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Trazo Trazo Unario
Una nueva revista. Una apuesta por la apertura de lo escrito. Por sus desgarraduras; por rayar la supercie del lenguaje. Esta revista rompe con lo anterior, con nuestra escritura anterior, pero la continua. Ruptura y continuación. Oxímoron, como la tensa calma. Su nombre es trazo unario. Trazo: primera inscripción sin signicación precisa; rayón de multiplicidad de sentidos. Un trazo es el trayecto del pincel que inicia una obra. Es la marca pincelada que estrena, un garabato con linaje estético; un comienzo de ideograma que no se cier ra. El trazo unario es estampa de movimiento que inicia. Rastro que precipita la diferencia y la repetición. Ajetreo originario de la cadena signicante. signicante. Imán cencentrifugo de mar tapiado de letras. Es irrupción del establecimiento de lo lógico. Es marca de concatenación matemática. Unario que no es el uno de la unidad ni de la totalidad. Unario de uno que llama al dos, que se constituye como tal al instituir al dos. Uno de destino bído gestor de la diferencia. También es el adentro y el afuera combinados, cicatriz que rememora perdidas, pista que traza marcando. Es caligrafía ilegible y descentrada; dislocación de sentido. El trazo unario convoca y señala un frenesí barroco, complejo, entrópico. Pero también su fracaso. Es espacio abierto; líneas de fuga sin horizonte. Blancos, auausencias, pisadas, manchas; borraduras. Esta revista es editada por la red analítica lacaniana. Pero, tal como se establece en nuestra trayectoria y posicionamiento, está abierta a otros horizontes, otras posiciones, diversas posturas y distintas latitudes. Esta revista quiere ser polifónipolifónica. Calidoscopio textual para generar letras, dialogías, reexiones, reexiones, aportaciones doctrinales, discusiones, disentimientos, arquitecturas, arquitecturas, riesgos grácos; aventuras textuales. Quiere ser movimiento, movimiento, convulsión en espiral; tipografía cromática. . Nuestra revista electrónica convoca, en su conformación, la ligrana del trazo como grafía no signicable, como connotación signicante y asignicante, asignicante, como cuño de la estética matemática. Pero Pero también su frontera abierta con el paisaje más allá de la palabra. Texto y lámina. Letra y cromática. Busca merodear el litoral entre el saber y el goce. Sí, atañe a la escritura.
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NumeroDOS NumeroDOS
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Número Dos
Este es el número 2 de Trazo Unario. Unario. Dos que viene del uno, que lo continúa y lo descentra a la vez. Ese 2 que instaura la función del Uno y, a la vez, lo cuestiona. Dos del sueño amoroso, del espejo reejo, del espiral dialéctico, del saber en la insistencia signicante; de la repetición y la diferencia. Textos inéditos lo arman y otros reescritos lo diseñan. Además, se presenta la segunda entrega del número Cero de nuestra apuesta apuesta con escritos de Aurora Fernández, Fernández, Juan Ramón González, Xóchitl Romo y Daniel Gerber.
Índice 2
Bienvenida
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Créditos Editoriales
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Del silencio en psicoanálisis Marcela Martinelli
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El TDAH, una aproximación desde el psicoanálisis Andrés Manuel Jiménez
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Los sobrinos de Vasconcelos en el dialogo de la razón y la locura Néstor A. Braunstein
33
En el principio fue la mujer... exiliada. Helí Morales
46
Del fracaso, en la práctica del psicoanálisis, o, del fracaso como un oxímoron Victoria Leal
53
Lobo antunes y la familia como núcleo identitario J. Ignacio Mancilla
56
Suicidio: ¿hacerse propio el goce de otro? Linda Franco
65 Historia del Lesbianismo
Un recorrido por los aspectos más relevantes del amor entre mujeres a través de los si glos Elizabeth Núñez
78 Lo siniestro en las sombras
Vamos a apagar la luz así nosotros los vemos y ellos no nos pueden ver- Un muy joven analizante
Clelia Conde 82 Referencias iconográcas
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TrazoUnario Directorio Trazo Unario Coordinación Editorial
Helí Moráles Ascencio Andrés Manuel Jiménez Asbel Hernádez Carlos Gómez Fernando Quezadas Coordinación Técnica
Trazo Unario© es publicada por Red Analítica Lacaniana (REAL), Sede del Colegio de Altos Estudios : Espacios Av. 3 número 99 , Col. San Pedro de los Pinos, Delegación Benito Juárez, Distrito Federal. Teléfono: 5515 5329
© 2009 Copyright
Felipe Arturo Jiménez López
Editada en México Contacto
Diseño Editorial
Felipe Simón Olvera Encina
[email protected] www.redanaliticalacaniana.org
Febrero 2010
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Del silencio en psicoanálisis
La presentación serán enunciaciones respecto al silencio, enunciaciones en tanto están siendo, hay más que trabajar y abordar, no está acabado, no son enunciados cerrados respecto del silencio. Lo que está implícito, es que un tema así no puede presentarse como cerrado, sino que da la posibilidad de abrir muchas puertas, y tocar otras más aun no vistas, pero si pensadas. Silencio del latín silentium, abstención de hablar; falta de ruido, efecto de no hablar por escrito; desestimación tácita de una petición o recurso por el mero vencimiento del plazo que la administración pública tiene para resolverlo; pausa (música); como adverbio: en silencio, sin protestar, sin quejarse; Imponer un silencio, tratándose de personas hacerlas callar, tratándose de pasiones reprimirlas. Sinónimos: mutismo, sigilo, calma. Todo lo anterior es lo que el diccionario de la Real Academia desde 1914 hasta nuestros días dene como
silencio, el camino que vamos a seguir no tiene que ver con estas deniciones, a lo mejor algunas las roza, pero
vamos a ir por otros rumbos. Retomaré lo que plantean algunas disciplinas, o como plasman algunas posturas artísticas el silencio, especícamente: la mitología, la música, el cine y la poesía,
todo ello con una lectura desde el psicoanálisis.
MARCELA MARTINELLI
La mitología relata que Isis y Osiris tuvieron un hijo en Heliópolis a quien llamaron Harpócrates; Para los griegos también conocido como Horus niño, mientras que para los egipcios era Hor pa jard. Se le representa como un niño desnudo con un dedo de su mano de-
8 recha en la boca, en un lado de su cabeza lleva una coleta que caracterizaba a los príncipes en egipto. Harpócrates –dios del silencio- es el símbolo viviente del Sol. Nació después de morir su padre Osiris. Se representa como un niño débil, que su madre tuvo que esconder, para protegerlo de su malvado tío Seth a quién de grande castrará, vengando así la muerte de su padre. Al igual que el sol débil del amanecer se convierte en un sol poderoso, el dios-niño se transformará en el Horus poderoso; su madre Isis, lo convertirá en el gran Horus que reinará sobre los hombres y los dioses. También fue popular como niño amenazado, pero salvado de las asechanzas, por lo que se considerará importante en materia de curaciones, contra todo tipo de enfermedades y desgracias. Los griegos le creyeron dios del secreto y la discreción. Cuando más adelante Isis fue transformada en Afrodita, Harpócrates se asimiló a Eros. Historia mitológica confusa, de varios personajes y ante todo de un Dios del silencio que se puede representar de diversas maneras: Dios sol débil y después fuerte; Dios guerrero vengador de la muerte de su padre; Dios que castra a su tío; Dios curador vencedor del mal y de todo lo que causa espanto; Dios amor; Dios Eros; Dios sexualidad, abarcando todo esto, Dios del silencio. Harpócrates dios olvidado, pero no por ello menos importante. Con la posibilidad de metáfora que nos da la mitología podemos decir el silencio incluye el poder del sol con todo y su debilidad, la soledad de
padre y la posibilidad de vengar la falta de este, la castración real como orgullo de una madre, y la inclusión del amor y la sexualidad en el poder de un dios representante del silencio. Ahora la música Los silencios como las notas se miden y se escriben, así tenemos silencios de: fusa, semifusa, corchea, semicorchea, mínima, etc. En general en música signica una
pausa. Pero sirven para varias cosas: si el silencio está colocado en el primer tiempo de un conjunto lo que se produce es un contratiempo, signicante interesante si pensamos en una sesión de análisis, si empieza con un silencio el analizante puede producir esto un contratiempo, un destiempo, otro tiempo en otra parte, lo importante es que algo se está produciendo, es decir hay un silencio que dice, un silencio signican te. Regresando a la música, si el valor del silencio es menor del valor del tiempo, lo que va a formar es un síncopa, y lo que provoca es que las notas se recorran medio tiempo, cayendo las siguientes notas a la mitad de los otros tiempos. Retomando a Mariana Elizondo, a quien agradezco las valiosas aportaciones que me proporcionó, los silencios son como la respiración de la música, por ejemplo para los ejecutantes de los instrumentos de aliento son importantes porque ahí aprovechan para tomar aire. ¿En análisis no sucede en momentos lo mismo?, los silencios son posibilitadores de algo más, como la respiración imperceptible pero imprescindible para vivir; en análisis son un más allá necesario que se relaciona con el signicante como
audible, como dice Lacan en el seminario 1 Los escritos técnicos de Freud: “signicante material audi ble, lo cual no signica que sea el sonido. Se trata del
9 fonema, es decir del sonido en tanto se opone a otro sonido en el interior de un conjunto de oposiciones” Los silencios, también sirven en música para generar contrastes, por ejemplo un gran forte después de un silencio es más sorpresivo que si ataca después de una nota. En música los silencios, generan for mas rítmicas dependiendo de su lugar y su relación con los
sonido, como la luz blanca de Newton confín de colores que permiten una luz; como el cuadro de Munch del grito, lo esencial de esa imagen es el silencio, ese desgarrador grito que no se escucha, lo que convoca es a ese real inatrapable, inabordable; a esa pulsión de muerte que trabaja muda, que pulsa como una respiración imperceptible pero presente.
demás; cualquier parecido con el signicante no es
mera coincidencia. John Cage (1912-1992) músico representante de la estética del silencio; discípulo de Schönberg y de Duchamp. Su famoso concierto 4’33’’ es una superposición de silencios: del compositor, del intérprete y de los oyentes, silencio que se extiende sin interrupción durante 277 segundos. Silencios de Cage, representación de la nada, de una especie de caos, de mundo previo a la organización; es decir si pensamos con Freud, representación de la pulsión. La primera vez que fue representado en público este concierto, lo que se creaba en los asistentes era un gran desconcierto, enojo y se sentían engañados, que eran partícipes de una broma de mal gusto; cuantas veces uno como su jeto no ha sentido en su análisis, cosas muy similares, cuantas veces no se hace insoportable esa pulsión muda que no cesa de trabajar en nosotros y que insiste y que es nuestro bien amado-odiado inconciente. Este concierto de Cage lo podemos pensar como un momento de una sesión de análisis, silencio que inunda el espacio, que se ejecuta y se oye, y como en un concierto los participantes son: un compositor, un intérprete y un oyente, y ante esto lo que se crea es un desconcierto, un real se nos presentica. La composición de
Cage representa lo que permite llegar a lo esencial del
En la literatura los escritores convocan al silencio como un referente, encontramos en sus escritos expresiones como: y ella guardo silencio, el espacio se lleno de silencio, se escucho un silencio sepulcral, él respondió con su silencio. También tenemos frases y dichos de escritores famosos como: Cuando Borges hablando de Ítalo Calvino dice: Lo reconozco por su silencio; Sófocles quien armaba que da gran adorno
a la mujer el silencio, o Hamlet de Shakespeare quien un poco antes de morir dice: lo demás es silencio. Pueden ser vastas y variadas las referencias al silencio en la literatura, algo que las relaciona es que apenas una intención escrita o dicha con respecto al silencio se hace explícita, allí mismo ya se está cumpliendo otra y así sucesivamente; es decir entre lo que se quiere transmitir y lo que se escribe siempre hay un desfase; por ejemplo cuando el escritor dice: y ella guardo silencio, el silencio en ese momento se hace objeto, cuando la intención que quiere transmitir no necesariamente es objetivar la frase, sino es la de no hablar, o la de una respuesta, o…, o…. Si pensamos en los signicantes, siempre un signicante va a remitir
a otro, en el decir de los analizantes siempre hay un vacío que se produce a partir de la repetición de los signicantes y de la insistencia del inconciente. Y por-
10 que el inconciente insiste se da la posibilidad de que el silencio tenga un lugar en el análisis, y que deba ser escuchado. Como en la música son tan importantes los sonidos como los silencios, como en la literatura el querer escribir algo permite que se puedan leer diversa signicaciones de una misma frase, es decir un
texto son muchos textos. Como en análisis, un silencio convoca a diversos silencios y a diversas representaciones, no hay el silencio, más que el de la muerte, que no es el de la pulsión de muerte. Voy a leer dos textos en relación al silencio, uno es un poema de Pablo Neruda y el otro es un proemio de Raimon Panikkar Me gusta cuando callas Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
La ausencia Para que el silencio sea una respuesta, tiene que haber antes la cuestión silente. pero toda cuestión silente guarda en el silencio la misma pregunta y si no hay pregunta no hay respuesta: hay una mirada hay una sonrisa; es un amor, es un perdón; todo, nada, Sí, no
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca,
Parece que los ojos se te hubieran volado Y parece que un beso te cerrara la boca
Como todas las cosas están llenas de mi alma Emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, Y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante, Y estás como quejándote, mariposa en arrullo, Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio Claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada, Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
A diferencia de estos dos autores y de muchos otros, en quienes las referencias al silencio son utilizadas para escribir poemas, hacer metáforas, jugar con ellas o sufrir con ellas; ahora voy a referirme a otra autora que fue tomada por el silencio, ya que buscó en él una posibilidad de vida, un refugio y esto la llevo a la imposibilidad de tener cobijo, a esta nada que nos inunda, a este blanco que nos conforma. Alejandra Pizarnic, la autora que ahora nos convoca, se suicido a los 36 años. Oriunda de Buenos Aires, Argentina, fue considerada la voz poética más signicativa de su generación
(1936-1972). Su obra se basa principalmente en 5 libros de poemas. En su obra y en su vida hay una búsqueda constante de la unidad del sujeto en el silencio. Para ella dirá Rebeca Bordeu: el silencio como el único lugar donde era posible la comunicación. Al principio de su obra poética el silencio era el único
11 lugar donde las palabras no podían empañar lo que se dice, al nal de su vida con gran dolor armará: que
En mi infancia atesoraba palabras muy puras Para crear nuevos silencios
el silencio no existe. Y mi orientación más profunda: la orilla del silencio mismo la llevo a la muerte, una sed de innito que la
Esta es ahora mi vida: mesurarme, temblar ante cada voz, templar las palabras apelando a todo lo de nefasto y maldito que he oído y leído
ahogo. El silencio como búsqueda de cobijo, de guarida, como la posibilidad de un signicante que la re presentará ante la vida, la poesía, nunca pudo cumplir con esto, ya que era algo que no encontró contención
Me había prometido un silencio como un fuego Una casa de silencio. De pronto el templo es un circo y la luz un temblor
Esta mujer tenía una sensibilidad que la rebasaba, no tan solo le permitió crear, sublimar, sino que esto
en lo simbólico, por el mismo origen del signicante que eligió o que la eligió para vivir, un signicante
que conlleva en sí mismo una imposibilidad, tanto de ser representado, como de representar, porque en el momento que se representa ya no es, como todo signicante, pero además porque es signicante que repre senta una energía totalizadora y una nada avasallante. Pizarnic en la búsqueda de cobijo, de unidad ante el desgarre, lo que le sobrevino fue la presencia de la ausencia, de lo real, de eso inabarcable que tiene que ver con el goce, la presenticación de lo real como imposible de vivir en él, sino es de un vivir para la muerte. Pizarnic como ese grito ahogado que no pide nada pidiéndolo todo, que no se escucha, que solo muestra las entrañas, como ese grito de silencio que la llevó a callarse a inundarse de muerte. Voy a citar algunas estrofas de poemas, para ilustrar lo anterior, están ordenadas según aparecieron en sus publicaciones: Yo me uno al silencio Yo me he unido al silencio
Las palabras no hacen el amor hacen la ausencia
Podemos decir que lo que Alejandra Pizarnic supo en su corta y fructífera vida es que al silencio no se le puede pedir, porque no presta auxilio; al silencio hay que vivirlo y escucharlo, aunque para algunos se les vaya la vida en ello. El cine, recurro a una magistral película titulada “Hablé con ella” de Pedro Almodóvar. Filme de una calidez y sensibilidad notable. El silencio está presente desde el título, en diverso personajes y abordado desde distintos ángulos. Una gran parte de la película se desarrolla en dos cuartos de hospital. En uno Alicia, una bailarina ha quedado en coma después de ser atropellada; lleva dos años en ese estado, en silencio, tiempo en el cual ha sido cuidada por un enfermero: Benigno, hombre que se enamoró de Alicia en silencio poco antes de que ella sufriera el accidente. Se enamoró desde la ventana de su casa viéndola como ella bailaba en la academia situada enfrente. Sólo en dos ocasiones se ven e intercambian algunas palabras, la primera vez
12 Alicia le comenta a Benigno que es fanática del cine mudo, por este comentario Benigno se hace asiduo al cine y ve justamente cine mudo, una película de este tipo, cambiará radicalmente la vida de Benigno, además de ser un homenaje de Almodóvar al cine mudo, vuelve a convocar al silencio. En el otro cuarto del hospital está Lidia, torera que también está en estado de coma desde que fue corneada por un toro. Ella está acompañada por Marcos, novio de pocos meses atrás; quien ni siquiera puede tocarla, menos aún hablarle. Aquí me gustaría intercalar un diálogo entre Marcos y Benigno, sucede después de que Marcos le cuenta que se siente muy mal, por no poder acercarse a Lidia y que no soporta verla en ese estado. Dicen: B: Hable con ella, cuénteselo M: Sí ya me gustaría, pero ella no puede oírme B: Cómo está tan seguro que no nos oyen M: (molesto) Porque su cerebro está apagado B: El cerebro de la mujeres es todo un misterio y en este estado más. Las mujeres hay que tenerlas en cuenta, hablar con ellas, tener un detalle M: Y que experiencia tienes tú con las mujeres B: Yo toda
Aquí vemos que ante la pérdida de la conciencia con la presencia de signos vitales, que es lo que se conoce como estado de coma, hay dos posiciones. La de Benigno que habla con Alicia, le cuenta, le pide opi-
La propuesta que comparto. Para Benigno el silencio de Alicia implica taceo el callar, y también sileo, este silencio estructural de las pulsiones, que se plantea como efecto de la verdad misma. Estas dos partes constitutivas del silencio es una propuesta de la escuela escéptica pirroniana, que Lacan retoma en la clase 15 del seminario de La lógica del fantasma, dice: “sileo no es taceo. El acto de callarse no libera al sujeto del lengua je a pesar de que la esencia del sujeto culmine en ese acto, el callarse permanece cargado de un enigma”. Para Benigno Alicia, vive, vibra, siente, escucha y le permite que él siga vivo., como dice Lacan en el seminario 1: “el silencio adquiere su pleno valor en cuanto silencio: no es simplemente negativo, sino que vale como más allá de la palabra”. Alicia en su estado de coma está más allá de la palabra, pero es por otro, por Benigno que se puede ubicar allí. En cambio para Marcos no existe tal distinción, el silencio de Lidia es sólo taceo. Veamos que es taceo, tacere, tacui, tacitumes, es el verbo latino del que procede reticencia, tácito y taciturno, su signicado es guardar silencio. En particular
reticencia (retacere) es el silencio sobre una cosa que se debería decir, el silencio obstinado. En la antigüedad la reticencia era una actitud malévola, la palabra denunciaba un silencio alevoso y culpable.
niones. Y la de Marcos que se siente paralizado y no
Si retomamos a Marcos y Lidia, para él el silencio de Lidia es insoportable, en algún lugar no acepta que ella
puede tener ningún contacto con Lidia.
esté en coma, que ella no hable, que ella no le hable. Y
él tiene una actitud taciturna con ella, guarda silencio,
13 se calla. Esto se relaciona con una escena anterior donde de camino a la corrida de toros, Lidia le comenta a Marcos que hay algo que le tiene que decir, durante el camino sólo habla Marcos, al llegar a la plaza de toros, Lidia le dice: tenemos que hablar y él responde pero es lo que hemos hecho todo este tiempo, y ella responde tú, yo estuve en silencio. Después sucede la cornada, donde Lidia en silencio arrodillada espera al toro, después para ella es todo silencio. Para Lidia había una verdad que tenía que decir, una verdad que no pudo decir, que quedó silente, pero que tampoco pudo quedar así, salió esta verdad, ¿como salió? Como pura pulsión, como energía desbocada, como el toro que la corneó. Y este silencio silere de Lidia, en algún lugar llevó
a Marcos a negarlo a no querer escucharlo a vivirlo con reticencia, a vivirlo como sólo tacere, pero él sabia que había más y esto es lo que lo imposibilitó, lo paralizó, un saber que no se sabe. No les voy a contar que es lo que Lidia le tenía que decir para que quede algo en silencio, que les permita ver la película, o volverla a ver. El lme muestra que al poco tiempo Lidia muere. Ali -
cia no tan solo no muere sino que despierta, y retoma poco a poco su vida pasada. Hasta aquí parecería que ese periodo en coma, quedo como sólo un blanco, un vacío, un no acordarse de nada. Pero no, de allí la lucidez de Almodóvar. Veamos. La primera vez que Benigno ve a Marcos, es, en una función de danza, como compañeros de asientos. Marcos se emociona al ver el espectáculo, y en silencio los ojos se le llenan de lágrimas. Benigno l e cuenta esto a Alicia, con mucha emoción y muestra interés hacia este hombre guapo y sensible.
Al nal de la película Alicia asiste a una función de danza y ve la espalda y un poco el perl de un hom -
bre guapo que por momentos se emociona en silencio, ante quien sabe que cosa vista. Ella en el intermedio le hace la plática a Marcos -este hombre guapo sensible- y Almodóvar nos la muestra muy interesada por ese hombre. ¿Qué nos deja percibir Almodóvar?, sino algo del lado de la pulsión, en ese blanco, en ese vacío, había silencio, sí pero silencio signicante, silencio silere como el vivido por Benigno. La escena se repite, y el inconciente insiste, digo con Lacan la palabra crea la resonancia de todos sus sentidos; Alicia escuchó a Benigno, qué escuchó, sino su amor, sus cuidados, su silencio, y esto le permitió un sentido, sentido que fue más allá de las palabras, silencio de deseo. Terminamos enunciando con Lacan, “ante la falta de palabra aparece el silencio, pero estructurando el discurso del sujeto, es una ausencia que vibra, que late y que insiste y que posibilita que el análisis no sea nada más una anécdota, sino algo más. Un discurso de palabras, de silencios, de ausencias, de pausas, de deseo. Bibliografía
J. Lacan, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 1981, clase XX. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, 1983, clase XIV. La lógica del fantasma, clase XV. Juan David Nasio (compilador), El silencio en psicoanálisis, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1988. Alejandra Pizarnic, Textos de Sombra y últimos poemas, recopilación de poemas y textos dispersos, Argentina, 1982.
14 Lisa Block de Behar, Una retórica del silencio, Siglo veintiuno editores, Argentina, 1994. Pedro Zarraluki, La historia del silencio, Anagrama, Barcelona, 2000 Raimon Panikkar, El silencio del Buda, Siruela, España, 2000. Pablo Neruda, Breves poemas de amor y una canción desesperada, Alianza editores, México, 1980.
Artículos Cristina Carracedo, Harpócrates. Rebeca Bordeu, Psicoanálisis y literatura: Alejandra Pizarnic y el silencio.
Diccionario Real Academia Española, Diccionario, 19251999, España. Maria Moliner, Diccionario de la lengua españo la, 2000, España.
Película Pedro Almodóvar, Hable con ella, el Deseo, España, 2002
15 El DSM IV señala que “La característica esencial del trastorno por décit de atención con hiperactividad es
un patrón persistente de desatención y/o hiperactividad-impulsividad, que es más frecuente y grave que el observado habitualmente en sujetos de un nivel de desarrollo similar (Criterio A). Algunos síntomas de hiperactividad-impulsividad o de desatención causantes de problemas pueden haber aparecido antes de los 7 años de edad. Sin embargo, bastantes sujetos son diagnosticados habiendo estado presentes los síntomas durante varios años (Criterio B).
