Elisabeth Haich
INICIACIÓN
Este libro ha sido escrito en forma de novella por motives personales. Sin embargo, todo lo que contiene es verdad; quien tenga oídos para oír, que oiga.
«Los gigantes existían en la Tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: éstos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos.» (Génesis 6,4)
NOTA DE LA AUTORA Lejos de mí pintar aquí una imagen histórica de Egipto. Una persona que vive en determinado lugar no tiene noción de las peculiaridades de su país, ni practica sus costumbres, religión y lenguaje desde una perspectiva etnográfica. Todo le parece natural. Es una persona, tiene alegrías y tristezas, como la gente de cualquier época, pues lo humano permanece siempre invariable. Así pues, mi relato se refiere sólo al aspecto humano, no al etnográfico, ni al histórico. Deliberadamente llamo a todas las cosas con los términos actuales, no pretendo recrear una atmósfera egipcia. Transmito las enseñanzas del Sumo Sacerdote, Ptahhotep, en un lenguaje actual. También he elegido nombres actuales para los símbolos religiosos, de manera que podamos entender qué significan. El hombre actual comprende mejor si se habla de Dios que si se utiliza la palabra egipcia Ptah para expresar ese mismo concepto. Si se dice Ptah, la gente piensa: «Ah, sí, Ptah, el dios egipcio». ¡No!, los egipcios llamaban Ptah al mismo dios al que nosotros llamamos Dios y, por dar otro ejemplo, llamaban Seth a lo que nosotros llamamos Satanás. Nosotros sentimos el significado preciso de las palabras Dios y Satanás. Por el contrario, las palabras Ptah o Seth no nos dicen nada, son términos huecos, vacíos, carentes de significado. Expresiones como logos o principio creador, nos dicen más que otras como el halcón de Horus. La electricidad o el átomo de hace miles de años son los mismos que la electricidad y el átomo actuales, sólo el nombre era distinto. ¡Que nadie piense, pues, que se trata de un anacronismo si, por ejemplo, el Sumo Sacerdote habla de una «reacción en cadena»! He intentado deliberadamente no imitar los nombres de aquel entonces.
PRÓLOGO El ritmo nacional del pueblo hindú es religión. El hindú siente que cada latido de su corazón lo acerca un paso a la meta gloriosa y eterna de la realización divina. Si el nombre de Dios suena en los labios de un transeúnte, el agudísimo oído del hindú capta la melodía, y entona un canto de alabanza. Aunque no tenga qué comer, ni un techo sobre su cabeza –pues la vasta bóveda celeste es con frecuencia su único cobijo —, tiene sin embargo a Dios en su corazón. Sabe que ha salido de este escenario de la vida un sinnúmero de veces y que ha vuelto mediante miríadas de nacimientos; sabe que ha disfrutado de todo lo que el mundo creado puede ofrecer, y ahora ya nada lo satisface, pues conoce esta verdad:«Todo lo terrenal es pasajero». Ahora sólo desea encontrar aquella fuente de donde mana la corriente de revelaciones. Desde la niñez ha dicho en sus plegarias: «Medito sobre la magnificiencia de aquel Ser que ha creado este Universo. Quiera Él iluminar mi espíritu». La majestad y belleza de la Naturaleza, que le hacen recordar a aquel Ser, se convierten en objeto de adoración. Todo escrito sagrado–sin importar a qué religión pertenezca –donde respire el aliento de aquel Ser, se convierte en objeto de adoración. Y todo ser humano que haya encontrado a aquel Ser y predique sobre el camino que conduce a Él, será también objeto de adoración. Tengo la enorme fortuna de estar sentado a los pies de un alma iluminada. Elisabeth Haich es mi maestra, mi Gurú. En su presencia, los tiernos pétalos de mi alma se ponen a temblar. Es frecuente que una de sus palabras me abra los ojos, y, a veces, basta una mirada comprensiva para afianzar mi convicción. Una observación amistosa puede disipar todas mis dudas. Cada instante que paso en presencia demi maestra me proporciona experiencias nuevas y acelera mis progresos. Muchas veces, cuando me siento sobrecarg ado por el peso de determinados asuntos, me ayudan las palabras de mi Gurú: «No vivas el presente, no permitas que las cosas pasajeras influyan sobre ti. Vive en la Eternidad, más allá del tiempo y del espacio, más allá de las cosas perecederas. Entonces nada podrá influir sobre ti». En presencia de mi maestra gozo de absoluta libertad de pensamiento, pues he aprendido que es una equivocación querer aplicar los pensamientos de otras personas a nuestra propia vida. «No quiero que me sigas por el camino que yo recorro en busca de la meta. Sigue tu propio camino, el camino quetú mismo has determinado, el que se corresponde con tus inclinaciones más íntimas. Nunca aceptes una afirmación sólo porque ésta procede de mí. Aunque sea cien veces verdadera, no es, sin embargo, tu verdad, no estu experiencia, y por tanto no te pertenece. Haz realidad la verdad, sólo entonces te pertenecerá. Deja que la vida de aquellos que han hecho realidad la verdad sea tan sólo una prueba de que es posible alcanzar la meta.» Estas palabras de mi maestra hacen que me invada un impulso irreprimible hacia la independencia absoluta, y me liberan del pernicioso esperar ayuda de fuera. No necesito un maestro que influya sobre mí, sino un maestro que me enseñe a no
dejarme influir. Desde hace muchos años disfruto del gran privilegio de poder escuchar la explicación de las verdades más profundas formulada con las palabras más sencillas. Aún no he escuchado a nadie que nos haga ver las revelaciones de la Biblia de una forma tan clara y aplicable en la vida diaria como lo hace Elisabeth Haich. Y he viajado mucho. He preguntado a cientos de sacerdotes, pero ninguno de ellos ha podido explicarme el verdadero sentido de las revelaciones. ¿Cómo podría alguien explicármelo, si antes él no ha hecho realidad «el Reino de los Cielos en nosotros»? ¿Cómo podría hacerlo alguien que no siente dentro de sí la realidad de la frase «vosotros sois la Luz del Mundo», y no ve que «vosotros sois el Templo vivo del Espíritu Santo»? Cientos y miles de personas han acudido a los grupos de meditación y conferencias semanales de Elisabeth Haich. Todos nosotros deseábamos poseersus enseñanzas resumidas en un libro. Cada conferencia enriquecía en un grado insospechado nuestras almas sedientas de verdad. Grande es nuestra alegría al comprobar que una parte de ese saber ha sido resumida en un libro. El libro es una introducción al elevado arte de hacer que lo divino se haga realidad en nosotros, y de enseñar a aprender a los hombres, esos grandes desconocidos. Descubriremos la gran verdad: autoeducación significa hacer manifiesto lo perfecto que existe en el hombre. Religión es activar el principio de lo divino que aguarda su revelación en el hombre. S. R. YESUDIANZunch, abril de 1954
INTRODUCCIÓN Soy una persona que busca. Busco una explicación a la vida sobre la Tierra. Me gustaría saber qué sentido tiene que el hombre nazca, que atraviese muchas dificultades para pasar de ser un niño a ser un adulto, que se case, que traiga al mundo a más niños que crecerán con los mismos problemas, que con la edad pierda todas aquellas aptitudes que tanto le ha costado conseguir, que finalmente muera. ¡Una cadena infinita, sin principio, sin final! Continuamente están naciendo niños que luego aprenden, trabajan como burros, quieren desarrollar al máximo sus cuerpos e intelectos, y después de un tiempo relativamente breve todo ha terminado y yacen bajo la tierra para servir de pasto a los gusanos. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Únicamente el de estar siempre creando más y más generaciones? Y cuando determinadas personas no se preocupan por dejar tras de sí una descendencia sino una obra espiritual, ¿por qué les sucede lo mismo que a los demás, por qué envejecen y se hunden en una tumba junto con sus elevadas dotes? Un Miguel Ángel, un Leonardo da Vinci, un Giordano Bruno, un Goethe y tantos otros, ¿por qué nacieron, si al final también tendrían que ser presa de la putrefacción, como el gusano que se ceba en los cuerpos de estos gigantes? ¡No! ¡No es posible! ¡La vida terrenal no puede ser tan carente de sentido! Tras esta cadena de nacimientos y muertes, en apariencia interminable, tiene que esconderse un sentido más profundo; y aunque a la desconcertada razón este sentido le parezca aún tan inexplicable, ¡en algún otro lugar ha de existir una explicación coherente y totalmente satisfactoria! Pero ¿cómo y dónde puedo encontrar eseotro lugar, existente, sin lugar a dudas¸ ese otro aspecto de todas las cosas? ¿Dónde y cómo puedo encontrar el camino que me lleve a él? ¿A quién debo pedirle orientación? ¿Dónde puedo encontrar a alguien iniciado en este misterio, a alguien que me pueda decir algo sobre esta verdad oculta? En todas las épocas han existido y existen prominentes individuos que hablan con una seguridad imperturbable sobre los misterios de la vida, individuos cuyas vidas dan fe de sus convicciones: iniciados, como se les suele llamar. Pero estos«iniciados», ¿dónde y de quién han recibido su iniciación? Un Sócrates, que toma la cicuta con una serenidad propia de dioses, bebe hasta secar la copa, sin temor ni impertinencias, habla tranquilo y sonriente sobre el efecto del veneno, va diciendo cómo sus pies se enfrían y se quedan insensibles por efecto de la cicuta, cómo el frío de la muerte va reptando lentamente, como una serpiente, desde sus pies hasta el corazón, al que llegará un instante después. Es consciente de que se encuentra cara a cara ante su propia muerte; se despide de sus fieles discípulos y cierra los ojos. ¡Esta inquebrantable serenidad ante la muerte sólo puede provenir de un saber seguro! ¿Dónde adquirió Sócrates este saber? Y los otros gigantes que en diferentes épocas se han detenido sobre la Tierra, ¿dónde obtuvieron todos ellos su saber acerca de los misterios de la vida y de la muerte, dónde recibieron su iniciación? También hoy debe haber sobre la Tierra tales «iniciados», y también debe existir la posibilidad de recibir la iniciación, la verdadera, la gran Iniciación. La vida me ha enseñado que la Biblia no es un libro de cuentos, sino que ha sido
escrito por iniciados que nos transmiten verdades ocultas por medio de un lenguaje secreto. Y la Biblia da el consejo: «Buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá». ¡Yo obedecí! Empecé a buscar. En el único lugar donde podía hacerlo. En libros, en escritos antiguos, en las personas de las que suponía que sabían algo acerca de la iniciación. Mantuve los ojos y los oídos abiertos en todo instante, y acudí a libros viejos y nuevos, a las enseñanzas de hombres de esta y otras épocas, intentando descubrir las piezas ocultas del mosaico de los misterios de la iniciación. ¡Y encontré! Al principio no encontré mucho; aquí y allá, oía con mi oído interno si la voz de la verdad brotaba de algún libro o de las palabras de alguna persona. Y seguía la dirección que me indicaba esa voz misteriosa. Voz misteriosa que siempre me conducía como un hilo de Ariadna. A veces encontraba en casa, en la ciudad donde yo vivía, a alguien que podía darme datos muy valiosos para mi búsqueda; otras veces la misteriosa voz me llevaba muy lejos, a países extraños donde a menudo encontraba asombrosas relaciones con las palabras escuchadas en casa. Así, mi camino me condujo hacia hombres cada vez más sabios, que me hacían entender cada vez más cosas sobre la iniciación y el sentido de la vida. Por supuesto, también me topé con muchos ignorantes o pseudoeruditos que se tenían por sabios. Pero siempre reconocí de inmediato cuando «la voz era de Jacob, pero las manos de Esaú». Estos pobres charlatanes que querían jugar a ser «iniciados» no tardaban en delatarse. No habían cumplido con sus propias personas, con ellos mismos. ¿Cómo hubieran podido enseñarme algo sobre las últimas verdades, sobre la iniciación? Y yo seguía y seguía, buscando a alguien verdaderamente sabio, a un iniciado. Cuando encontraba a una persona que podía decirme más de lo que ya sabía, me quedaba allí hasta que había aprendido todo lo que podía aprender de ella. Después continuaba mi búsqueda. De esta manera llegué una vez hasta una anciana que vivía en una ermita de aspecto monacal y estaba rodeada por un sinnúmero de personas ansiosas que llegaban hasta ella en busca de saber, del mismo modo en que una larga fila de hormigas peregrina hacia un terrón de azúcar en busca de sustento. La anciana trabajaba en una profunda armonía espiritual con dos hombres más jóvenes –un hindú y un occidental—, a quienes llamaba «hijos». Cuando estuve con ella en la ermitalaestos hombres no se les encontraban allí: habían salido al mundo con la misión de difundir verdad tanto como fuera posible. La anciana era alta, de porte regio, pero muy sencilla y natural en sus movimientos. Sus ojos, de un azul profundo, llamaban la atención por su gran tamaño, y sus largas pestañas marrones le conferían una singular expresión. Eran ojos sonrientes, simpáticos, llenos de comprensión, pero tan penetrantes que la mayoría de la gente se turbaba al encontrarse con su mirada. Uno sentía que aquella mujer miraba dentro de cada persona, que veía con claridad los pensamientos, toda la estructura anímica de la persona. Cuando estaba en medio de la multitud, prestando atención a las enseñanzas de la anciana, con frecuencia surgían algunas preguntas dentro de mí. Ella continuaba hablando con toda tranquilidad, y en las siguientes frases daba un giro a su discurso, dando respuesta a mis preguntas, no formuladas. Varios de los oyentes me informaron que habían pasado por la misma experiencia. Nunca hubiera acabado de aprender de esta mujer. Mientras más
aprendía de ella, más se abrían los ojos de mi espíritu, más grande me parecía la anciana, y las áreas en que su saber aventajaba al mío se dilataban en círculos cada vez más inabarcables. Mientras más tiempo pasaba con ella, menos podía conocerla. Cada vez que la veía ella revelaba una nueva «personalidad», hasta el punto de que tuve la impresión de que esa mujer llevaba dentro de sí, y podía manifestar, todas las personalidades posibles y que, en consecuencia, no poseía ninguna personalidad. Pues ser todo significa no ser nada. —Madre –le pregunté una vez—, ¿quién eres tú en realidad? —¿Quién? –preguntó ella a su vez—. ¿Qué es eso: quién? Sólo hay un único SER, y cada persona, cada animal, cada planta, y también cada cuerpo celeste, cada sol y cada planeta es un instrumento de la manifestación de este único SER. Así pues, ¿cuántos «quién» puede haber? El mismo Yo habla por mi boca y por la tuya, y por la de toda criatura viviente. La única diferencia es que no todas las criaturas vivientes conocen completamente al propio Yo, y por lo tanto tampoco pueden manifestar todas las cualidades del Yo. Pero quien conoce completamente al Yo puede manifestar todas las cualidades posibles que existen en el Universo, pues todas esas cualidades son los diferentes aspectos de un único SER, de un único Yo. La forma exterior que ahora ves ante ti y de la que crees que soy «yo», es sólo un instrumento de la manifestación, que siempre muestra aquel aspecto que es necesario. Así que no preguntes necedades como esa de «quién» soy yo. —Madre—dije—, ¿cómo has conocido completamente al Yo, hasta el punto de poder manifestar todas sus cualidades posibles? ¡Yo también quiero llegar tan lejos! ¡Dímelo! ¿A través de qué vivencias has llegado a ser este instrumento múltiple de la manifestación del único SER? ¿O acaso has estado siempre en ese nivel? ¿Has nacido ya en ese estado? —¿Nacido...? ¿Yo... nacido? ¿Cuándo has visto nacer un «Yo»? ¿Has visto siquiera un «Yo»? El Yo nunca ha nacido, y nunca nacerá, sólo el cuerpo nace. El Yo verdadero, divino, es la perfección misma, y por lo tanto es ajeno a toda evolución. A lo sumo deberá evolucionar el cuerpo, para poder manifestar vibraciones, frecuencias cada vez más elevadas del Yo. También el aparato más perfecto–el cuerpo más perfecto— debe atravesar esta evolución, y, como es obvio, también debe hacerlo mi cuerpo, que aún está bastante lejos de la perfección. Todo es sólo jerarquía. El nacimiento de un cuerpo es siempre una reacción en cadena –como se llama hoy en día a procesos semejantes—, y cuando las reacciones en cadena comienzan, tienen que porNaturalmente, diferentes etapas, extinguirse. Ninguna forma material puede sustraerse a pasar esta ley. con elhasta desarrollo del cuerpo cambia también el estado de conciencia. —Es decir que tú también has tenido que pasar por un período de evolución, ¿verdad? Por favor, dime, ¿cómo fue aquello? ¿Qué cosas viviste, qué tipo de experiencias has acumulado, que te han permitido llegar a tu actual estado de conciencia? Cuéntamelo todo, por favor. —¿Para qué contártelo? Cada persona tiene que llegar al autoconocimiento por su propio camino. ¿De qué te serviría que te diga cuál ha sido mi camino? Tú no puedes seguir ese camino. Los hechos no son importantes, sólo importan las experiencias, las enseñanzas que se extraen de ellos. Estáte tranquila, que por tu camino llegarás a las mismas experiencias a las que yo llegué por le mío. Los caminos son infinitos, pero todos conducen a la misma meta.
—Tienes razón, madre. Comprendo esto: no puedo avanzar por tu camino. Sin embargo, me sería de gran ayuda que contaras cómo has reunido tus experiencias, porque yo y todos los que escuchemos tu relato podríamos aprender de él cómo se puede sacar provecho de las vivencias. No tengo la curiosidad de oír tu historia, sino la de escuchar cómo empezaste acomprender y a apropiarte de las enseñanzas que existen en todo suceso. Háblame de tu camino madre. ¡Sería tan valioso para nosotros conocer tu actitud ante la vida y saber cómo reaccionabas ante tu destino para que tu horizonte espiritual haya llegado a ser tan universal! Podríamos aprender mucho de ello. La anciana me observó un largo rato. Finalmente dijo: —¿Así que tienes la curiosidad de saber cómo reaccionaba? ¿Y crees que oír algo acerca de eso puede ayudarte a ti y a otras personas? ¡Entonces, bien! Quizás sea en verdad provechoso que os cuente cuáles vivencias fueron abriéndome paulatinamente los ojos a las leyes internas de la vida y a las relaciones que unen entre sí los destinos de distintas personas. Vuelve mañana. Te contaré mis experiencias, las que me iluminaron; a ti y a algunos otros que tengan los ojos abiertos a lo esencial. Os contaré cómo viví mi iniciación... Al día siguiente nos sentamos –algunos de sus discípulos más cercanos y yo— alrededor de la anciana, y ella empezó a relatarnos la historia de su iniciación. Así surgió este libro.
DESPERTAR Un dolor me atravesó como un rayo, y un instante después caí al suelo. ¡Peligro! ¡Auxilio! Pero no de este adulto que está a mi lado y ahora quiere examinarme tan asustado. ¡No! ¡Ahora no lo quiero! Lo amo, pero en el peligro me resulta molesto. Regresé corriendo a la habitación donde estaba sentada la hermosa y extraña mujer a quien acabábamos de dar las buenas noches. Yo sabía que ella me ayudaría con su total comprensión. Por lo demás, a su lado me sentía a gusto, siempre me agradaba respirar su perfume, y cuando estaba cerca de ella me sentía totalmente segura. Ahora, en mi temor, corrí hacia ella en busca de ayuda. Lloriqueando, le mostré mi mano pequeña y rechoncha, que colgaba como un trapo sin vida y ya no quería obedecerme. La hermosa mujer observó mi mano, hizo a un lado el vestido que estaba remendando y gritó: —¡Robert! ¡Robert! ¡Ven, deprisa! Se abrió una puerta y entró en la habitación el adulto de quien yo sabía vagamente que vivía con nosotros y de alguna manera nos pertenecía. Por primera vez lo observé atentamente. Era un hombre alto, su rostro parecía de marfil y sus cabellos, barba y bigote eran negros como el ébano; sus ojos eran pardos, brillantes, y lo rodeaba una fuerza invisible tan poderosa que hacía que la gente se mantuviera siempre a una cierta distancia de él. Echó una mirada a mi mano inerte y dijo: —¡Un médico! ¡Stefi, ve inmediatamente en busca de un médico! Tío Stefi salió corriendo, y el adulto oscuro, inmenso, nos preguntó qué había pasado. Le contamos que después de darnos Grete y yo las buenas noches, tío Stefi me había cargado sobre su espalda y me había llevado así hasta el dormitorio. Allí tío Stefi dejó que me deslizara de su espalda. Pero resbalé demasiado rápido, y, para que no me cayera, tío Stefi me cogió bruscamente de la mano. En ese mismo instante un agudo dolor me atravesó la muñeca derecha y, cuando quise levantar la mano, ésta cayó sin vida. —Sí –dijo el gran adulto—, la mano está separada de la muñeca. Está dislocada. Lástima que tenga que salir ahora mismo y no pueda esperar hasta que llegue el médico. Ahora tendré que pasar la noche como si durmiera sobre una cama de agujas. Envíame un telegrama apenas sepas qué puede hacer el médico. Nos besó a mamá y a mí y se marchó. Observé con asombro a la hermosa y extraña mujer que siempre se había dado a conocer como «madre» y a la que, por lo tanto, nosotras llamábamos mamá. Hasta ese momento yo había estado berreando con todas mis fuerzas, pues había descubirto, con una mezcla de desilusión y temor, que los adultos no podían ayudarme. No detuvieron el dolor, que me atormentaba cada vez más, y tampoco colocaron mi mano en su lugar. Pero cuando escuché que el oscuro adulto pasaría toda la noche sobre una cama de agujas, mi sorpresa y mi temor hacia él fueron tan grandes que olvidé los berridos y pregunté a mamá: —¿Por qué tiene que pasar toda la noche sobre una cama de agujas? Ella me observó desconcertada, después empezó a reír y dijo: —Porque papá está preocupado a causa de tu mano.
¡Vaya respuesta! No tenía sentido, no explicaba nada. El hombre oscuro, a quien llamábamos «papá», había dicho muy seriamente que pasaría la noche sobre una cama de agujas, y ahora mamá se reía de mí. ¿Por qué? Yo sólo repetía lo que papá había dicho. ¿Qué quería decir que papá estaba «preocupado»? ¿Por qué eso haría que pasase la noche sobre una cama de agujas? ¿Acabaría dándose un fuerte pinchazo? Mamá cosía a menudo, y me había enseñado qué peligrosas son las agujas. ¡Eso duele! Las agujas deben utilizarse sólo para coser. ¡Qué absurdo era, de parte de los adultos, que el hecho de que mi mano derecha colgara con tanto dolor y tan desamparada que tenía que sostenerla con la izquierda, hiciera que papá tuviera que dormir toda la noche sobre agujas, que deben usarse sólo para coser! Es cierto que ya estaba bastante acostumbrada a que los adultos hicieran y dijeran cosas absurdas, pero esto era demasiado para mí. ¡Yo quería saber más detalles! Pero tío Stefi apareció con el médico y no pude seguir haciendo preguntas sobre ese «dormir sobre agujas». El médico era un señor elegante y simpático que me miraba de forma familiar, como si me hubiera conocido desde hacía mucho tiempo; me levantó y me sacó de la seguridad de mi refugio, de la proximidad de mamá. Esto me llenó el corazón de un miedo espantoso, y además el movimiento provocó nuevos y terribles dolores, de modo que empecé a berrear de nuevo. El médico me sentó sobre la mesa –veía mis pequeños pies pataleando muy cerca, bajo mi pecho—; él me sonreía, y, sacudiendo la cabeza, me dijo: —¡Caramba, qué fea es esta jovencita cuando llora así! Me sorprendí. ¿Qué? ¿Dice que soy fea cuando lloro? ¿Cómo lo sabe? Hasta ese momento había pensado que uno podía ver todo, menos a mí. Todos los otros seres vivientes, los adultos, la cocinera, Grete, el canario, mis juguetes; en una palabra: todo lo que me rodeaba era visible, incluidas mis manos, mi barriga y mis pies, sólo a mí era imposible verme. Yo era algo que en alguna forma estaba allí y, sin embargo, no estaba allí, estaba en algún lugar, pero invisible; nunca me había podido ver «a mí» misma, y no podía imaginar cómo podía ser posible ver ese algo, el «Yo». ¿Cómo podía ser posible que ese adulto viera mi desesperación, mi dolor, mi llanto, es decir: me viera «a mí»? ¡Ay! Si él me veía, si veía mi terrible y temeroso estado, en efecto debía ser «fea». En mi sorpresa dejé de llorar y observé al médico, intentando escudriñar en él. Entonces todos los adultos se echaron a reír, y mamá dijo: —Dios quéhabituales vanidosa es esta niña! Hasta reprime el dolor para«¡Vanidosa!» no verse fea.¿Qué Era otramío, de las observaciones absurdas de los adultos. es eso? ¿Cómo podía ser vanidosa si ni siquiera sabía lo que era eso, y cómo podía «verme» si hasta ese momento no había sabido que yo era visible? Hasta entonces había vivido creyendo que yo era la vidente, la observadora: yo soy la que todo lo ve, pero de alguna manera yo me encuentro fuera de lo visible. Todo esto daba vueltas en mi cabeza, y quería hacer más preguntas, pero el médico cogió la mano que me colgaba, tiró de ella y me causó un dolor insoportable. Quise gritar: ¡ay, el muy tonto me la va a arrancar por completo! Pero entonces dobló otra vez aquella manecita –que debía de estar muy unida a mí, pues «me» dolía terriblemente—, y de pronto ésta estuvo de nuevo en el lugar correcto... —Bien –dijo el médico—, la muñeca se hinchará un poco más, así que por esta noche dejemos la mano quieta sobre un cojín y en poco tiempo habremos olvidado todo este
asunto. Después los adultos siguieron charlando sobre lo vanidosa que era, que por pura vanidad no había gritado ni siguiera mientras el médico volvía a encajar la mano en su sitio. Mamá era la más impresionada, lo cual me ponía muy triste. Me di cuenta de que esa mujer hermosa y extraña a la que yo tanto amaba no me comprendía. Si bien el médico podía verme, para mamá continuaba invisible. No obstante, ella irradiaba mucho amor y cuando, más tarde, estuve acostada en mi cama, me sentía feliz de que su rostro bello y delicado se inclinara sobre mí con frecuencia y me sonriera, alentador. Irradiaba bondad y calor, y cuando estaba cerca de ella nunca me sentía abandonada y sola. Sabía que podía contar con ella; hasta cierto punto, estaba en mi poder y yo confiaba plenamente en su persona. Lentamente me quedé dormida, la noche pasó, y mi mano volvió a ser el instrumento obediente, el amigo fiel que en vida posterior tantas –¡tantas!— alegrías me ha traído, ayudándome a despertar de mi inconsciencia. El médico no había estado en lo cierto: nunca he olvidado aquel asunto, pues la ley de asociación lo ha ligado para siempre a mi primera toma de conciencia, a mi despertar en esta vida. A partir de entonces mi conciencia –mi memoria— estuvo siempre despierta. A partir de entonces observé todo, tanto hacia el exterior como hacia mi interior, con gran atención, en perenne estado de concentración. A partir de entonces supe que vivía en un hogar cuyo amo indiscutible era aquel adulto oscuro y poderoso; mamá lo llamaba Robert, nosotras debíamos llamarlo papá. Toda la casa giraba alrededor de él; mamá le pertenecía en cuerpo y alma. Su poder se extendía sobre todos nosotros–y más tarde también sobre muchos miles de hombres— como una tienda de campaña, como una cubierta protectora. Todas las gentes que se hallaban bajo la esfera de poder de papá disfrutaban de ayuda, seguridad y bienestar. Por las mañanas él salía de casa, y yo podía estar con mi madre. Podía ir con ella por toda la casa, incluso por la cocina y, cuando ella estaba trabajando en un gran mantel que bordaba con hilos de colores, yo podía sentarme a su lado y bordar con los hilos de colores diferentes figuras, a mi gusto, en una de las esquinas del gran mantel. Hacia el mediodía papá llegaba a casa, y después de la comida, Grete y yo teníamos que ir al cuarto de los niños, lo que no me gustaba nada. Grete también era una niña de la casa, como yo, sólo que –según oí— ella era tres años mayor que yo. El día en que me disloqué la muñeca ella tenía cuatro años y medio y yo un año y medio. El verano siguiente pasamos lascampo vacaciones en un a la orilla de jardín. un granAllí lago. Vivíamos en una pequeña casita de rodeada porpueblo un gran patio y un Grete y yo podíamos correr descalzas y acompañar a una mujer de rostro moreno y arrugado al establo, donde había una vaca, una ternera y muchísimos conejos de ojos rojos. Todo era fascinante. En el jardín había enormes flores amarillas, altas como un árbol, que giraban de manera que siempre estaban de cara al Sol. También aquello me gustaba. Papá sólo venía de cuando en cuando y entonces se decía: «Hoy es domingo». Los otros días estábamos solas con mamá, y podía pasarme todo el día con ella. Todos los días íbamos al lago, nos metiámos al agua y chapoteábamos divertidas. Un día mamá volvió a decir: «Mañana es domingo, debemos estar contentas porque viene papá». A mí eso no me parecía motivo de alegría, pues papá me interesaba muy poco y ya sabía que, cuando papá venía, mamá pasaba todo el día ocupada con él. Yo tenía que salir a pasear con Sophie, la hija mayor de la arrugada campesina, y con Grete.
Por la tarde, cuando esperábamos a papá, oí que la gente del vecindario decía a mamá que «el tren había descarrilado» y que, por lo tanto, papá aún no había llegado. Mamá se asustó muchísimo. Llamó a Sophie, me dejó a su cuidado, le pidió que me prestara atención y que no me dejara sola ni un minuto; luego salió corriendo hacia la estación. Grete podía ir con ella, pues Grete «era tres años mayor» y corría mejor que yo. Me quedé sola con Sophie. Ya había oscurecido. Era la primera vez que se me permitía estar despierta, y en el jardín, a esa hora del día. Era fascinante, pero un sentimiento de inseguridad se apoderó de mí, pues estaba acostumbrada a ver todo a la luz del día, y ahora de pronto todo era tan indefinido... Las flores, los árboles: más que verlos los intuíamos. Los álamos susurraban de manera muy extraña. Pero no tuve tiempo para seguir observando, pues, de repente, ocurrió algo terrible: Sophie me cogió del brazo y me llevó hasta la verja, ¡y una figura espantosa apareció en la oscuridad! Parecía un hombre, pero tenía un horrible penacho sobre la cabeza. En la oscuridad, sus ojos brillaban como brasas y también los botones de su chaqueta eran brillantes; sobre la espalda llevaba algo que me hacía presentir un gran peligro oculto. Más tarde oí el nombre «escopeta». Esta criatura inquietante me parecía repulsiva, y esperaba que Sophie saliera corriendo conmigo. Qué sorpresa me llevé cuando vi que Sophie hacía algo totalmente absurdo, aunque yo ya estaba acostumbrada a esos sinsentidos. En lugar de salir corriendo, se acercó aún más a la verja y permitió que esa espantosa criatura le susurrara algo al oído con una voz pavorosa y profunda; después él la rodeó con sus brazos y la apretó contra su cuerpo. Pero Sophie me tenía en brazos, así que yo también quedé apretada contra aquel ser, y aquello no era agradable, era repugnante. ¡Y él aún no tenía bastante! Tenía un gigantesco bigote cuyas dos «ramas» salían de su rostro como puntiagudos cuernos, y ahora se apretaba aún más contra Sophie y hacía como si quisiera morderla. Esperé que este comportamiento hiciera que Sophie por fin echara a correr; pero no, ella rodeó el cuello de la espantosa criatura con su brazo libre y cuando él la quería morder –o devorar—, ella no quitaba la cara, sino que acercaba la boca y ambos hacían como si cada uno quisiera comerse la boca del otro. Yo estaba tan apretada entre sus cuerpos que apenas si podía respirar. Luché con todas mis fuerzas para mantenerme tan alejada de aquella espantosa figura como pudiera, e intenté liberar mi nariz. La proximidad de aquella criatura me resultaba desagradable hasta lo indecible,Ellos apestaba todo; lo más por asqueroso él era un cierto olor amargo que me atormentaba. no seapreocupaban mí en lode más mínimo, apretaban mi cabeza de tal modo que podía oír los latidos del corazón del hombre y hacían como si cada uno quisiera introducirse en la boca del otro. ¡Ah! ¡Estos adultos con sus aspavientos! Yo, presionada entres ambos, los observaba y no podía reconocera la amable y discreta Sophie. Ahora ella era un ser extraño que no escuchaba mis gemidos. Hasta que de repente la espantosa criatura nos dejó libres y desapareció en la oscuridad. Un instante después escuché las voces tranquilizadoras de mamá y papá, que pronto aparecieron en la oscuridad, con rostros risueños y felices. Toda la gente del vecindario salió corriendo e interrogaron a papá sobre el descarrilamiento del tren. Sophie actuaba como si nada hubiera sucedido, y no contó nada sobre cómo una criatura espantosa la había apretado contra su cuerpo. Se quedó allí, de pie, con una expresión de inocencia y ternura en el rostro. Aquello fue para mí, una gran sorpresa, pero no entré en cavilaciones, pues papá
nos había traído bombones de la ciudad y me interesaba sobremanera saber si recibiría lo mismo que Grete. Quedé satisfecha; nos había traído exactamente los mismos bombones a los dos. Como de costumbre, mamá echó a perder mi alegría, pues cuando quise meterme todos los bombones a la boca al mismo tiempo, me los arrebató, me dio sólo uno y prometió que me daría uno cada día, después de la comida. ¡Ah! ¡Cuando sea mayor me meteré en la boca al mismo tiempo tantos bombones como me apetezca! Pero ahora tenía que ir a dormir. Cuando mamá me acostó le pregunté, antes de la oración, pues después no me permitía hablar: —Mamá, ¿qué es una cosa que tiene un penacho sobre la cabeza, un objeto muy extraño a la espalda y botones que brillan en la oscuridad... y que huele muy mal? Mamá me miró sorprendida y dijo: —Ésos son los gendarmes. —Mamá —pregunté de nuevo—, ¿los gendarmes se comen a la gente? —Yo quería saber si ese gendarme realmente había querido comerse a Sophie, pues, de no ser así, ¿qué otra cosa podía haber querido? —No, no —respondió mamá con aire risueño—, cuidan a las personas buenas; no tengas miedo, no te comerán. Quise decirle que no me quería comer a mí, sino a Sophie, pero mamá me dio un beso, me tapó con la manta y dijo: —Ahora duerme, tengo que ir con papá. Me quedé a solas con mis pensamientos, y seguí pensando durante un largo rato. Para mí era tan incomprensible lo que el gendarme podía haber querido de Sophie... ¿Y por qué Sophie se dejaba apretar tanto que yo tenía que soportar la desagradable proximidad del gendarme? ¿Qué sentido tenía todo eso?... Ese asunto, como todo lo que no podía entender, me había intranquilizado; sin embargo, me quedé dormida. Al día siguiente salió un sol espléndido, y, una vez que hube recibido mi bombón, fuimos todos al gran lago para bañarnos y chapotear. En el camino nos topamos con el gendarme. A la luz del día pude ver que se trataba de un adulto simpático que hablaba amigablemente con papá. Sólo que no podía comprender por qué me trataba como si fuera la primera vez en su vida que me veía; ¡él tenía que saber lo que había ocurrido el día anterior! Pero aún me asustaba su gigantesco bigote y no me atreví a preguntar... De ese verano también procedecon un nosotros, recuerdo yque grabó profundamente en mi memoria. Una tarde— papá estaba losse campesinos se habían puesto bonitos trajes y estaban sentados a la puerta de sus casas, así que debió de ser un domingo— escuchamos un tañer de campanas. Pero las campanas no sonaban como de costumbre, sino como si cojearan y no quisieran dejar de sonar... Sonaban y sonaban... Esto sacó a todo el pueblo de su tranquilidad dominguera. Todo el pueblo pasó corriendo ante nuestra casa, todos en la misma dirección. Papá y el hijo de la señora arrugada también echaron a correr; todos iban armados con cubos y hachas. Mamá y algunas mujeres se quedaron con nosotras, y las mujeres no cesaban de repetir estas palabras: «Dios del cielo, no nos abandones; Dios del cielo, no nos abandones». También mamá estaba muy seria y nos dijo: —Debemos rezar juntas para que papá regrese a salvo. Pregunté adónde había ido papá y por qué. Mamá dijo que se había declarado un
incendio y que papá ayudaba a sofocarlo. Rezamos, pero sentía una gran curiosidad por saber qué significaba «fuego en el pueblo». Una mujer dijo que desde un extremo de nuestro jardín podían verse las «lenguas del fuego». Quise ir, pero mamá no me dejó. Grete sí pudo ir a ver las llamas, acompañada del hijo del propietario de la tienda de ultramarinos ubicada al otro lado de la calle; eso me enfadó mucho. ¿Por qué a ella siempre le permitían hacer todas esas cosas que a mí no me permitían? ¿Sólo porque ella tenía tres años más? Si el fuego era peligroso, era igual de peligroso para ella que para mí, ¡aunque ella fuera «tres años mayor»! ¡Oh, esos tres años! Qué a menudo tuve que escuchar esa frase, ¡cada vez que no me dejaban hacer algo que a ella sí le permitían, o cuando yo no quería reconocer y soportar su dominio sobre mí! Al atardecer empezaron a regresar algunos hombres, luego otros más, todos agotados, hablando de cómo papá había salvado varias casas, de cómo, despreciando la muerte, había entrado en las casas incendiadas para salvar niños o animales; de cómo él había sido el infatigable director de los trabajos de extinción y de cómo todos lo habían obedecido. Con sus geniales ideas y su inquebrantable valor había estimulado a los demás, de modo que todos habían actuado de forma extraordinaria, hasta que finalmente dominaron el fuego. Mamá prestaba atención a todo ello, radiante de felicidad, y cuando papá y el hijo de la mujer arrugada regresaron por fin a casa, mamá se echó en sus brazos: —¡Oh, mi querido Robert, qué grande eres, qué grande eres en todo! Papá sonreía en silencio; estaba cubierto de hollín y corrió a lavarse. A mí me parecía normal que papá fuera tan extraordinario. Para mí el concepto de «papá» significaba lo mismo que el de «Gran Señor» que está por encima de todos los hombres y puede hacer todo lo que quiere. Su palabra es ley y se sobreentiende que es perfecto. ¡De lo contrario no sería el «Gran Señor»! Hasta entonces papá me había interesado muy poco, para mí sólo había representado un firme sentimiento de seguridad. Papá no constituía un problema, de modo que no me ocupaba mucho de él. Únicamente cuando toda la familia—papá, mamá, Grete y yo—salíamos a pasear y él me cogía con su poderosa mano y me ayudaba a cruzar la calle, únicamente entonces, notaba que de su mano emanaba una enorme fuerza y que sus uñas siempre estaban limpias como la nieve. Así, también me parecía normal que papá quisiera lavarse en seguida. Pasó el verano y volvimos a casa. Cierta vez llamó que mamá, cuando me arreglaba para salir a pasear, me pusiera uname gorra de la pielatención y un abrigo muy grueso. El viento era tal que parecía querer morderme la mano. Alguien me dijo que eso era el «frío». Mi nariz y mis pies no lo pasaban bien. Pero del cielo caían copos blancos y en todas las tiendas había Papás Noel vestidos de rojo, con largas barbas blancas. Y después volvió la época en que mamá me ponía un sombrerito de paja y abrigo ligero; había flores por todas partes y en el bosquecillo de la ciudad podíamos jugar con pelotas y aros. Por aquel entonces habría podido ser completamente feliz si mamá no me hubiera amargado la vida algunas veces cortándome las uñas. Me moría de miedo cuando intuía que aquel día se acercaba. La piel debajo de mis uñas era tan sensible que después de que mamá me las cortaba, cualquier contacto, hasta el del aire, me causaba tales tormentos que corría llorando a mi habitación, con las manos extendidas, y no permitía que nada me rozara. No habría podido decir que me dolía. No, no se trataba de dolor, sino de un
sentimiento insoportable. La primera vez que mamá lo advirtió, no supo qué me pasaba. Ella pensaba que tal vez me había cortado la piel sin darse cuenta y quería examinar mis dedos. Pero, cada vez que ella me tocaba, yo gritaba; mamá se asustó y preguntó al médico de cabecera qué me podía pasar. Él le explicó que, en general, mis nervios eran un raro ejemplo de hipersensibilidad. Aconsejó a mi madre que después de cortarme las uñas sumergiera mis manos en agua tibia y me dejara chapotear en ella un rato. En efecto, esto me ayudó algo, pero aún tendrían que pasar muchos años hasta que mi piel se fortaleciera y pudiera cortarme las uñas sin tener que pasar por ese insoportable tormento. ¡Mi querida y tierna madre! Con qué amorosa comprensión intentaste vencer todas las dificultades que me causaba aquella hipersensibilidad. Si no hubieras envuelto mis sensibles nervios con tu tierno amor, habría muerto siendo aún una niña. Sólo gracias a tu ayuda pude crecer saludable y fui capaz de desarrollar, lenta y conscientemente, mi capacidad de resistencia. El dulce nido que tú, generoso padre, y tú, abnegada madre, supisteis crear para nosotras, me dio la oportunidad de llegar a ser una persona capaz. Me habéis ayudado a desarrollar fuerzas conscientes que mantienen mi sensibilidad en equilibrio. En aquel entonces era una niña y no tenía idea de mi sensibilidad. Yo observaba todo y quería saberlo todo, pero cuando se trataba de mi salud hacía todo lo que vosotros me aconsejabais. ¡Confiaba plenamente en vosotros!
