Racismo, colonialismo y violencia científica
Eduardo Menéndez
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Racismo, colonialismo y violencia científica EDUARDO MENENDEZ
"El genio más brillante es un eunuco intelectual cuyo conocimiento no se propaga tanto como es posible. G.G. Simpson
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Cuando se habla de racismo muchas personas oponen reparos a que este problema sea tratado excepto para definir la situación norteamericana, sudafricana o de otros pocos casos similares. Los reparos pueden resumirse (a pesar de su variedad) en una sola posición: salvo ejemplos no demasiado relevantes, relevantes, en América Latina el racismo no es un problema central. Esta manera de entender o describir nuestra propia realidad que también incluye a Argentina y Uruguay, está señalando de entrada el rol mistificador, divisor y enmascarador del racismo. Porque estas personas, por no decir todos nosotros, establecemos una suerte de división, esquematización y simplificación permanente de la cotidianeidad en que vivimos y de los procesos históricos que nos han ido constituyendo. Son los mismos que niegan la existencia del racismo, los que dicen de buena o mala fe que este es un problema inventado por los judíos, o que debe ser analizado "adonde haya blancos y negros", pero no entre nosotros. Son los mismos que tratan de acotar el racismo donde hallan una situación "clara de raza o de color", los que repiten en su forma forma más mecánica una de las las características básicas básicas del racismo en cuanto a ideología: anular y malinterpretar las causas que realmente están produciendo determinados fenómenos económicos y sociales, en beneficio de una interpretación de la cual se hacen cargo en forma indirecta las clases dominantes vigentes. El racismo no es solamente una cuestión de segregar "negros" u "odiar judíos": el racismo debe ser referido a las formas de relaciones sociales y culturales que implican discriminación, subordinación, compulsión y explotación de los otros en nombre de pretendidas posibilidades y disponibilidades, ya sean biológicas, sociales o culturales. Toda relación social que signifique "cosificar" a los otros, es decir negarle la categoría de persona, de igual; toda relación que permita la inferiorización y uso de los otros es racismo. Toda nuestra historia latinoamericana está montada sobre relaciones raciales: la relación con el indio, con el negro, con los inmigrantes europeos, con los migrantes latinoamericanos de Chile, Paraguay y Bolivia, con los migrantes de las provincias "pobres". Con todos ellos y en su
Comentario [p1]:
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respectivo momento las formas oficiales culturales generaron un tipo de relación racial. Y esta relación es función de modos de producción que determinan la distribución y las opciones de esa distribución. Las mismas personas que niegan el racismo en nuestra realidad, podrán argüir que algo de prejuicio y discriminación puede haber habido, pero nada parecido a lo que fue la Alemania nazi o lo que fueron las recientes masacres colectivas de Nigeria-Biafra o Pakistán-Bangla Desh. En todos estos casos manifiesta o encubiertamente, el etnocidio racial estuvo presente junto a actores de orden económico y político. Los Ibos (en Biafra) y los bengalíes (en Bangla Desh) fueron asesinados por "razones" sociorraciales, aún cuando la determinación determinación más profunda fuera económica. Las personas que esgrimen estos argumentos debieran saber algo que radicalmente desconocen: que América está constituida sobre el etnocidio más profundo que conoce la Historia, sobre el asesinato directo e indirecto de millones de indios y de negros. A la llegada de los europeos, según los cálculos actualmente más aceptados, América contaba con una población que oscilaba entre los 90 y 110 millones de amerindios. De estos quedaron después de un siglo y medio de acción civilizadora europea unos cuatro millones de nativos. Además deben agregarse los casi diez millones de negros que habrían muerto en el tráfico de esclavos hacia nuestro continente. América Latina montó su organización organización social, cultural y económica sobre este pasado. Pasado negado, pasado que en los libros en que aprendemos a leer no registran y que nos imponen la imagen de un país en el cual los indios y los negros parecen ser una especie de excusa histórica para que el hombre blanco desarrolle su civilización. Estudios realizados sobre el contenido de los libros de primera y segunda enseñanza de diversos países (Canadá, Italia, Estados Unidos) señalan que en la actualidad la manera de describir a personas de otras sociedades, naciones y culturas (en especial los negros, los indios, los amarillos) tienden a generar una visión prejuiciosa y negativa de los mismos. Se les da, a veces casi inocentemente como en los libros de enseñanza primaria, una imagen infantil e inferior, las cuales se corresponden con los estereotipos nacionales, clasistas y coloniales vigentes en el país. Si le agregamos que en algunos de estos países dichos grupos pueden constituir minorías étnicas, nos encontramos con que a través de la educación formal oficial se tienden a fortalecer las diferencias sociorraciales. sociorraciales.
LA SOCIEDAD SOCIEDAD RACISTA
El tema del racismo ha conducido a que su propia problemática sea mitificada y transformada. Lo esencial del racismo no sólo está (como se tiende a plantear), en las relaciones raciales que en forma "normal" han aparecido y se siguen dando en los Estados Unidos, Sudáfrica o en el pasado inmediato Alemania. Tendiendo además a establecer una identificación localizable y localizada, que nos hace pensar el fenómeno del racismo sólo referido a ciertas situaciones límites,
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negándolas en consecuencia en nuestra cotidianeidad o en situaciones históricas y sociales donde no aparezca con esas características específicas. Esa negación radical, no sólo tiende a deformar y oscurecer el problema, sino que es función de la situación racial establecerla. Y esto es lo que de alguna manera debemos entender en hecho simple y tal vez esquemático de que las formas de relaciones establecidas por los países llamados "blancos y occidentales" en su proceso de expansión sobre el resto de la humanidad instituyeron formas raciales de contacto. Y que estas formas aparecen "normalmente" "normalmente"
dentro o fuera de la la propia sociedad. sociedad. La llamada llamada sociedad
occidental y sus actores son, somos, para ser más certeros, "normalmente racistas" y este racismo es producto de un proceso histórico demasiado largo, el cual está montado sobre el desarrollo del modo de p roducción capitalista. Cuando llegamos a esta parte del tema, la mayoría de los que hablamos o escuchamos tendemos a negar esta afirmación en nombre de la civilización o de la integridad moral, o en algunos casos arguyendo un superficial o profundo conocimiento del problema. No se acepta la caracterización de nuestra identidad racista. Cuando esto ocurre corresponde formular una pregunta, que si bien puede resultar esquemática, nos sirve para plantear el problema en donde realmente está: es decir, en el simple hecho de que nuestra formación nos convierte inconscientemente inconscientemente en racistas. La pregunta a hacernos es la siguiente: si pronunciamos la palabra "caníbal" o "antropófago", ¿qué imágenes acuden a nosotros?. Más allá de las desviaciones neuróticas que pueden intervenir, en conjunto solemos "pensar" en un negro o un indio, pero "jamás" en un blanco occidental y cristiano. Para nosotros, ese rasgo de "degeneración o de bestialidad" humana sólo puede pensarse en aquellos que nos enseñaron que eran inferiores, primitivos y distintos, y de los que se dice que practicaban tales costumbres: es decir de los indios, de los negros o de los conjuntos sociales sobre los cuales nuestra sociedad proyecta su discriminación. Pocas veces se piensa que estos "bárbaros", como suelen llamar a los "primitivos" algunos etnólogos muy culturales, podrían tener una visión distinta del asunto. Un famoso antropólogo llamado Malinowski, estaba desarrollando una investigación en Melanesia, cuando lo sorprendió la primera guerra mundial. Debido a esto debió permanecer años conviviendo con diversos grupos tribales, algunos de ellos caníbales. Conversando un día con un anciano antropófago, enterado éste de la existencia de la guerra y de las matanzas europeas, le preguntó a Malinowski qué era lo que hacían los blancos con tanta carne. Este le contestó que los europeos no comían carne humana. El caníbal dijo ¿entonces matan por matar? Todos sabemos que en las guerras imperialistas no se mata por matar, pero el interrogante más profundo del viejo antropófago sigue en pie: ¿para qué tantos asesinatos sociales sociales y por qué asombrarnos del canibalismo? El simple hecho de que asociemos ciertos actos (los más alejados y negados de nuestra cotianeidad) con determinados conjuntos y no con otros, el mero hecho que palabras como salvajes, primitivos, caníbales, mestizos, evoquen en nosotros determinados seres humanos
