USEO ITINERANTE DEL BARRIO DE LA REFINERIA
MARCADO DE OBJETOS: UN MÉTODO PRACTICO
arq. Gustavo Fernetti – Cons. de Museos Marcado de objetos: Ana Laura Brizzi - Pedro Fruniz Belén Haure - Carla Vila, Cons. de Museos
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MUSEO ITINERANTE DEL BARRIO DE LA REFINERIA
arq. Gustavo Fernetti – Cons. de Museos Marcado de objetos: Ana Laura Brizzi - Pedro Fruniz Belén Haure - Carla Vila, Cons. de Museos
MARCADO DE OBJETOS: UN MÉTODO PRACTICO Introducción La necesidad de marcar los objetos con su número de catálogo ha ocupado largas horas a los profesionales encargados de tomar los objetos, prepararlos y finalmente, escribir sobre una superficie especialmente tratada, un delicado número que identifica la pieza. Suele ser una tarea poco simpática y agotadora. No describiremos aquí el sistema de documentación, ya que nos interesa solamente describir la aplicación de un método de marcado práctico y creemos, museológicamente admisible y eficaz. El marcado de un objeto de museo consiste técnicamente en escribir un rótulo o letrero institucionalizado, de manera que ese número coincida con el que figura en el catálogo, sea una ficha de papel o digital, una base de datos, una planilla de inventario, etcétera. . Estos números suelen ser complejos, deben ser legibles, y a la vez, lo suficientemente resistentes como para que no se desprendan. También deben ser museológicamente aptos para la preservación del objeto. Esta identificación mediante la aplicación de un número permite cuatro acciones sumamente importantes: • • • •
Institucionalizar el objeto de museo Identificarlo tanto en sus características como en sus condiciones Evaluar cuantitativamente el patrimonio Establecer una base de datos, registros y accesibilidad.
El código de deontología del ICOM obliga a estas acciones en tanto “musealiza administrativamente” los objetos, y éticamente el museo toma posesión de lo que conserva. … con arreglo a las normas profesionales comúnmente admitidas. La documentación debe comprender la identificación y descripción completas de cada objeto, así como de sus elementos asociados, procedencia, estado, tratamiento de que ha sido objeto y su localización actual. Estos datos se deben conservar en lugar seguro y se debe contar con sistemas de búsqueda para que el personal y otros usuarios legítimos puedan consultarlos. (Código de deontología del ICOM, 2006, 2.20)
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Según el CIDOC, el marcado es importante y hasta imprescindible, puesto que es un “signo de apropiación” del museo sobre sus objetos. Cuando un objeto pertenece o llega a formar parte de la colección de un museo, recibe un número de ingreso. Para aplicarlo se debe utilizar un método seguro, lo cual implica que el mismo debe ser inocuo para el objeto y que al mismo tiempo no pueda borrarse o quitarse accidentalmente. (CIDOC, Ficha técnica N°2) Objetos complejos, con varias partes y sub partes, pueden alargar el número de la catalogación a largas cifras. El clásico ejemplo de los servicios de vajilla con recipientes, tapas, cubiertos, etcétera, es el más frecuente cuando se enseñan las técnicas de catalogación y marcado. Pero colecciones grandes de objetos del mismo tipo pueden llevar un considerable tiempo de marcado. Así, catalogar piezas numerosas, pequeñas y repetitivas puede resultar agobiante y llevar mucho tiempo de capas protectoras y plumín. Los productos aplicados, si son de varios tipos deben dejarse secar, se requiere de buen pulso para marcar el número y a veces las cifras del marcado se tornan toscas o bien ilegibles.
