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Camilli, Ernesto
Las Casas del Viento
Colección Nuevo Sudaca Border Cooperativaa Eloísa Cartonera Cooperativ Car tonera Primera edición: agosto de 2008 Segunda edición: octubre de 2014 Tercera T ercera edición: septiembre de 2017
Diagramación, producción y arte de tapa: Eloísa Cartonera Ilustraciones: Noemí Carreira ISBN 978-987-24638-0-9 2017, Cooperativa Eloísa Cartonera, Venezuela V enezuela 3892, CABA, CABA, Argentina
[email protected] www.eloisacartonera.com.ar www .eloisacartonera.com.ar
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Las casas del viento
Las Casas del viento Ernesto Camil Camilli li
-con actividades para hacer en casaELOÍSA CARTONERA 2017 Ernesto Camilli
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Las casas del viento
Prólogo
Significantes de la vida Verano, Buenos aires, 2007, último peldaño del encuentro de Ernesto con La Carto. Llegó en taxi, haciendo honor a su rutilante vida de aventurero del lenguaje, seductor incansable de la mejor literatura. Ernesto Camilli, ingresaba en la vida de Eloísa Cartonera, es decir en nuestras vidas, de la mejor forma. Venía a nuestro local del Barrio de La Boca arrastrando una alegría infinita, un puñado de libros originales y la desfachatez de sentirse un capo en esto de combinar palabras, de hacer del lenguaje un “gesto popular” como nadie. Con la autoestima siempre alta, comprendiendo a los jóvenes más que nadie. (Hoy Nicanor Parra cumple cien años, pero ni de casualidad mantiene la genialidad de nuestro Ernesto Camilli). Batallador de mil batallas, profesor bello y revolucionario hizo honor a la prédica. “Cuando el docente llega al corazón del niño, ese hombre será 5
un gigante”, sabias palabras de Sarmiento en Facundo. Así es, Ernesto alimentó el corazón de miles de gigantes de la década del 50 y el 60. Grandulones que hoy lloran cuando ven nuestros ejemplares defectuosos, extrañísimos, con un gesto amateur, en cada feria del país y de Buenos Aires. Camilli es palabra sagrada para muchos maestros, muchos alumnos hoy médicos, dentistas, poetas, hombres que recuerdan su ciclo con Ernesto como un verdadero hito en sus vidas. Nosotros en Eloísa Cartonera también sentimos lo mismo: compartir con Ernesto unos minutos, escuchar su risa, escucharlo hablar, recibir su afecto picarón, al borde de la sátira de provincia, es uno de los grandes momentos de nuestras vidas. Cuando Ernesto ya no esté, cuando finalmente caduque como un álamo o un eucalipto, lo hará de pie, riéndose, y nosotros tendremos una sonrisa en nuestra cara porque nos estaremos acordando de Camilli, sinónimo de felicidad.
ELOÍSA CARTONERA
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QUERIDOS CHICOS: Ha pasado ya medio siglo desde que el primer sol albañil salió de su casa de papel y visitó las casas del viento. En el camino aparecieron retazos de Buenos Aires, de Mendoza, de La Rioja, de la Patagonia... Y también personajes nuevos como el avestruz Abelardo, la Tortuga Abuela, los ratones ladinos, el Bululú y amigos de antes como la cigueña y el burrito Jeremías. Pero el mayor descubrimiento de la travesía fueron dos magos que viven en la Boca, María y Cucurto, cuyo amor hizo posible este nuevo libro cartonero. Ojalá lo gocen ustedes como lo hemos gozado al reescribirlo, al diagramarlo, al dibujarlo. Termínenlo jugando y rescatando con el Pony, Ernesto Camilli
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en las últimas páginas, al Osito Batata que tiene encerrado la Bruja Zorra. ¿Cómo lograrlo? Traveseando con la poesía que es la manera más inquietante, más aventurera y más divertida de vivir. Siempre,
Las casas del viento
CARTA INICIAL PARA EL VIENTO Yo quiero como vos, amigo viento, habitar todas las casas del mundo. Te imagino en el sur, sobre el océano, cuando el agua golpea su martillo frío y los pingüinos de Punta Tombo son pétalos inquietos que inventan las mareas. ¿Con qué silbido mago te acercás a los lobos y a los elefantes marinos de la Patagonia?
Ernesto Camilli
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¿Los engañás acaso contándoles que tu canción la aprendiste en un viejo organito de San Telmo? ¿No te mareás de tanto entretejerte con los viñedos al pie de la cordillera y con las nubes blanquísimas y diáfanas de los cerezos en flor? ¿Visitás a menudo las cuevas irisadas de Talampaya y las planicies donde fuiste arquitecto inicial junto al agua fraterna? Los jilgueros, que ignoran las fronteras de los ríos, te penetran y ese es tu gozo en los amaneceres... Y los ceibos y los jacarandás y los lapachos que te pintan con sus esmaltes terrestres te interrogan por los nidos que regocija tu fragancia. Yo quisiera que me contases, viento amigo, en una larga carta, todas las aventuras que has recorrido y que me la dejases en el buzón colorado donde caben apretados todos los sueños de la tierra...
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EL VI EN TO EMBROLLÓN Según contaba Bululú, vagabundo de caminos, el viento, en el principio de los tiempos, fue un duende, señor de un castillo con cien nidos de cigueñas en las torres más altas. Tan avispado era el pícaro que enredaba los rayos del sol y de la luna para fabricar hamacas altas como nubes. Esto desataba gran confusión en la tierra: la luna tironeada, iba para adelante y para atrás; el sol como un barrilete loco, para arriba, para abajo, para el costado y para más allá. Podían chocar en cualquier momento y quedarnos todos perdidos, sin noches ni días, sin cenit ni nadir. Enojados por tanta confusión, el sol y la luna le dijeron al viento: “Para que no nos confundas ni nos enredes como ovillos de lana tendrás que trabajar dando vueltas a la tierra y empujando las ruedas de todos los molinos quietos. Tan cansado quedarás con tu trabajo de aspas, que no te quedarán 11
fuerzas para jugar a las hamacas de luz con nuestros rayos”. Desde entonces el viento anda y anda y habita obediente las mil casas que tiene en el mundo. Y las que ya son bisnietas de las primeras cigüeñas se preguntan curiosas donde andará el duende que trenzaba en la prehistoria los rayos de la luna y del sol.
