JACQ JA CQUE UESS-AL ALAI AIN N M ILLE IL LER R
Los signos del goce
T r a d u c c ió n y t r a n s c r ipc i ó n : G r a c iel a B r o d s k y
«p PAIDÓS Buenos Buenos Aires Aires • Barcelona Barcelona • México
JACQ JA CQUE UESS-AL ALAI AIN N M ILLE IL LER R
Los signos del goce
T r a d u c c ió n y t r a n s c r ipc i ó n : G r a c iel a B r o d s k y
«p PAIDÓS Buenos Buenos Aires Aires • Barcelona Barcelona • México
Revisión de la traducción: Nora A. González
Cubierta de Roberto García Balza y Marcela González
La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema “multigraph”, mimeògrafo, impreso por fotocopia, fotoduplicación, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización utilización debe ser previamente solicitad solicitada. a.
©
199 8 de todas las ediciones Editorial Paidós SAICF Defensa 599, Buenos Aires e-mail:
[email protected] Ediciones Paidós Ibérica SA Mariano Cubi 92, Barcelona Editorial Paidós Mexicana SA Rubén Darío 118, México D.F.
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Impreso en Verlap S.A. Comandante Spurr 653, Avellaneda, en junio de 1999 ISBN 950-12-5451-8
Indice
I. «Quisier «Quisieraa ser un pu err o...» II. La sustra sustracción cción del del sujeto III. Prefac Prefacio io al Parménides IV. IV. El Parménides y la lógica del significante V. La pasión pasión del del neurótico VI. La difere diferenci nciaa subjetiva subjetiva VII. II. Constituyente-consti Constituyente-constituido tuido VIII. Fenómeno Fenómeno y estru ctura IX. IX. La cons conste tela lació ción n y la la cad en a X. Psicoa Psicoanál nálisi isiss y psicoanálisis XI. El tiempo del análisis XII. II. La lógica lógica de de la interpretación invención de sabe r XIII. La invención Goce, saber saber y ver da d C x i v ) Goce, XV. El objet objetoo del del psicoa nálisis XVI. XVI. Gozar Gozar del del inconsciente inconsciente XVII. El lenguaje y el discurso XVIII. Mensaj Mensajee c ifra do XIX. XIX. La funció función n del del síntom a nueva axiom ática XX. XX . Una nueva XXI. XXI. Elucu Elucubr braci ación ón de de saber XXII XXII.. Forcl Forclusi usión ón generalizada XXIII. La primacía de lo simbólico XXIV XXIV.. El leng lenguaj uajee funcional XXV XXV. Sabe Saberr sin sin sujeto XXVI XXVI.. La vía vía del del síntoma
9 27 ^ 39 57 / 79**g*“ 95 ‘ 107 J 119 139 > r.. ' 155> 175 ¿ 203 r* 219*7 237 23 7 25Ü 269 283 301 315-*331 351 / 367 36 7 383 <397 417J*
.................................................
............................................ ...................
.................................................. ...................
............. ............. ...................
.............................................. ...................
................................................ ................... .
........................................ ...................
............................................... ...................
...................................... ................... .
..................................... ................ .
................................................... ................... ............... ................... ...................................
.....................................................................
.................................................. .........................................
.
................... ...................
.
............................................... ................... .
............................................. ...................
............................................................
.
.
...................
............................................... ................... .
....................................................................
................................................. ................... ............................................. ................... .
....................................... ...................
................................................... ..................
.............................................................. ................... .........................................................
Referencias bibliográficas de los textos citados 7
......................................
447 44 7
Nota
El título original de este curso, sexto de la serie La orientación lacaniana, es Ce quifait insigne, expresión que en francés se presta a nume ro sos juegos de palabras homofónicos, que pueden traducirse por: lo que hace insignia; lo que hace insigne; lo que hace un signo; lo que hace uno, signa; incluso, lo que hace un cisne. Ante la imposibilidad de encon trar un equi valente en castellano el autor prefirió darlo a conocer con el título que aquí presentamos. G.B.
I « Q ui si er a ser ser un p uerr o...»
