Revista/Tónica
Número 3. Año 1. Julio, 2012. Argentina, Buenos Aires. www.revistatonica.com
Indice. Dossier Evita. Mito negro, intelectuales y melodrama nacional. Entrevistas a Pablo Vásquez, Carlos Benítez, Marcelo Luján y Daniel Guebel: “El peronismo sigue dando para todo” /3/ Libros & Reseñas /26/ Ariel Idez discute La última de César Aira / 41/ Pablo Giordano responde desde Las Varillas /46/ Luciano Lamberti y el loro siniestro /50/ Ana Llurba sorprende a Barcelona /52/ Kenneth Slawenski nos habla de J.D. Salinger /55/ Sección #CopiaOculta: Javier Ragau echa RAID /61/ Sección #Matraca: Felipe Pigna y los viejos /66//. Staff. Director_Juan Terranova/ Secretario de Redacción_Nacho Damiano/ Redactores_Alicia Digón, Mariano Zamorano, Martín Felipe Castagnet, Dolores Yomha, Leticia Martin, Mariano Vespa, Marisol Córdoba, Ana Vicini, Mariano Bello, Adela Salzmann, Natalia Gauna, Victoria Cotino, Luz Marus, Lucía Fortunati, Francisco Dalmasso, Marcela Zena, Carlos Mackevicius.//RT3
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Muñeca peronista [Editorial] Por Juan Terranova //
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Hay muchas creaciones literarias sobre Eva, la mayoría, malas o muy malas. No voy a hacer nombres, pero esos que nos vienen a la cabeza apenas nos ponemos a pensar no me gustan. Se les podrían marcar sin mucho esfuerzo todo tipo de cursilerías no premeditadas y giros que intenta ser patéticos y lo son sin complicidad. En la poesía recibió mejor trato y hay poemas excelentes que la tienen como tema o protagonista. Es difícil escribir sobre Eva, como es difícil es escribir sobre el Che Guevara, o sobre la Madre Teresa de Calcuta. Los ironistas caen en facilismos, y los exégetas resbalan en lugares comunes. Incluso los biógrafos cientificistas se ven traccionados por la fuerza del mito. El problema, si me permiten la excentricidad, es la imposibilidad de crear un chiste sobre un chiste. La vida de Eva fue, alternativamente, una novela de iniciación, un folletín rosa, un culebrón, un drama político. El rol de galán no lo tuvo Juan Domingo, también difícil de asir pero como hombre político, caudillo y militar, mucho más accesible a la descripción. El rol de partenaire de Eva en la sitcom nacional y popular, el hombre sensible de la comedia romántica, fue el obrero anónimo, diluido en la masa, el héroe solitario y coral que la poseyó y fue poseído por ella. Por eso, el mejor cuento sobre Eva, creo, lo escribió César Aira. Se llama “Las dos muñecas” y cierra La trompeta de mimbre. Está narrado con el estilo un poco taradúpido que usaba Aira en la década del 90 y también hay autómatas y dobles, pero, al menos esta vez, tienen una razón de ser. En “Las dos muñecas”, Eva se mira en los ojos de Eva. Es algo que no pasa, que no había pasado, en esa gran anécdota nacional a la que llamamos “literatura argentina”. Eva se mira a sí misma, desdoblaba, melancólica. Y algo termina. Me emociona ese momento, en que algo pasa y todo lo demás deja de pasar, esa situación de anagnórisis sin un sentido explicitado, retratada en un libro olvidable de un escritor oceánico. El esfuerzo de leer y escribir vale la pena cuando nos permite descubrir esos momentos y compartirlos.//RT3
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Evita vive Por Marisol Córdoba //
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“Una actriz –así dicen– que se fue de Los Toldos con un cantor de tangos conoce en un temblor al General, y lo seduce ella con sus maneras de princesa ordinaria por un largo pasillo muerta ya.” Néstor Perlongher
El 26 de julio se cumplen sesenta años del fallecimiento de María Eva Duarte. La segunda esposa de Juan Domingo Perón necesitó vivir sólo treinta y tres años, de los cuales permaneció sólo siete en la esfera pública, para convertirse en la figura icónica del movimiento de masas más importante de la historia argentina. Su trascendencia ha sido tal que se la conoce simplemente como “Evita”, a secas, sin necesidad de aclarar de quién estamos hablando. Un nombre de pila que se transformó en marca registrada y se resemantizó en múltiples direcciones. Amada y odiada sin medias tintas, el maniqueísmo en torno a su figura no aporta mucho para esclarecer cuestiones en torno a su persona. Cuando parece que ya no puede decirse nada más acerca de ella, surgen nuevas preguntas y debates. Evita fue, es y será material inacabable de películas, entretenimiento,
discusión,
investigación,
interpretación,
escritura,
degradación y veneración. Su imagen y sus palabras han sido manipuladas al extremo, tanto por quienes se han jactado de continuar su legado como por sus más acérrimos detractores. La construcción del mito comenzó mucho antes de su muerte, quizás en la infancia, cuando a los seis años fue humillada en el velorio de su padre por ser hija no reconocida. Esta identidad bastarda fue una constante en su vida
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y un determinante de su carácter, la condición de “ilegítima” la acompañó siempre. Cuando de actriz de moderada fama devino en primera dama, fue acusada de ocupar un lugar que no le correspondía; cuando tuvo que tratar con las damas de la aristocracia y la oligarquía, experimentó un sentimiento de inadecuación que se diferenció de ellas dejando a un lado la Sociedad de Beneficencia para crear su propia Fundación. Inadecuación e ilegitimidad, dos que rasgos la unieron para siempre a los sectores más marginales de la población: descamisados, grasitas, cabecitas negras, obreros, viejos, enfermos, mujeres, homosexuales, peronistas. Todos ellos encontraron asidero en esta mujer que les dio entidad. Las minorías relegadas pudieron por fin encontrar a alguien que los comprendiera, los escuchara y los quisiera. Porque si hay algo en la vida de Eva, en el mito que ella misma ayudó a erigir mientras vivió, es el amor hacia el pueblo. Todo su sacrificio y hasta los jirones de vida que dejó, tienen como único destinatario al pueblo descamisado, y como motor el amor hacia él y Perón. La devoción nace del lenguaje y genera sus propias deidades. Santa y mártir, Eva ascendió a la categoría de deidad. Supo construir un discurso de amor y entrega a sus devotos, en contraposición al odio que generaban “los oligarcas”. Si fue controversial mientras estaba viva, lo fue aún más una vez muerta. Víctima de un cáncer de útero su vida puso un punto final el 26 de julio de 1952 y tras el derrocamiento de Perón en 1955, su cadáver inició una epopeya que lo llevó a ser vejado, mutilado, enterrado en Milán bajo un nombre falso y utilizado como botín de guerra. El cuerpo inerte de Evita generó todo tipo de especulaciones y acciones, rayanas con el misticismo y la locura. Con Evita muerta, Perón en el exilio y el peronismo proscripto no se podía nombrar ni al general ni a la dama. Pero si la literatura refleja una época y una manera de concebir el mundo, escritores como Walsh, Onetti y Viñas se las ingeniaron para eludir la censura publicando cuentos como “Esa mujer”, “Ella” y “La señora muerta”, dónde Eva aparece de forma elíptica, materializada a través de pronombres que se constituyen en epítetos. Eva ya no es Evita, es un cuerpo objeto desprovisto de vida. “Volveré y seré millones”, reza su más famosa y apócrifa frase. La falsa profecía se cumplió. Volvió una y otra vez. Como la Santa Evita de Tomás
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Eloy Martínez. Como la Eva cinematográfica que tuvo las facciones de Madonna y el cuerpo de Esther Goris. Como la Evita travesti de Copi o la Evita nacionalsocialista de Philip Kerr. Como la Evita que si viviera sería montonera. Sigue siendo la abanderada de los humildes. Regresó como lectura obligatoria de los niños en edad escolar a través de La razón de mi vida, texto fundacional de la construcción del mito. Como la que pregona a viva voz y en inglés: “Don’t cry for me, Argentina”. Permanece a través de la figura devenida en ícono pop que se ha resignificado hasta el infinito. Vive como la Evita blasfema de Perlongher. Como el espejo, dicen algunos, en el que se refleja Cristina Fernández de Kirchner a la hora de conducir los destinos del país y que se traduce en su capacidad de oratoria. Y en su condición femenina, claro. Los paralelismos son inevitables. Como la mujer trepadora, fría, demagoga y calculadora que vieron sus detractores. Como el estandarte de varias agrupaciones políticas. Como la actriz frívola que renegó de sus orígenes. El cadáver. La malvada. La representación de la representación. El imaginario colectivo es pródigo en esta clase de representaciones. ¿Quién fue Eva Perón? ¿Quién es Eva Perón? No tenemos respuestas. Pero una vez más invocamos su nombre y lo traemos al presente, porque este aniversario es una ocasión insoslayable para tratar de comprender a una mujer que después de muerta ha sido infinita.//RT3
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Entrevista a Pablo Vázquez, coordinador de la biblioteca del Museo Evita
La precursora del mito negro peronista Por Mariano Zamorano //
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El politólogo Pablo Vázquez es miembro del Instituto Dorrego y coordinador de la biblioteca y archivo del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón. Su oficina es la misma biblioteca ubicada en la terraza del Museo Evita, con casi diez mil libros en proceso de digitalización. Entre retratos de Perón y Evita, trofeos que recuerdan a los campeonatos de fútbol infantiles, réplicas de sidras enviadas en navidad y colecciones de las revistas Hechos e Ideas, Mundo Peronista, Mayoría, Mundo Infantil y Mundo Argentino, Vázquez retrató a Mary Main como una “mujer falta de consuelo” y afirmó que La mujer del látigo fue el texto precursor de la bibliografía del mito negro peronista. En la entrada del museo se exhiben como representantes del mito negro peronista un ejemplar de El libro negro de la segunda tiranía, La mujer del látigo y una edición especial de la revista Cachaditas con Evita en la portada. ¿A qué se debe la elección de la biografía realizada por Main? Tras la caída de Perón hubo muchas publicaciones de fuerte contenido antiperonista que intentaron justificar el golpe de 1955 por medio de escritores radicales, socialistas y conservadores. En particular, La mujer del látigo de Mary Main es la primera biografía sobre Eva Perón. Sin embargo, no sabemos muy bien quién era Mary Main porque también figura como María Flores, ni tampoco conocemos con certeza si era una mujer o un varón. Lo cierto es que La mujer del látigo es la base de lo que se llamó el mito negro peronista: construye la biografía de Eva a través de su origen bastardo y la saña y el resentimiento que tenía hacia los sectores pudientes. Para eso Main trama un desarrollo en donde asegura que Evita no había sido 6
reconocida por su padre, remarca el rechazo que sufre la familia cuando van al velatorio de Juan Duarte y describe cómo en su llegada a Buenos Aires anduvo trepando a cuanta cama encontró. Eso básicamente sería el correlato entre intención y argumento. Por otro lado, el libro de Main forma parte de la construcción literaria de la figura de Eva posterior a 1955 en donde se intentó contraponer al hada buena y santa construida luego de su muerte dentro de la lógica de necesidad de un mito fundante de un gobierno nacionalista revolucionario como fue el peronismo. En el primer tomo de su libro Peronismo, José Pablo Feinmann dice que La mujer del látigo es la primera biografía seria que existió sobre Eva Perón porque en ella se afirma que la construcción de Santa Evita “no se va a poder evitar por medio de decretos y leyes”, y así Main se diferencia con el odio que tuvieron escritores como Américo Ghioldi y Ezequiel Martínez Estrada. ¿Cuál es su opinión? Ezequiel Martínez Estrada y Américo Ghioldi se refieren al significado de la muerte de Eva en ¿Qué es esto? y De La tiranía de la democracia social respectivamente. La diferencia es que Ezequiel Martínez Estrada tiene buena pluma pero no comprende el fenómeno de masas como quizás lo hizo cuando se produjo la revolución cubana. ¿Qué es esto? es un libro que dentro de la literatura antiperonista se destaca porque está bien escrito, pero no entiende el fenómeno peronista en general ni la figura de Eva en particular. La mujer del látigo no es una biografía seria y se lo discuto a Feinmann en la cara. Historiográficamente tiene varios errores, que van desde el origen, nacimiento y el desarrollo de Evita. Simbólicamente podemos discutirlo varias horas. Lo único que se puede destacar es que sirvió como base para la ópera rock. ¿Considera que La mujer del látigo tuvo alguna influencia en la sociedad? En un sector antiperonista sí, porque el texto todavía tenía esa fuerza que te daba conciencia y construcción de identidad. Luego, al ser una biografía tan ridícula, se volvió en contra. En la actualidad cualquier persona que lo
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compara con otros textos biográficos va a notar los errores. La mujer del látigo sirve como ejemplo de un libro con intencionalidad política para convalidar la dictadura cívico militar de la Revolución Libertadora; si lo tomás como análisis historiográfico de la vida de Eva es insuficiente.//RT3
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Entrevista a Carlos Benítez
“Los grandes intelectuales de Argentina adhirieron siempre al peronismo” Por Carlos Mackevicius //
[email protected] Carlos Benítez nació en un hogar muy humilde de la provincia de Misiones.
