LOS TRES OJOS DEL CONOCIMIENTO Por. Ken Wilber 1. OJO A OJO Hoy en día se habla mucho de <
>, especialmente de paradigmas <>, una especie de <>, visiones globales del mundo que no sólo abarcan todas las ciencias físicas sino que también incorporan el conocimiento superior que nos aporta la filosofía, la psicología y a la religión místico-trascendental. De alcanzar tal visión habríamos logrado, por fin, algo realmente importante, un auténtico paradigma globalizador, una verdadera <> que englobe a la ciencia, la filosofía y la religión mística. En realidad, esto es, precisamente, lo que afirman hoy en día especialistas muy cualificados, sensatos y dotados, procedentes de muy diversos campos. Verdaderamente extraordinario. Más adelante quedarán claras las implicaciones y el significado de esta afirmación. Por el momento supongamos que tal paradigma provisional es posible y califiquémoslo de <>. Así pues, el <> es un conocimiento global que no sólo incluye el <> de las ciencias físicas sino también el <> de la filosofía y de la psicología y el <> de la religión mística-espiritual. Si realmente está comenzando a emerger un paradigma nuevo, superior y comprehensivo, que reúne todas estas características –cosa que realmente creo– el principal problema que debería afrontar –un problema que todavía no ha sido debidamente tratado–es el de su relación con la ciencia empírica. Cualquier paradigma <> que no sea una ciencia empírica adolecerá de medios de adquirir conocimiento y, por lo tanto, no tendrá la menor validez epistemológica, con lo cual todas sus afirmaciones carecerán de validez, sentido y significado. De nada sirve conjeturar la importancia, el objeto y la metodología de un
paradigma <> que pretende englobar la filosofía y el misticismo si no podemos demostrar que posee algún tipo de conocimiento real. No debemos equivocarnos al respecto. Como dice A.J. Ayer, el renombrado filósofo. No negamos a priori que los métodos peculiares del misticismo permitan descubrir ciertas verdades. Lo único que queremos es escuchar las proposiciones que encarnan sus descubrimientos para ver si nuestra observación empírica las verifica o las refuta. Lamentablemente, sin embargo, los místicos no sólo son incapaces de ofrecernos proposiciones empíricamente verificables, sino que ni siquiera son capaces de elaborar proposiciones inteligibles. Y Ayer concluye su afirmación señalando que el hecho de que los místicos <>. ¿Acaso un nuevo paradigma trascendental puede llegar a ser una ciencia empírica? Y si éste no fuera el caso, ¿podría entonces reivindicar un conocimiento y una cognición verdaderos? Además –y éste es realmente el punto central de nuestro debate–, ¿pueden <> adecuadamente las verdades psicológicas y espirituales superiores? Mucho se ha dicho al respecto pero, en mi opinión, la mayor parte de lo escrito resbalo sobre el asunto como las manos grasientas sobre el jabón. Vamos, pues, a dedicarnos en este capítulo y en el siguiente a examinar brevemente la naturaleza de la ciencia empírica, el significado del conocimiento filosófico y la esencia del conocimiento espiritual o trascendental y trataremos de comprender las relaciones existentes entre esos diferentes 1
tipos de conocimiento. De este modo estaremos en condiciones de distinguir con más facilidad la naturaleza de tal paradigma, en el caso de que fuera posible. Los tres ojos del alma
San Buenaventura, el gran Doctor Seraphicus de la Iglesia y uno de los filósofos preferidos por los místicos occidentales, afirmaba que los seres humanos disponen, por lo menos, de tres formas de adquirir conocimiento, de <>, como el decía (parafraseando a Hugo de San Víctor, otro místico famoso), el ojo de la carne, pro medio del cual percibimos el mundo externo del espacio, el tiempo y los objetos; el ojo de la razón, que nos permite alcanzar el conocimiento de la filosofía, de la lógica y de la mente; y el ojo de la contemplación, mediante el cual tenemos acceso a las realidades trascendentes. Además –decía san Buenaventura– todo conocimiento es una especie de illuminatio . Así pues, existe una iluminación exterior e inferior ( lumen exterius y lumen inferius), que nos permite iluminar el ojo de la carne y conocer los objetos sensoriales, una lumen interius, que ilumina el ojo de la razón y nos proporciona el conocimiento de las verdades filosóficas, y una lumen superius, la luz del Ser trascendente, que ilumina el ojo de la contemplación y nos revela la verdad curativa, <>. En el mundo externo, dice san Buenaventura, encontramos un vestigium, un <> y el ojo de la carne percibe este vestigio (que se manifiesta como una diversidad de objetos separados en el espacio y en el tiempo). En nosotros mismos, en nuestro propio psiquismo – especialmente en la <> (memoria, entendimiento y voluntad) – el ojo mental nos revela una imago de Dios. Finalmente, a través del ojo de la contemplación, iluminado por el lumen superius, descubrimos el mundo trascendente que existe más allá de los sentidos y de la razón, la misma Esencia Divina.
Todo esto coincide exactamente con lo que manifestaba Hugo de San Víctor (el primero de los grandes místicos victorinos), que distinguía entre cogitatio, meditatio y contemplatio. Lo cogitatio, o simple cognición empírica, es una búsqueda de las verdades psíquicas (la imago de Dios), usando el ojo de la mente. La contemplatio, por su parte, es el conocimiento mediante el cual es el psiquismo o alma se unifica instantáneamente con la Divinidad en la intuición trascendente revelada a través del ojo de la contemplación. Ahora bien, aunque la terminología que nos habla del ojo de la carne, del ojo de la mente y del ojo de la contemplación se cristiana, en todas las tradiciones psicológicas, filosóficas y religiosas principales nos encontramos con conceptos similares. Los <> del ser humano se corresponden, de hecho, con los tres principales, dominio s del ser descritos por la filosofía perenne, el ordinario (carnal y material), el sutil (mental y anímico) y el causal (trascendente y contemplativo). Estos distintos dominio s ya han sido descritos en otra parte, sólo quisiera ahora resalta su unanimidad entre los psicólogos y los filósofos tradicionales. Para ampliar la visión de san Buenaventura podríamos decir que el ojo de la carne ( cogitatio, el lumen inferius/exterius) crea y revela ante nosotros un mundo de experiencia sensorial compartida. Este es el <>, el reino del espacio, el tiempo y de la materia (el subconsciente), un dominio compartido por todos aquellos que poseen un ojo de la carne parecido. Así pues, en cierta medida, los seres humanos comparten este dominio con algunos animales superiores (especialmente los mamíferos)) porque sus ojos carnales son muy similares. Si acercamos, por ejemplo, un pedazo de carne a un perro, éste reaccionará, mientras que una roca o una planta no lo harán. (Para aquellos organismos que carecen del conocimiento y la percepción correspondientes al ojo carnal el pedazo de carne es inexistente). En el dominio ordinario un objeto o es A o es 2
no-A. Una roca nunca es un árbol, un árbol jamás es una montaña, una roca no es otra roca, etc. esta es la inteligencia sensoriomotriz esencial (la constancia del objeto) perteneciente al ojo de la carne. Este es el ojo empírico, el ojo de la experiencia sensorial. (Quizás debiéramos aclarar, desde el comienzo, que estamos utilizando el término <> en un sentido filosófico para designar a todo aquello capaz de ser detectado por los cinco sentidos o por sus extensiones. Cuando los filósofos empíricos como Locke, por ejemplo, afirmaban que todo conocimiento es experiencial, querían decir que todo conocimiento mental debe ser previamente un conocimiento sensorial. Por el contrario, cuando los budistas dicen que <> no están diciendo lo miso que Locke sino que utilizan el término <> para referirse a <>. En el siguiente capítulo volveremos sobre este tópico pero, por el momento, utilizaremos el término <> en la aceptación que le daban los empiristas de <>. El ojo de la razón, o, más generalmente, el ojo de la mente (la meditatio, la lumen interius), participa del mundo de las ideas, de las imágenes, de la lógica y de los conceptos. Éste es el reino sutil (o, para ser más precisos, la porción inferior del reino sutil, la única de la que hablaremos aquí). Gran parte del pensamiento moderno se asienta exclusivamente en el ojo empírico, el ojo de la carne, por eso conviene recordar que el ojo de la mente no puede restringirse al ojo de la carne ya que el dominio de lo mental incluye, pero trasciende, al dominio de lo sensorial. Además, el ojo de la mente no sólo incluye al ojo de la carne sino que se alza por encima de él. Por medio de la imaginación, por ejemplo, el ojo de la mente puede reproducir objetos sensoriales que no se hallan presentes y, en este sentido, puede trascender el encadenamiento de la carne al mundo presente; mediante la lógica puede operar internamente sobre los objetos sensoriomotores y, de esa manera, ir más allá de las
secuencias motoras reales; por medio de la voluntad puede demorar la descarga de los instintos y de los impulsos y trascender los aspectos meramente animales y subhumanos del organismo. Aunque el ojo de la mente m ente dependa del ojo de la carne para adquirir parte de su información, no todo el conocimiento mental procede del conocimiento carnal ni se ocupa exclusivamente de los objetos carnales. Nuestro conocimiento no es tan sólo empírico y carnal. <>. Las matemáticas, por ejemplo, constituyen un conocimiento no empírico de un conocimiento supraempírico descubierto, iluminado y llevado a cabo por el ojo de la razón, no por el ojo de la carne. Todos los manuales introductorios de filosofía coinciden en este punto: <
relaciones lógicas, no a su significado empírico o fáctico [si es que tienen alguno]>>. Nadie ha visto jamás, por ejemplo, con el ojo de la carne la raíz cuadrada de un número negativo porque ésta es una entidad transempírica que sólo puede contemplarse con el ojo de la mente. A decir de Whitehead, la mayor parte de las matemáticas constituye un conocimiento transempírico y apriorístico (en sentido pitagórico). Lo mismo podríamos decir de la lógica, ya que la verdad de una deducción lógica no depende de su relación con los objetos sensoriales sino de su consistencia interna. Nosotros podemos formular un silogismo lógicamente impecable como, pro ejemplo. <>, que, sin embargo, es erróneo y carece empíricamente de todo sentido por la sencilla razón de que nadie ha visto jamás un unicornio. La lógica, pues, es también transempírica. Muchos filósofos, como Whitehead, por ejemplo, han sostenido que la esfera abstracta (o mental) es una condición necesaria y a priori para la manifestación del reino natural/sensorial, algo muy parecido a lo que afirman las tradiciones orientales cuando dicen que lo grosero procede de lo sutil (que, a su vez, se origina en lo causal). En las matemáticas y en la lógica y, más aún, en la imaginación, en el conocimiento conceptual, en la intuición psicológica y en la creatividad, vemos, con el ojo de la mente, cosas que no están plenamente presentes ante el ojo de la carne. Es por ello por lo que decimos que el dominio del o mental incluye, pero también trasciende sobradamente el dominio de lo carnal. El ojo de la contemplación es al ojo de la razón a lo que el ojo de la razón al ojo de la carne. Del mismo modo que la razón trasciende a la carne, la contemplación trasciende a la razón. A sí como la razón no puede reducirse al conocimiento carnal ni originarse en él, la contemplación tampoco puede reducirse ni originarse en la razón. El ojo de la razón es transempírico pero el ojo de la contemplación es transempírico pero el ojo de la contemplación es transracional,
translógico y transmental. <>. A lo largo de este capítulo volveremos reiteradamente sobre este triple dominio del conocimiento. Por el momento basta con suponer que todos los hombres y mujeres poseen un ojo carnal, un ojo racional y un ojo contemplativo; que cada ojo tiene sus propios objetos de conocimiento (sensorial, mental y trascendental); que cada ojo tiene sus propios objetos de conocimiento (sensorial, mental y trascendental); que un ojo superior no puede ser reducido a un ojo inferior ni explicado por él; y que cada ojo es valido y útil en su propio dominio pero incurre en una falacia cuando intenta captar totalmente lo ámbitos superiores o inferiores. En este contexto intentaremos demostrar que cualquier paradigma transpersonal verdaderamente comprehensivo deberá recurrir por igual al ojo de la carne, al ojo de la mente y al ojo de la contemplación. Un nuevo paradigma verdaderamente trascendental debería utilizar e integrar los tres ojos: grosero, sutil y causal. También intentaremos demostrar que, en general, la ciencia empírico-analítica pertenece al ojo de la carne, la filosofía fenomenológica y la psicología al ojo de la mente y la religión/meditación al ojo de la contemplación. Así pues, un paradigma nuevo y trascendental debería integrar y sintetizar el empirismo, el racionalismo y el trascendentalismo (en el siguiente capítulo veremos si este esfuerzo globalizador puede o debe ser llamado <>. Por el momento, cuando 4
hablemos de <> nos referiremos a la ciencia clásica empírico-analítica). El principal peligro que deberemos superar es la tendencia a cometer el error categorial , el intento de un ojo de usurpar el papel de los otros dos. Comenzaremos, pues, señalando algunos de los principales errores categoriales cometidos por la religión, la filosofía y la ciencia, y luego revisaremos, a modo de ilustración, aquellos errores categoriales históricos que han posibilitado el surgimiento del moderno cientificismo. Con todo esto no quiero decir que la ciencia haya sido la única en cometer este tipo de error ya que, como veremos, también la filosofía y al religión han incurrido en él. No obstante, históricamente hablando, de todos los errores categoriales el cometido por la ciencia empírica es el más reciente, el más generalizado y el que mayores consecuencias ha tenido y está teniendo todavía. Por ello s importante intenta comprenderlo en profundidad. Teniendo en cuenta todos estos supuestos comenzaremos analizando el origen y el significado de la ciencia empírica. El origen de la ciencia
Generalmente no suele comprenderse que la ciencia – y, por el momento, me refiero tan sólo a la ciencia de Kepler, Galileo y Newton– no era un sistema racional sino un sistema empírico. Como ya hemos visto, racionalismo no es o mismo que empirismo ya que mientras el racionalismo se basa en el ojo de la razón, el empirismo lo hace en el ojo de la carne. La ciencia, de hecho, se originó como un movimiento anti rracional, rracional, como una repulsa del racionalismo característico del escolasticismo medieval. Según Whitehead: <
los “hechos tercos e irreducibles” Simplicio, su oponente, tan sólo alegaba razones>>. El antagonismo existente entre los <> de Galileo y las <> de Simplicio refleja con exactitud la antítesis existente entre el ojo de la carne y el ojo de la razón, entre el empirismo entre el ojo de la carne y el ojo de razón, entre el empirismo y el racionalismo. Whitehead insiste en este punto: <>. Whitehead insiste reiteradamente en este punto crucial: <>. Como señala Bertrand Russell, la ciencia no fue más que sentid común, una forma de decir que la ciencia está basada en el más común de nuestros órganos, el ojo de la carne. Recordemos que la lógica, una vez que ha trascendido el ojo infrahumano de la carne, parece desencarnada y casi completamente desvinculada del mundo de los objetos carnales. Sin embargo, ello no supone, como muchos románticos parecen pensar, un defecto de la lógica, sino su misma fortaleza, ya que razonar sobre una actividad supone no tener que ejecutarla carnalmente. El verdadero poder de la ciencia radica en su trascendencia de los objetos sensoriales (ya que, como Piaget ha demostrado, el pensamiento formal operacional, o lógico-racional, opera sobre la experiencia concreta sensoriomotriz y, de ese modo, la trasciende). Pero la lógica, y, en general, el ojo de la mente pueden ser muy mal utilizados. A fin de cuentas, la única prueba definitiva de <> reside en la consistencia interna de la cadena de pensamientos lógicos 5
que se han utilizado para su elaboración, es decir, si se han violado o no, en ese proceso, los cánones de la lógica. Así pues, si un determinado razonamiento cumple con este requisito, es correcto desde el punto de vista de la lógica. Al lógica parte de una premisa inicial y, mediante una serie de sutiles procesos de razonamiento abstracto (pensamiento operacional-formal), termina extrayendo todas las implicaciones y deducciones contenidas en la premisa. En lo que concierne a la premisa misma –la proposición inicial de partida– está puede organizarse en cualquiera de los tres dominios: carnal, mental y contemplativo. Si el punto de partida es el reino del ojo de la carne y se demuestra su validez, hablamos de <> (Russell), de los <> de Galileo, o simplemente, de hechos empírico-analíticos. Si la proposición inicial parte del dominio del ojo de la mente, hablamos de <> (Russell), de <> (Descartes) o de <> (Husserl), que pueden ser tanto filosóficas como psicológicas. Si, por último, la proposición parte del ojo superior de la contemplación, hablamos de revelación o de razonamiento mandálico (como explicaremos más adelante). Subrayaremos pues los tres posibles puntos de partida del razonamiento: hechos irreductibles (carne), verdades evidentes o axiomáticas (mente) e intuiciones reveladoras (espíritu). Ahora bien, debemos recordar que la lógica es objeto de gran cantidad de abusos ya que en la selección de las premisas iníciales podemos cometer gran gran cantidad de errores e incluso de fraudes. Destaquemos, entre ellos, el <> que tiene lugar cuando uno de los reinos pretende sustituir totalmente al otro o, como también podríamos decir, cuando las cosas (carne) se confunden con los pensamientos (mente) o éstos se confunden con las visiones trascendentales (contemplación). Cuando esto ocurre
los hechos intentan reemplazar a los principios y los principios terminan tratando de sustituir a Dios. Un racionalista es alguien que, desechando el ojo de la carne y el ojo de la contemplación como poco fiables, afirma que el único conocimiento válido proviene del ojo de la razón. Descartes, un prototipo perfecto de este tipo de filósofo, afirmaba que <>, y, por si no quedaba suficientemente claro, subrayaba: <>. Para Descartes la razón – únicamente la razón– puede ayudarnos a descubrir las verdades autoevidentes, y llamaba intuición (intuición racional, no intuición espiritual), a este tipo de comprensión de la realidad. Por intuición no entiendo el testimonio fluctuante de nuestros sentidos sino aquella concepción tan evidente y nítida que nos ofrece la mente que no nos cabe la menor duda de lo que comprendemos. Dicho de otro modo, la intuición sólo de procede de la luz de la razón… <> Sólo la intuición racional nos permite descubrir las verdades autoevidentes>>. Según Descartes, una vez hayamos descubierto estas, verdades autoevidentes podremos deducir de ellas una serie de verdades secundarias. Y, añade, <>. Esta es la afirmación de un racionalista puro, de alguien que sólo cree en el ojo de la razón y que descarta el ojo de la carne y el ojo de la contemplación. Sin embargo, esto termina mutilado terriblemente el conocimiento porque, en esas condiciones, el ojo de la razón se ve obligado a intentar descubrir verdades empíricas y verdades contemplativas, una 6
tarea para la que no está convenientemente equipado y que conduce inevitablemente al error categorial. Es evidente que el ojo de la razón n puede desvelar adecuadamente el reino de la contemplación y que el ojo de la razón permanece ciego ante las verdades que descansan en el reino objetivo y sensorial. Como pronto veremos, la ciencia moderna nos ha demostrado palpablemente que el uso exclusivo del razonamiento es inadecuado para desvelar los hechos empíricos. Las verdades propias del ojo de la carne sólo pueden ser demostradas por el ojo de la carne. Lo único que pretendemos recalcar aquí es que, cuando un ojo intenta ocupar la función de cualquiera de lo otros dos, se produce un error categorial. Tal error puede darse en cualquier dirección, ya que el ojo de la contemplación se halla tan incapacitado para percibir los hechos del ojo de la carne como éste para captar las verdades propias del ojo de la contemplación. La sensación, la razón y la contemplación revelan sus propias verdades en sus propios ámbitos y, cuando un ojo intenta ver a través de los otros, el resultado no puede ser otro que el de una visión borrosa. Pues bien, este tipo de errores categoriales ha sido el principal problema de casi todas las grandes religiones. Todos los grandes sabios del hinduismo, del budismo, del cristianismo y del islam, habían abierto el ojo de la contemplación, el tercer ojo, lo cual no significa, en modo alguno, que automáticamente dominaran los ámbitos concernientes al primer y al segundo ojo. La iluminación, por ejemplo, no nos demuestra que el agua esté compuesta por do átomos de hidrógeno y uno de oxigeno. Si fuera así, tal descubrimiento aparecería en alguno de los textos religiosos, cosa que, por supuesto, no sucede. Desafortunadamente, sin embargo, la Revelación que nos proporciona el ojo de la contemplación se toma como el árbitro supremo de la verdad carnal y de la verdad racional. El Génesis, por ejemplo, es la traducción en imágenes poéticas (propias del ojo de la mente) de una visión supramental , de una Revelación sobre la evolución de lo Inmanifiesto en el
reino de lo manifiesto que tiene lugar en siete estadios principales (siete días). Pero ¡he aquí que quienes tienen cerrado el ojo de la contemplación cometen el error categorial de confundir la Revelación con un hecho empírico y con una verdad racional ! En estas condiciones no es de extrañar que la ciencia terminara descubriendo este error y se lo hiciera pagar con creces. En el año 535 d.J.C., el monje cristiano Cosmas escribió un libro, titulado Topografía Cristiana, en el que, basándose exclusivamente en una lectura literal de la Biblia, demostraba, de una vez por todas, que la Tierra carecía de polo Norte y de polo Sur y que era un paralelogramo plano cuya base era dos veces superior a su altura. La teología dogmática, tanto oriental como occidental, abunda en este tipo de aberraciones. Los hindúes y los budistas, por ejemplo, creían que el peso de la tierra descansaba sobre un elefante y éste sobre una tortuga (y, a la pregunta <<¿Entonces sobre qué descansa la tortuga?>> respondían: <>. El hecho es que la esencia del budismo, del cristianismo y de otras grandes religiones contiene intuiciones verdaderas sobre la realidad última. Sin embargo, esas intuiciones transverbales se entremezclan con demasiada frecuencia con verdades racionales y con y hechos empíricos. Es como si la humanidad todavía no hubiera aprendido a diferenciar y a separa los ojos de la carne, de la razón y de la contemplación. Y como la Revelación se mezclaba con la lógica y con los hechos empíricos, siendo presentados los tres como una sola verdad , sucedieron dos cosas: la filosofía atacó el aspecto racional de la religión y la ciencia terminó destruyendo su aspecto empírico. No obstante, la teología, que en Occidente siempre ha adolecido de un ojo de la contemplación un tanto miope, dependía tanto del racionalismo y de los <> empíricos (Según la Biblia el Sol gira alrededor de la Tierra), que cuando la filosofía y la ciencia le arrancaron esos dos ojos, la espiritualidad occidental se quedó ciega. Pero entonces no recurrió al ojo de 7