Tengo que pensar que un título tiene para mí algún valor -un valor indebido, sin d ud a- ya que no lo digo de antemano y reservo su anun cio para el primer curso que cada año me veo llevado a dictar. Me veo llevado... no obstante, vine por mi cuenta. ¿Acaso me veo llevado? ¿Es por hábito? ¿Es por ética? ¿Es por título y función? Sea como fuere, es toy aquí. Me veo llevado, entonces, a dictar cada año un curso y tomé la costumbre de designarlo, al comienz o, con una cifra que se ubica en una serie que resulta ser la la segunda desarrollada con la insigni insigniaa de La orien tación lacaniana, que elegí hace ya mucho tiempo para referirme al cam po freudiano, bajo los auspicios o, para decirlo en términos de Lacan, bajo el ala de la Universidad. En esta segunda serie este curso no tiene por el momento otro nom bre que un número ordinal: es el sexto. Aunque enseguida sustituiré ese número por una palabra forjada en la lengua. ¿Puedo decir en la lengua común, cuando el año pasado intenté extender esa lengua común, hacerle aceptar, acoger, incorpora r un neologismo que le debemos a Laca n, que ya destaqué y que es la palabra extimidad? Por otra parte, al terminar el año pasado, dije que no había concluido con lo que él llama construc ciones transmisibles, maternas. Que la lengua común acepte el neologismo de Lacan depende ahora menos de mí que de ustedes. Si repiten la palabra extimidad, seguro al guien cercano, algún amigo la retomará y poco a poco terminará en el diccionario. Este proceso se vería sin duda favorecido si la palabra fue ra recuperada en una novela, en un poema o incluso en una canción. Podría repetir este año la hazaña, que no es tal, porque basta incli narse sobre el texto de Lacan, en especial a partir de cierto momento de
9
JA C Q UE S-AL S- AL AI N M ILLE IL LE R su enseñanza y de su escritura, para que esos neologismos, esos tejes y manejes manejes con la lengua com ún se multipliquen -d e lo neo hablaré un poco más tarde, pero no del neologismo y tampoco, se los aseguro, de los neolacanianos. Así pues, este año hubiera podido echar mano a otro de esos neologismos -pronto les diré cuál-, pero me pareció que en este orden de cosas ha y que sostener que no es verdad que bis repetita placent. Por otra parte, esto no deja de ser equívoco, porque decir por segunda vez ¿es repetir dosyeggjs? dosyeggjs? Ya se desliza cierto equívoco en la repetición, incluso a nivel del llamado sentido común que ese proverbio expresa ría. ría. Entonces, vo y a hacer el camino paso a paso; me limitaré a la lengua común y explotaré sólo un poco lo que ofrece como fuente de equívo cos. Después de todo, es lo que justifica que se remplace un número, que cumple m uy bien su función y que que carece de equívoco en el contexto, por un nombre.
Dios es inconsciente Habrán nota do que hago que esperen ese nombre, ese título. Me de moro tanto pues yo m ismo lo esperé largo tiempo. No deben pensar, sin embargo, que si no no lo doy antes es porque lo estoy escondiendo. De nin nin guna manera, para mí mismo está escondido hasta que lo descubro. Y digo claramente que lo descubro y no que lo invento. Ahora bien, dado que éste no me surgió sino anteayer por la mañana, tuve un fin de se mana algo complicado. Debo agregar, de todos modos, que es la prime ra vez que se me ocurre tan tarde. Entenderán entonces que al hacerlos esperar antes de darlo a conocer -ya que ahora existe- me estoy resar ciendo por mis propios tormentos, p or mi propia es pera de Dios, de Dios que es decir (di-eu-re ), según la fórmula de Lacan en «Televisión». Así es, tuve que esperar a que Dios me lo soplara. Es lo que se cono ce como inspiración. Y creo que si Sócrates no escondió a nadie que él tenía su demonio, bien puedo decir yo que tengo mi dios. Pero de mi dios sólo tengo eso que todos tenemos y que se llama el inconsciente freudiano (freud-dieu-un ).* Fue así como me surgió esta frase, no soñan do, sino al despertar de un sueño del que si ella forma parte es todo lo que resta. No obstante, debo disipar el equívoco de lo que les digo, digo, puesto que parece decir -y nada es más confuso y devastador que lo que parece I. dcIT.]
Freud-dieu-un (literalmente: Freud-dios-uno), homófono de fre ud ien (freudiano). [N.
10
LOS SIGNOS SIGNOS DEL GO CE decir- que el inconsciente es Dios, cuando no hay nada tan ajeno al psi coanálisis como divinizar el inconsciente. Para decirlo sin rodeos, divinizar el inconsciente, rendirle rendirle culto, pensar que hay algo s acro en la experiencia analítica, sería hacerlo desaparecer. Sin embargo, sin saber lo, lo, a menudo se lo deifica deifica cuando se cree que hay sacrilegio en el campo Ireudiano. Ciertamente, hay injurias. Yo, por ejemplo, tengo una foto de Jacque Jac quess Laca La can n en mi escrito esc rito rio y será ser á neces nec esari arioo que la saque, saq ue, ya que se presta con frecuencia a injurias de analizantes que se ensañan con mi maestro. Sin duda, esta función de maestro del analista los atrae. Hay injurias, entonces, pero no sacrilegio, tampoco neosacrilegio. Hay inju rias analizables. No debemos confundir -todo nos aleja de ello- el con sultorio del analista con un santuario. Para negar que el inconsciente es Dios, ¿diremos que Dios es el in consciente? No , salvo que se lo escriba en dos palabras y que se haga de Dios el Uno-consciente ( l'Un-conscient).2Y es posible creer que Dios es el Uno-consciente, el Uno pro videncial, el Uno que sabe lo que hace. Es posible, pero no en el psicoanálisis, al menos no en la teoría, porque en la práctica a veces, e incluso regularmente, se le concede al analista ser el Uno que sabe lo que hace. Hasta cuando se lo deniega sigue siendo ésa la medida que se toma. Así pues, la teoría psicoanalítica no permite sostener que Dios es el inconsciente sino que Dios es inconsciente -en una sola sola palabra, sin el artículo artículo defin ido-, que Dios no sabe lo que hace, lo que dice; por lo menos no sabe de los efectos sobre nosotros. Es algo que se padece bastante y quizás es lo que Freud llamó con crudeza trauma. Observemos ahora que, si adjetivamos a Dios como inconsciente, ya no se le puede de cir Uno. Porque ustedes saben -o sabrán este año - que la estructura del lenguaje, aun cuando esté articulada por unos, en plu ral, que son los significantes, impone la necesidad del Otro y su lugar. Estamos demasiado lejos de divinizar el inconsciente; sería más tenta dor diabolizarlo, hacer de él el maligno (el malin) y, por qué no, el maluno ( mal'un). No es una mala definición del Otro: el mal-uno. Agrego y preciso que la proposición de Lacan Dios es inconsciente es el título de una obra de François Regnault, que es uno de los enseñantes en el el Departam ento de Psicoanálisis. Les recomiendo su lectura e inclu so su estudio. De algún modo , se relaciona con lo que haremo s aquí este año.
