JOHN REX. “EL OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA”. En: Problemas fundamentales de la teoría sociológica , Buenos Aires, Amorrortu, s/f, Capítulo III, pp. 60-80.
En el capítulo anterior vimos el dilema con el que se enfrenta una sociología empirista pura: o bien se limita a hechos que, aunque demostrables y medibles, no son necesariamente sociológicos, o bien alude a relaciones e instituciones sociales como si fueran entidades directamente observables, con lo que se ve obligada luego a admitir que sus conclusiones son vagas e inciertas. ¿Podemos plantearnos entonces la posibilidad de alguna salida para este dilema? La que sugerimos aquí consiste en establecer, ante todo, una distinción clara entre los determinantes sociales de la conducta humana y los determinantes de otro tipo, y luego definir adecuadamente “lo social” en términos empíricos, es decir, mostrar qué tipo de enunciado sería una verificación empírica de un enunciado sociológico. Ya hemos visto que un tipo de sociología empírica no logra realizar adecuadamente la primera tarea mientras que el otro no logra realizar la segunda. Lo que queremos destacar aquí es que los enunciados sociológicos (es decir, los enunciados acerca de “relaciones sociales”) se refieren a entidades teóricas complejas. Esto no significa que no puedan ser sometidos a prueba empírica; toda ciencia, más allá de los niveles más rudimentarios, hace referencia a tales entidades teóricas. Lo que sí quiere decir es que se hace necesario elaborar algún conjunto de reglas que sirvan para identificar los enunciados relativos a entidades empíricas que pueden ser considerados relevantes para la verificación o refutación de proposiciones teóricas. La esencia del problema de definir el objeto de estudio de la sociología reside en mostrar qué entidades empíricas son pertinentes en este sentido. Durkheim fue el primero de los maestros de la teoría sociológica que abordó este problema y será útil comenzar nuestro examen considerando las dificultades que encontró al hacerlo. L A DEFINICIÓN DE LOS HECHOS SOCIALES COMO “EXTERNOS”
Durkheim comienza reconociendo claramente que hay una clase distinta de determinantes específicamente sociales de la conducta. Su característica específica, según la primera formulación de Las reglas del método sociológico , es su carácter externo desde el punto de vista de un individuo que participa del sistema social. Así, escribe: “Cuando cumplo mis obligaciones como hermano, marido o ciudadano, cumplo deberes que están definidos, fuera de mí mismo y de mis actos, por la ley y la costumbre. Aunque correspondan a mis propios sentimientos y yo sienta subjetivamente su realidad, tal realidad es objetiva, pues yo no la he creado...”. 1 Por nuestra propia experiencia de participación en sistemas sociales sabemos muy bien qué quiere decir Durkheim con esto. Es evidente que en la vida cotidiana distinguimos los determinantes de nuestra conducta que provienen de nuestro interior de esos factores expresados por los términos “obligación”, “contrato”, “deber”, “ley” y “costumbre”. Pero afirmar esto no equivale a resolver el problema adicional de saber cómo deben estudiarse empíricamente tales hechos. Debemos Durkheim, The Rules of Sociological Me thod , pág. 1. Las reglas del método sociológico , Buenos Aires, Schapire. 1
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saber si además del criterio de que los hechos sociales parecen ejercer una coerción externa desde el punto de vista del actor participante , hay algún otro que permite al observador diferenciarlos, por así decir, desde afuera. Durkheim ofrece tal criterio. Un hecho social, nos dice, es “toda manera de actuar que sea general en una sociedad dada y que, al mismo tiempo, exista por derecho propio, independientemente de sus manifestaciones individuales”. Ahora bien, la única clase de hechos que se ajusta a ambas definiciones es la de las leyes, pues éstas, evidentemente, son externas al individuo en el sentido subjetivo y existen por derecho propio, independientemente de las uniformidades de conducta a las que dan origen. Así, cabría esperar que Durkheim otorgara gran importancia a los códigos legales como fuentes de datos, y esto es lo que hace, especialmente en su obra La división del trabajo social . Pero para no apresurarnos a concluir que tenemos aquí una adecuada y tajante demarcación de los datos sociológicos, debemos hacer dos observaciones. observaciones. La primera es que el estudio empírico de las leyes supone en sí mismo un procedimiento metodológico complejo; y la segunda, que el ámbito de los datos sociológicos no queda en modo alguno agotado con este estudio. Con respecto al primer punto, es importante preguntarse qué significa afirmar que las leyes existen “en general en una sociedad dada” y “por derecho propio, independientemente de sus manifestaciones individuales”. Lo que existe es, por una parte, una conducta uniforme en la mayoría de una población, y, por otra, un trozo de papel con palabras escritas en él. ¿Qué conexión hay entre ellos y qué derecho tenemos a suponer que, dado el trozo de papel, habrá una conducta uniforme, o viceversa? Por supuesto, podría responderse que hemos descubierto empíricamente que el “trozo de papel” denota una tendencia por parte de otras personas a aplicar sanciones a los inconformistas potenciales; por eso sería de esperar que, en una fase de su desarrollo, Durkheim dirigiera su atención