libros Poesías completas pletas y algunas algunas prosas prosas de Luis Cardoza y Aragón \
Fondo de Cult ura Económica Mé xi co, 19 7 7, 669 pp.
e leído con pasión y con mucho detalle este libro de Luis Cardoza y Aragón. Me he quedado convencido de dos cosas: primera y principal de que se trata -10 sa bíamos bíamos ya todos pero lo decíamos decíamos poco- de un gran poeta; segundo, de que, después de leer poema tras poema es casi imposible hacer una reseña aun limitándome, como lo hago, a la poesía en verso. Las notas y anotaciones se han multiplicado y tengo en mis pa peles y tarjetas tarjetas material material más para un estudio que para una nota. Si me decido a escribir sobre la poesía de Cardoza, lo hago únicamente con un afán: el de reafirmar que su obra es de las mejores que ha producido la generación del 27, generación a la cual todavía pertenece Cardoza a pesar de haber nacido en 1904 y ser el exacto contemporáneo de Miguel Angel Asturias y de Coronel Urtecho. Luna Park (1924) es una muestra brillante, brilla nte, personal, perso nal, juvenil, juveni l, irónica, irónica , alegre, a veces meditativa, de lo que, a falta de mejor nombre, llamamos vanguardismo. El primer poema del libro está dedicado a Ramón Gómez de la Serna; nada raro hay en ello porque, porque, como lo observa en su excelente prólogo a este libro José Emilio Pacheco, Gómez de la Serna es “el padre de la vanguardia vanguardia en lengua lengua española”. Algo hay de futurismo en este libro primero: “Quien no está en el futuro no existe”. Algo hay también en él de estas fulgurantes sorpresas imaginativas que preconizaban los “ultraístas”:
H
3 2
D íj el e un pi ropo, ro po, Cohete de Lu z, Y eso eso fue to do.
libros libros
seis tomos, no han encontrado una sola imagen de esas en que hay un ardite de radio. Cardoza y Aragón es copioso en ellas. Aparecen cuando pregunta: “¿Por qué no pondrán metro en las catacumbas?“; cuando ve en el Arca de Noé “el primer circo del mundo. . . ” Y, en efecto, este torbeael st rom es es llino que acaba siendo M ael un torbellino de imágenes. Lo dice Cardoza: “la imaginación es omnipotente” y puede así crear civilizaciones rotas, fragmentos de una vida, violaciones, raptos . Aparecen aquí Picasso, Cézanne, Charlot, los Arlequines, el ballet ballet ruso: todo lo que dio vida a los, años de 20 y 30. Pero si la poesía primera de Cardoza y Aragón es sobre todo inventiva, fragmentaria -fragmentos de la realidad omnipotentemente soñada-, un fuerte cambio se produce a partir de Qui nt a estación estación (1927-1930). El verso cobra forma e incluso formas clásicas. De Qui nt a es est ación en adelante, Cardoza y Aragón empleará, indiferentemente, el verso clásico y el verso libre. Cuatro estaciones. ¿Cuál es la quinta? Es la de la vida interior; la de la penetración del poeta por las cosas, el hacerse “mental” el mundo; es la de la soledad creadora,: “solo con mi yo más yo que yo mismo”. Dos ex perien cias parecen parece n volverse volver se centrales centra les en la obra de Cardoza a partir de esta estación quinta: la “angustia”, el “naufragio”, ambas tan frecuentemente simbolizadas por la variedad de manifestaciones de la rosa, de los trópicos, del paso de los tiempos:
l i b r os Pero acaso lo que más interese en Lu na Par k sean: sean: l- el sentimiento de soledád que no abandonará nunca al poeta, a este poeta que, siendo marxista, nunca ha querido sucumbir a la poesía propagandístic propagandística; a; 2- la idea de que nada es del todo definible (“Como si interesara definir todas las cosas”); 3- el paso del tiempo; 4- el carácter cortado, astillado, anguloso, nunca del todo acabado de prácticamente todos los poemas de Luna Park. El mundo es una feria: “la feria del mundo”, y el poeta, no sin precisión ni furor, penetra en esta feria a sabiendas de su soledad; a sabiendas tam bién -y esta será una de las constanconstantes de su poesía más madura- de que la vida es trágica y que el poeta no aca ba nunca de conocerla: conocerla:
Si n saber saber na da de la f eri a del mundo A nt ol ogía de d e cosas cosas pasaj eras: ra s: Nada, poemas, po emas, r osas, osa s, días. Nada, Nada Todo es tiempo, todo es paso; soDel Del Luna Park lamente permanece el minuto, solaEnorme, mente queda el instante: el “Tal vez” Fant ást i co, de un “Ahora” que se sabe mortal. Se Tris t e. entremezclan la realidad y el sueño (también la realidad y el deseo de CerM a e l s t r o m (1925) es a la vez un nuda que Cardoza comenta en uno de relato -el de la vida de Keelvy- y un sus poemas más recientes). poema, parcialmente parcialmente escrito escrito en prosa, Regresa Cardozo a veces con ternu parcialmente parcialmente en verso. En el prólogo ra a su niñez en Cuat ro poemas de i n- al libro escribía Ramón Gómez de la fancia (193 1). Cardoza vive su tierra Serna: “ ¡Cuántos a través de obras en en su largo exilio mexicano -exilio
