4 ANGUSTIA Y HOSTILIDAD
En el caso del miedo, el peligro existe concretamente, y el sentimiento de encontrarse desa desarm rmad ado o tamb tambié ién n es cond condic icio iona nado do por por la real realid idad ad;; pero pero en el de la angu angust stia ia,, el peligro peligro es determi determinado nado o magnifi magnificado cado por factores factores intrapsíqu intrapsíquico icoss y la indefen indefensión sión se halla configurada por la propia actitud del sujeto. Como en tantos otros puntos, también en este problema de la angustia fue reud quien nos se!aló el camino a seguir, mediante mediante su fundamental fundamental descubrimiento descubrimiento de que el factor factor subjeti"o subjeti"o implícito en la la angustia angustia reside en nuestros propios impulsos impulsos instinti"os. En prin princi cipio pio,, cual cualqui quier er impu impulso lso tiene tiene la capa capacid cidad ad poten potenci cial al de pro" pro"oca ocarr angu angusti stia, a, siem siempr pre e que que su desc descub ubri rimi mien ento to o su real reali# i#ac ació ión n impli mpliqu quen en la "iol "iolac ació ión n de otro otross inte intere rese sess o nece necesi sida dade dess "ita "itale less y toda toda "e# "e# que que sea sea sufi sufici cien ente teme ment nte e impe impera ratiti"o "o o apasionado. En nuestra época, empero, empero , y en lo referente a los impulsos sexuales normales, nue nuestra stra acti actitu tud d se ha torn tornad ado o tan tan indu indulg lgen ente te que su admis dmisió ión n o su cumplimiento cumplimiento pr$ctico sólo en pocas circunstancias circunstancias significan significan exponerse exponerse gra"emente, gra"emente, de ahí que hayan disminuido mucho las ra#ones objeti"as para atemori#arse a causa de ellos. El an$lisis reali#ado con mayor detenimiento prueba que por lo com%n el fundamento de la angu angusti stia a no radica radica en los los impul impulsos sos sexual sexuales es en sí, sino sino en impu impulso lsoss hosti hostile less "incu "incula lados dos a ello ellos, s, como como la tende tendenci ncia a a herir herir o humi humillllar ar al comp compa! a!ero ero medi median ante te la propia relación sexual. &os &os temo temore ress que la rep represi resión ón permi ermite te sup superar erar tamb tambié ién n pued pueden en ser ser solucio solucionad nados os manteni manteniendo endo el dominio dominio conscie consciente nte de la hostili hostilidad' dad' m$s la opción opción de dominarla dominarla o reprimirla no se halla a nuestro alcance, pues la represión represión es un proceso de tipo reflejo que se produce siempre que en una situación particular nos resulta insoportable insoportable admitir que nos anima un impulso hostil. En tal caso, desde luego, no tenemos posibilidad posibilidad alguna de de dominio dominio consciente. consciente. &as principal principales es ra#ones ra#ones que torna tornan n intol intolera erable ble la conci concien encia cia de la hosti hostilid lidad ad estrib estriban an en que que se puede puede amar amar o necesitar a una persona a quien al mismo tiempo se odia; que no se quieren "er los moti"os de esta hostilidad, hostilidad, como, como, por ejemplo, ejemplo, la en"idia en"idia y la codicia; codicia; o bien, que acaso sea, temible reconocer en uno mismo la hostilidad para con el prójimo &a "ía m$s r$pida hacia el confortamiento y la seguridad no es, necesariamente, la que en %ltim %ltima a insta instanc ncia ia ofrece ofrece mayor mayor segu seguri rida dad. d. (raci (racias as al proc proceso eso de la repres represió ión, n, la hostili hostilidad dad )para )para se!alar se!alar su car$cter car$cter din$mico din$mico haríamo haríamoss mejor mejor en hablar hablar aquí aquí de rabia rabia es excluida de la percepción consciente, aunque no por ello abolida.
*ientras el sujeto tenga conciencia de la animosidad, su expansión queda restringida en tres sentidos. +rimero, el examen de las circunstancias dadas en determinada situación le demuestra qué puede hacer y qué no frente a un enemigo real o supuesto. egundo, si la rabia concierne a alguien que por otra parte el sujeto admira, necesita o gusta, aquélla tarde o temprano se integrar$ en la totalidad de sus sentimientos.
