Coron«l
CéMr Auftuto
Sttv» Otrón.
1954 fue un «Ao nefasto para G«a> La Invaatón marcanaiia ü^ vada a cabo por los EatadM UnkkM de Norteamértca. por laten la cía. frenó el desarrollo
témala.
co del pequeño pata etBtH no, ocaaloiumdo «1 rtIOfBO «na época qu« a* erayó avporada para siempre. coloao dol norta trató de tender un valo aobra al vargonzoso hecho, pero la opinión mundial
B
no se engaAÓ y lo calificó "atraco a Guatemala".
como
Sin embarco uarKo ~para loa mm (valMBalta* ntmmmmn»eos mucho o de lo acoaUoáo «n •» entonces ha pemuMcMp •» lo PO>
numbra; el porqué y tátoú y los grandes taii en Juego.
mnlmé
"La Batalla da Gualán". el libro que a más de dos décadas de diatan* de los acontecimientos escriba al Coronel de Infantería César Aufuato Silva Girón, viene a poner en claro varias de aquellas Interrogantes de inapreciable valor histórico para laa nuevas generaciones, tanto clvUea como militares. El entonces Teniente SUva Girón recibe la orden da
cía
Concluye en
la
otra aolopa.
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Universidad Francisco IVIarroquín
http://www.archive.org/details/labatalladegualOOsilvguat
LA BATALLA DE GUALAN
CESAR AUGUSTO SILVA GIRÓN CORONEL DE INFANTEJUA
LA BATALLA DE
GUALAN JUNIO DE 1954
Colección Luis Lujan Muñoz Universidad Francisco Marroquín
www.ufm.edu - Guatemala
GUATEMALA,
-» ^j.«
C. A.
1977.
•m
Todoi
los
derechos reservados.
Este libro no puede reproducirse en todo o en parte alguna, escrita o representada, sin permiso escrito del autor.
IMPRESO EN IMPRENTA EROS,
5a.
CALLE
0-38,
ZONA
1.
Dedico al
el
presente trabajo
Coronel Diplomado en Estado
Mayor
ERNESTO PAIZ NOVALES con mi admiración
y profunda simpatéa.
.
lu.v
La "Batalla de Gualán", es la historia de un combate, que hizo morder el polvo de la derrota al enemigo dentro del marco obscuro de una guerra fracasada. .
.
*\r
'aHAO
índice PÁG.
Dedicatoria
13
Prólogo
17
CAPITULO
I
La Epopeya de Octubre
21
CAPITULO Ejército
El
II
de Guatemala durante
los
Gobiernos Re25
volucionarios
CAPITULO III Acciones preliminares a
la batalla
31
CAPITULO IV No
todo era comedia: *'Surge un ralor'
39
CAPITULO V La situación en Gualán y
la
orden de defensa
53
CAPITULO VI Destitución del Jefe de Comisionados Militares
65
u
PÁ6
CAPITULO VII
Un
incidente inesperado
75
CAPITULO VIII
U
iMUna
(In.
tS
íate)
CAPITULO IX amito
(2a.
faao)
t6
CAPITULO X Otro hecho de Guerra
108
CAPITULO XI La inopeamcia del refueno
^l).^,r»v*
^^
CAPITULO XII Captura del eomando invaaor
ISl
CAPITULO XIII Incineración de cadáveres en Gualán
141
CAPITULO XIV Bl
cafo
IpUka
147
CAPITULO
XV
Relevan del cargo al Teniente Silva Girón
151
Conclusiones
157
3**'
12
,
DEDICATORIA La trascendencia
histórica que contiene la Bade Gualán, apasionante hecho de armas ocurrido en el año de 1954 en el oriente de la República de Guatemala, Villa de Gualán, hoy municipio del departamento de Zacapa, durante una época de luz en que nacía un sol evolucionarlo y la libertad en Guatemala amparada por la magnífica vivencia de la gesta revolucionaria de Octubre de 1944, era evidente y clara. Por esta razón al entregarla al estudio analítico de la historia, JURO SOLEMNEMENTE ante mi bandera azul, blanco y azul, ante la dignidad sublime de mi pueblo y la magestad suprema de mi Patria, que la presente narración es, con sus hetalla
chos y personajes, totalmente verídica. No habrá ni una sola palabra que señale en forma perversa a nadie, pero tampoco quedará al margen ni un solo hecho que deba conocer la historia.
En
año de 1954, fui nombrado por mis supeencargarme de la defensa de la población de Gualán, contra una de las columnas que preparó y envió la agresión extranjera de los EUA a Guatemala. el
riores para
13
Fui hafita aquel lugar, precioso jirón de tierra guatemalteca y allí cumplí con la orden de defensa, tal como debe hacerlo en estas cu-cunstancias y en cualquier tiempo todo miembro del Ejército. Se combatió porque así lo quiso el enemigo; él atacó iniciando las hostilidades y sobrevino una confrontación armada hermosa, digna y valiente para los defensores de la dignidad de la Patria. No estoy arrepentido de haber luchado con ferviente ardor en aquella oportunidad, porque estaba cumpliendo órdenes y el deber hidalgo de todo soldado en tiempo de guerra se reduce a eso y no estoy arrepentido además, porque estaba totalmente consciente de que al pelear defendía a mi Patria. Ahora más que nunca, después de sufrir increíbles como injustas vicisitudes por combatir,
me siento sumamente orgulloso, tanto, que si la Patria requiriera nuevamente de mis servicios en circunstancias como aquella, mil veces volvería con lealtad a pelear por mi bandera y por la libertad de mi nación. Al presentar los detalles de la Batalla de Gualán ante la crítica de la opinión pública, se hace imperativo canalizar desde sus orígenes algunas consecuencias que incidieron en la debacle nacional.
El inexplicable arrodillarse negativo de pueblo y ejército ante una agresión sin elementos tácticos, ni estratégicos ni
mucho menos
idealistas, tu-
vo que tener fundamento lógico. El silencio de las armas de la defensa y la raquítica fisonomía de todo un pueblo llegada la hora, fue efecto de la corrupción moral que se mantuvo latente dentro del desarrollo revolucionario. La Revolución nació con bellas metas, pero no
hubo Escuela Revolucionaria; 14
la
epopeya de Octu-
bre no logró depurar los procedimientos para defender sus grandiosos postulados. No hubo consolidación para imponer el concepto de aquella enorme transformación; la filosofía del magnífico logro cívico quedó durmiendo en las conciencias de los políticos y los gobernantes responsables directos de la muerte de la Democracia en Guatemala. Dada esta falsa fisonomía revolucionaria, el poderoso pueblo norteamericano levantó el látigo y castigó al infante pueblo guatemalteco, porque le afectaba, aunque fuera en mínima parte, el que esta parcela centroamericana reclamara su independencia económica, social y política a través de sus programas vanguardistas. Fue evidente el esfuerzo manifestado en las obras emprendidas; hubo orgullo de guatemaltecos, honestidad en la gallarda empresa, valentía en la búsqueda de la misión revolucionaria. Se generalizaba en el ambiente nacional un singular amor hacia lo nuestro. Se empezaba a valorizar con interés los tesoros que fulguran en las entrañas de esta ubérrima tierra de la eterna primavera. Se había enfilado por un sendero maravilloso hacia un destino nuevo y mejor: Obras y Renovación.
Al tomar
la decisión
DE GUALAN.
de narrar
que motiva
la
BATALLA
aparición de este pequeño relato histórico, lo dedico: primero a mi Patria, con fervor inmenso, porque mi Patria desla
lo que más amo en la vida. memoria de mis ilustres padres.
pués de Dios es
A A
la
mi esposa, Julia Estrada de Silva, con mucho amor. A mis hijos todos, a quienes adoro ardientemente. A los estudiantes guatemaltecos de todos los 15
porque en esas juveniles vidas descansa maravillosa esperanza de la redención de la patria, bajo el signo virtuoso de la superación. A la gloriosa centenaria Elscuela Politécnica que me dio un acerbo de conocimientos, la llave de la dignidad y el pundonor militar. Al indio guatemalteco que es estampa del dolor en todas sus trágicas expresiones; mi pensamiento est¿ puesto en él, mi fe también lo está y mis deseos son ardientes por que algún día alcance el plano evolutivo que merece, siendo libre y sobe^ rano, altivo como otrora lo fuera, viril e inteligente, digno, evolucionado y admirado por el mundo entero. Para ese indio, patria, va mi mejor saludo. niveles, la
César Augusto Silva Girón
1«
PROLOGO Han pasado
veintidós años desde que ocurriera hecho de armas que motiva el presente libro. Durante estos años he guardado vivos en mi mente todos y cada uno de los momentos más importantes y asimismo los mínimos detalles que conjugaron la batalla que aún la historia espera conocer y hela aquí, desnuda de toda clase de preel
y convencionalismos, real y patética, entregada por la única persona que puede hacerlo para la patria: SU PROPIO PROTAGONISTA. En cada segundo, en cada minuto y cada hora estuvo comprometida mi vida, estuvo enormemente comprometida la vida de los humildes pero valientes soldados que me acompañaron en aquella heroica misión. Cayeron muchos de ellos en el esfuerzo supre-
siones
mo y porque vi sus ojos campesinos sin luz en las pupilas, el pecho desangrándose por los impactos del acero de la muerte y porque también sostuve entre mis manos la cabeza de soldados moribundos que al exhalar el último suspiro pensaban todavía en la patria ultrajada. Por esta razón no he olvidado las noches sin estrellas bajo una pertinaz lluvia castigando los techados de las casas, las ace17
ras y las calles empedradas de Gualán, con silencio de agonía, estruendo de granadas, tabletear de armas automáticas y mil relámpagos nacidos del accionar infernal de los fusiles. Y todo ese apretarse de gritos convulsionados, bajo el mortal mensaje de los aviones piratas. Por esa sangre roja de invasores y defensores confundida en el gran evento de la muerte, cayendo como cascada de arreboles en el dintel soberano de la gloria. Por eso, no olvido, porque en cada esquina de Gualán hubo siempre una voluntad contraria que vigilaba mi presencia, atisbando un mínimo descuido y no olvido la Batalla de Gualán, que ahora narro, porque hubo armas de francotiradores que agotaron sus municiones y su paciencia en un vano esfuerzo por acallar mi fe patriótica, mi ardor de combatiente definido, mi lealtad inquebrantable en la defensa de la difícil plaza. Había llegado a Gualán para defender su suelo y a sus habitantes ante una agresión enemiga y específicamente eso hice y lo hice con voluntad de soldado y de patriota, con fe en el triunfo; y pensando en Guatemala, vencí. vencí y me enorgullezco de ello; vencí por-
me envió mi ejército. Vencí, porque con esa victoria, le ofrecía una flor perdurable y fragante al altar de mi patria. Muchos no reconocieron aquella gallarda victoria, muchos, casi todos; el Ejército mismo olvidó la proeza; y olvidaron, porque nadie, aparte de aquellos treinta soldados heroicos, estuvieron en aquel escenario iluminado por la aureola simbólica de los grandes hechos anónimos de guerra. Olvidaron porque no supieron de las fatigas causadas por largas noches de vigilia y cruenta que a eso
lucha.
18
Olvidaron, porque no sintieron el trepidar de rasgando sus músculos y porque no vieron caer mortalmente heridos a sus soldados. las balas
Olvidaron porque NO PELEARON. Olvidaron porque los premiaron para
eso,
para
que olvidaran. Pero yo lo recuerdo todo y lo escribo ahora sin temor alguno escudado en la trinchera del honor y la lealtad, como lo hice allá. Escribo pues, no con belleza literaria, porque no soy escritor, sino soldado. Escribo sintiendo la dramática batalla recorrer el templo de mis recuerdos, desde el fondo de mi ser, pulpito sagrado de mis caros sentimientos de guatemalteco. Recuerdo la escena toda y la reconstruyo, he^ cho por hecho, detalle por detalle, hasta formar el pentagrama de aquel acontecer con sus soles y sus lunas; con sus días nublados de veinticuatro horas en la aspillera de la lucha; días sombríos con olor a sangre y pólvora; días con grito de derrota y de victoria; días con plenitud de patria en los pechos descubiertos frente al acero invasor. La historia de Guatemala vive y se nutre de hechos como éste para perdurar y consolidarse en el concierto de las naciones y si una vida más que será la mía, aún falta por caer, bendito sea Dios
que
me
permite esta enorme satisfacción de mopor esta patria guatemalteca, patria hermosa que lo merece todo, porque aunque golpeada, es inmensamente grande, soberana e in-
rir
por
la patria,
mortal.
El Autor.
19
CAPITULO
I
LA EPOPEYA DE OCTUBRE En la paz se medita y se planifica el desarrollo integral de un país. En esas horas de serenidad los hombres se sientan a la mesa redonda del diálogo multif acético con el objeto de crear logros positivos en beneficio de la gran comunidad. Cuando esto sucede con nobleza y sinceridad, todas las filosofías coadyuvan para engrandecer a la nación, pero si dentro de esta maquinaria una sola pieza cobra desbalance, las corrientes se precipitan hacia un infortunado cúmulo de errores y sobrevienen grandes males. El
hombre entonces pierde
el norte del ideal y la reclamación colectiva entre la confusión, el dolor, la tragedia y la desesperación; es como si se estrangulara a los pueblos. Pero la evo-
se
impone
lución jamás retrocede, acaso se estacione para medir el daño y sopesar el embate, para rectificar y proseguir indefectiblemente en la búsqueda del bienestar y la estabilidad. DENTRO DEL TIEM-
PO,
A
HAY TIEMPO PARA TODO. la
Revolución Guatemalteca
de meditar, hacer
el
inventario
y
le
toca el
tumo
planificar. Está
21
detenida, pero no vencida, ya volverá su aliento de superación al derrotero inexorable, inevitable, a continuar sus pasos dentro de la cósmica espiral de la vida. Cuando todo parecia brillar con esplendor de estrellas siderales para Guatemala; cuando caía el plenilunio sobre la faz alegre de la patria y toda su soberbia vivencia se llenaba de ella, inexplicablemente se rompió el dique y se interrumpió el proceso heroico de la gesta revolucionaria. La paz fue herida en el blanco pecho de su pureza y se detuvo el vuelo magestuoso de la libertad sobre el árbol de la amargura y allí en ese ramaje de singular negrura nos encontramos todavía, sufriendo el vendaval de la dolorosa experiencia; pero se hará el día, sacudirá su melena el árbol del dolor y otra vez saltarán al viento los paj arillos que del viento son. Vendrán las nuevas generaciones a enmendar los errores de los hombres agobiados por las pasiones y tomarán el timón reencauzando la nave hacia un destino mejor, maravilloso y excelso; porque este es el único destino de la Revolución, que es el espíritu de la patria. La epopeya de Octubre de 1944, vestía sus mejores galas, demostrando al mundo sus alcances y proyecciones. La familia guatemalteca se encontraba sentada a la mesa grande de la evolución saboreando los manjares exquisitos de la libertad y la abundancia; pero este bienestar no pareció agradar a los nunca satisfechos poderosos del Norte,
preocupados por
el
despertar esplendoroso de
un pequeño pueblo que tenía el derecho de nacer como pueblo y decidieron recuperar su ancestral hegemonía casi destrozada ahora en la superabundante y ubérrima tierra del quetzal , para
—
—
22
atarla otra vez a su viejo carretón, lleno de vanidades y pasiones insanas.
Los pueblos chicos con generosas virtudes de producción en sus entrañas, son pulmones de los pueblos grandes que se ahogan bajo la carga de sus propias cadenas de ambiciones y es entonces que se transforman en pasto de la rumiante necesidad de nutrirse y alimentarse para vigorizar su predominio con respecto a otros pueblos, y GvxLtemala
no
fue, la excepción. El General Divisionario Jorge Ubico, Presidente de Guatemala, entraba a su catorceavo año de dictatorial gobierno; a esta altura, en el año de 1943, el destino de este gobernante había llegado a la curva descendente de su imperio y la capitulación de su grandeza se encontraba muy cercana. Estaba por cerrarse el largo capítulo de su historia política y no era en realidad sino la resultante lógica de mantener inalterable el imperio de la dictadura. Esa mentalidad enfermiza y ciega pasión por absorver los hilos del tinglado político lo atraparon en las redes de una clásica autodes-
trucción.
El movimiento es ley universal de la vida; éste y produce, renovando valores constantemente. Los pueblos no pueden permanecer estáticos permanentemente. El carro universal de la evolución los hala ineludiblemente. Crecen y marchan hacia el ignoto porvenir atados a la espiral de la vida en un permanente progreso y la dinámica de éste los destruye. El triunvirato que asumió el poder a la caída del general Jorge Ubico, fue efímero en esa oportunidad. Ponce Vaides, el presidente de los 100 días, por sus errores dio paso a la epopeya de Octubre y con este hecho de armas que conoce plecrea, inspira
23
ñámente el pueblo, se rompió la cadena de la esclavitud, dejando oír, diáfana y maravillosa, la oración apasionante de la LIBERTAD. El 20 de Octubre de 1944 amaneció en las calles de Guatemala multitud de cadáveres sobre una
alfombra de sangre guatemalteca iluminando como tea hermosa el destino añorado: la libertad de la patria.
Los tanques y los obuses de la artillería habían impuesto con su lenguaje de pólvora su categoría inobjetable. Los Generales claudicaron y por ese boquete de minutos, todo un pueblo agobiado por siglos trasladó su vivienda a un terreno de señorial grandeza. Esto es innegable, noble pueblo mío.
24
CAPITULO
II
EL EJERCITO DE GUATEMALA DURANTE LOS GOBIERNOS REVOLUCIONARIOS La Revolución concedió al Ejército el privilegio de enmarcarlo dentro del profesionalismo como Institución del Estado; esto por intermedio de la Escuela Politécnica, aunque para ello hubo de suprimir los ascensos a Oficiales del Ejército en los cuarteles, obligando a los ya ascendidos a efec^ tuar estudios en la Escuela Politécnica, cuyas aulas se vieron muy concurridas por estos Oficiales. Referirse al Ejército, es caer indiscutiblemente en un campo difícil, por cuanto es necesario encontrarse específicamente documentado y prepa^ rado para ello. El desarrollo de esta Institución del Estado ha sido muy compleja, aunque su misión es única y fija para justificar su vivencia dentro de la sociedad. De todos es conocido que sus lineamientos son elevados y legítimos, desde luego siendo único e indivisible, es esencialmente apolítico y no deliberante; es una Institución destinada a mantener el imperio de la Constitución,, velar por la independencia, la soberanía y el honor de la na^ ción, la integridad de su territorio y la paz de la 25
república. Su organización es jerárquica y se basa los principios de obediencia y disciplina. Estos son mandatos constitutivos, sin embargo, no hay necesidad de mucho cavilar para recordar la situación, postura y desarrollo del Ejército du-
en
rante los gobiernos de la Revolución, desde la Junta Militar, hasta Arévalo y Arbenz. Está todo
tan reciente y tan claro que ni siquiera los simples comentarios de los ciudadanos, se alejan mucho de lo sucedido en aquella época. En los famosos tiempos de Rafael Carrera, el ejército se caracterizó por su agresividad y su enorme espíritu aguerrido. Igualmente se manifestó el Ejército del General Justo Rufino Barrios, habiendo dejado para la historia gloriosos e inolvidables hechos de armas que engrandecen a la patria, sin que se recuerde que estos Ejércitos hayan recibido exageradas prestaciones o dádivas para formar un bastión de alta dignidad castrense. No sucedió lo mismo con Manuel Estrada Cabrera, cuya larga y oprobiosa dictadura desfiguró la fisonomía del Ejército para apagar su ímpetu y desarrollo natural. Lo ahogó dentro de los castillos medioevales San José y Matamoros, sumergiéndolo en un estancamiento denigrante y absurdo; lo mantuvo harapiento y con hambre, en una verdadera situación de miseria y calamidad, habiendo perdido lo más valioso y digno: LA VOLUNTAD, es decir, carente de acción y de estatura táctica
y
estratégica.
El Presidente Lázaro Chacón, acudió al Ejército, pero tampoco le dio el apoyo indispensable para su desarrollo y el oficial continuó siendo ciego, sordo y mudo; de tal suerte que era inofensivo
26
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El General Jorge Ubico, atrapó en sus hábiles redes a los incautos oficiales y a base de una rigidez disciplinaria excesiva, los utilizó como instrumento para mantenerse en el poder por varios períodos consecutivos, haciendo incluso que los soldados asistieran a las urnas electorales vestidos de paisano; sin embargo, se preocupó un poco más por mejorar la presentación del soldado. Vino la Revolución de Octubre de 1944 y se produjeron en las filas del Ejército cambios radicales que deslumhraron a sus miembros en forma tal, que el mundo de éste, era fascinante. El Ejército no logró de inmediato captar la onda de evolución en la que de pronto despertó en medio de exageradas dádivas y una modalidad sustancialmente negativa porque el demasiado recibir distorsiona la mentalidad del hombre, alejándolo de sus verdaderas metas y objetivos. Durante los gobiernos revolucionarios el ejército se encontró ocupado más que todo en sus altos salarios, vistosos uniformes, costosos vehículos, atractivos clubes y un plan de descaso y vacaciones muy mejorado; condecoraciones a granel y un abuso excesivo de becas al extranjero, que agravó la situación por el mal planificado sistema de aprovechamiento, pues más parecían paseos, que a la postre perjudicaron el espíritu real de la Institución, porque a su regreso los Oficiales se encontraban en sus cuarteles con enseñanzas disímiles,
que no lograban unificar. Se ambicionó tanto y se querían logros tan urgentes, que se incurrió en errores de cálculo. Todo proceso evolutivo siempre va por caminos de cordura y razonamiento analizado, deducciones lógicas y serenos estudios, que formen un caudal positivo sobre bases firmes; pero la revolución se
27
desbordó prematuramente en todas sus formas y manifestaciones, olvidando la planificación. Los oficiales del Ejército, por ejemplo, rompieron la barrera del tacto y abusaron de la oportunidad brillante que tuvieron ante sí; fue un instante en el que todos a la vez quisieron sacarse la lotería con becas al extranjero; salieron a tecnificarse a Escuelas Militare3 de Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos de Norteamérica, México, Argentina, Brasil. Chile, Venezuela, Colombia y también a Escuelas Militares de países centroamericanos y de Panamá. Todos salieron, o casi todos; pero al volver no se discutió aquí jamás las ventajas o desventajas de tan variadas modalidades de enseñanza. Los oficiales que iban a especializarse en caballería, por ejemplo, al volver eran destinados a Unidades
de Infantería u otra arma cualquiera;
los que iban a buscar conocimientos y adiestramiento en paracaidismo, eran destinados, al volver, a Unidades de Artillería u otros servicios alejados de su especialidad, por lo qiie al poco tiempo ya nada record daban de lo que habían aprendido en el extranjero, perdiéndose no sólo el valor intrínseco de la especialización, sino que también el valor económico que representaba al Estado la inversión y el esfuerzo. La Revolución lo dio todo y al final nada, lo cual quedó plenamente demostrado cuando al Ejército se le presentó la única gran oportunidad de robustecer su imagen ante la opinión pública propia y extranjera, presentando al invasor una verdadera fuerza de choque y un elevado nivel de conocimientos, valor moral y alto espíritu de cuerpo para brillar a lo grande ante los ojos del mundo, sin embargo, perdió la oportunidad presentando una negativa y perjudicial desorganiza-
28
ción, tibieza y confusión en su planteamiento y cayó, cayó sin pena ni gloria, arrodillado para besar las manos del agresor. El orgullo del Ejército y su vanidad recibió el merecido castigo de su equivocado desarrollo. La misión sagrada de la defensa de la Patria fue un fantasma en manos del Ejército; "La vehemencia del patriotismo, lo fue también". El vigor y la honradez fue fulminado por su inconsistencia y de ahí los penosos resultados, cuya responsabilidad fue del Ejército Nacional de aquel entonces.
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29
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CAPITULO
III
ACCIONES PRELIMINARES A LA BATALLA La Zona Nororiental del país se vio afectada por un movimiento no acostumbrado de personas en su región, que consistió en el tránsito ilegal por la frontera de Honduras, el cual se complementó con la propaganda de los EE. UU. sobre una posible invasión al territorio nacional estableciendo a Carlos Castillo Armas en Copan, República
de Honduras, con suficientes armas, hombres y aviones.
