Las diferencias culturales de las regiones de la República Dominicana
La cultura de la República Dominicana en cuanto a su pueblo y costumbres se nutre de la mezcla de raíces españolas, africanas y tainas. La República Dominicana fue la primera colonia española en el Nuevo Mundo. Ciertas enfermedades traídas por los colonizadores españoles que eran desconocidas para los habitantes nativos prácticamente eliminaron a la mayoría de los indígenas Taino de la isla; por lo que los colonizadores a importar cantidades muy grandes de esclavos africanos para reemplazar a los nativos. Luego de la liberación haitiana de toda la isla, la esclavitud fue abolida y negros libres (y aquellos con mezcla de razas) se diseminaron por toda la isla. Sin embargo, existen diferencias de clase y educación que separan los diversos grupos. Las élites privilegiadas con alto poder adquisitivo son principalmente descendientes de españoles, (otros incluyen italianos y franceses) y en menor proporción, descendientes de africanos, mientras que la mayoría de la clase baja son mulatos principalmente de ascendencia africana y la tribu Robert puro negros. La cultura metropolitana disponible a la clase alta y la clase media alicaída (a causa de recientes turbulencias económicas) es comparable con la vida comparable a la de los habitantes de las ciudades desarrolladas de Europa y los Estados Unidos. Región del Cibao
La región del Cibao es particularmente rica en arte y cultura, y su ciudad principal, Santiago es cuna de manifestaciones de todos los campos artísticos y culturales. Folklore
El folklore es el conjunto de tradiciones, creencias y costumbres de las clases populares. En Santiago el folklore tiene manifestaciones propias y diferentes al resto del país tanto en el Carnaval, el Merengue, las Décimas, el Refranero, las Tonadas, los Aguinaldos, y otras.
Las caretas joyeras tienen los chifles gruesos, firmes y ligeramente arqueados hacia afuera y hacia arriba, florecidos de puyas o espinas, mientras que las pepineras los tienen finos, puntiagudos y lisa su superficie. En cuanto al vestuario, en ambos es un traje que cubre de la cabeza a los tobillos de colores brillantes y adornados con cascabeles, pitos, cintas y espejitos. En la cintura llevan enrollado un rabo que popularmente es conocido como morcilla. Además, en la mano portan un foete o látigo y una vejiga.
En 1965 don Tomás Morel creó un concurso anual de caretas de lechón, que patrocina en su Museo Folklórico, integrando esta actividad al desarrollo de esta fiesta tradicional. Merengue: Baile Nacional Dominicano
Es difícil determinar el origen del Merengue, baile nacional de la República Dominicana. La música del Merengue se produce por tres instrumentos muy simples: La güira. Es un cilindro de latón en el que se han practicado rugosidades de manera que al rozarla con alambres produce un sonido metálico profundo y característico. Su sonido depende del diámetro del cilindro e incluso del número de radios con que se frota dicho. La tambora. Es un rudimentario tambor que se apoya horizontal en las piernas y se golpea simultáneamente con la mano y con un palo, uno por cada lado. El acordeón. El acordeón suele utilizarse para completar los huecos entre los compases fuertes del merengue, adquiriendo en muchas ocasiones un papel principal. El merengue fue uno de los primeros en ser tocados con acordeón. En el Cibao el Merengue tiene su máxima expresión y ha tenido los más famosos exponentes, desde que Ñico Lora regularizó la melodía letra de las composiciones, hasta los actuales compositores e intérpretes como son: Sergio Vargas, Wilfrido Vargas, Juan Luís Guerra, Jhonny Ventura, Los Hermanos Rosario, entre otros. Bachata