LEÓN Y LUZ Así transcurrieron algunos inviernos y veranos. Una vez oí que tenía cuatro años. Grete ya iba a la escuela y yo escuchaba con mucho interés cómo ella, orgullosa, me leía el silabario. También tenía un periódico infantil, que también me leía en voz alta. Cuando Grete no estaba en casa yo molestaba a la abuela, la madre de papá, que desde hacía algún tiempo vivía con nosotros, y le pedía que me leyera un poco, pues siempre me quedaba con la curiosidad de saber cómo continuaba la historia. Lo que más me gustaba escuchar era lo que le pasaba a la gente. Ardía de curiosidad por la vida. ¡Que no todo pudiera suceder! ¡Los cuentos eran lo mejor! Mis ansias eran satisfechas por la hermana de mi madre, tía Adi, quien nos visitaba con frecuencia. Tenía un bello rostro: era simpática y hermosa como un gato. Sus tibios ojos castaños irradiaban calor y también desprendía un aroma particular, como sólo pueden desprenderlo las personas que llevan el amor dentro de sí. A mí me agradaba respirar ese aroma, pero sólo lo encontraba en unas cuantas personas. Cuando tía Adi llegaba corríamos hacia ella, felices, tirábamos de su abrigo y nuestras primeras palabras eran: « ¡Tía Adi, cuéntanos un cuento!». Y ella nos contaba los más hermosos cuentos. Infatigable, siempre más y más cuentos, los más interesantes que jamás he oído o leído. Cuando estaba enferma, tía Adi venía a contarme cuentos y yo olvidaba la enfermedad. Nunca podía terminar sus relatos, pues cuando quería ponerles un final la molestábamos: «Tía Adi, ¿y entonces..., qué pasó entonces?», hasta que tía Adi continuaba su relato. Y cuando tía Adi tenía que irse a casa, donde vivía con su madre, mi otra abuela, que tocaba muy bien el piano, yo me quedaba sola con Grete y observaba cómo ella leía un libro de cuentos. Yo también quería saber leer. Los cuentos del periódico infantil y de los libros de cuentos no eran tan bonitos como los que contaba tía Adi. Pero eran cuentos, y yo quería conocerlos. Empecé a estudiar a fondo los libros de los que Grete había aprendido. Me quedaba mirando las diferentes letras y quería leerlas. Pero no sabía qué significaban. Una noche volví a tener un sueño que se repetía a lo largo de muchas noches, atormentándome tan a menudo que toda la familia estaba enterada: corro, corro con todas mis fuerzas por un sendero, un león me persigue a toda velocidad, quiere cogerme y devorarme. Corro desesperada y jadeante hasta una casita al final del sendero. La puerta está abierta, junto a ella hay una mujer que no se parece a mi madre actual, pero que en el sueño es mi madre que me espera con los brazos abiertos. Lo sé: cuando llegue a ella cesará el poder del león sobre mí y estaré salvada. Ahora el león está tan cerca que siento su aliento tibio en la nuca..., los pelos de su melena ya me rozan el cuello, pronto me habrá alcanzado... Corro con mis últimas fuerzas, hasta que de repente siento un golpe, grito a voz en cuello: «¡Mamá!»... Entonces llego a donde está ella y caigo agotada en sus brazos. Estoy a salvo, el león desaparece y despierto, mi corazón late con todas sus fuerzas, tiemblo de espanto y terror. Salto en seguida de la cama, me echo la manta sobre la espalda y así, tal como estoy, en camisa de dormir y descalza, corro hacia la habitación de mis padres y deprisa, muy deprisa, subo a la cama y me acomodo junto a mi madre, bajo
su manta. ¡Oh, esta olor bendito, la tranquilidad y seguridad que aquí me invaden, como agua tibia! Mamá me abraza y pregunta: — ¿Otra vez el sueño?... ¿Otra vez el león? —Sí—respondo, y en su proximidad mi corazón se serena y, ya tranquila, me quedo dormida... Al día siguiente despierto en la cama de mi madre. Ella ya no está, pero sí su camisa de dormir; muy deprisa, meto la nariz en ella, para oler el perfume bendito de mi madre. Papá está echado en una cama contigua, leyendo el diario. «Por lo tanto es domingo», pienso. Mamá entra y se pone a hablar con papá. Papá deja el diario a un lado, justo allí donde estoy yo. Lo cojo y escudriño en las letras, esas misteriosas líneas negras sobre el papel blanco. ¿Qué significan? —Papá—pregunto—, ¿qué significan estas letras? —Mira—responde papá—, ésta es una A, ésta es una N, ésta una U, ésta una N, ésta una C, ésta una I, ésta una O y ésta una S. —¿Y estas otras? —Ésta—dice papá—es una C, ésta es una I, ésta es una A, ésta es una S, ésta es una I, ésta una F, ésta es otra I, ésta otra C, ésta otra A, ésta es una D, ésta una O y ésta una S. Observo las letras, y de repente siento como si un velo cayera de mis ojos, dejando entrar una luz en mi cabeza... ¡¡¡Una luz!!! Y las letras me dejan ver su significado, y leo excitada y con desmedida alegría. —¡Papá!...!Papá! Entonces ahí dice «Anuncios clasificados», ¡¿verdad?! Mamá se queda quieta un momento, después se me acerca, me estrecha en sus brazos y dice, también muy excitada y contenta: —¡Ya sabes leer! Papá me felicita como a un adulto, lo cual me abochorna un poco; entonces entra Grete y también se alegra porque ya sé leer. Pronto todos los de la casa hablan de ello. Hacia el mediodía llega tía Adi, y enseguida es puesta al corriente. ¡Sí! Sé leer, las letras ya no son un misterio para mí, puedo descifrarlas. ¡¡¡Sé leer!!! Y así comenzó una nueva época. Leí todo lo que se asemejaba a una letra. ¡¡¡Quiero saber, saber, saber!!! Leí todo lo legible. Libros de cuentos, periódicos infantiles, libros de escuela de Grete, calendarios, diarios que encontraba sobre el escritorio de papá, un librito que un hombre trajo a la criada, el cual leí sobre «besos», sobre «amor», «citas» secretas, y al final también sobreen «matar», «asesinatos» y «cadáveres»; y cuando le pedí a mamá que me explicara estas cosas incomprensibles y espantosas, ella me arrancó el cuaderno de las manos, desesperada, y gritando: «Por el amor de Dios , ¿de dónde has sacado esto?», corrió a la cocina y prohibió a aquella muchacha que me diera ese tipo de libros. ¡Caramba, qué lástima! Así que hasta ahora no sé qué le pasó a la hermosa condesa que una noche fue raptada por un tenebroso personaje que se la llevó consigo a caballo... Así, pasé por la triste experiencia de comprobar que siempre que algo me interesaba realmente, a mamá no le gustaba; poco a poco llegué a convencerme de que era mucho mejor no hablar con los adultos sobre asuntos interesantes, pues nunca daba resultado. A lo más, y en contadas ocasiones, cuando me quedaba a solas con los sirvientes, les preguntaba a ellos. De alguna manera estaban en mi poder, podía sentirlo; cuando me informaban sobre algo, no se atrevían a decírselo a mamá, pues ellos hubieran sido los
primeros en recibir reproches.
MIS PADRES NO SON «MIS» PADRES Tenía unos cinco años cuando, en la sobremesa de la comida, papá habló un día del «director». A mí me interesaba todo lo que hablaban los adultos, así que pregunté en seguida: —Papá, ¿quién es ese director? —El director es el jefe de la oficina. Todos los demás tienen que hacer lo que él quiere. Él dirige toda la oficina. —Pero tú no tienes que obedecerle, ¿verdad, papá? Él no es más importante que tú, ¿verdad? —Me temo que sí—respondió papá—, yo no soy director, al menos no de momento, así que tengo que hacer lo que él ordene. —Y papá me explicó qué era un director o un jefe. ¡No! No quería creer en lo que me decían mis oídos. ¿Un director que está por encima de papá? ¿Cómo podía ser posible? Hasta ese momento yo había estado totalmente convencida de que la palabra «padre» significaba «Gran Señor», superior a todos los demás. Él manda sobre todos los hombres del país, sobre todos los tesoros del Imperio, su palabra es ley, ningún hombre se atreve a hablar mal de él; «Él» es único a quien papá pide a veces un consejo, sólo con «Él» discute los asuntos del país. ¡Pero eso es algo completamente distinto! «Él» no es exactamente eso que llamamos una persona. Papá está por encima de todos los hombres, ¿cómo podría existir un director que estuviera por encima de él? Quizá fue ésta la primera vez que observé a papá con la mayor atención. Mientras lo miraba y observaba detenidamente se me ocurrió de repente que esa persona a la que tanto amaba no era «mi padre». Desde que tomé conciencia de este ambiente que me rodea, me acostumbré al hecho de estar aquí, a que aquella extraña mujer rubia y hermosa era la madre, a que aquel hombre oscuro, grande y poderoso, era el padre. Sí, aquí es el padre..., ¡pero no es mi padre! ¡En mi hogar él no es mi padre; sólo lo es aquí, donde estoy ahora! En el fondo, él me es tan extraño como la extraña y hermosa mujer: mamá. Me he acostumbrado a ellos muy lentamente. Son personas agradables, me aman, soy importante para ellos y yo los he recibido con amor. Pero ellos no son mi madre y mi padre. ¡Los he estado llamando «padre» y «madre» sólo por costumbre! Hasta entonces nunca había pensado tan detenidamente en la situación. Aceptaba todo tal como era, pues me sentía a gusto entre esas personas. Me daban seguridad, se alegraban por mí, les parecía que todo lo que yo hacía era importante, excitante y simpático. ¿Cómo hubiera podido no sentirme a gusto entre ellos? Algunas veces incluso podía divertirme jugando con Grete, cuando ella olvidaba que estaba por encima de mí porque era «tres años mayor» que yo. Sí, todo estaba bien. Tío Stefi nos visitaba con frecuencia, tocaba hermosas canciones al piano y me enseñaba cosas interesantísimas. Hacía pompas de jabón para mí, y con su navaja me fabricaba un sonajero de cáscara de nuez y cerditos hechos con una ciruela y
mondadientes, y una vez trajo una cajita de hojalata llena de colores maravillosos y un pincel. Podía pintar hermosas flores de colores en un cuaderno que era sólo mío, ¡no tenía que compartirlo con Grete! Tía Adi me encantaba con sus muchas bromas y cuentos de hadas. También quería mucho a la abuela—la madre de mi madre—; era tan dulce y tan delicada..., siempre me sonreía con mucho cariño. Si se sentaba al piano es que era un día de fiesta. La abuela me embelesaba con su música celestial; yo la escuchaba fascinada. En esto éramos idénticas mi querida y tierna madre y yo: las dos amábamos la música más que ninguna otra cosa. Mi otra abuela era una mujer muy interesante. A menudo me hablaba de sus muchos viajes al extranjero, y con frecuencia me llevaba consigo al Museo Nacional. Allí podía contemplar cosas maravillosas. Gigantescas mariposas de colores que—según decía la abuela—vivían en algún otro lugar de nuestro planeta. Yo las conocía particularmente bien; y también había unos enormes animales disecados que de primera impresión me asustaron, ero la abuela me tranquilizaba. También me sentía muy bien cuando toda la familia quedaba sorprendida y encantada por todo lo que yo hacía y era tan natural para mí, y todos los parientes hablaban de mi «talento». Cuando tenía cuatro años, mamá me enseñó cómo se podía «hacer ganchillo» con una aguja doblada. Entonces hice una faldita para mi muñeca, que siempre estaba sentada en su sillita, porque yo no sabía qué hacer con ella. La faldita causó tal sensación entre los miembros de la familia que quedé verdaderamente asombrada. Si mamá podía hacer unas obras de encaje tan bonitas, ¿por qué era admirable que yo también supiera hacer ganchillo? Las flores de colores que había pintado en el cuaderno entusiasmaron de tal modo a toda la familia que mi padre me regaló una hucha en forma de cerdito, y cada vez que yo pintaba una bonita florecilla, él introducía una moneda de plata en el cerdito. ¡Ah! Todo era tan agradable... ¡Y ahora llegaba esta terrible y desagradable sorpresa! ¡Papá tenía un superior! En ese preciso momento tomé conciencia de que estaba aquí, en este ambiente, al que llamaba «mi casa», y que sin embargo aquí no estaba en casa; ¡éste no era mi hogar! Estaba firmemente convencida de ello. Si en aquel entonces hubiera poseído mi experiencia psicológica actual, habría analizado en seguida de dónde podía yo—una niña—haber sacado esa manera de ver las cosas. Pero yo aún era una niña que vivía todo directamente, y vivía en la total convicción de que alguien me había arrebatado mi hogar a la fuerza. de dónde pues entretanto había olvidado todo.de ¿Quién me podía aclararPero algono al sabía respecto? ¡Sólovenía, esas dos personas que me llamaban su hija! Pero sabía que si les preguntaba me darían otra auténtica «respuesta de adulto», que yo no podría comprender. Tendría que volver a escuchar el eterno: «Espera a que seas mayor». ¡Bah! ¡Cómo odiaba esa frase! ¡¿Esperar hasta que sea mayor?! ¿Para qué pasar todo ese tiempo en la oscuridad, en la ignorancia? ¡Quería saberlo todo ahora, y no «algún día»! Di muchas vueltas al asunto hasta que se hizo de noche y tuve que ir a dormir. Mamá se acercó a mi cama, se sentó a mi lado y preguntó: —¿Por qué estás tan quieta? ¿Por qué en lugar de jugar con tu muñeca te has pasado día caminando por toda la casa y pensando en algo? Dime qué te ocurre. A mí puedes contármelo todo; pregúntame lo que quieres saber. Oh, ahora la amaba de todo corazón, con total confianza. Mamá era tierna,
cariñosa y bella. Muy a menudo sentía que ella siempre estaba de mi parte cuando alguien me hacía algún reproche, siempre podía acudir a ella, en ella encontraba un refugio seguro. Ahora estábamos íntimamente unidas y pensé que podía hablar de cualquier cosa con ella. Estiré mis brazos alrededor de su cuello y pregunté: —Mamá , ¿de dónde me habéis traído, de dónde he venido, aquí, a estar con vosotros? Vi que sus ojos reflejaron primero una pequeña sorpresa, estaba incluso un poco asustada, pero luego sonrió con ternura y dijo: —Existe un gran mar donde nadan todos los niños pequeños; cuando dos personas se aman y le piden a Dios que les conceda un hijito, Dios deja que su sirvienta, una enorme cigüeña, vuele hasta el gran mar, coja al niño que Dios ha elegido para esas dos personas, se lo eche a la espalda y vuele hasta aquellas personas. Cuando llega allí, cuelga al niñito de su pico y lo deja jnto a la mujer. Así es como el niño adquiere unos padres terrenales y así es también como se convierte en un niño terrenal. Empecé escuchando con mucha atención, pero después me di cuenta de que me estaba «contando» algo, como tía Adi con sus cuentos de hadas. ¡No! ¡Ésa no es la verdad! Mamá no quiere decirme la verdad: cómo y dónde me encontraron ella y papá. Me sentía desilusionada, lancé una mirada inquisidora a sus ojos. Ella me estaba hablando, yo debía repetir la oración que ella iba recitando, después me deseó las buenas noches y se marchó. Me quedé sola. A partir de entonces me fui convenciendo cada vez más de que papá y mamá no eran mis verdaderos padres y de que mi hogar no pertenecía a este país. Sabía que mamá no me conocía, sabía que no me veía. Yo era y me mantenía extraña para ella, y toda la gente que me rodeaba me parecía totalmente extraña. No nos entendíamos. Cuando hablaba con mamá sobre cosas que para mí eran muy naturales, ella muchas veces se quedaba tan sorprendida, tan maravillada, que iba en seguida a donde estaba mi padre y le contaba qué cosas más raras le había dicho. Papá también se sorprendía. Comprendí que para ellos dos esas cosas eran nuevas, muy extrañas, y después repetían mis observaciones a toda la familia, y todos se reían de mí. «¡Qué niña tan rara!», escuchaba decir una y otra vez. Pero yo no me encontraba rara, por el contrario, los raros eran ellos y, aunque los amaba, entre ellos me sentía como entre extraños. Todo me parecía muy pequeño, incoloro yperfectamente limitado. En loymás profundo de mi subconsciente sabía que sólo «Él» podíamuy entenderme me hubiera gustado vivir en espacios mucho más amplios, mucho más libres, y entre personas que por lo menos se parecieran a mí. Este sentimiento de extrañeza y soledad no me abandonó jamás; por el contrario, se hizo cada vez más consciente. Intentaba entablar contacto con cualquiera, pero era en vano. Mamá solía hablar del amor fraternal. «Es bonito tener una hermana con la que puedes hablar de todo y a la que le tienes total confianza», decía mamá. Me decidí a trabar ese tipo de relación con Grete. Pero ella no era de confianza, me miraba desde arriba, pues era «tres años mayor», y cuando le hacía alguna confidencia corría enseguida hacia donde estaba mamá y le contaba mis pequeños secretos. De modo que mi intento de trabar relaciones fraternales nunca fue correspondido. Finalmente decidí renunciar a todo intento de contacto y vivimos la una junto a la otra como dos seres que proceden de dos mundos diferentes. Todos me eran extraños..., extraños..., todos.
El tiempo transcurrió muy deprisa. Cumplí los seis años y, un buen día, mamá me llevó a la escuela. Entré en un gran grupo de niños, y el sentimiento de estar sola y de ser una extraña se hizo aún más intenso. Todos los miembros de mi familia me amaban y yo los amaba a ellos. En casa reinaba el amor; todo lo demás venía después. Por eso me sentía bien en ese ambiente. Poco a poco me había ido acostumbrando a esas personas. Pero los niños de la escuela me eran completamente extraños. Ellos se entendían muy bien, pero yo era como un pequeño prodigio entre ellos. Yo los sorprendía constantemente y ellos a mí. Se reían de mí y eso me dolía mucho. Siempre estaban hablando de lo que tenían, de lo que poseían, y se mostraban unos a otros los objetos más diversos: plumas, lápices o gomas de borrar, y todos querían tener y enseñar aquello que los demás no tenían. Para mí todo eso era aburrido en extremo; y ridículo. A mí me cautivaban los libros, los cuentos de hadas, la música y los museos. Esto asombraba a los niños, que al enterarse me hacían extrañas preguntas. Ellos jugaban con muñecas, con la pelota y el aro; yo jugaba con un prisma de cristal que me mostraba unos colores maravillosos y con un imán que me regaló tío Toni, el otro hermano de mi madre. ¡Era tan misterioso! El imán atraía hacia sí todos los alfileres de mamá y la tijera también adquiría fuerza magnética y entonces mamá tenía que usar mucha fuerza para mantener los alfileres alejados de la tijera, pues de lo contrario éstos salían volando, atraídos por aquélla... Sí, yo quería saber qué tipo de fuerza yacía oculta en el imán, hasta que finalmente se me ocurrió que seguramente el imán amaba a los alfileres tanto como mamá a nosotras y que yo saltaba al cuello de mamá de la misma manera como los alfileres saltaban sobre el imán. ¡Esto me pareció enormemente interesante y grandioso! Pero los niños se reían de mí. Yo estaba sola..., sola. En invierno empecé a tomar lecciones de piano. Cuando interpretaba las diferentes piezas musicales tenía la sensación de que en la música estaban encerradas aquellas figuras que tío Toni modelaba con cartulina. Él las llamaba «figuras geométricas». Yo sabía tocar una pieza para piano de la que brotaban cubos pequeños y limpios. También había una pieza poblada de agudas puntas y sobre estas puntas saltaban pequeñas esferas. Cuando iba de paseo con mi madre al bosquecillo de la ciudad me fascinaba contemplar el enorme surtidor, pues en el chorro principal veía gnomos y hadas saltarines que giraban y bailaban en el agua. Y comprendía que la danza del agua en el surtidor también era música. Pero esa no la muy escuchaba loslos oídos, Yo sabía quedeeso música. ¡Todo esomúsica se me hacía natural!con Pero niñosno, delalaveía. escuela se reían mí era cuando les hablaba de ello y decían que yo era «tonta». Yo no sabía por qué. Y cuando en la escuela de música oí por primera vez tocar a otros niños, me quedé de piedra. ¿Cómo? ¿Acaso ellos no sienten que están lastimando a las figuras geométricas encerradas en la música? La maestra dijo: «No llevan bien el ritmo». Como si su corazón no latiera rítmicamente. ¿Acaso cuando tocaban «mal» tampoco lo notaban? ¡Ah! Era espantoso oír cómo golpeaban las teclas–quería gritar, me hacía daño—, ¡¿y ellos no se daban cuenta?! Observaba a aquellos niños con curiosidad, pensando para mí: «¿Es que no tienen oídos? ¿Cómo puede ser posible? ¿Acaso los otros niños no son como yo?». Yo pensaba que todos los niños y todas las personas mayores veían y oían igual que yo... Poco a poco me fui dando cuenta de que la mayoría de los niños y personas mayores tenían ojos y oídos completamente distintos a los míos y que por eso me miraban como a un animal extraño.
Y yo continuaba sola, cada vez más sola.
LA SALIDA DEL SOL NO ES ASÍ Cuando llegó la primavera yo estaba muy pálida. Sentarme a la mesa era siempre un tormento: los mejores platos no me gustaban, la comida no me gustaba y mamá quería convencerme de que debía comer. Pero ¿y si no podía? La sopa sólo me entretenía en la medida en que podía coger la cuchara y utilizarla para formar un gran círculo con los ojos de grasa que flotaban sobre el caldo de carne. Pero a mis padres aquello no les gustaba y papá varias veces me echó de la mesa porque era una niña desobediente y porque en lugar de comer jugaba con los círculos de grasa y porque no quería comerme las zanahorias ni las espinacas. Cuando papá advirtió que el castigo no me importaba, sino que yo lo aprovechaba para ir corriendo al cuarto de los niños y sumergirme en mis amados libros, decidió seguir el consejo del médico y llevar a toda la familia a pasar el verano a la costa. Partimos poco después de terminar los exámenes de la escuela. Hicimos el viaje de noche y mamá nos preparó a Grete y a mí unas confortables camitas, improvisadas con algunas mantas. Me quedé dormida, pero el ambiente poco familiar me despertó antes del amanecer. Papá y Grete aún dormían, pro mamá estaba despierta y le pedí que me dejara sentar al lado de la ventana. Había oído hablar tantas veces de lo hermosa que es la salida del sol, que ahora quería aprovechar la oportunidad que tenía de verla. Aún estaba oscuro; me senté al lado de la ventana, metí la cabeza tras la cortinilla y me dispuse a observar. El sol todavía no había aparecido, pero el cielo se iba coloreando poco a poco... Se hacía cada vez más claro y, sin embargo, dominaba un color pálido, gris. Poco a poco, el cielo se fue aclarando; vi cómo el tren pasaba como un rayo por diferentes paisajes, las casas, los hombres en los campos, los caballos y las vacas, los árboles y todo lo demás..., ¡pero el sol todavía no estaba allí! ¿Cómo podía estar tan claro si el sol aún no había salido? ¡Era sorprendente, pero era así! Entonces, cuando ya era casi totalmente de día, apareció el sol en el horizonte... Por fin llegaba, acompañado del hermoso color púrpura que había estado esperando. Pero este púrpura era muy pálido –como desteñido—, no era el que yo esperaba. ¡Qué desilusión! ¡La salida del sol no es así! Entretanto, despertaron todos los del compartimiento y papá me preguntó: —¿Qué te ha parecido la salida del sol? Es la primera vez que la ves. ¿No es maravillosa? –Y me miró sonriendo. —No, papá—respondí desilusionada y molesta—, ¡no ha sido nada hermoso! ¡La salida del sol no debía ser así! Ha sido aburrida, duró demasiado y el conjunto se echó a perder, pues cuando por fin apareció el sol, el cielo ya estaba claro, pero con una claridad horrible, incolora. ¡No! ¡No ha sido hermoso! ¡La salida del sol no es así! ¡Es totalmente diferente!–Y lo observé con enfado. Papá me escuchaba como solía hacerlo, con paciencia y gran atención. En sus brillantes y hermosos ojos negros vi reflejados su interés y aquella expresión que tan bien conocía, algo sorprendida y risueña, pero sin embargo cargada de amor. —¡Vaya cosas que dices! ¿Que la salida del sol debería ser diferente? ¿No estás satisfecha con la salida del sol? Realmente es genial que tú, una pequeña damita, te sientas insatisfecha ante
los fenómenos de la naturaleza y quieras indicarle cómo debe salir el sol. ¿De dónde sabes cómo debe ser la salida del sol, si nunca has tenido oportunidad de ver un amanecer como el que quieres? ¡A ver, dímelo! Lo miré fijamente y dije: —¡No sé cómo lo sé, ni dónde he vivido ese amanecer, perosé que no deber ser así! El sol debe ascender entre tinieblas y, entonces,de repente, todo debe aclararse de golpe, pero no con esa claridad tan pálida, aburrida, gris, sino que todo debe ponerse rojo, púrpura, todo el cielo y todo lo que hay sobre la tierra debe quedar inundado por el rojo. Tiene que ser mucho, mucho más bello, más asombroso y más elevado. Lo sé..., ¡lo recuerdo! —Hum—dijo papá—, ¿lo recuerdas?—y sonrió, cariñoso y burlón al mismo tiempo—, tienes una fantasía muy vivaz. Luego cogió la taza de café que le entregaba mamá, bebió un sorbo y se volvió otra vez hacia mí: —Bueno, en realidad siento mucho que no hayas quedado satisfecha con la salida del sol. Hoy el cielo está despejado, de modo que el amanecer no ha podido ser más colorido y hermoso. Pero no te puedo ayudar. No puedo hacer nada al respecto. No respondí, estaba enfadada; me irritaba no sólo la desilusión por el amanecer, sino el hecho de que, además, papá dijera que «tenía una fantasía muy vivaz», cuando yo sabía
perfectamente que lo recordaba, ¡sí!, ¡lo recordaba! La fantasía es completamente diferente. Cuando me imagino algo, eso es fantasía. ¡Pero yo no había imaginado el verdadero amanecer, la manera en que tiene que ser! Era algo que estaba grabado en lo más profundo de mi ser, era más intenso que, por ejemplo, las cosas que recordaba del día anterior; más intenso que todo lo que había sucedido de forma palpable. Estaba enojada, ¡y de qué manera! Siempre me enfadaba cuando veía con impotencia que no podía demostrar algo que sabía perfectamente. Me quedé sentada con la vista fija en lo que tenía al frente, obstinada, hasta que de repente toda la gente salió corriendo al pasillo y papá nos llamó: —¡El mar, niñas, venid deprisa, allí está al mar! Nos precipitamos sobre la ventanilla del pasillo y allí estaba, algo más abajo, el gran océano, el mar. ¡Oh, mi adorado mar! El tren corría por lo alto de la montaña y abajo, en una bahía, yacía el mar. Sentí una terrible excitación y una sensación de felicidad, pues sabía bien que ya conocía el mar, que no era la primera vez que lo veía. Esto me pareció muy natural y no me puse a pensar en cómo era posible que sintiera aquello. Miraba hacia abajo en silencio, y en mi corazón una voz alegre cantaba: «¡Mar, mi amado, mi inmutable Mar, que todo lo comprendes, todo lo presencias y a todo sobrevives! ¡Mar, querido amigo que tantas veces has sabido escucharme, que has comprendido mis dolores, mis penas y alegrías, tú que con tu infinitud y eternidad me has consolado y elevado por encima de todo lo humano! Estás aquí, estás otra vez aquí, siempre estás aquí, inmutable, y yo puedo volver a mirar tus profundidades, a escuchar cómo tus olas hablan de la eternidad...» Papá me tocó el hombro y preguntó: —¿Qué te parece el mar? ¿Estás satisfecha con el mar, o también debería ser de alguna otra manera? —No, papá—respondí—, el mar es así, como debe ser, pero ¿y la playa? ¿Por qué hay playas por todas partes? El mar debe ser infinito, no deben verse otras playas.
—Sí—dijo papá—, eso lo sentirás cuando bajemos. Aquí estamos en una bahía y por eso parece que el mar estuviera rodeado de playas por todas partes. Pero abajo el mar no tiene orillas, sólo se ve mar abierto. Me sentía tranquila. La espléndida vista me entusiasmaba, e igualmente entusiasmada estaba mi hermana. Por fin habíamos encontrado algo en lo que las dos podíamos entendernos perfectamente. Ella disfrutaba del mar tanto como yo y, después, cuando íbamos a buscar mejillones y cangrejos entre los peñascos, éramos las mejores amigas, en todo sentido. Fuimos muy felices en aquel balneario. Papá estaba alegre y eso producía un efecto estimulante sobre nosotras. Mamá resplandecía de felicidad porque podía pasar todo el día junto a papá. Un día fuimos a una pequeña iglesia levantada en el centro de un hermoso jardín rodeado por cipreses. Mamá se arrodilló y rezó con devoción un largo rato. Papá estaba de pie junto a ella, serio. Grete también se arrodilló y rezó. Yo también quería ser piadosa, pero no lo conseguía. No me arrodillé, pues no sentía ningún deseo de hacerlo. ¡No quería caer de rodillas ante formas visibles! ¿Debía arrodillarme sólo porque los demás también lo hacían? ¡No, eso no! ¿Sólo por «querer ser buena»? ¡No! Dios no necesita eso; Dios ve que no hubiera sido sincera. No, no me arrodillé, y observé a las otras personas, cómo rezaban... Después de un rato—yo ya llevaba mucho tiempo aburrida—, papá tocó a mi madre en el hombro. Ella se levantó y nos marchamos. Afuera, toda la región estaba bañada por la luz del sol. ¡Corrí saltando con alegría, sintiendo a Dios mucho más de cerca en los rayos del sol que en la frialdad de la iglesia! Por la noche, cuando mamá rezaba conmigo, le pregunté: —Mamá, ¿por qué rezabas con tanta devoción en la iglesia? —Rezaba para pedirle a Dios que si nos quiere conceder otro bebé, que sea un hermanito. Me quedé muda. ¿Un hermanito? ¿Quizá podría encontrar en él un buen amigo? ¡Bien! Sería bonito. Comprendí por qué mamá se había arrodillado y había rezado tan ensimismada. Por un hijo..., ¡eso tenía sentido! Una noche, ya en invierno, desperté de mi sueño. Escuchaba unos extraños ruidos que salíanpapá de lacompletamente habitación de mis padres. Era el llanto de un bebé. Un instante después apareció vestido y preguntó: —¿Estáis despiertas? —Sí, papá—dijimos Grete y yo. —¡Ha sucedido algo estupendo! Dios os ha enviado un hermanito. ¡Ah! Era algo muy emocionante y yo quería ver al hermanito en seguida, pero papá dijo que debía tener paciencia y esperar hasta el día siguiente, entonces me enseñarían al niño. Papá estaba muy raro, sonreía con dulzura y suavidad, hablaba en voz baja, solemne y tierno al mismo tiempo; no me atreví a llevarle la contraria. Por la mañana entró en la habitación mi abuela materna, me ayudó a vestirme y fuimos juntas a la habitación de mis padres. Allí estaba mamá, y en sus brazos, sobre la almohada, yacía un pequeño bebé de cabellos negros. Lo observé con atención y advertí que junto a sus orejitas tenía largos mechones de pelos muy finos, como los de un monito.