Llegó a Buenos Aires de niño y nunca paró de trabajar. Hoy es el responsable de la editorial Punto de Encuentro. El 10 de diciembre pasado asumió como comunero en la ciudad de Buenos Aires por el Frente para la Victoria Comuna 5 (Almagro-Boedo). Me citó en el bar de la esquina Homero Manzi, en San Juan y Boedo, que funciona como una suerte de oficina política y social para él. Benítez comenzó su militancia el 30 de marzo de 1982, en la famosa huelga y movilización que convocó la CGT contra la dictadura. En su bautismo militante, como tantos otros en esa jornada, terminó pasando la noche en la comisaría primera. Se pide un mate cocido y empezamos la entrevista. ¿Cómo empezó tu interés por la edición? Siempre admiré la editorial de Peña Lillo, conocida como la edición del campo nacional y popular, y me pareció que ese camino estaba abandonado por el fallecimiento del fundador de esa editorial. Había un lugar vacante en ese espacio y con algunas ideas más o menos claras sobre qué editar empezamos a trabajar. ¿Cuáles fueron los primeros pasos concretos con los que empezó la editorial? Hace 6 años constituimos una cooperativa con Teodoro Boot, con un conjunto de compañeros que vienen todos del periodismo, menos yo, que hago de articulador o facilitador. Lo primero que hicimos fue juntar unos pesos y empezamos a hacer algunos clásicos; después, cuando ya se constituyó la cooperativa formal y legalmente, empezamos a editar algunos 9
ensayos, alguna novela. La novela de Teodoro Boot fue una de las primeras que hicimos (Espérenme que ya vuelvo); también hicimos una investigación periodística de Juan Salinas sobre el narcotráfico y su relación con los bancos (Narcos, banqueros y criminales). Hoy Boot tiene su propia editorial, edita algunos libros muy particulares, ahora editó su segundo libro. Nosotros profundizamos una línea nacional y popular, editamos libros de José María Rosa: La guerra del Paraguay, La caída de Rosas, Imperialismo financiero, publicamos libros con Galasso, autores muy conocidos, algunas reediciones y también la apuesta de escritores nuevos, jóvenes; de hecho, ahora está saliendo una nueva novela: Villa 31, de Demián Konfino, que es un pibe joven pero al que apostamos, es un libro muy interesante. Con respecto al cambio tecnológico y a la posibilidad de difusión del pensamiento nacional, ¿cuál es el rol actual del publicista en relación, por ejemplo, a la época de Peña Lillo? En el mundo de aquella época la tecnología era el libro, una herramienta imprescindible: no había internet, no había nada de lo que hoy hay; además se leía mucho más, por razones que podríamos estar hablando una hora. Ahora, también es cierto, lo bueno y lo malo de la tecnología es que también se difunde más. Googleás y a los dos minutos sabés quién es José María Rosa, quién es Don Juan Manuel de Rosas; por ahí genera inquietud y lleva algunas veces a que también compren un libro. Todavía estamos muy lejos, al menos en Argentina, de la competencia que ya hay en algunos sectores o lugares del mundo sobre lo que es el libro digital. A mí por ejemplo, por una cuestión generacional, me gusta leer el libro libro, en papel; no puedo leer en la cama como hacen algunos con el libro digital, pero me parece que es un tema a tener en cuenta. Muchas librerías y editoriales grandes tienen muy buenos resultados en la venta por internet. Nosotros estamos empezando a preparar la plataforma para vender por internet, pero eso requiere de otra tecnología que todavía no tenemos, y me parece que nosotros tenemos que apostar al libro en papel. Pero nadie se puede oponer a los avances tecnológicos; el tema es justamente ponerlo “al servicio de”. El tema de la tecnología es justamente “para quién”. Si es para difundir, si es para aportar
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a la discusión, si la tecnología ayuda, bienvenida sea. Nosotros pensamos que la editorial tenía que existir; si hay un debate creciente sobre lo que es el destino de este país, como es el proyecto nacional, los libros son un aporte. ¿Qué pensás de la relación que se ha dado entre el peronismo y el mundo intelectual? Me parece que hubo demasiados fantasmas sobre si el peronismo expulsaba a los intelectuales. Yo creo que, muy lejos de eso, el peronismo en sí es un movimiento nacional, popular, democrático. En todo caso hay una discusión, o algún recuerdo sobre lo que pasó en los dos primeros gobiernos de Perón sobre la discusión de “alpargatas sí, libros no”. Me parece que está la prueba: los grandes intelectuales de Argentina adhirieron siempre al peronismo, por lo menos los que uno considera y que están en el campo nacional: Jauretche, Scalabrini Ortiz, Manzi, pasando por inclusive los que venían del marxismo: Puigróss y Hernández Arregui abrevaron en el movimiento nacional. No se contrapone; al contrario, el peronismo es un movimiento de masas tan fuerte, tan arraigado, que es insumo y sustento para que los compañeros intelectuales puedan sistematizar, discutir, difundir, generar publicaciones. ¿Qué representa Evita para vos? Para cualquier peronista significa la expresión misma de lo combativo, de ese peronismo plebeyo, rebelde, que no debemos nunca olvidar. Cuando un joven o un adolescente se incorpora a la política lo primero que hace es identificarse con Evita, con el Che. Identificarse con Evita es identificarse con la opción por los pobres, con los descamisados, todo lo que ella le impregnó a esa etapa. No es casualidad que hace 60 años que murió y todavía la recordamos en esa situación. No te diría lo mejor del peronismo porque hay algunos que quieren contraponer a Perón con Evita y yo creo que no, creo que había un conductor natural e indiscutido que era Perón, y Evita era parte del engranaje de ese movimiento y cumplía muy bien ese rol; ella misma lo dijo veinte veces. El destino quiso que tuviera esa enfermedad tan nefasta y que falleciera tan joven, pero ese es el destino que le tocó. Dejó una impronta fuertísima, sobre todo en los ideales, que es lo que marca a Evita. Justamente ahora unas editoriales amigas están publicando Mi mensaje, su
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libro mas polémico, y es muy dura con los sectores mas reaccionarios de aquella época y de ahora, porque son lo mismo. El poder hegemónico ha sido siempre el mismo, cambian después por una cuestión generacional; Martínez de Hoz existió casi desde nuestros principios, esos personajes y ese odio que había contra Evita y contra el pueblo, porque a Evita la rechazaban porque expresaba al pueblo que ellos tanto denigraban. ¿Qué editoriales están publicando Mi mensaje? Arenal, que es la editorial de Teodoro Boot. Nosotros estamos colaborando con eso. El libro es de pocas páginas pero muy contundente y muy polémico. Esos escritos se habían perdido. Creo que después de la muerte de Evita quizás a Perón no le convenía que se difundiera: era muy fuerte contra la Iglesia, contra las fuerzas militares, contra la oligarquía, y la verdad es que con todos los problemas que estaba teniendo Perón no sé si le servía que se publicara. Después del golpe del ‘55 habrá quedado en alguna biblioteca abandonada y terminó apareciendo en fotocopias. Allá por los ‘70 Juan Salinas y el Beto Schprejer se encontraron con un compañero que iba leyendo esas fotocopias en un colectivo. Son los primeros que lo editan, que lo sistematizan y producen el libro Mi mensaje. Hubo algunas discusiones con los familiares de Evita que no lo permitieron, un juicio largo que algunos amigos editores perdieron en aquel momento con las hermanas de Evita. No se discutieron derechos sino si eran auténticos o no; finalmente se comprobó que eran auténticos y ahora está al alcance de cualquier ser humano que quiera comprarlo, es muy económico. ¿Cual es el lugar de Punto de Encuentro en el mercado editorial? Ninguno de los socios de la cooperativa vivimos de los libros; por eso todo lo que se produce se vuelve a reinvertir en nuevos libros o en reeditar otros. Lo que vemos es que hay un mercado de libros que nosotros llamamos “de ciencias sociales y política”. Todos nuestros libros, más allá de algunos que son clásicos que imprimimos para balancear un poco la inversión (Martín Fierro, Don Segundo Sombra, Cuentos de la selva), son trabajos vinculados a lo político y a la ciencia social. La verdad es que nos va bien, no me puedo quejar. Obviamente, si tuviéramos estructuras de venta y publicitaria más
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importantes, venderíamos mucho más, pero es el huevo y la gallina; ese dinero preferimos ponerlo para publicar. También estamos armando la plataforma online para vender, tenemos cuentas de Facebook y de Twitter para hacernos conocer, pero en realidad el grueso de nuestros libros se vende incesantemente. No es casualidad que los títulos que más se venden son de escritores conocidos, José María Rosa, Norberto Galasso, Estela Caloni, una periodista excelente: su libro Evo en la mira lo fuimos a presentar a Bolivia con el propio Evo, así que creo que el grueso de nuestros títulos caminan razonablemente.//RT3
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Entrevista a Daniel Guebel
Peronismo zombie y sus reencarnaciones mutantes Alicia Digón //
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Entrar en La carne de Evita es imponerse un acto de constricción a lo hasta ahora conocido en la escritura de Daniel Guebel. En su primera parte, lleva a un rudimentario e intrépido Rodolfo Zarlenga desde los esteros del Iberá hasta la altiva e indiferente Nueva York de las galerías, los curadores y los coleccionistas de obras de arte. Imaginárselo en esos vericuetos es suponer que la verdad es una rara construcción del deseo, por sus circunvalaciones y los tropiezos que éste demanda. Con momentos tragicómicos, muestra una historia argentina de la mano de un personaje hilarante. La obra de teatro entona diálogos, cuya trama hace pensar en una mujer o varias mujeres concentradas en una sola, al conjuro de una visión de la vida que al vivir se venga a sí misma, con la altivez y la distancia de los tristes. En la última parte aparece fugazmente el homenaje a una Evita del bronce, a la mujer y su carne vendida como un objeto apetecido o desechado, como lo es toda esfinge, todo nombre del homenaje. Hay tres partes en La carne de Evita, ¿podrías hablarnos de cada una de esas partes y el sentido de incluir una obra de teatro en ella? En el principio fue el verbo teatral. Por si algún lector lo advirtió, la obra de teatro es un desprendimiento de mi novela La vida por Perón, precisamente de la parte en que un Perón antiperonista conversa con una especie de Galimberti. Durante años pensé en escribir esa obra, pero siempre difería el momento de escribirla. De algún modo, esa espera fue creando la cuna donde se hamacaba el deseo de volver a escribir sobre el peronismo, deseo que ignoraba tener, hasta que me apareció la historia de “La infección vanguardista”, el primer relato de La carne de Evita. Una vez que empecé a escribirlo, vi que ese relato se abría después a otro, Monumentos, la obra de 14
teatro, que había sido su génesis secreta: sólo tuvo que esperar a su tiempo. Cada uno de los textos que componen mi libro es de lectura independiente. A la vez, el título habilita la lectura complementaria, una mirada sobre el desplazamiento del cuerpo de Evita, de las miradas sobre ella, del modo de su aparición (incidental primero, monumental y político después, sacro en la obra teatral, prostibulario y místico en el cuento final). ¿Qué relación ves con tus obras anteriores? ¿Por qué esta sería una obra y no una “novela”? Si puedo echar una mirada de conjunto sobre los libros que escribí hasta el presente, tengo la impresión de que, detalle más o menos, y con independencia de los asuntos narrativos, cada uno aborda un asunto en particular, alrededor del que se encarniza, y en ocasiones algunos de ellos se ocupan de todos los asuntos en general, ya que mis asuntos son tres: el amor, la mística y la política, como parte de un arte combinatoria general. En La carne de Evita, amor, mística y política se mezclan para trabajar el peronismo zombie y sus reencarnaciones mutantes. El manejo de los tiempos y del humor en La carne de Evita es profundamente diferente que en el resto de sus escritos, ¿Cómo fue la concepción inicial? ¿Nació y fue bifurcándose o tenías un proyecto previo de escritura? Si es profundamente diferente, mejor, porque sigo teniendo el sueño imposible de ser un escritor distinto en cada libro. ¿Continuarías La carne de Evita o te parece que finalizó aquí? Claro que sí, a la manera en que se continúan mis libros, no en segundas partes sino en ciclos de reescritura. Me falta un poema dramático, me falta un cuento donde una Evita grande como King Kong y provista de un falo aniquilante sodomiza a la oligarquía y abate a mano limpia a los aviones que bombardearon Plaza de Mayo. Una novela con Perón juntando la plata de los nazis prófugos para financiar su proyecto de conquistar el mundo para la Tercera posición… que es un invento de Mussolini. El peronismo sigue dando para todo.//RT3
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Entrevista a Marcelo Luján
“El peronismo suele asumir estructura de tragedia clásica” Por Mariano Vespa //
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Marcelo Luján nació en Buenos Aires en 1973. Desde 2001 está radicado en Madrid. Publicó las novelas Flores para Irene, En algún cielo, El desvío, La mala espera, Arder en el invierno y este año Moravia. Participó en la antología de cuentos sobre boxeo Doce Rounds próxima a editarse. El relato “Reyes del cincuenta y uno” retrata la pelea de Gatica vs. Williams y el comienzo de los síntomas de la enfermedad de Eva Perón. ¿Cómo surgió el relato “Reyes del cincuenta y uno”? El cuento es, ante todo, un homenaje a la derrota. Cuando Marcos Almada me propuso participar en 12 rounds, cuando me senté a pensar qué historia podía escribir en torno al boxeo, enseguida me vino a la cabeza la pelea en el Madison Square Garden de José María Gatica con Ike Williams. Mi padre me la había contado varias veces, y aunque él tenía ocho años en 1951, la desazón de tanta gente ante la caída del ídolo le quedó grabada en la memoria de un modo muy curioso. Creo que ese combate excedió mucho lo estrictamente deportivo y siempre tuve la sensación, la loca creencia, de que Perón, en la intimidad, debió haberse puesto furioso. Dos minutos duró la pelea. Si lo equiparáramos con el fútbol, sería como perder una final diez a cero. Ahí ya hay una historia, que en el cuento podríamos decir que es la historia de superficie. La contradicción climática es una cola de color interesante pero la verdadera historia se está cocinando en ese oyente misterioso y algo disperso que no termina de meterse en el clímax de la pelea porque cierta cuestión clínica lo perturba minuto a minuto. Gatica fue un elemento inherente al primer peronismo, al de los planes quinquenales, al origen de un movimiento que cambiaría para siempre a nuestro país. No es extraño, entonces, que al ficcionar la derrota de aquel enero de 1951, al intentar crear esa atmósfera donde medio país se quedó con la boca abierta,
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evoque de modo casi inevitable la tríada Perón-Gatica-Eva. La coincidencia de fechas, en relación con la enfermedad de Eva Perón, le otorgó la cuota de credibilidad necesaria para cualquier relato más o menos histórico. Aunque parezca una casualidad el primer film en el que participó Evita fue Segundos Afuera. En tu cuento, hay un marcado paralelismo entre Gatica grogui y Eva en la cama, ya enferma. ¿Se puede pensar un paralelismo entre la vida de Evita y la carrera de un boxeador? Sí, podría pensarse de esa manera, sobre todo por el modo aguerrido y brioso en que ambos enfrentan a sus oponentes, a la realidad que les toca en suerte; también por la prematura y hasta dramática salida de escena. No sé qué deporte deja tantas secuelas físicas y psíquicas en quienes lo practican, tanto desgaste. Mantener el título de campeón del mundo es algo dificilísimo y que exige una constancia impresionante. A Eva Perón le pasó algo parecido: se le fue la vida por no abandonar jamás su estandarte, su compromiso y su militancia. Después tenemos el recuerdo de la gloria, del ascenso vertiginoso y del final, generalmente también vertiginoso. Contanos un poco la relación que puede entablarse con tu última novela, Moravia, enmarcada en los inicios del peronismo. Los sucesos centrales de Moravia ocurren en febrero de 1950, en una Argentina floreciente y alucinadamente peronista. Ese es el escenario del aquí y ahora, el espacio. Por varias razones, todas voluntarias, Juan Kosic y Lidia Míclav van a protagonizar una historia con final no feliz en ese marco tan singular. Es Lidia, una joven checoslovaca, de familia algo aristócrata, quien mejor nos resume, con su visión extranjera, esa sociedad eufórica que volvió a nacer el día que miles de personas, de modo espontáneo, fueron a la Plaza de Mayo a pedir la libertad de un coronel del ejército. Como era de esperar, la tríada Perón-Gatica-Eva goza de un protagonismo casi inevitable, aun sin que la novela tengas tintes políticos. Gatica todavía no había caído en la lona del Madison Square Garden, por lo que la famosa frase del Tigre puntano “dos potencias se saludan” continuaba bastante en vigor. En Moravia, hay una escena en donde Juan Kosic lee el diario en un bar de
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Constitución. Lleva quince años viviendo en Nueva Orleans, ajeno a la vida social argentina. Mientras espera la salida del tren que lo llevará a su pueblo natal, se deja lustrar los zapatos por un chiquilín. El chiquilín imagina que ese señor lee las noticias deportivas, y le dice: “Mañana pelea el más grande, don. Y el Luna Park va a estar a reventar. Mañana pelea Gatica, don, ¡y no va a caber un alma!”. Como Juan Kosic no le lleva mucho el apunte, el chico le dice que hasta el mismísimo General va a presenciar el combate, el General y la Señora, dice. Ese chiquilín representa el sentimiento peronista de base casi mejor que cualquier militante. Por lo demás, creo que sería imposible escribir una obra de ficción que ocurra en Argentina, en ese momento histórico, ignorando el hecho extraordinario que significó el peronismo. En Mi mensaje Eva decía: “El fanatismo que convierte a la vida en un morir permanente y heroico es el único camino que tiene la vida para vencer a la muerte”. ¿Cuál es el legado que Eva dejó a sus “fanáticos”? El legado de Eva Perón es su espíritu de lucha, su fervor, su compromiso y su militancia. Creo que el concepto de militancia debería ser revisado por las nuevas generaciones porque durante varias décadas ha sido bastardeado y convertido en un sinónimo de repartir panfletos, de acudir a un recital, o de ponerse una remera con la cara de un ídolo. Hace unos días, en la Semana Negra de Gijón, tuve la suerte de compartir mesa con Mono González, el muralista de Salvador Allende. Pasaron cuarenta años y cuando hablás con el tipo parece como si te metieras en la máquina del tiempo: de pronto es 1973. Digo esto porque ése es el concepto de militancia, ése es el compromiso al que Eva Perón se refería no sólo en Mi mensaje sino en la mayoría de sus exposiciones. Se laburó mucho en Argentina para hacer desaparecer el compromiso ideológico, para desmitificarlo, para que los jóvenes y los no tan jóvenes sólo pusieran sus energías, sus esperanzas y su razón de ser en el próximo Boca-River. La llave, a mi juicio, está en intentar salirse, al menos un poquito, del individualismo asqueroso que propone la sociedad occidental. “Yo no quise ni quiero nada para mí...”, dijo Eva Perón en aquella inolvidable despedida.
