Resumen “la imaginación simbólica” Gilbert Durand Introducción. El vocabulario del simbolismo
Siempre ha existido una gran confusión en el empleo de los términos relativos a lo imaginario. Esto proviene de la desvalorización extrema que sufrió la imaginación, la «phantasia», en el pensamiento occidental y en el de la antigedad cl!sica. "a conciencia dispone de dos maneras de representarse el mundo. #na directa, en la cual la cosa misma parece presentarse ante el esp$ritu, como en la percepción o la simple sensación. %tra, indirecta, cuando, por una u otra razón la cosa no puede presentarse en «carne y hueso» a la sensi&ilidad 'como, por e(emplo, al recordar nuestra infancia)* el o&(eto ausente se re+presenta ante ella mediante una imagen, en el sentido m!s amplio del término. Sin em&argo, esta diferencia entre pensamiento directo e indirecto no es tan ta(ante como expresa expresa el autor. !s &ien, la conciencia conciencia dispone de distintas distintas gradaciones gradaciones de la imagen - segn que esta ltima sea una copia fiel de la sensación o simplemente indique la cosa -, cuyos extremos opuestos estar$an constituidos por la adecuación total, la presencia perceptiva, o &ien por la inadecuación m!s extrema, es decir, un signo eternamente separado del significado. Este signo le(ano corresponde al s$m&olo. El s$m&olo se define como perteneciente a la categor$a del signo. /ero la mayor parte de los signos signos son sólo sólo su&ter su&terfug fugios ios 'excus 'excusas, as, pretex pretextos tos)) destin destinado adoss a econom economiza izar, r, que remiten a un significado que puede estar presente o ser verificado '/or e(emplo, una pala&ra reemplaza con econom$a una larga definición conceptual). 0omo son sólo medios destinados a economizar operaciones mentales nada impide elegirlos arbitrariamente. 1e todos modos, hay casos en los que el signo de&e perder su ar&itrariedad teórica2 cuando remite a a&stracciones, en especial a cualidades espirituales o morales que es dif$cil presentar en «carne y hueso». /or e(. el pensamiento no puede a&andonarse a lo ar&itrario para significar la 3usticia o la 4erdad, ya que son conceptos menos evidentes que los &asados en percepciones o&(etivas. En estos casos se hace necesario recurrir a signos de tipo comple(o. Estos signos se llaman alegóricos. E(emplo de alegor$a2 si la idea de (usticia se representa mediante un persona(e que castiga o a&suelve, por e(emplo. "a alegor$a es traducción concreta de una idea dif$cil de captar o expresar en forma simple. "os signos alegóricos contienen siempre un elemento concreto o e(emplar del significado. En resumen, entonces, tenemos los signos arbitrarios y los signos alegóricos. "os primeros primeros remiten a una realidad significada significada que, aunque no esté presente, presente, por lo menos siempre es posi&le presentar, y los signos alegóricos remiten a una realidad significada dif$cil de presentar. Estos ltimos de&en representar de manera concreta una parte de la realidad que significan. /or ltimo, llegamos a la imaginación simbólica propiamente dicha cuando el significado es imposi&le de presentar y el signo sólo puede referirse a un sentido, y no a una cosa sensi&le. 1icho de otra forma, se puede definir el símbolo , de acuerdo con 5. "alande, como 6todo signo concreto que evoca, por medio de una relación natural, algo ausente o imposi&le de perci&ir7, o tam&ién, segn 3ung2 6"a me(or representación posi&le de una cosa cosa relati relativam vament ente e descon desconoci ocida, da, que por consig consiguie uiente nte no ser$a ser$a posi&l posi&le e designa designarr en primera instancia de manera m!s clara o m!s caracter$stica7. /ara 8odet2 «"a alegor$a parte de una idea 'a&stracta) para llegar a una representación, mientras que el s$m&olo es en primer lugar y de por s$ una representación, y, como tal,
fuente de ideas, entre otras cosas». /ues lo que caracteriza al s$m&olo es ser centr$peto, adem!s del car!cter centr$fugo de la figura alegórica con relación a la sensación. El s$m&olo, como la alegor$a, conduce lo sensi&le de lo representado a lo significado, pero, adem!s adem!s,, por la natura naturalez leza a misma misma del signif significa icado do inacce inaccesi& si&le, le, es epifanía, es decir, decir, aparición de lo inefa&le por el significante y en él. Entonces el dominio predilecto del sim&olismo es el de lo no+sensi&le en todas sus formas formas** incons inconscie ciente nte,, metaf$ metaf$sic sico, o, so&ren so&renatu atural ral y surrea surreal.l. Estas Estas cosas cosas imposi imposi&le &less de perci&ir ser!n los temas privilegiados de la metaf$sica, el arte, la religión, la magia. /ero existe una parado(a en esta misma definición del s$m&olo. El s$m&olo, est! mucho meno menoss limi limita tado do a lo ar&i ar&itr trar ario io,, a la «con «conve venc nció ión» n»,, que que el em&l em&lem ema. a. 9a que que la re+ re+ presentación sim&ólica, nunca puede confirmarse mediante la presentación pura y simple de lo que significa* el s$m&olo, en ltima instancia, sólo vale por s$ mismo. 5l no poder representar la irrepresenta&le trascendencia, la imagen sim&ólica es transfiguración de una representación concreta con un sentido totalmente a&stracto. El s$m&olo es, pues, una representación que hace aparecer un sentido secreto. "a parte visi&le del s$m&olo, el «signi «signific ficant ante», e», siempr siempre e estar! estar! cargad cargada a del m!ximo m!ximo de concre concretez tez,, y como como di(o di(o /aul :icoeur, todo s$m&olo auténtico posee tres dimensiones concretas2 es al mismo tiempo «cósmico» 'es decir, extrae de lleno su representación del mundo &ien visi&le que nos rodea), «on$rico» 'es decir, se arraiga en los recuerdos, los gestos, que aparecen en nuestros sue;os y que constituyen, como demostró
En resumen, el autor est! entiendo2 el símbolo como signo que remite a un significado inefable e invisible, y por eso debe encarnar concretamente esta adecuación que se le evade, y hacerlo mediante el juego de las redundancias míticas, rituales, iconográficas, que corrigen y completan inagotablemente la inadecuación 'p.>?).
Se advierte desde un primer momento que un modo tal de conocimiento @el s$m&oloA ver! planteadas en su contra, en el curso de la historia muchas opciones religiosas o filosóficas. Este conflicto es el que el autor descri&ir! en el primer cap$tulo. 1espués de constatar que, a pesar de la ofensiva de toda una civilización, el s$m&olo se mantiene, y que el mismo desarrollo del pensamiento occidental contempor!neo de&e encarar metódicamente el «hecho» sim&ólico, estudiar! en los cap$tulos siguientes "a realidad sim&ólica y los métodos de la sim&olog$a. /or ltimo, una vez mostrada la manera de conciliar el conflicto entre :azón e Bmagen, va a poder examinar con serenidad, teniendo en cuenta los resultados aportados por los métodos de la hermenéutica, una ciencia y una sa&idur$a nuevas, &asadas en la sim&olog$a, y estudiar las funciones filosóficas del sim&olismo.