que lo hace tan mexicano como es mexicano Carlos Mérida-. Pero el recuerdo (“me gustas como estás en mi recuerdo”) no hace sino revelar nuevamente que somos tiempo, que todo es únicamente paso y soplo:
En ti vi víel m omento d e un gri t o, ausent e por el v uelo de un pájaro. La temporalidad humana -que na da puede esperar después de la muertese acentúa en Entonces, sólo entonces (1933). Se unen hombre y piedra pero la piedra se convertirá en tiempo y en tristeza:
En la pi edra r eposa l a sangre no naci da La t risteza de l os hombres fut uros. Más temporal: también más indefinida esta vida humana que es un “per petuo Tal Vez”. Hay que volver al paraíso perdido, (“¡Paraíso perdido, / rescatarlo”), un mundo en el cual las piedras se humanizan y quieren “sufrir”, “amar”, “reír”, “soñar”. Un “segundo” ve Cardoza y Aragón el Paraíso. Pero el Paraíso está ausente, “se ha marchado hacia donde señala el ángel”, y ya no queda, -recuerdo y tiempo- sino la “nostalgia de desterrado” (no sólo desterrado de un lugar, Guatemala, sino del mundo). El poeta busca la Esperanza, pero la esperanza huye. Solamente, “entonces, sólo entonces. . . ” en un futuro indeterminado (¿en esta tierra? ¿en alguna no-tierra?) “cuando todo sea gratuito y nada recompensa” el poeta encontrará, lo que no sabe que quiere porque “siempre lo encuentro”. Se acentua la Soledad (1936), se sabe ya que “no hay fruto ni tierra prometida”, que “la piedra tiene com pañía /pero el hombre busca su patria”. Solamente alcanza a encontrarla algunas veces en el sueño o en la imagen del mar que logra “sólo y embotellado, coronado de adelfas,/ triunfante liberarse en las gaviotas”. ¿Qué le queda al hombre? La vida. Le queda el presente y le queda la posibilidad de liberarse por las vías del sueño, del silencio y de la metáfora:
sentido de la palabra- es tan intensa, que la poesía de Cardoza, pesada y pensada, estalla en metáforas, estalla en mitos, crea presencias en este “Ahora” que no es la eternidad. Gran poesía. También poesía com pleja porque hay en ella muchas imágenes subjetivas, que si no son herméticas -la palabra hermetismo es demasiado fácil- son por lo menos revelaciones de algo escondido: la vida, la muerte, el sueño: de Luna Park a A r t e poé t i ca (1960-1973). Pero insisto, una nota como esta no pretende ser sino sugerente. Hay que leer Cardoza y Aragón para damos cuenta de que es uno de los grandes poetas de nuestra lengua. Y esto hay que hacerlo lentamente como lento y largo sería un análisis de su obra. Solamente un comentario final. Conocemos a Cardoza y Aragón como crítico de pintura. Ya en una ocasión escribí, y escribe Pacheco algo similar en su prólogo, que Cardoza es poeta no solamente en Su prosa, si no en sus ensayos sobre la plástica. Mejor dicho, estos ensayos son posibles porque Cardoza es, escencialísimamente, poeta. Por esto me gustaría terminar esta nota con una frase del poema Un a ma ndari na d e Lui s García Guerre- ro : “Pintar una mandarina: restituirle su absoluto. . . Es un copo de eternidad”.
Reali dad m et áfor a del l enguaj e l l amo a l a l una sol y es de día. Cuajada de imágenes, la poesía de Cardoza y Aragón se dirige -saeta y obsidiana- al “Absoluto unánime en un cuerpo”. La pasión -en el doble
Ramón Xirau.
Díalogos de Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato Emecé Buenos Aires, 1976, 198 pp.
Entre diciembre de 1974 y marzo del 75, en Buenos Aires, Borges y Sábato celebraron siete pláticas por iniciativa y en presencia de Orlando Barone, quien ha compilado con esos diálogos un li bro de discurso ameno, drama sutil y hermoso espíritu didáctico. Al margen de “las noticias cotidianas, fugaces” de una situación política que rueda la pendiente hacia el caos y la violencia, los poetas se erigen academia en la calle Maipú y hablan de literatura, música, teología, color local, sueños. Superficialmente podría creerse que rehúyen su papel histórico; el mínimo detenimiento permite ver que lo cumplen a fondo. Pues aparte de que, como se asienta al principio, “sólo puede hacerse arte grande en absoluta libertad”, la mera existencia de ocasiones como esta semana de sá bados que dos maestros dedican a de partir en función de un discípulo atento, significa que la conciencia civilizadora sigue marcando un centro al mundo que la barbarie desintegra; da un sentido a la experiencia argentina y, en tanto ésta es un modo de vivir la experiencia americana, revela una alta actitud cívica vigente en todo el ámbito que se abarca al decir nuestro. Sábato la expresa sugiriendo que la gran misión del arte es preservar la cordura de la comunidad, y antes llega a explicitar América Latina -para tropezar con la reticencia de Borges:
E
Sába t o . . . No cabe duda de las diferencias que hay entre un argentino y un mexicano, pero formamos una unidad. . . . Borges No sé. . . Nosotros no tenemos ni indígenas ni negros. Sába t o Pero nos liberamos al mismo tiem po, con los ideales comunes de la Revolución Francesa. Y ahora tenemos infinitos problemas en común y necesitamos realizar la última
3 3