RAPPORT -HIPNOSIS DE MIL MILTON TON H. ERICKSON, M.D.-
Revista del Instituto Inst ituto MILTON MILTON H. ERICKSON de Buenos Aires (Argentina)
Milton H. Erickson, M.D.
Junio
Año XV
2005
Nº 47
RAPPORT - HIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON Revista del
Instituto MIL MI LTON H. ERICKSON de Buenos Aires (Argentina) Director Internacional:
ERNEST L. ROSSI, Ph. D., Baywood Park, CA, U.S.A. Directores:
EDGAR A. ETKIN y SYLVIA ETKIN Propietario: EDGAR ALEJANDRO ETKIN
Dirigir correspondencia correspondencia a: Sánchez de de Bustamante194 Bustamante19455 P.B. P.B. ‘‘A ‘‘A’’’ C1425DUM, Buenos Aires, Argentina
e-mail:
[email protected] Tapa: IMHEBA IMHE BA
RAPPORT HIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON Nº 47 - Junio de de 2005
RAPPORT HIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON Nº 47 - Junio de 2005
© Copyright en español E. A. Etkin y S. Etkin 1993 Buenos Aires, Argentina
CUATRO PRINCIPIOS DEL TRABAJO DE ERICKSON 1- No hay necesidad de que el inconsciente sea hecho consciente: los procesos inconscientes pueden ser facilitados de modo tal que puedan funcionar en forma autónoma a fin de resolver en forma individual los problemas de cada paciente. 2- No hay nece sidad de que los me cani smos ment ales y la s caract erísticas determinadas por la personalidad sean analizados para beneficio del paciente: los mismos pueden ser utilizados como procesos, dinamismos o sendas que faciliten las metas terapéuticas. 3- No hay necesidad de que la sugestión sea directa: las sugestiones indirectas pueden con frecuencia evitar las li mitaciones aprendidas de un paciente y, de este modo, facilitar mejor procesos inconscientes. “Con estas sugestiones indirectas el paciente incorpora la habilidad de pasar a través de esos dificultosos procesos internos de desorganización, reorganización, reasociación y proyección de experiencias internas con el fin de ir al encuentro de los requerimientos de [metas terapéuticas].” 4- La su gest ión terap éut ica no es un proceso de progr am ar al paciente con el punto de vista del terapeuta: antes bien, las mismas im plican hacer “una nueva síntesis interna de la conducta del paciente síntesis llevada a cabo por el paciente mismo.”
The Collected Papers of Milton H. Erickson on Hypnosis, Vol. IV, Edited by Ernest L. Rossi, Ph. D., Irvington Publishers, 1980. “I. General Introductions to Hypnotherapy”, p. l.
CARACTERISTICAS DE LA HIPNOTERAPIA ERICKSONIANA •
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La Hipnoterapia Ericksoniana es un proceso complejo, mediante el cual, psicoterapeutas especializados ayudan a la gente a utilizar sus asociaciones mentales, recuerdos, experiencias, recursos y máximas expresiones de vida y salud para lograr sus propios objetivos terapéuticos. Las Sugestiones Hipnóticas Indirectas facilitan la utilización de las habilidades que ya existen en una persona pero que no usa, usa incorrectamente o permanecen subdesarrolladas, debido a limitaciones aprendidas, inexperiencia, carencia de oportunidades, comprensión, o modelos exitosos a seguir. El Hipnoterapeuta Ericksoniano (como interfase) crea las condiciones para que el paciente pueda “despertar” los datos operatorios aprendidos a lo largo de su vida (almacenados en su “disco rígido” biológico) que están disponibles sólo inconscientemente, y que lo limitan severamente cuando se enfrenta con situaciones indeseables (el “input” sensorial) que atraviesa en el presente. La Hipnoterapia Ericksonianautiliza el estado de trance hipnótico (fases alternas de la conciencia) para lograr en el paciente una compenetración más plena con su dinámica inconsciente y así facilitar y acelerar los cambios que llevarán a la solución de sus problemas. Implica los múltiples niveles mentales y por esta cualidad se constituye en una psicoterapia breve. El Acceso Indirecto al Inconsciente, (mediante el lenguaje hipnótico, sugestiones indirectas y el acceso metafórico - metonímico) durante el trance hipnótico, evita y reemplaza, para beneficio del paciente, los dilatados y costosos procesos analíticos conscientes, característica de otras psicoterapias. El Acceso Indirecto al Inconscientehace posible que el paciente supere padecimientos psicológicos, psicosomáticos, y acelere la recuperación de la salud orgánica, llegando, según recientes investigaciones científicas, a influenciar la estructura y funcionalidad molecular y genética. La Hipnoterapia Ericksoniana se destaca en el tratamiento grupal, ya que su tecnología simbólica potencia y atañe tanto al ámbito privado de cada integrante del grupo como a los objetivos compartidos socialmente por todos, abarcando el nivel consciente y el inconsciente de cada individuo. Edgar A. Etkin y Claudio López Andrés
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Indice
La realidad, la ficción y el sueño en el primer libro de En busca del tiempo perdido de M. Proust desde una perspectiva hipnoterapéutica (ericksoniana) Lic. Sergio Etkin ......................................................................... 3613
RAPPORT - HIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON - Nº 47 - Junio de 2005
LA REALIDAD, LA FICCIÓN Y EL SUEÑO EN EL PRIMER LIBRO DE ‘ ‘ EN B U S C A D EL T I E M P O P ER D I D O ’ ’
DE M. PROUST DESDE UNA PERSPECTIVA HIPNOTERAPÉUTICA1 (ERICKSONIANA) - Lic. Sergio Etkin -
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Los enfoques psicológicos dirigidos a la obra de Marcel Proust por antonomasia, su monumental novela En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu), los ha intentado la crítica literaria para la interpretación de este texto desde hace décadas -para algunos críticos, hasta el hartazgo 2 -. Pese al riesgo de hartar con los lugares comunes de la magistralidad de Proust en la exploración de la interioridad, de las impresiones y las cosas, y demás, queremos tratar el primer tomo de la novela, “Por el camino de Swann” (‘‘ Du côté de chez Swann’’), desde la psicología, pero desde las corrientes del siglo XX que se presentaron como alternativas al psicoanálisis tradicional y que resultan particularmente pertinentes para hablar
de la novela de Proust3 . El marco psicológico al que nos referimos es la corriente hipnoterapéutica ericksoniana. Desde esta perspectiva, tanto los sueños como el lenguaje figurado, en tanto que la materialidad de los hechos literarios, son operaciones propias del hemisferio cerebral derecho, el hemisferio que no tiene lógica consciente. La hipnoterapia ericksoniana intenta articular su discurso en el lengua je de lo inconsciente -que, en realidad, no se parece casi en nada a lo que entendemos normalmente por ‘‘lenguaje’’, esto es, el lenguaje racional, lógico, de nuestra vida cotidiana, en nuestra cultura-. En esto se opone a lo que proponía S. Freud, esto es, traducir a térmi-
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nos conscientes los fenómenos de lo in- funcionamiento y con las operaciones consciente, y se acerca más, en cam- específicas del hemisferio cerebral de bio, a las distorsiones literarias del len- recho, el no dominante, la mente inconsguaje, particularmente, las que intentan ciente: “Sobre todo... el que lleva a cabo los escritores cuya poética se aleja de un análisis debería indagar, o más bien lo lógico y apuesta a desestructurar el fijar su atención en la cuestión de si efec pensamiento y el lenguaje lógico habi- tivamente se trata de una síntesis mistual y cotidiano, a distraer para crear teriosa, o si aquello de lo que se ocupa nuevas configuraciones y nuevas pers- es sólo un agregado, una mera conjun pectivas sobre las cosas y sobre el mun- ción de elementos dispares..., o incluso do -algo que también es función del he- cómo podría todo esto ser modificado. misferio cerebral no dominante, que es GOETHE, WA, sec. II, vol. II, p. 72” el que crea síntesis y produce cambios (op cit., p 26). Este enfoque es estudiade perspectivas- 4 . Probablemente sea do en bastante detalle por Ricardo éste el tipo de psicología que hacía falta Ibarlucía, académico de la carrera de que se desarrollara, según G. Bachelard, Filosofía en Estética por la Universidad para llegar a una descripción y a una de Buenos Aires: Marcel Proust sería, explicación fenomenológicas adecuadas con la poesía francesa del siglo XIX, del sueño y de la ensoñación 5 . parte del fenómeno romántico en la líAventurándonos un poco más, tal vez nea que une a los románticos alemanes arte y sueño se reúnan desde un mismo -quienes, de acuerdo con W. Benjamin, punto de partida -en la modernidad, des- “concluían un proceso que se había inide el romanticismo y el clasicismo ale- ciado en el siglo XVIII: la secularizamanes, según el extenso periplo que re- ción de la tradición mística”- al surreaconstruye Walter Benjamin desde su lismo. El modo de tematizar el sueño en tesis doctoral, “El concepto de crítica las obras artísticas tendría, para estos de arte en el romanticismo alemán”, autores, un lugar relevante por lo que hasta su artículo sobre los surrealistas supone el sueño y sus fenómenos aso“Onirokitsch”-. El epígrafe de Goethe ciados -la fijación de la atención, la dique precede al primero de esos artícu- sociación mente-cuerpo, los estados los nos comienza a orientar en esta di- oniroides, la distracción, el automatismo rección, en la que conceptos como el respecto de la conciencia, la amnesia, de la ‘‘fijación de la atención’’ y el de la anestesia, el somnambulismo, las alu‘‘síntesis’’, por oposición a los análisis cinaciones, etc., etc.- como una instanlógicos de la mente consciente, se cia de pensamiento no dirigido por la correlacionan con las condiciones de conciencia, liberado del modo de fun-
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cionamiento que es propio de la conciencia.6
crítica-.
Nuestro trabajo combinará tres operaciones centrales: (1) definir los conceptos básicos de la escuela hipnoterapéutica ericksoniana -es decir, el dormir, el sueño fisiológico, el sueño hipnótico, el despertar, el orientarse hacia la realidad al despertar, la disociación de la mente y el cuerpo, la fijación de la atención, la distracción, el recuerdo, la amnesia, la anestesia, las negaciones, lo mágico, el hábito, las creencias, las imposiciones, las búsquedas inconscientes, las sugestiones, las regresiones, la evocación, las asociaciones, las alucinaciones (o lo subliminal), el decir directa o indirectamente, las inconsecuencias lógicas, el actuar sin saber, sin darse cuenta, sin pensar (la referencia más obvia es la célebre memoria involuntaria), etc.-; (2) señalar y analizar el manejo repetido, denso, saturador, que hace de esta constelación semántica del sueño el propio Proust en su novela, que es lo que justifica tanto nuestro enfoque en este trabajo, como el de la crítica que se detiene en estas cuestiones y vuelve una y otra vez sobre ellas y (3) mostrar, como consecuencia del análisis anterior, el carácter casi ineludible que parece adquirir este tipo de enfoque dentro de la crítica proustiana -apuntando a marcar la recurrencia de este tipo de conceptos dentro de esta
I. El sueño, Proust y la crítica de À la recherche... El tratamiento cuidadoso y detallado del sueño y de los fenómenos vinculados con el sueño -consideramos el arte como uno de ellos- que hace Proust se hace evidente desde el comienzo mismo de la novela, desde la primera página -lo primero, la primera vez, para el texto proustiano, es un momento significativo por excelencia- y es continuo a lo largo de toda la novela. En corres pondencia con esto, la crítica proustiana pocas veces no da cuenta de los fenómenos oníricos al analizar À la recherche. Por ejemplo, recientemente, el escritor argentino Luis Gusmán, al exponer el punto de vista de Ph. Sollers según el cual el sueño es el principal personaje de la novela, personaje distorsionador y multiplicador por definición, vuelve a poner el sueño en un lugar central del análisis de la obra proustiana.7 La crítica ha dado cuenta de la importancia del sueño en la temática y en los procedimientos proustianos -particularmente, desde la filosofía, según Gilles Deleuze, el sueño profundo es un estado profundo y el de mayor libertad de la persona, junto con el arte 8. El sujeto que duerme y sueña, y el sujeto artista son, para Deleuze, profunda-
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mente semejantes: los une el tener acLo mismo en Paul Watzlawick, ceso a algo esencial, a lo que el sujeto quien habla, desde el principio de su liconsciente tienen el camino cerrado y bro El lenguaje del cambio, de dos lenno llegará nunca: la mente y las cosas guajes11, de dos pensamientos y de dos en toda su dimensión, la mente y las cerebros cuya integración es a veces cosas completas. imposible, a veces armónica 12. Este concepto holístico de la menEn este contexto, no es casual te se ha desarrollado en toda la psicolo- que desde el arte hacia el arte surja una gía alternativa al psicoanálisis tradicio- de la más profundas y arriesgadas crítinal desde el marco de la ecología de la cas a la novela de Proust: el texto de mente, del biólogo Gregory Bateson. Samuel Beckett, Proust . Por lo pronto, Bateson sostiene que, por una cuestión digamos que se pone aquí también el de economía cerebral, la conciencia, énfasis en el carácter de cimiento que localizable en el hemisferio cerebral iz- tienen en el mundo proustiano los suequierdo o dominante en los individuos ños, como reducto de lo inconsciente a diestros, puede ocuparse de un número salvo del automatismo del hábito, de la sumamente restringido y limitado de lógica, de la memoria voluntaria -en síncosas; las demás, las deja a lo incons- tesis, de la conciencia: “en ese último ciente y son función del otro hemisferio reducto de nuestro ser del que el Hábicerebral, el derecho. Básicamente hay to no posee la llave” 13 -en términos de dos cosas de las que no puede ocupar- G. Bateson, ya citados, el hábito en ese se la conciencia: las que ya son habi- reducto, lejos de tener sus llaves, está tuales y por tanto pueden hacerse “sin allí encerrado-. pensar”, y los puntos de vista más sintéticos, más holísticos, que buscan inteTambién el crítico Henri Bonnet, grar todos los elementos que están en en Le prog rè s spiri tu el da ns ‘‘la juego en un sistema: la visión de la con- Recherche’’ de Marcel Proust , desaciencia es siempre de circuitos que no rrolla largamente (en más de cinco pá pueden ser ilimitados en número9. Todo ginas) el tema del sueño en la obra de ello queda para el otro hemisferio cere- Proust, en el capítulo primero de su li bral, el derecho; dos de las vías de ac- bro, ‘‘La vida interior y el inconscienceso desde el hemisferio no dominante te’’, y fundamenta comenzar su análisis hacia sus procesos y sus funciones pro- estudiando el sueño porque el narrador pios son el arte y el sueño. 10 comienza la novela proustiana con sus observaciones sobre el sueño y porque
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Proust ha escrito mucho sobre el sueño en tanto que pasaje que nos conduce a nuestra vida interior 14.
za de las sugestiones, no nos resistimos a los eventos del sueño, ni siquiera a los más absurdos de ellos 15, (5) el no hacer y el no conocer, propios del sueño16, (6) que el sueño es “como una segunda vida que envuelve la primera como una isla ceñida por el mar, como una segunda casa a la que podríamos retirarnos” (p 195) y donde las leyes de la lógica y donde la evidencia del presente 17 ya no valen 18; (7) que generalmente el adormecerse y el dormirse son operaciones fáciles, regladas por el hábito; otras veces, cuando nos apartamos de nuestros hábitos, hay sueños de los que es difícil de salir: “Le sommeil est en réalité le plus puissant des hypnotiques.” 19 Según H. Bonnet: “C’est pourquoi il combat cette opinion, qu’il attribue à Bergson (1), que les hypnotiques ‘... pris de temps en temps à doses modérées, n’ont pas d’influence sur cette solide mémoire de notre vie de tous les jours’... , mais seulement sur des mémoires ‘...plus hautes, plus instables aussi’. Et il fait à Bergson cette réponse intéressante: ‘Personnellement mon expérience m’a donné des résultats tout opposés. Les moments d’oubli qui suivent le lendemain l’ingestion de certains narcotiques ont une ressemblance partielle naturel et profond. Or ce que j’oublie dans l’un et l’autre cas ce n’est pas tel vers de Baudelaire qui me fatigue plutôt ‘ainsi qu’un tympanon’, ce n’est pas tel
De las características del sueño en el texto de Proust, según el análisis H. Bonnet, las que destacamos, para nuestros propósitos, son éstas: (1) es un estado en que “nos despojamos de todos los atributos de nuestra personalidad para confundirnos con el principio común de toda existencia” (Bonnet, H., op. cit., p 193), (2) es una existencia que es tan poco nuestra -claro está, si “nosotros”, la primera persona gramatical, significara unidimensionalmente sólo algo tan intrínsecamente limitado como nuestro yo consciente, es decir, “nosotros” como sujetos morales que controlamos voluntariamente todas nuestras intenciones, nuestros fines, nuestras acciones, todos los signos que emitimos y todos sus sentidos, todos nuestros pensamientos, todos nuestros recuerdos, etc. algo que es directamente absurdo, particularmente para M. Proust-, que “nos identificamos fácilmente con el objeto de nuestros pensamientos” (p 193), (3) objetos que se prestan a toda clase de metamorfosis, (4) particularmente interesante, por extrañas que sean estas transformaciones y estas confusiones de los objetos en el sueño, igual se llevan siempre nuestra adhesión, porque la duda no es po sible en ese estado y, así, por la fuer-
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concept des philosophes cités, c’est la ciente de la mente humana la opere réalité elle-même des choses vulgaires Proust desde un género literario plenaqui m’entourent -si je dors- et dont la mente racional y consciente, constituye non-perception fait de moi un fou; c’est, una primera disociación de lo consciensi je suis éveillé, et sors (à la suite) (2) te y lo inconsciente que tenemos que d’un sommeil artificiel, non pas le señalar. système de Porphyre ou de Plotin dont je puis discuter aussi bien qu’un autre Tomemos un esquema básico de jour, mais la réponse que j’ai promis de los pasos básicos a seguir para inducir donner à une invitation, au souvenir de el trance hipnótico y la sugestión laquelle s’est subsitué un pur blanc. hipnótica. A partir del mismo, podemos L’idée élevée est restée à sa place; ce analizar nuestro corpus proustiano enque l’hypnotique a mis hors d’usage contrando bien representados cada uno c’est le pouvoir d’agir dans les petites de estos momentos y de los caminos por choses, dans tout ce qui demande de los que se llega a ellos. Queremos indil’activité pour ressaisir juste à temps, car así que la técnica novelista pour empoigner tel souvenir de la vie de proustiana sigue vías y hasta proceditous les jours’’ (p. 38, Sod., II. 3).” (op. mientos semejantes a los que se utilizan cit., pp 196-7) 20. en la práctica profesional de la hipnosis, dada la fuerte semejanza que conecta, del modo que tratamos de esbozar, la II. Conceptos básicos de la fenomenología hipnótica y la de los prohipnoterapia ericksoniana cesos creativos y receptivos artísticos, en la medida que las dos cosas implican Como una consideración estéti- actividades, operaciones, pensamiento y ca preliminar, digamos que Proust, des- un tipo de lenguaje que toma lo inconsde el género novela, explora los límites ciente como un aspecto de la mente hude la creación literaria, en términos de mana al menos tan importante como la auto-reflexión crítica sobre la propia conciencia. obra, de creación artística literaria que se toca, según el peligro sobre el que advirtiera Hegel, con las esferas limí- Paradigma de los cinco estadios trofes de las que se diferencia: la formas más racionales de la prosa, el disEs el esquema que se usa como 21 curso prosaico de la habla cotidiana . marco de trabajo y de análisis en la Que la exploración de la mitad incons- hipnoterapia ericksoniana:
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1. Fixation of Attention via Utilizing the patient’s beliefs and behavior for focusing attention on inner realities. 2. Depotentiating Habitual Frameworks via Distraction, shock, surprise, doubt, and Belief confusion, dissociation, or any other process that interrupts the patient’s habitual frameworks. 3. Unconscious Search via Implications, questions, puns, and other indirect forms of hypnotic suggestion. 4. Unconscious Process via Activation of personal associations and mental mechanisms by all the above. 5. Hypnotic Response via An expression of behavioral potentials that are experienced as taking place autonomously. 22
(1) La fijación de la atención Desde nuestro enfoque teórico se ve la fijación de la atención como un paso previo para la distracción, según surge del esquema de arriba: recién en un segundo momento, ya fijada la atención, se está en condiciones de distraer –que, en este contexto, equivale a distraer alguien, por algún medio, el hemisferio dominante, la conciencia, y sus asociaciones típicas y habituales, por un lado–. Tengamos en cuenta, que la fijación de la atención es más eficaz cuan-
do apunta a los fenómenos internos de la persona, el propio cuerpo, la experiencia y las imágenes internas 1 . Hay casos de fijación de la atención en busca de la distracción a lo largo de toda la novela, desde el momento que se trata de un problema sobre el que la novela vuelve una y otra vez, so bre el que el enfoque del narrador queda suspendido y se detiene, explorándolo con mucho detalle. Por poner un solo ejemplo, citaremos el siguiente fragmento, donde el protagonista de la no-
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vela lucha contra el automatismo absurdo de su vida cotidiana intentando fijar la atención para evitar un sufrimiento, esto es, para llegar a una anestesia, en este caso sin poder conseguir distraerse. Como en todas estas instancias, es oportuno tener en cuenta, desde este punto de vista, qué pasa en el plano de los efectos de lectura, qué posibilidades tiene el lector de no distraerse y cuáles son las operaciones de escrituras que podrían colaborar en fi jar su atención y luego distraerlo. En el pasaje en cuestión, que citamos com pleto poco más abajo, vemos cómo se trata en la novela la atención, la fijación de la atención, la distracción y la interrupción, el no pensar y el no sentir , la anestesia. El fragmento comienza [1] con una referencia casi general, abstracta, a poner en algo muy deseable una atención -conscienteextrema para, como cosa de maníacos, poder prolongar su efecto benéfico, su duración, para atraparlo por el mayor tiempo posible y, una vez diluido como cosa fáctica, retenerlo en el recuerdo para luchar contra una incertidumbre casi enfermiza. De este plano de generalidad se pasa [2] al relato de hechos. La situación descripta por el narrador esta imbuida de un automatismo absurdo -puede sostenerse que Proust es también pionero del teatro del absurdo francés, piénsese en el interés casi emblemático de S. Beckett por Proust-
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del que lo poético se distancia, el de la vida cotidiana en la situación específica que rodea los hechos relatados, es decir, ese contexto socio-histórico determinado que es el marco de lo narrado: sabían quién era el que llegaba, después se miraban con el gesto de preguntarse unos a los otros ‘‘¿quién será?’’ 2 ; en tercer lugar enviaban a alguien a investigar quién sería. La primera intervención del abuelo es proléptica: anticipa que las tías le darán a Swann las gracias por el vino de un modo ininteligible. La proposición exclamativa es difícil decidir a quién corresponde, a Marcel, a otro personaje. La primera intervención del padre de Marcel culmina la serie absurda con su más o menos fingida sorpresa ante la rutinaria, habitual llegada de Swann. Automáticamente también, lo primero que le interesa es hablar con él sobre el tiempo -tema no conflictivo por antonomasia. En contraste, a la madre lo primero que le interesa, acto seguido, es hablar con Swann sobre un tema íntimo, de fondo y que está en el centro de más de un conflicto personal: sobre su mujer y sobre su hija. [1] ese beso precioso y frágil que de costumbre mamá me confiaba, cuando yo estaba ya en la cama, había que transportarlo entonces desde el comedor a mi alcoba y guardarle todo el rato que tardaba en desnudarme, sin que se quebrara su dulzor, sin que su virtud
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volátil se difundiera y se evaporara, y justamente aquellas noches en que yo deseaba recibirle con mayor precaución no me cabía más remedio que tomarle, arrancarle, brusca y públicamente, sin tener siquiera el tiempo y la libertad de ánimo necesarios para poner en aquello que hacía esa atención de los maníacos que se afanan por no pen sar en otra cosa cuando están cerrando una puerta con objeto de que cuando retorne la enfermiza incertidumbre puedan oponerle victoriosamente el recuerdo del momento en que cerraron.
