Universidad de Concepción Magíster en Literaturas Hispánicas El humor y el amor en la deconstrucción de la identidad caribeña
La conformación de la identidad chilena según la clase social en las novelas El Roto y La chica del “Crillón” de Joaquín Edwards Bello.
Alumno: Cristian Barrueto Profesor encargado: Sr. Luis Miletti Fecha: 1 /4/2007 CIUDAD UNIVERSITARIA, primer semestre de 2007
Introducción Existe en la sociedad chilena una muy estrecha relación entre la clase social a la que se pertenece, la forma de ser del sujeto y la vida que puede desarrollar. En otras culturas, sobre todo en la norteamericana, la clase social constituye el inicio de un destino que se puede cambiar a nuestro favor. En la sociedad chilena, la clase social parece un estigma que se transforma en el destino que debemos asumir, siendo el ascenso social un fenómeno extraordinario aún en nuestros días. La existencia existencia de casi un sistema sistema de castas castas en nuestra nuestra sociedad es un fenómeno que no puede llamarse de otra forma que clasismo, es decir, la discriminación aplicada a las personas en virtud de su pertenencia a una clase social determinada. En la literatura, el problema del clasismo ha sido abordado por varios autores, entre los que destaca Joaquín Edwards Bello, autor que perteneció a la clase alta, pero que logró desmarcarse de ella y mirarla en perspectiva, además de las otras clases sociales presentes en su tiempo. Para la realización de este trabajo, trabajo, hemos elegido las novelas El Roto y La chica del “Crillón”, donde el autor ha puesto su visión en sendos íconos de nuestra identidad: por un parte tenemos al “roto”, símbolo de la clase baja, del pueblo, de aquellos hombres orgullosos de su chilenidad y de su patriotismo. Por otra parte, está la “niña bien” o, como diríamos hoy día, “la cuica”, mujer del clase alta por su apellido y sus tradiciones. Los objetivos de este trabajo son: •
Caracterizar a los protagonistas de las novelas. Constatar la influencia de su origen y de su clase social en su constitución y conducta.
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Revisar los orígenes de la estratificación social en Chile.
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Revi Revisa sarr los los ícon íconos os li lite tera rari rios os pres presen ente tess en amba ambass nove novela las, s, que cons consti titu tuye yenn representantes de sus clases sociales.
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Estudiar el concepto de identidad y estructurar una identidad chilena
Los protagonistas y su clase social Comenzaremos con El Roto, novela particular, ya que no tiene un protagonista definido; sin embargo, es posible distinguir dos personajes preponderantes 1) Esmeraldo: Al comenzar la novela, el narrador nos lo presenta como un joven de 15 años, sucio y de mal aspecto, ladrón e hijo de Clorinda, una empleada doméstica del prostíbulo La Gloria, situado en los arrabales del Santiago de principios de siglo. Tanto en él como en todos los “rotos” presentes en la novela, corre la sangre india. La mayoría son mestizos que han abandonado el campo en busca de mejores condiciones de vida, pero que han terminado envileciéndose en una ciudad que los desprecia, cuestión que se hace evidente en los oficios que deben desempeñar hombres y mujeres. Estos últimos sólo podrán trabajar de empleadas domésticas o prostitutas; los hombres, de obreros, rateros, matones al servicio de los poderosos o bien como lachos o chulos. Esmeraldo, criado en el ambiente del lupanar, difícilmente será un hombre de bien o un sujeto preparado para desempeñarse en un medio civilizado. El arrabal y el crimen se vislumbran como su hábitat, a pesar de que su madre no trabaja en La Gloria como prostituta; sin embargo, el contacto con las trabajadoras sexuales y sus clientes lo van formando. Siempre se le ve en la calle, jugando o delinquiendo, sucio, con la ropa rajada; su carácter es violento y sin freno. Siente una gran inquina contra quienes tienen más que él. Indudablemente influye sobre su carácter el tener un padre alcohólico y sádico, que golpea a su madre en su presencia. Su padre encarna al roto típico, por lo cual se transforma en su modelo a seguir. Es necesario decir que las muy adversas condiciones de la niñez de Esmeraldo lo fortalecen física y mentalmente. Esmeraldo es un sobreviviente y como tal necesitó de una gran fortaleza para aguantar tanta miseria. Pero esta misma fortaleza se transforma en tozudez, cuando, al final de la novela, el periodista Lux trata de adoptarlo y educarlo. Esmeraldo está enraizado en el arrabal, en la carencia, allí está su fuerza, por lo cual no puede cambiar.
Podemos afirmar, para finalizar esta semblanza de Esmeraldo, que su objetivo y gran sueño era la consecución de la libertad, como aparece en el libro: “Los pobres tienen su santa libertad, aunque no sea más que para poner una tetera con agua sobre dos piedras, y pensar y seguir pitando el humo acre.”1 2) Fernando: Se le puede considerar como el otro protagonista de la novela, ya que también es un roto ( por pertenecer a la clase baja), pero que difiere de Esmeraldo en varios aspectos. Fernando es pareja de Clorinda, la madre de Esmeraldo. Llega a las vidas de estos como amigo del padre de Esmeraldo. Una vez que éste muere en la cárcel, se instala en La Gloria
con la esperanza de iniciar algún negocio. Su forma de hablar es exótica, ya que ha
viajado mucho; ha sido obrero en el norte, ha viajado junto a los indios en Bolivia y lucrado a costa de su ignorancia; además ha trabajado en California, Estados Unidos. Es un hombre de visión, mas no de constancia, pues lo seduce la libertad, conocer otros lugares. Su inconstancia hace que, finalmente, viva a costa de la esforzada Clorinda. Su principal ocupación era el juego, ocupación que practicaba en el garito El Popular en
la que ponía todas sus esperanzas, ya que un golpe de suerte le proveería del
dinero para escapar de aquel lugar y seguir viajando. Pero no es el juego lo que terminará de corromper a Fernando, sino el trabajar para el senador Madroño, oscuro y maquiavélico personaje de la política. Su cercanía con este personaje lo hará querer ser como él, lo que lo llevará a la ruina. Podríamos decir que Fernando es un roto adulto, astuto, fuerte, holgazán y arribista. Su confianza en sí mismo no le permite ver que es casi imposible escapar a las imposiciones de clase. Influencia de la clase social en su constitución y conducta: La novela es bastante enfática en el momento de tipificar a estos personajes como “rotos”, entendiendo por roto no a la ficción cultural que lo configura como un patriota, un representante del pueblo chileno, de su heroicidad, picardía y simpleza, sino que al representante de la clase más pobre e inculta.
