HABLAN LOS OJOS DE NAZIM HIKMET
EXILIO
Sobre mi mano, la mitad de una manzana brilla. La otra mitad está sobre una mesa a miles de kilómetros de aquí. Es imposible morder esta mitad sin que duela el vacío.
Expulsados de la selva del sur de Sumatra por los hombres que vienen a poblarla, 130 elefantes emprendieron hoy una larga marcha de 35 días hacia la nueva ciudad que les fue asignada. No hay sitio para los elefantes. Ayer los expulsaron de la selva en Sumatra, mañana alguien les impedirá la entrada al Unión Bar. Yo integro esa manada hacia Lebong Hitam, yo sigo a la hembra guía, cargo con la joroba de todas mis valijas sobre las cuatro patas del infierno. Llegarán a destino –dijo un diario en Yakarta. Los colmillos embisten telarañas de niebla. Llegarán a destino, viejas empalizadas que sucumben bajo mareas de carne. Llegarán -dijo el diario. Más la estampida cruza por suelos pantanosos y mi patria –la mía- es sólo esta manada de elefantes que ha extraviado su su rumbo. ¡Guarde celosamente la selva impenetrable este ulular de bestias! Tambores y petardos, acompañan. Algo de todo el polvo que levantan, es mío.
ALGUNOS CONSEJOS DE DOÑA LEONOR A SU HIJO EL POETA No permitas que ella cruce el jardín de la palabra solo, que descorra cortinas de tu sombra o que apoye su olor en los peldaños. Podría ensuciar los muros con leyendas. Podría dejar dos velas encendidas y la palabra solo nunca presta su almohada. No compartas el taxi ni el pañuelo. Vigila noche y día. No le entregues la llave de la puerta. No atiendas el teléfono. Si te mira, no mires. Que ella no ponga un pecho en esta casa. De Bestias en un hotel de paso (2002) I La selva está hecha a lápiz, punta fina sobre papeles rotos, garabatos que se alzan en el aire y cajitas de música y el oso perezoso. Una lágrima verde rueda sobre la lengua del jaguar. Tierra tatuada, selva con la palma en el centro que en un aire de reina rein a despliega su penacho, su cabellera de hilos, su serena ebriedad. Abajo, el viento junta restos del universo.
ORACIÓN PARA UN EXTRANJERO VI Lluvia, somos dos extranjeros, mi nombre como el tuyo es una travesía, un deambular por puertas cerradas para siempre. La gente entra en mi sueño como por otra casa y tus breves colores se deshacen contra el olvido, pero ya lo sabemos, no hay nada que tratar con su navaja, nada que preguntar en sus regiones.
Lluvia, somos dos extranjeros, nos separa una herida. POLVO PARA MORDER I A veces la palabra como una copa rota donde morder el polvo y otras veces un agua de alumbrar. Asomada a los cielos, la palabra, es un tambor de polvo deshecho al primer golpe. remando en el infierno, la palabra, es un agua posible sobre un manto de cólera. Entonces, la palabra, ¿polvo, para morder en la oscuridad?¿Agua, para alumbrar este cuerpo callado? III Bésale las piernas a la poesía aunque diga que no que aquí nos pueden ver. Bésale las palabras, hurga su lengua hasta que abra los brazos y diga ¡Santo Dios! o hasta que santodios abra los brazos br azos de escándalo. Bésale a la poesía a la loba aunque diga que no que hay mucha gente que aquí nos pueden ver. Bésale las piernas las palabras hasta que no de más, hasta que pida más hasta que cante. CORRÍA EL AÑO 1917 Magro, cetrino, casi hierático, me pareció un árbol deshojado. Su traje era oscuro como su piel oscura. Ciro Alegría Un Santiago de Chuco de labios apretados lo ve pasar y dice: como si la victoria y la derrota comieran de su plato y dice: como un hueso escarbando en el habla de nadie, ¿y tanto t anto así?
Pasa un zumbido un triste alguna capa un capellán un globo sin su niño un ala que saluda las tardes son iguales aquí pasa Vallejo navegando en el polvo de las demoliciones. Como si la victoria (se lo dije) como si la derrota (¿no le digo?) comieran de su plato y él escupiera el plato porque un dedo de sangre va abriéndole los ojos porque por que hay un aguacero que se lo lleva todo. Pasa el maestro de escuela por las calles vacías. Una mano cortada lo lleva de la l a mano.
HADA Se alimenta de carne de venado, de hojas grandes y verdes, pero vomita nieve. Se desliza a gran velocidad, sube a los altos picos y mcuenta lo que todos callamos. ¿Podría patinar sobre un pie? ¿Dibujar en un pie? Voy a decirlo de otro modo: la Sordomuda pasa con su cuerpo ladeado para recuperar el equilibrio. Aquí todos la aclaman: acl aman: “no hay palabras, es única”.
Con su pasamontañas se desliza. Clava sus espolones y mi lengua aterida se enrolla en viejos miedos. Y así ella se alimente de frutas amarillas o de peces plateados, siempre vomita vomita nieve. Cuando vomite al bosque, yo lo conoceré. Ahora está en la pendiente: “no hay palabras, es única”. Yo rito del trineo, con mi hocico escarchado poco puedo decir. Para ella los aplausos porque puede bailar, dar vueltas como un trompo. Y si se lo propone, podría leerle los labios a un muñeco de nieve.
DIÁLOGO EN UNA ESTACIÓN DE TRENES -Escribir es, de alguna manera, ir a una cita. -¿Con quién? ¿En qué lugar? ¿A qué hora? -La misma expectativa, el sudor en las manos, la mente en blanco, la página igual. -Pero él, ¿escribe? -...y marcó el número y concretó la cita y escuchó aquella voz como bordada en todo el cuerpo. -¿Pero cuál? ¿Pero quién? -Hay fotos de revistas, hay rumores. -¿Cuándo? ¿En qué lugar? -El entra al baño, se peina, se despeina, se perfuma y ya decidido va a pedir un café. -Es temprano, ¿verdad? -El reloj es un inválido que cuenta historias crueles. -Siga, siga. ¿Por qué? -Ella cruza la puerta, endiablada, entalcada, ella avanza atareada, en fin, pintarrajeada. -Por favor, continúe. -No hay palabras, es única. -¿Y él? -Ya se puso de pie y le estira una mano. -¿Y ella? -Pasa ligero, dice "no lo conozco". ¿A ESTO LE LLAMAS AYUDARME? Yo dije "bésale las piernas a la poesía". Y también "bésale las palabras". Yo dije "hurga su lengua". Y dije "hasta que abra los brazos". Yo dije "bésale las piernas, las palabras". Y dije "hasta que no de más". Y "hasta que pida más". Y dije "hasta que cante". A qué alegar ahora si ella en verdad cantó.
¿Fue un sueño? ¡Qué más da si era mímica y disco, si era patraña y ruido! Sé que la oí cantar, ¿qué cambia que hubiera sido de otro modo?
OASIS Caminé en el desierto de tu lengua. De cada polvareda hice un recuerdo grato. De una piedra redonda, un amuleto. De las verdes tormentas hice un bosque. De cuatro lagartijas, un amigo. Caminé, ¿Para qué? Si el que habla de estas cosas es apenas el viudo de tu lengua. ¿Para qué?Caminé, Caminé. El bosque, el amuleto, el amigo, el recuerdo, son puñados de polvo. ¡Tanto excavar por una sola perla de agua! ¡Todo mi harén es una Sordomuda! NOTICIAS DE UNA MUJER CUALQUIERA entramos a la pieza casi sin reconocernos sus ojos eran pactos de ternura y violencia yo la miraba todo el tiempo habrá pensado en mi cansancio habrá pensado -está borrachohabrá pensado en irse pronto habrá pensado tantas cosas me acerqué a sus dos manos sin dejar de mirarla desde mi soledad hasta su boca habrá pensado en enojarse habrá pensado -no es un hombrehabrá pensado ¿en qué quedamos? habrá pensado tantas cosas
cuando entró el sol cuando se fue desde mi boca hasta su adiós y aún en el viaje de regreso habrá pensado tantas cosas habrá pensado tantas cosas.
ENSAYO BREVE SOBRE LA HONESTIDAD POÉTICA no es que los poetas mientan es que los mentirosos quieren hacer poesía
CARTA DEL SUICIDA lo poco que he vivido me ha hecho perder demasiado tiempo
UN HOMBRE Un hombre se me viene cayendo por la sangre con una copa rota entre los dientes no soy yo somos todos la soledad el tajo de odio en la memoria somos un hombre se me viene derrumbando por la oscura saliva del silencio salpicando mis ojos con antiguas cucharas lágrimas que él inventa cuando pisa los charcos de mi sangre un hombre se me viene cayendo por la herida no hagan música o fuego no soplen ni respiren quiere decirnos algo
hay un sur de rodillas preguntando dónde estábamos todos cómo fue que dejamos crecer la indiferencia para que de una puerta salga el enceguecido tirando puñetazos al aire echando espuma por la boca un hombre se me viene cayendo por la sangre con pasos de borracho no hagan ruido no escupan no demoren quiere decirnos algo. ARDER Cuando nos besamos trituramos un ángel. Su última voluntad será nuestro nu estro deseo. Tiempo habrá para escupir sus vidrios vi drios de colores, su sombrero de plumas, barajas manoseadas por tahúres y ahora hay que hacerlo entrar, ofrecerle licor (que él viene de morirse), acercarle una silla (que lee en la oscuridad). Dirá sus baratijas, su forma de guiarnos al secreto de la vieja estación. Dirá que el vino está hecho de hojas secas, que puede hacer un fuego con tu rostro y el mío. (Ni un centavo de luz a su trabajo). Cuando nos besamos desollamos un ángel, un condenado a muerte que va a resucitar r esucitar en otras bocas. No tengas lástima por él, sólo hay que hincar el diente y triturar al ángel. Abrir tus piernas blancas y darle sepultura SIEMPRE ESTOY COMENZANDO ESTE POEMA de «LOS ESPANTAPAJAROS SUICIDAS» (1974) siempre estoy comenzando este poema pero claro llaman a las puertas las voces cotidianas
o se cae a pedazos el día diecinueve o se me sube rosi a las rodillas o caigo en la guitarra buscando no sé qué siempre estoy comenzando este poema pero llegan recuerdos de una ternura un día o me sirven café o voy a ver al boby que está ladrando mucho siempre estoy comenzando este poema y escribo una palabra y ya viene la tarde con su naufragio entonces pongo la ternura en una botella para que alguien recoja pedazos de mis ojos siempre estoy comenzando este poema pero llega la noche quiero decir tu pelo mojado quiero decir que crezco y que salgo a caminar c aminar tu nombre. LA MUJER DEL PROJIMO de «MUSICA DE FAGOT Y PIERNAS DE VICTORIA» (1980) I Llegó al cuarto entre asustada y no su piel había memorizado calles para que yo esta noche las caminase c aminase todas. Llegó invadida de cebolla y pena, de fiebre del pequeño y vecinas absurdas. Llegó cansada de saludos breves, preguntarse por qué a tanto silencio. Necesitaba que esta noche sus hombros arriben a otro puerto, sus manos algo lejos del filo de la escoba, su pelo rojo en otra almohada. al mohada. Entonces comprendí que la mujer del prójimo es ajena, incluso para él. II No unté mis ojos con el paisaje de los tuyos, ni desordené el día para que aparecieras,
ni he juntado tus ruidos con mi boca para que no doliesen las preguntas, ni siquiera me llamo como dices, pero puedes quedarte, hay un poco de sopa, algo de vino, afuera está lloviendo en otro idioma. OJOS DE LA PALABRA a Octavio Pineda La palabra, fogonazo entre el deslumbramiento y el hartazgo, viaja sobre los hombros del enigma. Estrellas que atraviesan usinas de ceguera, correntadas de nadie. La palabra es iguana en la roca calcinada, una pata en el aire, la otra en el infierno. Su cuerpo breve da una sombra inmensa. Quieta no se está nunca por el fuego cruzado de la sangre. Un chasquido de lengua la echa a andar por baldíos donde lo ruin humea y pudre el aire. A horcajadas, con los ojos vendados, entre bolsas de estiba, dientes de nicotina y un corazón sin aparente anhelo que acampa en el vacío. Esa palabra lleva en su aliento un viaje, un detenerse, un continuar. Sus patas diminutas lo tocan todo por primera vez. LA TORRE ROJA Avisos luminosos se encienden y se apagan. Sobre la torre roja me toca vigilar: cada chispa en la almohada,
la boca de mi madre con dos vueltas de llave, las palabras que cuentan y los lo s días contados, las linternas que talan la noche de los sueños, las vísceras al aire de la selva. Se encienden y se apagan marquesinas. Me toca resguardar: la lengua en llamas de la sordomuda, el camino salvaje, las ollas donde hierve sus colores el bosque, las cartas del exilio que te rompen la boca y el que maquilla espejos con estrellas de talco. ¿Y los escombros que acarrea el insomnio? ¿Y el ahogado golpeándome la puerta? ¿La que busca en el horno la rosa de la muerte? Sobre la torre roja yo vigilo. El ojo del patrón engorda el ganado. ANIMALES BORROSOS Muñón obsesionado, cede el paso, hay que entregar entregar un sueño, muerto y alerta, alerta, tiritando. Hurga entre los vendajes del aliento, respírale en la cara al infortunio y acuéstate a dormir junto j unto a los animales borrosos del enigma. Interroga despojos del silencio en los huesos quebrados del poema, sube a los carromatos donde viaja la orquesta con su tos de perro, busca un trofeo de aullidos en el océano de la noche. No alimentes palabras como plantas carnívoras ni remiendes plegarias.