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cer a Swann desde que se casó. Y se las compuso para llevarle un poco aparte. Pero yo fui detrás; no podía decidirme a separarme ni un paso de ella al pensar que dentro de un momento tendría que dejarla en el comedor y subir a mi alcoba, sin tener el consuelo de que subiera a darme un beso como los demás días. ‘‘Vamos a ver, señor Swann, cuénteme usted cosas de su hija; de seguro que ya tiene afición a las cosas bonitas, como su padre’’. ‘‘ Pero vengan ustedes a sentarse aquí en la galería con nosotros’’, dijo mi abuelo acercándose. Mi madre tuvo que interrum pirse, pero hasta de aquel obstáculo sacó un pensamiento delicado más, como los buenos poetas a quienes la tiranía de la rima obliga a encontrar sus máximas bellezas. ‘‘Ya hablaremos de ella cuando estemos solos -dijo a Swann, a media voz-. Sólo una madre le puede entender a usted. De seguro que la mamá de su niña opina como yo.’’
[2] Estábamos todos en el jardín cuando sonaron los dos vacilantes campanillazos. Sabíamos que era Swann; sin embargo, todos nos miramos con aire de interrogación, y se mandó a mi abuela a la descubierta. ‘‘No se os olvide darle las gracias de un modo inteligible por el vino; es delicioso y la caja muy grande’’, recomendó mi abuelo a sus dos cuñadas. ‘‘No empe Nos sentamos todos alrededor de céis a cuchichear’’, dijo mi tía. ¡Qué la mesa de hierro. Yo quería no penagradable es entrar en una casa don- sar en las horas de angustia que de todo el mundo está hablando bajito! aquella noche pasaría yo solo en mi ‘‘¡ Ah!, aquí está el señor Swann. Va- cuarto sin poder dormirme; hacía por mos a preguntarle si le parece que ma- convencerme de que no tenían tanta ñana hará buen tiempo’’, dijo mi padre. importancia, puesto que al día si guiente ya las habría olvidado, y tra[3] Mi madre estaba pensando que una taba de agarrarme a ideas de porvesola palabra suya podía borrar todo el nir, esas ideas que hubieran debido daño que en casa habíamos podido ha- llevarme, como por un puente, hasta
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más allá del abismo cercano que me aterrorizaba. Pero mi espíritu, en ten sión por la preocupación, y convexo, como la mirada con que yo flechaba a mi madre, no se dejaba penetrar por ninguna impresión extraña. Los pensamientos entraban en él, sí, pero a condición de dejarse fuera cualquier elemento de belleza o sencillamente de diversión que hubiera podido emocionarme o distraerme. Lo mismo que un enfermo, gracias a un anestésico, asiste con entera lucidez a la operación que le están haciendo, pero sin sentir nada, yo me recitaba versos que me gustaban, o me complacía en fijarme en los esfuerzos que hacía mi abuelo para hablar a Swann del duque de Audiffret-Pasquier, sin que éstos me inspiraran ningún regocijo ni aquéllos ninguna emoción. Los esfuerzos fueron infructuosos. Apenas hubo mi abuelo hecho a Swann una pregunta relativa a aquel orador, cuando una de las hermanas de mi abuela, en cuyos oídos resonara la pregunta como una pausa profunda, pero intempestiva y que sería cortés romper, dijo, (...) (pp 3738)3. Hay otra situación muy semejante a la anterior casi al comienzo de la novela, donde aparece estas dificultades para fijar la atención y distraerse, los
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focos de atención que hacen pensar y sentir cuando uno quiere distraerse. Paralelamente, a partir de los cambios de perspectivas, por ejemplo, porque la linterna era mágica y evocaba historias pasadas, se producen en el enunciador sentimientos agradables: En Combray, todos los días, desde que em pezaba a caer la tarde y mucho antes de que llegara el momento de meterme en la cama y estarme allí sin dormir, separado de mi madre y de mi abuela, mi alcoba se convertía en el punto céntrico fijo y doloroso de mis preocupaciones. A mi familia se le había ocurrido, para distraerme aquellas noches que me veían con aspecto más tristón, regalarme una linterna mágica; y mientras llegaba la hora de cenar, la instalábamos en la lámpara de mi cuarto; y la linterna, al modo de los primitivos arquitectos y maestros vidrieros de la época gótica, sustituía la opacidad de las paredes por irisaciones impalpables, por sobrenaturales apariciones multicolores, donde se dibujaban las leyendas como en un vitral fugaz y tembloroso. Pero con eso mi tristeza aún se acrecía más, porque bastaba con el cambio de la iluminación para destruir la costumbre que yo ya tenía de mi cuarto, y gracias a la cual me era soportable la habitación, excepto en el momento de acostarme. A la luz de la linterna no reconocía mi alcoba, y me sentía desasosegado, como en un cuarto de fonda o de chalet donde me hubiera alojado por vez primera al bajar del tren. (...)
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Genoveva de Brabante, una página, p. 1920>) (...) Claro es que yo encontraba cierto encanto en estas brillantes proyecciones que parecía emanar de un pasado merovingio y paseaban por mi alrededor tan arcaicos re flejos de historia. Pero, sin embargo, es indecible el malestar que me causaba aquella intrusión de belleza y misterio en un cuarto que yo había acabado por llenar con mi per sonalidad, de tal modo, que no le concedía más atención que a mi propia persona. Ce saba la influencia anestésica de la costumbre, y me ponía a pensar y a sentir, cosas ambas muy tristes. Aquel botón de mi cuarto, que para mí se diferenciaba de todos los botones de puestas del mundo en que abría solo, sin que yo tuviese que darle vuelta, tan inconsciente había llegado a serme su manejo, le veía ahora sirviendo de cuerpo astral a Golo. Y en cuanto oía la campanada que llamaba a la cena me apresuraba a correr al comedor, donde la gran lámpara colgante, que no sabía nada de Golo ni de Barba Azul, y que tanto sabía de mis padres y de los platos de vaca rehogada, daba su luz de todas las noches; y caía en brazos de mamá, a la que me hacían mirar con más cariño los infortunios acaecidos a Genoveva, lo mismo que los crímenes de Golo me movían a escudriñar mi conciencia con mayores escrúpulos.” (pp 19-21) 4
cia, como más importante, con la versión (inverosímil para la voz narradora en primera persona) del personaje que participó realmente del evento que éste refiere. Se subraya lo que tiene de con jetural esta creencia con el uso del ver bo “poder” (“cómo pudo haber sido”) , tiempos verbales con auxiliares y ver bos en modo subjuntivo y el “como si” 5 : la propia creencia cuenta “como si” fuera un hecho [de ser grosero, de no ser delicado alguien con otro] y es igual de importante que la versión del partici pante real de la acción que, de todos modos, no tiene más que su propia creencia respecto de qué pasó [la dama que dice que fue delicado el padre de Marcel] . Hay detrás de esto un cierto esencialismo: el padre de Marcel es esencialmente grosero -para Marcel. De modo que, para Marcel, le digan lo que le digan, es inconcebible que sea delicado:
Sobre el no pensar, vinculado con el hacer, es interesante este pasaje, donde aparece el sentimiento [molestia] que se origina del pensamiento, de la creen-
Me levanté; tenía un irresistible deseo de besar la mano a la señora del traje rosa; pero me parecía que aquello hubiera sido cosa tan atrevida como un rapto. Y me latía fuertemente el corazón, mientras me preguntaba a mí mismo: ¿Lo hago?, ¿No lo hago?; hasta que, por fin, para poder hacer algo dejé de pensar en lo que iba a hacer . Y con ademán ciego e irreflexivo, sin el apoyo de ninguna de las razones que hace un momento encontraba a favor de este acto, me llevé a los la bios la mano que ella me tendía (...) No en-
3624 tendía la mitad de las palabras que decía la señora; pero el temor de que envolvieran alguna pregunta indirecta, que hubiera sido descortés no contestar me impedía dejar de prestarles oído atento, lo cual me cansaba mucho. -No, no es posible -dijo mi tío encogiéndose de hombros, está muy ocupado, tiene mucho trabajo. Se lleva todos los premios de su clase -añadió, bajando la voz para que yo no oyera esa falsedad y la desmintiera-. ¡Quién sabe!, acaso sea un pequeño Víctor Hugo, una especie de Vaulabelle, ¿sabe usted? (p. 102)
El foco de interés por los estados oniroides se mantiene a lo largo de toda la novela y es exasperante, por ejem plo, en este pasaje de La prisionera: Mas mientras ella me hablaba, yo proseguía dentro de mí, en el sueño muy vivo y creador del inconsciente ( sueño en el que acaban de grabarse las cosas que solamente nos rozan, en el que las manos dormidas cogen la llave que abre, en vano buscada hasta entonces), la búsqueda de lo que Albertina había querido decir con la frase interrumpida cuyo final hubiera yo deseado saber. Y de pronto cayeron sobre mí dos palabras atroces en las que no había pensado ni por lo más remoto (...) Hasta entonces me había quedado hipnotizado en la última palabra, casser ; ¿casser qué?, casser du bois? No. Du sucre? No. Casser, casser, casser . (...) Albertina no había mentido cuando me dijo que estaba medio soñan-
Lic. Sergio Etkin do. Distraída, impulsiva, sin pensar que estaba conmigo, se encogió de hombros y comenzó a hablar como lo hubiera hecho con una de esas mujeres, acaso con una de mis muchachas en flor” (Proust, M., La prisionera, traducción de Consuelo Berges, Madrid, Alianza Editorial, 1991, pp 368-369) 6
Por todas partes reaparecen en la novela situaciones de llamados de atención y de distracciones. Por poner un ejemplo más, la del fragmento siguiente, donde -otra cuestión recurrente en el texto- el peso de las creencias y de los intereses personales aparece alterando la percepción sensorial misma -en este caso, la audición (esto se repite varias veces en el texto, por caso, en términos de anestesia: “pero la señorita Celina, en cuya persona el nom bre de Saint-Simon -un literato- había impedido la anestesia total de las facultades auditivas, se indignó: (...) ” (p 40)-: Eran ambas personas de elevadas miras e incapaces, precisamente por eso, de interesarse por lo que se llama un chisme, aunque tuviese un interés histórico, ni, en general, por nada que no se refiriera directamente a un objeto estético o virtuoso. Tal era el desinterés de su pensamiento respecto a aquellas cosas que de lejos o de cerca pudieran referirse a la vida de sociedad, que su sentido auditivo -acabando por comprender su inutilidad momentánea en cuanto en la mesa
La realidad, la ficción y el sueño en M. Proust tomaba la conversación un tono frívolo o sencillamente prosaico, sin que las dos vie jas señoritas pudieran encaminarla hacia los temas para ellas gratos- dejaba descansar sus órganos receptores, haciéndolas padecer un verdadero comienzo de atrofia. Si mi abuelo necesita entonces llamar la atención de alguna de las dos hermanas, tenía que echar mano de esos avisos a que recurren los alienistas para con algunos maníacos de la distracción, a saber: varios golpes repetidos en un vaso con la hoja del cuchillo, coincidiendo con una brusca interpelación de la voz y la mirada, medios violentos que esos psiquiatras transportan a menudo al trato corriente con personas sanas, ya sea por costumbre profesional, ya porque consideren a todo el mundo un poco loco. (pp 345) 7
(2) Sobre quitarles fuerza a los marcos habituales y a los sistemas de creencias habituales
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que es la condición para poder hacer nuevas asociaciones, crear nuevos marcos de referencia. Esto se produce a través del shock, la sorpresa, las situaciones insólitas, poco reales, fantásticas; a través de la confusión, de la duda, de la disociación, de desequilibrios. 8 Proust es un notable conocedor de la técnica de la distracción en este mismo sentido. Así lo ha reconocido la crítica una y otra vez. Por ejemplo, G. Deleuze plantea las rupturas centrales del texto proustiano en términos de eta pas en el corte con las asociaciones conscientes habituales, donde el sueño y el arte representan un momento su perior al de la memoria involuntaria9. Entre los procesos privilegiados para la ruptura de los marcos habituales de referencia, nos detendremos en dos formas de provocar shocks y confusiones: las disociaciones y las paradojas.
Se trata de hacer que pierdan su predominio las asociaciones habituales, La disociación consciente-inconsesto es, las gobernadas por el hábito y ciente. Los procedimientos básicos de las dominantes -que, para la cultura oc- À la recherche giran alrededor de esta cidental, son, desde nuestro enfoque, relación entre las dos zonas de la mente las propias del pensamiento y del len- humana. Esquemáticamente, colisionan guaje del hemisferio izquierdo-. Estamos en toda la novela dos grupos de cosas: hablando, entonces, de distraer la con- (1) del lado de lo lógico, de las operaciencia y de interrumpir y suspender por ciones del hemisferio dominante, se reiun tiempo nuestros sistemas de creen- teran sin parar dos conectores eminencias y nuestras asociaciones habituales, temente racionales: el adversativo pero
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y el explicativo porque. El primero marca siempre una oposición lógica entre dos cosas, entre dos fenómenos, etc.; el segundo, introduce justificaciones en términos de causas y efectos. (2) Del lado de lo inconsciente, de lo hemisférico no dominante, todas las imágenes y las referencias a las operaciones de los cinco sentidos y a los objetos de la realidad empírica, muy concretos, que son sentidos. Esta es la intermitencia fundamental de todo el texto: la tensión entre sensaciones referidas y las oposiciones lógicas y las explicaciones que se ofrecen para esas observaciones. El procedimiento habitual en la novela va desde datos muy concretos, ligados a lo fáctico y a la sensibilidad, que saturan con su concreción y con su cantidad -sumado esto a que muchas veces se entremezclan con procedimientos de complejización de la lectura: multiplicación de sustantivos con los que se refieren un número casi insostenible para la memoria de objetos de la realidad, multiplicación de los circunstanciales, aparición de nombres propios extraños, empleo de un léxico complicado del registro literario, empleo de un léxico del tecnolecto científico, médico, etc.-, hasta una explicación encabezada con el conector porque -ex plicación más o menos breve que tranquiliza, porque interrumpe la saturación anterior y ofrece un tranquilizador es pacio donde parar, y por ello mismo tien-
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de, en cualquier receptor, a ser aceptada, a ser recibida con un sí que se hace eco de todos los sí que uno ha dado antes ante esa descripción tan completa y tan pegada a la realidad y a lo empírico 10 . La disociación mente-cuerpo. Típicamente, se alternan en el relato nociones del campo semántico de lo intelectual y de las operaciones mentales, con eventos físicos y del cuerpo humano -lo que se describiría desde la hipnoterapia como un discurso disociativo de la mente y el cuerpo-. Por ejemplo, en el siguiente fragmento del lado de lo mental conceptos y términos -con un alto grado de generalización y de abstracción- como indudablemente, recordar , pensar , circunstancia, estado, recuerdo, porque, forma se oponen a los términos del plano de lo sensible, de lo concreto, de lo fáctico, de lo físico, como mover , ima gen, imágenes, románticos torbellinos, cuerpo, gusto, corporal , querida, inspirarle, gozos, tormentos; el en sueño, en cambio, representa para nosotros la región limítrofe entre aquellas dos zonas. En el plano referencial, el sentido del fragmento es coherente con esta forma de escritura, pues se trata de las relaciones problemáticas y dicotómicas platónicas entre formas o ideas y cuer pos concretos: ‘‘Indudablemente, al recordar de este modo sus conversaciones, cuando estaba solo y se ponía a
La realidad, la ficción y el sueño en M. Proust
pensar en ella, no hacía más que mover su imagen, entre otras muchas imágenes femeninas, en románticos torbellinos; pero si gracias a una circunstancia cualquiera (o sin ella, porque muchas veces la circunstancia que se presenta en el momento en que un estado, hasta entonces latente, se declara, puede no tener influencia alguna en él), la imagen de Odette de Crécy llegaba a absorber todos sus ensueños, y éstos eran ya inseparables de su recuerdo, entonces la imperfección de su cuerpo ya no tenía ninguna importancia, ni el que fuera más o menos que otro cuerpo cualquiera del gusto de Swann, porque, convertido en la forma corporal de la mujer querida, de allí en adelante sería el único capaz de inspirarle gozos y tormentos.’’ (p 246)
3627 tan virtuosos por naturaleza, que hasta el placer sensual les parece una cosa mala, un privilegio de los malos. Y cuando se permite entregarse un momento a él lo hacen como si quisieran entrar en el pellejo de los malos, y meter también a su cómplice de modo que por un momento los posea la ilusión de que se evadieron de su alma tierna y escrupulosa hacia el mundo inhumano del placer. Y al ver cuán difícil le era lograrlo, me figuraba yo con cuánto ardor lo debía de desear. En el momento en que quería ser tan distinta de su padre, me estaba recordando las maneras de pensar y de hablar del viejo profesor de piano. Lo que profanaba, lo que utilizaba para su placer y que se interponía entre ese placer y ella, impidiéndole saborearlo directamente, era, más que el retrato, aquel parecido de cara, los ojos azules de la madre de él, que le transmitió como una joya de familia, y los ademanes de amabilidad que entremetían entre el vicio de la señorita de Vinteuil y ella una fraseología y una mentalidad que no eran propias de ese vicio y que le impedían que le sintiera como cosa muy distinta de los numerosos deberes de cortesía a que se consagraba de ordinario. (p 203).
