Psicosis, perversión, • neurosis La lectura de Jacques Lacan
Philippe Julien Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid /-~/2il
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Biblioteca de psicología y psicoanálisis Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
Indice general
Psychose, perversion, néurose. La lecture de Jacques Lacan, Philippe Julien © Editions Eres, París, 2000 TraduccióH: Horacio Pons Primera edición en castellano, 2002. Segunda edición, 2012 ©Todos los derechos de la edición en castellano reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7º piso - C 1057 AAS Buenos Aires Amorrortu editores España S.L., C/López de Hoyos 15, 3º izquierda 28006 Madrid
9
www.amorrortueditores.com La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo fotocopia, grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11.723 Industria argentina. Made in Argentina ISBN 978-950-518-238-1 ISBN 2-86586-863-X, París, edición original
11
I. Psicosis
13
l. Una paranoia común
19
2. Una relación demasiado poco paranoica
25
3. Psicosis y modernidad
37
4. La vía freud iana
45
5. La psicosis, una respuesta al acontecimiento
59
6. Un retorno al tope freudiano
71 Julien, Philippe Psicosis, perversión, neurosis : la lectura de Jacques Lacan.2º ed.- Buenos Aires: Amorrortu, 2012 . 208 p. ; 23x14 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis/ Jorge Colapinto y David Maldavsky) Traducción de: Horacio Pons
Introducción
7. Del Nombre-del-Padre al Padre-del-Nombre como sínthoma
83
8. La publicidad del nombre propio
97
II. Perversión
99
l. Un escandaloso descubrimiento
ISBN 978-950-518-238-1 l. Psicosis 2. Perversiones. 3. Neurosis. l. Pons, Horacio, trad.
11. Título. CDD 150.195
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en noviembre de 2012. Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares.
109
2. Delante o detrás del velo
117
3. Dos casos de inversión
123
4. Una desmentida de lo real
J 29
III. Neurosis obsesiva
131
l. La neurosis normal
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2. La verdad de Freud
7
145
3. El retroceso de Freud
157
Iv. Histeria
159
l. La subversión histérica
167
2. La ruptura freudiana
175
3. La histeria no es una neurosis
185
4. La histeria del psicoanálisis
191
Conclusión
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Psicosis, perversión, neurosis. Esta clasificación constituye una nomenclatura: un saber para compartir que da el sentido de cada denominación, una tras otra, en la claridad y la fijeza. Pero la verdad, por su parte, es otra: «Yo, la verdad, hablo». Habla por la boca del analizante. Y no se detiene. Por haber querido escucharla, Freud no dejó de despertar para conquistar un saber siempre nuevo sobre ella. Habría de ser ese Acteón perseguido por los perros lanzados por la diosa, que lotrañ"sformó en ciervo por su ambición de sorprenderla en su verdad desnuda. Así, Freud no dejaría de correr para desconcertar a los suyos, sus discípulos, que creían saber por fin a qué atenerse con él: «¡Pero no, no es eso!», les respondía. Í Cada analista hace la experiencia de ello, preocupado y f perseguido por los perros de sus pensamientos: «¡Eh! ¿Qué piensas entonces de la verdad que a~abas -de ~scuchar de este, 1 de aquella ... en su decir a medias?». ~ Y, a su turno, un tal Jacques Lacan se pasaría la vida dando testimonio público de los perros de su pensamiento. Acteón parisino, no dejaría de poner en cuestión el sentido oficial de las definiciones: psicosis, perversión, neurosis. No para borrar sus huellas, como lo quiso el DSM III, sino para subvertir su significación. La institución analítica juzgó insoportable esa actitud, y Lacan fue excluido de ella en 1963. Pero a partir del año siguiente relanzó a los suyos, al punto de hacerles esta confesión, el 29 de mayo de 1964: «La verdad es lo que corre detrás de la verdad, y ahí corro yo, ahílos llevo, como los perros deActeón, tras de mí. Cuando haya encontrado el escondite de la diosa, me convertiré
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sin duda en ciervo y ustedes podrán devorarme, pero aún tenemos algo de tiempo ante nosotros».1 Hoy, ese tiempo ha pasado. «Devora el libro», todavía grita la verdad. Ahora, empero, es posible un saber literal. Esa es en lo sucesivo la apuesta, tal como Lacan la anunciaba: «Lo importante es saber qué dará el libro cuando haya sido devorado por completo». 2 Por completo, es decir, no tal Lacan, de tal período, el de - lo imaginario (1936-1951), el de lo simbólico (1951-1963) o el de lo real (1964-1980), sino Lacan tomado en la dinámica misma de toda su marcha, desde la A hasta la Z. ¿Qué resulta de esto? Scilicet: puedes saberlo ... ¡si quieres! o' / S é ¡ re l r ( e /J,{rj ./ V'r ¡:; / r<',,-, ,,¿('.".{,
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I. Psicosis
«Si no somos capaces de darnos cuenta de que hay cierto grado, no arcaico y que deba situarse en alguna parte en el nivel del nacimiento, sino estructural, en el nivel del cual los deseos son propiamente hablando locos, si para nosotros el sujeto no incluye en su definición, en su articu~n primera, la posíbilidad de la estructura psicótica, entonces nunca seremos -otra cosa que alienistas». - ~ ·- - ·-- - - -~ - - - - - - '
J. Lacan, seminario L'identification, clase inédita del 2 de mayo de 1962
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1 Le Séminaire, Livre XI, Les qzwtre concepts fondumenluux de la psychanulyse, París: Seuil, 1973, pág. 172. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964, Buenos Aires-Barcelona: Paidós, 1986]. 2 Le Séminaire, Livre Vil, L'éthique de la psychanalyse, París: Seuil, 1986, pág. 375. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 7, La ética del psicoanálisis, 1959-1960, Buenos Aires-Barcelona: Paidós, 1988.]
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l. Una paranoia común
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El psicoanálisis no tiene palabra propia; la idiotez, si la tomamos en su etimología, no es su fuerte. _Como el_yiddish, sólo habla con préstªmos de otras lenguas. Pero con una condición: dar un nuevo sentido a los significantes incorporados. De tal modo, Lacan, como lo había hecho Freud en el caso de la histeria, pervierte como hereje la significación de palabras de origen psiquiátrico. En efecto, si la locura no es ni un déficit ni una disociación de funciones, tiene, entonces, mucho que enseñarnos; saca a relucir lo que está presente en la llamada persona normal, y por eso concierne a cualquier hijo de vecino. Es lo que tacan mostró, muy en particular, para las denominaciones de paranoia y psicosis, la primera antes de 1953, la segunda a partir de ese mismo año, con la invención de RSI. Tomemos la noción de paranoia. ¡Psicosis paranoica, dicen! ¿No es el tema de la tesis de 1932 del joven Lacan? Pero la senda desbrozada por él consistió en desanudar ese lazo, para enlazar el calificativo de paranoico con el concepto de conocimiento. Por su ladÜ,-:Í{raepelin y Genil-Pe-' rrm- habían separado la paranoia de la demencia para definir con ella un carácter, una personalidad o una constitución según estos cuatro rasgos: fatuidad, desconfianza, raciocinio, marginalidad. En lo que respecta a Lacan, su invención primera, destinada a sorprender -antes de la de RSI (real, simbólico, imaginario) en 1953-, fue efectuar otra identificación, al ligar paranoia y conocimiento. Y así, como consecuencia, la psicosis, lejos de ser paranoica, ¿no aparecería con el delirio a partir de una falta de paranoia? Pregunta que tendremos que responder. En efecto, el trabajo del análisis no consiste únicamente en escuchar, sino en fundar un saber teorico a partir de la escucha. Trabajo incesante que recusa el saber establecido.
13
De ese modo, desde 1931 Lacan comienza a efectuar una disyunción entre psicosis y paranoia. En su artículo «Structure des psychoses paranoi:aques»,r distingue con claridad lo que llamamos constitución o personalidad paranoica de los delirios de interpretación o los delirios pasionales. Del mismo modo, un año después, en 1932, mientras escribe su tesis sobre la psicosis paranoica, tropieza con esta dificultad: «En esta enferma, nada nos permite hablar de una disposición congénita y ni siquiera adquirida, que se exprese en los rasgos definidos de la constitución paranoica». 2 En rigor, podríamos hablar de una disposición adquirida, «Secundaria con respecto a la eclosión delirante». 3 Pero lo decisivo de la psicosis está en otra parte. Entonces, ¿cómo puede hablarse aún de psicosis paranoica? Lacan responderá dando una nueva definición de esa «paranoia» de Aimée: I?_?ranoia de autocastig<]. Se apoya en la comprobación de que el delirio desaparece en ella cuando la encierran, y ve en ese hecho una relación de causa a eféCto: jun castigo exitoso!. Pura hipótesis, «pescante», dirá en 1966, 4 que abandonará más adelante; veremos cómo. Pero el lazo psiquiátrico entre psicosis y paranoia va a desanudarse poco a poco, y cada vez más claramente, en el transcurso de los años siguientes. En el apres-coup, en 1966, al presentar sus Escritos, Lacan señalará que introdujo la noción de «conocüniento paranoico» con su tesis de 1932 sobre Aimée. 5 Del mismo modo, en 1975, en su presentación de la traducción de las Memorias de Schreber, hablará de su tesis de 1932 como «una fase de nuestra reflexión que fue en principio la de un psiquiatra, armada del tema del conocimiento paranoico». 6 En 1 Semana de los Hospitales de París, julio de 1931. Reeditado en Ornicar?, nº 44, París: Navarin, 1988. 2 De la psychose paranofoque dans ses rapports avec la personnalité, París: Seuil, 1975, pág. 241. [De la psicosis paranoica en sus relaciones con lo personalidad, México: Siglo XXI, 1976.] 3 !bid., pág. 243. 4 Ecrits, París: Seuil, 1966, pág. 66. [Escritos, I y II, México: Siglo XXI, 1984.] 5 lb id., pág. 65. 6 J. Lacan, en Cahiers pour l'analyse, nº 5, pág. 71.
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cuanto a la referencia literal, es falso; sin embargo, Lacan no deja de tener razón al hablar así a posteriori. En efecto, la significación de lo que va a desarrollar de 1936 a 1951 está sin duda en la tesis de 1932, y tomará el nombre de '~ miento paranoico» para distinguirlo claramente del delirio psicótico. El argumento se presenta así: el conocimiento es esencialmente del orden de la visión; la bipolaridad vidente-vis~~~ orde~~paran_Q_i~ . AlÍ.orafüen, el yo hunÍano se constituye por identificación gracias a la visión del objeto y de acuerdo con la misma bipolaridad. El yo tiene, por lo tanto, una estructura paranoica, o no es. Retomemos los distintos elementos de esta proposición. El conocimiento no es ni palabra de verdad ni demostración de un saber. Es evidencia del ver en la luz de los ojos del espíritu. Heidegger, a quien Lacan llamaba su amigo, reconoció esta tradicional afinidad del conocimiento con lo especular, el espectáculo, lo especulativo. Así, escribía lo siguiente: «Los griegos, especialmente en la época de Platón, concibieron el conocer como una especie de visión y de contemplación». Esto proviene de la interpretación que hacen del ser: «Porque "ser" enuncia: presencia y consistencia, la visión, el hecho de ver, es particularmente apto para dilucidar la percepción de la presencia y la consistencia». 7 La filosofía interroga sobre ese don maravilloso de la intuición de la presencia: ¿qué es activo, qué es pasivo, el ojo del espíritu o el objeto visto? Hay bipolaridad. Hay ante todo actividad del objeto: este toca, impresiona la tabula rasa del espíritu que recibe. Pero ver, a cambio, es ob-jetivar, poner delante, alú, a distancia sobre el cuadro del mundo. No es absorber, asimilar, sino acoger ob-jetando: registro como fuera de mí la presencia del objeto que se revela a mis ojos. Ahora bien, en razón de ese doble movimiento, el conocimiento es po~ sí_paranoico, ~diferencia de la verdad o el sa: 7
Nietzsche, ll, París: Gallimard, 1971, pág. 178. [Nietzsche, Barcelona: Destino, 2000, 2 vols.] Se comprende por ello por qué Lacan adoptará a partir de 1973 el término «consistencia» para definir el acto de mant.ener unidos el objeto topológico y su presentación espacial de dos dimensiones.
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ber. Eso es exactamente lo que comprueba Lacan con resI>ecto a la formación del yo, en la medida en que su principio fundador es de orden visual.
porcionan el modelo de la identificación en la cual el ego encuentra su punto de partida (starting point) y dejan su huella para siempre» .10
El conocimiento paranoico
Frani;oise Dolto dirá de igual modo: «Hay que falicizarse la imagen del cuerpo; si no, naturalmente no podemos permanecer sentados, nos caemos al suelo».11
¿Por qué caminos llegó Lacan a ese punto? Para definir este conocimiento, debemos distinguir cinco rasgos fundamentales.
Visibilidad Según el estadio del espejo presentado en Marienbad en 1936, la mirada del niño entre los ocho y los dieciocho meses hace que la imago del cuerpo del otro funde la imagen unificada del cuerpo propio más allá de su fragmentación. La imago del semejante, de la madre, del hermano, anticipa la motricidad futura del niño en cuanto nacido prematuramente. Así, en 1938 Lacan inventa la noción de complejo de intrusión, que debe situarse entre los dos complejos pro¡)ia: · mente freudianos: el de destete y el de Edipo.~
Unidad y fijeza La intrusión del semejante funda la unidad del yo del ego en su narcisismo de objeto unificado. Bay ~ol!f:gsión entre identificación y amor a sí misll!O. Confusión que debe mantenerse en favor de fa e-;tabilidad de la personalidad. En efecto, el conocimiento humano está bajo el signo ESTA [STA] por el estancamiento [stagnation] de las formas corporales: estructura «que constituye el yo y los objetos con atributos de permanencia, identidad y sustancialidad».9 Tal es el ego: «La estabilidad [stabilité] de la posición [station] vertical, el prestigio de la estatura, la solemnidad de los estatutos, pro8 Les complexes familiaux, París: Navarin, 1938. [La familia, Buenos Aires-Barcelona: Argonauta, 1978.) 9 J. Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 111.
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El olvido de sí mismo Esa es la estructura paranoica del yo: «El sujeto se _aj~ga a sí mismo y acusa al otro». 12 Se desconoce, como puede acr:vertirse con facilidad en el transitivismo del niño: «jNo soy yo, es él!». Del mismo modo, Alcestes y el «alma bella» según Hegefdesconocen su participación en el mal que no dejan de denunciar.
El objeto del deseo El conocimiento paranoico instituye la tríada imagina-~ia del otro, el yo y el oojeto. El Ínterés por-ese objeto nace a
partir del deseo del otro por él. Así, «una alteridad primitiva se incluye en el objeto, en la medida en que este es primitivamente el objeto de rivalidad y competencia. ~ólo_ interesa en tanto objeto del deseo del otro». 13 De tal modo, competición, rivalidad, competencl.í:i. y celos son la génesis y el arquetipo de los sentimientos sociales.
10
«Quelques réflexions sur l'Ego•>, Le Coq Héron, nº 78, 1980, conferencia publicada en inglés en el lnternational Journal ofPsycho-Analysis, vol. 34, 1953. 11 Autoportrait d'une psychanalyste, París: Seuil, 1989, págs. 248-9. [Autobiografía de una psicoanalista, 1934-1988, México: Siglo XXI, 1991.) 12 Ecrits, op. cit., pág. 114. l3 Le Séminaire, Livre lll, Les psychoses, París: Seuil, 1981, pág. 50. [El S eminario de Jacques Lacan, Libro 3, Las psicosis, 1955-1956, Buenos Aires: Paidós, 1984.)
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Un doble movimiento
2. Una relación demasiado poco paranoica
Ahora bien, el rasgo decisivo y pese a ello problemático de esta paranoia es el mantenimiento de una bipolaridad irreductible. Tenemos a la vez: inclusión con captura, fascinación, alienación en la imagen del otro por identificación; Í tA ej M 'h~ y exclusión recíproca: «jO tú o yo!». ~/ .. •< m n' \' ~!u 71" - 1u7"" Cada polo remite sin cesar a su contrario, a imagen de los puerco espines de Schopenhauer: demasiado lejanos (¡hay que incluirlos!), demasiado cercanos (¡hay que excluirlos!). Hay reciprocidad de privación: ¡yo te excluyo y tú me excluyes! Estos cinco rasgos del conocimiento paranoico, desarrollados poco a poco por Lacan desde 1931hasta1951, definen con exactitud lo que a partir de 1953 llamará relación imaginaria, ni simbólica, ~i r~al.:. -
Hemos visto que el conocimiento paranoico implicaba cinco rasgos específicos. Ahora bien, puede suceder que el \~. último sea deficiente: hay inclusióri__ c;:_.n capt~!..ª ~la ima/ gen del otro, pero la exclusión recíproca está ausente. Ese · füeuno de los~ desc;brimientos fundamentales de L~can. ¿Psicosis sin delirio o prepsicosis? ¿Borderline o falso self! De una u otra forma, hay una falla eii la paranoia común, un defecto de la relación imaginaria. Lacan lo presentó con tres casos: en 1932, 1965 y 1976. -
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Aimée (1932) Lacan llama «el acontecimiento decisivo en el desarrollo de la vida de Aimée» 1 lo que para él fue el objeto de w1a intuición primordial, que ordenaría el conjunto de su tesis de 1932: la intrusión de la hermana mayor en la vida matrimonial de Aimée y su marido luego del nacimiento de un hijo y «Su imposición en la dirección práctica deJ-ª..v.areja» al asu~ ' mir «un papel de madre». 2 Ya ant~es del nacimiento de ese niño, Didier, Aimée, cuyo verdadero nombre era Marguerite Anzieu, había perdido una niña, nacida muerta. Comenzaron entonces los primeros trastornos psíquicos. Ahora bien, lo que sorprende a Lacan, al extremo de determinar todo el sentido de su investigación, es que Aimée no reacciona ante la actitud de su hermana en el hogar familiar. Más aún, frente a Lacan, que hoy la interroga sobre ese punto con la expectativa de la confesión de alguna queja legítima (¡para él!), Aimée se calla: nada de agre1
2
18
J. Lacan , De la psychose paranoi"aqu.e ... , op. cit., pág. 230. !bid.' pág. 231.
19
sividad. Frente a ella, a quien trata durante un año y medio, Lacan se asombra de esa ausencia. Y ese asombro lo pone en marcha para descifrar este enigma: «La personalidad de Aimée no le permite reaccionar directamente mediante una actitud de combate, que sería la verdadera reacción paranoica, entendida en el sentido que tomó esta expresión desde la descripción de una constitución de ese nombre». 3
Si es cierto que el yo tiene una «estructura paranoica» -como Lacan lo mostrará en 1948 en «La agresividad en psicoanálisis»- , es preciso concluir que en Aimée hay un déficit del yo (y no del intelecto), ausencia de amor propio, de ~elbstgefühT¡ Ella está fuera de lugar, fuer a del nombre, fuera ael yo. '!t. J,,,..,,
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Lol V Stein (1965) Aimée constituye una objeción a la reacción paranoica, tal como esta suele reconocerse. Lacan sostiene justamente esa objeción apoyándose en Kraepelin, que decía, acerca del paranoico, que «a menudo, cuando tiene los medios, no busca, consciente de su vulnerabilidad, más que huir de los combates serios de la existencia, y no procura asumir ninguna posición firme sino, antes bien, vagabundear, no ocuparse más que de bagatelas y evitar el contacto con la vida». 4 Ahora bien, Elise, la hermana mayor, es sistemáticamente protegida. En efecto, Lacan escribe: «En las reacciones de Aimée, aparecen sin lugar a dudas unas resistencias especiales (véanse págs. 232-3) con respecto a esta persona en particular; en efecto, no sólo abandona la lucha directa, sino que renuncia a toda reivindicación moral de sus derechos». 5 Del mismo modo, mucho más adelante, en 1946, al retomar este caso, Lacan escribirá: f:Es digno de señalarse que si bien la enferma parece sufrir
j ;ue su hijo le haya sido sustraído por esta hermana, cuyo
mal agüero bastaba para revelarnos la mera entrevista, se ; niega a considerarla como hostil a ella misma o simplemente nefasta, ni en ese aspecto ni en ningún otro».6
Ibid., pág. 232. 4 lb id. , pág. 59. 5 Ibid., pág. 282. 6 J . Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 170.
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En 1964, Marguerite Duras P.Ublica Le rauissement de {bolv. Steinl El año sigui~nte, Lacan le dedica algunas páginas titu atlas «Hommage fait a Marguerite Duras, du Rauissement de Lol V. Stein». 7 En efecto, Lacan encuentra en esa novela el mismo síntoma anterior al delirio: inclusión del otro sin exclusión recíproca. Más adelante, en -i9S7, en La uie ;,;:;;,teiieÜ~, Du·:ras se explieará así: «En el momento del baile de S. Tahla, Lol V. Stein está tan atrapada en el espectáculo de su prometido y esa desconocida vestida de negro que se olvida de sufrir. No sufre por ser olvidada, traicionada. E AA8upresión del dolor la volverá loca. Podría decirse de otra manera: decir que compren-de qué s u comprometido vaya hacia otra mujer, que adhiere por completo a esa elección hecha contra sí misma y que debido a ello pierde la razón».8 A los dieciocho años, Lol, comprometida con Michael, asiste a un baile en T. Beach, durante el cual su novio la traiciona. Se produce la intrusión de otra mujer, Anne-Marie Stretter , c on quien Michael va a bailar y alejfil§.!L.pª :r:.a_ siempre ante la mirada de Lol. ---i:orha p erdido su ropa, su imagen, su yo. El genio de Duras radica en señalar que la joven no puede decir su do7 Publicado en los Cahiers Renaud-Barrault nº 52. Reeditado en Omicar?, nº 34, otoño de 1985, Navarin. [«Homenaje hecho a Marguerite Duras» , Conjetural, nº 3, abril de 1984.] 8 M. Duras, La vie materielle, París: POL, 1987, pág. 32. [La vida material, Barcelona: Plaza y Janés, 1988].
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nera que le convenía, sin haber pasado por el salvajismo de una elección». 13 Vivirá así durante diez aü.os, como mujer adaptada a la situación, «dormida de pie» en el orden y la p~ntualidad. No reemplaza a ·MiChael por otro hombre. No, no lo traiciona: permanece en el abandono ejemplar en el que él la dejó una noche, durante el baile de T. Beach. ¿Saldrá algún día de esos estados límites al encontrar a Jacques Hold y Tatiana? Ese es el enigma que nos plantea Duras con esta obra maestra.
lor. No hay afecto, celos, lucha para conservar su lugar de novia. Así, Lacan puede escribir con respecto a ella:
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«No supo encontrar la palabra, esa palabra que, al cerrar las puertas sobre ellos tres, la hubiese casado al momento c~v-. en que su amante despojara de su vestido negro a la mujer \ \[ 1~ para develar su desnudez. ¿La cosa va más lejos? Sí, a lo in. ,. ' L \; ,<- decible de esa desnudez que se insinúa para reemplazar su ' D'' propio cuerpo. Allí, todo se detiene».9
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«Creo que Lol no piensa jamás en lo que pasó entre ellos, luego del baile y sin su presencia. Que pensara que, luego de su separación, él se había marchado para siempre, a pesar de ella, sería una buena señal en su favor».10
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James Joyce (1976)
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~ro Lol está arrebatada, des-vestida.'7Ahora bien, esta {~, , ...:··' ausenªa_ d~_,t::;¡;clu!ión recípro~ en la relaci?n imaginaria . :., pone '3({relieve lo que estaba presente desde siempre. Según · •. r :~. dice Tatiana, su amiga de la infancia, Lol «daba la impre/,~ í, , .) sió~ de soportar en un tedio tranquilo ~ una persona a quien · debia parecerse pero de la que se olvidaba a la menor oca.., sión. Gloria de sosiego pero también de indiferencia, como se descubriría muy pronto; nunca había dado muestras de sufrir o estar apenada, nunca~ ae mu d 1á.Cha, se·re hafoa vis.:t~~a lágrima;, .11 En efecto, «mm parte de sí misma estaba siempre lejos de ti y del instante. ¿Dónde? ¿En el sueño adolescente? No, contesta Tatiana, habríase dicho que en nada aún». 12 Y Lol va a pagar cara esa extraña omisión. Algún tiempo después del baile de T. Beach, en su primera salida a la calle, sigue como una autómata a un hombre con quien tropieza. Y de e~~ modo
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Por último, en la clase del 11 de mayo de 1976 de su seminario Le Sinthome, Lacan presenta el ejemplo típico de Joyc~ Con la decisión de no hablar ni de psicosis ni de per-· versión, muestra por fin de qué se trata: Joyce, sin duda, está «chiflado», pero con una «chifladura» que no es el privilegio de un valedor único y singular, sino que concierne a la 1:el~ción con el cuerpo R_roQ!Q. La causalidad psíquica es el{eidolo11;. ~lajm~~ decía ya Lacan en 1946 en «Acerca de la causalidad psíquica». Y en esa última clase del seminario de 1976 lo reitera exactamente: «La psicología no es otra cosaq~e esto, a saber, la imagen confusa que tenemos de nuestro cuerpo». Lo cua no debe tomarse únicamente eñel sentido -éognl.tivo o intelectual; en efecto, esa imagen es la condición del af_ecto: me siento tocado, interesado, afectado ... ¡narcisistam~ ~ Gracias a la relación imaginaria, «hay algo qu-e sea fecta: que reacciona, que no es separable»; vale decir que mi cuerpo no me es ajeno: lo tengo, lo sostengo, lo siento y... soy l f susceptible a él. Ahora bien, resulta que en Joyce la relación imaginaria se derrumba; no siem¡Jre tiéñe luga-¡:~ Ese es ;1 signo d e particularidad. Pa; a~nostrarlo, LacarÍ señala en el Retrato del artista adolescente un episodio que, según dice el hermano de James, es completamente autobiográfico: la escena de
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Ornicar?, nº 34, pág. 9. Le ravissem.ent de Lol V. Stein, París: Gallimard, 1964, pág. 56. [El arreb,ato-de_f;:_ol V. Stein, Barcelona: 'I\.1squets, 1987.] ''(!!é-robée e n el original: juego de palabras entre dérobée, sustraída, arrancacla, ¡(surpada, y robe, vestido, traje. (N. del T.l 11 M. Duras, Le ravissem.cnt de Lol V. SteúÍ, ojJ.cÚ., pág. 11. I_ 12 lb"d 0' p 10
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la tunda que Heron y sus dos amigos aplican a Stephen. Un poco más adelante, al recordar el furioso ataque del que fue víctima, Stephen «Se preguntaba por qué no se sentía mal dispuesto contra quienes lo habían atormentado. No había olvidado un solo detalle de su vil cobardía, pero el recuerdo no despertaba en él ninguna ira. Todas las descripciones de amor y odio feroces que había encontrado en los libros le parecían, debido a ello, desprovistas de realidad. Y aun aquella noche, mientras regresaba vacilante por la Jones Road, había sentido que una fuerza lo despojaba de esa furia súbitamente acumulada, con la misma facilidad con que se quita a un fruto su piel suave y madura». 14 De igual modo, en el capítulo 4, Joyce escribirá lo siguiente con referencia a sus iras: «En todas las ocasiones había tenido la impresión de salir bien parado, como si su mismo cuerpo se hubiese despojado con facilidad de una piel o una corteza superficial». Por lo común, !a imagen que tenemos de nuest_ro proJ?.!:~ cuerpo entraña afectos; pero Stephen tiene un cuerpo que es Coiñü-ün oojeto extraño, como un «mueble;~ dice Lacan.-se" separa ·ae-s~imagen:-como de üñ peÜe}o~>. La relación nJircfsista del cuerpo C'oñ efyo-no eXiste. Hay deficiencia de c~~ nacimiento paranoico. Eso es «lo sospechoso para un analista», concluye Lacan: esa manera de «abandonar» lo que concierne a la imagen del cuerpo propio. Así, de 1932 a 1976, con Aimée, Lol V. Stein y Stephen, Lacan nos transmite su inquietud con respecto a ~q~n.o ~ absoluto la psi¡;_o~;!s con delirio, pero que sin embarg9 la precede, sin que pese a ello baste para causarla. Se plante a eñtonces una cuestión: ¿qué hace falta, en consecuencia, para que algún día se desencadene la psicosis?
3. Psicosis y modernidad
Leer a Lacan sobre el tema de la psicosis es leer cómo evoluciona bifurcándose, cómo se reitera objetándose. ¿Por qué, por ejemplo, llegara a decir que, en definitiva, sólo el péc~t~co de~n~~1P1.~~lisis? 1 ¿No significa eso dáirina" nueva significación a esta denominación? Antes de responder, consideremos la primera contradicción: ¿qué pasó entre 1932 y 1956, para que Lacan llegara a decir este último año exactamente lo contrario de lo que afirmaba en su tesis de 1932?
Comprender al psicótico La originalidad de la tesis de 1932 sobre la psicosis paranoica consistió en situarse en la línea de Dilthey (18331911), que fundó la antropología separándola de cualquier metafísica, así como en la de Jaspers (1883-1969), que opuso las ciencias «puras» que «explican» (erkldren) a las causas y las ciencias humanas que «Comprenden» (verstehen) según el sentido. Lacan define entonces su método de lectura: l. La relación de comprensión concierne a la «personalidad», concebida como la unidad de un desarrollo regular y orientado. Esta relación es posible si se opta por una psicogénesis de los fenómenos manifiestos. 2. El acontecimiento que surge se llama «proceso psíquico», y se opone directamente al desarrollo de la personalidad. Pero este mismo elemento, nuevo y heterogéneo, se in-
14 James Joyce, Le portrait de l'artiste enjeune homme, en Oeuvres, t. 1, arís: Gallimard, pág. 611. [Retrato del artista adolescente, Madrid: Aliana, 1997.]
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1
El 9 de enero de 1978, en Lettres de l'Ecole Freudienne, nº 23, pág. 181.
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troduce en la personalidad, que efectúa entonces una nueva síntesis según relaciones de comprensión.2 3. Si el proceso psíquico, al contrario, se mantiene en su oposición, el desequilibrio se agrava, razón por la cual se entiende que algún día se produzca un pasaje a la psicosis. Pero, ¿por qué? :t:{o a causa de trastornq_s _orgánicoso aé'ontecimientos de la historia; estos «IW nos .~:!1Uestrall1?LáS. gue el desencadenamiento del proceso mórbido». El verdadero origen es el de una «anomalía ps!_qyi_ca anterior», que debe aefinirsec omo «un tr~~torno psicogénico» de l_a
[email protected] Todo debe comprenderse de acuerdo con la potencialidad de un dinamismo interior e inmanente. Así en el caso de Ai;;;ée, ese trastorno anterior es(uñ conflicto~n su h er1~~i,j)roc_ecj.ent,e de una fijació_E. antigua en_eJ c9mJ2!.ajj)
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Ahora bien, en su seminario de 1955-1956 sobre las psicosis, Lacan dirá precisamente todo lo contrario: nada de psicogénesis de la psicosis ni de relaciones de comprensión; el proceso psíquico es «una concepción falaz». 4 Del mismo modo, «el verstehen es la ªE.er.!u!~~ toª as l~~ confl!_~~s» . 5 Jaspers se aleja y Freud se acerca, con la noción de inconsciente como puro efecto de lenguaje, sin presuponer un dinamismo o un proceso:
gica colectiva según la cual «si bien en esta carrera a la verdad uno está solo, si bien uno no es todos al tocar lo verdadero, nadie lo toca, sin embargo, como no sea por los otros». 7 ¿Cómo por los otros? El silogismo final de la prisa por concl~ir se enuncia así: «Afirmo para mí mismo que soy un hombre, por temor a que loshombres--1n e coi~venzan-de que no lo soy». Pánico y pr otesfU: ¡per ocfar o que sí, soyüñ h ombre! S( pero ¿de acuerdo con qué rasgo se asimila el sujeto a la esencia de hombre, si no es por lo que se toma, se proclama, se exige en el campo social y cultural? En 1946, en «Acerca de la causalidad psíquica», Lacan muestra que la locura es un problema de idel!_tjfic~sió11 y que esta sólo se realiza partir de ese afuera social que es la imagen del otro. En 1947, por último, al hablar de su experiencia inglesa de los grupos con Bion y Rickmann, protestará vigorosamente contra su antigua posición:
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«¿Es lícito porfiar aún en la psicogénesis de los trastornos mentales, cuando la estadística ha mostrado una vez más el sorprendente fenómeno de la reducción, durante la guerra, de los casos de enfermedades mentales, tanto entre los civiles como en el ejército?». 8 ¡Lugar al acontecimiento!
«La naturaleza del erkliiren es el retorno al significante com~ único.fundameñto d e todaestr~ct~ración científica con. . - -. cebible».6 Este cambio radical con respecto a la locura se produce dos aüos antes con el Discurso de Roma (1953). Veremos que se efectúa a través de la consideración de la historia colectiva y por lo tanto del contexto social y cultural del sujeto. Pero se ha preparado lentamente a lo largo de la década de 1940. En 1945, al final de la guerra y cuando regresan alb'1mos deportados sobrevivientes de los campos alemanes, Lacan escribe «El tiempo lógico». Un sofisma ilustra una ló-
Una nueva nosografía Esos años no hacen más que preparar el momento decisivo de 1953, que va a inaugurar un nuevo esquema: el Discurso de Roma. En tres páginas y media, 9 Lacan presenta una nueva nosografía que va a determinar la orientación de su investigación por el lado de[ o si~~ en el momento en que acaba de distinguirlo con claridad de lo imaginario y lo real.
2
De la psyclwse paranofoque . .. , op. cit., pág. 142. lb id., pág. 254. 4 Ecrits, op. cit., pág. 536. 5 Le Séminaim, Livre III, Les psychoses, op. cit., pág. 216. 6 !bid. :l
Ecrits, op. cit., pág. 212. «La psychiatrie anglaise et la guerre», L'Evolution Psychiatrique, fascículo I, 1947, pág. 308. 9 Ecrits, op. cit., págs. 273-83.
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En efecto, el deseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del otro, porque «Su primer objeto es ser reconocido por el otro». 1 Ese es sin duda el destino del ser humano. Lacan lo aprendió de Hegel por intermedio de Kojeve, quien lo comenta así:
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referido a ~tr? deseo; es decir, a fin de cuentas, de un deseo de reconocimiento». 11
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Y he aquí que Lacan lo retoma ahora exactamente en el Discurso de Roma: «Para ser satisfecho en el hombre, ese deseo mismo exige ser reconocido, por el acuerdo de la palabra o la lucha de prestigio, en el símbolo o en lo imaginario». Y esa es la apuesta misma del psicoanálisis: «Nuestro camino es la r._:. ex¡>eriencia intersubjetiva en la cual ese deseo ...... .,,. ·'."\:_ -.... ...... "- '"' - ..se hace reconocer» .12 Y Lacan concluye: «Se advierte por ello que el problema es el de las relaciones de la palabra y el lenguaje en el sujeto».13 Allí está el problema, porque la relación entre palabra y lenguaje difiere según los casos, en lo concerniente a la realización de un reconocimiento intersubjetivo. Y a partir de esa diferencia se engendra una nueva nosografia. Si el lenguaje es el enunciado colectivo en una sociedad y la palabra es la enunciación de un sujeto, encontramos estas tres posibilidades:
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Estructura
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La primera es la que llamamos 1ocum):lesde siempre: el está en el lenguaje pero no haofi( si se entiende por sujeto '---!bid.' pág. 268. Introduction a la lecture de Hegel, París: Gallimard, 1947, pág. 14. [La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, Buenos Aires: La Pléyade, 1971.) 12 Ecrits, op. cit., pág. 276. 13 !bid. lO 11
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Un lenguaje sin sujeto En el siglo XVII nació un nuevo discurso, el de la ciencia, que se desarrolló lentamente y determinó la llamada civilización científica. La objetivación en ese discurso es la alienación más profunda del sujeto de nuestros días, en principio en Occidente y luego, y poco a poco, en todo el planeta, cubierto por la ciencia y la tecnología. De ello se deduce una obra común en la que circula una enorme objetivación según esta triple comunicación sin fronteras: el mercado de bienes, la migración de las familias, la información mediática. Ahora bien, Lacan retorna a Heidegger para hacer un diagnóstico: esa obra que invade trabajo y ocio tiene una función de ocultación del sentido específico de la existencia. En ella, el hombre se olvida en la forclusión (¡corresponde decirlo!) de la interrogación sobre su ser: ¿qué soy, entonces, en todo esto? La pregunta ni siquiera se plantea. Nacimiento y muerte se desubjetivan. El enigma del deseo del Otro: che vuoi?, queda triturado por inquietudes técnicas de autoconservación, promoción burocrática y rendimientos numéricos.
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Ese universal que es el discurso de la ciencia subvierte a la vez nuestra lengua y nuestras relaciones sociales. Del hecho de que sólo hay ciencia de un saber que se comunica sin límites puramente internos nace un universal. El poder poético y particular de la lengua se borra en beneficio de un poder instrumental y universal de pura transmisión de informaciones. Así, el conflicto entre grupos o individuos se explicará hoy de buen grado por una comunicación insuficiente de saberes: ¡hablemos más clara y extensamente, y el malentendido se disipará! Como lo universal del lenguaje es una pared contra la palabra del sujeto, esta debe borrarse para que la pared caiga y, de ese modo, triunfe lo universal. En ese conflicto, la palabra es el lugar de la verdad del sujeto, en cuanto se manifiesta en la historicidad de una memoria (de acuerdo con tal o cual pasado) y el saber de la finitud de su propio ser mortal. El lenguaje, por el contrario, es el lugar de un saber sin sujeto, porque carece de pasado y tiene un futuro ilimitado. Así, Heidegger, al hablar del hombre moderno, decía: «aunque sea lícito preguntarse, acerca del hombre de hoy en día, cuya "cultura", con frecuencia, sólo es producto de "compendios" y "revistas ilustradas'', de "reportajes radiofónicos" y "salas de espectáculos", si aún sabe, este hombre puramente norteamericano zarandeado en un torbellino semejante, y si aún puede saber, lisa y llanamente, qué quiere decir "leer"». 14 Palabras publicadas en 1941, a las que Lacan hace eco en 1953 al hablar de ese hombre: «En su trabajo cotidiano, colaborará eficazmente en la obra común, y llenará sus ocios con todos los esparcimientos de una cultura profusa que, de la novela policial a las memorias históricas, de las conferencias educativas a la ortopedia de las relaciones grupales, le dará motivos para olvidar su existencia y su muerte, al mismo tiempo que para desconocer en una falsa comunicación el sentido particular de su vida».15
Con mayor razón desde 1953: la comunicación generalizada mediante la computadora, y luego por Internet. En síntesis, anonimato del horno technicus que se olvida al erigirse en el instrumento que debe responder al fracaso técnico del «¿cómo hacer?» mediante una solución puramente técnica, para no tener que pensar en el «¿por qué hacer esto?». Se suman a ello la globalización de los mercados, la uniformación de los usos (lo que suele llamarse «macdonalización» ), un cuerpo de funcionarios de mera aplicación gestionaría de reglamentos. A escala planetaria, el espacio debe dominarse y neutralizarse quitándole poesía, recuerdo, éxtasis, en pro del triunfo de una emigración general y permanente.