También conocida como género del amargue, este ritmo surge con la espontaneidad popular siendo los intérpretes del barrio. Nace como un bolero de cuerdas siendo considerado José Manuel Calderón por algunos investigadores como el iniciador de este género en los años 60 del pasado siglo. Posteriormente los cantantes Rafael Encarnación y Luís Segura la popularizan calando en el gusto popular. Desde los años 80 Luís Vargas se destaca como cantante aportándole una armonía diferente a la que originalmente posee la bachata en sus orígenes. Posteriormente con Anthony Santos le es incorporado un nuevo lenguaje en el empleo de la guitarra y la percusión. La bachata nueva comienza en Montecristi, en las Matas de Santa Cruz. Dentro de la diversidad de ritmos dominicanos la posición de la bachata con respecto al merengue ha generado discusión entre los expertos respecto al futuro y expansión de ambos géneros musicales, siendo tema de debate el lugar que ocupan estas expresiones musicales en el mercado, a fin de lograr posiciones privilegiadas en el gusto popular. El Son
Durante muchos años se ha discutido la posibilidad del origen dominicano del son y si éste puede considerarse un ritmo nacional. Este género musical aparece entre los años 1870 y 1890 alrededor de las ciudades de Montecristi y Puerto Plata. Existe la teoría de que el son es un híbrido entre elementos hispanos y africanos que parece haberse derivado del bolero, o es una forma nativa de tocar bolero rítmico o bolero con jaleo que se mantuvo hasta los años veinte del siglo pasado. Con el tiempo, la forma de tocar este ritmo se llamó bolero-son, y la tradición le asigna su creación a Miguel Matamoros. Por lo regular se habla de Lágrimas Negras como la primera composición musical con esta variante, siendo esta composición realizada en los años treinta. En 1925 graba sones el Sexteto Habanero por primera vez. Para esta época en el Cibao, y en especial en la provincia de Santiago en República Dominicana, ya existían grupos similares durante esta década y las posteriores. Desde entonces la influencia cubana a través de la grabación y difusión de su música sobrepasa los límites geográficos, culminando entre 1930 y 1950 con la propagación del son cubano en la República Dominicana.
Para algunos investigadores lo que hoy se conoce como bachata fina, no es más que el son al estilo de principios del siglo XX. Los Atabales
Son el género de la música dominicana que mejor representa la tradición rítmica africana. A su vez ofrecen como contrapartida de sus múltiples ritmos la melodía y la temática hablada de origen europeo. También llamados Palos de Vela, proliferan en República Dominicana más de cincuenta modalidades de los mismos en todas las regiones. En su forma pura representan una música ceremonial traída por los negros esclavos directamente del África donde predominan las influencias del Congo, Angola y Camerún. El Pambiche
Para varios autores el "merengue a pambichao" o pambiche tuvo su origen en Puerto Plata hacia 1917. Se dice que es un tipo de merengue desarrollado durante la primera ocupación militar norteamericana, entre los años 1916 y 1924, como una imitación a los frustrados intentos de los estadounidenses por no poder bailar de forma correcta en las fiestas a las cuales asistían frecuentemente, creando los dominicanos un paso de baile llamado merengue yanqui, acompañado de un nuevo ritmo de tambora y una canción con letras sobre una fábrica de Palm Beach. En referencia a la ciudad de La Florida surge el nombre de llamar al ritmo Pambiche, derivado de la pronunciación de "Palm Beach", como forma de liberar la humillación política sufrida por los dominicanos ante la ocupación extranjera.
La Tumba
De procedente africana, fue el baile nacional dominicano hasta mediados del siglo XIX, alcanzando difusión y popularidad en toda su geografía hasta concentrarse en los campos de Jarabacoa, en la provincia de La Vega, y desaparecer finalmente.