Las paradojas. El esquema típico de muchas de las paradojas y de muchos de los absurdos de À la recherche se basa en la disociación entre la voluntad -como terreno de la parte lógica, consciente de nuestra mente- y los hechos y los resultados que se sustraen al control Podemos incluir aquí también, a voluntario -y que están determinados por la otra parte de nuestra mente-. Así, la modo de ejemplo, las ridículas paradohija de Vinteuil, cuanto más quiere dife- jas del doctor Cottard, quien, cuanto más renciarse de su padre, más se le pare- quiere estar preparado todo, más lo ce: toma por sorpresa cualquier cosa, porque carecía del sentido crítico que él Los sádicos de la especie de la hija de Vinteuil creía aplicar a todo y tomaba todo al son seres tan genuinamente sentimentales, pie de la letra, es decir, con una lógica
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de claridad y no ambigüedad, rigurosa hasta el absurdo: Como carecía del sentido crítico que él creía aplicar a todo, ese refinamiento de cortesía que consiste en afirmar a una persona a la que hacemos un favor que los favorecidos somos nosotros, pero sin aspirar a que se lo crean, eran con él trabajo perdido, porque todo lo tomaba al pie de la letra. (...) Cuando la señora de Verdurin anunció que aquella noche iría Swann, el doctor exclamó: ‘¿Swann?’, con sorpresa rayana en la brutalidad, porque la novedad más insignificante cogía siempre más desprevenido que a nadie a aquel hombre que se figuraba estar perpetuamente preparado a todo. (p 248-9)
También, como un tercer caso, este pasaje, cercano al mito de Sísifo exaltado por algunos representantes del teatro del absurdo, como A. Camus, en tanto que signo de lo absurdo-: En seguida empezaban a obstruir la corriente las plantas acuáticas. Primero había algunas aisladas, como aquel nenúfar, atravesado en la corriente y tan desdichadamente colocado que no paraba un momento, como una barca movida mecánicamente y que apenas abordaba una de las márgenes cuando se volvía a la otra, haciendo y rehaciendo eternamente la misma travesía. Su pedúnculo, empujado hacia la orilla, se desplegaba, se alargaba, se estiraba en el último límite de su tensión hasta la ribera, en que le volvía a
Lic. Sergio Etkin coger la corriente replegando el verde corda je, y se llevaba a la pobre planta a aquel que con mayor razón podía llamarse su punto de partida, porque no se estaba allí un segundo sin volver a zarpar, repitiendo la misma maniobra. Yo la veía en todos nuestros paseos, y me traía a la imaginación a algunos neurasténicos, entre los cuales incluía papá a la tía Leoncia, que durante años nos ofrecen invariablemente el espectáculo de sus costumbres raras, creyéndose siempre que las van a desterrar al día siguiente y sin perderlas jamás; cogidos en el engranaje de sus enfermedades y manías, los esfuerzos que hacen inútilmente para escapar contribuyen únicamente a asegurar el funcionamiento y el resorte de su dietética extraña, ineludible y funesta. Y así aquel nenúfar, parecido también a uno de los infelices cuyo singular tormento, repetido indefinidamente por toda la eternidad, excitaba la curiosidad del Dante, que hubiera querido oírle contar al mismo paciente los detalles y la causa del suplicio, pero que no podía porque Virgilio se marchaba a grandes zancadas y tenía que alcanzarle, como me pasaba a mí con mis padres.’’ (pp 208-9)
La yuxtaposición de estados de conciencia, como especies de vidas paralelas que a veces no guardan entre sí la menor relación, se tematiza reiteradamente en la novela. Desde nuestro punto de vista, se trata, en sus términos más amplios, de la dicotomía entre lo consciente y lo inconsciente, una conti-
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nuidad en la medida que se trata de la mente de una única persona, pero una discontinuidad, en la medida que la armonía que las operaciones de cada una a veces se distancia extremadamente. En el fragmento que citamos en seguida se advierte la tematización de la cuestión, las incompatibilidades de los dos aspectos y los elementos de fijación de la atención y de distracción, como antecedentes de las búsquedas inconscientes que son las que cambian nuestros puntos de vistas habituales:
consciente o distraído; y ese rincón de cam po, ese trozo de jardín, no podían imaginar se cuando los estaba contemplando un niño soñador , un transeúnte humilde -como un memorialista confundido con la multitud admira a un rey-, que gracias a él estaban llamados a sobrevivir hasta en lo más efímero de sus particularidades (p 226)
estados continuos, pero tan ajenos entre sí, tan faltos de todo medio de intercomunicación, que cuando me domina uno de ellos no puedo comprender, ni siquiera representarme , lo que deseé, temí o hice cuando me poseía el otro. Así, el lado de Méséglise y el lado de Guermantes, para mí, están unidos a muchos menudos acontecimientos de esa vida que es la más rica en peripecias y en episodios de todas las que paralelamente vivimos, de la vida intelectual. Claro es que va pro gresando en nosotros insensiblemente, y el descubrimiento de las verdades que nos la cambian de significación y de aspecto y nos abre rutas nuevas se prepara en nuestro interior muy lentamente, pero de modo inconsciente, así que para nosotros datan del día, del minuto en que se nos hicieron visible. Y las flores, que entonces estaban jugando en la hierba; el agua que corría al sol, el paisaje entero que rodeó su aparición, sigue acom pañándolas en el recuerdo con su rostro in-
De manera análoga, aparecen en este pasaje la idea, en clave autoreferencial, de la literatura y de la lectura como un sueño, las evocaciones, y la lentitud de los procesos de cambios (psicológicos) en los seres humanos comparado con los cambios entre los fenómenos extremos de la naturaleza (nacimiento-muerte, día-noche, etc.): Y una vez que el novelista nos ha puesto en ese estado, en el cual, como en todos los estados puramente interiores, toda emoción se decuplica y en el que su libro vendrá a inquietarnos como nos inquieta un sueño, pero un sueño más claro que los que tenemos dormidos, y que nos durará más en el recuerdo, entonces desencadena en nuestro seno, por una hora, todas las dichas y desventuras posibles, de esas que en la vida tardaríamos muchos años en conocer unas cuantas, y las más intensas de las cuales se nos escaparían, porque la lentitud con que se producen nos impide percibirlas (así cambia nuestro corazón en la vida, y éste es el más amar-
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go de los dolores; pero un dolor que sólo sentimos en la lectura e imaginativamente; porque en la realidad se nos va mudando el corazón lo mismo que se produce ciertos fenómenos de la naturaleza, es decir, con tal lentitud, que aunque podamos darnos cuenta de cada uno de sus distintos estados sucesivos, en cambio se nos escapa la sensación misma de la mudanza). Y como siempre tenía presente en el alma el ensueño de una mujer que me quería, en aquellos veranos el sueño se empapaba en el frescor de las aguas corrientes, y cualquier mujer que evocara se me aparecía con racimos de flores rojizas y moradas creciendo a su lado, como con sus colores complementarios. [‘’ Et comme le rêve d’une femme qui m’aurait aimé était toujour présent à ma pensée, ces étés-là ce rêve fut imprégné de la fraîcheur des eaux courantes; et quelle que fût la feme que j’évoquais, des grappes de fleurs violettes et rougeâtres s’élevaient aussitòt de chaque côté d’elle comme des couleurs complémentaires’’ (p 76)] No se nos queda grabada eternamente una imagen con que soñamos porque se embellezca y mejore con el reflejo de los colores extraños que por azar la rodeen en nuestros sueños, porque aquellos paisajes de los libros que leía se me re presentaban con mayor viveza en la imaginación que los que Combray me ponía delante y los análogos que me hubiera podido presentar. Por la manera que ha-
Lic. Sergio Etkin
bía tenido el autor de escogerlos, y por la fe con que mi pensamiento salía al encuentro de sus palabras, como si fueran una revelación, me parecía que eran una parte real de la Naturaleza misma, merecedora de estudiarla y profundizarla, impresión que casi no me hacían los lugares donde me hallaba, y especialmente nuestro jardín, frío producto de la correcta fantasía del jardinero, ob jeto del desprecio de mi abuela. (...) En fin, al ir siguiendo de dentro afuera los estados simultáneamente yuxtapuestos en mi conciencia [‘’Enfin en continuant à suivre du dedans au dehors les états simultanéament juxtaposés dans ma conscience’’ (p 77)]. y antes de llegar al horizonte real que los envolvía, me encuentro con placeres de otra clase: sentirme cómodamente sentado, percibir el buen olor del aire, no verme molesto por ninguna visita y, cuando daba la una en el campanario de San Hilario, ver caer trozo a trozo aquella parte ya consumada de la tarde, hasta que oía la última campanada, que me permitía hacer la suma de las horas; y con aquel largo silencio que seguía parecía que empeza ba en el cielo azul toda la parte que aún me era dada para estar leyendo (...) y algo que había ocurrido no había ocurrido para mí 11 ; el interés de la lectura, mágico como un profundo sueño, había engañado a mis alucinados oídos, borrando la áurea campana de la azulada superficie del silencio. ¡Hermosas tardes
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de domingo (...) todavía me evocáis esa vida cuando pienso en vosotras [‘’vous m’évoquez encore cette vie quand je pense à vous’’ (p 78)]; esa vida que en vosotras se contiene, porque la fuisteis cercando y encerrando poco a poco – mientras que yo progresaba en mi lectura e iba cayendo el calor del día– en el cristal sucesivo, de lentos cambiantes y atravesado de follaje, de vuestras horas silenciosas, sonoras, fragantes y lim pias! (pp 111-2)
Cada sueño supone, entonces, disociaciones, existencias paralelas, perder por un tiempo la personalidad (consciente, cotidiana, habitual, normal), superponer diferentes perspectivas, niveles múltiples de nuestra existencia todas cosas refrescantes, aliviadoras y sin las cuales no podríamos vivir, ni cam biar-. El sueño propicia todo esto y la literatura es, a este respecto, un análogo del sueño 12 : Cuando un hombre está durmiendo tiene en torno suyo, como un aro, el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos. Al despertarse, los consulta instintivamente y, en un segundo, lee el lugar de la Tierra en que se halla, el tiempo que ha transcurrido hasta su despertar , pero estas ordenaciones pueden confundirse y quebrarse. Si después de un insomnio, en la madrugada le sorprende el sueño mientras lee en una postura distinta de la que suele tomar para dormir, le bastará
3731 con alzar el brazo para parar el Sol, para hacerle retroceder: y en el primer momento de su despertar no sabrá qué hora es, se imaginará que acaba de acostarse. Si se adormila en una postura aún menos usual y recogida, por ejemplo, sentado en un sillón después de comer, entonces un trastorno profundo se introducirá en los mundos desorbitados, la butaca mágica le hará recorrer a toda velocidad los caminos del tiem po y del espacio, y en el momento de abrir los párpados se figurará que se echó a dormir unos meses antes y en una tierra distinta. Pero a mí, aunque me durmiera en mi cama de costumbre, me bastaba con un sueño profundo que aflojara la tensión de mi espíritu para que éste dejara escaparse el plano del lugar en donde yo me había dormido, y al despertarme a medianoche, como no sabía en dónde me encontraba, en el primer momento tampoco sabía quién era; en mí no había otra cosa que el sentimiento de la existencia en su sencillez primitiva, tal como puede vibrar en lo hondo de un animal , y hallábame en mayor desnudez de todo que el hombre de las cavernas; pero entonces el recuerdo -y todavía no era el recuerdo del lugar en que me hallaba, sino el de otros sitios en donde yo había vivido y en donde podría estar- descendía hasta mí como un socorro llegado de lo alto para sacarme de la nada, porque yo solo nunca hubiera podido salir; en un segundo pasaba por encima de siglos de civilización, y la imagen borro samente entrevista de las lámparas de petróleo, de las camisas con cuello vuelto, iba
3732 recomponiendo lentamente los rasgos peculiares de mi personalidad. Esa inmovilidad de las cosas que nos rodean acaso es una cualidad que nosotros las imponemos con nuestra certidumbre de que ellas son esas cosas, y nada más que esas cosas, con la inmovilidad que toma nuestro pensamiento frente a ellas. (pp 13-15) 13
Las creencias personales, en general, introducen cambios sustanciales en lo que son las cosas para cada individuo. Las diferencias de opinión no aparecen en la novela como distinciones menores sino que lo modifican todo: modifican las personalidades que construimos para cada persona. Nadie es un todo homogéneo, ni en las cosas im portantes, ni en las banales: somos la representación que tienen de nosotros los demás y los demás son las representaciones que tenemos de ellos nosotros. El narrador deconstruye entonces nuestras representaciones habituales, que nos resultan tan naturales que equivalen para nosotros a la visión objetiva de las cosas materiales. Así, el narrador personaje, Marcel, disocia al ‘‘mismo’’ Swann en dos -Swann tal como lo conoció en su niñez y tal como lo conoció en su adultez-, como dos personas diferentes, irreconciliables: No teníamos escrúpulo en llamar en cuanto se necesitaba una receta de salsa gribiche, o de ensalada de piña, para comidas de etique-
Lic. Sergio Etkin ta a las cuales no se le invitaba, por considerar que no tenía prestigio suficiente para presentarle a personas de fuera que iban a casa por primera vez. Si la conversación recaía sobre los príncipes de la Casa de Francia, mi tía hablaba de ellos diciendo: ‘Personas que ni usted ni yo conoceremos nunca, ni falta que nos hace, ¿verdad?, y se dirigía a Swann, que quizá tenía en el bolsillo una carta de Twickenham, y le mandaba correr el piano y volver la hoja las noches en que cantaba la hermana de mi abuela, mostrando para manejar a Swann, tan solicitado en otras partes, la ingenua dureza de un niño que juega con un cacharro de museo sin más precauciones que con un juguete barato. Sin duda , el Swann que hacia la misma época trataron tantos clubmen no tenía nada que ver con el que creaba mi tía, con aquel oscuro e incierto personaje, que a la noche, en el jardincillo de Combray, y cuando habían sonado los dos vacilantes tintineos de la cam panilla, se destacaba sobre un fondo de tinie blas, identificable solamente por su voz, y al que mi tía rellenaba y vivificaba con todo lo que sabía de la familia Swann. Pero ni siquiera desde el punto de vista de las cosas más insignificantes de la vida somos los hombres un todo materialmente constituido, idéntico para todos, y del que cualquiera pudiera enterarse como de un pliego de condiciones o de un testamento; no, nuestra per sonalidad social es una creación del pensamiento de los demás. Y hasta ese acto tan sencillo que llamamos ‘ver a una persona conocida’ es, en parte, un acto intelectual.
La realidad, la ficción y el sueño en M. Proust Llenamos la apariencia física del ser que está ante nosotros con todas las nociones que respecto a él tenemos, y el aspecto total que de una persona nos formamos está inte grado en su mayor parte por dichas nociones. Y ellas acaban por inflar tan cabalmente las mejillas, por seguir con tan perfecta adherencia la línea de la nariz, y por mati zar tan delicadamente la sonoridad de la voz, como si ésta no fuera más que una transparente envoltura, que cada vez que vemos ese rostro y oímos esa voz, lo que se mira y lo que se oye son aquellas nociones. Induda blemente en el Swann que mis padres se habían formado omitieron por ignorancia una multitud de particularidades de su vida mundana, que eran justamente la causa de que otras personas, al mirarla, vieran cómo todas las elegancias triunfaban en su rostro, y se detenían en su nariz aguileña como en su frontera natural; pero, en cambio, pudieron acumular en aquella cara despojada de su prestigio, vacante y espaciosa, y en lo hondo de aquellos ojos, preciados menos de lo justo, el vago y suave sedimento -medio recuerdo y medio olvido- que dejaron las horas de ocio pasadas en su compañía después de cada comida semanal alrededor de la mesita de juego o en el jardín, durante nuestra vida de amistosa vecindad campesina. Con esto, y con algunos recuerdos relativos a sus padres, estaba tan bien rellena la envoltura corporal de nuestro amigo, que aquel Swann llegó a convertirse en un ser completo y vivo, y que yo siento la impresión de separarme de una persona para ir hacia otra enteramen-
3733 te distinta, cuando en mi memoria paso del Swann que más tarde conocí con exactitud a ese primer Swann -a ese primer Swann en el que me encuentro con los errores amables de mi juventud, y que además se parece menos al otro Swann de después que a las per sonas que yo conocía en la misma época, como si pasara con nuestra vida lo que con un museo, en donde todos los retratos de un mismo tiempo tienen un aire de familia y una misma tonalidad -, a ese primer Swann, imagen del ocio, perfumado por el olor del viejo castaño, de los cestillos de frambuesas y de una brizna de estragón. (pp 31-2). 14
La crítica también devela reiteradamente las paradojas proustianas. Es el caso de este pasaje de Adorno: Si chez Proust une relation scientifique ou métaphysique pouvait de la même manière être exprimée par une comparaison tirée de la sphère de la mondanité, on peut dire qu’à l’inverse il a suivi la formule bergsonienne, qu’il l’ait connue ou non. Et certes pas seulement par simple intuition. Les forces de celle-ci s’équilibrent dans son oeuvre avec celles du rationalisme français, avec une portion convenable d’expérience du monde et de bon sens. C’est d’abord la tension entre ces deux éléments et leur juxtaposition qui fait le climat proustien. Mais une de ses caracatéristiques, c’est cette allergie bergsonienne contre la pensée de confection, contre le cliché établi d’avance; son tact ne peut supporter ce que dit tout le monde;
3734 cette sensibilité lui fait percevoir le mensonge, et donc la vérité. Tout en entonnant avec tout le monde la vieille chanson sur l’hypocrisie et le manque de sincérité de la société, et comme tout le monde, sans jamais en critiquer expressément la cause sociale profonde, il est tout de même devenu, contre son gré -et d’autant plus authentiquement, donc- un critique de la société. (pp 142-143) 15
Auto-referencialmente, todas las cosas también cambian de aspecto, cambian de forma, se transforman y pueden parecer de lo más absurdas, de lo más decorativas, en la medida que se mezclan en nuestra imaginación y en la medida que se desafía la ‘’producción en serie’’, en términos de Th. Adorno recién citados, en la medida que la individualidad conquista su propio terreno frente a la indiferenciación, tanto en la naturaleza, como en el arte: Al cabo de un momento entraba a darle un beso; Francisca estaba haciendo el té; y si mi tía se sentía nerviosa, pedía tila en vez de té, y entonces yo era el encargado de coger la bolsita de la farmacia y echar en un plato la cantidad de tilo que luego había que verter en el agua hirviendo. Los tallos de la flor del tilo, al secarse, se curvaban, formando un caprichoso enrejado, entre cuyos nudos se abrían las pálidas flores, como si un pintor las hubiera colocado y dispuesto del modo más decorativo. Las hojas, al cambiar de as-
Lic. Sergio Etkin pecto, al perderle totalmente, se asemejaban a cosas absurdas, al ala transparente de una mosca, al revés de una etiqueta o a un pétalo de rosa, pero que hubieran sido todas ellas apiladas, trituradas y entretejidas como en la confección de un nido. Mil pequeños detalles inútiles -prodigalidad encantadora del boticario- que en un preparado ficticio se hubieran suprimido, me daban, lo mismo que un libro donde nos maravillamos de ver el nom bre de un conocido, el gozo de comprender que eran aquellos verdaderos tallos de tila, como los que yo veía en el paseo de la Estación, y modificados precisamente, porque eran de verdad y no copias, y habían envejecido. Y como cada rasgo característico que ofrecían no eran más que la metamorfosis de un rasgo antiguo, yo reconocía en las bolitas grises los botones verdes que no cuajaron; pero, sobre todo, el brillo rosado, lunar y suave, en el que se destacaban las flores, pendientes de una frágil selva de tallos, como rositas de oro - señal , como ese resplandor que aún revela en un muro el sitio en que estuvo un fresco borrado, de la diferencia entre las partes del árbol que habían tenido color y las que no-, me indicaba que aquellos pétalos eran los mismos que, antes de henchir la bolsita de la botica, habían aromado las noches de primavera. Aquella llama rosa, de cirio, era todavía su coloración, pero medio apagada y dormida en esa vida inferior que ahora llevaban, y que viene a ser el cre púsculo de las flores. Muy pronto podía mi tía mojar en la hirviente infusión, cuyo sabor de hoja muerta y flor marchita saboreaba,
La realidad, la ficción y el sueño en M. Proust una magdalenita, y me daba un pedacito cuando ya estaba bien empapada. (pp 70-71) 16
Una y otra vez se reitera el peso de la individualidad vinculado con poner en suspenso el hábito y con los estados de ensoñación: ‘‘Y era también que como sucede en esos momentos de ensoñación que tenemos en el campo, cuando la acción de la costumbre está en suspenso, y nuestras nociones abstractas de las cosas apartadas a un lado, y creemos con profunda fe en la originalidad, en la vida individual del lugar en que estamos- la moza pasaba...’’ (p. 194) Por último, mencionaremos entre las paradojas proustianas alguna de sus numerosas paradojas larochefoucauldianas17, que han hecho que la crítica compare a Proust con el moderno moralista francés; por ejemplo, la paradoja de que la virtud no garantiza a nadie no caer en el vicio que -incluso, en base a esa misma virtud- alguien condena formalmente; y la paradoja enorme de que la mezcla de la virtud del padre y de la madre pueden producir el vicio del hijo. Notemos como asume el autor autoreferencialmente la actitud que narra con esa extraña parentética entre comas (circunstancia temporal que no viene al caso o que viene algo absurdamente) y con esa fuerte confusión semántica y sintáctica de ese extraño “ser” amado que se introduce en:
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“paroles bizarres, attitudes inexplicables, un certain soir, de tel être qu’elle a par ailleurs tant de raisons pour aimer .” Estas “tantas razones para amar” están en el mismo plano de “la complejidad de las circunstancias”. No hay nadie, por muy virtuoso que sea, que por causa de la complejidad de las circunstancias, no pueda llegar algún día a vivir en familiaridad con el vicio que más rigurosamente condena -sin que, por lo demás, le reconozca por completo bajo ese disfraz de hechos particulares que reviste para entrar en contacto con uno y hacerle padecer-: palabras raras, actitud inexplicable tal noche, de un ser a quien se quiere por tantos motivos. Pero el señor Vinteuil debía sufrir mucho al tener que resignarse a una de esas situaciones que erróneamente se consideran exclusivas del mundo de la bohemia, y que, en realidad, se producen siempre que un vicio que la misma naturaleza humana desarrolló en un niño a veces sólo con mezclar las cualidades de su padre y de su madre, como el color de los ojos, busca el lugar seguro que necesita para vivir. (p 184)18
Y, acto seguido, se trata de la objetividad de los hechos, por oposición a la subjetividad de los sentimientos y de las creencias. Con moderna impronta kantiana, Proust relaciona la objetividad de los hechos con la intersubjetividad de la comunidad. Paradójicamente, puestos en objetivos, es decir, del
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lado de la objetividad social intersubjetiva, podemos ser enemigos de nosotros mismos -se plantea aquí un límite de las bondades de la crítica y de la objetividad. Señalamos además la inconsecuencia lógica (non sequitur ) entre el ponerse del punto de vista de la opinión pública y verse desde allí como caído y el pasar a transformar sus modales de expresivos de superioridad, a expresivos de humildad y respeto: Pero no porque el señor Vinteuil se diera cuenta de la conducta de su hija disminuyó en nada su cariño hacia ella. Los hechos no penetran en el mundo donde viven nuestras creencias, y como no les dieron vida no las pueden matar; pueden estar desmintiéndolas constantemente sin debilitarlas, y una avalancha de desgracias o enfermedades que una tras otra padece una familia no le hace dudar de la bondad de su Dios ni de la pericia de su médico. Pero cuando Vinteuil pensaba en él y en su hija desde el punto de vista de la gente, cuando quería colocarse con ella en el rango que ocupaban en la pública estimación, entonces aquel juicio de orden social le formulaba él mismo, como lo haría el vecino de Combray que más le odiara, y se veían con su hija caídos hasta lo último; por eso sus modales tomaron desde hacía poco esa humildad y respeto hacia las personas que estaban por encima de él y a quienes miraba desde abajo (aunque en otra época las considerara muy inferiores), esa tendencia a subir hasta ellas que es resultado casi mecánico
Lic. Sergio Etkin del venir a menos. (pp. 184-185)19.