EL TDAH, UNA APROXIMACIÓN DESDE EL PSICOAN LISIS
Algún problema relacionado con los síntomas debe producirse en dos situaciones por lo menos (p. ej., en casa y en la escuela o en el trabajo) (Criterio C). Debe haber pruebas claras de interferencia en la actividad social, académica o laboral propia del nivel de desarrollo (Criterio D). Los sujetos afectos de este trastorno pueden no prestar atención suciente a los detalles o
cometer errores por descuido en las tareas escolares o en otros trabajos (Criterio A1a). El trabajo suele ser sucio y descuidado y realizado sin reexión. Los sujetos suelen experimentar dicultades para
mantener la atención en actividades laborales o lúdicas, resultándoles difícil persistir en una tarea hasta nalizarla (Criterio A1b). A menudo parecen tener
Andrés Manuel Jiménez
la mente en otro lugar, como si no escucharan o no oyeran lo que se está diciendo (Criterio A1c). Pueden proceder a cambios frecuentes de una actividad no nalizada a otra. Los sujetos diagnosticados con este trastorno pueden iniciar una tarea, pasar a otra, entonces dedicarse a una tercera, sin llegar a completar ninguna de ellas. A menudo no siguen instrucciones ni
16 órdenes, y no llegan a completar tareas escolares, encargos u otros deberes (Criterio A1d).” etc., etc., etc. En la actualidad este trastorno ha alcanzado un enorme auge, se habla de él en todas partes, las escuelas, los hogares, los consultorios médicos, el intern et (aquí se encuentran 1 030 000 entradas sobre él, en el momento de la investigación) lo que pone la información al alcance de todos, y que, sin embargo lleva al apresuramiento en el diagnóstico y el tratamiento, se reeduca y medica a los niños que han sido objeto de esta etiqueta, sin conocimiento tal vez de que los medicamentos están causando serias reacciones que perjudican gravemente a los consumidores, como lo señala el periódico La Jornada en un artículo publicado el 27 de enero de 2009 , el cual señala: “Expertos de la Administración de Alimentos y Fár macos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) analizaron datos de 49 estudios clínicos realizados por fabricantes de fármacos y hallaron que pueden causar sicosis y manía en algunos pacientes, inclusive en los que no tienen factores de riesgo evidentes. En algunos casos los niños alucinaban que gusanos, bichos o serpientes trepaban sobre ellos. “Los pacientes y los médicos deben estar conscientes de la posibilidad de que (surjan) síntomas siquiátricos consistentes con la sicosis o la manía” a lo largo del tratamiento, escribieron el doctor Andrew Mosholder y sus colegas en la revista Pediatrics.
Fármacos riesgosos
Su análisis brinda más detalles sobre los riesgos conocidos de los fármacos, entre los que se encuentran Ritalin, Focalin; Adderall XR y el parche Daytrana, de Shire Plc; Concerta, de Johnson & Johnson; Strattera, de Eli Lilly and Co, y Metadate CD, de Celltech Pharmaceuticals Inc. También incluye datos de Modanil de Cephalon
Inc, comercializado como Provigil, medicamento para la narcolepsia rechazado como tratamiento para el TDAH en niños. La portavoz de la FDA, Sandy Walsh, dijo que los datos son la base de las recientes advertencias referidas a efectos siquiátricos, que se agregaron a las etiquetas de los productos en los años recientes.” Ahora bien, sin dejar de reconocer que en algunos, o muchos casos, el TDAH pudiera traer consigo uno o varios componentes de carácter orgánico, mi trabajo en esta ocasión está dirigido a poner de maniesto lo
que hay más allá, que la ciencia médica hace a un lado y se reere a la presencia del sujeto, un sujeto del
inconsciente que a través del síntoma se hace presente para decir aquello que no ha podido por otros medios, un síntoma que es, además, un grito de alerta para padres y maestros, una muda demanda que se plantea desde ese lugar (tópico) que se llama lo inconsciente y que necesita ser escuchada. Podríamos abordar este tema desde diferentes ángulos en el Psicoanálisis, pero me concretaré al desencuentro
17 en la relación padres-hijos en la vertiente de la demanda y el deseo y la inhibición, el síntoma y la angustia como respuesta del sujeto ante esta hiancia que como tal deja una huella en la subjetividad del niño. La relación padres-hijos se halla regulada por una dialéctica demanda-deseo que necesariamente deja una marca en el niño cuyo devenir se escribe desde antes de su nacimiento por ambos padres y en cada fase de su desarrollo libidinal se van sumando situaciones especícas que inciden determinantemente en
el psiquismo infantil. La articulación demanda-deseo en un nexo con la angustia nos la ilustra Lacan en el Seminario 10 cuando habla de que “La existencia de la angustia está vinculada al hecho de que toda demanda, aunque sea la más arcaica, siempre tiene algo de engaño so respecto a lo que preserva el lugar del deseo. Esto explica también el lado angustiante de lo que, a esta falsa demanda, le da una respuesta que la colma. Lo vi ponerse de maniesto, no hace mucho tiempo,
en el discurso de uno de mis pacientes, a quien su madre no lo había dejado ni a sol ni a sombra hasta determinada edad -¿puede haber una mejor forma de decirlo? Ella no había dado a su demanda sino una falsa respuesta, una respuesta verdaderamente errada, puesto que, si bien la demanda está ciertamente estructurada por el signicante, no debe ser
tomada al pie de la letra. Lo que el niño le pide a su madre está destinado a estructurar para él la relación presencia-ausencia que demuestra el juego original del Fort-Da, que es un primer ejercicio de dominio.
Hay siempre un cierto vacío que preservar, que no tiene nada que ver con el contenido, ni positivo ni negativo, de la demanda. Es de su colmamiento total de donde surge la perturbación en la que se manies ta la angustia”. En la fase oral la demanda es planteada por el niño, inicialmente desde el lugar de la necesidad “mamá tengo hambre” y es satisfecha por la madre desde el lugar del deseo con un “toma de mi pecho” que de inmediato cobra otro estatuto para el pequeño pues sabe que lo que la madre le ofrece no es sólo el alimento sino también su amor y entonces la demanda ya no es sólo necesidad siológica sino también una
demanda de amor. En la fase anal la demanda viene de parte de la madre con un “dame tu caca” y el deseo del niño responde “es mi deseo entregártela”. En la fase genital la demanda y el deseo están en otro orden, el niño lo que plantea en este tiempo es “hazme objeto de la ley” y la madre debe responder con el aplacamiento de su deseo para de esta manera instituir el Nombre del Padre. Necesariamente toda relación demanda deseo va a ser fallida, no se puede hablar de un interjuego perfecto de esta dialéctica, y en algunos casos esta falla que ocasiona un vacío va a causar otros efectos que desembocan en síntomas a través de los cuales el niño se hace escuchar para llamar la atención de los padres planteando una demanda que la mayoría de las veces no es escuchada, uno de esos síntomas es el ahora famoso TDAH.
18 Ahora bien, ¿Qué encontramos en el TDAH? La terna freudiana de inhibición, síntoma y angustia nos podría ilustrar claramente sobre ello, anotemos primeramente que se presenta una inhibición de la atención, acompañado de angustia manifestada por medio de una cantidad exagerada de actividad lo que trae como consecuencia que con ello se haga síntoma. La inhibición es “una limitación funcional del yo” nos dice Freud y Lacan apunta en el Seminario 10 que “está en la dimensión del movimiento… el movimiento existe, al menos metafóricamente, en toda función, aunque no sea locomotriz” y tenemos que suponerle una conexión con un conicto inconsciente que con
mucha frecuencia se encuentra vinculado a las identicaciones edípicas, es decir entre los tres-cuatro años
y hasta los seis-siete, pues es de hacerse notar que en muchos casos las madres señalan que ha sido sólo después de que el pequeño inició su asistencia al jardín de niños cuando han notado que empezó a perder la atención y/o a haber una mayor actividad física. Y nos preguntamos ¿porqué la inhibición de la aten -
ción? Atender es aplicar voluntariamente el entendimiento a un objeto espiritual o sensible nos dice el Diccionario de la lengua de la Real Academia Española, y el niño durante el Edipo se halla en un constante estar al pendiente de su madre y la niña del padre, su energía libidinal se concentra en ellos como objetos de su amor, un amor que está cargado fuertemente de erotismo, ponen mucha atención a los cuerpos de sus padres, están al pendiente del más mínimo de los detalles sobre lo que ellos hacen o dicen, buscan su complacencia y acaparan sobre sí sus cuidados y consideraciones engastadas en
una connotación sexual que conlleva la gestación de un sentimiento de culpa que precisa de un límite impuesto por el padre a este juego incestuoso que se desarrolla en lo inconsciente del niño. Así pues, la atención del niño y la niña se halla centrada en el ir y venir del cuerpo de sus padres y la interdicción va a servir como revulsivo obligándolo a desviar su atención hacia otros objetos, sus amigos, sus juegos, sus juguetes, su aprendizaje, que lo descargan de ese sentimiento de culpa que estaba haciéndolo presa y que ahora le permite sublimar la pulsión sexual hacia otras metas más aceptadas socialmente. Si la esperada prohibición no llega en el tiempo justo, la pulsión asaetea y conictua al sujeto, tiene que bus car una salida para todo lo que está sintiendo en lo real del cuerpo y en algunos casos su escape va a ser el de dejar de prestar atención a manera de defensa contra lo insoportable que resulta la erotización provocada por sus padres, hay que distraerse para dejar de pensar en ello, la distracción va a ser generalizada, nada hay ya que centre su atención, hay que dispersarla para ya no seguir pensando en eso añorado pero a la vez temido que es el encuentro incestuoso con alguno de ellos. Y entonces como complemento adviene la angustia.
Freud apunta que la angustia “es reproducida como estado afectivo siguiendo una imagen mnémica preexistente”… Los estados afectivos están incorporados {einverleiben} en la vida anímica como unas sedimentaciones de antiquísimas vivencias traumáticas y, en situaciones parecidas, despiertan como unos símbolos mnémicos”. Lacan habla fuerte en torno a ella y des-
19 pués de decir que la angustia es un afecto y nos dice: “Lo que provoca la angustia es lo que nos anuncia, nos permite entrever, que volvemos al regazo… Lo más angustiante que hay para el niño se produce, precisamente, cuando la relación sobre la cual él se instituye, la de la falta que produce deseo, es perturbada, y ésta es perturbada al máximo cuando no hay posibilidad de falta, cuando tiene a la madre siempre encima, en especial limpiándole el culo, modelo de la demanda, de la demanda que no puede desfallecer”
¿Y el síntoma? Freud dene el síntoma como un “indi-
cio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un resultado del proceso represivo” además “El motor de toda la posterior formación de síntoma es aquí, evidentemente, la angustia del yo frente a su superyó. La hostilidad del superyó es la situación de peligro de la cual el yo se ve precisado a sustraerse”. Lacan plantea a lo largo de su seminario diferentes acepciones acerca del síntoma tales como que es un signicante, una signicación, una metáfora, una
formación del inconsciente, una transacción entre Y esto es lo que nos encontramos constantemente
en la clínica con niños, dos extremos en la relación madre-hijo, una sobrepresencia de la madre o una total ausencia que llena al niño o niña de angustia desbordándolo y cuyas salidas van a tener diversos vectores, uno de ellos es el exceso de actividad propio del TDAH y que encontramos en la esquematización que hace Lacan en el Seminario 10 al trabajar la terna freudiana de Inhibición, síntoma y angustia cuando en el eje vertical pone a la emoción y la turbación y en el horizontal, a la altura de la primera, al síntoma y de la segunda a la angustia y nos dice que “la emoción es el movimiento que se desagrega, es la reacción que se llama catastróca” y agrega “la turbación es
trastorno, caída de potencia” y más adelante enfatiza “la turbación es el trastorno, el trastornarse en cuanto tal, el trastornarse más profundo en la dimensión del movimiento” , es decir, un desajuste reejado en el ha cer del sujeto, una sinrazón aparente de una extraña combinación entre un exceso de actividad y de la disminución de la potencia de la atención.
dos deseos conictivos.
El síntoma además, es de alguna manera una defensa que evita al sujeto un punto de quiebra, por ello en el psicoanálisis no se trata de desaparecer el síntoma sino de escuchar lo que está detrás de él y esa escucha con el correspondiente aporte de interpretación es la que permitirá que este niño o niña con TDAH asuma otra posición frente a su síntoma, pues como Lacan mismo dice la cura viene por añadidura. Resumiendo pues, tenemos que el TDAH nos está haciendo evidente un síntoma complejo que se resuelve a través de la inhibición y la angustia por el niño o la niña frente a las mociones incestuosas de deseo que lo colman y que han sido provocadas por una inadecuada relación entre los padres y el hijo o la hija. Una historia
Ju-lío llega conmigo porque la madre ya no sabe qué hacer con su hijo, en la escuela lo han reportado
20 como desatento, demasiado inquieto y causante del descontrol del grupo, el maestro ya no lo soporta y están a punto de darlo de baja, otra escuela más en su lista de expulsiones. De lo primero que habla la señora es que el niño es un verdadero lío, (para ella) lo fue desde antes de nacer porque en sus planes no estaba tener un hijo, más tarde aclara que no era esto realmente, sino que lo que ella deseaba era seguir estudiando, hacer una maestría, desarrollarse profesionalmente pero se casó y se embarazó muy pronto, ahora se da cuenta de que no estaba preparada para la maternidad porque durante su embarazo para nada hablaba con el bebé en ciernes, trató de seguir haciendo su vida normal y dedicándose a su trabajo a pesar de las molestias que esto le causó, entre ellas la más difícil de sobrellevar fue el aumento de peso que llegó a ser hasta de 22 kilos. Desde aquí es ya importante hacer notar que el padre, por razones de carácter económico y cultural se encuentra en un segundo plano y su silencio durante este tiempo también se hizo presente por su ausencia. El nacimiento del niño se presentó sin problemas, talla y peso dentro de lo estadísticamente normal, un Apgar de 9.8 y ningún detalle de carácter orgánico digno de relevancia. La madre sólo le dio pecho al niño hasta los dos meses porque no tuvo suciente leche y fue sólo este período
el que dedicó al cuidado de su hijo porque a partir de entonces volvió a sus actividades empresariales y
durante el día sólo veía al pequeño por cortos espacios de tiempo, el niño se quedaba al cuidado de una persona con quien estuvo muy a gusto hasta al año y medio, pero la mujer se tuvo que ir y fue con la partida de ella que la madre se dio cuenta de que tenía un hijo y que debía hacerse cargo de él. A partir de este momento la madre quiso compensar todo lo que no había hecho antes por el niño y entonces se vuelca hacia él, no hay cosa que el niño quiera que ella no se lo dé, incluso vuelve a pasar de su cama-cuna al lecho de los padres, el padre es echado de ahí, permaneciendo la madre con el pequeño hasta los tres años y medio cuando llega un hermanito, que fue aceptado de muy buen grado, según el decir de la madre. A los tres años dos meses Ju-lío ingresa al jardín de niños y su llegada ahí fue muy conictiva porque no
se quería quedar y lloraba constantemente, tardó más de dos semanas en adaptarse aunque después de esto no se presentó ningún otro problema. Fue casi al término del ciclo escolar cuando la maestra empezó a dar quejas del niño, que no trabajaba en el salón, que se distraía muy fácilmente, y empezó a mostrarse cada vez más inquieto, sugirieron a la madre (con carácter obligatorio) el acudir al neuropediatra para saber que pasaba con el pequeño, fue diagnosticado como un niño con TDAH y a partir de ahí el inicio de la toma de medicamento; a pesar de éste en el segundo y tercer año las cosas marcharon en el mismo tenor y ya no pudieron controlarlo, se salía constantemente del salón y sus trabajos eran mínimos,
21 incluso la madre reconoce que empezó a portarse agresivamente con sus compañeritos. Su ingreso a la primaria también fue muy difícil, las
Cabe hacer notar que aunque el niño no cumplía con los trabajos de la clase, estaba distraído y continuaba con sus escapadas fuera del salón con el pretexto de ir al baño, su aprendizaje iba al mismo ritmo de sus
notas de la maestra en su documento ocial obligaron
compañeros, y en los exámenes sus calicaciones eran
a que el niño asistiera con el psicólogo de la escuela quien determinó que necesitaba ser tratado por un neuropediatra. Le hicieron los respectivos electroencefalogramas y fue diagnosticado nuevamente con TDAH y continuó su medicamentación con ritalin, lo que ya no fue muy del agrado de la madre pero que aceptó por la necesidad de que el niño estuviera escolarizado, los cambios con el medicamento fueron mínimos, la madre de motu proprio acabó por suspenderlo y antes de medio ciclo escolar lo expulsaron de la escuela.
de ocho y nueve, que por supuesto bajaban por su conducta, cosa que para la madre era muy extraño, lo mismo pasaba en casa cuando hablaba con familiares o amigos, aunque Ju-lío andaba jugando, más tarde comentaba sobre lo que habían tratado.
Terminó aprobando el primer grado en otra institución gracias a que tuvo la suerte de encontrar una maestra que utilizó diferentes estrategias para trabajar y tener continuidad en su relación con ella pues fue también su maestra de segundo grado, en donde obtuvo una calicación aprobatoria de 8.5.
En el tercer grado tuvo un maestro que “no lo entendía” dijo la madre y fue nuevamente expulsado porque sus conductas seguían siendo las mismas de falta de atención y salirse constantemente del salón. En la escuela a la que ingresa nuevamente es canalizado al psicólogo y otra vez tiene que tomar medicamento, ahora durante un mayor tiempo y aunque la madre no observa cambios favorables dura más de un año y medio con el tratamiento.
Ju-lío está en quinto grado cuando llega conmigo y lo que él trae a la sesión es un profundo sentimiento de abandono, no se siente importante ni para su madre ni para su padre, su hermano es un estorbo y su mejor deseo para él es que se muera, en sus palabras y sus producciones, Carlos, (el hermano) siempre resulta muerto. Ju-lío sufre de pesadillas constantes y en la mayoría de las veces el papá está muerto, lo cual le causa mucha angustia porque no quiere que se muera, aunque cuando se trata de escoger es mejor para él su mamá a quien quiere mucho, aunque lo haya cambiado por su hermano. Al contrario de lo que dicen de él en la escuela y en la casa, desde el inicio al término de la sesión se halla muy concentrado y no hay desviaciones de la atención, sólo se cambia de la silla al piso o al sillón y continúa con lo que esté haciendo. El análisis ha llevado a Ju-lío a ser Julio, no tiene más necesidad de un exceso de actividad ni de distraerse constantemente, ni de ser un lío para sus padres, hace dos años que no toma ningún medicamento y
22 el año pasado fue inscrito en segundo de secundaria con un promedio de 9.2 que dejó asombrados y satisfechos a sus padres.
Los sobrinos de Vasconcelos
en el diálogo de la razón y la locura
23 Presentación: Cristina
Rivera Garza escribió una me verá llorar” (México: Tusquets, 2000) cuyo protagonista es un fotógrafo de locos que se encuentra y se enamora de una antigua prostituta que está internada en el antiguo manicomio de La Castañeda que este año cumpliría un siglo si no fuese por su muerte prematura, cuando trasladaron a los internados al Fray Bernardino Álvarez. Rivera Garza consiguió (¿antes o después de la novela?) un vasto archivo de fotografías tomadas por magníca novela, “Nadie
distintos acionados y profesionales en el loquero e
Néstor A. Braunstein
invitó a un grupo de amigos entre los que me cuento a escoger una de entre muchas y escribir un comentario. Las vi a todas y quedé deslumbrado. ¿Cómo elegir si cada una de ellas invitaba a colocar una nota en los márgenes de la historia de la locura del inolvidable Foucault? Créanme que di muestras de contención al cambiar las reglas del juego al que se me invitaba y limitarme a “sólo” tres, sin importarme de que otros hubiesen elegido las mismas imágenes. Estaba seguro de que la coincidencia de distintos escritores, con intereses diversos, crearía un efecto estereoscópico en cada foto, un efecto que no podía ser sino bienvenido por cuanto se convertía en provocación para que quien mirase y leyese produjese sus propias interpretaciones. Por otra parte, no hay que olvidar que las fotografías no sólo nos interpelan como espectadores sino que, además, dialogan entre sí. Una de las funciones de quienes fuimos honrados para participar en ese proyecto (que no terminó de plasmarse en libro) era la de hacer audible lo que entre ellas se dicen. No sólo en el cine la foto se dene retroactivamente por
el montaje con otras: toda fotografía llama a un “editor”. En su momento el texto quedó guardado pero
24 es ahora, ante la invitación cordial y amistosa a colaborar en Trazo Unario y conmemorar (no se puede decir “celebrar”) el centenario del gran manicomio nacional en este año de centenarios de latón. Pintado. Es justamente en La Castañeda donde comienza Nadie me verá llorar, la novela de Cristina Rivera Garza. Ella, Matilda, destinada a ser la protagonista, le pregunta a él, a Joaquín Buitrago que le está apuntando con una Eastman: “- ¿Cómo se llega a ser fotógrafo de locos?”. Los signos de interrogación quedan otando
a lo largo de 200 páginas y sólo encuentran el eco de otra pregunta, la de él: “-¿Y cómo se llega a ser loca?”.
El espejo de este cuestionamiento recíproco campea no sólo en esa novela sino en nuestras miradas que se desploman sobre esta insólita serie de fotografías que nos reúne en un diálogo sin sonidos del que debemos reconstruir las voces. ¿Quién ha tomado estas fotos? Muchos, tantos, que llegan a ser “ninguno”. En general se ignora quiénes fueron los fotógrafos que han compuesto este involuntario archivo de una época que nunca termina de ser el pasado y que se cuela por los entresijos del presente con una insistencia que nos asedia bajo las múltiples formas de la “vida desnuda”, de la “vida en el campo... de concentración” (Agamben). Desde la pomposa inauguración del año milnovecientosdiez con don Porrio y su corte de dignatarios
hasta las sórdidas fotografías de la decadencia, incontables cámaras han cruzado las puertas del manicomio y han registrado para siempre la crónica de la locura indigente.
La selección es espléndida: pasamos de la exhibición a la vergüenza, de lo íntimo a lo público, de la magni cencia arquitectónica a la vergüenza del hacinamiento y la promiscuidad en los dormitorios, a la miseria del baño inquietado por una tina incongruente, al equipamiento cuartelero de las cocinas, a la desolación de los patios habitados por fantasmas harapientos; al salón de clases para los niños a los que “vemos” sentados en esos molestos, lacerantes, pupitres vacíos, al corte de pelo en donde casi se siente a los piojos saltando sobre nosotros, los mirones de la foto. Nos atormentan nuestra pequeñez y nuestra indefensión ante las altas paredes, las ventanas protegidas con redes de alambre, los corrillos donde orecen el chisme y el rumor. Nuestros huesos se resienten por la humedad, se nos enchina la piel con el frío, somos perforados por las úlceras que sangran polvo de ladrillo en las paredes, por la tierra y los escombros que están sembrados como excrementos encima de los suelos. De todos
25 modos nuestra mirada pide más: extrañamos ciertas vistas que debemos fabricar con la imaginación: las del personal encargado de aplicar los tratamientos, las de los refectorios, las de una biblioteca posiblemente inexistente y por eso más necesaria, las del espacio del trabajo, las de los guardias. Por allí, fugazmente, vislumbramos la verdad del encierro en un llavero de seguridad que cuelga del pantalón del peluquero. ¿
Tres escenas nos ocuparán, sólo tres, del conjunto, seleccionadas porque muestran el diálogo de sordos que liga a quienes vienen de afuera y a quienes están adentro de los muros. Recordemos, antes de aventurarnos en ellas, lo que todos sabemos: cada fotografía muestra un campo visual en el que necesariamente falta el elemento que la hace posible: el ojo del fotógrafo que ha dispuesto que ése es el momento que quiere registrar y que ha seleccionado el encuadre de lo que se podrá ver. Su “objetivo” es jar el tiempo y
¿Qué quiero decir cuando hablo de “la locura indigente”? Esto, lo que se ve en el interior del suntuoso edicio de la primera foto.
el espacio de una impresión fugitiva. La cámara no conserva lo que era visible sino a través de un algo invisible, llamémosle deseo, el del fotógrafo, objeto inasible de la fotografía que, sin saberlo, pretende cumplir con una intención documental o artística. La foto es un producto de la fantasía pero no lo sabe; ella cree ser una réplica de la realidad. (En este punto, por no haber podido reconocerlo, hasta el Barthes lúcido
26 de La cámara lúcida (Barcelona: Gustavo Gili, 1982) se equivoca y cae presa de la ilusión referencial) ¿Qué deseo es ése? Uno que converge con el del pintor: dar a ver y así atrapar una mirada futura. El espectador, el otro participante invisible en la foto, es invitado, mejor dicho, es constreñido, a sustituir su ojo por el ojo del artista y no puede ver sino lo que él le da a ver. A veces, cuando pone en juego sus propios fantasmas, el espectador podría aventurarse en el más allá de las huellas del pasado que la luz y las emulsiones ofrecen a la mirada y leería lo que la foto no enseña. Recalquemos una diferencia entre estas dos artes miméticas: mientras el pintor es conciente de todo lo que incluye y excluye de la imagen, el fotógrafo puede sorprenderse a sí mismo cuando en la obra acabada encuentra detalles de los que no se había percatado en el momento del disparo que hizo entrar a los haces de luz hasta que chocaron con la película. Blow up.
resultan, por su arte, rescatadas del olvido, sacadas también de lo íntimo e intransmisible, y convertidas en documentos que se prestan a la discusión pública.