1
Edwards Bello, Joaquín: El Roto. Santiago, Editorial Universitaria, 1990, página 32
Edwards Bello configura a su “roto” como un mestizo, mezcla de indígena con español, de ahí su tez morena y su cabello tieso. En su origen proviene del campo, donde ha servido como peón, oficio durísimo y mal pagado. Para ejemplificar esto, citaremos párrafos de la novela, donde se relata el origen de Clorinda, que es por extensión el origen común de los rotos. Era una muchacha robusta e inocentona, nacida en tierras de Aconcagua; sus padres, inquilinos ignorantes, la habían entregado como una presa a la gran ciudad, por veinte pesos al mes, casa y comida, sin averiguar más... ...La pobreza de su hogar la había arrastrado a ofrecerse en una sección de El Mercurio como sirvienta de mano, e inocentemente había caído en esa mancebía. El régimen feudal en que vegetan los campesinos, sin otra influencia moral que la pantomima de las misiones y el egoísmo de sus amos, prepara a esas gentes a mirar con resignación las peores perspectivas. El hacendado típico chileno, personaje híbrido, con palco en la ópera y sillón en la Cámara, no puede ver en la agricultura sino un medio para lucrarse y satisfacer sus vanidades en la capital; es una máquina para exprimir...2
La pobreza material y educacional del roto en el campo se traslada a la ciudad cuando tiene que moverse a ella por motivos de subsistencia, pues en la ciudad no encuentra un mejor pasar, ya que es discriminado por su apariencia, su pobreza y sus costumbres, quedando relegado al arrabal, a la miseria, a la marginalidad. En este ambiente precario rige la ley del más fuerte; es aquí donde surge el roto, que básicamente es un sobreviviente, pues debe aprovechar lo poco que tiene y moverse en un ambiente insano y hostil. Este ambiente es el que lo vuelve fuerte físicamente, pero voluble en lo moral, pues ve como la bondad y el amor son pisoteados, no pudiendo verlos como valores sino como debilidades. Además, debe recurrir a actividades delictuales y moralmente insanas para poder sobrevivir, como robar o realizar el trabajo sucio que la clase alta le ordena hacer. En la novela también podemos encontrar las razones en la fatalidad del destino del roto. Una de ellas la entrega Fernando: Se veía que era virgen esa muchacha de voz aflautada, con pequeños pechos y erectos como medios limones, y caderas angostas. “Por qué ha de acabar así?” volvía a preguntarse Fernando, siempre 2
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seguro de que esa mujercita sucumbiría. Dando vueltas a sus recuerdos, buscando la causa que le llevaba a esa conclusión radical, una reminiscencia luminosa brotó en su cabeza: recordó las bodas populares en California, paseando su cortejo risueño por las calles de un pueblo limpio y feliz: nunca había visto en Chile una boda popular mostrándose triunfante al público; será por eso que la pobre empleadita acabaría de ramera; porque nadie fomentaba en su patria el matrimonio de los plebeyos; porque la boda pobre era cosa inusitada, hecha a escondidas; porque el noviazgo de la criada o la obrera escandaliza a los amos.3
Este último párrafo es muy importante, ya que nos muestra el carácter arribista y clasista de nuestra sociedad, que sólo ve con buenos ojos a los “futres”. *** En la novela La chica del “Crillón” se destaca claramente la figura de su protagonista, Teresa Iturrigorriaga, una muchacha inteligente y despierta que pertenece a la clase alta santiaguina por apellido, mas no por patrimonio, ya que éste es dilapidado por su padre. Vive cerca del centro de Santiago, en una zona pobre, rodeada de cités y conventillos junto a su padre enfermo. Antes lo hacía en un palacete de la calle Dieciocho. La no pertenencia a la aristocracia la apena y le destroza los nervios, pues siempre debe ingeniárselas para pagar las cuentas, no pudiendo conseguir trabajo, ya que por ser mujer y ex-aristócrata se la considera una inútil. A pesar haber sido aristócrata no es clasista y aprecia a la clase obrera que tiene por vecina, no así con las de clase alta, con la cual mantiene una relación ambivalente. Por una parte, no quiere dejar de pertenecer a esta clase, por lo que sigue asistiendo a los bailes de sociedad. Para recibir su correo, deja la dirección del hotel “Crillón” y no el de su casa, para que así sus amistades ricas no la descubran. Sin embargo, ella percibe claramente la hipocresía, la avaricia y el culto a las apariencias, mas no a los valores que cultiva la clase a la que alguna vez perteneció. Ya en los inicios de la novela, es posible advertir que Teresa es un personaje atípico, ya que existe en ella un ansia de libertad (distinta al sentir de los aristócratas, que tienen un gran apego por sus posesiones, apego que les coarta la libertad) y una simpatía por los bajos 3
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fondos muy equiparable a la de El Roto, como puede verse en los siguientes párrafos, cuando nuestro personaje trata de conseguir dinero yendo donde sus parientes ricos: ...vi a la gente corriendo a sus negocios, rígida, grave, ensimismada y me acobardé... ...Solamente el piropo algo picante que me echó un obrero sirvió para levantarme el ánimo, dándome la sensación de mi valor personal, del físico, que es una carta nada despreciable en la baraja de la vida. Ya estoy habituada a salir sin desayuno, y a correr de un lado a otro de la ciudad; habrá sirvientas o empleadas de tiendas y Ministerios que tienen su desayuno y sus comidas aseguradas a horas fijas, pero son pájaros enjaulados. Mientras yo pueda, viviré libre, a salto de mata, aunque alguna tarde me ande rondando el fantasma de la fatiga...”4
