SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN
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CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA SOBRE EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN PABLO OBISPO SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS PARA PERPETUA MEMORIA La participación de la naturaleza divina, otorgada a los hombres mediante la gracia de Cristo, comporta cierta analogía con el origen, desarrollo y sustento de la vida natural. Nacidos a una vida nueva por el bautismo, los fieles son fortificados por el sacramento de la confirmación y, finalmente, son alimentados en la eucaristía con el pan de la vida eterna. Así, por estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez más las riquezas de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad. Con toda razón se han escrito estas palabras: «La carne es lavada para que el alma sea purificada; la carne es ungida para que el alma sea consagrada; se hace una señal en la carne para que el alma sea robustecida; con la imposición de las manos se protege la carne para que el alma sea iluminada por el Espíritu; la carne es alimentada con el cuerpo y la sangre de Cristo para que también el alma pueda nutrirse de Dios»1 El Concilio Ecuménico Vaticano II, consciente de su finalidad pastoral, estudió cuidadosamente los sacramentos de la iniciación y prescribió revisar sus ritos y adaptarlos mejor a la mentalidad de los fieles. Así, habiendo entrado ya en vigor la «Ordenación del bautismo de los niños», con la nueva forma preparada según el deseo de la asamblea conciliar y promulgada por nuestra autoridad, se ha creído conveniente publicar ahora el rito de la confirmación, co nfirmación, con el fin de hacer resaltar debidamente la unidad de la iniciación cristiana. Estos últimos años, la revisión del modo de celebración de este sacramento ha sido objeto de prolongados y arduos estudios; la intención era aclarar la íntima conexión de este sacramento con toda la iniciación cristiana2. Ahora bien, el vínculo que une la confirmación con los demás sacramentos de dicha iniciación no se pone sólo de manifiesto por la coordinación de los diferentes ritos, sino también por los gestos y las palabras que acompañan la administración de la confirmación. Por tanto, es necesario que los textos y los ritos de este sacramento se ordenen de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y que el pueblo cristiano, en lo posible, pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas mediante una celebración plena, activa y comunitaria3. Con este fin, hemos querido incluir en esta revisión aquellos elementos que pertenecen a la esencia misma del rito de la confirmación, por el cual los cristianos reciben la comunicación del Espíritu Santo.
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TERTULIANO, Sobre la resurrección de los muertos , 8, 3: CCL 2, p. 931. Cf. CONCILIO VATICANO II. Constitución Sacrosanctum Concilium , sobre la sagrada liturgia, número 71. 3 Cf. íbid .,., número 21. 2
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El Nuevo Testamento muestra claramente cómo el Espíritu Santo asistía a Cristo en el cumplimiento de su función mesiánica. Jesús, después de haber recibido el bautismo de Juan, vio al Espíritu descender sobre él4 y permanecer sobre él5. Fortificado por la presencia y la ayuda del mismo Espíritu, fue impulsado por él a iniciar públicamente su ministerio mesiánico. Al anunciar la salvación al pueblo de Nazaret, comenzó afirmando que la profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí» se refería a sí mismo6. Después, prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo los ayudaría también a ellos, para hacerlos capaces de atestiguar valientemente su fe, aun ante los perseguidores7. La víspera de su pasión aseguró a sus apóstoles que les enviaría el Espíritu de la verdad8, el cual permanecería con ellos para siempre9 y los ayudaría a dar testimonio de él10. Finalmente, después de su resurrección, Cristo prometió la venida inminente del Espíritu Santo: «Recibiréis una fuerza, el Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, para ser testigos míos»11. El día de Pentecostés, en efecto, el Espíritu Santo descendió de modo admirable sobre los apóstoles, reunidos con María, la madre de Jesús, y con los demás discípulos; fueron llenos del Espíritu Santo12 e impulsados por el soplo divino comenzaron a proclamar las maravillas de Dios. Pedro declaró entonces que el Espíritu que había descendido sobre los apóstoles era el don propio de la era mesiánica13. Entonces, fueron bautizados los que creyeron en la predicación apostólica y recibieron también ellos el don del Espíritu Santo14. Desde aquel tiempo, los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaron a los neófitos, por la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo, destinado a completar la gracia del bautismo15. Esto explica por qué en la carta a los Hebreos se recuerda, entre los elementos de la primera formación cristiana, la doctrina del bautismo y de la imposición de las manos16. Esta imposición de las manos es reconocida con razón por la tradición católica como el origen del sacramento de la confirmación, que en cierto modo perpetúa en la Iglesia la gracia de Pentecostés.
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Cf. Mc 1, 10. Cf, Jn 1, 32. 6 Cf. Lc 4, 17-21. 7 Cf. Lc 12, 12. 8 Cf. Jn 15, 26. 9 Cf. Jn 14, 16. 10 Cf. Jn 15, 26. 11 Hch 1, 8; cf. Lc 24, 49. 12 Hch 2, 4. 13 Cf. Hch 2, 17-18. 14 Hch 2, 38. 15 Cf. Hch 8, 15-17; 19, 5a. 16 Cf. Hb 6, 2. 5
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Se ve, entonces, la importancia peculiar de la confirmación respecto de la iniciación sacramental, por la cual los fieles, como miembros de Cristo viviente, son incorporados y configurados con él por el bautismo, la confirmación y la eucaristía17.En el bautismo, los neófitos reciben el perdón de los pecados, la adopción de hijos de Dios y el «carácter» de Cristo, por el cual quedan agregados a la Iglesia y comienzan a participar del sacerdocio de su Salvador 18. Por el sacramento de la confirmación, los que han nacido a una vida nueva por el bautismo, reciben el don inefable, el mismo Espíritu Santo, por el cual son enriquecidos con una fuerza especial19 y, marcados con el carácter de este sacramento, quedan vinculados más perfectamente a la Iglesia20 y están más estrictamente obligados a difundir y defender la fe con la palabra y con las obras, como auténticos testigos de Cristo21. La confirmación, por fin, está tan vinculada con la eucaristía22, que los fieles, sellados ya por el bautismo y la confirmación, se insertan plenamente en el cuerpo de Cristo mediante la participación de la eucaristía23. Ya desde los primeros tiempos, el don del Espíritu Santo era conferido con diversidad de ritos. Tanto en Oriente como en Occidente, estos ritos sufrieron diversos cambios, pero conservaron siempre el mismo significado: la comunicación del Espíritu Santo. En muchos ritos de Oriente parece que, ya desde la antigüedad, prevaleció para la comunicación del Espíritu Santo el rito de la crismación, sin que aún se lo distinguiera claramente del bautismo 24. Este rito continúa hoy vigente en la mayoría de las Iglesias orientales.
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Cf. CONCILIO VATICANO II, Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, núm. 36. Cf. I Pe 2, 5-9. CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, núm. 11. Ibid.
Cf. CONCILIO VATICANO II, Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, núm. 11. Cf. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum ordinis , sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, núm. 5. 23 Cf. Ibid . 24 Cf. ORIGENES, Sobre los principios , 1, 3, 2: GCS 22, pp.49s.; Comentario a la carta a los Romanos , 5, 8: PG 14, 1038; S. CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 16, 26; PG 33, 956; 21, 1-7: PG 33, 1088-1093. 22
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En Occidente se encuentran testimonios muy antiguos sobre aquella parte de la iniciación cristiana en la que, más tarde, se ha reconocido claramente el sacramento de la confirmación. En efecto, después de la ablución bautismal y antes de la cena eucarística, se indican otros gestos rituales, como la unción, la imposición de la mano y la consignación25, los cuales se encuentran mencionados tanto en los documentos litúrgicos26 como en muchos testimonios de los Padres. Desde entonces y a lo largo de los siglos, surgieron discusiones y dudas acerca de los elementos que pertenecen a la esencia del rito de la confirmación. Es oportuno recordar, por lo menos, algunos de los testimonios que, desde el siglo XIII, en los concilios ecuménicos y en los documentos de los sumos pontífices, contribuyeron a ilustrar la importancia de la crismación, sin olvidar por eso la imposición de las manos.