hacia esas sanciones considerándolas como el tipo principal de hecho social. Pero otra respuesta posible es la de que nos equivocamos al suponer que las leyes son hechos empíricos simples. Como se nos fija con demasiada facilidad la imagen de los rollos de pergamino o las tablillas de piedra tendemos a concebir la ley como un objeto casi material, pero la esencia de la ley no es el material en el que se la publica sino su significado. Cabe preguntarse si este significado es algo que pueda estudiarse empíricamente aparte de la conducta de los individuos a quienes afecta. Sin duda, lo cierto es que el “trozo de papel” tiene un efecto sobre la conducta de los actores pues éstos reconocen la probabilidad de que la no conformidad con sus dictados signifique la aplicación de sanciones contra ellos. Quizás pueda concebirse este reconocimiento como producto de un condicionamiento en el sentido pavloviano, pero estaría mucho más de acuerdo con nuestra experiencia afirmar que, cuando reconocemos que el “trozo de papel” contiene “leyes”, lo que hacemos es teorizar acerca de él. En otras palabras, la admisión de que el trozo de papel contiene instrucciones obligatorias se debe a la existencia de lo que hemos llamado “teorías de los participantes” acerca de su mundo. Podemos preguntarnos entonces si el hecho de que Durkheim acuda a los códigos legales como fuente de datos sociológicos no significa una manera de recurrir a las “teorías de los participantes” como medio de explicar las uniformidades de conducta. La tesis que adoptamos es que eso es justamente lo que él hace y, por otra parte, no habría ningún peligro en ello si lo reconociera así. Las teorías de los 2
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participantes son una fuente muy útil, de la que es factible extraer hipótesis y construir teorías. Una vez hecho esto, podemos confrontar las uniformidades de conducta observadas con explicaciones teóricas de este tipo: “es posible considerar que se ejerce una coerción sobre la conducta de esos individuos por parte de una ley que exige la conducta C”. La prueba de tal proposición estaría en informes sobre la aplicación de sanciones a los inconformistas o en la creencia expresada por los participantes de que tales sanciones serían aplicadas. Esto es lo que queremos significar cuando decimos que la ley existe separadamente de las uniformidades de conducta de los individuos que la aceptan. La noción de “ley” es algo que construyen los participantes y los observadores para explicar económicamente la correlación entre esas uniformidades en la conducta de los participantes, la existencia independiente de un trozo de papel escrito y la aplicación de sanciones o la creencia en la probabilidad de su aplicación. Estas formulaciones pueden parecer innecesariamente pedantes, pero nos ayudan a evitar algunas de las dificultades que encuentra Durkheim cuando considera, como tiene que hacerlo necesariamente, otros tipos de datos diferentes de los códigos legales, pues en tal caso busca constantemente entidades empíricas o casi empíricas equivalentes a leyes. En algunas circunstancias, no parecen existir entidades semejantes. Existen, por supuesto, en lo que Durkheim llama “las maneras de actuar” impuestas en nosotros por la educación pero no en el caso de la conducta uniforme de multitudes o en el de las regularidades estadísticas indicadas por el índice de suicidios, dos tipos de fenómenos sociales de los que Durkheim se ocupó mucho. En cuanto al primer punto, Durkheim buscó la solución del problema identificando algún género de “corriente social” o “mentalidad de grupo”. Así, escribe: “Hay otros hechos que carecen de una forma cristalizada pero que tienen la misma objetividad y el mismo ascendiente sobre el individuo. Son «corrientes sociales». Por ejemplo, los grandes movimientos de entusiasmo, indignación o piedad de una multitud no se originan en ninguna de las conciencias individuales particulares; nos llegan a cada uno de nosotros desde afuera y nos arrastran a pesar de nosotros mismos”. 2 También aquí, claro está, Durkheim deriva los hechos sociales de la experiencia subjetiva de los individuos, y ésta es, en este caso, la de una poderosa fuerza externa. Pero esta fuerza no es algo tangible u observable y tanto los participantes mismos como los sociólogos han hallado mucho más difícil dar una explicación de la existencia de alguna entidad independiente en este caso que en el de la coerción de la ley. Se ha acusado a Durkheim, entre otros, de aceptar la falacia de la “mentalidad de grupo” por sus propios intentos de dar una explicación de este tipo. Cabe observar, sin embargo, que el concepto de mentalidad de grupo, como tal, no es ilegítimo; siempre que su significado sea claro y los enunciados acerca de ella tengan una forma verificable no hay razón alguna por la que no se lo deba introducir como modelo teórico. Lo ilegítimo es la reificación del concepto, lo que resulta inevitable si seguimos la regla de Durkheim de que un hecho social debe ser considerado como existente independientemente de sus manifestaciones individuales. Al examinar el problema de las regularidades de conducta indicadas por el índice de suicidios, Durkheim se refiere nuevamente a las “corrientes sociales”. Pero en este caso, es muy evidente que los actores participantes no las experimentan necesariamente como tales. De aquí que Durkheim se vea obligado a reconocer que 2
Idem , pág. 4.