Calcula con navajas el azar y separa las hebras del deseo. Luego, a lo tuyo: escribirlo como la bestia, corregirlo como la bella. Hacerlo y deshacerlo con tu puñal al cinto y el oído en el polvo donde murmura el rastro de la l a presa y habla una estela de humo. A esa ferocidad habrá que desollar, arrancarle colmillos, arrebatarle el cuero, las aletas, desplumarlo y hervirlo hasta que se consuma y solamente quede al fondo de la olla, polvo de una pregunta. APAGONES I Apagones, pantanos. Me despierto empujando cifras de la catástrofe, c atástrofe, puertas cerradas, animales de pelambre espesa. Me levanto empuñando horas vacías, soles cuadrados, muebles viejos. Lo mío es empujar los troncos desmayados a mitad del decir, los caracoles de la desmesura. En un mundo de cosas, al día hay que empujarlo como a un hogar en ruinas. Apagón, pesadillas que viven debajo del vendaje y voces engrilladas a la pata de un barco. Me acuesto tras ordenar el hielo
y despierto empujando las altas torres de osamenta y furia. ASTILLAS ¿A qué va uno al espejo? A preguntar, a inquirir el anverso, la faz, a investigar por uno, a rastrear la fachada, el asunto es el mismo: interrogarse. Solo atiende preguntas el espejo, abre ventanas solo a ese llamado. ll amado. Su respuesta es gruñido, un murmullo de noches arrugadas. Ese despeñadero te pisa los talones. II Entre cuatro navajas ondula un río de lava. III El espejo se pudre. Lo vi con estos ojos que ya no son lo mismos. IV Quien observa al espejo visita una memoria. Las brasas del que mira se hunden en el desierto. V El espejo reúne lo que el viento dispersa. Cuaderno del suicida Mis pies parecen palas. Y mi lengua y mis manos tienen forma de palas. Si me viese al espejo vería solo una pala.
Todo lo que yo haga tendrá forma de fosa. ALEJANDRA PIZARNIK ABRE SU CUADERNO DE APUNTES El hombre que saca la l a cabeza del agua, es un pez y se asfixia. El pez que mete la cabeza en el agua, es un hombre y se ahoga. El poeta escribe en la línea del agua, y se asfixia, y se ahoga. Autoplagio Latigazos de sombra desordenan tu cuerpo, en la fotografía donde te estoy pensando, y soy el extranjero que descubrió tu rostro y se animó a escribirlo, que era como besarlo. Besos La vida no es la cara ni el llanto de la cara ni la mano ni el golpe de la mano en la cara ni el viaje de la mano ni la estéril huida de la cara es el hilo de sangre que sale de tu boca. EL ÁNGEL DE LA MUERTE Oigo pasos ¿será la boca de tiznar y el navajazo en pleno rostro? Así te acechan como ¿será la l a antorcha de otra voz que va sobre la tuya? Escucho pasos y ¿será ¿ será el escupitajo en la tela de araña de tu infancia? Así te azuzan como ¿será la cruz al rojo en tu
mejilla? Oigo pasos cerca de ¿será como esos guantes rozando tu estación? En la memoria hay una puerta rota. Los sueños son distintos y el final es el mismo: el asesino que te besa. ELLA Viene despacio entra tropieza con mi tos con mi costumbre de dejar la nuca en cualquier parte viene despacio ordena mis silencios desata las palabras necesarias recibe la correspondencia de mis ojos viene despacio a tender sus manteles de ternura viene despacio apenas hecha humo para no despertarme se abre paso entre vasos arrojados al día retratos de mujeres noches de bronca y noches de ginebra viene despacio con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles viene despacio entra se arrodilla al borde de mi alma y junta los fragmentos de mi risa después... se vuela azul como la tarde. t arde.
Un país que asoma su cabeza deforme en una carta, y va a darse a destiempo, nada es lo que esperabas. Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá sucio de odio. Bailamos entre los escombros de una cita. Dibujamos una taza de café en el desierto. Vivimos de sumar y de restar: lo que te da el amor, lo que te quita el miedo. mi edo. Al final nos entregan los huesos de un perfume. Aún así persistimos. En alguna montaña vive un pez resbaloso. Entre números rotos se desliza una estrella. EXILIO Un hombre enterrado en las arenas del exilio donde se hunden sin chistar mujeres rojas y tiendas de lentas humaredas, y una espada se empera y una silla en desuso. Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece una copa de vino, por las llamas del sol que lo despedazaron. Y va a pique la mesa donde alguien escribió moriré tal vez muy lejos de mi idioma Y Artaud canta parado en un caballo c aballo blanco. Entonces, ese hombre es polvo de su voz. HILACHAS
ENVÍOS Todo lo que se da llega l lega a destiempo. No existe otra manera. Entre el ojo y la mano hay un abismo. Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
Es el silencio el guante de una voz? ¿Se podría tocar? Recordaríamos el silencio de un día cualquiera cuando niños? ¿Acaso vuela al ras del suelo? El poeta que se llama a silencio, ¿va
voluntariamente o el silencio lo llama? El que calla, ¿otorga? Son respuestas que yo no puedo pregunta pr eguntar. r. No le temo al silencio, aun cuando se estrelle con sus alas de polvo en mi ventana. No da miedo escucharlo. Tengo miedo de verlo. HISTORIETA La niña abre el baúl y una mano le echa tierra en los ojos. Ella dice: ¡qué hermoso paisaje! Ahora mezcla pinturas, revuelve los vestidos de tías adornadas con juegos de palabras. Se amorata, se luce angelical, gira gir a mangosta, novia de esparadrapo, se mira en los espejos que trabajan sin que nadie los mire. En este último cuadro la niña se pinta y se despinta, aparece y se borra. Yo cierro el libro de cuentos infantiles pensando que mi lengua es esa niña Sordomuda, probándose vestidos a la hora en que los demás duermen. ILUSIÓN Está dormida, sueña, sus párpados esconden un aplauso cerrado, un puñal de hojalata, hojalat a, un castillo de mimbre. Seguro que en su sueño alguien está soplando un almohadón de plumas y ella viaja y visita. Los 33 Billares o El Blanquita (Hoy: Los Imperio, Ana Libia, Los Tres Ases, Paco Miller y su muñeco don Roque), y trae una botella en cada c ada mano.
-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes? -Nadie lo sabe. -Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de tí? -No lo sé. -Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela. Pero ella está borracha y lo que sueña es tan vertiginoso que no puedo seguirla. Habrá que adivinar, mis ojos fijos en su cuerpo que se estremece, se sacude, que respinga, que tiembla, como una telaraña en la cuna vacía. LOS PAPELES DEL NADADOR I Si el nadador tristea, todo el mar es su lágrima, todo el ruido del mar es su tonada, todo el mar es de vino. II Prueba otra vez, prueba una y otra vez. El nadador sube hasta el trampolín, entre las nubes altas, los aviones que escriben en el cielo con humo, las bandadas de patos. Ya está en puntas de pie, ya flexiona las piernas, estira bien los brazos. Prueba otra vez, una y otra, una y otra, se concentra, respira, el agua hace silencio. La ventolera tira sus manotazos y le arranca el gorrito de baño, escupe en su antiparra. Pero él insiste y otra vez, prueba una y prueba otra. Es un ovillo el nadador entre las nubes altas,
el humo que dejaron los aviones, las plumas de los patos que emigraron al norte. Puntas de pie, no vayas a fallar. Vuela en picada el nadador, su dibujo es perfecto, su boca entra al desierto. III de ser posible, leer con música de fondo de Bob Marley Mal rayo me parta, e cielo está muy resbaloso, el vino escaso, la caricia extraña en estos días,tu nombre llega como un golpe gol pe de vino a la cabeza,mal rayo me parta en tan inoportuna ocasión. Simulo leer un diario bajo el aguacero de tu cuerpo,bienganado el diluvio, malhaya la tormenta, pasa un cuerpo flotando bocabajo y mal rayo me parta tan lejos de tu cuello. Los cielos se mezclaron en tu boca pequeña, los gatos se revuelcan en tu mano, adelante el insomnio es un campo minado, hay besos enterrados que pueden estallar. Corro a campo traviesa con fósforos mojados, ¿qué es esta polvareda sino un fantasma tuyo? El futuro es un traje tr aje pero para otro cuerpo, los espejos del bar no preguntan por mí. Hoy cargo mis valijas por el fondo del mar, tengo pocas palabras mis dos lenguas tropiezan dentro de una botella y mal rayo me parta en tan inoportuna ocasión. IV
una estrella aplastada por algún tren carguero, yace en el fondo, extraña, entre una multitud de formas ondulantes. Alguien tejió esa piedra para que te miraras con tu viejo sombrero, tu sonrisa maltrecha. Alguien dice tu nombre en la oscuridad de esa piedra, y te narran girando por los espesos caldos del alcohol. Se agotó la paciencia de tus labios l abios que ahora viven adentro de una piedra. Los pliegues de tu miedo van a pudrirse allí. Tu quieres preguntar y para preguntar primero hay que morirse. Nadie puede bailar en esos pasadizos. Nadador, mira como se apagan tus gestos en los bordes redondos de esa piedra. Empolla en esa piedra la canción del naufragio. OLAS Tu corazón es una taza diminuta, dimi nuta, y es la única taza que precisa dos bocas, y es la única boca que no se vuelca nunca. Enormes olas, locomotoras de agua se desploman cerca de tus labios de Grecia. Pero esto es Isla Negra y enfundada que vas en un abrigo hecho para otro cuerpo, hecho para otro clima. Pero siempre en tus ojos brillando bril lando una tacita. Entonces, hay un hombre encerrado en los papeles de la noche. Sus vagabundos quieren levantar esa taza, como los deportistas a sus copas doradas. PORDIOSERA
Nadador la verdad es una piedra pulida por el agua,
No es la musa cantora ni el pájaro chillón,
ni el muñeco parlante ni la dama que dicta. Es una Sordomuda, que te muestra la lengua por sólo una u na moneda. La lengua está vacía. La moneda tiene que ser de oro.
Los días fueron como trapos tr apos mojados en los pies. Habité días feroces porque perdí palabras. Eran contadas y eran, al fin, las que contaban El tiempo es implacable. El que pierde palabras tiene los días contados.
SUCESO VIII TELENOVELA a veces soy la voz del otro lado del teléfono a veces un aliento una ciudad enorme donde te encuentro a veces por supuesto una fecha un saludo que cruza el cielo velozmente dos ojos que te miran mir an un café que te espera después de la llovizna una fotografía una mano en tu mano desesperadamente una canción etcétera y siempre o casi siempre nomás ese silencio donde solés colgar tus prendas íntimas. SUERTES Azar no es arrojar una moneda al aire. Ni siquiera esperar el cara o cruz.. Azar es atrapar la moneda en el aire y huir sin dejar rastro.