la contemplación sino que se retiró al exilio y desde ahí se dedicó a malgastar inútilmente el tiempo en fútiles discusiones con los filósofos y con los científicos. A partir de ese momento la espiritualidad occidental quedó desmantelada y sólo quedaron en pie la ciencia y la filosofía. No obstante, en el intervalo de un siglo, la filosofía quedó también diezmada como sistema racional (un sistema basado en el ojo de la mente) por el nuevo empirismo científico. Llegados a ese punto el conocimiento humano quedó reducido al ojo de la carne. Marchito el ojo de la contemplación e invalidado el ojo de la mente, la autoestima colectiva de los seres humanos estaba tan baja como para restringir su conocimiento tan sólo a los datos aportados por el ojo de la carne, el ojo que compartimos con los animales. De este modo, el conocimiento terminó convertido, como principio y referente, en algo esencialmente humano. La nueva ciencia
Hay que comprender que esta funesta restricción del cocimiento humano no era un defecto de la ciencia. La ciencia empírico-analítica no es más que el cuerpo organizado de conocimiento verificable que nos ofrece el ojo de la carne. Afirmar que no deberíamos tener ese conocimiento y que no deberíamos confiar en él es lo miso que decir que no deberíamos tener carne. Sin embargo, entonces ocurrió algo casi siniestro, algo que convirtió a la ciencia en cientificismo. Eso es precisamente lo que nos interesa comprender. Comencemos con el origen de la ciencia. Antes del año 1,600 el conocimiento humano estaba dominado por la Iglesia, por el dogma, que no diferenciaba entre el ojo de la contemplación, el ojo de la razón y el ojo de la sensación. Si la Biblia decía que la Tierra había sido creada en siete días, así era; si el dogma decía que un objeto diez veces más pesado que otro caía diez veces más rápido, así era. En medio de todo aquel revoltijo nadie se preocupaba por emplear celosamente el ojo de la carne y por mirar sin más el mundo
natural . ¿Era cierto, como decía la Iglesia, que un objeto más pesado cae más rápido que otro más liviano? ¿Por qué no comprobarlo? Si los seres civilizados llevaban, por ejemplo, 10,000 años sobre la faz de la tierra, tuvieron que transcurrir 10,000 años antes de que a alguien se le ocurriera la feliz idea de llevar a la práctica un experimento para comprobarlo. Así, alrededor del año 1,600, un tal Galileo subió a la Torre de Pisa y arrojó dos objetos objetos –uno más pesado que otro– y comprobó que ambos llegaban al suelo al mismo tiempo. A partir de aquel momento el mundo ya nunca volvería a ser el mismo. El método científico fue inventado simultáneamente e independientemente por Galileo y Kepler alrededor de 1,600. no sería erróneo decir que ellos no hicieron más que usar el ojo de la carne para mirar el reino de la carne porque eso fue, precisamente, lo que sucedió. Antes de <>. Pero lo que hicieron Kepler y Galileo fue mucho más general que utilizar el ojo de la carne atenta y meticulosamente. Antes que ellos muchos otros habían prestado una atención sostenida a la naturaleza (por ejemplo Aristóteles), pero ninguno de ellos consiguió descubrir el método científico. Conviene recordar bien ese punto que, por lo general, todos parecen obviar: el <> es el descubrimiento y practicado por Kepler y Galileo. Así, Kepler y Galileo no sólo utilizaron el ojo de la carne para mirar a la naturaleza sino que lo usaron para mirarla de un modo determinado y esa especial forma de mirar constituyó el descubrimiento del método científico, de la 8
ciencia moderna, de la ciencia empírica real. Hoy en día oímos decir con mucha frecuencia que ciencia significa <>, y que la ciencia consiste básicamente en <>, pero eso no es cierto. Como señala Whyte: <> Durante milenios la ciencia no ha consistido en buena observación sino en un tipo determinado de observaciones. Antes de describir la esencia de este tipo de observación veamos algunas e sus peculiaridades menos relevantes. En primer lugar, el nuevo método científico era empírico-experimental. Supongamos que me pregunto si un objeto dos veces más rápido que otro cae dos veces más rápido, por ejemplo. Para responder que otro cae dos veces más rápido, por ejemplo. Para responder a la pregunta un racionalista medieval procedería del siguiente modo: <>. Ante la misma pregunta, Galileo, por el contrario, simplemente salió a la calle y trató de verificarlo. Advertimos que la lógica utilizada por el racionalista era perfecta. Comenzaba estableciendo determinadas premisas iníciales y, a partir de ahí, deducía correctamente una serie de conclusiones. El problema, sin embargo, radicaba en que las premisas eran falsas. La deducción sólo es un método válido de conocimiento en el caso de que podamos garantizar la corrección de las premisas originales. Como ha demostrado la historia de la filosofía, algunas de estas premisas iníciales eran evidentes y verdaderas peor otras eran evidentes y
falsas. Galileo y Kepler necesitaban una forma de decidir si las posiciones iníciales relativas a los objetos sensoriales eran verdaderas o falsas. No una forma racional –porque no existe ninguna– sino una forma sensorial, una forma empírica: un artificio que nos permite controlar todas las variables excepto una. De ese modo, la repetición del experimento modificando tan sólo esa variable y manteniendo constantes todas las demás nos permite llegar a resultados realmente concluyentes. Para ello Galileo tomó varios objetos, de distinto peso, peor todos del mismo tamaño, y los lanzó, al mismo tiempo desde la misma altura. Si los objetos hubieran caído a diferente velocidad la causa habría que buscarla en la diferencia de peso. Si cayeran a la misma velocidad (en realidad, con la misma aceleración), podríamos concluir que el peso no tiene la menor importancia. El experimento, sin embargo, terminó demostrando que ambos caían con la misma velocidad y, por consiguiente, refutó el enunciado original de que <>. Así pues, tras ese experimento Galileo llegó a la conclusión de que en el vacío todos los objetos caen con la misma aceleración. A partir de ese momento esa es ya una premisa inicial correcta de la que puede partirse para utilizar la lógica deductiva. La verificación científica no es racional ni deductiva sino empírica e inductiva (aunque, obviamente, la ciencia también utiliza la lógica y la deducción como herramientas subordinadas a la inducción empírica). La inducción propuesta sistemáticamente por Francis Bacon) consiste en la formulación de leyes generales basándose en numerosos ejemplos concretos (lo opuesto de la deducción). Por ejemplo, después de que Galileo intentará su experimento con objetos metálicos pudo haberlo intentado con objetos de madera, de arcilla, de papel, etc., y ver si obtenía los mismos resultados. Esta es la inducción: la verificación de una determinada propuesta en gran diversidad de circunstancias y, caso de no ser refutada, quedaría confirmada. La proposición es llamada 9
hipótesis. Una hipótesis que todavía no ha sido refutada (sin circunstancias atenuantes) suele llamarse teoría. Y una teoría que nunca ha sido refutada (completamente, quizás, pero no fundamentalmente refutada en su propio dominio), suele llamarse ley . Galileo descubrió dos leyes del movimiento terrestre, Kepler tres leyes del movimiento planetario y el genial Newton reunió esas leyes y coordinó las fuerzas de los cielos con las de la tierra, demostrando, de ese modo, que una manzana cae a tierra (Galileo) por la misma causa que un planeta gira alrededor del Sol (Kepler), por la fuerza de la gravedad. El hecho es que el método científico clásico era empírico e inductivo, no racional ni deductivo. Lo que hicieron Bacon, Kepler y Galileo fue simplemente concretar el ojo de la razón al ojo de la carne cuando la proposición en cuestión concernía al dominio de la carne. Por más extraño que pueda parecer en la actualidad, aquella fue una idea genial: permitir que el ojo de la carne demostrara los hechos relativos al dominio de la carne y, de ese modo, evitar el error categorial que supone confundir a la carne con la razón y con la contemplación. Esta idea no sólo beneficio a la ciencia sino que también resultó provechosa para la religión, ya que le permitió despojarse de la escoria pseudocientífica innecesaria que siempre ha contaminado a las grandes religiones. Pero, con respecto a Galileo y Kepler, todavía debemos mencionar el punto más importante, el verdadero meollo de la cuestión. Otros antes que ellos habían sido muy meticulosos al utilizar el ojo de la carne y, en sentido amplio, también se habían servido de algún tipo de inducción para intentar verificar sus teorías en distintas situaciones. Pero lo que hicieron Gelileo y Kepler fue descubrir el secreto esencial del experimento empírico-inductivo: todo experimento científico pretende descubrir si un determinado suceso tiene lugar, en cuyo caso origina un cambio. En el mundo físico, el cambio consiste esencialmente en algún tipo de desplazamiento en el espacio-tiempo y ese desplazamiento puede medirse. Contrariamente, si un determinado suceso no
puede medirse, tampoco puede ser objeto a la ciencia, es como si no existiera. Así pues, no exageraríamos gran cosa si dijéramos que la ciencia empírico-analítica consiste, en medición. La medida, y casi sólo la medida, es la que nos proporciona los datos de los experimentos científicos. Galileo medía. Kepler medía. Newton medía. Ése fue precisamente el gran descubrimiento de Kepler y de Galileo. La ciencia moderna no se había descubierto antes de Kepler y Galileo porque nadie antes que ellos se había ocupado de medir. <>. Whyte sigue subrayando que <>. Whitehead puntualiza acertadamente que Aristóteles había desviado la atención de los físicos porque <>. >>. A decir de Whitehead <<¡Cuánto habríamos aprendido si los escolásticos se hubieran dedicado a medir en lugar de clasificar!>>. Para Whitehead la esencia del nuevo método empírico-analítico consiste en <
físicas>>. Ése es, según Whitehead, el <>. No vamos a detenernos mucho en este punto pero es obvio que <>. Por ello la psicología se considera una ciencia empírica únicamente cuando nos proporciona pautas mensurables. Es por ese motivo por lo que el conductismo es una ciencia empírica y el psicoanálisis no lo es. (Conviene señalar, sin embargo, que no estoy afirmando que el conductismo sea infalible y que el psicoanálisis no lo sea, sino que se trata de dos conjuntos de datos recogidos mediante dos ojos diferentes, ambos válidos, uno de los cuales es empírico y el otro mental– fenomenológico). Incluso el mismo psicoanálisis comprende perfectamente esto. Como decía la pionera psicoanalista Melanie Klein: Debemos recordar que las pruebas aportadas por el analista difieren radicalmente de las que requieren las ciencias físicas porque la naturaleza del psicoanálisis es diferente. En mi opinión, cualquier intento psicoanalítico. En mi opinión, cualquier intento psicoanalítico de obtener datos exactos comparables a los logrados por las ciencias físicas sería una aproximación pseudocientífica porque las creaciones de la mente inconsciente y la respuesta del psicoanalista no pueden ser sometidas a medición … En resumen: La genial y duradera contribución de Galileo y de Kepler fue la demostración de que, con respeto al mundo físico (o sensoriomotor), el ojo de la razón puede y debe vincularse y arraigarse en el ojo de la carne mediante la experimentación inductiva, cuyo núcleo es la repetición de mediciones (número). Dejamos que el ojo de la carne hable por sí mismo. Par ello exactamente fue inventada la ciencia empírica.
Kant y el más allá
La quintaesencia de la verdad carnal es el hecho empírico, la quintaesencia de la verdad mental es la intuición filosófica y psicológica, y la quintaesencia de la verdad contemplativa es la sabiduría espiritual. Ya hemos visto que antes de la era moderna los hombres y mujeres todavía no diferenciaban adecuadamente los ojos de la carne, de la razón y de la contemplación y que, por lo tanto, tendían a confundirlos. La religión intentaba ser científica, la filosofía trataba de ser religiosa y la ciencia, por su parte, se ocupaba de filosofía. En este sentido todas estaban equivocadas e incurrían de continuo en todo tipo de errores categoriales. Así pues, cuando Galileo y Kepler describieron la verdadera naturaleza de la verdad científica empírica, hicieron un gran servicio a la religión y a la filosofía porque desligaron al ojo de la carne de su confusión con los ojos de la mente y de la contemplación. De este modo, cuando la ciencia se ocupó de su tarea, la filosofía y la religión quedaron liberadas del arduo intento de tratar de convertirse en pseudociencias. Si la geografía hubiera contestado a su pregunta, el monje Cosmas no habría malgastado inútilmente el tiempo intentando determinar la forma de la Tierra y habría podido entregarse por entero a la contemplación. Cuando la ciencia nos muestra la verdad correspondiente al ámbito del ojo de la carne, también nos está ayudando a descubrir, por eliminación, las verdades relativas al ojo de la mente y al ojo de la contemplación. Pues bien, lo que Galileo y Kepler hicieron por el ojo de la carne, Kant lo hizo por el ojo de la razón. Es decir, de la misma manera que Galileo y Kepler despojaron a la religión de su lastre <> innecesario, Kant la aligeró del exceso de racionalización. Y este hecho, aunque haya sido muy mal comprendido, terminó teniendo una importancia extraordinaria. Antes del Kant los filósofos no sólo se dedicaban a intentar deducir los hechos científicos (tarea, como ya hemos visto, imposible), sino que también trataban de deducir las 11
verdades contemplativas o espirituales (tarea tan imposible como la anterior, pero doblemente peligrosa). Tanto los filósofos religiosos como los profanos hacían todo tipo de afirmaciones racionales sobre lo que ellos consideraban realidades y verdades definitivas. Tomás de Aquino, por ejemplo, ofrecía todo tipo de <> racionales de la existencia de Dios, y algo parecido hicieron Descartes, Aristóteles, san Anselmo y otros. Su error consistió en intentar demostrar con el ojo de la razón lo que sólo podía ver el ojo de la contemplación. Alguien, más pronto o más tarde, tenía que terminar descubriendo el engaño. Ése fue Kant, Kant creía en Dios, en la Trascendencia Última, en el noumenon transempírico y transensorial, pero demostró que, cada vez que intentamos razonar sobre esta realidad transempírica, nos encontramos con que podemos argumentar, con la misma plausibilidad, en dos líneas totalmente contradictorias contradictorias, lo cual demuestra claramente que ese tipo de razonamiento es inútil (y, en cualquier caso, no merece el generoso nombre de <<metafísica>>). Los filósofos y los teólogos no cesaban de hacer todo tipo de afirmaciones racionales sobre Dios (o Buda, o el Tao) y sobre la realidad última como si estuvieran hablando directamente de la misma Realidad cuando de hecho, como demostró Kant, no decían más que tonterías. La razón pura es sencillamente incapaz de captar las realidades trascendentes, y cuando lo intenta, sólo llega a conclusiones contradictorias igualmente plausibles. (Este descubrimiento no es exclusivo de Occidente. Casi quinientos años antes de Kant, el sabio budista Nagarjuna, fundador del budismo madhyamika, llegó exactamente a la misma conclusión, una conclusión que, durante sucesivas generaciones, resonó y se amplificó en las principales escuelas la esencia de la realidad absoluta y, cuando lo intenta, sólo genera paradojas dualistas). Una de las causas de esta situación –si se me permite hablar poéticamente– es que, como nos revela la contemplación, la Realidad Última es una <> (Nicolas de Cusa) o, como afirman el hinduismo y
el budismo, advaita, o advaya, que significa <> o <>, y la lógica, al ser dual, no puede penetrar siquiera en ese dominio y mucho menos puede demostrarlo. No podemos. Por ejemplo, representarnos algo que sea y no se al mismo tiempo. No podemos ver llover y no llover al mismo tiempo en el mismo lugar. Tampoco podemos describir ni razonar adecuadamente sobre la no dualidad, sobre la realidad última y si intentamos explicar la Realidad no dual en los términos propios de la razón dualista, necesariamente terminaremos creando dos opuestos donde no los hay y, por consiguiente, podremos hablar racionalmente de cualquiera de ellos son con igual posibilidad. Volviendo a Kant, cuando la razón intenta captar a Dios, o al Absoluto, no genera más que paradojas. Cuando nos permitimos caer en la especulación metafísica (utilizando tan sólo el ojo de la razón) caemos en el sinsentido. La afirmación de que la <> no es verdadera ni falsa sino que está vacía, no tiene el menor sentido, porque también podríamos afirmar exactamente lo contrario, que <>. Lo mismo sucedía en Oriente (<> contra <>) hasta que Nagarjuna desmanteló esa forma de pensar de la misma manera que lo haría Kant en Occidente. Kant demostró algo que, más tarde, también afirmaría Wittgenstein: <>. Esta equivocación está basada en el error categorial de intentar ver el Cielo con el ojo de la razón. Con todo esto no estoy queriendo decir que Kant fuera un iluminado (es decir, alguien que tuviera completamente abierto el ojo de la contemplación) porque, obviamente, no lo era. Todo parece señalar que Kant no tenía una comprensión real de la contemplación, por eso pensaba que su Crítica del a Razón Pura demostraba de modo concluyente que la Divinidad nunca puede ser conocida directamente ni intuida absolutamente, cuando, en realidad, lo único que demuestra 12
es que Dios no puede ser conocido por medio de los sentidos ni por medio de la razón. Una excelente manera de comprender a Kant consiste en estudiar a Nagarjuna porque éste aplica la misma filosofía crítica a la razón, pero no se contenta con demostrar las limitaciones de la razón sino que va más allá y nos ayuda a abrir el ojo de la contemplación ( prajna prajna ), el ojo que nos permite conocer directamente, inmediata y no conceptualmente, a la Realidad Última. Kant desconocía la contemplación, o prajna , pero sí sabía que Dios está más allá de los sentidos y de la razón, y por ese motivo pensaba que Dios permanece definitivamente alejado de nuestra conciencia directa. No transcurrió mucho tiempo hasta que Schopenhauer advirtiera el error de Kant. Lo único que quiera subrayar es que Kant demostró correctamente que, por su misma naturaleza, el ojo de la razón no puede penetra el reino del espíritu, es decir, que la filosofía no puede alcanzar a Dios, y que su máxima aspiración es la de postular moralmente (prácticamente) la existencia de Dios, y retirarse a los dominios dominios de lo sensorial y de lo mental. Así pus, del mismo modo que Galileo y Kepler liberación a la religión del lastre de tener que malgastar su tiempo ocupándose de las moléculas, Kant la aligeró su tiempo ocupándocionalizar a Dios. Como dice McPherson:
innecesario y le permitieron clarificar su papel en el conocimiento e iluminación del ser humano. Así pues, la inteligencia sensoriomotriz no es lo mismo que la intuición filosófica ni que la sabiduría espiritual; ninguno de esos factores puede reducirse al anterior y, por consiguiente, tanto Galileo como Kepler, Kant y Cristo, son, cada uno de ellos, imprescindibles en su propio dominio. Pero, pocas décadas después de Kant, el ojo de la carne, deslumbrado por la luz de Newton, creyó que era el único merecedor de conocimiento. Y la ciencia empírica, espoleada por los intereses de Auguste Comte, terminó convirtiéndose en cientificismo. Así, la ciencia ya no se limitaba a hablar en nombre de la carne, sino también comenzaba a hacer lo en nombre del ojo de la mente y del ojo de la contemplación. De ese modo cayó presa precisamente del mismo error categorial que había descubierto en la teología dogmática y que tan caro había hecho pagar a la religión. Los cientificistas trataron de obligar a la ciencia empírica, al ojo de la carne a hacer el trabajo de los otros dos ojos. Y este fue un error categorial por el que no sólo la ciencia, sino el mundo entero, han terminado pagando un precio muy elevado. El nuevo cientificismo cientificismo
La filosofía positivista ha hecho un gran servicio a la religión. Al mostrar el absurdo del intento de los teólogos, los positivistas han ayudado a que la religión se ocupara de la esfera de lo inefable … Así, aunque los positivistas sean enemigos de la teología, no podemos negar que también son amigos de la religión. Así pues, tanto el hecho científico como la filosofía racional, además de ser la manera adecuada de utilizar el ojo de la carne y el ojo de la razón, fueron también muy provechosas para la religión en el sentido de que ayudaron a depurar la espiritualidad de todo bagaje innecesario y le permitieron clarificar la espiritualidad de todo bagaje
La ciencia empírico-analítica es aquel aspecto del conocimiento característico del ojo de lar carne, aunque no todo el conocimiento sensorial es científico (recordemos, por ejemplo, el impacto estético). Obviamente, la ciencia empíricoanalítica también utiliza el ojo de la razón y, en mi opinión, el ojo de la contemplación para la intuición creativa, por ejemplo, pero, en cualquier caso, su conocimiento depende y permanece subordinado al ojo de la carne y a sus datos. Así pues, cuando ese aspecto del ojo inferior cayó en manos de los cientificistas, éstos reclamaron el dominio de los tres ojos. ¿Qué fue lo que sucedió entonces? 13
Hay muchas formas de explicar la falacia del cientificismo. La ciencia había pasado de decir <> a afirmar <>. Dejó de declarar que <>. Como dijo Smith, <>. O más concretamente todavía, <> no debe ser pensada con el lumen interius de la razón ni tampoco contemplada con el lumen superius de la contemplatio, sino que debe ser verificada mediante la carne. Antes de esa época no existía ningún método aceptable para zanjar esas controversias, no existía forma alguna de demostrar empíricamente que las ideas del oponente estaban equivocadas. Después de Galileo y Kepler, sin embargo, ya podía ponerse fin a esas disputas empíricas porque ellos nos proporcionaron un método para establecer la verdad o falsedad de una determinada proposición y demostrarlo de tal manera que todos los hombre razonables pudieran comprenderlo.
