JOSE MARIO GARCIA SURIA
[HISTORIA DE LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA] CRISTIANA ]
1. LA VIDA Y LA ESPIRITUALIDAD DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Hablando de los primeros cristianos, la conversión al cristianismo significaba un cambio radical de vida: sobre todo interior pero sobre todo con decisivas consecuencias externas; el contexto en que se desarrollo era el de un ambiente de deseo de verdad, insatisfecho con las explicaciones religiosas filosóficas y científicas del momento, y que el cristianismo cubría admirablemente con su presentación de una única Verdad, completa y abarcante, personal, viva y encarnada. El cristianismo primitivo no exigía directamente ninguna renuncia a las realidades terrenas, políticas, profesionales, familiares, sociales, como tales; pero éstas- en las circunstancias específicas del imperio romano y de la época.- estaban inficcionadas de elementos idolátricos e inmorales: culto al emperador, esclavitud, espectáculos indecentes y violentos, peculiar concepción de familia, etc. Ser cristiano significaba, en la práctica, estar preparado y dispuesto para el martirio. Por otra parte, podríamos decir que el martirio era el único proceso de canonización de la época; de tal forma que, junto a los modelos de santidad presente en la misma Sagrada escritura se presentaba continuamente como modelo de santidad el heroísmo de los mártires, mártires, y se acudía a su intercesión. intercesión. El martirio era también la perfecta práctica de las virtudes y mandamientos: este uso nos muestra precisamente que en la espiritualidad de estos primeros siglos, se pueden considerar conceptos equivalentes “martirio”, “santidad”, “cristianismo vivido en plenitud”.
El cristianismo era visto, pues, como una prueba del intenso y heroico amor a Dios que posee el que lo sufre, y una perfecta imitación de Jesucristo, pues se le sigue hasta en la muerte violenta e injusta, análoga a la que el mismo sufrió. En estos tiempos se dio una gran armonía entre vida ordinaria ordinaria y la vida vida espiritual. Los Los cristianos estaban presentes en todos los ambientes y actividades civiles, con la naturalidad naturalidad del que era un ciudadano más. Esa normalidad de vida les llevaba al heroísmo en lo ordinario. Quizá precisamente por eso supieron ser fieles en las grandes ocasiones, cuando fue necesario. Sus oraciones las hacían en nombre de Jesucristo, por Él y en Él, además de dirigirse también a Él. No se olvidan de recordar que toda la comunidad cristiana debe formar una comunidad orante, más aún, que toda oración tiene un carácter público y comunitario, aunque se rece solo. Se destacan tres momentos principales en los que conviene recogerse para orar: mañana, tarde y noche. “Para mi, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el
cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba, como
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desde dentro de la alegría” (Santa Teresita del niño Jesús). Esta misma convicción
tenía los primeros cristianos, y con esa seguridad elevaban sus plegarias. Su accionar evangélico era natural y espontáneo, apoyado en él buen ejemplo y en las ordinarias relaciones familiares, profesionales y sociales; pero de gran eficacia práctica, tanto en el numero de conversiones como en su calidad. La misión apostólica surgía con naturalidad del mismo bautismo y santidad personales: todo buen cristiano, por simple hecho de serlo se sentía movido a difundir el evangelio. Así poco a poca fueron surgiendo formas de vidas cristianas totalmente distintas, practicada por los ascetas y vírgenes; aquellos que viven en una constante ejercitación de las virtudes, en función del reino de los cielos. Estos vivían habitualmente con sus familias, en su ambiente social y profesional, como los demás cristianos y como cualquier ciudadano, pero que poco a poco por conveniencia se fueron separando. Todo este testimonio lo encontramos en primer lugar en los Padres apostólicos, también: La Didache, Epístola de Bernabé, La epístola a los corintios de San Clemente Romano, las Epístolas de San Ignacio de Antioquia, la Epístola a los filipenses de San Policarpo de Esmirna, los Padres apologistas, las obras de San Justino, las Actas de los Mártires. Sobre la reflexión sistemática de la vida espiritual, es importante tener claro, cual es la verdadera espiritualidad, puesto que surgieron muchas herejías: concepciones de espiritualidad, tomando elementos de religiones mistéricas y también concepciones e interpretaciones reduccionistas de la verdadera espiritualidad; es muy importante y emocionante, poder conocer como a lo largo de la historia la Iglesia a logrado superar con creces éstos males.
2. ANALISIS DEL TEXTO PROPUESTO Y SINTESIS PERSONAL
Si tomamos en cuenta todos los elementos considerados en la espiritualidad primitiva, y nos remitimos a nuestros tiempos, es pues importantísimo que ahora seamos unos verdaderos y auténticos testigos de esa palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Somos hijos de nuestro tiempo, del hoy que vivimos y cada uno de nosotros es consiente de las dificultades a las que tenemos que enfrentarnos; nuestra historia ha marcado nuestra identidad y es desde nuestra realidad, de donde tenemos que asumir un verdadero y autentico cristianismo capaz de reflejar la vida divina de Dios, en cuanto estemos unidos y fortalecidos como los primeros cristianos. Puesto que la Iglesia está constituida por nosotros los hombres, pecadores inclinados al mal, la Iglesia también necesita ir purificándose e ir buscando la conversión de sus hijos; y es
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que en nuestro tiempo es menester considerar frente a que realidad de pecado, o desorden moral, social, político y espiritual tenemos que enfrentar y ahí poder hacer resplandecer la Verdad que es Cristo y así dar testimonio de lo que creemos. La rutina diaria y el activismo al que nos vemos sometidos nos dificulta poder vivir nuestra espiritualidad más intensamente, tanto desde el punto de vista comunitario como individual. Esto nos impulsa a darle un mayor protagonismo a la espiritualidad en nuestra vida diaria. Cuando las circunstancias personales nos superan y cuando vivimos momentos de felicidad plena es cuando más nos acordamos de la espiritualidad. Pero nos encontramos con una gran dificultad en el propio ritmo de vida que nos impone la sociedad, la escala de valores que hacen que vivamos nuestra propia espiritual reducida a mi voluntad y no al querer de Dios. Es importantísimo aceptar el verdadero reto: una verdadera y autentica conversión al Señor, es lo que nos pide el papa en el Año de la fe. Que esta conversión surge de un verdadero encuentro con el Señor resucitado que nos impulsa por su amor a una nueva vida. La fe es la certeza, seguridad y convicción que nos mueve a obrar, y de esta manera el accionar del hombre transforma la realidad en la que habita. Puesto que Dios mismo no otorgo el gran don de la FE, nosotros somos capaces de responder, con la integridad de nuestros actos, buscando una fiel participación de su vida divina. La Iglesia necesita hombres de fe ahora, como lo hicieron nuestros hermanos, en la Iglesia primitiva, un verdadero compromiso con Dios, al grado que tenemos que ser conscientes de la responsabilidad de nuestros hermanos, sabiendo que somos hijos de un mismo Padre. La autenticidad es lo que la Iglesia espera de nosotros, es asumir mi propia realidad, y hacerlo que me compete: ser testigo de Cristo.