Agreguemos que la imagen producida es un reejo de
lo que pudo verse en un instante pero, a diferencia del voluble destino de las visiones que pasan por nuestra retina, gracias a la callada presencia del deseo del Otro, estos pasajeros de la conciencia están destinados (estaban — hoy ya no; son los milagros de la digitalización) a plasmarse en la inamable materialidad
del papel y el celuloide: son inscripciones dedicadas a jar y coagular lo transitorio en la memoria. Hacen
que lo circunstancial y contingente se transforme en testimonio duradero, en documento, con vocación de archivo. No acababa de nacer la fotografía cuando, en 1859, Oliver Wendell Holmes, un norteamericano, denió a la cámara como “un espejo con memo ria”. Nos da la imagen y también nos deja la escritura. El fotógrafo es un notario de las miradas que
En una de las imágenes que elegimos puede leerse un pie de foto, único en el conjunto propuesto, que, si bien carece de fecha, ubica a uno de los participantes en la escena y lo que está haciendo: “TATA NACHO REPORTEANDO EN EL MANICOMIO DE MÉXICO”. Comencemos con esta imagen antes de intentar una síntesis de las tres elegidas. ¿Habría querido el fotógrafo que apareciesen el camastro metálico, el escuálido colchón, la bacinica boca abajo en el suelo, las duelas de madera en el piso del dormitorio y el embaldosado del exterior? Nunca lo sabremos y poco importa. El hecho es que las circuns-
27 tancias hacen al yo y son ellas las que se imprimen en nuestra retina. El hombre del sombrero que tiene sus no pocos años mira al fotógrafo, como si estuviese posando, y desde su posición contra la pared nos pregunta, de modo muy mexicano: “¿Qué me ves?”. Le vemos el cigarro en la mano derecha y ciertos dudosos objetos en la izquierda: ¿Un plato? ¿También una caja de vidrio para llevar una vela protegiéndola del viento o será el recipiente de su comida? ¿Vertical? ¡Qué cosa más extraña! ¿Y qué es, puede que un
pañuelo, lo que abulta el bolsillo derecho de su camisa? El cuadro que se nos muestra perdería la esencia de su signicación si descuidásemos este marco con
sus ambigüedades que encuadran el misterio de lo visible. En el centro advertimos el juego de las miradas que se desencuentran. Vemos al hombre que nos mira a través de las lentes de la cámara... y vemos que el elegante “reportero” (Ignacio Fernández Esperón, alias “Tata Nacho”, 1894-1968) tiene sus ojos jos en
su cuaderno, es decir, en lo que él, como “yo” (primera persona), contará a los demás, a nosotros, como “tú” (segunda persona), con respecto a “él”, el objeto del relato (tercera persona). ¿Y qué decir del contras te entre la amplitud suntuosa del moño de seda del entrevistador y la estrechez encogida de la camisa y el pantalón de bastos tejidos del interno? ¿Qué encontrará para informar el músico, “Tata Nacho”, el burguesito trashumante, hijo de un médico exitoso y una pianista, auténtico Ulises criollo, que de niño conociera y tratara en su casa a Amado Nervo, que de adulto fuera amigo de García Lorca, que tomara lecciones de composición con el ejemplo más radical de los innovadores en el arte sonoro, Edgar Varèse, el desvergonzado y bello italofrancés que introdujo al
ruido en la música para desesperación de los melómanos tradicionales? ¿Qué llevaba al compositor de rancheras y boleros (Adiós mi chaparrita, no llores por tu Pancho, que si se va del rancho, muy pronto volverá) a interesarse por Varèse, el cacofónico... y por los locos internados en La Castañeda? No sabemos, no podremos saberlo. Esa historia quedará para ser escrita mientras nos quedamos con la imagen del catrín, concentrado en sus apuntes, distanciado de su objeto. ¿Y si el de blancos bigotes fuese
su modelo, si Tata Nacho no estuviese tomando notas sino haciendo el boceto de un rostro, si fuese, un instante después, a dirigir su vista hacia la derecha, recoger otra información del perl izquierdo y volver
prontamente al papel para rasgarlo con otros trazos? ¿Si fuese falso que está reporteando y si estuviese en verdad dibujando? Sabemos por su biografía que de joven, cuando la revolución, frecuentaba los estudios de artistas plásticos. Así se explicaría la rigidez erguida y estatuaria del hombre que estaría, sí, posando para el fotógrafo pero también para el dibujante. Sea como fuere, el deseo de retratar lo exótico o lo pintoresco que puede personicar el loco (¿o el alcohólico,
por qué no, si tantos borrachos había que iban a parar al manicomio?), la decisión de jar al “anormal”
en una prosopopeya escrita o dibujada y además fotograada con intenciones quizás lombrosianas, quizás
humanitarias, quizás puramente estéticas, es la causa de la escena que llega hasta nosotros, su razón de ser. El fotógrafo y Tata Nacho captan de todos modos la “expresión” del hombre, hacen hablar a esa condición de alienado que lo distingue pero que hace
28 de nosotros alienados, a nuestra vez, con relación a comprensión y que, por ser ajenas a nuestra lógica, llamamos delirantes. Un mundo de diferencias nos separan; hay un muro que no es sólo físico entre él y nosotros. Las presuntas “declaraciones” que recoge el reportero pintan la incomunicación en el momento de querer anularla. El loco es aquél que hace palpa-
a la mujer estática, ojos mirando al suelo, imagen viviente de la pasividad y la resignación. El momento es, a no dudarlo, de otro día, pues el moño en el cuello es más pequeño que en la foto anterior. Nuevamente el “reportero” no mira a la persona: está muy ocupado con su lápiz y su papel. Todo en la imagen habla: el amplio paliacate que contiene el derrame de la cabellera de la enferma, los desgarrones en la ropa
ble la dicultad para la traducción de los discursos
de ella y el dandismo de él (maniesto en el cuidado
su mundo de signicaciones que huyen de nuestra
que se entrecruzan en las palabras y en las miradas de todos los seres humanos. Esta fotografía, donde nuestros ojos toman su lugar en el visor, va perlando
las distancias: de la libertad o no de los movimientos, de los lugares sociales, de la clase, de la raza, de la cultura. La ropa y el lápiz dibujan un abismo. ¿Es ése el cuadro que se nos muestra? Tal vez las fotos siguientes podrían responder a la pregunta.
puesto para peinarse y en las mancuernas en los puños de su camisa), la destrucción del revoque de las paredes; el marco maltratado de la puerta. Y allí, en
ese lugar, tropieza uno con lo que para Barthes sería el punctum (la parte punzante) de la fotografía, el tercero oculto, la mujer cuya presencia pasa inadvertida para esos dos que dialogan sin advertir que alguien los escucha. Desde la penumbra, ella, con el gesto casi rodiniano de la reexión, brazos cruzados y dos
Pasemos a la siguiente: Al parecer es el mismo Tata Nacho quien interroga (o dibuja, pero no lo creemos)
dedos de la mano derecha levantados hasta el mentón, pelo corto, ropa de internada, concentración absoluta en lo que oye, ella, decíamos, nos representa como un espejo de nuestra meditación. Mientras la cámara ve a dos que hablan sin mirarse, el fotógrafo pone en escena, quizás de modo inconsciente, a la otra mujer que oye y piensa, es decir, a nosotros que no sabíamos que allí estábamos y seguimos estando. ¿De qué habla la paciente ? y ¡Cuánta ¡C uánta paciencia cabe en su rostro!, ¿Qué preguntas le hacen, qué contesta? ¿Cuenta sus desventuras y felicidades, sus razones para estar encerrada, sus delirios y alucinaciones, las pruebas que ha debido soportar, los menudos incidentes de su contacto con otros “acastañedados”, sus sueños o sus esperanzas? Algo de todo eso o nada, pero, sin duda, con naturalidad, más allá del fuego de
29 las pasiones, acomodada con resignación en el lugar de la servidumbre en un mundo falocéntrico. En la foto anterior nos miraba (“¿Qué me ves?”) el enfermo al que Tata Nacho entrevistaba; ahora no, ahora es un testigo insólito que revela, sin embargo, lo mismo: la diferencia consagrada por el lápiz y el papel de un lado frente a los brazos cruzados del otro, certi cada por el contraste entre las vestimentas elegantes y andrajosas, por la posibilidad de salir del manicomio cuando se crea conveniente. Aquí se agrega algo al go más, la diferencia sexual, establecida en términos de dominación y sumisión. En el hombre del bigote canoso podíamos sospechar la posibilidad de decir, con orgullo, “¡No!”. Aquí el rostro de la mujer expresa que sólo cabe asentir: “Sí. Lo que usted mande”. Las manos sólo existen para cumplir órdenes; por eso, mientras se habla, quedan ocultas, una detrás del brazo, la otra detrás del codo. Nos proyectamos, seguramente, cuando pensamos que así está pensando la otra mu jer, jer, nuestra embajadora secreta en la escena. Ella, la la que escucha sin ver ni ser vista, la silenciosa, da la clave del deseo inconsciente de quien se acerca al lugar mundanal pero excluido del manicomio. ¿Se podrá entrar en ese espacio sin que uno, a su vez, enloquezca, como le pasó al médico del pabellón de Chéjov? Un murmullo se oye en esta imagen, el del diálogo inicial de la novela de Rivera Garza que sigue reverberando e insiste en la complicidad asimétrica de los destinos de la loca y el fotógrafo de locos.
Y llegamos ahora a nuestra tercera escena que per -
tenece a un pasado sin fecha y que se sostiene en un presente que se queda hasta que apartamos la vista… Y después. Como siempre, el ojo y el deseo del fotó grafo no pueden ser interrogados: sólo cabe leerlos, traducirlos, equivocarse. Hay que correr el riesgo de darle la palabra a las imágenes, momento imprescindible pero olvidado del acto cotidiano de mirar fotos: siempre vemos las fotos desde un discurso. Las chicas están contentas; el loco, con su uniforme de loco y su birrete (¿de cascabeles?), las ha divertido con algo que dijo y la sonrisa de todas es discreta; alguna ni siquiera escuchó el mensaje. ¿Un albur? ¿Una de esas cosas “de las que no se habla”? Él sabe lo que debe y no debe decirse, cuándo hay que reir y cuándo se impone cerrar el pico. La alegría de ellas delata un placer prohibido y es por eso que él les envía la universal señal que ordena callarse. Ellas son blancas, pulcras y están uniformadas; unifor madas; poco nos equivocaríamos si di jésemos que vienen de de un colegio de monjas, un liceo
30 de señoritas. En los tiempos de la Castañeda sólo las muchachas de esas instituciones se vestían así. ¿Y él? ¿Habrase visto un rostro más azteca que el de este señor? Sus rasgos son como una rma de au -
tenticidad al pie de un documento y nos revelan el secreto de su identidad: él es y no puede ser otro que el sobrino de Vasconcelos, el mitógrafo de la raza cósmica. Para Denis Diderot (1762) hubo un sobrino del músico Jean-Philippe Rameau (Le neveu de Rameau: Jean-François Jean-François Rameau) que, en tanto se asumía como loco, desnudaba las convenciones de su mundo y de su sociedad y se permitía soltar todas la verdades que el propio Diderot no podía expresar con su propio nombre porque era “políticamente incorrecto” (aunque en aquel entonces no se usaba esa hipócrita expresión para aludir a la hipocresía). El “sobrino de Rameau” sabía que su función consistía en hacer reír a las “personas honestas” (hato de imbéciles hipócritas) y que sin él se aburrirían como perros; su locura consistía en ofrecerles una coartada porque podían diagnosticarlo, encerrarlo y, ya en nuestro tiempo, someterlo a la “ciencia médica”. El sobrino (lui) acepta ser la contrapartida de la diosa “razón” de la losofía
“normal” falsamente representada por Diderot (moi) que no tenía mayor deseo que dar la palabra al cínico para así decir “sus verdades”. Comenta Diderot después de escuchar al sobrino del músico: “Había en lo que dijo muchas de las cosas que uno piensa y según las cuales uno se conduce, pero que uno no dice. He ahí, en verdad, la diferencia más marcada entre mi hombre y la mayor parte de quienes nos rodean. El confesaba los vicios que tenía y que también tienen los demás; pero él no era hipócrita. No era ni más ni
menos abominable que ellos; tan sólo era más franco y más consecuente y algunas veces profundo en su depravación... Él debería llegar lejos, a menos que fuese prematuramente detenido en su marcha.” Para sus contemporáneos, un loco, loco y peligroso. Que se calle. ¡A La Castañeda! (Bicêtre). Thomas Bernhard (1931-1989), el novelista austriaco, publicó “El sobrino de Wittgenstein” (1982), creando o recreando el personaje de Paul Wittgenstein, que era tan gran lósofo como su tío Ludwig, sólo que quizás Ludwig era un poco más lósofo que loco y Paul quizás un poco más loco que lósofo. lósofo. A uno lo hizo famoso su losofía; al otro su locu -
ra. Mientras Ludwig daba publicidad a su cerebro, Paul practicaba su cerebro. “El nivel del lósofo Lu-
dwig fue alcanzado sin duda por el loco Paul; uno representa absolutamente una cumbre de la losofía
y de la historia del espíritu, el otro, absolutamente, una cumbre de la historia de la locura”. A Ludwig se lo honra (hoy, no en vida) en todas partes; a Paul se lo encerraba en un hospital y se le ponía tal vez una camisa de fuerza cuando él hubiera querido estar en la ópera de Viena. “Mientras que Ludwig se convirtió en lósofo desvergonzado, Paul se convirtió en loco desvergonzado y al n y al cabo en ninguna parte está dicho que un lósofo sólo puede calicarse
como tal cuando, como Ludwig, escribe y publica su losofía; también es lósofo cuando no publica nada de lo que ha losofado y también cuando no escri be nada... Ludwig era el publicador (de su losofía), Paul el no publicador (de su losofía)... Una vez Paul dijo que Ludwig era el más loco de la familia”. Y los biógrafos (Monk, Mc Guinness) de Ludwig, el lóso-
31
Entonces, ¿es o no es este loco uniformado el sobrino de Vasconcelos, representante de una raza que es segregada y tomada como objeto de irrisión en su propio país? ¿No les dice él a las chicas lo que decía el tío de Paul Wittgenstein, que de aquello que no se puede hablar es mejor callar? El gesto que ha capta-
tir el calor en lo que tiene de hostil para el hombre, pero dejándole todo su peso benéco para la cons trucción de la vida... La conquista del trópico transformará todos los aspectos de la vida; la arquitectura abandonará la ojiva, la bóveda y, en general, la techumbre que responde a la necesidad de buscar abrigo; se desarrollará otra vez la pirámide; se levantarán columnatas en inútiles alardes de belleza y, quizás, construcciones en caracol, porque la nueva estética
do el fotógrafo podría signicar: “Hay cosas que no
tratará de amoldarse a la curva sin n de la espiral,
fo, no podrían sino estar de acuerdo. Locos, locos los dos. ¡A la Castañeda con ellos!
se dicen, hay secretos intocables para ustedes y para mi. Incluso la sonrisa cómplice debe ser guardada. Debemos hacer como si no comprendiésemos el papel que actuamos, ustedes como representantes del saber y del poder, capaces de entrar aquí para vernos a nosotros, los locos, como un espectáculo entretenido, como un tema del que podrán pitorrearse en la comida familiar familiar del domingo”. domingo”. Llamémoslo (¿por qué no?) “Juan Vicente Vasconcelos” y pongamos su discurso en relación con el de su tío como hizo Diderot al comparar al cínico sobrino mediocre con el músico autor de Les Indes Galantes o Bernhard cuando equiparó las locuras de Ludwig con las de Paul. ¿Estaba más loco nuestro “Juan Vicente”, que no publicó y se atuvo al gesto de guardar silencio que su tío José Vasconcelos, el que bien hubiera podido ser presidente de México, el cagatintas a sueldo de la embajada alemana en 1940, el creador de ese insólito lema de nuestra Universidad Nacional: “Por mi raza hablará el espíritu”, cuando éste, el que sí publicaba, (¡qué loco!) decía (1925): “La nueva raza comenzará a cumplir su destino a medida que se inventen los nuevos medios de comba-
que representa el anhelo libre, el triunfo del ser en la conquista del innito... Naturalmente la quinta raza
no pretenderá excluir a los blancos, como no se propone excluir a ninguno de los demás pueblos... No es la guerra contra el blanco nuestra mira... los mismos blancos, descontentos del materialismo y de la injusticia social en que ha caído su raza, la cuarta raza, vendrán a nosotros para ayudar en la conquista de la libertad”. Esto sostenía sostenía el tío; el sobrino sobrino (¿más loco o menos menos loco?) se contentaba con decirles a las chiquillas de la “cuarta raza”, la blanca, que mejor no se riesen, que hay cosas de las que es mejor callarse. Con su gesto ostensivo les mostraba que los de la “quinta raza” saben aceptar en silencio que el dictador Porrio Díaz
les construya un manicomio, que los doctores y los fotógrafos y las alumnas de escuelas de paga vengan a satisfacer la curiosidad que les permite seguir con la certidumbre de su superioridad jerárquica en la división entre los encerrados y los libres. ¿Y el fotógra fo? Otra vez ha sabido hacer presente lo esencial: ha mostrado, entre los apretados cuerpos de la escena, la enorme distancia, ha explorado los vastos abismos en-
32 tre unos y otros. Los locos no pueden ser integrados en el mundo de los que excluyen; no respetan las normas que, claro, son para todos. Juan Vicente Vasconcelos es el máximo agrimensor de esos abismos (como el agrimensor de El castillo, ese castillo al que no puede acceder y por eso se queda en el manicomio). ¡A La Castañeda con el sobrino loco de su tío no menos loco! La raza dominante es la guardiana de los valores y por sus valores, denidos por ella misma como supe riores, es dominante. Cuando la raza crece y se expande alcanza la nobleza ampulosa del aumentativo; se transforma en razón. La otra raza, esa que el pueblo mexicano acostumbra a llamar, no sin ironía, “la raza” aludiendo a la propia “raza de cobre”, se queda en un diminutivo que llega a la anulación: es la sinrazón. Los fotógrafos de La Castañeda trasladaron al celuloide y al papel las contradicciones y las impases de la vida mexicana: mostraron las falacias del diálogo en una sociedad cuya base es la exclusión de las mayorías. Las pocas placas que contiene este artículo son representaciones exactas, más próximas, quizás, de la radiografía que de la fotografía, de esas distancias. Resucitar estas imágenes es un deber que afronta el riesgo de hacer pensar que se trata de historia, de algo que fue en un pasado pero que ya no es. Falsa ilusión. La Castañeda sigue tan rampante como en sus inicios porrianos según se ve cada vez que la se gregación muestra alguno de sus odiosos rostros. Y el
arte, como quería Paul Klee (1920), no consiste en reproducir lo visible sino en hacer visible. Esta función es más notable en aquella de las artes que parece más consagrada a “reproducir lo visible”, la fotografía.
Un fotógrafo anónimo sorprendió el diálogo de “Juan Vicente Vasconcelos” con las pupilas de un colegio de monjas y desnudó así los presupuestos del encuentro de la razón y la sinrazón en el México del siglo 21. La foto del sobrino dialoga con las demás y muestra que los sobrinos de Vasconcelos son los que pasan sus noches en ese dormitorio, los descalzos del patio, los niños de esa “escuela” en el loquero, los que ofrecen sus cabezas al paso inclemente de las tijeras del peluquero, los hombres altivos y las mujeres sumisas, y así sucesivamente. Los sobrinos de Vasconcelos siguen siendo la mayoría en el México de hoy. ¡A La Castañeda con ellos!
33 Este texto, como todos, tiene una pequeña historia. Desde hace algún tiempo intento escribir en torno a otra historia de la sexualidad. Historia que deberá incluir el enigma del goce Otro, ubicado, en una de sus vertientes por Lacan, en la posición mujer de los seres hablantes. Aquí se hablará de los mitos y los orígenes. Sí, donde, evidentemente, también hay mujeres. La pregunta apunta por su lugar en la historia y el mito. Historia y mito no se excluyen. El mito es un texto histórico; una vertiente del archivo. Este ensayo es un capítulo del libro que estoy preparando. Dragona, fuente y ninfa
En el principio fue la mujer… exiliada. Helí Morales
Cuenta la leyenda que Apolo buscaba un lugar donde construir su santuario y llegó hasta donde había una hermosa fuente1. Allí encontró un ser, un ser que era un lugar y además femenino. Ese ser era una Ninfa de nombre Telfusa. La ninfa, mirando las intensiones de Apolo, le engaña y envía a un escarpado peñasco custodiado por una dragona de nombre Pitón. Apolo la derrota, comprende el engaño, regresa, destruye la fuente sagrada y allí mismo construye el altar del oráculo de Delfos. Pero la Ninfa y la Dragona no eran cualquier ser, eran, según narran los himnos, los escoliastas y lexicógrafos, guardianas y poseedoras del poder oracular y, Pitón especialmente, de la mántica. Apolo les arrebata su saber, le roba el nombre a Telfusa haciéndose llamar Apolo Telfusio e intenta borrar las huellas de esta sustracción. Lo que Apolo les roba aanza
un poder sostenido sobre un saber. Él les secuestra su saber para poder detentar el poder. Pero no sólo a ellas. Se sabe que son las ninfas quienes le enseñan a Apolo a usar el arco. Además, se narra en el Himno a
34 Hermes, que son tres seres femeninos alados quienes le transmiten el arte de la adivinación. Su nombre: las Trías y su estirpe: las ninfas. Tanto con Pitón, Telfusa y las Trías, Apolo sigue el mismo método: les sustrae su saber e intenta borrar su procedencia. Calasso dice en La locura que viene de las ninfas y otros ensayos: “Apolo siguió el mismo impulso: despreciar, humillar seres femeninos portadores de un saber precedente a él.”2 Se puede suponer que la fuente, la dragona y Telfusa es (son) un mismo ser. Dragón es un animal que observa, su ojo es una fuente; uno ojo siempre húmedo y vigilante. En la Teogonía de Hesíodo, las ninfas de los fresnos nacen junto a las Erinias de la herida perpetrada por Cronos contra Urano. Allí se cuenta que son insomnes. Mirada húmeda siempre atenta, saber líquido, fuente que no deja de brotar. Sí, tal vez esos componentes son el cuerpo fragmentado de una Ninfa. Según Plutarco, para vencer en la batalla contra los persas en 479 a.c. el oráculo indicó a los atenienses orar a las ninfas Sphragitides. Ese nombre implica misteriosas y sello. ¿Cuál es el sello que cierra el misterio de las ninfas? La acción de un dios timador. Si la fuente, Pitón y Telfusa es un solo ser, hubo que haberle dividido. Ese fue el proceder de Apolo: para borrar el origen de su saber incautado a los seres femeninos impuso el corte, la separación, la división; sí, la medida. Calasso en el libro La literatura y los dioses apunta: “Apolo fue, ante todo, el primer invasor y usurpador de aquel saber que no le pertenecía: un saber líquido, uido, al que el dios habría de imponer su metro.”3
Apolo no sólo intenta reivindicar su poder sino aanzarse como el hijo predilecto de Zeus. El gran
dios había repartido a sus dos hijos su conocimiento de manera igualitaria. Tanto Dionisio como Apolo tenían ese saber. Pero Apolo quería adelantarse. El saber que Zeus confía a sus hijos era la posesión. La posesión es un saber que se sostiene sobre la metamorfosis. Se trata de un conocimiento que no pasa por los ríos de la conciencia sino que transforma en un sacudimiento ajeno a los caminos de la voluntad. Para poder visualizar en toda su importancia e intentando alejarnos de las ideas modernas al respecto es menester ubicar estas dimensiones en el marco histórico especíco del saber griego.