El ser una mujer desmarcada de su clase social le confiere el don de la observación acuciosa de la naturaleza humana. Esto la hace darse cuenta que la aristocracia ha perdido sus valores y tradiciones, su moral en definitiva, para cobijar a nuevos ricos y especuladores que no saben de gusto y sofisticación y que, lo más importante, no poseen la calidad humana que posee ella y, por extensión, la aristocracia antigua, aquella que forjó al país, que lo dotó de hospitales y escuelas. Esto lo muestra muy bien el personaje de Goyita, conocido de Teresa que se dedica a falsificar originales de Goya, los cuales llegan a adornar los muros de las familias más adineradas, sin que se den cuenta del engaño. Una vez que el padre de Teresa muere, ésta queda en la indefensión total. Al rescate de ella va la señora Rubilar, la regenta de un prostíbulo y ex amante de su padre, quien le lega todos sus bienes como una muestra de gratitud hacia la hija de tan querido hombre. Como Teresa no comulga con los remilgos ni la falsa moral de la plutocracia, acepta el legado y se dedica a ser feliz, intentando reposicionarse en la alta sociedad. Finalmente, Teresa se da cuenta que es en el campo, cerca de la tierra donde puede desarrollarse sin problemas, por lo que se casa con Ramón Ortega, un sencillo y muy masculino terrateniente. Influencia de la clase social: Indudablemente, la pertenencia a la clase alta le dio a Teresa una educación privilegiada, contactos y amistades que le abrieron el mundo hacia personas y costumbres que la van haciendo sabia. Unido a esto, la buena vida le da a Teresa el gusto por el lujo y la comodidad, de ahí que sea un poco traumático para ella el bajar de clase 4
Edwards Bello, Joaquín: La chica del “Crillón”. Santiago, Editorial Zig-Zag, 1985, página 17.
social. Su educación no la proveyó de autosuficiencia, ya que las aristócratas de su época seguían el camino lógico del matrimonio. Esto último hace que su paso por la pobreza sea traumático y desesperado, pero igualmente sorteado con gracia. El pertenecer a la aristocracia no le priva a Teresa de la capacidad de observar las costumbres de su clase, donde resaltan por sobre todo antivalores como la hipocresía y la avaricia, además de la falta de gusto, cosas que harán que Teresa deje de desear los lujos del dinero. La capacidad de análisis de Teresa sobre su cuna se ve notablemente aguzada al caer en la pobreza, pues ello le da más distancia para ver el comportamiento de la gente; ahora puede comparar las costumbres de pobres y ricos, sintiendo una gran simpatía por los primeros, ya que son ellos quienes más la ayudan en los momentos difíciles, aún siendo unos desconocidos. Sus parientes adinerados simplemente hacen como que no existe.
Orígenes de la estratificación social en Chile. El desprecio por la pobreza y el afán de escalamiento social se encuentra ya en la conquista de Chile, y es que los conquistadores pertenecían en su mayoría a grupos despreciados por la sociedad española (es decir, grupos pobres, que no contaban con apellidos nobles) en donde el nacimiento determinaba su futuro. Por ello, una de la razones que tuvieron los hispanos para venir a Chile fue “limpiar” sus antecedentes y comenzar una nueva vida, libre de las imposiciones de la sociedad española que no permitía el ascenso social. La mayoría de los inmigrantes fueron de origen modesto, villanos y campesinos que escapaban de la pobreza y como en América nadie los conocía, les resultaba más o menos fácil hacerse de un caudal económico que los convirtiera en personas respetables. Lo único que les faltaba conseguir era algún título nobiliario que les diera prestigio y los diferenciara de los indios y de otros inferiores a ellos. Hubieron otros inmigrantes hispanos (los menos) que eran hidalgos (de sangre noble) empobrecidos, que vieron en América la posibilidad de equilibrar sus raíces aristocráticas con una forma de vida acorde. Todo lo anterior aparece resumido en la siguiente cita:
...América estaba lejos y las probanzas de hidalguía podían ser falseadas fácilmente por testigos amigos. Ello permitía que el hidalgo pobretón se instalase en el Nuevo Mundo como un noble de peso, y el villano, a su vez, emigrase con grandes posibilidades de aludir a una lejana y virtual hidalguía una vez que las riquezas americanas pudiesen sustentar la apariencia de tal situación... ...Así, pues, la mayoría de los hispanos que llegaron a esta tierra y, en particular, a lo que más tarde sería Chile, fueron personas de origen modesto, villanos o plebeyos, campesinos en buen número, escapando de la pobreza castellana o probando suerte lejos de la aún inestable Andalucía.5
Poco a poco los conquistadores y los criollos (blancos nacidos en Chile) fueron configurándose como la clase dominante mediante primero, la adquisición de tierras, sobre todo las del valle central chileno. Las tierras servían de lugar de asentamiento y como productoras de riqueza. El segundo paso o requisito para ser de la clase alta era poseer una encomienda o conjunto de indios, encargados básicamente de labrar la tierra. La tenencia de una encomienda era quizás el principal indicador de riqueza y de pertenencia al grupo de familias fundadoras del reino. Es importante señalar que la encomienda era heredable, al igual que la tierra. Esta circunstancia permite la perpetuación de las familias aristocráticas, con lo cual sus apellidos se transforman en un sello de linaje y durabilidad. En la siguiente cita, vemos como estos elementos le otorgan identidad a la aristocracia: El nacimiento de la <
> chilena se enmarca en este eje temprano y definitivo: la toma de conciencia de que su posición de dominio, si bien carecía de una riqueza estable y abundante, similar a la de otras regiones del continente, podía sustentarse en la alimentación permanente de un imaginario del poder de larga tradición europea. Su origen bélico-el aporte militar y económico a la guerra de Arauco- y señorial –la repartición oligárquica y a vocación hereditaria de las tierras y los hombres- serán entonces explotados como los soportes identitarios locales de dicho grupo.6
La encomienda, como fuente de mano de obra da paso, en el siglo XVII, al desarrollo del inquilinaje campesino. El campesinado, mantenido en las grandes
5
Gazmuri, Cristian y Sagredo, Rafael (directores): Historia de la vida privada en Chile. El Chile tradicional de la Conquista a 1840. Tomo I. Santiago, Editorial Aguilar Chilena de Ediciones, 2005, página 72. 6 Íbid, página 73.