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El NÚCLEO es el viento Ahora vemos todas las cosas o los personajes que podría ser el viento. Te decimos la primera. Vos completá los sustantivos: El viento es un duende lejano. El viento es . . . . . . . . . . . . . . . . gris. El viento es . . . . . . . . . . . . húmedo. El viento es. . . . . . . . . . . . pedregoso. El viento es . . . . . . . . . . . . . perdido. El viento es . . . . . . . . . . . despintado. El viento es . . . . . . . . . . desconocido. De este mismo modo, podrías tomar como núcleo un nido, una laguna, un jilguero, un lapacho, etc.,etc.
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ABE LAR DO E L AVESTRUZ Abelardo el avestruz es audaz y aventurero: ganó una carrera al viento, se disfrazó de torero, con las uvas más fragantes trabajó de viñatero y en el barco de un gran lago ofició de timonero. Bien sudó la gota gorda en el campo, forastero, cultivando zapallitos, bajo el sol, con un sombrero, y en el verano tardío, casi a fines de febrero, con ciruelas y duraznos llenó cestos verduleros. Mientras andaba de ronda comía, demandadero, lo que encontraba a su paso: tornillos, lata, un tintero; 14
hasta que un día creyendo que era un útil chacarero se tragó el despertador que abandonó un mochilero. Desde entonces Abelardo, de campanas pimentero, despierta a las golondrinas en las mañanas de enero y les marca a los conejos que miran desde el granero que el sueño viene rodando y el sol va a su amarradero.
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BUE NOS AIR ES: LA ES TACI ÓN DE TRENES DE BARRACAS Suelo ir algunas tardes a visitarla. La rodean calles de arduos empedrados y altas veredas de ladrillos que subrayan paredes perdidas en el tiempo. Y hasta una primordial casa azul medio oculta por una acacia favorable. Cuando llego a la plazoleta que está frente a la estación se me antoja que fueron arquitectos magos quienes trazaron los arcos que sostienen a los trenes innumerables. Hay viejas farolas que visitan las palomas y dan marco a la entrada del vestíbulo donde alguien escondido tras una ventanilla de bronce vende pasajes por unas pocas monedas. La escalera alta, interminable, se abre en el descanso a la ventana que descubre una plaza nueva donde viven un palo borracho, un ombú y algunos álamos... Por fin, el andén... 16
Se revela entonces el camino de hierro que alimenta en el aire un pentagrama eléctrico, y asoman ya, sobre el puente del Riachuelo, los vagones que llegan y se despiden en los multiplicados adioses de todos los días..
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Soñé un tren... ¿Te animarías a ir a la estación de tu barrio, subir a los andenes y escribirle una carta al tren? Tren del alba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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MENDOZA: RE C AD O PAR A L A CORDILLERA Cordillera, alfarería divisoria de aire y agua, decime qué águilas, qué ceramistas han creado tu silencio en el amanecer de América. Como una espejería rota tus faldas multiplican hielos y niveles y bajan en ventisquero y pedregal hasta donde nace el Zonda quemado y desierto. De tu costado brotan el Tunuyán y el Atuel que sorprenden a chinchillas y arenas con la geometría del agua en las acequias... ...Y también a los álamos que nutren su sombra en los caminos líquidos y rectos... 19
En los viñedos, hormigueros de luz, las uvas congregan azúcar y ámbar. Cordillera, efigie de la Tierra, guardá en tu celda de piedra y metal el himno del otoño en Uspallata y danos la paz de los cultivos y el agua de tu nieve sudamericana.
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Las herramientas de la patria Crecimiento de puentes, arados florecidos, cinturón de cementos, vidrios marítimos, botes en pentagrama, caminos agostizos, fragua labrada en llamas, andamios levadizos, caleras de gaviotas, petróleos fronterizos, grúas como azucenas, barracas y edificios, trochas cordilleranas, torres entre latidos, maderas de guitarras, aceites en racimos, telares de madrugada, imprentas de ala y de trigo, relojes que crean el tiempo, pilares de hondo latido, geométricas catedrales, horas soles de domingo, tren que repta en el otoño, barco agobiado de olivos, y cosechas, mesas, puertos, carbón, cántaros y libros. 21
Las cosas de la patria Álamos de los valles, quebradas en esquina, panales de uvas agraces, piedra con honda herida, ciruelos obstinados, cactos que vaticinan, espinillos harapientos, tamarindos en subida, palo borracho en el alba, médanos de las neblinas, cielos de labios australes, ceibos que viven en islas, lago que espeja bandadas, playas que se calcinan, algarrobos de mil vainas y salinas escondidas, lluvia espesa de metales y pampas de cien harinas, barrancos lacios y arduos, almendrales y semillas, arena, fuego en el yunque, caleras, maíces en línea.
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Los hombres de la patria Albañiles de soles, hacheros de los ríos, ingenieros de acero, taxistas de caminos, plomero hecho de fuego, hortelano de linos, guardabarreras verde, cosechador de trigos, panaderos de harina, sembrador rectilíneo, electricista en rombo, ferretero amarillo, pintores irisados, escultor de botijos, ascensorista de aires, domador de relinchos, arquitecto de andamios, marineros del frío, médico de palomas, joyero de martillos, carpintero de robles, guardabosque entre espinos, maestros de luz ancha, claro panal de niños. 23
Seguí jugando y nombrando Nombrá diez herramientas de la patria que conozcas y agregales el modificador directo (adjetivo) o el modificador indirecto (preposición más sustantivo) que te parezcan más acertados; ¡y que papá te lo corrija! . . . . . . . . . . . . . . . .