De este modo modo el impacto de la ciencia comenzó a derrotar a los teólogos y a los filósofos (Dios no es una proposición verificable sino el mismo fundamento de todas las proposiciones. Por ese motivo, Dios no puede satisfacerse la prueba científica). Había llegado la hora del examen, y los filósofos, religiosos, teólogos, místicos y poetas suspendieron a militares. De hecho, podrían haberse comprendido que los valores trascendentes no son hechos empíricos revelados por el ojo de la carne sino intuiciones contemplativas no verbales reveladas por el lumen superius en la caverna del corazón. Sea como fuere, comenzaron a batirse en una indigna retirada intentando encontrar la forma de demostrar que Dios era un objeto, como una roca, una proposición o la fórmula F=ma. La obra de Galileo y de Kepler culminó en los Principia de Newton, que, en muchos sentidos, representan (hasta el momento presente) el summum del método empíricocientífico. Los Principia , repletos de los <> de Galileo y de las leyes lógicas a las que se ajustan esos hechos, constituyó un triunfo arrollador del ojo de la carne. Naturalmente, el impacto de Newton sobre la filosofía fue inmenso. En pocas palabras, los filósofos estaban a la expectativa. Tras infortunados años de desenfrenado racionalismo y con el ojo de la contemplación atrofiado por la falta de uso, los filósofos sencillamente se decantaron por el ojo de la carne y por su principal defensor, Newton. Incluso el mismo Kant, a pesar de su lucidez, quedó cautivado por la nueva religión newtoniana. Se sabe que, de no haber sido filósofo, Kant hubiera sido físico, y toda su filosofía crítica, aparte de delimitar claramente el ámbito de la razón pura, adolece de fisicalismo. Como señala exactamente Wilson: <>. Y, es frase afortunada, Wilson 14
concluye que << La Crítica del a Razón Pura de Kant es una descripción magistral de la estructura de la mente humana que se ajusta perfectamente a la concepción newtoniana de la Naturaleza>>. En otras palabras, los tres ojos del conocimiento comenzaron a reducirse al inferior y terminaron modelados a semejanza del ojo newtoniano de la carne. Los filósofos, por su parte, envidiaban el éxito de Newton. Adán había dado nombre a las estrellas y Pitágoras las había contado, pero ahora Newton podía pesarlas con exactitud. Además, cuanto más avanzaba la ciencia y más entrenados estaban los hombres en el uso del ojo de la carne, menos importantes les parecían los ojos de la mente y de la contemplación. Para la ciencia el mundo era cuantitativo y objetivo y apenas si quedaba lugar para los enfoques contemplativo y mental. Según Whyte, la ciencia empírica tiene una visión cuantitativa y objetiva de la naturaleza y por ello <>. Para decirlo sencillamente, el ojo de lamente termino cerrándose, como había sucedido anteriormente con el ojo de la contemplación. Así, el cientificismo, que había emancipado a la humanidad de Dios, terminó también liberándose de la necesidad de pensar. Así, de hecho, el único criterio de verdad llegó a ser el criterio empírico, la verificación sensoriomotora realizada por el ojo de la carne (o por sus extensiones) basada normalmente en la meditación. De este modo, la verificación empírica terminó aplicándose no sólo al ojo de la carne, lo cual es muy válido, sino también al ojo de la mente y al ojo de la contemplación, lo cual, como dice William James, no es más que pura palabrería. En palabras de Thomas McPherson
<>. Pero debemos comprender de una vez que esto no significa que sea verificable pro la experiencia directa en general, sino tan sólo verificable por la experiencia directa en general, sino tan sólo verificable por la experiencia sensorial , es decir, empíricamente verificable. La experiencia del místico/meditador no puede detectarse por medio de los cinco sentidos, por lo que los filósofos de la ciencia la ignoran. (Más adelante volveremos sobre este punto). Eso supuso que para los nuevos filósofos de la ciencia lo no carnal terminó convirtiéndose en algo irreal y <>. La ciencia se había convertido en cientificismo, en positivismo, en materialismo científico, un alarde de la parte jugando a ser el todo. <>. Así pues, con al ciencia sucedió lo mismo que antes había ocurrido con al espiritualidad. Al cerrarse el ojo de la contemplación también se cerró el ojo de la especulación filosófica, de la síntesis y de la crítica correcta. Whitehead es muy explícito en este punto, y también lo es J.J. Van der Leeuw: <>. Pero el ojo de la carne se niega a hacer esa coordinación. En lugar de decir que lo que no se ve no puede 15
verse, llega a afirmar que lo que no se ve no existe. Kant no negó la existencia de Dios, lo único que dijo Wittgenstein: <>, una afirmación que los cientificistas distorsionaron y transformaron en <>. Veamos un ejemplo. Recordemos que una de las principales contribuciones de Kant fue la demostración de que si intentamos razonar sobre el Absoluto siempre llegaremos a dos conclusiones contradictorias pero igualmente probables. Sin embargo, ésta no es, como pensaron posteriormente los positivistas, una prueba suficiente de la inexistencia de Dios sino una demostración de que ÉL está más allá dela razón. Cada vez que intentamos representar dimensiones superiores utilizando un modelo inferior perdemos algo en la transcripción. Veamos un sencillo ejemplo: si reducimos una esfera tridimensional a una superficie bidimensional, la transformamos en un círculo. Es como si, para adaptarla al papel, debiéramos cortar la esfera en dos. Es como si, para adaptarla al papel, debiéramos cortar la esfera en dos. Y, aunque cortemos la esfera en dos direcciones completamente diferentes (por ejemplo, de este a o este y de oeste a este) seguirá apareciendo el mismo círculo. Podríamos decir, pues, cada vez que que un círculo intenta pensar sobre una esfera genera dos afirmaciones totalmente contradictorias igualmente probables porque, para el círculo, ambas son, realidad, correctas. Lo mismo sucede con la razón y el espíritu. Pero los positivistas piensan que ésta es una demostración concluyentes de la inexistencia de la esfera, cuando lo único que significa es que los círculos no pueden comprender las esferas. Kant creía firmemente en lo Trascendente aunque sabía que no podía ser captado por los sentidos ni por la razón pura. Pero sus seguidores (Comte, Mach, y, en la actualidad, Ayer, Flew y Quine, entre otros) no tenían su sensatez. Así, preocupados por el papel de la especulación filosófica correcta y completamente ciegos al ojo de la
contemplación, los cientificistas depositaron toda su fe en el conocimiento exclusivo del ojo inferior de la carne. De este modo se instauró el nuevo cientifismo empírico, afirmando entonces, como todavía hace en la actualidad, que el único ojo real es el ojo de la carne y sus cantidades numéricas. Todo lo demás, el ojo de la mente, el ojo de la contemplación, Dios, Buda, Brama y el Tao no tienen el menor sentido porque ninguna de ellos aparece como un objeto <>. El cientificismo, que no pudo gobernar sobre Dios, proclamó que el Espíritu no tenía sentido y era absurdo. Cristo estaba equivocado, Buda fue un esquizofrénico, Krishna alucinaba y Lao Tse era un psicótico. Así, exactamente así, fue distorsionado el legado de Galileo y Kepler. De ellos a Newton, de Newton a Kant, de Kant a Comte y March y Ayer, hasta llegar a Willard Quine. <>. ¿Quién es Willard Quine? <>. La naturaleza del cientificismo cientificismo
<>. Vista a través del ojo de la ciencia, <>. Eso es todo lo que existe, lo único que merece la pena. Pero todavía hay más:
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Debemos señalar también su sorprendente eficacia como sistema conceptual que nos permite organizar la investigación científica. En este sentido es completamente merecedor del genio del siglo que lo produjo, ya que, hasta hoy en día, se ha mantenido como el principio orientador del estudio científico. Todas las universidades del mundo se organizan todavía de acuerdo a él. Aún no ha aparecido ningún otro sistema alternativo de organización de la búsqueda de la verdad científica. No sólo gobierna en la actualidad, sino que tampoco tiene rival. Esto resulta casi increíble. Éste es el famoso juicio de Whitehead de la visión científica del mundo. Otros han sido mucho menos magnánimos: <>. Y el psiquiatra Karl Stern dijo: <>. Si lo científicos no e vuelven completamente locos es porque no creen por completo en la visión del mundo propia de la ciencia empírica. Si realmente creyeran en la ciencia, la valorarían realmente, estarían orgullosos de ella, le encontrarían sentido, disfrutarían de ella. Sin embargo, todas estas palabras puestas en cursiva, son entidades no empíricas, son valores e intenciones subjetivos. Es por ello por lo que un científico sano no es científico en lo tocante a su persona. Dejemos, sin embargo, a los psiquiatras, el tema de la salud mental de la visión cientificista del mundo, y
centrémonos en Whitehead. La visión del mundo de la ciencia empírica es increíble porque es parcial y, cuando pretende ser total, aboca a la incredulidad porque, entre otras cosas, el método de la ciencia empírica es fundamentalmente incapaz de ocuparse de la calidad . <>. La ciencia es <>, es decir, de los números. Ahora bien, el problema es que si bien una cualidad puede ser mejor que otra, un número no s ni mejor ni pero que otro. El amor es intrínsecamente mejor que el odio, pero tres no es intrínsecamente mejor que cinco. Así pues, una vez que hemos transcrito el mundo a cantidades empíricas, nos encontramos frente a un mundo si cualidades, un mundo carente de valor y de significado. Todo, decía Whitehead, <> por haber <>. Bertrand Russell, que probablemente también debía ser consciente de esto, añade : <>. Según Huston Smith, la ciencia tiende a olvidar los valores porque <>. En resumen, dice Smith, <>: La ciencia empírico-analítica no puede operar fácilmente sin la medida; la medida es esencialmente cantidad, la cantidad es número y el número, en sí, permanece fuera del mundo de los valores y nunca pertenecer a él. <>. Adviértase que con todo esto no estoy condenando a la ciencia empírico-analítica sino que simplemente trato de 17
delimitar su función de tal modo que, cuando intente apartarse de su esfera de competencia y pretenda convertirse en una visión global del mundo, podamos reconocer el engaño, ese error categorial conocido como positivismo empírico o verificación empírica exclusiva. Ahora bien, la visión tradicional dela realidad había sostenido que la existencia está ordenada jerárquicamente, que el ámbito de la contemplación es más real y valioso que el mental y que esté, a su vez, más que el carnal. Los tres dominios son importantes y útiles, pero no debemos equivocarnos con respecto a su valor relativo, ya que el reino causal es más elevado que el sutil y éste que el ordinario y, como decía Smith, un dominio más elevado es más real que el inferior porque está más saturado de Ser. Pero, como todo conocimiento ha sido reducido al conocimiento carnal, al conocimiento empírico y, puesto que el árbitro del conocimiento carnal es el número y el número es cantidad sin calidad ni valor, cuando la ciencia sometió a examen a la Gran Cadena del Ser y la redujo a cantidades, tuvo lugar una extraordinaria limitación, quizás la más importante que ha conocido la historia. Todo lo que la ciencia podía ver era considerado numéricamente y, dado que un número no es intrínsecamente mejor ni peor que otro, toda la jerarquía de valores se desplomó y quedó reducida a una especie de muestrario sin valor formando parte de un asunto aburrido, mudo, inodoro, incoloro, el simple despliegue interminable y absurdo de lo material. De ese modo, la antigua jerarquía de valores y de ser se transformó en una jerarquía de números. Ya no podía decirse que ciertos ámbitos fueran superiores, más reales o mejores que otros, sino sólo que eran más grandes grandes o más pequeños que otros. Bien podríamos decir que los niveles de significación terminaron convirtiéndose en niveles de magnificación. Ya no podemos reconocer ámbitos superiores, más significativos y más reales que el ordinario, como el cielo de la contemplación, sino tan sólo ámbitos más grandes que el ordinario, como las distancias astronómicas, por ejemplo.
Ahora, en lugar de ámbitos inferiores, menos significativos y menos reales que el ordinario, como lo infrahumano, lo carnal y lo material, por ejemplo, el mundo subatómico. De este modo, mejor y pero terminaron convirtiéndose en mayor y menor. ¿Qué podemos esperar de un animal que renunció al ojo de la mente y al ojo de la contemplación? El único ojo que le quedaba era el ojo de la carne, el el ojo físico, y cuando miraba alrededor sólo observaba diferencias de tamaño. Así, a medida que iban cerrándose los ojos de la razón y de la contemplación, el ojo de la carne dirigía su mirada glacial al mundo material y comenzaba a recitar su incansable letanía: 1, 2, 3, 4, 5, … La contradicción del cientificismo
Ahora bien, si el cientificismo fuera simplemente inadmisible, hace mucho tiempo que lo habríamos abandonado. El hecho es que no sólo es increíble y demencial en su locura cuantificadora), sino que nos ofrece una visión del mundo formalmente autocontradictoria. Hay muchas formas de enfocar este tema. Quizá podamos comenzar señalando que el cientificismo sostiene que el conocimiento contemplativo del Absoluto es imposible y que el único conocimiento legítimo es el conocimiento carnal que, por lo sabemos, es conocimiento relativo. Pues bien, si los positivistas se hubieran limitado <>, su afirmación seria completamente aceptable; lo lamentable es que pretenden que <>. Y esa es una afirmación absoluta. Es como decir que >. Como dice Schuon: <>. Schuon continúa diciendo: 18
En efecto, el relativismo proclama que la verdad no existe, o, lo que es lo mismo, declara que es absolutamente cierto que sólo existen verdades relativas, cometiendo entonces el mismo error que alguien que dijera que el lenguaje no existe o que alguien escribiera que no existe la escritura. En otras palabras, <>. De manera similar, el cientificista no se limita a decir que <>, sino que llega incluso a afirmar <>. Sin embargo, por desgracia esa misma proposición no puede ser verificada empíricamente. No es posible someter a verificación empírica la afirmación de que la verificación empírica sea la única forma real de verificación. Como dice Huston Smith, <>. Otra de las formas que asume el cientificismo es la idea de que la evolución, como proceso de selección natural (mutación más probabilidad estadística), es el único agente explicativo de toda la creación. No estamos discutiendo aquí si la evolución es o no un hecho porque aparentemente sí lo es, sólo pretendemos examinar sus causas, o sus agentes, en este caso, el zar. Porque suele afirmarse que cualquier cosa, en cualquiera de los ámbitos, es igualmente un producto azaroso de la evolución. Jacques Monod, en su libro El azar y la necesidad , que es considerado como la Biblia de ese punto de vista, explica: <
evolución como selección azarosa es más verídico que cualquier teoría rival. Pero, si eso fuera cierto, no tendríamos forma alguna de comprobarlo. Si todos los fenómenos fueran igualmente producto del ciego azar, no cabría preguntarse si una cosa es mejor o peor que otra. Una rana y un simio son productos de la evolución estadística y no podemos decir que una rana sea más verdadera que un mono. Del mismo modo, si todos los fenómenos os n el producto de una evolución del zar, no habría una idea mejor que otra. Si todo fuera fruto de la necesidad estadística, hasta la misma idea de necesidad estadística tendría la misma importancia que cualquier otra. En el campo de la psicología el cientificismo aparece como la afirmación, casi incontestada por la ortodoxia, de que (por usar la afirmación de Tart, aunque él mismo no crea en ella) <>: pero si cualquier actividad humana pudiera reducirse a actividad bioquímica, lo mismo ocurriría con esta afirmación. De hecho, si todas las afirmaciones no fueran más que el resultado de ciertas modificaciones bioquímicas, no nos plantearíamos siquiera el problema de al existencia de afirmaciones verdaderas y de afirmaciones falsas porque, desde se punto de vista, todos los pensamientos serían igualmente bioquímicos. No existirían pensamientos verdaderos y pensamientos falsos sino tan sólo pensamientos. Si los pensamientos pudieran reducirse a cambios electroquímicos en el sistema nervioso, no podría haber pensamiento verdaderos y pensamientos falsos por la simple razón de que no existen electrones verdaderos y electrones falsos. De este modo, nos encontramos aquí la paradoja de una afirmación que, en el caso de ser verdadera, sería falsa. En suma, como Schuon, Smith y tanto s otros han señalado, la misma, existencia de la idea de cientificismo demuestra que el cientificismo es fundamentalmente falso. 19
Suele decirse que el cientificismo ha muerto y en las secciones precedentes ha podido parecer que estaba resucitando no sólo un espantapájaros, sino un espantapájaros muerto. Evidentemente, la visión positivista del mundo ha perdido parte de su atractivo, la visión positivista del mundo ha perdido parte de su atractivo, pero creo que no sólo persiste todavía, sino que su influencia está aumentando día tras día. Hoy en día nadie admitiría abiertamente ser un <> (hasta la misma palabra suena a enfermedad). Pero la empresa empírico-científica sigue rechazando, implícita o explícitamente, cualquier otra aproximación como errónea. En mi opinión, aunque nadie proclame hoy se un cientificista, el mundo está plagado de ellos. La <> (verificación por los sentidos y por sus extensiones) todavía gobierna las principales corrientes filosóficas y psicológicas y, en principio, poco más se acepta. ¿Cómo explicar, si no , el hecho de que hace muy pocos años Jurgen Habermas, considerado por muchos (incluyéndome a mí) como el filosofo vivo más importante, haya dedicado un libro entero a refutar y combatir una vez más el positivismo? (Un libro cuyo primer párrafo contiene la siguiente afirmación: <>). Si el positivismo empírico está muerto, decididamente es un cadáver juguetón. Nos hemos ocupado de examinar el cientificismo y sus contradicciones para utilizarlo como ejemplo de un error categorial que nos permita demostrar con más facilidad esa falacia. Mi conclusión final será la de que un paradigma trascendental verdaderamente globalizador (o cualquier paradigma comprehensivo investigador) debería utilizar e integrar los tres ojos. Para ello es necesario definir desde el comienzo los papeles respectivos de cada uno de ellos. Sino lo hacemos así, nuestro <> quedará expuesto al cientificismo, al mentalismo y al espiritualismo, perspectivas todas ellas contaminadas por el error categorial y de mortíferas consecuencias.
¿Es posible la verificación? verificación?
Para escapar del cientificismo y del empirismo exclusivo hasta simplemente con darse cuenta de que el conocimiento empírico no es la única forma de conocimiento ya que, más allá de él, existe el conocimiento mental-racional y el conocimiento contemplativo-espiritual. Pero, si eso esa sí, ¿cómo podrían verificarse esas formas <> de conocimiento? Si para esas modalidades de conocimiento la verificación empírica no es válida. ¿de qué disponemos? En realidad, todo conocimiento válido tiene una estructura esencialmente similar y, por lo tanto, puede ser verificado (p refutado) contiene tres aspectos esenciales, denominados instrucción, iluminación y confirmación. Pero este asunto es tan intrincado y complejo que le dedicaremos un capítulo completo, el siguiente. Ahora tan sólo quisiera introducir y subrayar los puntos esenciales de nuestra argumentación sugiriendo que todo conocimiento válido (en cualquiera de los ámbitos) consta fundamentalmente de tres aspectos esenciales: 1. Un aspecto instrumental o preceptivo: una serie de instrucciones, simples o complejas, internas o externas, que, en cualquier caso, asumen siempre la misma forma: <>: 2. Un aspecto iluminativo o aprehensivo: una visión iluminativa realizada por el ojo particular del conocimiento correspondiente al aspecto preceptivo. Además de ser autoiluminativa, conduce a la posibilidad de: 3. Un aspecto comunal , el hecho real de compartir la visión iluminativa con otros que estén utilizando el mismo ojo.
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Si la visión de los demás coincide con la nuestra tenemos entonces una prueba comunal o consensual del a verdad de la visión . Sea cual fuere el ojo que utilicemos, éstos son los tres aspectos esenciales de cualquier tipo de conocimiento se complica efectivamente más cuando un ojo intenta equiparar su conocimiento con el de un ojo superior o inferior, pero (como veremos en el próximo capítulo) los tres aspectos que hemos descrito subyacen incluso a esa complicación. Consideremos algunos ejemplos relativos al ojo de la carne. El aspecto preceptivo asume la forma: <>. Para el ojo de la carne,. La modalidad más sencilla de conocimiento, la instrucción, puede ser tan prosaica como <>, y si la persona lo hace, logra su propia iluminación, su propio conocimiento (aspecto n°.2). Después, si los demás siguen la misma instrucción (<>) y ven lo mismo, alcanzamos el aspecto comunal (n°.3) y entonces podemos decir <>: Sin embargo, en el ojo de la carne las instrucciones también pueden ser muy difíciles. En la ciencia empírica, por ejemplo, solemos encontrarnos con instrucciones tan complejas como: <>. >>. En otras palabras, el aspecto preceptivo exige que, cualquiera que sea el tipo de conocimiento, el ojo apropiado sea adiestrado hasta que pueda adecuarse adecuar se a su iluminación . Esto también es válido para el arte, la ciencia, la filosofía y la contemplación. Esto es cierto, de hecho, para cualquier forma legítima de conocimiento. Ahora bien, si una persona se niega a adiestrar uno u otro de los ojos (carnal, mental o contemplativo) es como si se negara a mirar y, en ese caso, estaría plenamente justificado ignorar su opinión al respecto y excluir su voto de la prueba
comunal. No puede permitirse que alguien que rehúse aprender geometría emita su voto sobre la verdad del teorema de Pitágoras. Del mismo modo, si alguien se niega a aprender contemplación tampoco se le debe permitir decidir sobre la verdad de la naturaleza de Buda o del Espíritu. En otras palabras, si un individuo no estudia el aspecto n°.1 del conocimiento debería ser excluido de los aspectos n°.2 y n°.3 porque su conocimiento es inadecuado para la tarea. Los sacerdotes que se negaban a mirar a través de l telescopio de Galileo eran incompetentes para determinar la certeza de las verdades relativas al ojo de la carne y, por ello, sus opiniones en ese dominio podían ser ignoradas. En lo que respecta al siguiente ojo, al ojo de la mente, descubrimos que el aspecto preceptivo es todavía más complejo y difícil de compartir. Afortunadamente usted y yo estamos utilizando ahora el ojo de la mente (Aunque no necesariamente tengamos que estar de acuerdo en lo que vemos), de no ser así usted no sería capaz de comprender una sola palabra escrita. Pero para ver el significado de cualquiera de estas palabras todos nosotros tenemos que seguir ciertas instrucciones, la principal de las cuales es <>. Eso es permite penetrar en un mundo que no aparece como un dato ante el ojo de la carne. En palabras de E.F. Schumacher <>. 21
Así pues, para ver las visiones filosóficas exteriores y las visiones psicológicas internas deberíamos entrenar el ojo de la mente. Si no lo hacemos así, si el ojo de nuestra mente se niega a mirar por encima del ojo de la carne nuestra actitud se convierte en positivismo filosófico y en conductismo psicológico. Si, por el contrario, el ojo de la mente se ocupa de su tarea, da origen (como explicaremos en le próximo capítulo) a la fenomenología, la lingüística, la especulación filosófica adecuada (crítica, analítica y sintética) y la psicología intersubjetiva (como explicaremos en el próximo capítulo). Las pruebas de este dominio comparten la misma forma, los mismos tres aspectos que en las demás y terminar comparando y confirmando comunalmente nuestras observaciones. El aspecto comunal de este tipo de conocimiento carnal, porque todos nosotros disponemos del mismo ojo de la carne pero diferirnos en cuanto a nuestro equipamiento mental. Pero está, razón cierto, no es una desventaja del ojo de la mente, sino precisamente una prueba palpable de su riqueza. En el ámbito de lo trascendente el conocimiento se obtiene del mismo modo, tiene una destrucción, una iluminación y una confirmación. En el zen, por ejemplo, zazen, satori y aprobación. No existe zen sin los tres aspectos, de hecho no existe conocimiento esotérico trascendente sin ellos. Para ello es preciso comenzar aprendiendo la práctica de la contemplatio, sea a través de la meditación, del zazen, de los mantras, de japa, de la oración interior, etc., y, cuando el ojo de la contemplación domina este aspecto, mira y luego comprueba esta iluminación directa con los demás y, lo que es más importante todavía, con el maestro o gurú. En este sentido, el gurú cumple aquí con la misma función que el profesor de matemáticas que corrige nuestros problemas cuando estamos aprendiendo geometría. Esta prueba final y superior es definitivamente una prueba de Dios o de la naturaleza de Buda o del Tao, pero no es una prueba empírica ni racional filosófica, sino una prueba contemplativa. Decía san Agustín que <
en esta vida es restaurar la salud del ojo corazón que nos permite ver a Dios>>. Para curar ese ojo es necesario entrenarlo hasta llegar a ser competentes para lograr el conocimiento <>. Hay quienes afirman que el conocimiento místico no puede equipararse al conocimiento real porque no es un conocimiento público sino <> y, por consiguiente, no puede ser cometido a validación ya que el secreto de la validación consensual es el mismo en los tres ámbitos: un ojo entrenado es un ojo público y un ojo público es un ojo comunal o consensual . Para los matemáticos, por ejemplo, el conocimiento matemático es un conocimiento público (pero no lo es para los no matemáticos) y el ojo de la contemplación es un ojo público para todos los sabios. Tengamos en cuenta que, aunque el conocimiento contemplativo sea inefable, o por ello es un conocimiento privado, sino que es una visión compartida. La esencia del zen consiste en <>. Es una visión directa par el ojo contemplativo que puede ser transmitida de maestro a discípulo por que es directamente pública par el ojo contemplativo como la geometría para el ojo de la mente y la lluvia para el ojo de la carne. Y un ojo adiestrado en la contemplación puede mostrar la existencia de Dios con la misma certeza y la misma naturaleza pública que el ojo de la carne muestra la existencia de las rocas. Un paradigma trascendental comprehensivo se apoyará sobre el ojo de la carne y el ojo de la razón, pero también debería fundamental en el ojo de la contemplación, ya que ese ojo encarna una modalidad legítima de conocimiento que pueda ser compartido y validado comunalmente. Con esto basta. Ciencia y religión
El conflicto existente entre la ciencia empírica y la religión es, y siempre ha sido, un conflicto entre los aspectos 22
pseudorreligiosos de la ciencia. Si la ciencia se limita a ser ciencia y la religión no se sale de su ámbito religioso, el problema ni siquiera se presenta. En este sentido, todo conflicto se reduce a un error categorial y tiene un lugar cuando los teólogos intentan ser científicos o los científicos aspiran a ser teólogos. En este sentido, todo conflicto se reduce a un error categorial y tiene lugar cuando los teólogos. En el pasado era frecuente que los teólogos trataran de ser científicos y hablaran de Cristo como un hecho histórico, de la creación como un hecho empírico, del nacimiento virginal de Cristo como un hecho biológico, etc., en cuyo caso debían estar preparados para responder científicamente a cualquier pregunta que pudiera hacérseles sobre esos temas. Desde el punto de vista empírico, el nacimiento virginal de Cristo significa que la persona ha nacido sin padre biológico, desde el punto de vista simbólico mental supone el nacimiento de alguien cuyo. Padre está en los Cielos (es decir, de alguien que actualizado el Self transpersonal) y como visión contemplativa consiste en la comprensión directa de que nuestra Identidad Autentica nace inmaculada instante tras instante. Ahora bien, el nacimiento virginal como hecho empírico es completamente erróneo pero como símbolo y como actualización es totalmente legítimo. El hecho es que cuando los teólogos hablan de principios mentales deben responder a los psicólogos y a los filósofos. Sólo cuando practican la contemplación se encuentran realmente en casa. Y un paradigma verdaderamente trascendental debe ser capaz de abarcar las tres perspectivas. Tal paradigma, pues, debería abrazar las tres visiones y, por consiguiente, sería completamente diferente de la religión tradicional, de la filosofía/psicología tradicional y de la ciencia tradicional. tradicional. Más recientemente, han sido los científicos empíricos quienes han intentado convertirse en teólogos o incluso en profetas, la cual es, también, una postura incomoda. Pero cuando los científicos empíricos tratan de asumir el papel de los teólogos y de los religiosos deben estar dispuestos a afrontar ahora la pregunta precedente, en este caso, de los
contemplativos. Si, por ejemplo, el físico dice <>, no está haciendo un afirmación sobre el dominio físico sino sobre todos los dominios, sobre últimos y absolutos. El religioso puede entonces preguntar: <<Ésta no es más que una idea presentada por el ojo de la mente pero ¿cuál es tu método para abrir el ojo de la contemplación? Descubras cometido un error categorial, ya que estarás simplemente hablando sobre el ámbito meditativo/contemplativo utilizando tan sólo el ojo de la mente>>. En este caso, cuando el maestro zen haya aprobado el examen, el físico permanecerá todavía mudo. Se puede ser un buen físico sin estar entrenando en mística o trascendencia. Se puede dominar la física sin dominar la iluminación, pero no se puede ser un buen maestro zen sin convertirse en un místico. Que la profundidad y sinceridad de algunos físicos (quizás el diez por ciento) les aproxime a una visión mística del mundo no nos demuestra nada concreto sobre la física en sí, sino sólo sobre la sensibilidad de esos físicos. No obstante, esos físicos suelen cometer el error categorial de declarar que los datos físicos son una demostración de la existencia de los estados trascendentales, una confusión comprensible pero claramente refutada por el gran número de grandes físicos que no son místicos. En mi opinión, lo más importante que puede hacer un paradigma trascendental o comprehensivo es intentar evitar el error categorial de confundir el ojo de la carne con el ojo de la mente y con el ojo de la contemplación (o, utilizando un modelo más prolijo, como puede serlo el modelo de cinco niveles del Vedanta, evitar confundir cualquiera de los niveles). No debe adueñarse de nosotros el pánico cuando alguien nos pregunta dónde está nuestra demostración empírica de la trascendencia. Para responder a esa petición explicamos simplemente los métodos instrumentales que hemos utilizado para lograr nuestro conocimiento y le invitamos a que los verifique personalmente. Si así lo hace y consigue un adecuado manejo del aspecto preceptivo, 23
entonces esa persona estará capacitada para llegar a formar parte de la comunidad de aquellos que han adiestrado sus ojos para contemplar el ámbito de los trascendente. Antes de ese momento, una persona está incapacitada para formarse una opinión sobre asuntos trascendentales y, en tal caso, a fin de cuentas no tenemos más obligación de darle explicaciones que las que pueda dar un físico a alguien que se niega a aprender matemáticas. Hoy en día estamos en una posición extraordinariamente favorable, podemos acceder a una visión a la vez equilibrada e integrada de la realidad (un paradigma <>), una visión que incluya al ojo de la carne, al ojo de la razón y al ojo de la contemplación. Y creo que la historia del pensamiento terminará demostrando que hacer más que eso es imposible, pero que hacer menos es desastroso.
