1 Sacando a la bestia dentro del clóset: Autoritarismo y homofobia Giancarlo Cornejo Salinas1
Resumen: Este ensayo es una exploración de un tipo de heterosexualidad masculina, aquélla que está impregnada de homofobia. En concreto, la que está detrás de las representaciones que degradan las sexualidades alternativas a la norma heterosexual en las figuras del marica afeminado y de la lesbiana fálica. Y aun cuando no fue su intención, el ensayo termina explorando una de las tradiciones más importantes de la historia del Perú: el autoritarismo. Es así que en las siguientes páginas se verán explicitados los poderosos vínculos del autoritarismo y la homofobia. La fuente para este estudio es la prensa popular de bajo costo. Palabras claves: homosexualidad, representaciones, homofobia, marica, Perú.
Abstract This essay is an exploration of a kind of heterosexual masculinity, one that is invested with homophobia. I refer, specifically, to masculinity which supports degrading representations of alternative sexualities that stray from the heterosexual norm—the figures of the effeminate marica and the phallic lesbian. And although this was not its intent, the essay ends up exploring one of the most important traditions in Peruvian history: authoritarianism. In the pages that follow, I will reveal the powerful links between authoritarianism and homophobia. The source for this study is the workingclass and low-cost national press. Keywords: homosexuality, representations, homophobia, marica, Peru.
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Sociólogo peruano, investigador en Teoría Queer. Correo electrónico:
[email protected]
2 La poderosa y crucial incoherencia situada en el corazón mismo de la heterosexualidad y su definición no se hace visible debido a que ésta nunca es un objeto de conocimiento o escrutinio. Es, en cambio, una condición para el conocimiento supuestamente objetivo y desinteresado de otros objetos, en particular de la homosexualidad, a la cual produce como una figura manipulable y contradictoria de transgresión a fin de desviar la atención –por medio de la acusación– de su propia incoherencia. David Halperin (2000). San Foucault: Para una hagiografía gay.
Este ensayo es una exploración de un tipo de heterosexualidad masculina, aquélla que está impregnada de homofobia. En concreto, la que está detrás de las representaciones que degradan las sexualidades alternativas a la norma heterosexual en las figuras del marica afeminado y de la lesbiana fálica. Con esta intención he hecho un análisis de discurso de los diarios de bajo costo y circulación nacional ―Ajá‖ y ―Trome‖ durante los años 2006 y 2007.
Aun cuando lo esperaba, no deja de sorprenderme la constancia con que palabras como maricón, gay, travesti, machona, cabro, homosexual y pato, entre otras, son empleadas una y otra vez en las páginas de estos diarios. Los discursos homofóbicos en torno a las sexualidades alternativas a la heterosexual funcionan como ―piezas de estrategias más generales y sistemáticas de deslegitimación‖ (Halperin, 2000:55). Entonces se impone la pregunta sobre quién(es) puede(n) estar tan interesado(s) en producir estas figuras sólo para invalidarlas radicalmente. ¿Quién es el sujeto que busca producir y reproducir una distancia infinita con ese otro –definido como maricón o lesbiana– al que se degrada? Como veremos, este sujeto se articula desde una posición masculina tradicional vigente, especialmente en el mundo popular. Desde allí busca colocar al otro ―desviado‖ en el lugar de lo abyecto. Tan ―normal‖ se siente este sujeto de la enunciación que no necesita explicitarse: la palabra ―heterosexual‖ puede ser contada con los dedos de una sola mano en las más de 1.400 ediciones que revisé. No obstante, la presencia implícita de este sujeto es notoria desde la portada hasta la contraportada.