Existe otro problema que no es menor. Los números demasiado toscos perjudican la lectura del objeto, o bien “irrumpen” formal o estéticamente, alterando la percepción que se tiene del objeto, de esta forma el profesional debe buscar sitios poco visibles para poder colocar el número de registro, y no pocas veces este carácter “oculto” dificulta aún más escribir a mano la cifra. El resultado son números con frecuencia toscos, o desprolijos, abreviados o recortados. Se necesita de mucha práctica para obtener resultados pasables. Esta forma tradicional de marcado (o “marcaje”, como se suele decir erróneamente) implica por un lado considerar aspectos de la conservación, y por el otro, de prolijidad y legibilidad. Ambas condiciones son necesarias para obtener buenos resultados, tanto desde el punto de vista de la preservación y la conservación como desde la legibilidad y utilidad del número. Nos preguntamos, por lo tanto: ¿Existirá un método eficaz, adecuado, que combine ambas premisas, preservación y practicidad? Marcado: experiencia y posibilidades Desde el Museo Itinerante del Barrio de la Refinería (MIBR) hemos experimentado con varios métodos alternativos. Los objetos del MIBR son disímiles en forma, material, fragilidad, estado de conservación y uso museal. 3
Las primeras tentativas fueron las tradicionales, guiándonos por manuales conocidos (Goren, 1985: passim) Esto complicaba las cosas, porque para varios materiales existían diferentes formas, técnicas y materiales de marcado. Así, se usaban en un mismo marcado PVA, resinas, témpera, papel Japón, tinta china y barniz de uñas, por ejemplo. Cuando el material variaba, el material de base para el letrero cambiaba a su vez, a fin de formar una interfase apta que no alterara la sustancia constitutiva del objeto de museo. Guiándonos por las indicaciones del CIDOC, El número debe ser fácil de ubicar sin necesitar manipulaciones innecesarias, y al mismo tiempo hallarse en un lugar que no altere el aspecto del objeto cuando éste sea expuesto o fotografiado. Aunque cada tipo de objeto requiere sus propias técnicas de marcaje, se recomienda reducir al máximo los métodos y materiales empleados. (CIDOC, Ficha técnica N°2) Éramos conscientes que reducir el número de materiales a usar no era sencillo. Hay materiales que no admiten productos acuosos, otros no admiten solventes no polares. Muchas veces el agua o el alcohol alteran las superficies. Las superficies pueden ser frágiles, no admitir sellado alguno, ser pulverulentas y hasta emitir sustancias varias. Pueden ser “crudas” o estar pintadas, ser porosas o impermeables, y depende a qué líquido. Por otro lado, Aunque el número mismo a aplicarse habrá de durar un largo tiempo, el método para aplicarlo debe asegurar una reversibilidad a largo plazo. Si bien el empleo de etiquetas de cartón colgantes es el método menos intrusivo para el objeto, sin embargo el marcaje directo de los objetos, siempre que sea posible, es el método más seguro. (CIDOC, Ficha técnica N°2) Los números aplicados deben ser resistentes, ya que la caída de los mismos (por degradación o falta de adherencia) ocasiona un problema institucional. Estas condicionantes nos pensar el marcado en forma inversa: Usar un método fijo, y cambiarlo sólo en caso de variaciones puntuales. Haciendo un recuento somero de los objetos del museo, observamos dos tipos de materiales constitutivos clave: •
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Los objetos de papel, cartón, las fotografías, mapas y planos, telas, y orgánicos en general, que tenían el inconveniente de no soportar un registro aplicado sobre la superficie, o directamente alteraba su condición, como en el caso de las fotos. Los objetos de madera, vidrio, metal y cerámica, que soportan bastante bien la marcado incluso con bases líquidas.
