdad con el vínculo de la paz ”. S. Bernardo de Claraval, Apo 7, 1 “Si prestáis atención, el Apóstol nos recomienda una doble ascensión: buscar y estar centrados arriba, no en la tierra. Y el Profeta parece insinuar esta misma distinción al decir: busca la paz y corre tras ella. Buscar la paz y correr tras ella equivale a buscar y centrarse en lo de arriba, no en lo de la tierra. Mientras tengamos los corazones divididos tendremos muchos rincones y nos faltará la unidad. Debemos levantarlo cada uno de nosotros, como miembros de un cuerpo, para que se unan en la Jerusalén celeste, la ciudad bien trazada. Así cada uno en particular y todos los hermanos vivirán unidos sin estar divididos consigo mismos ni con los demás ”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 5 “Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida ”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1
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“Pero si todavía deseas violentar el reino del amor hasta destacarte como un buen invasor, y pretendes ocupar hasta sus últimos reductos, entonces no cierres tus entrañas de bondad ni siquiera a tus enemigos. Haz el bien incluso a los que te han odia o, ruega por los que te persiguen y calumnian, empéñate en hacer la paz hasta con los que la rechazan. De esta manera, la anchura del cielo será la anchura de tu alma, y no serán desiguales en altura; ni serán distintas por su belleza, cumpliéndose aquello que dice: Extiendes los cielos como una tienda. ”. S. Bernardo de Claraval, SC 27, 11 “¿Dónde podrá encontrar nuestra debilidad un descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con plena seguridad, porque sé que él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el cuerpo, el diablo me tiende asechanzas; pero yo no caigo, porque estoy cimentado sobre roca firme. Si cometo un gran pecado me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz acordándome de las llagas del Salvador. El, en efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones. ¿Qué hay tan mortífero que haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto, si me acuerdo de este remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna dolencia por maligna que sea”. S . Bernardo de Claraval, SC 61, 3 “El apacible y humilde encuentra la paz donde el hinchado y el que se desvive por la gloria vana se siente oprimido ”. S. Bernardo de Claraval, SC 62, 4 Paz S. Bernardo de Claraval - Adv VIII, 8 - Apo 7, 1 - Asc VI, 5 - Ep 142, 1 - SC 27, 11 - SC 61, 3 - SC 62, 4 Beato Guerrico de Igny - Adv IV [4], 2 - Adv V [5] ,2 - Nat I [6], 3 - Nat IV [9], 1 - Pur III [17], 3 - Pur V [19], 1 - Ben II [23], 3.5 - Asspt III [49], 2 - Asspt III [49], 5 S. Elredo de Rieval - Spec I, 52 - Spec III, 3 Isaac de Stella - OS V [5], 6-8 - OS V [5], 24 Balduino de Ford - Sac alt II, 1 228
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Tract Tract Tract Tract
IV V XIV XV Peregrinos
“Y éste de quien hablo -lo digo para confusión mía- digna y justamente se constituyó maestro de la humildad. Si bien no la ignoraba -por su origen la recibió de su Madre, y por su naturaleza, de su Padre-, sin embargo la aprendió desde el mismo seno materno por lo que tuvo que padecer. Nació en un albergue de caminantes para que nosotros, aleccionados por su ejemplo, nos reconociéramos huéspedes y peregrinos en la tierra”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4 “Si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a su mismo Espíritu diciendo: fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la pobreza de muchos santos que no les permite recoger vagabundos ni alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los pobres?” Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4 “Contuviste en tu seno al niño, contendrás en tu alma al que es inmenso. Fuiste posada del peregrino, serás palacio del Rey, fuiste tienda del que venía a combatir en el mundo, serás trono del que triunfa en el cielo; fuiste tálamo el Esposo encarnado, serás trono del Rey coronado”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 5 “Quién no ve que las tiendas coinciden, sin embargo, con la misma correlación? ¿Qué son las tiendas sino nuestros cuerpos con los que peregrinamos? No tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la futura, Pero luchamos en ellas, como en las tiendas, para violentar el Reino. Por eso la vida del hombre es una batalla sobre la tierra. Y mientras combatimos con este cuerpo somos peregrinos del Señor, es decir, de la luz”. S. Bernardo de Claraval, SC 26, 1 “3. La voz de la tórtola se deja oír en nuestra tierra. Lo cual es un síntoma de que ha pasado el invierno y anuncia que ha llegado el tiempo de la poda. Ese es su sentido literal. Por lo demás la voz de la tórtola no es muy dulce que digamos, pero es un signo de otras realidades dulces. Si compras esta avecilla no es cara, pero si ajustas su precio no es insignificante. Su voz se parece más a un gemido que un canto, y nos recuerda que somos peregrinos. 4. La voz de la tórtola se ha dejado oír en nuestra tierra. Mientras los hombres tuvieron sólo la tierra como única merced de su culto a Dios, aunque manaba leche y miel, no advirtieron que caminaban por ella como peregrinos, y no gimieron como la tórtola añorando la patria”. S. Bernardo de Claraval, SC 59, 3-4 Peregrinos S. Bernardo de Claraval - SC 26, 1 - SC 59, 3-4 Beato Guerrico de Igny - Nat V [10], 4 229
- Asspt I [47], 5 - Asspt III [49], 4
Permanecer
“Es verdaderamente aguardar al Señor: conservarle nuestra fe y, a pesar de carecer del consuelo de su presencia,… estar pendientes de su regreso. Así nos lo dice el Señor por el mismo profeta: El pueblo estará pendiente de mi regreso. Se dice bellamente y con toda propiedad que estará pendiente como entre el cielo y la tierra, porque aun cuando no le sea dado todavía disfrutar las cosas del cielo, rehúsa tocar las terrenas; y si alguna vez las toca, no lo hace sino con la punta de los pies, esto es, con las partes inferiores del alma, por causa de la necesidad de nuestra naturaleza corruptible a la cual nos vemos precisados a servir mientras la creatura esté, contra su voluntad, sujeta a la vanidad. Dice el adagio: Mal espera el que está pendiente. Pero yo digo: Felizmente espera el que está pendiente del Señor. Por eso mi alma ha elegido estar pendiente, y mis huesos, la muerte en este estar pendiente. Ojalá merezca permanecer pendiente de esta cruz hasta morir en ella”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 3 “Señor Jesús, cuando libremente ibas a dar tu vida y dependía de tu arbitrio el género de muerte que realizaría este don, tu alma eligió estar pendiente, para que siendo elevado sobre la tierra nos atrajeses hacia ti y nos enseñases a estar pendientes por encima de las cosas de la tierra. Y no permitiste ser bajado de la cruz antes de la muerte para que también nosotros perseveremos en ella hasta la muerte, y desde ella, como elevado escabel, nos sea más fácil remontarnos al cielo. Gracias a ti, Señor Jesús, allí estamos, allí te esperamos. …Yo ciertamente una vez para siempre he creído en tus mandamientos, pero ayuda mi incredulidad, para que, permaneciendo allí inmóvil, te espere y te espere de nuevo hasta lograr ver al fin lo que creo. Pues espero ver los bienes del Señor en la tierra de los vivientes”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1]], 4 “Si has huido lejos y permaneces en la soledad, persevera allí y espera a aquel que te salvará de la pusilanimidad de espíritu y de la tempestad” Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 1 “Seguirás las huellas de este gigante (Jesús), aunque de lejos, si amas la pobreza, si entre los pobres eliges ser el último, si permaneces sometido a la disciplina del monasterio, si soportas tener por superior a uno menor que tú, si sufres con ecuanimidad a los falsos hermanos, si mediante la mansedumbre sales victorioso del juicio, si retribuyes con caridad a quienes te hacen sufrir injustamente. Esta humildad rebautiza sin hacer injuria al único bautismo, porque no repite la muerte de Cristo, sino que instaura la mortificación y sepultura de los pecados”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7 “Os decimos, hermanos, a vosotros que habéis comenzado a arrebatar el cielo, que habéis entablado combate con el ángel encargado de custodiar el camino del árbol de la vida, a vosotros, repito, decimos que os es de todo punto necesario luchar constantemente sin desfallecer, no sólo hasta el debilitamiento de la cadera –donde tiene origen la propagación de la carne-, sino también hasta que todo el cuerpo haya muerto. No obstante, vuestro esfuerzo no alcanzaría a tanto sin el toque 230
y el beneficio del poder divino, cuando [Dios] haya comprobado que vuestra constancia frente a él es invencible ”. Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 2 “Así como al principio debemos castigar el cuerpo para vencer las tentaciones, a fin de que no reine en él el pecado, así también, una vez vencidas las tentaciones, se ha de persistir en ello, no sólo por miedo a reincidir, sino también por el deseo de progresar. De esta suerte, merced a la mortificación de la carne, el espíritu se torna vigoroso y, cuanto más ligera y tenue se vuelva la cadena que lleva, tanto más libremente se elevará hacia las realidades espirituales”. Beato Guerrico de Igny, JB IV [43], 3 “No te vuelvas a todos los vientos, ni quieras ir por cualquier camino, enseña el sabio, pues de eso se encuentra reo a todo pecador que usa lenguaje doble; tú mantente firme en el camino del Señor, no sea que el viento te arroje de la faz de la tierra, del lugar donde has profesado o del reino para el cual debes prepararte”. Beato Guerrico de Igny, JB IV [43], 5 “Si queremos aplacar la merecida ira del Señor, nos es necesario crucificarnos mediante la continencia. Nuestro Jesús, que nos ha de introducir en la tierra prometida, crucificará en nosotros los vicios de los cinco sentidos, más aún los extinguirá; pero con tal de que, según lo ordenado, permanezcamos suspendidos de los patíbulos hasta la tarde. El Salvador quiso ofrecerte un ejemplo de esta perseverancia en la cruz: no quiso consumar su obra sino en la cruz, ni ser bajado de la cruz antes de la tarde, tanto de ese día como de toda su vida”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 6 “Me basta que Jesús viva. Si él vive, vivo yo, porque de él pende mi alma, es más, él es mi vida, él sólo me basta. Pues ¿qué podría faltarme si Jesús vive? Que me falten todas las cosas –nada me importa-, con tal de que Jesús viva. Por tanto, si fuere de su agrado que yo me faltara a mí mismo, me basta que él viva, aunque sólo fuera para sí. Cuando el amor de Cristo haya absorbido todo el afecto del hombre, hasta el extremo de que, despreocupado y olvidado de sí, no tenga otro sentimiento que el de Jesucristo y las cosas de Jesucristo, entonces, a mi modo de ver, la caridad en este hombre es perfecta. A quien se halla penetrado de este afecto, la pobreza no le es gravosa; no siente las injurias, se ríe de los oprobios, tiene en poco los perjuicios, estima la muerte como ganancia, digo más, no piensa que muere, cuando sabe de cierto que pasa de la muerte a la vida”. Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 5 “Sé bien que deseas que seamos importunos contigo. Aunque parezca que no nos atiendes, aunque te excuses alegando que ya estás en el cielo y tus apóstoles se hallan contigo en el lecho, con todo perseveraremos pidiendo, buscando, llamando ”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 2 “El Esposo -si no me engaño- los hará pasar, entonces, a otros jardines en los que el reposo es más íntimo, el deleite más placentero, el panorama, más maravilloso aun. Cuando ustedes estén ocupados en cantar sus alabanzas entre cantares de júbilo y acción de gracias, él los arrebatará al lugar de su tienda admirable, hasta la casa de Dios, es decir hacia aquella luz inaccesible, dado que allí habita, repone sus fuerzas y al mediodía reposa. Porque si la devoción de quienes salmodian y oran posee algo de aquella amante curiosidad de los que preguntaban: Maestro, ¿dónde habitas?, pienso que lograrán escuchar al Señor que les 231
responde: vengan y vean. Ellos fueron, puntualiza el Evangelio, y vieron, y se quedaron con él aquel día. Mientras permanezcamos junto al Padre de las luces, en quien no hay cambio ni alternancia de oscuridad, ignoraremos la noche y gozaremos de un día que únicamente será de bienaventurada felicidad. Cuando nos apartamos de allí, recaemos en nuestra noche ¡Pobre de mí!, ¡cuán pronto se deslizaron mis días, cuán presto me sequé como la hierba, yo, que, mientras permanecí con él en el jardín, reverdecí y florecí como paraíso de Dios! Con él soy un jardín de delicias; sin él, un lugar de horror y vasta soledad”. Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 3 “Dichoso -dice- el que permanece en la sabiduría. Ciertamente, esta es la bienaventuranza, esta la sabiduría, si permaneces en la sabiduría para abrazarte con perseverancia a ella, porque no es dichoso el hombre en seguida que la encuentra, sino cuando la retiene. Pues dice la Escritura: Dichoso el hombre que ha encontrado la sabiduría. Mas no para ahí, antes añade: y que abunda en prudencia. O sea, no basta haberla encontrado para creerte al punto bienaventurado, sino que es preciso que cuando la hayas encontrado, no sólo permanezcas con ella y en ella, sino que también te deleites compartiendo su morada y su mesa ”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 1 “La soberbia del corazón aleja a unos por la sabiduría que habían hallado; a otros, como lo vemos en Salomón, los aparta por los placeres de la carne; todos en una palabra, irritados contra ellas (las virtudes), la dejan por ligereza e inconstancia de ánimo, heridos por una leve perturbación; son aquellos que creen por un tiempo y a la hora de la tentación se vuelven atrás. ¿Por qué se vuelven atrás? Por carecer de raíces que los sostengan. ¿Y cómo podrán arraigar si no permanecen? Jamás planta alguna pudo arraigar a no ser permaneciendo en el lugar donde fue colocada. No es posible que el justo, plantado en la casa del Señor, pueda arraigarse ni establecerse en la caridad si no se detiene y permanece estable en el lugar. Porque si no está enraizado no podrá florecer ni dar fruto que permanezca. Y si pareciera vislumbrarse un comienzo de esperanza de que va a florecer, se dirá de él: Antes de la mies se ha ido en flor y todo brotará antes de la sazón, o bien, según otro profeta: Si diera fruto, se lo comerán los extraños. Ahora bien, ¿quieres saber cuál es la estabilidad necesaria en un lugar para permanecer en la sabiduría, a fin de poder arraigar y fructificar a su tiempo? Pregunta a tu padre Benito y te dirá que el claustro del monasterio, y la estabilidad en la comunidad, es el lugar idóneo para producir fruto de todas las virtudes, de las cuales en el mismo pasaje nos teje un largo catálogo”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2 “Dichosos igualmente vosotros, hermanos, que os habéis inscrito en la disciplina de la sabiduría y en la escuela de la filosofía cristiana, pero sólo si permanecéis perseverantes en la sabiduría. Aún en caso de pareceros muy duro su lenguaje, esto es, muy duros los mandatos del que gobierna o corrige, no haya entre vosotros ningún corazón incrédulo que quiera separarse de Dios vivo, antes diga firmemente con el apóstol: Tú tienes palabras de vida: ¿a quién iremos? …Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor, escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti. Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos 232
nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes peca dos”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4 “Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir… la lectura santa… Si no te entregas con asiduidad al estudio de la Escritura, de manera que se te haga familiar, ¿cómo esperas que se te revele el sentido? Al que tiene amor a la palabra –dice- se le dará inteligencia y abundará, mas a quien no tiene, se le quitará aun lo que tiene por naturaleza, a causa de su negligencia”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 “El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia, reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría. De aquí procede que quien primero fue castigado con el temor del juicio y de la pena, sea alimentado después con el amor y la meditación de la justicia, y en definitiva descanse y se regocije en el banquete y abrazo de la sabiduría”. Beato Guerrico de Ign y, Ben I [22], 6 “Esperen, por tanto, en ti cuantos conocen tu nombre, pues tú, Señor, no abandonas a los que esperan en ti. Siéntese tu pueblo –según está escrito- rebosante de hermosa paz y en tabernáculos de confianza, en descanso magnífico y seguridad sempiterna. Paz realmente bella y seguridad sempiterna poseen los que habitan al amparo del Altísimo, los que moran bajo la protección del Dios del cielo. Descanso totalmente magnífico sentarse ocioso bajo la verdadera vid, bajo la higuera, bajo el olivo, para poder saturarse de la variedad de sus frutos y saborear en el interior del alma aquel epitalamio de amor: Me senté a la sombra de aquel que había deseado y su fruto es dulce a mi paladar. Fruto enteramente dulce al paladar aquel que provoca tan dulce exhalación”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 3 “Esta fe vigilante, no fingida, no disfrazada, es la misma que a mi modo de ver conduce, por sí sola y por un atajo fácil, a la perfección. Ella da la gravedad de la observancia, la sobriedad de la modestia, tanto interior como exterior, y nos hace estar siempre ante el Señor como servidores sujetos a disciplina. Por esta virtud los apóstoles merecieron ser llamados hijos del aceite del esplendor. Así como permanecieron ante el Señor en la tierra contemplándolo por la fe, así ahora están ante él en el cielo contemplándolo por la visión, y sus ojos ven al Rey en toda su hermosura, al Rey, cuyo temor era aquí objeto de la meditación de su corazón”. Beato Guerrico de Igny, PP II [44], 5 “Permanezcamos en esta nave (esta Orden); adhirámonos a la Cruz de Jesús para poder llegar a el que nos llama y dice: Venid a mí” S. Elredo de Rieval, STemp Nat BVM I [19], 2 “ El gozo de la sabiduría sólo puede ser buscado con un espíritu apacible, y el ojo inquieto no s e dirige a ella”. Gilberto de Hoyland, SC 1,2 233
“Escoja permanecer en la casa de Dios sometido a un maestro que quebrante su voluntad y reprima la concupiscencia con la brida de la obediencia, que se cumpla lo que dice el Profeta: Has puesto hombres sobre nuestras cabezas. Que el siervo no desdeñe imitar a su amo, ya que no es el siervo mayor que su dueño. Él iba creciendo en saber, en estatura y en favor de Dios y de los hombres; y al cumplir sus doce años se quedó en Jerusalén. Lo encontraron la santa Virgen y José, de quienes se decía hijo, dialogando con los doctores, escuchándoles y preguntándoles. Sin embargo, bajó con ellos y siguió bajo su autoridad. Permanece tú también sumiso por amor a Él ”. S. Bernardo de Claraval, Circ 3, 7 “Veamos ahora hasta qué punto debemos mantener la estabilidad en el lugar los que hemos firmado la cédula de profesión, y si se dan motivos por los que se pueda o convenga infligir lo prometido. En toda esta cuestión, por lo visto, también tenéis vuestros reparos. En líneas generales os digo que a nadie se le permite apearse de un bien al que se consagró de una vez para siempre; y todo para cambiarse del lugar que cada cual libremente eligió y al que se comprometió con toda su alma con una promesa pública. No puedo admitir semejante actitud. Se cumple el aforismo del Maestro expresado en el Evangelio: El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios. Exíjase, por tanto, el compromiso de la estabilidad al flojo y apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y curioso, y a todos los tocados por la ligereza de la inconstancia. Manténgase una cierta indulgencia con los profesos, fieles a la conversión de costumbres y a la obediencia según la Regla. Y si el ambiente de maldad y la carencia de espíritu religioso en las comunidades fuese un obstáculo serio, yo aconsejaría sin dudar un cambio de lugar, impulsado por el Espíritu de libertad, donde la persona pueda sin tropiezos ofrecer a Dios los votos que pronunciaron sus labios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44 “Es imposible que el hombre se consagre con fidelidad a una obra, si antes no ahínca tesoneramente su cuerpo en un lugar. El que por huir de la enfermedad de su espíritu, anduviese de un lugar para otro, sería como el que quisiera escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí mismo, da vueltas en derredor de sí mismo: trueca el lugar, mas no el ánimo. En todas partes se encuentra igual, si no es que el cambio lo hace peor, como suele empeorar el enfermo que es llevado con violencia de una parte a otra. Dese cuenta de que está enfermo y trate de hallar la causa de su enfermedad. Si el descanso no se rompe, los remedios aplicados continuamente pronto aprovecharán y el espíritu se verá libre de divagaciones, de servidumbre, para entregarse todo a Dios. Muchos y enérgicos cuidados exige una naturaleza no ya manchada sino infectada. Manténgase pues, en completo reposo en su enfermería –así suelen llamar los médicos al lugar donde se curan las enfermedades- y continúe tomando los remedios recomendados hasta su completa curación”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 53 “Pero está el amor con el cual Dios nos ama, y el amor con el cual nosotros amamos a Dios. Permaneceremos en el uno y en el otro si perseveramos en amar a Cristo. Porque el Señor conserva a todos los que le aman. … Al decir: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él, Cristo declara abiertamente que el que cree en Él y le come, no recibe al comerle más que la fuerza de permanecer en Él hasta que Él venga en la vida eterna. De ahí que el justo ore: Confirma, oh Dios, lo 234
que has hecho en nosotros. Cuando se come este alimento con una fe perfecta y con la debida veneración, da la justicia, la perseverancia y la vida eterna; justificados por la fe, arraigados en el amor, permaneceremos con seguridad en aquél que se ha hecho por nosotros refugio y “fortaleza , y que, también él, permanece en nosotros para siempre, como está escrito: Que se alegren todos los que esperan en ti. Estarán en la alegría para siempre y tu habitarás en ellos”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3 “Así estuvo con los justos del Antiguo Testamento.Ahora está con nosotros participando de nuestra naturaleza por el misterio de la Encarnación. No bastó a Jesús, como prueba extrema de su amor, permanecer con nosotros. Él nos estrecha con un vínculo más fuerte y nos une más maravillosamente a él por el sacramento de la comunión, a fin de estar él en nosotros y nosotros en él, según sus palabras: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él ”. Balduino de Ford, Tract I “En el momento de nuestra conversión comenzamos a humillamos bajo la poderosa mano de Dios, a permanecer en reposo ante el Señor y a estremecernos ante sus palabras. Entonces, también él reposa en nosotros, como lo atestigua diciendo: ¿Sobre quién descansará mi Espíritu, sino sobre el humilde y reposado, y que tiembla ante mis palabras?. Y nosotros descansamos en él, como dice de nuevo: Aprended de mí porque soy manso y humilde de corazón y encontraréis reposo para vuestras almas … Amemos pues al prójimo ya sea en Dios, si es bueno; ya a causa de Dios, si es malo. Amémoslo para poder habitar así en Jacob, es decir, para permanecer en la comunión de los justos, y alejarnos de la comunión de los malos; para que nunca seamos de ellos, ni cuando debemos vivir entre ellos o con ellos ”. Balduino de Ford, Tract V “A veces, empero, quien siente y no consiente, tiene resuelto en su corazón no consentir en absoluto, y tiene el deseo de no sentir en absoluto la tentación. Pero lo que siente, proviene de su debilidad; lo que no consiente, de su fuerza. El hecho de desear no sentir absolutamente nada, es empeño de permanecer en paz y seguridad ”. Balduino de Ford, Tract XI “El amor no puede no ser generoso, odia permanecer solitario. En el exceso de su prodigalidad, como por el amor de la comunión, se esfuerza por merecer la comunión del amor. ¿Cuál sería la generosidad del amor si quisiera retener sus bienes sólo para sí y no quisiera compartirlos? ¿O cuál sería el consuelo del amante, si permaneciera amando él solo sin ser amado a su vez? Escrito está: ¡Ay del solo!. El amor solitario es un tormento para sí mismo, y en cierto modo se odia a sí mismo, puesto que no quiere en absoluto permanecer solitario, ni tampoco no ser mutuo: y, así como no puede ser despojado de su generosidad y de su naturaleza, así tampoco puede dejar de amar la comunión de los bienes, y la comunión respecto de sí mismo. … Esta unidad del espíritu que se encuentra en nosotros por la caridad de Dios, se guarda en nosotros por el amor al prójimo, a fin de que permanezcamos simultáneamente en el amor a Dios y al permanecer en este amor permanezcamos en Dios, y Dios en nosotros. En el amor al prójimo se revela, se incrementa y se arraiga el amor a Dios ”. Balduino de Ford, Tract XV Permanecer
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Guillermo de Saint–Thierry - Ep frat 53 S. Bernardo de Claraval - Circ 3, 7 - Pre 44 Beato Guerrico de Igny - Adv I [1], 3 - Adv I [1]], 4 - Adv IV [4], 1 - Epi IV [14], 7 - Ben I [22], 1 - Ben I [22], 2 - Ben I [22], 4 - Ben I [22], 5 - Ben I [22], 6 - Ben II [23], 3 - Palm II [30], 6 - Res I [33], 5 - Rog [36], 2 - JB II [41], 2 - JB IV [43], 3 - JB IV [43], 5 - PP II [44], 5 - Excit [54], 3 S. Elredo de Rieval - STemp Nat BVM I [ 19], 2 Gilberto de Hoyland - SC 1, 2 Balduino de Ford - Sac alt II, 3 - Tract I - Tract V - Tract XI - Tract XV
Pobreza
“Cristo que era rico se hizo pobre por nosotros y nos dio el precepto de la pobreza voluntaria. Se dignó dársenos él mismo como modelo de esta pobreza”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 160 “¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo hacemos para ser admirados por los hombres? ”. S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4 “Una Orden (nuestra) que fue la primera en toda la Iglesia. Con ella precisamente nació la Iglesia. No había en la tierra otra como ella, tan parecida a los coros angélicos. Ninguna más próxima a la Jerusalén celestial, nuestra Madre, por la nitidez se su pureza y por el fuego de su amor, pues sus fundadores fueron los Apóstoles y a sus iniciadores les 236
llama santos muchas veces el apóstol Pablo. Nadie en aquella comunidad guardaba para sí lo que era suyo; todo lo distribuían según lo que necesitaba cada uno, y no para satisfacer sus pueriles caprichos. Como nadie recibía más que lo necesario, no tenían ni siquiera ocasión de poseer nada superfluo o especial, y menos aún nada singularmente llamativo. Aplicando la frase según lo que necesitaba cada uno a las prendas de vestir, significa que eran las imprescindibles para cubrirse y abrigarse…. Se le daba a cada uno lo necesario. No podrían preocuparse demasiado del precio, de la calidad o del color de la ropa si pusieran toda su alma en la mutua concordia, en su unidad espiritual y en el cultivo de la virtud. En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo”. S. Bernardo de Claraval, Apo 24, 2 “La virtud que practicamos no es verdadera si es completamente ajena a la de nuestro modelo. Y nuestras alas no sirven para nada si no están plateadas. Ala de envergadura es la pobreza, que de dos batidas se remonta hasta el Reino de los cielos. Las restantes virtudes nos orientan en la promesa hacia el futuro del Reino. A la pobreza no se promete el Reino; se le da. Por eso alude a la vida presente: Tiene ya el Reino de los cielos. Mientras que en los otros enunciados se dice: Van a heredar, Serán consolados, o alto semejante. … Vemos, sin embargo, a algunos pobres que no viven la verdadera pobreza; de lo contrario, no estarían tan apocados y tristes, como corresponde a reyes, y reyes del cielo. Quieren ser pobres a condición de que no les falte nada. Les gusta la pobreza, pero no aguantan ninguna privación.” S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 5 “Plateemos, por tanto, nuestras plum as en la vida de Cristo, como los mártires lavaron sus vestidos en la pasión del Señor. Imitemos, según nuestro alcance, a aquel que se abrazó a la pobreza y, aunque tiene en sus manos los goznes de la tierra, no tuvo nada para reclinar su cabeza”. S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 7 “En ti sola aquel Rey rico y riquísimo se abatió, el excelso se humilló, el inmenso se abrevió y se hizo como algo menor que los ángeles; encarnó en ti el verdadero Dios e Hijo de Dios. Pero ¿con qué intento? Sin duda con el fin de que con su pobreza fuéramos todos enriquecidos, con su humildad ensalzados, con su abatimiento engrandecidos, y juntándonos a Dios por su encarnación comenzáramos a ser un mismo espíritu con El”. S. Bernardo de Claraval, Ann III, 8 “¿Acaso no valoráis mucho más vuestra pobreza que todos los tesoros del mundo? Efectivamente, la pobreza os libera de toda palabra cruel. ¿Cómo podría exigiros Dios lo que habéis abandonado por su amor? Y, por añadidura, con el trabajo de vuestras manos alimentáis y vestís al mismo Cristo en los pobres para que nada le falte. Dad, pues, gracias a Dios; vivid alegres, diciendo: Porque él me libró de la red del cazador y de toda palabra cruel. Estad alegres, os lo repito; pero, de momento, seguid temiendo. Quiero que viváis alegres, pero no seguros; con la alegría que viene de Espíritu Santo, pero con temor y precavido contra la recaída ”. S. Bernardo de Claraval, QH III, 4 “Cristo emplea la misma táctica. Para que sus soldados defiendan mejor lo que de suyo es inferior, su propia carne, la sacrifica con una mayor estrechez, por así decirlo, mediante la pobreza de los bienes materiales. Pues no quiere verlos sobrecargados por el exceso de 237
riquezas, sino que estén contentos teniendo lo suficiente para comer y vestirse, como dice el Apóstol”. S. Bernardo de Claraval, QH V, 2 “¡Feliz la pobreza voluntaria de los que todo lo dejaron para seguirte sólo a ti, Señor Jesús! ”. S. Bernardo de Claraval, QH VIII, 12 “El trabajo, la vida oculta, la pobreza voluntaria, son auténticos signos que ennoblecen la vida monástica ”. S. Bernardo de Claraval, Ep 42, 37 “Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser 1.sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “¿Qué diré del mismo hábito, en que ya no se busca el calor, sino el color, y se cuida más del lustre de los vestidos que de las virtudes? ¡Vergüenza da el decirlo! Queda muy atrás la viva afición a adornarse, propia de las mujeres del siglo, cuando con tanto cuidado solicitan los monjes el precio en los vestidos, no la necesidad; a lo menos dan a entender en esto que, despojándose de la forma de religión, desean no ser armados, sino adornados los mismos que hicieron profesión de soldados de Cristo; los cuales, cuando debían prevenirse para la batalla y poner delante, contra las potestades del infierno, las insignias de la pobreza (que ciertamente ellas temen mucho), mostrando más en la delicadeza de sus vestidos las señales de paz, voluntariamente se entregan, sin haber recibido herida y desarmados, al enemigo”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 10 “Ya hemos consumido el tiempo y urge que marchemos al trabajo manual, según lo exige nuestra pobreza y nuestro género de vida ”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 12 “Y la pobreza de Cristo supera, con mucho, a todas las riquezas y tesoros juntos. ¿Qué puede hallarse más enriquecedor y de más valor que la humildad? Por ella se compra el reino de los cielos y se alcanza la gracia divina, como dice el Evangelio: Dichosos los que eligen ser pobres, porque tienen el reino de los cielos. Salomón añade: Dios se enfrenta con los arrogantes, pero concede gracia a los humildes. El nacimiento del Señor te inculca la humildad: le ves anonadado, tomando la condición de esclavo y viviendo como un hombre cualquiera ”. S. Bernardo de Claraval, V Nat IV, 6 “¡Pobreza rica, desnudez opulenta! Pero con tal que lo cristiana y voluntariamente ”. Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 1
seas
“Bienaventurado Jesús, ¡cuán distinto es el goz o tuyo con que consuelas ahora a quienes renuncian a aquel gozo falso y falaz! ¡Cuánto mejor es tu misericordia que la vida!¡Cuánto mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos !¡Cuánto más felices haces a tus pobres con tu pobreza que lo que puede hacerlos el mundo con tan grande afluencia de bienes, donde todo lo que afluye se esfuma y arrastra consigo a quien le está unido! Otras delicias eran las que se derramaban sobre la familia pobre de Cristo, a la cual inundaba el ímpetu del río que alegra la 238
ciudad de Dios, cuando en este día el Espíritu, a manera de torrente, llenó toda la casa donde estaban sentados los apóstoles”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 3 “Cuando el amor de Cristo llena de tal modo todo el afecto del hombre, que olvidándose y perdiéndose a sí mismo, sólo le preocupa Cristo y lo que quiera Jesús, entonces creo que la caridad ha llegado en él a la perfección. A quien se halla penetrado de este afecto, la pobreza no es gravosa; no siente las injurias, se ríe de los oprobios, tiene en poco los perjuicios, estima la muerte como ganancia; digo más, no piensa que muere, cuando sabe de cierto que pasa de la muerte a la vida. Por eso asegura confiadamente: Iré y lo veré antes de que yo muera”. Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 5 “Aunque sepáis muy bien todo esto, hermanos quisiera no obstante recordaros cómo la verdadera y bienaventurada pobreza de espíritu se halla más en la humildad del corazón que en la carencia de cosas materiales; ella consiste más en arrojar de sí la soberbia que en el desprecio de los bienes. A veces es útil poseer bienes; retener la soberbia es siempre nefasto. Poco aprovecha renunciar a las riquezas del siglo si no se renuncia a sus costumbres. Digo más, es necio y ridículo despojarse de las riquezas y enredarse en los vicios de los ricos; hacerse pobre de bienes y no enriquecerse de virtudes; abandonar todas las cosas y no seguir a Cristo… Gloriémonos, pues, hermanos, de ser pobres por Cristo, pero trabajemos para ser humildes con Cristo ”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 5 “Por lo tanto, quienes poseen riquezas difícilmente entrarán en el reino de los cielos y los que atesoran plata prefieren más sopesarla en sus manos que emplearla en panes, es decir, en los ácimos de sinceridad y verdad con los cuales debe ser comido el Cordero pascual. Dichosos vosotros, los pobres, hijos del Crucificado pobre, vosotros, repito, que no tenéis dinero, apresuraros, comprad y comed… Cuando falta la posibilidad de comprar, basta la buena voluntad por la cual a menudo son más ricos quienes son más pobres en bienes temporales. Ciertamente a esto invita con razón la Escritura: Venid, comprad sin dinero, y sin ninguna otra permuta, vino y leche ”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 4 “Se contentó en todo con la pobreza materna y en todo se some tió a su Madre, para que ya en su nacimiento pareciera nacer el modelo de toda vida religiosa”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4 “Gran testimonio de fe del pueblo hebreo; al ver al Señor pobre, sentado en un asno, y por añadidura prestado, sin embargo le prestaba toda su confianza y devoción, no sólo extendiendo para él sus vestidos en el camino, sino también poniendo todo de su parte para tributarle honor. Israel conoció muy bien al pobre y desvalido porque el profeta había dado como signo para reconocer al Salvador esa pobreza que lo llevó a despreciar a los soberbios. Es pobre, dicen, y está sentado en un asno. En este signo puedes reconocer que viene tu rey, cuyo reino no es de este mundo; él para vencer la soberbia que reina en el mundo, predicó la pobreza y la humildad, tanto por la palabra como por el ejemplo ”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 3 “A los discípulos, que se habían hecho pobres para seguir a Cristo pobre, [el mismo Señor] les hablaba diciendo: En el día de la 239
regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su majestad, os sentareis también vosotros sobre doce tronos”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 5 “Dejando a un lado otra s leyes naturales, todo cuanto produce la madre tierra está destinado para ser repartido entre todos sus moradores. Según esto, para aquellos que participan de la misma hermandad de adopción y de una única herencia ¿cómo no les ha de ser común el uso del pan proporcionado por el Padre celestial? Tal derecho, no obstante, sea hijo de una caridad bien ordenada que, conforme al mandato evangélico, remedie en primer término las propias necesidades; mas ¿quién será capaz de medir con exactitud las propias necesidades? O ¿Quién podrá emitir un juicio ecuánime entre lo necesario y lo superfluo? Prestemos atención, hermanos, no vaya a suceder que seamos inculpados de la muerte de nuestros hermanos los pobres, bien por retener lo superfluo, bien por gastar aquello que podría emplearse en el sustento de su vida. Y pues la fiesta presente de la purificación de la purísima y la más pobre Virgen María nos movió a tratar de nuestra propia purificación, tengamos presente que en esto consistirá de manera indubitable la purificación: en desterrar de nosotros todo cuanto es superfluo, de modo que no sólo en la perfección de la castidad, sino también en la simplicidad de la pobreza, imitemos de alguna manera a la Madre pobre de Cristo pobre, a quien sea el poderío y la dominación ahora y por todos los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18 ], 6 “La humildad de Cristo que debemos imitar si queremos ser perfectamente purificados es tiene siete efectos. …siendo rico se hizo pobre,… llevando la pobreza al extremo que puesto en un pesebre. Seguirás las huellas de este gran gigante, aunque sea de lejos, si amas la pobreza, si entre los pobres eliges el último lugar ”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7 “Ciertamente son felices los que, habiendo arrojado de sí la carga de este mundo, vil, pero pesada, no ambicionan otra riqueza fuera del Creador del mundo, por cuya causa, no teniendo nada, lo poseen todo. Cuando el heredero de Dios y coheredero de Cristo, una vez adulto y emancipado, sea introducido en la posesión plena de la herencia esperada…el mundo reconocerá el hombre ya no se conforma con el mundo, sino que está reformado en la novedad de su espíritu, a la imagen de Dios según la cual fue hecho ”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 3 “Ninguna de estas cosas te cor responde a ti, porque tú debes mas bien recibir lo que necesitas como pobre entre los pobres, en vez de andar buscando lo ajeno ¿No te has desprendido ya de lo tuyo por amor a Cristo? Es un síntoma de notable infidelidad que la reclusa ande agobiada por el día de mañana. Porque ya ha dicho el Señor: Vosotros buscad su reino y todo se os dará por añadidura” . S. Elredo de Rieval, Inst, 9 “En realidad, si tienes algo más que el sustento y el vestido necesarios, ya no eres monja y entonces ¿Qué puedes dar de li mosna?”. S. Elredo de Rieval, Inst 11 “Y si temes el escándalo porque no socorres a los pobres ni das acogida a los huéspedes, nadie te acusará cuando conozcan tu desprendimiento y la santidad de tu vida”. S. Elredo de Rieval, Inst 15 “Confórmese la reclusa con los vestidos necesarios par defenderse del frío… como fiel guardiana de la pobreza, procure incluso algo menos de lo que una justa necesidad puede exigir”. S. Elredo de Rieval, Inst 53 240
“Unos aman la pobreza por Cristo, son imitadores de la pobreza de Cristo y de ellos es el Reino de los cielos. Otros no la aman, sino que pacientemente la soportan y son purificados en el crisol de la pobreza, a fin de que, probados, puedan entrar en el Reino de los cielos. Otros, empero, ni aman la pobreza para sí, ni la soportan: no les falta nada como para ser pobres; pero aman a los pobres por Cristo, les dan fácilmente, comparten, y no esperan en lo inseguro de las riquezas, sino que atesoran para sí un buen capital para el futuro, a fin de conquistar la vida eterna. Estos, en virtud de la pobreza han de entrar en el Reino de los cielos, pero serán recibidos por los pobres, y para consuelo de estos han de acoger la alternativa de un feliz intercambio. Pero si todos los buenos han de entrar en el Reino de los cielos, tanto los que aman la pobreza, como los que la soportan, como también los que la remedian: ¿qué significa que este Reino que todos deben compartir, sólo es prometido a aquellos que abrazan la pobreza voluntaria, si sólo estos son considerados como pobres de espíritu? Y es por esta diferencia que no se dice de ellos: Entrarán en el Reino de los cielos, sino lo que parece mayor aún: De ellos es el Reino de los cielos. …Los pobres de espíritu que no abajan su corazón hacia las cosas de la tierra sino que desean las del cielo, suspiran y se abrasan por ellas; estos elevan su alma hacia Dios. Allí está su vida escondida con Cristo, allí va su mirada y su amor, allí está su tesoro y su corazón. ¡Oh feliz pobreza, que ha de ser recompensada no sólo en el Reino de los cielos, sino con el mismo Reino de los cielos! ¡Oh feliz pobreza, aunque despreciable para el mundo, digna de ser honrada, sin embargo, para Dios! Él se apiada del pobre y del indigente, y salvará las almas de los pobres, y hará su nombre digno de honra ante él ”. Balduino de Ford, Tract IX “Como si dijera: vosotros buscáis la bienaventuranza, pero ella no se encuentra donde la buscáis. Corréis, pero fuera del camino. Éste es el camino, por donde se va a la felicidad. La pobreza voluntaria por causa de mí, ésta es la felicidad. Mucho corréis, pero mal; cuanto más velozmente, tanto más os apartáis de él. El camino es la pobreza, no es la felicidad. Por el camino se ha de ir, para poder llegar”. Isaac de Stella, OS I [1], 18 “Vigilemos, pues, hermanos, y muchísimo, contra la peste de la acedia que suele ser engendrada por una seguridad inmadura; los más perfectos, seguros de haber desdeñado los vicios, se adormecen en su buena conciencia como si no tuvieran nada que temer; los imperfectos se adormecen en la seguridad de las cosas materiales, todas las cosas les viene sin trabajo, los otros se las procuran. He aquí amadísimos, por qué los santos Padres, de los cuales nosotros, hombres hartos y robustos, por no decir llenos de grasa, engorados, hemos osado seguir sus huellas por senderos arduos y estrechos, colocaron como piedra angular de los dos muros del edificio espiritual la pobreza, dividiéndola en dos clases y orientándola en dos direcciones: la pobreza efectiva y la espiritual, a fin de que quien ve su incapacidad en la una y en la otra, sea circunspecto y solícito en ambas y no pueda descuidar ninguna de las dos”. Isaac de Stella, 4p Epi [14], 10 “Sigamos el modo de vida de aquel que nació pobre, vivió pobre y murió pobre. Porque nuestra confianza estriba en que como él fue en este mundo, así también lo seamos nosotros, y así como él anduvo, así ande quien dice que permanece en él”. Isaac de Stella, O Epi I [8], 14 241
“Confesar la propia fe es anunciar a Cristo con la lengua y la vida, la palabra y el ejemplo, las conversaciones y las costumbres; es llevar la humillación de Cristo, no avergonzarse de la humildad, la pobreza y todo abajamiento soportado por Cristo. Balduino de Ford, Sac alt III, 1 Pobreza Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 160 S. Bernardo de Claraval - Adv IV, 5 - Adv IV, 7 - Ann III, 8 - Apo 1, 4 - Apo 24, 2 - Ep 42, 37 - Ep 142, 1 - Miss IV, 10 - QH III, 4 - QH V, 2 - QH VIII, 12 - SC 1, 12 - V Nat IV, 6 Beato Guerrico de Igny - Nat V [10], 4 - Epi I [11], 1 - Epi IV [14], 7 - Pur IV [18], 6 - Palm IV [32], 3 - Res I [33], 5 - Res II [34], 4 - Pent I [38], 3 - Asspt I [47], 5 - OS [53], 3.5 S. Elredo de Rieval - Inst, 9 - Inst, 11 - Inst, 15 - Inst, 53 Isaac de Stella - O Epi I [8], 14 - OS I [1], 18 - 4p Epi [14], 10 Balduino de Ford - Sac alt III, 1 - Tract IX Quietud - Reposo
