La institucionalización de la geografía A lo largo del siglo XIX, y especialmente durante su segunda mitad, diversos factores concurrirán al establecimiento de la geografía como una disciplina con carácter autónomo, integrante del concierto de las ciencias. Entre ellos, cabe destacar la expansión del número y consolidación social de las denominadas sociedades geográficas, muy vinculadas al proceso de exploración y colonización territorial. También la presencia de la geografía en los programas de enseñanza básica que se fueron estableciendo a lo largo de este siglo obligó a formar a un cuerpo de profesores que asumiese esta tarea, los que a su vez fueron conformando un grupo o cuerpo específico de individuos que se reconocían como geógrafos y actuaban como tales. Esto también incentivó el establecimiento de cátedras universitarias de Geografía, que se intensificó a partir de 1860 (Capel y Urteaga, 1984). Por último, la inscripción de la producción geográfica en los parámetros de cientificidad del período también contribuye a esto. En el marco de la consolidación y sistematización del positivismo, que tendrá lugar en la segunda mitad del siglo XIX, dar una respuesta acerca de cuál era el objeto de la geografía resultaba una necesidad imperiosa, en especial a partir de la publicación de la obra de Augusto Comte en 1844, que impuso la definición y clasificación de las ciencias según su objeto de estudio. Será el evolucionismo, que dará fundamento a la definición de un objeto propio para la geografía: la relación entre el hombre y el medio. Esta definición permitirá superar la "explosión" de la geografía y el creciente divorcio entre las ciencias de la Tierra y del hombre, dando nuevos fundamentos a un viejo tema de interés central y recurrente en la geografía, como es el de la influencia del medio en los seres vivos en general, y en particular en los hombres. La comprensión de los fenómenos de la superficie terrestre pasará a ser abordada como resultado de procesos de interacción entre las condiciones específicas que la misma presenta en cada lugar y los seres vivos que se adaptan a ella. Y esto será válido también para los seres humanos: las diferencias de la humanidad, esas mismas diferencias que las exploraciones estaban documentando tan acabadamente, pasan a ser interpretadas como resultado de la incidencia de los factores naturales, diferentes en cada lugar. El énfasis puesto en esta relación y, en este sentido, más aún de la influencia del medio sobre los hombres, dará lugar a lo que conocemos como determinismo geográfico; con más precisión, cabe decir que el evolucionismo dará un fundamento conceptual a nociones de determinación natural que, como ya hemos señalado, estuvieron presentes en distintos momentos de la historia. La geografía se consolidará, así, como una disciplina con un objeto propio: la relación hombre-medio, cuyo abordaje puede realizarse a través del método positivista. Ambas cuestiones -objeto propio y metodología científica- le aseguran un lugar entre las ciencias. También adquirirá el carácter de conocimiento útil para sociedades embarcadas en procesos de definición estatal y expansión colonial: el discurso determinista dará una explicación -y una justificación- "científica" a la dominación de otros pueblos. El positivismo Será en la segunda mitad del siglo XIX que el mismo se consolida como un método científico pero también como una concepción filosófica del mundo. El positivismo puede definirse, en términos generales, como una postura filosófica de oposición al idealismo y rechazo de la metafísica, basada en la creencia en los hechos o realidades concretas accesibles a través de los sentidos. Acompaña el proceso de secularización y también el industrialismo, y sustenta nociones fundantes del orden social del momento, como las de orden y progreso. La obra de Augusto Comte, Discours sur l’esprit positif, publicada en 1844, sistematiza las características del positivismo del siglo XIX. En ella se establece un sistema de conocimiento basado en tres aspectos básicos: Una filosofía de la historia, en la que distingue tres estadios: a) el teológico, en el cual los fenómenos se explican por la potencia divina; b) el metafísico, en el cual las causas de los fenómenos son ideas abstractas o principios racionales; y c) el positivo, en el cual las hipótesis metafísicas son reemplazadas por la investigación de los fenómenos orientados a comprobar y establecer leyes de la experiencia.
Una clasificación de las ciencias según su objeto.
Una sociología o doctrina de la sociedad.
Como método científico, el positivismo establece un conjunto de premisas o reglas básicas: La observación es la base de todo conocimiento. Y lo que puede conocerse no es la esencia de las cosas, sino las relaciones o conexiones entre los fenómenos observados. Esto lleva al estudio de los fenómenos, de lo que es, renunciando a descubrir su origen o destino último (renuncia metafísica).
Esta observación es objetiva, es decir, independiente del sujeto que conoce. La neutralidad y la objetividad serán aspiraciones o pretensiones centrales del positivismo.
El conocimiento de las relaciones debe llevar a la formulación de leyes que den cuenta de las relaciones constantes que existen entre los fenómenos observados. Las leyes así establecidas tienen como fin la previsión racional. Puesto que ellas expresan un orden constante y necesario de los fenómenos observados, permiten prever el comportamiento futuro. El establecimiento de leyes, por otra parte, no implica valoración. Los juicios de valor, desde esta perspectiva, no tienen función cognitiva y deben ser evitados. La inducción se establece como el método privilegiado por el positivismo: partir de la observación sistemática y reiterada, y a través de la comparación y clasificación, llegar a conclusiones generales que permitan establecer leyes. Esto implica, también, que la mera acumulación de datos no es suficiente, sino que se requiere que los mismos sean interpretados.
Como método científico, el positivismo tuvo un enorme potencial, en la medida en que permitió profundizar la producción de conocimientos sobre la naturaleza, posibilitando su manipulación y uso. El énfasis puesto en la observación de lo real y la renuncia al idealismo y a los juicios de valor, además, fueron funcionales a un orden social ya establecido, que no estaba interesado en reflexionar sobre sí mismo sino en conocer mejor su funcionamiento, obteniendo con esto recursos o herramientas de todo tipo que contribuyeran a su consolidación. Determinismo geográfico Determinismo geográfico es una escuela geográfica propia de la Alemania de finales del XIX y comienzos del siglo XX que se inscribe en la tendencia determinista de las ciencias sociales, dentro de un ambiente cultural e intelectual en el que estaban presentes el darwinismo social, el organicismo y el vitalismo. También incluye la pretensión de la geopolítica clásica de atribuir las características físicas y demográficas de cada país a su posición en el espacio geográfico, predeterminando así sus posibilidades de desarrollo y expansión. Fue acuñado por Friedrich Ratzel en la segunda mitad del siglo XIX. Según Ratzel, la principal tarea del geógrafo es comprender de qué manera el medio ambiente influencia los grupos humanos en cada zona de la Tierra, obligándoles a asumir determinados comportamientos y actuaciones, resultando en diferentes paisajes geográficos. El principal grupo de seguidores de Ratzel constituyó la denominada Escuela de Múnich, dirigida por el general bávaro Karl Haushofer, que codificó las llamadas leyes geopolíticas y fue uno de los principales ideólogos del Lebensraum (doctrina del "espacio vital" que habría impulsado históricamente a los pueblos germánicos a la emigración, y particularmente hacia el este). También se inscriben en este ámbito los definidores de la doctrina estadounidense del destino manifiesto. Los argumentos deterministas se utilizaron como justificación de las doctrinas pseudocientíficas que proponían la desigualdad de los hombres. La derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial conllevó el desprestigio del determinismo geográfico junto con otras teorías y prácticas científicas o pseudocientíficas.