2. del T.]
L'Un-conscient (el Uno-consciente), homófono de l'inconscient (el inconsciente). [N.
11
JA CQ UES -A LA IN MILLE R Gritos de guerra ¿Y mi título? A decir verdad, no los hago esperar sino para de cepcio narlos por su simpleza. Nada de extimidad. Nada de fanfarria inicial. Nada de toques de trompeta. Pienso, más bien, en una frase de Paul Valéry: «Decepcionar, divisa de un dios, quizá». En todo caso, es la divi sa del mío. Si esta frase me pareció conveniente es porque decepcionar la espera, es decir, la demanda -la espera es un modo, una forma de la demanda-, tiene su valor para lo que será nuestro tema y nuestro deba te. En una palabra, mi título de este año, a diferencia de la extimid ad, se resiste a producir efecto de slogan, de consigna. No quiero un efecto de slogan, y mucho menos este año, precisamente, por el tema del que se trata. Ahora bien, debo constatar que lo que se pide es un slogan, que la comunicación universal tiende a éste y que, aun de modo reducido, un curso, que es una expresión pública, participa de ello. Se hacen slogans a ojos vistas y de manera interminable. Desde el momento en que se pone un título, ya se está haciendo un slogan. Noten, adem ás, que slogan es mía palabra internacional. Se dice o se dirá slogan en todos los idiomas, por que proviene del inglés; es una palabra señal. Esta se inco rporó a la len gua francesa recién a mediados del siglo pasado; vino de la mano de la revolución industrial, del avance del capitalismo. Esta palabra relacio nada con la circulación del mercado se tomó prestada de los escoceses. Verifiqué que slogan tiene sus raíces en gaélico; vendría de slaud, que quiere decir tropa, y de gern, que significa grito. Un slogan, hablando con propiedad, es el grito de guerra de un clan. Lo que me molestó este año fue que ¡Extimidad! podría ser el grito de guerra de un clan. Dejé entonces ese estilo de lado. Ya hay demasiado en el psicoanálisis que empuja necesariamente al clan como para insis tir. Es mejor sustraerse. La actualidad me dispensa de extenderme sobre el aspecto de gue rra de clanes que presenta lo que se llama, un poco pomposamente, la historia del psicoanálisis. Una obra, si no monumental al menos volu minosa, acaba de serle consagrada. Sobre ésta no tengo necesidad de atraer su atención porque, a diferencia de la de François Regnault, apa rece en la lista de lo que se conoce internacionalmente c omo best-sellers ; lo que significa que en el mercado se abalanzaron en tropel sobre ella. Desde esta perspectiva es un éxito, puesto que es eso lo que el slogan debe provocar.
12
l,OS SIGNOS DEL GOCE El hueso y la espina Viendo cómo se hace y se difunde una edición de mi curso -que no I>iledo llamar pirata, porque dejo que la hagan-, y v iendo c ómo se la de vora en un medio restringido, tendría razones para creer que yo provoco en menor escala un efecto de ese orden, inexistente en el género best-seller. I)espués de todo, puedo considerar que ese apetito es un homenaje. Y si uno piensa en la bella carnicera del sueño analizado por Freud en la Traumdeutung, para quien no es posible ofrecer una cena dado que sólo Iiene un trocito de salmón, uno se alegra al percibir que con poco puede dar de cenar, de almorzar, y a veces hasta queda algo para la merienda. Lo que sucede es que yo no m e aprovisiono en cualquier lado. M e apro visiono en lo de Lacan. Pero ¿de qué modo? Es que no alcanza con de vorar a Lacan. Cuando se devora, sólo se deja el hueso. Y el hueso es, justamente, lo más interesante. Cuando se devora el pensamiento, lo más interesante es el hueso. Tratándose de pescado, como para la bella carnicera, digam os que lo más a tractivo es la espina, esa que queda atra vesada en la garganta. Por otra parte, es lo que pasa si uno se mete con la inspiración: uno aspira y resulta que tiene una espina atravesada en la garganta. Hay que escupirla. Encuentro aquí el punto de partida que debemos retomar. Es preciso que siempre retomemos desde el hueso y la espina. Com o mucho s, como todo el mundo en cierto campo, yo encuentro mi inspiración en Lacan. Puede parecer que afirmo que Lacan es mi dios. Que Lacan era mi dios fue lo que se me dijo cuando me inquieté por ciertos ultrajes públicos que se le hicieron. Se me retrucó que erigía alre dedor de él un muro de veneración. En realidad, me decían que Lacan era mi dios. Mi primer impulso es responder: ¡De ninguna manera! Si la veneración supone que en el psicoanálisis existe lo sagrado, me causa risa. Yo no veo nada de sagrado en Lacan. Pero, en fin, es una respuesta fácil y en definitiva me pareció mejor responder que sí, venero a Lacan, siempre que se le dé a esa palabra el valor, también lexicalizado, de un gran respeto entremezclado de afec to. En el fondo, es verdad que este curso pros igue, por qué no, venera n do a Lacan, con la condición de que se haga la diferencia entre lo sagrado y el respeto, y que se sepa dar al respeto su valor d e trabajo. Ya volvere mos sobre estas nociones que no están aquí por azar. Algo serio se juega en torno del tema que estoy planteando, que comienzo a circunscribir por ahora rápidamente ante ustedes, sobre lo que los discípulos le de ben al maestro. Un maestro que, lo recuerdo, tuvo también el suyo: Freud.