Su complicada coreografía semejaba a los bailes cortesanos del siglo XVIII, donde las parejas hacían reverencias y cambios. Se bailaba formando cuatro filas de dos parejas cada una, colocándose en filas paralelas mujeres y hombres que posteriormente se dividen en pequeños cuadros mixtos de cuatro personas que, con una serie de reverencias y cambios de lugar, ejecutaban catorce figuras distintas, siendo en todo momento el paso de la mujer y el hombre distintos. Región Sur
En toda América, el Sur lleva connotaciones que van más allá de una mera posición geográfica. La palabra Sur ha adquirido diversas antonomasias: el lugar remoto, la región incógnita y misteriosa. El Suroeste ha sido y sigue siendo una zona de grandes sorpresas topográficas, como lo son: un gran lago salado, fuentes de aguas sulfurosas, grandes cordilleras. Estas provincias están repletas de riquezas mineras (recordemos el apodo de "minoso" para el barahonero) que le ha suministrado uno de los varios renglones de producción. Hay allí salinas, minas de yeso, de mármol, de bauxita, de larimar, de petróleo. Abundan, además, las fuentes de agua mineral, que surgen espontáneamente a lo largo de la carretera turística que bordea la península y en otros puntos de la zona; es Galván el más conocido y el más aprovechado actualmente. El Suroeste ha tenido un desarrollo económico muy diferenciado, con grandes contrastes. La caña ha contribuido grandemente a la riqueza y a la pobreza de la provincia de Barahona, creando grandes latifundios y atrayendo una fuerza laboral radicada en los paupérrimos bateyes. El café también siguió ese patrón de latifundio, con mano de obra extranjera. En años más recientes ha sido notable el que esta zona haya mostrado poco crecimiento en los sectores de zona franca y de turismo, que buscan diversificar la producción. Volvemos entonces a pensar en las dificultades de comunicación del Suroeste, con el centro regidor, la capital, como una razón posible para este retardo del cambio de los sectores primarios hacia los secundarios y terciarios. Pero la economía agrícola y minera ha rendido lo suficiente para que se creara también en el Suroeste, como en todas las regiones del país, una élite cuya producción cultural a menudo
entroncaba con lo popular. Flérida de Nolasco recoge un folklore musical de manera sistemática; mientras que Casandra Damirón y Papito Rivera hicieron otro tanto con un giro "popularizador" para los bailes de la región, como son: mangulinas, balsiés y carabinés. Los Cuentos del Sur de Sócrates Nolasco también engarzan sucesos y creencias del pueblo en la producción literaria fomal. Tendríamos que mencionar a Rafael Damirón quien, a pesar de haberse criado en Santo Domingo, nunca renegó de su estirpe sureña. Y no sólo los sureños describen al Sur seco y violento; hagamos una lista corta con las novelas Pablo Mamá (de Freddy Prestol Castillo) y Los carpinteros (de Joaquín Balaguer). No es esto menos cierto en la República Dominicana, donde el Sur; tanto el Sur corto, el más cercano a la capital, y especialmente el Sur largo, el que llega hasta la frontera con Haiti; es visto como una zona distante y diferente a todo el resto del país. Es ésta la imagen que persiste en el mapa mental de las personas que no conocen la región. Guazábara y triculí, bayahondas y bacases, así se pretende, a veces, resumir a esta región. Y volvemos entonces a la raíz popular y a su fuerza particular en la región, especialmente en lo religioso. La imagen de un Sur supersticioso queda alimentada cotidianamente por las mútliples historias de curanderos y embrujados, de galipotes y biembienes que permanecen en forma oral, así como en la literatura ya antes esbozada. Su distancia real e imaginada de los centros administrativos le significó durante siglos una menor concentración de la iglesia católica, a la vez que su proximidad con Haití le permitió recibir y mezclar a su albedrío otras prácticas mágico-religiosas. También se suma la fuerte influencia del "olivorismo", que llega desde San Juan a toda la zona. Pero ya en esta última mitad del siglo XX, la Iglesia Católica ha renacido como institución de gran influencia en la zona, tanto por su apoyo a las organizaciones no gubernamentales de diversas comunidades, así como por su trabajo con la población haitiana a ambos lados de la frontera. Dentro de esta línea de la religiosidad popular, podemos evocar el gagá, de larga herencia, y el Carnaval, especialmente el de Cabral. Es este único en el país, por cuanto muestra visos de un culto a la muerte, al ofrendarse las máscaras de los cachúas en el cementerio. Es una región con mucha pobreza. En el transcurrir de los años ha vivido un proceso de estancamiento económico, social y cultural.
