Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras SUA Historia Profesora Diana Barreto Ávila Análisis Historiográfico La Bruja, Jules Michelet Arturo Ramírez Ramos 1.-Jules Michelet El historiador francés Jules Michelet (1798-1874) es considerado el ejemplo más representativo de los historiadores románticos. Fue profesor asociado en la Escuela Normal Superior, jefe de la división de los Archivos Históricos Nacionales en en 1831, profesor de La Sorbona desde desde 1834 hasta hasta 1836, profesor de historia en el Collège de France en 1838. Una característica que se destaca de su biografía es que siempre, en cualquier oportunidad, utilizaba los medios a su alcance para para la investigación seria, basada en en los documentos de de consulta directa. directa. Tuvo de influencias influencias a filósofos de de la historia alemana como Herder y al italiano Vico, el cual trato de abarcar gran parte del conocimiento y del conjunto de la evolución humana. Sus primeras obras fueron textos escolares. Entre 1825 y 1827, produjo diversos esbozos, tablas cronológicas, cronológicas, etc., de la historia moderna. Su demarcación del tema, publicada en 1827, es un libro sano y moderado, moderado, mucho mejor mejor que cualquier cualquier cosa publicada antes antes de él, y escrito escrito en un estilo sobrio pero interesante. El mismo año fue nombrado "maestro de conferencias" en la École normale. Cuatro años después, en 1831, su Introduction à l'histoire universelle muestra un estilo muy distinto, exhibiendo la idiosincrasia y el poder literario del escritor, desplegando también las cualidades de visionario especializado que hacen a Michelet más estimulante, aunque menos digno de confianza como historiador. Para José Emilio Pacheco, Jules Michelet tiene que ser reveindicado en su papel de historiador: “La reivindicación de Michelet comenzó en 1940. Edmund Wilson en Hacia la estación
de Finlandia situó el origen ori gen de las ideas revolucionarias posteriores a 1789 en el momento en que el joven Michelet descubre, al leer la Scienza Nuova de Giovanni G iovanni Vico, que el mundo social es obra de los hombres, la sociedad humana tiene un carácter orgánico y la historia es una corriente única y no una sucesión de aventuras fragmentarias. Más tarde Georges Bataille La littérature et le mal, 1957y Roland Barthes Michele par lui même, 1954, y su introducción a La sorciére, 1959, nos dieron todos los elementos necesarios para una nueva lectura de Michelet. Carlos Fuentes empleó un epígrafe de La bruja para su magistral novela corta Aura 1962. Gaëtan Picon descubrió en las lecciones que el gran historiador dio en el Colegio de Francia en 184748 ( El estudiante , SigloXXI, México) a un precursor de mayo de 1968 que vio a la juventud como clase clase social particular, particular, capaz de rehuir el condicionamiento condicionamiento y de hacerse hacerse una contra educació n”. Tras el golpe de estado de 1851, Michelet pierde su posición en los Archivos, por negarse a rendir honores al Imperio. Pero el nuevo régimen no hizo sino revivir su fervor republicano, y su segundo matrimonio (con Adele Malairet, una dama con ciertas capacidades capacidades literarias y de simpatías republicanas) parece haber estimulado aún más su poder. Al tiempo que que continúa trabajando trabajando en su obra histórica monumental, monumental, emprende una serie de pequeños libros extraordinarios que le acompañarán acompañarán y diversificarán. Todo este tiempo libre en sus últimos años, no sólo lo usa para completar su obra histórica,
sino también a componer una especie de meditaciones líricas sobre la naturaleza, las aves, insectos, así como el derecho de aceptar cualquier relajación poético, y encontrar de nuevo, de otra manera, el culto romántico de la vida omnipotente y universal. 2.