Como me acababa de lavar, me dejaron acariciar sus manecitas. Todos me observaban y todos estaban tan solemnes..., tan callados... Desde ese momento fuimos tres los niños de la familia y yo seguía estando cada vez más sola.
¡
QUIERO MARCHARME! En aquellos días conocí a la hermana de mi padre, tía Rapahela. Ella vivía con su esposo, tío Ferdinand, en otra ciudad. Habían venido para conocer al recién nacido. Esta señora extraña y regia me provocaba una gran admiración. Era alta como papá, su figura era la de una diosa griega y a esto se añadía la belleza clásica de su rostro, noble, brillante y siempre invariable, coronado por el cabello negro como el ébano. Sus ojos era negros y brillantes, como los de mi padre. Sus movimientos eran majestuosos, dignos y, sin embargo, encantadores. Era la encarnación de todo aquello que el hombre llama bello y distinguido. La amé desde el primer instante y ella también me quería y a menudo me llevaba de compras con ella. Su marido era un hombre muy sabio y simpático. Nos comprendimos la una a la otra desde el principio. Me alegré muchísimo cuando escuché que en verano iríamos a un balneario en las montañas, muy cercano al lugar donde vivían tío Ferdinand, tía Raphaela y sus hijos. Fue un verano estupendo, muchas veces podía ir con papá y tío Ferdinand a pasear por el monte. Ah, qué hermosos eran los bosques, el verde en las montañas y qué maravilloso era alcanzar la cumbre de una montaña y contemplar desde allí arriba toda la región, la ciudad y los pueblos con sus casitas diminutas. Sí, ¡allí era feliz! Pero abajo, en el círculo familiar, no lo era tanto. Grete era muy distinta a mí, siempre queríamos jugar a cosas distintas y mamá estaba ocupada con el hermanito. Ya no hacía labores conmigo, ya no tenía tiempo para responder a mis continuas preguntas. La sensación de soledad aumentó en tal medida que poco a poco me fui alejando de los demás, ya no quería tomar parte en sus asuntos. Pero mamá opinaba sencillamente que yo era una desobediente. Una noche, a la hora de acostarme, mamá me regañó por quedarme hasta muy tarde en el jardín y no querer ir a dormir. Me puse caprichosa y no respondí nada. Pero como mamá continuó haciéndome reproches y me llamó desobediente, me enfurecí y dije: —Veo que no me amáis. Lo mejor será que me marche de casa de una vez por todas.
Mamá, muy enfadada, replicó: —¡Vete, vete a donde quieras! Salí corriendo, bajé la escalera, atravesé el gran jardín, alcancé el amplio camino del bosque y subí por la oscuridad de las montañas. El día anterior había estado en esa montaña con papá y tío Ferdinand y en lo alto habíamos visto una enorme caverna a la que llamaban «cueva de ladrones». Allí quería pasar la noche y dedicarme a pensar qué haría a partir de entonces. En la oscuridad no veía bien el sendero, así que tuve que abrirme paso entre arbustos, ramas y follaje para avanzar en línea recta en dirección a la cueva de ladrones. De pronto escuché, muy lejana, la voz de mi madre. Estaba gritando mi nombre. Me detuve un instante, luego seguí avanzando a través de los arbustos. Mamá me llamaba una y otra vez y un momento después sentí que me estaba persiguiendo. Probablemente mamá escuchaba el ruido que hacía al abrirme paso entre los arbustos. Me
alcanzó, me cogió por los hombros y preguntó, muy excitada: —¿No tienes miedo de que te muerda un perro? ¿Estás totalmente loca? No contesté. ¿Qué me importaban los perros? Hubiera podido defenderme, ¡pero quería marcharme! Marcharme a mi hogar, a donde me encontrara en casa, lejos de esas personas extrañas, de ese ambiente extraño donde nadie me entendía. Eran buenas personas, llenas de amor, querían lo mejor para mí, pero eran extraños, eran diferentes a mí y diferentes a la gente de allá, de mi verdadero hogar. Caminamos en silencio hasta llegar a casa; yo estaba resignada a recibir el castigo. Pero, para mi gran sorpresa, papá y mamá no dijeron ni una palabra. Cuando entramos a la habitación papá me observaba un tanto curioso, un tanto divertido. El único castigo fue que mamá se marchó sin darme las buenas noches después de haberme acostado. Al día siguiente papá y mamá actuaron como si nada hubiese sucedido. Aunque noté que mamá estaba espantada por mi atrevimiento, pero que papá reconocía y respetaba mi valor. A sus ojos, me había hecho algo mayor. Pero yo no me sentía ni atrevida ni valiente. Yo era así y eso era todo. Y Grete, la siempre obediente, siempre formal, siempre tan bien educada, me miraba como a una criminal, bajando los ojos en mi presencia. ¡Y yo repudiaba con todo el corazón su cobarde obediencia! El siguiente invierno dejé de ir a la escuela, porque estaba muy pálida y me costaba mucho trabajo levantarme por las mañanas. Venía a verme un maestro que intentaba llenarme la cabeza con una serie de cosas que me aburrían sobremanera. ¡Geografía! ¿Para qué aprender algo de países que no conocía? Cuando quiera conocerlos, cuando sea mayor, los visitaré y entonces no hará falta que estudie nada más, pensaba para mí. Y si no los conozco, ¿para qué quieren que sepa cómo son y qué cosas hay en ellos? Mientras el profesor hablaba sobre Paraguay, Nicaragua, Venezuela..., yo escuchaba el silbido del gas en la lámpara. Él contestó amablemente que no era momento de prestar atención a la lámpara, sino a lo que él estaba diciendo. —Pero esto es mucho más interesante, señor profesor–le dije. El maestro fue a casa y habló con mi madre un buen rato sobre esa extraña niña que encontraba más interesante saber por qué silbaba el gas que aprender geografía. Una vez que el maestro semadre. hubo marchado me vihacerme obligadaentender a sostenerque unayolarga «seria» conversación con mi Mamá quería teníay que estudiar. —Bueno, bueno, ya estudiaré, pero quiero aprender otras cosas, no las que vosotros queréis que aprenda –le dije. Mamá no replicó y dijo que yo tenía que aprobar el examen de la escuela y que por lo tanto tenía que estudiar las cosas que mandaba la escuela. Intenté explicarle que esas cosas no me parecían interesantes; mamá quiso hacerme ver que a pesar de todo tenía que aprenderlas; no nos entendíamos, me sentía harta de todo. ¡Quería marcharme! Quería luz, quería volver a casa de mis verdaderos padres, quería vivir en mi pueblo, donde no tenía que estudiar esas cosas, donde podía hacer lo que quería, donde podía tocar el piano y no sólo hacer aburridos ejercicios de pulsación, donde tendría libertad. En una palabra: donde estaría en casa... Poco a poco se hizo costumbre que pasara las horas en el cuarto de baño, a oscuras, sentada sobre una silla, con los pies colgando, y que en esa penumbra reflexionara sobre lo
que debía hacer. Lo que quería era marcharme..., irme de allí... ¡a casa! No me atrevía a decírselo a mi madre, pues sabía que se enojaría mucho conmigo; por eso se me ocurrió que lo mejor sería explicar mi decisión en una carta que le entregaría en el momento más apropiado. Mamá siempre estaba muy ocupada con mi hermanito. Era una madre muy dedicada, nunca confiaba sus hijos a manos extrañas. Ella misma daba el pecho, bañaba y cuidaba a sus hijos. De modo que tuve bastantes ocasiones de estar sola en la habitación de los niños y escribir mi carta. Escribí con mucha cortesía y sencillez que sabía muy bien que no era hija de ellos, que papá y ella no eran mis verdaderos padres, que probablemente me habían encontrado en alguna parte y me habían traído con ellos; que seguramente ya se habían arrepentido, pues no me podían amar y que por eso quería que me devolvieran en seguida al lugar de donde me habían recogido. Dejé muy claro lo terriblemente infeliz que era allí y que no quería quedarme con ellos a ningún precio. Mi marcha también sería lo mejor para ellos, puesto que ya no tendrían que preocuparse por mí. Como despedida escribí: «Beso tu mano», y mi nombre; la carta estaba lista. Pero no me atrevía a entregarla. Así que esperé una buena oportunidad. Un buen día mi madre recibió la visita de algunas amigas y parientes. Charlaron alegremente, nos admiraron a las niñas mayores y también al recién llegado—los tres llevábamos nuestros mejores trajes—y luego se dirigieron al comedor, donde las esperaban café y una tarta sobre la mesa cubierta por un mantel. En el círculo de las señoras mi madre estaba encantadora, sentada allí, a la cabecera de la mesa, como de costumbre. Estaba resplandeciente de hermosura, alegre y muy serena; pensé que había llegado el momento de entregarle mi carta. Era seguro que no se enfadaría. Esperé a que todas las señoras terminaran de beber el café, me acerqué de puntillas por detrás de la silla de mi madre y, mientras ella intercambiaba unas frases con la mujer que tenía al lado, deslicé la carta en su regazo. Mamá me había visto salir de la habitación; no le gustaba que los niños estuviéramos entre los adultos. Teníamos que quedarnos en la habitación de los niños y salir sólo cuando se nos llamaba. Ocupada con sus invitadas, no pudo preguntarme inmediatamente qué era lo que quería. Cuando deposité la carta en el bolsillo y continuó charlando amigablemente con sus invitadas, como si nada hubiera ocurrido. Yo estaba contenta por haber elegido tan bien la ocasión. Peroestalló por la noche, cuando¡No papá ya había vuelto a casa Mamá y las visitas se espantada habían marchado, la tormenta. había esperado aquello! estaba y muy enojada. Le dió la carta a papá y dijo, trastornada: —Esta niña está completamente loca, mira lo que me ha escrito. –Y, dirigiéndose a mí, dijo furiosa: —Espera y verás; de modo que no somos buenos padres para ti; bueno, también podemos ser de otra forma, entonces sí que tendrías otros padres. Pero te arrepentirías. Papá leyó la carta con mucho interés, y noté que la encontraba divertida. Papá era un hombre que difícilmente se salía de sus casillas y tampoco ahora le parecía que mi carta fuera tan trágica. Me observó inquisidor y dijo: —¿Por qué dices que quieres volver con tus «verdaderos» padres? ¿Quiénes son tus «verdaderos» padres? ¿Y dónde están? ¡Pequeña tonta! —Y con eso papá dio por terminado el asunto.
Mamá, por el contrario, estaba muy afectada y se pasó días y días hablando sobre mi carta con la abuela, con tía Adi, con tío Stefi y hasta le enseñó la carta al mejor amigo de mi padre, que al mismo tiempo era nuestro médico de cabecera. Era éste un hombre muy profundo, de una gran formación científica, consejero de la familia tanto en cuestiones físicas como espirituales. Mamá estaba muy irritada por mi actitud y le dijo que –como él sabía— toda la familia hacía todo lo posible para hacerme feliz y que yo era una niña desagradecida porque quería marcharme. —¿Adónde? ¿Adónde quieres ir, loquita?–me preguntaba mamá una y otra vez. Bueno…, eso era algo que yo no sabía, y ¡esperaba una respuesta precisamente de ellos! ¡Yo quería saber de dónde me habían traído ellos! El tío doctor me observó interrogante con sus serenos ojos azules y me preguntó con absoluta seriedad, como a un adulto: —¿Por qué piensas eso, nena? Dímelo con sinceridad, anda, cuéntamelo. Pero yo ya no podía ni quería hablar más de todo aquello. ¡Sólo quería volver, volver al lugar del que me habían sacado! Volver a casa, a donde pudiera volver a estar con seres parecidos a mí . Comprendí que de momento no alcanzaría mi objetivo. Debía quedarme allí, Comprendí que esas personas sabían tan poco de mi srcen como yo misma, o incluso menos. Así que no podía esperar que la solución del enigma viniera de ellos. Con mis preguntas lo único que había conseguido era herirlos y asustarlos. Comprendí que mi carta había hecho mucho daño a mamá, ¡yo no quería eso! Volví a la habitación de los niños, y cuando vi a Grete con la mirada gacha —pues no se atrevía a mirarme, a mí, a una niña tan infame—, me sentí como una criminal. No, ¡ya no tenía ninguna esperanza! No volví a hablar del asunto. La familia fue olvidando el incidente y sobre mi alma cayó un velo que se hizo cada vez más denso. No quería volver a pensar en mi verdadero hogar, pues parecía imposible acercarme algo más a él. En aquel tiempo—yo estaba entonces en el séptimo año de mi vida—, sucedió también que cierto día, cuando estábamos sentados a la mesa, papá dijo que el ser humano es «el rey de la creación». —¿Qué quieres decir, papá?—pregunté. —Eso—explicó papá—, que el ser humano es la criatura más perfecta que existe en este mundo. No me haydejó nadamuda superior a él. ¡Aquello de asombro! Cómo, pensaba, papá, que tiene una cabeza tan brillante, que conoce la respuesta a todas las preguntas y siempre tiene razón en todas las discusiones… ¿Acaso no sabe que por encima del hombre hay…? Vaya, ¿cómo debería llamarlos?… ¿No sabe que hay gigantes o titanes—no en cuanto al tamaño del cuerpo, sino en poder y sabiduría—muy superiores al ser humano, gigantes y titanes que guían al hombre con la fuerza que irradian, ayudándolo en su camino hacia adelante? Miré a papá preguntándome si acaso no quería hablar de ellos, o si de hecho desconocía su existencia. Observé su rostro y vi que hablaba con total convicción sobre el ser humano como rey de la creación. No me atreví a hacer más preguntas, pues muy dentro de mí sabía que a «Él» no le gusta que se hable de cosas secretas con personas ignorantes del asunto. Hay momentos en que hay que saber callar. De pronto sentí un sobresalto: «¿Él?» ¿Quién es ese ser de quien creó
espontáneamente que existe, que siempre está conmigo, que siempre está a mi lado, ayudándome? ¿Quién es ese Él a quien veo con tanta humildad y, sin embargo, con tanta confianza? A quien no dudo en reconocer un nivel superior, en quien busco cobijo cuando me siento sola o incomprendida, de quien sé que siempre me recibe con infinito amor y comprensión, nunca me juzga, primero me escucha, siempre me toma en serio, me ayuda a seguir adelante y nunca…, nunca…, nunca me abandonará. ¿Quién es? Y ¿dónde está? Y mientras buscaba respuesta a esta pregunta, surgieron ante los ojos de mi espíritu dos ojos azules, oscuros, que todo lo aman, todo lo saben y todo lo pueden, ojos tan profundos como lamisma bóveda celeste… …Quiero gritar su nombre, pero las letras están enterradas muy profundamente en mi memoria, mi pensamiento no es lo bastante claro para recogerlas del interior de mí misma y sacarlas a la superficie. Entonces recuerdo de repente que estoy sentada a la mesa, que mamá está al otro lado, sosteniendo a mi hermanito en su regazo, metiendo cucharadas de papilla de sémola en su boquita abierta… y mi visión se desvanece. Paso toda la tarde sentada a mi escritorio y obligo a mi mente a traer los recuerdos perdidos en la parte inconsciente de mi ser; están ahí, pero no los puedo atrapar. A veces emergen imágenes vagas, confusas, que intento retener, pero pronto vuelven a desaparecer… Pero ahora había algo que estaba muy claro: desde que adquirí conciencia en este mundo, siempre llevo dentro de mí la imagen de alguien a quien en mi interior llamo, sencilla y espontáneamente, «Él».
ANHELO LA UNIDAD Un día mi madre recibió una invitación de una prima que se había mudado a la ciudad con su marido y sus hijos. La familia nos recibió en el vestíbulo. Los dos chicos nos examinaron con la mirada; nosotras, las niñas, los examinamos a ellos, hasta que la tía nos envió a la habitación de los niños. Corrimos al cuarto de los chicos. Allí había un tren que andaba sobre raíles, una imprenta en miniatura y una linterna mágica. Todo me causó una gran impresión, pero lo que más me gustó fue que los chicos tenían muchos, muchísimos libros. ¡Todos los libros de Julio Verne! También nos dieron una estupenda merienda... No nos fuimos a casa hasta ya muy entrada la noche. Las dos familias se llevaban bien y a partir de entonces nos reunimos cada semana. Aquellas tardes eran agradables y divertidas, y los chicos eran muchachos alegres y bien educados. Como había leído cierta vez en un libro, yo estaba siempre buscando «la eterna unidad en la amistad», pero mis compañeras de escuela se burlaban de mí y no se interesaban por semejantes «tonterías». Propuse a los chicos que selláramos una «amistad eterna». A los muchachos les pareció que era una idea brillante. Pero el más joven, que tenía una voluntad de hierro y era por tanto el que daba el tono, dijo: —Primero cada uno debe mostrar su firma a los demás. De modo que tuvimos que escribir en un papel los nombres de los cuatro. Los chicos y Grete escribieron las iniciales de sus nombres con letras enormes, ricamente provistas de diversos adoraos, y las demás letras con signos lo más ilegibles posible, acabando la firma con una gran rúbrica. A mí todos esos adornos me parecían excesivos, así que escribí mi nombre con letras muy sencillas y legibles. El más joven de los chicos observó las firmas y dijo luego con profundodesprecio: —¿Qué? Quieres pactar una amistad eterna, quieres ser miembro de una sociedad de amigos, ¿y ni siquiera tienes una firma decente? ¡Quedarás fuera de la sociedad de amigos hasta que aprendas a firmar decentemente! Y dicho esto los tres se juraron «amistad eterna en la vida y en la muerte». Me sentí muy ofendida, desilusionada e infeliz. Apenas llegué a casa, me quité el abrigo y el sombrero y empecé a practicar la «firma». Escribí mi nombre miles de veces, las inicialescon mucha elegancia y grandes curvas,las demás letras totalmente ilegibles—intenté imitar la firma del tío médico, que escribía unas recetas absolutamente ilegibles—, y terminé mi obra de arte con una enorme línea ondulada. Era una firma amanerada, no era sincera. Pero el sábado siguiente dije con orgullo a mis amiguitos: —¡Eh, mirad esto, ya tengo una «firma»! —y garabateé una firma imponente sobre un pedazo de papel. Grete y los dos chicos observaron mi obra de arte, y el más joven dictó sentencia: —Bien. Tu firma es aún demasiado legible, pero la aceptamos y te admitimos en nuestra
sociedad. Quería sentirme feliz, pues veía satisfecho mi deseo, pero, sorprendentemente, no lo conseguía. ¡No! Algo no andaba bien. Y, ya en casa, cuando estaba de pie ante el espejo, observando cara a cara lo «invisible» —es decir, a mí misma—, escuché una voz que surgía de mi interior: «Tu firma es falsa. No es imagen tuya. ¿Crees que puedes alcanzar cosas verdaderas mediantefalsedades ¿La verdadera amistad mediante una firma falsa? Aquellos que no aceptan tu verdadera firma tampoco pueden ser tus verdaderos amigos...» Me aparté del espejo con tristeza y me fui a dormir. Pero ya no podía utilizar aquella firma que tanto había practicado. Me daba asco. Sabía que esa «amistad eterna en la vida y en la muerte» era algo tan amanerado como mi «firma» y que los chicos no tenían ni idea de lo que era aquella amistad que yo buscaba: ¡la amistad verdadera, eterna, que está más allá del tiempo y el espacio! Estaba sola en mi búsqueda de una verdadera amistad, de una verdadera unidad..., sola..., sola.
EL HOMBRE ROJO Cuando tenía nueve años pasé por una experiencia estremece-dora. Mi hermano pequeño, a quien quería mucho, tenía dos años; estaba enfermo, pero el médico no podía diagnosticar qué enfermedad padecía. Mamá y yo estábamos en la habitación donde él guardaba cama; mamá estaba sentada a su lado. El pequeño dormía, pero de repente despertó sobresaltado, mirando siempre en una misma dirección, como si hubiera alguien allí; se levantó de un salto y gritó espantado, con los ojos-saltones fijos en un punto: —¡Mamá, mamá, el hombre rojo..., el hombre rojo viene a buscarme!—Y al decir esto agitaba los brazos como si estuviera peleando con alguien; entonces volvió a gritar, completamente fuera de sí: — ¡Ayúdame, mamá! ¡El hombre rojo! —y cayó desmayado. Mamá corrió hacia él, lo tomó en sus brazos, volvió a acostarlo, dulcemente, y se apresuró a llamar al médico. Mientras esperábamos a que llegara el doctor, pregunté a mamá: —¿Quién era ese hombre rojo a quien veía el pequeño? Mamá respondió: —No era algo real, hija. Sólo eran pesadillas ocasio nadas por la fiebre. Estaba delirando, tenía alucinaciones. El médico llegó muy pronto, examinó al niño y le diagnosticó una pulmonía. ¡Pobre mamá! Pasó tres semanas pendiente del niño día y noche: no dormía, no lo dejaba solo ni un minuto. Yo observaba espantada la terrible lucha que el pequeño sostenía por su vida, y mamá por el pequeño. Quizá fue entonces cuando mi corazón se abrió totalmente a mamá, quizá fue entonces cuando los ojos de mi espíritu contemplaron por primera vez su alma repleta de amor. También yo temía por la vida de mi hermanito, y a partir de entonces sentí que pertenecía a esa familia. Cuando mi hermanito se recuperó compartí la alegría de toda la familia y empecé a sentirme «en casa» también allí. Pero no olvidé al «hombre rojo». En vano me aseguraba mamá que no había sido algo real. Mi hermano lo había visto—algo le hacía ver a un hombre rojo —, ¿y aquello no era real? Quedó abierta la cuestión de qué era lo que había visto mi hermanito; yo pensaba en ello a menudo. Entonces no podía saber que encontraría la respuesta muchos años más tarde, en la India. Un año después nos mudamos a otro barrio, donde había muchos árboles y casas con hermosos jardines. Desde nuestras ventanas podíamos ver las montañas. Volví a ir a la escuela y así empezó de nuevo la vieja canción: mis compañeras tenían motivos para sorprenderse de mí y yo para sorprenderme de ellas. Ellas jugaban con muñecas; a mí eso me parecía aburrido. Yo leía libros que las aburrían a ellas. Al hacerme mayor aumentaba también mi fiebre por la lectura. No sólo leía los libros que nos daban a los niños, sino también todos los libros de la biblioteca de mi padre. Allí encontré unos libros que me sumieron en una especie de estado febril: ¡las obra s completas de Shakespeare! Devoré un libro tras otro. Me causaron una impresión tan honda que no podía quitármelos de la cabeza en todo el día, y ni siquiera quería separarme de ellos. Hacía mío el destino de
todos los héroes y heroínas de las diferentes tragedias y comedias. Leí primero las tragedias, una tras otra; y mi alma vivía en un profundo y constante estado de conmoción. Después les tocó el turno a las comedias; y no dejaba de revolcarme de risa sobre el sofá. Además de las obras de Shakespeare, hubo otra cosa que me impresionó muchísimo: una colección de gruesos volúmenes, «Investigaciones etnográficas». Descubrí las descripciones de diversas supersticiones y ritos de magia negra. ¡Vaya! Allí leí sobre cosas que eran completamente nuevas para mí y que no podía entender del todo. Sobre supersticiones amorosas, pociones de amor y otras prácticas misteriosas, todas ellas relacionadas con la vida amorosa. Una vez que hube leído las cosas más inaceptables acudí a mamá y le pregunté: —Mamá, dime si es cierto esto: si un hombre quiere ser amado por alguna mujer tiene que coger una zanahoria y perforarla tres veces de arriba abajo, escupir tres veces por el agujero y arrojarla a medianoche a la casa donde duerme la amada, o que si se quema un pedazo de una camisa de dormir y se hornea una tarta con las cenizas dentro, el que coma de esa tarta quedará tan enamorado de la dueña dela camisa que hará cuanto ella le pida. Mamá dejaba que siguiera hablando; estaba cada vez más espantada. Finalmente me interrumpió: —¡Por el amor de Dios! ¿Dónde has oído algo tan horroroso? ¿Has estado en el cuarto de planchar, con la lavandera? ¡Cuántas veces te he dicho que no debes mantener conversaciones íntimas con la cocinera o la lavandera! ¿Cómo te has enterado de todas esas absurdas prácticas de magia negra? ¡Dímelo! —Mamá —respondí, convencida de mi inocencia —, no te enfades. ¡Esas cosas no pueden ser tan terribles si un científico se dedica a estudiarlas! Las he leído en libros de ciencia, en las «Investigaciones etnográficas» de la biblioteca de papá., Mamá fue corriendo a la librería y quitó la llave. A partir de entonces sólo pude leer los libros que ella me daba. Con ello mi curiosidad no quedaba satisfecha. Había un montón de palabras latinas cuyo significado desconocía y pedía a mamá que me diera un tomo de la enciclopedia porque quería leer algo más sobre una planta o un animal del que acabábamos de hablar en la escuela. Pero antes me fijaba en que ese tomo incluyera alguna de esas palabras, que me interesaban mucho más que tal animal o planta. Iba a la habitación de los niños y estudiaba a fondo las cosas que quería saber. Así conseguía que mamá me diera permiso para coger la enciclopedia, dondeAdemás, podía leer todome lo que medado habían prohibidoque sin la que mi inocente madre se diera cuenta. mamá había a entender lavandera podía contar cosas interesantes sobre la magia negra. No tardé en buscar una oportunidad de hablar con ellaen secreto. Así escuché las más terribleshistorias sobre fantasmas, supersticiones, brujería, hasta que me asusté tanto que no podía quedarme sola en una habitación oscura. Tío Stefi me preguntó una vez por qué tenía miedo. —Porque podría aparecer un fantasma—le dije. —¡Barí! Hay una manera muy sencilla de defenderse. Silba muy fuerte y todos los fantasmas saldrán corriendo en seguida—respondió él. Desde ese día me acostumbré a silbar con frecuencia, pero seguí interesada en las historias de fantasmas. Así, por una parte, amplié mis conocimientos sobre el misticismo más vulgar y, por otra, desarrollé el arte de silbar hasta adquirir un talento fuera de lo común..
APARECE MI FUTURO Pasamos aquel verano en el gran Binnensee. Vivimos junto a otros familiares. Aquel verano quedó grabado en mi memoria como ningún otro, pues ocurrieron algunas cosas que más tarde, mucho, mucho más tarde, tendría que volver con frecuencia a recordar. Mamá estaba cada vez más ocupada con mi hermanito, así que yo disponía de cierta libertad. Podía salir con una amiga de mi edad y vagabundear por el balneario, los prados y el bosquecillo. Mamá pensaba que yo estaba en casa de mi amiga y la madre de mi amiga pensaba lo contrario. Así podíamos ir por allí, reuniendo experiencias. A la orilla del lago había una serie de grandes casas de campo, y vimos cómo un muchacho gitano se detenía delante de cada una de estas casas y tocaba algo con su pequeño violín para que la gente, le diera dinero. Mi abuela también daba conciertos yganaba mucho dinero. Me preguntaba si también yo podría ganar dinero. Mi amiga hacía ciegamente todo lo que yo quería. Así que fuimos a cada una de las casas de campo, subíamos a la terraza o pasábamos al jardín, según donde estuviera reunida la gente, y yo recitaba un poema. La gente me observaba con los ojos muy abiertos, y cuando mi compañera pasaba entre ellos con un plato, le daban algo de dinero, a veces mucho, a veces poco. Pero todos se alegraban mucho y reían con nosotras y una señora me preguntó si mi madre estaba enterada de lo que estábamos haciendo. —No —respondí—. Este negocio es de las dos, mamá no sabe nada. —Eso es lo que pensaba—dijo la señora—, ahora idos a casa. Ese mismo día dimos por terminado el prometedor negocio. Una vez que nos hubimos repartido el dinero, fui a casa y conté con orgullo que había ganado dinero y enseñé el montón de monedas de níquel y de cobre. Mamá casi se desmaya. —¡Por el amor de Dios!—gritó—. ¿Cómo se te ocurren semejantes ideas? ¿Qué va a pensar la gente? ¡Nos harás pasar vergüenza! —¿Por qué?—pregunté—. La abuela también gana dinero con su arte. El chico gitano también ha ganado dinero. ¿Por qué iba a ser vergonzoso que yo ganara dinero declamando? —¡Comprende, tonta—respondió mi madre—, que tu padre ocupa un alto cargo en el país y que por lo tanto no puedes hacer esas cosas! —¿Qué tiene que ver papá con lo que yo hago? Papá es papá y yo soy yo. Yo no tengo un alto cargo, ¿por qué no podría ganar dinero? Todo trabajo es decente si se ejerce con decencia. ¡Y yo he declamado muy bien!—dije, muy convencida de aquello. Mamá exclamó furiosa: —¡Sigues sin entender, y como te gusta hacer esas tonterías, y para colmo replicas, te prohíbo que vuelvas a salir del jardín! De esta manera perdí mi libertad; pero el asunto tuvo también otras consecuencias. Mi tío abuelo, quien había alquilado la otra mitad de la casa, de modo que él y su familia vivían con nosotros, era un hombre muy simpático, dueño de un enormesentido del humor. Cuando se enteró de que yo había estado recitando versos por todas las casas, quiso él también oírme. Las dos familias siempre comían juntas, y por la noche mi tío abuelo propuso que les recitara algo al acabar de comer. Yo no me opuse. Los adultos se sentaron
formando un círculo, yo me coloqué en el centro y empecé a recitar un poema que había aprendido en la escuela. A mi tío abuelo le gustó el poema y pidió que recitara otro. —No conozco más—le dije. —Entonces cuéntanos algo, lo que tú quieras. —¿Puedo contaros algo del libro que me dieron como premio por el examen? — pregunté. —Claro —dijo mi tío abuelo—, empieza de una vez. Empecé a contarles el libroEl Vicario de Wakefield.Pero no sólo narraba el argumento, sino que al mismo tiempo lo iba interpretando, como en el teatro. Conté cómo el pastor de Wakefield llevaba una vida de santo, cómo un joven conoció a Olivia, la hija del pastor, y cómo al final la raptó. Yo no tenía idea de lo que significaba «raptar», así que no sabía por qué el pastor se había enojado tanto. Pero así lo había leído en el libro y así lo contaba. Narré cómo los amantes se encontraban en laoscuridad de la noche y se decían al oído palabras cariñosas, narré cómo el pastor ardió en cólera y cogió su fusil, cómo su dulce esposa lo tranquilizó poniéndole una Biblia en la mano... Los adultos se retorcían de risa y, una vez que hube terminado mi relato, mi tío abuelo dijo que quería volver a oír la historia delpastor. Así que tuve que repetirla y ellos volvieron a reír. Reían como si les hubiera contado el mejor de los chistes; ¡pero yo hablaba de cosas trágicas! Cuando terminé, mi tío abuelo me llamó a su lado y preguntó: —Dime, ¿dónde has aprendido esa historia? —Sí —dijo mamá—. ¡A mí también me gustaría saberlo! —La leí en el libro que me dieron como premio en la escuela—contesté. —¡Oh, es inaudito!—dijo mamá, enojada pero sonriente—. ¿Cómo en la escuela pueden darle semejante libro a una niña? —¡Bah! Déjaloestar, Lilian—dijo mi tío abuelo—. Lo más probable es que ni siquiera ellos mismos hayan leído el libro y que hayan pensado que sobre un pastor sólo se pueden escribir, cosas santas y armoniosas. No se les ocurrió pensar que a veces los párrocos también tienen hijas. Déjalo estar, Lilian, y permite que la pequeña nos lo cuente otra ev z. Lo que ya está dentro de su cabeza no podrás sacarlo nunca. ¡Y hacíamucho tiempo que no me reía tanto! Y asísefue comoa aalgunos partir de entonces tuve que contarles noche.cada El círculo familiar amplió amigos del vecindario, y yo teníaalgo quecada contarles vez cosas de las que había leído en los libros. Entre otras cosas, les conté varias tragedias de Shakespeare, y tampoco entonces pude comprender por qué los adultos se morían de risa ante acontecimientos tan trágicos. Pero a pesar de sus risas yo narraba cómo el pobre Rey Lear moría desilusionado y abandonado; y los adultos se retorcían de risa... En Ricardo III conté cómo morían todos, uno así..., el otro asá, y contaba cómo, y los adultos casi se asfixiaban de tanto reírse, ¿Cómo alguien podía reírse por cosas tan trágicas como la muerte de tanta gente? ¡Era algo espantoso, no algo gracioso!, pensaba para mí y seguía actuando. Cuántas veces, cuántas veces he pensado después en aquella muchachita que daba charlas e interpretaba obras de teatro ante ese auditorio, completamente seria, muy convencida de lo que hacía. Mi destino posterior ya se estaba dejando ver. Ya entonces me había acostumbrado a
crear algo que salía de mi mundo interior—cosas hermosas, divinas, verdaderas — sin tener en cuenta si el público comprendía mi verdad o no. Hablo por amor a la verdad, y sólo existe un espectador importante para mí:¡Dios! El verano acabó y volvimos a casa. En el invierno siguiente decidí no volver a andar por ahí vestida con mi traje de niña, sino con un disfraz de payaso. El sentimiento de que yo no era aquella que yo era, no me quería abandonar . Si bien yo ya no hablaba de ello, este sentimi ento no había desaparecido, sino que se había acumulado muy hondo dentro de mí, y actuaba desde mi subconsciente. Se lo supliqué tantas veces que mi dulce madre no pudo seguir diciendo «no» y cosió para mí un hermoso traje de payaso, en toda regla. Inclusome compró dos gorras de payaso de diferentes colores y empecé a andar siempre con ese traje. Me gustaba hacer gimnasia en las anillas y en el trapecio , imitaba en casa todo lo que veía en el circo; y, cuando colgada de las anillas con la cabeza para abajo veía todo el mundo invertido, me sentía libre. En aquel entonces aún no sabía que los psicólogos llaman al payaso el «arquetipo de la personalidad cambiante». Además de los «juegos de manos» que imitaba de los malabaristas del circo, se me hizo una costumbre el adoptar posturas corporales extrañas, inusuales, que primero sorprendieron e hicieron reír a mis padres y luego todos los parientes y conocidos se divirtieron con mis «ridículas» poses. Lugar al que llegaba, lugar donde tenía que mostrar estas poses. Lo hacía instintivamente, sin pensar por qué lo estaba haciendo. Sólo sentía que me hacía bien, que en ciertas posturas se podía aprender más, y que, si estaba cansada, adoptando alguna otra posición me sentiría nuevamente repuesta y fresca en pocos minutos. La familia se burlaba de mi «loca» costumbre; y mamá ya estaba acostumbrada a encontrarme en una posiciónincreíble cada vez que entraba a nuestra habitación. Al principio me había dado una charla sobre cómo debía sentarse sobre una silla una «muchachita educada», no debía estar de cabeza, ni doblar los brazos y las piernas en posicionescasi imposibles, ni colocar los pies sobre los hombros. Pero finalmente se resignó a mi «locura». A mí todas estas posturas me parecían naturales. Las llevaba en la sangre, las adoptaba espontáneamente y me sentía bien al hacerlo, me asombraba que la gente a mi alrededor se sorprendiera por algo tan natural. Pero en cierta ocasión, cuando fuimos toda la familia a pasar semanas de lasmuchos vacaciones verano apor casa tía Raphaela, de visita un señor unas que había pasado añosde viajando el de Lejano Oriente y llegó —según dijo tío Ferdinand— tenía cosas muy interesantes que contar sobre esos países extraños. Los niños también fuimos presentados a eseseñor y, como de costumbre, le contaron todo lo que sabíamos hacer. Tía Raphaela mencionó riendo aquella costumbre tan rara que yo tenía, que retorcía los miembros y adoptaba posiciones singulares, que nadie podía imitar, salvo algún contorsionista. Me senté en el suelo y, como cada vez que se hablaba de mí me sonrojaba, pues ese «destacar» me abochornaba, adopté una posición en la cual podía esconder perfectamente la cabeza, de modo que para quien me miraba, parecía que me hubiesen decapitado. Los adultos se echaron a reír. Entonces les mostré algunas posiciones «difíciles» que me gustaba mucho hacer. El señor extraño observaba mis contorsiones con total seriedad y finalmente dijo, muy asombrado:
—¡Pero esta niña está haciendo a la perfección típicos ejercicios de yoga! ¿Dónde has aprendido a hacer eso, pequeña?—dijo dirigiéndose a mí. Yo no sabía qué significaba la palabra «yoga», así que le contesté que nadie me había enseñado esos ejercicios, sino que me los había inventado porque me gustaba hacerlos y porque me sentía bien al hacerlos. El señor no quería creerlo, me observaba inquisidor, sacudiendo la cabeza. Ya estaba aburrida de ías preguntas de los mayores, así que cuando mamá nos hizo una seña para que nos marcháramos corrimos deprisa a la habitación de los niños. No volví a pensar en la observación de aquel señor. Sólo después, mucho después, cuando de pronto despertaron mis recuerdos y pude comprender tantas cosas tan inexplicables de mi vida, recordé la observación de aquel señor que había vuelto de Oriente. Entonces supe dónde había aprendido aquellas posiciones que ya practicaba de niña y continué practicando de mayor , a las que aquel hombre había llamado «ejercicios de yoga». Entonces comprendí que practicar esos ejercicios era una vieja costumbre,porque durante años los había estado ejecutando a diario en el templo. En ellos se reflejaba mi pasado, pero también mi futuro, pues mucho más tarde, ya adulta, enseñé estos ejercicios a muchas personas, para estimular su desarrollo corporal y espiritual.