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Cf.TERTULIANO, Sobre el bautismo , 7-8: CCL 1, pp. 282s.; B. B OTTE, La «Tradition apostolique» de saint Hippolyte («Liturgiewissenschaftliche Quellen und Forschungen», 39), Munster 1963, páginas 52-54; S. A MBROSIO, Sobre los sacramentos , II, 24: CSEL 73, p. 36; III, 2, 8: p. 42; VI 2, 9: pp. 74-75; Sobre los misterios, VII, 42: CSEL 73, p. 106. 26
Liber sacramentorum romanæ Æclesiæ ordinis anni circuli , edición L. C. Mohlberg («Rerum ecclesiasticarum documenta, fontes», 4), Roma 1960, p. 75; Das «Sacramentarium gregorianum» nach den Aachener Urexemplar , edición H. Lietzmann («Liturgiegeschichitliche Quellen», 3), Munster 1921, pp. 53s.; Liber ordinum, edición M. Férotin («Monumenta Ecclesiæ liturgica, n. 5), París, 1904, pp. 33s.; Missale galicanum vetus, edición L. C. Mohlberg («Rerum ecclesiasticarum documenta, fontes», 3), Roma 1958, p. 42; Missale gothicum, edición L. C. Mohlberg («Rerum ecclesiasticarum documenta, fontes», 5), Roma 1961, p. 67; C. V OGEL – R. ELZE, Le Pontifical romano-germanique du dixiéme siécle , II: Le texte («Studi e testi, 227), Ciudad del Vaticano 1963, página 109; M A NDRIEU, Le Pontifical Romain au moyen-áge, I: Le pontifical romain du XII e siécle (Studi e testi, 86), ciudad del Vaticano, 1938, pp. 247s. 289; Le Pontifical de la Curie romaine au XIII e siécle («Studi e testi», 87), Ciudad del Vaticano 1940, pp. 452s.
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Inocencio III, nuestro predecesor, escribió: «Por la crismación en la frente se designa la imposición de la mano, llamada también confirmación, porque por ella se da el Espíritu Santo para el crecimiento y la fuerza»27. Otro predecesor nuestro, Inocencio IV, recuerda que los apóstoles comunicaban el Espíritu Santo mediante la imposición de la mano, que representa la confirmación o la crismación en la frente28. En la profesión de fe del emperador Miguel Paleólogo, leída en el segundo Concilio de Lyon, se hace mención del sacramento de la confirmación, que los obispos confieren mediante la imposición de las manos, ungiendo con el crisma a los bautizados29. El Decreto para los armenios, del Concilio de Florencia, afirma que la materia del sacramento de la confirmación es el crisma, confeccionado con aceite y bálsamo30, y, citando las palabras de los Hechos de los apóstoles que se refieren a Pedro y Juan, los cuales confirieron el Espíritu Santo con la imposición de las manos31, añade: «En lugar de esta imposición de la mano, en la Iglesia se da la confirmación»32. El Concilio de Trento, aunque en modo alguno intenta definir el rito esencial de la confirmación, sin embargo, lo designa únicamente con el nombre de «sagrado crisma de la confirmación»33. Benedicto XIV declaró: «Esto está fuera de discusión: en la Iglesia latina, el sacramento de la confirmación se confiere usando el sagrado crisma, o sea, aceite de oliva mezclado con bálsamo y bendecido por el obispo, y haciendo el ministro la señal de la cruz en la frente del confirmando, mientras el mismo ministro pronuncia las palabras de la forma»34. Muchos teólogos, teniendo en cuenta estas declaraciones y tradiciones, sostuvieron que para la administración válida de la confirmación se requería únicamente la unción con el crisma hecha en la frente por la imposición de la mano; sin embargo, en los ritos de la Iglesia latina se prescribía siempre la imposición de las manos antes de la unción de los confirmandos. En lo que se refiere a las palabras del rito con que se comunica el Espíritu Santo, hay que advertir que, ya en la Iglesia naciente, Pedro y Juan, al terminar la iniciación de los bautizados en Samaría, oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo, y después impusieron las manos sobre ellos35. En Oriente, durante los siglos IV y V, aparecen en el rito de la crismación los primeros indicios de las palabras: «La señal del don del Espíritu Santo»36. Muy pronto, estas palabras fueron recibidas por la Iglesia de Constantinopla y son empleadas todavía por las Iglesias de rito bizantino.
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Carta Cum venisset: PL 215, 285. La profesión de fe impuesta a los valdenses por el mismo pontífice contiene la siguiente afirmación: «La confirmación hecha por el obispo, es decir, la imposición de las manos, la tenemos por santa y ha de ser recibida con veneración»: PL 215, 1511. 28 Carta Sub catholicæ professione : MANSI, Sacrorum Conciliorum collectio , 23, 579. 29 MANSI, Sacrorum Conciliorum collectio, 24, 71. 30 G. HOFMANN , Concilium Florentinum, serie A: Documenta et scriptores, I: Epistolæ pontificiæ ad Concilium Florentinum spectantes , parte II. Roma 1944, p. 128. 31 Cf. Hch 8, 17. 32 G. HOFMANN, Ibid , p. 129. 33 S. EHSES, Concilium Tridentinum, V, actas 2: Concilii Tridentini actorum pars altera , Friburgo de Brisgovia 1911, p. 996. 34 Carta Ex quo primum tempore, 52: Benedicti XIV ... Bullarium, III. Prato 1847, p. 320. 35 Cf. Hch 8, 15-17. 36 Cf. S. CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 18, 33: PG 33, 1056; A STERIO, obispo de Amasea, La parábola del hij o pródigo, en la «Biblioteca» de Focio, códice 271: PG 104, 213. Cf. también la Carta de un patriarca de Constantinopla a Martirio, obispo de Antioquía : PG 119, 900. 6
En Occidente, por el contrario, las palabras del rito que completa el bautismo no fueron determinadas claramente hasta los siglos XII y XIII. En el Pontifical romano del siglo XII aparece por primera vez la fórmula que después se hizo común: «Yo te marco con el signo de la cruz y te confirmo con el crisma de la salvación. En el hombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»37. Por todo lo que hemos recordado, aparece manifiestamente que, en la administración de la confirmación en Oriente y en Occidente, aunque de diverso modo, el primer puesto lo ocupó la crismación, que en cierta manera representa la imposición de las manos hecha por los apóstoles. Como esta unción con el santo crisma significa convenientemente la unción espiritual del Espíritu Santo que se da a los fieles, Nos queremos confirmar la existencia y la importancia de la misma. En lo que se refiere a las palabras que se pronuncian en el acto de la crismación, hemos estimado en su justo valor la dignidad de la venerable fórmula usada en la Iglesia latina; sin embargo, creemos que a ésta se debe preferir la antiquísima fórmula propia del rito bizantino, con la que se expresa el don del Espíritu Santo y se recuerda la efusión del Espíritu el día de Pentecostés38. Por lo cual, hemos adoptado esta fórmula, traducida casi literalmente. Por lo tanto, a fin de que la revisión del rito de la confirmación corresponda oportunamente a la esencia misa del rito sacramental, con nuestra suprema autoridad apostólica decretamos y establecemos que en adelante se observe en la Iglesia latina lo siguiente: El sacramento de la confirmación se confiere mediante la unción con el crisma en la frente, que se hace con la imposición de la mano, y mediante las palabras: R ECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO («ACCIPE SIGNACULUM DONI SPIRITUS SANCTI»). La imposición de las manos sobre los elegidos, que se realiza, con la oración prescrita, antes de la crismación, si bien no pertenece a la esencia del rito sacramental, debe ser tenida en gran consideración, en cuanto que sirve para comunicar al rito toda su perfección y para favorecer una mejor comprensión del sacramento. Es evidente que esta primera imposición de las manos, que precede a la crismación, se diferencia de la imposición de la mano con la que se realiza la unción en la frente. Una vez establecidos y declarados todos estos elementos referentes al rito esencial del sacramento de la confirmación, aprobamos también, con nuestra autoridad apostólica, la Ordenación de este sacramento revisada por la Sagrada Congregación para el Culto divino, después de consultar a las Sagradas Congregaciones para la Doctrina de la fe, para la Disciplina de los sacramentos y para la Evangelización de los pueblos, en todo lo que atañe a su competencia. La edición latina de esta Ordenación, que contiene la nueva forma, entrará en vigor apenas sea publicada; mientras que las ediciones en lengua vulgar, preparadas por las Conferencias episcopales y confirmadas por la santa Sede, entrarán en vigor a partir del día que será establecido por cada Conferencia; la antigua Ordenación podrá usarse hasta finalizare el año 1972. Sin embargo, a partir del día 1 de enero de 1973 deberá usarse solamente la nueva Ordenación. Todo lo que hemos establecido y prescrito queremos que tenga, ahora y en el futuro, plena eficacia en la Iglesia latina, no obstante las Constituciones y Ordenaciones apostólicas de nuestros predecesores y cualquier otra prescripción, incluso las dignas de especial mención. 37
M. A NDRIEU, Le Pontifical romain au moyen-áge, I: Le Pontifical romain du XII e siécle («Studi e texti», 86), Ciudad del Vaticano 1938, p. 247. 38 Cf. Hch 2, 14. 38. 7
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, del año 1971, noveno de nuestro pontificado. PABLO Papa VI
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INTRODUCCIÓN
I.