Sordomuda yo cargo las valijas, yo compro los boletos, y soy tu catador, el señor de las flores, tu pareja de baile en el salón Colonia de México D.F. Yo soy tu lazarillo y te compro historietas y soy tu guitarrista, el chofer de tu almohada, a veces el jinete, a veces el caballo. Mudita de mi alma yo te elijo perfumes y te exhibo como el Príncipe Orsini al luchador Jacob, "La Bestia", en un cine mugriento. Y soy el del retrato, tu instructor, tu pupilo, el cara de payaso, un pasajero en tu sudor apenas, Sordomuda, el que reza en tu cuerpo. LAS SEIS Y LÁGRIMA
Justo a las seis, en punto, vendrá a buscarte la ciudad SUMA y esta vez quizá el apuro Los días no contaban para mí, no te deje ni lavarte los dientes. bastaba la palabra. Te busca día a día Yo escuchaba en cuclillas cómo alguna con sus codos mojados, palabra conversaba con otra. sus ojeras de niebla, No contaban los días. Pero extravié palabras y los días me siguieron sus manos temblorosas diciendo: ¡te devoro! Para un golpe en la nuca de oficina, de cerca con sus largos abrigos. para oxidarte todos los costados Yo iba mirando el suelo. y arollarte con su tren de piedra. "Ese no cuenta el cuento", vaticinaron unos. Te busca la ciudad Yo no escuchaba a nadie, yo contaba con con sus alcantarillas espías, ellas.
sus torres de tic-tac tic -tac echando humo, su tristeza mordiéndote la lengua. En el viaje, colgado de tu saco, pensás en unas manos, simplemente unos dedos, que te roben los lápices, te acaricien el pelo y maten el reloj seis menos cinco. (De "Los espantapájaros suicidas", 1973)
OBERTURA Victoria, si supieras que después del fagot en un peldaño cualquiera de la noche un hombre con mi rostro descansa, de tu boca. ESA FOTOGRAFÍA QUE NOS SACAMOS UNA VEZ Me molestaban los ojos de los lo s vagabundos desde árboles vecinos, ese enorme sombrero y los ruidos del tren carguero de las doce, cada vez que hacíamos el amor debajo de los puentes. Después, yo me quitaba el barro de las botas y regresaba alegre a mi fagot, mientras tu voz tatuada por mis besos volvía a los sustantivos de costumbre. Y te olvidabas pronto del color de mis ojos y pronto me curaba del filo de tu piel. Y vuelta al juego de encontrarnos quizá en un bar entre Perú y Defensa, o en la vieja recova, si era domingo en plaza San Martín. Y otra vez tus labios despintados
alimentando pájaros ocultos en los trapos más negros de mi barba. Después, pasó el otoño con el café barato tu pequeña canción, vino acaso la guerra, volvió a los compañeros la distancia de a poco lo fue cubriendo todo, como un lento derrumbe de cartas amarillas que no llegaron nunca. Y un nuevo jet cruzó todo to do el espacio, una ciudad pasó a llamarse Ho, se agudizó la histeria del fascismo, nadie habló del otoño durante doce meses, y cada vez que pasa un tren tr en carguero, suena esa melodía "La gradisca si sposa e se ne va". Y ya nadie se ama debajo de los puentes donde los vagabundos crecen en número y silencio. (De "Música de fagot y piernas de Victoria", 1979)
DIARIO DEL MOTOCICLISTA (fragmento) El motociclista que ha tomado la carretera sur salió en forma sorpresiva de la casa olvidando zapatos mojados por la lluvia el nombre en plena almohada en boca de no sé qué mujer bañada en fuego. El sol cayó en boca de un gato vagabundo y no hubo forma de encontrarlo. La noche llegó envuelta en música de Mikis
y fue mujer corriendo desde un extremo de la calle hasta el abismo de algún llanto, l lanto, porque el motociclista había tomado la carretera aquella. Luego tras el insomnio general amaneció, las vecinas hicieron de sus tristes rumores r umores un polvo amarillento arenilla como las maldiciones, pero el motociclista había partido part ido y fue la humanidad dos ojos ojo s de ternero. Así transcurrió el día entre patas mugidos y meada y dura piel reseca por el viento. (De "Contra el bufón del rey", 1980)
MARIMBA de Jorge Boccanera a David Viñas a Saúl Ibargoyen.
Este es un poema tirado por caballos. Voy de pie / voy aullando una palabra brilla sobre mi lengua seca, polvorienta quiere trazar sus círculos concéntricos en un agua que cante ¡arre caballos! llevo “todo el hocico en llamas como un feroz ladrido” (bendito mallarmé
Yo soy el payador sobre cubierta apretando una viola frente a la ciudad en ruinas dejen libre la calle, ¡no canto porque sí! yo busco un mundo / otro yo no enumero la cristalería
quiero hacerla pedazos Este es un poema tirado por caballos vean arder mi látigo lát igo sobre el viejo tambor de la poesía háganse a un lado... cargo un espinazo, un fósil atado con alambre, un enfermo de amor, una huesera al rojo vivo, una tumba de besos al fondo de mi carne con este poema vago / divago / briago yo payador, las riendas, el párpado a los tumbos ¿equivocado? como el que abrió un paraguas que el sol derribó a besos como el ciego que jura por la luz que lo alumbra ¡a contrapelo vamos! volando ¿acaso alguien vio un sueño tirado por caballos? ¿un tatuaje en el muslo que arrastran por el cielo? ahora se puede ver no hay imposibles en el vértigo de una cama de bronce (tirada por caballos) donde salo tu carne de mujer ¡arre malditos vamos! agiten sus collares de sangre llevo espuma en la boca, una navaja en cada mano llevo, ll evo, hilachas de otro rostro ganadas con sudor, y un anzuelo de plumas, y un as de pocas pulgas yo quiero un mundo / ¡otro!
Este es un poema tirado por caballos este es el payador sobre cubierta el espectáculo de la persecución estalla y vienen ya las aves de rapiña, y las aletas de los tiburones, y asoma la lava del volcán, y un derrumbe de piedras con el rostro de aquella... por eso ¡arre caballos! hay que apretar el paso, yo espuelas, yo cananas, yo polainas, yo arenga atravesando sueños que se anudan en amargas regiones, osamentas de voces de bruces en la tierra t ierra
frente al cuerpo de la belleza ahora quiere cantar y dice y grita ¡que nadie se me cruce...! voy alerta, de pie, pañuelo rojo funyi / cuchillo / banderola atravesando sedas que se recuerdan en una antigua danza ángeles de chatarra engominados cortinados movidos por un guante vacío ... y una cifra tristísima de gente que no está
el paisaje / el lenguaje (no hay quien tome nota de esta respiración agitada)
debo enterrar palabras en el fuego, urge que entregue un par de cartas, urge que llegue a un mitin, debo entonar un himno, urge que escuche a mi hijo su primera palabra cuando Yazmín, lo abriga con sus plumas de asombro
cerca del carromato se agrietaron las calles. c alles. Nos sigue un ulular... nos embiste lo incierto (en el paquete del futuro no hallarás más que una muleta) ¡no entienden que yo quiero un mundo / otro! yo cabriola, yo baile, yo marimba, yo quiero el poema planeando sobre mi cabeza mi cuello en libertad Este es un poema tirado por caballos, van mis muertos aquí sus huesos hablan con el frío este es el payador sobre cubierta sobre sus ojos una ciudad en ruinas alguna vez su lengua fue un pedazo de trapo
yo soy el payador sobre cubierta “mis versos van revueltos y encendidos como mi corazón” (caro Martí
no quiero la palabra saciada de sí misma ni la verdad dorada, donde no cruje un pájaro no quiero almacenar saliva, ni la tos delicada que recoje su aplauso quiero besar el caos los escombros del cielo no me dan de beber yo soy el payador que quiere un mundo / otro y busca en el polvo del poema, acaso una respiración inútil, boca a boca quizás un vaso de sangre donde no quepa ni una sola gota de miedo así de día / tantos días que abro los ojos en el barro
¿hiur de este poema? ¿arrojarme al vacío? ¿tirarme por la borda? ¿en los brazos de quién? ¿de qué supuesta pureza? ¿en qué animal de signos que no sea este relámpago? el lenguaje / el paisaje. ¡No me muevo de aquí! Va echando chispas este sueño vi desfilar al miedo / la infamia / el verso flaco, los ojos van vendados debajo de los ojos, o jos, la boca amordazada debajo de la boca y una lengua estaqueada a mitad del silencio yo soy el payador sobre cubierta ¡no canto porque sí ! porque tal vez humeando entré a la vida Este es un poema tirado por caballos cruza bajo los grandes árboles de la historia entre los delicados gestos de los mortales voy de pie / voy aullando yo quiero un mundo / ¡éste! yo me quito el sombrero ¡buenos días señora del placer! ¡arrabales salvajes / buenos días!.
APUNTES Y te recuerdo madre, como cuando la única luz, era tu sombra. GALERIA DE COSAS INUTILES
el viejo león del circo no distingue entre un ruido cualquira y un aplauso cerrado para él todos son ruidos para él todos los hombres son payasos. UNIVERSO El poeta, como el cazador pobre, a lo que salga. Baldomero Fernández Moreno El domador que mete su cabeza dentro de la boca del león, ¿qué busca? ¿La lástima del público? ¿Que tenga lástima el león? ¿Busca su propia lástima? El poeta que arroja su anzuelo en la garganta de la Sordomuda, ¿qué busca? ¿La lástima del público? ¿Que tenga lástima la Sordomuda? ¿Busca su propia lástima? Y el público, ¿está loco? ¿por qué aplaude?
EL ROCK DE LA CÁRCEL Ella pone la radio a todo volumen cuando intento escribir, cuando quiero dormir, ella baila en el piso de arriba. Baja las escaleras con co n fuerte zapateo, sus hijos lloran, sus perros ladran. Todo el santo día hay personas p ersonas que tocan a mi puerta y por toda disculpa dicen: me equivoqué de
puerta. Ahora sube las escaleras corriendo, corri endo, da un portazo en su cuarto y discute a los gritos. Sus hijos ladran, sus perros lloran. Con ella el vecindario es mucho más que una riña de gallos en el techo, mucho peor que una explosión adentro de la almohada. Un día respiré profundo, subí las escaleras, me atendió un hombre que estaba agonizando, dije tímidamente, me equivoqué de puerta, mis hijos lloran, mis perros ladran. Ella tiene la radio r adio a todo volumen cuando intento escribir, cuando quiero dormir, ella baila en el piso de arriba. Hace años que mi único deseo es cruzarme cr uzarme con ella en la escalera, y decirle a la cara: ¡me voy! y rociarla con nafta, y apagar mi cigarro en su vestido rojo.
¿afeitaba al espejo? Era más chico que un tarro de gomina Brancato mi abuelo, pero una cabeza más alto que la muerte. Invitaba al cliente sacudiendo una toalla y el cliente ocupaba aquel sillón sill ón Dosetti de madera y entraba en el espejo. El estilista hablaba solamente con su tijera y cuando ella por fin tenía la lengua desgajada hacia un lado, él decía: “servido”.
Mi abuelo maquillaba al espejo con estrellas de talco y usaba un pulcro saco blanco. La muerte -que es prolija- le envidiaba su colección de peines. Un día la muerte, que hojeaba una revista deportiva, dijo: “me toca a mí”.
Y ocupó aquel sillón, despatarrada y con un remolino en la cabeza. “Tiene un pelo difícil”, dijo sin voz mi abuelo.
EL PELUQUERO A mi abuelo, Santiago Asentaba navajas en un listón de cuero, porque era su trabajo arrancarle a los rostros sus animales muertos. Hacía barba y bigote para el espejo atestado de gente. Su navaja pulía aquella superficie, rasuraba los rostros del espejo y haciendo su trabajo,
Después, la muerte asentó su navaja y haciendo su trabajo, ¿rasuraba al espejo? El peluquero se marchó bajo un cielo cualquiera con estrellas de talco. El espejo se pasó la mano por la cara afeitada, suave, como un recién nacido.
HUELLAS
En el sueño soy otro que se parece a mí. En la arena del sueño cruza cr uza un tren. La silueta de un viejo va borrando las huellas con un plumero negro. Tras la locomotora, el ruido de tus pasos y los míos anudados a un tango, a una canción revuelta. a un roquerío lejano donde van a morir todas las camas. Y la luz en la luz. Y el anciano en lo suyo. En el sueño soy otro que se parece a mí. Este que ves ahora, no se parece a nadie.
MENUDENCIAS La muerte afila un palo, una daga de palo, un palo de tambor, un caballo de palo, una cuchara. La muerte, trabaja a la vista de todo el mundo. La vida afila un palo, un bastón, una vara, una cruz. La vida trabaja a la vista de todo el mundo.
viaja sobre los hombros del enigma. ¿No quiere ver? (Ve sin querer): estrellas que atraviesan usinas de ceguera, correntadas de nadie. Es iguana en la roca calcinada, una pata en el aire, la otra en el infierno. Su cuerpo breve da una sombra inmensa. Quieta no se está nunca por el fuego cruzado de la sangre. Un chasquido de lengua la echa a andar por baldíos donde lo ruin humea y pudre el aire. A horcajadas, con los ojos vendados. No quiere ver. (¿Ve sin querer?): bolsas de estiba, dientes de nicotina, y un corazón sin aparente anhelo que acampa en el vacío. Esa palabra lleva en su aliento un viaje, un detenerse, un continuar. Sus patas diminutas lo tocan todo por primera vez. LLUVIA NEGRA
¿Qué diferencias hay entre las dos? La vida fabrica huesos con los huesos. La muerte fabrica huesos con los huesos.
Brutal es el insomnio de la máquina, su noche al rojo blanco, la lluvia atronadora de viruta negra.
OJOS DE LA PALABRA
En el aserrín de los grandes talleres olfatea vagones del sueño y escucha las botas contra el piso: un desfile incesante de soldados de plomo.