(3) La búsqueda inconsciente, los procesos inconscientes y las respuestas hipnóticas La búsqueda, la recherche, desde el título mismo de la novela de Proust, se postula como una operación predominante, como acción del personaje principal y del narrador, como instrucción de lectura en el nivel de la recepción y como efecto de lectura que podría producir la novela. Desde nuestro punto de vista, fijar la atención y quitarle potencia a las asociaciones creadas por el hábito son los caminos que llevan a iniciar búsquedas inconscientes que reorganizan nuestra propia experiencia 20 . La respuesta hipnótica es el resultado natural de la búsqueda y de los procesos inconscientes iniciados por el terapeuta. Puesto que es mediada ante todo por procesos inconscientes que tienen lugar en el interior del paciente, la respuesta hipnótica da la apariencia de que ocurre automáticamente o autónomamente; parece tener lugar totalmente por sí misma, de una manera que se ve como ajena o disociada del modo usual que tiene la persona para dar respuesta en un nivel voluntario. La mayoría de los pacientes experimentan típicamente una sensación suave de agradable sorpresa cuando se encuentran a sí mismos respondiendo de esta manera auto-
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mática e involuntaria. Esa sensación de sor presa, en efecto, puede tomarse en general como una indicación de la naturaleza genuinamente autónoma de sus respuestas.21
nunca vi más que esa especie de sector luminoso destacándose sobre un fondo de indistintas tinieblas, como esos que el resplandor de una bengala o de una proyeccióneléctrica alumbran y seccionan en un edificio, cuyas restantes partes siguen sumidas en la oscuridad: en la base, muy amplia; el saloncito, el comedor; el arranque del oscuro paseo de árboles por donde llegaría el señor Swann, inconsciente causante de mis tristezas; el vestíbulo por donde me dirigía hacia el primer escalón de la escalera, duro de subir, que ella sola formaba el tronco estrecho de aquella pirámide irregular, y en la cima mi alcoba con el pasillito, con puerta vidriera, para que entrara mamá; todo ello visto siempre a la misma hora, aislado de lo que hubiera alrededor y destacándose exclusivamente en la oscuridad, como para formar la decoración estrictamente necesaria (igual que esas que se indican al comienzo de las comedias antiguas para las representaciones de provincias) al drama de desnudarme; como si Combray consistiera tan sólo en dos pisos unidos por una estrecha escalera, y en una hora única: las siete de la tarde. A decir verdad, yo hu biera podido contestar a quien me lo preguntara que en Combray había otras cosas, y que Combray existía a otras horas. Pero como lo que yo habría recordado de eso serían cosas venidas por la memoria voluntaria, la memoria de la inteligencia, y los datos que ella da respecto al pasado no conservan de él nada, nunca tuve gana de pensar en todo lo demás de Combray. En realidad, aquello estaba muerto para mí.
La evocación: la evocación de nuevos niveles de significado es algo que conecta los procedimientos de esta corriente psicológica con los procedimientos del arte. La idea de iniciar búsquedas y procesos inconscientes y de configurar nuevas pautas y dimensiones de la conciencia -a través de los juegos de palabras, las metáforas, las analogías- se pone desde este enfoque en el centro de la economía de la dinámica mental y de la evaluación de la conciencia, en tanto que medios para superar las limitaciones de marcos conscientes más estrechos, de romper las asociaciones conscientes más rutinarias y limitadas, de ir más allá de nuestra conciencia prosaica y cotidiana 22 . En el pasaje archicitado sobre la memoria voluntaria como incapaz de retener nada del pasado y sobre la creencia céltica en la transmigración de las almas a cuerpos, vemos asociarse la evocación con la búsqueda, y con los esfuerzos perdidos de nuestra inteligencia, es decir, de nuestra conciencia, de nuestra lógica: Así, por mucho tiempo, cuando al despertarme por la noche me acordaba de Combray,
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tes perspectivas y enfoques con referencia a una misma cosa. Nuestro cerebro ‘‘lógico’’ es incapaz de efectuar En esto entra el azar por mucho, y un se- esta operación. 24 En À la recherche gundo azar , el de nuestra muerte, no nos hay toda clase de situaciones de camdeja muchas veces que esperemos paciente- bios de punto de vista. Mencionaremos mente los favores del primero. algunos de sus tipos: ¿Por siempre, muerto por siempre? Era posible .
Considero muy razonable la creencia céltica de que las almas de los seres perdidos están sufriendo cautiverio en el cuerpo de un ser inferior, un animal, un vegetal o una cosa inanimada, perdidas para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que suceda que pasamos al lado del árbol, o que entramos en posesión del objeto que las sirve de cárcel. Entonces se estremecen, nos llaman, y en cuanto las reconocemos se rom pe el maleficio. Y liberadas por nosotros, vencen a la muerte y tornan a vivir en nuestra compañía. Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. Ocúltase fuera de sus dominios y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que ese ob jeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no le encontremos nunca. 23
Otra función que sería específica del hemisferio no dominante tiene que ver con la posibilidad de cambiar de puntos de vista, de adoptar diferen-
1. Cambio del enfoque y del juicio según se vea algo desde el pensamiento reflexivo propio como plasmado en un libro (meditación) o desde la cotidianeidad (escenas vulgares): Estoy seguro de que en un libro -y en esto me parecía a Francisca- esa concepción del luto conforme al cantar de Roldán y a la portada de San Andrés del Campo me hubiera parecido simpática. Pero en cuanto tenía al lado a Francisca me entraba un diabólico deseo de que montara en cólera, y aprovechaba el menor pretextopara decirle que yo sentía a mi tía porque era una buena persona, a pesar de sus manías, pero no porque fuera mi tía, y que siendo tía mía hubiera podido serme odiosa y no causarme ninguna pena con su muerte, frases todas que en un libro me parecerían tontas. (...) y de este modo adoptaba, para juzgar a Francisca, el mezquino punto de vista de esos hombres que son objeto del gran desprecio de algunas personas en la imparcialidad de la meditación, aunque lue go esas personas se porten como ellos en una de las escenas vulgares de la vida. (p
La realidad, la ficción y el sueño en M. Proust 191)
Se repiten situaciones análogas en pp 43, 44, 75, 153, 154. 2. Cambios de punto de vista por el desfasaje entre los sentimientos: todos podemos sentir las mismas cosas, pero siempre en distintos tiempos; por eso nos entendemos sólo a veces, porque cuando uno está instalado en un punto de vista, es hasta raro que su interlocutor esté justo en ese momento en el mismo lugar; esto da cuenta de los continuos malosentendidos entre las personas -aun entre las más próximas-: Causábame un placer que me daba vergüenza haberme atrevido a solicitar de mis padres, porque era un placer tan grande, que, sin duda, debió costarles mucha pena el dármele, y eso sin ninguna compensación, porque para ellos no era placer ninguno.’ Así que, por discreción, desviaba la conversación. Y también por escrúpulo de conciencia. Todas las raras seducciones que para mí adornaban el nombre de Swann las encontra ba en ese nombre cuando lo pronunciaban. Y entonces se me figuraba de pronto que mis padres no podían por menos de sentir tam bién esas seducciones que se colocaban en mi punto de vista; que a su vez advertían mis sueños, los absorbían, los hacían suyos, y me sentía tan apenado como si hubiera vencido y depravado a mis padres. (p 180).
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La misma idea reaparece más abajo, ligada a los descubrimientos de nuestras búsquedas inconscientes: Las paredes de las casas, el seto de Tansonvile, los árboles del bosque de Roussainville y los matorrales a que se adosa Montjouvain, llevaban paraguazos y bastonazos de mi mano, y oían mis gritos de gozo, que no eran, tanto unos como otros, más que ideas confusas que me exaltaban y que no lograban el descanso de la claridad , porque preferían, a un lento y difícil aclararse, el placer de una derivación más cómoda hacia un escape inmediato. La mayor parte de esas llamadas traducciones de nuestros sentimientos no hacen otra cosa que quitárnoslos de encima, expulsándolos de nuestro interior en una forma indistinta que no nos enseña a conocerlos. Cuando echo cuentas de lo que debo al lado de Méséglise, de los humildes descubrimientos a que sirvió de fortuito marco o de necesario inspirador, me acuerdo de que en ese otoño, en uno de aquellos paseos, junto a la escarpa llena de maleza de Montjouvain, es donde por primera vez me sorprendió el desacuerdo entre nuestras impresiones y el modo habitual de expresarlas. Después de una hora de agua y de aire, con los que luché muy contento, al llegar a la orilla (...) Y al ver en el agua y en la pared una sonrisa pálida, que respondía a la sonrisa del cielo, exclamé: ‘¡Atiza, atiza, atiza!’, blandiendo mi cerrado paraguas. Pero al mismo tiempo comprendí que mi deber hubiera sido no limitarme a esas palabras y
3740 aspirar a ver un poco más claramente en mi asombro. (...) y que respondió fríamente a mi: ‘Buen tiempo para andar, ¡eh!’, aprendí que las mismas emociones no se producen simultáneamente, con arreglo a un orden preestablecido en el ánimo de todos los hombres. Más tarde, siempre que una prolongada lectura me daba ganas de conversación, el camarada a quien yo estaba deseando hablar acababa de entregarse al placer de la charla, y quería que ahora le dejaran leer en paz. Y si acababa de pensar cariñosamente en mis padres y de adoptar las decisiones más prudentes y propias para darles gusto, mientras, estaba llegando a su conocimiento algún pecadillo mío, del que ya no me acordaba y que ellos me echaban en cara en el instante mismo de ir a darles un beso. (pp 192-193)
Se repiten otras situaciones análogas en pp 53, 185, 201 En general, los malosentendidos son moneda corriente en la novela de M. Proust -escenario privilegiado de situaciones absurdas basados en la insuficiencia expresiva del lenguaje y de los gestos, en la inconmensurabilidad entre los sentimientos subjetivos e individuales y las palabras y demás sistemas semióticos-: Y unos días más tarde, al cruzarme con mi tío, que iba en coche abierto, sentí pena, gratitud y remordimiento, todo lo cual hubiera querido expresarle. Pero comparado con lo
Lic. Sergio Etkin inmenso de estos sentimientos, me pareció que un sombrerazo sería cosa mezquina y podría hacer pensar a mi tío que yo no me consideraba obligado, con respecto a su persona, más que a una frívola cortesía. Decidí abstenerme de aquel ademán, tan insuficientemente expresivo, y volví la cabeza a otro lado. Mi tío se imaginó que aquella acción mía obedecía a órdenes de mis padres, y no se lo perdonó nunca; murió muchos años des pués de esto sin volver a hablarse con ninguno de nosotros. (p. 104)
Otro pasaje muy similar al anterior, también vinculado con la naturaleza psicológica de las creencias, es éste: -... ¿Quién es Vaulabelle? ¿Quizá esos tomos dorados que están en la librería pequeña de su tocador? Ya sabe usted que ha prometido que me los prestaría; los cuidaré muy bien. Mi tío, que no quería prestar sus libros, no contestó y vino a acompañarme hasta el recibimiento.(...) mientras que él, bastante azorado, me daba a entender que le gustaría que no contase nada a mis padres de aquella visita, yo le decía, con lagrimas en los ojos, que el recuerdo de su amabilidad estaba tan profundamente grabado en mi corazón, que ya llegaría día en que pudiera demostrarle mi gratitud. En efecto: tan profundamente gra bado estaba en mi corazón, que dos horas después, y luego de algunas frases misterio sas, que me pareció que no lograban dar a mis padres idea bastante clara de la nueva
La realidad, la ficción y el sueño en M. Proust importancia que yo disfrutaba, consideré más explícitocontar con todo detalle la visita que acababa de hacer. Con ello no creía causar molestia ninguna a mi tío. ¿Y cómo iba a creerlo, si yo no tenía intención de causársela? ¿Cómo iba yo a suponer que mis padres vieran nada malo allí donde yo no lo veía? Nos sucede todos los días que un amigo nos pide que no se nos olvide transmitir sus disculpas a una mujer a quien no ha podido escribir, y que nosotros lo dejamos pasar descuidadamente, considerando que esa persona no puede conceder gran importancia a un silencio que para nosotros no la tiene. Yo me creía, como todo el mundo, que el cerebro de los demás era un receptáculo inerte y dócil, sin fuerza de reacción especí fica sobre lo que en él depositamos; y no dudaba que al verter en el de mis padres la noticia de la nueva amistad que hiciera por medio de mi tío, les transmitiría al mismo tiempo, como era mi deseo, el benévolo juicio que a mí me había merecido aquella presentación. Pero, por desdicha, mis padres se atuvieron a principios enteramente distintos de aquellos cuya adopción los sugería yo, para estimar el acto de mi tío. (pp 102-103)
3. Son básicamente situaciones de cambios de puntos de vista todas aquellas en las que vivimos la multiplicidad de planos yuxtapuestos de nuestra existencia, cuando se nos superponen en un mismo punto del tiempo y del espacio nuestras muy diferentes ‘’vidas paralelas’’. Como
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la del comienzo mismo de la novela: el narrador protagonista es él y es personaje del libro que está leyendo, en una situación oniroide repleta de eventos absurdos y paradójicos desde nuestra lógica habitual, como despertarse ‘‘para’’ comenzar a dormirse, terminar de leer, dormirse y seguir reflexionando sobre la lectura, etc. La creencia guarda un lugar intermedio: no garantiza nada, ni al modo de las sensaciones, ni al modo de lo lógico, ni al modo de la combinación de las dos cosas (lo entendible): creemos todo el tiempo en cosas absurdas a las que no ‘‘tocan’’ ni los hechos, ni lo objetivo, ni lo lógico. Los ojos de Marcel creen que la luz que está (objetivamente, de hecho) apagada, está encendida; que el libro que ya no está en sus manos está en sus manos: sus ojos están temporariamente cegados (respecto a la realidad objetiva) por una creencia que no es contraria a su razón pero que es objetivamente irreal. Esa creencia puede -casi inmediatamente en la situación del des pertar- perder su sentido y uno queda libre de adaptarse a ella de nuevo o no. La escritura juega todo el tiempo con sus referentes en términos de ficción, realidad y sueño: si el enfoque fuera todo el tiempo realista carecería de interés, si fuera todo como una alucinación, sería una escritura casi psicótica, loca; entonces van alternándose los elementos que orientan
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hacia la realidad cotidiana, aceptada, y los que se refieren a los aspectos más extraños de nuestro funcionamiento mental : Mucho tiempo he estado acostándome tem prano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: ‘‘Ya me duermo’’. Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había dejado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas re flexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V. Esta figuración me duraba aún unos segundos después de haberme des pertado: no repugnaba a mi razón, pero gravitaba como unas escamas sobre mis ojos sin dejarlos darse cuenta de que la vela ya no estaba encendida. Y luego comenzaba a hacérseme ininteligible, lo mismo que des pués de la metempsícosis pierden su sentido los pensamientos de una vida anterior; el asunto del libro se desprendía de mi personalidad y yo quedaba libre de adaptarme o no a él; en seguida recobraba la visión, todo extrañado de encontrar en torno mío una oscuridad suave y descansada para mis ojos, y aún más quizá para mi espíritu, al cual se aparecía esta oscuridad como una cosa sin causa, incomprensible, verdaderamente os-
Lic. Sergio Etkin cura. Me preguntaba qué hora sería; oía el silbar de los trenes que, más o menos en la lejanía y señalando las distancias, como el canto de un pájaro en el bosque, me describía la extensión de los campos desiertos por donde un viandante marcha de prisa hacia la estación cercana; y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por la excitación que le dan los lugares nuevos, los actos desusados, la charla reciente, los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno.” (pp 11-12)25
Las búsquedas internas son en general incompatibles con las relacionadas con los quehaceres y con los de beres de la vida cotidiana: Y hoy todavía, si en alguna gran ciudad de provincias o en un barrio de París que no conozco bien, un transeúnte que me ha ‘‘encaminado’’ me indica a lo lejos como punto de referencia la torre de un hospital o el cam panario de un convento que alzan su puntiagudo bonete eclesiástico en la esquina de una calle por donde debo continuar, a poco que mi memoria pueda encontrarle oscuramente algún rasgo de parecido con la amada y desaparecida silueta, el transeúnte, si se vuelve a ver si voy bien, puede, todo asombrado, verme, olvidado del paseo o del quehacer, allí parado delante del campanario horas y horas, probando a acordarme, y sintiendo en mi interior tierras reconquistadas al olvido que van quedando en seco y tomando
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forma; y en ese instante, y con mayor ansiedad que el momento antes, cuando le pedía que me guiara, sigo buscando mi camino, doblo una calle..., pero todo sin salir de dentro de mi corazón. (p 88)26
ble’’ de algo que ya se ha dicho. (v) atención y sorpresa del ayuda de cámara: pose social, fingir interés por ciertas cosas hasta creerse la pose totalmente y adoptarla como un gesto propio y auténtico: enorme autoengaño, autoenajenación tal vez, y caso difícil de juzgar: ¿es auténtico o no? Por un lado, no lo creyó nunca: acaso si alguien le develara su actitud, tal vez admitiría que es absurda y que no cree (ni nunca creyó) en ella; por otro lado, de tanto repetirlo ya lo cree, se apoyó y se confió en cierto gesto, lo viene repitiendo hace tanto que ya se lo cree. Es más o menos como uno, como cualquiera cree en las cosas cotidianas: por ejemplo, en la importancia de usar siempre cierta camisa, o dos zapatos parecidos entre sí, etc.: rutinas no reflexionadas, que uno adoptó pero nunca se problematizó ni, en el fondo, decidió ni creyó.
Y estaba con mi tío hasta que su ayuda de cámara venía a preguntarle, de parte del c ochero, a qué hora tenía que enganchar. Mi tío sumíase entonces en una meditación que jamás se hubiera atrevido a interrumpir con un solo movimiento su maravillado ayuda de cámara, que esperaba siempre con curiosidad el resultado invariablemente idéntico. Por fin, después de una suprema vacilación, mi tío pronunciaba infaliblemente estas pala bras: ‘‘A las dos y cuarto’’; palabras que el criado repetía con sorpresa pero sin discutirlas: ‘‘¿A las dos y cuarto? Muy bien... voy a decírselo’’. (pp 95-96) 27
Paradoja, choque: (i) meditar y luego vacilar en forma suprema para decir lo que dice siempre; (ii) maravillarse por la repetición de lo de siempre, no interrum pirlo; (iii)sentir curiosidad por la repetición de lo idéntico; (iv)repetir con sorpresa esas pala bras, sin discutirlas => elementos de Autorreferencialidad: modo de hablar sobre la literatura y sobre el lector: curioso y maravillado por la repetición actual pero ‘‘infali-
Se cruza, en consecuencia, el concepto de lo absurdo aquí con otras dos nociones trabajadas todo el tiempo en el texto de Proust: la de la creencia y la de la costumbre. Por aquel entonces poseíame la afición al teatro, afición platónica, porque mis padres nunca me habían dejado ir, y se me representaban de un modo tan inexacto los placeres que procuraba, que casi llegué a creer que
3744 cada espectador miraba, lo mismo que en un estereoscopio, una decoración que era para él solo, aunque igual a las otras mil que se ofrecían, una a cada uno, al resto de los es pectadores. (p. 96) 28
(i) nuevamente, cruce con la noción de creencia. (ii) choque absurdo: amar algo jamás experimentado y representarse las sensaciones que pueden experimentarse ante eso nunca experimentado.
Lic. Sergio Etkin estaba acabando de comerse una mandarina. Las dudas en que me puso el no saber si debía llamarla señora o señorita me sacaron los colores del rostro y me fui a dar un beso a mi tío sin atreverme a volver la cabeza hacia el lado donde estaba ella, para no tener que hablarla. (p. 99)
(i) el elemento absurdo se marca por el “ataque” a la conjunción lógica “y”, que debe coordinar miembros homogéneos sintáctica y semánticamente: las dos proposiciones coordinadas son muy distintas: cambian los sujetos de una 3ª p. del pl. a la 1ª p. del sg.