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¿Por qué crees que el peronismo, a nivel literario, tiene una riqueza mayor que otros movimientos políticos? Sinceramente porque el radicalismo no hizo nunca nada extraordinario, ni siquiera cuando se recuperó la democracia después de la noche negra de Videla y sus colaboracionistas. A la sazón, y muy a nuestro pesar, el período 1976-1983 tiene mil veces más riqueza literaria que los ciento veinte años de existencia de la UCR. Con el socialismo ocurre algo diferente porque no tuvo ni tiempo ni espacio para desarrollarse como sí lo hizo en otros países: las masas obreras argentinas siempre respiraron aire peronista. En Mi mensaje, texto al que hiciste referencia al comienzo, Eva Perón escribe: “a mi pueblo, a mis obreros, a mis mujeres, a mis pobres 'grasitas', a quienes nadie defendió jamás con más sinceridad que Perón y con más ardor que Evita”. Con el peronismo, con el movimiento pero también con los individuos que lo conforman, se pueden escribir grandes ficciones porque es su parte más vulnerable, el sentimiento, lo que permite sustraerlo del ámbito político. El peronismo en sí mismo suele asumir una estructura de tragedia clásica, y eso es mucho decir para un autor. Incluso después de 1955, sobre todo en los años de la resistencia: Operación Masacre, de Walsh o Los muertos de Piedra Negra, maravilloso cuento de Abelardo Castillo, dan prueba de ello. A mi entender, la historia de la Argentina, sus doscientos dos años de vida, tienen una única bisagra, un único momento en donde la vida política y por lo tanto social de la república da un giro irreversible que replanteó de tomo a lomo el razonamiento ideológico de la nación. Nunca nada fue igual después del 17 de octubre de 1945. No hubo, y no sé si habrá, acontecimiento más importante para la nación que lo que generaría ese día. La ficción sueña un poco con cosas como esa.//RT3
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Evita para todos y todas Por Adela Salzmann y Victoria Cotino //
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“El gay es gorila, el puto es peronista” es la bandera que llevan los protagonistas del documental Putos Peronistas: cumbia del sentimiento, que se estrenó en los cines recientemente, en coincidencia con el segundo aniversario de la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario. En la película se muestran manifestaciones a las que acuden los militantes de la Agrupación Nacional Putos Peronistas: hay un travesti que se disfraza de Evita y saluda como Miss Universo desde un rastrojero. Otros militantes, con otras voces, se acercan a esta Eva travesti, que hoy se puede ver en una película con subsidio nacional. Néstor Perlongher, que a principios de los setenta fundó al Frente de Liberación Homosexual (FLH) junto a Juan José Sebreli, Manuel Puig y Blas Matamoro, fue uno de los que allanó el camino para el travestismo de la figura de Evita. Perlongher es quien le devuelve la vida y el deseo a la Eva embalsamada. Con él accedemos a una Eva a la vez con aura y calle. Paco Jamandreu, en su rol de modisto y confidente, cuenta historias en las que por más que Eva se vista de seda, Eva queda. En sus memorias La cabeza contra el suelo, el diseñador describe una escena en la que Evita se prueba un vestido francés y cuando le pregunta cómo le queda, Jamandreu responde: “Es bonito, precioso. Está muy bien hecho. Parecés un alcaucil”. Con sus relatos de alcoba del matrimonio presidencial, los desacraliza: “El general comía sándwiches de chorizo recostado en la cama”. Siempre provocador, llegó a decir: “En Argentina ser pobre, puto y Eva Perón es lo mismo”. Creó así un lazo que se mantiene hasta hoy entre los homosexuales y Evita. Pero Jamandreu hace una diferencia entre los homosexuales y los maricones. A los maricones no los soportaba: no le parecía respetable que un hombre se vistiera de mujer, lo consideraba una deformación. A la homosexualidad, en cambio, la asociaba con la cultura, le parecía algo “muy normal” porque Dios así lo había hecho.
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A través de las memorias de Jamandreu, de la creación del Frente de Liberación Homosexual y de la militancia de la Agrupación Nacional Putos Peronistas, la figura de Eva se abre a la posibilidad del travestismo. Hay varios relatos que conforman ese travestismo y que construyen una Eva plausible de ser tomada por los homosexuales. Eva “adopta” a los humildes, a los descamisados, a las mujeres, y sesenta años después, a los putos peronistas. El personaje Eva madre, la gran diosa madre de todos (y todas), los cobija bajo su bandera. En El fiord, Lamborghini la hace concebir: después de un doloroso trabajo de parto da a luz a un “chico de mierda”. Como ícono gay, Evita rehúye a esa máscara. Justamente la falta de su propia maternidad, sumada a su aspecto robusto, nos muestra una faceta andrógina. La misma que explota la musculosa Madonna, ícono gay por antonomasia, que a su vez la interpretó en el musical Evita, basado en La mujer del látigo, biografía de Mary Main. Sus figuras se equiparan en ese doble paralelo de roles. Los murales de los artistas Daniel Santoro y Alejandro Marmo, que hoy adornan el Ministerio de Desarrollo Social sobre la 9 de Julio, muestran dos Evas. La que mira hacia el sur podría ser la que Perlongher llama “princesa ordinaria”: la imagen que ilustra La razón de mi vida, en la que se la muestra más femenina, la Eva mujer del General. Hacia el otro lado, mirando al norte, está la Evita combativa, la que con su voz grave anunció su “renuncia indeclinable”. Las dos Evas no están solas: entre la Santa Evita, femenina y frágil y la Evita macho, de una fuerza irresistible, volvió y fue millones. En la obra Eva Perón de Copi, por ejemplo, vemos a una Evita fálica, que está agonizando pero no para de moverse (“¿No podés dormir un poco o quedarte en tu habitación a escuchar la radio como los demás? Tenés el diablo en el culo, Evita”, le dice su madre), y que putea a Perón (“¡Cuando esté muerta me va a sacar para los desfiles! ¡Cobarde! ¡Él va a gobernar sobre mi cadáver!”, grita Eva). Es una Eva Violencia Rivas. Si bien en el texto no hay indicación de que el personaje de Eva sea travesti, el papel lo hizo un hombre la primera vez que se representó, a principios de los setenta en París. Hay un personaje masculino que se viste de mujer y se hace llamar Ibiza: la Evita travesti de los Putos Peronistas tiene un antecedente literario.
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Para Carlos Monsivais, Eva Perón es “la gran posibilidad del travestismo, la mujer hiperbólica que nos transmite el esplendor del macho y el cacique”; para Jamandreu, lo fundamental “es el amor, el amor de todos los pueblos que borra falencias y errores, que en definitiva es lo único que importa ahora, ahora cuando las maldades y las equivocaciones de los que vinieron tras ella engrandecieron su nombre”. Ningún travestismo hubiera sido posible sin la muerte de Eva, sin esa muerte mártir, a la edad de Cristo. De otro modo, ¿hubiera existido Eva Perón de Copi? ¿Hubiera puesto alguien en boca de Eva: “Me daba placer verla vestida como yo, a mi lado, como un mono, en la tribuna oficial”, cuando todavía estaba viva? Hoy Evita es madre, no-madre, aventurera, luchadora, resentida, fanática, trepadora, actriz, vampiresa, máquina, travesti, dadivosa, guerrillera, revolucionaria. Nos queda una Eva cadáver exquisito. O quizás, como el peronismo mismo, al ser tantas cosas, Evita ya no sea nada.//RT3
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Sobre Eva Perón y Libertad Lamarque
La cabalgata del circo Por Alicia Digón //
[email protected] “…Y si los archivos de la Patria no nos proveen de suficiente material para construir la memoria de nuestra propia mínima patria, hurguemos entonces en los meandros de los recuerdos colectivos o incluso en las ficciones transmitidas de generación gay en generación gay. A mí me gusta repetir la historia que en una mesa del Café Tortoni me contó un amigo que ahora vive en San Pablo: el famoso cachetazo que le encajó Libertad Lamarque a Eva Perón en el rodaje de La cabalgata del circo no fue porque la jovencita amante del coronel se las diese de estrella y retrasara la filmación. No. Esa escena de violencia (que Lamarque siempre desmintió, aunque después se tuvo que exiliar en México) tuvo un origen más emocionante. Libertad y Eva habían sido amantes cuando vivieron juntas en un conventillo porteño, bastante antes de convertirse en Libertad y Eva. Broncas nacidas de un amor tumultuoso y frustrado. La historia que escuché fascinado en el Tortoni seguramente sea falsa, pero díganme ustedes si no contiene la belleza necesaria para formar parte de nuestro anecdotario patrio…” “Celeste, blanca, rosa”, de Alejandro Modarelli Página/12 del 6 de julio de 2012 Las Malvinas es un pueblo perteneciente al partido de General Rodríguez, a unos treinta kilómetros de Luján. Lo llaman “capital del aire puro” por su espesa e indómita vegetación. Allí vive don Elfio G entre paraísos, tilos y fresnos salvajes que para octubre y noviembre reverdecen y en marzo empiezan a ponerse amarillos y cubren las calles de tierra y las quintas enormes con sus veredas de ladrillos desparejos y cascotes puestos al descuido para no embarrarse con las lluvias. Hablando sobre Eva y Libertad, (no dijo ni Lamarque ni Perón), dijo: “Él sabía cosas”. ¿Qué cosas?, le pregunté. Me dijo que me contaría algún día de mates y tortas fritas, bajo promesa de no decirle a nadie o bien que su nombre no aparezca en Clarín y se lo lleven preso. “¿Entonces lo que me va a contar es una mentira?”, le respondí, y él me miró con sarcasmo: “Pruebe primero a que le cuente”. Olvidé esa charla hasta este invierno crudo y azul, cercano al 26 de julio. Este domingo helado como un muerto me citó en Carlos Kent, otro pueblo al que 23
se llega por una ruta sin luz a veinte kilómetros de Luján, que posee una mítica estación abandonada que hace las delicias de minituristas y chicos alborotados. Al atardecer, en esa estación con bártulos y una cama revuelta, está Elfio esperando casi en sigilo. Me pide que no grabe. “Era provocativa la Liber”, dice el viejo. “Es así, vivieron juntas un tiempo y hay hasta un periodista que dice que fueron amantes entre ellas. Yo era el pibe de la escenografía”, agrega con nostalgia. “¿Quién es el periodista?”, le pregunto pensando que el delirio se hizo cargo del hombre. “Alejandro Modarelli, el 6 de julio en Página/12 lo confirma”. Lo dice serio, como un investigador avezado y agrega que puede ser habladuría. O no. Se remite a la nota y dice: “Se titula Soy y luego no me acuerdo”, se hace el tonto y yo sigo preguntando, mientras no me permite encender el grabador. Espeta: “¿Usted sabe señora que las putas y las lesbianas se parecen?”. “No sé”, digo, y ahí pienso que debo chequear las fuentes. Entonces pregunto y repregunto entre liebres y perdices y me dicen que una señora es directora de una Casa del Niño que se denomina Libertad Lamarque. “¿Dónde?”, pregunto, y me responde ya sin ganas: “En las Malvinas, en una hectárea, casi todo ese pueblo era de Libertad”. Lo saludo ya entrada la noche y decido ir al día siguiente. Llego y esta vez es una mañana de sol que corta el invierno y me equivoco porque voy pensando en la Liber y en la Eva, juntas en un conventillo de San Telmo amándose, esa no la sabía, pero hay que ver, hay que escuchar otra campana, y sí, hablando de campanas llego con dificultad a un lugar paradisíaco, con piscina como en los countries, con árboles añejos, con piedritas en la entrada, con una atención propia de un cinco o seis estrellas. Perfumado de lavanda, me atiende Diego y me dice: “Suba, señora, la está esperando la directora”. La docente me espera con té, con orgullo y excelente disposición, hablamos del parque, de la piscina y llega la pregunta por Libertad, y ahí nomás me dice algo que no sé si alguna vez se dijo: “Libertad era una dama que amaba a los pobres, como toda hija de anarquistas tenía su semilla”. “¿Amaba a los pobres?”, le pregunto sorprendida, y ella se sorprende más y me cuenta: “Sí, tanto como la Eva, llegó acá en el noventa y cuatro, cuando ya había dado a su nieto la orden de construir en esta hectárea un lugar para ancianos”.
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Parece que todo el resto del pueblo también le pertenecía. El predio es un campo cuidado. Hacia la derecha, árboles añosos, eucaliptos, fresnos, jacarandaes, y hacia el otro un pobrerío de ropas de sol y de tristeza. Ahí Libertad miró y no dijo “la chusma peronista”, dijo así: “No puede ser para ancianos porque hay escaleras, que sea para estos niños y los defienda de tanta miseria y tanta hambre”. Su directora, orgullosa, con esa lengua pedagógica de cambios y señales me dice: “Un intendente peronista hizo el decreto, Don Oscar”. “¿Quién es Don Oscar?”, le pregunto, y me dice: “Di Landro”. “¿Y qué es el decreto?”, insisto, y me dice: “El decreto que firmaron los nietos, ella, que vino en el noventa y cuatro y su abogado”. “¿Todo esto?”, digo, y abarco con la mano. “Entonces, ¿Libertad no era esa mujer que cuentan que decía que Perón se ocupaba de la chusma peronista?”. “No”, me dice la mujer y continúa entusiasmada, “su sensibilidad era como la de Eva, sólo que no se hacía notar por su hidalguía. Era una mujer hidalga”, dice con orgullo peronista. Miro los fresnos en otoño y los eucaliptos, y pregunto: “¿Qué hacen los niños aquí en esta casa de una mujer hidalga?” Y la docente, con ese orgullo pedagógico, me dice: “Lo que indicó Libertad, que desayunen, almuercen, tengan un micro, una merienda reforzada y hagan arte y deporte”. Me muestra los murales intactos, los dibujos en línea. “Hacen vóley y futbol, hacen salsa con Natalia y también ahora un deporte de ricos: van a hacer también hockey”. Me voy y el auto esta vez se empaca. Pido alguien, algún hombre que me ayude, y se vienen seis adolescentes con caruchas de risa, y me dicen: “Si la viera la Liber, señora, si la viera la Eva, le regalarían un auto”, y mientras sueño me empujan. Entre la lesbiandad y estas mujeres cabe un sueño: allí, nunca fue Eva, pero estuvo la Liber que en Malvinas es aún una señora….y su tierra es bendita. Dice Nancy Palma, la directora actual de Casa del Niño, que también habrá circo y una cabalgata. Invita a Tónica a pasear por su predio. La Liber fue y fue con la historia… también la Eva y acá se parecen y con raras maneras peronistas. La casa se llama “Casa del Niño Libertad Lamarque”. Se insiste en el cachetazo, pero no de un oasis para niños. Se habla de un orgullo insano, pero no de esta cosa que une a dos mujeres en la historia y su relación para “estos pobres negritos”. Quién sabe: las unió el amor y el desencanto.//RT3
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Libros & Reseñas //////// [especial Evita]
Si Mary Main viviera sería Marcos Aguinis Por Mariano Zamorano /
[email protected] La mujer del látigo, de Mary Maid. Ediciones La Reja.
La mujer del látigo fue la primera biografía sobre Eva Perón. Publicada por primera vez en Estados Unidos en 1952 con el título The women with the whip y la autora bajo el seudónimo de María Flores, en la Argentina el libro fue editado tras la Revolución Libertadora. En la tapa, la editorial La Reja lo anunció como “un éxito mundial” y no se confundió: en menos de un año agotó cinco ediciones y en 1978 fue adaptado al musical Evita. ¿Bibliografía seria o compilación de chismes? Si algo debe destacarse de La mujer del látigo es que aún en la actualidad puede leerse como el manual básico antiperonista. Desde la solapa de la primera edición argentina (1955) se aclaró: “No es posible contar de dónde y cómo se obtuvieron algunos datos. Bastará recordar al lector que bajo toda dictadura hay quienes aceptarán los riesgos para mantener viva la llama de la libertad”. Esa fue la función que quiso cumplir la escritora Mary Main, quien luego de la Revolución Libertadora perdió sus temores y publicó bajo su verdadero nombre: La mujer del látigo revelaría el pasado que Eva había querido ocultar.