Grosso modo se podrían puntuar tres grandes discontinuidades en los tiempos del establecimiento histórico y geográco de la cultura griega. La primera
etapa corresponde a la gesta Homérica cuyo legado está inscrito en la Odisea y la Ilíada.4 La segunda es la llamada Época Arcaica y la tercera, la Época Clásica donde orecen el pensamiento de Sócrates, Platón y
Aristóteles. Imposible abordar aquí la riqueza de la cultura griega en sus comienzos. Bástenos puntuar dos dimensiones articuladoras: por un lado el eje de lo social y por el otro, la incidencia de la religión en la vida de los sujetos particulares. Para los griegos en los tiempos de la gesta homérica lo que aparece como supremo bien no es el amor a los dioses, ni el miedo a un Dios, ni siquiera una posición tranquilizadora frente su conciencia sino el respeto de los otros, la estimación so-
35 cial, timé y el reconocimiento de la opinión pública, aîdos. Se trata de una cultura de la vergüenza donde lo peor que pudiese ocurrirle a alguien es quedar expuesto al desprecio o la burla de sus contemporáneos. La Época arcaica no se organiza como una cultura de la vergüenza sino de la culpa y la inseguridad. Los humanos viven una perplejidad ante el poder de los dioses y la creencia religiosa de una saber dominante y exterior a sus fuerzas. Hay una vivencia de indefensión ante el poder de los dioses y sus movimientos. Desde su envidia hacia ciertos mortales hasta la justa indignación de los seres divinos. Pero además existe una fuerte presencia del temor a la contaminación y la herencia de los delitos. En Hesíodo, Solón, Heredoto y Esquilos se puede leer el sufrimiento que implica la posibilidad de heredar, en el sentido jurídico y existencial, delitos cometidos por generaciones anteriores. La familia en este momento histórico está organizada y sostenida por el padre como gura po derosa e incontestable. El destino de los sujetos estaba adherido a la voluntad del padre. El hijo era una prolongación de la voluntad del padre y heredaba sus bienes y sus males. La culpa se transmitía así como el castigo a ella enlazada. Nada más trágico que las narraciones de Sófocles. El destino caía encima del sujeto por faltas heredadas de las cuales difícilmente podría escapar. Había quien asumía la posibilidad de la salvación y por ello la catarsis o puricación tuvo
tal importancia en la Época Arcaica. Evidentemente, la Época clásica, frente a estos sistemas, implica un debilitamiento de la estructura
familiar como unidad cerrada y permitió un mayor movimiento en el advenimiento del estatuto del su jeto como ciudadano liberando paulatinamente al individuo del peso, las herencias y los lastres sociales de la tribu y la familia. Ahora, estas reglamentaciones sociales se implementaban en el individuo a través de la religión. Cada una de estas épocas está marcada por distintos modos de experimentar las ideas religiosas. La mitología griega que aparece apenas en Homero, que se instaura en la época arcaica y que tiene particularidades muy especiales en la clásica, está tejida con múltiples hilos y diversas circunstancias pero sobresale una en especial: la existencia de poderes exteriores al sujeto que marcaban, dicultaban, sometían y delineaban
de distintas maneras el transcurrir de sus vidas. Un modo de comenzar es abordar esta maravillosa y compleja noción griega de Áté. Agamenón cuando roba la favorita de Aquiles para subsanar la perdida de la suya declara que no fue él sino Zeus, su destino y la Erinia que vaga en la oscuridad. Aquí Áté aparece como una acción inexplicable e imprudente que se le impone al sujeto desde una exterioridad a su juicio y su voluntad. Es un estado mental donde algo se asigna desde fuera sin que la voluntad tenga incumbencia. Es un arrebato, una locura pasajera que cae sobre el héroe sin que este sepa qué hacer. Además del Áté operaban dos fuerzas más que se experimentaban como impositivas y venidas de fuera: la comunicación de un poder de algún dios a los hombres o menos (758) y la moira o situación inexplicable
36 que caía sobre el individuo. De hecho, la Ernia es el agente que actualiza una cierta moira. En la época de la gesta homérica la posesión tomaba fundamentalmente estas guras. Se trataba de desviaciones provo cadas por agentes externos poderosos como los dioses o los demonios. En la Época arcaica, Áté sigue teniendo esa marca de insensatez venida de una fuerza externa a la voluntad pero está signada por la sombra del castigo. Áté tiene que ver con punición que inclu ye desastres del individuo. No sólo se impone desde el exterior presentándose como errores o imprudencia lamentables sino que, como castigo infringido, produce ruina y condenación.
la manía, pues de lo contrario no habrían nominado, al arte de la adivinación, mánica que viene de manía. De hecho, Sócrates ubica la locura del lado divino y la cordura solamente humana. Desde esa tónica presenta un tercer estado de posesión y locura: la que viene de las musas. Allí dice: “…aquel que sin la locura de las musas llegue a las puertas de la poesía será imperfecto y su creación poética, la de un hombre cuerdo, quedará oscurecida por la de los enloquecidos.”6 Pero lo más asombroso es que, sumando la locura que a través de la belleza de un cuerpo puede recordar la hermosura del plumaje del alma arrebatado por el más excelso de los raptos, arma que, la
locura, es lo que nos acerca a una mayor felicidad. En la Época clásica en el lugar del Áté aparecerá la locura y la posesión en sus diversas formas. Platón en su famoso diálogo Fedro, expresa algo asombroso para los modernos: “…los bienes mayores se nos originan por la locura… (Manía)”. Platón presenta a Sócrates dialogando con Fedro sobre tres temas aparentemente alejados entre sí: la cuestión del amor, la inmortalidad del alma y la importancia o nulidad de la escritura. Precisamente, en el momento en que se reere al enamorado y allí donde se podría pensar
que estaba enfermo, Sócrates discurre proponiendo a la locura alejada de la idea de algún mal y, al contrario, la presenta como fuente de las mayores bendiciones de la vida. Sócrates expone como la sacerdotisa de Dodoma, como la profetiza de Delfos, en estado de locura favorecieron a la Hélade. También alaba cómo la mántica de Sibila se realizó por un rapto divino prediciendo cosas muy valiosas de saber. Reere
como quienes pusieron los nombres no despreciaron
Difícil para los modernos pensar a la locura como un modo maravilloso de felicidad. Para los modernos sí, pero para Aristóteles no. El sabio antiguo, de hecho, para asombro de muchos, presenta a la posesión y al rapto como una de las formas de encontrar la felicidad. Aristóteles en su texto Ética eudemia en el libro uno, punto I, examinando los modos posibles de felicidad, presenta a los que son felices por nacimiento… “o por aprendizaje, o por alguna clase de ejercicio…”. Allí hace una escansión y continua: “o por ninguno de estos modos, sino por otro de entre estos dos: por inspiración de algún espíritu (daímon), a la manera de los que están entusiasmados (enthousiádos), como los hombres poseídos por las ninfas (nymphóleptoi) o por un dios (theóleptoi)…”7 Llegamos pues al punto que buscábamos arribar después de este lago rodeo. Aristóteles coloca en la mis-
37 ma tesitura a la posesión de las ninfas y de los dioses. La potencia de su arrebato es del mismo orden. La ebriedad que surge de esta posesión es abrupta pero sobre todo produce un modo radicalmente otro de conocimiento. El misterio que sellaba la historia de las ninfas reside en que son quienes pueden provocar un modo de saber que no pasa ni por la conciencia ni por la voluntad y que sacude al individuo llevándolo a una metamorfosis desconocida para las vías normales del entendimiento. La posesión de las ninfas empuja al individuo a una transformación radical que lo arroja a un torbellino de aguas briosas donde se hunde para emerger trastocado con la incandescencia de la fuerza erótica. Las ninfas promuevan una posesión divina, repentina y alejada de cualquier conocimiento consciente. De nuevo Calasso: “Cuando los modernos y los griegos hablan de la posesión
tado llamado: La prueba de la libertad. El paraíso, se
se reeren a realidades totalmente distintas…son los
modernos quienes han extraviado el sentido de lo que la posesión pone en juego para el conocimiento.”
formó a la mujer y la llevó ante el hombre. Entonces este exclamó: Esta vez sí que es hueso de mis huesos
Y más adelante asegura: “Para los griegos la posesión
Y carne de mi carne.
fue ante todo una forma primitiva de conocimiento,
Esta será llamada mujer Porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.”
nacida mucho antes que los lósofos la nombraran.” 8
Adán, Eva y … Ahora nos abocaremos a la otra gran mitología que marcará occidente: la tradición textual y oral judía. Vayamos a los orígenes mismos. En el Génesis9 , parte I: Orígenes del mundo y de la humanidad, en el punto primero: La creación y la caída, se lee en el segundo capítulo versículo 1 y 2: “Concluyéronse, pues, el cielo y la tierra y todo su aparato, y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho”. Más adelante en el apar-
lee en las sagradas escrituras: “El día que hizo Yahvé
Dios el cielo y la tierra no había arbusto alguno del campo… “ y en le versículo 7 se continua: “Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insuó en sus narices el aliento de la vida, y resultó el hombre un ser viviente”. Una vez que Yahvé plantó el jardín del Edén y puso allí al hombre, se reere en el versículo 18: “Dijo luego Yahvé Dios: “No es bue -
no que el hombre esté sólo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.” Después Dios formó del suelo todos los seres vivientes para que el hombre los nombrara pero este no encontró una ayuda adecuada. Versículo 21 a 25: “Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó una
de las costillas, rellenando el vació con carne. De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre
Hasta aquí ese capítulo 2. Lo llamativo es que existe otra versión de la creación del hombre y la mujer en el mismo punto uno del Génesis pero no en el segundo capítulo sino en el primero. Allí se lee en el versículo 25: “Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a
nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo…” El texto
38 continúa en el versículo 27 y 28: “Creo, pues, Dios al ser humano a imagen y semejanza suya a imagen de Dios lo creó macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios con estas palabras: “Sed fecundos
y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo…” Esta doble versión promueve algunas puntuaciones. Se trata efectivamente de dos enunciaciones bíblicas sobre la creación. En la primera, Dios crea dos seres, los crea uno macho y otra hembra. Se trata de dos seres humanos distintos. No hay duda de ello porque cuando Dios se dirige a su creación lo hace en plural, las palabras que les dedica las dice para los dos. Aquí, macho y hembra surgen al mismo tiempo, tienen los mismos derechos sobre los peces, las aves y la tierra y ambos son hechos a imagen y semejanza de Dios. En la segunda versión, la mujer surge de la costilla del hombre para serle de ayuda. De hecho su nombre es Isààh, varona que viene de Ïs que sign ica al hombre,
al varón. Pero también llama la atención la frase con que el hombre recibe a la mujer: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. La pregunta no se hace esperar: si esta vez sí ¿cuándo no? Estas puntuaciones textuales han dado a pensar que existen, en el texto bíblico, ciertas referencias a una primera mujer, creada en el mismo momento que Adán y que se ha llamado en distintos lados, no Eva quien surgiría de la costilla del primer hombre, sino Lilít. Muchos han mencionado a Lilít10. Recuérdese como Goethe en el Fausto habla de ella como la primera
mujer de Adán, la primera Eva. Hay múltiples referencias literarias en Víctor Hugo, Anatole France y Nerval. En México, Jesús Nava y Eliza Velázquez también han escrito sobre ella. Pero tomemos solo por su valor simbólico y sintomático. Uno de los más importantes escritores italianos de este siglo es también un sobreviviente de los campos de exterminio nazi. De hecho, mucho de su obra es la escritura testimonial de ese agujero negro de la historia. Nos referimos por supuesto a Primo Leví. De su pluma surge una narración que se desarrolla justamente en un campo de concentración 11. En una tarde de lluvia donde era imposible seguir trabajando, junto con un compañero de suerte nombrado Tischler, se resguardan del temporal en un tubo de construcción. El carpintero, un hebreo polaco que gustaba cantar fragmentos de operas italianas, ante la presencia de una mujer de cabello negro que se había guarnecido en el otro extremo del tubo, le comenta que esa mujer era Lilít. Ante el asombro del italiano, le cuenta la historia. Exactamente le cuenta tres historias. La primera donde Dios hizo iguales al hombre y a la mujer. De hecho eran un solo ser con dos espaldas. Dios les separa y ellos ansiaban volver a unirse. Adán quiso que esto ocurriera con Lilít en el suelo, posición con la que ella no estaba de acuerdo. Él trato de forzarle pero iguales en fuerza también eran. Adán pidió ayuda a Dios que era hombre, este accedió. Ella se rebeló ante esta alianza, blasfemó y salió volando como diablesa. Se dice que vive en el mar y que de noche sale para intentar sofocar a los niños. También se comenta que entra en el cuerpo de algunos hombres y es necesaria la intervención del
39 Rabino para levantar un acta que la expulse. La segunda es la historia del semen. Ella se queda con todo el semen que no termina en la matriz de la esposa. Le encanta. Todo semen usado en adulterio, sueño o vicio solitario es para ella. Ya podrá imaginarse la
cantidad de semen que llega a ella. Sí también para embarazarla. La tercera historia la ubica como la amante de Dios. Primo Levi nos comparte el relato del carpintero porque ese saber forma parte de una transmisión oral y como un homenaje a quien no sobrevivió a la masacre nazi.
una vez en Isaías 34, versículo 14, su existencia documentada aparece en dos de los libros fundamentales de cierta tradición judía, a saber, uno dedicado a la discusión de los comentarios orales de la Biblia o Mishna y el Zoher ha Zohar . Ambos textos están destinados a precisar la signicación mística de los cinco primeros libros o Torá. Especícamente en el
Zohar, amén de las nominaciones anteriores es tratada de Monstruo seductor, prostituta e incitadora de prácticas sexuales ilícitas. No sólo los textos religiosos la reeren, el libro de uno
Pero en la tradición hebrea no se trata sólo de una tradición oral. Existe un libro de la cabalística judía, el Alfabeto de Ben Sirah, texto del siglo XI donde se discute seriamente las dos versiones de la Biblia y la existencia de esa otra mujer. Aquí aparece la historia como la contó el personaje presentado salvo que el pecado de Lilith fue invocar el nombre impronunciable de Dios. Su desacató fue nombrar lo innombrable. Allí se narra que a ella le salen alas y se escapa del Jardín del Edén. Dios, por petición de Adán, envía tres ángeles para persuadirla de volver. Ante la negativa de la mujer, Dios la sentencia a traer al mundo niños que deberán morir al primer día de nacidos. Se dice también que ella se convierte en serpiente y que es aquella que empuja a Eva a comer el fruto prohibido del Árbol del Bien y del Mal. Con ello Lilith se convierte en un demonio femenino. Para la tradición judía, ella aparece como monstruo nocturno que grita lúgubremente, es también sirena mala, agente demoníaco y madre de los demonios. Si bien es cierto que en la Biblia es nombrada sólo
de los eruditos más prestigiosos en temas históricos y míticos, Robert Graves12, en su investigación sobre los mitos hebreos, le dedica una extensa explicación histórica y textual, donde sobresale, entre muchas cosas importantes, el señalamiento de que el nombre de Lilít procede del termino asirio-babilónico lilita que signica demonio femenino o espíritu del viento.
Con anterioridad aparece como Lillake en una tablilla sumeria del año 2000 a.C. Del lado del hebreo parece que deriva de layit, noche. Solamente algunas consideraciones. Este mito nos muestra como en los orígenes de los tiempos se narra la existencia de una mujer que no acepta la desigualdad, que es semejante al hombre en imagen y poderes y que osó pronunciar el nombre prohibido de Dios. Esta mujer no sufrió el castigo de la expulsión del Edén, es decir, no tiene culpa en el sexo, no pare con dolor, está habitada de un exceso que desafía la ley y no hay límite legal para su goce. Signicativo, no?
40 La calumniada
Vayamos ahora a otra mujer mítica en los inicios de occidente. Una mujer que ha sido importante y, al mismo tiempo, olvidada entre los seguidores de Cristo, sí, María Magdalena. La saga de Jesucristo ha marcado al tiempo con su signo. Su historia ha merecido un lugar en la Biblia llamado El nuevo testamento. Este texto esta congu rado por 4 evangelios que son la historia escrita que se recoge de testimonios orales y textuales redactados hacía la segunda mitad del primer siglo. Los evangelistas son Marcos, Mateo, Lucas y Juan. En el Nuevo Testamento se narra la historia de Jesús, su pasión, su resurrección, su enseñanza y su presencia. Pero también se cuenta la historia de quienes le acompañaron. Entre sus seguidores cercanos existía una mujer, María Magdalena que ha pasado a la historia de manera harto confusa. En los textos de los evangelistas hay al menos tres versiones sobre ella. Es presentada como la adultera a la que Jesús salvo de ser apedreada, como la primera persona que vio a Jesús resucitado
a dos tipos de fuentes: evidentemente las referencias bíblicas, pero también los textos litúrgicos.13 Comencemos por los escritos promulgados por la iglesia católica. La historia de María Magdalena, a partir de estas referencias, puede puntuarse en cuatro tiempos. En un inicio, y durante 5 siglos de era cristiana, no había una ceremonia litúrgica que la mencionara. Si se le celebraba era por haber sido la primera testigo de la resurrección del Señor. Pero, en un segundo tiempo, en el Concilio de Trento de 1545 a 1563, se estableció a María Magdalena ligada a la promiscuidad. En 1570 aparece el primer Misal Romano, documento categórico y obligatorio, donde se le da el epíteto de penitente. El día que se le dedica la misa es el 22 de julio. En el texto que lo sostiene se lee: Liturgia a María Magdalena, la penitente. El evangelio que se lee es el de Lucas, capítulo 7 versículo 36-50 donde se cuenta la historia de la pecadora que lavó los pies de Jesús. También se lee el Cantar de los Cantares.
después de acompañarlo hasta el nal en el suplicio
de la cruz y como María de Betanía, hermana de Lázaro y Marta, pecadora arrepentida que lavó con sus lagrimas los pies del Mesías, los secó después con sus cabellos y lo ungió con un caro perfume. La cultura popular piensa a María Magdalena como esa penitente arrepentida promoviéndose una fusión entre María de Betanía y María Magdalena. Pero esta situación viene de lejos y tiene sus razones históricas. Para esclarecer este asunto es menester acudir
El tercer tiempo se aanza durante la Edad Media y
el Renacimiento donde María Magdalena es María de Betania, hermana de Lázaro y pecadora redimida. Quien da la puntuación nal y marcará con ello 400
años de tradición es el Papa Gregorio I, llamado Magno, quien en el siglo VI declara categórico: “Nosotros creemos que la mujer a la que Lucas llama “pecadora” y la que Juan llama “María” es la misma de la que fueron “expulsados siete demonios” según Marcos.” 14
41 El cuarto tiempo viene a resignicar muchas cosas.
En el concilio Vaticano segundo de 1962 a 1965, un nuevo Misal Romano es presentado. La fecha de la misa que se le dedica a María Magdalena es el mismo pero ahora no se lee el evangelio de Lucas sino el de Juan. Este texto evangélico se reere exclusivamente
al encuentro que ella tuvo con Jesús resucitado. Además, se retira la palabra “penitente”. De hecho, en este nuevo misal se lee que el día que se le dedica… “celebra sólo a la que Cristo se le apareció después de la resurrección, y en ningún sentido a la hermana de Marta, o a la mujer que era una pecadora y cuyos pecados el Señor perdonó” 15 No deja de sorprender el giro que la iglesia da en relación al tema. Evidentemente se hace necesario recurrir a las escrituras para leer allí lo que tanto debate ha generado. Comencemos por el evangelio de Lucas, citado por siglos en relación a esa mujer penitente. Lucas narra en el capítulo 7-36 (p.1507) el episodio del lavado los pies con lágrimas pero no menciona ningún nombre. Sin embargo más adelante en el siguiente capítulo cuando se cuentan las curaciones de Jesús, dice: “María llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios” (p.1508) Pero nada más. No hay relación entre el primer episodio y el segundo. Vayamos ahora al evangelio de Juan que sustituye en el nuevo misal al de Lucas en relación a esa enigmática mujer. En el capítulo 8, se narra que: “Los escribas y Fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: Maestro esta mujer
ha sido sorprendido en agrante adulterio. Moisés
nos mandó en Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que nos dices?”(p.1562)Jesús les responde la celebre frase de que aquel que esté libre de pecado arroje la primera piedra. Esa mujer no es mencionada nunca por su nombre. Pero más adelante sí aparecen nombres. En el capítulo 11 se lee: “Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos,” (p.1568) María ¿cuál María? Donde no hay duda es lo que aparece en el capítulo 20 11-18 nombrado precisamente: Aparición a María Magdalena: “Estaba María junto al sepulcro fuera llorando (…) después de un diálogo con dos ángeles y no haber reconocido a Jesús a primera vista …” se volvió y vió a Jesús de pie (…) Jesús le dice “ María”. Ella se vuelve y le dice en hebreo:”Rabbuni” que quiere decir maestro…” (p.1584) Podríamos seguir así detallando lo que los otros evangelios narran al respecto, tomamos sólo estos porque son los que la iglesia menciona. Pero lo que interesa resaltar aquí es que la condensación de María de Betania y de Magdala es discutible y altamente probable que no sea sostenible. Pero tal vez ahí no este el meollo del asunto sino en dos hilos más que amarran el gobelino de la historia. Si bien hay dudas sobre la relación entre las dos Marías, lo que se hizo pasar por mucho tiempo como verdad es que María Magdalena era pecadora, penitente, adúltera y de manera repetitiva en el saber popular, como prostituta. Lo curioso es que en ninguno de los 4 evangelios se le trata como tal. Lo que sí se menciona en los cuatro evangelios es que ella fue quien encontró la tumba
42 vacía y vio primero a Jesús resucitado. Mateo lo narra en el capítulo 28 1-10 (p.1468), Marcos en el 16 6-7 (p.1493), Lucas en el 24 1-18 (p. 1534) y Juan en los punto antes citados. La pregunta que no se hace esperar es: ¿por qué se ha transmitido por siglos esa imagen de María Magdalena como pecadora, adúltera y promiscua? Tal vez habría que ser más precisos: ¿por qué se eclipsó la María Magdalena, seguidora de Jesús y discípula directa que le llama amorosamente Maestro? Muchas hipótesis han aparecido, algunas políticas, otras religiosas o místicas, lo cierto es que hay una faz de María Magdalena que no puede negarse más y es la que tiene que ver con el apostolado y su lugar en la transmisión de la palabra. Muchas veces se ha comentado que uno de los grandes poderes de Jesús fue el uso de su palabra, desde las parábolas hasta las curaciones milagrosas. Él no expulsaba los demonios con magia sino por el poder de la palabra. De allí que su enseñanza se aanzara
en esa tesitura. Apóstol no es sólo el que seguía a Jesús es, fundamentalmente, el que enseña la palabra del Señor. También es importante hacer notar que Evangelio signica buenas noticias, buenas noticias
que debía de transmitir la palabra del hijo de Dios a través de la palabra de los apóstoles. ¿Por qué si María Magdalena fue una de las personas más amadas por Jesús, por qué si lo acompaño como Pedro o los demás no tiene la categoría de Apóstol? Este no es tema fácil ni ha quedado sin discutir. Para acercarse habrá que puntuar este fragmento de
la historia desde 4 fuentes: lo que se dice de María Magdalena en la tradición de la institución católica, lo que opinan de ella los Padres de la iglesia, las referencias en textos no ociales y el llamado Evangelio
de María.16 Después de las menciones de su proceder y su nombre en los 4 evangelios, ella es nombrada a partir del siglo II. Ireneo de Lyon lo hace en ese siglo y el III la reeren Tertuliano de Cartago, Hipólito de Roma,
Orígenes de Alejandría. En el siglo IV destacan los textos de Ambrosio de Milán, Girolamo de Roma y Agustín de Hippona. Tomemos algunos trazos. Tertuliano e Hipólito la nombran discípula y apóstol. Apóstol sí pero no enseñante. Su lugar junto con otras mujeres es de acompañar a los apóstoles y ayudar a los necesitados, no de enseñar la palabra de Dios. Se argumenta que si Cristo les hablaba y les enseñaba era para que, con humildad y obediencia, pudieran pagar las faltas de Eva. La Excepción aparece en Hipólito en Refutación de todas las herejías donde se acepta que las mu jeres como María Magdalena enseñen pero sólo los deberes femeninos y sólo a las jóvenes. Los padres de la Iglesia no la mencionan como apóstol pero sí comentan la escena de la aparición de Cristo. Ambrosio en su libro Sobre el espíritu santo acepta que una mujer hubiese sido elegida como portadora del anuncio milagroso para contrarrestar el mensaje que Eva había hecho del pecado. Para Girolano, en ese acto, Jesús mostró su humildad y para Agustín se le apareció a una mujer porque una mujer había sido la primera en traer el pecado al mundo.