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Bienvenida para el chorlo pampa Llegás, chorlo, a tu destino sudamericano. Venís de las ciudades, de los árboles, de los mares, de las montañas, de los metales. Todo lo que viste está dibujado en tu plumón. Este diciembre, como siempre, nos traés tu canto, la filigrana de tu vuelo, las raíces heladas del Ártico, el sueño verdiazul del gran océano, la cuchillería del sol en el Brasil, tu descanso en el Caribe. Pero tu patria es una nube, una semillería de viento. Yo voy a despedirte, cuando te vayas, chorlo, pintado de bañados abrileños 25
por la ruta purísima de las nieves: volarás entonces hacia poblaciones de naves y de estrellas, hacia el trebolar límite de la honda América.
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ORACIÓN EN LA PUNA No solo roca. No solo cielo, telares de fríos infinitos. No solo viento blanco en la noche vacía de planetas. No solo plomo y cobre en la escudilla profunda de la tierra, petróleo, jarilla y tola y cactos candelabros. No solo vicuñas que herbajan en la sierra, llamas y alpacas agrisadas en manada absorta y mensajera, agua-nieve perdida en arenales, nervaduras de hielo en la vertiente. No solo un asno que se asoma al río y se pierde en la maraña de las piedras; sino un pan ácido y un rezo, abanico de arcilla y alfarero en un coya de labio ceniciento.
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LOS TRES RATONES Se juntaron tres ratones: Traidor, Loquillo y Turquito, los tres con sesos de lata y piruetas de monito. Se compraron antifaces y Loquillo un farolito, iban a asaltar un banco y ratearon tres autitos. Osito piensa que sueña, ¡no son ni los tres chanchitos!, un conejo vagabundo los mira carifruncido. Salieron de alcantarillas con olor a jabón frito y a los autos descubiertos se treparon en un brinco. El Osito en la garita mira absorto el desatino: con los autos sin motores se equivocan los caminos. 30
Hoy perderán una rueda y mañana el abanico, patinarán cuando llueva, se romperán el hocico. Así los tres bandoleros, hurtadores, traidorcitos, verán que el Osito al final no mueve zarpa, adivino de que ratones con autos y sensatez de pollinos chocarán contra un tranvía y harán su cabeza añicos.
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Cuento de parva y pampa
Andaba Bululú por la ruta que lleva a Trenque Lauquen mientras gozaba pedaleando su bicicleta con la visión del domicilio del maíz y los girasoles... Caviló que estaba en la pampa y que la “a” extiende los nombres de las cosas, las hace más libres, las llena como de aliento: ala, mar, arar, alfalfa, agua, parva, campana... Andando, pues, entre parvas y pampas, recordó una vieja historia que le había contado su abuelo... “Cierta vez una parva muy alta y muy verde le pidió al viento pampero que la disfrazase de globo. Y el pampero amable fue metiéndose entre las rendijas de las hierbas y la parva fue creciendo, creciendo como si abrigase todo el viento del mundo. 32
Pero cierta madrugada húmeda el pampero tomó frío y al meterse en la parva estornudó. Tan alto voló el aparvamiento todo, que los haces de hierba fueron a dar cerca del sol, como Ícaro en su vuelo. Cuando volvieron a la tierra estaban teñidos de ámbar y miel, el color que tienen ahora las parvas de invierno... Y colorín, colorán, amarillas de soles las parvas están...”
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Jugá con la “a” Buscá sustantivos que tengan solamente la letra “a”. Encontralos en las lecturas de este libro o en otras páginas. Repetilos, decilos en voz alta. Sentirás entonces cómo su significado se abre como tu voz. . . . . . . . . . . . . . . . .
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SE MBL ANZ A DE LA MESOPOTAMIA Nació un viento, cálido y húmedo, entre muchos que nacieron y murieron. Y este viento no tiene historia sino geografía: el país apretado y verde del Paraná y del Uruguay. Territorio con enmarañamiento de lapacho, de petiribí, de ñandubay, de espinillo tala, de ceibos... Brujulea el jacarandá, empastador azul, entre serpientes y helechales. Mesopotamia se llama el sitio donde despuntó la primavera de la tierra y la yerba mate congregó a los hombres. El aguará-guazú medita sus escurriduras en la cristalería de la selva y muros de lluvia esconden los vagabundeos de monos y yaguaretés. Sigue el agua innumerable su lamedura de barcos y de puertos: Posadas, Corrientes, Paraná y también Concordia y Gualeguaychú... En las verdes barricas de las islas los juncales albergan flamencos y garzas... La llevanza del agua continúa y el irupé y el camalote hazañoso viajan como estrellas desgarrradas hacia la desmemoria del mar... 35
LA SEÑORA CARA DE CONEJO Cara de Conejo anda todo el día chozpa que te chozpa por puertas vecinas. Sube y baja presta por el ascensor, come zanahorias tocando el tambor. Cuando alguien se muda se pone un sombrero y acusa a los dueños de tener plumeros. Mete los bigotes hasta en la terraza y pierde las llaves para abrir su casa. Critica a los grandes, chuchea a los chicos y reparte cartas chantando el hocico. 36
Cuando el viento sopla con su vozarrón se hamaca en antenas de televisión. Si algún mono pierde un botón de lata ella es quien se encarga de armar alharaca. Y cuando el portero llega en bicicleta lo asusta gritando con voz cuchufleta. Escalera abajo, escalera arriba, Cara de Conejo, ¡tomate el tranvía!