“Sin duda, la divina providencia por una gracia admirable dispuso que en estos desiertos que habitamos tengamos la quietud de la soledad sin carecer, no obstante, del consuelo de una agradable y santa compañía. 242
Cada uno puede sentarse solitario y callar, ya que nadie le dirige la palabra, por otra parte, no puede decir: Pobre del que está solo, porque no tiene a nadie que lo reanime ni levante si llegara a caer”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2 “La quietud es agradable para los que están cansados. Por eso, grata y oportunamente os llega este día de reposo y de fiesta a vosotros que estáis cansados, para que, a la vez que celebramos el reposo de la santa Madre de Dios, no sólo se recreen nuestros cuerpos por esta quietud del trabajo de las mieses, sino también los corazones respiren con el recuerdo y amor de aquella quietud eterna. El fruto de este trabajo será aquel reposo; reposo del trabajo, recompensa por el trabajo, cuyo fiel recuerdo repara las fuerzas durante el trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1 “¡Feliz el que en todos sus trabajos y caminos busca el reposo celestial! Se apresura siempre por entrar en aquel reposo, afligiendo su cuerpo a causa de tal deseo, preparando y ubicando ya el alma en aquel reposo, teniendo paz con todos los hombres, en cuanto dependa de él. Prefiere espontáneamente el reposo y el ocio [otium] de María, pero asume por necesidad el trabajo y las ocupaciones [negotium] de Marta, aunque lo cumple en lo posible con paz y quietud de espíritu, recogiéndose de las múltiples distracciones en lo único necesario. Tal hombre aun cuando trabaja descansa… …todo lo que se desvía de la simplicidad y unidad de su centro está en movimiento y agitación. Y con tanto mayor rapidez gira un círculo cuanto más se aparta de la inmovilidad de su principio, es decir, de su eje. En todas las cosas busqué el reposo, o sea, que, en la multiplicidad de sus acciones por las cuales son turbados y turban a los demás; deberían considerar y buscar lo único necesario ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 2 “En todas las cosas busqué el reposo… es la voz de la Sabiduría, la voz de la Iglesia, la voz de María, la voz de toda alma sabia. La Sabiduría buscó el reposo en todas las cosas, pero solamente la halló en los humildes. La iglesia buscó el reposo en todas las naciones del mundo, pero solamente lo halló en los creyentes. María, al igual que toda alma fiel, buscó el reposo en todas sus acciones, pero sólo lo halló hoy cuando…, al fin le es dado decir: Alma mía recobra tu reposo, porque el Señor ha sido bueno contigo. Reposa, pues, oh dic hosa, en los brazos de tu Esposo. Él…reposó en la tienda de tu cuerpo, y… en el aposento secreto de tu corazón. Dios no es injusto, no olvida ni una sola obra buena, tiene siempre en la memoria el recuerdo de un beneficio recibido. Bienaventurado aquel en quien Dios encontró reposo siquiera una sola vez en cuya tienda reposó al menos una hora”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 3 “… ¿Quién de entre nosotros será tan humano y hospitalario que se levante, le abra y lo conduzca a su aposento, y le muestre una sala grande y preparada, donde pueda comer la nueva pascua con sus discípulos? Os digo esto, hermanos: si él no encuentra en nosotros el reposo que busca, tampoco nosotros encontraremos en él el reposo que anhelamos. Si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a su mismo Espíritu diciendo: fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la pobreza de muchos santos que no les permite recoger vagabundos ni alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria 243
con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los pobres? ¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas busqué reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello hizo que en esta plenitud de humildad reposara corporalmente toda la plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el Hijo, porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo. Por tanto, el Espíritu Santo septiforme, no sólo reposó sobre él, sino también preparó diversas mansiones de felicísima quietud para aquellos que aprendieron de él a ser mansos y humilde”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4 “Pero habría que examinar también la razón y conveniencia de estas palabras: ¿En quién reposaré, sino en el humilde y tranquilo? Porque ¿cómo podría descansar sobre lo que está agitado [inquietum]? ¿Cómo podría permanecer inmóvil una columna sobre una base insegura y vacilante? ¿Y quién puede estar tranquilo [quietum], sino el humilde? ¿Quién, a no ser el humilde, puede poseerse a sí mismo en la paz de un espíritu tranquilo y modesto ? … Por consiguiente, para que repose en vosotros, hermanos míos; aquel que ama y da la quietud, conforme al consejo del apóstol, trabajad por vivir en tranquilidad. ¿De qué manera conseguiréis esto? [Pablo] añade; Cumplid vuestro deber y trabajad con vuestras manos. El trabajo es un peso que, así como el lastre nivela a la nave, comunica descanso y estabilidad a los corazones inquietos, y además afirma y pone en orden el estado del hombre exterior. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5 “Procuremos, pues, darnos todos al trabajo para vivir en tranquilidad, a fin de que en nuestro reposo nos ocupemos en la meditación del reposo eterno, y por el deseo de él estemos dispuestos para todo trabajo. Que la bienaventurada Madre de Dios, cuyo reposo celebramos, nos lo obtenga de aquel que reposó en la tienda de su cuerpo y de su corazón. Él es el reposo eterno, Cristo Jesús ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 6 “Sólo un espíritu en reposo puede sabiduría”. Gilberto de Hoyland, SC 1, 2
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“Allí donde hay humildad y reposo, allí en el ocio espiritual del silencio, la paz y la tranquilidad celebran ciertamente su fiesta”. Adam de Perseigne, Ep XXIX “Pero el día sexto recogió cada uno el doble, a saber, dos gomor por cabeza. Los principales del pueblo vinieron a decírselo a Moisés, que les contestó: esto es lo que ha ordenado el Señor: el reposo del sábado estará consagrado al Señor. … Pero también en el estado actual puede decirse que hay en la Iglesia o en el alma un desierto, porque huyendo del tumulto y de la multitud de los errores y de los vicios, se vuelven hacia el reposo del espíritu. Por eso decía un penitente: He venido a ser como pelicano en el desierto. Y también: He aquí que he huido a lo lejos y he quedado en la soledad. … La justicia perfecta es el gomor del sábado, porque los que la recogen poseen el reposo sabático del corazón en la paz y el reposo, en el gozo y la alegría … Moisés añade; El reposo del sábado estará consagrado al Señor. El Señor ama el reposo; ama descansar en nosotros, y mediante esto que nosotros reposemos en Él. Pero hay un reposo del tiempo venidero del cual 244
está escrito: En adelante, dice el Espíritu, que descansen de sus trabajos. Y hay un reposo del tiempo presente del cual dice el Profeta: Descansad de hacer el mal. Se llega al reposo del tiempo futuro por las seis obras de misericordia enumeradas en el Evangelio en el pasaje en que se dice: Tuve hambre y me disteis de comer, etc.; o por la perfección que indica el número seis, según la medida de justicia más o menos grande que tiene cada uno. Porque hay seis días durante los cuales hay que trabajar; a continuación viene la noche, es decir la muerte, donde nadie puede trabajar. Después de estos seis días viene el sábado, porque después de la consumación de las buenas obras viene el reposo de las almas ”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 “¿Qué quiere decir en sí esta promesa: Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra? … ¿Es que la virtud de los mansos es de tal mediocr idad y de un mérito tan mezquino que deba otorgársela la recompensa en la tierra? Cuánta sea la alabanza que se hace de ella, escuchémoslo cuando el Señor se propone a sí mismo como ejemplo de la mansedumbre que debe aprenderse: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas. Y dónde reposa su espíritu, lo muestra al decir: ¿Sobre quién reposará mi espíritu, sino sobre el humilde y tranquilo, que teme mis palabras? Si pues el espíritu de Dios reposa sobre los mansos para que ellos mismos también reposen en él, como quienes encuentran reposo para sus almas, más y más nos puede mover a pensar por qué a esta virtud tan alabada y de tanto mérito el Señor le promete la tierra, él que defiende a los dóciles de la tierra; que conduce en el juicio a los dóciles y a los dóciles enseña sus caminos, él que se levanta en el juicio, para salvar a todos los dóciles de la tierra ”. Balduino de Ford, Tract IX “¿Cuándo me apartaré de mi miseria tan cuantiosa, tan grande? ¿Hacia dónde me volveré, para encontrar el reposo? Pues en todas las cosas busqué el reposo, pero en donde lo buscaba nunca lo encontré. ¡Oh reposo! ¿Dónde estás y dónde te encontraré? Sé que no te encontraré, si tú no vienes a mí. Señor Dios, tú solo eres el reposo de las almas, y no hay paz para nosotros en medio de toda esta miseria, sino por ti, y en ti. Yo, por cierto, para encontrar el reposo en ti, me volví hacia tu heredad donde reposas y dije: Moraré en la heredad del Señor. Esto lo dije por el propósito de mi espíritu, el deseo de mi corazón, mi voto de profesión; concédeme ahora que pueda decirte: Quien me creó, reposó en mi tienda. Haz en mí tu tienda, y reposa en mí, para que yo repose en ti. En efecto, este es tu reposo, el obrar nuestro reposo. Obra pues en mí, para que yo te amé ante todo y, sobre todo; para que no desee nada fuera de ti, nada sino a ti o por ti: y habrá paz para mí, y habrá para mí reposo en mi corazón; basta de malos deseos, de malicia de mi corazón, de preocupaciones tan numerosas, tan malas, tan acerbas que devoran mi corazón como aves con picotazo amarguísimo. ¡Oh! cuán dichoso me diría y me sentiría en lo profundo de mi corazón, si encendido en el sólo deseo de ti, ardiendo y suspirando, he aquí que pudiera decir con el Profeta: ¿A quién tengo yo en los cielos? Fuera de ti, nada deseo sobre la tierra. Si pudiera decir esto, ¿por qué no añadir enseguida lleno de agradecimiento: idos, idos bonísimas preocupaciones mías, y perturbaciones mías: porque es en vano que se conturba todo hombre?. Idos inquietudes mías, y dad lugar a mi paz y a mi reposo; porque: Dios de mi corazón, y mi porción es Dios para siempre. ¡Oh Señor Dios, reposo de las almas, si me dieras el reposo de mis malos deseos, que son la raíz de todos mis males!, ¿qué depravación 245
extraña podría perjudicarme, cuando ya no fuera dominado por mi propia iniquidad?”. Balduino de Fod, Tract V “Ese sueño es aquel en que tras sosegarse los sentidos carnales y alejar de lo íntimo del corazón las preocupaciones temporales, el alma santa descansa en la suavidad de Dios, saboreando y percibiendo qué dulce es el Señor, y qué dichoso el que confía en él ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 67 “Unas veces se siente quietud y gozo por la pureza de la propia conciencia; en otro momento procede de la dulzura del amor fraterno, y otras veces se adquiere más plenamente en la contemplación de Dios ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 5 Pero como la caridad ha sido derramada en nuestros corazones, precisamente por el Espíritu Santo que se nos ha dado, siempre se mantiene el número siete, aunque al multiplicarse el siete por sí mismo se nos revela el progreso de la caridad. Porque el día séptimo es como el inicio de la caridad, el año séptimo su progreso, y el año cincuenta, que es el siguiente al resultado de siete por siete, su plenitud. En todos hay reposo, en todos holganza, en todos cierta fiesta espiritual. Primeramente, el descanso consiste en la pureza de la conciencia, después en la dulcísima unión de muchos espíritus, y finalmente en la contemplación de Dios. En el primer sábado se está libre de delito, en el segundo de la codicia, y en el tercero de toda clase de ocupación. En el primero la mente saborea qué dulce es Jesús en su humanidad, en el segundo ve qué perfecto es en su amor, y en el tercero cuán sublime en su Divinidad. En el primero se recoge en sí mismo, en el segundo se abre al exterior, y en el tercero es arrebatado sobre sí mismo ”. S.Elredo de Rieval, Spec III, 19 “
“Mi destierro se ha prolongado. ¿Quién me diera alas de paloma para volar raudamente hacia la verdad y hallar el reposo en la caridad? Pero como no las tengo, enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; y la verdad me hará libre ”. S. Bernardo de Claraval, Hum 26, 1 “La fe sin obras es un cadáver, igual que la flor cuando despunta y no trae fruto. Reanimadme con flores, dadme vigor con manzanas, porque desfallezco de amor. Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se consuela con las buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas veces se le oculta la luz de la contemplación, como suele suceder. Pues ¿quién goza de esa luz, no digo continuamente, sino siquiera por largo tiempo, mientras more en este cuerpo? Ya he dicho que siempre que cae desde la contemplación se refugia en la acción; pero vuelve de nuevo confiadamente a ella, porque ambas son compañeras y habitan juntas; al fin Marta es hermana de María ”. S. Bernardo de Claraval, SC 51, 2 “¡La voz de mi amado! La esposa descubre que otra vez se ruborizan las muchachas con un temor respetuoso, Y que de nuevo comienza a embargarles el miedo de importunar su santo ocio. Ella advierte que no le molestan en su contemplación como en días anteriores, y cae en cuenta que eso se lo debe a la solicitud e intervención del esposo. Su espíritu se alegra por su progreso, pues no se dejan llevar de su excesiva e injustificada inquietud; y también por la futura quietud de que en adelante le dejarán gozar. Percibe la bondad y el favor del esposo, que pone tanto interés por su propia paz, empeñándose en depender el dulce y 246
ferviente ocio de su contemplación. Por eso dice que todo se debe a la voz de su amado, que les habló en ese sentido ”. S. Bernardo de Claraval, SC 53, 1 Quietud - Reposo S. Bernardo de Claraval - Hum 26, 1 - SC 51, 2 - SC 53, 1 Beato Guerrico de - Adv IV [4], 2 - Asspt III [49], - Asspt III [49], - Asspt III [49], - Asspt III [49], - Asspt III [49], - Asspt III [49],
Igny 1 2 3 4 5 6
S. Elredo de Rieval - Spec I, 67 - Spec III, 5 - Spec III, 19 Gilberto de Hoyland - SC 1, 2 Balduino de Ford - Sac alt III, 2 - Tract V - Tract IX Adam de Perseigne - Ep XXIX
Recuerdo de Dios
“Ya que todo don acabado tiene de arriba, del Padre de los astros. Este perfume se extrae de los beneficios divinos otorgados al género humano. ¡Feliz el alma que los recoge minuciosamente y se esmera para reunirlos ante la mirada de su espíritu con digna acción de gracias! Cuando los haya molido, triturándolos en el almirez de su corazón con el mortero de su meditación continua, cuando los ponga a hervir en el fuego de los santos deseos y los rocíe con óleo de júbilo, resultará un perfume más valioso y exquisito que el primero. Para demostrarlo baste el testimonio del que dice: El que me ofrece acción de gracias, ése me honra.Es indudable que el recuerdo de los beneficios suscita la alabanza”. S. Bernardo de Claraval, SC 10, 7 “Mas los que viven en acción de gracias, sólo miran a Dios que atrae toda su atención, y por eso conviven realmente entre sí. Su actitud es buena, porque toda la gloria se la dan al Señor, a quien corresponde en justicia, y además es agradable por el gozo que reporta. Los exhorto a que intenten salir del molesto y angustioso recuerdo de los pecados y caminen por las sendas más cómodas del recuerdo sereno 247
de los beneficios de Dios. De este modo contemplándolo a él se aliviarán de su propia confusión. Mi deseo es que experimenten el consejo del santo Profeta cuando dice. Sea el Señor tu delicia y él te dará lo que pide tu corazón. Ciertamente es necesario el dolor de los pecados pero no continuo. Hay que variarlo con el recuerdo más agradable de la ternura divina. Pero jamás hombre alguno será capaz de atraer a la memoria y recoger todos los bienes que el Señor piadoso y clemente derrama sin cesar sobre los mortales. Que al menos los redimidos nunca olvidemos su obra primordial y más sublime, la de nuestra redención ” S. Bernardo de Claraval, SC 11, 1-3 “A veces yo me he reclinado a los pies de Jesús, compungido por el recuerdo de mis pecados, para ofrecerle como sacrificio un espíritu quebrantado. Alguna que otra vez me he levantado hasta su cabeza, exultante de gozo por el recuerdo de sus beneficios ”. S. Bernardo de Claraval, SC 12, 8 “Cuando pronuncio el nombre de Jesús evoco el recuerdo de un hombre sencillo y humilde, bueno, sobrio, casto, misericordioso, el primero por su rectitud y santidad. Evoco al mismo Dios Todopoderoso, que me convierte con su ejemplo y me da fuerzas con su ayuda. Todo esto revive en mí, cuando escucho el nombre de Jesús”. S Bernardo de Claraval, SC 15, 6 “… uno siente compunción y compasión por la pasión de Cristo, se conmueve ante el recuerdo de todo cuanto padeció, se embriaga con la dulzura de esta devoción y saca fuerzas para toda obra salvífica, honesta y piadosa”.S. Bernardo de Claraval, SC 20, 8 “Pero no todos corremos igualmente al olor de todos los aromas. Unos arden en deseos de sabiduría. Otros se animan más a la penitencia con la esperanza del perdón. Otros se sienten más bien invitados al ejercicio de las virtudes, por el ejemplo de su forma de vida. Otros se abrasan en la piedad por el recuerdo de la pasión. ¿Podríamos hallar ejemplos de cada una de estas posibilidades?”. S. Bernardo de Claraval, SC 22, 9 “2. En uno de mis sermones anteriores dije que los dos pechos de la esposa son la congratulación y la compasión, según la doctrina de Pablo: Con los que están alegres, alegraos; con los que lloran, llorad. Como ha de vivir en la prosperidad y en la adversidad, sabe que nunca le faltarán peligros y quiere tener así a su amado entre sus pechos. Su continua protección le mantendrá firme en ambas situaciones y no se engreirá por sus alegrías, ni se dejará abatir en sus tristezas. Si eres sensato imitarás la prudencia de la esposa, y no consentirás que te arranquen jamás de tu pecho esa querida bolsita de mirra, reteniendo siempre en tu memoria y acariciando en su asidua meditación todos los dolores que por ti padeció, hasta que puedas decirle también tú: Mi amado es para mí una bolsita de mirra, que descansa entre mis pechos. 3. Yo también, hermanos, cuando me convertí me di cuenta que me faltaban toda clase de méritos. En su lugar traté de hacerme con esa bolsita para colocarla entre mis pechos, introduciendo en ella todas las ansiedades y amarguras de mi Señor: todas las limitaciones de su infancia, el cansancio de su predicación posterior, la fatiga de sus correrías, las vigilias de su oración, las tentaciones en sus ayunos, las lágrimas de su compasión, las asechanzas que le tendían cuando hablaba, los peligros de sus falsos hermanos, las afrentas, los salivazos, las bofetadas, las mofas, las acusaciones, los clavos y todos los demás 248
sufrimientos que sabemos padeció hasta la saciedad así lo detalla la narración evangélica para la salvación de nuestro linaje. Entre tantas ramitas de esta planta balsámica no olvidé la mirra que bebió en la cruz, ni aquella con que lo ungieron en el sepulcro. Con la primera se apropió la amargura de mis pecados; con la segunda consagró a futura incorrupción de mi cuerpo. Mientras viva, saborearé el recuerdo de su penetrante perfume; no olvidaré jamás tanta conmiseración con la que me diste la vida. S. Bernardo de Claraval, SC 43, 2-3 “La frase siguiente: Mi recuerdo perdurará en la serie de los siglos, quiere decir que mientras dura este mundo con generaciones que vienen y se van, siempre serán consolados los elegidos con la experiencia prolongada de su recuerdo, ya que no pueden saciarse con su presencia. Por eso quedó escrito: Saborearán el recuerdo de tus inmensas bondades. ¿Quiénes? Los mismos que son mencionados un poco antes: Una generación pondera tus obras a la otra. El recuerdo corresponde al tiempo presente; la presencia, en cambio, al reino de los cielos. La presencia es la gloria de los elegidos, recibidos ya en la eternidad; el recuerdo sirve de consuelo para los que todavía peregrinan en este mundo. Pero me acordé de Dios y me deleité. Justo es que, por no gozar de su presencia, se recreen con el recuerdo de sus bienes futuros; y que cuantos rechazan el consuelo de lo transitorio se sientan compensados con el recuerdo de la eternidad. Estos son los que buscan al Señor; no los que buscan sus intereses, sino el rostro del Dios de Jacob. Los que buscan a Dios y anhelan su presencia, gozan de su continuo y dulce recuerdo, no para saciarse, sino para suspirar por la saciedad plena. Precisamente el que es nuestro verdadero alimento lo dice de sí mismo: El que me come, siempre quedará con hambre de mí. Y uno que se alimentó de él, exclama: Me saciaré cuando aparezca tu gloria. El alma que le es fiel anhela su presencia, y con su recuerdo siente un dulce descanso. Hasta que no sea digna de contemplar cara a cara la gloria de su Dios, encuentra hasta encanto en la ignominia de la cruz. Así, así es cómo la esposa paloma de Cristo descansa en este ínterin y duerme tranquila en su parcela. Por el recuerdo de tu inagotable dulzura, Señor Jesús, tiene ya desde ahora cubiertas sus alas con la plata de la inocencia y de la castidad; espera embriagarse de gozo con tu presencia, cubierta de plumas de oro, cuando la lleven con alegría entre esplendores sagrados, para verse inmersa en el fulgor de la sabiduría”. S. Bernardo de Claraval, Dil 10-13 “La fe y la memoria hacen justo al hombre … el recuerdo de Dios se abre a su presencia. El que aquí recuerda los mandatos de Dios y los practica, allí merece también gozar un día de su presencia. Que gocen los ángeles en el cielo de la presencia y del conocimiento de Dios. Y que también nosotros conservemos la fe y su recuerdo en esta vida ”. S. Bernardo de Claraval, Sent I, 12 “El olvido es la muerte del alma. El que resucita se comporta de la siguiente manera: siente por la memoria; oye por la obediencia, ve por la inteligencia, huele por la sensatez y gusta por el amor”. S. Bernardo de Claraval, Sent II, 19 “2. ¿Quieres oír cuán cerca está? A tu alcance está la Palabra, tus labios y en tu corazón, con tal que la busques con rectitud corazón. Levanta el corazón, sal de tu cama y no te hagas sordo consejo de tener alerta el corazón. Así encontrarás la sabiduría en corazón y de tus labios fluirá la prudencia. 249
en de al tu
4. Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades presentes y desear los premios futuros Encuentras la sabiduría cuando lloras los pecados, no das valor a las ambiciones del mundo y todo tu deseo se lanza a la felicidad eterna. Encuentras la sabiduría cuando distingues el sabor de cada cosa: rechazas lo primero porque es amargo, desprecias lo otro como efímero y pasajero, y consideras que lo más digno y perfecto es anhelar aquellos bienes. En este juicio y discernimiento te guía un gusto secreto del espíritu ”. S. Bernardo de Claraval, Div 15, 2.4 “Que la turba impetuosa de pensamientos que suelen afluir a la plaza como chusma infame, no expulse a Dios de la memoria. Para ello póngase un buen guardián a la puerta, que se llama el recuerdo de la propia profesión. Y de ese modo, cuando el espíritu se sienta agobiado por pensamientos deshonestos, repréndase a sí mismo y dígase. ¿Son esos los pensamientos propios de un sacerdote, clérigo o monje? ¿El enamorado de la justicia debe admitir eso en sí mismo? ¿Es lícito al siervo de Cristo y al amante de Dios pensar en eso ni un solo segundo? Con estas palabras, el recuerdo de la propia profesión cortará el flujo de los pensamientos ilícitos. Haga otro tanto a la puerta de la voluntad. Allí suelen detenerse los deseos carnales como una familia en su propia casa. Que el portero de ella sea el recuerdo de la patria celeste. Éste puede arrojar el dedo perverso, como un clavo expulsa a otro clavo, y acoger sin tardanza al que dice: He aquí que estoy a la puerta y llamo ” S. Bernardo de Claraval, Div 32, 4 “Tal vez me objetes: pero mientras él vuelve, yo no puedo vivir sin algún apoyo. Desde luego. Si tarda espérale, que ha de llegar sin retraso. Los Apóstoles permanecieron diez días en esta espera: se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de María, la Madre de Jesús. Aprende tú también a orar, a buscar, a pedir y a llamar, y hallarás, recibirás y te abrirán. El Señor conoce tu barro: es fiel y no permitirá que la prueba supere tus fuerzas. Esto seguro de que si eres constante no tardará ni diez días. Y colmará de gracias inefables al alma que vive en soledad y oración. Y tras haber renunciado a los falsos placeres disfrutarás de su recuerdo, te nutrirás de la enjundia de su casa y beberás del torrente de sus delicias ”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 14 “La tercera contemplación se ocupa, o más bien halla su ocio en el recuerdo de los beneficios, y para no caer en la ingratitud, induce a la memoria al amor del que los concedió. Dirigiéndose al Señor, dice a este respecto el Profeta: Difunden la memoria de tu inmensa bondad. Pienso que ya está clara la correspondencia entre estas cuatro clases de contemplación y las cuatro expresiones del Apóstol. La meditación de las promesas corresponde a la largura, el recuerdo de los beneficios a la anchura, la de su majestad divina a la altura y la de los juicios a la profundidad. Pero deberíamos buscar todavía más al que aún no hemos hallado del todo, ni jamás puede ser buscado suficientemente ”. S. Bernardo de Claraval, Csi V, 32 “Entre tanto, cuán dulce y sabroso es pensar y meditar en el Niño Dios. Más aún, nada hay más eficaz ni operante para curar y suavizar lo que en nosotros pudiera haber de rencor en los espíritus, amargura en las palabras, rigidez en las costumbres. No acierto a creer que quien haya 250
gustado el sabor y el recuerdo de esta dulzura pueda estar triste o irritado. Por el contrario, toda indignación y amargura, toda suerte de malicia se alejará de nosotros”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 4 “Recibid con docilidad la palabra sembrada en vosotros que puede salvar vuestras almas y la palabra de Cristo habite en vosotros con toda riqueza, es decir, el amor y el recuerdo de la Palabra encarnada; a fin de que podáis cantar con tanta felicidad como fidelidad: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros ”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5 “En primer lugar se enciende la antorcha de la fe, a cuya luz debemos obrar en la noche de este; en mundo. En torno a esta antorcha no se hacen obras tenebrosas; en cuanto éstas se realizan ella se paga. El que obra mal aborrece la luz, es decir apaga la antorcha de la fe, deja a un lado el recuerdo de Dios, no hay temor de Dios ante sus ojos” . Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 4 “¿Qué hay tan piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta y fortalece las virtudes, como el recuerdo del Crucificado ?”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1 “Habitación segura, hermanos míos y torre fuerte frente al enemigo es morar mediante una piadosa y asidua meditación en las llagas de Cristo nuestro Señor, y por la fe y el amor al Crucificado proteger el alma contra el ardor de la carne, los torbellinos de los siglos, los asaltos del diablo”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 5 “¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestia l y se hicieron participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en un himno? Ahora asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su imaginación se entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados ante el libro, bostezan; escuchan la palabra exhortación, y de sólo escucharla se cansan; pasan de unos pastos a otros… Vean si el enemigo -que acostumbra sembrar cizaña sobre la buena simiente del padre de familias-, después de aquel suave alimento de Cristo, no habrá impregnado con su hiel el paladar de ellos, quitándoles no sólo el deseo, sino hasta el recuerdo del sabor gustado anteriormente. Pero veamos si esta terrible sentencia no alcanza también a aquel que, después de haber sido colmado -por la gracia de la devoción- con los bienes de la casa de Dios, no retiene absolutamente nada de ellos en su memoria, nada que pueda hacer brotar para nosotros la memoria de la abundancia de la suavidad divina. Les he dicho (estas cosas) para que os salvéis y, haciéndoos más prudentes con el ejemplo de los otros y lavando vuestras manos en la sangre del pecador, procuréis conservar con toda solicitud la gracia del Espíritu Santo -que otros pierden por su negligencia- ”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4-5 “27. La piedad a la que nos referimos es una constante memoria de Dios, un esfuerzo continuo dirigido a conocerlo, una tensión infatigable del corazón hacia su amor, de modo que, no digo un día, ni siquiera una hora, deje de encontrar al servidor de Dios ocupado en ejercitarse y progresar, o bien, sumergido en la dulzura de la experiencia y el gozo de 251
la fruición. Esta es la piedad a la que el Apóstol exhorta a su discípulo amado cuando dice: Ejercítate en la piedad. Los ejercicios físicos son de poca utilidad; la piedad, en cambio es útil para todo, porque encierra una promesa de vida para el presente y para el futuro. 30. El que está con Dios, nunca está menos solo que cuando está solo. Entonces libremente se dilata en su gozo, dispone de sí mismo con toda amplitud para gozar de Dios en sí y de sí en Dios. Entonces, a la luz de la verdad, en la limpia serenidad del corazón, la conciencia aparece tersa y pura y el recuerdo henchido de Dios libremente se derrama en el alma; la inteligencia se esclarece y la voluntad regusta el bien poseído o llora los propios defectos y las debilidades todas de la humana naturaleza ”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 27.30 “En efecto, es sobre todo en estas horas cuando debemos colocarnos delante de Dios, como frente a frente, examinarnos a la luz de su rostro, encontrar en nosotros mismos motivos de aflicción y de dolor, e invocar el Nombre del Señor, excitando nuestro espíritu hasta que se inflame, volviendo sin cesar al recuerdo de la abundante suavidad del Señor, hasta que él mismo llegue a ser dulzura de nuestro corazón”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 112 “Señor, buscaré tu rostro cuando pueda y cuanto tú me hagas capaz, Señor, siempre escudriñaré tu rostro. Señor Dios mio, mi sola esperanza, ¡escúchame!, no sea que por el cansancio ya no quiera buscarte; ¡que ardientemente te busque siempre! Dame tesón al rastrearte, ya que me diste el deseo de hacerlo, y cuando no pueda más, acrecienta el deseo que me diste. ¡Que siempre te recuerde, te conozca y te ame, con ardor! ¡Oh Dios-Trinidad, refórmame hasta llegar a esa plenitud, que tu sabes y para la cual me creaeste conforme a tu imagen, para que así te recuerde fielmente y sobriamente piense en ti y verdaderamente te ame sobre todas las cosas”. Guillermo de Saint-Thierry, Enig fid III, 23 “30. Que me bese con el beso de su boca. He visto, dice, resplandecer sobre mí su faz y he concebido la alegría de su rostro, he sentido la gracia derramada sobre sus labios. ¡Qué nadie intervenga si se interponga! Que Él mismo me bese con el beso de su boca; porque ya no puedo soportar ni recibir el aliento de un beso extraño. Todos los demás son para mí exhalaciones malolientes, mientras que el beso del Esposo exhala un perfume divino. El beso es una unión exterior y afectuoso de los cuerpos, signo y estímulo de la unión interior. Usa de la boca como de un intermediario y por el contacto mutuo realiza la unión, no solo de los cuerpos, sino de las almas. El Cristo-Esposo ofreció un beso del cielo a la Iglesia, su Esposa, cuando, como Verbo hecho carne, se le aproximó tanto que se unió a ella en una unión tan íntima que llegaron a ser una sola cosa; Dios se hizo hombre, el hombre llegó a ser Dios; este es el beso que ofrece e imprime a su esposa, el alma fiel, cuando produce en ella un gozo personal y exclusivo, que nace del recuerdo de los beneficios comunes y la inunda con la gracia de su amor, mientras atrae el espíritu de ella hacia Él y le infunde el suyo, para hacer de los dos un solo espíritu. 42. Excluida de las habitaciones y abandonada por el Esposo, la condición de la Esposa es casi la misma que la de las doncellas, porque no puede alimentarse sino de los perfumes del Esposo. Por eso, nos parece que también ella dice: Corramos tras el olor de tus perfumes. La que, con pleno consentimiento, es provocada al amor, se ve arrastrada a una carrera y mientras la gracia del perfume favorece la virtud de la unción, no encuentra ninguna demora ni dificultad en el camino de su progreso 252
espiritual. Persigue, pues, al fugitivo, por la proclamación y el recuerdo de sus beneficios, es decir, los pechos y los ungüentos, el perfume y el óleo derramado; porque es una forma excelente y racional de orar, agradable a Dios y eficaz para obtener futuros beneficios, el recordar con gratitud los favores pasados. 43. …Pues la presencia del Esposo es su recuerdo mantenido con ahínco, el alma iluminada por la luz de su rostro y la unción del Espíritu Santo que enseña todas las cosas, el olor de los perfumes, que se marchó con Él, es todavía una impresión de la suavidad del fugitivo, que permanece en la memoria y el recuerdo festivo de los consuelos experimentados, que queda en los pensamientos. Corramos, dice entonces, tras el olor de tus perfumes; en tanto que permanezca y nos atraiga, podremos continuar corriendo, pero, si desapareciera, tendríamos que detenernos”. Guillermo de Saint-Thierry, Exp Cant 30.42.43 “…cuando la Trinidad infundió en el rostro del hombre recién formado -e infundiendo creó- el aliento de vida, … colocó como una especie de ciudadela el dinamismo de la memoria para que el hombre recordara siempre el poder y la bondad del Creador. De inmediato, sin demora alguna, la memoria y la razón de sí mismas produjeron la voluntad. La memoria, en efecto, tiene y retiene el fin hacia el cual hay que tender; la razón muestra que hay que tender; la voluntad es la que tiende, y estos tres elementos no hacen más que un todo, siendo no obstante tres energías, al igual que aquella soberana Trinidad donde una es la sustancia, pero tres las personas. En esta trinidad, así como el Padre engendra, el Hijo es engendrado, y de ambos procede el Espíritu santo, así la razón es engendrada por la memoria, y de la memoria y la razón procede la voluntad. Para que el alma racional creada en el hombre pudiera adherirse a Dios, el Padre se arrogó la memoria, el Hijo la razón, el Espíritu Santo -que procede de ambos- la voluntad, que de ambas procede”. Guillermo de Saint-Thierry,Nat am 3 Nuestro primer padre, dotado del libre albedrío, con la ayuda de Dios podía deleitarse perpetuamente, amando siempre a Dios con su recuerdo y conocimiento, y ser siempre dichoso ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 11 “
“Mientras tanto, Señor Jesús, te pido que mi alma se emplume en el nido de tu disciplina, descanse en los huecos de la peña y en las grietas del cercado. Que te abrace ahora a ti crucificado y beba un sorbo de tu dulcísima sangre. Que esta meditación apacible llene ahora mi memoria, para que el olvido no la oscurezca por completo; que declare no saber ahora otra cosa sino a mi Señor y a éste crucificado, y así la vanidad del error no desvíe mi conocimiento de la solidez de la fe. Que tu amor admirable se apodere de todo mi amor, y no lo arrastre la codicia del mundo. ¿Pero qué digo? ¿Deseo esto sólo para mí? Que se cumpla, Señor, que se cumpla por favor lo que dijo el profeta: Se acordarán y volverán al Señor todos los confines de la tierra. Dice que se acordarán. Por tanto, comprende que el recuerdo de Dios está escondido, pero no totalmente sepultado en la mente racional, para que sientas que no se trata de algo nuevo que se incluye sino de lo antiguo que se restaura. Pues si la razón humana no resplandeciera al menos un poco y de modo casi espontáneo con el recuerdo de Dios, creo que ni siquiera el insensato diría en su corazón. No hay Dios”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 16 253
“Él añade otra razón: Cada uno se apresura, antes de la cena del Señor, a tomar su propia cena — es decir su refección corporal — para comerla y no para darla a los pobres. Lo que él llama : Cena del Señor, es la recepción de la Eucaristía, que no se debe tomar después de haber comido sino en ayunas, en honor de un tan grande Sacramento. Sin duda que Cristo la ha dado a sus discípulos después de la cena, para ponerla más en evidencia, porque quería que ella fuese el último recuerdo suyo grabado en el corazón y en la memoria de ellos; pero reservó a sus Apóstoles el enseñar cómo había que recibirla en lo sucesivo ”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3 “Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo es el deseo del alma. Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y afirma la esperanza. dulzura es el primero de los dones, y la más elevada de las delicias. …Los que lo han gustado tienen todavía hambre los que tienen hambre serán saciados , y saciados, siempre lo alabarán, y siempre brotará de su corazón el recuerdo de su dulzura .” Balduino de Ford, Sac alt III, 2 “Por esto dice: Ponme como sello sobre tu corazón, como si dijera: Ámame como yo te amo. Tenme en tu espíritu, en tu memoria, en tu deseo, en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, cómo te hice, cuánto te preferí a las demás criaturas, con qué dignidad te distinguí, cómo te coroné de gloria y honor, cómo te hice poco menor que los ángeles, cómo sometí todas las cosas bajo tus pies. Acuérdate, no sólo de cuánto hice por ti, sino de cuán duro, cuán indigno es lo que soporté por ti; y fíjate si no obras inicuamente contra mí al no amarme. Porque ¿quién te ama tanto como yo? ¿Quién desea ser amado por ti tanto como yo? ¿Quién te creó, sino yo? ¿Quién te redimió, sino yo? ¿Quién como defensor de tu vida afrontó el peligro del combate, sino yo? ”. Balduino de Ford, Trac X Recuerdo de Dios Guillermo de Saint-Thierry - Enig fid III, 23 - Ep frat 27.30 - Ep frat 112 - Exp Cant 30.42.43 - Nat am 3 S. Bernardo de Claraval - Asc VI, 14 - Csi V, 32 - Dil 10-13 - Div 15, 2.4 - Div 32, 4 - SC 10, 7 - SC 11, 1-3 - SC 12, 8 - SC 15, 6 - SC 20, 8 - SC 22, 9 - SC 43, 2-3 254
- Sent I, 12 - Sent II, 19 Beato Guerrico de Igny - Nat I [6], 4 - Nat V [10], 5 - Epi III [13], 4 - Palm II [30], 1 - Palm IV [32], 5 - Pent I [38], 4-5 S. Elredo de Rieval - Spec I, 11 - Spec I, 16 Balduino de Ford - Sac alt II, 3 - Sac alt III, 2 - Trac X
Resucitar con Cristo
“Sabéis que, según enseña el Apóstol, en la resurrección, después de haber sido revestidos de cuerpos nuevos, seremos arrebatados sobre las nubes al encuentro de Cristo en los aires y así estaremos siempre con el Señor”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3 “Cristo, al resucitar de entre los muertos como primicias de los que durmieron, por el misterio de su resurrección realizó para nosotros la resurrección primera y, conforme al modelo de ésta realizará nuestra segunda resurrección. La primera es la de las almas, cuando con Él las resucita para sí a una vida nueva; la segunda será la de los cuerpos, cuando transforme el cuerpo de nuestra humilde condición y lo haga conforme al suyo glorioso. Con razón Cristo se proclama resurrección y vida, dado que resucitaremos por Él y en Él, para vivir según él y junto a él. Ahora, ciertamente según Él en santidad y justicia; después junto a Él en la bienaventuranza y la gloria. Por lo tanto, así como la resurrección primera de nuestra cabeza, Jesucristo nuestro Señor, es causa y prueba de la segunda resurrección, que será la de todo el cuerpo, así para cada uno de nosotros la primera resurrección del alma -por la que ésta revive de la muerte del pecado- es prueba y causa de su segunda resurrección -por la que el cuerpo se verá libre no sólo de la corrupción de la muerte, sino también de la corruptibilidad de la muerte- ”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 1 “Bienaventurado y santo el que participa de la primera resurrección. Santo a causa de la primera, que ya consiguió por la resurrección de su alma, bienaventurado a causa de la segunda, que aguarda con alegría en la restitución de su cuerpo ”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 2 “Cristo, dice el apóstol, murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Al morir saldó la pena debida por nuestros pecados y al resucitar creó el modo y la causa de nuestra justificación eterna de suerte que, así como Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere más y la muerte no tendrá dominio sobre él, así el cristiano al resucitar 255
con Cristo, no pecará para no caer en la muerte y el pecado no tendrá ya dominio sobre él. ¿Quién dudará, de que es un comercio lucrativo sembrar un cuerpo mortal, animal, abyecto, para resucitar inmortal, espiritual, glorioso?; ¿morir al mundo para poder decir: Mi vivir es Cristo y el morir una ganancia?”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 3 “Reconoce cuánta ganancia es no tener parte en la ru ina del mundo, para tenerla en la resurrección de Cristo. El mismo Cordero pascual invita a sus amigos al banquete delicioso de su cuerpo y de su sangre. Comed amigos, dice, bebed y embriagaos, carísimos. Esta comida y bebida es un misterio de vida, una medicina de inmortalidad, causa de la primera resurrección y garantía de la segunda, por ser ella en nosotros el comienzo de la naturaleza divina” . Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 5 “Cristo, primicias de los que duermen, primogénito de entre los muertos con su resurrección, que es la primera de todas, inauguró a un tiempo nuestra primera resurrección, la de las almas, y la segunda, la de los cuerpos, cuando en su cuerpo -que resucitó de entre los muertosinició para las almas el sacramento de la resurrección y para los cuerpos el modelo según el cual habían de resucitar. Incluso a las mismas almas la única resurrección de Cristo les deparó una doble resurrección: [una] cuando reviven cada día de la muerte del pecado gracias a la acción de este misterio y [otra en la fiesta de hoy], cuando resucitan más especialmente del sueño de la indolencia, gracias a la devoción gozosa. Jesús me trae del sepulcro una ganancia no pequeña de fe y un caudal no pequeño de alegría cuando reconozco en él al Dios vivo, aquel que poco antes era llorado como hombre muerto. Mi corazón se lamentaba porque lo habían matado, pero ahora, al verlo vivo, no sólo exulta mi corazón, sino también mi carne, segura de su propia resurrección e inmortalidad a causa de él”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 1 “También tú, si velas a las puertas de la sabiduría y estás observando junto a sus umbrales y montas guardia velando como la Magdalena a la puerta de su sepulcro experimentarás al igual que María cuán cierto es lo que se lee acerca de la Sabiduría misma, que es Cristo: Se deja ver fácilmente por aquellos que la aman y hallar de los que la buscan. Se anticipa a quienes la codician, poniéndoseles delante ella misma. Quien madrugue en busca de ella no tendrá que fatigarse porque la hallará sentada a la puerta. Así lo prometió el Señor mismo al afirmar: Yo amo a los que me aman, y los que velan desde la mañana para buscarme, me encuentran. María encontró a Jesús junto al sepulcro porque velaba con él, porque, cuando aún era de noche, había acudido a velar a su sepulcro. Pero tú, que ya no debes conocer a Jesús según la carne, sino según el espíritu, podrás encontrarlo espiritualmente si lo buscas con idéntico deseo, si él advierte que como [Magdalena] velas continuamente en oración”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 2 “Hermanos, velad intensamente en oración, velad con prudencia sobre vuestras acciones, porque se ha levantado la aurora de ese día sin ocaso. La luz eterna volvió ya de los abismos más serena y grata para nosotros, y la aurora nos depara un nuevo sol. Ya es hora, pues, de levantarnos del sueño porque la noche está muy avanzada y se acerca el día. Velad, repito, a fin de que nazca para vosotros la luz matutina, esto es, Cristo -cuyo advenimiento está preparado como la aurora-, dispuesto a renovar a 256