propiedades, perpetúa una dinámica de poder muy similar al del indígena con el español. Por ello, el poder de los terratenientes se mantiene. Para los hispanos y criollos que no pertenecían a la clase alta, ya sea porque no eran descendientes de los primeros conquistadores o bien porque no tenían una encomienda, la aristocracia no constituía una casta cerrada, ya que se podía ingresar a ella, aunque no era nada de fácil. Poco a poco, la oligarquía comenzó a darse cuenta que necesitaba la presencia de estos arribistas en su clase social, ya que estos estaban dispuestos a gastar mucho dinero y a donarlo a las antiguas familias, a cambio de un espacio en su exclusivo círculo. Una de las formas de entrar en la élite consistió en ocupar cargos públicos, privativos para quienes no estuvieran ligados a las primeras familias de colonizadores. Para los españoles que llegaron a fines del siglo XVI y los criollos que deseaban empinarse socialmente, la posibilidad de ocupar estos cargos se dio en lo realizado por la Real Audiencia en 1612, cuando ésta puso a la venta en remate seis vacantes de regimientos y el alferazgo mayor del Cabildo de Santiago. Mercaderes criollos y españoles aprovecharon esta oportunidad, encontrándose con la desaprobación y el rechazo de la aristocracia. Pese a ello, estos arribistas fueron pacientes y tanto ellos como su descendencia comenzaron a establecer relaciones comerciales con encomenderos, las que luego derivaron en amistad. También tratan de adentrarse en el mundo militar, ya que lo militar se encontraba íntimamente ligado a la clase alta. Así puede leerse en la siguiente cita: Conviene detenerse por un momento aquí para analizar el papel que está cumpliendo lo militar en estas estrategias de movilidad. Sin duda que ello se basa en la presencia constante, en la historia del Chile colonial, de las prácticas, actitudes, valores y referentes militares, tanto en el campo de lo real como en de lo ideal. La guerra contra los indígenas araucanos aportaba un esfuerzo simbólico a las fuentes de prestigio y de status de las élites hispanocriollas, realimentando el imaginario medieval de los años de conquista. La proyección sensible de la experiencia bélica del Sur facilitó la recreación de un halo de ennoblecimiento ligado al sacrificio, a los valores militares y a los servicios rendidos a la Corona por los contemporáneos o sus ancestros –fundadores de los <> respectivos- que echará profundas raíces en la autorrepresentación de su superioridad. La calidad de (descendiente
de) conquistador –como la de encomendero- adquirirá validez automática de hidalguía en dicho imaginario.7
Una vez que los “nuevos ricos” comenzaron a manejar los códigos de la aristocracia, fueron aceptados e integrados a ella mediante las uniones matrimoniales. Cuando logran mimetizarse con los descendientes de los conquistadores, a estos nuevos aristócratas se les abren las puertas del poder político ( cuyo pináculo era el Cabildo) y eclesiástico. La aristocracia colonial también aceptó en su seno a los altos funcionarios de la Corona Española y a los letrados formados en universidades extranjeras. Finalmente, al aceptar la aristocracia la incorporación de los recién llegados (magistrados, mercaderes, etc.) se produce en esta clase social una relación endogámica entre los subgrupos que la constituyen. Las relaciones por conveniencia se transforman en cosa común, relaciones que van homogeneizando a los integrantes de la élite. Ya lograda esta igualdad, comienza la compra de títulos nobiliarios por parte de los recién llegados, cosa que se convertirá en el último requisito para ser un noble de verdad. La nobleza, además de detentar el poder económico, se transformó en un importante referente cultural para las clases inferiores pues éstas, al tratar de escalar posiciones, tenían que adoptar sus costumbres. Sobre este aspecto de la nobleza citaremos lo siguiente: Las élites –la <> sui generis de las colonias americanasactuaba no sólo como un nódulo de poder y de riqueza, sino también como un centro de referencia cultural y un ejemplo permanente para el resto del universo humano que buscaba una mejor ubicación en la sociedad. En términos globales, ella constituía el grupo más disciplinado a nivel religioso, el más consciente de su rol en el sistema de poder colonial y el más homogéneo culturalmente. Su modo de vida constituía un ideal social para los hispanocriollos medianos y pobres, un <> que funcionaba en todos los rincones del imaginario social...8
Íconos literarios presentes en las novelas. El roto como ficción y realidad La desclasada 7 8
Íbid, página77. Íbid, página 86
Sobre el roto “mitificado”, podemos decir que corresponde a la figura de un campesino de clase baja, alegre, aficionado al vino y que vive la vida de una forma festiva, pícara y despreocupada. Su nombre proviene de la ropa que usa: “¿Y el pueblo. El pueblo era un individuo que se vestía de jerga y tocuyo. Llamábanle por eso roto, y a comunidad rotería”9.