3 Es necesario desentrañar las relaciones entre autoritarismo y homofobia bajo el principio de que no son lo mismo pero tampoco son diferentes. Más bien, hay una afinidad entre ambas posiciones. La homofobia es una variedad del autoritarismo. Pero no es cualquier variedad sino que representa su fundamento oculto. En efecto, si el rechazo de la diferencia y la afirmación de un orden natural de las cosas son los gestos que definen al autoritarismo, estos gestos encuentran su raíz y expresión más contundente en la satanización de las sexualidades alternativas a la norma heterosexual. En el Perú existe una tradición autoritaria que reprime los deseos y protestas de los sectores marginados del poder y la distribución de los recursos. El vínculo entre autoritarismo y homofobia resulta muy claro en la política implementada por la corrupta dictadura de Fujimori y Montesinos. En efecto, este régimen se valió sistemáticamente de la homofobia para validar el autoritarismo político. Basta recordar que en 1992 Fujimori fue el responsable del despido masivo de 117 diplomáticos acusándolos de ―maricas‖ y ―comunistas‖. Esta medida fue celebrada por los medios de comunicación masiva y contó con una alta aprobación popular.
¡Muerte a los sodomitas!
En esta parte me interesa resaltar cómo este sujeto autoritario, definido por el deseo de que las cosas sean como ―deben ser‖, y la represión de la diferencia asocian la homosexualidad con la destrucción de la vida, con el culto de la muerte (Bersani, 1998). Para ello usaré dos casos de asesinatos. El primer caso ilustra cómo la agresión homofóbica del sujeto autoritario supone la exteriorización de un odio que en un inicio el sujeto siente y canaliza hacia sí mismo en la medida en que no acepta sus deseos homoeróticos. Se trata del caso de Pedro Pablo Nakada, quien cometió una serie de homicidios en Huaral, Chancay, Mala y en la Selva. La policía sospechaba que sus víctimas fueron alrededor de 20 personas. Entre los crímenes que inicialmente confesó sin mayor reparo estuvieron los de los profesores Didier Zapata Dulanto (de 36 años) y Nasario Tamariz Pérez (de 29), a quienes mató en el fundo Huando, y el asesinato del estilista Wilbert Villanueva Muñoz, a quien mató, ―luego de participar con él en una orgía sexual‖.
4 El asesinato de Villanueva Muñoz (de 43 años) es el que más claramente encaja en la figura del crimen de odio por homofobia, ya que Nakada lo mató porque era un estilista conocido en Huaraz y por ser un presunto portador de Sida. Para Nakada su víctima ―regaba el virus entre jóvenes que recibía todas las noches en su salón de belleza ‗Gisella‘‖. 2 En el diario Ajá se describe así la infancia de este hombre: ―Nakada vivió su niñez en Mala. Fue abusado sexualmente por su hermana y su hermano, quienes lo llamaban ‗maricón‘, y vestían y maquillaban como mujer, por eso odiaba a los homosexuales‖. 3
Aquí, como Sedgwick (1998) señala, es visible que el desbordante pánico frente a la propia homosexualidad se convierte en la fuerza que lleva al homicidio sistemático de hombres gays y personas transgénero. Es como si Nakada acallara su deseo homoerótico asesinando a los otros, como si dijera ―yo no soy como ellos, pues yo los odio y los elimino‖.
Aunque sólo pretendan describir los hechos, los diarios consultados no tienen reparos en mostrar una simpatía cómplice con el criminal. De hecho, están más cerca de justificar al victimario que de censurar el crimen. El diario propone una identificación masculina del lector con el sujeto autoritario que no soporta lo abyecto reprimido dentro de sí y, menos aun, lo abyecto impúdico en los otros. Se trata de insinuar que el lector podría haber hecho lo mismo. Todo hombre tiene que matar a su marica y después de este arreglo de cuentas consigo mismo no deja de ser lógico que pueda asesinar a los maricones peligrosos, que son una fuente de corrupción y enfermedad. Este criminal, apodado ―el apóstol‖, declaró ser un mensajero divino. ―En todo momento, reafirmó ser un justiciero enviado por Dios para limpiar el mundo de seres repugnantes que no tienen derecho a vivir, porque faltan a las leyes cristianas y además porque sufren‖. 4 El hecho de que este asesino en serie haya sido nombrado como ―el purificador‖ por los medios de comunicación expresa la profunda complicidad entre una
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Diario Ajá. Lima, 30/12/2006. Diario Ajá. Lima, 30/12/2006. 4 Diario Ajá. Lima, 30/12/2006 3
5 sociedad que no llora las vidas de quienes considera menos humanos que el sujeto ―normal‖, quien es, en verdad, aquél que ha logrado resistir las tentaciones homoeróticas. Purificador porque limpia las manchas, y lo pretende hacer a modo de ejemplo, porque radicaliza el sentido común que propone que gente así no debería existir. Pero en realidad ¿cuáles son las manchas que el ―purificador limpia‖? ¿No serán los restos de homoerotismo incrustados en el sujeto autoritario ―normal‖ que se identifica con la posición de esos diarios?