La palabra, fogonazo entre el deslumbramiento y el hartazgo,
Pero unos y otros equivocan el rumbo, los soldados se funden, el tren se desbarata.
Brutal es el desvelo de la máquina. La gran lámpara roja oscila osci la en los galpones de escoria y estropajo, donde vela por siempre su fulgor sumergido. Fondeados en los tinglados que la noche agranda, los ojos helados de la máquina cuentan sus monedas de polvo, sus ovejas de fierro, sus rebaños de nada.
Te encomiendo mi alma: lechoncillo, jengibre. Se relame (osobuco), se le hace agua (salsita). Grandes papas doradas como besos, faisanes gratinados, caldereta, potajes. Caviar del pensamiento y motivos de árbol de ají. "Los hombres que cocinan, encontraron el modo de evitar el suicidio." REPTIL MAGAZINE
MANJARES "Los hombres que cocinan", dice el profesor Tauro, no en las enciclopedias. En la calle, a quien quiera escucharlo: fritangas de coraje, vino espeso, chocolate de perlas. Sentado en una mesa del bar El Lobo Púrpura, cerca del Puente Negro, desliza pensativo mole de guajolote, tamales de paciencia. Y tiende en el suspenso un mantelito a cuadros. Perdices estofadas en globos historieta. Se le hace agua a la boca. ¿La obseción de su vida? Una bestia emplumada. ¿La niña de sus ojos? El jabalí adobado. Gentilhombre. En la calle da el verbo "aderezar". Donde ayer hubo piedras, confitura de arándano. Salpicón de cordero donde ayer hubo frío. Donde una vez el odio, se levanta un asado. Frutas cristalizadas bajo lámparas suaves y al que quiera escucharlo: carnero a la jalea, vinagreta, uvas negras.
Es inútil, jamás entenderías a este corazón corazón de dinosaurio porque has sido educada para el corazón de otras especies, animales domésticos, cuya pelambre con aroma de cedro y azucena es más que necesario en estas épocas, gallináceas de fastuosa cola plumaje verde con visos azules y dorados. Un dinosaurio nunca ha sido ascendido en su trabajo ni ha sido condecorado nunca, ni siquiera ha protagonizado un film de amor, más bien resulta incómodo su abrazo, ilegible su letra, incomprensible su cuota de alcohol diaria y lo que es más, esta piel cuaternaria no comprendería nunca las complicidades y pactos de hoy en día: mente ágil, disciplina, popularum-progressio. Yo sé bien que es inútil, quizás en otros días, después del maremoto anunciado por los sabios ilustres, antes del gran diluvio,
alguna vez, quién sabe. Pero ahora es inútil, porque has sido educada para otros menesteres. Nunca el insomnio cabalgando en esta música de besos, encuentros insolentes, el deseo de pastar en los campos prohibidos y la entrega total, de cabo a rabo. Ahora, recoge con cuidado tus manecillas suaves y tus labios ociosos, tu cabello de seda y esa voz vo z aflautada que entre sorbos de té solía decir: "mañana será otro día" . Ha de haber sido horrible haberte visto emvuelta de pronto en este embrollo. Tamaño lío haberte enamorado por un instante de este corazón de dinosaurio. Además, nunca hubieras podido dormir con mis latidos como de clavicordio y de tormenta. Con estos ojos tristes, quién hubiera podido, mi pequeña. INTIMIDAD La tarde giraba como un barco, con voluntad de pan y empuñadura de juguete nuevo. Él llegó con su ración de pájaro en la frente y aquella vieja moto. Ella traía un sol empecinado en su cintura y una canción de pólvora en los brazos. Se encontraron en el instante justo en que los pueblos arrojan sus muelles a temblar. Él se quitó la intemperie
y un pantalón que alguna vez fue azul. Ella apoyó sus rodillas en el suelo de tierra y con sumo cuidado desató sus cabellos de los dedos del aire. Después, en un lugar dolido de humedad y otras barbaridades los dos cuerpos cuerpos pusieron los ojos a cantar. (de Contraseña) Comentarios X suena/ un tiro en la noche: el poeta/ ya/ no/ duerme. Rafael Góchez Sosa
La gente ha escondido sus ruidos, sus modos de doler, ha incendiado sus nombres, fusilado su ropa, puesto a dormir su sangre y sus saludos. Por si esto fuera poco, los perros de la noche llevan mi nombre entre sus dientes. (de Contraseña) Del oficio de la poesía Hay que incendiar a la poesía y cantar luego con las cenizas útiles (de Poemas del tamaño de una naranja )
Noticias de la historia Según la historia universal, a la paloma de la paz se la comió la gallina de los huevos de oro. (de Poemas del tamaño de una naranja )
VI Lluvia, somos dos extranjeros. Mi nombre –como el tuyo- es una travesía, tr avesía,
un deambular por puertas cerradas para siempre. La gente entra en mi sueño como por otra casa y tus breves colores se deshacen contra el olvido, pero ya lo sabemos: no hay nada que tratar con su navaja, nada que preguntar en sus regiones. Lluvia, somos dos extranjeros. Nos separa una herida. (de Oración para un extranjero) Polvo para morder (III) Bésale las piernas a la poesía aunque diga que no que aquí nos pueden ver. Bésale las palabras hurga su lengua hasta que abra los brazos y diga ¡santo dios! o hasta que santodios abra los brazos br azos de escándalo bésale a la poesía a la loba aunque diga que no que hay mucha gente que aquí nos pueden ver. Bésale las piernas las palabras hasta que no de más hasta que pida más hasta que cante. (de Polvo para morder ) Servicios del insomnio Apilo noches cada noche. Paredones de sombra donde mi sombra reza, traga un bocado, un ruido de hojas secas. Es a destajo y es de mala gana. Yo tuve otros trabajos. Eso está en otra historia. Ahora dedicación, la vista baja. Castigo de las manos, pena. Una sobre la la otra, apilo noches, de barro son, cuadradas.
Ahora dedicación, la paga escasa Reseca es esta noche, hosca, de madres m adres muertas. Yo tuve otros empleos. Eso está en otro cuerpo. Ahora dedicación, la lengua muda. Soy el que apila noches toda la santa noche. El que traslada escombros de una carta a la otra. (de Bestias en un hotel de paso )
Semen Entre barcos hundidos que deshacen su rostro para matar el tiempo. Entre perros de escamas y cuerpos atados con cadenas, maniquíes sin nada que ofrecer, vive un tren blanco, de estrellas líquidas, alcoholes raros. Sale de su escondite de aguaceros, cruza los viejos puentes, tiembla sobre la red tejida en los abismos. Nada tiene que ver con los trenes tr enes blindados que atropellan ciudades, ni con desvencijados vagones que trafican esclavos. Es apenas un tren tallado en hielo atravesando el patio de tu ropa tendida. Le cambiaron las ruedas ru edas por almohadas, sueña con el abrazo del carbón y la nieve. Donde crece la noche, se duplica la selva. Un tren al rojo vivo se refleja en la pupila de un ciego. Cuando menos lo pienses,
su esqueleto de lava descansará en tu lengua. Sandunguera
Recuerdo Ayer, es una casa que se quedó sin puertas.
Mi rostro en el espejo de tu lengua viaja, canta, va Polvo para morder vi de aquí para allá, se compone o disuelve según el calendario de Finalmente tu sed. palabra Alguna vez mis animales pastaron bajo los he de morder el polvo soles para que tú negros de tus tetas, puedas mover las alas cuando movías tus vidrios de colores al son para que yo de respire de tu aire "Sandunguera, te me vas por encima del sin conocer nivel". el aire que respiro. Te conocí bailando negra de amor, tus gestos levantaba el polvo del infierno. De: Polvo para morder "Te me vas por encima del nivel", y el malecón Polvo para morder iv nocturno de La Habana se abría como un gran ventanal. Y la ceguera que es penumbra y cárcel. Y ahora, ¿para qué tumbadoras, maracas, Y la vejez, aurora de la muerte. para qué? Y la fama, que no merece nadie. si este harapo, esta lengua da su trazo de Y el hábito de urdir endecasílabos. sombra en las Jorge Luis Borges paredes blancas del silencio. Yo guardo las trompetas, yo escondo los timbales. Mi rostro viaja, zumba, le da por hablar solo: "ya no la quiero es cierto" ci erto" pero a veces: mamá no puedo con ella. Vara blanca del ciego con que el ciego aguijonea la oscuridad. Vara blanca del ciego en un aire callado donde la oscuridad abre sus uñas, enfurece sus polvos, hierve sus aceites. Y es el silencio sil encio ciénaga donde el ciego se hunde
irremediablemente, la vara sin un gesto. ¿Quién velará por él? Sólo la palabra lo tomará del brazo. Solamente el poema le hará cruzar la calle. Polvo para morder v ¿Y las palabras? Funeral, silencio. El cielo es una esponja que devora los pájaros. ¿Y las palabras? Como arrumbadas ellas, como escombros, como montón o nada que decir, como basura humeando. ¿Y las palabras? Unas: como un altar de clavos. Otras: como luto en las mangas. Como rotas de amor y para siempre. Una bestia emplumada mete su hocico, escarba, pero ellas arrumbadas como huesos pelados o nada que decir. ¿Quién arriesgará un ala? ¿Quién meterá su lengua sin temor a una herida?
De: Polvo para morder
para que yo respire de tu aire sin conocer el aire que respiro. Polvo para morder iii Bésale las piernas a la poesía aunque diga que no que aquí nos pueden ver. Bésale las palabras hurga su lengua hasta que abra los brazos y diga ¡santo dios! o hasta que santodios abra los brazos de escándalo bésale a la poesía a la loba aunque diga que no que hay mucha gente por aquí nos pueden ver. Bésale las piernas las palabras hasta que no de más hasta que pida más hasta que cante. Polvo para morder A veces la palabra como una copa rota donde morder el polvo y otras veces un agua de alumbrar. Asomada a los cielos, la palabra, es un tambor de polvo deshecho al primer golpe. remando en el infierno, la palabra, es un agua posible sobre un manto de cólera.
Polvo para morder vi Finalmente palabra he de morder el polvo para que tú puedas mover las alas
Entonces, la palabra, ¿polvo, para morder en la oscuridad? ¿Agua, para alumbrar este cuerpo callado?
Pasa vallejo navegando en el polvo Magro, cetrino, casi hierático, me pareció Un árbol deshojado. Su traje era oscuro Como su piel, oscura. Ciro Alegría Un Santiago de Chuco de labios apretados lo ve pasar y dice: como si la victoria y la derrota comieran de su plato. Y dice: como un hueso escarbando en el habla de nadie. ¿Y tanto así? Pasa un zumbido, un triste, alguna capa, un capellán, un globo sin su niño, un ala que saluda. Las tardes son iguales aquí. Pasa Vallejo navegando en el polvo de las demoliciones. Como si la victoria (se lo dije), como si la derrota (¿no le digo?) comieran de su plato y él escupiera el plato porque un dedo de sangre va abriéndole los ojos, porque hay un aguacero que se lo lleva todo. Pasa el maestro de escuela por las calles vacías. Una mano cortada lo lleva de la mano. Paciencia Sordomuda, en tu lengua vacía flota Janitzio, la sila, pasa Dino Campana vestido de bombero, arden las casa de Chiloé con sus escamas de madera,
no dejan de girar los voladores de Papantla, y el trío Matamoros canta "Lágrimas negras". ¿Y qué esperaba yo, mirándote la lengua treinta y tantos abriles? ¿Un tifón? ¿Una chispa, trébol de cuatro llaves? ¿Un vendedor de biblias? ¿"Una juventud amable, heroica, fabulosa, digna de ser escrita en letras de oro"? Sordomuda, estoy sentado en el lugar de siempre si empre y en tu lengua vacía escucho pasos. Oración para un extranjero iv Lluvia, somos dos extranjeros, mi nombre como el tuyo es una travesía, un deambular por puertas cerradas para siempre. La gente entra en mi sueño como por otra casa y tus breves colores se deshacen contra el olvido, pero ya lo sabemos, no hay nada que tratar con su navaja, nada que preguntar en sus regiones. Lluvia somos dos extranjeros, nos separa una herida.
Oración para un extranjero xxi Imperturbables. Sin decir agua va. Como la parca. La que no pide silla ni licor. Irrespetuosamente, se instalan estos gallos más ciegos que el olvido a colgar con esmero del clavo cl avo de mi lengua sus palabras prohibidas, mis blasfemias después. ¿Por qué tanta lejanía? ¿Falta de documento? ¿Acaso soledad? ¿Incertidumbre y asco? el mar busca una puerta para seguir golpeando y su recuerdo danza para vos (o para tu recuerdo) Yo me subo a ese tren o compro algún periódico o enciendo este cigarro, y es el día del látigo en el hombro cuando los que yo cito, agitan asustados el pañuelo mugriento de sus alas. Sin alimento van. Ni rumbo tienen.