DISPUTAS AMOROSAS Pasaron los años. Me hacía cada vez mayor y mi cuerpo empezaba a madurar. Me gustaba leer libros que trataban historias de amor y problemas amorosos, y así me sumergía cada vez más dentro de mi personalidad. Miraba hacia el futuro decidida a encontrar un hombre de valor que me comprendiera a la perfección. Así, ya no me dediqué en primer lugar a los libros, sino a la gente joven, y más adelante sobre todo a los hombres jóvenes. Ellos también se interesaban por mí. En vano me decía mamá que fuese discreta: ya muy joven advertí que poseía una gran fuerza de atracción. Pero en mí ceguera pensaba que esta fuerza que atraía a tanta gente debía servir sólo a mi persona. Esta ceguera espiritual casi tuve que pagarla después con la ceguera física. Hasta qué aprendí a ver que mi fuerza de atracción no debía estar al servicio de mi vida privada, sino que debía ayudarme a conducir por elcamino de la redención a todas aquellas personas que me seguían. Pero entonces aún no había renunciado completamente a mi propia persona, y pensaba que la mayor felicidad se encontraba en el amor entre un hombre y una mujer. Así me ocurrieron muchas de aquellas cosas tan habituales en este mundo; amé y fui amada, pero todas las alegrías y sufrimientos eran sólo un preludio de mi destino. La época de mi desarrollo desde los trece hasta los diecinueve anos está surcada por el hilo rojo de una unión con una persona; podría titular esos años como «escuela para desarrollar una extraordinaria fuerza de voluntad». Mi destino sabía que tendría que utilizar esa arma a lo largo de mi vida. Cuando tenía tan sólo trece años coincidí con un joven cuyo brillante talento estaba muy por encima de la media. Su naturaleza era una mezcla de un inflexible y consciente aspirar a lo más bello y puro y un egoísmo y autoritarismo enfermizos. Él me amaba, eso decía, pero en realidad se amaba a sí mismo y quería convertirme en su dócil esclava. Él advirtió enseguida que yo veía las cosas desde dentro, igual que él, que yo sentía el arte igual que él. Así, creyó haber hallado en mí a una compañera digna. Con el tiempo quería convertirme en una mujer muy instruida, pero al mismo tiempo obediente, formada a su propia imagen. Quería erradicar mis pensamientos propios. Me traía maravillosos libros de arte y de música, de historia universal y de historia del arte, la mejor literatura moderna y clásica, y exigía que leyera esas obras en el idioma srcinal. Como aprender idiomas a solas se me hacía tremendamente aburrido, estudió idiomas conmigo, también buscó al mejor profesor de piano... En resumen: hizo todo lo posible para que mi cultura no se mantuviera en el promedio, sino que fuera extraordinaria. Mi madre veía en él a un ángel guardián de mi educación, pues el estudio de idiomas no era algo que naciera de mí. En vano habían venido los mejores profesores de idiomas, yo no quería quemarme las cejas estudiando. Pero este joven me traía revistas y obras de teatro en alemán, en francés, y en inglés, y leyéndomelas ayudaba a abrirme las puertas que conducían a las diferentes lenguas. Todo eso era muy hermoso y estimulante, pero al mismo tiempo el joven intentaba conscientemente introducirme en su esfera de poder. Poco después de conocernos me dijo que yo tenía que ser su esposa y que quería que pensara que yo erade su propiedad.Todo lo que quería leer tenía antes que enseñárselo para que me concediera su autorización.Ya no podía trabar amistad con alguien si él antes no lo
permitía. Como todas las chicas jóvenes,yo iba a una escuela de bailecon mi hermana. Me gustaba bailar, lo hacía con pasión, y además lo pasaba muy bien con la gente de la escuela. También iba a patinar sobre hielo. Nada de eso le gustaba. Pero yo era joven, quería bailar, patinar sobre hielo, divertirme con gente joven. Aquello lo ponía celoso y en una medida que sobrepasaba los límites de lo normal. Ello corría parejo con un deseo de poder desmedido. Al principio me halagaba que un hombre tan admirado y re conocido me hubiese elegido para sí. Podía ser muy ingenioso y con frecuencia me divertía con él. También me agradaba el que ambos tuviéramos la misma concepción seria y profunda de la amistad y del amor. Pero cuando sentía cómo sistemáticamente intentaba imponerme su voluntad como si se tratara de una sortija de acero, todo el amor se me hacía molesto. Empezó una lucha, ¡una lucha terrible entre las fuerzas invisibles de nuestras almas! Cuanto más sentía que yo escapaba de su poder, tanto más quería tenerme en sus manos. Cuando cumplí diecisiete años quiso que fuera su novia oficialmente. Envió a su padre a que hablara con el mío. Papá no estaba muy entusiasmado con el asunto. Sólo mucho tiempo después me dijo que no le había agradado la naturaleza agresiva de mi novio, pero que no había querido oponerse a nuestra voluntad. Él respetaba el derecho de autodeterminación de todas las personas, también el de sus hijos, así que, aunque de mala gana, dio su consentimiento. Yo tenía la esperanza de que los celosde mi novio disminuyeran después del compromiso. Pero cuando, con el tiempo, mis atractivos femeninos fueron en aumento, sus celos ya no conocieron límites y me hacía terribles escenas, cada vez con mayor frecuencia. Después de pasarse horas enteras atormentándome, caía en el extremo opuesto, me pedía perdón de rodillas, lloraba como un niño, pedía solemnemente que lo amara y prometía no volver a atormentarme nunca más. Para mí aquellas escenas eran insoportables. Nunca había visto algo parecido en casa. Mi padre poseía un enorme poder, pero irradiaba espontaneidad. No quería someter a otras personas a su poder. Dejaba que cada cual fuese tal como era, no quería que los demás lo siguieran y obedecieran ciegamente. Para entonces papá ya había accedido a un cargo importante — yo podía estar satisfecha, ya no había ningún director por encima de papá —; pero a pesar de ello papá nunca fue despótico ni trató como un tirano a las personas que se encontraban por debajo. Tanto en casa como en su oficina, papá era como un pilar en el cual uno siempre podía de parientes y de sus asubordinados lepensaba. pedían consejos. justo yapoyarse. generosoCientos y siempre estaba dispuesto ayudar. «¡Ah!», «¡Si todosPapá los era hombres fueran como él!» Yo no sabía qué era el egoísmo, qué era la falta de consideración, pues en casa nunca había vivido cosas así. En casa reinaban siempre un sano entendimiento y un amor verdadero, desinteresado. Yo no podía saber qué eran el sadismo y el masoquismo, y no comprendía las escenas que me hacía mi novio, ¡menos aún podía soportarlas! ¡Quería ser libre! ¡Libre! Sin embargo, durante un largo período no pude oponerme a su voluntad; mi lealtad natural y mi comprensión ante las debilidades de los demás impedían que lo hiciera. Pero mi voluntad se desarrolló con los años, hasta que un día, de repente, me pregunté por qué tenía que seguir tolerando todos esos sufrimientos. Un día le dije que quería ser libre. El no quiso escucharme. Luchábamos desesperados el uno contra el otro, pues su voluntad era como unas tenazas de acero que aún me tenían
agarrada. Mientras más tenía que luchar contra él, más se desarrollaba mi voluntad, convirtiéndose en una fuerza de resistencia que poco a poco fue superando las fuerzas de mi novio. Llegó el momento en el que tuve el suficiente valor para decirle que ya no quería ser su esposa. Esta declaración fue seguida por unas escenas tempestuosas, ¡pero sus escenas ya no me causaban ningún efecto! Sentía lástima por él, pero al mismo tiempo lo despreciaba por esa conducta que tanto tenía de despótica como de cobarde. En aquel entonces yo aún no sabía que estas dos características están estrechamente relacionadas, como dos mitades complementarias de una misma enfermedad; pero sí podía reconocer aquello de enfermizo que había en mi novio, y quería liberarme completamente. Con un último esfuerzo me sacudí de encima su voluntad. Hablé con mis padres. No estaban sorprendidos. Y, una hermosa tarde—tenía entonces diecinueve años—, viajé con mi primo a casa de su madre, la hermana de mi padre, la encantadora tía Raphaela. Rompí mi compromiso...
PRIMER ENCUENTRO CON LA MUERTE Desde mi niñez era ya habitual que al llegar la primavera me pusiera extremadamente pálida y se apoderara de mí un pesado cansancio. Generalmente la manera más sencilla de recuperarme era que mis padres me enviaran a pasar unos días a casa de tía Raphaela. Esta vivía con su familia en un pueblo de las montañas, y el maravilloso aire de los montes y aquella gente entregada a la sabiduría y la religiosidad siempre conseguían que me recuperara muy deprisa. En ese ambiente tranquilo y espiritualmente elevado siempre me sentía muy bien. Volvía a casa fresca y llena de vida. Tras la disolución de mi compromiso matrimonial fui otra vez a casa de mi tía. Ella se había quedado viuda y vivía con su hija. Ambas me recibieron con mucho cariño y yo disfruté por fin de la tan ansiada libertad. Me sentía como una cometa que ha roto su cuerda y vuela libre hacia el infinito. ¡Qué estupenda fue esa primavera en casa de mi tía! Ella me comprendía perfectamente, como siempre. Se mostró a favor de mi decisión y con ello el asunto quedó zanjado. En casa de tía Raphaela vivía en completa libertad. Ella me dejabaser como yo era, podía vagabundear por los montes y los bosques, disfrutando de la naturaleza. Y cuando me sentía completamente libre y feliz y miraba hacia el futuro llena de esperanzas, ¡entonces me topé por primera vez con la muerte! Durante un paseo por las montañas llegué a un maizal y, puesto que había renunciado a mis proyectos de matrimonio, intenté imaginarme mi futuro. Pensaba: primero me haré pianista, como mi abuela materna, después me casaré con un hombre sano, simpático, normal, y tendré hijos. Luego los niños crecerán y talvez tenga nietos..., ¿y después?; después envejeceré lentamente..., ¿y después?...; ¡después llegar á un buen día en que tendré que morir! ¡Muerte! Ése es el final, el objetivo al que todos nos dirigimos... Pero ¿para qué? ¿Para qué, pues, todo esto? ¿Para qué practicar al piano y convertirme en una gran artista? Era completamente igual que mis dedos, estos huesos cubiertos de piel, corrieran o no con gran virtuosismo sobre las teclas del piano. ¿O no? Cuando una persona yace enterrada en una tumba, ¿no da lo mismo qué es lo que haya hecho durante su vida? ¿No da lo mismo que haya sido una persona famosa y destacada o que haya sido un don nadie?, ¿que haya sido honesto o deshonesto? ¿Para qué entonces luchar, trabajar , tener hijos, sufrir y divertirse, ser feliz o infeliz; para qué si al final está la muerte, la nada? ¡Sería mucho más sencillo morir ahora mismo! Este pensamiento me asustaba tanto, se me hacía tan insoportable, que el mundo a mi alrededor se ennegreció. Me apoyé en el tronco de un árbol y observé el valle que se extendía más abajo, la ciudad, las incontables casas con las muchísimas personas que vivían en ellas y desde allí arriba parecían diminutas hormigas. Todas esas personas vivían, luchaban, buscaban dinero, amor, todas tenían sus propios problemas, su cruz que llevar, se
tomaban todo tan desesperadamente en serio... ¿Para qué? ¡¿Para qué, si todopasajero..., es si al final espera la muerte, que resuelve todos los problemas y pone punto final a todas las alegrías y las penas?! ¿Qué persigue el ser humano? ¿Qué alcanza? muerte ¡La 1. Tanto si se es feliz como si se es desdichado, un rey o un mendigo, el final es:muertel ¡la El pánico se apoderó de mí. ¡No! ¡Yo no puedo tomar parte en eso! Con esos pensamientos me es imposible aprender, amar, vivir. ¡Todo carece de sentido! ¡Prefiero suicidarme, para no tener que morir al final de mi vida\ Una voz diabólica y burlona se echó a reír: «¡Ja, ja, ja! ¡Semejantes tonterías son dignas de ti! ¿Quieres suicidarte para no tener que morir? ¿Crees que la muerte puede ser evitada? Estás aquí,sobre la Tierra, en un cuerpo; no puedes escapar fácilmente, sin morir. Si te suicidas, ¡entonces el final del que quieres salvarte te llegará ahora mismo\La muerte ¡ahora mismo! No "algún día", bastante lejano, sino "ahora", ¡en el presente! ¿Comprendes? Una vez allí,en el cuerpo, no puedes salir de él sin morir. ¡Eres una prisionera! ¿Comprendes? ¡Una prisionera!Sólo puedes salir de tu cuerpo a través de la muerte, es la única puerta de escape, no puedes evitar la muerte..., no puedes evitarla... ¡Ja, ja, ja!» Intenté ordenar mis pensamientos. Sí, tenía que comprender que me encontraba en un callejón sin salida, que el suicidio no servía para nada. Me conduciría precisamente al lugar del que quería huir. Así, pues, ¿qué podía hacer? En todo caso, de momento me consolaba pensar que aún era muy joven y que, ya que estaba sana y que mis antepasados habían alcanzado edades muy elevadas, probablemente mi muerte aún se encontraba muy lejana. «Hasta que llegue ese terrible momento—pensaba—, todavía pueden suceder muchas cosas. Los científicos siempre están descubriendo cosas nuevas, ¡cuando me llegue el momento de morir seguramente también habrándescubierto la inmortalidad).»Me agarraba como sea a esta idea que me daba el valor y la fuerza necesarios para seguir viviendo, y hasta para seguir teniendodeseos. ¡Tenía razón! De hecho la inmortalidad fue descubierta; en aquel momento yo no sabía que el «descubrimiento de la inmortalidad» consistía precisamente en que yo misma debía encontrar y descubrir esta verdad: ¡La muerte no existe! ¡El ser humano —y por lo tanto también yo — era y será inmortal durante toda la eternidad! Pues cada uno debe descubrir esta verdad para sí, nadie puede transmitírnosla. ¡Cada uno debe sentir la inmortalidad dentro de su ser! Pues si alguien no cree en una verdad que tiene ante sus ojos, en vanono la buscará en otras personas. Cada uno debe dentro dedebe sí misino la muerte es otra cosa que la vida misma, y que el reconocer ser humano no sólo no morir,que ¡sino que además no puede hacerlo! ¡Es sencillamente imposible! Pero entonces aún no sabía todo esto; la muerte era para mí una muralla negra contra la que un día tendría que estrellar mi cabeza. Pero era joven; me tranquilicé tanto como pude. Dejé el asunto para más adelante e intenté no pensar más en la muerte, si esto era posible. Semejantes pensamientos no hacían sino quitarme fuerzas; prefería trazar planes para el futuro. En general, estaba acostumbrada a pensar todo sola e independientemente. Mi padre nunca se había inmiscuido en los asuntos de sus hijos. Su trabajo lo absorbía tanto que tenía muy pocas oportunidades de observar lo que ocurría en el interior de la familia. Por lo general nos veíamos sólo a la hora de comer, sentados a la mesa, donde naturalmente yo no
mencionaba las escenas que en su díame hiciera mi antiguo novio. Mamá me quería, como quería a todos sus hijos, pero no me entendió hasta pasado ya mucho tiempo de nuestra última despedida. En aquella época ella quería que yo me convirtiera en una buena esposa, una buena ama de casa y una buena mujer, como ella. Yo también pensaba que ése era el objetivo de mi vida; mamá y yo sólo estábamos en desacuerdo en nuestra manera de ver cuál era el camino que yo seguiría para alcanzar ese objetivo. Mi camino no podía ser el suyo ni el de ninguna otra. Mi camino únicamente podía ser el mío propio, y yo no podía aceptar las propuestas que mamá hacía en relación a mi futuro. Mamá quería que preparara mi futuro papel de ama de casa; yo, por el contrario, buscaba con cada gota de mi sangre satisfacerme a mí misma en la música y en el arte. Así, dependía totalmente de mí misma, y estaba acostumbrada a pensar y actuar con total independencia, al menos en la medida en que esto era posible dentro del círculo familiar. Ahora también intentaba imaginar mi futuro completamente sola, sin pedirconsejo a nadie. Antes que nada, quería volver a la academia de música, terminar la carrera y obtener un diploma. Papá nos había repetido muchas veces: «Que no os ciegue el hecho de estar ahora en buena situación. El bienestar material puede desaparecer. Pero lo que sepáis será siempre vuestro, nadie os lo podrá arrebatar. Aprended tanto como podáis, cada uno de vosotros debería sacar al menos un diploma. Si os va bien, lo podéis dejar guardado en un cajón del escritorio. Si pasáis apuros os puede servir para ganaros el pan». ¡Oh, padre querido, generoso, sabio! Con ese consejo me dabas el más grande de los muchos tesoros que recibí de ti. En aquel entonces no podíamos imaginar lo mal que nos iría y, en general, pensábamos que nos decías esas palabras sólo desde una perspectiva pedagógica. Cuántas veces recordé tus palabras más tarde, cuando la guerra destruyó todo lo que teníamos y tuve que pasar una enorme pobreza con mi marido gravemente herido, incapaz de trabajar. Nos salvó aquello que había aprendido y ahora llevaba dentro de mí,ahora sabía; pues perdimos todas nuestrasposesiones materiales. Entonces, cuando era una muchachita que pensaba sobre su futuro sentada en lo alto de la montaña, no sabía qué cosas ocultaba mi futuro, pero sentía que debía seguir ese consejo. Así, cuando llegó el verano y volví a casa a empezar una nueva etapa de mi vida, lo más importante para mí fue conseguir el diploma de piano; a ello dediqué todos mis esfuerzos. Todo lo demás lo abandoné a mi destino.
PRIMERA VISIÓN DEL FUTURO Durante los seis años que estuve prometida, sucedió algo sorprendente y tan impresionante que influyó en la trayectoria de toda mi vida posterior. Ahora mi atención estaba dirigida hacia un mundo que yace oculto en el fondo del ser humano: el mundo inconsciente y desconocido del Yo humano. Tenía quince años cuando advertí que a veces podía ver el futuro en mis sueños, de forma bastante clara y ajustada a la realidad. Fue entonces cuando tuve por primera vez uno de estos sueños, que luego se repetirían y aún hoy continúan apareciendo en mis noches, siempre de la misma manera: primero sueño con todo tipo de imágenes oníricas, caóticas y sin ninguna relación entre sí. Entonces parece como si de repente se descorriera una cortina y empiezo a ver imágenes plásticas, de colores muy nítidos y relaciones lógicas, como en la realidad. La primera vez que tuve un sueño clarividente vi en el cuarto de bañode mis padres a un hombre joven que intentaba hacer respirar a un niño recién nacido cuya piel estaba totalmente azul, como la de un ahogado. Al lado del joven se encontraba una asistenta, lista para ayudarlo. El niño no respiraba. El médico lo introducía alternadamente en agua helada, primero, y muy caliente, después. Luego lo sacudió de aquí para allá, dejando que su cabecita colgara hacia abajo, hasta que el niño por fin produjo un sonido y todos respiraron aliviados. Papá estaba de pie junto a la puerta y ahora empezó a andar tambaleándose hasta la cama de mi madre, en el dormitorio, se dejó caer de rodillas junto a la cama, hundió la cabeza en el borde del colchón, junto a mi madre, y ese hombre fuerte se puso a sollozar como yo nunca lo había visto hacerlo. Mamá estaba muy pálida, pero mostraba esa tierna sonrisa, tan habitual en ella, y acariciaba los cabellos de papá. Papá se fue tranquilizando poco a poco, se levantó y caminó hasta la habitación de al lado, donde tía Raphaela y sus hijas esperaban para poder visitar amamá. Curiosamente, yo podía ver simultáneamente lo que ocurría dentro de todas las habitaciones, cosa que hubiera sido imposible en la vida real. Así, vi —y aquello me extrañó— que el joven, que había entregado el niño a la asistenta y ahora salía, se balanceaba de un lado al otro al andar. También me llamaron la atención sus hermosos cabellos, rubios y rizados, y escuché con claridad cómo él decía: —Tanto la madre como el bebé están fuera de peligro, pero necesitan absoluta tranquilidad y aislamiento. Si entra alguien que venga de la calle no puedo asumir la responsabilidad de que no surja alguna infección, pues están muy débiles. —Por supuesto, doctor—respondió mi tía, y vi cómo, muy razonable, se despedía y se marchaba con sus hijas. Entonces la imagen se oscureció y desperté. Por la mañana corrí hacia donde estaba mi madre y le conté el sueño. Mamá se echó a reír y dijo: —Te ruego que no sueñes esas cosas. ¡Ya tengo suficientes hijos! ¿Pero cómo llegó tía Raphaela a tu sueño? Ella no vive aquí. Y, ¿quién es el apuesto joven de los rizos rubios y el andar bamboleante? Empiezo a sospechar de que sueñes con hombres apuestos como ése,
—No sé quién es, pero lo vi en mi sueño. Más tarde, sentados a la mesa, discutimos un rato más sobre mi peculiar sueño pero al día siguiente ya no se volvió a hablar del asunto. Seis meses después mamá empezó a sentirse indispuesta. No podía comer, y el médico sospechaba que podía tratarse de una úlcera duodenal. Le hicieron radiografías y otros exámenes. El resultado: ningún diagnóstico concluyente. El especialista en enfermedades internas aconsejó a mi madre que fuera a ver a un famoso ginecólogo. Después del examen, el viejo profesor dijo: —¡Felicidades! ¡Su terrible enfermedad terminará en bautizo! —y echó a reír con afecto. Mamá llegó a casa desesperada. Tenía ya treinta y nueve años, pero poco a poco se fue tranquilizando y, seis meses después, en verano, llegó el nuevo bebé, exactamente un año después de aquel sueño que tuviera cuando todavía nadie imaginaba que mamá podría tener otro hijo. El viejo profesor recomendó a un médico joven, pero ya famoso por su habilidad, para que estuviera presente durante el parto. El niño llegó al mundo casi asfixiado. Pasaron veinte minutos hasta que respiró por primera vez. Papá quedó tan agotado por la enorme tensión de esos minutos de espera que, una vez pasado el peligro, cayó de rodillas junto a la cama de mamá y el gran hombre se puso a sollozar como un niño. Tía Raphaela y sus hijas estaban en casa, de paso de su viaje a Italia. Se quedaron dos días con nosotros y el niño nació precisamente cuando deseaban reemprender su viaje. Esperaron en la habitación contigua y cuando papá entró a informarles de que todo había salido bien, tía Raphaela preguntó si podía ver a mi madre y al bebé antes de partir. En ese momento entró en la habitación el joven médico —¡tenía el cabello rubio y rizado, y un andar bamboleante!— y dijo, literalmente, lo que yo ya había oído en mi visión. Sí, ¡todo sucedió exactamente comoyo ya lo había vivido!Era como si hubiese visto parte de una película antes de lo debido y aislada del resto. A partir de entonces fueron muchas las veces en que vi el futuro en imágenes oníricas. Al comienzo fue siempre algo que vivía en un sueño; más tarde fui capaz de caer en ese estado por mi propia voluntad, sin dormir, de forma consciente. Pero eso fue mucho tiempo después. Dentro de la familia, mi nueva hermanita era casi una nieta. Grete tenía entonces diecinueve años, yo dieciséis y mi hermano nueve. La nena se convirtió en la mimada de todos. Pero su llegada ocasionósolas. que las dos hijas mayores pasáramos completo pudo a un segundo plano y nos quedáramos Durante varios años, sólo ía dama por de compañía acompañarnos a patinar sobre hielo o a los conciertos y reuniones sociales. Mamá volvía a estar ocupada con la recién nacida, como antes lo había estado con mi hermano pequeño. Así, no es extraño que no pudiera preocuparse por mis asuntos, ni siquiera cuando se enteró de que había reñido con mi novio de entonces. Tuve que solucionar mis problemas yo sola, sin ninguna ayuda.
EL DESPERTAR DEL PASADO Era verano cuando volví a casa de la visita que hiciera a tía Raphaela tras la ruptura de mi noviazgo. Tenía diecinueve años y quería gozar de mi libertad. Por fin podía tener trato con hombres jóvenes sin tener que esperar una terrible escena de celos de mi novio. Así, poco después de llegar a casa me dirigí a la pista de tenis. Allí conocí yael primer día a un joven muy apuesto, sano y simpático. Tenía un aspecto muy agradable. Su rostro era hermoso; su cuerpo, esbelto, musculoso y bien construido; siempre aparecía vestidocon un impecable traje blanco de tenis. Me gustó desde el primer instante. ¡Y yo a él! El tercer día una compañera golpeó con su raqueta, sin querer, a un pequeño recogepelotas en la cabeza. El niño empezó a llorar amargamente. El simpático joven dejó en seguida su raqueta, corrió hacia donde estaba el pequeño, lo sentó sobresus rodillas y lo consoló. No le preocupaba que el niño le ensuciara el traje de tenis con sus lágrimas. Lo acarició, secó sus lágrimas y le dio algo de dinero; el niño empezó a sonreír por debajo de sus lágrimas y salió corriendo hacia el bar, para comprarse unos bombones. Mi corazón se calentó. «Oh—pensé—, ¿también hay jóvenes con corazón?» Empecé a amarlo... Aquel invierno nos hicimos novios. Nos amábamos profunda y apasionadamente y yo esperaba con una impaciencia febril convertirme en su mujer de cuerpo y alma, amarlo con todo mi ser. Papá quería que primero terminara mis estudios. Todavía me faltaba estudiar un año más en la academia de música. De modo que tuvimos que esperar y seguí practicando cuatro o cinco horas diarias de piano, aprendí armonía, interpreté música de cámara; en resumen: hice todo lo necesario para aprobar el examen. Mi novio venía a visitarnos todas las noches. Una noche, cuando mi novio ya se había marchado, me acosté y me quedé profundamente dormida. Como de costumbre, soñé todo tipo de cosas caóticas, sin ningún significado. De repente oí en el sueño un sonido singular que se repetía rítmicamente, un estruendo que se hacía cada vez más fuerte, hasta que recobré la memoria y desperté. Abro los ojos y veo que ese estruendo que se repite rítmicamente proviene del látigo del patrono de esclavos que camina a mi lado y así marca el ritmo para que todos los esclavos que tiran de mí avancen a un ritmo regular. Yo estoy echada sobre algo que se desliza suavemente, como un trineo sobre rieles. Sé que acabo de salir del Palacio; hace un momento oí como la puerta se cerraba a mi espalda. Quiero levantarme de un salto, pero no puedo. No puedo mover mis miembros, pues estoy fuertemente atada desde los pies hasta el cuello. Estoy allí, como esculpida en una sola pieza, horizontal, las manos cruzadas sobre elpecho, las piernas paralelas, estiradas y juntas. Desde mi posición sólo puedo mirar hacia adelante y hacia arriba. Miro en dirección a las puntas de mis pies y entre el cegador brillodel sol veo espaldas
desnudas, brillantes de sudor, de los hombres que, inclinados hacia adelante, tiran de mí con sus movimientos rítmicos. Por encima de sus espaldas, muy lejos, veo un edificio de piedra blanca; en el centro, una mancha negra se levanta como la abertura de una puerta. El blanco de las paredes del edificio, cegador por la intensidad de la luz, contrasta con el profundo azul oscuro del cielo. Como los esclavos me llevan en esa dirección, el edificio parece acercarse lentamente y la mancha negra se hace cada vez más grande. Miro hacia el cielo, de un azul oscuro casi negro. Dos grandes aves vuelan en círculo sobre mí. ¿Son cigüeñas o grullas? El edificio de piedra está ya muy cerca, la mancha negra es enorme..., sí..., en efecto, es una abertura. ¡Oh! Ahora lo reconozco: ¡Estamos en la Ciudad de los Muertos!..., ¡esto es una tumbal “Ya estamos allí, los esclavos entran, desaparecen en lacuridad os ..., la abertura, negra como tinta, pasa ahora sobre mi cabez a...,y el mundo que me rodea, antes cegador por el brillo del sol, es ahora oscuro; todo desaparece... ¡Estoy entre tinieblas! Me asalta un miedo helado, y busco en mi interior una respuesta a esta pregunta: «¿Cuánto tiempo..., cuánto tiempo tengo que estar encerrada aquí?» Y escucho con claridad una voz que conozco bien, que ahora me comunicala inexorable, inapelable sentencia:
«Tres mil años.,.» El miedo me domina y pierdo la conciencia... Alguien me sacudía con todas sus fuerzas. Miré; mis ojos se encontraron con los ojos de mi hermana. Grete estaba sacudiéndome y observándome asustada. —Por el amor de Dios—dijo—. ¿Qué te pasa? Estás ahí sentada con los ojos abiertos y gimiendo horriblemente, como si te fueras a morir. ¿Te sientes mal? ¿Llamo a mamá? Quiero responder, pero no puedo arrancar ningún sonido a mi garganta. El terror que acabo de vivir me presiona el pecho y me ata la garganta. Gimoteo y hago señales con las manos, intentando decirle que se tranquilice. Luego vuelvo a caer sobre mi almohada y quiero reflexionar, pero ni siquiera puedo pensar. Me quedo ahí, echada, aún asustada, y pasa mi corazón vuelve a latir con tranquilidad, hastamucho, que memuchísimo sereno untiempo poco y hasta vuelvoque a comprender mis circunstancias —quién soy y dónde estoy—. Mi hermana sigue agachada a mí lado, y cuando ve que estoy más calmada y empiezo a respirar con tranquilidad, vuelve a preguntarme: —¿Necesitas algo? Entonces puedo producir un sonido: —No, gracias. Al día siguiente intenté reunir mis pensamientos y ponerlos en orden. ¿Qué era eso? ¡¿Qué había pasado anoche?! Se parecía a mis visiones del futuro, pero no podía ser el futuro. ¡Cuando veo el futuro soy la misma persona que soy cuando estoy despierta, pero anoche era una, persona totalmente distinta! Me observé un largo rato en el espejo, intentando comprender cómo era posible que una misma persona fuese al mismo tiempo dos per sonas. Pues yo soy eso que veo en el espejo, pero ahoratambién tengo otraimagen dentro de mí, a la
que también he visto en un espejo, sí, en un gigantesco espejo de plata, entonces, cuando era esa otra persona. Soy la persona que soy aquí, pero al mismo tiempo soy también aquella criatura que fue enterrada en una tumba allí,donde yo estaba en casa.En poco más de unos minutos sentí que era alguien que sabe perfectamente quién es, adonde pertenece, dónde está en casa, es decir, alguien que tiene conciencia de toda su vida, del mismo modo en que cualquier persona la tiene de la suya aunque no piense en ello. De repente viví los recuerdos de una vida, de un hogar, y supe que de niña, con el despertar de mi conciencia, había buscado ese hogar, que allí estaba en casa, y reconocía al «Gran Señor», mi padre y esposo en ese lugar, como «verdadero padre». Con los años y con el reconocimiento de mi situación presente me acostumbré a pensar que mi padre actual y mi madre actual eran también «verdaderos» padres. Pero nunca me había abandonado aquel sentimiento extraño y ahora irrumpía con una gran fuerza. Sólo era muy singular que muchas cosas que había encontrado naturales cuando las viví, las veía ahora de otra manera. Estas dos maneras distintas de ver las cosas estaban enfrentadas. Así, por ejemplo, sabía que entonces había sido la hija y al mismo tiempo la esposa de mi padre, el Faraón, y esto me parecía normal e incluso lo llevaba como una distinción y un honor. Sin embargo, ahora, al tomar conciencia de esto, me parecía detestable, pues mi educación me había inculcado una perspectiva moral completamente diferente. Pero en aquel entonces eso no había sido inmoral, sino natural. Pues si la mujer del Faraón moría y éste no tenía ninguna hermana, el Faraón convertía a su propia hija en su esposa. ¡El Faraón no hubiera podido poner a unamujer ajena a su familiapor encima de su propia hija, descendiente del Faraón vivo! ¿Quién más podía haber ocupado el lugar de la mujer real y estar junto al Faraón, sino la mujer más cercana a él en la sucesión familiar, es decir, su hija? ¿Qué tenía eso de inmoral? Hubiera sido inmoral introducir una mujer extraña en la familia. Recordé muchas cosas, sobre todo el templo, al que iba con tanta frecuencia, pero muchas cosas seguían confusas; en particular, no podía recordar cómo llegué a ese ataúd donde yacía atada con tanta firmeza. ¿Por qué me llevaron a una tumba? Y quién ¿de era esa voz que tan bien conocía? ¿De quién? Una muralla se levantaba ante mis recuerdos y cuando quería seguir explorando y meditando, algo me empujaba hacia atrás, como una descarga eléctrica. ¡No podía recordar! A la mañana siguiente dije a papá, en la mesa familiar: escuela enseñaron las pirámides son tumbas dedistinto. reyes. ¡Pero no es—Papá, verdad!en Nolatodas las me pirámides eranque tumbas, algunas eran algo muy Los eso muertos eran enterrados fuera de la ciudad, en la Ciudad de los Muertos. Eran llevados hasta allí en un ataúd en forma de trineo y, una vez allí, se les encerraba entre cuatro paredes. La tumba era clausurada con una puerta de piedra. Papá me observó sorprendido y preguntó: —¿Cómo puedes saber todo eso, si todos los egiptólogos dicen que las pirámides son tumbas de reyes? Por el contrario, no hemos sabido nada de una Ciudad de los Muertos. —Sin embargo, sé muy bien que es así, papá —respondí, segura de tener razón. —¿Y cómo lo sabes?—preguntó papá, y todos me miraron con curiosidad. —Yo misma no lo sé muy bien, no puedo explicarlo —dije y relaté mi visión de la noche anterior. Papá me escuchaba con atención, y notó que también ahora, al hacer el relato,
temblaba de miedo; papá comprendió que estaba narrando algo que había vivido y finalmente dijo: —Shakespeare dice en Hamlet: «Hay más cosas en el cielo y en la tierra que las que puede soñar vuestro saber escolar, Horacio». Hoy en día se habla de recuerdos hereditarios, en los que yo no creo. Me gustaría saber cómo toda la historia de una familia, que se remonta a incontables generaciones, podría caber en una sola célula, diminuta e imperceptible. Los científicos plantean hipótesis que cambian cada veinte años. Pero te aconsejo que no te ocupes de esas cosas y que no pienses más en tu sueño, o visión, o lo que sea que haya sido. De lo contrario enfermarás de losnervios y acabarás perdiendo la razón. Mantén los pies sobre la sensata tierra y deja a un lado esa historia de tu entierro egipcio. ¿Quizás has leído algo sobre eso? —No he leído ni escuchado nada sobre Egipto, excepto lo que me enseñaron de la historia egipcia en la escuela. No me interesaba. Pero las cosasque aprendí de Egipto en la escuela eran muy distintas a las que viví en mi visión. No puedo explicarme qué significa esa experiencia, pero siento con toda certeza que de algún modo aquello era objetivo, verdadero. La criatura que yo era en el sueño existía, de eso estoy absolutamente segura, sólo que no puedo explicarme cómo es posible que esta persona que está aquí, en mi piel, sea yo. ¿Y quién era aquélla? No lo comprendo. ¿Puede ser posible que el ser humano viva más de una vez? —¿Un poco de fruta?—dijo de pronto papá, dirigiéndose a mi madre. Se trajo fruta y la familia habló de otras cosas. Por la noche, al acostarme, me preguntaba si volvería a soñar con ese otro «Yo». Pero la visión no se repitió. Esperé muchos, muchos días, incluso intenté caer en ese sueño. ¡Nada! No lo conseguí. El sueño nunca se volvió a repetir. Poco a poco lo fui olvidando, ya no pensaba en ello. Mi naturaleza sensata excluía las fantasías. Tocaba el piano, pintaba retrat os, estudiabay cada tarde esperaba a mi novio... Y así pasó aquel año.