Una palabra delyo
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Ahora bien, ese lenguaje universalizante no deja de tener efectos sociales exactamente contrarios: una segregación, es decir, la exclusión de tal o cual otro, se pone en el fundamento de una fraternidad. El reconocimiento mutuo entre sujetos es sustituido por la reivindicación del yo de cada uno de ellos, en favor de una fraternidad grupal de repliegue identitario; el llamado a los líderes (Führers) designa en alta voz una frontera inmutable entre amigos y enemigos del grupo, como salvaguardia de una pureza étnica. Lo mismo ocurre con la exaltación de las raíces y tradiciones locales, la visibilidad de los signos distintivos (dialecto, vestimenta, alimentos, vivienda) y la salvaguardia del secreto contra la transparencia mediática y la mirada médica, educativa o jurídica. Así, hay complicidad entre dos opuestos: la exigencia de información sin censura que nos deja sin pensamiento y la propaganda que nos impone tal o cual respuesta urgente a las cuestiones planteadas por la información.
El caso Eichmann
14
Conccpts fondamentaux, París: Gallimard, 1985, págs. 27-8. [Conceptos fundamentales, Madrid: Alianza, 1994.] 15 Ecrits, op. cit., pág. 162.
30
Heidegger decía: «La ausencia de pensamiento (Gedankenlosigkeit) es un huésped inquietante que se insinúa por
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es el testimonio dado por Hannah Arendt en su libro Eich- · mann a Jérusalem. Rapport sur la banalité du mal. 17 ( ,. Ese texto no siempre fue bien comprendido. Se vio en él ' ,e·· una tendencia a «minimizar» ese mal que es la Shoah. Si se 1.fa/,r, (}, lo lee bien, es lo inverso, como nos lo señaló Myriam Revault ~;7., e. d'Allones en Ce que l'homme fait a l'homme. 18 AdolfEich- l,,¡_,1 mann es el ejemplo típico del burócrata afanoso, atrapado c,r·; '•. ° en un sistema. «Recordaba perfectamente -escribe H. r '''." Arendt- que sólo habría tenido mala conciencia si no lmbiese ejecutado las órdenes», 19 las de llevar a la muerte a millares de inocentes. El «sólo... si ... » es decisivo. Así, los psiquiatras consultados atestiguaron que Eichmann era «normal»: vida familiar respetable, conformidad social, normalidad psicológica. Y él mismo decía que «personalmente (. .. ) nunca había tenido nada contra los judíos». 20 En efecto, Eichmann es el hombre «normal» en tanto «no era una excepción» 21 en el contexto social y político del nazismo. Era el hombre de la calle, bien adaptado y buen ejecutante, sin demasiados afectos ni emociones. Entonces, ¿por qué entrar al partido y las SS? Porque, escribe H. Arendt, «en su vida monótona, vacía de sentido, desprovista de impOrta;cia~ ¡;_·abía s~plado eCviento de la Historla;,, 2Z-coñ toda naturalidad. ¿Ser SS no es un medio --- --como cualquier otro de hacer carrera? Y en este caso lo que cuenta son los actos y no los sentimientos subjetivos. Así, en el proceso, Eichmann repetía los mismos clisés «entusiastas», las mismas «banalidades» acerca de un acontecimiento capital como la muerte de otro o la suya propia en la horca. De allí la contradicción «entre el indecible horror de los actos y la indiscutible ridiculez del 1
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hombre que los había cometido». 23 En efecto, para él sólo importaba lo que estaba ligado «técnica y burocráticamente» a su trabajo; 24 así, lo que <
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«L'expérience de la pensée», en Questions III, París: Gallimard, 1966, 133. [Desde la experiencia del pensamiento, Barcelona: Península,
1986.] 17 París: Gallimard, 1996, «Folio/Histoire», nueva traducción. [Eich· mann en Jerusalén, Barcelona: Lumen, 1967.] l8 París: Seuil, 1997, págs. 21-41. l9 Eichmann ii. Jérusalem, op. cit., pág. 48. 20 !bid., pág. 49. 21 !bid., pág. 50. 22 !bid., pág. 61.
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251. 399. 444. 460.
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El psicoanálisis interrogado Esa borradura está en el origen de la nueva nosografía mediante la cual Lacan da lugar al conocimiento paranoico del yo del hombre moderno como función reactiva contra el universal abstracto del lenguaje tecnocientífico. De allí la siguiente antinomia: o bien el discurso científico, o bien una palabra del yo, pero de tal modo que la segunda alternativa venga a dar una respuesta compensatoria a la primera. Pudimos llegar a creer que el universalismo de la comunicación de nuestra civilización homogeneizaría las relaciones entre los hombres en su demanda de reconocimiento mutuo. Ahora bien, no hay nada de eso. El siglo XX se caracteriza por una segregación más fuerte que nunca, de tal modo que el nazismo aparece hoy en el papel de precursor. Lacan expresó esta inquietud al término de las Jornadas de Estudio sobre la Psicosis Infantil, el 22 de octubre de 1967. En efecto, se trata, dice, del «problema más candente de nuestra época, en cuanto esta es la primera en experimentar el cuestionamiento de todas las estructuras sociales por el progreso de la ciencia. Aquello con lo cual (. .. ) vamos a tener que vérnoslas, y cada vez de manera más apremiante: la segregación. Los hombres se internan en un tiempo al que se califica de planetario, en el que se informarán de lo que surge de la destrucción de un antiguo orden social». Ahora bien, lo que surge es esta nueva cuestión, que Lacan enuncia del siguiente modo:
partir de esta nueva nosografía de Lacan; pues ella abre en 1953 un sendero que va a subvertir la denominación de psicosis. En efecto, dos años después, en su seminario Las psicosis, Lacan introduce una analogía entre estado prepsicótico y situación del hombre moderno. 30 Y así resulta claro que elñacim ient o def ¡:}Sic oanálisis er{ tal o cual cultura sólo es posible en la modernidad; aquel «es intrínsecamente sinrónico de la ciencia moderna». 31 Por ello, podemos decir ue sólo el pasaje del hombre moderno a la «psicosis» da orien a una demanda de análisis.
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«¿Cómo hacer para que las masas humanas, condenadas al
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Esa es la verdadera cuestión: ~qué separación es_t~ juego en el psicoanálisis? ¿Es este cómplice de una separación segregatiüa7 fa que el conocimiento paranoico del yo instaura contra la ciencia? ¿Una separación en beneficio de un yo fuerte? Este interrogante es ineludible para los psicoanalistas; coincide con el que planteamos en el capítulo anterior acerca de la exclusión recíproca. Para responderlo, es preciso 29
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Recherches, «Enfance aliénée>>,
2 diciembre de 1968, págs. 144-5.
30 Por ejemplo, con referencia al «conformismo» de uno y otro: Le Séminaire, Livre 111, op. cit. , págs. 226 y 231. 31 Jean-Claude Milner, L' amure claire, París: Seuil, 1995, pág. 149. [La obra clara, Buenos Aires: Manantial, 1997.]
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4. La vía freudiana
La respuesta del psicoanalista a la cuestión que plantea la antinomia entre lenguaje y palabra en el hombre moderno, nacido de la civilización científica, dependerá ante todo de la manera como conciba el inconsciente freudiano. Este debate esencial comenzó entre Freud y Jung. Pero sigue siendo actual. La aparición reciente de la nueva traducción francesa del libro de H . Ellenberger, Histoire de la découverte de l'inconscient, 1 nos brinda la oportunidad de precisar cuál es la- apuesta de ese debate, de acuerdo con los cuatro postulados siguientes: l. La noción de inconsciente tendría por origen la psiquiatría dinámica, de la que el psicoanálisis sería el~ redero. En oposición a una Esiguiatría científica, organicista y mecanicista, a partir de fin.el y Esquirol se afirmó una psiquiatría que supo recoger de la sabiauría grecolatina, a j , ia vez médica filosóficj ,l a_noción_de stvnaaiiis o impetus .- ::v /t:r~ ~ En nuestra naturaleza está inscripto un poder, una fuerza, . . .; una potencialidad que se halla en el origen de todos los ac- ·. ·' '''(: _":~.) (· •.. J tos, para orientarlos y darles una finalidad. Hablar de ina -' 4t r :.~ consciente es calificar el lugar de ese proceso inmanente (" t '"' 1 " • que, en el apreS-COUIJ., permite decir que tal síntoma es el f signo del desarrollo negativo o positivo de una tendencia suJ)",. .,,, puestamente presente. ' v--.l "~ Contra los pavorosos racionalistas modernos que sólo admiten lo demostrable a la vez experimental y estadístico r/r y niegan cualquier finalidad natural o religiosa, médicos y filósofos románticos coinciden en afirmar un inconsciente que colma felizmente las fallas de lo consciente. Así, Von Hartmann, Schopenhauer, Nietzsche, Fechner, H. Jackson,
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1
P arís: Fayard, 1994. [Historia del descubrimiento del inconsciente , Madrid : Gredos, 1976.]
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E. Bleuler y H. Ey se unirían a Freud, Adler y Jung, sus herederos. Por ejemplo, con su principio de placer-displacer, Freud no hace más que retomar la tesis de Schopenhauer: un acto no deriva de la calidad de las representaciones conscientes, sino de un impetus, una voluntad inconsciente qm~. admite o reprime tal_? cual repr~_gtación según el placer o el displacer q!:!~xperimenta con ella. Así,__!lp exceso de represión en el hombre moderno lo convierte en impotente y · enfermo. 2 Ahora bien, ¿qué nos dice Freud contra esta interpretación? El inconsciente está hecho de huellas mnésicas (Erinnerung;p¡;;;n), d~ in~~riyción {Niedersc_hrift);-«La oposición entre Cs e les no se aplica a la pulsión».3 ~n efecto, la repre.sión es «Un proceso que actúa sobre representaciones (VorsielluYJ:.gen )», 4 con retorno d.§ lo reprimido como Vorstellungrepriisentanz, es decir, representante de la representación. Pero hablar de ese modo no es recurrir a una energética ni al afecto, sino a lo que depende específicamente de la relación de significante con significante, o sea, desde Saussure, del campo de la lingüística. ¡Se terminó la apelación a la dynamis griega, a las divinidides de la noche del romanticismo y de la filosofía de Schopenhauer! Lacan insiste en ello: el lenguaje es la condición del inconsciente (y no a la inversa), y por lo tanto el inconsciente como efecto de lenguaje tiene una estructura de elementos discretos. 2. La segunda apuesta del inconsciente sería, contra la modernidad y su vagabundeo, un retorno por fin posible a nuestras fuentes siempre presentes, aunque reprimidas: lo primitivo, la infancia, lo mítico, lo oculto, lo legendario, lo femenino. Contra el universal abstracto de la razón, el inconsciente sería la presencia de la particularidad de nuestras raíces, nuestra genealogía y nuestra cultura. La locura moderna se origina en la destrucción de esa particularidad. 2 Cf. el artículo de Michel Henry en R. -P. Droit (comp.), Présences de Schopenhauer, París: Grasset, 1989, así como el libro de P. Raikovic, Le sommeil dogmatique de Freud, Le Plessis-Robinson: Les Empecheurs de penser en rond, 1994. 3 S. Freud, Métapsychologie, París: Gallimard, «Folio/Essais», 1968, pág. 81. [Trabajos sobre metapsicología, en Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu editores (en adelante AE), 24 vols., 1978-1985, vol. 14, 1979.] 4 lb id., pág. 86.
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La curación, por lo tanto, es un pasaje a la posmodernidad mediante un retorno a la premodernidad de cada uno, según su propia historia. De allí proviene el éxito de la etnop~l hombre moderno es o bien un migrantedefinerior por el paso de la comunidad rural al monoblock urbano, 5 o bien un migrante llegado del exterior, de un país de cultura tradicional. Algún día, el desarraigo hace un trauma. ¿Cómo superarlo y darle sentido, si no por el retorno al material cultural y religioso del grupo de origen? Curar es curar de la modernidad reconciliando al sujeto con su propio inconsciente como feliz presencia del pasado. Pero el inconsciente freudiano es muy distinto: rompe con el pasado. La función del retorno de lo reprimido no consiste en colmar las lagunas de lo consciente del hombre de la civilización moderna. Muy por el contrario, instaura en él _ una laguna, restaura una pérdida original, una falta pri- ,,.17; mera de objetos colmantes y totalizantes. Provoca el tropie- " 'ª zo del dlscurso social qué pretend-; dará cada verdad su saber. El retorno de lo reprimido es repetición con respecto a un encuentro siempre fallidÜ: Por lo tanto, lejos de darc abida a significaciones del discurso social, el inconsciente introduce el sinsentido y actualiza en el sujeto lo no realizado. @ 3 agujero de des~ Cüñücimierito,-heñdiaura, cojera enfre la causa y el efecto, tropiezo, claudicación, fisura, traspié: en resumen, el inconsciente, de acuerdo con el juego de palabras de Lacan, debe pronunciarse en voz alta en alemán y leer en él lo que deja oír el francés: § 0 évue [~e_quivocaciónJ.) ('/' Vale decir que el inconsciente tiene, topológicamente :r'f' ,, .,. hablando, estructuraaeborlle. Pone oe rélieve la ausencia (' •'() Cn" de un significante que pueda ci'ecir el ser del sujeto,-y marca esa ausencia con un trazo de borde.
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3. De ese punto de disputa se deriva un tercero: ~ habría inconsciente colectivo. Lo cual sería evidente por sí ' mism<\ya que el retorno a 13.s fuentes es la recuperación de la pertenencia y la afiliación al grupo cultural propio. Hay homología entre psiquismo y cultura. La psicosis del hombre moderno es la de un desarraig_ado, Uilvagabundo, por: q.ue es la de u n n
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te. Pero para dejarse embaucar por él de la manera adecuada, sería preciso entonces que el terapeuta no estuviera en la a-topía, en el fuera de lugar de una neutralidad objetivista. En efecto, si rituales y mitos son los verdaderos lugares de la transmisión de los sentidos, ¿cómo recibirlos, si no en la comunidad étnica fundada en un asentimiento común, de acuerdo con una misma dinámica integradora? Pero Freud rompió radicalmente con cualquier inconsciente colectivo. La Massenpsychologie promueve la identificación del yo seifui los rasgos del ideal del yo. Pero el yo no es el sujeto. Este es eCefecto dé Ürt inconscie~te individual según la estricta singularidad de una historia. Por eso Lacan podrá decir: «No hay enunciado colectivo del sujeto de la enunciación». El genio de Freud-consistió en habersaoiaó es~uchar a ese sujeto de labios de la histérica, que por definición impugna cualquier rasgo común y por lo tanto colectivo que diga el ser femenino o el ser masculino. El discurso del sujeto de la enunciación es el discurso del Otro en la singularidad de tal o cual historia. En ese sentido, el inconsciente está marcado por una alterigi!_d, no obstante lo cuai no es colectivo: -· «En cada cual -¡no se sabe por qué vía!- algo camina desde sus primeras palabras escuchadas, y hace que cada uno tenga su inconsciente». 6
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4. Para terminar, el último punto: por ser grupal, el inconsciente psíquico sería transmitido por el líder de la comunidad cultural o religiosa. Contra la psiquiatría organicista, la psiquiatría dinámica redescubrió la eficacia terapéutica de la palabra del maestro que tiene un poder mágico sobre el psiquismo. La verdad actúa como causa eficiente por medio de la consigna. Así, el psicoanalista ocuparía el lugar del chamán, el sanador, el exorcista, el hipnotizador. La terapéutica sería uña cura psíquica, un tratamiento moral, como diría Pinel, gracias al poder de sugestión del verbo y la mirada, que el paciente reclama. En efecto, el hombre moderno estaría enfermo por carecer de maestro; laico, demanda un clérigo que sepa hablar bien. 6 J. Lacan, «Üuverture de la section clinique» (5 de enero de 1977), Orni· car?, nº 9, pág. 10.
40
Justamente con respecto a este punto Freud dice no. El análisis es laico o no es. Si la transferencia es su cond1Ci~ no es ni su término ni su meta. Y Lacan agrega: «El analista es el desecho del goce», vale deci&_lo ir!_verso del maestro de antaño. Tal es nuestra situación: laica, científica y democrática. Por eso el psicoanálisis freudiano sólo puede practicarse en ciertas circunstancias socioculturales, las que permitieron su nacimiento en Viena con Freud, es decir, con el sujeto nacido de la civilización científica. La historia de ese sujeto se puntúa según la lógica de estos tres tiempos:
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en el nacimiento de toda ciencia en el sentido moderno, está la duda con respecto a los saberes constituidos, recibidos por la costumbre y la educación. Es la divisa de las Luces; el estado de minoridad se define .como «la incapacidad de valerse del propio entendimiento sin ser dirigido por otro», según decía Kant, que agregaba: «Ten el valor de valerte de tu propio entendimiento», es decir, de hacer de la duda el apoyo mismo de la certeza. Así, de esa distancia moderna wtre verdad y saber nace sin cesar el sujeto de la ciencia, sujeto dividido entre el significante con el :-'~ < /.... cual ~e ,identifica pero- que él no es, y el sign~ficante. (~e_,/, que dina su ser pero falta; · pero una vez constituida y establecida, la ciencia olvida su nacimiento y reprime al sujeto. Transmite el saber adquirido como verdad y sutura al sujeto. Es la enseñanza escolar; ahora bien, ese sujeto olvidado por la ciencia establecida espera. Ese sujeto, y ningún otro, espera su retorno con Freud y un psicoanalista, con vistas a su certidumbre a partir del apoyo del primer tiempo. Con y por el psicoanálisis, en lo sucesivo está en su propia casa.
Estas cuatro negaciones permiten señalar cuál es la respuesta freudiana al hombre de la modernidad: no perpetuar una nostalgia identitaria sino, al contrario, permitir,-como decía-:Cacan, que nadie más «que el sujeto de la ciencia se. realice de manera satisfactoria». 7 7
Ecrits, op. cit., pág. 862.
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El paso que hay que dar Como el lenguaje es la condición del inconsciente, Lacan, al retomar el inconsciente según Freud, podrá abordar por fin la psicosis gracias a la invención de una triple nominación. Esa es la clave de su seminario sobre las psicosis (1955-1956).
«Todos hemos conocido a esos hijos delincuentes o psicóticos que proliferan a la sombra de una personalidad paterna de carácter excepcional, uno de esos monstruos a los que se llama sagrados(. .. ) SÜpongamos que es ta situación entraña para el sujeto, justamente, la imposibilidad de asumir la realización del significante padre en el nivel simbóliCO. · i Qué le queda? Le queda la imagen á la cual se reduce la función paterna. Es una imagen que no se inscribe en ninguna dialéctica triangular, pero cuya función de modelo, de alienación especular, da al sujeto, de todos modos, un punto de enganche, y le permite aprehenderse en el plano imaginario». 9
«Dentro del fenómeno mismo de la palabra, podemos integrar los tres planos: - de lo simbólico, representado por el significante; - de lo imaginario;'"representado por la significación; - y de lo real, que es el d[sclirso efectiva y realmente pronunciado en la dimensión diacrónica».s Esta triple afirmación es determinante para la interpretación de la psicosis, y permite distinguir significante y significación. Durante casi veinte años, desde 1932, Lacan quiso «comprender» la psicosis, es decir, captar sus significaciones. Desde 1953, la actitud es la inversa: ya no comprender, sino explicar.
Pero si permanece en ese plano, la relación, en consecuencia, «no tiene la significación de exclusión recíproca que implica el enfrentamiento especular, sino la otra función, que es la de la captura imaginaria». Así, «será preciso que el sujeto haga suyo el peso de esta verdadera desposesión primitiva del significante y asuma largamente su compensación, en la vida, mediante una serie de identificaciones puramente conformistas con personajes que le darán la idea de lo que hay que hacer para ser un hombre». 1
Primera ley: en cuanto de las el _ 1) si~nificant~xe_l§yorffi!§ JC> simp_ólico determina lo ima~aQsa
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ginario y no al revés. No hay imaginario puro, como Lacan pudo hacerlo cree"; i!~~l estadio del espejo. El significante procedente del Otr~al o cual significación a una imagen del cuerpo. El ejemplo más sorprendente es el del conocimiento paranoico. En el capítulo 1 vimos que su rasgo específico es la bipolaridad inclusión-exclusión. Ahora bien, la exclusión 1 b!' ~ÍP!¡;ca no es purament; imaginaria como Lo ~s la inclu-~i@ de lo semejante. Aquella es el efecto, en la relación imaginaria, de un significante primordial, sin el cual sólo la inclusión existe, cautiva, subyuga, fascina. El paradigma de esta ley de la primacía de lo simbólico sobre lo imaginario es el del significante fundamental que es el Nombre-del-Padre. En efecto, sólo este introduce la ex-
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«Así, la situación puede sostenerse mucho tiempo, los psicóticos viven compensados, tienen en apariencia los compor9 lb id.,
Le Séminaire, Liure III, op. cit., págs. 75-6.
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Segunda ley: si el significante falta, hay a cambio proliferación de significacíO~esqu_e suplen esa fa lta: El Nom~e: u . 11 del-Padre es u_!.1 puro siggificante. Si falta, se darán signifi- ·X, caciones que respo!ld~njl la pre~ta: ¿qué es ser padre? y aquí lac osa fluye, se desenhebra sincesar: ¡es el genitor! ¡No, es el sostén que asegura la subsistencia! ¡No, es el educador que sirve de modelo! ¡No, es el padre legal inscripto en el discurso jurídico sobre el matrimonio o la cohabitación prolongada! Etcétera. La cosa puede sostener durante un tiempo, pero ¿reemplaza realmente el significante faltante? Es cierto, Lacan constata esta suplencia:
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tamientos ordinarios considerados como normalmente viriles, y de repente, de manera misteriosa, Dios sabe por qué, se descompensan». 11
5. La psicosis, una respuesta al acontecimiento
Es preciso, por lo tanto, abordar por fin la cuestión fundamental: «¿Qué convierte en súbitamente insuficientes las muletas imaginarias que permitían al sujeto compensar la ausencia del significante? ¿Cómo vuelve el significante a formular sus exigencias en cuanto tales? ¿Cómo interviene e interroga lo que faltó?».12
Como todo el mundo
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No hay psicogénesis de la psicosis, si se entiende por génesis un movimiento inmanente que conduce necesariamente a tal o cual término. Eso significaría atribuirlo todo al psiquismo. < Así, Lacan preguntaba: «¿Tiene una psicosis, como una <-l neuros!§.,,_1m_a_nreh~?». Y contestaba: «Todo hace-peñ':~ sarque la psicosis no tiene prehistoria». 1 Aparentemente, i.;.- ;;fiada sé parece tanto a una sintomatología neurótica como -~; 1 una sintomatología prepsicótica». 2 Desde luego, a poste,~·· riori, al querer como buen discípulo de Jaspers «comprender» al delirante, se atribuirá significación a tal o cual antecedente, calificado entonces de síntoma específico. Pero no se trata sino de una reconstrucción en el apres coup. /' 1 ( •,.·~ Reconozcamos este hecho: aquel a guien se llama~ f f ~ )'-,~·> 'c~ no es reconocibl~ como tal. Al parecer, se compo~ta~ 1: / mo toaüel munao; social:rlleñtelíablando, se las arregla oas·-.. ~ "tante bien para a6rirse camino. ¿De qué manera? «Median"J . ---te una serie de identificaciones puramente conformistas con personajes que le darán la idea de lo que es preciso hacer para ser un hombre», 3 o lo que es preciso hacer para ser una mujer. Así, «por intermedio de una imitación, un enganche»4 a la imagen del semejante, del par, que le sirve de muleta, el:Qrepsicótico puede vivir sin que se declare_una psicosis. Vive «en su capullo, como una polilla». 5 - -¿Hasta su muérte?7,POrqúé no, en efecto? ¿No es la situación de todo el mundo, por lo menos la del hombre mo1
J . Lacan, Le Séminaire, Livre III, op. cit., pág. 100. Ibid., pág. 216. 3 !bid., pág. 231. 4 Ibid., pág. 217. 5 !bid., pág. 285. 2
11 !bid. 12 !bid.
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45
derno reducido «a permanecer muy perezosamente en el conformismo», 6 según moldes exteriores y estereotipos de comportamientos?7 La cosa se repit~ en el Rªr hast~ el día en_que aparece el impar: puede_§ei:,: que~l acontecimient~Emo encuenJ;raso!!:. o real, trastorne ese e_guilibri~. ¡Contingencia del acontecimiento! No es previsible en virtud de un movimiento puramente inmanente y de una prehistoria determinante. Pero puede ocurrir... ¡a algunos!
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_ En cada ocasión, con una nueva verdad, el saber falta y la interrogación queda suspendida.
verdad saber
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¿Cuál va a ser la respuesta psicótica a esta interrogación? Para que una psicosis llegue a dar respuesta, se requiere ante todo la ca-incidencia (en griego sín-toma) de ~ os <~ídas;>, ~~n~o fortu~, uñ aeñ10 imaginario, la otra en IOSímbólico: yuxtaposición de dos . agujeros.
Un nuevo reparto de cartas Puede suceder fortuitamente que un acontecimiento, como encuentro con lo real, rompa con las significaciones adquiridas; se les escapa. La verdad singular sobrepasa el saber que respondía hasta ese momento. Había coincidencia entre saber y verdad, y resulta que, de improviso, el acontecimiento__se erige ep. supJemell!Q,_§egúnJ a expr~ajQn de A. Badjoµ .8 En efecto, es transgresión de las reglas admit idas y de las garantías reconocidas de acuerdo con lo que ordena la ley de los intercambios. Bueno o malo, el acontecimiento es uno de más, que hace impar: por un lado, un encuentro amoroso, una.próxima paternidad, un descubrimiento científico o artístico, una causa política o militar, 9 una revelación religiosa; por el otro, una traición conyugal, un fallecimiento inesperado, un fracaso profesional, una derrota política o militar, 10 una desconsoladora noche mística.
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La elisión en lo imaginario
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Para posibilitar la comprensión de la primera elisión, Lacan retoma su esquema L, que articula dos diagonales: la de la relación en lo simbólico (A~ S) y la de la relación en lo imaginario (a' ~ a): Esquema L (Es) S •:········._ ......... ,@otro ·~ ·'lr
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!bid., pág. 226. 7 Es justamente lo que la teoría comportamentalista utiliza como método de curación. 8 L'éthique, París: Hatier, 1993, cap. 4. 9 Cf. ~ asom~p2:!:.lat~ J~ !:.aulhan, Le guerrier appliqu.~, París: Gallimard, «lmaginaire», 1982, con esta presentación del autor: «En Le guerrier appliqué se verá que las trincheras, la muerte de un amigo, un ataque bastante torpe, pueden enseñar a un joven soldado lo que el amor, el matrimonio, el trabajo y las demás distracciones de la vida le hubiesen enseñado de manera más negligente». 10 Lo que el artículo 16 de la Constitución francesa llama «una situación excepcional», por ejemplo la de junio de 1940 en Francia.
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La relación en espejo según la imagen puede sostener una distancia a lo largo de toda una vida, salvo que un día no logre proporcionar la respuesta exigida por la novedad de la aparición de tal o cual acontecimiento. En efecto, para responder a ella, el modelo de las significaciones que dan los
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otros (los otros con minúscula: a' ~ a) ya no basta para echar luz sobre la conducta requerida. Por ejemplo, Daniel Schreber, con su lucidez habitual, hace esta observación respecto ae su designación como presidente de cámara en la corte de apelaciones del Land de Dresde, el 1º de octubre de 1893:
El esquema L y la psicosis Lacan se explayó de distintas maneras sobre la naturaleza de ese pasaje, que la aparición del acontecimiento hace necesario algún día. La apuesta consiste, en todas las oportunidades, en explicitar lo que presentan el esquema L y sus dos diagonales. Una de las fuentes de ese esquema es la lectura que hace Lacan de los estudios de Etienne Gilson sobre la Edad Media. 12 En ellos encuentra la cuestión planteada por la teoría del amor en el medioevo y, más precisamente, por el debate que provocará e( tr~bajo de Pierre Rousselot, Pour l'histoire du probleme de l'amour au M(jjeñ Age. 13 Laca'ii. hablará a menliao de -ello durante el seminario, en particular para hacer comprender qué es la psicosis:
«Esta tarea era tanto más pesada cuanto que los miembros del consejo (compuesto por cinco jueces) cuya presidencia tenía que asumir me superaban en edad, y con mucho (hasta en veinte años)». 11
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Hay inversión de generaciones. En ese caso, ¿cómo asur entonces una función de autoridad paterna de presiden? Sólo es posible hacerlo pasando del ~º~ªl Otro, del apoyo Óe lo eSP.eCul~,r al apoyo ,de la palabra, O bien ae ~i fic;¡ciones establecidas a los significaiites puros como funda··· • dores de nuevas significaéiones. - Si ese pasa]e se ef~túa, el s~jeto puede tomar por sí solo la palabra y hacer frente al acontecimiento. Ahora bien, el asaje requiere que en el Otro, lugar de los siggificantes 1 lllgar que Freudllamá-Unbewuf3te, se inscriban para el sujeto ·tüssignificantes fun71.amenta1es üei.a existencia bumaña, particular el de la paternidad: el Nombre~del-Pádre. Con esta condición, el sujeto que debe cortar amarras c on lo especular puede internarse pese a todo en lo desconocido, con la ley del significante inconsciente como único apoyo.
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"·/ «Tal vez les parezca un curioso y singular rodeo recurrir a 11 una teoría medieval del amor para introducir la cuestión de la psicosis. Sin embargo, de lo contrario es imposible concebir la naturaleza de la locura». 14 En la Edad Media hubo dos teorías sobre la naturaleza del amor. Una, llamad.affisicilJ, se funda, no en lo corporaÍ, ·sino en la Physis, la Naturaleza. Propiciada por santo Tomás, tiene su origen en la ética de Aristóteles y su presen- Í.j . tación de la philia, el amor de amistad. El amor es atracción 'c.;por el bie'Ti; el v-erdadero bien, sin em.b argo, no puede ser· más que mi filen, el g,e mi psique, bien interior_y espiritual. Así, a fin de cuentas, lo que veo en el otro en cuanto amado es mi porvenir anticipádo, mi yo ideal. ¿Cómo no reconocer eñello el-estadio derespejo? La otra teoría, menos lógica pero más lírica y poética, es /e í, la «extática» Presentada por Abelardo, san Bernardo de 0-:1 ticc... laraval y o ros, retoma el neoplatonismo a través de san Agustín. El amor es Eros¡ no tiene nada que hacer con ~ propio bien porque pone «fue ra de sí mismo», nos hace ex-
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12
11
Mémoires d'un névropathe, París: Seuil, 1975, pág. 46, § 37. [Memorias de un enfermo nervioso, Buenos Aires: Perfil, 1999.]
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Es indudable que Lacan conoció a Gilson gracias a J. Baruzi, su profesor de filosofia en el colegio Stanislas. l3 París: Vrin, 1933 y 1981. M.-C. d'Arcy, en La double nature de l'amour, París: Aubier, 194 7, nos dio un panorama general de la historia literaria y teológica de esta dualidad. 14 J. Lacan, Le Séminaire, Livre III, op. cit., pág. 287.
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státicos ., ¿No es la relación A_-7 S en el esquema L? Ahora bien, esa relación es interrumpida y detenida por el muro de la relación imaginaria; debe hacer ese rodeo; ya veremos cóillü. Podemos presentar la oposición entre ambas teorías en el cuadro siguiente:
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No sa ber de mi bien
El amor por el otro es la razón del amor de sí
El amor por el otro carece de razón
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La unicidad del goce del amado y el amante los relaciona ,.,
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Tenemos una huella de esta situación en Schreber. Aun después de su delirio, este mantendrá con su nmjer,por otra 15
50
Jbid.
El amor «extático» se convierte en el amor loco, insoportable, que conduce al suicidio. ¿No decimos acaso que el loco está «fuera de sí», ex-stasiado? En consecuencia, en la psicosis tenemos el amor «físico» bien el amor «extático», pero nunca ambos en su relación de distinción.
Dualidad y desigualdad
«En nuestro pequeño esquema debemos hacer recubrir la relación amorosa con el Otro en cuanto radicalmente Otro, con la situación en espejo, todo lo que es del orden de lo imaginario».15 ,~
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La aRuesta_deLdebate.consiste.en mantener Ja dualidad
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ara el psicótico, es posible una relación amorosa que lo imine como sujeto, en la medida en que ella admite una eterogeneidad radical del Otro. Pero ese amor es también un amor muerto». 17
Amor de deseo
Sa ber de mi bien
Unidad del am ado y el amante por ' ' identificación
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parte, una relación «tan elevada como la de la amistad en el sentido en que Aristóteles hace de ella la esencia del lazo conyugal», 16 de acuerdo con la ética siempre actual del bien y el bienestar. Pero, ¿cómo se produce la eclosión de la psicosis? Esta eclosión se define como el estallido de ese mismo recubrimiento. La relación de amistad en espejo ya no basta y abre un abismo, eí del Otro absoluto.: -
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La elisión en lo simbólico Hemos visto una primera elisión. Un día, lo imaginario que hacía de sostén y referencia en la prepsicosis falla. Así, Ida Macalpine podía señalar en Schreber una incertidumbre acerca de su identidad sexual: ¿qué es ser un hombre, una mujer? 18 Los modelos ya no bastan para responder. 1 . (,~; Hay, se dice, descompensación, descomposición (Verwes¡,.11J -ung.) · Pero una psicosis se desencadena cuando a esa falla se suma, coincide con ella una segunda, debido al encuentro fCon otro acontecimiento: ~l ll~n!_ado a.un-significante deba~ U• se, llamado procedente de una autoridad calificada de paterna y dirigido a l-süjefo_. Porejemplo, en el caso de Schre-
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J. Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 574. Le Séminaire, Livre Ill, op. cit. , pág. 287. l8 Cf. su notable exposición «Discussion sur le cas Schreber» (1955), incluida en Le cas Schreber, París: PUF, 1979, págs. lTl:füL- -l6 17
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ber, en junio de 1893, «un llam ado 7expreso de los ministros»19 en posición de pares reales. Ahora bien, esta invocación situada en el Otro, lugar de los significantes primordiales, no es recibida por el sujeto. Esos significantes son forcluidos, abolidos, sin Bejahung posible. Conminado a concorda r con tal o cual significante fundamental, allí mismo tJ;Uvl~ donde hay elisión de las significaciones en lo imaginario, er Süjeto no pu e' Jol"' ~ i:f cótico. Escoge esta afirmación procedente del lugar del Otro ;t..._ ée y dirigida al sujeto: ~Tú eres quien me seguirás». 20 ¿Cómo c{r.,C ... ? salvará el «tú» la pantalla del «quien » para hacer oír lo que (/...f..t-,.~,, a 111. e sigue? ¿El sujeto recibirá un «me seguirá» o un «me seguirás»? ¿Cuál recibirá con exclusión del otro, pese a su idenb-·· d ad fonemática? El primer caso, el «me seguirá», es el del prepsicótico. Este recibe una constatación en tercera persona: tú eres una persona afanosa, identificada con su tarea, conforme a su papel, buen elemento de un sistema. Y por lo tanto responde: ¡sí, claro, lo soy! Pero he aquí que un día la cosa ya no funciona; la identificación según la imagen deja al sujeto en la incertidumbre yel
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un río (el Sena), es una vía de comunicación a partir de la cual se instalaron ciudades (Mantes, Rouen) en ciertos nudos. Las departamentales, al contrario, abren un camino que va a unir entre sí aldeas que preexistían a él. 21 Así, como la ruta nacional con respecto a las ciudades, eTSigni-" cante es primero_«en tanto polariza,~p.gancna,~grup~a :' en haces de significaciones». 22 Pero si el significante falta, ; ,~': es preciso suplirÍo.-¡zdici;;n~·ndo significaciones, unas tras ,.~_,.,. otras, ~ y con el ri_esgo d~ equivocarse en l~ s~ ·, ~t roa . . . y en la lectura de las senales viales y los carteles md1.Ju A1" cadores. ••'"~ Esta metáfora nos aclara otra, la del significante del t'I ..-· · · . Nombre-del-Padre. En efecto, este significante no es trans' •' • mitido al sujeto ni por un hombre que se declara adre ni ' .·: .- por la sociedad política o religiosa, sino por el.2_es?O del!!. '!Jiaaéf,1 en cuanto mujer. Ella da respuesta a la interrogación del hijo o la hija ante la imagen materna. .1..... ¿~é de~anillla esa imagen tan dominante, qu~-s~~ yuga y fascina la mirada del niño? Viene y se va: ¿cuál es la ~2~ ~a alternancia d~ pres~~~a f._ a~sencia?~r,"fa pricho, arbitrariedad que la madre disipa al responder; y "~ -~ pueae fíacerlo en tañto -no es toda- madre, sinOJp.:Uj§r. ~ll~ ' iñstaura esta metáfora: sustituye el sigJ:!ificante d~u~eseo ' queeseñigmático para el niño or carecer de significació~, '(.~ por otro s1gni cante, el del padre, el significante de la pater- nidad. Y de esa metáfor7i nace una significación: el fal;;,:-; s li decir, lo que falta en la madre y es la razón de s17'feseo de 4,. •J mujer. 3 _ ,. ' 1 Así, a la angustia del sujeto frente al enigma del deseo de la madre (pero, ¿qué quiere ella, entonces?), esta misma responde transmitiendo el significante de su falta. Tal es la condición previa del Edipo freudiano. Lacan no dejará de repetirlo, de manera que más adelante, en 1971, podrá decir: ~
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«Yo podía situar ajusto título el Nombre-del-Padre en cuanto significante, significante capaz de dar sentido al deseo de la madre».23 yv? a.cl.t~ - "-' --i_::;;. yYt..-t.(f~ ( 21 Saint-Martin-la-Ga renne, La Roche-Guyon, Vernon, Les Andelys, Pont-Saint-Pierre. 22 J. Lacan, Le Séminaire, Livre 111, op. cit., pág. 328. 23 Seminario D'un discours qui ne serait pas du semblant, clase inédita del 16 de junio de 1971.
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Entonces, después de esta transmisión primordial, pue- -"JJ;,:;b.-. den resultar para el sujeto dive~ si@ificaciones d~a ~- \ """'-" ternidaJ!. de acuerdo con la singularidad de su historia y su cultura; la desaparición o el cambio de aquellas no es catastrófico. Si, al contrario, el Nombre-del-Padre está forcluido, habrá que adicionar sin cesar significaciones como respuesta al ser padre, con el riesgo de que algún día la adición no baste. Por ejemplo, se definirá al padre como genitor, o quien se ocupa del niño, o quien transmite el patronímico (no hay que confundirlo con el Nombre-del-Padre), o aquel a quien el niño reconoce y adopta como padre, y más ... y más ... : ¡no hay fin! La psicosociología se agota en ello, porque ninguna . significación es decisiva, a menos que el significante del Nombre-del-Padre la enganche, la polarice.
ndiferenciado al principio, el pensamiento se vuelve gradualmente auditivo o verbomotor: verbal, objetivo, indiidualizado y temático».24 .
