La Familia Narcisista. Introducción Stephanie Donaldson-Pressman, Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Introducción La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass Jossey-Bass El Enfoque
La Familia Narcisista es un libro escrito por terapeutas para terapeutas. Es para aquellas personas valientes que, en la vida cotidiana, llevan a pacientes a aquella lucha misteriosa, privada y hasta a veces hermosa, que llamamos terapia. Los autores son dos terapeutas que han trabajando en las trincheras. Esas salas a prueba de ruido, moderadamente cómodas y en las cuales, los pacientes esperanzados y los terapeutas esperanzados, se juntan durante más o menos una hora. Al igual que muchos terapeutas, hemos luchado con pacientes que eran bastante reacios al tratamiento. Buscamos libros, talleres, palabras de sabiduría por parte de nuestros colegas, siempre con la esperanza de encontrar respuestas al porqué de estas barreras que existen y a cómo saltarlas. La información que más nos ayudó para esto, está inevitablemente orientada hacia la acción. Está bien que haya razones y teorías, pero lo que queremos saber ahora, es cómo aplicarlas, qué hacer detrás de esas cuatro paredes, cómo ayudar al cliente. Este libro da un avance de un nuevo punto de vista, al trabajar con una población de pacientes un poco extraña y difícil. No da una nueva categoría de diagnóstico, sin embargo, sugiere una línea en común que une a individuos quienes, dependiendo del día en el que se los entreviste, podrían indistintamente ser diagnosticados como con una variedad v ariedad de desórdenes de la personalidad (como estar al borde de la locura, loc ura, ser hiper ansiosos, narcisitos, paranoicos y dependientes) o hasta se los podría catalogar como persona con algún síndrome clínico y con desórdenes clínicos, como por ejemplo una personalidad múltiple, que sean distímicos o que tengan stress post traumático. Además, el modelo de La Familia Narcisista, provee un marco de trabajo para los terapeutas, con el cual pueden ayudar a individuos que comparten
estas características.
Una Vista Más Amplia
Las relaciones entre las experiencias de la infancia y su efecto efe cto a veces permanente en el comportamiento adulto, han fascinado a observadores del comportamiento humano durante mucho tiempo. De un particular interés ha sido el impacto de la familia de origen de una persona en el desarrollo personal. En esta última década, el concepto de “hijos adultos de padres alcohólicos” (ACOA [N. de T.: en sus siglas en inglés]), nos ha ayudado a entender los efectos casi previsibles de haber sido criado en un sistema familiar alcohólico. Como terapeutas, muchos de nosotros hemos trabajado durante años con individuos que sufren de lo que parecía ser una baja autoestima imposible de cambiar, o una incapacidad para sostener s ostener una relación íntima y/o caminos bloqueados en la comprensión del ser de uno mismo. mismo. El concepto de “hijos adultos de padres alcohólicos”, abrió una nueva puerta para la comprensión de estos problemas. Terapeutas-autores como Woititz, Black, Gil, y Bradshaw (entre otros) han dado imágenes vívidas de cómo las personalidades de los hijos están moldeadas de una manera especial por la familias alcohólicas.(1) Los textos que se han producido sobre este tema, han esclarecido un camino mucho más amplio para la recuperación de hijos de padres alcohólicos. También ha crecido la sensibilidad de los terapeutas en cuanto al impacto de la crianza en una familia alcohólica en el desarrollo de la personalidad. En una época, los terapeutas pocas veces hacían preguntas directas en cuanto al comportamiento que tenían los padres de los pacientes cuando bebían. Hoy en día, estas preguntas ya se exploran de manera rutinaria en una entrevista inicial de evaluación. ev aluación. Recientemente, un nuevo grupo de textos se ha creado. Sobrevivientes de abusos han escrito libros, tanto para focalizar la atención en la devastación causada por el abuso físico y sexual, pero también para dar una validación y una guía a otros sobrevivientes, ya
sean hombres o mujeres. Laura Bass y Susan Davis, han articulado el trauma del abuso sexual, así como las técnicas que ayudan a la recuperación. recuperación. Su texto, es un texto de referencia que se llama “El Coraje de Curarse” [N. de T.: “The Courage to Heal”]. Mientras que Steven Grubman-Black fue uno de los primeros que atacó el mito de la invulnerabilidad de los hombres ante el abuso sexual, en una narrativa conmovedora que se llama “Niños Rotos / Hombres Que Reparan” [N. de T.: “Broken Boys / Mending Men”](2). De hecho, muchas librerías ofrecen muchos más libros de auto ayuda para estos sobrevivientes, que libros para hacer dieta. Y, hasta este momento, es algo básico en la industria editorial. Vínculos en Común
En nuestro trabajo en los Estados Unidos, en el Centro Psicológico de Rhode Island, junto con el beneficio de trabajar con hijos adultos de padres alcohólicos y con modelos de abuso, llegó una especie de confusión. ¿Qué pasa con individuos que tienen los mismos rasgos que los hijos adultos de padres alcohólicos, pero cuyos padres ni los violan, ni les pegan? Es verdad, hubo una disfunción en sus familias, pero el vínculo que los une fue más elusivo. Entre hijos adultos de familias disfuncionales, pero no alcohólicas o no ofensivas, encontramos un cuerpo de rasgo de personalidades previamente identificados con el modelo de los hijos adultos de padres alcohólicos. Esto incluía, por ejemplo, una depresión crónica, una indecisión, una falta de confianza en sí mismo. Dentro de la población, encontramos unos rasgos de comportamiento en común, como por ejemplo una necesidad crónica de gustar, una incapacidad para identificar sentimientos, necesidades, deseos y una necesidad de validación constante. Este grupo de pacientes sentía que se merecían todas las cosas malas que le habían sucedido, mientras que las cosas buenas que les habían sucedido eran probablemente errores o accidentes. Tenían muchas dificultades para ser asertivos y privadamente sentían una especie de rabia penetrante, la cual tenían miedo que saliera a la superficie. Se sentían como tigres de papel, por lo general muy enojados, pero muy fácil de derrotar. Sus relaciones interpersonales se caracterizaban por
falta de confianza y sospecha al borde de la paranoia, intercambiados -a veces- con episodios desastrosos de una apertura y confianza total y falta de juicio. Se sentían crónicamente insatisfechos, pero estaban llenos de miedos de ser percibidos como caprichosos o quejumbrosos, si expresaban sus verdaderos sentimientos. Muchos de ellos podían retener su rabia por períodos extremadamente largos, pero luego explotaban en asuntos relativamente insignificantes. Tenían un sentimiento de vacío e insatisfacción en cuanto a lo que lograban. Esto también se encontraba entre individuos que podrían haber sido vistos como muy exitosos. La lista de gente incluía a profesionales que estaban obsesivamente envueltos en sus empresas, pero que eran incapaces de lograr algo en un nivel en el cual alcanzarían una cierta satisfacción. En las relaciones, estos individuos se encontraban en repetidas situaciones sin salida. Dado que estos síntomas fueron tan bien definidos en los textos populares sobre los hijos adultos de padres alcohólicos, le pedimos a algunos individuos de familias disfuncionales no alcohólicas, que leyeran estos libros como si fueran este caso de personas, como por ejemplo el libro “Hijos adultos de alcohólicos”, escrito por Janet Woititz o el libro “Haciendo crecer la pena” [N. de T.: “Outgrowing the pain”] de Elianna Gil.(3) Los clientes volvían identificándose de alguna manera con ese síndrome, pero no del todo con los ejemplos de padres que bebían o que eran brutales. Algunas cosas en el modelo sonaban a verdad -por ejemplo: negar los sentimientos, el sentirse vacío, el hecho de tener modelos recurrentes inefectivos de interrelación personal-, pero todo esto no era suficiente para que los pudiesen ayudar. Mejorando el Sistema Antiguo
Hicimos dos cosas para tratar con las discrepancias entre los ejemplos de los rasgos de personalidad sobre las causas de los hijos adultos de [padres] alcohólicos y las experiencias verdaderas de nuestros clientes. Primero, al leer los libros de autoayuda, les pedimos a los clientes de familias no abusivas y no alcohólicas, que
reemplacen la palabra “alcohólico” o “abusivo” por “disfuncional”. Segundo, les aseguramos a estos clientes, cuyos recuerdos de la infancia todavía eran muy vagos, que estos libros que les recomendábamos iban a serles de mucha ayuda, a pesar de que las experiencia personales no parecían corresponder exactamente a sus descripciones. Las substituciones y aseguramientos ayudaron. De este modo, al reconocer que los términos tales como “hijos adultos del alcoholismo” o “del abuso” eran demasiado restrictivos, los textos comenzaron a cambiar. Variaciones de términos que no se limitaban a referirse a un tipo específico de disfunción (por ejemplo “hijos adultos”) comenzaron a aparecer. La misma pregunta, sin embargo, siguió rondando: ¿Qué es lo que pasa realmente en estas familias, que causa estos problemas psicológicos en común, que antes catalogábamos como rasgos de hijos de adultos de padres alcohólicos? La pista principal fue que, en la ausencia del abuso con el alcohol, otras formas de padres disfuncionales parecían producir los mismos síntomas, por ejemplo: en el incesto, el abuso físico, la negligencia emocional o la ausencia física. Un Punto de Vista Emergente
Cuando comenzamos a tratar de rastrear los rasgos en común que comparten los sistemas parentales de los sobrevivientes, identificamos un modelo de interacción que hemos llamado “la familia narcisista”. Sin importar la presencia o la ausencia de un abuso que se pueda identificar, hemos encontrado un rasgo pervasivo, presente en todas las familias: la necesidad del sistema parental de tener la prioridad por sobre las necesidades de los niños. Hemos hallado que, en la familia narcisista, las necesidades de los niños sólo son secundarias con respecto a la de los padres, pero por lo general son problemáticas para estos últimos. Si uno quiere rastrear la familia narcisista en cualquiera de las escalas del desarrollo bien conocidas (como por ejemplo la de Maslow o la de Ericsson), uno ve que las necesidades más fundamentales del niño, aquellas de confianza y seguridad, no están satisfechas.(4) Además, la responsabilidad de la realización de estas necesidades, cambia del
padre hacia el hijo. En esta situación familiar, el niño debe ser reactivo a las necesidades de los padres, en lugar de ser lo que corresponde, es decir, que los padres deben responder a las necesidades del niño. De hecho, la familia narcisista está consumida en tratar con las necesidades emocionales del sistema parental. En la familia narcisista se contrata a los niños en el proceso de satisfacer las necesidades de los padres. En una familia en la que el padre es un adicto a la cocaína, tanto la esposa como los niños bailan alrededor del padre para no inducir conflictos. Cuando la mamá está al borde de la locura, hay una especie de danza similar entre el esposo y los niños. En una familia incestuosa, los niños son protegidos del atacante, quien nunca se confronta con el esposo o la esposa. El esposo o la esposa de un padre con traumas, pone toda la energía en sostener el status quo y en enternecer o ablandar a su pareja, todo esto perjudicando a sus niños. En la familia narcisista, el comportamiento del niño está evaluado no en términos de lo que dice sobre lo que él o ella esté experimentando o necesitando, si no en su impacto en el sistema parental. Por ejemplo, en una familia saludable un niño que recibe una mala nota en un boletín, alerta a los padres acerca de la presencia de un problema. La situación es luego examinada en términos de las necesidades del niño y de su desarrollo. Por ejemplo: ¿el trabajo es demasiado duro? ¿El niño está bajo stress? ¿Necesita ayuda: un tutor, apoyo o algo así? En la familia narcisista, sin embargo, el mismo problema es examinado en base a las dificultades que esto presenta para los padres. Por ejemplo: ¿El niño es desobediente, haragán, avergüenza? ¿O quizás está buscando sólo una atención excesiva? En este ejemplo, la familia saludable reaccionaría expresando una preocupación por los sentimientos de niño, presentando su mala nota, no como una falla personal, sino como un problema que debe ser resuelto. En la familia narcisista, sin embargo, las reacciones de los padres le indican al niño que sus sentimientos tienen una importancia limitada o ninguna importancia en lo absoluto. [En este caso] el niño no TIENE un problema, él ES un problema. Yendo un
poco más lejos, el niño no tiene necesidad (por ejemplo, de un tratamiento para la dislexia, para la ansiedad, una tardanza en el desarrollo, presión, etc.), si no que se le pone una etiqueta (haragán, holgazán, estúpido, el payaso de la clase, disparate, etc.) Las consecuencias de las acciones de los niños en los padres, son de una importancia primordial. Con el tiempo, estos niños aprenden que sus sentimientos tienen un valor muy pequeño o hasta negativo. Comienzan a desprenderse de sus sentimientos, a perder el contacto con ellos. Por lo general, esta negación de sentimientos es funcional para el niño, ya que expresarlos sólo alimenta el fuego. En lugar de entender, de reconocer, de validar SUS propias necesidades, estos niños desarrollan un sentido exagerado de su impacto en las necesidades de sus padres, de hecho, se convierten en un reflejo de las necesidades emocionales de sus padres. Las necesidades del padre se convierten en un blanco en movimiento en el cual el niño refleja un sentido de error o falla, sienten que ellos son los que se equivocan. Además, no llegan a aprender cómo validar sus propios sentimientos y cómo satisfacer sus propias necesidades. Con el tiempo, los niños sufren un adormecimiento semi-permanente de sus sentimientos. En la edad adulta estos individuos pueden no llegar a saber lo que sienten, excepto por ciertos grados de desesperación, frustración y insatisfacción. El camino hacia la recuperación, el cual planeamos en el Capítulo Cuatro, se delinea en cinco etapas separadas. Esto incluye la comprensión de los pacientes de que no son responsables por el sistema de acciones que los padres les inculcaron durante su crianza, ni que los podrían haber controlado. También incluye, sin embargo, su comprensión de que una vez adultos tienen el poder de controlar su recuperación y que, de hecho, son responsables de esto. En otras palabras, un niño con una familia disfuncional, está moldeado por la disfunción de su familia, pero una vez que es adulto ya no necesita que esta disfunción lo defina. ¿Por Qué Ejemplos de Casos?
Este libro está salpicado de ejemplos de casos, contrariamente a estudios de casos. Nuestro sentimiento es que luego de haber pasado
horas con sus propios pacientes, puede ser que los terapeutas no deseen invertir tiempo leyendo transcripciones de sesiones de otros, para deducir algunos conceptos. Por lo tanto, los ejemplos que hemos abreviado corresponden a ilustraciones auténticas, con la información para identificar limpiada para proteger la confidencialidad. Para acomodarnos a diferentes situaciones y para hacer que el texto sea más fácil de leer, hemos variado las voces de los autores de vez en cuando, por ejemplo, refiriéndonos alternativamente a ellos como “nosotros”, “yo”, “el terapeuta”, etc. Del mismo modo, al presentar ejemplos también hemos variado los pronombres “él”, “ella”, “ellos” para que el texto fluya más fácilmente. Hemos evitado usar las situaciones extremas en cuanto nos fue posible. Los peores casos son relativamente fáciles de comprender. Si, por ejemplo, a un paciente le cae un balde de agua fría a propósito por parte de alguno de sus padres cuando es niño, no es difícil entender porque las heridas emocionales existen. Sin embargo hemos hallado que las historias que presentan los pacientes, por lo general son mucho más sutiles. No es necesario que el niño sea severamente abusado, para recibir un trauma. Hemos observado individuos cuya historia de la familia de origen no fue tan dramática, pero que sin embargo se ven seriamente afectados. Estos individuos provienen de familias narcisistas, en las cuales la disfunción fue pervasiva y, sin embargo, encubierta. Se espera que estas ilustraciones sirvan de aparatos mnemónicos, es decir, de ganchos en los cuales atar los conceptos. Los casos fueron elegidos con matices netamente diferentes de comportamiento disfuncional dentro de la familia narcisito, que puede variar entre algo realmente obvio hasta algo confusamente sutil. Al igual que en la naturaleza, en que los elementos existen muy rara vez en su forma pura, por ejemplo el oxígeno se encuentra mezclado con una docena de otras sustancias en el producto que llamamos “aire”, del mismo modo son los rasgos de la familia. Si bien podemos hacer referencia a una familia incestuosa o con problemas de alcohol, unas crianzas disfuncionales por lo general muy raramente son presentadas por el paciente en su forma pura, al contrario, los problemas tienden a ser
multidimensionales. Los ejemplos de casos van a ayudar a los terapeutas a reconocer elementos claves de la familia narcisista, a pesar de que se encuentren en forma encubierta. Presentando el Marco de Trabajo
Nosotros consideramos que la psicoterapia es un arte de curación, una mezcla de técnicas, estrategias y una alquimia personal diseñada para portar una especie de alivio y para aumentar en el crecimiento del cliente.(5) Para aquellos que poseen una mente científica, esta orientación puede olerles un poco a folkismo o algo inexacto, un proceso que suena más a una anécdota. Claro, hay desórdenes para los cuales las pruebas empíricas han apoyado un tipo de tratamiento más que otro. Por ejemplo, en el tratamiento de las fobias simples, se dice que la intervención sobe el comportamiento, juntando aproximaciones sucesivas con una inhibición recíproca, funcionan en más del 90% de los casos.(6) Lamentablemente, los textos publicados tienen muy poco de estos casos en los que hay una estrategia de tratamiento que se apareja con los desórdenes que se pueden reconocer. La psicología y el trabajo social son ciencias suaves. Y, sin embargo, aquellos de nosotros que estamos en este terreno, continuamos investigando, leyendo, yendo a talleres, hablando con colegas clínicos y buscando supervisión. Todo esto con la esperanza de ayudar, mejor a nuestros clientes. Para mejor o para peor, nuestros métodos de tratamiento muy pocas veces se ponen bajo escrutinio, principalmente nos la ingeniamos para encontrar técnicas que correspondan a nuestra propia personalidad y a las necesidades de nuestros clientes. Ciertamente existe una necesidad de validación de las modalidades de tratamiento. En la formulación de una hipótesis inválida, el investigador debe primero tener un marco de trabajo, una orientación o una dirección en la cual va a explorar. La presentación de la Familia Narcisista es la exposición de tal marco de trabajo. Es el desarrollo y la implementación de este modelo hipotético, que nos ha sido de tanta ayuda a los autores, al trabajar con una población específica de
pacientes. El marco incluye: (1) Una hipótesis de formación de síntomas y las secuelas en el comportamiento, (2) sugerencias para estrategias de tratamiento. No contiene -ni tampoco es la intención que contenga- unos estudios que validen francamente estos puntos. En cuanto a nuestro punto de vista, este libro tiene dos puntos fuertes. Primero, postula una causa más amplia (y menos misteriosa) que alguna vez ha sido reservada muy estrictamente a los casos de los niños adultos del alcoholismo, y que luego se fueron expandiendo hacia niños de familias disfuncionales. Al hacer eso este libro propone una teoría para explicar por qué tantos individuos poseen síntomas similares, a pesar de que sus contextos pueden parecer muy diferentes, y que, sin embargo, están desprovistos de un abuso identificable. En segundo lugar, este libro provee una fórmula para tratar terapéuticamente con esta población. Los autores han detallado estrategias que han hallado muy benéficas para trabajar con una población que muy a menudo se muestra refractaria al tratamiento. En conclusión, los autores están tratando de exponer un modelo de tratamiento práctico, orientado hacia la acción y dirigido a los terapeutas. Si bien una vista positiva, la validación y el apoyo al paciente, son aspectos críticos de la terapia, el terapeuta en este modelo es una fuerza preactiva en el proceso. No estamos presentando este modelo como una nueva teoría del estudio del ser (para usar la terminología de Kohut), sino que estamos sugiriendo que presenta la posibilidad de un punto [de partida] para comenzar a formular una teoría.(7) Creemos que el modelo de tratamiento de la familia narcisito es un paso necesario hacia la evolución de los procesos terapéuticos.
Narciso, Narcisismo y el Modelo de la Familia Narcisista Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso, Narcisismo y el Modelo de la Familia Narcisista El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo 1 La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass
Este texto es acerca de los individuos criados en familias narcisistas. No es acerca de aquellos que sufren del desorden de la personalidad narcisista. Aunque es posible que uno de los padres (o ambos) en un sistema narcisista tenga éste u otro desorden, es poco probable; por lo general los desordenes de la personalidad en el grueso de la población no son tan comunes, y casos de desórdenes de la personalidad narcisista, mientras que parecen ir en aumento, todavía constituyen un porcentaje minúsculo de la población terapéutica. (1) Usamos el término, narcisista en nuestro modelo de tratamiento más en el sentido clínico que en el descriptivo. En este caso nuestra marca de narcisismo es descendiente de Ovidio, pero relacionada con Freud también. El narcisismo quiere decir estar absorto en si mismo, padecer una carencia de consideración y/o preocupación, una cierta superficialidad, preocupación por apariencias externas, falta de profundidad, distanciamiento -desgana de acercarse mucho o dar mucho. Cualquiera o todas estas descripciones, en distintos grados y con una distinta frecuencia, pueden ser utilizadas para describir al sistema parental de una familia narcisista. Aunque estos términos pueden ser usados en la descripción del desorden de la personalidad narcisista, sólo son la punta del iceberg. Cuando un ignorante usa el término narcisista de en una forma peyorativa – como en “Esa pequeña imbécil narcisista! En todo lo que piensa es en ella misma!” en realidad está transponiendo narcisismo con solipsismo: la creencia o visión de que todo lo que existe, puede ser conocido o tiene importancia es en uno mismo. Tal vez sería más adecuado decir, “Esa pequeña imbécil solipsista!”
No vamos a categorizar a los individuos provenientes de familias narcisistas como “narcisistas patológicos”; (2) sin embargo, la
definición del sistema en sí tiene paralelos con el marco psicoanalítico que define al narcisismo. En algunos puntos de la discusión de este modelo, se cita a la teoría psicoanalítica; existe, de hecho, mucho qué ganar con el entendimiento de la evolución psicoanalítica de la teoría del narcisismo, y hemos incluido una breve reseña del desarrollo de la teoría (desde Freud pasando por Kernberg y Kohut) en el Apéndice A. Nuestra referencia a la teoría psicoanalítica viene de la apreciación por las bases históricas del modelo de la familia narcisista, así como del estudio y trabajo previo hecho por otros que contribuyen para el mejor entendimiento de nuestra teoría. Reconocemos que el desorden de la personalidad narcisista, sin embargo, es una condición seria, a menudo debilitante y excesivamente dolorosa que es extremadamente difícil de tratar. (3) Los primeros precursores de la teoría psicoanalítica, con excepción de Heinz Kohut, han por largo tiempo considerado al psicoanálisis como el tratamiento a seguir para un desorden así. Aún dentro de ese entorno, hay grandes desacuerdos concernientes a la eficacia y al enfoque de los distintos métodos de tratamiento. (4) A medida que nuestro texto se desarrolle, el lector podrá ver que, por muchas razones, no respaldamos el psicoanálisis como medio para el tratamiento de los desordenes de los individuos criados en familias narcisistas. Narciso y Narcisismo
Para referenciar al desorden que etiquetamos como narcisismo de una manera significativa, debemos de regresar al recuento de Ovidio sobre el mito: Me consumo en amor propio; tanto mantengo las llamas como las sufro. ¿Qué debo hacer? ¿Debo ser cortejado o cortejar? ¿Por qué cortejar del todo? Lo que deseo, lo tengo; tengo en abundancia lo mismo que mi deseo suplica de mi (5)
En esta versión del mito, Narciso era el producto de una violación. Su madre, Liriope, una dama de las aguas, fue violada en un arroyo y casi ahogada. Cuando Liriope le pregunta a un profeta acerca de lo que el futuro le guarda a su hijo, y si llegará a vivir una edad avanzada, el profeta responde, “Si nunca llega a conocerse a si
mismo” (6). Narciso, aunque hermoso físicamente y deseado por muchos (de ambos sexos), permanece indiferente. Es amado y admirado, especialmente de manera trágica por Eco, pero no ama ni admira en correspondencia. Al final, por supuesto, encuentra un objeto digno de su amor – su propio reflejo en el agua. Entonces llega a “conocerse a si mismo”, lo cual resulta en su misma muerte. Lo que queda es una hermosa flor blanca (el Narciso) que florece a la orilla del lago perpetuamente reflejado en sus aguas. Hay muchos elementos en este mito que han sido considerados para estudios y modelos psicológicos (incluyendo el nuestro): la historia de Narciso simbólicamente incluye los peligros de la belleza física, el lago como espejo, la violación, el amor propio, la auto-estima sesgada, el amor homosexual, el amor perverso, el rol de la empatía, el agua como fuente de vida/muerte y el auto-conocimiento como muerte. La parte de Eco se usa para representar a la personalidad reactiva, al distorsionado sentido del ser y la falta de auto-conocimiento como muerte. Tal vez más que cualquier otro personaje mitológico, Narciso ha fascinado a estudiosos del comportamiento humano por la dramatización de dualidades caracterológicas como: pasión/frialdad, distanciamiento/absorción, realidad/ilusión, percepción/hecho, unidad/separación, sujeto/objeto y demandar/rechazar amor. Como Chessick apunta hábilmente, el término personalidad narcisista ha sido usada “con una variedad impresionante de significados, yendo desde la perversión sexual a la concentración de intereses psicológicos en uno mismo” (7). Y ahí reside el problema. Narcisismo Renacido
Havelock Ellis fue el primer estudiante de psicología en incorporar el mito de Narciso al cuerpo de la literatura psicológica. En “AutoErotismo: Un Estudio Psicológico” (1898), publicado al final del siglo diecinueve, describió la suplantación de la manifestación sexual externa por una tendencia “Narcisista en apariencia” interna de autoerotismo, actividad a menudo durante el sueño. Ligó la tendencia
hacia el placer sexual individual como de carácter totalitario y perverso.(8) Durante el mismo periodo, Paul Nacke describió la actitud de quien trata a su cuerpo como un objeto sexual, tocándose y acariciándose como principal desfogue a sus deseos sexuales; el término Narcismu (Narcisismu) fue dado a conocer para describir esta actividad como una perversión sexual.(9). Freud usó por primera vez el término narcisístico en 1910 como nota a pié de página en el previamente escrito Tres Ensayos sobre la Teoría de la Sexualidad .(10) Y mientras que fue Rank (1911) quien publicó el primer estudio psicoanalítico sobre el tema, fue en “Sobre Narcisismo: Una Introducción” que Freud estableció el concepto y terminología de lo que sería un eje central de su teoría de desarrollo.(11) También movió al estudio del narcisismo lejos de la perversión sexual, escribiendo que “una asignación del libido merecedora de ser descrita como narcisismo tal vez se encuentre presente de manera mucho mas extensa, y eso tal vez ocupe un lugar en el curso normal del desarrollo de la sexualidad humana” (itálicas agregadas)(12). Tanto Freud como Mahler observaron al narcisismo como solución a un conflicto, moviendo al infante lejos del narcisismo “primario” (saludable), donde el niño conoce (ama) solo a su persona, hacia una exitosa transferencia de amor por un objeto (usualmente la madre). (13) Donde no ocurra esta progresión natural, o donde un trauma force al niño que ha logrado exitosamente la transición, entonces resulta la patología que llamamos narcisismo o desorden de la personalidad narcisista. El Modelo de la Familia Narcisista
Aunque nuestro paradigma se encuentra en paralelo con el narcisismo clínico, el nombre es derivado de la relación de Eco y Narciso, y está mas relacionado con Eco que con Narciso. En vez de Modelo de la Familia Narcisista, pudimos haberlo llamado el modelo centrado alrededor de los padres, o aún el modelo Eco – pero hay una relación, para la mayoría de nosotros, con la palabra narcisismo que es descriptivamente significativa y comunicadora. Yendo más
lejos, hay una indudable conexión con la teoría psicoanalítica, particularmente ejemplificada por las teorías de desarrollo de Freud y Mahler. (15) Nuestro modelo es ciertamente acerca del sistema parental que, por alguna razón, puede reflejarse sólo a si mismo y sus propias necesidades (Narciso), y acerca del niño que sólo existe para los padres al grado que cumpla o rechace cumplir esas necesidades (Eco). En un sentido estricto este modelo no trata al narcisismo patológico, sino del sistema de relaciones o interacciones que cargan con cualidades que asociamos comúnmente con el narcisismo: absorberse en si mismo, desapegos, falta de empatía, el ponerse (al sistema parental) primero, una exagerada necesidad de validación y preocupación con la apariencia externa por encima de una interna sustancial. Las teorías no florecieron, estallando, como Atena de la frente de Zeus. Los orígenes del término familia narcisista son tanto históricos como sociológicos. Hay referencias a lo largo de este libro de las variantes de Ovidio y de Freud del narcisismo para ilustrar ciertos puntos o conceptos. Hay muchas referencias al concepto de enfermedad mental para dar continuidad. Podemos ver las tendencias de un individuo hacia el auto-centralismo y grandiosidad desde la perspectiva tradicional de las relaciones-objeto y expedir un diagnóstico de desorden de personalidad narcisista, o podemos asumir la perspectiva de que hay un grado de narcisismo saludable que contribuye a la auto-protección, auto-aserción y creatividad. Para citar a Sheldon Bach: Pero esa misma centralidad que crea problemas en las relaciones-objeto tal vez sea necesaria para la capacidad excepcional creativa, y ¿quién es para decir si la grandiosidad y las fantasías de poder podrían parecer patológicas únicamente cuando no acompaña el éxito en el mundo? Aparentemente, tales distinciones no siempre son fáciles de hacer, y no podemos necesariamente asumir que un narcisista saludable se vuelve favorito de los dioses mientras que uno enfermo se vuelve un paciente. (16)
Para ilustrar nuestra posición de que la enfermedad mental depende grandemente de quien la observa – es por eso que el enfoque de este modelo se establece de acuerdo a la manera como las personas se
relacionan, no en su patología – quisiéramos compartir una joya sacada de La Máscara de la Cordura de Cleckley. Un millonario, notorio por sus excentricidades, tenía un hermano mayor más balanceado quien, en numerosas ocasiones, ejerció una fuerte presión para ponerlo bajo cuidado psiquiátrico. Al recibir noticia de que este hermano mas sabio había sido abandonado inmediatamente después de la noche nupcial por una famosa dama del teatro (con quien había entablado una fuerte suma de dinero) y que la novia, durante el episodio pseudo-matrimonial, había estado obstinadamente vistiendo medias, el más joven apresuró a enviar este sucinto e incontestable telegrama: ¿QUIÉN ESTÁ LOCO AHORA?(17) Una Nuevo Marco de Referencia
Al hablar del sistema familiar narcisista, no estamos describiendo a individuos con desórdenes crónicos. En su lugar estamos hablando de un nuevo marco para (1) buscar la manera para que las personas aprendan a interactuar con sus familias de origen, (2) analizar las consecuencias durante la edad adulta de los patrones e interacciones en la edad infantil, y (3) organizar estrategias para manejar esas consecuencias durante la terapia. Así, para el paciente que necesita saber “¿Quién está loco ahora?” nosotros respondemos que nadie, o todos; ¿cuál es la diferencia? Este modelo no es sobre patología, es sobre aceptación (Vea el Capítulo Cuatro) – aceptación de la realidad del pasado, y las posibilidades para un cambio productivo en el presente.
Características de la Familia Narcisista Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo II La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass
Dentro de una familia narcisista, las necesidades del sistema parental son enormes. Ya sea que la familia esté compuesta de dos padres, de un pariente consanguíneo y un padrastro o madrastra, de una madre o padre soltero, o de pariente directo soltero y su novio o novia, de un padre o madre soltera y otros parientes, de padres adoptivos, abuelos o cualquier configuración imaginable, la capacidad del sistema parental– o más exactamente, su incapacidad – para centrarse en las necesidades del niño o niños es factor determinante en una familia narcisista. En el Capítulo Uno, aludimos a dos categorías de familias narcisistas: abiertas y encubiertas. Ya que todas las familias narcisistas caen dentro de una de estas dos categorías, abriremos nuestra discusión considerando cada una de ellas.
Familias Abiertamente Narcisistas
Estas familias son relativamente fáciles de reconocer por el terapeuta, ya que son las clásicas familias disfuncionales. Estas familias se caracterizan por un sistema parental que se ve afectado por el alcohol o drogas, abusos físicos o sexuales, crímenes, enfermedades mentales obvias (con antecedentes de ingresos a instituciones o depresiones inhibitorias, por ejemplo), y/o negligencias extremas. (Para una discusión más detallada de las implicaciones en el tratamiento de adultos criados en familias traumáticamente abusivas, vaya al Capítulo Ocho). En estas familias, el sistema parental se centra sobre si mismo de manera tan arrolladora, que tal vez tengan dificultades en atender las necesidades más básicas (alimento, vestido, casa y seguridad). Los niños nacidos en familias abiertamente narcisistas se vuelven
reactivos/reflectivos muy tempranamente – a menudo desde la infancia, o a partir del establecimiento de condiciones profundamente disfuncionales dentro del sistema parental. El Secreto Familiar
Tal vez la característica que más sobresalga en estas familias sea la del secreto familiar. Para poder satisfacer las necesidades expresadas o implícitas de los padres, el niño oculta el abuso y/o descuido a otros y, como es común a veces, incluso a sus mismos hermanos. En vez de unirse para apoyarse, los niños de estas familias son a menudo aislados el uno del otro. El “secreto” es demasiado aterrador para ser discutido, aún entre ellos. En terapia, los adultos de familias abiertamente narcisistas tal vez tengan muy pocos recuerdos de su niñez. Respuestas como las siguientes son comunes cuando estas personas son cuestionadas acerca de su familia de origen: “Realmente no recuerdo mucho. Era una familia muy normal, creo. Quiero decir, nos castigaban si hacíamos algo mal: Papa nos golpeaba con el cinturón. Pero lo merecíamos”. Este fue el comentario de Ben hecho al comienzo de su terapia. Ben era cruelmente golpeado con regularidad por su padre desde su temprana infancia hasta la mitad de su adolescencia, justo cuando se volvió más alto y fuerte que su progenitor. Sin embargo, el abuso emocional por ambos padres sí continuó, y fue igual o más destructivo aún. “Mi padre era más o menos un cabrón. Pero no me hizo mucho a mí; mis hermanos lo tuvieron mucho peor. Y mi madre era realmente maravillosa; todavía es mi mejor amiga. Tuvimos muchos momentos buenos. En realidad, apenas lo recuerdo”. Esta también fue una declaración al comienzo de la terapia con Eileen, cuyo padre alcohólico golpeaba a todos los niños mientras la madre observaba. El padre era particularmente abusivo verbalmente hacia Eileen y la escogía para ocasionarle castigos sádicos, como el dispararle a su perro para luego colocar el collar junto a su almohada mientras dormía. Cuando Eileen trataba de hablarle a su madre de las palizas,
en particular hacia su hermano menor por correr el riesgo de un desenlace fatal, su madre la silenciaba diciendo, “Sólo lo vas a empeorar”. Cuando Eileen trató de llamar a la policía durante un incidente, su madre desconectó el teléfono. “No hay razón para hablar de mi infancia. Fue perfectamente normal. De hecho, no puedo recordar nada; ¿no es terrible? Pero fueron buenos tiempos”. Esa fue una declaración de Kristen, también al comienzo de su terapia, cuyo padre era guardia civil. Continuamente se ausentaba y cuando estaba en casa, estaba borracho. Su madre estaba crónicamente deprimida e ingresaba en una institución mental por largos periodos de tiempo, durante los cuales Kristen – la única mujer de cuatro hermanos – tomó las riendas de las tareas domésticas, la preparación de alimentos y el cuidado de su hermano menor (nacido cuando tenía diez años). Este patrón continuó hasta que abandonó su hogar a los diecinueve años. “Era lo que pudiera decirse una chica mala”, dijo Eleanor valientemente, tratando de no llorar pero al mismo tiempo obviamente sobrecogida por la vergüenza de haber tenido que admitir su sensación de “maldad” a su terapeuta. “No sé como mis pobres padres pudieron aguantarme. Yo era todo un caso, ¡de verdad! Pero ¿tenemos que repasar todo eso? En realidad no tengo muchos recuerdos. De todas maneras, ¡estoy aquí para tratar mis ataques de ansiedad, no mi niñez! Eso se acabó”. Su perturbada madre la aporreaba periódicamente durante su adolescencia, y constantemente la acusaba, desde los diez años, de ser promiscua, llamándola “prostituta” o “puta” comparándola con sus “buenas” hermanas. En realidad, Eleanor era una joven altamente moral que permaneció virgen hasta su matrimonio a los diecinueve. El término abiertamente narcisista se aplica a lo que el terapeuta percibe, no lo que el paciente percibe. El que un paciente reconozca la realidad de su educación conforma la excepción, no la regla. El típico adulto proveniente de una familia narcisista está lleno de ira no reconocida, se siente vacío, desplazado y deficiente, sufre periódicamente de ataques de ansiedad y depresión, y no tiene idea de cómo llegó a ese punto.