la
La jerga y el tocuyo eran telas muy toscas que los rotos usaban
siempre y de tanto usarlas se les rompían. Entonces, el roto correspondería al personaje típico chileno, el sujeto popular que destaca sobre todo en las Fiestas Patrias. La figura del roto se integra definitivamente al imaginario nacional con el triunfo chileno de la Batalla de Yungay el día 20 de enero de 1839 que significó la victoria de Chile sobre la Confereación Perú-Boliviana. Este día fue consagrado como el día del roto chileno, tal vez como una forma de reconocer la labor de los humildes soldados, muchos de ellos campesinos, quienes con esfuerzo y coraje lograron desarmar las fortalezas del cerro Pan de Azúcar y Punyán, las que se consideraban inexpugnables. Además de consagrar el día del roto chileno, se erigió una estatua llamada “Al Roto Chileno”, que está emplazada en la plaza Yungay de la comuna de Santiago. La novela de Edwards Bello se encarga de desmitificar y mostrar a este personaje en toda su sobrecogedora crudeza. También lo hace en una de sus crónicas para el diario La Nación de Santiago, escrita varias décadas después, en 1962 (El roto tuvo su primera edición en 1920). En esta crónica Edwards Bello le otorga una voz a la estatua de la plaza Yungay, voz que ésta utiliza para autodesmitificarse y aclarar, por ejemplo, sus orígenes. Dice la estatua del roto: Yo soy hijo de chileno nacido en París. Mi autor, don Virginio Arias, me forjó en París en 1880. Me puso el nombre de Le défenseur de la patrie. Mi aspecto es por eso afrancesado, muy parecido al de un muchacho pintado por Delacroix en su tela alusiva a las barricadas de París en 1848. Nadie sabe todavía quién tuvo la idea de transformarme en roto chileno y en el símbolo de la victoria de Yungay.”10
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Feliz Cruz, G. y Picón Salas M.. Imágenes de Chile. Vida y costumbres chilenas en los siglos XVIII y XIX a través de testimonios contemporáneos, Santiago, Editorial Nacimiento, 1972, página 83. 10 Edwards Bello, Joaquín: Crónicas, Santiago, Editorial Zig-Zag, 1970, página 265
En efecto, la estatua del roto fue hecha en Francia por el chileno Virginio Arias en la época que en Chile se libraba la Guerra del Pacífico (1879, 1883). La escultura llevó por primer nombre “Héroe del Pacífico” y Arias postuló a ésta al Salón de París, donde obtiene una mención honrosa. Dos años más tarde, la escultura ganó la medalla de oro en la Exposición Nacional de Santiago y fue comprada por la Municipalidad. ¿A quién se está elogiando con esta estatua? El monumento parlante de Bello dice: “Yo soy el roto oficial, de los historiadores y de los cronistas patrióticos. Yo soy el roto lindo de un día en el año. La pobreza fisiológica del roto de carne y hueso es un hecho. La causa es la escasez de patriotismo de la clase alta.”11
Junto con decir que aquí se le están
rindiendo honores a un roto simbólico y hecho a conveniencia de los intereses del poder, Bello culpa a la clase alta de la pobreza material del verdadero roto. Bello parece decirnos que sería mucho más práctico que la aristocracia se abocara a crear un Chile más justo en vez de crear seres ficticios a los cuales homenajear. El carácter de ícono nacional en enfatizado en fragmentos como éste: “Soy un mito, una ficción, una incoherencia social, un pretexto para fingir patriotismo y amor a la plebe. Soy un mito usado y sacrificado en los momentos patéticos, despreciado y alejado en los momentos de paz social”
. Estamos aquí ante el roto que los aristócratas quisieran que
existiera, que es una idealización de un tipo humano que no existe. Edwards Bello sabe esto y sabe lo que el verdadero roto produce en las clases superiores: “ Para empezar: la admiración por el roto y el cariño al roto es mentira. Ahí mismo veo a una niña que dijo con enojo “no sea roto” al muchacho que le tomó la mano...El caballero de poco más allá, el que ha comprado dólares, dice que se marchará de este barrio para que sus hijos puedan crecer entre personas decentes y no mezclados con rotitos. Pueden creerme si les digo que en las calles, en las plazas, en las gradas de los templos y en los mentideros del centro, tratar de roto a cualquiera es inferirle el más rebajante insulto. Roterío, rotaje, son palabras despectivas. El roto es el equivalente al villano de España.12
Volviendo a la novela de Edwards Bello, su misión es mostrarnos al roto como un representante de las clases populares. Para lograr su cometido, Edwards nos muestra el 11 12
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barrio, las costumbres y el día a día de sus personajes, acercándonos a ellos de un modo brutal, opinando sobre todo sobre la sordidez del mundo marginal. Aprovechando los procedimientos del naturalismo, Bello explica el comportamiento de sus personajes, usando el determinismo genético y social. En efecto, en nuestra sociedad los mestizos pobres sólo pueden moverse en la clase social en la que nacieron. Desde la Colonia, los rotos no han sido más que empleados, verdaderas máquinas de trabajar que no cuentan con resguardos mínimos como educación, salud y lugares dignos y saludables para vivir. Arrojados al arrabal, su vida se nos muestra como una constante degradación. Bello parece decirnos que el roto no es ni un patriota ni un personaje típico al cual admirar. Para él, el roto simplemente es un ser abandonando por el Estado y explotado por sus patrones, es un hombre, un niño, una mujer que busca un destino y trata de ser feliz en el estrecho y hostil espacio que le otorgan las clases acomodadas, las dueñas del país. Respecto de La chica del “Crillón, diremos que su principal tipo humano (la desclasada) no se constituye como ícono literario o lugar común, ya que no parece repetirse mucho en la literatura, al menos en la chilena. Más bien, ella parece ser el alter ego del propio escritor, quien fue un “desclasado”, tal como la protagonista de su novela. Edwards Bello al igual que su personaje, Teresa Iturrigorriaga, perteneció a la aristocracia. Su madre fue Ana Luisa Bello (nieta de Andrés Bello) y su padre, Joaquín Edwards Garriga, fue un importante banquero. Su familia era rica, pero su fortuna era inferior a la de los oligarcas. Dada su clase social, estaba destinado a cursar alguna carrera de prestigio, pero Joaquín prefirió dedicarse al periodismo, decisión que contrarió mucho a sus padres; más aún se convirtió en escritor y columnista, siendo su tema recurrente el cuestionamiento de la sociedad chilena y el retrato descarnado de las costumbres de la aristocracia. Todo esto lo vuelve un personaje atípico, incómodo en el medio en el que le tocó vivir, pero fascinado por el estudio de las costumbres de quienes viven en él . Volviendo con Teresa Iturrigorriaga, ella resulta ser el alter ego del escritor y al igual que él es una desclasada que se sitúa en el margen de su clase social debido a la bancarrota en que cae su padre. El ya no ser aristócrata, pero permanecer en los espacios reservados para esta clase social dotan a Teresa de un ojo crítico que analiza todas aquellas cosas que, tarde o temprano, perderá para siempre. Lo que ella más echará de menos es sin duda, el lujo y la comodidad, pero no así el trato con los adinerados; en efecto, Teresa
comienza a ver los defectos presentes en ellos, que antes consideraba excentricidades y cosas risibles. Se da cuenta que muchos nuevos ricos están entrando en este círculo social, y que estos personajes creen en el poder del dinero por sobre todo, desdeñando tesoros como la educación, el buen gusto, las buenas costumbres; en definitiva, Teresa asiste a la corrupción de la aristocracia, aquella formada por los forjadores del país y que va quedando en manos de especuladores y oportunistas. Esta crítica que Teresa realiza está acompañada por una evidente fascinación por el modo de vida de la clase pudiente, actitud que también se observa en Edwards Bello, que juzga negativamente a su sector social, pero que no obstante, pertenece a él.