+or %ltimo, en la medida en que el hombre ha desarrollado cierto sentido de lo lícito y de lo que no lo es, este factor también coartar$ sus impulsos hostiles. -l reprimir la rabia, queda cerrado el acceso a estas posibilidades de restricción, con el resultado de que los impulsos hostiles trasgreden las restricciones interiores y exteriores, aunque sólo en la fantasía. tra consecuencia de la represión de la hostilidad es que el sujeto registra en sí mismo la presencia de un afecto muy "iolento que escapa a sus posibilidades de dominio &a proyección le brinda igualmente al indi"iduo la posibilidad de auto justificarse, pues al inter"enir ese proceso, no es él quien quiere enga!ar, robar, explotar y humillar a los dem$s, sino éstos quienes se proponen hacerle "íctima de semejantes maldades. /na esposa que ignore sus propios impulsos de arruinar al marido y esté subjeti"amente con"encida de que es la m$s abnegada de las mujeres, en "irtud de dicho mecanismo puede considerar a su esposo como un bruto que no desea otra cosa sino da!arla. inalmente, el proceso de la proyección puede ser refor#ado, o no, por otro mecanismo que persigue el mismo objeti"o' nos referimos al miedo En efecto, la represión ocasiona precisamente aquel estado característico de la ansiedad; un sentimiento de encontrarse desarmado frente a algo percibido por el sujeto como un peligro insuperable que le amena#a desde afuera. -unque en principio son muy simples las etapas que conducen a la angustia, en la pr$ctica suele ser difícil comprender las condiciones bajo las cuales se presenta. /no de los factores que complican su aparición es que los impulsos hostiles reprimidos con frecuencia no son proyectados a la persona que realmente es su objeto, sino a alg%n otro personaje sustituti"o. El concepto de la angustia que sustentamos ha sido desarrollado, en general, por métodos esencialmente psicoanalíticos. e basa en el dinamismo de las fuer#as inconscientes y en procesos como la regresión y la proyección. Empero, si ahondamos en el estudio, repararemos que di"erge en "arios sentidos del punto de "ista adoptado por reud.
En general, la angustia no resulta del temor a nuestros impulsos, sino m$s
bien del temor a nuestros impulsos reprimidos, eg%n nuestra opinión, aunque reud basaba su primer concepto en una ingeniosa obser"ación psicológica, no pudo aplicarlo pro"echosamente por la simple ra#ón de que le dio una interpretación fisiológica en lugar de plantear el problema psicológico de lo que sucede en la psique de una persona cuando reprime un impulso. reud asegura que en la infancia somos m$s propensos a reaccionar con angustia, hecho indiscutible y abonado por sólidas y comprensibles ra#ones, que radican en la des"alide# relati"a del ni!o ante las circunstancias desfa"orables. +or consiguiente, la angustia ulterior contendr$, entre otros, los elementos condicionados por los conflictos específicos de la infancia. +ero, en su totalidad, la angustia no es una reacción infantil, y reputarla como tal significaría confundir dos cosas diferentes, interpretando como actitud infantil una actitud que solamente ha sido generada en la infancia. 0esultaría tan correcto calificar a la angustia de actitud prematura y adulta en un ni!o preco#, como calificarla de reacción infantil en el hombre.
5 ESTRUCTURA BÁSICA DE LAS NEUROSIS
Examinando
la
historia
infantil
de
gran
n%mero
de
neuróticos,
hemos
comprobado que el denominador com%n de todos radica en un ambiente que, en di"ersas combinaciones, presenta las características siguientes. El factor noci"o b$sico es, sin excepción, la falta de auténtico afecto y cari!o. /n ni!o puede soportar muchísimas de las "i"encias usualmente conceptuadas destete
repentino,
algunos
castigos corporales,
traum$ticas
experiencias
)el
sexuales),
siempre que en su intimidad se sienta querido y amado. uperfluo es decir que el ni!o percibe con toda sutile#a si el amor es genuino, resultando imposible enga!arle con ninguna clase de demostraciones simuladas. El principal moti"o de que un ni!o no reciba suficiente cari!o o amor reside en la propia incapacidad de los padres para dar afecto, por impedírselo su propia neurosis Conforme a nuestra experiencia, en la mayoría de los casos la ausencia fundamental de cari!o se disfra#a h$bilmente, pretendiendo los padres que sólo les
preocupa el bienestar
de su
hijo.
&as
teorías pedagógicas y la
sobreprotección o la 1abnegación2 de una madre ideal son los agentes b$sicos creadores de cierta atmósfera que, m$s que cualquier otra cosa, echa los gérmenes de ulteriores sentimientos de profunda inseguridad. +or otra parte, ciertas acciones o actitudes de los padres no pueden menos que suscitar hostilidad' su preferencia por otros ni!os, los recha#os injustos, los cambios impre"istos de la extrema indulgencia al recha#o desde!oso, el incumplimiento de promesas, y finalmente, pero no en %ltimo lugar entre estos factores, una actitud frente a las necesidades del ni!o que oscila desde la ocasional falta de toda atención hasta la permanente interferencia con sus deseos m$s legítimos, como el entrometerse en sus amistades, ridiculi#ar sus ideas independientes, malograrle todo interés por sus propias empresas, sean artísticas, atléticas o mec$nicas, en suma' una actitud paternal que, aunque no lo intente deliberadamente, consigue quebrantar la "oluntad del ni!o.