La Tensión y Miedo al Abandono
La tensión es característica de la familia abiertamente narcisista. Todos los niños tratan desesperadamente de llamar la atención y lograr aprobación y/o tratan de evitar cualquier choque que empeoraría las cosas, con el fin de inyectar algún tipo de control sobre la situación para mejorarla. El miedo al abandono en los niños los empuja a tomar medidas extremas negando – a los demás, y a menudo a si mismos – la realidad de su situación en casa. Este miedo se prolonga frecuentemente hacia la vida adulta, volviendo difícil y dolorosa la toma de conciencia del origen de la familia durante la terapia. Las Familias Encubiertamente Narcisistas
Estas familias son más difíciles de reconocer, ya que los comportamientos disfuncionales de los padres son más sutiles. Recordamos muchos casos de revisión de historias de pacientes completamente normales, en la que buscábamos un comportamiento abusivo que, basándose en los síntomas del paciente, debía de estar presente pero que no lo estaba. Durante una reunión con el equipo de trabajo para tratar un caso, un colega detalló maravillosamente un caso difícil para declarar después, lleno de frustración, “¿Quién es el alcohólico? ¡Yo sé que alguien en esta familia tiene un problema de alcoholismo!”, pero nadie lo tenía. El problema radicaba en que el paciente manifestaba todos los síntomas que asociamos a una familia con problemas de alcoholismo, pero sin evidencia de abuso de alcohol o drogas; de hecho, sin evidencia de ningún tipo de abuso familiar. Tal como el Rey de Siam mencionó a Anna, “Este es un acertijo” (1). La solución a este enigma muchas veces residía en que el paciente provenía de una familia encubiertamente narcisista. Sencillamente, este tipo de familias parecían normales desde el exterior y fantásticas desde el interior. De hecho, los sobrevivientes de este tipo de familias se desconciertan muchísimo ante la sugerencia de que cualquiera de
sus problemas pudiese provenir de su familia de origen. Después de todo, nadie tomaba ni consumía drogas, nadie golpeaba a nadie, nadie tenía una enfermedad mental severa, etcétera. El papá podía ser del tipo que trabajaba su jornada de ocho horas, y Mamá el ama de casa horneando galletas para la Asociación de Padres de Familia. Simplemente no existían problemas. Sin embargo, se volvió aparente a lo largo de la terapia que las necesidades de los padres constituía el enfoque de la familia, y de alguna manera se esperaba de los niños que cubriesen esas necesidades. Obviamente, si se espera que los niños satisfagan las necesidades parentales, entonces sus propias necesidades no están cubiertas, ni tampoco aprenden a expresar sus necesidades o sentimientos apropiadamente. Todo lo contrario: lo que los niños aprenden es a enmascarar sus sentimientos, como pretender sentir cosas que no sienten, y como evitar experimentar sentimientos reales. Becky, del Capítulo Uno, es un ejemplo. La historia de Brad. “No avanzaremos mucho hablando de mi
familia; mi familia inventó la palabra normal refiriéndose a si misma, dijo Brad, un ejecutivo varonil y atractivo de treinta y un años. Brad acudió a terapia por su incapacidad en sostener relaciones con mujeres. Brad era un hombre de negocios exitoso cuya confianza y entusiasmo resultaban contagiosos; su baja autoestima quedaba enmascarada de forma efectiva en el mundo de los negocios. Dedicaba la mayor parte de su tiempo a su trabajo. Esto influyó positivamente en su rápido ascenso a través de los rangos corporativos, pero negativamente en sus relaciones sentimentales. Su adicción al trabajo que inicialmente constituía una defensa contra sus pésimas relaciones, se convertía ahora en un problema al entablar cualquier tipo de relación. Brad provenía de la típica familia encubiertamente narcisista. Sus padres eran maestros de escuela y activamente implicados en su comunidad. Brad y su hermana fueron buenos estudiantes, talentosos atletas y músicos, y también populares entre sus compañeros de clase. Los padres estaban en casa cuando los chicos estaban en casa, la familia comía junta seis días a la semana, y nadie se sobrepasaba
con la bebida, ni consumía drogas, ni fumaba, ni insultaba o golpeaba a nadie. Eran absolutamente normales tanto por fuera como por dentro. “Solía preguntarme por qué estaba tan asustado, por qué me sentía tan desplazado”, dijo Brad. “Observaba a familias de otros niños, quiero decir que realmente las observaba. La nuestra no era diferente. Era normal. Es decir, mis padres tenían sus peleas, y cosas así. Pero nada excesivo. En realidad sucedía lo contrario. ¡Ninguno de los dos dejaba que dijésemos algo malo sobre el otro! Mamá podía llegar a ser algo autoritaria y crítica. Pero era una familia amorosa, y siempre mencionaban lo importante que era la familia. Todo era bueno. Solo son ideas mías. Todavía las tengo; no puedo soportar regresar allí. Aunque a ellos no les parece importar.” Cuando se le preguntó si sus padres habían tratado alguna vez de hablar con él de sus sentimientos, su respuesta fue: “No, no que lo recuerde. Nadie hablaba de sentimientos. Simplemente sabías lo que tenías que hacer. Si no lo hacías, te metías en problemas. Tal vez hablaron de sentimientos con Betsy (su hermana); ella era la buena en realidad.” La hermana de Brad que le llevaba dos años y medio, era músico profesional. A pesar de haber sido muy unidos de niños, sus trabajos les reclamaban en costas opuestas, erosionando así su relación. En el transcurso de la terapia, Brad fue motivado a restablecer contacto con su hermana para averiguar las impresiones que guardaba de su educación. Se impresionó al saber que ella tenía sentimientos muy similares sobre su infancia. Más aún, sus percepciones eran más fuertes. Lo siguiente es el extracto de una carta que ella ilustraba así: “Siempre sentí que Mamá y Papá tenían otros planes...Estaban tan involucrados el uno con el otro que nosotros no importábamos...Estaban obsesionados o celosos entre ellos, sexualmente hablando. Recuerdo no hablar de sentimientos cuando quería hacerlo. Como si la tensión emocional entre los dos fuera tan fuerte que no podían soportar que fuésemos otra cosa más que niños exitosos de recortes de papel. Esa casa estaba tensa en permanencia. No podía esperar a graduarme para irme lejos a la universidad.”
Cuando Brad recibió la carta de su hermana, consiguió ver a su familia con ojos nuevos, y vio que sus percepciones eran acertadas. Aún sin saber por qué, estuvo de acuerdo en que las cosas iban bien en casa mientras los niños no hiciesen petición emocional alguna a los padres. Sino todo se pondría muy tenso. Dijo que aprendió a “actuar siendo siempre feliz”. Brad y su hermana aprendieron a satisfacer las necesidades de sus padres, y a no pedirles ayuda emocional. En pocas palabras, venían de una familia encubiertamente narcisista. Más adelante en este capítulo, mostraremos la historia de Trisha. Su familia de origen es otro buen ejemplo de una familia encubiertamente narcisista. No hubo abuso sexual o físico, todas las necesidades físicas de Trisha estuvieron bien satisfechas, y no fue expuesta al uso inapropiado de drogas o alcohol, sexualidad o violencia. La “danza” parental simplemente no incluía a Trisha. A la edad de siete años, se volvió incapaz de cumplir con las necesidades de sus padres, y ellos se volvieron renuentes a cumplir las suyas. Cuestión de Grados
Ya sea abiertamente o encubiertamente, el grado de disfunción de una familia no sólo varía en el sentido absoluto, sino de acuerdo a cada niño específico dentro de la familia. Los pacientes surgen de familias que varían, desde normales a extremadamente peculiares y aún en las más peculiares puede ocurrir que se conceda importancia a las necesidades y sentimientos de los niños, por lo que los padres se esforzarán en satisfacerlos. Por tanto, a pesar de sufrir la familia alguna inestabilidad o chao pasajero, los niños guardarán un buen sentido de quiénes son y de su importancia. Sabrán que sus sentimientos importan y que serán atendidos de la mejor manera por los padres. Por lo contrario, todos hemos tenido pacientes de familias con problemas de alcohol (o algún otro problema clásico de familias disfuncionales) pero que sin embargo resultaron ser personas sorprendentemente coherentes. Tienen buen sentido de quiénes son
y logran escoger parejas adecuadas, ser buenos educadores como padres, tener amistades cercanas y carreras satisfactorias. Las familias con cierto grado de disfunción tal vez tengan un niño que se porte muy bien mientras que los demás hermanos son un desastre, psicológicamente hablando. ¿Por qué un niño parece escapar relativamente indemne? Postulamos que este niño tuvo sus necesidades cubiertas en mayor grado que sus hermanos o hermanas. Sabemos que ningún niño crece exactamente igual en el mismo ambiente; los padres responden de modo distinto ante cada hijo dependiendo tanto de la personalidad de los padres como la del niño. Quizás un hijo haya sacado el mismo extraño sentido del humor que la madre, otro hijo tal vez comparta el amor a la pesca de papá, y puede que el tercero sea muy cariñoso. La manera en que se relacionen los padres con estos tres hijos puede variar porque los niños son diferentes en si, y porque los sentimientos de los padres (ante todo los suyos propios) en las distintas interacciones también varían. Por ello es posible que en una familia un niño o niña logre tener cubiertas sus necesidades emocionales de forma muy consistente mientras que los demás no lo consiguen. Un paciente que había cambiado de terapeuta (por un traslado geográfico) comentó que su anterior terapeuta le había dicho en más de una ocasión, “Entiendo cómo tus hermanas llegaron a ser lo que son (alcohólicas, con esposos alcohólicos); ¡lo que no entiendo es como saliste indemne!” La respuesta fue que a pesar de haber nacido el paciente y sus hermanas en una familia narcisista, el grado en el que sus necesidades fueron cubiertas varió enormemente. Problemas de Confianza
Hemos encontrado en la mayoría de las familias narcisistas características que nos muestran como enfocarlas de otra manera y que permiten identificar áreas clave en la dinámica de sus interacciones. La confianza, y el desarrollo de la desconfianza, es la más obvia.
Hemos encontrado que los sobrevivientes de familias narcisistas tienen dificultad para confiar, pero no forzosamente porque sus necesidades primarias hayan sido desatendidas durante la infancia. Por el contrario, muchos sobrevivientes de familias encubiertamente narcisistas parecen haber sido bien atendidos, tanto físico como psicológicamente, durante los primeros doce a veinticuatro meses de vida (y más en ciertos casos) durante los cuales se pudo establecer algún nivel rudimentario de confianza (2). Como discutido en el Capítulo Uno, los problemas de las familias narcisistas a menudo comienzan cuando el niño intenta afirmarse a si mismo y a realizar peticiones emocionales al sistema parental (3). El sistema tal vez sea francamente incapaz de cumplir con esas demandas, y tal vez se sienta resentido o amenazado. Como anotamos anteriormente, más que no aprender nunca a confiar, el niño más bien aprende a no confiar, o va perdiendo la confianza poco a poco, . La historia de Trisha. El padre de Trisha era un oficial militar
condecorado, y su madre la esposa eficiente y devota de un militar. Cuando Trisha era pequeña, recuerda su familia como siendo “perfecta”. Era la familia perfecta. Papá era el apuesto oficial naval, Mamá la bella y elegante esposa, y yo era el bebé adorable. La vida era una interminable sucesión de fiestas de té en el jardín, y yo el centro de atención. Me llevaban a todos lados con ellos. La gente siempre decía que era “como una pequeña muñeca”. Pensé que toda mi vida sería de esa manera – todo cariños y alabanzas y risas. Cuando lo recuerdo, me entran ganas de llorar; era tan maravilloso. No he vuelto a sentirme tan querida desde entonces”. Pero, cuando Trisha creció, la situación cambió. “Recuerdo haberlo sentido a los siete años. Me desperté presa del pánico. Fui al baño y me observé en el espejo. Estaba traté de averiguar qué había cambiado en mi – por qué estaba equivocada. ¿Qué había hecho para que mis padres no me quisieran más? Y lloré y lloré. No podía averiguarlo. Al día siguiente, decidí que era porque era más alta (su
madre era bajita, con una figura 'perfecta'), así que decidí no comer. Papa estaba en Vietnam en aquel entonces, así que sólo estábamos las dos, mi madre y yo. Mi madre no se dio cuenta que yo no comía, pero tampoco modificó su comportamiento respecto a mi. Estaba muy ocupada, siempre. Vivíamos en Virginia para estar cerca de mis abuelos. El ambiente era muy social y Mamá lo disfrutaba mucho. Cuando recibíamos visitas en casa, mi madre me vestía indicándome qué decir. Nunca parecía complacida conmigo, aunque me empeñaba mucho en ser linda. Mis padres siempre decían que era “tan linda, tan adorable”, así que puse más empeño aún en hacer lo que siempre había hecho. Entonces mi madre sólo decía, “¡actúa de acuerdo a tu edad, Trisha!” o hacía otro comentario demostrando su desdén. Me mandaba a mi cuarto nada más llegar las visitas, y la criada se quedaba conmigo. Sentía que molestaba y que era fea. “Cuando Papi regresó a casa, supuse que las cosas serían como antes, pero no lo fueron. De pronto parecía muy irritado conmigo también. Le dijo a Mamá que parecía enferma, y ella me llevó al doctor que me dio una medicina. Tenía que tomar algo que parecía un licuado tres veces al día. Papi me apuntó en gimnasia para “ponerte en forma”, y Mamá se enojaba mucho conmigo si no comía. Ella quería complacer a Papá, creo. Comencé a comer de nuevo; no servía de nada pasar hambre, de todos modos seguiría creciendo. Pero estaba abatida. Trataba una y otra vez que me amaran como antes, que fuesen mi Mami y Papi de nuevo, ser la “misma” que había sido...” En este momento Trisha se llenó de lágrimas. “De todos modos fue entonces cuando comencé a arrancarme las pestañas...Cuando me fui haciendo mayor, sobreactuaba mucho. Hacía todo lo que se me ocurría para captar su atención, o algo de atención. No me importaba. Entonces era realmente bonita, y parecía que ya no les importaba que estuviera en sus fiestas. Pero no podía confiar en ellos. Por mucho que pretendiera su aprobación - la necesitaba desesperadamente – estaba asustada. La tuve una vez, y la perdí. Así que hice muchas cosas para herirlos, avergonzarlos. Era muy promiscua, y seduje a unos jóvenes oficiales que estaban bajo el mando de Papi. Mi último “¡mírenme! ¡fastídiense!” creo. Nunca he
confiado en nadie. Especialmente en mi”. A medida que Trisha pasaba de la adolescencia a una edad más adulta, sus dificultades para confiar la empujaron a tener muchas relaciones y patrones de comportamiento dañinos. Tenía una abrumadora necesidad de atención y aprobación masculina, pero en cuanto las tenía se asustaba muchísimo, entonces precipitaba el final de la relación. Odiaba y desconfiaba de las mujeres, y no tenía amigas. (El enfoque inicial de su terapia fue su habilidad para lidiar con una terapeuta). Había descubierto una forma placentera de automutilación en su temprana adolescencia (arrancarse el vello facial con pinzas) y, a pesar de las dificultades cosméticas que presentaba, mantuvo el comportamiento hasta convertirse en una compulsión profundamente arraigada. Obviamente existe un número de factores en el caso de Trisha. La historia de su familia de origen, sin embargo, es un buen ejemplo de familia narcisista donde la niña inicialmente cumple con las expectativas de los padres y a cambio se cumplen las suyas también. (Vea, “El Modelo Parental Invertido”, abajo). Era bueno para la carrera de su padre, que también era la de su madre, aparentar ser una hermosa pareja joven con un hermoso bebé. Cuando el bebé creció, volviéndose más alto y torpe, pidiendo más atención, y con una agenda propia que seguir – dejó de ser visto como algo positivo por sus padres. Mientras las necesidades físicas de Trisha eran atendidas por una serie de criadas, nadie atendía sus necesidades emocionales. Su madre se volvió cada vez más cruel y abusiva verbalmente, su padre alternaba entre frío/distante y cálido/seductor. (4) Trisha relató que había momentos en que sentían la necesidad de ser “padres” y de pronto e inexplicablemente la bañaban con atención y afecto. Este reforzamiento intermitente e impredecible es común en las familias narcisistas; mantiene a los niños “enganchados” al sistema parental con la esperanza de ser capaces de precipitar la repetición de este comportamiento, y al mismo tiempo los vuelven más desconfiados de si mismos (por darse cuenta de su incapacidad en provocar más interacciones positivas) y de los demás (“ellos me
atrapan y luego me dejan, entonces no dejaré que me atrapen más”). El Modelo Parental Invertido
Cuando el niño crece, la identidad de los padres se involucra cada vez más con el desarrollo del pequeño. (5) Simultáneamente, a medida que las necesidades del niño se vuelven más complejas y mejor articuladas, tal vez comience a infringir más visiblemente el sistema parental. Un niño irritante que reclama atención en un momento inoportuno puede, después de todo, ser colocado en su cuna a puerta cerrada. Un niño iracundo y lloroso de nueve años es algo totalmente diferente. Es a medida que se imponen las necesidades psicológicas del niño en la vida de la familia, cuando verdaderamente se desarrolla la familia narcisista. El sistema parental es incapaz de adaptarse para cubrir las necesidades del niño, y el niño, para poder sobrevivir, debe ser quien se adapte. El proceso de inversión comienza: la responsabilidad de cubrir las necesidades gradualmente cambia de los padres al niño. Mientras que en la infancia los padres fueron los que cubrieron las necesidades del niño, ahora el niño es quien intenta más y más cubrir las necesidades del los padres, ya que de esta manera puede obtener atención, aceptación y aprobación. En la infancia, el desarrollo normal del bebé es a menudo gratificante para los padres, por lo que a su vez gratifican al bebé. Por ejemplo, las sonrisas del bebé (¡con o sin gases!) representan habitualmente una fuente de placer para los padres y son recibidas con excitación, atención y cariño. El comer, gatear, moverse, hacer ruidos e intentar vocalizar son gratificantes y gratificados a cambio. Las necesidades de los padres y del niño están en sintonía; por tanto, no hay problema. El desarrollo normal del pequeño, sin embargo, tal vez represente una amenaza para los padres. La exploración del niño requiere vigilancia y paciencia; sus gritos de “¡No!” y “¡Mió!” pueden ser exasperantes y desconcertantes. Las preguntas y llamadas de atención de un preescolar son invasivas y consumen tiempo. Más
aún, las necesidades de los niños – especialmente las emocionales – se incrementan en la misma proporción que su docilidad disminuye. Conforme va desarrollándose un niño normal, la necesidad de complacerse a si y a sus amigos se incrementa mientras que la necesidad de complacer a sus padres disminuye. Una familia sana no cambiaría el concepto básico de responsabilidad parental, por mucho que este hecho natural moleste; la tarea de los padres es satisfacer las necesidades del crío, no al revés. En una familia narcisista, por el contrario, al incrementarse la necesidad de diferenciación y satisfacción de necesidades emocionales del pequeño como consecuencia de un desarrollo normal, la creencia parental es que el pequeño está obstaculizándolos, volviéndose más egoísta y demás. Los padres, sintiéndose amenazados, se reafirman en su posición esperando que un niño más árido cubra mejor sus necesidades. (6) En algún punto entre la infancia y la adolescencia, los padres pierden el enfoque (si es que alguna vez lo tuvieron) y dejan de ver al niño como un ser independiente, con sentimientos y necesidades que cubrir y validar. En su lugar, el niño se vuelve una extensión de los padres. El crecimiento emocional normal es visto como egoísta o deficiente, y esto es lo que los padres reflejan al hijo. Para que el niño logre aprobación, necesita satisfacer la necesidad expresada o sugerida de los padres; la aprobación está condicionada por la satisfacción de las necesidades del sistema parental por el niño. La historia de Lynne. Lynne era una estudiante calificada con
honores en el segundo año del bachillerato, una probable candidata a dar el discurso en la ceremonia de graduación (por tener las notas más altas) y a recibir ofertas de becas para poder seguir estudiando en la universidad. A pesar de ser una estudiante excelente y concienzuda, sus profesores comenzaron a preocuparse por sus frecuentes ausencias, retrasos y cambios de humor y apariencia. Lynne podía estar alerta, bien arreglada, respetando el horario un día y luego al siguiente llegar una hora tarde, despeinada y ausente. Su peso también pareció fluctuar erráticamente, aunque era dificultoso distinguirlo ya que usaba vestimentas holgadas y colores obscuros.
Sus amigas cercanas estaban preocupadas también, y confesaron al consejero escolar que sus cambios de humor y episodios iracundos estaban aislándola de la mayoría de los amigos que le quedaban. Cuando Lynne fue confrontada por el consejero escolar, ella negó tener problemas. Ya que la madre de Lynne era empleada del mismo distrito escolar, el consejero escolar pensó que ella estaba siendo reacia a discutir cualquier problema por lealtad a su madre, así que le recomendaron una asistencia privada. Cuando Lynne comenzó su terapia, quedaba claro su determinación en presentarse como una adulta madura y “a cargo de las cosas” ante la terapeuta. En unas pocas sesiones, sin embargo, la fachada se derrumbó. Lynne era una adolescente desesperadamente infeliz procedente de una familia narcisista, pero su lealtad y responsabilidad hacia su madre era tal que resultaba extremadamente doloroso confiar en alguien, incluyendo su terapeuta. Los padres de Lynne se divorciaron cuando ella tenía ocho años y su hermana cinco. Los recuerdos de su primera infancia son escasos. Recuerda un padre más bien pasivo, gentil con ella, pero que se enredaría en peleas a gritos con su madre, quien acudiría entonces a Lynne en busca de consuelo. Su experiencia personal con su padre difería enormemente de la imagen negativa que su madre le pintaba, lo cual era confuso e inquietante para Lynne. Cuando ella sentía amor por su padre, “Me sentía mal, culpable de alguna manera. Como si estuviese desleal hacia mi mamá.” Su madre se presentaba ante Lynne como alguien en constante necesidad de apoyo, y su papel lo describió como “una amiga más que una madre; nos contábamos todo”. La madre de Lynne se vestía y comportaba en muchos sentidos como una adolescente; arreglando su cabello justo como lo hacía cuando era una adolescente (muy largo y liso), y vestía las mismas ropas que su hija. Después del divorcio, el papel de Lynne como confidente y apoyo emocional de su madre se fue reafirmando. Además de cuidar de su madre, ahora asumía la responsabilidad básica del cuidado de su
hermana. Aunque no había nada intrínsecamente dañino por tomar más responsabilidad en casa para que su madre pudiera regresar a la escuela, la carga emocional de tener que tranquilizar constantemente a su madre asegurándole que era buena, responsable, alguien que había hecho todo lo posible para mantener a la familia unida, con un físico atractivo y joven de apariencia, que no descuidaba a June (la hija menor), y que también era la mejor amiga de Lynne, hizo que ésta ultima asumiera el rol de padres de su madre. Lynne también sentía una tremenda necesidad en hacer las cosas como si no le costara demasiado y sin comentario o queja, para que su madre no se sintiese incómoda. Lynne abandonó las excursiones escolares porque “Mamá estaría sola” (June a menudo pasaba los fines de semana con su padre; Lynne rara vez lo hacía); y no se reunía con nadie cuando su madre se había quedado sin novio,” para que Mamá no se sintiese mal”. Al inicio de la terapia, Lynne era una adolescente seriamente deprimida coqueteando con la bulimia y el suicidio como un desafortunado intento de inyectar algún tipo de control en su vida. La tarea de ser padres de su madre fue demasiado para ella. Las Reglas para el Funcionamiento de una Familia Narcisista.
Existen ciertas maneras predecibles mediante las cuales los miembros de una familia narcisista se relacionan unos con otros. Estas representan el criterio no articulado por el cual se espera que la familia funcione. El propósito de las reglas es aislar a los padres de las necesidades emocionales de sus hijos, proteger y mantener intacto al sistema parental. Por ello, todas estas “reglas para el funcionamiento” no articuladas desmotivan a los niños a comunicar sus sentimientos abiertamente a la vez que limitan su acceso a los padres, mientras que los padres tienen acceso ilimitado sobre los niños. Comunicación Indirecta
En la familia narcisista, la comunicación directa y clara de los sentimientos es desalentada. Las personas expresan sus sentimientos
de manera indirecta. Las peticiones rara vez son directas; en lugar de “Sam, ¿podrías poner la mesa?” uno escucha “¡Sería lindo que alguien pusiera la mesa!”. Cuando los padres están disgustados o enojados, usualmente son incapaces de expresar esos sentimientos a su tiempo y de manera adecuada. Un paciente recordaba que cada vez que su madre estaba enojada con su padre, le dedicaba una atención exagerada durante la cena y se ponía muy severa con los niños por su supuesta falta de preocupación por el bienestar del padre: “Ed, pásale a tu padre las patatas primero. Stacy, dale a tu padre la mantequilla ahora mismo antes que se enfríe la verdura.” Continuaba haciendo esto hasta que toda la familia se pusiera realmente tensa e incómoda, arruinando la cena, entonces explotaba al más mínimo comentario banal hecho por el padre y se levantaba de la mesa en llanto. El padre se quedaba en la mesa unos minutos, y luego arrojaba su servilleta para irse, dejando a los niños asustados, confundidos y resentidos. En ningún momento se volvía a mencionar o a dar explicaciones sobre estos incidentes. Comunicación Triangular
Otra técnica ineficiente de comunicación usada en las familias narcisistas es la comunicación triangular. Los padres se comunican a través de un tercero, normalmente un niño. Un paciente, sin embargo, relató que durante años sus padres se comunicaban a través de la perra: “Buffy, dile a tu Papi que Mami quiere salir el sábado por la noche”. “Buffy, recuérdale a Mami que el sábado es la noche de bolos de Papi”. Un día, Buffy decidió salir, y se llevó a Papi con ella. ¡El padre hasta firmó la nota de aviso con el nombre de la perra! Sin embargo, los padres “confían” normalmente en los niños, con la expectativa implícita, que el niño lleve el mensaje al otro. Los padres también suelen utilizar al niño como intermediario para no tener que comunicarse directamente, planeando su vida alrededor del niño (o niños) y evitando así estar a solas entre si; en otras palabras, usan al niño en defensa a la intimidad. En un escenario a tres, uno de los
padres emplea la comunicación triangular para formar una alianza con el menor en contra de otra persona, aplicando el concepto de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Esto confunde y daña al niño cuando el “enemigo” es el otro pariente del niño o un hermano o hermana. (7). De nuevo tratamos con familias encubiertamente narcisistas. Aparentemente, las necesidades de los niños están siendo atendidas, y tal vez pasen hasta mucho tiempo con uno o ambos padres. El problema, desde luego, es que la preocupación de los padres por satisfacer sus propias necesidades es la que dicta las normas en las relaciones familiares. Los niños no pueden predecir cuándo o por qué llega una racha feliz ni cuando se va a acabar o ser denegada. Sienten como que han “logrado hacerlo correctamente” cuando la intimidad está siendo motivada, y que “lo han echado a perder” cuando está siendo desalentada. En realidad ellos no son responsables por su inclusión o exclusión de la intimidad parental; el verdadero motivo se halla en las necesidades de los padres, y no en el comportamiento de los hijos. Falta de Disponibilidad Parental.
La falta de disponibilidad parental se refiere a la disponibilidad emocional – la habilidad de tener conversaciones acerca de sentimientos. Muchos sobrevivientes dirán no haber tenido nunca conversaciones profundas con sus padres. Que los padres “hacían cosas” por ellos (como transportarlos, darles cosas o comprárselas), pero si realmente querían o necesitaban hablar de sus sentimientos, la conversación rápidamente se convertiría en una sesión de consejos (haz esto, haz lo otro), una pelea (tú debiste haber hecho esto o lo otro), o negación (tú no te sientes deprimido, estás hambriento y cansado; las cosas estarán mejor mañana). Los padres estaban siempre “demasiado ocupados” para hablar. Y, por supuesto, los niños podían constatar como los padres estaban ocupados, haciendo cosas por los niños, o la familia o el trabajo. Por lo que si los niños se sentían resentidos, era porque eran egoístas, estaban equivocados o de mal humor.
La historia de Anna. Anna es una bella estudiante universitaria de
diecinueve años que es modelo a tiempo parcial. Acudió a terapia por su distimia y bulimia. Anna y su hermano, Marshall, tenían ocho y once años respectivamente, cuando su madre divorciada decidió unirse al clero. Esto requirió seis años de educación, internado y trabajos a tiempo parcial. “De tener una casa linda con dos padres, dos coches, un perro y un gato, pasé a tener un apartamento maloliente, sin mascotas, sin padre y – esencialmente – sin madre. Lo odiaba. No me importó el apartamento o el tema del divorcio; quería que se divorciaran de todas formas. Ambos, mi hermano y yo lo deseábamos. Papa era realmente una persona despreciable; engañaba a Mamá y era malintencionado con nosotros, así que estuvimos muy felices con el divorcio. Y el apartamento era genial, algo inconvencional. Pero en cierto modo, mi hermano y yo pensábamos que nosotros estaríamos ahora los tres contra el mundo; que Mamá estaría más disponible ahora que Papa se había ido. “Después de tener esta gran experiencia religiosa, ella cambió. De la noche a la mañana. Y eso fue muy malo. ¡Era como vivir con una completa extraña! Después del divorcio, mi madre no se portó alocadamente sino que era fantástica. Quiero decir que se puso a dieta, dejó que le creciera el cabello y comenzó a tener citas. Cosas como esas. Era genial. Aún era Mamá, y mi hermano y yo pensamos que era muy gracioso. Era como si estuviese volviendo a vivir su adolescencia o algo parecido. Pero era una gran madre. Ella hablaba con nosotros – realmente hablaba. Podíamos decirle cualquier cosa. Nuestros amigos la adoraban también. Aunque éramos más bien pobres después del divorcio, esto no marcó ninguna diferencia. Nuestro apartamento era el lugar donde todos nuestros amigos querían estar; adoraban a Mamá, y ella los quería mucho. Ese fue un gran año. Entonces, como dije antes, ella tuvo esta cosa religiosa, y se convirtió en una persona distinta. Luego regresó a la escuela para convertirse en sacerdotisa y dejé de tener mamá.” (Anna comenzó a sollozar). “Siempre andaba ocupada con cosas de la iglesia. Y siempre nos
visitaban esos extraños sacerdotes, manteniendo discusiones largas y aburridas que se prolongaban hasta bien entrada la noche. Trataba de esperar hasta que se fueran para poder hablar con ella pero me quedaba dormida. O lloraba hasta dormirme. Entonces mi hermano empezó a distanciarse de mí. Yo lo entendí, quiero decir que él era un adolescente, y yo una niña todavía. Pero me dolió – estaba tan sola... Mamá tenía a Dios, y Marsh a sus amigos y su novia...y yo no tenía a nadie. “A veces intentaba hablar con Mamá, pero ella sólo decía que sabía lo difícil que era para mi y que para ella también lo era. Que me extrañaba muchísimo. Luego me abrazaba y besaba prometiéndome que estaría conmigo más tiempo después. ¡Ha! ¡Ella me extrañaba a mí! ¡Eso sí que es bueno! Ella no tenía por qué extrañarme – ¡podía estar conmigo! Muchas de las cosas que hacía no tenía por que hacerlas. No era parte del programa. Lo hacía para quedar bien. “Allí estaba yo, herida y solitaria. Furiosa también, creo. Comencé a desarrollarme a los once años, y a los trece años era sexualmente activa. ¡Lo odiaba! Pero al menos (Anna está llorando muy intensamente)...al menos alguien me abrazaba y dejaba hablar. Me quedé embarazada y tuve un aborto a los catorce años - dos semanas antes que mi mamá fuera ordenada”. “En la...ceremonia de ordenación, se la veía como una santa. Todos decían entonces – todavía me lo siguen repitiendo – cuán abierta es, qué fácil es hablar con ella...cuan amorosa es...yo qué sé. Puedo verlo, creo. Así es como la ven. Todos adoran a mamá, ella hace el bien. Sé que lo hace. Pero – ¿cómo puedes odiar a alguien por hacer el trabajo de Dios? ¡Me siento tan mala persona!” Límites confusos
En la familia narcisista, los niños carecen de derechos. Sus sentimientos no les pertenecen; sus sentimientos no son tomados en consideración. Si no tenemos sentimientos, entonces los demás no tienen por qué tomarlos en consideración.
Problemas como el derecho a la privacidad tienen un color distinto en la familia narcisista. Por ejemplo, en una familia sana, se respeta y alienta la privacidad: los padres no entran en los dormitorios o baños sin tocar a la puerta primero, no escuchan las conversaciones telefónicas de los demás, tampoco leen el correo ajeno, y no dejan que los niños invadan su privacidad tampoco. Hay límites claros, reglas claras que gobiernan lo que los miembros de la familia pueden esperar el uno del otro. En una familia abiertamente narcisista, puede que no haya ninguna regla que gobierne el problema de limitación, como el caso de la privacidad. La privacidad tal vez sea un concepto totalmente ajeno. Las posesiones de las personas, su tiempo e inclusive sus propios cuerpos pueden ser propiedad de los padres, del cuidador, o de hermanos más poderosos o más fuertes. En la casa donde el padre esté abusando sexualmente de uno o más niños, por ejemplo, la idea de privacidad – o propiedad de la privacidad – es impensable para la víctima de incesto. Si ella no posee su cuerpo, no posee nada y no tiene derechos. No hay límites en absoluto en términos de lo que pueda esperar o requerir de otros (nada), y de lo que los demás puedan esperar o requerirle a ella (todo). En las familias encubiertamente narcisistas, pueden existir reglas claras para gobernar los límites, incluyendo la privacidad física. El problema, sin embargo, es doble. Primero, los padres pueden infringir las reglas si su necesidad lo dicta, y segundo, no hay límites en términos de expectativas emocionales para los hijos. Siempre se espera que los niños cubran las necesidades de los padres, pero las necesidades de los niños se suelen cubrir por pura coincidencia afortunada. (Vea “El Blanco Movible” más abajo) Los problemas de límites son enormemente complejos para el sobreviviente y por tanto se mencionan en muchas ocasiones en este texto (vea el Capítulo Seis). Los adultos criados en familias narcisistas a menudo no saben que pueden decir no – que tienen el derecho a limitar lo que quieren hacer para los demás, y que no tienen que estar física y emocionalmente disponibles para cualquiera en cualquier momento. En sus familias de origen, tal vez no hayan
tenido el derecho a decir no, o a discriminar entre una petición razonable o descabellada. Los niños de de familias narcisistas no aprenden a establecer límites, porque no es del interés parental enseñarlos: ¡los niños podrían usar esas habilidades con ellos! (Vea la historia de Janine en el Capítulo Cuatro). El Blanco Movedizo
En la sección anterior, se mencionó que en una familia narcisista los niños tal vez vean sus necesidades cubiertas por mero accidente – como un subproducto del cumplimiento de las necesidades de los padres. Por ejemplo, Susie (de 6 años de edad) tiene necesidad de ser atendida. La madre de Susie por lo general se encuentra “demasiado ocupada” (es irrelevante si está ocupada con Papá, con la cocaína, con el trabajo, o con una depresión mayor – el niño no ve diferencia) para atenderla, y le exige a la hermana mayor de Susie, Joyce (de doce años) que “¡se la quite de encima!”. La necesidad de atención de Susie no está satisfecha por su madre; Joyce tampoco tiene cubierta su necesidad de atención ni la de autonomía por su madre. Pero supongamos que la suegra viene de visita. Mamá siente la necesidad de alabanza y estima por parte de su suegra, quien valora una buena educación parental. Así, durante la visita, Mamá se muestra disponible y cariñosa con ambas hijas. Susie y Joyce logran que sus necesidades de atención estén cubiertas, y Joyce puede pasar un rato, liberada de su papel de niñera. La suegra alaba la habilidad como educadora de Mamá, así Mamá ve cubierta su necesidad de estima. Todo el mundo está feliz – temporalmente. Mamá cubre las necesidades de sus hijas, pero sólo se trata de una coincidencia por la que la madre ve sus necesidades cubiertas. En el ejemplo anterior, los efectos son particularmente dañinos. Las niñas creen que son la causa de que Mamá se comporte más afectuosamente, lo cual las motiva a creer que tienen el control sobre sus acciones. Cuando Mamá recobra su comportamiento anterior, tal vez crean que también son la causa de ese rechazo. No pueden ganar: están tomando responsabilidad por cosas que no pueden
controlar. La única lección que pueden aprender de este patrón es que aún no saben como hacer lo correcto. Algo realmente malo les está pasando; lo consiguieron por un tiempo breve, y luego lo echaron a perder. Las niñas continuarán tratando de alcanzar al blanco movedizo – en este caso, la “tecla” que cause que su madre las atienda. Carencia de Derecho
La principal dificultad que implica el establecimiento de límites, los asuntos de intimidad y virtualmente cualquier problema de sobreviviente, tiene que ver con el derecho emocional. Para poder establecer límites con otra persona (ya sea diciendo no al sexo, rechazando llevar al adolescente a la tienda tarde en la noche para comprar un cuaderno porque se le “olvidó” pedirlo antes, o reclamando igualdad de paga en el trabajo), uno tiene que saber que tiene el derecho a sentir como lo hace: uno tiene derecho a establecer límites, sentir el sentimiento o realizar la solicitud. En las familias narcisistas, ya sean abiertas o encubiertas, los niños no tiene el derecho a poseer, expresar, o experimentar sentimientos que sean inaceptables para los padres. Los niños aprenden a hacer toda clase de cosas con sus sentimientos para que no les causen problemas con sus padres: los guardan, los subliman, los niegan, mienten sobre ellos, los simulan, y en última instancia olvidan cómo experimentarlos. Lo que ha sido extinguido durante la infancia – el derecho a sentir – es difícil de revivir en la vida adulta. Pero hasta que de adultos entiendan que tienen el derecho a sentir lo que sea que sientan, y que siempre tuvieron ese derecho, nunca serán capaces de dar un paso hacia adelante a la hora de establecer límites. Y sin límites apropiados, todas las relaciones resultan distorsionadas y nefastas. Lectura de Mente
Caroline, una joven que tratamos, fue una de estas personas bastante íntegras que mencionamos previamente en este capítulo; el producto de una familia narcisista, quien a pesar de ello logró que sus
necesidades emocionales fuesen cubiertas por sus padres. A pesar de que las dos hermanas mayores de Caroline eran alcohólicas y disfuncionales, Caroline estaba felizmente casada, madre de dos niños en edad preescolar y cursando su estudios a media jornada para obtener el título de profesorado. Caroline acudía intermitentemente a terapia para tratar temas específicos; en otras palabras, a veces surgían circunstancias para las que la educación de Caroline no la había preparado, y asistía a dos o tres sesiones para “recomponer su cabeza”, como ella lo llamaba. Una de esas sesiones tenía que ver con la lectura de la mente. La historia de Caroline. Caroline había sido criada en una familia
narcisista donde una de las reglas inarticuladas era que el padre debía ser capaz de intuir los deseos de la madre sin que ella tuviese que mencionarlos. Si su padre acertaba, todo era miel sobre hojuelas. Sin embargo si el padre se equivocaba (lo cual sucedía la mayoría de las veces), ¡aquello se convertía en un infierno! Caroline recuerda a su padre preguntándole a su madre qué quería para Navidad, y su madre respondiendo dulcemente, “¿Por qué?, no seas tonto. ¡La Navidad es para los niños! No me regales nada”. Así que el padre no le regalaba nada, o sólo un detallito, y la madre actuaría herida y enojada durante días. El mismo patrón ocurría en los cumpleaños y aniversarios. Su madre también se enojaría si se arreglaba y el padre no elogiaba su apariencia. Caroline recuerda haber preguntado a su madre por qué no le decía sencillamente a Papá que le dijera que se veía hermosa – que era importante para ella que él se lo dijera y notara su apariencia. Caroline nunca olvidó la respuesta de su madre: “Si tienes que pedirlo, pierde su valor”. Caroline interiorizó ese mensaje muy pronto en su vida, y se volvió una parte integral de su visión del mundo. Si le tenía que decir a alguien lo que quería, entonces el regalo (unas palabras, regalos o presencia) dejaba de tener valor. Si alguien no podía leerle la mente acertadamente, entonces no había por qué expresar sus deseos y necesidades. A la borda con los méritos de la comunicación asertiva.