43 María Magdalena es mencionada también en texto encontrados en el desierto y que no son incluidos como textos canónicos. Recuérdese que en 1773 fue hallado el Códice Askevviano que contiene los textos Pistis Sophia, en 1896 el Papiro Berlines con el Evangelio de María Magdalena y en 1945 los Códices de Nag Hammadi conteniendo El evangelio de Tomás, de Felipe y el Diálogo del Salvador entre otros. Según estudiosos de Alemania y Francia los más antiguos datan del año 150. Tomemos sólo tres referencias. En el Pistis Sophia se narra que María hacía muchas preguntas a Cristo: Así mismo en la Sabiduría de Jesucristo se comenta que aquello sobre lo que más preguntaba era respecto lo que los discípulos debían saber. En el Evangelio de Felipe se narra que los apóstoles se quejaban de que el Rabi amara más a María y a pregunta expresa Jesús responde: “¿Por que no los amo como a ella? Si un hombre ciego y uno que ve están juntos en la oscuridad, no se diferencian uno del otro. Cuando llega la luz, aquel que ve verá la luz, y el ciego permanecerá en la oscuridad.( cap. 64 1-10) La otra fuente es el llamado Evangelio de María. Evidentemente no se trata de un texto que ella escribiese sino donde se le da voz. Consta de tres manuscritos, dos de los cuales están en griego y que datan del siglo
que recuerdas, aquellas cosas que conoces y que nosotros no, aquellas que ni siquiera hemos oído.” María respondió diciendo: “Aquello que es secreto para vosotros, os lo contaré.” Y comenzó a decirle estas palabras: Yo –dijo- tuve una visión del señor y le dije:
Señor, hoy te he visto en una aparición. Él me respondió: Bendita eres, porque no te has turbado cuando me viste. Porque, donde está el intelecto (nous), Allí esta el tesoro. Y yo le dije: Y bien, Señor, quien
recibe la visión, ¿la ve con el alma (Psyche) o con el espíritu (pneuma) El salvador respondió y dijo: Él no ve ni con el alma ni con el espíritu, sino con el intelecto, que ésta en medio de ambos, este es esto que ve la visión.” (17) Más allá de la veracidad histórica de las dos últimas fuentes, lo que atraviesa todas las referencias es una exclusión de María Magdalena como apóstol que transmite la palabra del Señor. Pero especícamente
en las dos últimas referencias se trasmina una pasión por el saber reconocida por los otros discípulos. Exiliada de la palabra, del camino del saber y de la transmisión, la imagen que ha reinado de esta mujer está impregnada de una condena moral y una referencia al adulterio y el pecado. Epilogo
II. Un tercero escrito en copto, especícamente en el
dialecto sahídico, es del siglo V. Allí, sólo se tomará un fragmento, se escribe lo siguiente: “Pedro dijo a María: “Hermana sabemos que el Salvador te amaba más que a otras mujeres. Dinos las palabras del Salvador
Tres han sido las historias, tres historias de mujeres. Tres mitos textuales que han marcado desde sus inicios el mapa existencial de occidente. El mito viene ahí donde el tiempo ha borrado las evidencias recuperables. Pero el mito, en tanto texto, es
44 la marca de una historia. El mito, leyenda escritural, es archivo. Archivo en el sentido más radical, a saber, legalidad textual que confecciona la materialidad de la historia. En los archivos no está lo que estuvo, sólo un fragmento que reere a una ausencia. En ese sen tido los textos aquí referidos son palabra que remite a un modo de transmitirse de un saber. No recupera lo perdido, lo nombra de otro modo. Para el psicoanálisis, los mitos son un medio decir de la verdad. Son textos de transmisión de una parte de la función de verdad. De hecho, Lacan propone pensar al mito como el contenido maniesto. Se tratan
de textos que dicen una verdad a medias que remite a la posibilidad de una interpretación donde el origen, está perdido de antemano. El fragmento de verdad, el pensamiento latente que aparece en estas mitologías es que, en el principio de las fundaciones de occidente, hay una mujer exiliada. Las ninfas en el origen griego, Lilit en el judío y María Magdalena en el cristiano. Tres mujeres que son personajes simbólicos. Y las tres comparten extraños
trazos transmitidos por siglos. Son seres femeninos, mujeres acusadas de una sexualidad desenfrenada y además, poseedoras de una especial relación con el saber. Ninfomaniacas estigmatizan a las mujeres que se entregan al ardor de la pasión sexual, hijas de Lilit han llamado a aquellas que fornican sin culpa ni tiempo para su goce, prostituta ha sido el apelativo histórico para María de Magdala. Pero además, hay algo de su saber que no se puede atrapar. Hay en ellas un saber que no se deja encasillar fácilmente. ¿Será que estas tres mariposas negras muestran un no-todo ante el sa-
ber simbólico a partir de un goce Otro sostenido en un no-saber actuante de las mujeres? Tal vez ese goce Otro, ha sido históricamente referido a las mujeres porque en esa trama ellas aparecen como las portadoras, las demiurgas de ese enigma que disloca y desgarra al orden simbólico. Tal vez mujeres es un nombre del goce Otro. Tal vez otra manera de nombrarlo es: heterogeniedad de lo simbólico. Sí, en femenino. Referencias bibliográcas
(1)Roberto Calasso escribe dos textos fundamentales para la historia aquí referida: La locura que viene de las ninfas y Aguas mentales. Remitimos a ellos por su belleza, rigurosidad y locura. (2)Calasso Roberto. La locura que viene de las ninfas y otros ensayos. Ed. Sexto piso. México 2004. p. 15 (3)Calasso Roberto. La literatura y los dioses. Ed. Anagrama. Barcelona 2002. p. 34 (4)Remitimos para lo aquí referido al extraordinario libro de Dodds, Los griegos y lo irracional. (5)Platón. Diálogos. Fedro. Ed. Antropos, Madrid, 2000, t-III, p. 307. (6)Op.cit. p. 44 (7)Aristóteles. Ética Eudemia. Alianza Editorial, Madrid 2002. p. 313 (8)Calasso, La locura que viene de las ninfas, op.cit. pp. 28 y 29 (9)Todas las citas pertenecen a la Biblia de Jerusalén en s versión castellana. Ed. Porrúa, México, 1998. (10)El texto que tomamos como referencia para numerosos pasajes es aquel de Jaques Bril, Lilith ou La Mère Obscure, Ed. Payot, Paris 1981. (11)Levi Primo. Lilít y otros relatos. Muchnik editores, Barcelona 1989. (12)Graves Robert. Los mitos hebreos. T-I Alianza editorial, Madrid 2003. (13)Respecto a la historia de María existen múltiples fuentes bibliográcas. Aquí solo mencionaremos algunas: María, una virgen de carne y hueso de Lesley Hazleton, Madrid 2005, María
45 Magdalena y el Santo Grial de Margaret Starbird ed. Planeta, Barcelona 2004 y María Magdalena de Esther de Boer. (14)Edith Filliette, Saint Mary Magdalena. Her life and times, Newton Lower Falls, MA 1983, p. 39 (15)Calendarium Romanunm Generale, Roma 1969. pp. 97-98 y p.31 (16)Evangelio de María citado por Esther Boer en su libro María Magdalena. Más allá del mito. Ed. Lumen Bs.As. 2004 pp.123-124
46 No hay nada más alentador y lleno de esperanza que poder escribir, para lanzar al viento las palabras reunidas que intentan decir lo que la intimidad de nuestra práctica ha provocado como un efecto de ánimo, de lectura y pensamiento. Espacios Psicoanalíticos abre la puerta a una posibilidad: la de ser recibido en la casa de una lengua familiar. El título de este trabajo es ambiguo y por ello puede provocar su polisemia. No se trata de que la práctica del psicoanálisis fracase, aunque algunas veces nos hallemos solitarios ante la ausencia, en la hora precisa de una sesión, y durante largos minutos el vacío de nuestro diván nos mire cuestionados ante el nombre de alguien que inició su historia con nosotros y que quizás nunca volveremos a escuchar. Entonces, prontamente surge la idea de que fracasamos. Pero más bien diría que lo que ahí ocurrió es que nuestro analizante no quiso o no pudo más, proseguir el viaje por el camino de sus ruinas y de sus fracasos, incluida la amenaza de volver a fracasar, por la señal de algún equívoco que de nuestra parte pudo avizorar. Sin embargo, esta trabajo va más allá de esos riesgos del ocio que enfrentamos todos los días con cada
uno de los seres que confían en nosotros y en los que hemos invertido nuestra capacidad de apostar por la vida, renovándola cada vez con pasión.
VICTORIA LEAL
Se trata, “del fracaso como un oxímoron”. Y este es el título que subyace al maniesto.
47 Pero, ¿qué es un oxímoron? De acuerdo con Susana Martínez, -quien es una autorizada Correctora de estilo-, un oxímoron consiste en la relación sintética de dos antónimos; o bien, es la gura semántica en la que se condensan dos conceptos que se excluyen; además, el oxímoron se relaciona con la antítesis porque los signicados de sus térmi nos se oponen; también se relaciona con la paradoja, porque lo absurdo de unir dos ideas irreconciliables, es aparente, ya que el resultado es otro sentido, el que deviene coherente. Como ejemplos, les presento los siguientes: “Esta oscura claridad que cae de las estrellas”, o bien, “La callada música”, o, “La sonora soledad”. Similarmente, la palabra “claroscuro”, o la palabra “malogrado”. Por otra parte, para los diccionarios del uso de nuestra lengua castellana, “fracasar”, es romperse en pedazos, arruinarse, o desmenuzarse una cosa. Y se usa
regularmente para las embarcaciones cuando, tropezando en un escollo, se hacen pedazos. (Curiosamente, “fracasar”, viene del italiano “fracassare”, derivado de “cassare” que es romper; y que ha sido tomado del francés “casser”, que a su vez deriva del latín “quassare”, y que es el verbo “cascar”. Ahora, “cascar” es sacudir, quebrantar; o romper una cosa quebradiza, particularmente, la envoltura leñosa de los frutos secos, como nueces, avellanas o piñones.) Entre los sinónimos de ”fracasar”, tenemos: malograrse, arruinarse, fallar, faltar, naufragar. Y entre los
antónimos: lograrse, vencer y triunfar.
Ahora, si yo postulo ante ustedes, el término “fracaso”, como un oxímoron, es porque creo tener la certeza de que en él, se halla algo de la gloria que es la síntesis de dos antónimos; o el juego donde se condensan dos conceptos que se excluyen; o porque guarda en secreto dos signicados que en aparien cia se oponen; y por último, porque en su deletreo viviente, algo de lo absurdo y de lo irreconciliable: ofrece un sentido en el orden de lo sublime. En apoyo de este oxímoron peculiar, se halla el texto de Freud de 1910 cuyo título responde revelador a aquello que Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas, anunciaba ya, esa gura con X- que es el oxímoron.
En ese breve comunicado, Freud declara que allá por 1900, aún no había entendido, cómo es que el sueño se compone con predilección de guras que expresan
oposición o contradicción; cómo es que el sueño se toma la libertad de gurar un elemento cualquiera,
mediante su opuesto en el orden del deseo, elemento que a primera vista no se sabe si está incluido de manera positiva o negativa. Así, contento, Freud nos cuenta que accidentalmente leyó un trabajo del lingüista Karl Abel, publicado en 1884, en el que halló un esclarecimiento. Se trata de que el trabajo del sueño coincide con una singularidad de las lenguas más antiguas conocidas. Según Abel, en la lengua egipcia, se halla un considerable número de palabras con dos signicados, cada
uno de los cuales designa exactamente lo contrario al otro. Pero además, hay palabras compuestas en las
48 que dos vocablos de signicado contrapuesto eran re unidos en uno, y que tenían el signicado de uno de
sus miembros constitutivos solamente. Así, no sólo había palabras que signicaban tanto “fuer-
te” como “débil”, u “ordenar” tanto como “obedecer”; sino otras compuestas, como “viejojoven”, “lejoscerca”, “unirseparar”, “fueradentro”, y que sólo querían decir lo expresado en el segundo de sus términos. Tenemos entonces, una especie de contradicción conceptual, reunida deliberadamente para expresar, mediante la composición del signicado de uno sólo de sus miembros contradictorios, que signicaría lo
mismo que el otro. Y es que nuestros conceptos nacen por la vía de la com-
paración; si siempre estuviera claro, no distinguiríamos entre claridad y oscuridad y, por tanto, no podríamos tener de la primera ni el concepto ni la palabra. Luego entonces, todo concepto es el gemelo de su opuesto.Y puesto que no se podría concebir el con cepto de lo fuerte si no fuera por oposición a lo débil, la palabra que signicaba “fuerte”, contenía un
simultáneo recuerdo de lo “débil” en tanto “débil” fue aquello a través de lo cual llegó por primera vez
Y el ser humano, precisamente, no pudo obtener sus
conceptos más antiguos y simples sino por oposición a sus opuestos, y sólo poco a poco separó los dos lados de la antítesis y aprendió a pensar uno de ellos sin medirlo conscientemente con el otro. Del Apéndice con ejemplos de sentido contrario en las lenguas egipcia, indogermánicas y árabe, dice Freud, destaco algunos casos: En latín, “altus” signica “alto y profundo”; “sacer” signica tanto “sagrado” como “maldito”.
Todo esto, de un orden lingüístico tan importante, nos pone en la pista y sobreaviso, frente aquello que en la historia humana está sembrado de fracaso; frente a todo aquello que ha venido a malograrse en nuestras vidas y en las vidas de los que nos han antecedido. Por ello, lo que aquí se propone mostrar y evocar es que, el fracaso como palabra y como vivencia, sedimenta en su consistencia un modo particular del transitar de la vida por la experiencia humana. Ese modo particular es la revelación, -en el fracaso, o en lo malogrado-, de una cosa distinta que a la vez le es inherente a lo fracasado y que se halla como potencia; no sólo como potencia, sino como su sustrato mismo.
a existir. Y esta palabra no designaba en verdad ni
“fuerte” ni “débil”, sino el vínculo y la diferencia entre ambos, que los creaba en igual medida... Así, el fenómeno del doble sentido antitético se observa en las raíces más antiguas.
El fracaso o lo malogrado, a no dudar, es acontecimiento histórico y nuestra tentación es que la historia no sea una pesadilla que solamente se padezca, sino que podamos extraer de las cosas pasadas su sentido; más aún, transformar lo acontecido en esperanza.
49 Esa urgencia justica el enorme esfuerzo de acceder
a nuestro saber histórico, que al brotar poéticamente del mismo sujeto que lo busca, será reabsorbido por él al tiempo que lo recupera, pues el tiempo del fracaso no es el que se sumerge en la arena de los relojes, sino el que contiene el tesoro de la memoria, donde se hunden las raíces de nuestra propia vida de hoy. Porque esta nuestra vida de hoy, no está formada de momentos, sino que los momentos consumen tan sólo un argumento último que pide ser descifrado.
como un momento cargado de consecuencias, desde un tiempo ignorado. Mas en el saber del pasado histórico, no es sólo lo que yo he hecho lo que puedo descubrir, sino lo que se ha hecho, con ese carácter impersonal que se asemeja a lo que ha sido llamado destino. Pues si la criatura humana fuese alguien solitario y aislado de los otros, el sujeto de su propia vida y nada más, no hallaría el fracaso. Ya que éste le adviene por
Y sólo la poesía –aunque ambiguamente- transmite el
sentido de la historia. La poesía del mito, de la leyenda, de la épica. Y modernamente, la de la novela que
es el género que mejor expresa la ambigüedad de lo humano. No en vano Ciorán ha dicho: fracasar en la vida, es acceder a la poesía, sin el soporte del talento. Así, el gesto de aquel que se inclina sobre las cosas pasadas para ponerlas bajo la luz ante sus ojos y sus oídos, es un gesto de protagonista del fracaso, de alguien sacudido de su sueño primaveral por la evidencia del dolor y del mal, inexplicables. La pregunta acerca de lo que ha pasado en la historia es la pregunta por lo que alguien ha hecho, por lo que hice o me hicieron. Angustioso momento el de la pregunta acerca del pasado; del pasado producido por alguien; por otros o por mí mismo. Angustia que proviene de que la esperanza –ese último fondo de la vida humana-, se encuentra detenida ante el enigma del pasado, ante su huella en un presente adverso que nos ha llegado
el empeño del propio deseo en un tejido de sucesos, en una situación dada; y en ser inocente de lo que, sin embargo, ha de soportar y de vencer inexorablemente. Y lo que en ello va, o está implicado, no es tanto la
dicha, ni la calma, sino la propia condición humana: el rescatar la esperanza de la fatalidad. Y la esperanza rescatada de la fatalidad se sostiene
en las vías por las cuales es posible encontrar el argumento del fracaso. Acentuemos que lo propiamente histórico en el fracaso, no es ni el hecho resucitado con todos sus componentes, ni tampoco la visión arbitraria que elude el hecho, sino la visión de los hechos en su supervivencia, el sentido que sobrevive incorporándose como enigma. No los acontecimientos tal como fueron, sino lo que de ellos ha quedado: es decir, su ruina. Las ruinas son lo más viviente de la historia, pues sólo vive históricamente lo que ha sobrevivido a su destrucción, lo que ha quedado en ruinas.Así, las ruinas
50 nos darían el punto de identidad entre el vivir personal, entre la historia personal y la historia ancestral.
algo más: la huella, siempre misteriosa, de una vida humana grabada en su materia.
Podría decir que un sujeto es lo que ha sobrevivido a la destrucción de los ideales imposibles en su vida, y que en esa su propia vida historizada se deja entrever un sentido que supera a los hechos, haciéndoles ga-
Un cepillo usado y arrumbado, un zapato viejo, un sweter desgastado, alcanzan la categoría de ruina, solamente porque ruina es única y nada más la traza de algo humano fracasado; y luego, triunfador del paso del tiempo.
nar nuevas signicaciones.
Por ello la contemplación de las ruinas ha producido siempre una singular atracción, sólo explicable si es que en ellas está contenido algún secreto de la vida. Las ruinas producen atracción irresistible derivada de ser algo que objetivamente representa algún sueño aprisionado, mas sin autor. Un fracaso cuyo autor parece ser simplemente el tiempo. Y algo alcanza la categoría de ruina cuando su de -
rrumbe sirve de soporte a un sentido que se extiende triunfador; cuando es supervivencia, no ya de lo que fue, sino de lo que no alcanzó a ser. Es también la impresión de una innitud que se desa -
rrolla en el tiempo, lo que parece brotar de una ruina. Tiempo de un pasado que lo sigue siendo, que se actualiza en el hoy como pasado y a la vez se muestra como un futuro que nunca fue; y que caído en el ayer sólo se hace sensible por el padecer que nos provoca, un padecer que busca trascenderlo. Pero también las cosas gastadas muestran el paso del tiempo y en el caso de un objeto usado por el hombre
Porque ruina es la traza de algo humano vencido y luego vencedor del paso del tiempo. Pero no sólo. Porque, ¿qué es ese algo arruinado, fracasado? Es algo que nunca fue enteramente visible, posible. Pues la ruina guarda la huella de algo que aun en la edicación que ahí estaba, que aparecía como intacta
y entera, no alcanzaba su completa plenitud. En las ruinas se encarna la ligazón inexorable de la vida con la muerte; se encarna el abatimiento de lo que el hombre orgullosamente edicó y en lo que re sultó vencido. Se encarna la supervivencia de aquello que no pudo alcanzarse en la edicación, como
realidad perenne de lo frustrado, la cual es a la vez el triunfo de su fracaso. Pues de toda ruina emana algo ganado en lo perdido, por haber apurado la esperanza en su extremo límite y soportado su fracaso y aun su muerte: es el algo que queda del todo que pasa. Así como el algo que es la traza de lo que no pudo lograrse en su más elevada e intensa aspiración.
51 Las ruinas devienen la presencia más concreta del sueño que anidó en lo más hondo de la vida humana. Y así concretado en sus ruinas, -ese sueño vencido-,
Y ese texto poético, ¿no está compuesto de recuerdos,
quejas, dolores, equívocos, anécdotas, sueños, chistes, odios, rabias, silencios, tristezas e intentos de claudicar?
en ellas, solamente desde ellas, puede responder también con la concretud de un nombre, de un autor.
Tal como nos lo maniesta Kavas en su poema, La
Por ello, el fracaso es un oxímoron.
“Dices: iré a otra tierra, hacia otro mar y una ciudad mejor con certeza hallaré. Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado, y muere mi corazón lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez. Donde vuelvo mis ojos sólo veo las oscuras ruinas de mi vida y los muchos años que aquí pasé o destruí.
Porque en él triunfa no sólo el tiempo a pesar de su pasar, sino porque aquello que fue soñado y no pudo llegar a ser ha quedado vencedor, como huella, en sus ruinas. ¿No son acaso las ruinas de un amor fracasado, lo que llevamos al diván, cuando su padecer se vuelve insoportable? ¿Con qué hacemos, entonces, la historia del fracaso, si no, con sus ruinas? ¿Cuál sería la evidencia de que hemos vivido e intentado el amor, si no, la ruina que ha quedado de su fracaso? ¿Y, de dónde extraemos la esperanza, si no, de la hue-
lla del deseo que esas ruinas guardan? ¿Y, de dónde brota la pasión para un nuevo sueño
amoroso, si no, de la poesía que nos revela el sentido de la historia que forjamos del fracaso? ¿No es así y entonces, el fracaso, como un texto ruinoso en el que podemos leer el testamento de una herencia que nos dará riquezas?
ciudad (1909):
No hallarás otra tierra ni otra mar. La ciudad irá en ti siempre. Volverás a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás. Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques no la hay -, ni caminos ni barco para ti. La vida que aquí perdiste la has destruido en toda la tierra.”
Finalmente, permítanme citar lo que Clarice Lispector escribe en su libro titulado, “Un soplo de vida”, ella dice: “Lo que aquí está escrito, mío o de Ángela, son restos de una demolición del alma, son cortes laterales de una realidad que se me escapa continuamente. Esos fragmentos de libro quieren decir que yo trabajo entre ruinas”.
52 Bibliografía
Sigmund Freud, Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas, 1910, Volumen 11, de las Obras completas, Amorrortu editores, Argentina. María Zambrano, Las ruinas, Capítulo III, del libro: “El hombre y lo divino”, en Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México. Morelia, Michoacán, México
53
Lobo Antunes y la familia como nucleo identitario J. IGNACIO MANCILLA
Leyendo algunos textos sobre la problemática familiar, textos que me dejan una profunda insatisfacción, me encontré con una novela de António Lobo Antunes donde el escritor portugués aborda el tema de la familia como núcleo identitario, pero de tal manera, con su peculiar estilo, que no obstante que ya lo conozco, no deja de producirme fascinación y perplejidad, al mismo tiempo. Fascinación por el estilo casi delirante, que seguramente tiene que ver con su experiencia de psiquiatra, en particular con el discurso psicótico, donde inclusive las cosas hablan y las identidades de los sujetos protagonistas no son estables sino, más bien, se mutan para convertirse en otros de lo que son. Perplejidad porque en su abordaje de la familia, toca, y de qué manera, una de las problemáticas fundamentales de la familia contemporánea: la cada vez más diluida función paterna, ello a través de la gura
del padre travesti; así como la cada vez más endeble estructura familiar, que conforme se va narrando va quedando en qué, no podemos decir que en nada, pero sí es posible armar que lo que va imperando
es la soledad, la vejez, el deterioro del cuerpo y la muerte, ello pese a la negación de la misma por parte de los personajes. Quedan también recuerdos endebles, casi ya idos para siempre, pero recuperados por la tenacidad de una memoria que se aferra a un nombre, a un gesto, a una actitud, a un objeto, a punto también de diluirse en el olvido.