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cargados de determinados valores y no otros están señalando esa determinación profunda del racismo inconsciente que todos padecemos. Esta simple observación, que desarrollaremos más adelante, nos debe conducir a proponer otra observación tal vez tan simple y tan ingenua como la anterior. Preguntar desde cuándo los blancos occidentales y cristianos nos hemos enterado de que existía el racismo, no sólo como discriminación más o menos distanciadora de los otros, sino como asesinato, como una de las formas más terribles de violencia en todas las dimensiones que podemos imaginar. El dato no por ser evidente, deja de ser espectacular: tendemos a ubicar ese período con la década del treinta y más específicamente con la "preparación y desarrollo" de la segunda guerra mundial. Es decir tendemos a identificar identificar y "redescubrir" la relación que que existe entre racismo y violencia violencia sólo en el momento en que una máquina blanca de guerra trata de exterminar en Europa a otros blancos muy parecidos. ¿Pero acaso algo de esto era nuevo? ¿Acaso los blancos no habían asesinado, discriminado, inferiorizado a otros conjuntos humanos? Lo único nuevo es que tal acción opere básicamente sobre Europa, sobre blancos, con los mismos principios teóricos que venían empleando empleando sobre los "indios, negros y amarillos" y a través de una eficacia técnica que no admitía parangón hasta ese momento por lo menos. Tan racista era el conjunto de los países occidentales que, hasta entonces, las naciones "blancas" habían actuado racistamente sobre los otros, pero sin que Occidente pareciera reparar demasiado en ello. Los mismos que luego aparecerían como la antítesis de los nazis, los mismos que parecía que simbolizaban las "igualdades raciales" allá por 1940, y que todavía parecen simbolizarla en la actualidad. Tan racistas eran que en 1919 se negaron a aceptar la proposición de la delegación japonesa a la Conferencia de París, tendiente a incluir en la Carta de la Sociedad de las Naciones una declaración proclamando la igualdad de las razas. Recordemos para ubicar la negación, que durante este período el mundo occidental comenzaba a desarrollar la teoría del "peligro amarillo" y esta teoría era compartida por todas las naciones blancas, "democráticas o totalitarias". Más estrictamente, lo que queremos señalar es que el racismo constituye, para los países de modo de producción capitalista, la manera más normal de conexión y relación con otras formas socioculturales. Dicha conexión implica la inferiorización, subordinación y distanciamiento de los otros: de los que en el proceso de génesis de la concepción racista del mundo eran los salvajes y primitivos, y de los que luego pasaron a ser los llamados pueblos dependientes, subdesarrollados o del Tercer Mundo. Dicha concepción racista fue construida y teorizada por los sectores hegemónicos de los países capitalistas; pero se difundió como forma de integración y ligazón coherente para este modo de producción, por todo el sistema social en su conjunto, y en consecuencia, consecuencia, para los diferentes estratos socioeconómicos que lo integraban. El racismo es producto no solamente de las necesidades objetivas de un modo de producción en una determinada etapa de su desarrollo, sino que además constituye para estos países y también
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para las áreas en las que ejerció su dominación y penetración, su forma de concepción del mundo. Este análisis del racismo nos demuestra como nuestra forma inconsciente de ver el mundo (recordemos el ejemplo del caníbal) satura nuestra acción consciente en un proceso de continua interacción cuya verificación la encontramos evidenciada en nuestra propia vida cotidiana. Esto que estamos diciendo encuentra un correlato en la interpretación que los antropólogos, sociólogos y psicólogos suelen hacer de determinados emergentes del modo de producción capitalista: nos referimos a la violencia. Pareciera que la violencia, como fenómeno histórico fuera nuevo en Occidente o en los países dependientes. La violencia campesina, la violencia estudiantil, la violencia racial, la violencia delictiva, la violencia política, pareciera que irrumpieran en un vacío de violencia donde esa categoría de acción es interpretada como un conjunto de conductas sociales desviadas y anormales. Y la violencia no sólo es uno de los más claros emergentes del proceso de expansión colonial, sino que constituye una de las constantes del proceso de acumulación acumulación primitiva que permitió el desarrollo de los primeros países capitalistas. Los países de máximo desarrollo capitalista se establecieron a partir de una violencia cultural y biológica organizada tanto en el medio interno como externo. Lo que generalmente es percibido como un arranque de violencia salvaje, anormal, inhumana dentro de la tradición humanista occidental, y que pasa a ser identificada como la forma más característica del racismo, es decir el Estado Alemán del Tercer Reich, no es un brote anormal ni más salvaje que toda la anterior y ulterior tradición de violencia de los regímenes gestados durante el proceso de expansión colonial. Lo que dicho régimen implica para aparecer como forma desviada de la tradición occidental es la incorporación incorporación del v alor máximo de esa tradición: la incorporación de la racionalidad racionalidad a la violencia. Pero en sí no constituye una etapa más terrible y violenta que los asesinatos masivos de los indios americanos americanos y de negros. Lo que lo caracteriza y enerva a la propia conciencia occidental es el uso de la racionalidad planificada, de la racionalidad técnica, de la derivación científica y que además se ejerza sobre iguales y en el propio espacio territorial y social. Pero esa misma conciencia no parece enervarse demasiado, además porque los medios de comunicación comunicación masivos sólo lo tratan incidentalmente, incidentalmente, cuando se entera que los indios americanos son exterminados sistemáticamente en la actualidad en nombre del progreso y del desarrollo económico. Y lo que es más infame, que esto ocurre frecuentemente por la acción de los mismos encargados oficiales de protegerlos. La documentación antropológica reciente refiere cómo indios de los Andes peruanos fueron bombardeados por el ejército para obligarlos a salir de sus tierras. La opinión internacional fue medianamente conmovida cuando a mediados de 1969 antropólogos escandinavos denunciaron la extinción sistemática de los indios brasileños en beneficio de la expansión "a la brasileña". Según Orlando Villas Boas, quien vivió más de la mitad de su vida en diferentes grupos étnicos brasileños, lo que pasa en Brasil es algo que también pasó por nuestra pampa y patagonia no
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hace muchos años: "Si quiere saber lo que desean hacer los ganaderos con la tierra, es muy fácil: quieren reemplazar reemplazar cada indio por una vaca. Doscientos indios que echen serán doscientas vacas que podrán criar con sólo un mestizo a caballo para criarlas." De acuerdo con un investigador del problema, Jacinto Figueiredo, el grupo indígena "cintas largas" fue corrido de sus villorios por cargas de dinamita arrojadas desde aviones hacia la selva, donde fueron ametrallados, ametrallados, ya f ueran hombres, mujeres y aún niños de pecho. En el Estado de Rio Grande do Sul, estado que limita con Argentina y que tiene en común con áreas fronterizas nacionales amplias zonas de forestación y un mismo grupo indígena: los caingangs, ocurrió que "agentes de protección" pusieron a los indios a cortar pinos de las propias reservas indígenas; matando a quienes se resistieran o se negasen a trabajar. En diez años la población nativa disminuyó de un millar a 207 personas. La acción de los agentes del Servicio de Protección del Indígena condujo a tal grado las cosas, que debió ser eliminado y actualmente una nueva institución se ocupa del problema. No obstante el diagnóstico es casi fatal: la desaparición en los próximos años de los indios brasileños.
CIENCIA Y RAZA
El racismo que como teoría ideológica coherente hará su aparición a mediados del siglo XIX se valdrá para su expansión y justificación de una apoyatura científica. Que la misma resultara falsa, a pesar de su vigencia, es uno de los principales indicadores de las funciones de ese racismo capitalista. Es en función de esta apoyatura que la teoría racista pudo establecerse como tal, y distinguirse de otras etapas de la humanidad. El capitalismo colonialista para fundamentar su visión racista se apoyó en los pretendidos hallazgos de la ciencia y sobre todos en las áreas de investigación más desarrolladas y publicitadas del Siglo XIX: la biología y la historia. Estas áreas identifican a este siglo con uno de los cruciales descubrimientos humanos: la concepción de que el hombre cambia, tanto biológica como culturalmente. El siglo XIX desarrolló la idea de que el hombre no es un ser "fijo" sino que "evoluciona". Y este descubrimiento que cambia radicalmente la ubicación humana será usado para establecer profundas diferencias entre los hombres. Servirá para justificar el racismo de los más evolucionados. Esta idea, ajena a su falsedad o no, será la que se impondrá a través de las teorías del darwinismo darwinismo social y del evolucionismo mecanicista. mecanicista. Y estas ideas, que se cree sepultadas hace tiempo, renacen y se imponen permanentemente, en la medida que las mismas son eficaces para justificar la explotación y el racismo tanto antes como ahora. Es en función de estas teorías racistas que se nos aparece con claridad la relación entre Ciencia, como aparente racionalidad y teoría racista como justificadora y emergente de esa racionalidad. Esta relación se mantendrá por lo menos parcialmente no sólo durante el siglo XIX, sino durante todo el siglo XX.
