POLÍTICA FISCAL Y POLÍTICA MONETARIA.
NOMBRE: Luis Molina Bugueño. Isabel Morales Herrera. Margarita Muñoz Vega. Camila Torres Salamanca CARRERA: Ingeniería en Administración, Finanzas. ASIGNATURA: ASIGNATURA: Macroeconomía. Macroeconomía. PROFESOR: Rubén Vergara. FECHA: 02-06-2017.
Índice. Desarrollo..................................................................................................................................... 3 1. Alcance de las medidas de política aplicados por las autoridades en las crisis economía de 1994, 1198 y 2008. ................................................................................................................... 3 2. Principales Impactos de la mitigación de los costos sociales relacionados con los diferentes episodios episodios de crisis. ................................................................................................................... 6 3. ¿Cuál es la relación entre los efectos de los episodios de crisis y la distribución del ingreso para los distintos grupos de la sociedad chilena? ..................................................................... 7 4. ¿Qué hitos, respecto de medidas económicas e instituciones institucio nes monetarias y fiscales, se consolidaron en Chile a partir del inicio del milenio y que modificó sustancialmente la estructura de la economía? economía? ....................................................................................................................... 8 5. Evaluación y comparación del desempeño de la la autoridad economía (política fiscal y monetaria), monetaria), en las dos últimas crisis abordadas...................................................................... 11 Bibliografía. Bibliografía. ................................................................................................................................ 13 Anexo 1: Caso: Crisis económicas económicas y respuestas de política pública contra la desigualdad desigualdad y la pobreza: el caso de Chile. .......................................................................................................... 14
Desarrollo. 1. Alcance de las medidas de política aplicados por las autoridades en las crisis economía de 1994, 1198 y 2008.
Crisis Económica de 1994 – México: La crisis económica de efecto mundial ocurrida en México se denominó como “Efecto Tequila”, la cual, a causa de falta de reservas internacionales, obligo al país a devaluar el peso mexicano, solicitando ayuda externa principalmente de EEUU para cumplir con sus obligaciones mínimas avaluadas en la moneda internacional (Dólar). El efecto en Chile se notó principalmente en el año 1995, donde las inversiones extranjeras al país sufrieron una disminución entorno a los US$ 4.137 millones, representando un descenso de 5,5% respecto a valores previos al inicio de la crisis. Aun así, las noticias no fueron del todo negativas, ya que la inversión interna alcanzo por primera vez el 30% del PIB, y el ahorro país en un 27% respecto al PIB. Chile no sufrió grandes consecuencias respecto a la devaluación del peso mexicano, principalmente debido a que en dicho periodo en el ámbito de comercio internacional no poseía TLC (Tratado de libre comercio) con México, los cuales se firmaron posteriormente el 17 de abril de 1998. En dichos periodos, el ministro de economía sustentaba su postura de que Chile generaba un atractivo suficiente para los inversionistas extranjeros, sustentados a través del decreto Ley 600 “Estatuto a la inversión extranjera”, que otorgaba en aquel entonces beneficios
tributarios y reducción de plazos en cuanto a tramitación de repatriación de utilidades. El alcance de dicho estatuto fue nacional, no excluyente ni del giro, actividad o tamaño de la organización. En cuanto al alcance de la crisis, a pesar de ser mundial, Chile no realizo reformas ni modificaciones a sus políticas, adoptando una postura de observador.
Crisis Económica de 1998 – Asia: Conocida como la crisis del fondo monetario internacional, comenzó con la devaluación de la moneda tailandesa, contagiando a las economías de Malasia, Indonesia, Filipinas, Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur, generando incertidumbre mundial respecto al escenario futuro, repercutiendo directamente en el privado, dejando graves consecuencias denotadas en la pérdida de un millón de empleos en tan solo una semana en Asia. Previo a la crisis, Chile vivía lo que se conocía como la “Década de Oro”, en la cual el país crecía a un ritmo del 10%, con tasas de
desempleo que alcanzaron el 5,3%, y una inflación entorno al 6% en 1997, alcanzando por fin una estabilidad real y no inflada en los precios. El primer efecto que repercutió duramente a Chile fue a la balanza comercial, el país en 1997 generaba déficit de exportaciones avaluadas en pérdidas de US$ 2.500 millones anuales, junto al déficit de la cuenta corriente país, reflejada en el último trimestre de 1997 a US$3.700 millones, lo que equivalía al 5% del PIB. Por el contrario, respecto al sector fiscal, el país poseía un superávit del 2% del PIB, actuando como un factor contractivo del gasto de la economía nacional. En dicho periodo (1997), el país solo se limitaba a observar el comportamiento internacional y nacional de la economía, a la espera a su vez de las elecciones parlamentarias que vivía el país.
Posterior a las elecciones, se presentó el primer plan correctivo, orientado a las políticas económicas. El Banco Central aumento fuertemente la tasa de interés y redujo las reservas internacionales, ya que pretendían frenar el gasto del país respecto al producto, lo que conllevaría un rebrote inflacionario y a su vez falta de solvencia como país, de la cual la política fiscal no podría intervenir. El costo del dinero paso de un 9% a un 19% en 1998, en el mismo periodo las reservas internacionales se redujeron en US$2.000 millones en el primer semestre, y el segundo semestre de 1998 se redujo la misma cifra nuevamente. El alcance de las medidas económicas fue lo siguiente:
Caída del PIB en 1,5% en 1999. La tasa de desempleo alcanzó el 11% (600.000 sin empleo) en 1999. Caída en un 8% en la demanda del dinero, respecto al 15% en la década de oro. Caída de las importaciones de US$21.000 millones a US$15.000 millones en 1999. Menor caída de exportaciones de US$16.000 millones a US$15.000 millones en 1999. Déficit máximo de la balanza comercial entorno a los US$5.000 millones anuales. Caída del precio del dólar de US$700 a US$500. El peso chileno se deprecio en un 4% en 1998, y un adicional de 12% en 1999. Se liquidó el 20% de las reservas internacionales.
Gracias a las medidas adoptadas por el Banco Central, el déficit de las cuentas externas como país se equilibraron en el año 2000, pero fue a su vez criticado fuertemente el costo social incurrido en la operación. Como efecto de la crisis económica y su alcance en cuanto a impacto afecto a los 3 agentes económicos (empresas, familia y gobierno). Por un lado se encarecieron las exportaciones, el cobre sufrió una fuerte baja en cuanto a su demanda y precio por el mercado asiático, la cultura Chilena sufrió un cambio, decantándose por productos sustitutos, se generó un aumento excesivo en la cesantía del país especialmente en la población adulta joven, el país ingreso en zona de recesión económica, el poder adquisitivo disminuyo considerablemente, las medidas del Banco Central fueron fuertemente criticadas por sobreestimar el peligro venidero de la crisis asiática, la producción país no ha sido reactivada, Chile fue uno de los pocos países donde involucro el costo social en mitigar el impacto de la crisis asiática. El fisco como tal no colaboro en la situación de la crisis, decantándose por medidas expansivas, muy contrarias a las políticas monetarias y su enfoque contractivo, las cuales fueron fuertemente criticadas, ya que las medidas del fisco neutralizaban las medidas anti inflacionarias del Banco Central, obligándolo a dicha institución a endurecer si o si las medidas tomadas. El alcance más rescatable del fisco en dicha crisis es la mitigación del empleo en el país, y evitar así la pérdida de puestos de trabajos. La política fiscal busco generar e incentivar la generación de nuevos empleos laborales, apoyando al privado, inclusive entregando licitaciones anteriormente en manos gubernamentales, como lo son las construcciones de carreteras, hospitales, y otras obras consideradas públicas, lo que genero un conflicto interno, ya que requería un gasto extra el conllevar dichas iniciativas, las cuales el Banco Central no estaba dispuesto a ceder. Una de los grandes avances relacionados con la política fiscal son los asentamientos de generar una política contra cíclica, uniéndose a las tendencias globales para enfrentar de forma óptima los momentos débiles de la economía, y así no involucrar un gran costo social país en el proceso, generando cuentas de ahorro país en los periodos más prósperos de la economía, destinados a los periodos cíclicos de debilidad percibidos en el tiempo.