Esperar del esposo o de los hijos que sean capaces de leer la mente y satisfacer cada necesidad no expresada es una de las “reglas” más dañinas de familias narcisistas. Virtualmente está asegurando que nadie logrará cubrir sus necesidades: Yo no obtendré lo que quiero, y tú serás un fracasado por no dármelo. Es un escenario en el que todo el mundo tiene que perder. En las familias donde la lectura de mente es un requisito para las relaciones interpersonales, la palabra debería se usa mucho: “él debería haber sabido que necesitaba que estuviese en casa; él debería de haber notado que yo nunca visto de azul”. Otra de las cosas irritantes acerca de la necesidad de leer la mente es que frecuentemente ocurre a pesar de expresar protestas reales que indiquen lo contrario. ¿Recuerdan a la madre de Caroline insistiendo que no quería regalos, cuando en realidad si los deseaba? Los mensajes son en extremo complejos: no sólo debes leer mi mente para descifrar el mensaje real, sino que al hacerlo, no hagas siempre caso de las preferencias que haya podido expresar. Depende de ti adivinar si debes leer mi mente o hacer caso de mis preferencias explícitamente verbalizadas. La madre de Caroline usó esta técnica de comunicación ineficaz (descrita después por Caroline como “las delicias del martirio”) en un sinnúmero de circunstancias provocando algunas veces graves resultados. Al enterarse la madre que tenía que someterse a una histerectomía de urgencia, Caroline recuerda la petición enérgica de su madre a su padre que no cancelara sus planes para participar en un torneo de golf al que había invitado a un compañero que vivía en las afueras de la ciudad. Caroline tiene recuerdos vívidos de los comentarios de su padre que no quería estar jugando al golf mientras operaban a su esposa, así como de la continua insistencia de su madre de que la vida de los demás no tenía que ser alterada sólo porque estaba en el hospital. Su padre finalmente accedió a sus expresos deseos. Caroline (que en ese momento tenía dieciséis años) observó un deterioro notorio en la relación de sus padres a partir de este punto. Sostiene que su madre nunca perdonó a su padre por no haber cancelado el torneo, y que la atmósfera en casa se volvió “tensa y triste” a partir de entonces.
Conclusión
Mientras los casos presentados en este capítulo varían desde los relativamente benignos hasta los abiertamente abusivos, el hilo que los conecta se refiere a la responsabilidad distorsionada. Sin embargo, en algún punto del historial de las familias, la responsabilidad de cubrir las necesidades emocionales pasa de los padres – a quienes corresponde – a los hijos. Entonces los hijos se vuelven como esos árboles que algunas veces vemos en el bosque: el tronco crece firme y derecho hasta una cierta altura, y luego por alguna razón (por ejemplo falta de sol, el entrelazamiento con otro árbol, o daños ocasionados por una tormenta) abruptamente comienza a crecer de lado. Al igual que aquellos árboles, de repente se interrumpe el crecimiento emocional sano de los hijos de narcisistas. Los sentimientos se van apagando y comienzan a crecer en una dirección distinta, poco saludable.
El Modelo de la Familia Narcisista Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo I La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass Narciso y Eco El Sistema Narcisista Original
El personaje mitológico de Narciso ha personificado el concepto del amor al ser destructivo. Hay, sin embargo, otro personaje en la leyenda, al cual generalmente olvidamos: Eco. Y es, de la relación entre estos dos personajes, que podemos derivar el nombre de “la familia narcisista” para nuestro modelo. En la leyenda, Eco ha perdido toda la capacidad de formar sus propias palabras y sólo puede repetir lo que pronuncian los demás. Cuando se enamora de Narciso, lo sigue con la esperanza de que algún día el vaya a pronunciar palabras de amor que ella pueda entonces repetirle. Cuando él se dice a sí mismo “te amo” a su propio reflejo, Eco es capaz por fin de decírselo a él también. Pero, Narciso está tan obsesionado consigo mismo, que es incapaz de oírla.(1)
La historia, por supuesto culmina con el fallecimiento de ambos personajes. Narciso muere de pena frente a su reflejo; su amor y su absorción por su reflejo en el agua hacen que termine falleciendo. Eco, incapaz de lograr captar el amor y la atención de Narciso, cae en lo que pareciera ser un estado de depresión vegetativa, faltándole la voluntad de comer y beber, por lo que también y muere. La historia de Narciso y Eco es la historia del amor propio y descarta la capacidad para ver, escuchar y reaccionar a las necesidades de los demás. Sin extendernos demasiado demuestra una alegoría impresionante de las relaciones interactivas de una familia narcisista. Narciso represente al sistema parental, el cual, por cualquier razón
(stress laboral, alcoholismo, abuso de drogas, enfermedad mental, discapacidad física, falta de capacidad simplemente para ser padres), se ocupa principalmente a satisfacer sus propias necesidades. Eco es el niño tratando de ganar la atención y la aprobación, convirtiéndose en un reflejo reactivo de las necesidades de sus padres, por lo tanto, sin desarrollar nunca su capacidad para encontrar su propia “voz” – es decir, para reconocer sus propios deseos y necesidades, y para desarrollar estrategias para satisfacerlos. Dentro del sistema de la familia narcisista, el locus para satisfacer necesidades emocionales está invertido: mientras que, en una familia saludable, los padres intentan proveer de todo para satisfacer las necesidades emocionales de los niños; en una familia narcisista, se convierte en la responsabilidad de los niños el satisfacer las necesidades emocionales de los padres. Elementos de un Sistema Narcisista Una responsabilidad Tergiversada
En una situación de una familia saludable, los padres aceptan la responsabilidad de satisfacer ciertas necesidades de sus niños, hacen que sus propias necesidades estén satisfechas por su cuenta o entre la pareja, y/o con otros adultos que sean capaces de hacerlo. En tal familia, la expectativa intrínseca está en que los niños no son responsables de satisfacer las necesidades de sus padres. Al contrario, los niños son “responsables” de aprender gradualmente cómo satisfacer sus propias necesidades de una manera independiente. Se espera que los niños, con el apoyo de los padres se involucre en un proceso de aprendizaje que dura, más o menos, 18 años, en el cual aprenderá a ocuparse de sí mismo. Si el proceso funciona correctamente, el hijo va a aprender a través del modelo a cómo ser padres que se ocupan de las necesidades emocionales de sus hijos y que satisfacen sus propias necesidades emocionales. Dicho con las palabras de Bradshaw: Lo que un niño necesita más es un protector firme pero que lo entienda, alguien que necesita que sus necesidades se vean satisfechas gracias al esposo o a la esposa. Tal protector necesita ver resuelto el problema en sus propias relaciones, y también requiere tener un sentido de responsabilidad. Cuando
este es el caso, tal protector puede estar disponible para el niño y proveer lo que el niño necesita.(2)
En una familia narcisista la responsabilidad de satisfacer las necesidades emocionales se tergiversan, es decir, en lugar de residir en los padres, la necesidad se desplaza hacia el niño. El niño se convierte, de una manera inapropiada, en responsable de satisfacer las necesidades de los padres, y, al hacer esto, se le priva de la oportunidad de la experimentación necesaria y del crecimiento. Reactivo / Reflectivo
Tal como Eco sólo podía reflejar las palabras de los otros, del mismo modo los niños criados en una familia narcisista se convierten en seres reactivos o reflectivos. Dado que aprenden desde muy temprano que su principal trabajo es el de satisfacer las necesidades de los padres, cualquiera que éstas sean, no desarrollan la confianza en sus propios sentimientos y juicios. De hecho, sus propios sentimientos son una fuente de incomodidad: es mejor no tener sentimientos en lo absoluto, que tener sentimientos que no pueden ser expresados ni validados. Entonces, en lugar de actuar según sus propios sentimientos y de una manera proactiva, el hijo espera hasta ver lo que otros esperan de él o necesitan, y luego reacciona según sus expectativas. La reacción puede ser ya sea positiva o negativa –el niño puede elegir, ya sea satisfacer las necesidades expresadas o tácitas, o revelarse en contra de esas necesidades-, pero, sea cual fuese esa reacción, todo es reactivo. Del mismo modo, el niño se convierte en el reflejo de las expectativas parentales. Esto sucede en todas las familias hasta un cierto punto; el concepto de espejo en la personalidad o el desarrollo del ego, es un principio que ya está establecido hace mucho tiempo por la psicología.(3) Con frecuencia en la familia narcisista, sin embargo, el espejo puede reflejar la incapacidad del niño de satisfacer estas necesidades parentales. Este reflejo casi siempre es interpretado por
el niño como una incapacidad y una falla de su parte. Problemas con la intimidad
Para el niño de una familia narcisista las relaciones íntimas son un problema. Los niños de estas familias han aprendido a no confiar. Por lo tanto, durante el estado adulto, no importa cuánto quieran formar relaciones cercanas y amorosas, siempre tienen dificultad para bajar las barreras a la confianza que ya han erguido hace mucho tiempo. La necesidad de una seguridad psicológica y física como un bloque constructor esencial para el desarrollo de la confianza, es una etapa elemental descrita por muchos sistemas psicológicos de desarrollo (incluido los de Ericsson y Maslow). (4) El sobreviviente del sistema de una familia narcisista tiene dos opciones, ya sea aprende a no confiar o una vez que confía se le enseña a que no confíe más, esto sería lo contrario a lo que sería no aprender a confiar nunca. Cuando son bebés o niños pequeños, muchos sobrevivientes fueron bien alimentados, los mantuvieron en un lugar cálido, se les mimó, se les trató bien. Un niño dependiente, necesitado (como somos todos), es una mínima amenaza para el sistema de los padres: las necesidades son simples y el sistema parental es capaz y además quiere satisfacerlo. Pero a medida que el niño crece y busca diferenciarse de los padres, las necesidades comienzan a ser más complejas. El sistema parental puede ser francamente incapaz de ocuparse de estas necesidades, o puede verse amenazado por éstas y sentirse más y más ofendido. A esta altura la responsabilidad de satisfacer las necesidades comienza a tornarse del padre hacia el hijo y la erosión de la confianza comienza. Mientras que ciertos comportamientos obvios (emborracharse o avergonzar al niño) van a producir obviamente una crisis de confianza del niño. Adultos que se criaron en familias narcisistas, con frecuencia describen una disfunción que es mucho más encubierta, describiendo a sus padres como “sólo están ahí”. Considere el caso de Beth:
Historia de Beth:
Mi mamá estaba siempre ahí, haciendo las cosas normales. Pasábamos bastante tiempo en casa con ella y estaba… ahí. Pero recuerdo haberme sentido como que no podía acercarme lo suficiente a ella. Es difícil describirlo. Ella estaba ahí, se preocupaba, pero no realmente. Recuerdo haberle dicho eso que me preocupaba tanto, de mi mejor amiga que me había humillado tanto en la cafetería de la escuela -enfrente de todos- y ella hizo un gesto con la cabeza y me dijo todo lo correcto, pero era como que me hacía sentir que me estaba dedicando su tiempo, haciendo lo que las madres tienen que hacer y sacándolo del “libro de las madres”… porque, en cuanto terminé, comenzó a hablar de mi papá, de cómo ella estaba enojada con él, porque le había hecho algo. Como si yo no le hubiese dicho nada!… Y eso no fue una sola vez, un incidente, en realidad esto pasaba ¡todo el tiempo!... Yo la adoraba, y supongo que todavía lo hago; yo sé que me quería, pero era como tratar de agarrar humo, uno no lo puede agarrar con las manos. Aún me siento así.
La historia de Beth no es una historia de abuso obvio, abierto o dramático. Se trata de una incapacidad emocional por parte del padre. Beth sentía que el centro de atención de su mamá no estaba puesto en Beth, y tenía razón: estaba puesto en la relación con su marido. La mamá de Beth realmente quería que Beth le prestara atención a ella, que fuera su aliada y que satisficiera sus propias necesidades emocionales. Sistema de la familia narcisista
Por lo general, el sistema de la familia narcisista es difícil de comprender, tanto para el terapeuta, como para el sobreviviente. Muchos casos ilustran más que nada a familias abusivas y situaciones dramáticas, que obviamente corresponden al modelo y parecían relativamente fáciles de diagnosticar. Hay cierto número de ejemplos de estas familias narcisistas abiertas. Familia que tratan con problemas de droga, abuso de alcohol, incesto, y comportamientos agresivos de todo tipo en familias narcisistas. Pero nosotros, como terapeutas, los hemos nombrado por lo que son (familia incestuosa, con problemas de alcohol, etc.)
Existen una cantidad igual de estudios de casos presentados aquí, que tratan con caos de familias narcisistas encubiertas, en las cuales las disfunciones son mucho más sutiles. Todos los terapeutas han tenido casos con pacientes que de verdad están traumatizados y que tienen muchísimos de los rasgos que identificamos en casos de adultos hijos de familias alcohólicas. Pero, sin embargo, no podemos entender dónde ni porqué se originaron los problemas. Esto no fue un abuso abierto u obvio; nadie bebía, nadie consumía drogas. La familia, en realidad, funcionaba bastante bien. Se alimentaban los niños, tenían ropa, fiestas de cumpleaños, se los llevaba de vacaciones y se graduaron de buenas escuelas. La familia parecía normal, igual cuando se la miraba de cerca. El problema fue que se esperaba que los niños satisfacieran las necesidades de los padres. Era muy sutil y parecía saludable, pero no era en absoluto saludable emocionalmente para el niño. Los niños de esta familia son adultos que llegan a hacer terapia habiendo leído todos los libros, hablado muchas veces con sus hermanos y amigos, y todos ellos le han reforzado la idea de que no había nada malo en su familia. Estas personas llegan completamente convencidas de que tiene que haber alguna falla en su propia personalidad. ¡Esto debía ser así, porque no había nada malo en la manera en que fueron criados! El modelo de tratamiento para la familia narcisista está enfocado para las necesidades de esta población, así como para los sobrevivientes de familias abusivas mucho más obvias. Esperamos que esta modalidad sea capaz de llenar el vacío que se tienen al tratar con un montón de pacientes/clientes que nunca entran dentro de alguna categoría, para quienes no ha habido un marco de trabajo alrededor del cual organizar el tratamiento, ni técnicas para ayudar al terapeuta cuando entregan un tratamiento para casos como los de Beth, Becky y Ben en el mundo. La historia de Becky.
Becky es una secretaria ejecutiva de unos 31 años y trabaja para una corporación ejecutiva de alto nivel. Está casada felizmente y tiene tres hijos de edad escolar; el cuarto niño murió cuando tenía 6 meses, de un ataque de
neumonía, seis años antes del comienzo de la terapia de Becky. Ella comenzó la terapia luego de haber vivido en secreto con ataques de pánico por dos años. Sentía que corría el riesgo de suicidarse, y ya no podía evitar los ataques. El relato de Bechy acerca de su familia de origen, de la experiencia que había tenido, era el relato de una persona que había tenido una familia cercana, cálida y religiosa. Eran seis hermanos: el padre era un oficial militar de alto rango, y la madre permanecía en casa dedicada a sus hijos. Becky contaba siempre, por ejemplo, que tenía muchos chicos con qué jugar y que a su mamá nunca le importaba que su casa fuese el centro del vecindario para que jugaran los niños. Tenía recuerdos de haberse sentido especial, porque vivía en una base militar y todos saludaban a su padre y saludaban a los niños. Recuerda haber tenido cinco o seis años cuando se perdió dentro de la base, para luego ser “rescatada” por seis soldados, que la llevaron a tomar un chocolate caliente con galletas y después la llevaron a casa en un jeep. Habló de cómo le gustaba ir a la oficina de su padre y sentirse muy importante porque era la pequeña hija del coronel. Sin embargo, cuando se le preguntó acerca de sus relaciones con su padre y su madre, su voz se ponía nerviosa. Había una rabia muy suprimida, hasta cuando contaba un acontecimiento feliz. Becky se convirtió en una especia de armadillo, alguien con un caparazón muy duro que la protege, y por dentro es alguien muy suave y vulnerable. Sus comentarios acerca de su familia, sus colegas y su marido, por lo general, eran sarcásticos. Hacía chistes agresivos acerca de todo, enmascarando su rabia como humor. Pero luego de muchos meses de terapia, una imagen comenzó a emerger. Emergió con una actitud agonizante, ya que era muy difícil para Becky decir cualquier cosa sobre su padre que fuera a ser visto como negativo. Básicamente, Becky no tenía ninguna conexión emocional con su mamá; su madre no lo podía permitir. Su madre era un “humano que hace” (en oposición a un humano que es).(5) Luego de más de un año de terapia, Becky describió a su mamá de la siguiente manera: “mamá se pasaba todo el tiempo tratándose de ganar esa alas de mierda [refiriéndose a las creencias religiosas muy fuertes de su madre, especialmente en los últimos años]. De lo único de que se trataba era de cómo era vista por los otros. Todo lo que no tenía sustancia ni nada para nuestra relación. Nos recuerdo a todos nosotros vestidos impecablemente y haciendo fila para ir a la iglesia. La familia del coronel, nosotros ocho, siempre sentados en el mismo banco de iglesia. Aunque nos estuviéramos muriendo,
teníamos que levantarnos, vestirnos e ir a la iglesia. Estaba tan ocupada haciendo lo que era correcto y asegurándose de que todos hiciésemos lo correcto, para asegurar su lugar en el cielo. No importaba lo que sentíamos, o ¡ni siquiera si sentíamos algo! Lo único que importaba es que hiciéramos. Y yo, personalmente, siempre me sentí muy mal, excepto cuando estaba con mi papá. Él me hacía sentir importante. Él era un héroe. Usted sabe… el uniforme, todas esas medallas, toda la gente que lo saludaba donde sea que el fuera. Pero mi mamá, ¡uf! Yo sabía que nunca iba a estar a la altura de lo que ella me pedía. No sabía ni por qué; no podía preguntar. Entonces era presumida por afuera, pero siempre estaba muy enojada, y… lastimada”. Según como progresó la historia de la familia de origen de Becky, fue más y más aparente para ella que las necesidades de niñez no habían sido levemente ignoradas, sino que habían sido sacrificadas para servir a otros (y, en este caso sobre todo, las necesidades de sus padres). Las convicciones religiosas de su madre, hicieron que los sentimientos fueran irrelevantes. Había una manera prescrita de cómo vivir, y así era la manera como se debía vivir, punto. No importaba como uno se sintiera acerca de eso. La carrera del padre era muy importante para ambos padres. El papá de Becky fue el primer foco de atención en la vida de su madre. En esta pareja de padres, cualquier cosa que amenazara el estatus, el ego o la paz del padre, era intolerable. Esa era la dinámica tácita que manejaba esta familia narcisista. Cuando Becky quedó embarazada a los 16 años, su padre se enfureció y le pegó arrojándola por las escaleras; su madre apoyó esta acción, culpando a Becky. Unos años más tarde, cuando el niño pequeño de Becky murió, su padre fue incapaz de asistir al funeral, dijo que estaba demasiado triste. El día después del funeral del bebé, la madre de Becky le dijo que se estaba comportando de una manera egoísta al llorar, y que “debía levantarse y hacer lo que era correcto” (es decir, limpiar la casa y preparar la comida, en caso de que alguien fuera a visitarla. Inmediatamente después, la mamá de Becky se fue, y su joven marido tan triste y sus tres hijos se las tuvieron que arreglar solos. Ella regresó a su casa diciendo “tu padre me necesita; esto ha sido tan duro para él”. “¡¿Y qué hay de mí?!”, gritó Becky cuando me contaba la historia. “¡¿Acaso no pensó que me podía lastimar?! No, a mí no se me tenía permitido sentir o
apenarme. ¡Yo no exisitía para ella, yo no estaba haciendo lo correcto! ¡Y que Dios me perdone si llegana a llorar, a sentirme lastimada o hasta necesitarlos”
Excepto por aquella oportunidad en la que el padre de Becky la empujó por las escaleras, nunca nadie fue golpeado en la familia. Nunca a nadie “le falto algo” materialmente. Ninguno de los padres sufrió el abuso de alguna sustancia, ni de ninguna enfermedad mental, de discapacidad física, de nada. Pero era una familia narcisista. La expectativa clara era que los niños debían satisfacer las necesidades emocionales de los padres, y que los niños no debían solicitar a sus padres para que los apoyen emocionalmente. Conclusión
La familia narcisista, por lo general, se asemeja a la proverbial manzana roja brillante con un gusano adentro; parece hermosa, hasta que uno da un mordisco y descubre al gusano. El resto de la manzana puede que esté bien, pero un ya ha perdido el apetito. En la familia narcisista, mucho de lo que sucede puede ser algo que está “todo bien”, pero la base emocional falta. Los niños no están satisfaciendo sus necesidades emocionales, porque sus padres no están focalizados en satisfacerlos. En lugar de dar a sus hijos un espejo de apoyo, comprometido y basado en la realidad, los padres narcisistas presentan un espejo que refleja sus propias necesidades, y esperan que los niños reaccionen a éstas. El foco está tergiversado, y los niños crecen sintiéndose defectuosos, equivocados o dignos de ser culpados. Cuando uno se cría incapaz de confiar en la estabilidad, la seguridad, la igualdad en el mundo propio, uno se cría desconfiando de sus propios sentimientos, percepciones y valor. Cuando uno se cría como un ser reactivo-reflectivo, como lo fue Eco, uno no ha aprendido las habilidades necesarias para llevar una vida satisfactoria.
Hijo de familia narcisista En esta situación, el de la familia narcisista, la personaniño no ha satisfecho sus necesidades emocionales, porque sus padres no están focalizados en satisfacerlas. En lugar de eso, sus padres narcisistas le presentan un espejo que refleja sus propias necesidades, y esperan que su hijo reaccione a éstas, sintiéndose en consecuencia defectuoso, equivocado o digno de ser culpado.
En este caso, cuando la persona se cría incapaz de confiar en la estabilidad, la seguridad, la igualdad en el mundo propio, entonces se cría desconfiando de sus propios sentimientos, percepciones y valor. Cuando uno se cría como un ser reactivo-reflectivo, uno no ha aprendido las habilidades necesarias para llevar una vida satisfactoria; existe una necesidad crónica de gustar, una incapacidad para identificar sentimientos, necesidades, deseos y una necesidad de validación constante. Este grupo de personas tienen muchas dificultades para ser asertivos y privadamente sienten una especie de rabia penetrante, la cual tienen miedo que saliera a la superficie. Se sienten, por lo general, muy enojados, pero muy fácil de derrotar. Sus relaciones interpersonales se caracterizan por falta de confianza y sospecha al borde de la paranoia, intercambiados -a veces- con episodios desastrosos de una apertura y confianza total y falta de juicio. Se sienten crónicamente insatisfechos, pero estaban llenos de miedos de ser percibidos como caprichosos o quejumbrosos, si expresaban sus verdaderos sentimientos.
Muchos de ellos pueden retener su rabia por períodos extremadamente largos, pero luego explotan en asuntos relativamente insignificantes. Tienen un sentimiento de vacío e insatisfacción en cuanto a lo que lograban.
Y no es necesario que su caso sea el de una familia narcisista abierta, esto es, no es necesario que exista un abuso abierto u obvio: problemas de droga, abuso de alcohol, incesto, y comportamientos agresivos de todo tipo. La familia, en realidad, puede parecer que funciona bastante bien, el problema es que –como en la mayoría de los casos- las disfunciones son mucho más sutiles, ya que se espera que los hijos satisfagan las necesidades de los padres.
Pero, en la búsqueda de superar los traumas, no podemos cambiar en lo absoluto nuestro pasado, ni anular los daños que nos hicieron en nuestra infancia. Sin embargo, nosotros sí podemos cambiar, “repararnos", recuperar nuestra identidad perdida. Y podemos hacerlo en la medida que podamos observar más de cerca el saber almacenado en nuestro cuerpo sobre lo ocurrido en el pasado y aproximarlo a nuestra conciencia. Esta vía es, sin duda, incómoda, pero es la única que nos ofrece la posibilidad de abandonar por fin la cárcel invisible, y sin embargo tan cruel, de la infancia, y dejar de ser víctimas inconscientes del pasado para convertirnos en seres responsables que conozcan su historia y vivan con ella. La mayoría de la gente hace justo lo contrario. No quieren saber nada de su propia historia, y, por consiguiente, tampoco saben que, en el fondo, se hayan constantemente determinados por ella, porque siguen viviendo en una situación infantil no resuelta y reprimida. No saben que temen y evitan peligros que en algún momento fueron reales, pero dejaron de existir hace tiempo. Son personas que actúan impulsadas tanto por recuerdos inconscientes como por sentimientos y necesidades reprimidas que, a menudo y mientras permanezcan inconscientes e inexplicadas, determinarán de forma pervertida casi todo lo que hagan o dejen de hacer. A lo largo de toda la vida posterior de esta persona, estos sentimientos podrán resurgir como una reclamación al pasado pero sin que el contexto original resulte comprensible. Descifrar su sentido sólo es posible cuando se logra la unión de la situación originaria con los intensos sentimientos revividos en el presente.
Si una persona ha debido ocultar, reprimir o postergar sus necesidades, para adaptarse a la de los padres, entonces esas necesidades se agitarán en las profundidades de su inconsciente y exigirán ser satisfechas siendo adulto, mediante irracionales sensaciones de abandono, dolor y desesperación. La experiencia de la propia verdad y su conocimiento postambivalente posibilitan en una fase adulta el retorno al propio mundo afectivo… sin paraíso, pero con la capacidad de sentir el duelo, que nos devuelve nuestra vitalidad y nos protege.
Aceptación: La Clave de la Recuperación Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Aceptación: La clave para la recuperación Terapia con adultos que se criaron en familias narcisistas - capítulo 2 La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass
Hay un número de conceptos que deben ser dominados por personas criadas en familias narcisistas durante el transcurso de la recuperación. Dentro de este modelo, como verá, ninguno es tan importante como la aceptación . La aceptación no significa resignación, o que las cosas están bien como están, o que uno debe necesariamente dejar las cosas a un “poder superior”(1). Bajo este modelo, significa reconocimiento y aceptación de la realidad: de cómo fueron las cosas en realidad con nuestra familia de origen y de qué efectos tuvo esa experiencia en nuestro desarrollo. Significa que de niños no eramos responsables de lo que nos pasaba, y que de adultos ahora somos responsables de nuestra propia recuperación. Como anotamos anteriormente, a pesar de haber sido moldeados por la experiencia con nuestra familia de origen, ya no tenemos que ser definidos por ella.
La mayoría de los pacientes están muy preocupados por tener que “culpar” a sus padres por el déficit parental que mostraron. Temen reconocer que están enojados con ellos, y también porque culparlos parece demasiado fácil – como una forma de manejar la situación que eventualmente regresará para atormentarlos, y los dejará sintiéndose más defectuosos que ahora. De manera contraria, sin embargo, estos individuos están más que dispuestos a culparse a si mismos por cada cosa – por relaciones fallidas, por su falta de éxito laboral, por su indecisión, por la falta de coordinación de sus hijos, por que el pastel no salió bien, etcétera. El concepto que la culpa, en cualquiera de sus formas, tal vez sea irrelevante es regularmente difícil de comprender por los sobrevivientes. (“Si me desligo de esta culpa, quiere decir que no tengo que depositarla en alguien más?” preguntó una vez un paciente)
Oro Fundido
Ejemplificarles a los pacientes que la culpa no tiene que estar involucrada en el proceso de aceptación es a menudo muy útil. Un ejemplo que usamos frecuentemente es aquel del oro fundido: puede ser vertido para moldear un brazalete o para moldear un orinal de cama. El oro no tiene que tomar la decisión; no es la “culpa” del oro si fue moldeado para ser un orinal en vez de un brazalete. Es del mismo modo con los niños en una familia narcisista. Independientemente del intento, correcto o incorrecto, los niños fueron moldeados de cierta manera. Para poder entenderse y amarse, es importante poder ver la realidad de cómo fue uno moldeado. Durante la infancia, uno es oro fundido. El potencial para la belleza y el bien está ahí; tal vez sea se a reforzado mientras uno se desarrolla o tal vez disminuido. En la realidad el orinal de cama puede ser fundido de nuevo, y ese mismo oro fundido puede reformarse en un brazalete creando una bella obra de arte. De manera similar con la terapia: el adulto que ahora tiene el control que no tuvo durante la infancia, puede escoger ver la realidad del pasado, librarse de la auto-culpa, y tomar responsabilidad por reformar el presente. La aceptación no asigna culpa o requiere perdón – simplemente reconoce la realidad y deposita el potencial y la responsabilidad de un cambio sano en el sobreviviente. Las Cinco Etapas de la Recuperación
Trabajando con el modelo de la familia narcisista, hemos encontrado que existen cinco etapas a través de las cuales los pacientes deben avanzar durante el proceso de la recuperación. A pesar que ocurren en una secuencia lógica, los pacientes brincarán hacia atrás o hacia adelante entre los pasos. Pero sin duda, el poder reconocer, categorizar y explicar las etapas e tapas al paciente resulta extremadamente
útil para el terapeuta. Abajo describimos las cinco etapas, enriquecidas con problemas que se pudiesen presentar, las soluciones recomendadas y ejemplos. Etapa Uno: Recapitulando
En la primera etapa, el paciente es capaz de remover la venda de los ojos y ver la realidad de su niñez. Esto tiene que ver con liberarse de las fantasías que la familia ha promulgado a través de los años. Significa aceptar que las cosas nunca fueron ideales, que el infante nunca tuvo control, que las cosas nunca fueron tan buenas como la familia pretende que fueron. Así mismo,
significa que el individuo nunca va a poder recrear a esta familia “ideal” “ideal” - porque de hecho, nunca existió. Los continuos esfuerzos por “hacer las cosas correctamente” (el crear o recrear a la familia ideal) son una pérdida de tiempo, porque no puede y nunca va a suceder. El paciente de niño careció del poder de
lograrlo; ella o él como adulto aún carecen de ese poder. El Problema de la Resistencia. En este etapa, la mayoría de los
pacientes no están dispuestos a re-definir la experiencia con su familia de origen en términos de lo que sucedió en realidad, porque implica culpar al sistema parental y liberarse “muy fácil” de cualquier c ualquier responsabilidad ellos mismos. Este proceso de recapitulación requiere un enfoque terapéutico constante sobre la realidad del pasado justo como afectó al paciente; sin importar cuan amoroso o bien intencionado haya sido el sistema parental – sin importar cuánto pueda el paciente recordar y entender que sus mismos padres tuvieron una terrible niñez, que existieron severos problemas financieros, que la madre estaba enferma mentalmente – la realidad para el paciente criado en una familia narcisista es que sus padres (o al menos uno) eran incapaces de satisfacer sus necesidades neces idades emocionales. El concepto de responsabilidad sin culpa es muy difícil de entender para el paciente. Este es un punto donde el proceso
terapéutico puede “atascarse”. Parece que siguen adelante y están haciendo progresos reales durante la terapia, y de pronto están de nuevo con la recitación de la letanía: todo es culpa de mis padres –
no puedo culpar a mis padres – es una escapatoria – simplemente soy defectuoso/deficiente, etc. El paciente necesita ser escuchado, que validen sus sentimientos, y ser re-enfocado en la realidad de su niñez y cómo lo afecto. Ya que ésta es una etapa muy difícil, y al mismo tiempo esencial en la terapia, hemos
formado unos estratagemas terapéuticos para facilitar el proceso de re-enmarcación (de la experiencia) y re-aprendizaje (de habilidades que fueron enseñadas incorrectamente o simplemente fueron omitidas). La Fotografía. Es de mucha ayuda para los individuos criados en
familias narcisistas el tener una idea realista de quiénes fueron de niños. Uno de los métodos de escapatoria durante la niñez fue imaginarse que eran de alguna manera responsables por los problemas de la familia (por ser malos, defectuosos, estúpidos, y demás) en un intento por ganar control, creyendo que “si lo he roto, puedo arreglarlo”. Como adultos, aún tienen una idea distorsionada de cuán responsables (o influyentes) fueron – cuánto control tuvieron, y quiénes fueron como niños. Una técnica que es útil para ubicarlos en la realidad es el pedir al paciente que obtenga una fotografía de si mismo entre las edades de tres y siete, que escoja un marco especial, y la ponga en un lugar donde la pueda ver constantemente. La fotografía hace ver al paciente como realmente fue; el marco especial confiere valor y aprecio a la imagen/niño dentro; y el observar constantemente la fotografía obliga al paciente a estar mas listo para enfrentar la realidad del pasado. Este es siempre un ejercicio interesante e iluminador para el paciente. Cada etapa le presenta oportunidades para aprender acerca de la dinámica de su familia de origen y del niño que fue. La disponibilidad de las fotografías es algunas veces un problema: ya sea que no existan, o que el paciente no pueda conseguir una (¡sí la conseguirá!), o no hay ninguna donde aparezca el paciente solo. La experiencia de buscar un marco también es un problema para muchos pacientes: el o ella no tuvo el tiempo; no pudo conseguir cons eguir el adecuado; era demasiado costoso o simplemente no quería. Nosotros insistimos gentilmente a motivar al paciente a que procure una fotografía, adquiera un marco adecuado, y luego escoja una buena
ubicación para mostrarla. Con ese constante insistir, eventualmente será capaz de hacerlo. Viéndose como fueron de niños representa regularmente una gran impresión a los pacientes; los adultos se sorprenden de cuán pequeños, lindos y especiales lucían. Algunas fotografías son muy tristes, y algunas son felices. Evocan memorias y reflejan algunos aspectos de la realidad de la niñez del paciente. Es algunas veces extremadamente doloroso, sin embargo, para los pacientes observar a las fotografías, porque son un recordatorio muy conmovedor del pasado y trae a superficie muchos sentimientos. Este ejercicio puede tomar semanas o inclusive meses para cumplirse. Lo que hace, finalmente, es traer la realidad a flote: que ellos fueron niños, no adultos pequeños; que eran pequeños, impotentes y dependientes. Ellos controlaban muy poco de lo que sucedía en su vida, sin mencionar la de otras personas.
Después de un tiempo, a veces sugerimos que le digan mensajes positivos al niño de la fotografía (“Eres muy lindo”, “Eres hermosa”, “Tu merecías ser amada”, “Te amo”, “Intentaste por todos los medios complacer”, etcétera). Ya que posiblemente de adulto el paciente haya gastado mucho tiempo culpándose por las cosas que le sucedieron de niño (especialmente en casos de abuso flagrante), ésta puede ser una etapa importante en el proceso de sanación. De nuevo, puede tomar largo tiempo. Especialmente en casos de abuso sexual, es común que el adulto odie al niño – piense que era malo, sucio, horrible, débil, etc. Cuando esto sucede, es útil que los pacientes vayan a parques o lugares con juegos infantiles donde se encuentren niños pequeños y se imaginen que el abuso que sufrieron le está sucediendo a uno de los pequeños que están observando. ¿Es ese niño malo? ¿Lo merece? Si los pacientes tienen hijos propios, o existe alguien que amen y sea parte de sus vida, es útil que él o ella enmarquen su propio abuso en términos de ese niño o niña: ¿será mi bebe responsable? ¿Es una niña mala o niño malo? Merece él o ella lo que me sucedió a mi? La respuesta invariablemente es no. También después tal vez hagamos que el paciente regale un pequeño presente al niño de la fotografía: la flor es la señal de amor más
simbólica para los adultos (hombres y mujeres), pero aún una pequeña tarjeta de béisbol o un dulce – algo que demuestre amor por parte del paciente – es positivo. Cuando el adulto aprende a aceptar y a amar al niño en la fotografía, tiene todavía un largo camino por recorrer para ser capaz de aceptar y amar a la versión adulta de ese pequeño. También es más capaz de evaluar condiciones realistas de responsabilidad y control – tanto pasadas como presentes. Compartimentalizar. El concepto de compartimentalizar es
importante para que puedan comenzar a discriminar entre lo que les pertenece a ellos (eso es, para que puedan tomar responsabilidades) y lo que pertenece a otros. Uno de los mayores problemas para los adultos criados en familias narcisistas es que tienden a tomar responsabilidad por cosas sobre las cuales tienen poco o nada de control (tales como aquellas cosas que sucedieron cuando eran niños y eran esencialmente impotentes), pero aún rechazan tomar responsabilidad por lo que les pasa hoy día
(cuando son adultos con mucho mas control y poder sobre las decisiones que toman o las acciones que realizan) La historia de Mark . Mark es un hombre de 29 años que acudió a terapia para
lidiar con su depresión. Durante el curso de la terapia, Mark recordó que había sido molestado sexualmente por el Sacerdote familiar durante un periodo de cinco años, comenzando a la edad de siete. Su devota familia Católica Romana había vivido en la pobreza por años desde que su padre había contraído cáncer. Su padre estaba inválido durante ese tiempo y murió cuando Mark tenía doce. “El Padre Ted” era muy amable con la familia, y la madre de Mark lo adoraba. Ayudó a la familia de muchas maneras y estaba muy preocupado por Mark, hijo mayor y único varón. Lo llevaba a juegos de béisbol, shows de automóviles, al cine y a pescar, y le dio al muchacho una variedad de experiencias positivas que de otra manera no hubiese podido tener. El Padre Ted era el héroe de la familia. Fue, por tanto, increíblemente doloroso para Mark cuando las memorias de su abuso sexual comenzaron a brotar. Mark pasó muchos periodos diciéndose a si mismo, “Lo he inventado todo; estoy enfermo; ¡él nunca hubiera hecho esto!” Por supuesto sabía que había sucedido, pero aceptar la realidad era tan amenazador para el Mark adulto
como la experiencia había sido para el Mark pequeño. Luego se defendió de la dolorosa realidad al “adulto-metamorfosear” a su ser infantil: “Pude haberlo detenido si quería; todo es mi culpa; debí haber hecho algo para hacerle creer que eso era lo que quería; En realidad fui un niño malo/sucio”. Mark estaba asumiendo la responsabilidad de su propio abuso, invistiendo a su ser infantil con el poder y control que un niño no tiene. De manera contraria, Mark continuamente abdicaba su genuino poder de adulto al realizar declaraciones como “No puedo lidiar con esto; esto matará a mi madre; no estoy enojado con nadie; aún si en realidad sucedió, no hay porqué hablar de eso ahora” Inicialmente se negó a conseguir una fotografía, a llevar un diario (Vea el “Diario de Sentimientos” en el Capítulo Cinco”) - en otras palabras, asumir la responsabilidad de su recuperación. Finalmente Mark cayó en cuenta que podía tomar la responsabilidad de experimentar su enojo de una manera positiva, en vez de negarlo y caer en depresión. Aprendió que tenía mucho control sobre su vida ahora y que era apropiado tomar responsabilidad de ella. Al mismo tiempo pudo finalmente ver que no había tenido control durante su niñez y por tanto no podía tomar la responsabilidad de su propia victimización. El uso de la técnica de la fotografía ayudó a Mark a hacer esta diferenciación.