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Las dos caras de la psicosis de dos a~erQLen ~~: por una parte, l~ elisi§n en lo imaginario a raíz de la novedad de una elección a hacer, y • ~"1.r,,.pOr la otra~iiielisióñen lo simbólico por la ausencia de ape" lación al Nom6re-del-Padre. A partir de ese agujero único no va- a tardar en generar~e un desencadenamiento de la palabra según estos @.o-;tiempos sucesivoSJ el de la pereleji- . dad, el de la convicción. -/ /
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Lo que en el Otro está forcluido de lo simbólico vuelve desde afuera en lo real. Allí donde en el Otro se revela un vacío, surge lo que se denomina fenómenos..ill~m®tales, tan (J.j) f""" bien descriptos por Clérambault con el nombre de automa- ~./-o, f't. tismo mental. Lacaii,'(iüe-en 1928 fue durante un afuin:ter- ,.,.Y" en la Infirmerie Spéciale dirigida por Clérambault, no 1 olvidaría jamás su deuda con él respecto de ese punto. La '11 psicosis se declara así: unas palabras se imponen al suj~to ~º.!!1º s! procedLei:_an del exterior con la forma de voce; , co!:11º eco del pensami~nto, ~nu~ciación de actos a ClJmplir o
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Hay intrusión del significante: la cosa habla sola, automáticamente, según una sonoridaa esRecífica, y suscita en el suJe to fa. impresión de que ió interpela; la cosa habla para él.. Por lo común, decía Lacan, «para el hombr; se trata, justamente, de arreglárselas con esa modulación continua, a fin de que la cosa no lo ocupe demasiado». 25 Pero en este caso es demasiado: el discurso interno no se detiene. Como lo ___ dice muy clarameñ"te Sch-;eber: «Todo eso no me brotó por sí ..,+/ \ sofo eñ cabeza, sino que se entrom~tiÓ en ella, hahló de~ \.) af'uera» .26 allí efinte'"iTogante: ¿qué quiere eso al decirme ··;; eso? ·No 1rny respuesta! Segiín la expresión de Maupassant, ¡/ es el hor a: al margen ors de toda designación de un allí [la] i; ¡mente señalable. Ante el enigma insuperable, . ~<...!• ,.. persiste la perplejidad. ,/:!f'>ccv-> .. Ese «núcleo de las ESicosis -dice Clérambault- es Je,. .. · • ¡,r1 ideáticamente neutro». En efecto, las voces no tienen nada r/7/Á 34 • · de persecutorio; su neutralidad, por lo tanto, no hace más f · ¡ , .... t"> que acentuar la sensación de extrafi.eza causada por el enig- --~ ,. >~) ma de su presencia insistente. ¿Qué hacer, entonces, con esa · ,J.'-'-,'¿ " . imperson.alización? ¿Cómo salir de la perplejid: a?J e~ c .. ·:('·
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,J c.-~,.: Una psicos.is se desencadena a partir de la coincidencia
Perplejidad ( ~ ~
comentari.Q§_§obre ellos. A raíz de un nuevo acontecimiento frente al cual el sujeto no sabe qué hacer, he aquí que apareéen signos pers;nalmente dirigid~: una frase escuchada que se repite a propósito de tal o cual color, tal o cual gesto o un objeto puesto aquí y no allá. Clérambault escribe justamente:
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L¡ ' p-• La función del delirio es dar respuesta al enigma: una «tentativa de curación, una reconstrucción», escribe
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Oeuvres psychiatriques, París: Frénésie, 1987, pág. 485. Le Séminaire, Livre III, op. cit., pág. 128. En alemán: «Sondern von auflen her in denselben hineingesprochen worden sind». D. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., cap. XV, § 203, pág. 170. 25 26
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Freud, 27 lo cual permite al psicótico «reconstruir el univer~ no en la verdad más espléndida, ¡)e;o sí al menos de tal manera que pueda volver a vivir en él. Lo reconstruye por medio de su trabajo delirante». 2-8 Trabajo de convicc1óñ : ·--""Enefdeiiri;,Ia; voces del discurso inte; ior"se atribuyen a tal o cual otro, en lo sucesivo nombrable y denunciablei:ÍY'!) no~orla, s~nó]2anla~Además, .el delirio da siguifi.caciones 'lM'as voces, y los sigm cantes quedan reducidos a la mera función de expresad~ --·As(laconvérsaciói'.i de noviembre de 1893 de Flechsig con Schreber se convierte en el punto de partida de una metáfora delirante. Flechsig «dio muestras», escribe Schreber en sus Memorias, «de una elocuencia muy notable que suscitó en mí una profunda impresión». Le habla de nuevos somníferos, y entonces: «Me da la esperanza de que bajo el efecto de un sueño fecundo(. .. )», ausgiebigen Schlaf 29 El lugar en el que falta la metáfora paterna (metáfora efecti"ia:. da por el signifkante del Nombre-del-Padre) es ocupado por otra metáfora: íaa:e la impregnación, una fecundación fememna con vistas a la procreación..de una nueva humanidad, b'ajo la influenc ia d.e Flechsigy luego-de Dios. "8ci1rcl>er 7.reconstrui,e al ~~,. 3 El padre vuelve en lo re al desde eE!xrnor, en la ti"OOiaa en que, como Nombre, está forcluido desde siempre en el Otro. El otro quiere esas significaciones: siempre es él quien tiene la iniciativa, cualquiera sea la forma del delirio (persecución, erotomanía;·celoS). N o soy yo, es el otro gui eñliízo áe ñííe l centro Cfe sü'Üniv~f?_o~(megalomanía): fenómeno de «Concernimiento». El otro está concernido por mí, y no a la inv ersa. Yo soy su áoble ; ¡y he aquí que nos tute~os unoa otro! - ---· --r.le tal modo, cuando el sujeto no ha podido responder a cierto llamado, el delirio llega a recubrir la relación con el
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27 «Remarques psychanalytiques sur l'autobiographie d'un cas de paranoia: Dementia Paranoides .. . en Cinq psychanalyses , París: PUF, 1985, pág. 315. [«Puntualizacion1 ·,; psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia para noides) descrito autobiográficamente•>, en AE, vol. 12, 1980.) 28 !bid. * Así como horla se compone de hors + za, fuera de allí, danla está formado por dans +za, dentro de allí. (N. del T.) 29 D. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., pág. 48. 30 J. Lacan, Le Séminaire, Livre III, op. cit., pág. 361.
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1 1
Otro mediante «una abundancia imaginaria de modos de ser que son otras tantas relaciones con el pequeño otro». 31 El Otro se afirma vigorosamente, pero en la modalidad de la relación dual, imaginaria, por una proliferación de significaciones. \ --· Así, dice Lacan, «llega a restaurarse la estructura imaginaria».32 Freud pretende que el objeto delirante sea de igual sexo: un hombre para un hombre, una mujer para una mujer. Esta cuestión inquietó mucho a los psicoanalistas posfreudianos. 90~0 ~ie~pr~, Lacan jp.te.µt~ sa~v~~ :ffe~d: lo que este designa al hablar a e homosexualidad, es la relación con el semejante como imagen, aquel a quien creemos comprender, a quien hemos examinado, cuyas intenciones con respecto a nosotros conocemos. No es el heteras del Otro sexo, con O mayúscula; se nos escapa por definición. - - ~ d c;:,t.,1-~--rCfr!CJ ,- ,., l!f a(ú.._p \ { dJ.,,::J ,?(, /'•">)
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Elisión
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l. De lo imaginario 2. De lo simbólico
3. En lo real: perplejidad 4. En lo imaginario: delirio
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P ara terminar, la apuesta del delirio no es un asunto privado. Consiste en dar testimonio de un mensaje recibido y hacerlo saber públicamente: ¡que todos sepan que la injusticia reina y que la ley debe actuar sin demora! :Qg lo contra1\ rio, el sujeto se verá en la obligación de hacer justicia por sí mismo, mediante un pasaje al acto. Veremos cómo, a partir de-dos ejemplos. - -- -
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¿Qué inconsciente? Como los desencadena una forclusión, estos dos tiempos de la psicosis -perplejidad, convicción delirante- nos muestran en definitiva que psicosis y neurosis tienen una estructura completamente diferente, aunque pueda suceder que el prepsicótico y el neurótico tengan una sintomatología parecida. pág. 289. Ecrits , op. cit., pág. 568.
31 !bid., 32
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Freud se dio cuenta de ello y Lacan retomó a Freud desarrollándolo por extenso. La psicosis no compete al inconsciente como lugar de lo reprimido y de su retorno en la neurosis. Ya en 1911, justamente con referencia a Schreber, Freud reconoce otro mecanismo: «No era exacto decir que el sentimiento interiormente reprimido se proyectó hacia áfue"ra (die innerlich untera rückte Empfindungw irdnachdujJen projiwiert); vem~, iñ.~, ~ que lo abolido en e! interior vu_elvej.esde el ~ter~or (da~ innerlich Aufgehobene uon g,ufJen._ wiederkehrt)». 33
6. Un retorno al tope freudiano
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No es tendencioso ni exagerado decir que la enseñanza de Lacan habrá sido un diálogo constante con Freud respecto del complejo de Edipo. ¿No fue este, en efecto, lo esencial del descubrimiento de Freud? En una nota de 1920 agregada a la cuarta edición de los Tres ensayos de teoría sexual, Freud escribía:
-
~·· r !ieinung. Esa ausencia abre una perspectiva muy distinta,
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que nos' lleva a una nueva definición del inconsciente, a «una función del inconsciente distinta de lo reprimido»; 34 el inconsciente como transmisión de una no-transmisión. Lacan lo llamará más adelante una ausencia de nudos, un desanudamiento, una des-ligazón. --Pero hablar de nudos, ·¿no es recurrir a otro camino, no de palabra, sino de mostración?
«A todo ser humano que nace se le plantea la tarea de dominar el complejo de Edipo (... ) su reconocimiento ha pasado a ser el shibbólet que separa a los partidarios del análisis de sus opo"ñeñte;,}: Esa es la piedra angular del psicoanálisis, la que sostiene todo y sin la cual este no puede sino convertirse en un delirio de a dos. Pero el complejo de Edipo recibe ese nombre por estar en correlación con el complejo de castración. Y aquí comienzan las dificultades: ¿áe qué relación se trata? Pregunta que sólo puede encontrar su respuesta si se la sustituye por otra: ¿qué es, entonces, la función paterna? Así, Lacan podía decir durante su seminario, el 6 de marzo de 1957: 1
33 «Remarques psychanalytiques .. .>>, en Cinq psychanalyses, op. cit., págs. 314-5. 34 J. Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 558.
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«Toda la interrogación freudiana se resume en esto: ¿qué es ser un padre? Ese fue para Freud el problema central, el punto fecundo a partir del cual se orientó, verdaderamente, toda su investigación».2
1 Trois essais sur la théorie sexuelle, París: Gallimard, «Folio/Essais», 1987, pág. 170. [Tres ensayos de teoría sexual, en AE, vol. 7, 1978.] 2 Le Séminaire, Livre IV, La relation d 'objet, París: Seuil, 1994, págs. 204-5. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 4, La relación de objeto, 1956-1957, Buenos Aires: Paidós, 1998.]
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Del mismo modo, hoy podemos decir, a posteriori, que la investigación de Lacan consistió en retomar con Freud esa orientación. Y más aún, si inventó la distinción de lo simbólico, lo imaginario y lo real, fue ante todo para poder leer lo que mantiene o no su vigencia en el descubrimiento freudiano sobre el padre en el complejo de Edipo y el complejo de castración. Pero, ¿cómo escribió Freud su descubrimiento?
7:
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La presentación de Freud
Tercer tiempo El apego edípico a la madre y la angustia de castración por el padre menguan y desaparecen: ~rstoru'!:_g (destruc; ~) y Auf!!,ebung (~nula~ión)~ escribe Freud. 3 1!.ax_~n abandono del objeto materno y un repliegue narcisista soEre el yo (lo cualn o excluye- la protesta viril del var-ón y -el "enisneid de la niña). Pero ¿cuál es, entonces, el resorte de esa elección? El niño se vuelve hacia el padre, en la medida en que lo prefiere a la madre. El padre es amado. Y ese amor es demanda dirigida a él; es expectativa:
Descubierto muy tempranamente -como lo atestigua la carta a Fliess del 15 de octubre de 1897-, el Edipo se articula en tres tiempos.
Primer tiempo El niño está apegado a su madre y excluye al padre. Así se anudan dos deseos: el incesto y el asesinato del padre, deseos a la vez primordiales y olvidados.
Segundo tiempo Nace entonces la angustia de castración. ~l nií;ío se re.presenta al padre como dominador, como rival celoso que, como !:_epresalia contra-su_~E¿sividad, amenaza al niño. Pero ¿con qué lo amenaza? En este punto, Freud tuvo la genialidad de advertir la importancia de la imagen del cuerpo y de la visión de la di~ iade-los sexos. Para el niño no hay dos órganos, uno masculino y otro femenino, sino uno solo: el falo, presente en un lado, ausente en el otro. Por eso la amenaza de castración concierne a la integridad de la imagen corporal, de acuerdo con la dialéctica temporal del «ya presente» y el «aún no». La niña no lo tiene; la castración habría tenido lugar, pues el niño todavía lo tiene. En cuanto a este último, si bien todavía lo tiene, teme que la amenaza de castración se cumpla, como ya sucedió en el caso de la niña.
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en el varón, de recibir algún día, por identificación, las insignias de la virilidad según el ideal del yo masculino. Tiene su título de hombre en el bolsillo; en la niña, de recibir de un hombre que ocupe el lugar del padre el falo que ella no tiene, según la equivalencía simbólica: pene/hijo.
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diana ya no se sostiene; es preciso abandonarla en favor de un eclecticismo heurístico. En ese contexto de «establos deAugias», Lacan responde por la negativa y orienta su enseñanza de acuerdo con el rechazo a abandonar el Edipo.
El Edipo revisitado Para hacer que los psicoanalistas vuelvan a honrar el descubrimiento edípico de Freud, Lacan concentra su atención sobre el padre en el Edipo, para lo cual inventa la triple distinción de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Distinción necesaria para leer en el texto freudiano lo que no concierne ni a la madre ni al hijo, sino al padre. Aél conviene calificar con esos tres nombres tomados como adjetivos. Más adelante, estos se independizarán como sustantivos; pero en su origen los promueve el decir de Lacan para nombrar lo que ocurre con el padre, según los tres tiempos del Edipo. Para hacerlo, es preciso que abordemos una nueva problemática: no partir del deseo del niño, sino de la madre en ese lugar dél Otro. ¿El niño sería, por lo tanto, naturalmenteñionógamo y parricida? No, lo primero es la estructura, ocu:.. pada por la madre y luego por el padre. El deseo del niño es su efecto, visto que deseo no es necesidad y sólo se engendra a partir del deseo del Otro. Siguiendo este camino, Lacan va a insertar el Edipo entre Uñtiempo que lo precede y un tiempo que lo sucede. Ese es elve;c¡;dero camino de Lacan: justificar el Edipo relativizándolo como un momento inevitable, que supone un antes y un después. t.
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Primer tiempo: el más allá de la madre
Esta ima~ mate! na, tan do~ , que subyuga y fascina la mirada del niño, íntegramente fuera de sí mismo, ¿por qué deseo está animada? Viene y se va: ¿qué explica esta alternancia de presencia y ausencia? ¿No soy todo para ella, dado que vuelve? ¿Acaso no soy nada para ella, puesto que se ausenta?
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Azar, capricho, arbitrariedad: la madre los disipa dando una respuesta. ~nde en tanto es no toda madre, sino ~ mujer. Sustituye el significante de su deseo, que es enigmá- '?[SI ~o P:.ra el nulo por carecer de significación, por otro signifiS? cante, el del padre, el significante de la paternidad. Y de esta metáfora nace una significación: el falo~ v~le decir, lo que ~ {'\..~ falta en la madre y_es la razón de su deseo de mujer. Lacan {;,,...f,'{~Z lo anota como phi:
. Así, para un sujeto, una madre funda ,.__::; ~ al padre como Nombre en el orden simbólrc;- - - -1.i?c:; e.o~ Lacan decía: · c:U n -•1 <.i
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51 1
t La madre funda al padre como mediador de algo que está más allá de su ley y su capricho y que es lisa y llanamenI ~e la ley como tal, el padre, por lo tanto, como Nombre-del~adre».4
Ella es la que fünda. Hay en esto algo inaudito y difícil de entender. ¿La historia pública de la familia no nos muestra todo lo contrario? ¿La imagen de un verdadero padre no es la de un hombre que decide por sí solo tomar un lugar de padre frente a un hijo? Eso es, en efecto, lo que se pone en primer plano, justamente para ocultarnos y hacernos olvidar lo que pasó con cada uno de nosotros, en la medida en que fuimos hijos. En respuesta a nue_§trª-angustia frente al enigma del deseo de la madre (¿qué quiere ella, entoñces?), sólo la madre puede trañSlnitir el significante de sü íalta.Lacan no dejará de repetirlo. Así lo hará uña vez ni°ás en 1971:
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. ~Yo podía situar aju~to título el Nombre-del-Padre en cuanto significante, significante capaz de dar sentido al deseo de la madre». 5 Si esa función de la madre como mujer es tan difícil de admitir, es porque se la interpreta en términos de dominación femenina y dependencia masculina. Pero el psicoanáli4 Le Séminaire, Livre V, Les formations d e l'inconscient, París: Seuil, 1998, clase del 22 de enero de 1958, pág. 191. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, 1957-1958, Buenos Aires: Paidós, 1999.] 5 Seminario D'un discours qui ne serait pas du semblant, clase inédita del 16 de junio de 1971.
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sis, en éambio, revela algo muy distinto: que la apuesta está en otra parte. Concierne al hijo, que puede respirar gracias a la cesación de la alternancia mortífera y el eñígma angustíaiifeY enloguecedor. Hay p or fin referencia y por ello nacimiento e una ~ue~~-P.osi~l~~ es~que falta a la madr~. ~pues ta narcisista: por mi yo, por la imagen total de mi cuerpo, ser"Oñ.~r,"to be or not to be, el falo imaginario, que dé res<~(.' \ () puesta a la significaciÓn def d.; seo de la- madré."Lacan anota \ft) ~roo phi minúscula ese falo imaginario: cp. 6 '- ( e;r: ~ Esa es la posición primera del hijo (si no hubo forclusión •J del Nombre-del-Padre). El niño se identifica en su..toral:iil!4, , ...• T. f,, 1. '~"-· en la totalidad de su imageµ erigida, ~on ese falo imaginario, como objeto del deseo de la madre. Así comi~za ese]uel"'\•l, ,J ' e e go de embuste y alarde, mediante el cual el niño intenta . ,,, seducir a su madre y hacerse su cómplice, su héroe o su he·f ,~ ~t.--' roína, al servicio de su goce. }):.Ahora bien, si se lee a Freud con detenimiento, puede ... ,.. f··'i ~ ,l concluirse que plantear en primer lugar la paternidad co) mo significante en lo simbólico es propiamente freudiano. Tótem y tabú es «un mito científico», dice Freud, relato necesario para mostrar que el padre simbólico es lo que se transmite a partir del padre muerto, como origen mismo de la humanidad en cuanto pasaje de la naturaleza a la cultura. En el origen de la historia, Freud no sitúa un padre real que impone su ley arbitraria a los hijos (reserva para él no a una smo a todas las mujeres), sino al padre muerto. Necesita la ficción de un mito para mostrar simplemente que a partir de ese lugar vacío del Qadre muerto puede engendrarse el Pa~m.b7ól.if.i, es decir, la tE.~siñ.isió? de una ley 9 ue los 1~manos reconocen y se imponen. «Prohibirse a sí mismos 110 que se trataba de arrebatarle»: 7 sólo el padre como signi0 cante puede explicar y permitir una operación semejante. En cuanto al mito edípico, es de la misma vena; Lacan lo lee en Freud:
función del padre. La única función del padre en nuestra enunciación del mito es siempre y exclusivamente el Nombre-del-Padre, es decir, no otra cosa que el padre muerto, como Freud nos lo explica en Tótem y tabú». 8 Nos lo explica en Tótem y tabú, y por esa razón en Moisés y la religión monoteíst Ereud hará un extenso comentario del dicho latin ater incertus est, mater certissiñüi]«La maternidad se verifica por el testimonio de los sentidos, mientras que la paternidad es una conjetura». 9 Y muestra de ese modo quea firmar en qué coil.siste la Pá'ternidad supone un progreso de la vida del espíritu y una victoria de esta so bre' fos sentidos. A contin~ción, Lacan podrá d~cir:
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«En lo que se refiere al padre que Edipo conoció, no es, precisamente como lo indica el mito de Freud, más que el padre una vez muerto. Por eso, como les dije cien veces, esa es la 6 7
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Cf. el esquema R en los Ecrits, op. cit., pág. 553. J . Lacan, Le Séminaire, Livre IV, op. cit., pág. 211.
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«Es extremadamente curioso que haya sido necesario el discurso analítico para que en este asunto se plantee la pregunta: ¿qué es un padre? Fre.ud no vacila en enunciar que es ' el nombre que por esencia implica la fe,,_ lo
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Pero añade a lo dicho por Freud: ~ fe del hijo en la palabra de la madre; el discurso oficial de la sociedad civil o religiosa no puede sino someterse a la palabra materna, aunque le cueste, es cierto, admitir esa sujeción. La madre funda a ese padre al inscribirlo como Nombre en el inconsciente de su hijo. En cuanto a la respuesta de este que resulta posible: ser el falo (
Segundo tiempo: el Padre interdictor En este segundo tiempo tiene lugar el Edipo freudiano propiamente dicho. ~l pri~r tiempo permitió instaurar al , 8 J . Lacan, Le Séminaire, Livre VII, L'éthique de la psychanalyse, op. cit., pág. 356. 9 París: Gallimard, 1986, pág. 213. [Moisés y la religión monoteísta, en AE, vol. 23, 1980.] 10 Seminario D'un discours qui ne serait pas du semblant, clase inédita del 16 de junio de 1971.
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Padre como significante, como Nombre-del-Padre fundado orla madre. Así, gracias a esa referencia-en lo simbólico, el niño pudo ocupar su lugar, identificándose en su ser y su imagen con el objeto metonímico del deseo de la madre: el falo imaginario. ¿Qué aporta ahora, entonces, el complejo de Edipo? El padre es ~e~es.e~~de a esa situación primera. Lo hace como§agoyrivador~r Instaura la prohibición del incesto y su ley privando ante todo no al niño sino a la madre. La priva del fa.los imbólico como significación de su d;;eo . Instaura una negación: t;¡No reincorporarás tu prodüCtor: ¿En qué sentiati puede decirse que el padre es p rivador de la madre? En lo real nada falta, todo es pleno. Se puede decir que el padre priva a la madre en la medida en que la priva de lo que ella no tiene; esto es, como decía Lacan, «de algo que sólo tiene existencia en cuanto hacemos que la tenga como símbolo».11 Ahora bien, esta simbolización es la que ha cumplido el primer tiempo: el falo como significante de la significación del deseo de la madre, no como objeto real o imaginario. CQ!!lo e~e .falo sim_!?ólico ha inscriRto ante J odo._ el deseo de la madre, en un segundo tiempo su falta se atribuye al Padre como p:rj_vador, privador de phi: -
. · Ese es el padre que describe Freud en el complejo de Edipo. El padre edípico tiene necesariamente la imagen de la omnipotencia, el poderío total del amo legislador: hace la ley para la madre. --Zí>or qué esa necesidad? El niño imagina un padre celoso y tiránico: Le achaca una amenaza de castración que sólo sé justifica como represalia contra su propia agresividad hacia él. En respuesta a ella, es preciso que el padre privador tenga esa vigorosa estatura, esa imagen de elevada estatua. Por estar situada en la imago, esa relación dual es de exclusión recforoca: o el otro o yo. =e~a=;;~esta de esa privación de la madre está en otra parte: si el hijo acepta que l;:i madre sea privada por ese padre, entonces él mismo pod~á desprenderse de su identificaCión originaria con el falo~o objetod el deseo de la Iñaiire. b-J privar al niño, ese padre-lo _desalQja diJ l~ posición ~ :a llamada d~Ji~f.§.i~, y engel]-ªra en é!_!o que Freud denominó complejo de castración: angustia por_no ser el falo,
-
11
66
Ecrits, op. cit., pág. 813.
-
-
referida metonímicamente al tenerlo, con temor de no tenerlo en el va;(Sñ YJt@talgia de no tenerlo más en la ñTha.- Esta función del padre privador es posible con una condición: ~adr_eJ;_enga...urup_jfilmo de respeto por la p~l~ bra del padre y que reconozca en su propio mensaje al niño la autoridad del meñsaje dea quel. -§! la palabra é!_el_nacITe, al contrario, no es para ella más que pura futilidad y charlafuneríavaña, el níño no- se moverá un miÍíiiicl';; de su posicrórí"pñiñerá. La madre hace la ley para el padre: ¿no es eso To que testimonia con elocuencia el hijo convertido en homosexual? La «charla constañ~delwloteo del padrem!~ más piedad que temor. - Pero ¿eso 'e st odo""ei Edipo? ¿La salida de este no exige otra cosa? ¿Podemos conformarnos con la imagen de un padre legislador que hace la ley para la madre? ¿No se presenta como impostor quien pretende establecer la ley? 12
Tercer tiempo: lo real del padre r/Í-<. 6 rrt"Lrl r< ( ,,'n., "'/) En su cara negativa, el padre pnvadorno es más que el reverso de un anverso que sólo aparece en el tercer tiempo, con el padre real como agente de una castración simbólica que permite la salida del llamado complejo de Edipo. El padre que prohíbe el deseo es sucedido por el que unifi~~'~Lc:l~ seo -y la lei Así da Lacan una continuación a l~scnpc1óñ ·~ ~ildl =eücrrnna. Lo hace mediante la función del padre real. Esta dimensión de lo real es propiamente lo que define la novedad del camino abierto por Lacan. Este lee lo simbólico y lo imaginario en el texto freudiano; pero inventa lo real por su cuenta para responder las cuestiones en suspenso que le plantea Freud. Esa será la senda desbrozada por él, pero también una búsqueda sin cesar retomada, reexaminada, puesta una y otra vez en juego a lo largo de los seminarios. El padre real es quien ing_oduce una diferencia respecto del padre imaginario, diferencia_gll.e permitela declinación y la salida del EdipO:-U no y otro tienen el falo; y si el padre imagmário priva de él a la madre, el padre real, al contrario,
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se lo da. Este es dador a su manera~ Gran Jodedor» 13 vuelto h7ici'iüilla mujer, la q~é~ ha elegido. - ASí, eñ la clase del 21 de enero de 1975 del seminario RSI, Lacan hablará del padre real como un hombre cuyo deseo es causado por una mujer, la madre de sus hijos:
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«Un padre sólo tiene derecho al respeto, si no al'amor, si dicho amor, dicho respeto, está -no van a dar crédito a sus 1oídos- ~adre::.Yersamente JE!re-~s_i:_ment] or~ado, es decir, si nace de una mujer el objeto a minúscula que causa \ su deseo. ---»Pero lo que esta "infame mujer" [une femme] como minúscula a-coge, si puedo expresarme así, no tiene nada que ver en la cuestión. Ella se ocupa de otros objetos a minúscula, que son los hijos ante los cuales efpadre, sin embargo, in~· erviene, excepcionalmeñte en el buen caso, para mantener ¡ ::1 laEep:_e~i~~' en eljusto me-dios [mi-dieu], por así decirlo: , la versión que le es propia de su padre-versión i]Jere-version], única garantía de su función de padre (. .. ) »Poco importa que tenga síntomas, si les suma el de la padre-versión paterna, es decir, que la causa de ello sea una mujer que se haya ganado para hacerle hijos y que, quiéralo o no, él los cuide paternalmente. La virtud paterna por excelencia no es la normalidad, sino únicamente el justo me-dios \ recién mencionado, o sea el justo no-decir (. .. ) Es raro que ; él alcance ese justo me-dios (. . .) Lo señalé simplemente de pasada en un artículo sobre Schreber. Allí, nada peor, nada p~or que el padre que profiere l~ ley sobre todo: ¡no ha~ ~re educador sobre todo, sino más bien en retirad8: respecto E todos los magisterios!». ~ í-1vri'tt'f ,,::v,,./.; ¿..Ja/c_(_
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Esto no carece de efectos para el niño. Ese padre capaz <;!e tener y dar, ese padre que dio muestra;- de su aptitud, abre un porvenir para el hijo. Es prometedor: podrá dar el falo, transmitirlo al hijo y dejar de privarlo. Pero no es más que una promesa. Esa es la castración simbólica: una separación entre el presente y el futuro. Se refiere al tener: hoy no lo tienes. Será más adelante, pero - .. ... ..::.....-~U!1ª condición: que re!?-':ncies a serl~ hoy:.
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13
68
El padre real instaura así la diferencia entre las generaciones, diferencia que es la última palabra de la prohibición del incesto: el hoy de la madre no es el del hijo. Esta negación es anulación del ser en el niño, anulación que, asumida como feliz receptividad, permite un tener que se transmitirá en el futuro. La castración, por lo tanto, recae sobre el yo como totalidad ñ arcisista: tú no eres el falo; Lacan lo állota: -
Efecto
Padre
Agente
Operación
~nb~9 ,, ~:4t.
Deseo de la madre
Nombre-del-Padre
lJ
No-psicosis Las perversiones
Imaginario
El padre tiene el falo
Privación de la madre
[-
Privación real Neurosis
Real
El padre da el falo
Don a Ja madre
[-<¡>]
Castración simbólica Normalidad
- -
J. Lacan, Le S éminaire, Liure VII, op. cit., pág. 354.
69
7. Del Nombre-del-Padre al Padre-delNombre como sínthoma
Hemos visto que, mediante la invención de la tríada RSI, Lacan dio una nueva significación a los términos paranoia y psicosis. Estas se alejan una de otra; la paranoia califica el conocimiento y la psicosis, a la inversa:I-ecibe una nuevá ca -ITffc;ciói;. ~ el sü]eto dela c ivilización ci~ntífic~Giñicó lu ga; histórico en el que pudo nacer y puede actuar el psicoanálisis. Es hora de extraer las consecuencias de ello. Ese desplazamiento fue posible a partir de la noción de inconsciente como efecto del lenguaje en el lugar del Otro, es decir, de un afuera transindividual: no hay psíquico separado de lo social. ¿Vamos, empero, a volcarnos a la acción política? En vez de continuar a Freud, lo urgente sería entonces cambiar la sociedad moderna_, Ese fue el camino elegido ~ Rejch~ H. Marcuse. Del mismo modo, la urgencia consistiría en superar a Freud para adaptarse a una sociedad distinta de la de su tiempo, como lo sugiere E. Fromm. O bien, con M. Foucault, lo importante sería poner al descubierto en el psicoanálisis mismo una ~pJ.icida~ascarada col!..fil.J>o-. .der ejercido sobre el individuo en nombre de la modernidad. Para Lacan en su recuperación de Freud, n..2, ~arar psíquico y social es optar por la modernidad y el combate de las Luces, o ~a, decidir, por medio del psicoanálisis, que no triunfe otro sujeto que el sujeto de la ciencia, en la medida misma en que el discurso científico y sus efectos sociales lo suturan y lo borran. Por lo tanto, si lo colectivo no se inscribe en ninguna parte si no es en lo individual, a cambio no hay enunciado colectivo del sujeto de la enunciación: este habla yo [je] o no habla en absoluto. A partir de esa constatación, podemos señalar cuáles son las relaciones que mantienen conocimiento paranoico y psicosis del hombre moderno.
71
Durante veinte años, entre 1953 y 1973, Lacan se consagró con constancia a distinguir claramente lo simbólico de lo imaginario, y luego lo simbólico de lo real. Según el esquema L, mostraba que dos no son uno, sino dos a causa de tres. Pero para hacer esadffitinción, hablaba, hablaba . .. hasta el día en que, por fin, consideró que el mismo naming que efectúa esa distinción está en lo simbólico, como f'ündamento privilegiad~ Nombrar con un nombre "propio cada una de esas tres dimensiones es situarse en lo simbólico y, por lo tanto, darle la primacía.
De una espacialidad que hay que mostrar Ahora bien, esas tres dimensiones, funciones, órdenes, si bien son distintos por su denominación, no son separables en lo real. Existenjuntos o no existen en absoluto. Pero fallamos en pensar los tres juntos, en razón de lo irreductible del pensamiento paranoico en cada uno, que hace que sólo pensemos bien en dos dimensiones y no en tres. De allí esta insistencia, a partir de 1973: «No tenemos el sentido del volumen. Independientemente de lo que hayamos logrado imaginar como tres dimensiones del espacio, el sentido de la profundidad es algo que nos falta, algo que nos falta mucho más de lo que creemos (. .. ) Somos, tanto ustedes como yo, seres de dos dimensiones». 1
valerme de ellas como iniciales de lo que les hablo como real, simbólico e imaginario? La cosa cobra sentido». 2 Pero entonces, en razón del sentido diferente, la equivalencia se pierde. Para ligarlos en una distinción que no suprima la equivalencia, es preciso por lo tanto mostrarlos mediante una presentación plana de dos dimensiones, es decir, por la escritura de la espacialidad, por una topografía que, a la vez que no es algebraica, se sostiene no obstante por sí misma, sin fundarse en una nominación. Ahora bien, ¿qué nos muestra la presentación plana de RSI? Nos indica aquí la diferencia entre conocimiento paranoico, psicosis y neurosis.
Equivalencia sin distinción Como hemos visto, el conocimiento paranoico proviene del hecho de que no tenemos sentido del volumen. Reducimos al Otro a lo que vemos de él, una silueta, un traje, un ícono. Por eso su mostración es la del nudo de trébol: equivalencia de tres dimensiones reducidas a una.
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Por lo tanto, el naming no alcanza; debe someterse al showing, al mostrar, es decir, a una topología que tenga consistencia no por su carácter algebraico, sino por el hecho de dejar ver. El analista no sólo es un ser hablante, tiene un cuerpo. En otras palabras, ¿cómo mostrar el lazo entre simbólico, imaginario y real, de tal modo que sean no sólo distintos sino equivalentes, como números cardinales? No se trata de nombrarlos. En efecto, como decía Lacan:
«En la mayoría, lo simbólico, lo imaginario y lo real se enredan al extremo de continuarse el uno en el otro (. . .) Cada uno de estos rizos se continúa en el otro de una manera no distinguida, y de resultas no es un privilegio estar loco». 3
«RSI no son más que letras que, como tales, suponen una equivalencia. ¿Qué resulta del hecho de que yo las hable, al
Hemos visto que esta es una definición de la paranoia común.
1
Seminario Les non-dupes errent, clase inédita del 11 de diciembre de 1973.
72
Así, Lacan, podía decir:
2
3
Seminario RSI, clase inédita del 11 de marzo de 1975. Seminario Le Sinthome, clase inédita del 10 de febrero de 1976.
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Equivalencia y distinción
Distinción sin equivalencia
Esta figura es el caso del nudo borromeo: no el ordinal, sino el número cardinal, 3 igual a l.
Es el «buen caso» en comparación con el malo: ¡la cosa no se va a pique! Se trata de la definición de la neurosis, presentada aquí mediante el nudo olímpico:
Qü Lacan se refiere así a ella: «El interés de unir de este modo lo simbólico, lo imaginario y lo real en el nudo borromeo es lo que resulta de ello, y no sólo resulta sino debe resultar; vale decir que si el caso es bueno, basta cortar uno cualquiera de los anillos de cordel para que los otros dos queden libres uno de otro». Pero agregaba: «En otras palabras, si el caso es bueno, cuando les falta uno de esos anillos de cordel, ustedes tienen que volverse locos. Y en eso consiste el buen caso, a saber, que si hay algo normal, es que, cuando una de las dimensiones se les va a pique por una razón cualquiera, ustedes deben volverse locos». 4 Razón cualquiera que hemos llamado acontecimiento como encuentro con lo real. Y vimos que la elisión de lo imaginario y de lo simbólico hace que la respuesta falte. Es el «buen caso»: uno debe delirar. Esa es la segunda significación de la «locura», luego de la primera concerniente al conocimiento paranoico. Pero ¿por qué es el «buen caso»?
4 Seminario Les non-dupes errent, clase inédita del 11 de diciembre de 1973.
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Si uno de los anillos de cordel se va a pique, otros dos se mantienen juntos y «eso quiere decir que uno es un neurótico». 5 Y Lacan agrega: «Aspecto en el cual, en verdad, siempre afirmé esto, que no se sabe lo suficiente: que los neuróticos son incansables(. .. ) ¡Ya les falte lo real, lo imaginario o lo simbólico, siempre aguantan!».
El Nombre-del-Padre como sínthoma Gracias a la mostración topológica, vemos cómo se abre la falla entre dos «locuras», entre el nudo de trébol y el desanudamiento del nudo borromeo, entre la paranoia común (descripta en el capítulo 1) y la respuesta psicótica al acontecimiento mediante la eclosión de un delirio. Pero ¿cómo interviene el psicoanálisis? No lo hace a través de la paranoia común que es muy normal, ni del mero delirio psicótico (¿no es un poco demasiado tarde?), ni, desde luego, de la neurosis «incansable» . Hace falta otra cosa para que se demande un análisis con vistas a una respuesta específica al acontecimiento. En consecuencia, esta nosografia no basta. Debe ser completada por otra «locura». Es exactamente lo que Lacan hace a partir de 1974, con los seminarios RSI y Le Sinthome.
5
/bid.
75
En efecto, en 1973, gracias a la topología del nudo, Lacan había formulado una definición de la psicosis: el desanudamiento de las tres consistencias. Pero dos años más adelante, en su progreso por este camino, añade una precisión: la psicosis es el no anudamiento de tres; pero esta negación puede significar no sólo ese desanudamiento que es la «locura», sino, de muy otra manera, un anudamiento que no se sostenga sin un cuarto elemento. Así, Lacan se ve en la necesidad de llamar sínthoma [sinthome] ese cuarto elemento. ¿Por qué? La grafia symptorecién ap~r;ce ; n el siglo XV Lacan escoge la antigua escritura en razón de la etimología griega. Sym-ptome es lo que cae,~toma)junto (sym). Es lt:~-inc~encia» latir_ir yara el medico, es la enfermedad y s S1g}JQ, os acontec1mient2_s_que «c_ae~. al mismo tiempg. Lacan se orienta hacia el aspecto no médico: el sin-thome es el syn-théma, el sustantivo del verbo_syn-tith1_.mj,, J,!.O !}e_rju~tos; en otras palabra~ !igar, anmla:r;(ETsfuthoma hace nu{iO) El sínthoma griego es la con-sistenci'; latina; lo que mantiene unido. Y el 14 de enero de 1975, en el seminario RSI, Lacan lo presenta así:
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¿Qué designa el sínthoma como cuarto elemento que hace nudo? Lacan responde el 11 de marzo de 1975 en el mismo seminario:
Ya el 14 de enero de 1975 Lacan reconocía haber leído en Freud esta necesidad: «Freud necesitó, no tres, el mínimo, sino cyatrp_consistencias para que la cosa se sostuviera, de suponerlo iniciado en ·1a w nsistencia de lo simbólico, lo imaginario y lo real». Ahora bien, resulta que, al recoger la posición de Freud, Lacan nombra así esa cuarta consistencia: Nombre-del-Pa~· En este punto ·10 entendieron~al. ¿É.or qll&~o-:qibr~ ese cuarto elemento como Nombre-del-Padre y luego como sínthomi?- - - Desde hacía mucho tiempo, el seminario de 1955-1956 sobre las psicosis, Lacan había introducido el Nombre-delPadre para designar el significante que, al sustituir el signi~~nte enigmátiso del deseo de Ja !11.~~ ' da una respuesta al hijo. J?~odu~e~@ significaci~ fálic~ d~l.s!~!r.2sleJa.~~ Así, el Nombre-del-Padre es fundado por la madre o no exis-; psicosis ~edi;rt°e esta te. Es preciso señafar que expli~ár 1 lÜrmulación no es propiamente freudiano Pero, ¿qué pasa en 1975? Lacan lee el Nombre-del-Padre en Freud dando un nuevo sentido a esta nominación. ~ es simplemente el nombre que nombra el lugar del Padre en él-ordens imOóiico;-sino lo inverso: el Pa dre-ael-Norribre, el Péúlre nombraaor. Cuando Lacan habla a partir de 1975 cfei Nombre-del-Padre, es el uno o el otro según el contexto . Por ejemplo, podrá ponerlo en plural, de acuerdo con el segundo sentido: «Los nombres del Padre son eso: lo simbólico, lo imaginario y lo real. Son los nombres primeros, en cuanto nombran algo».6
l
Así, en la Biblia, el padre Adán al dar un nombre a los ~imales. 7
«¿Cómo anudar estas tres consistencias independientes? Hay una manera que es la que yo llamo Nombre-del-Padre. Es lo que hace Freud». Y escribe en el pizarrón un nudo borromeo unido por un cuarto elemento.