Crisis económica de 2008 – EEUU: Conocida como la gran recesión, se originó en los EEUU en los cuales se atribuyen los fallos en las regulaciones económicas, crisis alimentarias y energéticas, crisis crediticias, hipotecarias y principalmente la falta de confianza en los mercados, generando un impacto mundial. En Chile el efecto de la crisis se le denomino “Subprime” generando un alcance en dos enfoqu es principales: las exportaciones físicas y efecto precio del cobre, junto a su demanda. El precio del cobre en aquel entonces operaba a la mitad de lo previsto, siendo el principal motor económico del país, genero un fuerte déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, evaporando el superávit fiscal existente hasta ese momento. La demanda interna a su vez se contrajo por el pesimismo existente, generando dos caídas relevantes:
Caída del gasto interno entorno al 3,5%. Caída del PIB entre un 0,5% a 1,5% en 2009. Caída de la demanda interna en 6%. Caída del IPC a un 1,4% Caída en la inversión de hasta un 20% respecto a 2008. Caída en el sector de construcción entorno al 10%, repercutiendo en el desempleo.
La política fiscal en aquel entonces adopto una posición expansiva, generando un déficit del 4,4% del PIB en 2009, respecto al superávit del 4,3% del PIB en 2008. El gasto publico aumento un 17% durante 2009. La política fiscal en aquel entonces se consideraba capaz de enfrentar la crisis, ya que poseía previamente estatutos que salvaguardaban la salud de la economía chilena como lo es la política contra cíclica, generando PIB promedios de 5,4%, una deuda neta negativa, repercutiendo en una correcta sostenibilidad fiscal por parte del país. El compromiso de aquella época donde se aproximaba un cambio de gabinete era disminuir el déficit del PIB de un 3% a un 1%. La política monetaria por su parte implemento políticas monetarias convencionales y no convencionales. La inflación en aquel entonces se mantuvo bajo la meta, gracias al aumento de los precios de los alimentos y el dinamismo de la demanda agregada. Entorno a medidas bancarias, el Banco Central implemento lo siguiente:
Programa de repos en dólares a largo plazo. La tasa de política monetaria se estimó en un 8,25% para 2008. La tasa de interés alcanzo un mínimo de 0,5% en 2009, repuntando a un 1% en el primer semestre de 2010, y un 2,75% al segundo semestre del 2010. Se implementó el sistema FLAP (facilidad de liquidez a plazo), a través de operaciones repos a 90 y 180 días para empresas bancarias.
La economía chilena se encontraba institucionalmente más preparada para enfrentar una nueva crisis, lo que se tradujo en una recuperación sostenida a comienzo del segundo semestre del año 2009. A pesar del gran terremoto del 2010, el PIB creció en hasta un 6,5% en el tercer trimestre del 2010. El alcance de dicha crisis fue menor al enfrentado por la crisis asiática, principalmente por las experiencias previos que ha vivido el país, y la consolidación de la economía chilena y su modelo económico. La crisis en si tuvo un alcance directo sobre los 3 agentes del mercado (Empresas, gobierno, hogares), en el cual por un lado freno en un inicio el dinamismo crediticio y consumista de la población, se retuvo la generación de nuevos empleos, se contrajo las ventas de viviendas, se obligó a disminuir las tasas de interés con el fin de lograr mayor dinamismo bancario, pero esto provoco un mayor gasto público, y como consecuencia un déficit en el PIB. Aun así, el país en casi 2 años logro retomar su dinamismo económico, siendo catalogado como el único país latinoamericano en sobrellevar la crisis de manera eficiente.
2. Principales Impactos de la mitigación de los costos sociales relacionados con los diferentes episodios de crisis.
Costo social Crisis 1994: La crisis mundial de 1994 no genero un costo social palpable. A pesar de que Chile como país no vivió fuertemente el impacto por no poseer convenios comerciales altamente comprometedores con México, ni TLC (tratados de libre comercio), la cautela mundial respeto al panorama económico era evidente, lo cual, sin contraer una política contractiva, el Banco Central resguardo inversiones destinadas al gasto público, específicamente construcción, para enfrentar posibles escenarios venideros. Crisis 1998: Es la crisis que genero un mayor impacto en el costo social, la cual se plasma en diversos ítems:
Peso Chileno: El costo del dinero en aquella época paso de un 9% a un 19%, influenciado directamente por el fuerte aumento de la tasa de interés impuesta por la política monetaria, la cual rondaba el 8%. A su vez, el peso chileno se deprecio en hasta un 12%, restando valor al ingreso por renta, aumentando la brecha de costo de oportunidad, y quitando poder adquisitivo a los hogares chileno.
Empleo – Desempleo: La tasa de desempleo llego a cifras realmente dañinas para la economía chilena, alcanzando los dos dígitos, con un promedio de 11%, dejando a más de 600.000 chilenos sin empleos. Las medidas para mitigar dicho impacto se orientaron a incentivar a través de bonos o subsidios al privado para la generación de nuevos empleos, y recuperar el dinamismo perdido.
Obras civiles: Con motivo de dinamizar la economía, se entregaron grandes licitaciones a empresas para privatizar construcciones previamente consideradas públicas, ya sean carreteras, hospitales, edificios municipales, por mencionar algunos. A corto plazo buscaba generar nuevos puestos de trabajo en torno al rubro de construcción, pero como consecuencia se denotaron los impuestos a los cuales las personas estaban obligadas a pagar por la utilización de dichas obras ya privadas. Gasto país: Uno de los costos sociales más cuestionados durante dicha crisis fue la distribución de los recursos a lo largo del país. La política monetaria al tomar una posición contractiva se reservó el gasto público hasta mejorar condiciones, lo que causo en algunas ocasiones el atraso de construcciones de obras públicas, la no entrega de beneficios sujetos a hogares, el restrictivo presupuesto por ciudades, en especial las no consideradas grandes ciudades en el país, por mencionar algunas. Tasa de interés: El aumento desmesurado de la tasa de interés en aquella época provoco un aumento en los precios de los bienes y servicios, lo cual potencio la ci sustitutos en la cultura chilena. Además, esto provocó la caída en las ventas de viviendas, retrasando así planes familiares de adquirir la casa propia por el aumento en los créditos bancarios.
Crisis 2008: La crisis del año 2008 tuvo de igual manera una repercusión en el país, aunque los organismos ya preparados para dicho ciclo económico, se tardaron no más de 2 años en revertir la situación, pero la crisis en si dejo algunos estragos traducidos en los siguientes costos sociales:
Gasto país: el gasto interno decayó en un 3,5% durante el primer año iniciada la crisis, obligando a replantear la destinación de recursos en obras públicas a lo largo del país. A pesar del decaimiento, el PIB presentaba un crecimiento en torno al 6% para el tercer trimestre del año 2000, lo que refleja que el país contaba con los recursos suficientes para evitar la cancelación de dichos planes, reflejado posteriormente en el aumento del gasto público entorno a un 17%. Desempleo: en el ámbito de desempleo, en su primer año se mantuvo con tendencias a la baja, principalmente por la incertidumbre mundial. La población joven adulta fue la más afectada en dicho proceso, y en el ámbito de la industria la construcción disminuyo en un 10%.