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Tras aclarar que abandonó el país poco después de que Perón fuese elegido presidente por primera vez y regresó en 1951, cuando Evita “había pasado a ser el símbolo nuevo, incierto y receloso género de vida”, Main hace de La mujer del látigo una biografía lineal, simple, sin fuentes ni fechas claras: Eva nació en Los Toldos, formó parte de la prole ilegítima de Juana Ibarguren y no finalizó la escuela primaria “por la inseguridad económica de su familia o por su precaria salud”. La llegada a la adolescencia fue acompañada del ofrecimiento por parte de un cantor de tangos de viajar a Buenos Aires y Eva no dudó en “abandonar a su madre sin mayor pesar”. Una vez en la ciudad ganó “sustento en pequeños papeles y en anuncios y fotografías sugestivas”, hasta que sus redes de contactos le permitieron conocer a ese coronel en pleno ascenso. Según la escritora, una vez en el poder Eva acrecentó su influencia “que iba a conducirla, si la muerte no se le adelantaba, a la insanía” y sus apariciones son retratadas “por esa sencilla elegancia que cuesta tanto dinero”. Luego, Main concluye que la enfermedad de Eva constituyó una carta de triunfo para Perón, ya que “pasaba a ser el centro de una exhibición emocional de extraordinaria publicidad”. A pesar de esto, lo más importante de La mujer del látigo se encuentra en las interpretaciones fuera de los datos biográficos: Main escribe que el peronismo se dirigía al “sector simple y poco educado” porque para “la gente culta ese sentimentalismo y esa extravagancia resultaban desagradables y ridículos” y arriesga que en el 17 de octubre de 1945 “los manifestantes fueron transportados en camiones desde los barrios del sur de la ciudad y llevaban banderas, estandartes y retratos que no pudieron reunirse en una sola noche”. Por otra parte, La mujer del látigo aborda con aciertos la problemática de la libertad de prensa y expropiación de medios (sesenta años antes que Pablo Sirven en Perón y los medios de comunicación), la represión policial a dirigentes sindicales opositores y el caso de tortura al estudiante Ernesto Bravo. En el último capítulo Main aclara que La mujer del látigo no se trata de una biografía completa y advierte a “aquellos que inicien la tarea” que la influencia de Santa Evita no desaparecería por medio de leyes ni decretos. A esta altura queda claro que muy pocos se tomaron en serio sus consejos.//RT3
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Vidas recortadas Por Dolores Yomha //
[email protected] Eva y Cristina La razón de sus vidas, de Araceli Bellota. Ediciones B. 225 páginas. $85.
Una difícil y equívoca tarea requiere el trazar la historia de dos personajes que provienen de épocas distintas. Más complicado lo vuelve que uno sea mito mientras al otro le quede aún un final incierto. Eva y Cristina. La razón de sus vidas, de la periodista Araceli Bellota, tiene la intención de ser una lectura historiográfica de las dos mujeres, aunque apunta a una dirección confusa desde el inicio. La autora precisa hacer un reparo en la introducción de su obra: se proclama peronista y feminista. Quizás esa sea la razón más sincera de su libro. Dos partes sirven para delinear a las dos protagonistas más importantes de la política argentina. La primera se titula “Lo Personal”, y en cuatro capítulos Bellota retaza parte de sus vidas. Fragmentos de biografías, artículos periodísticos y entrevistas televisivas a las que les intercala comentarios. La infancia, adolescencia y juventud, el amor y la vida de casadas son los momentos elegidos para retratar el costado íntimo de ambas. Como segunda y última parte, seis capítulos que tratan el quehacer político de las dos figuras. Es allí donde la periodista consigue hilar mejor a los dos personajes cuando las exhibe en su pensamiento y obra. A la hora de ocuparse de sus discursos, detenerse en el rol que cumplieron como primeras damas y su imagen ante el mundo. Aunque Bellota no define el trabajo como una mera comparación es donde más aprovecha el paralelo. 28
Las dos personalidades, la de Eva y la de Cristina, tienen motivos de sobra para ser asociadas y puestas a juicio. Por ejemplo un artículo del 2007 de la revista Time, que cita la autora, las califica como pasionales y combativas. Esto, aduce la periodista, es inmediatamente suavizado en el texto al intentar asemejarla a Cristina también a Hillary Clinton, dado que las dos se casaron con sus novios de la Facultad de Derecho y aportaron lo suyo para que sus maridos pudieran triunfar en la política. Se vale del recorte de notas periodísticas para coincidir o confrontar posturas. El entramado de material puede resultar forzado para el lector, pero a su vez tiene la legitimidad de invitar a la reflexión.//RT3
In-Evita-ble Por Lucía Fortunati //
[email protected] Rostros y Máscaras de Eva Perón, de Susana Rosano. Beatriz Viterbo Editora. 255 páginas.
Treinta y tres años de vida parecieran ser suficientes para producir un profundo impacto en este mundo. Le alcanzaron a Jesús (aunque corría con la ventaja de “ser el hijo de”) y también le bastaron a Evita. Inclusive podría manejarse la hipótesis de que el secreto para la inmortalidad en ambos casos haya sido la gran capacidad de generar fervorosos admiradores y acérrimos detractores. Ya sea a favor o en contra, lo fundamental parecería ser dar de qué hablar. Evita fue y será la mártir, madre protectora de los descamisados, y al mismo tiempo la actriz mediocre que vestía lujosas joyas y costosos diseños de Christian Dior. ¿Pueden condensarse todas estas facetas en una
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misma persona? ¿Qué procedimientos se pusieron en marcha para forjar quizás el más grande mito nacional? En Rostros y Máscaras de Eva Perón, Susana Rosano ahonda precisamente en el modo en el que se representó a la primera dama más emblemática de nuestro país. Desde la introducción, la docente universitaria aclara que el ensayo está basado en su trabajo de tesis doctoral presentada en la universidad de Pittsburg en el 2005. Este detalle es fundamental ya que como lectores apreciaremos a lo largo de sus más de 250 páginas el rigor metodológico con el cual la autora se aproxima a su objeto de estudio. Se nos advierte que el estudio esquiva los debates historiográficos y sociológicos para entrar de frente en el terreno de los imaginarios que circundan la figura de Eva Perón. La problemática de la representación es entonces enfocada a lo largo de los más diversos géneros narrativos: cuentos, biografías, películas, obras dramáticas, poemas, discursos, memorias y artículos periodísticos entre otros. Se trata de rastrear lo que Rosano denomina como “Inconsciente Literario del Peronismo”, no sin antes aclarar que este concepto deriva del término de “inconsciente óptico” postulado por Walter Benjamin. Como ya anticipábamos, el ensayo está signado por formalismos académicos de esta índole. En otros textos, esto puede derivar en una escritura altamente encriptada, reservada casi exclusivamente para los finos paladares de los investigadores. Afortunadamente este no es el caso del estudio de Rosano, quien condimenta la formalidad del análisis con títulos lúdicos y redacción fluida, posibilitando que cualquier curioso siga con interés el desarrollo teórico. Para indagar si el peronismo fue capaz de instaurar un capital cultural propio, la autora realiza en el primer capítulo “Eva a través del espejo” una lectura en clave melodramática de La razón de mi vida. Ya en el segundo capítulo explora las respuestas (muchas de ellas continuando en la línea del melodrama) que suscitó la aparición de estas memorias que Eva Perón escribe poco antes de su muerte. El siguiente capítulo estudia la representación de esta emblemática líder como “máquina deseante” desde la perspectiva del star system, los modelos retóricos de la cultura de masas y la estética camp. Finalmente, el cuarto y último capítulo ofrece una lectura de la “ficción mística” que circunvaló el cuerpo de Evita durante su enfermedad
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y luego de su fallecimiento. La perspectiva de género funciona como hilo conductor a lo largo de estos cuatro capítulos. La figura de Evita como sinécdoque de la compleja construcción del rol de la mujer. Entre Santa Evita y La Mujer del látigo, madre abnegada y prostituta, prácticamente sin términos medios. En definitiva, la lectura de Rostros y Máscaras de Eva Perón resulta ineludible para aquellos que deseen profundizar las bases culturales que introdujo el peronismo. El análisis finalizó en el 2005, por lo que desde este medio pedimos a la autora que continúe su línea de investigación en este contexto político en dónde la figura de Evita es revitalizada para sostener el discurso e imaginario político de un movimiento que también genera pasiones contrapuestas como lo es el kirchnerismo. Lo interesante de la mirada de Rosano es que trasciende ampliamente la lectura proselitista o partidaria; resulta un estudio de caso ejemplar para acercarse un poco más al funcionamiento de nuestra sociedad como conjunto. Podría ser Evita u otro ícono nacional: se trata de analizar cómo construimos a nuestras figuras desde la representación literaria.//RT3
Evita, una mirada particular Marcela Zena //
[email protected] Eva Perón, La Biografía, de Alicia Dujovne Ortiz. Aguilar, 1995.
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Si Evita fue una personalidad compleja, el enfoque centrado en el personaje por parte de Alicia Dujovne Ortiz en el libro Evita, la biografía resulte acaso una descripción de mucha agudeza acerca de esa mujer que forma parte indiscutida de la identidad argentina. Adentrarse al universo de Evita radica no sólo en mirar los hechos históricos sino también en indagar en sus orígenes y en la psicología de la persona, a fin de acercarse a una de las figuras que ha generado mayor controversia en la historia argentina del siglo XX. Aunque ya se ha escrito mucho acerca de la vida de la “abanderada de los humildes”, hay que decirlo de entrada: Alicia Dujovne Ortiz propone una observación atenta, no sin una audaz crítica, que reflexiona en lo medular de la historia de Evita, en la construcción de un personaje como “la mujer que quería ser otra”. Evita nació el 7 de mayo de 1919 en un rancho en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires. A pocos años, se mudaría junto a su familia a la cercana localidad de Junín. Finalmente en 1935, una joven Evita viajaría a la cosmopolita Buenos Aires. Como todo en la vida de Evita siempre se harán presentes las múltiples versiones, de ahí que Dujovne Ortiz diga en relación a esa venida a la capital “en soledad o acompañada”. En referencia a su clan familiar, “Igual que sus hermanas y su hermano: su nacimiento mismo la dividía en dos. ¿Acaso no tenia ‘doble pertenencia’, según la expresión del sociólogo Juan José Sebreli? ¿No descendía a la vez de estancieros (el padre) y de desposeídos (la madre)?”. En este entorno de origen humilde, quizás la suya podría haber sido una historia como cualquier otra, muy similar a la de una muchacha del interior que termina en la gran ciudad. En el caso de Evita, la crianza bajo un sistema matriarcal (su madre Juana Ibarguren repetía “no tengo tiempo que perder”), forjará su personalidad en cuanto al ir siempre para adelante. Mientras que el padre de Evita, Juan Duarte, representa la estructura ausente. En una época en que la moral y el matrimonio eran un mandato social, a Evita le tocó ser una hija ilegitima. “El padre ausente que los había abandonado para volverse a Chivilicoy con su mujer y sus hijos legítimos a los que nadie podía acusar de no llamarse Duarte”, relata Dujovne Ortiz. Aquí el abandono y la búsqueda de protección representan las dos caras de una misma moneda. Durante algunos años, Evita no será reconocida como
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Duarte. Solo más adelante recuperará su apellido paterno, al momento de casarse con Juan Domingo Perón. No es sencillo preguntarse acerca del proceso de transformación de actriz a la esposa del líder del movimiento peronista. Evita admiraba a la actriz canadiense Norma Shearer, quién triunfó en los Estados Unidos en roles de mujeres elegantes y seductoras durante la década de 1930. Ahora bien, ¿cómo eran aquellas representaciones de sus primeros años de llegada a Buenos Aires? Dujovne Ortiz hecha luz sobre el tema: “las obras en las que Evita figuró con su presencia generalmente silenciosas eran comedias costumbristas mas bien ingenuas pertenecientes al género llamado ‘digestivo’. Muy distintos fue el caso de El beso mortal de Loic Le Gudariec (…) El beso mortal era el de la sífilis, circunstancia apasionante para un público poco habituado a los temas higiénico-sexuales y Evita hacia de enfermera”. A estas alturas, la trama histórica de Evita podría girar alrededor de su ascenso en el ambiente artístico: sus logros en el teatro y el cine, sus compañeros ocasionales, su foto en la famosa revista de la época Sintonía y la llegada a la radio y la serie de radioteatros que hizo su voz familiar al público a lo largo del territorio argentino. Evita misma diría: “En el teatro fui mala, en el cine me las supe arreglar, pero si en algo fui valiosa es en la radio”. A partir de la presencia de Perón, se produce un giro en el proceso de transformación de Evita. La relación entre Evita y Perón merece un relato aparte. Sus connivencias fueron retratadas bajo distintas formas de amor, según los momentos históricos. Sólo un vistazo acerca del nexo entre los personajes, a partir de los acontecimientos previos a octubre de 1945 que llevó a la pareja a refugiarse en el Delta; Dujovne Ortiz relata: “Evita y Perón pasarían en esa isla sólo parte de la noche y un momento del alba. Pero gracias al agua se comprendieron a sí mismos (…). El Delta del Paraná los refleja, y nada tranquiliza tanto como un sitio capaz de proyectar lo que sentimos”. El 17 de octubre de 1945 nacerá una nueva Evita. Pero acaso desde la mirada de Dujovne Ortiz aquello cautivador no sean los meros hechos, sino cómo ellos son contrastados para delinear a la mujer detrás del personaje
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histórico. Cuando el pueblo salió a la calle a pedir por Perón, para la autora “Evita no estaba tan ausente como se ha pretendido. Aunque el pueblo la ignorara como revolucionaria, la evocaba de otro modo: cantando ‘oligarcas a otra par-te/ viva el macho de Eva Duar-te’”. Evita en su constante mutación, fue una mujer que se inventó así misma. Albergó distintos roles: de ser la actriz de teatro a la amante de Perón, a la esposa del líder, a la mensajera, a la militante y hasta la revolucionaria. Acerca de todos esos papeles, en ese lugar de reina que llegó a alcanzar en términos de poder, donde ninguna mujer había llegado tan lejos en la Argentina, Dujovne Ortiz afirma “Evita, el personaje de reina cohabitaba con varios otros muchos más dolorosos. Pero la reina estaba allí. Desde siempre. Fue gracias a Perón que alcanzó la victoria, pero no fue Perón quién la hizo nacer”. Atrás quedarán sus excesos, ya conocidos al llegar al poder político. Como el su despampanante viaje a una Europa de post-guerra en 1947, su encuentro con el dictador español Franco, la elección de la casa Dior para sus vestidos de noche y sus clásicos traje sastre, el cambio de look del cabello castaño obscuro al dorado, que tanto comentario suscitó por aquellos años, hoy casi un tema irrelevante. A menudo las grandes transformaciones producidas por Evita fueron minimizadas no sólo por sus detractores sino también por la historia, incluso cuando el beneficio abarcaba a gran parte de la población. “Cuando Evita, el 27 de enero de 1947, se dirigió una vez más a la mujeres argentinas para anunciarles el proyecto de voto femenino, las socialistas sintieron una santa indignación. Habían luchado durante varias décadas para conseguir ese voto” relata Dujovne Ortiz. Siguiendo a la autora acerca del mismo tema, “Pero hay voto femenino y voto femenino. Al ser concedido por un personaje tan vulgar, ya no era lo mismo”. El otro tema a ridiculizar, y quizás ahí radica el mayor éxito como la mujer en el poder, fue de en atender las cuestiones prácticas con su acción social. Su contacto directo con los más desposeídos y el pueblo trabajador, sus descamisados, primero desde la Secretaría y luego desde la Fundación Eva Perón. Su obsesión por la ayuda efectiva a través de la Fundación la llevaría en persona a trabajar de sol a sol, misión que será interrumpida por un
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cáncer de útero. Pero aún después de su muerte la Fundación persistió. “También se la acusó de despilfarro y de desorden. Casi medio siglo más tarde podemos afirmar que la Argentina nunca conoció una institución mejor organizada. Funcionaba a su modo, fuera de toda burocracia, pero funcionaba”. A Evita como mujer sólo le faltaría alcanzar al rol más alto para su época en la escena política: su candidatura a la vicepresidencia en la fórmula con Perón, a la cual ella tuvo que renunciar por el grado de avance de su cáncer, que la llevaría a muerte en 1952. ¿Cuántos personajes femeninos de la historia
argentina
lograron
trascender
de
igual
forma?