76
6
Seminario RSI, clase inédita del 11 de marzo de 1975. En Génesis, capítulo 2, versículo 20. Al referirse a este texto, Lacan atribuye al propio Dios ese acto de nominación. 7
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Para evitar la confusión entre el genitivo objetivo y el genitivo subjetivo, Lacan aclara:
El Padre como nombre y como quien nombra no es lo misno. El Padre es el elemento cuarto sin el cua!en el nudo de IOSimMlico, lo imaginario y lo real nada es posible». 8
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El primero es de Lacan, el segundo de Freud, tal como lo lee Lacan: «Carril del Nombre-del-Padre, del Padre en tanto nombrador». 9
El sínthoma con Freud Ahora bien, clínicamente hablando Freud no se equivoca; y por eso, sin duda, el psicoanálisis puede encontrar su lugar. Así, Lacan, al hablar de ese Nombre-del-Padre propiamente freudiano, hace la siguiente constatación, en la cual se incluye a sí mismo: «La razón de que esta suplencia no se produzca no es que no sea indispensable. Tal vez, nuestro imaginario, nuestro simbólico y nuestro real aún se encuentran ~n cada uno d~ n.2_sot_ros en un estado de disociación suficiente para qu~ lo el Noni.Qre-áe!-P adrehaga nudoborromeo y lllant~nga_ ~ido todo eso.».10 ---
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Ahora bien, sólo puede mantener unido todo eso porque «todo se sostiene en la medida en que el Nombre-del-Padre es también el Padre del nombre».11 Esa es la función misma del sín-thoma. Hay otras, por cierto; pero el sínthoma freudiano como Padre nombrador es un síntoma neurótico. Es lo que Lacan mostró acerca de las dos presentaciones freudianas del Padre. En la neurosis obsesiva con el Padre primordial, el Urvg_ter de Tótem y tabú, el mito representa la demanda del obseSiVO:Ün Padre to°"d7>poderoso que posee a todas las mujeres y
-
8 Conferencia «Joyce le sinthome !»,en J. Aubert, comp., Joyce avec Lacan, París: Navarin, 1987, pág. 28. 9 Seminario RSI, clase inédita del 11 de marzo de 1975. 10 !bid., clase inédita del 11 de febrero de 1975. 11 Seminario Le Sinthome, clase inédita del 18 de noviembre de 1975.
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al que, en consecuencia, habría que matar para tenerlas a nuestro turno. Pero ese no es más que un anhelo, a fin de que lo imposible se mantenga. En efecto, tras la muerte de ese Padre, los hermanos se prohíben el acceso a sus mujeres por amor al amo omnipotente. La Voz del Padre que nombra el interdicto se perpetúa en la conciencia de los hijos como -superyó. - · En lá. neurosis histérica, con el padre de Edipo, el mito enuncia que el asesinato del padre, lejos de permitir un reencuentro feliz con la madre, no hace sino mantener el deseo en la insatisfacción. Así, no hay cumplimiento del deseo edípico, sino únicamente un saber conquistado por Edipo sobre la verdad del deseo siempre insatisfecho. Dos veces, según las dos neurosis, Freud hace que todo se mantenga unido mediante el sínthoma neurótico que es el Padre-del-Nombre. En efecto, la declinación del Edipo se concreta al volverse hacia ese Padre, que la teoría calificó de Padre ideal, un padre digno de ser amado. Ese «volve~ ¡(]?\ ~instaura el nudo borromeo con un cuarto elemento. \V La voz del :P;ire nombrador que se perpetúa en el superyó J ~ ../. , M_ es ha herencia del E~ ~-el·t:' ~ '"Ahora bien, esa es exactamente la definición que, en lo sucesivo, da Lacan de la psicosis: un no anudamiento de tres, un anudamiento no sin el sínthoma. La demanda de análisis nace entonces araíZdel acontecimiento como encuentro con lo real, y sólo el sínthoma neurótico impide la disociación de lo simbólico, lo imaginario y lo real. La respuesta P-Sicótica al acontecimiento es sin-thomática. Pero esta respuesta no deja de plantear la cuestión del lugar que debe ocupar el psicoanálisis. Así, la última constatación de Lacan se formularía del siguiente modo: «¿Por qué demandaríamos a un analista el temperamento de nuestros síntomas?». Y Lacan responde indicando el deslizamiento de nominación de la estructura al síntoma: «Todo el mundo lo tiene, dado que todo el mundo es neurótico; por eso se lo llama,-llegado el caso, síntoma neurótico. Y cuando no es neurótico, la gente tiene la prudencia de no ir a pedir a un analista que se ocupe de él». Y concluye así: «Lo cual prueba, con todo, que sólo supera eso, a saber, pedir al analista que lo arregle, aquel a
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quien, sin duda, es preciso llamar psicótico», 12 por lo tanto, el psicótico con síntoma neurótico. La psicosis, en efecto, se define mediante el nudo borromeo, anudado por ese sín-thoma cuarto elemento que es el Nombre-del-Padre, como Padre-del-Nombre: sínthoma neurótico que es la figura del Padre edípico según Freud.
Ser el sínthoma
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Así, el sínthoma tiene función de suplencia y compensación cuañdo liay for clusiOn del NOiñbre-de l-Padre y po7° lo tanto ausencia-de anudamiento borromeo de las trés consistencias: RSI. Un cuarto elemento llega entonces a actuar de empalme e impedir la locura del desanudamiento. · ora bien, e sa funcióñ no se redÜce al sínthoma neurótico, tal como Lacan lo leyó en Freud. Se ejerce de maneras muy diversas según los casos, en lugar del Nombre-del-Padre forcluido. Y cuando esa función fracasa ante la novedad del acontecimiento, se desencadena una psicosis con delirio. En su seminario Le Sinthome, Lacan presentó un caso ª e ~xito, por ~ecirlo así, con J . Joyce. Este no tiene un sínthoma freudiano; lo es él mismo, y de allí su nombre: Joyce el Síntoma. Joyce no tiene el sínthoma freudiano que es un Padre Ideal: su padre es indigno, carente; y Joyce reniega de él a la vez g_ue se_Jilai'itiene «arraigado en su padre». 13 Está cargadode padre y por ~ él mismü;é erige en el Padre-del-Nombre mediante el artifi-cio- delaJetra. El es el sínthomª po~cl ayt~ ge~sc_tibi:s La función de este és suplir el fracaso de la_ relación imaginaria,. tan bien mostrada en ;·la descri ción de ~~u~a ~ ~e~~~p.k_trg.tQ delarti~a a o"f&.ES.?J@· ""'~
Si a la izquierda lo imaginario faltante hace fracasar el nudo, en cambio a la derecha el ego del artista toma sitio como sínthoma. 14 - --~ - La apues tá es la siguiente: hacerse un nombre en el público. El interés de Joyce consiste en lograr publicar, gracias a su editor, para hacer que se hable de él y tener renombre, al extremo de esperar que su nombre propio sea reconocido por lo menos durante tres siglos. No está del lado de lo que Lacan, en el Discurso de Roma de 1953, llamaba locura, es decir, la renuncia a hacerse reconocer. Al contrario, su yo d~ ~critor tiene función reparad_~ por' ~gloria -ªel Nombr~ propio. Pero ¿con qué estilo? Desquiciando las palabras. Joys_e rompe, corta las palabras que se le imponen todos los días, >ara fugar. con la homofOñíá. Ahofaoie n, ése carácter equí_...._ '-:oco constituy_g un emgma. Y sigue siéndolo, porque no nos sentimos ni afectados ni T"'l. conmovidos. En efecto, dice Lacan, son «)okes inconcebiblemente privados». 15 , ~ ¿Por qué? Porque, como un lfJrderl f!!; Joyce está «desa1 bonado al inconsciente», según decía acan. 16 Es el síntoma puro de la escritura en su abstracción, «en la medida -agregaba Lacan- en que no hay ninguna posibilidad de que enganche algo de nuestro inconsciente». 17 Pero, pese a todo, ganó su apuesta: no tener sino ser el sínthoma que da una consistencia borromea a RSI al hacerse un nombre.
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(~fraraooRS (~'" R\_S)Js L. punto de
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l3
80
Lettres de l'Ecole Freudienne, nº 23, pág. 181. Lacan, seminario Le Sinthome, clase inédita del
Lacan, op. cit., clase inédita del 11 de mayo de 1976. Lacan, op. cit., clase inédita del 20 de enero de 1976. 16 Lacan, conferencia «Joyce le sinthome 1», op. cit., pág. 17 !bid., pág. 25. 14 15
13 de enero de 1976.
24.
81
8. La publicidad del nombre propio
Ser un sínthoma, ser una personalidad: Joyce lo logró al hacerse un nombre entre el público. Así, su ego tiene fung ón de sínthoma como suplencia y compensación de la psicosis, es decir, del no anudamiento de RSI. Al no sostenerse la relación imaginaria como exclusión recíproca entre el yo y el otro, e~eciso un cuarto elemento, cuando el Nombredel-Padre estárorclúido~ - - ·J oyce es ese cuarto elemento por su nombre propio. Lo fue con dos condiciones. En primer lugar, respondió a las palabras impuestas. Descomponía día a día las P-alabras que lo atacaban como proyectiles de ámetralladora} ascortaba en pedazos gracias alju~go de su escritura: una ensalada palabras, cuya lecfora erfVO'Z""áfta lo haciareír-en s olea ad. ' Pero, más ~ún, pudo editar su escritura y hacerse leer por el público. Así logró realizar su esperanza: ¡que los universitarios hablaran de él! De ese modo, Joy udo evitar d ~ Hay que tener presente, sm u a, el fracaso de su vida con Nora; pero ese fracaso de su vida privada era el reverso de u~o público. La biógrafa de Nora lo advirtió con mucha claridad:
de
u tragedia -escribe- fue que Joyce nunca pareció darse uenta de que su vida familiar y el apetito sexual de Nora, ue él admiraba, se sacrificaban en el altar de su arte». 1
~
El último avance de Lacan por la topología de los nudos habría de consistir, por lo tanto, en distinguir _Qsicosis delirio. Joyce fue su última mostración en 1975. Pero esta crerra lo que ya se mostraba en 1932 mediante un contra1 Brenda Maddox, Nora. La vérité sur les rapports entre Nora et James Joyce , París: Albin Michel, 1990, pág. 4 75. [Nora, Barcelona: Nuevas Ediciones de Bolsillo, 2001.]
83
ejemplo, el d~En efecto, hay delirio cuando el cuarto elemento no logra haéér nudo. Y, al contrario, el delirio cesa el día ~ue se instaura el cú árto elemento. Podemos verlo s-i- reféemos el testimonio de dos mujeres: Marguerite Anzieu, llamada Aimée, y Camille Claudel.
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Eacan conoció a Aimée, cuyo verdadero nombre era Marguerite.A:1zieu, en Sainte-Anne en 1931, y escribió su tesis • ~ de med1cma, De la psychose paranofaque dans ses rapports .,,._ •Yl. (< avec la personnalité, un año después. 2 1 C\-L(.,.:.• 1\ / 'l r<-t _ . , ~ " t-IAl ".,.i,.-
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Primer tiempo
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Aimée nació en 1892. El primer acontecimiento impora los dieciocho años, su amor por un joven poeta de pueblo, que duró tres años y la llevó a sostener una larga y fiel correspondencia. Pero ese amor, desgraciadamente, no ( fue correspondido. Se transformó entonces en odio, debido al encuentro en Melun con una compañera de trabajo en la administración postal: la señorita C. de la N. '- Esta mujer, a quien Lacan califica de intrigante refinada, fue el objeto de una verdadera adoración por parte de la joven Aimée, en razón del fracaso de su primer amor. Las confidencias compartidas sobre el antiguo amor no correspondido otorgaron a C. de la N. un seguro ascendiente sobre Aimée. En la relación imaginaria yo-yo ideal, C. de la N., perteneciente a una familia de la nobleza venida a menos, ocupó en lo sucesivo para Aimée el lugar de mujer ideal. Esa intrusión del otro no carecería de consecuencias. La relación duró cuatro años. Luego, en 1917, Aimée se casó con René Anzieu, un compañero de trabajo: un aborto natural y después el nacimiento de un varón, Didier, en 1923. Ese año 1923 es decisivo. Aparecen «fenómenos elementales»:señSacion de penetración, de adivinación del pen1tantees,
-
2
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Reedición, París: Seuil, 1975.
samiento, escucha de palabras calumniosas, insultantes, burlonas.
Segundo tiempo
Pero ¿cómo resolver la perplejidad sobre el origen y la significación de esos significantes? «Buscando en mí misma como siempre de dónde podían venir esas amenazas», 3 confiaráAimée a Lacan, he aquí que sale a relucir el nombre de C. de la N., la intrigante. No obs~te, el enigma que esta representa persiste hasta fines de 1923, cuando, al leer la novela de Pierre Benoit, Mademoiselle de la F:_eJt"é..) que acaba de publica~e, Aimée recüñocé que en ella el autor describe exactamente la relación entre C. de la N. y ella misma. No es una mera coincidencia: ~ signa la con- '. F.cción delirante. Aimée podía llamar por su propio nombre ( ~~ Pierre Benoit a quien se inmiscuía en su vida privada al extremo de publicarla, para hacerse un nombre entre el pú__bJico a expensas del nombre deAimée. ~otro se intere~a: ha en ella y no ella en él: postulado de todo delirio. La iniciativa de la intru~ de algüños sigñificantes podÍa atribuirse por fin a un nombre y recibir una significación: Pierre Benoit escribe sobre mí y mi relación con C. de la N. en beneficio de su propia notoriedad. \.- En efecto, «los llamados fenómenos primitivos(. .. ) no explican la fijación y la organización del delirio», 4 escribe Lacan. Sólo caen en un delirio el día en que el enigma de su intrusión encuentra por fin su respuesta. Así, el saber revelado del goce de P. Benoit tuvo un carácter iluminador: «Eso pareció hacer algo así como un rebote en mi imaginación>~ confiesa Ainíée a Lacan:- - La novela de P. Benoit es la historia de dos mujeres fascinadas la una por laotra; entanfo que un fiüiñbre-amado y -fallecido las une y_ opone..a la v~z: h
-
«Ahora, ya hiciera buen tiempo o lloviera, ya estuviesen tristes o alegres, ya pasaran por la orilla de un estanque o 3 !bid., 4 !bid.,
pág. 167. pág. 217.
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atravesaran un bosque, todo era para ellas un pretexto para evocar al muerto gracias al cual se habían unido tan sólidamente como si hubieran sentido sus manos juntas en las manos frías de aquel». 5 Se reconoce aquí el trío gue formanAimée, C. de la N. y el~poetª'- LacanTo señaló al escuchar aAimée hablarle aé C. de la N.: «No podemos -escribe- dejar de vincular la nueva actitud amorosa de Aimée con el fracaso doloroso de su primera aventura».6 Pero, ¿de qué manera? Como C. de la N., Anne de la Ferté es una joven de la nobleza venida a menos; su padre, el conde Michel de la Ferté, dilapidó la herencia. La muchacha tiene una rival en la señora de Saint-Selve, que acaba de perder a J acques, su marido, es decir, el hombre con quien Anne había estado comprometida. Con una tranquila apariencia de bondad y devoción a una enferma, Anne muestra una curiosidad invasora y suscita los recuerdos sobre el hombre amado: f:Así, las noches se sucedían para ellas, entrecortadas de alternativas hostiles y tiernas. La aurora lluviosa las encontraba hablando aún de su pasado, evocando ese pasado carnal que, uniéndolas, las oponía». 7
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'\ Mediante la anexión de la vida de la otra, Anne revela . )\ poco a poco un odio y una frialdad espantosos ... hasta la muerte de la querida enemiga. Así, desespera a la agonizan( l'í.c \ te con sus confidencias sobre Jacques:
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,.., . ~' '- «Hasta que, finalmente, se hundiera, reducida a vo~untad, entre sus almohadas desordenadas, la señora de Samt-Selve escuchaba con avidez las confidencias monstruosas sali~s de esa sombría imaginación de virgen». 8
de la Ferté, París: Albín Michel, 1923, pág. rita de la Ferté, Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1952.) 6 De la psychose parano'iaque . .. , op. cit., pág. 228. 7 Mademoiselle . .. , op. cit., pág. 249. 8 !bid. 5 Mademoiselle
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149. [La seño-
Sí, pero he aquí que, en momentos de sobresalto, la señora de Saint-Selve sabe afirmar su yo, su lugar de elegida frente a la intrusa: «Jacques, además, había sido su marido, ¿no era verdad? Conservaba de él ciertos recuerdos que le permitían, si quería tomarse el trabajo, hacer temblar de celos a su d~igtdª= da interlocutora. No teñía más que hablar, decir, aunque la evocación de esos detalles la devolviera enseguida, extasia0!:._a y delirante, a su lecho de dolor».9
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Tales pasajes tienen un valor iluminador para Aimée: no es exactamente eso lo que ella vivió, al hablar a C. de la . del joven poeta amado y perdido? Lacan no habla del carácter decisivQJiela..lectura de esa novela, que desenc~ un delirio e~ 1923. No obstante, se interroga: «La fech; de aparición del perseguidor masculino en el delirio sigue siendo un problema». 1 Lo seguro es que en MelunAimée leía: «¿Qué se puede hacer en Melun salvo leer?», decía. Y he aquí que en 1923 aparece una novela de P. Benoit en la cual puede reconocer sin esfuerzo episodios esenciales de su propia vida. Pero delirar es ver en ellos no un azar feliz o desafortunado, sino-?n~tenciÓn del auto1 _¡ l,1 ~ intenció? apu!!.t.ada hacia ella, directa y exc!usivamentEl; -1 {.¡~;., Por eso ese delirio se constituirá a fines de 1923, a punto tal i..C'-c .....:..., ¡ que su familia internará a Aimée en Epinay-sur-Seine en-r., ........, !.......N", -o~bre de 192! ~-··~:<;...,~~ Saldrá de allí algunos meses después, en marzo de 1925, ~ ..,,~~""' 1 «no curada» de su delirio, pero decidida a actuar. Deja en- ..:_: ;z,:., t~nces a su marido y su hijo en agosto para ir a vivir a París. "'aJ' fi; ,,_.,,
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Tercer tiempo
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Como lo mostró Clérambault acerca de las psicosis pasionales, la erotom~a vira rápidamente hacia el delirio de persecución: él me roba mi vida privada, quiere matar a mi hijo, me vigilá"Ror intermedio de mujeres. ·
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9 !bid., pág. 10 De la psychose
paranofaque . . . , op. cit., pág.
165.
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Ese paso al tercex tiemw_es.Lespue~ta mediante_lUlJ~_c tQ. , a lo que exige la constatación indudable del contenido del delirio. Así, Aimée se siente llamada a ;,hacer algo».11 ~ como destino la misión de denunciar el mal del que se hacen cómplices «artistas, poetas, periodistas», 12 para conminar a las autoridad esapoñerle remedio.-Es un deber. Pero ¿mediante qué acto? Aimée no vacila; hará justicia , 1 orla misma vía que denuncia en los otros: publicando. Y (. .1~ 1 ~1A''l~~ja el m~uscrito de su primera novela,..Le détracteur, en Jº7Jc.l. ~ammanon. Pero, ¡ay!, se lo devuelven rechazado. t ' ' ¿Va a fracasar entonces en su misión? ¿Su nombre va a seguir siendo desconocido para el público? Y:a n9 t~ene 1!11 nombre de pila propio, puesto que le pusieron el de su herhiana mayor, P!E::n:n~turfil!.l.E¡nte I!!Uerta;_a raíz de !lS~fallec:Í::__ miento, su madre hizo U1Ldelirio de_p_er.secución_.. La apues~ta, por lo tanto, es hacerse por sí misma un nombre, al margen de la vida privada. El camino «normal» habría sido que su escritura llegara a ser pública gracias a su editor, y que de ese modo ella lograra protegerse del delirio mediante el reconocimiento del público. Pero, puesto que la rechazan, va a hacer justicia de otra manera, atacando a una mujer no rechazada como actriz y promovida entre el público por P. Benoit, ya que r~Rresent& en el teatro su obra Kamigsmark : Huguette ex Duflos. Y eni onces s.~ p_rod'l!Q.§..1ª_~uchillada del 18 de abril de 1931 , ~ tada a la cómplice de Benoit en la entrada del teatrq. " Así, con el pas-o de lo imposible a lo posible, Aimée hace justicia en el lugar mismo en que la ley claudica ante el mal de este mundo: ¡que el público conozca la injusticia de la que ella es víctima! Media nte este acto e:iZplosivo: Aimée tiene-éXitO; en efecto; c¿mo-dirá Lacan en 1975 en la Yale Universlty, ya al día siguiente, «esa persona veía su nombre en los diarios a raíz del gesto cometido contra una actriz por entonces célebr.e».13 A raíz del éxito, veinte días después el de: lin~ desaparece co!1;!o ~v~~~I~ vi~~·~imée s~ h~ :~ ~fado en una «persóñai{aad» de la qu.e s~ habla púohcamente, y Laca~ confirmará ese ~cto median~ la publicacióñ_ de su tesis en la editorial Le Frarn;ois: con el nombre de Ai-
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mée, ll!lva a cabQ lo C@e Flammarion rechazó con el nombre ,..-....:-~~ ·.....---... de Marguerite A!i~ieu~ ·Esta lógica del pasaje al acto en la psicosis nos ilustra. La descalificación de la vida privada, tan sorprendente en los psicóticos, no debe tomarse como un déficit, sino como el llamado a una inserción socf:!!:J en la que el._112mbre nroRiQ nunca se reduzca a un nombre común: ¡público sí, basl!re~donoT*"'Esa es la paradoja de-esté acto. · -~ ·~
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170. 166. 13 «Conférences et entretiens dans des universités nord-américaines», Scilicet, nº 6-7, P arís: Seuil, 1976, pág. 9.
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Los archivos del museo Rodin, así como los documentos en poder de los descendientes de la familia Claudel, se abren poco a poco al público y nos permiten «hacer caso» del destino de Camille. El primer acontecimiento que constituye un destino es la muerte prematura de su hermano mayor, Charles-Henri, fa líeCiCl.OelT6d.eagosto-de l863,-quinced ías después d-;ñácer. La s~~l-ª.11deljlará el duel;;porél durante toda su vida, y en lo sucesivo sólo se vestirá de n~W· Más adelante, Paul Claudel podi:a aartestimonio de ese duelo incumplido mediante esta confidencia: «jNuestra madre nunca nos besaba!». - -- - - Ca mille es una niña dotada; a los doce años ya esculpe y su primer encuentro decisivo será el de Alfred Boucher, quien la iniciará en la escultura y sabrá reconocer sus dones. El encuentro se produce en Nogent, donde el padre trabaja entonces como funcionario. Pero cuando lo destinan a Vassy, se suscita un «cataclismo», según la palabra que utilizará Paul: Camille, que cree tener vocación de artista, logra que sus padres se separen: el padre permanece en Vassy mientras la madre va a vivir con sus tres hijos a París, a fin de que Camille pueda trabajar en un taller de escultura, el de Colarossi. Esto sucede en 1881, cuando la joven tiene diecisiete años. *En el original, «public, oui, poubellifié, non!». Aquí el autor juega con cierta semejanza entre los sonidos de public y poubelle (cubo de la basura), de la que ya se valiera Lacan para forjar el neologismo poubellication. (N. del T.)
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Primer tiempo En 1883, vale decir, dos años después de su llegada a París, se produce el encuentro con Un padre real, Auguste Ro~ que tiene exactamente la misma edad que'-""la señora Claudel, cuarenta y tres años, mientras que Camille tiene diecinueve. A raíz de ese encuentro, Camille deja el taller olarossi para empezar a trabajar en el de Rodin. Intrusión del otro: muy pronto, Auguste la distingue. Entre todos sus alumnos, la privilegia y le confia la tarea de modelar las manos y los [email protected] ~statuas:Así, fapr1mera cuest ión que se plantean hoy los peritos cuando ven una estatua de Rodin es la siguiente: «¿Las manos y los pies son verdaderamente de Rodin?». Tienen dudas en el caso de unas cuantas obras. Ahora bien, el problema se plantea así: de todas maneras, quien firma es Rodin. Sistemáticamente y siempre, quien firma con su propio nombre es el maestro. Pero pronto va a plantearse una segunda cuestión: la del trío. En efecto, Rodin tiene una mujer, No están casados (sólo se casará con ella en su lecho de muerte), pero viven juntos en Boulogne, en una casita. La mujer se llan1a Rose Beuret; tiene cuatro años menos que él. Aunque Rodin no siem-pre le es fiel, siempre vuelve a ella. Rose es la comodidad, quien sabe hacer una buena sopa y lo recibe en cualquier momento. Auguste tiene amoríos, pero pasajeros. A partir de ahí van a nacer los celos en Camille. ¿Por qué? Porque algunos años después del primer encuentro (entre tres y cinco años, según los historiadores), Rodin toma la iniciativa.de- alquilar en-el boulevard d'Italie, en el parque Clos-Payen, que hoy no existe, una casa del siglo XvrII, la Folie-Neubourg. Y en e lla se reúne con Camille-en secreto y la hace su amante. La joven quedará eiñoarazada yáeberá aoortar (al comffiita:r·rñás adelante el suceso con la esposa de Romain Rolland, su hermano Paul condenará ese acto). Así, irá a vivir a Turena durante algunas semanas, oculta, siempre oculta. Surgirá entonces en ella, poco a poco, una doble r.eivindi~ón IJara ~alir del anonimatq. Ante todo, ser la mujer de Rodin, públicamente; además, tener sus propias exposiciones de sus propias obras, con su propio nombre. Así nacen los significantes que constituyen un enigma: «¿Qué quiere él, entonces, al ocultarme de ese modo? ¿Por qué esta intru- .
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sión en mi vida?». Y no hay respuesta. Camille intenta una ruptura en 189~ y mon~a un t~ller pro:PiO'eñfil boy tevaw d'Italie. Tiene un éxito social objetivament~.asombroso:. e~ reconocida,...sale ael anonimato. Pero no es una ruptura con ROain: sifüenseven.poco, se éscriben regularmente. ¿CÓ~~ respoñder a esos enigmas, a esos «fenómenos elementales»? Aquí se pone en juego la noción de acto, con el acontecimiento capital que va a determinar el futuro de Camille: el acontecimiento que va a unir su amor y su arte, su arte c-;:' mo exposi.Ción publica del amor, como paso de lo"'p rivado a lo público con su propio nombre de Camille Claudel. Bruno Nuytten lo mostró con muchajustez.a en su filme: lo decis ivo ser'áun- proyecto de escultura que en un princi: pio es aceptado por el director de Bellas Artes y firmado en 1895. En 1898 el pago aún está pendiente. Se concretará el 5 de enero de 1899. Camille p__Qlle manos a la obra, pasa del modelado del yeso al~ y el 16 de junio est~ se encuentra terrñinado.-Ahora bien, ef 24 de junio el director de B_ellas Artes can~eiá el enc~rgo de una manera brutal y sin ex~~icacio~ ¿Qué pasó, entonces, entre el 16 y el 24?
Camille Claudel, La edad madura, Museo Rodin, París, © Adagp, París 2000.
Simplemente, que ese paso de lo privado a lo público determinó la intervención de Rodin ante' el director de Bellas - -
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Artes, a fin de gue el pedido fuera anulado. ¿Por qué? Se trata de l~.~~~~ul!~:..i: ~e Le; e
Segundo tiempo El acto ha fracasado y por eso, algunas semanas después, hace eclosión un delirio. Como el acto de la obra de arte «pÜo fícifaaa» no puaoengirse en respuesta, será necesario, por lo tanto, dar otra, la del psicótico, un delirio de persecución:
a banda de Rodin -como ella la llama- me glagia, Cada ez que hago una estatua, me la .robaii. o la copian. Y tienen xito con un nombre que no es el mío».
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Sin embargo, se le proponen exposiciones que ella acepta. ¿Qué dicen los críticos, empero? Camille lee exclusivamente las críticas que señalan: «Caricatura del genio de Rodin». Es bello, pero sólo una caricatura. Entonces, ¿quién imita a quién? ¿Rodin imita a Camille, o a la inversa? El delirio da una respuesta: «¡El que me imita es él!». Frente a la ambigüedad de la opinión, Camiiie respondecon su delirio: «jRodin y su banda me roban mis ideas, mis Qbras!». Más ~ó."ñ,' cüá;ao ella tie ne un éxito de orden social, público, gracias a una exposición, no puede atribuírselo. En lo sucesivo, va a rechazar todas las propuestas de sus amigos para que monte exposiciones. Se niega a todo y escribe: «Toda la vida me perseguirá la venganza de ese monstruo», el perseguidor, Augiiste Rodiñ: Así~ el delirio se siste~ matizá: robo de estatuas, -éñVenenain1entol Y-resutfin:¡ue ~;;hace creer qÚe ella le debe todo! Pór eso, cuando alguíen se interesa en su persona, Camille se sorprende. Pues
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!~ólo hay uno que le muestra su interés, siempre el mismo, ni ~os,
ni tres, sino uno solo: Rodin ... ¡para plagiarla!
Tercer tiempo Los pasajes al acto se sitúan en este tercer tiempo y van a determinar, en sustancia, el resto de su vida. A partir de 1906, Camille destruye sistemáticamente, cada mes de junio, sus propias obras, que oculta en su taller y se niega a mostrar. Toma vacaciones enjulio y deja el taller del muelle Bourbon en París, a orillas del Sena. Destruye con una gran maza todas sus obrl:!§., año tras año. Hace de su taller u~ fortaleza; clav; las persianas y las ·puertas, prohíbe la entrada a todo el mundo. Segundo pasaje al acto: deja de alimentarse, porque sabe que la banda de Rodin quiere envenenarla. Sólo come huevos duros protegidos por la cáscara, metáfora de esa fortaleza que ha levantado para proteger su taller, su vida, a sí misma. Vive por lo tanto en la miseria. Sólo el sostén de su padre, que todos los meses paga el alquiler del taller, le permite continuar de esa manera, hasta que en 1913 aquel muere. Y cuando muere, el 2 de marzo, la señora Claudel queda bre. Por fin puede intervenir: el 10 de marzo de 1913, por ntermedio de los médicos, hace encerrar a su hija en VilleEvrard y luego en Montdevergues, cerca de Aviñón, durante casi treinta años. Y logrará que el director del hospital prohíba todas las visitas, así como la correspondencia. - En otras palabras, como el acto de exposición de La edad madura no fue posible, es preciso otro acto, este sí posible. La apuesta es que el público conozca la injusticia de la que es víctima: «Hago justicia por mí misma, allí donde la ley claudica». E~ es, una y otra vez, la fórmula del pasafe al acto. .. . '
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Conclusión Dos veces, una con Marguerite, otra con Camille, tenemos una tentativa de acto antes del delirio para dar res-
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puesta a la intrusión del otro mediante una serie de significantes privilegiados: intento de acto por el arte, en cuanto este es efectivamente uno de los medios privilegiados de hacerse un nombre. Un pasaje a lo público daría respuesta a la intrusión del otro, pero una y otra vez el intento fracasa. Se produce entonces el paso al segundo tiempo del delirio y al tercer tiempo, que es el de otra clase de acto, lo que psiquiátricamente se llama «pasaje al acto» violento: en el caso de Camille, la destrucción de sus estatuas; en el deAimée, el asesinato con un cuchillo de caza, por no haber podido conseguir un fusil, ¡aunque Dios sabe que lo intentó! En ambos casos, el fracaso del acto de hacerse un nombre tiene como consecuencia un delirio de erotomanía que se invierte para transformarse erÍ áeiino de persecución. En Aimée, sólo cesara-por ~saje-al acto he cho públic";gracias a los diarios. En cambio, en el caso de Camille proseguirá en Montdevergues, y su pasaje al acto será un apartamiento de la publicidad posible, por la negativa a ser víctima de un robo. En su tesis de 1932, Lacan ya supo discernir lo que luego confirmaría: la relación entre la psicosis y la condición del hombre moderno. «Los trastornos afectivos y mentales» no son un déficit, sino la «Vía» por la cual Aimée «Supo tomar con las ideas, los personajes y los acontecimientos de su tiempo un contacto mucho más íntimo y, a la vez, más amplio de lo que implicaba su situación social». 14 Así, Lacan puede agregar: «Las concepciones mismas de la psicosis, cualquiera sea el descrédito en que caigan por su motivación radicalmente individual que es el dato mismo del delirio, traducen curiosamente, sin embargo, ciertas formas, características de nuestra civilización, de la participación social». Ese es el punto capital: la puesta en primer plano, frente al público, de imágenes de personalidad: «En efecto -escribe Lacan-, nada menos que un papel semejante, frente a las masas humanas características de nuestra civilización, es el que asume la imagen de la estrella, ya sea la del diario o la de la pantalla».15 14
J. Lacan, De la psychose paranofaque. . ., op. cit., pág. 317.
15 !bid.
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Hoy, más que nunca, la participación social se cumple por la imago del cuerpo propio, presentada, expuesta, «publicitada». De allí la conclusión de Lacan: «Es evidente que el gran tema del delirio de nuestra paciente no es otro que la imagen que señalamos como una forma moderna de la participación social, a saber, la de la estrella del teatro o el libro; de ser hombre, habría sido la del deporte o la exploración. La situación vital de nuestra enferma, campesina desarraigada, nos hace concebir la posibilidad de que una imagen semejante haya servido de motivo común a su ideal y su odio». 16 Estrella del teatro como era Huguette ex Duflos para Aimée, o estrella del libro como logra ser James Joyce, o estrella de la escultura como no llega a ser Camille Claudel. El delirio de Aimée sobre la «divulgación literaria de su vida» 17 por parte de P. Benoit muestra con claridad la fascinación por la imagen de Huguette ex Duflos, como actriz promovida a la consideración del público por el propio Benoit. Ese es sin duda el signo de un modelo de mujeres de fuerte «participación social». Así, la erotomanía como convic.ción ge q_ue otro está interesado eñ «mÍ» (y no a la inversa) tiene por objeto personálidades importa~tes de la vicia.públ ica, artísti~ c;:a, medi ática, política o religiosa. Siempre, como en el caso de Joyce, la apuesta es ser el sínthoma, ser el cuarto elemento que anuda RSI, gracias a una participación social manifiesta. Esa constituye en efecto la psicosis del hombre moderno, coñdeñ.ado tal como es-ai ~onimato de la -vida urbana: si la dicha no se encuentra erÍ J."avida prívada, se impone-ei'éxito social, so pena de delirar. Pero si se impone el delirio, sólo el acto hará que deje de darse a conocer al público. Así, cuando escribe sobre las Memorias del presidente Schreber, Freud designa la «Curación» por un acto que no es la concreción del fantasma, sino un pasaje a lo público: «Contrariamente a la puesta en acto (Betdtigung) del fantasma de emasculación (Entmannung), el enfermo nunca se 16 17
!bid., pág. 318. !bid.
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propuso otra cosa que la publicación (Veroffentlichen) de sus Memorias, para hacer que se reconociera su misión de redentor».18
II. Perversión
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S. Freud, «Remarques psychanalytiques .. "" op. cit., pág. 273.
l. Un escandaloso descubrimiento
Aunque el psicoanálisis ya tenga un siglo de vida, aún sigue escuchándose la afirmación: «jEs un perverso! ¡Es una perversa!». Habría podido pensarse que ese sustantivo desaparecería finalmente ante el adjetivo que califica un acto o un fantasma, o bien que se borraría para dejar su lugar a lapalabra «perversión», que designa un campo y una estructura. Pero no ha sido así. La nominación de perverso(a) como sustantivo persiste en la llamada opinión ilustrada, así como en el discurso médico-legal o psicológico. E incluso entre los psicoanalistas. En cambio, la investigación epistemológica sobre las razones de esa nominación fue escasa. El psiquiatra francés Ernest Dupré decía en un congreso de alienistas: «El término perversión es uno de los que se emplean con: más frecuencia en el lenguaje psiquiátrico; lo encontramos habitualmente en las observaciones clínicas, los informes médico-legales y los certificados de internación(. .. ) Ahora bien, si se recorre la bibliografia corriente sobre la alienación mental, si se consultan los grandes tratados de psiquiatría, no se encuentra ninguna obra, ningún capítulo consagrados con ese título a ese tema». Así sucedía en 1912. Pero, ¿es verdaderamente diferente hoy? En efecto, podemos interrogarnos sobre ello. Ese estancamiento del saber procede de la historia de la palabra «perversión». Su sentido no deja de depender de la palabra de la que proviene: la perversidad. Ese sentido moral y religioso es primordial. En~el ser humano hay una duplicidad, una «moral insanity»: quiere el bien, cree en él y lo dice, pero hace el mal. Lleva a cabo el acto de l!,erv!Ir,!ere, nos dice su raíz
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latina, vale decir, de <~tergiversan> el_bi~nJ¡n m31!:,Lo que era bueno «Se desvía» y se invierte en su contrario; se hablará así de efectos perversos. La inquietud de la predicación eclesiástica consistió en indicar por la ley la frontera que no había que traspasar y castigar a quienes la transgredieran. Pero la religión no tiene ese privilegio. En efecto, la sociedad política está directamente concernida. Y por eso el poder judicial actúa con una triple función: enunciar la frontera, castigar al transgresor, proteger a la sociedad evitando la reincidencia del acto. Ahora bien, en lo que se refiere a las dos últimas funciones, en el siglo XIX se produjo un nuevo acontecimiento: la apelación del poder judicial al discurso médico para que se pronunciara sobre la responsabilidad del sujeto. ¿Se trata de «perversidad» moral o de «perversión» patológica? E'n efecto, lo lega(y lo médico se encÜentrañ anteese fe11Q!peno ~mano e i.!l.humano del exceso, l~ desmes~_ laviolencia de una fuer.za i!?-terior que se impone. Así, el juez interroga al médico: si esta fuerza que empuja al acto de la llamada transgresión «perversa» es tan irresistible y poderosa, ¿no se debe a que el sujeto está enfermo y por lo tanto es irresponsable? El ámbito médico responde hablando de monomanías instint_ivas (Efill.uirol), búsqueda de excitació~t), ~.. L. restesias (Kraffi-Ebing), etc. La pericia consiste entonces en incluir tal o cual conducta en las clasificaciones descriptivas de la perversión. Se hace semiología, inventario y nomenclatura para responder a los jueces. Pero al someterse de tal modo a la demanda del campo judicial para evitar la reincidencia y proteger el entorno, el psiquiatra evita hacer progresar la ciencia de las causas. ¿De dónde procede entonces esta anormalidad, calificada de patológica? Podría pensarse que la psiquiatría progresó en la respuesta, en la medida en que la clínica no se reduce a la pericia. Y sin embargo no hay nada de eso, por la sencilla razón de que el susodicho perverso no se considera como un enfermo. La mayoría de las veces se trata de hombres o mujeres respetables y respetados en su vida social, profesional y familiar, pero que tienen por lo demás, secreta y discretamente, otra vida al margen de la mirada de los custodios del orden médico-legal.