La crisis de 2008 no provoco grandes estragos respecto al costo social esperado para la población chilena, principalmente debido a la política contra cíclica adoptada en dicho periodo por la constitución chilena, y las experiencias previas a lo sucedido por la política monetaria en la crisis de 1998.
3. ¿Cuál es la relación entre los efectos de los episodios de crisis y la distribución del ingreso para los distintos grupos de la sociedad chilena? La relación entre los episodios de crisis y la distribución de los ingresos, 1998 comienza con la los efectos que sufren los tres agentes económicos (empresa, gobierno, hogares ) aumentando la tasa de interés para que tanto las empresas como las personas no se endeudaran y así frenar el gasto país, ocasionando una recesión en las empresas las cuales comienzan a tomar más precaución ya que no les era muy atractivo el ser financiadas por entidades con una tasa de interés muy elevadas y al ver que no están generando utilidad, empiezan a disminuir costos despidiendo personal lo que con lleva a que en ese periodo los niveles de desempleo aumentaran en los jefes de hogares y en el adulto joven, lo cual con llevo a que disminuyera el poder adquisitivo de las personas. En cambio, en la crisis de 2008, de igual manera afecto los tres agentes económicos, pero a diferencia de 1998, en este periodo se generaron nuevos puestos de trabajo, haciendo que la tasa de desempleo de jefe de hogar considerablemente en los decil 1 al 10 y el ingreso promedio per cápita aumentara considerablemente. La relación se genera en que las personas dependen de las empresas tanto privadas como públicas para poder tener trabajo y así poder generar ingresos para el hogar, si las empresas dej an de generar trabajos, las personas dejan de tener ingresos lo que ocasiona que muchas familias no puedan satisfacer sus necesidades, ocasionando que el coeficiente Gini se eleve en los periodos de crisis, ya que hay una repartición desigual de los ingresos del país, favoreciendo mayoritaria mente a las personas de los deciles más alto.
4. ¿Qué hitos, respecto de medidas económicas e instituciones monetarias y fiscales, se consolidaron en Chile a partir del inicio del milenio y que modificó sustancialmente la estructura de la economía? En el caso chileno, el comienzo del milenio significó la consolidación de una serie de medidas e instituciones macroeconómicas que transformaron paulatina, pero sustancialmente, la estructura de la economía. Si bien este cúmulo de medidas e instituciones fueron construyendo el marco general en que la economía chilena enfrentó las contingencias externas, cada una de las crisis y, en particular, el desenvolvimiento microeconómico se vio influenciados por medidas adicionales para paliar sus efectos, en algunos casos en sentido claramente diferenciados. Desde un plano global, las medidas de la década de los 90´, chile introdujo cambios en el sistema de generación de infraestructura pública, al adoptar en forma extendida el sistema de concesiones y traspasar al sector privado el financiamiento de ellas a cambio de la explotación posterior de la infraestructura. Este mecanismo no sólo se utiliza para la construcción de obras viales, sino también en la de hospitales, cárceles y otras instalaciones. Respecto de la política monetaria, a fines de la década del noventa y coincidiendo con el desenlace de la crisis asiática, el país se ajusta al sistema de metas de inflación, por lo que el Banco Central decide fijar su objetivo en una tasa de inflación centrada en un 3% anual (dentro de una banda del 2% al 4%), es un poco más elevado que aquel de los países desarrollados (entre 1% y 3%). Esto se justifica por el grado de indexación de la economía chilena, herencia de una historia inflacionista, que hace que los precios sigan siendo influenciados por la inflación pasada. Se decide fijar este sistema debido a que se había implementado en otras economías, teniendo en cuenta los efectos sobre la actividad económica y el empleo en el corto y mediano plazo y, porque fue avalada por toda una década de bajas tasas de inflación y sus consecuencias positivas para una credibilidad, como; los desarrollos mundiales sobre la teoría y práctica de la política monetaria, el desarrollo institucional chileno que permitió una autonomía efectiva del Banco Central, la fiscalización de un sistema financiero sólido y finalmente el éxito en el control de la inflación al nivel de los países desarrollados durante los años ‘90, fueron la base para la puesta en marcha
de un sistema pleno de meta de inflación a partir de Septiembre de 1999. Actualmente el Banco Central maneja una política inflacionaria que se controla cada dos años, cuya ventaja es absorber con un menor costo los shocks inflacionarios transitorios (que no inciden de forma profunda en la economía), pero es de conocimiento general que los años 2007 y 2008 el nivel de inflación ha aumentado considerablemente provocando una desestabilización de la economía chilena. Comenzando el milenio, se completa el periodo de las reformas, con el establecimiento, en un inicio informal (2001), de una regla de balance fiscal para la definición de la política fiscal que se formalizó en 2006, la cual consiste en estimar los ingresos del gobierno central ajustándolos por el ciclo económico y, consecuentemente, autorizar un gasto público consistente con dichos ingresos. A lo largo de su aplicación, la regla ha estado sujeta a revisiones tanto en la metodología de estimación del Banco central, como en la meta de la política. La metodología vigente corresponde a la presentada en el documento "Una política fiscal de balance estructural de segunda generación para Chile", publicado el año 2011, la cual surgió a partir de las recomendaciones hechas por un comité de expertos convocados en 2010 para perfeccionar la regla fiscal. Conjuntamente, de una nueva reforma previsional que; integra un pilar solidario que actúa en forma subsidiaria al régimen de capitalización individual y, con la regulación de los distintos fondos soberanos. En Chile, la estructura, principios y bases del actual sistema previsional se presentan como una revolución respecto de los regímenes que existían en forma exclusiva hasta el año 1980. Constituyen una de las reformas más trascendentes de las que se han implementado en el ámbito
social durante los últimos 32 años, las cuales se han traducido en una reforma completa en materia previsional, reemplazando el antiguo régimen de reparto por un sistema basado en la capitalización individual de los fondos, en el que la afiliación es la relación jurídica entre el trabajador y el sistema de pensiones de vejez, invalidez y sobrevivencia que origina los derechos y obligaciones, en especial el derecho a las prestaciones y la obligación de cotización. Desde el inicio de la crisis, el Banco Central insistió en la necesidad de sostener su régimen de “flotación bajo banda cambiaria”, tratando de garantizar el cumplimiento de sus objetivos de cuenta
corriente. Esta banda fue incrementando su amplitud con el objetivo de evitar una sobrerreacción en el mercado, sin embargo, la autoridad monetaria decidió abandonar definitivamente el sistema para pasar a uno de “flotación cambiaria” concentrando sus esfuerzos en el control inflacionario,
adoptando una única meta formal y explícita, estableciendo para ello como instrumento preeminente la tasa de política monetaria (TPM). Estas medidas fueron acompañadas con la gradual liberalización de la cuenta capital mediante la reducción paulatina y definitiva eliminación de los encajes para las inversiones, aportes de capital y créditos externos por el primer año de permanencia, en pos de reducir el costo del financiamiento externo e incrementar los flujos de capitales al país. Con el fin de proveer de instrumentos adicionales de cobertura de riesgo cambiario de mediano y largo plazo, teniendo en cuenta el contexto general y para favorecer la reacomodación de las carteras de activos y pasivos del sector privado, se introdujo la emisión de pagarés reajustables en dólares del Banco Central (PRD). Definida la meta de inflación y la adopción de la tasa de política monetaria para moderar la evolución de la demanda agregada y así atenuar su efecto sobre la cuenta corriente de la balanza de pagos y la inflación, el año 1998 se inicia con un alza sistemática de la tasa de interés nominal de la economía, que solo se revirtió en la segunda mitad del año 1999. La transición sistémica chilena desde un régimen cambiario intermedio hacia uno de flotación confirma la evidencia internacional de que la evolución voluntaria hacia regímenes más flexibles no tiene costos macroeconómicos reflejados en menor crecimiento y mayor inflación. Más aún, los beneficios generales de la flotación exceden significativamente sus costos. Una evaluación de los casi siete años