Personaje
contradictorio y de múltiple riqueza, correlato de que fue una mujer reconocida a través de un abanico de posibilidades. Sólo la lista de nombres incluye: María Eva, María Eva Duarte, Eva Duarte, María Eva Duarte de Perón, Eva Perón y Evita. ¿Acaso fue Evita una mujer fuera de época, al poder lidiar ella misma con sus múltiples rostros y aun así lograr luego de su muerte una síntesis? Ante esta heterogeneidad, “¿Quién es ella, entonces?”, reflexionará Dujovne Ortiz su posible respuesta: “Evita a secas, sin apellido de padre, de madre ni de esposo”.//RT3
Las princesas guerrilleras se llaman todas igual Por Luz Marus //
[email protected] Diario de una princesa montonera – 110% verdad, de Mariana Eva Pérez. Capital Intelectual, 2012. 211 páginas. $ 54.
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Mariana Eva Perez nació en Buenos Aires en 1977. Se crió con su abuela paterna; actualmente vive en Berlín y realiza su doctorado en Ciencias Políticas. Dice que quisiera escribir sobre otras cosas, pero que el Tema, el “temita”, se le instala a pesar de ella. Comenzó con el blog “Diario de una princesa montonera”, que se transformó en un libro editado por Capital Intelectual en marzo del 2012. Decir que hay humor en un libro es arriesgado, siendo este tan subjetivo. Mucho más sería afirmar que existe humor negro. Mariana Eva Perez maneja ambos con una destreza inigualable y nunca antes vista con respecto al Tema, o “al temita”. Es imposible comprender esto, como su ambivalencia de amor-odio hacia el gobierno, sin citarla: “MANDÁ TEMITA AL 2020 Y PARTICIPÁ DEL FABULOSO SORTEO. UNA SEMANA CON LA PRINCESA MONTONERA. Ganá y acompañala durante siete días en el programa que cambió el verano. El show del Temita. El reality de todos y todas. Una vida Cien por ciento atravesada por el Terrorismo de Estado. Mandá TEMITA al 2020 y cumplí tu fantasía”. Humor, compromiso y sensualidad de la mano de nuestra anfitriona, que no se priva de nada a la hora de luchar “por la Memoria, la Verdat, y la Justicia”. No todo es ironía en el libro de Mariana Eva, por supuesto. Pareciera que utilizara ese recurso para ablandarte y cuando menos te lo esperas, llega el golpe bien dado. La emoción y la furia. “Una mujer le da la teta a un bebé de cinco días que no es suyo, que es de otra madre, que pasará a otras manos, y no le importa. A tragar mentiras de ahora en más, bebé. DENUNCIANTE 1, que le dio la teta y le ocultó su historia durante veintiún años, me parece más perversa que Videla”. De repente vuelve al sarcasmo y se llama así misma “militonta” y a sus compañeros “hijis” y se burla de los lugares comunes y del ghetto al que dice pertenecer. “Las princesas guerrilleras nos llamamos todas igual: Victoria, Eva, María, María Eva”. Cuando estás por flaquear vuelve el sarcasmo. Es el turno de las redes sociales: “Explotó el 24 de marzo en Facebook. ¿Cambiamos la foto de perfil por la silueta con la clásica leyenda Nunca Más o por la foto de tu desparecidx favoritx? La marcha me la seca siempre”. Nos cuenta de su enamoramiento cuando conoció a Néstor y su posterior desilusión para recuperar ese amor el día de su muerte. “Espero no
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arrepentirme”. “Te prometo que no te vas a arrepentir, le contestó Kirchner”. “Clímax de fe en la política, orgasmo de credulidad”. Vuelve a mencionar a los “hijis”: “Ernesto y María están saliendo. Las parejas de hijis me dan impresión y curiosidad. Nunca estuve con un hiji.” A su amor lo llama JOTA, como si no pudiese, por algún motivo, nombrarlo. “Cosas que se nos ocurren con JOTA en la cama después de apagar la luz”, a lo cual sigue una serie de chistes inventados sobre los montoneros, el comunismo, los “hijis” y los “militontos”. A sus padres desaparecidos los llama por el nombre de pila y le dedica un poema: “No se pasaron de bando, Ni estaban en París, No entregaron la guita, Ni a nadie” Mariana Eva Perez no es cursi sino todo lo contario. A pesar de su crudeza al hablar,
su
aparente
liviandad
y
sarcasmo,
nos
atraviesa
sin
advertirnos.//RT3
Novedades
Detrás de los cables por Leticia Martin //
[email protected] El tiempo en Ontario, de Eloísa Oliva. Editorial Nudista, 2012. 37 páginas. $40.
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Una telemarketer se cuelga a escribir poemas a partir de las llamadas que supervisa en un call center. De este modo sucede un libro impecable, El tiempo en Ontario, de observaciones agudas y una gran sensibilidad en el tratamiento del lenguaje. Después de cada venta telefónica Oliva activa su imaginación, toma notas en su cuaderno de trabajo y, más tarde, en la soledad de su escritorio, da vida a poemas que andan de viaje. De Sault Saint Marie a Manila, de Welland a Winniepeg. Como la Oliva real, nacida en Buenos Aires, adolescente en Neuquén, residiendo en Córdoba hace unos años. ¿Existe un género más border que los bordes de una agenda de trabajo? Cuesta imaginarlo, como también cuesta imaginar a Eloísa Oliva recogiendo marcas y reconstruyendo historias a partir de unos tonos de voz y unos garabatos en la hoja. Oliva escribe poemas que son historias breves, condensadas y que expresan la libertad de un espíritu que no se deja doblegar. En el prólogo del libro, Luciano Lamberti nos tira la clave para leerlo. No sólo, dice, hay que hacerlo escuchando White trash, el mejor tema de Sumo, sino que también desea, sobre todas las cosas, “que todos los trabajos esclavizantes produzcan poemas así”. Oliva escribe con levedad, descubriendo en cada verso preciosas revelaciones, como si hubiera escuchado “El llamado por los malos poetas” de Fogwill. Ella misma es todas los poetas gay, todas las lesbianas consagradas a la cuestión del género y las que cantan al hambre, al hombre, o al nombre de su barrio. Ella es la poeta del auricular adentro de los tímpanos, la que escucha conversaciones gritando odas a la estabilidad de las instituciones, que pedía Fogwill. Porque tanto escucha Oliva ese llamado que saca versos redondos de contestaciones telefónicas y modela con cuidado y delicadeza, personajes absolutos a los que nos les faltan detalles. “Tiene una voz nasal y pronuncia el inglés con dureza” o bien “no es amable, ni tampoco agresivo, llega a su tope de producción y está contento”.//RT3
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Ácido nítrico al costumbrismo por Mariano Vespa //
[email protected] El loro que podía adivinar el futuro, de Luciano Lamberti. Editorial Nudista, 2012. 101 páginas. $65.
El cuento “El loro que podía adivinar el futuro” da nombre al esperado libro de Luciano Lamberti, publicado en forma reciente por Editorial Nudista. Así como sucedió en las novelas La solución final de Michael Chabon y Siete & El Tigre Harapiento de Leonardo Oyola, un loro posee poderes mágicos. En este caso, los ojos brillosos del pájaro proyectan imágenes futuras. El loro, perverso, le pide a su nuevo dueño pequeñas tareas “fascinantes” como comerse una mosca o infringirse pequeños cortes en los brazos. No hay que fiarse dado que: “en los pueblos, se dice: ‘tiene el loro’ cuando alguien enloquece, y ‘viene el loro’, cuando se aproximan tiempos difíciles”. El relato “La feria integral de Oklahoma” sigue por ese cauce siniestro. Un abuelo, capaz de entablar conversaciones con animales es convocado por el enano de la feria para tener contacto con un oso que se niega a hacer sus trucos. Cuando la feria se acerca a la ciudad, suceden eventos extraños. Con el correr de los años, la feria no se modifica en lo más mínimo. De la misma forma, en “La canción que cantábamos todos los días” el narrador nos cuenta que su hermano desapareció en un bosquecito y volvió cambiado, como si hubiera sufrido una abducción. Así, su madre no lo reconoce e intenta matarlo. “La vida es buena bajo el mar” es el relato más atractivo. Un psicólogo atiende Residentes, una comunidad de humanoides para trabajar en forma mecánica. Para evadir la rutina que los aleja de su planeta de origen se
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dislocan, se teletransportan, como si fueran “diez mil orgasmos juntos, uno dentro del otro”. El terapeuta se siente atraído por la dislocación a tal punto de probarla y volverse adicto a ella. El matiz metafísico se demuestra en el tercer apartado de “Pequeños accidentes ridículos”: un adolescente sufre telekinesis inconsciente y mueve objetos en sueños. Después de ese gran libro que fue El asesino de chanchos, Lamberti demuestra que puede moverse con soltura en distintos géneros. En “Algunas notas sobre el país de los gigantes”, cuando los exploradores regresan de la tierra desconocida se comportan de forma extraña. Sin ser su mejor cuento, Lamberti nos da una pista de su propuesta narrativa. El lector, a la par de los personajes, está invitado a emprender el camino de la conversión. Eso implica dislocarse, entrar en una zona desconocida y transformarse en un adicto. En suma, formar parte del universo diegético. Esa es la esencia de El loro que podía adivinar el futuro aunque un gran prestidigitador como lo es Luciano Lamberti siempre da lugar a las sospechas.//RT3
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Entrevista a Ariel Idez
Aira en el centro del canon Por Mariano Bello //
[email protected]
La editorial Pánico el Pánico publicó este año La última de César Aira como parte de su colección Potlach. Revista Tónica entrevistó en un bar de Villa Crespo a Ariel Idez, autor de esta novela que tiene a César Aira y su obra como epicentro. ¿Cuáles fueron tus primeras lecturas de Aira? El primer libro que leí de Aira fue Duchamp en México, que estaba junto con otro que se llama La broma en una edición de Simurg. Yo venía escuchando hablar de Aira. Es un libro bastante raro, digamos, medio ensayístico. Me gustó, me pareció que estaba muy bueno pero hasta ahí. Después leí La liebre que me encantó, me gustó muchísimo. A partir de ahí me convertí en un lector conspicuo de la obra de Aira. No me acuerdo cuál fue el tercero. Todo lo que conseguía de Aira lo iba leyendo. ¿Cómo nació la idea de la novela? Creo que desde que leí La liebre Aira me genera muchas ganas de escribir, y después de leer a Aira se me ocurrían un montón de ideas aireanas. Se me ocurrían todo el tiempo argumentos aireanos, desarrollos aireanos, personajes aireanos, procedimientos aireanos. Entonces yo no había escrito muchas cosas, salvo un par de cuentos. Se me ocurrió que para escribir una primera novela era más sencillo escribirla al modo de Aira que tratar de inventarla yo solo por mi cuenta. Primero, me motivaba escribir de esa manera. Y segundo que, haciendo de necesidad virtud, me parecía más fácil escribir una novela aireana que una novela “ideziana”. Una vez tomada esta decisión se me ocurrió darle una vuelta de tuerca y hacerme cargo de que estaba escribiendo una novela aireana. A partir de ahí se me ocurrió escribir una novela aireana sobre Aira, y lo demás fue cayendo por antonomasia. El único personaje que tenía era el del “Enano Más Sexy del Mundo” que lo
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tenía de un cuento pero nada que ver. Aproveché para poner ese personaje como disparador y todo lo demás fue apareciendo. Me sentía contenido por el procedimiento aireano, que es un poco lo que yo planteo en la novela, que Aira inventa un procedimiento y cualquiera puede tomarlo y escribir. La novela sería una especie de demostración de la hipótesis que plantea. “Es lo más lógico: Aira se limitó a crear el procedimiento, un gran invento, por otra parte, no le restemos mérito, y después se desentendió del asunto. Una vez construida la máquina, puede poner a cualquiera a operarla. Y el procedimiento está ahí, multiplicado en sus novelas, como el algoritmo al que todas ellas se sustraen, al alcance de todos. Cualquiera puede echarle mano y escribir una novela de Aira, de hecho…” (La última de César Aira). Con un humor sincero y una prosa autoirónica en la que ni los apelativos de los personajes se mantienen estables, Idez narra una historia apocalíptica pero enclavada en una realidad reconocible, una fantasía conspirativa en la que la literatura ocupa un lugar fundamental. Una apuesta que integra con solvencia la aventura y la reflexión sobre nuestras letras. ¿Tenés una visión agonística del ámbito literario, de la literatura como campo de fuerzas enfrentadas? En términos bourdianos, si no es eso no es nada, si no es campo de fuerzas en tensión no hay campo. Pero bueno, también se puede pensar en términos post-autonomistas, como diría Ludmer, y pensar que ya no hay más enfrentamiento de fuerzas porque no hay más campo, que no hay adentroafuera, y que en parte las redes sociales, internet y todas estas cuestiones empiezan a diluir los límites del campo. Entonces llega una instancia en que cada uno hace la suya y está todo bien, en algún punto. Donde ya no hay disputa por una poética, por una estética hegemónica, hay una especie de libertad para que cada uno encare su proyecto por donde quiera. Al mismo tiempo eso aparece entrecruzado por un montón de otros discursos audiovisuales, de redes sociales, proyectos colectivos, y la disputa por la estética y por la poética queda relegada a un segundo plano. Yo ahora no veo grandes batallas en el campo literario, no veo grandes partidos para tomar. Veo agrupaciones colectivas que no están identificadas bajo una estética
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particular. Por otra parte, la literatura ocupa un lugar cada vez más minoritario. Entonces, al tener menos relevancia, creo que eso implica mayor agrupamiento. Hoy campo de fuerzas es Bailando por un sueño, un montón de gente peleándose a ver quién logra la adhesión del público. ¿Qué representa la obra de Aira en el sistema literario argentino? Es uno de los autores canónicos hoy día. Sería necio hablar de la literatura argentina omitiendo a Aira. Ricardo Strafacce decía el otro día que hay dos líneas en la literatura, la post-aireana y la post-saeriana. Yo creo que sí, que es uno de los centros sino el centro de la literatura argentina. En ese sentido puede operar como estrella o como agujero negro, si irradia otras obras o si absorbe todo lo que se hace bajo ese procedimiento. En algún punto, todo centro del canon tiene que ser tomado pero al mismo tiempo tiene que haber un intento de generar otra cosa. Hoy día igual estamos ante una especie de crisis de esta lógica moderna de que hay que superar la tradición. No tendría sentido escribir novelas exactamente iguales a las de Aira porque ya están las de Aira y son un montón. Plantea ese desafío como todo autor canónico: “cómo escribir después de”. No creo que mi novela traiga ninguna respuesta. Me parece que lo que hace es poner en escena la pregunta. Un Aira mafioso que destina los fondos de sus negocios sucios a la publicación de sus novelas, punks, skinheads, taiwaneses peronistas y un grupo de excéntricos personajes son convocados por la novela de Idez en una trama donde los acontecimientos no son gratuitos. “Voy a tratar de ponerlo en palabras –dijo el Gurú–. Las actividades delictivas de este sujeto son un secreto sotto voce en el mundillo literario, por eso le pregunté si usted era periodista. Hace años que destino buena parte de mis energías para que no trascienda la faceta criminal de Aira. Eso acabaría con la poca reputación que aún conservan las letras nacionales” (La última de César Aira). ¿Cuáles son los rasgos salientes de la máquina de narrar aireana? En primer lugar, la apuesta por el relato. Eso fue una de las cosas de Aira que a mí más me impresionó cuando lo comencé a leer, que era un escritor que apostaba por el relato en una literatura que había estado tan saturada de