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es necesario algún tipo de construcción teórica para explicar la determinación social de los fenómenos separados e individuales. Según sus palabras: Sin duda, esta distinción (entre los hechos sociales existentes independientemente y sus manifestaciones) manifestaciones) no siempre se manifiesta con igual claridad, pero su existencia obvia en casos importantes y numerosos ya citados basta para probar que el hecho social es una cosa distinta de sus manifestaciones individuales. Además, aun cuando esta disociación no aparezca inmediatamente, inmediatamente, a menudo se la puede descubrir mediante ciertos recursos recursos metodológicos. Tal disociación es indispensable, si se quieren separar los hechos sociales de sus aleaciones, para observarlos en estado de pureza. Con una intensidad que varía según el tiempo y el lugar, las corrientes de opinión impelen a ciertos grupos, por ejemplo, al aumento de los matrimonios o de los suicidios, o provocan un ascenso o una disminución del índice de natalidad, etc. Estas corrientes son, evidentemente, hechos sociales. A primera vista pueden parecer inseparables de las formas que adoptan en casos individuales, pero la estadística nos brinda los medios de aislarlas. De hecho, están representadas con considerable exactitud por los índices de natalidad, de matrimonios y de suicidios...3
Nosotros diríamos que las corrientes sociales son variables teóricas introducidas por el sociólogo y que los índices estadísticos son el medio para verificar las proposiciones referentes a ellas. Para decirlo de otra manera, esas variables teóricas que son las corrientes sociales están definidas operacionalmente en términos del conjunto de estadísticas particulares. Durkheim parece haber hallado el camino hacia una demarcación de los hechos sociales mucho más satisfactoria que la de sus predecesores. Puede estar equivocado en su reificación de entidades teóricas, pero comprendió que estas entidades, sea cual fuere su status metodológico, son muy distintas de las de cualquier otra ciencia. Además, como positivista que era, no se contentó con dejar su descripción en la vaguedad; reconociendo que sus corrientes sociales no son observables, insistió en que era necesario introducir “recursos metodológicos” que hicieran posible la verificación empírica. Es importante observar que el caso de los índices de suicidios es el mejor ejemplo dado por Durkheim de la manera en que deben estudiarse los hechos sociales. En los anteriores ejemplos que brinda, su inadecuada búsqueda de alguna “cosa” de existencia independiente como objeto de estudio sociológico le impide ver la complejidad metodológica de la tarea del sociólogo. En el caso de las causas sociales del suicidio, en cambio, la obvia ausencia de tal “cosa” lo obliga a efectuar el necesario proceso de construcción teórica y definición operacional para poder comenzar el estudio de esta clase de hechos sociales. L A CIENCIA DE LA
CULTURA Y LA CIENCIA DE LA SOCIEDAD
Al parecer, si seguimos a Durkheim, los hechos sociales típicos son las leyes y costumbres, el contenido de la educación y las corrientes de opinión, y aun cuando insistamos en que su carácter de simples construcciones teóricas destinadas a explicar uniformidades de conducta debe mostrarse con mayor claridad metodológica, debemos admitir que Durkheim ha realizado un valioso análisis de los determinantes específicamente sociales de nuestra conducta. Pero aquí se presentan otros problemas que requieren nuestra atención. Las leyes y las costumbres, el contenido de la educación y las corrientes de opinión pueden ser incluidos fácilmente en la clásica definición que da Tylor de cultura como “esa totalidad compleja que incluye el conocimiento, el arte, las 3
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Idem , pág. 1.
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creencias, la moral, las leyes, las costumbres y toda otra aptitud adquirida por hombre como miembro de la sociedad”. 4 Según esto, podemos preguntarnos si sociología debe definirse como la ciencia de la cultura y de ser así, cuál es relación que guarda esta definición con la aceptada comúnmente según la cual sociología es la ciencia de la sociedad.