La identidad chilena y su reflejo en las novelas Concepciones teóricas para entender la identidad La identidad, en el caso de las sociedades, tiende a pensarse como el conjunto de características sicológicas o conductas más redundantes en el grueso de la población. Así, se dice que los chilenos somos impuntuales, machistas, tímidos y/o acomplejados, amigos de lo ajeno, solidarios, etc. Sin embargo, el concepto de identidad es más complejo que eso. Jorge Larraín en su libro La identidad chilena distingue tres concepciones teóricas sobre la identidad. La primera de ellas proviene del constructivismo que “destaca la capacidad de ciertos discursos para ‘construir’ la nación, para interpelar a los individuos y constituirlos como ‘sujetos nacionales’”.13 Estos discursos provienen “desde arriba”, en los espacios públicos desde donde emana el poder. El constructivismo no considera los discursos emanados desde el mundo popular y privado. La siguiente concepción de identidad, denominada esencialismo, considera a aquella como constituida en el pasado, como un conjunto de experiencias y valores de carácter fundamental, que permanece inalterable a través del tiempo. La tercera concepción es la histórico-cultural. Esta concepción trata a la identidad cultural como algo en permanente cambio, dependiendo de las circunstancias históricas y sociales. De esta forma, la identidad nunca terminaría de formarse. Esta visión de la 13
Larraín, Jorge: La identidad chilena. Santiago, LOM, 2001, página 15.
identidad no sólo considera los discursos públicos como factores identitarios influyentes, sino que también considera el discurso privado y popular. ¿Por qué es necesario bucear en la identidad chilena para encontrar el origen del clasismo y de la creación de íconos literarios “cosméticos”? En las tres concepciones teóricas de identidad se hace alusión a distintos tipos de discursos, de los cuales la mayoría y los con mayor legitimidad provienen de las clases gobernantes, íntimamente ligadas con las clases más adineradas. Tanto gobierno como plutocracia organizan a las demás clases sociales en función y para beneficio de ellos mismos, labor que necesita de discursos que legitimen la estratificación. Los íconos sociales y literarios funcionan como marcas de identidad que fijan a los sujetos en determinados estratos; por ejemplo, el roto necesariamente pertenece al mundo popular, pues conforma a la mayoría de la población, dispuesta a los mayores sacrificios en nombre de la patria. Las clases dirigentes, como su nombre lo indica, están para dirigir y además son menores numéricamente. La identidad y sus partes constituyentes La identidad es lo que nos hace únicos y nos diferencia como personas y como colectivo. Esta identidad está en permanente estado de construcción y está constituida, según Larraín, básicamente de tres partes. La primera de ellas es la identificación de los individuos con categorías sociales compartidas, que corresponden a conceptos como religión, etnia, clase, sexualidad, nacionalidad, etc., todos ellos culturalmente determinados y que hacen que la persona se vaya diferenciando y formando su identidad personal, la que está ligada a un contexto colectivo . De aquí surge el concepto de identidades culturales, que son las categorías sociales compartidas expuestas anteriormente En la era moderna, las identidades culturales que más han influido en la formación de las identidades individuales son las identidades de clase y las identidades nacionales. El segundo constituyente de la identidad es el cuerpo de la persona y una variedad de posesiones sobre las cuales el sujeto logrará proyectarse y reconocerse. Estas cosas pueden ser una casa, dinero, logros académicos, esposa, hijos, trabajo, etc. Las propiedades son vistas como extensión de la personalidad.
Si nos detenemos en este segundo constituyente, vemos como el roto tiene muy pocas cosas en las cuales proyectarse, de ahí que su cuerpo se convierta en ente refractario de su identidad. Esto se observa en su ropa (que es muy precaria) y en su comportamiento (dado a la disipación y al enfrentamiento físico). El roto, con su cuerpo, proyecta su orfandad (en cuanto su país lo ignora y lo desprecia por ser pobre), su falta de pertenencia a la sociedad. También podemos referirnos a los personajes femeninos de la novela, las prostitutas de La Gloria, las cuales tienen por única posesión su cuerpo y se identifican como prostitutas, en la forma de vestir, de moverse y en sus modales en general. También las prostitutas tienen un cuerpo que siempre tiende a lo excesivo, a la redondez, frente a la dureza y palidez puritana. Las cosas que tienen y que las identifican siempre son copias burdas del gusto aristocrático, clase a la que siempre han deseado pertenecer. Ellas usan su cuerpo para juntar el dinero necesario para abandonar tan infamante oficio y configurarse otra identidad, pero las huellas de su condición y clase las delatarán siempre. Teresa Iturrigorriaga tiene el apellido y los rasgos de una noble. Ya no lo es (por la pérdida de su patrimonio) pero continúa siendo una aristócrata para sus pares, ya que sigue usando los pocos vestidos finos que le quedan. Su gracia al moverse, su conversación, la integran a la oligarquía, aún cuando no tiene dinero para pagar la cuenta del almacén. Un rasgo muy importante es que no puede ganarse la vida, ya que el trabajo está reservado para