13
JA CQU ES -A LA IN MILLE R Vuelvo a partir, entonces, de lo que me detiene. Después de todo, nada genera más velocidad que lo que detiene. Hay una manera buena y una mala de vérselas con lo que los detiene: la mala es que se deten gan, la buena es partir de allí. He aquí mi título para este año, mi título decepcionante, ese título que es un antislogan, que cuestiona el efecto del slogan, ese título que no puede convertirse en grito de guerra. Ese título es: Lo que hace insignia .3 Insignia (insigne), en una sola palabra. Debo precisar su ortografía por que hay una ambigüedad.
Una ética de forzam iento Me llegó así, con su ortografía. Es cierto que también tiene sentido si se lo escribe en dos palabras: un signe (un signo). Tiene sentido, incluso, si se lo escribe: Un signe (Un signo); y habría que ver por qué Un está signado, marcado, por la mayúscula. También puede entenderse del si guiente modo: Un, signe (Uno, signa), con una coma. Ce quifait Un, signe (Lo que hace Uno, signa); se trataría pues de saber que allí está en juego la signatura y, por qué no, el autor, en tanto él sería lo que hace Uno y eso lo autorizaría a firmar. Pero yo me atengo a Lo que hace insignia. Podría haberlo llamado, para seguir en la línea de la extimidad, Unariedad. Algunos de ustedes conocen lo unario, neologismo que sir vió a Lacan para dar un valor distinto a einziger Zug, expresión que ha lló en Freud y que es un hápax. Einziger Zug fue traducida de cualquier manera, no atrajo ninguna atención en las traducciones y no llama de masiado la atención en la lengua original. Lacan d estacó la expresión al traducirla por el rasgo unario. Yo hubiera podido entonces decir: des pués de extimidad, unariedad. Estaría justificado porque forman una pareja. Se hubiera encontra do allí una de m is famosas diada s, que a ve ces se me reprochan. Creo que ya desacredité ese reproche inoperante. Pero preferí Lo que hace insignia. Un título es para mí como un hilo conductor. Sabía que iba a hablar de las insignias, de lo unario y del Uno, no obstante, hasta que no nos dan la nota, acumula mos. Ahora bien, no le doy a este título, ni a ningu no de los títulos que hubiera podido formular, el valor de ser unificante. El Uno unificante, el que es ope rador de unidad, se refiere a algo distin- ^ to de lo unario. Escriban: unario * unificante. Así pues, no le doy a un tí-