SEGUNDO ENCUENTRO CON LA MUERTE Por fin llegó el día de mi boda. Me parece un sueño entrar en nuestro salón vestida con mi blanco traje de novia y el velo cubriéndome el rostro y poner la mano sobre el brazo de mi novio vestido de gala. Nos sacan fotografías, lo cual me pone nerviosa e irritable. Después bajamos la escalera, entramos al coche adornado con flores. Nos siguen Grete y mi prima, vestidas de rosa, acompañadas por los dos primos con quienes una vez había sellado un pacto de «amistad eterna». Ahora son dos elegantes y jóvenes oficiales. Después van mi hermano, con su rostro serio o quizá triste—ya tiene catorce años—, y mi hermanita de cuatro años, bonita como una muñeca. La pequeña observa con superioridad y arrogancia a tantos adultos. Luego viene una multitud de parientes; allí está tía Raphaela, vestida como una reina; algo más atrás está la madre de mi novio y, finalmente mamá, aún joven y muy hermosa, y papá, que con el traje de etiqueta y el sombrero de copa tiene un aspecto tan elegante que podría conquistar a todas lasmujeres. Pero, cuando nota que susombrero me divierte, me sonríe con picardía, pues a él todas estas formalidades le parecen tan ridículas como a mí, ¡Si supiera cómo sufro con estos guantes que me llegan hasta los hombros! Me gustaría bajármelos; entorpecen mi libertad. Siento como si yo, con el ramo de flores entre las manos, y mi novio, con la flor en el ojal, fuéramos dos víctimas bien adornadas con flores que tenemos que participar en este teatro obligados por la tiranía de las todopoderosas «costumbres». Me hubiera gustado salir corriendo, para que el coro de viejos tíos y tías, parientes y demás espectadores, muchos deellos desconocidos, no pudieran examinarnos co mo si fuéramos muñecos en una exposición. Sé que todos ellos están pensando en aquello que para mí es el sacramento más sagrado: la consumación del amor. ¡Pero qué distintas nuestras maneras de ver ese momento! Y sé que algunos tíos perversos están susurrándos e chistes tontos sobre nosotros. Pero no puedo huir, la larga hilera de coches ya llega a ía iglesia, entramos. Estamos de pie ante el altar. Int ento sentirme afectada y sentimental; no lo consigo. Estoy tan sobria como siempre. Escucho cómo el sacerdote, un amigo de la familia, dice cosas juiciosas y bellas. Me observa y en sus ojos veo que está pensando en aquello que le había pedido: no haga un discurso demasiado largo y aburrido, de lo contrario bostezaré con la boca abierta y haciendo mucho ruido. El día que dije esto al Padre, mamá se quedó escandalizada por mi descaro, pero, de todos modos, conseguí que el sacerdote hiciera un discurso sabio, pero breve. ¡Gracias a Dios! Hasta ahora nunca ha habido ningún matrimonio que haya sido felizgracias a un largo discurso nupcial.Tras el discurso, la multitud de parientes y amigos cae sobre nosotros; pasamos tres cuartos dehora entre besos, abrazos y apretones de manos. Los tíos viejos aprovechan la oportunidad para besar a la joven esposa por todas partes y apretar su cuerpo contra ellos; tengo que contener las náuseas y resignarme... Después todo termina. Todavía teníamos que soportar el banquete
de bodas. Finalmente los parientes y amigos se despiden, me mudo de ropa yempiezo el viaje de luna de miel con mi «esposo». Cuando, después de tanto esperar, me convertí por fin en la mujer de mi amado, sentí la felicidad más grande que podía haber imaginado. Había conseguido lo que quería; era su mujer tanto a los ojos de Dios como a los ojos de los hombres. Ya no nos separaba ningún cartelito que dijera «prohibido hacer tal cosa». Lo amaba apasionadamente, con todo mi ser, y él me amaba de la misma manera. Sentía la mayor satisfacción en el amor, tanto en el cuerpo como en el alma. Y luego todo se derrumbó sobre mí. Mi cabeza se estrelló contra aquella muralla negra con la que ya una ve¿ me había topado: me encontré por segunda vez con la muerte. Pero esta vez el encuentro fue mucho más duro... Durante el tiempo en que había estado esperando la felicidad, podía apuntar a un punto fijo en el futuro, Tenía algo que esperar. Pero cuando lo esperado se convirtió en realidad, el futuro quedó vacío de pronto. Caí en un vacío, pues no sabía qué otra cosa podía esperar; ¿qué otra cosa me depararía el futuro de mi vida? Ya había conseguido todo. Ya lo único que podía hacer era, como máximo, llenar el tiempo que me quedaba. ¿El tiempo que me quedaba? ¿Hasta cuándo? Y la respuesta era: ¡Hasta la muerte! Tuve que reconocer que, sea lo que fuere lo que quisiera hacer o conseguir en esta vida, sea lo que fuere lo que el destino me deparara, yo y todos los seres humanos caminábamos en una única dirección. ¡No podemos ir en otra dirección, sólo en ésta, que desemboca en la muerte! Nadie puede saber cuánto falta hasta llegar al final, pero, en un momento u otro, todos caemos en ese agujero. Tuve que reconocer que tampoco nuestro amor podía durar eternamente, pues, tarde o temprano, uno de los dos moriría. Cuando estaba junto a mi esposo y miraba sus hermosos ojos, brillantes de amor, una mano helada me presionaba la garganta y sentía dentro de mí esta pregunta: «¿Cuánto tiempo podrás contemplar esos ojos? ¿Qué te depara el futuro? Aunque tuvieras la suerte de vivir con él muchísimo tiempo, tarde o temprano el final será el mismo, sólo puede haber un final: ¡Tendrás que cerrar sus ojos, o él tendrá que cerrar los tuyos! Entonces os perderéis el uno al otro, entonces tendréis que despediros. El tiempo transcurre con increíble rapidez, no importa mucho que el final esté lejano. Laelfelicidad más grande, eltodas amoraquellas más grande, tiene algúnpróximo día; y osoperderéis uno al otro y perderéis cosas todo buenas y que terminar hermosas...» Miraba los bellos ojos de mi amado y al hacerlo escuchaba esa voz. Sabía que la escucharía aunque intentara no hacerlo; no podía hacerla callar, ¡porque tenía razón, decía la verdad! He notado muchas veces que los seres humanos actú an como si todo fuera a durar eternamente. Sencillamente, no piensan en el futuro. La mayoría vive como si nunca fueran a morir y como si las personas a las que aman tampoco fueran criaturas mortales. No quieren reconocer que toda vida en común aquí en la tierra es sólo un regalo de escasa duración, ¡que algún día tiene que cesar! Tarde o temprano muere el uno o el otro y ahí acaba todo. La gente no quiere pensar en ello. Pero, piensen o no, ¡es así! Nadie lo puede negar. Pero, ¿qué sentido tiene entonces ser feliz, si uno de estos días eldestino nos arrebatará este regalo?
¿Para qué ser feliz? ¿Para ser infeliz después? Uno se esfuerza por alca nzar la felicidad,y cuando la alcanza sabe de antemano que algún día tendrá que perderla. Cuanto mayor sea la felicidad, más grande será la pérdida. Cuando aún no era tan feliz, era en realidad mucho más dichosa, ¡pues aún no tenía la posibilidad de perder la felicidad! De esto se desprende que sólo puede ser y permanecer feliz aquel que nunca ha sido feliz. ¡Qué terrible contradicción! Y ¿por qué es así? Porque todo dura sólo un breve lapso, porque nada es eterno, porque todo muere, porque todo desaparece, ¡todo tiene que desaparecer! ¡Oh, Tiempo! ¡Oh, caducidad! ¿Cuánto más tendré que sufrir bajo vuestro yugo? ¿Cuántas veces estrellaré mi cabeza contra tu imperturbable muralla negra? Emponzoñaste cada uno de mis momentos de felicidad, pues siempre estaba presente en mi conciencia la certeza de que en el mismo momento en que tenía algo, ese algo ya estaba perdido, pues tendría que tener un final. ¡Y ahora te doy las gracias, caducidad! Pues nunca me dejaste disfrutar ni un minuto de felicidad temporal, perecedera, ¡pero gracias a ese constante sufrir encontré la eternidad infinita, imperecedera, el Ser eterno! Pero en aquel entonces aún no intuía todo esto. Tampoco sabía que este estado en el cual el ser humano se siente como en un desierto y grita hacia el fondo de su alma buscando ayuda, es el primer paso hacia la liberación. En el libro sagrado, la Biblia, está escrito: «Yo soy la voz del que clama en el desierto. Preparo el camino del Señor. Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatar las correas de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y con fuego». En aquel entonces yo aún erraba en medio del desierto, gritaba pidiendo ayuda en silencio, y derramaba lágrimas invisibles. Fui bautizada en el agua —en las lágrimas — y no sabía que se acercaba el momento en que conocería al Ser eterno. Pues a este estado le sigue aquel que dice: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí vivirá para siempre». Y es el bautizo en el fuego yen el Espíritu Santo… Pero aún no había llegado allí, aún vivía en el estado de Juan, gritaba enel desierto pidiendo ayuda, pues en mi desesperación estaba sola, como en un desierto... A mi esposo no quería decirle nada de esta desesperación. Él era completamente feliz, y no me hubiera podido comprender. Si él no tenía pensamientos semejantes, si él aún soñaba el sueño de los mortales, ¿para qué despertarlo y hacerlo infeliz? No veía solución a mi estado, pues nadie hubiera podido decir que tenía Mi esposo, máximo, hubiera podidome reconocer que es cierto queno todo es razón. perecedero y que como el único consuelo radica en «no pensar en ello». Pero no me satisfacía ese ignorar la realidad. Aún menos me satisfacían los cuentos de la religión sobre el «más allá» y «el otro mundo». Ésas son imágenes fantasiosas para anestesiar a la gente. Afortunados los que pueden creer en ellas, pero una persona pensante necesita pruebas. No podía dejar de sentir una opresión en el alma. Y una constante opresión anímica se manifiesta tarde o temprano en el cuerpo...
TINIEBLAS Tanto en mi aspecto como en mi constitución me parecía a mi padre. También era alta, mis cabellos, aunque no tan negros como los suyos, eran sin embargo de un color castaño oscuro y mi piel no era tan rosada como la de mi madre, sino más bien pálida como la de papá. Sólo nuestros ojos eran diferentes, pues los míos eran azules oscuros, y no negros corno los suyos. Después de mi matrimonio me puse aún más pálida y extremadamente delgada. No podía aceptar la idea de la caducidad y temporalidad de todo y esto hacía que no me sintiera totalmente libre y feliz. La constante opresión que sentía en el alma tenía un efecto devastador sobre mi constitución física. Una noche me acosté totalmente sana. A la mañana siguiente, al abrir los ojos observé sin querer el techo de la habitación y me sorprendí mucho al ver en él una gruesa línea negra. Estaba tan sorprendida que me senté sobre la cama. Quería ver qué era exactamente esa extraña línea negra. Entonces la línea se movió de pronto hacia arriba y luego otra vez hacia abajo. Mi corazón dejó de latir un instante, espantado. Me di cuenta de que la línea no estaba en el techo, sino en uno de mis ojos. Abrí y cerré vanas veces cada ojo, viendo ora sólo con el izquierdo, ora sólo con el derecho; sólo veía la línea con el ojo derecho. Cierta vez había oído hablar de un defecto visual al que se llamaba moscas. Uno ve ante sus ojos pequeños puntitos negros que se mueven como moscas revoloteando sin orden ni concierto. Según había oído, era una ilusión nerviosa, no era algo peligroso. Intenté comprobar si se trataba de estas moscas. Miré hacia arriba, hacia abajo, la línea negra se movía siguiendo a la perfección la ley de la gravedad. Parecía un grueso hilo tuviera uno de sus extremos atado en algún lugar. El otro extremo caía libre, moviéndose exactamente como se movía mi ojo. No se trataba de unailusión nerviosa, ¡era algo objetivo, de causas fisiológicas! Y empezó aquel calvario que ya conocen todos los que alguna vez han padecido alguna dolencia física ante la cual la ciencia humana no puede hacer nada. Fui de un brillante médico a otro y el resultado fue la confirmación de que mi ojo derecho no podía ser curado, pues la mancha que veía no era producto de ninguna enfermedad orgánica. —No es una enfermedad y por eso no se puede curar—me dijo un médico—. Es un síntoma de la vejez que algunas veces, muy pocas, puede aparecer también en personas jóvenes. Como cuando a un joven le salen canas a causa de un prolongado problema anímico. ¿Cómo, pues, se podrían curar estos procesos? Puede dejar de progresar cuando el problema anímico desaparece, pero, ¿curarse? Se pueden curar las enfermedades. La ciencia no puede hacer nada ante este defecto visual. En las personas mayores no es peligroso, pues se desarrolla muy lentamente. En los jóvenes se desarrolla a ritmos muy caprichosos, imposibles de calcular. Orgánicamente, sus ojos están completamente sanos, pero son hipersensibles. Usted puede leer todas las letras de la pizarra, hasta la nota que pone
dónde fue fabricada. Ojos así se encuentra uno entre miles.La capacidad de percepción es también anormalmente grande. La sensibilidad ante la luz es tanta que con una iluminación en la que una persona promedio no podría decir cuántos dedos tiene enfrente, usted podría seguir leyendo las letras pequeñas de la pizarra. Ojos así sólo los tienen algunos marineros que desde la orilla pueden leer qué hora marca la aguja pequeña del reloj de la torre de una iglesia increíblemente lejana. Pero ellos viven siempre en la salada brisa marina, no son nerviosos y no tienen ningún problema anímico. Los marineros tienen la suficiente capacidad de resistencia para mantener en equilibrio esta hipersensibilidad visual. Pero usted, señora, vive en el aire de una gran ciudad y no tiene mucha resistencia, pues está excesivamente delgada. Dígame, ¿no hay algo que la esté molestando anímicamente? —No, doctor —respondí—, soy muy feliz. ¡¿Cómo hubiera podido explicarle que la carga que tanto me oprimía era precisamente la caducidad?! ¿Cómo explicarle que luchaba contra el tiempo, que transcurría inexorable y arrastraba consigo a todas las criaturas vivientes y a sus fortunas, llevándolas a la descomposición, la aniquilación, la muerte? Y si se lo hubiera dicho, ¿cómo habría podido ayudarme? Preferí preguntarle otra cosa: —Doctor, ¿este síntoma puede extenderse también al otro ojo? —¿Cómo lo puedo saber? Esperemos que al s inyecciones de sal que leaplicaremos ayuden en algo y contengan las exudaciones. Esperemos también que el otro ojo no se vea comprometido. Pero no puedo hacer profecías, y menos aún dar garantías. Coma bien, cuide de superar esa anemia; así aumentará la capacidad de resistencia de susojos. Lleve siempre gafas oscuras cuando esté expuesta a la luz del sol, para que la coroides descanse y descanse usted también. Y esperemos que todo vaya bien en el otro ojo. Eso me bastó. Fui con mi esposo a casa de mis padres; sentía como si todo aquello le hubiera ocurrido a otra persona y no a mí. Oí cómo ese otro ser respondía a las preguntas de mis padres, vi cómo ese otro ser comía la merienda; todo era ahora tan distinto, tan extraño... Todos los miembros de la familia estaban muy afectados, pero no querían que yo lo notara; se esforzaban por parecer alegres. Mamá me quiso consolar: —Tranquila, todo volverá a estar bien. Nadie de la familia, ni de la mía ni de la de tu padre, ha sufrido enfermedades de la vista. Tus ojos pronto estarán bien de nuevo. ¡No pienses en ello! ¡Ah!que Cuántas veces tuve que oír esas mismas de diferentes personas que me amaban, querían consolarme. «¡No pienses en palabras ello!» ¡¿Có mo dejar de pensar en algo que está siempre bailando ante mis ojos?! ¿Cómo podía olvidarlo, si el hilo colgaba ante cualquier cosa que viera, cubriendo una parte de la imagen, molestando? Cuando miraba a alguien, la línea negra aparecía sobre su nariz, o sobre su frente, bajando suavemente hasta su boca. Y, más tarde, cuando las manchas negras de mis ojos aumentaron progresivamente, empecé a ver todo como a través de una red sucia y rota. ¿Cómo no pensar en ello? Los primeros días me sentía como si un pesado peñasco hubiera caído sobre mi cabeza, dejándome totalmente aplastada, anonadada. No lo podía comprenden ¿mis ojos en grave peligro? ¿Un síntoma de vejez? ¡Imposible! ¡Eso es imposible! Esun mal sueño del que he de despertar. Cuando me libere de esta pesadilla podré volver a respirar libremente, sin problemas. Pero no desperté de esa pesadilla. Me sentaba ante el espejo y me observaba. Un rostro
infantil de grandes ojos azules me devolvía la mirada. ¿Y esos ojos mostraban síntomas de vejez? ¡Soy joven, mi vida acaba de empezar! ¿Y ya estoy envejeciendo? Sí, aquel día en las montañas, cuando estrellé mi cabeza por primera vez contra la muralla de la muerte, descubrí que todo es pasajero. Pero, ¿pasaba tan deprisa?, ¿de forma tan inesperada? Aquel día me tranquilicé pensando que aún tenía tiempo, sí, ¡mucho tiempo! ¿Acaso ya había transcurrido? ¿Es posible que no envejezca todo el cuerpo al mismo tiempo, sino que pueda caducar primero un órgano tan valioso como los ojos? Y que el cuerpo siga viviendo durante mucho tiempo... ¿pero sin poder utilizar los ojos?..., ¿ciega? ¡Es espantoso! ¡Espantoso! ¡No! ¡No lo podía soportar! Quería salir corriendo,.., huir..., pero ¿adónde? Mi desdicha, las manchas negras en mis ojos, vendrían conmigo, yo lasllevaría conmigo a cualquier lugar al que quisiese huir... Caí en una profunda desesperación, sólo comprensible para las personas que han vivido algo similar. ¡Oh, cómo me dolía el corazón cuando veía personas ciegas..., cómo las comprendía! No podía olvidar mi desesperación ni tan sólo por un minuto, ni por un segundo. Las manchas negras revoloteaban ante mi nariz, variando de forma con el pasar del tiempo. Las observaba incesantemente. Me acostumbré a examinar mis ojos cada mañana, apenas despertaba. ¿Habían empeorado? ¿Podía seguir leyendo las letras pequeñas con el ojo derecho? Y cuando no podía..., cuando con terrible espanto tenía que reconocer que había empeorado, la sangre me subía a la cabeza y tenía que controlar los latidos de mi corazón para seguir haciendo pruebas y averiguar cuánto había empeorado. ¡Oh, Beethoven! ¡En esos días comprendí tu desesperación al perder el oído! Tú conoces este estado, este pánico en el cual uno siente: no puedo soportarlo más, tengo que huir, tengo que escapar de este terrible sufrimiento. ¡Sí! Pero, ¿adónde? ¡MÍ desdicha va siempre conmigo! ¡Imposible desembarazarse de ella, imposible arrancársela de la propia piel! Hay que cargar con ella a todas partes. Mi desesperación por la caducidad de las cosas no era bastante, ahora llevaba encima una especie dememento eterno de la descomposición, de la muerte: estas manchas negras ante mis ojos. Sentía que esas manchas bailando ante mis ojos acabarían por volverme loca. ¡No me daban ni un minuto de tregua! Nunca más pude alegrarme sinceramente por algo. Mi esposo hizo todo lo posible para que olvidase el estado dealegrarme. mis ojos. Pero, hiciera hiciese, fuera cual fuese el las regalo que me trajese..., nada podía En todo veíalolaque caducidad, pues en todo veía manchas negras. Así como los monjes cartujos deben considerar que las letras «M» «M» en las palmas de sus manos son las iniciales de las palabrasMemento Mori,así las manchas negras de mis ojos me recordaban siempre la ceguera ¡y la muerte! Cuando mi esposo me llevaba a una región muy hermosa, yo pensaba para mí: «¿Cuánto tiempo aún podré ver el brillo del sol, las montañas, los prados, el cielo, toda la naturaleza?». Cuando veía una función magnífica en la Ópera, pensaba: «¿Cuánto tiempo aún podré ver funciones hermosas, los bellos movimientos de las bailarinas de ballet?». Estaba atrapada por una profunda desesperación, nacida de la cruel realidad, pues, aunque en menor medida, el proceso se había iniciado también en mi ojo izquierdo. Así que lo más probable era que me quedase ciega. Y nisiquiera podía llorar. Hasta entonces nunca había llorado con facilidad. Llorar me parecía completamente inútil, una especie de
autocompasión indigna de mí. Ahora llorar me estaba terminantemente prohibido, pues las lágrimas hubieran causado un gran daño a mis ojos. Llevaba mi desesperación sin signos externos; no hablaba de ello. Comprendí una cosa: si me pasaba el día hablando del estado de mis ojos con las personas que me rodeaban lo único que conseguiría era que esas personas sufrieran anímicamente tanto como yo. Y como elser humano se mantiene instintivamente alejado de todo lo desagradable y perjudicial, también se hubieran apartado de mí, inconscientemente. No quería que continuas quejas me convirtieran en una mujer desagradable y aburrida. ¡Al contrario! Estaba siempre de buen humor y alegre como un payaso que tras su máscara oculta la más profunda melancolía. Así, en silencio, llevaba mi desgracia. Este golpe destrozó también mis ambiciones artísticas. Además de tocar el piano, hacía muchos años que me dedicaba asimismo a dibujar y pintar y mis profesores esperaban mucho de mí. La pintura me proporcionaba grandes alegrías. ¡Y ahora todo eso había terminado! Si quería pintar, veía siempre las manchas negras bailando ante mis ojos; eso me molestaba y me ponía tan nerviosa que tenía que controlarme para no arrojar el pincel al suelo. Ya no tenía energías y hasta llegué a perder ei deseo de pintar; me paralizaba pensar que aunque algún día tuviera un gran éxito y adquiriera algún renombre, pronto la ceguera acabaría con todo lo que hubiera alcanzado. ¡No! Prefería abandonar por completo las artes plásticas. Prefería dedicarme más al piano, pues ciega también podría tocar. Tocaba el piano con los ojos cerrados... Caminaba alrededor de la habitación intentando encontrar diferentes objetos con los ojos cerrados. Intentaba cambiarme y peinarme con les ojos cerrados, para que la ceguera, cuando llegara, no me encontrara desprevenida. Y también porque cerrar losOJOS era lo único que me permitía no estar viendo constantemente las manchas negras bailando ante mis ojos. Era mi único alivio... Las inyecciones de sal también fueron una gran prueba. Los nervios querían que los ojos fueran puestos a salvo del posible peligro. Los párpados se cerraban por reflejo apenas algo se movía ante los ojos. Tenía que dominar estos reflejos naturales y oponermea ellos. Tenía que mantener los ojos abiertos e inmóviles y ver —pues cuando los ojos están abiertos, ven, se quiera o no— cómo el médico me pinchaba el ojo con la aguja. Tuve que soportar eso veinte veces. Yo no sabía que eso, dominar los instintos naturales, es el ejercicio de yoga más difícil, pues elun Yoextraordinario debe prevalecer sobre sobre el cuerpo. El destino meentonces, obligó a practicar y así conseguí dominio mis nervios. Pero cuando aquello el médico me condujo hacia la puerta después de la primera inyección, tuve que concentrarme para no tropezar. Y me costó mucho trabajo esbozar la sonrisa con que me despedí. Sentí que los músculos de mi boca crujían, como si estuvie ran oxidados. Y las inyecciones no servían para nada. No visité a ningún doctor más; estaba cada vez más desesperanzada. Todos decían lo mismo. Ninguna enfermedad orgánica, los ojos están perfectamente sanos, sólo el cristalino está turbio. Cada día veía peor. ¿No da lo mismo quedarse ciega con los ojos enfermos que con los ojos sanos? Tenía que aceptar lo aparentemente inevitable. Tenía que darme por vencida. ¡Pero no podía! ¿Cómo puede alguien darse por vencido, cómo puede aceptar el quedarse ciego? Nosotros dos, lo inalterable y yo, nos repelíamos. No era algo que pudiera someterme. No me podía rendir, aunque eso me costara ser destruida...
Aquella noche en que vi por primera vez la línea negra ante mis ojos, aquella noche fui derrotada. Sólo que aún no me había dado cuenta. Esta criatura alegre, arrogante, orgullosa, orientada a la sensualidad, que quería convertirse en una gran artista, famosa y reconocida, y en una mujer hermosa y querida, estaba aniquilada. Mi actitud oculta ante la vida, aquella actitud que se manifestó ya en las montañas, en mi primer encuentro con la muerte, ahora surgía con todas sus fuerzas. Ahora nopodía—ni tampoco quería— enmudecer aquella voz que estaba siempre recordándome la caducidad... Y desdeque dejé de ignorar esa voz y quise prestarle toda mi atención, empecé a reconocer poco a poco que se trataba de una voz a la que conocía muy bien y quería:Su voz...
CAMBIO DE RUMBO Una tarde regresaba de la ciudad a casa. En nuestra calle se levantaban grandes casas de jardines hermosos y cuidados, brillaba un sol maravilloso, todo estaba lleno de flores, los pájaros cantaban con alegría, y pensé en las palabras de Don Carlos:" «¡Oh, reina, la vida es tan hermosa a pesar de todo!». «Sí», añadí. «¡Así sería si mis ojos no tuvieran que perder su luz!» Entonces escuché claramente cómo desde mi interior la voz me preguntaba: «¿Estás ya ciega? ¿Acaso ya no ves el mundo, el cielo, los árboles, las flores?». «Sí», contesté y eché un vistazo a mi alrededor. «Todavía veo todo con nitidez.» Y recordé que, unos días atrás, en una nueva visita de control al doctor, éste me había dicho: «Sí, el ojo derecho está bastante turbioy opaco, pero con el otro ojo todavía ve mucho más y mucho mejor de lo que lo hace una persona promedio con los dos ojos». «Y si ves tan bien, ¿por qué estás tan desesperada, como si ya estuvieras ciega? ¿Por qué estás desesperada ya, en este momento? Supongamos que te quedas ciega durante la segunda mitad de tu vida. Si desesperas ahora, que todavía ves bien, ¡entonces pasarás ambas mitades de tu vida desesperada y amargada! Además, ¿estás completamente segura de que te espera la ceguera? Quizá mueras antes de quedarte ciega, y en ese caso, en vano habrás pasado semanas, meses y años desesperada; dejando a un lado las molestas manchas negras, ¡durante todo ese tiempo habrás estado viendo todo con claridad y nitidez! ¡Qué absurdo preocuparse por cosas que todavía no existen! ¿Futuro? ¿Sabes tú lo que es el futuro? Acontecimientos que aún no existen. ¿Por qué dejas que cosas que aún no existen echen a perder tu alegría de vivir? Tu vida actual no es mala, ni mucho menos. Disfruta de tu vida y así también tendrás muchas más posibilidadesde que tus ojos sanen. Esta depresión sólo acelera el proceso que tiene lugar en tus ojos. Disfruta del presente y piensa en esto: ¡cuando cese tu ceguera espiritual, entonces también verán los ojos de tu cuerpo!» ¡Ay, qué razón tenía esa voz bendita! En los momentos de mayor desesperación intuía que las manchas negras de mis ojos eran una manifestación de mis tinieblas interiores, de mi ceguera espiritual. Pero, ¿cómo poner fin a esta ceguera espiritual? Aquello que me oprimía el alma era precisamente el sentirme totalmente ciega ante el misterio de la vida y de la muerte. Mis tinieblas interiores provenían de que veía a la muerte en todas partes y no podía comprender el sentido de la vida. Quería ser «vidente», ése era mimayor deseo, pero ¿cómo? Y la voz respondió: «Buscad y se osdará; llamad a la puerta yse os abrirá!». En ese momento no comprendí esas palabras, pero quería obedecerlas. ¡Intenté respirar despacio y muy hondo pensárselo y en el presenté1. Era difícil—las manchas negras bailaban ante mis ojos, recordándome mi desgracia—, pero lo intenté una y otra vez, y comprendí que podía volver a estar contenta. ¡Sí. tenía que estar alegre, eso haría bien a mis ojos! Quería ayudarme a mí misma. ¡Tenía que estar contenta, tenía que divertirme! Empecé a pensar qué tipo de ocupación podía hacer que me hiciera sentir siempre contenta. Mi esposo era prisionero de su trabajo —era ingeniero de puentes —, y yo, a excepción de las
comidas, pasaba todo el día sola. Una idea cruzó mi cabeza como un rayo: ¡Un niño! ¡Hace cuánto tiempo que deseo tener un hijo! ¡Eso me daría una gran alegría! Y no estaría siempre sola. Abrí mi alma a un desconocido que en algún lugar estaba esperando convertirse en mi hijo. Y el desconocido oyó mi llamada... Mientras esperaba al niño, poco a poco fueron cesando las exudaciones de mis ojos, de modo que para el momento del nacimiento había olvidado por completo que algo iba mal en mi vista. Ahora me parece un sueño estar echada mediomuerta en el quirófano de una clínica y despertar de la anestesia. Aún estoy mareada, pero ya escucho un sonido que me estremece y me despierta del todo. Es un llanto... No es como el de un recién nacido, no, ¡es como el rugido de un pequeño león! «Vive», pienso, al tiempo que suspiro llena de agradecimiento y abro los ojos. Frente a mí veo un rostro que me dice: —Un varón, un hermoso y saludable varón —y sostiene una pequeña masa rosada ante mí. Veo una cabeza redonda y un cuerpecito rechoncho. «¿Éste es mi hijo?», pienso, y lo observo con curiosidad. Siento que sólo su cuerpo es «mi hijo», lo demás es un ser independiente del que ahora sólo sé que viene como «nuestro hijo». Después el niño yace en la almohada, por primera vez en su vida envuelto en ropas de persona, y escudriña el nuevo mundo con los ojos muy abiertos. Mi padre y mi madre han venido para saludarnos a mí y al niño después de esta terrible lucha por la vida. Estoy al límite de mis fuerzas; tras la enorme pérdida de sangre, mi corazón apenas late. ¡Pero el niño vive! Me recupero muy lentamente del difícil parto. Durante un tiempo bastante largo, continúo débil, anémica, apenas si soporto la luz. Comienzan otra vez las exudaciones y el cristalino de mi ojo derecho vuelve a estar opaco. Nubes densas y brumosas ocultan la imagen que veo con este ojo. Pero tengo muy poco tiempo para dedicar a mis ojos. El niño está ahí, paso todo el día con él, y cuando me sonríe y sus bracitos pequeños y rechonchos abrazan mi cuello, consigo olvidar la carga que pesa sobre mi alma. Los años transcurrieron con rapidez. El niño crecía espléndidamente, y examinaba todo con sus grandes ojos azules, que tanto amor irradiaban. Era anormalmente precoz, y cuando tenía cuatro años se repitió la misma escena que yo una vez viviera con mi padre: cogió un las libro ilustrado y preguntó qué significaba cada una de las letras. Se lo dije. El niño observó letras sorprendido, y finalmente exclamó: —Mamá, entonces aquí dice «toro», ¿verdad? Lo senté sobre mi regazo y le di mil besos. Después le enseñé una a una todas las letras. El pequeño no necesitaba aprender: parecía como si sólo tuviera que recordar. Pasábamos todos los veranos en la casa de campo de la familia, junto al gran lago. ¡Veranos maravillosos! Mi hermano y mi hermanita pequeña invitaban a muchos amigos y amigas que con frecuencia eran nuestros huéspedes durante semanas. Jugábamos al croquet, remábamos y nos bañábamos en el lago y, por las noches, interpretábamos música de cámara, nos entregábamos a algún juego de sociedad o bailábamos con los jóvenes en la terraza. Era una vida en común armónica y sana. En aquel tiempo mis ojos no me inquietaban mucho. Después del nacimiento de mi hijo hice un viaje de varios meses al mar. Esa misteriosa fuente de fortaleza volvió a darme
tanta energía vital que volví a casa rebosante de salud; mis ojos soportaban mejor la luz. Incluso pude volver a dibujar y pintar y empecé a dedicarme a la talla de madera. Como siempre, la labor artística me deparó grandesalegrías. Así pues, exteriormente, todo iba bien. ¡Y sin embargo no era feliz! No sabía por qué. Dentro de mí crecían una insatisfacción y una intranquilidad que poco a poco se hicieron conscientes, ya no podía evitarlas. Una noche, después de haber vuelto a vivir con mi marido la máxima satisfacción del amor terrenal y la unidad, en lugar de quedarme dormida, feliz, me quedé sentada un largo rato sobre la cama, meditando, presa de una desesperación sin límites. Lloré y, esa noche, en la oscuridad, comencé a interrogarme cruelmente y a analizarpor qué estaba tan insatisfecha y era tan absurdamente infeliz. Me pregunté: ¿por qué? Tenía todo lo que puede hacer feliz a un ser humano. ¿De dónde procedía entonces esa insatisfacción? La respuesta a esa pregunta iba tomando forma progresivamente. La causa de mi desesperación empezaba a emerger de mi subconsciente. Yo había buscado a una personaque fuera mi otra mitad, mi complemento. El amor es la manifestación de una fuerza que obliga a dos mitades complementarias a unirse. A la unión de dos voluntades subconscientes se le llama «amor». Yo he vivido esa unión, he alcanzado la máxima satisfacción, tanto corporal como espiritual, y sin embargo no me siento feliz, y tras cada satisfacción me siento aún más intranquila, más desdichada. Estaba sentada sobre la cama, en la oscuridad, y me preguntaba desesperada: ¿por qué no puedo ser feliz? Quería una respuesta y la buscaba en lo más hondo de mi ser. ¡Y de pronto adquirí conciencia de que no me había imaginado así la felicidad de la unión! Había buscado algo inconscientemente, una satisfacción, y al no haberla experimentado, pensaba que el amor corporal me daría esa satisfacción. ¡Y después de haberlo probado, debía reconocer queno era eso lo que había esperado] Había conocido la mayor satisfacción corporal, y veía..., ¡tenía que ver y reconocer queyo buscaba otra cosa! Pero ¿qué? ¡Buscaba una satisfacción duradera).¡Buscaba una unidadverdadera,que dure para siempre!Buscaba una unidad en la cual yo y el amado fuésemos idénticos.¡Quería ser uno con su alma, con sus pensamientos,con todo su ser¡ Yo quería serél\ Pero no quería aquello que la unión física me daba. La unión física es un esfuerzo desesperado porhaber ser uno solo: empleamos todascaemos nuestraselfuerzas y, en eldel momento en que ambos creemos alcanzado la satisfacción, uno apartado otro... ¡sin haber alcanzado nunca la unidad! Allí, en la oscuridad, emergió una imagen de mí niñez: yo, sentada a la mesa con toda la familia, unía con una cuchara los ojos de grasa que flotaban sobre la sopa. ¡Sí! Eso era exactamente lo que quería: así como en aquel entonces convertía dos ojos de grasa en uno, así quería que nuestras dos almas, nuestros dos seres, se convirtieran en una unidad. Quería que nuestros dos «Yos» se fundieran en uno. ¡Pero eso es imposible! En el amor, cada uno de los amantes siente el impulso de hacerse uno con el otro. Pero quieren experimentar esto físicamente, y así se estrechan y presionan desesperados el uno contra el otro. Cualquiera puede observar que cuando dos amantes se abrazan, sus cuerpos se aprietan el uno al otro a la altura del corazón; así, pues, quieren unir sus corazones, quieren estar unidos en sus corazones. ¡Pero no es posible! ¿Por qué? El cuerpo está entre medio. ¡La
resistencia del cuerpo impide la unión! modo De que es precisamente la resistencia del cuerpo la que impide a los amantes convertirse en uno. Qué contradictorio—pensaba— que quiera unirme corporal-mente a mi amado y que sea el cuerpo mismo el que impide esa unión. ¿Es posible, pues, que mi cuerpo desee esa unión? ¿Puede el cuerpo desear algo que es imposible para su ser corporal? ¿Algo que precisamente el cuerpo impide? ¡No! El cuerpo no puede albergar un deseo cuya satisfacción él mismo impide. Entonces, ¿quién y qué desea la unión total? La única respuesta posible es que es mi «yo», incorpóreo, quien la desea. ¿Y por qué quiero esa unión? ¿Por qué quiero algo que es imposible? ¡Porque sé que sólo esa unión perfecta, sólo ese ser-totalmente-idénticos, puede saciarme y que sólo en ese estado pue do alcanzar felicidad verdadera y eterna! Ansío esa felicidad desde el momento en que nací. Pero, ¿por qué persigo un imposible? Porque sé, porque tengo la total certeza de que es posible, de que existe, aunque no sé cómo. ¿Qué me impide, pues, alcanzarlo? ¡El cuerpo! ¡El cuerpo se interpone entre nosotros!¿De modo que sería posible lograr esa unión perfecta, pero sólo en un estado incorpóreo? Añoro esa unidad. En algún momento, en alguna forma, ya he gozado de ella; pero la he perdido. ¿Puede ser posible que exista un estado en el cual yo existía fuera de mi cuerpo y que haya tenido que salir de esa unidad precisamente por el hecho de nacer en un cuerpo* ¿Es posible que haya vivido en una unidad, en un mundo donde no existen los cuerpos, desprovista también yo de cuerpo? Cuando mi argumentación lógica l egó a este punto sentí un sudor frío: ¿En un estado incorpóreo? ¿En un mundo en el que no existen los cuerpos? O sea,¿en el «otro mundo»? ¿En el «más allá»? ¿Sería posible que ese «más allá» realmenteexistiera? ¿Aquel más allá en el que nunca había creído y al que veía tan sólo como un invento de las religiones, necesario para obligar a los hombres primitivos avivir según una moral, mediante las promesas deun «cielo» y la amenaza de un «infierno»? ¿Es que sólo mi cuerpo vive en este mundo terrenal? Y mi «Yo», queconoceesa unidad imposible en el cuerpo y quiererestituirla,¿pertenece al mundo del «más allá»? ¿Procedemos, pues, los seres humanos, de un mundo donde la unidad es real, y hemos caído en este otro mundo: en la materia, en el cuerpo, en el mundo terrenal?... Pero en el Yo, en el alma, que no pertenece a este lugar, que procede de «otro mundo», llevamos siempre la añoranza de nuestra anterior felicidad. Ycaemos una y otra vez en el enorme error de querer alcanzar esta felicidad, esta unidad, en el cuerpo y con ayuda del cuerpo, en la sexualidad. En el cuerpo, que es precisamente lo que la impide. ¡Oh, «expulsión del Paraíso», ahora comprendo qué significas! Así, pues, la felicidad añorada es sólo posible en el más allá—en el Paraíso—. Ya que no puedo traer, no puedo arrastrar la felicidad al mundo material, ¡entonces quiero conocer ese más allá donde reina la felicidad! Pero ¿cómo? Las palabras huecas no me satisfacen. ¡Quiero la verdad! ¡Quiero saber algo concreto! Esa noche marcó un giro en mi vida. Comprendí que la sexualidad era el más grande engaño. La naturaleza nos promete algo maravilloso, algo grandioso, nos promete la máxima dicha, la realización misma, pero nos arrebata las fuerzas necesarias. Y cuando estamos a punto de alcanzar esa total satisfacción, de repente caemos, nos hundimos en un pozo aún más profundo que aquel de donde habíamos salido. Perdemos energías, terminamos sintiéndonos como un mendigo. El proverbio latino dice que hombres y bestias quedan tristes después de hacer el amor...