El segundo caso fue la primera plana del diario Trome el 18 de Mayo de 2007: ―Hijo gay mató a empresario y charapitas: Planeó todo con su pareja porque no le iba a dejar herencia‖. La nota reseña el caso de Dante Antonio Ibarra Boggio (34 años), quien junto a su pareja Luis Tsugawa asesinó a su padre Julio Dante Ibarra Ganoza (61 años). También mataron a la conviviente del padre llamada Davis Gonzáles Chumbe (de 23 años) y a Gilma Doris Sánchez Chumbe (de 21 años). El asesinato se presenta en la prensa como teniendo su motivo inmediato en intereses económicos. No obstante, lo que más resalta el diario es el hecho que el hijo era gay, que tenía una pareja y que ambos, en su natural perfidia, no dudaron en matar a tres personas. Al día siguiente la noticia fue: ―Mató a su papá y se fue a discoteca gay: Luego del triple crimen, Toño bailó con su novio hasta las 6 de la mañana‖. En esta nota se afirma que ambos inculpados, después de asesinar a tres personas, fueron a bailar a la discoteca ―Sagitario‖ en el Cercado de Lima. Después se menciona, o se resalta, que ambos hombres iniciaron su romance en dicha discoteca seis meses antes. 5 Estos hechos pudieron ocurrir tal cual lo describe el diario, pero lo interesante es que la homosexualidad es postulada como la explicación del parricidio. Es decir, dada la (supuesta) naturaleza perversa, anti-natural, de la pareja gay, el conflicto de intereses se convierte en letal. No es casual tampoco que se resalte la concurrencia de ambos a una discoteca gay para ―celebrar‖ el homicidio. Otra vez, solo la homosexualidad podría explicar comportamientos tan aberrantes. Pese a que en este crimen estarían involucradas tres personas más, de ellas no se dice nada, salvo que eran amigos de la pareja gay; los únicos que terminan siendo criminalizados son los homosexuales.
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Diario Trome. Lima, 19/05/2007
6 Titulares de otros casos similares son: ―Pitucos mataron abogado gay‖, 6 ―Flete mató estudiante‖,7 ―El crimen de la peluquería‖, 8 ―Cosen estilista con 70 puñaladas‖,9 ―Acuchilla gay por engañarlo‖,10 ―Travesti mató estilista con aceite de avión‖, 11 ―Gays asesinos‖,12 ―Moreno zapatón mata estilista‖, 13 ―Marica se suicida por mariachi pegalón‖, 14 ―Mariachi mató peluquero gay‖,15 ―Chibolo gay se ahorca con chalina‖, 16 ―Destrozan cabeza a natacha gay‖, 17 ―Acuchillan y matan travesti‖,18 ―Mariachi estrangula marica‖. 19 En todos estos casos, la homosexualidad se representa como teniendo un vínculo natural con la muerte. El marica asesina con perfidia, y cuando es asesinado, su condición homosexual resulta un atenuante para el perpetrador. Después de todo, los maricas no deberían existir. La categoría ―performatividad‖ postula que el nombramiento de una realidad no es un hecho objetivo e inocente. La nominación implica una interpretación, un proyectar algo sobre la realidad que pretende tan sólo describirse (Butler, 2001a). Desde la enunciación autoritaria, la homosexualidad es definida como una condición invivible, y las vidas homosexuales como atravesadas por una perfidia que contamina la sociedad, que potencialmente pueden arrastrar a todos a la muerte.20 Así, desde estos diarios se pretende hacer un gran servicio a la comunidad: iluminar la naturaleza insana y abyecta que los homosexuales se esfuerzan en esconder. Se trata de sacar de la oscuridad del clóset a lo bestial asociado a la muerte. Puede que los propios homosexuales no conozcan la aberración de la que son portadores. Por eso mismo es más necesaria la tarea de estos diarios para sacar esa abyección a la luz pública. El sujeto de la enunciación del discurso homofóbico se presenta como detentor de un saber cierto y autorizado para producir estos estereotipos. De lo que quizá este sujeto no es tan 6