de experiencia bajo flotación cambiaria sugiere que la flotación ha traído los siguientes beneficios al país; el régimen de flotación ha sido crucial para permitir al Banco Central de chile implementar una política monetaria verdaderamente independiente, evitándose el conflicto de tener dos anclas nominales, la flexibilidad cambiaria ha contribuido a enfrentar de mejor forma los shocks reales y de términos de intercambio. Los movimientos del tipo de cambio han contribuido a acomodar los cambios en precios relativos coherentes con la respuesta del gasto interno a dichos shocks y con los ajustes necesarios en la asignación de recursos, reduciendo el impacto sobre la actividad y el empleo, la flotación ha puesto de manifiesto los riesgos de descalce de moneda, tanto en el sector público como en el privado, y ha sido un poderoso incentivo 16 para el desarrollo de seguros cambiarios. La evidencia en Chile indica que el sector privado está cubierto adecuadamente, a través de un significativo desarrollo del mercado de derivados para moneda extranjera desde que se liberalizó el tipo de cambio y a pesar de que el régimen de flotación ha aumentado la volatilidad cambiaria de corto plazo, su influencia sobre la inflación parece haber disminuido en forma sustancial. En el plano fiscal, debido a que el poder comprador que representaba Asia influyó para que el precio internacional de las exportaciones chilenas se redujera y sus términos de intercambio hayan empeorado. El deterioro de los términos de intercambio y del saldo de la balanza comercial, significó que el país recibió menores ingresos y tuvo disponible una menor capacidad de gasto con recursos propios. Por lo que en busca de un nuevo equilibrio macroeconómico, las autoridades económicas impulsaron un proceso de ajuste para restringir el gasto y aumentar el ahorro, donde los esfuerzos tenían como objetivo la contención del presupuesto público. Lo que implicó la postergación por dos años de la compra de aviones para la fuerza aérea de chile, y sucesivos recortes que acompañaron el comportamiento del precio del cobre y las menores
proyecciones de crecimiento para la economía, tratando de aliviar la presión sobre las tasas de interés. Estas medidas fueron complementadas por la constitución de un fondo de infraestructura de concesiones de obras públicas, con fondos extraordinarios que se ahorrarían durante 1998 y 1999, por una cifra del orden de 150 millones de dólares. Como resultado de las medidas de contención presupuestaria, se contrajo la velocidad de crecimiento del gasto fiscal hacia el cuarto trimestre después del estallido de la crisis. La falta de reacción de la demanda interna y la imposibilidad de seguir utilizando la tasa de política monetaria como instrumento de política dan origen a la serie de medidas de política monetaria no convencional, cuyo objetivo era estimular la economía y asegurar la estabilidad del sistema financiero y del sector productivo. Esta diferencia en la política monetaria respecto del manejo de la crisis de 1998 también se observa en una serie de políticas contra cíclicas en el plano fiscal, que estuvieron favorecidas por la existencia de los fondos soberanos de estabilización generados a partir de la política de balance estructural. Asimismo, en el mercado laboral;
Se pone freno al incremento sostenido a lo largo de la década en el salario mínimo. Se aumentaron las pensiones previsionales y asistenciales para los jubilados más pobres. Se establece un programa especial de inversión pública intensiva en mano de obra. Se lanzó un plan de estímulo fiscal denominado de inversión y consumo. Se lanzó un programa extraordinario de construcción de nuevas viviendas con subsidio del fondo solidario de vivienda II. El plan fiscal se complementó con un aporte extraordinario al fondo común municipal con el objeto de apoyar el desarrollo actividades e inversiones loca. Se establece un plan de estímulo fiscal en apoyo de las personas, consistente en la devolución anticipada del impuesto a la renta a los contribuyentes (personas naturales) que en años previos hubieran obtenido una devolución a su favor. Creación de un subsidio, que buscaba incentivar el empleo formal de jóvenes de 18 a 25 años, que integren un grupo familiar perteneciente al 40% más vulnerable. Se reactivaron los programas de capacitación, que les permitía a las empresas que el gasto mensual en capacitación vía franquicia se descontara de los pagos provisionales mensuales (PPM) de impuestos durante ese año. En el año 2009 y hasta mayo de 2010, se rebajaron al 15% el monto de los PPM para pequeñas y medianas empresas y en 7% para las de mayor tamaño. Se eliminó el impuesto de timbre y estampillas en todas las operaciones de crediticias en 2009. El plan de financiamiento a las pequeñas y medianas empresas terminó de completarse con la creación de un fondo por 1.000 millones de dólares por parte del Banco Estado – entidad financiera de propiedad pública – con tasas que reflejaban casi instantáneamente la política monetaria definida por el Banco Central, otorgándose créditos al 1% a empresas que eran clientes previos y a aquellas que comenzaban su relación comercial.
Existen claras evidencias de una respuesta distinta de las autoridades monetarias y fiscales frente a las dos crisis descritas. Las diferencias no solo se relacionan con los sesgos pro o contra cíclic os, sino también en la variedad de planos en los cuales se actuó y en la focalización.
5. Evaluación y comparación del desempeño de la autoridad economía (política fiscal y monetaria), en las dos últimas crisis abordadas.
Crisis de 1998: La creación de nuevos empleos descendió en un 40% esto se mantuvo por dos años paralelo a esto se produjo una destrucción en puestos laborales la cual se increment ó en un 40% en el primer trimestre luego de la crisis, el cual se mantuvo en un 20% después de 8 trimestre posterior a esta, por ende, es que hubo un aumento en el nivel de desempleo luego del 2 trimestre de la crisis de 1998, esto provoco que no hubiese aumento significativo en la producción. Respecto, al aumento en el salario real promedio de la economía, esto podría deberse a una política relativa a salarios nominales que pudieran haber estado detrás. Se presenta una tasa de inflación en niveles acotados y con tendencia a la baja, por lo que el incremento en los precios no parece ser importante. En cuanto, a los grupos afectados en orden de deciles 10, 1, 9 en contexto donde todos los grupos padecían una caída en sus ingresos, los deciles 2 y 3 fueron los menos afectados. Las medidas implementadas por el estado, buscaban ordenar el escenario macroeconómico mediante la contención de la demanda agregada de la economía, mediante una política de ajuste del sector público y por medidas que evitaran la salida brusca de capitales por parte del banco central. Desde el inicio de la crisis el banco central insistió en la necesidad de mantener un régimen flotación bajo banda cambiaria, tratando de garantizar el cumplimiento de sus objetivos de cuenta corriente, dicha banda fue incrementando su amplitud a lo largo del año 1998 con el fin de evitar la sobre reacción del mercado y en 1999 se decide cambiar el sistema por uno de flotación cambiaria. El alza de interés nominal de la economía revertido en la segunda mitad del año 1999, la sucesión de recortes que acompañaron el comportamiento del precio del cobre y las menores proyecciones de crecimiento para la economía tratando de aliviar la presión sobre la tasa de interés, medidas complementadas por la constitución de fondos de infraestructura de concesiones de obras públicas, con fondos extraordinarios que se ahorrarían durante 1998 y 1999 por una cifra de 150 millones de dólares. Como resultado se contrajo la velocidad de crecimiento del gasto fiscal hacia el 4 trimestre después de la crisis. Otra medida que opto el estado en la economía, fue impulsar programas de capacitación SENCE e incentivos para el desarrollo económico en regiones de Aysén y Magallanes la provincia de Palena, con el objeto de estimular la reacción del empleo en las regiones más afectadas por el ajuste. Además, se aumentaron la pensiones previsionales y asistenciales para los jubilados más pobres. Cabe destacar, que en el mes de junio 1999 se establece un programa especial en la inversión pública intensiva en mano de obra, por lo que la obra pública estuvo acompañada por un plan de construcción privado con la creación de un incentivo especial para la compra en crédito hipotecario, de viviendas nuevas, consistente en la reducción de la base imponible del impuesto a la renta de los intereses pagados por créditos. También se observan políticas contra cíclicas en el plano fiscal, que estuvieron favorecidas por la existencia de los fondos soberanos de estabilización generados a partir de la política de balance estructural.