el la la la
A Durkheim siempre le preocupó saber por qué las reglas de conducta deben ser consideradas obligatorias entre los seres humanos, y, como ha mostrado Parsons, con el tiempo llegó a una concepción acerca de este problema mucho más completa que la de cualquiera de sus predecesores. Volveremos a esto en un capítulo posterior. Aquí debemos destacar que uno de los hilos del pensamiento de Durkheim lo llevaba continuamente a la idea de que hay una “sociedad” total, con autoridad moral sobre el individuo, y que aceptamos como obligatorios las leyes, costumbres y otros aspectos normativos de nuestra herencia social porque son las reglas de la sociedad. Pero, ¿qué entendemos por sociedad? ¿Se trata, en verdad, de una entidad que podemos examinar sin descomponerla en sus elementos? Radcliffe-Brown observa el problema, cuando escribe: En el momento actual de la historia, la red de las relaciones sociales se extiende por todo el mundo, sin ninguna solución de continuidad absoluta en ninguna parte. Esto plantea una dificultad que no creo que los sociólogos hayan realmente abordado: la de definir qué se entiende por la expresión “una sociedad”. Los sociólogos hablan comúnmente de sociedades como si fueran entidades discretas distinguibles, como por ejemplo cuando nos dicen que la sociedad es un organismo. ¿Es el Imperio Británico una sociedad o un conjunto de sociedades? ¿Es una aldea china una sociedad o solo es un fragmento de la República de China? Si decimos que nuestro objeto es el estudio y la comparación de sociedades humanas, debemos estar en condiciones de decir qué son las entidades básicas de las que nos ocupamos.5
En realidad, aquí hay dos problemas. Uno de ellos es el de dónde trazar los límites para poder decir “las relaciones sociales que están dentro de esta región constituyen una sociedad”. El otro problema es mucho más importante: consiste en definir las sociedades en términos operacionales, de modo de saber qué se debe observar para poder verificar las proposiciones relativas a una sociedad particular. Esto supone la construcción de modelos teóricos complejos cuyos elementos tengan alguna referencia a hechos observables y creemos que el elemento fundamental de tales modelos sociológicos es el de las relaciones sociales, y que solo a través de un análisis de la expresión “relación social” puede establecerse el vínculo entre la teoría de los sistemas sociales, por una parte, y la observación de la conducta humana, por la otra. De hecho, a menos que se haga ese análisis, ningún examen de las sociedades es comprensible en sí mismo ni aplicable a la explicación de la conducta humana. Sin embargo, lo cierto es que se ha escrito mucho acerca de las sociedades humanas sin realizar tal análisis de sus elementos constituyentes. Esto solo ha sido posible porque se ha sustituido la teoría por la analogía, sobre todo por la analogía orgánica. En principio, nada se opone al uso de tal analogía y en ciertas circunstancias hasta podría decirse mucho en su favor. Así, por ejemplo, si estuviéramos realizando una investigación en un nuevo campo científico y descubriéramos ciertos factores operativos para los que no hubiera un modelo teórico adecuado, podría ser sumamente útil adoptar un modelo ya utilizado exitosamente en otra ciencia e investigar si es posible emplearlo en la explicación de 4 5
Tylor, Primitive Culture (1924), pág. 1. Radcliffe-Brown, Structure and Function in Primitive Society (1952), pág. 193. 5
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los hechos observados en el nuevo campo. Pero no es así como se ha usado la analogía entre sociedades y organismos. En lugar de establecer definiciones operacionales de los términos utilizados y tratar de verificar los enunciados relativos a la acción de los elementos “orgánicos” con referencia a la conducta social, se ha considerado al propio modelo brindado por la analogía como una verificación de proposiciones sociológicas. Por supuesto, actualmente nadie emplearía la analogía en la forma en que la empleó, por ejemplo, Herbert Spencer; pero no obstante, vale la pena destacar los riesgos del pensamiento teórico de este tipo, porque muy a menudo las inadecuadas teorías de muchos sociólogos modernos los llevan a concepciones no científicas que encierran algunos de esos riesgos. El mismo Durkheim no está libre de reproches a este respecto. Es cierto que en sus intentos de explicar el funcionamiento de las sociedades, nunca desarrolló extensamente la analogía orgánica, pero tampoco elaboró ningún análisis teórico alternativo, y sus reiteradas alusiones a la función de las instituciones sociales sugieren que la analogía no estaba lejos de su pensamiento. Otro hecho fundamental de la sociología de Durkheim es que su énfasis en el carácter externo de los hechos sociales le impidió analizar el concepto elemental de relación social. Si lo hubiera hecho, la noción de “sociedad” no tendría la apariencia un poco mística que tiene siempre en su sociología. Pero la analogía orgánica ha tenido un efecto aún más pernicioso en la antropología moderna donde ha sido usada por Radcliffe-Brown y otros para justificar el enfoque metodológico de los problemas sociológicos llamado “funcionalismo”. En este caso, la analogía orgánica no solo introduce conceptos extraños a la sociología, sino que exige la sustitución en ésta del concepto de causa