Diario Trome. Lima, 01/01/2007. Diario Ajá. Lima, 12/01/2007. 8 Diario Trome. Lima, 11/03/2007. 9 Diario Ajá. Lima, 25/03/2007. 10 Diario Trome. Lima, 17/04/2007. 11 Diario Ajá. Lima, 18/07/2007. 12 Diario Trome. Lima, 22/07/2007. 13 Diario Ajá. Lima, 27/07/2007. 14 Diario Ajá. Lima, 07/08/2007. 15 Diario Ajá. Lima, 25/08/2007. 16 Diario Ajá. Lima, 17/09/2007. 17 Diario Trome. Lima, 14/11/2007. 18 Diario Trome. Lima, 16/11/2007. 19 Diario Ajá. Lima, 30/11/2007. 20 La asociación de la homosexualidad y la muerte tiene una tradición importante en la cultura occidental, lo que puede ser encontrado desde las referencias a Sodoma y Gomorra. 7
7 consciente es del goce obsceno que le produce esa enunciación, y, aun menos, de que ese semblante está destinado a ocultar sus propias tendencias homoeróticas.
Los deseos homoeróticos del sujeto autoritario heterosexual El autoritarismo se valida gracias al rechazo asqueado de lo ―abyecto‖, de lo diferente, de aquello que no encaja dentro de lo normal, que es lo único que debería existir. El autoritarismo como culto de la fuerza y la normalidad, como defensa del orden contra la ―perversión‖, es la tendencia natural del déspota que se beneficia de una situación que es, en el fondo, precaria; de ahí su tendencia a la violencia. El autoritarismo es el lado visible de la fragilidad que se oculta en una situación. Exploremos más esta fragilidad. El ―escándalo gay‖ que recibió mayor cobertura de ambos diarios fue el ―ampay‖ de Magaly Te Ve a Juan ―Chiquito‖ Flores, quien fue filmado acariciando y dando besos a un amigo suyo en una salsoteca limeña. La adjudicación de homosexualidad a Chiquito Flores permite que se le construya como cuerpo abyecto, recipiente, por tanto, de desprecio y deseo (homoerótico). Esto se ve facilitado por su negritud y por la percepción de su sexualidad como desbordante.
Sacarlo del cloóset supuestamente se basa en la materialidad del deseo de Juan Flores, pero es más bien la sacada del clóset la que produce la materialidad de su homosexualidad. Incluso las reafirmaciones de su heterosexualidad colocan a ―Chiquito‖ Flores en una situación más sospechosa. La heterosexualidad es un crédito que define a las personas como normales e íntegras. Cuando este crédito es puesto en duda no hay forma de reestablecerlo.
El poder de la heterosexualidad radica precisamente en desconocer y hacer invisible su lugar de enunciación, de nunca necesitar decir que el hombre que habla es heterosexual, porque eso es obvio. El autoritarismo naturaliza así su lugar de enunciación. Si, como Judith Butler (2006a, 2002, 2001b), entendemos a la heterosexualidad como un proyecto melancólico en el que la cultura impide hacer duelo por la posibilidad de amar a alguien del mismo sexo/género, en las afirmaciones de
8 heterosexualidad de Flores podemos ver la encarnación de este drama. Este hombre no puede ni siquiera reconocer la posibilidad de que el joven al que hacía unas noches acariciaba, rozaba, abrazaba, besaba es un hombre al que pudo amar, y es un amor que por lo menos merecía la posibilidad de ser tal. Pero no, Juan Flores no reconoce ninguna pérdida; no llora por el amor que nunca va a poder sentir. El parece decir mas bien ―nunca lo amé, nunca lo perdí‖. Cabe mencionar que Flores sí llora como da cuenta el titular ―Pato‘ hizo llorar a Chiquito‖. Llora porque, como se lo recuerda toda una barra que corea ―maricón‖, su cuerpo ha pasado a ocupar una posición abyecta que no merece ningún tipo de reconocimiento.