(iii) tras la marca de lo absurdo, se introduce una situación ficcional que (ii) se desafía pues la relación lódispara la reflexión: poética que se basa gica, que más que de conjunción pareen un objeto artístico que se entiende ce de causalidad: por las dudas que tecomo único para cada espectador (re- nía, perdí los colores del rostro y me fui ceptor, si la ficción es literaria, lector) y, a dar un beso a mi tío... al mismo tiempo, segundo absurdo, es semejante para todos los demás espec(iii) La cara absurda formal de la tadores. Esto es lo que implicaría la enor- oración parece contrastar con el apame concentración del receptor del he- rente absurdo de la situación, éste totalcho artístico en éste último. Lo que es mente discutible y opinable: i.e, si es para él la obra no lo es exactamente para absurdo dudar tan exageradamente y nadie más; entonces la obra es para perder los colores del rostro por no sacada uno al mismo tiempo que es para ber si debía llamarla señora o señorita. todos (para muchos “cada uno”). Encima de la mesa estaba, como de costum bre, el plato de mazapán, y mi tío llevaba su guerrera de todos los días, pero enfrente de él había una señora joven, con traje de seda color rosa y un collar de perlas al cuello, que
Me costaba trabajo creer que era una cocotte, y sobre todo, nunca me hubiera creído que era una cocotte elegante, a no haber visto el coche de dos caballos, el traje rosa y el collar de perlas, y de no saber que mi tío no trataba más que a las de altos vuelos. Y me pregun-
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taba qué placer podía sacar el millonario que la pagaba hotel, coche y alhajas, de comerse su fortuna por una persona de modales tan sencillos y tan correctos. Y, sin embargo, al pensar en lo que debía ser su vida, la inmoralidad de la vida aquella me turbaba mucho más que si se hubiera concretado ante mí en una apariencia especial, por ser tan invisible como el secreto de una novela, por el escándalo que debió echarla de casa de sus padres, acomodados, y entregarla a todo el mundo galante y el halago de la notoriedad a una mujer que, por sus gestos y sus entonaciones de voz, tan semejantes a los que yo viera en otras damas, se me representaba, sin querer, como una muchacha de buena familia que ya no era de ninguna familia. (...) Pero yo, pensando en cómo pudo haber sido la ruda acogida, que ella decía exquisitamente fina, de mi padre, cuya reserva y frialdad me eran bien conocidas, me sentí molesto, como si fuera por una falta de delicadeza en que mi padre hubiera incurrido, al apreciar la desigualdad existente entre lo que debió ser su escasa amabilidad y el generoso reconocimiento que la dama le atribuía. (pp 100-101)
contrar equilibrios entre los excesos de la lógica férrea de la racionalidad euro pea y los desbordes, siempre al límite de la violencia, de la actitud romántica. Allí el artista, como en el caso de M. Proust, puede orientarse a explorar la mentalidad humana en sus posibles características universales y en sus peculiaridades socio-históricas. Este gesto introspecrtivo coincide en el tiempo con los orígenes de la psicología tal como la conocemos contemporáneamente. Por eso se revela como algo útil reconstruir en este sentido el contexto intelectual de la época y entrecruzar en una crítica a la novela la dirección de las corrientes psicológicas que, sin ser hoy hegémonicas en algunos países, pueden estar mucho más a tono con los rasgos centrales de la escritura proustiana: la profundización interminable en los referentes que construye -particularmente, cuando éstos son de índole psíquica; los mecanismos de cambios de punto de vista: la contaminación de voces enunciadoras -sobre todo cuando se enfocan las diferentes creencias de los distintos personajes, la ubicuidad del narrador en el tiempo, el fuerte apoyo de la escritura en la digresión y en las frases que funcionan como circunstanciales -sobre todo las circunstanciales explicativas y las comparativo-condicionales del tipo ‘‘como si’’- y la complejización general en todos los niveles lingüísticos.
CONCLUSIÓN Puede echar luz sobre las correlaciones entre la temática y los procedimientos narrativos de esta novela enfocarla a partir de una psicología del sueño. Sus condiciones de producción se enmarcan en un contexto social, histórico y cultural donde se impone en-
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En síntesis, una escritura que no termina de asustarse ni con la lógica más cerebral, fría y cotidiana, ni con las alucinaciones ni con los fenómenos más extraños de nuestra mente: que pasa de un lado al otro en un vaivén a la vez perturbador y tranquilizador. En el planteo de los efectos de lectura, cuando aca bábamos de perturbarnos con lo extraño, nos tranquiliza con frialdad; cuando nos aburríamos de realismo, nos distrae y nos sorprende.
Lic. Sergio Etkin
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Valga como ejemplo W. Benjamin, citado en Nota del Traductor a su artículo ‘‘Una imagen de Proust’’, en Imaginación y sociedad. Iluminaciones I , Madrid, Taurus, 1998, p 38: “En carta de 1929 le manifiesta a Max Rychner que, para contribuir a la hermenéutica proustiana, se encuentra aún demasiado cerca del conjunto de la obra. ‘‘Espero hasta poder ver los detalles por los que encaramarme como por salientes de una pared... En Proust vive algo mucho más grande y mucho más importante que el ‘psicólogo’ del que, por lo que veo, en Francia se habla casi exclusivamente.” 2
Para una reconstrucción de la escasa influencia de Freud sobre el ambiente intelectual francés de la época, v. Ibarlucía, R., Onirokitsch. Walter Benjamin y el surrealismo: ‘‘Aunque las fuentes poéticas del surrealismo fueron estudiadas muchas veces, la literatura psicológica, tanto científica como pseudo-científica, 3
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que contribuyó a su nacimiento, continúa siendo poco conocida hasta hoy. Con frecuencia tiende a creerse que Breton se apoyó exclusivamente en Freud y quiso aplicar al arte las lecciones del psicoanálisis. Sin embargo, como ha demostrado Sarane Alexandrian, diversas enseñanzas se ponen de manifiesto en las concepciones surrealistas, no siendo siempre predominantes predom inantes las ideas de Freud. (...) ‘‘Hice poca filosofía -una clase de colegio y algunas lecturas- pero la psiquiatría me es muy familiar (soy estudiante de medicina, aunque cada vez menos). Kräpelin y Freud me han dado emociones muy fuertes’’ fuertes’’ [Carta del 4 de abril de 1919. Ver Ver la correspondencia entre Breton y Tara, Tara, publicado como anexo en Michel Sanouillet, Dadá à Paris, Paris , París, Jean-Jacques Pauvert, 1965.] Breton ciertamente había leído la Introducción la Introducción a la psiquiatría clínica de Emil Kräpelin, pero no conocía a Freud más que a través del resumen que Régis y Hesnard habían ofrecido de su doctrina en 1914, en La en La Psychoanalyse des Névroses et des Psychoses. Ningún libro de Freud había sido traducido aún en Francia F rancia y Breton, al no saber alemán, difícilmente pudo haber consultado entonces los textos originales. La originales. La interpretainterpretación de los sueños, sueños , en la traducción francesa de Émile Meyerson, aparecería recién en 1926, cuando el movimiento surrealista ya esta constituido. De allí que no haya sido este libro el que tuvo una influencia influenci a decisiva sobre él sino Psicopa sino Psicopatología tología de la vida cotidiana, cotidiana, publicado en 1922 bajo la autoridad de Vladimir Jankéévitch. Prueba de esto es que Breton se preocupó por el estudio de los actos fallidos y los lapsus antes que por el análisis de los sueños. Fue un médico francés, más que Freud, el que despertó en Breton el interés por los problem problemas as psíquic psíquicos: os: el neurólo neurólogo go Joseph Babinsk Babinskyy, de quien fue alumno en el Hôpital de la Pitié, como refiere en el final del primer primer Manifiesto Manifiesto del surrealismo.. Babinsky representaba para él la figura del sabio, así como Guillaum mo Guillaumee Apollinaire la del poeta. Antiguo jefe de clínica de Charcot en el Hôpital de la Salpêtrière, Babinsky emprendió una revisión del concepto de neurosis histérica, cuyos síntomas denominó pithiatisme para indicar, indicar, etimológicamente, que se trataba de fenómenos psíquicos de sugestión y autosugestión, susceptibles de cura por medio de la persuasión . (...) Antes de convertirse en entusiasta admirador de Freud, Breton fue heredero de la tradición psicológica instituida en el siglo XIX, como se infiere de las preguntas que le formuló al visitarlo en su casa de Viena en 1921.Leyó muy tem pranamente pranam ente a Pierr Pierree Janet Janet,, que en Les Médic Médication ationss Psycho Psychologiq logiques ues (1919),
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criticaba severamente a Freud e ironizaba acerca de su simbología de los l os sueños. Durante sus años de estudiante, un libro de Hippolyte Taine Taine lo marcó muy particularmente: De larmente: De l’intelligence l’intelligence,, obra sobre teoría del conocimiento escrita hacia 1856. Breton alude a ella en un párrafo del Manifiesto del surrealismo, surrealismo , donde hace una apología de la locura y sostiene que las alucinaciones constituyen fuentes de goce nada despreciables. Taine, como muchos autores contemporáneos, siguiendo las teorías del alienista Baillarger, daba tanta importancia a las alucinaciones hipnagógicas como a los sueños, y afirmaba en su libro que’ ‘‘la percepción exterior es una alucinación verdadera ’’. En la misma dirección, Breton plantearía, por lo menos hasta 1930, el problema del sueño junto con el de la alucinación, estableciendo un paralelo entre las anomalías sensoriales resultantes de uno y otra. (...) Sin embargo, la influencia determinante, como señala Jean Starobinski, la obtuvo de Frederic Myers, autor de Human Personality and its Survival of Bodily Death y fundador de la Society of Psychical Research, ‘‘cuya noción de automatismo ligada a una teoría del yo subliminal podía convenir a Breton mucho mejor que la del inconsciente freudiano.” (pp. 57-62 ). V . Paul Watzlawick, El lenguaje del cambio cambio:: “Los sueños son expresión del hemisferio cerebral derecho. Sobre el lenguaje de los sueños y su traducción existe una bibliografía aún más amplia que sobre el humor humor.. Pero también aquí sorprende que -con una importante excepción- hasta la época más reciente la traducción ha discurrido en un solo sentido y la idea de una utilización consciente de este lenguaje, es decir, de una re-traducción con la finalidad de modificar una concepción del mundo, nunca fue considerada con la suficiente seriedad. La excepción a que aludimos es, naturalmente, la hipnoterapia, que se sirve, desde hace ya largo tiempo, de formas del lenguaje figurado; en esta técnica tiene una importancia decisiva para el éxito de las intervenciones terapéuticas el dominio de este lengua je figurado.” (pp 55-6). 4
Bachelard propone una nueva fenomenología del sueño, a partir de la diferenciación tajante entre la identidad del sujeto en la vigilia y la del sujeto que sueña, como dos seres dentro del mismo ser, dos mentes dentro de la mente, dos discursividades dentro de la discursividad: “A menudo agregamos inocentemente, inconsciente5
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mente, un rasgo que aumenta lo pintoresco de nuestra aventura en el reino de la mente, noche. ¿Han observado ustedes el rostro del hombre que cuenta su sueño su sueño?? Sonríe de su drama, de sus terrores. Se divierte con ellos. Quisiera que también ustedes se divirtieran con ellos. El narrador de sueños goza a veces de su sueño como de una obra original. Ve Ve en él una originalidad delegada y por eso mismo queda muy sorprendido cuando el psicoanalista dice que otro soñador ha conocido la misma ‘originalidad’. La convicción de un soñador de sueños de haber vivido el sueño que narra no debe engañarnos. Es una convicción establecida que se refuerza cada vez que lo cuenta. No hay ninguna identidad entre el sujeto que narra y el sujeto que ha soñado. Por eso mismo, una elucidación propiamente fenomenológica del sueño nocturno es un problema difícil. Sin duda dispondríamos de elementos para resolverlo si se desarrollara más una psicología y consecuentemente una fenomenología de la ensoñación.” La ensoñación.” La poética de la ensoñación ensoñación,, pp 25-26. “En El alma romántica y el sueño “En El sueño,, cuya primera edición francesa Benjamin reseña en 1939, Albert Béguin establece una filiación filiaci ón entre el romanticismo alemán y el surrealismo mediada por la experiencia de la poesía francesa del siglo XIX. (...) ‘‘La escuela del romanticismo alemán no es considerada por el autor como la madre del romanticismo francés, sino como el fenómeno romántico par romántico par excellence,, a partir del cual se habría efectuado la iniciación de este movimiento excellence del espíritu’’, comenta Benjamin. En las provincias de Francia, el romanticismo habría tomado cuerpo alternativamente en las obras de Sénancour Sénancour,, Nodier, Guérin, Proust, Nerval, Hugo, Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud y el surrealismo. Este último se acercaría al romanticismo alemán, según Béguin, por la manera en que se sirve del sueño: ‘‘En ‘‘En el París de 1925, igual que en la Alemania de 1800, un grupo de jóvenes poetas trataban de encontrar juntos -por medio de una sym una sym-- philosophia philosophia y sym-poiesis organizadas- un método preciso que permitiera sacar a la luz exterior la realidad oculta de la vida inconsciente’’. Ahora bien, lejos de ser una prolongación del romanticismo, el surrealismo realizó sus conquistas en nombre de una ambición diferente. En primer lugar, no partió del sueño sino del ‘autom ‘automatismo atismo psíqu psíquico’. ico’. El propós propósito ito inmedi inmediato ato del surrea surrea-lismo fue la liberación del lenguaje de los dictados de la conciencia, cuyas normas restrictivas deseaba abolir. Tan sólo en la medida en que se presentó como un ejemplo de pensamiento no dirigido, como un garante de experiencias fuera del 6
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control de la razón, el sueño llegó a ser objeto de su especulación. Los surrealistas nunca concibieron el sueño como un principio poético, ni lo trataron tampoco como un fin en sí mismo que debía excluir o dominar todos todo s los tipos de representación representació n de lo psíquico. La escritura automática, los trances hipnóticos, las alucinaciones provocadas, los ensayos de simulación de enfermedades mentales, los juegos gráficos y verbales, los dibujos hechos con los ojos cerrados, las sesiones de psicoanálisis colectivo, las recensiones de los signos del ‘azar objetivo’ caracterizaron al igual que el sueño las prácticas del surrealismo (...)” (Ibarlucía, R., Onirokitsch. Walter Benjamin y el surrealismo, surrealismo, Buenos Aires, Bordes Manantial, 1998, pp 37-38) “Ante la duplicidad infinita con que el mundo de Proust se construye y se desdo bla, la palabra aparece como un instrumento débil. Sollers ensaya una respuesta lateral y pone a prueba su talento tratando de evitar una interpretación del sentido de los dibujos. Para ello, utiliza un método que consiste en no tratar de explicar la obra por los dibujos o los dibujos por la obra sino que plantea entre ambos campos una relación de correspondencia constante. Esto se hace posible a partir de que sitúa el sueño como el principal personaje de En busca busca..., ..., con lo cual todo se multiplica y distorsiona.”. Gusman, L., “En busca del Proust perdido”, en Clarín, suplemento Cultura y Nación del Domingo 06 de febrero de 2000. 7
“No obstante, si buscamos en la vida algo que corresponda a la situación de las esencias originales, no la encontraremos en tal o cual personaje, sino más bien en un estado profundo. Este estado es el sueño. (...) maravillosa libertad que no cesa más que al despertar, cuando se ve coaccionado a escoger siguiendo el orden del tiempo vuelto a desplegar. De la misma forma, el sujeto artista recibe la revelación de un tiempo original, enrollado, complicado en la misma esencia, abrazando a la vez todas las series y dimensiones. Éste es precisamente el sentido de la expresión ‘‘tiempo recobrado’’. (...) como el sueño, el arte está más allá de la memoria; apela al pensamiento puro como facultad de las esencias. Lo que el arte nos permite recobrar es el tiempo tal como se ha enrollado en la esencia, tal como nace en el mundo envuelto de la esencia, idéntica i déntica a la eternidad.” (pp 57-58) (Deleuze, G., Proust Prou st y los signos signos,, traducción de Francisco Monge, Barcelona, Anagrama, 1995). 8
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“Estilo, gracia e información en el arte primitivo” (1967), en Bateson, G., Pasos G., Pasos
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hacia una ecología de la mente, traducción de Ramón Alcalde, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1976 : “(...) todos los organismos tienen que darse por satisfechos con un grado más bien pequeño de conciencia, y (...) si la conciencia tiene algunas funciones útiles, cualesquiera sean (lo que nunca se ha demostrado, pero posiblemente sea verdad) entonces la economía en el grado de conciencia será de central importancia. Ningún organismo puede permitirse el lujo de ser consciente de asuntos que puede manejar en niveles inconscientes. (...) Si, como tenemos que creer, la totalidad de la mente es una trama integrada (de proposiciones, imágenes, procesos, patología neural, o lo que usted quiera, según el lenguaje científico que prefiera usar) y si el contenido de la conciencia es sólo una muestra extraída de diferentes partes y localidades de esta red, entonces, inevitablemente, la visión consciente de la red como totalidad es una negación monstruosa de la integración de esa totalidad. Como efecto del corte llevado a cabo por la conciencia, lo que aparece sobre la superficie son arcos de circuitos y no los circuitos completos o los circuitos completos mayores formados por otros circuitos. Lo que la conciencia nunca podrá apreciar sin ayuda (sin ayuda del arte, los sueños y cosas semejantes) es el carácter sistémico de la mente .’’ (pp 169-172). Cf. Bateson, G., op. cit.: ‘’(...) la mera racionalidad teleológica, sin la ayuda de fenómenos tales como el arte, la religión, el sueño y otros semejantes, es necesariamente patogénica y destructora de la vida; y que su virulencia surge específicamente de la circunstancia de que la vida depende de circuitos interconectados de contingencias, en tanto que la conciencia sólo puede ver pequeños arcos de aquellos circuitos que interesen a la actividad humana.’’ (pp 174) 10
“Nos enfrentamos, pues, con dos lenguajes. Uno de ellos en el que hemos ex presado, por ejemplo, esta misma frase- es objetivo, definidor, cerebral, lógico, analítico; es el lenguaje de la razón, de la ciencia, de la interpretación y la explicación (...) El otro (...) es mucho más difícil de definir, cabalmente porque no es lenguaje de la definición. Podría designársele tal vez como el lenguaje de la imagen, de la metáfora, del pars pro toto, acaso del símbolo y, en cualquier caso, el lenguaje de la totalidad (no de la descomposición analítica). 11
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Es sabido que la psicología del pensamiento hace una distinción similar entre el llamado pensamiento dirigido y el no dirigido. El primero sigue las leyes de la lógica del lenguaje, es decir, de su gramática, su sintaxis y su semántica. El len guaje no dirigido se funda, por el contrario, en los sueños y fantasías , en las vivencias del mundo interior y en cosas similares. Pero sólo es no dirigido comparado con el dirigido, porque tiene sus propias reglas y normas ‘alógicas’, que se expresan, entre otras cosas, en los chistes, los juegos de palabras, retruécanos, en las alusiones y condensaciones. También en la lingüística y en la investigación de la comunicación existe una división casi idéntica, a saber, la modalidad digital y la análoga.” (Watzlawick, P., op. cit., pp 18-9) “El hecho de que existan estos dos ‘‘lenguajes’’ sugiere la hipótesis de que a cada uno de ellos debe corresponderle unas concepciones del mundo totalmente diferentes, porque es bien sabido que un lenguaje más que reflejar la realidad lo que hace es crear una realidad. Y así, vemos que a lo largo de los siglos de la historia del espíritu, a través de la filosofía, la psicología, las artes figurativas, la religión e incluso las ciencias naturales, cuya objetividad se da por supuesta, se va arrastrando esta división, muchas más veces como cisma que como sintonía armónica. Piénsese, por ejemplo, en la teoría de los tipos de Jung, en la que se enfrentan diametralmente los pares contrapuestos pensamiento-sentimiento o respectivamente percepción-intuición. En esta teoría se expresan dos formas de concebir la realidad, a saber, un proceso que avanza paso a paso, con método y lógica, pero al que, en determinadas circunstancias, los árboles no le dejan ver el bosque y, del otro lado, una comprensión global y holística de las totalidades, de las configuraciones, que se enfrenta desvalidamente con lo singular y lo particular, es decir, que no ve los árboles cuando se encuentra en medio del bosque. Parece reservada a los genios la capacidad de integrar estos dos modos antagónicos de percepción.” (Watzlawick, P., op. cit., p 20). 12
“Cuanto más interesado sea nuestro interés, más indeleble deberá ser su registro de impresiones. Su botín estará siempre a mano porque su agresión fue una forma de autodefensa, es decir, la función de un invariable. En los casos límite, la memoria es tan cercanamente afín al hábito que su palabra se materializa, y no 13
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solamente es asequible en momentos de necesidad, sino que se impone habitualmente. Así, el estar distraído es, afortunadamente, compatible con la presencia activa de nuestros órganos de articulación. Repito que la rememoración, en su acepción más elevada, no puede aplicarse a esos extractos de nuestra ansiedad. En sentido estricto, sólo podemos recordar lo que ha sido grabado por nuestra inatención extrema y almacenado en ese último e inaccesible reducto de nuestro ser del que el Hábito no posee la llave, y mejor que sea así, porque en él no se encuentran ninguno de los odiosos e inútiles bagajes de la guerra. Sino que allí, en ese gouffre interdit à nos sondes, está almacenada nuestra propia esencia, lo mejor de nuestros muchos ‘yos’ y sus concreciones de lo que los simplistas llaman el mundo, lo mejor porque ha sido acumulado silenciosa, dolorosa y pacientemente ante las narices de nuestra vulgaridad , la fina esencia de una divinidad sofocada cuyo susurrado disfazione queda ahogado entre los saludables gritos entusiásticos de un apetito por todas las cosas, la perla que puede desmentir nuestro caparazón de engrudo y peltre. Puede acaecer cuando escapamos al anejo espacioso de la alienación mental, durante el sueño, o en la rara dispensación del despertar de la locura. Proust eleva su mundo sobre esa fuente escondida. El trabajo del narrador no es accidental, pero sí es un accidente la recuperación de ese mundo. Las circunstancias de ese accidente serán reveladas en el punto álgido de esta adivinación. Un clímax de segunda mano es mejor que ninguno. Pero no sirve de nada ocultar el nombre del buceador. Proust lo denomina ‘memoria involuntaria’. La memoria que no es memoria, sino aplicación de una concordancia con el Antiguo Testamento del individuo que él llama ‘memoria voluntaria’. Es decir, la memoria uniforme de la inteligencia en la que podemos confiar para que reproduzca a nuestra complacida inspección aquellas impresiones del pasado que habríamos formado consciente e inteligentemente. No tiene interés en el misterioso elemento de distracción que da color a nuestras experiencias más cotidianas. Presenta un pasado monocromo. Las imágenes que escoge son tan arbitrarias como las escogidas por la imaginación, y están igual de lejos de la realidad. Su acción ha sido comparada por Proust con la de volver las páginas de un álbum de fotografías. El material que nos facilita no contiene nada del pasado , no es más que una proyección borrosa y uniforme cuando ha sido separada de nuestra ansiedad y oportunismo, es decir, nada. No hay gran
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diferencia, dice Proust, entre la memoria de un sueño y la memoria de una realidad. Cuando el durmiente se despierte, un enviado de su hábito le ase gura que su ‘personalidad’ no ha desaparecido con su fatiga .” (op. cit., pp 28-9). “ LE RÈVE . Ces états d’assoupissement, ces lents réveils, les rêves, sont extrêmement intéressants. Proust a beaucoup écrit sur le rêve. C’ est par le rêve quìl faut pénétrer dans notre vie intérieure et c’est sur des description de rêves que le premier tome de la Recherche s’ouvre. Aussi devenos-nous commencer par l’étudier, lui, et les régions obscures qui l’entourent” (p 193) . [“ EL SUEÑO. Estos estados de adormecimiento, estos lentos despertarse, los sueños, son extremadamente interesantes. Proust ha escrito mucho sobre el sueño. A través del sueño es por donde se penetra en nuestra vida interior y sobre descripciones de sueños se abre el primer tomo de la Recherche. También nosotros debemos comenzar por estudiarlo: el sueño y las regiones oscuras que lo rodean.”] 14
“Si étranges qu’elles soient, ces transformations et ces confusions entraînent notre adhésion car le doute ne serait possible ‘‘... que pour des raison tirées de notre expérience qui, à ce moment-là, nous est cachée’’ (p. 196, A.D., I). Cette force des suggestions explique que nous ne résistions pas aux événements les plus absurdes du rêve.” (op. cit., p. 194) [Tan extrañas como sean, estas transformaciones y estas confusiones se llevan nuestra adhesión porque la duda no sería posible ‘‘...más que por razones sacadas de nuestra experiencia que, en ese momento, está escondida para nosotros’’ (p 196, A.D., I). Esta fuerza de las sugestiones explica que no nos resistamos a los eventos más que absurdos del sueño.] 15
“Proust, de même, a très bien noté et très bien expliqué cette impossibilité d’agir qui nous rend, dans le rêve, semblable à des paralytiques (op. cit., p. 195)” [Proust, también, ha notado muy bien y ha explicado muy bien esta imposi bilidad de actuar que nos vuelve, en el sueño, semejantes a paralíticos]. 16
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Escribe Proust, citado por H. Bonnet: “On n’est plus personne. Comment alors,
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cherchant sa pensée, sa personnalité, comme on cherche un objet perdu, finit-on par trouver son propre moi plutôt que tout autre?... Qu’est-ce qui nous guide quand il y a eu vraiment interruption (soit que le sommeil ait été complet ou les rêves entièrement différents de nous)? Il y a eu vraiment mort, comme quand le coeur a cessé de battre et que des tractions rythmées de la langue nous raniment. Sans doute la chambre, ne l’eussions-nous vue qu’une fois, éveille-t-elle des souvenirs auxquels de plus anciens sont suspendus. Ou quelques-uns dormaient-ils en nous mêmes, dont nous prenons conscience? La résurrection au réveil - après ce bienfaisant accès d’aliénation mentale qu’est le sommeil -, doit ressembler au fond à ce qui se passe quand on retrouve un nom, un vers, un refrain oublié. Et peut-être la résurrection de l’ame après la mort est-elle concevable comme un phénomène de memoire ‘ (79, G., I) ” (Bonnet, H., op. cit., pp 197-8). [‘‘Uno ya no es nadie. ¿Cómo es que, mientras busca uno su pensamiento, su personalidad, como se busca un objeto perdido, termina por encontrar su propio yo más bien que cualquier otro yo? ...¿Qué es lo que nos guía cuando ha habido una verdadera interrupción (ya sea porque el sueño ha sido completo o porque los sueños han sido por entero diferentes a nosotros)? Verdaderamente ha muerto, como cuando el corazón ha cesado de latir y las tracciones ritmadas de la lengua nos reaniman. Sin duda, la habitación, aunque no la hayamos visto más que una vez, despierta los recuerdos, de los cuales los más viejos, están suspendidos. ¿O algunos duermen en nosotros mismos, de los cuales no tenemos conciencia? La resurrección al despertarse -después de este beneficioso acceso de alienación mental que es el sueño- debe ser semejante, en el fondo, a lo que pasa cuando uno vuelve a encontrar un nombre, un verso, un refrán olvidados. Y tal vez la resurrección del alma después de la muerte sea concebible como un fenómeno de memoria (79, G, I)’’] “C’est un bon signe lorsqu’on cherche le sommeil que d’avoir fait un raisonnement en contradiction avec les lois formelles de la logique et l’évidence du présent (G, I, p. 77)” (op. cit., p. 196) [Es un buen signo, cuando uno busca el sueño, haber hecho un razonamiento que esté en contradicción con las leyes formales de la lógica y con la evidencia del presente.] 18
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“El sueño es en realidad el más poderoso de los hipnóticos”.