Crisis de 2008: En los dos primeros trimestres Tasa de desempleo aumento instantáneamente, influyo en ello en la destrucción de empleos, acompañado por una débil generación de relaciones laborales pero su persistencia fue menor, ya que luego de un tiempo el mercado laboral recupero su dinamismo con una pendiente leventemente ascendente en la creación de nuevos puestos de trabajos y descendente en las relaciones laborales ya existente, esto producto de circunstancias externas como la rápida recuperación en el precio de los commodities, y entre ellos del cobre en los mercados internacionales. Por ende, es que la productividad laboral se mantuvo estable en esta crisis. Se puede observar un proceso desinflacionario, lo que podría haber influido en un aumento en el salario real, donde se percibe un aumento progresivo en términos reales para todos los deciles. Se inicia un plan de lanzamiento inclinado a aumentar las reservas internacionales en el contexto donde el Banco Central estimó que el tipo de cambio real, se encontraba muy por debajo de lo que los fundamentos de la economía determinarían una vez superada la crisis hipotecaria y financiera en que se encontraba inmerso Estados Unidos. El escenario inflacionario de alimentos y combustibles en los mercados mundiales llevaron al Banco Central a seguir evaluando la tasa de política monetaria que en diciembre de 2008 se ubicaba en un 8.25 %, las duras condiciones derivan de esta crisis, pusieron a las autoridades monetarias en un compás de espera y de observación del desarrollo de los acontecimientos en los mercados financieros y reales del resto del mundo. En el 2009 el banco comienza a bajar la tasa rectora con el fin de alivianar las señales de estreche z financiera y los preocupantes signos en la actividad y empleo, La falta de reacción de la demanda interna y la imposibilidad de seguir usando la tasa de política monetaria como instrumento de política, da origen a la serie de medidas de políticas monetaria no convencional con el objetivo de estimular la economía y asegurar la estabilidad del sistema financiero y del sector productivo. Finalmente, en cuanto al ámbito laboral la brecha entre la creación y destrucción laboral fue mayor y más persistente en la crisis de 1998 en comparación con la crisis del 2008, por ende, es que además la tasa de desempleo de los jefes de hogar en la primera crisis fue notoriamente mayor que en la del 2008, en ambos episodios se observa la reducción de la proporción de incentivos dentro de los hogares más pobres, lo que explica en parte la tasa de desempleo en dichos grupos. En la crisis de 2008 las autoridades económicas buscaron estabilizar el mercado financiero interno en los meses en lo que hubo mayor incertidumbre intercambiar ía internacional, además de impedir una significativa deceleración de crecimiento económico, aplicar medidas de provisión de liquidez. Pero finalmente esta crisis fue bien controlada por las autoridades económicas, logrando controlar el deterioro en las condiciones crediticias, manteniendo el nivel de empleo y de productividad en el país, así como también logrando un aumento en los ingresos en términos reales para todo los deciles, muy por el contrario de lo que ocurrió en la crisis del 1998, donde los niveles de desemple o aumentaron considerablemente, además de los ingresos en cada decil disminuyera, por ende es que no se precia una buena gestión por parte de las autoridades.
Bibliografía.
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Anexo 1: Caso: Crisis económicas y respuestas de política pública contra la desigualdad y la pobreza: el caso de Chile. I.
Introducción
A lo largo de su historia económica de los últimos 50 años, Latinoamérica ha enfrentado crisis de orden global. En el caso particular de Chile, dejando atrás las experiencias de la crisis del petróleo de los años setenta y la de los años ochenta, se deben destacar las crisis por el llamado efecto tequila de 1994, la crisis asiática de 1997- 1998 y la más reciente crisis financiera de 2008-2009, de la cual aún quedan algunas secuelas. El presente caso, analiza las respuestas de política económica destinadas a paliar los efectos de las distintas crisis, con especial atención a los grupos sociales más vulnerables. El análisis se enfoca en la crisis asiática y en la reciente crisis financiera, ya que su revisión entrega un aporte mayor a la discusión sobre cómo Chile ha respondido a las crisis, a partir de la aplicación de su política económica, fiscal y monetaria, para resguardar a los sectores más desprotegidos. En el recuento de medidas para enfrentar estos episodios se observa una respuesta distinta por parte de las autoridades monetarias y fiscales. Las diferencias no sólo se refieren al sesgo pro o contracíclico, sino también a la variedad de campos y a su focalización. Se puede deducir que Chile pareciera haber aprendido de la experiencia de la crisis asiática, tanto en el manejo macroeconómico de la crisis como en la articulación de políticas microeconómicas que reduzcan los impactos sociales. No obstante, existen algunas alternativas de política que podrían ser evaluadas para reforzar la protección a los sectores más vulnerables. II. Contexto general En relación con la evolución del producto interno bruto (volumen encadenado) de Chile desde 1990, destaca la performance durante la crisis de México en 1994 (gráfico 1), pues no se evidencia un descenso en el nivel de actividad. Sin descartar los efectos negativos de esta crisis, queda en evidencia que dicho episodio no debiera haber sido un problema o generado una disyuntiva a la hora de llevar adelante políticas que evitaran una precarización en las condiciones económicas y sociales de los sectores más vulnerables. Los resultados son distintos al observar el comportamiento de la economía durante las crisis posteriores de 1997-1998 y de 2008-2009. La serie detallada demuestra, más que cambios en la tendencia general de la economía, la generación de una brecha respecto de lo que podría haber sido la economía chilena si hubiera mantenido el vigor de la primera mitad de los años noventa. Si se proyecta la tendencia del período 1990-1997 hasta el año 2014, se puede observar lo profundo y duradero de la crisis asiática. Esta brecha, casi continua, tiende a cerrarse en 2008, pero con la irrupción de la crisis financiera global vuelve a profundizarse. En esta última crisis, a diferencia de la crisis asiática, es notorio que la brecha tiene una duración sustancialmente menor. Gráfico 1 En los gráficos 2 y 3 se presentan las tasas anuales de crecimiento de la demanda interna y de la inversión durante los ocho trimestres que siguieron al inicio de cada una de estas crisis. En otras palabras, lo indicado en el eje horizontal como período 0 (cero) no es más que el instante en el que la crisis irrumpe y, consecuentemente, el período 8 indica lo que se observa dos años después. La información contenida en ambos gráficos resalta el comportamiento atípico de la economía chilena con posterioridad a la crisis mexicana. Tanto la demanda interna como la inversión parecieran indicar inicialmente la carencia de síntomas vinculados a la crisis que se observaba en la economía global y, en particular, en Latinoamérica.