Si pudiéramos reconstruir una hipotética conversación entre el narrador y la audiencia tendríamos algo como lo siguiente. El sujeto masculino heterosexual diría: ―miren este cuerpo masculino; observen detalladamente sus contornos; deténganse en lo que tocan sus negras manos, fíjense dónde pone sus gruesos labios; imaginen qué siente‖. Y la audiencia masculina estaría escindida entre la condena y el deseo de ver más, de realizar vicariamente sus fantasías homoeróticas. Como lo señala Butler: ―La abyección de la homosexualidad solo (sic) puede darse mediante una identificación de la que hay que renegar, una identificación que uno teme hacer solo (sic) porque ya la ha hecho, una identificación que instituye esa abyección y la sostiene‖ (Butler, 2002:169). Sólo así puede entenderse cómo el narrador y la audiencia masculina saben mejor que Juan Flores qué sabor tienen las caricias de otro hombre. ¿Por qué nadie parece percibir el drama de ―Chiquito‖ Flores como tal? ¿Por qué nadie (y sobre todo ningún hombre) llora por la pérdida de esta posibilidad? ¿Será acaso porque tampoco a ellos se les ha permitido llorar por los hombres que no han podido amar y que tampoco van a poder amar? Si la pérdida de un objeto amado no se llora o, en otras palabras, si no se realiza duelo, tiene lugar la melancolía que, siguiendo a Freud, (1996) es una forma de preservar el objeto perdido interiorizándolo. Butler (2001b), en su relectura de Freud, entiende la heterosexualidad como un proyecto melancólico en que un hombre se convierte en el hombre que la cultura le ha prohibido amar. La heterosexualidad preservaría el vínculo homosexual exclusivamente como repudio. Es esta lógica de repudio la que interrumpe el continuo de hombres que cuidan los intereses de otros hombres –hombres que desean y aman a otros hombres. Y esta lógica de repudio es central para el proyecto autoritario.
9 El horror al falo lesbiano
A diferencia de la figura del marica afeminado, que es fácilmente el objeto abyecto por excelencia, la lesbiana no aparece de manera tan constante ni tan visible. Es más, cuando aparece como abyecta se pone en duda la ―objetividad‖ del enunciador. El prejuicio es que las mujeres son femeninas, necesariamente. De otro lado es visible el pánico de las mujeres a ser colocadas en la posición de ―lesbiana‖. Solo bastaría recordar el horror de Lourdes Flores, 21 Beatriz Merino22 y Mercedes Cabanillas23 al ocupar dicha posición. Tanto horror que fue necesario que recurrieran como garantes de su heterosexualidad respectivamente a Jaime Bayly, a organizaciones feministas, y a la (in)cuestionable tradición heterosexual de Haya de la Torre. Y, sin embargo, hay mujeres que se mantienen (o son obligadas a residir) en esta posición. Los siguientes titulares dan buena cuenta de ello: ―Machona llevaba droga en su cosita‖, 24 ―Machona con su banda pelaban jatazos‖,25 ―Machona dirigía robacasas‖, 26 ―Gaucho y machona pelaban clínicas‖, 27 ―Machona y argentino asaltan clínica‖, 28 ―Cogotera machona pelaba celulares‖,29 ―Machona vendía pasta‖,30 ―Chapan francesas machonas traferas‖,31 ―Cámara ampaya machona en pleno robo‖,32 ―Caco y machona secuestran escolar‖. 33
En esas páginas las mujeres son usualmente víctimas de todo tipo de violencia (sexual, física, política, epistémica), y aun las mujeres que concitan más atención son aparentemente sólo cuerpos dispuestos para y por la mirada del hombre heterosexual. La heterosexualidad se basa sobre un principio de repudio de lo femenino. Un hombre heterosexual es aquél que desea a la mujer que jamás quisiera ser. Las lesbianas son (re)presentadas de manera bastante diferente que las mujeres en general. Es más, pareciera que en la prensa popular estuvieren de acuerdo con la afirmación de Monique
