EL PERSONAJE TRÁGICO PRETENDE A LA MUERTE: LA BÚSQUEDA DE UN PRONTO FIN QUE NO CONDENE EL ALMA
“All is vanity” C. Allan Gilbert
CARLOS ANDRÉS LÓPEZ DUQUE Presentado a: ARBEY ATEHORTÚA ATEHORTÚA
UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN ESCUELA DE ESPAÑOL Y COMUNICACIÓN LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y LITERATURA LITERATURA DEL RENACIMIENTO 04 DE DICIEMBRE DE 2008 1
EL PERSONAJE TRÁGICO PRETENDE A LA MUERTE: LA BÚSQUEDA DE UN PRONTO FIN QUE NO CONDENE EL ALMA “Cuando haya muerto, llórame tan sólo mientras escuches la campana triste, anunciadora al mundo de mi fuga del mundo vil hacia el gusano infame”
William Shakespeare (Soneto LXXI) Aunque bien se sabe que la muerte no es un tema exclusivo de la obra de William Shakespeare y que su misterio ha embrujado a los hombres de todos los tiempos, es de particular interés observar la forma en que este autor aborda el tema, pues en sus obras trágicas (principalmente en Hamlet, Macbeth, Otelo y Julio César) se percibe la existencia del ser como algo efímero y se presenta a la muerte como el hecho que cierra el ciclo de un destino predeterminado para sus personajes e incluso como algo deseado por los mismos.
A lo anterior podemos añadir que, si reconocemos que el concepto de muerte cambia en cada época y cultura, y que el arte consigue representarnos esas concepciones particulares, podríamos afirmar que en Shakespeare puede encontrarse el concepto de muerte de la época isabelina (finales del siglo XVI) en Inglaterra; así por ejemplo mientras el Cristianismo concibe a la muerte como el inicio de un eterno premio o castigo del alma que hace a las personas temerosas del pecado y la ira divina, las religiones orientales (como el Hinduismo) creen en la transmigración del alma una vez que el cuerpo fallece y que los errores cometidos se pagarán en la próxima vida por medio del padecimiento de la carne, y los romanos tenían la creencia del Non Plus Ultra (no hay más allá) y concebían la muerte como la nada, el sueño eterno; por su parte, Shakespeare nos muestra una época en la que el hombre se ha instalado en la cima de la naturaleza, pero se encuentra frente a una vida difícil, llena de problemas e inconvenientes para su propia realización, por tanto aparece en él la muerte como alternativa al peso de una vida dolorosa, así lo expone el profesor de la Universidad de Antioquia Mario Yepes Londoño al decir: “ Una vida iluminada por la nueva razón renacentista, por eso mismo vida más ambiciosa, de horizontes más abiertos que los del mundo feudal, pero más ajena al
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hombre común…Mayor ambición y mayor frustración…¿Entre una vida sin sosiego y un más allá desconocido pero ya muchas veces relatado con detalles minuciosos, qué hacer? ”1.
Como vemos, la muerte en dicha época no es ya sólo un hecho natural, sino también deseado. Los personajes de Shakespeare se dirigen hacia su muerte sin el más mínimo deseo de evitarla, al contrario, aun conociendo el presagio – por medio del sueño de Calfurnia en Julio César y de las tres brujas en Macbeth – o a sabiendas del desenlace trágico de sus acciones – el abandono autodestructivo de Hamlet y la ira ciega de Otelo que al enfrentarse a la verdad lo aniquila – se lanzan hacia ella con toda la valentía que requiere el encuentro con ese abismo desconocido.
Serán pues dos los caminos a seguir en este momento: primero la muerte como punto de inicio y cierre del círculo que constituye el destino de los personajes de las tragedias shakesperianas, algo similar a lo que en la tragedia griega se conocía como “el sino trágico del héroe”, y segundo, cómo el personaje busca acortar el camino de ese círculo sin acudir al suicidio, pues a pesar de todo, el temor a la posibilidad del castigo eterno al otro lado de esa oscura noche impide tal resolución.