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Respecto de lo que estamos formulando, se ha dicho que las relaciones falseadas entre ciencia e ideología racista no son producto de la "práctica científica" sino del Poder, y que los verdaderos científicos denunciaron permanentemente la falacia racista. En principio debemos contestar lo siguiente: dicha falacia fue construida y sigue siendo construida en parte por los "verdaderos científicos". En segundo lugar, el problema no está en que la mayoría de los "verdaderos científicos" no estén de acuerdo con esas teorías, sino en preguntarse ¿qué han hecho? La respuesta no por sabida es más dramática: sabían la verdad pero seguían estudiando en casa o en el laboratorio, esas u otras cosas, y veían en la difusión y sobre todo "puesta en acción" del conocimiento verdadero una parte de la realidad de la cual se debían ocupar otras personas. Es decir que si bien sabían que la explotación y el asesinato de hombres y mujeres se generaba falsamente, se contentaban con saber que era falso en su conciencia o a lo más en libros y revistas especializadas, pero sin hacer nada. Esta división entre mundo de la ciencia y mundo de la realidad, pensados en términos incompatibles, lo único que ha generado es la incompatibilidad de los científicos y no la del sistema para usarlos. De lo dicho nos interesa señalar lo siguiente: A) si bien en la historia del hombre siempre se establecieron determinadas diferencias entre los diferentes grupos, nunca éstas fueron establecidas en términos de la oposición y distanciamientos radicales como las que establecieron las formulaciones biológicas del siglo XIX. B) Que dicha situación situación se genera porque las diferencias diferencias raciales establecen establecen cortes de un grado grado de profundidad inéditas entre los hombres, que hallan su fundamento en proposiciones "científicas". Es importante destacar que durante el siglo XIX, pero sobre todo en su último cuarto, la ciencia se irá conformando como la máxima expresión de la producción humana, y sobre todo de la parte "civilizada" de la humanidad. C) Esta apoyatura científica científica se generará en el período período de máxima máxima expansión, es decir, decir, cuando se entra en la fase imperialista. Occidente va a usar en beneficio de una parte de la humanidad: los civilizados, la dimensión que según ellos mismos constituye la expresión más alta de la humanidad. Esta relación fue tan clara durante el siglo XIX que a nadie se le ocurrió ocultarla, pero tampoco a nadie se le ocurrió denunciarla. Tanta era la diferencia racial establecida con los "primitivos", con los "negros", con los inferiores. Sólo recientemente se denunció esa relación, esa subordinación del conocimiento al poder, esa aparente neutralidad de la ciencia, que era usada en beneficio de sistemas nacionales e internacionales justamente en función de su pretendida neutralidad. Para darnos cuenta de esto, sólo por algunos momentos debimos esperar a los campos de concentración, a Hiroshima o a la sofisticación "científica" que representa gran parte de la guerra de Vietnam. Sin embargo esto ya estaba implícito en todo el proceso de expansión colonialista, en el propio desarrollo del modo de producción capitalista. Y hoy, no obstante las denuncias
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humanitarias y científicas del proceso, la irracionalidad científica sigue su camino. Retomando lo dicho en párrafos anteriores, algunos podrán argüir que al f in de cuentas en lo que corresponde al racismo, la verdadera ciencia "gana", porque se ha demostrado la inexistencia de los planteos racistas. Digamos que lo que "gana" es una metodología o a lo sumo una formulación teórica basada en investigaciones. Pero que esto, en cuanto al problema crucial y específico, sólo tiene un valor relativo, hasta que dicho saber no entre en la cotidianeidad de la sociedad. Desprendido de la vida social, de los actores reales, de nosotros, es sólo un saber "libresco": es un saber de eunucos.
RACISMO Y CAPITALISMO
El modo de producción capitalista generó su expansión y ésta a su vez se montó sobre una eficacia cada vez mayor en el plano de la producción. Todo, desde las personas hasta las sociedades, fue puesto a su servicio. Occidente aplicó la racionalidad a una eficacia productiva montada sobre la explotación y esta determinó el destino actual de la ciencia y de las técnicas. Este modo de producción lleva implícito la explotación, subordinación y discriminación de una parte de los hombres, se lea la realidad, en términos de nación o en términos de clase. El primer proceso expansivo se manejó ideológicamente en términos "culturales": los civilizados expandiéndose sobre los primitivos y esta peculiar expansión llevó a establecer el patrón de relaciones humanas cortadas por el concepto de raza, que condujo a reformular la relación en términos "biológicos". No obstante, la escisión se mantuvo a lo largo del proceso respecto de los "primitivos" y así tenemos que en el Congreso Eugenésico Mundial realizado en los Estados Unidos en 1921, se sostuvo que había que aniquilar en forma gradual a los pueblos de los países coloniales y dependientes por medios biológicos. El racismo era el desemboque congruente con el sistema, pese a las declaraciones verbales que postulaban lo contrario. Las teorías "científicas" que propusieron la exterminación o la subordinación de una parte de los hombres eran las que funcionaban de acuerdo al proyecto capitalista. Es por ello que lo que iba a ocurrir: la aplicación de la racionalidad científica, para justificar la irracionalidad irracionalidad no debía haber asombrado, ya que constituía el proceso normal. Dos ejemplos pueden aclarar lo que estamos diciendo: Alemania es considerada tradicionalmente la "nación del racismo" o por lo menos aquella en que el racismo alcanzó una mayor expresión teórica y social. Y esto en parte es real. Las contradicciones del desarrollo capitalista en su fase imperialista condujeron a que Alemania llevara a sus últimas consecuencias, como concepción total y expresa del mundo, lo que era de hecho la concepción dominante en Occidente: el racismo. En Alemania veremos funcionar en forma explícita lo que en los demás países capitalistas se quería mantener separadamente: ciencia e ideología pasaron a ser la "misma cosa" y así la ciencia propuso o no, según le conviniera al poder, determinados contenidos que en todos los
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casos fueron utilizados y fundamentados por la ideología dominante. Esto se percibe en las "políticas" étnicas y "científicas alemanas en la década del '30. Sobre la política "étnica" de Alemania recordemos que para la época resultaba contradictorio que el país que pretendía ser el más puro y el mejor dotado racialmente se aliara con un pueblo que sus propios especialistas e ideólogos consideraran "inferior": el japonés. Los antropólogos y el poder solucionaron el problema: "Los racistas buscaron una solución y la encontraron. Existe, en ciertas islas del Japón una población blanca autóctona: autóctona: los Ainos, que han vivido rechazados a regiones poco accesibles cuando llegaron los conquistadores amarillos. Desde esa época, época, dicen los racistas, ha habido habido cruzamientos cruzamientos numerosos entre los los Ainos los japoneses, japoneses, y como consecuencia de tales cruzamientos se ha constituido el actual pueblo japonés; el cual , a consecuencia de la separación posible de los caracteres físicos y de los psíquicos, tienen evidentemente el aspecto físico de un pueblo amarillo, pero posee todas las cualidades cualidades morales e intelectuales de un pueblo ario y hasta nórdico".
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El segundo ejemplo es más dramático pues delata la contradicción básica del hombre "occidental" en la expresión que más lo define como productor social: la propuesta de la racionalidad y de la "conciencia crítica" como valores humanos. Alemania lleva esa racionalidad a sus últimos límites. Que la ciencia es una práctica racional que implica la formulación de hipótesis y su verificación a través de la llamada "metodología científica", todo ello fue cumplido por lo menos por una parte de la ciencia alemana durante el período nazi. Sus sabios consiguieron y produjeron verdaderos "saltos" en algunas de las áreas de trabajo. Algunos de estos sabios se dedicaron a estudiar al hombre: estos pasaron a ser cobayos humanos de la investigación científica. Fueron sometidos "in vivo" a todo tipo de experimentaciones, parte de las cuales concluía, indefectiblemente con la muerte del "sujeto experimental". Esto ocurrió, por ejemplo, en el laboratorio de biología y fisiología montado por los alemanes en la isla de Creta. Allí los hombres cobayos fueron tratados como no hombres, o por lo menos como subhumanos. La contradicción trágica es que esta negación se operaba al mismo tiempo que se les trataba de aplicar la más exacta y cuidadosa "metodología científica". Son los campos de concentración, como han dicho varios autores, donde esta racionalidad irracional alcanza su máxima expresión. Aquí no sólo se niega a una parte de los hombres, se los convierte en "inferiores y distintos", se los trata como "cosa", sino que además se aplica, para que se logre esta situación, la misma racionalidad administrativa administrativa y técnica aplicada por el Estado, para el mantenimiento y desarrollo del sistema. Los campos de concentración son una muestra de la eficacia capitalista: "cuesta menos en vidas humanas que los fusilamientos; recupera la fuerza de trabajo de los cautivos para grandes obras no rentables (fábricas subterráneas en Alemania), en el extremo permite eliminar ciertos trabajos proletarios, que reemplaza con mano de obra penal, mal alimentada y no retribuida, beneficia a los sostenedores del régimen, a quienes la explotación de los cautivos reporta posiciones y provechos grandes y pequeños, en fin, tiene la ventaja de utilizar
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racionalmente a los sádicos y de suministrarles un exultorio no solamente oficial, sino cívico y moral, confinando a su discreción a individuos puestos fuera de la humanidad." Como dice Peter Kai, el campo de concentración de Auschwitz es tal vez el tipo ideal de explotación capitalista, en lo que a eficacia y racionalidad administrativa se refiere: "oficinas de organización y de investigación se abocaban a la labor de descubrir los mejores medios de matar la mayor cantidad de hombres. Los técnicos S.S. y los técnicos de la industria trabajaban estrechamente unidos para resolver esta "tarea nacional". Cuatro cámaras de gases fueron instaladas
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Auschwitz por la firma Topf e hijos, quien se adjudicó el contrato en una licitación donde participaron otras importantes empresas. A las cuatro cámaras de gas se agregan cuatro crematorios con un total de cuarenta y seis hornos. El gas Cyclon B fue entregado por el gran trust químico I.G.Farben. El rendimiento diario era de doce mil muertos, pero en junio de 1944 la cifra alcanzó a veintidos mil. La fábrica de la muerte hacía trabajar a otras fábricas. En la cuenta de S.S fueron depositados cuarenta y dos millones de joyas, seis millones de divisas, ciento sesenta mil relojes, siete mil despertadores y veintinueve mil pares de anteojos. Mil novecientos vagones repletos de ropa se dirigieron hacia el Reich. "Más que el horror puro, lo que más impresionaba es la organización burocrática del horror". Esta organización burocrática de la muerte puede ser contemplada como el supremo triunfo del sistema capitalista cuya esencia consiste en la transformación del hombre en cosa, en pura materia para hacer funcionar el sistema. En Auschwitz, el capitalismo evolucionado de Alemania reprodujo las fases históricas anteriores, sobrepasando, eso sí, los horrores conocidos. Sin ningún disfraz, se presenta como una máquina de muerte, apropiada para transformar a un hombre en objeto, haciéndolo trabajar, matándolo y robándolo.... Esa esencia pura del capitalismo que representa Auschwitz, se repite también en el plano de las ideas. Su racionalidad e irracionalidad, su técnica inteligente y la locura de su finalidad se entremezclaban íntimamente, imprimiendo el horror bárbaro de ese conjunto una violencia que ninguna imagen hubiese podido preveer. El sistema que permitió la más grande producción de cadáveres de la historia estaba planeado para llevar su engranaje hasta sus últimas consecuencias. consecuencias.