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Por eso esta ausencia de demanda crea una ausencia de investigación psiquiátrica. Así, bastará con hablar de desviaciones del instinto, de su inmadurez, de su fijación regresiva o de degeneración. Pero ¿por qué? No obstante, a fines del siglo XIX se dio un paso adelante, por ejemplo con Magnan en 1885, con Kraffi-Ebing en 1887, con A. Moll en 1893, quienes hacían referencia al instinto sexual. La sexualidad es la verdadera razón de la perversión en la medida en que el placer sexual puede llevar a la anormalidad. ¿En qué caso? Kraff-Ebing nos responde en su texto reorganizado por A. Moll: «Krafft-Ebing declaraba perversa cualquier exteriorización del instinto sexual que no responde a la meta de la naturaleza, es decir, a la reproducción cuando surge la oportunidad de una satisfacción sexual natural». 1 La naturaleza nos da la finalidad consciente y no violenta de la sexualidad. Tergiversar ese bien en mal es transgredir su objeto y su meta, si se admite que el objeto según la naturaleza es la unión genital heterosexual entre dos adultos; y la meta según la naturaleza es la satisfacción sexual de uno y otro a raíz de esa conjunción. Así, la clasificación se modifica, se ordena y se diversifica según el objeto y según la meta. Kraffi-Ebing fue con ello capaz de clasificar las perversiones: «Las perversiones se dividen en dos grandes grupos: en primer lugar, aquellas en las cuales la meta de la acción es perversa, y aquí hay que incluir el sadismo, el masoquismo, el fetichismo y el exhibicionismo; en segundo lugar, aquellas en las cuales el objeto es perverso, mientras que la acción, las más de las veces, lo es como consecuencia: es el grupo de la homosexualidad, la pedofilia, la gerontofilia, la zoofilia y el autoerotismo». 2
1 Psychopathia sexualis, edición refundida por A. Moll, Castelnau-leLez: Climats, 1990, pág. 86. [Psychopathia sexualis, Valencia: La Máscara, 2000.] 2 !bid., pág. 86.
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Tal fue el avance de cierto saber psiquiátrico, a la vez que, por otra parte, se salvaguardaba lo esencial: definir lo punible, proteger el futuro.
La ruptura freudiana El escándalo de la novedad del psicoanálisis radica en suprimir la frontera entre perversión y normalidad. ¡Basta de condenas! Hay «impropiedad» (Unzweekmiissi1tkeit), escribe Freud en los Tres ensayos de i905, «en el empleo r~pro batorio de la palabra perversión». 3 En efecto, todos los niños son «polimorfamente perversos» en cuanto a la meta (Ziel) y el objeto (Objekt), porque la sexualidad infantil es en su origen una libido de las pulsiones parciales con objetos pregenitales (oral, anal, escópica, vocal). Ahora bien, es universal, ya que todo ser humano ha sido un niño: «Frente al hecho, reconocido desde entonces, de que las inclinaciones perversas estaban ampliamente difundidas, se nos impuso la idea de que la predisposición a las perversiones era la predisposición original y universal de la pulsión sexual humana». 4
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Sólo la primacía ulterior de lo genital debía permitir la uperación de las perversiones por unificación de las pulsiones parciales de la vida infantil en una sola pulsión totalizadora, dirigida hacia el llamado objeto genital heterosexual, de acuerdo con el modelo de la finalidad biológica de la ~eproducción. Justamente en ese punto los psicoanalistas se dividen. Para algunos,Ja_p_eJ:Y.e rsión swa1ª'..Qe.:rsistencia de u~ ción a una pulsión parcial: se trataría del signo de un retrael desarrollo yilleVolución hacia la pulsión genital. Se so definiría por una detención (ein Verweilen) en tal o cual placer calificado de preliminar, pero que no tiene nada de tal. La transformación por el Edipo no habría tenido lugar. Sin
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3 4
S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle, op. cit., cap. 1, § 3. lbid., pág. 179.
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embargo, ¿no nos indica Freud que la perversión sólo es concebible artiCülada p oi," con y en el compléjo de Edipo? Responder a-esta pregunta es retomar con Lacaii la lectura de Freud en su investigación a partir y más allá de los Tres ensayos de 1905. En 1915, en «Pulsiones y destinos de pulsión», Freud nos habla de su tentativa de hacer coincidir el amor por el otro como objeto sexual con la síntesis posible de las pulsiones parciales en una sola pulsión totalizadora. Dice lo siguiente acerca del amor: «El uso de esta palabra para una relación semejante sólo puede comenzar con la síntesis de todas las pulsiones parciales de la sexualidad bajo la primacía de los órganos genitales y al servicio de la función de reproducción». 5 Pero, ¿es verdaderamente posible? Freud nos confiesa su perplejidad: «Preferiríamos ver en el amor la expresión de la pulsión sexual total, pero pese a ello no salimos del apuro».6 - En efecto, no es tan sencillo. Amor y sexualidad no se confunden, como preferiríamos pensarlo y hacerlo creer. Si amar es ser amado en el propio yo total y unificado, ¿pasa lo mismo con lo pulsional? ¿Amor y deseo sexual coinciden? Podemos salir de este apuro si apelamos a otro Freud, el que poco a poco va a identificar perversión y Verleugnung . Es la elección que hizo Lacan para upa diyisoria entre un no y un sí. Por un lado, no se puede decir, según la lectura que hacen algunos, que la perversión infantil universal no es más que un estadio provisorio del desarrollo de la sexualidad humana. Esta es negación del instinto en cuanto tendencia finalizada por tal o cual objeto según una ley de la naturaleza. La libido es la anti-physis, y en ese sentido es perversa o no es. Lacan no dejará de repetir esta negación: «La sexualidad sólo se realiza por la operación de las pulsiones en cuanto son pulsiones parciales, con respecto a la finalidad biológica de la sexualidad». 7 5 S. Freud, «Pulsions et destins des pulsions», en Métapsychologie, op. cit., pág. 40. [«Pulsiones y destinos de pulsión», en AE, vol. 14, 1979.) 6 lbid., pág. 34. 7 J . Lacan, Le Séminaire, Livre XI, Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, op. cit., pág. 161.
103
En efecto, «la pulsión, en tanto representa a la sexualidad en el inconsciente, nunca es sino pulsión parcial» ;8 y por 1~so «no hay acceso al Otro del sexo opuesto como no sea por ~ vía de las llamadas pulsiones parciales». 9 Ahora bien, esta negación de una finalidad totalizadora es exactamente lo que Lacan leyó en Freud: r --
«Laganze Sexualstrebung, representación de la totalidad de la pulsión parcial-nos dice Freud-, no está ahí_ En el camino de este resultado, los conduzco tras él y les afirmo que todo lo que aprendí de mi experiencia concuerda con ello».10 Pero ¿Lacan va a quedarse ahí? No, se vuelve, con un Freud ulterior, hacia otra definición, más precisa y sobre todo más explicativa de la perversión.
jcomo falo desplazado.. ~a perversión es renegar de la difel!encia sexual: todas las mujeres tienen el falo. •· Freud se mantendiá fiel a esta definición hasta su muerte, que interrumpirá la escritura del famoso artículo comenzado en 1938: «La escisión del yo en el proceso defensivo», en el que !a Ichspaltu._ng es el efecto misplO de la Vfrleugnung, 1 : ecaída sobre la presencia del falo en la mujer. 0 d; . '-:/5' '} l {l :;/...L.( tí'i. "
El comentario de Lacan La lectura de Lacan consiste en trazar la distinción entre simbólico, imaginario y real. Freud habla de la percepción visual de la ausencia de un órgano real en la mujer. Lacan desplaza a Freud: no se trata de lo r~al, sino del falo imaginario y simbólico. La argume~tación se ordena en tres
tien:lpos.
El punto de inflexión de 1910 En efecto, Freud no se conforma con definir la perversión como la negación del instinto cuya finalidad es la reproducción biológica. Avanza paso a paso. En primer lugar, efectúa la conjunción entre el descubrimiento de 1905 del fetichismo del pie o de la cabellera como aberración de orden sexual (primero de los Tres ensayos) y, por otra parte, el descubrimiento de 1908 respecto de que entre «las teorías sexuales infantiles» están las consistentes en atribuir un falo a las mujeres. Ese lazo se anuda en 1910 con Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci: el fetiche es el Ersatz (sustit~ del falo de la madre. - -De tal modo, Freud se encamina finalmente hacia una nueva definición de la perversión. Esta no es preedípica. Al contrario, a partir del complejo de castración, la perversión recibe en 1927, en el artículo «Fetichismo», su verdadero nombre: ni una represión ni una forclusión, sino una reneación
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J. Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 849. !bid. lO J . Lacan, Le Séminaire, Livre XI, op. cit., pág. 172.
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104
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l. La madre no tiene el falo P~ el niño que no es :gsicótico1 la _significación del deseo
de la madre no está forcluida; designa lo que le falta, es deCIT,el s1gníficado del falo como significante de su deseo. Ahor a bien, ese simbólico no carece de efecto sobre lo imaginario. Si el niño ha recibido de su madre la significación fálica de su falta, puede entonces hacerse para ella objeto fálico como imagen (Lacan lo anota como phi minúscula:
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2.JI:'.a angustia I Pero esta posición no es evidente por sí misma. Como dice Lacan: «Es siempre la cuestión de saber por qué medio el niño dará a su madre ese objeto del que ella carece». 11-Y áñade: «Todo el camiO:-; en torno def c~á.lcl yo conquista su estabilidad se construye, justamente, en la medida en que él muestra a su madre lo que no es». 12 Sí, pero ¿cómo estar ala altura del deseo de la madre? 11
Le Séminaire, Livre IV, La relation d'objet, op. cit. , pág. 193. pág. 194.
12 !bid.,
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De lo imposible de responder nace la angustia de castración. Por eso, sin duda, Lacan decía lo siguiente: «Si hay castración, la hay en cuanto el complejo de Edipo es castración. Pero no por nada se advirtió, de manera tenebrosa, que la castración tenía tanta relación con la madre como con el padre. La castración de la madre (. . .) implica para el niño la posibilldacT de ladevoraciün y el moraisco» .13
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Ser el objeto fálico imaginario para colmar el deseo de la madre es la angustia misma de ser tragado por ella. Freud lliililabá de horror (Gralien) a la ca stración de ia mujer. Lo hacía con referenciaa l fetichismo. En efecto, la perversió~ se origina allí como consecuencia de la angustia. 3.JLa madre tiene el falo Tal es la Verleugnung: renegación de la primera posición, según la cual la madre no tiene el falo. Así, el sujeto puede respirar: postula el fetiche como sustituto del falo faltante {en la madre. Allí donde falta en ella el falo simbólico, el suje~ sitúa un fetiche como falo imaginario. «Lfl mujer, por lo tanto, tiene el falo en el mgirco ~ de no tenerlo»,decía Lacan. 14 Es a la vez una cosa y la otra: ~livaJe, di;isión, disyunción. Y el féticb,ismQ.__s e convierte en el ~aradigma de t~da perversión. Eirf?..litti~{}i por el lado : del obJeto materno tiene efecto de sphttingpor el lado del ujeto: él es el falo y no lo es, porque la madre no lo tiene en cuanto deseante y lo tiene como fetiche en cuanto está colmada. Así, ~l sujeto no elige entre to be or not to be e~. ~l f~tic~ p..Q!_consiguiente una defensa contra @.@ gustia del deseo de la madre; por eso, sin duda, tiene la mis:. ma funcióñqüela fobi~alar una protección en u~ puesto de avanzada frente al peligro de ser devorado por el deseo insaciable del Otro.
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SIR Ahora bien, esta lectura de Freud sólo es posible si se sabe descifrar en su texto estas tres funciones: simbólico, imaginario, real. Sin esa distinción, no se entiende cómo puede Freud, a partir de 1910, fundar la perversión sobre la renegación de la diferencia sexual. En efecto, no sin razón Lacan, en 1956 -vale decir, el año de su seminario La relación de objeto acerca de la perversión-, agrega su firma a un texto de W. Granoff justamente titulado «El fetichismo: lo simbólico, lo imaginario y lo real». 15 No ha escrito una línea de ese artículo, pero al firmarlo da su acuerdo a lo que en adelante constituye saber compartido y comunidad de trabajo. En ese texto, Granoffhace el análisis teórico de un caso 1Jº•·1 de fetichismo presentado en 1930 por ~lexanderl,¡m:_anq: d., 4~. <'· <, «Fetishism in statu nascendi». 16 Se trata de un varón de 1 <' cuatro años, Harry, a quien Lorand ve una o dos veces por semana a lo largo de seis meses. El niño tiene la costumbre de acariciar y besar los zapatos de las amigas de su madre. Pregunta si tal o cual de esas amigas tiene un gran «gatito» como su padre y dibuja tanto a las niñas como a los varones con un «gatito». ¿Cómo interpretarlo? W. Granoff responde: no se trata del pene real, sino del falo en lo simbólico. En efecto, el fetiche debe tomarse comoelemeñ to de unaactividad simbólica sin «confusión entre la palabra y Sl1 r~ferente» .17 La palabra hace presente lo que está ausente. · · Pero, sin embargo, ~l zapato o ei pie, ¿no son imafJE!:_ fálica? No, contesta Granoff: «Lo imaginario sólo es descifrable si se presenta como símbolo». 18 En efecto, «el elemento imaginario tiene exclusivamente un valor simbólico». 19 Estamos «en el dominio de la búsqueda del sentido lenguajero 15
13 14
453.
106
Ibid., pág. 367. Le Séminaire, Livre V, Les formations de l'inconscient, op. cit., pág.
Publicado en inglés: W. Granoffy J. Lacan, «Fetishism: the symbolic, the imaginary and the real», en Perversions: Psychodynamics and Therapy, Londres: The Ortolan Press, 1956. 16 lnternational Journal ofPsycho-Analysis, vol. 11, 1930. La traducción francesa apareció en la revista Apertura, vol. 5, 1991, págs. 123-30. 17 Cf. el texto aparecido en francés en L'objet en psychanalyse, París: Denoel, 1986, pág. 24. 18 [bid. 19 !bid.' pág. 26.
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más que en el de vagas analogías visuales (por ejemplo, las formas huecas que recuerdan la vagina),,.20 El caso del pequeño Harry muestra claramente qué es la interpretación analítica: pasar de la relación de dos según lo imaginario visual a la relación padre-madre-sujeto según el orden simbólico del intercambio. Así, la Verleugnung es el ~@9 de u:i:_i~~~cilación constru.ite entreu na y otra.-
2. Delante o detrás del velo
Si a partir de 1910 Freud presentó la perversión con la ayuda del fetichismo, es porque este es el paradigma de aquella. Así, Lacan va a poder presentar a partir del fetiche la estructura de cualg_ uier 12erversión. ----r:oñ ace en el capítulo 9~se;ninario La relación de objeto, ~ que muestra la doble función del velo o la cortina. El ~~s a la vez lo que oculta y lo que designa. En la t ·· pervers10n, la tarea del sujeto es ocultar la falta falicn de la madre, a un tiempo que designa 'COn la ayudauel velo la fi" gura de aquello que falta. De allí el esquema de Lacan:1 .
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El velo oculta la Nada [Ríen] que está más allá del Objgto en cuanto deseo del Otro: lañ:nrrlre no tiene el fálo . Pero al mismo tieiñP'OY p-ese a eIIO, el velo es el lugar en el cual se proyecta la imagen fija del fitlo simbólico: la madre tíeiiéef fálo. · - -- ·• - - - _--- 1 #"!
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Esta proyección de la imagen fálica que oculta y designa la Nada [Rien] es lo que el sujeto coloca delante de él. Según esta estructura, tenemos las siguientes perversiones:
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Masoquismo Sujeto
Objeto
Nada [Rien]
Voyeurismo Homosexualidad femenina Velo
l. El fetichismo Pone un velo sobre la falta fálica de la madre. El velo es el Ersatz del falo desplazado sobre el pie, el zapato, la pantufla, la trenza, la cabellera. ".:" t , , ~ c9--rJ~ .:. "·
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No debe definirse en relación de complementariedad con el sadismo, o a la inversa. Gilles Deleuze y J acques Lacan lo mostraron: ¡nada de sadomasoquismo! Freud describió el masoquisriiü'eñ su artículo de 1919, «Pegan a un niño»: es preciso que el Otro tenga el látigo coft f.· 1 ( mo poder fálico. Leopold de Sachér Mas oCli no dejó de des1' ' ' -I: eribir en sus libros esa demanda dirigida a una mujer, para que esta disfrutara de absolutamente todos los derechos. Fue un éxito público. En cambio, en su vida privada, su 11!!!:. jer Wanda sólo pudo cumplir el contrato de azotar a Leopold d.uri'n~ algunos años de matrimonio (1872-1883). 3. El voyeurismo No es el complemento del exhibicionismo, sino su paralelo. Lacan, al respecto, introduce la noción de hendidura [{ente]. 2 El voyeur entra en el deseo del Otro por la hendíau: iá, la-ranura, el postig~ (en francés se habla de,J'alous~[ce: losía]), el telescopado o cualquier pantalla. Enfoca erdeseo Seminario Le désir et son interprétation, clases inéditas del 3 y el 10 de junio de 1959.
110
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del Otro, 12 sorprende en su pudor y su intimidad; se introduce en su mundo privado. ¿Gracias a qué? Ala hendidura. vr~ En el fantasma, el sujeto es la hendidura, a fin de que el O!ro_g interes~a ców.p.,.gce, esté abierto a ese espectáculo yparticipe en esa mostración. El sujeto es hendidura, fisura del velo que seRara lo oculto de lo mostrado, lo privado de lo Rúblico d~spaci.Q__Qfil Cftro~Freud habló de ello con referencia a la escena primitivá c~ncerniente a los padres. Lo que el Otro deja ver sin §1\.-. berlo es lo que permite negar Ía falta fálica, de conformidad con la cree;cia perversa: todos 108seres h~ffiaños tienen® falo~ . ---- · -----·--., · ·
Fetichismo
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Delante del velo
2. El masoquismo
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4. La homosexualidad femenina En su seminario La relación de objeto (1956-1957), Lacan comenta el artículo de Freud de 1920 titulado «Sobre la 3 , :1 'Í UV' ,:r;>sicogénesis de un caso de homosexualidad femenina». En 1 , f"~~dicho caso, lo que_~a joven desea en la Dama está más allq {~de la mujer amada; es lo_que le falta, el falo simbóJico., La pervers10nliomosexual consiste en velar esa falta mediante un sustituto, un Ersatz: el hijo como imagen fálica. 'Y Para la joven, esa actitud es posible al identificarse con su padre y asumir su papel. Ella ama como un hombre (mannliches Typus, dice Freud). Tiene el pene y lo da a la Dama, que no lo tiene. Y lo da de acuerdo con la equivalencia pene imaginario/hijo. ¿Cómo llegó hasta allí? En el momento de la declinación del Edipo, dirigía las miradas hacia su padre en la expectativa de recibir un hijo de él. En efecto, se complacía en actuar como una madre con un varón de cuatro años, hijo de unos amigos de sus padres. Pero, dura decepción, el padre embaraza a la madre; vuelto hacia esta, es a ella a quien da un hijo. La joven, entonces, dirige su mirada hacia la Dama, más grande que ella. Hay una inversión: en el lugar de la frustración del objeto real (el hijo) por el padre simbólico, se establece una identificación con el padre imaginario. Ese duelo del objeto demandado se cumple mediante la identificación con quien podría darlo, pero lo ha negado.
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3 En Névrose, psychose et perversion, París: PUF, 1973, págs. 245 y sigs. [«Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina», en AE, vol. 18, 1979.]
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Así, la joven se sitúa en la posición de la perversión: vear la falta fálica en la Dama por el don del hijo como imagen álica. Y cuando el padre interviene públicamente con una mirada furiosa dirigida hacia su hija y su amiga, la primera s"'A~ pasa al acto; actúa un alumbramiento público de su amiga mediante un niederkommen, «parir» [«mettre bas»]. Tal es la ISP-'t~, significación de pasa;p~~-encima del parapeto- y «caer» so~iA tJ (. L1 Í
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Detrás del velo Pero el feti¡;;hg_ como falo imaginario no siempre es puesto por el sujeto delante de la Nada [Rien] como más allá de la madre. A la inversa, puede ser puesto por un sujeto que, al identificarse con la madre, lo presenta a partir de ese lugar situándose detrás del velo: «No se sitúa delante del velo -dice Lacan-, sino detrás, es decir, en el lugar de la mad~ 4
nSujeto
Objeto
Le Séminaire, Liure IV, op. cit., pág. 162.
5 En International Journal of Psycho-Analysis, nº 20, 2, 1939, págs. 161-
112
Sadismo Sujeto
Objeto
Nada [Rien]
Exhibicionismo
Velo
Nada [Rien]
Lacan supo leer esta otra posición en la presentación de un caso hecha por Sylvia Pay:ne en su artículo «Sorne observations on the ego development of the fetishist». 5 Se trata
70.
Travestismo
Homosexualidad masculina
Velo
4
de un hombre cuyo fetiche era un impermeable (mackintosh). Su presencia «como acompañamiento necesario de la sexualidad» era por su textura, lisa o no, un estimulante del erotismo de la ~l. Pero sobre todo, sefialaba S. Pa)'l!e,.J!!In vivo recuerdo de sus tres años, cuando lo obligaban a usar JI w cvi bombachas de goma, esfaba ligad oareXhibiCioñlsiñO, aT - -· ·-<.J espectáculo .Y al mlellO-iffáeastracioll.;,. 6 - - · --ne-d.icho iñ!edoprocede; en efe.Cto~ la función simbólica de ese fetiche: «El impermeable es una protección mucho más notoria que los zapatos o el corsé». Enmascara como imagen fálica lo que designa como elemento simbólico, la falta fálica de la madre como causa de angustia del sujeto. Este cumple de manera activa esa operación de renegación revistiendo públicamente el impermeable. Así, de esta posición del sujeto detrás del velo se deducen varias perversiones posibles:
l. El travestismo Como el impermeable, la actitud de envolverse en trajes femeninos es una identificación del sujeto masculino con la madre poseedora del falo. Así, la protección contra la angustia es exitosa y se trata de «Ocultar la falta de objeto». 7 Es preciso «que siempre sea poSí6fe""pensar que está precisamente donde no está».s . ---· ' ~~~~~·--
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2. El sadismo No está en simetría con el masoquismo. El látigo, el bastón, el cetro, el cayado, presentifican la imagen fálica. La identificación con la madre que «ll~va }o~ Q~gta'!,Qn~." prote6
/bid.' pág. 166. Séminaire, Liure N, op. cit., pág. 166. 8 !bid.' pág. 194. 7 Le
113
ge de la angustia. ¿No es lo que consiguió Sade con la presidente de Montreuil? 3. El exhibicionismo Hemos visto que el voyeurismo es presentación de la hendidura como entrada en el espacio del deseo del Otro. El exhibicionismo no es la recíproca, así como el masoquismo no lo es del sadismo. El exhibicionista no espía como el voyeur; «entreabre su lli!!!tfi.lla»,9 como un pantalón gue se abre, Eara ofrecerse a la ~is!a del Otro 1 tos arlo «más allá de su pudor» 10 y ponerse -ªJner.c:e.d.d~~-~ eja ver pa;; ver al Otro sorprendido por el develamiento. ¿En qué sentido hay perversión? Lacan decía: «La técnica del acto de exhibir consiste, para el sujeto, en mostrar lo que tiene en la medida en que el Otro no lo tiene». 11 Se tra~aerevelar arOfro lo que éSte;;;;;;:estamente ;;_~ tiene, para huna::u:10almi~ tiem[JO en la ':'..«::!.~enza ¡;fe lo_que le falta». El sujeto presentifica a la madre como si en ella no hubiera falta.--·- - - - -----·-
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sualmente grandes. Por fin, al completarse el proceso de la pubertad, llega el momento de permutar a la madre por otro objeto sexual. Sobreviene entonces una inversión (Wendung) repentina; el joven no abandona a su madre, sino que $e identifica con ella; se trá~smuda elfuy ahora 15UsCaüb~~ jetos que puedan sustituirle al yo de él, a quienes él pueda ~A-;e111: 14 amar y cuidar como lo experimentó de su madre». ~$;....;;"', '( ¿;. .....,,;:¡ 1
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En este punto, Lacan retoma a Freud y lo prolonga con una precisión: identificación, no con el deseo de la madre tampoco con su amor, sino con su goce. Hay repetición del mismo goce por inversión: el hijo, en tanto fue el objeto de tal goce del Otro, lo perpetúa gozando a su vez de un objeto semejante a lo que él mismo fue. Hay pues narcisismo en materia de elección de objeto, pero al servicio del goce del Otro que debe mantenerse. Sometida la clínica a la ley de la confidencialidad, recojamos la experiencia de quienes testimoniaron públicamente esa «inversión».
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4. La homosexualidad masculina Por último, resulta claro que, en el caso de la homosexualidad, «en el sujeto se trata de su falo -decía Lacan-, pero, cosa curiosa, del suyo en cUaíi"to"' va a buscarlo en otro».12 ¿Por qué? Porque se identifica con una madre 9_\le_ ~ ---·«en el lugar que . debe tenerlo, es decir, ocupa l~ 111ªgre _q!'.1~ hace Ja ley pará 'el padre».13 Por eso la exigencia del homosexual es demandar a su partenaire que «muestre que lo tiene». Freud designó como Wendung , inversión, esta identificac;ión con la madre, y se explaya del siguiente modo en el capítulo 7 sobre la identificación en Psicología de las masas y análisis del yo:
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f:E1joven ha estado fijado a su madre, en el sentido del com-
j plejo de Edipo, durante un tiempo y con una intensidad inu9
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Seminario Le désir et son interprétation, clase inédita del 10 de junio
1959. 10 !bid. 11
Le Séminaire, Livre IV, op. cit., pág. 272. !bid.' pág. 194. 13 Le S éminaire, Livre V, Les formations de l'inconscient, op. cit., pág. 12
210.
14 Essais de psychanalyse, París: Payot, 1981, págs. las masas y análisis del yo, en AE, vol. 18, 1979.)
171-2. [Psicología de
115 114
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3. Dos casos de inversión
El primer testimonio es el de André Gide. En efecto, sus relatos muestran admirablemente la distinción entre la ley del amor que protege y la ley del goce. El amor que protege concierne a su prima Madeleine, que se convertirá en su mujer, la única a quien amó. El gran acontecimiento de su adolescencia fue el descubrimiento del dolor de Madeleine ante la mala conducta de su madre, que abandonaba a su marido por un amante: «Abominable secreto que la hacía sufrir», escribe Gide al descubrir su vocación: «Yo sentía que en ese pequeño ser a quien ya quería habitaba una enorme, una intolerable pena, un pesar tal que, para aliviarlo, no bastarían todo mi amor, toda mi vida. ¿Qué más he de decir? Hasta ese día, yo había vagabundeado a la aventura; descubría repentinamente un nuevo oriente para mi vida».1
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Pero a esta ley del amor se opone otra, la del goce del En ese lugar se sitúa la madre de Madeleine, la tía Mathilde, cuyo goce del cuerpo del joven André hizo de él el objeto de una intrusión inolvidable: Otro.
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«Con el corazón palpitante, me acerco a ella y me obligo a sonreírle y tenderle la mano. Ella la cubre con una de las suyas mientras con la otra me acaricia la mejilla. "¡Qué mal te viste tu madre, mi pobre pequeño!". Yo llevaba entonces una especie de casaca con un gran cuello que mi tía empieza a arrugar. "¡El cuello marinero se usa mucho más abierto!", dice, a la vez que me desprende un botón de la camisa. "¡Vamos! ¡Mira si no estás mejor así!". Y, sacando su espejito, 1 Si le grain ne mewt, París: Gallimard, «Folio», 1955, pág. 125. [Si la semilla no muere, Buenos Aires: Losada, 1969.]
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atrae mi rostro contra el suyo, me rodea el cuello con su brazo desnudo, baja la mano por mi camisa entreabierta, pregunta riendo si soy cosquilloso, sigue más adelante ... Mi sobresalto fue tan brusco que provoqué un desgarrón en la casaca; con el rostro encendido, y mientras ella exclamaba: "¡Vaya! ¡El gran tonto!", me escapé». 2 Ahora bien, anota Lacan en los Escritos: «No puede dejar de señalarse que esas maniobras se parecen singularmente a las atormentadoras delicias» 3 que Gide nos confesará cuando haya cumplido su «inversión» freudiana. En efecto, ¿qué nos dice de su experiencia durante el viaje de bodas? «En el tren que nos traía de Biskra, tres escolares que volvían a su liceo ocupaban el compartimento contiguo al nuestro, casi completo(. .. ) En cada una de las frecuentes pero breves paradas del tren, asomado por la ventanilla lateral, que había bajado, podía alcanzar con la mano a uno de los tres escolares, que se entretenía en inclinarse hacia mí, desde la ventanilla vecina, y se prestaba riendo al juego; yo saboreaba atormentadoras delicias al palpar la vellosa piel ambarina que él ofrecía a mis caricias(. . .) Madeleine, sentada frente a mí, no decía nada y simulaba no ver, no conocerme .. . Llegados a Argel, solos en el ómnibus que nos llevaba al hotel, me dijo por fin, con un tono en el que yo percibía aún más tristeza que censura: "Tenías la apariencia de un criminal o un loco"». 4 Tal es el sen~l~prueba de padecer la romisión d~! O! ro en el propio cuerpo, convertido en el l?ªente de la arbitrarieclaa-c:re·su goce.
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Una extraña identidad Esa semejanza singular que hemos visto entre André Gide y su tía Mathilde volveremos a encontrarla en Henry de Montherlant., con el nombre de la «extraña ident iaacr;; que su historiador constata entre los deseos y los sueños de su madre y los de su hijo Henry. 5 Esta identidad permanecerá secreta durante mucho tiempo, hasta la publicación tardía, en 1969, de una autobiografía titulada Les garxons. 6 En ella, Montherlant deja por fin de atribuir eí dram;d;"su vida a sus educadores del colegio de Sainte-Croix de Neuilly, como lo hace en La uille dont le prince est un enfant. Habla de una vez por todas del estrecho lazo entre el amor de su madre por él y el que él mismo sentía por un compañero. Amor único, irreemplazable, que nos confesará poco antes de suicidarse en 1972, en un texto que se publicará con el título~;dimons-nous ceux que nous aimons? 7 Sin duda se trata de su testamento: a partir de un sueño del 12 de diciembre de 1971, Montherlant nos habla del objeto de su amor, el joven que perdió a los diecisiete años: «El sueño del 12 de diciembre me mostró que ese ser fue el único a quien amé durante toda mi vida, que nuestros otros amores no habían sido más que una caricatura de aquel y que la felicidad misma había sido poca cosa luego de él». Y agrega: «Sólo se ama una vez, y cuando lo pienso se abre ante mí la desolación».s Pero, ¿de dónde procede entonces la unicidad de ese encuentro, relat~~fes ¡¿an;ons, e~tre Henry, llai:i~
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2 André Gide, La porte étroite, París: Gallimard, «Folio», 1959, pág. 21. [La puerta estrecha, Barcelona: Orbis, 1997.] 3 Pág. 753. 4 Et nunc manet in te, París: Ides et Calendes, 1947, pág. 41 [Et nunc manet in te, Tlaxcala: Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1985]; véase también Journal JI, París: Gallimard, «Bibliotheque de la Pléiade», 1977, pág. 1134 [Diarios, 1889-1949, Buenos Aires: Losada, 1964] .
118
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Pierre Sipriot, Montherlant sans masque, París: Laffont, 1990, vol. 11,
pág. 440. 6 París: Gallimard, 1969. [Adolescentes, Buenos Aires: Emecé, 1969.] 7 París: Gallimard, 1973. 8 lbid., pág. 217.
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irreemplazab~~-gueJI.J).!!fY.!~S.Lbió _qe
S2:1 mª.Q.re: De este modo, al hablar de sí mismo, escribe lo siguiente:
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Hasta los doce años iba a la cama de su madre, una media ora antes de acostarse. Ella, en camisa de noche, lo apretaa contra sí, cálido como un polluelo». 9
Esa situación se prolonga hasta el día en que, «Sin saber ué hacía, tocó a su madre donde no debía». 10 Y cuando su hijo tiene catorce años, ella le escribe:
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Cómo te amo! Es verdaderamente terrible, porque mi mor no hace sino aumentar día tras día(. .. ) Querría vivir il años para poder amarte mil años».
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Su marido cuenta muy poco; no tienen gran cosa que decirse el uno al otro. En cambio, el amor por Henry es salvaje y fuerte: «Mi vida -escribe su madre- está absorbida en la tuya de una manera inverosímil, y no deseo a mi peor enemigo amar como yo te amo». 11
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En efecto, la pasión va a desencadenarse cuando Hen ·-~ ·-··-· - con ~n~tenga un encuentro amoroso el coleii0Samte:c;~~Apá7ece entonces fa «extraña ícféñtidad:>. El mome~eclsivo que va a provocar la expulsión definitiva del colegio es el de la cita en el invernadero: «Como si presintiera que era la última vez en su vida que iba a tocar el rostro de ese niño, como si hubiese sabido que la suerte estaba echada y que no quedaba sino poner algo de dulzura inolvidable en lo que no iba a ser más por toda la eternidad, se arrodilló junto a Serge. Se deshizo calmosamente de la bufanda y hundió la cara en su cuello cálido; le rodeó el rostro con el brazo y lo besó en los párpados. Todo eso con lentitud y en un completo abandono a su destino». 12 9 Les garr;ons, op. 10 !bid., pág. 44. 11
Pero, ¿de dónde viene ese beso en los párpados? El final de la obra nos da la respuesta, cuando nos habla de la madre de Alban, el seudónimo de Henry. U na mañana en que está muy decaída, ella dice a su hijo: «Soñé que te tenía sobre las rodillas, a los doce años, con pantalones cortos. Bajabas la cabeza para que sólo te pudiera besar en el pelo. Luego volvías a subirla suavemente y te besaba en los párpados, como lo hacía a menudo cuando dormías ("conocemos eso", se dijo Alban). Pero entonces me daba cuenta de que ya no eras tú; era Souplier. Te habías convertido en Souplier... ». En esas últimas agonías, suspendida por encima de un infinito terrible, ella confundía a esos dos niños, culpables o no culpables, para hacer de ellos un bien único. Y él, por su parte, pensaba: «Si mi madre lo vio tan a menudo en sueños, 13 quiere decir que tengo derecho a amarlo». A11ora bien, esta reconstrucción del hijo le permite ver que aquello de que goza en Serge Souplier es el goce mismo de su madre: «Y repentinamente, Alban por fin comprendió. Ese tono carnal que ella adoptaba para hablar de él, esos sueños en los que él se le aparecía, su anhelo de hacerlo ir a la casa y, por último, luego del incidente final, su manera sorprendente de echar aAlban en sus brazos ... ¡Qué claro le parecía todo ahora!». 14 Por eso, «más que nunca, ella permanecía en su vida por 1 Serge. Por Serge, ella lo conservaba». 5 Así, Montherlant puede concluir: Era ella quien, por sus insinuaciones, había dado a Alban a idea de un acto con Serge -el del frontón vasco-, acto en 1 cual él no pensaba y que, en consecuencia, no deseaba ... ) Es terrible que esa madre, con todo su amor maternal, toda su honestidad, toda la vivacidad de su espíritu, toda su
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cit., pág. 43.
Citado por P. Sipriot, Montherlant sans masque, op. cit. , vol. I, págs. 125-6. 12 Les garr;ons, op. cit., págs. 195-6.
!bid., pág. 306. pág. 353. 15 !bid., pág. 165.
13
14 !bid.,
121 120
"educación", no entrara casi nunca en la vida de su hijo como no fuera para falsearla, para rebajarla o para desasosearla. Pero ¿qué? ¿Era su culpa, o es simplemente que los dultos, hagan lo que hicieren, no hacen nunca sino echar a erder la adolescencia y la infancia?,,.16
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En efecto, «¿quién habría creado como ella ese clima de atrocidad bonachona en la que ambos se complacían? ¿Cómo habría podido él tener una madre más inverosímil que ella? Lo había marcado para toda la vida, como ella estaba marcada por la Parca» .17
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Marcado, no por la expulsión del colegio debido al escándalo de esa amistad muy particular, sino por este goce de la madre que Henry debe perpetuar sin cesar volviéndose hacia un adolescente, como ella se había vuelto hacia él. Así, por intermedio del hijo, ella sigue en posesión del falo . . . ¡incluso más allá de su muerte! Ese habría de ser el destino de Montherlant, en virtud de lo que él llamó «las operaciones misteriosas».
4. Una desmentida de lo real
Hemos visto con Freud dos definiciones de la perversión, de tal modo que en una y otra oportunidad se enunciaba la afirmación de una proposición universal: ~m}mer lug¡g-, todf niño tiene una sexualida~rv~ ; luegQ, _~a_c_ia_s ~ laVerleugnung, todo ser humano tiene un falo. ¿Podemos conÍOÍ'marnos-con ello? -· - Tardíamente, a partir de 1966, Lacan va a añadir el enun ciado de una ~r~iara_p!Qp_s¡~_i.<:ión _universaC - .. - Pero, añfes ·de proseguir por este nuevó ca mino, partamos del siguiente interrogante que plantea la función del fetiche: la presentación de diversas formas de perversiones, delante o detrás del velo, ¿no relega la perversión al lado masculino? ¿Escaparían las mujeres a ella? Con referencia a ellas, justamente, Lacan va a avanzar en su búsqueda de la estructura de la perversión: con referencia a ellas como madres. Así, en el seminario de 19581959, dice a propósito de l~ mujer_: "~-~-~_Jljngu!a:r:_ si~i~ litud de su fórmula tra:ns-subjetiva, :inconscjente, con la del pervefso:Sitódo lo que he~os Q.escubierto d~ la economía iñCoI'i§"cien~~:Di-mujer..S.EL§.Q§ti~n~ en equivalencias simbólicas del falo con todos lo~ objetos que se separan de ella, y en primer lugar el objeto más natural. que debe separársele·, a sáber, su producto infaritiJ::>,. Pero entonces se trataría de satisfacciones-muy «naturales». Y Lacan agrega con ironía: «Es lo que expresaron algunos autores analistas al decir que, si hay menos perversión en las mujeres que en los hombres, es porque e~....sat:isfacen..su_grandeza ner.versa en la relación con sus hijos. Por eso (. .. ) hay algunos hijos de los que nosotros, como analistas, tenemos que ocuparnos». 1
16 !bid., 17 !bid.,
pág. 234. pág. 343.
1 Seminario Le désir et son interprétation, clase inédita del 7 de junio de 1959.
122 123
1966-1973: del deseo al goce
Sí, pero en cuanto mujer, ¿qué pasa entonces? Esta es la pregunta que debemos responder ahora.