El Problema de la Generalización. Los adultos provenientes de
familias narcisistas tienden a generalizar los temas de responsabilidad y culpa y al final terminan sosteniendo posiciones de todo-o-nada. Dependiendo del día de la semana, la fase lunar, o la actitud del camarero, deciden que son responsables por todo (“Oh no! Está lloviendo! ¿Fue algo que dije?”) o por nada (“Así que le dije que ¡si no le gustaba que llegara tres horas tarde al trabajo vistiendo jeans, podía tomar su trabajo y metérselo donde el sol no brilla!”) La tendencia a generalizar también se muestra como una propensidad a conectar circunstancias sin relación, como si se trataran de una relación causa-efecto. La siguiente viñeta ilustra el punto: Marie: Soy una perdedora absoluta. Me rebotaron tres cheques,
Johnnie reprobó su examen de gramática y el calentador de agua se
estropeó. Terapeuta: Estoy confundido. No estoy de acuerdo que usted sea una
perdedora, aunque puedo sin duda entender que usted se sienta de esa manera después de rebotar tres cheques. Pero no logro ver la conexión con el examen de Johnnie y el calentador de agua. Marie: Soy una buena para nada. Si fuera una persona mas competente, ¡estas cosas no pasarían! Terapeuta: ¿Usted está diciendo que su hijo no hubiera fallado su examen y que su calentador de agua no se hubiera estropeado si usted fuera más competente? Mari : ¡Así es! Para poder evaluar problemas de responsabilidad y control de manera realista, los sobrevivientes necesitan ser capaces de poner sus emociones sobre distintos eventos en departamentos diferentes, para diferenciar los tipos de sentimientos, la severidad y urgencia de las situaciones, el grado de responsabilidad, y el grado de poder/control. Las Cajas. Una de las herramientas beneficiosas para enseñarles a los
pacientes la habilidad de la departamentalización (como arma contra la generalización) es la de las “cajas”. En su forma más rudimentaria, se usa para enseñar el concepto de que distintas realidades pueden existir simultáneamente; por ejemplo: • Un padre tuvo una niñez abismal, fue forzado a trabajar sesenta horas a la semana en un trabajo horrible, se casó con una mujer que luego lo abandonó junto a sus tres hijos, e hizo lo mejor que pudo para mantener a sus hijos juntos, y que • Un niño creció temeroso e inseguro, triste y asustado por la frialdad de su padre, sintiendo que no había nadie quien lo protegiera por la ausencia de éste, siempre sintiéndose estúpido y sin valor porque no podía hacer que su padre le pusiera atención, y siempre sintiéndose defectuoso porque era sólo un bebe cuando su madre optó por abandonarlo. En terapia, hubiésemos llamado al primer apartado “Caja 1”. En esa caja, le decimos al paciente, la realidad de tu padre es: largas horas,
pobreza, miedo, carencia de habilidades parentales, falta de tiempo, falta de ayuda, sintiendo que hacía lo mejor que podía. El paciente puede entender eso y puede reconocer cuán dura era la situación de su padre. Esa caja puede ser puesta aparte, y luego, podemos ver la “Caja 2”. La caja 2 representa a la segunda viñeta, contiene la realidad de la experiencia del niño adulto: tratando de ser invisible, sintiéndose asustado e inadecuado, trabajando muy duro todo el tiempo sin reconocimiento, sintiéndose solo, esperanzado a que si lograba más y no causaba problemas podía tener algo de atención – pero siempre fallando. El paciente es enseñado a entender que ambas condiciones, ambas cajas, existieron. El hecho que Papá se esforzó, no significa que el niño no sufrió daño. Ambas cajas son reales y existen por cuenta propia; una puede ser puesta aparte mientras la otra es explorada. Ésta es la esencia de la compartimentalización. En una forma más compleja de esta técnica, el paciente se involucra en un juego en el cual diseña cajas imaginarias para guardar diferentes categorías de sentimientos. Se le pide que describa la caja en relación con una variedad de parámetros. La técnica es valiosa en términos de ayudar al paciente a reconocer, etiquetar y por tanto validar sus sentimientos, pero también en términos de ayudarlo a ganar un sentido de dominio y control. Le permite a los pacientes, mediante visualizaciones, ver que sus sentimientos circunstanciales son finitos; si puedes introducir algo a la caja, entonces tiene tamaño, forma y masa – eso es, puede uno cuantificarlo. Y lo que podemos cuantificar, podemos controlar. Este juego se puede volver muy complejo a medida que el paciente “se va involucrando” y comienza a fabricar cajas con tamaños, formas, colores y decoraciones muy elaboradas. Ésta forma de la técnica de las cajas requiere que el paciente describa lo siguiente: 1. El contenido de la caja (“Las tareas de Susy”, “Visitando al Hospital”, “Mi trabajo”, “El viaje a la casa de la madre de Felipe”, “Vietnam”, “Ir a la iglesia”, “Miedo”, “Venganza”, “Nuestras finanzas”,
“El accidente”, “Cocaína”, etcétera) 2. La Organización de la caja: (todo atestado, cuidadosamente doblado, dentro de una esfera, apilado, desordenado, perfectamente envuelto en capas de tela, lleno de grasa y polvo, limpio y planchado, etcétera) 3. La apariencia de la caja (Rosa; negro; naranja barato; cubierta de tela estampada rosa; toda aplastada y golpeada; cuadrada; una caja para sombreros; de color lavanda con brillos plateados adheridos; enorme; pequeña y redonda; etcétera) 4. Apariencia del cintillo (negro, en forma de moño; de tela suave, grande y esponjosa; delgado de terciopelo azul con plata muy elegante y plano; sin cintillo, simplemente cerrada con clavos, etcétera) 5. Dónde es su lugar (En el guardarropa, enterrada en el patio trasero; en la cómoda; bajo el sol en el pórtico trasero; bajo las botas de invierno; encima de un volcán en erupción; etcétera - “¡Mándela a Hong Kong; para cuando se hayan dado cuenta del error y enviado de vuelta, sabré qué hacer con ella!” y “Póngala en la repisa del guardarropa, bajo la bolsa de boliche de mi marido, si trata de echarle un vistazo, la bola de boliche le caerá justo en la cabeza!” son dos de nuestras respuestas favoritas) (Para una descripción de una sesión de terapia usando esta técnica, vea el Apéndice B, “Terapia con los Blake”) Cuando se trabaja con el concepto de aceptación, por lo tanto, el paciente tal vez tenga una caja etiquetada “la situación con mis padres” (o “Mamá y Papá”), por ejemplo, u otra marcada “mis sentimientos” (o “el pequeño Jaime”). El paciente puede entonces poner todas las razones de las acciones de sus padres (y todos los demás atributos, como “no había dinero”, “Papá la golpeaba”, “galletas horneadas”, “intentó lo mejor que pudo”, etcétera) dentro de la primera caja. En la caja del paciente puede estar que “me sentí sin amor”, “traté de ser bueno/a”, “gordo/a”, “siempre me sentí estúpida”, “me sentí inadecuada”, “No sé como relacionarme con la gente”, y demás. El terapeuta debe entonces ser capaz de subrayar al paciente que
estas cajas son dos entidades distintas. Tienen distintos tamaños, lucen diferente, y se guardan en diferentes lugares. No se relacionan físicamente la una a la otra; el contenido no se mezcla porque ambas están cerradas y amarradas con cintillo. Ambas son reales y existen simultáneamente bajo méritos propios. Ambas son válidas. Sin importar las razones del contenido de la caja de los padres, la realidad es que las necesidades de los niños no se satisficieron. Son esas necesidades no cubiertas que pueblan la caja de los padres del adulto. Liberándose de la negación . La primera etapa de aceptación muy bien
pudiera llamarse “deshaciéndose de la negación”. Esta etapa no sugiere culpa o reclamo; simplemente es una aceptación de la realidad. Probablemente sea la primera vez que el paciente sea motivado a ver la realidad de su crianza. Siempre es doloroso. Más adelante, desde luego, el paciente tal vez asigne culpas y experimente una tremenda ira. Pero si el culpar es motivado desde el inicio, entonces algunos pacientes se abrumarán demasiado como para continuar, y tal vez abandonen la terapia prematuramente. Etapa Dos: Lamentando la Pérdida de la Fantasía
Esta etapa es tanto la más dolorosa como la más liberadora para los pacientes. Por un lado, el reconocer que la familia “perfecta” no puede ser recreada (porque nunca existió para empezar) es algo triste. Parece remover los últimos vestigios de esperanza en los pacientes, esperanza por una “verdadera familia”. Por otro lado, los pacientes comienzan a ver que pueden dejar de gastar su energía emocional tratando de recrear una situación que nunca existió y obtener la aprobación que nunca tendrán,
ahora tienen una enorme cantidad de energía para gastar en fines mas alentadores – tratando de construir una vida plena con las personas que tal vez busquen satisfacer sus necesidades genuinamente. Los adultos criados en hogares narcisistas se aferran a la fantasía de que de alguna manera pueden manipular o controlar al sistema familiar para obtener el reconocimiento y aprobación que requieren (o sea satisfacer sus necesidades). Tuvieron esta fantasía de niños, y la
mantienen de adultos. La realidad, sin embargo, es que tuvieron poco control sobre el sistema parental como niños y tienen poco control sobre el sistema ahora de adultos.
Uno encuentra frecuentemente en estos individuos el fenómeno de “estar siempre esperanzados”: el continuo regreso a situaciones con su familia de origen, con la esperanza de que “ésta vez” si funcionará; (en esta Navidad, todos nos llevaremos bien el uno con el otro, o, en esta Navidad todos obtendrán lo que quieren, Mamá no se emborrachará, y nevará – puedo hacer que suceda). Creen que pueden recrear a la familia perfecta que nunca tuvieron. Pero no pudieron “hacer que sucediera” en aquel entonces, y tampoco pueden ahora. Concentrar energía en esta fantasía es destructivo por varias razones: 1. Presupone que el paciente es malo, o defectuoso; si él o ella pueden hacerlo mejor, ser diferentes, encontrar la clave, entonces puede satisfacer sus necesidades. En pocas palabras, culpa a la víctima. 2. Mantiene al paciente envuelto con el sistema familiar, el cual priva al mismo de llevar adecuadamente a su propia familia o a sus relaciones. Es una pérdida de tiempo. 3. Aferra al paciente a la idea de que nunca puede obtener lo que quiere: lograr que el sistema parental cubra sus necesidades. Es un escenario previsto para el fracaso. 4. Provoca situaciones en donde oportunidades de interacción saludables con el sistema parental – si alguna vez suceden – se pierdan por mantener constantemente expectativas poco realistas y la ira resultante provocará que cualquier interacción relajada sea imposible. Crea un patrón de oportunidades perdidas. Una vez que los pacientes pueden lamentar la pérdida de lo que pudo haber sido (pero en realidad, por supuesto, nunca pudo ser), él o ella están listos para seguir adelante. No pudieron y no pueden cambiar a la familia de origen, pero tienen ahora el control y el poder de cambiarse a si mismos y
mejorar la calidad de su vida. También, tal vez se abran a la posibilidad de desarrollar una relación basada en la realidad con su familia de origen una vez que dejen de intentar manipular, controlar y obtener aprobación. En otras palabras, tal vez decidan fundir el orinal de cama. Etapa Tres: Reconocimiento
La tercera etapa de aceptación involucra el reconocer los efectos de ser criado en una familia narcisista que se evidencian en la vida actual del individuo. Esto quiere decir ser capaz de observar
rasgos específicos de personalidad y decir, “¡Ahh! Puedo ver de dónde viene eso”. Por ejemplo, tal vez un paciente diga, “no puedo ser asertivo, no puedo decirle a la gente como me siento. Ahora entiendo que no puedo decirlo porque no se como me siento. No sé como me siento porque cuando era un niño, nadie me preguntaba como me sentía. De hecho, para poder sobrevivir en mi familia de origen tenía que enterrar mis sentimientos. No solamente eran poco importantes, sino potencialmente peligrosos. No me era permitido tener sentimientos.” Esta etapa es un reconocimiento de los rasgos presentes como reflejo de experiencias pasadas. Una consideración terapéutica importante es que los pacientes necesitan escuchar que aunque esos rasgos desarrollados en la niñez pueden ser disfuncionales ahora (en la adultez), fueron valiosos en su tiempo. Aquellos rasgos y habilidades le permitieron al niño continuar funcionando dentro de su familia narcisista; necesitan ser valorados por el terapeuta como un mecanismo de defensa en situaciones difíciles. Ahora, por supuesto, la situación ha cambiado (ahora es adulto; tiene poder y control), y su mecanismo de defensa tal vez necesite ser cambiado. Es vital
en la formación de una auto-imagen positiva, sin embargo, que el paciente sea motivado a tener respeto por el niño que fue, y la habilidad de sobrevivencia del mismo. Es, después de todo, esencialmente una versión más grande y de más edad de ese niño: merecía respeto entonces, y lo merece ahora también. La mayoría de los niños provenientes de familias narcisistas la
pasan difícil lidiando con cualquier tipo de crítica, abierta o implícita. Toman el rechazo a cualquier cosa que hacen, piensan o sienten como un rechazo a su persona. Su autoimagen es demasiado amorfa, y por tanto demasiado vulnerable, como para poder manejar la retroalimentación negativa. Las consideraciones terapéuticas de nuevo tienen que ver
con la validación y el respeto a los mecanismos de sobrevivencia del niño, así como a la validación de la necesidad adulta de cambiar algunos de ellos. Muchos de estos individuos se vuelven “complacientes” en un intento de evitar retroalimentación negativa antes que suceda. Para ellos, cualquiera allá afuera se vuelve un espejo de su propia valía (“Si nadie se enoja conmigo, estoy bien”; “Si alguien – desde el jefe o hasta un niño del barrio – se enoja conmigo, me critica, o me ve de manera extraña, entonces soy malo, estúpido y sin valor”; etcétera). Creen que son en medida de la manera que los demás reaccionan ante ellos. Regresando al Pozo de Agua. En la etapa de reconocimiento, los
sobrevivientes también experimentan un fenómeno que llamamos “regresando al Pozo de Agua”. Esto simplemente quiere decir que deciden aplicar los nuevos puntos de vista y fortalezas que han aprendido o ganado en la terapia para volver exitosas situaciones disfuncionales. Creen que ahora están listos para enfrentar de nuevo esas situaciones (una familia de origen narcisista, un marido o esposa alcohólicos, o una relación abusiva) y cambiarlas. Ahora que tienen todo este conocimiento, creen que son los suficientemente fuertes para regresar y hacerlo mejor – porque esta vez no caerán en el juego. Este comportamiento tiende a brotar mas fuertemente
durante ocasiones anuales tales como cumpleaños, Días de Acción de Gracias, Navidades, o aniversarios de bodas. Este deseo de usar habilidades recién adquiridas para facilitar comportamientos mal adaptados puede llevar al terapeuta a jalarse los cabellos. Digamos que hay un pozo en su patio trasero. Se ve muy pintoresco; es redondo, hecho con piedras, con un pequeño techo, y un tazón que se puede utilizar para bajar y recoger agua fresca. Usted tiene muchas memorias agradables en el pozo, tal vez yendo con el abuelo
o pariente, y ellos ayudándole a subir el tazón. Se sintió importante y orgulloso al poder subir el agua. Luego un día descubre que el pozo ha sido envenenado. Porque cuando usted ingirió el agua, se enfermó. Usted estaba muy triste por no poder regresar al pozo y sacar agua fresca de nuevo. Usted pensó y pensó, y se le ocurrió una idea: Regresaré al pozo, pero usaré un bote nuevo! Así que compra un bote nuevo, saca el agua, la toma – y se enferma. El día siguiente decide tratar de sacar agua con su tarro preferido, aquel con las vaquitas pintadas, y usted bebe, y se enferma. Así que decide tratar de sacar agua con un vaso de plástico, a través de un popote – y se enferma de nuevo. Luego trata de beber el agua parado sobre su cabeza... Los pacientes entienden el punto. Cuando usted regresa a situaciones dolorosas y disfuncionales con la expectativa de que puede “hacerlo bien”, está preparando el escenario para el fracaso y el dolor.
El reconocimiento de estos patrones, los cuales comparten muchas personas que crecieron en hogares narcisistas, es una parte crucial de la recuperación. Ésta es la base para reformar el oro fundido. Etapa Cuatro: Evaluación
La evaluación requiere que el paciente haga un análisis de su situación actual: observando los rasgos de personalidad que ahora “posee” y decidiendo cuales desea mantener, y cuales han dejado de ser funcionales y necesitan ser cambiados.
En esta etapa, los pacientes a menudo vuelven a culparse a si mismos en gran medida; hacen comentarios como, “mis padres en realidad no eran tan malos”, y “me siento culpable al venir aquí y hablar mal de mi familia cada semana; no es justo, sabe, porque sólo está escuchando mi lado de la historia”. Usualmente respondemos con algo como, “ésta no es una corte marcial; no estamos aquí para decidir quién dice la 'Verdad', estamos aquí para hablar de sus sentimientos y percepciones. Si sus padres quieren hablar de sus
sentimientos y percepciones, pueden ir y conseguir su propio terapeuta”. Ya que los pacientes tienden a “atascarse” también en esta etapa recordando todas las maneras en las que han “arruinado” su vida, todas las malas decisiones que han tomado, todas las cosas que no dijeron y que debieron (y viceversa), todas las personas que han dejado abusaran de ellos, etcétera, es muy importante que el terapeuta constantemente reafirme al paciente con apoyo positivo. Una de las maneras sin aparentar dar halagos por el simple hecho de hacerlo (“Soplando felicidad a mi trasero”, como un paciente mencionó elegantemente”) es reflejar lo siguiente: • El paciente estaba operando con limitada información en ese momento, y tomó sus decisiones en base a esa poca información. • El mecanismo de defensa del paciente tal vez no funcione ahora, pero lo mantuvo a flote – tal vez inclusive lo mantuvo con vida – de niño. Es algo bueno que los haya desarrollado, no algo malo; tal vez en la adultez, sin embargo, quiera desarrollar unos nuevos. Con esto, el paciente estará desarrollando el plano para la obra de arte que hará con su oro. Etapa Cinco: Responsabilidad por el Cambio
La quinta etapa de aceptación es, por tanto, trabajar en cambiar aquellos rasgos de personalidad que hayan funcionado durante la niñez, y tal vez hayan facilitado su sobrevivencia, pero ahora son disfuncionales para la vida adulta y definitivamente se están interponiendo en el camino del individuo. Es en esta etapa que el terapeuta es especialmente
valioso para el paciente. El terapeuta puede presentar opciones sanas y exhibir posibilidades que no han sido parte del entorno del paciente. La historia de Janine . Janine entró a terapia con una ansiedad crónica y un
agotamiento extenuante. Definitivamente lucía cansada, y su afectación era tanto depresiva como ansiosa. Había acudido a un número de doctores, ninguno había podido identificar la raíz del problema. Le habían recetado
píldoras para dormir, antidepresivos, tranquilizantes y vitaminas, y todo había sido nada mas que un remedio temporal para su cansancio y ansiedad. Producto de una familia narcisista compuesta de un padre juzgador y adicto al trabajo y una madre con un fuerte compromiso religioso, eternamente sufrida y pasiva, Janine había sido criada en el Cinturón Bíblico para creer que su único propósito en la tierra era servir a otros. Ausente en la escuela si se requería su ayuda en la casa o granja; nunca había salido con chicos o participado en eventos fuera del horario escolar, ya que habrían motivado egoísmo. Nadie cuestionó que solamente Janine realizara estos sacrificios; nunca se les pidió a sus hermanos que faltaran a la escuela, y ellos participaban abiertamente en actividades atléticas y fuera de horario. A Janine, sin embargo, se le fue inculcado que su cuerpo era “vehículo para el pecado”, y que la única esperanza de redención que tenía era el entregarse humildemente al servicio a otros. Asertividad o límites no eran palabras que formaran parte del vocabulario de Janine; no estaban integrados a su visión del mundo. De hecho, como confesó después de dos años en terapia, no habría ingresado a terapia si hubiese sabido que sería motivada a ser más asertiva. Ingresó para averiguar por qué estaba tan débil, y fue dándose cuenta de fortalezas que nunca le habían sido permitido explorar. Durante el curso de la terapia, fue capaz de identificar que tenía pocos o ningún límite. Estaba casada, con cuatro hijos, y era literalmente una esclava de ellos. Más aún, se sentía incómoda al decir no virtualmente a cualquiera que le pidiera algo – sin importar cuán inapropiada o bizarra fuera la propuesta. En varias ocasiones había cuidado a las mascotas de los vecinos (a pesar de ser alérgica a los cabellos de los animales), fue niñera de los hijos de otras personas durante todas las horas del día o noche, proveyó transporte de ida y vuelta a Boston (un viaje de dos horas por tramo) a un vecino que apenas conocía (y que de hecho había sido grosero con ella y la había insultado), se quedó despierta toda la noche realizando una tarea escolar para su hija adolescente cuando ella misma tenía neumonia, y etcétera, etcétera. La mujer no sabía que el rechazar era opción. En su familia de origen era abusada física y verbalmente si se negaba, o inclusive si mostraba poco entusiasmo. Decir no simplemente no era una opción disponible. El terapeuta de Janine le enseñó el concepto que había un punto medio entre ser totalmente inaccesible (el modelo de sus padres) y ser totalmente accesible
(su modelo parental reactivo), y que era apropiado para ella evaluar las peticiones y demandas en base a su tiempo disponible, energía e interés. Era el comienzo de grandes cambios en la vida de Janine. El decir “No” era ahora una opción. Hubo por supuesto otros problemas con los que tuvo que lidiar Janine durante la terapia, pero la idea de rechazar algo como opción válida fue el comienzo de su recuperación – la transformación del oro fundido en algo hermoso.
Culpar y Confrontar
Como hemos mencionado antes, los pacientes, especialmente aquellos que están comprometidos religiosamente, a menudo reportan haber intentado acudir a terapia en el pasado pero no habían podido continuar al haberles sostenido q ue debían “odiar” o “rechazar” o “confrontar” a sus padres (o quien hubiese sido el tutor disfuncional). Los conceptos de culpar y confrontar no son esenciales en la implementación de este modelo; son problemas individuales que cada dúo paciente/terapeuta debe lidiar de acuerdo al caso en particular. Al trabajar por años con este modelo, hemos notado que los pacientes se sienten mas capaces de entrar en contacto con su ira al estar ausentes las frases acusatorias por parte del terapeuta. Ya que no tienen que defender al sistema parental, son más capaces de observarlo de forma realista. Cuando la Familia Narcisista fue Traumáticamente Abusiva: El Problema de la Confrontación
El deseo de confrontar al abusador/victimario, especialmente en casos de abuso sexual y asalto físico, es algunas veces extremadamente fuerte en las etapas tempranas de la terapia. Hemos notado en nuestro trabajo con sobrevivientes de abuso sexual infantil que, después que las memorias comienzan a brotar, el impulso inmediato del sobreviviente – especialmente si es varón – es correr y confrontar al abusador/victimario, con el idea de “hacerlo/a pagar por lo que el/ella me hizo”. La confrontación en estas etapas tempranas no funciona. El
paciente lo estaría haciendo por las razones incorrectas y saldría herido en el proceso. En nuestra práctica grupal, la cual ha
visto pasar a cientos de sobrevivientes, las confrontaciones consideradas como prematuras por el terapeuta, pero que aún así se realizaron, han sido dañinas. La confrontación en sí se vuelve el foco de la terapia por semanas, y el progreso del paciente se retrasa. La confrontación es necesaria y deseable para muchos, pero no para todos los pacientes. Algunas veces para el momento que
el paciente ingresa a terapia, el abusador/victimario ha muerto o se ha ido a otra ciudad o país. Un gesto simbólico es usado en esos casos: una confrontación simulada en la oficina del terapeuta, una carta escrita y luego quemada, una visita al cementerio para entregar una carta o decirle a la persona muerta cómo se siente el sobreviviente. Cuando sea posible, una confrontación directa cara a cara, una cita entre el sobreviviente y el abusador en la oficina del terapeuta, es frecuentemente un paso importante en el proceso de sanación. Pero esto es únicamente valido cuando el paciente lo hace por las razones correctas. La “razón correcta” tiene que ver con las expectativas que el paciente tenga de la confrontación. Si lo que quiere es revancha,
obtener una disculpa, causar daño físico, hacer que el abusador admita lo que hizo, para “verla retorcerse” o para “limpiar el aire para que podamos comenzar de nuevo”, la intervención fracasará. De hecho, si el paciente desea cualquier cosa del abusador, la confrontación estará destinada al fracaso. Se terminará
sintiendo peor que cuando comenzó, porque todo lo que habría hecho sería recordar los viejos tiempos. Trataría de impactar al sistema parental/perpetrador – cambiarlo, controlarlo, manipularlo o afectarlo – y no puede. No tiene el poder ni el control. Desde
luego puede “hacerlo público”, pero esa es una espada de doble filo también, y necesita de cuidadosa consideración junto al terapeuta. La razón correcta para confrontar es habilitar al sobreviviente para decirle al perpetrador lo que sucedió y cómo se siente el sobreviviente; cómo ha afectado su vida, sus sentimientos hacia si mismo y hacia el mundo; cuanto dolor ha causado el
abusador en él; y cómo se siente ahora acerca del abusador.
Es un acto puramente egoísta. No es para cambiar al abusador, o hacerlo admitir lo que hizo. No es acerca del abusador; es acerca del sobreviviente. Por esta ocasión, el sobreviviente tendrá la oportunidad de validar la experiencia de su niñez y hablar acerca de sus sentimientos. La reacción del abusador es irrelevante. Cuando el paciente puede escribir la carta, o arreglar la
cita, sin expectativas del abusador, la confrontación será exitosa. El paciente habrá cumplido su meta. Es deseable para el terapeuta anticipar que el deseo de confrontar surgirá prematuramente, y estar listo para manejarlo. En sesiones anteriores, cuando el paciente esté comenzando a tener memorias o recuerdos, introducimos la posibilidad de confrontación como opción, algo que el paciente tal vez quiera o no hacer, en un futuro distante. Cuando la fuerte urgencia de confrontar aparece prematuramente, sugerimos que el paciente lo aplace “hasta la otra semana. No lo hagamos esta semana – vamos a darle una semana para pensarlo”. O decimos, “¿Porque no traes la carta antes de enviarla por correo? Podemos repasarla juntos y asegurarnos que es exactamente lo que quieres decir”. Somos muy directos para decir al paciente que es prematuro y por qué creemos que es así. Pero también lo hacemos de una manera amable, dejando la pu erta abierta para “la siguiente semana” o “trayendo la carta” para que el paciente no se sienta rechazado o detenido. Luego, si el paciente sigue adelante y va contra nuestro consejo, ellos se sentirán menos avergonzados cuando nos lo digan, ya que la puerta estaba abierta – aún si fue sólo un poco. Perdón
Por el contrario, el perdón no es tampoco una parte esencial de nuestro modelo. Cuando se nos confronta con el tema de perdonar al abusador, creemos que eso pertenece más al dominio espiritual, que al psicológico. A pesar que el tema del perdón ha sido tratado ámpliamente por Scott Peck, Bass y Davis y otros, nosotros no lo procuramos (2). De acuerdo a nuestra experiencia, la presión auto-
impuesta por perdonar al perpetrador a menudo se interpone en el camino de la recuperación genuina, ya que puede actuar como tope de la necesaria expresión de ira y auto-validación de sentimientos por parte del paciente. Cuando los pacientes
preguntan acerca del asunto, respondemos que en base a nuestra experiencia, el perdonar es más un sentimiento o condición del ser más que un acto. Como tal, no puede ser legislado o sujeto a decisión; si sucede, sucede por si mismo. Se le pide al paciente una reflexión de la realidad, no un juicio. Conclusión Aceptar la realidad de crecer en una familia narcisista representa más de la mitad de la batalla en pos de la recuperación. De nuevo, un aspecto particular de este modelo es que, como hemos subrayado anteriormente, no implica culpar o juzgar, confrontar o perdonar. Implica reconocimiento de cómo hemos aprendido lo que hemos aprendido, y como podemos re-aprender para hacernos de una vida mas satisfactoria. Aleja la responsabilidad del paciente por la disfunción siendo niño, pero le asigna la responsabilidad de su recuperación como adulto. De nuevo, él o ella han sido moldeados por sus experiencias pasadas, pero no necesitan ser definidos más por ellas
Sentimientos y comunicación de adultos de familias narcisitas Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo V La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass
En el mito de Narciso, Echo era incapaz de abogar por ella misma; era incapaz de expresar sus sentimientos, y entonces se murió. Esta es la viva metáfora de la necesidad de estar en contacto con nuestros sentimientos, y la necesidad de encontrar maneras de expresarlos asertivamente y, eso esperamos, satisfacer nuestras necesidades con éxito. Víctor Frankel, dos mil años después de Ovid, ilustra el concepto de la necesidad esencial de expresar nuestros sentimientos en su historia sobre un compañero sobreviviente de un campo de concentración. Las condiciones de vida en el campo causaban severos hinchamientos de pies, imposibilitando a los prisioneros ponerse las botas antes de ir a trabajar. Únicamente un prisionero consiguió hacerlo. Cuando Frankel le preguntó como había logrado deshacerse del edema, respondió, “Lo he hecho a base de lágrimas”. Como Frankel explica, “No había necesidad de sentirse avergonzado por las lágrimas, ya que son el vivo testimonio de un hombre con el mayor de todos los corajes , el coraje de sufrir”(1). Para los adultos de familias narcisistas, el concepto de reconocimiento y validación de los propios sentimientos es a menudo totalmente suprimido durante la experiencia familiar. La habilidad de comunicar los sentimientos apropiadamente se vuelve entonces una tarea monumental: ¿cómo puedo comunicar verbalmente aquello que no puedo reconocer internamente? Si a uno no se le enseñó que tiene derecho a sentir, entonces seguramente que tampoco se le enseñó como comunicar los sentimientos de manera directa y asertiva. Enseñar a los pacientes cómo ser asertivos apropiadamente es a menudo el mayor reto de los terapeutas al trabajar con
sobrevivientes de familias narcisistas. Enseñar y aprender esta habilidad en forma gradual –permitiéndose experimentar sentimientos al reconocerlos, etiquetarlos, auto-validarlos y expresarlos apropiadamente, culminar con una declaración clara sobre nuestras expectativas- es una tarea enormemente compleja. Corta de raíz la mismísima condición del sobreviviente: ¿si no sé quién soy, como puedo darme a conocer ante ti? El modelo que usamos para enseñar habilidades efectivas de comunicación se llama “Yo siento…Yo quiero” (2). Esencialmente, hace referencia a la expresión verbal de nuestros sentimientos, seguido de una clara expresión de lo que uno quiere. “Tommy, me siento enojada y herida porque no has limpiado la sala de estar cuando prometiste que lo harías. Me gustaría que lo hicieras ahora mismo.” “Yo siento…Yo quiero” es un ejemplo obvio y simple, pero la mayoría de las personas no saben como hacerlo. Ello ahorra prestarse a juegos, malos entendidos, escenas explosivas, interpretaciones equivocadas de la mente, y toda suerte de cosas infernales. Es el mejor modelo de comunicación clara y respetuosa que hemos encontrado. Para individuos educados en familias narcisistas, ser asertivo es un enorme problema. La asertividad involucra dos partes: saber cómo se siente uno, y ser capaz de expresarlo de manera clara y sin agresividad. Como se indicó en el Capítulo Dos, tanto el reconocimiento de los sentimientos como su expresión son tareas difíciles para los sobrevivientes. En la práctica, preferimos el término comunicación adulta respetuosa basada en la asertividad. Aunque asertividad es una palabra perfectamente respetable y funcional, tiene una connotación negativa para muchos pacientes. También es menos descriptiva. Esencialmente, los pacientes necesitan aprender a respetarse a si mismos y a los demás, aprender a relacionarse como adultos completamente funcionales y a comunicarse acertadamente para que el mensaje enviado coincida realmente con el mensaje recibido.
Hemos, por tanto, dividido este capítulo en dos partes (identificar y expresar los sentimientos, respectivamente) y hemos puesto un número de técnicas terapéuticas para enseñar estas importantes habilidades. Identificar sentimientos
Muchos pacientes se sienten hasta incómodos ante la palabra sentimientos. Un paciente comentaba, “No me gusta eso de suavecito-delicadito-esponjoso” Por ello es necesario ayudar a los pacientes creando un cierto grado de distensión al hablar de sentimientos, para que puedan reconocer 1. lo que son los sentimientos, y 2. que ellos los están experimentando. Para este fin, hemos descrito un número de técnicas usadas en nuestra práctica. Enumerar Sentimientos
Es a menudo interesante y provechoso tomarse un tiempo con los pacientes simplemente enumerando sentimientos. ¡Si no se les anima, muchos no pueden ni siquiera enumerar uno sólo! O ellos tal vez llegan a decir “enojado”, “triste”, “bueno” o “malo” y eso es todo. Los pacientes usualmente se sorprenden del número de sentimientos que pueden ser generados en una lista con el terapeuta. Estos individuos dirán cosas como “No tengo sentimientos”, o “Sentir duele demasiado”. No tienen ningún concepto de la importancia o la función de los sentimientos. Desde el punto de vista de la familia narcisista como modelo, les enseñamos a los sobrevivientes que los sentimientos: • Son la verdadera expresión de quienes somos; • Existen por cuenta propia • No pueden ser legislados (como en, “Tu debes de amar a tu hermano”; • No hay buenos o malos, correctos e incorrectos – simplemente existen; • Son instintivos y a menudo protectores • Nos motivan a acciones necesarias (por ejemplo, “Siento temor, por
tanto, llamaré a la policía”); • Necesitan ser reconocidos y tomarse en consideración; porque • Saldrán a la luz –aún si los ignoramos, negamos, alimentamosmediante síntomas físicos, ira explosiva, o depresión (la “otra cara” de la ira). Los sentimientos son especialmente valiosos como incentivo para la acción, en el sentido que Bradshaw usaba el concepto de la “E moción” (3). Por ello, cuando negamos nuestras emociones o sentimientos, puede que no emprendemos las medidas necesarias y apropiadas. Como saben los terapeutas, la inactividad muy a menudo lleva a la depresión. Hay un número de técnicas que sirven de ayuda al enseñar a adultos de familias narcisistas cómo reconocer y etiquetar sus sentimientos. Tres técnicas que usamos con frecuencia (el Test del Lenguaje Corporal, Historias Sentimentales y Proyección de Video) se detallan abajo. También recomendamos que los pacientes lleven “diarios de sentimientos” donde identificar y etiquetar lo que experimentan, incluyendo sensaciones físicas. El Test del Lenguaje Corporal
La mayoría de las personas experimentan fuertes sentimientos como una o más sensaciones físicas: por ejemplo, una constricción en la garganta, o sentir que el estómago o el corazón se anida ahí; tensión de músculos en el cuello o en los hombros; o un dolor de cabeza repentino. Algunos individuos experimentan síntomas casi instantáneos de dolor de estómago o diarrea en tiempos de estrés emocional. Pregunte al paciente dónde siente la emoción (o el trastorno) en su cuerpo; y lo más seguro es que no tendrá problema en decirlo. El primer paso, entonces, es que el paciente entre en contacto con su síntoma – que realmente lo perciba y lo experimente, y que el terapeuta lo elogie por tan sólo permitirse experimentar y sentirlo físicamente.