1. La victoria de los iconoclastas o el reverso de los positivismos
Cay muchas formas de iconoclastia. "a de Dizancio, por omisión rigurosa, ser! una exigencia reformadora de «pureza» del s$m&olo contra el realismo demasiado
antropomórfico del humanismo cristológico. "a otra, m!s insidiosa, tiene intenciones opuestas a los piadosos concilios &izantinos. El autor tratar! de demostrar que la segunda forma de iconoclastia, por exceso, por evaporación del sentido, fue el rasgo constitutivo de la cultura occidental. En primera instancia, el «co+nocimiento» sim&ólico, triplemente definido como pensamiento para siempre indirecto, como presencia representada de la trascendencia y como comprensión epif!nica, aparece en las ant$podas de la pedagog$a del sa&er tal como est! instituida desde hace diez siglos en %ccidente. Se advierte que %ccidente siempre opuso, a los tres criterios precedentes, elementos pedagógicos violentamente antagónicos2 a la presencia epif!nica de la trascendencia, las iglesias opusieron dogmas y clericalismos* al «pensamiento indirecto», los pragmatismos opusieron el pensamiento directo, el «concepto» - cuando no el «percepto»- * por ltimo, frente a la imaginación comprensiva «que induce al error y la falsedad», la ciencia esgrimió las largas cadenas de razones de la explicación semiológica, asimil!ndolas en principio a las largas cadenas de «hechos» de la explicación positivista. En cierto modo, esos famosos «tres estadios» sucesivos del triunfo de la explicación positivista son los tres estadios de la extinción sim&ólica. "a desvalorización m!s evidente de los s$m&olos que presenta la historia occidental es la que se manifiesta en la corriente cient$fica surgida del cartesianismo. 0on 1escartes el sim&olismo pierde vigencia en la filosof$a. l instaura el 6reino7 del algoritmo matem!tico. El cartesianismo asegura el triunfo de la iconoclastia, el triunfo del signo so&re el s$m&olo. Fodos los cartesianos rechazan la imaginación, as$ como tam&ién la sensación, como inductora de errores. /ara 1escartes sólo el universo material se reduce a un algoritmo matem!tico, gracias a la famosa analog$a funcional2 el mundo f$sico no es sino figura y movimiento, vale decir, res extensa* adem!s, toda figura geométrica no es sino una ecuación alge&raica. Sin em&argo, este método de reducción a las «evidencias» anal$ticas se presenta como el método universal. El s$m&olo - cuyo significante ya no tiene m!s que la diafanidad del signo- se esfuma poco a poco en la pura semiolog$a, se evapora, podr$amos decir, metódicamente en signo. 0on ale&ranche, Spinoza, este método reductivo se aplicar! al Ser a&soluto, 1ios. Fodo el sa&er de los ltimos dos siglos se resumir! en un método de an!lisis y de medición matem!tica, producido por un deseo de enumeración y de o&servación en el cual desem&ocar! la ciencia histórica. 5s$ se inaugura la era de la explicación cientificista que en el siglo xix, &a(o las presiones de la historia y su filosof$a, se transformar! en positivismo. Esta concepción «semiológica» del mundo ser! la oficial en las universidades occidentales. En este nuevo escenario no solo el mundo es pasi&le de exploración cient$fica, sino que la investigación cient$fica es la nica con derecho al t$tulo desapasionado de conocimiento. 1urante dos siglos la imaginación es violentamente anatemizada. Da(o el influ(o cartesiano se produce en la filosof$a contempor!nea una do&le hemorragia de sim&olismo2 ya sea que se reduzca el cogito a las «cogitaciones» - y entonces se o&tiene el mundo de la ciencia, donde el signo sólo es pensado como término adecuado de una relación- , o que «se quiera devolver el ser interior a la conciencia» - y entonces se o&tienen fenomenolog$as carentes de trascendencia, segn las cuales el con(unto de los fenómenos ya no invoca lo ontológico, no logra sino una «verdad reducida»- .En resumen, se puede decir que la impugnación cartesiana de las causas finales, y la resultante reducción del ser a un te(ido de relaciones o&(etivas, han eliminado en el
significante todo lo que era sentido figurado, toda reconducción hacia la profundidad vital del llamado ontológico. "as repercusiones en la imagen art$stica2 el papel cultural de la imagen pintada es minimizado al extremo en un universo donde se impone todos los d$as la potencia pragm!tica del signo. El artista, como el icono, ya no tiene lugar en una sociedad que poco a poco ha eliminado la función esencial de la imagen sim&ólica. El icono ya no procura evocar, se lo reduce a la función de decorado. #nos siglos antes del cartesianismo, hay una corriente m!s profunda de iconoclastia repudiada por el cartesianismo. Est! transmitida desde el s. GBBB al GBG por el conceptualismo aristotélico, por su desviación ocHhamista y averro$sta. 'el autor volver! a ha&lar de esto m!s adelante, primero ha&lar! del platonismo que surge antes del conceptualismo aristotélico en la Edad media tam&ién). En la Edad edia se reanuda la vie(a disputa filosófica de la época cl!sica. 3uan Escoto Erigena en la Edad edia sostiene una doctrina parecida al /latonismo. /ero para entender esto hay que entender primero qué es el platonismo2 +/latonismo2 una filosof$a de la 6clave7 de la trascendencia, o sea implica una sim&ólica. El gran pro&lema platónico era el de conducir los o&(etos sensi&les al mundo de las ideas* el pro&lema de la reminiscencia, que es una imaginación epif!nica. En la doctrina de 3uan Escoto Erigena, 0risto se transforma en el principio de esta reversio por medio de la cual se efectuar! la divinización ' deificatio ) de todas las cosas. /ero la solución al pro&lema platónico la da la gnosis valentiniana. /roponen la angelolog$a. #na doctrina so&re los angeles intermediarios, los eones. "os eones son modelos eternos del mundo imperfecto. Estos !ngeles son el criterio propio de una ontolog$a sim&ólica. Son símbolos de la función simbólica misma que es - como ellosmediadora entre la trascendencia del significado y el mundo de los signos concretos, encamados, que por medio de ella se transforman en s$m&olos. Entonces, la angelolog$a constituye una doctrina del sentido trascendente comunicado mediante el s$m&olo, y es consecuencia del platonismo. Esta doctrina ser! rechazada con la crisis que inaugura el conceptualismo aristotélico. 'aqu$ vuelve a ha&lar de esto). El conceptualismo aristotélico defiende el «pensamiento directo». El mundo de la percepción, de lo sensi&le ya no es m!s un mundo de la intercesión ontológica, es un mundo material. /ara el conceptualismo la idea posee una realidad en la cosa sensi&le donde va a tomarla el intelecto, pero solo conduce a un concepto, a una definición literal que quiere ser sentido propio. 9 no conduce -como la idea platónica- al sentido trascendente supremo situado «m!s all! del ser». Este conceptualismo se disolver! en el nominalismo de %cHham. "as historiai 'investigaciones) aristotélicas -que se aseme(an a la entidad «histórica» del positivismo moderno- se contraponen a los mirabilia 'acontecimientos raros y maravillosos) o a los idiotes 'acontecimientos singulares) de todas las tradiciones herméticas. Estas tradiciones actuan mediante relaciones «simp!ticas», mediante homolog$as sim&ólicas. Entonces se da un deslizamiento hacia el mundo del realismo perceptivo, donde el expresionismo reemplaza a la evocación sim&ólica. E(emplo de esto se ve en la transición del arte rom!nico al gótico. El arte rom!nico es «indirecto», de evocación sim&ólica, mientras que el arte gótico es «directo». El arte rom!ntico conserva un arte del icono &asado en el principio de una angelolog$a. El arte gótico por otra parte es el prototipo de la iconoclastia por exceso2 acenta el significante a tal punto que se desliza del icono a
una imagen muy naturalista, que pierde su sentido sagrado y se convierte en simple ornamento realista, en simple «o&(eto art$stico». I/aréntesis para aclararJrepetir lo que ha dicho el autor2 El pensamiento Bndirecto se opone a imaginación sim&ólica y los modos de pensamiento indirectos. "a prevalencia de este pensamiento se da en el siglo GBBB, cuando se hace del aristotelismo la filosof$a oficial de la cristiandad. 5 partir del siglo GBBB entonces, las artes y la conciencia ya no am&icionan conducir a un sentido, sino «copiar la naturaleza». El conceptualismo gótico quiere ser un calco realista de las cosas tal como son. Si el cartesianismo y el cientificismo que de él derivan eran iconoclastas por omisión, la iconoclastia peripatética 'o el conceptualismo aristotélico) es prototipo de iconoclastia por exceso2 descuida el significado del s$m&olo para adherirse solamente a la epidermis del sentido, al significante. El racionalismo, aristotélico o cartesiano, posee la venta(a de pretenderse universal por la distri&ución individual del «sentido comn». =o ocurre lo mismo con las im!genes que est!n sometidas a un acontecimiento, a una situación histórica o existencial que las caracteriza. Es por eso que una imagen sim&ólica necesita ser revivida sin cesar. 9 el s$m&olo, amenazado, como toda imagen, por el regionalismo de la significación, corre peligro de transformarse a cada momento en un «sistema», es decir, en una imagen que tiene ante todo una función de reconocimiento social, una segregación convencional* podr$a decirse que se trata de un s$m&olo reducido a su potencia sociológica. 5l convertirse en sistema se funcionaliza, se &urocratiza. 5l encarnarse en una cultura y en un lengua(e cultural, la imagen sim&ólica puede convertirse en dogma y sintaxis. Se pierde la virtud esencial del s$m&olo, que es asegurar la presencia de la trascendencia en el seno del misterio personal. En otras pala&ras, en el proceso sim&ólico puro, el ediador, 5ngel o Esp$ritu Santo, es personal, emana en cierto modo del li&re examen, o m!s &ien de la li&re exultación, y por eso escapa a toda formulación dogm!tica impuesta desde afuera. 0omo en el platonismo, &a(o la cu&ierta de la angelolog$a, hay una relación personal con el ngel del !onocimiento y de la "evelación . /or lo tanto, todo sim&olismo es una especie de gnosis, o sea un procedimiento de mediación a través de un conocimiento concreto y experimental. 0omo gnosis, el s$m&olo es un «conocimiento &eatificante», un «conocimiento salvador», que, ante todo, no necesita un intermediario social, es decir, sacramental y eclesi!stico. /ero esta gnosis, por ser concreta y experimental, siempre tender! a incluir al !ngel entre los mediadores personales en segundo grado2 profetas, mes$as, y so&re todo la mu(er. "a actitud dogm!tica implica un rechazo categórico del icono como apertura espiritual por medio de una sensi&ilidad, una epifan$a de comunión individual. 9 este es el factor m!s importante de la iconoclastia occidental. Esto en oposición al culto de los iconos, que utiliza plenamente el do&le poder de conducción y de epifan$a so&renatural del s$m&olo. El papel profundo del s$m&olo es la «confirmación» de un sentido a una li&ertad personal. /or eso el s$m&olo no puede explicitarse2 en ltima instancia, la transfiguración sim&ólica solo puede efectuarse en el crisol de una li&ertad. 9 la potencia poética del s$m&olo define la li&ertad humana me(or que ninguna especulación filosófica2 esta ltima se o&stina en considerar la li&ertad como una elección o&(etiva, mientras que en la experiencia del s$m&olo compro&amos que la li&ertad es creadora de un sentido2 es poética de una trascendencia en el interior del su(eto m!s o&(etivo, m!s comprometido con el acontecimiento concreto.