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2. EL PROBLEMA DE LA PRUEBA Si aceptamos la existencia de esas tres modalidades de conocimiento (el sensorial, el simbólico y el espiritual), deberemos, cuestionarnos a continuación la siguiente pregunta (que también apareció naturalmente en el curso de la historia de la filosofía, de la psicología y de la religión): <<¿Cómo podemos estar seguros de la validez del “conocimiento” obtenido por cualquiera de esas vías?>>. O, planteando la pregunta de manera todavía más clara: <<¡Que es lo que puede permitirnos refutar la validez de un determinado “conocimiento”?>>. Los datos y el conocimiento conocimiento
Los datos constituyen la aprehensión directa de la experiencia (entendiendo el término <> en sentido amplio, como captación o conciencia). Como explicaba William James refiriéndose a la percepción de una hoja de papel: <>. Lo que nosotros estamos afirmando (e intentamos demostrar), es que tanto el ámbito de la carne como el de la mente y el del espíritu (ámbitos que podemos llamar sensibilia, intelligibiblia y trascendelia ) nos ofrecen datos legítimos y reales (aprehensiones directas). Es precisamente la existencia de esos dominios objétales (el sensorial, el mental y el espiritual) y la realidad de sus datos lo que constituye el fundamento de la búsqueda del conocimiento y la mejor garantía de su posible consecución. Se cual fuere el ámbito que consideremos, la característica distintiva de los datos no consiste tanto en ser los constituyentes más simples o elementales que podamos aislar, sino en el hecho de manifestarse inmediatamente ante
nuestra conciencia como una aprehensión directa, como algo dado. Un dato, pues, no es el átomo experimental más pequeño propio de un determinado ámbito, sino la experiencia inmediata que se revela ante nosotros cuando penetramos en ese dominio concreto. Cuando James habla de los datos propios del ámbito de sensibiblia utiliza como ejemplo la experiencia directa de un pedazo de papel, de un tigre, de las paredes de la habitación, etc., en definitiva, de lo que se aparece como dado inmediatamente en el dominio de sensibiblia. Ahora bien, los datos sensoriales pueden ser en realidad muy elementales. La retina humana adaptada a la oscuridad, por ejemplo, puede detectar un fotón y, en ese caso, el registro inmediato del fotón (o lo que fuere) constituye el dato sensorial. Sin embargo, el dato también puede ser muy grande y complejo, como, por ejemplo, una puesta de sol, el firmamento nocturno, el panorama que divisamos desde lo alto de una colina, etc. En cualquier caso lo que nos interesa resaltar no es tanto el tamaño o la complejidad de la experiencia sino su inmediatez. (Muchos filósofos, como Kant o James, por ejemplo, utilizan el término intuición para referirse a la aprehensión directa de sensibiblia. No obstante, conviene aclarar, como hacía Kant, que la intuición sensorial no es lo mismo que la intuición espiritual ni que la intuición mental. La <>, en sentido lato, se refiere a la captación directa e inmediata de datos procedentes de cualquiera de los dominios. Es precisamente esta aprehensión, experiencia directa o intuición la característica distintiva del dato). Exactamente de la misma manera podríamos hablar de los datos propios de intelligibiblia y de trascendencia. En el ámbito de intelligibiblia, por ejemplo, nuestra experiencia mental presente dada e inmediata, sea cual fuere, es un dato (en este caso un dato mental ) o una serie de ellos. El dato puede se minúsculo o atómico (una imagen, un pensamiento fugaz, etc.) pero también puede ser complejo y permanente (un recuerdo, la comprensión del significado de una frase, de una idea, etc.) . En cualquier caso, al margen de su 25
<>, complejidad o duración, el dato mental es la gestalt, la experiencia mental inmediata. Y aun en el caso de que estuviéramos pensando en algún acontecimiento pasado o anticipado cualquier actividad futura, ese pensamiento también sería un hecho presente percibido y experimentado inmediatamente, es decir, un dato. Los investigadores del lenguaje, por su parte, suelen referirse a la aprehensión directa y presente de los símbolos con el término <>. Cuando dominamos un idioma, por ejemplo, conocemos (<> mentalmente) el significado). El hecho es que, en cualquier caso, el ojo de la mente nos permite captar el significado de las palabras y tener una <> directa e inmediata. Esa percepción, precisamente, es el dato. Así pues, trátese de una palabra, de una frase o de una idea, el dato mental, se a cual fuere, es nuestra experiencia mental inmediata. Del mismo modo, en el ámbito de trascendelia, el dato trascendental (percibido o intuido directamente, en este caso, mediante el ojo de la contemplación) puede ser una intuición espiritual, una iluminación, una determinada intuición gnóstica, un satori, etc. Pero, en cualquiera de los casos, la característica esencial del dato trascendental no es tanto su complejidad ni su tamaño, sino su inmediatez. Obviamente, el análisis posterior puede revelarnos que los distintos datos contienen, o desembocan, en otros datos. El pedazo de papel de James, por ejemplo, un dato sensorial puede convertirse en un dato sensorial individual y, a su vez, forma parte de la experiencia más amplia papel-pupitrehabitación, otro dato sensorial. Del mismo modo, la percepción del símbolo <<árbol>>, un dato mental individual, está compuesta de cinco letras, cada una de las cuales puede ser captada como un dato mental aislado. En todo caso, lo que nos interesa subrayar es que para captar el significado, el dato inmediato, de la palabra <<árbol>>, no utilizamos un proceso de adición de significados. El dato mental, el significado, o la intuición lingüística de la palabra <<árbol>>, no surge ante mí como resultado de una suma rápida de a más b, más o, más l .
El dato mental <<árbol>> es una percepción gestálica, directa e irreductible. Así pues, trátese de un dato sensorial, de un dato mental o de un dato trascendental, la característica más distintiva de un dato consiste precisamente en que es una aprehensión o intuición directa, de la experiencia presente, inmediata y dada. El significado de la <> y el <>
Hemos dicho que un dato es la experiencia inmediata que tenemos en cualquiera de los tres dominios, sensorial, mental y trascendental. Aquí, sin embargo, tropezamos con una gran dificultad filosófica y semántica porque los empiristas han insistido siempre en que todo conocimiento debe basarse en la experiencia; precisamente por ello denunciaban a los racionalistas y a los místicos. Por otra parte, aunque el empirismo sea una postura claramente reduccionista, hay muchas escuelas de psicología y de filosofía humanista y transpersonal que confiesan abiertamente ser empiristas. Parece, pues, que las palabras <> y <> se han utilizado en sentidos muy diferentes ocasionando, con ello, gran cantidad de equívocos. El núcleo del problema es la gran ambigüedad del significado de la palabra <>, una palabra que puede referirse tan sólo a al experiencia sensorial (como hacen los empiristas) pero que también puede designar casi todas las modalidades de conciencia y de conocimiento. En este sentido yo no experimento tan sólo sensaciones y percepciones (sensibiblia), sino también ideas, pensamientos y conceptos (intelligiblia), ya que con el ojo de la mente puedo experimentar el descubrir de mis pensamientos, de mis ideas y de mi imaginación. Obviamente, ésas son experiencias más sutiles que un golpe en la cabeza, pero también son experiencias en el sentido de que son percibidos directa e inmediatamente por el ojo de la mente. De la mima manera también puedo experimentar e espíritu con el ojo de la contemplación, o gnosis, y, de ese modo, percibir y 26
experimentar directa e inmediatamente el ámbito de trascendencia, el dominio propio del espíritu. En todos estos ejemplos estamos utilizando el término <> como sinónimos de la percepción directa, de lo inmediatamente dado, de la intuición (sea ésta sensorial, mental o espiritual). Digamos pues, que en cierto sentido todo conocimiento está basado en la experiencia (como afirman los empiristas) pero no necesariamente en la experiencia sensorial (como también añaden). Existen ciertas verdades racionales a priori que pueden experimentarse en el ámbito de la mente pero no en el dominio de lo sensorial (por ejemplo, las matemáticas). Por otra parte, las verdades espirituales son aquéllas que experimentamos en el ámbito espiritual pero no en el dominio de lo mental ni de lo sensorial (como, por ejemplo, el satori). Así pues, podemos percibir o intuir datos procedentes de cualquiera de los tres dominios (sensibiblia, intelligibiblia y trascendelia). Es indudable, pues, que existen modalidades del conocimiento que, aunque permanezcan fuera de la experiencia sensorial no por ello dejan de ser experiencia. El empirismo afirma que todo conocimiento legítimo debe basarse en la experiencia, pero comete el error de considerar que al única experiencia válida pertenece a sensibiblia , pretendiendo, a continuación, reducir toda experiencia racional a puras sensaciones porque, según ellos, no existe experiencia racional que no haya pasado previamente pro los sentidos. Esta tentativa (<<¡Queremos los datos empíricos!>>) resulta tan seductora por al sencilla razón de que los empiristas confunden experiencia sensorial (empirismo puro) con experiencia en general . El empirismo parece sensato y pragmático, pero confunden dos premisas básicas, ya que afirma que todo conocimiento real es experimental, lo cual es cierto si utilizamos el término experiencia en sentido amplio, pero no puede resistirse a la tentación de agregar que no existe mas experiencia que la sensori , lo cal, evidentemente, es falso.
Una de las causas de este equívoco radica en el hecho de que el término <> puede utilizarse en un sentido amplio, como <>, y un sentido mucho más restringido, como percepción sensorial . Los empiristas modernos ridiculizan la idea de un conocimiento ajeno a la experiencia (hasta aquí todo va bien) pero, al yuxtaponer, de modo consciente o inconsciente, los dos posibles significados del término, terminará reduciendo toda experiencia a la modalidad empírico-sensorial (falacia reduccionista, error categorial, etc.,). Para terminar de embrollar las cosas, muchos de los nuevos psicólogos humanistas y transpersonales (que se ocupan básicamente de intelligibiblia y de trascendencia y que comprenden que su datos son, en sentido amplio, experimentales), esperando que su trabajo sea reconocido como <>, no dudan en calificar de <> a su quehacer y a sus datos para terminar descubriendo, sorprendidos, que la ciencia empírica rechaza sus conclusiones burlándose descaradamente de ellas. Par evitar todas estas ambigüedades ambigüedades restringiré, pues, el significado del término <> a su acepción original como conocimiento basado en la experiencia sensorial (sensibiblia y recomendaría a los psicólogos humanistas y transpersonales que hicieran lo mismo. No olvidemos que el empirismo clásico, a fin, de cuentas, constituyó un intento de reducir todo conocimiento y experiencia a la modalidad sensorial. Terminemos resumiendo que la contribución primordial y más duradera del empirismo ha sido su énfasis en la experiencia directa (en sentido amplio), pero que su más flagrante delito ha sido el de pretender reducir toda experiencia a la modalidad sensorial. Los procedimientos de verificación
Cada una de las tres modalidades de conocimiento nos permite acceder a la percepción directa e inmediata de datos 27
reales (experimentales) procedentes de sensibiblia, de intelligibiblia y de trascendelia. Así pues, sino queremos perdernos conviene recordar, como bien subrayaba James, que nuestro único punto de partid posible, el rasgo distintivo de los datos consiste en su inmediatez intuitiva. Pero ¿cómo puedo estar seguro de que mi percepción no es errónea? Para responder a esta pregunta deberemos tener en cuenta los principios de verificación (o de refutación) de datos que se aplican a la recogida de datos en cada una de las modalidades de conocimiento. Cuando abordemos los procedimientos de recogida y de verificación de datos no deberemos, pues, olvidarnos de dos puntos esenciales: (1) la metodología real de recogida y de verificación de datos es completamente diferente en cada una de las tres modalidades pero (2) los principios abstractos de recogida y de verificación de datos son esencialmente idénticos. Más adelante comprenderemos claramente este punto y mi interés en recalcarlo. Veamos, en primer lugar, los principios abstractos de recogida y de verificación de datos. Como ya hemos señalado en el capítulo anterior, el proceso de recogida de datos en cualquiera de los dominios es tridimensional. 1. Prescripción instrumental . Tiene siempre la forma: <>. 2. Aprehen sión intuitiva . Consiste en la percepción cognitiva, la aprehensión, o experiencia directa e inmediata, de los datos, del ámbito objetal (o de ciertos aspectos del ámbito objetal) a la que nos conduce la instrucción. 3. Confirmación comunal . Consiste en el cotejo de los resultados obtenidos (aprehensiones de datos) con otras persona que también hayan pasado por los estadios preceptivos y perceptivo. Veamos a continuación algunos ejemplos de estas tres vertientes en los dominios correspondientes a sensibiblia,
intelligibiblia y trascendelia. No olvidemos, mientras tanto, que aunque las tres vertientes abstractas que acabamos de mencionar son idénticas en los tres ámbitos, cada uno de ellos(y los datos que les son propios) ocupa un estructura jerárquica distinta que, por consiguiente, la metodología real o concreta que utilizan es completamente diferente. Investigación Investigación empírico-analítica empírico-analítica
En el dominio de sensibilia (ámbito empírico o sensorio- motor), si queremos saber si el volumen de hidrógeno en esta- do gaseoso liberado en la electrolisis del agua es el doble que el volumen de oxígeno, por ejemplo, deberemos: (I) aprender a realizar la electrolisis, disponer el instrumental necesario, llevar a cabo el experimento, recoger los gases liberados (instrucciones), (2) medir el volumen de los gases recogidos (aprehensiones) y terminar (3) comparando )' confirmando los datos obtenidos con otros investigadores. Este es un ejemplo sencillo que puede repetirse indefinidamente. El hecho es que cuando los científicos empíricos investigan (es decir, recogen datos) siguen ciertas instrucciones, perciben datos (sea directamente o mediante la utilización de determinados instrumentos que amplifican sus sentidos) y luego terminan verificando colectivamente los resultados obtenidos. Así, para que la ciencia empírico-analítica acepte un determinado dato como válido debe atravesar estos tres filtros. Sólo entonces la ciencia lo incluye provisionalmente en su base de datos. El punto clave, sin embargo, es que estos tres estadios constituyen una forma adecuada de rechazar los datos manifiestamente erróneos. Como muy bien ha aclarado Karl Popper, si no existiera ninguna forma de refutar un dato, tampoco existiría forma alguna de confirmarlo. Esos tres niveles, pues, nos proporcionan un «mecanismo de refutación» potencial. Ésta es, precisamente, la clave del éxito de la ciencia. El problema es que, cuando los datos (procedentes de cualquiera de los dominios) se presentan ante la conciencia, lo hacen de un modo inmediato, intuitivo y aparentemente válido. 28
Pero su apariencia, no obstante, depende de una instrucción o instrumento previo, y sucede que los instrumentos cognitivos, sean científicos, personales o espirituales, no siempre son perfectos. Veamos un ejemplo: Si tengo cataratas, por ejemplo, veré dos lunas en lugar de una, pero ese dato será erróneo dada la inadecuación del instrumento con el que lo he captado. El dato es inmediato, directo y evidente (realmente veo dos lunas) pero, no obstante, es ilusorio. En este sentido, las tres vertientes a las que anteriormente hemos aludido me protegen de ese error ya que, siguiendo con nuestro ejemplo, siempre puedo preguntarle a un amigo «¿Tú ves dos lunas?» y, con esa sencilla comprobación, refutaré la aparente veracidad de mis datos empíricos, de mi sensibilia. En la investigación empírica un hecho «malo» (un experimento mal realizado, por ejemplo) será refutado, no sólo por los otros hechos sino también por la comunidad científica. En este rechazo potencial se basa el principio de falsabilidad de Popper. Estos tres niveles funcionan en las tres modalidades básicas de la investigación cognitiva (la empírica, la racional y la trascendental), ya que en cada una de ellas (como veremos) podemos aplicar el mismo mecanismo de refutación. Es precisa- mente este mecanismo el que impide que, en cualquiera de los ámbitos, la búsqueda del conocimiento termine degenerando en dogmatismo y en fe ciega. En otras palabras, la principal característica de la investigación empírico-analítica no consiste en el uso de una «tecnología superior» y de unos métodos, supuestamente únicos, de verificación/rechazo, porque eso, como veremos, es aplicable a todos los ámbitos. Lo verdaderamente propio de la investigación empírico-analítica es que opera exclusivamente con dalos procedentes de sensibilia, del ojo de la carne y sus extensiones. Obviamente, la investigación empírico-analítica también utiliza la reflexión mental y racional, pero esas operaciones están subordinadas a sensibilia. En ocasiones se objeta que las ciencias empíricas, como la física o la biología, por ejemplo, operan con objetos o acontecimientos que no pueden ser experimentados por los sentidos (o sus extensiones). Por ejemplo, cuando Mendel postuló la existencia de los genes, éstos no podían verse y,
del mismo modo, Dalton no había visto jamás una molécula cuando propuso la teoría atómica/molecular. El hecho, sin embargo, como dice James, es que «incluso en el caso de que la ciencia demostrara la existencia de una arquitectura molecular por debajo de la suave blancura del papel, esa arquitectura seguiría siendo la substancia de una experiencia, la visión (magnificada por instrumentos actualmente desconocidos) de ciertas partículas vibratorias terminando de ese modo con nuestra experiencia familiar del papel».67 Décadas después de que Mendel lanzara la hipótesis de la existencia de los genes, el microscopio electrónico nos proporcionó una imagen real de la molécula de DNA. Entonces, cuando un amplificador electrónico del ojo nos permitió percibir la «substancia gen ética», la existencia del material gen ético dejó de ser una teoría y terminó convirtiéndose en un datum. Es cierto que cuánto más penetramos en el ámbito submolécular más confusas son nuestras percepciones, pero el hecho es que una proposición empírico-analítica sólo tiene sentido cuando se basa en datos sensoriales o potencialmente sensoriales. Ésa fue, como hemos visto, la principal contribución de Galileo, Kepler y Newton, una contribución absolutamente cierta en lo que se refiere a la investigación empírico-analítica. El problema, como ya hemos visto, es que, cuando la ciencia empírico-analítica se negó a aceptar la realidad de datos que no procedieran de sensibilia, terminó convirtiéndose en cientifismo. Éste es el llamado «crimen de Galileo» (un epíteto injusto porque Galileo jamás pretendió tan deplorable reduccionismo). Y, si bien es cierto que debemos ampliar el campo de la investigación empírico-analítica, eso no significa, en modo alguno, que debamos limitar nuestras fuentes de conocimiento a esa modalidad exclusiva. El siguiente nivel jerárquico de la búsqueda del conocimiento consiste en la investigación en el ámbito de intelligibilia. Investigación fenomenológico-mental
Las mismas tres vertientes que hemos mencionado son aplicables también a la recogida de datos lingüísticos, noéticos o fenomenológico-mentales correctos pero ahora la 29
metodología a utilizar es completamente diferente, ya que no nos movemos en el ámbito de sensibilia sino de intelligibilia. Lo que ahora nos ocupa son los pensamientos (su estructura y su forma) tal y como aparecen inmediatamente ante el ojo interno de la mente. Veamos, para comenzar, el ejemplo que nos ofrecen las matemáticas. Aquí también nos encontramos con las tres vertientes básicas. Según G. Spencer Brown, «la forma principal de la comunicación matemática no es la descripción sino la instrucción (vertiente n.° 2). En este sentido, las matemáticas se parecen a ciertas artes prácticas tales como la cocina, por ejemplo, en la que el sabor de un pastel, aunque literalmente indescriptible, puede transmitirse al lector en forma de un conjunto de instrucciones, llamada receta... Hasta la misma ciencia natural (es decir, la ciencia empíricoanalítica) parece depender de la instrucción. La iniciación profesional del científico no consiste tanto en leer determinados libros (aunque ésa sea también una instrucción) sino en obedecer determinadas instrucciones tales como "mira con ese microscopio" (como en el ejemplo dado en el primer capítulo). Pero, después de que el hombre de ciencia (empírica) haya mirado por el microscopio (n.° I), debe describir lo que ha visto (con el ojo de la carne n.° 2), cotejarlo con los demás (n.° 3) y terminar reseñándolo por escrito. Del mismo modo, después de que el matemático haya obedecido un determinado conjunto de instrucciones (imagina dos líneas paralelas que se cruzan en el infinito, dibuja la sección transversal de un trapezoide o eleva la hipotenusa al cuadrado, por ejemplo, n.° 1) debe describir a los demás lo que ha visto (con el ojo de la carne n.° 2), compararlo con los descubrimientos realizados por los demás (n.° 3) y terminar transcribiéndolo por escrito. En cualquiera de los casos, la descripción depende y está subordinada a un conjunto previo de instrucciones».25 La gran diferencia, como ya hemos visto, es que, mientras que en las ciencias empíricas el dato (o sus efectos) puede ser visto o experimentado con el ojo de la carne (o con sus extensiones), en la fenomenología racional La fenomenología también nos demuestra que el dominio de intelligibilia no es tan sólo significativo e intencional, sino que también es intrínsecamente intersubjetivo. Si tú me transmites un símbolo, por ejemplo, la palabra «manzana», y yo lo comprendo,
(incluidas las matemáticas), por el contrario, el dato sólo es visto o experimentado con el ojo de la mente. Así pues, aunque la vertiente preceptiva sea la misma, nuestra mirada no se dirige ya a sensibilia, sino a un dominio objetal diferente, el dominio de intelligibilia. En la fenomenología clásica de Husserl también operan esos mismos tres niveles. La fenomenología comienza con una instrucción, «poner entre paréntesis» todo tipo de presupuestos y circunstancias ajenos al tema en cuestión, percibir luego, directa, inmediata e intuitivamente el objeto propio de este dominio objetal (el mental) para terminar cotejando y confirmando (o refutando) esas aprehensiones por medio de la comunicación y de la clarificación interpersonal. Pero ¿cuál es la verdadera naturaleza de un acto mental, de un símbolo o de una comprensión lingüística, por ejemplo, tal y como aparece inmediata o intuitivamente ante el ojo de la mente? Para la fenomenología los actos mentales (las imágenes, los símbolos o las palabras, por ejemplo) son intencionales y significativos y su forma o estructura original es semiótica o simbólica. A diferencia de los objetos de sensibilia (las rocas, los fotones y los árboles, por ejemplo) que no tienen ningún significado (en el sentido de que no representan ni apuntan simbólicamente a otra cosa más que sí mismos), los objetos propios de intelligibilia poseen un significado, un valor y una intencionalidad (un símbolo o un acto mental siempre representa o señala a otro objeto o acto). y la forma de desvelar ese significado no es exclusivamente sensorial, sino que pasa por la investigación, aprehensión o interpretación mental. Por dar un ejemplo sencillo, Hamlet es un producto mental simbólico que sólo puede ser percibido mediante un acto mental, pero no existe la menor prueba científica empírica de su significado. Hamlet no está compuesto de electrones, moléculas, madera o zinc, sino de unidades de significado (datos mentales) que no se revelan como sensibilia sino como intelligibilia. o lo capto intuitivamente, ese símbolo, que antes estaba literalmente en tu cabeza o en tu mente, está ahora en mi cabeza o en mi mente. Según este ejemplo, ambos estamos vinculados directa e íntimamente en un acontecimiento intersubjetivo, en un 30
diálogo interpersonal. La comunicación y el discurso nos permiten compartir una serie de símbolos y entrar en los demás de una forma que trasciende, con mucho, el mero contacto o comunicación corporal. La comunicación significativa no es simplemente una charla caótica y arbitraria sino que tiene una estructura, unas reglas, una lógica y una forma determinada. Los datos propios de este ámbito, aunque ocultos a la simple percepción sensorial, constituyen un territorio muy real poblado de datos muy reales. Así pues, la característica distintiva de los fenómenos mentales consiste en su intencionalidad, su valor, su significado, su estructura intersubjetiva, etc. Es por ello por lo que la investigación investigación fenomenológico-mental (propia de la psicología, la filosofía, la sociología y las «ciencias humana», es decir mentales, en general) se ocupa de la naturaleza, la estructura y el significado de intelligibilia: el lenguaje, la sintaxis, la comunicación, el discurso, la lógica, los valores, la intencionalidad, las ideas, el significado, los conceptos, las imágenes, los símbolos, la semiótica, etc. Es precisamente a todo esto a lo que nos referimos cuando hablamos de «ciencias fenomenológicos- mentales» . En el campo fenomenológico-mental las instrucciones nos permiten desvelar hechos o datos referidos a la esfera de intelligibilia (el dominio mental o subjetivo). Pero estos hechos son hechos subjetivos, lo cual no significa que sean meros desvaríos individuales, como afirman los empiristas. Hay que decir, para comenzar, que las aprehensiones fenomenológicas no son «meros valores» o «simples ideas» (como algo opuesto a los «hechos reales») porque, en el ámbito de lo mental, los valores y las ideas son también hechos, o datos, reales e inmediatos que se revelan directamente ante nosotros. En segundo lugar, la percepción de los datos procedentes de este dominio puede ser verificada confrontándola con el colectivo de quienes hayan seguido las instrucciones apropiadas, en cuyo caso las percepciones incorrectas no concordarán con el consenso intersubjetivo. Así pues, del mismo modo que en el ámbito de sensibilia los datos empíricos incorrectos no cuadran con el conjunto de datos sensoriales recogidos, en el dominio de intelligibilia la estructura intersubjetiva constituye una realidad tangible y legítima que nos permite verificar o refutar la verdad o falsedad de los datos presentados.