menudo el misterio de su resurrección matutina para quienes lo aguardan velando … Pero para vosotros, que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia, quien camina en la justicia sus ojos contemplarán al rey en su gloria. Y esta es en verdad la bienaventuranza de la vida futura, que en cierto modo se nos concede también para consuelo de la vida presente, como lo demuestra manifiestamente la resurrección de Cristo”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 3 “Escuchen y alégrense cuantos van por los caminos de la justicia. Escuchen, repito, porque Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y piadosamente por los caminos de la acción. La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco sabe que a menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de sus trabajos. Entonces se acercaron a él y retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús. Por lo tanto, hermano, no ahorres a tus pies las idas y venidas de los trabajos, cuando Jesús a causa tuya no ahorró a sus pies ni aun el dolor de los clavos, y ahora no rehúsa recompensar y aligerar las fatigas de tus pies, dejándote abrazar y besar los suyos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4 “Resucite y reviva el espíritu de todos nosotros, sea para velar en oración, sea para perseverar en el trabajo, a fin de mostrar que hemos participado una vez más de la resurrección de Cristo. La primera señal de vida en un hombre resucitado es estar pronto y decidido para la acción, ya que su resurrección, en cuanto es posible en este cuerpo mortal, consiste en abrir los ojos a la contemplación. No obstante, el entendimiento no puede obtener esto mientras el afecto no se dilate con frecuentes suspiros y vehementes deseos, a fin de tornarlo capaz de tan excelsa majestad. Pienso que esta resurrección progresiva, efectuada como por grados, está claramente figurada en aquel muerto resucitado por Eliseo. El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras buenas; el segundo progreso en la resurrección se da creando el afecto se dilata por la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos progresos en una vida santa, esforzaos por resucitar más y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de Cristo de entre los muertos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5 “Él llegó a la resurrección por los oprobios, por las injurias, por los azotes, por la cruz, por la muerte. En la resurrección dejó el fermento y, entonces, nos ofrece su Carne pura e inmortal. … El Señor nuestro, en la resurrección del cuerpo, dejó el fermento de la inmortalidad. Nosotros por la resurrección del alma, deponemos el fermento de la iniquidad. Ahora bien, si Él llegó a la resurrección de la carne por las tribulaciones de la vida, con mayor motivo necesitamos nosotros llegar a la resurrección del alma por las mismas tribulaciones de la vida y, de esta forma, podremos dejar el fermento del pecado por la resurrección del alma, como dice el Apóstol para que seamos una nueva masa. La antigua masa era el pecado con el que todos fuimos amasados y fermentados. La nueva masa es la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, con la que fuimos amasados y, por eso, purificados de aquel mal fermento. Como la harina, cuando es amasada con agua, se junta y hace una masa, así nosotros, cuando fuimos amasados en el bautismo, nos hemos 257
hecho como una masa con Cristo, como dice el Apóstol: Porque un pan, un cuerpo, somos todos los que de un Pan participamos. Sin embargo, como por nuestra negligencia, nosotros mismos nos manchamos después de aquella purificación, es preciso que nos acojamos a la Sangre de Cristo, esto es, que por la imitación de su Pasión podamos ser partícipes de su resurrección: primero en el alma; y en el día del juicio, en el cuerpo juntamente con el alma. Como ello no puede hacerse por nosotros, nos obliga a que imploremos su misericordia para que se digne obrar esto en nosotros el mismo Jesucristo Nuestro Señor el cual, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.” S. Elredo de Rieval, STemp Pasc II [12], 6 “Este sacramento logra que Cristo viva en nosotros y nosotros en él. Consigue que nosotros demos la vida por Cristo, así como él la dio por nosotros. Todos los que mueren en Cristo o por Cristo se duermen piadosamente y reciben la incomparable recompensa que les ha sido prometida y reservada la gloria de la resurrección. Con la virtud del sacramento eucarístico dignamente recibido transformará Dios este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo. ¿Cómo podremos retribuir dignamente al Señor la gracia tan grande que nos ha concedido? ¿Qué le daremos a cambio de tal honor? Es en vano preguntar si él nos ama, cuando vemos que, en prueba de su inefable afecto, se nos ofrece como pan de vida eterna y como cáliz de perpetua salvación”. Balduino de Ford, Tract I “Cristo murió una sola vez, y una sola vez resucitó. Para una única muerte, convenía una única resurrección. En cambio, para nosotros una resurrección no podría bastar. Estamos de tal modo postrados en las profundidades, con nuestra deuda de una doble muerte, estamos de tal modo postrados que con una sola resurrección no podríamos quedar satisfechos. Una doble resurrección nos es necesaria, la primera y la segunda. ¡Bienaventurados los que participan de la primera!. La primera resurrección es parcial: del alma más que del cuerpo, aunque el cuerpo participa algo de ella; y porque es imperfecta, no se da más que en forma parcial. Pero cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. La segunda resurrección debe ser de una perfección absoluta; a la cual absolutamente nada le faltará. Estas dos resurrecciones se distinguen por la palabra del Señor que dice: llega la hora, cuando los muertos que están en los sepulcros, oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán. … De nuestra doble resurrección, tanto de la primera como de la segunda, la resurrección de Cristo es la causa y la forma, el ejemplo y el sacramento. En efecto, por la fe y por la imitación de la resurrección de Cristo somos reformados, justificados, santificados, resucitados de la muerte, para que muertos al pecado, vivamos para la justicia; para que caminemos en una vida nueva, en espera de la adopción de los hijos de Dios y de la redención de nuestro cuerpo. Pues en la segunda resurrección, Cristo reformará nuestro cuerpo de miseria, conformándolo a su cuerpo de gloria. … La primera resurrección comienza por la obediencia, y se consuma por la perseverancia. La segunda comienza por la gloria, y se estabiliza por la eternidad. Quien perseverará en la obediencia hasta el fin, perseverará sin fin en la gloria. Porque la perseverancia, en cierto modo es semejante a la eternidad. Pues, así como la eternidad es como una perseverancia en la gloria, así también la perseverancia es como una eternidad en la obediencia: porque quien perseverará hasta el fin, ese será salvo”. Balduino de Ford, Tract IV 258
“3. Tal vez necesitemos explicar en qué consiste levantar el corazón, o cómo conviene levantarlo. Damos la palabra al Apóstol: si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la tierra. Es decir: si habéis resucitado con él, subid con él; si vivís unidos a él, reinad con él. Hermanos, acompañemos siempre al Cordero: cuando sufre, cuando resucita y más aún cuando asciende. Que nuestro hombre viejo esté crucificado con él, para que se destruya el individuo pecador y ya no seamos esclavos el pecado. Extirpemos cuanto de terreno hay en nosotros. Y así como él fue resucitado de la muerte por el poder del Padre, emprendamos también nosotros una vida nueva. Si murió y resucitó fue para que abandonemos el pecado y nos entreguemos a la Justicia. 4. Y como una vida nueva exige un lugar más seguro, y la resurrección pide un estado superior , acompañemos al que sube: busquemos lo de arriba, no lo de la tierra. ¿Quieres conocer ese lugar? Escucha al Apóstol: la Jerusalén de arriba es libre y ésa es nuestra madre. ¿Deseas saber qué hay allí? Allí reina la paz: glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios Sión: ha puesto paz en tus fronteras. ¡Oh paz que superas todo razonar! ¡Paz sobre toda paz! ¡Medida sin medida, colmada, remecida, rebosante! Alma cristiana: sufre con Cristo, resucita y asciende con él. Es decir: apártate del mal y haz el bien, busca la paz y corre tras ella. En el libro de los Hechos, Pablo recuerda a sus discípulos la continencia, la justicia y la esperanza de la vida eterna. Y la Verdad por excelencia manda en el Evangelio tener siempre el delantal puesto y encendidos los candiles, y parecernos a los que aguardan la vuelta de su amo ”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 3.4 “El que después de los rigores de la penitencia no vuelve a los consuelos humanos, sino que vive confiado en la misericordia divina y respira el fervor y gozo del Espíritu Santo; el que ya no se angustia con el recuerdo de los pecados pasados, sino que se deleita y se inflama con el recuerdo y deseo de los premios eternos, ése es el que resucita con Cristo, el que celebra la Pascua, el que corre a Galilea. …Vosotros, hermanos, si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la tierra, para que así como Cristo fue resucitado de la muerte por el poder del Padre, así también vosotros empecéis una vida nueva. Cambiad las alegrías y consuelos humanos por la compunción y tristeza que Dios quiere, para gozar de la devoción santa y espiritual. Nos la concederá aquel que pasó de este mundo al Padre, y nos llama a Galilea para manifestarse a nosotros. El es Dios por los siglos”. S. Bernardo de Claraval, Res I, 18 “El olvido es la muerte del alma. El que resucita se comporta de la siguiente manera: siente por la memoria; oye por la obediencia, ve por la inteligencia, huele por la sensatez y gusta por el amor ”. S. Bernardo de Claraval, Sent II, 19 “Y dije: Me levantaré y recorreré la ciudad por las calles y plazas, buscando al amor de mi alma. Fíjate cómo está echada la que dice: Me levantaré: ¡qué bello! ¿Cómo no iba a levantarse cuando se enteró que ha resucitado el amado? Por lo demás, dichosa tú, si has resucitado con Cristo y buscas como debes lo de arriba, no lo de abajo. Necesitas buscar a Cristo arriba, donde está sentado a la derecha del Padre ”. S. Bernardo de Claraval, SC 75, 12 259
Resucitar con Cristo S. Bernardo de Claraval - Asc VI, 3.4 - Res I, 18 - Sent II, 19 - SC 75, 12 Beato - Adv - Res - Res - Res - Res - Res - Res - Res - Res - Res
Guerrico de Igny II [2], 3 III [34], 1 III [34], 2 III [34], 3 III [34], 5 III [35], 1 III [35], 2 III [35], 3 III [35], 4 III [35], 5
S. Elredo de Rieval - STemp Pasc II [12], 6 Balduino de Ford - Tract I - Tract IV
Sabiduría
“Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades presentes y desear los premios futuros. Has encontrado la sabiduría si tu deseo se concentra por completo en la felicidad eterna” S. Bernardo de Claraval, Div 15, 4 “La caridad es un manjar excelente. Es el plato principal en la mesa de rey Salomón. Exhala el aroma de las distintas virtudes, semejante a la fragancia de las especias más sorprendentes. Sacia a los hambrientos, alegra a los comensales. Con ella se sirven también la paz, la paciencia, la bondad, la entereza de ánimo, el gozo en el Espíritu Santo y todos los demás frutos y virtudes que tienen por raíz la verdad o la sabiduría” . S. Bernardo de Claraval, Hum 4, 1 “Sea la sabiduría de Cristo tu mayor dulzura, para que no te arrastre ni la gloria del mundo ni los placeres carnales”. S. Bernardo de Claraval, SC, 20, 4 “Quizá la palabra sabiduría se deriva de sabor, porque al caer en el ámbito de la virtud, como si fuera su condimento, la vuelve sabrosa, cuando de suyo es insulsa en cierto sentido y parece agria. Tampoco corregiría al que defina la sabiduría como sabor del bien. Hemos perdido este sabor casi desde nuestros orígenes: desde que el veneno de la serpiente primordial, por prevalecer los sentidos carnales, emponzoñó el paladar del corazón y el alma comenzó a no saborear el bien y se le introdujo el sabor del mal ”. S.Bernardo de Claraval, SC 85, 8 260
“Es decir, entre todos los afanes mundanos y deseos terrenos, opta por temer a Dios y seguir sus mandatos. Y con toda razón. Porque ese temor es el principio de la verdadera sabiduría; y esa fidelidad, su culminación. Al fin, sabido es que la sabiduría auténtica y consumada consiste en apartarse de todo mal y hacer el bien. Además, nadie puede evitar el mal adecuadamente sin el temor de Dios; ni obrar el bien sin observar los mandamientos”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2 “Tampoco deben arrogárselo quienes sienten un celo de Dios que no se inspira en su sabiduría. Porque el don del beso lleva consigo estos presentes: la luz del conocimiento y el ungüento de la devoción. Eso es precisamente el Espíritu de ciencia y entendimiento que, cual abeja portadora de cera y de miel, lo tiene todo: fuego para iluminar con su sabiduría y gracia para infundir su sabor. Que no crea, por tanto, haber recibido este beso el que entiende la verdad, pero no la ama; o bien el que la ama, pero no la entiende. Con este beso son incompatibles el error y la tibieza. Así pues, para recibir la doble gracia de ese beso, la esposa presenta sus dos labios: la luz de la inteligencia y el deseo de la sabiduría. Radiante con este beso cumplido, merece escuchar: En tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente”. S. Bernardo de Claraval, SC 8, 6 “Suspiran ciertamente y anhelan el espíritu de sabiduría y entendimiento; entendimiento para comprender y sabiduría para saborear lo que captaron con la inteligencia. Yo creo que el santo Profeta oraba con este mismo afecto, cuando decía: Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. Pedía claramente el beso, ese beso a cuyo contacto sus labios quedan impregnados de la fecundidad de la gracia espiritual y experimenta lo que expresa en otro lugar: Llénese mi boca de tu alabanza para cantar todo el día tu gloria y tu grandeza”. S. Bernardo de Claraval, SC 9, 3 “El cielo es mi trono, creo que debe entenderse de e ste cielo cambiante y visible, y no recuerda lo que más claramente dice en otro lugar la Escritura: El alma del justo es el trono de la sabiduría. Asigna sin duda un trono espiritual a Dios el que por la enseñanza del Salvador saborea que Dios es espíritu, que hay que adorarlo en espíritu y en verdad”. S. Bernardo de Claraval, SC 27, 8 “La sabiduría recta y verdadera es interior y totalmente oculta, como lo siente el santo Job. ¿Por qué la buscas fuera en los sentidos corporales? El sabor se percibe en el paladar; y en el corazón la sabiduría. No busques la sabiduría en la visión carnal, porque no la revelan ni la carne, ni la sangre, sino el espíritu. No se encuentra en el sabor de la boca, ni está entre aquellos que viven deliciosamente. Ni en el tacto de las manos como lo dice el Santo: No me be besado mi propia mano, porque es un gran delito y renegar de Dios. Yo creo que esto ocurre cuando el don de Dios, que es la sabiduría, no se adjudica a Dios, sino a los méritos de las obras”. S. Bernardo de Clara val, SC 28, 8 “Por tanto, debes conocerte a ti para temer a Dios. Debes igualmente conocerle, para amarle. Un conocimiento te inicia en la sabiduría y el otro te consuma en ella, porque primicia de la sabiduría es el temor del Señor y la plenitud de la ley es el amor. Debes evitar esas dos clases de ignorancia, porque sin el temor y el amor no puedes salvarte. Lo demás es 261
indiferente; sépase o no, en nada influyen condenación”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 1
para
la
salvación
o
“Si alguien llega a l a sabiduría, es decir, al sabor y gusto de las realidades eternas, y puede reposar y ver, y viendo gustar cuán suave es el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio ni el oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que éste ha sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del Señor. …El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir, la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7 “Dichoso totalmente, repito, por hab er escogido permanecer en la sabiduría y, con sus domésticos, alimentarte a su mesa del pan del sacramento, hasta que mediante el progreso desde la fe hasta el conocimiento se te dé para alimentarte el pan de vida y de inteligencia, y beber el agua saludable de la sabiduría. Dichosos igualmente vosotros, hermanos, que os habéis inscrito en la disciplina de la sabiduría y en la escuela de la filosofía cristiana, pero sólo si permanecéis perseverantes en la sabiduría. Aún en caso de pareceros muy duro su lenguaje, esto es, muy duros los mandatos del que gobierna o corrige, no haya entre vosotros ningún corazón incrédulo que quiera separarse de Dios vivo, antes diga firmemente con el apóstol: Tú tienes palabras de vida: ¿a quién iremos?. …Sabemos cuán grande e s la abundancia de tu dulzura, Señor, escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti. Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4 “Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar. …pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es decir cara a cara. Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor, aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del 262
Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6 “Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el trabajo diario, el silencio ”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 “El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia, reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría. De aquí procede que quien primero fue castigado con el temor del juicio y de la pena, sea alimentado después con el amor y la meditación de la justicia, y en definitiva descanse y se regocije en el banquete y abrazo de la sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6 “Qué perfecto me consideraría, qué adelantado en sabiduría, si al menos pudiera reconocerme como oyente idóneo del Crucificado, a quien Dios hizo para nosotros no sólo sabiduría, sino también justicia y santificación y redención. Ciertamente, si estás clavado con Cristo en la cruz, eres sabio, eres justo, eres santo, eres libre. ¿Acaso no será sabio el que, elevado de la tierra con Cristo, saborea y busca las cosas de arriba? ¿No será justo aquel en quien ha sido destruido el cuerpo del pecado, para no servir más al peca do?”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1 “Alégrate en gran manera tú que hasta ahora estabas en la tristeza; sáciate ahora, si es que puedes saciarte del gozo inefable que de tal modo sacia el deseo que torna tu hambre más ávida y más feliz. Que tu boca se llene de alegría y tu lengua de exultación y si ni tu boca ni tu lengua te son suficientes, que tu júbilo haga desbordar lo que no cabe en tu corazón. Salta de júbilo, dice hija de Jerusalén; pues es dicho el pueblo que sabe aclamarte. En verdad, dichoso el pueblo que sabe y comprende que hoy debe alegrarse de modo inefable porque llega para él el Salvador prometido y esperado desde el comienzo del mundo”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 2 “Tanto más clara y eficazmente aprovecha para la resurrección el que comienza a bostezar con frecuencia por el deseo y cierta hambre de justicia, como bostezaba quien decía: Abro la boca y atraigo al espíritu, pues deseo tus mandamientos. Tal bostezo es esa distensión del afecto para hacerlo más capaz del Espíritu de vida, a fin de que, después de los otros carismas de la gracia septiforme, infundido también el espíritu de entendimiento y sabiduría pueda abrir los ojos para contemplar a Dios. El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se dilata por la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de Cristo de entre los muertos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5
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“Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien, tanta languidez en el espíritu?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4 “Vean si el enemigo -que acostumbra sembrar cizaña sobre la buena simiente del padre de familias-, después de aquel suave alimento de Cristo, no habrá impregnado con su hiel el paladar de ellos, quitándoles no sólo el deseo, sino hasta el recuerdo del sabor gustado anteriormente. Les he dicho (estas cosas) para que os salvéis y, haciéndoos más prudentes con el ejemplo de los otros y lavando vuestras manos en la sangre del pecador, procuréis conservar con toda solicitud la gracia del Espíritu Santo -que otros pierden por su negligencia- ”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 5 “Mis labios prorrumpirán en un himno, pero cuando me instruyas en tus mandatos, es decir, cuando me des a gustar cuán suave eres, para que aprenda a amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas. Tú eres bueno, y en tu bondad enséñame tus mandatos. Tu bondad es tu unción con la cual instruyes a aquellos de quienes se predijo: Todos serán instruidos por Dios. Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor, y a quien enseñas tu ley”. Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 1 “Grande y dichoso el que ha hallado la sabiduría y es rico en prudencia. Sabiduría para contemplación de los bienes eternos, prudencia para la administración de los temporales o con una definición más propia: el sabio es el que sabe gobernarse a sí mismo y a los demás. El sabio -cual hombre rico en todas las virtudes- puede ofrecer el oro de una contemplación sublime o de una administración prudente, no descuidará, sin embargo, ofrecer el incienso de su devoción en la obra de Dios, ni la mirra de su propia mortificación” . Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 7 “¡Oh judíos! …¿por qué no salís a recibir al que se ofrece a vosotros? … Por cuanto no buscáis perfectamente, por lo mismo no lo encontráis, aunque lo tengáis presente, pero no lo encontrarán aunque esté presente, porque odiaron la luz que les daba en rostro sus malas obras, ya que la sabiduría no puede ser buscada, ni hallada sino por el amor. En cambio, Simeón como lo buscaba con un deseo piadoso y fiel lo encontró y reconoció a aquel a quien buscaba”. Beato Guerrico de Igny, Pur II [16], 2 “…siendo así que el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría. Si es el comienzo de la sabiduría, ciertamente lo es también del buen camino. Porque el temor de Dios produce en el corazón del hombre esa sabia resolución que le permite decir: He examinado mis caminos y enderezado mis pasos hacia tus testimonios”. Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2 “Dichoso el que permanece en la sabiduría. Ciertamente, esta es la bienaventuranza, esta la sabiduría, si permaneces en la sabiduría para abrazarse con perseverancia a ella, porque no es dichoso el hombre enseguida que la encuentra, sino cuando la retiene. No basta con haberla encontrado, para creerte bienaventurado, sino que es preciso que cuando la hayas encontrado, no sólo permanezcas con ella y en ella, sino que también te deleites compartiendo su morada y su mesa”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 1 264
“¿quieres saber cuál es la estabilidad necesaria en un lugar para permanecer en la sabiduría, a fin de poder arraigar y fructificar en su tiempo? Pregunta a tu padre Benito y te dirá que el claustro del monasterio y la estabilidad en la comunidad es el lugar idóneo para producir fruto de todas las virtudes”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2 “La sabiduría vence a la maldad, ¡cuánto más a la flaqueza y a la imprudencia! La caridad de los hombres espirituales no achaca a malicia la contradicción de los hombres carnales, sino más bien lo atribuye a la ignorancia o flaqueza de su condición”. Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 6 “Tened paz entre vosotros, pero una paz condimentada con la sal de la sabiduría; buscad con empeño la mansedumbre, mas una mansedumbre rebosante de fe”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 2 “En tu rostro, Señor Jesús, por más que aparezca cambiado, ya glorioso, ya humillado, fulgura la sabiduría; de tu rostro irradia el candor de la luz eterna. Ojalá nos ilumine, Señor, la luz de tu rostro. Tanto para los tristes como para los alegres, tu rostro aparece constantemente apacible, sereno y radiante por la secreta luz del corazón; para los justos se muestra alegre y jovial, para los pecadores clemente y misericordioso”. Beato Guerrico de Igny, Palm III [31], 5 “Hermanos, una y otra vez vayamos a Belén y contemplemos atentamente la Palabra que se hizo carne, al Dios inmenso que se hizo pequeño, para que en esta Palabra visible y abreviada aprendamos la Sabiduría de Dios que se hizo toda humildad. Por un tiempo la sublime Sabiduría no quiso saber otra cosa sino esa humildad de la cual después quiso proclamarse maestra”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4 “También tú, si velas a las puertas de la sabiduría y estás observando junto a sus umbrales y montas guardia velando como la Magdalena a la puerta de su sepulcro experimentarás –si no me engaño- al igual que María cuán cierto es lo que se lee acerca de la Sabiduría misma, que es Cristo: Se deja ver fácilmente por aquellos que la aman y hallar de los que la buscan. Se anticipa a quienes la codician, poniéndoseles delante ella misma. Quien madrugue en busca de ella no tendrá que fatigarse porque la hallará sentada a la puerta”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 2 “Él abrió su boca, esa boca de la cual la Esposa implora un beso; la boca del vaso precioso en el que se encuentran ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, la boca por la cual el día trasmite al día la palabra. Muchos han indagado acerca de la sabiduría; muchos, acerca de la bienaventuranza; pero por no haber escuchado a esta boca santa ni haber visto el día, incurrieron en las tinieblas palpables del error, donde la noche anuncia a la noche una ciencia engañosa”. Isaac de Stella, OS I [1], 13 “Del mismo modo que si nosotros tuviéramos la facultad de volar hacia este cielo visible, sería necesario abandonar la tierra, y también las aguas que -se dice- están por encima de la tierra, e incluso aquellos elementos más ligeros que están suspendidos con arte admirable y forman las nubes; así también ciertamente, quien eleva la mirada del alma para ver al ser puramente incorpóreo, debe trascender no sólo todo cuerpo o semejanza de cuerpo, sino también toda agitación de los pensamientos. 265
¿Por qué os asombráis? Cuando hayáis atravesado todas estas nubes que hemos dicho por la vigilancia del alma y la pureza de corazón, después de haber hecho callar todo pensamiento, es más, habiéndolo dejado atrás, aparecerá por fin la nube brillante, la nube luminosa, no ya la agitada, la densa, no ya la nube de la ignorancia sino la de la sabiduría ”. Isaac de Stella, OS IV [4], 4 “Sólo en los sabios reposa la Sabiduría. El tesoro deseable, dice el Sabio al hablar de la Sabiduría, reposa en la boca del sabio. Para el necio es gravosa y antipática, y por eso la aborrece; y esa riqueza que junto con su padre y con su hermano podría poseer en forma apacible y aundante,prófugo la dilapida viviendo disolutamnte, en una región lejana. Pero no sólo el conocimiento de las cosas hace al sabio, sino también la elección de las buenas y la reprobación de las malas ”. Isaac de Stella, Asspt I[51], 12 “¡Qué admirable es, Señor, el conocimiento que tienes de mí! Es inmenso y no puedo abarcarlo. Mientras tanto te abrazaré, Señor Jesús. Como pequeño al pequeño, como débil al débil, como un hombre a otro hombre, y aún más, como pobre a pobre. Porque tú, Señor, eres un pobre, te montaste sobre una borrica y sobre una cría de borrica . Así te abrazaré, Señor. Pues toda mi grandeza proviene de tu pequeñez, toda mi fortaleza de tu debilidad, toda mi sabiduría de tu necedad. Señor: correré tras el aroma de estos ungüentos ”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 22 “El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, y la plenitud de la sabiduría es el amor del Señor. Se comienza por el temor y se consuma en el amor. Aquí el esfuerzo, allí el premio. Con el temor se sube al amor, pero no se llega a la sabiduría sino por el amor ”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 29 “Por eso, cuando gustes la dulzura espiritual no te entregues de inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración. Alternándose, de este modo, los consuelos que proceden de la piedad divina con las numerosas penalidades de las propias concupiscencias, tras no pocos combates merecerás ascender a esa clase especial de visita, en la cual te inflamarás íntegramente en el ardor de la caridad por entrar de lleno en la gloria de Dios, y te saciarás felizmente del fruto de la tierra prometida; y al consumir totalmente el fuego del amor divino el yugo de la concupiscencia, descansarás en el fulgor del oro, en el resplandor de la sabiduría, en la suavidad de la contemplación divina, y experimentarás qué suave es el yugo del Señor y qué ligera su carga". . S. Elredo de Rieval, Spec II, 39 Sabiduría S. Bernardo de Claraval - Div 15, 4 - Hum 4, 1 - SC 1, 2 - SC 8, 6 - SC 9, 3 - SC 20, 4 - SC 27, 8 - SC 28, 8 266
- SC 37, 1 - SC 85, 8 Beato Guerrico de Igny - Adv V [5], 2 - Nat V [10], 4 - Epi I [11], 7 - Epi III [13], 7 - Pur II [16], 2 - Pur V [19], 6 - Ben I [22], 1 - Ben I [22], 2 - Ben I [22], 4 - Ben I [22], 5 - Ben I [22], 6 - Ben III [24], 6 - Ben IV [25], 2 - Palm II [30], 1 - Palm III [31], 5 - Palm IV [32], 2) - Res III [35], 2 - Res III [35], 5 - Pent I [38], 4 - Pent I [38], 5 - Pent II [39], 1 S. Elredo de Rieval - Spec I, 22 - Spec II, 29 - Spec II, 39 Isaac de Stella - Asspt I[51], 12 - OS I [1], 13 - OS IV [4], 4
Silencio
“Pero tú no desconocías mis huesos –dice el santo de Dios- cuando me formaste en lo oculto del corazón, tras el secreto del silencio. No os está oculto este misterio, hermanos míos; de vuestra experiencia y de vuestras confidencias soy testigo. El espíritu pacífico y modesto se fortalece, crece y florece con el silencio; en cambio las conversaciones, como la parálisis, lo disipan y relajan, lo enflaquecen y desecan hasta que muere de aridez”. Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 5 “¿Qué cosa recomienda la disciplina del silencio con tanto peso y tanta autoridad, qué cosa frena con tanto terror el mal inquieto de la lengua y las tempestades de las palabras, como la Palabra de Dios silenciosa en medio de los hombres? No hay palabras en mi lengua, parece proclamar la Palabra omnipotente, mientras está sujeta a su Madre… aprender en la escuela de la Palabra permaneciendo en silencio al menos tanto tiempo como ésta permaneció en silencio bajo la educación materna ”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2
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“Para llegar a la sabid uría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el trabajo diario, el silencio. Respecto al silencio, escucha la promesa del Señor por Isaías: En el silencio y en la esperanza está vuestra fortaleza. Si, pues, practicas la justicia en el silencio y dices con Jeremías que es bueno esperar en silencio la salvación de Dios, en medio del silencio te penetrará en lo más íntimo la palabra del Señor omnipotente que desciende de su real solio y las aguas de Siloé que se deslizan en silencio, regarán con agradables raudales el valle tranquilo y pacífico de tu alma. Esto lo experimentarás con tal de que tu silencio sea un culto a la justicia, es decir, si meditas en la justicia para perseverar en la Escritura que te he propuesto y consideras en la mente la mirada de Dios presente en todas partes”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 “Si todo tu interior guarda el silencio de medianoche, entonces del trono del Padre la Palabra omnipotente descenderá secretamente a ti. Feliz quien así se aleja huyendo del tumulto del mundo, quien se ha retirado a la soledad más recóndita de su alma acallada, para merecer oír no sólo la voz del Verbo, sino al mismo Verbo , no a Juan sino a Jesús”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2 “Allí donde hay humildad y reposo, allí en el ocio espiritual del silencio, la paz y la tranquilidad celebran ciertamente su fiesta. …El silencio consiste, no por cierto en no decir nada, sino en poner una custodia a la boca y rodear los labios de una clausura, a fin de hablar cómo y cuándo es necesario, dónde y cuándo se debe, qué cosa y por qué motivos. Hay, pues, un tiempo para hablar y otro par a callar”. Adam de Perseigne, Ep XXIX “Debemos tener un cuidado más constante y una vigilancia mayor sobre nuestros pensamientos; sobre nuestros pensamientos, digo, a los que se administra continuamente materia de tan santas meditaciones. Día y noche se nos cantan y se nos leen las voces proféticas, evangélicas y apostólicas; las cuales amenazan con la pena eterna y prometen la gloria del reino eterno. ¿De dónde, pues, a nosotros pensamientos tan vanos, tan dañosos, tan obscenos, que nos atormenta ya con la inmundicia y la vanagloria, ya con la soberbia y la ambición, ya con las demás pasiones; de tal suerte que apenas si alguna vez podemos respirar en santos pensamientos”. S. Bernardo de Claraval, Div 16, 1 “2. Aunque ya estén purificadas las manos no se puede pasar seguidamente al corazón, se deben limpiar los labios. 3. ¡Qué sentencia más verdadera aquélla: En el mucho hablar no evitarás pecado! Si precisamente es ociosa una palabra porque no tiene ninguna causa razonable, ¿qué gran cuenta debemos dar de aquella que es contra razón? Ninguno estime en poco el tiempo que gasta en ociosidades, pues es tiempo aceptable y de salvación. 4. ¡Ojalá que sólo se perdiese en palabras, el tiempo de la vida! Mas se comprueba que muchos pierden en las palabras también la vida, y que no sólo la pierden, sino también la hacen perder, y esto a sus hermanos. ¿Acaso no pierden la vida los detractores, odiosos de Dios, odiosos a la vida? 5. Ni te avergüences de decir que esta lengua es más cruel que la lanza que traspasó el costado del Señor. La lengua también traspasa el 268
Cuerpo de Cristo, un miembro del Cuerpo místico; ni le traspasa ya muerto, sino traspasándole lo mata”. S. Bernardo de Claraval, Div 17, 2-5 “1. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el ayuno, el trabajo manual y la integridad personal. En la tinaja del silencio nos purificamos de los pecados que cometemos por la locuacidad. Este vicio tiene ocho variedades: la palabra estúpida, vana, mentirosa, ociosa, astuta, detractora, deshonesta y la que siempre busca excusa. La peste originada por la locuacidad se cura de raíz con el rigor del silencio, o al menos evita que sea muy nociva. 4. …El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina personal. …Y finalmente, son de piedra porque son cristianas, labradas de la piedra que es Cristo, practicadas en la fe en Cristo ”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1.4 “Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las debilidades físicas y morales de los hermanos, sino que además los ayuda con sus servicios, los conforta con sus palabras, los orienta con sus consejos; o si la disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de consolar al débil por lo menos con la oración; todo el que así se comporte entre vosotros, repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo excelente de un perfume de gran precio”. S. Bernardo de Claraval, SC 12, 5 “Ya sabemos que no todos tienen ese amor que se fía siempre. Pues la imaginación del hombre y su pensamiento son más propensos para sospechar el mal que para confiar en el bien Especialmente cuando la observancia del silencio no permite, ni defenderse al acusado ni descubrir al herido su falsa interpretación para curarse. Por eso vive como abrasado y muerte por esa herida mortal, y gime interiormente, carcomido por la ira de sus juicios, pues en su silencio sólo piensa en la injuria que le han hecho. Y no puede orar. Es incapaz de leer y meditar en algo santo o espiritual. Suspendido su aliento vital y privado de todo alimento, ved cómo camina a la muerte un alma por la cual murió Cristo”. S. Bernardo de Claraval, SC 29, 4 “4. Retírate a la soledad espiritual, al no poder disfrutar de la corporal; permanece solitaria con la intención, con la devoción interior y con el espíritu; pues Jesucristo, que quiere honrarte y regalarte con su presencia, es puro Espíritu y pide soledad espiritual, no corporal; aunque ésta hay que procurarla también en lo posible sobre todo en tiempo de oración. 5.Por lo demás, sólo te exige la soledad del corazón y del espíritu. Estarás solo si no piensas en torpezas, si no te afecta lo presente, si desprecias lo que angustia a muchos, si te aburre lo que todos desean, si evitas la discusión, si no te impresionan las desgracias, si no recuerdas las injurias. De lo contrario, no te encontrarás solo ni en la soledad más absoluta. ¿Ves cómo puedes vivir solo rodeado de muchos y entre muchos solo?”. S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4-5 “Igualmente, respecto a nuestros hermanos, con los que compartimos la vida, estamos obligados a prestar ayuda y consejo por un mismo derecho de paternidad y de solidaridad humana. Incluso nosotros deseamos sus servicios: consejo que instruya nuestra ignorancia, y ayuda que sostenga 269
nuestra debilidad. Quizá alguien de vosotros pensará: ¿Qué consejo puedo yo dar al hermano, si no se me permite ni musitar una palabra sin permiso? ¿Qué ayuda puedo ofrecer, cuando debo contar, hasta en lo más mínimo, con el superior? Yo te respondo: Nada echarás en falta si vives el amor fraterno. Creo que el mejor consejo es tu actitud de enseñar a tu hermano lo que conviene y lo que no conviene hacer; estimulándolo y aconsejándole en lo mejor no con palabras ni con la lengua, sino con la conducta y la verdad. ¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa por él, sin pasar por alto sus faltas? De este modo no le pones tropiezo y además, en la medida de lo posible, te preocupas, como el mensajero de paz, de arrancar de raíz los escándalos y de evitar las ocasiones de escándalo en el reino de Dios. Si te portas con tu hermano como consejero y amparo, le devuelves lo que le debes, y él ya no podrá quejarse de nada”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 5 “Nuestra Orden es es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su silencio, su obediencia y todo lo demás”. S. Bernardo de Claraval, Sent III, 91 “Alejen, sin embargo, los hermanos, del juicio de su conciencia, de su pequeñez y humildad,y también de su boca, toda presunción; porque el gusto por las alturas es mortal, y al verse en las cimas, es fácil sentir vértigo y poner en peligro la vida ”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep Frat 17 “18. De modo muy especial encarecemos a la r eclusa que guarde el silencio muy seriamente, en esta moderación encontrará gran paz y fruto espiritual, ya que la obra de la justicia será el silencio. Y como dice Jeremías: Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor. Y a continuación: Bueno es para el hombre soportar el yugo… para que se siente solitario y silencioso. Por eso está escrito: Guarda silencio y escucha Israel. Cumple, pues, lo que dice el Profeta: Yo dije: Vigilaré mi proceder para que no se me vaya la lengua; pondré una mordaza a mi boca. Por temor a la lengua a la que, como dice el Apóstol, ningún hombre es capaz de domar, ponga una mordaza a su boca, permanezca solitaria y silenciosa con la boca para hablar con el corazón, y crea que no está sola cuando está sola.Porque entonces estará con Cristo, el que no consiente en estar con ella en medio de la muchedumbre. 19. Permanezca, pues, solitaria, silenciosa, escuchando a Cristo y hablando con Cristo. Ponga una mordaza a su boca, en primer lugar, para hablar raras veces. Luego para ver qué es lo que debe hablar. Y finalmente, para saber cómo lo debe decir y con quiénes hablar. 270
20. Hable raras veces, esto es: en horas bien determinadas y establecidas, de las que trataremos después ¿De qué debe hablar? De lo que sea necesario por las exigencias de la vida y para la edificación del espíritu ¿Con quiénes debe hablar? Con personas determinadas y que le hayan sido designadas ¿Cómo deberá hablar? Con humildad y moderación, evitando las palabras altisonantes o violentas, halagadoras o que muevan a la risa. Pues si esta moderación es propia de un hombre honrado, mucho más corresponderá a una mujer, más todavía a una virgen y, no qué decir tiene, a una reclusa. 21. Vive, pues en soledad, querida hermana, permanece silenciosa, y, si te ves en la necesidad de tener que hablar, sé parca en palabras, hablando con humildad y modestia, ya se trate de las cosas de la vida presente o de la salvación del alma. 28. Sea la honestidad ornato de todos los movimientos y palabras de la reclusa. Esa honestidad será quien modere la lengua, aquiete la ira, evite los pleitos… Debe esforzarse sobre todo la reclusa por conservar la serenidad del espíritu y la paz del corazón, para que pueda poseer como eterno huésped de su corazón a aquel de quien se ha dicho: Su tabernáculo está en la paz…. Por donde podrás advertir que nada debes buscar con tanto interés como el silencio, porque este sacratísimo estado de tu espíritu se pierde no sólo con conversaciones inútiles, sino también por la excesiva locuacidad. 47. Anhelando agradar a Cristo de un modo más perfecto en estos santos días (de cuaresma) renuncie a todo coloquio y considere este tiempo como un día de bodas, para suspirar con toda la intensidad del corazón por el abrazo de Cristo. 97.Muerta al mundo y escondida, debes hacerte sorda a sus voces y enmudecer tu lengua. No debes derramanerte al exterior, sino recogerte. Tú no eres para vaciarte, sino para llenarte”. S. Elredo de Rieval, Inst 18.19.20.21.28.47.97 Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos; si has cambiado la locuacidad por el silencio y te has cubierto con el afecto del amor fraterno en vez de las riñas constantes; si ya has comenzado a cumplir los votos que pronunciaron tus labios; en una palabra, si con estos indicios y otros semejantes adviertes que has salido de Egipto y has cruzado como verdadero israelita las olas de este mar ancho y dilatado, es decir, de este mundo; aunque no haya descendido sobre ti al instante el maná de la dulzura celestial, no murmures contra Dios, no le tientes, ni digas: ¿Está Dios con nosotros o no? Porque el cumplimiento de sus preceptos es la señal más evidente de su presencia, como él mismo dice : Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 36 “
“Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de 271
todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 17 El orden necesario consiste en que quien ha hecho algo ilícito se abstenga del uso de lo lícito … La pasión carnal se reprime fácilmente con la sobriedad en el comer, el corazón flojo y veleidoso se fortalece con el rigor de las vigilias, el silencio mitiga la ira, y la laboriosidad fustiga el tedio del espíritu. Pero no debe insistirse con tanta vehemencia en extinguir una pasión que el instrumento corporal se debilite para luchar contra las demás; ni hay que esforzarse indiscretamente en no sentir ya pasión alguna, sino en moderarlas con el juicio de la razón cuando se sientan”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 79 “