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BUE NOS AIR ES: FLORECI MIE NTO D EL LAPACHO Florecen los lapachos en Buenos Aires: yo los visito en Plaza Italia y a uno especialmente que vive en la Avenida Nueve de Julio e Independencia. Son gigantescos planetas de colores rosados que se instalan en octubre para olvidar el frío del invierno, cuando estaban dormidos. A mí me gusta corretear bajo la sombra de las flores y llevar pan nuevo para regalar miga a los gorriones vagabundos y a las torcazas que dibujan sus rondas ante tanto agasajo de luz. Son generosos los lapachos: si algún camión desvencijado los agravia con su humo, se ríen y se entintan con más fuerza porque aprendieron en el tiempo el canto milenario de la tierra y del agua.
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BUENOS AIRES: LA TORRE DE LA IGLESIA A pesar de que algunos edificios insolentes eclipsaron su altura, sus paredes blancas y su techo de tejas son, como los fresnos, el espacio donde juegan los pájaros. La torre mira pasar, por la avenida, todo el tránsito de Buenos Aires. Y como le da envidia el color de los taxis se pinta unas luces amarillas en las ventanas, a la noche, contra el cielo negro cuando hay luna nueva. Además, y eso la torre lo sabe, los bocinazos se silencian con respeto cuando estalla la voz de las campanas. Y las palomas, entonces, ante tanta lisonja de música, tejen alrededor de la alta efigie, las diademas pintadas de sus vuelos. 39
EL BURRITO JEREMÍAS El burrito Jeremías llora casi todo el día. Tiene un mar de caramelos, cien estrellas en el cielo, más zapatos que un cienpiés, un barrilete por mes, un trompo, una calesita, una gata, una monita, quince viajes en avión , un anteojo, un camisón, tanta plata como un banco, un disco que toca el tango, un amigo en Puerto Rico, dos cotorras con buen pico, una fuente de buñuelos, diez camisas con gemelos,
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un colchón de gomapluma, dulce de naranja y tuna, un tren que dice buendía, y duraznos y sandías, un barril de naranjada, una pelota rosada, y un cohete y un carricoche y un frac para usar de noche, una galera, una radio, un amigo boticario que le regala aspirina y una postal de la China. Pero el triste Jeremías gime casi todo el día porque al echar una carta que mandaba para Esparta, junto al pintado buzón anteayer perdió un botón. 41
Si algún chico lo encontrare que vuele montes y mares para darlo a Jeremías aunque esté en lo de su tía porque llora cataratas por su buen botón de lata.
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Escribí una cartita para endulzar a Jeremías Querido Jer Jeremías: emías: . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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LAS HIS TORIAS DEL L OR IL IN DO Y LA BENTEVEA El Lorilindo y la Bentevea zumban del nido hasta la vereda: el Lorilindo quiere ir al cine; la Bentevea hacia la escuela. Si el Lorilindo come maníes, come habichuelas la Bentevea; si uno pretende tomar un taxi el otro dice que se marea. Si Lorilindo cuenta algún chisme pronto lo niega la Bentevea, y luego acusan a las amigas de entrometidas y comadrejas. Si Lorilindo va al obelisco su amiga parte a la costanera; comen cebollas, ajo y picantes y luego lloran porque se enferman. 44
Si Lorilindo dice que bailan, finge que almuerzan la Bentevea y si uno opina que ya es de noche el otro juzga que la luz ciega. Si Lorilindo sueña los mares escala picos la Bentevea y cuando viajan en el tranvía siempre les queda la cola afuera. Si ustedes quieren ser sus amigos escriban cartas que no se lean y además digan que los aviones van bajo el agua como ballenas.
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ORACIÓN PARA LA PAMPA Tu domicilio de macachines y abrojales creció como una estrella o una campana de cardos azulados. Te sacude el pampero de voz quebrada por ombúes y maizales. Pampa, pampa, me asomo a tus ríos y el agua edifica vainitas de algarrobos y racimos de eucaliptos en tus superficies absolutas. Tu nombre es tan amplio que garzas y teros, flamencos y chajás transitan sin fronteras tu lluvia ilimitada. Tu aire verde se quiebra como una burbuja que labran gorriones y chingolos, comadrejas y gatos pajonales. Pampa, pampa, hacé espiga tu trigo-pan y guardalo para el chico de manos desiertas. Y en tu mar lleno de sol y en el arcoiris dormido en las lagunas concedé los peces innumerables para el almuerzo de los hombres que viven en paz...
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EL PONY DEL CIR CO Es blanco como un almendro en flor, blando como la ternura de los Reyes Magos, menudo como los caballitos que suben y bajan en las calesitas. Sus ojos son negros como la piel de una ciruela y brillan de alegría cuando descubren ramitos de alfalfa con flores azules y cazuelitas de maíz nuevo. Han quedado enredados en su grupa el viento de mil caminos y las fragancias de las yerbas montaraces. Tantas han sido las andanzas del circo que se le confunden caminos, trenes, valles austeros y campos de girasoles. No cabe en sí de alegría cuando le ponen un sombrero colorado con cintas amarillas y trota bajo las luces junto a los payasos y los trapecistas. ¡Cómo se divierte su corazón silvestre cuando los chicos baten palmas de contento! Cuando al circo lo devoran las sombras, el Pony busca los charquitos que deja la lluvia. Y entonces se bebe, en el espejo del agua oscura, la luz de todas las estrellas que lo miran ideales desde la terraza del cielo. 48
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COCOSAURIO Y LA CIGÜEÑA Llega la Cigüeña enamorada a una torre que está desalquilada. Junta pajas, ramitas y plumones, abre su domicilio con canciones y convida una noche a una retreta a viejos pavos, gansos, gallaretas. Ubicada en su alto ventanal es ahora la dueña del local. Pero con su catalejo de campaña ve a Cocosaurio entre las espadañas. Cocosaurio es el intendente, gran señor de las torres y los puentes, y con gesto de viejo lagartón le truena a la cigüeña sin perdón: “La torre tiene lauchas y ratones; el nido, diez contravenciones; 50
los zapatos, cordones colorados; buscate habitación en otro lado”. La Cigüeña se queda sin su casa: ¡a vivir en el pozo o la terraza! Deja el nido de tibios edredones y se va sin timbales ni tambores. Pero espera sentadita junto al río que a Cocosaurio lo lleve un viento frío.