#na espiritualidad concreta se esfuma cuando los iconos son secularizados y reemplazados por la alegor$a. 5hora &ien* en las épocas de reacción dogm!tica y de rigidez doctrinaria, en el apogeo del poder papal con Bnocencio BBB o después del 0oncilio de Frento, el arte occidental es esencialmente alegórico. El arte católico romano es dictado por la formulación conceptual de un dogma. =o conduce a una iluminación* se limita a ilustrar las verdades de la
. "as hermenéuticas reductivas =uestra época volvió a tomar conciencia de la importancia de las im!genes sim&ólicas en la vida mental gracias al aporte de la patolog$a psicológica y la etnolog$a. 5m&as ciencias parecen ha&er revelado y recordado de pronto al individuo normal y civilizado que toda una parte de su representación linda&a, de manera singular, con las representaciones del neurótico, del delirio o de los «primitivos». Este proceso condu(o hacia el denominador comn de la comparación2 el reino de las im!genes, el mecanismo mediante el cual se asocian los 6s$m&olos con la &squeda del sentido m!s o menos velado de las im!genes, o sea la ermen!utica.
1ichas doctrinas solo descu&ren la imaginación sim&ólica para tratar de integrarla en la sistem!tica intelectualista en &oga y reducir la sim&olización a un sim&olizado sin misterio. 5hora es necesario que realicemos el estudio, y en primer lugar en el sistema del psicoan!lisis, de estos procesos de reducción de lo sim&olizado a datos cient$ficos y del s$m&olo al signo. Se se;ala que el método psicoanal$tico es una concepción reductiva, que englo&a distintos significados &a(o una misma imagen. El psicoan"lisis tiene las siguientes caracter#sticas$ '?) causalidad espec$ficamente ps$quicaK, los incidentes ps$quicos, incluso fisiológicos, no tienen forzosamente origen org!nico. En el universo ps$quico reina un determinismo tan estricto como en el universo material. '>) Existe un inconsciente ps$quico, recept!culo de toda la &iograf$a del individuo, depósito de las causas ps$quicas «olvidadas». 'L) existe una causa del desvanecimiento, del olvido mismo. Es la censura2 una oposición, una prohi&ición social, originaria del efecto neurótico. 'M) Bnvenci&le pulsión que la censura restringe sin vencerla nunca2 la tendencia sexual o "li&ido. 'N) "a pulsión rechazada al inconsciente por una prohi&ición m!s o menos &rutal y por acontecimientos m!s o menos traumatizantes,
se satisfar! por caminos desviadosO En im!genes on$ricas. En &ase a lo anterior, la visión del s#mbolo de %reud es una doble reducción sufre en %reud una reducción doble& en el m!todo asociativo y el simbólico. En primer lugar, por la naturale'a determinista que siempre une un efecto ps$quico 'por e(emplo, las im!genes de un sue;o) con la causa suprema del psiquismo, o sea la li&ido, el s#mbolo siempre remite en (ltima instancia a la se)ualidad& a una se)ualidad inmadurapor ser insatisfeca *panse)ualismo+ . /ara 1al&iez el error de
ha&er confundido «causalidad» con «asociación» por seme(anza o contigidad* ha&er tomado por causa necesaria y suficiente del fantasma lo que era apenas un accesorio asociado en el polimorfismo del s$m&olo. %reud no solo reduce la imagen a no ser m"s ,ue el espe-o vergon'oso del órgano se)ual& sino ,ue tambi!n reduce la imagen a refle-o de una se)ualidad mutilada en la infancia. 5dem!s para 1al&iez %reud utili'a la palabra s#mbolo/ en el sentido de efecto0 signo& con lo cual reduce el campo infinitamente abierto del simbolismo.
0onsiderando el e(emplo anterior, este se resume as$2 "a sa&idur$a inerva que sale de la ca&eza nacimiento por la vulva. El defecto esencial del psicoan"lisis
freudiano es aber combinado un determinismo estricto& ,ue convierte al s#mbolo en simple efecto0signo/& con una causalidad (nica$ la libido ,ue impera sobre todo. or eso el sistema de e)plicación sólo puede ser un#voco *donde un signo remite a otro signo+ y panse)ual *donde el signo (ltimo& la causa& es accesoria de la se)ualidad& siendo esta una especie de motor inmóvil de todo el sistema+.
Sin em&argo, el inmenso mérito de
s$m&olos de una sociedad en general, tanto rituales como mitológicos, sin &uscar ya las seme(anzas, sino, por el contrario, las diferencias que las estructuras de los con(untos sim&ólicos, m$ticos o rituales, se;alan entre las sociedades.
Se da un e(emplo de una mirada reduccionista vs una ling$stica. #n autor ve en roma antigua dos polos de s$m&olos que no se tocan ni se mezclan producto de la superposición de dos culturas2 las tropas indoeuropeas de :ómulo y los sedentarios «sa&inos». /or otra parte 1umézil reintegra, por as$ decirlo, el sim&olismo «sa&ino»,
(unto con el sim&olismo propiamente «romano», en una entidad funcional que englo&a a los dos, que nada tiene que ver con la «difusión» de s$m&olos indoeuropeos en una po&lación extran(era, ya que, como lo demuestra la filolog$a, tanto los s$m&olos «sa&inos» como los «romanos» coexisten en el con(unto de las sociedades del grupo ling$stico indoeuropeo. /ara el funcionalismo de 1umézil, un mito, un ritual, un s$m&olo, es directamente inteligi&le desde el momento en que se conoce su etimolog$a. El sim&olismo es una sección de la sem!ntica ling$stica. Sin em&argo, el an!lisis ha demostrado que conviene desconfiar de una lectura directa2 la trama de s#mbolo no se te-e en el nivel de la conciencia clara. El s#mbolo necesita ser descifrado& precisamente por estar cifrado& por ser un criptograma indirecto& enmascarado. or otra parte& los principales con-untos simbólicos& los mitos& poseen la e)tra3a propiedad de escapar a la contingencia ling2#stica$ el mito se opone a un compromiso/ ling2#stico como el de la poes#a& fi-ado en el propio material de la lengua. El mito no se reduce directamente a un sentido funcional por medio de la contingencia de una lengua& como la palabra incluida en el l!)ico. 0onstituye
un lengua(e, s$, pero un lengua(e allende el nivel ha&itual de la expresión ling$stica. Esto constituye la diferencia fundamental entre la reducción sem!ntica directa del funcionalismo de 1umézil y la reducción transling$stica del «estructuralismo» de "évi+ Strauss. Este ltimo no &asa en a&soluto su antropolog$a, y en especial su hermenéutica, en una ling$stica positivista, en el nivel del léxico y de la sem!ntica, sino en la fonolog$a estructural, y su am&ición es lograr que la sociolog$a, en especial la hermenéutica sociológica, lleve a ca&o un progreso an!logo en cu!nto a la forma 'si no en cuanto al contenido) al que introdu(o la fonolog$a. "a ermen!utica sociológica& en perfecta concordancia tanto con el psicoan!lisis como con la fonolog$a & pasa del estudio de los fenómenos conscientes al de su infraestructura inconsciente/. 'el órgano de la estructuración sim&ólica). Es decir que el v$nculo reductivo ya no ser! &uscado de manera directa, sino indirecta y muy ale(ada del semantismo de los términos. La fonolog#a& re(sa tratar los t!rminos como entidades independientes& tomando& por el contrario& como base de su an"lisis& las relaciones entre los t!rminos/. Q0ómo hacer que estas relaciones no
sean ar&itrariasR E" SBD%"% 355S SE 5=5"B5 SE/5:51% 1E S# 0%=FEGF%. Ca&la de los mitemas que son como las partes del mito que se relacionan en un contexto mayor 'es como ha&lar de los fonemas en fonolog$a).
Fanto el estructuralismo como el funcionalismo reducen el s$m&olo a su estricto contexto social, sem!ntico o sint!ctico, segn sea el método utilizado. /ara el sociólogo, por el contrario al psicoanalista, el inconsciente est! «siempre vac$o», «tiene tan poca relación con las im!genes como el estómago con los alimentos que pasan por él», se limita a «imponer las leyes estructurales», y la estructuración que, de manera extra;a, es la misma facultad que la inteligencia, una especie de inteligencia no consciente- integra en sus formas simples a las im!genes, a los semantemas transportados por lo social. /ero tanto para el psicoan"lisis como para la sociolog#a de lo imaginario& el s#mbolo sólo remite& en (ltimo an"lisis& a un episodio regional. 4iempre se niega la trascendencia de lo simboli'ado& en beneficiode una reducción al simboli'ante e)pl#cito. /or ltimo el psicoan!lisis o
el estructuralismo reducen el s$m&olo al signo o, en el me(or de los casos, a la alegor$a. 5. Las ermen!uticas instaurativas
Entre la gran corriente de las hermenéuticas reductivas, caracterizada por el psicoan!lisis y la etnolog$a, y las hermenéuticas instaurativas, es (usto situar la o&ra filosófica de Emst 6assirer& que a&arca toda la mitad transcurrida del siglo xx y que tuvo el mérito de orientar la filosof#a& y no solamente la investigación sociológica y psicológica& acia el inter!s simbólico . Esta o&ra constituye un admira&le contrapunto o un prefacio a la doctrina del so&reconsciente sim&ólico de 3ung y a la fenomenolog$a del lengua(e poético de Dachelard, as$ como anuestros propios tra&a(os de antropolog$a arquetipológica o al humanismo de erleau+/onty. /artiendo de la cr$tica Hantiana, 6assirer tuvo el inmenso m!rito de intentar desalinearla de cierto positivismo cientificista ,ue solo aceptaba la primera 6r#tica& la de la ra'ón pura. 0assirer no solamente toma en cuenta las otras
«0r$ticas», en especial la 0r$tica del (uicio sino que tam&ién complementa este inventario de la conciencia constitutiva del universo de conocimiento y acción. 5dem!s, 6assirer consagra una parte de sus traba-os al mito y a la magia& a la religión y al lengua-e.
