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A.:L.:G.:D.:G.:A.:D.:U.: INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA Introducción “Lo recuerdo claramente,
fue en esa extensa noche, en que llegué a la parte más profunda de la tierra, y me encontré en aquella lúgubre cámara, cuyas puertas se abren sólo con una especial invitación; me faltaba el aire y me sobraban los segundos. Durante largo tiempo miré todo mi entorno, sin lograr ver nada, debido a la vertiginosa ansiedad que desordenaba mi interior. Un sentimiento de profunda soledad me hizo languidecer; despojado de mis ropas, y de mi certidumbre, la muerte rondaba a mí alrededor. Sin embargo, un súbito asombro partió aquel momento en dos: no estaba sólo, me acompañaban mis pensamientos. Logré desprenderme de todo, menos de aquellos pedazos de alma, que se aferraban a mí, desde la profundidad. profundidad. Fue entonces, entonces, cuando los atesoré, y los convertí en mis mejores aliados, en el retorno a la vida ” .
Al igual que aquel hombre, que se dio cuenta de la incondicionalidad incondicionalidad de sus pensamientos, el francmasón se da cuenta, que la razón, aquella inseparable compañera, le entrega herramientas para ser empuñadas con fuerza y vigor en la búsqueda de verdades, que le permitan construir su destino, poniendo conscientemente, conscienteme nte, cada pieza de su existencia, en una plataforma universal, lugar donde su templo interior se erige armoniosamente, adornando el paisaje de la bella ciudad, morada de toda la humanidad. V.:M.: y QQ.:HH.:, en este trabajo expondré, cómo la Filosofía a lo largo de la historia, ha logrado despertar el interés de los hombres, sobre diversas preguntas, que nos invitan a acercarnos al encuentro de un tesoro, que nos provee de recursos para vivir en un mundo mejor, no como un ente independiente del resto, sino que en fraternal integración con la humanidad, cuestionando cada espacio de duda que deja la reflexión que nos escolta a lo largo de nuestra existencia.
¿Por qué la Filosofía? Es una pregunta cuyo sentido subyace en la inocente idea, de que nuestra vida podría permanecer invariante sin los abstractos conceptos que han desarrollado los filósofos a lo largo de la historia. Es una pregunta que cada vez se hace más natural, si consideramos el dinamismo y la vertiginosidad de las sociedades actuales, que en su mayoría se ven motivadas por aumentar la productividad y el trabajo, con el necesario, pero superfluo objeto, que un economista describiría como “aumentar su propio consumo”, argumentando que : “El bienestar o felicidad de las personas es creciente en el consumo” , es decir, mientras más consumo, más feliz soy. Yo me pregunto ¿Realmente la
felicidad siempre crece en la medida que aumentamos nuestro consumo? El hombre 1
R.:L.: Armonía N° 76 siempre tiene la capacidad de pensar, sin embargo las preguntas fundamentales de nuestra existencia suelen surgir en un contexto en que sus necesidades básicas están cubiertas, al menos con un alto grado de certeza. Es fácil aferrarse a una vida que sustente el bienestar personal solamente en el consumo de bienes, sin embargo, ¿Nos contentamos con vivir en aquella dinámica, en que nuestro único objetivo de vida sea “tener un buen pasar”? ¿Existirá algún desafío olvidado, para lograr la ansiada felicidad? En ciertos momentos de nuestras vidas, nos enfrentamos a preguntas como estas, y mi postura personal tiene una cuota de pesimismo desafiante, ya que no puedo concebir una vida en que todas las respuestas fundamentales estuvieran develadas, y siento que la felicidad, no depende sólo de la satisfacción de necesidades básicas de supervivencia, adornada con atisbos de grandeza material, basados en el “mientras más lujos tengo, mejor me siento”, hecho que a gratuidad entrega al individuo, seguridad y espaldas , para soportar una posición dentro de una sociedad “aspiracional ”, pero no en lo intelectual, ni menos en lo valórico, sino que netamente en lo material, arma de doble filo, espejismo en el desierto del alma humana, que