DIGNIDAD DE LA CONFIRMACIÓN
Los bautizados prosiguen el camino de la iniciación cristiana mediante el sacramento de la 1. confirmación, por el cual reciben el Espíritu Santo, que el Señor derramó sobre los apóstoles el día de Pentecostés. Por este don del Espíritu Santo, los fieles se configuran más perfectamente con Cristo y 2. son fortalecidos a fin de dar testimonio de Cristo, para la edificación del cuerpo del Señor, en la fe y en la caridad. Imprime en ellos un carácter o sello del Señor, de manera que el sacramento de la confirmación no puede ser reiterado.
II.
FUNCIONES Y MINISTERIOS EN LA CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN
El pueblo de Dios 3. Corresponde en gran manera al pueblo de Dios la preparación de los bautizados para recibir el sacramento de la confirmación. A los pastores de almas les compete procurar que todos los bautizados adquieran la plena iniciación cristiana, y, por lo tanto, que sean preparados con todo cuidado para la confirmación. Los catecúmenos adultos, que han de recibir la confirmación inmediatamente después del bautismo, gozan de los auxilios de la comunidad cristiana y se benefician, especialmente, con la formación que se les da durante el tiempo del catecumenado; a ello contribuyen los catequistas, los padrinos y los miembros de la Iglesia local, mediante la catequesis y las celebraciones rituales comunes. La ordenación de este catecumenado se adaptará oportunamente a aquellos que, habiendo recibido el bautismo en la niñez, se acercan a la confirmación en la edad adulta. Corresponde a los padres cristianos preocuparse solícitamente por la iniciación de sus hijos a la vida sacramental, tanto inculcando y acrecentando en ellos el espíritu de fe, como preparándolos para una recepción fructuosa de los sacramentos de la confirmación y eucaristía, con ayuda de alguna institución dedicada a la formación catequética. Esta función de los padres se expresa también mediante su participación activa en la celebración de los sacramentos. 4.
Se procurará dar a la acción sagrada un carácter festivo y solemne, que manifieste su importancia para toda la Iglesia local. Esto se obtendrá especialmente si todos los candidatos se congregan para una celebración en común. Todo el pueblo de Dios, representado por los familiares y amigos de los confirmandos y los miembros de la comunidad local, será invitado a participar en la celebración y procurará manifestar su fe mediante los frutos que el Espíritu Santo hubiera producido en él.
El padrino 5.
De ordinario, cada confirmando será asistido por un padrino, que lo acompañará a recibir el sacramento y lo presentará al ministro de la confirmación para la santa unción y, en el futuro, lo ayudará a cumplir fielmente las promesas hechas en el bautismo, en conformidad con el Espíritu Santo que ha recibido. Atendiendo a las circunstancias pastorales actuales, conviene que el padrino del bautismo, si está presente, sea también padrino de la confirmación, quedando abrogado el canon 796, 1. De esta manera, se significa con mayor claridad el nexo entre el bautismo y la confirmación, al mismo tiempo que la función y el oficio del padrino se torna más eficaz.
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Sin embargo, de ninguna manera se excluye la facultad de elegir el propio padrino de la confirmación. También puede suceder que los mismos padres presenten a sus hijos. Corresponderá al ordinario del lugar, teniendo en cuenta las circunstancias de cada lugar, determinar qué disposiciones se han de observar en su diócesis.
6.
Los pastores de almas procurarán que el padrino, elegido por el confirmando o por su familia, sea espiritualmente idóneo para el oficio que asume y cumpla los requisitos siguientes: a) que tenga el grado de madurez suficiente para cumplir con sus obligaciones; b) que pertenezca a la Iglesia católica y que haya recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía; c) que no esté impedido por el derecho para desempeñar este oficio.
Los ministros 7.
El ministro originario de la confirmación es el obispo. Habitualmente él mismo administrará el sacramento, para que de esta manera haya una referencia más manifiesta a la primera efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Pues los apóstoles, después de haber sido llenados del Espíritu Santo, lo transmitieron a los fieles mediante la imposición de las manos. Esta recepción del Espíritu Santo, mediante el ministerio del obispo, demuestra el vínculo más estrecho que une a los confirmandos con la Iglesia y, también, el mandato recibido de Cristo de dar testimonio ante los hombres. Además de los obispos, gozan de la facultad de confirmar, por el mismo derecho:
a) el administrador apostólico que no sea obispo, el prelado o abad «nullius», el vicario y prefecto apostólico y el vicario capitular, dentro de los límites de su territorio y en el tiempo del desempeño de sus funciones; b) el presbítero que, por el oficio que legítimamente se le ha concedido, bautiza a un adulto o a un niño en edad catequística, o que admite a la plena comunión con la Iglesia a un adulto ya válidamente bautizado
c) en peligro de muerte, cuando no es fácil que esté presente el obispo o estuviere legítimamente impedido: los párrocos y vicarios parroquiales y, en ausencia de éstos, sus vicarios cooperadores, los presbíteros que rigen determinadas parroquias debidamente constituidas, los vicarios ecónomos, los vicarios sustitutos y los vicarios auxiliares39; en ausencia de todos los mencionados, cualquier sacerdote que no esté impedido por una censura o pena canónica. 8.
Por una verdadera necesidad y por un motivo peculiar, por ejemplo, cuando los confirmandos son muchos, el ministro de la confirmación, indicado en el número 7, y también el ministro extraordinario constituido por peculiar indulto de la Sede apostólica o por derecho, puede designar a algunos presbíteros para administrar el sacramento junto con él.
Es necesario que estos presbíteros: o bien desempeñen en la diócesis un cargo u oficio especial, como por ejemplo, que sean vicarios generales, vicarios delegados episcopales, de zona o regionales2, o tengan, por mandato del ordinario, atribuciones similares en razón de su oficio; o bien sean párrocos de los lugares en los que se confiere la confirmación o párrocos de los lugares a los que pertenecen los confirmandos, o presbíteros que desempeñaron un papel importante en la preparación catequética de los confirmandos.
III. CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN
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Código de Derecho Canónico, can. 216,4; 451; 472; 474; 475; 476. 10
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El sacramento de la confirmación se confiere mediante la unción con el crisma en la frente, que se hace con la imposición de la mano, y mediante las palabras:
N., R ECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO. La imposición de las manos que se hace sobre los confirmandos, con la oración Dios todopoderoso, si bien no es esencial para que la administración del sacramento sea válida, sin embargo, tiene importancia para la integridad del rito y para una inteligencia más plena del sacramento. Los presbíteros que, en algunos, casos, se asocian al ministro principal en la administración del sacramento, hacen, junto con él, la imposición de las manos sobre los candidatos, pero no dicen nada. Todo el rito presenta una doble significación: mediante la imposición de las manos, que el obispo y los presbíteros concelebrantes hacen sobre los confirmandos, se expresa el gesto bíblico por el que se invoca el don del Espíritu Santo, de una manera sumamente apropiada a la inteligencia del pueblo cristiano; mediante la unción con el crisma y las palabras que la acompañan, se significa claramente el efecto del don del Espíritu Santo: el bautizado, signado por la mano del obispo con óleo perfumado, recibe un carácter indeleble, el sello del Señor, juntamente con el don del Espíritu, que lo configura más perfectamente con Cristo y le confiere la gracia de exhalar el «buen olor de Cristo» entre los hombres.