Transcurrieron algunos días empeñados en reuun número suficiente de hombres, mediante una excelente paga, con el objeto de dar una apariencia de Ejército en entrenamiento para empujar una acción de guerra contra Guatemala. El éxodo de hombres por ese sector aumentaba considerablemente por lo novedoso de la oferta económica a los mercenarios. Esto y no otra cosa fue el atractivo, de donde muchos delincuentes fugitivos de la acción de la justicia, resultaron atrapados en las redes de ese imán poderoso, encaminando sus pasos en busca de aventuras. nir
31
En Guatemala mientras tanto, no se tomaba ninguna medida de segundad; los días se sucedían con un marcado aumento de propaganda por parte de los mercenarios y una excesiva como perjudicial indiferencia a la situación dada, por parte del gobierno de Guatemala. Una emisora clandestina vociferaba noche y día ante los oídos sordos
del pueblo guatemalteco. El Ejército aseguraba que controlaría la situación y que nada grave podría suceder en Guatemala, puesto que se trataba de unos cuantos sombrenidos y delincuentes comunes. Los corazones de
guatemaltecos palpitaban ansiosamente por estrechar una colaboración al gobernante, ofreciendo su participación expontánea y decidida, para defender juntos pueblo y ejército la soberanía de la nación; sin embargo, el Ejército no consideró conveniente aceptar tal propuesta ciudadana, llegándose al extremo que ni siquiera en la Zona Militar No. 2, responsable directa del avance enemigo dentro de su área, se notara alguna preocupación ante el anuncio incansable del ataque. El Señor Presidente de la República, Coronel Jacobo Arbenz Guzmán, a última hora se le ocurrió enviar al extranjero a una comisión militar para la búsqueda y adquisición de armamento para contrarrestar la agresión. Vano intento éste, porque habiendo sido adquirido el armamento y embarcado con destino a Guatemala, fue interceptado por los Estados Unidos los
de Norteamérica, en la más descarada como abusiva actitud, por lo que este armamento jamás llegó a su destino o sea a las manos de los hombres
de
la defensa. El exceso de confianza estaba siendo desde el principio un factor por demás poderoso y conclu-
92
yente en la derrota que ya había nacido dentro de la matriz deformada de la DEFENSA. Los mercenarios fijaron la hora cero para su agresión y llegado el momento desbordaron la frontera de la hermana república hondurena, esta vez convertida en cómplice y traidora, burlando los tratados de mutuo respeto entre los países centroamericanos. La agresión pisó suelo guatemalteco por el lado de la tierra santa esquipuleña, en donde un reducido destacamento militar al mando del Capitán Carlos Maldonado, inesperadamente se hizo ojo de hormiga, desapareciendo en las profundidades de una cobarde y desleal retirada. Lo mismo estaba sucediendo en ese momento en el destacamento militar de EL FLORIDO, con el Teniente Juan Francisco Contreras, joven oficial a quien se le había dado en calidad de muerto por su inesperada ausencia o capturado por el enemigo, pero ni una ni otra cosa sucedió en realidad, porque no hubo presencia de las armas para intentar por lo menos una defensa. El Teniente Contreras había abandonado su puesto sin gloria, y únicamente con la feliz alternativa de salvar su vida. Estas dos entregas de puntos estratégicos militares y la caída del destacamento también militar, de La Unión, fueron los primeros hechos bochornosos de alta traición a la patria. Claudicar sin lucha no es precisamente un acto de heroísmo, sino, tal como lo conciben los códigos militares penales, son hechos punibles que se castigan con la muerte; sin embargo, no se recuerda que a nadie se le haya juzgado por estos hechos de traición.
33
Las armas en las manos de los militares conllevan un destino grandioso y se entregan a estas manos bajo juramentos sagrados, en los cuales queda calcada principalmente la defensa de la soberanía territorial, pero en esta oportunidad el prmcipio fue defectuoso. En la capital de Guatemala no se notaba ninguna impaciencia por apresurarse para controlar y contener o destruir el avance franco y alegre del enemigo. Hubo pues exceso de confianza, grave error táctico; hubo además manifiesta negligencia, lentitud y desorden. iPOBRE PATRIA MÍA! Despacio, pero muy despacio, se empezaron al fin los preparativos, y eso algo desdeñosamente; el Señor Presidente de la República en este momento fatal de su vida político-militar volvió a
cometer un segundo mayúsculo error, al demostrar a su pueblo poca vivacidad, energía y eficiencia en la escogencia del que llevaría su representación como Jefe de Operaciones en el área ocupada. Este hombre fue el principal motor de la derrota de principio a fin en la contienda. El nombramiento había recaído en la persona del Coronel de Artillería Víctor M. León, singular personaje sin trayectoria alguna dentro de la Institución castrense, sin convencimiento, sin consistencia militar, sin virtudes ni valores humanos y sobre todo debili-
tado por un inexplicable y culposo temor. Así había nacido a esta altura la defensa de la Patria, definitivamente frustrada, inoperante e inútil.
¿Qué llegarían a hacer entonces al frente de combate aquellos hombres oscuros que ni siquiera se acordaron de entonar el hermoso y más bello himno del mundo antes de partir a tan noble como gloriosa tarea que siempre ha significado pa34
ra cualquier nación en la faz de la tierra la defensa de su suelo? ¿Qué llegarían a hacer al frente del enemigo aquellos pseudohombres que no se acordaron de besar al glorioso pabellón nacional azul, blanco y azul,
que es
el
símbolo más sagrado de la patria,
antes de partir? ¿Qué llegarían a hacer al frente de combate aquellos hombres sin inteligencia, cuando tampoco se acordaron de intentar una expresiva arenga al personal de tropa, con el objeto de motivarlo o al menos orientarlo en aquellos instantes supremos de la nación herida por las plantas del ene-
migo? Sin embargo, llegaron exabruptamente a la contienda para enredarse en las telarañas de una infantil e incomprensible entrega de la dignidad so-
berana de la patria. Llegaron con Víctor M. León, además, un estado mayor de gelatina, incapaz de sugerir, de crear, de construir un plan táctico para oponer un frente. Un estado mayor sin cohesión entre sí, sin fervor, sin clase, sin fisonomía militar, perdido totalmente para mal de la patria, pero como así llegaron estos Coroneles cuyos nombres no omito por la justa razón de que sobre ellos descansó la
responsabilidad
misma que no
de
la
misión
se cumplió para
encomendada,
mal de
la patria.
la
¿O
pueblo mío? Escribo aquí de mi puño y para que la historia analice el espíritu de aquel acontecer, sus candidos nombres; fueron ellos: Coronel Gustavo Solares, "G-P' de Operaciones. Coronel Enrique Ruiz García, "G-2" de Operaciones. Coronel Eduardo Llerena Miuller "G-3", también de Operaciones. Coronel Juan Martínez, "G-4", de Operaciones.
no es
así
letra,
35
A
estos hombres responsables de la defensa de patria los acompañó además, una falange bien equipada, con tropas pertenecientes al batallón Guardia de Honor y la Base Militar, hoy Regimiento Mariscal 2^vala, con sus respectivos Comandantes a la cabeza, los también Coroneles Pablo Díaz y José Barzanallana. Marcharon con ellos los servicios de Sanidad Militar, Ingenieros del Ejército, Comunicaciones Militares, Finanzas del Ejército, etc., etc., más o menos ciento cincuenta oficiales del Ejército, con mil quinientos elementos de tropa. La sede que seleccionó este singular Comando para dar principio a sus operaciones, fue la cabecera departamental de Zacapa y no fue precisamente el lugar adecuado y justo para dar combate, porque las tropas que vivaquean, jamás deben comprometer la vida de los habitantes de un poblado donde se encuentran mujeres, niños y ancianos; deberán hacerlo definitivamente a campo raso, para presentar limpiamente un frente de lucha valiente, un objetivo legítimamente militar; pero allí quisieron refugiarse como buscando una defensa con la vida de los ciudadanos, ajenos éstos totalmente a la contienda que se avecinaba; allí entre las casas y las vidas civiles enarbolaron el pabellón de la cobarde entrega, hecho increíblemente sucedido por esos ingratos caprichos del destino de los pueblos. Aquí mismo y antes de apreciar la situación, ocurrió otro hecho de trascendencia negativa infinitamente lamentable, como lo fue la increíble como inexplicable deserción del Comandante de la
Zona Müitar No. 2, Coronel Bernardo Ordóñez, quien puso la pauta de pánico a sus Oficiales y personal de tropa que tendría que combatir.
la
36
No delato a nadie en este libro; ya indiqué antes que me concreto simplemente a narrar hechos que ocurrieron y nombres de personajes que contribuyeron a la caída del Ejército Nacional de Guatemala, ante la imprecisa agresión. Hablo como soldado, para la historia, y no miento porque la verdad aunque fuere negada, seguirá siendo una verdad.
EL SOLDADO SE FORMA PARA LA GUERRA Y LA GUERRA SE HIZO PARA EL SOL-
DADO. Sin embargo, el triste principio de la defensa del territorio nacional en el año de 1954, aunque hubo soldados en el frente para guerrear, no hubo guerra y aunque guerra significó la llegada de los mercenarios, no hubo soldados para guerrear.
37
CAPITULO ;,
IV
NO TODO ERA COMEDIA: ''SURGE UN VALOR"
Esa vez caía sobre los tejados de las casas una avalancha de sombras venida de los siglos, dejando allí su negrura de ébano definitivamente misteriosa. Tal vez no había amargura debajo de de aquel mensaje negro, pero había pena y desconcierto, quedando atrapadas bajo aquel alud siniestro, las conciencias aturdidas de los hombres. Asimismo en actitud incontrastable desde la epidermis de la tierra de los cactus, también se escapaban por las puertas y ventanas de la ciudad, por las esquinas de las calles desiertas del fulgor de la vida, por los campos y los bosques, una tromba de negrura y de silencios. No había encendido un solo candil en la área ocupada por las fuerzas gubernamentales. La luz del día había agonizado a las seis de la tarde, quedando en la mochila de los recuerdos, una tempestad de incertidumbre. La orden era: Luces apagadas en toda la república. La patria se arropaba febril entre los pliegues crueles de una inclemente espera. Todo era una 39
laguna de inquietudes y vaguedades, un apretarse de minutos y horas que nacían y morían sin principio ni destino. El alto mando de operaciones estuvo ahí en esa misma circunstancia de infinitos desconciertos y ahí mismo, entumecido en sus silencios, vio despuntar al nuevo día, acariciando el impresionante mundo de sus desdichas. Aturdido aquel grupo desafortunado de militares, no sabían por dónde comenzar su tarea de defensa, no la llegaron a principiar jamás, lamentablemente para la patria. Recibe el nombre de "EL TAMARINDAL" un barrio de gente humilde en la ciudad de Zacapa; allí al empezar un nuevo día dentro de la convulsión nacional, el temor y la incertidumbre, juga-
ban frente a sus
sencillas viviendas varios niños bulliciosos sucios de polvo y de sol, ajenos totalmente a los hechos de guerra que esa misma mañana darían principio en aquella área afectada por la invasión, inmediatamente después de la guerra fría que antecedió y la cual ya había perdido el país en manos del titubeante ejército nacional. Era un nuevo día que comenzaba entre inmensas dudas, esta vez la gente había preferido
de sus casas como lo hacían de costumde donde se produjo un ausentismo bastante bien marcado en el comercio; muchos almacenes no abrieron sus puertas al mercado y el ir y venir de los ciudadanos mostraba una actitud nerviosa, sumamente medrosa, sin duda alguna porque ya la gente sabía que los invasores habían traspuesto las fronteras patrias y las hostilidades se habían declarado. Esta misma gente buscaba ansiosamente una respuesta en la postura del ejército que hasta ese momento se mantenía en pasmosa indiferencia enconchado en sus cuarteles.
no
salir
bre,
40
En una
elevación rodeada de maleza y matorraque se levanta a unos 300 metros de este barrio, El Tamarindal, había tomado posesión para la defensa del área militar un puesto adelantado de ametralladoras antiaéreas COLT calibre 50 mm., el cual se encontraba a esa hora en actitud de espera, preparada para abrir el fuego contra cualquier ataque enemigo. El Comandante de este nido de ametralladoras, era el joven Teniente de Infantería César Augusto Silva Girón, quien en lo alto de la colina atisbaba el firmamento preocupado por el bullicio de niños y gente que a sus pies veía y la indiferencia que mostraban ante lo crítico de les
la situación. De repente, bajo aquel cielo despejado, de pureza inagotable y señorial azul, se des-
prendió un punto luminoso que rápidamente cobró dimensiones mayores hasta mostrar su clara silueta entre un ensordecedor roncar de motores. Era un avión pirata sin identificación alguna. Había llegado el momento deseado de actuar; para contrarrestar cualquier ataque, estaba allí precisamente, el Teniente y el ataque se presentó en esos instantes, porque el avión pirata perdió altura con velocidad vertiginosa y a escasa distancia de los techos empezó a hacer fuego sobre la indefensa ciudad.
La faja de 500 cartuchos estaba colocada en la ametralladora y los sirvientes de la pieza automática estaban listos y atentos a las instrucciones de su Comandante para entrar en acción; este mismo auscultaba con avidez los movimientos del avión, siguiéndolo a su vez con la boca de fuego de la ametralladora. Empezaba un juego de cálculo y de hábil aplicación de las técnicas; el avión sobrevolaba a baja altura exactamente sobre el centro de la población 41
e inexplicablemente no atacó el objetivo militar, sino midió y preparó su fuego, ante la estupefacción y el terror de los habitantes, sobre la ciudad. La gente buscaba apresuradamente refugio donde podía, los niños en cambio querían ver los movimientos del avión, muy lejos de la tragedia que se ensañaría sobre sus cabecitas infantiles. La descarga de plomo castigó el área por unos segundos y luego el avión repitió la maniobra, pero siempre pasando lejos de la ametralladora antiaérea, es decir, no se ponía al alcance de sus proyectiles, todo lo cual desesperaba al Teniente; sin embargo, en un momento dado el avión flanqueó el nido. Entonces vibró en el aire el tableteo del arma terrestre antiaérea, los proyectiles abandonaban la boca de fuego como una chispeante serpentina roja hacia el objetivo. La recámara de las piezas se tragaba la faja de cartuchos, pero lamentablemente el avión incursor no fue tocado y abandonando el área peligrosa cobró nuevamente altura y se alejó rumbo a su base. El corazón del Teniente Silva latía aceleradamente, viendo como entre pequeñas nubéculas desparramadas en el espacio, se alejaba definiiivamente. Se esperó una nueva incursión. Largas, tediosas horas se sucedieron en los que todos los elementos humanos que integraban el nido de ametralladoras estuvieron con la vista clavada en el firmamento, los nervios en tensión, la fe inspirada en el patriotismo y la abnegación en la sangre, pero la oportunidad de pelea se había esfumado aquel día 17 de junio de 1954. El Teniente sentía inmensos deseos de gritar ante lo alevoso y despiadado del ataque aéreo llevado a cabo momentos antes sobre la población, sin embargo se encontraba como amarrado a aquel
puesto fijo en donde nada podía hacer por los afectados y dijo para sí: "Vuelvan, vuelvan otra vez cobardes asesinos de niños y hagan frente a mis balas, entonces no tendrán tiempo de elevarse
nuevamente.
Cuando
el
sol,
inmenso disco
rojo,
empezó
a
buscar el regazo de las montañas, cuando su luz de oro se desvanecía detrás de la alta cordillera de Los Andes, para dar paso a la magnitud soberbia de las sombras donde impera siempre la platinada belleza de la luna, el Teniente Silva fue sorpresivamente relevado del puesto que cubría en aquella elevación, habiendo recibido al mismo tiempo la orden de presentarse ante el Jefe de Operaciones para recibir nuevas instrucciones. Es importante conocer, antes de proseguir esta narración, lo que aconteció en Camotán y Jocotán, departamento de Chiquimula, cuando le fue encomendada la defensa de aquel sector nororiental al Capitán de Infantería JORGE JIMÉNEZ. Este oficial se había desplazado con dos pelotones de fusileros hacia el área aludida con el objeto de contener y destruir el avance de los invasores, pero aconteció que en forma inaudita e incomprensible Jiménez no cumplió con la orden recibida y ante el asombro de sus soldados, después de haber retrocedido por varias horas entre los bosques escondiéndose y eludiendo la acción del combate, se preparó para enarbolar la bandera blanca de la claudicación sin ni siquiera haber intentado un despliegue de sus fuerzas y por lo menos haber disparado algunos proyectiles para justificar su presencia en esa región. De esta manera sonrió arrodillándose para besar las plantas del enemigo, sirviéndoles en bandeja de plata la fuerza de 60 valiosos elementos del ejército nacional, 43
como el equipo inilitar que portaba. Jiménez, cobardemente, se puso a la orden del enemigo pensando que con esto salvaría su vida y efectivamente la salvó, porque integrado, dadas sus labias y mentiras, a la falange agresora, había caminado juntamente con ellos de regreso por el camino de la traición hacia la plaza de Chiquimula, en donde por su proeza recibió el nombramiento de Instructor de los mercenarios, aunque a esta altura todavía se encontraba de alta en el Ejército Nacional. ¿Qué nombre podría dársele a este hecho injustificable? ¿Cómo, Dios mío, pudo haberse quedado sin castigo este desleal como punible hecho de armas? Sin embargo, es la historia patria quien debe condenarlo o absolverlo al conocer tal actitud del Capitán Jiménez. Precisamente cuando el Capitán Jiménez salió a cumplir con la comisión anteriormente explicada, asimismo, se le impartían al Teniente César Augusto Silva Girón, órdenes para la singular defensa de la población de Gualán, la cual es el ob-
asi
jeto esencial del presente libro.
Aquella noche en el puesto de mando del ejéren operaciones y en medio de una semi-oscuridad, apenas iluminada por la titilante luz de una vela, hablaba el Coronel DEM Jorge Hernández, dirigiéndose al Teniente en los siguientes térmi-
cito
nos:
—Teniente
Silva, este
Comando de
Operacio-
tomando en cuenta sus características de valiente militar y lealtad a la patria, ha decidido nes,
encomendarle la defensa de la valiosa e importante plaza de la Villa de Gualán, la cual se sabe será atacada por el enemigo de un momento a otro. esdijo Silva Está muy bien mi Coronel
—
44
—
—
,
toy a sus órdenes y dispuesto a recibir las instrucciones que tenga para mí este Comando. Siendo así, proceda usted a presentarse al almacén de guerra de esta Zona Militar para que le entreguen allí, el equipo siguiente: Una caja do granadas de mano, 4 tolvas para su ametralladora
—
y una subametralladora Schmeidser. Efectuado esdirige a la estación de ferrocarriles de esta ciudad, en donde lo espera un motor de línea, el cual lo conducirá hasta la población de Gualán. Una vez haya llegado a su destino, deberá proceder en forma reglamentaria, a relevar al Capitán Gilberto Aldana, quien a su vez ha recibido ya instrucciones telefónicas para que le entregue a Ud. sin mayores contratiempos el puesto de Comandante de aquel destacamento. Allí se encuentran 30 elementos de tropa, este personal a su mando ya conoce la situación imperante en Gualán, por lo que no tendrá usted ningún inconveniente en organizar, planificar y mantener una defensa ante la amenaza existente del enemigo. Tenga Ud. mucho cuidado con sus determinaciones y decisiones, porque además se sabe que allí existe un fuerte foco civil rebelde, el cual debe controlarse decididamente para sofocarlo de inmediato antes de que puedan llegar a esa población los elementos de la agresión. Procure tomar prisioneros a los líderes o cabecillas de ese movimiento interno y al lograrlo remítalos hacia este Comando, en donde se tomarán las medidas procedentes. Para información de Ud., el enemigo que está por llegar a Gualán, es muy posible que lo haga por los caminos de La Unión y El Florido. Este Comando espera que Ud. cumpla con un trabajo de defensa efectivo y que finalmente si Ud. llega a ser atacado destruya al enemigo total o
to, se
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parcialmente, pero lo importante es que Gualán, no debe caer en manos enemigas. Debe mantenemos informados de todo lo que allí suceda, con el objeto de que nosotros tengamos en este Co-
mando, una imagen clara de la situación en ese Son ahora las 21.00 horas. Si Ud. no tiene preguntas, puede marcharse con el objeto de alcanzar la Tilla de Gualán hoy mismo por la noche. Es urgente que cuanto antes controle la situación en ese lugar. —Mi Coronel —dijo el Teniente Silva—, hágame el favor de explicarme la cantidad de hombres que este Comando ha apreciado integra la columna que me atacará. También necesito saber si ya conocen la clase de armamento que traen y la moral que a esta altura tienen esas tropas. Sí, Teniente, la falange es numerosa y ha aumentado en las últimas 24 horas. La moral que trae se considera muy buena por cuanto aún no ha tenido bajas en sus filas y tampoco ha encontrado contratiempos en su avance. Las armas que traen son de tipo portátil, granadas de mano y pequeños morteros de etiqueta norteamericana. frente.
—
El Teniente interrumpió en este momento preguntando: ¿No le parece a Ud. mi coronel, que con 30 elementos de tropa que se encuentran en Gualán y se supone quedarán bajo mis órdenes, sea un número insuficiente para contener y destruir como Ud. me lo ha ordenado, una falange totalmente superior y que aumenta a cada momento su número y además de esto controlar al mismo tiempo un fuerte foco rebelde residente en Gualán, enviar prisioneros y mantener una supremacía inclaudicable en aquel lugar? Como observación me parece muy bien mi Teniente, pero no me venga ahora, dadas las apre-
—
—
46
miantes circunstancias por las que atravezamos con que tiene miedo de pelear y defender a la Patria. Esos hombres que entran no tienen ninguna moral combativa y tampoco se les conoce organización alguna, será como si Ud. tratase de controlar un tumulto. Por otro lado mi Teniente Silva, nosotros aquí tenemos mucho que atender y no podemos distraer tropas sin necesidad, pero le ofrezco que si llegara a tener que reforzar su destacamento, haremos lo posible por resolverle de inmediato ese problema que desde ahora es solamente suyo. Ud. debe retirarse cuanto antes, porque la situación apremia y las consecuencias serían desastrosas para nosotros, compréndalo así mi Teniente, si esta plaza llegara a caer en manos de los invasores. Recuerde muy bien que ante todo las circunstancias o factor SACRIFICIO forman parte de la integridad de todo oficial del Ejército Nacional. Muy bien mi Coronel Hernández, dentro de pocos instantes yo estaré en marcha hacia Gualán, tal como usted me lo ha ordenado, sin emdijo el Teniente bargo, quiero dejar bien claro si ustedes me Silva tocado en su amor propio han seleccionado para esta difícil misión, tenga la seguridad que la cumpliré, yo no le tengo miedo al enemigo si me encuentro en una trinchera de guerra para contenerlo, por el contrario he deseado vehemente esta oportunidad y si he de morir en mi intento, lo haré cumpliendo fielmente con mi deber de militar. Dicho esto por el Teniente Silva, solamente se escuchó en el dintel de la puerta el taconazo reglamentario y luego los infaltables vocablos, acos-
—
— —
tumbrados en
el Ejército,
A LA ORDEN DE
UD.
MI CORONEL. 47
£1 motor de línea se deslizaba sobre unos rie> humedecidos por la constante tenue lluvia. Sombras era todo lo que rodeaba aquel panorama de insospechados peligros. Parecía que en cada les
curva del camino surgiría una emboscada enemimotor rugía en la negrura inmensa de la noche disparando hacia adelante la luz penetrante de sus faroles que de pronto rebotaban contra la sensación de aglutinados árboles, ya en el talud del camino, o bien hería el vacío horizonte negro sobre las cansadas aguas del río Motagua. Los minutos transcurrían tensos y definitivamente monótonos en medio de un silencio impresionante suga. El
mamente hostil. De pronto, al
entrar a una recta del camino, apareció la claridad de un resplandor de luces fluorescentes elevándose sobre la espesura de la noche. Era Gualán, era la meta del principio de una gran aventura de guerra. Allí estaba efectivamente la Villa de Gualán; estaba quieta y silenciosa; sin embargo, ese era el Gualán rebelde, el Gualán conquistado por el enemigo, el Gualán de los grandes acontecimientos. Los nervios hasta ahora serenos del Teniente se crisparon de pronto, porque había un contraste insospechado relativo a la orden de luces apagadas en toda la república. La nación completa se encontraba de confín a confín, con sus luces apagadas. Esta era la orden militar en un territorio en pie de guerra y con un enemigo ya en sus propias entrañas, entonces, ¿qué era lo que sucedía esta noche en Gualán?, no cabe duda que era el primer indicio de rebeldía del cual le habían hablado en la orden de defensa al Teniente Silva Girón. El pueblo cooperaba con la agresión. Era sumamente importante comenzar con energía y
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decisión todo acto en adelante. El Teniente Silva pensó: Habrá que recuperar antes la plaza de manos del latente enemigo para así poderla defender del monstruo invasor. Motorista, ordenó el Teniente Silva, entre Ud. a la estación aunque
—
tengamos que morir allí. El motor lanzó un largo chirrido al frenar frente al viejo caserón de madera que constituía la estación. Allí se encontraban varios personajes que ya esperaban la llegada de la pequeñísima comitiva integrada por un Oficial del Ejército y un conductor de ferrocarril. Se destacaba la figura del regordete Capitán Gilberto Aldana, acompañado del Teniente Manuel Aldana; el primero. Comandante que debía entregar su puesto al Teniente Silva; el segundo, Jefe de Comisionados Militares de Gualán. Estos dos personajes eran primos hermanos y los principales gestores juntamente con otros civiles, de la rebelión
en aquella plaza. Completaban
el co-
mité de recepción, unos cuantos comisionados militares. Lugartenientes de los Aldana. Los hechos daban principio por demás en forma singular; fue verdaderamente un momento de mucha tensión nerviosa y era urgente emplear a fondo toda la serenidad e inteligencia para resolver la acción favorablemente. Antes de saludar a aquellos personajes que parecían echar lumbre por los ojos, el Teniente Silva dijo en voz alta y con mucha firmeza para ser escuchado por los allí presentes: Señor motorista, no se mueva de este lugar, pues dentro de unos momentos tendrá Ud. que volver a Zacapa llevando al Capitán Gilberto Aldana a quien vengo a relevar de su puesto por órdenes superiores.
—
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— — — aquí esta—Señores —continuó Teniente con voz firme y clara— creo que ustedes me están esperando; parece inrespondió el motorista Sí señor ré hasta nueva orden.
,
el
,
que de pues bien, aquí me tienen y me mediato debemos pasar al destacamento donde se encuentra el personal de tropa. Es urgente cumplir con las órdenes superiores. Los hombres que esperaban a Silva llevaban todos sus armas fuertemente empuñadas, pero antes de que pudieran articular palabra los aludidos, el Teniente Silva se puso a un lado del Capidijo a Caminemos compañero tán Aldana. Ud. le esperan en Zacapa, porque le necesitan para comandar un Batallón que cubrirá otro frente de guerra. Esta era una mentira, pero asimismo el ardid necesario para tranquilizar al Capitán Aldana que se notaba en esos instantes muy nervioso y esto sucede casi siempre cuando se tienen pecados tan graves escondidos. Los nervios delatan y el Capitán Aldana estaba con la TRAICIÓN, pe-
—
—
—
,
ro como aún no llegaban las huestes invasionistas a Gualán, éste se sintió sin apoyo y casi perdido el equilibrio, creyó que había sido descubierto su delito y lo rodeó inmensamente un mundo de du-
das y confusiones al escuchar que le estaban tomando en cuenta para comandar un batallón en Zacapa. Todos los planes que hasta ese momento hubiesen tenido estos hombres, se vinieron al suelo, con la incertidumbre que se le escapaba en cada actitud al languidecido Capitán Aldana.