desaparece frente a nuestros ojos cuando más sedientos de razón nos encontramos. El camino que me indica mi intuición, intenta introducirse en cada recoveco de duda y misterio que nos deja la realidad en la que vivimos, ¿Qué mejor acertijo que aquel cuya resolución puede elevar mi espíritu, al encuentro de respuestas fundamentales, o mejor aún, nuevas preguntas, que nos acerquen más a la verdad? Es justamente aquí donde la Filosofía crece como un gigante y aparece como el mejor de los candidatos para dirigir aquella búsqueda incansable, sobre esos senderos difíciles de recorrer. Existe otro motivo que resalta a la Filosofía, que si bien está un poco más oculto, al descubrirlo, brilla con aún mayor luminosidad. Me refiero a la conciencia de uno mismo como individuo dentro de la sociedad y del mundo. Este motivo, al igual que el anterior, se potencia con el dinamismo del mundo y la, cada vez mayor exigencia del medio en que nos desenvolvemos. La sociedad nos encomienda el cumplimiento del rol de un ser eficiente en la cadena productiva y, con frecuencia, nos hace más nebulosa la visión macro y estratégica de nuestros horizontes, pocas millas más adelante de la posición que adoptamos en el presente. El individuo siente un alto grado de conformismo, al cumplir a cabalidad aquel rol extenuante, de eslabón imprescindible de aquella cadena de acciones, sin embargo, este conformismo a veces se traduce en indiferencia con lo que no entiende y según él “no le compete” , ya que su labor principal está cumplida, y peor aún, se hace presente uno de los monstruos más peligrosos: el Tedio. Ya lo adelantaba el poeta Charles Boudelaire [8] en su obra “Las Flores del Mal” , y se hace presente de manera común en nuestra sociedad diciendo desinteresadamente “En medio de un bostezo, devoraría el orbe”. La Filosofía, es una invitación a descubrir en nuestra propia conciencia aquella posición en el mundo, desde el rol de seres humanos y no de meros eslabones dentro de una cadena productiva, escudriñando a través de la razón y la experiencia, en un mundo en busca de verdades, cuyo proceso nos permita dirigirnos a nosotros y a nuestro entorno en un mejor camino. Jorge Millas [1] postulaba “La Filosofía significa el llamado a capítulo que se hace el hombre desde la totalidad del mundo y la totalidad de la historia, respecto a la totalidad de su destino. Un llamado semejante, hecho a la luz de la razón y la experiencia, no pude tener lugar sino como plena autenticidad”. 2
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Origen de la Filosofía Aquella persona que miraba absorta el reflejo de la luna en la superficie de un lago, la que admiraba del deslizamiento de una gota de agua sobre una verde hoja y aquella que se sorprendía viendo salir el sol cada mañana, todos ellos ya habían avanzado un paso para convertirse en filósofos. Puedo aventurarme a plantear que la capacidad de pensar, es una de las principales características que nos diferencia de los animales y otros seres vivos, sin embargo necesitamos que ocurra “algo” para generar ese pensamiento, ¿por qué pensar?, ¿por qué elaborar un análisis y no quedarme con la simple percepción y representación de aquello vivido? Es justo aquí donde surge el primer motivo originario de la Filosofía: “el asombro”. Antes de pensar y analizar algo, debo tener una motivación, pero una motivación innata, que no requiera uso de razón, que provenga directamente de mi espíritu. Si pierdo la capacidad de asombro, pierdo la capacidad de razonar, ya que se apaga el motor de partida de mi proceso de análisis. Pero una vez que algo logra llamar mi atención y llego al asombro, mis sentidos se agudizan, intentando tomar aquel momento y hacerlo perdurar, aún después de que pasó, se genera un cambio de estado involuntario en mi persona, ya no puedo volver atrás. Al ser humano le parece tan extraño existir, que las preguntas filosóficas nacen por si solas, se impresiona, como si estuviera presenciando un truco de magia. La admiración impele a conocer, ya que en la admiración tomo