“Por esto es que combate esta opinión, que él atribuye a Bergson (1) de que los hipnóticos ‘.... tomados cada tanto a dosis moderadas no tiene más influencia sobre esta sólida memoria de nuestra vida cotidiana’ ..., sino sólo sobre recuerdos ‘... más altos, más inestables también’. Y le da a Bergson esta interesante res puesta: ‘Personalmente, mi experiencia me ha dado los resultados opuestos. Los momentos de olvido que siguen al día siguiente de la ingestión de ciertos narcóticos tienen una semejanza parcial natural y profunda. De todos modos, lo que olvido en uno y otro caso no es tal o cual verso de Baudelaire que me fatiga más bien ‘‘como un tímpano’’, no es tal o cual concepto de los filósofos citados, es la realidad misma de las cosas vulgares que me rodean -si duermo- y cuya no percepción ha hecho de mí un loco; es, si he despertado, y salgo (en seguida) (2) de un sueño artificial, no el sistema de Porfirio o de Plotino, del que puedo discutir tanto como cualquier otro día, sino la respuesta que he prometido dar a una invitación, el recuerdo de la cual ha sido sustituido por un puro blanco. La idea elevada ha quedado en su lugar; lo que el hipnótico ha puesto fuera de uso es el poder de actuar en las pequeñas cosas, en todo lo que exige actividad para agarrarlas a tiempo, para empuñar tal o cual recuerdo de la vida cotidiana’ (P. 38, Sod., II. 3).” 20
Hegel sitúa el arte literario en la frontera entre lo artístico y lo que ya deja de ser artístico y se disuelve y transforma en prosa de lo abstracto racional y de los discursos religiosos, como puntos culminantes de los discursos en que la conciencia capta o aspira a captar -lo mismo que el arte- lo absoluto, la totalidad, pero -a diferencia del arte- desligada completamente, por intelectualización o por fe, de la sensibilidad. La literatura, como esfera artística, desde el momento que el material que elabora artísticamente es el lenguaje, la palabra, los signos -otra coincidencia con la teoría literaria de este siglo desde sus comienzos- se desliga tanto de lo sensible que toca sus límites con las otras vías y experiencias, por las que captamos la totalidad de la realidad. Cf. Hegel, G. W. F.. (1842), Estética, Libro 8. La Poesía, traducción de Alfredo Llanos, Buenos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1985, pp 34-35. 21
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“1. Fijación de la atención via Utilizar las creencias y la conducta del paciente para enfocar la atención sobre realidades internas.
2. Quitar potencia a los marcos y a via Distracción, shock , sorpresa, duda, las creencias habituales de los paconfusión, disociación, o cualquier cientes otro proceso que interrumpa los marcos habituales del paciente. 3. Búsqueda inconsciente via Implicaciones, preguntas, juegos de palabras, y otras formas indirectas de sugestión. 4. Proceso inconsciente via Activación de asociaciones y de mecanismos mentales personales por todo lo de arriba. 5. Respuesta hipnótica via Una expresión de potenciales de conducta que son experimentados como teniendo lugar autónomamente. Figure 1: A five-stage paradigm of the dynamics of trance induction and suggestion (from Erickson and Rossi, 1976.)”, Erickson y Rossi, Hypnotherapy, p 4. “(...) fixation of attention has been the classical approach for initiating therapeutic trance, or hypnosis. (...) Further, the point of fixation need not be external; it is even more effective to focus attention on the patient’s own body and inner experience. Thus approaches such as hand levitation and body relaxation were developed. Encouraging the patient to focus on sensations or internal imagery led attention inward even more effectively. Many of these approaches have become standardized and are well described in reference works on hypnosis (Weitzenhoffer, 1957; Hartland, 1966; Haley, 1967)”. (Erickson y Rossi, Hypnotherapy, pp 4-5) “La fijación de la atención ha sido la aproximación clásica para iniciar el trance terapéutico o la hipnosis. (...) Además, el punto de fijación no es necesario 23
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que sea algo externo; es aún más eficaz enfocar la atención sobre el propio cuerpo o la propia experiencia interna del paciente. De este modo se han desarrollado aproximaciones como la levitación de la mano o la de relajación del cuerpo. Animarlo al paciente a hacer foco sobre las sensaciones o las imágenes internas lleva la atención hacia dentro aún más eficazmente. (...) El medio más eficaz para enfocar y fijar la atención en la práctica clínica es el de reconocer y aceptar la experiencia actual del paciente. ” Por lo demás, toda esta situación es una repetición paródica de una presentación, anterior en la novela, de la misma situación, lo que destaca su índole habitual, rutinaria y automática, con el mismo contexto (el beso de la madre antes, los mismos personajes, las mismas actitudes en cada personaje, etc.) en pp 23-4: “Mais ces soirs-là, où maman en somme restait si peu de temps dans ma chambre, étaient doux encore en comparaison de ceux où il y avait du monde à dîner et où, à cause de cela, elle ne montait pas me dire bonsoir. Le monde se bornait habituellement à M. Swann, qui, en dehors de quelques étrangers de passage, était à peu près la seule personne qui vint chez nous à Combray, quelquefois pour dîner en voisin (plus rarement depuis qu’il avait fait ce mauvais mariage, parce que mes parents ne voulaient pas recevoir sa femme), quelquefois après le dîner, à l’improviste. Les soirs où, assis devant la maison sous le grand marronnier, autour de la table de fer, nous entendions au bout du jardin, non pas le grelot profus et criard qui arrosait, qui étourdissait au passage de son bruit ferrugineux, intarissable et glacé, toute personne de la maison qui le déclenchait en entrant ‘‘sans sonner’’, mais le double tintement timide, ovale et doré de la clochette pour les étrangers, tout le monde aussitôt se demandait : ‘‘Une visite, qui cela peut-il être?’’ mais on savait bien que cela ne pouvait être que M. Swann; ma grand’tante parlant à haute voix, pour prêcher d’exemple, sur un ton qu’elle s’efforçait de rendre naturel, disait de ne pas chuchoter ainsi; que rien n’est plus désobligeant pour une personne qui arrive et à qui cela fait croire qu’on est en train de dire des choses qu’elle ne doit pas entendre; et on envoyait en éclaireur ma grand’mère, toujours heureuse d’avoir un prétexte pour faire un tour de jardin de plus, et qui en profitait pour arracher subrepticement au passage quelques tuteurs de rosiers afin de rendre aux rom un peu de naturel, comme une mère qui, pour les faire bouffer, passe la main dans les cheveux de son fils que le coiffeur a trop aplatis. 24
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Nous restions tous suspendus aux nouvelles que ma grand’mère allait nous apporter de l’ennemi, comme si on eût pu hésiter entre un grand nombre possible d’assaillants, et bientôt après mon grand-père disait : ‘‘je reconnais la voix de Swann.’’ On ne le reconnaissait en effet qu’à la voix, on distinguait mal son visage au nez busqué, aux yeux verts, sous un haut front entouré de cheveux blonds presque roux, coiffés à la Bressant, parce que nous gardions le moins de lumière possible au jardin pour ne pas attirer les moustiques, et j’allais, sans en avoir l’air, dire qu’on apportât les sirops,ma grand’mère attachait beaucoup d’importance, trouvant cela plus aimable, à ce qu’ils n’eussent pas l’air de figurer d’une façon exceptionnelle, et pour les visites seulement. M. Swann, quoique beaucoup plus jeune que lui, était très lié avec mon grand-père, qui avait été un des meilleurs amis de son père, homme excellent mais singulier, chez qui, paraît-il, un rien suffisait parfois pour interrompre les élans du coeur, changer le cours de la pensée. J’entendais plusieurs fois par an mon grand-père raconter à table des anecdotes toujours les mêmes sur l’attitude qu’avait eue M. Swann le père, à la mort de sa femme qu’il avait veillée jour et nuit.” “Pero aun eran buenas esas noches cuando mamá se estaba en mi cuarto tan poco rato, por comparación con otras en que había invitados a cenar y mamá no podía subir. Por lo general, el invitado era el señor Swann que, aparte de los forasteros de paso, era la única visita que teníamos en Combray, una noches para cenar, en su calidad de vecino (con menos frecuencia desde que había hecho aquella mala boda, porque mis padres no querían recibir a su mujer), y otras des pués de cenar, sin previo aviso. Algunas noches, cuando estábamos sentados delante de la casa alrededor de la mesa de hierro, cobijados por el viejo castaño, oíamos al extremo del jardín, no el cascabel chillón y profuso que regaba y aturdía a su paso con un ruido ferruginoso, helado e inagotable, a cualquier persona de casa que le pusiera en movimiento al entrar sin llamar , sino el doble tintineo, tímido, oval y dorado de la campanilla, que anunciaba a los de fuera; y en seguida todo el mundo se preguntaba: ‘‘Una visita. ¿Quién será?’’, aunque sabíamos muy bien que no podía ser nadie más que el señor Swann ; mi tía, hablando en voz alta, para predicar con el ejemplo, y en tono que quería ser natural, nos decía que no cuchicheáramos así, que no hay nada más descortés que eso para el que llega, porque se figura que están hablando de algo que él no debe oír , y mandábamos a la descubierta a mi abuela, contenta siempre de tener un pre-
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texto para dar otra vuelta por el jardín y que de paso se aprovechaba para arrancar subrepticiamente algunos rodrigones de rosales, con objeto de que las rosas tuvieran un aspecto más natural, igual que la madre que con sus dedos ahueca la cabellera de su hijo porque el peluquero dejara el peinado liso por demás . Nos quedábamos todos pendientes de las noticias del enemigo que la abuela nos iba a traer, como si dudáramos entre un gran número de posibles asaltantes, y en seguida mi abuelo decía: ‘‘Me parece la voz de Swann’’. En efecto: sólo por su voz se le reconocía, no se veía bien su rostro, de nariz aguileña, ojos verdes y elevada frente rodeada de cabellos casi rojos, porque en el jardín teníamos la menos luz posible, para no atraer los mosquitos; y yo iba , como el que no hace nada, a decir que trajeran los refrescos, cosa muy importante a los ojos de mi abuela, que consideraba mucho más amable que los refrescos estuvieran allí como por costumbre y no de modo excepcional y para las visitas tan sólo . El señor Swann, aunque mucho más joven, tenía mucha amistad con mi abuelo, que había sido uno de los mejores amigos de su padre, hombre éste, según decían, excelente, pero muy raro, y que, a veces, por una nadería atajaba bruscamente los impulsos de su corazón o desviaba el curso de su pensamiento. Yo había oído contar a mi abuelo, en la mesa, varias veces al año las mismas anécdotas sobre la actitud del señor Swann, padre, a la muerte de su esposa, a quien había asistido en su enfermedad, de día y de noche” (pp 25-6). La índole absurda de la situación queda de manifiesto tanto por el automatismo en las reacciones presuntamente naturales, particularmente en la tía, que predica ba con el ejemplo su máxima de no cuchichear al llegar extraños hablando por ello en voz bien alta y audible, pero que contradice la segunda mitad de su máxima, que es justamente su razón de ser: que el extraño va a creer que están hablando de algo que no debe oír: evidentemente, la tía habla de algo que no quiere que Swann, el recién llegado, oiga. Mais le seul d’entre nous pour qui la venue de Swann devint l’objet d’une préoccupation douloureuse, ce fut moi. C’est que les soirs où des étrangers, ou seulement M. Swann, étaient là, maman ne montait pas dans ma chambre. Je dînais avant tout le monde et je venais ensuite m’asseoir à table, jusqu’à huit heures où il était convenu que je devais monter ; ce baiser précieux et fragile que maman me confiait d’habitude dans mon lit au moment de m’endormir, il me fallait le 25
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transporter de la salle à manger dans ma chambre et le garder pendant tout le temps que je me déshabillais, sans que se brisât sa douceur, sans que se répandît et s’évaporât sa vertu volatile, et, justement ces soirs-là où j’aurais eu besoin de le recevoir avec plus de précaution, il fallait que je le prisse, que je le dérobasse brusquement, publiquement, sans même avoir le temps et la liberté nécessaires pour porter à ce que je faisais cette attention des maniaques qui s’efforcent de ne pas penser à autre chose pendant qu’ils ferment une porte, pour pouvoir, quand l’incertitude maladive leur revient, lui opposer victorieusement le souvenir du moment où ils l’ont fermée. Nous étions tous au jardin quand retentirent les deux coups hésitants de la clochette. On savait que c’était Swann ; néanmoins tout le monde se regarda d’un air interrogateur et on envoya ma grand’mère en reconnaissance . ‘‘Pensez à le remercier intelligiblement de son vin, vous savez qu’il est délicieux et la caisse est énorme’’, recommanda mon grand-père à ses deux belles-soeurs. ‘‘Ne commencez pas à chuchoter, dit ma grand’tante. Comme c’est confortable d’arriver dans une maison où tout le monde parle bas ! - Ah ! voilà M. Swann. Nous allons lui demander s’il croit qu’il fera beau demain’’, dit mon père. Ma mère pensait qu’un mot d’elle effacerait toute la peine que dans notre famille on avait pu faire à Swann depuis son mariage. Elle trouva le moyen de l’emmener un peu à l’écart. Mais je la suivis ; je ne pouvais me décider à la quitter d’un pas en pensant que tout à l’heure il faudrait que je la laisse dans la salle à manger et que je remonte dans ma chambre sans avoir comme les autres soirs la consolation qu’elle vînt m’embrasser. ‘‘Voyons, monsieur Swann, lui dit-elle, parlez-moi un peu de votre fille ; je suis sûre qu’elle a déjà le goût des belles oeuvres comme son papa. - Mais venez donc vous asseoir avec nous tous sous la véranda’’, dit mon grand père en s’approchant. Ma mère fut obligée de s’interrompre, mais elle tira de cette contrainte même une pensée délicate de plus, comme les bons poètes que la tyrannie de la rime force à trouver leurs plus grandes beautés : ‘‘Nous reparlerons d’elle quand nous serons tous les deux, dit-elle à mi-voix à Swann. Il n’y a qu’une maman qui soit digne de vous comprendre. Je suis sûre que la sienne serait de mon avis.’’ Nous nous assîmes tous autour de la table de fer. J’aurais voulu ne pas penser aux heures d’angoisse que je passerais ce soir seul dans ma chambre sans pouvoir m’endormir; je tâchais de me persuader qu’elles n’avaient aucune importance, puisque je les aurais oubliées demain matin,
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de m’attacher à des idées d’avenir qui auraient dû me conduire comme sur un pont au delà de l’abîme prochain qui m’effrayait. Mais mon esprit tendu par ma préoccupation, rendu convexe comme le regard que je dardais sur ma mère, ne se laissait pénétrer par aucune impression étrangère. Les pensées entraient bien en lui, mais à condition de laisser dehors tout élément de beauté ou simplement de drôlerie qui m’eût touché ou distrait. Comme un malade grâce à un anesthésique assiste avec une pleine lucidité à l’opération qu’on pratique sur lui, mais sans rien sentir, je pouvais me réciter des vers que j’aimais ou observer les efforts que mon grand-père faisait pour parler à Swann du duc d’Audiffret-Pasquier, sans que les premiers me fissent éprouver aucune émotion, les seconds aucune gaîté . (pp 34-35). A Combray, tous les jours dès la fin de l’après-midi, longtemps avant le moment où il faudrait me mettre au lit et rester, sans dormir, loin de ma mère et de ma grand’mère, ma chambre à coucher redevenait le point fixe et douloureux de mes préoccupations. On avaint bien inventé, pour me distraire les soir où on me trouvait l’air trop malheureux, de me donner une lanterne magique dont, en attendant l’heure du dîner, on coiffait ma lampe; et, à l’instar des premiers architectes et maîtres verriers de l’âge gothique, elle substituait à l’opacité des murs d’impalpables irisations, de surnaturelles apparitions multicolores, où des légendes étaient dépeintes comme dans un vitrail vacillant et momentané. Mais ma tristesse n’en était qu’accrue, parce que rien que le changement d’éclairage détruisait l’habitude que j’avais de ma chambre et grâce à quoi, sauf le supplice du coucher, elle m’était devenue supportable. Maintenant je ne le reconnaissais plus et j’y étais inquiet , comme dans une chambre d’hôtel 4 ou de ‘‘chalet’’ où je fusse arrivé pour la première fois en descendant de chemin de fer. (...) Certes je leur trouvais du charme à ces brillantes projections qui semblaient émaner d’un passé mérovingien et promenaient autour de moi des reflets d’histoire si anciens. Mais je ne peux dire quel malaise me causait pourtant cette intrusion du mystère et de la beauté dans une chambre que j’avais fini par remplir de mon moi au point de ne pas faire plus attention à elle qu’à lui-même. L’influence anesthésiante de l’habitude ayant cessé, je me mettais à penser, à sentir, choses si tristes. Ce bouton de la porte de ma chambre, qui différait pour moi de tous les autres boutons de porte du monde en ceci qu’il semblait 26
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ouvrir tout seul, sans que j’eusse besoin de le tourner, tant le maniement m’en était devenu inconscient , le voilà qui servait maintenant de corps astral à Golo. Et dès qu’on sonnait le dîner, j’avais hâte de courir à la salle à manger où la grosse lampe de la suspension, ignorante de Golo et de Barbe-Bleu, et qui connaissait mes parent et le boeuf à la casserole, donnait sa lumière de tous les soirs, et de tomber dans les bras de maman que les malheurs de Geneviève de Brabant me rendaient plus chère, tandis que les crimes de Golo me faisaient examiner ma propre conscience avec plus d’escrupules . (pp 18-20). El “como si”, tal vez desde la Crítica del juicio de Kant, remite a la actitud y a la experiencia estéticas -en nuestro caso, la del personaje Marcel y, autorreferencialmente, de la voz narradora: la representación o la imitación que cuenta como si fuera real. 27
Compárese con la versión neurológica del mismo fenómeno -y con una ilustración tomada de L. Tolstoi, el escritor ruso tan admirado por M. Proust-, según Luria, A. R., Conciencia y lenguaje, pp 13-15: “Como ya fue dicho, a un observador inexperto le puede parecer que la palabra tiene un significado permanente y que es unívoco (gatito es siempre gatito, violín es siempre violín, etc.). Pero no ocurre esto en absoluto y si la palabra tuviera siempre un significado ‘denotativo’ permanente y unívoco, el paso a su sentido ‘connotativo’, es decir, a los enlaces individuales que corresponden a los estados afectivos del sujeto en el momento dado, no sería posible. Esta idea sobre la multisignación de los enlaces que se encuentran en la palabra debe ser analizada más detalladamente. Tras cada palabra está, obligatoriamente, un sistema de enlaces sonoros, situacionales y conceptuales. (...) En los sujetos normales, los enlaces que acabamos de enumerar son predominantes en distinta medida y en distintas circunstancias. Los enlaces sonoros de la palabra en el sujeto adulto normal están casi siempre inhibidos, la conciencia se desentiende de ellos: raramente alguien ante la palabra ‘koshka’ diga ‘kroshka’, ‘krishka’, etc.; o ante la palabra ‘skripka’ piense en ‘skrepka’. Nos desentendemos de estos enlaces sonoros, en beneficio de los enlaces semánticos, más esenciales. Los enlaces semánticos, tanto los situacionales como los conceptuales, do28
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minan indiscutiblemente en los sujetos normales. Sin embargo, a consecuencia de la riqueza de enlaces situacionales y conceptuales, en todos los casos tiene lugar la elección del significado necesario de entre los muchos posibles, ya que los diferentes significados surgen con distinta probabilidad en el momento en que el sujeto oye la palabra. Existen estados especiales de la conciencia, en los que esta capacidad de selección desaparece y los enlaces sonoros comienzan a aparecer con la misma probabilidad que los enlaces semánticos . A estos casos pertenecen los estados de inhibición o ‘fásicos’ de la corteza cerebral detalladamente estudiados por I. P. Pavlov, los que aparecen en la transición del estado de vigilia al sueño, en los estados de agotamiento agudo y en algunos estados patológicos del cerebro. Sobre ello corresponde detenerse en es pecial. Es sabido que en el estado normal, la corteza del cerebro trabaja sometida a la ‘ley de fuerza’: los estímulos fuertes (o importantes) provocan una reacción fuerte y los débiles (o insustanciales) una reacción débil. Solamente si la ‘ley de fuerza’ está vigente puede realizarse el trabajo selectivo de la corteza cerebral, que permite separar los rasgos esenciales, inhibir los insustanciales y garantizar el trabajo estable de los sistemas funcionales complejos. En los estados de inhibición o ‘fásicos’ de la corteza del cerebro la ‘ley de fuerza’ se altera y, en el primer estado de estos ‘estados de fase’ que I. P. Pavlov llamó de ‘igualación’ todos los estímulos (fuertes o esenciales y débiles o insustanciales) comienzan a provocar una reacción idéntica por su fuerza. Con la profundización de los estados inhibitorios aparece la fase ‘paradó jica’ y más tarde la ‘ultraparadójica’, en las cuales los estímulos débiles o insustanciales provocan reacciones más fuertes que los estímulos importantes, y los estímulos fuertes provocan el proceso de inhibición supramaximal. En estos estados ‘inhibitorios’ de la corteza cambia la probabilidad de aparición de los enlaces. Todos comienzan a aparecer con la misma probabilidad (o incluso los enlaces sonoros insustanciales comienzan a actuar en forma más activa que los conceptuales). La selectividad en el trabajo de la corteza cerebral desaparece, ya que la probabilidad de emergencia de distintas alternativas -sonoras, situacionales, conceptuales- se igualan. Alteraciones de la selectividad parecidas se pueden encontrar en los estados ‘oniroides’ cuando el sujeto está