-La Bruja Jean Michelet escribe un libro que se antoja indescriptible: ¿historia de la cacería de brujas en la Edad Media, fabulas de las mujeres reprimidas en el medievo, un reclamo y justificación del ser femenino o una narración sugerente, descarnada y extensamente bella sobre el papel del arquetipo de la bruja en el mundo medieval? Quizá todas al mismo tiempo. Lo que si es indiscutible, es que Michelet documenta de manera descriptiva, con curiosidad y poniendo atención en los detalles, la historia del mito de la Bruja, su papel en la etapa medieval y la reivindicación de ella sobre el estigma que le había puesto la iglesia. Revistar el papel femenino parece ser el objetivo final del historiador francés pero al mismo tiempo atacar el conservadurismo doble moral de la iglesia católica que había condenado a la mujer a un dominio exclusivo del hombre. Pero, qué es la bruja para Michelet: Eran parteras, alquimistas, perfumistas, nodrizas o cocineras que tenían conocimiento en campos como la anatomía, la botánica, la sexualidad, el amor o la reproducción, y que prestaban un importante servicio a la comunidad. Conocían mucho de plantas, animales y minerales, y creaban recetas para curar, lo cual fue interpretado por los grupos dominantes del medievo como un poder del Diablo. La bruja se forma como arquetipo del mal, de lo que no se debe hacer: la vieja dicotomía entre el deber ser y el ser se impone al papel femenino en todos los órdenes. La mujer está poseída por el diablo si representa una amenaza para el orden establecido con base a muertes y miedos. En este texto, Michelet explica que la tarea del historiador consiste en recuperar la experiencia vivida por las generaciones muertas. Somos nada más un eslabón en la cadena humana; el presente lleva las señales que le ha impreso el pasado y no podemos actuar si no tenemos conciencia histórica. Lo que se propuso y logró en La Bruja fue rescatar del oprobio el mundo de la brujería, descubrir en archivos y documentos qué fuerzas sociales obligaron a la mujer a convertirse en bruja, contempla a la hechicera en tanto que ser humano viviente y doliente. La ataca por no ser fiel a las enseñanzas que dice predicar; por convertir al Dios de los pobres y de los indefensos en aliado involuntario del rico y del poderoso. La bruja no traza una historia de la hechicería sino transmite la narración de una realidad viva: la hechicera”.
La Bruja está dividida en dos libros. En el primero, Michelet abandona el rigor del estudioso y narra, con las herramientas propias del prosista, la historia de la bruja, la hechicera arquetípica. Ella en un inicio es la mujer campesina, noble e inocente, casada con el siervo que obedece al gran señor, y se enfrenta a las difíciles condiciones de la vida en la época: la enfermedad, la muerte prematura, la indefensión ante el amo del feudo y los poderosos, eclesiásticos incluidos. Ella recrea las creencias de la religión natural, que durante los primeros tiempos del medievo conviven amigablemente con los preceptos de la religión católica. En el libro segundo, se acerca más a el estudio histórico. En él, Michelet da cuenta de la creación del Santo Oficio, de la edición del infame Maellus Malleficarium (El martillo de las brujas), y las circunstancias históricas de la caza y exterminio de las hechiceras. Ella ahora tiene una perfecta contraparte en el Inquisidor, hombre religioso, casi siempre dominico, bienintencionado y por lo mismo, terrible. Para él, la tortura que sufre la bruja sirve para purgar su alma; el fuego de la
pira, para limpiarla. Así, destrozarla en la rueda o quemarla viva no son para el eclesiásticos sino actos de piedad. Es el tiempo de las denuncias. Los vllanos, aterrados, comienzan a denunciar a sus conocidos antes de ser denunciados ellos mismos. Los juicios absurdos, las declaraciones y acusaciones que rayan en el delirio, el exterminio sistemático de regiones enteras se vuelven la norma. El historiador galo concluye su obra con la narración de algunos de los procesos más célebres de brujería: Gauffridi (1610), Loudon y Urbano Grandier (1632-1634), Louviers (1633-1647), y el proceso de la Cadière (1730-1731), famosos por sus absurdos, sus contradicciones y sus -casi siempre-, trágicos desenlaces. El propósito de Jules Michelet al escribir La Bruja, parece haber sido mostrar su aversión a la Edad Media y a la Iglesia, pues tal inquina aparece sin ningún reparo y eso, en su época, era una luz más contra el oscurantismo que aún amenazaba en colarse. El poeta francés George Bataille, afirma que La Bruja en “el progreso de la Verdad y de
la Justicia, y el retorno a las leyes de la Naturaleza, eran procesos indefectibles. Su obra es, en ese sentido, un hermoso acto de fe. Pero aunque percibió mal los límites de la razón, las pasiones que se oponen a ella - es la paradoja que me sorprendes- encontraron en él, en algún caso, a un cómplice”.