Veamos, como simple ejemplo, el descubrimiento de la escritura jeroglífica egipcia. El problema, en este caso, consiste en un misterioso lenguaje, una especie de intelligibilia oculta inscrita en unas tablillas de piedra. Si bien la investigación empírico-analítica puede damos a conocer la antigüedad de la piedra, su composición, su peso, etc., es completamente incapaz de decirnos nada sobre la intelligibilia de los jeroglíficos y no puede ayudarnos, en modo alguno, a descubrir su significado. Para ello deberemos seguir un conjunto de instrucciones mentales (atender a la estructura interna de los símbolos con el ojo de la mente) e intentar distintas combinaciones simbólicas hasta des- cubrir la combinación correcta, la instrucción adecuada que nos conduzca a una aprehensión significativa. En el caso de que una determinada combinación parezca correcta deberé luego cotejarla con otras combinaciones (ya que un posible significa- do puede ser refutado por otros) porque el lenguaje tiene una estructura intersimbólica, una sintaxis, y una mala percepción lingüística no cuadrará con otras percepciones lingüísticas. Por último, deberé confirmar mis resultados con las conclusiones a las que hayan llegado otros investigadores cualificados. (Lo cual fue, precisamente, lo que hicieron JeanFranois Champollion y Thomas Young con la piedra de Rosetta). El hecho es que, aunque nosotros estemos trabajando con una producción notablemente subjetiva (un lenguaje, por ejemplo) eso no significa que podamos interpretarla de cualquier modo, ya que intelligibilia tiene sus propias estructuras intersimbólicas e intersubjetivas que refutan, por sí solas, las conclusiones incorrectas. Esto es algo totalmente aplicable a cualquier dato procedente de intelligibilia, desde el lenguaje, los objetivos y los impulsos psicológicos, hasta la lógica, la sintaxis, las intenciones y los valores. Aunque las verdades procedentes de este dominio no sean contrastables empíricamente, eso no significa que no sean más que meras opiniones y apreciaciones no verificables. Como señala acertadamente Ogilvy, para determinar la veracidad de los datos procedentes de intelligibilia «no basta con cualquier hipótesis que se nos ocurra ni tampoco, por supuesto, con una simple negativa [la creencia de que "no hay forma de determinarla porque la verificación empírica no puede aplicarse en este caso"]. Sólo una comunidad de intérpretes puede fundamentar intersubjetivamente el conjunto de criterios que nos permiten validar una interpretación. En este sentido, el mismo relativismo subjetivo que hace absurda la idea 31
de verdad nos permite descubrir la interpretación correcta (ya que no todas las interpretaciones tienen sentido sino tan sólo algunas de ellas). Pero la sensibilidad de esta herramienta depende de ciertas reglas de la buena interpretación que, en muchos casos, coinciden con las que utiliza la ciencia empírica como, por ejemplo, el esmero, la sencillez y la carencia de apreciaciones subjetivas87 [o, como diría yo, de la sujeción a las tres vertientes]». Los empiristas se mofan de cualquier procedimiento de verificación que no se basa en la evidencia sensorial y califican a las investigaciones no empíricas, o no sensoriales, como la psicología subjetiva, la fenomenología idealista, la ontología, etc., de <<metafísica>>, incluyendo que se mueven en un terreno poco fiable, menos reproducible y nada verificable. Sin embargo, esa afirmación no supone que los empiristas no utilicen las estructures intrínsecas de intelligibiblia . Esto es en realidad muy extraño porque el mismo hecho de que los empiristas hablen con los demás y se comprendan muestran de un modo suficientemente palpable la existencia real del dominio, legítimo, reproducible e intersubjetivo de la intelligibiblia. La investigación fenomenológico-mental general (con sus diversas ramas: la filosofía, la psicología, la lingüística, la sociología, etc.) es la ciencia que nos permite descubrir los significados, las pautas, las estructuras y las leyes, y ciertamente se trata de una ciencia metafísica (o metaempírica), pero ese calificativo no tiene el menor sentido peyorativo. Por otra parte, cuando los empiristas elaboran hipótesis, formularon teorías, organizan sus datos sensoriales y proponen explicaciones sistemáticas ¿Cuál es exactamente el tipo de investigación que guía ese aspecto concreto de su quehacer? Naturalmente la fenomenología racional. Además, cuando los empiristas o los científicos declaran que algo no tiene existencia real, que no es <>, que no es fiable, verificable ni significativo, están, precisamente, utilizando la modalidad <<meta-física>> que tanto aborrecen, lo cual, obviamente, constituye un contrasentido metafísico tan absurdo como escribir una docena de libros para intentar demostrara la inexistencia de la escritura.
Lo cierto es que existen hechos, verdades o datos fenomenológico-mentales. Sien embargo, para que esos datos sean reconocidos deben haber atravesado los tres filtros mencionados anteriormente. Cualquier percepción que no cumpla con esa triple condición será refutada por la misma estructura propia del dominio intersubjetivo de intelligibiblia (los otros hechos mentales y la comunidad de intérpretes). Ésta es la prueba experimen tal que deben sufrir los datos procedentes de intelligibiblia (recogida y verificación de datos), una prueba tan rigurosa como la empírica porque ambas descansan en los mismos tres principios mencionados. La diferencia no radica en la metodología abstracta utilizada sino en el territorio real que se cartografía (sensibiblia versus intelligibiblia). Por supuesto, el experimento empírico-analítico es mucha más fácil de llevar a cabo que la investigación fenomenológico-mental porque el primero es ejecutado por un sujeto sobre un objeto mientras que la segunda es realizada por un sujeto (o símbolo) sobre, o con, otros sujetos (o simbólicos). El dominio objetal propio de la investigación fenomenológico-mental corresponde a los <> subjetivos o intersubjetivos (intelligibiblia), no a los <> objetivos (sensibiblia), Ahora ya podemos apreciar una de las profundas diferencias existentes entre la investigación empírico-analítica y la fenomenológico-mental. La investigación empírico-analítica utiliza la mente simbólica para cartografiar, o reflejar, el mundo presimbó lico, mientras que la investigación fenomenológicomental utiliza la mente simbólica para cartografiarse o reflejarse a sí misma. En éste último caso los símbolos se utilizan para reflejar o representar otros símbolos, los cuales, a su vez, reflejan el reflejo, y así siguiendo, en una especie de <> de significados co-creados por dos mentes o símbolos que se investigan mutuamente. El ejemplo más sencillo de lo que estamos diciendo lo constituye la comunicación verbal. Cuando nosotros dialogamos, yo intento captar el significado de lo que dices mientras tú intentas hace lo mismo conmigo. De ese modo vamos penetrando en un círculo intersubjetivo. Cuando un símbolo denota denota a otro, éste último puede responder de una forma proactiva , mientras que los objetos presimbólicos (como 32
las rocas, los electrones y los planetas) sólo responden en forma reactiva. Así pues, la investigación fenomenológico-mental no es tanto una actividad objetiva como una red intersubjetiva y es precisamente esa misma red la que fundamenta la búsqueda del conocimiento propio de intelligibiblia. Una proposición fenomenológico-mental, en cambio, sólo es verdadera cuando se ajusta a una estructura intersubjetiva de significados (o, como sucede en las matemáticas, a una lógica intersimbólica). Así, por ejemplo, en los teoremas matemáticos (es decir, hipótesis con instrucciones lógicas) nosotros no buscamos los hechos empíricos para demostrarlos (o refutarlos) porque, en este dominio, los hechos son unidades intersimbólicas. La verdad de un teorema no depende de su adecuación a la evidencia sensorial sino de su ajuste de la lógica intersimbólica. ¡En este caso no se trata de la mente actuando sobre la materia sino de la mente actuando sobre sí misma! Resumamos, pues, las diferencias más importantes existentes entre la investigación empírico-analítica y la indagación fenomenología-mental: 1. La investigación empírico-analítica es llevada a cabo por un sujeto sobre un objeto mientras que la fenomenológico-mental es realizada por un sujeto (o símbolo) sobre, o con, otros sujetos (o símbolos). 2. En la investigación empírico-analítica el referente del conocimiento conceptual no es el conocimiento conceptual, mientras que en la fenomenológico-mental el referente lo constituyen los mismos procesos del conocimiento conceptual (la estructura de las ideas, el lenguaje, la comunicación, las intenciones, etc.). por decirlo de modo más sencillo: 3. Los hechos (Datos) con que opera la investigación empírico-analítica son cosas, mientras que los hechos (datos) propios de la investigación fenomenológico-mental son pensamientos. 4. En la investigación empírico-analítica las proposiciones proposiciones son intencionales (simbólicas) pero los datos no lo son (presimbólicos), mientras que en la fenomenológico-
mental tanto las proposiciones como los datos son intencionales y simbólicos. 5. La investigación empírico-analítica trabaja fundamentalmente con cosas existentes en la naturaleza. <>. Pero tal vez una de las diferencias más importantes, y realmente una de las más fáciles de utilizar, es la siguiente: 33
6. La investigación empírico-analítica es un monólogo (un investigador simbolizante contempla un suceso no simbólico), mientras que la fenomenológico-mental es un diálogo (un investigador simbolizante contempla otro suceso simbólico). El paradigma de la investigación empírico-analítica es <> mientras que el de la fenomenológico-mental es <>. La investigación empírico-analítica puede realizarse sin dialogar con el objeto de su investigación. Ningún científico empírico, por ejemplo, habla con los electrones, el plástico, las moléculas, los protozoos, los hechos, o lo que sea, porque está estudiando entidades preverbales, pero el verdadero campo de acción de la investigación fenomenológicomental es un intercambio de comunicación, una relación intersubjetiva e intersimbólica (lenguaje y lógica). Por ello es por lo que la investigación fenomenológico-mental impone la necesidad de entablar un diálogo con el sujeto de su investigación. Así pues, cualquier ciencia que hable con el sujeto de su investigación no es empírica (monológuica*) sino fenomenológica (dialógica). * 7. En resumen pues, la investigación empírico-analítica recoge sus datos del reino de sensibilia mientras que la fenomenológico-mental trabaja con datos procedentes de intelligibiblia. Algunos ej emplos en e l campo de la psicología
* N. Del T. Como veremos más adelante, al utilizar estos términos Wilber juega con un doble sentido, posible en inglés pero no en castellano. Por una parte, hace referencia al tipo de lógica subyacente a cada una de las modalidades de ciencia descritas y, por la otra, al tipo de comunicación que sostienen con su objeto de estudio. Así, por ejemplo, las ciencias dialóguicas (o dialóguicas) son aquellas que mantienen un estrecho contacto con la realidad y que, al mismo tiempo, introducen la lógica dual propia del discurso mental.
Veamos algunos ejemplos de estas diferentes metodologías en el campo de la psicología. Cuando la investigación exclusivamente empírico-analítica se aplicó al ser humano, engendró el conductismo clásico que, en su forma más típica (Skinner), sólo acepta como válidos los datos procedentes de sensibilia, los hechos percibidos objetivamente. En realidad, para el conductismo, la mente como tal mente, es punto menos que descartada, y el ser humano es un mecanismo muy complejo pero absolutamente reactivo. Por ello, dejando de lado a la mente, se dedica a recoger todo tipo de datos sensoriales objetivos, como guías de refuerzos positivos y negativos, respuestas condicionadas, etc. En su forma más dura, el conductismo no se preocupa de dialogar con la persona porque, según su modelo, no existe la menor razón para hacerlo (aunque, obviamente, tratándose de seres humanos). Si un conductista quiere una determinada respuesta de la persona, le bastará con reforzar la reacción deseada (sin importarle gran cosa si la persona lo desea o no). Según este modelo, la persona no tiene la menor posibilidad de elegir porque su respuesta al esfuerzo es meramente reactiva. Así, desde esta perspectiva, la mente, la libertad, la pro-acción y la capacidad de decisión son inexistentes. El conductivismo es un monólogico, una ciencia monólogica empírico-analítica, un modelo que funciona muy bien con animales subhumanos (y con los niveles infrahumanos del animal humano) porque los animales son, a fin de cuentas, presimbólicos, preintencionales, prehistóricos y prevolicionales, y pueden ser percibidos y estudiados empíricamente. Pero, obviamente, el conductismo clásico no funciona tan bien con los seres humanos porque, entre los estímulos sensoriales y la respuestas sensorial, los seres humanos disponen de una estructura mental, una estructura que obedece a leyes procedentes no tanto de sensibilidad como de intelligibiblia. Cuando el conductismo clásico se dio cuenta de esta limitación, intentó acomodar su modelo introduciendo, entre el estímulo y la respuesta sensoriomotora, el concepto de <> (Hull), como la expectativa y el valor , por ejemplo (Hull, Tollman). Ahora bien, la metodología empíricoanalítica conductista no estaba convenientemente equipada para 34
investigar esas variables intermediadoras porque la investigación empírica trabaja con datos objetivos, y las variables intervinientes (intelligibiblia) no son objetivas sino intersubjetivas. Y en el momento en que comenzamos a investigar fenómenos intersubjetivos, entramos directamente en el dominio del discurso, del diálogo, de la comunicación, de la introspección, de la hermenéutica, de la fenomenología, etc., y cuando intentamos manipular los datos fenomenológico-mentales (la <>, por ejemplo), utilizando una metodología exclusivamente empírico-analítica, descubrimos que es tan eficaz como intentar descifrar el significado de Guerra y paz utilizando objetivamente el papel y la tinta con que fue escrita. Con todo esto no estamos negando la relativa utilidad de la investigación empírico-analítica para el estudio de la conducta humana. En este sentido, cabría señalar que la investigación empírico-analítica no sólo es aplicable a aquellos datos humanos procedentes de sensibiblia, sino también a aquellos otros (procedentes de intelligibiblia o de trascendelia) que alteran el mundo objetivo. Veamos un ejemplo para ilustrar este difícil punto, una obra de arte, un cuadro, por ejemplo, Los fusilamientos del 2 de mayo y, como tal, puede ser analizada objetivamente. Hay muchas formar de analizar empíricamente una obra de arte, como, por ejemplo, estudiar la composición de la pintura, la antigüedad del lienzo, y examinar empíricamente todos sus datos sensibles, los colores, las líneas, las superficies y la composición estética, en general. Así pues, podemos mirar la pintura y estudiarla sin necesidad de hablar con Goya (después de todo Goya ha muerto). Pero si nuestra intención es la de saber si Goya pretende decirnos algo, dialogar, como si dijéramos, con nosotros, la investigación empírica ya no nos sirve. Entonces deberemos prestar más atención a intelligibiblia que a sensibilidad. En este caso el lienzo y la pintura siguen siendo <> pero son objetos formados e informados por la mente creativa del ser humano (intelligibiblia) y constituyen una encarnación objetiva de las intenciones de un sujeto humano. Así pues, aunque la obra exista en el mundo sensorial objetivos, hay
ciertos aspectos, como las intenciones del autor, que no pueden ser captados empírica o sensorialmente y que, por lo tanto, tampoco pueden ser objeto de la investigación empírico-analítica. Para descubrir las intenciones y el significado de la obra deberemos intentar penetrar en la mente de Goya, <> con él, y para ello deberemos utiliza la fenomenología histórica, la hermenéutica, la técnica dialógica. Obviamente no podemos hablar directamente con Goya. Si viviera podríamos hablar con él sobre el significado de su obra y manifestarle los sentimientos que evoca en la mente y en el espíritu del ser humano. Pero, Pero, al ser imposible comunicarnos directamente con Goya, nos veamos obligados a utilizar la fenomenología histórico-hermenéutica para intentar recrear las intenciones del autor mediante las reglas de la buena interpretación. Para ello, deberemos estudiar el período y el clima histórico en el que pintó Goya con el objeto de aprehender e interpretar sus intenciones personales subjetivas y, por último, deberemos contestar nuestra interpretación con las conclusiones a las que llegaron otros intérpretes competentes. Sino lo hacemos así, las únicas intenciones que descubriremos serán las nuestras. La investigación histórica , fenomenológica y dialógica nos permite desvelar no sólo el sentido estético de la pintura sino también su significado. Goya estaba intentando decirnos algo. La obra fue pintada en plena invasión napoleónica, una época terrible de guerra civil y pelotones de ejecución que llenaba de horror a Goya. La pintura es espléndida y enfebrecida, y pone vívidamente de manifiesto las atrocidades que pueden cometer los seres humanos, cuando se entregan a la barbarie de la guerra. Obviamente éste no debe ser el único significado de la pintura, pero lo cierto es que el autor no tenía la menor intención de glorificar la guerra. Así pues, la fenomenología hermenéutica quizá no nos permita revelar todos los significados reales de la obra, pero sí que nos ayuda al desvelar algunos de ellos, posiblemente la mayoría. Y el empirista empirista que desprecia este tipo de conocimiento es como aquél que prefiere no saber nada en absoluto antes que saber muchas cosas a medidas. El hecho es que la mente humana puede formar e informar el mundo objetivo, pero que los objetos que encarnan 35
intelligibilia no proceden de sensibiblia . Así pues, si queremos desvelar el significado de intelligibiblia, no nos queda más remedio que recurrir a una ciencia dialógica, a una indagación fenomenológico-mental general. Esto es especialmente importante en el campo del a psicología. Veamos ahora el ejemplo más difícil, el psicoanálisis freudiano. Freud partió de un enfoque empírico-analítico meramente fisiológico. Pero, como él mismo diría más tarde, aunque conociéramos todos los aspectos fisiológicos de la conciencia, <>. Lo que Freud quería estudiar era el significado de los datos psicológicos, su intencionalidad y su interpretación (interpretación de los sueños, de los síntomas, etc.). En este sentido, su enfoque y su territorio eran competencia casi exclusiva de la investigación fenomenológico-mental, de la hermenéutica y de la historia (en este caso la historia y evolución del sistema egoico de la persona, sus fijaciones, sus traumas, sus represiones, etc.). La conciencia psicoanalítica es una conciencia histórica, una reconstrucción y una re-rembranza de la historia personal para comprender su influencia presente y, más importante todavía, el psicoanálisis requiere un discurso intersubjetivo, un diálogo, (<>). Además, y este es un punto capital, el principal descubrimiento de Freud no fue tanto una teoría como una instrucción, la asociación libre (<>), que revelaba la existencia de un dominio objetal (datos) ignorado hasta ese momento (los procesos primarios inconscientes). La asociación libre, pues, iba más allá de las instrucciones hipnóticas de Bernheim y de Charcot. Tan importante fue esta instrucción, que todavía sigue considerándosela como <>. Usando esta instrucción Freud se dedicó a recoger datos procedentes del nuevo territorio, el proceso primario inconsciente, datos que sólo pueden ser corroborados por alguien que haya atravesado los tres estadios: (1) utilizar la instrucción de la asociación libre, (2) aprehender los datos
resultantes y (3) comparar y contrastar esos datos en el seno de una comunidad de intérpretes competentes. Obviamente, también podemos disentir de algunas de las interpretaciones y teorías de Freud sobre los datos (una distinción a la que volveremos en breve), pero no debemos perder de vista que la perfección de los datos dependía de la perfección de las instrucciones que utilizaba. Incluso el mismo Jung, en descuerdo generalmente con al teoría freudiana. Reconocía al validez de esos datos. Para que una proposición fenomenológico-mental esa reconocida como válida, no sólo debe explicar los datos, sino que también debe atravesar con éxito la prueba de la comunicación libre y del discurso intersubjetivo. Algunas de las teorías freudianas han superado con éxito esta prueba y son hoy en día aceptadas por la mayor parte de las escuelas psicoanalíticas modernas como, por ejemplo, la existencia de los proceso inconscientes, los mecanismos de defensa o represión, el narcisismo, la importancia de la evolución, la existencia de diferentes tipos de estructuras psicológicas, etc. Otras, en cambio no se ajustan al consenso intersubjetivo y han sido abandonadas, como, por ejemplo, el origen índico del ego, el énfasis exagerado en la ecología sexual, ciertas especulaciones antropológicas, el falocentrismo y la naturaleza de los sueños. Lo mismo, por supuesto, podríamos decir Jung, Wundt, Rank, Adler y todos los psicólogos fenomenológico-dialógicos. Aunque sus datos no sean tan palpables (defensos) como los de los empiristas o conductistas, tampoco son <> porque la red de comunicación intersubjetiva constituye un correctivo externo para paliar el sesgo de la subjetividad. El hecho es que la psic ología fenomenológica-dialógica ha culminado en un impresionante y sólido cuerpo teórico de datos. Entre los recientes de telas investigadores, debemos señalar a Piaget, cuyo sistema presenta un rasgo distintivo característico, una nueva instrucción, el < método clínico >. Este método es, por supuesto, dialógico (ya que Piaget detestaba el empirismo puro), un método basado en el intercambio intersubjetivo. El método clínico consiste, clásicamente en un depurado protocolo de preguntas y respuestas que se aplican a individuos de diferentes 36