:ecordemos que el gran descu&rimiento «copemicano» de Tant es ha&er demostrado que la ciencia, la moral, el arte, no se satisfacen con leer anal$ticamente el mundo, sino que constituyen un universo de valores por medio de un (uicio «sintético a priot$». ara 7ant& el concepto ya no es el signo indicativo de los ob-etos& sino una organi'ación instauradora de la realidad/. /or tanto, el conocimiento es constitución del mundo* y la s$ntesis conceptual se for(a gracias al «esquematismo trascendental», es decir, por o&ra de la imaginación. 5s$, pues, no se trata en a&soluto de interpretar un mito o un s$m&olo &uscando en él, por e(emplo, una explicación cosmogónica precient$fica, ni tampoco de reducir el mito y el s$m&olo a fuerzas afectivas, como lo hace el psicoan!lisis, o a un modelo sociológico, como lo hacen los sociólogos. En otras pala &ras, el problema del s#mbolo no es de ning(n modo el de su fundamento& como lo ,uieren las perspectivas sustancialistas del cientificismo& de la sociolog#a o del psicoan"lisis& sino m"s bien 8 en una perspectiva funcional ,ue esbo'a el criticismo8 el de la e)presión inmanente al simboli'ante mismo. El ob-eto de la simbólica no es en absoluto una cosa anali'able& sino& segn una expresión cara a 0assirer, una fisonom$a, es decir, una especie de escultura total& viva y e)presiva de cosas muertas e inertes . Este
fenómeno inelucta&le para la conciencia humana es lo que constituye esa inmediata organización de lo real.
0assirer llama pregnancia simbólica a esta impotencia constitutiva que condena al pensamiento a no poder (am!s intuir o&(etivamente una cosa sin integrarla de modo inmediato en un sentido. /ero esta impotencia no es sino el reverso de un inmenso poder2 el de la presencia inelucta&le del sentido, que hace que para la conciencia umana nada sea -am"s simplemente presentado& sino todo representado . "a enfermedad mental reside (ustamente en un trastorno de la re+presentación, pérdida del poder de la analog$a. Las cosas solo e)isten por medio de la figura/ ,ue les da el pensamiento ob-etivante9 son eminentemente s#mbolos/& ya ,ue solo conservan la coerencia de la percepción& de la conceptuali'ación& del -uicio o del ra'onamiento mediante el sentido ,ue las impregna .
"uego de ver la teor$a cr$tica quiere discutir otras l$neas que permitan ampliar el panorama de lo sim&ólico. 5s$ llega a la teor$a de 3ung so&re el papel de las im!genes se;alando que su terminolog$a relativa al s$m&olo es de las m!s confusas y fluctuantes 'confundiéndose los conceptos de arquetipos, s$m&olos y comple(os. Sin em&argo, 3ung parte de una diferencia muy firme y neta entre signo+s$ntoma y s$m&olo+arquetipo para criticar el psicoan!lisis freudiano. /ara 3ung el s$m&olo es multivoco, por lo cual no puede ser asimilado a un efecto al que se reducir$a a una «causa» nica. El s$m&olo remite a algo, pero no se reduce a una sola cosa. 1e este modo 6el contenido imaginario7 de la pulsión puede interpretarse ya sea en forma reductiva, es decir, semiótic!mente como la representación misma de la pulsión, o sim&ólicamente como sentido espiritual del instinto natural». :ung denomina ar,uetipo a este sentido espiritual/& a esta infraestructura am&igua de la propia K U am&igedad sim&ólica, siendo este, un «sistema de virtualidades», «un centro de fuerza invisi&le», un «ncleo din!mico», e incluso «los elementos de estructura numinosa de la psiquis». el ar,uetipo es una forma din"mica& una estructura ,ue organi'a im"genes& pero ,ue siempre sobrepasa las concreciones individuales& biogr"ficas& regionales y sociales& de la formación de im"genes . 1e esta manera, el efecto+signo freudiano se
halla integrado y so&repasado a la vez por el arquetipo ps$quico del que est! impregnado. :ung descubre y e)pone muy profundamente el papel mediador del ar,uetipo0 s#mbolo. ues por la facultad simbólica el ombre no solo pertenece al mundo superficial de la linealidad de los signos& al mundo de la causalidad f#sica& sino tambi!n al mundo de la emergencia simbólica& de la creación simbólica continua por medio de la incesante metamorfosis/ de la libido . /or tanto, la función sim&ólica
es en el hom&re el lugar de «pasa(e», de reunión de los contrarios2 en su esencia, y casi en su etimolog$a 'Sinn&ild en alem!n), el s$m&olo «unifica pares de opuestos».En efecto, este sim&olismo es constitutivo del proceso de individuación mediante el cual se conquista el yo por equili&ración, por «s$ntesis» de los dos términos del Sinn+&ild2 la conciencia clara, que es en parte colectiva, formada por las costum&res, h!&itos, métodos, idiomas inculcados por medio de la educación a la psiquis y el inconsciente colectivo, que no es otra cosa que la li&ido, esta energ$a y sus categor$as arquet$picas. /ero este proceso de individuación recurre a elementos arquet$picos 'inconsciente colectivo) que difieren, por supuesto, segn el sexo que informa a la li&ido2 de este modo, en el hom&re, la gran imagen mediadora que contra&alancea la conciencia clara es la del 5nima, la u(er etérea, élfica, mientras que en la mu(er es la imagen del 5nimus, del «gal!n (oven», héroe de mltiples aventuras, que equili&ra la conciencia colectiva. Fanto en 3ung como en 0assirer la enfermedad mental, la neurosis, proviene de una deficiencia de la función sim&ólica, que crea un desequili&rio al anular el principio de individuación de dos maneras posi&les2 '?) por predominio de las pulsiones instintivas que ya no llegan a «sim&olizar» conscientemente la energ$a que las anima, y entonces el individuo, le(os de personalizarse, se a$sla del mundo real 'autismo) y toma una actitud a+ social, impulsiva y compulsiva 'casos estudiados por el psicoan!lisis)* o >. 0uando se rompe el equili&rio en favor de la conciencia clara 'y entonces se asiste a un do&le proceso de liquidación, muy frecuente e incluso endémico en nuestras sociedades hiperracionalistas2 liquidación del s$m&olo, que se reduce a signo, liquidación de la persona y su energ$a constitutiva, metamorfoseada en un «ro&ot» mec!nico solo animado por las «razones» de la conciencia social en vigencia. "a disociación a+sim&ólica, tal como lo se;aló 0assirer, constituye la enfermedad mental2 en este caso, el s$m&olo se reduce a un simple s$ntoma, el s$ntoma de «una ant$tesis rechazada». «"a materia prima+imagen, contenido del inconsciente, carece del poder que
tiene lo consciente de crear formas, engendrar estructuras VV y entonces la pulsión se manifiesta ciegamente, sin encontrar nunca su expresión sim&ólica y consciente. 1e modo paralelo, al significante/ ya no le corresponde un significado instaurador& una energ#a creadora& y el s#mbolo se e)tingue/ en signo consciente& convencional& c"scara vac#a de los ar,uetipos/ ,ue se agrupa con sus seme-antes en teor#as vanas - Wpero temi&les, pues son ersatz de s$m&olosX- , «doctrinas, programas, concepciones que entene&recen y enga;an a nuestra inteligencia», y entonces el individuo se vuelve esclavo del consciente colectivo& del pre-uicio en boga& El
s$m&olo es mediador y al mismo tiempo constitutivo de la personalidad por el proceso de individuación. /or tanto, en 3ung se ve es&ozarse, a la inversa de la asociación reductiva de
s$m&olos conscientes que no son «personalizantes», y que la imaginación sim&ólica no tiene sino una función sintética en el interior del proceso de individuación. En otras palabras& si %reud ten#a una concepción muy estreca del simbolismo& ,ue reduc#a a una causalidad se)ual& se podr#a decir ,ue :ung tiene una concepción demasiado amplia de la imaginación simbólica& a la ,ue concibe (nicamente en su actividad sint!tica 8 es decir& en su actividad m"s normal& m"s !tica8 & sin tomar pr"cticamente en cuenta la morbide'/ de ciertos s#mbolos& de ciertas im"genes .Su
sistema todav$a parece confundir extra;amente en un optimismo de lo imaginario la conciencia sim&ólica, creadora del arte y la religión, con la conciencia sim&ólica creadora de simples fantasmas del delirio, del sue;o, de la a&erración mental.