3. Ce quifait insigne: Lo q ue hace insignia o Lo que hace insigne. [N. del T.]
14
LOS SIGNOS DEL G OCE 11 ilo rl valor de lo unificante sino, más bien, el de lo unario. Es una mar ca, un apoyo en el significante. Me permite saber que este año soy aquel que hace Lo que hace insignia. N o iré tan lejos como para decir que lo que haré este año me hace y me hará insigne. Espero, como mucho, que les haga signos a ustedes. En todo caso, es un título que a mí me ha hecho un signo. Se trata entonces de una simple marca uñaría en un tema por decir, un tema que se constituye por acumulación, pero una acumulación de encuentros. Cuando la acumulación preparatoria se hace de manera . 1 1 1 tomática, en el registro del automatón , todo anda sobre rieles. P ara eso hasta buscar en el diccionario de psicoanálisis; se encuentran allí refe rencias y después todo se encadena. Lo que yo recomiendo es la acum u lación de encuentros, la acumulación en la vertiente de la tuche. Recomiendo dejarse sorprender por el azar. Recomiendo, para enseñar -y a fin de cuentas se enseña m uc ho -, recoge r en los bordes del camino, estar disponible, aunque no de cualquier modo. H ay que estar disponi ble como el analizante, siguiendo una lógica. Es necesario confiar en la lógica, es decir, en la necesidad de un discurso. Bajo esta condición uno está disponible para el azar. Les referí que a mi larga espera sucedió un hallazgo al despertar. Se . trata de esperar lo que hace signo. Y nada mejor pa ra ello que el hueso y la espina. Se trata de esp erar lo que hace signo, pero no d e brazos cruz a dos, no mirándose las uñas. Se trata de esperar.-es el ejemplo de Lacantrabajando para provocar lo quehace signo, que es, como señalé, lo que hace el analizante, quien provoca incluso lo que le hace insignia -e n una sola palabra. No me vo y a pasar todo el año precisando: insignia en una palabra, insignia en dos. Ocurre que en francés el in privativo suena muy a menudo un. Hay al respecto una fuente extraordinaria de equívocos. Abran el diccionario, encontrarán un montón de palabras en las que a partir de in pueden hacer nacer el un fónicamente indistinguible. En francés eso ya indica, quizás, una relación entre el uno y el no. No digo nombre ( nom ), digo no (non). Nombre y nó suenan igual en francés. El nombre es una insignia. Luego, cuando se trabaja, cuando se habla, cuando se piensa sin pro- ^ vocar lo que hace signo, se está en el registro del hábito) que en griego no se distingue más que por una letra, como indica Lacan, de la palabra ética. Por consiguiente, de acuerdo con él, planteo la oposición entre el hábito y la ética, y entiendo la razón por la cual Lacan formula -no lo comprendía antes- algo que es casi un proverbio: «El pensamiento no procede sino por vía de la ética». Lo dice en un texto cuya lectura y relectura recomiendo sin demora. No es voluminoso, no los cansará por
15
JA CQUE S-AL AI N MILLER su tamaño. Tampoco es un best-seller. Es un texto corto que se llama «...ou pire»4y que está publicado en una revista hoy desaparecida: Scilicet, en su número cinco. Todavía se la encuentra. La frase que cité se aclara si se la opone a un pensamiento que proce de por hábito. La ética del psicoanálisis -reténganlo- debería ser lo con., . y,trario del hábito. Por supuesto, en el psicoanálisis hay que llegar puntual, pero este hábito que se adquiere es para dar lugar a lo que hace signo, para provocarlo. En este sentido, la ética apropiada para el psicoanálisis es una ética de forzamiento y no una ética sobre caminos tra zados.
De lo parecido a lo mismo Esta referencia me permite co rregir la imagen de la inspiración de la que partí. La inspiración -esta palabra me ho rro riza - es la aspiración de lo Uno.5Eso es el hábito. Digamos que la ética, al menos la del psicoaná lisis, es más bien la aspiración de lo Otro. En fin, nada de esto nos lleva rá demasiado lejos. El hábito, en todo caso, es siempre lo mismo. El hábito es lo contrario de lo Otro. De aquí que en el psicoanálisis se acon seje no habituarse, lo que sin duda am enaza menos al analizante que al analista. De aquí, también, que alguien me hiciera notar que siempre podía esperarse algo de lo que refiero sobre el psicoanálisis y sobre Lacan, pero que finalmente yo no dejaba de tener un aire extranjero al psicoanálisis. Pues bien, lo tomé por un cumplido. Es cierto que no me habitúo. Y, por supuesto, me pregunto por qué escucho esas cosas en lugar de sume rgirme en el Parmenides de Platón. También lo hago, feliz mente, aunque no tanto...... .como quisiera. —— 1 1 Siempre lo mismo: he aquí las palabras del hábito) Se dice, incluso, de lo parecido a lo mismo (du pareil au même). Y nada mejor en la lengua para sugerir lo aburrido del Uno. De lo parecido a lo mismo es el revés de mi título, es el revés de lo que hace insignia, porque lo que hace in signia es lo que distingue. Lo que hace insignia es lo que hace Otrg -al menos es uno de sus valores-, es lo que hace que uno no ande siempre de lo parecido a lo mismo. No sé si es el caso de ustedes, pero a mí me gusta esa expresión de lo par ecido a lo mismo. Me gusta porque hay en ella algo que no funciona 1
■ i.
-p-n—
.
mu ■mi»im fili tfT
..................
. . . .
mi
4. La traducción siempre es nuestra. [N. del T.] 5. Inspiration (inspiración), homófono de {Inspiration (neologismo que condensa Uno y aspiración). [N. del T.]