Yo buscaba una felicidad duradera, perenne, no aquello que me podía ofrecer la sexualidad. ¡No buscaba aquello!¿Qué quedaba del mayor placer sexual a la mañana siguiente? ¡Nada, sólo cansancio! ¿Y debe repetirse siempre?¡Todo en vano, continúan las ansias de la inalcanzable unidad! El ser humano nunca consigue satisfacer esa ansiedad, nunca puede sumergirse, fundirse en una verdadera unidad que dure eternamente. Antes de hacer el amor hay al menos una fuerza: la fuerza de atracción que hace que los ansiosos amantes se unan. Pero cuando esta atracción se satisface surge un vacío, y cada uno vuelve a estar solo, desesperadamente solo, eternamente solo... Lo comprendí: no era eso lo que buscaba. Pero, si no buscaba eso, si la sexualidad me había engañado, ¡entonces no debía volver a ella! ¡No me dejaría engañar más! ¡La sexualidad sólo puede satisfacer al cuerpo, no al alma, al Yo! Pero yo ansiaba la unidad que sentía en mi Yo; ¡y esas ansias no podían ser colmadas por una satisfacción sexual! Entonces ¿qué? ¡Quiero, debo encontrar la felicidad! Tengo que hallar la respuesta a mis grandes preguntas. No puedo detenerme, debo seguir andando. Pero ¿hacia dónde? Si la felicidad se encuentra en el más allá, ¡entonces la buscaré en el más allá! Y así fue como empecé a buscar la felicidad, la satisfacción total, allí donde intuía que podría encontrarla, en el más allá...
LUCHA POR LA LUZ
Quería conquistar el más allá,pero perono nosabe sabíapor cómo. Meempezar, sentía como alguien quiere conquistar una selva virgen, dónde y sólo tieneque un hacha pequeña con la que abrirse camino. Tampoco sabe que en esa selva lo aguardan los más diversos peligros, serpientes venenosas y animales salvajes; también puede extraviarse o caer por un abismo. Pero precisamente su ignorancia le da valor para internarse en la selva. Yo tampoco sabía que en mi viaje de descubrimiento al más allá, fuerzas desconocidas del subconsciente arremeterían contra mí comobestias salvajes, caminos errados intentarían seducirme y los abismos de la locura me aguardarían en esta jungla. Y también yo disponía sólo de un hacha pequeña: ¡mi sencilla inteligencia humana! ¿Por dónde empezar? La religión hablaba del más allá, pero los sacerdotes con quienes había hablado hasta entonces querían quecreyera ciegamente en dogmas que ni siquiera ellos mismos comprendían, o me explicaban cuentos de hadas sobre un Reino de los Cielos en el que ellos mismos no creían, pero que les parecía suficiente para satisfacer a la «joven señora». Preferí averiguar qué tenían que decir sobre el sentido de la vida y de la muerte los grandes pensadores del mundo. Y como en aquel entonces no sabía nada de los grandes pensadores orientales, empecé a leer a los filósofos europeos. Leí primero las grandes obras de la filosofía griega y romana, traducidas a un idioma que yo pudiera comprender. Me entusiasmé con Sócrates, Platón, Pitágoras, Epicteto y Marco Aurelio. Sus obras hicieron madurar much as cosas dentro de mi alma, aprendíuna infinidad de esos grandes pensadores. En especial de una frase de Epicteto, que en mi camino posterior se convirtió en una pequeña llamita, siempre encendida, que ayudó a pasar de las tinieblas a la luz eterna: «Las cosas nunca son malas, eres tú quien cree que lo son". Desde el momento en que la leí se quedó grabada para siempre en mi memoria, e intenté cambiar toda mi manera de pensar, variar mi punto de vista. /Ver las cosas de manera diferente!Pero todas esas grandes verdades no podíandar respuesta al enorme interrogante que planteaba el más allá. Después leí a filósofos más actuales: Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Descartes, Pascal, Spinoza. Pero ninguno consiguió satisfacerme. Sentía que en cierta medida todos ellos habían llegado hasta donde la razón puede llegar, pero la meta final, la realización, no habían podido alcanzarla. Ante el gran interrogante daban aún menos respuestas que los filósofos de la Antigüedad. De los filósofos modernos, Spinoza era el que había llegado más lejos, pero yo sentía que todos estos filósofos habían er rado el camino. A pesar de sus sistemas filosóficos, ellos mismos habían sido hombres insatisfechos, desilusionados y desgraciados. ¿Cómo hubieran podido ayudarme enmi camino hacia las grandes verdades del más allá? Ellos mismos no sabían nada, y habían buscado la respuesta tan
desesperadamente como yo. Yo quería la verdad, no un cúmulo de palabras. Un día estaba de pie ante la ventana de casa, observando con mi hijo cómo las hojas del castaño silvestre caían trazando una espiral Como tantas veces, pensé en el sentido de la vida. «Muerte», pensé. «¡Siempre muerte!» Entonces oí una voz que brotaba de mi interior: «¿Muerte? ¿Por qué sólo ves una cara de la realidad? ¿Qué revelan los árboles y toda la naturaleza en primavera? ¡Vida! ¡Siempre vida! Vida y muerte se suceden cíclica, eternamente. La muerte es sólo la otra cara de la vida...» En ese instante vi con claridad que ahora en otoño el árbol atrae hacia sí mismo la vida de las hojas y que éstas se convierten en cascarones inertes y vacíos. ¡Pero son sólo estos cascarones vacíos los que mueren y caen! La vida que albergaban las hojas descansa ahora en el árbol y volverá a brotar en primavera, revestida en una nueva materia, en nuevas hojas; la vida reiniciará su ciclo eterno. ¡El árbol respira vida; sólo cambian las hojas, el cascarón exterior! La vida continúa eternamente, pues la vida es el ser eterno. Y seguí viendo: la fuente del ser eterno—los hombres la llaman Dios— también echa el hálito de vida dentro del hombre —como dice la Biblia cuando cuenta que Dios insufló la vida a Adán — y luego vuelve a respirar esa vida, y el cascarón vacío cae: el cuerpo del hombre muere. Pero la vida no cesa, se viste con un nuevo cuerpo, siguiendo un ritmo eterno, de la misma manera en que todo lo que existe en el univer so vive y se mueve siguiendo un ritmo, desde el movimiento de los cuerpos celestes hasta la respiración y los latidos del corazón de todo ser vivo. Un recuerdo cruzó mi cabeza como un relámpago: una vez, cuando tenía seis o siete años y escuché por primera vez hablar de la muerte, me puse de pie ante el espejo y observé la imagen de lo invisible: mi propia imagen. Ya entonces no podíaentender que algún día tuviera que morir, que algún día ya no existiría. Quería ver dónde estaba ese «Yo» que ahora pensaba esas cosas y no quería morir; yme acerqué cada vez más al espejo, hasta tocar el cristal con la nariz. Observaba mis ojos de tan cerca como podía, ¡quería ver ese «Yo»! En cada uno de mis ojos había un agujero negro, pero «a mí» no podía verme.—yo El Yomisma— permanecía invisible, tal como me lo había imaginado siempre, desde que adquirí uso de razón en este mundo. Tampoco en el espejo podía verme «a mí», sólo veía mi rostro, mi máscara y los dos agujeros negros en mis ojos, desde donde miraba. ¡Sentí que era imposible que yo no existiera! «Bien», me pregunté aquel día, ante el espejo, «¿pero con qué verás el mundo, cuando estos ojos se cierren?» «¡Con otros dos ojos!», respondí sin titubear. «Aquí cerraré ojos, en otro cuerpo abriré de nuevo otros ojos.» «¿Y si pasa algún¿Ytiempo mientrasestos vas de un ycuerpo a otro, si no encuentras otro cuerpo inmediatamente? si tienes que esperar una semana, o quizá meses, o años, o incluso siglos?» «Eso no puede ser», dijo la niña pequeña que yo era entonces, «pues cuando me quedo dormida, al despertar tampoco sé cuánto tiempo he dormido. En el sueño no existe el tiempo, y tampoco existirá en la muerte, por cuanto existiré sin cuerpo. Tanto da si paso una semana o un siglo en las tinieblas; en la "nada". Sentiré como si aquí acabara de cerrar mis ojos cuando ya los estoy volviendo a abrir allá. En la nada no existe el tiempo. Pero que yo no exista, ¡eso es imposible!» Me aparté del espejo totalmente tranquila y volví a mis juguetes. Cuando, ya adulta, reconocí en el castaño ante mi ventana la ley de la reencarnación, me atravesó, como un relámpago, ese recuerdo de la infancia y yo misma me asombré de que una niña, con su pequeña y primitiva inteligencia, pudiera descubrir tan natural y espontáneamente esa verdad, sin haber nunca oído o leído algo sobre la reencarnación.
Hoy ya no diría que en las «tinieblas» no existe el tiempo, sino más bien que «en la inconsciencia» no existe un «concepto de tiempo»... Ahora sabía cómo era posible que llevara dentro de mí los recuerdos confusos de una persona que un día también fui yo. ¡La visión de Egipto no había sido sino la visión de recuerdos que emergían! Mi búsqueda del más allá y las ideas sobre la reencarnación condujeron mi atención hacia el espiritismo. Los espiritistas afirman quepueden establecer contacto con los espíritus de los muertos y creen también en la reencarnación. Sin embargo, yo tenía una marcada aversión hacia el espiritismo, porque en casa de mis padres siempre había oído hablar despectivamente de estos asuntos. Mamá tenía una querida y vieja amiga que se dedicaba al espiritismo. Mamá contaba que en casa de esta amiga tenían lugar sesiones espiritistas y que durante estos experimentos una pesada mesa de madera de roble se elevaba en el aire. Mi madre nunca participó en aquellas sesiones, no le interesaban ese tipo de cosas, pues decía que semejantes experimentos eran perjudiciales para los nervios. Al meditar tanto sobre la reencarnación, recordé de repente que una vez, cuando aún era una jovencita, había asistido a una deesas sesiones de espiritismo, sin que mamá seenterara. ¡Si es que a aquello se le podía llamar una sesión deespiritismo! La vieja amiga de mi madre quería mucho a sus nietos y a menudo invitaba a chicos y chicas jóvenes a comer. Yo estuve muchas veces entre esos «invitados de mediodía». Un día, algunos de nosotros nos quedamos más de lo habitual en casa de la señora. Ella tenía un carácter alegre y disfrutaba conversando con los jóvenes. Yo tenía entonces unos quince años y los demás chicos eran más o menos de mi misma edad. Teníamos curiosidad por oír algo acerca del espiritismo, y le pedimos a la anciana que nos contara algo alrespecto. —Si queréis—respondió—, podemos hacer mover la mesa. Los jóvenes estuvimos inmediatamente de acuerdo y esperamos tensos a ver qué sucedía. Trajeron una mesa para el experimento. No era la gran mesa de roble de la que hablaba mamá, sino una pequeña mesa de tres patas. La señora colocó la mesa en el centro de la habitación y todos nos pusimos de pie alrededor de la mesa, con las manos sobre el tablero, los dedos estirados, de modo que lospulgares se tocaran y los meñiques rozaran los del vecino. La habitación bien iluminada. estábamos muy excitados, y nos parecía graciosísimo queestaba la anciana levantara laLos vozjóvenes preguntando al aire: —¿Hay alguien allí? Nos mirábamos risueños unos a otros, y apenas podíamos contener la risa. Pero no queríamos ofender a la anciana, así que intentábamos parecer muy solemnes. Estábamos ahí, esperando. De pronto la mesa empezó a temblar, como si una fuerza interior quisiera hacer estallar la madera, y el temblor se hizo cada vez más intenso, hasta que de repente la mesa se levantó de un lado, de modo que una de sus patas quedó en el aire; luego bajó de nuevo y se quedó quieta. —Sí —dijo la señora —. La mesa dice «sí». Cuando ¡a mesa golpea una vez, significa «sí»; cuando golpea dosveces, «no».Woífgang—dijo entonces a su nieto —, coge lápiz y papel y escribe las letras, un espíritu está presente. Wolfgang cogió el lápiz y esperó. Entonces la mesa volvió a moverse, golpeando una y
otra vez. Nosotros recitábamos el abecedario y Wolfgang anotaba las letras en las que la mesa se quedaba quieta. No puedo explicar por qué todo eso nos parecía tan cómico. Nos divertía la enumeración de las letras y también el que la anciana se lo tomara todo tan en serio. No creí nunca que la mesa se moviera por sí misma. Seguramente la movía Nikolaus, el otro nieto de la señora. Y si ya los golpes nos parecían graciosos, lo que vino luego hizo que no pudiéramos contener la risa, así que la señora movió la cabeza como haciéndonos un reproche. Pero no podíamos evitarlo, teníamos que reír aunque no quisiéramos hacerlo. De repente la mesa empezó a inclinarse poco a poco, hasta que el borde casi tocó el suelo; pensé que la mesa pronto resbalaría y se caería, pero no, la mesa se enderezó de nuevo y empezó a girar y a moverse por la habitación. Nosotros teníamos que caminar junto a ella, siguiéndola por toda la habitación. Por fin, la mesa se detuvo en un rincón y no se volvió a mover. La señora preguntó de nuevo al aire: —¿No hay nadie allí? La mesa no se movió. —Era un espíritu burlón, y puesto que sois tan burleta s ahora todos los espíritus sehan marchado. Esperad, niños—siguió diciendo—, haré que os traigan café—y desapareció en la cocina. Los jóvenes nos quedamos solos. Le dije a Nikolaus: —Tu movías la mesa, ¿verdad? —¿Yo?—dijo sorprendido—. Pensé que eras tú, o Emmerich, pero no era yo. Yo seguía el juego, pero mis dedos apenas si han tocado la mesa. Miramos a Emmerich. Él protestó, muy serio: —No, yo tampoco he movido la mesa. —Venid, chicos—dije—, vamos a mover la mesa. Todos estuvieron de acuerdo y corrimos hacía la mesa. Nos colocamos de nuevo en nuestras posiciones y comenzarnos a presionar la mesa con las manos y a intentar moverla. ¡Cómo nos sorprendimos al ver que no conseguíamos nada! La mesa estaba inmóvil, tan inerte e inmóvil como debe estar un pedazo de madera, y cuando presionamos con más fuerza, la mesa simplemente se volcó y se quedó allí, quieta sobre el suelo. En el experimento anterior, la mesa se había inclinado varías veces hasta casi tocar el suelo, y se había vuelto a levantar.Cuando ¡Ahorafinalmente no podíamos repetirlevantar ese movimiento porunmás que lo intentábamos! pudimos la mesa de lado, mediante una presión acompasada previamente convenida entre todos, la mesa sencillamente volvió a caer; no podíamos sostenerla, ni volver a levantarla. De pronto nos encontramos en silencio, mirándonos unos a otros. No comprendíamos aquello. Las ganas de reír desaparecieron en seguida. Sólo los dos nietos de la señora permanecían tranquilos y dijeron que, aunque no lo comprendían, era un hecho que cuando su tía Margaret estaba allí se levantaba incluso la enorme mesa de roble, tan pesada que hacían falta cuatro hombres para cargarla. No era posible que la tía Margaret la levantara en el aire. Cuando volví a casa me quedé un rato pensando aún en qué le había pasado a esa mesa, pues no creí, ni por un momento, que un «espíritu» la hubiera movido. Tuve que reconocer que se trataba de una fuerza desconocida.
Después de ese suceso continué tocando el piano, yendo a patinar, peleando con mi novio de entonces..., y la mesa desapareció en el fondo de mi memoria. Sólo ahora la había vuelto a recordar. Tenía muy claro que esa buena y querida anciana no entendía mucho de espiritismo, pero quizás existían círculos que se dedicaban seriamente a estos asuntos. No hay que tener prejuicios, sino primero conocer todo a fondo y analizarlo. Quizás en el espiritismo aprendiera algo que pudiera ayudarme a continuar mi camino. Me puse en contacto con el director del círculo espiritista más famoso del país. El director del círculo me dio primero unos libros que debía leer y en los cuales podía creer o no. Las teorías no pueden satisfacer a alguien que busca la verdad. Yo quería la práctica el y convencimiento. En un libro leí sobre un médium muy famoso que había adquirido su capacidad sentándose cada día, siempre a la misma hora, con una hoja depapel frente a él y un lápiz en la mano; simplemente colocaba la punta del lápiz sobre el papel y esperaba una hora. Repitió esto todos los días, durante seis meses. Un día, pasados estos seis meses, el lápiz empezó a moverse y escribió diferentes palabras. De esta manera escribió aquel médium una gran cantidad de libros, muy famosos en su tiempo. Los libros no me interesaban, pues eran sermones enfáticos —en cualquier iglesia podían oírse sermones mejores—; no hacía falta un «espíritu» para escribirlos, ¡si es que la fuerza que movía la mano de aquel médium era realmente un espíritu! Cogí yo también un pedazo de papel y un lápiz, coloqué el lápiz vertical sobre el papel y esperé. Primer día: nada. El segundo día el lápiz comenzó a temblar, haciendo temblar también mi mano, luego empezó a moverse muy torpemente, como a empujones, sobre el papel y escribió varias veces «abracadabra». El tercer día el lápiz comenzó a temblar de inmediato y pronto escribió palabras muy legibles. Parecía como si las hubiera escrito un anciano de mano temblorosa. Continué realizando el experimento cada díay el lápiz escribió frases cada vez más largas. Mientras el lápiz escribía, yo observaba mi brazo y mi mano. ¿De dónde provenía la fuerza que movía mi mano? Reflexioné: si el lápiz pudiera escribir por sí mismo, entonces cualquier lápiz se levantaría de la mesa y se pondría a escribir. Era, pues, indudable que lo que movía el lápiz era brazo, pero sin que yo quisiera sin fuente que yo ajena supiera previam ente qué es losin lugar quemi escribiría. La fuerza provenía por moverlo tanto de yuna a mi conciencia, pero a dudas radicada dentro de mí. Podía tratarse de una fuerza que manaba de mi subconsciente, pero de momento no había ninguna prueba que indicara que esta fuerza provenía de un ser extraño a mí, de un «espíritu», digamos. Pero ¿quién sabe exactamente qué es nuestro «subconsciente»? Mostré estos escritos al director del círculo espiritista. Éste dijo con asombrosa seguridad que se trataba de rasgos típicos de escritura de un médium dirigido por un espíritu. Guardé silencio. Afirmaciones como ésa prefiero tomarlas con mucha cautela. Que la fuerza que mueve mi brazo no procede de mi consciente, es seguro, pues el lápiz no se mueve siguiendo mi voluntad. No obstante, esa fuerza puede emanar de mi propio ser, aunque del subconsciente.¡El que los espiritistas crean que esa fuerza proviene de un espíritu no prueba que efectivamente sea así!
Seguí realizando el experimento, observándome a mí misma y al lápiz. Un domingo por la tarde estábamos mi esposo y yo juntos en casa. Él leía un libro, yo estaba tallando madera y pensando en el experimento del lápiz. Llegué a la conclusión de que, si era posible que mis manos, mis nervios o algún instrumento aún desconocido de mi cuerpo pudieran asumir y manifestar los pensamientos de un ser incorpóreo, exterior a mí, extraño, entonces también debía ser posible que3 de la misma manera, yo pudiera asumir y manifestar los pensamientos de un ser ajeno a mí, pero corpóreo, es decir, de una persona. En ese caso hubiéramos dado un paso adelante. Le dije a mi esposo lo que estaba pensando y le pregunté si no tenía ganas de hacer un experimento telepático conmigo. Él se mostró de acuerdo en seguida, pues también estaba interesado en saber si lo conseguiríamos. No sabía cómo se realizan semejantes experimentos, pero pensé que si quería recibir los pensamientos de otra persona lo más importante era dejar la mente en blanco, en total pasividad, de modo que mis propios pensamientos no interfirieran. Así que nos pusimos de píe, uno al lado del otro, sosteniendo con mi mano derecha la muñeca izquierda de mi marido —pensaba que establecer un contacto físico serviría de ayuda —, relajé todos mis músculos, intenté no pensar en nada, y esperé. Imaginaba que una comunicación telepática consistiría en que mi esposo pensaría en algo y, de algún modo, esos pensamientos apareceríanen mi cabeza.(¡No había pensado que tampoco sabemos de dónde proceden esos pensamientos que creemos propios!) Para mi gran sorpresa, en ese momento sucedió algo completamente distinto a lo esperado, algo para lo que no estaba preparada en absoluto. Mientras estaba ahí, de pie junto a mi marido, esperando sus pensamientos, sentí — ¡«vi»!— que de la zona de su estómago salía una corriente de unos ocho o diez centímetros de diámetro que pronto rodeó mi cuerpo, también a la altura del estómago, como un lazo. Sentí esto con tal claridad como si aquella corriente que brotaba del vientre de mi esposo hubiera sido algún tipo de materia, muy fina, como una niebla espesa, pero al fin y al cabo materia. Una vez que esta corriente material me hubo rodeado, empecé a sentir que tiraba de mí en una dirección determinada, de modo que tuve que dar un paso. Pero la corriente siguió tirando de mí, una y otra vez. Cuando daba un paso en dirección equivocada, me hacía volver y me empujaba en la dirección correcta. Así llegamos hasta la ventana. Allí me dejó la voluntad materializada de mí esposo. pronto, una nuevase sorpresa: mi brazo libre, que hasta entonces habíapensado estado colgandoY,aldelado de mi cuerpo, levantó... ¡ingrávido!Hasta entonces nunca había que mis brazos cuelgan hacia abajo porque la Tierra los atrae constantemente hacia sí. En la escuela se estudia la gravitación, pero nunca me había puesto a pensar que ésa es la causa de que mis brazos cuelguen. Pero allí, ante la ventana, experimenté en carne propia el hecho de que si la fuerza de gravedad cesara mi brazo perdería peso y se elevaría. Ahora, al levantarse, levantó también la cortina. Yo no había movido o contraído ni un solo músculo; parecía que la masa que emanaba del plexo solar de mi esposo sostenía mi brazo. Después, esta masa empujó mi cabeza hacia adelante, de modo que apreté la nariz contra el cristal. En ese momento la masa abandonó mi cuerpo —brazo y cabeza— y pude volver a moverme libremente. Nos observamos el uno al otro; ambos estábamos atónitos. Me entusiasmaba esta nueva experiencia, el haber visto cómo la voluntad humana emana del plexo solar como
algo material, se echa sobre otra persona, la abraza como un pulpo y puede incluso levantar peso. Esta «materia» daba la impresión de estar compuesta por minadas de pequeños granitos de niebla, como la Vía Láctea, como si todos estos granitos fluyeran en una misma dirección, estrechamente ligados entre sí. Mi marido también estaba excitado, pues no podía comprender cómo había sido posible que yo hubiera hecho exactamente, como un robot, todo lo que él pensó: caminar hasta la ventana, levantar la cortina, mirar a través del cristal. Le expliqué que de su plexo solar había fluido una corriente que yo había sen tido como materia. Pero le dijeen seguida que sentir algo como material o no era siempre subjetivo. La energía da la impresión de materia. Recordé de pronto que una vez, años atrás, mi hijo tuvo dolores de estómago, así que coloqué la almohada eléctrica sobre su barriguita y acaricié sus mejillas; qué sorpresa me llevé cuando sentí que la piel de su cara, generalmente tan suave y delicada, estaba ahora tan áspera como papel de lija. Era como si hubiera acariciado a un hombre de barba muy cerrada que no se hubiera afeitado en dos días. Entonces advertí que la almohada eléctrica había cogido un poco de la humedad del ambiente y había pasado electricidad al cuerpo del niño. En el momento en que desconecté la almohada eléctrica cesó también la aspereza de la piel. Así pues, mi mano había sentido la corriente eléctrica como una materia áspera. Si reflexionamos sobre hechos como éste, que cualquiera puede comprobar por sí mismo, de la misma manera podemos también reflexionar sobre si esa «materia», que es la manifestación de la voluntad humana, puede equipararse a la materia o a una corriente eléctrica. En el fondo es lo mismo, pues la ciencia actual sabe que la materia no es sino una forma de energía, un movimiento oscilatorio que sólo da la apariencia de materia porque no podemos pasar a través de él. Los domingos por la noche toda la familia se reunía en casa de mis padres y ese domingo no dejamos de asistir. Conté la experiencia quehabíamos tenido y, naturalmente, mamá quiso intentarlo de inmediato. Primero nos levantamos mamá y yo. Los demásguardaban silencio, intentando no pensar en nada, pues en mas aquel estado yo hubiera recibido los pensamientos de todos los presentes con tanta intensidad que hubieran interferido en la comunicación telepática. Con mi madre volví a vivir algo nuevo. La corriente que ella emitía era mucho más débil, más delicada, y no tenía un diámetro tan grande como la de mi marido. Después el mismo experimento con Así, diferevintes tías ypersona otros parientes domingosrealicé cenaban en casa de mis padres. quetíos, de cada brotabaque unalos corriente distinta a las demás. Uno de mis tíos, un hombre que en general poseía una mala capacidad de concentración y era muy indeciso, tenía una corriente gruesa y fuerte, pero los fragmentos de esta corriente no fluían todos en la misma dirección, sino que iban y venían de forma caótica, y el efecto era también caótico. Una de mis tías poseía una corriente muy delgada, pero también muy afilada y punzante, como un alambre duro y rígido. Ella era en general una persona muy agresiva. Y, así, cada uno poseía su radiación de voluntad distinta. ¡Un nuevo universo se abrió ante mí! Empecé a comprender muchos fenómenos que hasta entonces sólo había sentido o intuido o no había advertido en absoluto. De repente tuve muy claro por qué después de una discusión acalorada uno suele sentirse tan cansado como si hubiera mantenido una lucha cuerpo a cuerpo. También comprendí por qué la convivencia con otras personas a veces resulta extenuante y luego vuelve a ser refrescante
y tonifícadora. Comprendí de manera palpable qué son la simpatía y la antipatía: radiaciones dadoras y absorbentes. Las primeras irradian fuerza, las últimas se adhieren como los tentáculos de un pulpo, extrayendo fuerza de las demás personas. Cuando realizaba el experimento con personas de éstas terminaba tan débil que las rodillas me temblaban y tenía que sentarme, totalmente agotada, y pasaba algún tiempo hasta que me sentía lo bastante recuperada para reanudar los experimentos. Pues, por supuesto, todos querían intentar establecer una comunicación telepática conmigo, hasta la doncella, la cocinera y las demás personas que trabajaban en casa de mis padres. Así fue como aprendí algo más, un hecho que ninguna decisión humana puede cambiar: las personas educadas, con dominio de sí mismas, emiten radiaciones completamente diferentes a lasque irradian las personas de escasa cultura yautocontrol, que viven sólo para satisfacer sus instint os, en una especie de primitivismo. ¡Evidentemente, esto no depende de las diferencias de clase o condición social! En varias personas sencillas y analfabetas que vivían en un bosque o en la falda de una montaña, y generalmente no conocían la civilización, experimenté a menudo vibraciones más elevadas y puras que con muchas personas eruditas, educadas y leídas, pero también muy egoístas. Estas corrientes no se pueden ocultar, disimular o falsear, revelan de inmediato con quién estamos tratando. Tuve otro conocimiento interesante con estos experimentos. Si alguien quería de mí algo que iba en contra de mi educación, surgía una especie de pared entre la voluntad del otro y la mía, y al final, necesitaba hacer un gran esfuerzo para hacer explotar este muro y deshacerme de él. Estos experimentos siempre resultaban agotadores, pues aunque tratara con personas orientadas positivamente, primero tenía que poner la mente en blanco para poder recibir la voluntad del otro; esto es, para hacer consciente su voluntad enmí, y gracias a ello introducir sus vibraciones en mis propios nervios y reprimir tanto como fuese posible mi propia radiación. Eso es lo más difícil. Nuestros nervios siempre están orientados hacia nuestras propias vibraciones, su capacidad de resistencia es la adecuada a nuestra propia corriente vital. Cualquier variación implica un gran esfuerzo de los nervios, surge una discordancia que—sea hacia arriba, sea hacia abajo — siempre tensa los nervios. Incluso cuando experimentamos una de estas discordancias sin intervención ajena, ya sea a causa de un terrible susto, de una separación dolorosa o hasta de una alegría extremada, suele ser algo perjudicial. Es comprensible adaptarse a vibraciones diferentes a las habituales, no sóloque en este intensidad sinonuestros también nervios en su forma misma, puede ser agotador o incluso dañino. Si la diferencia de las vibraciones es muy grande puede traer como consecuencia graves perjuicios, enfermedades nerviosas, sobreexcitación y neuritis. Esto explica por qué algunas personas muy sensibles siempre enferman misteriosamente en un determinado ambiente. Hay también otro gran peligro que amenaza —y la mayoría de las veces ataca — a los médiums: la posibilidad de que el médium pierda su propio carácter. El médium acoge todas las vibraciones; pero sin embargo no puede asimilarlas, no puede hacerlas suyas, ¡y así se convierte él mismo en un ser débil, inseguro, falto devoluntad! ¡Nunca juguemos con estas cosas! Podemos leer numerosos documentos sobre las tristes historias de diferentes médiums que terminaron convertidos en autómatas sin voluntad, desprovistos de toda capacidad de resistencia, finalmente «descubiertos» como farsantes o estafadores. ¡No es de extrañar! Precisamente a causa de sus facultades mediumísticas
perdieron poco a poco su fuerza de voluntad, hasta convertirse en juguete de sus espectadores. Yo misma fui testigo de cómo una mujer de facultades extraordinarias presentaba al comienzo verdaderos fenómenos, pero, más tarde, a medida que fue perdiendo su propio carácter, no pudo ya oponerse al deseo de otras personas y quería estar siempre produciendo algo para su público. Después empezó a recurrir a engaños para satisfacer a los curiosos cuando las fuerzas desconocidas no se manifestaban. La historia terminó con un gran escándalo. Los ignorantes triunfaron y afirmaron que todas las apariciones habían sido un engaño. ¡No! No todas fueron engaños. Fue precisamente su capacidad mediumística lo que la convirtió en una mujer tan falta de carácter y fuerza de voluntad que acabó recurriendo a engaños. Yo podía apreciar cómo esos efectos actuaban sobre mí misma. No quería engañarme, quería conocer la verdad y sufrí los efectos perjudiciales de estos experimentos. Era lo bastante consciente y tenía la suficiente fuerza de voluntad para dominar las vibraciones ajenas a mí y volver a ser «yo misma» después de cada experimento, pero precisamente porque esta lucha contra efectos extraños me dejaba demasiado cansada y nerviosa, decidí poner punto final a todo aquello y más tarde también a todos los demás experimentos espiritistas. Sé muy bien que muchos espiritistas afirman que las manifestaciones no son agotadoras ni perjudiciales. Tendrán que perdonarme si ahora, después de tantos años de realizar experimentos de este tipo, digo con toda franqueza que aquellos médiums que no se sienten cansados al concluir una experiencia espiritista, no asumen una voluntad ajena a la suya, sino que manifiestan aspectos de su propio subconsciente, aunque estén firmemente convencidos de que esas manifestaciones provienen de seres totalmente exteriores a ellos. Mis experimentos me confirmaron que el ser humano es capaz de «asumir», sentir y manifestar su propia voluntad, extraída de los complejos aspectos ocultos en lo más profundo de su subconsciente, tanto como la voluntad de una persona extraña. Ésta es la razón por la cual tantos se engañan. Pero no se puede discutir con ignorantes; éstos persisten en sus fanáticas creencias en los «espíritus», se engañan a sí mismos y engañan a multitud de crédulos incapaces de analizar lo que ven. No tienen ni idea de sus propias fuerzas subconscientes. Pero quien quiere conocer la verdad e investiga todos los fenómenos ejerciendo un control despiadado sobre éstos, puede descubrir cosas verdaderamente interesantes. ¡Pero hay que tener cierta cautela cuando se oye la palabra «espíritu»! Pensemos: voluntad un ser de levantar el brazo de otra esto es, es capaz sideladomina r la de fuerza de humano atracciónesdecapaz la Tierra, ¿cuáles son entonces lospersona, límites de lo posible? Cuando me familiaricé con estos hechos entendí aquel fenómeno que aquí en Occidente es llamado «levitación» y en ciertos monasterios del Tíbet, aún hoy, sigue siendo conseguido mediante ejercicios sistemáticos. Sin haber oído nunca sobre estos ejercicios tibetanos, mis experimentos me condujeron a los mismos resultados. El fenómeno también es conocido aquí en Europa y numerosos testigos oculares han referido que la gran Teresa de Ávila, Juan de la Cruz y Franc isco de Asís flotaban en el aire, no una sola vez, sino a menudo, durante horas. Sé que es posible hacerlo, pues la voluntad propia actúa de la misma manera que la ajena y puede dominar la fuerza de atracción de la Tierra durante un cierto tiempo. Depende de lo fuerte y poderosa que sea la voluntad. Cierta vez también ocurrió que, durante un experimento, no podía traer a mi conciencia la voluntad de una persona y, por tanto, me era imposible realizar lo que esa
persona quería. Luego, una especie de masa se posó en mi pecho como un enorme peso; yo respiraba con dificultad y jadeaba como si estuviera a punto de morir. Le pedí que se concentrara mejor. En el momento en que conseguí tomar conciencia de su voluntad y llevé a cabo lo que esa persona quería, volví a respirar fácil y libremente, ¡la presión desapareció de repente! Lo que viví en ese experimento me dejó plenamente convencida de que en muchos casos el asma no es sino la invisible voluntad de otra persona, que se posa sobre el enfermo como un peso inmenso. Pero esta voluntad invisible, irrealizada, puede proceder también de la propia voluntad del subconsciente y causar enfermedades sin que el enfermo sepa que es su propia voluntad la razón de su mal. La vida entera está formada por estas luchas invisibles que a veces perdemos y a veces ganamos. Estos experimentos y experiencias fueron para mí una escuela maravillosa. Gracias a ellos tuve la oportunidad de sondear las profundidades del subconsciente humano y adquirí valiosos conocimientos de mí misma y de laespecie humana. Pude probar que es posible asumir los pensamientos de otro ser vivo. ¡Pero al mismo tiempo comprobé qué difícil era hacerlo! Comprendí por qué cuando los tibetanos o loshindúes quieren establecer un contacto o una unión con un muerto, pasan antes tres días completamente solos, alejados de toda región habitada, dedicando esos tres días a la oración y al ayuno, y sólo después de haber pasado por este período de preparación, empiezan a buscar un contacto con el espíritu del muerto. Pero no de la manera en que lo hacen millares de personas autodenominadas espiritistas, que después del trabajo en la oficina o en medio de una vida mundana se reúnen y creen que es posible lograr así un contacto con el más allá. Piensan que una simple plegaria basta para alejar todo peligro. ¡Deberían preguntarse si decir una oración sirve para que alguien que salta a un abismo no muera en la caída! Realizar experimentos espiritistas sin saber lo que se está haciendo es tan peligroso como saltar a un abismo por ignorancia. ¡Seamos razonables! No olvidemos que poseemos una inteligencia con que examinar todas nuestras experiencias. Durante los muchos años que asistí a los más diversos círculos espiritistas tuve que presenciar numerosas catástrofes, locuras, suicidios, crisis nerviosas, graves enfermedades mentales provocadas por los divertimentos llamados espiritismos. Personas muy bien intencionadas y honestas, pero totalmente ignorantes del tema y carentes de toda preparación psicológica, ¡hacían sesiones espiritistas! La gente ignorante fuerzas que desconoce y queAl noespiritismo sabe de dónde proceden. Tampoco las dominan ydespierta están completamente en sus manos. sólo deben dedicarse personas inmunes a toda influencia ajena, personas que posean un profundo conocimiento psicológico, una gran experiencia y estén dotadas de una enorme capacidadde resistencia consciente; con un gran dominio de sí mismas.