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durmiendo, pero no por completo, o en estados de agotamiento agudo, en los cuales inesperadamente comienzan a emerger enlaces sonoros y distintas asociaciones inhabituales anteriormente inhibidas . Se pueden poner un ejemplo perfecto de semejante activación de distintos enlaces en el estado de somnolencia. Este ejemplo está tomado de ‘La guerra y la paz’ de L. N. Tolstoi, el cual, como es sabido, fue un maestro de la descripción de los estados subconscientes del hombre. Nicolás Rostov se está durmiendo y en su cabeza comienzan a aparecer distintas asociaciones. Mira el lecho y ve algunas manchas blancas. En el lecho veía manchas blancas, y no entendía qué eran. Podían ser un claro en el bosque, el resplandor de la luna, o un resto de nieve, ¿o una casa blanca?... Debe ser nieve esta mancha, una mancha de nieve, una mancha- ‘une tâche’ -pensó Rostov... No, no es una tach... eres tú... Natacha, querida hermana, tus ojos oscuros... Na-tachka... Natachakita... Tachka, pisada ... [N. del T. Juego con el parecido en ruso de las palabras ‘Natchku’ (Natachita) y ‘Nastupit’ (desfilar) y con el de ‘tâche’ (mancha, en francés) y ‘tupit’ (pisar).] Na-Tachka... desfilar, por qué? Ah, los húsares, los húsares y sus mostachos... Los húsares van por Vitesk con sus mostachos, si eso es, estoy pensando en ellos, que con sus tropas van a casa... Las tropas viejas, cansadas. Pero esto no tiene importancia, no, lo esencial -no recuerdo bien, en qué estaba pensando, sí, claro. Natachka, desfilar, sí, sí. Esto es. (...) De esta manera vemos que la palabra es una red potencial de enlaces multidimensionales. Estos enlaces pueden tener un carácter sonoro, situacional, conceptual. Normalmente algunos enlaces visuales directos, menos sustanciales, son desplazados y otros, semánticos, dominan. Por eso el proceso de selección transcurre fundamentalmente en los límites de los enlaces semánticos y tiene un carácter selectivo. En estados peculiares de conciencia -estados de semisueño, en casos de agotamiento, etc.- esta selectividad se altera, la excitabilidad de los distintos enlaces se iguala y la elección de la palabra necesaria de entre las muchas posibles según las normas semánticas se vuelve difícil .” (Luria, op. cit., pp 84-88) 29
‘‘D’autre part les deux soeurs de ma grand’mère, vieilles filles qui avaient sa
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noble nature, mais non son esprit , déclarèrent ne pas comprendre le plaisir que leur beau-frère pouvait trouver à parler de niaiseries pareilles. C’étaient des personnes d’aspirations élevées et qui à cause de cela même étaient incapables de s’intéresser à ce qu’on apelle un potin, eût-il même un intérêt historique, et d’une façon générale à tout ce qui ne se rattachait pas directement à un objet esthètique ou verteux. Le désintéressement de leur pensée était tel, à l’égard de tout ce qui, de près ou de loin, semblait se rattacher à la vie mondaine, que momentanée dès qu’à dîner la conversation prenait un ton frivole ou seulement terre à terre sans que ces deux vieilles demoiselles aient pu la ramener aux sujets qui leur étaient chers,- mettait alors au repos ses organes récepteurs et leur laissait subir un véritable commencement d’atrophie. Si alors mon grand-père avait besoin d’attirer l’attention des deux soeurs, il fallait qu’il eût recours à ces avertissements physiques dont usent les médecins aliénistes à l’égard de certains maniaques de la distraction: coups frappés à plusieurs reprises sur un verre avec la lame d’un couteau , coïncidant avec une brusque interpellation de la voix et du regard, moyens violents que ces psychiatres transporten souvent dans les rapports courants avec des gens bien portants, soit par habitude professionelle, soit qu’ils croient tout le monde un peu fou.’’ (pp 32-3) “Depotentiating Habitual Frameworks and Belief Systems. In our view one of the most useful psychological effects of fixating attention is that it tends to depotentiate patients’ habitual mental sets and common everyday frames of reference. Their belief systems are more or less interrupted and suspended for a moment or two. Consciousness has been distracted. During that momentary suspension latent patterns of association and sensory- perceptual experience have an opportunity to assert themselves in a manner that can initiate the altered state of consciousness that has been described as trance or hypnosis. There are many means of depotentiating habitual frames of reference. Any experience of shock or surprise momentarily fixates attention and interrupts the previous pattern of association. Any experience of the unrealistic, the unusual, or the fantastic provides an opportunity for altered modes of apprehension. The authors have described how confusion, doubt, dissociation, and disequilibrium are all means of depotentiating patients’ learned limitations so that they may become open and 30
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available for new means of experiencing and learning, which are the essence of therapeutic trance (Erickson, Rossi, and Rossi, 1976). The interruption and suspension of our common everyday belief system has been described by the junior author as a creative moment (Rossi, 1972a). But what is a creative moment? Such moments have been celebrated as the exciting “hunch” by scientific workers and “inspiration” by people in the arts (Barron, 1969). A creative moment occurs when a habitual pattern of association is interrupted; there may be a “spontaneous” lapse or relaxation of one’s habitual associative process; there may be a psychic shock, an overwhelming sensory or emotional experience; a psychodelic drug, a toxic condition or sensory deprivation may serve as the catalyst; yoga, Zen, spiritual and meditative exercises may likewise interrupt our habitual associations and introduce a momentary void in awareness. In that fraction of a second when the habitual contents of awareness are knocked out there is a chance for pure awareness, “the pure light of the void” (Evans-Wentz, 1960) to shine through. This fraction of a second may be experienced as a “mystic state,” satori, a peak experience or an altered state of consciousness (Tart, 1969). It may be experienced as a moment of “fascination” or “failing in love” when the gap in one’s awareness is filled by the new that suddenly intrudes itself. The creative moment is thus a gap in one’s habitual pattern of awareness. Bartlett (1958) has described how the genesis of original thinking can be understood as the filling in of mental gaps. The new that appears in creative moments is thus the basic unit of original thought and insight as well as personality change. Experiencing a creative moment may be the phenomenological correlate of a critical change in the molecular structure of proteins within the brain associated with learning (Gaito, 1972; Rossi, 1973b), or the creation of new cell assemblies and phase sequences (Hebb, 1963). The relation between psychological shock and creative moments is apparent: a “psychic shock” interrupts a person’s habitual associations so that something new may appear. Ideally psychological shock sets up the conditions for a creative moment when a new insight, attitude, or behavior change may take place in the subject. Erickson (1948) has also described hypnotic trance itself as a special psychological state which effects a similar break in the patient’s conscious and habitual associations so that creative learning can take place. In everyday life one, is continually confronted with difficult and puzzling
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situations that mildly shock and interrupt one’s usual way of thinking. Ideally these problem situations will initiate a creative moment of reflection that may provide an opportunity for something new to emerge. Psychological problems develop when people do not permit the naturally changing circumstances of life to interrupt their old and no longer useful patterns of association and experience so that new solutions and attitudes may emerge.” (Erickson y Rossi, Hypnotherapy, pp 6-7). “En suma, los signos sensibles de la memoria son de la vida y no del Arte. La memoria involuntaria ocupa un lugar central y no el ala extrema. Al ser involuntaria, rompe con la actitud de la percepción consciente y de la memoria voluntaria . (...) Sin embargo, son inferiores a otros signos no menos sensibles, signos del deseo, de la imaginación o del sueño (éstos ya poseen materias más espirituales, y remiten a asociaciones más profundas que no dependen de contigüidades vividas). Con mayor razón, los signos sensibles de la memoria involuntaria son inferiores a los del arte, pues han perdido la perfecta identidad del signo y la esencia. Tan sólo representan el esfuerzo de la vida que nos prepara para el arte y para la revelación final del arte. (...) Las paradojas de la memoria involuntaria se explican por una instancia más alta, que desborda la memoria, inspira las reminiscencias y les comunica tan sólo una parte de su secreto.” (op. cit., pp 77-8). 31
Cf. Paul Watzlawick en El lenguaje del cambio, traducción de Marciano Villanueva, Barcelona, Herder, 1992: “ ... la terapia conoce algunos métodos, aunque no tan drásticos por supuesto, para conseguir un bloqueo transitorio de la censura crítico analítica y lógica de la razón. Debe mencionarse aquí en primer término, la técnica de la confusión de Erickson, que da excelentes resultados sobre todo en las personas que se inclinan a la intelectualización y a la caricatura intelectualoide de los esfuerzos del terapeuta. Tal como su nombre sugiere, esta técnica consiste esencialmente en crear un estado de confusión intelectual, sea mediante el empleo de explicaciones pseudológicas que suenan a sumamente com plicadas, sea mediante la mención, hecha con absoluta seriedad y por tanto desconcertante, de las cosas más banales, o bien una combinación de ambas cosas (op. cit ., p 83) En este torrente de trivialidades y oscuridades se mezclan (véase pág. 58s) las auténticas sugestiones que, de este modo, quedan fuera del campo de 32
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dominio de la intelectualización o bien se presentan en la niebla de la confusión de forma inmediata y, por así decirlo, en un texto claro, de tal modo que el intelecto se aferra a ellas como al único punto de apoyo comprensible y, por ello, especialmente convincente. El anterior ejemplo no debe despertar la impresión de que el método de la confusión sólo tenga aplicación en la hipnosis. Lo mencionaremos aquí justamente porque puede trasladársele a la comunicación terapéutica general, si bien aquí la pseudológica de la confusión debe ser algo más inatacable e invulnera ble. Pero ¿quién no ha intentado inútilmente, en una situación de la vida cotidiana, seguir una explicación complicada y embrollada, para luego aferrarse en definitiva a la conclusión concreta y comprensible? El resultado es prácticamente el mismo. De parecida manera, acostumbra Erickson -y no sólo en la inducción al trance, sino también en el diálogo terapéutico general con aquellos pacientes que propenden a la racionalización y la caricaturización- dirigirles preguntas y, en el instante en que el otro se apresta a responder, plantearle ya, sin darle tiempo de respiro, la siguiente pregunta. El sujeto así bombardeado con preguntas se ve una y otra vez obligado a enfrentarse con la nueva pregunta, sin poder llevar sus procesos mentales a su conclusión normal mediante una respuesta. El resultado es el bloqueo intelectual. ... ocurre que siempre es posible interrumpirse a sí mismo en medio de una frase, sin terminarla; y aquí se abre el arranque de un recurso terapéutico: exactamente igual que con la frase hablada, también es posible interrumpir a mitad de camino una frase pensada, sin dejar que llegue hasta el fin. ... De aquí se deriva ... una confusión intelectual que fomenta el sueño y que lleva del pensamiento correcto del estado de vigilia a los procesos imaginativos propios del sueño. (pp 8485) ... las intervenciones mencionadas en este capítulo se refieren, en lo esencial, a una sobrecarga del hemisferio izquierdo, mediante la cual se hace posible la comunicación inmediata con el derecho. Se abre paso, espontáneamente, la idea de compararlo con algún juego de prestidigitación, truco de manos o pase mágico, en el que se procura desviar la atención del espectador de la acción decisiva. El paciente intenta seguir la pseudológica y resolver la paradoja, pero fracasa en el empeño, mientras que el hemisferio cerebral derecho concibe los elementos de comunicación que son comprensibles en su propio lenguaje o incluso pasa a ser, transitoriamente, el dominante.” (op. cit., p 86). 33
Nótese la formulación paradójica, confusa, casi shokeante, junto con los ele-
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mentos oníricos e hipnóticos: las alucinaciones, el componente mágico. Como creía Jorge L. Borges, por ejemplo: ‘’Precisamente porque no me había propuesto encontrar ese sabor, porque me habían abandonado al sueño, pude lograr, al cabo de tantos años, lo que antes busqué en vano. (...) Creo, además, que todas estas discusiones previas sobre propósitos de ejecución literaria están basadas en el error de suponer que las intenciones y los proyectos importan mucho. Tomemos el caso de Kipling: Kipling dedicó su vida a escribir en función de determinados ideales políticos, quiso hacer de su obra un instrumento de propaganda y, sin embargo, al fin de su vida, hubo de confesar que la verdadera esencia de la obra de un escritor suele ser ignorada por éste; y recordó el caso de Swift, que al escribir Los viajes de Gulliver quiso levantar un testimonio contra la humanidad y dejó, sin embargo, un libro para niños. Platón dijo que los poetas son amanuenses de un dios, que los anima contra su voluntad, contra sus propósitos, como el imán anima a una serie de anillos de hierro. Por eso repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara. Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que se llama la creación artística, seremos argentinos y seremos también, buenos o tolerables escritores.’’. Fragmento de ‘’El escritor argentino y la tradición’’, en Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974, p 271, 273-4. 34
“Un homme qui dort tient en cercle autour de lui le fil des heures, l’ordre des années et des mondes. Il les consulte d’instinct en s’éveillant et y lit en une seconde le point de la terre qu’il occupe, le temps qui s’est écoulé jusqu’à son réveil; mais leurs rangs peuvent se mêler, se rompre. Que vers le matin, après quelque insomnie, le sommeil le prenne en train de lire, dans une posture trop différent de celle où il dort habituellement, il suffit de son bras soulevé pour arrêter et faire reculer le soleil, et à la première minute de son réveil, il ne saura plus l’heure, il estimera qu’il vient à peine de se coucher. Que s’el s’assoupit dans une position encore plus déplacée et divergente, par exemple après dîner assis dans un fauteuil, alors le bouleversement sera complet dans les mondes désorbités, le fauteuil magique le fera voyager à toute vitesse dans le temps et dans l’espace, et au moment d’ouvrir 35
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les paupières, il se croira couché quelques mois plus tôt dans une autre contrée. Mais il suffisait que, dans mon lit même, mon sommeil fût profond et dètendît entièrement mon esprit; alors celui-ci lâchait le plan du lieu où je m’étais endormi et, quand je m’éveillais au milieu de la nuit, comme j’ignorais où je me trouvais, je ne savais même pas au premier instant qui j’étais; j’avais seulement dans sa simplicité première le sentiment de l’existence comme il peut frémir au fond d’un animal; j’étais plus dénué que l’homme des cavernes; mais alors le souvenir - non encore du lieu où j’étais, mais de quelques-uns de ceux que j’avais habités et où j’aurais pu être - venait à moi comme un secours d’en haut pour me tirer du néant d’où je n’aurais pu sortir tout seul; je passais en une seconde par-dessus des siècles de civilisation, et l’image confusément entrevue de lampes à pétrole, puis de chemises à col rabattu, recomposait peu à peu les traits originaux de mon moi.” (pp 13-14) On ne se gênait guère pour l’envoyer quérir dès qu’on avait besoin d’une recette de sauce gribiche ou de salade à l’ananas pour des grand dîners où on ne l’invitait pas, ne lui trouvant pas un prestige suffisant pour qu’on pût le servir à des étrangers qui venaient pour la première fois. Si la conversation tombait sur les princes de la Maison de France: ‘des gens que nous ne connaîtrons jamais ni vous ni moi et nous nous en passons, n’est-ce pas’, disait ma grand’tante à Swann qui avait peut-être dans sa poche une lettre de Twickenham; elle lui faisait pousser le piano et tourner les pages les soirs où la soeur de ma grand’mère chantait, ayant, pour manier cet être ailleurs si recherché, la naïve brusquerie d’un enfant qui joue avec un bibelot de collection sans plus de précautions qu’avec un objet bon marché. Sans doute le Swann que connurent à la même époque tant de clubmen était bien différent de celui que créait ma grand’tante, quand le soir, dans le petit jardin de Combray, après qu’avatient retenti les deux coups hésitants de la clochette, elle injectait et vivifiait de tout ce qu’elle savait sur la famille Swann l’obscur et incertain personagge qui se détachait, suivi de ma grand’mère, sur un fond de ténèbres, et qu’on reconnaissait à la voix. Mais même au point de vue des plus insignifiantes choses de la vie, nous ne sommes pas un tout matériellement consitué, identique pour tout le monde et dont chacun n’a qu’à aller prendre connaissance comme d’un cahier des charges ou d’un testament; notre personalité sociale est une création de la pensée des autres. Même l’acte si simple que nous appelons ‘voir une personne que nous 36
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connaissons’ est en partie un acte intellectuel. Nous remplissons l’apparence physique de l’être que nous voyons de toutes les notions que nous avons sur lui, et dans l’aspect total que nous nous représentons, ces notions ont certainement la plus grande part. Elles finissent par gonfler si parfaitement les joues, par suivre en une adhérence si exacte la ligne du nez, elles se mêlent si bien de nuancer la sonorité de la voix comme si celle-ci n’était qu’une transparente enveloppe, que chaque foisque nous voyons ce visage et que nous entendons cette voix, ce sont ces notions que nous retrouvons, que nous écoutons. Sans doute, dans le Swann qu’ils s’étaient constitué, mes parents avaient omis par ignorance de faire entrer une foule de particularités de sa vie mondaine qui était cause que d’autres personnes, quand elles étaient en sa présence, voyaient les élégances régner dans son visage et s’arrêter à son nez busqué comme à leur frontière naturelle; mais aussi ils avaient pu entasser dans ce visage ddésaffecté de son prestige, vacant et spacieux, au fond de ces yeux dépréciés, le vague et doux résidu -mi-mémoire, mi-oubli– des heures oisives passées ensemble aprés son dîners hebdomadaires, autour de la table de jeu ou au jardin, durant notre vie de bon voisinage campagnard. L’enveloppe corporelle de notre ami en avait été si bien bourée, ainsi que de quelques souvenir relatifs à ses parents, que ce Swann-là était devenu un être complet et vivant, et que j’ai connu plus tard avec exactitude, je passe à ce premier Swann dans lequel je retrouve les erreurs charmantes de ma jeunesse et que j’ai connu plus tard avec exactitude, lequel je retrouve les erreurs charmantes de ma jeunesse et que j’ai connues ‘a la même époque, comme s’il en était de notre vie ainsi que d’un musée où tous les portraits d’un même temps ont un air de famille, une même tonalité – à ce premier Swann rempli de loisir, parfumé par l’odeur du grand marronnier, des paniers de framboises et d’un brin d’estragon. (pp 28-30) Adorno, Th. W., Notes sur la littérature, traduit de l’allemand par Sibylle Muller, París, Flammarion, 1984. 37