Aquel grupo de hombres empezó a caminar cuesta arriba con dirección al enorme edificio público enclavado frente al parque central de Gualán. Todos iban prisioneros de sus propios pensa50
mientos, las cosas estaban al rojo vivo en ese momento. Era una hora decisiva y trascendental. Si Aldana se negaba a entregar su puesto en forma valiente y se definía en su postura de rebelión ante el Ejército Nacional, podía tomar prisionero al Teniente Silva, esto era sumamente fácil, dado el grado del compromiso adquirido con la invasión, pero al parecer no estaba esta gente segura de la pronta o lejana presencia en aquel suelo de los agresores y este factor fue determinante y poderoso en aquel instante supremo en que la ventaja era evidente al lado del Capitán Aldana, Silva se estaba jugando el todo por el todo, metido hasta lo profundo en aquella marejada de traición. Este pensando en esto, decididamente quitó el seguro de su arma portátil y desde ese momento se trazó
un objetivo: MORIR O VENCER. Mientras quedaba atrás el viejo caserón de madera se estaban acercando al destacamento militar y entre este espacio de minutos^ se aventuró a hablar el notoriamente molesto Teniente Aldana y diciendo
—Es
al vuelo:
un absurdo que a
esta altura el
Comando
de Operaciones proceda a efectuar esa clase de cambios; y continuó: Ud. mi Teniente, no conoce la situación imperante en Gualán y en cambio el Capitán Aldana está empapado de ésta. No condijo viene esta disposición de última hora. Ud. ha venido a esta tierra coel Teniente Aldana mo carne de cañón. Esta ha sido una disposición del Jefe de Operaciones, respondió Silva, y conservando al máximo el aplomo, se dirigió al Teniente Aldana: ^Ud. mi Teniente no es el Jefe de Operaciones, por lo tanto, todo comentario a esta hora, sale sobrando. Solamente hay una alternativa, tenemos que li-
—
—
,
—
—
51
mitamos a cumplir órdenes superiores y máxime que no6 encontramos en pie de guerra. Adelante
me
terminará de explicar quién es usted y porqué razones se ha expresado en esta forma. La balanza empezaba a equilibrarse, pero faltaba indudablemente lo principal, y esto era que 86 hiciera la transmisión del mando del Destaca-
mento Militar. La actitud desconcertante del Teniente Silva los mantuvo en ascuas y se U^ó finalmente al relevo de Comandante. La tropa que se encontraba metida en sus camas, presurosa se levantó a una orden del Capitán Aldana para formar en línea el pelotón de fusileros. Acto seguido los formulismos de rigor y Silva quedó investido del cargo.
Unos minutos más tarde entre las sombras de la noche, rumbo a Zacapa, se perdía de nuevo con su ronco zumbar el motor de línea, llevando consigo al Capitán Aldana, éste que iba acompañado de abrumadoras penas y un mundo de confusiones, dejando atrás el resultado desconcertante de su traición que pronto sumergiría al infante pueblo gualanteco dentro de una tremenda borrasca.
tt
CAPITULO
V
LA SITUACIÓN EN GUALAN Y LA ORDEN DE DEFENSA El alumbrado eléctrico en la población de Gualán se encontraba encendido, como ya se manifestó anteriormente, contraviniendo en todas sus formas la enérgica orden del gobierno de mantener luces apagadas. Claro está, Gualán a esta altura obedecía órdenes del invasor. Todo el mundo en Gualán conocía de sobra lo que estaba sucediendo, solamente los soldados del Destacamento Militar ignoraban la magnitud de los acontecimientos que estaban por suceder; a éstos se les había mantenido, tras agotar toda clase de argucias, al margen del complot, porque así convenía a los fines de la conspiración. Los 30 elementos de tropa estaban destinados a morir sorprendidos en su cuadra, no sólo con el objeto de acallar su potencial humano, sino como también de capturar sus armas, anulando de un todo la acción de estas 30 voluntades. Los 200 Comisionados militares de Gualán, habían estado siendo dirigidos hábilmente por el Teniente Manuel Aldana y se encontraban prepara53
dos para entrar en acción dado el caso. Así las cohabía impaciencia por la llegada de las tropas de ocupación. En la Villa de Gualán se había escondido previamente suficiente material bélico en diferentes domicilios particulares que colaboraban con la acción invasionista. Sin embargo, nadie allí se decidía a iniciar ninguna acción armada, debido a la falta de verdaderos líderes y cuando todo les favorecía, perdían el valioso factor de tiempo y espacio, el cual ganaba el nuevo comandante del Destacamento Militar. El Teniente Silva estaba en estos momentos sas,
aprendiendo grandes claves en la inconmensurable filosofía de la guerra, ésta que no sólo se conjuga con los conocimientos tácticos y el valor para aplicarlos, sino al aprovechamiento de indecisiones enemigas, falta de firmeza y seguridad, falta de conceptos y madurez, falta de ideal y organización, postulados estos negativos que reducen al enemigo a la impotencia. Mientras tanto en el ánimo del Teniente Silva, cobraban realidad todos y cada uno de los pecados de aquella gente sin solidez y vigor para ampararse en un vasto campo abierto a la lucha y en él venciera el mejor y eso es lo que acontece indiscutiblemente en todos los hechos de armas, en todos los tiempos y circunstancias. Siempre gana el
que tiene
la
mejor disposición y
el
que está com-
penetrado del ideal que lo lleva a aquel punto. Aquella noche tampoco se presentó el invasor, se desconoce si esto sucedió por errores tácticos de tiempo y espacio o porque tenían la gran confianza del desajuste que se observaba en la maquinaria de la defensa. Las luces eléctricas fueron apagadas por orden
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del
nuevo Comandante y
la
ciudad quedó a oscu-
como debió estarlo desde un principio. Aconteció un nuevo intento del Teniente Aldana y este por poco causa estragos en los planes
ras, tal
del Teniente Silva. El Jefe de Comisionados Militares necesitaba a toda costa mantener la hegemonía sobre el Teniente Silva y se ofreció solícito,
aprovechando su condición de Jefe de Comisionados Militares, para organizar y colocar las armas automáticas del Destacamento, según él, en lugares estratégicos y responder con violencia al ataque anunciado. Este era un ardid en el cual no v^ayó el Teniente Silva, pero lo dejó hacer para confirmar de una vez por todas, la infidelidad de aquel Jefe de Comisionados. El Teniente Aldana empezó a colocar las armas de la defensa en lugares totalmente contrarios a los campos de tiro por donde vendría supuestamente la invasión, es decir,
las piezas darían la espalda a los atacantes.
Hasta ahí llegó todo, el Teniente no podía perder más tiempo en esas pruebas y no queriendo entorpecer sus propios planes, se decidió por darle las gracias al Teniente Aldana, recomendándole que fuera a descansar a su casa y que si en acciones futuras llegara a necesitarle, le llamaría. Ardid contra ardid. Voluntad contra voluntad. Hombre contra hombre y al final el destino de la batalla. El Teniente Silva ordenó la reconcentración de las mal colocadas armas automáticas y ordenó a su personal que lo siguiera a un lugar alejado de aquel viejo centenario edificio que albergaba en su interior servicios públicos diversos, así como hasta ese momento le sirvió de vivienda a la tropa del Destacamento.
Bajo una luna ausente de luz, un camino, entre la yerba y las
casi a la
vera de
piedras, la sorda
55
canción eterna del ramaje de los árboles y el susurro del viento al pasar, el Teniente Silva motivó a sus soldados diciéndoles:
—
La dimensión del peligro está ya medida y calculada con serenidad de combatientes, sin embargo, el tiempo transcurre y los pasos de nosotros son fríamente vigilados y cuidadosamente controlados; tengan cuidado muchachos, desde muchas ventanas hay ojos que rompen el espacio para clavarse arteros en nuestros pechos, detrás de esos ojos, muchas bocas de fuego podrán arrojar su mensaje de muerte en cualquier momento continuó sin de un infortunado descuido nuestro apresurarse SOLDADOS, la soberanía de la Patria está en peligro y lo que vais a escuchar en estos instantes decisivos para la Patria ES LA ORDEN DE DEFENSA de este poblado gualanteco. Solamente pueden suceder dos cosas, o el enemigo triunfa en su intento de invasión o nosotros logramos cumplir con la misión encomendada que es la defensa del suelo patrio; sin embargo, de estas dos cosas sólo habrá una resultante, un logro o sea un vencedor y como nosotros no podemos huir ni tampoco debemos morir, sólo nos queda
—
una
—
:
alternativa:
VENCER.
—^Pronto vendrán las tropas enemigas y nos en-
contrarán preparados para recibirlos. Recordemos ahora más que nunca el supremo amor que le debemos a la Patria, ésta misma que nos dará el aliento y el vigor necesarios en la contienda que se avecina. El plan que les presentaré es sencillo, pero sumamente difícil de aplicar, sin embargo, es magnífico si sabemos aprovecharlo y explotarlo hasta el máximo. Un alud desordenado de hombres se nos echará encima desde esas colinas que están enfrente
—
56
—y señaló un par de elevaciones que se desdibujaban en la penumbra de la noche — Vean a su .
quierda,
allí
rentemente
iz-
está la ciudad en esa otra colina. Apaduermen, sin embargo, no es así, ellos
se desvelan preparando un mortal ataque hacia nosotros y se soltarán en cualquier momento. Creo
que nos buscarán cuando estemos colocados en nuestras posiciones listos para contener el ataque
que vendrá de afuera. Estemos tranquilos, ellos tienen urgencia de darnos el zarpazo y no descanzarán hasta alcanzarlo, esto soldados, es sumamente importante, tenemos que canalizar ese desborde para conducirlos hacia un encuentro, pero no contra nosotros, sino contra los que entrarán. Fíjense bien, nosotros estaremos colocados cuerpo a tierra en línea de tiradores a unos 50 metros de la vía férrea. Es preciso que ustedes se aguanten en sus respectivos puestos sin dispa-
—
un
solo cartucho, los cuales se harán efectivos lo disponga. Ahora observen con detenimiento el corredor que se forma al fondo de las
rar
cuando yo
dos elevaciones, en él estaremos nosotros como un feliz atractivo para las dos fuerzas. Abriremos fuego primariamente sobre el enemigo que viene y aguantaremos esta presión por dura que sea el tiempo necesario, para que estos mismos agudicen su esfuerzo sobre nosotros. Recuerden que nos estará protegiendo una noche oscura, pero de todos modos nuestros movimientos tendrán que ser su-
mamente cautelosos. Yo iré hasta la última posesión para recoger uno por uno a todos ustedes y llevarlos hasta el campamento de caminos completamente a rastras.
—
Si alguno de ustedes llegara a correr o levantarse para moverse de un lugar a otro, estaría prácticamente denunciando nuestra posición y esto sería
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fatal para todos. El Campamento de Caminos se localiza a solamente 500 metros a nuestra izquierda y es el único abrigo útil que tenemos disponible. Trataremos de alcanzar los tubos de cemento que se encuentran hacinados allí y los usaremos
como
refugio hasta nueva orden.
—Quiero que me comprendan esto:
Hay un
fac-
determinante para el feliz logro de mi plan, el ataque de los rebeldes de la ciudad será colina abajo para alcanzar la línea ferroviaria y nosotros hasta ese instante allí estaremos y dando media vuelta sobre nosotros mismos abriremos fuego para denunciarles nuestra presencia. Ellos no se detendrán en su febril avance y mientras tanto volveremos hacia el frente del enemigo que entra y cuando ellos salten sobre la plataforma del ferrocarril para pasar de este lado, dejarán ver claramente sus siluetas; entonces es cuando nosotros debemos medir, calcular y apuntar bien nuestra arma para no fallar un solo disparo. Repetiremos la acción cuantas veces sea necesario, no pierdan la calma por el enemigo que tendremos hacia la espalda, porque esta gente es la que continuará el combate por nosotros ante los ya enardecidos invasores y creo que sucederá lo que yo estoy pensando: Se encontrarán frente a frente para destruirse entre ellos mismos. En el Campamento de Caminos les dictaré una nueva orden, esta vez será de asalto a la población. Todo debe salir bien, cualquier olvido al cumplimiento de la orden, podría ser fatal. Considero que esta estrategia es demasiado riesgosa, pero es nuestra única carta de posibilidades de éxito. Distancia entre hombres será de 10 metros para cubrir un frente de 300 metros más o menos. Y mientras estemos en acción en la hondonada el tor
—
fuego se distribuirá así: El sargento Isabel Marroquín tendrá que hacer acopio de toda su habilidad para el empleo de la única ametralladora 30/30 que tenemos disponible, disparando primero desde el flanco izquierdo solamente unos 3 minutos y luego se movilizará con la pieza hasta el centro de la posición con suma rapidez y cuidado; en este mismo lugar abrirá nuevamente fuego nu-
Impartiendo la orden de operaciones.
trido sin descanso otros 3 minutos, igualmente lo hará trasladándose hasta el ala derecha de nuestra línea y aquí silenciará su ametralladora por unos cuantos minutos para que se enfríe un poco, pero cuando note la reconcentración del personal hacia el Campamento de Caminos, deberá abrir nueva-
59
mente fuego nutrido sobre
las posiciones
que en-
tran, esto solamente mientras se despeja el corredor. Si llegara a acontecer por el contraio que nos resultara un solo frente, es decir, el de afuera y el
—
enemigo de
la población no se desbordara sobre nosotros, entonces quedaríamos en una situación de combate regular, o sea que estaríamos en des-
ventaja numérica y más que todo en la hondonada atrapados sin remedio. Sin embargo, muchachos no podremos abandonar nuestra posición y tendremos que sostener y contener en una lucha cuerpo a cuerpo al enemigo hasta morir o vencer. Esta sería una situación completamente diferente, pero espero, por los cálculos que he hecho, que el ataque lo tendremos en dos direcciones. Yo quiero a toda costa llevar a estos dos agresivos combatientes a un enfrentamiento entre sí. -—En la guerra hay que tomar las decisiones más arriesgadas y difíciles solamente que bien dirigidas. Hay que hacer lo que el enemigo cree será imposible que se realice, buscando el camino más escabroso para llegar a él. Estos factores se. rán los que menos cuiden concentrando su esfuerzo principal por las vías más fácil €s de acceso. Sin embargo, nuestro empeño no será débil, tenemos suficientes granadas de mano, usen éstas hasta el cansancio sin retroceder un solo paso; somos pocos, pero valientes y decididos. Recuerden: QUE
LOS ERRORES EN LA GUERRA, SE PAGAN
CON LA
VIDA, pero si en cambio tenemos coordinación justa y precisa podremos salvar la misma. ^Los Cabos Jefes de Escuadra serán los responsables de la conducción de la tropa y no podremos enmendar ninguna falla durante la acción porque
—
los
60
muertos ya no pueden hacerlo.
Esa noche quedó cubierta totalmente el área indicada en espera de realizar la sublime defensa en la forma planificada. Una vez más hubo de repetir la orden el Teniente a sus soldados, con el objeto de que éstos la comprendieran y la retuvieran definitivamente grabada en sus mentes. Esto siempre se hace cuando el enemigo proporciona el tiempo y el espacio necesarios para hacerlo.
La maniobra se ensayó marchando la primera escuadra hacia su posición exactamente frente a las yardas (viviendas de los ferrocarrileros) éstas todas virtualmente abandonadas por sus ocupantes. La segunda escuadra de fusileros marchó en seguida también a ocupar su posición frente al viejo galerón de madera y lámina que servía de estación y la tercera escuadra se posesionó frente a los patios de estacionamiento de los vagones y máquinas de ferrocarril que también estaban hacía días prácticamente detenidas por la destrucción del puente y la línea férrea; se estaba cubriendo prácticamente una extensión de 300 metros. En la orden de combate no se había estipulado hora de ataque, porque virtualmente la defensa ,
no
la lleva sino es el
enemigo
el
que
la
impone
al
iniciar su asalto.
Durante largas horas reinó
el silencio en aquefueron horas desesperadas de agonía y cuando principió a caer una débil lluvia desprendida del techado de nubes negras que deambulaban bajo el cielo de aquella ciudad de Gualán, también estaban ya palpitando en sus puestos 30 corazones patriotas delirantes de fe y ansias por resolver la actuación del triunfo. Mientras la lluvia monologaba en el espacio, su rumor monótono antes de estrellarse en la tierra, a lo lejos, desde algunos ranchos arropados en la espesura de las
lla área;
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nocturnas horas, se dejaba oír al viento el canto de algunos gallos desvelados; más cerca aún, se levantaba la sinfonía singular de las ranas, los grillos, la cigarras y otras aves de la noche, fondo por demás alentador que contribuía en la sublevación de los sentimientos ante el oponente silencio
de la noche. Todo era contraste a esa hora: bosque dormido, fiesta de vientos, juguetear intermitente de relámpagos lejanos, era tal vez la rubia cabellera de mil siglos contenidos en las sienes ofendidas de los soldados en espera. El Teniente se paró en medio de la noche, le* vantó su mirada hacia el cielo y recibió en pleno rostro un poco de lluvia que resbaló lentamente desde su frente pensativa hecha gotas acariciantes hasta perderse en la solapa del verde olivo de respiró profundamensu uniforme de soldado. te, pensó en todo en un momento; pensó en sus hijos y su esposa concibiéndolos llenos de angustia y de temor; pensó en los minutos, las horas y los días vividos intensamente en la Escuela Politécnica, recordó a sus padres también en aquellos momentos de tensa angustia y luego pensó inmensamente en la enorme responsabilidad que se había congelado en sus hombros cuando ahora te.
.,
sí la difícil como importante tarea de la defensa de aquel jirón de suelo gualanteco, parte palpitante de la patria y pensó en la sangre útil que mancharía la limpia alfombra de aquella fértil tierra, pero al pensar en todo esto, evocó coi) devoción profunda al Creador del Universo: Dios mío, dijo, resolved de la mejor manera este drama. Tus hijos estamos ahora en medio de un alud de trágicas incertidumbres. Iluminad la mente de los hombres en este duro lance. Mis soldados y yo tenemos que defendernos del reto enemigo.
nía ante
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Estamos esperando vuestra bendición en esta hora de amarga prueba. La guerra no es necesaria, pero vos sin embargo no la evitáis y si los proyectiles enemigos visitan nuestras trincheras, los nuestros hablarán con claridad humana; luego entonces, si hemos de morir, os pido en holocausto vuestra piedad nos alcance a todos por igual. Me han mandado a pelear los egoísmos absurdos de los hombres que no entienden de vuestro inmenso amor, me han mandado a defender causas incomprendidas, deformando así, la gran filosofía de vuestras enseñanzas y espirituales disciplinas. Dadnos fuerzas Señor en la lucha que no po-
demos evitar; que mueran los que deban morir y que vivan los que deben vivir como saldo de este irrespeto a vuestros excelsos postulados. Yo os juro Señor, que mis armas responderán con el silencio o con el grito estruendoso de su pólvora, según me lo pidan los hombres que en estos momentos ganan terreno dentro del suelo nacional manchando la majestad de la patria y cuando ma-
ñana haya amanecido vencedores y vencidos recojamos vuestro perdón, porque vos sabéis, Señor, que los hombres, vuestros hijos, nunca sabemos lo que hacemos y porqué lo hacemos. No sabemos lo que buscamos; ni porqué nacemos, ni porqué morimos con estos signos sangrientos de la guerra. Dadnos valor para morir, Señor, porque es ley inexorable de vuestro reinado excelso y majestuoso navegar por el camino de la muerte hacia el regazo de vuestro amor.
Amaneció la rutina
de
sin
que nada hubiese transformado Los árboles sacudieron su
la vida.
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melena despeinada para lanzar al viento la carcajada de mil pájaros felices. Las sombras de la noche desfilaron derrotadas por la pujanza de la luz inevitable del nuevo día. El taller de la vida abrió sus puertas al movimiento sistemático de la evolución. Vida gritó la fauna y la flora en el campo. Vida exigió el ternero aferrado a la teta de la madre. Vida regó el perfume de las flores en el vaso multiforme del paisaje del alba. Vida cantó rumoroso el riachuelo abandonando su hamaca de rocas para juguetear entre las pequeñas heridas sobre la epidermis de la tierra. Vida dijo el Motagua a nuestras espaldas imponiendo su singular presencia en el viejo cauce de su eterna vivencia en la búsqueda de su destino hacia el mar inconmensurable que baña por las mañanas las arenas de la playa donde comienza la ingratitud del hombre. Mientras tanto, en la ciudad de Gualán, la gran mentira empezaba a aletear con sus enormes alas negras sobre las calles estrechas y empedradas, porque sus habitantes tejieron una vez más, bajo la juvenil sonrisa de un sol esplendoroso, la farsante comedia de su castidad.
64
>
CAPITULO
--
íTi
.
VI
DESTITUCIÓN DEL JEFE DE COMISIONADOS MILITARES
El Comandante del Destacamento Militar, ahora convertido en Jefe de Operaciones de ese frente de lucha armada, llevaba en su rostro la palidez de una larga vigilia y clavadas como puñales en su alma las dudas profundas acerca de la verdad de aquella gama conspirativa. Se encaminó hacia el edificio de dos niveles ubicado frente al parque central de la localidad, en medio de las miradas curiosas de la gente; lo acompañaba el sargento Chabelo Marroquín y mientras avanzaba trataba de encontrar en la actitud de las personas, la respuesta a sus dudas. Apareció de pronto rodeado de sus hombres de con-
banqueta de aquel estrujando entre sus dedos un humeante cigarrillo, el personaje que manejaba aquella telaraña de traiciones, MANUEL ALDANA. Parecía inquieto y nervioso, esperando la llegada del Teniente Silva y éste llegó resuelto, sin precipitarse, sereno y seguro definitivamente controlado. Quedó frente a frente con el Jefe de Comisionados Mifianza, hostilmente de pie en la
edificio,
65
litares, los dos se cruzaron miradas retadoras, eran dos hombres solamente y estaban diciéndolo todo a través del espacio sin abrir ni una milésima los labios; fue un mensaje de reto contundente, claro y real. Este encuentro estaba creando otro momento culminante y decisivo también en el desarrollo de los hechos. Allí estaba pendiendo en el vacío todo el odio contenido por largas horas, mucho odio se respiraba en aquel espacio que separaba a los dos Tenientes, imo tratando de acaparar la ventaja que le era necesaria para la consolidación de sus planes conspirativos, el otro imponiendo sobre todas las cosas su integridad como Jefe de Operaciones, con el objeto de llevar definitivamente el timón de su tarea y el logro del
cumplimiento de su deber. Solamente era cuestión de firmeza en aquellos segundos, acopio de valor personal y mucho criterio, puesto que estaba roto definitivamente el factor respeto y obediencia de cargo jerárquico.
Uno era Comisionado Militar tan sólo, el otro. Jefe de Operaciones, pero ahora sin embargo, se encontraban nivelados en el plan de duelo. Uno tenía hasta ese momento el respaldo que da el valor para conspirar abiertamente; el otro, contaba con una orden de defensa clara y precisa y con esto la razón por completo en el desarrollo de las acciones; de allí en adelante la situación quedaría sólidamente dependiente de uno de aquellos dos hombres que lograra imponer su talento, su audacia, su estatura estratégica y su categoría de combatiente. La guerra fría había empezado aquí, dos hombres frente a frente y el destino de una batalla en juego. El Teniente Manuel
Aldana fue el primero en lanzar su ataque, sabedor de que se encontraba
en clara desventaja después de sus débiles intervenciones, sin embargo, dijo: Mucho se ha desvelado usted mi Teniente Silva, pero no creo que haya logrado algo en conclusión, porque usted es comunista. Lo hemos visto toda la noche preparando a sus soldados con sus moscovitas ideas para echárnoslos encima como lobos hambrientos y después asesinarnos. Dígalo de una vez aquí en las calles de Gualán. El Teniente Silva observó un momento a su interlocutor en rápido sondeo y vio la pasión intensa desbordarse por sus poros todos y sintió mucha lástima por aquel pobre ser, vio también a su alrededor donde parecía que estaba rodeado de una jauría presta al desbordamiento de la sangre. Varios hombres se encontraban a corta distancia conteniendo a duras penas un silencio de inquietudes alarmantes que denotaba claramente un malestar indefinido. Atentos esperaban un ligero titubeo del Teniente Silva para intervenir alevosamente. Todo este alboroto estaba previsto y el Teniente Silva se había preparado para actuar rápidamente y de acuerdo a su delicado cargo de Comandante. Era ágil para resolver situaciones de peligro como ésta, era valiente y más que todo detes-
—
taba a los traidores. Aquellas frías frases expresadas de improviso por un subalterno, constituían el insulto supremo en una situación de guerra como aquella y aunque la situación la había hecho suya desde la noche anterior, el Comandante del Destacamento, le contestó al instante: Señor Aldana, yo me encuentro en esta población cumpliendo órdenes superiores, las que incluyen la defensa de la plaza si el anunciado asal-
—
67
to armado se produce. Esto es lo único que haré, pero lo haré aunque me cueste la vida. Señor Aldana, como usted forma parte de esta agresión, queda totalmente destituido de su cargo y le sugiero que si aún respeta su vida, debe retirarse a su casa de habitación inmediatamente, dentro de la cual tendrá que permanecer y si intentare salir estará exponiéndose a morir. No tengo ninguna obligación de darle explicaciones. Tiene un minuto para cumplir la orden que acabo de darle. Las frases fueron expresadas por el Teniente Silva con tan profunda determinante energía, que el Teniente Aldana a pesar de estar armado y rodeado de sus compinches ayudantes, dejó que una palidez de derrota recorriera toda su vacilante vanidad; tembló tanto, que ni siquiera pudo volverse a llevar el cigarrillo a los labios. El Teniente Silva observó el fuerte impacto psicológico que habían causado sus palabras y martilló fuerte diciendo: Retírese usted o hablará en este instante mi arma. El temor que era manifiesto en aquel hombre líder, se contagió de inmediato a sus hombres, transformando aquel ambiente en un rumor sordo de cobarde claudicación. Nadie más dijo nada, reinó un silencio infinito de estupor el cual tampoco nadie intentó romper. Todos vieron al Jefe de Comisionados Militares principiar un presuroso caminar hacia su casa, iba vacilante y no se atrevió tan sólo a volver la vista. Desapareció tras una puerta cercana casi enfrente del parque. La balanza de la justicia se había inclinado inexorablemente hacia el lado de la razón. Esto no fue todo para resolver definitivamente la situación, el Teniente hubo de lanzarse a fondo y lo
—
hizo diciendo:
—Señores
Ayudantes de Comisionados Militaconozco plenamente la participación de ustedes en este complot y no puedo exigirles lealtad por ahora cuando ya han faltado a ella, sin embargo les exijo quedar al margen de las acciones de guerra que en adelante puedan sobrevenirse. El país está en pie de guerra y fusilaré inmediatamente a los traidores a la patria. El que no haya entendido esta orden que se quede en donde está ahora que volveré a repetírsela, los demás deben retirarse sin pérdida de tiempo a sus labores habituales. Tienen un minuto para hacerlo. En cuanto a los civiles, dijo Silva, les ruego serenidad ante lo crucial de la hora. Les mando y ordeno estrecha colaboración con este Comando. Les ofrezco que entregaré mi vida y la de mis soldados en la noble tarea de la defensa antes que comprometer la tranquilidad de ustedes. Este es mi esfuerzo y agotaré en él todo mi aliento, pero no olviden que el que trate de sabotear el trabajo que tengo trazado, pagará con su vida tal delito. Por ahora están todos en libertad para desenvolverse como siempre en sus actividades regulares. Con esta intervención quedó encauzada una nueva fisonomía de la situación en Gualán; sin embargo, vagaba aún en el ambiente una escondida interrogante de congoja y de aglutinadas dures,
—
das.