Michelet quiere ser la voz de los que están privados de la historia oficial,, de los olvidados por los historiadores y para ello, tuvo que innovar la historiografía e su tiempo. Elige nuevos objetos de estudio: no hechos históricos sino sueños, ilusiones. Él inventó una escritura de la historia cuyo método es un descubrimiento y una génesis: el descubrimiento de las capas ocultas del socio-político como en su caso, la brujería. En La Bruja, se encuentra una narrativa que alude la ficción histórica de un imaginario colectivo, hasta que la depreciación en la larga duración y no en los acontecimientos históricos. La ficción es tanto un objeto de estudio y un medio para escribir una historia paradójica de los procesos que utiliza la ficción para revelar una verdad. 3.-La polémica por las fuentes Michelet, en sus años de Director del Archivo Nacional, se da tiempo para leer, para estudiar la historia de lo que la historia oficial no advierte como importante, y quizá por ello su lirismo al escribir. No podemos decir que el texto de Michelet sea una texto histórico en el sentido clásico puesto que sus fuentes son escas, carecen de una valides hemerográfica pues pare escribir de lo que recuerda, de lo que sabe y ha leído. La profesora Picazo, de la Universidad Complutese de Madrid y directora de la revista Thélme, especializada en estudios franceses, opina en su ensayo La autenticidad de la Historia imaginada. Un ejemplo: La sorcière de Jules Michelet, que la obra de Jules Michelet, en particular, La sorcière, (La Bruja) presenta unos rasgos de emotividad, apasionamiento y lirismo que la alejan por completo de la crónica histórica positivista. En la concepción de Michelet, dice la profesora Picazo, la Historia existe por la proyección de una conciencia personal sobre la serie de acontecimientos que forman la trama de los siglos. Desde esta óptica, es como aborda el fenómeno de la brujería, encarnado en figura de mujer, en tanto que hecho histórico de indiscutible entidad, en ciertos periodos de la Historia occidental. Para la profesora Picazo, en el caso de Michelet, el estudio riguroso de los documentos originales parece totalmente secundario respecto de su imaginación, su inclinación a la filosofía y su capacidad emotiva. Cualidades que, si bien para la ciencia histórica merman su autoridad como erudito, le convierten sin embargo en ensayista que deja la impronta de su personalidad, el sello de su visión personalísima y emotiva en la consideración que hace del episodio histórico. Para Michelet, nos dice la profesora Picazo, la historia no se fundamenta en una
demostración lógica, sino en una argumentación analógica; de ahí, que sea un arte y no una ciencia. Es, además, la presencia constante del yo en el discurso la que hace que éste sea posible; la historia existe por la proyección de una conciencia sobre la serie de acontecimientos que forman la trama de los siglos. De esta forma, La Bruja no puede ser considerado un libro de historia aunque esté basado mínimamente en documentos de la época. Para escribirlo, Michelet deja a un lado la objetividad y se vuelve parte de su texto. Asume un narrador en tercera persona que está presente con sus juicios y sus opiniones en lo que está estudiando. Cuando el lector se adentra en La Bruja, ahí está Michelet interpretando los datos, adelantando juicios, escandalizándose por lo que debería de estudiar más sobriamente. El sujeto histórico en la obra de Michelet es la mujer vuelta en su arquetipo: la hechicera, la bruja, la encantadora. Las brujas eran mujeres generadoras de un conocimiento específico. En el medievo, cuando predominaba un modelo social masculino, el saber de las brujas fue considerado amenazante, por lo que fue perseguido y destruido junto con ellas en las hogueras. Las elites eclesiásticas, políticas y económicas, que se consolidaban en aquellos tiempos, comenzaron a desarrollar un modelo social muy masculino y consideraban que el saber que las mujeres tenían, especialmente en sexualidad y reproducción, representaba una amenaza. Las brujas comenzaron a almacenar conocimiento muy importante sobre el control de la reproducción y sabían preparar diversos abortivos. Este conocimiento implicaba la posibilidad de ejercer una sexualidad más libre, lo cual ponía en riesgo la hegemonía masculina y, por ello, los hombres expropiaron su conocimiento y las aniquilaron en las hogueras. Asimismo, la mayoría de estas mujeres vivían solas, en casas en el bosque, independientes, generaban sus propios ingresos y esto provocaba mucha desconfianza. La hechicera entonces pasa de un lado a otro del espectro moral para de ser la diosa buena, la madre tierra, la luz, el nacimiento, se transforma en la diosa maligna, la muerte, la oscuridad. Su figura, antes hermosa, bella por su origen místico, ahora se vuelve oscura, encerrada en las preparación de las pócimas, de los brebajes y los artilugios mágicos que al igual que destruyen, crean