conciencia de no saber. Aquel hombre que ha vivido toda su vida en una zona brumosa, apenas conocerá las estrellas. Pero aquel día que se abra el cielo y se deje caer una lluvia de estrellas fugaces frente a sus ojos, se asombrará y, aún es más, le parecerá extraño, quizás hasta peligroso, y sin planearlo, se encontrará con aquella irremplazable pieza del rompecabezas, la duda. Si bien el asombro me permitió crear una conexión con la experiencia vivida, surge consecutivamente la duda, que me permite generar un examen crítico de aquel conocimiento adquirido. La duda, es considerada el segundo motivo originario de la Filosofía. Es una línea muy delgada la que delimita la sensibilidad de la razón; cuando van unidas, no es claro cuándo termina una y nace la otra. El asombro es el prefacio del proceso racional, como lo es el trueno de la tormenta, invitándonos desde nuestras percepciones a prepararnos para algo más. Sin embargo, la duda, inicia el primer capítulo, indicándonos el comienzo de una serie discursiva de razonamientos que propenden a descubrir el porqué de una diferencia, que se originó súbitamente, y que la percibí como algo inverosímil, haciéndome cargo de buscar una respuesta a una fugaz pregunta. La duda está acompañada de una profunda exploración del conocimiento adquirido, a través de las representaciones, por las que me dejé asombrar. Intento examinarlo todo y buscar una certeza, que me permita derribar mi estado dubitativo. En ese proceso, llega un punto en que no me doy cuenta de mí mismo, pierdo la conciencia de mi persona, mis limitaciones y mis situaciones insuperables, ya tengo toda mi energía volcada en aquel conocimiento que se aferra a algo que pertenece a mi mundo exterior. Justo en este punto emerge el llamado tercer motivo originario de la Filosofía: la conciencia uno mismo y de sus situaciones límites, es decir, aquellas de las que no podemos escapar ni alterar. Entonces, el filósofo toma conciencia, trágica e inexorablemente del límite que implica su propia humanidad. El hombre carece de 3
R.:L.: Armonía N° 76 capacidad para cambiar lo constitutivo de su existencia. Este límite habla claramente de la finitud humana, de aquella frontera de la que no puede escapar 1.
Filosofía de la Naturaleza En la antigua Grecia siglo VI a.C. surgieron los llamados filósofos de la naturaleza, que intentaron responder preguntas asociadas a cambios y transformaciones que presenciaban cotidianamente a lo largo de su vida, se interesaban por entregar una respuesta a preguntas que en ese tiempo se resolvían desde una creencia o un mito: la explicación de la caída de un rayo provenía del enojo del Dios Zeus, si aumentaba el oleaje y habían marejadas significaba que el Dios Poseidón estaba molesto. Sin embargo, los primeros filósofos intentaron entregar una explicación terrenal a todos estos eventos, separando la Filosofía de la Religión. Creían que existía una materia prima desde la que provenían todas las cosas y a la cuál todas las cosas volvían. En Mileto, Asia Menor surgieron varios filósofos que hicieron varios aportes. El primero de ellos fue Tales (624 a.C. – 546 a.C.), que, en el campo de la matemática, determinó que en un triángulo las proporciones se mantienen, con lo que logró calcular la altura de una pirámide fijándose en su propia sombra (de ahí proviene el teorema de Tales). Tales, opinaba que el agua es el origen de todas las cosas, quizás influenciado porque durante parte de su vida vivió en Egipto junto al Nilo. En Mileto también vivió Anaximandro (610 a.C. – 546 a.C.), que pensaba, a diferencia de Tales que todo provenía de algo indefinido, no terrenal. Se presume que pensaba: Si hay algo que origina todo, no puede tener características ordinarias como lo generado. Anaxímenes (585 a.C. – 524 a.C.) por su parte, pensaba que todo se generaba a partir del aire. Ya conocía la teoría de Tales sobre el origen a partir del agua, sin embargo postulaba que incluso el agua provenía del aire, observando las lluvias interpretaba que este era el punto de partida. Incluso