10. El santo crisma es consagrado por el obispo en la misa crismal, que se celebra, con este fin, el Jueves santo. 11. Cuando son bautizados catecúmenos adultos y niños en edad catequística, una vez recibido el bautismo, deben ser admitidos, de ordinario, a la confirmación y a la eucaristía. Si esto no fuera posible, recibirán la confirmación en otra celebración común (cf. núm. 4). Los adultos que han sido bautizados en la niñez recibirán también en una celebración común la confirmación y la eucaristía, después de haber sido preparados convenientemente. En cuanto a los niños, en la Iglesia latina se difiere, por lo general, la administración de la confirmación hasta la edad de los siete años, aproximadamente. Sin embargo, por razones pastorales, especialmente para inculcar con mayor intensidad en la vida de los fieles la plena obediencia a Cristo el Señor y el firme testimonio del mismo, las Conferencias episcopales pueden determinar la edad que parezca más conveniente, de manera que este sacramento se confiera en una edad más madura, después de una adecuada formación. En este caso, se tomarán las debidas precauciones para que, en peligro de muerte o por graves dificultades de otra índole, los niños sean confirmados aun antes del uso de razón, a fin de que no se vean privados del bien de este sacramento.
12. Para recibir la confirmación se requiere que el candidato esté bautizado. Además, si el fiel tiene uso de razón, se requiere que esté en estado de gracia, que esté convenientemente instruido y que pueda renovar las promesas bautismales. Corresponde a las Conferencias episcopales determinar con precisión los recursos pastorales para que los candidatos, principalmente los niños, sean preparados en forma adecuada para la confirmación. 11
En cuanto a los adultos, obsérvense, oportunamente adaptadas, las normas vigentes en cada diócesis para admitir a los catecúmenos al bautismo y a la eucaristía. Cuídese, especialmente, que preceda una conveniente catequesis y que la relación de los candidatos con la comunidad cristiana y con cada uno de los fieles sea eficaz y suficiente para proporcionarles la oportuna ayuda, a fin de que los candidatos adquieran una formación que los capacite para dar testimonio de vida cristiana y ejercer el apostolado, y torne más auténtico su deseo de participar en la eucaristía. La preparación para la confirmación de un adulto bautizado coincide, a veces, con su preparación para el matrimonio. En estos casos, cuando se prevé que no se podrán cumplir las condiciones requeridas para una recepción fructuosa de la confirmación, el ordinario del lugar considerará si no es más oportuno diferir la confirmación hasta después de celebrado el matrimonio. Si la confirmación se confiere a un fiel que tiene uso de razón y que está en peligro de muerte, se le dará, en cuanto sea posible, una preparación espiritual conveniente.
13. De ordinario, la confirmación se administrará dentro de la misa, para que se manifieste con más claridad la conexión fundamental de este sacramento con toda la iniciación cristiana, que alcanza su cumbre en la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo. Por esta razón, los confirmados participan de la eucaristía, con la que se completa su iniciación cristiana. Si los confirmandos son niños que aún no han recibido la santísima eucaristía y no son admitidos en esta acción litúrgica a la primera comunión, o si circunstancias particulares así lo aconsejan, confiérase la confirmación fuera de la misa. Siempre que la confirmación se confiera fuera de la misa, ha de preceder una celebración de la palabra de Dios. Cuando la confirmación se confiere dentro de la misa, conviene que celebre la misa el mismo ministro de la confirmación, más aún, que concelebre, principalmente con los presbíteros que tal vez se asocien a él en la administración del sacramento. Si la misa es celebrada por otro, conviene que el obispo presida la liturgia de la palabra, en la cual realizará todo lo que, de ordinario, compete al celebrante y, al fin de la misa, dará la bendición. Es de suma importancia la celebración de la palabra de Dios con la que comienza el rito de la confirmación. Porque de la audición de la palabra de Dios proviene la multiforme acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en cada uno de los bautizados o confirmandos, y mediante ella se manifiesta la voluntad del Señor en la vida de los cristianos. También se dará gran importancia a la recitación de la oración dominical, que los confirmandos rezarán junto con el pueblo, ya sea dentro de la misa, antes de la comunión, ya sea fuera de la misa, antes de la bendición, porque es el mismo Espíritu el que ora en nosotros, y el cristiano, en el Espíritu, dice: «Abbá» (Padre).
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14. El párroco inscribirá, en el libro correspondiente, los nombres del ministro, de los confirmados, de los padres y de los padrinos, y el día y lugar de la confirmación, además de la anotación que se hace en el libro de los bautizados, según la norma del derecho. 15. Si el párroco del confirmado no hubiera estado presente, el ministro, por sí mismo o por otro, comuníquele cuanto antes la administración de la confirmación.
IV. ADAPTACIONES QUE CORRESPONDEN A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES 16. En conformidad con lo que establece el número 63b de la Constitución sobre la sagrada liturgia, corresponde a las Conferencias episcopales traducir la edición típica latina de la «Ordenación de la confirmación» y adaptarla a las necesidades y características locales, para que, una vez aprobadas sus decisiones por la Sede apostólica, dicha Ordenación sea utilizada en las respectivas regiones. La Conferencia episcopal considerará si, de acuerdo con las circunstancias y lugares, y también con la índole y tradiciones de su pueblo, es oportuno: preparar convenientemente las fórmulas con las que se renuevan las promesas y profesiones bautismales, bien sea teniendo en cuenta el texto de la «Ordenación del bautismo», bien sea adaptando esas fórmulas para que respondan mejor a la condición de los confirmandos; introducir otra manera de dar la paz el ministro después de la unción, y cada uno en particular o a todos los confirmados al mismo tiempo.
V.
ACOMODACIONES QUE CORRESPONDEN AL MINISTRO
17. El Ministro, en cada caso y teniendo en cuenta la condición de los confirmandos, podrá introducir en el rito algunas moniciones y adaptar oportunamente las ya existentes, por ejemplo, a modo de conversación, especialmente con los niños, etc. Cuando la confirmación es conferida por un ministro extraordinario, por concesión del derecho general o por especial indulto de la Sede apostólica, conviene que el mismo ministro recuerde en la homilía que el obispo es el ministro originario del sacramento y que exponga el motivo por el cual se ha concedido también a los presbíteros la facultad de confirmar, por derecho o por indulto de la Sede apostólica.
VI. COSAS NECESARIAS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN 18.
Para administrar la confirmación se han de preparar:
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a) las vestiduras requeridas (de color blanco o rojo) para celebrar la misa el obispo y, si los hubiera, los presbíteros que lo ayudarán, cuando la confirmación se confiere dentro de la misa en la que ellos concelebran; si la misa es celebrada por otro, conviene que el ministro de la confirmación y los presbíteros que se asociarán a él en la administración del sacramento participen en la misa revestidos con los ornamentos sagrados prescritos para la administración de la confirmación, es decir, alba, estola y, para el ministro de la confirmación, la capa pluvial; estos ornamentos deben usarse también cuando la confirmación se confiere fuera de la misa; b) sedes para el obispo y para los presbíteros que lo ayudarán; c) vaso o vasos, con el santo crisma; d) Pontifical romano o Ritual; e) Todo lo necesario para la celebración de la misa y, si la comunión se distribuye bajo las dos especies, todo lo necesario para dicha distribución, siempre que la confirmación se confiera dentro de la misa; f)Lo necesario para limpiarse las manos después de la unción de los confirmandos.
VII.
MINISTRO EXTRAORDINARIO
El ministro extraordinario que celebra el Sacramento de la Confirmación por concesión 20. general del derecho o por especial delegación, debe seguir el mismo rito comose describirá más adelante. Si la Confirmación se celebra dentro de la Misa y a causa del gran número de 21. confirmandos el ministro extraordinario es acompañado de otros presbíteros, es conveniente que todos estos presbíteros concelebren también la Eucaristía.