1960-1966: del fetiche al fantasma
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Pero responderla supone un desvío, el desvío de una primera etapa entre 1960 y 1966, durante la cual Lacan hace silencio sobre la perversión. Lo que importa está en otra parte: la invención del objeto a minúscula a partir de la agalma del Banquete de Platón en el seminario Le transfert (1960-1961). Esta invención del objeto a como causa del deseo por el lado del sujeto permitirá escribir el famoso grafo del deseo en el artículo «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo». 2 ¿Por qué se introduce? Porque hay incompletud de lo simbólico, que Lacan anota S(.~). El Otro está barrado; el significante que daría respuesta final a la pregunta del sujeto, «¿qué quieres? Che vuoi?», falta para siempre; el falo como significante que permitiría responder está fuera del sistema. Entonces, ¿voy a esperar sin fin como el neurótico? No, el sujeto engendra la respuesta sitl!;ang o e!!.~§e a@i~IQ_ en lo simbólico-su fantasma, anotado $ oa barrado punzón a mimiscula). - - . ·- - - -· - -
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- A.hora bien, ¿qué es entonces esa a minúscula como objeto parcial? Es lo pulsional mismo, subje9:vidad según los cuatro objetos: pecho, heces, mirada, voz. lfº:Ja.fo) Ese lazo entre el sujeto y el objeto pulsiortal se efectúa según el modo reflexivo del verbo: ni activo ni pasivo, sino reflexivo. El sujeto se hace manducar, rechazar, ver, oír; esto es, se hace deseo del deseo del Otro. Así, la palabra «fantasma» pierde su sentido peyorativo; da lugar a lo pulsional más allá del lenguaje. En este caso, no se trata de perversión. . r - ~ hA1"-2B_ _;¿¡-J f
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París: Seuil, 1966, Ecrits, págs. 793-827. /«Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freucliano», en Escritos ll, op. cit.] j. <, ,,{:,/, J~ cu,,
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La perversión va a introducirse con el punto de inflexión de 1966. En el seminario La logique du fantasme (19661967), Lacan enuncia lo siguiente: «El Otro, al fin y al cabo, si aún no lo adivinaron, es el cuerpo». 3 Esto no es lacanismo, por cíeftü,p'éro es el nuevo camino .e Lacan: el Otro, porque no existe, porque está barrado, dee reducirse al objeto a minúscula. Ese es sin duda el camino del análisis: no conformarse con la palabra y el deseo, sino alcanzar el deseo del Otro, es decir, del cuerpo; pues sólo hay goce del cuerpo. Por eso objeto a no sólo es caü'Sa del deseo, sino lá aruesta de un plus de gozar. Allí vuelve a ocupar su lugar la perversión. ~· ~~/- ,z Pero, ¿en qué sentido? ;,, ~~:l Dos años después, con D'un Autre a l'autre (1968-1969), ~ Lacan dicta un seminari; sob~eTa ñeurosis_y fa perversió![ ~t(í;f;_~v ¿CU.ares entüñ ées la posición del sujeto en la perversión? No "'' se conforma con el fantasma como respuesta a la cuestión / 1 , del deseo del Otro, sino que el sy jeto se hag;.pl~if#t.B.al sG,Wi: o.¡¡e.l-c ¡jg,Q_tlgoc~ de!,.Otro. Esa es efectivamente la novedad pre- ( r-i
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3 Seminario La logique du fantasme, clase inédita del 10 de mayo de 1967.
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una similitud en espejo, de modo que uno más uno fuera ~al a uno. N O,-eif imposible_. -
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Un complemento procedente del Otro El exhibicionismo apunta a hacer aparecer en el Otro la mirada como signo de posible complicidad en el goce. De igual modo, el masoquista se somete totalmente a la voz del Otro y se desloma para que ella surja y se imponga. Ahora bien, la apuesta de un plus de gozar del Otro prosigue sin fin, sin toparse con mngún límite. ¿Por qué? e)u---;-yu;
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Una nueva lógica Esta definición de la perversión como dedicación al goce del Otro como su complemento o su suplemento se demuestra a partir de una nueva lógica, de acuerdo con estas tres coordenadas:
La perversión Por lo tanto, la perversión toma su lugar a-p.~rtir de esa . fal.ta en lo_ si~bólico [que hay que anot. arfsCÁ)J ~ gracias al ' ' .oh.Jeto a mmuscula, hacer de comn.lement;k J5Íementoil.el "- Otro en beneficio de su plenitud, que debe anotarse S(b). - Esa era la lógica ~lá~c-a:-una relación necesaria y, por [,/ ende, que no cesa de escribirse, entre dos universales, el hombre y la mujer. Así, por el lado del hombre, Lacan podrá decir: «Si El ombre quiere a La mujer, sólo la alcanza al fracasar en el ampo de la perversión». 4 Ypor el lado de la mujer, dirá: «La mujer no entra en funciones en la relación sino ~;7aln'to l~ madre». 5 En efecto, allí donde no es toda porque S(.Q\.), «encontrará el tapón de ese a que será su hijo», 6 de modo que, ~cuanto madre, estará toda ent.m:..a.JID.lllgoce fál~ Tenemos por lo tanto esta definición de la pervers10n con la siguiente proposición universal: tggo goce fálico es perverso, es decir que hace relación sexual gracias al Otro, completo. Definición última de Lacan, que enunciará por ejemplo el 11 de mayo de 1976: «Toda sexualidad humana es perversa si seguimos con claridad lo que dice Freud», 7 Freud leído por Lacan.
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Lo real La fórmula de Lacan se enuncia así: «No hay relación sexual». O sea: como el Otro, en cuanto lugar de los significantes, es incompleto y barrado, se revela un imposible en lo concerniente a la i.!.!§fti.es:~í~ q~e pueda constitüir "rela ción. ¿Entre qué? Entre dos goce'8,el a e un hombre ~eL.de. Uiia'müjer, ae tal modo que,-eñ -el llamado encuent~exual, _,...ª~dos n"o hagª1! q-Q.~ u.n9·.-Es imposible, vale decir: lo que no cesa de no escribirse es lo real de la no-relación sexual. Negación de lo que constituiría relación si hubiese un Otro del Otro, que inscribiera el saber del decir de toda la -·\J verdad. Por ejemplo, habría una comfil..e_mentariedad hombn:)-m.3i_er, de modo qu~_ios mitades hicieran uno;~
más.
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126
Un nuevo clivaje «Ya lo sé, pero, sin embargo», decía Octave Mannoni para articular la Verleugnung. Aho¡:;-~e tr"ata d; ·otro clivaje, un .._.. _._,,_' 4 Télévision, París: Seuil, 1973, pág. 60. [«Televisión», en Psicoanálisis: radiofonía y televisión, Barcelona: Anagrama, 1980.] Le Séminaire, Livre XX, Encare, París: Seuil, 1975, pág. 36. [El Senario.de Jacques ~acan, Libro 20, Aun, 1972-1973, Buenos Aires: Pais, 1989.J f' !bid. _~- ·7-Seminario Le Sinthome (1975-1976), clase inédita del 11 de mayo de 1976.
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clivaje entre do •~·Uno es fálico, el otro está más allá del goce fálico. ción entre, por un lado, ~l .egstulado d~ Así, hay dis erversión: gracias al objeto a y, por el otro, el enigma . que es el no sab~r de .!!!!.. gocedist imo del perverso: SCA). Lacan lo llama inadecuación:
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III. Neurosis obsesiva t1N·
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Si el hombre alcanza a La mujer en la perversión, ¿qué asa con una mujer? En tanto madre, hay «naturalmente» _ erversión; en cambió,Sí"'ñoes toCla madre, «una mujer sFo ~u~nt~a El hombre en la psicosis», decía Lacan. 9 Por eso, agregaba, ella «Se lo prohíbe» habitualmente, pues ese universal de El hombre «es la locura»; así, al prohibírselo, ella no está toda del lado del goce fálico. En una parte de sí misma está en otro lugar, del lado de «Un goce que se siente y del que no se sabe nada». 10 Se trata de un goce otro que sexual; el otro que es el heteros griego, lo cual hacía decir a Lacan: «Digamos heterosexual por definición, aquello que ama a las mujeres, cualquiera sea su propio sexo». 11
: Le_ ~éminaire, Livre ~, Encore, op. cit., pág. 131.
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«No hay relación sexual porque el goce del Otro tomado como cuerpo siempre es inadecuado, perverso por un lado en tant~l Qt~Q..§_e reduce al objeto f! , y por el otro, yo dirí~ loco, enigmático»."
Perversión
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l. La neurosis normal
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a Í~zdel psicoanalista) Si Freud puao mventar la regla fundamental parafáiilst eria, no nos hace sentir tan cómodos con ella en lo que se refiere a la neurosis obsesiva. El mismo lo reconocerá en 1926: Todos hemos notado que el sujeto afectado de neurosis bsesiva tropieza con una dificultad particular para seguir a regla fundamental del análisis». 1
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En efecto, en lugar de la Uamada asociación libre, es o «Call;;se:O«repe'firse»: ,;Me callo; Sl no voy a repetirme una vez más y ae ese moao, como de costumbre, careceré de interés ... ¡para usted!». Por eso, sin duda, Lacan tuvo que inventar las sesiones, no cortas, sino de duración. variable, como cond.ición del acto analítico. En efecto, la neutralidad inmutable se hace cómplice del obsesivo queñoespera más que eso :P~r.~ w os_t;iik ii§)osible:";c~~-se cia! á cu~nt~,~hi!y_11nl.>!2.<1~~.'~> · Nos es preciso, por lo tanto, restablecer el lazo con Freud e inventar con él a partir de la clínica misma:
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«En una dirección de la cura -decía Lacan en 1958-, se sitúa el horizonte en el que se revelaron a Freud los descubrimientos fundamentales, en los cuales aún vivimos en lo concerniente a la dinámica y la estructura de la neurosis obsesiva. Nada más, pero también nada menos». 2
1 Inhibition, symptóme et angoisse, París: PUF, 1968, pág. 44. [Inhibición, síntoma y angustia, en AE, vol. 20, 1979.] 2 Ecrits, op. cit., pág. 598.
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El horizonte de Freud Este horizonte se nos abre en las tres etapas cumplidas porFreud.
De 1894 a 1905 La innovación nosográfica de Freud consistió en hablar de Zwangsneurose a partir de los síntomas de ideas o actos compulsivos. Ahora bien, Freud con,;stTIJ,ye es!_a...E..1;1eva neurosis por analogÍI! con_e(méCanismo de la histeria, de acuerdoco~ est~~ dos tiempos~d ----~-.. ··· -··· ·--- un primer tiempo, de orden etiológico. En la infancia hubo una excitación sexual precoz (en principio supuestamente provocada por el adulto y luego, después de 1897, se presume que espontánea). Así como ese trauma se sufre pasivamente en la histeria, en la neurosis obsesiva, al contrario, hubo actividad con placer; - un segundo tiempo. Los afectos que resultan de él, por ser inconciliables con el yo, se separan de sus representaciones primeras para efectuar una «falsa ligazón» con nuevas representaciones por desplazamiento. Esta sustitución es una defensa del yo. No hay represión sin retorno de lo reprimido, no por conversión somática como en la histeria, sino por transposición a otras representaciones más conciliables n el yo. Esas son las obsesiones propiamente dichas como r lx.1-(¡;' ormaciones de compromiso: reproches a sí mismo, inhibiU oJ ~ 10nes para actuar, aislamiento de una representación, anu°"111" ación de a-contecimi~ntos pasados, ttua~es prrv;dos.
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De 1905 a 1913 Los Tres ensayos de teoría sexual de 1905 marcan un punto de inflexión, al mostrar la importancia capital de las zonas erógenas y las pulsiones parciales, con la apuesta de un Lustgewinn (un plus de gozar, traducirá Lacan). Las defensas del yo efectúan un retorno regresivo al estadio anal. El artículo de 1908, «Carácter y erotismo anal,~, establece e'l lazo entre el objeto anal y la neurosis obsesiva con síntomas
132
de preocupación por el orden o la limpieza y síntomas de obstinación. En esta perspectiva toma su lugar en 1909 el análisis del «Hombre de las Ratas». La revelación a este del «horror de un goce ignorado por sí mis~~'~; pro~rante el famosorelato que hace.el capitán X de un suplicio oriental de orden anal. Contra es~entación surgen conminaciones y juramentos: (Eú debes. ~ En 1913, en el arffélílo '~J:'a predisposición a la neurosis obsesiva», Freud establece así un lazo entre esta neurosis y las pulsiones erótic.o_anales sádicas. Las pulsiones parciaes ya es an concentr~ s_en_un e eccióñ de objeto, minqU:e fódavía no se haya est lecido 1 primacía de las zoñll's ge. -- -·\ . mtales.
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De 1913 a 1929
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Este último período es al mismo_ti~mpo el más audaz y problemático. Freud aplica e «tú debes» el «Hombre de las Ratas» a cualquier neurosis o ses1va: ay relación intrínseca entre esta Ylafu""~6ndei superyó, de acuerdo con la segunda tópica. En 1923, en El yo y el ello, Freud postula que la declinación del complejo de Edipo proviene de una inter~acióñ deillprohiOiC1on patérñ a. Tal es, e~ cuanto conciencia moraT,'laao1ñ iñación del superyó sobre el .Y2· Pero ¿de dónde procede entonces la fuerza de ese imperativo categórico, vuelto contra el yo? En el último capítulo, el 5, al hablar de sadismo, Freud agrega:
o que reina en el superyó es una pura cultura de la pulón de muerte (. .. ) El superyó puede volverse hipermoral a la sazón, tan cruel como sólo puede serlo el eTI"o». 3
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Se aplica al superyó lo que incumbía al sadismo de la erótica añat_¿Con'ío e8p0sifiíe? Eñ 1926,eñ!nfiib/,c"i'óñ;Sin-
3 «Le moi et le 1;a», en Essais de psychanalyse, París: Payot, 1981, págs. 268-9. [El yo y el ello, en AE, vol. 19, 1979.]
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toma y angustia, Freud nos confiesa su perplejidad con respecto a la neurosis obsesiva:
ay que confesar que si queremos penetrar más profunamente en su naturaleza, no podemos aún prescindir de oponer hipótesis inciertas y suposiciones carentes de uebas». 4
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Así, en este último período, Freud nos presenta un doble fenómeno: uno de ~~mesura1J;~l.otJ:.o.--. e inversión. Hay en primer lugar un "fdesmesura. Durante la declinación del Edipo, hay creación · o idación del superyó. Ahora bien, «en la neurosis obsesiva, esos procesos superan la medida normal; a la destrucción del complejo de Edipo se suma la degradación regresiva de la libido; el superyó se vuelve especialmente severo y duro, mientras que el yo, a una orden de aquel, desarrolla importantes formaciones reactivas, que adoptan la forma del escrúpulo, la piedad, la limpieza». 5 Freud hace la desconsoladora constatación en los dos últimos capítulos de El malestar en la cultura, de 1929: crueldad y severidad contra sí mismo con sentimiento decuii2a süñtañfo- íñás implacables cuanto ñiás virtuoso es, de he~ -cho, el s11jeto-:. ¿Cómo explicarlo? ·e!!d responde mediante una segunda hipótesis: ha inversión el sadismo de la erótica anal. ~c4iertzp4ia. i~~~§.?~, es ec~r, en agres10n contra si mismo. ~SieSel superyo en su sadismo: ia ap1icacion a síñllsmo a:e una aestrucciÓn antigua dirigida cmrtra el <'.>w~-D-;altí proceñe laéXtrañeza de la deducción
La cuestión es muy distinta, y concierne a la «peste», el «Veneno» que es la sexualidad misma, contra la cual hay que efenderse a toda costa. · Con honestidad, Freud nos informa de sus interrogantes, así como de la sucesión de sus respuestas: erotismo anal, superyó, pulsiones de destrucción y de muerte. Podemos señalar el rasgo claramente destacado por Freud: el superyó es una instancia que habla adentro, que da sin cesar <Ñ oz», Taññsma que se átribuye a la có"~ciencia moraf ·· -~:ra bieñ, ¿no compete-ese objeto vacar a-Üna pÚlsión, la pulsión invocante? ¿No debe, en ese caso, distinguirse del erotismo anal? Cuestiones que queda por dilucidar... ¡con Lacan!
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«La experiencia nos enseña que la severidad del superyó que elabora un niño no refleja en modo alguno la severidad de los tratamientos que ha padecido».6 Dejemos por tanto de hacer sociopsicología y de estigmatizar a tal o cual padre, tal o cual madre, tal o cual educador. 4
Inhibition, symptóme . . . , op. cit., pág. 34. Ibid., pág. 35. 6 Malaise dans la civilisation, París: PUF, 1971, pág. 88. [El malestar en la cultura, enAE, vol. 21, 1979.]. 5
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2. La verdad de Freud
La operación de Lacan no va a consistir en copiar a Freud para aplicarlo a la práctica presente. Al contrario, reparar su olvido es reencontrar la verdad de sus escritos, verdad siempre nueva, siempre actual. . . si se sabe leerlos en la reescritura y descifrarlos en la cifra. Al hablar de un colega que manifestaba su desprecio por las observaciones de Freud, Lacan agregaba: «El árbol de la práctica cotidiana ocultaba a mi camarada la altura del bosque surgido de los textos freudianos». 1 En efecto, la fascinación por la clínica hace que desconfiemos de Freud: ¿qué puede aún enseñarnos ese viejo? ¿No es acaso, cuarenta años después, lo que se dirá del propio Lacan? Ahora bien, en 1953, al dictar una conferencia en el College philosophique sobre «El mito individual del neurótico», Lacan nos presenta la verdad siempre presente de la interpretación de Freud acerca del «Hombre de las Ratas».2 Para captar su genio, partamos de la noción de mito. El mito no es ni ilusorio ni irreal. Es, según lo que Lacan recogió de Lévi-Strauss, un relato que, por sus significantes privilegiados, articula lo que funda toda sociedad humana en cuanto no natural, o sea, la ley de los intercambios. Tal es la deuda simbólica del don y el contra-don de acuerdo con estos tres intercambios: de mujeres, de palabras y de bienes. Deuda necesaria que, en su carácter de fundadora, se transmite de generación en generación mediante el discurso con el cual un sujeto se dirige a otro sujeto. ¿Qué supo leer Freud en el mito familiar del «Hombre de.las Ratas»TEste acude a -éia raíz de una Zwangsbefürchtuñg -aprensión obsesionante, como traduce Lacan-, que 1
2
«Le mythe individue! du névrosé», Omicar?, nº 17-18, 1979, pág. 294. /bid., págs. 291-307.
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hace síntoma como consecuencia del relato de un oficial sobre la tortura oriental consistente en introducir una r ata en el recto de la víctima. Espantado por el goce desconocido que se le revela entonces, el Hombre de las Ratas vive con el temor obsesivo de que lo mismo suceda a su padre o a la dama de sus pensamientos. ¿Y por qué a estas dos personas? Ahora bien, lo que Freud supo descifrar es que la doble infracción a la ley de la deud~imbólif~J~_or parte delp~d~ d.el Hombre d.e IaSRafiís engendró en el hijo, precisamente, una doble deuda obsesiva, que instauró un imposible. En efecto, ¿qué se contaba en la familia? Ante todo, que, según la ley de intercambio de las mujeres, el padre, al hacer un matrimonio de conveniencia e interés, «había traicionª5filiL- la m~jer «pobre pero !?wita»,.iilljeto de_slL&s;;:Dd mi~mo modo, da la casualidad que el hijo está dividido entre la mujer p,obre a quien idealiza y la mujer de buena familia que su 1 mad~ asigna . · '-mEn seguñdo lügar, según la ley de intercambio de los bienes y las palabras, el padre, durante su carrera militar, dilapidó en el juego los fondos de un regimiento. Y sólo pudo salvar su prestigio gracias al préstamo de un amigo. Pero jamás cumplió la promesa de devolverlo. De igual manera, he aquí que el hijo cae un día en la contradicción entre dos ideas apremiantes: la de tener que pagar a la señora encargada del correo por el envío de unos anteojos y la de devolver el dinero al teniente Ay el teniente B, que habrían pagado en su lugar. Ahora bien, lo que Lacan señala con respecto a la primera obligación en que se ve el sujeto: renunciar a la mujer que ama y hacer un matr!_1!!Q.n !Q de cq_nyenien~i_a, ~s qué Fre,!:ld ifn0uyeesa7ne~sid~d» no a la madre, sino al ~dre. Cosa que,enrealidad, es «mater ialmente» inexacta, dado que el padre murió bastante tiempo atrás. Y sin embargo es verdad: la ~r~ad ~~!_:ni~n su enunciaci~b~a ~Céñ;;_ zón de un saber lextUal y no referencial. En su Discurso de Roma, Lacaññ;-;~rá en mostrM qü'e los síntomas obsesivos pueden suprimirse precisamente gracias a esta lectura de Freud. 3 Tan grande es, en efecto, la resonancia de la interpretación cuando es analítica y no médica ni policial.
3
Ecrits, op. cit., págs. 302-3.
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La apuesta es de importancia. Incapaces de apreciar su p so, los analistas se dividen en cuanto a su manera de intervenir.
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Las resonancias de la interpretación En efecto, la lectura de Freud no basta si nos exime de examinar en qué se ha convertido la clínica con los posfreudianos. En su seminario, Lacan va a cuestionar, en los hechos, la interpretación «ortodoxa» que se hace de los síntomas obsesivos. Y esto para decir que esa interpretación admitida no lleva sino a semianálisis que en definitiva no llean a nada, como no sea a cierto alivio de la culpa. Ahora bien, para mostrar esa desviación actual, Lacan toma por blanco el informe de un análisis. de neurosis obsesiva, publicado por aurice ouvet, y P'rÜS1g\iesúd.iscúsíóll sübréese cáso duran e s1e e años: e mayo de 1958 a junio te 1965. Durante siete seminarios -desde Las formaciones '-' del inconsciente hasta Problemes cruciaux de la psychanalyse-, Lacan hace y rehace cada año la demostración de lo que debe sér el-;inálisis de la ne~osis obsesiva si quiere ser ve rdaderament e freudiano. ¿Por qué esa insistencia y ese eñcarnizanlientÓ? - - _ , La apuesta consistirá en mostrar el callejón sin salida de los posfreudianos con su promoción de la siguiente tríada, de acuerdo con una relación de causa a efecto:
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l. Los síntomas proceden de una frustración sufrida en la infancia. • ~ 1 ; ,(l;"" 2. Esta frustración pro.;rocó ep._el Sl!jeto una agresividqd 1 \e dirigidacoñtra la persona que supuestamente está en el ori¡• 1. J_ t, gen de la frustración. •'' '' r, 3. Esta agresividad engendra a su vez una regresión, con retorno estadios pregenitaléS, calificados de oral o anal.
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Esa es la FAR, la nueva grilla de análisis mediante la cual la terapia consistirá, por parte del analista, en suprimir la causa que es la frustración y reemplazarla por su contrario gracias a la transferencia: don, oblación.._generm¡idaq, recepción de la demanda¡ en síntesis, ser una «buena ~
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dre» o un «buen padre». Así, la agresividad se reduce y, como la regresión ya no tiene razón de ser, resulta posible el estadio genital. Maurice Bouvet nos lo demostró de manera evidente con la presentación de un caso titulado «lncidences thérapeutiques de la prise de conscience de l'envie de pénis dans la névrose obsessionnelle féminine». 4 Se trata de una enfermera de cincu~~ta añ; s, que padece obsesiones: injurias escatológicas concernientes a la hostia, imaginada como representante de los órganos genitales masculinos; miedo a haber contraído sífilis y haberla transmitido a su hijo; obsesiones infanticidas o de envenenamiento de su familia; en la pubertad, obsesiones de estrangular a su padre y «pinchar» a su madre. Así, contra ellas, se multiplican las defensas del yo: rituales de verificación y anulación. Ahora bien, su situación familiar revela que la autoridad estaba en manos de lamadre y que el padre era un hombre sumiso. De tal modo, ella reproduce la misma situación en su propio hogar. Pero ¿cómo interpreta Bouvet los sueños de Renée y su evolución? Distingue dos períodos en el análisis en función de la tríada de la FAR: l. El primer período es el de agresividad y destrucción
antimasculina del falo en la medida en que el honibre lo
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Ahora bien, la interpretación decisiva consiste en remontarse a la causa: la frustración de un deseo de posesión fálica. Esta toma de c00cien~ia d~f Pe;,isneid señala un "pünfo de inflexión que se cumple, en efecto, con referencia a un sueño de zapatos reclamados, que muestra gue la madre tiene el falo y, por lo tanto, que la agresividad se dirige a ella. 2. Así, este reconocimien to ; ;-parte del anafistii' d~ deseo de posesión fálica abre un segundo período con transformación de la agresividad en receptividad: acoger e incor4
l;le vue Frani;aise de Psychanalyse, vol. 14, nº 2, 1950, págs. 215-43.
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porar el falo. ¿Y de quién, entonces, si no del analista? En efecto, lejos de frustrarla, he aquí que este da y responde a la demanda. Tiene el falo y lo transmite como buena «madre benévola», nos dice Bouvet." Ásí puede bÓrrarse la tríada ñe
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La agresividad contra el otro que tiene el falo dejó su luar a la embriaguez y la exaltación de tener por fin uno mismo esa potestad. Y entonces puede cesar la demanda de /l análisis, aun cuando, nos confiesa Bouvet, las obsesiones ,. f · persisten; hay que admitir, no obstante, que con una menor )J culpa. -
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¿ Qué responde Lacan,_QQr lo tanto, durante siete años, en sus seminarios? Si se sabe leer a Freud, surge entonces que el problema no es el que supone M. Bouvet al escuchar a Renée. En efecto, la cu~tión esencial que concierne a cualquier ser huma.no, n~urótico o no, no ..~ plfül,\~fh~ ¿/ )(' iñiñOs de tener o no tener el falo. Es ~~-.pji~. ,,... escu nmiento freudiano de que el acceso al deseo ~ supo~~ la castración se ~efiere a la p~ición I?E!ner a del hijQ. ..J o la h1Ja que son, por su imagen, el falo de la madre, o sea, lo c:\l que a est;-le falta.Si el sujeto no es psicotico, vale decir, si le ~ ha sido transmitid9 el falo simbólico como si@ificación~ ~ ~:ze~a'mad:r;e, entonce s pue~e introct:i"~rrse una a;Grs- /J/) ~ fta: ser erfalo como Gestalt de la imagen deseable para ella. tjJ;;;/ ';,\ Esa es la posición primordial a partir de la cual la castra~ ción podrá cumplirse en un segundo momento, es decir: «Jú í no eres el falo de la que te concibió!». La neurosis no provi~.~ ne de una frustración por no tener el falo, sino de una castra- ¿/¡ 'f::._ ción~O apmitid~ no suojetiv@a, J?;O reconocida e~ SU =in~ \'-'1 ~p.-~érminos de se.:: _ 0_11>1""1u En efecto, el descubrimiento freudiano del Edipo y de su actualidad se resume así: en el marco de no ser el falo del Q!ro, el sujeto, a continuación, puede aceptar:
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o bien tenerlo, por el lado masculino, con riesgo y temor de perderlo; o bien no tenerlo, por el lado femenino, como falta y ausencia. El problema del neurótico es el de su agresividad culg~liza~.t:,.~n r~s~tz.! su semejanJ¡e supuestamente po/lr vVl
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«Si me resulta difkil sostenerme y progresar en lo que pienso, no es tanto po;q~e lo que pienso sea.culpable, sino porque resulta absolutamente necesario que piense en mí y nunca en el vecino, en otro».7 ,,.- 3. L spera a que te deman~. Es~~e el Otro com- t2A..7 / prenaa u s1 enci2:. En efecto, para remediar la ª. ngustia cJ.el ..<-""<...., ,,_.,.,, / deseo del Otro, debes recubrirla con su demanda: J,Wa de- 1 manda anal de d~Acambio, sé oblativo; nuñca~ás lo su·" / ficiente para ~ue el Otro persiS't'"a en Mexistencia. Lacan decrn: '---_-y ó C-4.,C:-~ ~ r; rft~. ~,',
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«No hay mayores oblativos que los verdaderos, los grandes obsesivos. El o ella ofrecen con tanto má.§._gysto todo cuanto gy,e todo lo gue ofrec~-?-_!lS, como ust~~~~ .!'22.eni...mierda». gl
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@:o tires ~a, acumula hasta el atascamiento. Nunca se sabe; ¡eso siempre puede llegar a servir! Amar es tener [email protected]_giente§.ª pretªgo.s.! ~u propio deseo lo pondrás en juego mañana, pasado f'OOJi!J) · manana, más adelante. Tienes tiempo: ll,e,zte el muerto. Así \ sabrás hacer esperar al o t'ro mucho tiempo, pue~t;;"~8610 deseo en lo imposible:-·-- -- --· -·~ 6 . ..2!.!aq.::;~p~f.?t, da p:r;iebas de tu aptitud. Supera la inhimediante la proeza, la prestancia, el alarde, el «engreimiento», a imagen de la rana que pretendía ser tan gord~~o el buey. ¡Sí, pero tú nunca reventarás! \2)_'!.Q.hagas nada_~finitivo~xcluy~E:.t~: j§.i emw e un pi,;. adentro.._y otrQJJ.fuera! ¡Nada de avances si.n la seguridad de ~miúefarada! «A la vez» Y:-al m isnio"fiempo» son expres~on¡~-<\~e deben atravesar tu lenguaje. jtn-<-~/ . ~~! imperat~vo de~_ superyó que te ordena: «jgB'za!», f, ~"' ~~_de tu impo}encia :Rª!'.§l re~~i~1:.~~~demffi2q~_aairi_gi..I /";;: ·'.'':Hr• r ,,q
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~ . ,, Que tu demanda ..:rnl.!era para reahzar así tu dem-mm:a, que es ser un sujeto muerto, desvane~ ciaü;'ñórrad9. Eso es lo q~e debes exponer. -·
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S. Nacht (dir.), La psychanalyse d'aujourd'hui, París: PUF, 1956. [El psicoanálisis hoy, Barcelona: Luis Miracle, 1959.] 6 Le Séminaire, Livre Ill, Les psychoses, op. cit., pág. 312.
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~acan, Le Séminaire, Livre VIII, Le transfert, París: Seuil, 1991, )~IR•~
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P~; 300.
Seminario RSI, clase inédita del 16 de junio de 1975.
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3. El retroceso de Freud
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10.)Interrumpe tu análisis el día en que puedas aliviar tu Cü:lPa culpabil~do a otro. A tu turno, que tu propia voz '.ransmita esta orden de liierro a tu entorno, sin explicaciones ni murmullos: ¡es así porque es así! ¡Fin del análisis!
Hemos visto que en su último período, de 1923 a 1929, Freud se interroga sobre la neurosis obsesiva: ¿por qué un superyó tan feroz y cruel? ¿Por qué e§el azo tap. fuerte con la pulsión de destrucción y de muerte? Freud comprueba con mucha honestidad los hechos psíqmcos, pero no puede dar respuesta al porqué. Lacan va a responder exactamente esa pregunta: si Freud no puede ir más l~pru::qu..t;...no logra superar S!! senfamiento de sorpresa (Uberaschung) ante la extrañez-ª _.. - ·-· - __..,,,___.._ ....,, - ... {Befremden) del precepto: «Amarás a t& w:ójimo c:m¡io,a ti mismo». En ese fa~pffulo 5 ae Das Unbehagen in der # udiíiJ:El malestar en la cultura], Freud se ClehenEi, ~ protesta: ¡no, no es posible! Lacan responde diciendo por qué es así para Freud y, como consecuencia, por qué este no sabe qué pensar en cuanto a las razones de la malignidad del superyó. Con claridad-:- Freud pl~tea que el problema es el de siempre y el de todo el mundo: el problema del goce del Otro ... ¡y el propio! Sucede que .. ~ es posible que el goce no sea del orden del bien y el bienestar. Entonces, ¿no hay un !azo entre el goce del Otro y la maldad? ¿Es una relación necesaria o contingente? Allí donde Freud tropieza con el precepto de amar al prójimo como a uno mismo, Lacan va a avanzar.
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El verdadero escándalo Pero va a avanzar por ese camino que Freud fue el primero en trazar, señalando cuál es el verdadero ese~: la maldad.del.pt'.óji.:m.Q; Lacan lo retó"m a muy claramente el
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9 de marzo de 1960 en Bruselas, al hablar de ese «escándalo (. .. ) que se formula asÍ»:
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«Entre esos hombres, esos vecinos, buenos o incómodos, que se ven en medio de este asunto (. . .) del cual diremos que lo que tiene de defectuoso es sin duda lo que persiste como más comprobado ( . . . ) ¿cómo puede ser que esos hombres se abandonen unos a otros, víctimas capturadas por esos espejismos por los cuales su vida, desperdiciando la oportunidad, deja escapar su esencia, por los cuales se ve burlada su pasión, por los cuales su ser, en el mejor de los casos, no alcanza más que esa escasa realidad que sólo se afirma en el hecho de no haber sido sino el objeto de w1a decepción? »Eso es lo que me deja mi experiencia, la cuestión que lego en este punto sobre el tema de la ética».
Sí, sin duda es esa la verdadera experiencia que el psicoanalista escucha a lo largo de la jornada. ¿No es la esencia de lo trágico, de la existencia misma? Así, Serge Lecla~, en una entrevista publicada en el diario Libération el 3 de mayo de 1993, podía decir lo siguiente acerca del suicidio de Pierre Bérégovoy: «Creo que, como en toda tragedia, se trata de las r elaciones más íntimas, algo que debió vivir en lo más profundo de sí mismo, como un abandono, una deserción. ]?do suic,;idio di;__ e algo a los otros, pero no me refiero a ese mensaje. Es la ragedia de un sentimiento de abandono».
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Qr 10 tanto, la iínica búsqueda importante es la de una !!.€. esté a la altura de ese abandono por el Otro. Lacan presentará esa ética, que es la mISma 'del psicoanálisis, en su seminario de 1959-1960. Y concluirá de este modo: si para el hombre del común «la traición tiene como efecto arrojarlo de manera decisiva al servicio de los bienes», será «con esta condición que no reencontrará jamás lo que lo orienta verdaderamente en ese servicio».1 Pero entonces, si acude en demanda de un análisis, ¿será para poder orientarse en ése s_ervicio o p orüna_~fjca·~ §..~aJa...Qel servicio cl~J~ 1
J . Lacan, Le S éminaire, Livre VII, L'éthique de la psychanalyse, op. cit., pág. 370.
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Ley del deseo
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Primera ley La primera respuesta es la ética tradicional de la tendencia interior con el fin del Bien soberano, a través de los bienes particulares que ese :BTeñürdena. La caída teológica de ese soberano nos arroJÓhoy al servic10 de los bienes plurales. Jeremy Bentham lo presentó con claridad en su teoría de las ficciones. ¿Cuáles son los bienes? El instinto no es una respuesta, como en el caso del animal. Los bienes son de orden simbólico: lo que se dice en tal o cual momento en tal o cual sociedad, señalado como lo más útil para cada uno y para la mayor cantidad. t La ficción no es engañadora. Es del orden de la opinión, de lo que se comparte en el lenguaje y la imagen, en nombre tj_~1 amor entre semejantes. La publicidad mediática lo sabe; llegado el caso, usa y abusa de ello; el discurso médico-legal pretende saber cuáles son los bienes no engañadores; y los 2Jbid.
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propicia en nombre de ru-
r¡t ~ Así, las palabras clave son: mesur :o · erac10n, pru encia.U ~(, 11' · reud lo llamó principio de plac~l_;le es un principi.o de nO1
t.
l¿l'" fP 0:f.
d~la~er que evita lo d emasiado .Y_.ló de,lfillsiad~oco.
¿;e oñtO responde entonces ese discurso frente al"g()ce del Otro? ¡Presten atención! Por una parte, protecs~ón median- ,,tA;: te_l!!~paración df;L~ efectuad:2.con e1 castigo del culpá- ~ . . . ""'" ~~.:_a del enfer~o. ~~g:ot~~c10n meChan~ $ 1 Y'll-1 \ f· iif}'-v.) prevenci. oñ"üe un n.~12re:y:ig 15le 2.Q~~~g10 fu~o E_e~ci~ dencia del culpable. - Ese "d.íscur so oficial invade hoy cada vez más la vida privada de las familias en nombre del bien y el interés de los niños. Se supone a la il}adre «good enough:: y que el P.ad~e, por el contrario, debe ser vigilado o reemElazado. Ahora bien, he aquí la verdadera cue~sta ley del .~rvicio de ~os bi~nes.0es eficiente frei:!e al goce "'d efO§ sus íñ'ale:ftcroE?-Desde luego que no, porque el amor por el s"emejánfe~ qu-;; la justifica, se funda en la identificación: quiero para el otro el bien que querría para mí. ~lidaridad, Cóillprensión, capacioau ue compartir: esos sob los signifi.: cantes que pe rfñíte'n vivir Juntos: - i_y desp~és, ~n día, la co; ; ; desmorona! Habría podido durar hasta mi muerte. ¡Pero estamos lis'fü !..Y.Q creía cm prenderte; tú creías comprenderme. Per
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Pero Freud reconoció una ~X.JIU.U;: distinta, la heredada por el niño con la declinación d~l compJ.ejQ de Edipo. A partir 1 · e 1923 y de la segunda tópica, la llama superyó. 'Erste no se construye de acuerdo con la imagen de los padres, sino se-
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gún el superyó parental. En efecto, ~ata-O.e unª iden; filícac10n imaginaria, sino simbólica. Ahora bieñ:-¿cómo la-ca lificaf uud? En el capítulo 3 de El yo y el ello, le da su verdadero nombre de imperativo categórico. Del mismo modo, en el artículo «El Pr'
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tía del Otro en cuanto a lo que yo puedo sentir de su goce de mi cuerpo, y el carácter sin condiciones de su derecho de goce. La voz deia c'ición,,,deLincesto y, as~,_asegu_~ yo contra el retorno de la investid.ura libidinaJ del objeto». 5 ·-·~... .,........ ... --·
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Y Lacan lo registra y confirma con la ayuda de Sade: «Ese superyó es en verdad algo como la ley, pero una ley sin dialéctica, y no por nada se lo reconoce, con mayor o menor justeza, en el imperativo categórico, con lo que llamaré su neutralidad maléfica; cierto autor lo denomina saboteador interno». 6 - -
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¡Neutralidad maléfica! ¿Vamos a hablar entonces de relación sadomasoquista, sádica por el lado del Otro, masoquista por el lado del sujeto? No, eso sería una psicología demasiado fácil. Jean Paulhan mostró que en su propia vida Sade era un masoquista. 7 Lacan g~n~r.fil!za~:Rr~..§!l~ dico, partenaire ~lwasogyista, es guien g~i~re ver y escu~~ el otro.e~<12!or de_ex!_s~,-~Ja guej_a melaocólica, el :rp.asoquismo de la delectatio morosa. Y para escucharlo mejor, lo provoca y se erige en su cómplice fraternal, en cuanto masoquista que se mira a sí mismo. ¿No es eso lo que reconocemos en Kant y Sade cuando publican sus escritos para hacerse leer en voz alta? Pero entonces, frente a la Cosa y el goce del Otro, ¿la ley kantiana del superyó es más exitosa que la ley del servicio de los bienes? No, aquella perpetúa ferozmente el horror de esa «neutralidad maléfica» mediante un vuelco contra sí mismo y una transmisión a la generación siguiente. En efecto, lejos de inclinarse hacia el ateísmo, Sade exalta a un
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Q.ios como «Ser Supremo de maldad» 9 se eri e en su voz e 12, 6 instru1~tO.'''&"Y · sa con reud? Supo recoger la ver:. ~: ~ (P ...... .:¡.-, dad que habla en los labios del obsesivo y la transcribió en c... O.¡... su «mito científico» que e . Tótem y tabú; el su eryó es interio,&zación de:::~n~~qy4rq1ii hace la eyi ~111ª a a am2 jj'ah"'rrfMrporarÍ o y, as1, meJor someterse a el. ... - Dé tal modo~e; la clased el 9 de juci~~de 1971 de su seminario, lO Lacan podrá decir por fin que «Tótem y tabú es un producto neurótico», pero para agregar de inmediato:
7. .