Con relación al idioma, sus pronunciamientos muy marcados en la R. hacen el sonido de la letra S y de la letra C como si fuera Shh. Son muy dados a la eliminación de palabras como: tardes=buenas tardes, se me olvidó=se me olvidó, cambian la O por la U, pol Dio=por Dios, ello=ellos y ta=está. En el menú tradicional de la región sur de la República Dominicana, la ingesta de Chén Chén y Chacá, como alimentos, es un recurso cultural con significado social, típico emocional y simbólico, parte del patrimonio específico de los pueblos fronterizos de San Juan y la Provincia de Elías Piña, que hoy se integra con orgullo a la oferta turística enalteciendo su destino. Los cultivos de habichuelas (frijoles), arroz y maíz, cebolla, propios del valle de San Juan, el café de Peravia, las uvas de Bahoruco y los famosos plátanos de Barahona, constituyen los productos agrícolas más importantes de la despensa natural, materias primas
de la
impresionante naturaleza natural, salvaje, verde, vegetal, y placentera de la región sur de la República Dominicana. Atrévase a inventar el día, tomando rumbo al sur y saboree los sabrosos mangos banilejos, un verdadero “patrimonio nacional”, de la dulce tierra sur. En San José de Ocoa “se hacen las mejores galletas del país. y los mejores dulces de higo,
cajuil, maní con leche, naranjas con leche, lechosa seca” Región Este
La Región Este ocupa toda el sureste de la isla Hispaniola. No se acostumbra decir "Región Oriental", aunque ocasionalmente se emplea esta denominación. También se conoce como Sureste. Al sur está limitada por el Mar Caribe y al este por el Océano Atlántico. En el noreste limita también con el Océano Atlántico y en el norte con la Bahía de Samaná y Los Haitises. Los límites en el noroeste no están bien definidos, aunque la Sierra de Yamasá separa parcialmente esta región de la Región Norte o Cibao. El límite suroccidental corresponde aproximadamente al curso del Río Haina.
Como es común definir la extensión de las regiones por las provincias incluidas, en años anteriores no se incluía en el Este el territorio de la actual provincia Monte Plata ya que era parte de la provincia San Cristóbal. El anterior Distrito Nacional (los actuales Distrito Nacional más la provincia Santo Domingo) a veces se incluía en la Región Sur pero, debido a sus características fisiográficas, es preferible incluirlo dentro de la Región Este. Prácticamente toda esta región se ubica en la región geomorfológica conocida como Llanos Costeros del Caribe y una de las características principales de ella es la presencia de extens as sabanas. También las regiones geomorfológicas de las Llanuras Costeras de Miches y Sabana de la Mar, Cordillera Oriental y Pie de Monte de la Cordillera Oriental se encuentran en su totalidad en la Región Este. La región geomorfológica de Los Haitises se encuentran principalmente en el Este, especialmente su mitad oriental y la vertiente sur. En la Región Este hay varias cadenas montañosas, todas ellas de relativa baja altitud. Estas cadenas son la Cordillera Oriental y la Sierra de Yamasá, esta última con varias estribaciones como la Sierra Prieta al norte de la ciudad de Santo Domingo. Todos los ríos de importancia de la Región Este tienen un curso de norte a sur, desembocando en el Mar Caribe. Algunos de ellos son Yuma, Chavón, Soco, Higuamo, Brujuelas (cuyo parte inferior es subterránea), Ozama y Haina. La Región Este incluye las provincias El Seibo, Hato Mayor, La Altagracia, La Romana, San Pedro de Macorís, Santo Domingo y el Distrito Nacional. A veces el Distrito Nacional y la provincia de Santo Domingo se excluyen de esta región debido a la presencia de la ciudad de Santo Domingo, capital del país y donde se concentra una gran parte de la población y actividad económica del país. A diferencia de otras regiones, el este celebra sonadas de atabales cada semana en una comunidad distinta. Desde enero, el baile de palos, como creación artística y cultural, se inició para no pararse en las provincias, pueblos y campos de la región este de República Dominicana, zonas donde se celebran unas 120 fiestas de atabales, muchas dedicadas a un santo de la Iglesia católica o un jefe de familia fallecido.