Poco a poco pero definitivamente fue quedando despejada el área frente al edificio principal. Los Comisionados Militares se habían alejado todos cautelosamente y la gente civil que se había agrupado noveleramente en aquel lugar, también volvió sobre sus pasos devorando un mundo de inquietudes con un silencio contenido en sus corazones.
69
Cuando eran
las once horas en el reloj de la vio entrar al Teniente Silva al edificio principal directamente hacia la Oficina de Telégrafos, descolgó el teléfono para comunicarse con Zacapa. En aquel lugar le estaba escuchando ahora sorprendido el propio Comandante de Operaciones; éste fue enterado de todos los pormenores ocurridos hasta ese instante en Gualán, incluyendo la reciente y determinante destitución del Teniente Manuel Aldana del importante cargo de Jefe de Comisionados Militares; luego el Teniente Silva dijo, tomaré mis precauciones, seguiré informando. Si no hay nada para ésta, CAMBIO Y iglesia, se
AFUERA. Se le vio colgar el teléfono y acompañado del Sargento Marroquin, salió del edificio a continuar un estudio más a fondo de la situación que en Gualán ya era por demás tensa. La rebelión en Gualán no obstante marchaba bajo la conducción de líderes escondidos, que se decidieron por la búsqueda de un punto débil, para abrir un boquete hacia mejorar sus posiciones, mientras llegara el invasor; pero para conseguir esto tenían que hacer algo importante y pensaron en eliminar físicamente a] Teniente Silva, a este hombre que en pocas horas se había transformado en un serio escollo para la concepción de sus planes. Estos líderes se reunieron durante el transcurso del día en un lugar secreto, en donde deliberaron por largas horas y se decidieron finalmente por
envenenar en forma inteligente al Comandante del Destacamento Militar, preparando para él, una hábil trampa mortal. Se empezaron los arreglos para llevar a cabo un alegre almuerzo en la casa particular del li70
cenciado en farmacia Lisandro Acevedo, arguyendo como motivo el cumpleaños del alcalde de la ciudad, al cual lógicamente fue invitado con mucha cortesía el Teniente Silva y cuando éste recorría la ciudad practicando un reconocimiento de rigor, midiendo, calculando y analizando todas las ventajas y desventajas que el terreno podría ofrecerle para el logro de sus planes, inesperadamente se le presentó una pequeña comitiva con el objeto de anunciarle y pedirle el permiso correspondiente para llevar a cabo una reunión de confianza en el lugar ya indicado y motivo expuesto y desde luego no faltó la atenta invitación para que el Teniente asistiera a la fiesta. Señores, me parece que ustedes no están compenetrados de las difíciles circunstancias en que nos encontramos. El país está ahora en pie de guerra y resulta ilógico llevar a cabo festejos como si nada estuviese ocurriendo, de manera que lamento mucho no poderles dar el permiso que me
—
solicitan.
—
Claro que estamos empapados de todo, pero aquí en Gualán no pasará nada porque es un pueblo muy tranquilo y nosotros todos estaremos dispuestos a colaborar con usted en cualquier momento que fuere necesario. No queremos perturbar sus planes, pero esta vez se trata únicamente de una reunión en familia en donde no habrá ninguna manifestación fuera del orden. Somos gente comprensiva y esperamos que no nos niegue aunque fuera por una hora conmemorar el cumpleaños del señor alcalde con un pequeño y muy sencillo almuercito. Además no creemos que nos niegue el privilegio de su asistencia.
—Vuelvo
a repetirles que me complace tal inpor mis delicadas funciones en este
vitación, pero
71
momento, solamente les puedo asegurar que lo De todas maneras vuelvan tranquilos a continuar los preparativos que el permiso está concedido y háganme el favor de adelantar mis pensaré.
felicitaciones al señor alcalde.
Algunos campesinos que empezaban a colaborar con el ejército, decidieron acercarse al Teniente Silva para exponerle vejámenes y otras quejas de problemas que habían ocurrido entre algunas gentes adineradas y ellos, en los que muchas veces se les amenazó de muerte, quitándoles sus terrenos y destruyéndoles sus siembras. Le dijeron al Comandante: Nosotros le aconsejamos que usted no se relacione mucho con esta clase de gente que algo tienen qué ver con lo que se habla de invasión a este territorio. No queremos que le vaya a suceder nada a usted poroue hemos visto que es sincero y que es valiente. Ellos son capaces de todo, hasta de matarlo. Claro que sí, yo ya tengo conocimiento de que quieren eliminarme y les agradezco mucho sus informes y recomendaciones espontáneas. Procuren mantenerse cerca de este comando, porque estrechando voluntades podremos defendemos mejor. Me parece que más adelante tendré que recurrir a ustedes para organizar un eficiente servicio de seguridad. La música de un tocadiscos alegraba la reunión en la casa de los Acevedo, en donde se notaba clara evidencia de festividad. Se encontraba allí reunido lo más granado de la sociedad gualanteca. En el interior de la casa había muchas damas que corrían de un lado a otro afanadas en los arreglos de ima larga mesa cubierta por un lindo man-
—
—
tel,
72
flores
y finos
trastos.
Por otro lado
los caba-
también se habían reunido al filo de las 13 horas en singulares grupitos que charlaban de tópicos diversos. Un jaihol era repartido entre todos los asistentes, cuando el teniente apareció de improviso por el dintel de la puerta principal, en este momento se le acercaron presurosas varias personas para recibirlo y atenderlo de manera amable y especial. La comedia parecía darles excelentes resultados, porque el Teniente se presentó absolutamente solo, aunque con su equipo militar correspondiente, es decir, tomando todas sus precauciones de seguridad personal. La visita del Teniente abrigaba un especial objetivo, que era particularmente conocer al detalle las fisonomías lleros
y en
la identidad de los personajes comprometidos bien la subversión y comenzó por grabarse
los detalles
muy
que pudieran darle mayor abundancia
en
la clave de la información. Nadie se atrevió a decirle o insinuarle nada acerca del equipo bélico que llevaba consigo, naturalmente esto no les pareció un obstáculo, porque el juego era otro, haciéndolo llegar hábilmente hasta el plato de la muerte. Los minutos transcurrieron en pláticas baladíes; de pronto fue ofre-
cido el almuerzo, indicándole al Teniente su silla le ofrecieron una copa, la que él cortésmente aceptó manteniéndola en sus manos por largo rato, para abandonarla después, sin haberla saboreado y cuando las conversaciones se ponían más animadas y parecía que iban a comenzar los brindis, el Teniente inesperadamente presentó sus disculpas a la concurrencia porque debía retirarse a cumplir con su deber, pretextando que precisamente a esa hora estaba esperando una llamada telefónica del Comando. 73
Mayúscula sorpresa para todos, que no pudieron esconder su asombro fue esta inesperada retirada; se les estaba escapando la presa, la reacción fue inmediata y casi todos al unísono hicieron un esfuerzo supremo por retenerlo. —No, Teniente, no se nos vaya sin almorzar, esto será un grave desaire para el señor alcalde, iéntese por favor, en este mismo momento le servimos para que pueda pronto cumplir con su deber. el
Pero acontecía un hecho singular, mientras más Teniente insistía en retirarse, la concurrencia
aumentaba sus ruegos. —Agradezco profundamente se hayan molestado por mi persona, sin embargo, definitivamente no puedo quedarme, mi deseo es tan solo que continúen divirtiéndose en esta maravillosa reunión, cuyo motivo es altamente importante. Quiero manifestarles que pueden estar totalmente tranquilos, porque mis soldados y yo estaremos vigilantes y dispuestos a defender esta solemne paz. A eso me han mandado y tengan la seguridad que agotaré todos mis recursos por lograrlo. Muy bue-
nas tardes, hasta la vista.
No hubo poder humano que
lo hiciera desistir
a pesar de que la presión continuaba para que se quedara a saborear el mortal manjar.
74
CAPITULO
VII
UN INCONVENIENTE INESPERADO Otro grave inconveniente hubo de surgir aqueTal parecía que el Teniente estaba siendo sometido a las pruebas más duras y difíciles por el Dios de la guerra, antes de aquel histórico combate. La orden de defensa estaba dada y remachada en la mente de los soldados para no lla tarde.
fallar.
Centenares de civiles habían emigrado de muchos lugares hacia Zacapa, para presentarse a la Zona Militar No. 2, con el objeto de colaborar con el Ejército en la defensa del país. El Comandante de Operaciones y su Plana Mayor, decidieron emplear a esta gente inexperta en algunas misiones, antes que sacrificar personal de tropa, el cual continuaba un largo descanso dentro de los cuarteles y fue así como el día 19 de junio se decidió organizar dos pelotones con esta gente voluntaria, los equiparon con fusil checo calibre 7m/m, y 100 cartuchos hábiles enviando hacia Gualán dos de estos pelotones al mando del Capitán Carlos Alfonso Chajón, quien a eso de las 15 horas se presentó en aquella plaza entregando un mensaje es75
crito al
Teniente Silva
el
cual decía:
"TENIENTE
ECOS, de inmediato haga usted entrega de su puesto al Capitán Nube; luego tome el mando de los civiles que él lleva y con este personal abandone Gualán y marche hacia el norte para hacerle encuentro al enemigo, se sabe que éstos avanzan por Morales y Bananera dirigiéndose a esa plaza. Ud. debe contener ese avance, destruir al enemigo si es posible o expulsarlo hacia la frontera. Agote los medios a su alcance y de lo ocurrido informe a este Comando. Zacapa, 19 de junio de
TIGRE'*. El Teniente Silva Girón quedó perplejo luego de haberse enterado del contenido de aquel mensaje y meditando un momento el caso, actuó con serenidad. Levantó la vista del papel y la clavó en aquellos hombres, todos de edad madura, luego preguntó a los civiles ¿Por lo menos, señores, saben ustedes cargar y disparar ese fusil que traen 1954.
consigo?
Unos cuantos dijeron que ya habían disparado con armas similares y los demás contestaron resueltamente que no conocían el manejo de aquel fusil, sin embargo, agregaron que ellos no le tenían miedo al enemigo y que estaban decididos a dar pelea hasta con las uñas
si era posible. es fácil señores, dijo el Teniente, hay tener ciertos conocimientos tácticos y estra-
—Esto no que
pero de todas maneras yo tengo entre mis escrita del Comando de Operaciones y la cumpliré a costa de todo. Me parece que podemos ensayar aunque sea por una hora el manejo del fusil y algo sobre formaciones y patrullas de combate y agregó: Ojalá, señores, que ustedes logren asimilar lo más que se pueda, porque es nuestra vida la que está en juego. tégicos,
manos una orden
76
Todo se hizo, la transmisión del mando y la preparación para partir a las 16.30 horas hacia el nuevo destino que de pronto se asomaba en el panorama turbulento de la vida militar del joven Teniente. El Teniente caminó unos 3 kilómetros sobre los durmientes de la línea férrea con aquellos hombres que nada más eran corazón, pero que en realidad no llevaban en sus alforjas la experiencia para el combate. De pronto hubo de darse cuenta el Teniente de que no era ese el camino que le daría las mayores ventajas para un enfrentamiento con el enemigo, porque a los lados estaban grandes plantaciones de banano que le negaban visibilidad y campo de tiro, quedando además expuesta su gente a cualquier ataque por sorpresa, pero es que el Teniente aún se encontraba actuando como sonámbulo por lo inaudito de aquella disposición del Comando, estaba pues cometiendo un grave error y hubo de rectificarlo en el acto al entrar en lucidez. Volvió sobre sus pasos y se dirigió hacia la ruta del atlántico, sin embargo no era fácil alcanzarla sin antes enfrentar los riesgos que ofrecía cruzar las aguas crecidas del enorme río Motagua. Fueron grandes los esfuerzos que se hicieron para cruzar el río y sobre ésta avanzaban aquellos hombres dispuestos a vender caras sus vidas. Pobres hombres pensó el Teniente y con la mirada fija en el horizonte los contempló un instante; vio en ellos un despojo combativo. Si bien había espíritu, faltaba la habilidad; si bien había voluntad faltaba la técnica; si bien había ardor patriótico, no había estrategia. En una palabra el nivel combativo se reducía a cero, un fatídico cero.
77
£n
la guerra ya no se puede aprender, porque muertos nada pueden asimilar y nada más tendrán que ofrendar. La patria no vive de los cadáveres, vive de los hombres que aún piensan, planifican y actúan en función de Patria. Caminaban lentamente. ¿Cuáles serian los resultados de un enfrentamiento en estas condiciones? Aunque el enemigo también andaba en las mismas circunstancias de analfabetismo combatilos
vo, definitivamente habría negación del concepto,
habría un despilfarro de sangre humana y útil con desajustes inoperantes para los dos bandos y en este caso la misión era vencer. Una vez más midió el Teniente los alcances de aquella absurda aventura; se imaginó a toda esta gente peleando ardorosamente, pero sin control alguno ni disposición formal de combate. Vio caer uno tras otro heridos mortalmente a sus hombres, allí quedaban sobre el piedrín de la carretera, unos doblados boca abajo inermes desangrándose agonizando. Otros con la faz hacia el cielo, tendidos con los brazos abiertos en tierra, la mirada quieta y sin luz en las pupilas. Imaginó la zana de los combatientes que triunfan pasando sobre los cuerpos de los adversarios y clavando aún la balloneta de su fusil en los pechos de los caídos. Imaginó todo esto y pensó en sus hogares, el drama de las esposas viudas y la tragedia de un centenar de niños huérfanos, porque aquellos no eran soldados sino en realidad 60 cadáveres ambulantes. Caminaba hacia el encuentro con la muerte. De pronto a la distancia vio aparecer cuatro hombres que corrían sobre la franja de tierra de la carretera e inmediatamente el Teniente ordenó un despliegue de su personal y cuerpo a tierra quitando el seguro del arma listos para entrar en acción 78
Envió rápidamente a tres elementos adelantados para marcar el alto a aquellos que venían. Eran cuatro policías de la Guardia de Hacienda que habían logrado salvar sus vidas en Morales, lugar ocupado ya por los agresores. Los policías fueron detenidos en su loca carrera e interrogados por el propio Teniente. ¿Qué les sucede a ustedes?, ¿por qué corren de esa manera? ¡A ver si pueden empezar a ex-
—
plicarse ya! Los policías jadeantes de cansancio casi no podían articular palabra dando la sensación de estar poseídos de un pánico exagerado, dijeron al fin:
—
Ellos son muchos mi Teniente, son salvajes, fusilan a la gente en la calle, invaden viviendas, destrozan comercios y provocan la locura dispa-
rando sus armas sin razón, porque nadie les está haciendo frente. Dicen que hoy por la noche atacarán y tomarán a Gualán aunque se encuentre
—
Mi mismo diablo. Continuaron diciendo: Teniente, el personal que usted lleva no es suficiente y a usted no le conviene enfrentarse contra ellos. Debe regresarse porque de lo contrario los matarán. Nosotros nos vamos a la capital a como dé lugar en este mismo momento. Aquí intervino el Teniente diciendo: Ustedes no van a continuar hacia Guatemala; tampoco van a tener más miedo. Todos los guatemaltecos de corazón estamos en la obligación de defender a la patria en estos momentos de dura prueba y ustedes no van a ser la excepción. Definitivamente se agregan a mis tropas y pelearán allí el
—
conmigo, no en este lugar, pero de Gualán hoy por la noche.
sí lo
haremos des-
79
Puedo morir yo —dijo para si el Teniente—, pueden morir los soldados en activo, pero estos hombres no deben morir. Puede morir el atributo de la lealtad antes que enviar a la muerte a estas personas que no merecen morir, sino vivir para sus hijos como gentes de paz. Yo debo pelear y tengo que hacerlo pero con los hombres de uniforme y así lo haré esta noche. En Gualán están mis soldados. En Gualán está mi plan de defensa. En Gualán está mi puesto; y dirigiéndose a su gente les habló así: Señores, yo les necesito a ustedes porque me serán muy útiles, pero los necesito vivos; muertos no me harán falta. Volveremos a Gualán inmediatamente y no por cobardía, volveremos porque Gualán es el lugar indicado para recibir al invasor. Abordaremos nuevamente los lanchones para atravesar el río. Les juro que la agresión romperá sus lanzas y sus ansias contra la voluntad granítica de mi lealtad esta noche y todas las noches mientras aliente vida. No tengo ninguna desconfianza de ustedes, pero la razón se impone. Me han encomendado defender un jirón maravilloso de tierra nacional y lo haré con estoicismo, con bravura, con dignidad, pensando en mi patria y en mi bandera, pensando en ustedes, en sus esposas y sus hijos. Volvamos a Gualán, ustedes me ayudarán en la replanificación de la paz, en aquel pedazo hermoso de suelo guatemalteco que se llama Gualán. Esto era desobediencia, porque no tiene otro nombre en la guerra el no acatamiento de una orden. En aquel momento culminante en el destino de una batalla, solamente se podía hacer lo mejor para evitar el estrepitoso derrumbarse de todo aquel esfuerzo empeñado de contención.
—
80
Silva volvió a Gualán casi al filo de las 21 horas con aquella gente que le había comprendido lo suficiente para apoyarlo en su última determinación, pensaba muchas cosas, pero principalmente pensaba en lo que le diría al Capitán Alfonso Chajón sobre su presencia en Gualán y resueltamente lo buscó para enterarlo de su decisión de combatir con él en esa plaza. Lo buscó por largos minutos sin encontrarlo, el tiempo apremiaba y Chajón continuaba sin aparecer por ningún lado. En el caserón de lámina y madera que constituía la Estación del Ferrocarril, se encontraban la mayor parte de la tropa, fal-
tando únicamente
el
sargento Marroquín y dos
soldados.
El Teniente preguntó a los soldados por el Capitán Chajón, quienes nada pudieron decirle acerca de éste y previendo lo peor, una deserción; el Teniente Silva buscó una treta para no desmoralizar a su personal, y mintiendo deliberadamente, dijo: El Capitán Chajón no se encuentra en Gualán; fue llamado a retaguardia de emergencia y no tuvo tiempo para despedrise de ustedes, sin embargo, por esta razón vuelvo a hacerme cargo de la defensa, y la haremos ustedes y yo esta misma noche, por cuanto el enemigo lo tenemos ya entre la camisola. En esos momentos apareció en la penumbra de la noche la silueta del sargento Marroquín y los dos soldados. Estos mucho se sorprendieron también de encontrar nuevamente allí al Teniente Silva, pero vueltos a la realidad le dijeron al Tenien-
—
te
que no habían podido encontrar por ninguna
parte al Capitán Chajón.
—
—
—
Bien dijo el Teniente Silva eso no es de importancia por ahora, el Capitán Chajón no se ,
81
,
encuentra en Gualán y no es tiempo de entrar en comentarios. Sargento ordenó el Teniente reúna de nuevo a todo el personal en este mismo lugar para confirmar la orden de defensa, porque estamos a escasos minutos de entrar en acción. Todo se ejecutó tal como lo había ordenado el Teniente, se repitió todos y cada uno de los puntos de la orden.
—
Ganando t«rr«no hacia
—Yo estaré en
la
—
Ruta
al Atlántico.
la tercera escuadra durante todo desarrollo de la batalla. Escuchen soldados: Deben estar convencidos de una sola cosa y es que se puede morir a manos del enemigo, pero se debe morir peleando con pundonor de soldado. Claudicar sin esta justa razón del encuentro, es cobardía.
el
82
—
Nosotros nos encontramos ahora en esta circunstancia. Esperamos un ataque promovido desde el exterior por enemigos de la patria; nosotros tenemos el respaldo claro de una orden de defensa de esta localidad y esta es la única e indeclinable acción que tomaremos, no importa quién sea el enemigo, ni cuan grande sea. No olviden que nuestras armas permanecerán en silencio, sin embargo, en el mismo preciso instante que el enemigo abriere fuego contra nuestras posiciones, éstos encontrarán la respuesta de las armas de la defensa
que están en nuestras manos, porque solamente así estaremos cumpliendo con nuestro deber. Ja-
más nos arrodillaremos ante agresión
alguna. De nuestro arrojo y habilidad depende ahora la victoria final y yo los necesito a ustedes el día de mañana sanos y salvos para consolidarla. Presiento ya esa asquerosa agresión y consultando su reloj agregó son en estos momentos las 22 horas, si no tienen preguntas, todos a sus puestos. Los soldados acostumbrados a las disciplinas militares iniciaron el camino hacia una noche gloriosa de guerra; avanzaban expertos en estas lides haciendo uso perfecto del camuflage, de los movimientos a rastras aprovechando al máximo las ventajas que ofrece el terreno, haciendo uso adecuado de las formaciones y así se esfumaron en las sombras hacia un inquietante espectáculo profundamente inhumano pero definitivamente lógico, porque este es el destino de los hombres que no saben vivir en paz alejados totalmente de las disciplinas espirituales y sublimes del Creador. Flotaba ahora en el ambiente un ligero rumor a ramas que al cruzar el viento las mecía, quedaba
—
—
,
el monótono transcurrir de la llovizna chocando contra las piedras, uno que otro ladrar de perros
lejanos
y
el
quiquiriquí de los gallos trasnochado-
res.
Todo esto dentro de una marcha impresionante de minutos que abordaban la nave hacia el inmediato pasado para dejar una estela de inquieto e incierto presente y un futuro de inevitable batalla. El enemigo ya estaba allí decidido a dar batalla metido en la maleza escudriñando ávido el trágico sendero de la sangre detrás de los arbustos. Estaba allí apasionado, delirante, pensando únicamente en aplicar el zarpazo feroz y contundente para el éxito de sus fines.