“Pero vosotros enmudecisteis y os humillasteis, a causa de la gravedad de la taciturnidad y por el bien del silencio, que es homenaje a la justicia, calláis incluso las palabras buenas ”. Isaac de Stella, OS III [3], 14 “11. Por eso, carísimos, os hemos conducido a esta soledad apartada, árida y áspera. Sagazmente, por cierto, donde podéis ser humildes, pero no podéis ser ricos. A esta soledad de soledades, repito, tendida en el mar lejano, que no tiene de ordinario nada en común con el resto del mundo, a fin de que privados de toda consolación mundana, y por así decir humana, haya en vosotros silencio absoluto del mundo; en vosotros, para quienes fuera de esta pequeña isla, la última en la tierra, ya el mundo no existe más. 12. Para ser más hábiles y estar más habituados a hablarte sólo a ti, nos obligamos una y otra vez a no hablar entre nosotros ”. Isaac de Stella, 4p Epi II [14], 11.12 “Contemplemos lo que es la belleza suprema, deleitémonos en lo que es la dulzura suprema, luchemos vehementemente contra lo que se opone a ello. Que todas nuestras actividades, el trabajo el reposo, la palabra como el silencio, estén encaminados a este fin para el cual fuimos hechos por Dios”. Isaac de Stella, Sex VIII [25], 7 “5. ¿Por qué en silencio? Porque en el mucho hablar no faltará el pecado; porque el Apóstol nos advirtió esto; porque antes que el Apóstol el profeta dijo: Enmudecí, y me humillé, y callé también del bien, y mi dolor se renovó. Nada disipa tanto el corazón del hombre, como el mucho hablar. Nada conduce más rápidamente al discurso vano o a la necedad en el hablar o incluso a la conversación grosera como el mucho hablar. Por eso, para huir del mucho hablar, callemos también del bien, a fin de no dar ocasión al mal. 6. Dice el poeta: Cubierto, el fuego arde más. De ahí que el movimiento del alma, si no se derrama fuera por la verbosidad, gira interiormente en una ronda continua, como una llama de fuego, y recorriendo lo más recóndito de la conciencia, encuentra motivos de renovar en él el dolor de una saludable compunción. También el corazón, porque no se evapora fuera, se abrasa dentro con el fuego ardiente de la compunción, crea un fuego luminoso que en su meditación dirige hacia lo alto. Y en mi meditación, se ha dicho, se inflamará el fuego . Y así sucede que aquél que aprendió a callar exteriormente con los hombres, comienza interiormente a hablar a Dios. Está escrito: Hablé con mi lengua: Señor, hazme conocer mi fin . Menospreciador del presente y 272
olvidado de lo que está detrás pregunta acerca de su fin. He aquí por qué en silencio”. Isaac de Stella, PP II [50], 5.6 Silencio Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 17 S. Bernardo de Claraval - Adv III, 5 - Div 16, 1 - Div 17, 2-5 - Div 55, 1.4 - Ep 142, 1 - SC 12, 5 - SC 29, 4 - SC 40, 4-5 - Sent III, 91 Beato - Adv - Ann - Ben - Nat
Guerrico de Igny IV [4], 2 III [28], 5 I [22], 5 V [10], 2
S. Elredo de Rieval - Inst 18.19.20.21.28.47.97 - Spec II, 36 - Spec III, 17 - Spec III, 79 Isaac de Stella - OS III [3], 14 - 4p Epi II [14], 11.12 - PP II [50], 5.6 - Sex VIII [25], 7 Adam de Perseigne - Ep XXIX
Soledad - Desierto
“1. Pienso que hemos de reflexionar en primer lugar sobre la gracia del desierto, la felicidad del yermo que, desde los albores de la era de la gracia, mereció ser consagrada al reposo de los santos. Ciertamente la permanencia en el desierto fue santificada por la voz de aquel que clamaba en el desierto, de Juan que predicaba y administraba el bautismo de penitencia en el desierto, si bien ya antes de él profetas santísimos tuvieron a la soledad por amiga, en cuanto auxiliar del Espíritu. Jesús… durante los cuarenta días que vivió en el desierto, queriendo en cierto modo purificar y consagrar para una vida nueva este lugar renovado, venció al tirano que lo ocupaba, junto con toda la malicia y astucia, no tanto para sí como para los futuros moradores del yermo. Por lo tanto si has huido lejos y permaneces en la soledad persevera allí y espera a aquel que te salvará de la pusilanimidad de espíritu y de la tempestad. Por más que en el desierto padezcas escasez aún del sustento 273
necesario, no retornes a Egipto con el pensamiento, cediendo a la pusilanimidad de espíritu. El desierto te alimentará con el maná, es decir con el pan de los ángeles, de un modo más admirable que Egipto con sus ollas de carne. El mismo Jesús ayunó en el desierto pero a menudo alimentó admirablemente a la multitud que los seguía en el desierto. Pero más menudo y más admirablemente te saciará a ti que lo has seguido en el desierto con tanto mérito cuanto tu decisión ha sido santa. 2. Sin duda, la divina providencia por una gracia admirable dispuso que en estos desiertos que habitamos tengamos la quietud de la soledad sin carecer, no obstante, del consuelo de una agradable y santa compañía. Cada uno puede sentarse solitario y callar, ya que nadie le dirige la palabra, por otra parte, no puede decir: Pobre del que está solo, porque no tiene a nadie que lo reanime ni levante si llegara a caer. Vivimos rodeados de muchas personas y a pesar de ello no estamos en medio del tumulto; vivimos en una ciudad y sin embargo ningún ruido nos impide oír la voz del que clama en el desierto, con tal que guardemos el silencio interior tanto como el exterior. Así pues, si todo tu interior guarda silencio de medianoche, entonces del trono del Padre la Palabra omnipotente descenderá secretamente a ti. Feliz quien así se aleja huyendo del tumulto del mundo, quien se ha retirado a la soledad más recóndita de su alma acallada para merecer oír no sólo a la voz del Verbo sino al mismo al Verbo, no a Juan sino a Jesús ”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 1.2 “… no es pequeño el progreso el haber comenzado a andar si es que realmente hemos comenzado y encontrado el camino de la ciudad donde habitaremos. ¡Qué pocos son, dice la Verdad, los que lo encuentran! Pero cuán numerosos los que vagan errantes en la soledad. Éstos son todos los solitarios soberbios que se imaginan estar solos. Ninguno de ellos puede decir todavía: Ahora comienzo; de la derecha del Altísimo proviene este cambio”. Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2 “4. ¡Oh alma santa!, permanece solitaria y resérvate exclusivamente para el Señor, a quien has elegido para ti entre todos. Huye de las gentes, huye hasta de las familiares; aléjate de los amigos e íntimos, hasta del que te sirve. ¿No sabes que tienes un esposo muy pudoroso, que de ninguna manera te regalaría con su presencia delante de otros? Aléjate, pues, pero con el corazón, no corporalmente; con tu intención, con tu devoción, con tu espíritu. El Santo Ungido del Señor, tu aliento, busca la soledad de tu espíritu, no la del cuerpo; aunque a ratos no está mal que te separes también corporalmente, cuando puedas hacerlo con discreción, en especial durante la oración. El Señor te ha mandado cómo debes cumplirlo: Tú, cuando quieras rezar, métete en tu cuarto, echa la llave y ora. El cumplió lo que dijo: pasaba las noches orando a solas. No sólo se escondía de las turbas, tampoco admitía consigo a ninguno de sus discípulos ni familiares. Al final, cuando se le venía encima la muerte, llevó consigo a sus tres más íntimos. Pero se arrancó de ellos, porque deseaba orar. Haz tú lo mismo cuando quieras orar. 5. Por lo demás, sólo te exige la soledad del corazón y del espíritu. Estarás solo si no piensas en torpezas, si no te afecta lo presente, si desprecias lo que angustia a muchos, si te aburre lo que todos desean, si evitas toda discusión, si no te impresionan las desgracias, si no recuerdas las injurias. De lo contrario no te encontrarás solo ni en la soledad más absoluta. ¿Ves cómo puedes vivir solo rodeado de muchos y entre muchos solo? Puedes estar solo por frecuente que sea tu trato con los hombres. Líbrate únicamente de ocuparte en vidas ajenas como juez temerario, o como espía curioso. 274
Aunque sorprendas a alguien en la mayor atrocidad, no juzgues a tu prójimo, más bien excúsalo. Si no puedes excusar su acción, excusa su intención; piensa que ha sido por ignorancia, por sorpresa o debilidad. Cuando la certeza ha a imposible toda excusa, amonéstate a ti mismo y haz esta reflexión: “Ha sido una tentación muy fu erte. ¿Qué habría hecho yo, si hubiese sido tan violenta conmigo?”. S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4-5 “Dichoso el que puede decir: Me alejé huyendo y permanecí en la soledad. No contento con salir de sí mismo, huye lejos para poder descansar. Saltaste por encima de los deleites carnales, para no obedecer más a sus concupiscencias, ni dejarte dominar por sus hechizos”. S. Bernardo de Claraval, SC 52, 3 “5. Saliste, te separaste, pero aun no te has alejado, si es que no has podido elevarte con la pureza de tu espíritu sobre la fantasía de las imágenes materiales que irrumpen por doquier. Te equivocas si piensas encontrar junto a ti mismo el lugar del descanso, el retiro de la soledad, la paz apacible, la mansión del a paz. 6.Recuerda que a esta soledad se ha retirado la esposa, y en ella se durmió plácidamente entre la frondosidad del lugar y los abrazos del esposo, es decir, se quedó arrobada en su espíritu”. S. Bernardo de Claraval, SC 52, 5-6 “Respondamos por medio del ministerio de la palabra viva a aquellos que se han comprometido con el retiro de una vida solitaria, cuando les vemos escalar la cumbre de la imitación apostólica, deseándoles la doble firmeza de la quietud y del a paz, cuyas primicias ya presienten incluso corporalmente”. S. Bernardo de Claraval, Sent II, 2 “Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su silencio, su obediencia y todo lo demás”. S. Bernardo de Claraval, Sent III, 91 “Tal vez me objetes: pero mientras él vuelve, yo no puedo vivir sin algún apoyo. Desde luego. Si tarda espérale, que ha de llegar sin retraso. Los Apóstoles permanecieron diez días en esta espera: se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de María, la Madre de Jesús. Aprende tú también a orar, a buscar, a pedir y a llamar, y hallarás, recibirás y te abrirán. El Señor conoce tu barro: es fiel y no permitirá que la prueba supere tus fuerzas. Esto seguro de que si eres constante no tardará ni diez días. Y colmará de gracias inefables al alma que vive en soledad y oración. Y tras haber renunciado a los falsos placeres disfrutarás de su recuerdo, te nutrirás de la enjundia de su casa y beberás del torrente de sus delicias”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 14 “Según esas tres diversas clases de flores, una flor es la virginidad, otra el martirio y otra la buena obra: la virginidad hállase en el jardín, el martirio en el campo y la buena obra en la cámara nupcial. Con toda propiedad la virginidad se asigna al jardín, porque es de suyo pudorosa, rehúye el trato, le agrada la soledad oculta y soporta la disciplina. La flor se encierra en el jardín, se expone en el campo y 275
se derrama sobre el lecho. Por eso leemos: Eres jardín cerrado, fuente sellada. Este claustro del pudor se sella en la virgen, como guardián de la santidad inviolada, si llega a ser santa en el cuerpo y en el espíritu”. S. Bernardo de Claraval, SC 47, 4 “Si te fijas, el rubor te indica dónde y cuándo lo busca. ¿Hay algo tan codiciado por el pudor como el secreto? Efectivamente, el lecho y la noche ocultan un secreto. Por eso a los que deseamos orar se nos manda que entremos en el aposento por razón del secreto para evitar que, si oramos en público; la gloria humana nos robe el fruto de la oración y frustre su efecto. Pero esta orden te sugiere también el recato. ¿Hay algo tan propio del rubor como evitar la gloria personal y la jactancia? Queda muy claro que el hijo y maestro del pudor les invitó expresamente a cerrarse en la soledad para orar ”. S. Bernardo de Claraval, SC 86, 2 “El que está con Dios, nunca está menos solo que cuando está solo. Entonces libremente se dilata en su gozo, dispone de sí mismo con toda amplitud para gozar de Dios en sí y de sí en Dios. Entonces, a la luz de la verdad, en la limpia serenidad del corazón, la conciencia aparece tersa y pura y el recuerdo henchido de Dios libremente se derrama en el alma; la inteligencia se esclarece y la voluntad regusta el bien poseído o llora los propios defectos y las debilidades todas de la humana naturaleza”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep Frat 30 “Dame, Señor, el consuelo de mi soledad, un corazón solitário y un coloquio frecuente contigo. No quedaré solo mientras tú, Señor Dios mío, estés conmigo, mas si me abandonas, ¡ay del solitário! Porque si me duermo, no habrá quien me despierte y me reanime; y si cayere, nadie que me levante”. Guillermo de Saint -Thierry, Med IV, 4 “Salgan, hijas de Sión y vean al rey Salomón. Son dignos de esta visión quienes se encierran por la ley de la penitencia, se coartan por la guarda de la disciplina y rehúsan todo consuelo. ¿Quieren comprender las ventajas de esta reclusión? Eres huerto cerrado, fuente sellada. Levántate, apresúrate, amiga mía, y ven. Ves cómo el Esposo la invita y llama amiga a la que sabe encerrarse a sí misma. Por eso si estás encerrada no salgas hasta que Cristo te invite. Dina salió de sí misma, sin guía, y salió no para ver al rey Salomón sino a las mujeres de la región. Ya saben lo que encontró. Ustedes no salgan sino cuando las invite el Esposo o los amigos del Esposo. Salió Lázaro cuando el Señor lo llamó a la vida. Salió Noé del arca que lo encerró y conservó ileso en medio de las olas de este mundo, pero salió cuando el Señor le abrió la puerta. Salió Abraham de su tierra para ver la tierra prometida, pero salió después de ser llamado. Salgan también ustedes, hijas de Sión, que han sido invitadas a una visión más feliz. Está encerrado, miserablemente encerrado quien no se esfuerza ni merece salir para alcanzar esta bienaventurada visión. Estar recluido es propio del esclavo; salir, del que es libre”. Gilberto de Hoyland, SC 20, 3 “1. Jesús viendo a la muchedumbre subió al monte. ¡Ojalá nos sucediera a veces también a nosotros ver a la muchedumbre y, alejarnos de ella preparar ascensiones en nuestro corazón! Es difícil entre la muchedumbre ver a la muchedumbre; es inevitable sentirse turbado en medio de ella; y en la turbación, es imposible a la mirada ver con claridad, discernir, juzgar. Por eso , es necesario alejarse de la muchebumbre para 276
poder verla, para poder juzgarla. Quienquiera que la mira con atención la desdeña por completo, la rehúye de buen grado y la abandona espontáneamente. 2. Quien nunca vio la luz , tampoco conoció las tinieblas. Así el Omnipotente, después de decir : De las tinieblas brille la luz, entonces separó la luz de las tinieblas, entonces las dividió, entonces las distinguió, entonces llamó a la luz día y a las tinieblas noche. Y vio, dice, como si antes no hubiera visto. De igual modo, sin duda, no vio a la muchedumbre quien no se elevó por sobre ella. No experimentó la turbulencia de la muchedumbre, ni oyó el tumulto de la muchedumbre, quien no gustó el silencio de la soledad. 4. Por eso, hermano, aléjate a escape, no vuelvas a la muchedumbre sino permanece en la soledad, sigue a Jesús, sube al monte, di a la muchedumbre: Adonde yo voy, no puedes venir”. Isaac de Stella, OS I [1], 1-2.4 “11. Por eso, carísimos, os hemos conducido a esta soledad apartada, árida y áspera. Sagazmente, por cierto, donde podéis ser humildes, pero no podéis ser ricos. A esta soledad de soledades, repito, tendida en el mar lejano, que no tiene de ordinario nada en común con el resto del mundo, a fin de que privados de toda consolación mundana, y por así decir humana, haya en vosotros silencio absoluto del mundo; en vosotros, para quienes fuera de esta pequeña isla, la última en la tierra, ya el mundo no existe más. ¡Oh Señor!, al alejarme hui, y al huir me alejé, de manera que más allá no sé en absoluto, tú lo sabes, adonde huiré y me alejaré. 12. En otro tiempo, en mi deseo de huida y en mi sed de soledad, me dirigí por fin a este desierto, tan vasto y tan apartado, por cuya causa algunos de los que podría llamar cómplices de esta expedición me abandonaron, poquísimos me siguieron; ellos también experimentaron horror, el mismo horror de la soledad que a veces, lo confieso, experimento a veces en mí mismo. Añadí soledad a soledad, silencio a silencio. Porque para ser hábiles y estar más habituados a hablarte sólo a ti, nos obligamos una y otra vez a no hablar entre nosotros ” Isaac de Stella, 4 p Epi II [14], 11.12 “13… Él es para mí el campo en el cual trabajo, él es para mí el fruto por el cual trabajo. Él es para mí la causa, es para mí el efecto, es para mí el principio, es para mí el fin que no tiene fin; él es mío eternamente; y dice: mi porción es Dios por siempre. 15. He aquí, hermanos míos, en qué campo, con qué manos y con qué esperanza tenéis que trabajar, vosotros que habéis entrado no sólo a la soledad del lugar, sino también a la del espíritu y también a la de Dios, allí donde él ha dejado las noventa y nueve ovejas. 24. Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación divina”. Isaac de Stella, OS V [5], 13.15.24 “Prevenido gratuitamente por la gracia de Dios, me retiré, con el corazón contrito, no sólo de los pecados y de toda ocasión de pecar, sino también como puede verse , de casi toda sociedad y de todo el mundo de los hombres hasta este desierto perdido y árido, a fin de castigar en mí los placeres pasados y las curiosidades vanas y frívolas, mediante las arideces, las privaciones y las desolaciones de ahora, y poder en 277
adelante desembarazarme de toda materia y ocasión de este género, y más fácil y libremente olvidado de lo que está detrás, tender hacia lo que está delante”. Isaac de Stella, Quad II [33], 13 “¿Por qué apartados de los hombres? Porque las conversaciones malas corrompen las buenas costumbres.¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque todavía no nos bastamos para la soledad .” Isaac de Stella, PP II [50], 14 “Tú has aprendido por experiencia cómo la soledad es amiga del amor. Quien se consagra al amor del cielo huye de la muchedumbre, evita el ruido y, frecuentemente, como María, no sigue el trajín de Marta, pues sabe que cuanto mayor sea la soledad, más seguro estará de poder escuchar y esperar al Señor. Ciertamente, nada favorece mejor el amor que el ser solitario, esto es, ser monje. La vida religiosa y llena de paz del monje constituye precisamente esta soledad tan querida por el amor de Dios. Y sin embargo, la devoción de este amor no arraiga en el descanso de un retiro de tal modo que ignore el deseo de una soledad llena de piedad. Antes bien, el alma que ama está siempre temerosa de no alcanzar, de permanecer inactiva y de este modo disminuir en su amor por Dios y este estado del alma es fruto del amor. En verdad, el amor no está nunca ocioso, el amor dirige la mirada hacia donde fijó el afecto, y sus ojos, insaciables, no soportan no poder ver lo que aman con un afecto tan intenso y tenaz”. Adam de Perseigne, Ep 9, 91-93 “Quien ama la soledad no rechaza el servicio fraterno de la caridad ” Juan de Ford, SC 100, 3 “2. Debes saber ante todo cuáles fueron las causas y razones que movieron a nuestros Padres a instituir o poner en práctica este género de vida. Para algunos vivir en sociedad es una fuente de peligros. A otros, aunque no los encuentren, la vida social les resulta fastidiosa. Otros finalmente, sin ninguna de estas razones estiman provechosa para ellos la vida escondida. 3. Y las razones que a los antiguos impulsaron hacia la vida solitaria fueron las siguientes: huir de los peligros que consigo lleva la convivencia, evitar sus graves inconvenientes o poder anhelar y suspirar con mayor libertad el abrazo de Cristo. Estas son las razones que llevaron a muchos a vivir solitarios en el desierto. 34.Hemos de proteger nuestra soledad con la alternante sucesión del trabajo. 56. Ante todo no dejes de considerar las razones por las que debes preferir la soledad al trato con los hombres La virgen -dice el Apóstolse preocupa de las cosas del Señor, para ser santa en el cuerpo y en el espíritu. 97. Muerta al mundo y escondida, debes hacerte sorda a sus voces y enmudecer tu lengua. No debes derramanerte al exterior, sino recogerte. Tú no eres para vaciarte, sino para llenarte”. S. Elredo de Rieval, Inst 2.3.34.56.97 Cuando el hombre se recoge de este tumulto exterior a la soledad de su espíritu, y cerrando la puerta a la multitud de vanidades que le rodean contempla las riquezas interiores, nada le inquieta, nada está desordenado, nada le remuerde ni alborota; al contrario, todo es gozo, concordia, paz y tranquilidad, y a semejanza de una familia ordenada y pacífica, la multitud de sus pensamientos, palabras y obras sonríen a su espíritu como la casa al padre de familia. De esto surge inmediatamente “
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una admirable seguridad, de la seguridad un gozo maravilloso, y del gozo un júbilo que prorrumpe en alabanzas a Dios con tanta más devoción cuanto más claramente percibe que es puro don divino lo bueno que halla en sí mismo”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 6 “La Iglesia o el alma fiel puede en su primer estado ser comparada al desierto, porque antes de su conversión sólo las bestias feroces habitaban en ella. Dicho de otro modo, en la gentilidad había hombres cuyas costumbres los hacia semejantes a las bestias, y que tenían en el alma tendencias bestiales. Pero también en el estado actual puede decirse que hay en la Iglesia o en el alma un desierto, porque huyendo del tumulto y de la multitud de los errores y de los vicios, se vuelven hacia el reposo del espíritu. Por eso decía un penitente: He venido a ser como pelicano en el desierto. Y también: He aquí que he huido a lo lejos y he quedado en la soledad”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2 Soledad - Desierto Guillermo de Saint-Thierry - Med IV, 4 - Ep Frat 30 S. Bernardo de Claraval - Asc VI, 14 - SC 40, 4-5 - SC 47, 4 - SC 52, 3 - SC 52, 5-6 - SC 86, 2 - Sent II, 2 - Sent III, 91 Beato Guerrico de Igny - Adv IV [4], 1.2 - Adv V [5], 2 S. Elredo de Rieval - Inst 2.3.34.56.97 - Spec III, 6 Gilberto de Hoyland - SC 20, 3 Isaac de Stella - 4 p Epi II [14], 11.12 - OS I [1], 1-2.4 - OS V [5], 13.15.24 - PP II [50], 14 - Quad II [33], 13 Balduino de Ford - Sac alt III, 2 Juan de Ford - SC 100, 3
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Adam de Perseigne - Ep 9, 91-93
Trabajo
“¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios -Amor penetra en el alma que ama, cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que contempla como en un espejo la gloria del Señor! Dichosos aquellos cuya ardiente caridad ya los hizo dignos de obtener esta prerrogativa. Pero dichosos también aquellos cuya santa simplicidad les garantiza que alcanzarán un día la misma gracia. Aquéllos ya gozan del fruto del amor gustando de sosiego en sus trabajos; éstos en cambio tendrán tanto más mérito cuanto con menos consuelo sobrellevan el peso del día y del calor y esperan la llegada de la recompensa ”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4 “La quietud es agradable para los que están cansados. Por eso, grata y oportunamente os llega este día de reposo y de fiesta a vosotros que estáis cansados, para que, a la vez que celebramos el reposo de la santa Madre de Dios, no sólo se recreen nuestros cuerpos por esta quietud del trabajo de las mieses, sino también los corazones respiren con el recuerdo y amor de aquella quietud eterna. El fruto de este trabajo será aquel reposo; reposo del trabajo, recompensa por el trabajo, cuyo fiel recuerdo repara las fuerzas durante el trabajo. Cuando la meditación del reposo eterno da sombra a las cabezas de los que trabajan, no sólo los refresca en el calor de la tentación, sino que también renueva sus bríos para el trabajo, como está escrito…por el deseo de aquella quietud y herencia se sometió voluntariamente al trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1 “El trabajo es un peso que, así como el lastre nivela a la nave, comunica reposo y estabilidad a los corazones inquietos, y además afirma y pone en orden el estado del hombre exterior ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III, [49], 5 “Procuremos, pues, darnos todos al trabajo para vivir en tranquilidad, a fin de que en nuestro reposo nos ocupemos en la meditación del reposo eterno, y por el deseo de él estemos dispuestos para todo trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III,[49], 6 “Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y piadosamente por los caminos de la acción. La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4 “…Y si la debilidad de mi cuerpo me dispensa del trabajo manual, ciertamente el alma del trabajador trabajará para él, a fin de decir con David: Mi gemido era mi trabajo. ¡Oh si me fueran dados aquellos gemidos inefables con los cuales el Espíritu pide para los santos, de manera que 280
yo trabaje con ellos! Sin duda el trabajo de tales gemidos compensaría ampliamente en mí el trabajo manual cotidiano ”. Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 4 “La mirra tiene sabor muy amargo … preserva de la corrupción. ¿Qué hay más amargo al gusto ni más saludable en sus efectos que el dolor que entristece al pecador invitándole a la penitencia? ¿Qué diremos de la ascesis corporal? No es tanto mirra como manojito de mirra, si hemos de creer a quienes hace poco que llegaron del mundo: para ellos los ayunos y las vigilias regulares, el trabajo manual cotidiano, la aspereza de los vestidos y casi todas las observancias amargas -por lo insólitas para ellos- les son propuestas para ser llevadas atadas como un único manojito”. Beato Guerrico de Igny,Epi I [11], 3 “Rigor de las privaciones y del trabajo libran nuestra vida de la corrupción. Sabéis muy bien cómo se agusanarían nuestros corazones, cómo se agusanarían nuestros cuerpos, si cada día la mirra no destilara de nuestras manos laboriosas. ¿Acaso no es un gusano la lujuria? ¿Acaso no son gusanos la acedia y la tristeza ?”. Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 4 “Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría, quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el trabajo diario, el silencio”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5 “La Madre… desempeñó el papel de Marta al cuidar y alimentar al Niño, cumpliendo al mismo tiempo la ocupación de María por su asiduidad en conocer a [quien es] la Palabra. Pienso que de estas contemplaciones se alimentaba María; esta fue la mejor parte que eligió y que no le fue quitada, antes bien, hoy le es dada en plenitud. No habiendo sido negligente ni perezosa en el oficio de Marta, en manera alguna ha sido privada del fruto correspondiente a María. El trabajo es propio de la vida activa, el fruto, o la recompensa, de la contemplación. Porque su alma trabajó, dice, verá y será saciada”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3 “Así, hermanos, si aspiráis aquel riego superior, deseáis indudablemente algo digno de alabanza; con todo, si aún no lo habéis alcanzado, incrustad mientras tanto las raíces en la humildad, remedio saludable. Quien no se sienta con valentía para disfrutar de la alegría de la contemplación, aspire a la perfección de la vida activa. Así engordarán las raíces del amor, se dulcificarán las costumbres y se renovará todo el comportamiento de tal persona ”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 6 “5. La Sagrada Escritura presentándosenos con rostro placentero, nos invita y atrae suavemente a su lectura, por donde, si hay trabajo en descubrir sus sentidos, este trabajo se trueca en delicias; pues la dulzura del lenguaje y de la expresión suaviza el trabajo de entenderla. 12. Ya hemos consumido el tiempo y urge que marchemos al trabajo manual, según lo exige nuestra pobreza y nuestro género de vida ”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 5.12 “¿Qué consejo se da a los amigos? No trabajen por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando una vida nueva sin término. 281
Aunque nos entreguemos a los trabajos materiales, en espíritu de obediencia o caridad fraterna, no dejemos de trabajar por este alimento, porque nuestra intención es distinta de aquellos que se afanan en trabajos precederos. El trabajo es idéntico, pero se alimenta de otra raíz; y no está llamado a perecer porque está enraizado en la eternidad, que es inmortal”. S. Bernardo de Claraval, Div 27, 2 “El trabajo, la vida oculta, la pobreza voluntaria, son auténticos signos que ennoblecen la vida monástica ”. S. Bernardo de Claraval, Ep 42, 37 “Hermanos míos, el trabajo que hacemos nos recuerda nuestro exilio, nuestra pobreza, nuestra iniquidad. ¿Por qué caminamos sin descanso hacia la muerte, con ayunos constantes, vigilias frecuentes, con fatigas y toda clase de penalidades? ¿Hemos sido creados para esto? ¡No por cierto! Pues si el hombre ha nacido para trabajar no ha sido creado para el trabajo. Su nacimiento se realiza desde el pecado, he aquí por qué es también castigo: Tenemos que gemir con el Profeta y decir: He sido concebido en la iniquidad, y mi madre me ha concebido en el pecado. Nuestra creación era extraña a una y otra, porque Dios no ha creado ni la aflicción ni la falta”. S. Bernardo de Claraval, Div 39, 1 “En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre alegres y contentos; fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración. Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece un descanso”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7 “Nuestra Orden es es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “1. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el ayuno, el trabajo manual y la integridad personal. 3. Viene ahora la quinta tinaja, el trabajo manual. Si buscamos en él alguna eficacia de purificación, encontraremos fácilmente motivos y me ciño a esto: ¿existe un elogio, un encanto y un encomio mayor que vivir de su propio trabajo y no depender en nada del vecino? Y para que nadie sospeche que digo eso por pura oratoria y no a impulsos de la verdad, escuchad a nuestro doctor en la fe y en la verdad, el apóstol Pablo. En su carta los Tesalonicenses les da esta doctrina y estas normas: Os exhortamos, hermanos a seguir progresando, a poner todo ahínco en conservar la calma, en ocuparos de vuestros asuntos y trabajar con vuestras manos según nuestras instrucciones: así vuestro proceder será correcto ante los de afuera y no tendréis necesidad de nadie… 4. …El trabajo manual se realiza en beneficio del prójimo, para poder repartir con el necesitado. 282
…El detalle de que estas tinajas sean de piedra, indica que no es fácil observarlas y que el camino que lleva a Dios es costoso y áspero. … Y finalmente, son de piedra porque son cristianas, labradas de la piedra que es Cristo, practicadas en la fe en Cristo”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1.3.4 “… de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo hacemos para ser admirados por los hombres ?”. S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4 “No tengo la menor duda de que vuestro entendimiento está iluminado. Si me fijo en cambio en pruebas evidentes, vuestro afecto no está tan purificado. Conocéis el bien, el camino a seguir, y cómo debéis caminar. Pero la voluntad no es idéntica en todos. Algunos andan, corren y vuelan en todos los ejercicios de este camino y de esta vida: las vigilias se les hacen breves, las comidas sabrosas y el pan excelente, los trabajos llevaderos y agradables. Otros todo lo contrario: tienen un corazón tan árido y un afecto tan pertinaz, que nada de esto los atrae. Son tan pobres y miserables que únicamente les mueve algo el temor del infierno. Comparten todas las miserias, pero no las alegrías”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 6 “Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios. Tal vez por su seguridad perniciosa se desvía insensiblemente hacia la ociosidad y las curiosidades: murmura, difama y juzga a los demás. Si realmente habitase al amparo del Altísimo, se fijaría sinceramente en sí mismo y temería ofender a quien debería recurrir, reconociendo que todavía lo necesita mucho. Tanto más debería temer a Dios y ser más diligente cuanto mayores son los dones que de él ha recibido, pues todo lo que poseemos por él no podemos tenerlo o conservarlo sin él ”. S. Bernardo de Claraval, QH I, 1 “Efectivamente, la pobreza os libera de toda palabra cruel. ¿Cómo podría exigiros Dios lo que habéis abandonado por su amor? Y, por añadidura, con el trabajo de vuestras manos alimentáis y vestís al mismo Cristo en los pobres para que nada le falte. Dad, pues, gracias a Dios; vivid alegres, diciendo: Porque él me libró de la red del cazador y de toda palabra cruel. Estad alegres, os lo repito; pero, de momento, seguid temiendo. Quiero que viváis alegres, pero no seguros; con la alegría que viene de Espíritu Santo, pero con temor y precavido contra la recaída”. S. Bernardo de Claraval, QH III, 4 “Dame un alma que sólo ame a Dios y lo que debemos amar por Dios, cuyo vivir sea Cristo ya desde hace tiempo, cuyos trabajos y ocios los llene siempre el Señor, cuyo propósito no sólo mayor sino exclusivo sea caminar atentamente con el Señor su Dios, y que sea capaz de realizarlo; dame un alma como ésa y yo no negaré que es digna de los cuidados del Esposo…” S. Bernardo de Claraval, SC 69, 1 “Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura, el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte en las que se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas 283
observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas he descubierto tus propias voluntades. Grave desgracia es tu propia voluntad por la que tus buenas obras no son buenas para ti. Por eso es menester que se conviertan en lirios, pues el que se apacienta entre lirios no podrá gustar cuanto está manchado por la voluntad propia ”. S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13 “83. Te preguntas ¿qué hacer, en qué ocuparte? … 84. Hay que hacer el trabajo prescrito -incluso manual- no tanto para entretenerse un rato deleitando el ánimo sino más bien porque conserva y alimenta el gusto por los ejercicios espirituales. En él el alma se distiende un momento, sin perder su vigor, puede liberarse fácilmente sin la oposición de la voluntad demasiado apegada y sin riesgo de ser contaminada por el placer experimentado o por las imágenes de la memoria. 86. En cuanto a los trabajos y ejercicios al aire libre, así como distraen los sentidos, a menudo también agotan el espíritu, a no ser que con el pesado trabajo de los campos, por el cansancio corporal se quebrante y humille el corazón y el peso de la fatiga haga surgir frecuentes sentimientos de devoción más intensa, como observamos que sucede también con los ayunos, las vigilias y todo lo que entraña fatiga corporal. 87. Sin embargo, el espíritu sano y prudente está dispuesto para todo trabajo y no se disipa, sino más bien se sirve de él para recogerse mejor en sí mismo; teniendo siempre ante los ojos no tanto lo que hace como lo que busca con su obrar; tiende hacia el límite de toda perfección. Cuanto más real es su empeño en este sentido, tanto más fervorosa y fielmente trabajan sus manos, sometiendo las energías de todo su cuerpo. Bajo el yugo de la buena voluntad los sentidos se ven obligados a unificarse y el peso del trabajo no les permite holgar. Sometidos y humillados al servicio del espíritu, aprenden a conformarse a él en la participación de sus fatigas y en la esperanza del consuelo. 158. A decir verdad, no acierto a encontrar un nombre con que llamarlos, hombres celestiales o ángeles terrenos, que viviendo en la tierra, anticipadamente eran ya ciudadanos del cielo. Trabajan con las propias manos y de su trabajo alimentan a los pobres, necesitados ellos, socorrían con lo que sacaban de las vastedades del yermo a los presos y enfermos de las ciudades; y a todos los que hallaban en una necesidad prestaban ayuda, viviendo siempre del trabajo de sus manos y habitando las moradas que eran de sus manos también”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 83.84.86.87.158 “Cuando vayas al trabajo, dispondrás la obra a realizar de tal modo que la solicitud por las tareas no aparten la atención de tu espíritu de las cosas que son de Dios ”. Esteban de Saley, Espejo de novicios 11 “No despreciemos las obras serviles, ni tengamos por servil nada que lleve a la abyección y eduque en la humildad ” Juan de Ford, SC 89, 1 “Al ir con otros al trabajo se debe preocupar más del por qué se va a eso que de lo que se hace. Cuando las manos descansan, la mente debe trabajar en la oración y meditación, que siempre debe hacerse durante el trabajo”. Arnoldo de Bohérie, Espejo de Monjes 6 “10. Hay que conseguir, pues, que el Espíritu se libere de la solicitud afanosa por lo temporal. Para conseguirlo, procure la reclusa 284
vivir, en cuanto le sea posible, del trabajo de sus manos, porque esto es más perfecto. 12. Se recomienda a la reclusa que cuanto le sobre de su diario sustento conseguido con el trabajo de sus manos, se entregue a una persona de confianza, para que ella lo entregue a los pobres. 27. Trabaja en lo que la necesidad exija de tus manos o sea más útil, su importe lo invertirás en cubrir tus necesidades y si no lo necesitas, entrégalo a la Iglesia o a los pobres. 34. Hemos de evitar la ociosidad mediante una ordenada variedad de ocupaciones y proteger nuestra soledad con la alternante sucesión del trabajo. 39. La reclusa que no sepa leer entréguese con mayor diligencia al trabajo manual, pero de tal manera que después de trabajar un rato, suspenda el trabajo y de rodillas, eleve alguna breve oración al Señor e inmediatamente reanude la tarea. Esto mismo lo hará durante el tiempo consagrado a la lectura y al trabajo; repita el frecuencia el Padre nuestro en medio de sus ocupaciones e intercale algunos salmos que haya aprendido de memoria. 40. Entonces inicia prima y la ofrenda de su trabajo cotidiano hasta la hora de tercia. 47. Una vez concluidas las alabanzas de Tercia, entréguese fervientemente la reclusa al trabajo manual hasta la hora décima, intercalando de vez en cuando breves oraciones. S. Elredo de Rieval, Inst 10.12.27.34.39.40.47 “Participar en los padecimientos de Cristo es someterse a la disciplina regular, mortificar la carne con abstinencias, vigilias y trabajos, someter la voluntad propia al juicio ajeno, no preferir nada a la obediencia. Resumiendo todo en pocas palabras, seguir nuestra profesión, que hicimos según la regla de san Benito, es precisamente participar en los sufrimientos de Cristo”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 15 “Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a él; y como en ella reside la plenitud de toda perfección, propóngaselo como el fin al que se oriente toda su vida, y después diríjase con infatigable audacia a su plenitud por el camino que le indican las normas de su voto y profesión. A este fin sirva la abstinencia, ayuden las vigilias, colabore la lectio y coopere el trabajo manual. Si resulta que en algún ejercicio de estos se viola la caridad, por cuya causa han sido establecidos, entonces el responsable tiene la obligación de moderar y disponer todo de tal modo que no se dañe la caridad, sino que se busque siempre sus frutos”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96 Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos …”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 36 “
“Pero no sólo ha de mantenerse el modo de la satisfacción, sino conocer la necesidad de la purificación. Y no sólo se debe abstener de lo lícito para satisfacer, sino también entregarse a duros trabajos para 285
eliminar o reducir las pasiones arraigadas con malas costumbres. Los ejercicios externos son instrumentos del hombre interior, con los cuales se arrancan fácilmente las pasiones viciosas que manchan el alma y se diluyen por completo las manchas del rostro interior por una especie de pócima amarga”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 79 “¿Dirá alguien que esto puede hacerse alguna vez de manera laudable, o al menos sin culpa? Quien comete algo digno de condena o deja de hacer algo necesario para la salvación, se aparta del amor de Dios. Algunos medios, como la lectio, la meditación, el trabajo corporal, el ayuno, la oración íntima y otros semejantes, pueden dispensarse, variarse, cambiarse, e incluso a veces suprimirse, por salvar a un hermano”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 102 “Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación divina”. Isaac de Stella, OS V [5], 24 “Porque no debemos venir al sermón para no trabajar, sino más bien debemos moderar a veces el trabajo para consagrarnos a la palabra de Dios: Porque el hombre no es sólo carne ni sólo espíritu, ni es todavía enteramente espiritual en el espíritu vivificante, ni puede vivir sólo de pan por el cual trabajamos, ni sólo de la palabra, a la que nos consagramos, mientras vive aún en parte como animal, y en parte como ángel, hasta que desaparezca toda semejanza con el animal y devenga igual a los ángeles de Dios, por Cristo nuestro Señor”. Isaac de Stella, III p Epi I [11], 17 “Pero aquí, dilectísimos, debemos detenernos hoy, fatigados como estamos por el trabajo y por el sermón. Porque es con el sudor de nuestro rostro como nos alimentamos de ambos panes, mientras peregrinamos lejos de la casa donde, entre cantos de júbilo y alabanza, resuenan los acentos del banquete”. Isaac de Stella, Sex II[19], 24 “Con el sudor de nuestra frente, más que con la de nuestros criados o la de los bueyes, debemos comer nuestro pan ”. Isaac de Stella, IV p Epi II[14], 13 “Cuando trabajamos con nuestras manos, seguimos el ejemplo de nuestro primer padre Adán, no el que pecó en el paraíso, sino el que hizo penitencia cuando fue expulsado. En el ocio del paraíso y la abundancia de todas las cosas, fue cometido el pecado que provocó la cólera del Señor. Fuera del paraíso, fue aplicado el castigo que golpea justamente al hombre convertido en esclavo. El castigo sufrido en el exilio, vale más que la falta cometida en el paraíso. Ya que nosotros somos también pecadores, y según la carne, hijos de un pecador, no nos libramos de la sentencia dictada contra la carne y con el sudor de nuestras frentes comemos nuestro pan. Para que el trabajo del hombre no alimente sólo su boca, trabajamos también con nuestras manos para adquirir con qué socorrer las necesidades de otros ”. Isaac de Stella, PP II [50], 3-4 286
“13. Pero dices: Si hay tanta restricción y rigor en el alimento y en el vestido, ¿por qué tanta fatiga física en los trabajos, tanta actividad por adquirir las cosas? Porque el que trabaja mucho y adquiere mucho con el único fin de comer mucho, sólo sirve a su vientre y para él solo se pone en actividad; por consiguiente, es a fin de tener de donde dar a quien padece necesidad , para que otros puedan compartir el fruto de nuestros trabajos, sea con nosotros o después de nosotros. 15.Dijimos que con el trabajo de nuestras manos, con el sudor de nuestra frente , comemos nuestro pan a semejanza del penitente Adán; además, si tenemos jornaleros y rebaños, es a semejanza de los patriarcas. En efecto, nuestros padres, como dice alguien, fueron pastores de ovejas. Vivir del propio trabajo y del de los jornaleros, y de la cría de animales, no es apartarse del camino recto, ni tampoco obrar sin precedentes autorizados. ¿Por qué entonces, algunos comercian y mendigan, apiñándose en el mercado y frecuentando las cortes? Respondo brevemente: Lo que pasa de aquí, viene del Maligno. 19. Por eso, consideremos más aquella conocida sentencia donde la Verdad declara: Hay mayor felicidad en dar que en recibir, y trabajemos con muchos sudores en lo que podremos dar con mucha caridad. Atendamos también diligentemente lo que de buen grado podamos distribuir. Con lo nuestro, más bien que con lo ajeno, edifiquemos un templo a Dios y una morada digna a sus servidores, teniendo siempre más alegría y agradecimiento por haber dado que por haber recibido, por haber acogido a los otros que por haber sido acogidos por ellos, porque está escrito: Dad limosna, y todas las cosas serán puras para vosotros . Y en otro lugar: Parte tu pan con el hambriento, y a los pobres y sin hogar recíbelos en tu casa. Así también nuestros padres, practicando el bien de la hospitalidad, merecieron hospedar incluso a ángeles ”. . Isaac de Stella, PP II [50], 13.15.19 “Hay que amar a Dios con toda el alma en sus promesas. Él nos ha concedido grandes dones, pero nos ha prometido otros mayores aún. Nos ha prometido el descanso del trabajo libertad en vez de esclavitud, seguridad en lugar de temor, consuelo en la tristeza, resurrección de la muerte; y una alegría plena en la resurrección, una alegría suprema e inagotable. Finalmente, se ha prometido él mismo: juró a nuestros padres que él mismo se entregaría a nosotros ”. Balduino de Ford, Tract III “Que aumente entre tanto en nuestros corazones la voz de Jesús que nos invita. El invitatorio ya ahora nos canta diciendo: Quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. El autor de la vida nos invita a la Vida; del trabajo nos llama al descanso clamando asiduamente: Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados que yo os aliviaré ”. Balduino de Ford, Tract IV “Si consideramos el curso del tiempo desde el comienzo, encontramos a Dios tanto obrando sin fatigarse, como fatigándose sin obrar; tanto fatigándose al obrar como obrando al fatigarse. En la creación del mundo Dios obra y no se fatiga, y reposa en el séptimo día no de la fatiga sino de la obra: con esto propuso al hombre, antes del pecado, un ejemplo de trabajo sin fatiga, seguido de un reposo. Puso al hombre en el paraíso para que lo trabajara y cuidara ”. Balduino de Ford, Tract V “En esta caridad, asimismo, se endulzan las cosas amargas, y se mitigan las duras, en ella sola tu yugo es suave y tu carga ligera. Pues, ¿qué es difícil para el que ama? Todo lo que es mandado más severamente 287