54 Citaré dos fragmentos para que el lector de esta reseña vea y perciba la fuerza narrativa de la novelística de António Lobo Antunes y, sobre todo, para que se vea la pertinencia y profundidad con que trata en su novela el asunto de la familia; y es que estoy pensando, ya, en la próxima visita de Elisabeth Roudinesco y en su Seminario La Familia Rota. De la Interpretación Freudiana del Edipo a las Constelaciones Modernas, mismo que se dará en el Centro Cultural San Ángel de la Ciudad de México.3 El primer fragmento dice así: “Ahora que mi padre murió creo que he comenzado a buscarlo pero no lo sé. No lo sé. Doy vueltas y vueltas y la respuesta es no lo sé. Todo me parece tan difícil, tan complicado, tan extraño: un payaso que era al mismo tiempo hombre y mujer o unas veces hombre y otras mujer o unas veces una especie de hombre y otras una especie de mujer y yo pensando -¿Cómo lo llamo? En los momentos en que era mujer o una especie de mujer y no lo sé no lo sé me devano los sesos y no lo sé, aquellos con quienes vivía mi padre no lo sabían tampoco, ya lo trataban como un hombre que no fuese hombre ya como mujer que no fuese mujer a pesar de pagarles la ropa, mantenerlos, cocinar para ellos con la humildad de quien pide perdón ¿perdón por qué?” (p. 105). Y el segundo dice así:
“Si pudiésemos conversar no importa dónde la casa de la playa, Anjos, Príncipe Real, el sótano un lugar
donde fuésemos no los fantasmas de ahora sino las personas de antes, fantasmas vosotros que he perdido y fantasma yo que os busco entre sombras hablándoos como hablan los muertos y respondiendo palabras mías, no vuestras, lo que espero que digan sabiendo que no lo dirían de ese modo, si pudiesen contarme lo que no conozco y tal vez preera no conocer, lo que
sucedió antes de mi nacimiento o cuando era demasiado pequeño para entender lo que había sucedido y sólo me permito inventar, así como las cartas antiguas inventan el pasado no me explican nada acerca de él, inventan como tal vez el limonero del quintal inventa -Pauliño o invento yo por él puesto que siempre, cuando estuve en la aldea, el limonero callado, observando conmigo al farmacéutico en el cementerio que extendía un cazo al crucijo de su hija
-Te he preparado esta sopita, Luísa” (p. 431). Y como estos dos fragmentos hay muchos más, igual
de bellos y profundos. La novela lleva por título ¿Qué haré cuando todo arde?, título por demás sugerente en un tiempo como el nuestro donde, como decía otro clásico, todo lo sólido se evapora en el aire. Sí, en este mundo cambiante a la velocidad del vértigo, una escritura como la de Lobo Antunes es un instrumento ideal, pues con su estructura bastante perturbadora, cala hondo en esto de movilizar las inercias de la vida, de las cosas, de los nombres, de los sujetos, para poner su atención justamente en lo evanescente del ser de las cosas; en lo evanescente
55 del ser de los sujetos y en lo evanescente del ser de la existencia toda.
¿Por qué? Porque nalmente la vida es eso, un suceso que pasa
Evanescencia de todo que, no obstante, nos hace pensar en que lo maravilloso de la vida se encuentra, precisamente, en ese su carácter frágil. Si como le dijera Sócrates a Teeteeto, el vértigo es la condición de la losofía, éste, el vértigo, no está
menos presente en la narrativa de Lobo Antunes; haciéndonos, con su escritura, que todo nos dé vueltas, al grado de la disolución total de personas y cosas, en qué: en escritura nada más. Porque nalmente esta mos ante una novela, pero... ¿Qué es lo queda entonces? Es precisamente eso lo que quiere narrar Lobo Antunes, de ahí el título de su novela ¿Qué haré cuando todo arde?, título que resalta la paradoja escritural de querer poner en palabras aquello que ya ha sido devorado por el fuego; es decir, por el tiempo: la vida misma y su inevitable consumirse, eso que de ordinario llamamos muerte. ¿Es la muerte un suceso que acontece a la vida o es ajeno a ésta? Cualquiera que sea la respuesta, lo evidente es su carácter desestructurante, disolvente, hecho que pone en primer plano la novelística de Lobo Antunes, en esta novela que comentamos, aunque ya desde antes; quizás lo novedoso es que Lobo Antunes ha alcanzado una especie de madurez en su estilo, lo que nos permite disfrutar de su novela aún a pesar del desconcierto que nos provoca.
y del cual no nos queda más que la huella, la marca de su paso, el nombre de lo que fue, la vida muerte; no obstante nuestra resistencia que se resiste inútilmente ante un acontecimiento que siempre está más allá de cualquier principio de placer y de memoria; más allá de cualquier estructura de archivo que quiera perpetuarla. Como la familia. Menos fuerte y sólida de lo que creíamos; evanescente, al nal de cuentas, como
todo. Pero persistente y necia como la vida, por lo que sigue ahí, a pesar de su desorden, del desorden del mundo y de todo.
Ciudad de México, agosto de 2003. PAGE 1 LOBO ANTUNES, ANTONIO. ¿Qué haré cuando todo arde? Ediciones Siruela, Madrid, 2003, 574 pp (Filósofo y estudioso del psicoanálisis. Miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana (REAL),
56 A T-eres-a. A quien nunca entendí para lograr-se que ella se entendiera de si.
Para Lacan, el advenimiento del sujeto al mundo del lenguaje, al mundo simbólico es traumático. La relación del ser viviente con el orden simbólico es una relación de morticación. Los sucesos traumáticos
posteriores reactivan esa relación primera. El sujeto entra en el juego de la vida como muerto, pero es en tanto vivo que va a jugar. A través de los medios de la palabra se trata de atrapar lo que se escapa a la palabra, de bordear ese agujero, de escuchar ese silencio. Es una vida que transcurre en los rieles del signi cante, en la probabilidad de la cita con la muerte. La ecacia de la pulsión radica en su accionar silencioso, en su avance mudo e inadvertido hacia la muerte. Silencio mortífero de una energía no ligada, en tanto el anudamiento de los registros de la constitución subjetiva: lo real, lo simbólico, lo imaginario, lo haría hablar. La articulación pulsional en el campo de la palabra, permite simbolizar aquello que hasta ahora ha sido fuente de fascinación, espanto, horror. La imposibilidad de signicación del todo ubica al trauma
-dolor de vivir- en una exterioridad, en un más allá del discurso. Dolor que como real reaparece con su carácter de actual en el automaton de la repetición. Ese silencio insiste, produce rupturas, quebrantos, angustia y pone a trastabillar las vestiduras fantasmáticas del sujeto con la irrupción de lo siniestro de la cosa. El sujeto, capturado por este silencio puede ser invadido de un goce que arrase su dimensión subjetiva ocasionando el desmoronamiento de las identi caciones que lo sostienen. Se puede pasar a un con-
57 junto ideológico subjetivo de gran orfandad donde el punto de apoyo que quede para vivir sea muriendo: hacerse, provocarse su propia muerte: pasaje al acto del suicidio. La función simbólica del Otro es tomada y deslizada hacia si y para si como un encuentro de la nada hablante con lo hablante de la nada. Desde el fragmento de un caso clínico (T-eres-a, poeta) que durante un año en análisis deseó morir por su propia mano; y del suicidio de otra poeta y cantora del pueblo: Violeta Parra, trataré de articular el acto de inigirse la propia muerte y el pasaje al acto desde
la perspectiva clínica analítica. Las construcciones teóricas de Lacan de la constitución psíquica del sujeto y del pasaje al acto serán un eje temático de mi trabajo dentro de una narrativa diferenciada y crítica en articulación de retazos de su escritura de cada una de ellas. Qué más imposible que el amor y qué más posible que la muerte? MUERTE A LA CARTA
Menú Platillos fuertes - Ahorcamiento - Acribillarse - Apuñalarse - Envenenarse -
Tirarse del 5º. Piso de un edicio
-
Ahogarse en un río con las bolsas del vestido llenas de piedras
-
Ahogarse adentrándose en el mar Intoxicarse metiendo la cabeza dentro del horno de una estufa saliendo el gas
Aderezos -al gusto- por amor - por dolores económicos - por dolores de salud - por soledad - por cansancio de vivir -
por suciencia de vivir
- por impotencia para enfrentar la vida - por la libertad - por ideales - por temor Postres –opcional- dar pistas - dejar nota - hacer una obra póstuma - dejar el vacío de la no explicación
En la historia de la humanidad la muerte siendo tan sabida y familiar, sin darnos cuenta, ominosamente, se torna a lo largo de la vida como extraña, ajena y lejana pero insistente, siempre está ahí en un punto ciego. El mundo del lenguaje supone y nombra la dimensión de la muerte; entonces sabemos la muerte, la sabemos cerca, la nuestra o la de otros, sin embargo, al mismo tiempo, nos es imposible de asumirla, de imaginarla, de simbolizarla del todo, cuestión que provoca que alrededor de ella se generen tantos y tantos mitos, cultos, saberes cientícos, creencias y
actos. De alguna forma ésta extrañeza produce muchas formas de expresarla: religiosa, política, artística (plástica, gráca, escultórica, literaria, musical, tea-
58 tral) y más. También puede variar el estilo de decirla o hacerla presente: épico, trágico, satírico, cómico. Además su práctica en una cultura se maniesta de
forma diferente según las épocas, las estructuras de poder, las circunstancias geog rácas y sociales.
Dentro de las formas de expresión, de entendimiento y los usos de la muerte en que se encuentra inmerso el sujeto, éste se enfrenta de acuerdo a su singularidad ante una forma muy íntima y personal de hacerse o no cargo de ella y dejarse conducir hacia la muerte por fuerzas que lo rebasan y lo someten. En torno a la idea y el acto de que un sujeto se haga cargo de su propia muerte, la sociedad lo ha nombrado como SUICIDIO. El suicidio es considerado de muy diferentes maneras y surgen muchas interrogantes: ¿existe algún momento en la vida en que este supuesto don tan valioso se torne en una carga insoportable de llevar?, ¿tiene derecho un sujeto a dar n a su vida?, ¿la vida de un
ser humano le pertenece o no para disponer de ella?, ¿Qué papel juegan en el acto del suicidio el miedo, el dolor, la desesperación, la locura, el hartazgo y muchos motivos más, para perpetrarlo?
gida según el menú a elegir (dagas, espadas, venenos, drogas, tirarse al vacío, gases, ahorcamiento, fuego y muchos más), a pesar de estas aparentes similitudes, cada sujeto que pasó al acto del suicidio lleva consigo una historia única que le imprime un matiz de singularidad dentro de la generalidad. Habrá que tomar en cuenta, por las generalidades, el discurso de la historia de la losofía que documenta
y advierte los grandes cambios de pensamiento que suceden entre épocas; de cómo se concibe y se enuncia el suicidio. Aparte contamos con obras literarias desde las épicas, trágicas y románticas, hasta las descripciones religiosas con los signicados de la vida y
muerte con sus premios y castigos, así como, el discurso político sobre la apropiación de los cuerpos de los seres humanos de un pueblo bajo el dominio y designio de un soberano. Así, el suicidio se ha deni do ora como hermoso, heroico, ejemplar y atrevido, ora como horrible, criminal y cobarde. En el apéndice de su obra La arqueología del saber, (1972), “Discurso del lenguaje”, Michel Foucault nos muestra que alrededor del suicidio se inscriben ciertos esquemas que le dan un lugar al sujeto que lo perpetra de desigualdad, diferencia y cosicación.
En el acto de suicidio hay una incalculable diversidad
Las fuerzas circundantes al sujeto, el análisis del concepto mismo del acto, nos dice Foucault, inten-
de contextos y signicados que le rodean, casi podría
ta decirnos un saber reexivo intertextual acerca de
decirse que cada uno es diferente entre sí, por lo que no debemos caer en una argumentación de universalidad, y aunque podamos hacer análisis de suicidios de acuerdo a la época, a los valores dados a la vida, a los signicados de la muerte, al estilo de muerte ele -
las connotaciones del poder y de la importancia de los diálogos que giran en torno a lo dicho y a lo no dicho ante el sometimiento o usurpación del lugar del poder. Foucault sostiene que durante el siglo XIX se produjo una transición desde el derecho a poner
59 n a la propia vida hasta otro que la fomentaba o la
desautorizaba para la muerte; de tal manera que, el poder político, después de milenios de dominio religioso, se adjudicó la tarea de administrar la vida y la muerte. El suicidio es considerado como crimen sin la autorización, (antes de orden divino), de la ley del Estado articulado a las instituciones cientícas como
propietario de los cuerpos de su prole.
¿Cómo el lado masculino y femenino juegan un papel que diferencia el lugar o posición psíquica del suicida en relación al goce del Otro? Desde lo simbólico el suicidio fue denido como una
palabra proveniente de un latinismo inventado en el siglo XVII, a partir de las palabras latinas sui (uno mismo) y cidium (de caedere, matar) implica el signi cado de matarse a sí mismo más que denir un modo
La cuestión de género nos merece detenernos un poco. Las acepciones históricas de terminar con la propia vida marcan una diferencia entre lo masculino y lo femenino. En la antigüedad se le rendía culto a la muerte y se la consideraba un puente de peaje para pasar de una vida a otra, de tal forma que el tipo de muerte que se tenía, importaba en la medida en que había un enorme terror a una muerte súbita e imprevista que los tomara por sorpresa y sin preparación para el pasaje, y, por consiguiente la muerte por suicidio podía ser, del lado masculino un acto de honor, de entrega a sus dioses o patria, de lavatorio a sus actos vergonzosos o de venganza por actos de otros, por lo general involucrados con la mujer. En cambio del lado femenino predominaba el discurso del romanticismo y el pecado. De ahí que los seres humanos, con posterioridad a ser propiedad de dioses o de Dios, en las religiones poli y monoteístas, pasaron al derecho de apropiación del Estado y a la medicalización del acto del suicidio, relacionándolo con la feminidad y como un acto contaminado de pecado, debilidad y enfermedad. Como ejemplos están las poseídas, las locas, las herejes, las adúlteras o adulteradas-sin valor.
de morir; de tal manera en el nombre se encierra el énfasis en lo delictivo en lugar de lo enunciativo de que un sujeto pudiera decidir poner n a su vida. Según la serie de identicaciones constituyentes de un sujeto, el
suicidio en el registro de lo imaginario toma dimensiones diferentes en relación a los móviles del acto. Sin embargo, siempre se ha relacionado el instante en que ocurre el suicidio con un estado vinculado con la desesperación. Un no estar dispuesto el sujeto a esperar a que un poder Otro, como dueños de su cuerpo y alma, decidan por él. Así, el sujeto pasa al acto y se deja caer. Se entrega a aquel único destino que los seres humanos sabemos tener, independiente a quién o a qué se le atribuya su caída (voluntad propia, divina, del Estado, del azar). Lacan en su clase del 23 de enero de 1963 de su Seminario 10, La angustia, con el trabajo conceptual e inaugural de la inclusión de la noción de objeto a como agente causante del deseo en la estructura psíquica del sujeto, articulado además, con la connotación del Otro -con mayúscula- en cuanto al papel de la angustia y el goce, explica que es en la congu ración amplia de la concepción del Otro (tesoro de
60 signicantes), que de éste surge y se c onstituye el resto
que denomina a minúscula y que por consiguiente también rasga o atraviesa al mismo Otro en la imposibilidad de decirse todo él, en el abismo en que se di-
asombro ante su obra y el acto junto a los posibles móviles para coartar el tan trillado concepto contemporáneo de respetar el proceso natural del recorrido de la vida hasta culminar con la muerte.
vide y queda agujereado. La función del signicante,
como decía al principio, constituyente del sujeto y a lo que accede nuestra experiencia, hace la tachadura per se, hace la garantía de la falta y el deseo, hace que funcionen las investiduras de objeto parciales y el resto que queda, todo ello, es la operación que es el a. A pesar de las leyes que regulan la vida y la muerte en las sociedades actuales se genera en cada suicidio un texto íntimo, solitario que dice la última palabra. En ese texto el sujeto atravesado por el lenguaje dice un saber intertextual, entre líneas, entre hitos de la apropiación historizada de su vida. Ése es el texto silencioso que en el psicoanálisis nos hace ruido para intentar escuchar, entender, articular y leer el suicidio desde otra perspectiva, sin que por ello se deje de lado o se disminuyan en importancia las implicaciones que los aparatos de poder, los de la ciencia y las evoluciones culturales/religiosas atraviesan al sujeto suicida. Explorar a través de las palabras dichas en la escritura, junto a los susurros y silencios de estas poetas, que en una fue un deseo y en la otra fue conseguir el acto de terminar con la propia vida no hace de mi trabajo un intento de construir un genealogía ni manual descriptivo del suicidio en escritores, sino hacer una lectura de fragmentos de los textos e intertextos que produjeron ellas, para que nos den luz en dilucidar si el acto o deseo de poner n a su vida fue un
acto de apropiación de la misma o bien la obediencia de algún mandato de otro orden. Es una posición de
Lacan hace referencia a los textos de Freud de su caso de homosexualidad femenina, en su seminario La angustia con una frase a propósito del pasaje al acto: el dejar caer, el niederkommen lassen, y lo coloca como el correlato esencial del pasaje al acto diferenciándolo del acting out. Este dejar caer es un texto por si mismo, es un texto actuado maniesto y provocador,
que, como no es del orden de la palabra escrita o hablada es muy difícil de ser leído. De tal forma si nos referimos a la fórmula del fantasma, el pasaje al acto estaría del lado del sujeto en tanto que lo suplanta y habla por él, en tanto que lo borra para decir-se. Lacan enuncia: “Es entonces cuando, desde allí donde se encuentra –a saber, desde el lugar de la escena en la que, como sujeto fundamentalmente historizado, puede únicamente mantenerse en su estatuto de sujeto- se precipita y bascula fuera de la escena. Esta es la estructura misma del pasaje al acto.” (p.128). En sus Escritos 1 también nos dice al respecto: “La libertad del hombre se inscribe toda en el triángulo constituyente de la renunciación que impone el deseo del otro por la amenaza de la muerte para el gozo de los frutos de su servidumbre, del sacricio consentido de su vida por las razones que dan
a la vida humana su medida, y de la renuncia suicida del vencido que frustra de su victoria al amo abandonándolo a su inhumana soledad. Pacientemente, sustrae su vida precaria a las aborregantes agregacio-
61 nes del Eros del símbolo para armarlo nalmente en
una maldición sin palabras.” (págs. 307-308) La concepción del goce está más allá del principio del placer. El placer representa un cierto equilibrio que regula, compensa o hace homeostasis de las tensiones; el goce en cambio se presenta como indomesticable es su tendencia al incremento tensional que apunta y exige el cumplimiento de la premisa de un goce absoluto, pleno, constante y por ende irrealizable (Real) para el sujeto. De manera que, a menos que el sujeto se apropie del campo del Otro que es quien goza de él, le arrebatará de pronto ese poder. El sujeto hace el pasaje al acto del suicidio; todo su dolor le pertenece y por ende él lo puede suprimir suprimiéndose. En este momento actoral, la función de la angustia que hace gozne entre el deseo y el goce no sirve más al sustento del deseo; ya no le arrebata al signicante su función ni se muestra como la señal-
certeza pulsional del sujeto; no ayuda a la realizació n de la metáfora o metonimia que entre el deseo del objeto buscado y el obtenido, no da espacio al engaño del amor que recusa la castración, se deja llevar al deslizamiento sintomático o al acting out y se quedará suelto dejándose caer hacia el pasaje al acto de su propio suici-odio de todo él. De la escena que lo determina y lo constituye un sujeto atravesado por el lenguaje –hablante-, se deja caer en el acto como palabra cosa, se convierte en aquello de la concepción freudiana de la Cosa (das Ding) que en el Proyecto Freud menciona como lo que el infante registra en la constitución de su aparato psíquico como terroríco.
Teresa sufrió durante poco más de un año en análisis la incesante necesidad de no continuar con su vida, de terminarla. En sus tres últimas sesiones me hizo un reclamo muy claro: que yo nunca la había entendido y que gracias a darse cuenta de mi error ella se había, por n, entendido y descubierto. Observó que
la gente si la quería, que ella amaba a su madre y que deseaba vivir a pesar de todo… sigue viva. Cuando Teresa suspende su análisis y me abandona, lo hizo reclamando mi incumplimiento a su demanda: entenderla mejor de lo que se entendiera ella misma. Encuentra a ese Otro dentro de sí que la sostendrá con sus síntomas, haciéndose de una vida suya, de una historia acompañada por algo-alguien. En la despedida me regala un poema que dice: Eso de jugar a la vida es algo que a veces duele Eso de jugar a la vida es algo que a veces duele En tu casa yo… me pierdo, yo me encuentro y al n soy En tu casa yo… deshago con mis manos una or
En tu casa yo… inauguro hasta el último rincón En tu casa yo… me ahogo con el agua de tu voz En tu casa yo… hay señales que me dicen donde estoy Pero a veces en tu casa yo me encuentro y no soy Y de nuevo en la calle… me remiendo la ilusión Y de nuevo en la calle yo… me muerdo el corazón Y de nuevo en la calle yo… me vuelvo aparador Y me ofrezco en barata sin abono sin ador Y de nuevo en la calle yo me creo lo que soy Y pintándome de bueno 15 , voy cantando mi canción
Pero a veces en mi casa el silencio es lo mejor (fragmento)
15 Las letras cursivas son mías para hacer notar el lapsus.
62 En una frase ella hace un lápsus. Escribe bueno por nuevo, quizá ahí es donde cambia su historia y muda su deseo a seguir viviendo. Lo que deja caer es un desencanto de mí como analista, con sus letras piedras, saetas en poesía que le hacen puente para pasar a otra cosa.
poemas y vivencias se le colaba otro tipo de iluminación: una blasfemia, una irreverencia hacia ese Otro que no le daba respuestas al cúmulo de contradicciones en las que se debatía.
Violeta Parra, chilena, nacida en medio de la turbulencia social (1917) de la revolución socialista en su país y en otras partes del mundo. Amante de su gente, de su pueblo y de los ideales con que crece. Se convierte en una cantora-poeta de su tiempo, de su
En la relación amorosa con su última pareja; un hombre mucho menor que ella y por el que ascendió a las altas colinas de Eros (deseo amoroso en su mas alta expresión); sucumbe de dolor ante su pérdida y, entonces, ya cansada y llena de ira vuelve de nuevo a interrogar al Otro y su goce. Recibe como respuesta el silencio y lo rompe maldiciendo:
patria, de su gente y de sus costumbres. Se identica
con la clase social en desventaja y canta como una denuncia sus dolores sociales entreverados con su historia íntima de amores y desamores con su gente más cercana a ella: familia, parejas, hijos. En su poema Gracias a la vida produce una loa a un momento de éxtasis con su mundo y sus amados:
Maldigo luna y paisaje. Los valles y los desiertos, Maldigo muerto por muerto Y el vivo de rey a paje,
El ave con su plumaje Yo la maldigo a porfía,
Gracias a la vida que me ha dado tanto, Me ha dado el sonido y el abecedario, Con él las palabras que pienso y declaro; Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando La ruta del alma del que estoy amando.