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formalismo y a veces de experimentaciones no tan felices, que Aira pudiera lograr esa fusión entre la vanguardia y al mismo tiempo sostener el relato como procedimiento. Me gustan los escritores que llevan adelante un relato, el que hace meramente jueguitos con el lenguaje me embola. Después, la apuesta por la imaginación, por la creación, por la invención constante. Eso también me parece que es muy valioso y Aira lo vuelve a poner en escena como algo importante, como algo vital. “–¿Y cómo se llama la novela? –Todavía no lo sé, pero por lo que nos llegó, se nota que es cien por ciento Aira: un tipo camina por la calle, una calandria le caga en la cabeza y el tipo empieza a perseguirla por la ciudad, mitad para vengarse y mitad porque tiene una fascinación con esa clase de aves, desde la infancia, cuando un tío lo lleva a… –Bueno, calmate y dejá que la lea cuando la publiques –lo cortó Dante antes de que le contara el argumento íntegro” (La última de César Aira). Escribir, no ya una novela de Aira, que las hay y muchas, sino una novela aireana, esa fue la consigna con la que salió Ariel Idez en busca de su propia voz, ese fue el proyecto en el que se embarcó exitosamente. ¿Qué opinás sobre la afirmación de Aira de que tu novela parece suya “pero escrita en prosa”? Él notó cierta diferencia respecto de su escritura y sí, me parece válido. En primer lugar, yo no escribí la novela aspirando a que la gente la confundiera con una de Aira, sino hubiese escrito un fake, hubiese escrito otra cosa, hubiese escrito El bar o El taxi, una novela que pareciera de Aira y la hacía circular como un fake, y ahí hubiera sido válido pensar “las siete diferencias”. Mi proyecto busca pegarse a Aira pero para producir lo contrario. Hay una novela de Aira que se llama Parménides, que para mí habla un poco de este tema. Hay un escritor, un negro literario, al que Parménides le pide que escriba una obra. Este escritor a su vez estaba tratando de escribir una gran obra que nunca podía concretar, y al tratar de escribir la obra de Parménides que es un encargo de laburo, ahí es donde encuentra su propia voz. Al tratar de escribir como el otro encuentra su
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propia voz en el proceso. Por ahí una de las ideas que me alentaron fue esa: voy a tratar de escribir como Aira, total, inevitablemente, voy a salir yo.//RT3
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Entrevista a Pablo Giordano
Bolsas plásticas en los baldíos de Las Varillas Por Adela Salzmann //
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Pablo Giordano vive en Las Varillas, Córdoba. En 2011, El Mensú publicó su libro de cuentos, Los Muertos; este año Editorial Ciprés publicó Chozas, su primera novela. ¿Cómo pensás la relación de tus personajes con la organización en etapas de su vida? ¿Cómo arman su historia? Creo que son personajes que no pueden armar su vida, sino que son arrastrados por ella. Están a la deriva de un paradigma en el cual es muy difícil asomar la nariz hacia algún atisbo de salida. Hay varias metáforas sobre eso a lo largo del texto [Chozas], a esos chicos los lleva el viento como a las bolsas plásticas de los baldíos. Es por eso que, en un momento, ven en la literatura una forma de escape como otros la verán en el boxeo o la delincuencia. Ingenuamente creen que uno puede trabajar de escritor y salir de esa vida donde otros ya tomaron las decisiones por ellos. La novela trata de este tipo de cosas: el paradigma en el que se nace, las elecciones que otros tomaron hace mucho sobre el destino de nuestras vidas, y el paso del tiempo. La conciencia, ese suspiro del hámster en la rueda, es la que indirectamente narra. ¿Qué pensás de la educación? Yo dejé de estudiar en segundo año del secundario, no tanto por cuestiones educativas sino de salud; pero creo que la educación no está pasando un buen momento. Si bien el modelo y los planes de estudio se van actualizando, no contemplan cuestiones de base, como el incentivo hacia la curiosidad y las preguntas basales de la humanidad, como de dónde venimos, por qué estamos aquí, y qué es la realidad. Estoy hablando de la 46
educación en general, obviamente, quizá no deban tocarse estos temas en primer grado, pero si uno puede llevar a sus alumnos a contemplar el cielo y hacerles tomar conciencia del universo, o a los más avanzados a entender que para que su padre tenga un empleo y pueda darle de comer tuvo que luchar y morir mucha gente para que este fuera un país libre; y no hacerles hacer láminas estúpidas de gente con paraguas frente al cabildo. Sigo generalizando para que se entienda el concepto sobre los planes de estudio. Hace años la hija de una ex novia me pidió ayuda para un trabajo que le habían dado en el colegio. Iba a tercer grado, el tema era Malvinas porque se acercaba el 2 de abril. Inmediatamente noté que no se podía comenzar a realizar la tarea sin explicarle a la niña, antes, lo que era una guerra (¿Se imaginan la cantidad de cosas que hay que explicar antes de eso para que una niña de esa edad llegue a entender el concepto bélico?); así que imagínense lo que sería explicarles Malvinas cuando, por lo visto en el cuaderno, la docente creía que habíamos sido invadidos por los malvados ingleses en 1982 y nuestros soldados patriotas habían ido a recuperar esas islas tan argentinas donde por lo visto no vivía nadie, y si alguien había allí serían argentinos, ya que por lógica –sobre todo una lógica de siete años– si las islas son argentinas quienes viven allí deberán serlo. Las escuelas no están preparadas para formar en los valores esenciales del conocimiento que permiten una educación independiente de la institución (que debería ser un complemento), una autoeducación que sólo te brinda la curiosidad por el universo, la conciencia, la historia de nuestra humanidad y sobre todo, el pensamiento escéptico, el amor a la ciencia, es decir a la verdad. Me cuesta, muchas veces, y me sorprende con enormidad, encontrar profesionales de disciplinas consideradas científicas que desconocen absolutamente el método, el pensamiento escéptico y, no sólo eso, pueden llegar a creer en la astrología, por ejemplo. Eso no puede ser otra cosa que una falla en la educación, que sigue atada a la sociedad sin cuestionarla. Me parece que dimos un paso, por ejemplo, al despejar a la religión de las escuelas públicas. Ahora, lo que no se hace es enseñar que las religiones son una falacia y la tragedia más grande de la que la humanidad se tiene que desprender para siempre.
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¿Puede ser la ciencia de alguna forma una religión? No, de ninguna manera. La religión, entendida en el sentido clásico, intenta re-ligar un supuesto vínculo perdido hace siglos con un supuesto dios; y en el sentido moderno de religión, se puede decir que es toda aquella práctica llamada espiritual basada en falacias o pseudociencias. La ciencia, en cambio, es un método para arribar a la verdad. La religión es dogmática y no aportó jamás evidencia a sus postulados, ha sido refutada millones de veces, explicada, documentada como falsa, rastreada en la historia de la humanidad hasta sus inicios antropológicos de control de tribu, etc. La ciencia se ha ido desarrollando con un concepto de apertura total, cuyo valor principal es el escepticismo, el cuestionamiento, y ser antidogmática por naturaleza, y obligarse a presentar evidencias antes de declarar que algo es una verdad con la cual se deba proceder, al contrario de la religión y las creencias, que accionan sobre mentiras y producen mucho daño. El pensamiento de que la ciencia es como una religión moderna es ingenuo y contemporáneo. Nace de las nuevas religiones New Age, que al no tener argumentaciones válidas para sus creencias, al ser refutadas constantemente por la ciencia, construyeron ese rincón en el que se creen seguras, argumentadas y sabias –como si acabasen de desentrañar un enorme paradigma que nos domina– aunque lamentablemente esto también es falso. No existe ni ha existido en la humanidad un método mejor para arribar a la verdad que el científico, y aún así ignoramos el 70% de la constitución del universo, por ejemplo; cosa que cualquier religión te puede responder en un parpadeo: Dios. Las religiones tienen respuesta para todo porque racionalizan en vez de razonar. Por ejemplo: un niño está a punto de morir, su madre reza para que el niño se cure, le pide a Dios que lo salve: si el niño se salva, la religión responderá que está ante un milagro, uno de los tantos de los que es capaz Dios; si el niño muere, Dios lo ha llamado a la vida eterna. Ergo, el sistema religioso es una burla, una farsa, una mentira que debe ser desterrada. Ha creado un sistema intocable y logrado protección estatal y legislativa bajo la estupidez del respeto a las religiones y credos, y desde allí mantiene a instituciones económicas, mafioso-pervertidas, que dominan a masas y las encaminan a guerras, hambrunas, muertes por abandono (Madre Teresa de Calcuta, homeopatía) y finalmente a retrasos
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sustanciales en el avance de la ciencia desde hace siglos. El mal que le han hecho las religiones a la humanidad es incalculable y casi total, el de la ciencia es más calculable y perdonable; en la mayoría de los casos, comparados con la religión, no representarían ni el uno por ciento, además de que ha llegado a sus metas con evidencias. ¿Qué cosas hacés para despertarte? Hace mucho que, de niño, como cuento en la novela, tenía ciertos comportamientos que me hacían despertar. Hoy me despierto solo, fresco, casi sin recordar haber soñado o hasta dormido. Es extraño pero bello, y se lo atribuyo, sin prueba alguna, a las drogas que consumo.//RT3
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Entrevista a Luciano Lamberti
“Las series terminarán contaminando a la literatura de una u otra forma” Por Carlos Mackevicius //
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En el 2006 publicó Sueños de siesta, en el 2008 el poemario San Francisco / Córdoba, y en el 2010 El asesino de chanchos. El loro que podía adivinar el futuro (2012) es su tercer libro de cuentos. ¿Te sentís más poeta, cuentista, escritor en un sentido más total; o es algo que te tiene sin cuidado? Creo que lo importante es el efecto que podés causar en el lector, y el género lo accesorio. Me interesa causar efectos: lo empecé haciendo de la forma que creía a mi alcance y fui cambiando con el tiempo. Igual creo que no soy poeta, tengo un temperamento más narrativo. ¿Te interesa la novela? Me interesa y tengo varios intentos lamentables. El que más perduró fue la nouvelle “Los campos magnéticos” que me acaba de editar Sofía Cartonera (made in Córdoba). Leyendo El loro… pensé inmediatamente en Twin Peaks, la serie de David Lynch. ¿Pudo haber sido una influencia? ¡Que más quisiera! Twin Peaks es genial. El otro día vi la película que cierra la serie y me di cuenta de todo lo que influyó en 2666 de Bolaño. El misterio que no se resuelve sino que crece (como en una variación psicótica del policial) es algo que me atrae muchísimo.
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¿Cómo creés que se relacionan el mundo de las series con el mundo de la literatura? Veo series adictivamente: The Wire, Mad Men, Los Sopranos, y otras más livianitas como How I Met Your Mother. Hay escritores que trabajaron técnicas cinematográficas en su obra, como Faulkner o los del Boom, así que imagino que las series terminarán contaminando a la literatura de una u otra forma. ¿La cuestión del género es algo que reflexionás antes de ponerte a escribir? En este libro en particular tenía ganas de experimentar con los géneros, a lo mejor porque estaba aburrido del realismo oficial. Lo bueno de los géneros “cerrados” es que te ahorran muchos problemas estructurales, y dentro de ese marco podés hacer -casi- cualquier cosa. ¿Pensás el libro de cuentos como un todo, o escribís cuentos separados y cuando tenés una cantidad los agrupas por afinidad? En este caso, excepto el primer cuento, que es viejo, los demás fueron pensados y escritos en la misma época. ¿Recordás cuál fue el momento en que te supiste escritor por primera vez? Lo supe desde siempre, desde que era chico y vendía pastelitos para comprarme mi primer máquina de escribir (Olivetti de plástico). ¿Cuál es tu máxima aspiración como escritor? Escribir para las masas.//RT3
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Entrevista a Ana Llurba
Una editorial cordobesa en Barcelona Por Leticia Martin //
[email protected] Ana Llurba (1980) nació en Alberdi, provincia de Córdoba, y se fue a vivir a
Barcelona en septiembre de 2008. Hacia marzo del 2012 dio nacimiento a Honolulu Books, junto a dos amigas y su novio. Frente a la crisis europea y el repliegue de muchas grandes empresas editoriales, la editorial artesanal se define como la quinta más pequeña de toda la Península Ibérica, en vías de ser la primera. ¿Por qué una editorial en Barcelona? La verdad es que podría haber sido un fanzine. Me daban mucha envidia algunos fanzines emergentes en el 2011, como 5000 negros, Mapache Press o El Juguete Rabioso, coordinado por el escritor Jordi Carrión. Pero la verdad es que ya me sentía un poco vieja para eso. Así que canalicé todas mis energías DIY para hacer algo como más me gustara, pero con una estética cuidada, arduamente pensada. Tenía lo más caro, que son los recursos profesionales para hacerlo, entonces pensé, ¿por qué no? ¿Cuál es el modelo editorial que propone Honolulu Books? El modelo es “Hazlo tú mismo”. Como los fanzines a nivel de gestión económica y distribución, pero como las editoriales independientes en cuanto a opciones estéticas. ¿Cuántas personas trabajan en el proyecto y qué hace cada uno? Somos cuatro personas en total: Celina Bordino es la fotógrafa de las cubiertas, además me ayuda con todo: a elegir a quién editar, a distribuir, a montar los guateques, etc. Mario Ortega es el diseñador y maquetista, y otra
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amiga, Itamar Ortega, es la correctora. Además de ellos cuento con varios amigos, cómplices que nos ayudan con el boca-oreja. ¿Tienen pensada una publicación digital de sus títulos? Con el tercero, que sale dentro de poco, estamos en eso. ¿Cómo producen los libros? Me refiero a la inversión inicial, diseño, fotografía, impresiones... ¿De qué modo se hace posible toda esta tarea? La inversión inicial la hemos puesto nosotros. Como las tiradas son cortas, tampoco es una fortuna. ¿Definieron un público lector al lanzar la editorial? ¿Cómo instrumentaron el circuito de distribución de los libros? La verdad que no, no definimos al público. Empezamos escribir a las librerías y disquerías que conocíamos y nos recomendaban en Barcelona y Madrid. Y empezamos a llevarles los libritos. ¿A qué se oponen con este formato editorial? No nos oponemos a nada. No creo que haya buenos y malos. Sólo gente con pasta y recursos que quiere hacer más pasta y eso lo respeto. Siempre que las reglas sean claras. Después algunos hacemos las cosas como queremos con lo que tenemos, al precio que podemos. Creo que esto es sólo otra forma de asignarle valor a lo que hacemos. ¿Qué objetivos tienen? ¿Qué buscan a largo plazo? Ampliar la tirada y la distribución de los libros, por supuesto. Testear qué pasa con el libro digital, y lograr que los autores inéditos que publicamos se hagan súper famosos para que tengamos el orgullo de decir en las narices de otras editoriales: “nosotras lo vimos primero”. ¿Cómo ven el escenario socioeconómico español respecto de la tarea de hacer circular ésta nueva literatura impresa?