La Historia de Mary. Mary es una mujer de treinta años cuya familia
narcisista de origen la formaba un padre callado y nada asertivo, una madre entrometida y emocionalmente abusiva y dos hermanas. La madre de Mary la llamaba varias veces por semana para “descargarse” sobre ella, acaparándola con historias ilustrativas de las cosas malas que hacían sus hermanas; siempre intentando involucrar a Mary en escenarios familiares complejos y perturbadores. Mary había estado viendo a un quiropráctico por más de un año por tensión y dolor de cuello. Había etiquetado su dolor como secuela de un accidente automovilístico menor, asumiendo que experimentaba dolor en su espalda al tensarla inadvertidamente y en el cuello al levantar y doblarse de mala manera. Cuando su quiropráctico la mandó a terapia, ella llegó a la conclusión de que el dolor tal vez era más una expresión de estrés psicológico que una lesión física. En el transcurso de la terapia, Mary comenzó a llevar un diario de sentimientos en el que rastreaba sus dolores de cuello, eventos, pensamientos y sentimientos que había experimentado en el transcurso del día. Se le enseñó la “respuesta de relajación” de Benson, la cual aprendió a usar al tomar consciencia del dolor de cuello. (4) Al mantener un diario, Mary fue capaz de relacionar sus síntomas físicos con eventos específicos y pensamientos – desencadenantes de sentimientos- y a etiquetar los sentimientos que se expresaban en su cuello como dolor. Terapeuta: ¿Mary, esta semana cuando sentiste la tensión en tu
cuello, fuiste capaz de relacionarlo con algo que ocurrió, o que estabas pensando? Mary: Es gracioso, siempre sentía más dolor los fines de semana, pero nunca supe por qué. ¡En mi diario, sí dice por qué! Lo siento después que mi madre llama (por teléfono). A menudo llama los fines de semana, porque mi padre trabaja durante ese tiempo. Esta vez, cuando colgué me di cuenta que tenía el dolor. Y no había hecho nada - físicamente, quiero decir- para que me doliera. Terapeuta: ¿Así que su madre es un dolor en el cuello? Mary: (riendo) Si eso creo. Terapeuta: ¿Mary, qué sentiste durante la conversación? Mary: Deseaba que no me llamara todo el rato para descargarse
conmigo. Terapeuta: Ok. Pero eso era lo que pensabas. Quiero saber como te
sentías. Estás describiendo un pensamiento, no un sentimiento. ¿Qué sentías? Mary: Sentí que - no. Me sentí enojada. Realmente enojada. Furiosa. En este punto el terapeuta pudo alabar a Mary por el trabajo que estaba haciendo, y subrayar los pasos que estaba dando para cambiar su vida positivamente. Los pacientes a menudo tienen dificultad para reconocer sus logros y frecuentemente los identifican en términos que en realidad reflejan un déficit o un fracaso. (“¡Si, tal vez lo hice esta vez, pero debí de haberlo hecho desde hace tiempo!”) Es importante que el terapeuta enmarque la experiencia como una falta de entrenamiento más que de inteligencia, carácter moral o lo que sea: el paciente no tenía la habilidad (entrenamiento, opciones, visión del mundo) en aquel entonces, pero está aprendiendo ahora. Una parte significativa de la terapia en este modelo es que el terapeuta está orientado hacia la acción, en vez de ser reflectivo o comprensivo en primer lugar. Es importante que el terapeuta premie verbalmente al paciente por su comportamiento apropiado, haciendo declaraciones constructivas y alabándolo – no en el sentido de clamar admiración por el paciente, sino tratando de reflejar la realidad del trabajo que está haciendo. De esta manera, el paciente sabe cuando ha hecho una “cosa buena”. Probablemente Mary no tuvo ese tipo de retroalimentación durante su niñez, así que ahora lo necesita y lo aprecia. El paso final es habilitar al paciente a expresar el sentimiento y a actuar en consecuencia. Después de una importante discusión, Mary decidió expresar sus sentimientos a su madre y establecer algunos límites en su relación. “Usando el „Yo siento…yo quiero‟, voy a decirle que me siento muy enojada cuando llama para quejarse de mis hermanos, y que no quiero que lo vuelva a hacer más”.
Después de unos esfuerzos tentativos, Mary fue capaz de expresar sus sentimientos a su madre, y de hecho dio por finalizadas algunas conversaciones en cuanto su madre “infringía la regla”. Pasado un tiempo en el que su madre rechazaba hablarle de forma categórica (adoptando “el trato del silencio”), su madre cambió su comportamiento telefónico. Comenzó a llamarla con menor frecuencia, para alivio de Mary, y las conversaciones fueron más breves, con temas de discusión más aceptables. Su madre entonces comenzó a llamar en su lugar a una de las hermanas de Mary y empezó a “descargarse” con ella. Como Mary dijo, “¡Ahora es problema de mi hermana; ella tendrá que aprender a lidiar con eso!”. Mary aprendió que la gente recurre a ciertas técnicas interactivas porque funcionan; estas tácticas les da lo que quieren. Cuando esas técnicas no funcionan más, la gente deja de usarlas. Mientras Mary estaba dispuesta a escuchar a su madre (es decir las necesidades de su madre), ésta continuaba descargándose sobre ella. Cuando dejó de funcionar – cuando Mary rechazó escucharla (comenzó a respetarse a si misma) y fue capaz de comunicarlo como adulta y claramente – su madre dejó de descargarse sobre ella. Así, Mary fue capaz de realizar una modificación en el comportamiento de su madre, al menos en relación con ella. Así mismo, Mary entendió que su cuerpo era una herramienta valiosa para indicarle cuando estaba experimentando un sentimiento que requería atención. En vez de referirse a su dolor como el enemigo, Mary se dio cuenta que era una advertencia protectora de alto estrés. Aprendiendo a escuchar el lenguaje corporal y a actuar en conformidad, se encontraba bajo menos estrés y subsecuentemente experimentó menos dolor de cuello. Historias de Sentimientos
Es a menudo difícil para los sobrevivientes atribuirse sentimientos, especialmente si en el pasado la experiencia de sentimientos fue dolorosa, no productiva o castigada. Un método comprobado para provocar sentimientos con fines de diagnostico ha sido a través del uso de técnicas proyectivas (El Test de Consciencia Temática, Tests
de Rorschach, y similares) (5). Usando este método desde una perspectiva terapéutica (más que para obtener o btener un diagnóstico), hemos encontrado que pedirles a los pacientes que imaginen lo que otras personas pueden llegar a sentir en una situación dada es mucho menos amenazador para ellos y además es una excelente técnica para reconocer y etiquetar sentimientos. Las historias de sentimientos son pequeñas viñetas que el terapeuta puede improvisar espontáneamente en la consulta. Estas historias no sólo pueden ser de ayuda para lograr que los pacientes identifiquen y etiqueten sentimientos, sino que a menudo actúan como un “detonante de memorias” (algo que ayuda o provoca el recuerdo/recolección de memorias enterradas). En terapia, el practicante contará la historia para provocar sentimientos y luego hará que el paciente decida como podría sentirse el carácter o caracteres de la historia: Una pequeña niña está jugando con un gato en el patio. Ella se mete en la casa para tomar agua, y el gato es atropellado por un auto en el camino. ¿Cómo se siente la niña? Un niño está jugando con otros cuando comienzan a molestar a un niño más pequeño. El no hace nada; sólo mira. Muy pronto el niño pequeño se aleja corriendo, llorando. ¿Cómo se siente el primer niño? Un niño siempre está siendo golpeado por su padre. Un día, el padre viene muy enojado porque la patineta del niño se encontraba en la cochera e hizo que el padre se tropezara. La hermana del niño sabe que el pequeño volverá a ser golpeado, así que le miente al padre y le dice que fue ella la que dejó la patineta afuera. El padre la golpea a ella en vez de su hermano. ¿Cómo se siente ella? Cuando el hermano se entera de lo sucedido (por otro hermano), ¿cómo se siente? Una niña tiene una madre que juega con ella, le lee historias y le da muchos abrazos. Pero cuando su padre actúa de forma brutal y le grita a la niña, la madre finge que no lo nota o se va a otro cuarto.
¿Cómo se siente la niña? Un niño gana un concurso de poesía y le piden que lea su poema en clase. ¿Cómo se siente? La madre de una niña rompe sus promesas frecuentemente, y después le compra un bonito regalo. ¿Cómo se siente la niña? Una niña está jugando afuera con sus amigos cuando comienza a anochecer. Sus amiguitos comienzan a retirarse. La niña les pide que se queden a jugar con ella. Le contestan que sus padres les le s dijeron que fuesen a casa en cuanto las luces de la calle se encendiesen. Ella les dice que sus padres no tienen ninguna regla con respecto a su hora de llegada. ¿Cómo se siente ella? A pesar de que los sentimientos que afloren puedan resultar obvios, es fascinante experimentar la facilidad/dificultad con la que los pacientes responden a las preguntas sobre “sentimientos”. También resulta valioso el diagnóstico por los diferentes tipos de respuestas que provocan las experiencias individuales de los pacientes. Por ejemplo, un paciente respondió a la primera historia (sobre el gato atropellado) diciendo: “Ella se sintió feliz. Era el gato de su hermana, y la niña siempre lo había odiado. Ella quería un perro. Su madre le dijo que sólo podían tener una mascota, y le tocó a su hermana mayor escoger. Siempre escogía ella. ¡Ahora, ya que el gato está muerto, la niña puede tener su perro!”. Noten así mismo la diferencia en las respuestas más abajo de dos mujeres pacientes a la historia de los niños jugando hasta que se encendieran las luces. (Chris, mujer profesional bien educada, en su treintena que padece ansiedad y depresión. Fue educada por un padre entrometido y extremadamente crítico que sostenía expectativas absurdamente elevadas con respecto a ella, y una madre que era tan pasiva que optamos por una posible depresión crónica de nivel leve) “Me resulta difícil imaginar no tener reglas! Huy!” H uy!” (risas avergonzadas) “La niña siente que tiene suerte. Se siente…orgullosa. Sus padres confían en que use su propio juicio. j uicio. Sus padres la aman mucho.”
(Laura es muy inteligente, educada por una familia negligente, madre de tres niños pequeños. Es una alcohólica en recuperación que fue abusada por su madre – quien abandonó a la familia cuando Laura tenía nueve años – desdeñada por su padre, un jugador compulsivo, e importunada por su hermanastro). “Ella se siente tan avergonzada. Todos esos niños tienen gente que se preocupan por ellos – que los quieren en casa- que los quieren suficientemente como para imponerles reglas. Ella mataría por tener a alguien así. A nadie le importa si se va a casa o no; nadie lo nota siquiera. Los sentimientos demasiado dolorosos como para que los pacientes los expresen abiertamente a menudo afloran durante estas sesiones de historias. Muchos niños de familias narcisistas tienen recuerdos tan profundamente enterrados que necesitan historias vivenciadas por otros niños para liberarlos. La mayoría de los terapeutas han tenido la experiencia de recibir llamadas de pacientes que tuvieron una avalancha de recuerdos provocados por un programa de televisión o un artículo del diario. Las historias de sentimientos funcionan de una manera similar pero más eficientemente. Al terapeuta se le ofrece a menudo la oportunidad de transmitir educadamente sus primeras conclusiones acerca del tipo de experiencias vividas por el paciente que están siendo reprimidas, permitiéndole a él o ella encajar la historia de sentimientos de acuerdo a ellas.. Por ejemplo, se contó la historia del niño que ganó el concurso de poesía a un joven que había sido educado por un padre extremadamente duro. El terapeuta sospechaba que el joven (que claramente no era homosexual) albergaba fantasías y miedos a ser homosexual que le parecían demasiado espantosos como para atreverse a reconocer o a comentarlos. Cuando se le contó la historia de sentimientos, el dique reventó. Fue capaz de contar uno por uno los incidentes experimentados en la niñez niñe z cuando intentaba hacer amistades cercanas con otros chavales, donde sólo conseguía que su padre lo estropeara todo por su actitud y comportamiento. El niño siempre quedaba sintiéndose mal y culpable – ignorando qué había hecho mal, pero sabiendo que había algo malo en querer una relación
cercana con otros varones. En la adolescencia, esta creencia se tradujo por el sentimiento que el padre sabía que en el fondo, el niño era homosexual. Por tanto, siempre mantenía la guardia contra ello, ya que (por supuesto) el padre poseía un conocimiento y percepción especial. Mientras que sus temores a la homosexualidad bien hubieron podido aflorar a lo largo de la terapia, la historia de sentimientos permitió al paciente utilizar el tiempo de su terapia lidiando directamente con los sentimientos de miedo, culpa y vergüenza, en vez de perder semanas o meses agonizando sobre cómo, cuándo y si revelar su secreto o no. Proyección de Video
Con esta técnica, los pacientes se ven capacitados para recapitular incidentes del pasado con cargas emocionales y mantener al mismo tiempo cierto grado de desapego. Se les pide a los pacientes que imaginen una gran pantalla de televisión (o cine); en ella se está proyectando el incidente que ellos encuentran demasiado doloroso como para hablar de ello. Luego lo describen en tercera persona. Empleamos esta técnica extensamente, combinada con hipnosis para realizar un trabajo de desactivación en sobrevivientes con abusos sexuales y otras formas de desórdenes de estrés post-traumático. La Historia de Margo. Margo es agente de propiedad de treinta y
cinco años que posee su propio negocio. Experimentó problemas crecientes de ansiedad durante el día que interrumpía su sueño por la noche también. Durante las primeras sesiones de terapia, ella sostuvo que su familia de origen – dos profesionales exitosos- fue idílica. Procedió a la exploración de sus patrones de sueño infantiles con el terapeuta, quien le había pedido visualizar una película de si misma como niña, durmiendo. Fue describiendo el dormitorio y la cama y continuó como sigue: Margo: Hay una pequeña niña. Ella tiene unos nueve o diez años.
Está en su cama, durmiendo. Entonces, hay una luz potente. La puerta del pasillo se abre. La luz penetra en el cuarto. Terapeuta: ¿Como se siente la niña? Margo: Está somnolienta. Quiere dormir. Ella está…triste.
Terapeuta: ¿Porqué triste? Margo: Sabe que ahora no podrá dormir bien. Eso la entristece. Terapeuta: ¿Qué sucede ahora? Margo: Está triste (llorando mientras habla) por su pequeño
hermano. Es su pequeño hermano; está junto a la puerta. Ahora la ha cerrado. Está llorando; ella oye como solloza. El se acerca a la cama. Ella se mueve para que pueda meterse en ella. El llora, y ella lo abraza. El se va adormeciendo. Ella está despierta. Terapeuta: ¿Como se siente ella? Margo: Triste. Esta triste por su pequeño hermano…porque él todavía se preocupa. Ella no. Ella está triste porque no podrá dormir más. Terapeuta: ¿Qué está sucediendo ahora? Margo: Está mirando a su pequeño hermano, observándolo mientras duerme. Parece tan lindo. Sólo tiene cinco años. No cerró del todo la puerta del pasillo por lo que se refleja un poco de luz sobre él (comienza a llorar otra vez). Ella lo abraza y lo aprieta. Terapeuta: ¿Qué está sintiendo, Margo? Margo: Tristeza Terapeuta: ¿Es eso todo? Margo: Tristeza…y enojo. Furia. Llena de furia. Ella odia a esos bastardos. Ellos lo trastornan tanto. Ellos no merecen a un niño lindo como Teddy. Los odio. El los ama, así que el resulta herido. Tiene que aprender. Dejar de llorar. (Llorando fuerte y meciéndose en su silla) Me duele por él…y por mi. Yo sí me preocupaba, pero ellos lo jodieron. Tuve que cuidar de Teddy, pero yo era sólo una niña. No podía hacerlo bien. El necesitaba padres…yo necesitaba padres. No había nadie allí que nos cuidara. Nadie. A medida que Margo fue capaz de juntar las piezas, se fue aclarando que la vida familiar se centraba en subir la autoestima de la madre y a que se sintiera confiada, evitando al mismo tiempo tener demasiadas expectativas en cuanto a su disponibilidad. Los problemas nocturnos se presentaban cuando los padres de Margo, que tenían una vida social muy activa, regresaban de una fiesta. La madre iniciaba una pelea con el padre por prestarle demasiada atención a otra mujer, o por algo que había dicho o no durante la velada. La madre siempre cerraba las puertas a golpetazo, despertando a Teddy. Entonces la pelea subía de tono, y el padre
amenazaba con irse, y la madre lloraba rogándole que la perdonara. Teddy, cuyo cuarto estaba al lado del de sus padres, comenzaba a sollozar y se iba al cuarto de su hermana en un ala distinta de la casa. Margo se sentía intensamente protectora de su pequeño hermano (el cual adoraba), furiosa con sus padres y temerosa por ella misma. El uso de la proyección de video establece una distancia entre el paciente y la experiencia. Provee un margen de seguridad emocional, para que el paciente no “se venga abajo” y bloquee importantes recuerdos. Expresando Sentimientos “Yo Siento…Yo Quiero”
Una vez que las personas son capaces de 1) reconocer que tienen sentimientos, 2) etiquetar sus sentimientos, serán capaces de aprender a expresar sus sentimientos apropiadamente, la parte de “Yo Siento”. Cuando son capaces de aceptar 3) que tienen el derecho de experimentar aquellos sentimientos y 4) que estos sentimientos son importantes, les resulta más fácil verbalizar sus expectativas a los demás, la parte de “Yo quiero”. Y como pronto lo experimentarán, una vez capacitadas para expresar la parte de “Yo siento”, es a menudo innecesario anunciar el “Yo quiero”. Muchas veces, lo más importante es que los sentimientos sean escuchados. Sin embargo, hay habilidades por aprender en cuanto a la expresión de los sentimientos. 6) Hay una lista de “cosas malas” que la gente a menudo dice cuando está experimentando fuertes emociones y dificultades para expresarlas (vea lista en el Apéndice B). Mientras estos comportamientos (insultos, referencias al “tú”, declaraciones “siempre/nunca”, traer viejas rencillas a la mesa, hacer referencias históricas, y comparar al otro con sus padres, entre otras) funcionan bien para: • Intensificar emociones • Herir sentimientos • Descargar mal humor
• Inducir culpa y vergüenza • Provocar actitudes defensivas • Alentar contraataques e • Imposibilitar la resolución del problema no funcionan bien para comunicar sentimientos y opiniones si queremos que otra persona nos escuche. Las personas que están siendo interpeladas por alguien que utiliza cualquiera de las técnicas negativas listadas más arriba no se sienten valoradas o respetadas; se sienten atacadas. Los humanos no escuchan bien cuando sienten que son atacados, porque están preparando un contraataque defensivo. No es una buena receta para una comunicación provechosa orientada hacia la resolución de problemas. Por ejemplo, la gente responderá de forma totalmente distinta a “¡Tú siempre me interrumpes, eres muy desconsiderado!” en vez de “Me siento dolida y furiosa cuando me interrumpes; Siento que mis opiniones no importan. Me siento estúpida” Por el contrario, los humanos sí escuchan declaraciones describiendo sentimientos. Esas declaraciones son interesantes, descriptivas y no amenazantes – describen al que habla, no al que escucha. Son respetuosas por ambas partes, y tienen muy buenas posibilidades de ser escuchadas. No hay defensa que preparar, porque no hay ataque del cual defenderse. “Yo siento…yo quiero” es una comunicación adulta respetuosa (CAR) óptima. Caroline revisada. A menudo nos referimos a Caroline (mencionada
en el Capitulo Dos, cuya madre le dijo “Si tienes que pedirlo, pierde su valor”) cuando trabajamos con el paciente el concepto de comunicación adulta respetuosa, ya que su experiencia con “Yo siento…yo quiero” alcanza a la mayoría de los sobrevivientes. Caroline estaba herida y enojada porque su marido siempre olvidaba su cumpleaños. Los cumpleaños nunca fueron importantes en la familia de origen del esposo, pero sí lo habían sido en la de Caroline, y le gustaba la atención, los regalos y sentirse realmente especial por un día. Así que se ponía nerviosa cuando “el gran día” se aproximaba – ¿acaso él se acordaría? Cuanto más se acercaba el día, más ansiosa
se volvía, y luego enojada (“¡Que se vaya al diablo si no lo recuerda!”) y finalmente deprimida (¡Al carajo! No tiene importancia; me demuestra que me ama de otras formas. No soy una niña) Caroline no podía recordarle su cumpleaños por su creencia de que al pedirlo perdería su valor. Entonces, cada año durante los tres primeros años de su matrimonio, echaba a andar su vieja cinta mental y terminaba teniendo un cumpleaños miserable. Y cada año, había peleas post-cumpleaños, lágrimas, y miseria, donde el marido volvía a explicar de nuevo el tema de los cumpleaños en su familia de origen rogándole a Caroline que le recordara su cumpleaños; si ella pudiera decirle lo que le gustaría que hiciera, estaría encantado. Pero sencillamente Carolina no podía hacerlo. Las delicias del martirio estaban bien ancladas en su visión del mundo. Caroline había comenzado terapia unas pocas semanas antes de su tercer cumpleaños de matrimonio. Se habló de las múltiples opciones disponibles para lidiar con la celebración de su cumpleaños, incluyendo la vieja cinta familiar con la esperanza de que de alguna manera, esta vez, las cosas serían distintas (vea “Regresando al pozo”, capítulo cuatro). Esa fue la opción que escogió, trayendo consigo el resultado predecible. En su siguiente cumpleaños, Caroline era experta en CAR. Esto es lo que hizo: 1. tres meses antes de su cumpleaños, puso un gran cartel en la nevera que decía “¡El cumpleaños de Caroline está cerca!” 2. dos meses antes, reemplazó ese anuncio con uno que decía, “¡El cumpleaños de Caroline – sólo quedan 8 semanas!” 3. seis semanas antes, puso un cartel actualizado en la nevera y pequeñas notitas de color rosa estuvieron apareciendo por la casa, con mensajes como “¡Caroline ama las rosas amarillas!” y “El restaurante favorito de Caroline es…”, “Caroline adora el Chanel #5”, “¡Caroline quiere un pastel de mus de chocolate con velas en su cumpleaños!” y así por el estilo. Se convirtió en un juego. Caroline comenzó a divertirse y su esposo estaba encantado. De verdad quería complacerla, y ahora ella le estaba indicando exactamente como hacerlo. ¡Huelga decir que tuvo
un maravilloso cumpleaños! Carolina convirtió una situación en la que siempre salía siendo la perdedora en una situación en la que sólo podía ganar usando la CAR, y de manera muy creativa por cierto. Conclusión
El concepto de comunicación adulta respetuosa (CAR) parece tan simple, a pesar de que se basa en actitudes y habilidades complejas, ya que la ausencia de cualquiera de ellas haría a la CAR imposible. El terapeuta debe de ser capaz de ayudar a los pacientes a redescubrir sus sentimientos, aprender cómo reconocer y etiquetarlos, para luego desarrollar un nivel de comodidad y habilidad para comunicar estos sentimientos a los demás.
La familia narcista - Fijar límites
Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo VI La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass
La capacidad para establecer límites personales ha sido identificada desde hace mucho tiempo como un componente esencial del funcionamiento saludable (1). Los límites tienen que ver con la diferenciación del ego – el viejo concepto del “tuyo, mío y nuestro”. ¿Qué es lo que propiamente te pertenece a ti, o a mí, y qué es lo que compartimos? Una persona cuyo ego tiene límites saludables tiene discernimiento respecto a su disponibilidad de cara a los demás (física, emocional y mentalmente). El o ella puede decir si o no a toda clase de cosas con relativa comodidad según lo que considere apropiado en su juicio. (Vean la historia de Janine en el Capítulo Cuatro).
La historia de Ben. Cuando uno se siente cómodo a la hora de
establecer límites, no tiene que atormentarse por decisiones de menor importancia, tal como lo hizo Ben cuando le pidieron que fuera parte del comité del colegio: “En realidad no tengo tiempo para estar en el comité del colegio; no puedo hacerlo. No. ¿Pero, es eso egoísta? Otras personas lo hacen, yo debo ser capaz de hacerlo – por los niños. Ok. Si. Pero – los niños sufrirán si estoy fuera una noche más a la semana. No. Pero – tal vez sólo son excusas porque estoy muy cansado, o tengo miedo que los del comité sepan que soy tonto. Así que sólo es mi inseguridad la que está hablando. Si. Lo haré. ¡Pero…no sé qué debo hacer! ¡Tú dime qué debo hacer!” Ben (a quien conocimos en el Capítulo Dos), no tenía idea cómo establecer límites personales. Como padre acosado y divorciado con dos niños en edad escolar, Ben era el producto de una familia narcisista con una madre fría, crítica y emocionalmente abusiva y un padre ensimismado, colérico que infligía abusos físicos, y con
expectativas cruelmente altas hacia Ben. Aún cuando Ben respondía a estas expectativas (lo cual sucedía a menudo, puesto que era un estudiante brillante y un atleta con talento), nunca recibió elogios, sólo una crítica de cómo pudo haberlo hecho mejor. La niñez y adolescencia de Ben fueron un intento elaborado de responder a los objetivos cambiantes que merecían la aprobación familiar. Nunca lo consiguió. Mientras estuvo casado (con una mujer fría y desdeñosa que sostenía expectativas desmesuradas), personificó la “forma de vivir humana” de Kellog (juego de palabras de “ser humano” N. del T.) (2). Era una máquina de logros, con sentimientos tan profundamente enterrados que era incapaz de identificar lo que era un sentimiento. Cuando ocurrió el repentino e inesperado divorcio (por su parte) que lo hundiría en una depresión escalofriante y suicida, Ben entonces buscó ayuda por fin. Para Ben, el divorcio fue la máxima expresión de su inhabilidad para lograr aprobación, la absoluta desesperación de su vida. Desde su perspectiva, había hecho todo lo que los demás le habían pedido, y no obstante no supo mantener ni una sola relación personal satisfactoria. Era un fracaso y una persona indigna. A través de la terapia, Ben fue capaz de entender que él y sus hermanas eran personas periféricas en su familia de origen. Se esperaba de todos los niños – pero especialmente de Ben por ser el único varón, que fueran exitosos para satisfacer indirectamente la necesidad de estima de los padres. Se esperaba, de hecho, que se anticiparan a todas sus necesidades (una tarea evidentemente imposible) y que las cubriesen, o de lo contrario serían castigados por su “egoísmo”, “estupidez” o “ingratitud”. Ben contó una historia de cuando volvía del colegio a casa estando en cuarto o quinto año escolar. Su familia vivía en una ciudad costera donde rara vez nevaba. Sin embargo aquel día nevó y Ben junto con sus hermanas y amigos estaban afuera jugando con la nieve cuando el padre llegó a casa. A pesar del hecho que era la primera nevada en muchos años y que nadie le dijo a Ben que barriese la nieve (tampoco había usado una pala anteriormente), el padre se puso
furioso porque Ben no había despejado la entrada; le gritó y le pegó. Ben se fundió en lágrimas delante sus hermanas y amigos, más por la absoluta injusticia y frustración de la situación que por el dolor físico. Cuando entró en la casa más tarde, después de barrer rápidamente la nieve que ya se derretía (“¡Ya se había derretido en la mañana siguiente, de todas maneras!”, recuerda), su madre fue totalmente insensible a sus sentimientos, comunicándole en su lugar su disgusto y desaprobación por haber trastornado a su padre. A medida que Ben contaba la historia veinte años después, todavía seguía furioso. “Me llamó egoísta y estúpido. ¿Puede creer eso? ¡Él me lo dijo a mi! ¡Él! ¡El bastardo más egoísta, más estúpido en la faz de la tierra! ¡Dios, lo odio!” Es un perf ecto ejemplo de cómo un sistema de padres narcisistas opera para minar la auto-confianza y perjudicar la capacidad de tomar decisiones. Ben, como adulto, era incapaz de establecer límites en su vida esencialmente porque no fue entrenado siendo niño a creer que tenía esa opción. Agradar a los demás
Las personas sometidas durante años a este tipo de entrenamiento deficiente pueden convertirse en personas que quieren gustar a todo el mundo o “encantadores de gente” (un término de Alcohólicos Anónimos) en extremo. Ya que nunca se les permitió establecer límites siendo niños, son incapaces de hacerlo de adultos. Tal vez sean capaces de poner límites razonables en algunas áreas de su vida, usualmente aquellas que no fueron objeto de “entrenamiento” por sus familias de origen (tales como las situaciones laborales). Estos mismos individuos, como se ilustra en el caso más adelante, pueden ser completamente incapaces de fijarlos en otras áreas - por lo común en relaciones familiares e interpersonales cuyo “terreno de entrenamiento” se ensayaba en el hogar narcisista. La historia de Kate. Kate es administradora de una institución
pública importante. En el ambiente laboral se desenvuelve maravillosamente: sus decisiones son apropiadas y no tiene dificultad en delegar trabajo a su equipo, haciendo declaraciones correctivas amables pero firmes, defendiendo sus puntos de vista ante su
superior, manteniendo una relación cariñosa pero desprendida con su equipo, o – cuando es necesario – despidiendo personal. En otras palabras, sus límites están bien establecidos en su vida profesional. Sin embargo, en su vida personal, no tiene virtualmente ningún límite. Madre divorciada, se afana haciendo cosas por su hija de doce años que muy bien podría hacer por ella misma (lavar ropa, ir de compras, prepararse el desayuno, transportarse al centro comercial ya que hay una línea del autobús directa, etc.). Como hija “responsable” de familia narcisista altamente disfuncional, Kate siente que debe permanecer “disponible” las veinticuatro horas del día para satisfacer las necesidades de sus padres y de sus hijos ya mayorcitos. En sus relaciones con los hombres, no tiene idea cómo exteriorizar apropiadamente sus necesidades de respeto y atención, ni cómo establecer límites a comportamientos ajenos que no tolera. Como resultado, se encontró teniendo sexo no deseado con todos los hombres con los que tenía cita acabando aborreciéndose a si misma después. Decidió finalmente que era más fácil no salir con nadie, así que esta mujer muy atractiva e inteligente se encontraba sola y solitaria cada sábado por la noche (cuando su hija se quedaba con su padre). Todo o Nada
La incapacidad para establecer límites racionales a menudo lleva al síndrome “todo o nada”. La mayoría de los terapeutas han visto pacientes que preferían divorciarse antes de sentarse a discutir algunos cambios que podrían hacerse en su relación. O la adolescente que no contesta al teléfono por temor a ser invitada a salir por alguien que no sea de su agrado y no saber decir que no. O el hombre que prefería renunciar a su trabajo antes de pedir un aumento a su jefe. Cuando estas personas no consiguen tener una relación perfecta con otras personas, basada en su intuición de cómo satisfacer todas sus necesidades (la parte del “todo”), entonces prefieren cortar y divorciarse, o renunciar, o permanecer aislado – esto es, no tener relación de ningún tipo (la parte “nada”).
Estos pacientes no son ni tan increíblemente estúpidos ni tan incapaces de resistir presiones como suelen pensar sus terapeutas, quienes tienen dificultad para manejar esta clase de pacientes: los pacientes “Si, pero…”. (3). Lo que son estas personas, sin embargo, son gentes que no pueden reconocer la legitimidad de sus sentimientos y necesidades – no pueden auto-validarse- así que genuinamente no pueden profundizar en la posibilidad de sentarse con una esposa, amigo, colega o quien sea y tener una discusión racional para establecer límites de tal modo que sus sentimientos y necesidades puedan ocupar su justo lugar. Responsabilidad y Control
Como se mencionó anteriormente, los adultos educados en familias narcisistas tienden a tomar responsabilidad por cosas que no controlan. No ven ninguna inconsistencia lógica en ello ya que se ajusta tan bien a su visión del mundo. Les cuesta dominar el concepto de que asumir responsabilidad por algo sin estar en control es invitar a la locura – o, al menos, invitar al fracaso, aborrecimiento de si mismo, y sentimientos de desvalorización. Existen dos técnicas que hemos encontrado útiles para enseñar este concepto que son “el cuadernillo” y la “crisis mundial”. El Cuadernillo
Durante la sesión de terapia, suelo tomar notas estenográficas de procedimientos en mi cuadernillo. Cuando los pacientes tienen dificultad para entender el concepto del establecimiento de límites y responsabilidad/control, saco mi cuadernillo y les digo, “Cojan esto”. Se quedan sorprendidos por la orden, pero siempre lo cogen. Entonces me reclino en mi sillón, cruzo los brazos y espero. Después de haberse quedado perplejos por unos segundos, les pregunto porqué querían el cuadernillo. Por supuesto, no pueden formular una respuesta sobre la marcha (ya que no es una pregunta legítima), pero finalmente dirán algo como que no querían el cuadernillo, pero ya que les dije que lo tomaran, entonces lo hicieron. Yo les pregunto, “¿Qué es lo que van a hacer con el cuadernillo?” (Allí comienzan a sentirse algo incómodos, preguntándose si su terapeuta está bien de
la cabeza”). Tartamudean, exhibiendo emociones que oscilan desde la vergüenza, pasando por la confusión e irritación hasta la ira. Entonces les pregunto, “¿Quieren el cuadernillo?” En ese instante, por supuesto, desean no haber visto nunca el cuadernillo, ni a mi. Después de provocar varias protestas por el cuadernillo, les pregunto, “¿Les gustaría devolverme el cuadernillo?” Huelga decir que no pueden esperar a deshacerse de él. Les explico que el cuadernillo representa la responsabilidad, que hay toda clase de opciones disponibles cuando alguien les pide “tomar el cuadernillo”. Exploramos algunas opciones para conseguir las informaciones siguientes: • ¿Por qué me lo das? • ¿Por cuanto tiempo? • ¿Qué hay en el cuadernillo? • ¿Puedo hacer lo que quiera con él? • ¿Cuánto pesa? • ¿Si lo tomo, se vuelve mío? • ¿Por qué Ud. ya no lo quiere más? • ¿Es peligroso tener el cuadernillo? • ¿Alguien más querrá el cuadernillo y tratará de quitármelo? • ¿Tiene Usted el derecho de darlo? ¿Es suyo? Los pacientes también ven que pueden formular condiciones bajo las que tomarían el cuadernillo. • Por unos minutos, mientras no se vuelva demasiado pesado • Sólo si lo puedo leer • Si usted me paga (¡me he acostumbrado muchísimo a esta respuesta!) También pueden decir que no – con o sin explicación. Les aliento a proponer frases de rechazo que sean respetuosas y adultas, y no excusas como (“me siento enfermo”). Algunos comentarios inventados por los pacientes son: • No quiero
• No es un buen momento para mi • Estoy dejando de tomar cuadernillos • He dejado de coger cuadernillos prestados Mi respuesta personal favorita que es la que enseño a menudo a los sobrevivientes es, “creo que no, pero gracias por preguntar” – la cual es probablemente la frase de rechazo por excelencia. La historia de Holly. Holly, una niña adulta de una familia narcisista
encubierta, estuvo trabajando diligentemente en terapia para entender su dificultad en el área del establecimiento de límites. Sabía que soltaba mensajes desordenados debido a su problema de autovaloración y su fuerte necesidad de aprobación. Como madre soltera financialmente atada, Holly estaba tratando de establecerse como ilustradora independiente. Al contactar con clientes potenciales, fue invitada a almorzar por el director de arte de un importante editor de catálogos. Halagó mucho su trabajo, y se comportó de una manera completamente profesional. Aunque al principio estuvo nerviosa por la reunión, particularmente en lo que se refería a su habilidad de permanecer en “modo adulto profesional” y evitar darle al hombre mensajes que no fuesen estrictamente profesionales en cuanto a sus intenciones durante el almuerzo, Holly se fue relajando gradualmente y disfrutó. Su acompañante era inteligente y ocurrente, y no mantuvo en secreto el hecho que era un hombre casado, padre de cuatro niños. Habló extensivamente de su familia, especialmente de sus hijos, a quienes extrañaba; su horario requería separarse de ellos durante la semana (dormía en la ciudad, y ellos se quedaban en casa a dos horas de distancia). Holly encontró la conversación sobre la familia tranquilizadora, y sintió que el almuerzo iba por buen camino. Hacia el final de la reunión, el editor, cuya situación prometía el encargo de una gran cantidad de trabajo a Holly, comenzó a hablar de su colección de arte. Empezaron a dispararse señales de alerta en la cabeza de Holly, pero las ignoró. Entonces, al concluir el almuerzo, el editor puso como por casualidad la mano sobre su brazo diciendo, aparentemente preso de una inspiración repentin a, “¡Oye, porque no vamos a tomar café a mi hotel, para que veas mi colección de
primera mano!” Holly, viendo su ingreso potencial desvanecerse si ofendía al editor – pero reacia a pagar el precio que sugería con toda evidencia – apartó la mano de su brazo. Le dio un vigoroso apretón de mano, su mejor sonrisa, y un “creo que no, pero gracias por preguntar”, y se retiró apresuradamente hacia su vehículo. Cuando Holly comentó el incidente en terapia, se sentía orgullosa de si misma por haber (1) sido capaz de rechazar, (2) rechazar sin tratar de congraciarse de alguna otra manera, y (3) no haber dado excusas. Como postdata, el editor nunca volvió a llamar – pero sí su superior al ver el trabajo de Holly en un diario local. Entonces ella se sintió bien consigo misma y pudo conseguir un trabajo sujeto a sus propias condiciones. (En un sentido menos dramático, otra paciente cuenta una historia graciosa – y verdadera- en la que se encontraba esperando el tren en la “Grand Central Station” de Nueva York, cuando un borracho sucio se le acercó, la observó de arriba abajo, titubeando “¿Quieres f ---- ?” sin perder un segundo, ella respondió, “Creo que no, pero gracias por preguntar!” (¡Se sintió muy bien con ella misma también!) Volviendo al ejemplo del cuadernillo, discuto entonces el concepto de responsabilidad, y explico a los pacientes que todas las opciones que encontraron para no tomar el cuadernillo están disponibles también para asumir cualquier clase de responsabilidad. Normalmente lo entienden, con un “¡Aaah!” que es el equivalente a una bombilla que se enciende. Crisis Mundial
Desde el cuadernillo paso directamente al ejercicio de la “crisis mundial”. En este punto, el paciente está relajado y se divierte propiciando que él o ella esté abierta a más juegos. Escojo una situación mundial actual y les digo a los pacientes que son responsables del resultado. Por ejemplo, durante la elección presidencial de 1992, les pregunté a los pacientes quien querían que ganara la elección. Muchos dijeron Bill Clinton. Entonces les dije
“Supongamos, sólo para ejemplificar, que les digo que lo haga realidad. Además, les digo que es responsabilidad suya el que gane las elecciones. Sino será culpa suya. Les doy la orden de que salgan y consigan que gane Clinton. ¡¿Ustedes ven un problema con eso?” Después de un ratito de deliberación, los pacientes son capaces de identificar muy prontamente que efectivamente hay un problema: no tienen el poder de realizar la tarea. No tienen el control del mando de la campaña, de la cobertura en los medios, de quienes votarán, del clima el día de la elección, del comportamiento en los lugares de elección, o a quien votarán los electores. Por mucho que quisieran, simplemente no pueden hacerlo. Entonces les pregunto si sería justo o razonable el culparlos a ellos si (en el ejemplo de arriba) Clinton no ganara. Ellos pueden entender que no sería culpa suya. Evidentemente, es poco realista asumir responsabilidad por situaciones o condiciones que uno no controla. Una vez que los pacientes entienden e interiorizan el concepto, les resulta enormemente libertador. Durante su niñez, se les hacia constantemente responsables de cosas que no controlaban y acarrearon esta percepción hasta la edad adulta, incorporándola a su visión del mundo. Llegar a entender y sentir finalmente que no tienen que volver a hacerlo es poderoso. Aprendiendo como establecer límites
La comodidad en establecer límites se desarrolla naturalmente en niños cuyos sentimientos son respetados por sus padres. En este contexto, se les permite a los niños participar en las decisiones que les afectan, se les anima a hablar de sus sentimientos y reciben una validación por expresarlos acertadamente sin la necesidad de recurrir a gritos y/o lágrimas si la decisión no les favorece. En otras palabras, los niños aprenden a usar el formato “yo siento…yo quiero” (vea Capítulo Cinco). Los niños no sólo aprenden a simpatizar con sus sentimientos y los de los demás, sino que pueden vivir con la desaprobación ocasional de los demás. Esta es una lección importante. Para la mayoría de las
personas le resulta difícil provocar la desaprobación – y decir, “Quisiera poder satisfacer tus necesidades, pero no puedo. En este caso, nuestras necesidades están en conflicto, y tengo que atender las mías. Tengo que decirte que no”. Es importante que los pacientes entiendan que aunque esta habilidad resulta ardua de adquirir, no es menos vital para nuestra salud mental y una auto-imagen positiva el que aprendamos a ser nuestros propios abogados. De otra manera, terminamos cumpliendo las expectativas de los demás a expensas de las nuestras. Además, al ser capaces de comunicar nuestro mensaje de manera respetuosa y adulta, la gente podrá escuchar nuestro mensaje claramente sin sentirse amenazada o devaluada. Si ello constituye una tarea difícil para un adulto razonablemente sano, es una labor monumental para un joven. Se vuelve inconmensurablemente más fácil si el niño aprende lo siguiente en casa: 1. La corrección, apropiadamente expresada, no es destructiva, hiriente o inductora de vergüenza. 2. Las necesidades propias no siempre pueden ser cubiertas por otros, pero siempre pueden ser apropiadamente articuladas a los demás. 3. Los sentimientos no necesitan justificación – uno siempre tiene derecho a tener sus propios sentimientos. 4. Uno no siempre tiene el derecho a actuar basándose en los sentimientos: todas las acciones tienen consecuencias, y estas necesitan pensarse antes. 5. El compromiso significa renunciar así como recibir. 6. Cambiar de parecer no es necesariamente algo malo: uno de los componentes de la madurez incluye la habilidad de reaccionar en base a nuevas informaciones. 7. Cometer errores es a menudo la manera de aprender. No involucra vergüenza. 8. Saber reconocer nuestros errores, disculparse si es apropiado, y rectificar dentro de lo posible es como maduraremos. “Lo siento; dime qué puedo hacer para compensarte” es una declaración de fortaleza, no una confesión de debilidad o vergüenza.