HAGO MI VOTO Poco a poco fui comprendiendo que ya no tenía nada que hacer en los círculos espiritistas. Pero las experiencias que allí había reunido me abrieron las puertas del alma humana y vi con espanto qué abandonados y solitarios deambulan loshombres, envueltos por las hondas tinieblas de la ignorancia. Mi capacidad de médium me ofreció la oportunidad de echar una mirada a la vasta región del subconsciente. Me analicé a mí misma con cruel rigor y no me dejé cegar por teorías inseguras y nebulosas. Me interné cada vez más en esta jungla, paso a paso, ayudada sólo por mi machete. Finalmente, el espiritismo me llevó al estudio de la psicología. Me puse a estudiar a fondo la psicología cien tífica occidental, pues hasta entonces, aún no había tenido noticia de los enormes conocimientos psicológicos que poseen los orientales, los hindúes y los chinos. Cuando alguien busca algo seriamente y concentra todo su ser en esta búsqueda, siempre recibe la ayuda del destino. Tras conseguir una sólida preparación teórica, me puse en contacto con el médico jefe de un manicomio del Estado. Est e médico me ayudó a adquirir una profunda y sistemática formación práctica. Obtuve unpermiso para estudiar a los enfermos internados en el manicomio. Podía trabajar con os l enfermos de todas las secciones, excepto aquellas donde estaban recluidos los enfermos y enfermas furiosos. Una noche, al volver a casa, me quedé un largo rato sentada a solas en mi habitación, intentando poner en orden mis pensamientos. ¡Lo que había vivido en el manicomio era espantoso! ¡Espantoso! Elinfernode Dante es incluso agradable si se lo compara con lo que puede verse allí dentro. Y cuántos dementes hay sobre la Tierra que así padecen, recluidos o no, y cuántos cuerdos hay que tienen que sufrir a causa de estos pacientes, que tienen también que enfermar poco a poco, hasta finalmente hundirse con ellos. Cuántos locos hay que, porque guardan una conducta normal y no llevan sobre la frente un sello que anuncie su demencia, engañan a gente ignorante; algunas veces desempeñan cargos importantes y se casan con personas desprevenidas y crédulas; pero, más tarde, llevan a la desgracia a sus socios, a su familia y a las personas que los rodean, muchas veces hunden incluso empresas enteras y hasta países. El infierno yacía abierto ante mis ojos y yo estaba allí, desesperada ante el inconmensurable océano de aquellos sufrimientos, desesperada ante laimpotencia de la humanidad frente a esta terrible miseria... Algo debe hacerse, la humanidad debe ser advertida sobre los diversos peligros que causan las enfermedades mentales. Todas las personas sanas deben unirse para luchar contra esta miseria. El trabajo con los enfermos me abrió las puertas a los secretos más profundos de diferentes personas y familias; advertícon espanto que en este mundo viven muchos más enfermos que sanos. Vi las incontables anomalías y enfermedades mentales queporta la gente, vislumbré también que muchas de estas enfermedades se podían curar con un tratamiento adecuado y advertí cómo con medios muy sencillos, a veces con un simple cambio de ambiente, se podía restablecer el sano equilibrio mental y devolver así la felicidad
perdida a muchas familias. Pensaba en cuánto podría lograrse si todas las personas sanas emprendieran esta labor. Y pensé dedicar todas mis energías a atenuar los sufrimientos dejos demás; pero ¿dónde y cómo debía empezar? ¿Dónde encontrar ayuda? Mientras estaba allí, sentada en mi habitación, planteándome esta pregunta, sentí de pronto que había alguien más en la habitación. La telepatía y los experimentos espiritistas me habían sensibilizado tanto los nervios que si alguien me vendaba los ojos y me introducían en una habitación yo podía decir si esa habitación se encontraba vacía o si había alguien en ella. También podía decir quécarácter tenían las personas presentes. Ahora reconocí la familiar sensación de escozor que me anunciaba la presencia de un ser viviente. Sentía una radiación conocida, pero no sabía dedónde conocía yo esa radiación tan pura, elevada y poderosa... Volví a escuchar aquella voz dentro de mí: «¿Dónde puedes encontrar ayuda? ¡En ti misma! Comprende que lomalo es que todos esperan ayuda de fuera, y como todosesperanayuda y nadie lada, nadie recibe ayuda. Si, por el contrario, todosdieran ayuda, cada ser humanoobtendríala ayuda que necesita. ¡Entonces el mundo podría ser liberado de todo sufrimiento!» Respondí a la voz interior: «No sé quién eres o qué tipo de fuerza eres, sólo escucho tu voz, que siempre me dice la verdad. Tú ves mis pensamientos, mi ser oculto a los hombres y no necesito decirte que quiero dedicar mi vida a aliviar los sufrimientos de los demás. Aunque yo sea sólo una partícula de polvo, quiero que esta partícula de polvo incremente el poder de la fuerza benigna. Ya nada me interesa, nada me causa alegría desde que soy consciente de los sufrimientos que pasan otros. ¡Quiero colaborar en la salvación del mundo!» «¡Cuidado!», dijo la voz interior. «¡Cuidado con las grandes palabras! Colaborar significa deber y sacrificio. ¡Tendrás que dejar de lado todas tus imperfecciones! No podrás distraerte ni un minuto, tendrás que estar siempre atenta, ver de no dar ni un solo paso contra las leyes eternas.Todas las tentaciones que basta ahora no has resistido te volverán a acosar, volverán a aparecer en tu vida, y pobre de ti si no las resistes. Ningún mortal puede jugar con fuerzas divinas. Nunca podrás usarpara fines personales las fuerzas que recibas como colaboradora en la salvación mundo. No podrás albergar es sentimientos observar algocomo desdelos un punto del de vista personal. Ten cuidado, mejor que personales, continúes tunivida personal demás seres humanos, a que fracases como colaboradora. Te he advertido.» «No tengo miedo», contesté. «He concluido mi vida personal, no deseo nada más para mí. Después de todo lo que he vivido y experimentado ya nada puede darme satisfacciones personales. No temo a ninguna tentación. Podré resistirlas, pues ya no tengo ilusiones. ¡Quiero colaborar en la gran obra!» Pasé un rato sin oír nada, sólo sentía un gran amor penetrando en mí. Después volví a escuchar la voz: «Conozco muy bien la seguridad que tienes en ti misma, hija mía, pero esta vezno lo olvides...». Estaba sentada sobre el sofá, cogiéndome la frente, mirando a mi alrededor..., la habitación estaba vacía. ¿Quién es, quién es?, o ¿qué tipo de fuerza es aquella que me habla con una voz tan familiar? ¿De dónde cono zco esa voz y de dónde cono ce ella mi «seguridad en
mí misma»? ¿Y cuándo no tuve bastante cuidado, por qué me decía que esta vez no debía olvidarlo? Pero no recibí ninguna respuesta más.
DESTELLOS EN EL HORIZONTE Pasaron días, semanas, meses... Yo esperaba una señal, una orientación, algo que me dijera qué debía hacer, cuál era mi deber y cuál mi sacrificio, como me había dicho la voz del Invisible, pero no volví a escuchar esa voz... ¡Cuántas veces intenté trasladarme al estado deseado, sentir en todo el cuerpo aquel peculiar e indescriptible zumbidoy escozor—era como bañarse en bicarbonato—, cerrar mis órganos sensoriales y volver a abrirlos dirigidos hacia mi interior, y escuchar la voz... pero no lo conseguí! Estaba desorientada. Esperaba constantemente una señal, en vano. Pero no quería desperdiciar el tiempo. Así que pensé que lo mejor sería cumplir con mis deberes cotidianos tan bien como pudiera, esperando que entre tanto la voz interior me dijera cuál sería mi deber como colaboradora en la gran obra. También pensé que así como el cristal de una ventana debe estar limpio si se quiere ver el sol a través de él, así debía yo antes que nada limpiar mi alma de toda actitud egoísta si quería ver la verdad con claridad. El primer paso era descubrir qué cosas habíadentro de mí. Cuando conociera mi alma a fondo podría también limpiarla. Empecé a analizar la fuente de donde brotaban los motivos de todos mis pensamientos, mis palabras, movimientos y acciones. ¿Qué fuerza inconsciente actuaba dentro de mí? ¿De dónde procedían mis pensamientos? ¿Qué hay dentro de mí que hace que diga tal o cual palabra, por qué quiero hacer precisamente esto y no lo otro? Si me alegraba por algo, analizaba por qué eso me había alegrado. Si algo me deprimía o enojaba, intentaba averiguar por qué. Si alguien me caía simpático o antipático, analizaba en seguida qué peculiaridades encontraba simpáticas o antipáticas. No dejaba de observarme a mí misma, por qué hacía tal cosa con gusto, por qué en cambio tal otra a disgusto. Cuando estaba parlanchina investigaba las causas que me impelían a hablar; cuando estaba silenciosa, por qué no tenía ganas de charlar. Analizaba cada una de las palabras que salían de mi boca: si había dicho toda la verdad, si no había herido a nadie. Observaba el efecto de mis palabras y mis acciones sobre los demás. Intentaba siempre ponerme en el lugar de mi interlocutor: ¿qué hubiera sentido yo si él me hubiera dicho las mismas palabras que yo acabo de decirle? Me tenía constante, ininterrumpidamente, bajo control. Este análisis continuo me proporcionó valiosísimos tesoros. Conocí poco a poco el mundo mágico del consciente y el subconsciente. Reconocí las diferentes manifestaciones de una única fuerza, desde los instintos más bajos hasta el yo espiritual más elevado. Supe que tenemos la libertad de elegir entre identificarnoson c los instintos o ser los amos de éstos; es decir, ser nosotros mismos. Aprendí que sólo es libre la persona que domina sus instintos y no es esclavo de sus pasiones, apetitos y deseos. Paralelamente a mi autoanálisis continuo, seguí estudiando psicología y filosofía, sin descuidar la talla en madera y el piano, El trabajo artístico nos brindauna excelente oportunidad de profundizar en nosotros mismos y de sumergirnos y meditar sobre
diferentes asuntos. Una vez tuvimos invitado en casa a un crítico de arte y éste vio los muebles que yo misma había tallado en madera. Sobre la cama había colocado una figura de un fauno que tocaba la flauta, que yo había tallado. Me preguntó siprimero había modelado la figura en arcilla. Le contesté que no sabía modelar en arcilla y que había tallado la figura directamente en madera. —Simplemente quité lo que sobraba—le dije. —¿Ha estudiado anatomía?—preguntó el crítico. —No, estudié música; no podía asistir a dos universidades al mismo tiempo. Se quedó un rato contemplando mi talla, luego dijo: —Es un pecado que usted no sea escultora. Espere—siguió diciendo—; hablaré con el director de la Escuela de Artes y Oficios. Quizá le permita, a modo de excepción, asistir sólo a las asignaturas especializadas. A usted no le hacen falta las asignaturas secundarias y creo que existe una posibilidad de que la acepten en la escuela como alumna extraordinaria. Así, me convertí en alumna de la Escuela de Artes, primero, y de uno de los más grandes maestros de escultura, después. Cuando me presenté ante él por primera vez, el maestro se me acercó, observando mi rostro con curiosidad, y dijosorprendido: —¡Qué interesante! Es la primera vez que veo a una persona viva que tiene ojos egipcios. ¿Sabía usted que tiene ojos egipcios? —No —contesté—, ni siquiera sé cuál es la diferencia entre los ojos normales y los egipcios. —Las aberturas de los ojos se extienden a los lados como una raja, haciendo que los párpados se recojan sobre los ojos de manera totalmente distinta a como lo hacen en las otras razas. Cuando observe una obra plástica fíjese en esta característica de los ojos y sabrá inmediatamente si se trata de una obra egipcia. Pero nunca pensé que encontraría tales ojos en una persona viva. Los egipcios de hoy en día ya no poseen esos ojos. Los conocemos sólo por las obras de arte. Así como tampoco existe ya eí alargado cráneo egipcio, al que también conocemos sólo por la plástica. Pero ¿de dónde ha sacado usted esos Sonreí ojos? cortésmente y dije: —No lo sé, profesor. ¿A lo mejor es un atavismo? —Él también sonrió y comencé el trabajo... Un año después, el profesor entró en el taller donde yo trabajaba—pues había varios, uno al lado del otro— y me dijo:. —Ya no aceptaré ningún honorario de usted. Si no tiene un taller puede trabajar aquí mismo, éste sigue a su disposición, pero ya no como alumna, sino como artista independiente. Ya no necesita que la dirija, sólo practicar mucho para que pueda expresarse cada vez mejor en las figuras. Le di las gracias por las molestias que se tomaba, pero como tenía un gran taller propio en casa y hacía ya mucho tiempo que exponía mis trabajos públicamente, volví a trabajar en casa. El profesor siguió siendo amigo nuestro y durante mucho tiempo siguió viniendo a
visitarnos para conversar sobre mi obra. El trabajo me hacía dichosa. Mientras trabajaba experimentaba una total felicidad. Trabajaba como en éxtasis. El mundo exterior, el tiempo, no pasaba para mí; no sentía ningún deseo físico, ni hambre o sed; me olvidaba de mi propia persona. Al trabajar en absoluta concentración, notaba que por mis nervios fluía una fuerza que actuaba benéficamente sobre mi cuerpo e iluminaba mi mente. Muchas veces, cuando estaba conc ent rada en mi trabajo, sin pensar en ninguna otra cosa, comprendía de repente alguna verdad que no tenía ninguna relación con mi trabajo. Así hallé la solución a muchos problemas que me preocupaban hondamente y la respuesta a muchos interrogantes filosóficos, psicológicos o de cualquier otra índole. Cuando sucedía esto, dejaba reposar la madera en que estaba trabajando, me quedaba inmóvil unos segundos y miraba con los ojos de mi espíritu la nueva verdad, el nuevo descubrimiento. En aquellos momentos sentía como si mi cabeza atravesara el techo de la habitación; así, yo aparecía en la planta superior, echaba un vistazo al nuevo espacio que seextendía ante mis ojos y veía los tesoros allí ocultos. Estos destellos de iluminación se producían cada vez con mayor frecuencia, ya no sólo cuando tallaba madera o tocaba el piano, sino casi siempre que me concentraba en algo. ¡Cierta 'vez viví una experiencia asombrosa! No sucedió mientras trabajaba, sino por la noche, cuando estaba a punto de dormirme. Mi marido y yo dormíamos en camas contiguas y ambos teníamos la costumbre de leer un poco en la cama antes de dormir. Aquella noche estábamos acostados unoal lado del otro, como de costumbre. Yo tenía sueño y le dije a mi esposo: —Tengo sueno, buenas noches. Apagué la lamparilla de mi velador, me estiré en la cama y cerré los ojos, dispuesta a dormir. Sí, cerré los ojos,¡pero seguí viendo toda la habitación! Teníalos ojos cerrados y veía toda la habitación, todo lo que había en ella, veía también cómo mi mando, acostado en la cama contigua, pasaba una página de su libro. Abrí los ojos de golpe, para ver si mi esposo en efecto estaba pasando la página o si todo había sido una ilusión proyectada desde mi interior. ¡Pero el movimiento de la página continuó! Volví a cerrar los ojos y seguí viéndolo todo. Sorprendida, me senté en la cama y miré a mi alrededor con los ojos cerrados: ¡veía todo con nitidez! único extraño era mis que párpados, no veía formas plásticas —de tres dimensiones—, sino total que todo eraLo transparente, como y plano, como el negativo de una foto, o como una radiografía, pero mucho más nítido y transparente. Así, por ejemplo, veía mi máquina de coser a través de su estuche de madera y los cuadros de la habitación contigua a través de la puerta cerrada, veía la ropa guardada dentro del armario y todas mis cosas revueltas en los cajones del escritorio. La imagen en su conjunto era como un calco de todos los objetos, colocados uno detrás del otro. MÍ esposo observaba sorprendido cómo yo giraba la cabeza de un lado a otro con los ojos cerrados; un instante después preguntó: —¿Qué estás haciendo? Le respondí excitada que podía ver todo con los ojos cerrados. Él sintió curiosidad y me hizo algunas pruebas: decir cuántos dedos me estaba enseñando y cosas por el estilo. Yo veía su esqueleto y también sus órganos, todo. Era algo inquietante, pero mí naturaleza
inclinada al humor se sobrepuso y no pude evitar echarme a reír, pues se veía tan ridículo así, transparente... Finalmente tuvimos que dormir. Mi sueño fue muy sereno, como siempre, y al día siguiente volví a ver todo de la manera habitual, sólo quecon los ojos abiertos. El curioso fenómeno no se volvió a repetir hasta mucho tiempo después. Continué trabajando en mis esculturas, sin sentir ninguna molestia. La escultura no me había hecho abandonar mis estudios de psicología. Cada vez acudían a mí más personas deseosas de discutir conmigo sus problemas anímicos. Poco a poco fui reuniendo una gran experiencia práctica. Transcurrieron varios años: en invierno trabajo ininterrumpido, en verano la vida en el círculo familiar en la casa junto al gran lago, disfrutando de la naturaleza y la vida en común.
VISIONES Empezó una etapa de mi vida en la que a menudo tenía visiones estando despierta. Algunas tuvieron un efecto tan perturbadorsobre mí y sobre mi vida posterior que no puedo dejar de mencionar lasmás importantes. A finales de cada verano viajaba con mi esposo a diferentes países. Una vez, regresando de un viaje a Italia, nos detuvimos unos días en los Montes Dolomitas para hacer algunas excursiones por las montañas. Allí tuve una de mis visiones más estremecedoras. Una noche volvimos al hotel tras una agotadora excursión y me acosté en seguida. Durante el paseo, el sol había brillado con tal intensidad que sentía como sí sus rayos fueran lanzas que me atravesaran la espalda y el corazón. Los imponentes acantilados rojizos devolvían el brillo del sol centuplicado, toda la atmósfera parecía endemoniada, todo brillaba como si estuviéramos en la antesala del infierno. Me sentí realmente feliz cuando emprendimos el camino de regreso y el sol, que en esas montañas actuaba como un infernal lanzallamas, desapareció en el horizonte. Me acosté temprano, dispuesta a dormir. En ese momento me estremeció la sensación de que el techo dela habitación caía sobre míy yo me hundía en un abismo sin fondo, en la nada, la sensaciónde que moría en ese mismo instante. Dicho en pocas palabras, tuve un infarto, como confirmó luego el médico que acudió rápidamente a la desesperada llamada de mi esposo. El doctor me aplicó una inyección; pasó la noche, pero mi pulso apenas si latía, la sensación de anonadamiento meatormentaba. Supe lo que es el miedo a la muerte. Como de costumbre, me observé a mí misma y comprobé que el miedo a la muerte es un estado corporal. En mi conciencia reinaba la tranquilidad, yo no temía a la muerte, y sin embargo padecía un miedo a la muerte tan espantoso que no encuentro palabras adecuadas para describirlo. ¡Era simplemente insoportable! Ya no estaba del todo en este mundo, pero tampoco estaba en el más allá, flotaba en la nada. Esta sensación me causaba un sufrimiento tan monstruoso que hubiera preferido morir de inmediato que tener que soportar ese terrible tormento. Abandoné la lucha, quería conscientemente internarme en la muerte, sólo para poder liberarme del miedo a la muerte... Pero cuando quise dejarme caer conscientemente en esa nada —a la que tanto temía —, el espacio de pronto se dilató y el infinito se abrió ante mi atónita mirada. En ese infinito vi un larguísimo camino serpentino en cuyo final, más allá de todo lo perecedero, ya en la eternidad, una soberbia figura masculina apareció entre la luz cegadora y extendió sus brazos hacia mí con indecible amor. Se encontraba infinitamente lejos de mí y su rostro brillaba, irradiando una luz. queme cegaba y no me dejaba ver sus facciones.No obstante, lo reconocí como elredentor del mundo. Sobre el camino avanzaban lentamente unas criaturas ovaladas, semejantes a huevos; pero después, al moverse todas juntas hacia adelante, me dieron la impresión de ser un rebaño de ovejas en el cual no se ven las ovejas, sino sólo los redondos y suaves lomos de las bestias. Yo, de pie en el comienzodel sendero, debía mostrarles el camino. Hacía avanzar a las ovejas y ellas seguían moviéndose lentas, cadenciosas, hacia esa figura luminosa que me
esperaba con los brazos abiertos. Aquellas que llegaban aÉl penetraban en su luz y desaparecían, se fundían en ese resplandor. El brillante sendero era como una comente infinita y eterna formada por esas criaturas ovaladas que yo sabía eranalmas humanas,Y yo les mostraba el camino y venían cada vez más almas, y a estas nuevas almas que minea cesaban de fluir tenía yo que mostrarles también el camino... Comprendí que todavía no había llegado el momento de mi muerte, pues tenía que hacer este trabajo, y, mientras no lo concluyera, no podría morir. Y sabía que ese trabajo era cuestión de mucho tiempo, que me ocuparía hasta que finalmente el tiempo que me fue concedido en el reloj cósmico llegara a su fin y yo misma tuviera que volver a mi hogar luminoso, donde el amor siempre radiante también me esperaba... Me embargó una paz infinita y mi corazón, aunque todavía débil, volvió a trabajar con normalidad. Miré a mi esposo, él me contemplaba con la preocupación marcada en el rostro. Pude volver a mover un poco la lengua y le dije en voz muy baja que ya me encontraba algo mejor. El pobre, viejo muchacho, lloró de alegría como un niño, al ver que la voz me volvía, que la luz tornaba a encenderse en mis ojos. Tuve que guardar cama un día más; ul ego estuve ya lo bastante repuestacomo para emprender el regreso a casa. En poco tiempo todo volvió a estar bien. En verano, en el gran lago, casi siempre caía en ese peculiar estado en que era especialmente proclive a tener visiones o a recibir y enviar mensajes telepáticos. Cierto día, fuimos a acostarnos después de una jornada llena de alegría. La casa quedó en silencio y me quedé dormida al lado de mi esposo. Soñé todo tipo de imágenes caóticas, en apariencia inconexas, hasta que de repente, aún en el sueño, escuché unos pasos lentos, un arrastrar de pies, y desperté de golpe... Sí, claro, me he quedado dormida sentada enla escalera, esperando en vano que apareciese alguien a quien mendigar algo. Y me vuelve a despertar el mismo ruido, alguien viene..., despierto por completo, abro los ojos: entonces veo que el arrastrar de pies procede de un hombre ya muy anciano y acabado que se acerca y se sienta frente a mí, al otro extremo del peí-daño. La escalera baja desde este barrio, en la parte alta, hasta la ciudad, y como aquí arriba hay muchas oficinas del gobierno estatal y municipal, miles de personas suben y bajan estas escaleras todos los días. Sólo al mediodía, como ahora, hay una pequeña pausa en que el incesante río de gente sedetiene. Para mí éste es un buen lugar donde sentarse; el mis techo del inicio deque la escalera protege de la buenos ingresos. Tengo parroquianos, me danme limosna todos loslluvia, días, ydeconsigo camino a sus despachos. Pero ¡qué descaro tiene este viejo pordiosero, que viene a mendigar justamente aquí! Será perjudicial para mí, pues la gente nunca da a dos mendigos a la vez, así que seguramente perderé la mitad de mis ingresos. Lomiro furiosa y quiero decirle que se vaya a mendigar a otra parte, éste es mi sitio, ¡debe marcharse inmediatamente de aquí! Lo observo y me sobrecoge un sentimiento inseguro..., clavo mis ojos en los suyos...,me desagrada. Veo que también él se siente turbado, hace un movimiento, como si quisiera salir corriendo, pero es demasiado tarde; lo reconozco y él me reconoce a mí, nos reconocemos el uno al otro... ¡Oh, Padre misericordioso, no me abandones!...Él es aquel que he buscado toda mi vida, aquel que me abandonó y a quien nunca he podido olvidar... y ahora está sentado frente a mí y es un mendigo como yo... ¡Oh, que tengamos que volver avernos así! Lo observo; su rostro viejo y arrugado, su piel, sus labios cansados, su rala cabellera y su
barba descuidadas, su traje formado de diferentes trapos viejos y gastados, mendigando. ¿Qué ha sido deí otrora apuesto y elegante caballero? Él me devuelve la mirada con miedo, conciencia de culpa y vergüenza; su rostro, viejo y descontrolado, hace una mueca extraña, su boca cansada se retuerce, se pone a llorar en silencio. Levanta las manos para borrar sus lágrimas; entonces veo sus manos, piel quebradiza cubierta de llagas, uñas largas y sucias, dedos repugnantes, torpes, descuidados, gotosos. Oh, esas manos que una vez fueran tan hermosas, tan elegantes y cuidadas que me hacía feliz tan sólo besarlas... Observé mis manos... ¡Oh, espanto!... Están igual de abandonadas y viejas. Al levantarlas veo los dedos deformados por la gota, la piel dura y tiesa, llena también de millares de grietas sangrientas. ¿Desde cuándo mis manos son tan asquerosas, tan repulsivas? ¡No lo sé! Nunca he pensado en observarme a mí misma. Entonces recobro el sentido, como despertando de un estado de semivigilia, como si una niebla espesa, impenetrable, se hubiera posado sobre mi conciencia. Ahora, de repente, la niebla se disipa y veo todo con claridad. Toda mi vida, mi situación entre la gente, que me trataba casi como a un animal, sin amor, sin compasión. En mi estado de semiconsciencia toleraba todo —los muchos golpes, la crueldad, la burla— cuando la gente del patio quería divertirse a costa de mis imperfecciones y mi desamparo. ¿Cómo se me hubiera podido ocurrir prestar atención al estado de mis manos o, en general, a mi aspecto? Cuando era joven, a veces quería ser bonita para gustarle; entonces me ataba cintas de colores en el pelo. Pero una vez que los hube perdido a él y a la niña ya todo me dio igual. Nunca más se me ocurrió mirarme en un espejo, y dejé de preocuparme por cómo se veían mis manos, para pasar a pensar sóloqué en caía en mis manos extendidas, pedigüeñas. Ahora que la luz viene a mi cabeza recuerdo de pronto que, z veces, cuando alguna persona quería dejar algo de dinero sobre mi mano y yo movía los dedos ávidos hacia la moneda, su mano, sintiendo asco de la mía, se retiraba dejando caer la limosna, para no tocar mis dedos. Ahora comprendo, yo mismasiento náuseas al ver mis manos podridas y mis harapos de mendiga, desgarrados, sucios y hediondos. ¿Qué aspect o tendrá mi rostro? Oh, si él no hubiera cometido la crueldad de dejarme, ahora ninguno de los dos estaría en este terrible estado de abandono y yo tampoco hubiera perdido a la niña... ¿Porqué? ¿Por qué tuvo que ser tocio así, y por qué tenemos que encontrarnos ahora, ya al final? Lívida ha terminado; nada podemos remediar..., ¡nada! Todo ha terminado, es demasiado tarde..., demasiado tarde... Unadolor indecible desesperanza desesperación sinse límites se apoderan dee mí, terrible atraviesa todo mi ser;y una siento que mi corazón rompe..., un calambr queun me aprieta cada vez más el corazón... Entonces todo se tiñe de negro ante mis ojos, todo desaparece, caigo en la nada... Alguien resuella entre estertores, ronca... Lo escucho y quiero ver quién es..., poco apoco vuelve la claridad y entonces mis ojos se encuentran con la mirada asustada de mi esposo y me doy cuenta de que soy yo quien respira con tanta dificultad. Estoy sentada sobre la cama, mi esposo me sacude con desesperación y, cuando ve que lo reconozco, da un suspiro de alivio y dice, aún asustado: —¿Qué te pasa? ¿Vuelves en ti? ¡Tenía tanto miedo! Desperté por tus ronquidos, estabas ahí, sentada con los ojos muy abiertos, pero no me reconocías, tu mirada estaba fija en la nada, me mirabas, pero no me veías. ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? ¡Respóndeme! Lo miro, quiero responder, pero no puedo articular ningún sonido. El terror aún me
presiona la garganta. Poco a poco recupero el sentido, al menos el suficiente para poder decir: —Ahora no, ahora no puedo, mañana. Mi esposo no sigue preguntando, me dejo caer sobre la almohada. El se limita a tener mi mano en la suya y, cuando ve que me voy tranquilizando, me echa otra mirada, después apaga la luz. A la mañana siguiente nos sentamos ambos en el jardín y le conté qué me había pasado la noche anterior, le conté mi visión. Yo era una pordiosera que recordaba toda su vida; yo soy,yo fui, alguna vez, esa mendiga.Yo recuerdo todo lo que viví entonces, cuando yo era esa mujer. Era mi propia vida, que de repente había despertado y se había hecho consciente. Y le seguí contando: —Yo era una niña abandonada, sierva en un gran patio. No tenía padres, o al menos no recuerdo a ningún padre ni madre. Muchas personas iban y venían por el patio: un cochero, que cuidaba los caballos; mozos que cortaban leña y daban de comer a los perros de caza; la cocinera, que hacía su trabajo en la gran cocina, y muchas otras muchachitas que trabajaban en la cocina, en el patio y también en la casa. Yo me crié en ese patio, la gente me empujaba de un lado a otro y, hasta donde me llega la memoria, trabajaba siempre que estaba en condiciones detrabajar. Al hacerme mayor pasé a servir también en la gran casa donde vivían los señores. Era una casa enorme, con muchas habitaciones, y había oído decir a las doncellas que allí todo era muy, muy hermoso. Pero a mí no me permitían entrar, porque yo andaba siempre descalza y sólo podían entrar los sirvientes que llevaban zapa tos. Yo era una «criada exterior». Las habitaciones desembocaban en un pasillo muy largo. Yo me ocupaba de mantener limpio ese pasillo. Llevaba un enorme cubo lleno de agua que antes había cogido del pozo, me arrodillaba y fregaba las grandes baldosas de colores con un cepillo. Todavía puedo ver esas baldosas casi rozándome la cara, cómo me agacho sobre ellasy froto, froto, para terminar una baldosa y seguir frotando la siguiente. Derramo más agua sobre las baldosas y sigo fregando y fregando. ¡Este largo y amplio corredor no terminará nunca! Y cuando a pesar de todo por fin termine, le tocará el turno al pasillo de la plan ta superior... Pasan los días, meses, años y yo sigo lavando y fregando las baldosas. Me siento satisfecha, pienso en pocas cosas, una espesa niebla flota dentro de mi cabeza. Me gusta fregar las baldosas; tienen muchos colores y me gustan las cosas de colores. Por mi trabajo me dan algo de comer la cocina y puedo en una pequeña habitación tras menudo lleganen carros extranjeros al dormir patio. Pertenecen a los huéspedes, queelseestablo. apean Aen la parte delantera, en la entrada principal. Después los cocheros traen los carruajes al gran patio, desenganchan los caballos y los hacen andar en círculos hasta que se enfrían, después los atan con una cuerda en el establo de los huéspedes. Muchos de estos huéspedes vienen a cazar y entonces el pasillo se llena de barro: Los muchos señores entran con las botas sucias y yo tengo que fregar el pasillo al amanecer, para que esté limpio cuando los señores se levanten. »Un día cualquiera, estoy en el patio cuando veo entrar a un joven y hermosísimo señor. Quiere echar un vistazo a su caballo y camina hacia el establo. Hace ensillar su caballo, lo monta y sale al galope. Lo contemplo maravillada, es tan hermoso..., ¡y él también me mira una vez! Me pregunto si será Dios, y cuando esa misma noche me va a buscar a mi pequeña habitación dejo, maravillada y feliz que obtenga de mí todo lo que desea. Su rostro brilla a
través de la espesa niebla que oscurece mi cabeza, vivo minutos felices en sus brazos... »Como venía a cazar a menudo, mi vida secomponía de algunos días felices, cua ndo él estaba allí, y de largas esperas del día en que volvería. »Un año después llegó la niña. La cocinera me prestó auxilio cuando acudí a su puerta buscando ayuda. Yo no sabía qué me pasaba, sólo cuando después de muchos sufrimientos la cocinera puso a la niña en mis brazos sentí un tibio calor en mi corazón y fui feliz por primera vez en mi vida: ¡Había alguien que me necesitaba, alguien para quien yo lo era todo! La cocinera habló con la señora; ella vino, nos vio a mí y a la niña y permitió que mi hija se quedara conmigo. Yo trabajaría; le prometí que trabajaría todavía más que antes, pero que no me quitara a mi hija... «Cuando él—el padre de mi hija— volvió a estar de huésped en la casa y, por la noche, como antes, vino a buscarme, le mostré dichosa a la niña y le pedí que me permitiera trabajar en su casa, en su patio, para poder servirle, su primera reacción fue detemor, pero luego dijo no estar seguro de si la niña era suya. "¡Quién sabe qué criado o qué siervo será su padre!", dijo. En vano intenté explicarle que nadie me había tocado, que yo me defendía contra todos como una fiera salvaje, y que sólo ante él me encontraba como aturdida y dejaba que hiciera lo que quisiese. En vano le rogué que me permitiera vivir cerca de él, le prometí no molestar, quería trabajar para él. Se quedó escuchándome un momento; luego, cuando me arrodillé ante él y abracé sus rodillas, me apartó de un empujón y salió corriendo. No lo volví a ver. No sé si siguió de huésped en la casa. Al patio trasero jamás volvió, en vano lo esperé durante años. Desapareció de mi vida. ¡Pero la niña estaba allí! Mi hija significaba todo para mí, sólo pensaba en ella, ¡para mí ella significaba la vida! «Restregaba las baldosas del pasillo y pensaba en la niña... Sacaba agua del pozo y pensaba en la niña. Me daba más prisa en hacer mi trabajo para poder estar con la niña. Era una muchachita inteligente y bonita como su padre. Nunca hacía lo queyo le decía, más bien lo contrario, y no toleraba ninguna protesta. A medida queme iba convirtiendo en su esclava iba también dejando de quererla. Era todavía una niña pequeña cuando empezó ya a tratarme con insolencia y a despreciarme. Nunca le agradaba lo que yo decía o hacía y antes que estar conmigo prefería salir a vagabundear por los alrededores. A menudo se alejaba tanto que no volvía a casa hasta el día siguiente. Yo desesperaba y, al terminar mi trabajo, salía a buscarla por todas partes. Pero después ella regresaba y todo volvía a estar bien para mí. »Hasta que un día meladejó y noyvolvió más. esperé, busqué por todas partes, por toda la región; esperé busqué en La vano, habíadesesperada, desaparecidolapara siempre. Ya no me sentía capaz de trabajar. El sol se apagó, el mundo quedó vacío para mí. Un día no pude soportarlo más; salí a buscar a mi hija y jamás regresé. Fui errando de un lugar a otro, preguntando en todas partes si alguien había visto a mi hija. Pasaron los años y yo seguía buscando, pero ya sin esperanza, sólo por costumbre. Ya sólo el desasosiego que sentía dentro de mí me hacía seguir viva. La gente me daba algo de comer y cuando mis ropas se hacían jirones, siempre había alguien que me daba algún trapo viejo y gastado con que cubrir mis miembros. Erré de un lugar a otro, cada vez más lejos... »Cierta vez llegué a una ciudad y en la calle me topé con la cocinera del patio, que entretanto se había casado. Ella y su marido vivían ahora en esa ciudad. Me llevó a su casa, me dio de comer y me contó que el padre de mi hija... Llegados a este punto mi esposo cogió bruscamente mi mano, interrumpiéndome. Pálido