Aquí nos muestra su goce –del Otro- de vivir. Se encuentra colocada como sujeto hablante del goce de otro, su lugar de vida, en tanto que dándosele la palabra y la luz de pensar y declarar se le alumbra el camino para estar amando y sufriendo por ello. Agradece todo, así lo disfrute o lo padezca; ella se encuentra recibiendo este don del Otro pagándole con el don de su dolor el precio que se le ponga. Sin embargo, entre
Las aulas, las sacristías Porque me aige un dolor,
Maldigo el vocablo amor Con toda su porquería Cuánto será mi dolor. Ese dolor ya es suyo. Ya no agradece o reclama a
nadie o nada, ya no ofrece un don, ya no pide clemencia. Hace una ruptura con la palabra, las cosas y la gente. Se apropia de si como un sujeto desamparado, se vuelca ante la ominosa revelación de que podría ser ella y sólo ella la dueña de su historia y su destino. Su destino se torna en un destinar-se, del síntoma –su canto y poesía- hace un pasaje al acto,
63 porque su dolor es tal, que la palabra ya no ejerce su función de mediadora entre el deseo, la angustia y el goce. El dolor se levanta insoportable y no encuentra sostén alguno en el signicante y el signicado para
atribuírselo a un Otro que pudiera recibirlo para ser premiada, cobijada o castigada. Al dejar atrás la palabra, ella toda, corporalidad y alma hablan por ella. Ella es en acto metáfora de su dolor; se deja caer como sujeto hablante sin palabra, se deja caer cual desecho destinado a su propia aniquilación poniendo con un balazo –palabra cosa- término a su dolor de vivir.
nal la escritura se estrella ante el muro que ella mis -
ma levanta, y no porque el lenguaje silencie un saber, como si guardara un secreto, sino porque no hay más las palabras para decirlo; porque la poesía pone las palabras adonde ellas faltan para explicar su propia falla, aclarando no que en algún lado alguien responde, sino para dejar claro que la respuesta es “entre las palabras” por el vacío que muestran entre ellas. Paradójicamente, es la nitud de lo nito, de la eter ni-
dad de lo que se trata, lo que sobreviene de ese modo inevitable, el n de la vida, pero también el n de la
Cuánto será su dolor que graba con su muerte su último canto hundido en el fango del desamor, esta mujer
escritura con el suicidio haciendo el pasaje al acto de dejarse caer hablantes y como letra misma que pone
comprueba en ese instante “la existencia del inerno del dolor, pájaro goloso que gusta de morder las ores
el punto nal a su historia y al goce del Otro.
brillantes” (El quebranto del silencio, pág.54). Se rebela y se convierte en revelación actuada y no mediada por la palabra. Su muerte es su último poema, su último canto para el quebranto del silencio del Otro.
Bibliografía
Preguntarse, entonces, si la vida vale la pena (sufrimiento donado al Otro) hiriendo la tersura de la inercia del vivir sin saber (que se vive) ¿funciona? La poesía como un juego, un acto que rompe la rutina por la huella que hace, que interroga, que denuncia y demanda respuestas a los sentires del poeta nunca le brinda una respuesta, no le ofrece lo absoluto. Tampoco la poesía en si misma responde a lo que ella se cuestiona de los enigmas de la vida en medio de la inefabilidad del amor y el odio del dolor. Los ríos de escritura se desdibujan en un destino innito que hace tentación de hacerlo nito con la muerte. Si al
Brown, Ron M., El Arte del Suicidio, Editorial Síntesis, España, 2001 Durkheim, Emile, El suicidio, UNAM, México, 1983 Foucault, Michel, La arqueología del saber, Siglo veintiuno editores, México, 1970 Harari, Roberto, El Seminario “La angustia” de Lacan: una introducción, Amorrortu editores, Argentina, 1993 Jankélévitch, Vladimir, La muerte, Pre-textos, España, 2002 Lacan, Jacques, El Seminario 10. La Angustia, Editorial Paidós, Argentina, 2006 Lacan, Jacques, Escritos 1, Siglo veintiuno editores, México, 1995 Parra, Violeta, décimas, Ediciones de Cultura Popular, México, 1971
64 Pommier, Gérard, Qué es lo “real”. Ensayo psicoanalítico, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina, 2005 Schwartz, Perla, El quebranto del silencio, Editorial Diana, México, 1989 Süskind, Patrick, Sobre el amor y la muerte, Editorial Seix Barral, España, 2006 Varios autores, El suicidio. Catorce Presencias, Vol. 3, U. de G., México, 1999
HISTORIA DEL LESBIANISMO
Un recorrido por los aspectos más relevantes del amor entre mujeres a través de los siglos
65 Un hecho histórico no está concluido al realizarse, sino tan sólo al ser transmitido a la posteridad. Lo que nosotros llamamos la Historia, no representa en absoluto la suma, imposible de abarcar, de lo sucedido en el espacio y en el tiempo; la Historia Universal comprende únicamente aquel pequeño fragmento iluminado y esclarecido por la representación poética o cientíca. Aquiles no sería nada sin Homero. Toda gura permanece
como sombra y todo hecho se desvanece como una ola en el innito mar de los sucesos, a no ser por el cronista que la cristaliza
en su descripción o el artista que le da for ma nueva y simbólica”. Stefan Zweig Introducción
“El potencial transformador de la experiencia humana engloba, pues, lo pasado y el presente, lo personal y lo social, lo posible y lo deseable, lo secreto y lo evidente en un material multiforme, complejo e inabarcable que llamamos Historia”1 Si la memoria genera identidad, es justo eso lo que se busca, se recolecta, y se arma para intentar cubrir los espacios. La mujer, su feminidad y su diversidad, pugnan por una reconstrucción que muestre a través de su larga existencia algo de lo que es hoy. Lo escrito sobre lo femenino y en particular sobre su sexualidad, a través de los años, va desde el desconocimiento y la atribución de poca importancia, hasta la revisión de sus implicaciones políticas actuales. Respecto a la historia, la de la mujer, su sexualidad y especícamente la homosexualidad femenina ha
Elizabeth Núñez
carecido de plumas certeras; se divaga, se aproxima, pero nalmente se reconoce una imposibilidad. Hay
quienes leen la omisión de lo femenino en los diferen-
1 Sanfeliú, Luz (1996) Juego de damas. A proximación histórica al homoerotismo femenino. España. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga. Pp. 13
66 tes discursos como evidencia de discriminación, sin embargo es necesario abrir una arista menos lastimera y más profunda: el hecho de que quizá no se habla de ello porque en realidad no se sabe qué decir; así, la mal parecida ofensa habría de interpretarse incluso como un elogio. La historia en general ha sido escrita por hombres, mirada que forzosamente crea una acotación, ¿Quién observa?, ¿Desde dónde?, ¿Qué dice de ello?, ¿Qué corta?, ¿Qué resalta? Es importante recordar que durante muchos siglos las clases desfavorecidas, entre ellas evidentemente las mujeres, no tenían acceso a la educación; la existencia del analfabetismo ha sido un elemento que diculta reconstruir la historia
de mujeres que además eran lesbianas. Ellas mismas carecían del medio para nombrarse, aunado al poco interés de ser escritas por otros. “… la historia no sólo depende de la preexistencia de un mundo material de experiencias vividas, sino que también depende de la existencia y exactitud de los documentos que tratan de lo ya vivido, así como de la interpretación de dichos documentos.”2 Las producciones que relatan lo que ha acontecido, sabemos que no son la historia de lo que ocurrió en sí, sino de lo que ocurrió para aquel que escribe. Así la historia no sólo ha sido escrita por los hombres sino que es de ellos también de quién se habla, por lo que el tema del amor entre mujeres no es la excepción. El estudio sobre la homosexualidad masculina ha sido en algún tiempo utilizada para homologar y explicar desde ahí la femenina, procedimiento que en más de
una ocasión ha demostrado su inecacia. Los rela-
tos de la historia masculina sobre la homosexualidad sirve de poco para quienes han de debatirse primero por su condición de mujeres y luego por ser lesbianas. Sobre la historia de éstas, pocos rastros existen: se propone que tal escatimación corresponde más a un silencio dado por indiferencia o poca importancia atribuida, que por la ausencia de la práctica como tal. Si la sexualidad femenina ha estado a lo largo del tiempo referida a sus funciones reproductivas y roles sociales, y ambas cosas no son sin la presencia del hombre, entonces una relación donde las protagonistas carecen de este referente no precisaría motivo para hablar de ello. “…la heterosexualidad y la familia han fundamentado el entramado social y se ha condenado a la invisibilidad las prácticas amorosas y sexuales que no se ajustaban a dichos nes.” 3
Difícil es ubicar en la antigüedad relaciones amorosas entre mujeres, dado que la cercanía y sus vínculos emocionales no necesariamente eran comprendidos como una relación de pareja. Tales vínculos eran pensados como lazos amistosos que no reejaban
más que la compañía y el refugio ante la institución patriarcal y la impuesta heterosexualidad, lo cual pese a su tinte feminista no reere especícamente a
la homosexualidad. Aunado a lo anterior hay que recordar que es en 1869 cuando se acuña la palabra homosexualidad, así, tanto palabra como concepto no pueden rastrearse bajo el mismo signicado a lo largo del tiem -
2 Nottingham, Laura. Notas sobre la lesbiana [consultado el 26 de septiembre de 2006 en http://72.14.253.104/se arch?q=cache:U0HaI7mUkR EJ:dialnet.unirioja.es/servlet/ articulo%3Fcodigo%3D106 4235%26orden%3D47772 %26info%3Dlink+notas+so bre+la+lesbiana&hl=es&ct =clnk&cd=1&gl=mx] 3 Op. Cit. Pp. 10
67 po. Ser homosexual hoy día es una categoría nueva, iniciada con la idea de la enfermedad y actualmente debatiéndose como una postura política. Es sólo en las décadas anteriores a nuestro tiempo, que nacen los esfuerzos actuales por desmiticar esta forma de
relación, junto con el intento por recuperar muestras históricas de relaciones eróticas entre los mismos sexos. Los propios griegos no contaban con una palabra que traducida signique homosexualidad, pues
“Aquellos hombres no eran homosexuales en el sentido moderno del término”4. En aquel tiempo el deseo erótico por cualquiera de los dos sexos era algo que podía ocurrir naturalmente, así pues las categorías n o tenían nada que clasicar.
A todo esto surge una pregunta: ¿Por qué es tan necesario encontrarse en la historia?... Quizá esta búsqueda reacia que hace levantar piedras buscando un sustento para lo actual, pretendiendo demostrar un pasado sustancial, vislumbra la posibilidad de generar un matiz distinto al que brinda la modernidad, donde lo de hoy es interpretado como una “desvirtuación de los buenos tiempos”. No escribir sobre estas mujeres no es cualquier cosa: sabemos que lo que existe no es sino a través de la palabra, no se sabe más que de aquello que recibe un nombre. Bajo esta perspectiva, a lo largo del tiempo el lesbianismo ha sido algo casi inexistente. Es por ello que reescribir la historia, rastrear indicios, juntar pocas y pequeñas piezas del rompecabezas, hoy día es signo de una intención de pronunciarse a través del tiempo y construir consistencia para lo que habrá de decirse en adelante. Mostrar y demostrar que se és algo que se ha sido siempre.
Este enigma tiene piezas de ausencia, piezas blancas, desdibujadas, que son el hueco que hoy sustenta gran parte del discurso y la lucha por la visibilidad, es decir, lo que motiva es justo lo que falta en la historia, con la pluma palpitante en la aventura de llenar esos huecos. 1.Nombres Que Pugnaron Por Ser Propios Lesbianas públicas a través del tiempo
Me han llamado extraña. Más ¿qué podían saber de tu sonrisa, de tu habla, de tu paso indolente y ondulante, de tus manos de tu cuerpo de tus inquietas e infantiles fantasías? Además había tanta felicidad en ti que no tuve el valor de destruirla. ¡Me llaman disoluta! ¿Qué puede saber de la vida que tomaremos y de la noche que f ue, y el sentimiento que fue tan exacto abrazarnos, besarnos, temerosas de lo que perdimos? ¡Oh desvergonzada y mala soy pero también completamente feliz! R. Hall
Como todo hecho histórico y social, a lo largo de los años, el lesbianismo ha tenido representantes que con su existencia, creación artística y especialmente auto declaración pública, han creado los anales de la homosexualidad femenina.
4 Mondimore, Francis (1998) Una historia natural de la homosexualidad. España. Ed. Paidós. Pp. 24
68 Enheduanna, sacerdotisa sumeria, es ubicada por muchos historiadores como la autora del primer texto poético de amor lesbiano, el cual data del siglo XXIII a.C. La diosa Inanna es la musa inspiradora de sus versos, y según Judy Grahan, citada en Breve Historia del Lesbianismo, Enheduanna resalta la belleza física de Inanna, con narraciones altamente sensuales y autonombrándose incluso su esposa 5 Otras fuentes declaran que los primeros escritos de amor entre mujeres se ubican alrededor del cuarto milenio a.C. en Babilonia.
Siglos después se encuentra testimonio de un caso de lesbianismo, el cual data de los años 1619 al 23, donde existen actas de un proceso judicial llevado en contra de la hermana Benedetta Carlini de Vellano, Superiora del Convento de la Madre de Dios, en Italia. En dichos documentos se describe la relación sexual entre ella y la hermana Bartolomea Crivelli. Este caso se resuelve bajo la idea de que la “pobre” Benedetta era poseída por un ángel, quien en realidad era el que tenía relaciones sexuales con Bartolomea, por lo que mientras se tratara de un hombre y una mujer nada había que perseguir. Así la inuencia
Sin embargo, en Grecia, la poetisa Safo de la isla de Lesbos (de ahí lesbianas) que vivió entre los años 630560 a.C., es hoy día la más conocida, puesta ya como un hito. Para aquel tiempo la práctica bisexual era común: casarse era una obligación pero la heterosexualidad no. Se sabe que Safo se relacionaba con mujeres y a su vez estaba casada y tenía una hija: madre, esposa, amante lésbica. No se sabe la fecha exacta pero sus escritos fueron publicados 300 o 400 años después de su muerte. Algunas fuentes reportan que Gregorio de Nazianzus en el año 380 d.C. fue el primero en mandar quemar sus escritos y siglos más tarde en 1073 la Iglesia Católica ordenó la misma acción sobre todos sus poemas, por considerarlos de naturaleza pecaminosa y aborrecible. Actualmente, solo se han recuperado fragmentos de ellos, donde el más largo está compuesto apenas por 28 líneas, sin embargo constituyen las primeras redacciones en primera persona del amor de una mujer hacia otras mujeres. Sus escritos evidencian relaciones amistosas y eróticas que mantenía con sus pupilas.
del cristianismo con la creencia del ser maligno explicaba, justicaba y a la vez negaba cualquier deseo; el
lesbianismo era resultado de una trampa del Diablo. Un dato interesante, no es tan sólo que los otros cre yeran en la mala jugada hecha a la Superiora, sino que la propia Benedetta también se vivía como poseída por el ángel Splendidiello “…admitió haber sido víctima de una posesión diabólica. Puesto que había sido engañada no podía ser del todo responsable de sus actos.”6 y con esto, como dice Luz Sanfeliú en Juego de damas, no sólo justicaba sus deseos sexua les sino que los desconocía, así no había pecado que expiar pero tampoco historia por protagonizar. De cualquier forma hubo castigo, pues su poca fuerza de voluntad y el infructuoso esfuerzo por vencer el pecado le eran imperdonables: con todo y posesión ella debía evitar sucumbir ante Satanás. Otro personaje documentado es Catalina de Erauso, “La Monja Alférez”, quien también a inicios de 1600 escapa de un convento, se hace pasar por varón y
5 V. Breve historia del lesbianismo [consultado el 26 de septiembre de 2006 en http://www.relatoslesbicos. homestead.com/BreveHistoria. html] 6 Sanfeliú, Luz. Op. Cit. Pp. 63
69 al ser descubierta pide un permiso a la Iglesia de su tiempo para que le permitan seguir vistiendo como hombre hasta el nal de sus días, lo cual por cierto le
es concedido. Esta mujer permaneció sin relacionarse sexualmente con hombres ni mujeres, cosa que no necesariamente ocurría con todas aquellas que adoptaban su estilo de vida. Hubo quienes de hecho formaron matrimonios, en algunos casos sabiendo ambas su condición de mujer, en otros una haciéndose pasar incluso frente a la esposa como hombre, engaño que se descubría solo por muerte o enfermedad. Tal hecho se explica por lo poco que las mujeres sabían sobre el sexo opuesto. En 1649 en Estados Unidos, Sarah White y Mary Vincent son acusadas de relacionarse sexualmente. A la primera se le perdona, pero la segunda es obligada a confesarse públicamente considerándose la primera mujer en América castigada por su lesbianismo. ¿Porqué sólo la segunda fue castigada?, por reproducir insignias masculinas. Para los siglos XIX y XX, se ubica a Natalie Barney como pionera en repensar el lesbianismo, quitando los estigmas negativos puestos en automático hasta entonces. Recordemos que en este tiempo, la patologización de la lesbiana era la explicación naciente sobre la causa del fenómeno. El argumento respecto al propio cuerpo y la identidad se convierte en un asunto por fuerza social y hasta político. Para Natalie el homoerotismo femenino no necesitaba mayor justicación que su sola existencia; no siendo preci-
so que el amor entre ellas fuera sabido, reconocido y mucho menos aplaudido por el mundo. Esta visión en combinación con una buena herencia paterna le permitió abrir una comunidad cultural en donde pintoras, escultoras, bailarinas, etc. podían reunirse en algún lugar de París y expresarse libremente. Se promueve a la vez que exige, una nueva forma de concebirse. Quizá una de las aportaciones más importantes de este círculo es que éstas pueden pronunciarse como tal sin perder necesariamente sus atributos femeninos. “Ni pecado contra natura, ni enfermedad física o psíquica, ni perversión o usurpación de las prerrogativas masculinas. El amor entre mujeres era, sencillamente, proyectado y vivenciado por algunas lesbianas como parte del derecho de las mujeres de hacer con su cuerpo y su sexualidad una experiencia propia, compleja, donde lo masculino y lo femenino conviven y se contradicen, una apetencia más que, por supuesto, sobre todo a ellas les pertenecía.” 7 2.Bebe Tu También Tocando Mi Pecho Con Una Guirnalda Frotando Tu Piel
A propósito del lesbianismo relacionado a la pornografía y la prostitución La prostitución a lo largo de las épocas ha sido el o cio, controvertido al n, pero que ha posibilitado a la
mujer una forma distinta de existencia. En Grecia, la práctica sexual entre mujeres era utilizada como medio pornográco para la excitación
sexual masculina, por lo que no sólo era aprobada
7 Ibid. Pp. 129
70 sino también promovida. Así pues, el lesbianismo como instrumento al servicio de los varones estaba bien visto, en cambio si ocurría bajo una intención de autonomía, no recibía la aprobación ni el aliento de la sociedad griega. Un medio a través del cual se sabe de la concepción que se tenía en aquel tiempo sobre el tema son las iconografías, donde mostraban tal encomienda de provocar el placer masculino.
Para los siglos XVII y XVIII, la pornografía sigue vigente bajo la misma premisa pero ahora hay un requisito especicado: ambas mujeres deberán ser
femeninas dado que aquellas con rasgos más bien masculinos no resultan atractivas para los hombres. La masculinizada es a la que se le atribuye el pecado y la desviación… la otra, la femenina, pasa como engañada, y salvaguardada después por un hombre que le devuelve al camino del bien, reivindicándola y
Las prostitutas tenían la posibilidad de practicar y vi-
amparándola. Para ellos la lesbiana femenina al nal
vir el lesbianismo con mayor exibilidad, gracias a su
siempre necesita un falo, y la masculina, por su parte, es ridiculizada por pretender aparentar algo que no
considerable independencia, si no de la heterosexualidad, sí de la maternidad. Al nal de los días la compa ñía ante la soledad, se producía entre ellas como resultado de los vínculos afectivos generados “en los buenos tiempos”. El lesbianismo, de ser una práctica erótica dirigida a la excitación del hombre, poco a poco se iba convirtiendo en una forma de vínculo que permitía prescindir de ellos, lo cual las convertía en amenazantes. La desvinculación respecto al poder masculino es un elemento fundamental y característico de estas relaciones; hay algo que queda fuera de su dominio. Si recordamos que hablamos de una época patriarcal
tiene. Ya volveremos sobre este tema.
En los siglos XIX y XX la pornografía aún funciona para la estimulación sexual masculina, quizá ya no pensada como la prostitución de antes pero sí con el mismo n. 3.Los Por qués A Través Del Tiempo Diversas concepciones sobre el lesbianismo
intento por controlar aquello de lo cual no eran ni protagonistas ni segundos actores. Ponerse ahí como observadores voluntarios, y en lo imaginario exclusivos posibilitadores de lo que ocurre enfrente, distrae
En la cultura griega la mujer devaluada por el mismo hecho de serlo, no genera interés para contarla en un escrito; para ellas matrimonio, heterosexualidad y maternidad no eran opciones sino imposiciones. En Grecia toda mujer estaba reducida a la categoría de objeto, así lesbiana o no, era sometida al mismo rubro. “… la heterosexualidad y la familia han fundamentado el entramado social y se ha condenado a la invisibilidad las prácticas amorosas y sexuales que n o
de lo que en realidad motiva y signica.
se ajustaban a dichos nes.” 8
por excelencia éste hecho no signica cualquier cosa.
Para la época renacentista, el uso del lesbianismo como elemento pornográco, se consolida en un
8 Op. Cit. Pp. 10
71 La subordinación de la mujer era concebida como parte de su naturaleza; nacer mujer tenía sus insignias y por tanto cualquier cosa fuera de este contexto era interpretada como “antinatural”. La mujer lesbiana que se safa de esta forzosa relación, según Gimeno, es identicada pues como mujer libre; por lo
general esta palabra “libre” parece referir a una posición privilegiada donde se hace “lo que se quiere”, sin embargo, en realidad es una optimista forma de concebir una posición que traerá a lo largo del tiempo grandes cuotas por pagar. Es importante decir que las mujeres no son las únicas ignoradas en la historia; Grecia, donde la homosexualidad masculina no solo era permitida sino promovida, también tenía sus sectores de realce e invisibilidad. La pederastia, donde el maestro instruía a su aprendiz, tenía una connotación de poder donde el primero enseñaba y el otro había de aprender. Este tipo de vínculo dejaba en la oscuridad, por ejemplo, aquellas relaciones entre dos hombres maduros o bien a aquellos que no accedían a la educación por no pertenecer a una clase socioeconómica privilegiada. Se cree que entre mujeres tal cosa no existía, por lo que las relaciones podría considerárseles más igualitarias. La práctica sexual entre ellas carecía de estándares y reglas. El lesbianismo dentro de un marco regulado por lo masculino no era motivo de amenaza ni sanción, el lesbianismo surge como refugio, ignorado por la invisibilidad de las nulas implicaciones fálicas de su práctica. “…la homosexualidad femenina se convierte muy pronto en invisible y casi impensable.”9
En Esparta, había mayor libertad para la lesbiana que en Atenas, esto según Aristóteles, debido a que los hombres permanecían largo tiempo en la guerra y se presume que las mujeres vivían sin ellos por largos periodos. En esta ciudad, como en otras poblaciones, existían los grupos de mujeres llamadas thiasoi viviendo en grupos y practicando sus relaciones de pareja en rituales donde se unían en una especie de matrimonio. A diferencia de los hombres, este amor podía ser, no solo, entre maestra y alumna, sino también, entre mujeres de la misma edad y rango: la enseñanza no era el primer motivo de unión sino el sentimiento. Por otro lado, en Roma la concepción de antinatural, trastoca no solo conceptos morales y soci ales sino hasta anatómicos: la idea del enorme clítoris nacerá ahí y pasará a la edad media y se mantendrá hasta el siglo XVIII llegando casi al XX, estigmatizando la gura de la lesbiana y sus atributos físicos.