Si los niños tienen la fortuna de crecer en un hogar donde estas ocho reglas se ponen en práctica diariamente, probablemente se convertirán en adultos sanos y seguros de si mismos con una autoimagen positiva. Probablemente se sentirán a gusto con sus sentimientos y tendrán poca dificultad en establecer límites razonables en sus vidas. Primero, Actuar….Después Surgirán Los Sentimientos ¿Pero qué hay de los niños criados en familias narcisistas? ¿Qué hay de los Bens y Kates, con una confianza limitada en su capacidad de valorar el alcance de sus acciones y decisiones? Una parte esencial de la terapia de estas personas involucra el re-entrenamiento. Lo que no obtuvieron cuando niños de sus padres, lo pueden obtener de adulto por si mismos; una vez entendido cómo fueron desentrenados, pueden tomar la decisión de volver a entrenarse. Como adultos pueden tomar la decisión consciente de incorporar estas ocho reglas a sus vidas y actuar como si las creyeran. Cuando uno actúa “como si” por un tiempo bastante largo, se convierte finalmente en parte del sistema de creencia personal. Los sentimientos siempre siguen a las acciones. Al trabajar con estos pacientes es imperativo que se les refuerce esta premisa continuamente. Los pacientes no pueden esperar a sentirse más confiados para poder actuar con más confianza – y realizar decisiones más firmes, ser sus propios abogados, establecer reglas y límites por ellos mismos y como esperan ser tratados. Pueden verificar con el terapeuta si sus decisiones son apropiadas, por supuesto, pero necesitan actuar “como si” creyeran en ellos mismos antes de poder sentir esa creencia y confianza. Las acciones preceden a los sentimientos; sin embargo con el tiempo los sentimientos las seguirán. Conclusión
El reto al ayudar a los pacientes a lidiar con el tema del poder y control es asistirlos cuando empiezan a establecer límites apropiados en sus vidas, una dificultad presente en muchos adultos de familias
narcisistas. Puede que les parezca amenazante, así como frustrante para el terapeuta. Se presentan muchas oportunidades en las que el cliente se queda atorado, ya que el concepto del establecimiento de límites golpea en el corazón mismo de lo que se les enseñó a los sobrevivientes. Sin la habilidad para establecer límites y ordenar sus vidas, sin embargo, los pacientes no serán capaces de progresar en la terapia.
Toma de decisiones y aplazamiento de la gratificación Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo VII La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass
Los adultos que han sido criados ya sea en un sistema de familia abiertamente o encubiertamente narcisista han aprendido a no confiar. Tal vez tengan una serie de comportamientos que etiqueten de confianza – incluyendo una forma poco juiciosa de darse a conocer ante los demás, la creencia inmediata y total en lo que otra persona dice sin datos que lo respalde, o la ingenua creencia que otra persona pueda cubrir todas sus necesidades o resolver todos sus problemas – pero cuando estas relaciones se resquebrajan (como invariablemente sucede), vuelven a su antigua visión del mundo: “no puedo confiar en nadie, porque siempre que lo hago, salgo herido”.
La confianza genuina es algo que se aprende en la niñez. Desde luego, la familia narcisista no es un buen lugar para aprender a confiar ya que a los niños no se les proporciona la oportunidad de aprender acerca de sus sentimientos y necesidades de manera consistente y por tanto no pueden aprender a confiar en si mismos – sobre su validez, percepciones, carácter, singularidad, habilidades o valor. Sin la confianza esencial (en si mismos), la toma de decisiones que involucra la habilidad de realizar planes a largo plazo (la cual se basa en el aplazamiento de la gratificación) se vuelve difícil. Ponerse a trabajar hacia una meta sin obtención de gratificación inmediata significa que uno confía en el resultado final: la confianza en si mismo de lograrlo, y confianza en que los demás no “cambien las reglas” o presenten obstáculos insuperables. En la familia narcisista, las cosas suceden más o menos según el capricho de los padres. Se hacen promesas, pero tal vez no se cumplan. Además, es difícil para el niño predecir si una promesa en particular se va a cumplir, porque él o ella no entienden que la base
de la toma de la decisión depende de las necesidades de los padres. Considere el siguiente ejemplo: Billy: ¡Papá! ¡Mamá! Tengo aquí mi calendario de partidos de béisbol.
¿Pueden ustedes asistir a todos mis partidos este año? Papá: Claro que si campeón. ¡No me perdería la oportunidad de ver a mi chico convertirse en estrella! Billy: Papá, no soy exactamente una estrella. Juego fuera de campo. Papá: Bueno, trabaja duro, y pronto serás el lanzador. Billy: ¿Realmente irás a todos mis partidos? ¿De verdad? Papá: Claro que sí. Siempre que podamos. Billy: ¿También Mamá? Papá: Cielos, Billy…hemos dicho que ahí estaremos. La promesa es que Mamá y Papá asistirán a todos los partidos de béisbol de Billy. Esta promesa se repite en cada partido para los siguientes cinco partidos; se cumple en ocasión de dos partidos, y en los otros tres no. Billy no puede predecir si realmente sus padres estarán en determinados partidos o no, porque siempre prometen ir pero a menudo no van. No entiende porqué vienen o no vienen. No parece estar relacionado con el clima, ya que una de las veces vec es que se presentaron hacía un tiempo, pero otra vez estaba lloviendo. Tampoco está relacionado con la enfermedad puesto que Mamá tenía la gripe en un día soleado pero de todos modos fue. Billy aprende de esto que no puede confiar en planes a largo plazo, en la palabra de sus padres, en su capacidad de influenciar de manera positiva su entorno y por tanto a si mismo. Lo que Billy no entiende es que en las ocasiones en que Mamá y Papá se presentaron, sus necesidades accidentalmente coincidieron. La ocasión en que Mamá tenía la gripe, ella y Papá se encontraron con amigos en el partido. La vez que fueron lloviendo, parecían “superpadres” que fueron aprobados por el entrenador por estar ahí a pesar del mal tiempo. Las veces que no fueron, fue porque no les suponía recompensa alguna. Como no querían ir buscaron excusas, y se disculparon, le pidieron a Billy que lo entendiera, y se irritaron y al final se enojaron porque él no lo entendía. En ningún momento tomaron en serio su necesidad de tenerlos ahí, o en su necesidad de
poder contar con ellos y confiar en sus promesas. Por tanto nunca pudo relajarse o hacer planes a causa de la aparente inconsistencia de sus padres. En un sistema familiar saludable, los padres hubieran preguntado a Billy si quería que asistieran, hubieran toma en consideración su necesidad expresa (sea lo que fuere) y hubieran hablado de forma realista de sus propias limitaciones. Contrasten con la manera en que los padres de Johnnie manejan la misma situación. Johnnie: ¡Este será un gran año! ¡Tenemos el mejor equipo de la
liga! Y sé que estaremos en la final este año. ¿Tú y Papá vendrán a mis partidos, cierto? Mamá: ¿Te encantaría tenernos ahí, verdad? ¡Es lindo saber que los padres son requeridos! Johnnie: Es más divertido cuando sé que están ahí. Me hace sentir se ntir importante, creo. Mamá: ¡Eres importante – creo! Johnnie: (riendo) ¿Bueno, pueden ir a todos mis partidos? Mamá: No lo sé, cariño. Depende de cuántos partidos coinciden con el trabajo. Tengo una idea: porqué no traes tu calendario y podemos echarle un vistazo y marcamos los partidos en el calendario de la cocina. Entonces podemos planear quién puede ir a determinados partidos. ¿Está bien? Johnnie: Si. Esa es una buena idea. ¿Pero qué hay de los partidos cuando estés trabajando? Mamá: ¿Bueno, porque no piensas en algo para que te sientas importante en esos partidos también? Johnnie: ¿Como qué? Mamá: ¿Acaso me parezco a Johnnie? ¡Dímelo tú!! Johnnie: ¿Bueno…quieres decir algo como…llevar a un amigo? ¿O salir a comer pizza después? Mamá: Si. Algo como eso. Estoy segura que podremos arreglar algo. Por cierto – seguiría estando orgullosa de ti, aún y si no llegaras a la final. Estoy orgullosa de ti ahora mismo. En este escenario motivaron a Johnnie para que expresara sus sentimientos y deseos que fueron validados por su madre. Recibió un
trato respetuoso y realista: Ahora sabe con lo que puede contar co ntar – está marcado en el calendario. No ha sido ignorado y tampoco le han puesto el mundo a sus pies. Sabe que es valioso por si mismo, no sólo por sus logros. Le dieron la oportunidad de hacer algunos planes por su cuenta. Si los padres se adhieren a este calendario con cierta frecuencia, Johnnie aprenderá a confiar en ellos, en si mismo y recompensas a largo plazo. Sin embargo, los Billys de este mundo, tal vez no desarrollen esa confianza esencial. Puede que Billy aprenda, justo como la canción que “el mañana nunca llegará”: ¡si realmente quieres algo, es mejor que lo agarres ahora mismo! (1) El Arreglo Instantáneo Las familias disfuncionales producen personas que necesitan gratificación inmediata – el “arreglo instantáneo”. Estas personas no tienen confianza en su capacidad esencial esenc ial para triunfar, así que buscan maneras inmediatas para hacerles sentir mejor; comida, alcohol, gastar dinero, y el sexo siendo las más comunes. co munes. Todos estos “arreglos” pueden llevar a sentimientos de auto-aborrecimiento auto -aborrecimiento y depresión, lo cual lleva a la necesidad de más arreglos para salir de la depresión, lo cual lleva a más depresión. Como lo mencionó un paciente: “Tuve que beber para resolver los problemas causados por la bebida”. En una era de soluciones en treinta segundos de televisión, imágenes de cuerpos poco realistas, violencia aleatoria en la vida real (aún a nivel de educación primaria),control escaso de armas, preocupación por el sexo y la violencia en los medios y en la industria del entretenimiento, accidentes nucleares, discriminación institucionalizada, fuerzas policíacas fuera de control y la decadencia de la religión organizada y del núcleo familiar, los arreglos instantáneos no sólo son alentados sino que resultan muy atractivos. Todas estas personas que hemos tratado tienen problemas con el aplazamiento de la gratificación, y todas tienen problemas con al menos uno de los lo s “Tres Grandes Sustitutos”: alcohol y drogas, comida y despilfarro de dinero. Después de todo, en un universo
escalofriante y caótico, uno cuenta con lo que más fácilmente puede controlar. Incluso a principios del siglo pasado, Jung escribía acerca de sus preocupaciones con la dirección que la sociedad estaba tomando: el alejamiento de la educación espiritual hacia comportamientos autodestructivos. Todas las eras anteriores creían en dioses de una forma u otra. Sólo una potenciación sin paralelo del simbolismo podría permitir que redescubriésemos a los dioses como factores psíquicos, es decir, como arquetipos del inconsciente (2). Al relacionar las teorías de Jung con la presencia creciente de adicciones orales (desórdenes alimenticios, abuso de alcohol, fumar) nos da a todos los que como nosotros trabajan en el campo de la salud mental mucho que pensar. Alargaríamos esta tesis para incluir a la familia narcisista. Dentro de esta estructura familiar, no es posible que el niño tenga confianza en la constancia o curso de acciones de los padres, ya que ignora sus motivaciones. Entonces, sólo queda orientado hacia el desarrollo de creencias que le permiten controlar el exterior – comida, drogas, gastar y sexo. Tratamos con un número significativo de adultos procedentes de familias narcisistas que son bulímicos. Su patrón más común no es llenarse de comida y después purgarse, sino llenarse de comida y hacer dieta. Necesitan el arreglo instantáneo, así que se llenan de comida; después se sienten culpables y avergonzados, así que pasan hambre. Entonces se sienten privados y deprimidos, entonces comen de nuevo para sentirse bien. Ya que están siendo motivados por el exterior además de la escasa percepción de su valía inherente, observan imágenes de modelos o de mujeres en la televisión y se sienten poco atractivos, y vuelven a pasar hambre. Con muchos de estos pacientes se trata de un patrón de alimentación de por vida (3). Están reacios a mencionarlo en terapia. Racionalizan que no es peligroso, ya que no vomitan. Creemos que también temen que el terapeuta los obligue a renunciar, y no conocen otra manera de vivir. En el curso de la terapia, es importante que los terapeutas exploren
los patrones de estas personas en las áreas de los “tres grandes sustitutos”, ya que a menudo, sólo el establecimiento de una relación terapéutica sólida puede impulsar a los pacientes a vencer su vergüenza y confesar dichos comportamientos disfuncionales. Distorsión de la Realidad Por su carencia esencial de confianza, muchos pacientes de hogares narcisistas no tienen fe ya sea en las metas a largo plazo o en su habilidad para sostenerlas. La baja auto-estima conforma el problema. Luego, como si todo esto no fuera suficiente, tienen con frecuencia una visión seriamente distorsionada de la realidad. Tienden a ver a los demás como más atractivos, más capacitados, más todo de lo que son. Para ellos, es inconcebible el que cualquier otra persona pueda sentirse insegura, o impopular, o gorda, o cualquier otra forma de sentirse “menos que” a como se sienten ellos. ¡Es irónico que los adultos procedentes de familias narcisistas sean más egocéntricos con su preocupación de inferioridad que con cualquier otra cosa! Están convencidos de ser defectuosos de forma especial y única – que mientras los demás cometen errores ocasionales, sólo ellos comenten errores imperdonables. Estas personas lo creen realmente y creen de verdad en el cuento de hadas sobre la Familia Brady (o la Familia Cosby), la “familia de los demás”. Cuando encuentran dificultad al enfrentarse a algo, suelen estar convencidos que cualquiera en una situación similar, lo haría o hubiera podido hacerlo mucho mejor. Por tanto, como mencionamos en el Capítulo Cuatro, efectuar la comprobación de la realidad constituye una parte significativa de la terapia entre estos pacientes. Es asombroso enterarse de las suposiciones erróneas que asumen, contra las que se miden ellos mismos posteriormente incrementando así su propia carencia. La Historia de Bárbara. Bárbara es una bibliotecaria de cincuenta años que inició terapia por su problema generalizado de ansiedad. Fue criada en un hogar étnico altamente funcional, donde los niños eran tratados como príncipes y las niñas como si fueran invisibles.
Como niña adulta de una familia encubiertamente narcisista, Bárbara no recuerda haber recibido nunca un cumplido. Fue una estudiante perfecta, fue a la universidad con beca, obtuvo un trabajo una vez licenciada, y continuó trabajando hasta que se casó y tuvo dos hijos. Cuando se divorció, crió a los pequeños por su cuenta. Los dos hijos fueron ejemplares; Barbara nunca le pidió ayuda a sus padres que tampoco se la ofrecieron. Todavía seguía siendo la “hija buena” (visitando a los padres cada domingo, haciendo sus compras en el mercado, cuidándolos en la enfermedad) y tratando de obtener reconocimiento de sus padres cuando se presentó en terapia. Barbara progresó rápidamente en terapia, y fue en su última visita que “confesó” su verdad más vergonzosa – no tenía amigas intimas. Su terapeuta se quedó sorprendido con esta revelación, a decir verdad, ya que Barbara parecía tener un amplio círculo de amigas, haciendo a menudo referencias a citas para el tenis, desayunos, viajes de compras- todo tipo de eventos sociales, así como contactos telefónicos frecuentes. Cuando se le cuestionó, Barbara sollozó, y habló de una película llamada Una Mujer Soltera que había visto a comienzos de los setenta (4). Según Barbara, en esta película la heroína, una mujer en proceso de divorcio, tenía un grupo de tres amigas con quienes se veía cada viernes por la noche en el mismo restaurante, y se contaban entre ellas todos los detalles de sus vidas íntimas, y se ayudaban mutuamente todo el tiempo. Sin importar lo que estuviera sucediendo en sus vidas, este grupo de amigas cuando se reunían se involucraban emocionalmente al cien por cien las unas con las otras. Después de ver esta película de fantasía Hollywoodiense de 120 minutos, Barbara sacó conclusiones acerca de su propia valía y de sus relaciones: no era una buena amiga, no tenía amigas de verdad, y todas las demás mujeres tenían amistades como las que observó en la película. Veinte años después, esta mujer inteligente y educada se impresionó al enterarse que eso simplemente no era cierto. No sólo no pertenecían todas las mujeres a un grupo como ese, sino que el terapeuta no conocía a ninguna mujer así. Barbara dejó la sesión sintiéndose en la cima del mundo. ¡Era bueno dejar de tener esa ansiedad penetrante, y hay más aún, era mejor saber que tenía
muchas buenas amigas! Era probablemente la información más relevante que Barbara obtuvo de la terapia, y poco faltó para que no la tuviera. Expectativas Poco Realistas Como observamos en la historia de Barbara, una visión distorsionada del mundo lleva a los adultos de familias narcisistas a tener expectativas poco realistas para ellos y para los demás. Cuando combinan esto con su falta de confianza en los resultados a largo plazo y su inhabilidad para establecer límites realistas, estas personas frecuentemente se caracterizan a si mismas como cobardes, indecisas o perezosas. Su ya baja auto-estima se hunde aún más porque no pueden llevar un proyecto a cabo. Estas son algunas de las descripciones personales que hemos escuchado de pacientes: “¡Soy un emprendedor olímpico – pero no puedo acabar nada!” “Soy la reina de los proyectos sin acabar” “Creo que soy un débil. Cuando las cosas se ponen arduas, huyo” “¡Inicio proyectos con muchísimo entusiasmo! Pero luego – no sésimplemente pierdo interés” “Es como si juntara el valor y empezara. Pero luego, tan pronto como surja el más mínimo problema, o si alguien no se comporta adecuadamente, aplaudiéndome, pierdo el interés. Me asusto. Tengo que comenzar otra cosa.” “He hecho una carrera de ser el número dos.” “Tal vez soy genéticamente anormal. Me falta el gen de la tenacidad”. “¡Me odio por ser tan perezoso! Todos parecen poder hacer sus cosas. Lo intento, pero no puedo. Creo que soy una perezosa holgazana” (Este era el apodo frecuente que la daba su madre). Mi Viejo Yo, No Es De Fiar
Es interesante, después de escuchar a un paciente recitar su letanía familiar sobre lo cobarde, desconfiado, débil y perdedor que es, preguntarle si es posible que sencillamente haya cambiado de opinión. Pudiera ser que, basado en la información que obtuvo después de iniciar el proyecto (ganchillo, curso de belleza, escuela de
abogados o la armada), se diera cuenta de que aquello no coincidía con sus expectativas en aquel momento y que ese fuera el motivo por el que lo abandonara. Pudiera ser que esta información fuera difícil de verificar antes de comenzar y experimentar el proyecto (por ejemplo ¿alguien ha hecho algún estudio sobre estudiantes de medicina que han abandonado porque descubren que no pueden soportar ver tanta sangre? ¿Cómo hubieron podido saberlo antes de incorporarse en la escuela de medicina?) Tal vez lo que el paciente hizo fuese emitir un juicio maduro y adulto basado en una información nueva. En realidad, estas personas no están educadas para conocerse. Están criadas para conocer a los demás, para ser capaces de predecir lo que los demás esperan de ellas, y cumplir (o incumplir) esa necesidad explícita o implícita. Por consiguiente, intentan muchas cosas para las que no están preparadas. Durante la época de niñez o adolescencia, cuando los demás niños estaban ensayando varios tipos de comportamientos, provocando desastres y aprendiendo lo que funcionaba en el mundo y lo que no, ellos estaban atendiendo a las necesidades emocionales de los padres. Pero mientras que no pudieron experimentar e intentar cosas nuevas en aquel entonces, ahora sí lo pueden hacer. Las expectativas poco realistas (vea la sección anterior) sostenidas por muchos niños adultos de familias narcisistas son un campo fértil para meterse en compromisos exagerados de tiempo y energía. Según pensaba uno de nuestros pacientes, si todos pueden hacer estas cosas – trabajar a tiempo completo, criar a dos hijos, mantener la casa, ser el tesorero de la Asociación de Padres y Maestros, liderar una tropa de los boy scouts, dar clases en la escuela de religión, postularse para consejero del pueblo, hornear su propio pan y terminar su maestría – entonces él también debería ser capaz de hacerlo. Cuando se volvía imposible ejecutar todas estas tareas, se sentía desplazado. Sin embargo, la realidad era que sus expectativas fueron poco realistas, no que haya sido deficiente. El trabajo del terapeuta en aquella situación consistió en reflejar la realidad al paciente para ayudarlo a decidir (1) cuales de los compromisos eran esenciales (2) cuales proveían tal grado de satisfacción personal que sería contraproducente abandonarlos, y (3) cuales debía abandonar.
En este caso, el paciente citó el trabajar a tiempo completo y ser madre como compromisos esenciales, y que terminar su maestría era tan “satisfactorio para el alma” que de verdad no quería renunciar a ella. Durante un periodo de dos meses, renunció a todos los demás compromisos. Se estableció una lista de tareas para que el resto de la familia hiciera la limpieza y la mayoría de la comida (no coincidían con sus criterios por lo que tuvo que soltar las riendas en cuanto a sus exigencias), renunció a la candidatura para consejero del pueblo, y encontró a otras personas que cubriesen sus actividades voluntarias. Incluso localizó una tienda que tenía una buena selección de panes. Sin mucha sorpresa, la paciente encontró que era capaz de completar tareas – ahora que tenía un número de tareas más razonable que atender. Parte de la toma de decisiones de forma responsable depende de la habilidad para cambiar la forma de pensar ante informaciones nuevas. No habría progreso en ningún ámbito del esfuerzo si esto no fuera cierto. Resulta pues lógico que las personas deben de comprender que para cualquier situación determinada existen varias opciones viables a tomar en consideración. Opciones y Consecuencias de la Toma de Decisiones Comentábamos que los adultos criados en familias narcisistas son personas “todo o nada” (vea Capítulo Seis). Las cosas se ven desde un punto de vista blanco o negro, bueno o malo, con una postura moral que presupone la existencia de una respuesta buena (y mala) o solución para virtualmente cualquier situación. Metafóricamente, están buscando algo en la escala cósmica que clasifique todos los sentimientos, pensamientos y acciones desde el uno (menos aceptable, malo) al diez (muy aceptable, bueno). Estas son personas cuyo vocabulario diario está salpicado de “debería”. Para personas con esta orientación, el concepto de cometer un error y olvidarlo o aprender de él es absolutamente ajeno. Un error es una cosa mala o equivocada, con fuertes connotaciones de inmoralidad o inclusive de pecado. Si uno comete un error, uno es un error; es otro ejemplo más de la baja auto-estima y deficiencia fundamental. Los
sentimientos son irrelevantes. Hacer lo correcto – adivinar acertadamente, cubrir las necesidades de los demás, obtener aprobación – es lo que importa. Para estos pacientes, el concepto de tener un menú de opciones entre las cuales escoger es ajeno, por no decir extraño. Las opciones no son oportunidades de éxito sino meramente múltiples oportunidades para cometer errores. Después de todo, debe de haber tan sólo una respuesta correcta a cada pregunta. (Con esta actitud, los individuos criados en familias narcisistas deben de ser pobres estudiantes de filosofía.) Por consiguiente, reconocer que hay opciones a considerar en virtualmente cada situación implica un salto tremendo dentro de esta construcción de pensamiento moralista, (blanco o negro); que esas opciones conllevan consecuencias en si; y que la base de una decisión inteligente depende de la medición de la eficacia de cada opción, teniendo en cuenta como le afectará a uno estas consecuencias – no debatiéndose entre lo acertado o equivocado de una decisión, según estándares externos. Por ejemplo, siempre que usa la palabra “debería”, el paciente esta considerando la decisión en base a un estándar externo, en vez de sus necesidades internas. En nuestra práctica, les decimos a los pacientes que el “debería” en realidad significa “no quiero, pero ellos quieren que lo haga”. El modelo “debería” en la toma de decisiones está muy arraigado en la familia narcisista, donde todas las decisiones se basan en llenar las necesidades de los demás, en vez de las propias. Como hemos dicho, el concepto de que la vida es una serie de opciones que arrastran consecuencias inherentes no es parte del ambiente cognitivo perteneciente a la familia narcisista. Experimentan una vergüenza tremenda recordando cosas “malas” o “estúpidas” que hicieron en el pasado, sin comprender que llegaron a tomar esas decisiones debido a un largo período de experiencias y entrenamiento. Lo que realmente sucedió es que hicieron la mejor elección que pudieron en base a las opciones que disponían entonces. Estos productos de sistemas narcisistas tienen sin duda menos opciones a su alcance en cualquier momento dado que una persona
criada en situaciones familiares más saludables. En familias saludables, los jóvenes van recibiendo crecientes poderes para tomar decisiones a medida que se van haciendo mayores, para que así tengan la oportunidad de experimentar tanto el éxito como el fracaso basado en decisiones tomadas libremente. Este es un concepto a menudo difícil de comprender para los pacientes. Es mucho más sencillo seguir viéndose deficientes y culpables. La historia de Lennie. Lennie es una mujer delgada y bastante guapa de veinticinco años que trabaja como gerente para una pequeña compañía de software. A la edad de dieciséis años vivía en casa (en un sector pobre de una ciudad industrial del medio oeste) con su padre que trabajaba como obrero en una fábrica, y su madre, ama de casa y tres hermanos. Una noche entró en un bar desafiando un reto que le habían lanzado sus amigos. Ahí conoció a un hombre de veinticuatro años llamado Bill. Aquella noche, Bill se fijó mucho en ella, la siguió a casa, y después se presentó en su escuela, y finalmente la sedujo presionándola para que se escapara con él. La llevó al suroeste, donde vivía con su hijo de edad preescolar, producto de su anterior matrimonio. Durante los casi siete años que estuvieron juntos (finalmente se casaron), la golpeaba y violaba, la aisló junto con el niño, y le prohibió tener amigos o tener contacto con su familia. Durante ese tiempo, la familia de Lennie no hizo intento alguno por contactarla. Después de varios años, se dio cuenta que Bill “tenía problemas con el alcohol y la cocaína”. Cuando el hijo ingresó en el cuarto curso, Lennie consiguió convencer a su esposo para que la dejara trabajar. Ahí se relacionó con un amigo que la llevaba a reuniones del AI-Anon (grupo para familiares de alcohólicos, N. del T.) durante la pausa del almuerzo, y con el tiempo Lennie se dio cuenta que se encontraba en una situación destructiva, se mudó, y demandó el divorcio. Cuando Lennie se presentó en terapia, estaba abrumada por la vergüenza y sufriendo una severa depresión. Quería descubrir “qué estaba mal” – cuando en realidad quería decir “porqué se encontraba mal” para no volver a entablar una mala relación. Mediante la terapia, Lennie finalmente se permitió experimentar la pérdida de su hijastro
(a pesar de haberlo criado desde los tres hasta los diez años, como madrastra no tenía derecho ninguno, ni siquiera para visitarlo). Entonces fue animada por su terapeuta a explorar otras pérdidas que pudo haber sufrido en su vida. A pesar de poder lamentar abiertamente la pérdida de su hijo y reconocer que era legítimo sentirse afligida, no podía sentir otra cosa que no fuera vergüenza al volver la vista sobre su infancia y adolescencia. Se sentía avasallada con la pérdida de su adolescencia. La única conclusión a la que podía llegar acerca de si misma era que era estúpida, mala y retrasada No podía conciliar la idea de que su huída con Bill fue un juicio que hizo en base a (1) sus experiencias de vida hasta ese momento (2) y a las opciones disponibles que tenía en esa época. Para ayudar a que pacientes como Lennie conceptualicen mejor la dificultad que tienen en identificar y considerar opciones, hemos desarrollado una herramienta de aprendizaje que llamamos “la Historia del Morado”. El terapeuta de Lennie la contó al llegar a ese punto de la terapia. La historia del Morado. Había una vez un gran país llamado Morado. ¡Se llamaba Morado porque todo ahí era de hecho, morado! El pasto era morado oscuro, el cielo tenía un morado rosado, las vacas eran morado pálido con manchas color malva, y los tres soles y trece lunas eran morados. El agua era morada pálida, y la comida tenía sombras moradas que oscilaban desde el color lavanda hasta ciruela. Incluso la gente tenía distintos tonos de morado. Todo era morado. ¡En este país, no sólo no existían otros colores, sino que nadie sabía que otros existiesen! ¿Crees que en ese país – donde todo es tan morado como pudiera serlo – que algún día, una joven persona morada se levantaría de su cama morada, con su ropa morada y mientras estuviera cepillándose su morado cabello, se mirase en el espejo y decretara, “creo que me sienta mejor el verde”? (en ese momento la mayoría de los pacientes “lo entienden”, y provocas algunas risas).
La respuesta es ¡Por supuesto que no! El verde no es una opción. De vuelta a Lennie. Finalmente Lennie fue capaz de entender la dinámica que operaba en su familia encubiertamente narcisista. Sus padres fueron forzados al matrimonio por un embarazo no deseado. No había intimidad en esta familia, no se hablaba de los sentimientos, y no había cabida a la individualidad de ningún tipo. En casa, la atmósfera era tan tensa, tan espesa con sentimientos no expresados y resentimientos, que Lennie recuerda siempre estar deseando no estar ahí. No podía esperar a irse de casa. En esta familia narcisista, el papel de los niños era no formar revueltas y cumplir las expectativas de los padres. Los padres estaban empeñados a que sus hijos “tuvieran una mejor vida que la suya” pero en la práctica estaban resentidos con ellos; ambos padres eran mártires de su familia por elección propia. Los hijos tenían un número de oportunidades a su alcance, pero las hijas sólo tenían dos: (1) graduarse para ingresar a la universidad local, vivir en casa y dedicarse a las labores caseras; o (2) terminar sus estudios obligatorios, casarse, ir a vivir al hogar del marido y dedicarse a las labores caseras. En ejercicios de interpretación de roles con Lennie, su terapeuta exploró la clase de conversación que otra adolescente hubiera podido tener con sus padres. Estas incluían exploración de opciones tales cómo encontrar un trabajo, encontrar un amigo con quien compartir un piso y los gastos, o simplemente hablar de sus sentimientos ambivalentes acerca de su ingreso a la universidad local. Lennie cayó en la cuenta que ninguna de estas opciones estuvieron a su alcance. Su situación era la de una muchacha brillante y creativa, atrapada en una horrible escuela, en un barrio sin salida y que no podía imaginarse otros cuatro años más de clases aburridas y ser la sirvienta de su padre y hermanos. Así, la opción número uno (la universidad) estaba descartada; eso la dejó con la opción número dos (un hombre). Lennie fue capaz de ver que en realidad había estado tratando, salvo algunos detalles, de cumplir con las expectativas de sus padres al
abandonar la casa versus huir con Bill. Se quedó impactada al darse cuenta que este acto – el cual siempre consideró como prueba incontrovertible de su estupidez y maldad – se realizó utilizando una puerta trasera para cumplir con las obligaciones de sus padres y cubrir sus necesidades. Si hubiese tenido la opción de “irse de casa, obtener un trabajo, compartir un piso con un par de chicas, tal vez apuntarse a cursos nocturnos universitarios”, lo hubiera hecho. Como Lennie mencionó al final de la sesión de la “Historia del Morado”: “¡Nunca entendí porqué había huido con él! Nunca fui un a niña rebelde. Siempre fui tratada como tal, pero nunca lo fui. Nunca hice nada malo. ¡En realidad era una buena chica! (entonces llora). Sabía que no era amor, y estaba tan asustada. Cuando me dio el ultimátum, “ahora o nunca”, sabía que era descabellado. Estaba a un mes de graduarme. Pero pensé que tenía que hacerlo. Sabía que no podía ir a esa universidad tan aburrida. ¡Y los chicos que conocía….uf! Eran inmaduros y aburridos. No sé. Parecía que…no había otra opción para escapar…salvo Bill. ¡Dios mío, si me lo hubiera pensado…ser capaz de tener un empleo y un piso, hubiera atrapado la oportunidad al vuelo! Era tan estúpida…no, no fui estúpida. Usted tiene razón. Nunca reflexioné porque no figuraba como opción. No en mi familia. Dios mío, no era tan estúpida. Simplemente no era una opción. Conclusión
Los pacientes responden bien ante la premisa que la toma de decisión o plano a largo plazo, aplazamiento de la gratificación, terminación de proyecto – o como quiera llamarlo - es una habilidad que se aprende. En este contexto usamos un enfoque sin prejuicios y libre de culpa. No es que sus padres hayan sido necesariamente malos, sino que fueron incapaces de enseñar habilidades importantes en esta área; no estamos hablando de un fracaso moral sino de un déficit educacional. La mayoría de los pacientes se identifican con esto. No es demasiado espantoso; después de todo, todos tenemos deficiencias en algunas áreas. Uno de los autores de este libro tiene falta de ortografía abominable, pero afortunadamente, tiene un procesador de palabras
que puede corregirla. La otra no puede entender cómo funciona la electricidad (“¿quieres decir que no es magia?”) pero puede contratar a un electricista. Sin embargo, existen algunas habilidades que necesitamos aprender para tener una vida productiva. Completar las tareas (y la habilidad que implica el aplazamiento de la gratificación) es una de ellas. Al paciente le decimos, “Usted no aprendió en aquel entonces, pero ahora puede. Ahora usted es un adulto y tiene elecciones y op ciones”. Enfatizamos que tomar buenas decisiones involucra buscar todas las alternativas posibles en cualquier situación, y luego tomar la decisión basándose en la mejor opción para uno mismo. Es necesario tener metas (dónde quiero estar) y luego ser capaz de medir estas opciones de acuerdo a las metas (¿acaso me ayudará esto a acercarme más a donde quiero estar?). Si la respuesta es sí, probablemente esa sea la mejor opción en ese momento. En terapia, subrayamos que siempre hay riesgos con la toma de decisiones. Se pueden cometer errores. De hecho, aprendemos mucho más de nuestros errores que de nuestros éxitos, así que en realidad son experiencias de aprendizaje disfrazadas. Mientras que esto puede sonar un poco a Mary Poppins, no por eso es menos cierto. No correr ningún riesgo, sin embargo, es quedarse estático, atascarse. Por supuesto, ese es el mayor error y el dolor que eso provoca es lo que suele atraer a la gente a terapia. Cuando se les puede mostrar a los pacientes la relación entre lo que ellos experimentaban de niños y lo que están haciendo y sintiendo ahora, son capaces de sentirse menos deficientes. Pueden admitir la posibilidad de cambio. Se les puede dar herramientas para cambiar y motivarlos a tomar la responsabilidad para que el cambio suceda.
Intimidad, Sexo y Amistad Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo IX La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass
Aunque los temas de confianza e intimidad fueron ampliamente discutidos en otras secciones del libro (vea Capítulo Ocho), el tema de la intimidad sexual merece un estudio aparte. ¿Recuerda la historia de Jenny del capítulo previo? Jenny no podía entender cómo las experiencias de su niñez podían impactar su sexualidad siendo adulta, especialmente después de experimentar años de interacción sexual "normal" con varios hombres. Lo que Jenny no entendía es que hay un mundo de diferencia entre el sexo recreativo o de procreación y el sexo como compromiso y expresión de un sentimiento profundo. Como dice la heroína de un reciente best-seller "En cierta manera, amar es fácil. Lo que cuesta es confiar"(1). Nuestro corolario sobre ello es que el sexo tal vez sea fácil, pero la intimidad cuesta.