Gráfico 2
Gráfico 3
La información de los gráficos anteriores parece tener una explicación altamente plausible. Los ciclos económicos en Chile están altamente vinculados al precio del cobre (Medina y Soto, 2007), puesto que una alta porción de las exportaciones provienen del sector minero y, en especial, de la explotación del metal rojo, al mismo tiempo que es una fuente fundamental de ingresos para el erario público. Gráfico 4 Luego de una baja performance a comienzos de la década de 1990, coincidiendo con la crisis de 1994, el precio del cobre muestra una importante alza en términos reales que perdura al menos 8 trimestres (ver gráfico 4). Por el contrario, las crisis de 1998 y la más reciente de 2008 presentan con claridad una disminución del precio del metal, por lo que la economía se encamina a una fase con menor nivel de actividad. Todo lo anterior, permite pensar que el mayor aporte a la discusión acerca de cómo la economía chilena ha respondido a las crisis para resguardar a los sectores más desprotegidos de la sociedad debe centrarse especialmente en los dos últimos episodios, pues la crisis del Tequila no pareciera haber estresado en demasía a la economía chilena y, por lo tanto, no se puede esperar mucho en materia de respuesta de política paliativa con enfoque social. III. Crisis y respuesta de política pública: Construir escenarios contrafactuales o teóricos, puede resultar un ejercicio complicado, sin embargo, la simple observación y comparación de los datos determinados por las crisis y por las respuestas de política puede dar algunas luces de las trayectorias de los dos eventos críticos en los que se centra este caso. Para dar cuenta de las políticas paliativas dirigidas a ciertos grupos sociales, un punto de partida natural es observar el desempeño del mercado laboral. Siguiendo la metodología anterior de denominar momento cero a aquel en el cual la crisis se revela, en los gráficos 5 y 6 se presentan las tasas de desempleo y de participación en el mercado laboral. En el primer caso, se observan comportamientos distintos durante las tres crisis. En la crisis de 1994, la tasa de desempleo muestra una sistemática tendencia a la baja, producto de una fase del ciclo dinamizado por el precio del cobre. Paralelamente, en la tasa de participación laboral se observa la misma tendencia en los dos años que siguieron a la crisis. Si bien esta historia no se repite en 1998 y 2008, estos episodios presentan diferencias entre sí. Con posterioridad a la crisis de 1998, con una tasa de
participación prácticamente estable, el desempleo tardó aproximadamente dos trimestres para comenzar a mostrar su tendencia al alza, se mantuvo en rangos elevados más allá de los dos años posteriores y mostró resistencia a bajar. En la crisis de 2008, en cambio, la tasa de desempleo aumentó instantáneamente, pero su persistencia fue menos, pues, al cabo de un año, se evidencia una tendencia a la baja que se consolidó en años posteriores, producto de las circunstancias externas como la rápida recuperación de precio de los commodities y, entre ellos, del cobre en los mercados internacionales. Gráfico 5
Gráfico 6
Estas trayectorias encuentran su explicación en el comportamiento de los flujos propios del mercado laboral, donde se crean nuevos puestos de trabajo (tasa de creación laboral) y se eliminan algunos que ya existían (tasa de destrucción laboral). Es en este aspecto donde se observan claramente las diferencias entre la crisis de 1998 y la de 2008. La reciente crisis financiera global influyó, en los dos primeros trimestres, en la destrucción de empleos, factor que es acompañado inicialmente por una débil generación de nuevas relaciones laborales. Sin embargo, pasado ese lapso de tiempo, el mercado laboral recuperó su dinamismo, con una leve pendiente ascendente en la creación de nuevos puestos de trabajo y una descendente en la destrucción de las relaciones laborales ya existentes (ver gráficos 7 y 8). La crisis de 1998 tuvo un comportamiento totalmente distinto respecto de los flujos en el mercado laboral, cuya respuesta instantánea fue sumamente fuerte. La creación de nuevos puestos descendió en más del 40% respecto del momento inicial de la crisis y se mantuvo en esos niveles a lo largo de dos años y, paralelamente, la destrucción de puestos laborales se incrementó en un 40% en el primer trimestre posterior al desenlace de la crisis y ocho trimestres después aún superaba en un 20% los niveles precrisis. La brecha entre creación y destrucción laboral fue profundamente mayor y más persistente en la crisis de 1998 que en la de 2008. Como se dijo con anterioridad, estos resultados están determinados tanto por las crisis como por las políticas que pudieran haber surgido en respuesta a ellas, por lo tanto, es necesario relevar estas respuestas para establecer el alcance en la mitigación de los costos sociales que podrían haber tenido. Gráfico 7
El fuerte ajuste en el mercado de trabajo que siguió a la crisis de 1998 no se tradujo en un incremento significativo de la productividad laboral, efecto que sí se observó en la de 1994, donde su aumento produjo como consecuencia de que la dotación del factor trabajo se incrementó a una velocidad menor de lo que lo hizo el producto, que pudo haber estado más determinado por el incremento del precio del producto de una industria intensiva en capital como la del cobre. En el caso de la reciente crisis, este indicador se mantuvo prácticamente estable (ver gráfico 8).
Gráfico 8
Cabe observar que los salarios reales parecieran haber estado aislados de los acontecimientos del mercado laboral (ver gráfico 9), pues la tendencia en las tres crisis fue claramente hacia un aumento del salario real promedio de la economía, lo que podría deberse a una política relativa a salarios nominales que pudiera haber estado detrás. Exceptuando la crisis del 2008, en la que se evidencia un proceso deflacionario que podría haber inducido al incremento del salario real, las otras crisis analizadas presentan tasas de inflación que se mantienen en niveles acotados y con tendencia a la baja, por lo que el incremento en precios no parece ser importante (ver gráfico 10). Gráfico 9
Gráfico 10
A pesar de estos antecedentes, la pregunta que surge naturalmente es si este marco general fue uniforme para los distintos grupos de la sociedad chilena, por lo que una primera aproximación para entender los efectos de cada episodios de estrés en la economía es observar la distribución del ingreso. La literatura económica, teórica y empírica, ha tratado de dilucidar la posible relación entre crisis y distribución del ingreso y, más aún, cuál sería el sentido de causalidad. Bordo y Meisser (2012) muestra evidencia, basada en datos para 16 países de 1880 a 2000, respecto de que previo a la Gran Guerra y con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, las crisis financieras están positivamente correlacionadas con incrementos en los niveles de desigualdad. Esto sería consecuencia de un ajuste más rápido en los ingresos de los primeros deciles que en el de los grupos superiores. Según los autores, habría evidencia también que esto es lo que se habría observado en la reciente crisis que comenzó a desarrollarse desde 2008. El reporte de la OCDE (2013) respecto de la crisis financiera global reciente, sostiene otra evidencia. Específicamente resalta que “en los tres primeros años de la crisis la inequidad en ingresos del trabajo y el capital se incrementó ta nto como durante los doce años previos” y que
sus efectos son diferenciados por grupos, puesto que los pobres sufren más de las pérdidas de ingresos y se benefician menos de la recuperación, la pobreza se incrementa sustancialmente entre niños y jóvenes, mientras que entre los mayores existe una mejor protección. La experiencia de Chile durante las crisis de 1998 y del 2008 también presenta algunas diferencias. Desde una
visión estructural, en el primero de estos episodios el país estaba en un proceso sistemático de reducción de la pobreza, que incluía programas asistenciales, por lo que no fue perturbado ni siquiera por la gravedad de los eventos en el ámbito económico general (ver gráfico 11). Dicha tendencia llega a su punto mínimo en el año 2005, cuando los niveles de tasa de pobreza son más difíciles de reducir y requieren de políticas más específicas y estructurales. El alza del precio de los alimentos y los combustibles del año 2007 y la crisis financiera parecieran haber generado un leve rebote en el indicador. Grafico 11
Respecto de la distribución del ingreso, la evidencia pareciera corroborar la hipótesis del efecto inequitativo de las crisis económico-financieras. Tal como se observa en el gráfico 12, el coeficiente de Gini tiende a elevarse en los períodos inmediatos al comienzo de la crisis en los años 1999 y 2000, así como también en 2009. Gráfico 12
La información más desagregada demuestra una realidad menos homogénea en términos de intensidad, que se expresa en que, durante la crisis de 1998, los grupos más afectados fueron, en orden, los deciles 10, 1 y 9, en un contexto en que todos los grupos padecieron una caída en sus ingresos, los deciles 2 y 3 fueron los menos afectados (ver cuadro 1). El escenario durante la crisis de 2008 fue sustancialmente distinto, ya que hubo un incremento progresivo de ingresos en términos reales para todos los deciles, aunque las mejoras son sistemáticamente menores a medida que uno avanza en la distribución del ingreso.