8aston Dachelard precisa,este &uen y mal uso de los s$m&olos. El universo de Dachelard se divide en tres sectores& en los cuales los s#mbolos son utili'ados de distinta manera$ el sector de la ciencia ob-etiva , del cual de&e ser proscripto todo s$m&olo, so pena de desaparición del o&(eto* el sector del sue3o& de la neurosis, donde el s$m&olo se deshace, se reduce - como &ien lo se;aló
surge del genio de la especie, que es a la vez lengua y pensamiento. Es en el lengua(e poético donde encontramos esta encruci(ada humana entre un descu&rimiento o&(etivo y el arraigo de este descu&rimiento en lo m!s oscuro del individuo &iológico. El lengua(e poético proporciona, las funciones realmente humanizantes del hom&re, actuar con plenitud, colocarse m!s all! de una seca o&(etividad o de una la inmersión aut$stica del sue;o y la neurosis, el hom&re dispone plenamente, para «transformar» el mundo. ientras que el psicoan!lisis y la sociolog$a se orienta&an a una reducción al inconsciente, ya sea mediante s$ntomas on$ricos o mediante secuencias mitológicas, Dachelard orienta su investigación a la vez hacia el su&consciente poético - que se expresa por medio de pala&ras y de met!foras- y hacia ese sistema de expresión, m!s impreciso, menos retórico que la poes$a, que constituye la enso;ación. 1e esta manera se origina una hermenéutica que, paradó(icamente en este epistemólogo, no se relaciona para nada con el an!lisis, con el método de las ciencias naturales. El m!todo consiste en poner el acento en la virtud originaria de las im"genes& en captar el ser mismo de su originalidad y beneficiarse de esta manera con la insigne productividad ps#,uica ,ue es propia de la imaginación ». "a fenomenolog$a
de lo imaginario es, en Dachelard, una «escuela de ingenuidad» que nos permite, por encima de los o&st!culos de la inscripción &iogr!fica del autor o del lector, captar el s$m&olo en carne y hueso, pues «no se lee poes$a pensando en otra cosa». "a fenomenolog$a din!mica y «amplificadora» de Dachelard difiere en todo de la fenomenolog$a est!tica y nihilista de un Sartre, por e(emplo. Dachelard, m!s cerca de Cegel, quien definió la fenomenolog$a como «ciencia de la experiencia de la conciencia», lo conci&e pleno de im!genes2 entonces lo imaginario se confunde con el dinamismo creador& la amplificación po!tica/ de cada imagen concreta.
"a cosmolog$a sim&ólica preocupó a Dachelard durante muchos a;os, tal como lo testimonian las cinco o&ras consagradas a la reconducción sim&ólica de los cuatro elementos. 5gua, tierra, fuego y aire, con todos sus derivados poéticos, no son sino el lugar m!s comn del imperio en que lo imaginario se une directamente con la sensación. La cosmolog#a no pertenece al dominio de la ciencia& sino m"s bien al de la po!tica filosófica9 no es visión/ del mundo& sino e)presión del ombre& del su-eto umano en el mundo. /ese a las apariencias, no se trata de un conceptualismo aristotélico que
parte de cuatro elementos construidos mediante la com&inación de lo caliente, lo fr$o, lo seco y lo hmedo, sino de una enso;ación que parte de los elementos, se amplifica no solo por medio de las cuatro sensaciones, sino de todas las sensaciones y las relaciones de sensaciones posi&les2 lo alto, lo &a(o, lo claro, lo denso, lo pe+ (asado, lo ligero, lo vol!til, etc. 5 su vez, la fenomenolog#a se apodera de estas im"genes y reconstruye
un mundo ,ue abarca todas las actitudes del ombre& un mundo de felicidad por el acuerdo . En este trayecto de felicidad se desarrollan muchos cosmos intermedios, por
e(emplo, los que descri&e Espace /oétique, y en especial ese microcosmos privilegiado, ese cosmos humanizado por el tra&a(o y el sue;o humanos. ;odas las im"genes& las met"foras sustancialistas delos poetas& conducen& en definitiva& a esta morada del mundo de la ,ue mi casa es el s#mbolo (ltimo. /or lo tanto, el s$m&olo nos devela un mundo, y la sim&ólica fenomenológica expl$cita este mundo. La cosmolog#a simbólica de
Dachelard, no cartesiano en el plano de la ciencia, vuelve a ser no cartesiano en el plano del cogito y podr$a hacer suya la afirmación de otro sim&olologista. "os s$m&olos del mundo conduc$an al microcosmos, el cogito - ncleo del microcosmos humano- remite al anima, S$m&olo adre de todos los s$m&olos portadores de enso;aciones. El anima del so;ador no es otra cosa que este %tro 5ngel que anima e «interpela» a su alma. /ero, so&re todo, esta fenomenolog$a descu&re la «cuadripolaridad» del so;ador y del ser so;ado 2 «Estoy sólo, por lo tanto somos cuatro»,y Dachelard es&oza&a la especie de erótica de los « cuatro seres en dos personas& o m"s bien de los cuatro seres en un so3ador y una enso3ación» Es que el so;ador, al ser do&le por naturaleza psicoanal$tica, «=uestro do&le 'so;ado) es el do&le de nuestro ser do&le». En el plano cósmico& el s#mbolo llevaba a reconocer una consustancialidad fraternal y feli' entre macrocosmos y microcosmos9 el esp#ritu sensorial de uno abrevaba en la materialidad del otro& y la materialidad del primero tomaba sentido en la enso3ación t!cnica del segundo . En el plano antropológico, el s$m&olo conduce a una naturaleza
comn de «este hom&re y esta mu(er $ntimos» que en la enso;ación «ha&lan para confesarse sus deseos, para comulgar» por el (uego de sus cuatro polos unidos de a dos, «en la tranquilidad de una do&le naturaleza que concuerda». /or lo tanto, en un primer movimiento, la fenomenolog#a nos mostraba en el s#mbolo& n(cleo de la enso3ación poeti'ante& una reconciliación con el universo por medio de una conducción metaf#sica9 es decir& m"s all" de la f#sica& de la ciencia. En un
segundo movimiento& el ,ue nunca estemos solos revela la ambig2edad misma del s#mbolo y del pensamiento ,ue proyecta significantes. "a dialéctica interior de la
enso;ación dialogada vuelve a equili&rar sin cesar su humanidad y, por una especie de pilota(e autom!tico, conduce sin cesar el conocimiento a la pro&lem!tica de la condición humana. "a Bnfancia aparece en Dachelard, y m!s ontológicamente que el 5nima misma, como el s$m&olo de los s$m&olos2 «4erdadero arquetipo, el arquetipo de la felicidad simple». 9 so&re todo - y esto arraiga la infancia en el s$m&olo- «arquetipo comunica&le». Cay mucha distancia desde esta conciencia clara de la clara infancia, hasta la perversidad polimorfa que el psicoan!lisis pretende ocultar en el seno del inconsciente del ni;o. Siendo los olores el significante de este arquetipo de la Bnfancia. 1ios es el =i;o que est! en nosotros, y la epifan$a de esta infancia es un perfume de infancia al que nos lleva el olor de una flor seca. El sa&or del «&ollito» y el perfume de la infusión solo produc$an en /roust una pena &iogr!fica* para Dachelard, el perfume es gu$a espiritual hacia una teofania de la Bnfancia. "as flores secas, el pachul$ de los vie(os armarios, exhalan m!s que un olor de santidad, Wperfuman de manera teosYficaX De esta manera& la fenomenolog#a de los s#mbolos po!ticos de la enso3ación conduce& m"s all" de una cosmolog#a de reconciliación con el mundo& allende una sociedad #ntima del cora'ón donde vela el "ngel de la compensación sentimental& asta una teofan#a en la ,ue la anamnesis ya no es iluminada por un 4oberano
Bnfancia es el 4er&o, y el ver&o en su m!s alta expresión de (&ilo.2 «"a infancia, suma de insignificancias del ser humano, tiene una significación fenomenológica propia, una significación fenomenológica pura, ya que est! &a(o el signo de la maravilla. /or o&ra del poeta nos hemos convertido en el puro y simple su(eto del ver&o maravillarse. El genio de Dachelard reside en ha&er comprendido que esta superación de la iconoclastia solo pod$a efectuarse por medio de la meditación y la superación de la cr$tica «cient$fica», as$ como a través de la superación del simple y confuso sumirse en lo on$rico. El optimismo de Dachelard, m!s circunspecto que el de 3ung, se (ustifica por la misma precisión de su campo de aplicación2 la «ingenuidad» del lengua(e poético. 6reo ,ue del cap#tulo 5 lo m"s importante es comprender la teor#a de cada autor& y las cr#ticas ,ue se les plantean y p,. 6ap#tulo =$ Los niveles del sentido y la convergencia de las ermen!uticas.