‘‘Au bout d’un moment, j’entrais l’embrasser; Françoise faisait infuser son thé; ou, si ma tante se sentait agitée, elle demandait ‘a la place sa tisane, et c’était moi qui étais chargé de faire tomber du sac de pharmacie dans une assiette la quantité 38
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de tilleul qu’il fallait mettre ensuite dans l’eau bouillante. Le desséchement des tiges les avait incurvées en un capricieux treillage dans les entrelacs duquel s’ouvraient les fleurs pâles, comme si un peintre les eût arrangées, les eût fait poser de la façon la plus ornementale. Les feuilles, ayant perdu ou changé leur aspect, avaient l’air des choses les plus disparates, d’une aile transparente de mouche, de l’envers blanc d’une étiquette, d’un pétale de rose, mais qui eussent été empilées, concassées ou tressées comme dans la confection d’un nid. Mille petits détails inutiles -charmante prodigalité du harmacie- qu’on eût supprimés dans une préparation factice, me donnaient, comme un livre où on s’émerveille de recontrer le nom d’une personne de connaissance, le plaisir de comprendre que c’était bien des tiges de vrais tilleuls, comme ceux que je voyais avenue de la Gare, modifiées, justement parce que c’étaient non des doubles, mais elles-mêmes et qu¡elles avaient vieilli. Et chaque caractère nouveau n’y étant que la métamorphose d’un caractère ancien, dans de petites boules grises je reconnaissais les boutons verts qui ne sont pas venus à ter me; mais surtout l’éclat rose, lunaire et doux qui faisait se détacher les fleurs dans la forêt fragiles des tiges où elles étaient suspendues comme de petites roses d’or signe, comme la lueur qui révèle encore sur une muraille la place d’une fresque effacée, de la différence entre les partiees de l’arbre qui avaient été ‘‘en couleur’’ et celles qui ne l’avaient pas été- me montrait que ces pétales étaient bien ceux qui avant de fleurir le sac de pharmacie avaient embaumé les oirs du printemps: Cette flame rose de cierge, c’était leur couleur encore, mais a demi éteinte et assoupie dans cette vie diminuée qu’était la leur maintenant et qui est comme le crépuscule des fleurs. Bientôt ma tante pouvait tremper dans l’infusion bouillante dont elle savourait le goût de feuile morte ou de fleur fanée une petite madeleine dont elle me tendait un morceau quatnd il était suffrisamment amolli.’’ (pp 65-66) Puede ser útil, al leer À la recherche, tener a la vista alguna de las máximas de la Rochefoucauld, las que nos parecen más próximas al pensamiento proustiano: ‘‘Ce que nous prenons pour des vertus n’est souvent qu’un assemblage de diverses actions et de divers intérêts, que la fortune ou notre industrie savent arranger; et ce n’est pas toujours par valeur et par chastété que les hommes sont vaillants, et que les femmes son chastes “Lo que tomamos por virtudes muchas veces no son más que una reunión 39
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de diversas acciones y de diversos intereses, que la fortuna o nuestra industriosidad saben poner en un cierto arreglo; y no siempre es por valor y por castidad que los hombres son valientes y que las mujeres son castas” (I.) ( AA.VV., Moralistes français, Paris, Firmin Didot, sin fecha, p. 151) (Cf. nota al pie a cargo de Louis Aimé-Martin: Este pensamiento, que puede considerarse como la base del sistema de la Rochefoucauld, se encuentra en la primera edición bajo la siguiente forma: “Lo que el mundo denomina virtud no es, de ordinario, otra cosa que un fantasma formado por nuestras pasiones, al que se le da un nombre honesto para hacer impunement lo que uno quiere” Ce que le monde nomme vertu n’est d’ordinaire qu’un fantôme formé par nos passions, à qui on donne un nom honnêe pour faire impunèment ce qu’on veut).’’ (...) Los vicios entran en la composición de las virtudes, como los venenos entran en la composición de los remedios. La prudencia los reune y los tempera, y se sirve útilmente de ellos contra los males de la vida (CLXXXII) p 162 Les vices entrent dans la composition des vertus,comme les poisons entrent dans la composition des remèdes. La prudence les assemble et les tempère, et elle s’en sert utilement contre les maux de la vie. (...) La mayoría de los hombres tienen, como las plantas, propiedades ocultas que el azar hace que las descubran (CCCXLIV) p. 172 La plupart des hommes ont, comme les plantes, des propriétés chachées que le hasard fait découvrir. (...) Hay malas cualidades que hacen grandes talentos (CCCLXVIII) Il y a des méchantes qualités qui font de grands talents. (p 177) (...) Todas nuestras cualidades son inciertas y dudosas, tanto en lo bueno como en lo malo; y están casi todas a merced de las ocasiones (CCCLXX) (AA.VV., Moralistes français, Paris, Firmin Didot, sin fecha, p 177) Toutes nos qualités sont incertaines et douteuses, en bien comme en mal; et elles sont presque toutes à la merci des ocassions. ‘‘Il n’est peut-être une personne, si grande que soit sa vertu, que la complexité des circonstances ne puisse amener à vivre un jour dans la familiarité du vice qu’elle condamne le plus formellement sans qu’elle le reconnaisse d’ ailleurs tout 40
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à fait sous le déguisement de faits particuliers qu’il revêt pour entrer en contact avec elle et la faire souffrir: paroles bizarres, attitudes inexplicables, un certain soir, de tel être qu’elle a par ailleurs tant de raisons pour aimer . Mais pour un homme comme M. Vinteuil il devait entrer bien plus de souffrance que pour un autre dans la résignation à une de ces situations qu’on croit à tort être l’apanage exclusif du monde de la bohème: elles se produisent chaque fois qu’a besoin de se réserver la place et la sécurité qui lui sont nécessaires un vice que la nature elle-même fait épanouir chez un enfant, parfois rien qu’ en mêlant les vertus de son père et de sa mère, comme la couleur de ses yeux.’’ (AA.VV., Moralistes français, Paris, Firmin Didot, sin fecha, pp 175-176). Mais, de ce que M. Vinteuil connaissait peut-être la conduite de sa fille, il ne s’ensuit pas que son culte pour elle en eût été diminué. Les faits ne pénètrent pas dans le monde où vivent nos croyances, ils n’ont pas fait naître celles-ci, ils ne les détruisent pas; ils peuvent leur infliger les plus constants démentis sans les affaiblir, et une avalance de malheurs ou de maladies se succédant sans interruption dans une famille ne la fera pas douter de la bonté de son Dieu ou du talent de son médecin. Mais quand M. Vinteuil songeait à sa fille et à lui même du point de vue du monde, du point de vue de leur réputation, quand il cherchait à se situer avec elle au rang qu’ils occupaient dans l’estime générale, alors ce jugement d’ordre social, il le portait exactement comme l’eût fait l’habitant de Combray qui lui eût été le plus hostile, il se voyait avec sa fille dans le dernier bas-fond, et ses maniéres en avaient reçu depuis peu cette humilité, ce respect pour ceux qui se trouvaient au-dessus et qu’il voyait d’en bas (eussent-ils été fort au-dessous de lui jusqu’elà), cette tendance à chercher à remonter jusqu’à eux, qui est une résultante presque mécanique de toutes les déchéances. (p. 176). 41
“In everyday life there are many approaches to fixing attention, depotentiating habitual associations, and thereby initiating an unconscious search for a new experience or solution to a problem. In a difficult situation, for example, one may make a joke or use a pun to interrupt and reorganize the situation from a different point of view. One may use allusions or implications to intrude another way of understanding the same situation. Like metaphor and analogy (Jaynes, 1976) these are all means of momentarily arresting attention and requesting a search -essentially 42
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a search on an unconscious level -to come up with a new association or frame of reference. These are all opportunities for creative moments in everyday life wherein a necessary reorganization of one’s experience takes place.” ( Hypnotherapy, p 7) ‘‘En la vida cotidiana hay muchas aproximaciones para fijar la atención, quitarles potencia a las asociaciones habituales, y, con esto, iniciar una búsqueda inconsciente en procura de una nueva experiencia o una nueva solución a un pro blema. En una situación difícil, por ejemplo, uno puede hacer una broma o usar un juego de palabras para interrumpir y reorganizar la situación desde un punto de vista diferente. Se pueden usar alusiones o implicaciones para introducir otra forma de entender la misma situación. Como la metáfora y la analogía (Jaynes, 1976), son todos medios de detener momentáneamente la atención y requerir una búsqueda -esencialmente una búsqueda en un nivel inconsciente- para idear una nueva asociación o un nuevo marco de referencia. Son todas oportunidades para los momentos creativos de la vida cotidiana, en los que tiene lugar una necesaria reorganización de la experiencia de uno mismo.’’ (cursivas propias) ‘‘The hypnotic response is the natural outcome of the unconscious search and processes initiated by the therapist. Because it is mediated primarily by unconscious processes within the patient, the hypnotic response appears to occur automatically or autonomously; it appears to take place all by itself in a manner that may seem alien or dissociated from the person’s usual mode of responding on a voluntary level. Most patients typically experience a mild sense of pleasant surprise when they find themselves responding in this automatic and involuntary manner. That sense of surprise, in fact, can generally be taken as an indication of the genuinely autonomous nature of their response.’’ 43
Erickson, M. y Rossi, E., Hypnotherapy, New York, Irvington Publishers, 1992, pp. 49-50: “Our five-stages paradigm of the dynamics of trance induction and utilization (...) illustrates some of the essential processes in what we may call ‘multiple levels of meaning and communication’ (Erickson and Rossi, 1976). Most literary devices are actually means of initiating unconscious searches and processes to evoke multiple levels of meaning. This is a most interesting and significant aspect of the economy of mental dynamics and the evolution of consciousness. 44
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Freud has discussed the antithetical meaning of primal words (Freud, 1910) and the relation of jokes and puns to the unconscious (Freud, 1905). Jokes are of particular value in our approach because they help patients break through their too-limited mental sets and thus initiate unconscious searches for other and perhaps new levels of meaning. Jung has discussed the concept of the symbol not as a simple sign of one thing for another, but rather as the best representation of something that is still in the process of becoming conscious (Jung, 1956). (...) From this point of view we can understand how metaphor and analogy can be something more than artistic devices: They can evoke new patterns and dimensions of consciousness. The very derivation of the word metaphor (meta, “beyond, over”; perein, “to bring, bear”) suggests how new meaning developed within the unconscious is brought over to consciousness by means of metaphor. The traditional definition of metaphor is that it is a word of phrase that literally denotes one thing but by analogy suggests another (e.g., a ship plows the sea; a volley of oaths). In our psychological usage, however, such traditionally literary devices as metaphor, analogy, and simile are understood as means of facilitating the development of insight or new consciousness in the therapeutic transaction. They are essentially stimuli that initiate unconscious searches and process leading to the creation of new meaning and dimensions of consciousness. Recently Jaynes (1976) has integrated a broad range of data from the fields of psychology, linguistics, neuropsychology, and anthropology which affirmed the hypothesis that metaphor and analogy generate new levels of consciousness”. “Nuestro paradigma en cinco estadios de la dinámica que ofrece la inducción y la utilización de un trance (...) ilustra algunos de los procesos esenciales en lo que podemos llamar los ‘niveles múltiples del significado y de la comunicación’ (Erickson y Rossi, 1976). La mayor parte de los recursos literarios son, o actúan, como medios para iniciar búsquedas y procesos inconscientes con el fin de evocar esos niveles múltiples de significación. Es un aspecto por demás interesante y significativo de la economía de la dinámica mental y de la evolución de la conciencia. Freud ha discutido el significado antitético de las palabras primales (Freud, 1910) y la relación de los chistes y de los juegos de palabras con lo inconsciente (Freud, 1905). Los chistes tienen un especial valor en nuestro enfoque porque ayudan a que los pacientes rompan con sus asociaciones mentales, cuando son demasiado limitadas, y de este modo inicien búsquedas inconscientes en procura
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de otros, y tal vez nuevos, niveles de significado. Jung ha discutido el concepto del símbolo no simplemente como un signo de una cosa por otra, sino como la mejor representación de una cosa que ya está en proceso de volverse consciente (Jung, 1956) (...) Desde este punto de vista, podemos entender cómo las metáforas y las analogías puede ser algo más que recursos artísticos: pueden evocar nuevos patrones y nuevas dimensiones de la conciencia (...) Son, en esencia, estímulos que inician búsquedas y procesos inconscientes que conducen a la creación de un significado nuevo y de nuevas dimensiones de conciencia. Jayness (1976) ha integrado, recientemente, un amplio rango de datos provenientes de los campos de la psicología, la lingüística, la neuropsicología, y la antropología, y que confirmaban la hipótesis de que la metáfora y la analogía generan nuevos niveles de conciencia.” (traducción y negritas propias). ‘‘C’est ainsi que, pendant longtemps, quand, réveillé la nuit he me ressouvenais de Combray, je n’en revis jamais que cette sorte de pan lumineux, découpé au milieu d’indistinctes ténèbres, pareil à ceux que l’embrasement d’un feu de Bengale ou quelque projection électrique éclairent et sectionnent dans édifice dont les autres parties restent plongées dans la nuit: à la base assez large, le petit salon, la salle à manger, l’amorce de l’allée obscure par où arriverait M. Swann, l’auteur inconscient de mes tristesses, le vestibule où je m’acheminais vers la première marche de l’escalier, si cruel à monter, qui constituait à lui seul le tronc fort étroit de cette puramide irrégulière; et, au faiîte, ma chambre à coucher avec le petit couloir à porte vitrée pour l’entrée de maman; en un mot, toujours vu à la même heure, isolé de tout ce qu’il pouvait y avoir autour, se détachant seul sur l’obscurité, le décor strictement nécessaire (comme celui qu’on voit indiqué en tête des vieilles pièces pour les représentations en province ) au drame de mon déshabillage; comme si Combray n’avait consisté qu’en deux étages reliés par un mince escalier et comme s’l n’y avait jamais été que sept heures du soir. A vrai dire, j’aurais pu répondre à qui m’eût interrogé que Combray comprenait encore autre chose et existait à d’autres heures. Mais comme ce que je m’en serais rappelé m’eût été fourni seulement par la mémoire volontaire, la mémoire de l’intelligence, et comme les renseignements qu’elle donne sur le passé ne conservent rien de lui, je n’aurais jamais eu envie de songer à ce reste de Combray. Tout cela était en réalité mort pour moi.’’ (pp 57-58) 45
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V . Watzlawick, op. cit.: ‘‘Las funciones del hemisferio cerebral derecho (siem pre respecto de los que usan la mano derecha) son las siguientes: este hemisferio está altamente desarrollado para la comprensión unitaria de conjuntos complejos, muestras, configuraciones y estructuras. Aflora la impresión de que esta com prensión debe estar emparentada con la esencia de la holografía. En efecto, en primer lugar es el hemisferio derecho el que dirige la percepción de una figura desde los más diversos puntos de vista y deformaciones perspectivas (una capacidad cuya simulación mediante computadoras plantea todavía grandes pro blemas técnicos a los investigadores de la percepción). En segundo lugar, consi gue comprender la totalidad basándose en una de sus partes (a veces incluso en una parte mínima).’’ (p 25) 46
“Longtemps, je me suis couché de bonne heure. Parfois, à peine ma bougie éteinte, mes yeux se fermaient si vite que je n’avais pas le temps de me dire; ‘‘Je m’endors.’’ Et, une demi-heure après, la pensée qu’il était temps de chercher le sommeil m’éveillait ; je voulais poser le volume que je croyais avoir dans le mains et souffler ma lumière; je n’avais pas cessé en dormant de faire des réflexions sur ce que je venais de lire, mais ces réflexions avaient pris un tour un peu particulier; il me semblait que j’étais moi-même ce dont parlait l’ouvrage: une église, un quatuor, la rivalité de François I er et de Charles-Quint. Cette croyance survivait pendant quelques secondes à mon réveil; elle ne choquait pas ma raison, mais pesait comme des écailles sur mes yeux et les empêchait de se rend compte que le bougeoir n’était plus allumé. Puis elle commençait à me devenir inintelligible, comme après la métempsycose les pensées d’une existence antérieur; le sujet du livre se détachait de moi, j’étais libre de m’y aplliquer ou non; aussitôt je recouvrais la vue et j’étais bien étonné de trouver autour de moi une obscurité, douce et reposante pour mes yeux, mais peut-être plus encore pour mon es prit, à qui elle apparaissait comme une chose sans cause, incompréhensible, comme une chose vraiment obscure. Je me demandais quelle heure il pouvait être; j’entendais le sifflement des trains qui, plus ou moins éloigné, comme le chant d’un oiseau dans une forêt, relevant les distances, me décrivait l’étendue de la campagne déserte où le voyageur se hâte vers la station prochaine; et le petit chemin qu’il suit va être gravé dans son souvenir par l’excitation qu’il doit à 47
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des lieux nouveaux, à des actes inaccoutumés, à la causerie récente et aux adieux sous la lampe étrangère qui le suivent encore dans le silence de la nuit, à la douceur prochaine du retour .’’ (pp 11-12). ‘‘Et aujourd’hui encore si, dans une grande ville de province ou dans un quartier de Paris que je connais mal, un passant qui m’a ‘mis dans mon chemin’ me montre au loin, comme un point de repère, tel beffroi d’hôpital, tel clocher de couvent levant la pointe de son bonnet ecclésiastique au coin d’une rue que je dois prendre, pour peu que ma mémoire puisse obscurémment lui trouver quelque trait de ressemblance avec la figure chère et disparue, le passant, s’el se retourne pour s’assurer que je ne m’égare pas, peut, à son étonnement, m’apercevoir qui, oublieux de la promenade entreprise ou de la course obligée, reste là, devant le clocher, pendant des heures, immobile, essayant de me souvenir, sentant au fond de moi des terres reconquises sur l’oubli qui s’assèchent et se rebâtissent; et sans doute alors, et plus anxieusement ue tout à l’heure quand je lui demandais de me renseigner, je cherche encore mon chemin, je tourne une rue... mais... c’est dans mon coeur...’’ (p 83). 48
“Et je restais avec mon oncle jusqu’à ce que son valet de chambre vînt lui demander, de la part du cocher, pour quelle heure celui-ci devait atteler. Mon oncle se plongeait alors dans une méditation qu’aurait craint de troubler d’une seule mouvement son valet de chambre émerveillé, et dont il attendait avec curiosité le résultat, toujours identique. Enfin, après une hésitation suprême, mon oncle prononçait infailliblement ces mots: ‘‘Deux heures et quart’’, que le valet de chambre répétait avec étonnement, mais sans discuter: ‘‘Deux heures et quart? bien... je vais le dire...’’. ” (p. 90) 49
“A cette époque j’avais l’amour du théâtre, amour platonique, car mes parents ne m’avaient encore jamais permis d’y aller, et je me représentais d’une façon si peu exacte les plaisirs qu’on y goûtait que je n’étais pas éloigné de creoire que chaque spectateur regardait comme dans stéréoscope un décor qui n’était que pour lui, quoique semblable au milier d’autres que regardait, chacun pour soi, le reste des spectateurs” (pp. 90-91) 50
RAPPORT -HIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON Revista del Instituto Milton H. Erickson de Buenos Aires Nº 47 - Junio de 2005 I.S.S.N. 0327-3792
RAPPORT - HIPNOSIS DE MILTON H. ERICKSON es una publicación del INSTITUTO MILTON H. ERICKSON DE BUENOS AIRES Filial (1986) The Milthon H. Erickson Foundation, Inc. Phoenix - AZ, USA
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