resulta más leve por el fervor de la caridad. La caridad es paciente, es fuerte, no se fatiga por el trabajo ni se abate por las cargas”. Balduino de Ford, Tract XVI Trabajo Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 83.84.86.87.158 S. Bernardo de Claraval - Apo 1, 4 - Asc III, 6 - Asc VI, 7 - Div 27, 2 - Div 39, 1 - Div 55, 1.3.4 - Ep 42, 37 - Ep 142, 1 - QH I, 1 - QH III, 4 - SC 1, 5.12 - SC 69, 1 - SC 71, 13 Beato Guerrico de Igny - Adv II [2], 4 - Epi I [11], 3 - Epi I [11], 4 - Ben I [22], 5 - Ben II [23], 6 - Res III [35], 4 - Pent II [39], 4 - Asspt III [49], 1 - Asspt III [49], 5 - Asspt III [49], 6 - Asspt IV [50], 3 S. Elredo de Rieval - Inst 10.12.27.34.39.40.47 - Spec II, 15 - Spec II, 36 - Spec III, 79 - Spec III, 96 - Spec III, 102 Isaac de Stella - OS V [5], 24 - III p Epi I [11], 17 - IV p Epi II [14], 13 - PP II [50], 3-4 - PP II [50], 13.15.19 - Sex II[19], 24 Balduino de Ford - Tract III - Tract IV - Tract V 288
- Tract XVI Juan de Ford - SC 89, 1 Esteban de Saley - Espejo de novicios 11 Arnoldo de Bohérie - Espejo de Monjes 6
Simplicidad
“La naturaleza divina es simple, requiere corazón” S. Bernardo de Claraval, Div 37, 9
la
simplicidad
del
“Yo creo que para que se tengan interiormente ojos sencillos se necesitan dos cosas: caridad en la intención y verdad en la elección. Si alguien ama lo bueno, pero no elige lo verdadero, tiene celo de Dios, pero sin un criterio recto … la verdad maestra quiere instruir por fin a los discípulos en la verdadera simplicidad y les dice: sean prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Antepone la prudencia, sin ella nadie puede ser sencillo”. S. Bernardo de Claraval, Pre 36 “A veces, la misma contrariedad del esfuerzo provoca compasión; pero, mirando a sus motivaciones, suscita una felicitación, mucho más si todas las buenas obras se realizan no sólo por Dios, sino gracias a Dios. Porque es Dios quien activa en vosotros ese querer y ese actuar que sobrepasan la buena voluntad. Él es el autor y el remunerador de la obra, él es la recompensa total. Así, ese Bien sumo, cuya simplicidad es tan perfecta en sí misma, viene a ser en nosotros la causa de todos los bienes, la eficiente y la final. Felices, amadísimos, porque, bajo el peso de todos estos trabajos, no ya os mantenéis firmes, sino que lo superáis todo gracias al que os amó. ¿No es también por él? Evidente. Ya lo dice el Apóstol: Si los sufrimientos de Cristo rebosan en vosotros, gracias al Mesías rebosa en proporción vuestro ánimo.” S. Bernardo de Claraval, QH IX, 2 “Hermanos, también vosotros encontraréis hoy un Niño envuelto en pañales, recostado en el pesebre del altar. Cuidad que la pobreza del envoltorio no escandalice ni perturbe la mirada de vuestra fe, cuando contempla la verdad del cuerpo adorable bajo las especies de otras realidades. Así como María, envolvió al Niño con unos pobres lienzos, así también la madre gracia nos oculta la realidad del sagrado cuerpo bajo especies apropiadas, y así también la madre sabiduría cubre la misteriosa majestad de la Palabra divina con enigmas y figuras, de manera que tanto la simplicidad de la fe en el primer caso, como el estudio diligente en el segundo acumulen méritos para la salvación ”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5 “Y pues la fiesta presente de la purificación de la purísima y la más pobre Virgen María nos movió a tratar de nuestra propia purificación, tengamos presente que en esto consistirá de manera indubitable la purificación: en desterrar de nosotros todo cuanto es superfluo, de modo que no sólo en la perfección de la castidad, sino también en la simplicidad de la pobreza, imitemos de alguna manera a la Madre pobre de 289
Cristo pobre, a quien sea el poderío y la dominación ahora y por todos los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 6 “Benito estableció una disciplina simple, penetrada toda ella de la pureza del evangelio”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 1 “Toda palabra procedente de la boca de Dios es la única y unigénita Palabra del Padre que, siendo de suyo simple, contiene sin embargo en sí la razón y la forma de toda palabra divina”. Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 6 “¡Feliz el que en todos sus trabajos y caminos busca el reposo celestial! Se apresura siempre por entraren aquel reposo, afligiendo su cuerpo a causa de tal deseo, preparando y ubicando ya el alma en aquel reposo, teniendo paz con todos los hombres, en cuanto dependa de él. Prefiere espontáneamente el reposo y el ocio [otium] de María, pero asume por necesidad el trabajo y las ocupaciones [negotium] de Marta, aunque lo cumple en lo posible con paz y quietud de espíritu, recogiéndose de las múltiples distracciones en lo único necesario. Tal hombre aun cuando trabaja descansa… … todo lo que se desvía de la simplicidad y unidad de su centro está en movimiento y agitación. Y con tanto mayor rapidez gira un círculo cuanto más se aparta de la inmovilidad de su principio, es decir, de su eje. En todas las cosas busqué el reposo, o sea, que, en la multiplicidad de sus acciones por las cuales son turbados y turban a los demás; deberían considerar y buscar lo único necesario ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 2 “La simplicidad de la fe implica pues un piadoso conocimiento y una piadosa ignorancia; conoce piadosamente las cosas que Dios nos ha dado para que las creamos, ignora piadosamente las que él ha ocultado a nuestra curiosidad. Piadoso conocimiento y piadosa ignorancia, ambas cosas tienen su gloria y su alabanza junto a Dios: el espíritu humano se humilla ante Dios para creer lo que él ha dicho, y reprime las cuestiones de una curiosidad orgullosa para no buscar lo que no ha dicho. En uno y otro caso, la fe crece en mérito y en una y otra simplicidad aspira confiadamente a la recompensa: Quien anda en simplicidad, anda confiadamente. Así, con simplicidad y confianza, con firmeza y constancia, sostengamos, creamos y confesemos que la sustancia de pan es convertida en la sustancia de la carne de Cristo, que la apariencia de pan, sin embargo, permanece, según un modo admirable, inefable, incomprensible. Creamos sin la menor duda que esto es así; en lo que respecta al cómo, lo ignoramos con simplicidad. Todavía no sabemos el cómo, pero lo sabremos más adelante cuando el efecto de este misterio se haya consumado en nosotros. Esta consumación, el cambio mismo del pan en el cuerpo de Cristo, lo indica; porque es místico, y significa la gracia misma que obra en nosotros”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1 Simplicidad S. Bernardo de Clarava l - Div 37, 9 - Pre 36 - QH IX, 2 290
Beato Guerrico de Igny - Nat V [10], 5 - Pur IV [18], 6 - Ben IV [25], 1 - Ann III [28], 6 - Asspt III [49], 2 Balduino de Ford - Sac alt II, 1
Vida cenobítica
“2. Con razón vamos de dos en dos, porque de este modo, a fin de recomendarles la caridad fraternal y la vida común fueron enviados por el Salvador los discípulos, como testifican los Evangelios sagrados. Turba la procesión el que presume andar solitario, ni sólo se hace daño a sí mismo, sino que también es molesto a los demás. Estos son los que se separan a sí mismos de los demás como los animales, que no tienen espíritu ni cuidan de conservar la unidad de espíritu con los lazos de la paz. 3. A más de estas cosas que se han dicho de la vida común y caridad fraternal, de las buenas obras y fervor santo, la excelsa virtud de la humildad es principalmente necesaria para que nos adelantemos a honrarnos mutuamente, de suerte que cada uno no sólo prefiera a sí a los mayores, sino también a los más jóvenes, en lo que está la perfección de la humildad y la plenitud de la justicia. Y porque Dios ama a quien da con alegría y el fruto de la caridad es el gozo del Espíritu Santo, cantemos como se ha dicho, mientras vayamos recorriendo los caminos del Señor un cántico nuevo, porque ha hecho cosas maravillosas ”. S. Bernardo de Claraval, Pur 2, 2.3 “Tus principales caminos [del S eñor] son dos: confesión y obediencia. En la confesión se lavan todas las cosas, en la obediencia se solidifican las virtudes ”. S. Bernardo de Claraval, Div 40, 2 “El segundo país es el paraíso claustral. Sí, el claustro es un auténtico paraíso, un territorio protegido con el muro de la disciplina, y abundante en exquisitas mercancías. Es algo extraordinario ver tantos hombres vivir unidos en una misma casa y con idénticas costumbres. Es una dulzura y una delicia convivir los hermanos unidos. Uno llora sus pecados, otro se regocija alabando a Dios; éste sirve a todos, aquel instruye a los demás, éste ora y aquel lee; éste practica la misericordia y el otro castiga sus pecados; uno se inflama de amor y el otro avanza en la humildad; éste es humilde en la prosperidad y aquel fuerte en la adversidad; uno se entrega a la actividad y el otro reposa en la contemplación. Puedes afirmar muy bien: Este es el campamento de Dios. ¡Qué terrible es este lugar! Es nada menos que la morada de Dios y la puerta del cielo”. S. Bernardo de Claraval, Div 42, 4 “2. Cuando hayas encontrado el tesoro, ponte a negociar y busca las perlas preciosas. Si encuentras una de gran valor, vende todo lo que tienes y cómprala ¿Cuál será esta perla de gran valor? Yo creo que esta única perla es la unidad. Busca perlas de gran valor quien no se contenta con los bienes elementales de la salvación, sino que persigue los más excelentes y sublimes. y como lo más valioso que encuentra es la unidad, no escatima 291
nada por ella: tiene la audacia de preferir la unidad a los ayunos, vigilias y oraciones. 3. ¡Ojalá permanezca en ella, no como uno de tantos, sino como uno en relación con todos! Abra de par en par su corazón y llene sus entrañas con todos los afectos posibles: hágase todo para todos, dispuesto siempre a sufrir y gozar con todos: Alegrarse con los que están alegres y llorar con los que lloran”. S. Bernardo de Claraval, Div 65, 2.3 “ …nada anticipa tanto aquí en la tierra la paz de los conciudadanos del cielo como alabar a Dios con vivo entusiasmo. Así lo dice la Escritura: Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Pienso que a este perfume se refiere principalmente el profeta cuando dice: Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento precioso en la cabeza… Los que viven en acción de gracias, sólo miran a Dios que atrae toda su atención, y por eso conviven realmente entre sí. Su actitud es buena, porque toda la gloria se la dan al Señor, a quien corresponde en justicia, y además es agradable por el g ozo que reporta”. S. Bernardo de Claraval, SC 11, 1 “Dame un hombre que ame a Dios con todo su ser; a sí mismo y al prójimo en cuanto ama a Dios; a su enemigo, porque algún día quizá lo ame; a sus padres carnales con intenso amor natural, y a los espirituales y maestros más profusamente por la gracia. Ese mismo amor ordenado por Dios se extenderá a todo lo demás; despreciará la tierra mirando al cielo; gozará de este mundo sin poseerlo, discierne con sabor íntimo del espíritu lo que se puede usar y lo que se puede disfrutar, considerando lo transitorio como transitorio, atendiendo sólo a lo necesario en cuanto necesario, para entregarse a lo eterno con igual anhelo. Dame un hombre así y me atreveré a afirmar que es sabio y que realmente saborea cada cosa como es en realidad. Ese es el que puede gloriarse y asegurar en verdad: Ha ordenado en mí el amor ”. S. Bernardo de Claraval, SC 50, 8 “Se crearon y se establecieron no en contra de un legítimo pluralismo sino en virtud de una conveniencia, para mejor fomentar y custodiar la caridad. En tanto que fomentan la caridad, son inmutables. Nadie las puede cambiar, ni los mismos superiores, sin hacerse culpables. Y si, en alguna circunstancia, pareciesen obstáculos a la caridad, tocaría revisarlas a quienes les incumbe y aplicar el remedio. Evidentemente que todo lo que se establece como fomento de la caridad se puede abrogar, omitir, suspender o sustituir por algo mejor. En cambio, sería del todo inaceptable que lo establecido a favor de la caridad fuese un obstáculo”. S. Bernardo de Claraval, Pre 5 “6. Buscamos la verdad en nosotros, en el prójimo y en sí misma. En nosotros, por la autocrítica; en el prójimo, por la compasión en sus desgracias; y en sí misma, por la contemplación de un corazón puro. Te he indicado el número de los grados; ahora observa su orden. En primer lugar quisiera que a misma verdad te enseñara por qué debe buscarse antes en los prójimos que en sí misma. Después entender por qué debes buscarla en ti antes que en el prójimo. Al predicar las bienaventuranzas, el Señor antepuso los misericordiosos a los limpios de corazón. Y es que los misericordiosos descubren en seguida la verdad en sus prójimos. Proyectan hacia ellos sus afectos y se adaptan de tal manera, que sienten como propios los bienes los males de los demás. Con los enfermos, enferman; se abrasan con los que sufren escándalo; se alegran con los que están alegres, y lloran con los que lloran. Purificados ya en lo íntimo de sus corazones con esta misma caridad 292
fraterna, se deleitan en contemplar la verdad en sí misma; por cuyo amor sufren las desgracias de los demás. En cambio, los que no sintonizan así con sus hermanos, sino que ofenden a los que lloran, menosprecian a los que se alegran, o no sienten en sí mismos lo que hay en los demás por no sintonizar con sus sentimientos, jamás podrán descubrir en sus prójimos la verdad. A todos éstos les viene bien aquel dicho tan conocido: Ni el sano siente lo que siente el enfermo, ni el harto lo que siente el hambriento. El enfermo y el hambriento son los que mejor se compadecen de los enfermos y de los hambrientos, porque lo viven. La verdad pura únicamente la comprende el corazón puro; y nadie siente tan al vivo la miseria del hermano como el corazón que asume su propia miseria. Para que sientas tu propio corazón de miseria en la miseria de tu hermano, necesitas conocer primero tu propia miseria. Así podrás vivir en ti sus problemas, y se te despertaran iniciativas de ayuda fraterna. Este fue el programa de acción de nuestro Salvador quiso sufrir para saber compadecerse; se hizo miserable para aprender a tener misericordia. Por eso se ha escrito de él : Aprendió por sus padecimientos la obediencia. De este modo supo lo que era la misericordia. No quiere decir que Aquel cuya misericordia es eterna ignorara la práctica de la misericordia, sino que aprendió en el tiempo por la experiencia lo que sabía desde la eternidad por su naturaleza. 13. Volvamos ya a nuestro asunto. Si el que no era miserable se hizo miseria para experimentar lo que ya previamente sabía, ¿cuánto más debes tu, no digo hacerte lo que no eres, sino reflexionar sobre lo que eres, porque eres miserable? Así aprenderás a tener misericordia. Sólo así lo puedes aprender. Si consideras el mal de tu prójimo y no atiendes al tuyo, te sentirás arrebatado por la indignación, nunca movido por la compasión; tendemos a juzgar, no a ayudar; a destruir con violencia, no a corregir con suavidad. Vosotros los espirituales, dice el Apóstol, corregid con toda suavidad. El consejo o por mejor decir, el mandato del Apóstol consiste en que ayudes a tu hermano enfermo con la misma suavidad con la que tú quieres te ayuden a ti cuando enfermas. También consiste en que comprendas cuánta dulzura de trato debes tener con el pecador; caer en la cuenta, como dice el mismo Apóstol, de que también tú puedes ser tentado. 14. Conviene considerar con qué perfección sigue el discípulo de la verdad el orden establecido por el Maestro. En las bienaventuranzas a que me refería antes, preceden los misericordiosos a los limpios de corazón; y los mansos a los misericordiosos. El Apóstol exhorta a los espirituales que corrijan a los carnales; y añade: con toda suavidad. La corrección de los hermanos corresponde, sin duda, a los misericordiosos; hacerlo con suavidad, a los mansos. Como si dijera: no puede ser contado entre los misericordiosos el que no es manso en sí mismo. Mira cómo indica claramente el Apóstol lo que antes prometí yo demostrar. La verdad hemos de buscarla antes en nosotros que en los prójimos. Cayendo en la cuenta de ti mismo, es decir, siendo consciente de la facilidad con que eres tentado y de lo propenso que eres para pecar; por esta toma de conciencia, te harás manso y podrás acercarte a los demás para socorrerles con toda suavidad. Si no eres capaz de escuchar al Discípulo que te aconseja, teme al Maestro que te acusa. Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar a brizna del ojo de tu hermano”. S. Bernardo de Claraval, Hum 6.13.14 “Quien pide la misericordia obtiene esta oportuna respuesta: Dichoso los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Compadécete de tu alma, tú que aspiras a que Dios se compadezca de ti. Llora cada noche sobre tu lecho. Acuérdate de regar tu cama con tus propias lágrimas. Si 293
te compadeces de ti mismo, si te esfuerzas en gemir con el llanto de la penitencia, estarás ya en el primer grado de la misericordia, y con toda seguridad la alcanzarás. Si eres muy pecador y buscas una gran misericordia y una inmensa compasión, afánate en acrecentar tu propia misericordia. Reconcíliate contigo mismo, pues eres una carga para ti al ser enemigo de Dios. Y restablecida ya la paz en la propia casa, deberás comunicarla, en primer lugar, a tus allegados. Entonces, el Señor te besará con su misma boca, como está escrito y, reconciliado, tendrás paz con Dios. Perdona a los que te han ofendido, y se te perdonarán tus propios pecados. De este modo podrás orar confiado al Padre y decir: Perdónanos nuestros pecados como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Si acaso has defraudado a alguien, repáralo; lo que te sobre, dalo a los pobres. Así, dando misericordia, alcanzarás misericordia. Aunque nuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán blancos como lana. Si no quieres avergonzarte más de la conducta con que ofendiste, y que ahora te avergüenza, da limosna de tus mismos bienes. Si no los tienes que no te falte al menos el deseo. Así todo quedará limpio en ti. Tu razón será lúcida y tu voluntad quedará enmendada, incluso tu memoria tan limpia, que podrías oír al Señor que te llama y te dice: Dichosos los limpios de corazón porque verán Dios ”. S. Bernardo de Claraval, Conv 29 “Haya también en nosotros, carísimos, unidad de espíritus; que nuestros corazones estén unidos, amando al único, buscando al único, apegándonos al único y teniendo unos mismos sentimientos. De este modo la misma división exterior evitará el peligro y no caerá en el escándalo. Esto no impide que cada uno tenga sus penas y manifieste también alguna vez su propio modo de ver las cosas, e incluso distintos dones de la gracia. Tampoco todos los miembros obran del mismo modo, pero la unidad interior y la unanimidad fusionan la multiplicidad y los estrecha con el aglutinante de la caridad y el vínculo de la paz ”. S. Bernardo de Claraval, Sept II, 3 “Igualmente, respecto a nuestros hermanos, con los que compartimos la vida, estamos obligados a prestar ayuda y consejo por un mismo derecho de paternidad y de solidaridad humana. Incluso nosotros deseamos sus servicios: consejo que instruya nuestra ignorancia, y ayuda que sostenga nuestra debilidad. Quizá alguien de vosotros pensará: ¿Qué consejo puedo yo dar al hermano, si no se me permite ni musitar una palabra sin permiso? ¿Qué ayuda puedo ofrecer, cuando debo contar, hasta en lo más mínimo, con el superior? Yo te respondo: Nada echarás en falta si vives el amor fraterno. Creo que el mejor consejo es tu actitud de enseñar a tu hermano lo que conviene y lo que no conviene hacer; estimulándolo y aconsejándole en lo mejor no con palabras ni con la lengua, sino con la conducta y la verdad. ¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa por él, sin pasar por alto sus faltas? De este modo no le pones tropiezo y además, en la medida de lo posible, te preocupas, como el mensajero de paz, de arrancar de raíz los escándalos y de evitar las ocasiones de escándalo en el reino de Dios. Si te portas con tu hermano como consejero y amparo, le devuelves lo que le debes, y él ya no podrá quejarse de nada”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 5 “La aurora representa el mantenimiento de la unidad. En la vida de comunidad antepón siempre los deseos de los demás a los tuyos propios. Convive con tus hermanos sin quejas y con alegría, soportando a todos y orando por ellos. Así podrá decirse de ti: Este es el que ama a sus 294
hermanos y al pueblo de Israel, e intercede continuamente por el pueblo y por la ciudad santa de Jerusalén”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 6 “3. Mirad cómo le duele esto también a su esposa, cuando con los mismos sentimientos se queja de los hijos de su madre: Mis hermanos de madre se declararon contra mi. Por eso dice en otro lugar: Mis amigos y compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a distancia. Alejad de vosotros, por favor, en todo momento esa abominable y horrorosa desgracia, vosotros los que habéis experimentado y veis qué dulzura, qué delicia es convivir los hermanos unidos; si vivís unidos y no divididos. De lo contrario no será una dulzura, ni una delicia, sino algo pésimo: una tortura. ¡Ay de aquel que perturbe el gozo de la unidad! Cargará con su sanción quienquiera que sea. Yo preferiría morir antes que escuchar a cualquiera de vosotros este justo lamento: Mis hermanos de madre se declararon contra mí. ¿O no sois todos vosotros en esta comunidad hijos de la misma madre, hermanos unos de otros? Por tanto, ¿quién podrá turbaros y afligiros desde fuera, si convivís felices en vuestra casa y gozáis de la paz fraterna? ¿Quién podrá haceros daño, si os dais con empeño a lo bueno? Ambicionad los dones más valiosos, para que vuestra emulación sea laudable. Por eso el don más incomparable es el amor; es el mayor de todos, el que con tanta insistencia inculcaba siempre a la esposa el esposo celestial, y ahora lo repite: En esto conocerán que sois mis discípulos: en que os améis unos a otros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros. E igualmente pedía que todos sean uno, como el Padre y él son uno. 4. Por eso, amadísimos, vivid entre vosotros en paz, no os hiráis ni de obra, ni de palabra, ni con cualquier otra señal. Que nadie, exacerbado quizá y abatido por la flaqueza de su corazón y por la persecución, se vea en la necesidad de invocar a Dios con este grave lamento: Mis hermanos de madre se declararon contra mí. Pues el que así ofenda a su hermano, ofende a Cristo que dice: Cada vez que lo hicisteis con un hermano mío, conmigo lo hicisteis”. S. Bernardo de Claraval, SC 29, 3.4 1. …Si le amáis, os alegraríais porque va al Padre, y a qué Padre. Él, ciertamente, marcha hacia Dios; pero no lo perdéis. Al contrario, tendréis por él muchos hijos. Todos los que vivimos en Claraval o son de Claraval lo acogemos a él como hermano y a vosotros como padres. 2. …Yo seré su padre, su madre, su hermano y su hermana. Yo haré que lo torcido se le enderece y lo escabroso se le iguale; yo le suavizaré y le arreglaré todo, de manera que avance su espíritu sin que desfallezca su cuerpo: En fin, servirá a Dios con alegría y gozo, y cantará en los caminos del Señor que la gloria del Señor es grande”. S. Bernardo de Claraval, Ep 110, 1.2 “En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre alegres y contentos; fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración. Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece un descanso. Mas también se hallan hombres cobardes y apocados, abrumados por el peso; necesitan la vara y la espuela. Su escasa alegría es una tristeza encubierta. Su compunción es fugaz y esporádica. Su manera de pensar 295
puramente animal. Viven con tibieza, obedecen de mala gana, hablan a la ligera, rezan sin interés y leen sin aprovecharse. No les conmueve el temor del infierno, ni el pudor les reprime, ni la razón les frena, ni la disciplina es capaz de dominarlos. Su vida es prácticamente un infierno, porque su entendimiento y afecto están en lucha perenne. Necesitan desplegar toda su fuerza y se alimentan pobremente. Soportan los trabajos y no saborean las alegrías del espíritu. Abandonemos esa maldita tibieza, si no porque es peligrosa y suele provocar a Dios como solemos decir, al menos porque es insoportable, ruin y lamentable. Podemos llamarla antesala del infierno y fantasma de la muerte”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7 “Te engañas, Tomás, te engañas si pretendes ver al Señor alejándote del Colegio apostólico. A la Verdad no le gustan los rincones ni los escondrijos. Está en el medio, esto es en la observancia, en la vida común y en la voluntad de la mayoría. ¿Hasta cuándo, miserable, irás haciendo rodeos, y buscarás con tanto afán e ignominia satisfacer tu propia voluntad?” S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 13 “Pero no sólo ellos: también lo exhalan todos aquellos que en esta vida muestran su benevolencia para hacer el bien y se esfuerzan por ser humanitarios con los hombres, siempre que ponen en común la gracia que han recibido y no la guardan para sí mismos. Saben que se deben a amigos y enemigos, instruidos e ignorantes. Y al sentirse útiles para todos, se mantienen en la humildad siempre y en todo, amados de Dios y de los hombres; por eso es bendita su fragancia. Todos los que nos precedieron con esas virtudes exhalaron maravillosos perfumes en su tiempo y en nuestros días. Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo, puedes estar seguro que tendrás en nosotros testimonio de que exhalas delicados perfumes. Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las debilidades físicas y morales de sus hermanos, sino que además los ayuda con sus servicios, los conforta con sus palabras, los orienta con sus consejos, o si la disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de consolar al débil por lo menos con su oración; todo el que así se comporte entre vosotros, repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo excelente de un perfume de gran precio. Este hermano es en el seno de su comunidad como aroma en el aliento de la boca. Se le señala con el dedo y todos dicen de él: Este es el que ama a sus hermanos y al pueblo de Israel, e intercede continuamente por el pueblo y la santa ciudad ”. S. Bernardo de Claraval, SC 12, 5 “Sería extraño que esta higuera y estas viñas careciesen de alguna edificación. Yo creo que encierran un sentido moral. Quiero decir que por la gracia de Dios que mora en nosotros, también poseemos higueras y viñas. La higuera representa las buenas costumbres, y las viñas el fervor del espíritu. Todos los que entre nosotros se comportan cariñosamente en comunidad, los que conviven sin disensiones con los hermanos y se esmeran con gran mansedumbre hacia todos para cumplir todos los deberes de amor, ¿porqué no pueden considerarse perfectamente como un higuera? Pero con una condición: antes tendrán que mostrar y arrojar sus higos inmaduros, a saber, el temor del juicio de ser expulsado por la caridad perfecta; la amargura de los pecados debe dejar sitio a una verdadera confesión, a la profusión asidua de las lágrimas y a la infusión de la gracia; y otras cosas más que preceden como tempranas a los sabrosos frutos, y que nosotros mismos podéis imaginaros”. S. Bernardo de Claraval, SC 60, 9 296
“Lo que no podemos obtener por nosotros mismos lo obtiene la comunidad, lo obtiene la caridad. Busquemos por lo tanto lo unánimemente y busquemos útilmente”. Gilberto de Hoyland, Tratado ascético 2, 1 “3. La caridad no es jactanciosa, no se engría, es amante del equilibrado término medio. La caridad no busca su interés. Goza en compartir y pone todos los bienes en común … Pues el bien de la caridad no le pertenece exclusivamente; si la posee, la ama; si no la posee, la desea. No quiere aventajar a los demás ni poseer este bien exclusivamente. 4.¿Por qué tú, con la envidia, quieres corromper el bien que está en los otros? ¿Acaso añades a lo tuyo lo que quitas a los otros? Tal vez sea así, si le sacas algo de su riqueza material. Pero no es en los claustros donde tema este vicio de la rapacidad. La envidia es una especie más refinada de la rapacidad. ¿Por qué no piensas que es rapacidad, respetar las riquezas, pero quitar la fama? No deseas sus posesiones, pero hieres su renombre ¿Qué ganas con rebajar a los demás? Tal vez la evidente virtud de los demás quiebra en tu boca los dientes que habías preparado para rebajarlos. Entonces no te atreves a corroer, y sin embargo no puedes alabar ¿Y acaso no es robar, no alabar el bien de los demás? ¿Cómo no habrá robo cuando niegas el debido testimonio a un bien manifiesto; y aun no corrompiendo con la mentira la gloria verdadera del otro, la ocultas con el silencio? ¿Quieres oír cómo en la sola apreciación puede haber robo? Dice el Apóstol: No consideró como una rapiña el ser igual a Dios. En el alma envidiosa no puede entrar una apreciación buena de las cualidades de los demás. No quiere admitir que el otro obre el bien, y aunque no se atreve abiertamente a decirlo, disimula o atenúa los méritos del otro. ¿Por qué esto, sino porque la envidia, pensando siempre en la propia excelencia, oscurece la de los demás? Mas la caridad no piensa en el mal recibido, no se alegra con la injusticia, y por así decirlo, de la desigualdad; se alegra con la verdad. No piensa en nada personal, se alegra con el bien de todos, no busca sus propios intereses sino los de Jesucristo. En todas las cosas ama o desea la gloria de Cristo. Pues Cristo es de todos, Él es el mediador y por eso todo lo que no es de todos, todo lo que es individual, no viene de Jesucristo. ¿Por qué tú, por envidia, quieres hacer de Cristo un bien individual? ¿Quieres que la gracia del Espíritu sea avara, reduciendo exclusivamente a ti sus beneficios? Deja que crezca, desborde y se derrame en toda carne el Espíritu del Señor, y que llene el mundo. No intentes aprisionar en la estrechez de tu corazón un beneficio que es común a todos. Dios es rico para con todos ¿y tú procuras disminuir la abundancia de la gracia y reducir casi a la nada su intensidad? Cristo desdeña los límites de los avaros de un corazón envidioso. Su bondad no se deja aprisionar por los celos. Ella fluye, y no sólo para ti mismo sino que también derrama su aceite en los vasos cercanos a ella. Haz que esos vasos sean también los tuyos, y lo serán si lleno de alegría te gozas del bien común. De lo contrario, dejas escapar de tu alma el aceite, y Cristo mediador no deja de darse a los demás. Porque Él quiere que todo lo que es suyo sea de todos. En esto conocerán todos que son mis discípulos -dice- si se aman también ustedes los unos a lo s otros”. Gilberto de Hoyland, SC 19, 3.4 “¿No hay en esta comunidad tantos jardines como almas? La unanimidad que reina ha hecho un solo jardín, la diversidad de gracias ha hecho brotar varios. Que sea grato a Dios, que en estos jardines no germine 297
ninguna raíz de amargura, ningún bosque estéril que cause vergüenza en le vergel de la Esposa”. Gilberto de Hoyland, SC 37, 3 “…Mira los astros del cielo, levanta los ojos hacia los montes de donde te vendrá el auxilio si temes levantarlos a aquel que habita en el cielo…este comienzo de iluminación es óptimo y adecuado a nuestra flaqueza, con tal de que fijemos la mirada en los que han sido iluminados. Es un camino rectísimo, para encontrar a Jesús seguir la luz de los padres que nos precedieron ”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6 “Ciertamente el Señor me ha colocado en un lugar de pastos cuando me asoció a la Iglesia de los santos, cuyo vientre es como un montón de trigo cercado de lirios, para que me apaciente a la vez con el sabor del trigo y con la contemplación de los lirios. … No es un alimento insignificante para el alma fiel ver a su alrededor tantos lirios que florecen con tanta belleza y gracia, y de los cuales puede tomar ejemplos de todas las virtudes, diferentes en cada uno de ellos. Éste se halla mejor cimentado por la humildad, aquél por su mayor caridad. Uno es más vigoroso para la paciencia, otro más veloz para la obediencia. Este es más parco en la comida, aquél más desenvuelto para el trabajo. Éste es más fervoroso en la oración, aquél más aplicado en la lectura. Éste es más prudente en la administración, aquél más santo en el reposo. Pero si bien admiras en cada uno una gracia que florece de modo más notable, sin embargo en cada uno no hay una, sino muchas virtudes, como hay muchas flores en cada [planta de] lirio. Porque hay tantos lirios como almas justas y tantas virtudes en los justos como flores en los lirios. En consecuencia, quien al ver estas flores se alegra de ellas y aprovecha gracias a ellas, ¿qué hace, sino apacentar se entre lirios?”. Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 4 “La humildad de Cristo que debemos imitar si queremos ser perfectamente purificados tiene siete efectos. El primero, siendo rico se hizo pobre. El segundo, llevando la pobreza al extremo, fue puesto en un pesebre. Tercero, se sometió a una Madre. Cuarto, hoy bajó la cabeza ante las manos de su siervo. Quinto, soportó a su discípulo ladrón y traidor. Sexto, se presentó lleno de mansedumbre ante el juez inicuo. Séptimo, intercedió con gran clemencia ante el Padre por los que lo crucificaban. Seguirás las huellas de este gran gigante, aunque sea de lejos, si amas la pobreza, si entre los pobres eliges el último lugar, si permaneces sometido a la disciplina del monasterio, si soportas tener por superior a uno menor que tú, si sufres con ecuanimidad a los falsos hermanos, si mediante la mansedumbre sales victorioso del juicio, si retribuyes con caridad a quienes te hacen sufrir injustamente. Esta humildad rebautiza sin hacer injuria al único bautismo, porque no repite la muerte de Cristo, sino que instaura la mortificación y sepultura de los pecados, y lo que en aquel bautismo se realiza en figura aquí se cumple en verdad.”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7 “Nos precede mostrándonos ejemplos de humildad y paciencia; que ahora nos siga ayudándonos a imitar lo que nos ha mostrado. Qué felices somos nosotros, hermanos míos, si acerca de esto escuchamos el consejo del apóstol: Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual lo sabéis, nos ha precedido. Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y 298
llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los siglos de los siglos.” Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3 “Vosotros, hermanos que, así como tenéis un solo haber y una sola casa, tenéis un solo corazón y una sola alma, vosotros, repito, debéis gloriaros de un modo especial en ellos, puesto que como retoños de olivo sacasteis de su raíz no sólo la savia de la fe, sino también un modelo de vida y un ejemplo de observancia regular ”. Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 3 “Sin duda, la divina providencia por una gracia admirable dispuso que en estos desiertos que habitamos tengamos la quietud de la soledad sin carecer, no obstante, del consuelo de una agradable y santa compañía. Cada uno puede sentarse solitario y callar, ya que nadie le dirige la palabra, por otra parte, no puede decir: Pobre del que está solo, porque no tiene a nadie que lo reanime ni levante si llegara a caer ”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2 “Si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso que lo corrijamos y rectifiquemos según la regla de la voluntad divina . … (también) es necesario nivelar los ásperos, es decir aplanar toda aspereza en tus costumbres para convertirla en esa igualdad de ánimo necesaria en la vida de comunidad. El que es manso y humilde (Jesús) no descansa sino en el manso y humilde ”. Beato Guerrico de Igny, IV [4], 4 “Para llegar a alcanzar este amor santo, algunos han recibido de Dios un don particular que alegra su rostro con óleo, infunde en ellos cierta paz y atractivo, y vuelve todas las palabras y obras agradables a los ojos de todos, mientras que las de otros muchos, que quizás aman tanto, y aun tal vez más, difícilmente encuentran la misma simpatía. Por eso nos atañe a todos hacer el bien no sólo ante Dios, sino también ante los hombres, y no descuidar la conciencia por amor a la estima ni la estima fiados de la conciencia ”. Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 5 “Cualquiera que se empeña en procurar la paz a los demás, no poseyéndola en sí, todavía no toca la cítara en su propia cítara, aunque pareciera tocarla en la de los demás. Quien consigo mismo no está concorde, ¿con quién lo estará? Quien en sí mismo está dividido, y disiente de sí mismo y está en discordia y en desacuerdo consigo mismo: ¿con quién podrá concordar? El que siempre es turbulento e inquieto como la agitación del mar, que nunca está en reposo ¿a quién podría aportarle la paz? …Pero, ¿por qué es que en otro lugar s e dice: Salmodiad al Señor con la cítara, con la cítara…? ¿Qué significa esta repetición? ¿Habrá al lado de la cítara que representa nuestra conducta individual, otra que significa nuestras relaciones de unos con otros? Ciertamente, así como en la cítara son muchas las cuerdas, mas no todas las cuerdas tienen un mismo sonido, sino que muchos sonidos se unen por la armonía en un sonido casi único, así también todos nosotros no somos más que una cítara; frente a frente los unos de los otros, somos como cuerdas que se responden las unas a las otras. Cada vez que animado de un buen celo, uno da al otro un buen ejemplo, le sirve de modelo, o, por cualquier servicio de caridad y humildad se hace amable a sus ojos, es una cítara que resuena y cuyas cuerdas se responden armoniosamente. No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a 299
los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por la humildad y la paciencia. Allí no se hincha la soberbia, no aparece la bilis de la envidia, no se inflama la ira, no litiga la discordia, no murmura la impaciencia; allí no se encuentran ni las interpretaciones malévolas de la sospecha, ni la menor palabra deshonesta. He aquí, dice el Profeta, ¡qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos!. …Pero aquellos, a los que el amor de Cristo congregó en comunidad, para que se amen mutuamente y se obedezcan unos a otros; si por los mutuos ejemplos y exhortaciones que se dirigen cotidianamente para amar a Dios; si sirven a Dios con un mismo yugo y con labios puros cantan unánimemente las alabanzas divinas; si todos tienen el mismo querer y no querer; si todos sienten lo mismo y gustan lo mismo y tienen un solo corazón y una sola alma, ¿acaso no se dará en esto una cítara espiritual con la que todos aclaman a Dios y se aclaman a sí mismos? ”. Balduino de Ford, Tract IV “Origen Iglesia:
y
ejemplar
de
la
vida
común:
la
vida
de
la
primitiva
La institución de la vida común no está sostenida ni apuntalada por una pequeña, ligera ni mediocre autoridad. La Iglesia está fundada en la vida común primitiva, en la vida común nació la Iglesia y en ella comenzó su infancia. La vida común recibió de los mismos apóstoles el modelo de su profesión, el título de su honor, el privilegio de su dignidad, el testimonio de su autoridad, la protección que la hizo inatacable, el sostén de su esperanza. . Vida cenobítica, vida de comunidad; un solo corazón, una sola alma y la puesta en común de todo : Existe todavía una cierta comunión entre aquellos que viven en comunidad, de los cuales se ha dicho: La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos Lo que crea la vida común es pues tener un solo corazón, una sola alma y una comunión en todo . Ésta vida representa en la tierra la vida de los ángeles tanto cuanto lo permite la fragilidad humana. El bien común antepuesto a los intereses particulares :
Tienen un solo corazón, una sola alma y todo lo tienen en común, en todo se muestran concordes y unánimes, siempre anteponen la utilidad general y el bien común a los intereses particulares de tal manera que renuncian a sí mismos y a los suyo, que ninguno, se trate de esto o de aquello, ya en sus juicios, ya en sus consejos, presume defender, pertinazmente su propia opinión, ni intenta imponer con vehemencia los deseos de su corazón, su propia voluntad, ni tener algo aunque mínimo bajo pretexto de propiedad. Sino que, como siervos de Dios se humillan a sí mismos por Dios, bajo la mano de su consiervo (su abad); de manera que de su solo arbitrio, al cual y para el cual todo poder le ha sido concedido, depende el pensamiento de todos, se regula la voluntad, se atemperan las necesidades de todos. Sólo el pecado no es admitido en la comunión de la caridad :
Si las necesidades de los justos son comunes, es lógico que también lo sean los consuelos Quien sabe por el sentimiento de la caridad llorar con los que lloran, sabe también alegrarse con los que se alegran. Cuánto abundaba el Apóstol en sentimientos de amor y en entrañas de caridad cuando decía: ¿Quién desfallece que no desfallezca yo? ¿Quién se escandaliza que yo no me abrase? .Y lo que él hace, eso aconseja que se 300
haga al decir: Llevad las cargas los unos de los otros; y no se contradice cuando añade: Cada uno llevará su propia carga. Pues se debe entender esto convenientemente respecto de la carga del pecado. Sólo el pecado no es admitido a la comunión de la caridad. Esta caridad mutua también debe ser continua
En esta caridad se conserva la unidad del espíritu como un vínculo de paz .Esta es pues la ley de la vida común, unidad del espíritu en la caridad de Dios, el vínculo de la paz en la mutua y continua caridad de todos los hermanos, comunión de todos los bienes que pueden ser compartidos, relegando lejos del propósito de la vida religiosa toda ocasión de poseer una propiedad cualquiera. Para que estas realidades estén en nosotros y nosotros permanezcamos como quienes tienen un solo corazón, una sola alma y todo en común: la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la caridad de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos nosotros. Amén La caridad mutua entre aquellos que viven en comunidad
Consultemos a nuestra propia naturaleza, a la naturaleza de nuestro cuerpo, acerca de la concordia en la caridad mutua: ella nos estimula a conservar la paz. Ciertamente, siendo muchos, somos un solo cuerpo pero cada uno es miembro de los otros. Paciencia, humildad, caridad mutuas