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IMAGEN DEL SUR PATAGÓNICO
Lejos, hacia el sur, el mar golpea con su azote frío la silenciosa costa patagónica. Y como un equipaje tácito el invierno desparrama en los estuarios sus roqueríos de pingüinos y de lobos. Las bodegas secretas de la Tierra cobijan el petróleo; y los molinos de las bombas arrancan, entre llaretas y calafates, las fragancias espesas. Las ovejas son humos salvajes que recorren los cordeles largos del Río Negro y del Chubut mientras las liebres y los guanacos se desbocan en la cintura del planeta. 52
Y en el fondo del viento está la voz de los patagones sin nombre ni número como una copa en la transparencia de la noche.
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Colorado, ¿es adjetivo? Buscá adjetivos en las lecturas anteriores: “El Pony del circo”, “Cocosaurio y la Cigüeña” e “Imagen del sur patagónico”. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
De todos los adjetivos que encontraste elegí los que más te gusten y escribí tu propia historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PIEDRA LIBRE PARA EL VERANO... Piedra libre para el verano que nos llena los cestos de duraznos y cerezas... Piedra libre para el verano que empuja a los álamos a crecer más altos que las nubes... Piedra libre para el verano que convida a las torcazas a bañarse en la fuente de agua de las Nereidas... Piedra libre para el verano que inventa los cristales del aire y los quiebra de luz con las campanas del mediodía... Piedra libre para el verano que puebla los campos de girasoles, mascaradas amarillas en los filos de las travesías... Piedra libre para el verano que descubre las fragancias del cedrón, de las alhucemas y del tomillo... Piedra libre, por fin, para el verano, que besa con el agua del molino los labios de las liebres y de las ardillas vagabundas y sedientas...
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LA TORTUGA ABUELA La Tortuga Abuela salió a tomar aire por la orilla propicia del río, con bastón, con un gorro y con botas refrescaba su boca el rocío. El camino se torna confuso, que los tréboles son bosques umbríos, un jilguero desgrana en el roble su canción como un himno de estío. Monacales hormigas que cruzan, peregrinan cargadas al nido y confunden la vieja armadura con las piedras que ciñe el camino. Ya la tarde se esconde en las nubes y las sombras presagian el frío; las ranas que viven en el charco trémulo croan voces verdes de adiós vespertino.
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Ya regresa la Tortuga Abuela, su boca pintada de fresco atavío, sin la gorra roja con cintas doradas que perdió forastera en el limo.
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¿Por qué una palabra es sustantivo? “La Tortuga abuela camina pausada” “La abuela me regaló duraznos” En la primera oración abuela es adjetivo y en la segunda es sustantivo. Utilizá las palabras pintada, peregrina, frío y forastera primero como adjetivo y después como sustantivo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Al final del ejercicio respondé: ¿de qué depende que una palabra sea sustantivo o adjetivo? ¡Qué te ayude papá! 58
INVENCIÓN DE LAS PALABRAS Las palabras idean las cerezas y los sueños y nosotros mismos somos inventados por ellas. Jugar con las palabras es entretenerse con los duendes que pueblan los cuentos de los innumerables caminos de los hombres. Al decirlas podemos ser los creadores de las aventuras más audaces, de bosques indescifrables, de brujas, de hadas, de gnomos, de reyes y mendigos, de lobos feroces y de ositos raptados. Deslizarse por el tobogán de las palabras es la mayor de las hazañas, es meterse en las siestas y cambiar el arriba y el abajo, el también y el todavía. Las palabras encantan a los girasoles y los convierten en los fantasmas amarillos del camino. Y astillan la luna cuando se rompe en el charco en que se espeja quieta. Sería cuestión, quizá, de empujarlas a sus destinos de navegaciones e irnos con ellas hacia los puertos, los mares, las montañas. Hacia desiertos de arena y de nieve. Hacia estepas de nubes. 59
BUENOS AIRES ÍCARO, AMIGO: Muchas veces te he visitado en la punta del espigón de la antigua Costanera Sur. Hace ya cincuenta años que las tierras crecidas te han robado el aliento del río que era brisa y azote de sudestada en tus espaldas de bronce. ¿Soñás acaso, cuando crece el sol, en el vuelo prodigioso que animó tu padre Dédalo? Por penetrar los misterios del viento y atreverte a la luz se derritieron tus alas de cera y azafrán: deslumbraba a las águilas tu ardiente valentía. Ahora te has quedado quieto, Ícaro, para la eternidad. Sos el dios de un templo botánico: las alamedas de tipas altísimas te cobijan y te llueven los noviembres infinitas flores amarillas que piadosas envuelven en remolinos tus alas sin tiempo.
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Ir al fin hasta las fuentes donde cantan los genios del agua, que se multiplican sin cesar en los cristales enlatados del sol y que trepan hasta los picos de las catedrales donde el viento juega y lamina su voz de colmenar.