Los objetos formaban, aproximadamente, un 30% y 70 % de la colección respectiva y aproximadamente, si excluimos los libros de la biblioteca, por otro lado no patrimoniales. Así, para el primer caso se usarían aplicaciones indirectas como numeración en sobres para las fotos, etiquetas para las telas y marcado con lápiz para objetos de papel o cartón. Para el segundo se marcaría directamente encima del objeto, aunque descartando la indicación: Sobre superficies duras y no porosas, el número debe escribirse con tinta de dibujo (soluble en agua y sin acidez) o pintura acrílica. Puede aplicarse una capa de barniz acrílico sobre la superficie una vez limpia así como sobre el número para protegerlo (ejemplos: vidrio, cerámica glaseada, metal). (CIDOC, Ficha técnica N°2, subrayado nuestro) No se adoptó esta sugerencia, ya que escribir sobre el objeto podría rayarlo, por ejemplo, por ende se descartó el uso de escritura directa sobre el material original, aplicando en cambio una interfase o sustancia intermedia entre la superficie original y la escritura en sí. 4
Materiales Se decidió, para el marcado sobre el objeto, usar una técnica bastante antigua, consistente en fijar un pequeño rectángulo de papel de pH alto (alcalino) a fin de separar la escritura, del objeto. De este modo, resultaría más cómodo escribir sobre un papel pequeño, pero no adaptándose a las múltiples y complejas formas de un objeto, que podía ser irregular, con una superficie áspera o flexible. Quedaba el problema de la legibilidad. Los plumines son engorrosos de trabajar y para papeles de tipo Japón, rasgan la superficie con facilidad, produciendo manchones, además, es necesario impregnar la superficie volviéndola impermeable, para permitir que la tinta no se absorba, de otro modo se emborronan los delicados trazos. Además está el peligro de un derrame de tinta, la cual suele ser indeleble. Visto esto, se pensó en imprimir los números con una impresora común de inyección o de chorro de tinta (deskjet). Se combinaría, de esta manera, la legibilidad, un tamaño “graduable/adaptable” de las cifras y la posibilidad de realizar muchos números en poco tiempo: sólo restaba recortarlos y pegarlos. I. Pero ¿es esta tinta confiable? Las tintas de impresora poseen un vehículo solvente polar como el alcohol o el agua destilada. En suspensión, se mezclan muchas sustancias, pero las principales son pigmentos inorgánicos y orgánicos y un lubricante que impide el secado en las boquillas del cabezal de la impresora. La impresora funciona por dilatación del solvente. Una minúscula corriente eléctrica dilata el líquido en un pequeño tubo, el cual al calentarse “estalla” en una gotita, en una sucesión establecida por las órdenes de la computadora. La superficie impresa es mínima y admite reducciones considerables. Una serie de pruebas permitió establecer que se podía imprimir caracteres incluso de menos de 0,5 milímetro sin que se viera alterada la legibilidad. Consideramos que las propiedades químicas de la tinta no alteran gravemente los materiales donde son aplicadas, pero su condición desconocida (es una fórmula patentada) obliga a disponer entre la superficie impresa (un papel) y el objeto de museo, algún tipo de interfase o sustancia intermedia. II. El papel elegido fue otra decisión importante. Los papeles acid-free suelen tener un buffer de varios pH para “amortiguar” el envejecimiento. Sin embargo, estas cualidades sólo pueden evaluarse con el tiempo. ¿Que papel podría garantizar un pH alto, y a la vez, que ofrezca experiencias sobre su evolución en el tiempo? Hay un papel que es tradicionalmente resistente, de alta calidad y de probada evolución a lo largo de por lo menos, cincuenta o sesenta años: el papel glassine. Este papel es el que recubre las fotografías antiguas entre 1925 y 1970, como una forma de proteger la fotografía, en una especie de libreta de cartulina, evitando el contacto entre ésta y la foto con un papel de tipo “de calcar”, pero de alta calidad y a veces esgrafiado.
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Este método de preservación se utilizó durante prácticamente treinta años y las fotos –así como el glassine- ha llegado a nuestros días casi siempre en condiciones excelentes. Su pH suele ser neutro o levemente alcalino, como se evidencia el escaso amarilleo que presentan en algunos álbumes fotográficos antiguos. Posee un calibre de 0.06 a 0.09 mm. o sea puede ser lo suficientemente delgado para no alterar las formas del objeto y adaptarse a las superficies son cierta comodidad, dependiendo del tamaño del letrero de marcado. El glassine consiste en papel “calandrado”, o sea estirado a presión, con el resultado de una alineación de todas las fibras en un solo sentido. Resulta un material sensiblemente impermeable al agua y las grasas, lo que garantiza que la tinta no traspasará las fibras una vez aplicada sobre la superficie. . Tiene el problema de ser un papel lustroso, que “resbala” con facilidad, por lo que su compatibilidad mecánica con las impresoras resulta problemática. A pesar de último ese inconveniente, por las demás ventajas se consideró que el papel glassine impreso sería una forma de obtener cifras o caracteres pequeños y graduables aceptablemente neutros, siendo un material no-traspasable por la tinta, poco o nada agresivo y que por su flexibilidad, permite adherirlo en pequeños trozos numerados a objetos de mucha variedad formal y material. III. Quedaba el problema de adherir el pequeño letrero de glassine a los objetos del museo. La interfase, o sea el adhesivo, era el verdadero problema en el tema de la conservación. Un adhesivo demasiado agresivo podría arruinar definitivamente una porción de la superficie, o bien marcar de forma irreversible el objeto. Así, acordamos con que: Dado que las técnicas directas de marcaje constituyen un procedimiento invasivo para el objeto, se debe tener especial cuidado en la selección de los materiales a utilizar. Estos tienen que ser estables químicamente, reversibles, durables e inocuos para las piezas, tanto al momento de su aplicación como cuando se decida su remoción. En tal sentido se recomienda emplear sólo aquellos productos que han sido testeados. (Seguel Quintana, 2008: 23) Esta condición era fundamental, ya que la mala elección de un adhesivo implicaría no poder retirar eventualmente el letrero o marcado, y también podría alterarse la superficie del objeto. De los objetos, como arriba dijimos, comprobamos que un 70% del acervo era resistente al agua en mínimas dosis, e implicaba la posibilidad de homogeneizar el método para gran parte del acervo.