pensaba que el fuego era una especie de aire diluido. Más tarde Parménides (540 a.C. – 470 a.C.) iba aún más lejos y planteaba, al igual que los filósofos de Mileto, que nada podía surgir de la nada y tampoco convertirse en nada, por lo tanto todo lo que existe ha existido siempre. Agregaba que nada podía siquiera convertirse en algo diferente, es decir, nada cambia. Parménides, se fiaba mucho de la razón, y desconfiaba mucho de sus sentidos, planteaba que por mucho que sus ojos le trasmitieran la sensación de cambio, su razón lo negaba. Planteaba que el mundo de los sentidos era un mundo de ilusiones y la labor de los filósofos era descubrir aquellos efectos ilusorios, y quedarse con la esencia cuya naturaleza no cambia. Esta fuerte convicción que se aferra a la razón por sobre todas las cosas, se llamó posteriormente Racionalismo. En forma paralela a Parménides vivió Heráclito de Éfeso (535 a.C. – 484 a.C.), quien postulaba todo lo contrario. Planteaba que el cambio es la característica por excelencia de la naturaleza. Todo fluye, planteó Heráclito. Todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo río, pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismos. 1
http://filosofia.idoneos.com/index.php/Problemas_filosoficos, Graciela Paula Caldeiro [5] . 4
R.:L.: Armonía N° 76 Empédocles de Sicilia (490 a.C. – 430 a.C.), por su parte planteaba que tanto Parménides como Heráclito tenían razón en parte de sus razonamientos. Empédocles, pensaba que no era solamente uno, el elemento desde el cual se formaban todas las cosas, sino que eran cuatro: Tierra, Aire, Agua y Fuego. Planteaba que todo se podía formar desde estos elementos, combinándolos en diferentes medidas, y estaba de acuerdo con Heráclito en que debemos fiarnos de nuestros sentidos, de hecho iba más lejos, al plantear que cuando observamos algo, podemos ver su naturaleza ya que nuestro ojo está a su vez formado por estos cuatro elementos, agregando que la parte “de agua” que tengo en mi ojo me permite observar aquel lo “de agua” que existe en el mundo. Sin embargo, coincidía con Parménides en que nada cambia, es sólo que la naturaleza combina de diferentes formas los 4 elementos fundamentales, pero eso no significa que cambie ya que en esencia sigue igual, invariante en su origen. Agregaba, que estos elementos se mezclan por la existencia de dos fuerzas: el amor y el odio. Identificando al amor como la fuerza que une las cosas y al odio, como la fuerza que las separa. De esto se desprende, que hacía una diferencia entre el elemento y la fuerza, concepto que se utiliza hasta hoy en día en ciencia. Posteriormente, Anaxágoras (500 a.C. – 428 a.C.) concordó con Empédocles en el hecho de que no podía existir sólo un elemento que formara todas las cosas, sin embargo postuló que todo estaba compuesto por pequeñas partículas, a las que llamó gérmenes o semillas. Cada una de estas partículas tenía la característica de poseer la información del cuerpo que formaba, es decir, cada una de ellas poseía una especie de receta que contenía la información de las partes que finalmente generaba al estar unida con otras partículas. Agregó a esta idea, la existencia de una fuerza que llamó “espíritu ” o “entendimiento ”, cuya labor era ordenar estas partículas para dar forma a diferentes cuerpos. Posteriormente, Demócrito (460 a.C. – 360 a.C.) creo la teoría de los átomos, partículas minúsculas que, al unirse unas con otras, forman todo lo existente. Demócrito describía a los átomos como eternos e inalterables, señalaba que existían átomos de diferentes formas, que podían acoplarse entre ellos, incluso después de haber formado una estructura o un cuerpo por algún tiempo. Demócrito no creía que hubiese una fuerza que interviniera en la naturaleza, sólo creía en lo material, característica que posteriormente le valió el título de Materialista. Planteaba que el alma también estaba formada por átomos, redondos y lisos, indicando que al morir una persona, estos átomos se dispersan y pueden formar otra alma, no dando cabida a su inmortalidad.