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Diario de Lima gay. Lima, 26/02/2206. Notiféminas, año 5, número 3, Noviembre de 2006, citando al Diario El Comercio. (Lima, 02/11/2006). 23 Diario Trome. Lima, 05/04/2007. 24 Diario Trome. Lima, 24/04/2007. 25 Diario Ajá. Lima, 14/06/2007. 26 Diario Trome. Lima, 14/06/2007. 27 Diario Ajá. Lima, 23/06/2007. 28 Diario Trome. Lima, 24/06/2007. 29 Diario Ajá. Lima, 05/08/2007. 30 Diario Trome. Lima, 25/09/2007. 31 Diario Ajá. Lima, 24/10/2007. 32 Diario Ajá. Lima, 02/11/2007. 33 Diario Trome. Lima, 19/12/2007. 22
10 Wittig (2006) de que las lesbianas no son mujeres, aunque evidentemente no con las implicancias subversivas del pensamiento de Wittig.
La figura de la lesbiana fálica es construida en torno a la carencia. Carece de feminidad, de dinero, y de autoconciencia. No obstante, ésta no es una carencia que la condene a la reificación de las normas. Es más bien una que posibilita explosiones subversivas. Así, la lesbiana fálica es configurada como un ser iracundo que se apropia de lo que no le pertenece: dinero, prestigio y, sobre todo, masculinidad.
¿Pero en verdad esa masculinidad no le pertenece a la lesbiana fálica? ¿Y en cambio le pertenece a los hombres? ¿Acaso la lesbiana fálica no muestra que la estructura masculina es esencialmente imitativa? Estas mujeres son resaltadas por su excelente ―impostación‖ masculina. Y aun cuando el discurso sanciona a estas mujeres masculinas y resalta los costos de su exitosa interpretación masculina (todas son arrestadas), lo que se rehúsa a admitir es que esta ―imitación‖ cuestiona la naturalidad de la masculinidad heterosexual. La lesbiana fálica es subversiva en las páginas de estos diarios en tanto cuestiona una de las bases más sólidas de la posición enunciativa: la exclusividad de la condición masculina, reservada solo para cuerpos de hombres (Halberstam, 2005, 1998). Esta lesbiana parece decirle al hombre heterosexual ―la masculinidad no es tu propiedad privada; yo puedo (y soy) mejor hombre que tú‖.
La construcción de imágenes injuriosas como la del marica afeminado y la lesbiana fálica requieren de mecanismos de saber/poder que Foucault (2007) fue el primero en intuir: necesitan de la construcción de una subjetividad o personalidad basada en la homosexualidad, no entendiéndola ni como una acción aislada o una práctica paralela. No obstante, los contenidos que tiene esa homosexualidad varían contextualmente. Así, resulta importante resaltar que en estos periódicos la homosexualidad masculina es atribuida a personas cuyo deseo homoerótico, o acusada ―promiscuidad‖, es presentada como su atributo central, mientras que en el caso de la lesbiana fálica su homosexualidad radica en su capacidad de mimetizarse en un hombre heterosexual.
11 Se podría argumentar que en las páginas de estos diarios hay un ambiguo intento, pero intento al fin y al cabo, de humanizar las vidas del marica afeminado y la lesbiana fálica. En ellos se da rostro a presencias que en muchos espacios sociales son ignoradas. Se intenta llamar por su ―nombre‖ a personas cuya sexualidad alternativa a la norma heterosexual es invisibilizada. Sin embargo, habría que preguntar por qué se les da un rostro y un nombre a estos personajes. O mejor aun, ¿acaso se les da un rostro para humanizarlos? Y la respuesta es clara y rotunda: no. Estos rostros son exhibidos para ser deshumanizados; nunca para generar algún tipo de identificación (Butler, 2006b); tal vez sí una contraidentificación en el rechazo de todo lo que ese rostro (no humano) es o muestra. Esta contraidentificación, o identificación negativa, además hace insensible al lector de los dramas que se narran.