En ciudades como Higüey, Hato Mayor, El Seibo, San Pedro de Macorís y La Romana, así como en zonas rurales y barrios, desde enero hasta noviembre, las cocinas huelen a arroz con leche, carne y víveres, por ser la temporada de mayor flujo de celebraciones de sonadas y velaciones de atabales. Los atabales o fiestas de recordación o religiosidad popular son costumbres heredadas de los españoles y el negro esclavo de África, que se establecieron en América Latina y el Caribe durante la época de la colonización hacia 1512 y que sirven como espacio de encuentro y punto donde los pueblerinos y aldeanos convergen para afianzar su identidad. A pesar de que en otras regiones la música estridente de reguetón, rap y otras, que dominan a la juventud, en ciudades como Hato Mayor, El Seibo, Higüey, San Pedro de Macorís, municipios y comunidades circunvecinas, las sonadas y cantos de atabales se perennizan con el tiempo y cada vez son más asistidas y se desarrollan con mayor esplendor, donde se observa un número significativo de jóvenes. Hay fiestas de estas que se han convertido tan famosas que son tomadas por muchas personas para estrenar zapatos, camisas, vestidos y poner a oler con finas fragancias en perfumes a quienes asisten. Las fiestas de atabales son en el este cada vez más interesantes, porque en muchas de ellas se hacen las porfías, que consisten en que un cantador expone un problema siempre de un drama sentimental y otro responde con música y décimas. Las sonadas de atabales son atrayentes e involucran aspectos mágico-religiosos, que absorben el tiempo y alegran el alma a quienes participan de las cantadas y al público que las observa. En las provincias de Hato Mayor, San Pedro de Macorís, El Seibo, Higüey y La Romana, concentran raíces étnico-culturales, que permiten que las sonadas de atabales o velaciones, como las llaman en algunos campos de la zona, puedan tener una variedad y una riqueza extraordinaria en el aspecto rítmico e instrumental, ignorado por compositores e intelectuales dominicanos. En Hato Mayor, son verdaderas concentraciones de masas, que, en muchas ocasiones, como épocas electorales, aprovechan los políticos para promocionarse. Los novenarios más
famosos en la región este se concentran en Hato Mayor, El Seibo e Higüey, donde además se involucran autoridades municipales, provinciales y hasta nacionales, ya que las apadrinan porque les gusta ese tipo de actividad. No cabe duda que cada de las regiones tienen sus propios matices que las identifican como tal, es sorprendente que estando en el mismo país seamos tan distintos. Pero creo que es la belleza de la diversidad, solo cuando descubrimos que somos dominicanos y que pensamos distintos en todos los sentidos no une a toda una identidad y es la que nos identifica como es: la alegría, el sabor, la disponibilidad, acogedores (aunque se ha perdido debido a las desconfianzas que se ha desatado), somos solidarios, pero sobre todo somos dominicanos. Nuestras regiones están cargadas de una riqueza inmensa y que nos identifica a cada uno, pero a pesar de nuestra diversidad nos identificamos como dominicanos.
Materia: Sujetos Sociales y Antropología Realizado por: José Alcide Encarnación Tineo Matrícula: 1-16-9291 Facilitadora: María Estervina Burgos, MA