Los Sofistas y Tres Filósofos en Atenas Durante el siglo V a.C., la ciudad de Atenas se convirtió en el centro cultural del mundo griego. En un contexto en el que el desarrollo cultural y social alcanzaba niveles incomparables con otras civilizaciones, surgieron varios pensadores que se cuestionaron diversas problemáticas. Surgieron los sofistas, que a diferencia de los filósofos tradicionales, sostenían que el hombre sería incapaz de responder con seguridad, preguntas enfocadas en develar misterios de la naturaleza. No estudiaban cuestiones como la existencia de Dios, o el origen de la humanidad. Tampoco negaban que estas 5
R.:L.: Armonía N° 76 preguntas tuvieran una respuesta, lo que señalaban enfáticamente, era que el hombre nunca obtendría una respuesta segura. Esta postura radical se denominó Escepticismo. Por otra parte, los sofistas eran maestros de la retórica, y se interesaban por los problemas de la sociedad y de la posición que cada ser humano debía ocupar en ella, buscando explicaciones prácticas, desde la perspectiva de un ser social, integrado con sus pares, buscando una mejor humanidad. Pitágoras decía “El hombre es la medida de todas las cosas”, indicando que cualquier teoría, plan o estrate gia no tenía sentido si no se planteaba desde la perspectiva humana, de acuerdo a sus necesidades, considerando sus cualidades y limitaciones. Muchos sofistas viajaron por el mundo y abrieron el debate en la mesa de la ciudadanía ateniense: ¿qué es natural o innato? y ¿qué depende del entorno y la sociedad? Señalaban que no existen reglas universales para determinar lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, indicando que eran conceptos relativos, que dependían del contexto social y cultural en que el ser humano se desenvolviera. En el siglo V a.C. nació Sócrates (470 a.C. - 399 a.C.), presentándose como un enigmático personaje quién tomó varios conceptos filosóficos y los puso en la tierra, a disposición de la sociedad. Sócrates dominó el arte de la conversación, utilizándola como herramienta para construir conocimiento a su alrededor. Provocaba un quiebre cada vez que intervenía, ya que mediante una simple conversación bien dirigida, permitía a las personas darse cuenta de los errores que cometían en sus planteamientos y, muchas veces, les allanaba el camino para construir uno mejor, más depurado, no sin antes dejar en evidencia su característica chispa de ironía 2. Esta técnica, que permite a la persona aprender a partir de sus propias conclusiones se denomina Mayéutica y, según varios filósofos, es la herencia más valiosa que dejó Sócrates a la humanidad, y que actualmente utilizamos en nuestra Orden. A diferencia de los sofistas, quienes partían de la base que tenían un conocimiento especial y exclusivo, Sócrates partía de una plataforma mucho menos elevada y aseguraba saber nada. Es que pensaba que sólo a partir del reconocimiento de no saber, se podía llegar a obtener un conocimiento puro, de otra manera, nos engañamos a nosotros mismos, aferrándonos a afirmaciones disfrazadas de verdad, que lentamente nos amarran una venda en los ojos y no nos permiten ver la profundidad del mundo en el que vivimos. Sócrates pensaba que diferenciar entre el bien y el mal, era algo que podía resolver el ser humano a través de la razón y no era algo que dependiera de la sociedad. Planteaba que los mismos incentivos que tenemos para ser felices nos deben llevar a actuar haciendo el bien, de otra manera, hacer el mal, significa que erramos en la búsqueda del camino de la felicidad. Sócrates finalmente fue juzgado, por no reconocer a los dioses atenienses y por corromper a la juventud, siendo condenado a beber cicuta y encontrar así la muerte. Platón (427 a.C. - 347 a.C.), discípulo de Sócrates, fue fundador de una escuela filosófica en la afueras de Atenas que llamó Academia. Platón presenció muy joven el juicio hecho a Sócrates, lo que produjo en su persona una honda impresión, al observar la profunda diferencia que existía entre el mundo fáctico de la sociedad y lo que él consideraba verdadero o ideal, hecho que marcaría sus principales planteamientos posteriores. Varios filósofos y sofistas señalaban una diferenciación entre aquello que cambia o “fluye” y aquello eterno e inmutabl e, no estando todos de acuerdo en qué 2
Esto se denomina ironía socrátca.