Arriba podemos ver un gráfico con la constitución aproximada del grupo de objetos patrimoniales del MIBR, y su resistencia al agua. Para establecer ésta, se la definió como la indeformabilidad e impermeabilidad del material relativos al agua destilada aplicada APTN. El tiempo de aplicación fue de quince minutos, y en general hasta secar APTN. Este solvente, el agua, –que no es neutro, como suele creerse- puede aplicarse sobre superficies pequeñas y seleccionadas de metales ferrosos y no ferrosos, aleaciones, madera cruda y pintada, plásticos, vidrio, cerámica, falsas maderas, piedra, carbonato de calcio, yesos pintados, terciados, bakelitas y cartones plastificados. En cambio, no podía 6
aplicarse indiscriminadamente (aún en superficies pequeñas) en papeles, cartones, superficies emulsionadas, cueros y telas, o bien en materiales en disgregación, pulverulentos, altamente corroídos o salinos en extremo, los cuales necesitan tratamientos previos de consolidación o restauro, o bien la aplicación de productos polares como el agua, afectaría de forma irreversible su valor. Descartamos los solventes agresivos para el adhesivo, y consideramos que el agua era un elemento que dividía fácilmente las dos categorías, evitando sub grupos, por ejemplo, resistentes al alcohol, a los solventes grasos, etcétera. De este modo, los objetos, como se dijo más arriba y figura en el gráfico, se dividieron en: • •
Afectables o muy afectables por el agua. Poco afectables o insensibles al agua.
El segundo grupo sería marcado usando de interfase un adhesivo acuoso, pero aún quedaba por definir cuál. Evitamos las soluciones vinílicas, tipo PVA, ya que polimerizan con el tiempo, vitrificándose. Asimismo, las resinas acrílicas (primal, por ejemplo) son dificultosamente reversibles, y aunque lo sean en alto grado o completamente, retirarlas lleva un excesiva manipulación del objeto y un tratamiento de reversión específico (con alcohol, acetona, agua caliente, solventes polares agresivos, etcétera). Los engrudos también se descartaron, ya que los almidones son muy atractivos a insectos y hongos, y eventuales desinfectantes o ahuyentadores químicos alterarían el pH de la interfase, lo que queríamos impedir con el uso del glassine.