por el de función. Durkheim, a pesar de que usó el concepto de función, se opuso explícitamente a esto que, prima facie , parece implicar la aceptación de ciertas suposiciones metafísicas que no tienen cabida en la ciencia empírica. Dedicaremos el próximo capítulo al análisis detallado del funcionalismo para ver si es posible evitar estas suposiciones al emplear dicho método. Aquí bastará con señalar que, por útil que sea la analogía orgánica para explicar el significado del término “función”', ella no nos ayuda a delimitar los hechos observables que son relevantes para la verificación de proposiciones sociológicas. El hecho es que si bien estamos familiarizados con términos como “grupo”, “comunidad” y “sociedad”, porque en la vida cotidiana pensamos continuamente en función de ellos, en realidad son construcciones teóricas complejas. Podemos utilizarlos en la vida cotidiana porque hay un acuerdo práctico acerca de su uso, pero cuando tratamos de hablar de la sociedad en términos científicos, es necesario hacer explícita la teorización que supone la construcción de tales conceptos, analizarlos en sus elementos, y definir a éstos de manera operacional. EL SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN “RELACIÓN SOCIAL ”
La unidad elemental a partir de la cual construimos el concepto de “sociedad” es la relación social. En la práctica, hallamos que cuando los sociólogos tratan de ahondar la definición de “sociedad” utilizan alguna frase tal como “la red de relaciones sociales”. Se plantean entonces dos preguntas: ¿qué es lo que nos autoriza a referirnos a relaciones sociales después de observar la conducta
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humana? ¿Qué tipos particulares de conducta observada nos permiten hablar de esta manera? La primera observación que debemos hacer es que sólo hablamos de relación social cuando está implicada la conducta de más de una persona. Como dice Parsons, una relación social siempre es “doblemente contingente”. Pero no todas las veces que observamos la conducta de más de una persona empleamos ese término; debe llevar implícita también una comprensión subjetiva, por parte de los actores participantes, de la significación de la conducta de uno con respecto al otro. Radcliffe-Brown trata de explicarlo diciendo: “Existe una relación social entre dos o más organismos individuales cuando hay algún ajuste de sus respectivos intereses logrado por convergencia de éstos o por la limitación de los conflictos que podrían derivar de su divergencia. Uso aquí el término interés en el más amplio sentido, para referirme a toda conducta que consideramos intencional”. 6 Pero, ¿qué es un “interés” y cómo podemos hacer enunciados verificables sobre los intereses de aquellos a quienes observamos? Según Radcliffe-Brown, el término debe usarse para aludir al propósito de un actor, es decir, a su deseo de provocar un determinado estado de cosas futuras. Esto es muy comprensible y sólo el más rígido conductista negaría que tanto en los enunciados como en otras conductas de la gente, podemos hallar elementos de juicio que justifiquen que hablemos de sus propósitos. Pero tampoco el simple hecho de que la conducta de una serie de individuos sea intencional justifica necesariamente que consideremos que existen entre ellos relaciones sociales, aun cuando sus propósitos coincidan (p. ej., si el estado de cosas que A desea es también el que trata de provocar B ). ). Tal convergencia de intereses crea relaciones sociales solo si A tiene conciencia de lo que trata de hacer B ; por esta razón solamente podemos hablar de una relación social cuando, aparte y por encima de todo dato acerca de los propósitos propósitos de A y la conducta real de B , hay indicios de que A espera cierta conducta de B . En realidad, ni los propósitos de A ni la conducta de B tienen importancia; puede existir una relación social entre A y B aunque A no tenga ningún propósito ulterior fuera de la relación misma, y aunque la conducta real de B se aparte de lo que espera A . La categoría fundamental en la definición de relación social es, indudablemente, la de “expectativas” de conducta. Si podemos demostrar que éstas existen, es decir, que todo individuo que observamos planea su propia acción en la suposición de que otro individuo actuará de cierta manera, se justificará, habitualmente, que hablemos de la existencia de una relación social. Los estudios de actitudes constituyen una fuente importante de datos sociológicos porque a veces suministran tales pruebas. Sin embargo, ni siquiera las pruebas de las expectativas que tiene A con respecto a B indican siempre por sí mismas la existencia de una relación social. Evidentemente, A puede estar totalmente engañado acerca de B . Por eso, quisiéramos que toda definición de relación social implique que hay cierta probabilidad de que B satisfaga las expectativas de A . Esto es lo que tiene in mente Weber en su definición cuando dice: Se usará la expresión “relación social” para denotar la conducta de una pluralidad de actores en tanto la acción de cada uno de ellos, en su contenido significativo, tome en consideración la de otros y se oriente en estos términos. Así, la relación consiste, total y exclusivamente, en la existencia de la probabilidad de que se producirá, en algún sentido
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Idem , pág. 199.