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R.:L.: Armonía N° 76 elementos caen en cada una de estas categorías. Para Platón, todo lo que pertenecía al mundo de los sentidos correspondía a la categoría de lo que “fluye” o cambia constantemente, sin embargo, todo lo que percibimos a través de nuestros sentidos está hecho a partir de un molde, que es mucho más perfecto, y mucho más bello. Este molde, al que me refiero, se podía clasificar, según Platón, en la categoría de lo eterno e inmutable y pertenecía al “Mundo de la Ideas”. Si vemos un elefante, sabremos identificarlo porque tenemos una idea o preconcepto de elefante, que posee una trompa, cuatro patas y un cuerpo muy grande, sin embargo, todos los elefantes que podamos percibir a través de nuestros sentidos, son imperfectos. El molde o idea que tengo de un elefante, me permite identificar a aquel que percibo con mis ojos. Este concepto de molde o idea, al que se refiere Platón, puede ser aplicado a todo lo que podemos percibir a través de nuestros sentidos. Para Platón, cada cosa que vemos en este mundo no es más que la sombra de algo mucho más perfecto y bello, que se encuentra en el mundo de las ideas, y que podemos descubrir a través de nuestra razón. La razón, nos permite acercarnos mucho más a la certeza, decía, podremos convenir en que 2+2=4, utilizando nuestra razón, sin embargo, existirá discrepancia si nos preguntamos cuál es la estación del año más bella, al ser algo que depende de nuestras percepciones. Platón, también se refirió a la inmortalidad del alma. Planteaba que los seres humanos estamos formados por dos componentes: el cuerpo, que sufre constantes cambios a lo largo de su vida, como todo lo que fluye en el mundo material y, por otra parte, el alma, que es inmortal y es el lugar donde vive la razón, con acceso al mundo de las ideas. Según Platón, cuando el alma ingresa al cuerpo, sólo le queda un vago recuerdo del mundo de las ideas, sin embargo, en la medida en que vamos descubriendo el mundo, aparecen los moldes, que los percibimos de manera muy borrosa, no obstante, logran provocar una añoranza, por volver a su origen, en el mundo de las ideas. Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) nació en Macedonia, sin embargo viajó a Atenas y estudió en la academia de Platón durante 20 años. A diferencia de Platón, Aristóteles se interesó por el mundo de los sentidos. Fue considerado el fundador de las ciencias en Europa. Tenía la característica de clasificarlo todo, lo que le permitió ordenar muchos conceptos, tanto filosóficos como científicos, e incluso algunos, los logró desarrollar vastamente, siendo de gran utilidad para la ciencia posterior. Estudió diversas áreas, dentro de las que se encuentran la filosofía, la política, la ética, la biología y la ciencia en general; fue fundador de la lógica, lo que le permitió a él y a muchos científicos y filósofos más adelante, utilizarla dentro de sus razonamientos, en el establecimiento de formulaciones objetivas. Aristóteles discrepaba con Platón en una parte importante de su teoría de las ideas. Él concordaba con Platón en que el elefante que vemos deslizarse por la selva, es un elefante que “fluye”, es decir, viv e en el mundo de los sentidos, y que además, no vive para siempre. Sin embargo, en lo que no estaba de acuerdo, es que nosotros tenemos una idea preconcebida de aquel elefante, y que la vamos “descubriendo” o “recordando” en la medida en que se nos presenta, a través de nuestros sentidos. Aristóteles, en cambio, pensaba que sólo viendo una cantidad suficiente de elefantes podemos formarnos una idea de “elefante ”. No separó a la idea del elemento, para él la “idea” no existe por sí misma, en un mundo fuera de la naturaleza, como lo sugería Platón, lo que 7
R.:L.: Armonía N° 76 sí existe, son “cualidades ” del elemento, que lo distinguen del resto. Aristóteles describió la realidad en que vivimos, a través de dos componentes: “Materia” y “Forma”. La “Materia” es aquello de lo que están hechas las cosas, en cambio “Forma” son las cualidades que identifican a una especie o categoría de elementos. Un ejemplo es El Perro. La Forma del perro está caracterizada por los ladridos, el mover la cola y rascarse las pulgas, sin embargo, cuando el perro muere, sólo queda su Materia, pereciendo su Forma con él. Aristóteles se preocupó de estudiar los cambios en la naturaleza, señalando que cuando se produce un cambio, entonces la “posibilidad” se convierte en “realidad”. Planteaba que las cosas tenían la posibilidad de convertirse en otras, con una Forma diferente, sin embargo, no puede ser cualquier Forma, ya que depende de su propia naturaleza; un huevo de codorniz se puede convertir en codorniz, como también se puede convertir en bocadillo de un coctel, sin embargo, no puede convertirse en una gaviota. Por lo tanto, la Forma, nos dice algo sobre la posibilidad de las cosas y sus limitaciones. Aristóteles también se refirió a la existencia de Dios, sin asignarle el rol de titiritero de la humanidad, sino que el de agente impulsor de todos los procesos de la naturaleza.