«No se psicoanaliza una obra, y la de Freud aún menos que otras. Se la critica y, lejos de que una neurosis haga sospechosa su solidez, eso mismo es lo que la suelda. En este caso, debemos el mito de Freud al testimonio que el obsesivo aportá: d; su estr~cl~ra ·a lo gÜe se revela en la relación sexual col:nó Ímposible de formular en el discurso». Por eso, la verdadera pregunta sigue siendo: ¿g,ué hacer entonces ante el goce del Otro, ante «SU» maldad?¿Hay otra 'le y que Ia del supecyq?~~~h;cia" otra r e sj)Üesta: süpO'-~ . ne ir más allq_de_S~~X más allá de Freud, del Freud que retrocede ante el horror del precepto a~ar al prójimo como a uno mismo. Ir más allá es admitir esta constatación de Lacan: «Creemos que Sade no está suficientemente cerca de su propia maldad para encontrar en ella a su prójimo. Rasgo que comparte con muchos, y en especial con Freud. Puesto que ese es, sin duda, ej... , ni o oti o d l o atrás de al os ~fi@g~e~, .~nt~ ~l mandamiento cnstiano». 11 .l. ' •.• ,.,(,._ :.~.......... j ~~"' / '/
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Tercera ley
5
En el artículo «Le déclin du complexe d' Oedipe», publicado en La vie sexuelle, París: PUF, 1969, pág. 120. [«El sepultamiento del complejo de Edipo», en AE, vol. 19, 1979.] 6 Le Séminaire, Livre lll, Les psychoses, op. cit., pág. 312. 7 G!uvres, vol. IV, París: Cercle du livre précieux, 1969, págs. 33-6. 8 Ecrits, op. cit., pág. 778.
150
9
lbid., pág. 773. Seminario D'un discours qui ne serait. pas du semblant, clase inédita del 9 de junio de 1971. 11 Ecrits, op. cit., pág. 789. lO
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del complejo de Edipo según Freud, sino el del fin de un análisis. Ñ o retroceder ante el precepto de amar al prójimo como a sí mismo es darle una nueva interpretación. Amar a ese prójimo que es uno mismo aproximándose a su propio goce, aIIídonde puedew;gi;1. aida.d~hañCe"téG(illªi:;c [mé-c{!gir] de la voluntail e ien. a es e w~fil:,..,,J~--ª ~ ~ el!,,esa~.z~~ de sÍ.:qi~SJl.!.O ~esconofiQ.aJ_§lJ~, a la ~!!l:. tima y éxfima; digamos: el lugar de una extimidad~ aistinta deJa del ámor p_or1d~ntjficació.n,. - · - .~ Esto supone una ley, la del deseo. Pero, ¿cuál es ella? No ' es la ley que obedecemos y nos culpabiliza en caso de incumplimiento. Tampoco el rechazo de toda ley y la arbitrariedad presunta del libertinaje. Eso sería la ausencia de deseo. Esta tercera ley funda el deseo. No es fácil demostrarla, habida cuenta de su extrañeza y su lazo con el goce. Por eso Lacan decidió dar un rodeo. En su seminario La ética del psicoanálisis, presenta su articulación al comentar la«~ tola a los romanQ_s» d~ an P~~J?. el capítulo 7: «Cometerían un error --dice-- si creyeran que los autores sagrados no son buenas lecturas».1 2 Lo repite:
Aquí, Pablo cita el noveno y el décimo mandamientos de la Ley mosaica (Exodo, XX, 17) . .La.negación..del_~pü» h~ nacer el deseo, a diferencia de la ne~.siQ.ad 9ue es innata, natural. YPablo prosigy..@: : L / ..., :.,__ < r(/.) <
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«Aprovechando el mandamiento, el goce suscitó en mí toda clase de deseos; sin la- Ley, en efecto, no hay goce. ¡Ah! Yo vi- -S--· .~ _.), vía antaño cuando carecía de Ley; pero surgido el mandamiento, el goce cobró vida y yo estoy muerto». Tal es en verdad el escándalo de la Ley para los paganos prejudaicos, para quienes sólo importa la salvaguardia de esta vida humana a cualquier precio. Pero en este caso se trata de una ley que permite negar la vida, de tal suerte qué enlo sucesivo m~n.ieg(jjropter vit
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«Sí, la ~~y e~a~ada y el p ,andamiento santo.Justo y bueno. //;1t.:'"""~ Pero ¿lo que es bueño se habrá convertido en la muerte para (,.e;,*> mí? ¡En absoluto! Mas es el goce el que, para revelarse tal, se sirvió de lo que es bueno para darme muerte, a fin de que fa<:.<[ el goce se volviera desmesuradamente (kath'hyperbolen) gozoso por medio del mandamientQ,,-:--- · · 9r·)';,~
«No basta que ciertos temas sólo sean usados por personas que creen creer ---después de todo, ¿qué sabemos de ello?para que ese dominio les esté reservado».13 En efecto, allí hay un saber, «Y en ese concepto esto se incluye en el campo del examen que debemos acordar a todo saber», 14 sin tener, no obstante, que adherir a las verdades que algunos toman por creencias. Así, el 23 de diciembre de 1959 15 Lacan muestra ese saber sobre el nudo entre la ley y el deseo, con la ayuda de san P-a6lo. Le ffiista reemplazar la pala'Eir a «pecado» (amartia) por la Cosa, es decir, por el goce, y entonces todo se aclara. De tal modo, tenemos la siguiente transcripción:
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r,Sólo conocí el goce por la ley. En efecto, no habría conocido deseo si la ley no hubiese dicho: no codiciarás» (VII, 7).
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Desmesuradamente, en exceso, con locura· es lo propio de to o goce, estar «mas a a e prmcipio e placer», decía Freud, más allá de esa evitación del displacer que es la procción de la vida. Así, Pablo demuestra que hay transgreón, y por lo tanto goce, por el solo medio del manda.mien' con el apoyo de la ley. Como decía Lacan, «es necesaria una transgresión para tener acceso a ese goc~y recÚperar a' 17 s~ Pablo; pre
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12
Le Séminaire, Livre VII, op. cit., pág. 101. /bid., pág. 202. 14 /bid. 15 /bid., pág. 101. 13
152
Lacan cita la máxima en latín en Ecrits, op. cit. , pág. 782. Le Séminaire, Livre VII, op. cit., pág. 208. 18 !bid.
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153
ble de la pequeña dicha del otro y de uno mismo; en resumen, lo que se llama maldad. Esta tercera ley, la del deseo, da l!!!Jlu_e_v_o_senti~ castración: una negación croadora. De allí la conclusión de Lacan:
de unicidad de dos goces deja un vacío irreductible. Entonces, sólo el apoyo aeia"belleza permite no retrocede r y amar al prójimo aproximándose al propio goce. Así, Lacan, al hablar del arte de Sófocles que se dirigía al público con Antígona, decía: «Función de la belleza: ba~ex1:i_~ma p~a~hib~ el acceso a un fiorror funillí~nental». ¡,'?/•·• ~ f¡:;••,,••,.•.tt...C:J:.iAA-"(,. ('
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Ya en 1957, Georges Bataille había expresado la intuición de ello en sü'IiEro Elerotismo: «Lo notable en el interdicto sexual es que se revela plenamente en la transgres1on (. . .) I:a esencia del erotismo se di e?raasociación iñextricable dél placer seiual y el inter dic=t2.: Humanamente, este último nunca aparece sin la revelación del placer, y el placer jamás lo hace sin el sentimiento del interdicto(. .. ) En la esfera humana, la actividad sexual se aparta de la simplicidad animal. Es en esenci; u"iia trañS="· gres~n,.No es, triiSeE ñteraict:o, el retorno a 1alibertad primera. La transgresión es la obra de la humanidad organizada por la actividad laboriosa». 20
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El fin del análisis
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De tal modo, en el caso de la neurosis obsesiva el fin~ análisis es_e!J>3~ la se~d~a1ercera~. Las interro-;{..,, ~ e.d gac10nes de Freud sobre el superyó nos llevan, por lo tanto, ~ ~~ a concluir con Lacan que esa neurosis, lejos de ser patoló- L( ~¡ ,~ ,,. gica, compete al contrario a la normalidad..cQl~ctiva. Nadie ~ .:' ·
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máldeseo_sÓJle~ormg,ti.vidaCÍ.:~~esivo. E~cfo.·-,'·':s~ nU•., .._ . ~ ~··~
ta neurosis es eLsíntom_Jt.de las exig~n$ias e famOht"C'iVí• d E'llf .. . -"' _.., .. l!i ' ~ 1iza a. :a normalidad bien puede soportarse durante algún tiempo, hasta el día en que se revela la debilidad del yo ante las coacciones del superyó. Así puede ocupar su sitio el psicoanálisis. Pero, ¿para llevar adónde? No negarse a responder es reconocer que a menudo el psicoanálisis se detiene a mitad de camino: supresión de algunas defensas del yo, menor sentimiento de culpa. Por eso el fin del análisis puede resumirse entonces en esta fórmula: naso del suwq.ó del t
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Ecrits, op. cit., pág. París: Editions de Minuit, 1957, pág. 118. [El erotismo, Barcelona: Tusquets, 1979.] l9
21
Ecrits, op. cit., pág. 776.
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154
tividad posible al discurso del otro. Este no puede parecer más que insensato. Así, Lacan podía decir:
s inconcebible que un obsesivo pueda asignar el menor ntido al discurso de otro obsesivo. Incluso puede decirse ue de allí surgen las guerras de religión». 22
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Y lo «religioso» puede encontrarse por doquier... aun en la comunidad analítica. 23 Al contrario, ir hasta el final del propio análisis es descubrir otra ley, la del deseo, mediante la cual el goce puede :rlcan~a:se i.7J;flU~O . pjrt]¿d~fiñterdicto, en el riesi2:de la pérdida de dominio y normalidad social. -
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22 «Introduction a l'édition allemande des Ecrits», Scilicet, nº 5, París: Seuil, 1975, pág. 16. 23 Así, se calificará de «trabajo» la experiencia analítica, olvidando que la etimología de esta palabra, tripalium, se refiere a un instrumento de tortura. ¿No es la orden de hierro del superyó?
156
IV. Histeria
l. La subversión histérica
¿Se puede aún hablar de histeria? ¿Cómo definirla? ¿No es cualquier definición efimera y cuestionada sin cesar en función del contexto social? Sin embargo, quienes usan esta denominación, ¿no deben saber por fin, después de tantos siglos de investigación y de atención terapéutica? La histeria desconcierta en primer lugar por los síntomas que se le atribuyen. En efecto, son contradictorios: lll.!L. sa y el llanto, la depresión y la euforia, la frigidez y el ardor, ' 1a hi2erestesia y la_anestesia, la afasia y la volubilidad', la \ ~ia y la bulimia, las convulsiones y las parálisis:-la \ 1 epilepsia y la contracción, etcéter.11. Pero ¿qué pasa con su causa? ¿Qué respuesta de orden etiológico? En este aspecto, es sorprendente comprobar una constante en la respuesta de quienes saben: la causa sería del orden de una fuerza, un poder a la vez interno y externo, que una vez libre trastorna, a pesar nuestro, nuestras sensaciones, pensamientos y actos. En el transcurso de los siglos esta fuerza recibió diversos nombres, y la historia de la histeria es la de una sinonimia.
En la Antigüedad Desde la época de los médicos y filósofos griegos hasta el siglo XVII, la patología histérica (ta hysterika pathe) proviene del ?11-o..fem.e.Qino del útero (hystéra). Cuando este se mueve ~u c~ ~ el cuerp~ prov?ca so~oc!:lc~.z. afQ:nía, ~pjl~p_s~orpor. Esa es la postura de Hípócrates, Cel~o, Areteo y Soranos. Pero ¿por qué entonces ese trastorno y no otro? Debido a la falta de relaciones sexuales (viudas, mujeres sin hijos); de &."'
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Ahora bien, estas cuestiones no se plantean y seguirán ausentes durante mucho, mucho tiempo.
tal modo, upa rnatriz_demas.iad()_seca_se_~ en vagabunda y ambulante. En efecto, el pensamiento deiosme: CÍÍcos y filósofos griegos es que una mujer debe estar sometida a un hombre, como el cuerpo al alma. Aristóteles decía que «el alma gobierna el cuerpo con la autoridad de un amo, y el intelecto gobierna el deseo (oréxis) con la autoridad de un hombre de Estado o un rey». Y agregaba: «La relación del varón con la mujer es por naturaleza (physei) la del superior con el inferior, del gobernante con el gobernado». 1 Esta complementariedad en la desigualdad se encuentra en todas las sociedades tradicionales. Así, Franc;oise Héritier decía al respecto:
La tradición teológica /).. partir de ~n Agustíq, la etiología queda trastocada. La histeria ya_!!Q__compete más alª mQtri_z; cambia de nombre ara designar ~sa fuerza subversiva en la mujer: sellama «posesión» Pero, entonces, esta fuerza que no es «segÓ.n la naturaleza», ¿es divina o demoníaca? Esa es la pregunta que debemos responder, de acuerdo con estos tres tiempos:
«La clasificación dicotómica valorizada de las aptitudes, los comportamientos yl as c uaíidades según los sexos, que encontramos en todas las sociedades, remite a un lenguaje de /)J (L rt,Js.. categorías más amplias: se establecen correspondencias (. .. )entre esas relaciones macho / hembra, derecha / izquierda, alto / bajo, calor/ frío, etcétera». 2 Esa es la razón por la cual Danielle Gourevitch pudo concluir de este modo: «Los médicos antiguos comprendieron con claridad que la del cuerpo femenino, era la enfermedad de la mujer en su totalidad, y más precisamente de la mujer en sus relaciones con el hombre, en la medida en que las relaciones sexuales o su- auseilcia modifican su equilibrio hormonal y la topografia de sus órganos». 3
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Sí, pero entonces la verdadera cuestión es la siguiente: ¿de dónde procede la enfermedad en la mujer? ¿Se debe a que le falta un hombre que se le imponga y, de ese modo, vuelva a poner el útero en su lugar de matriz fecundada? ¿O, a la inversa, a que la mujer se rebela contra la dominación del principio masculino, dominación a la vez sexual y social? 1 Política,
I, 6 y 7.
2 Masculin / féminin,
París: O. Jacob, 1996, pág. 70. [Masculino/femenino: el pensamiento de la diferencia , Barcelona: Ariel, 1996.] 3 Le mal d'etre femme, París: Les Belles Lettres, 1984, pág. 127.
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3. El momento de concluir · -Este momento permite pasar del saber al poder: el del exorcista que por su palabrá expulsa al demonio del hechizado, o el poder político que ejecuta en la hoguera la condena pública de la bruja o los hechiceros. O bien, al contrario, se reconoce que la posesión es la del propio Espíritu divino, que toma caminos extraños, calificados de místicos, para manifestarse. Así, en todas y cada una de las oportunidades se pone enjuego la conformidad a las reglas de la institución eclesiástica. *Lo cual debe entenderse en dos sentidos: el del cuestionamiento y el de la cuestión (question) como tormento. (N. del T.)
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En efecto, como la histeria, la posesión recusa el poder político-religioso, es decir, la dominación masculina de la autoridad sobre sí y los otros, según las reglas de la mesura y la identificación común. Ahora bien, esta etiología sigue viva. Ese poder de discernimiento, efectivamente, continúa hasta nuestros días: la calificación de histe_ria toma el relevo de la posesión demoníaca. El saber teológico se duplica ahÓfa con el saber médico; ;1síntoma de los estigmas no procede de Satán, sino de la enfermedad histérica. Así, Juana de los Angeles, la famosa priora de Loudun, tras ser condenado su cura a la hoguera, recorrió Francia para mostrar sus estigmas; y los discípulos de Charcot, Legué y Gilles de la Tourette, la diagnosticarían a posteriori como «poseída histérica». Pero entonces, si una mística tiene síntomas histéricos, ¿no es una falsa mística? Ese es en verdad el dilema planteado desde el entendimiento «cordial» entre teólogos y psiquiatras: o místicas o enfermas. ¿Dónde está el límite? Aunque, ¿no se trata, después detodo, de un falso dilema? Si Pierre Janet o Joseph Breuer llaman a Teresa de Avila «patrona de las histéricas», ¿impide eso juzgar que es una «Yer:" dadera» santa? El debate no cesa entre los representantes del cuerpo eclesiástico y los del cuerpo médico, hombres tanto unos como otros. Uno de los casos más discutidos fue el de la Madeleine de Pierre Janet, cuyo verdadero br Pauline Lair Lamotte, descripto en De l'angoisse a l'extase La mujer exhioía los estigmas de as cmco heridas de la pasión de Jesús y una contractura que la obligaba a caminar en puntas de pies; vivía en el anonimato entre los pobres, y fue seguida por J anet durante veinte años, en los que ella le eSCTíbió casi adiario. :A.:fiür"a bieñ, Jañet larecibe; la e~aeoñl panacomo «un padre», mientras que por su lado, el teólogo, el padre Bruno de Jésus Marie, juzga y resuelve: es una enferma y por lo tanto no -es una mística, es decir, lo contrario de Teresa de Avila. 4 El sabe. El ejemplo inverso es el de ~~ Rob~muerta en )..9-81.,)a estigmatizada de la Dróme en Cháteauneuf-deGalaure. Tiene síntomas calificados de histéricos (estigmas, completa ausencia de sueño, anorexia total desde 1932, 4
Artículo aparecido en Etudes carmélitaines, 16, nº 1, 1931, págs. 20-67.
162
según los médicos); y al mismo tiempo, inmovilizada en su cama pero siempre despierta y disponible, recibe y aconseja a decenas de miles de peregrinos; también funda hogares de caridad. Ahora bien, en sus estudios, J. Guitton5 y G. Mottet6 se cuidan de juzgar y desechan eseTálsü dilemá: o enfer::" íilll" o mística; una cosa no excluye la otra. Pero ¿qué pasa entonces con el discurso psiquiátrico?
La histeria como neurosis Hemos visto dos etiologías, dos denominaciones de una fuerza subversiva: el furor uterino y la posesión demoníaca. Con la psiquiatría va a nacer u~'a ter~era designación: la' histeria .,._____. es una neyrosis. .... - Pero acerca de la significaciónae esta neurosis van a oponerse dos corrientes. l. La corriente organicista
La neurosis se debe a una lesión orgánica del sistema .. nervioso, un trastorno nervioso d:l cerebro. ~sí, 9~llel1 in-_ ;(';.) venta en 1769 la palabra «neurosis» para designar ese aéfi-~ cit.Otros lo seguirán en el siglo XIX. 2. La corriente de la psicogénesis Con la psiquiatría dinámica, esta tendencia se opone a la primera. La histeria proviene de una dynamis, un poder, una fuerza que instaura un trastorno de orden funcional. Es por lo tanto una psiconeum si_s. Esta recuperación del concepto de~uerza suPY!'rsiwra a explicar en lo sucesivo lo que no se p esenta como un síntoma, sino como el síntoma esencial, central y constante de la histeria: la falta de unidad de la personalidad, la falta de fijeza de la identidad. De allí sus distintos nombres: personalidades múltiples, simultáneas o sucesivas, disociaciones (Pierre Janet), desdoblamiento (alter ego), dobl~encia, ctivaJe def ego, ex-stasis, simulación (Babinski), teatralidad, fabulación inconsciente, mitomanía, etc. Los sinóni-
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5 Portrait de Marthe Rob in, París: Grasset, 1985. [Retrato de Marthe Ro· bin, Burgos: Monte Carmelo, 1999.] 6 Marthe Robín, Toulouse: Eres, 1989.
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mos se multiplican desde hace casi dos siglos, a tal extremo que la American Psychiatric Association suprimió de la nomenclatura del diagnóstico la palabra histeri~ de etimolQ:gía insoportable. el DSM IlfÍa sustituyó en 1980 por la denomina ció PDYmultiple personality disorder). Ahora bien, n-!{)94, el DSM N reemplaza el MPD por una nueva denominación: «trastornos disociativos de la identidad». Es más claro; la noción de personalidád ya-ñO ....- - - ; - - - conviene. Así, el psiquiatra retoma la cuestión del teólogo; este se preguntaba: «¿Qué identidad? ¿Es una poseídª 9 l!D.ª-11].ÍStica?». El psiquiatra plai1teaalgo semejante: «¿Enferma ' manipuladora?». El padre Surin, consejero espiritual de Juana de los Angeles, era poco tolerante con esé cambio incesante de máscara, y le escribía lo siguiente:
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«Escucho decir tantas cosas de vos y que hay en vuestras maneras tantas sutilezas y finezas, que es dificultoso encontrar en vos un espíritu de verdad: tantas contradicciones hay en las revelaciones y comunicaciones sobrenaturales que cuesta fundar en ellas un juicio adecuado y hacer pie en algunas buenas cosas». 7 En síntesis, hay inquietud en el experto, que debe saber para intervenir. En otras palabras, no basta constatar el síntoma; hay que mencionar la causa.
El debate etiológico Si para los organicistas la causa es de orden físico, hereditario y lesivo, el gran debate, en cambio, concierne a la psiquiatría dinámica. La causa no es de orden sexual; es la reacción «dinámica» a un trauma psicológico: frente a un acontecimiento que provoca una conmoción a la vez física y psíquica, un desborde de la conciencia y un exceso emocional, la respuesta es el trastorno sintomático de la identidad. Esta respuesta es inmediata o bien se da a posteriori. Se 7 Citado por Michel de Certeau, en La possession de Loudun, París: Gallimard, 1992, pág. 326. ---------..:
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produce «dinámicamente», es decir, en razón de una energía que actúa por sí misma, sin conciencia reflexiva ni voluntad deliberada; Henri Ellenberger diría: inconscientemente.8 Ahora bien, según esta perspectiva, la terapia consiste en recuperar la unidad perdida, gracias a la intervención psiq~agnetismo, hipnosis, sugestión u otros métodos intervienen activamente para provocar una respuesta que permita hacer frente de otra manera al trauma, de tal modo que se restablezca la identidad anterior a él. ¿Curar no es recobrar el statu quo ante, el estado anterior a los «agentes provocadores»? El psicoanálisis norteamericano, en la línea de la psi- S' t quiatría dinámica, propició la denominación de «personalidades múltiples». El caso más espectacular presentado ante el público es el de una mujer, Sybil Dorsett, nacida en 1923 en Wisconsin. Su análisis de Oñce años (1954 a 1965) con una psicoanalista de Nueva York, la doctora Cornelia B. Wilbur, fue relatado fielmente por una periodista, Flora Rheta Schreiber, con el título de «Sybil. La historia verdadera y extraordinaria de una mujer habitada por dieciséis personalidades diferentes».9 ~ Sybil está «habitada», como antaño Juana de los Angeles estaba poseída por demonios. Pero ¿cuá l es el objetivo que se fija este psicoanálisis? Instaurar un yo unificado, vna sol.~J~~ffSopalidad COD ~l nombre de syDií,fategranefo los otros dieciséis nombres en Uñ «YO aespíer to». Así, las diferentes personalidades correspondientes a un trauma «eran defensas contra su medio intolerable, defensas producidas por lo~ traumas de la infancia (. .. ) El tratamiento consistía en analizar los traumas a fin de hacer inútiles la defensa levantada contra cada uno de ellos y la existencia de la personalidad encargada de esa defensa» .10 Pero ese yo unificado, ese sel{ auténtico, ¿no es el mismo ~ Cornelia B. W,ilbur, con quien Sy~i~ debió identificarse? 1 /.yL,<.A-J < /"o _.J r et)_,,,
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8 De conformidad con su estudio en Histoire de la découverte de l'inconscient, París: Fayard, 1994. 9 Sybil. L'histoire vraie et extraordinaire d'une femme habitée par seize personnalités différentes, París: Albin Michel, 1974. [Sybil, Barcelona: Pomaire, 1981.] lO !bid., pág. 266.
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2. La ruptura freudiana
El descubrimiento de Freud consistió en abrir un nuevo camino. Teóloff~Y médicos no sabm!_; toca a la histérica hablar, y_ al 2sicoanalista, recibir ~ a 12alabra. En efecto, el psicoanálisis no se funda en otra cosa que la regla fundamental, es decir -a la inversa de lo que se aprende en la escuela-, la posibilidad brindada al sujeto de hablar asociando con toda libertad, no «libremente», sino como se le ocurra. ¡Nada ele hermenéutica, nada ele teoría a «aplicar» al caso de cada uno y cada una! La libre asoc1aéiüñ proccGeCfel sujeto y no del analista.
La verdad habla yo [je] ¿Por qué, entonces? Porque la verdad habla así y no de . otra manera. Habla histéricamente, en el imprevisto, el zig- /1 ~g, el malentendido, con~ síntoma, el acto ~~ido, el sue- - l fio, fa' afo biá que surge repentina. Y a parfal'Ueesec5ñ="' tem o nwnifiesto, sólo el sü}~ede pasar al contenido latente gracias a sus propias asociaciones, esto es, puede contestar la pregunta: ¿qué quiere eso al decir eso? El oyente que es el analista ha tenido que aprender ele su propio análisis que no hay motivo para exasperarse ante la extravagancia y la incoherencia del discurso del analizante. En efecto, la asociación no es «libre» en el sentido de arbitraria; oculta una razón que es preciso descubrir. La verdad habla por la boca del analizan te que dice siempre la verdad, aunque nunca toda. Respuesta: «Le creo, por más que usted diga», lo cual no implica «creo en ello», en el sentido de adhesión a un saber referencial. El saber textual, no referencial, de lo que se dice basta por~En efecto, las formaciones del inconsciente son un retorno de lo reprimido, que se debe escuchar y analizar en su Ji-
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teralidad. Tal es la ruptura de Freud, muy nítida a partir de 1897. ¿Hubo o no abuso sexual por parte de un adulto en la infancia del sujeto? ¿~alaimaginario? ¿Es una verdad a recoger o una falsedad de la que hay que sospechar como una sugestión o un rumor procedente de otra parte? ¡Falsa ~u~giónJ Freud supo escuchar de otra manera: lo gi.IB__im.: porta y hace sufrir son las reminis.c,enci.av;i.parecidas en el apres coup como refurño-d_e-lo r~iJnido. Eso es lo que deb; ~scucharse, homologarse, registrarse en la palabra compartida. El sujeto padece de reminiscencias, y por lo tanto de «representaciones». ¿Reminiscencia de qué? ¿Qué responde Freud en 1905? ¡Importa poco que la causa de la actividad sexual infantil sea espontánea o provocada! Interno o externo, lo que interesa no es la cuestión del origen, sino la de los efectos en el apres coup. Lo que debe enteñdeise es «la Idea de que la actividad sexual infantil (sea espontánea o provocada) prescribe su dirección a la vida sexual ulterior luego de la p_~b~. 1 Ya sea esto verdadero o falso con respecto a la «realidad ( material», Freud comprueba que «el resultado es el mismo». 1,J trk:".,j No hay_«diferencia en cuanto a los efectos>~2 vale decir, en 'L~ . ...-cliallto a : 1a reafiaaclps:lqüica queoesm;peña el pa~l_dQ.:_ ,f_;J.t<.f. minante».3 Ella, y ella soía, -ños presenta por el síntoma un sab~r textual que se debe descifrar. ) - ~~~ vt. ,, r : 1 1-ccc.t:rfd ¡•- 1~·-c /
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creo, en el sentido de que su decir no carece de razón». La ficción no es ilusoria ni irreal. Así, Lacan dirá en 1953: «La ambigüedad de la revelación histérica del pasado no obedece tanto a la vacilación de su contenido entre lo imaginario y lo real, pues se sitúa en lo uno y lo otro. Tampoco se debe a que sea mentirosa. Sucede que ~!a nos presenta el nacimiento de la verdad en la palabra, y de es.e modo tropezamos con la realidad de lo que no es ñi verdadero ni falso: al menos, eso es lo más perturbador de su problema. Puesto que la verdad de esa revelación es la palabra presente, la que la atestigua en la realidad actual y la funda en nombre de esta realidad. Ahora bien, en esta realidad, sólo la palabra da testimonio de esa parte de los poderes del pasado que se desechó en cada encrucijada en que el acontecimiento decidió». 4 Por eso concluye así, freudianamente hablando: «Seamos categóricos: en la anamnesis _esicoanalítica 1:12..?~ ~rata de realidad sino de verdad,, porque el efecto de una palabra plena consiste en reordenar las contingencias pasadas, dándoles el sentido de las necesidades por venir, tal como las constituye la poca libertad por la cual el sujeto las hace presentes». 5 Esa es la posición que sostendrá Lacan en su retorno a Freud, tal como lo efectúa de 1953 a 1963 .
Freud justificado Es justamente esta subversión la que Lacan retoma en 1953 en su famoso Discurso de Roma. Lo importante no es !ª-Yerdad deLeJJ.JJnciado (un saber referen.r:i gl), sino la verda >, en Résultats, idées, problemes, vol. I, París: PUF, 1984, pág. 117. [«La sexualidad en Ja etiología de las neurosis», en AE, vol. 3, 1981.) 2 Conférenccs d'introduction a la psychanalysc, París: Gallimard, 1999, cap. 23. [«23" conferencia: Los caminos de la formación de síntoma», en Conferencias de introducción al psicoanálisis, en AE, vol. 16, 1978.] 3 !bid.
168
U na triangulación fundadora Así, Lacan pone de manifiesto una constante que se afirma en la pluma de Freud desde 1892 hasta 1921. La histeria es una tentativa de identificación con un sujeto deseante ~---cuyo objeto está en posición tercera. ---Y esa identiñcación se produce gracias al sínt;;m¡ que le sirve de marca. En consecuencia, hay a la vez nacimiento del deseo por identificación ·-·- -·-
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4 5
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Ecrits, op. cit., pág. 255. !bid., pág. 256.
169
con el otro deseante, e insatisf_accjón del deseo que se debe mantener; ambas apue~tas están ~cha~ente ligadas. Úe allí lasiguiente ~ Objeto I I I
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Lacan leyó en el texto de Freud la constante de esta estructura.
l J Desde 1892, con Elisabeth von R. .. El dolor de piernas sirve de marca identificatoria con su hermana, en cuanto süjeto deseante vucltOhacia una mu-]er: «Ella me confesó sin rodeos -dice Freud- haber sen[ vu., R. .. .tido el deseo ardiente de encontrar la mísma felicidad que · ' , su hermana. Como respuesta a esta meditación matinal, la - atacaron violentos dolores». 6 V
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·- .,,,,. ·" \2/ En 1900, con el sueño de[ a mujer del carmcer--o)en la 'fraumdeutung El sueño efectúa u e iva e entre demaiida y dese~ de tal modo que el deseo de la soñadora, a i entificarse con el de su amiga, se mantiene en la insatisfacción como apuesta exitosa. Así, Freud eser.ibe: «El signo de esta identificació1~ es que en la vida real ella se asigna un deseo que se niega a . colmar».7 •
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n 1905, con Dora La fascinación por la señora K. se apoya en la imagen del §>eñorJ\:.. como supuesto deseañte vue l101iacia ella. El señor K. no es el objeto de su deseo, ·cosa que Freud-no compren6
dió. Dora no puede aceptarse como o~jeto de deseo por parte de él. Su apuesta es muy distinta: interrogar el misterio de f1?' la femineidad presentificado por lá señora K. ¿Qué es serl:Y una muJ~ifüís a11aáelos rÓÍes pr opl.ciados por el discurso · oficial? ¿Qué es, entonces, lo que mi padre ama en la señora K. (y no encuentra en m1 madre)? Estas preguntas se plan-tean por procuración, por mímesl.s, por identificación con el señor K. ¿O~ .c... e ,, 'f,f-'-' µ. ,¡.¿..:::
Etudes sur l'hystérie, París: PUF, 1973, pág. 120. [Estudios sobre la histeria, en AE, vol. 2, 1978.] 7 L'interprétation des reues, París: PUF, 1967, pág. 136. [La interpretación de los sueños, en AE, vols. 4-5, 1979.]
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4. En 1921, en el capítulo 7 de Massenpsychologie und Ichanalyse Freud postula como tercer modo de identificación el cas~ ~1i~t~ria_:_ «La identilicación_ hace cm:ppletaabstra~ció' de la relación objetal C2._n la p~sona copiada». 8 En efecto, mediante un síntoma establece un~em.einsamheÜ) una comun!slad..2,; situación C01\,~l~WC!.1esg_ante2 por ejemplo «una de las niüas de un pensionado que acaba de recibir una carta de aquel a quien ama en secreto». 9 Y, desde luego, se obtiene una insatisfacción.
Una estética de la imagen Ahora bien, en nuestros días los psicoanalistas se dividen en torno de esa identificación. ¿Cómo interpretar por mímesis e identificación, en efecto, ese fenómeno de simulacro, de máscara, de mascarada? Para unos, se trata de patología que, según el nuevo DSM, se calificará de desorden o trastorno de la personalidad. ¿Por qué habría de ser patológico? Porque esa identificación es cambiante, móvil, múltiple. Esta teatralidad es un «histrionic personality disorder», co:rñOíá caracteriza el DSM en \1pa~ágr~fo301.50. .
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8 «Psychologi e des foules et analyse du moi», en Essais de psychanalyse, París: Payot, 1981, pág. 170. [Psicologfo de las masas y análisis del yo, en AE, vol. 18, 1979.l 9 !bid. Esta triangulación es la clave de la obra de Proust En bnsca del tiempo perdido. Por ejemplo, 12...
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170
171
Se trata, por ejemplo, de lo que nos ha descripto Flora Rheta Schreiber al hablarnos de Sybil. 1 Esta joven mujer, que hizo once años de análisis con la doctora Cornelia B. Wilbur, estaba dividida entre dieciséis personalidades diferentes que se ignoraban entre sí. Y su analista le permitió nombrarlas e integrarlas en una sola persona. En cambio, en otros casos no hay nada de patológico. Lo que habría que examinar sería, antes bien, la fijeza en la seudo normalidad. En efecto, la existencia, como la verdad, está sujeta a la «Sorpresa y estupefacción» (Freud) de ese acontecimiento que es el encuentro, la tyche griega: ¡buena o mala suerte! ------- · j Lugarar azar! Efectivamente, la verdad nos alcanza por el albur -d~l acontecimiento. Así, André Breton conjuga surrealismo y psicoanálisis cuando, al querer hacer el relato de su vida, escribe:
º
«Al margen del relato que voy a iniciar, no tengo la intención de narrar más que los episodios más notables de mi vida, tal como puedo concebirla independientemente de su plan orgánico , esto es, en la medida misma en que está entregada a los azares, tanto los más pequeños como los más grandes, en fos que, respingando contra la idea común que me hago de ella, me introduce en un mundo algo así como prohibido, que es el de los acercamientos repentinos, las pasmosas coincidencias, los reflejos que priman sobre cualquier otro impulso mental, los acordes tocados como en el piano, los relámpagos que dejarían ver, pero realmente ver, si no fueran aún más rápidos que los otros». 11 Por eso, sin duda, Lacan podía decir de la verdad que habla: «El yo [je] del que se trata puede ser innumerable; no hay n~esidad alguna de continuidad del yo- [je] para que multiplique sus actos». 12 En consecuencia, el anª-!i~is nc;> l}e_vll_a la !!_~iQ~ de ~n yo fuerte e inmutable, s!_no a la posibilidad de identificarse coñ rnoy-;¿;¿~;¿_z:::
· 10 Sybil,
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París: Albin Michel, 1974. ·/ "71..;; YJ..-\ Nadja, París: Gallirnard, 1963, pág. 19. [Nadja, Madrid: Cátedra, 1997.] l i Le Séminaire, Livre XVII, L'envers de la psychanalyse, París: Seuil, 1991, pág. 73. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, 1969-1970, Buenos Aires: Paidós, 1992.] 11
172
nuevas figuras , nuevas Gestalten presentadas a cualquiera pero:-mdiVidualmente y una por-una, a tal hombre, tal mujer. Lo que llamamos bovarismo, ¿no es la posibilidad, gracias a la novela, la pintura, la ópera, el cine, de adoptar una imagen que a la vez oculta y seíiala la falta que es el deseo, y no la necesidad? Así, cuando Madame Bovary exclama: «¡Tengo un amante!», Flaubert agrega: «Por fin iba a gozar, por lo tanto, de las
ale~:§s
deli!!llOJ:',
~ fiebr1eae lafeliciaa d de la que había desesperado. Ingre-
saba en algo maravilloso~n donde-loóo sería nasión, éxfa-
Sís, delir.!2 .. . Se -ªcordQ_ entonces de las heroínas de los libros que había leído, y la legión lírica de esas mujeres adúlteras comenzó a cantar en su memoria c~es de T1effilanas que la hechi~aban. Ella misma se cónvertía ~~~~ daderamente en parte de esas fantasías y realizaba el prolongado ensueño de su juventud al incluirse en ese tipo de enamorada que tanto había envidiado>~. . - La belleza de una imagen femenina o masculina permite identificarse con ella para dirigirse a otro del otro sexo en la novedad renovada sin cesar de una erótica unida a una es-- - tética. ¡ En ese sentido terminaba André Breton su libro Nad¡Ja con esta afirmación: «La belleza será convulsiva o no será». 13 Pero esa convulsión, ¿no es la histeria misma? En Tótem y tabú, Freud captó un lazo secreto entre la histeria y el arte. Al final del capítulo 2 afirma una curiosa ~dancia ..,.---( Uber-einstimmung) entre ellos. La histeria sería algo así como una imagen deformante (Zerrooo)d.e la obra de arte, en la medida e~realiza «po r medios privaaos» lo que el' arte «engendra» en la propia sociedad.14 No obstante, se plantea la siguiente cuestión: ¿la misma histeria no puede hacer lazo social? Lacan se encargará de responderla.
13 Nadja, op. cit., pág. 155. 14 S. Freud, Totem et tabou,
París: Gallirnard, 1993, pág. 183. [Tótem y
tabú , en AE, vol. 13, 1980.]
173
3. La histeria no es una neurosis
De 1953 a 1963, Lacan justificaba a Freu
~!!2.ViJJ.üento_mismo_.~ar.-cnns.titn..y.e..su..deseo.
En este punto, Lacan reconoce en Freud «el rasgo de su genio». Pero agrega de inmediato: «El hecho de que, para curar a la histérica de todos sus síntomas, la mejor manera sea satisfacer su deseo de histérica -que para ella consiste en mostrar a nuestras miradas su deseo insatisfech~, deja íntegrameñ te fuera del campo lá cuestioñ espedfica del porqué ~ólQ pl!_ede §.9S~ner SU deseo como deseo insatisfecho. Por eso la histeria nos pone, Clina ca o orºg! al de a~Sin yo, tras-Ta pista de c· rt duda es preciso que aya uno. La verda no puede ser más que una sola cosa: es el deseo del propio Freud, a saber, el hecho de que en Freud hay algo que jamás se analizó».