16
LOS SIGNOS DEL GOCE bien, algo que cojea, ya que lo idéntico, lo uno, se dice de dos mane ras, se dice lo parecido y se dice lo mismo. Tenemos aquí una repetición que no es del orden del bis repetita placent. Cuando se pronuncia el enuncia do Es de lo parecido a lo mismo, la enunciación es ¡Me importa un bledo! Acá se trataría, precisamente, de que importe. Les aclaro que no me quedaré siempre en las alusiones, llegaré a los maternas. Por el momento, preparo el terreno, porque si sólo hubiera puesto por título S^/todo el mundo habría dicho: ¡Otra vez!; cuando de lo que se trata -y es difícil- es de sacar de ese Sj cierto número de efec tos no necesariamente numerados y clasificados, y para obtenerlos hay i]ue provocar un poco lo que hace signo. A mí me provocó algo que escuché de boca de Jean-Guy Godin -que me hace el honor de estar aquí presente-, quien lo recogió, a su vez, de un analizante. Si usted me permite, Jean-Guy Godin, jugar con su .ipellido, escribiría God-Un, a quien, a diferencia de Godot, no estamos esperando. Me llegó así, como una palabra divina. Ya es pues una transmisión. Jean-Guy Godin no me dijo esas palabras sólo a mí, sino que las pronunció ante todo un auditorio. Asistimos allí a una muta ción en la que nace la buena historia. Es una buena historia en una fra se. Recogí entonces esa palabra divina que él había atrapado antes. Se trata de la expresión de un anhelo que en su formulación sensacional parece resumir todos los anhelos, ser el anhelo de los anhelos: «Me gustaría ser un puerro porqu e se los pone en fila» (en rang d'oignoti¿j)M Considero que esta frase vale lo que el dicho de Anaximandro. Es una frase pura como el alba. La conservaremos como el dicho del pacien te de Godin, porque es sin duda un Witz que, además, tiene la estruc tura de lo parecido a lo mismo. En el fondo, del puer ro a la cebolla es claramente de lo parecidojaJU3,mismc>, pero para esto hace falta que
6. En rang d'oignon: literalmente, 'en fila de cebollas'. Expre sión familiar que significa: 'en fila', 'uno al lado del otro'. [N. del
17
JACQUE S-ALA IN MILLE R Puerros y cebollas Hablemos un poco del puerro. Un puerro es perfectamente capaz de hacer insignia. Sepan ustedes, ciudadanos, que en francés el puerro es el nombre de una medalla, el nombre familiar de una condecoración: el Mérito Agrícola. Como ven, el puerro es perfectamente capaz de hacer insignia. No sé los otros> pero se sabe que los franceses aman las conde coraciones. Y hubo alguien que se sirvió de esta inclinación con gran maestría, alguien que fue el amo de los amos, el símbolo mismo del amo, el Un amo; hablo de Napoleón, quien a partir de lo que sabía sobre lo que hace insignia creó la Legión de Honor. Dijo: «Hay que darles eso, los dejará satisfechos, y los dominaremos». Y es que él sabía que al ser hu mano -y en humano está humus, que también es agríco la- le gustaría ser un puerro para ser puesto en fila. Existe entonces ese Mérito Agrícola. Lo maravilloso es que cuando se recibe la medalla se la considera una distinción. Todo el mundo quiere tenerla. Se cree que por eso uno es dis tinguido. Y es cierto. Uno es distinguido cuando tiene el Mérito Agríco la. Yo, por ejemplo, no lo tengo; el que lo tiene se dis tingue de mí. De este modo, estamos en el principio mismo de nuestra vida social:'!cada uno busca su rasgo de distinción. Digo cada uno, no cada una. Dejemos para más tarde el caso de cada una, de lo que en la especie humana distinguiría lo propiamente feme nino. También se condecora a las mujeres, pero, en fin, dejémoslo para más adelante porque no todas están capturadas por ello como el hom bre. No debe entenderse, sin embargo, que lo que refiero sobre la con decoración y la insignia sólo vale para los hombres, sino que en la vertiente femenina hay, en efecto, algo distinto. De todas maneras, sin duda se les dan muchas menos condecoraciones a las mujeres. El principio mismo de la vida social es que cada uno busque su ras go de distinción. El dicho del paciente de Godin nos enseña en una sín tesis sublime que el rasgo de distinción es, justamente, lo^que permite HP» que sean puestos en fila. La satisfacción de este anhelo de ser un puerro es lo que se le ofrece a todo el mundo con la promesa del desarrollo de la personalidad, in cluso del cultivo -de nuevo la metáfora agrícola- de la originalidad, y siempre con el único fin de enristrarlos como a cebollas. No hay otra cosa en esa promesa. Hablé del puerro, ahora hablaré de la cebolla) que es una excelente metáfora del yo. Es, verdaderamente, una metáfora lacaniana. También en el psicoanálisis se invita al sujeto a cultivar su originalidad mediante la asociación libre. Luego, recogemos, como lo hizo Jean-Guy Godin, IH