El mecanismo perfecto de
Alemania Alemania
producía finalmente incontables
planificadores, planificadores, organizadores, ingenieros, técnicos, industriales...Tanta planificación al servicio de la más completa irracionalida irracionalidad." d." Se planificó la continuidad y construcción del Tercer Reich sobre la explotación de hombres considerados distintos e inferiores, no personas; para ellos los gitanos, eslavos y judíos eran subhumanos o miembros de otras razas sobre las que se podía hacer y se hizo cualquier cosa. Alemania dio una de las últimas vueltas de tuerca de este proceso; sobre todo en lo que a utilización irracional irracional de la racionalidad se refiere.
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LAS RAZAS
Planteando el problema, trataremos de recuperar una de las dimensiones básicas a través de la cual el problema se desarrolla y se mantiene. Nos referimos al concepto de raza. La primera cuestión a plantear es qué son las razas. Esta pregunta constituye la forma más simple, pero a la vez más dificultosa de la cuestión, si la enfocamos desde una perspectiva conceptual. Esta dificultad aparece expresada en la infinidad de clasificaciones raciales propuestas y que contradictoriamente han formulado los científicos. Estos llegan a distinguir entre dos y más de doscientas razas humanas. A pesar de esta multiplicidad de clasificaciones no nos debe conducir a negar como un hecho científico demostrado la existencia de razas humanas. La percepción de diferencias entre los diferentes grupos culturales, étnicos o nacionales está establecida desde antiguo. No obstante estas diferencias no eran f ormuladas en términos raciales (biológicos) sino en términos con contenidos culturales (ejemplo: diferencias religiosas), no implicando implicando además esta percepción que dichos grupos diferenciales fueran incompatibles entre sí. Actualmente el término término raza refiera a diferencias diferencias establecidas en términos términos biológicos, pero sin que que tales diferencias supongan diferenciaciones necesarias en los niveles psicológicos, sociológicos y culturales. Además las diferencias raciales encontradas no pueden ser planteadas en términos de superioridad superioridad o inferioridad, ni deben ser referidas a instancias personales individualizadas, sino a conjuntos demográficos. El término raza sólo intenta proponer una clasificación o clasificaciones a partir de caracteres biológicos más o menos diferenciados. Como dice Firth. "los europeos tienen, en conjunto, piel más clara, labios más finos y nariz más angosta que la gente de raza negra. Pero entre la gente de tez predominantemente oscura hay quienes la tienen más clara que los europeos de piel más oscura (aunque no tan clara como los europeos europeos más blancos). También entre los individuos individuos de cutis oscuro los hay de labios más finos y nariz más angosta que los de cutis claro. Al comparar la talla se comprueba por ejemplo que entre los hotentotes, gente por lo general de baja estatura, hay hombres que son más altos que los europeos más bajos. En consecuencia sólo deben utilizarse promedios y no diferencias absolutas, en cada uno de los caracteres elegidos para efectuar la medición, aunque los promedios difieran, los extremos se tocan. Un tipo racial o étnico es, entonces, una combinación de promedios 3, una abstracción y muy pocos individuos de una población se ajustan exactamente al prototipo de la misma." Raza es un concepto estrictamente biológico y debe ser definitivamente despejado de toda especulación especulación referida a los conceptos de sociedad, cultura o nación. Estos son conjuntos sociales y culturales, con autonomía de producción histórica. Esto que estamos formulando ha sido escrito y reescrito mil veces, y va a tener que escribirse y decirse y sobre todo vivirse y convivirse varios miles de veces más. La cuestión no radica
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demasiado en que un señor que escribe se tranquilice en su conocimiento señalando lo mismo que nosotros. Lo que interesa radicalmente es que lo incorporemos a nuestra normalidad o anormalidad de vida. Nuestra cotidianeidad en todas sus formas debe ser la verificación del no racismo, y esto es lo difícil para grupos humanos que se han construido consciente y sobre todo inconscientemente inconscientemente en el racismo. Hace unos ochenta años un etnólogo llamado Letourneau escribía algunas de las siguientes cosas sobre los indígenas indígenas americanos. "en efecto, existen en la Tierra del Fuego mongoloides mongoloides poco desarrollados, que merecen la calificación de antropoides. Por su grosería misma esos salvajes nos interesan e importa describirlos. Ya hemos visto que la impulsividad de estos indios es completamente comparable a la de los animales, pero se aproximan más a ellos por otros caracteres psíquicos, especialmente por una carencia absoluta de curiosidad", y más adelante agrega: "Para terminar esta descripción, señalaré aún un carácter común a los salvajes fueguinos y a los animales, la impulsividad. En un capítulo anterior, estudiando la psicología de las bestias, hemos visto que, en los animales, el hecho primordial de la fisiología de los centros nerviosos es la acción refleja, consciente e inconsciente...es inconsciente...es decir la reacción... por la cual los organismos más inferiores responden a una excitación venida de afuera. Pues la distención refleja no es menos maquinal en los fueguinos que en las especies más inferiores en la escala animal. En general esta acción refleja tiene importancia en el hombre, aún fuera de la vida nutritiva y en los individuos más desarrollados, pero se contiene y se dirige tanto mejor cuanto más moralizado e inteligente 4 es el ser. Por el contrario, en el primitivo, más generalmente en el hombre inculto, la distención refleja se efectúa más o menos como la de un resorte mecánico que escapa a todo examen. A esta imposibilidad de dominarse a sí mismo, han de atribuirse muchos actos, a la vez absurdos y atroces, de los salvajes más inferiores que admiran al viajero civilizado. Así se ha podido observar en los f ueguinos manifestaci manifestaciones ones de impulsividad animal o infantil." Si a ochenta años de distancia, sin ser europeos ni demasiado eruditos, nos fijamos un poco en nosotros mismos vamos a percibir una suerte de mezcla entre las cuales aparecen las ideas de Letourneau. Lo que es más grave, como veremos más adelante, es que en la actualidad algunas de estas ideas son seriamente mantenidas para justificar determinado tipo de tratamientos psicoterapéuticos a los que antes Letoruneau llamaba "hombres incultos" y la moderna nomenclatura nomenclatura sociopsiquiátrica designa como "pobres". Lo real es que nuestra propia sociedad dependiente latinoamericana tendemos a ver a determinados determinados grupos sociales y culturales de nuestros propios países en términos de inferioridad. Cuando nosotros hablamos de "pereza", "desgano vital", "desorganización" y aún "degeneración familiar", de "suciedad", de "inferioridad intelectual", no pensamos en "ciudadanos blancos de clase media", sino en determinados estratos sociales y ecológicos de nuestros países. Ocurre un proceso similar cuando nos asumimos "como latinoamericanos" respecto de los "desarrollados" anglosajones anglosajones y germanos, y tal vez eslavos.
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Hacia 1950, cuando se instaló en Argentina una fábrica de automotores de origen alemán, era común oír comentarios que referían que los alemanes consideraban a los operarios nativos casi tan eficientes como ellos en el trabajo, a pesar de ser "latinos". Era una especie de raro orgullo, en el cual una parte de los argentinos se descubrían no inferiores, que en gran medida quiere decir no incapacitados.