Para la época Medieval, el poco o nulo conocimiento sobre la mujer permea la concepción y trato del lesbianismo. “La postura de los primeros cristianos y después en la Edad Media respecto al lesbianismo es confusa y está basada en la ignorancia absoluta acerca de lo que sienten y desean las mujeres, así como de su sexualidad y anatomía. En la Edad Media el absoluto desprecio y desconocimiento que existe de la sexualidad femenina hace que la mayoría de los varones que escriben respecto a ellas, desconozcan siquiera la posibilidad de que las mujeres mantengan relaciones sexuales entre ellas.”10
9 Gimeno, Beatriz. Op. Cit. Pp. 59 10 Idem. Pp. 72
72 En la época medieval y renacentista, la actividad lésbica es poco perseguida y las faltas castigadas son mucho más fuertes para los hombres homosexuales. “Entre los cientos de casos de homosexualidad masculina juzgados por tribunales laicos y eclesiásticos en la Edad Media y en los inicios de la modernidad, no se encuentra casi ninguno concerniente a relaciones sexuales entre mujeres.” 11 La preocupación era el desperdicio del semen, por tanto el lesbianismo, mientras no provocara que la mujer descuidase sus funciones sociales y reproductivas, no daba motivo para castigarla ni prohibirla. No obstante en 1270 aparece la primer ley en Francia que castiga el lesbianismo, haciéndole perder un miembro del cuerpo cada vez que la mujer en cuestión fuera sorprendida, y a la tercera ocasión se le mandaba a la hoguera. Pese a lo anterior, el principal delito en ese tiempo y que se sancionaba fuertemente eran las relaciones sexuales antes del matrimonio o fuera de éste, “La progresiva rigidez de las normas religiosas y su alejamiento de la realidad convertían a la preservación de la virginidad de las mujeres en el auténtico problema, el resto de los actos sexuales femeninos eran parte de un debate menor en el que los juristas, clérigos y legisladores mantenían profundos desacuerdos” 12 Además de este desconocimiento, existía para ellas un espacio por excelencia libre del dominio masculino: el monasterio, donde lograban quedar fuera del mandato heterosexual encabezado por el matrimonio, por lo que era el lugar donde podían vivir con mayor tranquilidad, es decir, distinto a lo preestablecido. Sin embargo, un sitio no permitía la evasión:
el confesionario; precedido por un sacerdote, donde confesar los pecados era obligación con Dios. Así, la mirada y la escucha del poder masculino se ltra por
este espacio, prohibiendo más adelante las prácticas amorosas entre las religiosas. Se considera que fue en la época de la Edad Media, que se sentaron las bases de la represión femenina y que en el Renacimiento la misoginia se implantó en Europa. Ideas referentes a lo que será y no será una mujer se fundamentan juntado argumentos para demostrar la inferioridad femenina. No fue cualquier cosa, dado que esta ideología determinó por mucho la concepción sobre las mujeres para los siguiente cinco siglos, declarando sus innegociables obligaciones, sus pocos derechos y su relación con el mundo: un mundo de espalda ancha. Con todo lo anterior, el lesbianismo, que de por sí no era muy reconocido, cae en un silencio mucho más profundo y duradero. El matrimonio sigue siendo la única forma de manutención para la mujer, por lo que los lazos heterosexuales no son trastocados. Además, las relaciones sexuales aún no podían ser concebidas sin penetración, por lo que cualquier juego erótico entre ellas se consideraba inofensivo. La relación entre dos mujeres en ausencia del pene era concebida hasta por ellas mismas como carente de sexo, lo cual provocó que no fuera perseguida ni condenada. Pensándolo bien, esto no es ninguna victoria; no se castiga no porque se le acepte ni se respete el libre albedrío o se asuma la diferencia; no suena ningún
11 Artículos de Cuidad de Mujeres. Op. Cit. 12 Sanfeliú, Luz. Op. Cit. Pp. 44-45
73 aplauso ni se recibe una palmada en la espalda, simplemente se deja suceder algo que no amenaza y no amenaza porque es inexistente. Con todo y todo, la Iglesia fue cerrando más su criterio “… y ya, para el siglo XVI, se hablaba de pena de muerte como castigo, para la homosexualidad tanto masculina como femenina.”13 En los siglos XVII y XVIII vuelve a negarse el lesbianismo al no encontrar testimonios de relaciones sexuales. Aunque el amor, la amistad, y la pasión son emociones descritas en los textos de estas mujeres, tal cosa no es suciente para concebirlas así. A pesar
de todo, para este siglo XVIII, en Francia empieza a gestarse lo que en el siguiente se convertirá en la subcultura lésbica, misma que tendrá repercusiones en la forma futura de concebir y defender su diferencia, camino que no será nunca en línea recta, pues tendrá sus laberínticos recovecos, con paredes que hacen volver e intentar de nuevo por otro sendero, hasta claricar
cada vez más la posición e importancia de reconocer que la diferencia existe como opción de vida, tanto como la heterosexualidad impuesta hasta entonces. Amistades románticas será la palabra del siglo XIX para el lesbianismo. En este siglo y el que le sigue, muchas personas consideraban que las amistades estrechas entre mujeres antes del matrimonio eran benécas para la preparación a la vida conyugal, practicando así las “virtudes femeninas”. Tras casarse, este tipo de relación también resultaba una mejor alternativa, pues en el caso de los matrimonios infortunados,
el divorcio estaba prohibido y la relación entre la esposa y una amiga era mucho mejor que la separación. De cualquier forma, el sexo entre mujeres sigue sin ser concebido como tal. El indicador para determinar si se trataba de lesbianismo o no, eran todavía las relaciones sexuales; nuevamente los documentos hacen pocas referencias en este sentido, por lo que el tema sigue en duda para esta época. Sin embargo, aparece la gura de las masturbado -
ras, quienes cuestionan la inexistencia del lesbianismo. Estas mujeres que mantenían relaciones sexuales entre ellas, seguían reproduciendo su rol femenino por lo que no eran consideradas amenazadoras, “… no son sus relaciones con otras mujeres, si es que las hay, lo que preocupaba a sus familias, sino su empeño en leer demasiado, por ejemplo, o en escribir, o en prestar más atención a las charlas intelectuales que al matrimonio, más al estudio que al bordado, razón por la que muchas mujeres acabaron siendo llevadas al médico por sus familias” 14 , he aquí una señal de épocas venideras: llevarla al médico reeja
la moderna concepción de enfermedad, hay algo que no funciona bien en esos cuerpos y en esas mentes, así que ¡hay que curar!. Evidentemente eso trajo consecuencias: “… cuando en 1870 apareció en una revista de psiquiatría el artículo de Karl Westfal sobre lesbianismo que hablaba de que la homosexualidad era un tipo de enfermedad mental, empezó a disminuir la tolerancia social de las amistades románticas entre mujeres.”15 En Francia
13 V. Breve historia del lesbianismo. OP. Cit. 14 Gimeno, Beatriz. Op. Cit. Pp. 123 15 Op. Cit. Pp. 86
74 para el siglo XIX estas amistades románticas eran insustentables, a diferencia de Inglaterra y Estados Unidos. Viene entonces la invención de un discurso contundente que por largo tiempo contribuye desde su posición privilegiada a la estigmatización de la homosexualidad femenina. “El instrumento ideológico–popular y elitista al mismo tiempo- de este reforzamiento es la ciencia y en particular la rama de la ciencia a la que se delega el control social del cuerpo y de la mente: la medicina”16 Para nales del siglo XIX surgen los sexólogos. En su rol actual, luchan por desmiticar prácticas sexuales,
aminorar prejuicios y lograr relaciones mucho más placenteras entre los partenaires. Pero en ese tiempo, la concepción sobre la heterosexualidad como única práctica reconocida y avalada, hacía que aquello que cayera fuera de ella se calicara como enfermedad:
ya no es la iglesia, sino la ciencia la encargada de en juiciar. La homosexual era considerada “una enferma peligrosa que busca la destrucción de sí misma y de los que la rodean”17 y los sexólogos estaban encargados justamente de denir las categorías de lo pato lógico y lo sano. La ciencia determina la normalidad y más aún, por irónico que parezca la “naturalidad” de los fenómenos: por supuesto, el lesbianismo está fuera de este rango. Los primeros estudios cientícos sobre el l esbianismo
fueron motivados por la creciente tasa de divorcios, de los cuales gran parte de ellos ocurrían a partir de que la esposa se enamoraba de otra mujer. “En 1869 Karl Westphald, psiquiatra de Berlín, cataloga por
primera vez el lesbianismo como una ‘anormalidad congénita’ publicando el caso de una mujer, ’N’, encerrada el 30 de abril de 1864 en el manicomio en el que él mismo desarrollaba su labor. Los motivos del encierro se especican en el certicado médico: ‘N.
sufre desde los ocho años de edad un furor de amar a mujeres y además de acariciarlas y besarlas, practica el onanismo con ellas’”18 Henrich Kaan en 1864, empieza la búsqueda de una explicación anatómica del origen de la homosexualidad. Para este tiempo “La palabra “homosexualidad” compuesta de una raíz griega (homos = igual) y de una raíz latina (sexus) es acuñada en 1869 por el alemán de origen húngaro Karol Maria Bénkert”19 El debate para este tiempo uye alrededor de denir
si la homosexualidad es innata o adquirida; extremos que sin embargo no pierden la línea de lo patológico. Inversión20 es la palabra que se usa para referirse a la homosexualidad. “La primera descripción cientíca
de lo que es una invertida: es una mujer que busca la misma libertad de la que disfrutan los hombres, que le gusta vestir con ropas de hombre, que se ocupa con entretenimientos considerados masculinos como cualquier ejercicio físico, que gusta del estudio no supercial sobre los temas, sino en profundidad… y
desde luego también todas aquellas que tienen cualquier tipo de ambición profesional.” 21 Semimujeres era el apodo para referirse a ellas, y cualquier indicio de lo anterior era suciente para el diagnóstico de
inversión. La cliterodectomía era en muchos casos la orden que rmaba el doctor.
16 Fioccheto, Rosanna (1987). La amante celeste: La destrucción cientíca de la lesbiana. España. Ed. Horas y Horas. Pp. 24 17 Gimeno, Beatriz. OP. Cit. Pp. 134 18 Fioccheto, Rosanna. Op. Cit. Pp. 31 19 Idem. Pp. 26 20 Arrigo Tamasia en el año de 1878 le llama por primera vez “inversión sexual” 21 Gimeno, Beatriz. Op. Cit. Pp. 133
75 En ese momento y los años subsecuentes, la terapia se centra en la demolición del síntoma, y poco importa lo que suceda dentro de ellas. En el mejor de los casos, la defensa para desmiticar la homosexualidad
como enfermedad no abandona la idea de lo innato, concepción que servía para aminorar culpas y encoger los hombros frente a la mala fortuna. El lesbianismo se perdona si aquella que lo padece no se regocija en serlo, sino que lo sufre. Pavonear el lesbianismo es lo que indigna. Krafft-Ebing, Ellis y Kinsey, realizan los primeros estudios rigurosos sobre la homosexualidad, los cuales arrojan datos y conclusiones que permearán por más de medio siglo las concepciones sobre el tema. Krafft-Ebing, neurólogo alemán, publica la primer edición de Psicopatia Sexualis en 1886. Ahí nace la postura organicista para explicar la homosexualidad junto con otras patologías como la ninfomanía, la bestialidad, la violación, la necrolia, entre otros. La
cura: manicomios y esterilización. Este autor consideraba que la masturbación era la actividad que generaba el instinto sexual contrario adquirido.22 Apo yado con la teoría de la degeneración contribuye con la estigmatización del homosexual considerándolos “… asténicos superciales pero supersexuados, inca paces de mantener relaciones maduras y proclives a la enfermedad mental”23 Uno de los grandes atractivos de su libro quizá haya sido la cantidad de historiales clínicos ofrecidos para interés de los cientícos
o de los morbosos.
Todo esto tiene repercusiones subjetivas: la anormalidad gira la propia concepción de mujeres que se relacionaban con otras mujeres, patologizando lo que antes quizá no era más que una forma de amar. “Cuando el lesbianismo se considera patológico, muchas mujeres lesbianas se patologizan a sí mismas sufriendo de una falta/negación de identidad. Entran en conicto con el propio ser femenino en el amar a
otra mujer, asumiendo las normas de relación y los valores sexuales masculinos, es decir, ‘siguiendo las instrucciones’ para no perder completamente la existencia.”24 Evidencia de que la palabra, el lenguaje, demuestra su poder sobre la noción de los mundos. Para el siglo XX aquella mujer que no disfrute del sexo coital será considerada enferma, incluso por ella misma. Así se marca la transición en los tiempos en la historia… del pecado a la enfermedad. Sin embargo, siempre hay más. John Addington Symonds, poeta y ensayista que se debatió por muchos años respecto a la forma de vivir su homosexualidad, invitó a Havelock Ellis para tratar este tema en el que podían ser pioneros, trabajo que se titularía Inversión sexual, el cual tiene ya la cualidad de que a pesar de tratar la homosexualidad bajo la postura estigmatizada de su época, reconoce por ejemplo que aquellos que la presentaban no eran como se esperaría, personas que evidenciaran una forma de vida “patológica”. Retomaba casos de ciudadanos comunes y corrientes sin necesidad de contar estas historias a través de vidas de hombres y mujeres encerrados en la cárcel o en un psiquiátrico.
22 Gock le llama al lesbianismo “sentimiento sexual contrario” 23 Mondimore, Francis. Op. Cit. Pp. 59 24 Fioccheto, Rosanna. Op. Cit. Pp. 51
76 Ellis discute la idea de lo innato y lo adquirido. Debate la idea de que sea la masturbación la que ocasiona la homosexualidad. Para él, dice Gimeno, había dos tipos de lesbianas: aquellas que no habían dado muestras de inversión sino hasta su encuentro con el feminismo, invitadas a vivir de manera diferente a lo establecido; y las lesbianas congénitas, consideradas “reales”. Así surge la distinción entre lesbianas originales y aquellas de “imitación”. Este autor, “… particularmente une lesbianismo y feminismo conscientemente”25 su concepción sobre el por qué de la lesbiana se centra más en el parecido que pretenderán tener respecto al varón, que su interés sexual por otra mujer. Al nal desvincula la obligada relación
entre homosexualidad y enfermedad, generando una postura en contra de tratamientos dirigidos a curarla. Alfred Kinsey, biólogo y educador norteamericano, también realiza sus aproximaciones al tema, intentando denir lo que se entiende por normalidad y crea una escala donde la persona se dene desde radical -
mente heterosexual hasta el extremo homosexual. El texto: La conducta sexual en el hombre en 1948 revela el trabajo que Kinsey elaboró a lo largo de 10 largos años, entrevistando a diversas personas, realizándoles entre 350 y 500 preguntas referidas a sus prácticas sexuales. Aquí sí, tanto número como estadística son útiles para demostrar que si el 37% de los hombres entrevistados reportaron por lo menos una experiencia sexual con otro hombre, culminada en orgasmo; ante tan alto porcentaje no puede hablarse mas de anormalidad sin recular. “Para Kinsey, la homosexualidad era algo que uno hacía, no algo que uno era”26
Evidentemente Sigmund Freud, aquel revolucionario de la concepción del hombre, el cual pocos años antes de 1900 empieza a construir lo que hoy día se conoce como psicoanálisis, aporta considerablemente su grano arena en la forma discursiva sobre el tema de la sexualidad en general, y del lesbianismo en especíco. La bien nombrada revolución toma sus
bases en el giro que su creador propone con respecto a la génesis de lo que hoy llamamos Estructuras Clínicas: neurosis, perversión y psicosis. La propuesta fundamental es que éstas son determinadas por las relaciones que se establecen en la primera infancia en el entramado que se gesta a partir del Complejo de Castración. Antes de él, la sexualidad estaba remitida a lo genital y por ende era concebida como algo que aparecía en la pubertad. En 1905, Freud con sus Tres ensayos para una teoría sexual, realiza una propuesta nunca antes hecha, anunciando que los niños son seres sexuados, asegurando que es en los primeros años de vida donde las bases de las relaciones futuras del infante se establecerán “… el genio bueno de Freud lo coloco (al sexo) en uno de los puntos decisivos señalados desde el siglo XVIII por las estrategias de saber y de poder; que así el reactivaba, con admirable ecacia, digna de los mas grandes religio sos y directores de conciencia de la época clásica, la conminación secular a conocer el sexo y conformarlo como discurso.”27
25 Op. Cit. Pp. 137 26 Op. Cit. Pp. 112 27 Foucault M., “Historia de la sexualidad” Vol. 1 La voluntad de saber; 29ª. Edicion, Siglo XXI editores, 2002.
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Vamos a apagar la luz así nosotros los vemos y ellos no nos pueden ver- Un muy joven analizante
Cuando Rank trabaja la cuestión del doble en la literatura y en la antropología, hace especial hincapié en el lugar que ocupa la sombra como efecto siniestro. Para los pueblos primitivos así como para los clásicos, griegos y romanos, la sombra tiene un especial lazo con la muerte y la fertilidad. Algunos pueblos consideran que pisar la sombra de una mujer es lo que la embaraza. Se supone también que hacerle daño a la sombra , repercutirá en el cuerpo. Hay tabués especícos respecto de pisar la propia
sombra, que en caso de no cumplirse presagian la muerte. Los espíritus del más allá no tienen sombra, porque ellos mismos son sombra, así se habla del “reino de las sombras para nombrar el más allá. Se regalan espejos a los muertos como recuerdo de la imagen perdida. Se supone que el cadaver no arroja sombra, debido a la posición yacente, ni podría enfrentarse a un espejo sin presagio de desgracia- Así, Rank relaciona de una manera rme la sombra y
la pulsión de muerte, la sombra y la pérdida de la imagen de sí. La sombra arma a su vez una topología extraña, hay un efecto de extravío en los lugares u horas del día en que no hay sombra. Es como un tiempo cero, donde el sujeto no puede orientarse. La gura del desierto,
Clelia Conde
contrapartida equivalente del laberinto, implica esa desaparición de la sombra, que parece sugerir un fuera de tiempo y un fuera de espacio. Por otra parte, como bien lo saben aquellos que se dedican al teatro, basta un cambio de luces, que proyecte las sombras en lugares inesperados del rostro o el escenario, para crear un efecto siniestro-
79 Recordemos también que para Hamlet nadie es sino una sombra. Cuando no ha sido posible constituir al otro, al semejante, este se ve reducido a esa imagen opaca, sin rasgos, envés del rostro, que pide ser eliminado. Hamlet no siente culpa ante la muerte de Polonio, ni de Ofelia hasta el enfrentamiento con Laertes. El lenguaje nombra esta particular relación al otro: que alguien “te haga sombra” es amenazante., que alguien sea “como tu propia sombra” es persecutorio, si a alguien se le advierte “andá por la sombra” maniesta profundo rechazo.
Por otra parte para describir la fascinación, el efecto medusante, de atracción que algo o alguien puede causar, se dice “quedar asombrado”, es decir oscurecido ante la luz que eso emana. La tristeza, la depresión se maniestan como ser
Mi interés entonces se dirige al valor de orientación que puede tener este particular fenómeno .Si bien la aparición de lo siniestro se reere a una desorienta ción, producto de que el sujeto se está dejando guiar por los signos de lo imaginario y pronto se encontrará perdido en el laberinto de la angustia, en el curso de un análisis también tiene una función directriz, al hacer aparecer el objeto del que se trata, indicación fundamental para el tratamiento. Cuando se constituye la imagen especular y por lo tanto el Yo, algo queda por fuera de la signicación
fálica, la fuerza pulsional que es rechazada como no yo, se dirige al exterior pero esta operación no es de una vez y para siempre, puede ante determinados momentos de viraje de la estructura o de su constitución retornar del exterior, no como retorno de lo reprimido, es decir como síntoma, sino bajo un carácter de real.
“nada más que una sombra”, “la sombra de uno mismo”. Freud utiliza esa gura para describir el duelo “la sombra del objeto ha caído sobre el Yo”.
Lo que Rank trae a colación es que la sombra que durante un tiempo es protectora, equivalente del ángel de la guarda, puede en determinado momento volverse en contra, por ejemplo la sombra de ciertos árboles puede ser curativa, o la falta de sombra indica impotencia, enfermedad o proximidad de la muerte Podemos decir entonces que hay un particular enlace entre la sombra y la muerte. Pero es justo adelantar que no se trata de la muerte orgánica, sino de esa peculiar pérdida del ser que es la caída de la imagen.
Así en un momento particular de la entrada en la rivalidad, de la necesidad de instrumentar se, un chico cuenta su experiencia de lo siniestro. Cuando toca el piano siente detrás una presencia, una sombra, dice. Pero en cuanto deja de tocar y se voltea, la sombra ya no está allí. La sombra es manifestación de un fenómeno de desdoblamiento. Este desdoblamiento se produce como efecto del acto que intenta superar la inhibición sobre su deseo de hacer música. La caída de la imagen que lo colocaba como falo de la madre hace vacilar las identicaciones de la línea masculina
de su familia donde los hombres se presentan bajo el rasgo de la pereza-
80 Una niña psicótica en el trascurso de una sesión percibe su sombra en el ropero mientras juega- Me dice en su particular lenguaje aparateado, televisivo: “Vienen a por mí, son los malvaviscos”- Lo interesante es la manera en que la lengua presenta la particularidad de su experiencia de desdoblamiento haciendo referencia al estadio del espejo: el “mal”, lo rechazado pulsional fuera de la imagen que retorna, y lo “bizco” la referencia a lo asimétrico de la mirada que la constituyó, en parte libidinizándola y en parte no.
deseo del otro invade con mucho lo acotado de un temor determinado- El sujeto trata de que esa parte de sí que se ha desprendido –ya veremos cómo y por qué- responda a un objeto real y no al objeto de la angustia, la sombra funciona entonces como algo que es extraño, de afuera, a la vez que percibe la relación con el cuerpo propio y nalmente con el trabajo de la palabra hace aparecer alguna dimensión del Otro, alguna dimensión signicante. Vemos que esta especicidad del fenómeno del doble,
Un joven tiene temor y dice que ha visto la sombra del chupacabra saliendo del ropero cuando vivía en una casa de la provincia y que al mudarse a capital, ve en cambio la sombra del hombre de la bolsa. Le pregunto cómo distinguía él una sombra de otra. Una pregunta tonta, él sabía en el campo que era el chupacabra, él sabía en la capital que era el hombre de la bolsa. Una mujer que ha caído de su función de madre por el crecimiento de sus hijos, sufre una angustia intensa ante el temor de tener una enfermedad extraña y una fuerte sensación de despersonalización al notar manchas en su rostro y en su cuerpo. Pero cuando trata de focalizar la mirada, no son manchas sino sombras.
la aparición de la sombra, no responde a la particularidad de una estructura, sino que puede aparecer en cualquier momento de vacilación fantasmática. Los fenómeno tienen sin embargo un importante valor en relación a la constitución subjetiva. Es en el momento en que la demanda materna acalla, durante la noche, que los niños constituyen gran parte de su subjetividad, aprenden a hablarse, a consolarse a ellos mismos, comienza la fantasía y todo aquello que ayuda a prescindir del Otro. Si la demanda materna no cesa se manifestará como la presencia continua de la mirada del otro. El sujeto no puede aprender a partir de la ausencia a arreglárselas con la pulsión , a enfrentar la falta y a encontrar alivio en ella. Como el otro materno no puede prescindir de la raticación de la imagen
ideal, el niño no puede negativizar el falo, es decir Cuando se producen estos fenómenos se percibe que el sujeto trata de trocar la angustia, la angustia propia de la inhibición en un ejemplo, o la angustia de la constitución subjetiva o la angustia del duelo, en un temor, sin embargo esta transacción es fallida, porque rápidamente la angustia ante la presencia del
hacer algo que haga falta en la imagen, el – y el a
coinciden. Aquello rechazado pulsional, lo sexual, lo que no es representable en el espejo aparece bajo la forma de la sombra. Cuanto mayor es la exigencia del Ideal del Yo para constituirse como Yo Ideal, más difícil se hace la identicación y se torna mímesis.
81 En algunos de los casos que he relatado la regresión es completa, hay una total ausencia de la posibilidad de recurrir al signicante como un más allá de
la imagen – así en el caso del malvavisco- , en otros hay un resto que permite recurrir a la instancia simbólica (por ejemplo el par signicante de opuestos
: campo-ciudad) es deducible del relato, en otros el signicante del duelo: la sombra sobre el cuerpo
como señal del paso del tiempo como marca de la pérdida indican más cercanamente la posibilidad de apelar a la falta. En cada uno de estos casos la dicultad para la divi -
sión subjetiva aparece en el fenómeno de desdoblamiento de la sombra, pero en algunos se manifestará como un fenómeno transitorio ante determinados actos y otros como una imposibilidad radical del Yo
de soportar la barra. Lo cierto es que la subjetividad es una intermitencia de luz y de sombra. “Una sombra ya pronto serás” alude a que el presente de la vida se anuda por el futuro de la muerte. Clelia Conde 2009
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TrazoUnario Referencias iconogracas Pagina 5 Fotografía Sigmund Freud http://laperiodicarevisiondominical.les.wordpress.com/2009/06/freud_2.jpg
Pagina 7 Imagen notas silencio musicales http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/f9/Silencios_Musicales.PNG
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Pagina 15 Fotografía Niño http://www.bbc.co.uk/worldservices/assetsimages/images/2009/09/09/090909162602n inostdah_226.jpg
Pagina 22 Fotografía TDAH http:/bligoo.com/media/users/0/13777/images/tdah.jpg
Pagina 23 Fotografía Vasconcelos Pagina 33 Imagen Eva http://kaganof.com/kagablog/wp-content/uploads/2007/09/lilith.jpg
Pagina 45 Imagen http://digilander.libero.it/debibliotheca/Arte/sanzio/05930540.jpg
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