LOS SIGNOS DEL GOCE algunos me gustaría ser un puerro. Sólo que en el psicoanálisis el efecto cebolla debería ser distinto; quiero decir que no se busca a la cebolla para meterla en la ristra sino -si me permiten- para pelarla. Es una metáfora perfectamente válida tratándose del yo, de ese yo que es una mez colanza de identificaciones, como lo formula Freud y lo retoma Lacan. La cebo1la con sus cap as se ofrece naturalme nte com o me táfora del yo. Si tuvie ra otros talentos, haría una fábula con la cebolla y el puerro, la fábula de la cebolla que quiere ser un puerro. Pero, ¡atención!, el dicho del paciente de Godin no debe hacerles pensar que quien se expresa así es un puerro. Es todo menos un puerro, puesto que le gustaría serlo,. No es un puerro, es una cebolla. El paciente de Godin es una cebolla y es a título de cebolla que quiere ser un pue rro para ser puesto entre las cebollas. Es lo que les pasa a todos, y uno es aún más cebolla en tanto que es paciente de un analista. El yo existe, no lo olvidemos. Es mejor saberlo cuando uno se prepara para pelarlo. La cebolla que quiere ser un puerro es como la rana que quiere ser más i'.orda que el buey.- La fábula de La Fontaine se refiere a eso, arfa identi fP) C cación desafortunada^porque la rana revienta. No sé si a ustedes les produce el mismo efecto, a mí me explica por qué el libro Historia del psicoanálisis en Francia es tan voluminoso. No crean que me quedaré todo el año en estas distracciones. Por el contra rio, vamos a concentrarnos en los maternas. Pero también hay fábulas, apólogos, anécdota s, y está el dicho del paciente de Godin. Por otra pa r-, le, entre el materna y las anécdota s hay más relación que lo que se pien sa. Las anécdotas y las fábulas son maternas animados. Por ejemplo, en la disciplina zen no tenemos maternas porque no pertenece a la época ile la ciencia, pero tenemos historietas que son como maternas y que se ci »nocen como koan '. I,a historia del psicoanálisis en Francia en sus últimos cincuenta años hablo de la historia misma, no del volumen- es un verdadero cemenIcrio de ranas reventada s. No es un cementerio de elefantes, donde hay leso ros, adonde se van a buscar esos e normes colmillos de marfil. Aun‘|iie... colmillos hay. Incluso no hay más que colmillazos contra Lacan. 1’ero no son colmillos de marfil, y con colmillos de ran a mu cho no p ue de hacerse. El libro es muy grande porque mete a todo el mundo en ristras. En este sentido, es divertido. Allí todo el mundo o cupa su lugar •le cebolla. El índice es una ristra interm inable . Reco noz cám oslo: I Ii .abeth Roudinesco, para llamarla por su nombre, no ha sido mezquinu. Hscribir todo eso en cinco años... Yo digo: ¡Bravo!
19
JA CQUES -A LA IN MILLE R Insigne Lacan Pero de todos m odos es un fracaso por una razó n bien simple que no tiene nada que ver con no sé qué sacrilegio. Por supuesto que es una difamación contra Lacan, pero no un sacrilegio. Su fracaso consiste precisamente en no demostrar lo que hace insig nia, lo que hace insigne a Lacan, lo que lo hace inolvidable. Y si a pesar de todo tengo cierta indulgencia por Élisabeth Roudinesco es porque a su manera -o sea, bajo el sesgo de la difamación- también contribuye a hacer inolvidable a Lacan. Adem ás, tenemos que reconocer que con gran frecuencia se pasa a la historia por la difamación. De nadie uno se a cuer da más que de aquellos a quienes difama, a quienes ha difamado. La infamia, de la cual Borges hizo una historia , es uno de los resortes prin cipales de la notoriedad. En lo que hace a lo unario, al rasgo distinti vo, les aseguro que vale tanto como el Mérito Agrícola. Se entiende por qué Lacan no lo recibió. Pero no haberlo recibido lo hace aún más distinguido. Élisabeth Roudinesco no demuestra qué hace a Lacan insigne, de muestra, quizá, lo que hace a Lacan enseña. Noten que entre insigne ( in signe ) y enseña (enseigne ) sólo hay una letra de diferencia, y que son, además, una misma palabra. Enseña es diferenciar por usos diferentes. Insigne es lo que se distingue por algunos signos destacables. Así se lla ma a lo que es digno de ser resaltado, ya sean personas o cosas. Es inte resante observar, como indica el Littré, que cuand o el adjetivo insigne se utiliza sin que se precise por qué alguien es insigne -por sus virtudes, por ejemplo-, cuando se lo utiliza de manera absoluta con un sustanti vo, es para ofender, es para difamar. Y las frases que el Littré toma de la literatura francesa son muy ilustrativas: «Insigne bribón», «Insigne la drón», «Fue en su tiempo un tonto muy insigne» (La Fontaine); «Esos insignes corruptores del pudor» (Bossuet). Está claro que Élisabeth Roudinesco hace de L acan un insigne bribón... N o hablemos_más de eso. Diré unas pocas palabras sobrefla insignia como sustantivo^ Es nota ble que en el Littré figure en plural. Así, por ejemplo, las insignias de la realeza. En el Robert encontramos que el uso en singular de este sustan tivo es propio de nuestro siglo: «llevar la insignia de su asociación» es típico del siglo XX. Tenemos la gloria de ser el siglo en el cual insignia pudo decirse en singular y se gurame nte esto está en relación con el auge del slogan. No hablemos más del libro de Élisabeth Roudinesco porque tengo que comentarles otro, que no es un best-seller. Fue escrito hace quince si glos y todavía se lo puede traducir. Pero, en fin, una última palabra so 20