/ara generalizar la antropolog$a de la imaginación ha&$a que, paradó(icamente, aplicar un 6psicoan!lisis o&(etivo7 a lo imaginario mismo a fin de expurgarlo de todas las supervivencias culturales y (uicios de valor que los pensadores citados heredaron 'inconscientemente) por medio de la triple iconoclastia occidental. Se de&$a repudiar los métodos puramente reductivos, que apuntan a la epidermis semiológica del s$m&olo* luego se de&$a aislar las supervivencias del privilegio racionalista que se trasluce en la sim&ólica de 0assirer cuando so&restima la ciencia con relación al mito. Fam&ién ha&$a que descu&rir, m!s all! de la meditación &achelardiana, el punto privilegiado en el que los e(es de la ciencia y la poes$a se incluyen y complementan en su dinamismo contradictorio, rea&sor&iéndose en una misma función de esperanza. Era necesario evitar caer en el optimismo paradó(ico de 3ung, que solo ve en el s$m&olo una 6s$ntesis mental7, con lo cual vuelve incomprensi&le el sim&olismo de la enfermedad mental y del automatismo clere$stico.
/ero una refutación y extrapolación tales de lo imaginario a todo el contenido de la psiquis humana requer$an un cote(o minucioso del pensamiento sim&ólico, en primer lugar teórico, luego directamente aplicado al equili&rio psicosocial de los psiquismos singulares, normales y patológicos. Esa la&or emprendió autor (unto a sus cola&oradores hace ?N a;os. Sus conclusiones se sintetizan en L planos2 en primer lugar, el de una teoría general de lo imaginario , conce&ido como una función general del equili&rio antropológico* el de los niveles formadores de las im!genes sim&ólicas 'que se forman e informan en todos los sectores y entornos de actividad humana)* finalmente, la generalización est!tica y din!mica de la virtud de la imaginación vertida en una metodolog$a ética y que es ya una metaf$sica, que implica 'por la generalización misma de su punto de aplicación) la convergencia de los métodos, la convergencia de las hermenéuticas . Se referir! a estos L resultados. :esultados glo&ales que puede deducir de investigaciones. En primer lugar, una supresión de las secuelas de la doctrina cl!sica, que distingue el consciente racional de los otros fenómenos ps$quicos y, en particular, de los sectores su&conscientes de lo imaginario. Esta integración de la psiquis en una nica actividad puede expresarse de dos maneras. /or un lado, por el hecho de que el sentido propio 'que conduce al concepto y al signo adecuado) es un caso particular del sentido figurado , es decir que es solo un s$m&olo restringido2 sintaxis de la razón son formalizaciones extremas de una retórica sumergida en el consenso imaginario general. /or otro lado, no ay ruptura entre lo racional y lo imaginario , el racionalismo es solo una estructura polarizante particular, entre otras, del campo de las im!genes. 0on esto, se puede asimilar la totalidad del psi,uismo a lo Imaginario , desde que surge de la sensación inmediata. El pensamiento& en su totalidad& est" integrado a la función simbólica. "a imaginación, como función sim&ólica, ya no es un déficit, como se la ve$a en las concepciones cl!sicas, ni una prehistoria del pensamiento sano, ni un fracaso del pensamiento adecuado 'como lo era segn
estado normal y medio de la actividad ps$quica, 6se componen7 en un su&+universo que es m!s 6sistem!tico7 que 6sintético7, como supuso 3ung. 6/orque las polaridades divergentes , las im!genes antagónicas, conservan su propia individualidad , su potencialidad antagónica y s olo se relacionan en el tiempo, en el hilo de un relato, más en un sistema que una síntesis 7 'p. Z[). Esto es importante para comprender los diversos aspectos de lo imaginario 6normal7 y 6patológico7. 0ualquiera sea el régimen al que pertenezcan las im!genes, al contacto con la duración pragm!tica, los acontecimientos se organizan en el tiempo, organizan los instantes ps$quicos de una 6historia7. 1e estas estructuras discursivas de lo imaginario emergen ciertos h!&itos retóricos inherentes al relato, como la hipotiposis, y ciertos principios, como el de la
causalidad. El relato histórico o m$tico, igual que la seriación causal, es un 6sistema7 de im!genes antagónicas. Es el relato lo que permite coordinar im!genes antagónicas. Este dinamismo antagónico de las im!genes permite dar cuenta de las grandes manifestaciones psicosociales de la imaginación sim&ólica y su variación en el tiempo2 como el desarrollo de las artes, la evolución de las religiones, de los sistemas de conocimiento y de valores, los estilos cient$ficos. 8randes sistemas de im!genes de 6representación del mundo7 se suceden de manera intermitente en el curso de la evolución de las civilizaciones humanas. /ero su dialéctica es m!s sutil, la dialéctica puede operar en diferentes planos de generalización. /uede tratarse de una cultura perfectamente integrada, donde arte, moral, religión, visión del mundo, respondan al mismo 6modelo7 imaginario y se coloquen en el mismo grupo de estructuras. Este caso es muy teórico, define un tipo de cultura inmovilizada, lo que es imposi&le ya que siempre hay factores de desequili&rio extr$nsecos. /uede surgir en el interior de la evolución social el antagonismo de las generaciones. #&icados en el plano psicofisiológico, el concepto de li&ido, como se revela en el psicoan!lisis, ya no tiene razón de ser. El factor general del equili&rio que anima el sim&olismo no se manifiesta &a(o el aspecto teórico de una 6pulsión7 nica, sino &a(o la apariencia de L esquemas de acción 'que denomina 6ver&ales7, pues ver&o es parte del discurso que expresa la acción) que manifiestan la energ$a &iops$quica tanto en el inconsciente &iológico como en el consciente. Estos L esquemas corresponden, por un lado, a los L grupos de estructuras 'esquizomorfas, sintéticas, m$sticas) localizadas en la clasificación psicológica y psicosocial de los s$m&olos* por el otro, coinciden con las compro&aciones psicofisiológicas hechas por la escuela de "eningrado, relativas a los refle(os dominantes2 dominante postural, dominante digestiva, dominante copulativa. El 6trayecto antropológico7 puede ser seguido en el sentido2 fisiolog$a sociedad* o al revés, sociedad fisiolog$a. Se comprue&a una convergencia de s$m&olos en series isótopas, en diferentes niveles antropológicos. #na pulsión es un postulado* un comportamiento o refle(o social es un hecho compro&a&le. 0ategor$as clasificatorias deducidas de esa convergencia2 reg$menes, estructuras, clases de arquetipos.
Esa tripartición 6ver&al7 que se descu&re en el origen refle(o del trayecto antropológico se vuelve a encontrar en los diferentes niveles de la formación de los s$m&olos. Bnsiste en el sistema de formulaciones lógicas que sugieren estas diferentes estructuras isótopas de las im!genes2 estas formulaciones demuestran que el s$m&olo no se reduce a una lógica es&ozada, sino que los esquemas din!micos que sostienen las im!genes isótopas promueven L grandes direcciones lógicas, L grandes grupos constitutivos de lógicas muy distintas. ?ZNN2 :oger Dastide2 se;aló en interior de universo sim&ólico religioso del candom&lé africano la cristalización de s$m&olos y actitudes rituales alrededor de L principios2 principio de relación, principio de ruptura y un principio de analog$a sintético que permite unir a los dos anteriores. "a investigación del autor, por distintos caminos y m!s o menos en la misma época, llega&a a un plan de clasificación de las im!genes, regido tam&ién por L principios. "a coherencia 'isotopismo) concreta de los s$m&olos en el interior de constelaciones de im!genes revela&a ese sistema din!mico de 6fuerzas de
cohesión7 antagónicas, de las cuales la lógica solo constituye una formalización. "a genética de los s$m&olos responde tam&ién a esta dialéctica din!mica. Sostiene que compro&aron varios mapas, m!s o menos coordinados entre s$ segn el grado de integración de las culturas examinadas, de 6pautas7 sim&ólicas culturales, que derivan, acentan, &orran o reprimen una u otra de las fuerzas de cohesión que animan las actitudes psicofisiológicas de un adulto, normalmente desarrollado. Si se de(a de lado el nivel psicofisiológico 'que dio la clave para la clasificación de los s$m&olos), es posi&le encontrarse frente a diferentes entornos que forman el sim&olismo adulto. Se distinguen dos grandes niveles de derivación del sim&olismo, a los que llama nivel pedagógico 'de educación del ni;o por el entorno inmediato), y el nivel cultural, clasificado como sistem!tico, pues la herencia y (ustificación de una sociedad aparecen como constituidos por el v$nculo que los hom&res del grupo contraen institucionalmente entre s$. /rimer nivel2 pedagógico2 se su÷ en una fase ldicra, donde ni;o, ale(ado de su am&iente familiar, constituye con sus seme(antes una seudo+sociedad* la fase familiar, no es m!s que un trasfondo de este nivel reducido a los primeros a;os de la infancia. 5ntropólogos especialistas en (uegos infantiles2 les ha llamado la atención el car!cter conservador de dichos (uegos y su clasificación &inaria. "os (uegos conservan s$m&olos o ritos secularizados. "a mayor$a de los cuentos transmiten tam&ién un sim&olismo secularizado. "os (uegos, mucho antes que sociedad adulta, educan a la infancia en el interior de un residuo sim&ólico arcaico que permite a la imaginación y sensi&ilidad sim&ólica del ni;o 6(ugar7 con li&ertad 'm!s que la iniciación impuesta por el adulto a los s$m&olos admitidos por la sociedad). En segundo lugar, los antropólogos encuentran en la clasificación de los (uegos dos series2 la serie agon$stica 'agon2 competencia reglamentada) y la serie ilinxica 'ilinx2 tor&ellino), pasando por términos medios de la alea 'suerte) y la mimicry 'simulacro). Esta clasificación &inaria de los (uegos parece anunciar la de los patterns esenciales de las instituciones adultas y las culturas.