84
CAPITULO
VIII
LA BATALLA (la. fase)
La noche estaba volcada por completo expectante sobre el área ocupada por atacantes y defensores, dejando atrapadas en sus sombras a todas aquellas almas que ahora tenían ante sí un solo destino: el sangriento encuentro. Solamente que a los primeros se les presentaba la situación contrariamente a los planes pre-arreglados, porque las luces del alumbrado eléctrico de Gualán ahora permanecían apagadas y no como ellos lo esperaban, de donde ya tenían la mentalidad hacia un inevitable combate y entonces tomando una decisión lógica, pues no podían permanecer indecisos por más tiempo bajo los árboles de pie entre la yerba y el agua del cielo, lanzaron una luz roja de Bengala, clásico convencionalismo o claro lenguaje entre dos fuerzas amigas que necesitan comunicarse. No hubo ninguna respuesta en esta
oportunidad. Sin embargo, fue lanzada una segunda luz, ésta de color azul, la cual surcó lo alto del espacio cruzando toda el área en la tierra de 85
nadie,
pero
silencio el espacio. el
cu.itinuó
invadiendo
el
tiempo y Era natural que había ocurrido cambios en lo convenido y de ahí que surgió resueltamente la orden de asalto. Eran las veintitrés horas con treinta minutos cuando se llenó el ambiente de un estruendo ensordecedor. Habían sido lanzadas al vacío varias granadas de mano, éstas en vía de experimentación por parte de los invasores; luego, inmediatamente, atrás de las granadas, se dejaron escuchar ráfagas cortas de ametralladora; sin embargo, se encontraban aún bastante retirados de la vía férrea, pero lo más importante para el Teniente Silva, fue el control que estableció desde el primer instante sobre esas tropas, porque éstas estaban prácticamente delatando su línea de avance. Estaban fuera del alcance de los proyectiles de la defensa por lo que el Teniente mantenía el silencio en sus filas. Se acercaban a cada instante más y más; ahora estaban a solamente 200 metros según lo estaban indicando los puntos luminosos de los disparos en medio de la espesura negra de ^a noche. Unos minutos más y todo sería un desgraciado contraste de fuego, sangre y muerte. La inquietud había concluido, claudicando a su vez el ambiente propicio para la meditación. El valor espiritual del hombre en esos momentos era sólo un vago recuerdo y ni eso era ya, ahora estaba allí metida dentro de cada cuerpo humano, la bestia salvaje. Había acontecido la primera derrota, el odio había triunfado sobre el valor humano y el ambiente era presa de convulsionadas pasiones. En medio de todo esto, de pronto, a unos segundos se iluminaría el área de combate con millares de serpen86
tinas de fuego, resplandor de mil proyectiles que entrelazados en el aire tejerían la telaraña de la
muerte y el carnaval sangriento de la guerra. Los hombres que avanzaban estaban ya hablando con sus armas; los hombres que esperaban en aquel corredor fatídico, también tenían su índice pegado al disparador de sus armas. Ese era un hilo de almas esperando el martillazo feroz ahora solamente a 50 metros de distancia. Las respiraciones agitadas del invasor contrastaban en este instante con la serena tranquilidad de los defensores. Los atacantes principiaron a saltar por sobre los vagones del ferrocarril y cuando las siluetas de éstos estuvieron expuestas, el Teniente despedazó en su pecho la última palpitación de compasión que le quedaba y levantando con firmeza su ametralladora hasta la altura de la cintura, dio la supreorden de fuego soltando sin temor una larga ráfaga de proyectiles y al punto todo el corredor se iluminó, como si hubiese sido nochebuena a las 24 horas, con deslumbrante luz que emergía de la
ma
boca de fuego de los fusiles, las ametralladoras y granadas de mano de los soldados. Fue como una enorme serpiente de fuego, desde las yardas de los ferrocarrileros hasta la bomba de agua de la estación. Todos y cada uno de los proyectiles de la defensa tenían ya un destino. El avance de la agresión fue detenido momentáneamente por un mensaje de plomo que los hizo vacilar. Los que no fueron heridos lograron retroceder para reencontrar el control perdido. A estos hombres sólo les quedaba una alternativa, continuar hacia adelante, porque siendo tan numerosa la falange, los que venían atrás empujaban sin remedio y planificando rápidamente una nueva como furiosa acometida se repitió el combate; pero allí en frente
las
87
a escasos metros se levantaba
como
un infierno de balas
mismo
espinazo del diablo; fue un mstante nada más, pero un instante de espanto, de terror y no sólo eso sino armado por el incontenible deseo de permanecer los soldados clavados en sus puestos, la falange fue nuevamente detenida. Pero era lógico que esto no pudiera durar por mucho tiempo, pronto ya no tendrían municiones los soldados porque todo el ímpetu y esfuerzo, lo ettaban dando mas que todo para impresionar al invasor, sin embargo, la ametralladora 30 ^30 Browuning terrestre estaba luciendo en todo su singular esplendor; primero, impresionante, había disparado sobre el flanco derecho del enemigo para situarse aún más gallardamente en el centro de ambas falanges y más tarde también se desbordó con derroche magistral sobre el flanco izquierdo del enemigo, devorando frenéticamente las fajas útiles de cartuchos. Este hecho de increíble heroísmo estaba surtiendo efectos contundentes sobre el desordenado y abrumado enemigo. El cañón de la ametralladora estaba al rojo vivo hirviendo de caliente, por lo cual, ya no podía continuar haciendo ftiego y no había un cañón de reemplazo. Sin embargo, todo estaba ya hecho y no tenía por lo tanto otra tarea que la de esperar que se enfriara para poder continuar cumpliendo en forma efectiva en la acción. Mientras tanto las si
fuese
el
los hombres que se encontraban en la ciudad habían organizado por su lado también un asalto, el cual estaría enfilado directamente hacia la retaguardia de las tropas defensoras; éstas colocadas en la peor de las circunstancias allá abajo en el corredor de la muerte. Los hombres de la ciudad conocían de sobra su terreno y descendían entre las sombras de la noche, confundidos con la
armas v
lluvia por i8s empedradas calles de Gualán con ánimo resuelto pero sin coordinación alguna. Era solamente el principio de una inmortal noche de guerra guatemalteca en el jirón de tierra ei
gualanteco. Rotas las barreras del miedo, los rebeldes hicieron tabletear también sus ametralladoras en las propias espaldas de los soldados. Avanzaban rápidamente cruzando calles y esquinas y soltando sin dirección alguna una que otra granada de mano. Sus intenciones eran aviesas y sumamente desleales, por cuanto sabían la ubicación
exacta de los soldados y ahora aprovechando la nocturnidad le hablaban con furia loca por las espaldas. No obstante esta tremenda situación, era lo que estaba esperando el Teniente Silva. Este era precisamente el plan. Esa acción era la clave para el logro de su meta. A toda costa el Teniente estaba atrayendo hacia sí a las dos fuerzas y rápido como no queriendo desaprovechar aquella oportunidad, se volvió hacia atrás, cada soldado sobre sus propios talones y otra vez volvió a iluminarse el corredor con un nutrido estruendo de proyectiles. El enemigo de la ciudad había recibido en su propio pecho aquel saludo y se detuvo, no para volver sobre sus pasos, sino para arremeter con más furia, sabedores ahora que aún estaban allí los soldados.
Estos instantes supremos en que la vida pende de un hilo, fueron tal como se había planificado aprovechados felizmente por el Teniente, éste hubo de arrastrarse en fracción de segundos, rápido como una gacela hasta el último de sus elementos para darles la orden de reconcentrarse tomando todas las medidas de seguridad hacia el Campamento de Caminos. Todo estaba saliendo a la perfección y los soldados se arrastraban como ser89
píenles hacia el refugio dejando vacio el corredor
pero no tanto, porque hubo de lamentarse la baja de tres valiosos elementos que quedaban para siempre en aquella hondonada; hubo asimismo de trasladar a un tercer elemento herido en una pierna por las balas enemigas. No se pudo hacer nada por los caídos, un beso nada más en la frente que los compañeros imprimieron y cerrando sus ojos que aún estaban infinitamente abiertos, grandes y expresivos, los dejaron allí, conteniendo en sus pechos un vendaval amargo. El Teniente musitaba una pequeña oración entre sus labios por aquellas vidas patrióticas que habían escrito con sangre un hecho histórico grandioso de guerra, aquella inmortal noche. Las dos falanges, una que bajaba de la ciudad y la otra que venía de afuera, habían reanudado ahora con ardor y furia un definitivo ataque, sin pensar que ya había sido desocupado el fatídico callejón de la muerte por los soldados del Teniente, llegaron con empuje inusitado hasta aquella línea trágica y agotando sus esfuerzos ambas fuerzas, por inercia, se entregaron a un enfrentamiento sin antecedentes en la historia del mundo, pues esta vez inteligentemente habían sido dirigidas por un ofícial enemigo hacia un enfrentamiento entre sí y una clásica autodestrucción en la cual se llevaron algunas horas. Los resultados de este enfrentamiento habían sido previstos, es decir, que si por inercia se buscaron estas tropas, por inercia se encontraron. Nadie supo contra quién arremetía bajo las sombras y la lluvia, el combate cobró dimensiones trágicas; por momentos se apagaba el ardor, por momentos el estruendo abrumaba y sólo una era la verdad, el ataque ardía frenético a cada instante 90
con más vigor y no cabe la menor duda que todos en ese abrazo mortal estuvieron a la altura de los valientes. La causa aunque negativa para los dos bandos, los empujaba con fuerza inaudita hacia una exigencia de victoria. Granadas de mano por doquier con su estridente lenguaje de dolor, silvar de proyectiles perdidos en el espacio, rebotar de plomo en las paredes de las casas, caer de cuerpos destrozados por la metralla, gritos y lamentos, correr de san^e caliente por las aceras y las calles, sombras veloces cruzando las esquinas; confusión, desorden y derrota, eso era el singular cuadro que poco a poco fue menguando en su ardor. Los rebeldes habían retrocedido hasta sus propios reductos y los invasores aprovechando la debilitada ahora resistencia, habían avanzado algunos buscando la ciudad y otros se perdieron en los montes aledaños para salvar sus vidas. Los que llegaron a la ciudad, no acertaban a coordinar ningún plan, tocaban puertas, se escondían detrás de los arbustos, corrían de un lado para otro, se acurrucaban en los quicios de las puertas, tartamudeaban tratando por lo menos de conseguir auxilio. Mientras tanto todo esto ocurría, la oscuridad los castigaba aún más con el látigo de la lluvia que caía sobre sus cuerpos, sobre sus ansias rotas, tra-'
tando de borrar
el
recuerdo de aquella estúpida
pelea.
En el Campamento de Caminos estaba sucediendo mientras tanto transcurrían los minutos y las horas, una nueva planificación para el asalto a la población por las tropas del Teniente Silva, con el objeto de aprovechar la confusión dentro de las fuerzas enemigas. El Teniente y sus soldados como simples espectadores que habían sido de aquella batalla infer92
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•
^
nal, no habían perdido ni un solo detalle de aquel acontecimiento y sabedores del estado de la moral de sus adversarios, porque incluso tenían en su poder cuatro prisioneros de guerra, que en un intento por salvar sus vidas y buscando también refugio, habían ido a parar al abandonado Campamento de Caminos, en donde les habían recibido en silencio pero con mucha energía e inteligencia los soldados del Teniente. La original como valiosa táctica empleada por el Teniente Silva, le estaba entregando en bandeja de plata una ventaja suprema y con ella como clarinada la victoria, no esperó que se hiciera el día y a las tres de la mañana se habría de lanzar por asalto sobre la ciudad para ser él ahora el que
asestara un definitivo golpe. El enemigo aunque confuso y diezmado, cansado y desarticulado, se mantenía adentro de la posición, ésta que al clarear habría de ofrecerles buenos campos de tiro, reductos valiosísimos en las propias viviendas y también porque contaban con suficiente arsenal bélico. Natural era entonces que se pensara en destronar al enemigo de esta opor-
tunidad de reorganizar la plaza. Las ventajas que el Teniente tenía a su favor habían sido el menor esfuerzo empleado en la lucha, el tiempo que descansó en el Campamento de Caminos, el control que mantuvo sobre el desarrollo de la batalla y la serenidad de sus tropas para la nueva situación. Todo lo que le faltaba por hacer, era aprovechar de inmediato estas ventajas y lanzarse definitivamente a un asalto planificado y contundente.
93
CAPITULO
IX
EL ASALTO (2a. fase).
Eran las dos de la madrugada cuando el Teniente estaba dando precisamente no una orden de defensa, sino clara, completa y concisa, una orSeñores, den de asalto a sus inspirados soldados. les dijo, el enemigo nos dio anoche el estartazo, guerra querían y guerra encontraron, estamos en mitad de ésta y debemos concluirla en nombre de nuestros primeros soldados caídos, por ellos y por la patria, seguiremos adelante, dado el alto estado
—
de moral en que se encuentran ustedes, la integridad y el vigor, debemos de proceder al reamunicionamiento de nuestro equipo y de nuestro valor. continuó al enemigo jamás hay Soldados
—
—
—
,
que considerarlo inferior a
las posibilidades progolpeado, está confuso y debilitado, pero puede reaccionar y recuerden que una fiera herida atacará con más furia, tal vez enloquecidos por el dolor nos pueden dar una buena pias.
Ahora
él está
Nosotros atacaremos a las tres de la madrugada en dos columnas, para aplicar el doble batalla.
95
envolvimiento, esto con el fin de lograr algunas La primera escuadra marchará en columna sobre el flanco derecho de la población; la segunda escuadra usará también la formación de columna y marchará por el flanco izquierdo. Al
capturas.
centro, en línea de tiradores, se
moverá
la tercera
escuadra aplicando EL FUEGO Y MOVIMIENTO, tratará de alcanzar el parque central de la población. La Escuadra de Armas, se constituirá como
una reserva y apoyo cuando yo lo solicite. Un poco más atrás marcharán los elementos civiles que aún nos acompañan, éstos estarán dirigidos y controlados por el cabo Jesús Santiago. Este personal entrará en acción única y exclusivamente, cuando sus servicios sean muy necesarios, de lo contrario guardarán absoluto silencio las armas
que portan. No está demás recordarles que una vida perdida en combate, no se recupera en el plan táctico y esfuerzo se debilita mientras más elementos caigan en acción, pero si observamos exactamente todas las disciplinas de la guerra, tales como el buen aprovechamiento del terreno, el camuflage, la habilidad personal, un criterio definitivamente combativo y sobre todas las cosas, valentía el
y decisión, el fruto será la victoria. Nuestro punto de reunión será el parque central, lugar donde nos esperan otras tareas, tales como reorganización, consolidación y persecución del enemigo, pero éstas se harán sólidamente planificadas y únicamente cuando yo haya emitido una orden para cada tarea. Y finalizando, continuó: yo me encontraré en la tercera escuadra mientras no se me necesite en otro lugar. Soldados, la orden está completa, la misión es clásico asalto, esto quiere decir que ahora so-
—
96
mos nosotros los que atacaremos, por lo que tenemos que usar una agresividad lógica y extremada. Deben medir bien su tiempo, sus distancias entre que nos separa del objetivo; esta última es pero escabrosa, difícil y como tal deben aplicar todas sus habilidades. No se queden detenidos en cualquier reducto que los entretenga con sus disparos; descúbranlo, destruyanlo, or-
sí
y
la
muy
corta,
r-*v»ii
:
Uno de
,
.,
,
':;iim^
elementos de la Defensa en un pue»io avansado de combale.
los valiosos
ganícense y continúen. Todos nos necesitamos entre sí. Es urgente que terminemos con esta contienda negativa. Con este asalto debemos concluir obteniendo la supremacía en la ciudad; pero por favor, no expongan sus vidas sin razón. Los necesito vivos y sanos. Buena suerte. 97
La hora cero señalada por el Teniente acababa de llegar clamarosa' y febril en esos instantes y se escuchó de pronto desde el fondo dei Campamento de Caminos, una ya muy conocida voz que retumbó en el atnbiente nocturnal. -^MUCHACBIOS EN ACCIÓN, ¡ADELANTE! Cuando se piensa como guerrero, solamente ^ceden dos cosas, o se ínunja o se muere. Silva Girón y sus soldados habían llenado su cerebro con una aoialibneg^da obsesión: VENCER. Ahora a escasos segundos estaba la oportunidad de sublimar aquel gionoso contenido del vocablo
VBNCER
-
Adelante entre las sombra y la lluvia se alzaba el objetivo singular, vago, latente, presto a recobrar sus bríos, su ardor, su reputación de invasor, dispuesto a levantarse del polvo de su derrota más bravio aún, más firme, más -elocuente. La fiera herida no huye, ataca con desesperación ful-
minante dispuesta á caer languidecida finalmente, pero lo hace todo antes de exhalar el último suspiro.
Por esa misma razón, este ataque sería decisivo. El Teniente lo sabía, fue y combatió sobre esta alternativa.
El avance dio prindpio en silencio, ordenado y traumas psicológicos ... de repente el tabletear de una ametralladora quebró el silencio. De la teTtBitL de una farmacia vomitaban proyectiles varías armas de fuego. Era un reducto poderoso, una trinchera fuerte atestada de franco-tiradores. Dos soldados de la tercera escuadra, precisamente donde se ubicaba el puesto de mando, cayeron paya no levantarse más. El reducto continuó su feroz ataque y otra vez se llenó de estrépito y pólvora la ciudad. sin
98
Era la Farmacia "ACEVEDO", su propietario Lisandro Acevedo, uno de los principales líderes de la agresión. Fuego a ese reducto, gritó el Teniente entre la penumbra de la madrugada. Cuerpo a tierra y usen sus granadas de mano.
—
Obligadamente tenían que acercarse mucho bagraneado de los atacantes para poder proyectar sus granadas por las puertas y ventanas y luego tratar de penetrar, pero al mismo tiempo, era una estupidez hacerlo todos a la vez y esto jo el fuego
precisamente estaba sucediendo, fue un momento de descontrol y otro soldado cayó virtualmente herido de muerte. Otra vez el Teniente gritó: Detengan el fuego, busquen refugio pronto aquí tras esta esquina, atentos a mi orden y continuó: cúbrame las espaldas usted cabo Solares, yo me arrastraré por esa zanja hasta la casa, procuraré llegar a la altura de la puerta y humillaré, LO JURO, a estos anodinos traidores. Fueron segundos de intensa agonía, más o menos había que cruzar unos 40 metros completamente pegado al suelo. Tal vez esto era una loca e intrépida aventura, pero no obstante la única al-
—
ternativa.
Abandonar
los provisorios refugios para contiavance o bien para retroceder, era sumamente expuesto y no aplicable. En esos momentos estaban atrapados. El Teniente dejaba pedazos de su piel y sus ropas, arrastrándose sumamente pegado a la tierra; transcurrieron 25 segundos, 40, 50 segundos interminables. Mientras tanto rebotaban en las piedras los aceros de los proyectiles venidos del reducto; inesperadamente éste se silenció un momento, el cual aprovechó el Teniente para alcanzar la acera opuesta, se paró de pronto,
nuar
el
99
pegándose a
un
la
pared de
la
Farmacia,
le quitó
de
y pin del seguro a una granada de mano y buscando el claro de una ventana, lanzó con fuerza hacia el interior su mensaje de aceptado el reto, se tendió en tierra y contó: Uno, dos, tres, cuatro y el estruendo adentro fue demoledor volando por los aires astillas de madera, de vidrio e infinidad de objetos y el Teniente sin detenerse en reflexiones, porque ya todo estaba decidido, arrancó otro seguro y voló otra granada contra la puerta de la farmacia que saltó en mil pedasolo tirón la argolla
zos por los aires. Allí estaba el boquete, ahora otra granada y otras más. No por gusto habían caído muertos tres soldados, tenían que pagar con creces esta afrenta. La farmacia quedó hecha jirones y en medio de la oscuridad el Teniente iba a penetrar, pero un soldado le gritó: No mi Teniente, no haga eso, ellos huyen por los tejados, allí van sus sombras. Fuego a ellos gritó el Teniente, no los dejen escapar. Se llenó entonces el ambiente de un atronador silbar de proyectiles y luego el silencio. El sargento Marroquín, sumamente conmovido, acomodó los cadáveres de sus compañeros caídos, retirándolos de la media calle y acercándolos ai quicio de una puerta cercana, acaso con la esperanza de poder volver por ellos. El Teniente estaba completamente seguro de haber silenciado definitivamente este reducto, no quiso penetrar a su interior aunque sabía que en él había muchas armas y municiones muy necesarias para sus soldados, pero la orden que él mismo había dado era: descúbranlo, destruyanlo y continúen, no queden atrapados en cualquier reducto; por esta razón el Teniente hubo de continuar. ¿Cuántos más contratiempos iba a encontrar
— —
loe
en su camino? No importaba cuantos fueran él continuó su avance imperturbable hacia el objetivo aunque también pensaba en lo que pudiera estarle sucediendo a las escuadras encargadas de complementar el envolvimiento. Se oía el tabletear de ametralladoras por momentos y por momentos asimismo languidecían. Sin duda alguna era objeto de alguna entrevista con el enemigo, aunque ya no lo había en realidad con el vigor y la fuerza que habían demostrado anteriormente. Ya no era una fuerza bruta, demoledora e incontenible, eran simplemente franco-tiradores amparados por la protección de las casas y las sombras que aparecían de pronto y con esa misma velocidad se retiraban; sin embargo, el escenario era impresionante, inmensamente lógico. Cuerpos destrozados en las calles en trágicas posiciones. Pero estos son los saldos que siempre quedan en los campos de batalla, porque los hombres que llegan hasta allí, no pueden encontrar otra cosa. Aquella madrugada el Teniente se posesionó de la parte alta de la colina, la cual había encontrado desierta y llamando a su corneta de órdenes le indicó que tocará reunión de tropa. Media hora transcurrió de aquel toque y pronto estuvieron reunidos en el parque central de la localidad las cuatro escuadras, cuyos jefes procedieron a dar sus novedades, cuyo saldo fue el de tres soldados muertos y dos más heridos en la escuadra del flanco izquierdo. El Teniente dijo entonces: Tenemos que tomar una posición defensiva y para lograrlo adoptaremos la defensa PERIME-
—
TRICA ESTACIONARIA. En
esta situación los encontró el sol del nuevo Aquello no era la ciudad que hacía 24 horas aún conservaba su alegría, su movimiento, su
día.
101
afán de trabajo. Ahora era el espectro de la muerte, no había una sola casa abierta, no había un solo ciudadano circulando, ni siquiera las aves y los perros daban señales de vida; era un cuadro desolado y desgarrador, desgarrador por cuanto solamente había cadáveres desparramados por las
Defensa Perimiirica Estacionaria.
La lluvia había amainado; también la lucha había entrado en una tregua obligada, pero la situación era por demás tensa en aquel paralelo de muerte. La tarea que en adelante le tocaba calles.
102
sumamente difícil y delicada porque además del control que tenía que establecer sobre sus adversarios, se le sobrevenía la limpieza de cadáveres en la ciudad, así como también tenía que enviar a su retaguardia a los prisioneros capturados y soldados heridos. Para llevar a cabo esta operación, hubo de intentar una llamada telefónica a Zacapa, pero cuál
afrontar al Teniente, era
no sería su asombro al entrar al edificio de Correos y Telecomunicaciones al ver un hecho insófrente a sí. ¿Qué había sucedido adentro de aquel edificio aquella noche? Era increíble, había sangre regada por todos lados, en los corredores, en los graderíos y pedazos de cuerpos humanos desparramados a lo largo del viejo caserón. Eran los cuerpos de cuatro infortunados policías nacionales, los cuales fueron bárbaramente torturados y muertos con exceso de sadismo, pensando tal vez los enemigos del Teniente que éstos eran los soldados que les tenían que entregar. Bueno, aquello fue una orgía de sangre, ingrato recuerdo de la cobarde agresión, valiente recuerdo, muy valiente recuerdo en cuanto a bestialidad e ingratitud se
lito
refiere.
El Teniente Silva musitó una plegaria intensamente pálido y conmovido. Tal vez fue una sentida oración por el alma de aquellos que no pudieron defenderse de la avalancha que se les sobrevi-
no de pronto. Descolgó el auricular telefónico para informar al Alto Mando de Operaciones de todo lo que había ocurrido en el estrecho margen de ocho horas; no omitió detalle alguno, así como del envío de prisioneros de guerra que acababa de despachar a ese Comando. Resueltamente solicitó un refuerzo, porque su Unidad Táctica había dejado de ser103
le quedaban 21 soldados. telefónico agregó el Teniente: —Hemos calibrado la FUERZA y el PESO del enemigo y puedo asegurar a ese Comando que mantendremos la hegemonía en este frente ante el enemigo. Lo que me pidieron como MISIÓN, está ahora cumplido, sin embargo, la tarea que me espera es ardua y delicada, espero que el mando me oriente, me sugiera y me envíe los refuerzos necesarios. CONSOLIDAR POSICIÓN, es tarea que nos incumbe a ustedes y a mí en el te. rreno. lo,
por cuanto solamente
En su mensaje
LA
Aquel emocionado informe era sumamente real, porque todo esfuerzo humano en la guerra, necesita organizarse para perdurar y alcanzar otros triunfos. Los ejércitos
de ocupación, suelen carecer de organización eficaz e incluso sufren frustraciones. Ahora en Gualán el enemigo era el más vulnerable, el más débil, sin embargo, estaba latente tras una cortina de vagas esperanzas, había que trabajar fuerte, para mantener la situación de privilegio. Un error en aquellas circunstancias, significaba abrir un nuevo camino de sangre y esto era lo que tenía que evitarse antes que nada en Gualán. Entonces había que preparar muy bien el terreno, medir el tiempo y auscultar el espacio frente a las reacciones del enemigo. Se estaba haciendo lo que humanamente se podía: reconcentración de armas y municiones capturadas y las que voluntariamente estaban entregando algunas familias arrojándolas por las ventanas de sus viviendas a la calle. La organización es el primer postulado de la guerra y había que pensar además en adquirir un mínimo de abastecimientos y albergue para las 104
tropas, pues en esta oportunidad, algo serio debía estar ocurriendo en Zacapa, que a esta altura no se habían acordado de enviar apoyo logístico a pero el Teniente había logrado en estas tropas ., los días que subsiguieron a la toma de la posesión .
.
un apoyo valioso de
la población civil. El Tenienpuso en práctica un inteligente plan de CONTRASABOTAJE en el área, evitando a toda costa los incendios, saqueos y asaltos por medio de patrullas en toda la ciudad, dando tranquilidad para exigir confianza. Fue precisamente aquí donde sobresalieron tres inolvidables personajes gualantecos y considero un imperativo señalar sus nombres para la historia, tanto así como el esfuerzo, sacrificio y extraordinario empeño que pusieron en la causa de la defensa al darlo todo sin pedir nada que no fuera la libertad conculcada de la patria. Fueron ellos: RIGOBERTO ALDANA, quien se volcó con ardor inusitado en la tarea de recorrer las calles y áreas circunvecinas de la población, demostrando con ello un elevado valor moral y alto sentido patriótico; cuidó noche y día sin desóanso por las vidas de la pobla-
te
i
Aún
están presentes esas fisonomías la vigilia en sus pupilas y el mal trato de las lunas y los soles en sus hombros en aquellos días históricos; es por esta misma razón que aquí en estas líneas estampo sus ción
civil.
barbadas con
la
marca de
nombres gloriosos para satisfacción de la patria, porque también he de mencionar al héroe con dimensión infinita BAUDILIO AVILA (Pilo Avila) de quién se decía que se había constituido en Lugarteniente del Comandante Silva, y en realidad no fue así, sino que en su ambición por servirle a la patria, estuvo casi en todos los pequeñas y grandes contactos que se tuvo con el enemigo, ,
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105
pero ¡Oh!, ironía de la vida: ¡Baudilio Avila, ya cuando no se estaba en guerra fue capturado por la mal llamada Liberación, lo torturaron en una forma mil veces condenable, lo masacraron y no contentos, estos criminales lo amarraron a la parte trasera de un Jeep para arrastrarlo en una carretera cercana al río Shusho, en Chiquimula, hasta descuartizarlo! ¡Qué valientes fueron les agresores! ¿Verdad, pueblo de Guatemala? Esta misma agresión que más tarde para defenderse de sus abominables extravíos, hubo de culpar de falsas m.asacres a los defensores de la patria. Igualmente es digno de mención especial el profesor OSWALDO GUERRA Y GUERRA, actualmente Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas, porque inmortalizó su presencia en aquel teatro de operaciones cumpliendo con ardor patriótico la elevada misión de defender a su patria al lado del Ejército leal de Guatemala.