De: Oración (para un extranjero)
lo ciegan, llenan su corazón de harina negra. Si el pescador era propiedad de la tierra el ahogado pertenece al mar, y es inútil disputarle a las aguas esas verdad pesada. Como el rostro del que entró para siempre al espejo del agua, en un país que desconoce. En el muelle, la muchacha de la bufanda azul espera. La memoria es a veces como una piedra enorme en los brazos de un niño. Oración para un extranjero xiv En la ciudad del vino: los arrabales que levantó el odio. Por lugares así deambula el extranjero. A ratos mira su pedazo de hembra en una foto y una memoria roja se le deshace a gritos en la boca. Es el vino que hierve sobre los mostradores del olvido, son callecitas breves de mordaza y navaja, cicatrices del día que es mejor no tocar. Todo conduce a un patio donde la luz – disculpenes escasa.
Oración para un extranjero xvii Alguien ha entrado al mar como a una casa, humaredas de espuma le entorpecen el habla,
Bandoneones pintados por Gaeta sangran desentonadas palabras de alquitrán. Y aquella vez el extranjero desconoció al escriba
-un servidorsobre los basurales de la noche bailó su tango con la muerte. Oración para un extranjero xii Creo en el nombre prohibido del extranjero, en su caballo oscuro, en su único ojo bueno, en su peste, en su vino, en sus alas mojadas. Creo en la sangre seca de sus manos después de tanto olvido, en su sal derramada, sus largas caminatas por muelles y países. Su corazón a punto de volar en pedazos. Oración para un extranjero xv Atangados, oscuros suelen ser los gallos que yo nombro sólo emiten quejidos que se rompen sin gloria como huevos podridos contra el sueño. Quieren cantar y anuncian los adioses, las desaparciones y hoy no hay carta. Yo soy el extranjero que sangra en sus milongas, el que recuerda a gritos esa mujer o cielo o bienaventurados temblores de tus pechos, lámparas de tus hombros para mi última noche. Es época de lluvia,
entro por tus gemidos donde se cruje y duele así en la cama como en el suelo.
Oración para un extranjero xi esta canción tiene la soga al cuello Un hombre, cualquier hombre, acaso el transmigrante, lleva un pequeño blues en la garganta. Estalla en las armónicas del día cuando los ademanes del silencio preparan su emboscada. Un hombre, cualquier hombre, lleva un pequeño blues en la garganta. Duele como la noche. Quema como tu cuerpo. Oración para un extranjero vi Lluvia, somos dos extranjeros. Mi nombre-como el tuyo-es una travesía, tr avesía, un deambular por puertas cerradas para siempre. La gente entra en mi sueño como por otra casa y tus revés colores se deshacen contra el olvido. Pero ya lo sabemos: no hay nada que tratar con su navaja, nada que preguntar en sus regiones. Lluvia, somos dos extranjeros. Nos separa una herida.
De: Oración (Para un extranjero)
.Baldomero Fernández Moreno
Oración para un extranjero ix
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Los gallos ciegos del olvido ol vido invaden como ratas. Mi rostro es hoy una canción prohibida en la ceniza de sus ojos.
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Y el ilegal, el otro, el exiliado, va escribiendo carajo sobre viejas barajas, repartiendo ese grito entre los hombres.
del león, ¿qué busca?
Oración / vi
¿Busca su propia lástima?
Lluvia, somos dos extranjeros. Mi nombre — como el tuyo — es una travesía, un deambular por puertas cerradas para siempre. La gente entra en mi sueño como por otra casa y tus breves colores se deshacen contra el olvido, pero y alo sabemos: no hay nada que tratar con su navaja, nada que preguntar en sus regiones.
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Lluvia, somos dos extranjeros. Nos separa una herida.
El domador que mete su cabeza dentro de la boca
¿La lástima del público?
El poeta que arroja su anzuelo en la garganta de la Sordomuda, ¿qué busca? ¿La lástima del público? ¿Que tenga lástima la Sordomuda? ¿Busca su propia lástima? Y el público, ¿está loco? ¿por qué aplaude? -
¿qué busca?
Hoy la tarde sobre Ingeniero White es suave como mi abuelo peinándome de niño.
El poeta, como el cazador pobre,
¿premio?
a lo que salga.
Me presento a un concurso y gana este dolor. Por unanimidad.
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Y se asfixia y se ahoga
Yo digo adentro mío, en esta tarde de otros.
El hombre que saca la cabeza del agua, Un hombre grita en nueva york es un pez y se asfixia. El pez que mete la cabeza en el agua, es un hombre y se ahoga. El poeta escribe en la línea del agua, y se asfixia, y se ahoga. Yo digo adentro mío Adentro hay una boca recibiendo a la lluvia l luvia y una mano queriendo penetrar en los trenes. Adentro está mi infancia con su mañana blanca, mi pueblo, allí, colgando de la lengua del día. Adentro está tu frente pero nunca los lunes, porque adentro me sombran el reloj y los l os diarios. Adentro está lo bueno, lo malo, lo que queda, mi corazón adentro un pájaro sin rostro. Adentro tengo al viento v iento derramado en tus hombros, es decir, este aroma de ausencias y de gritos. Adentro estoy yo mismo golpeando para afuera y hay una almohada tibia donde apoyo tu nombre. Adentro está el otoño el café el intestino i ntestino las rótulas tus ojos el parque que olvidaste. Adentro están doliendo tu setiembre y mis pasos y hay una piel llorando. Ahora, adentro mío se oxida una ternura.
Quiere ver a la mujer aquélla vestida de mujer aquélla quiere ver sus muslos inflamables su regular concupiscencia ? conocer a sus pechos desordenando el mundo acérquese ponga el ojo aquí sobre la sien justo en el agujero de la bala. bala.
Último momento Distintas informaciones recibidas hoy de fuentes extraoficiales, indicarían un acercamiento entre tu corazón y el mío. Dichos voceros señalan, una cuestión de piel irremediable. Los observadores estiman que te amo. De: Música de fagot y piernas de Victoria Tal vez si la quemara este barrio sería más amable Mis vecinos son sanos, tienen el paso elástico y recortan el césped los domingos. pero yo no conozco a mis vecinos. Tengo mi casa aquí, pinté verde la verja, la pared blanca, pero no los conozco. Los supongo educados, Eso se ve en el moño que corona sus bolsas de basura. Mis vecinos son sanos,
tienen un perro largo que arrastra las orejas, y un jardín de candados. Tengo mi casa aquí, puse una un a piedra, planté una veranera, pero no los conozco. Cada mañana escucho el golpe del periódico contra sus puertas de metal. Estoy viendo mi casa. Si le prendiera fuego, un curioso quizá se acercaría. Pienso en mi casa, tal vez si la quemara este barrio sería más amable. Soledad Nadie. Como decir: todos del otro lado. Silvia plath lava una taza seca una taza Qué cabeza la mía, dejé una frase suelta y una rosa en el horno. Cotidianos trajines, calores, taquicardia, y un almohadón de plumas con un lápiz labial justo en el centro. Qué cabeza la mía. Yo buscaba algún parque y encontré en un mal sueño una torta partida por un rayo. La sala está revuelta. El miedo de un venado no cabe en este horno, por eso huele así toda la casa. Pero a quién se le ocurre dibujar una piedra y tropezar dos veces, llenar un cenicero con los puntos y comas de alguna carta antigua. ¿Hubo un Adán violento? ¿Hubo un amorhalcón
"de una vez para siempre"? Qué cabeza la mía, guardar los zapatones en un charco y aceptar ese baile sabiendo que me espera una puerta cerrada tras la puerta. Manual de los buenos modales Mis vecinos son sanos, tienen el paso elástico y recortan el césped los domingos. Pero yo no conozco a mis vecinos. Tengo mi casa aquí, pinte verde la verja, la pared blanca, pero no los conozco. Los supongo educados, eso se ve en el moño mo ño que corona sus bolsas de basura. Mis vecinos son sanos, tienen un perro largo que arrastra las l as orejas y un jardín de candados. Tengo mi casa aquí, puse una piedra, planté una veranera, pero no los conozco. Cada mañana escucho el golpe del periódico contra sus puertas de metal. Estoy viendo mi casa: si le prendiera fuego, un curioso quizá se acercaría. Pienso en mi casa, tal vez si la quemara este barrio sería más amable.
Límites Mi pueblo limita la norte con Bolivia y Paraguay, al este con Brasil, el océano Atlántico y Uruguay al oeste con Chile. Y Luisa, se pudre en una celda de dos metro por uno. Lugar Lugar, es el nombre del animal más grande de la tierra. Hay quienes aprovechan su sombra y no saben que existe. O beben su saliva y lo confunden con un río. O duermen en los huecos que dejan dej an sus pezuñas en la tierra y piensan que la tierra es así. Los exiliados cargan sus pedazos de tiempo. Otros clavan zapatos en el barro. Hay ciegos que cambiaron la vista de la certidumbre. Algún dios carpintero que fabricaba muebles repite la sentencia : "Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. Pero los desaparecidos ¿ dónde están ? Si el nombre que los nombra parece un chupadero. Todo es ajeno aquí Somos los extranjeros de un lugar que era nuestro. El deseo escribe en un libro sin hojas. Alguien se prende fuego envuelto en un secreto. Hay quienes buscan que el amor les corrija la
rabia. Otros rezan, divisan un lugar después de este lugar. Está el que desespera : si ese animal ocupa oc upa tanto espacio, ¿por qué no puedo verlo? Unos pocos eligen atravesar un sueño para llegar a un sueño. ¡Ah, si el silencio dijera sus lugares! Ahora, cada baldosa es un campo de caza. En días por venir, alguien escarbará en las preguntas hasta desenterrar un fémur, algún diente de lo que fue un lugar. Pero no en esta casa con c on un piso de viento. Aquí nadie se mueve, ha llegado el gran día. Reparten un desierto entre todos los hombres. La silla prestada La selva está hecha a lápiz, punta fina sobre papeles rotos, garabatos que se alzan en el aire y cajitas de música y el oso perezoso. Una lágrima verde rueda sobre la lengua del jaguar. Tierra tatuada, selva con la palma en el centro que en un aire de reina despliega su penacho, su cabellera de hilos, su serena ebriedad. La poesía es un mal necesario La verdad que es muy mala vecina. La verdad que hace ruido de noche. Más si quiero algo de su cocina, siempre a mano tendré: un caballo, un tonel de palabras, una taza de azúcar
y la luz que me falta. La poesía es un mal necesario. La verdad que me aturden sus voces. Pero si me cambiara de barrio no tendría jamás: un color, una mano caliente, una taza de azúcar y la luz que me falta.
Quiero la boca de la poesía sobre mi boca. La verdad que es muy mala vecina. La verdad que hace ruido de noche. Más si preciso algo de su cocina, siempre a mano tendré: una bronca, un temblor, una pena, una taza de azúcar y la luz que me falta. Intimidad La tarde giraba como un barco con voluntad de pan y empuñadura de juguete nuevo él llegó con su ración de pájaro en la frente y aquella vieja moto ella traía un sol empecinado en su cintura y una canción de pólvora en los brazos se encontraron en el instante justo en que los pueblos arrojan sus muelles a temblar
desató su cabello de los dedos del aire después en un lugar dolido de humedad y otras barbaridades los dos cuerpos se pusieron a cantar. Ilusión Está dormida, sueña, sus párpados esconden un aplauso cerrado, un puñal de hojalata, un castillo de mimbre. Seguro que en su sueño alguien está soplando un almohadón de plumas y ella viaja y visita. Los 33 Billares o El Blanquita (Hoy: Los Imperio, Ana Libia, Los Tres Ases, Paco Miller y su muñeco don Roque), y trae una botella en cada mano. -Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes? -Nadie lo sabe. -Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de tí? -No lo sé. -Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela. Pero ella está borracha y lo que sueña es tan vertiginoso que no puedo seguirla. Habrá que adivinar, mis ojos fijos en su cuerpo que se estremece, se sacude, que respinga, que tiembla, como una telaraña en la cuna vacía.
él se quitó la intemperie y un pantalón que alguna vez fue azul
Flash back
ella apoyó sus rodillas en el suelo de tierra y con sumo cuidado
Hay una habitación a oscuras y un hombre dentro de la oscuridad.