EVOLUCION, ESPECIE Y RAZA
El proceso racial, el problema racial, ha estado permanentemente en la palestra a partir de la segunda mitad del siglo XIX. ¿Qué legitimó tal desarrollo? Para nosotros, la funcionalidad ideológica ideológica con el sistema capitalista. La raza como objeto de investigación científica es una consecuencia consecuencia del desarrollo de los estudios sobre la evolución biológica. No obstante, el problema racial se ha jerarquizado respecto del proceso básico -la evolución- convirtiéndose convirtiéndose durante largos períodos en el problema hegemónico. hegemónico. "Las razas humanas son el resultado de la evolución de nuestra especie, y ésta constituye un sistema cerrado. Si examinamos la evolución humana a largo plazo, nuestro primer problema debe ser el estudio de la especie y de las causas de la evolución del género humano, en vez de las razas que son el resultado de fuerzas locales y menores, en términos de evolución de la especie en su conjunto. Los antropólogos se dedicaron a las razas e hicieron caso omiso de la evolución de la especie: "estaban tan preocupados con las subdivisiones dentro de nuestra especie y con las minuciosas diferencias entre pequeños sectores de la especie que olvidaron en gran parte que la humanidad es una especie y que lo importante es la evolución de todo este grupo, y no las diferencias mínimas que existen entre sus partes." El objetivo "racial" reemplazó al "evolutivo" cuando éste, desde una perspectiva sociopolítica se convirtió en secundario. Fueron las diferencias, tanto en términos de "nación", como en términos de "raza", las que cumplían funciones en el proceso de expansión y competencia europea. Luego que el Hombre Blanco fue definido en su conjunto como superior había que definir quiénes entre los "blancos" eran los superiores. Tal vez esto parezca esquemático, pero no sólo ocurrió así en las disputas "seudocientíficas", sino que apareció manejado en los estereotipos populares, y lo que es más grave en la conducción de los enfrentamientos nacionales imperialistas y en la constitución de los nuevos estados "independientes" de América Latina. Durante los siglos XIX y parte del XX, las "razas latinas" son percibidas negativamente, negativamente, en un proceso de envejecimiento y degeneración respecto de las "razas anglosajona y germana". Eran éstas las superiores por excelencia; los otros blancos o estaban mezclados con "amarillos", o con "negros" o con indios o habían degenerado. degenerado. Esta misma perspectiva perspectiva tenía gran parte de los gobernantes de América América Latina cuando intentaron seleccionar la población migrante a fines del siglo XIX. Recién en la actualidad nos estamos aclarando por qué la "ciencia" enfatizó los estudios sobre la raza y no
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sobre la especie. Biológicamente la raza no es muy importante. Si clasificamos las razas con el fin de comprender nuestra historia, su número es reducido, y hay acuerdo unánime en cuanto a lo que son. Su número oscila entre seis y nueve... Si no hay finalidad específica para la clasificación, el número de razas puede multiplicarse casi indefinidamente... 5 Es decir, "dime qué quieres clasificar y te clasificaré cuántas razas necesitas". Los antropólogos físicos funcionaron como ideólogos de las diferencias y de las expansiones nacionales. Ya decía Marx en carta a Engels (18-VI-18862): "Es notable notable como Darwin Darwin vuelve a hallar hallar en las bestias bestias y en las
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sociedad inglesa, inglesa, con su división del trabajo, la competencia, la apertura de nuevos mercados, las invenciones y la lucha por la vida de Malthus. Es el "bellum omnium contra ommes" de Hobbes, y esto recuerda a Hegel en su Fenomenología donde la sociedad burguesa figura como "reino animal espiritual" espiritual" mientras en Darwin el reino animal figura como sociedad burguesa. Justamente el racismo redescubrió como "animal" al hombre a partir del descubrimiento evolucionista, pero para establecer que hay animales hombres superiores y animales hombres inferiores y que los primeros, al igual de lo que creían ocurría en el "reino natural" podían hacer lo que querían con los segundos. Así de hecho lo aceptó Occidente y sus capas dirigentes con sus demás capas aliadas discriminaron "científicamente" al resto de la humanidad. De lo dicho hasta ahora es importante subrayar lo siguiente: el racismo emerge como función del desarrollo del modo de producción capitalista, para establecer una división de la Humanidad que justifique el "uso" del hombre por el hombre; aún contra las valoraciones "morales explícitas" de Occidente. Sólo la ciencia, la razón (valor que Occidente proyecta y con el que reemplaza como valor central a lo religioso) podía justificar tal acción desde una perspectiva tanto moral como intelectual. Dicha expansión, dicho racismo van a ser entonces fundamentados por la práctica científica, en particular por la biología, la psicología y la antropología. El combate ideológico, político, económico y científico contra el racismo va a ser en gran medida una permanente lucha contra las formulaciones teóricas que la propia ciencia ha ido segregando para justificar de alguna manera las discriminaciones y explotaciones raciales. Esto puede parecer asombroso o exagerado, ya que para todos nosotros, la tarea científica representa por definición el equivalente de la verdad. Pero lo cierto es que la "verdad científica" tiene, en gran medida la verdad que el Poder Político le permite o le otorga dentro de su relativa autonomía. Y este Poder no necesita ejercitarse dictatorialmente todos los días, sino que está en la producción cotidiana y normal de nuestra sociedad. Si revisamos con cierto cuidado los libros de texto primarios, secundarios y universitarios en que estudiamos, redescubriríamos una cosa "obvia": que nuestra enseñanza es histórica y parcialmente racista. Muchos médicos se asombran cuando se les dice que parte de los libros en que "estudian medicina" formulan posiciones racistas de fines del siglo XIX; o que algunos de los sabios que los han asombrado o por lo menos a través de los cuales se han incorporado
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conocimientos básicos en fisiología, fisicoquímica, biología, son "sabios" que hicieron tales descubrimientos descubrimientos a través de experiencias experiencias realizadas sobre seres humanos descalificados por ellos y por su sociedad como tales. Esto que vamos diciendo debe ser pensado no para negar la formación científica y profesional. Todo lo contrario. Debe ser pensada para replantearse qué significan las acciones encerradas en las palabras Saber, Hacer Ciencia y no contemplarlas estúpidamente y dejar que tanto ellas como el Poder hagan de nosotros, en nombre de la ciencia lo que quieran. Justamente es en función de ello que vamos a revisar algunos casos donde lo que estamos formulando se evidencia.
LOS NEGROS Y L OS HOMBRES PRIMITIVOS
Durante gran parte del siglo XIX, sobre todo en su último cuarto, se trató "científicamente" de establecer la inferioridad del hombre negro y de otras formas raciales no blancas, respecto de "los blancos". Gran parte de dichos trabajos se basaban en medidas craneales, en pesos específicos de la masa cerebral y en correlaciones establecidas entre rasgos psicológicos y físicos. Estos trabajos alcanzaron un enorme desarrollo y prácticamente creyeron demostrar la inferioridad racial del negro. Adjunta a estas demostraciones y como parte de ellas se enfatizó el mayor primitivismo, bestialidad, degeneración e infantilismo de esta raza. Trabajos posteriores probaron que dichas formulaciones, todas muy medidas y estadigrafiadas, eran incorrectas. Pero tales trabajos no alcanzaron, sino en contadas ocasiones, una difusión tal alta como la primera. Ello ocurrió, no cabe duda, en función de su no funcionalidad ideológica para quienes necesitaban sistemas de creencias raciales para justificar su conducta socioeconómica. Una expresión muy notable de lo que estamos diciendo lo constituyó el "caso Bean". Este es un antropólogo norteamericano que a través de una serie de estudios "llegó a la conclusión de que la zona frontal del cerebro aparecía menos desarrollada en el negro que en el blanco, y la zona posterior más desarrollada [Bean] creía que esta diferencia guardaba cierto paralelismo con el "hecho conocido" de que el negro es inferior en las funciones intelectuales más altas y superior en las que tienen que ver con el ritmo y el sentido de la percepción. Otra diferencia importante radicaba en la profundidad de las circunvoluciones de la corteza, pues la del negro era mucho más superficial y más del "tipo infantil" que las del blanco". El trabajo lo realizó Bean en la John Hopkins University y el Jefe del Departamento de Anatomía resolvió repetir el estudio sobre la misma colección de cerebros con que había trabajado Bean; pero tomando la precaución "...de comparar los cerebros sin saber previamente cuáles eran de negro y cuáles de blanco. Cuando él y sus colaboradores colocaron en un grupo los cerebros que tenían circunvoluciones superficiales, encontraron exactamente la misma proporción de cerebros de negro y de blanco en los dos grupos.