107
CAPITULO
X
OTRO HECHO DE GUERRA Fundamentalmente todo Comando de Operaciones debe darle la prioridad que requiere al vasto campo de la inteligencia militar, importante cuadro que debe mantenerse vigente, claro y exacto durante la paz y con suprema magestad durante la guerra.
En se al
la carta de la situación tendrá que operarminuto justamente, todos los progresos obte-
nidos durante el desarrollo de la misión, debiendo tomarse en cuenta cualquier cambio que hubiere, analizándolo y clasificándolo en el mismo momento que sucede, haya ocurrido éste dentro de las filas enemigas o en las propias, con el objeto de conocer exactamente las capacidades propias y extrañas. Cuando este factor se descuida, se pierde indiscutiblemente el control del espionaje sagaz y acertado de los movimientos de ambas corrientes y resueltamente se desemboca a una situación de plurales males que a su vez conlleva debacles imperdonables, es decir, que el Oficial de Inteligencia G-2, debe mantenerse informado sobre la ubicación, cantidad, clase de arma-
mentó, posibilidades tácticas del enemigo e intenciones de éstos, así como conocer también el estado moral de sus propias tropas, su capacidad combativa, etc., etc., con el fin de no enviar a combatir Unidades Chicas contra Unidades PODEROSAS o lo contrario, enviar un excesivo número de tropas para combatir pequeñas unidades enemicas. Lo primero representa enviar a una muerte segura a sus elementos, lo segundo es derroche de fuerzas en forma inoperante. En Gualán se cometió el imperdonable error de enviar a 30 hombres contra una Legión extraordinariamente superior en elemento humano y en armamento, aunque el Teniente Silva salvó la situación aprovechando el analfabetismo estratégico de aquellas Legiones que sucumbieron infantilmente para mal recuerdo de la agresión extranjera a Guatemala en el año de 1954, pero algo peor llevó a cabo el glamoroso Estado Mayor de Operaciones con el hecho insólito que provocó al enviar un refuerzo inoperante a Gualán, el cual a continuación se narrará. El Estado Mayor de Operaciones en Zacapa fue puesto varias veces en alerta, sobre la difícil como delicada situación existente en la Villa de Gualán. Varias veces por la vía telefónica Silva Girón informó en forma detallada sobre el desarrollo de las acciones armadas y de los resultados de cada una. El SOS. solicitando refuerzos fue también varias veces desoído. La Batalla de Gualán había principiado con 30 elementos en la defensa contra unos 800 hombres por parte de los atacantes, pero ahora ya no podía decirse lo mismo. La pequeña Unidad Táctica se había reducido a un pequeño grupo de 15 hombres, los cuales tuvieron que centuplicar su esfuerzo lio
para mantener el imperio de su victoria en aqueplaza infestada de enemigos, que constituía para la defensa una constante pesadilla. El asaltante enemigo aún estaba confuso en el bosque por el rudo golpe recibido, pero esto no significaba que no pudiera reorganizarse e intentar una recuperación de la plaza. Esto acontecía en Gualán; sin embargo, en Zacapa, donde se encontraba el grueso de la defensa, no sucedía lo mismo. Aquí los confundidos eran los miembros del Ejército Nacional; éstos nunca supieron lo que hacían, es decir, no conocieron, no quisieron interpretar su misión; no pudieron organizarse como fuerza de contención, ni mucho menos como cuerpo de choque. No trataron de auscultar las capacidades reales del enemigo, desconociendo sus actividades y su fuerza, desgraciadamente se enclaustraron en sus bases a imaginar al enemigo poderoso, temerario, enorme, audaz y fabuloso y por todo ello, incontenible para autodestruirse definitivamente en una vergonzante página histórica nacional que nunca, nunca podrá borrar. Así lo concibió Silva Girón en este lado del hilo telefónico, después de haber escuchado la voz del flamante G-3 de Operaciones, Coronel DEM Eduardo Llerena Miuller, singularísimo personaje que resolvió el problema contestando: "Mira vos Silvita, no me estés creando fantasmas. Aquí en el Comando tenemos muchos frentes de combate que atender, la virgen no está para tafetanes, nos están dando leña por todos lados. Por ahora nada podemos hacer por vos, pero en caso de mejorar
lla
—
YA VEREMOS QUE TE PODEMOS MANDAR. Cambio y afuera.
la situación,
En las filas del Teniente Silva Girón, había cierto relativo espíritu de optimismo evidente, por111
que aún conservaba el terreno en su poder y porque además también se mantenían con vida algunos soldados y unos pocos civiles que colaboraban. Resultaba
sumamente
difícil, casi
imposi-
para las acciones subsiguientes. Mantener por mucho tiempo la situación de supremacía, dada esta circunstancia y en un frente que como aquél, era considerado por el enemigo, una plaza de primerísimo orden, requería pues, un máximo de esfuerzo supremo y el agotamiento de los soldados por las ininterrumpidas vigilias y constantes contactos, había logrado estampar en su rostro, marcas indiscutidas de fatiga; sin embargo, la misión resueltamente era la de defender aquella plaza y eso era lo que se había logrado y se estaba manteniendo con los minutos, las horas y los días que el destino le señaló para aquel SACRIFICIO. Así permanecieron dentro del marco grandioso de la lealtad, de pie siempre frente a la adversidad, sin inmutarse, sin declinar, obedientes a su patriotismo y a su fe. Siete elementos habían muerto en combate, tres más habían sido heridos y evacuados, cinco más tuvieron que marchar a retaguardia conduciendo prisioneros de guerra y heridos en acción. Si bien no ocurrieron bajas por deserción, sí en cambio quedó en el ambiente el desafortunado recuerdo de la desaparición del Capitán CARLOS ALFONSO CHAJON única deserción en todo lo que fue el desarrollo de la batalla. El Teniente Silva G. después de aquella desagradable comunicación telefónica con Llerena Miuller, había decidido hacerle frente a la adversidad con la única legal alternativa de conquistar la confianza de su población civil mediante la háble, planificar estrategias
—
112
—
bil
estrategia de
to a la seguridad
mantener un respaldo irrestricy tranquilidad de la ciudad.
Las armas y municiones capturadas al enemigo las puso al servicio de los voluntarios colaboradores, a quienes también les dedicó algunas horas de enseñanza relativos a patrullas de combate, de exploración y seguridad. El Teniente Silva Girón no sabía en esos momentos hasta que pun-
Un
Servicio de Patrulla en acción de seguridad.
encontraba castigado su flamante ejército mantenido éste dentro de su reducto por la acción de las incursiones aéreas enemigas. Hasta ese momento no supo de la hecatombe sufrida en todos los frentes de combate, pero ya se dijo que hubo puerta libre, paso franco a las huestes
to se
nacional,
113
Camotán y Jocotán fueron un obsequio para el enemigo, dada la traición a su Ejército y a su patria del Capitán JORGE JIMÉNEZ. La plaza de Chiquimula también lo fue, por la misma causa, bajo la desleal responsabilidad histórica del Coronel DEM JORGE HERNÁNDEZ, quien ostentaba el alto cargo de Ejecutivo de la Zona Miliinvasoras.
tar
de 2Uicapa.
£1 enemigo no era el fenómeno que crearon en sus ofuscadas mentes los miembros del Estado Mayor de Operaciones. La G-2. por ejemplo, comandada por el Coronel ENRIQUE RUIZ GARCÍA, demostró un auténtico neofitibismo, en cuanto a información sobre el enemigo se refería. Ya se dijo
que
el enemigo de tierra nunca demostró consistencia militar, tampoco táctica definida, ni organización, ni agresividad combativa, ni mucho menos un ideal o razón lógica que justificara su agresión. Ruiz García estuvo en el frente como un espectador y no en función de Asesor del Comando, actuando en función de enlace entre invasores y defensores, habiendo confirmado este he-
cho punible con el OK que pronunció en la cumbre de El Ingeniero, en el departamento de Chiquimula, juntamente con el Coronel VÍCTOR M. LEÓN, Comandante de Operaciones, para que el invasor enarbolara su tricolor bandera en el corazón de la patria mutilada por la DESLEALTAD. Guatemala en ese instante fue herida de muerte, sus hijos en el campo de combate olvidaron las bellas estrofas del
HIMNO NACIONAL,
piso-
teando todos los valores de dignidad que debe mantener incólume toda nación. En Gualán entre tanto quedaba un bastión heroico de pie ante el altar de la patria. Un pequeño grupo de hombres con una sola voluntad escribían con la tinta 114
imborrable del heroísmo sobre el piélago hermoso de la nación, la gran filosofía de la grandeza contenida en tres maravillosos sentimientos: HO-
NOR, VALOR, LEALTAD.
El día 23 de junio de ese año, apareció por el lado del puente ferroviario de Gualán, una tropa que sin tomar las informaciones necesarias acerca del enemigo, emplazó sorpresivamente sus morteros y empezó a castigar enfurecidamente a la población de Gualán. Fue una larga hora de despachar obuses, tratando de mutilar aún más, la moral de los habitantes. Hora trágica, pena, angustia, dolor, sangre y confusión, era el mensaje de aquel llover de plomo. Primero experimentaron un tanteo con una sola pieza localizando blancos, después fueron 4 bocas de fuego en salvas de batería inmisericordes, despiadadas y más que todo eso injustas, las que flagelaban la faz adolorida de la población. Por eso mismo se dice que Gualán vivió una epopeya histórica como jamás otro pueblo guatemalteco la haya vivido. Gualán tiene una historia maravillosa y debe escribirse con esa mentalidad, retratando los hechos más que narrándolos, porque una corona de espinas es inferior a aquellos minutos infernales que jamás serán olvidados por quienes los sufrieron en el propio teatro de operaciones.
El castigo de los morteros terminó para dar paun asalto no menos cruel, por estas mismas tropas que en esos minutos irrumpieron violentamente cuesta arriba en un avance sin objetivo, inoperante y negativo. Decididamente estaban loso a
115
NO
TENÍAN ENEMIGOS, parecía coC08 porque mo si estuviesen peleando en el vacío o ensayando una operación táctica. El envío de esta tropa fue la resultante de una orden del Comando de Operaciones que actuando en función de errores increíbles, había mandado a aquellos elementos con una misión muy diferente, como lo era reforzar, apoyar y obedecer, todas las instrucciones del Comandante de Operaciones en Gualán, Teniente César Augusto Silva Girón. Ahora bien, el asalto fue también la resultante de una mentira que nació de labios del Capitán Carlos Alfonso Chajón, que agregado a estas tropas, había informado al Comandante de la Unidad de refuerzo que la población de Gualán se encontraba en poder del enemigo y que el Teniente Silva Girón había sido muerto con todo y sus soldados en una de las acciones de guerra. Por esta razón, la Unidad que ahora golpeaba a la desnutrida pero valiente defensa de Gualán, tuvo cierta lógica a su favor, pero, inexperiencia en el análisis para llegar a una decisión. No se puede pensar que haya sido otro el móvil de tal actitud, porque sería verdaderamente inaudito pensar que aquello obedecía a un intento por destronar de su pequeño mundo de gloria al Teniente Silva Girón; sin embargo, el hecho sucedió tal como se ha descrito y para este punto queda en libertad de aclaración la palabra de aquel Comandante. Cuando el Capitán Rafael Sesán Pereira subía dando órdenes a su tropa, se dio cuenta que estaba equivocado, porque, frente a él había aparecido el Teniente Silva Girón; éste que no salía de su estupor y asombro porque no lograba comprender aquel absurdo. El efectivamente estuvo 116
soli-
citando refuerzos al Comando sin que se los enviaran cuando verdaderamente los necesitó; ahora
en cambio que más o menos ejercía un control sobre el enemigo, logrando mantener un marcado predominio en aquella plaza, aparecía de improviso y sm aviso previo, la ayuda. Una ayuda que realmente equivocó en el último momento su misión, trocándola en un inesperado ataque en contra de las fuerzas que tenía que apoyar. Dos sensaciones humanas quedaron flotando en el ambiente sumamente tenso en aquel instante. Estupefacción creciente en la finosomía de Pereira, incredulidad en la imaginación de Silva. ¿Con qué palabras podían ahora entenderse aquellos hombres, si ya habían hablado los proyectiles? ¿Cuáles serían los argumentos para justificar aquel hecho tan desagradable? Sin embargo, no quedaba por ahora otra alternativa, sino suspender inmediatamente la acción del asalto. Las tropas de Pereira quedaron en esta forma, quietas en sus puestos y pendientes de futuras acciones. Esta fue la primera orden del Teniente Silva, sobre las tropas de refuerzo. Cuando venía hacia acá dijo notoriamente me contrariado el Capitán Rafael Sesán Pereira informaron que la plaza de Gualán se encontraba desde anoche en manos del enemigo y que usted mi Teniente Silva, había sido muerto en acción. Así las cosas, no tuve otra disyuntiva que decidirme sobre un asalto planificado, de manera que lo siento mucho mi Teniente. Poco a poco había vuelto la calma a la fisonomía del Teniente Silva G. y contestó a Pereira con toda la serenidad: Pues si yo ya estoy muerto, ahora le habla mi espíritu Capitán Pereira, por poco hasta mi al-
—
—
—
,
—
lí?
ma
hubiera quedado definitivamente en Gualán, pero no podemos perder tiempo, me alegro que no haya sucedido algo peor, olvidemos la lamentable equivocación y agregó en tono muy enérgico: Llega usted muy a tiempo; en estos momentos espero un ataque de un reducto rebelde que aún se encuentra escondido en la población y que tiene en su poder un fuerte lote de armamento que fue recogido el día de ayer, cuando cayó en paracaídas lanzado por los aviones piratas. Es seguro que de un momento a otro surge un intento de recuperación de la plaza; y continuó diciendo: tengo información de las casas en donde se esconde el enemigo con todo y el armamento. Tenemos que preparar juntos un plan de cateo en esa área. El Capitán Pereira se sentía responsable del grave error cometido y queriendo rectificar dispuso responsabilizarse de esta acción futura, diciéndole al Teniente Silva: M:s elementos vienen descansados y deseosos de combatir, en cambio sus tropas deben de estar justamente muy sacrificadas. Dcme la oportunidad de actuar con mi gente. Esta filosofía del Capitán Pereira, era toda una verdad y en esc preciso instante, cuando aún no habían terminado de hablar los dos Comandantes, se dejó oír muy cerca del parque central de Gualán, exactamente por el lado nor-oriente de éste, una ráfaga de ametralladora y luego otra y en el acto varios disparos de fusilería. Esto era el reto del enemigo. Efectivamente habían alcanzado la parte alta de la población tres camiones completamente llenos de armamento y conduciendo un numeroso grupo de atacantes. De estos camiones nacían incandescentes las líneas de los proyectiles. En ese instante el Teniente Silva se dirigió a Pereira diciéndole:
—
—
118
—
Allí en el parque tiene usted la oportunidad de reivindicarse. Es así como prefiere pelear el enemigo, siempre en la ciudad y nunca a campo abierto, yo les conozco su modalidad, pero ahora conduzca usted ese ataque para capturar al enemigo.
Le sugiero mucha coordinación, agresividad
y buen criterio. ADELANTE. Al Capitán Pereira no le quedaba margen de tiempo para planificaciones, pero en cambio tenía la ventaja de tener a su tropa desplegada en disposición de combate, pues cuando recibió la orden de alto el fuego, así había quedado su unidad; no tenía pues, sino continuar el ataque. Un Comandante además de valiente en el combate, debe ser cauteloso, inteligente, hábil e intuitivo. El valor no lo es todo, es evidente que sin este factor lo otro no sirve de nada, pero entonces habrá de conjugarse todos estos valores para el logro exacto del objetivo. La guerra es un arte, que frente a la ciencia, constituye un conocimiento verificable, racional y práctico en el cual el talento y la destreza hacen las reglas a través de la técnica. No se trata ahora de desestimar valores, pero hay que razonar con lógica ciertos resultados obtenidos por errores en aquellos días. Pereira indiscutiblemente tenía la virtud del valor, y en aquella oportunidad lo demostró am-
pliamente, pero cayó casi mortalmente herido en cuestión de minutos por no haber usado con acierto el talento y la destreza. El Teniente Silva Girón, cuando vio caer a Pereira, acudió con desprecio de su propia vida en auxilio del Comandante herido y bajo una verdadera lluvia de proyectiles lo retiró del área de peligro y ante la gravedad de sus heridas, hubo de ordenar de inmediato 119
la evacuación de éste, a la zona de retaguardia, es decir hacia Zacapa. de donde apenas hacía unas pocas horas, había salido al frente de combate. Pereira se expuso demasiado colocándose adelante de su tropa de donde precipitadamente ordenaba al mismo tiempo que señalaba a sus soldados la posición del enemigo. ¿Quién lo hirió? Fue el enemigo, o fueron sus soldados. Esto no es posible establecerlo, pero él se encontraba en esos momentos cometiendo un error de táctica colocado entre dos fuegos que se cruzaban con violencia. Los hombres de los camiones estaban disparando barbaridades, no podían retroceder porque se estaban jugando una última carta, tratando de levantarse de su castillo en ruinas. Estaban muriendo como deben morir los valientes, con el arma en la mano, enfrentando las balas con sus propios pechos; incluso lograron ocupar el alto cam-
panario de
la Iglesia
y repicando fuertemente
las
campanas en señal de victoria hubo de morir uno de ellos cayendo desde lo alto abrazado a su heroísmo para siempre. Los soldados de Pereira también disparaban furiosamente; fueron solamente unos minutos intensamente vividos entre el trepidar de las granadas y el tableteo de las armas portátiles.
Los errores en combate se pagan con la vida y en esta oportunidad ya había sido por ello evacuado el Capitán Rafael Sesán Pereira, sin embargo, es importante señalar que antes de perder el conocimiento, aún pudo decirle al Teniente Silva, mientras éste lo conducía hacia la estación del ferrocarril en Gualán:
—
**Me da mucha pena más que dolor haber resultado herido en esta acción que no puedo continuar, yo sé que usted mantendrá a raya al enemi120
r go, le
quedan aún mis
oficiales
y mi tropa; haga
por salir adelante; y agregó:
—
el Ejecutivo de la unidad que comando es el Mayor Jaime Piedra-Santa Fuentes. Hágale saber lo que me
lo posbile
ha pasado y que asuma mi puesto tan pronto como sea posible y que juntamente continúe con Ud. la
tarea de la defensa".
esta forma mientras aún escuchaban los disparos en el parque central de Gualán. El enemigo no pudo resistir mucho; fueron silenciados definitivamente y capturadas todas las armas que conducían en los camiones. Piedrasanta Fuentes asumió el mando de aquella Unidad, pero éste no tenía las agallas de Pereira y en todas sus actitudes demostró gran temor; sin duda llevaba consigo muy buenos oficiales y tal vez una excelente tropa, porque estos eran elementos de la Guardia de Honor y la Base Militar con muy buena preparación, pero este factor se nulifica cuando el cerebro que lo constituye el Comandante no toma decisiones de alto contenido moral y valor y más que todo medidas opor-
Todo fue realizado en
se
tunas.
Piedrasanta Fuentes quedó en Gualán con los Oficiales siguientes: Capitán Marco Aurelio Juárez, Capitán Silvestre Estrada, Teniente Osear Diemeke Gal vez. Teniente Alfredo Valladares
Chacón, Sub-Teniente Osear Morales Duval, además un oficial asimilado Jefe del Servicio de Sanidad, un radio operador y ciento setenta y dos individuos de tropa, suficiente personal éste para consolidar definitivamente la victoria con una planificación ordenada y esto en realidad hubiese sido hermoso, pero desgraciadamente este refuerzo fue conducido en el terreno de la deslealtad, 121
poca hombría y deshonor, porque al cambiar su misión de refuerzo deliberadamente por el insustancial abandono de la plaza marchando hacia la búsqueda de un refugio en las Fincas La Blanca y La Cartuchera dejaron nuevamente solos a los elementos que defendían la plaza.
122
CAPITULO
XI
LA INOPERANCIA DEL REFUERZO Cuando se penetra al difícil campo de narrar hechos que hacen historia, se medita, se mide, se analiza cada palabra, cada hecho, cada capítulo para no incurrir en deformaciones de los acontecimientos; sin embargo, no puede omitirse detalles que son la base de fenómenos importantes, aunque estos detalles ocasionen pena por lo negativo de sus procedimientos. Lamento ahora no poder prescindir de señalar en estas líneas la postura del Capitán JAIME PIEDRASANTA FUENTES, quien comandó la Unidad de Refuerzo a partir de la baja del Capitán Rafael Sesán Pereira. No decirlo todo con claridad sería tanto como deformar la imagen verdadera de aquellos hechos verídicos que ahora narro. Un escultor para lograr el éxito de una obra de arte, no omite detalle alguno, concentrándose definitivamente en ellos, porque la falta de un solo rasgo o una sombra, cambiaría por completo la fisonomía de un busto escultórico. Este libro es mi obra, como la ciencia es la obra de los siglos y no será una obra perfecta en cuan123
to a literatura se refiere, pero desde el punto de vista de los hechos, personas y fechas, es auténticamente moral, real y humana. Representa los hechos que templaron mi carácter como hombre y por esta razón de altura, con el perdón de
mis amigos y compañeros de armas, aclaro que no denuncio, sino narro un pedazo de mi vida atado por el infortunio a la maldad de los hombres y lo hago convencido de la limpieza de todos mis actos, pensando en mis hijos que un día seguirán mis pasos defendiendo el honor que es la única causa que salva al hombre. Pensanao en mi familia toda a quien le debo respeto y cariño. Pensando en mis conciudadanos que merecen todos los bienes de la vida y mi admiración y pensando también en esta patria mía que debe perdurar por siempre inmaculada y soberana en el concierto hermoso de todas las naciones del mundo.
Las incursiones aéreas enviadas por el invasor a diferentes puntos de la República, con el objeto de preparar el terreno para su futura invasión y con el objeto también de amedrentar a la población, surtieron efectivamente su cometido y en Gualán, tierra golpeadísima por el flagelo de la guerra, se recibió la visita de estas incursiones aéreas, tres veces mayor que en cualquier otro pueblo o lugar de la república lo haya recibido, dejando en cada una de estas visitas, una cauda de dolor, de agonía y muerte. Estas incursiones asustaron a mucha gente, pero en particular en la ciudad de Gualán, hicieron estragos en la moral del Capitán Jaime Piedrasanta, quien en un intento por salir de aquel infierno, sugirió al Comandante Silva que 124
muy importante perseguir al enemigo derrotado por los montes y bosques aledaños, asegurando que en esta forma el Teniente Silva Girón obtendría más seguridad en la población para mantener la tranquilidad y la hegemonía combativa; sin embargo, el Teniente Silva después de haber escuchado serenamente al Capitán Piedrasanta Fuentes, trató de penetrar hasta el fondo de aquella alma atribulada por el terror para sondearla. sería
Comprendió de inmediato lía
la
a flote por los hilos de
gran mentira que sa-
un nerviosismo agudo
lo atrapaba en una ráfaga de pánico. Era muy importante que las tropas que Comandaba el Capitán Piedrasanta F. se quedaran en Gualán para cumplir exactamente con su misión de refuerzo, dadas las circunstancias ostensiblemente graves de fatiga, vigilia y sacrificio en que se encontraban los soldados del Teniente Silva, sin embargo, el Teniente Silva pensó que LA GRAN FILOSOFÍA DE LA GUERRA, es saber interpretar el valor moral de los subalternos. Se puede evacuar del teatro de operaciones a un Comandante en esas circunstancias, con el objeto de evitar que este pequeño mundo de pánico se agigante cobrando mayores dimensiones dentro de la tropa y se torne aguda y grave una situación que en realidad no lo es; sin embargo, esta medida resulta muy benevolente para un cobarde. También se puede hacer fusilar a un Comandante poseído por el pánico, con el mismo fin de salvaguardar la moral dentro de la tropa, pero esta medida se impone en momentos muy críticos y resulta demasiado drástica. En esta oportunidad la situación en Gualán se encontraba prácticamente timoneada por el Teniente Silva Girón, aunque contaba con muy poco personal, pero estaba muy lejos de ser absorvido por
que
J25
el
miedo hacia un enemigo que a esta altura se
encontraba doblegado y derrotado en dos oportunidades consecutivas. El Teniente aplicó entonces un gran principio filosófico de la guerra 'CONO-
CE A TUS SUBALTERNOS". —Es muy importante su propuesta
Capitán Piedrasanta --dijo entonces el Teniente Silva y continuó aunque el personal de jefes y oficiales, así como las tropas que usted comanda, han venido a este lugar con el solo fin de reforzar a mi personal, le manifiesto francamente que no lo necesito por ahora. Haga un estudio de la situación, serénese y evalúe su misión en este rastreo que me menciona. Haga bien las cosas, porque la aviación enemiga muy bien puede cambiar sus propios planes y en lugar de atacar a la población, muy bien puede perseguirlo a usted por esos montes y entonces la suerte de usted y la de sus hombres no será tan afortunada. Sin embargo, tómelo solamente como una orientación y actúe como su criterio de Comandante le dicte. Piedrasanta no perdió el tiempo en contestar y esfumándose de Gualán con sus Oficiales y su tropa, tomó el camino hacia las fincas de propiedad norteamericana '*La Blanca" y **La Cartuchera", las que en esa época se encontraban abandonadas por sus dueños; éstas mismas fueron las que le sirvieron a Piedrasanta y a su gente de refugio, mientras sucedieron otros hechos en la historia de la guerra con motivo de la invasión a Guatemala, que vinieron a cambiar totalmente el estado de cosas en cuanto a la descarada intervención se re-
—
,
fiere.