Un solo Espíritu de Dios nos vivificará a todos como si se tratara de un solo cuerpo, a fin de que ninguno de nosotros viva para sí sino para Dios, y a fin de que todos nosotros vivamos simultáneamente en la unidad del espíritu por la unidad de este único Espíritu que habita en nosotros”. Balduino de Ford, Tract XV (algunos trozos) “2. Pero nosotros, hermanos, si ya somos hijos espirituales de Israel, si espiritualmente hemos salido de la tierra de Egipto, ofrezcamos todos para la construcción de este tabernáculo y cada uno dé lo que tiene: Pues cada uno tiene de Dios su propio don, uno de una manera y otro de otra.Este puede ofrecer más trabajo; aquél más vigilias; ése más ayunos; uno más oración, otro, lectura y meditación. Hágase, por tanto, un tabernáculo con las ofrendas de todos para que, según el precepto de nuestro Legislador nadie diga o presuma de algo suyo, sino que todas las cosas sean comunes para todo. Lo cual, hermanos, no sólo se ha de entender de la cogulla y túnica, sino mucho más de las virtudes y dones espirituales. Nadie se gloríe de ninguna gracia que le conceda Dios como si fuese propia. Nadie envidie a su hermano por ninguna gracia como si la quisiera propiamente suya pero no dude que es suyo lo que estime de todos sus hermanos y que, cuanto es de su hermano, también es suyo. 3.Podría, ciertamente, el Dios Todopoderoso querer promover enseguida a la perfección a cualquiera y dar, a cada uno, todas las virtudes; pero, por piadosa disposición, hace que cada uno necesite del otro y lo que no tienen en sí lo tenga en el otro para que, de este modo, se conserve la humildad, se aumente la caridad, y sea reconocida la unidad. Sea, por consiguiente, cada cosa de todos, y todas de cada uno; el fruto de las virtudes útilmente se recoge cuando, por la consideración de la propia debilidad, se conserva la humildad. No se contristen pues los hermanos legos porque no salmodian ni velan como los monjes. No se entristezcan los monjes porque no trabajan tanto como los legos. Lo digo con toda verdad que aquello que uno hace es de todos y aquello que todos hacen es de cada uno, ya que, como los miembros de un cuerpo, no todos 301
tienen un mismo oficio, según dice el Apóstol: Siendo muchos no formamos más que un solo cuerpo en Cristo siendo cada uno, por su parte, los unos miembros de los otros. Por eso, el débil diga soy fuerte porque, así como uno tiene paciencia en su debilidad, así tiene firmeza en la fortaleza del otro. Guardémonos, por tanto, no sea que las moscas que mueren eliminen la suavidad del óleo. La suavidad del aceite es la dulzura de la caridad fraterna que extermina a las moscas que mueren, o sea: la concupiscencia, la envidia y la sospecha. Nadie pues que apetece algo de este siglo, ama perfectamente. De la concupiscencia nace la envidia, pues lo que uno desea para sí lo envidia en el otro, y, con frecuencia, el ánimo tiende a sospechar de aquél al que envidia”. S. Elredo de Rieval, STemp Ben III [7], 2-3 “Si, pues, hay entre vosotros unidad y caridad, sin duda lo que hace uno será de todos y lo que todos hacen será de cada uno de tal manera que el alma de cada uno de vosotros pueda decir: Hermosa soy como los pabellones de Salomón. Únicamente quien se aparta de esta sociedad, o da lugar a división por discordias, envidias o culpas graves, ése tal no puede decir esto”. S. Elredo de Rieval, STemp OS II [23], 10 “La soledad del claustro es el paraíso terrenal, realmente no inferior, a mi modo de ver, sino más hermoso que aquel paraíso en el cual fue colocado Adán, Colocados todos nosotros en este paraíso, debemos ofrecer copiosamente, cual árboles fructíferos, abundancia de frutos espirituales: mientras uno da pruebas de profunda humildad, otro está impregnado de caridad; éste sobresalen la paciencia, aquél está adornado de castidad; uno desliega actividad en la labor de manos, el otro aparece más tranquilo saboreando la quietud y el silencio; finalmente, hay quien se entrega a las lágrimas y compunción del corazón, mientras el de más allá prefiere la lectura y meditación ”. S. Elredo de Rieval, SIned X En la Anunciación de la Santísima Virgen María “ Apacentar por el ejemplo Por lo tanto, hermanos, si amáis A Dios Nuestro Señor, vivid de tal modo que, por vuestro ejemplo, sean apacentadas las ovejas de Cristo, como dice el Señor: Así resplandezcan vuestras obras delante de los hombres que glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Nuestro Señor tiene en cada alma santa algunas ovejas, es decir virtudes, que conviene alimente quien ama Cristo. Estas ovejas son: caridad, humildad, gozo espiritual, y otras semejantes. Apacentamos, por consiguiente, tales ovejas, cuando llevamos a cabo aquellas obras por las que crecen estas virtudes en nosotros. Debe cada uno, también, apacentar las mismas virtudes en los demás. Y lo hacemos si de tal manera nos comportamos ante nuestros hermanos que, con nuestro ejemplo, crece su caridad, su gozo, su humildad y su paciencia ¿Cómo, por lo tanto, apacentaría a mi hermano si fuera soberbio ante él, si hablara soberbiamente, le respondiera soberbiamente y caminara soberbiamente? ¿Cómo podré apacentar la obediencia en mi hermano, si él mismo me ve contradictorio y desobediente? ¿Cómo apacentaré su paciencia si yo murmuro, o me irrito, o hablo duramente y me impongo ante él? El que hace estas cosas ante su hermano no apacienta en él las ovejas de Cristo, sino que, en cuanto de él depende, destruye y mata porque lo escandaliza. Mas el que escandaliza a su hermano, peca contra Cristo como dice el Apóstol. El que peca contra Cristo, no ama a Cristo. 302
Por tanto, si amáis a Cristo, apacentad las ovejas de Cristo y perteneceréis a esta columna que está afirmada por el amor de Cristo”. S. Elredo de Rieval, STemp PP II [16], 3 “Hermanos, que sea éste para vosotros el modelo de vida, la verdadera norma de vuestra vida santa: vivir con Cristo por el pensamiento y el deseo en esta patria eterna; en esta fatigosa peregrinación no rehusar, por Cristo, ningún ejercicio de caridad. Seguir a Cristo, el Señor, subiendo al Padre; afinarse, simplificarse, vivificarse en el ocio de la meditación; seguir a Cristo bajando hacia el hermano, distenderse por la acción, dividirse de mil maneras, hacerse todo a todos. No menospreciar nada de lo que concierne a Cristo; no tener nada más precioso que Cristo; tener sed de una sola cosa, ocuparse sólo de una cosa, cuando se trata del Cristo único; querer estar al servicio de Cristo, cuando se trata del Cristo múltiple ”. Isaac de Stella, 3p Epi [12], 6 “18. ¿Por qué, hermanos, tenemos menos solicitud en buscar los unos para los otros ocasiones de salvación, de manera de socorrernos entre nosotros, allí donde vemos que sería más necesario, y en llevar como hermanos, mutuamente nuestras cargas? El Apóstol nos exhorta a esto diciendo: Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo, y en tora parte: Soportándoos mutuamente en la caridad. Ella en efecto es la ley de Cristo. 19. Cuando en mi hermano percibo algo incorregible a consecuencia de dificultades o debilidades físicas o morales, ¿por qué no soportarlo con paciencia, por qué no consolarlo de todo corazón, según la palabra de la Escritura: Sus niños serán llevados en brazos y consolados sobre las rodillas ¿Será que me falta esa caridad que soporta todo, que es paciente para sostener, indulgente para amar? Ésta es, ciertamente, la ley de Cristo, quien por su pasión tomó verdaderamente sobre si nuestros sufrimientos y por su compasión cargó con nuestros dolores, amando a los que llevó, y llevando a los que amó. Aquel que por el contrario se muestra agresivo con su hermano en dificultad, aquel que tiende una trampa a su debilidad, cualquiera fuere, se somete manifiestamente a la ley del diablo y la cumple. 20. Así pues, seamos compasivos unos con toros y llenos de amor fraterno, soportémonos las debilidades y persigamos los vicios, sobre todo nosotros, que, siendo poco numerosos, con miras a un género de vida ideal más austero, nos hemos evadido a esta lejana soledad y a esta isla apartada del resto del mundo. En efecto, todo género de vida que permite entregarse más sinceramente al amor de Dios y, por él, al amor del prójimo -cualesquiera fueren las observancias y el hábito- es también más agradable a Dios. 21. La caridad es aquélla por la cual todo debe hacerse o no hacerse, cambiarse o no cambiarse. Porque es el principio por el cual, y el fin hacia el cual, conviene que todo sea dirigido. No hay ninguna falta en lo que, con toda verdad, se hace por ella y según su espíritu. Dígnese concedérnosla aquél quien no podemos agradar sin ella, y sin quien no podemos absolutamente nada, que vive y reina, Dios por los siglos infinitos. Amén”. Isaac de Stella, Quad II [31], 18-21 “¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque todavía no nos bastamos para la soledad. Juntos, para que si alguien cae no le falte quien lo levante. Juntos, porque el hermano que ayuda a su hermano será exaltado como ciudad fortificada y poderosa. Juntos, finalmente, porque es bueno y dulce habitar los hermanos en la unidad ”. Isaac de Stella, PP II [50], 14 “En cuanto a los que hemos profesado la castidad, sin mujer ni hijos, y también sin nada propio, vivimos en común, obedeciendo todos a 303
uno solo, esperando todo de él según las necesidades de cada uno; indudablemente eso es conforme al ideal de los bienaventurados apóstoles y de aquella primitiva Iglesia de Jerusalén; ellos ponían en común sus bienes y tenían también un solo corazón y un alma sola. Su fervor inestimable, encendido por el Espíritu Santo, de camino hacia Jerusalén en el día santo de Pentecostés como está escrito: Su fuego está en Sión, y su horno en Jerusalén se ha evaporado de día en día, durante un largo período donde la caridad se enfrió y donde la iniquidad abundó. En comunidades como ésta, todavía humea débilmente, y hace ver por así decir algunos vestigios del incendio casi extinguido, y muestra como pequeñas partículas de las grandes brasas”. Isaac de Stella, PP II [50], 20 “24. Vengamos a esta comunidad espiritual de la que habla el Apóstol y al elogio de esta vida regular, a este bien, a este encanto de la convivencia de hermanos que viven juntos. Deseando esta forma de vida inspirada por los Apóstoles, los hombres no han querido tener otras moradas, ni retiros, más que la casa de Dios, casa de oración. Todo lo que hacen, lo hacen en nombre del Señor; forman una comunidad, viviendo todos bajo el mismo techo, siguiendo el mismo reglamento de vida, no poseyendo nada personalmente, ni su propio cuerpo, no teniendo ningún poder sobre sus voluntades individuales. Duermen juntos, se levantan juntos, salmodia o leen juntos. 25. Todos y en todo tiempo, permanecen en silencio y no hablan entre ellos más que por las afecciones del corazón. Las frecuentes exhortaciones de los superiores echan aceite sobre el fuego, pero lo que les inflama sobre todo es el mutuo ejemplo que se dan. Son precavidos, vigilan el deseo del honor y de sus signos, como lo recomienda el Apóstol, se estimulan mutuamente y se entusiasman en el amor, se muestran acogedores los unos con los otros. No soportan que uno de ellos quiera ser el solitario, pues atraerá hacia sí el reproche de Salomón: Maldito el que está solo. Se considera solitario aquél que rehúsa abrir la conciencia a un hermano, o el que obra inadecuadamente y con sus originalidades turba a la comunidad”. Guillermo de Saint -Thierry, Nat am 24.25 Vida cenobítica Guillermo de Saint-Thierry - Nat am 24.25 S. Bernardo de Claraval - Asc VI, 7 - Asc VI, 13 - Adv III, 5 - Conv 29 - Div 40, 2 - Div 42, 4 - Div 65, 2.3 - Ep 110, 1.2 - Hum 6.13.14 - Pre 5 - Pur II, 2.3 - SC 11, 1 - SC 12, 5 - SC 29, 3.4 - SC 50, 8 - SC 60, 9 304
- Sept II, 3 - V Nat III, 6 Beato Guerrico de Igny - Adv IV [4], 2 -.Epi II [12], 6 - Epi IV [14], 7 - Ben III [24], 5 - Palm I [29], 3 - PP I [44], 3 - PP II [45], 4 S. Elredo de Rieval - SIned X - STemp Ben III [7], 2-3 - STemp PP II [16], 3 - STemp OS II[23], 10 Isaac de Stella - 3p Epi [12], 6 - Quad II [31], 18-21 - PP II [50], 14 - PP II [50], 20 Gilberto de Hoyland - SC 19, 3.4 - SC 37, 3 - Tratado ascético 2, 1 Balduino de Ford - Tract IV - Tract XV
Vigilias
“1. Hermanos míos, el trabajo que hacemos nos recuerda nuestro exilio, nuestra pobreza, nuestra iniquidad. ¿Por qué caminamos sin descanso hacia la muerte, con ayunos constantes, vigilias frecuentes, con fatigas y toda clase de penalidades? ¿Hemos sido creados para esto? ¡No por cierto!. 4. … El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina personal”. S. Bernardo de Claraval, Div 39, 1.4 “La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la tibieza y negligencia”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 2 “Si todo esto fuera verdad, ¿de qué nos valdría que nos mortifiquemos en vano todo el día y se nos tenga por ovejas para el matadero? Pienso que, si con esta jactancia de fariseos despreciáramos a los demás y, lo que todavía es mayor soberbia, a quienes son mejores que nosotros, ¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras 305
comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo hacemos para ser admirados por los hombres? Cristo mismo nos juzga: En verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Y si tenemos puesta la confianza en Cristo sólo para este mundo, ¿no somos entre todos los hombres los más dignos de lástima? Porque sólo esperamos en Cristo para esta vida si es que únicamente buscamos como recompensa por el servicio de Cristo la gloria temporal”. S. Bern ardo de Claraval, Apo 1, 4 “No tengo la menor duda de que vuestro entendimiento está iluminado. Si me fijo en cambio en pruebas evidentes, vuestro afecto no está tan purificado. Conocéis el bien, el camino a seguir, y cómo debéis caminar. Pero la voluntad no es idéntica en todos. Algunos andan, corren y vuelan en todos los ejercicios de este camino y de esta vida: las vigilias se les hacen breves, las comidas sabrosas y el pan excelente, los trabajos llevaderos y agradables. Otros todo lo contrario: tienen un corazón tan árido y un afecto tan pertinaz, que nada de esto los atrae. Son tan pobres y miserables que únicamente les mueve algo el temor del infierno. Comparten todas las miserias, pero no las alegrías”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 6 “En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre al gres y contentos; fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración. Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece un descanso”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7 “Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria, obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”. S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1 “2. Según todo esto, la consumación ha de suceder en nosotros y de nosotros, mas no por nosotros. La creación se ha hecho sin nosotros. Solamente en la re-formación tenemos mérito, puesto que de algún modo se hace con nosotros, es decir, mediante el consentimiento de nuestra voluntad. 3. Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde el abismo hasta el cielo”. S. Bernardo de Claraval, Gra 49, 2.3 “Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios. Tal vez por su seguridad perniciosa se desvía insensiblemente hacia la ociosidad y las curiosidades: murmura, difama y juzga a los demás. Si realmente habitase al amparo del Altísimo, se fijaría sinceramente en sí 306
mismo y temería ofender a quien debería recurrir, reconociendo que todavía lo necesita mucho. Tanto más debería temer a Dios y ser más diligente cuanto mayores son los dones que de él ha recibido, pues todo lo que poseemos por él no podemos tenerlo o conservarlo sin él ”. S. Bernardo de Claraval, QH I, 1 “Por esta circunstancia, me duele mucho que algunos de vosotros se duerman profundamente durante las sagradas vigilias. Faltan a la reverencia debida a los conciudadanos del cielo, como cadáveres ante los príncipes de la gloria, mientras ellos, conmovidos por el fervor de los demás, gozan participando de vuestro culto. Temo que un día abominen nuestra desidia y se retiren indignados ”. S. Bernardo de Claraval, SC 7, 4 “Porque después de haberlo buscado durante largas vigilias y oraciones, y con torrentes de lágrimas, de repente, cuando creía poseerlo, se le escapa; pero se deja alcanzar de nuevo cuando ve que le acosa llorando, aunque nunca consigue prenderle, pues otra vez se le va de las manos, por así decirlo”. S. Bernardo de Claraval, SC 32, 2 “Has sembrado para ti la justicia, si mediante el verdadero conocimiento de ti mismo cultivas el temor de Dios, te humillas a ti mismo, te deshaces en llanto, prodigas las limosnas, te entregas a las demás obras de piedad, afliges tu cuerpo con ayunos y vigilias, golpeaste tu pecho y cansaste a los cielos con tu clamor: todo esto equivale a sembrar según justicia”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 2 “Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el vicio de la voluntad propia. Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura, el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte en las que se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas he descubierto tus propias voluntades. Grave desgracia es tu propia voluntad por la que tus buenas obras no son buenas para ti. Por eso es menester que se conviertan en lirios, pues el que se apacienta entre lirios no podrá gustar cuanto está manchado por la voluntad propia”. S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13 “¡Qué buenos centinelas! Cuando nosotros dormimos ellos velan, y pasan toda la noche en vela porque tienen que dar razón de nuestras almas. ¡Qué buenos guardianes, que velan en su corazón y pasan toda la noche en oración, exploran las asechanzas de los enemigos, prevén los planes de los malvados, sueltan los cepos, eluden las trampas, separan las redes e inutilizan los artificios! Son los que aman a los hermanos y al pueblo cristiano, los que oran mucho por el pueblo y por toda la santa ciudad. Son los que, solícitos por las ovejas que el Señor les ha encomendado, madrugan para entregar su corazón al Señor que los creó y rezan delante del Señor. Velan y oran, porque conocen su incapacidad para guardar la ciudad Y porque si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”. S. Bernardo de Claraval, SC 76, 7
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“El que desea orar no debe tener en cuenta sólo las circunstancias del lugar, sino también las del tiempo oportuno. El tiempo totalmente libre es el más cómodo y apto, especialmente cuando la noche impone un profundo silencio. Entonces la oración es más libre y más pura. Levántate de noche, al relevo de la guardia, derrama como agua tu corazón en presencia del Señor. ¡Qué secreta sube de noche la oración, ante la única presencia del Señor y del ángel que la recoge para presentarla en el altar del Cielo! ¡Qué grata y lúcida, sonrojada por la timidez del pudor! ¡Qué serena y plácida, no perturbada por el vocerío clamoroso! ¡Qué limpia y segura, desempolvada de toda preocupación terrena, sin ninguna mirada que la alabe, ni tentación alguna que la adule! Por eso mismo la esposa, tan tímida como cauta, buscaba el secreto del lecho y de la noche cuando quería orar, es decir buscar al Verbo, que es lo mismo.”. S. Bernardo de Claraval, SC 86, 3 “110.Fuera de aquellas horas a las que se reifere el Profeta cuando dice: Siete veces al día te he alabado, se debe observar con la mayor fidelidad el sacrificio de la mañana y de la tarde y el de la media noche. 111. También inserta en la trama de un testimonio semejante las vigilias nocturnas, que nos levantamos a celebrar a media noche para alabar el Nombre del Señor. En el día de la tribulación, he buscado al Señor, extendiendo mis manos, por la noche, en su presencia y no fui defraudado. 112.Es sobre todo en estas horas (por la madrugada) cuando debemos instalarnos delante de Dios, como cara a cara examinarnos a la luz de su rostro, encontrar en nosotros mismos motivo de aflicción y de dolor, e invocar el nombre del Señor, excitando nuestro espíritu hasta que se inflame, volviendo sin cesar al recuerdo de la abundante suavidad del Señor, hasta que él mismo llegue a ser la dulzura de nuestro corazón. 114. Durante la preparación para las vigilias nocturnas no conviene atiborrar la inteligencia con gran número de salmos, ni agotar el espíritu o sofocarlo, sino aprovechar mientras se encuentra sobrio para disponerlo a la devoción y dirigirlo al Señor por sus propios caminos hasta que comience a correr con el corazón dilatado y llegue al fin a la Obra de Dios perseverando en ese mismo fervor, no sea que se irrumpa por una gran negligencia o que falte por una debilidad voluntaria ”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 110.111.112.114 “La Esposa busca al Esposo y no halla sosiego ni de día ni de noche. En efecto, aún en sentido literal, los que se ejercitan en las vigilias saben cuántas oportunidades proporcionan las vigilias nocturnas para entregarse a las prácticas espirituales y qué frutos del espíritu logran los que esperan vigilantes el regreso del Esposo. Ese tiempo, en efecto, pertenece al alma y a las cosas que le son propias. Los sentidos reposan y nada viene a turbar el alma a través de ellos. Así con el estómago que está en ayunas y consume con eficacia los alimentos primeros que recibe, los digiere mejor, los asimila con mayor provecho, así la mente todavía en ayunas del que se ha levantado del sueño se fija y se adhiere con más fuerza al pensamiento que primero se le presenta, sobre todo, si consiente con él. Por lo cual, al despertarse, el alma-esposa, después de un sueño moderado, debe poner todo su empeño en unirse inmediatamente a su Esposo como una virgen, todavía sin mancha; adherirse a Dios y ponerse totalmente, en cuanto le es posible, bajo su acción, para que, en adelante, permaneciendo toda la noche y todo el día santa e inmaculada de cuerpo y espíritu, no esté dividida, sino que sea totalmente de aquel a quien se ha entregado y no admita que se mezcle allí ningún otro afecto indigno”. Guillermo de Saint-Thierry,Exp Cant 187 308
“Deben procurar diligentemente que ninguna superficialidad destruya nuestra abstinencia, ni el sopor excesivo disminuya las vigilias. Estas constituyen las dos excelentísimas torres mediante las cuales nos defendemos de los encendidos dardos de la lujuria y, por lo mismo, se han de guardar bien para que el enemigo no encuentre en ellas ningún lugar de entrada”. S. Elredo de Rieval, STemp PP [15], 2 El orden necesario consiste en que quien ha hecho algo ilícito se abstenga del uso de lo lícito … La pasión carnal se reprime fácilmente con la sobriedad en el comer, el corazón flojo y veleidoso se fortalece con el rigor de las vigilias ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 79 “
“Participar en los sufrimientos de Cristo es someterse a las observancias regulares, mortificar la carne con la abstinencia, las vigilias y trabajos, someter la voluntad al juicio ajeno, no preferir nada a la obediencia; y para resumirlo todo en una palabra: participar en los sufrimientos de Cristo es cumplir la profesión que hemos hecho de vivir según la regla de San Benito, como lo afirma nuestro mismo legislador”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 15 “Ahora debes sufrir por Cristo, ejercitar la virtud de la paciencia, castigar la insolencia de la carne con vigilias continuas y ayunos, soportar las tentaciones, alejar tu espíritu de toda solicitud terrena, y, sobre todo, mortificar tu voluntad propia con la virtud de la obediencia. Y siempre que tu espíritu se fatiga excesivamente en todo esto, debes correr con la devoción solícita de las oraciones a los pechos maternales de Jesús, de cuya abundancia sorberás la leche del maravilloso consuelo, y dirás con el Apóstol: Bendito sea Dios que nos consuela en todas nuestras tribulaciones; y: Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa también nuestro consuelo ”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 59 “Por eso, tú y todos los que se preocupan de su salvación, deben esforzarse en que la mortificación de la carne, la diligencia en las vigilias y en el trabajo, la rusticidad del vestido, la sobriedad de la comida, el peso del silencio, y todo lo relacionado con los miembros del hombre exterior e interior esté empapado como holocausto agradable con lágrimas abundantes y con la suavidad de los devotos afectos, para que exhale su aroma en el ara del corazón por el fuego de la caridad, y como dice el profeta: Tu sacrificio sea sabroso ”. S. Eledo de Rieval, Spec II, 63 Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a él; y como en ella reside la plenitud de toda perfección, propóngaselo como el fin al que se oriente toda su vida, y después diríjase con infatigable audacia a su plenitud por el camino que le indican las normas de su voto y profesión. A este fin sirva la abstinencia, ayuden las vigilias, colabore la lectio y coopere el trabajo manual. Si resulta que en algún ejercicio de estos se viola la caridad, por cuya causa han sido establecidos, entonces el responsable tiene la obligación de moderar y disponer todo de tal modo que no se dañe la caridad, sino que se busque siempre sus frutos. Pero no se omita nada de lo establecido, ni se cambien los tiempos consagrados para determinados ejercicios, a no ser por una extrema necesidad; pues en caso contrario no se tratará de una dispensa sino de una destrucción ”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96 “
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Vigilias S. Bernardo de Claraval - Apo 1, 4 - Asc III, 6 - Asc VI, 7 - Div 39, 1.4 - Div 55, 2 - Ep 142, 1 - Gra 49, 2.3 - QH I, 1 - SC 7, 4 - SC 32, 2 - SC 37, 2 - SC 71, 13 - SC 76, 7 - SC 86, 3 Guillermo de Saint-Thierry - Ep frat 110.11.112.114 - Exp Cant 187 S. Elredo de Rieval - Spec II, 15 - Spec II, 59 - Spec II, 63 - Spec III, 79 - Spec III, 96 - STemp PP [15], 2
Virgen María
“4.En cuanto a la virtud y al mérito de la fe, la Virgen nos sirve de modelo al concebir a Dios por la fe, por la cual mereció de él que se cumpliera todo lo que le había prometido. Dichosa la que ha creído, dijo, porque se han de cumplir las cosas que le han sido dichas por el Señor. Y para que comprendas con claridad que el fruto de la Virgen no sólo es místico, sino también moral: este misterio, orientado a la redención, es también ejemplo propuesto a tu imitación, de manera que perderás sin duda la gracia del misterio si no imitas la virtud de su ejemplo. Porque la que concibió a Dios por la fe, otro tanto te promete a ti si tienes fe. Si quieres recibir fielmente la palabra de la boca del mensajero celestial, puedes tú mismo concebir a Dios, a quien todo el orbe no puede contener, concebirlo en el corazón, no en el cuerpo; y aun en el cuerpo, aunque no de manera corpórea y tangible, pero sí conforme nos manda el apóstol glorificar y llevar a Dios en nuestro cuerpo. Por tanto, aplica cuidadosamente el oído, como está escrito, pues la fe proviene del oír, y el oír de la palabra de Dios. Indudablemente te lo enseñará el ángel de Dios, predicador fiel, cuando trate contigo sobre el temor y el amor de Dios, sin que debas dudar en absoluto de que se trata del ángel del Señor de los ejércitos. ¡Dichosos los que pueden decir: En tu temor, Señor, hemos concebido y dado a luz el espíritu de salvación! Porque en realidad este espíritu no es otro que el espíritu del Salvador, la verdad de Jesucristo. Fíjate en la inefable dignación de Dios y a la vez en el poder de este incomprensible misterio: el que te creó es creado en ti y por si fuera poco que lo tengas a él por Padre, quiere también 310
tenerte a ti por madre. Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. Alma fiel, abre tu seno, dilata tus afectos, no te angusties en tu corazón, concibe al que la creatura no puede contener. Abre el oído para oír al Verbo de Dios, tal es el camino para concebir en espíritu en el seno de tu corazón de tal manera que los huesos de Cristo que son las virtudes, reciban cohesión en el vientre de su madre. 5. Gracias a ti, Espíritu, que soplas donde quieres. Estoy viendo con tu ayuda, no una, sino innumerables almas de fieles que están grávidas de aquel generoso germen. Guarda tu obra, no sea que haya peligro de algún aborto y quede frustrada la concepción del germen divino, o nazca muerto. Vosotros también, madres afortunadas de tan gloriosa prole, cuidaos hasta que Cristo se forme en vosotros. Cuidaos, no dañe el feto tierno cualquier golpe fuerte desde el exterior, no entre nada en vuestro seno, esto es, en el espíritu, que pueda acabar con la vida del concebido. Tratad con delicadeza, si no a vosotros, ciertamente al Hijo de Dios en vosotros. Tratadlo con delicadeza, repito, no sólo alejando toda obra y palabra mala, sino también los pensamientos nocivos, los deleites mortales que indudablemente ahogan el germen de Dios. Guardad, por tanto, con todo esmero vuestros corazones, porque de allí procederá la vida, es decir, cuando se desembarace del parto ya maduro y la vida de Cristo –ahora escondida en vuestros corazones- se manifieste en vuestra carne mortal. Habéis concebido el espíritu de salvación, pero todavía estáis de parto. La mujer cuando da a luz está triste por el trabajo, pero cuando ha dado a luz un niño no se acuerda de las angustias, por el gozo de que ha nacido un hombre, Cristo, en el mundo exterior de nuestro cuerpo, llamado de ordinario mundo en miniatura. Por último, Dios que ahora ha sido concebido en nuestros corazones, configurándonos con su espíritu de amor, nacerá entonces como hombre en nuestros cuerpos configurándolos con la claridad de su cuerpo, en el cual vive y es glorificado como Dios por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4.5 “Hermanos míos el nombre de madre no es exclusivo de los prelados, aun cuando a ellos incumba ejercer los cuidados de una piedad y solicitud maternal. Os compete igualmente a vosotros que hacéis la voluntad del Señor. Sí también vosotros sois madres del Niño que ha nacido para vosotros y en vosotros, en cuanto por el temor del Señor habéis concebido y dado a luz el espíritu de salvación. Vigila, pues, madre santa, vigila solícita sobre este recién nacido, hasta que sea formado en ti Cristo, nacido para ti, porque cuanto más débil es, más fácilmente puede perecer para ti el que nunca perece para sí … Por tanto, vosotros, en quienes la fe que obra por el amor, ha nacido del Espíritu Santo, protegedla, alimentadla, nutridla como al Niño Jesús, hasta que sea formado en vosotros el Niño que ha nacido para nosotros. Éste en efecto, no sólo en su nacimiento, sino en su vida y en su muerte nos ha dado el modelo según el cual debemos conformarnos siempre de que si no hubiera sido por nosotros, no habría nacido, si no hubiera si no hubiera sido para nosotros, no habría querido vivir; si no habría sido para nosotros, no habría querido morir -ya que no necesitaba hacerlo para sí-,a fin de que nosotros renaciéramos por él, viviéramos conforme a él y muriéramos en él, que vive y reina por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 5 “Esta única Virgen Madre, que puede glorificarse de haber engendrado al Hijo único del Padre, abraza a este mismo Hijo único en todos sus 311
miembros y no se sonroja de ser llamada Madre de todos aquellos en quienes reconoce que Cristo está formado o en vías de formación. …María, al igual que la Iglesia, de la que es figura, es Madre de todos los que renacen a la vida. …En verdad es la Madre de la Vida de la que todos viven, pues al engendrarla reengendró en cierto modo a todos los que de ella habían de vivir esa vida. Sólo uno fue el engendrado, pero todos nosotros fuimos reengendrados, porque, en razón del germen por el que se transmite la regeneración, ya entonces todos estábamos en él [en Cristo]. Como estábamos desde el principio en Adán, a causa el germen de la generación carnal, mucho más lo estábamos en Cristo antes del comienzo, a causa del germen de la regeneración espiritual ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 2 “No rehusó las deficiencias propias de la infancia y no quiso entrar en la existencia humana de modo diferente del de la condición común, con la excepción de que naciendo inmaculado de una Madre inmaculada por obra del Espíritu Santo, purificó la mancha de nuestro origen e instituyó el misterio de nuestro segundo nacimient o”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 1 “En verdad, este Hijo único de María, es el primogénito de toda creatura, a quien el Padre dice: Pídeme, y te daré las naciones en herencia y extenderé tus dominios hasta los confines del orbe”. Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 1 “Yo llevaré el hacecillo de mirra que María recogió para mí y envuelto en pañales recostó en el pesebre ”. Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 3 “2. ¿Qué cosa recomienda la disciplina del silencio con tanto peso y tanta autoridad, qué cosa frena con tanto terror el mal inquieto de la lengua y las tempestades de las palabras, como la Palabra de Dios silenciosa en medio de los hombres?. No hay palabras en mi lengua, parece proclamar la Palabra omnipotente, mientras está sujeta a su Madre … aprender en la escuela de la Palabra permaneciendo en silencio al menos tanto tiempo como ésta permaneció en silencio bajo la educación materna. 4.… Este de quien hablo -lo digo para confusión mía- digna y justamente se constituyó maestro de la humildad. Si bien no la ignoraba por su origen la recibió de su Madre, y por su naturaleza, de su Padresin embargo la aprendió desde el mismo seno materno por lo que tuvo que padecer”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2.4 “Tengamos ceñidos nuestros lom os para imitar la purificación de María… Seamos castos de cuerpo y puros de corazón y habremos reproducido la purificación de María… Sin embargo, María, al cumplir la ley, no tanto fue purificada cuanto recomendó el misterio de la purificación, significando la del espíritu. A decir verdad ¿qué podía haber en ella que necesitase ser purificado? Virgen concibió, virgen dio a luz y permaneció virgen; más aún esta concepción la purificó plenamente si es que pudo haber en ella algo menos puro… A pesar de ello, la Madre de toda pureza se sometió a los ritos de la purificación legal, para hacernos comprender el valor de la humildad plenamente obediente y la verdad de la purificación evangélica ”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 1
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“A mí me agrada ver en este marfil tan precioso, más aún inapreciable, la castidad virginal de aquella a quien el que se sienta sobre querubines eligió para sí como su propio asiento diciendo: Esta es mi mansión por siempre, aquí me sentaré porque la elegí. …María es más blanca que la nieve, más roja que el marfil antiguo, pues la castidad le comunicó un brillo incomparable, y la caridad o el martirio un rubor fulgurante, mayor que el de los elegidos de la antigua ley. Porque también su alma fue traspasada por una espada, con objeto de que la Madre de Cristo, Virgen y Mártir por excelencia, fuera virgen y mártir, blanca y roja a la manera de su Amado blanco y rojo… María halló ante Dios una gracia singular sobre todos los elegidos, tanto ángeles como hombres, a saber, la de concebir y dar a luz al Hijo de Dios, y que del marfil de su cuerpo la virtud del Altísimo esculpiera su trono glorioso sin intervención humana”. Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 4 “En verdad María fue llena de gracia. Era manifiesto que estaba en ella el Dios de toda gracia, de cuya liberalidad copiosa y magníficamente manaba la abundancia de la gracia, primero hacia su Madre, luego de su Madre a Juan y de Juan a sus padres. Así del seno de María fluían ríos de agua viva, y una fuente de vida y de gracia brotaba en medio del paraíso para regar los árboles del paraíso”. Beato Guerrico de Igny, JB I [40], 2 “1. María es indudablemente la más bienaventurada de todos los bienaventurados, por haber sido elegida y preelegida entre todos ellos de una manera singular. Porque el Señor la eligió, la eligió por habitación suya, diciendo: Este es mi reposo por siempre, aquí viviré porque la elegí. Habitó en ella nueve meses, habitó con ella y sujeto a ella muchos años. Habitando en ella la colmó de gracia y carismas singulares, habitando con ella la alimentaba con la incomparable suavidad de su vida piadosa y con la deleitable sabiduría de sus palabras divinas. Ahora, habitando en ella y con ella en una vida sin fin y de un modo incomprensible, la sacia de la gloria de la visión beatífica, manifestándole en el exterior la forma corporal de su humanidad glorificada e imprimiendo en su interior la forma del Verbo que glorifica. ¡Oh María! En lo sucesivo, dice el Señor, ya no serás llamada “desamparada”, ni tu tierra será llamada “desolada” como si por ser virgen hubieras de ser infecunda. Antes bien, serás llamada “mi Voluntad -es decir, mi Hijo amado- en ella ”, porque el Señor ha puesto en ti sus complacencias y tu tierra seráhabitada. Pues habitará el joven con la virgen y tu Hijo habitará en ti. Más aún, si prefieres, para no apartarnos de las palabras de la Escritura, tus hijos habitarán en ti. 4. Tus hijos habitarán en ti, por más que esta profecía deba referirse principalmente a la Iglesia. Ahora en efecto habitamos al abrigo de la Madre del Altísimo, vivimos bajo su protección, como bajo la sombra de las alas, y luego seremos abrigados como en su propio regazo en la participación de su gloria. 6. ¡Hijo de Dios! Nada, nada seguramente te desagradó en aquella posada tuya que tan gustosamente te dignaste buscar y tan abundantemente recompensar. Nada manchado hallaste en ella, porque no había allí ninguna concupiscencia, sino castidad purísima; nada ruinoso, porque no había ninguna soberbia, antes bien, una profunda humildad; nada oscuro, porque estaba excluida toda infidelidad; nada estrecho, porque estaba derramada la caridad. La Virgen prudentísima había adornado su tálamo no sólo para recibirte a ti, Cristo, como huésped, sino también para tenerte como Esposo. Lo había adornado, repito, con la variada belleza y gloria de las 313
virtudes y quizás tanto más segura y verdaderamente cuanto que todo era más interior. … Señor a tu casa le corresponde esta santidad y esta hermosura. Esta hermosura te invitó a venir a ella y te sedujo para hacerte volver. Al entrar, multiplicaste las gracias de la bendición, pero al volver la colmaste. Cuando entraste, naciste en ella como hombre, cuando regresaste, fuiste glorificado en ella como Dios. Entonces pusiste en ella el santuario de tu graci a, ahora el trono de tu gloria”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 1.4.6 “María, que era la Madre de Jesús según la carne, fue reconocida por él bajo otro concepto, ya que de tal manera cumplía la voluntad del Padre, que éste pudo decir de ella: Tú serás llamada: Mi-voluntad-en-ella (Is. 62,4). Por tanto, donde el Hijo parecía ignorarla, allí se lo ve honrarla de modo sublime, esto es, duplicándole el título de su maternidad: al mismo Hijo a quien había llevado encarnado en su seno, también lo llevó espiritualmente en su alma ”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 2 “5. …como el corazón nada me reprocha en toda mi vida, no considero presuntuoso suplicar la gracia de las alegrías del beso de la boca ¿Por qué se me tacharía de presunción si pido el beso de la boca de aquel que la ha tomado de mí, el mismo que es a un tiempo criatura y Creador? Cuando de niño lo tenía en mis brazos, cada vez que yo deseaba besar al más hermoso entre los hijos de los hombres, lo hacía con entera libertad; él nunca apartaba su rostro, nunca rechazaba a su Madre. Y si alguna vez me excedía en mi deseo, él acataba, según su costumbre, la voluntad de su Madre. Gozaba en colmarla de la gracia que se derramaba en sus labios y la dulzura de que estaba lleno él, que es deleite y deseo de las almas castas… 6. …Cuando al regresar anunciaron los ángeles todas estas cosas a su Señor, qué pudo haberles respondido Jesús sino algo así: Yo fui el que ordené a los hijos que honrasen a su padre y a su madre. Yo, para practicar lo que mandé y servir de ejemplo a los demás, a fin de honrar a mi Padre bajé a la tierra; pero para honrar a mi Madre ascendí al cielo. Subí y preparé un lugar, un trono de gloria, para que a la derecha del Rey se sentara la Reina coronada, revestida de oro recamado, con un manto de variados colores. Y no digo con esto que su trono está colocado en alguna parte, porque ella misma será mi trono. Ven, pues, elegida mía, y pondré en ti mi trono. En ti he de colocar la sede de mi reino, por ti dictaré sentencia, por ti escucharé los ruegos. Nadie me ha servido más en mi humillación; a nadie quiero servir más abundantemente en mi gloria”. Beato Guerrico de Igny, Asspt II [48], 5.6 “Con todo, si alguno quisiera averiguar con mayor diligencia a quién se refiere especialmente aquella voz: En todas las cosas busqué el reposo respondemos que es la voz de la Sabiduría, la voz de la Iglesia, la voz de María, la voz de toda alma sabia. … María, al igual que toda alma fiel, buscó el reposo en todas sus acciones, pero sólo lo halló hoy, cuando, después de la persecución de Herodes y la huida a Egipto, después de tantas asechanzas y atrocidades de la impiedad de los judíos, después de tantos sufrimientos a causa de la pasión y muerte de su Hijo, después de haber sido traspasada su alma con tantas y tan crueles espadas, hoy al fin le es dado decir: Alma mía, recobra tu reposo, porque el Señor ha sido bueno contigo. El que me creó y fue formado de mi carne, reposó en la tienda de mi cuerpo; no podrá 314
negarme el reposo de su cielo. En efecto, el que colma de gracias a los demás, ¿cómo no pagará con la misma moneda a su Madre? Reposa, pues, oh dichosa en los brazos de tu Esposo. Él te comentará, no lo dudo, entro abrazos y besos, cuán suavemente reposó en la tienda de tu cuerpo, y cuánto más suavemente en el aposento secreto de tu corazón”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 3 “¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas busqué reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello hizo que en esta plenitud de humildad reposara corporalmente toda la plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el Hijo, porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo” Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4 “… María recibió al Señor en el tálamo de su seno. Y el que me creó, dice, reposó en su tienda. … María solícita en los cuidados debidos a su condición humana (del Señor), conservaba todas las palabras referentes a él, meditándolas en su corazón. Además, cuando Jesús recorría -evangelizando- ciudades y aldeas, María se adhería a sus pasos como compañera inseparable y estaba pendiente de los labios del Maestro, de tal suerte que ni la tempestad de la persecución, ni el horror del suplicio fueron capaces de separarla del seguimiento de su Hijo, y Maestro. Junto a la cruz del Señor estaba de pie María, su Madre. Madre ciertamente, que no abandonaba a su Hijo ni en los terrores de la muerte. ¿Cómo hubiera podido aterrar la muerte a aquella cuyo amor era fuerte como la muerte, mejor dicho, más fuerte que la muerte? Ciertamente permanecía de pie junto a la cruz de Jesús: el dolor de esta cruz crucificaba su mente y al mismo tiempo atravesaban su alma tantas espadas cuantas eran las heridas veía en el cuerpo traspasado de su Hijo. ¡Con razón fue proclamada Madre y fue confiada a los cuidados de un protector adecuado allí donde se manifestó tanto el amor sincero de la Madre para con su Hijo como la verdad de la naturaleza humana que el Hijo había recibido de su Madre!”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 1 “Por lo demás Jesús, habiéndola amado, la amó hasta el fin, queriendo no sólo morir junto ella, sino también dirigirle sus últimas palabras. Quiso dictar, por decirlo así, su testamento, legando a su discípulo más querido el cuidado de su Madre, de la cual se reconocía deudor. … Convenía que la Madre del Señor no fuera asistida por ningún otro más que por el amado de su Hijo … Sin embargo, después que su Hijo subió adonde estaba en un principio, la Madre, libre de toda preocupación terrena e iluminada más plenamente por el Espíritu Santo (a quien recibió junto con los apóstoles, además de haberlo recibido de una manera única con las primicias de la concepción virginal) se alegraba lo indecible en contemplar y ver que Jesús es Dios. Visión ciertamente de gozo inefable y de sumo deleite para todos los que aman a Jesús, pero sobre todo para aquella que engendró a Jesús. Así como ella sola recibió la gracia de engendrar a Dios, así también sólo ella posee la prerrogativa de gloriarse en aquel a quien engendró. Gloria absolutamente única e incomparable la de la Virgen Madre: poder ver a Dios, Rey de todas las cosas, llevando como diadema la carne con que ella lo coronó, de tal manera que confiesa y adora a Dios en su propio cuerpo, y ve en Dios su propio cuerpo glorificado”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3 315