edades (aunque sufre ciertas modificaciones para la etapa preverbal, desde el nacimiento hasta los dos años, un periodo en que el niño vive básicamente en el reino de sensibilia, no de intelligibilia). Mediante esta y otra técnicas instructivas Piaget ha acumulado una gran masa de datos fenomenológico-mentales que ha sometido a un análisis estructural y evolutivo cuyos resultados han sido ampliamente divulgados. Kohlberg, Loevinger, Broughton, Maslow y otros han utilizado también el mismo tipo de aproximación dialógica. En lo que respecta al legado de Freud, el psicoanálisis ha dado origen a la psicología psicoanalítica del ego una una psicología esencialmente estructural y evolutiva, orientada hacia las relaciones objétales (es decir, intersubjetiva) que coincide sorprendentemente, como muchos han señalado (entre ellos el mismo Piaget), con los datos recogidos por las escuelas cognitivas, estructuralistas y evolutivas. La aparición de nuevas instrucciones, las técnicas proyectivas (Rorschach), de apercepción temática (Murria), el método clínico (Piaget), completar frases (Loevinger), la asociación libre (Jung), el desarrollo moral (Kohlberg), entre otras, han permitido acumular una enorme cantidad de datos fenomenológicos, lo cual ha acelerado notablemente la comunicación y el discurso abierto entre las diferentes ramas de la psicología. Como resultado de esto disponemos ahora de una visión razonablemente consistente y unificada del crecimiento y del desarrollo psicológico del ser humano (por lo menos en lo que se refiere a los estadios personales), una visión que es estructural, evolutiva, fenomenológica, interpersonal, funcional y sistémica. Esta visión, obviamente, dista mucho de ser completa totalmente demostrable y coherente en todos sus detalles. El hecho, sin embargo, es que existe un consenso razonable sobre los hechos, la teoría y la practica un movimiento intersubjetivo constante y general de intelligibilia que no solo produce datos repetibles si no que refuta las percepciones incongruentes y las elimina del campo de la búsqueda del conocimiento. Este rechazo potencial habla elocuentemente de un dominio objetal real (intelligibilia) que fundamenta la investigación y que impide
que las verdades procedentes del ámbito de lo subjetivo no sean mas que verdades subjetivas. Indagación trascendental trascendental
Volvamos por el momento al ejemplo que nos ofrece el zen y veamos de qué modo utiliza los tres aspectos relativos a la recogida y verificación de datos percepciones trascendentales. En el fondo el zen no es una teoría, un dogma, una creencia o una proposición si no que como toda búsqueda verdadera del conocimiento, es una instrucción. El dominio de su aspecto preceptivo (zazen o meditación casual) requiere años de entrenamiento especializado y de disciplina crítica (un roshi o maestro zen autorizado debe entrenarse durante diez o veinte años). El zazen no es más que la herramienta preceptiva para la posible revelación cognitiva. Del mismo modo que si aprendemos a leer, difícilmente podremos comprender Macbeth para acceder a la revelación una persona debe haber alcanzado el nivel evolutivo adecuado. La conciencia meditativa o la contemplación, es a trascendelia lo que la conciencia lingüística o el raciocinio, a la intelligibilia: ambas son la herramienta y el territorio de la revelación cognitiva. No debe sorprendernos, pues, que la instrucción zen asuma siempre la forma de una instrucción experimental y experiencial: < si quieres conocer la naturaleza de Buda deberás hacer esto>. Después de dominar este aspecto, el buscador penetra en el segundo aspecto, el de la percepción (o aprehensión) intuitiva de los datos procedentes de la esfera trascendental. Esta aprehensión intuitiva (una (una percepción experimental inmediata) es conocida en el zen como satori o kenssho, < la visión directa de la propia naturaleza> una mirada tan precisa como la que se exige para mirar a través del microscopio y ver el núcleo de la célula con una sola salvedad en ambos casos: solo vera quien mira con un ojo adiestrado. Obviamente el referente de la percepción trascendental sus datos, no pueden ser percibidos con el ojo de la mente ni con el de carne. El referente del satori no son los objetos sensoriales que existen ahí fuera ni los objetos mentales que existen aquí 37
dentro, si no el espíritu no dual, aprehensión directa del espíritu realizada por el espíritu como espíritu, una aprehensión que unifica sujeto y objeto desvelando lo que es anterior a ambos, una aprehensión , por consiguiente que esta más allá de las facultades de la cognición empírica objetiva y la de la cognición fenomenológica subjetiva. Como dijo Hegel, este es < el retorno del espíritu a si mismo en un plano superior, un nivel en el que la subjetividad y la objetividad objetividad se unifican en un acto infinitivo >. Esta percepción trascendental aparece cuando < yo no solo soy consciente de mi mismo como individuo finito frente a otras personas finitas [ sujetos ] y cosas [ objetos] , sino cuando soy consciente de la Realidad Absoluto y Ultima que todo lo abarca. Mi conocimiento si lo, logro de la naturaleza como manifestación objetiva del Absoluto [sensibilia: el vestigium de Dios de san Buenaventura ], existiendo en y a través de la vida espiritual del hombre del hombre en la historia es un movimiento en la conciencia absoluta [ trascendelia ], es decir, en el autoconocimiento del Ser Ser o del del Absoluto>. La percepción directa inmediata e intuitiva del Ser ( no con el ojo de la carne ni con el ojo de la mente, sino con el ojo de la contemplación no nos revela datos, en plural, sino un dato, en singular, el Dato, como si dejáramos, el Espíritu. Pero como veremos en ese libro, a lo largo del camino contemplativo existen muchos estadios y subniveles, reales pero intermedios, que nos conducen a esa cumbre. Por ese motivo diremos que el ojo de la contemplación nos revela los hechos, o los datos, en plural correspondientes al reino de transcendelia). Pero, desde luego, cualquier percepción individual propia del dominio del o trascendente también puede ser inexacto errónea. Por ello el zen debe recurrir, en cada estadio, a la tercera vertiente, la confirmación cuidadosa realizada por un maestro zen y por la comunidad de mediadores participantes, una confirmación que no consiste en una simple palmadita en la espalda en el seno de una sociedad basada en el mutuo acuerdo sino que se trata de una prueba muy fuerte, de un poderoso mecanismo de refutación y no verificación de cualquier percepción concreta que se haya tenido en la vertiente n°.2 . tanto en privado (la intensa interacción con el maestro zen
dokusan), como la exigente participación publica en rigurosas pruebas de autenticidad ( shosan), las distintas percepciones son sometidas a la confirmación por parte de aquellos que han adiestrado sus ojos cognitivos para ver lo trascendente. Cuando tales percepciones no coinciden con los hechos trascendentes revelados por la comunidad de miembros que participan de un espíritu similar, no son ratificadas (incluyendo, en este caso, aquellas percepciones pasadas que alguna vez fueron juzgadas como ciertas pero que ahora son consideradas de categoría inferior o a las que ahora son consideradas califica de parciales). Así pues, el zen, al igual que todas las demás escuelas contemplativas similares, dispone también de una sólida y valiosa metodología trascendental que tiene en cuenta nuestros tres aspectos de recogida y verificación de datos. Pruebas de la existencia de Dios
En su cúspide, la metodología trascendental nos proporciona una prueba experimental, verificable y repetible de la existencia de la Divinidad como hecho, como penúltimo Dato. Pero esa prueba no es (y, en realidad, realidad, no puede ser) tan sólo racional o lógica (y menos aún exclusivamente empírica). Pero esto, sin embargo, ha pasado continuamente desapercibido para la mayor parte de los teólogos y filósofos de la religión (desde Aristóteles hasta san Anselmo, santo Tomas de Aquino, Descartes y Leibniz y, en la actualidad, Morinmer Adler, Ronald Green, Alvin Plantinga, Ross et als), aunque jamás hay sido descuidado por los místicos y los sabios, desde Plotino (<>) hasta Pascal (<>) y Nagarjuna (cuya dialéctica sigue siendo la demostración más poderosa de la inadecuación de la razón para enfrentarse a lo divino). En todas las <> racionales de la existencia de Dios (la cosmológica, la teleología, la ontológica, la moral, etc.), el círculo está intentando demostrar la esfera, la cola pretende menear al perro en cualquier caso, como han demostrado, entre otros, filósofos como Russell o Mackie (por no 38
citar a Nagarjuna y otros), los resultados obtenidos no son nada convincentes. No quiero aburrir al lector con una crítica puntual de todas estas <> racionales porque ya se han ocupado de ello filósofos más competentes que yo. Sólo quiero decir que, aun creyendo en la existencia del espíritu, aun estando predispuesto a creer en ella, considero que las pruebas racionales son extraordinariamente débiles (incluyendo la supuestamente irrebatible <> óntica de Anselmo Scoto actualizada por Ross) y creo que todos esos argumentos pueden ser rebatidos fácilmente como han hecho multitud de filósofos. El problema esencial es que todas esas tentativas se fundamentan en un profundo error categorial, el intento de demostrar el reino transracional utilizando tan sólo operaciones racionales. Pro supuesto que la razón puede y debe intentar pensar sobre el Espíritu, aunque sea de modo inadecuado, y ala razón es perfectamente libre de ofrecer varios tipos de argumentos probables de la existencia del Espíritu pero ésas no son pruebas sino simples indicios, y no deberíamos discutir con ellas de hecho, en mi opinión, son relativamente saludables, comprometidas y atractivas, y está claro que prefiero el intento (imposible) de demostrar racionalmente la existencia del Espíritu que el intento racional (igualmente imposible) de demostrar su inexistencia. Pero aún el más allá de la difusa conclusión de que <>, una conclusión patéticamente pobre si la comparamos con la percepción directa, inmediata y profunda que que nos proporciona proporciona el ojo de la contemplación. El hecho es que, si no ofrecemos más que <> racionales de la existencia del Absoluto (pruebas que pueden ser tan atacadas como defendidas), cuando esas pobres pruebas mueran, también morirá el pobre de dios al que apuntaban. Este tipo de errores categoriales no hace más que más postergar nuestra comprensión de que, en realidad, existe una prueba instrumental de la existencia de Dios, pero el instrumento para alcanzarla no es la razón sino la contemplación, y la prueba es directa, no mediata. Las discusiones racionales sólo tienen interés como un complemento de la gnosis, pero son inútiles y erróneas si intentan reemplazarla.
¿Pero es eso ciencia?
¿Podemos considerar legítimamente como <> a quehaceres tales como el zen, el yoga, el cristianismo gnóstico, el vajrayana, el budismo, el vedanta, etc., por el hecho de ceñirse a las tres vertientes de recogida y verificación (o rechazo) de datos válidos? La respuesta, por supuesto, depende de lo que entendamos por <>. Si por <> entendemos todas aquellas disciplinas que someten a sus datos (procedentes de cualquier dominio) a esos tres aspectos de acumulación de conocimiento, entonces podemos decir perfectamente que las escuelas más puras del zen, del yoga, etc., son científicas, ya que son instructivas, instrumentales, experimentales, experienciales y consensuales. Desde esa perspectiva, del mismo modo que ahora hablamos de ciencias sociales, de ciencias hermenéuticas, de ciencias psicológicas y de ciencias físicas (la última es empírica y las demás fenomenológicas o trascendentales), también podríamos hablar legítimamente de <>. Hay muchos maestros de meditación que hablan de la ciencia y del yoga, de la ciencia del Ser y de la ciencia de la meditación, por ejemplo. Sin embargo, si por <> entendemos la ciencia empírica (y eso es, de hecho, lo que habitualmente significa), entonces resulta que no sólo las disciplinas meditativascontemplativas-espirituales no son científicas, sino que tampoco la son la hermenéutica, la fenomenología, la introspección, la psicología, las matemáticas, el psicoanálisis y la sociología interpretativa, por ejemplo. ¡Si la investigación empírico-analítica, como ya hemos visto, es inadecuada para ocuparse de los datos propios de intelligibiblia, mucho más lo será para habérselas con trascendelia! En el pasado me he mostrado claramente remiso en aceptara la idea de una <> porque su defensores han intentado implícitamente ampliar la definición de ciencia sin abandonar la modalidad exclusivamente empíricoanalítica . La mayor parte de los teóricos actuales de la 39
psicología, la filosofía y la sociología hace ya tiempo que han abandonado el empirismo puro (Piaget, Whitehead, Lacan, Habermas, Gadamer, Ricoeur, Bateson, etc.), y las disciplinas trascendentales, por razones más perentorias, deberían hacerlo mismo (trascender el empirismo, pero incluyéndolo). Hay muchos teóricos que afirman que las ciencias <> (trascendentales, transpersonales y espirituales) deberían ser disciplinas disciplinas puramente empíricas, sin aclarar lo que entienden por <>. Evidentemente, su concepción de lo <> se refiere (en sentido amplio) al o experimental y lo experiencial pero también, al mismo tiempo, hablan de datos sensoriales objetivos, generando de ese modo una ambigüedad que ha creado mucha confusión innecesaria. Veamos algunos ejemplos de los confusos resultados que se logran cuando se pretende <> la existencia de estados transpersonales empíricas. Comencemos con la monitorización fisiológica de los <>. Diversos investigadores han recurrido a meditadores, yoguis o swamis que afirmaban se capaces de entrar en un <> y los han conectado a un electroencefalógrafo (EEG) para tratar de verificar sus afirmaciones. El yogui entraba entonces en un <> ( samadhi ) y el EEG registraba una punta de respuesta completamente desconocida. Pero esto, sin embargo, ¿qué es lo que demuestra? Es demuestra simplemente que el yogui es capaz de alterar voluntariamente las pautas de su funcionamiento cerebral, pero al respuesta del EEG no nos proporciona ninguna demostración de la existencia de un estado de conciencia superior , sino tan sólo de un estado de conciencia diferente. En realidad, ese estado lo mismo puede se una nueva forma de psicosis que un brote de esquizofrenia catatónica o cualquier otra cosa. Por el contrario, es el yogui, usando su ojo interno contemplativo, el único que se pronuncia sobre la trascendencia de su estado. No es el EEG (una simple extensión del ojo de la carne) sino el yogui quien habla de estados elevados utilizando su ojo contemplativo. Que un determinado estado elevado de conciencia se correlacione con un determinado patrón de ondas
cerebrales puede ser un dato relativamente importante pero, a fin de cuentas, no es la máquina sino el yogui (y la comunidad de meditadores competentes que comparten pero, a fin de cuentas, no es la máquina sino el yogui (y la comunidad de meditadores competentes que comparten un espíritu similar) el único que puede determinar que se trata de un estado superior . La única demostración posible es contemplativa, no empírica. En este sentido, los datos empíricos son útiles, pero no son esenciales. Pero el problema real es todavía peor. Como ya hemos dicho en reiteradas ocasiones, lo superior deja sus huellas en lo infiero y esas huellas constituyen un campo de investigación legítimo, aunque limitado (porque nosotros vemos las huellas pero no el animal que las dejó).e l problema es que quienes recurren a la fisiología cerebral para <> la existencia de estados trascendentes, pronto descubren que su misma argumentación se les vuelve en contra y les ofrece pruebas evidentes de lo contrario, ya que si la fisiología cerebral permite registra esos supuestos <>, la única conclusión correcta a la que pueden arribar es que esos estados <> o <> no son más que acontecimiento que tienen lugar en el cerebro personal y que, por consiguiente, no tienen nada de transpersonales ni de trascendentales. Así, en el mismo momento en que el investigador transpersonal (p.ej.Orntein) replica: <> el empirista le responde: <> y ahora el transpersonalista ya no puede seguir recurriendo a la fisiología cerebral, porque él mismo había afirmado (para escapar a la primera crítica) que la fisiología era tan sólo lo que permitía percibir esos dominios superiores, unos dominios, en sí, no fisiológicos. En lo que respecta a esos ámbitos superiores, el transpersonalista no ha precisado empíricamente nada, y el empirista lo sabe. De este domo, el transpersonalista se encuentra de que ahora su oponente tiene nueva munición, ya que lo datos puramente empíricos, en lugar de demostrar la existencia de lo trascendental, lo transindividual y 40
lo transpersonal, sólo demuestran que el místico no está percibiendo el Espíritu sino la estructura de su cerebro. Y dado que el cosmos existe desde hace quizás unos quince mil millones de años y que el cerebro humano sólo tiene unos seis millones de años, ese <> (el cerebro) no tiene nada de infinito, eterno y omnipenetrante, sino que no es más que un simple chispazo neurológico en un cerebro personal. Así pues, el intento empírico de recurrir a la fisiología cerebral para demostrar la existencia de estados auténticamente trascendentales, termina convirtiéndose en un verdadero trascendentales, termina convirtiendo se en un verdadero obstáculo. Gran parte del problema radica en que los investigadores transpersonales han intentado saltar e que los investigadores sensorial-empíricos a los datos trascendental-contemplativos sin comprender que la investigación empírico-analítica no puede aplicarse al ampo intermedio de intelligibiblia. Por más evidencia electroencefalográfica de que dispongamos, los datos fisiológicos jamás nos demostrarán cuál es el significado de Macbeth, la verdad de la teoría de la relatividad de Einstein, la convivencia dela economía de merado, la geopolítica de la situación en Oriente Medio o el el significado de los jeroglíficos egipcios. Aunque todos datos procedentes de intelligiblia. Dejan huellas palpables en la fisiología cerebral, su esencia, su referente, su sustrato y su existencia mental. Así pues, el análisis de los registros fisiológicos es secundario par comprender intelligibiblia y extraordinariamente terciario para explicar transcendelia. El intento de pretender fundamentar las verdades trascendentales en la fisiología cerebral es tan inútil como tratar de conectar a Einstein a un EEG para descubrir si E realmente es igual a mc2. Así pues, la investigación empírico-analítica es extraordinariamente limitada y secundaria para explicar los ámbitos de intelligibilia y de transcendelia. Peor aún, cuando un investigador afirma que dispone de pruebas empíricas de cualquiera de estos ámbitos debe haber aceptado, aunque sea positivismo, lo cual de modo implícito, el criterio reduccionista del positivismo, le pone, inconscientemente, en manos del adversario de esos estados y hace peligrar, no sólo el avance de la auténtica fenomenología mental racional, sino también el de la genuina investigación trascendental. Ahora bien, yo no estoy diciendo que la palabra «ciencia» no pueda aplicarse legítimamente a los temas fenomenológicos y trascendentales, no estoy afirmando que no pueda haber una ciencia de intelligibilia y de transcendelia, tan sólo digo que la
metodología de la ciencia monológuica (o empírico-analítica) no puede aplicarse a esos estados superiores. Si hablamos de una «ciencia superior» (y creo que podemos hacerlo), debemos ser mucho más cautos que nuestros predecesores. Para finalizar, conviene tener presente una última precaución técnica que no podemos dejar de lado. Veamos.
Teoría e hipótesis
Hemos visto que cada una de las tres modalidades del conocimiento, la sensorial, la mental y la espiritual, nos permite acceder a un ámbito diferente de aprehensiones, o datos directos, inmediatos e intuitivos (sensibilia, intelligibilia y transcendelia). Démonos cuenta, sin embargo, de que los datos propios de la modalidad mental (palabras, símbolos y conceptos) son simbólicos, intencionales, reflexivos y referenciales, y pueden ser utilizados para señalar, o representar, datos procedentes de otros dominios: sensibiblia, la misma intelligiblia y trascendelia. La siguiente figura ilustra gráficamente todas estas relaciones epistemológicas: La modalidad n°5. corresponde a la simple cognición sensoriomotora, el ojo de la carne, la percepción presimbólica del mundo presimbólico (sensibiblia). La modalidad n°.4 consiste en el pensamiento empírico-analítico, la mente (intelligibiblia) basán dose y reflexi onand o sobre sensibi blia. La modali dad n°.3 es el pensamiento fenomenológico-mental, la mente (intelligiblia) basándose y reflexionando sobre intelligibilia. La modalidad n°.2, a la que llamamos pensamiento mandálico o 41
paradójico, es la mente (intelligiblia) intentando razonar sobre el espíritu, o transcendelia. La modalidad n°1., por último, es la gnosis, el ojo de la contemplación, la aprehensión transsimbólica del mundo transsimbólico, el conocimiento directo del espíritu como espíritu, la intuición inmediata de transcendelia. Pero si bien los datos procedentes de cualquier dominio son (en sí mismos y por definición) inmediatos y directos, los datos mentales señalan a otros datos (sensoriales, mentales o trascendentales) y constituyen, por lo tanto, un proceso mediato o intermediador, es decir, un mapa, un modelo, un proceso de establecimiento establecimiento de correspondencias. Este proceso de utilización de datos mentales (símbolos y conceptos) para explicar o cartografiar otros datos (sensoriales, metales o trascendentales) es conocido como conocimiento teórico. Ahora bien, el dominio sensoriomotor y el espiritual pueden ser objeto de teorías pero, en sí mismos, no generan teorías, ya que el primero de ellos es presimbólico y el último, transsimbólico, y las teorías son, esencialmente, producciones simbólicas o mentales. En el ámbito de lo sensorial y de lo espiritual existe una experiencia válida, un conocimiento válido y una percepción válida, pero no existe ahí ninguna experiencia simbólica o teórica. En breve volveremos sobre este importante punto pero por el momento vamos a ocuparnos de considerar con más detalle la naturaleza de las teorías mentales, lo cual nos permitirá explicar lo que entendemos por «ciencia». Una teoría o una hipótesis es el conjunto de datos mentales aprehendidos directamente que utilizamos como mediadores para cartografiar, explicar y organizar otros datos aprehendidos directamente. Tomemos, por ejemplo, la hipótesis empírica de que «el lado oscuro de la luna está hecho de queso verde». Al margen de la verdad o falsedad de este enunciado conviene advertir que comprendemos directamente su significado porque la proposición en sí misma es un dato mental, una percepción directa e inmediata de intelligibilia llevada a cabo por el ojo de la mente. La pregunta entonces es si los datos mentales designan o representan adecuadamente el dato físico sobre la luna. Para dilucidar definitivamente esta duda mandamos a una persona (o un instrumento) a la luna. De ese modo podemos obtener un dato físico directo e inmediato que nos permite descartar como falsa nuestra proposición intermedia, nuestro mapa.