Nota aclaratoria Pontificia Commissio Decretis Concilii Vaticani II Interpretandis Responsum ad propositum dubium: "Patres Pontificiae Commissionis Decretis Concilii Vaticani interpretandis, proposito in plenario coetu quod sequitur dubio, respondendum esse censuerunt ut infra: D. - Utrum, iuxta Constitutionem Apostolicam Divinae Consortium Naturae, die 15 Augusti 1971 publici iuris factam, minister Confirmationis manum extensam super caput confirmandi imponere debeat gestum chrismationis peragendo, an sufficiat chrismatio cum pollice facta. R. - Ad primum: negative; ad secundum: affirmative ad mentem: mens est: chrismatio ita peracta manus impositionem sufficienter manifestat. SS.mus Dominus Noster Paulus Pp. VI in Audientia die 9 Iunii 1972 infrascripto impertita supradictam decisionem ratam habuit, approbavit et public ari iussit". Pericles Card. Felici Praeses 14
La traducción me la dará Mons. Lorenzo
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Celebración de la Confirmación dentro de la Misa
22. Los días en que se permiten las misas rituales puede celebrarse la misa de la Confirmación, y de ordinario se celebrará con ornamentos rojos o blancos. Cuando el calendario no permita la misa ritual, entonces se celebrará la misa del día con sus lecturas. 23. Cuando se celebra la Misa ritual, las lecturas se toman del Leccionario para la Confirmación (cfr. pp. .....); de lo contrario las de la Misa del día. Pero aún cuando, según las rúbricas, no pueda celebrarse la Misa ritual, una de las lecturas puede tomarse del Leccionario de Confirmación. Ritos iniciales 24. El obispo, acompañado de los ministros, revestido con los ornamentos y llevando la mitra y el báculo va al altar. Los ritos iniciales y la liturgia de la palabra se desarrollan como de costumbre, hasta la lectura del Evangelio. Liturgia de la Palabra Lecturas 25. La liturgia de la palabra se desarrolla según las normas comunes. 26. Las lecturas se escogerán según lo indicado en el n. 23. Liturgia del sacramento Presentación de los confirmandos 27. La celebración de ordinario se desarrolla en la cátedra. Pero si es necesario para la participación de los fieles, prepárese una sede para el Obispo delante del altar, o en otro lugar apto. 28. Después del evangelio, el obispo, con la mitra puesta, se sienta en la sede preparada para este momento; los presbíteros que van a ayudarle en la administración de la confirmación ocupan lugares destacados cerca del Obispo. A continuación, los que han de ser confirmados son presentados al obispo por el párroco o por otro presbítero o por un diácono, o, también, por un catequista, según la costumbre de cada lugar, de esta manera: cada confirmando, si es posible, es llamado por su nombre, y cada uno avanza hasta el presbiterio; si los confirmandos son niños, los acompaña uno de los padrinos o uno de los padres, y permanecen en pie delante del obispo. Si los confirmando son muchos, no se los llama nominalmente, sino que se colocan en un lugar adecuado ante el obispo. 29. El que presenta a los confirmandos los llama diciendo:
Acérquense los que van a recibir el sacramento de la confirmación N. y N. 16
____________________________________________________________________________
Petición del Sacramento 30. Una vez que han sido llamados, el que los presenta, puede dirigirse al obispo con las siguientes o parecidas palabras:
Señor Obispo: Estos candidatos (jóvenes, niños) fueron bautizados con un compromiso expreso de sus padres y de sus padrinos, de que serían educados en la fe y de que un día recibirían este sacramento de la confirmación en el Espíritu Santo, como plenitud de su iniciación cristiana y como expresión de su madurez en la fe. Hoy, al terminar la experiencia de la catequesis preparatoria al sacramento, con mucha alegría los presentamos ante usted, y ante esta comunidad, y le solicito que les confiera este sacramento. El obispo pregunta a quien los presenta:
¿Sabes sin han sido preparados debidamente ? El que los presenta responde:
Con gran satisfacción doy fe de que su preparación ha sido conciente y que ellos están dispuestos a renovar sus compromisos bautismales. El obispo dice:
Acogemos con gozo a estos hermanos para que reciban hoy el sacramento de la Confirmación. _________________________________________________________________ Homilía o alocución 31. Entonces el obispo pronuncia una breve homilía, en la cual explica las lecturas que se acaban de proclamar, de tal manera que todos – confirmandos, padrinos, padres y toda la asamblea de fieles- logren una inteligencia más profunda del misterio de la confirmación. Puede hacerlo con éstas u otras palabras: Conforme lo narra el libro de los Hechos, los apóstoles, que en el día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo, en cumplimiento de la promesa del Señor, tenían el poder de perfeccionar la obra del bautismo por el don del Espíritu Santo. Igualmente, cuando san Pablo imponía las manos a los bautizados, venía sobre ellos el Espíritu Santo, y se manifestaba por el don de lenguas y de profecía. Los obispos, sucesores de los apóstoles, gozan del mismo poder y, por sí mismos o por medio de los presbíteros elegidos para este ministerio, confieren el Espíritu Santo a los que en el bautismo han nacido ya como hijos de Dios.
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En la actualidad, la venida del Espíritu Santo no se manifiesta sensiblemente por el don de lenguas; sabemos, sin embargo, por la fe, que en forma invisible pero real recibimos ese mismo Espíritu Santo, por quien se difunde en nuestros corazones el amor de Dios y quien realiza en nosotros la unidad de la fe en medio de la diversidad de vocaciones y obra la santificación y la unidad de la Iglesia. El don del Espíritu Santo que ustedes van a recibir, amados hijos, será una marca o sello espiritual, que los hará, de una manera más perfecta, conformes a Cristo y miembros de la Iglesia. El mismo Cristo fue ungido por el Espíritu Santo cuando recibió el bautismo de manos de Juan y fue enviado a realizar la obra de su ministerio, para que derramara en la tierra ese fuego que es el Espíritu Santo. Ustedes, que ya han sido bautizados, recibirán ahora la fuerza del Espíritu de Cristo y serán marcados y sellados en la frente con su cruz. Se comprometen, por tanto, a dar ante el mundo el testimonio de la muerte y de la resurrección del Señor; así, su manera de vivir será, en todas partes, como el «perfume que proviene de Cristo», según afirma el Apóstol. En este cuerpo místico, que es la Iglesia, pueblo de Dios, cada uno es enriquecido con diversos dones por el mismo Espíritu Santo, para construir dicho cuerpo en la unidad y la caridad. A ustedes les corresponde ser miembros vivos de esta Iglesia; bajo la guía del Espíritu Santo, esfuércense por amar y servir a todos los hombres, como Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir. Y ahora, antes de ser confirmados en la vida del Espíritu, renueven la fe que profesaron en el bautismo, o que sus padres y padrinos, a una con la Iglesia, profesaron en nombre de ustedes.
Renovación de los compromisos bautismales 32. Terminada la homilía, el obispo, con mitra, pregunta simultáneamente a todos los confirmandos, que se han puesto de pie:
¿Renuncian a Satanás, a todas sus obras y a todas sus seducciones? Los confirmandos, conjuntamente, aunque mantenidendo la respuesta en singular, responden:
Sí, renuncio. El obispo:
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra? Los confirmandos:
Sí, creo. El obispo:
¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de la virgen María, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre? Los confirmandos:
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Sí, creo. El obispo:
¿Creen en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que hoy, por el sacramento de la confirmación, se les concede de manera excelente, como a los apóstoles en el día de Pentecostés? Los confirmandos:
Sí, creo. El obispo:
¿Creen en la santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? Los confirmandos:
Sí, creo. El obispo asiente a esta profesión proclamando la fe de la Iglesia :
Ésta es nuestra fe. Ésta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar en Jesucristo, nuestro Señor. La asamblea se une respondiendo :
Amén. 33. Si parece conveniente, estas palabras de asentimiento pueden cambiarse por otras semejantes, o bien, se puede entonar un canto apropiado, con el que la comunidad exprese su fe. Imposición de las manos 34. Luego, el obispo deja la mitra, se levanta (teniendo a su lado a los presbíteros que van a ayudarle), y con las manos juntas, exhorta al pueblo, diciendo:
Oremos, hermanos amadísimos, a Dios, Padre todopoderoso, y pidámosle que derrame abundantemente el Espíritu Santo sobre éstos, sus hijos adoptivos, que ya han renacido a la vida eterna por el bautismo, para que los fortalezca con la abundancia de sus dones y, con esta unción, los perfeccione en su configuración con Cristo, Hijo de Dios. Todos oran, por unos instantes, en silencio.
