Universidad Teológica de América Central, Monseñor Óscar Arnulfo Romero Curso: Lógica, Retórica y Argumentación Código: BF-011 Profesor: Eduard Ortiz Pineda Estudiante: Rodrigo Antonio Montenegro Jiménez Trabajo Final - Ensayo basado en argumentos para defender un aforismo Fecha de entrega: 14 de junio de 2016 La esperanza es el peor de los males pues prolonga el tormento del hombre.
Friedrich Wilhelm Nietzsche
Estas palabras de Friedrich Nietzsche fueron pronunciadas en su libro Humano, demasiado humano de 1878, y desde entonces, siguen siendo el centro de discusiones
apasionadas donde se hace el intento por emplearlas para defender o atacar por igual la esperanza de los seres humanos. Hoy deseo aprovechar este espacio frente a ustedes, estimados profesor y compañeros, para demostrarles por qué motivos sostengo que Nietzsche tenía razón al expresarse de esa manera. Por medio de los argumentos que voy a señalar, espero abarcar las distintas perspectivas desde las que tiene solidez sostener esta visión de un pensador contemporáneo tan influyente como ha sido Nietzsche. Antes de manifestar manifestar los argumentos argumentos que les voy a compartir, primero me parece muy importante que conozcan el contexto en el que fue escrita esta frase, es decir, la manera en que su autor la expuso en Humano, demasiado humano, y para ello entender el propósito general de dicho texto nos será de mucha ayuda. El aforismo que nos compete fue formulado por este filósofo durante su estadía en Sorrento, Italia, en un momento de ruptura para su planteamiento filosófico; de hecho,
Humano,
demasiado humano sería su primer documento con estilo denunciante y marcaría un
nuevo rumbo para su manera de pensar. Entonces, el objetivo global de este documento fue denunciar el idealismo que se envolvía en buenas formas y modales con los que la sociedad del siglo XIX pretendía acomodarse a la realidad, con la intención de manifestar que ese idealismo le es ajeno, pues él en lugar de contentarse con ideales, lo que ve es sólo lo humano, ¡lo demasiado humano!
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El capítulo 2 de Humano, demasiado humano titulado “Para la historia de los sentimientos morales” Nietzsche lo dedica al ataque de los valores fundamentales que
sostiene la sociedad de su tiempo, con la viva intención de derrumbar las convicciones morales y religiosas de su época. Aquí es donde entra el numeral 71 en el que trata el tópico de La esperanza (Nietzsche, 1878, p.32), que es el tema central que a continuación trataré de defender. Cuando este autor trata el tema de la esperanza, se basa en el mito griego de Pandora, en el cual Zeus hace un regalo al mortal Epimeteo, que incluía a Pandora (la
primera mujer) y a un vaso sellado (conocido como “el vaso de la dicha”) que contenía todos los males del mundo. Es bien conocido que este relato expresa cómo Pandora se vio seducida por la belleza del vaso, y no pudo soportar la curiosidad de abrirlo, sin embargo es muy posible que se nos olvide la parte del mito en que Zeus le solicita a Pandora sellar de nuevo el vaso, cuando solo quedaba dentro un único mal: la esperanza. Desde ese momento, dice Nietzsche, los seres humanos llevamos dentro el vaso de la dicha, y vivimos pensando maravillas del tesoro que supuestamente poseemos dentro de él, cuando en realidad, desde un inicio, este vaso solamente contenía males. Es cierto que este vaso expulsó la mayoría de males que guardaba en un inicio, pero dentro le quedó la mayor de las infelicidades: la esperanza. De acuerdo con Nietzsche, el propósito de Zeus para retener la esperanza dentro del vaso fue que la humanidad pudiera conservar la vida, para que así tuviera una extensa tortura provocada por todos los demás males que ahora dominaban el mundo. De aquí proviene la famosa frase que nos atañe: Zeus dejó al hombre la esperanza, que es en verdad “el peor de los males, porque prolonga los suplicios de los hombres”
(Nietzsche, 1878, p.32). Como puede verse, Nietzsche no formula una manera nueva de apreciar la esperanza, simplemente retoma la perspectiva helénica acerca de la misma, por lo que no hablamos aquí meramente de una defensa del pensamiento nietzscheano, sino de una forma de concebir la esperanza que surge en los orígenes de la que posteriormente sería la cultura occidental, con la diferencia de que el pensamiento judeo-cristiano
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terminaría por modificar bastantes de sus contenidos, incluyendo la definición de “esperanza”.
Con la intención de que además partamos de un lenguaje común a la hora de referirnos a la esperanza, es importante recurrir a la definición del Diccionario de la Lengua Española, el cual determina que la esperanza es el “e stado de ánimo que surge
cuando se presenta como alcanzable lo que se desea ” (Real Academia Española [RAE], 2014). Tratando de especificar mejor las palabras que podrían ser ambiguas en dicha definición, cabe destacar que el mismo diccionario especifica el “estado de ánimo ” como una disposición personal, y “desear ” como el anhelo de que acontezca el objeto del deseo ( ibíd ). En otras palabras, la esperanza es la disposición personal que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se anhela que acontezca. La anterior definición hace posible notar, desde la vida cotidiana, porqué puede sostenerse que la esperanza es un mal. ¿Es que acaso los deseos que tenemos los seres humanos son todos realizables?, más aun, ¿el mundo de los sueños no está lleno de ideales que realmente no pueden tenerse en la realidad? La crítica que realiza Nietzsche a sus contemporáneos con respecto a la esperanza es el hecho de que esa actitud ante los deseos en lugar de motivar a la acción provoca que las personas se vuelvan pasivas y simplemente se pierdan en el anhelo por ver realizados sus sueños en lugar de atender las situaciones inmediatas que exigen su participación. Según Brizi (2011), la esperanza puede mantener a la persona estancada en sus problemas, ya que “ puede crear una ilusión de que mañana todo mejorará ” (párr. 3),
pero si no se hace nada por crear un mañana mejor, los problemas seguirán estando. Así, en palabras de esta psicóloga, es posible que la esperanza “adormezca” ( ibíd ., párr. 4), lo cual se traduce en una forma de alejarse del presente y transportarse al futuro, para evitar la realidad ( ibíd., párr. 5). Esta idea es secundada por Artacho y Cano (2009), quienes sostienen que “a veces la esperanza pareciera ser la mejor forma de enfrentar una realidad no deseada. No obstante, luego nos encontraremos que la esperanza no es más que un recurso para evadir la realidad” (p.2).