Quedaban los elementos más débiles, los adhesivos celulósicos del tipo metilcelulosa, material muy común en medicina, cocina y que entra en la composición de adhesivos escolares, en ese formato doméstico se comercializa bajo el nombre Boligoma entre otras marcas conocidas. El metilcelulosa no es tóxico y es muy biodegradable, sin emanaciones ni residualidad volumétrica. Disuelve con agua ATN, pero mejor con temperatura entre 30 y 40°C como máximo. El metilcelulosa es neutro, fácilmente aplicable con pincel, seca con cierta lentitud, permitiendo correcciones, permite además que el glassine se ablande y se adapte a las formas de la superficie, lo que constituye una ventaja adicional. Su viscosidad permite aplicar una cantidad importante sin que escurra, y sirve también como un barniz aceptable que resiste un manipuleo considerable. El secado puede acelerarse con corriente de aire ATN. Metodología Elegidos los materiales, se comenzó con una colección de objetos metálicos (juguetes, soldados y animales de estaño). El procedimiento fue el siguiente:
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Se establecieron los criterios de catalogación, que no se explican porque exceden este trabajo. Pero podemos decir que consta de un código institucional, número de objeto, número de parte y sigla que identifica al donante (ejemplo: MBR-001-01-P). Se trabajó el tamaño de las letras a imprimir con un programa de diseño gráfico (Corel Draw!). Se hicieron en forma de listas (columnas y filas) repitiendo varias veces los números, por si eran erróneamente cortado algunos letreros, disponiendo así de números “de repuesto”. Se fijó una hoja de glassine a una hoja común A4, para impedir el jamming de la hoja en la impresora. Esto se solucionó fijando la hoja de glassine con dos trozos de cinta adhesiva (tipo “scotch” común) en cada extremo. Así se impide que la hoja se arrugue. Se imprimió normalmente la hoja, obteniéndose varias, a fin de tener gran cantidad de letreros de marcado. Se testeó el efecto que produce el agua en la superficie del objeto, aplicando una pequeña gota de agua destilada sobre un rincón poco visible, como es habitual en las restauraciones. Se limpiaron los objetos cuidadosamente, primero “en seco” y luego aplicando líquidos limpiadores, en especial Laurel Sulfato al 15%, en agua, esta mezcla disuelve eficazmente el polvo acumulado en forma de pátina de suciedad. Se evitó lavar los objetos, aplicando siempre agua limpia por sectores y a pincel, secando con papel tissue. Se definió el lugar de aplicación de los letreros, evitando ocultar marcas de fábrica, y de preferencia en las bases de las figuritas, o a lo largo de las patas de los animales de juguete. También se evitó que la ubicación fuera demasiado visible, o que al manipular los objetos, se despegara el letrero.
Se recortaron los pequeños letreros, haciendo cortes a lo largo de cada letrero, luego un corte en toda una longitud de la columna. Los letreros quedaban así como pequeñas tiras que a medida se iban necesitando se iban “soltando” de la hoja. Para el caso de objetos oscuros, se aplicó una capa de témpera más clara (grises al 50% para objetos negros, castaño claro para objetos de color marrón, etcétera), pero de manera que no resalte excesivamente sobre el fondo, y permita ver los números, impresos en negro. Sobre el lugar elegido del objeto, se aplicó una carga generosa de metilcelulosa. Este material posee una alta carga de agua, por lo que su volumen en seco es insignificante. Sobre esta capa fresca, se aplica el pequeño letrero con el número de catálogo, que así queda “encapsulado” en metilcelulosa. Una vez fijado y todavía en húmedo se aplica inmediatamente, como barniz, una nueva capa de metilcelulosa y se deja secar, acelerando mediante un ventilador común. Se verifica la correlación entre marcado y catalogación, evitando errores. Se guarda finalmente el objeto en su caja, una vez verificado el estado de humedad. 8
Objetos alterables por el agua Quedaba el caso de los objetos que son alterables por el agua, presente en la metilcelulosa del adhesivo. Para estos casos, se eligieron tres técnicas esenciales, que implican igualmente la impresión de los números o códigos: • • •
Marcado en soportes como sobres o folios, para fotografías. Se usarán los mismos rótulos en glassine, pero sobre un material que no es la foto misma (el objeto en sí). Atado de etiquetas a los objetos. Las etiquetas pueden ser también impresas en papeles de cierta resistencia, acid-free. Técnicas particularizadas para objetos específicos, por ejemplo, cueros o telas.