35. Luego, el obispo (y los presbíteros que lo ayudan) impone las manos sobre todos los confirmandos, mientras dice:
DIOS TODOPODEROSO, PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE, POR EL AGUA Y EL ESPÍRITU SANTO, HAS LIBRADO DEL PECADO A ESTOS HIJOS TUYOS Y LES HAS DADO NUEVA VIDA, 19
ENVÍA AHORA SOBRE ELLOS EL ESPÍRITU SANTO PARÁCLITO; CONCÉDELES ESPÍRITU DE SABIDURÍA Y DE ENTENDIMIENTO , ESPÍRITU DE CONSEJO Y DE FORTALEZA, ESPÍRITU DE CIENCIA Y DE PIEDAD, Y CÓLMALOS DEL ESPÍRITU DE TU TEMOR . POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR .
R/. Amén. Unción con el Santo Crisma 36. El Obispo se sienta y recibe la mitra. 37. Un diácono presenta al obispo el santo crisma. (si hay varios presbíteros que ayudan al obispo en la administración del sacramento, un diácono o uno de los ministros entrega al obispo los vasos con el santo crisma, y el obispo entrega personalmente el crisma a cada uno de los presbíteros, que se acercan a él.). 38. Cada uno de los confirmandos se acerca al obispo (o a uno de los presbíteros), para recibir la unción. Si parece más conveniente, el obispo, (y los presbíteros) se acerca a cada confirmando. 39. Quien presenta al confirmando le coloca la mano derecha sobre el hombro y dice el nombre de éste al obispo o, si se prefiere, el mismo confirmando dice su nombre. 40. El obispo (y los presbíteros) moja el pulgar derecho en el crisma y traza el signo de la cruz en la frente del confirmando, mientras dice:
N., R ECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO. El confirmando responde:
Amén. El obispo añade:
La paz sea contigo. El confirmando:
Y con tu espíritu. 41. Mientras dura la unción, se puede entonar algún canto adecuado. 42. Terminada la unción, el obispo (y los presbíteros) se lava las manos. 43. No se dice Credo, pues ya se ha hecho la profesión de fe. Oración de los fieles 44. Terminada la unción de los confirmados, el Obispo, de pie y sin mitra, inicia la oración universal o de los fieles, para la cual se puede usar la siguiente fórmula u otra debidamente aprobada: El obispo invita a los fieles a orar, diciendo:
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Amados hermanos, oremos confiadamente a Dios, nuestro Padre; que nuestra plegaria sea unánime, como una es la fe, la esperanza y la caridad que el Espíritu Santo ha infundido en nuestros corazones. A continuación, el diácono, u otro ministro, propone las siguientes intenciones:
Por estos hijos tuyos, a quienes ha confirmado la efusión del Espíritu Santo, para que, enraizados en la fe y fundamentados en la caridad, den testimonio del Señor Jesús con su vida, roguemos al Señor. Todos:
Te rogamos, óyenos. El diácono:
Por sus padres y padrinos, responsables de su fe, para que, con su palabra y ejemplo, los ayuden a seguir fielmente a Cristo, roguemos al Señor. Todos:
Te rogamos, óyenos. El diácono:
Por la Iglesia santa de Dios, congregada por el Espíritu Santo en la unidad de la fe y de la caridad, para que, en unión con nuestro santo padre el Papa N., con nuestro obispo N., y con todos los obispos del mundo, crezca y se difunda entre todos los pueblos, roguemos al Señor. Todos:
Te rogamos, óyenos. El diácono:
Por todos los hombres, que tienen un solo Creador y Padre, para que se reconozcan como hermanos y, sin discriminación de raza o nacionalidad, busquen, con sincero corazón, el reino de Dios, que es paz y gozo en el Espíritu Santo, roguemos al Señor. Todos:
Te rogamos, óyenos. Pueden agregarse otras peticiones 21
El obispo concluye diciendo:
Dios, Padre nuestro, que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles y estableciste que, por ellos y sus sucesores, se transmitiera a todos los fieles, escucha benévolo nuestra oración y concede a tus hijos participar, también ahora, de los dones que tu misericordia dispensó al inicio de la predicación del Evangelio. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Liturgia eucarística 45. Una vez concluida la oración de los fieles, la liturgia eucarística prosigue como de costumbre, según el Ordinario de la celebración de la misa, excepto lo siguiente: a) Algunos de los confirmados pueden acompañar a los que van a presentar las ofrendas. b) Puede escogerse uno de los cuatro Prefacios que se indican en la Misa ritual (cfr. pp....) u otro, según las circunstancias c) En las plegarias eucarística I, II, III y IV, se incorpora la intercesión particular para la confirmación (cfr. pp. .....). d) Los confirmados adultos y, según las circunstancias, los padrinos, padres, cónyuges y catequistas, y, si parece oportuno, los demás participantes, pueden recibir la comunión bajo las dos especies.
Rito de conclusión Bendición final y despedida 46. Al final de la misa, en lugar de la bendición acostumbrada, se emplea la siguiente fórmula de bendición o bien la Oración sobre el pueblo que sigue a continuación. El obispo toma la mitra y dice:
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El Señor esté con ustedes. El pueblo contesta:
Y con tu espíritu. 47. Luego el diácono, si se juzga oportuno, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas u otras palabras:
Inclinen la cabeza para recibir la bendición. Entonces, el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice diciendo:
Dios Padre todopoderoso, quien los hizo renacer del agua y del Espíritu Santo y los hizo hijos suyos por adopción, los bendiga y los proteja, para que sean siempre dignos de su amor. El pueblo contesta:
Amén. El obispo:
El Hijo unigénito del Padre, quien prometió que el Espíritu de la verdad permanecería siempre en la Iglesia, los bendiga y los confirme con su gracia, para que sean fieles en la profesión de la fe verdadera. El pueblo contesta:
Amén. El obispo:
El Espíritu Santo, quien encendió el fuego de la caridad en el corazón de los discípulos, bendiga y conduzca al gozo del reino de Dios 23
a todos los aquí reunidos. El pueblo contesta:
Amén. El obispo toma el báculo y prosigue:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. El pueblo contesta:
Amén.
Oración sobre el pueblo 48. En vez de la anterior fórmula de bendición, se puede emplear la siguiente oración sobre el pueblo. El diácono, u otro ministro, dice:
Inclinen la cabeza para recibir la bendición. O bien, otra monición semejante. Luego el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice:
Padre de bondad, confirma lo que has realizado en nosotros y conserva en el corazón de tus hijos los dones del Espíritu Santo, para que no se avergüencen de dar testimonio de Cristo crucificado y, movidos por la caridad, cumplan tus mandamientos. Por Jesucristo nuestro Señor. El pueblo contesta:
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Amén. El obispo toma el báculo y prosigue:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. El pueblo contesta:
Amén. _________________________________________________________________ El Diácono despide a la asamblea, diciendo :
Pueden ir en paz Todos :
Demos gracias a Dios
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Celebración de la Confirmación fuera de la Misa Rito de entrada 49. Reunidos los confirmandos, acompañados de sus padrinos y padres, y con todo el pueblo, el Obispo, con mitra y báculo y revestido de alba y cruz pectoral, así como estola y capa pluvial de color blanco o rojo, acompañado por uno o varios diáconos, revestidos de alba y estola, y ministros con alba u otra vestidura aprobada, y por los presbíteros que van a ayudarle en la administración de la confirmación, que estarán igualmente revestidos con las vestiduras litúrgicas convenientes (alba y estola; o sobrepelliz sobre la sotana y estola, y pueden llevar capa pluvial: CE 473), se dirige al presbiterio. 50. Mientras tanto, los fieles cantan algún salmo o canto apropiado. 51. Ante el altar el obispo y los ministros hacen una inclinación profunda, a menos que esté el sagrario con la reserva eucarística en el presbiterio, en cuyo caso se hace genuflexión.