Es posible que la hostilidad del ni!o sea pro"ocada, en parte, por la actitud prohibiti"a que la cultura adopta respecto de los placeres en general y de la sexualidad infantil en particular, ya se exprese ésta a manera de curiosidad sexual, masturbación o juegos eróticos con otros ni!os. *$s la frustración no es, e"identemente, el %nico moti"o de la postura rebelde, pues la obser"ación demuestra, en forma indudable, que los ni!os, como los adultos, son capaces de tolerar muchas m$s pri"aciones, toda "e# que las reputen justas, acertadas, necesarias o moti"adas por una cierta finalidad. -sí, por ejemplo, el ni!o no se resiste a la educación de los h$bitos higiénicos, si los padres no los imponen con desmedida rigide# ni pretenden doblegar al ni!o con actos de crueldad m$s o menos atenuados o groseros. &uego, cuando estudiemos las consecuencias generales de los celos neuróticos, nos ser$ dable comprender también cu$les factores son responsables de los celos, pero hemos de mencionar aquí la falta de espontaneidad emocional y el espíritu de competencia a título de elementos coadyu"antes. -dem$s, los padres neuróticos, que crean esta atmósfera espiritual, suelen estar poco satisfechos de su propia "ida, carecen de relaciones afecti"as o sexuales satisfactorias y, por consiguiente, tienden a descargar su amor en los hijos. &as expresiones de este afecto no siempre poseen tono sexual, pero siempre tienen ele"ada carga emocional. Es muy dudoso que las corrientes sexuales subyacentes en las conexiones del ni!o con los padres puedan jam$s alcan#ar bastante intensidad como para producir un trastorno potencial; en todo caso, no sabemos de ejemplo alguno en el que no fueran los padres neuróticos quienes, mediante el terror o la ternura, le impusieran al ni!o tales apasionados la#os de afecto, con todas las características de en"idia y celos que reud les adjudicó. -ntes de describir las consecuencias de la angustia b$sica en las neurosis, examinaremos un problema que acaso haya surgido ya en la mente de muchos lectores. En efecto, la actitud de angustia y hostilidad b$sicas frente a los dem$s, que hemos calificado como elemento esencial de las neurosis, 3no es una actitud 1normal2 que todos compartimos, aunque qui#$s en menor grado4 -l abordar este tema es preciso distinguir dos puntos de "ista.
&a actitud de sumisión también puede ser"ir al propósito de obtener la tranquilidad mediante el cari!o. Cuando éste alcan#a tal importancia en una persona que su sentimiento de seguridad en la "ida depende de él, se hallar$ pronta a pagar cualquier precio por el cari!o, disposición que, en el fondo, implica someterse a los deseos ajenos. in embargo, a menudo es incapa# de creer en ning%n cari!o, y entonces su actitud de sumisión no perseguir$ el propósito de atraérselo, sino de lograr protección. -simismo, hay personas que sólo pueden sentirse seguras si se someten rígidamente; en ellas la angustia es tan intensa y tan completa la desconfian#a ante el cari!o, que ni se concibe la posibilidad de conseguirla. &a independencia frente a los requerimientos internos podemos obtenerla, "erbigracia, procurando des"incularnos sentimentalmente del prójimo, de suerte que nada ni nadie pueda defraudarnos, mas eso significa ahogar todas las exigencias afecti"as. &a estructura de las neurosis no contradice la teoría freudiana de que, en esencia, éstas serían productos de conflictos entre las tendencias instinti"as y las demandas sociales o su representación en el super yo. *as en tanto nos hallamos de acuerdo en que el conflicto entre las tendencias indi"iduales y la presión social del ambiente es una condición ineludible de toda neurosis, no creemos que por sí solo baste a explicarlas. El
choque
entre
los
deseos indi"iduales y los requerimientos sociales no
produce necesariamente una neurosis, sino que puede conducir, con no menor facilidad, a restricciones reales de las acti"idades de la "ida, o sea a la simple supresión o represión de deseos, o, en términos m$s generales, al sufrimiento real y concreto. En cambio, la neurosis %nicamente aparece si este conflicto pro"oca angustia y si los intentos de ali"iarla despiertan, a su "e#, tendencias defensi"as que, aunque no menos perentorias, resultan empero incompatibles entre sí.