1 Le Séminaire, Liure XI, Les qualre concepls fondamen.laux de la psychanalyse, op. cit., pág. 16.
175
§entido freudiano: tropiezo, cojera, error, según una equivocación [un:e bévzteLque es el Unbewusst. al es~a letra:lo literal que hace~itoral. De. allí la inscripción 82. • /c· r µrv•.('-'-!p..rrf.. . 1 rYI oc-t n'.rt"" . i o( { ( ..o ~r \,,,.·:c(~. t.-t i-f_
Así, en los seminarios siguientes, Lacan va a tratar de responder: si Freud no pudo decir por qué el deseo de la histérica sólo puede ser insatisfecho, se debía a su propia relación con el padre y la demanda que le dirigía. Hay en él algo no analizado que no le permite ir más lejos en el análisis de la histeria. Este viraje de 1964 es capital; en lo que concierne a la histeria, sus frutos se verán en el seminario El reverso del psicoanálisis (1969-1970). En lo sucesivo, ya no basta afirmar la primacía de lo simbólico sobre lo imaginario. Ahora debe introducirse lo real. ¿De qué manera? ('
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Del sentido a la estructura
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Del deseo al goce
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Antes del análisis, había una clínica a partir de los tipos de síntomas. Pero lo que aportó el análisis fue un sentido particular al síntoma. Si nos quedamos en el sentido, no hay nada en común que pueda definir con certeza la histeria. Alcanzar la certidumbre es ir más allá del sentido siempre particular y llegar a la estructura por un camino que lo trascienda. Lacan lo hace pasando de la palabra del sujeto de la enunciación quellama un discurso, es ~cir,_ eñunciado_~ fundamentales que hacen lazo social a arijr de! _cua! P.Ue'~ \/. ~, .-·ere suceder. fa palabra. E. sa es la structur : un_?~scurso sli1 -"\ ' palabras, que nos pronuncia en vez de qu nosotros lo pro. · nunciemos. Hay un pasaje del significante la letra.
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Del sujeto dividido al sujeto de la ciencia
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El significante es lo que representa al sujeto para otro · '" ' ' ' significante, el que expresaría su ser, pero que está ~primi- ~/;2; ~:k~ do para siempre (Urverdriingt) . Lacan lee en Descartes esta ·,., · divisioñque'e s una faTiaaefa cual nace el sujeto: ~ .• , ~ .. ,
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·~ ,. vicción delir¡nte del loco. Al contrario, el sujeto es el efecto ' ,', de tal.~ual rsignific:_antes privilegiado; /que lo representan y ) éoñ los cuales se identifi.ca como rasgo del lchideal: einziger {))}.)\ Zug, escribe Freud; sucesión de Sl, anota_Lacan: ¡un «en-000' 11
~. -:>t,.--)
La verdad habla con un decir a medias qúe no cesa. Ahora bien, el lugar de los significantes~ el Otro, permitiría concluir si existiera. Pero ~.!Y in:?mpletud -de ·1~ -~~ el Otro está barrado; no hay metalenguaJe que liaga posible que un significante se signifique a sí mismo. Analizar es homologar ese borde que barra al gran Otro; es instituir gracias a ese sabfil:.que_es_elinconsciente en el
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No podemos conformarnos con constatar en la histeria la búsqueda del deseo insatisfecho. Responder al por qué de esto es interrogar en términos de goce. En efecto, si el Otro no existe, hay en cambio un «Cuerpo»: es el objeto a miñuscula, la gran «invención» de Lacan. - - Empero, ese objeto a minúscula ya no debe definirs~ ~::. mo causa del deseo, sino como_plus d~goz~r, u nz..Mehrlug que se produce como el ~eJJ_Karl Ma~. Así, hay pasaje de un Otro al otro. :/¡011'1;7,:.·~?'/"' - ..., 'f'YV--<'"'·""""''L-Lrc. . d' C-v .,. (+e,,.,,,. ,M',, ,.., )
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<1Allí donde pienso (los Sl), no soy». «~l{doode soy, no pienso: no hay Sl».
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Ahora bien, ese cogito es el sujeto de la ciencia. El y sólo él inventa un nuevo saber en el sentido moderno de «la ciencia», que debe distinguirse de la th:,_eoria gri~~· Y en lo sucesivo, Lacan lo postula como el l:mico sujeto en acción en el psicoanálisis, en su diferencia con respecto al querido yo. '?{ -t-;,
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Tenemos por lo tanto cuatro letras que se articulan una con otra: $: el sujeto dividido;
Sl: el significante amo; --/ 82: el saber; ---7 el plus de gozar. a
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Ese es el orden de su sucesión. Ahora bien, sólo funcio-
-/~~ ( 4 é.~ - nan al.2S!!P.!!!: lug_are~, cuatro lugares ya presentes, que de1 no ben denominarse del siguiente modo:
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el agente la verdad
el otro
•------------------- la producción
Así, las cuatro letras ocupan de acuerdo con su propia sucesión ordenada estos cuatro lugares. Y basta un desplazamiento de un cuarto de giro para que cada una de ellas se instale en el lugar siguiente. Tenemos por lo tanto cuatro articulaciones posibles que escriben la estructura de cuatro la~iales,, q~e La?a.n llam~isc1:1rsos sin pilla~ er_i e1Ios va a poder mscnbirse la h1stena. ·
El primer lazo social es instaurado por un amo: no un maestro de escuela, sino alguien que tiene autoridad, es decir, que enuncia un significante amo en imperativo, a fin de que el otro se ponga en marcha. Es la primera experiencia humana, puesto que nacemos niños y no adultos. Mediante tal lenguaje, la madre, el padre y muchos otros en posición de agentes instauran un lazo dominante-dominado. Así, ciertos significantes fundamentales constituyen el inconsciente del otro, en tanto es el lenguaje, y no el instinto, la condición del inconsciente:
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La consigna, tlJnandam.iento en imper~iv2J.. ponen en marcha el cuerpo del niño, del adolescente, del adulto. Así, en la escena I del primer acto deAtalía, de Racine, J.oad pronuncia ciertas palabras que hacen salir aAbner de la vacilación y comprometerse. Ahora bien, ese poder inscribe un saber que Freud llama Unbewusst. El «jhaz esto!» se recjbe co:i:ple~Q2__por .~.! «j .. :E._~~-- s~r ~~ !». Esa es la identificación según la sucesión de los \ ~~ntificación con tal o cual einziger Zug, dice Freud, "· ;razo unario del JchideaT:ed.ucacíóll,iñOdeiización, coloni'i' ~ tr~nsmisió.Q..~~neració1~ en generación, de. acuer-....-.,,,,)\ C!_o con un 1d~~l d~i~ySlel otro (¡es igual!). v ~ ~· Ahora füeil,la noveaacI que aporta Lacan como lector r1 ·~ crítico de Hegel consiste en mostrar que en la lucha a muer- ~ ~ 5 . te de puro prestigio entre el amo y el esclavo, es este último ~ ~ ~ " y sólo él quien, al renunciar a arriesgar la muerte del cuer- :t-' ~~ po, conoce el goce. ~ De tal modo, el saber sobre el plus de gozar anotado 82 \ }' ~ ~stá resenrado al_Qj;ro. Ponerlo en posición de agente está ~ ~ excluido; y sólo le incumben los efectos del funcionamiento \ , l\ del poder. . ~ ~ r e~ : \ 1¡ fv-,,,,f--r;J .__,~~ JL ,._J,' ) ~ f ', J "'
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Pero ese saber del dominado, del trabajador, del artesa- ' no que tiene !ª-experiencia deleuerpo, es robado por el discurso del universitario. Se convi erte en un puro saber, separado del cuerpo, un saber teórico, la episteme ~a~l fil~o_!:a.· ,.~ Ese es el lazo social docente-alumno:
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El discurso del amo
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El 82 es la transmisión de una continuidad de saber, y sólo esto, al margen del goce. Así se prepara a los futuros amos, los de la generación siguiente, gracias a los títulos. En efecto, lo que está en lugar de verdad en ese lazo social es la pucesión de los Sl, los significantes amos con los cuales hay que identificar al sujeto producido: S barrado.
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to, un discurso de impugnación del aber oficial,JEso es lo 'Ciue produce el sujeto dividido, el suje o de-táciencl.a inaugurado por el cogito cartesiano, en posición de agente: un saber que es preciso inventar a partir de la duda metódica. Ahora bien, esa relación del discurso de la histérica con el discurso del amo escribe exactamente la posición de Freud con respecto al padre. El supo hacer hablar a la histérica; supo escucharla e hizo suya su demanda de un padre semejante.
Michel Foucault lo mostró con claridad: el saber se pone al servicio del poder económico, político o religioso. Y el amo igila con ojo avizor controlando el contenido de la enseñana, cualquiera sea, laica o teológica.
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El discurso de la histérica ~ia-no-e&._~ , sino la denominación de un la_zo socia). en el cual el sujeto está en posición de agente, ~ lazo social que se diferencia de los dos que lo preceden:
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En primer lugar, este discurso encarna y revela lo imposible de la posición del amo. La relació~oncierne a las consignas identificatorias de tal o~ o tarea. La apuesta consiste en producir un saber, este: el amo es üil" ñoml5re castrado, porque el dominio excluy e de sí el goce y secontenta con la mesura y la moderación que impone el prmcípio de placer-displacer. Así, la histérica encar~ sus propios síntomas ese rechazo del cuerpo. Esa es la razón por la cual, a cambio, el sujeto se erigirá en el sostén del amo castrado: el hijo o la hija, por ejemplo, ~encontrarán un lugar de sostén del padre en cuanto amo. De *;~-~/ allí la afirmación de Lacan: ~l histéricg quiere u n amo,. }/J.rl r'- ~ sobre el cual gueda reinar». t:. ['" A .:..G? ¿Qué quiere quiere ella? El o ella cree que la e¿ t~·J mujer existe, l~ujer que supuestiin:_ente sabe~ue ~2!1-...:.. Í.?, ) yi_e~e pa~_tlgQ9e del nombre. ¿No es eso lo que Dora atribuía a la señora K.? En efecto, ese lazo social produce un saber (82) sobre el r;J 2lus de g9zar Sa) en lugar de verdad. Hay mvencion aeüñ rl) .~ irf' n~aber sobre el gocé, saberque e1 amo quiere ignorar y ;,---- qüeiloes igual als aber del discurso del universitario. Este, efectivamente, es un saber establecido que debe imponerse al estudiante, y cuya verdad es la sucesión de los S 1 del lchideal a transmitir. El discurso de la histérica es, por lo tan-
Ya en su infancia anhelaba un maestro que fuera como el padre deAníbal y no como Jakob Freud. 2 M~el@t.§, la~ tres fisgsra& ~aterna~ que lo fascinan son: La;yo, el Urvdtw;. .. ~~Ises7 es ecfr1 maestros_políticos o religjog>~, Así, la deJ mación del complejo de Edipo sólo puede cumplirse cuando uno se vuelv~á_?a un pad!:e ide~Í]digno de ser admirado, estimado y amado. Eso es lo no analizado en Freud. En efecto, «Un padre -decía Lacan- no tiene con el amo sino la relación más distá.nte», 3 por lome~~n k --=-.] __, H' _,_..-,-d.eclinación social del · ;;-
El discurso del El último en nacer, este discurso es un lazo social entre un analista y un analizante:
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En la Traumdeutung, cap. 5, § 2. # e Séminaire, Livre XVII, L'envers de la psychanalyse, op. cit., pág. 1 .
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Pero el analizante ($) proviene de los tres discursos precedentes, de modo que el análisis modifica la re_~ con cada uno de ellos:
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-Con el discurso del amo. El análisis produce el retorno de lo reprimido de los significantes que constituyeron el inconsciente del analizante. ~ su nfuers"Ojla relación Slla se invierte en a/Sl. 81
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la producción de un análisis es la de los significantes amos que condicionaron ese inconsciente; la verdad es 1!! CQnqgi§t11_de_es_e...sab~o.b~....cl.r!lus de ~~-ª11 saber que es inconsciente (82).
" lo no analizado de Freud y por lo tanto Así{ más allá Jlle más altt-deht6eo de la histérica, ese lazo social tiene como efecto, en el fin del análisis, que el sujeto pueda identificarse con el objeto a. ¿Para quién? Esto no incumbe más que al sujeto situado más allá del discurso del analista. Pero si él ocupa a su vez el lugar de agente en ese lazo social, ¿no se puede decir nada de ello? Por cierto que no.
81
- Con el discurso del universitario. Para el analizante, el sujeto supuesto saber existía ya a partir de este lazo social, de modo que lo atribuye a tal o cual analista. - Con el discurso de la histérica. Este discurso apareció recientemente. El discurso del amo está en el fundamento original de todas ociedad humana; el discurso del universitario...§11r:gió más tªr~ con el nacimiento de la escritu ra. En cambio, el discurso de la íiIStérica es el tercero en aparecer, con el sujeto cartesiano y la modernidacfAhora bien, ~lo· las -épocas históricás "y los lugaresgeogralicos en que nació el sujeto de la ciencia permiten la instauración del discurso del analista. Sólo el sujeto dividido del discurso de la histérica es quien 12üede demandar hacer un análisis. Só!Q_puedp --·--ser analizante quien ha sido histérico en el sentido lacaniano y no psiquiátrico de J~~a~. --coñ todü;-eCdiscÚrso del analista transforma radicalmente lo que el analizante recibió de los tres discursos precedentes:
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~7
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cl agente es un analista en quien ese semblante que es la imagen corporal no se sostiene narcisistamente del"ideal del yo, sino del objeto a; él otro es el analizante como sujeto de la ciencia, puesto que «el sujeto sobre el cual actuamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia», decía Lacan; 4
Ecrits, op. cit., pág. 858.
182
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4. La histeria del psicoanálisis
¿Podemos decir: «Usted es un analista»? ¿Podemos decir: «Soy un analista»? Lacan lo creyó durante un tiempo; en la década de 1950, puntuaba el enunciado de su seminario con un «¡nosotros, analistas!». En 1953, en el Congreso de Roma, califica públicamente del siguiente modo a Serge Leclaire: «Por la respuesta que merece de mí frente a ustedes, "eres un analista", le rindo homenaje por lo que arrostró al plantearla».1 Leclaire le responderá el 15 de marzo de 1977 con una carta abierta: «El ser analista con que usted me homenajeaba ("eres un analista"), y del que hoy sólo puede poner de relieve la vanidad, no deja por ello de estar atrapado en la aberración de un fantasma de origen». 2 El propio Lacan se desautorizará con un juego de palabras: Tu est ... [tú eres], tuer... [matar]. En efecto, el psicoanálisis es la recusación de todo juicio ontológico quec onjugue esencia y existencia: existe un~ realíza la esencia del psicoanalista. Mediañt'e el juicio de existencia, afirmo que una existencia consumada encarna el «aquello que» de la definición conceptual de una esencia. Es la posición de la locura: «tomarse por». Lacan terminará por impugnar-la p6si0ilidad de cualquier ontología con la afirmación de la división del sujeto según el cogito cartesia-
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La Psychanalyse, nº 1, París: PUF, 1956, pág. 253. «Son psychanalyste», lnterprétation, nº 21, 1978, pág. 56.
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no: 3 allí donde soy, donde exis~hay,..sigp.iiica11t~_para e~ pensamiento, no pienso. Allí donde pienso la esencia, no hay m ás qÚe significantes que representan al sujeto en el lugar del significante faltante que diría el ser del sujeto. ¿Vamos a quedarnos ahí? ¿Podemos conformarnos con la pura negación: sujeto no identificable? Si no hay ser del psicoanalista, ¿vamos, pese a ello, a quedarnos callados?
análisis, la intensional y la extensional, se yuxtaponen, sin relación entre sí: hay una y la otra.
¿En el discurso del universitario? Lo que establece el lazo es el saber, es decir, la t~á~~ lítica, y por lo tanto el retorno al anfiteatro con seminarios, ··- ·congresos, artículos, publicaciones. La enseñanza doctrinal lúnda la práctica. HaJ relacióñ dé fuñdacifu;-1~ extensión es fuente y pr incl.pio de la intensión. Conocemos .e,_sta situación desde hace mucho. Es la posición de la schola JAsí, la práctica ee_ t~~a que d,eb~«~~ar- . se»,..,.,..._._a _.~cada caso en parfic!liíar, Yel psicoa'lí-ªlis is ~e convierte '·~: ~ ~ en un nuevo adoctrinamiento. ,. \ \.. ,. ~
De la ontología a la estructura El drama del psicoanálisis habrá de ser, desde su nacimiento, el del lazo social entre quienes lo practican. Puesto que ocupan el lugar del analista, se sitúan como agentes en el lazo social con un analizante. Pero, al margen de esa relación con el analizante, ¿qué pasa entonces entre ellos en el público, en la dimensión pública del psicoanálisis? Responder es poder decir cuál es la relación entre esos dos lugares del psicoanálisis: uno privado, con el discurso del analista, y el otro público. Lacan los denomina así: psico-análisis en intensión y psicoanálisis en extensión. 4 - - -· Si el psicoanálisis en intensión se sitúa ~videntemente en el discurso del analista, ¿qué pasa con el psicoanálisis en 'V' extensión? ¿En cuál de los otros tres discursos puede hacer lazo social?
¿En el discurso del amo? Es lo que sucede, en efecto, en la mayoría de las instituciones psicoanalíticas. Los didácticos veteranos dirigen; dan consignas, significantes amos para poner en marcha a los ex analizantes de sus redes. Vale decir qm~_, pQr eso mismo, nos encontramos en~!__reve:._s ~ del psicoanális~a experiencia analítica se a vuelta y se invierte: Porla_illstitución, ~ayregresión y amneslli. Así, las dos diñ1ensiones del psicoCf. el libro colectivo Le moment cartésien de la psychana.lyse, París: Arca nes, 1996. 4 Esta distinción retoma la introducida en 194 7 y 1956 por R. Carnap en Signification et nécessité, París: Gallimard, 1997. 3
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¿En el discurso de la histérica? Este lazo social no es el de la neurosis, sino el del sujeto en posición de agente: sujeto dividido entre el sigi;'ili7a:i;te q ué ló representa y el sigilffi.cante que diría su s er yene11ugar del cual es representado. Se trata exactámeiileuel su.. jeto del cogito cartesia no, vale decir, el sujeto de la ciencia. Allora bien, decía Lacan, «el sujeto sobre el cual actuamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia». 5 En otras palabras, el psicoanálisis sólo es posible allí donde, culturalmente, el sujeto es el sujeto de la ciencia, es decir, el discurso de la histérica. Por ello, Lacan podía decir: «Por paradójica que sea la afirmación, la cienci~m.tim pulso ~n . ~l discl!rso de la histérica». 6 Y lo repetiría: «No ha blemos del discurso histérico; eselp ropio discurso científiC0».7 Así, es ese sujeto que un día ocupa su lugar como analizante en el discurso del analista. Allora bien, ¿en qué está en el fin del análisis? Vuelve al discurso de la histérica en posición de agente, pero esta vez
Ecrits, op. cit., pág. 858. Seminario Le savoir du psychanalyste, clase inédita del 2 de diciembre de 1971. 7 «Radiophonie», Scilicet, nº 2-3, junio de 1970, pág. 83. [«Radiofonía», en Psicoanálisis: radiofonía y televisión, Barcelona: Anagrama, 1980.J 5 6
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como analizante en el psicoanálisis en extensión. Ese pasaje se escribe así: De la intensión a
a la extensión
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Así se constituye algún día una Escuela como lugar de trabajo de esos nuevos analizantes. Pero ¿cómo puede persistir esta escuela?
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Esta diagonal es un pase: un cambio de lugar del psic9.: análisis: de la intensión en el discurso del analista a la extensióñ en el discurso de la histérica. Por eso Lacan, al hablar de su seminario, decía: «Lo que debo acentuar claramente es que, al ofrecerse a la enseñanza, el discurso analítico lleva al psicoanalista a la posición del psicoanalizante».8 Lo repetirá el 12 de diciep:ibre de 1971: «Como soy yo quien habla, soy yo quien está aquí en la posición del anali~te».9 Con la condición de agregar: no con_un psicoanalisi a, sino entre el público, donde el psicoanálisis ocupa s~S1tio en la historia humana como ciencia nueva. Así, la intensión funda la extensión. A la inversa del poder del amo o el saber del universitario que fundaría la praxis, con el psicoanálisis sólo la práctica funda institución psicoanalítica y teoría. Sólo el discurso del analista es fundador de una y otra por intermedio del discurso de la histérica, en el que toman sitio los sujetos ya analizados. De tal modo hacen lazo entre ellos en posición de analizantes en el psicoanálisis en extensión. $
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En él retoman los significantes amos de las publicaciones del psicoanálisis, para producir sin cesar un nuevo saber sobre la verdad del goce, en una extraterritorialidad histérica con respecto a todo poder constituido. Clausura del Congreso de 1970, Scilicet, nº 2-3, Seuil, 1970, pág. 399. Seminario Le savoir du psychanalyste, clase del 12 de diciembre de 1971, nº 1; Lettres de l'Ecole, nº 19, pág. 558.
La precariedad de la institución Si hay verdaderamente análisis, el ejercicio continuo de fundación de la institución por cada nueva generación determina una alternancia de renovación y decadencia. Freud creía que una profilaxis del grupo podía implicar una disolución periódica; de igual modo, Lacan decía: «Un psicoanalista siempre debe estar en condiciones de elegir entre el análisis y los psicoanalistas». 10 En efecto, él mismo eligió tres veces contra los psicoanalistas en favor de nuevos psicoanalistas: en 1953, en 1963 y en 1980. Y el 11 de marzo de 1980 se dirigía a otros que no eran aquellos y aquellas cuya Escuela había disuelto. ¿Qué les propuso entonces, si no constituirse en cartel? De modo que el pasaje a la extensión se articula en tres tiempos: - El punto de partida es un trabajo de carteles, como intermediario fundador de la extensión a partir de la intensión. - Luego viene el tiempo institucional, a partir de varios carteles, donde lo común se impone a lo propio. Así, en sus últimos llamamientos, Lacan podía decir: «No espero nada de las personas y algo del funcionamiento» (15 de enero de 1980). Las personas, su renombre y su prestigio se borran frente a lo organizacional, con permutabilidad de los individuos. - Esta situación dura un tiempo. Pero poco a poco algunos dirigentes echan raíces en la fijeza. Desde los bastidores dirigen a quienes ponen en el escenario para el público. La institución se esclerosa, se agarrota en consignas y obsesión teórica con inflación de la noción de acto. Los antiguos sirven de rasgos identificatorios con su red, es decir, con el «pa-
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«Proposition du
9 octobre 1967», primera versión, Analytica, vol. 8,
1978, pág. 20. 189
tronazgo del didáctico sobre su camarilla». 11 Es el signo de la decadencia de la institución. Esta ya no es una escuela sino un lugar para hacerse un nombre propio entre el público, una especie de plataforma publicitaria en nombre del acto analítico. La historia del movimiento analítico nos muestra que ese ciclo dura entre ocho y doce años. Provoca entonces una cns1s. Ese es el testimonio del psicoanálisis: una disolución periódica permite una refundación. Esta elección es analítica, y preferida a la esclerosis bajo el patronazgo, manifiesto u oculto, del didáctico. Hay en ello un signo de que el psicoanálisis, que no compete ni al orden médico ni al orden eclesiástico, se mantiene vivo y fiel a lo que su experiencia y su práctica pueden enseñar a cada cual. . . ¡si quiere aprenderlo!
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J. Lacan, «Discours
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a l'EFP», Scilicet, nº 2-3, 1970, pág. 16.
Conclusión
El final del siglo XX no es el fin del psicoanálisis. Pero nos revela más claramente que nunca lo que habrá sido la historia de la transmisión de la enseñanza de Lacan: una sucesión temporal de tres generaciones de alumnos, cada una de las cuales encuentra esa enseñanza en un momento determinado de su presentación pública. Así, como consecuencia, cada una asigna el privilegio y la prioridad a este o aquel período de la enseñanza y relega al segundo plano los contenidos de los otros momentos. Hoy podemos comprobar los efectos de ello: un lacanismo fragmentado, disperso, a la vez en su doctrina y sus instituciones. Ahora bien, tomar la enseñanza de Lacan en su totalidad, en el movimiento mismo de su marcha, se impone muy en particular con referencia a la interpretación propiamente analítica en respuesta a la palabra del analizante. El aporte esencial de Lacan, al leer los textos de Freud y los posfreudianos, fue diferenciarlos y señalar la fünción de la que dependían. Y, para poder hacerlo, dio tres nombres a esas funciones: simbólico, real, imaginario. El fundamento de estas tres nominaciones no se encuentra en ninguna otra parte que la clínica misma, en ese lazo social entre un analizante y un analista. En efecto, las tres nominaciones son las tres dimensiones de la interpretación analítica. Así, al hablar de lo que es la interpretación, Lacan designó cada una de esas dimensiones, una después de otra, a lo largo de todos los años de su enseñanza: en lo simbólico, una palabra a escuchar; en lo real, una letra a leer; en lo imaginario, una nueva consistencia a presentificar.
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Lo simbólico Por la boca del analizante, la verdad habla. Habla por las formaciones del inconsciente: síntomas, sueños, actos fallidos, chistes. Ahora bien, estos son sucesiones de significantes que tienen efecto de sentido. Hay producción de sentido según las dos leyes señaladas por Freud: la condensación y el desplazamiento, que Lacan, tras los pasos de Roman J akobson, llama metáfora y metonimia. Lacan hace esta presentación en su conferencia de 1957 titulada «La instancia de la letra en el inconsciente», 1 un año después de la publicación en inglés de la obra de J akobson. 2 Y concluye de este modo: «Quiérase o no decirlo, el síntoma es una metáfora, así como el deseo es una metommia, aunque el hombre se bi°irlede eTio».3 - - -· En efecto, la metonimia -la parte por el todo- «instala la falta de ser en la relación de objeto». 4 En cambio, el síntoma crea sentido por la equivocidad homofónica entre el sonido y el sentido. Por ejemplo, en su artículo «Fetichismo», reud nos presenta el caso de un joven germanoparlante que había establecido como fetiche cierto «brillo en la nariz»; lo había hecho durante su infancia en Inglaterra. Ahora bien, ese «brillo en la nariz» se dice en alemán Glanz auf der Nase; así, lo que hay que escuchar es el retorno del significante inglés glance at the nose, o sea una «mirada a la nariz», puesta en posición de fetiche en lugar de nada para ver. No hay traducción, sino una transferencia literal generadora de sentido. Entonces, ¿qué dice el analista? Recoge y acompaña la palabra del analizante; homologa y registra esta creación. Y, sobre todo, no traduce los significantes del sujeto sustitu1 Ecrits, op. cit., págs. 493-528. [«La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud», en Escritos I, op. cit.] 2 Fundamentals ofLanguage, La Haya, 1956 [Ensayos de lingüística general, Barcelona: Seix Barral, 1985]. Aparecido en francés en 1963 con el título Essais de linguistique générale (París: Minuit), y reeditado en 1970 (París: Seuil, «Points», págs. 43-67). 3 Ecrits, op. cit., pág. 528. 4 Ibid., pág. 515.
yéndolos por los significantes de la teoría analítica contenida en los libros aceptados y reconocidos por la ortodoxia. Eso sería adoctrinamiento universitario de orden médico oteológico. La traducción supone la existencia de un metalenguaje, vale decir, la posibilidad de que el significante se signifique a sí mismo mediante otro significante, sea de orden teórico, sea identificándose imaginariamente con quien habla. Es la hermenéutica teológica o junguiana (nada de creación): «Lo que usted dice es la expresión de un sentido preestablecido que yo le transmito por los significantes de la teoría admitida». Ahora bien, interpretar no es traducir, sino recibir las palabras mismas del sujeto y devolverle su propio mensaje en una forma invertida: el yo [je] se invierte en usted. Ese es el Lacan de la década de 1950: la interpretación es cita de la secuencia creadora de sentido en la dimensión de lo simbólico. No podemos conformarnos con ello; sería el análisis interminable: hay sentido y más sentido; la cosa se derrama como de un barril agujereado, sin que haya una última palabra. Y, sin embargo, ¿no es eso lo que hará escuela? Interpretar es dar incesantemente sentido.
Lo real La producción de sentido en virtud del significante no puede ser suficiente. Lacan disipa la confusión que quizás alimentó durante algún~o entre sentido y significación. Pasa de Jakobson Freg y su famoso artículo~ und Bedeutung». 5 El sen · · concierne a la connotación, pero la significación es otra; es del orden de la denotación. Hay por cierto uñafa:Itae n lo sínibóllco: ¡nada de última palabra que termine por dar el sentido definitivo! Pero hay
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G. Frege, «Sens et dénotation», en Ecrits logiques et philosophiques, París: Seuil, 1971, págs. 102 y sigs. [«Sobre sentido y referencia», en Estudios sobre semántica, Barcelona: Ariel, 1973.] --...,., \:'\ "t i; ~ "" '-....
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caería en la hermenéutica, por ejemplo con Jung. El enigma del deseo del Otro no debe disiparse mediante una significación que diga qué falta en el Otro. Al contrario, ~ ~l! ~s la lectura de un borde y la instauración de uncor-
otra, del orden de la signg~ación, que está más allá del sentido:.,Así, Lacan decía: «En los intervalos del discurso del Otro, surge en la experiencia del niño lo siguiente, que es radicalmente señalable: me dice eso, pero ¿qué quiere?». 6
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El sujeto capta claramenk_.el.s.ea.tida..de lo_@_~.ge die~ pero interroga su significación: ¿qué me señala al decirme eso? En otras palabras: ¿cuál es el deseo del Otro a mi respecto? Por eso Lacan agregaba: «El deseo del Otro es aprehendido por el sujeto en lo que no encaja, en las faltas del discurso del Otro, y todos los porqués del niño testimonian menos la avidez por la razón de las cosas que una puesta a prueba del adulto, un ¿por qué me dices eso? siempre re-suscitado desde su fondo, que es el enigma del deseo del adulto». 7 Esa es sin duda la cuestión decisiva. Freud tuvo la genialidad de darnos un ejemplo con eljohe que nos cuenta en el capítulo 3 de su libro El chiste y su relación con lo inconsciente: «En una estación ferroviaria de Galitzia, dos judíos se encuentran en un tren. "¿Adónde viajas?", pregunta uno. "A Cracovia", es la respuesta. "¡Pero mira qué mentiroso eres! -se encoleriza el otro-. Cuando dices que viajas a Cracovia, me quieres hacer creer que viajas a Lemberg. Pero yo sé bien que realmente viajas a Cracovia. ¿Por qué mientes entonces?"». El objeto no es saber si lo que dice el Otro es verdadero o falso en cuanto a su verdad referencial (para ello bastaría ver el pasaje de tren), sino por qué rompe el silencio para dirigirse a mí: ¿qué soy yo, entonces, para que quieras hacerme creer esto? La interpretación, sí es analítica, no consiste en dar la respuesta a ese «¿por qué?». Si así fuera, 6 Le Séminaire, Livre XI, Les qu.atre concepts fondamentaux de la psychanalyse, op. cit., pág. 194. 7 !bid.
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Pero, ¿qué es la letra? Deriva del significante; 1 ueve desde el lenguaje para constituir abarrancamiento, borde, frontera. En efecto, lo literal hace litoral, ribera entre el mar y la tierra. Litura: 8 tachadur~z.~~ cifgµ2§.Qibe un ya; é· Así es lo real: lOiñlpüsible de saber, lo «sin porqué» del deseo del Otro. He aquí adónde lleva el psicoanálisis. Tomemos la Trawndeutung de Freud en su capítulo VII. Un padre acaba de ver morir a su hijo, tendido en la cama. Cansado, decide ir a dormir a una habitación contigua, dejando la puerta entreabierta. Encarga a un anciano que vele, pero este también se duerme; al rato, una vela caída empieza a quemar la manta de la cama donde reposa el cuerpo del hijo. El padre tiene entonces el siguiente sueño: «El niño está cerca de su cama, lo toma por el ·brazo y le susurra, con un tono de reproche: padre,(¿po yes gu e itr@. ¿~interpret§l.J_este filleño?, ¿Hay que leer en ese contenido manifiesto del relato la mera repetición de un acontecimiento pasado? Ese fuego sería la reminiscencia de otro fuego, el de la fiebre durante una enfermedad del hijo. ¡No! Leer analíticamente es otra cosa. Ese fuego es el del remordimiento que abrasa la conciencia del padre. ¿No tendría que haber sido el Padre? ¿El Padre como1ª,l,_qtü~n lo ve -~ todo y sabe remediar cualquier enfermedad? ¿No es el fuego deTo;~re¡)roélIB;'q~e el padrese.hace-as ímismo por boca de su hijo? Eso sería la buena psicología de siempre. Lo que designa este sueño está más allá: ~o reaLcpmo in,s,cri pción de la negación; ningún padre humano es Dios; ningún pactre""es capa~ ·a:-verlo todo. Hay aquí un secreto compartiao enfrepadre e hijo por.Ja articulación del sueño, que conmemora no la impotencia de ese padre, sino lo imposible de cualquier padre humano: la imposibilidad de lo simbólico para decir qué es la muerte de un hijo. En efecto, la letra de la ne~~?ión: SN~v~constituye borde. Ese es el nuevo acontecimiento como encuentro de lo real.
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8 Cf. J. Lacan, «Lituraterre », Littérature, nº 3, 1971, reeditado en Omicar?, nº 41, 1987.
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Así, la intemr~ta~ió!Li;!i§ta!:lr~~J !l?!gm.i;t de la p~ dad. No hay respuesta en términos de ser a la pregunta: ~ es Sfil:..U.&keí}:ral es el saber inconsciente que el psicoanálisis debe conquistar: saber de la negación, saber del encuentro fallido entre todo padre y su hijo. ~ación,J1lancia,. ~' cojera entre la causa y el efecto, obstáculo, tropiezo, equivocación, así es el trabajo del inconsciente: no hay significación. Ese""«no»-se inscriben;;d.iante una pulluacíonqÚehac~ borde. En efecto, este saber se transmite por la instancia de la letra, que es la verdadera transmisión intergeneracional entre padres e hijos, entre un analista y un analizante. «The purloined letter» [«La carta robada»], el relato de E. Poe ~mentado por Lacan en las primeras páginas de sus Escritos, nos muestra claramente que la apuesta no es leer el sentido de lo que está escrito en la carta recibida por la reina. Es otra cosa: la localización de la carta, su trayecto y su llegada a destino, al escritorio de la reina. ¿Es ese el fin del análisis? No, no del todo.
Un nuevo imaginario El análisis no es misticismo. ¿Qué hacer frente al enigma del deseo del Otro? ¿Quedarse ahí, boquiabierto, estllj)efacto? ¿O emprender la huida? No, el análisis es el descubrimiento del fantasma fundamental. En efecto, el sujeto recubre con su propia falta ese lugar vacT;d-;f~-faita .. Otro, en lá medida en que su deseo es el deseo del Otro~~'é apartÍr del deseo del Otro, tal o cual madre, tál cual padre, tal o cual analista, como el deseo de Alcibíades a partir del deseo de Sócrates en el Banquete de Platón. Entonces, donde lo simbólico no responde a causa de lo real como imposible, el sujeto mismo responde al final del análisis, poniendo su fantasma en ese lugar vacío. Con la ayuda y el apoyo del fantasma, el sujeto arriesga el drive : se identifica con el objeto pulsional en el encuentro del cuerpo del otro, con el goce sexual por apuesta. El objeto pulsional es lo que Lacan llamaba su única invención: el objeto a minúscula. Pero ¿cómo es posible esa identificación?
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Se requiere una transmisión procedente del mismo analista, una trans-ferencia de lugar, del analista al analizante. Así, ese lugar vacío cuyo borde está circunscripto por la letra no queda vacío. Es ocupado por un analista que presentifica el objeto a minúscula según el discurso en el cual toma sitio: a S2
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En efecto, en 1973, al agregar un epílogo a la publicación del seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Lacan escribe: «Intención, desafio uno se escabulle, desconfiado se defiende, reprime, rezonga, todo le será útil para no entender que el "¿por qué me mientes al decirme la verdad?" de la historia que decimos judía porque en ella quien habla es el menos tonto, no por ello dice menos que, por no ser un libro de lectura, el indicador de los ferrocarriles es allí el recurso por el cual se lee Lemberg en vez de Cracovia, e incluso que lo que zanja la cuestión, en todo caso, es el pasaje que expende la estación. »Pero la función del escrito no es entonces la de indicador, sino la vía misma del ferrocarril. Y el objeto (a) tal como yo lo escribo es el riel por el que llega al plus de gozar aquello con lo cual se habita e incluso se abriga la demanda a interpretar».9 ,.,,--· E~tivamente, a partir de 1968 Lacan pasa de Frege a (P~i~ 1 º En su tri~ngulo se~iótico, est:, último mostró 'claramente la tercendad de la mterpretac10n:
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el objeto: O; r un representamen: R, como signo del objeto; el interpretante: I, una representación creada por el representamen. Por ejemplo, si el representamen del objeto es la palabra «granada», esta produce una interpretación: «ciudad», u otra, «arma», e incluso una tercera, «fruto» ... sin fin.
Pág. 252. C. S. Peirce, Ecrits sur le signe, París: Seuil, 1978.
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En la clase del 21 de junio de 1972 de su seminario Ou pire, Lacan muestra que si la interpretación progresa sin fin hacia la derecha a partir de I según el esquema de Peirce, el límite, dice, «es sin duda aquello en lo cual debe advenir el discurso analítico, con la condición de que no se encenague en su encenagamiento actual». Y agrega: «¿Qué debe sustituir al esquema de Peirce para que la cosa encaje con mi articulación del discurso analítico? Es más claro que el agua. A los efectos de aquello de que se trata en el discurso analítico, no hay otro representamen que el objeto a».
Así aparece una nueva apuesta: un plus de gozar del cuerpo del otro en el no-saber del goce del Otro en su alteridad irreductible. Esa es la respuesta final al «Sin porqué» del deseo del Otro.
En última instancia En su estricta equivalencia, simbólico, real e imaginario son las tres dimensiones de la interpretación, cuando es analítica. No hay primacía dada a la palabra; eso sería creer en el metalenguaje universitario. Nada de primacía de lo real; significaría inclinarse a la h!stetj.~~
Pero, ¿cómo lo introduce el analista? Por su presencia corporal, es decir, por una imagen que sólo se sostiene del objeto a, o sea: i(a). Esto supone que el analista haya abandonado el amor narcisista, vale decir, el imaginario esférico que se sostiene a partir del ideal del yo. Si ha hecho verdaderamente su análisis, habrá aprendido que lo que hace mantener la imagen corporal es el objeto pulsional. Como decía Lacan, «sólo con la vestimenta de la imagen de sí que envuelve el objeto causa del deseo se sostiene las más de las veces -es la articulación misma del análisis- la relación objetal. La afinidad de a con su envoltura es uno de los aspectos fundamentales propuestos por el psicoanálisis. A nuestro juicio, este introduce esencialmente ese punto de suspicacia». 11 Entonces, gracias a esta nueva consistencia imaginaria no narcisista, hay transferencia posible, transmisión del objeto a como causa del deseo, del analista al analizante. ¡Lugar a lo pulsional! El sujeto se identifica con uno de los cuatro objetos parciales no especularizahles, fuera del espejo: oral, anal, escópico, vocal. 11
Le Séminaire, Livre XX, Encore, op. cit., pág. 85.
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