Saludo del obispo 52. El obispo va a la cátedra o a la sede preparada. Deja el báculo y la mitra y saluda al pueblo diciendo :
La paz sea con ustedes. Todos:
Y con tu espíritu. Oración Colecta 53. A continuación, el obispo dice: Oremos, y procede a recitar una de las siguientes oraciones:
Padre nuestro, rico en misericordia, concédenos que el Espíritu Santo venga a habitar en nosotros y nos transforme en templo de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
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O bien, esta otra:
Cumple en nosotros tu promesa, Padre, para que, por la venida del Espíritu Santo, nos convirtamos ante el mundo en testigos del Evangelio de Jesucristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
R/. Amén. O bien, esta otra:
Envía sobre nosotros Padre, tu Espíritu Santo, para que, conducidos por El a la unidad de la fe y fortalecidos con su amor, contribuyamos a que la Iglesia, cuerpo de Cristo alcance su plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
R/. Amén. O bien,esta otra:
Que el Espíritu Santo que procede de ti, Padre, ilumine nuestras mentes y nos dé a conocer toda la verdad, como lo prometió Jesucristo, tu Hijo, Él que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
Liturgia de la Palabra
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54. Se procede luego a la celebración de la Liturgia de la Palabra como de costumbre. Las lecturas pueden tomarse del Leccionario para la celebración de la confirmación (cfr. pp....), pero en los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, y en las Solemnidades del Señor, deberán respetarse las lecturas propias.
Liturgia del sacramento Presentación de los confirmandos 55. Proclamado el Evangelio, el obispo, con la mitra puesta, se sienta en la sede preparada para este momento (los presbíteros que van a ayudarle en la administración de la confirmación ocupan lugares destacados cerca del Obispo). A continuación, los que han de ser confirmados son presentados al obispo por el párroco, o por otro presbítero, o por un diácono, o también por un catequista, según la costumbre de cada lugar. Cada confirmando, si es posible, es llamado por su nombre, y cada uno avanza hasta el presbiterio; si los confirmandos son niños, los acompaña uno de los padrinos o uno de los padres, y permanecen en pie delante del obispo. 56. Si los confirmandos son muchos, no se los llama nominalmente, sino que se colocan en un lugar adecuado ante el obispo. 57. El que presenta a los confirmandos los llama diciendo:
Acérquense los que van a recibir el sacramento de la confirmación N. y N. ____________________________________________________________________________
Petición del Sacramento 58. Una vez que han sido llamados, el que los presenta, puede dirigirse al obispo con las siguientes o parecidas palabras:
Señor Obispo: Estos candidatos (adolescentes, jóvenes, niños) fueron bautizados con un compromiso expreso de sus padres y de sus padrinos, de que serían educados en la fe, y de que un día recibirían este sacramento de la confirmación en el Espíritu Santo, como momento decisivo de su iniciación cristiana y como expresión de su progresiva maduración en la fe. Hoy, al terminar la experiencia de la catequesis preparatoria al sacramento, con mucha alegría los presentamos ante usted, y ante esta comunidad, y le solicito que les confiera este sacramento. El obispo pregunta a quien los presenta:
¿Sabes sin han sido preparados debidamente ?
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El que los presenta responde:
Con gran satisfacción doy fe de que su preparación ha sido conciente y que ellos están dispuestos a renovar personalmente sus compromisos bautismales. El Obispo dice:
Acogemos con gozo a estos hermanos para que reciban hoy el sacramento de la Confirmación. _________________________________________________________________ Homilía o alocución 59. Entonces el obispo pronuncia una breve homilía, en la cual explica las lecturas que se acaban de proclamar, de tal manera que todos – confirmandos, padrinos, padres y toda la asamblea de fieles- logren una inteligencia más profunda del misterio de la confirmación; lo cual puede hacer con éstas u otras palabras:
Conforme lo narra el libro de los Hechos, los apóstoles, que en el día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo, en cumplimiento de la promesa del Señor, tenían el poder de perfeccionar la obra del bautismo por el don del Espíritu Santo. Igualmente, cuando san Pablo imponía las manos a los bautizados, venía sobre ellos el Espíritu Santo, y se manifestaba por el don de lenguas y de profecía. Los obispos, sucesores de los apóstoles, gozan del mismo poder y, por sí mismos o por medio de los presbíteros elegidos para este ministerio, confieren el Espíritu Santo a los que en el bautismo han nacido ya como hijos de Dios. En la actualidad, la venida del Espíritu Santo no se manifiesta sensiblemente por el el don de lenguas; sabemos, sin embargo, por la fe, que en forma invisible pero real recibimos ese mismo Espíritu Santo, por quien se difunde en nuestros corazones el amor de Dios y quien realiza en nosotros la unidad de la fe en medio de la diversidad de vocaciones y obra la santificación y la unidad de la Iglesia. El don del Espíritu Santo que ustedes van a recibir, amados hijos, será una marca o sello espiritual, que los hará, de una manera más perfecta, conformes a Cristo y miembros de la Iglesia. El mismo Cristo fue ungido por el Espíritu Santo cuando recibió el bautismo de manos de Juan y fue enviado a realizar la obra de su ministerio, para que derramara en la tierra ese fuego que es el Espíritu Santo.
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Ustedes, que ya han sido bautizados, recibirán ahora la fuerza del Espíritu de Cristo y serán marcados y sellados en la frente con su cruz. Se comprometen, por tanto, a dar ante el mundo el testimonio de la muerte y de la resurrección del Señor; así, su manera de vivir será, en todas partes, como el «perfume que proviene de Cristo», según afirma el Apóstol. En este cuerpo místico, que es la Iglesia, pueblo de Dios, cada uno es enriquecido con diversos dones por el mismo Espíritu Santo, para construir dicho cuerpo en la unidad y la caridad. A ustedes les corresponde ser miembros vivos de esta Iglesia; bajo la guía del Espíritu Santo, esfuércense por amar y servir a todos los hombres, a semejanza de Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir. Y ahora, antes de ser confirmados en la vida del Espíritu, renueven la fe que profesaron en el bautismo, o que sus padres y padrinos, a una con la Iglesia, profesaron en nombre de ustedes. Renovación de los compromisos bautismales 60. Terminada la homilía, el obispo, sentado, con mitra y báculo, pregunta simultáneamente a todos los confirmandos, que se han puesto de pie:
¿Renuncian a Satanás, a todas sus obras y a todas sus seducciones? Los confirmandos, conjuntamente, responden:
Sí, Renuncio. El obispo:
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra? Los confirmandos:
Sí, creo. El obispo:
¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre? Los confirmandos:
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Sí, creo. El obispo:
¿Creen en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que hoy, por el sacramento de la confirmación, se les concede de manera excelente, como a los apóstoles en el día de Pentecostes? Los confirmandos:
Sí, creo. El obispo:
¿Creen en la santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? Los confirmandos:
Sí, creo. El obispo asiente a esta profesión, proclamando la fe de la Iglesia :
Ésta es nuestra fe. Ésta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro. La asamblea se une respondiendo :
Amén. Si parece conveniente, estas palabras de asentimiento pueden cambiarse por otras semejantes, o bien se puede entonar un canto apropiado, con el que la comunidad exprese su fe.
Imposición de las manos 61. Luego, el obispo deja la mitra y el báculo, se levanta, y teniendo a su lado a los presbíteros que lo acompañan, con las manos juntas exhorta al pueblo, diciendo:
Oremos, hermanos amadísimos, a Dios, Padre todopoderoso, y pidámosle que derrame abundantemente el Espíritu Santo sobre éstos, sus hijos adoptivos, que ya han renacido a la vida eterna por el bautismo, para que los fortalezca con la abundancia de sus dones y, con esta unción, los perfeccione en su configuración con Cristo, Hijo de Dios. 31
Todos oran, por unos instantes, en silencio.