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comprensible, un curso de acción social. Para los propósitos de la definición, no intentaremos especificar la base de esta probabilidad.7
La última frase es importante pues se da el caso de que otras personas no tomen en consideración la conducta de un individuo, pero éste, habiendo observado una uniformidad en la de aquéllas, la tenga en cuenta. Esto podría suceder en algunos tipos de actividad económica (p, ej., en la investigación de mercado). Las palabras de Weber, “la acción de cada uno de ellos toma en consideración la de otros”, parecen excluir este caso pero es posible incluirlo. Lo más común, sin embargo, es que A sepa que hay una probabilidad de que B se comporte de determinadas maneras, no por una inducción ciega a partir de la conducta pasada de B , sino porque sabe que dicha conducta está condicionada por factores conocidos, tales como sus propósitos, las reglas o normas que acepta y su deseo de conquistar la aprobación de A . Así, toda prueba de la existencia de estos factores y del conocimiento que A tiene de ellos es una prueba de la existencia de una relación social de tipo particular entre A y B . Por todo esto, la enumeración que formulamos a continuación puede considerarse como la lista de los fenómenos observables a partir de los cuales es posible determinar la existencia de una relación social entre dos individuos, A y B y precisar su naturaleza particular. 1. Los propósitos o intereses de A . 2. Las expectativas de A con respecto a la conducta de B . 3. Los propósitos de B y el conocimiento que tiene A de ellos. 4. Las normas que A sabe que B acepta. 5. El deseo de B de conquistar y conservar la aprobación de A . En realidad tampoco estos factores son fenómenos de conducta observables simplemente, pero si buscamos pruebas de este tipo, podremos demostrar nuestros enunciados sobre relaciones sociales mucho más fácilmente que si estudiamos la conducta humana al azar. Si definimos una relación social en términos de estas categorías, nos aproximaremos todo lo posible a su definición operacional. En muchos estudios sociológicos, por supuesto, la cuarta categoría de datos, “las normas que A sabe que B acepta”, son la fuente primaria a partir de la cual el sociólogo hace sus deducciones. Ésta es la razón por la que Durkheim y muchos otros han centrado su obra en el estudio de las leyes. Pero, a diferencia de los casos examinados antes en este capítulo, éste ya no se muestra simplemente como una parte de una tradición cultural externa a los actores en una situación social sino como parte constitutiva de su interacción y sus relaciones. Además, se hace evidente cuáles son los otros tipos de datos sobre los que podemos basarnos en muchas situaciones en las que no hay reglas claramente enunciadas que gobiernen la relación, y por qué hay fuentes alternativas de datos. La afirmación de que la característica definitoria de la ley es su carácter externo no resultaba evidente. Aquí vemos que la existencia de leyes es uno de los factores, entre otros, que podemos tomar en consideración al tratar de descubrir las expectativas recíprocas de los actores.
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Weber, The Theory of Social and Economic Organization (1941), pág, 118.
EL OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA
EL ESTUDIO DE LA COOPERACIÓN Y EL
CONFLICTO
Para completar nuestro análisis de la expresión “relación social” debemos todavía decidir si dentro de nuestro objeto de estudio se incluirán también esos casos en los que hay una probabilidad de que la acción de B , en nuestro modelo, no esté de acuerdo con las expectativas o deseos de A . Dicho en otros términos, es necesario preguntarse si la sociología se limitará al estudio de la cooperación social o si incluirá también el estudio del conflicto social. La primera observación que debemos hacer es la de que hay una serie de variables diferentes implicadas y que, por lo tanto, un proceso real de interacción puede apartarse de diversas maneras del modelo de relación social estable que hemos tenido in mente hasta ahora. Por ejemplo, el conocimiento que tiene A de la conducta probable de B podría ser inadecuado o sus deducciones acerca de ella resultar falaces. En esa circunstancia, cualquier plan elaborado por A sobre la base de sus creencias acerca de B fracasaría. En el caso extremo de que A esté totalmente mal informado o tenga una ignorancia total, estaríamos en presencia del estado de cosas que Parsons llama “anomia”, usando la palabra en un sentido muy especial.8 También podríamos hallar que, mientras A espera y desea cierto curso de acción X por parte de B , B no lo sabe o, si lo sabe, está dispuesto a sacrificar la aprobación de A y arriesgarse a las consecuencias de violar las normas que gobiernan la situación, porque hacer X es incompatible con el logro de sus propios fines. En este caso, A y B podrían acercarse a una situación de conflicto total. Lamentablemente, el problema de la inclusión o el rechazo de casos de este tipo no se resuelve simplemente diciendo que solo admitiremos en nuestros estudios las circunstancias de relaciones cooperativas perfectamente armoniosas porque la relación perfectamente cooperativa solo es un caso teórico polar. Todos los casos reales están en algún punto del continuo entre la cooperación perfecta y el conflicto perfecto, y del continuo entre la cooperación perfecta y la anomia perfecta. La elaboración del concepto de cooperación perfecta es sin duda valiosa para el desarrollo de ulteriores implicaciones teóricas, en particular el de la teoría del sistema social perfectamente estable, pero el estudio empírico parece requerir también el uso de otros modelos teóricos. En una forma u otra este tema se retomará con particular interés en capítulos posteriores de este libro, en los que se sostendrá que, como reacción contra el utilitarismo, algunos teóricos, especialmente Durkheim y Parsons, han restringido indebidamente el ámbito de la sociología al estudio de formas de cooperación perfecta. Aquí destacaremos que no solo es posible sino mucho más satisfactorio definir la sociología como la ciencia de la interacción social que como la ciencia de las relaciones sociales. Las variables empíricas que debemos estudiar son, en cualquier caso, las mismas, pero el concepto de interacción social es más amplio e incluye situaciones que pueden encontrarse en todos los puntos de nuestros dos continuos. Podemos, pues, resumir las conclusiones alcanzadas diciendo que: 1.