Un ejemplo claro de esta situación lo podemos reconocer en aquella persona que sueña con tener su propia casa, un vehículo, la pareja ideal y el trabajo que más le
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agrada. Estas ensoñaciones pueden provocar que no se aprecien las realidades presentes, y en su lugar exista una disconformidad que puede afectar significativamente la situación de vida que se tiene en el presente. Pero también es posible ubicar esta situación en los casos de las relaciones amorosas que han terminado, y sin embargo uno de los miembros desea recuperar la relación mientras el otro se opone rotundamente. La persona que sigue enamorada continuará alimentando la esperanza de que la relación se recupere, y esto posiblemente le impida abrirse a la posibilidad de conocer a otra persona que pueda convertirse en su siguiente pareja. ¿Vale la pena negarse la felicidad por seguir aferrado a una persona que ya no está dispuesta al amor? Otra línea que puede ayudar a reconocer en la esperanza un camino ilusorio es llegar a la conclusión, como lo hacen Artacho y Cano (2009) de que la máxima que se contrapone a la esperanza es: “Nadie puede hacer el trabajo por ti” (p.2), es decir, la
responsabilidad ante la vida es la que invita a dejar de lado la esperanza para asumir la propia vida y encargarse por lograr los objetivos que se plantean. En este sentido, continúan los autores, “la esperanza convierte al hombre en un niño, al no dejar que éste asuma el control de sus actos” ( ibíd., p.2); esto último lo dice pues la esperanza,
como ya se dijo antes, lleva al ser humano a entrar en un estado pasivo y dañino, cuando lo contrario es un estado de actividad, que lleva a actuar con la fuerza de la voluntad (ibíd., p.2). Por esta razón me atrevo a decir que la esperanza se contrapone a la voluntad, la anula y la ahoga “en un baño de irrealidad” (p.2) .
También, es importante considerar la perspectiva de Jordà (2003), quien expresa que el ser humano puede experimentar la preocupación de que, a pesar del duro trabajo en pos de alcanzar un deseo, éste se aleje más y más. Con un trasfondo similar es que Federico García Lorca expresa: “El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida” (citado en Jordá, 2003, párr. 8) . Para Jordà,
en este momento surgen decepción, desconfianza, desesperación y desilusión (Cf. ibíd., párr. 9).
Aquí me gustaría transportar nuestros pensamientos a esos casos que hemos escuchado en nuestros propios países sobre madres que se desviven buscando a sus
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hijos desaparecidos después de que no se han tenido pistas de ningún tipo para ubicarlos. Esa esperanza es como una espada que atraviesa el corazón de esas pobres mujeres, y las pequeñas “noticias” que les levantan el ánimo pero no llevan al camino
seguro de encontrar a sus seres queridos, lo único que logran es despedazarlas más y más. Es en una situación semejante que toma sentido la expresión de Benjamín Franklin: “El que vive de esperanzas corre el riesgo de morirse de hambre” (citado en Jordá, 2003, párr. 9). Es por esto que retomo el ideal ético planteado por Nietzsche para la humanidad: abandonar a los hombres débiles, caracterizados por la mediocridad, dependientes unos de otros y, sin lugar a dudas, aferrados a la esperanza, para conseguir el “valor y fin de la humanidad ” (Aparicio, Orozco y Preciado, 2005, p.232) que es la creación de superhombres, que van más allá del bien y el mal, y son capaces de actuar y alcanzar el éxito sin importar su precio. Como dijo Aristóteles: “ La esperanza es el sueño del hombre despierto ” (citado en
Jordà, 2003, párr. 20), y por eso es que hoy los invito a que, estando despiertos, destierren por completo la esperanza y empiecen a actuar para convertirse en superhombres.
Referencias bibliográficas Aparicio, F., Orozco, J. y Preciado, N. (2005). Reflexiones sobre ética mínima. Prolegómenos. Derechos y Valores, 8(16), 227-240. Obtenido desde http://datateca.unad.edu.co/contenidos/100001/100001_2004_II/ReflexEtica.pdf Artacho, B. y Cano, M. (2009). La esperanza de Pandora. Obtenido desde https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/10670/6/La%20esperanza%20de%20Pa ndora.pdf Brizi, M. (2011). El lado negativo de la esperanza . Obtenido desde http://www. psicologiazen.com.ar/2011/02/el-lado-negativo-de-la-esperanza.html Jordà, V. (2003). La esperanza: lo último que se pierde . Obtenido desde http://www.proverbia.net/boletines/boletin017.html Nietzsche, F. (1878). Humano, demasiado humano . Obtenido desde http://www.alejandriadigital.com/wp-content/uploads/2015/12/Nietzsche-friedr ich-humano-demasiado-humano.pdf Real Academia Española. (2014). Diccionario de la Lengua Española . 23 ed. Obtenido desde http://dle.rae.es/
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