Para comenzar tenemos que es la muerte quien da inicio al hilo de los acontecimientos que se van enhebrando para construir el argumento de la tragedia, y es también la muerte quien da la puntada final para el cierre del telón “ La sangre clama por sangre ” dice Macbeth frente a la aparición del rey Duncan, y en un diálogo con Lady Macbeth “ Sólo el crimen puede consumar lo que ha empezado el crimen ”, en una especie de restauración del equilibrio al interior de la
narración; el círculo se cierra en la corte de Dinamarca al morir el rey Claudio con ponzoña, igual que en su propio crimen, pero no sin antes morir el ejecutor de la venganza quien en medio del cumplimiento de su empresa ocasiona la muerte de varias personas; se cierra también en el castillo de un rey Macbeth usurpador del trono cuando es asesinado por el hijo de su víctima; lo completa Marco Bruto al lanzarse sobre la misma espada con que dio muerte a César; y finalmente Otelo al apuñalarse una vez descubierta la verdad, con la diferencia, YEPES LONDOÑO, Mario. Un tema de Shakespeare y sus contemporáneos: La fugacidad de la existencia. Revista de extensión cultural Universidad Nacional de Colombia N° 13 y 14. MedellínColombia. 1982. Págs. 35-42. 1
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estos dos últimos, de ser jueces y verdugos de su propio crimen, anteponiendo el honor al temor a la muerte. Sin la acción de venganza, búsqueda de poder, o violencia irascible causada por los celos, la vida de estos personajes no habría llegado al fin trágico, este hecho es asimilable al del Pélida Aquiles, quien aún sabiendo que su vida sería corta si regresaba a combatir enceguecido por la ira, se lanza a la batalla sin pensarlo dos veces y es muerto por el príncipe Paris, cumpliendo así ese destino que él mismo ayudo a definir, pues su intención con esa muerte temprana, buscada a propósito, era la de conseguir gloria eterna.
Esto nos lleva al segundo punto, en el que el personaje trágico no busca evitar su final, sino precipitarlo, aquí se debe considerar el hecho de que el hombre del siglo XVI – y no sólo en Inglaterra – se encuentra en un proceso de reflexión en torno a su propia existencia e inicia un profundo cuestionamiento – al saberse dueño de su ser – sobre si la vida, con todo el sufrimiento y dolor que trae consigo, merece soportarse o por el contrario, debe buscar el reposo de la muerte, coincidiendo con el concepto romano de la misma, de esta manera lo expone Hamlet:
“Ser o no ser, esa es la cuestión: si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera Fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro. Morir: dormir, nada más. Y si muriendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales herencia de la carne, sería una conclusión seriamente deseable ” 2
Ahora bien, si por una parte la muerte se presenta como algo deseable, hay un obstáculo que aparece para pasar de la idea a la acción y es, como lo dice Hamlet en el mismo monólogo “el temor al más allá ”, tanto por su desconocimiento, como por el posible castigo divino; pero
la solución a dicho obstáculo se encuentra cuando el personaje descubre una manera de acortar la vida sin emplear su propia mano, evitando así el fuego eterno: “¡ Ojalá que esta carne tan firme, tan sólida, se fundiera y derritiera hecha roció, o el Eterno no hubiera promulgado una ley contra el suicidio! ¡Ah, Dios, dios, que enojosos, rancios, inútiles e inertes me parecen los hábitos del mundo! ”3. La idea es entonces – frente a la incógnita de lo que
SHAKESPEARE, William. Hamlet, Principe de Dinamarca. Espasa Calpe S.A. Madrid-España. 1994. Pág. 124-125. 3 Ibídem. Pág. 71. 2
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encontraremos después de la muerte – acortar la propia vida mediante la acción temeraria, vivir con frenesí, de manera acelerada, retando a la muerte y el destino, para que así la muerte llegue sola y el pecado del suicidio no nos lleve a una eternidad de castigo. Es por esto que Hamlet acude a una batalla que sabe desigual, aún con un mal presagio que desdeña al decirle a Horacio: “ Nada de eso; los augurios se rechazan. Hay singular providencia en la caída de un pájaro. Si viene ahora, no vendrá luego. Si no viene luego, vendrá ahora…Todo es estar preparado”4. De la misma manera actúa César frente a la
predicción del sueño de Calfurnia, pues no desmiente la predicción y aún así sale en busca de la muerte que le espera paciente en el Senado: “¡ De todas las maravillas que he oído, la que mayor asombro me causa es que los hombres tengan miedo! ¡Visto que la muerte es un fin necesario, cuando haya de venir, vendrá ”5. Mientras Macbeth combate temerariamente
con aquel no nacido de mujer, a la vez que Otelo y Marco Bruto buscan el plácido refugio de la muerte al reconocer su delito para evitar soportar el peso de su conciencia.
William Shakespeare consigue presentarnos una visión global de la muerte en su época, en la que el hombre que se ve enfrentado a grandes dificultades para trascender en un mundo que hace cada vez más grandes las brechas sociales, y donde reconoce la injusticia, el dolor y el desengaño amoroso como condiciones de vida, se ve frente a la disyuntiva de soportar la vida como la conoce o lanzarse al vacio de la muerte alzándose sobre el temor a lo desconocido – y a la divinidad si se opta por el suicidio – motivo por el cual muchos hombres de su época se lanzan a la aventura para conseguir trascendencia por medio de la riqueza o el poder, o mueren en el intento. La muerte que cierra el destino del personaje trágico se presenta también entonces como un elemento de justicia o equilibrio que sólo puede verse en el arte, en contraste al panorama de hostilidad, desigualdad e injusticia que ofrece la realidad.
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Ibídem. Pág. 203. SHAKESPEARE, William. Macbeth, Otelo y Julio César. Editorial EDAF S.A. Madrid-España. 2001. Pág. 218. 5
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