Este tipo de objetos –una minoría, aunque considerable (30%)- sin embargo, podrían admitir otro tipo de solvente para pegar los pequeños letreros, pero decidimos usar materiales sencillos, fiables y que no alteren las superficies ni necesiten complejas pruebas de compatibilidad. Así, los que se marcarán en forma más o menos complicada se reducen a unos pocos objetos, pero siempre atendiendo a la practicidad, legibilidad del código o número y preservación del bien patrimonial. Una breve reflexión museológica Con frecuencia, se suele caer en la tentación del “más es mejor”. Con este pensamiento, los gabinetes, laboratorios, talleres de restauro, etcétera, suelen tener productos y materiales adecuados para cada caso. Pero para casos sencillos, pero que involucren variables similares, es posible reducir los materiales a unos pocos, muy conocidos y probados a lo largo del tiempo. Así, se piensan los objetos del museo “uno a uno”, o bien de acuerdo al material: “cueros” o “maderas” tendrán sus productos específicos, para tratar problemas particulares. Pero ¿cuáles son los productos similares que, para un problema dado, los unifican como grupo? La reflexión museológica que pretendemos es intentar pensar a los objetos como grupos extra-temáticos, con formas similares de comportamiento. En vez de agruparlos como “objetos de cuero” y “maderas”, pensarlos como “afectables por el agua” o “permeables a las grasas”, por dar dos ejemplos. Esta forma de pensar no implica dejar de lado otras agrupaciones técnicamente eficaces, obviamente. No puede tratarse un papel con lanolina, es irreversible. Y no todos los tratamientos son extensibles a todos los grupos o a todos los objetos.
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Pero creemos que es útil pensar en cómo reducir el repertorio de productos, métodos o tratamientos a lo estrictamente necesario, de manera de reducir costos, y sobre todo, de simplificar el manejo de los objetos –siempre riesgososabiendo a la vez el comportamiento de esos productos elegidos, aún a largo plazo. Proponemos aquí un procedimiento sintético. Conclusiones Creemos que esta técnica y método, puede ser adaptable a multitud de objetos. Se trata de una síntesis de procedimiento, ya que se evita manipular en demasía los objetos, y no se los somete a productos diferentes, los cuales pueden interactuar entre sí, más allá de su condición museológica supuestamente “neutra”. Se trata de usar la menos cantidad de elementos posible, repitiendo las operaciones para cada objeto similar, o sea para cada objeto “resistente al agua”. Como se ve, son sólo tres materiales: glassine, tinta y metilcelulosa. Este método permitió marcar 150 objetos pequeños y similares en unas ocho horas de trabajo. Obviamente, el registro debe hacerse en forma simultánea y concienzuda, pero eso es tema de otro tipo de trabajo sobre documentación. Los materiales son de fácil adquisición, baratos y de comportamiento previsible. Imprimir en hojas de papel permite aumentar o reducir la fuente, imprimir muchos códigos, e incluso, de cometerse un error, descartar la hoja y comenzar de nuevo sin mayores gastos.
La rotulación realizada fue rápida y absolutamente reversible, sin dejar residuos o marcas una vez retirado el glassine y limpio el objeto. No se constató traspaso de tinta al objeto. Se realizaron, para eso, seis pruebas, evidenciando una excelente reversibilidad, al menos al observar la superficie donde se rotuló, con lentes de aumento moderado (5X) La posibilidad de generar documentaciones confiables, seguras y a la vez cómodas y pertinentes, permitirá optimizar el trabajo en gabinete, sin las engorrosas horas de rotulado a pincel, estilógrafo o pluma. Creemos que este método permite una mayor legibilidad, prolijidad y rapidez sin afectar a la preservación, al estar realizada con materiales lo suficientemente probados, tanto químicamente, como estables a lo largo del tiempo.
Rosario, octubre de 2013
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BIBLIOGRAFÍA Ambourouè Avaro, Anne y de Guichen, Gaël . 1999. Colecciones de los museos: ¿por qué? ¿cómo?. Guía práctica. UNESCO, ICCROM y EPA. Edición versión en Español: Fundación ILAM : Christina Tsagaraki, Daniela Álvarez. CIDOC. Comité internacional para la documentación, Consejo internacional de museos. Ficha técnica N°2 ICOM. 2006. Código de deontología profesional, Artículo. 2.20. ICOM. 2006. Código de deontología profesional, Artículo 6.2. Goren, Silvio. 1985. Marcaje de Piezas Museológicas. ENADIM DOC. II.2.2.2. En: Comisión Nro II del "Segundo Encuentro Nacional de Directores de Museos", Paraná. Seguel Quintana, Roxana. 2008. Marcaje de bienes culturales. En: Nagel Vega, Lina et alt. Manual de registro y documentación de bienes culturales. Getty Vocabulary Program. Santiago de Chile.
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