las otras clases sociales; al parecer, es mal visto que una niña bien trabaje, pues su destino es el matrimonio. Con pocas posesiones en las cuales reafirmar su personalidad, el cuerpo de Teresa se convierte en su principal posesión y en el instrumento para sortear las dificultades. El tercer constituyente de la identidad lo conforman los “otros”, que son aquellos que tienen una opinión sobre nosotros, la cual internalizamos y que nos sirve para definirnos según cómo nos ven los demás. Estos “otros” también son los que son distintos a mí y que me permiten diferenciarme y ser único. Con esto vemos que la identidad pertenece al ámbito social y que el ser humano necesita de él para saber quién es a los ojos de los demás y también para saberse integrante de una comunidad homogénea en la que, sin embargo, todos son diferentes. La identidad, la autoimagen se construyen en base a las relaciones sociales. La identidad tiene un importante componente externo y que
corresponde a la forma como los demás nos ven; el componente interno o autorreconocimiento, corresponde al reconocimiento de los demás que hemos internalizado y que proyectamos en nuestras acciones. El autorreconocimiento, componente vital de la identidad, corresponde a la autoconfianza, el autorrespeto y la autoestima. Para que exista autorreconocimiento, debe existir reconocimiento de otros, respeto por la dignidad humana y sus derechos y estima hacia la persona por su contribución a la comunidad. Honneth14 establece, junto a los componentes del autorreconicimiento, tres faltas de respeto para estos componentes y que pueden contribuir en la constitución de estallidos sociales en sectores oprimidos o bien deprivados. Según Honneth: “La primera forma de falta de respeto es el abuso físico o amenaza a la integridad física, que afecta la confianza en sí mismo. La segunda, es la exclusión estructural y sistemática de una persona de la posesión de ciertos derechos, lo que daña el respeto a sí mismo. La tercera, es la devaluación cultural de ciertos modos de vida o creencias y su consideración como inferiores o ineficientes, lo que impide al sujeto atribuir valor social o estima a sus habilidades y aportes.”15
Las faltas de respeto mencionadas anteriormente son pan de cada día para los habitantes del lenocinio “La Gloria”. Existe la marginación en arrabales, que corresponde claramente al rechazo y al miedo que la clase dominante siente por los “rotos”, expresado también en las constantes redadas policiales y finalmente, en la demolición del prostíbulo. Sumemos a esto la inexistencia de garantías mínimas como salud, educación, acceso al trabajo, etc. Toda esta exclusión y estas “faltas de respeto” provocan la disminución de la valía y el respeto por sí mismo, que se traducen en el ejercicio de la prostitución, el progresivo envilecimiento (violencia doméstica y pública) y la sensación general de que los rotos y los pobres en general son indeseables y que la sociedad estaría mejor sin ellos. Identidades latinoamericanas y nacionales 14 15
Axel Honneth, The Struggle for Recognition, Cambridge, Polity Press, 1995. Larraín, Jorge: La identidad chilena. Santiago, LOM, 2001, página 30.
Es posible hablar de identidad latinoamericana, es decir, de una similitud cultural entre los países de América Latina por diversos motivos: La dominación española, la lengua, la religión, etc. Estos rasgos en común nos hacen pensar en Latinoamérica como pueblo y en la existencia de un ser latinoamericano. Una vez que se puede hablar de una identidad latinoamericana, es posible analizar algunas interpretaciones de esa identidad. Una de ellas es el indigenismo, importante para nuestro análisis, ya que en El roto de Edwards Bello se señala que la constitución del roto es mestiza. Uno de los autores mencionados en el texto de Larraín que tiene una tesis indigenista de la identidad es Luis Eduardo Valcárcel, quien no aprobaba el mestizaje: “La mezcla de español e indio no produce nada bueno, ‘sino un nuevo ser híbrido: no hereda las virtudes ancestrales, sino los vicios y las taras. El mestizaje de las culturas no produce sino deformidades’. De este modo Valcárcel defiende la pureza de la sangre y la cultura indias como las únicas depositarias de las virtudes milenarias de la raza.”16
Frente a esta tesis sólo podemos decir que poco tiene que ver la genética en el comportamiento de las etnias, ya que su conducta parece encontrar una explicación clara en las dinámicas sociales, en el trato que éstas reciben por parte de las distintas clases sociales y de los discursos oficiales en donde son aludidos. Otra versión del indigenismo es aquélla que analiza el problema indígena a nivel político y económico, tratando de integrar al indígena a la vida nacional. El problema de esta tesis es que al incluir al indígena a la forma de vida nacional, su cultura necesariamente tiende a desaparecer. Esto es lo que ocurre en la novela con Esmeraldo y Lux. El periodista, quien trata de salvar a Esmeraldo de la pobreza y de las horribles depravaciones con que la relaciona no puede hacerlo, pues a Esmeraldo lo une un sentimiento de pertenencia, nostalgia y cariño a su entorno, por muy pobre que éste sea. Esto fue algo que Lux jamás entendió, pues el siempre creyó que su entorno era el mejor para Esmeraldo y que necesariamente debía suprimir al otro.
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Íbid, página54.