“Coseche, por tanto María de sus bendiciones y la que sembró la bendición para todas las naciones reciba de modo singular la bendición de todas las naciones: Me llamarán bienaventurada todas las generaciones … Por ti hemos participado del fruto de vida en la mesa de los sacramentos de este tiempo presente; que por ti seamos partícipes de ese mismo fruto de vida en la mesa de los gozos eternos de Jesús, fruto bendito de tu vientre, a quien sea el honor y la gloria por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 5 “Ven, dice, elegida mía, y pondré en ti mi trono. No podía describir con más claridad y elegancia la prerrogativa de su gloria que llamándola trono de Dios. … Como si dijera: Poco es para ti sentarte con el Juez; tú misma serás mi trono. Así contendrás en ti la majestad del Rey, tanto más feliz cuanto más íntimamente, y podrás comprender al Incompresible con mayor perfección que los demás. Contuviste en tu seno al niño, contendrás en tu alma al que es inmenso. Fuiste posada del peregrino, serás palacio del Rey, fuiste tienda del que venía a combatir en el mundo, serás trono del que triunfa en el cielo; fuiste tálamo el Esposo encarnado, serás trono del Rey coronado”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 5 “2. Buena y consoladora es a no dudarlo tu omnipotente Palabra, Señor. Ella descendió hoy desde su trono real al seno de la Virgen, donde también se construyó para sí un trono real; y si bien se sienta en él ahora en los cielos como Rey, rodeado de los ejércitos angélicos, sin embargo es consuelo de los afligidos en la tierra. 3. La Virgen fue escogida, en efecto, de estirpe real; noble retoño descendiente de reyes, pero más noble aún por su virtud real. De esta suerte la nobleza materna contribuyó a salvaguardar la dignidad real del Rey eterno, Hijo del Rey, el cual, procedente del trono real de su Padre, colocaría también su trono real en el aula virginal de su Madre reina. En ella sin duda, y de ella la sabiduría se edificó una casa, en ella y de ella preparó para sí, cuando tomó en ella y de ella su propia carne, un trono tan perfecto y adecuado para todo, que es a un mismo tiempo casa para descansar y trono para juzgar; el cual le sirvió primero de tabernáculo para luchar y de cátedra para enseñar. 6.… Me refiero a la Virgen de las vírgenes llena de todas las gracias, entre las que despedía de manera especial olor agradable para el Esposo -si no me engaño- la mirra de la castidad y el incienso de la piedad. Este olor, hermanos supera el de todos los aromas. Este olor atrajo e invitó al Señor de la majestad a inclinarse desde las alturas del cielo y descender… al seno de su Madre , el que siempre permanece en el seno del Padre con quien vive y reina por los siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 2.3.6 “Señor, hoy has bendecido a tu tierra, a aquella bendita entre las mujeres. Hoy diste la benignidad del Espíritu Santo para que nuestra tierra diera el fruto bendito de su vientre y, al destilar los cielos desde las alturas, brotara del seno virginal el Salvador. La tierra fue maldita por la obra del prevaricador y aun siendo cultivada produce abrojos y espinas para los herederos de la maldición. Ahora, en cambio, es bendita por la obra del Redentor, la cual produce para todos la remisión de los pecados y el fruto de vida, quitando de los hijos de Adán la maldición original que pesaba sobre ellos. Bendita a todas luces aquella tierra que, hallándose totalmente intacta, ni cavada ni sembrada, con sólo el rocío del cielo brota al Salvador, proporcionando a los mortales el pan de los ángeles, el alimento de vida eterna. Esta tierra, indudablemente, por hallarse 316
inculta parecía estar desierta, pero se encontraba rebosante de frutos: aparentaba ser un desierto solitario, pero era un paraíso de felicidad. Realmente jardín de delicias, desierto de Dios, cuyos campos brotaron el vástago odorífero, desierto ubérrimo desde el cual el Padre envió al Cordero dominador de la tierra”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 1 “Abre sin miedo, Virgen inmaculada, puerta del santuario siempre cerrada, abre sin miedo al Señor Dios de Israel que te está suplicando desde hace largo tiempo: Ábreme hermana mía, amiga mía. No tienes por qué temer por tu integridad virginal, Dios es incapaz de violar lo que se halla intacto, pero sí sabe consolidar la integridad violada. Si te abres al Verbo de Dios, entonces no sólo quedarás cerrada, aun serás sellada, como dice la Escritura: Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo. Efectivamente Jesús impreso en el corazón, manifestado en las obras, es a todas luces sello y señal inviolable de castidad para la esposa, y así como imprime su propia fisonomía, es al mismo tiempo defensa contra la corrupción. Virgen fiel mantén tu oído abierto para escuchar y tu espíritu para creer; por el oído escucha la palabra del ángel, en el corazón recibe al Verbo del Altísimo y en tu seno concibe al Hijo de Dios. Di también tú, oh bienaventurada humilde y fiel: El Señor Dios me abrió el oído y yo no me resistí, no me volví atrás. He aquí la esclava del Señor, estoy presta a cumplir su voluntad. Es más, ayudaré con mis ruegos, si puedo: Hágase en mí según tu palabra. Este lenguaje, ofrecer de este modo la propia devoción, ciertamente equivale a abrir el corazón al Señor y también a abrir la boca y atraer el Espíritu”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 3 “No obstante lo que puedan propalar los infieles, que la Virgen conciba y dé a luz para nosotros a su Hijo, porque nosotros tenemos por signo bueno tanto a la Madre como al Hijo. Indudablemente para nosotros todo en la Madre es milagroso, por ser únicamente ella, Madre y Virgen. Para nosotros todo en el Hijo es milagroso, al ser únicamente él Dios y hombre, y esto de modo incomprensible. La Madre Virgen que concibe y da a luz es señal para nosotros, porque el hombre que ella concibe y da a luz es Dios; el Hijo, haciendo obras divinas y soportando las debilidades humanas, es señal para nosotros, porque conduce hasta Dios al hombre por cuya causa es concebido, nace y también padece”. Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 4 “Abraza, pues, feliz anciano, a la Sabiduría de Dios, y tus sentidos de nuevo se calentarán y recobrarán vida. Aprieta contra tu pecho a la Misericordia de Dios y tu ancianidad transcurrirá en una abundancia de misericordia. Entre mis pechos, dice, morará. Aun cuando yo lo devuelva a su Madre permanecerá conmigo; y cuando esté entre los pechos de su Madre, no obstante morará entre mis pechos y los embriagará de la abundancia de su misericordia, si bien no tanto como a los de su Madre. Porque así como ella es singularmente Madre de la excelsa misericordia, así también posee de modo excelente unos pechos colmados de misericordia. Te felicito y te doy el parabién, oh llena de gracia, por haber engendrado a la misericordia que he recibido, por haber preparado el cirio que he tenido en mis manos. Tú proporcionaste la cera a la luz que he recibido -tu, Virgen, un cirio virgen, a la luz virgen- cuando, permaneciendo Madre incorrupta, revestiste con tu carne incorrupta al Verbo incorruptibl e”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3 “La Escritura Sagrada, al referir los misterios de nuestra redención, de tal manera narra aquellos realizados históricamente en 317
provecho nuestro, que nos hace ver con claridad los deberes que ellos nos imponen. Al recordarnos en el presente día la purificación de María Santísima nos invita manifiestamente a nuestra propia purificación. Porque, ¿a quién no moverá la autoridad de un ejemplo tan estupendo, cuando veis que la más santa entre las santas, que no tenía nada que purificar, sin embargo no rehusó cumplir el mandamiento de la purificación legal? ¡Madre inmaculada, Madre sin mancha! ¿Acaso no eres consciente de tu pureza, quiero decir, que ni en el concebir, ni en el dar a luz sufrió detrimento tu integridad, antes quedó consagrada? ¿A qué, pues, te pones en el trance de confundirte con una mujer cualquiera, al acudir como ella en busca de los remedios previstos para la purificación? Es conveniente que nosotros cumplamos toda justicia responde-, con objeto de que, habiendo sido yo elegida Madre de la justicia eterna, sea también espejo y modelo de toda justicia. Conozco la soberbia de los hijos de Eva, más prontos a excusar los delitos cometidos que a purificarlos; estimo necesario hacer frente a estos vicios de origen antiguo con ejemplos patentes de la generación nueva. La madre de la trasgresión pecó y se disculpó descaradamente; la Madre de la Redención no ha de cometer pecado y satisfará humildemente, a fin de que los hijos de los hombres que heredaron de la primera madre la propensión al pecado, tengan ejemplos de humildad que aprender de la segunda”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 1 “…Pero inmensamente más clemente y tierno se mostr ó [el Señor] en purificar a aquella a quien pregonan bienaventurada las hijas de Sión, como está escrito: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Este hacer sombra el poder divino significa la verdadera purificación de María, no esta que por misteriosa dispensación celebramos en el presente día tan sólo en figura. Esa fue a todas luces entera y realmente la santificación de la Madre y del Hijo, conforme a la predicción del ángel: Por eso el santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Para concebir a Dios, la naturaleza mortal debería ser purificada antes, no después de haberlo concebido. Siendo la suma santificación el concebir al Santo de los santos, se comprende, ninguna criatura pudo haber más santa que aquella que fue elevada a la maternidad de la misma Santidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18] , 3 “La fiesta presente de la purificación de la purísima y la más pobre Virgen María nos movió a tratar de nuestra propia purificación, tengamos presente que en esto consistirá de manera indubitable la purificación: en desterrar de nosotros todo cuanto es superfluo, de modo que no sólo en la perfección de la castidad, sino también en la simplicidad de la pobreza, imitemos de alguna manera a la Madre pobre de Cristo pobre, a quien sea el poderío y la dominación ahora y por todos los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 6 “… de la cual quiso nacer la salvación para todos ”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 1 “Ella también ansía formar a su Unigénito en todos sus hijos adoptivos. Si bien éstos fueron engendrados por la palabra de la verdad, no obstante, [Nuestra Señora] los da cada día a luz por el deseo y la solicitud de su piedad”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 3 “Acuda [el fiel] al temp lo con Simeón y reciba en sus brazos al Niño que ofrece María, su Madre; quiero decir, abrace con afecto al Verbo de Dios que ofrece la Madre Iglesia … Y no sólo la Madre Iglesia a quien escuchas, sino mucho más la Madre gracia te ofrecerá al Niño en la 318
oración para que lo abraces … El mismo a quien la Iglesia ofrece a nuestros oídos a través de la predicación, la gracia iluminante lo introduce en nuestros corazones, tanto más presente y más suave cuanto que propone la verdad desnuda, a las inteligencias puras. Porque la verdad –que es Cristo-, revestida de la carne de María, ataviada del ropaje de elocuencia de la Iglesia, el Espíritu Santo la presenta escueta para ser aceptada por la infusión de la gracia”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 2 4. “Ved, hermanos, la hermosísima conformidad entre el Hijo y la Madre. Fue escrito en la Ley de Moisés: Maldito todo el que pende del madero. No evitó el Hijo la maldición de la Cruz, no evitó la Madre la maldición de la esterilidad. En efecto, Él nos redimió por la Cruz de la maldición de la Ley, haciéndose maldito por nosotros; y Ella, porque eligió, también, la esterilidad virginal, mereció la fecundidad y engendró al Hijo de Dios. … Ved, por lo mismo, cuán convenientemente es llamada “oveja” por lo cual nació Aquel cordero celestial que quita los pecados del mundo” . 5. Así, pues, dice el Evangelista: Entrando el ángel, le dijo: Dios te salve, llena de Gracia, el Señor está contigo. ¿A dónde llegó hasta Ella? Sin duda, adonde Ella misma se había separado de las vanidades del mundo; de los cuidados del mundo había pasado a su aposento privado y, cerrada su puerta, oraba en secreto a su Padre. Sacaba para sí aguas, con gozo, de las fuentes de la salvación, esto es, de las Sagradas Escrituras, en donde había leído sobre el parto de la Virgen y la llegada del Salvador. 6. Ciertamente es verdadera aquella castidad de la mente que tuvo en plenitud la Bienaventurada María. Y así, escuchad qué humilde fue en todas estas gracias espirituales que las tenía por sobre todos los demás hombres. Dijo María al Ángel: He aquí la esclava del Señor. Escuchad, aún, al evangelista: Levantándose, dice, María, con presteza, fue hacia la montaña, a la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Añadamos todavía esto: Subió José hacia Belén, con María, su esposa, que estaba encinta. Considerad en todo esto la admirable humildad. La llena de Dios, mayor en el mundo, más excelsa en el cielo, la más fecunda en el Paraíso, el decoro de las vírgenes, la gloria de las mujeres, la alabanza de los hombres, la alegría de los ángeles: Aquélla a quien el Hijo de Dios se eligió como Madre, se llama “esclava”; la que saludó el ángel, con gran obediencia se somete al carpintero. Ella, Reina de los Cielos, Señora de los Ángeles, que llevaba a Dios en su seno, saludó humildemente a su pariente porque era de edad avanzada. Justísimamente, por tanto, se ha dicho de María: ¡Qué hermosa eres, ¡qué bella, qué castísima en tus delicias!”. S. Elredo de Rieval, STemp Ann I [8] 4.5.6 “1. …Aun diré más: la misma Virgen María, cuya gloriosa Asunción hoy celebramos sin duda fue dichosa porque concibió al Hijo de Dios en su cuerpo; pero fue tanto más dichosa porque lo había recibido en el corazón. Me engaño si el mismo Señor no dice esto. Ayer se leyó cómo una mujer dijo al Señor: Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron. Y el Señor respondió: Bienaventurados más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. 2. Por consiguiente, hermanos, preparemos la casa espiritual para que venga a nosotros Nuestro Señor. Lo digo sin rodeos: si la Virgen María no hubiera preparado en sí este castillo no habría entrado el Señor Jesús en su seno ni en su corazón. …cavemos en nuestro corazón en donde haya tierra vil. Saquemos la tierra que está adentro y arrojémosla afuera. Así, efectivamente, se hace la zanja. 319
La tierra que debemos sacar y arrojar afuera es nuestra terrena fragilidad. Que ésta no permanezca oculta en lo interior sino que esté siempre presente ante nuestros ojos para que exista la zanja en nuestro corazón, es decir la tierra profunda de la humildad. ¡Oh, qué perfectamente había hecho para sí esta zanja la bienaventurada María! De hecho, consideró más su propia fragilidad que toda su dignidad y santidad. Sabía en efecto, que lo que tenía de frágil procedía de sí misma; aquello por lo que era santa, por lo que era Madre de Dios, Señora de los Ángeles y Templo del Espíritu Santo, no era sino por gracia de Dios. Por lo mismo, cuanto era por sí lo confesaba humildemente diciendo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y, de nuevo, afirmaba: Miró la humildad de su esclava. 3. Ella es, efectivamente, la Virgen santa e intacta cuya virginidad, como firmísimo muro nunca pudo ser penetrado por ningún semejante, ni por ningún medio, es decir, por las tentaciones del diablo. Era virgen antes del parto, virgen en el parto, virgen después del parto. Pero si ya habéis imitado a María y tenéis esta zanja de la humildad y el muro de la castidad, es necesario, ahora, que edifiquéis la torre de la caridad. 4. ¿Quién puede explicar cuán perfectamente tenía esta torre la dulcísima María? Si Pedro amó a su Señor ¡cuánto la feliz María amó al Señor e Hijo suyo! …Este es el castillo en el que entró Jesús. Entró con la puerta cerrada y salió con la puerta cerrada, como profetizó el santo Ezequiel: Me sacó, dice, a la puerta que miraba al Oriente y estaba cerrada. La puerta oriental es la Santísima Virgen María pues la puerta que suele estar hacia el Oriente recibe, primera, la claridad del sol, Así, la beatísima María, que siempre miraba hacia el Oriente, es decir, hacia la claridad de Dios, recibió la primera, en sí el rayo, aún más, toda la plenitud de aquella claridad del verdadero Sol, es decir, al Hijo de Dios, del cual dice Zacarías el profeta: Nos visitó el sol que nace de lo alto”. S. Elredo de Rieval, STemp Asspt I [17], 1.2.3.4 “2. Hasta este día, hermanos, María conoció a su dulcísimo Hijo según la carne porque, aun después que su queridísimo Hijo y Señor subió al cielo, Ella tenía todo su deseo y su amor allí donde Él estaba. Sin embargo, mientras Ella permanecía en esta carne corruptible, no podía apartarse de su memoria las cosas que había visto en Él según la carne, pues siempre vendrían a su mente sus hechos, sus palabras y, sobre todo, aquella imagen de su Rostro que se le había grabado en el corazón. Hoy ha salido de este mundo y ha subido a los cielos en donde comienza a contemplar la claridad y la divinidad del Padre. Y se ha colmado su gozo y su deseo de tal manera que, con razón, podría decir: Encontré al amado de mi alma. Lo encontró y no lo deja. …Hoy encontró al que ama su alma lo encontró según el espíritu, lo ama según el espíritu, lo tiene según el espíritu y por lo mismo, nunca jamás lo dejará. Hoy lo encontró porque hoy se ha retirado la sombra de la muerte y ha nacido en Ella la Luz de la Luz. Por la noche lo buscó pero no lo encontraba. Por eso dice: En mi lecho busqué por las noches al que ama mi alma, lo busqué y no lo encontré. 3. Primeramente lo buscaba y lo deseaba antes de la venida del Señor. Buscaba para que viniera a la tierra, como había prometido, para redimir al mundo y librar a Ella, con todos los demás, de aquella miserable cautividad. Lo buscó, no en las plazas o en las ferias, sino en su lecho, en el tálamo secreto de su corazón. 9. Levantemos hermanos nuestros corazones hasta ésta Nuestra Señora, nuestra abogada. Consideremos cuánta esperanza podemos tener en Ella 320
pues, tanto como Ella es la más excelente de todas las criaturas, así es más benigna y misericordiosa. Oremos a Ella con confianza; a Ella que nos puede socorrer por su excelencia y lo quiere por su misericordia Seguramente Ella intercederá ante su Hijo por nosotros de tal forma que, así como se dignó nacer de Ella por nosotros, por Ella se digne, también, compadecerse de nosotros Quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los si glos. Amén”. S. Elredo de Rieval, STemp Asspt II [18], 2.3.9 “1. No basta, sin embargo, ofrecer solamente nuestras súplicas. Busquemos el auxilio de Aquélla cuyos ruegos de ninguna manera puede desdeñar el Señor. 2. Acudamos, por tanto, a su Esposa, acudamos a su Madre, acudamos a su mejor Esclava; que todo esto es la Bienaventurada Virgen María. … Si, por gracia de Dios, hemos hecho algo bueno, al ser presentado por Ella ante su Hijo, no podrá desdeñarlo. Sin duda ninguna, impetrará el perdón del mal que hayamos obrado. Esto es necesario para nosotros: que así nos presentemos ante Ella a fin de que pueda recibir nuestra causa. … Le debemos honor, nosotros le debemos servicio, nosotros le debemos amor, nosotros le debemos alabanza. Le debemos honor, por ser la Madre de nuestro Señor. Quien, en efecto, no honra a la Madre, sin duda deshonra al Hijo. Dice la Escritura: Honra a tu padre y a tu madre. ¿Qué diremos pues hermanos? ¿No es Ella nuestra Madre? Sí, hermanos, Ella es nuestra verdadera Madre, porque de Ella nacimos, por Ella nos nutrimos, por Ella crecemos. De Ella nacimos no para el mundo sino para Dios; por Ella nos alimentamos no con la leche de su carne, sino con aquélla de que habla el Apóstol: Les dio leche como bebida, no como alimento; por Ella crecemos no en el cuerpo, sino en la virtud del alma. Estuvimos todos, como creéis y sabéis, en la muerte, en la vejez, en las tinieblas, en la miseria. En la muerte, porque habíamos perdido al Señor; en la vejez, porque estábamos en la corrupción; en las tinieblas porque habíamos perdido la luz de la sabiduría, y así habíamos perecido del todo. Pero, por Santa María, mucho mejor que por Eva, hemos nacido, ya que Cristo ha nacido de Ella. En lugar de la vejez, recuperamos la juventud, en lugar de la corrupción, la incorrupción; en vez de las tinieblas, la Luz. Ella es nuestra Madre, de nuestra vida, de nuestra incorrupción, Madre de nuestra Luz. Dice el Apóstol refiriéndose a nuestro Señor. El cual fue constituido por Dios para nosotros como sabiduría, justicia, santificación y redención. Ella es, por consiguiente, la Madre de Cristo, la Madre de nuestra Sabiduría, la Madre de nuestra Justicia, la Madre de nuestra Santificación, la Madre de nuestra Redención, y por lo mismo es, para nosotros, más Madre que la madre de nuestra carne. Por lo tanto, por Ella es mejor nuestro nacimiento pues de ella misma procede nuestro nacimiento y nuestra santidad, nuestra sabiduría, nuestra santificación, nuestra redención. Celebremos, pues, con alegría su Natividad de la que nos viene a nosotros un tan feliz nacimiento” . S. Elredo de Rieval, STemp Nat BVM II [20], 1.2 “2. Hermanos, fuerte es aquella alma que abandona el mundo, que pisotea los deseos de la carne, que desprecias la gloria del mundo. ¿Quién la encontrará? Ni Moisés, ni Josué, ni David, ni el mismo Salomón, sino Aquél que dice: Si quieres ser perfecto, ve y vende todas las cosas 321
que tienes, dalo a los pobres, y ven y sígueme. Él encontró tal alma y, así fuerte, porque Él mismo, el primero, le enseñó esta fortaleza. Esta fortaleza resplandecías de modo especial en la beatísima Madre de Dios, María, que, sin ejemplo de otro, despreció los halagos del mundo, desechó la bajeza de la carne y, lo que ninguna otra hizo antes que Ella, eligió el pudor y la pureza. El mismo encontró esta mujer fuerte, a la que dispuso como Madre para Sí antes de la constitución del mundo. 6. De la gracia que se le confió, y de la que en nada se ensoberbeció, es testigo aquella respuesta humilde que dio al ángel: He aquí la esclava del Señor. Que en nada se prefirió a los demás, lo demuestra aquella humilde visita en la que, llevando en su seno a Dios, fue a servir mostrándose como esclava. Con cuánta reverencia guardó los bienes de su Esposo lo muestra el evangélico texto que dice: María conservaba todas estas palabras en su corazón para meditarlas. Cuán fielmente hablaba no callando, lo muestra en el delicado himno que dice: Engrandece mi alma al Señor”. S. Elredo de Rieval, STemp 25, De la Bienaventurada María, 2.6 “14-16. …de Santa María, que no conoció varón, que mantuvo inmaculado su lecho, que vivió en el mundo permaneciendo virgen, de cuerpo y alma ¿Quién podrá comprender dignamente, cómo se alegrarán y regocijarán los justos en la presencia del Señor? 21. No causará la menor admiración si la Madre Santa de Dios, que desde la cuna permaneció con él [el Señor] en sus tentaciones, fuera elevada al cielo aún en el cuerpo y exaltada sobre los coros de los ángeles. 27-30. ¿Quién se atreverá a sondear el peso eterno de gloria de Santa María, llegada a este mundo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, y de la cual nació la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo? Si dijo el Señor: El que me sirve sígame, que donde yo estoy, allí estará el que me sirve, ¿dónde creéis debe estar su Madre que tan cuidadosa y fielmente le sirvió? Si le siguió a él y le siguió hasta la muerte, no tiene nada de extraño que ahora siga al Cordero delante de todos a donde quiera que vaya. Acerquémonos, por tanto, llenos de confianza al trono de su gracia, a fin de obtener misericordia y hallar gracia en el auxilio oportuno (87). Imposible que su Hijo le niegue nada. Si alguno padece tentación, que le pida ayuda y le será dada, pues a todos la presta rápidamente. Es también madre de misericordia, por eso siempre está dispuesta a atender de buena gana las súplicas y prestarles la ayuda deseada. Si alguno, una vez calmadas las tentaciones, desea agua para regar la tierra norteña y árida de su corazón, o las tierras altas irregables (88), pídalo con fe a Santa María, sin dudar lo más mínimo, y le dará en abundancia del rocío del cielo y de la fertilidad de la tierra (89), y su alma será cual jardín bien regado (90) incrustará sus raíces en la tierra y dará fruto arriba”. S. Elredo de Rieval, SIned XXIV, Asspt “Nuestro Salomón tiene su trono en el que se sienta a la derecha del Padre donde reina por los siglos. Tiene también su trono en los santos ángeles, por medio de los cuales rige y gobierna todas las cosas con justicia. También hizo para sí un trono en el cuerpo y alma de la Santísima Virgen en el cual administra y distribuye los tesoros de su amor y misericordia. El primer trono es de gracia, el segundo de justicia, el tercero de gloria. (8) Acerquémonos llenos de confianza al trono de su gracia, es decir, al regazo de la gloriosa Virgen … Acerquémonos, repito, a este trono, a s u 322
dulcísima Madre en la cual se dieron cita la misericordia y la verdad. (11) Si toda alma santa es trono de Dios ¿cuánto más santa será aquella en la cual habitó la plenitud de la divinidad? (12) Tú, oh dulcísima, trono excelso de marfil, que posees al Todo, que rodeas al Todo, al sublime, has hallado en él la plenitud de la gracia, la anchura de la caridad, la perfección de toda virtud. Ojalá participáramos todos de su plenitud, (23) para ser partícipes de aquella gracia y bendición de las cuales habló el ángel: Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres (24), a fin de ser también nosotros constituidos trono de Salomón y de marfil. ¡Oh hermanos! esta Santísima Virgen no sólo nos fue dada para auxiliarnos, sino propuesta como modelo, porque era necesario, carísimos, que nuestro Salomón construyera también en nosotros su trono, sino tan grande como aquél, más pequeño. (21)”. S. Elredo de Rieval, SIned XX, Sobre la Santísima Virgen María “… Según esto, si la mujer se halló tan débil en el mismo paraíso, en este valle de miseria, ¿quién hallará una mujer fuerte? Hoy sin embargo, Dios Padre encontró una a quien santificaría; Dios Hijo halló una a la cual adornaría con sus gracias; el ángel encontró una a quien saludaría con estas palabras: y habiendo entrado el ángel adonde ella estaba le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo (27). Aquí tenemos la mujer fuerte en la cual vemos gravedad en lugar de curiosidad, humildad en vez de vanidad, virginidad en lugar de sensualidad. (28)”. S. Elredo de Rieval, SIned X, Anunciación la Santísima Virgen María “Dios te salve, dulce Señor a, Dios te salve, llena de gracia, totalmente llena, de cuya plenitud todos nosotros hemos participado (8) En una palabra, habiendo pecado Adán, toda criatura, fue despojada igualmente, en cierto modo, de su dignidad, toda la posteridad de Adán se veía sentenciada al suplicio, se había dilatado la restauración de la ciudad celeste, el cielo, la tierra, el mar, los astros se hallaban como infeccionados por la servidumbre del pecado. Mas en el presente día toda criatura recobró su honor, le fue devuelta la dignidad perdida. Tal es la gracia que todo el mundo recibió hoy de la Santísima Virgen María, cuando le dijo el ángel: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo (9). Llena de gracia, cuya memoria en nadie pensaba fuera de Dios, cuya inteligencia penetraba en él, cuyo amor lo saboreaba” . S. Elredo de Rieval, SIned XI, En la Anunciación del Señor “El principal modelo para nosotros de todas las virtudes es la Santísima Virgen María, según el testimonio angélico: Dios te salve llena de gracia (32) Llena, ciertamente de cuya plenitud todos hemos participado (33) No existe humildad más verdadera, ninguna obediencia más eficiente, ninguna justicia más exacta, ninguna misericordia más copiosa, ninguna pureza más fructífera, ninguna caridad más ardiente. A todas estas virtudes en modo alguno faltó el pan, es decir, la gracia del Espíritu Santo para alimentarse, ni las ropas, es decir, las obras, y ejercicio de las mismas, para adornarse (34)”. S. Elredo de Rieval, SIned IX, En la Anunciación del Señor “En esta tierra están plantados los cistercienses, que rinden pleitesía a tan gran Dama, y se comprometen para siempre en su servicio. 323
Nuestra Orden no ha querido otra por patrona, y ha decretado que todas las Iglesia se amparen bajo su nombre ”. Helinaldo de Froidmont, In Natalis Domini I “4. Ya habéis advertido, si no me engaño, quién quiero decir que es este acueducto que, recibiendo la plenitud de la misma fuente del corazón del Padre, nos la franqueó a nosotros, si no del modo que es en sí misma, a lo menos según podíamos nosotros participar de ella. Sabéis, pues, a quién se dijo: Dios te salve, llena de gracia. Mas ¿acaso admiraremos que se pudiese encontrar de que se formase tal y tan grande acueducto, cuya cumbre, al modo de aquella escala que vio el patriarca Jacob, tocase en los cielos, más bien, sobrepasase también los cielos y pudiese llegar a aquella vivísima fuente de las aguas que están sobre los cielos. 5. Pero ¿cómo llegó este nuestro acueducto a aquella fuente tan sublime? ¿Cómo? Con la vehemencia del deseo, con el fervor de la devoción y con la pureza de la oración, según está escrito: La oración del justo penetra los cielos. A la verdad, ¿quién será justo, si no lo es María, de quien nació para nosotros el Sol de justicia? ¿Y cómo hubiera podido llegar hasta tocar aquella majestad inaccesible, sino llamando, pidiendo y buscando? Sí, halló lo que buscaba aquella a quien se dijo: Has hallado gracia a los ojos de Dios. ¿Qué? ¿Está llena de gracia y todavía halla más gracia? Digna es, por cierto, de hallar lo que busca, pues no la satisface la propia plenitud, ni está contenta aún con el bien que posee, sino que, así como está escrito: El que de mí bebe, tendrá sed todavía, pide el poder rebosar para la salvación del universo. 7. Con todo lo íntimo, pues, de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es, repito, su voluntad, pero para bien nuestro. Puesto que, mirando en todo y por todo al bien de los miserables, consuela nuestro temor, excita nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, disipa nuestra desconfianza y anima nuestra pusilanimidad. …Hijos amados, ésta es la escala de los pecadores, ésta es mi mayor confianza, ésta es toda la razón de la esperanza mía. 8. ¿Para qué deseamos nosotros, hermanos, otras cosas? Busquemos la gracia, y busquémosla por María, porque ella encuentra lo que busca y no puede verse frustrada. 9. ¿No veis cómo también de este modo nuestro acueducto sube a la fuente, ni ya con sola la oración penetra los cielos, sino igualmente con la incorrupción, la cual nos une con Dios, como dice el Sabio? Era la Virgen santa en el cuerpo y en el espíritu, y podía decir con especialidad: Nuestro trato es en el cielo. Santa era, repito, en el cuerpo y en el espíritu, para que nada dudes acerca de este acueducto. Sublime es en gran manera, pero no menos permanece enterísimo. Huerto cerrado es, fuente sellada, templo del Señor, sagrario del Espíritu Santo. En su corazón había dispuesto los grados para subir hasta el lugar santo por medio de la asidua oración y una vida santísima. 10. ¿Cómo, dice, se hará esto, porque yo no conozco varón? Verdaderamente es santa en el cuerpo y en el espíritu, teniendo no sólo la integridad de la virginidad, sino el propósito firme de conservarla incólume. 11. El meditar, pues, estos misterios lo llamé sabiduría, y juzgué por prudencia el refrescar incesantemente la memoria de la suavidad de estos dulces frutos, que produjo copiosamente la vara sacerdotal que María fue a coger en las alturas para difundirlos con la mayor abundancia en nosotros. 324
12. Contempla, pues, cómo se elevó hasta los ángeles por la plenitud de la gracia. … A ella la encontró la gracia, llena de gracia, para que fervorosa en la caridad, en la virginidad íntegra, en la humildad devota concibiese sin conocer varón y diera a luz igualmente sin dolor ni menoscabo de su virginidad. Más aún, el fruto que nació de ella se llama santo y es Hijo de Dios. … Cosa excelsa es para el ángel el ser ministro del Señor, pero otra cosa más sublime mereció María, que fue la de ser Madre del Señor. 13. En lo demás, hermanos, debemos procurar con el mayor cuidado que aquella Palabra que salió de la boca del Padre para nosotros por medio de la Virgen, no se vuelva vacía, sino que por mediación de Nuestra Señora volvamos gracia por gracia ”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 4.5.7.8.9.10.12.13 “2. Así, pues, ya no parecerá estar de más la mujer bendita entre todas las mujeres, pues se ve claramente el papel que desempeña en la obra de nuestra reconciliación, porque necesitamos un mediador cerca de este Mediador y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María. ¡Mediadora demasiado cruel fue Eva, por quien la serpiente antigua infundió en el varón mismo el pestífero veneno! ¡Pero fiel es María, que propinó el antídoto de la salud a los varones y a las mujeres! Aquélla fue instrumento de la seducción, ésta de la propiciación; aquélla sugirió la prevaricación, ésta introdujo la redención. … Ella se hizo toda para todos; a los sabios y a los ignorantes, con una copiosísima caridad, se hizo deudora. A todos abre el seno de la misericordia, para que todos reciban de su plenitud: redención el cautivo, curación el enfermo, consuelo el afligido, el pecador perdón, el justo gracia, el ángel alegría; en fin, toda la Trinidad gloria, y la misma persona del Hijo recibe de ella la sustancia de la carne humana, a fin de que no haya quien se esconda de su calor. 3. Con razón, pues, se nos representa a María vestida del sol, por cuanto penetró el abismo profundísimo de la divina sabiduría más allá de lo que se pueda creer, de suerte que, en cuanto lo permite la condición de simple criatura, sin llegar a la unión personal, parece estar sumergida totalmente en aquella inaccesible luz, en aquel fuego que purificó los labios del profeta Isaías, y en el cual se abrasan los serafines. Así que de muy diferente modo mereció María no sólo ser rozada ligeramente por el sol divino, sino más bien ser cubierta con él por todas partes, ser bañada alrededor y como encerrada en el mismo fuego. 4. Sin duda, ella es aquella mujer prometida otro tiempo por Dios para quebrantar la cabeza de la serpiente antigua con el pie de la virtud, 5. Abracemos las plantas de María, hermanos míos, y postrémonos con devotísimas súplicas a aquellos pies bienaventurados. Retengámosla y no la dejemos partir hasta que nos bendiga, porque es poderosa. Ciertamente, el vellocino colocado entre el rocío y la era, y la mujer entre el sol y la luna, nos muestran a María, colocada entre Cristo y la Iglesia. 8. ¿Qué es, pues, lo que brilla, comparable con las estrellas, en la generación de María? Sin duda el ser nacida de reyes, el ser de sangre de Abraham., el ser de la generosa descendencia de David. 11. Y después de haber nacido Jesús en la cueva de Belén, ¿acaso no leemos que vinieron los pastores y encontraron la primera de todos a María? Hallaron, dice el evangelista, a María y a José, y al infante puesto en el pesebre. También los Magos, si hacemos memoria, no, sin María su Madre encontraron al Niño, y cuando ella introdujo en el templo del Señor al Señor del templo, muchas cosas ciertamente oyó a Simeón, así relativas a Jesús como a sí misma, pero, como siempre, se mostró tarda en 325
hablar y solícita en escuchar. María conservaba todas estas palabras, ponderándolas en su corazón; y en todas estas circunstancias no profieren sus labios una sola palabra acerca del sublime misterio de la encarnación del Señor. … Últimamente leemos en los Hechos de los Apóstoles que los discípulos perseveraban unánimemente en la oración. ¿Quiénes? Hallándose presente allí María, parece obvio que debía ser nombrada la primera, puesto que era superior a todos, así por la prerrogativa de su divina maternidad como por el privilegio de su santidad. Pedro y Andrés, dice, Santiago y Juan, y los demás que se siguen. Todos los cuales perseveraban juntos en oración con las mujeres, y con María, la madre de Jesús. ¿Se portaba acaso María como la última de las mujeres, para que se la pusiese en el último lugar? … María, siendo la mayor de todos y en todo, se humilló en todo y más que todos. Con razón, pues, fue constituida la primera de todos, la que siendo en realidad la más excelsa escogía para sí el último lugar. Con razón fue hecha Señora de todos la que se portaba como sierva de todos. Os ruego, hijos amados, que imitéis esta virtud; si amáis a María, si anheláis agradarla, imitad su modestia. Nada dice tan bien al hombre, nada es tan conveniente al cristiano y nada es tan decente al monje en especial. 12. Y sin duda que bastante claramente se deja ver en la Virgen, por esta misma mansedumbre, la virtud de la humildad con la mayor brillantez. Verdaderamente, hermanas son la mansedumbre y la humildad, unidas más íntimamente en aquel Señor que decía: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Porque, así como la altivez es madre de la presunción así la verdadera mansedumbre no procede sino de la verdadera humildad. Mas ni sólo en el silencio de María se recomienda su humildad, sino que resuena todavía más elocuentemente en sus palabras. Había oído: Lo santo que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios, y no responde otra cosa, sino que es la sierva de Él. De aquí llega la visita a Isabel, y al punto se le revela a ésta por el espíritu la singular gloria de la Virgen. Finalmente, admiraba la persona de quien venía, diciendo: ¿De dónde a mí esto, que venga a mi casa la madre de mi Señor? Ensalzaba también la voz de quien la saludaba, añadiendo: Luego que sonó la voz de tu salutación en mis oídos saltó de gozo el infante en mi vientre. Y alababa la fe de quien había creído diciendo: Bienaventurada tú que has creído, porque en ti serán cumplidas las cosas que por el Señor se te han dicho. Grandes elogios, sin duda, pero también su devota humildad, no queriendo retener nada para sí, más bien lo atribuye todo a aquel Señor cuyos beneficios se alababan en ella. Tú, dice, engrandeces a la Madre del Señor, pero mi alma engrandece al Señor. Dices que a mi voz saltó de gozo el párvulo, pero mí espíritu se llenó de gozo en Dios, que es mi salud, y él mismo también, como amigo del Esposo, se llena de gozo a la voz del Esposo. Bienaventurada me llamas porque he creído, pero la causa de mi fe y de mi dicha es haberme mirado la piedad suprema, a fin de que por eso me llamen bienaventurada las naciones todas, porque se dignó Dios mirar a esta su sierva pequeña y humilde. 13. Sin embargo, ¿creéis acaso, hermanos, que Santa Isabel errase en lo que, iluminada por el Espíritu Santo, hablaba? De ningún modo. Bienaventurada ciertamente era aquella a quien miró Dios, y bienaventurada la que creyó, porque su fe fue el fruto sublime que produjo en ella la vista de Dios. Pues por un inefable artificio del Espíritu Santo, a tanta humildad se juntó tanta magnanimidad en lo íntimo del corazón virginal de María, para que se volvieran igualmente estas dos estrellas más claras por la mutua correspondencia, porque ni su profunda humildad disminuyó su magnanimidad ni su excelsa magnanimidad 326
amenguó su humildad, sino que, siendo en su estimación tan humilde, era no menos magnánima en la creencia de la promesa, de suerte que aunque no se estimaba a sí misma otra cosa que una pequeña sierva, de ningún modo dudaba que había sido escogida para este incomprensible misterio, para este comercio admirable, para este sacramento inescrutable, y creía firmemente que había de ser luego verdadera madre del que es Dios y hombre. 14. El martirio de la Virgen ciertamente está expresado así en la profecía de Simeón como en la historia de la pasión del Señor. Está puesto éste, dice Simeón al párvulo Jesús, como blanco, al que contradecirán, y a tu misma alma (decía a María) traspasará la espada. Verdaderamente, ¡oh madre bienaventurada!, traspasó tu alma la espada. Tu alma traspasó la fuerza del dolor, para que no sin razón te prediquemos más que mártir, habiendo sido en ti mayor el afecto de compasión que pudiera ser el sentido de la pasión corporal. 15. ¡oh Madre de misericordia!, postrada humildemente a tus pies, como la luna, te ruega la Iglesia con devotísimas súplicas que, pues estás constituida mediadora entre ella y el Sol de justicia, por aquel sincerísimo afecto de tu alma le alcances la gracia de que en tu luz llegue a ver la luz de ese resplandeciente Sol, que te amó verdaderamente más que a todas las demás criaturas y te adornó con las más preciosas galas de la gloria, poniendo en tu cabeza la corona de hermosura ”. S. Bernardo de Claraval, O Asspt 2.3.4.5.11-15 “Espada escogida es el amor de Cristo que se clavó y atravesó el alma de María, para que no abrigase en su pecho virginal ni una sola partícula vacía de amor. Ella amó con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y fue la llena de gracia. La atravesó aquella espada para poder llegar hasta nosotros y todos recibiéramos de su plenitud. Así pasó a ser la madre del amor, cuyo Padre es Dios amor; ella nos dio a luz y puso su tienda al sol, para que se cumpliera la Escritura que dice: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra” . S. Bernardo de Claraval, SC 29, 8 “A esta ciudad, pues, fue enviado el ángel Ga briel por Dios. ¿A quién? A una virgen desposada con un varón, cuyo nombre era José. ¿Qué virgen es ésta tan respetable que un ángel la saluda? ¿Tan humilde, que está desposada con un artesano? Hermosa es la mezcla de la virginidad y de la humildad; y no poco agrada a Dios aquella alma en quien la humildad engrandece a la virginidad y la virginidad adorna a la humildad. Mas ¿de cuánta veneración, te parece, que será digna aquella cuya humildad engrandece la fecundidad y cuyo parto consagra la virginidad? Oyes hablar de una virgen, oyes hablar de una humildad; si no puedes imitar la virginidad de la humilde, imita la humildad de la virgen. ¿Sobre quién descansará mi espíritu, dice el Señor, sino sobre el humilde y manso? Sobre el humilde, dice, no sobre el que es virgen. Con que si María no fuera humilde, no reposara sobre ella el Espíritu Santo; y, si no reposara sobre ella, no concibiera por virtud de Él. Porque, ¿cómo pudiera concebir de Él sin Él? Es claro, pues, que para que de Él hubiese de concebir., como ella dice: Miró el Señor a la humildad de su sierva mucho más que a la virginidad; y, aunque por la virginidad agradó a Dios, con todo eso, concibió por la humildad. De donde consta que la humildad fue la que hizo agradable su virginidad también ”. S. Bernardo de Claraval, Miss I, 5 “¿Acaso a tu juicio o, más bien, al juicio de la verdad, no será digna de ser ensalzada sobre todos los coros de los ángeles la que tuvo a 327