Conviene subrayar este punto, aparentemente trivial, de que la misma hipótesis es un dato mental aprehendido directamente, porque de otro modo, el estatus de la mente, en manos de los empiristas, comienza a parecer como «nada más que» una entidad grosera, un mero reflejo físico, una «árida abstracción». Para los empiristas no hay nada tan real como el «territorio concreto» de sensibilia, sin comprender que la misma mente (el ámbito de intelligibilia) es un territorio experiencial tan (o más) real que sensibilia. Hasta el mismo William James cayó en ese peligroso reduccionismo. «Hay dos maneras de conocer las cosas -dice James-, conocerlas inmediata o intuitivamente [datos] y conocerlas conceptual o representativamente [lo que supondría algún tipo de mapa o teoría]. Aunque podamos conocer intuitivamente [no de modo espiritual, sino de modo directo e inmediato] cosas tales como el papel blanco que se encuentra ante nuestros ojos, la mayor parte de las cosas que conocemos, los tigres de la India, por ejemplo [es decir, los objetos que están fuera de nuestra conciencia sensorial presente], son meras representaciones simbólicas».67 Así pues, según James, el mapa-símbolo, la imagen o el concepto «tigre», por ejemplo, intermedia o apunta al tigre real pero, según él, el único conocimiento directo e inmediato es la experiencia sensorial del tigre real. De este modo, aunque parezca increíble, James pasó por alto el hecho de que el símbolo, la palabraimagen «tigre» es aprehendido o experimentado tan directa e inmediatamente por el ojo de la mente como lo es el tigre físico por el ojo que la carne. El territorio concreto de las ciencias fenomenológico mentales (la lingüística, por ejemplo) es la experiencia y la aprehensión intuitiva de los mismos símbolos mentales, de las palabras! Así pues, el «territorio real» no está confinado, en modo alguno, a sensibilia, ya que existen territorios sensoriales, territorios mentales y territorios espirituales, y todos ellos son dominios objétales reales y experienciales. Así pues no podemos calificar los «mapas» con el epíteto despectivo de «meras abstracciones», porque la abstracción forma parte de un territorio muy real, el territorio de intelligibilia. Una teoría o una hipótesis, pues, es un dato mental (o una gestalt de datos) aprehendido inmediatamente que se utiliza para señalar, cartografiar o sistematizar lógicamente de un modo mediato otros datos (sensoriales, mentales o espirituales) aprehendidos también de modo inmediato. Pero aunque una teoría sea un dato mental, el mapa bien puede estar equivocado 42
y lo que distingue a una teoría o una hipótesis de una formulación dogmática es la verificación experimental de los datos. Una hipótesis no es tan sólo una formulación de los datos presentes, sino el intento de crear un mapa que no sea sorprendido por los datos futuros, y la única manera de superar esta dificultad consiste en seguir recogiendo datos en el futuro. Ya hemos visto el modo de hacerlo. Recordemos los tres aspectos relativos a la recogida y verificación de datos, la instrucción, la precepción y la confirmación. En el caso de las hipótesis, en cambio, deberemos agregar el paso extra del trazado intermedio de mapas: el reajuste de (o en ocasiones el rechazo total) de la hipótesis o del mapa a la luz de los datos recién adquiridos. Una hipótesis, pues, es un mapa provisional al que se le añaden una serie de instrucciones. Freud, por ejemplo, recogía sus datos (imágenes, símbolos, sueños, asociaciones libres, abreacciones, etc.), formulaba sus teorías, las cotejaba con nuevos datos, reformulaba sus teorías, etc. Lo mismo podríamos decir de cualquier caso en el que no estemos hablando de la aprehensión experiencial i recta (de datos procedentes de cualquier dominio), sino de la cartografía mental sistemática de esos datos (procedentes de cualquier dominio). Esta misma metodología se aplica (o puede aplicarse) a la investigación empírico-analítica (n.° 4), a la indagación fenomenológico-mental (n.° 3) ya la investigación mandálica (n.° 2, es decir, a la cartografía mental, aunque limitada, de los dominios transmentales superiores). Creo que todo esto es evidente. Sin embargo, me interesa subrayar que los mapas, las teorías y las hipótesis, al margen de sus referentes (sensorial, mental o trascendental) y de su verdad o falsedad final, forman parte del conjunto de datos mentales producidos y aprehendidos directamente por la mente. Pero, por ello mismo, cualquier «ciencia espiritual», cualquier «ciencia auténticamente trascendente», es doblemente compleja porque, a diferencia de sensibilia o de intelligibilia, transcendelia no puede ser descrita adecuadamente en términos mentales o mapas. Los mismos datos espirituales son transmentales y trascendentales, y se resisten, e incluso se oponen, a todo trazado de mapas y codificación conceptual, racional y teórica. Cuando la mente intenta mirar o pensar sobre el espíritu produce resultados paradójicos. La mente puede mirar y cartografiar adecuadamente sensibilia porque la trasciende,
puede mirar y pensar adecuadamente sobre intelligibilia porque es su propio medio, pero no puede mirar ni pensar correctamente sobre transcendelia porque el espíritu la trasciende. Cuando el espíritu es descrito en términos mentales no lo hace en las categorías exactas, terrenales y de sentido común propias del pensamiento empírico-analítico ni con la sutileza de la lógica simbólica, sino en los escurridizos, paradójicos y poéticos términos propios de la razón mandálica. El conocimiento espiritual (gnosis, n.°I) es el conocimiento más directo, definido y claro posible, un conocimiento que trasciende toda conceptualización y que, por consiguiente, se resiste a toda categorización hipotética ya toda cartografía mental definida. Una de las definiciones habituales de cualquier tipo de ciencia es la «consistencia teórica». Incluso el mismo Charles Tart la acepta como criterio de «ciencia espiritual», de «ciencia de estado específico» o de «ciencia superior». Pero es inútil pedir consistencia teórica a los estados transteóricos. Por supuesto, el hinduismo. el budismo y otras doctrinas se expresan lógica y consistentemente, pero es un gran error pensar que la esencia de transcendelia puede ser expresada conceptualmente. Como dijo Watts: «El zen no intenta ser inteligible, es decir, capaz de ser comprendido por el intelecto». En palabras de Yogananda: «La razón es impotente para comprender las verdades trascendentales. La capacidad más elevada del ser humano no es la razón sino la intuición [gnosis]: una aprehensión del conocimiento que no se deriva de nuestros falibles sentidos y de nuestra endeble razón sino que brota, in- mediata y espontáneamente, del alma». Como explica Kaplan: «Los esotéricos ven la actividad mental de construcción de teorías como una función inferior de estado específico, una función pobre si la compararnos con aquellas otras funciones cognitivas completamente diferentes [aunque válidas] que tienen lugar en el conocimiento esotérico [espiritual]. Los esotéricos insisten en que el conocimiento esotérico no es un asunto teórico, lo cual significa que éste [el criterio de la ciencia] no puede aplicarse al conocimiento esotérico». ¿Qué entendemos por ciencia?
Por todos los motivos que hemos mencionado anteriormente he sido siempre muy reacio a hablar de <
superiores>>, de ciencias que se ocupan no de sensibiblia sino de intelligibiblia y de transcendelia. Pero cuando afirmamos que una determinada disciplina <> nos vemos abocados a un problema <>, un problema de <> porque <> ha llegado a significar, por diversas razones, <>, <> o <> . Según esto, si pro <> entendemos <> por <> deberíamos entender todo lo contrario. Pero si esto fuera así, la ciencia no sería la simple verificación (o refutación) empírica, porque entonces cualquier disciplina, comenzando por al matemáticas, sería <>. Debemos entender el término ciencia, en su sentido más general, como cualquier disciplina que clara, sincera y conscientemente permanezca abierta a las tres vertientes de recogida y verificación de datos. De este modo, con tal de que se someta conscientemente a esos tres tipos de filtros, el conocimiento no tiene por qué ser transmental , o incluso gnóstico. En este caso no sólo podríamos hablar legítimamente de ciencias de sensibilia (la física, la química, la biología, la astronomía, la geología), sino también de ciencias de intelligibilia (la lingüística, las matemáticas, la fenomenología comunicativa) y de ciencias de transcendelia (disciplinas abiertamente experimentadas y contemplativas como el zen, el vedanta, el vajrayama, etc.) Pero si hablamos de una <>, debemos ser muy cautelosos en no entender por ello una ciencia<> superior. Porque, si bien al sinceridad y apertura general de la empresa científica puede ampliarse hasta englobar los dominios correspondientes a inteligibilia y transcendelia, la estrecha metodología empírico-analítica no puede hacerlo. Por consiguiente, si deseamos hablar de ciencias superiores o de ciencia en general, conviene seguir las siguientes recomendaciones generales para evitar mucha confusión innecesaria. 1.Por <> entendemos explícitamente cualquier disciplina que se someta conscientemente a los tres aspectos de recogida y verificación de datos precedentes tanto de sensibilia y transcendelia.
2. Cuando los datos procedan o se basan en el dominio de sensibilia, hablaremos de ciencias empírico-analítico o monológicas, basadas en la modalidad n°4. 3. Cuando los datos procedan o estén basados en el dominio de intelligibilia, hablaremos de ciencias fenomenológicas, basadas en la modalidad n°4. 4. Cuando los datos procedan o se basen en el dominio de transcendelia, hablaremos de ciencias translógicas, trascendentales, transpersonales o contemplativas. Y seremos muy cuidadosos en dividir a estas últimas en dos clases. a. Ciencias mandálicas: el intento de la mente de clasificar y categorizar, aunque se a de modo inadecuado, los datos de transcendelia, basadas en la modalidad n°2. (lo cual incluiría la cartografía mental de los reinos transmentales, <> de la existencia del espíritu, discusiones verbales sobre la Divinidad, etc., en la medida en que comprendamos la relativa y paradójica inadecuación propia de esta modalidad). b. Ciencias noumenológicas o gnósticas: el conjunto de metodología e instrucciones que nos permiten percibir directamente transcendelia, una aprehensión directa e intuitiva del noumenon, del dharmakaya, basado en la modalidad n°1. Aceptamos provisionalmente la posibilidad de las paracienc ias, las ciencias que se ocupan de la investigación de los fenómenos paranormales. Una incursión en este complejo tema quedaría fuera del alcance de esta presentación. Señalemos tan sólo que: (1) las paraciencias y las ciencias trascendentales no son lo mismo puesto que, en casi todos los acontecimientos psíquicos, la mente y los sentidos no son trascendidos verticalmente verticalmente sino que simplemente se extienden de modo horizontal por medio de mecanismo (s) todavía oscuros. Aquéllas trabajan, por así decir, con parasensibilia y con paraintelligibilia, pero no con una transcendelia transmental. (2) Mientras que los dominios de sensibilia, intelligiblia y 44
transcendelia son estructuras normales, naturales y necesarias que aparecen invariablemente en todos aquellos seres humanos que completan su ciclo de crecimiento global, parece ser que los fenómenos paranormales pueden aparecer o no en distintos estadios del crecimiento (según algunos textos su aparición es más frecuente en la transición de la esfera mental a la espiritual). En cualquier caso, no parecen ser estructuras de crecimiento universalmente necesarias, sino estructuras de crecimientos excepcionales o paranormales. (3) Por ello la acumulación y verificación de sus datos es muy difícil, mucho más difícil incluso que en el ámbito de transcendelia, porque éste se trata de un estadio de crecimiento y de una estructura de conciencia superior pero natural que puede ser reiteradamente comprobada por todos aquellos que la alcanzan, mientras que, por el contrario, los fenómenos paranormales, como la creatividad, parecen ser mucho menos regulares. Algunos ej emplos
Tomemos la jerarquía de necesidades de Maslow (necesidades fisiológicas, de seguridad de pertenencia, de autoestima, de autorrealización y de atotrascendencia) como ejemplo de las cuatro ciencias mayores (monológicas, dialógica, mandálica y noumenológica). Aunque suele afirmase con frecuencia que la obra de Maslow está basada en la ciencia empírica (el mismo Maslow así lo decía), nosotros no vamos a cae en esa trampa semántica y filosófica. Veámoslo con más detalle. Las necesidades fisiológicas y, hasta cierto punto, las necesidades de seguridad, puede ser investigadas por ciencias empíricas monológuelas tales como la fisiología, al bioquímica, y la ciencia de la nutrición, por ejemplo, ya que sus datos esenciales proceden del ámbito de sensibilia y pueden ser controlados monológuicamente. Sin embargo, en lo que respecta a las necesidades de pertenencia y de autoestima, las ciencias empíricas y monológuelas no son suficientes porque sus datos, correspondientes ahora al dominio de intelligibilia, sólo se nos
revela a través del diálogo, del discurso intersubjetivo, de la interpretación, del intercambio de comunicación, etc. En este nivel, pues, Maslow ya no estaba haciendo ciencia empírica, sino ciencia fenomelógica y dialógica. Maslow descubrió que ciertos sujetos, más desarrollados o avanzados que la mayoría, manifestaban necesidades y estados de conciencia trascendentes que estaban estaban más allá del espacio, del tiempo, del yo independientemente y, por supuesto, del lenguaje y la verbalización. Maslow calificaba a este ámbito como percepción-identidad con el Ser absoluto (transcendelia). En otras palabras, esas persona no estaban percibiendo fenómenos sino noúmenos (el Ser), un dominio en el cual la metodología fenomenológica deja de ser apropiada. Evidentemente nosotros podemos hablar de la <> de los estados trascendentales, de la meditación y de las experiencias religiosas, pero esas experiencias no son tanto fenoménicas como nouménicas y, por consiguiente, la metodología fenomenológica (cuestionarios, informes verbales, relatos interpretaciones, etc.) resulta también inadecuada. Pero eso no significa que no debamos utilizarla. Lo que debemos reconocer es que los datos, las percepciones reales que tenemos de este nivel, ya no pertenecen al dominio de intelligibilia sino al de trascendelia y, por consiguiente, cuando pretendemos transcribir sus datos en forma verbal o fenomenológica, no sólo desvirtuamos la esencia de la percepción sino que las conclusiones a las que llamamos tienden a degenerar en afirmaciones contradictorias o paradójicas. Por supuesto que también hablamos con esas personas, les hacemos preguntas y recogemos informes verbales, pero en ningún caso debemos olvidar que estamos intentados traducir al lenguaje verbal formas y conceptos transconceptuales y transmentales. Así pues, este ámbito no requiere tanto el uso de las ciencias fenomenológico-dialóguicas como el de las ciencias paradójicas, translógicas o mandálicas. Éste es un punto sumamente importante, ya que nos obliga a reconocer que cualquier afirmación racional y mental sobre el Espíritu y el Ser será siempre (por las razones 45
señaladas por capítulo) contradictoria y paradójica. ¿qué descubrió, en realidad, Maslow, en el núcleo dela experiencia autotrascendente? Sólo podemos describir a esas personas, dijo como <>. Es precisamente esta unidad la que <>. Ya podemos imaginar las dificultades que encierra el intento de <> esos estados superiores en forma mental-verbal. Pero el problema es todavía mucho peor del o que el mismo Maslow suponía porque cualquier dialecto brillante, como, por ejemplo, el mismo Nagarjuna ,podría aducir que la descripción del Ser como <> es errónea porque sigue basándose en una noción dualista (ya que la unidad es lo opuesto a la diversidad). Tampoco ganaríamos gran cosa si dijéramos que el Absoluto es simultáneamente uno y diverso, porque estos dos términos constituyen también una clase (y, pro lo tanto, opuesta a otra clase: ni unidad ni diversidad), etc. Desde este punto de vista, hasta el mismo término <> es dualista, porque se opone a <>. Pero vayamos al grano: Uno delos propósitos de las ciencias superiores y translógicas consiste en la traducción de transcendelia a términos mentales y conceptuales y, aunque el Espíritu en sí no sea paradójico, es imposible describirlo en términos mentales y, cuando lo intentamos, sólo logramos resultados paradójicos. Así pues, las ciencias mandálicas siempre serán, en mayor o menor grado, paradójicas y, sino lo afrontamos y reconocemos así, siempre nos desconcertará que <> descalifiquen a nuestra ciencia mandálica tildándola de contradictoria. Hemos visto, que Maslow ejerció la ciencia empírica, la ciencia fenomenológica y la ciencia mandálica. En cada caso
presentaba y explicaba la metodología ( instrucciones) que había utilizado (cuestionarios, interpretación biográfica, los repetía y terminaba cotejando sus conclusiones con las de otros investigadores nuestros tres aspectos). En otras palabras, dejaba pistas claras para que los demás pudieran seguir su mismo camino y pudieran llegar a los mismos descubrimientos lo que él había logrado. Pero ¿practico acaso la ciencia noumenológica ? La respuesta es no. Maslow se limitó a estudiar a personas que habían tenido experiencias nouménicas (incluso él mismo había tenido algunas) pero no nos dejó ningún conjunto sistemático de instrucciones claras que puedan conducirnos a una percepció n de Ser comunalm ente confirmable. Así pues, a diferencia de lo que sucede con el resto de sus investigaciones científicas, Maslow no nos ha legado, en este terreno, ningún mapa que pueda permitirnos reanudar el camino y redescubrir sus mismos hallazgos. ¿Quiénes, pues, ejercen ciencia noumética? La respuesta es clara: los maestros zen, los maestros theravada, los adeptos del vajrayana, los contemplativos cristianos, los maestros del vedanta y, en definitiva, cualquier disciplina auténtica que nos proporciones, de modo claro y consciente, instrucciones, percepciones y confirmaciones comunales trascendentes (concepciones y confirmaciones comunes trascendentes (contemplativas). De todos modos, las mayorías de las ciencias gnósticas también hacen mandálica porque no ofrecen mapas y cartografías mentales de los reinos superiores para el uso de principiantes, aunque, en este caso, sean muy explícitas sobre su validez limitada porque no nos muestran la realidad sino simples representaciones de la misma. Como señala gráficamente el zen, las ciencias mandálicas son como el menú y nadie satisface el hambre comiéndose el menú en lugar de la comida. Hoy en día asistimos a la aparición de un nuevo tipo de científico, un científico que, dominando una, o más de una de as ciencias empíricas o fenomenológicas, se dedica también al estudio de una ciencia nouméntica. Los ejemplos son diversos. Noética (Mitchell, Harman), metapsiquiatría (Dean), psicología transpersonal (Sutich, Maslow), filosofía perenne o trascendental (Leibniz Huxley), etc. Este esfuerzo y el <
trascendental>> al que apuntan pretende usar e integrar los ojos de la carne, de al razón y de la contemplación haciendo así justicia a la totalidad del espectro y de las potencialidades humanas y divinas. ¿Qué sucede con el problema de la medida en las nuevas ciencias?