Como muchos adultos que crecen en familias narcisistas, Jenny fue capaz de tener relaciones sexuales satisfactorias con su marido en los primeros años de su noviazgo y matrimonio. Fue una época muy intensa y la naturaleza apasionada y juguetona de su relación hizo del sexo algo excitante. Cuando la relación evolucionó hacia el trabajo, los hijos (que ya eran mayores e independientes), y un marido que había sentado cabeza y que buscaba una relación comprometida, Jenny entró en pánico. Su facilidad para alcanzar el orgasmo desapareció, seguido al poco tiempo de la pérdida del apetito sexual. Jenny era capaz de tener una vida sexual, pero no de intimidad. En las etapas iniciales de las relaciones de los sobrevivientes, la sexualidad tiende a ser enfatizada en detrimento de la intimidad. En los casos donde la pareja busca la intimidad, la relación a menudo termina. La sexualidad es a menudo algo que los adultos criados en
sistemas narcisistas hacen bien, porque gran parte de ser un compañero sexual deseable involucra el ser capaz de reflejar los deseos del otro y ser capaz de reaccionar apropiadamente –es decir, ser una persona reactiva/reflectiva. Cuando la relación madura (y se aleja de lo que uno de nuestros colegas llama "la etapa del fuego blanco"), entonces las relaciones sanas se mueven en dirección a la intimidad. Asesoramiento Sexual: La Crisis de la Comodidad
Para el terapeuta que da asesoramiento sexual a sobrevivientes de familias narcisistas, la evaluación inicial es a menudo engorrosa porque la naturaleza de los problemas sexuales es mucho menos importante que la calidad de la amistad. Si la pareja no puede relacionarse satisfactoriamente como amigos teniendo una comunicación abierta y de confianza, el asesoramiento sexual fracasará muy probablemente. Es apropiado en este punto discutir las opciones terapéuticas concernientes al desempeño de la terapia sexual. Mientras que hay terapeutas que escogen especializarse en niños y familias, otros en criminales o esquizofrénicos hay otros que se interesan y se encuentran cómodos con el asesoramiento sexual. Pero no es para todos. Como comentó uno de nuestros terapeutas durante un estudio de supervisión de pareja, "Me gusta hacerlo (el acto sexual), ¡pero no puedo hablar de ello como tú lo haces! ¡No sé cómo puedes hablar sobre esas cosas (sexo oral) con los pacientes!" Sólo porque los terapeutas no tengan trabas sexuales no quiere decir necesariamente que disfruten hablar del tema en profundidad con los pacientes, y el disfrutar es importante. Si el terapeuta se siente cómodo, los pacientes también lo estarán; si él se siente incómoda, ellos lo percibirán y se sentirán renuentes a iniciar discusiones que toquen temas profundos. Peor aún, los pacientes tal vez interpreten la incomodidad del terapeuta como prueba de que en verdad hay algo malo en ellos, sexualmente hablando, que están enfermos, pervertidos, anormales, etcétera.
Probablemente no haya tema de discusión más difícil para las parejas que el sexo. En nuestra sociedad, el sexo está cargado de tantos valores emocionales - morales, de desempeño e identidad- que las parejas a menudo llegan físicamente casi enfermas a la consulta ante la perspectiva de "quedarse completamente desnudas" ante el terapeuta y que les diga que lo que hacen (o como lo ven, lo que tienen y lo que son) es inadecuado. A fracaso sexual percibido es igual a fracaso personal percibido. Así de intensos son los sentimientos de estas personas acerca de su desempeño sexual. Cuando inician el asesoramiento sexual llegan tan tensas a la primera sesión que resulta casi doloroso verlas. Por eso, si el terapeuta también se siente nervioso o incómodo, la situación está expuesta al fracaso. Los pacientes empezarán a responder con la pretensión de tranquilizar (en otras palabras, agradar) al terapeuta. Se volverán reactivos/reflectivos en vez de responder honestamente (es decir, ser sus propios abogados y cubrir sus propias necesidades), y probablemente abandonarán la terapia después de unas cuantas sesiones. En nuestra consulta, sin embargo, hemos observado que si el terapeuta disfruta de su trabajo, encontrándolo excitante e inclusive divertido, pronto hará sentir cómodos a los pacientes, convalidará sus sentimientos de ansiedad hasta normalizarlos y llevará la sesión inicial de tal manera que resulte realmente interesante y agradable. Los pacientes se irán pensando, "Cielos, eso no fue tan malo después de todo", y volverán a la semana siguiente. No se sentirán como unos degenerados, raros o fracasados, sino que albergarán esperanza. En nuestra perspectiva, el asesoramiento sexual es como la mayoría de las terapias: consta de un 30 por ciento habilidad, 30 por ciento práctica y 40 por ciento alquimia. Si el terapeuta se siente avergonzado o incómodo al discutir temas sexuales (por ejemplo, técnicas de sexo oral, estimulación del clítoris, fantasías sexuales, pornografía, homosexualidad, masturbación, etcétera) con los pacientes, y se revela necesario un asesoramiento sexual en profundidad, es posible referir a la pareja a un colega para esa "parte" de la terapia. La remisión se hará con el claro entendimiento
por parte del colega y de los pacientes que continuarán con el primer terapeuta una vez que el segundo acabe con esa "parte". En nuestro entrenamiento de grupo, a veces realizamos el asesoramiento sexual en equipo (usualmente hombre/mujer). Dentro de este marco se puede juntar un terapeuta más experimentado y cómodo con uno que tenga menos experiencia y que se sienta más incómodo. A pesar que el terapeuta menos experimentado pueda sentirse más nervioso en un principio, él o ella puede beneficiarse al imitar las técnicas relajadas y directas del co-terapeuta. En nuestras consultas, también es común que los terapeutas envíen a parejas (o personas) a otro terapeuta por un número limitado de sesiones para recibir asesoramiento sexual específicamente, como descrito más arriba. También es común que enviemos parejas a otros terapeutas para recibir asesoramiento matrimonial o para que participen en grupos de parejas. Una vez resueltos los temas, la pareja o la persona puede volver a su terapeuta original. Personalmente nos inclinamos a favor de la terapia de grupo, porque los pacientes estarán mejor atendidos si les facilitamos el acceso a terapeutas expertos en áreas especializadas. Estos intercambios de terapeutas son tan comunes en nuestro consultorio que a menudo se lo notificamos a los pacientes desde las primeras sesiones. Como terapeutas, no nos ayudamos a nosotros ni a los pacientes si creemos que podemos -o debemos- manejar todos los matices de la terapia igualmente de bien. Nadie puede hacerlo todo, pero todos sabemos hacer algunas cosas bien. Podemos encontrar otros terapeutas que pueden desempeñarse competentemente en áreas de especialización diferentes a las nuestras y podemos referirnos a ellos si es necesario. Amistad
Los adultos de familias narcisistas son a menudo personas solitarias. Aún estando frenéticamente ocupados "haciendo" cosas con un grupo de personas es frecuente que no tengan amigos íntimos y suele resultarles particularmente difícil entablar amistades con su mismo sexo. ¿Recuerdan a Bárbara (en el Capítulo Siete), la paciente que seguía sintiéndose apenada y anormal veinte años después por no
tener el tipo de amistades descritas en una película? Parte de su tristeza se basaba en la fantasía de que "todos los demás" tenían varias amistades íntimas con quienes podían compartir sus sentimientos más íntimos. Fue una revelación cuando se enteró que muchas personas se sentían igual que ella y que de hecho lo más normal era que la gente tenía suerte si conseguía tener una sola amistad íntima y un pequeño círculo de amistades menos íntimas con quienes compartir tiempo y actividades que no incluyera la parte más "obscura" o más vulnerable de uno mismo. Esto es aún más verdadero para los hombres, quienes por lo común sólo tienen amistades específicas dentro de una actividad (amigos del golf, póquer “con los amiguetes”) o relaciones específicas del trabajo. Aún entre muy buenos amigos es raro encontrar intimidad entre varones. Es más corriente que los hombres compartan la intimidad con una amiga que tener este tipo de relación con un hombre. En nuestra sociedad es un hecho triste, estúpido e inexcusable que por muy mal que estén las cosas, las mujeres se mantengan a menudo unidas pero que los hombres a menudo estén solos. En nuestra cultura, el mito del macho los aísla: si los hombres verdaderos no comen quiche, desde luego que no empezarán sus conversaciones diciendo "yo siento". Cuando las mujeres están tratando de aprender a confiar y buscan relaciones amistosas, es probable que se vinculen con mujeres sanas y entregadas. Si los hombres trataran de hacer lo mismo, es probable que iban a experimentar el rechazo por hombres que temen a la intimidad. En esta sociedad homofóbica, los hombres que gustarían de tener la libertad de hablar de sus sentimientos y gustarían de tener amistades íntimas con otros hombres a menudo son vistos con sospecha, con temor a que esa intimidad conduzca a una relación sexual. Tal vez esa sea la razón por la que esos hombres buscan tener amigas; desde luego, estas relaciones pueden ser problemáticas por la misma razón. En nuestra sociedad, la intimidad y la sexualidad están estrechamente unidas. Aunque existe un componente sexual en todas las relaciones, las amistades mujer/mujer parecen tener menos problemas en ésta área que las amistades hombre/hombre. Es común ver amigas abrazarse
cuando se encuentran o cuando se despiden; uno tiene que buscar exhaustivamente para ver lo mismo entre hombres. Si bien no hay conflicto sexual en las amistades mujer/mujer, el conflicto competitivo sin embargo es corriente. La sociedad contribuye a este conflicto mujer/mujer al limitar las oportunidades para las mujeres. Sólo hay unas cuantas oportunidades de liderazgos y carreras para las mujeres, por lo que hay más competitividad para las oportunidades disponibles. Para los niños adultos de hogares narcisistas hay sin embargo una dimensión agregada. Cuando uno no está criado en una atmósfera de aceptación y amor incondicional, está propenso a creer que un amigo sólo le aceptará si cubre sus necesidades. Y ya que fueron criados pensando en lo difícil que es cubrir las necesidades de los demás y cuán doloroso resulta el rechazo si uno falla, no es de sorprender que estas personas a menudo sabotean las amistades. Demasiado exigente, demasiado condescendiente, demasiado generoso, demasiado inhibido, demasiado manipulador, demasiado errático, demasiado invasivo, demasiado ausente, demasiado responsable, demasiado irresponsable -son algunos de las formas de relacionarse propias de los sobrevivientes con sus amistades. Esencialmente es un falso intento de controlar, similar a la manera del niño que intenta tomar el control en su familia narcisista. Es el comportamiento controlador destructivo que dice “ya que me rechazarás de todos modos, lo haré a mi manera” que aprenden aquellos que temen (o saben) que no tienen ningún control genuino. Relaciones
Las personas que intentan establecer relaciones con estas personas a menudo sienten que "no se conectan" emocionalmente. El mensaje suele ser a menudo "Quiero que entres - pero sólo hasta cierto punto" o "¡sólo a veces y tú eres el que tiene que averiguar cuando me viene bien y cuando no!". A la inversa, estas personas pueden intimar rápidamente, sólo para luego asustarse de esta intimidad y alejarse abruptamente. Quieren intimidad -la ansían, de hecho- pero temen que (1) no puedan sostener una relación debido a sus defectos
(2), que la otra persona pida cosas que no estén dispuestas o no puedan cumplir, o (3) que la otra persona averigüe qué tan defectuosos son y los rechacen. Por lo tanto, la solución a la incomodidad que provoca la intimidad descontrolada suele ser el intento de controlar el grado de intimidad, provocando con frecuencia el fracaso de la relación. Ser poco íntimo es como estar poco embarazada; no sucede en el mundo real. La relación se convierte en una profecía que se cumple mecánicamente: el individuo sabe que fracasará y por tanto su actuación se basará en provocar ese resultado. Puede ocurrir que la pareja o amiga se retire a la larga debido a la desigualdad de la relación, o que el sobreviviente se adelante motivado por el miedo o por sentimientos de descontrol y acabe la relación (la escuela del mecanismo de defensa "Te tendré antes de que me tengas a mi"). Como se mencionó arriba, el establecimiento del falso control es una de las lecciones aprendidas en los hogares narcisistas. Obviamente, las personas que fueron "la otra mitad" en estas relaciones se sienten utilizadas y heridas, víctimas de un rechazo abrupto que no comprenden. Ambos extremos del espectro al mismo tiempo
La extraña yuxtaposición de ambos extremos del espectro que se presentan simultáneamente en un rasgo dado de personalidad es un factor común en adultos criados en familias narcisistas (2) (Vea el Capítulo Tres donde se discute la caracterología dual representada en el mito de Narciso.) Una de las cosas interesantes que suceden en la terapia de grupo con sobrevivientes de familias narcisistas es que reconocerán, generalmente por primera vez, que manifiestan ambos extremos de un rasgo particular al escuchar como otros miembros del grupo hablan de dicho rasgo. Jean: "No confío en nadie. Sé que una parte importante de mi problema con los hombres es que los mantengo a distancia. Acaban diciendo „al diablo con esto‟ y buscan a otro más abierto". Sarah: (Asintiendo vigorosamente) "Esa soy yo también"
Lizzie: "A veces creo que lo hago también, pero otras veces descubro mi alma ante otro. Tú sabes - conozco a un tipo en una fiesta, le cuento la historia de mi vida, ¡y me acuesto con él!" Sarah: (Asintiendo vigorosamente) "¡Esa soy yo también!" El Muro de Plástico
El concepto de la erección de barreras psicológicas (o muros) como defensa en contra de la intimidad y la posibilidad de sentir dolor ha sido bien documentado y descrito en la literatura. Quizás la ilustración más sucinta y útil de este concepto se encuentre en (“Superación Del Dolor” de Eliana Gil) (3). Desde luego, el problema inherente a los muros psicológicos es el mismo que nos encontramos con los muros reales: nos mantienen a salvo pero también pueden aprisionarnos. Como Frost dijo: Antes de construir un muro, me interrogaba para saber De qué protegería o de qué apartaría Y a quién podría yo ofender. Hay algo ahí al que no le gusta el muro Quiere derrumbarlo (4)
Pero muchos sobrevivientes quieren de verdad a sus muros y no los quieren derribar. Un sobreviviente altamente funcional de familia narcisista puede aparentar haber derribado el muro y mostrarse abierto emocionalmente de una manera apropiada. Esto es prácticamente cierto en la mayor parte del tiempo. Sin embargo, cuando se siente amenazado se aparta, volviéndose distante, frío e indiferente. Sus más allegados pueden sentirse repentinamente aislados. Se asustan y llenan de pavor pensando que pueden perder a su ser amado o a sus padres; se sienten culpables y responsables. Los adultos que muestran el “muro de plástico" (visualice a alguien envuelto en papel plástico - no es muy denso, pero es definitivamente protector) son frecuentemente productos de una familia encubiertamente narcisista: pueden ser vistos y tocados y tal vez hagan todas las cosas correctamente, pero en tiempos de estrés intenso hay un elemento emocional que está ausente. Las parejas de
estas personas aprenden rápidamente a no presionar demasiado: no por miedo a provocar violencia física, sino por miedo a su total rechazo. Cuanto más amenazadas se sienten estas personas, más intelectuales, frías, calladas, ausentes e indiferentes se vuelven. La intelectualización es su mecanismo de defensa por elección. Usamos el término muro de plástico, en vez de muro, para diferenciar grados de aislamiento emocional. Los sobrevivientes de abuso traumático llegan a ser totalmente aislados emocionalmente. Todos los terapeutas han trabajado con personas que se permiten no sentir nada en absoluto y no permiten que alguien se les acerque emocionalmente; gran parte del Capítulo Ocho trata de este tipo de pacientes. Pero el sobreviviente que erige un muro de plástico es diferente. Estas personas tienen "aperturas" a través de sus paredes y son capaces de compartir una relación amorosa e íntima. Son buenos padres, esposos(as), amantes o buenos amigos(as)- hasta que algo sucede. Por regla general, suele ser una combinación de varios factores, el resurgimiento del factor estresante original o la amenaza de un mecanismo de defensa bien establecido. Por ejemplo, cuando la pareja de estas personas se queja que trabajan demasiadas horas (en defensa contra su sentimiento de incompetencia) o beben demasiado vino en las fiestas (su manera de relajarse) o se acuestan demasiado tarde para hacer el amor (su manera de lidiar con los sentimientos personales de falta de atracción), el muro de plástico suele erigirse. El muro de plástico rara vez sale a la superficie durante la terapia individual, ya que normalmente sólo lo ve la pareja. Sin embargo, una manera de manifestarse en la terapia individual es cuando el paciente habla de los sentimientos usando palabras apropiadas ("me sentí herida" o " me sentí enojada", por ejemplo), pero el sentimiento correspondiente no está o sólo un destello. El paciente sabe lo que siente, pero se está protegiendo de experimentar esos sentimientos. Si su forma de ser es así en terapia, probablemente lo sea con su pareja. Como mencionamos anteriormente, el fenómeno del muro de plástico entra más dentro del terreno del terapeuta especializado en el asesoramiento de las relaciones para personas educadas en familias narcisistas. Ya que el fenómeno del muro de plástico suele
ocurrir en gente altamente funcional, se puede dejar de lado cuando reina una atmósfera de apoyo y cariño, Hacemos hincapié en que esto se observa frecuentemente en personal militar o cuasi-militar. Como nuestro consultorio en Newport, Rhode Island está situado cerca del Colegio Militar Naval (Naval War College) un porcentaje relativamente alto de nuestros pacientes están enrolados en la Fuerza Naval Norteamericana, en la Guardia Costera o en la Guardia Nacional. Utilizan el muro de plástico en el trabajo como un mecanismo de defensa efectivo y conveniente. Más tarde cuando regresan a casa, el comportamiento sigue siendo el mismo a pesar de haber dejado de ser apropiado. La historia de Amy y Jack. Amy y Jack fueron referidos a nuestra consulta matrimonial a través del programa de sus familias militares. Uno de los mayores problemas era la frecuencia de sus peleas. Prácticamente todas las noches al llegar a casa del trabajo (ella era nutricionista en la consulta de un doctor, él era suboficial de la Guardia Costera). Ella decía que mientras él podía ser el hombre más dulce y comprensivo del mundo, la mitad del tiempo no podía hablar con el: "No escucha mis sentimientos. ¡Actúa como si nuestra casa fuera la sala de justicia y él el fiscal! ¡Tengo que probar y respaldar cada cosa que digo! Que frío y arrogante se pone; ¡me siento como si estuviera esperando que me equivocara para saltar sobre mi y probar que estoy equivocada!" Jack era una persona altamente funcional que había tratado los problemas derivados de su familia narcisista en una terapia anterior. Sin embargo seguía aferrado a su muro de plástico cuando se enfrentaba con situaciones estresantes; aquello funcionaba muy bien entre militares; pero simplemente no funcionaba en el hogar. Uno de los primeros cambios que la pareja accedió a hacer tuvo que ver con el comportamiento al llegar a casa: cuando llegarían a casa del trabajo, tendrían contacto mínimo hasta que Jack se hubiese bañado y puesto ropas de paisano. El despojarse de su uniforme militar era la señal que le diría que ya no era "Jefe", era Jack el esposo de Amy. Las peleas terminaron prácticamente y ambos aprendieron a reconocer y a manejar este comportamiento eficazmente.
Conclusión
Hasta que los sobrevivientes sean capaces de resolver sus múltiples problemas (confianza, responsabilidad y control, establecimiento de límites, etc., tendrán dificultad para establecer y mantener una relación íntima. Si llevan un cierto tiempo envueltos en una relación disfuncional tal vez estén renuentes a comprometerse completamente con la terapia por miedo a perder su relación si logran una mejoría. Cuanto menos obtengan de la relación, más pelean por salvarla (recuerde, cuanto menos tienen, más valioso se vuelve). Es importante subrayar a estos pacientes que la habilidad y rasgos de caracteres que les permitirán abandonar una relación, confiando en su capacidad para lograr una buena vida por su cuenta, son los mismos rasgos y habilidades que potenciarán sus oportunidades para hacer que funcione una relación. Aún cuando no hayan aprendido estas habilidades en su familia de origen, pueden hacerlo ahora.
"Hago, por tanto Soy" Versus Validar el Tesoro
Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo X La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass Competencia al momento de realizar algo: Hago, Por Tanto Soy.
Un tope enfrentado por muchos individuos producto de familias narcisistas es su abrumadora necesidad de validación externa. A menudo estos individuos son capaces de compensar esta necesidad al involucrarse en situaciones que les redituarán validación. Por ejemplo, un periodista verá sus palabras impresas, los profesores de jardín de niños recibirán abrazos y besos por su trabajo, un sacerdote o pastor tendrá una audiencia cada Domingo por la mañana, los profesores universitarios tendrán la adulación y admiración de sus alumnos, y los terapeutas y médicos verán cómo sus palabras son tratadas como si fueran la Biblia y obedientemente se llevarán a cabo por sus pacientes. Capítulo 10 El lograr validación a través de la habilidad para realizar algo es una de las maneras que estos individuos utilizan para manejarse en nuestra sociedad. Estos individuos frecuentemente son exitosos "cumplidores profesionales", y solo unos pocos observadores adivinarían una falta de auto-estima. Su competencia para realizar tareas, sin embargo, es tanto una bendición como una maldición. Por una parte, el abogado que es un héroe con sus clientes eleva su autoestima en su trabajo; por otro lado, si intenta dejar ver su necesidad de validación a personas cercanas, tal vez se tope con incredulidad - o, peor aún, con resentimiento y rechazo. Muy seguido, cuando algún sobreviviente exitoso pide ayuda, se encuentra con la actitud "¿Y tu de qué te quejas?". Si la competencia es la única manera que el individuo conoce para probar a otros y a si mismo su valía, entonces debe, por definición, llevar a cabo tareas. Por tanto siempre debe haber más cursos qué
tomar, más grados académicos qué obtener, más trabajos dónde servir de voluntario, más equipos de Ligas Pequeñas qué entrenar, más galletas qué cocinar, más clientes qué firmar, más almas qué salvar, y mas y mas. Las raíces de esta adicción al trabajo se encuentran en los hogares narcisistas; "Hago, por tanto soy" podría ser el eslogan de muchos adultos niños de estos hogares. Obviamente, esta necesidad de validación externa como una compensación a la baja autoestima puede causar problemas en el trabajo. La arena donde más comúnmente es un problema, sin embargo, es en la de las relaciones interpersonales. Pocos de nosotros desposamos animadoras (cheerleaders), y aún la esposa de un sobreviviente a menudo siente que ese es el rol que se espera de ella. El sobreviviente tiene gran dificultad en toda situación donde no tiene una total aprobación y apoyo. Esto puede ser una onerosa carga para la esposa, pareja o hijo del individuo, ya que rara vez aprobamos la totalidad de sus acciones, palabras e ideas. Esto es doblemente complejo, ya que la persona tal vez tenga problemas para discriminar entre la crítica (falta de aprobación) a sus acciones y la crítica a su persona. El corolario "Hago, por tanto Soy" es "Desapruebas lo que hago, desapruebas a mi persona". La tendencia a generalizar la falta de aprobación de comportamientos específicos (palabras, ideas y demás) a la falta de aprobación a si mismos como seres humanos es una de las áreas mas problemáticas para estos individuos. Su visión del mundo hace que el concepto de crítica constructiva sea una contradicción de términos. Si el desaprobar cualquier cosa que haga es desaprobarme a mi, entonces no hay nada "constructivo" sobre eso; corrección es rechazo. El empleador o supervisor de estos individuos pasa por una pesadilla para corregirlos en el trabajo, ya que el empleado se encuentra destruido virtualmente por la más mínima sugerencia amable. Por el contrario, el adulto niño criado en una familia narcisista tal vez tenga problemas para ser un buen empleador, gerente o administrador, porque ella o él también igualan corrección con rechazo y tal vez tengan grandes dificultades para hacer una corrección necesaria o imponer disciplina en su staff. Ella tal vez se
sienta incapaz de usar apropiadamente el poder inherente a su posición. Poder y Responsabilidad
En el Capítulo Cuatro introdujimos la dualidad de la responsabilidad y el control. Esta dualidad de poder y responsabilidad también es problemática para los individuos provenientes de familias narcisistas. Ya que estos individuos están propensos a asumir responsabilidad por cosas que no controlan, pero rechazan asumir responsabilidad por las que sí controlan, tienden a ejercitar el poder que no tienen y reniegan a usar el que tienen. El abuso del poder tiene que ver primeramente con el síndrome todoo-nada (vea el Capítulo Seis). Por ejemplo, si un sobreviviente preside un comité, tal vez piense que tiene “todo” el poder y pase por encima de los miembros (con juntas innecesarias, llamadas tarde en la noche, reportes excesivos, etcétera) para que el “trabajo sea bien hecho”. La traducción de todo esto es que el presidente tiene poca confianza en si mismo o en cualquier otro así que sobre-compensa esta falla al usar su poder de manera invasiva. No tiene la confianza para delegar autoridad o tareas, así que supervisa excesivamente y pregunta dos veces a todos hasta que los demás se vuelven miserables (la parte de “todo”); luego, cuando los miembros del comité se quejan, renuncian o se rebelan, lanza sus brazos al aire y abandona, o se retrae y rechaza permanecer en la posición de líder (la parte de “nada” ). Lo que es más común para los adultos criados en familias narcisistas, sin embargo, es la infra-utilización del poder. Estos individuos la pasan mal conceptualizando el hecho que al utilizar de menos o rehusarse a tomar el poder que legítimamente les corresponde también están abusando del poder. Los sobrevivientes narcisistas son particularmente susceptibles a esta condición porque (1) al centrar su visión en la realización de tareas (Hago, por tanto soy) se convierten en buenos trabajadores, inclinados a lograr el éxito en su campo de trabajo, y (2) su baja autoestima y falta de confianza les dificulta el aceptar la realidad de su poder. Uno no puede usar el poder que no
sabe -o rehúsa aceptar- que tiene. Pero el rechazar o no reconocer que uno tiene poder constituye también inherentemente un abuso. La dificultad para aceptar y usar el poder apropiadamente puede enraizarse profundamente en estos individuos. Ya que todos han sido bien entrenados en sus familias narcisistas para ser reflectivos y reactivos y tienden a ser complacientes. Esta necesidad de aceptación frecuentemente se enmascara en un tipo de hiper-democracia: No puedo tomar una decisión (o realizar un juicio, o terminar una discusión) porque debo de ser justo con todos. Traducción: tengo miedo que alguien no me apruebe. Esta indecisión enmascarada de “justicia” es un abuso de poder, y es percibido y resentido por aquellos que afecta. El poder acarrea responsabilidad; la voluntad de usar el poder correctamente y la integridad para respaldar la decisión final que el poder implica es de lo que se trata la responsabilidad. Fallar en seguir alguna línea es abusar de aquellos que dependen del poder. Por ejemplo, vayamos de vuelta al comité descrito arriba. Esta vez, sin embargo, el presidente es un buen tipo. Quiere asegurarse que todos digan lo que tengan que decir, que las decisiones sean populares, y que todos se sientan bien. Estas reuniones resultan interminables porque no se limita la discusión; nunca hay decisiones, porque no todos están de acuerdo; y las reuniones son horrendas, porque los miembros que cargan un látigo dominan los procedimientos. El presidente está rechazando usar su poder, y todos sienten sus efectos abusivos. Luego, cuando los miembros del comité se quejan, renuncian o rebelan, lanza sus brazos al aire... ¿Suena familiar? La infra-utilización del poder deja a los mismos individuos sintiéndose igual que con el abuso de poder: sienten que no es correcto. La realidad del Ahora
El truco, por supuesto, es la aceptación de la realidad del ahora. Justo como el hecho de aceptar el pasado (vea el Capítulo Cuatro), estos pacientes necesitan ayuda para aceptar la realidad de quiénes son
ahora como adultos. Ya que las viejas cintas del pasado vuelven a reproducirse, instándolos a no sobrepasarse a si mismos o “sentirse muy grandes” (diciendo, “Estás siendo egoísta” o ¿Quién te crees que eres?”), estos pacientes en verdad necesitan bajarse de su nube y averiguar quiénes creen que son, para reorientarse en su poder y responsabilidad de adulto - conocido también como el tesoro. El Tesoro
La guía mas efectiva que hemos encontrado para ayudar a que los pacientes enfrenten a la realidad del ahora, aceptación del poder y responsabilidad y el miedo al rechazo que los lleva a ser “personas complacientes”, es una que llamamos “el tesoro”. Es esencialmente el reconocimiento, por parte del paciente, de que lo que fue (en términos de carácter, talentos y rasgos)- y lo que es- es un tesoro. Es único y particular para cada uno(a), y tiene valor. Les pedimos a los pacientes que nombren su color favorito y su piedra preciosa favorita. Algunos responden “lavanda” y “zafiro”. Les digo que se imaginen a si mismos como un zafiro color lavanda; es mucho mas raro que un zafiro azul, y por tanto es mucho mas valioso. Pero hemos notado que también está la posibilidad de que, ya que es tan inusual, que muchas personas no los reconozcan como zafiros. Tal vez piensen que es una amatista - bonita, pero no muy valiosa. Les pregunto a los pacientes si eso afectaría el valor de la gema; la respuesta, por supuesto, es no. El valor inherente de la piedra permanece a pesar que alguien sepa lo que es o no. Después les decimos a los pacientes que a algunas personas probablemente no les guste la gema; que tal vez la arrojen a la basura, o que la usen en su pecera. ¿Eso afecta el valor de la piedra? La respuesta es de nuevo, no. Así mismo, algunas personas pueden decir “Ohh! ¡Un zafiro color lavanda! ¡Que feo! ¡Todos saben que los zafiros deben ser azules! En nuestra familia, solo usamos zafiros azules. Usted es diferente, y lo diferente es malo.” ¿Pero acaso eso afecta el valor intrínseco del tesoro? Luego exploramos las posibilidades de una identificación equivocada, devalúo, y rechazo de la gema. Cada vez concluimos que el valor de la piedra -del tesoro-
no es dependiente del reconocimiento de otros; tiene un gran valor intrínseco, genuino y grandioso. Cuando el paciente puede visualizarse como un tesoro, (como un zafiro color lavanda), está listo para verse a si y a sus relaciones de manera diferente. Está instruido para mantener la idea del tesoro en la frente - para verse como un zafiro color lavanda, esmeralda amarilla, o lo que sea- toda la semana, y juzgar las reacciones de otros en base a esa perspectiva. Por ejemplo, si alguien no lo valora (a su tesoro) mucho, tal vez sea porque es ignorante - no saben que es un zafiro color lavanda. Esto por supuesto es una pena, pero no devalúa al zafiro. Habrá otras que reconozcan el valor y aprecien el tesoro; el truco está en encontrarse con estas personas y no sentirse descorazonado por las otras. Si algunas de esas otras pueden ser educadas para valorar al zafiro, sería genial. Pero si alguien escoge permanecer en la ignorancia y rechazar lo que no entienden, pues ni modo. Para otros, el valor tal vez sea irrelevante, es solo que no les gustan los zafiros color lavanda. Eso está bien; sin embargo, no le quita valor a la piedra. Cuando los pacientes regresan la siguiente semana, usualmente comienzan hablando de su “zafiro lavanda”. No lo olvidan y eso afecta la manera como se ven a si mismos. Pueden entender más fácilmente sus responsabilidades y poderes desde esta nueva perspectiva. También tienen un nuevo marco de referencia desde el cual procesar el rechazo. El concepto de verse a si mismo como un tesoro es poderoso para los pacientes. Lo que uno tiene - lo que uno es – es un tesoro, uno se siente y actúa diferente. Uno no tiene que hacer nada para ser valioso; la visión del “Hago, por tanto soy” se vuelve irrelevante. El nuevo discurso es “Soy, por tanto tengo valor”. Conclusión
De acuerdo a los terapeutas que han sido entrenados en el uso del modelo de familias narcisistas, una ventaja particular del modelo reside en su habilidad para permitir a los pacientes ver a su familia de origen de tal manera que les permita sentirse menos “defectuosos de manera especial” (o como algún paciente se describió, menos
“terminalmente únicos” y mas genuinamente valiosos; es una terapia positiva y esperanzadora de cierta manera. Estos practicantes se han sentido validados en su trabajo al tener un marco de referencia desde el cual operar – un modelo que agrega técnicas así como estructura y es apropiado con un gran porcentaje de pacientes. Numerosos pacientes han comentado que es refrescante y reafirmante el que su terapeuta tome un rol mas activo y directivo en su terapia. Los hace sentir mas confiados en la habilidad del terapeuta para ser facilitador de un cambio positivo. Es reafirmante para los pacientes el saber que su terapeuta tiene una meta para la terapia y que puede guiarlos a través de etapas predecibles en su camino hacia la misma.
Apendices A y B - La familia narcisista
Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original El Modelo de la Familia Narcisista - Apendices A y B La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento Editorial: Jossey-Bass Apéndice A: Una descripción de la teoría psicoanalítica del narcisismo.
Decir que han habido volúmenes de material escrito sobre el narcisismo y teoría psicoanalítica apenas prepararía al neófito para la aparentemente infinita cantidad de ensayos, artículos, libros y compendios escritos en el último siglo acerca del tema. Para el lector que desee un repaso de las características mas sobresalientes del tema, ademas de nuestras anotaciones, le ofrecemos la siguiente modesta descripción.