Hay un corazón oscuro dentro del hombre y un rostro de mujer dentro del corazón. El hombre se pregunta: ¿quién puede dormir esta noche si los pechos de la mujer aquella saltan sobre el alambre del recuerdo y caen entre mis manos? Se pregunta: ¿quién puede dormir esta noche, si una mujer apedrea mi piel desde sus labios? En cualquier calle de la ciudad vacía puede encenderse un rostro de mujer, que entra a la habitación, se desnuda callado sin encender la luz, y se recuesta.
con un zapato bueno saqué escombros algún recuerdo ingrato un mar antiguo un miedo de amanecer entre peces corcheas y otras voces y así instalé su nombre esquina al sur ordené los manteles los símbolos del día las caricias el mate los gorriones mientras caían toboganes de luz sobre mi patio yo anduve en mí cavando una canción la de los pescadores la de mi tío el zapatero la de los que encontraron la alegría quise incendiar la noche allí en su boca que se limpie la lluvia en estas manos
El silencio se duerme en la saliva de una mujer y un hombre. En la mesa de todos los días, una manzana abierta golpea contra la oscuridad.
ocurrió cierto día volvimos al silencio ella juntó sus cosas su sexo dijo chau mis manos regresaron a aquella cucharita y a los ojos vacíos del lavacopas ese las agujas del sol se me perdieron alguna tarde escrita con minúsculas ella llevaba una pollera rosa y la magia de un sur abandonado.
Esquina al sur
Espejito de mano
Con las manos cansadas de manejar aquella cucharita y los ojos vacíos del lavacopas ese buscaba el calendario de una risa allá en el sur cuando llegó me desarmó las piedras y amiga de los grillos se acomodó en mi furia los espejos rodaban en mi sangre festejando la ausencia de los trenes mi corazón corría lo increíble setenta mariposas por segundo
Mírate bien, hoy eres una cara de trapo al fondo del aljibe, un perfil oxidado que ondea bajo el agua. Te advertí, te lo dije, el espejo, ese imbécil, compra c ompra muebles usados y trabaja en el rostro con cuchillos sin filo.
todo sucedió allí sobre mis hombros yo hice esta cavidad
Mírate bien, hoy somos el ladrido del viento, te advertí, te lo dije, es un sepulturero que cobra como artista. Seguro ya te olió. Su corazón helado vende casas de polvo en los despeñaderos.
Mírate bien, hoy eres un hospicio, un extraño, reverso de una imagen que se repite y dice : uno de los dos está muerto.
te abrazan, te liquidan y sonríen. Mientras vienes de nuevo y entre las gentes que pasan aún estás conmigo.
Escalones
Destino
a Esteban y Pablo Antonio, hijos de estos versos.
Tu nombre es lo presente; me rodea con su abrazo, sustrae mis escombros. La pequeña esperanza es suficiente.
También soy parte del olvido, de los pequeños enredos cotidianos, y me ofrezco en silencio con las noches en el clamor sereno del abrazo. La brisa yace, desnuda de sí, y una lágrima basta: es suficiente para sobrevivir en media ola, una lágrima hollando transparencias, alcanzando estrellas que llegan a tu pelo, detrás de caracolas y arenas conmovidas. Yo soy parte también del adiós que dejamos en los ancianos, de los ecos cuando ya acuden las primeras canas, y nos hallan los hijos la parte superior de la nostalgia. Vienen ahora a tocarme el corazón para amansarlo y sujetarlo un poco a los rincones. Resucito en la sonda del enfermo mientras la pobre anciana fabrica su última lágrima, su pequeña muerte de cobijas y clamores. Y soy parte también de los que sueñan, de los que en forma alguna me olvidan y recuerdan, me desconocen o aman. De los que están presentes, bajan o suben con nosotros los mismos escalones, te rozan y no te determinan,
He vuelto a tu caricia. El abrazo persiste en la tormenta y voy de mi desorden al camino. Estoy donde la piel nos amanece, pero mi soledad se aferra a la garganta del suicida, como viajero sin destino en este riel. Y la noche naufraga, yo lo sé, mas te busco en la piel cuando despunta. Astillas Gira la cuerda cuer da ciega que hace volar el trompo, el papalote, algo que en la garúa te oscurece los poros; y está rota la barca de los sueños, aquella nuestra casa y sus duras ventanas. ¡Ah! ¡Las ancladas paredes de los predios, allí nacía el semen gritando a las estrellas, se anidaba en tu piel!
¿Cómo decirte ahora, rasgando las cobijas en un afán de deslizarnos sin ser vistos, cómo en los mismos ladrillos que pusimos en medio del abrazo?
si desde el agua espesa del amor tan solo mi dolor en ti dejé?
Espera ¿Es que el césped no existe, la misma luna no se ve desde el patio como una madre dulce que espierta? Y el mar, ¿acaso huyó de ti, acaso no moldea ya tus caderas? ¿No duermen los maderos en la playa? Los sueños quebrantados, la sed del cielo que en tu boca amé, tu pecho solidario con la niebla. Y más aún, aquel temblor de pasos que me vence. Está rota la barca y el viajero en una astilla canta, todavía. Agua espesa Tus poros navegaron en mi sed y no hubo rincón donde la piel y la lengua juntas no visitaran el delirio. Fuiste liviana, compás de ausencia, desnudez que apretó toda amargura. ¿Y dónde esta lágrima de semen te inunda y te reclama? ¿Y qué hacías, qué destrenzabas cuando el vaho? ¿Qué soledad trizaba el canto en media lluvia? ¿Y por qué hoy comienza en el grito mi caricia,
A Natalia, desde cuando te esperábamos, porque ya venías. Es pasajero el desayuno cuando tu vientre va llenando todos los rincones. Sin queja, hemos dispuesto los manteles, el vaso, el tenedor interrogante y la tibieza. (Me diste las manos detrás de cacerolas insondables y bajo las sábanas bebimos de nuevo el chorro feliz de nuestros besos). Hablando incongruencias que la piel no desdeña. Ya cercanos. Montañas en oleaje vienen a la ventana sobre el aire. Y la espera se agrieta de mantillas, de dulces buenos días para crecer y ser amigos y niños casi dioses, asustados, alegres, casi un pan necesario mientras ha empezado a llover en las afueras. Es cercana la dicha de la espera. La cuna sin color no aguarda más; la calle y su octubre de charquitos, la vieja pulpería que se empobrece más
y más. Y te has vuelto cercana, tejedora del tiempo, expectante sutil de la mañana. Y ya conmigo habremos de saltar los sitios solos, habremos de crecer como los niños, más abajo quizás.
Cuando de tanto zaherir el alma de verdores aún ciertos te contraigas y ovilles, semidesnuda, azorada, recuerda que en esta ciudad te espera abatido por prisas, poeta de cabecera, camarada, quien quiere beber de tus pocitos hondos todo el bosque que traigas del camino.
Fábula vi Historia Cuando llegues a la última hoja del húmedo bosque, y estés sola cotigo y el temblor del rocío, y ante la tensa pulsación de estrellas que el colibrí bate al libar con su aguijón de sed; y cuando extasíes los claroscuros y mezcles tu palabra con pinceles y ensueños, cuando tus pies mojados hollen los verdes que ya sueñan, los charcos del olvido, la garúa indolente; cuando dejes tu boca por el aire, tu pálpito en el viento, tus ojos de cervatillo en el vuelo de guacamayas, o en el brinco de las ranas azules, naranjas que perdimos. Cuando los congos hoscos hagan su desfile en las ramas y pongas los oídos en su sangre que aúlla, y las mariposas intenten regresar a sus capullos de tanto embelesar al mundo. Cuando los pájaros paraguas convoquen a sus hembras.
Soltada golondrina, ¿dónde pretendes sujetarte? No hay puñal más agudo que la pura mirada, deshecha en un cajón inoportuno Veníamos así: con los más largos años donde el viento era ajeno, ajena la palabra, enfrentándonos en formas incorrectas a la niebla. Cada árbol fingía en su lugar, y solo a renacer nos oponíamos. Ventanales de pronto abrimos en la herida. No pudo caber sino, en primera instancia, ese miedo terrible de encontrarnos, de ovillarnos de nuevo en las raíces, replegados y absurdos en los muros pues tu pañuelo rojo ya no era guerrillero. ¡Allí donde corrimos bajo la lluvia traspasando fronteras y gritando de júbilo, con los besos más besos de tu boca! –TÚ eras la tempestad, dijo un amigo,
huracanada sangre conmoviendo, y ese lecho eras tú y tus manos cavando entre mi piel.
Éramos la furia, espantada de sí, desbocada entre calles, (los apenas caminos de Santa Ana), hundida para siempre en agua turbulenta. Fuiste la herida y la mejor estrella para untar con tus luces nuestras llagas, y yo sané a costa de tu herida y ensanchó mi dolor tu regocijo. ¿Dónde pasión nos arrastró y fuimos posesivos, absolutos y después omitidos y lejanos? Hemos venido ahora con los años más largos, el dolor estirado tornándose cansancio: Lo primero aprendido fue a mirarnos, con los ojos posibles del encuentro. ¡Ah, la amistad, esta especie de estigma incontrolado! Fue de nuevo aquel aire leve, impreciso, con mi voz en tu sangre. Y el Poema de Roque, de la facultad, en donde en una sola habitación del tedio quedaba despoblado el denso miedo para que entraras con todos los espacios en mis poros. El poder del recuerdo –¿lo recuerdas?– cuanto más niños, es mayor. Ese miedo terrible de mirarnos, proponernos, temblar lanzando al aire tempestades, pequeñas golondrinas ¿Dónde saltar sino a la libertad del vuelo y del abrazo, al fondo donde amamos, amistamos, donde siempre tuvimos los meses más intensos , más locos e insalvables? ¿Dónde sino el transcurso de mi boca en tu
cuerpo, la posibilidad de enraizarnos sin herirnos con la simpleza de la noche al desplazar el día, de la flor que al nacer tensó los pétalos? Ahora, en medio del lecho que alquilamos está la lluvia y entre la lluvia vaga una hilacha de niebla que no muere.
Historias febriles posdata azul de las mentiras Ay! barco, no te tiemblen los costados, que llevas una herida. G. Mistral HISTORIAS FEBRILES Febril aventura es mi palabra, lo sé, trastocada en las lunas ahora moribundas, porque me niegas el afán de soñar y soñar con tus milagros. Febril aventura este beso, quizá imaginado, nunca proscrito desde la pantalla que nos hermanaba. No sé quien se atreve a manchar mi corazón. hecho de las altísimas espumas para que tú también cantaras bajo las lluvias que apenas entrevés entre la niebla. Yo me sobrepuse a tu lento desamor. Yo ya no olvido;
no puedes arrebatarme esta terca memoria de señales. Los que saben de besos a escondidas no pueden condenar mi poesía que sólo sabe mentir con tu permiso. Estas febriles historias yo las inventé y por eso duelen como bandadas ciertas: no he dicho más que estas orillas tribales del poema; tú cambiaste la almohada por una piedra negra que alguien te invitó a cargar en el camino. Yo no la puse allí. Yo para ti estaba cantando: era ese otro amor a tus costados no rendido, sí prudente, incapaz de manchar tu rebozo de bermejos cristales entre la noche. Fui tu mal amigo, pero todas mis palabras las encendí en el secreto de esta luz mortecina de distancias. Ahora vete, ya me hundiste tu tacón terrible. Ya puedes vanagloriarte de haberme pisoteado. Invocación Agregar un poema aquí, cuando la llama azul se suspende sobre la roja sensación cardial que nos hermana. Agregarlo aquí, cuando el corazón puede ser la invocación apasionada de la forma, cuando las caderas pueden resucitar la nueva luz del abismo que nos hace, cuando un día no es solo la jornada para el amor
sino la esencia de todos los almanaques que convocamos. Aprender que es necesario el silabario que puso beso en mitad de la flor, el calendario que puso abrazo en la palabra, la bitácora que inundó de caricia esta parte del mundo que a sí misma se llama POESÍA. Quizás este es el número redondo r edondo Quizás este es el número redondo que esperábamos, tu nombre diciéndose a solas, a mordiscos en la alcoba de la soledad. Pero quizá se confirma una vea más esta tristeza que exhibo entre la gente y que entre todos logra risas, parajes de elocuencia, aplausos o reproches, bofetadas de la niebla. Tanta cercanía y no hay una caricia siquiera que borre tus ríos de mi piel. Sólo queda esta ventana donde después los sueños todavía atónitos se rindieran profiriendo un adiós en la noche. Anatema de sed y sal es sentir que te abandono y me abandonas, luna aterida de mi amor. ¿Es este signo tu nombre o el número para ser esta ciudad y su tristeza y su luvia y las líneas amarillas que se desbandan de las carreteras y los lazos, los linces de tu piel, los lagos de tus ojos de gacela, la lujuria, luciérnaga distante, la lenta lámpara gastada de llamarte,
o ese número par, o tu nombre que vuelve en nombre de tu piel o que se aleja? Quizás este es el número redondo r edondo Quizás este es el número redondo que esperábamos, tu nombre diciéndose a solas, a mordiscos en la alcoba de la soledad. Pero quizá se confirma una vea más esta tristeza que exhibo entre la gente y que entre todos logra risas, parajes de elocuencia, aplausos o reproches, bofetadas de la niebla. Tanta cercanía y no hay una caricia siquiera que borre tus ríos de mi piel. Sólo queda esta ventana donde después los sueños todavía atónitos se rindieran profiriendo un adiós en la noche. Anatema de sed y sal es sentir que te abandono y me abandonas, luna aterida de mi amor. ¿Es este signo tu nombre o el número para ser esta ciudad y su tristeza y su luvia y las líneas amarillas que se desbandan de las carreteras y los lazos, los linces de tu piel, los lagos de tus ojos de gacela, la lujuria, luciérnaga distante, la lenta lámpara gastada de llamarte, o ese número par, o tu nombre que vuelve en nombre de tu piel o que se aleja?