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Cuando además midieron el tamaño de los lóbulos frontales y posteriores en los dos grupos de cerebros no encontraron diferencia alguna en su extensión relativa. Bean había proyectado por encima de su capacidad y formación científica sus estereotipos raciales, hasta condicionar las características de su objeto de estudio. Como veremos en los ejemplos siguientes esto no fue la excepcionalidad sino una constante en el estudio de esta problemática. Uno de los ejemplos más claros por su perduración y deformación es el referido a una de las proposiciones básicas de la teoría de la evolución. Como es sabido, el desarrollo de la teoría evolucionista alcanzó una de sus f ormulaciones ormulaciones claras y valederas en la proposición de que las diferencias raciales dependieron en gran medida de un proceso de adaptación diferencial. El problema de la adaptación debe tomarse muy cuidadosamente y no aplicarlo mecánicamente para no caer en los errores que se han generado recurrentemente respecto de determinados objetivos. Por ejemplo, tenemos las hipótesis que sostienen que la nariz estrecha de los nórdicos constituye una adaptación al clima frío. Lo que nunca consiguió explicar esta hipótesis es por qué los mongoloides que aún en mayor porcentaje viven en climas fríos tienen la nariz ancha. Está muy difundida entre los veraneantes, periodistas y médicos la idea de que el color de la piel constituye una adaptación climática. Sin embargo, Blum "señala que la melanina no actúa en la piel en la forma en que los antropólogos antropólogos pensaban. La parte de la piel que principalmente detiene los rayos ultravioletas es más un grueso stratum corneum y no la melanina." 6 Estos datos no sólo nos están refiriendo equívocos respecto de hechos considerados casi consumados, tanto en la imagen popular como en los "divulgadores científicos", sino que para entender dicha persistencia, la misma debe ser percibida en el contexto que permite su continuidad. "Cuando yo era estudiante se hacían ingenuas interpretaciones raciales basadas en datos métricos. Cuando aquellas llegaron a ser políticamente inaceptables, la misma gente utilizaba aparentes correlaciones constitucionales para llegar a idénticas conclusiones de importancia social. Ahora se utilizan erróneos conceptos de adaptación en vez de las interpretaciones interpretaciones anteriores y surge un recrudecimiento del prejuicio racial.
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Estas persistencias, algunas ya forman parte inherente e inconsciente de nuestro equipamiento mental normal. Es decir, constituyendo nuestro sentido común, lo que normalmente consideramos consideramos "natural". Estas persistencias pueden ser percibidas en forma notablemente significativa por la importancia de las personas que las sostienen en algunos antropólogos dedicados al estudio del origen del hombre. Uno de los más destacados especialistas actuales, Ashley Montagú, en diversos trabajos reitera la vieja "denuncia": la de que la imagen creada en el siglo XIX de un hombre primitivo primitivo violento y
sanguinario reaparece en las las posiciones posiciones de algunos de de los
investigadores investigadores más importantes. Recordemos que la mayoría de los autores que escribían sobre el "hombre primitivo" durante el siglo pasado, "trazaban el cuadro más lúgubre del estado primitivo de nuestra especie. De creerles, la matanza era permanente entre nuestros antepasados y se acometían con el más fútil
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pretexto. El canibalismo se practicaba en gran escala. El hombre era al principio un animal sanguinario sanguinario y lúbrico, al lado del cual los monos antropomorfos serían la virtud personificada. Esto se escribía en pleno combate ideológico científico con los llamados "darwinistas sociales" del siglo XIX. Sin embargo, Simpson, Dobzansky, Montagu y otros, vuelven a escribir casi las mismas palabras pero no para denunciar a los creadores de la "novela antropológica" del siglo XIX, sino para seguir combatiendo estas falsas apreciaciones apreciaciones aún vigentes. Como bien dice Montagu, si alguna idea es realidad, es la que concibe al "primitivo" en forma radicalmente diferente a lo planteado por los creadores de la "novela antropológica". El hombre, para subsistir, al igual que sus antepasados pitecoides, debió colaborar más que combatir entre sí. La experiencia etnográfica, datos con que contamos sobre los "restos" de los llamados "pueblos salvajes" indican que estos viven en cooperación y no en guerra permanente. Y sin embargo, parte de los más destacados antropólogos físicos vuelve a insistir sobre la visión prejuiciosa de los primitivos.8 Así vemos a Leackey, uno de los pocos antropólogos antropólogos "totales" que quedan (etnógrafo, arquéologo, antropólogo físico: todo en uno) que mantiene la convicción de que las razas superiores estirpan a las inferiores. Y esto lo infiere de sus propios hallazgos. Esta misma concepción, pero llevada a instancias casi metafísicas domina la concepción de Dart, el descubridor del Australopitecus, hallazgo que remontó la antigüedad de las formas humanas a casi dos millones de años de antigüedad. Dart hipotetiza que los Australopitecus comían mandriles y también también a otros Australopitecus. Australopitecus. Dice: "este dramático ejemplar ejemplar (fósil) me incitó incitó instantáneamente a estudiar el modo de vida sanguinario y manifiestamente canibalesco de aquellas violentas criaturas (y agrega)... Eran asesinos y comedores de carne". A partir de esto, Dart comienza a plantearse una historia de la humanidad caracterizada por la acción sanguinaria y caníbal del hombre y sus antepasados: "La aborrecible crueldad de la humanidad para el hombre es un subproducto inevitable de su gusto por la sangre; esta característica humana humana diferencial sólo puede explicarse por el origen carnívoro y canibalesco del hombre. Como dijo R. Hartman: "Es bien sabido que tanto los pueblos bárbaros como los civilizados son capaces de mostrar los unos hacia los otros una atroz y como erróneamente se llama inhumana crueldad. Estos actos de crueldad, asesinato, rapiña, son con frecuencia características racionales y por desgracia verdaderamente humanos ya que nada parecido puede encontrarse en el mundo animal." En estas formulaciones, como en tantas otras, los científicos hacen proyección de su propia sociedad y cultura. Las supuestas "atrocidades del mundo primitivo" no son tales, y menos para la época en que escribe Hartman. Lo que sí es verdad es que la historia de las atrocidades más terribles realizadas por el hombre contra el hombre estaban desarrollándose en ese momento. Que todo ese siglo XIX y parte del XX vieron las acciones más inadmisibles realizadas por los civilizados sobre los primitivos. En América Latina, en una de las áreas más difíciles y marginadas: la del Putumayo, una región ubicada entre Perú y Colombia, los súbditos británicos poseedores de
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plantaciones de caucho asesinaron en menos de diez años a treinta mil indígenas de uno de los grupos menos desarrollados tecnológicamente del mundo: los witotos. En 1909 el ingeniero norteamericano Hardemburg denunció esta situación: los witotos eran obligados a trabajar sin ningún tipo de paga en la recolección de caucho: no se les daba comida, sus mujeres eran violadas y asesinadas: "los indios eran azotados hasta poner al descubierto los huesos cuando no aportaban la cuota de caucho que se les había fijado o intentaban escaparse, se les dejaba morir con las heridas infectas de gusanos, y sus cuerpos eran utilizados para alimentar a los perros... los indios eran mutilados en cepos, se les despedazaba con machetes, se les crucificaba con la cabeza hacia abajo, se les descuartizaba, servían de blanco para divertirse en prácticas de tiro, se les empapaba en petróleo y se les quemaba vivos." 9 Esta situación fue confirmada por autoridades autoridades británicas que fueron a observar directamente la región. Como luego veremos este exterminio sanguinario realizado por los "civilizados" no fue la excepción sino la constante de la expansión de los "blancos occidentales occidentales y cristianos". Los antropólogos saben de este tipo de hechos, en el caso de Dart todavía mucho más dado que desarrolló su actividad profesional en Sudáfrica; lo mismo puede decirse para Leackey, quien trabajó en Tanganika, Kenya y Rhodesia. Pero estos antropólogos en vez de interpretar "simplemente" "simplemente" estos f enómenos, enómenos, se remontan a las supuestas aberraciones antropofágicas antropofágicas de los australopitecus y de los primitivos, tratando de ponderar una especie de "maldad innata" en el hombre. No se les ocurre pensar "...que los australopitecus al igual que los hombres en situaciones semejantes hayan recurrido al asesinato y al canibalismo cuando el hambre y la inanición los llevaba a hacerlo. Cuando además incluso los datos del propio Dart y los numerosos hallazgos realizados en otras partes de Africa indican que esta forma de conducta, si es que alguna vez ocurrió, fue de carácter excepcional." excepcional." Es decir, ponderan la excepcionalidad, cuando la "simple" respuesta está a mano del propio sistema económicosocial económicosocial en el que trabajaban. Los científicos, sobre todo aquellos dedicados a la Antropología Antropología Física, si son blancos, democráticos democráticos y relativamente relativamente coherentes al abordar este tema se deben plantear no conscientemente la duda que Faulkner formulara alguna vez: "Entre la pena y la nada, prefiero la pena". Es muy difícil que se pueda aceptar por el propio productor de conocimiento que el mismo sistema que aparentemente generó y promovió la dinámica económica del aparato científico, aquél que le permite estudiar la realidad con la cual opera, sea el causal funcional de estas aberraciones y exterminios. La posibilidad más coherente para estos autores es: o admitir las diferencias raciales o volver a postular pretendidas conductas instintivas que nos vienen desde nuestro fondo biológico ancestral: en este caso, el canibalismo y la agresividad asesina. EL RACISMO EN LAS PRUEBAS DE INTELIGENCIA