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Creo que la crisis, la caída de las ventas y el repliegue de muchas empresas editoriales más grandes, hacen de éste el mejor momento para sacar algo así. La gente se sorprende y nos respeta. ¿Cómo creés que entiende el ciudadano medio catalán la existencia de una editorial con un modelo tan distinto al que propone
la
empresa
editorial
transnacional
de
capitales
concentrados? No todas las empresas catalanas son transnacionales. No sé qué opinaría de eso el ciudadano medio catalán. No lo conozco, aún. Si bien en Francia las elecciones parecen estar expresando un pedido de cambio con viraje hacia el socialismo, en España, pese al 15M, no parece estar reclamándose lo mismo. ¿Pensás que este escenario de ajuste para mantener el modelo neoliberal beneficia a la editorial? El modelo neoliberal no ayuda, evidentemente, sobre todo porque favorece la concentración del mercado editorial en pocas manos. Sin embargo, Honolulu es un proyecto muy pequeño, tan minúsculo, que sobrevivirá aunque España se vaya de la Comunidad Europea y vuelva la peseta o si volvemos al trueque. ¡Me encantaría! ¿Te imaginás? Trocar nuestros libritos a cambio de favores, regalitos, otros libros, etc. Me encantaría poder cubrir todos mis gastos sólo con moneda honolulense.//RT3
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Entrevista a Kenneth Slawenski, biógrafo de Salinger
Cartas viejas en una caja de zapatos Por Victoria Cotino //
[email protected] La biografía J.D. Salinger: una vida oculta (Editorial Galaxia Gutenberg) le llevó ocho años de trabajo y fue publicada recientemente en español. Kenneth Slawenski también es el creador del sitio DeadCaulfields.com, dedicado íntegramente a la vida y obra del escritor norteamericano. Además, presentamos un fragmento de la biografía – que describe un encuentro entre J.D. Salinger y Ernest Hemingway – inédito en español. Más allá del hecho de ser un admirador de la obra de Salinger, ¿qué te llevó a escribir J.D. Salinger: una vida oculta? Salinger fue uno de los autores más influyentes del siglo XX, y sin embargo se había escrito muy poco sobre él; el material existente era más mito que realidad o estaba motivado por agendas personales. Pensé que era una lástima. Claramente ahí había una historia importante que contar; sólo necesitaba ser mostrada de forma balanceada y con sensibilidad. Hice lo mejor que pude para lograr eso. ¿Sentís culpa por investigar la vida de un autor que no quería ser investigado? No. Pedí permiso a Salinger y no lo recibí. En cambio, a través de su agente me enteré que odiaba la idea de mi libro. Pero yo no estaba escribiéndolo para J.D. Salinger o para ganarme su aprobación. Es imposible escribir con la impresión constante de que alguien te mira por encima del hombro. La historia de Salinger es parte de la historia de la literatura norteamericana. Nadie puede ser dueño de eso.
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¿Qué se sabe de nuevo del rol de Salinger durante la Segunda Guerra Mundial? Hay dos buenas y pequeñas historias que no pude verificar hasta algunos meses después de la muerte de Salinger. Fueron publicadas en la edición estadounidense, pero no en la española lamentablemente. Ambas ocurrieron durante la Batalla del Bosque de Hürtgen. En una, Salinger casi se muere congelado porque le habían dado órdenes de permanecer toda la noche en una madriguera cubierta de nieve, sin equipamiento apropiado para el frío. La otra es un maravilloso encuentro entre Salinger y Ernest Hemingway que tuvo lugar durante la batalla y fue relatado por un compañero que acompañó a Salinger durante la visita. Yo sabía de esta historia cuando entregué el manuscrito original. En ese momento, sin embargo, tenía sólo una fuente que la confirmara: un veterano de guerra de 93 años que había sido compañero de Salinger en el 12avo regimiento. Al no tener una segunda fuente no podía verificar la historia y decidí no incluirla. Hubiera sido irresponsable de mi parte hacerlo. Meses después de la muerte de Salinger y de que mi manuscrito haya pasado por las pruebas de galera, el excombatiente estaba revisando su armario cuando descubrió un puñado de viejas cartas de Salinger guardadas en una caja de zapatos. No se acordaba que las tenía. Una de las cartas confirmaba el encuentro con Hemingway. Una vez que tuve la carta autenticada por un especialista, hice una maniobra de locos para incluir el episodio en mi libro, pero lamentablemente, no entró en todas las versiones. Fue mala sincronización. (Ver los fragmentos al final de la nota) ¿Qué pensás del libro de Hamilton: falta de respeto o biógrafo perseverante? Naturalmente, hay dos posibles interpretaciones del libro de Hamilton y su historia. Él fue el primer biógrafo de Salinger. Por eso no hay nadie que haya escrito sobre J.D. Salinger sin apoyarse en las espaldas de Ian Hamilton. Es cierto, sus métodos fueron intrusivos. Acechó a los amigos y a la familia de Salinger y escribió cosas que no eran ciertas. Pero hay que tener en cuenta que empezó su trabajo con menos que nada: había tantos rumores sobre Salinger en ese momento... Salinger demandó a Hamilton y lo forzó a
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reescribir su biografía. Por esa razón, la mayoría de los lectores asume que su libro es en venganza por esa razón. Pero yo leí la versión original de Hamilton, vi sus notas y conozco bien su historia. Puedo decirte que a Ian Hamilton nunca le gustó J.D. Salinger y ninguna biografía escrita por él hubiera tenido un enfoque equilibrado. ¿Y en cuanto al libro de Margaret Salinger, sobre el que su propio hermano dijo que no coincidía? Para mí hay algo triste de las memorias de Margaret Salinger. Son un conflicto familiar hecho público. Su libro muestra una imagen de su padre para nada halagadora. Muchos creen que eso quebró su relación. La verdad es incluso más trágica. Margaret se había estado alejando de su familia hacía años y su relación estaba rota mucho antes de la publicación de sus memorias. Su libro no fue el causante de una situación familiar triste, fue la consecuencia. Su hermano publicó un artículo en el que refuta su versión. Su padre no dijo nada. Quizás quien salió más herida con este episodio fue su madre, que sigue herida hasta hoy, y quien me advirtió que no creyera en la versión de su propia hija. ¿Crees que las obras de Salinger no publicadas saldrán a luz algún día? Sabemos que Salinger siguió escribiendo por muchos años y puede haber dejado varios manuscritos como una herencia para su familia. Creo que a la viuda de Salinger y a su hijo –que son quienes controlan el patrimonio del escritor– les preocupa su legado. La decisión, entonces, pasa por esta lógica: si consideran que los manuscritos no publicados de Salinger son de calidad suficiente para mejorar su reputación, entonces algún día leeremos “nuevas” obras de Salinger. Pero si la calidad es dudosa, también lo son nuestras chances. ¿Cuál es tu escena/personaje de Salinger favorito? Ah, éstas son dos preguntas y necesito dar dos respuestas. Sin lugar a dudas, mi personaje favorito de Salinger es Holden Caulfield. Es absolutamente accesible. Cuando leemos El guardián entre el centeno nos convertimos en
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personajes de la historia. Holden nos va llevando a través del libro y eso hace que uno se sienta cómodo con él. Confía completamente en nosotros y nos comparte sus sentimientos más profundos. Hacia el final del libro, sentimos que hemos vivido todo lo que él ha vivido, al lado suyo. Se ha convertido en un amigo. Mi escena favorita es diferente. Es una imagen que se escapa, que está casi fuera del alcance de uno. Hacia el final de Franny y Zooey, Salinger retrata a Franny caminando por el pasillo del departamento de su familia para atender el teléfono de la habitación de sus padres. La descripción de Salinger de esa escena es surrealista. Con cada paso que da, Franny se vuelve más joven. Para cuando llega a la habitación y levanta el tubo del teléfono se convirtió en una niña pequeña. Hasta su camisón de adulta se transformó en el pijama de una nenita. Es una escena hermosa, cargada de sentido y escrita magistralmente, y siempre disfruto leerla. ¿Si tuvieras que repetir una frase una y otra vez, como la Oración de Jesús, cuál sería? “La felicidad es sólida y la alegría es líquida”.//RT3
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Apostillas Fragmentos inéditos en castellano
Salinger y Hemingway en el bosque de Hürtgen Por gajes del oficio, este relato de un encuentro entre J.D. Salinger y Ernest Hemingway no pudo ser incluido en algunas versiones de la edición norteamericana de J.D. Salinger, una vida oculta, ni tampoco en la edición en castellano. Kenneth Slawenski tuvo la gentileza de cedernos los fragmentos, inéditos hasta hoy en castellano. Por Kenneth Slawenski // Traducción de Victoria Cotino
“En la negrura de Hürtgen, Salinger vislumbró un raro instante de consuelo. Durante la batalla por el bosque, Hemingway trabajaba como corresponsal de guerra y estaba parando junto al 22avo Regimiento por poco tiempo, a sólo un par de kilómetros del campamento de Salinger. Una noche, durante una pausa en la batalla, Salinger se dirigió a su compañero Werner Kleeman, un traductor del 12avo Regimiento de quien se había hecho amigo mientras entrenaban en Inglaterra. “Salgamos”, lo instó Salinger, “Salgamos a ver a Hemingway”. Los dos hombres se pusieron sus abrigos más pesados, juntaron sus armas y linternas y se hicieron camino a través del bosque. Un par de kilómetros después llegaron al cuartel de Hemingway, una pequeña casilla iluminada por el extraordinario lujo de un generador propio. La visita duró dos o tres horas. Tomaron champagne en las tapas de una cantimplora de aluminio. Kleeman escuchaba mientras Salinger y Hemingway hablaban de literatura. Fue un momento singular en el bosque, uno que dejó a Salinger renovado y a Kleeman impresionado. Cuando cinco meses después mencionó la visita en una carta, Salinger todavía sacaba fuerzas de ese recuerdo.
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La elección de Salinger de su acompañante fue quizás una expresión de gratitud. Entre sus superiores en el Bosque de Hürtgen había un oficial al que Kleeman describía como alguien que había sido “un gran bebedor” y cruel con sus tropas. Este oficial le había ordenado a Salinger que permaneciera durante la noche en una madriguera sabiendo que Salinger no contaba con el equipo adecuado. Cuando la temperatura bajó a niveles peligrosos, Kleeman temió por la vida de su amigo. Tras escabullirse y encontrar a Salinger temblando en el hoyo cubierto de nieve, Kleeman le entregó en secreto dos elementos de las pertenencias de Salinger que lo ayudaron a sobrevivir: una manta tomada de un hotel luego de la Batalla de Cherbourg y un par de las ubicuas medias de lana de su madre.”//RT3
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Sección #CopiaOculta // Entrevista a Javier Ragau
Mucha mezcla Por Ana Vicini //
[email protected] Javier Ragau nació en 1976. Buenos Aires, vivió en España e Inglaterra.
Publicó cinco libros de manera independiente y autogestionada. En pocos días, la editorial Santiago Arcos pondrá en las librerías El ataque de los moscovitas, su última novela editada. El ataque de los moscovitas narra de manera cruda la vida de José Ortega, un tipo de 36 años solitario, desencajado y por momentos irracional. A partir de un relato fantástico plagado brutalmente de ironía y su choque permanente con la realidad, se pone de manifiesto la violencia, la intolerancia, el inconformismo y la locura que operan de manera inconciente en la sociedad. El protagonista, cercado por la disconformidad y la rabia que le produce su propia existencia, desanda una serie de mecanismos para alivianar su realidad. Hace de la pelea y el maltrato hacia los que rodean una rutina casi obsesiva, lleva una lista de enemigos públicos encabezada por los policías, los porteros, los quiosqueros “con piercing y cara de fumetas” y los colectiveros. Lo fantástico y el horror llegan a la novela de la mano de los moscovitas, una extraña mutación de moscas que se da por errores naturales. Monstruos asesinos en cualquiera de sus variantes, carnívoros o vegetarianos, y cuyo cuartel general se encuentra debajo del edificio en el cual José es inquilino. Cuando uno lee El ataque de los moscovitas puede imaginarse a los personajes en un piso en cualquier barrio de Madrid y en el párrafo siguiente convencerse que, claramente, están librando sus batallas en un séptimo piso contrafrente de Once. En algún punto del relato, hasta puede sospechar que se trata de una traducción al español de una novela que transcurre en cualquier parte del planeta. Es un paseo que resulta divertido. Ragau tiene, además de éste, cuatro libros más editados por él en forma
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artesanal: Escritor y otros cuentos, El día que reinaron los niños, Sociedad de consumo y La metamorfosis de Narciso. ¿Escribís mucho? No estoy encerrado todos los días escribiendo; digamos que escribo cuando tengo un motivo, un tema y una especie de necesidad o motivación para contar la historia y la manera que la quiero contar. Hay días que no siento nada para escribir y forzarme a hacerlo no me lleva a ningún lado. Tengo que hacerlo en un momento de ebullición interior. Por ejemplo, agarro algo que me interesa contar, trato de ver si tiene pies y cabeza, y va saliendo como me viene la idea, todo esto tengo que ponerlo en una hoja y empiezo a ver cómo lo hago. ¿Cuál fue la idea o la necesidad de Los moscovitas? La destrucción de todo: la violencia del odio, de la rabia, de salir a pegar a todo el mundo. Tenía ganas de salir a la calle a pegarle a todo el mundo una piña, y como no podía me encerré en mi casa a escribir la historia. Fue la necesidad de expurgar la violencia y conté la historia real de lo que me pasaba también, porque yo estaba viviendo en un apartamento, yo también tenía moscas de mierda; también, como casi todos, peleaba con el administrador, cuando venía le hablaba mal entonces él me levantaba la voz. Era una época de mi vida jodida, vamos a decir así, y cuando yo tenía que sacar toda mi rabia me sostenía en las hojas y contaba la historia de los moscovitas. Lo de la ficción de los monstruos está por el hecho de que todo libro es una ficción. Simplemente agarraba elementos de mi vida real, cotidiana y los convertía en ficción; ese método se me dio bien, le empecé a agarrar el gustito a hacer eso, encontré el recreo, el patio de juegos donde yo puedo jugar. Cuando yo no podía darle una piña al administrador, cuando no podía salir a pelear a la calle, escribía un capítulo de Los moscovitas y ahí ganaba yo. Una época fea, pero en lo creativo salió buena. ¿A qué se debe ese uso del lenguaje, ese juego con las palabras? No tengo un dialecto nativo: viví muchos años en España, los últimos los vengo viviendo en Argentina. Tengo una mezcla idiomática por haber vivido
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en Andalucía, Madrid y después en Argentina. Yo dije: tengo todas estas palabras para usar, y las usé. Eso que vos notás de la traducción es porque yo leí principalmente traducciones al español de escritores norteamericanos, esas traducciones quedan a veces con frases que no se usan en el dialecto pero sí para escribir. La mayor parte de la literatura que he leído en mi vida han sido traducciones de autores extranjeros, no leí muchos escritores latinoamericanos, no leí a Rubén Darío, por ejemplo, a Roa Bastos o Carlos Fuentes. Hay frases que a mí siempre me gustaron, me gustaba cómo estaban construidas y las quería en mi libro, entonces las ponía. ¿Pero vos sos argentino? Sí, yo soy argentino, emigré a España en 1988, muy pequeñito y empecé a escribir con 20 años, 21, cuando estaba viviendo en Madrid, entonces lo que es el habla española todavía la tengo. Después me vine a Argentina, en 2004, cuando vengo acá comienzo a conocer todo esto que es la cultura independiente, gente con una mesa que vendía libros armados a mano y digo: yo también escribo, me voy a poner a hacer lo mismo. Así empezó la locura, una cosa llevo a la otra. Yo ya tenía un librillo, un libro que venía escribiendo desde España. Era de esos libros que uno lo tiene ahí para escribir, para justificar que uno es escritor. Años lo tuve encima: lo retocaba, viví pensando qué otra palabra le podía poner a una frase. Lo llamé Patíbulo, un libro muy boludo en realidad; también quería que tuviera mucha mezcla de lenguaje, de palabras españolas, argentinas, después una vez me volví loco y dije: no, ahora quiero que sea todo argentino, me encerré y cambié todas las palabras por argentinas, los acentos, los vos. No se podía. Con El ataque de los moscovitas no me puse a pensar si escribía a lo español o a lo argentino. A veces José esta hablando como español, otras como argentino, a veces habla de usted, de vos, de tú, es porque yo tengo una mezcla de diferentes registros idiomáticos, lingüísticos, de alguien que vivió en los dos países y a todos les pasa que al vivir en dos países no está ni en uno ni en otro y al no estar en ninguno de los dos, está en los dos. También, aunque la historia es fuerte, pesada y muy oscura, hacés mucho uso de la ironía, del humor...