Reflexión sobre mi padre Mi padre a tono con las circunstancias, circunspecto, defiende su recuerdo a capa y espada: quizá le quede deambular sin Ella ante la noche lentísima, y nosotros solo seamos el anuncio de neón o la llave solidaria que la sangre asume. Postulados del sueño Aquí estoy, del etereo bostezo. Aquí donde puedes arraigarte a una silla, a un cuaderno, a un estornudo. Aquí estoy, deletreo, soy la mirada, la aspiración del mar, la coyunda atándome a un invierno, al averno, a la pereza. Lo que tú lees o dormitas tiene un sentido solo con la soledad. Cubres la entrepierna: queda tu enagua de jean, el ying y el yang o la única esperanza, el doblez de la noche que se aviene esperando, el libro, el móvil, la naranja solícita sobre la mesa extraña. Aquí. Mírenme latir de tan despacio, desconectado de todo: no sé si al dormir vuelvo a ser este que se escribe, el que se inscribe, el que te lee leyéndome,
leyéndose a sí mismo en estas notas. Aquí. click. II Solo tengo el espacio de tu beso soñándome. soñándome. No me despiertes con las manos frías. Pero sí, hazme el amor con tu cabalgancia de piel sobre mi insomnio, sobre este árbol erguido hazme el amor y no la guerra, o ambas quizá cuando te alcance, noche. (Te pintaste los labios, guardaste el bolso pleno en tu hombro izquierdo y te fuiste nadando en una bruma).
Envíos Todo lo que se da llega a destiempo. No existe otra manera. Entre el ojo y la mano hay un abismo. Entre el quiero y el puedo hay un ahogado. Un país que asoma su cabeza deforme en una carta, y va a darse a destiempo, nada es lo que esperabas. Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá sucio de odio. Bailamos entre los escombros de una cita. Dibujamos una taza de café en el desierto. Vivimos de sumar y de restar: lo que te da el amor, lo que te quita el miedo. Al final nos entregan los huesos de un perfume.
Ahora, ¿quién atará los cordones de mi soledad? ¿Quién?
Aún así persistimos. En alguna montaña vive un pez resbaloso. Entre números rotos se desliza una estrella.
¿Quién? ¿Vendrás tú o vos o ella o la que ya se fue? ¿Quién pondrá los botones en el ojal desmadejado del olvido? ¿Quién ha de venir sino tu gracia caminando? Tan inefable, tan insalvable de tu propia poesía, como mi carne a destiempo d estiempo deseándote, preguntándote: ¿por qué no vienes y me vuelves pájaro, herida, saltimbanqui, nocturnidad, tránsfuga para tu sed de asombro o caminante?
El son Es tener una playa en los ojos, es tener una selva en las manos, es tener un brillo entre los poros y una sonrisa igual a una tristeza, y músculos como negras raíces, y dientes como soles heridos, y manos como palmas golpeando, y carmichael gritando venceremos, y asombros como dioses de viento, y pómulos como tambores, porque la negra piel es toda aurora bajo el cálido son que da su sangre, a la vista del día, con las manos subidas a las calles con ángela y patrice a la cabeza.
El niño de la fotografía No hay mucho que hacer en mi memoria. Caminar una casa derribada a balazos, atravesar arañas con palabras, buscar viejos olores quemados por el viento. Poco que hacer allí, mear en los rincones para espantar las sombras, correr donde no hay nadie. ¿Qué hacer en la memoria? ¿Descansar en un ruido? ¿Ponerse de rodillas ante un gran agujero?
se arrastran fatigosos hasta alcanzar la orilla, una que otra pareja, huellas de perro y botellas vacías de cerveza. Esto es el mar a esta hora en este mes de julio en Miraflores, donde todo es más claro el mar termina rojo y una sola gaviota defiende al horizonte, luego estamos en paz. El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón huidobro
El malecón Claro que desde aquí todo se ve más claro. Y el panorama es amplio como mujer abierta. Donde apuntan, los ojos un desierto de espuma, y un malecón golpeado por temblores antiguos. Ningún otro rastro sino el tuyo, ninguna canción fuera del viento, luego estamos en paz. El mar comienza verde pero termina rojo. Esto suele ocurrir siempre a esta hora en este mes de julio en Miraflores, este es el mar donde arrojo tu nombre con un terrón de azúcar al café, una sola palabra contra tanta marea, contra todo naufragio sólo eso. A mi espalda el mar desata un ruido de cuchillos. Pequeños dedos de agua
Ha oscurecido en el poema, se hace difícil avanzar, llueve torrencialmente sobre mi sombrero de paja, la vieja máquina de escribir rechina en cada curva, amenaza volcar, hay sirenas y gritos y ruidos de motores que avanzan, retroceden, acelero un lenguaje difícil de entender, juro que no he tomado ni una gota. Una mano apura los gestos de la muerte. Una esfera de llanto rueda por la avenida principal o directrices del poema, la hoja es de cemento liso, los faros que vienen vi enen en dirección contraria la atraviesan. Son teorías opuestas, discusiones antiguas, ¿Acaso la palabra piedra puede más que al apalabra vidrio? Unos infortunados intentan autostop ¡la lluvia quebrará esos rostros!
(Si uno pudiera subir al texto sus animales preferidos otro cantar sería).
El callado
Ha oscurecido en este mes y acelero, acelero, es una pesadilla, tengo miedo, es de noche. Donde espera tu nombre siempre habrá una mancha de aceite en medio del poema.
Le advirtieron que hablara. Lo intimaron. i ntimaron. Dijo: Lo que callo es de arena. Lo que yo nunca digo es un aroma que ha podido tatuarme. Sin mucho esfuerzo puedo callar una estación entera, un modo de nevar. Mi boca guarda el humo de un disparo en una noche de 1976. Soy un hombre que vive de callar. Espesuras de ciego que lamen los recuerdos Me visita mi padre (una foto movida le cubre el esqueleto). Callo un tren enredado en las líneas de una mano que estuvo entre las mías. Bandadas callo. La procesión de San Silverio reflejada r eflejada en el agua, sus botes de colores.
El extranjero dos Ojos de aullar, mirada de mugido y lengua errante en boca del ahogado. ¿A eso vine? Mi reclamo es humilde: encontrar sed de tigre en boca de la niña y hambre de halcón en esa sed. Pero calzo estos días que nunca dejan huella y me visto de oscuros animales que se muerden la cola y hablo con preguntas que hacen nido en la asfixia. Me acercó este deseo: que ella me regalara jardines para el dónde, me entregara paciencia para el cuándo, pero su simple cifra no se puede decir, apenas atisbo de nombrarla me deja entre las manos sombra de dos lugares. Los espejos vomitan siempre un bocado más de lo que fui. Regresé del exilio, volví a ninguna parte. De: Bestias en un hotel de paso
A Juan Gelman
Afilaron cisaña, chamuscaron su sombra en las paredes. Y él les dijo: Callo algún bar, algún cielo de espuma, ojos de marineros en bandejas plateadas para los muslos de la vitrolera, única tierra firme. Lo que yo nunca digo es una noche, ese terrón despedazado a besos, y un tigre de bengala alrededor d eun cofre y en el confre: comparsa en Bahía Blanca, una carroza hundida en salitrales. Es un aceite hirviendo que callo. Es un hijo que recorre saltando las piedras de mi voz.
Muchas horas del día paso en eso. Dala que dale. Es un color que si lo miro es otro. Lo amenazaron fiero, lo maltrataron, dijo: Yo no cierro la boca, yo callo cada brazo, cierro el pelo, las uñas, disuelto estoy en la respiración de alguna madre. Al silencio hay que hacerlo, acunarlo, vestirlo. En una soga gruesa cuelgo la ropa r opa limpia, voces de una una mujer nacida en Drinicí. Para sobrevivirla callo una selva entera. Busco aullidos de mono en caracoles, c aracoles, una perla enterrada en un ají. A ratos logro que me pierda el tiempo. Cuando alguien calla, el mundo se divide: es éste y otro, se hace dos para siempre. En la radio hay un himno de orines y una noche de trapo. Le dieron otra chance, la última. Él les dijo: Fabrico lo que callo: huesos de algún perfume, una almohada de polvo. Con metales secretos elaboro una tela, fina, suave (la voz de Brillie Hollliday en "Tenderly") No es memoria. Tampoco es omisión. Yo no sabría explicarlo. No es mutismo, no es eso. Es un cuento que empieza en el final. Lo que yo nunca digo son cuatrocientos indios mirando la cabeza del jefe Lloriqueo clavada en una
estaca. Lo que callo y olvido me habita de otro modo. Escucho la caldera: la l a nostalgia trabaja, las mandíbulas, las lágrimas trabajan, el turbión, los zapatos crepitan y cada espejo dinamita un rostro. Ahora lo que se dice, dic e, no vale una palabra de todas la que él calla. El suelo está en el suelo, el hombre está en el hombre. Agujeros que se comen el aire recuerdan una cara que se tragó la cara. Le advirtieron y dijo: "lo que callo es de sangre". El altillo
Casi a nueva peldaños de la muerte bajo una luz difusa te desvestís esta no es la cubierta del Kabanos esto no se parece al paraíso es tan solo un altillo. aquí tus pechos vuelan tu cintura golpea entre mis brazos y la humedad es una amiga mirando con ojos agrietados un desorden de piernas esto no es la suitte especial del plaza hotel ni hay una alfombra roja donde rodar a gusto es tan solo un altillo aquí tu pelo emerge de la noche y es bandera de mimbre aquí una vieja cama pide a gritos
¡socorro! aquí no hay vencedores ni vencidos afuera no muy lejos la estrella herida de la tarde rueda como un gato sin fuerzas sobre el techo del mundo aquí casi a nueve peldaños de la muerte tus ojos encuentran a los míos y no tenemos tiempo siquiera de despertar. Ejercicio Dar en el blanco: bien. Acertar, atinar, justo en el centro: bien. Entre una ceja y otra. Hacer centro: bien, bien. Dar en el clavo, restallar, pero con un muñón. Del oficio de la poesía Hay que incendiar a la poesía y cantar luego con las cenizas útiles. Cuaderno del suicida Mis pies parecen palas. Y mi lengua y mis manos tienen forma de palas. Si me viese al espejo vería solo una pala. Todo lo que yo haga tendrá forma de fosa. Polvo para morder Amargord, Madrid, 2008
Con mi costumbre de dejar la nuca en cualquier parte Viene despacio entra tropieza con mi tos con mi costumbre de dejar la nuca en cualquier parteviene despacio ordena mis silencios desata las palabras necesarias recibe la correspondencia de mis ojos viene despacio a tender sus manteles de ternura viene despacio apenas hecha humo para no despertarme se abre paso entre vasos arrojados al día retratos de mujeres noches de bronca y noches de ginebra viene despacio con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles viene despacio entra se arrodilla al borde de mi alma y junta los fragmentos de mi risa después se vuela azul como la tarde. tar de. Comentarios Dos niños que se miran, interrumpen el mundo. Comentario xii por amor a mi fe y a la vida que viene canto la poesía de mis compañeros. Martín Micharvegas Dejo constancia aquí sobre la mesa de café generales y blasfemias que he sido útil inútil justo injusto
valiente con mis miedos y he tenido como cualquier mortal hambre y bacterias deseos de una mujer de buenos muslos que quede claro que yo he sido amigo y hombre de furia-sobre todo esoy que gustaba de los días de marzo de sus tardes de sol y viceversa y que he bebido y festejado el canto por la esperanza con mis compañeros. c ompañeros.
Todas las palabras caben en ese gesto. (El aullido de un mono, por ejemplo). Cada día, cada hora, se descuelga del sueño y se arroja al vacío. Se muere y resucita, en un juego que nunca me tocó decidir. Condenado a ser apenas una sombra en medio de su afán, escucho su respiración bajo mi ropa. Ronca como la selva a medianoche.
Comentario iii de: La comida pobre (Aguafuerte, 1904) Sentados en un mismo lado de la mesa Pedro tomaba a Nora por el hombro escuchaban la lluvia lamiendo los rincones ri ncones pero no se miraban mirarse era pensar tenemos hambre.