6 LA NECESIDAD NEURÓTICA DE AFECTO
5uestro concepto no pretende negar la índole normal de estos impulsos, sino destacar que todos son susceptibles de ponerse al ser"icio del reaseguramiento contra la angustia y que, adem$s, al asumir esta función protectora truecan sus cualidades, con"irtiéndose en algo enteramente distinto. 6sta di"ersidad quedar$ mejor explicada con una analogía. +odemos encaramarnos a un $rbol porque deseamos probar nuestra fuer#a y habilidad o queremos contemplar el paisaje desde lo alto, pero, asimismo, tal "e#, porque nos acosa un animal sal"aje. En ambas situaciones trepamos al $rbol, pero por moti"os muy diferentes. En el primero por placer, mientras en el segundo nos impele el miedo y el dictado de la seguridad' -dem$s, en el primer caso tenemos libertad de subirnos o no, en tanto que en el segundo nos obliga una apremiante necesidad. En cuanto a su magnitud, el placer y el sentimiento de seguridad pueden ser igualmente poderosos. /na satisfacción sexual, aunque diferente en especie, es susceptible de ser tan enérgica como los sentimientos de una persona de pronto beyada de "iolenta angustia; en términos generales, pues, no sólo es posible que las tendencias a recuperar la tranquilidad sean tan "igorosas como las instinti"as, sino también que proporcionen una satisfacción no menos intensa i alguien requiere del afecto de otro para asegurarse contra su angustia, casi nunca lo notar$ conscientemente, pues ignora que se halla dominado por la ansiedad y que, en consecuencia, busca en forma desesperada cualquier modo de cari!o a fin de recobrar la seguridad perdida. 7nicamente sabe que se encuentra ante una persona que le gusta, en quien confía, o por la que siente atracción. in embargo, lo que percibe en calidad de amor espont$neo puede no ser sino una reacción de gratitud por alguna amabilidad o por una emoción de esperan#a o afecto que alguien o algo ha suscitado en él. &a persona que de una manera explícita o implícita infunde esperan#as de esta naturale#a ser$ autom$ticamente re"estida de gran importancia' sentimiento que al punto se manifestar$ como ilusión de amor. 8ichas esperan#as pueden despertarse por el solo hecho de ser tratado con gentile#a por alguien que ostente poder o influencia, o que meramente impresione poseer mayor seguridad. +ueden también animarlas los intentos de seducción erótica o sexual, aunque nada tenga que "er con el amor. -simismo, son susceptibles de nutrirse en la#os ya existentes que entra!an la promesa de ayuda o apoyo emocional' "ínculo de familia, de amistad, y los que ligan al paciente con su médico. &os neuróticos cuyo mecanismo de defensa consiste en el anhelo de recibir afecto, difícilmente se percatar$n de su incapacidad de amar. &a mayoría confunde su
necesidad del prójimo con una presunta disposición al amor, ya sea por determinada persona o la humanidad en general. /na imperiosa ra#ón los lle"a a sustentar y defender tal ilusión, pues abandonarla implicaría re"elar el dilema de sentirse a la "e# b$sicamente hostiles contra los dem$s, y, empero, muy necesitados de su afecto. 5o es posible despreciar a una persona, desconfiar de ella, querer destruir su felicidad o su independencia, y al par ansiar su afectó, su ayuda y su apoyo. - fin de conseguir ambos objetos, en rigor inconciliables, es preciso mantenerla disposición hostil estrictamente apartada de la conciencia. &os médicos conocen la
influencia
que
pueden ejercer la amabilidad y la
consideración. 9odos los trastornos org$nicos y psíquicos son susceptibles de desaparecer de pronto, aunque sólo se haya ofrecido al paciente una atención hospitalaria adecuada o sometido a un detenido examen clínico. /na neurosis de situación, por muy gra"e que sea, puede esfumarse radicalmente cuando su "íctima se siente amada por alguien. Cualquier muestra de afecto puede suministrarle al neurótico una tranquilidad superficial o hasta una sensación de felicidad, pero en lo m$s profundo esas manifestaciones chocan con su desconfian#a o desencadenan su resistencia y ansiedad. 5o cree en ellas, porque est$ firmemente persuadido de que nadie podría amarle jam$s' sentimiento que muchas "eces se con"ierte en una con"icción consciente
e inconmo"ible por las experiencias reales contrarias a él. :asta es
posible aceptar que nunca llegan a preocuparle en forma consciente, pues por contradictorio que sea, ese con"encimiento es tan imperturbable como si siempre hubiese sido consciente. 9odo cari!o ostensiblemente manifestado se interpreta con facilidad a manera de un insulto, y si una jo"en agraciada le demuestra su afecto a un neurótico, éste se inclinar$ a interpretarlo como una burla o aun como una deliberada pro"ocación, pues no le es posible imaginar que la jo"en sienta "erdadero cari!o por él. En suma, pues, quien esté dominado por su angustia b$sica y, en consecuencia, requiera el cari!o ajeno como medio protector, tiene escasas probabilidades de obtenerlo, pues la misma situación que configura esa necesidad también impide su satisfacción.