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Una de las tareas donde la "Ciencia" ha hecho más por establecer falsas hipótesis sobre el primitivo, sobre el negro, sobre el no-blanco, contribuyendo a justificar las diferencias y las discriminaciones entre distintos tipos raciales y por extensión y consecuencia entre clases, capas y sectores sociales de una misma nación, son las llamadas pruebas (tests) de inteligencia. Estas medirían las capacidades e "inteligencias" diferenciales. Dichos estudios se plantearon inicialmente a partir de una concepción que suponía como innatas las "facultades intelectuales". En consecuencia estas pruebas medían las posibilidades intelectuales de los diferentes grupos raciales y sociales . Tan adecuados resultaron estos trabajos para medir o llegar a confirmar las "conclusiones previas", que ha costado y cuesta eliminar los "prejuicios científicos" a que los mismos han conducido. Las pruebas de inteligencia condujeron a reafirmar y confirmar que las personas, supongamos de piel negra, que generalmente están en condiciones socioeconómicas paupérrimas, paupérrimas, y que además desempeñan desempeñan las tareas menos calificadas, calificadas, están así y realizan tales tareas y no otras, justamente porque tienen comparativamente comparativamente menores coeficientes intelectuales. Se suponía además que estos coeficientes estaban determinados biológicamente. Ha costado investigaciones y contrainvestigaciones demostrar que tales características de "inferioridad" no son producto básico de la raza, sino del medio social, cultural y económico a que han sido confinados estos grupos inferiorizados. inferiorizados. Diversos investigadores se han dedicado a esta desmitificación. Klineberg fue uno de los primeros en rescatar un hecho ya señalado pero no enfatizado. Nos referimos a la demostración de que no solamente el contenido de las pruebas está condicionando condicionando el resultado, sino que también lo hace la mera relación establecida entre el que toma las pruebas y los sujetos. "El simple hecho de entrar en competición con otras personas pone en juego en determinados grupos valores y actitudes propias de una sociedad determinada. S.D. Portues, en su trabajo sobre "La Psicología de un pueblo primitivo" relata un hecho interesante a partir de la toma de pruebas psicológicas a aborígenes australianos.. Esos tests consistían en una serie de laberintos. Cada sujeto debía resolver solo el problema, sin ayuda de sus compañeros. Pero esta situación era totalmente nueva para los indígenas australianos ya que ellos están acostumbrados a resolver en grupo sus problemas: no sólo cada problema que aparece en la vida de la tribu es discutida y reglada por el Consejo de Ancianos, sino que la discusión se prosigue hasta que hay unanimidad sobre el hecho. Frecuentemente los sujetos se sentían embarazados por el hecho de que el examinador no quería proveerlos de alguna ayuda para solucionar una dificultad en el curso de la resolución del problema del laberinto. Ese fue particularmente el caso de un grupo de indígenas con un psicólogo al que habían hecho "hermano de sangre" de su tribu: ellos no podían comprender comprender cómo él rehusaba ayudarlos. En este caso hallamos una serie de características que señalan en forma muy clara algunos de los rasgos permanentes que traban, condicionan y deforman ideológicamente las "pruebas
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científicas" que van a comprobar las diferencias sociorraciales. En principio, este tipo de pruebas fueron conformadas para sociedades en las cuales el principio social determinante y explícito de las relaciones raciales son individuales y competitivas y no colectivas y colaborativas. Se afirman las capacidades no como emergentes de la relación social sino contra ellas, es decir a partir del acentuamiento de las diferencias individuales. A partir de este marco se proyectan pruebas sobre grupos humanos orientados en forma radicalmente distinta. La contradicción alcanza el máximo cuando justamente la persona que representa el sistema "científico y competitivo" es requerida para colaborar en la elaboración de tareas que su sociedad definió como "individuales". A esa persona se le pide "ayuda" pero no en los términos de "caridad", "paternalismo" o "filantropía" que nuestra sociedad desigual nos ha acostumbrado a entender, sino en términos de "normal" y "simétrica" relación social. Y justamente esa persona se rehúsa a dar la mínima ayuda. Ocurría que para el psicólogo urbano, de clase media, anglosajón y blanco, dichas características de las "pruebas" le parecían normales. Como todavía ocurre con muchos maestros o con asistentes sociales que están en relación con personas venidas de otras provincias o naciones americanas (Paraguay, Bolivia), en los cuales encuentran, desde su perspectiva educacional o asistencial, lo que la cultura "oficial" les ha dicho de "ellos". Respecto de esto dice Klineberg: "Algunos investigadores han señalado el hecho de que la importancia dada por la mayor parte de los tests de inteligencia a la velocidad de su cumplimiento, puede indudablemente indudablemente falsear los resultados en los grupos no habituados a trabajar con premura.
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Muchas veces además se toman estas
pruebas sin percibir hechos inmediatos de la cotidianeidad de las personas a quienes se les toma. Suelen aplicarse tests de habilidades en los cuales se hace utilizar el lápiz a niños que nunca lo usaron o que no saben qué es un lápiz. Un trabajo realizado en Jamaica expresa esto de forma ejemplar. La prueba se tomó en niños y se vio que los "resultados son pobres cuando se trata de tests que requieren la repetición verbal de frases cortas, pudiendo señalarse que el uso que hacían del inglés era completamente diferente del empleado en los tests, y frecuentemente modificaban gramaticalmente gramaticalmente la frase para adaptarla a sus experiencias experiencias anteriores. También eran marcadamente inferiores en el uso de la cuchara para comer y en todos aquellos actos que implicaban la comprensión de los números y el uso de juguetes, todas estas incapacidades correspondían a deficiencias de su medio social. En cambio, eran muy precoces para trepar, para recorrer y muy superiores en todos aquellos actos que involucraban cierto grado de independencia, por ejemplo, llevar mensajes y otras tareas prácticas
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. Lo que emerge aquí son
críticas casi ingenuas. Ya que casi mecánicamente tendemos a pensar que es imposible aplicar las mismas pruebas a personas con un equipamiento social y cultural diferente, ¿cómo no van a dar distintos resultados y cómo no van a dar potencialidades distintas? Ya sabemos que las capacidades no se dan en abstracto; se potencian o se anulan a partir de la función de determinados contextos sociales que las condicionan. Y este condicionamiento en la mayoría de los casos no es unilateral ni es aislado, sino todo lo contrario, es un condicionamiento condicionamiento generado a
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partir de una relación entre diferentes sectores sociales o culturales que implican de hecho una relación de oposición, sumisión y subordinación. Y es por desgracia esta relación la que aparece entre quienes toman los tests y los "testeados"; de otra manera resulta ininteligible cómo perdieron y pueden perder "el sentido común" de comparar lo incomparable. En el caso que estamos analizando, el investigador ha señalado correctamente que entre los niños jamaiquinos, si bien no aparecen determinadas capacidades, sí aparecen otras. Señala además que dichas características no son innatas sino producto del condicionamiento social y cultural. Esta manera de interpretar los resultados ha sido también "malinterpretada" muchas veces en sus consecuencias. Ha servido para demostrar que los "inferiores", los primitivos, los negros, los "pobres" son más capaces en tareas de tipo "físico", que en tareas "intelectuales". Existe una corriente, la psiquiatría de la pobreza, que pretende solucionar terapéuticamente los problemas problemas neuróticos y/o psicóticos de las clases más bajas, de los "pobres" (que recordemos son en los Estados Unidos los portorriqueños, los migrantes mexicanos, los negros o los que entre nosotros serían los "v illeros"). Dichas técnicas apuntan a centrar el tratamiento en el "área cuerpo", es decir en el predominio de las actividades físicas. Y si bien parte del dato inicial de que la situación de enfermedad es producto de factores sociales y culturales, va perdiendo este inicial punto de vista a favor de otro que interpreta estas características como fatales, por no decir "innatas". En este, como en otros campos, la técnica se autonomiza y lo que era un medio para curar la enfermedad se convierte en un objetivo. Se concluye entonces, que la única manera de tratar a los "pobres" es mediante un tratamiento centrado en las actividades físicas. Esto supone olvidar que los sectores populares poseen también una capacidad de comunicación y actividad verbal o simbólica que el terapeuta descarta por dificultades de comprensión, dificultades que no aparecen en el tratamiento de un enfermo de clase media o alta. Es que estas tareas pretendidamente profesionales y científicas guardan una estrecha e inconsciente relación del sistema del que son parte. Y en esa funcionalidad van perdiendo hasta el menor sentido crítico autónomo. Van perdiendo de vista el punto inicial del que partieron: que las condiciones económicas y sociales son las condicionantes, y no las consecuencias. Esto va pasando a ser una especie de slogan que se dice, pero que no se usa. Recordemos al respecto el siguiente caso: en sectores rurales "pobres" de los EEUU se aplicó el Test de Binet. A los niños se les preguntaba: Si vas al almacén y compras 5 centavos de caramelos y el sacerdote te ha dado 10 centavos ¿qué cambio tendrás que recibir? El niño replicó: yo jamás tengo 10 centavos y si los tuviera no los gastaría en caramelos 12 . Ante esto los "investigadores" corren peligro de seguir insistiendo en que los niños, determinados niños, de determinadas clases, no saben hacer operaciones aritméticas. aritméticas. Y esto en vez de analizar el contenido que emerge de la propia situación de esos niños. Tal vez la cosa está en que sacar deducciones o inferencias sobre los datos