62. Luego, el obispo y los presbíteros que lo acompañan imponen las manos sobre todos los confirmandos, mientras el obispo solo dice:
DIOS TODOPODEROSO, PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE, POR EL AGUA Y EL ESPÍRITU SANTO, HAS LIBRADO DEL PECADO A ESTOS HIJOS TUYOS Y LES HAS DADO NUEVA VIDA , ENVÍA AHORA SOBRE ELLOS EL ESPÍRITU SANTO PARÁCLITO; CONCÉDELES ESPÍRITU DE SABIDURÍA Y DE ENTENDIMIENTO , ESPÍRITU DE CONSEJO Y DE FORTALEZA, ESPÍRITU DE CIENCIA Y DE PIEDAD, Y CÓLMALOS DEL ESPÍRITU DE TU TEMOR . POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR .
R/. Amén. Unción con el Santo Crisma 63. El Obispo se sienta y recibe la mitra. 64. Un diácono presenta al obispo el santo crisma. (Si hay varios presbíteros que ayudan al obispo en la administración del sacramento, un diácono o uno de los ministros entrega al obispo los vasos con el santo crisma, y el obispo entrega personalmente el crisma a cada uno de los presbíteros, que se acercan a él.). 65. Cada uno de los confirmandos se acerca al obispo (o a uno de los presbíteros), para recibir la unción. Si parece más conveniente, puede ser el obispo quien se acerque a cada confirmando (e igualmente los presbíteros que le ayudan). 66. Quien presenta al confirmando le coloca la mano derecha sobre el hombro y dice el nombre de éste al obispo o, si se prefiere, el mismo confirmando dice su nombre. 67. El obispo (o el presbítero) moja el pulgar derecho en el crisma y traza el signo de la cruz en la frente del confirmando, mientras dice :
N., R ECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO. El confirmando responde: 32
Amén. El obispo añade:
La paz sea contigo. El confirmando:
Y con tu espíritu. 68. Mientras dura la unción, se puede entonar algún canto adecuado. 69. Terminada la unción, el obispo se lava las manos (y lo mismo hacen los presbíteros que le han ayudado).
Oración de los fieles 70. Terminada la unción de los confirmados, el Obispo, de pie y sin mitra, inicia la oración universal o de los fieles, para la cual se puede usar la siguiente fórmula u otra debidamente aprobada: El obispo invita a los fieles a orar, diciendo:
Amados hermanos, oremos confiadamente a Dios, nuestro Padre; que nuestra plegaria sea unánime, como una es la fe, la esperanza y la caridad que el Espíritu Santo ha infundido en nuestros corazones. A continuación, el diácono, u otro ministro, propone las siguientes intenciones:
Por estos hermanos, confirmados por la efusión del Espíritu Santo, para que, enraizados en la fe y fundamentados en la caridad, den testimonio del Señor Jesús con su vida, roguemos al Señor. Todos:
Te rogamos, óyenos. El diácono:
Por sus padres y padrinos, responsables de su fe, para que, con su palabra y ejemplo, los ayuden a seguir fielmente a Cristo, roguemos al Señor. Todos: 33
Te rogamos, óyenos. El diácono:
Por la Iglesia santa de Dios, congregada por el Espíritu Santo en la unidad de la fe y de la caridad, para que, en unión con nuestro santo padre el Papa N., con nuestro obispo N., y con todos los obispos del mundo, crezca y se difunda entre todos los pueblos, roguemos al Señor. Todos:
Te rogamos, óyenos. El diácono:
Por todos los hombres, que tienen un solo Creador y Padre, para que se reconozcan como hermanos y, sin discriminación de raza o nacionalidad, busquen, con sincero corazón, el reino de Dios, que es paz y gozo en el Espíritu Santo, roguemos al Señor. Todos:
Te rogamos, óyenos. Pueden agregarse otras peticiones Finalmente, el obispo concluye con la siguiente oración:
Dios, Padre nuestro, que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles y estableciste que, por ellos y sus sucesores, se transmitiera a todos los fieles, escucha benévolo nuestra oración y concede a tus hijos participar, también ahora, de los dones que tu misericordia dispensara al iniciarse la predicación del Evangelio. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
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Rito de conclusión
Recitación de la oración dominical 71. A continuación, el obispo introduce la oración dominical con estas u otras palabras:
El Espíritu Santo, que se nos ha dado, da testimonio en nuestros corazones de que somos hijos de Dios: con plena confianza filial, oremos como el mismo Cristo nos enseñó. Y todos, juntamente con el obispo, recitan la Oración dominical, diciendo: Padre Nuestro...
Bendición final y despedida 72. Luego el obispo bendice a todos. En lugar de la bendición acostumbrada, se emplea la siguiente fórmula de bendición o bien la Oración sobre el pueblo que se indica más abajo. El obispo toma la mitra y dice:
El Señor esté con ustedes. El pueblo contesta:
Y con tu espíritu. Luego el diácono, si se juzga oportuno, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas u otras palabras:
Inclinen la cabeza para recibir la bendición. Entonces, el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice diciendo: El obispo:
Dios Padre todopoderoso, quien los hizo renacer del agua y del Espíritu Santo y los hizo hijos suyos por adopción, los bendiga y los proteja, para que vivan siempre en su amor. El pueblo contesta:
Amén. 35
El obispo:
El Hijo unigénito del Padre, quien prometió que el Espíritu de verdad permanecería siempre en la Iglesia, los bendiga y los confirme con su gracia, para que sean fieles en la profesión de la verdadera fe. El pueblo contesta:
Amén. El obispo:
El Espíritu Santo, quien encendió el fuego de la caridad en el corazón de los discípulos, bendiga y conduzca al gozo del reino de Dios a todos los aquí reunidos. El pueblo contesta:
Amén. El obispo toma el báculo y prosigue:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. El pueblo contesta:
Amén.
_________________________________________________________________
Oración sobre el pueblo 36
73. En vez de la anterior fórmula de bendición, se puede emplear la siguiente oración sobre el pueblo. El diácono, u otro ministro, dice:
Inclinen la cabeza para recibir la bendición. O bien otra monición semejante. Luego el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice:
Padre de bondad, confirma lo que has realizado en nosotros y conserva en el corazón de tus hijos los dones del Espíritu Santo, para que no se avergüencen de dar testimonio de Cristo crucificado y, movidos por la caridad, cumplan tus mandamientos. Por Jesucristo nuestro Señor. El pueblo contesta:
Amén. El obispo toma el báculo y prosigue:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. El pueblo contesta:
Amén. _________________________________________________________________ El Diácono despide a la asamblea, diciendo :
Vayan en paz Todos :
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Demos gracias a Dios
38
Confirmación de un enfermo en peligro de muerte 74. Normalmente todo bautizado debe llegar a la plenitud de la inicación cristiana por medio de los sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía; por tanto, el fiel cristiano que está enfermo en peligro de muerte, si ha llegado al uso de la razón, debe ser exhortado a que, antes de recibir el viático, sea fortalecido también con el sacramento de la Confirmación, previa una necesaria catequesis, según las posibilidades. 75. Sin embargo, la Confirmación en peligro de muerte y la Unción de los enfermos no se deben conferir, de ordinario, en un solo rito conjunto. 76. Al niño que no ha llegado aún al uso de la razón se le debe conferir la Confirmación observando los principios y normas indicados en el ritual del Bautismo de los niños. 77. Siempre que las circunstancias lo permitan, debe celebrarse el rito en su totalidad, tal como se ha descrito anteriormente. En caso de urgente necesidad 78. En caso de urgente necesidad, el ministro de la Confirmación impone las manos sobre el enfermo, diciendo :
Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, por el agua y el Espíritu Santo, has librado del pecado a este (a) hijo (a) tuyo (a) y le has dado nueva vida, envía ahora sobre él (ella) el Espíritu Santo paráclito; concédele espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, y cólmalo (a) del espíritu de tu temor. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén. 79. Luego moja el pulgar derecho en el crisma y traza el signo de la cruz en la frente del confirmando, mientras dice :
N., R ECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO. El confirmando, si puede, responde: 39