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Buenos Aires: La Fuente de las Nereidas
El recuerdo de las Nereidas se pierde entre las historias que se contaban en los pueblos del mar. El gran océano era su abuelo y por eso conocían las andanzas profundas de los tritones y de los delfines. Vivían en palacios de agua y trenzaban con hilos de oro la luz de los amaneceres. Un hechicero, desorientado al pasar, las encerró una vez en grandes bloques de piedra blanca y allí permanecieron cautivas durante siglos... Pero cierta aventurera, llamada Lola Mora, que conocía la herencia de los mármoles, llegó desde el norte y decidió despertarlas de su sueño de nieve. Quitó, martillo y cincel, cincel y martillo, toda la piedra que las tenía cautivas y ahora deslumbran el paso de la Costanera Sur de Buenos Aires. 63
Las Nereidas surgen allí de una fuente por la brujería blanca de las mañanas de viento y de luz. Todavía creen oír las campanas del río, que en un tiempo lamía el espigón largo y les traía el batido leonado de los mensajes mesopotámicos...
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Cuentos del mar Visitá la fuente de las Nereidas en la Costanera Sur de Buenos Aires e inventá tu propia historia de Nereidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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BUENOS AIRES: EL MOLINO DE RIVADAVIA Y CALLAO En la vieja cúpula de Callao y Rivadavia, frente al Congreso, está el alto molino detenido. Yo lo visito cuando atravieso la plaza indigestada de palomas que se apiñan alrededor de los vendedores de maíz. Me apena ver al molino tan solo, frondoso de preguntas que nadie responde, como en un rezo sobre la profunda selva de la ciudad. El molino me mira: lo han gastado años de lluvias y ya casi nada cabe en su antigua memoria de óxidos. Cuando amanece y el sol albañilea sobre la Avenida de Mayo, el molino descuida una sonrisa tibia y chorrea sus aspas con algún rayo fugitivo. Yo querría darle vida nueva, hacerlo volar sobre la noche de Buenos Aires, invitarlo a pintarse de luces y devolverle por fin el fulgor que tuvo una vez y se perdió en el laberinto impiadoso del tiempo... 66
BUENOS AIRES: MILONGA PARA UN BARCO ABANDONADO EN EL RIACHUELO En el colmenar húmedo de los hombres entre un bosque de mástiles y cordeles estás como una hoja perdida en un silabario de sirenas... Dormite, mi viejo barco... Atavíos de sol en el alba pintan cerezas en tu costado de pirata detenido... Dormite, mi viejo barco... El agua te tatúa líquenes y los gorriones vecinos 67
te creen un trébol gigante y abandonado en las aguas intoxicadas de petróleo... Dormite, mi viejo barco... Extraños pájaros forasteros, de nombres desconocidos, te traen en sus vuelos olores lejanos de tierras rojas como lámparas terrestres... Dormite, mi viejo barco... Hachado por las retamas del atardecer tu esqueleto cruje ruidos astillados que se clavan en el muelle como peregrinos de marejadas y de redes inocentes... Dormite, mi viejo barco, dormite... Mi barco viejo se duerme... 68
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BUENOS AIRES: COSTANERA Y AEROPARQUE, CUMBIA PARA EL AVIÓN Un túnel vegetal de tipas que en diciembre siembra millones de flores amarillas en el largo camino de la Costanera y lo absuelve de tanto trajinar de neumáticos y de humo aceitoso. Aparecés de golpe más alto que el sol, cuando el horizonte se abre como una naranja madura. Y convulsiva, ásperamente, convalecen tus frenos que buscan pista con aullido de acero. En tu largo camino viste alejarse la ferretería de la tierra, las islas, los almendros... Venís atravesando humedales con orillas de hierbas y de ceibos; dejando atrás jilgueros y langostas. Contame, avión amigo, que te dicen los glaciares de uñas blancas y el aire quemado del desierto. Quizá algún día te acompañe a tu patria altísima y azul. Y jugaremos entonces a las escondidas con las nubes y con las cigüeñas, con el lucero;entre las cordilleras,los relámpagos y los granizos y hasta con algún astronauta luniandarín que vagará seguramente por tu ruta de luz. 70
CUMBIA DE LAS DOS LECHUCITAS
¿Quién conoce a las dos lechucitas que son las de enfrente de la calesita? La más jovencita es tan hacendosa que vive brillando ollas y baldosas. Y cuando algún gato pasa distraído lo baña afanosa en baldes floridos. Maneja un carrito entre los tranvías, tramposa, aguerrida como vieja tía. Y mete bocina sin tino ni espera 71
con la otra lechuza como bufonera. Con sus herramientas compone muñecos, farolas, enchufes, cables chuchumecos. Pero nadie la deja entrar a su casa porque siempre roba alfombras y tazas. ¿Quién conoce a las dos lechucitas que son las de enfrente de la calesita? Y las más viejita goza mandoneando y garrote en mano vive amenazando: llama policías para protegerse y cae mimosa en sus brazos fuertes. 72
Sale de su nido por altas ventanas aunque las vecinas saben sus jaranas: va a jugar al bosque con los lechuzones que a veces les pegan unos coscorrones. Acaso se cree una mariposa y entonces se pinta como dalia rosa, entonces los chicos desde la terraza le gritan que es loca, que vuelva a su casa. ¿Quién conoce a las dos lechucitas que son las de enfrente de la calesita?
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ALMUERZO DE AMAPOLAS El cielo está quemado y tibio y por los caminos de los huertos avanza un ejército de orejas: cien conejos que tamborilean y despiertan atajos y espinitas desgajadas y hormigas procesionales. Entre álamos y encinas brotan malezas que sembró algún viento vagabundo, mensajero de jazmines y luciérnagas. De golpe la marcha de orejas se detiene: en el terreno blando, germinado, dulce, aparece el vestido irisado de los campos: la cándida amapola. 74
Avanza el tun-tun de los conejos que amapolean aquí y allá en los tallos verticales y en los molinitos de los pétalos. Todo el cielo se hunde en la laguna. Entonces las amapolas presas en barriguitas conejiles reposan de tanta mordedura y de tantas cosquillas, de hociquitos fríos y de bigotes de cinc.