En Gualán
había quedado otra vez tan solo coantes lo estuvo el Teniente Silva y sus valientec soldados, estos mismos que noche tras noche
mo
126
vieron caer desprendidos del gran reloj del tiempo, inexorables, los minutos y las horas en una constante, dramática vigilia, sin precedentes. El Teniente Silva tenía un destino fijo e inevitable en Gualán, era el diálogo armado constante con sus enemigos en la mesa redonda de la guerra. El lo sabía, estaba imbuido de ello y allí como una columna de granito se mantuvo para desafiar todas las eventualidades. Dos banderas frente a frente. Una azul, blanco y rojo, este rojo que significa sangre, con un simbólico puñal en el centro que fue siempre signo de la muerte. La otra bandera, hermosa y flamígera con tres colores excelsos: Azul, blanco y azul y un bello quetzal en el centro que ha sido, es y será por siempre el emblema de la libertad. Allí estaban enarbolados los dos pabellones. Uno en el monte fracturadas sus esperanzas, pero con la idea de mantenerse en pie de lucha; el otro al viento, ondeando libre y soberano, triunfal e inclaudicable en el corazón de la ciudad con la mentalidad
inmarcesiblemente hermosa del patriotismo. ¿Qué sucedería en adelante? Parecía tal como si se mantuviese una tregua, sin embargo, la seguridad era supervigilada constantemente y la gente de la población había exhalado un suspiro de confianza cuando vio aparecer nuevas tropas en la ciudad de Gualán, pero ¿y ahora?, ahora esa misma gente había visto asimismo desfilar por el viaducto de una cobarde retirada a esas mismas fuerzas de apoyo y entonces sucedió que la fe, el entusiasmo se debilitó en aquellos cuerpos cansados por la dureza de la guerra; el respaldo vigoroso de las armas se estaba esfumando de nuevo y dispusieron en la intimidad de sus humanos pensamientos, organizar un éxodo hacia los montes, ha127
hacia la sustentación de su propia supervivencia y cuando el 26 de junio de ese fatídico año 1954, daban en el reloj de aquella catedral exactamente las tres de la tarde, el Teniente Silva vio desfilar una multicolor caravana de mujeres, niños y ancianos por la puerta dramática de la evacuación. Este fue un día muy triste, inolvidable y doloroso que ancló en las playas desoladas del espíritu convulsionado del Teniente y no era para menos el inmisericorde castigo que no cesaba de merodear en el destino de aquel hombre. El Teniente subió a un pequeño montículo a la vera del camino y desde allí intentó motivar en un último esfuerzo para darles seguridad a aquellas gentes; una recomendación en el sentido de que no comprometieran la vida de sus pequeños hijos, tratando de no marchar en grupos por la carretera; busquen —les dijo la cobertura de 4os bosques, tengan cuidado porque podría causarles mucho daño un alevoso ataque de los aviones enemicía otros poblados,
—
,
gos.
El Teniente no podía hacer lo mismo que estaba haciendo aquella caravana, es decir, marcharse, aunque lo pensó muy profundamente; fue un triste, amargo momento de desesperanza, pero al levantar la mirada sobre el horizonte de abnegación y sacrificio que hasta ese momento habían cumplido sus soldados, sintió entonces, como si una inmensa mano protectora invisible le inyectara fe y valor suficiente. Por la defensa de la patria había llegado hasta ese suelo y en ese mismo suelo tendría que morir, si antes no era relevado
reglamentariamente. Contempló a sus soldados, sucios, rendidos de cansancio y de fatiga, sobre un suelo de sacrificio y abnegación. Pensativos unos, con el rostro cabiz128
mirada interrogante, igualmenimpacto de muchas horas de combate metidas en sus almas. Vio asimismo a algunos elementos civiles, con el fusil en la mano, sin que denotaran el deseo de partir y entre éstos bajo; otros, con la te
abatidos con
a los héroes
el
RIGOBERTO ALDANA Y BAUDI-
LIO AVILA. Permanecían
allí
como
si
fuesen es-
tampas del deber imitando al Cristo en la Oración del Huerto, todos sin una palabra en los labios y tal vez con muchas, pero éstas escondidas en el fondo de sus almas.
Solamente quedaba bajo un cielo nublado un vago recuerdo de caravana fugitiva en la última curva de la carretera. TODO GUERRERO DEBE CONOCERSE A SI
MISMO,
valorar sus propias virtudes, analizar los
hechos que ocurrieron y pararse firmemente en el presente para planificar los hechos que vendrán. Levantar un inventario y aferrarse a su haber con el objeto de salvaguardar su reputación como
SOLDADO. Silva auscultó en el interior de su alma buscando un solo hecho que pudiera manchar su reputación, mas no lo encontró y diciendo para sí, pensó: no será esta la primera vez que se doblegue mi espíritu ante la adversidad, están aquí conmigo estos hombres y la misión no está concluida, cumplirla es mi meta y mi deber y cuando se ha cumplido una misión, se ha escrito asimismo el verso sutil y esplendoroso del deber, se está realizando el poema más grande en el pentagrama de los hechos armados. Es el objetivo logrado a través de las grandes virtudes de valor, abnegación y sacrificio. Es el lenguaje hermoso del combatiente que vuelve con el escudo o sobre él.
^9
—^Muchachos —balbuceó inesperadamente — — dieron los soldados. —¿Creen que podremos mantenernos vigilantes el
Teniente— ¿Cómo se encuentran ustedes? Con la moral muy alta mi Teniente respon-
por más tiempo en este frente y además guerrear como al principio lo han hecho, si llegara el mo-
mento?
—
Sí, mi Teniente, pelearemos mejor, porque ahora tenemos más experiencia combativa y pelearemos mejor porque si el caso llegara, lo haremos en honor de nuestros compañeros muertos y por la patria que es la razón de nuestra lucha. —Gracias, mil gracias muchachos, tengan ustedes la seguridad que la patria se los pagará —y está bien, agregó ya con un gesto inás animado todo eso está muy bien, pero este día será de descanso, busquen por ahí un chompipe abandonado y a cocinar se ha dicho, pues bien merecido se lo
—
tienen.
lao
,
m-
CAPITULO
XII
CAPTURA DEL COMANDO INVASOR En la Villa de Gualán se sentía la presencia del enemigo merodeando por los bosques y montes cercanos, perdido el control y su entusiasmo combativo, es decir, que su tricolor bandera, azul, blanco y rojo estaba ya guardada en el Cuarto de Banderas. Ya no eran los felices invasores que llegaron seguros y confiados la noche del 19 de junio; ahora cargaban una pesada cruz con la desgracia de su equivocación, porque a estas fuerzas de ocupación las hundió definitivamente en Gualán su manifiesta incapacidad combativa, por un lado, y por otro, la táctica al no saber disponer la combinación de las fuerzas de aire y tierra. Ellos debieron lanzarse al ataque con una firme incursión aérea primero, para doblegar a las fuerzas de la defensa y posteriormente, aprovechando la confusión, efectuar el asalto en forma valiente y decidida, pero no se le puede pedir peras al olmo. Ellos hicieron su asalto efectivamente, pero en forma desordenada y contrariamente al principio táctico incursionarón aéreamente después; grave error este, porque las fuerzas de aire no son de 131
provocan sí, desconcierto, pánico y destrozos, pero nunca consiguen la victoria si no es con la ocupación de las tropas de tierra y qué alejados estuvieron de este principio los señores invasionistas. ocupación,
Cuando
las derrotadas tropas de tierra en Guabuscaban la retirada hacia la frontera de Honduras, en donde habían conseguido paso hacia ésta, se encontraron con que ni siquiera habían preparado un plan de retirada, de donde de pronto se encontraron perdidos en los montes y cuando suceden estas cosas, los ejércitos vencedores deben remachar su victoria encontrando los reductos enemigos para capturarlos o destruirlos. Esta medida es tan esencial en la consolidación de la posición, como el haberla ganado en una ardorosa
lán,
baUUa. El Servicio de Inteligencia en sus principios es claro al aplicar reglas lógicas, como por ejemplo las siguientes secuencias: al enemigo hay que engañarlo, encontrarlo, atacarlo y liquidarlo. En Gualán se aplicaron a la perfección las tres primeras reglas y con respecto a la cuarta que ordena liquidarlos, el Teniente Silva aplicó la de evacuar, tal el caso del Coronel retirado del Ejér-
JUAN CHAJON CHUA,
importanataque a Gualán. Este militar juntamente con dos de sus Lugartenientes, se había perdido en los montes cuando
cito Nacional te personaje que
comandó
el
t*^ / intentaba la retirada. La guerra descansa sus mejores logros sobre los fuertes eslabones de un superabundante servicio de información, tratando de minar toda resistencia enemiga por medio de la acción psicológica para conquistar el apoyo y la simpatía del pueblo. El Ejército debe tener disciplina, rapidez y exactitud ^
132
para alcanzar con esas ventajas la canalización de la información. De la iniciativa y el adiestramiento surgen siempre efectos de valor incalculable. En la batalla de Gualán se aplicó la guerra psicológica con suma efectividad, cuya fuerza y magnetismo coadyuvaron en el triunfo; ya he dicho que había un gran desbalance en el potencial humano que cada Comando presentó durante la acción armada. El Teniente Silva como ya se ha dicho repetidas veces, al principio del combate contaba solamente con 30 elementos efectivos y CERO en cuanto al apoyo de la población se refiere; luego ios refuerzos llegados de Zacapa, protagonizaron el abandono de su misión al retirarse del teatro de operaciones; sin embargo, días más tarde se conseguía la cooperación de la población, la cual fue decidida y ampliamente espectacular, llegando abundante y continua, constituyendo esta importante circunstancia, una gran ventaja que abrió al Teniente Silva un camino amplio para la localización y captura de elementos contrarios. El Coronel Juan Chajón Chúa, abandonado por sus tropas, perdió todo el control sobre las mismas y para extremar sus penas, también perdió la noción de la ubicación, quedando a la deriva cerca de un poblado llamado La Vainilla. Lamentablemente en este instante llegaba al final de sus intenciones la acción de los invasores contra Gualán, perdiendo con la captura del Comando definitivamente también la batalla. Con esta narración pudiera cerrarse el hermoso e histórico capítulo de la Batalla de Gualán; sin embargo, es importante que la historia conozca al. detalle la forma inteligente y limpia en que se capturó al Comando Invasor; y no solamente es© sino 133
también equivocados comentarios y falsas aseveraciones surgidas a raíz de la recién terminada defensa de Gualán, incidieron mucho perjudicando la limpia trayectoria del Comandante de Operaciones de Gualán, Teniente César Augusto Silva. Las operaciones psicológicas en Gualán habían logrado conseguir la confianza de la población civil, de donde por cuyo canal se había logrado la captura de varios líderes que en su oportunidad fueron enviados a Zacapa y ahora se conseguía por e?te mismo conducto informativo la ubicación donde se encontraba el Comando y fue fácil preparar una inteligente trampa para capturarlo vivo y sano; para tal efecto se prepararon dos soldados, magistralmente disfrazados de campesinos« que se acercaron al área de ubicación de aquel Comando para establecer el contacto y la aplicación del ardid.
Dos hombres de azadón al hombro, machete a^ sombrero de petate, caites y jicara de atole, resultaron caminando adelante de ellos entre la
cinto,
maleza del lugar y
lo
abrupto del terreno; de pron-
to:
— ¡Muchachos,
oigan muchachosl Estas fueron frases que aventuraron los lugartenientes de Chajón Chúa; p)ero los aludidos simularon no oír; apresuraron más el paso; y otra vez: ¡Muchachos! ¿Son ustedes de por estos lugares? f*^' ¿Cómo dice mi patroncite? ¿Son nativos ustedes de por estos lugares? ¡Por el amor de Dios Patroncites, sí sernos de por acá! Vivimos por las faldas de aquellos cerros, allí están nuestros ranchos y nuestras mujeres y nuestros hijites. ¿Qué andan haciendo por aquí?* ***^*-^^*^*''^'
— — — — —
134
—
Pos la mera verdad, vamos al potrero a arrejuntar nuestros animalites, pos ahora con esta guerra se nos están perdiendo al oír tanto ruido de las
escopetas.
—Queremos un favor de ustedes. Nos
encontra-
mos un poco confundidos y no logramos dar con camino que va a
la frontera
el
de Honduras. ¿Cono-
cen ustedes algún extravío?
— — —
Sí, claro que sí señores, nosotros conocemos toda la región hasta el frontera. Nosotros tenemos bastante dinero que les vamos a entregar si nos sacan de aquí. Lueguito, lueguito llegaremos al punto, nomás me siguen de cerca para ir bien siguros; no tengan pena señores, nosotros les haremos el pa-
vor de Dios.
—Muy
bien, muchachos, así se hace. Empecea caminar que nos va a entrar la noche. Los soldados muy bien preparados para esta captura dieron principio al retorno con dirección a Gualán, llevando consigo al Coronel Juan Chajón Chúa y sus dos lugartenientes definitivamente engañados. Largo rato caminaron entre el monte alto venciendo con relativa dificultad la enmarañada maleza. Los corazones de los fugitivos combatientes palpitaban a ritmo acelerado, gozosos de conseguir al fin la oportunidad de escapar con vida de aquel infierno que estaban viviendo. No sentían los caminantes ni asomo de hambre y el cansancio se había ausentado de sus cuerpos; saltaban con agilidad las zanjas y se deslizaban con destreza tras los falsos guías. sus pálidos
mos
A
asomado un fulgor de luz, tal parecía que renacían a la vida, porque en verdad habían vivido momentos de agonía mientras estuvieron perdidos. La lucha en Gualán había sido cruenrostros había
135
ta
y
muy
y
difícil
para ellos y especialmente fatal
trágica.
Yo no quisiera recordar ahora lo que más tarde ocurrió con ellos en la ciudad capital de Guatemala, en manoA de aquel gobierno tambaleante y acobardado que cometió errores imperdonables en su inesperada caída. Pienso que hubiese sido preferible que estas personas en verdad hubiesen, en aquella ocasión, logrado su intento de reconcentrarse a sus Comandos. Condeno las ingratitudes y la zana en la guerra. Mil veces me he sentido meralmente responsable de la masacre que con ellos cometió ROGELIO CRUZ WER. en aquel entonces Director de la Nuevamente JURO HISTORIA, que no pude imaginarme
Policía Nacional.
PARA LA lo
que
iba
a sucederles en poder de estos criminales enloquecidos que se convirtieron en malvados en el momento de la caída. Envié a los prisioneros de guerra a retaguardia, aplicando todas las reglas
LOS TRATADOS DE GIrezan claramente que los prisioneros de guerra deben ser respetados en sus vidas.
legales esUblecidas en
NEBRA, que
Eran más o menos
las 19 horas cuando llevaante la presencia del Teniente Silva Girón y enseguida surgió un corto diálogo así: es usted dijo Chúa a Silva Mi Teniente muy listo, sinceramente lo admiro por su habilidad para combatir y concluir hasta con los últimos detalles de la guerra. Ahora soy su prisionero, mi vida está en sus manos y le ruego que se
ron a
—
136
los prisioneros
—
—
,
me trate como le corresponde a un prisionero de guerra según los tratados internacionales. Mi Coronel Chúa, no olvide que soy un Oficial de Profesión graduado en la misma gloriosa Escuela Politécnica donde usted se graduó. No tenga usted ninguna pena, conozco muy bien las reglas. Su vida será respetada mientras usted permanezca en este Comando a mi responsabilidad. Sin embargo, mi deber es interrogarlo sobre sus intenciones pasadas, sobre lo que usted proyectó para futuras operaciones, asimismo necesito que me exponga con claridad la ubicación actual y potencial de sus tropas. Debe también decirme si considera la posibilidad de que sus Unidades intenten un nuevo combate para lograr el rescate de su persona, pero si no desea hablar sobre nada de esto, su obligación será únicamente decir su nombre completo, su rango y su número de serie. Aunque usted sabe que en los escalones de retaguardia tendrá que ser interrogado por el Servicio de Inteligencia. Soy un combatiente derrotado, de tal suerte he perdido el control de mi tropa; en realidad yo comandé el asalto a Gualán, cuyos resultados saltan a la vista. Mi intención después de mi derrota era la de volver a Honduras, pero no obstante, me desorienté en los montes como usted pudo apreciar. No creo que de manera alguna intenten mis hombres un rescate, porque a esta altura ni siquiera han de estar enterados de que me encuentro prisionero. Tal vez lo harían si estuvieran reorganizándose, pero no lo creo, puesto que la
—
—
derrota no estaba prevista. ^Eso es todo cuanto deseo saber mi Coronel Chúa y además no está obligado a decirme más, comprendo muy bien su situación; hay una razón
—
137
más que justificable para que usted se encuentre ofuscado y nervioso, pero le repito que aquí nada le pasará.
Chajón Chúa y sus dos lugartenientes, Villacorta y Víacovich, fueron enviados a retaguardia con las seguridades del caso, y hasta aquí la intervención del Teniente Silva Girón en el caso de esa singular captura. La historia recogió en sus páginas para siempre la forma inconcebible en que más tarde se les dio muerte a estos tres hombres en la Policía Nacional en la capital de Guatemala. En Gualán hubo muchos prisioneros de guerra
y que lo digan ahora ellos; los invito para este punto aclaratorio, pero que lo hagan sinceramente, sin la mezquindad del odio y los rencores; ellos, éstos que tuvieron la suerte de quedarse prisioneros en Zacapa y que posteriormente fueron puestos en libertad, si es que es su deseo hablar, pue> den hacerlo. Es la hora y el punto está en el tapete, abierto a la discusión ¿Cuáles fueron las torturas que recibieron antes de partir de Gualán hacia Zacapa? Los hombres que cayeron en Gualán para no levantarse nunca, tanto de uno como de otro lado, quedaron en la tierra de nadie, en medio del ángulo muerto que formaron unos y otros proyectiles. Murieron con el fusil en la mano peleando con ardor cada quien por su causa, justa o injusta, pero combatiendo y el solo hecho de caer en esta circunstancia hace hombres a los hombres. Todos conquistaron, no el terreno que deseaban, pero sí la gloria del heroísmo, porque héroes fueron unos y otros y merecen que se les recuerde con respeto y admiración; entregaron su vida sin retroceder un solo paso, quedando en las aceras 138
las calles empedradas de Gualán, con una obsesión clavada en sus corazones rotos; el deseo vehemente de vencer. Atacantes y defensores son dignos del perdón
y en
de la patria, pero lo imperdonable, mil veces aborrecible, fueron las masacres de los hombres por los hombres que después de la contienda quedaron con vida y eso sí no alcanza perdón alguno. Permítaseme decir que los soldados anónimos que no pudieron volver a Zacapa por haber caído mortalmente heridos en Gualán durante la acción, se llevaron al ignoto arcano la inmensa gloria de morir defendiendo a su patria. Murieron con el overol verde olivo puesto, con el casco y sus botas negras, su fusil y la misión grabada en su mente. Murieron con la insignia de la 2a. Zona Militar colocada en su brazo izquierdo. Murieron cumpliendo definitivamente con su deber de soldados. La orden había sido clara y terminante:
DEFENSA DE GUALÁN
y
eso,
únicamente eso
se hizo.
¡Loor a ellos, gloria a ellos, paz a ellos y vida eterna en la tumba del soldado desconocido de la patria
I
139
CAPITULO
XIII
INCINERACIÓN DE CADÁVERES EN GUALAN Muchas veces han ocurrido en
la historia de guerra desajustes cuando se reúnen informaciones para compilar los hechos que ocurrieron y así deformados, por no haberse verificado, cubren pasajes ilógicos en las páginas de un libro que un día servirá para orientación histórica a la juventud. Sobre la batalla de Gualán se comentó algunos hechos por parte interesada pero por esta razón fue todo deformado. Debido a este fenómeno, tantas veces ocurrido, se hace urgente y necesario aclarar equivocadas versiones acerca de la incineración de cadáveres en Gualán en aquellos trágicos días de la agresión a Guatemala. ¿Cuáles son siempre los saldos de toda lucha armada? Aparte del lado positivo que le pertenece a los vencedores y el negativo a los vencidos, queda en el campo de las acciones el saldo trágico de muertes irreparables, la sangre vertida útil o inútilmente en aras de una u otra causa. ¿Quién carga con la responsabilidad de aquellos seres caídos entre los que se encuentran tal vez inocentes víctimas? Los derrotados naturalmente; la
141
son juzgados, nunca los vencedores; pero los primeros se les juzga con saña, con od o inmoderado, como si se quisiera prolongar aún más la contienda que atrás quedó definida.
éstos
además a
EN GUALAN NO SE PERDIÓ LA BATALLA, perc perdió la guerra el ejército frente al invasor, de donde éste hubo de rendirle cuentas a los segundos y naturalmente en ninguno de los frentes fantasmas hubo muertos, por la lógica razón de que no hubo resistencia armada; pero no sucedió lo mismo en Gualán, en donde hubo un marco impresionante de caídos en acción y otros que a diario caían bajo las balas asesinas de los aviones piratas norteamericanos. • • •
A
pesar del reducido personal que se multiplicó
en tareas en aquella plaza, bajo una diaria visita de ios aviones piratas, el Teniente Silva Girón constantemente venía pidiendo por la vía telefónica ^as instrucciones necesarias para el enterramiento de los cadáveres, aunque para esta tarea especí-
en un ejército profesional, siempre se cuenta también con Unidades Especificas; sin embargo, los días transcurrían y en el centro de operaciones, dada la confusión manifiestamente permanente, siempre se limitaron a contestar que estaban preparando una comisión que se encargaría de las investigaciones de ley, ya que un cadáver siempre es una buena fuente de información, sin embargo, la Comisión nunca llegaba a tierra gualanteca, por una razón lógica y era que la plaza estaba considerada como un infierno de balas; por ello no llegaban abastecimientos, ni visitas del Comando, ni comisión alguna. Gualán estuvo durante todo el
fica
m
desarrollo de su defensa completamente marginado, aunque allí se estaba librando una valiente e histórica resistencia. Dentro de este estado de cosas que denotaba definitivamente una manifiesta confusión en el Ejército regular encargado de la defensa nacional, al fin decidieron enviar a Gualán una Comisión Investigadora para el caso de los cadáveres hacinados por tantos días bajo el depósito de agua de los ferrocarriles.
La Comisión estuvo integrada por
las personas Coronel de Infantería G-2 del Estado Mayor de Operaciones ENRIQUE RUIZ GARCÍA, Jefe de la Comisión; Coronel de Infantería GUSTAVO SOLARES, G-1 de la misma plana. Complementaron la Comisión el señor Juez de Paz de Zacapa y un médico de servicio del Comando de Operaciones en esta oportunidad. A través de la presente narración he mencionado nombres de personas que aún pueden leer este libro, que no se escribió con la idea de perjudicar a nadie, sino con una clara mentalidad de aclarar hechos y circunstancias que fueron conocidas o concebidas en muy diferentes apreciaciones por la ciudadanía «n aquellos confusos días, pero ahora sin embargo se proyecta a la luz pública, certera y valiente, la única verdad, porque estos hechos han sido recog'dos del propio escenario de las acciones; antes se habló de eso ante los tribunales de justicia; allí, en esos tribunales, quedó guardado como un secreto el contenido de aquellas revelaciones, por convenir así a los intereses de los vencedores. La INCINERACIÓN de cadáveres fue un hecho que ocurrió en Gualán inmediatamente después de varios días de combate en aquella ciudad; na-
siguientes:
143
die lo ha negado nunca y mucho menos ahora que bc está dando para la historia lo que ésta necesita saber íntegramente. Fue un hecho que salvó la vida de millares de personas expuestas a morir alcanzadas por la fuerza demoledora de una ful-
minante epidemia. Las circunstancias en que aquel hecho ocurrió, fueron legales y para confirmarlo he mencionado los nombres de dos personas que jamás podrán negar su presencia en Gualán con aquella misión, lamentando con mucha pena no recordar los nombres del señor Juez de Paz de Zacapa y del Doctor que los acompañó. Sin embargo, sumamente importante resulta la descripción de lo sucedido. Los cadáveres habían entrado en descomposición inevitablemente y era casi imposible acercarse a ellos por lo avanzado de su putrefacción. El día 27 de junio de 1954 fue uno de los pocos días de calma en Gualán y aprovechando esta situación puso pie en tierra gualanteca la Comisión mencionada, con el objeto de tomar las impresiones digitales de los cadáveres y estudiar la identidad de los mismos y quizá otros detalles técnicos de mucha importancia para el gabinete de identificación del Ejército de Operaciones. Pronto se dieron cuenta, frente a aquel hacinamiento, que nada podrían sacar en claro por lo avanzado de la
descomposición.
la orden tras las conclusiones logradas médico: INCINERACIÓN PRONTA e INDISCUTIBLE. No podía en realidad ordenarse otra cosa que no fuera esta medida inobjetable de Sanidad y se llevó a cabo con los métodos, desde luego no técnicos, que emplean otras naciones poderosas y evolucionadas, pero sí con los sistemas
Se dictó
por
144
el
a ]a mano en un país que como el nuestro carece de esos elementos y se ve obligado a usar métodos casi primitivos. Sin embargo, resulta curioso narrar para los lectores el insólito hecho de que no fuera el Teniente Silva el que recibiera aquella orden de labios del Coronel Ruiz García, sino fuera precisa-
mente el Mayor Jaime Piedrasanta Fuentes, quien en esos instantes regresaba con sus tropas de las fincas "La Blanca" y "La Cartuchera", en las que se ha dicho, buscara abrigo. Se había acercado por el lugar de los hechos con la idea de hacerse presente, pero casualmente Ruiz García, buscaba a quién dictar la orden y lo encontró a él. Piedrasanta Fuentes quedó estupefacto por unos instantes. Naturalmente que él no esperaba esta sorpresa y venía feliz y tranquilo de su refugio. Cuando la Comisión se preparaba para regresar a Zacapa, se pudo notar que uno de los cadáveres fue extraído del promontorio y subido al carrito de h'nea que regresaría a los señores de la Comisión. Hechas las averiguaciones sobre este caso, se logró confirmar que aquel cuerpo pertenecía a un hijo del Juez de Paz de Zacapa, que había desaparecido de su hogar y se había enrolado como mercenario en las filas de Castillo Armas. Se lo llevaron sin más comentarios. Piedrasanta antes de darle cumplimiento a la orden, quiso obtener un concepto de aquello de parte del Teniente Silva y comentó con éste la situación.