LOS SIGNOS DEL GOCE bre Lacan insigne bribón. Roudinesco nos explica que a Laca n le preocu paba el ascenso social. En el fondo, nos sugiere que Lacan quería ser un puerro. Ella hubiera podido leerlo, ya que él mismo dice que pasó su vida queriendo ser Otro pese a la ley. (Los remito a la página 21 de su seminario «Un Otro falta», que encontrarán en Escansión N° 1, nueva serie.) Uno pu ede decir que esto es ser un bribón. Pero, evidentemente, lo que no se le perdona es haberse rehus ado a ser puesto en fila. En efec to, un delincuente también quiere ser Otro a pesar de la ley; sin embar go, uno podría tomarse el trabajo de saber cuál era el modo propio de Lacan, quien además prometía -e n ese mismo sem inario- después de su muerte «ser Otro como todo el mundo». Y bien, eso resultó. Gracias a Roudinesco es Otro que él mismo. Debo decir que no se le parece en absoluto. Ahora bien, ella no sólo piensa que Lacan aspiraba al ascenso social sino que también le gustaba el dinero. Está escrito y, aunque no sean más que una o dos líneas en setecientas páginas, es lo que repercute en los medios. Es lo que fueron a buscar entre setecientas página s y se abalan zaron encima porque allí se reconocieron.)¡Es un consuelo saber que a Lacan le gustaba el dinero como a todo el mundo! Y en el fondo, como esto los captura , hacen que se pierda la diferencia entre Lacan y Bernard Tapie. Para hablar de la relación de Lacan con el dinero Roudinesco hubie ra hecho mejor en leer La ética del psicoanálisis , dond e en el último cap í tulo habría encontrado esta frase: «No hay otro bien más que el que puede servir para pagar el precio del acceso al deseo». Es verdad que Lacan hacía pa gar el precio, pero también es cierto que él mismo lo pagaba. Se puede hacer pagar el precio en la medida exacta del precio que uno paga. Dicho esto, hay que reconocer que Lac an y Bernard Tapie tienen algo en común. N o me molesta en absoluto. Lac an lo dijo - y en la televisión, para todo el mundo, para los medios: «Soy un self-made man». Pueden encontrarlo en su escrito «Televisión». Por sup uesto, «self-made man» lo ponemos entre comillas porque justamente nadie es self-made. Eso per tenece a la cultura del mercado. Uno no es self-made, uno está hecho a partir de lo que hace insignia. De todos m odos, self-made significa no ser un heredero. Se puede serlo, pero, si uno lo es, hay que poder soportarlo. En este sentido, Lacan, como amo, era más bien del tipo esclavo, es decir, de los que trabajan, que es lo contrario del privilegio del amo. Habrá que entender entonces qué tipo de amo era Lacan que trabajaba. De aquí mi indulgencia con Élisabeth Roudinesco: ella trabajó. Su tra bajo no es un entretenimiento. 21
JACQUE S-AL AIN MILLE R Del mito al materna Evidentemente uno puede relamerse con la anécdota, con la vida de Lacan. Pe nsamos, sin embargo, que la vida no es interesante y que es la obra lo que cuenta. Se piensa esto con las mejores intenciones del mun do: lo importante es la enseñanza; no voy a ser yo quien diga lo contrario. Es cierto que su enseñanza es lo que hace a Lacan insigne. Les hago no tar que enseñanza, enseña e insignia son una misma secuencia de palabras. Una enseñanza es lo que da signos. No diré que es (lo que hace sígrtth porque eso, según el dicho de Heráclito -que no debe confundirse con el del paciente de Go din-, e spro pio del oráculo. La enseñanza de Lacan no es un oráculo. Sin duda se puede decir que la vida no es nada comparada con su enseñanza. Pero es demasiado tarde, mis queridos amigos, ahora cargan con eso sobre sus espaldas. Tienen la vida de Lacan sobre sus espaldas. Y tendrán otras, ya que todas las cebollas que andan por ahí buscan su rasgo de distinción. Entonces de Lacan y yo tendrán a montones. Y yo... y yo... y yo... Una insurrección de cebollas para ser puerros, gracias a lo cual se las pondrá en ristras. Luego, respond er que la vida de Lacan está muy por detrás de su enseñanza es algo perdido de antemano. Hay que ir más allá. Así pues, afirmo que la vida de Lacan es una enseñanza para el analista, que hace signo y que es una ver dadera lección. N o la separo de sus anécdotas. Agrego, incluso, que no rechazo ninguna. Todas son verdaderas, aun las falsas. Pienso también que evidentemente asisti mos -l o que no es poca s uer te- al nacimiento de un mito. Yo, por supues to, y algunos otros hacem os todo lo que podem os para que Lacan no sea un mito. Hacemos todo lo que podemos para que Lacan sea materna. Pero al mismo tiem po que aquí hacemos materna, afuera se hace el mito. Y están en camino de crearlo mediante la difamación. La difamación no tiene ninguna importancia, están creando al divino Lacan, la consagra ción de Lacan. Volveremos sobre esto puesto que entra en el capítulo Lo que hace insignia. Cuando algo hace de alguien insignia, se asiste a una consagración. Los romanos lo hacían; se dedicaban a una operación 11amadafla consecrati'ü. Cuando moría alguien que se había distinguido es pecialmente en el orden de la maestría, ellos pensaban que no era ofender a los dioses considerar que había un numen nuevo para inscri bir en el Panteón. Y bien, estamos asistiendo a eso, estamo s asistiendo a la consagración de Lacan. Excepto nosotros, los más cercanos, es así como se considera que Lacan domina la historia del psicoanálisis en Francia. Y es verdad. 22