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LA ZORRINA, EL POLLITO Y EL FLAUTÍN La vieja zorrina se puso un vestido con diez cascabeles que encontró en un nido... Se trepó a un tranvía llegó a Santa Fe y al bajar sin gafas cayó de un traspié. A un pollito rubio que viajaba en cohete le dio tanta risa que en un periquete montó a la zorrina vestida de plata y partió zumbando rumbo a Villa Lata. Pensaba el pollito fundar un teatro y a la zorra vieja disfrazar de gato. 76
Pero oso no es tigre ni es ratón, perdiz; ni gallina, tero; ni zorrina, actriz. Ordenó el pollito: ”Arriba el telón”. Lo enredó la zorra y ¡adiós la función! La vieja zorrina tocando el flautín huyó de la escena en monopatin. Pero las zorrinas que dejan sus casas suelen encontrarlas sin techos ni tazas. La de nuestro cuento perdió hasta el portón y desde ese día vive en un buzón.
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RECADO PARA EL CHACO Chaco, patrimonio terrestre, fue necesario ir descubriendo en el tiempo tu herencia de arcillas y de arenas . La soledad del quebracho colorado y la palmera caranday se pierden en la lentitud de tus ríos confusos...
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Tu primera página de jacarandá y palo borracho es el primitivo arcoiris del mundo, es tu cuerpo mineral que canta en el agua del Bermejo y en Formosa. En tu extraño oficio de guarida palpitan los quirquinchos. Y el caruyá y el jaguar se reparten la luz amarilla del amanecer. La serpiente inventa su nido en los esteros y cambia su traje en la muchedumbre de las cañas bambúes. Entonces, como si se abriera una canasta de panes, brota el algodón sus bodegas blancas. Y el arrozal inaugura poblaciones de espigas mientras los girasoles navegan la tierra con sus linternas altas...
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CANCIÓN DE LA VERDULERÍA
Cayó la zanahoria del canasto como un cohete perdido en travesía. Dejó una estela de penachos verdes y se encontró con las baldosas frías. ¿Por qué cayó ese día? No la empujaron la papa ni el tomate ni el durazno, la ciruela o la sandía. ¿Quiénes quebraron su equilibrio breve de pintada y larga geometría? ¿Por qué cayó ese día? ¿Se habrá asomado al filo de la cesta para mirar curiosa a las hormigas? ¿O la habrá intrigado el ronroneo de una gata que andaba con mochila? ¿Por qué cayó ese día? 80
Hoy le regalo a sus orejas tiernas una canción de lechuga y alegría y un ramito de sol que bien alumbre el rincón de su siesta detenida.
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LOS GIRASOLES DE LA PAMPA
En un pueblito de la pampa, Bululú oyó cierta vez un cuento que a su vez le repitió al Osito Batata, un día en que el sol parecía un faro de cobre y el cielo estaba azul, azul, azul...: 82
“Al principio del mundo, cuando todavía no había nacido Noé, todas las cosas estaban separadas por colores, en baúles y en paz. En el baúl azul estaban el cielo, el mar y los jacarandás. En el baúl blanco, las nubes, el algodón, la nieve y los rayos de la luna. En el rojo, las granadas, las cerezas, los ceibos, los atardeceres y las amapolas. En el verde, los camalotes, los fresnos y todos los parques. Pero en el baúl amarillo siempre vivían entre cizaña y gresca. Allí estaban la miel, el azafrán, los rayos del sol, las espigas de trigo y los girasoles que molestaban a todo el mundo porque vivían asomados para espiar quién pasaba por arriba. Un verano llegó el diluvio. Noé subió a todos los animales a su barca y los baúles quedaron a la deriva . Los girasoles, claro, curiosearon más que nunca y cuando bajaron las aguas se encontraron en la pampa con la garganta tan estirada como los mástiles de los antiguos barcos piratas. Y desde entonces y ya para siempre su oficio amarillo es seguir por el cielo el silencio sonoro del sol.”
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ITINERARIO DE OSITO BATATA Osito Batata llega a Plaza Italia y se asoma a un mundo de luces rosadas. Viene de muy lejos, de amasar harina y la ciudad nueva es de maravilla. El tocaba el bombo cuando de paseo en Lanús vestía de gala y de nuevo. Con otros compinches, travieso como era, casi va a la cárcel por robar ciruelas. Pero atrás la celda, ¡pasan los cuidados!, 84
Osito Batata juega con dos dados. Osito valiente vuelve a Plaza Italia y encuentra a un poeta de mil y una maña. ¿A qué juega Osito con su amigo nuevo? ¿Va arriba, va abajo, aprende de cero? Osito Batata intenta grafías y baila gitano sin ver todavía que rutas distantes, otras geografías, exigen mil metros de vista adivina. Entonces tropieza, no ve ni camina, no vuelve a su casa y olvida su esquina. 85
El poeta mañoso mira el desatino y a Osito Batata le dice al oído: “Osito Batata por sabia experiencia no hay otro camino que estudiar las ciencias” Y quizá el Osito si sigue esta guía se diplome airoso en ortografía.