Silva le dijo resueltamente: puede usted seguir desobedeciendo órdenes Mayor Piedrasanta. Recuerde que usted, con su tropa, llegó a Gualán con misión de reforzar
—No
a
mi Unidad materialmente diezmada y no
lo hizo.
145
Ahora recibe
clara, concreta y personalmente la orden de incineración y eso mismo debe hacer en el acto, de lo contrario usted y su tropa corren el riesgo de ser las primeras víctimas de una grave
epidemia.
La orden fue cumplida (y cabe aclarar que no es la primera vez en la historia del país en que otros hombres han tenido que efectuar tareas que parecen absurdas pero que en el fondo son de beneficio para la colectividad). En conclusión, el pueblo guatemalteco debe estar plenamente convencido de que este hecho no constituyó un delito ni por quienes lo ordenaron, ni mucho menos por quienes lo ejecutaron. Fue en cambio una medida oportuna de sanidad que que se desencadenara una epidemia cuyos alcances hubieran repercutido en el ámbito nacional. Las pestes no discriminan jamás, asolando ciudades completas en las que principalmente mueren los niños, así como son víctimas de ellas también mujeres y ancianos. evitó sustancialmente
146
CAPITULO XIV EL CASO IPIÑA Un la
suceso imprevisto tenía deparado el destino aconteció lo narrado en el Capí-
mañana que
tulo anterior.
Sucedió cuando la calma principiaba a vislumbrarse en el horizonte y nada hacía prever el impacto que el dolor de una madre causaría en el ánimo de cualquier ser humano que se precie de tal y en especial en alguien que siempre haya sentido veneración por todas las madres, venerando la
propia.
Y
el caso fue ese. Serían las ocho de la mañana del 27 de de junio cuando anunciaron al Teniente Silva Girón la visita de una dama que vestía de riguroso luto y a quien acompañaban dos niñas igualmente tocadas de negro. El teniente, que se encontraba en su tienda de campaña, salió para atender la visita y saber el motivo de la misma. Se encontró frente a la señora de Ipiña, que al verlo exclamó: se enle dijo ;Mi hijo, señor teniente cuentra entre ese montón de cadáveres, usted se
—
—
—
,
m
.
ha portado muy generoso aquí en Gualán y creo que no desoirá mi súplica en esta oportunidad! —Sí, señora, tenga usted muy buenos días, diga en qué puedo servirle. —^Quiero enterrar a mi hijo en el Cementerio de Gualán y no en una iota común en donde me parece que lo harán con esos cadáveres. Señora, le comprendo perfectamente pero déjeme explicarle, vea, yo Fue interrumpido de improviso; esta vez la señora lloraba amargamente. ¡No me vaya a decir que no puede darme a mi hijo! El tuvo la culpa yo lo sé, era menor de edad y tratamos por todos los medios de impedirle que se fuera, pero fue imposible, cuando sentimos se había ido para Honduras y ya ve usted en qué forma lo volvemos a ver. El Teniente intentó de nuevo enterar a la señora de Ipiña del riesgo que corría al desobedecer
—
.
.
—
órdenes superiores y le dijo: Yo quisiera poderla ayudar, pero este caso es sumamente serio. Hoy o mañana vendrá a ésta una Comisión de Sanidad con el objeto de reconocer a los cadáveres y es absolutamente necesario
—
que todos estén allí. Sí, pero haga usted una excepción, por favor
— — Yo
Teniente, se
lo
ruego.
también le quiero pedir un favor señora. Le prometo que intercederé para que la Comisión, efectuado el reconocimiento, le entregue el cadáver de su hijo. Vuelva usted cuando ellos estén aquí. Se lo suplico.
Todo se hacía
inútil, la insistencia
de
la
señora
de Ipiña aumentó su intensidad y no hubo forma de hacerla comprender, ante lo cual, el Teniente Silva Girón, siempre humano, con sentimientos de 148
bondad y ahora en este caso más que nunca lo puso de manifiesto con los vencidos. Señora de Ipiña expresó finalmente el Teniente llévese Ud. el cuerpo de su hijo, hágalo pronto antes de que la Comisión llegue por acá y es absolutamente necesario que le dé sepultura en el acto, tomando desde luego las medidas de seguridad posibles para evitar cualquier propagación de epidemia. Dos horas más tarde apareció por Gualán la tan esperada comisión en la forma que ya quedó
—
—
—
,
descrita.
Cuando Piedrasanta Fuentes iba a proceder a darle cumplimiento a aquella terminante orden provenida de una Comisión legítimamente nombrada por el Comando de Operaciones, desgraciadamente le fueron a decir que en una de las casas de Gualán estaban velando un cadáver. Estoy seguro que el Mayor Piedrasanta Fuentes aparte del carácter vago e indeciso que en las últimas horas había manifestado en Gualán, siempre durante el tiempo de paz que lo conocí y traté fue muy recto y disciplinado, tal vez diría yo, un poco exagerado, pero en el fondo era muy buena persona sin dejar de cumplir con su deber, lo que le valió siempre la confianza de sus superiores y el cariño de sus amigos y subalternos. Sin embargo, en esta oportunidad me parece que tuvo un reflejo de esta característica militar, y antes de tomar la medida que puso en práctica, difícil por cierto, meditó un instante ante aquel aviso imprevisto y en conclusión resolvió recuperar el cuerpo del joven Ipiña para cumplir exactamente con lo ordenado por Ruiz García. Los argumentos para esta determinación cubrieron, en mi modo de ver las cosas, toda la ra149
zón de su parte para actuar amparado con la júS^ ticia y las medidas de seguridad necesarias que ameritaron aquellos momentos. El corazón es ajeno a estas desgracias. Piedrasanta había dicho que no había ninguna razón para incinerar cadáveres en Gualán, si en el centro de la población quedaba un foco de infección eminentemente grave para la salud del pueblo, no importando si aquel cuerpo había caído en las filas de la agresión o en las amigas, esto era secundario dijo pero las reglas de seguridad eran fijas y concretas. El cuerpo de Ipiña fue incinerado juntamente con los demás cadáveres.
—
—
.
Después de lo narrado juzgue la historia con su inalterable balanza aquel hecho ocurrido totalmente en acción de guerra. Se ha cumplido con narrar a vc'ntidós años de distancia, pero se ha hecho al fin públicamente; porque todos estos hechos fueron descritos por el Teniente Silva Girón ante los tribunales que lo juzgaron para que éstos descargaran las culpas que voluminosamente se tenían contra él cuando estuvo encarcelado por defender a su patria.
r..
150
'.;
.
*
CAPITULO XV RELEVAN DEL CARGO AL TENIENTE SILVA GIRÓN Dos Coroneles, el uno Comandante de la Brigada Guardia de Honor y el otro también Comandante de la ex-Base Militar, ahora Regimiento Mariscal Zavala, llegaron a Gualán el día 28 de junio de 1954, con el objeto de reconcentrar a sus tropas que juntas integraron la fuerza que debió haber reforzado a las tropas de Silva Girón, pero que en definitiva no lo hicieron. Todo fue cosa de pocos momentos. Cuando los Oficiales supieron el motivo de la presencia de aquellos dos altos militares en Gualán, saltaron de gozo, hubo inusitada alegría y pronto estuvieron dispuestos al éxodo final dejando nuevamente solo al Teniente Silva y sus 13 soldados, restantes de lo que fuera el valiente Pelotón que como único patrimonio de la defensa nacional se había alzado invencible en aquellas horas tremendas de prueba en la histórica Villa de Gualán. Se marcharon sin pena ni gloria y así como llegaron exabruptamente se esfumaron ahora como bribonzuelos muchachitos entre los pliegues de una absurda participación
m
armada
se perdieron en un regreso sin corona castrense, aunque muchas condecoraciones habrían de recibir más tarde por la gallarda cooperación
prestada a las fuerzas de la agresión, tales como "Roble de oro" y "Fusil de Combatiente". Dos días más transcurrieron en aquella situación dramática sin apoyo logístico alguno. De pronto apareció en la Estación de Ferrocarriles el Teniente Enrique Danilo Henry, quien se presentó ante el Teniente Silva Girón con una orden escrita del Comandante de Operaciones, la cual contenía el cambio de mando en aquella pla-
el
za militar. El Teniente Silva se enteró de su contenido y su reacción fueron dos largas, profundas y dolorosas lágrimas, pero al final llevó el papel a sus labios y lloró abiertamente como lloran los valientes entregando el corazón en cada lágrima.
—Compañero Henry —balbuceó
momentos formaré el Pelotón. Son únicamente
tos
al fin
—
,
en
es-
resto de lo que fuera mí 13 soldados, es decir, 13 sobreviven en este lugar; le entregaré
héroes que la plaza que heroicamente fue defendida y que se conserva en poder del Ejército Nacional con la hermosa bandera azul, blanco y azul de nuestra patria ondeando en ese mástil gallardo del patriotismo.
—
Le ruego Teniente Henry que me permita despedirme de los artífices del triunfo y al mismo tiempo elevar una plegaria por los caídos en acción. Soy inmensamente feliz porque la vida me dio una oportunidad de proyectarme en función de soldado con lealtad y valor defendiendo a mi nación; luego dirigiéndose a sus soldados, ya reunidos en plena calle gualanteca, el Teniente Silva habló así: Q > 152
— ¡Soldados:
Hubiera querido que nos fuéraembargo, el mando ha dispuesto que antes que ustedes me retire yo! Los momentos intensamente dramáticos que juntos vivimos en este campo de batalla no podré olvidarlos jamás. Vi el denuedo y la fe que manifestaron ustedes al entrar en acción. La voluntad y el arrojo manifestado en todo momento a lo largo del combate. Todo eso, soldados, me llenó de orgullo y me inspiró profunda confianza en la vic-
mos juntos de
este lugar, sin
—
toria.
—
Los vi peleando a lo grande agigantados en la obra de la DEFENSA, que fue nuestra misión fundamental. La patria está golpeada, pero sonríe, porque no todos sus hijos fueron vencidos en la contienda armada. Por lo menos en este Gualán histórico se alzaron hombres que no claudicaron y abrazados a nuestra bandera que aún se conserva sin mácula en este jirón de tierra guatemalteca ondeando honrosa sobre un ósculo de sacrificio y heroísmo podemos decir sobre las ruinas de una guerra:
—
"GUATEMALA INMORTAL".
—
Varios compañeros de armas fueron mortalmente heridos en medio del supremo esfuerzo, que su descanso sea sublimemente tranquilo y eterno.
Los rigores del combate, soldados, están ahora manifestados en sus cuerpos físicos, pero en sus almas, ustedes llevan la gloria como baluarte inmortal del honor y la lealtad. Que esta experiencia soberbia los nutra para siempre de hidalguía.
—Yo
los vi a ustedes, soldados, erguirse sobre sangre de sus compañeros hacia hechos inenarrables de valentía y aquí están de pie frente al
la
153
de la patria con la clarinada de la victoria, uniforme del Ejército Nacional manchado de sangre y de pólvora, pero con el fusil en la mano y en el pecho la inmensa satisfacción del deber altar
el
cumplido.
—
Yo les doy las GRACIAS, expresión esta que no es suficiente para demostrarles mi gratitud que es incalculable y sin dimensiones. Más que retirarme ahora, hubiera querido MORIR en este frente, pero morir con orgullo y no volver al seno de mi Ejército que fue derrotado, porque con ellos juntamente en su caída vergonzante tendré que hundirme en el abismo de su
—
desgracia. ^Adiós soldados y no les digo hasta pronto, porque no sé lo que pueda sucederme; sin embargo, yo sé que algún día nos volveremos a ver en .
—
aquel sitial inconmensurable que Dios le depara a los hombres que nacieron predestinados para amar a la patria, ¡Que Dios los bendiga! ¡Adiós! La tarde aquella construida de agonías y de dolor inmenso recogió las palabras de aquel soldado, nacidas puras, cristalinas y diáfanas de sus sentimientos hechos dolor y amargura. Era el 30 de junio cuando abordó el motor de línea el joven Teniente; solamente llevaba dos lágrimas de valiente en sus ojos y una página hermosa de gloria en su alforja castrense. En Zacapa fue recibido con múltiples manifestaciones de elogio por el Coronel Femando Díaz Cleaves, Gobernador departamental, y posteriormente fue llevado ante la presencia del más cobarde y traidor Coronel Víctor M. León, Jefe de Operaciones derrotado. Este lo abrazó como Judas Iscariote lo hizo con Cristo para venderlo.
Víctor M. León ya había vendido al joven Teniente a la jauría de la violencia insana y grotesca de los mercenarios. Otro será el libro que diga del viacrucis tresufrir el Teniente César Augusto Silva Girón por su lealtad en el cumplimiento del deber.
mendo que tuvo que
Es un imperativo y mi deseo más ardiente
al
finalizar esta narración para la historia hacer constar lo siguiente:
PRIMERO: La Batalla de Gualán quedó narrada en este libro tal cual aconteció; fue un hecho de armas que ocurrió, pero que estaba sumido en el anonimato por circunstancias que obedecían a fuerzas ocultas de la política. Sin embargo, aquí está con la verdad precisa, clara, inobjetable y valiente, para Guatemala y los guatemaltecos.
SEGUNDO: Los aludidos en estas líneas que se sientan ofendidos, deben meditar, recordar más que todo, aceptar y colaborar con la historia que sólo acepta los hechos reales y deben meditar serenamente, porque es el camino de las grandes causas; negar ahora lo innegable será confirmar una verdad que aunque se niegue seguirá siendo
una verdad por siempre y para siempre para la compensación final de los verdaderos valores. Mi trinchera ha sido, es y lo será por siempre, la LEALTAD a mi patria y ante ella de hinojos con este libro, en mi alma le rendiré pleitesía mientras aliente vida.
155
CONCLUSIONES En los capítulos anteriores ha quedado íntegramente expresado todo lo que corresponde a la "Batalla de Gualán" con motivo de la defensa ordenada en Zacapa para este municipio en el año de
Aunque no
es en realidad voluminosa la nacambio muy importante y puedo asegurar que en ella no ha faltado detalle alguno que pueda dar lugar a lagunas innecesarias, ya que la historia está urgida de conocer todos y cada uno de los hechos ocurridos en tierras gualantecas en aquella época. Tampoco se habló en ningún pasaje de estos capítulos de sucesos singulares que no hubiesen acaecido. Si esto hubiera ocurrido, hubiese sido tanto como destruir la hermosa odisea que allá se protagonizó. Todo mi esfuerzo ha sido encaminado a crear una imagen sumamente fiel de los hechos para construir una base firmemente sólida que pueda facilitar el estudio analítico que la aparición de este libro pudiera originar. Todo está claro desde cualquier ángulo que quiera enfocarse y como he mencionado nombres de personas que en una u otra forma participaron en aquel evento armado y en primer lugar aparece mi nombre, este mismo 1954.
rración, es en
157
nombre que rubrica
lo expresado en el presente que asumo plenamente las responsabilidades que la delicada narración conlleva y agrego que me siento profundamente orgulloso de poder entregar a mi patria los detalles desconocidos de la histórica batalla como una hermosa ofrenda del más humilde de sus hijos. No soy un consagrado a las letras, soy un soldado y como tal he escrito; por esta razón he pedido disculpas; sin embargo, subrayo categóricamente que solamente he dicho la VERDAD. Al concluir mi pequeño libro deseo agregar que cuando fui relevado de mi puesto de Comandante de Operaciones de Gualán y encontrarme de consiguiente en Zacapa, busqué inútilmente a los jefes, que doce días antes me habían mandado a
libro, manifiesto
Gualíkn, con el objeto de rendirles el parte corres-
pondiente de
la
MISIÓN CUMPLIDA. Uno de
en las primeras de cambio, enemigo, éste fue el propio Comandante de la Zona Militar de Zacapa; otro se había pasado al bando enemigo con todo y la plaza de Chiquimula, éste fue el ^gundo Jefe de la misma Zona Militar; y otro jefe más lo fue, el siempre titubeante Comandante de Operaciones que al final claudicó ellos había desertado
con
el
sin lucha.
Entonces ¿qué hacer en aquellas circunstancias? darle aquel importante informe? ¿Quién podía recibirlo, si todo el mundo estaba ya de rodillas? Tuve que tragarme mi emoción y callar mi informe de guerra; tuve que afrontar carceleadas
¿A quién
crueles e injustas, exilios dolorosos, persecuciones desleales y cobardes. Tuve que callar mi informe por largos veintidós años y ahora con este libro,
ante el sublime altar de mi patria, rindo el parte de: MISIÓN CUMPLIDA, lanzado sin teal fin,
158
mor alguno a los cuatro vientos de mi nación para que su contenido lo recojan los hombres que sepan interpretarlo, analizarlo y evaluarlo tal y como justamente debe hacerse. Crecí dentro de las filas castrenses, en ellas forjé el acero que templó mi alma, en ellas aprendí a amar a mi patria, en ellas viví mis dulces, caras, esperanzas y sufrí las más amargas decepciones. El Ejército fue mi mejor escuela, pero mi más grande verdugo; sin embargo, admiro al Ejército, respeto al Ejército abnegada, apasionadamente, porque es el símbolo indeclinable de la rectitud y del honor. Su misión es inigualable, porque está construida de virtudes maravillosas como lo son el valor y la lealtad. Creo en ese Ejército que al despojarse de complejos y presiones extrañas constituye la garantía de la paz y la libertad de Guatemala. Yo sé y lo digo de una vez,, el Ejército no puede ni debe ser reprochado jamás, pero sí pueden serlo los hombres que transitoriamente envilecen su destino, sí pueden ser reprochados los hombres que con la traición distorsionan tan elevados contenidos morales. Son éstos, los hombres que cruzan por el seno majestuoso de su vivencia, los que opacan su límpido brillo aunque hayan habido en cambio hombres que hagan sublime la innegable y necesaria presencia de éste dentro del desarrollo integral del país; por esta razón en mi libro me he referido exclusivamente a aquel Ejército que se desarrolló durante los gobiernos revolucionarios; otros hombres, otro Ejército, otra época, será la que salve a esta atri-
bulada actual patria mía y por eso el Ejército para es maravilloso y es inobjetablemente extraordinaria su brillante misión frente al destino del país, porque la majestad de la patria
mí siempre
159
solamente se levantará preponderante sobre la ba0e de soldados dignos. Guatemala merece un destino mejor, merece un viaje dentro de la evolución pleno de garan-
un país hermoso que ha peren la lucha por alcanzar la libertad; sin embargo, estoy seguro que recobrará su estabilidad para bien de la posteridad. Guatemala es un país de inmensa riqueza que actualmente está pobre porque se le ha legislado con desorden, pero sus ubérrimas, generosas, nobles tías.
Guatemala
dido
el equilibrio
es
tierras al fin la salvarán. Guatemala es un país de casta y abolengo sumergido ahora en la deses-
peración por las dolorosas intromisiones extranpero Guatemala es a la vez un país de juventud que demolerá los arcaicos sistemas anacrónicos para reempezar la planificación de obras jeras,
que salven, tareas que dignifiquen, metas realizables de profundo sentido moral y humano. La fe dirigida salva, salva el estudio planificado, sal-
trabajo organizado salva la paciencia y la voluntad. Por eso al terminar mi libro defino mi mensaje apelando a la cordura, el trabajo y la comprensión de mis queridos compatriotas y en un esfuerzo común desterrar la violencia que destruye y la delincuencia que hunde a las generaciones.
va
el
Siempre he pensado en el indio, pero no como instrumento de explotación. Yo sé que el indio salvará a la patria y nunca los políticos, ni los legisladores ambiciosos, ni será
en manos de los avorazados; será el indio y solamente él, pero este deberá ser el indio ilustrado, vigoroso, ágil y valiente; salvará a la patria el indio porque es fuerza creadora y a él le
el capital
160
toca el turno de salir adelante con la misión redentora. Ahora el indio está desposeído, ultrajado, enfermo y analfabeto, eso es cierto; el indio tiene que mantenerse sometido a la oscuridad, ciego al progreso que pasa frente a él como una ilusión inalcanzable porque así conviene a intereses poderosos que manejan la averiada nave de la patria; pero el indio es fuerza, tiene vigor físico y es valiente, posee el atributo de la resistencia y sumiso en su cueva espera la hora de su redención. Creo en el indio porque es inteligente aunque permanece estacionario sujeto a la voluntad de la fuerza del dinero, viendo caer las edades, sintiendo pasar el tiempo como si fuesen mil otoños, en uno solo; sintiendo caer las lunas y los soles sobre sus hombros como si fuese confeti en un eterno carnaval corrupto. El indio aparentemente es pólvora sin fulminante, es acción sin espíritu, es sangre sin cuerpo; ellos
son manos sin movimiento, son mentes en blanco y todo eso serán mientras los millonarios deformen su evolución, mientras brille el oro en los cofres de los antipatrias, mientras se mantenga desbalanceado el metal amarillo como un torrente para unos y como una ilusión para otros. Pero el indio sin embargo, es la auténtica Guatemala. En la época de la Revolución el indio principiaba a participar en el desarrollo nacional. Iba a poseer la tierra que siempre ha amado tanto y que no es suya. Su inmenso, largo grito de angustia ahogado en sus gargantas desde la conquista española que doblegó la arrogante altivez de los mayas, iba a terminar al fin, iba a brotar como cascada de la 161
abrupta sierra, libre por los acantilados y los valles hasta el mar inmenso de la evolución, pero no fue así, no se logró la maravillosa conquista y el indio continuó siendo la fuerza esclavizada, el vigor detentado, la virtud mancillada, el fruto que no logró nacer y esta es la razón del porqué Guatemaui es eso: Voz sin eco, pensamiento atropellado, libertad conculcada, lanza sin norte, ideal sin deslino. El indio es
U
mazorca, es el trigo, es surco construyendo edades, es eco de mil hachas quebrándote en loa maderos de la montaña. El indio tiene manot de maíz, tiene sus pies descalzos venidos por el camino de los siglos hundiendo su huella sobre el risco; el indio es producto del vientre inagotable de los vientos. El indio es bandera de inmortalidad, por eso Guatemala es trigo, es mazorca, es eco de hachas y azadones. Guatemala está construida de pies descalzos y manos de maíz y por eso Guatemala es inmortal.
Guatemala es todo eso que es el indio: lamento, angustia, dolor, miseria, agonía; es verso compuesto de vocablos controvertidos. Los millonarios no son Guatemala, porque dentro de ellos no existe un corazón, una conciencia, no existe el honor, la dignidad, la moral, la lealtad; y Guatemala sabe sentir las espinas del camino con humildad de Nazareno. Guatemala es pasión; es flor; Guatemala es canto de las selvas, es amor de anciano y es niño, es bella mujer de siglos recostada en el cojín de los Andes, es pensamiento hidalgo entre el verde eterno de sus campiñas y sus cielos vibrantes de estrellas rutilantes y celajes de multifacética maravilla. Guatemala es reina dentro de la dimensión de su eterna vivencia entre la secuencia eterna de 162
sus noches gloriosas y sus inagotables días sempiternos.
Guatemala es bendición de la naturaleza, es ala de cien aves inmortales, es abismo magestuoso, es imponente montaña, es volcán, es en fin todo lo grande y excelso que no palpan los sentimientos metalizados y corrompidos de los millonarios. Guatemala, es jicara de atole, es sombrero de petate, es
machete y
marimba,
es
y rebozo; es chirimía; Guatemala es himno de amor, es rubí en la frente del tiempo, es paraíso zodiacal, es pureza y es maravilla, pero sin la corrupción del rico que pudre todo cuanto toca, porque este es puñal de siglos. Creo en el indio y cuando caigan los mil yugos de sus hombros habrá destino, habrá sendero, habrá fulgor, vida y grito eterno de libertad y progreso. Creo en el indio que distruirá el falso razonamiento que conduce al error para alzarse pujante un día engrandeciendo a Guatemala con sus pies descalzos y sus manos de maíz. Mi pensamiento está puesto en él, mi fe también lo está y mis deseos son ardientes por que algún día viva libre, altivo, soberano, viril e inteligente, fuerte y digno, evolucionado y admirado por el mundo entero. Guatemala merece un destino mejor a través de su indio que es oro inagotable, fuente permanente, virtud perdurable, fuerza creadora; es vida surgida del surco, es alimento de siglos. ¡Gracias,
caite; es güipil
tum-tum y
Guatemala!
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BtUlU d« Gualán"
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Eroi. 5a. Calle O 38
Zona
1, «n Guatoma* Oantro Amérlea.
defender de los Invasores la población de Gualán —entonces Villa— que en crecido número han cruzado la frontera de la hermana República de Honduras. Es informado asimismo que en el propio Gualán existe un fuerte grupo que opera como quinta columna. Al digno militar, que no entiende de traiciones, componendas ni cobardes entregas, no lo arredra la magnitud del enemigo y con solamente treinta elementos de tropa derrota al enemigo de dentro y fuera, en brillante como arriesgada jugada estratégica.
Veamos algunos datos que nos
di-
cen de litar:
la trayectoria del digno miInicia su carrera a los catorce
años de edad ingresando
al
Cuartel
Guardia de Honor; llega a Subteniente cuando solamente contaba diecisiete años. Como tal comanda la la. Batería de Tanques; el 20 de Octubre de 1944 lo halla en ese puesto tomando parte activa en el memorable acontecimiento desde su planificación hasta el triunfo. Posteriormente ingresa a la Escuela Politécnica como Caballero Cadete No. 1,048, graduándose como Subteniente de Infantería en Noviembre de 1950.
"La Batalla de Gualán" es el prisus libros que ve la luz púel segundo, que puede decir-
mero de blica;
se continuación del primero, se encuentra en preparación. Ha colaborado en periódicos, revistas y radioperiódicos. Laureado en concursos literarios en la Escuela Politécnica y otros centros militares.