Helenismo y Edad Media Después de Aristóteles, vino un período en el que las conquistas de Alejandro Magno, unieron parte de Asia, con Grecia y Egipto, provocando un proceso sincrético, en que la lengua y cultura griega jugaron un papel fundamental. Este periodo se denominó Helenismo, etapa en la que se formaron diversas corrientes filosóficas, que cimentaron sus bases en las ideas de los principales filósofos de la antigüedad. El Estoicismo, planteaba que la moderación era fundamental para conseguir la felicidad. Señalaban que los seres humanos estamos condicionados por las leyes de la naturaleza, por lo tanto, no vale de nada sufrir ante la adversidad, de la misma manera, planteaban una postura moderada ante las circunstancias felices de la vida. El Epicureísmo, al contrario de los estoicos, se dedicó a buscar el máximo placer. Profesaban: “El mayor bien es el deseo” y “El mayor mal es el dolor”. No se referían
necesariamente a placeres sensuales, como tener lujos o ser sibaritas, sino que además agregaban intangibles, como el amor y la amistad. Los Neoplatónicos, planteaban que en el mundo existe un contraste entre 2 polos: el primero lo llamaron “Uno” o “Dios” y en el segundo estaba la oscuridad. No creían que el segundo polo existiera por sí mismo , sino que simplemente era “falta de luz divina” . Pensaban que “Dios”, era como una hoguera que emanaba luz, proyectada en todas direcciones, pero no llegaba con la misma intensidad a todas partes. Lo que estaba más cerca de “Dios” eran las Ideas Eternas y más lejos se encontraba todo lo tangible.
Después del Helenismo, llegó el Cristianismo, que se propagó por toda Europa, en un lento proceso que concluyó con el inicio de la Edad Media. Durante la Edad Media la educación y el estudio, se llevaron a cabo principalmente en monasterios, bajo el alero de la Iglesia Católica. La Filosofía comenzó a mezclarse con la religión y teología, contexto en el cual varios pensadores y hombres de fe, intentaron buscar una forma de conciliar ambas áreas. Las ideas de San Agustín (354-430), se 8
R.:L.: Armonía N° 76 vieron profundamente influenciadas por la forma de pensar de Platón, y por otro lado, Tomás de Aquino (1225-1274) fundía su Filosofía y la mezclaba con teología, basado en conceptos Aristotélicos.
Renacimiento y Barroco En el Renacimiento, siglo XVI, los hombres comenzaron a formar una nueva visión del mundo, cambiaron el foco exclusivo en la Iglesia, invitando a participar al hombre y su pensamiento. Hubo una especie de rebelión de la humanidad, en la que se dio licencia para utilizar su razón y poner al hombre en el centro. Surgieron nuevas visiones respecto a Dios y la naturaleza, incluso algunos veían a la naturaleza como una extensión de Dios. Es que se sentían tan bien en este mundo, que no veían la vida sólo como una preparación para ascender a Dios, más bien pensaban que Dios estaba en todas las cosas de la naturaleza; postura que se denominó Panteísmo. Por otro lado la ciencia se potenció y surgieron científicos que aportaron grandes avances en el entendimiento del mundo. La tierra dejó de ser el centro del universo, Nicolás Copérnico mostró al mundo que ésta giraba alrededor del sol, lo que implicó un radical cambio de mentalidad, ya que cada individuo cobró mayor importancia relativa, potenciándose una visión antropocéntrica del mundo. El siglo XVII se denominó Barroco, y fue un período que se destacó por sus diversos matices que lo transformaron en una época de contrastes. Tanto en las artes como en las corrientes de pensamiento se expresaron fuertes polaridades. En la música, predominaba la técnica del contrapunto, mientras que en la Filosofía se enfrentaban diversas teorías del conocimiento: El “Idealismo”, que señala que la realidad está compuesta por un mundo espiritual; el “Materialismo”, que reduce la realidad a una naturaleza basada en magnitudes físicas concretas; El “Racionalismo” que apuesta por la razón como único medio para el descubrimiento de verdades concretas y el “Empirismo” que indica que los conocimientos sobre el mundo se pueden obtener sólo a través de nuestros sentidos. René Descartes (1596-1650), filósofo y matemático francés, fue un fiel