La injuria: El dolor que no osa decir su nombre
En el Perú, este tipo de diarios apareció a inicios de la década de 1990 como un mecanismo de control político del gobierno de Alberto Fujimori, lo cual coincide con la aplicación de las políticas de ajuste estructural en el país. En este período, entonces, se hace clara la necesidad funcional de reducir a los pobres a la condición de ―nuda vida‖, cuerpos que deben ser cuidados mediante el asistencialismo y no ciudadanos deliberantes. En tales páginas las nociones del marica afeminado y de la lesbiana fálica resultan centrales para articular en torno a éstas un espacio simbólico por debajo de la vida humana.
La homofobia en esta prensa se asienta sobre una historia autoritaria. Flores Galindo (1999) señala que la historia republicana peruana es una historia de autoritarismos y exclusiones, una en que sus proyectos alternativos han tendido a reproducir las mismas dinámicas de poder que intentaban abolir, cambiando solamente los personajes. Este autoritarismo se basa en una pretensión de conocimiento (el marica y la machona no tienen ni pueden tener control sobre sí mismos) y que impone una sujeción a dicho conocimiento. Este sujeto autoritario hace que el poder de su pretensión de conocimiento universal recaiga en la capacidad de herir que tienen ciertas palabras.
12 El poder de este sujeto radica en su capacidad de nombrar mediante la injuria (Butler, 2004; Eribon, 2001). ―Maricón‖ se vuelve un término con el que se llama hiriendo. Se construye una identidad degradada, estigmatizada. En primer lugar, el nombre va referido a la persona que protagoniza la noticia, pero este nombre (maricón, machona) va dirigido también a sujetos que no se conoce. Por ejemplo, esta producción del marica afeminado que estigmatiza me termina hiriendo, aun cuando quien hace la cita homofóbica no me conoce.
¿Pero si este sujeto es capaz de herir mediante su capacidad de nombrar, no es acaso porque ya ha sido nombrado así antes? En otras palabras, si sabe que nombrar como maricón a alguien es herirlo profundamente, ¿no será porque ya ha sido nombrado como maricón también y ha experimentado dicho dolor? Así, la injuria parece ser el dolor que no osa decir su nombre.
Por supuesto, que el sujeto que enuncia en estos diarios no crea las injurias: maricón, machona, etc. No se le puede culpar o responsabilizar por inventar dichos nombres; su responsabilidad radica en citar nombres del sentido común que nominan con intenciones homofóbicas y misóginas. En dichas páginas se cita la injuria radicalizándola, haciéndola más explícita pero, al mismo tiempo, esta cita permite reinterpretaciones y desplazamientos.
La injuria busca expandir una política sexual de dominio basada en la vergüenza (Warner, 1999). Sin embargo, parece negar que este campo de vergüenza puede implicar a la heterosexualidad mediante el homoerotismo de la homofobia e identificaciones femeninas; pero más allá de eso, la vergüenza puede constituirse en un caudal de energías subversivas (Eribon, 2001) que visibilicen un ―punto de vista‖ que niega su condición de tal. La vergüenza tiene el potencial de hacer que el dolor pueda ser nombrado de otras formas. Y es precisamente el nombrar de otras formas lo que cuestiona la pretensión autoritaria que está detrás de la injuria y la homofobia.
Un interlocutor no conoce ni controla los efectos de su enunciación. Estos efectos más bien tienden a desbordar sus motivaciones iniciales. En ese mismo sentido, un nombre no determina las consecuencias de dicha nominación. Este ensayo, por ejemplo, ha sido una manera de nombrar de modo diferente ciertos nombres asociados a
13 la injuria (marica, machona, etc.). He intentado hacer circular a la vergüenza para sacarla del círculo vicioso del repudio (Sedgwick, 2003). Quitándole la prerrogativa de herir a la injuria es como se puede convertir ciertos nombres asociados al dolor en espacios bellos, habitables y placenteros.
Bibliografía
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