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La sociología es la ciencia que trata de formular enunciados verificables sobre la interacción social.
Parsons, The Social System , pág. 39. El sistema social , Madrid, Revista de Occidente. 9
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Los datos mencionados antes y cuya observación lo más exacta posible debe realizar el sociólogo empírico, son los que interesan en el proceso de verificación.
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Puesto que la emergencia de la cooperación siempre depende de la conducta de más de un individuo, todo caso particular de interacción social se situará en algún punto intermedio entre la cooperación perfecta y el conflicto perfecto, y entre la cooperación perfecta y la anomia.
EL ESTUDIO DE SISTEMAS SOCIALES
La sociología, sin embargo, no se limita al estudio de relaciones sociales separadas. Trata de descubrir conexiones necesarias entre una relación y otra, y entre las relaciones y las actividades que puedan tener el efecto de sustentarlas. Así, el caso de la cooperación perfecta depende de que se realice un complejo de otras actividades; deben existir procesos de educación y socialización de las partes y debe haber algún sistema de distribución de facilidades y privilegios entre participantes individuales y alguno para hacer cumplir las normas. Así pues, una vez establecida la existencia de una relación social de un tipo particular, tenemos que predecir la aparición de otras acciones de los participantes o de terceros y estudiarlas para ver si se confirman nuestras predicciones. En casos de anomia o conflicto debemos proceder en forma análoga y formular predicciones sobre la conducta de los participantes y terceros. Incluiremos el estudio de su conducta dentro del ámbito de nuestro tema. El gran valor de la obra de teóricos abstractos como Parsons es que han pasado del análisis de la relación perfectamente cooperativa (lo que Parsons llama una “relación institucionalizada”) a la especulación teórica sobre la naturaleza de las actividades que sustentan las relaciones en general. Un intento similar se encuentra en los ensayos póstumos de Malinowski publicados bajo el título de Una teoría científica de la cultura . 9 Sin tal especulación teórica no sabríamos qué otras conductas humanas son importantes como datos para el sociólogo. Pero todavía no se ha realizado ningún intento serio por lograr, a través del análisis crítico de los conceptos elementales de anomia y conflicto, una guía equivalente en situaciones anómicas y conflictuales. Incluso en la labor realizada deben reconocerse limitaciones. Su significación reside en la dirección que brinda con respecto a los tipos de datos que debemos tratar de reunir en el estudio de cualquier situación de interacción social, pero la investigación social concreta necesita una guía menos abstracta y más específica. En cualquier proyecto de investigación, deberíamos tratar de descubrir qué actividades sustentadoras han sido necesarias como precondición no solo de las relaciones sociales en general sino también de las relaciones sociales particulares. En la práctica, la necesidad de un tipo particular de sistema social depende de que la relación social particular que aquél sustenta se considere necesaria o no. El investigador que trata de decidir qué datos son importantes, se enfrenta siempre con el problema de elegir un punto de partida para su análisis de situaciones sociales. El hecho es que la opinión teórica está dividida, con Parsons, Malinowski y los funcionalistas por un lado, y una serie de autores que incluye a Weber, Mannheim y Malinowski, A Scientific Theory of Culture (1944). Una teoría científica de la cultura , Buenos Aires, Sudamericana. 9
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EL OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA
Myrdal por el otro. 10 Los primeros se ocupan de describir sistemáticamente las actividades sustentadoras que son necesarias para el mantenimiento de las estructuras sociales en general; y los segundos las que lo son para el mantenimiento de relaciones sociales particulares. La división entre los dos tipos de teorías será tratada en los capítulos siguientes. Por el momento, a las conclusiones ya formuladas sobre el ámbito del objeto de estudio podemos agregar las siguientes: 4.
El análisis conceptual de las nociones de cooperación social perfecta, conflicto perfecto y anomia perfecta sugiere otras actividades sustentadoras, realizadas por los participantes o terceras partes, que son importantes como datos sociológicos.
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Aunque en cualquier caso puede afirmarse que algunas de esas actividades sustentadoras son necesarias en cualquier situación de interacción, sus formas particulares solo son necesarias en la medida en que lo es la situación de interacción original de la que surgieron. En un sistema social, las actividades que sustentan un tipo de situación de interacción pueden desbaratar otras y, en realidad, esto ocurre siempre, excepto en el caso límite de un sistema social perfectamente integrado. Es de esperar, pues, que se descubran conflictos y anomias tanto en el nivel de análisis del sistema social como en el de situaciones de interacción particulares.