El Narcisismo como forma de resolver conflicto
Reduciendo la teoría freudiana del narcisismo a su forma mas simple, estamos hablando de resolución de conflicto: la habilidad del infante de moverse de lo que Freud etiqueta como narcisismo primario (identificando a la madre como objeto de amor primario) a la fase “normal” Edipal.(1). Esencialmente, Freud describe al narcisismo en términos del objeto amor. Una persona puede amar: 1. De acuerdo al tipo narcisista: a. lo que es (su propia persona). b. lo que fue c. lo que le gustaría ser d. alguien que alguna vez fue parte de él. 2. De acuerdo al tipo dependencia (apego). a. la mujer que lo nutre
b. el hombre que lo protege y la sucesión de sustitutos que toman su lugar (2). En términos Freudianos, las sanas relaciones objeto son del tipo apego o tipo dependencia, mientras que las malsanas son narcisistas. Así mismo, el narcisismo primario, como en un bebe – que no conoce otro objeto que si mismo, y no puede diferenciar entre el ego e identidad – un estado natural y transitorio. El segundo (y patológico) narcisismo, por el contrario, ocurre cuando el libido se remueve de los objetos externos y es redireccionado hacia el propio ego (si mismo).(4) El ensayo “Sobre el Narcisismo” de Freud, cuya lectura o relectura que recomendamos se haga en su texto original, es una breve, bien formulada y bella exposición. En él, Freud introduce sus teorías sobre el narcisismo primario y secundario, redefine su modelo de relaciones objeto, y refuerza y extiende su teoría sobre el libido. En el contexto de finales del siglo veinte, sin embargo, las distinciones de género de Freud tal vez ofendan a algunos profesionales de la salud. Por ejemplo, al discutir el objeto-preferencia de los varones dentro del marco del desarrollo libidinoso narcisista normal, Freud afirma, “Apegos completos del tipo objeto-amor es, hablando propiamente, característico de los varones. Despliega la marcada sobrevaluación sexual que sin duda se deriva del narcisismo original del niño y por tanto corresponde a la transferencia de ese narcisismo al objeto sexual.” (5) En contraste, la discusión del objeto-preferencia femenino dice: “Las mujeres, especialmente si han crecido bien parecidas, desarrollan una cierto auto-satisfacción la cual compensa las restricciones sociales que les son impuestas en su preferencia de objeto. Estrictamente hablando, es solo hacia ellas mismas que tales mujeres aman con una intensidad comparable al amor que un hombre siente por ellas”. (6) Leído casi cien años después, estas palabras suenan increíblemente sexistas; si se observan desde una perspectiva histórica, por otro lado, el genio del trabajo de Freud no se pierde. Aún el mismo Freud dio una cuasi disculpa en un ensayo posterior, asegurando que sus declaraciones al respecto de la vida femenina erótica no reflejaban
“ningún deseo tendencioso de mi parte para desprestigiar a la mujer...Hay un gran número de mujeres que aman de acuerdo al tipo masculino y quienes desarrollan la sobrevaluación sexual propia de ese tipo” (7). No muy convincente, tal vez, pero demostrativo de buenas intenciones. Observando al narcisismo primario de los niños – de nuevo, dentro de un contexto normal y no-patológico – Freud salta de la crisis infantil narcisista de la transferencia del objeto amor (de si mismo hacia otros) a la crisis narcisista parental al criar al niño: “El amor de los padres, el cual es tan conmovedor y en el fondo tan infantil, no es mas que el narcisismo de los padres vuelto a nacer, el cual, transformado en objeto amor, sin duda revela su forma anterior” (8) De un modo simplista, Freud habla de todos los padres – y todas las etapas de desarrollo de la paternidad – como si fueran siempre iguales. Desde luego, no lo son. Tal como un niño se desarrolla en etapas, también lo hacen los padres; a medida que el niño se mueve – eso se espera – de la etapa del narcisismo primario, también lo hará un sistema parental saludable y “entenderá” su identificación con el niño y no vivirá a través de él. Cuando no son capaces de hacer esto, tal vez se desarrolle una familia narcisista. Desde nuestra perspectiva, existe una continuación del narcisismo, como lo existe de la habilidad parental. Eso no es lo mismo que decir que las observaciones de Freud sobre el narcisismo parental están completamente equivocadas. Nosotros, sin embargo, no vemos evidencia definitoria que esto sea verdad para la mayoría de los sistemas parentales; en vez de eso, se presenta como el peor caso. La teoría de lo que Freud llamó las “neuronas narcisistas”, la cual después se expandió en numerosos trabajos, puntualmente delineó las paradojas esenciales enterradas bajo el exterior narcisista. Estas paradojas se convirtieron en la inspiración de teorías y tratados sobre el tema desde Klein hasta Kohut: la grandiosidad enmascarando inseguridad, egocentrismo enmascarando baja autoestima, autoaborrecimiento enmascarado de amor propio.(6) Algunos teóricos después buscaron describir y explicar paradojas adicionales: fría indiferencia sacudida por episodios de furia narcisística (10): la creación de un falso yo para esconder y proteger al yo vulnerable y
sin valor, (11) y la inhabilidad de producir respuestas empáticas cuando la empatía es la clave terapéutica para desencadenar y liberar la personalidad narcisista. (12) Al mismo tiempo que entregaba lo que muchos estudiosos consideran el trabajo seminal sobre narcisismo, Freud también lanza una advertencia a los terapeutas: “En las neuronas narcisistas la resistencia es inconquistable; a lo mucho, somos capaces de echar una mirada inquisitoria sobre el borde de la pared y espiar lo que está pasando del otro lado” (13). Es un largo salto desde la hipótesis de Freud a la definición de narcisismo como desorden de la personalidad del DSM-III-R (Manual de Estadísticas y Diagnóstico). En el camino, han habido muchas interpretaciones y re-definiciones de las teorías de Freud, junto con aquellos cuyas teorías difieren de Freud. La mas notable tal vez sea la de Kohut, quien contribuyó al entendimiento de la psicología del ser y postuló acerca del rol que la empatía juega en la formación de síntomas en la niñez y la resolución de estas durante la terapia.(14). A pesar que el trabajo de Freud sobre el narcisismo no fue ni por mucho su esfuerzo mejor documentado o investigado, es la base de todas las demás teorías sobre el narcisismo. Literatura contemporánea: La Escuela Británica, Mahler, Kernberg, Kohut y otros. El periodo post-Freudiano dió a luz a numerosos adherentes de la perspectiva Freudiana, mas notablemente en la escuela de las relaciones-objeto. Esta influencia británica se ejemplifica en el trabajo de Melanie Klein, W.R.D. Faribairn, Harry Guntrip y D.W. Winnicott (15). Margaret Mahler ha emergido como la teórica mas prominente de las relaciones-objeto en los Estados Unidos.(16)
Klein La teoría de las relaciones-objeto de Klein, en esencia, discute la relación entre la madre y el infante durante el primer año de vida. El primer “objeto” - entidad separada de si mismo, ya sea existiendo como una entidad discreta, viable o como una representación
interiorizada mental – con quien el infante tiene una relación tal vez sea, por ejemplo, el pecho de su madre. La habilidad del infante de organizarse alrededor de la relación con la madre como un objeto de amor externo es un pre-requisito para el desarrollo saludable del ego. Mahler
Mahler describe el proceso del desarrollo saludable del ego en voluminosos escritos; una breve reseña de este proceso es: 1. La “Etapa normal de autismo” (17) (o el narcisismo primario d e Freud (18)), en la cual el niño se funde con la madre. 2. La “Etapa simbiótica”, en la cual el infante se vuelve consciente tanto de su habilidad de lograr el placer (distensión, como al estornudar o defecar) así como de obtener placer de su madre (al nutrirse y acurrucarse). Comienza a reconocer estímulos externos (objetos) y comienza a luchar por la homeostasis. Este es el comienzo del proceso de la separación-individuación.(19) 3. La etapa en la cual el narcisismo más probablemente se desarrolle, bajo la teoría de las relaciones-objeto, es la parada en el camino llamada crisis de la reconciliación. (20) Si en este punto el niño es enfáticamente apoyado en sus opuestas necesidades de autonomía y de fusión con su madre, pasará esta etapa y seguirá hacia la siguiente fase, la fase Edipal (23) Para nosotros, el punto clave de esta etapa se representa mejor con los primeros intentos de caminar del infante; realiza unos cuantos pasos, voltea a ver si la madre está todavía ahí, intenta otros mas, y enseguida corre de regreso a la seguridad de los brazos de su madre. En los casos donde la madre no lo suelta – o por el contrario, donde la madre no lo recibe de regreso – la semilla del narcisismo se planta. (Vea también el trabajo de Sophie Freud sobre el sobreamar/subamar, un síntoma de la familia narcisista (22)) Kernberg El estudiante mas notable de la teoría de las relaciones-objeto con respecto al estudio psicoanalítico del narcisismo es Otto Kernberg, profesor de psiquiatría de la Universidad de Cornell y autor del clásico
Condiciones Limítrofes y Narcisismo Patológico (23) Kernberg clasifica a la personalidad narcisista como un sub-grupo del desorden limítrofe de la personalidad. Distingue el narcisismo normal, el cual no incapacita la habilidad de tener relaciones-objeto, del patológico, el cual es visto como un serio deterioro de esta capacidad. Caracteriza a los narcisistas como excesivamente absortos en si mismos, intensamente ambiciosos, faltos de empatía, grandilocuentes, teniendo una necesidad inapropiada de alabanza y tributo de otros, y despreocupados de la comodidad de otros excepto en el nivel mas superficial. Experimentan el placer solo en la presencia de la admiración, y se aburren rápidamente sin ésta. Kernberg enfatiza las dualidades paradójicas mencionadas arriba (grandiosidad/inseguridad, y demás). Distingue el narcisismo del desorden de la personalidad limítrofe al decir que la personalidad narcisista “tiene un ser grandioso, cohesivo, sin embargo altamente patológico, el cual esconde la identidad interior difusa y sin propósito. (24). A pesar que fue Kohut quien acuñó el término furia narcisistica, Kernberg describe un tipo de furia que es vengativa y compulsiva; una necesidad para obtener “retribución” frente a un insulto o desprecio que amenace al bien defendido narcisista.(25). Kernberg describe tres niveles de narcisismo. El primero, que hace recordar a “los favoritos de los dioses” de Bach, son exitosos o talentosos lo suficiente para arreglárselas y recibir toda la admiración que requieren, y tal vez nunca vayan a terapia. Los segundos son parcialmente exitosos pero a menudo buscan tratamiento por su dificultad para mantener relaciones duraderas o por sentimientos generales de desorientación y desolación. Al tercer grupo pertenecen aquellos que probablemente han sido diagnosticados con el desorden de la personalidad limítrofe; se manejan claramente en un nivel limítrofe y manifiestan severos problemas en áreas de control de impulsos, tolerancia a la ansiedad y sublimación. (27). Estos narcisistas también muestran evidencia de rasgos paranoicos (enmascarados con arrogante desdén o desapego), creyendo que otros los están husmeando, esperando la oportunidad de perseguirlos.(28)
Mientras que Kernberg es un Freudiano clásico y tiende a usar términos médicos (tales como maligno y terminal) eso no sirve sino para agudizar la severidad - sino es que la desesperanza - de la condición narcisista, su exposición acerca de lo que el narcisista enfrenta en la adultez madura, (lo que comúnmente se llama “crisis de los cuarenta”) es compasiva y empática. Para citar sólo una pequeña parte: “[Debido a] la gradual toma de consciencia que las gratificaciones narcisistas de la juventud y triunfos pasados no están disponibles ya, y para evitar la dolorosa envidia de su propio pasado, el paciente narcisista es forzado a devaluar sus logros y victorias pasadas” (29) (Noten el contraste con respecto a la perspectiva de Kohut de la adultez madura, la cual se describe abajo) Kernberg indica frecuentemente que la agresiva cualidad subyacente s ubyacente del narcisista patológico, combinado con su envidia y necesidad de control, lo hacen un paciente difícil. Mientras Kernberg cree que el análisis puede ser de valor para los narcisistas patológicos, de todas maneras apunta que las dificultades de transferencia son extremas y representan un serio problema para el terapeuta. Esto es por la dificultad del narcisista de ver al terapeuta como un ser discreto, independiente del narcisista, y su correspondiente necesidad de devaluar tanto la habilidad del terapeuta como la naturaleza de la experiencia terapéutica. (30) Kohut Mientras Kernberg y otros se adhieren al modelo psicoanalítico de Freud, Heinz Kohut aboga por una mente abierta en términos de eficacia del modelo, incluyendo psicoterapia intensa y de corto plazo. (31) Kohut era un asistente profesoral en el departamento de psiquiatría de la Universidad de Chicago, un miembro de la facultad y analista en entrenamiento en el Instituto de Psicoanálisis de Chicago, y un profesor visitador en el área de psicoanálisis de la Universidad de Cincinnati. Como el lector verá mas delante, en muchas maneras ha sido un rebelde dentro de la comunidad psicoanalítica/psiquiátrica. En claro contraste con Kernberg, Kohut no ve al narcisismo como maligno o terminal; de hecho, ni siquiera ve al narcisismo patológico
como una entidad separada del narcisismo primario, sino como una fijación desarrollada por el ser primitivo. Kohut asevera que gran parte del lenguaje peyorativo en la descripción del desorden de la personalidad narcisista en el DSM-III-R tiene mucho que ver con un problema social de valores sesgados que con el desorden des orden en si. Ciertamente no está muy lejos de las simpatías de Jung, quien deplora el “empobrecimiento del simbolismo” e insta al regreso a la espiritualidad y verdadera individuación del ser (En “Arquetipos del Inconsciente”), o de Fromm, quien apunta que “el problema con nuestra cultura no es que exista mucho egoísmo, sino muy poco amor propio verdadero”(32) El primer libro de Kohut, Análisis del Ser, presenta su teoría de la psicología del ser. En pocas palabras, la alegría narcisista del niño es detenida, necesariamente, por el propio desarrollo del infante y la decreciente habilidad de la madre de satisfacer todas sus necesidades. Por tanto, el niño intenta aferrarse a esa felicidad narcisista al asignarle (1) una imagen grandilocuente y exhibicionista (el ser narcisista) , y (2) una imaginada e idealizada imagen conceptual – la fantasía del completamente devoto y todo poderoso padre de fantasía. Si todo marcha bien, el ser grandioso y exhibicionista será domado (socializado) y se integrará con el tiempo a la personalidad adulta capaz de satisfacer sus necesidades de acuerdo a su ego y cumplir sus propósitos. Yendo mas allá, si todo va bien, la imagen parental idealizada se integra en la personalidad adulta en la forma de ideales y valores. Sin embargo, si el niño sufre de algún trauma narcisista, el ser grandioso nunca se integra, y en su lugar se perpetúa la lucha por su satisfacción a un nivel primitivo, el cual Kohut describe como “un fracaso del ser-objeto ser-objeto arcaico”(34) Similarmente, si un niño sufre decepciones inapropiadas para su etapa por parte del padre a cargo, la imagen parental idealizada se mantiene intacta, y el adulto debe buscar sin descanso apoyo, seguridad y validación en el objeto transicional primitivo. El modelo de transferencia de Kohut, entonces, se vuelve fácilmente entendible a medida que el terapeuta permite al paciente ponerlo en el rol del padre idealizado. Ya sea que la falta de empatía parental
y/o constancia causaron la crisis narcisista, la transferencia puede restablecer la imagen idealizada, arcaica e imaginada del padre que mantiene el paciente, quien entonces puede retomar el proceso de desarrollo (transferencia idealizada). Del mismo modo, si el proceso terapéutico requiere un regreso al ser grandioso y arcaico, el paciente tal vez identifique al terapeuta con el rol del ser-objeto, alguien que existe para reflejar al paciente sus logros (transferencia espejeada). Kohut también fue responsable de reportar la furia narcisística, la cual se desarrolla a partir de un profundo sentimiento de decepción y perdida de los seres-objetos. Mucho de los escritos de Kohut tienen que ver con el análisis de la furia narcisística y su impacto sociopolítico (usa la teoría para explicar el arribo de Hitler al poder en Alemania, para dar un solo un ejemplo)(36). Mientras Kohut, tal como hace Kernberg, reconoce que la venida de la adultez madura presenta dolorosas dificultades al narcisista, particularmente de frente con el concepto Jungiano (37) de la depresión vacía basada en el “ser agotado”, (38) también cree que esta etapa en la vida tiene la posibilidad de transformación del narcisismo y el descubrimiento de la aceptación de la vida como es ahora. Para Kohut, “una cierta paz brota en la adultez madura”.(39) Otros teóricos y el DSM-III-R
Hay un número de teóricos que han hecho contribuciones significativas a este campo de conocimiento. Bach documenta peculiaridades cognitivas asociadas con el desorden de la personalidad narcisista. (40). El lenguaje, por ejemplo, toma un significado distinto: en vez de una comunicación clara de sentimientos, pensamientos o ideas, es usado en una manera autocéntrica para regular y aumentar la autoestima. De manera similar, el tiempo pierde su calidad impersonal y abstracta y es en vez calculada por su impacto interno y personal. Bach también comenta sobre la presencia de cambios de humor en el narcisismo, ya que los estados de ánimo son excesivamente dependientes de estímulos externos, del reforzamiento o falta de los mismos.(41)
Cooper (42) ha relacionado al narcisismo con las tendencias masoquistas, como lo han hecho también Storolow y Lachmann (43), y aún Kohut en una pequeña (e inconclusa) discusión del caso del Dr. Neiderland sobre la perversión homosexual masoquista, (44) mientras que Bach (45), Baumeister (46), Freud (47) y numerosos otros han relacionado al narcisismo patológico con el sadismo. Mientras que las definiciones, descripciones clínicas y programas de tratamiento para lidiar con el desorden de la personalidad narcisista son numerosos, para los practicantes clínicos en búsqueda de desembolso de terceros, todo lo anterior está delineado en el DSMIII-R. (48) 301.81 es el código del DSM-III-R para el desorden de la personalidad narcisista. La característica esencial es un desorden de personalidad caracterizado por los rasgos arriba descritos de grandiosidad, exagerado sentido de la auto-importancia, una necesidad exhibicionista de atención y aprobación, fantasías de éxito, fría indiferencia o marcados sentimientos de ira en reacción a amenazas percibidas al autoestima, perturbaciones en las relaciones interpersonales, falta de empatía. No hay información disponible sobre tales factores predispuestos para el sexo y los patrones familiares, mientras que el diagnóstico diferencial lista al desorden de la personalidad limítrofe e histríonica. Algunos terapeutas, sin embargo, aseveran que existe una inclinación hacia la designación de estos desórdenes como mas característicos de las mujeres. Conclusión Parafraseando a Chessick, el narcisismo tiene una amplia gama de significados. (49) Las teorías sobre el narcisismo que se han desarrollado van desde el normal (esencial) hasta la personalidad narcisista (patológica). La sinopsis anterior resalta las características mas sobresalientes de la teoría psicoanalítica en relación con el desarrollo del concepto de la familia narcisista. Apéndice B: Terapia con los Blake.
El siguiente caso, a manera de viñeta, es en realidad una combinación de dos sesiones de terapia con una pareja, los Blake.
Este caso en particular fue escogido porque las transcripciones de estas dos sesiones tocaron muchos temas que se cubren en el modelo de la familia narcisista, tanto en términos de material teórico explorado como de las técnicas usadas en terapia. La primera sesión se enfocó principalmente en ayudar a los Blake a “estrechar el enfoque” (a combatir la tendencia hacía la generalización) en sus discusiones y concentrándose en su estilo comunicativo - estableciendo “reglas justas de combate” y creando una atmósfera donde los temas centrales pudieran ser discutidos a salvo. En la sesión número dos, los Blake fueron entonces capaces de atacar los problemas de la familia de origen narcisista que componían el núcleo de sus problemas de comunicación. Al contar la historia de este caso, en donde los temas o conceptos de la familia narcisista – tales como leer la mente, “Hago, por tanto soy”, establecimiento de límites, y posesión de sentimientos – son discutidos, se han resaltado con {}, como por ejemplo {posesión de sentimientos}. Donde las demostraciones de técnicas terapéuticas específicas son usadas, especialmente en la sesión dos, están denotadas con los signos [], como por ejemplo [clarificación] Excepto por ediciones hechas con el fin de conservar la confidencialidad de los pacientes, el abreviado texto de estas dos sesiones presenta tal cual lo que ocurrió. La historia de los Blake
Al final de su terapia (concluida debido a la reubicación laboral del esposo), la Sra. Blake habló para preguntar si su esposo podía acompañarla en su terapia. La Sra. Blake era una sobreviviente de incesto que había estado en terapia durante dieciocho meses. A pesar que había hecho grandes avances, estaba aprensiva respecto a la interrupción de su tratamiento y la consecuente búsqueda de otro terapeuta una vez establecida en su nuevo hogar. Ya que el Sr. Blake había asistido con su esposa algunas veces para tratar temas específicos relacionados
con los efectos del incesto en la habilidad de su esposa para relacionarse sexualmente, él se sentía cómodo con el terapeuta, y no era necesario tratar temas de comodidad, seguridad o de lealtad terapéutica de manera previa. Primera Sesión
Cuando arribaron, los Blake estaban agitados. Trataron de hablar de cualquier cosa por unos momentos, pero era obvio que tenían una agenda y la encontraron algo embarazosa. Después de cruzar miradas y guiños, el Sr. Blake dijo, “Usted tiene que ayudarnos a comunicarnos mejor. Estamos sobre el cuello del otro todo el tiempo. No podemos cruzar dos palabras sin terminar peleando.” La Sra. Blake asintió. “Con la presión por mudarnos y todo, parece que cualquier progreso hecho se ha perdido. Me siento muy enojada con él todo el tiempo!”. “Oh, y no solo es ella”, brincó el Sr. Blake de manera protectora. “Ambos hemos estado enojados y perdiendo el temperamento mucho”. En este punto, era aparente que los Blake se estaban sintiendo incómodos. La Sra. Blake rápidamente se ponía a la defensiva con cualquier sugerencia de crítica, y el Sr. Blake corría a su defensa – aún ante la ausencia de ataque. A medida que el escenario se desarrollaba, se reveló que la tensión en la casa estaba causando una constante fricción entre los Blakes, y ellos eran incapaces de resolver un conflicto sin que otro ocupara inmediatamente su lugar. Los Blakes estaban perdidos; pero sabían que estaban tratándose grosera e injustamente, pero ambos se sentían bajo ataque y enojados la mayor parte del tiempo. El terapeuta sintió que serviría establecer reglas concretas [estrechando el enfoque], el tipo de lista que uno podía llevar a casa y colgar del refrigerador. Muchos pacientes encontraban estas sugerencias específicas muy efectivas para diluir la ansiedad temporalmente. Ya que tienen la seguridad que les da la lista, son capaces de relajarse y hablar sobre temas mas profundos. El terapeuta escribió la lista de impedimentos para una pelea justa en el pizarrón {creación de lista, adaptado de El Enemigo Íntimo de Block}
(1): - Los reclamos acusatorios que comiencen con “Tú” - Nombres acusatorios - “Flojo bueno para nada”, “Maldita mentirosa” y demás. - Referencias familiares - “Eres justo como tu madre!” (o padre, o hermano flojo) - Almacenar agravios – guardarlos para luego sacarlos durante una pelea - Referencias históricas - “Hiciste lo mismo la última vez que mis amigos estuvieron aquí!” (o en Fin de Año, o hace diez años) - “Siempre” y “nunca” - “Nunca me ayudas con los niños; Siempre tengo que hacerlo todo yo!” El terapeuta explicó que estas son técnicas que la gente usa comúnmente durante las peleas, y que son contraproducentes. Si el propósito de la pelea es ventilar sentimientos fuertes que tal vez sean contrarios y llegar a un acuerdo, entonces es importante mantenerse en el tema, manteniendo un estrecho enfoque, y evitando los estratagemas descritos. Son hirientes, amplían el enfoque y opacan la posibilidad de acuerdo. Los Blake rieron al ver la lista - y enseguida la anotaron. Individualmente, repasaron la lista y anotaron sus favorito. El Sr. Blake favoreció a los reclamos “Tú” y las referencias históricas. La Sra. Blake prefirió los reclamos “Tú”, los nombres acusatorios y el almacenamiento de agravios. Ninguno uso referencias familiares, pero ambos confesaron usar referencias históricas y “Siempre/Nunca” en ocasiones. Ambos pensaron que la lista era de ayuda, y que tal vez pudieran comenzar a reconocer esos estratagemas destructivos en si mismos y en los demás. Esto no era el fin del problema para los Blake. En realidad, ni siquiera trataba el problema real. Ya que estaba relacionado con el problema principal pero no lo aludía los pacientes no se sentían amenazados. Sintieron que habían aprendido algo útil, que ahora tenían algo concreto qué llevarse consigo (la lista), y que habían sido validados – si hay una lista, entonces otras personas también hacen lo mismo, y
no se encuentran solos (es decir, no eran singularmente deficientes, estúpidos, malos). La introducción de la lista estrechó el foco para los Blake; se relajaron, se rieron un poco, y comenzaron a ver su situación como un problema a resolver más que como una condición de su ser. No creyeron que su problema estuviese resuelto, pero sí tenían la esperanza que sus problemas pudieran ser tratados poco a poco – en piezas – y por tanto volverlos mas manejables. Segunda Sesión
Dos días después, los Blakes regresaron. Reportaron que sus interacciones verbales habían mejorado debido a la lista, pero su nivel de ira y frustración aún estaba alto. La Sra. Blake mencionó de nuevo que estaba extremadamente enojada con su esposo. “Simplemente no puedo hablar con él del todo – acerca de nada! Me hace enojar tanto todo el tiempo!”. “Ella parece estar muy enojada conmigo,” agregó el Sr. Blake en tono triste, después se animó a decir, “pero los dos hemos estado irritados el uno con el otro, no es solo ella”. Con una mirada explosiva, la Sra. Blake corrigió, “No estoy hablando de ti, John, estoy hablando de mi – acerca de cómo me siento. Y la mayor parte del tiempo me ignoras y no parece que te importe un bledo lo que siento!”. Sintiendo que la sesión se iba por la borda, el terapeuta preguntó a la Sra. Blake un ejemplo reciente donde su esposo pareciera no importarle sus sentimientos. Recordó un ejemplo inmediatamente: “Mis lentes! Necesito nuevos lentes porque no he estado viendo bien por un largo tiempo ya, y mis antiguos estaban lastimando mi nariz; son muy pesados. Aún si no lo fuesen, necesitaría nuevos de todos modos; necesito bifocales. De cualquier manera, continuamente le digo a John que necesito ir que me cambien la prescripción y recoger mis nuevos marcos, pero no pudiera importarle menos. Cada vez que le sugiero un momento para ir, tiene una excusa para no hacer el viaje. Desde luego, nada mas que le falte algo a su camioneta, y hace el viaje de veinticinco millas a la agencia de autos sin problemas. Así que, finalmente logré que me llevara, escojo mis nuevos lentes y los preparan mientras vamos
por un sándwich. Regresamos y ve la nota de venta y se vuelve loco! Quería matarlo! El dice, 'No pudiste encontrar lentes mas baratos?'. Y 'De verdad tenías que entintarlos verdad' en tono sarcástico. Me hizo sentir tan pequeña. Como si no fuese merecedora de tener unos lentes bonitos. Los hubiera regresado, de verdad lo hubiera hecho. Me quitó toda alegría.” Volteando a ver a su esposo ella dijo sollozando, “Siento que piensas que soy una basura”. “Cariño”, comenzó el Sr. Blake. “Si hubiese podido arrancar me la lengua lo hubiese hecho. Estaba simplemente sorprendido!” Volteando al terapeuta, preguntó: “No estaría sorprendido si alguien le pasara una nota de venta de trecientos dólares? Por unos lentes?” De vuelta a su esposa, “Lo siento, exageré. Fue temporal. Estoy feliz que hayas encontrado tus lentes. Sé lo mucho que los necesitabas. Pero te he dicho un centenar de veces. Qué mas quieres de mi?” El terapeuta agradeció a ambos su recreación del evento y alabó su voluntad de discutirlo [retroalimentación positiva]. “Dígame de nuevo, Pam, como se sintió cuando John se enojó” La Sra. Blake dijo, “Me sentí – pequeña. Como si hubiese ido mas allá de mis límites. Como – si no fuese valiosa” {posesión de sentimientos}. “Qué sintió que John estuviese realmente pensando y sintiendo?” “Sabía lo que estaba sintiendo! Él me estaba odiando. Pensó que no era merecedora de ese dinero. Él pensó que yo era una fea y terrible persona por comprar lo que quería con su dinero arduamente ganado – aunque dije que yo los pagaba. Y lo hice. Pagué por ellos. Esa es otra cosa. Le dí el dinero” {lectura de mente}. El terapeuta levanto su mano, realizó el gesto de “tiempo fuera” y dijo, “Sé que hay más pero quiero enfocarme sólo en este punto por el momento [estrechando el enfoque]. De acuerdo?” La Sra. Blake asintió. El terapeuta volteó a ver al Sr. Blake, quien lucía miserable. “Honestamente”, comenzó, “Nunca quise...” De nuevo, el terapeuta llamó un tiempo fuera. “John, voy a pedirle que conteste unas preguntas, y quiero que conteste tan
honestamente como pueda. Sé que usted quiere comunicarse, y llegaremos a esa parte eventualmente, lo prometo. Ahora – honestamente – quería usted ir a la ciudad a comprar los lentes de Pam?” El Sr. Blake observó dudoso al terapeuta, y luego a su esposa. “Bueno...sabía que necesitaba sus lentes – y por supuesto quería que los tuviese!” El terapeuta clarificó: “Pero era una prioridad para usted? Era algo que usted ansiaba hacer cuando se levantaba? Algo como, 'Oh, Wow! Que bien! Hoy voy a llevar a Pam que compre sus lentes! Oh, gracias, gracias Dios!'” Ambos estaban riendo [Humor/hipérbola]. “No,” respondió sonriendo el Sr. Blake. “Ciertamente no me sentía así! Realmente no estaba en mis planes ese viaje. Quiero decir, sabía que tendríamos que ir por ellos tarde o temprano, pero odio manejar con todo el tráfico y las obras en construcción y los turistas”{posesión de sentimientos}. “Quiero que me quede claro”, dijo el terapeuta. “Usted sabía de algún modo que irían a conseguir esos lentes, pero no era una prioridad para usted, y no estaba en sus planes próximos hacer el viaje. Es esto correcto?” {clarificación} “Sí, así es como me sentía”. Asintió el Sr. Blake. “Y luego cuando llegó al lugar, se sintió irritado con la cantidad a pagar, es esto correcto?” “Bueno si,” Afirmó el Sr. Blake, “Pero solo porque era mucho dinero y no me lo esperaba! No tenía que ver con...” El terapeuta señaló otro tiempo fuera. “Le molestó gastar trecientos dólares en lentes?”, preguntó. “Sí,” contestó el Sr. Blake. {posesión de sentimientos}. “Bueno, no estaba exactamente emocionada yo tampoco!” Pam agregó. El terapeuta asintió y sonrió, pero regresó al Sr. Blake. “Veamos si lo
entiendo. Usted sabía que ella necesitaba lentes, usted no estaba emocionado con el viaje, y cuando usted finalmente fue, le incomodó la cantidad a pagar. Hasta aquí, es esto preciso?” “Hasta aquí, si.”, aceptó el Sr. Blake. El terapeuta se reclinó, luciendo satisfecho. “Ahora lo entiendo. Obviamente usted odia a Pam y desea que estuviera muerta” [extensión, hipérbola]. Ambos lucían momentáneamente impactados. Luego la Sra. Blake comenzó a reír, y el Sr. Blake, a chisporrotear. El terapeuta continuó: “Hey – es muy aparente para mi. Qué mas pudiese significar? Dijo que estaba enojado con el precio de los lentes. Pero usted sabía que en realidad quería decir que la odiaba! Usted podía leer su mente, no es eso correcto, Pam?” Había un semblante de reconocimiento, pero la Sra. Blake estaba confundida. “No estoy segura. Quiero decir, n o creo que en realidad él haya pensado eso!” “No fue así?”, el terapeuta preguntó. “Piénselo de nuevo, Pam. Recuerde lo que sintió cuando John expresó su enojo. En realidad creyó que sólo estaba hablando de los lentes? Cómo se sintió para usted?” La Sra. Blake comenzó a mover la cabeza sollozando. “Cuando usted estaba en la óptica, y John se enojó, usted se sintió como una mujer adulta y competente en ese momento?” La Sra, Blake movió de nuevo su cabeza, indicando que “no”. “Cómo se sintió usted?” el terapeuta inquirió. “Como una niña pequeña”, respondió, secándose las lágrimas. “Es como, cuando se enoja conmigo – cuando cualquier persona se enoja conmigo – me siento como una niña pequeña” {viejas cintas}. “Usted sintió que John desaprobaba lo que usted hizo, o la desaprobaba a usted? Odiaba el precio de los lentes, o la odiaba a usted?”
“Siento que...” Paró y comenzó a sonreír, luego dijo, “como si me odiara y desearía que estuviera muerta”. Observó al terapeuta. “Suena ridículo cuando lo digo, porqu e se que no es verdad. Pero usted tiene razón. Así es como me siento en ese momento”. {generalización, Hago...Soy}. El Sr. Blake se recargó sobre ella y tomó su mano. “Cielo”, dijo, “Yo nunca – honestamente – sentí como si...” La Sra. Blake interrumpió. “John, sé que eso no es lo que quisiste decir. Realmente. Pero así se sintió en ese momento. Suena ridículo. Pero así es como me sentí, en ese instante.” El terapeuta se metió en la conversación. “De acuerdo. Esto es genial! Pam, John, ustedes están tras algo aquí. Quiero que vayan un poco mas lejos con esto. Eso está bien con ustedes?” [retroalimentación positiva]. Ambos asintieron con entusiasmo. “Seguro”. “Vaya por él!” El terapeuta se inclinó hacia el Sr. Blake, y dijo, “John – honestamente, ahora – qué preferiría hacer? Se reclinó de vuelta, sosteniendo un dedo en el aire hablando graciosamente. “Numero uno – llevar su camioneta al taller, estar con los muchachos hablando de amortiguadores, dobles cabinas, y toda clase de cosas de camionetas, o” - ahora el terapeuta sostenía dos dedos y volteando sonriendo sospechosamente hacia la Sra. Blake, quien estaba riéndose silenciosamente - “manejar treinta millas a través del tráfico hacia la ciudad solo para esperar tres horas por el privilegio de pagar trecientos dólares por unos lentes que nunca se pondrá?” {ser realista}. El Sr. Blake estaba riéndose ahora, también. “Me declaro culpable de lo primero” “Aha!” dijo el terapeuta. “Justo lo que sospeché!” Y luego se volteó hacia la Sra. Blake, quien estaba todavía riéndose en silencio
acariciando la mano de su esposo. Se inclinó hacia adelante, llamando a la Sra. Blake que hiciera lo mismo, y mencionó con la voz graciosa. “Pam, dígame la verdad. Qué preferiría hacer: Ir a la joyería y probarse unos anillos de diamante, por dos u once horas, o darle a su cansado marido un masaje en el cuello? Qué preferiría hacer?”[hipérbola]. “Usted me conoce muy bien. Preferiría darle el masaje si realmente lo necesitara, pero...” Hizo una pausa vacilante. “Qué preferiría hacer – para usted?” el terapeuta reviró. “Bueno me gustaría mucho ir a la joyería y probarme unos diamantes. Preferiría hacer eso que – comer helado!” {posesión de sentimientos/preferencias}. “Eso quiere decir, entonces, que odia a John? Quiero decir, si usted prefiere ir a la joyería que hacer algo que le interese a él – como ir al taller o comprar cosas de computadoras o darle un masaje?” preguntó el terapeuta. “No.” “Quiere decir que algunas cosas tienen mas prioridad para usted que para él?” “Si, supongo”. “Y es eso poco razonable? Es decir, usted es una bruja egoísta si prefiere a los diamantes que a las camionetas? O es usted una persona normal con preferencias propias?” “No estoy segura,” Respondió la Sra. Blake. “Me siento culpable si quiero algo distinto a lo que el quiere. Siento que él piensa que soy una bruja egoísta.” “Así que usted puede leer su mente de nuevo. Vamos a ahorrarnos eso por un minuto. Pam, usted realmente cree que todas las
personas casadas deberían de querer igualmente las mismas cosas? Realmente cree que a usted deberían gustarle las camionetas?” “No, creo que no. Cuando lo pienso, creo que está bien que a mi me gustan cosas que a él no.” Se animó a decir la Sra. Blake. “Maravilloso. Regresemos a los lentes. Usted diría que el comprar esos lentes era una prioridad para usted? Que usted los quería y necesitaba, y que estaban justo aquí” - el terapeuta señaló su frente - “en su mente gran parte del tiempo?” “Sí, definitivamente. Realmente los necesitaba. No era solamente p or vanidad tampoco...” El terapeuta sonrió, levantando su mano para silenciarla. “Estamos hablando de preferencias y sentimientos. Existen por su cuenta; no necesitan justificación” La Sra. Blake asintió. “Muy bien. Aquí hay una caja” El terapeuta dibujó una pequeña caja en el aire con sus manos. “Esta caja está marcada 'Lentes de Pam'. Aquí dentro vamos a poner los sentimientos y preferencias de Pam hacia sus lentes. Sus sentimientos de necesidad, su sentido de urgencia, su deseo de unos marcos mas ligeros y el tinte rosado, lo que sea. Ésta caja está llena con los sentimientos y deseos acerca de sus lentes. Correcto?” Los Blakes asintieron. “Ahora, Pam, tome esta caja. Le corresponde.” El terapeuta le dio la “caja” a la Sra. Blake. “Puede ponerla en su regazo”. La Sra. Blake cuidadosamente la colocó en su regazo. “Cuídela mucho. Es valiosa para usted. Tiene sus sentimientos dentro.” La Sra. Blake sonrió, y acarició la “caja” {compartimentalización}[cajas]. El terapeuta se dirigió ahora al Sr. Blake. “John, aquí está una caja”. Dibujó otra “caja” en el aire. “Ésta caja también etiquetada 'Lentes de Pam' – tal vez la etiqueta es color azul, y la otra es rosa. De cualquier manera, ésta caja será llenada con sus sentimientos hacia los lentes de Pam. Que usted quiere que los tenga, que usted odia el manejar,
que son demasiado costosos. Ahora, tenga.” El terapeuta le pasó la caja. “Está pesada”, comentó el Sr. Blake. “Apuesto que si!” El terapeuta validó. {compartimentalización}[cajas]. “Ahora cada uno tiene su caja. Eso está bien con ustedes?” Preguntó el terapeuta [clarificación]. Los Blake asintieron. “John, está usted cómodo con su caja – o preferiría la de ella?” “La mía esta bien”, dijo el Sr. Blake. “Le importa que ella tenga también tenga una que es diferente a la suya?” Preguntó el terapeuta. “No, ella puede tener una propia. No me molesta,” respondió riendo. “Grandioso. Genial. Me encanta esto! Pam, usted está cómoda con su pequeño paquete? Esta bien con usted?” “Sí, me gusta. Es mío”, dijo la Sra. Blake. “Él tiene una caja. Representa un problema para usted?” “No. Él tiene la suya – Yo tengo la mía. Está bien. Pero él no puede tener la mía, “ agregó, con falsa severidad. “Quiere usted la de él?”, preguntó el terapeuta. “No. Me quedaré con la mía, gracias”, reviró la Sra. Blake. “Una última pregunta, Pam. Si John cambia lo que está en su caja – la re-acomoda, le quita alguna cosa, agrega una o dos mas – eso afecta la de usted? Eso quiere decir que usted tenga que hacer algo con su caja, también? Cambiarla, de alguna manera?” [ser realista]. La Sra. Blake pensó por un momento. “No lo creo. Quiero decir, lo que está en mi caja es muy personal. Tal vez se vea afectada, pero no creo que suceda. Quiero decir, lo que siento es lo que siento. Mis sentimientos cambian, pero eso viene de aquí dentro” - apuntando a
su cabeza - “no allá afuera. La respuesta para su pregunta es, no”. Muy bien amigos. Lo que ustedes han dicho es que ambos tienen sentimientos, preferencias, prioridades. Son de ustedes. Tienen el derecho a ellos. Son personales. Está bien que sus sentimientos acerca del mismo tema difieran. En otras palabras, Pam puede tener una lista de sentimientos acerca de sus lentes. Mas aún, estos sentimientos se encuentran en una caja; son de un número limitado, manejables. No son de ninguna manera cósmicos, ilimitados, esparcidos en otras cincuenta cosas – son sólo sobre un solo objeto. Usted puede ponerlos en una caja. Pero son únicamente sobre los lentes. No son acerca de Pam o su valor, o ninguna otra cosa. Todos los demás temas tienen sus propias cajas. Están de acuerdo con esto? Sienten que va con ustedes? (clarificación). Ambos Blakes estuvieron fuertemente de acuerdo, y gustaron del concepto. Después de algo de discusión, regresaron al tema original. “Digamos que hay luna llena, o un eclipse solar, o algún tipo de acontecimiento extraño y ustedes olvidan esto acerca de las cajas y los sentimientos. Simplemente desapareció. Y – vayamos con usted de nuevo, Pam – tiene algo que es muy importante para usted. Ayúdeme, qué podría ser?” La Sra. Blake respondió inmediatamente: “Esta es una buena. Ir a la tienda china. Desesperadamente necesito nuevos platos antes que nos vayamos, y John piensa siempre en veinte millones de razones por las cuales no ir. Me siento herida con el hecho que él no pueda darse el tiempo; realmente quiero ir” {Comunicación Adulta Efectiva}. “Eso es perfecto. Digamos que un día usted trae de regreso el tema, y él dice que no puede ir porque...qué?” El terapeuta volteó a ver al Sr. Blake. Continúa el Sr. Blake, “Porque estoy muy cansado; el trabajo ha sido un infierno últimamente, y planeé tomar un día para relajarme y dedicarme a cosas mas placenteras.”
“Cómo se siente usted, Pam? Recuerde, usted ha olvidado todas loas cosas de las que hemos hablado hoy.” “Me siento herida. Él no podría amarme mucho si no le importasen los platos. Estoy herida y enojada.” Dijo la Sra. Blake. “Él dice que está cansado, pero usted puede leer su mente. Usted sabe lo que eso significa – él la odia y desea que muera!” (Ambos comienzan a reír) “No es correcto?” Los Blake asintieron, y la Sra. Blake dijo, “si”. “Qué tal si tan solo usted verificara eso? Si, solo para estar absolutamente seguros que su aparato lector de mentes está funcionando perfectamente, usted le pregunta si eso es lo que quiso decir. Algo como, 'Tu dices que no quieres ir porque estas realmente cansado, pero creo que quieres decir que me odias y que deseas que estuviese muerta. Es eso lo que dices?' Podría hacer eso, Pam?” [ser realistas]. “Podría hacerlo. Me sentiría un poco tonta”, dijo. “Pero lo piensa, no es así”, la Sra. Blake asintió. “Y usted actúa en base a esos sentimientos. Así que, por qué no verificarlos? Inténtelo.” Los Blake finalizaron la actuación, en la cual Pam preguntaba a John si él la odiaba y deseaba que estuviese muerta. En medio de algo de comicidad, él fue capaz de clarificar sus sentimientos, y ella fue capaz de expresar mejor sus sentimientos de urgencia. John fue capaz de indicarle el momento que su agenda le permitiría ausentarse medio día del trabajo {establecimiento de límites}, y ellos acordaron hacer el viaje algún día de la siguiente semana. Conclusión
La Sra. Blake era una sobreviviente de una familia abiertamente narcisista. En ésta sesión un número de problemas con su familia de origen brotaron a la superficie, haciendo que la comunicación adulta respetuosa fuese difícil. La experiencia con la familia de origen de la
Sra. Blake, como se mencionó anteriormente, fue caracterizada por el incesto. Pero sus problemas y déficit de habilidad se encontraban dentro de los compartidos por muchos adultos niños de familias narcisistas.