Los severos efectos en el mercado laboral durante la crisis de 1998 comparada con la de 2008 se evidencia incluso al observar los datos según la posición en la escala de la distribución del ingreso. En el cuadro 2 se resumen algunos de los principales indicadores, donde resalta el fuerte incremento en las tasas de desempleo de jefes de los hogares más vulnerables durante la crisis de fines de los años noventa, en el caso particular del primer decil, esta tasa llegó casi a duplicarse . Si bien este patrón también se observa en la crisis de 2008, su magnitud es sustancialmente menor. En ambos episodios se observa la reducción de la proporción de inactivos dentro de los hogares más pobres, lo que explica, en parte, el incremento de las tasas de desempleo en dichos grupos, pero también reflejan la precariedad en que viven. Esta vulnerabilidad se expresa también en el incremento de la proporción de desempleados en el hogar. En los dos primeros deciles se observa que hubo una mayor reacción de otros miem bros del hogar que salieron en pos de encontrar un empleo.
Finalmente, en el cuadro 3 se presentan otras dimensiones para entender la heterogeneidad de los efectos de estas crisis, teniendo en cuenta las variables de género y de grupo etario. Respeto de las diferencias de género, pareciera existir un incremento más rápido de la tasa de desempleo masculino, lo que hace a este grupo más vulnerable a las crisis. Quizás la observación más clara en este cuadro es la corroboración de una regularidad que se presentó en el reporte de la OCDE 2013: los trabajadores más jóvenes son los más expuestos frente a las crisis.
Aún así, en el cuadro anterior resalta la disparidad en la magnitud de los indicadores de la economía chilena frente a ambas crisis, explicada por la diferencia en la intensidad con que se canalizaron a la economía chilena y por las políticas implementadas en los trimestres posteriores al desenlace de cada episodio crítico. En el caso chileno, el comienzo del milenio significó la consolidación de una serie de medidas e instituciones macroeconómicas que transformaron paulatina, pero sustancialmente, la estructura de la economía. En la década de 1980 se definieron nuevas características en la provisión de servicios de salud, educación y seguridad social, destacando la privatización del sistema de pensiones, lo que desligó al Estado en parte de la cobertura de estos servicios y asistencias. A fines de los años ochenta también se establece la independencia del Banco Central. En la década siguiente Chile introdujo cambios en el sistema de generación de infraestructura pública, al adoptar en forma extendida el sistema de concesiones y traspasar al sector privado el financiamiento de ellas a cambio de la explotación posterior de la infraestructura. Este mecanismo no sólo se utiliza para la construcción de obras viales, sino también en la de hospitales, cárceles y otras instalaciones. Respecto de la política monetaria, a fines de esa década, coincidiendo con el desenlace de la crisis asiática, Chile muda al sistema de metas de inflación que ya se había implementado en otras economías. Desde entonces, avalado por toda una década de bajas tasas de inflación, el Banco Central decide fijar su objetivo en una tasa de inflación centrada en un 3% anual, dentro de una banda del 2% al 4%. El ciclo de grandes reformas institucionales se completa en el 2001 con el establecimiento, en un inicio informal, de una regla de balance fiscal para la definición de la política fiscal que se formalizó en 2006 junto con una nueva reforma previsional – que integra un pilar solidario que actúa en forma subsidiaria al régimen de capitalización individual – y con la regulación de los distintos fondos soberanos. Si bien este cúmulo de medidas e instituciones fueron construyendo el marco general en que la economía chilena enfrentó las contingencias externas, cada una de las crisis y, en particular, el desenvolvimiento microeconómico se vieron influenciados por medidas adicionales para paliar sus efectos, en algunos casos en sentido claramente diferenciados. En particular, en la crisis de 1998, la evidencia indica que las medidas buscaban ordenar el escenario macroeconómico mediante la contención de la demanda agregada de la economía mediante una política de ajuste del sector público y por medidas que evitaran la salida brusca de capitales por parte del Banco Central. Desde el inicio de la crisis, el Banco Central insistió en la necesidad de sostener su régimen de flotación bajo banda cambiaria, tratando de garantizar el cumplimiento de sus objetivos de cuenta corriente. Esta banda fue incrementando su amplitud a lo largo de 1998 con el objetivo de evitar una sobrerreacción en el mercado, sin embargo, en septiembre de 1999 la autoridad monetaria decidió abandonar definitivamente el sistema para pasar a uno de flotación cambiaria. En dicho momento, el Banco Central concentra sus esfuerzos en el control inflacionario, adoptando una única meta formal y explícita, estableciendo para ello como instrumento preeminente la tasa de política monetaria (TPM). Estas medidas fueron acompañadas con la gradual liberalización de la cuenta capital mediante la reducción paulatina y definitiva eliminación de los encajes para las inversiones, aportes de capital y créditos externos por el primer año de permanencia, en pos de reducir el costo del financiamiento externo e incrementar los flujos de capitales al país. Con el fin de proveer de instrumentos adicionales de cobertura de riesgo cambiario de mediano y largo plazo, teniendo en cuenta el contexto general y para favorecer la reacomodación de las carteras de activos y pasivos del sector privado, se introdujo la emisión de pagarés reajustables en dólares del Banco Central (PRD). Definida la meta de inflación y la adopción de la tasa de política monetaria para moderar
la evolución de la demanda agregada y así atenuar su efecto sobre la cuenta corriente de la balanza de pagos y la inflación, el año 1998 se inicia con un alza sistemática de la tasa de interés nominal de la economía, que solo se revirtió en la segunda mitad del año 1999 (ver gráfico 13). Gráfico 13
En el plano fiscal, tal como se indicó anteriormente, los esfuerzos tenían como objetivo la contención del presupuesto público, lo que implicó la postergación por dos años de la compra de aviones para la Fuerza Aérea de Chile, y sucesivos recortes que acompañaron el comportamiento del precio del cobre y las menores proyecciones de crecimiento para la economía, tratando de aliviar la presión sobre las tasas de interés. Estas medidas fueron complementadas por la constitución de un fondo de infraestructura de concesiones de obras públicas, con fondos extraordinarios que se ahorrarían durante 1998 y 1999, por una cifra del orden de 150 millones de dólares. Como resultado de las medidas de contención presupuestaria, se contrajo la velocidad de crecimiento del gasto fiscal hacia el cuarto trimestre después del estallido de la crisis (ver gráfico 14).