Dios por hijo suyo? ¿No es María la que confiadamente llama al Dios y Señor de los ángeles hijo suyo?, diciéndole: Hijo, ¿cómo has hecho esto con nosotros? ¿Quién de los ángeles se atrevería a esto? Es bastante para ellos y tienen por cosa grande que, siendo espíritus por su creación, han sido hechos y llamados ángeles por gracia, testificando David: El Señor es quien hace ángeles suyos a los espíritus. Pero María, reconociéndose madre de aquella Majestad a quien ellos sirven con reverencia, le llama confiadamente hijo suyo. Ni se desdeña Dios de ser llamado lo que se dignó ser; pues poco después añade el evangelista: Y estaba sujeto a ellos. ¿Quién?, ¿a quiénes? Dios a los hombres. Dios, repito, a quien están sujetos los ángeles, a quien los principados y potestades obedecen, estaba obediente a María, ni sólo a María, sino a José por María. Maravíllate de estas dos cosas, y mira cuál es de mayor admiración, si la benignísima dignación del Hijo o la excelentísima dignidad de tal Madre ”. S. Bernardo de Claraval, Miss I, 7 “Al fin del verso dice el evange lista: Y el nombre de la virgen era María. Digamos también, acerca de este nombre, que significa estrella de la mar, y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción. Se compara a María oportunísimamente a la estrella; porque, así como la estrella despide el rayo de su luz sin corrupción de sí misma, así, sin lesión suya dio a luz la Virgen a su Hijo. Ni el rayo disminuye a la estrella su claridad, ni el Hijo a la Virgen su integridad. Ella, pues, es aquella noble estrella nacida de Jacob, cuyos rayos iluminan todo el orbe cuyo esplendor brilla en las alturas y penetra los abismos; y, alumbrando también a la tierra y calentando más bien los corazones que los cuerpos, fomenta las virtudes y consume los vicios. … ¡Oh!, cualquiera que seas el que en la impetuosa corriente de este siglo te miras, mas antes fluctuar entre borrascas y tempestades, que andar por la tierra, no apartes los ojos del resplandor de esta estrella, si quieres no ser oprimido de las borrascas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te desviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la virgen era María”. María” . S. Bernardo de Claraval, Miss II, 17 “4. Dice, pues: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. No solamente el Señor Hijo es contigo, al cual distes tu carne, sino también el Señor Espíritu Santo, de quien concibes; y el Señor Padre, que engendró al que tú concibes. El Padre, repito, es contigo, que hace a su Hijo tuyo también. El Hijo es contigo, quien, para obrar en ti este admirable misterio, se reserva a sí con un modo maravilloso el arcano de la generación y a ti te guarda el sello virginal. El Espíritu Santo es contigo, pues con el Padre y con el Hijo santifica tu seno. El Señor, pues, es contigo. 328
8. De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre. El hijo de la caridad paterna será la corona de tu castidad; la sabiduría del corazón del Padre será el fruto de tu virginal seno; a Dios, en fin, darás a luz y concebirás de Dios” Dios ”. S. Bernardo de Claraval de Claraval, Miss III, 4.8 “Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que le envió. Esperamos también nosotros, Señora esta palabra de misericordia, a los cuales tiene condenados a muerte la divina sentencia, de que seremos librados por tus palabras. Ve que se pone entre tus manos el precio de nuestra salud; al punto seremos librados si consientes. Por la palabra eterna de Dios fuimos todos criados, y con todo eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para no volver a morir. Esto te suplica, ¡oh piadosa Virgen!, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abraham, esto David con todos los santos Padres tuyos, los cuales están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo postrado a tus pies Y no sin motivo, aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salud, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo vuestro linaje. Da, ¡oh Virgen!, aprisa la respuesta. ¡Ah!, Señora, responde aquella palabra que espera la tierra, que espera el infierno, que esperan también los ciudadanos del cielo. El mismo Rey y Señor de todos, cuanto deseó tu hermosura, tanto desea ahora la respuesta de tu consentimiento; en la cual sin duda se ha propuesto salvar el mundo. … Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. ¡Ay si, deteniéndote en abrirle, pasa adelante, y después vuelves con dolor a buscar al amado de tu alma! Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento ”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 8 “… ésta es la singular prerrogativa de María, que mereció tener por hijo al mismo que es Hijo de Dios Padre, la cual gloria no tendría, como es claro, si el Hijo no se hubiera encarnado”. S. Bernardo de Claraval, Ann II, 2 “Fue enviado el ángel Gabriel por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret. ¿Te admiras de que la pequeña ciudad de Nazaret sea honrada con un embajador de tan gran Rey? En esta ciudad se oculta un tesoro riquísimo, se oculta, digo, pero a los hombres, no a Dios. ¿Por ventura no es María el tesoro de Dios? En cualquier parte que ella esté está el corazón de Dios. Sus ojos están puestos en ella; en todas partes mira la humildad de su sierva”. S. sierva”. S. Bernardo de Claraval, Ann III, 7 “No temas, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios ¿Cuánta gracia? Una gracia llena, una gracia singular. ¿Singular o general? Una y otra sin duda, pues por ser gracia llena, por eso mismo es tan singular como general, pues que la misma gracia general la recibiste singularmente. Es tan singular, repito, como general, pues tú sola recibiste más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos”. S. todos”. S. Bernardo de Claraval, Ann III, 8
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“Nos precedió nuestra reina, nos precedió, y tan gloriosamente fue recibida, que confiadamente siguen a su Señora los siervecillos clamando: Atráenos en pos de ti y correremos todos al olor de tus aromas. Subió de la tierra al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de misericordia, trate los negocios de nuestra salud devota y eficazmente”. eficazmente ”. S. Bernardo de Claraval de Claraval, Asspt I, 1 “Reina de los cielos es , misericordiosa es; finalmente, Madre es del Unigénito Hijo de Dios”. S. Bernardo de Claraval, Asspt I, 2 “María es nuestra mediadora, ella es por quien recibimos, ¡oh Dios mío!, tu misericordia, por ella es por quien recibimos al Señor Jesús en nuestras casas”. S. casas”. S. Bernardo de Claraval, Asspt II, 2 “Una cosa hay en la cual ni tuvo antes par ni semejante, ni la tendrá jamás, y es el haberse juntado en ella los gozos de la maternidad con el honor de la virginidad ”. ”. S. S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 5 “Cese “Cese de ensalzar tu misericordia, ¡oh bienaventurada Virgen!, quienquiera que, habiendo invocado en sus necesidades, se acuerda de que no le has socorrido. Nosotros, siervecillos tuyos, te congratulamos a la verdad en todas las demás virtudes, pero en tu misericordia más bien nos congratulamos a nosotros mismos. Alabamos la virginidad y admiramos la humildad, pero la misericordia sabe más dulcemente a los miserables; por esto abrazamos con más amor la misericordia, nos acordamos de ella más veces y la invocamos con más frecuencia. Porque ésta es la que obtuvo la salud de todo el mundo, ésta la que logró la reparación del linaje humano. No cabe duda que anduvo solícita a favor de todo el linaje humano aquella a quien dijo el ángel: No temas, María, porque has hallado gracia, o sea, has hallado la gracia que buscabas. ¿Quién podrá investigar, pues, ¡oh Virgen bendita!, la longitud y anchura, la sublimidad y profundidad de tu misericordia? Porque su longitud alcanza hasta su última hora a los que la invocan. Su anchura llena el orbe de la tierra para que toda la tierra esté llena de su misericordia. En cuanto a su sublimidad, fue tan excelsa que alcanzó la restauración de la ciudad celestial, y su profundidad fue tan honda que obtuvo la redención para los que estaban sentados en las tinieblas y sombras de la muerte. Por ti se llenó el cielo, se evacuó el infierno, se instauraron las ruinas de la celestial Jerusalén, se dio la vida que habían perdido a los miserables que la aguardaban, de suerte que tu potentísima y piadosísima caridad está llena de afecto para compadecerse y de eficacia para socorrer a los necesitados; en ambas cosas es igualmente rica y exuberante”. S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 8 “A esta fuente abund ante corra sedienta nuestra alma; a este cúmulo de misericordia recurra con toda solicitud nuestra miseria. Mira ya con qué afectos te hemos acompañado, subiendo tú al Hijo, y te hemos seguido a lo menos de lejos, Virgen bendita. Que en adelante tu piedad tome a pecho el hacer manifiesta al mundo la misma gracia que hallaste con Dios, alcanzando con tu intercesión perdón para los pecadores, remedio para los enfermos, fortaleza para los débiles de corazón, consuelo, para los afligidos, amparo y libertad para los que peligran. Y en este día que celebramos con tanta solemnidad y alegría, a estos siervecillos tuyos que invocan con sus alabanzas tu dulcísimo nombre, ¡oh María!, reina piadosa, alcánzales los dones de la gracia de Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro, quien es sobre todas cosas Dios bendito por los siglos de los siglos. Amén”. S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 9
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“Pero sea lo que fuere aquello que dispones ofrecer, acuérdate de encomendarlo a María, para que vuelva la gracia por el mismo cauce por donde corrió, al dador de la gracia. No le faltaba a Dios, ciertamente, poder para infundirnos la gracia, sin valerse de este acueducto, si Él hubiera querido, pero quiso proveerte de ella por este conducto. Acaso tus manos están aún llenas de sangre o manchadas con dádivas sobornadoras, porque todavía no las tienes lavadas de toda mancha. Por eso aquello poco que deseas ofrecer, procura depositarlo en aquellas manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de Él repulsa. Sin duda candidísimas azucenas son, ni se quejará aquel amante, de las azucenas de no haber encontrado entre azucenas todo lo que El hallare en las manos de María. Amén”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM, 18 “Dios no quiso que tuviéramos nada sin que pasara por manos de María”. María”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 10 “Me parece que con esta expresión queda claro quién es esta vara que brota de la raíz de Jesé y quién es la flor sobre la cual reposa el Espíritu Santo. La Virgen Madre de Dios es la vara; su Hijo, la flor: Flor es el Hijo de la Virgen, flor blanca y sonrosada, elegido entre mil; flor que los ángeles desean contemplar; flor a cuyo perfume reviven los muertos; y, como él mismo testifica, es flor del campo, no de jardín. El campo florece sin intervención humana. Nadie lo siembra, nadie lo cava, nadie lo abona. De la misma manera floreció el seno de la Virgen. Las entrañas de María, sin mancha, íntegras y puras, como prados de eterno verdor, alumbraron esa flor, cuya hermosura no siente la corrupción, ni su gloria se marchita para siempre ”. S. Bernardo de Claraval, Adv II, 4 “Ya habéis caído en la cuenta, si no me equivoco, que la Virgen es el camino real que recorre el Salvador hasta nosotros. Sale de su seno, como el esposo de su alcoba. Ya conocemos el camino que, como recordáis, empezamos a buscar en el sermón anterior. Ahora tratemos, queridísimos, de seguir la misma ruta ascendente hasta llegar a aquel que por María descendió hasta nosotros. Lleguemos por la Virgen a la gracia de aquel que por la Virgen vino a nuestra miseria. Llévanos a tu Hijo, dichosa y agraciada, madre de la vida y madre de la salvación. Por ti nos acoja el que por ti se entregó a nosotros. Tu integridad excuse en tu presencia la culpa de nuestra corrupción. Y que tu humildad, tan agradable a Dios, obtenga el perdón de nuestra vanidad. Que tu incalculable caridad sepulte el número incontable de nuestros pecados y que tu fecundidad gloriosa nos otorgue la fecundidad de las buenas obras. Señora mediadora y abogada nuestra, reconcílianos con tu Hijo. Recomiéndanos y preséntanos a tu Hijo. Por la gracia que recibiste, por el privilegio que mereciste y la misericordia que alumbraste, consíguenos que aquel que por ti se dignó participar de nuestra debilidad y miseria, comparta con nosotros, por tu intercesión, su gloria y felicidad. Cristo Jesús, Señor nuestro, que es bendito sobre todas las cosas y por siempre”. S. Bernardo de Claraval, Adv II, 5 “Es a la madre de Dios, a la reina del cielo y garantía de nuestra esperanza a quien pretendemos enaltecer”. S. Bernardo de Claraval, Sent III, 111 “Los pecadores alcanzan el perdón de nuestra Señora, los justos la gracia y los ángeles la alegría”. S. Bernardo de Claraval, Sent II, 177
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“Pero dirás, la Madre de Dios debe ser muy honrada. Dices bien; pero el honor de la Reina ama el juicio. La Virgen regia no necesita de un falso honor, cargada como está, de títulos verdaderos y grandes dignidades. Honra la integridad de la carne, la santidad de la vida; admira la fecundidad en la Virgen; venera la divina prole; ensalza a la que no experimentó ni concupiscencia al concebir ni dolor al dar a luz; encomia a la reverenciada por los ángeles, a la deseada de las gentes, a la prevista por los patriarcas y los profetas, a la elegida de todos; engrandece a la inventora de la gracia a la mediadora de la salvación, a la restauradora de los siglos”. S. Bernardo de Claraval, Ep 174, 2 “Faltando el vino, la Mad re de Jesús le dijo: No tiene vino. Tuvo compasión del sonrojo que tendrían al faltarles el vino para la mesa, como misericordiosa, como benignísima. ¿Qué había de proceder de la fuente de la piedad sino piedad? ¿Qué maravilla que muestren piedad las entrañas de piedad?”. S. Bernardo de Claraval, Epi I, 2 “En ti hallan los ángeles la alegría, los justos la gracia, los pecadores el perdón para siempre. Con razón ponen en ti sus ojos todas las criaturas, porque en ti y por ti y de ti la benigna mano del Omnipotente rehizo todo lo que había creado ”. S. Bernardo de Claraval, Pent II, 4 “El cuello, que domina a los otros miembros y, transmite a las demás partes del cuerpo el influjo vital de la cabeza, expresa su elevación, por la que, presidiendo a los miembros de la Iglesia, une la cabeza al cuerpo, pues une a Cristo con la Iglesia e infunde en los otros miembros la vida que ella recibió primero ”. S. Amadeo de Lausana, Hom II “¿Seguiré recordando (personajes bíblicos)? Tú a todos sup eras; dominas no sólo sobre todos los hombres, sino también sobre las virtudes soberanas de los cielos; de ahí que hayas heredado un nombre más glorioso que el de todos ellos, pues, si uno es llamado Ángel de Dios, Profeta el otro y otro Precursor, teniendo así su nombre cada uno, conforme a su orden y dignidad, tú sola este nombre especial de Madre de Dios llevas, y, por consiguiente, madre de salvación, madre de gracia, madre de misericordia. …Te rogamos, pues, Señora, Madre dignísima de Dios, no deseches a los que temblando te suplican y te buscan con ternura, llamando a la puerta de tu amor ”. S. Amadeo de Lausana, Hom III “Llena de la ciencia del Señor, como las aguas del mar cuando se desbordan, es arrebatada fuera de sí misma y, mientras el espíritu se eleva hacia las alturas, ella permanece en la más sublime contemplación. La Virgen se asombra de ser madre, se asombra gozosa de ser la Madre de Dios. Comprende que en ella se cumplen las promesas hechas a los patriarcas, los oráculos de los profetas, los deseos de los antiguos Padres, que habían anunciado que Cristo nacería de una virgen y que con todas sus fuerzas aguardaban su nacimiento. Ella vio que era enviado el Hijo de Dios y se alegró de que se le confiara la salvación del mundo. Oyó al Señor Dios hablar de ella y decirle: He aquí que te he elegido entre toda carne y te he bendecido entre todas las mujeres. He aquí que te envío a mi Hijo, te confío a mi Unigénito. No temas amamantar al que has engendrado, educar al que has dado a luz. Reconócelo no sólo como Señor, sino también como Hijo. Es mi Hijo, es tu Hijo. Mi Hijo por la divinidad, tu Hijo por la humanidad que ha tomado. ¡Con qué afecto y con qué cuidado, con qué humildad y respeto, con qué amor y devoción respondió María es llamada! … 332
Oremos a la Madre del Amor, por las secretas alegrías y los inefables amores merecidos por inaudito privilegio; que vuelva hacia nosotros su amor maternal e interceda por nuestros pecados ante su propio Hijo”. S. Amadeo de Lausana, Hom IV “Bienaventurado el seno de María en el que tal semilla echó raíces. Bienaventurada aquella a quien se le dijo: Tu vientre es como un cúmulo de trigo, rodeado de lirios. ¿Acaso no es un cúmulo de trigo ese vientre que crece bajo la acción de ese grano y en el que nace la cosecha de los rescatados?”. S. Amadeo de Lausana, Hom VI “Elevada en medio de aclamaciones de regocijo y alabanza sobre todo cuanto bajo Dios está, se le designa en la gloria un trono preeminente sobre el de todos los habitantes del cielo. Recuperada allí la sustancia de su carne –pues no es lícito creer que experimentara su cuerpo la corrupción- contempló con los ojos del cuerpo y los del alma, con ardiente, con clarísima mirada, al Hombre-Dios en su doble naturaleza. Abajándose, después, hacia el género humano, con caridad inefable, tornando hacia él sus ojos misericordiosos, esos ojos que son la luz del cielo, elevó por todos nosotros una plegaria. Allí permanece y del cielo aparta, con su intercesión gloriosa, omnipotente, todo lo nocivo y, al tiempo otorga todo cuanto de bueno en él existe, ofreciéndose como apoyo para la vida así presente como futura a todos cuantos le ruegan de corazón. No echa en olvido, efectivamente, la razón porque fue elegida Madre del Redentor, de ahí que acoja de muy buen grado las oraciones de un pecador cualquiera y ante su Hijo implore de los pecados la remisión. Sin duda alguna, Madre tan querida obtendrá cuanto desee, Ella cuyo castísimo seno eligió, para llegarse a nosotros el Verbo, Jesucristo, Nuestro Señor, que venía a extirpar los pecados del orbe y a lavar con su propia sangre la cédula del pecado antiguo”. S. Amadeo de Lausana, Hom VII “María, cuanto más su mirada eleva contemplando el corazón del gran Rey, más hondamente, por un don de la piedad divina, sabe apiadarse de los afligidos y socorrer a los miserables. … A los que navegan por el mar del presente siglo y la invocan con confianza plena, los salva del ímpetu de las tormentas y del furor del huracán, conduciéndolos con Ella victoriosos a las playas de la patria más feliz”. S. Amadeo de Lausana, Hom VIII “1. En todos busqué reposo, y en la heredad del Señor moraré … Acerca de la solemnidad de hoy, es decir la Asunción de la bienaventurada Virgen María, es difícil encontrar algo que se pueda decir con propiedad. Porque para permanecer en los límites fijados por los Padres, que está prohibido sobrepasar, no osamos explicar otra cosa sino que un día como hoy –sea en su cuerpo, sea sin su cuerpo, no lo sé, Dios los sabe- ella fue arrebatada no por cierto tiempo, ni sólo hasta el tercer cielo –si es que hay muchos cielos- sino a la morada feliz para siempre, al supremo cielo de los cielos. 2. La Virgen fue elevada al cielo por Aquél que de ella asumió su carne en la tierra, ocupando el primer lugar después de Él. Creo que la ha destinado a los cielos y la ha colocado, o si no ha resucitado, será colocada, lo más cerca posible del alma querida de Cristo, para disponer su alma al goce de la visión; y su cuerpo junto al cuerpo de Cristo para participar igualmente de la gloria. 333
7. La cabeza y el cuerpo de Cristo son realmente un todo, un ser único. He aquí el Hijo único, en el cielo, de un Dios único; en la tierra, de una madre única; muchos hijos, y a la vez, un solo Hijo, siendo muchos hijos, así María y la Iglesia son una sola madre y a la vez dos madres. Ambas madres, ambas vírgenes, ambas han concebido sin pasión y del mismo Espíritu; ambas han dado descendencia a Dios Padre sin pecado. Aquélla, sin pecado alguno, engendró la cabeza para el cuerpo; ésta, con la remisión de todos los pecados (en el bautismo), da a luz el cuerpo para la cabeza. Ambas son madres de Cristo, pero ninguna sin la otra lo engendra entero. 8 - De aquí que cuanto en las Escrituras divinamente inspiradas se dice universalmente de la Iglesia, virgen y madre, vale singularmente de la Virgen María; y cuanto se dice de María, Virgen y Madre, de modo especial, con razón se entiende de modo genérico de la Iglesia, virgen y madre; y cuando se habla de una de las dos se entiende sin distinción en ambos sentidos. 26. Y como si hubiese buscado de entre todas las mujeres aquélla de la que había de nacer, escogió para sí a María; por lo que dice: Bendita entre las mujeres. Y así por un movimiento interior del espíritu Santo le ordenó prescindir de toda intimidad conyugal, y le conminó el amor a la virginidad, y exteriormente por el arcángel Gabriel le dijo que concibiera del Espíritu Santo a Cristo, a quien ya llevaba en su interior. Y el Verbo que la había concebido en sí mismo, como nueva creatura después, como Verbo encarnado, Cristo descansó en su seno ”. Isaac de Stella, Asspt I [51],1.2.7.26 “3. …con mucha fuerza y alegría admirable sube del desierto, no digo que rodeada o llena, sino sobreabundando y desbordando de delicias; la cual por su excesiva delicadeza no puede sostenerse a sí misma, como la reina Ester que sube de la sala común de las mujeres al palacio del rey Asuero, recostada y apoyada en su Amado. 4. …es esa Reina del mundo que hoy es arrebatada de este mundo y de este siglo malo. En un rango más alto que las esposas y las viudas, ella deja la sala común de la Iglesia de aquí abajo, en compañía de las vírgenes, lavada y adornada pero mucho más que todas ellas -porque si muchas hijas acumularon riqueza ella las sobrepujó a todas. Para interceder a favor de su pueblo, entra en la presencia del Rey, su Hijo y su esposo, cuyo rostro majestuoso ni la propia madre soportaría a no ser que el rey hubiera extendido su cetro de oro como señal de clemencia. 5. …la madre avanza hacia su Hijo, y no tanto porque ella sola lo engendró, cuanto porque de un modo singular lo amó. Apoyada, está escrito, no sobre su Hijo, sino sobre su Amado. En efecto, uno puede ser hijo o hermano o padre o esposo o quienquiera fuere, y no se amado; pero de ningún modo puede ser el Amado sin ser amado. 7. Así como en el tiempo de los frutos maduros, arrojada la corteza, abierta la cáscara, se llega finalmente a la dulzura y a la suavidad de la nuez y se recoge con beneplácito y alegría lo que durante largo tiempo se trabajó con ahínco y se esperó; así también, por cierto, después de esta vida, una vez abolidos totalmente los ejercicios que exigen las virtudes, sólo en ellas, simples y desnudas, nos deleitaremos y, ya que la bienaventurada Virgen María, durante estas vida floreció más que todos en estas virtudes (es muy justo que sea Nazaret donde haya concebido inmediatamente del Espíritu Santo), así también, en esta morada celestial, como en “la casa del pan” se ve colmada de delicias más abundantemente que todos en todo apoyada en su Amado, al cual por su fe y su dilección llevó felizmente en su corazón más que en su carne. De ahí este texto de la Escritura: Bienaventurados más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan”. Isaac de Stella, Asspt II [52], 3.4.5.7 334
“1. Tomaste mi mano derecha, y me condujiste según tu voluntad, y con gloria me acogiste. Tres cosas dice: tomaste, condujiste, acogiste. Tomó para que no cayera, condujo para que no errara, acogió para que no desfalleciera. Tomó para la estabilidad, condujo para el progreso, acogió para la perfección. 3. Que María, Virgen y Madre diga estas palabras y cante este salmo con voz alta, ella que ha sobrepujado a todas las creaturas. Que dé gracias al Hijo de su carne, al hermano de su gracia, en cuanto que es el primogénito entre muchos hermanos, al padre de su naturaleza, al señor de su vida, al redentor de su alma; en síntesis, al que mantuvo su estabilidad, al que guió su progreso, al que hoy acoge su espíritu, y, si ella resucitó en su carne, igualmente su cuerpo que diga pues: Tomaste mi mano derecha. 11. Hoy pues acoge en el cielo a esta madre que acogió a este Hijo en la tierra; y la que lo acogió en su seno, fue acogida por él en su reino ¿Y qué más? Como cada uno acoge, así también será acogido; y como rechaza, así también será rechazado. Por tanto como ésta acogió de un modo único, así también de un modo único fue acogida. Marta lo acogió en su casa, ésta, en su seno. Marta sirvió no sé qué alimento exterior; ésta, con su propia leche alimentó a su Hijo. No sé quién lo revistió con un vestido; ésta lo revistió con su carne. A María Magdalena se le perdonó mucho porque amó mucho, y ella amó mucho porque se le perdonó mucho; a ésta le fue dado inmensamente porque amó inmensamente, y amó inmensamente porque recibió inmensamente ” Isaac de Stella, Asspt III [53], 1.3.11 “4. …en el principio del primer mundo, Dios creó el cielo y la tierra, y en el principio del segundo mundo, Dios creó la tierra y el cielo, y de la tierra el cielo. María en efecto, cuya Natividad celebramos hoy es según la procedencia de su carne, terrena, sacada de la tierra, tierra ella misma, empero de ella proviene el fruto de su vientre, celestial, venido del cielo y cielo él mismo. 7. Allí en el sexto día, el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios; aquí en la sexta edad, Dios se hizo a imagen y semejanza del hombre. Allí, de la tierra todavía incorrupta y virgen, el hombre recto y él mismo virgen; aquí, de María siempre incorrupta y virgen, Dios justo, el mismo que hace vírgenes. Allí, del costado del hombre, sin mujer, fue creada la mujer; aquí del seno de una mujer, sin hombre, fue engendrado un hombre”. Isaac de Stella, Nat BVM [54], 4.7 El llanto de la Santísima Virgen
“… Ésta fue, en verdad, quien llevó dentro de sí al Rey de la Gloria. Cristo le otorgará todo lo que su alma le pida. Ella le engendró; Ella le amamantó; al octavo día lo circuncidó; y a los cuarenta lo presentó en el Templo, ofreciendo por Él en holocausto dos pichones o tortolillas. Huyendo de Herodes se lo llevó a Egipto. Ella lo alimentaba con su propia leche y se preocupaba de Él. …¡Señora del mundo, amadísima Madre del mismísimo Cristo! ¿Qué piensas tú de esto? ¿Es verdad lo que digo? ¡Anda, dímelo por favor, gloria del Paraíso y alegría del Cielo! Pluguiera a Dios que el día en que fuiste elevada al Cielo, a fin de gozar por siempre con tu querido Hijo, me hubieras mostrado con tus lágrimas cuánta amargura te costó Cristo, -tan querido para ti y tan poco amado por mí en tiempos pasados- … … Pero, puesto que tú ya fuiste glorificada por Él, y con gran gozo vives ya en el Cielo, aunque también fuiste crucificada en tu alma por los clavos y participaste así de su dulcísima muerte, te pido que me cedas a mí las lágrimas que tú vertiste en su Pasión. 335
La Madre sentía el dolor de Cristo; la Virgen, que dio a luz a Cristo, se ve traspasada de dolor. Las llagas de Cristo agonizante eran también las de María. Los dolores de Cristo fueron crueles verdugos para el alma de la Madre. ¡Oh Señora de la Gloria, oh Reina de la alegría, fuente de piedad y manantial de misericordia! ¡Oh torrente de santidad, exultante delicia, celestial resplandor, dulcedumbre del Paraíso! ¡Oh gloria de los ángeles, dicha de los santos, perla de las vírgenes! ¡Feliz y dichosa Señora mía, a ti me entrego todo entero: mi cuerpo, mi alma, toda mi vida, mi muerte y mi resurrección! Eternamente y por siempre seas bendita, con tu Hijo Jesucristo que, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén”. Beato Oglerio de Locedio, Laud :(Planctus B M Virginis) La Inmaculada Concepción
“¿Cuál es el ser humano nacido de la raíz pervertida de nuestros primeros padres, que ha podido o podrá jamás observar, no dejando lugar más que a la obra de la caridad y sin la menor trasgresión, los mandamientos inconmovibles e inmaculados de Cristo; como Él mismo, en conjunto y en detalle ha guardado los mandamientos de su Padre, Él que no cometió pecado y que jamás pudo ni quiso cometer un solo pecado? No hay entre los hijos de los hombres, grande o pequeño alguien que haya sido dotado de una santidad tal, que haya recibido un tal privilegio delante de Dios, por haber sido concebido sin pecado, sino es la Madre Inmaculada, del que no cometió pecado, pero quita el pecado del mundo”. Beato Oglerio de Locedio, Coen 13,1 Dios glorificado por María
“Verdaderamente, ¡oh María!, Estrella de la mañana, más brillante que todos los astros, más santa que todos los mortales, más gloriosa, a la mirada del Esplendor eterno, que los ángeles, por ti el Señor es glorificado, pues por ti es conocido como Dios de todos en las zonas de la ignorancia, de la ceguera, en el abismo de la confusión inveterada, en la amargura de nuestra fragilidad. Antiguamente sólo en Judea era conocido, pero, gracias a ti, su nombre ha resonado en toda la tierra. De la salida del sol hasta su ocaso, por ti es alabado, ahora, el nombre del Señor, cuando antiguamente sólo los judíos le veneraban. Al presente, el mundo entero, a una sola voz, grita: ¡Del señor es la tierra y cuanto la llena!, y, batiendo palmas, todas las criaturas aclaman: ¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Por ti, toma posesión de las naciones y de toda la tierra, todos los reyes lo adoran, y todos los pueblos, tribus y lenguas lo sirven; no porque le hayas concedido los dones por ti misma, sino que los has adquirido al nacer e ti. Pues muriendo, resucitando, subiendo al cielo, ha adquirido estos dones entre los hombres, quiero decir que el Señor Dios ha encontrado albergue en aquéllos que no creían”. Beato Oglerio de Locedio, Laud “Engrandece, dijo María, mi alma al Señor. Considera primero dónde engrandece al Señor. Ciertamente en la montaña, en la ciudad de Judá, en la casa de Zacarías. En la montaña se engrandece al Señor … Levantándose pues María del valle de la mundana vanidad, del abismo de la corrupción, sube con rapidez a la montaña. La montaña es la cumbre de la perfección; esa cumbre es la verdad de una mente esclarecida, la virginidad de una carne purísima, la virtud del Altísimo que la cubre con 336
su sombra para fecundar su vientre. Esta es la montaña a la que sube María; aquí está la ciudad de Judá, la casa de Zacarías” . Adam de Perseigne, Ep 2, 2 “El alma de María proclama la grandeza del Señor, porque también ella es engrandecida por el Señor; si antes no fuera enaltecida por el Señor, el alma de María no podría ensalzar al Señor. Enaltece a aquel por quien es enaltecida; enaltece no sólo con la alabanza de la boca, no sólo con la santidad del cuerpo, sino con la singularidad del amor ”. Adam de Perseigne, Ep 2, 4 “Pero lo engrandeces porque lo alabas; lo ensalzas porque, al ser tú, en medio de las tinieblas del mundo, más brillante que el sol, más hermosa que la luna, más fragante que la rosa y más blanca que la nieve, dilatas el esplendor del divino conocimiento. Engrandeces, por tanto, no añadiendo más grandeza a tan excelsa grandeza, sino ofreciendo a este mundo entenebrecido la luz ignorada de la verdadera Divinidad ”. Adam de Perseigne, Ep 2, 5 “¿Por qué engrandece tu alma al Señor sino porque eres tan engrandecida por él, que no sólo consigues magníficamente la plenitud de la gracia sino que además expandes la grandeza de tu gloria singular en tus gloriosas e incomparables virtudes? Digo que te expandes porque estás toda llena del rocío del Espíritu Santo, toda empapada de la unción celestial, de modo que, a manera de una piel empapada, tu alma se dilata tanto por el deseo del amor, que hasta ella llega el Verbo de Dios. Tú eres la cestita de Moisés, tú eres el vaso del Verbo, tú la bodega del mosto nuevo, donde se embriaga la sobriedad de los creyentes. Tú eres madre de Dios, el final del pecado, por la que se emerge de lo profundo de los vicios y se alcanzan los gozos de los ángeles”. Adam de Perseigne, Ep 2, 6 “¡Qué maravillosas son tus obras, Señora nuestra, pero por aquél a quien engrandece tu alma! Aquí desfallece mi pequeñez, cuando pretendo hablar de tu grandeza. Pues, mientras tú subes a la montaña de la grandeza de las virtudes, para que allí tu alma engrandezca al Señor, yo infeliz me precipito en lo profundo de la miseria y de los vicios, y mi alma miserable no guarda la medida en los deseos mundanos. Pero tú, madre de misericordia, porque soy como quien ata una piedra a la honda, como el plomo dentro de las aguas caudalosas, estoy pesado y no me puedo mover: atráeme en pos de ti, para que pueda correr al olor de tus perfumes, respirar con el ejemplo de tus virtudes, con las alas de tus oraciones, y así, por tu intercesión, primero aprenda mi alma a apartarse del mal por el temor de Dios y luego, amando y obrando la justicia contigo, engrandezca al Señor, a quien pertenece el honor, la gloria, el imperio y el poder por los siglos de los siglos. Amén”. Adam de Perseigne, Ep 2,7 “¡Oh salvación segura, oh c ompendio de la vida, oh esperanza única de perdón, oh manantial singular! Eres todo para mí, Señora. En ti tengo depositada la plenitud de todos los bienes. En ti están escondidos los tesoros inagotables de la verdad y la gracia, de la paz y de la misericordia, de la salvación y de la sabiduría, de la gloria y del honor. Eres para mí áncora en la vacilación, puerto en el naufragio, ayuda en la tribulación, consuelo en el dolor. Para los tuyos eres socorro en la opresión, auxilio en el momento oportuno, moderación en la prosperidad, alegría en la espera, descanso en el trabajo. Todo lo que puedo balbucir en alabanza tuya es 337
menos de lo que mereces, muy digna de toda alabanza. Sin embargo, siento necesidad de alabarte”. Adam de Perseigne, Ep 3, 10 14. “Por lo tanto, querido hermano, pongamos nuestra confianza en el fruto de nuestra Virgen, y yo, aunque me sienta indigno, no dejaré de insistir en su alabanza. Si tienes necesidad de misericordia, en las entrañas de la Virgen la encontrarás abundante. Si cultivas la verdad, da gracias a la Virgen, porque de la tierra de su carne virginal ha nacido la verdad a que te dedicas. Si eres partidario de la paz, da gracias a la Virgen, porque de ella ha nacido para ti la paz, que sobrepuja todo entendimiento. Si practicas la justicia, no seas ingrato con la Virgen, pues en su vientre la justicia la miró desde el cielo. Si tu fe se cuartea ante el ataque del enemigo, mira a María, y lo que en ti había de duda encontrará solidez. 15. Si te atrae la concupiscencia de la carne, mira a María y desaparecerá el peligro de la castidad. Si el orgullo agita tu mente, vuelve tu mirada a la Virgen, y el tumor del alma se deshinchará con la humildad virginal. Si ardes de ira, levanta los ojos a la Virgen, y con su serenidad te aplacará. Si tu ignorancia o error te aleja del camino de la vida, mira a María, estrella del mar, y a su luz retornarás al camino de la verdad. Si el vicio de la avaricia te lleva a la idolatría, recuerda la longanimidad de la Virgen, y con el amor de la pobreza te vendrá el deseo de la generosidad. Ante cualquier peligro te auxiliará la Virgen bondadosa que tiene poder para hacerlo. Da gracias a su Hijo, del que emana la plenitud de todos los carismas. Para nosotros parió la Virgen, su parto es nuestro, nos ha nacido un niño, un hijo nos ha sido dado”. Adam de Perseigne, Ep 3, 14-15 “Si nos parece dura la empresa del camino emprendido, acudamos al auxilio de nuestra Virgen; a quien acompañe como protectora la toda llena de misericordia, será fuerte en la tribulación y en las dificultades. Con una conciencia limpia atraigamos hacia nosotros el candor de su inocencia virginal y no nos falte con la pureza de la carne el fruto de una obra fructífera, para honrar su fecundidad virginal. Debemos estar muy atentos al parto de nuestra Virgen; y si queremos ser verdaderos novicios y renovarnos de verdad, tendamos con deseo pleno y renovado a la gracia de un nuevo parto. Si por ella podemos conseguir el don de la justificación, también por su guía podremos llegar a la gloria, concediéndonoslo, quien de ella nació, Jesucristo nuestro Señor, que con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amé n”. Adam de Perseigne, Ep 17, 35 “Si llamamos olivo a nuestra Virgen, ¿por qué no llamar aceite a su fruto? Nuestra Virgen es, en efecto, un hermoso olivo campestre, porque es la belleza singular de las Iglesias. Es en verdad hermosa y suave; de ella nace el más hermoso de los hijos de los hombres, la suavidad de la santa unción. Se pueden llamar convenientemente campo de la Iglesia de Cristo, a quienes labran el arado de la disciplina celestial, fecunda la doctrina del Evangelio y hace fértiles la práctica de la justicia. En este campo está el olivo fructuoso, la madre de misericordia, la Virgen María. De este olivo mana la enjundia del aceite: la madre de Cristo derrama la plenitud de la gracia y ofrece la unció n de la misericordia”. Adam de Perseigne, Ep 21, 5 “Es agradable y dulce unirse a ella, saludable morar con la Madre. … Como está llena de gracia y toda desbordante de delicias, no recibimos en absoluto gracia alguna que no sea fruto de su parto: con 338
toda seguridad nos puede conferir la gracia, quien, al recibir la plenitud de la gracia, no puede sufrir mengua alguna”. Adam de Perseigne, Ep 21, 6 “La Virgen es nuestra, nuestras las entrañas de la Virgen, nuestro el fruto de la Virgen, nuestro cuanto de celestial se fragua en ella. Morar con ella es seguridad, peligroso apartarse lo más mínimo de ella, porque en ella reposa la dulzura más exquisita. Las riquezas de la salvación, la sabiduría y la ciencia se guardan para nosotros en la Virgen. En el fruto de la Virgen están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, para enriquecimiento de los pobres; por la miseria de los indigentes y el gemido de los pobres, vino del corazón del Padre al corazón de la Virgen, y en el vientre de la Virgen colocó el tesoro de los pobres”. Adam de Perseigne, Ep 21, 7 “9. Toda esperanza y consuelo están en el nacido de nuestra Virgen, en la flor de fragancia singular. … ¡oh vara de la Raíz de Jesé! ¡Oh Virgen, digna de toda alabanza, quien al darnos esta flor quedando ella intacta, sacia con maravillosa dulzura el corazón de todos los ángeles y los hombres! Es para nosotros protección singular en los vaivenes del mundo, en las tormentas el mar proceloso. Ella es puerto para el náufrago, solaz para el desolado, consuelo del triste, reparación del perdido, medicina del enfermo. 10. Es la vara, que utiliza la Unción Magistral de la verdad, para corregir con la disciplina a sus seguidores, esto es, el Espíritu Santo que, asumiendo plenamente el oficio de la disciplina, la hace flexible por la misericordia y perfecta por la rectitud de la justicia. Es vara flexible, amplia, grácil, recta, tenue, fructífera, fértil, olorosa y suave; flexible por la misericordia, amplia por la excelencia, grácil por la humildad, recta por la equidad, tenue por la inmunidad del pecado, fructífera por la fecundidad, fértil por la plenitud de virtudes, olorosa por la fama y suave por el amor. Dirige a ella la mirada, abrázala, alábala y ámala, porque quien quiera tener a María por abogada, vencerá a todos los enemigos. Alaba a la Virgen con tu boca y que tu vida no la contradiga como digna de toda alabanza, no dejes nunca de alabarla porque creo que nada hay de más encomio que dedicarse a su alabanza, ya que ella es honor y gloria del Creador, alabanza y alegría de los ángeles”. Adam de Perseigne, Ep 29, 9-10 “Reverencia y ama a María; venérala y alábala; dale culto y procura agradarla con delicados obsequios; no dudes en preferirla como a la plenitud por excelencia de la dulzura y la fragancia. Acógela como a madre, entrégate como a nodriza, elígela como esposa, hazla tu amiga. Estrechándola con el don de tu caridad, y al sentir el suavísimo deleite de su amor dulcísimo, nada malo te podrá ocurrir. ¡Oh feliz violencia con que se arrebata el reino de los cielos! Porque realmente se requiere gran vigor para mantener constante el propósito de la pureza, en la carne frágil y corrompida. Sin embargo, es muy fácil para quienes son movidos por el amor de nuestra Virgen; ella ejerce en todas partes su imperio y poder; pero su compasión la hace también liberal; si la amas y le consagras tu cuerpo, tampoco te faltará mi amor, si no es así ¿cómo podría mirar a quien veo indiferente ante las delicias de tanta dulzura? ” Adam de Perseigne, Ep 31, 7 8. “… Hay que decir llanamente que no es monje, es decir uno, quien, esclavo de su vientre y seguidor de la carne, se implica en los negocios del mundo; si en nombre de monje viene de unidad, con toda falsedad usurpa tal nombre quien no es simple sino doble o múltiple. 339
9. Pero tú, hijo mío, mantén el sentido de este nombre, de lo contrario no amarás a la Virgen de las vírgenes, que como abogada especial de los monjes, acoge abajo su patrocinio a quienes en virtud del nombre de monje cultiva la unidad. Acude a ella, mírala como estrella del mar, y en medio de los peligros del mar del mundo tendrás al resplandor de su luz una navegación feliz. El esplendor de la Estrella, el Hijo nacido de la Virgen, será para ti puerto seguro; si lo amas con pureza y perseverancia, después del naufragio de la vida presente conseguirás un descanso gozoso”. Adam de Perseigne, Ep 37, 8-9 “Pero pregunto, ¿de dónde salió para sembrar? El sembrador – dicesalió, pues de donde no se alejó, y vino adonde no tuvo que llegar. Salió del seno del Padre sólo como Verbo al mundo, como sembrador en el campo, como Hijo del Hombre. Los que siembran suelen extraer la semilla del fondo de los graneros, suelen llenar cestos portátiles de donde sacan para la siembra, y así salen al campo para sembrar. Así esta Semilla, y a la vez Sembrador, saliendo del granero misterioso e impenetrable de la divinidad, donde habita la plenitud, fue introducida mediante la maternidad de la Virgen, en el cesto de la carne, donde se puso él mismo para sembrarse, siendo a la vez semilla, sembrador y cesto ”. Isaac de Stella, Sex I [18], 7 “En efecto , así como el Dios eterno, devenido Hombre nuevo, apareció Hijo del hombre, sin tener en modo alguno pecado, no de la nada, ni de otra raza, sino del viejo hombre, y sin embargo no por el hombre, sino por el Espíritu Santo y la Virgen María; así no es asombroso, o más bien es el asombro de los asombros, que el viejo hijo del viejo hombre renazca hijo de Dios para remisión de todos los pecados, ni de la nada, ni de otra raza, sino del propio hombre viejo y no por el hombre, sino por el propio Espíritu y la Iglesia, Virgen Madre, Pero este Hijo de Dios está oculto en nuestro interior como estaba oculto en él; mientras que en el exterior aparece en nosotros la imagen terrena del hombre terreno la vieja imagen del hombre viejo en la realidad de la carne de pecado, como ella apareció también en él, pero sólo en la semejanza de la carne de pecado”. Isaac de Stella, Quad I [27], 8 “…mucho antes de nacer María, el Espíritu que había de habitar en ella asumía su causa y defendía contra las blasfemias de los impíos tanto la divinidad del Hijo como la integridad de la Madre (ambas su propia obra), y en nombre de ella decía… : Yo como la vid, di un fruto de suave olor”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 2 Virgen María S. Bernardo de Claraval - Adv II, 4 - Adv II, 5 - Ann II, 2 - Ann III, 7 - Ann III, 8 - Asspt I, 1.2 - Asspt II, 2 - Asspt IV, 5 - Asspt IV, 8 - Asspt IV, 9 - Ep 174, 2 340
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Epi I, 2 Miss I, 5 Miss I, 7 Miss II, 17 Miss III, 4.8 Miss IV, 8 Nat BVM 4.5.7.8.9.10.11.12.13 Nat BVM, 18 O Asspt 2.3.4.5.8.11-15 Pent II, 4 SC 29, 8 Sent II, 177 Sent III, 11 V Nat III, 10
Beato Guerrico de Igny - Nat I [6], 1 - Nat II [7], 1 - Nat III [8], 3 - Nat III [8], 5 - Nat V [10], 2.4 - Pur I [15], 1 - Pur I [15], 3 - Pur III [17], 2 - Pur IV [18],1 - Pur IV [18] 3 - Pur IV [18], 6 - Ann I [26], 2.3.6 - Ann I [26], 4 - Ann II [27], 1 - Ann II [27], 3 - Ann II [27], 4.5 - Ann III [28], 4 - JB I [40], 2 - Asspt I [47], 2 - Asspt I [47], 1.4.6 - Asspt I [47], 5 - Asspt II [48], 5.6 - Asspt III [49], 3 - Asspt III [49], 4 - Asspt IV [50], 1 - Asspt IV [50], 2 - Asspt IV [50], 3 - Asspt IV [50], 5 - Nat BVM I [51], 1.2 - Nat BVM II [52], 3 Helinaldo de Froidmont - In Natalis Domini I S. Elredo de Rieval - SIned IX, En la Anunciación del Señor - SIned X, Anunciación la Santísima Virgen María - SIned XI, En la Anunciación del Señor - SIned XX, Sobre la Santísima Virgen María - SIned XXIV, Asspt - STemp Ann I [8], 4.5.6 - STemp Asspt I [17], 1.2.3.4 341
- STemp Asspt II [18], 2.3.9 - STemp Nat BVM II [20], 1.2 - STemp 25, De la Bienaventurada María, 2.6 S. Amadeo de Lausana - Hom II - Hom III - Hom IV - Hom VI - Hom VII - Hom VIII Isaac de Stella - Sex I [18], 7 - Quad I [27], 8 - Asspt I[51], 1.2.7.26 -.Asspt II[52], 3.4.5.7 - Asspt III [53], 1.3.11 - Nat BVM [54], 4.7 Beato Oglerio de Locedio - Laud - Laud:(Planctus BM Virginis) - Coen 13, 1 Adam - Ep - Ep - Ep - Ep - Ep - Ep - Ep
de Perseigne 2, 2.4.5.6.7 3, 10. 14-15 17, 35 21, 5.6.7 29, 9-10 31, 7 37, 8-9
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