representante del Racionalismo. Su apego a las matemáticas se plasmó claramente en la formulación de todo su trabajo filosófico. A continuación ilustro dos destacables ideas. La primera tiene que ver con la exigencia racional que buscaba como punto de partida de cualquier reflexión. Descartes dudaba de todo, ni siquiera estaba seguro de poder distinguir claramente entre un sueño o la realidad, por lo tanto, no le fue fácil partir con una idea concreta. Justo en este punto, se dio cuenta que lo único que podía asegurar, es que dudaba. Sin embargo, al dudar, entonces pensaba, ya que la duda es un agente del proceso racional. Pero, como pensaba, entonces era un “sujeto” pensante. Por lo tanto, podía concluir acerca de su existencia concreta, ya que existía como “ser pensante ”. De ahí la famosa frase “Pienso, luego existo” . La segunda reflexión que quiero ilustrar es la explicación racional de la existencia de Dios. Descartes decía que tenía la idea de un “ser perfecto”, aún es más, señalaba que esta idea es connatural al ser humano. Todos podemos tener la idea de un ser perfecto, porque está en nuestra naturaleza, sin embargo, esta idea no es suficiente para concluir 9
R.:L.: Armonía N° 76 algo. Él agregaba, que si los seres humanos podemos concebir la idea del “ser perfecto” , entonces, necesariamente, éste debía poseer la característica de existencia, ¿Por qué?: Según Descartes, hay dos posibilidades: la “existencia ” y la “no existencia”, pero concordemos en que la “existencia ” es mejor que la “no existencia”, por lo tanto, si concibo la idea de un ser perfecto, entonces éste, debe poseer la característica de existencia, ya que en otro caso, no sería perfecto.
Conclusiones Convengamos en que las preguntas fundamentales sobre la realidad del universo y la sociedad en qué vivimos, pueden tener, como pueden no tener, una respuesta. Aun es más, ni siquiera podemos asegurar tener la capacidad para responderlas, desde nuestra perspectiva de seres humanos, con nuestras inherentes situaciones límites. Sin embargo, lo esencial es entender: ¿Ganamos algo al intentar responderlas? ¿Cambia algo en nuestra vida? La respuesta que yo entrego a estas preguntas es que sí, ganamos algo y sí, cambia algo. Lo que ganamos se llama consciencia, y consecutivamente ganamos también libertad. La consciencia, se materializa en saber acerca del propio ser y de su interrelación con el medio, sus actos y estados. En la medida que nos vemos enfrentados al conocimiento, nos volvemos más conscientes y por ende tenemos mayor claridad para adoptar una posición frente al mundo. Ganamos libertad, al adquirir herramientas para construir nuestras decisiones con claridad, después de ser conscientes del escenario en que vivimos. Si dejamos de pensar, aun teniendo todas nuestras facultades físicas y mentales, seguimos siendo esclavos de nuestra propia naturaleza. La Masonería nos invita a acercarnos al mundo del conocimiento y adhiere a una perspectiva filosófica, justamente, por la ganancia que puede proyectar en el espíritu del hombre. Desde nuestros inicios en la orden escuchamos voces que nos dicen: “Cuestiónense todo” . Ahora entiendo que el fin último, es producir un cambio en nosotros mismos, desde los cimientos de nuestro templo interior, para proyectar afuera, toda la belleza que se esculpe a partir del librepensamiento. Finalmente, mi forma de ver la Filosofía es como un regalo de nuestra existencia, tal como lo es el valor de la belleza. Es interesante aquella sensación de admiración, justo en aquel momento en te das cuenta de la presencia de una sublime belleza frente a tus ojos, como descubriendo en un segundo, aquello que no lograste ver durante toda tu vida, aunque aquel objeto se haya pavoneado mil veces, frente a tus ojos. Lo mismo pasa con La Filosofía, está ahí, disponible para ser descubierta, pero, al igual que cuando descubres la belleza, ya no hay vuelta atrás, tus sentidos se agudizan para siempre y, de ahí en adelante, buscarás algo mejor, más puro, más bello y más cercano a la verdad. S.:F.:U.:
Rodrigo Hernández C. 1er Grado Valle de Santiago, 22 de Marzo 2013 10
R.:L.: Armonía N° 76
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