Hemos dicho que uno de los rasgos más característicos de la metodología propia de la ciencia empírica consistió en el uso de la medida, el genial aporte de Kepler y de Galileo. Ahora bien, si ampliamos la empresa científica (nuestros tres aspectos) hasta que incorpore también a los reinos superiores, cabe preguntarnos también qué sucede con la medida en cada uno de eso dominios. Como explicaba elocuentemente Descartes, una de las principales diferencias existentes entre le mundo físico (sensibilia) y el mundo mental (intelligibilia) es que el primero se caracteriza por la extensión y el segundo por la intención. Esta página, por ejemplo, forma parte del dominio de la materia, de la extensión, del espacio y del tiempo físico, tiene una extensión determinada (trece centímetros de longitud por veinte de altura9y es distinta de los demás objetos físicos que la rodean. Es por ello por lo que los objetos físicos (sensibilia) se ajustan perfectamente a la medición y podemos conocer fácilmente su longitud su anchura, su altura, su peso, etc. ¿Pero qué sucede con la esperanza, la envidia, el orgullo, la alegría y la comprensión? ¿Cuál es la longitud de un concepto? ¿Cuanto pesa la intuición? ¿Cuál es la anchura de una idea? La principal característica de intelligibilia no es la extensión sino al intención (su significado, su valor, su comprensión intersubjetiva) . Por eso no podemos aplicar el concepto físico concepto físico de espacio-tiempo físico a intelligibilia y, por ello, la meditación y al cuantificación física son de limitada utilizada en este dominio. Sin embargo no estamos afirmando que sea totalmente imposible aplicar algún tipo de medición y de cuantificación a intelligibilia ni tampoco decimos que éste ámbito carezca de espacio y de tiempo. Lo que sucede es que en el ámbito de lo
mental el espacio y el tiempo asumen formas más sutiles que en sensibilia. En el dominio de lo mental es un tiempo histórico (historia), una modalidad temporal que no sólo se caracteriza por la extensión sino también, y sobre todo, por la intención. El tiempo mental es un tiempo narrativo, el tiempo propio de nuestra historia vital, el tiempo de la historia de planes y de ambiciones, de objetivos y de fantasías, un tiempo sutil que puede acelerarse o enlentecerse, expandirse o contraerse, difundirse o concentrarse en función de nuestros intereses, un tiempo completamente diferente del tiempo causal de sensibilia, anclado en el presente fugaz que discurre monótonamente segundo tras segundo. El tiempo histórico, en otras palabras, trasciende al tiempo físico ya que puede expandirse hasta abarcar al pasado y al futuro, puede anticipar y recordar, rememorar e imaginar. De ese modo, el tiempo mental rompe las cadenas que esclavizan a la mente presente de las sensaciones y percepciones corporales y permite ampliar nuestra conciencia y asumir una perspectiva histórica. Esta modalidad temporal es más sutil, abarcadora y trascendente que el tiempo propio de sensibilia. En este momento, por ejemplo, su cuerpo permanece anclado en el tiempo físico pero su mente sigue mis intenciones y comprende los símbolos que utilizo, su mente se mueve en el tiempo histórico, acelerándose o enlenteciéndose, yendo hacia adelante y hacia atrás, esperando y recordando. El tiempo mental no se basa en el desplazamiento de las cosas sino de los pensamientos, es un tiempo que se extiende más allá del sencillo presente dejando, a su paso, las huellas de su intención. También el espacio propio de intelligibilia (un espacio que la jerga psicológica actual denomina «espacio psicológico») es más sutil que el de sensibilia. El espacio mental es el espacio de la propia identidad, de la imaginación, de los sueños, de la visión, el espacio interno en el que la mente realiza sus operaciones formales. El espacio mental ya no es el simple espacio físico de la extensión y de la causalidad sino un espacio narrativo, un espacio definido por nuestra historia, nuestras intenciones y nuestras decisiones. Este espacio es más sutil y trascendente que el espacio físico. Mi «espacio psicológico», por ejemplo, puede ampliarse hasta llegar a incluir, en su círculo, a mis amigos, mi familia e incluso mi país sin necesidad siquiera de desplazarme en el espacio físico. Así pues, intelligibilia se 47
caracteriza por el espacio mental y por su corre lato temporal, el tiempo histórico. En el ámbito de transcendelia el espacio-tiempo es tan sutil, tan trascendente, tan amplio y tan omniabarcador que incluso podríamos llegar a decir (¡paradójicamente!) que en este preciso instante, en el eterno momento que los místicos llaman nunc stans (al que distinguen escrupulosamente del nunc fluens, el presente fugaz propio de sensibilia), el espacio y el tiempo dejan de existir. En el ámbito de transcendelia penetramos en el dominio de lo Atemporal (que abarca Todo el Tiempo) y de lo Aespacial (que abarca Todo el Espacio). Volviendo ahora al tema de la medición podemos afirmar que no se trata de que el espacio y el tiempo sólo existan en el dominio de sensibilia sino que, a medida que ascendemos en el espectro de la conciencia, el espacio y el tiempo se van haciendo cada vez más sutiles (es decir, cada vez menos densos, groseros y concretos) y, por consiguiente, más abarcadores y trascendentes pero, del mismo modo, también la medida se va sutilizando y, por consiguiente, se va haciendo más compleja hasta perder todo sentido al penetrar en el dominio de transcendelia. La medida, pues, es una dimensión que caracteriza básicamente el dominio de sensibilia. En cambio, en el ámbito de intelligibilia, la medición no se refiere tanto a la extensión como a la intención. Solemos hablar, por ejemplo, de la intensidad de un valor, de cuánto amamos a alguien, del grado de ambición y de la medida de la inteligencia. También solemos utilizar la medida numérica como un indicador del valor relativo (como sucede, por ejemplo, cuando dos personas del mismo sexo juzgan subjetivamente a un miembro del sexo opuesto según una escala «de uno a di ez»).Enelcampodelafenomenología social, por su parte, se ha trabajado mucho sobre la cuantificación de las intenciones mentales (otra medida no extensional). Incluso en el mismo ámbito de transcendelia hablamos del grado de progreso y del nivel de comprensión espiritual (los diez estadios de la iluminación, por ejemplo). Podríamos decir, pues, en sentido amplio, que la medida se refiere a la «cantidad relativa» de un determinado dato y, puesto que todos los dominios tienen su datos, la medición es aplicable a todos ellos. Sin embargo debemos ser muy cautelosos para no confundir la medida de la extensi6n con la
medida de intenci6n y con la medida de la transcensi6n (o nivel de trascendencia). El problema es que el empirismo científico sólo concibe la forma más sencilla y objetiva de medida (sensibilia). La medición de lo subjetivo (intelligibilia) es mucho más difícil de realizar y no digamos ya de lo espiritual (transcendelia). Por esto es por lo que los científicos desestiman aquellos datos que no se sometan a la medición física cometiendo, de ese modo, el crimen que ha terminado conduciéndonos a un «universo sin cualidades». No obstante, todas estas dificultades podrían remediarse fácilmente si no olvidáramos que la medición propia de las ciencias monológicas es esencialmente una medida extensional, la de las ciencias dialóguicas es intencional y la de las ciencias dialógicas es intencional y la de la ciencia gnóstica es transcensional. Resumen y conclusión: las ciencias del espíritu (las <> )
Los alemanes han acuñado una palabrota feísima pero que define perfectamente nuestra ciencia superior, Geistenwissenschaften. Geistenwissenschaften. Geist significa, al mismo tiempo, mente y espíritu, englobando pues, precisamente, todos los dominios que no son físicos o empíricos. Wilhelm Dilthey, el creador del término, señaló que junto a las ciencias naturales habían aparecido las Geistenwissenschaften, las ciencias mentales y espirituales («la historia, la economía nacional, las ciencias jurídicas y del estado, la ciencia de la religión, el estudio de la literatura y de la poesía, del arte y de la música, de los sistemas y de las visiones filosóficas del mundo y, finalmente, de la psicología»). Fue precisamente el genio de Dilthey el que se dio cuenta de que, aunque las ciencias naturales se ocupen del mundo natural objetivo y las ciencias del espíritu del mundo cultural, histórico y espiritual, Geist (la mente y el espíritu humano), sin embargo, conforma, informa, moldea y modifica al mundo objetivo y material (sensibilia), un punto que ya hemos ejemplificado anteriormente cuando hablábamos de la pintura de Goya (donde intelligibilia da forma a sensibilia). Pero, evidentemente, lo mismo sucede con transcendelia, ya que este dominio configura e informa a los niveles inferiores, desde 48
intelligibilia (como razón mandálica, poesía mística, etc.) hasta sensibilia (como arte, escultura, templos, etc.). Geist (la mente y el espíritu), pues, se objetiva a sí mismo y, por consiguiente, una parte de las ciencias del espíritu no sólo se ocupa de los dominios superiores, sino que también se ocupa del significado y el propósito de sus particulares objetivaciones en los dominios inferiores (el reino intermedio de la cultura y la historia y el reino inferior de la naturaleza y la materia física). Según Dilthey, para «decodificar» las objetivaciones de Geist son precisos dos elementos esenciales. El primero de ellos es Erlebnisse, mi vivencia personal, mi experiencia vivida en el dominio en el que tiene lugar la objetivación (un concepto similar al de adequativo ). Si pretendo comprender una determinada objetivación de la mente o del espíritu deberé adecuar , vivencialmente, mi Erlebnisse, al dominio que produjo la objetivación, o si no, Como dice la sabiduría bíblica, estaremos echando perlas a los cerdos. A partir de Erlebnisse deberé luego intentar comprender (verstehen) o captar desde dentro, la mente o el espíritu que configuraron su propia objetivación. «y comprender un aspectos del espíritu objetivo significa relacionar este fenómeno con la estructura interna que se expresa en él. Es decir, si la objetivación o expresión original fue un movimiento desde el interior hacia el exterior, la comprensi6n debe operar al revés intentando recrear su vida interna y su significado en un movimiento desde el exterior hacia el interior. Así pues, las ciencias del espíritu «"se basan en la relación existente entre vivencia, expresi6n y comprensión." La expresión es necesaria porque la estructura espiritual subyacente sólo puede comprenderse en ya través de sus manifestaciones externas. La comprensión es un movimiento que procede desde el exterior hacia el interior, un proceso que termina conduciendo a la aparición de un objeto espiritual ante nuestra visión...», una visión que sólo podemos ver con el ojo de la mente y/o de la contemplación. El caso es que los dominios superiores siempre dejan sus huellas en los inferiores. Los reinos superiores configuran, informan, crean, moldean, producen y modifican las manifestaciones de los reinos inferiores. Pero, sin embargo, esas producciones no pueden ser captadas por los reinos inferiores ni tampoco pueden reducirse a ellas. Así pues, éste es precisamente el objeto de las nuevas ciencias auténticamente
superiores, lo superior en sí, lo superior como algo objetivado, cuantificado, expresado y encarnado en lo inferior.
3. UN MAPA MANDÁLICO DE LA CONCIECIA
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Hemos hablado ya de la necesidad de un paradigma comprehensivo que englobe las ciencias monológicas, dialógicas y translógicas. Cuando tal paradigma se aplique a la psicología debería proporcionarnos un mapa, o modelo, del espectro global de la conciencia (su evolución, su estructura, sus niveles, etc.), un modelo que integrará los estadios materiales (o sensoriales), los mentales y los trascendentales (o espirituales). En este capítulo vamos a ocuparnos de investigar este posible modelo. La naturaleza del desarrollo
Dondequiera que miremos, decía el filósofo Jan Smuts, no vemos más que totalidades. Totalidades jerárquicas que forman parte de totalidades mayores, integradas, a su vez, en totalidades superiores. Campos dentro de campos que, a su vez, están incluidos dentro de otros campos, extendidos a través de todo el cosmos, entrelazando entre sí todas y cada una de las cosas. Además, decía Smuts, el universo no consiste en una totalidad estática, pasiva e inerte. El cosmos no es perezoso sino energéticamente dinámico (e incluso creativo) y tiende a producir totalidades cada vez más elevadas, inclusivas y organizadas. Este proceso cósmico global que se despliega a lo largo del tiempo no es otro que la evolución. Smuts denominaba holísmo a ese impulso hacia unidades superiores. Siguiendo esta línea podríamos decir que, dado que la mente, o el psiquismo, forman parte del cosmos, en la misma mente (tanto en sus modalidades más simples y rudimentarias como en las más complejas e inclusivas) podemos hallar la misma disposición jerárquica de totalidades dentro de totalidades. En términos generales, esto es precisamente lo que ha descubierto la moderna psicología. Como dijo Werner: <>. Jakobson habla de <>, donde cada capa que consta de varios niveles principales, cada uno de los cuales es <<meta>> con respecto al anterior. Por todo
esto podríamos concluir esta aproximación general diciendo que es muy probable que el psiquismo, al igual que totalidad del cosmos, esté compuesto de múltiples capas (sea <>) y englobe totalidades, unidades e integraciones cada vez más ordenadas. La evolución holística de la naturaleza, que produce por doquier totalidades cada vez mayores, se manifiesta en el psiquismo humano como desarrollo o crecimiento. La misma fuerza que produjo a los seres humanos a partir de las amebas es la que convierte al niño en adulto. En otras palabras, el crecimiento de una persona desde la infancia hasta la madurez no es más que una versión miniaturizada de la evolución cósmica o, como también podríamos decir, que el crecimiento o desarrollo psicológico humano es un simple reflejo al mismo fin, el despliegue de unidades e integraciones cada vez más elevadas. Ésta es una de las principales razones por la que el psiquismo está, en realidad, estratificado. De modo my similar a las formaciones geológicas de la tierra, el desarrollo psicológico procede nivel a nivel, etapa tras etapa, estrato sobre estrato, y cada nuevo nivel se supone al anterior incluyéndolo y trascendiéndolo (<>, como diría Werner). Por consiguiente, en el desarrollo psicológico, la evolución de la conciencia tiene lugar de un modo tal que la totalidad de cualquier nivel se convierte en una mera parte de la totalidad propia del nivel superior que, a su vez, no es más que una pequeña parte del siguiente nivel (lo que Koestler llamaba <>, una entidad que, mirando hacia abajo, es una totalidad y mirando hacia arriba es tan sólo una parte). Veamos, por ejemplo, el desarrollo del lenguaje. El niño comienza aprendiendo a balbucir, luego emite el sonido, más amplio, pequeñas frases, oraciones simples y, por último, aprende oraciones complejas. En cada una de estas etapas, las partes (por ejemplo las palabras) terminan integrándose en totalidades superiores (por ejemplo, oraciones) y, como señala Jakobson, <>. 50
En general, la moderna psicología evolutiva se ha dedicado a investigar y explicar los distintos niveles, etapas y estratos de la constitución humana: mente, personalidad, psicosexualidad, carácter, conciencia y relaciones objétales. Los estudios cognitivos de Piaget y Werner, así como los trabajos de Loevinger, Arieti, Maslow y Jakobson, y los estudios sobre el desarrollo moral de Kohlberg, suscriben, total o parcialmente, esta idea de distintas capas o estadios estratificados de unidad, complejidad e integración creciente. En este punto podemos preguntarnos: ¿Cuál es, pues, la unidad superior a la que podemos aspirar? O quizás, sin llegar a formular la pregunta en términos tan absolutos, preguntémonos simplemente ¿Cuál es la naturaleza de algunas de las etapas superiores del desarrollo? ¿Qué tipo de unidad se manifiesta en las almas más evolucionadas de la especie humana? En términos simples y generales, todos sabemos que las etapas y niveles <> del psiquismo son instintivos, impulsivos, libidínicos, ídicos, simiescos y animales. También sabemos que algunos de sus estadios <> son adaptados a la sociedad, mentalmente ajustados, egoícamente integrados, sintácticamente organizados y conceptualmente avanzados. Pero ¿cómo son las etapas <>? ¿Acaso constituye el <>, o el <> la meta superior de la conciencia de los seres humanos? El ego individual es una unidad maravillosa de orden superior pero, comparada con la Unidad del cosmos en su conjunto, no es más que un insignificante fragmento de la realidad holística. ¿Es acaso concebible que la naturaleza se haya esforzado durante miles de millones de años tan sólo para producir este pequeño ratón egoico? El primer problema con el que nos encontramos cuando intentamos responder a este tipo de preguntas consiste en decidir exactamente qué es una personalidad auténticamente superior y en encontrar ejemplos de las mismas. En mi opinión, en la medida en que la humanidad prosiga su evolución colectiva esto resultará cada vez más sencillo porque aumentará el número de personas <>y los psicólogos se verán obligados a incluir en sus análisis estadísticos perfiles de los
niveles supriores del desarrollo humano. Sin embargo, mientras no llegue ese momento, nuestra idea de <> o de <> seguirá siendo bastante filosófica. No obstante, los pocos teóricos dotados que se han tomado la molestia de ocuparse de este problema, como Bergson, Tonybee, Tolstoi, James, Schopenhauer, Nietzxhe, Maslow y Hegel, por ejemplo, han llegado a la conclusión de que los grandes místicos y sabios del mundo representan algunas de las etapas superiores, si no las más elevadas, del desarrollo humano. Posiblemente, como afirman el estudio de Maslow, dispongamos ya de ejemplos claros de personas sumamente desarrolladas y evolucionadas, los grandes místicos y sabios del planeta. Supongamos, pues, que el místico-sabio representa la etapa superior del desarrollo de la humanidad, un estado tan alejado de la humanidad promedio como ésta de los simios. Si esto fuera así tendríamos una muestra aproximada del <>, una especie de <>. La mayor parte de los místicos-sabios nos han dejado un registro detallado de las distintas etapas y subetapas por las que fueron atravesando en sus propias transformaciones hacia las regiones superiores de la conciencia, permitiéndonos, de ese modo, hablar no sólo del nivel de conciencia y de superconciencia superior, sino también de todos los niveles intermedios que nos conducen a él. Si unimos esas etapas superiores y los añadimos a las etapas inferiores e intermedias, que tan minuciosamente estudia y describe la psicología occidental, dispondremos de un modelo global y equilibrado del espectro de la conciencia humana. En otros lugares ya he presentado este tipo de síntesis. Veamos cuáles son los resultados. Los reinos inferiores
La psicología oriental y occidental coinciden en afirmar que los niveles inferiores del desarrollo tiene que ver con funciones y procesos meramente materiales y biológicos: procesos somáticos, instintos, sensaciones y percepciones e 51
impulsos emocionales y sexuales. Piaget le llama estadio sensoriomotor, Arieti lo denomina instintivo, exoceptual y protoemocional, y para Loevinger es un estadio presocial, simbiótico e impulsivo. En el vedanta corresponde al reino del annamayakosa y pranamayakosa pranam ayakosa , los niveles correspondientes al hambre y la sexualidad emocional. Los budistas se refieren a él como los cinco vijnanas inferiores o el reino de los cinco sentidos. El yoga de los chakras lo vincula a los tres chakras inferiores: muladhara, nivel raíz material y pleromático, svadhisthana o nivel emocional-sexual y manipura, o agresividad-poder. Es también el ámbito correspondiente a los tres skandhas inferiores del sistema psicológico del budismo theravada; el cuerpo físico, la sensaciónpercepción y la emoción-impulso. En su jerarquía de necesidades, Maslow incluye las dos necesidades inferiores: las necesidades fisiológicas y las necesidades de seguridad. Todo esto, en definitiva, apunta a una de las principales ideas de Freud: <>. Ahora bien, el ego corporal, o yo corporal, tiende a evolucionar, casi todas las escuelas psicológicas modernas coinciden en afirmar que el infante es incapaz de distinguir el yo del no yo, el sujeto del objeto, el cuerpo del entorno. Es decir, en sus primeros estadios de desarrollo (los primeros cuatro u ocho meses de vida), el niño es literalmente uno con el mundo físico, está confundido con él. Como dijo Piaget: <>. Esa etapa inicial de unidad material , llamada por Piaget <>, es denominada <> y <> por Loevinger. <> es un antiguo término gnóstico que significa el universo material, la materia prima y la virgo mater . <> se refiere al símbolo mitológico de la serpiente que se muerde la cola y significa <>, <> (autista y narcisista) y también se refiere a los impulsos alimentarios reptilianos y a las sensaciones y percepciones más primitivas y rudimentarias.
A partir de esta etapa de fusión primordial emerge el yo independiente y, como decía Freud, el yo comienza apareciendo como cuerpo, como ego corporal. El niño muerde la sábana y no le duele pero se muerde el pulgar y sí le duele. Así va aprendiendo que exista una diferencia entre el cuerpo y el no cuerpo hasta que termina desviando su atención desde el pleroma hasta el cuerpo. Así pues, a partir de la primitiva unidad material emerge la primera sensación real del yo, el ego corporal, el niño se identifica con el nuevo cuerpo emergente, con sus sensaciones y emociones, y va aprendiendo gradualmente a diferenciarlas del medio material que le rodea. Debemos advertir, sin embargo, que el ego corporal, al diferenciarse del entorno material, trasciende realmente ese estado primitivo de fusión y fijación y, al trascenderlo, puede realizar operaciones físicas sobre él. Hacia el final del período sensoriomotor (el segundo año, el niño ha llegado a diferenciar el ego corporal del universo material hasta el punto que tiene una imagen bastante estable de la <> y puede articular muscularmente las operaciones físicas que realiza sobre esos objetos. Puede coordinar el movimiento físico de diversos objetos en el entorno, algo que no podría hacer fácilmente si no pudiera diferenciar a sí mismo de esos objetos. Subrayemos, pues, esta tríada: al diferenciar el yo de un objeto, el yo trasciende a ese objeto y puede operar sobre él (utilizado como herramientas las estructuras del yo propias de ese nivel que, en este estadio, es el cuerpo sensoriomotor). En el estadio (s) correspondiente (s) al ego corporal, el yo deja de estar encadenado al entorno material-pleromático y se identifica con el cuerpo biológico. El yo, o ego corporal está dominado por los instintos, los impulsos, el principio del placer y los impulsos y descargas involuntarias, todos ellos procesos primarios e ídicos perfectamente descritos por Freud, entre otros. El tifón era un animal mitológico mitad ser humano mitad serpiente (uróboros), por ese motivo llamamos <> al ego corporal. Los reinos intermedios
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Sin embargo, finalmente comienzan a emerger del ego corporal funciones auténticamente mentales o conceptuales. A medida que el niño perfecciona el lenguaje, va penetrando en un mundo de símbolos, ideas y conceptos que el permiten elevarse por encima de las fluctuaciones del simple, instintivo, inmediato e impulsivo ego corporal. El lenguaje posibilita, entre otras cosas, el desarrollo de la capacidad de representar cosas y acontecimientos que no están inmediatamente presentes ante nuestros sentidos corporales. Como dijo Robert Hall, <>. El lenguaje es, pues, una forma de trascender el mundo presente (también en los niveles superiores se trasciende el lenguaje pero, para llegar a lo transverbal desde lo preverbal, debemos antes pasar por lo verbal, lo cual, aunque sólo sea la mitad de la historia, constituye un logro nada desdeñable). Por medio del lenguaje podemos anticipar el futuro, y planificar y disponer nuestras actividades presentes en función de él. De este modo podemos demorar y controlar nuestros deseos y actividades corporales presentes. Esto constituye, como explicaba Fenichel, <>. Así, por medio del lenguaje y de sus estructuras simbólicas y temporales, podemos postergar y canalizar la inmediatez de las descargas instintivas e impulsivas meramente biológicas. Ya no estamos completamente a merced de los apremios instintivos sino que, en cierto modo, podemos trascenderlos, lo cual significa que el yo está empezando a diferenciarse del cuerpo y comienza a emerger como un yo mental, verbal y sintáctico. Subrayemos, pues, que cuando el lenguaje permite la emergencia de un ego mental, éste se diferencia del cuerpo, lo trasciende y puede operar sobre él utilizando las herramientas que le proporcionan las estructuras mentales (puede demorar que las descargas corporales inmediatas y postergar la gratificación instintiva mediante la interposición de órdenes verbales). Esto permite, al mismo tiempo, una sublimación de la
energía emocional-sexual del cuerpo hacia actividades más sutiles, complejas y evolucionadas. Ente el cuarto y el séptimo año de vida (tras el estadio edípico), surge un ego mental relativamente coherente y diferenciado del cuerpo, que trasciende el mundo meramente biológico y, por consiguiente puede operar en cierta medida sobre él (y también sobre el mundo físico) de lo que Piaget llama <>, un pensamiento que permite operar sobre el mundo concreto y sobre el cuerpo mediante la utilización de conceptos, termina consolidando esta tendencia. Durante la adolescencia tiene lugar otra diferenciación importante que consiste en que el yo se diferencia de los procesos de pensamiento concreto y en esa misma medida, los trasciende y, por consiguiente, puede operar sobre ellos. No debemos, pues, sorprendernos de que Piaget denominara a este período (el estadio más elevad de su sistema) como estadio de las <>. Éste es un estadio que nos permite operar sobre el mismo pensamiento (es decir, trabajar con objetos no sólo físicos, sino también lingüísticos), una operación compleja que, entre otras cosas, nos permite elaborar las dieciséis proposiciones binarias de la lógica formal. Sólo quiero subrayar que esto es posible porque la conciencia, al diferenciarse del pensamiento concreto, lo trasciende y entonces puede operar sobre él, algo que no podría hacer si la conciencia fuera lo mismo que el pensamiento concreto. (En realidad, en este estadio el proceso todavía es muy incipiente y termina consolidándose en los estadios superiores. En cualquier caso el hecho es claro: la conciencia comienza ahora a trascender el ego mental verbal). El ego mental verbal es conocido en el budismo mahayana como el manovijana (mano significa y proviene, de la misma raíz que <>), en el hinduismo se conoce como manomayakosa, en el budismo hinayana como el cuarto y quinto skandha (palabras y pensamientos) y es también el cuarto y quinto chakra, la mente racional-verbal y visuddha. En el sistema freudiano corresponde al ego maduro y al proceso secundario. Es el lenguaje y los niveles conceptuales de Arieti, la conciencia 53
y los estadios individualistas de Loevinger, la modalidad sintáctica de Sullivan, las necesidades de pertenencia y de autoestima de Maslow, etc. (Para un estudio más detallado de todas estas correlaciones, ver capítulo 8). Ahora bien, a medida en que la conciencia empieza a trascender el ego mental verbal, puede también integrarlo con todos los niveles inferiores. Es decir, cuando la conciencia deja de identificarse exclusivamente con alguno de esos elementos, puede integrar al cuerpo y a la mente en una totalidad holística de orden superior. Hay, pues, quienes se refieren a este estadio como <> (Sullivan, Grant y Grant), <> (Loevinger), <> (Maslow), <> (Fromm, Riesman). Mi descripción favorita proviene del comentario de Loevinger sobre el estadio superior de Broughton, el sexto, en el cual <