Un extraño, un aullido enterrado en mi cuerpo. Lo he visto dibujado en las hojas de un libro. Se llama corazón. Nos vamos pareciendo poco a poco: yo no tengo diez dedos en las manos, man os, él a veces camina como yo.
Comentario ii
Aventuras
Y alguna vez condecorarán al poeta por usar palabras como fuego Juan Gelman El mecánico está en los planes del ingeniero que figura en los planes del mago quien a su vez está en los planes del sacerdote que está en los planes del fabricante fabric ante de caramelos ácidos que figura en los planes del mago que está en los planes del martillero público pero los poetas no figuran en los planes de nadie. Bestias Como un aullido el corazón, como un grito que piensa y que se aturde de su propia ignorancia.
Sordomuda, vivimos maniatados espalda con espalda y alguien rasga la tienda t ienda donde estás prisionera: lengüita azul no vayas a llorar, afuera los caballos resoplan intranquilos y hay varios centinelas para una sola piedra. Remo de mi canoa, mensajera, tu lengua brilla junto al fuego cuando estamos estamos espalda con con espalda. No vayas a hacer ruido, hay jirones de tedio en los arbustos, cantimploras vacías. Loca de amordazada, emperrada, cautiva, hay clavos oxidados en tu lengua, hay soldados de plomo. Los he visto acampar y procurarse leña,
he visto sus cabezas rapadas, r apadas, sus uniformes sucios. Cada noche soñamos que un caballo de vidrio muerde las ataduras, pero amanece y vamos espalda con espalda. Arte poética He tratado de dibujar un niño en la corteza de los árboles, y de ocultar las ramas entre las páginas de un sueño. Y he mezclado los cielos a la sombra de un hijo, a la sombra de un árbol, a la sombra de un libro. He tratado de barajar los pocos cielos míos. De plantar una lengua en la tierra del sueño y escribir con la mano del deseo ese libro que mañana hablará como un hijo. Sin dejar de girar con un vino en el aire. Por el hijo de oro, por el libro de espadas, por el árbol de sangre. Abajo el viento junta restos del universo XXIV Ni crece, ni se expande la selva. Nunca se multiplica. Nunca asciende la selva, vive de imaginar al tiempo. Todo el tiempo. XLIV El colibrí garganta brillante, dice: «El color blanco es una selva que nadie sueña».
La ranita dorada dice: «Siempre estamos despiertos». Las aves del pantano dicen: «Los opuestos se envían cartas rotas, se dedican linternas herrumbradas, se buscan para decirse adiós». El pájaro sombra dice: «Para juntarse los amantes, uno de los dos muere». Los cuervos de voz áspera, dicen: «El árbol del aullido da corazones rojos». El zopilote rey –blanco y mudopiensa mientras planea sobre los hormigueros gigantes: «Lo que no es selva es pobre mundo». Luego, todos se callan. Nieva.
Xxvi san josé Pero si quieres ven a mi ciudad, repitamos el camino de la tarde que nos vio usufructuando los minutos, devolvamos febrero a los febreros, fundemos tu apartamentito bajo lluvias de mayo y cafetal; ríete conmigo en el andén soleado donde ya no hay trenes, en los mercados pobres de sandías abiertas, o en los parcos espacios del CENAC. En las calles sinuosas del concreto sumido, subamos a la periférica, vamos a correr en La Sabana dejando olvidados los tobillos viejos, vamos a besarnos bajo el tolde de un árbol guanacaste. En mi aldea de Teatro Nacional huyamos de las gentes buscando en los contornos montañeros refugios de riachuelo,
poemas del adiós vencido, frondas para que el beso sea en presente, cielos para el abrazo azul que nos debemos. Y si después de probar las lunas en menguante, la desnudez de la llena sobre los tejados, y el orgasmo de Selene soñando en su quimera siempre, resulta que te vas por callejones sin salida y no regresas, ni requieres ya más a este poeta a domicilio, entonces condéname a ser solamente estas cartas; también la distancia tiene goznes y delirios que se abren como las azucenas que te llevaste fecunda de mis besos.
para que surquen tu mirada, repito las palabras, pequeñas que me diste. Te digo que el dolor no se desecha. Pero compréndeme: sólo tuve quince días para que me amases, y más lejanía, y más inconcluso el ayer, y el beso que te envío está al otro costado de la arena, y no te llega. Más allá de la sal que el mar empuja, mis navíos se queman, mi soledad te aclama. Mas ya lo advierto: estoy hecho de un sueño que no fue el mismo entre tu piel. No se van al mar nuestros dolores, sólo anochecen con la almohada, lúbricos.
Xxiii no se van al mar Xxi no es cierto la tarde murió No se van al mar, anochecen con uno. No se zurcen como calcetines, son como gatos enquistados en el rincón del enfermo, son heridas a medio cicatrizar que de pronto se reabren, y nos hablan purulentas. Nunca terminan de restañar el espacio para el beso, se quedan y no cesan su perdón de olvido. Quisiera decirte de nuevo que lo intentes. Decirte lo feliz que intentes tanto cielo aún sin mí. Soy este mal amigo, avivo tu dolor con mi osadía: envío estos poemas
No es cierto. La arde murió, yo la vi latir bajo el olvido, llevarse tus aromas y dejarlos prendidos a los sauces. Escucho nuestra estación, bajo el farol de mi calle; la tarde ya murió y mi soledad aún sigue vigente. No es cierto que la vieron jugando a la rayuela en las esquinas. esquinas. La tarde es un camino que gastamos de tanto pisar con sus distancias, con el pie izquierdo. Y el corazón arrinconado.
Sólo es cierta su muerte irrepetible; la noche no es su secuencial demencia; es sólo otra puerta para la memoria, otra carretera para transigir en pos de la tristeza. No es cierto. Esta ya no es la tarde ni la noche ni la primera luz de la aurora. Es solo un hilo de soledad que sangra en la ventana. Xx aspiro tu olor de mujer soy el junco azorado que llega a tus orillas Carlos Fco. Monge Aspiro tu olor de mujer recién bañada; traes todas las flores invisibles saltando de los poros, rosa, sándalo, violetas maceradas, azucenas, tulipanes, y reinas en la noche. Todo está en equilibrio bajo tu bata encendida. Sacudes el agua de tus cabellos rojizos, friccionas tu cuello con la mano que sueña; yo estoy hurgando tus rincones suavísimos, después de estos versos a ciegas hacemos el amor una vez más, luego tomamos este café chorreado; y partirás después, dos días después serás sólo el perfume, bienaventurada de lágrimas y espumas y caricias invisibles, que aún nos han de servir
para proteger nuestra fe contra el olvido.
Xvii yo para sangrar tengo el poema Yo para sangrar tengo el poema, ¿y tú que dices luces empacarás aquel presente, pondrás los sellos con una nota de ya no soy la misma? Tienes derecho a rehacer la vida con él, la soledad, las otras puertas, y con esta forma de mirar más hacia el viento, hacia el poniente, con una forma de sentirte amada, tan ala, tan rotunda, que nada derribase tu poema. Sólo tal vez. Déjame hacer a mí las conjeturas, que yo para sangrar tengo el prodigio de no olvidar, de ser impenitente.
Xlv cuento Toda mentira crea otra verdad. L. Albán Te voy a decir la verdad: Es sólo un cuento, una mentira más que no pude tirar por la ventana. Es cierto que anhelaba más que el roce de tu mano al asirse a mi brazo para cruzar la calle o la orfandad. Es cierto que te quería desnuda, enfrentada a la noche, hacía ya tantas noches.
Pero todo es un cuento aprendido que repetí en mi ceguedad para que fueras esa estrella silente cayendo en mis cuadernos; todo tenía el rubor de una conquista, de una simple aventura que no pude olvidar, nunca pude.
quizás la bala perdida en la ciudad ajena que ayer celebró mis versos imaginando los rostros de sus propias mujeres. Yo nunca amé la vida, así, tanto como al vértigo, sueño de espejos donde tus dedos van borrándose en mi espalda.
Xliii una alta sonrisa puede más Mi sueño de amor se desvanece por siempre. Yo nunca amé la vida tanto. Tosca. …porque nunca al borde del precipicio cuesta más el abrazo. Vicente Aleixandre Una alta sonrisa puede más que la muerte agazapada. Tanto sueño desposé con tu ausencia, tanto manchado tálamo se irisó con el tiempo, tantas veces barrí ocultando bajo la alfombra el desasosiego del polvo y el olvido. Pero cómo te has diluido de distancia, cómo la memoria de las heridas va gestando su huella sobre esta sangre volátil de los aguaceros. Ya no sé dónde está tu país; mi país no es una patria, es tan solo un papel que se derriba en media carretera, que aun mancha los besos que nos dimos. dim os. Aún me resisto a dar el salto. Ante los altos muros de las ciegas ventanas no me espera más que el poro sangrante de tu lejanía,
Xl si ¿Sabes? Tenía 14 años cuando escribí estos versos comunes que recuerdo detrás de tus palabras: Si tú me amaras, esas palabras unidas todas por el eco de una voz lejana. INÉDITO, 1965 Y si fueses audaz, espina de la ausencia, vistiendo los amores inconexos que te siguen, anchurosos tras los cristales empañados. Si pudieras vencerte con mi palabra sola y sus números enteros, y sus latidos. Si yo al menos lo lograra: Decirte algo que fuese más que el verde, pronunciar un filo donde estés al borde del abismo embelesada. Incapaz de soltarte del hechizo y su veneno,
prohibiendo a la noche prohibiciones absurdas, no más razón de amor que la ya tan pronunciada: sacar del otro al otro que nos ama, al que inventemos, asidos al vejamen de maderas vencidas que sostienen las ventanas, poniendo el ojo en la mira nostálgica del duelo. Si tú me amaras. Esas palabras. No sabe aquel niño cómo le sirve la memoria a la cincuentona edad de mi estrategia saber que un si condicional lanza un precipicio que no podemos saltar sin lastimarnos. ¿Acaso para morir debimos respirar más lentamente? Xix si tu rostro al menos se disipara que te amo aún en contra de los presagios. Narcisa Castro. Si tu rostro al menos se disipara y entre la niebla deshilara uno a uno sus filamentos dorados, rosáceos: si tus ojos derritieran su miel gota a gota, cayendo al vacío, disecándose luego, y no viniesen nostalgiando tanta noche. Si tu ciudad no viajase igual que tus palabras y no te encerrase y ya no sangrara por esta pantalla manchada de mi sed.
Si tu abrazo, tu beso, no existiesen tan ciertos como amanecer con tu nombre en todas las esquinas. ¿Acaso podría clausurar esta historia que nació en la frontera de los sueños ante los vaticinios? Verdad Hoy amanecí como un día más. Esperar es trenzar una mirada detrás de la corbata, sin ninguna esperanza. Es amargo este pan en la gaveta. Este iniciar la fila sin apoyo alguno, solo, en un rincón sin nombre. Sin embargo, esta noche miraré entre muebles viejos mi desenfreno junto a las ventanas, me he de recordar bebiéndome tus pechos tiernamente, y entrará mi voz y con ella una música de hálito y rocío. Ya amaneció y estoy cansado. Quizá porque lo estoy, mañana he de decir que esto es verdad y está de punta: mi corazón, mi sangre, y la sed cotidiana ante el olvido. Velamen del deseo Deja ya suspendido ese velamen. Escucha. Es sólo el viento,
el viento, sólo eso, inaugurando nuestros poros con sed de traspasarse y ser la música festiva del encuentro. ¡Ah, el agua que enarbolo fecunda para alcanzar tus praderas y anegarlas todas! Deja ya abandonado ese cardumen. El aire es la frontera del deseo que emana al imaginarte entera ante el amor, mujer que me redime, estocada que vence, a mis costados, la empinada soledad que conociste en mí. Deja más allá del aire, el velamen suspenso de tus labios, que yo he venido a culminar en tus laderas los ríos crecidos del indómito poniente de este amor. Regresos De pronto sé dónde se encuentra el territorio amado; más allá del reproche dónde calmar la sangre de los besos; más allá de la brisa que desdeñas dónde unir con el viento mi caricia. Porque vienes abriéndote en espasmos, entre crucifixiones y regresos, en la espuma que elevo, yo pretendo iniciarte con un pétalo, un puñado de raíces desprendidas hacia el ala que todo lo conmueve. Y sé que en ti viaja como un herido el beso, que en ti nace amortajada el alba, y que yo estoy de pronto descubriendo mañanas, alentando brasas, fundando los rincones.
Más allá del reproche, sé que vienes, y que eres necesaria. Regreso No en balde la mariposa se posa ociosa en tu mano, no en vano tu mano, ahora sí, vuelta rosa, se torna instante, se torna eternidad, y el tiempo que inventamos engañando al viento se deshace en las alas, se deshace en las líneas y en los montes. No en vano, no en balde, no en las ancas del aire, el poema se esfuma para la otra orilla, atávica, de nuestra unión con el Cosmos.