Versiones de la identidad chilena Las naciones cuentan con una o varias versiones de la identidad, las cuales se manifiestan mediante variadas expresiones culturales. Lo importante es tener claro que las versiones oficiales de la identidad están hechas para garantizar la tranquilidad de los grupos dominantes. Una de estas versiones es la versión militar-racial, que conecta el supuesto “espíritu guerrero” del chileno con su raza. Este espíritu guerrero se corroboraría en las Guerras de la Independencia y luego en las victorias militares frente a los países vecinos. Elemento central en la constitución de esta identidad es la guerra, que en caso chileno han sido todas victoriosas, lo que provoca un sentimiento de identificación por parte de la población. Otro elemento lo constituye el ejército, institución que ha sido gravitante en las distintas etapas de la construcción de la nación. No deja de ser inquietante que Chile haya tenido como presidentes ha varias figuras militares, como O’Higgins, Ibáñez, Ramón Freire, Augusto Pinochet, etc. Hay quienes piensan que las virtudes guerreras del chileno serían producto de la mezcla de sangre araucana con la de los españoles conquistadores, como aparece en la siguiente cita: “ La versión militar se entronca así con la idea de una raza chilena con características especiales. A principios del siglo XX, autores como Nicolás Palacios, Roberto Hernández y Alberto Cabero, todavía muy influidos por la Guerra del Pacífico y por las ideas racistas europeas de Spencer, Gobineau, Taine y, sobre todo, Gustave Le Bon, destacan la idea de la raza chilena como un elemento central de la identidad. Para Palacios, la identidad chilena está representada por un tipo humano, el “roto chileno”, cuyo rasgo más decisivo es su aptitud militar reconocida en el mundo entero. El origen de la palabra roto está en el militar conquistador de la guerra de Chile. Estos godos17 no se vestían lujosamente y los efectos de las penurias y las guerras les daban aspecto de rotos.”18
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El godo era de origen nórdico, específicamente del sur de Suecia. Al emigrar al sur, llega a España donde se asienta sin mezclarse con los íberos. Los godos y no los íberos son quienes vienen a América y se establecen en Chile, mezclándose con los araucanos. Esta tesis corresponde a Nicolás Palacios y está expuesta en La Raza Chilena, Valparaíso, Imprenta y Litografía Alemana, 1904. 18 Larraín, Jorge: La identidad chilena. Santiago, LOM, 2001, página 148
El roto chileno como tipo humano y como figura militar es “la” figura de la identidad militar-racial, pues une sus habilidades militares, su coraje y su patriotismo a un origen racial que explicaría perfectamente su comportamiento. Es muy importante señalar que esta construcción discursiva es hecha por el grupo dominante, el cual selecciona los componentes del tipo humano, dejando sólo aquellos rasgos culturales que consideran positivos. Por ejemplo, en el caso del roto, se dice que es heroico, patriota, desinteresado, astuto, pero no se dice que es pobre y que su voluntad de enrolarse en la lucha se explica por la falta de ofertas laborales. Conclusiones Este trabajo comenzó como una forma de confirmar la fuerte sospecha de si Chile era o no un país clasista y arribista. Un autor que se ha acercado a este tema desde diversos flancos ha sido Joaquín Edwards Bello. A través de la lectura de algunas de sus novelas se percibe una fuerte crítica hacia la aristocracia, la que no parece tener conciencia social. Sin embargo, los pobres no son presentados como seres simpáticos, sino que bastante patéticos y atemorizantes. Luego de leer textos sobre la conformación de clases en Chile, la vida en Chile desde la Colonia y la identidad chilena, se puede concluir que sí, que el clasismo y el arribismo son parte de nuestra identidad, pero que no corresponde a un plan deliberado de la aristocracia, sino más bien a como los conquistadores y colonizadores fueron construyendo la sociedad y su ordenamiento, siguiendo como modelo la sociedad española de aquella época, que era de un carácter marcadamente clasista y excluyente. Otras conclusiones de este trabajo son: •
Los protagonistas de las novelas están fuertemente influenciados por su clase social y son afectados por el clasismo. Esmeraldo y sus pares se crían en la delincuencia y Teresa es discriminada en el barrio pobre donde vive, lo que se ve cuando quiere pedir fiado y le echan en cara su apellido aristocrático para así avergonzarla. También sufre la discriminación de los aristócratas, cuando se enteran de su situación y comienzan a rumorear a sus espaldas.
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Históricamente Chile ha sido un país clasista, lo que se nota en cómo se constituyeron las clases sociales. Los conquistadores falsearon sus orígenes para
parecer nobles de viejo cuño y tener legitimidad frente a sus subalternos. Ellos escaparon de la sociedad clasista española, pero la reprodujeron en Chile. Estas acciones de los conquistadores marcan a nuestro pueblo hasta el día de hoy. •
La creación del ícono literario del roto es hecha por el discurso oficial, que recrea al pobre como un patriota, a pesar de que desde siempre la pobreza ha sido asociada a la barbarie. La creación de este discurso obedece a una estrategia populista, que incluye en el discurso oficial a los marginados.
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Edwards Bello desmitifica al roto y lo muestra como un marginal desamparado y abandonado a su suerte. En La chica del “Crillón”, los pobres siguen teniendo algo sórdido, pero la protagonista descubre en ellos a seres humanos solidarios e interesantes.
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La identidad chilena ha sido construida en base a, principalmente, los discursos emanados del poder, lo que anula el aporte de los sectores sin representatividad. En el último tiempo vemos como se ha ido recuperando la voz de estos sectores, lo que ha ido enriqueciendo la construcción de nuestra identidad.
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En la construcción de las identidades personales y colectivas es muy importante el respeto que muestren los demás, entendiendo por los demás a las otras clases sociales y al aparato estatal. En las novelas puede apreciarse como la clase social más deprivada es también la más despreciada, lo que genera una serie de conductas anómalas como delincuencia, alcoholismo, violencia, etc.
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Dentro de las versiones de la identidad chilena, la más relevante es la militar-racial, que es aquella que hace hincapié en el supuesto “espíritu guerrero” del chileno, que se explicaría por lo genes mapuches (el pueblo precolombino más destacado en las artes de la guerra) y su mezcla con los genes españoles, quienes llevaban varios siglos de adiestramiento militar. Esta versión de la identidad es la que permite al poder incluir al roto en el proyecto país, pensando en que esta inclusión actuará positivamente en el amor propio de los más pobres.
Bibliografía 1. Edwards Bello, Joaquín: Crónicas, Santiago, Editorial Zig-Zag, 1970
2. Edwards Bello, Joaquín: El Roto. Santiago, Editorial Universitaria, 1990. 3. Edwards Bello, Joaquín: La chica del “Crillón”. Santiago, Editorial Zig-Zag, 1985. 4. Feliz Cruz, G. y Picón Salas M.. Imágenes de Chile. Vida y costumbres chilenas en los siglos XVIII y XIX a través de testimonios contemporáneos, Santiago, Editorial Nacimiento, 1972. 5. Gazmuri, Cristian y Sagredo, Rafael (directores): Historia de la vida privada en Chile. El Chile tradicional de la Conquista a 1840. Tomo I. Santiago, Editorial Aguilar Chilena de Ediciones, 2005 6. Larraín, Jorge: La identidad chilena. Santiago, LOM, 2001