Gráfico 14 Asimismo, en el mercado laboral, se pone freno al incremento sostenido a lo largo de la década en el salario mínimo. En años previos el salario nominal creció en dos dígitos y su incremento, en el año 1998, fue del 9%. Sin embargo, esta política se revierte en los años siguientes a la crisis, con tasas de variación anual en torno al 12%, a pesar de haber sido ya instaurada la meta inflacionaria. Paralelamente, y para paliar los efectos de la crisis explicitados en los cuadros 1, 2 y 3, se decidió dar impulso a los programas de capacitación de los trabajadores mediante el programa Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE) y el establecimiento de incentivos para el desarrollo económico de las regiones de Aysén y de Magallanes, y de la Provincia de Palena, con el fin de estimular la reactivación del empleo en los sectores y regiones más afectadas por el ajuste. En el campo previsional, se aumentaron las pensiones previsionales y asistenciales para los jubilados más pobres, cuyo universo de beneficiados alcanzó aproximadamente a 550.000 personas. Finalmente, en junio de 1999, dada la profundidad de la crisis, se establece un programa especial de inversión pública intensiva en mano de obra. La obra pública, fue acompañada de un plan de construcción privado, con la creación de un incentivo tributario especial para la compra, con crédito hipotecario, de viviendas nuevas con superficie cubierta menor a 140 metros cuadrados, consistente en la reducción de la base imponible del impuesto a la renta de los intereses pagados por el crédito.
El manejo de la crisis iniciada en el año 2008 es diferente en varios aspectos. El año 2008 se inicia con un plan lanzado en abril tendiente a aumentar las reservas internacionales en 8.000 millones de dólares en un plazo de 8 meses, en un contexto en que el Banco Central estimó que el tipo de cambio real se encontraba muy por debajo de lo que los fundamentos de la economía determinarían una vez superada la crisis hipotecaria y financiera en que se encontraba inmerso Estados Unidos. El complejo escenario inflacionario, producto de la inflación de alimentos y combustibles en los mercados mundiales durante 2007 y 2008, llevaron al Banco Central a seguir elevando durante todo el año 2008 la tasa de política monetaria, que a diciembre de 2008 se ubicaba en un 8,25%. Las duras condiciones que se derivan de esta crisis, pusieron a la autoridad monetaria en un compás de espera y de observación del desarrollo de los acontecimientos en los mercados financieros y reales en el resto del mundo. Recién en enero de 2009, el Banco Central comienza a bajar la tasa rectora con el fin de alivianar las señales de estrechez financiera y los preocupantes signos en la actividad y empleo. El acelerado descenso de la tasa de política monetaria concluyó en julio de 2009, cuando finalmente se establece en un 0,50%, nivel que se mantendría por un largo período (ver gráfico 13). La falta de reacción de la demanda interna y la imposibilidad de seguir utilizando la tasa de política monetaria como instrumento de política dan origen a la serie de medidas de política monetaria no convencional, cuyo objetivo era estimular la economía y asegurar la estabilidad del sistema financiero y del sector productivo. Esta diferencia en la política monetaria respecto del manejo de la crisis de 1998 también se observa en una serie de políticas contracíclicas en el plano fiscal, que estuvieron favorecidas por la existencia de los fondos soberanos de estabilización generados a partir de la política de balance estructural (ver gráfico 14). En enero de 2009, se lanzó un plan de estímulo fiscal denominado de Inversión y Consumo, destinando 700 millones de dólares a la inversión pública por sobre el presupuesto comprometido para 2009 asignados a un masivo plan de obras de conservación vial urbana y rural, de adelantamiento de obras de riego y vivienda (que incluía 25.000 nuevos subsidios del Programa de Protección del Patrimonio Familiar) y se lanzó un programa extraordinario de construcción de 25.000 nuevas viviendas con subsidio del Fondo Solidario de Vivienda II, orientado a crear 60 mil nuevos puestos de trabajo en la construcción, principal sector en que se habían eliminado empleos en el punto más álgido de la crisis. El plan fiscal se complementó también con un aporte extraordinario de 41 millones de dólares al fondo común municipal con el objeto de apoyar el desarrollo actividades e inversiones a nivel local. Asimismo, se establece un plan de estímulo fiscal en apoyo de las personas, consistente en la devolución anticipada del impuesto a la renta a los contribuyentes (personas naturales) que en años previos hubieran obtenido una devolución a su favor. Este plan, destinado a alivianar la situación financiera de las familias y potenciar el consumo, supuso una menor recaudación estimada inicialmente en 220 millones de dólares. Para atender a las familias de menores ingresos, se dispuso del pago de un bono especial (en una cuota) de 40 mil pesos por carga familiar para las más de 3 millones 500 mil familias beneficiarias del Subsidio Único Familiar (SUF), las familias del sistema Chile Solidario y los perceptores de la asignación familiar, con un costo para el fisco de 224 millones de dólares. La preocupación por el mercado laboral y en especial por la vulnerabilidad de los jóvenes fue la razón principal para la creación de un subsidio por presupuesto por 102 millones de dólares, que buscaba incentivar el empleo formal de jóvenes de 18 a 25 años, en actividades con remuneración bruta mensual inferior a 360.000 pesos, y que integren un grupo familiar perteneciente al 40% más pobre de la población. Los trabajadores recibirían un subsidio equivalente al 20% de su remuneración y el empleador, por su parte, recibiría un subsidio equivalente al 10%. Se reactivaron los programas de capacitación, que les permitía a las empresas que el gasto mensual en capacitación vía franquicia se descontara de los pagos provisionales mensuales (PPM) de impuestos durante ese año. Además, se reajustaron los valores máximos subsidiados
por franquicia tributaria del SENCE para cursos en centros de formación técnica (CFT) acreditados. El costo fiscal de estas medidas procapacitación ascendió a 148 millones de dólares. En el año 2009 y hasta mayo de 2010, se rebajaron al 15% el monto de los PPM para pequeñas y medianas empresas y en 7% para las de mayor tamaño. Esta medida implicó una menor recaudación 460 millones de dólares en 2009. Para reducir los costos del crédito, se eliminó el impuesto de timbre y estampillas en todas las operaciones de crediticias en 2009 y se estableció su reducción a la mitad (0,6% del capital) para el primer semestre del 2010, con un costo estimado para el sector público de 628 millones de dólares para el año 2009. El plan de financiamiento a las pequeñas y medianas empresas terminó de completarse con la creación de un fondo por 1.000 millones de dólares por parte del Banco Estado –entidad financiera de propiedad pública – con tasas que reflejaban casi instantáneamente la política monetaria definida por el Banco Central, otorgándose créditos al 1% a empresas que eran clientes previos y a aquellas que comenzaban su relación comercial. Existen claras evidencias de una respuesta distinta de las autoridades monetarias y fiscales frente a las dos crisis descritas. Las diferencias no solo se relacionan con los sesgos pro o contra cíclic os, sino también en la variedad de planos en los cuales se actuó y en la focalización.