monstruos que les da sentido a su existencia. El concepto de la hechicera, de la bruja buena a mala, se deviene en fealdad, en un ojo, en mugre, en suciedad, en dietes podridos, en escobas fálicas, en aquerrales con Satán, en bolas de fuego, en serpientes, en todo aquello que espanta y desmotiva cualquier fuente de sensualidad en el concepto hechicera. Lejos quedan, en la etapa medieval, las figuras mágicas de Lilith, de Afrodita, de Hécate, de aquellas hechiceras que creaban vida para dones e la tierra, para que ofrecían a amamantar a los hombres, ingratos hacia ellas que sin embargo les daban tiempo para comprenderlas. La hechicera se va diluyendo con el cristianismo en un ser al que hay que escapar, al que hay que huir cuando te metas al bosque, un ser que con su vagina dentada te cercenará la virilidad, te quitara la semilla que hace que pienses, que te reproduzcas: la hechicera te volverá loco al solo pensarla, te seducirá en sueños y por ello debes guardarte, rezar, cubrirte los ojos con las imágenes del señor para que no penetre tu mente, tus sueños, para que no engañes y a tu mujer y rompas el sacro pegamento de la cristiandad: el matrimonio. La hechicera se vuelve sobre el cielo, sobre las cuevas para buscar presas, para ver donde deposita su creciente mal, donde descarga sus ojos cocidos en las llamas del infierno. Pero la hechicera, la real hechicera sabe y se ríe de todo ello. Ella sabe que su estar aquí
está en otra parte. La hechicera es la mujer, la campesina, la esposa, hija, madre que espera la barbarie de su hombre embaucado en la guerra, en el cultivo de la tierra , en el coito suprimido e instantáneo. Ahí está su hombre. La mujer entonces inventa, fantasea, escucha los rumores que le llegan de tierras lejanas de cómo hacer a un hombre buen mozo, buen amante, buen esposo. Pero condenada por la hipocresía religiosa, la mujer se resguarda y hace suyos esos conocimientos de “oídas” para aplicarlos, si, en la noche, en la soledad esperando un
resultado. Se siente culpable por su sangrado mensual, le hacen sentir terrible, sucia y enferma por menstruar, por ser el alimento del diablo. La mujer vive su sexualidad esperando que algo pase, que algo le quite el fantasma del infierno por sentir en su vagina un miembro que la penetre para que sienta ella algo, algo al menos. Para Estanislao Cantero, historiador español, las historia como la de Michelet son el fruto romántico de una singular resurrección por la historia de las brujas y las hechiceras medievales, con sus misas negras y su pacto con el diablo y la exaltación de Satán como liberador. Satán entonces, se vuelve el ángel que las resucita, que hace revivir el mito de Lilith, la primera mujer de Adán que al igual que él, pensaba por si misma, tenía autonomía y pensamientos propios. Negada a ser sumisa ante el primer hombre, el dios cristiano la expulsa del paraíso y la condena a no morir y ver a su hijos morir, ella entonces se vengará de las criaturas del señor en el punto donde más le duele: en la fidelidad a él y a su institución matrimonial. Lilith, ese mito fundacional de la bruja, seduce a sus hombres a cada esquina, a cada deseo y deja sus mujeres en el abandono, pero listas para descubrirse a si mismas, a aquellas, a su sexualidad poderoso y a los limites inexplorados del placer que pueden alcanzar. ¿Qué mueve a Michelet, cuál es su motor de la historia en este libro? Su motor es el progreso, un progreso que se da entre la dicotomía del bien y del mal, de la condena y la reivindicación, del oscurantismo a la luz del positivismo, del mito a la realidad. Estanislao Cantero da luces sobre esto. Nos dice que no han faltado quienes, también en esto, han pretendido dar una explicación satisfactoria a las ideas tortuosas y destructivas de Michelet y han quitado importancia al hecho de que se elija al diablo como ejemplo de virtud y encarnación de una sana rebeldía, sustituyendo su significado real o por otro simbólico. Satán como símbolo de una sabiduría avanzada y poderosa frente a la decadencia del dios cristiano y sus líneas morales dictadas desde el vaticano. Con esta idea de progreso, Michelet escribe para los que están bajo las tinieblas de la ideología cristiana, para aquellos que viven en la superstición, en la idea de la maldad como históricamente se ha concebido. Michelet escribe para el pueblo, para aquel ávido de más conocimiento, para aquel que desea verse retratado en la historia, para el excluido, el pobre que apenas lee, para el futuro. Concluyendo, La Bruja ha hecho mucho, tanto para la reintegración de las brujas y la brujería en una historia común, en un proceso que puede de alguna manera ser considerado como el heredero de la Ilustración racionalista, y pre-etnológico, pero tiene más para la construcción de un mito. Exaltar la bruja en la mujer, el pueblo, el vínculo con la naturaleza, los poderes de la vida y la creación perseguido por los poderes letales de la Iglesia.