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LOS BOTIJOS DE HUMAHUACA Bululú había llegado a Jujuy: visitó la catedral para ver el púlpito de oro y en la vieja estación de trenes encontró una feria de cacharros que tenían el color cocido de las montañas en Purmamarca. “No siempre tuvieron este color”, le susurró la vendedora, una cholita de cara redonda y trenza negrísima. Y siguió: “Dicen que hace mil años los cacharros eran tan grises como las cenizas del volcán. Pero cierta vez quisieron alegrar a una vicuñita enferma: comenzaron a bailar como calesitas locas, chivateaban pendientes, daban vueltas carnero, fingían ser sombreros de las piedras, se subían a los árboles y se hamacaban con el viento. Por tantos ajetreos se cansaron muchísimo y se pusieron colorados. Cuando los vió la vicuñita creyó que eran amapolas que venían a saludarla. Y entonces rió, rió tanto hasta sanarse porque estaba enferma de tristeza... Y hasta los pájaros de Humahuaca, de Tilcara, de Huacalera y de El Volcán 87
trenzaron rondas de luz sobre el campaneo de los cacharros rojos...” Bululú premió el cuento de la cholita: le compró un montón de botijitos que guardó en su mochila y que llevará para regalar a los amigos que encuentre en su camino...
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LA MESOPOTAMIA TAMBIÉN CUENTA... En el último tiempo Bululú vagabundeaba por paisajes mesopotámicos: bravos caminos de ripio, arrozales, ceibos, barrancas fragantes, islas pequeñas y verdes como monedas del agua, selvas enredadas entre bambúes y lianas y hasta pintados tucanes que sobrevuelan las ruinas que dejaron los hombres de cobre... Y en los pueblos, ventanas negras de geometrías vegetales, zaguanes profundos, patios con jazmineros patriarcales, callecitas de adoquines favorables, torres de capillas con cruces de hierros herrumbrados, aljibes de aguas dulces, muros encalados en los que reverbera el sol... Bululú mira el férreo plumaje del cielo en el atardecer y no sabiendo si recuerda o sueña surge la leyenda: “Al principio de los tiempos toda el agua estaba reunida en el corazón de la América profunda, en el pantanal en que vivían los más tenaces hechiceros. Un día, por una magia equivocada, los pájaros partieron rumbo al sur y llevaron consigo su sed: el agua se apiadó 89
de ellos entonces y marchó tras las bandadas para que bebiesen. Y los pájaros siguieron más y más lejos y el agua entonces fue dibujando ríos y regó álamos y sauces hasta extraviarse en un dédalo de islas confusas y caer en el pozo del estuario gigante...” Bululú se duerme y Osito Batata lo mete en un sueño de lenguas de plata...
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PIEDRAS DE LA CORDILLERA SUR Piedras en la corona de los Andes patagónicos desparramadas desde el Futaleufú. Roqueríos masticados por la nieve, martillados, geométricos, dogmáticos. Piedras del Lanín y el Tronador que oxidan tierra y caminos, que se desgajan en los ríos y tiñen las campanadas verdes de la araucaria, el maitén y el calafate. Piedras-monasterios en la cosecha azul del Nahuel Huapi. Piedras que han tocado el tiempo en el cristal lacustre del Traful. 92
Piedras aventadas con olor de eternidad, desbaratadas por la gesta planetaria de los glaciares del principio. Piedras de geografías de cobre, ermitañas, que vigilan el paso del huemul. El silencio estrellado es centinela en las fronteras purísimas de América.
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Hoy jugamos con acciones... Veamos que pueden hacer las piedras: ¿Qué pueden martillar? El agua de un río, de un lago; la visión del horizonte; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . ¿Qué pueden desbaratar? Un camino de montaña; un árbol o un nido si caen, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Qué pueden oxidar? Su propia forma, un arroyo, un sendero, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . 94
Mi querido muñeco de nieve: Yo sé que hoy estás triste. Un rayo boquirrubio de sol te ha picado barriga y moflete. Poco faltó para que rodase la pipa de sauce que te tallaron los chicos del guardabosque. Los jilgueros, asombrados por tus heridas blancas, piensan que tu sombrero húmedo es el huevo de algún avestruz gigante. Y van y vienen a tu alrededor en vuelos menudos y curiosos, exploradores de tu ternura quieta y lastimada. ¡Ni los pinos amigos te han dado hoy los buenos días, ocupados como estaban en trenzar sus agujas con algún haz distraído de luz! Yo te prometo, muñeco de copos, venir a abrigarte todas las mañanas para que no te llaguen viento y sol. Y además sembraré a tu alrededor amapolas que cantarán en primavera las canciones de mil colores que les enseña el agua-nieve a las semillas...
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La Zorra, el Osito y el Pony Es una Zorra ladina, embustera, campesina, pintarrajeado su pelo, la nariz como un buñuelo, una galera torcida, una pipa boquihundida, que vive en Villa Calzada en su cueva hecha de nada, que sale a pasear de noche de bambochada en su coche, que fuma como un chimango, tropieza al bailar el tango y es profesora de historia de una rata migratoria. Anda esta Zorra munida de una mochila fornida 96
por si encuentra en su camino a un osito vespertino. Llegaba justo a Lanús con disfraz de marabús cuando el Osito atorrante, con chaqueta de bramante cruzaba con displicencia y en una cicunferencia frente a la Zorra que birria y tenaz como una tirria lo cazó al oso turbado y lo guardó con candado. Ya adentro de la mochila Osito se despabila pero el cierre está cerrado y el pobrecito estrujado. Si algún chico ve pasar, a la Zorra con mochila
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que le avise al Pony bueno que con aguda pupila irá con la crin al viento, trotecito que rutila, a librar al buen Osito de la bruja que lo cuida con una espada de luces que los cierres esmerilan. Y ya libre Osito entonces irá por cien avenidas, por comarcas y por montes en un circo de poesía. Y tocará en un piano abrileñas melodías y en una ronda de ositos y con pelotas de estrías volverá a jugar al fútbol bien candongo y a porfía.
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Carta fnal al Pony para rescatar a
Osito Batata Querido pony: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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¡Ahora dibujá al Pony rescatando al Osito!
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Esta tercera edición de Las Casas del Viento en el tercer milenio, se terminó de imprimir en el taller de Eloísa Cartonera, Venezuela 3892, en el mes de agosto de 2017.
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