formados en el molde familiar y parental. alinoPsHi est! en lo correcto al distinguir dos tipos sim&ólicos de femineidad 6originadora7 de s$m&olos2 la nodriza 6natural7 y luego la femineidad que una mutación cultural proh$&e, y cuyo sim&olismo depende del entorno cultural de la familia al momento de la maduración de la pu&ertad. 1el mismo modo, hay dos im!genes de macho2 la 6natural7, protectora, &enevolente, imagen del /adre, y la que, después de la mutación sociológica, puede ser tanto la del t$o, como la del padre o a&uelo. 61e este nivel pedagógico intermedio entre la naturaleza y una cultura singular podemos decir, compar!ndolo con el nivel sustantivo de la sociedad adulta, que es epitético , ya que instaura 6cualidades afectivas7, 6sentimientos7 que influyen so&re todo el sim&olismo adulto. /one de relieve una cualidad, confirma los s$m&olos colocados, en una determinada sociedad, por la pedagog$a, en primer término, y luego por el catecismo afectivo de tal o cual medio parental y ldicro7 'p. ??\). En este nivel de desarrollo de la función sexual se forman las categor$as ad(etivas de 6maternal7, 6parental7, 6ancestral7, 6fraternal7, etc. 0ategor$as que son m!s o menos dramatizadas segn las costum&res del grupo, por medio de la ela&oración de la represión y las 6reglas del (uego7. 5parece lo 6permitido7, lo 6regular7, lo 6prohi&ido7. Fa& del incesto, educado artificialmente, se anexa a un totemismo fundamental. 0ategor$a de lo 6prohi&ido7 se superpone a lo maternal, fraternal, familiar, con el fin de salvaguardar el orden cultural familiar o la 6regla del (uego7 de los intercam&ios sociales. Dalance de estudio de este nivel y de sus dos fases es que tanto en él como en el nivel reflexológico la pedagog$a es &ipolar y so&redetermina los dos reg$menes sim&ólicos es&ozados en el nivel psicofisiológico2 por una parte est! el isomorfismo de la paidia* por otra, el isomorfismo del ludus, que se su÷ en serie il$nxica y serie agon$stica. "os sentimientos maternales, paidia, ilinx, so&redeterminan el régimen nocturno de la imagen, mientras que la coerción social, reglas ldicras, (uegos agon$sticos forman la pedagog$a que so&redetermina el régimen diurno. Si se pasa al nivel propiamente cultural o 6sintem!tico7 se advierte que las convenciones sociales que lo constituyen se esfuman, incluso en la conciencia, a tal punto que los signos sociales aparecen en el l$mite como puramente ar&itrarios. Cerencia se desdo&la. En primera instancia, en un plano constituido por 6actitudes corporales7 que se;ala auss y que forman los gestos ha&ituales de una determinada sociedad2 costum&res, ritos, comportamientos colectivos 'que encierran un segundo sentido, adem!s de su utilidad técnica y su misión de reconocimiento). "uego, se puede discernir el plano de las representaciones de una determinada sociedad en una época dada que se manifiesta mediante la lengua, lengua(es art$sticos, estilos estéticos, sistemas de conocimiento y mitos cosmogónicos y religiosos. Este nivel de dos etapas se particulariza en el tiempo y en el espacio por medio de los modos, clases, castas, lenguas y costum&res profesionales2 esta singularización impide toda clasificación generalizadora, aparentemente, y parece reinar la ar&itrariedad de los sistemas rituales o m$ticos. /or e(emplo, códigos de cortes$a var$an por completo de una sociedad a otra, &a(o influencias imprevisi&les de acontecimientos de cam&ios clim!ticos e invasiones. Fam&ién la influencia de la lengua reduce los sistemas sim&ólicos a simples convenciones.
Sin em&argo, a pesar de la aparente ar&itrariedad de la superestructura sim&ólica en este nivel puramente cultural, se pueden formular > o&servaciones que confirman la polaridad natural de los s$m&olos. En su mayor$a, los antropólogos han o&servado que exist$an pautas de cultura 'patterns of cultures), que permiten clasificarlas en dos grandes grupos irreducti&les. 0ulturas ideacionales o visualistas, para SoroHin, o segn :uth Denedict, culturas apol$neas y dionisiacas* para =orthrop, %riente y %ccidente* son clasificaciones que reela&oran, desde el punto de vista sociológico, la distinción entre régimen diurno y nocturno, desde el punto de vista psicológico, y que indican tal o cual régimen preferencial utilizado por tal o cual cultura singular. 5s$, se llega a seriar a los s$m&olos en > grandes clases 6isótopas7 y a reagrupar estas estructuras culturales en un dualismo antagónico. Se o&serva que existe, en el interior de un régimen cultural muy diferenciado, una dialéctica que anima, dinamiza, el sim&olismo de una cultura determinada2 una sociedad nunca est! integrada en un tipo y que existen elementos irreducti&les. "a dialéctica, por otra parte, puede oscilar entre las > fases discernidas en este nivel, entre el rito y el mito. "évi+Strauss2 demostró la falta de homolog$a en una sociedad dada entre costum&res o ritos y mitos. Se puede afirmar que cuanto m!s se complican las dialécticas en una determinada sociedad, cuanto m!s se contradicen y se compensan los esquemas sim&ólicos, tanto m!s se halla esta sociedad en v$as de transformación integral. Este es el caso de nuestras sociedades 6civilizadas7, en las que chocan el sim&olismo religioso, estatal, familiar, sentimental, mitos de progreso, mitos nacionalistas, utop$as internacionalistas, mitos socialistas o individualistas. Bncluso en este nivel 6sintem!tico7 en el que la relación predomina so&re el contenido sim&ólico, el mitólogo se;ala grandes constantes, grandes im!genes que parecen escapar al puro determinismo sociológico e inscri&irse en una especie de lóg ica cualitativa universaliza&le. Estas grandes im!genes son comprendidas como sim&ólicas por individuos que pertenecen a otra sociedad 'mitólogos). El nivel cultural proporciona un lengua-e simbólico universali'able$ esto es lo ,ue ace ,ue una mitolog#a sea inmediatamente traducible. Grandes s#mbolos tecnológicos y astrobiológicos constituyen una especie de sustantivos simbólicos polari'ados mediante un par de pautas culturales f"cilmente descifrables . Fanto por el an!lisis est!tico que ofrece la psicolog$a como por los resultados genéticos de la antropolog$a cultural, se desemboca en datos simbólicos polares& ,ue definen a trav!s de la antropolog#a& un vasto sistema de e,uilibrio antagónico en el cual la imaginación simbólica aparece como un sistema de “fuer'as de coesión” antagónicas . Bm!genes sim&ólicas se equili&ran
entre s$, segn la cohesión de las sociedades y tam&ién segn el grado de integración de los individuos en los grupos. /or m!s que el o&(eto de la sim&olog$a sea por esencia pluridimensional y se refracte en todo el trayecto antropológico, resulta de ello que ya no nos podemos contentar con una hermenéutica restringida a una sola dimensión. Fanto las hermenéuticas reductivas como las instaurativas adolecen todas de restricción del campo explicativo2 no pueden adquirir validez sino uniéndose entre s$. El corolario del pluralismo din!mico y de la constancia &ipolar de lo imaginario es la coherencia de las hermenéuticas.
Ca compro&ado la e)istencia de una doble polaridad$ la del s#mbolo& dividido entre el significante y el significado& y la de toda la simbólica$ el contenido de la imaginación simbólica& lo imaginario& concebido como un campo vasto organi'ado por dos fuer'as rec#procamente antagónicas . Existen dos tipos de hermenéuticas2 las
que reducen el s$m&olo a un mero epifenómeno, efecto, superestructura, s$ntoma, y aquellas que, por el contrario, amplifican el s$m&olo, se de(an llevar por su fuerza de integración para llegar a una especie de so&reconsciente vivido. :icoeur2 precisa el sentido de estas > hermeneuticas2 al ser am&as un esfuerzo de desciframiento, son 6reminiscencias7. /ero una, segn :icoeur, es arqueológica, domina en todo el pasado &iogr!fico, sociológico e incluso filogenético* la otra es escatológica, es reminiscencia, interpelación de lo que ha denominado !ngel. "a primera 'por e(emplo, la de ?). 1imensión de 6apelación y esperanza7 prevalecen so&re la demistificación. #na demistificación total equivaldr$a a anular valores de la vida. 65caso demistificar el s$m&olo y remitificarlo al mismo tiempo sea, precisamente, extraer en primer lugar, de las contingencias de la &iograf$a y de la historia, la intención sim&olista de trascender la historia7 'p. ?>>). 0on esto se comprue&a la dualidad, la equivocidad del s$m&olo 'a la cual correspond$a la dualidad de las hermenéuticas) precisa y activa m!s su sentido primero de mensa(ero de la trascendencia en el mundo de la encarnación y la muerte. La imaginación simbólica tiene la función general de negar !ticamente lo negativo. La imaginación simbólica constituye la actividad dial!ctica propia del esp#ritu , ya que el nivel del “sentido propio” de la imagen , copia de la sensación & esbo'a siempre el “sentido figurado”& la creación perceptiva que en el interior de la
limitación niega esta misma limitación. La verdadera dial!ctica es una tensión presente de contradictorios. 6ap#tulo >. 6onclusión$ Las funciones de la imaginación simbólica.