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estadísticos es más o menos fácil, se requiere cierto equipamiento técnico y además, generalmente generalmente este manipuleo está de acuerdo c on el ordenamiento social establecido. Focalizar el "contenido" de la pobreza, de las clases sociales que condicionan estas respuestas corre el peligro de señalar un estado de cosas que no se resuelve estadísticamente, ni con generalizaciones generalizaciones falaces tales como las que estamos señalando. Al sostener esto no creemos exagerar, sino intentar establecer una realidad. La cual nos demuestra que a pesar de las permanentes investigaciones que descalifican las interpretaciones racistas y clasistas que emergen de este tipo de pruebas, las mismas son utlizadas para seguir estableciendo acciones discriminativas. Al respecto, son casi definitivas las palabras de Washburn: "Quizás no aparezca exagerado hacer la sugestión, pero el hecho es que examinando la bibliografía vemos que cuando dos grupos de blancos difieren en su CI (cociente intelectual) la explicación de tal diferencia se atribuye inmediatamente a la educación, al ambiente, a la posición económica de los padres; pero cuando los negros y los blancos difieren precisamente de la misma manera, la diferencia se califica de genética. Me permito dar solamente un ejemplo de ello. Hace unos años Klineberg mostró que en los EEUU el promedio de los resultados de los tests en muchos negros del norte era más alto que la de ciertos grupos blancos del sur. Cuando se publicaron los resultados, surgió inmediatamente la explicación de que había habido una migración diferencial y que los negros más inteligentes se habían desplazado hacia el norte. Pero el promedio de los resultados de las pruebas en los blancos del norte es más elevado que el de los blancos del sur ¿tenemos entonces que admitir también que los blancos inteligentes habían migrado al norte?" Frente a lo que estamos escribiendo alguien podrá argüir que no obstante la ciencia aprende de sus errores. Y esto es real e innegable. No obstante la pregunta a hacernos es ¿por qué permanente y recurrentemente los errores van todos para el mismo lado? Porque lo indudable es que el racismo es aún fuerte en la práctica científica occidental, que una de las tareas de la propia ciencia es desmitificar permanentemente lo que ella misma propone. Una demostración de esta recurrencia discriminadora aparece en las proposiciones de algunos antropólogos como variante y consecuencia de lo analizado más arriba. Así E. Fisher, uno de los principales especialistas en raciología, entre 1920 y 1950 sostiene que si bien la inteligencia media es posiblemente la misma en todas las razas, sólo la raza blanca y tal vez la mongólica tienen la capacidad de producir permanentemente y en gran número individuos que son líderes, conductores, y de los cuales depende el progreso. Fisher, como resultado de sus observaciones en Sudáfrica (donde actuaba profesionalmente como antropólogo) opina: "... que los negros pueden ser excelentes mecánicos y empleados, aprender aritmética y lenguas extranjeras y no están en desventaja para competir con el campesino o trabajador caucásico, pero la raza blanca... los europeos, son los únicos capaces de producir un número suficiente de hombres superiores que pueden abrir el camino en la ciencia, en los
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negocios y en la política". En épocas recientes, gran parte de la antropología alemana y sudafricana sostuvo posiciones parecidas. Mhulmann y Schvidetzky son dos de los autores que con más consecuencia han intentado demostrarlo a través de sus análisis comparativos de los "pueblos naturales" respecto de los europeos. Schvidetzky ha intentado recuperar en forma más sofisticada algunos de los planteos básicos del darwinismo social. Según ella, la existencia de las capas sociales están en relación con diferentes formas raciales:" esto se pone de manifiesto en los contactos entre los európidos y los négridos. Los európidos presentan caracteres más progresivos que los négridos... en donde quiera que se encontraron los európidos y los négridos, fueron siempre los primeros los que se colocaron encima. Y agrega: " la Etnología ha demostrado que las diferencias que existen dentro de los diferentes grupos, y en las hordas cazadoras recolectoras comienza con una separación entre dirigentes y dirigidos. Lo que en forma sencilla y claramente perceptible muestran las agrupaciones animales y los grupos humanos primitivos es también válido para las grandes comunidades humanas, caracterizadas por una organización superior: la agrupación de los hombres según un ordenamiento social humano basado en la jerarquía o en el rango, y es ascenso de algunos miembros sobresalientes para el ejercicio del mando. Salvo intentos utópicos y ocasionales no existe ninguna comunidad de hombres que sea socialmente homogénea y es principio natural de la sociedad humana que se estructure un grupo de funciones sociales diferentes y de diferente poderío. En forma de capas, posiciones o clases sociales se constituyen desde que se inicia la completa comunidad de vida de un pueblo". Esta vuelta de tuerca, este planteo que reconduce permanentemente a establecer diferencias sociales, económicas y culturales en términos de raza, ya sea en forma explícita o no manifiesta, es el que innegablemente innegablemente aparece como · la "idea-fuerza" del proceso, usando una palabra que les agrada pronunciar a los antropólogos de discriminación. Hasta tanto no desaparezca esa "ideafuerza", que no es nada más ni nada menos que un determinado modo de explotación, la misma seguirá operando.
CONCLUSION
Hemos revisado el papel de la " Ciencia" en la formalización y mantenimiento del racismo. Hemos analizado el rol de esta ideología como funcional al modo de producción capitalista. Hemos sostenido que dichos roles se mantendrían, es decir, el uso instrumental del conocimiento y la ideología racista hasta la eliminación de dicho modo de producción. Esta aseveración puede parecer aventurada y más aún , puede cuestionarse si aún hoy es legítimo sostener la presencia de dichos roles. Justamente si sostenemos lo aseverado es a partir del análisis de la situación actual del conocimiento (recordemos que la mayoría de los casos analizados corresponden a la actualidad), así como la persistencia de los planteos racistas en algunas de las corrientes neoevolucionistas. neoevolucionistas.
Racismo, colonialismo y violencia científica
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El racismo actual se ha convertido en cierta medida en un "racismo cultural", para justificar las mismas o parecidas acciones del "viejo racismo". Estas categorías las podemos hallar contemporáneamente en impensables planteamientos. Un ejemplo casi cómico para América Latina, cómico si no fuera trágico, lo constituye la llamada Teoría de la Modernización y su equivalente político, la Alianza para el Progreso. Según parte de estos autores, los países dependientes no progresarían por poseer determinado tipo de "personalidad", determinadas orientaciones de valores, determinadas costumbres que son percibidas por estos autores no sólo como trabas al cambio, sino como c asi de hecho inamovibles. Aquí aparecen reunidos los elementos analizados: la persistencia teórica y el uso justificador del conocimiento. Pero esta situación se ha ido resolviendo a través de consecuencias dialécticas hacia adentro y hacia fuera. La instrumentalidad, la aparente irracionalidad, han generado en las sociedades del Tercer Mundo la dependencia dependencia y el enfrentamiento violento con la misma. Dentro de los países metropolitanos, la instalación de la violencia sistemática en todas sus dimensiones.
NOTAS 1
SIMPSON, G.G.: El sentido de la evolución, Eudeba, Bs.As., 1961. PRENANT, M: Raza y Racismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1939 3 FOLLIET, J.: Adviento de Prometeo, Buenos Aires, 1954 4 KAI, P: Auschwitz: Proceso al capitalismo alemán, Rev.Capricornio Nro.1, Bs.As., 1965. 5 FIRTH, R: Tipos Humanos, bs.As., EUDEBA, 1957. 6 WASHBURN, S.L.: Estudio sobre la raza, Revista Indice, Año II, Bs.As., º1968. 7 KLINEBERG, O.: Psicología Social, ED. FCE, México, 1963. 8 MONTAGU, Ashley: La revolución del hombre, Paidós, Bs.As. 1967. 9 DART Y CRAIG: Aventuras del eslabón perdido, FCE, 1962. 10 MURDOCK, G.P.: Nuestros contemporáneos primitivos, FCE.,México, 1945. 11 KLIENEBERG, O: Race et psicologie, En: UNESCO, Le racisme devant la science, 1960. 12 KLIENEBERG, O.: En Jennings y otros: Aspectos científicos del problema racial, Losada, Bs.As., 1953. 2