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Siempre con un doble sentido a todo. Tiene un humor irónico en todo momento, tanto se ríe de la desgracia de José como que lo festeja. Como diciendo: ¡vamos José que estás viviendo una vida de puta madre, le estás rompiendo la cara a todo el mundo! Al mismo tiempo sos un infeliz y sos un campeón. En ese sentido hay un doble juego, pero me salió natural, no lo pensé. A mí me gusta pensar que el libro me llamó a mí para que yo lo escriba; eso es, entre comillas, una técnica: no decir qué es lo que voy a escribir, sino más bien qué es lo que hay para escribir. Creo que las cosas están ya para contarse y uno elige si lo hace o no. ¿Cómo fue el paso de autoeditarte a hacerlo con una editorial ya establecida como Santiago Arcos? Yo empecé a armar mis libros cuando estaba juntado con la gente de la Feria del Libro Independiente (FLIA). Hoy en día ya no estoy mucho en esa onda, pero ahí fue cuando yo empecé a hacer mis propios libros, la mayoría a mano. Tenía un método: hojas oficio que doblaba en cuatro y quedaba un libro de bolsillo. Me habían prestado una guillotina, tenía una prensa y mandaba a imprimir las tapas. Así fue como empecé a editar, a pensar que podía editar, antes era escritor, escribía, pero pasaron años hasta que empecé a creer que lo que yo escribía se podía editar y si lo hacía era así, de manera independiente, autogestante. Nunca yendo a golpear las puertas de una editorial, para mí eso era algo que nunca iba a pasar. En la FLIA fue donde Miguel Villafañe, de Santiago Arcos, me compró El ataque a los moscovitas y Sociedad de consumo. En algunas entrevistas tanto Miguel Villafañe como Fabián Casas hablaron de tus libros. Villafañe ya hace un tiempo había dicho que le gustaría editarte pero no podía contactarse, que no le contestabas los mails... (Risas) Él me compró los libros en la FLIA, me mandó mails, “soy Miguel de Santiago Arcos, quiero editar tu obra”. Fue un tema de tiempos personales. La anécdota es que Miguel me mandó mails y yo no le contesté y quedé como desaparecido. Después volví y le contesté. Hoy estamos en este presente que es la edición del libro. No puedo estar más feliz hoy en día que verme
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admirado por Fabián Casas, que hable de mis libros Garamona, director de editorial Mansalva, Cucurto también habló de mis libros. En esa época que yo desaparecí se hizo como una especie de mito. ¿Qué pasó? ¡Se lo tragó la tierra! Ahora la realidad es que yo ya no estoy más desaparecido, soy un escritor que quiere editarse, y esta vez en serio. Ahora no tanto como en la FLIA, porque ahí a veces era un poco en joda, aunque yo sabía que estaba vendiendo un libro que estaba bien escrito, no era ningún tonto, porque si no, no lo hubiera editado. Yo venía en este proceso de crecimiento, sigue siendo un reto, siempre que escribo algo, que eso sea convertido en libro. A mí me alegró mucho leer lo que Casas escribió de mí, me ayudó a creer en lo que hago. Recibí muchos mails diciéndome que me quieren leer, que escucharon hablar de mí y están interesados en mis libros; en parte fue todo gracias a él, un poco a ese mito que se generó cuando yo desaparecí, hizo crecer un poco todo. Mi trabajo continúa, mi proceso sigue adelante; esto ya es parte del pasado porque tengo que centrarme en cosas nuevas. Que El ataque de los moscovitas lo edite Santiago Arcos es buenísimo, estoy más que feliz con eso, de hecho estoy trabajando en una distribuidora donde lo van a distribuir. Cuando traigan los libros los voy a ingresar yo en la base de datos de la distribuidora, yo lo escribí, lo edité por primera vez, y hasta lo voy a distribuir, o sea: hice todo.//RT3
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Sección #Matraca// Presentación de Evita: girones de su vida
“Pero esa señorona no era Evita” Por Natalia Gauna //
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En la vereda de Radio Nacional hay al menos unas cincuenta personas haciéndole frente al frío intenso y a un viento que cuando sopla hiela el cuerpo. Esperan ansiosos e impacientes entrar al auditorio de la radio para participar de la presentación del libro Evita: Girones de su vida del historiador argentino Felipe Pigna. Algunos corajudos deciden por un instante abandonar la fila y observar a los otros que hacen cola con él. Los transeúntes miran y vuelven a mirar. Quizás sea extraño que casi a las siete de la tarde esa calle esté aún tan concurrida. A esta hora microcentro empieza a enmudecer y los ruidos que convulsionaron la zona en horas más tempranas de a poco desaparecen. De repente, un señor que promedia los setenta, al límite del grito increpa a la señora que se ubica delante de él: “ESCUCHEME SEÑORA ¿podría adelantarse un poco? Es que ahí no pega tanto el viento y acá sí”. La señora, que lleva saco rojo y que también promedia los setenta, lo mira y asiente. El señor que está delante de la señora mira hacia atrás, luego hacia adelante, golpea sus palmas mirando hacia arriba y reflexiona: “hay gente molesta en todos lados”. También es setentón aunque la calvicie lo rejuvenece un poco. De repente, con una velocidad inusitada la fila comienza a avanzar mientras que el señor detrás de la señora sigue quedándose esgrimiendo que le resulta irrespetuoso tener que esperar con “este frío galopante”. El calvo, por mirarlo tropieza y la señora setentona de saco rojo refunfuñe ya cansada de estos dos compañeros de fila. A paso lento suben todos por las escaleras, demasiado lento aunque suficientemente rápido para los huesos atrofiados de la mayoría. “Todo lo que hice no lo hice nunca por ocupar una posición política en mi país. Es que estando el general Perón en el gobierno, el puesto de
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vicepresidenta no es más que un honor y yo aspiro nada más que al honor y al cariño de los humildes de mi Patria…”. Se escucha de fondo la voz de Eva Duarte de Perón en algunos de sus discursos históricos. El escenario está aun vacío, sólo dos copas y dos botellas de agua mineral sobre la mesa. El sonidista hace un ruido tosco al probar los micrófonos mientras el auditorio de cabecitas blancas se acomoda en sillas plásticas. Otra voz femenina interrumpe: “Buenas noches. Lamento hablar encima de la voz de Evita. Quería avisarles que Felipe ya está por llegar”. El auditorio ya está en silencio y espera la llegada del escritor que para entonces y después de haber sido nombrado por la locutora tantas veces es, simple y amigablemente, Felipe. El único niño en la sala es el primero en advertir la llegada, todos giran hacia la puerta. Pregunta a quien debe ser su abuela: “es él, ¿no?”. Felipe llega a tiempo para evitar que los presentes concilien el sueño. Sin embargo, su voz suave y tranquila lejos está de poder despabilar al auditorio. La locutora sonríe y avisa que vamos a ver un documental que Felipe gustosamente ha traído para compartir. Un compilado de fotos y videos sobre la vida de Evita se proyectan en cuatro pantallas distribuidas por la sala. “Conmovedor”, cierra la locutora para abrir paso entonces a lo que será finalmente la presentación del libro de Felipe. “¿Cuándo fue que Evita entró en tu vida?”, la primera pregunta para el escritor. “Bueno, en mi familia la primera que me habló bien de Evita fue mi hermana Mabel, estamos hablando de los años setenta […] Era bueno poder discutir en torno a esta mujer porque a nosotros no nos identificaba más que Perón en ese momento. Nos parecía un personaje menos polémico, Evita aparecía como un personaje menos incuestionable. Perón era distinto, había sido milico. En ese clima de ideas, Evita aparecía como la revolucionaria”, explica Felipe mientras su mirada se clava en un punto fijo cerca de la entrada de la sala. Con un ritmo monocorde y pausado contesta cada una de las preguntas de su interlocutor. De repente, baja la vista, se quita los anteojos, refriega sus ojos y mira al público. A media hora de empezar la presentación son tres los dormidos que se pueden observar desde el fondo. El primero mueve su cabeza de izquierda a derecha y de derecha cae al centro y vuelve a empezar. El segundo tambalea
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de atrás hacia adelante y ahí se queda. El tercero ya hace rato que se quedó dormido. “De Evita se dice que es mito y los mitos son populares, no hay mitos de la oligarquía. Está el de Perón, Gardel, Maradona pero la verdad es que también hay mitos de la oligarquía. Que el General Mitre nunca haya ganado una batalla eso sí que es un mito”, ironiza Felipe y el público se despierta, ríe y aplaude la ocurrencia. “No, no, no. No era Galán con el que hizo esa obra de teatro”, corrige a Felipe una señora un tanto más joven que sus compañeros que, al no ser registrada por el escritor, intima a la mujer sentada a su izquierda y le dice: “no era Galán”. La otra mujer la mira desconcertada, no sabe de qué le habla. Algunos se dan vuelta para mirarla. Felipe continúa, no la escucha. “Las vicisitudes del cadáver de Evita es algo increíble, muy impresionante”, comenta el interlocutor. “Hasta que se recuperó estuvo en distintos lugares hasta que va a parar aquí cerca en Viamonte y Callao”. Otra vez interrumpe la señora: “Sí, sí, sobre la calle Viamonte”. Felipe continúa. Otro chiste y el auditorio se despierta con risas y aplausos. Los tres dormidos despiertan, levantan la cabeza y aplauden siguiendo a la mayoría. El tercero bosteza, se acomoda en la silla plástica un tanto peligrosa para alguien cercano a los ochenta. Mira hacia el frente y su cabeza vuelve a caer. De repente, despierta sobresaltado, mira hacia al frente y reflexiona: “que bárbaro, este tipo no paró de hablar”. Vuelve a dormir. “El encargado de devolver el cuerpo de Evita a Perón fue Cabanillas, un personaje de novela. Resulta que de toda esa operación del traslado del cuerpo en un camión con un nombre falso, el destino quiso que llegue a la puerta de Perón a las 20.25”. El público sorprendido entona al unísono onomatopeyas como “ah” “mmm” por lo misteriosa que resulta la anécdota. Felipe continúa: “Entonces este hombre demora para no darle el gusto a Perón…”. Mira a su público y aclara: “…de que llegue a la misma hora que la muerte de Evita. Este señor lo quería matar a Perón, lo odiaba como nadie y le toca a él devolverle el cuerpo”. Silencio profundo, todos observan atónitos. Felipe continúa y remata con un chiste para recibir otro aplauso que demuestre que su público aún vive. Sin embargo, está vez no resulta tan efectivo y el aplauso rápidamente se pierde. El primer hombre dormido no se mueve. El segundo atina a levantar la cabeza pero ésta cae rendida hacia delante. El tercero se sobresalta de su silla plástica que peligrosamente
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tambalea: “que bárbaro, este tipo no paró de hablar”, repite y vuelve a dormir. Un silencio absoluto invade la sala. Los tres durmientes siguen dormidos. Felipe habla. La locutora sonríe. El niño descansa la cabeza en el hombro de quien debe ser su abuela. Dos fotógrafos caminan lentamente haciendo un chasquido en el piso al pegarse la goma de sus zapatos. Sacan fotos sin flash buscando la escena que cuente algo nuevo en medio de tanta tranquilidad. La señora no tan mayor decidió dejar de comentar y corregir a Felipe para asentir o negar con la cabeza y, de ese modo, evitar que parte del auditorio la observe
con
vehemencia
en
cada
una
de
sus
intervenciones.
Inesperadamente, un hombre se levanta. Tropieza con la silla plástica. Se queda quieto un instante, mira a su alrededor esperando la mirada aniquilante del resto por el ruido causado. Sin embargo, nadie lo observa. Es el calvo que con un diario bajo el brazo camina apurado hacia la puerta. De repente, retrocede en sus pasos como si algo hubiera olvidado en su asiento pero antes de llegar retoma el caminar y se acerca a la puerta. Ahí se queda parado. “Bueno yo voy a hacer la última pregunta y todas las que ustedes tengan están ahí, en ese libro que estamos presentando hoy”. Risas. “¿Cómo la juventud peronista toma la imagen de Eva Perón en los setenta?” Felipe explica: “yo creo que la izquierda a la que se refería Evita era una izquierda muy particular…”. “PERO QUE BARBARO. ESTE TIPO NO PARÓ DE HABLAR”, repite, está vez más eufórico, el tercer durmiente. “Que bárbaro… Me llamo César. Yo la conocí a Evita. También a Perón, bueno, con Perón fuimos compañeros. Una vez”, se ríe, “me dice: ‘¿cómo le va Don?’ Ja. Yo me reí. Era él, el presidente, y me preguntaba cómo me iba a mí”, comenta sonriente aun con los ojos cerrados el señor que todavía no despierta. Se escucha de fondo Muchachos Peronistas. El señor durmiente que conoció a Evita y a Perón mueve su cabeza marcando el ritmo de la marcha, mira hacia al frente y canta: “Viva Perón, viva Perón”. Mientras tanto, el auditorio aplaude. Felipe agradece. Cuatro se levantan y aplauden de pie. La locutora sonríe y se asoma presurosamente al micrófono para comentar que Felipe firmará los libros que quieran “así que no se vayan”. Entonces, la multitud de agolpa en el escenario hasta que de a poco organizan una fila. La señora
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setentona de saco rojo se ubica promediando la mita de la fila. Mira hacia adelante y mira hacia atrás, quizás espera que los dos hombres, el molesto y el calvo, no estén cerca. El señor calvo reniega casi al final de la fila, de no haberse parado tanto tiempo antes podría haber conseguido una mejor posición en esta fila, improvisada y mal organizada. El señor que hace casi ya dos horas pedía impetuosamente a la señora del saco rojo que se moviera hacia adelante en la fila de la calle conversa con otra señora más joven que la anterior con un saco menos llamativo. El único niño de la sala permanece sentado mientras que su supuesta abuela lo observa ya ubicada en la fila, libro de Felipe en mano. Un grupo de cuatro mujeres con perfume intenso a vainilla taconean presurosas hacia el hall del auditorio donde está ubicado un improvisado stand de la editorial Planeta en el que se puede comprar el libro de Felipe y aprovechar la ocasión para llevárselo autografiado. El perfume a vainilla regresa, es que vuelven las cuatro señoras sonrientes y, aunque a paso más lento, no detienen la marcha hacia la fila que para entonces es más zigzagueante que recta. “QUÉ BÁRBARO. Cómo habló ¿no? Yo tengo un libro de Perón, del plan quinquenal. También tengo un montón de fotos y un video que un día cuando vino la revolución me trajo mi papá para que guardara. Yo no sabía qué era. Nunca pregunté, no lo miré porque sabía que lo tenía que guardar y nada más. Creo que era una película, como es… una filmación ¡claro! del día en que Evita pasaba en el coche por la Avenida de Mayo. Bueno… es una anécdota que uno tiene ¿no?”, reflexiona sonriente el tercer hombre durmiente que ya despertó mientras se acomoda en la silla plástica y peligrosa. “Pero yo la conocí a Evita y no era así como ésa que mostraron ahí. Era más delgada, más delgada la cara… más bonita. Sí. Mucho más linda. Hoy vine porque me dijeron que iban a hablar de ella pero esa señorona que estaba ahí no era Evita”.//RT3
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//RT3 Revista Tónica 3.0 es una publicación del
Centro de Estudios Contemporáneos
www.elcec.com.ar Los artículos firmados son propiedad y responsabilidad de los firmantes. Buenos Aires. Julio, 2012.
“Y un día David me dijo que quería escribir la biografía de Eva Perón. Eso fue más o menos en 1961. Yo sugerí que De Palma editara ese libro, pero se negaron por cuestiones políticas, y les dije que si no publicaban ese libro me iba a ir e iba a fundar una editorial nueva. Y así empezó todo. Lo curioso fue que ese libro de Viñas jamás apareció por culpa de Juan José Sebreli, que cuando leyó que David estaba embarcado en ese proyecto se adelantó y se puso a escribirla él. Lo de Viñas sobre Evita iba a ser algo serio y poderoso. Y lo de Sebreli fue cualquier cosa, algo hecho con el único objetivo de ganarle de mano. David tenía escrito mucho, y se enojó cuando salió el libro de Sebreli. Tanto fue así que tiró todo lo que había hecho y toda la información que tenía.” (Jorge Álvarez) // RT3
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