0uando se a&ordan los pro&lemas del s$m&olo, del sim&olismo y su desciframiento se presenta una am&igedad fundamental. S$m&olo no solo posee un do&le sentido2 uno concreto, propio, y otro alusivo, figurado, sino que la clasificación de los s$m&olos revela los reg$menes antagónicos &a(o los cuales se ordenan las im!genes. 6!s an2 el s$m&olo no solo es un do&le, ya que se clasifica en dos grandes categor$as, sino que incluso las hermenéuticas son do&les2 unas reductivas, 6arqueológicas7, otras instauradoras, amplificadoras y 6escatológicas7. Es que 'O) la imaginación simbólica es negación vital de manera din"mica , negación de la nada de la muerte y del tiempo7 'p. ?>M)2 esencia dial!ctica del s#mbolo , que se manifiesta en muchos planos. /ensamiento sim&ólico, restaurador del equili&rio, hace sentir sus &eneficios en al menos M planos. En primer lugar, en su hecho inmediato, en su espontaneidad, el s#mbolo aparece reestableciendo el e,uilibrio vital comprometido por la comprensión de la muerte
'm!s tarde es utilizado pedagógicamente para resta&lecer el equili&rio psicosocial). Si se examina al s$m&olo a través de la coherencia de las hermenéuticas, el pro&lema de la sim&ólica en general, se advierte que esta esta&lece un equili&rio antropológico que constituye el humanismo o ecumenismo del alma humana 'esto al negar la asimilación racista de la especie humana a una pura animalidad). 1espués de ha&er instaurado la vida frente a la muerte y frente al desorden psicosocial, el &uen sentido del equili&rio, después de ha&er compro&ado la universalidad de los mitos y poemas y ha&er instaurado al hom&re como homo symbolicus , el s$m&olo 'frente a la entrop$a positiva del universo) erige el dominio del valor supremo y equili&ra el universo que transcurre con un Ser que no transcurre, al cual pertenece la Bnfancia eterna, y desem&oca en una teofan$a. Dergson2 esta&lece el rol &iológico de la imaginación, que denomina 6función fa&uladora7.
todas las estructuras del proyecto imaginario, procura me(orar la situación del hom&re en el mundo 'y no como un mero opio negativo o una m!scara con la que la conciencia oculta la muerte). Fodo el arte es ante todo una empresa eufémica para re&elarse contra la corrupción de la muerte. Esta misma eufemización se somete al antagonismo de los reg$menes de lo imaginario. El eufemismo se diversifica en ant$tesis declarada cuando funciona segn el régimen diurno,
o al contrario en ant$frasis al depender del régimen nocturno de la imagen.
que esas sociedades tengan de la historia. 65s$ como la psiquiatr$a aplica una terapéutica de vuelta al equili&rio sim&ólico, se podr$a conce&ir entonces que la pedagog$a +deli&eradamente centrada en la din!mica de los s$m&olos+ se transformase en una verdadera sociatría, que dosificara en forma muy precisa para una determinada sociedad los con(untos y estructuras de im!genes que exige por su dinamismo evolutivo7 'p. ?L>). La función de la imaginación aparece como e,uilibramiento biológico& ps#,uico y sociológico. ero& paradó-icamente& nuestra civili'ación tecnocr"tica& plena de e)clusiones simbólicas& facilita otro tipo de e,uilibrio .
reforzada iconoclastia que denuncio al comienzo, nuestra civilización, que confundió demistificación con demitización, propone un procedimiento de remitización en escala planetaria. "os medios masivos de comunicación y la difusión masiva de o&ras culturales permitieron una confrontación planetaria de las culturas y una enumeración total de temas, iconos e im!genes, en un 6museo imaginario7 generalizado para todas las
manifestaciones culturales. 6
especie que acta en el 6pensamiento primitivo7 as$ como en el civilizado, en el pensamiento normal as$ como en el patológico7 'p. ?LM). "a perennidad y ecumenismo no residen exclusivamente en el 6régimen diurno7, en el pensamiento anal$tico que modela la lógica aristotélica de nuestra civilización. 5l contrario, est! persuadido de que la Esperanza de la especie, lo ,ue dinami'a el pensamiento umano& est" polari'ado en dos polos antagónicos , en torno a los cuales gravitan alternativamente las im!genes, mitos, enso;aciones y poemas de los hom&res2 ecumenismo de lo imaginario se diversifica en un dualismo coerente . El 6pensamiento salva(e7, que no es el pensamiento de los salva(es, sino que se alo(a en lo m!s secreto del pensamiento domesticado por la ciencia, no es un simple &al&uceo de esta ltima2 esto solo llevar$a a una reintroducción en el racismo cultural. =o hay derecho a desvalorizar mitos de ind$genas, por e(emplo, y su vocación de esperanza en relación con nuestras creencias cient$ficas y su vocación de dominio. 4e debe comprobar ,ue esta universalidad de lo imaginario es dualista& es decir& dial!ctica . Cay que contrapesar nuestro pensamiento cr$tico, nuestra imaginación demistificada, con el inaliena&le 6pensamiento salva(e7. @ntropolog#a simbólica desem&oca en una inevita&le compro&ación2 tanto el r!gimen diurno como el nocturno de la imaginación organi'an los s#mbolos en series ,ue conducen& siempre& acia una trascendencia infinita& ,ue se erige como valor supremo2 universalidad de la teofan$a. 5l hermeneuta le parece que todos los s$m&olos
se organizan en una vasta y nica tradición, que por su propia exhaustividad se torna una revelación suficiente. Si la función sim&ólica opone la vida a la muerte &iológica, el &uen sentido a la locura, la adhesión a los mitos de la ciudad a la alienación y desadaptación* si dispone, en fin, la fraternidad de las culturas en un 6anti+destino7 consustancial a la especie humana y a su vocación fundamental, he aqu$ que el dinamismo de esta función se ampl$a an m!s en una nueva dialéctica. 6En efecto, la vida biológica& el “sentido com(n” +que constituye el esp$ritu (usto+, la ciudad y sus sintemas& el g!nero umano y el museo glorioso de las im"genes y enso3aciones ,ue construyó en una leyenda secular interminable y fraternal& son tambi!n& para la insaciable función simbólica , y
en su misma relación negativa con la muerte, la locura, la inadaptación o la segregación racista, s#mbolos vivientes , revestidos a su vez de un sentido que los acompa;a y trasciende. 1etr!s de la vida que se apoya en muerte se es&oza una vida del esp$ritu que, en lo esencial, ya nada tiene en comn con la &iolog$a7 'p. ?L]). :icoeur2 intercam&io de la vida y la muerte en la que se lleva a ca&o la sim&ólica. S$m&olo aparece desem&ocando por todas sus funciones en una epifan$a del Esp$ritu y el valor, en una hierofan$a. "a epifan$a indaga una representación suprema para a&arcar esa misma actividad espiritual2 aun ah$ acta la dialéctica fundamental de las im!genes. /or e(emplo, el historiador de las religiones que estudia estas teofan$as comprue&a la existencia de una tensión dialéctica en el presente de toda institución religiosa, as$ como en la evolución temporal de toda religión. Fanto est!tica como din!mica, la teofan$a misma est! animada por la dialéctica. "a dial!ctica& y el s#mbolo ,ue es dial!ctica en acto& tensión creadora& no puede tolerar la astenia de un fin . 1icho de otro modo, la antropolog#a simbólica reconstituye en todas sus tensiones antagónicas una teofan#a.
4uelve a compro&ación inicial del li&ro2 que el s#mbolo& en su dinamismo instaurativo en busca del sentido& constituye el modelo mismo de la mediación de lo Eterno en lo temporal. Estudio partió del psicoan!lisis y llegó a la teofan$a2 dos extremos de la
hermenéutica. /retende que este examen de la imaginación sim&ólica sirva de iniciación en este humanismo a&ierto que ser! el humanismo de ma;ana, al que nos invita la sim&ólica a través de la psicopatolog$a, etnolog$a, historia de las religiones, mitolog$as, literaturas, estéticas y sociolog$as. "a sim&ólica se confunde con la marcha de toda la cultura humana. 6 En el irremediable desgarramiento entre la fugacidad de la imagen y la perennidad del sentido& ,ue constituye el s#mbolo& se refugia la totalidad de la cultura umana& como una mediación perpetua entre la Esperan'a de los ombres y su condición temporal” 'p. ?M\). #na ciencia sin conciencia, es decir sin afirmación
m$tica de la Esperanza, se;alar$a la decadencia definitiva de nuestras civilizaciones.