Hemos completado ahora nuestro examen de los tipos de datos importantes para el sociólogo. Una vez dados éstos, pasaremos a proposiciones verificables acerca de situaciones de interacción social y de sociales. Para aclarar más, podemos referirnos ahora a la relación sociología y otras disciplinas afines vinculadas con ella.
que son formular sistemas entre la
En primer lugar, parecería que hay una relación muy estrecha entre la sociología, entendida como el estudio de las interacciones y los sistemas sociales, la psicología, como el estudio de los sistemas de personalidad, y el estudio científico de la cultura en todos sus aspectos. La conducta humana es el punto de partida tanto de la psicología como de la sociología, pero mientras que la primera se ocupa de la relación entre las diferentes acciones de un mismo individuo, la sociología estudia la interacción, esto es, la relación entre las acciones de un individuo y las de otro. Por otra parte, la sociología y el estudio científico de la cultura, se ocupan de normas, pero mientras que el especialista de esta segunda disciplina trata principalmente las relaciones entre un conjunto de normas y otro, el sociólogo está interesado en el papel que ellas desempeñan en el proceso de interacción. Sin embargo, hay una relación muy estrecha entre esas tres disciplinas y apenas es posible imaginar una investigación sociológica de importancia que no plantee problemas en los otros dos campos. Ésta es la razón por la cual la obra de Parsons, Shils y otros, 11 que trata de elaborar un sistema conceptual común para las ciencias de la acción humana, ha sido particularmente fecunda.
Ver Weber, The Methodology of the Social Sciences ; Mannheim, Ideology and Utopia (1940). Ideología y utopía , Madrid, Aguilar. Myrdal, Value in Social Theory (1958). 11 Parsons, Shils y cols., Towards a General Theory of Action (1951). 10
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JOHN REX
La relación entre la sociología y el estudio de la economía y la política es de un orden totalmente diferente. Las últimas son en realidad disciplinas dedicadas a aspectos particulares de la interacción social y, como tales, deben ser consideradas como partes de la sociología misma. Es cierto que el desarrollo del Estado, que racionaliza la distribución del poder legítimo dentro de una nación, y el de sistemas económicos complejos, que distribuyen bienes escasos para usos alternativos, hace que las ciencias especializadas de la economía y de la política sean esenciales para propósitos prácticos. Pero el poder y la distribución económica son, no obstante, aspectos de todas las situaciones de interacción social, y una sociología que los dejara de lado para atribuirse un campo totalmente diferente no sería de ningún valor para nadie. Finalmente, entre la sociología y la historia existe una relación de carácter muy diferente que resulta sumamente difícil de definir. En términos generales, el historiador tiene una mentalidad mucho más empírica que el sociólogo; se ocupa mucho más de los acontecimientos que de sus motivos. Pero de hecho, pocos historiadores pueden excluir de su obra algún elemento explicativo, y todos suponen tales explicaciones cada vez que utilizan palabras como “porque”. Ahora bien, buena parte de las explicaciones dadas o supuestas dependen de hipótesis sociológicas y la historia puede sacar considerable provecho del intento de los sociólogos por hacer explícitas esas hipótesis y someterlas a prueba. De igual manera, la teoría sociológica puede ganar mucho sometiendo sus hipótesis a la prueba de la historia. De lo dicho en este capítulo resulta claro que la sociología no tiene un objeto de estudio que pueda identificar mediante algún tipo de definición ostensiva. Los datos con los que debe trabajar el sociólogo son los mismos que utilizan los estudiosos de otras ciencias sociales y consisten, en última instancia, en conductas humanas de uno y otro tipo. Pero la tarea particular de aquél es idear medios para verificar las proposiciones relativas a la interacción social. Estas proposiciones son de una especie teórica compleja aunque usen la terminología del lenguaje cotidiano. La diferencia entre el uso de esta terminología en el lenguaje cotidiano y el que hace de ella el sociólogo radica en que éste debe probar lo que dice. Por esta razón, el paso más importante para la clarificación de los problemas de la investigación sociológica es de orden metodológico, y consiste en distinguir los problemas de observación de los problemas de construcción teórica. Hecho esto, resulta obvio que la definición del campo de la sociología depende, sobre todo, de la conquista de la claridad teórica. Parece, pues, que cada uno de nuestros tres primeros capítulos apunta a una conclusión común. En el primer capítulo vimos que, sea cual fuere el punto de partida de la ciencia, ya sea que trabaje en la clasificación, en la búsqueda de leyes generales o en la de causas, llega un momento en el que depende de la elaboración de hipótesis teóricas. En el segundo mostramos que gran parte de la investigación social contemporánea ha tenido un alcance limitado y lo seguirá teniendo mientras no cuente con algunas hipótesis teóricas claras para someter a prueba; en éste, finalmente, hemos visto que incluso para definir el objeto de estudio de la sociología, es necesario algún tipo de elaboración teórica. En los capítulos siguientes examinaremos, pues, algunos de los problemas teóricos que parecen estar implícitos en toda investigación sociológica.
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