y con voz temblorosa me dijo: —¡Espera, espera! Yo seguiré el relato, sé lo que sucedió después,¡recuerdo lo que sucedió después!Al escucharte hablar, de repente, todo apareció con claridad anteOJOS mis, me reconocí a mí mismo y supe:yo era ese hombre que te abandonó, pues sé que en aquel entonces yo era irresponsable y libertino en extremo. Vivía sólo para divertirme.. Arrojaba el dinero amanos llenas, sin pensar en lo que hacía, hasta que un buen día lo perdí todo. Los bienes demi familia fueron sacados a subasta pública y tuve que abandonar mi castillo y mi país. Primero acudí a amigos con quienes solía apostar y emborracharme, amigos que me habían ayudado a dilapidar mi herencia. Pero tras unas semanas me dieron a entender que yo sobraba en su casa y que debía seguir mi camino. Lo mismo me sucedió con otros amigos, por llamarlos de algún modo, hasta que sentí asco de ellos y de mí, hasta que un verdadero amigo me aconsejó que me pusiera a trabajar. Quería empezar una nueva vida, así que intenté buscar trabajo. Pero nadie me tomó en serio. No sabíacómo ni en qué trabajar. Me hundí cada vez más. Se me metió la idea fija de que mi desdicha era un castigo de Dios por hab eros dejado con tanta crueldad a ti y a la niña. Fui entonces a casa de aquel amigo de antaño donde tú trabajabas.Yo mismo no sabía qué tenía que hacer allí, sólo quería saber qué había sido de ti y de la niña. Pero no os encontré a ninguna de las dos, os habíais marchado, nadie sabía adonde... Seguí adelante, encontrando cada vez menos amigos dispuestos a prestarme algo de dinero. Aquello ya era mendigar. Y cuando ya nadie quiso darme albergue ni «préstamos», y a medida que fui envejeciendo, empecé a pedir ayuda a desconocidos. Así fue cómo me convertí por fin en un mendigo que erraba de un lugar a otro buscando personas de buen corazón que me dejasen pasar la noche en el establo o en un granero. Me fui derrumbando cada vez más, me hice cada vez más viejo, el hambre hacía presa en mí y, un buen día—ya todo me daba igual —, empecé amendigar en las calles de la ciudad. Así fue como al final volvimos a vernos, convertidos los dos en pordioseros. Lo escuché pasmada, pues todo lo que decía era cierto. Yo sabía desde el principio que mi esposo era el viejo mendigo, pero me impresionaba que él hubiera recobrado la conciencia de su vida de entonces. Todo era tal y como él lo recordaba, pues la cocinera me contó aquella vez, en su casa, que él había dilapidado sus bienes y su herencia y que una vez —mucho después— había ido a buscarme al patio, pero que entonces ya no era el elegante señor que fuera antaño, sino un vagabundo de aspecto descuidado y ropas ajadas. Después casa dePero la cocinera, volvíadónde al viejosepatio y pregunté si por alguien sabía la direcciónde deestar aquelen hombre. nadie sabía había marchado, dónde andaba. De modo que seguí mi camino, hasta llegar ala ciudad donde me quedé para siempre. Ya era una mujer vieja y no podía seguir vagabundeando por las calles, así que me instalé ymendigué en la escalera. Allí fue nuestro reencuentro y allí viví mi última hora, mis últimos instantes. Cuando lo vi y adquirí conciencia de que había desperdiciado toda mi vida y que ya no podía remediarlo, pues era demasiado tarde..., demasiado tarde..., la niña estaba perdida y la vida tocaba al final.,., entonces tuve que morir, allí, sentada sobre la piedra, y todo terminó. Allí cesaron mis recuerdos... Nos quedamos un largo rato en silencio, observándonos; se nos hacía difícil comprender que pudiera pasarle algo así a dos personas racionales, modernas. Lo que acabábamos de experimentar no podían explicarlo ni las diferentes teorías de la herencia ni las teorías psicológicas.¡Sabíamos que todo aquello había ocurrido realmente! ¡No era una
ilusión! Eso precisamente era lo que nos sobrecogía, hundiéndonos en lo más profundo de nuestros seres. Estuvimos un largo rato en silencio, uno al lado del otro, incapaces de dejar de dar vueltas a nuestros pensamientos. Después mi esposo dijo: —Ya ves, nunca me había puesto a pensar por qué desde mi niñez siempre he mantenido cierta reserva ante la bebida, las cartas —o cualquier otro juego de azar —, el baile e incluso ante cualquier compañía. Mi naturaleza es propensa a la bebida, al baile o las diversiones. Pero ahora comprendo que en aquel entonces, al malgastar todo lo que tenía y vivir en h, mayor de las miserias,se grabó cada vez más hondo en mi conciencie, que jamás debía volver a jugar, a beber, a ser frívolo. Conocí el valor del dinero, del que hasta entonces no había tenido ni idea. Comprendí también que el valor del hombre empieza allí donde él es capaz de ganarse la vidapara él y su familia.Todos estos conocimientos yacían en lomás profundo de mi subconsciente, pues morí teniendo esta actitud ante la vida, Y por eso en mi vida actual cuando era joven sólo quería aprender y aprender;esa actitud vital era la fuerza que me retenía cuando mis compañeros de la universidad salían a divertirse. Siempre tuve el temor de que me ocurriera algo terrible si iba a bailar y caía en el remolino de la vida social. Ahora soy consciente de que temía la miseria que entonces fue la consecuencia de mi vida disipada. La idea de que nunca debía beber y jugar venía profundamente arraigada desde mi subconsciente. —Sí —contesté—, y como por aquel entonces no habías trabajado nunca, ahora ¿res exageradamente aplicado y piensas sólo en el deber. —Sin duda. En la segunda mitad de aquella otra vida yo quería trabajar; pero no había aprendido nada, ni siquiera sabía qué significaba trabajar. Cuando buscaba trabajo nadie se atrevía a darme un empleo, ni tan siquiera me tomaban en serio. Más tarde, cuando era ya un vagabundo que erraba por el mundo, personas extrañas me dieron pequeños trabajos por compasión —cortar madera o, a veces, cargar carros o ayudar en la vendimia o sacudir alfombras— y, mientras desempeñaba estos trabajos, con manos torpes,no acostumbradas al oficio, se grabó en mí el deseo de haber aprendido algo, de ser inteligente y culto. ¡Y en esta vida he estudiado todo, todo lo que he podido, y seguiré estudiando hasta el final de mis días! Cuando pronunció esas palabras: «hasta el final de mis días», una mano de hierro me estrujó el corazón. ¿Dónde estaremos el niño de su El miedo meel paralizó... Existe una ley natural: Sí 5enosotros, golpea una paredy yo, conallafinal mano, ¿Lavida? pared devuelve golpe sin querer hacerlo! No es que la pared devuelva el golpe, sino que la propia mano rebota, pero siempre que golpeamos algo, este algo reacciona ante el golpe... No, no quería darle más vueltas a este presentimiento. ¡No lo abandonaremos..., no..., no..., no! Me puse a pensar en la relación existente entre mi vida anterior y la actual. ¿Por qué entonces vivía en ese estado nebuloso, en esa debilidad, y por qué ahora, sin haber pasado por ninguna transición, poseía mis habilidades y talento actuales?... No pude explicármelo. Pasamos algunos días más bajo la fuerte impresión de esaestremecedora vivencia, pero después volvimos a navegar con los vecinos, a bañarnos con los niños; en fin, a hacer todo lo que solíamos hacer antes. Y así nuestros recuerdos de la vida anterior fueron desapareciendo poco a poco de nuestra memoria. Ambos éramos personas demasiado sensatas como para dedicarnos a cosas del pasado lejano. Mi marido tuvo que marcharse
unos días después, al acabársele las vacaciones. Me quedé en la casa de campo con mis hermanos y los niños. Toda la región del gran lago era de srcen volcánico y, probablemente, esas emanaciones volcánicas actuaban sobre mí con gran fuerza, haciendo que tuviera visiones con frecuencia. Yo era racional por naturaleza y buscaba una explicación natural tras cada aparición. Nunca creí en fantasmas o demonios y, cuando alguien contaba sobre diferentes «apariciones» nocturnas que tenían lugar cada día en tal o cual viejo castillo, yo sonreía con superioridad, como suelen hacerlo los inexpertos, y pensaba en secreto que la gente era demasiado fantasiosa. Lo que menos hubiera imaginado era que, precisamenteyo, pasaría por experiencias semejantes. Por 3o demás, secaracterístico de tales visiones que cuando uno quiere «verlas» no lo consigue. Y cuando uno está completamente desprevenido, pensando en algo distinto, las visiones pueden aparecer de repente, de forma totalmente inesperada. Ese mismo verano, cuando mi marido ya no estaba con nosotros, nos fuimos un día a descansar, como de costumbre, después de haberlo pasado muy bien. Me dirigí a mi habitación, donde mi pequeño dormía profundamente. Yo también me acosté y, como en ese lugar no había electricidad, apagué la veía yme quedé dormida. No sé cuánto tiempo dormí, pero de pronto desperté y escuché un ruido extraño: era como si alguien anduviera a tientas por mihabitación. Cogí las cerillas y encendí al vela en seguida..., y un instante después me estaba arrojando sobre una figura espantosa que tenía a mi hijo en brazos e intentaba llevárselo. Era una figura femenina, similar a la que se atribuye a las brujas y, al sorprenderla yo con la luz, quiso escapar resbalando poruna cuerda o un alambre que iba de mi cama hasta el otro lado de la ventana. Me arrojé sobre ella, cogí al niño e intenté arrebatárselo. ¡Ella no lo soltó! Se entabló una lucha terrible entre las dos. La bruja ya había resbalado un trecho por el alambre—parecía como si de alguna manera ella estuviera ligada alalambre, de éste brotaba una corriente de energía que la fortalecía—, pero no pudo seguir, porque me aferré con todas mis fuerzas al niño e intenté arrebatárselo. Ambas tirábamos del niño y entonces tuve la certeza de que la bruja ya no podría ejercer su poder sobre mi hijo por mucho más tiempo y tendría que escapar sin el niño, si es que en ese tiempo que le quedaba no conseguía imponerse. Así que lo agarré con todas mis fuerzas, en una desesperada lucha por el pequeño; ella intentaba separarme de él con la misma fuerza, hasta que de pronto, y cuando yo menos lo esperaba, soltó al pequeño, se descolgó por la ventana, cogida del alambre, y desapareció en la oscuridad... ¿Y yo...? Estaba arrodillada sobre mi cama, el niño estaba acostado a mi lado, completamente sereno, bien tapado por la manta y profundamente dormido; pero la vela ardía sobre el velador. ¿Había sido un sueño? ¿Quizás había olvidado apagar la vela antes de quedarme dormida? No, la cerilla seguía encendida junto a la vela, así que laacababa de encendery toda la escena debía de haberse desarrollado en tan sólo un instante. De lo contrario la cerilla se hubiera consumido. Así, pues,¡no había sido un sueno! Apagué la vela, volví a acostarme e intenté tranquilizar los terribles latidos de mi cabeza. ¿Qué era eso? ¿Una bruja? ¿Existe algo así? ¿Qué es una bruja? ¿Por qué la gente de todas partes del mundo las dibuja siempre igual, y de dónde viene esa figura? ¿De dónde proviene la idea de que existen «brujas», y por qué se dice que las brujas vuelan sobre una escoba?
¿Por qué en todo el mundo se representa a las brujas de la misma manera, como si sólo hubiera una forma de «representarlas»? ¿Por qué siempre con nariz ganchuda, larga y tiesa, la espalda encorvada y una escoba en la mano? ¿Por qué no se las dibuja, por ejemplo, con patas de caballo? Porque es el diablo el que tiene patas de caballo, responderá alguno. ¿Y bien? ¿Cómo están tan seguros de que el diablo tiene patas de caballoy las brujas no? ¿Quién ha visto alguna vez a un diablo o a una bruja? Ahora puedo intuirpor qué se dibuja a las brujas con una escoba en lamano. La bruja quevi sostenía en su mano esa cuerda o alamb re o lo que fuera, y de la manera en que escapó gracias a ese objeto hubiera sido fácil pensar que estaba montando sobre una escoba. Comprendo que la sencilla gente de pueblo, que no saben nada sobre corrientes de energía, piensen que las brujas se agarran a una escoba y salen volando montadas en ésta. La bruja era la servidora personificada del «Maligno». Yo lo sabía, simplemente lo sabía. ¡Lo era realmente, de hecho! ¿Que toda la escena había sido una proyección, una ilusión? Naturalmente, yo sabía que había sido así, Pero¿qué la causó? ¿De dónde procedía y por qué precisamente esa imagen* ' Para mí la verdad y lo interesante del asunto es que toda la gente que tiene ilusiones como ésta, o proyecciones, o como se les quiera llamar, ve siempre las mismas formas. Si esta imagen proviene del subconsciente, ¿por qué todos la llevamos en el subconsciente? Alguien podría responder que yo ya había visto antes dibujos de brujas y que la imagen proyectada provenía de éstos. ¡Pero no es cierto! Pues aunque la bruja que vi era muy parecida a la imagen habitual de las brujas, vi sin embargo, para mi sorpresa, que no lo era en todos los detalles. ¿Y de dónde salía ese ridículo «alambre»? Nunca lo había visto en los dibujos, y, no obstante, allí estaba. Además, al haber pasado antes por mis experiencias telepáticas, me forjé una opinión muy propia sobre este alambre que para otros era una escoba. A mi entender, se trataba de una corrientede energía, o tal vez... ¿una corriente de voluntad? ¿Pero de dónde venía? ¿Y de quién emanaba? Y, si se puede ver una corriente de energía como si fuera una forma sólida, ¿no podía ser también la bruja una forma resultante de la confluencia de distintas fuerzas? ¿Y qué somos nosotros, los seres humanos? ¿De dónde procede la forma del ser humano? ¿No somos también formas aparentes nacidas de la reunión de diferentes corrientes de energía? ¿Qué es la «realidad»? ¿Únicamente lo que podemos coger con las manos? ¿No somos los seres humanos también proyecciones, sólo que creemosque somos de hecho formas sólidas? ¿No son reales el amor, el odio, la esperanza, la desesperación, el bien el mal? ¿No sufre o goza elque ser la humano a estaspor fuerzas intangibles e invisibles, quey no son menos «palpables» realidaddebido perceptible nuestros sentidos? Naturalmente, sé que durante mi lucha con la bruja la forma corporal del niño —como se suele decir: el niño «real»— descansaba tranquila sobre la cama, y también estoy convencida de que aquélla fue una luchaentre fuerzasy no entre «cuerpos»,¿pero la convierte eso acaso en menos real? ¿Quizás esas apariciones —el niño y la bruja— eran mucho más reales que la forma material del niño, acostada en la cama? ¿Qué es una forma material? Únicamente el resultado y la envoltura de fuerzas que modelan el cuerpo material. La fuerza es, pues, la causa; el cuerpo material es sólo el efecto. ¿Cuál es más importante y real? Continué pensando un rato más en aquella experiencia, que para mí había sido completamente real. Tenía pruebas de que no había estado dormida. ¡Sin considerar que al dormir, al soñar, también se pueden vivir experiencias totalmente reales!
Pasaron unos días y, una noche, cuando ya todos se habían ido a acostar y la casa fue quedando poco a poco en silencio, me fui yo también a la cama. Como había sido un día muy caluroso y el ambiente del dormitorio era aún un tanto sofocante, no sólo dejé abierta la ventana sino que además abrí la puerta de la habitación, que daba al vestíbulo, de modo que desde la cama podía ver la escalera que llevaba alas habitaciones de la planta superior. Estaba acostada y, como de costumbre, pensaba en todo lo que había sucedido ese día. Qué había hecho bien, qué no tan bien, qué hubiera debidohacer o decir y quéno. Después pensé en lo que cocinaría el día siguiente para la comida, pues yo estaba a cargo de la manutención familiar. Así pues, tenía la mente ocupada en cuestiones por completo cotidianas y aburridas. De pronto, advertí que dos figuras extrañas se acercaban desde la puerta de entrada y querían pasar muy despacio por delante de la puerta de mi habitación. Eran dos figuras del tamaño de una persona, completamente negras, como sombras. Pero no eran figuras plásticas; tuve la impresión de que sólo eran visibles porque allí,donde estaban, absorbían todos los rayos de luz. Dicho de otro modo, en realidad no veía a esas criaturas, sino sólo el agujero que dejaban en la luz. Dicho en términos científicos, causaban una interferencia total en los rayos de luz y sólo eran perceptibles porque allí donde se encontraban no existía ni el más mínimo rayo de luz. Es difícil encontrar una expresión con que describir este fenómeno. En ese mismo instante comprendí por qué cuando los campesinos hablan de fantasmas o apariciones espectrales utilizan la palabra «sombras». En efecto, estas figuras eran «sombras», pero no sombras proyectadas por algo o alguien; no eran la sombra de alguien, sino figuras formadas por una total oscuridad.Yo no conocía ni remotamente esa negrura, ni siquiera sabía que existía algo así. Más tarde recordé que los astrónomos saben que en el cielo existe una especie de agujero negro, una oscuridad total. Le han dado un nombre acorde a su forma: la «cabeza de caballo». No pueden explicarlo, es una interferencia de los rayos de luz. Algo absorbe, destruye la luz que irradia el universoy nosotros sólo podemos ver una sombra inmensamente grande. Así eran también esas dos figuras que se acercaban muy lentamente. Cada uno llevaba una vara sobre loshombros, ¡y de estas varas colgaba algo horroroso, indescriptible! Parecía un pulpo, pero no tenía una forma orgánica coherente,para sinoluego que colgaba las varasEra como masa cruda que se extendía constantemente, volver a de encogerse. algouna indeciblemente repugnante, nauseabundo, como una masa supurante, verdosa y podrida en la cual—de alguna manera lo sabía — estaban al acecho enfermedades, desgracias, catástrofes y muerte. ¡Supe que ese monstruo era la concentración del «mal»! Se dio la vuelta y se extendió a lo largo de las varas con consciente maldad ytuve muy claro que estaba buscando nuevas oportunidades y víctimas para manifestar su terrible poder. Vi cómo esa procesión del monstruo seguía su camino hacia la habitación de mi hermana. Espantada, quiseevitar a toda costa que esa fuente de poder satánico causara alguna desgracia. Me puse de pie sobre la cama y grité con todas mis fuerzas: —¡Grete!... ¡Grete! Al oír mis gritos las dos sombras desaparecieron al instante, el monstruo se contrajo y se convirtió en una esfera parecida a la luna llena, decolor verde fosforescente y del tamaño
de una peIota de fútbol, más o menos. Luego subió la escalera flotando y dando saltos, y, con una voz y una risa infernales, que no escuché con los oídos sino de alguna otra forma, me gritó burlón: «¿A mí quieres atraparme,a mí? Jajaja!»; después se escurrió por la ventanay desapareció en la oscuridad... Salté de la cama y salí corriendo al vestíbulo para ver qué pasaba. ¡Reinaba un completo silencio! Casi al mismo tiempo se abrió en la planta superior la puerta de la habitación de mi hermano; éste se acercó a la barandilla, miró hacia abajo y preguntó: —¿Quién anda allí? Encendí una vela y contesté: —Soy yo, ¿por qué has salido? —Me he despertado de pronto, sentía una especie de opresión en el pecho, y tenía la sensación de que pasaba algo malo, que un gran peligro se cernía sobrecasa. la Quería ver qué andaba mal y tú ya estabas allí. ¿Qué ha pasado? Mientras él hablaba, salieron de sus habitaciones mis dos hermanas y también el personal de servicio. Todos preguntaron por qué había gritado. Les conté todo. Después revisamos toda la casa. La puerta de entrada estaba cerrada, todo estaba en su lugar. Le pedí a mi hermano que moviera la ventana de arriba, para ver si era posible que una corriente de aire la hubiese movido haciendo que la luna se reflejara en ella. ¿Quizá por eso había visto una esfera verde fosforescente? Pero la luna estaba al otro lado de la casa y desde mi cama era imposible ver su reflejo. Como no encontramos nada no nos quedó sino volver a dormir. Pero en mis oídos aún sonaba aquella risa infernal: «¿A mí quieres atraparme, a mí? ¡Jajaja!». Unos días después mi hijito se quejó de un dolor de barriga. Sentí la certeza de que se trataba del apéndice. Ese mismo día lo llevé a la ciudad y lo hice examinar por el amigo de mi padre, quien entretanto se había convertido en un famoso cirujanoy director de un gran hospital. El médico confirmó que se trataba, en efecto, de unainflamación del apéndice, pero dijo que la operación podía esperar hasta el otoño. Así, pues, regresamos al lago y el niño siguió jugando feliz con sus compañeros hasta que llegó el otoño y volvimos a casa. Quisiera pasar por alto el tiempo que siguió, para no tener que volver a vivirlo en la memoria. Pero es necesario describir a grandes rasgos lo sucedido para que los acontecimientos posteriores puedan ser entendidos. El niño fue operado, todo salió bien. Ocho días después pudo volver a casa. Mientras estábamos en el hospital con el pequeño, enfermó también la hijita de mi hermana. Tenía un leve dolor de garganta y un día que me quedé con ella, vi que tenía una erupción cutánea de color rojo bajo las compresas. Pensamos que era una escaldadura producida por la humedad de las compresas y la tratamos con talco. En efecto, al día siguiente la erupción había desaparecido. Cuando mi hijo fue dado de alta y volvimos a casa, su primita también estaba ya repuesta y los dos niños se alegraron de su feliz reencuentro. Jugaron todo el día. ¡Pero no me gustaba el aspecto de mi hijo! Estaba débil, muy pálido y desganado. Pasaron vanos días, y el niño, en lugar de recuperar sus fuerzas, se puso cada vez más débil y deprimido. Una semana después, le tomé la temperatura y vi con espanto que tenía casi 39 grados de fiebre. El niño se echó a llorar amargamente. Estaba cada vez peor ¡y su cuerpo estaba cubierto de erupciones rojas! Era muy extraño, pero esas erupciones cutáneas
parecían iguales a aquella que unos días antes saliera en lagarganta de su primita. Llamamos al pediatra de mayor prestigio; éste examinó al niño y preguntó si alguien de la familia había tenido escarlatina. —No —contesté—, nadie. —Pero, ¿nadie ha sufrido un fuerte dolor de garganta? El suelo empezó a vacilar bajo mis pies. —Sí —dije—, mi sobrinita tuvo fuertes dolores de garganta durante varios días y también tenía una erupción parecida en el cuello. El doctor sonrió: —Sí, eso era escarlatina. Este niño necesitaba reposo y estaba débil, por eso ha cogido una infección muy fuerte. Tenemos que vacunarlo en seguida. ¿Cuidaráusted al niño? —me preguntó. -Sí. —¿Ha tenido escarlatina? —No, pero tampoco la cogeré ahora, porque soy inmune a toda enfermedad infecciosa. —Yo sólo puedo hacerme responsable—dijo el doctor— si usted también se vacuna. Yo sabía por experiencia que mi organismo no toleraba ningún suero e intenté convencer al doctor de que no me vacunara. Todo fue en vano, ambos fuimos vacunados con un suero entonces nuevo, apenas probado. Me sentía como una bestia arrastrada al matadero, tenía que consentir que me envenenaran. «Yo le aseguro que no le hará daño»: estas palabras siguieron sonando mucho tiempo en mis oídos. Y cuando más tarde estuve a un pelo de la muerte, impotente, envenenada, me habría gustado llamar a ese buen doctor para que viera que a veces también hay que prestar atención a los pacientes, no tratarlos como si fueran un número más en su expediente. El suero era un veneno lento.,. Primero tuvimos que mantener una terrible lucha por la vida del niño. Pasé seis largas semanas sentada al lado de su cama. El efecto de los constanteso 40 o a veces 41" de fiebre, sumado a la reacción ante el suero, era tan fuerte que su corazón a menudo se negaba a seguir. Vino a vivir con nosotros un joven médico que siempre tenía lista una inyección para volver a poner en marcha el corazón pequeño. Así,niño. éramos tres personas encerradas en una vivienda aislada. Luchamos juntosdel por la vida del «¿A mí quieres atraparme?... ¿A mí?... ¡Jajajaja!», aquella voz infernal estuvo siempre en mis oídos durante los largos días y noches que tuve al niño en mis brazos; no quería rendirse. Ya había logrado recuperar a mi hijo del poder de la bruja: el apéndice ya había sido extirpado. Pero con el monstruo verde fosforescente las cosas no eran tan fáciles, aún no lo había vencido. Mi pequeño se debilitaba, la fiebre no dejaba de subir. El doctor lo vacunó con una nueva dosis de suero. Durante algunos días el niño tuvo poca fiebre, pero luego empezó a hincharse el lado izquierdo de su cuello. Los médicos dijeron que la infección se había localizado en una glándula y examinaron el tumor, intentando determinar si debían extirparlo. El tumor crecía día a día, haciendo que el niño tuviera que estar siempre con la cabeza inclinada. La lucha era cada vez más intensa; la fiebre, más elevada; el pequeño estaba
en constante estado de delirio. Habían pasado ya cinco semanas, en las que apenas dormimos una o dos horas dianas. El niño se movía de un lado a otro de la cama y sólo se tranquilizaba cuando lo cogía en mis brazos. Pasé los últimos cinco días constantemente al lado de su cama, sosteniendo su cuerpecito en mis brazos y esperando..., escuchando su difícil respiración..., y esperando..., cinco días y noches interminables esperando... Nunca me hubiera imaginado que una persona pudiera estar tanto tiempo sin dormir. Fueron cinco días y cinco noches en que tuve siempre al niño entre mis brazos, sin ningún descanso. Durante las largas horas de espera pensaba en la frecuencia con que se oye hablar a las madres dela falta de agradecimiento de sus hijos:¿Para « eso lo he cuidado?... ¿Para eso me he sacrificado y pasado tantas noches al lado de su cama cuando estaba enfermo?..., etcétera». Comprobé que una madre no cuida a su hijo por amor al niño, ¡sino por amor a ella misma!Más de una mujer piensa que es una madre buena y sacrificada porque cuida y atiende a su hijo. ¡No! Yo no era una buena madre, pues cuidaba a mi hijo y hacía todo lo posible para salvar su vida, pero ¡lo hacía por mí, no por él! Temblaba ante la posibilidad de perder al niño. No era por amor aél sino por amor amí misma por lo que quería salvarlo. El niño era tan importantepara mí, yo me sentía tan íntimamente ligada a él, que no podía soportar ni siquiera el pensar que podía desaparecer de mi vida. Estaba sentada con mi hijo en brazos y era perfectamente consciente de que todo eso lo hacía por mí misma, de que quería que el niño siguiera siendo mío. Lo apretaba contra mí cuerpo e intentaba transmitirle algo de mi propia fuerza vital para que siguiera siendomío. Sí, yo sabía que del plexo solar de todo ser humano mana una fuerza invisible que —cuando algo se desea de verdad— puede llegar a tener un poder inmenso, capaz de vencer incluso a la fuerza de gravedad. Ahora, por el contrario, quería intensificar esta fuerza de atracción de la Tierra, quería mantener al niño aquí, en este mundo. Estaba sentada con el niño e intentaba concentrar todos mis pensamientos en la obtención de una fuerza capaz de vencer a la terrible enfermedad. Sin embargo, nunca me atreví a pedirle a Dios que salvara a mi hijo. «Las cosas nunca son malas, eres tú quien cree que lo son», oía decir a Epicteto. Desde mi punto de vista,perder al niño hubiera sido la mayor catástrofe. Pero no puedo pedir al mayor poder, al Creador, que me conceda cosas personales, subjetivas, puesÉl sabe qué está bien y para qué, y yo no puedo pretender conservar al niño sólo porque eso es loque me parece bien desde mi perspectiva humana y limitada. ¿Y el niño? Para él también sería lo mejor que se hiciera la voluntad de Dios, como indudablemente hará. Así,temblaba pues, estaba conmuerte el niño del en los brazos mi pequeño «Yo» humano,sematernal, antesentada la eventual niño, peroysin embargo rezaba sin descanso: «Hágase tu voluntad... Hágase tu voluntad...». Temblorosa, repetí esa frase cientos deveces en esas largas horas, al tiempo que mi cuerpo se entumecía cada vez más, hasta que finalmente empezó a rebelarse. Ya no sentía la espalda. Intenté cambiar en algo mi postura, pero el niño se aferró a mí y gritó: —¡Quédate, quédate, tenme en tus brazos! ¡Si te quedas y me tienes en tus brazos te perdonaré todo, todo el mal que me has hecho! Se me heló la sangre en las venas... ¿Qué tiene que perdonarme el niño? Hasta entonces había pensado que había hecho todo lo que una madre puede hacer por su hijo. Desde el momento de su nacimiento, el pequeño siempre había sido lo primero para mí. Todos mis pensamientos habían estado dirigidos a hacerlo feliz. ¿Qué era eso que tenía dentro de sí y ahora quería perdonarme? ¿Cómo había podido hacerle algún mal?
Intenté preguntárselo: —Tranquilo, pequeño, me quedaré contigo, te tendré en mis brazos. Pero, ¿qué es eso que quieres perdonarme? —No lo sé, pero cógeme con fuerza y te perdonaré todo...—respondió él. Observé al joven médico, quien me dijo en voz baja: —Está delirando, no haga caso de lo que dice. —Sí, claro, está delirando...—Pero yo conocía demasiado bien el alma humana como para no saber de qué profundidades brotaban esas palabras. Me quedé mucho tiempo pensando, mucho tiempo pensando... qué daño le había causad o a esa alma humana..., qué cosa me había hecho culpable ante sus ojos... Hasta que un día por fin comprendí todo, todo... Una noche, cinco días después de la última noche en que habíamos dormido, el niño me dejó libre unos minutos. Me puse de pie con ayuda del médico, estaba completamente entumecida, me movía como un robot. Mi alma estaba envuelta en tinieblas, como si todos los demonios del infierno hubieran caído sobre nosotros. Tenía miedo de desmayarme. Quería fortalecerme de algún modo, recuperar mis fuerzas, poder volver a soportarlo todo. En momentos así el ser humano deja de lado todo su orgullo y extiende la mano, buscando ayuda allí donde siempre espera encontrarla. ¡La Biblia! Allí estaba, sobre el velador; me agarré a ella como un náufrago a un tablón que flota entre las olas. La abrí sin pensar y mis ojos se toparon con las siguientes palabras del Antiguo Testamento: «No temáis, vuestros enemigos sólo lanzarán sus invisibles flechas sobre vosotros mientras así lo permita el Señor. Pero cuando transcurra su tiempo, seréis liberados de todo mal.» El efecto que me causaron estas palabras es indescriptible. Sentí como si una montaña que me hubiera estado aplastando, ahora se derrumbase, dejándome libre; sentí que después de seis semanas de terribles tinieblas por fin veía la luz... luz... ¡luz! Sonó el teléfono, era mamá: —¿Cómo está el niño? —¡Mamá, el pequeño se pondrá bien! —grité por el teléfono. —¿Ha cedido la fiebre? —No, sigue con cuarenta grados, pero Dios me ha enviado un mensaje... —Y le conté lo que había leídoDios—dijo en la Biblia. —Quiera mi madre. Tuve que colgar rápidamente, pues el niño reclamaba mi presencia a gritos. Corrí hacia él, y un instante después, el espantoso tumor —que en los últimos días había crecido hasta alcanzar el tamaño deuna pelota grande— se abrió por dentro, en la garganta del niño, dentro de la cavidad bucal, y una masa supurante, verde, podrida, salió por la boca del pequeño. Me vino a la memoria la imagen de aquellaesfera verde...Era de ese mismo color. Los médicos esperaban a que la parte exterior del tumor se ablandara para poder extirparlo; pero esa parteseguía dura y los médicos no se atrevían a operar en esas condiciones. Era la naturaleza misma la que ahora ayudaba aliberar al niño. Después de lo sucedido, el pequeño se acostó y en seguida se quedó dormido. Dormía como un muerto. Pasamos toda la noche observándolo; su pulso recuperó fuerzas, su respiración se calmó, la frente ya no estaba empapada de gotas de sudor... Dormía tranquilo, en paz. Después de
esas largas y difíciles semanas, por fin pudimos volver a acostarnos en la cama; intenté dormir, pero no lo conseguí: mis nervios habían olvidado qué era dormir. El niño durmió hasta las once de la mañana siguiente, sin moverse ni un ápice. Papá me telefoneaba con frecuencia: —¿Cómo está el niño? ¿Sigue durmiendo?¿Tiene pulso? —Sí, papá, ya no tiene fiebre, duerme tranquilo, y es un sueño sano. Por fin abrió los ojos y pidió en seguida un vaso de leche. Como una esponja que todo lo absorbe, bebió cuatro vasos de leche, uno tras otro... Después pidió sus juguetes. El día siguiente era Navidad. Mi esposo, mis padres y mis hermanos se acercaron por la tarde a la puerta, nos traían un pequeño arbolito de Navidad y muchos juguetes para el niño. Senté al pequeño en una silla de brazos y lo llevé a la habitación central, de modo que la familia pudiera verlo a través de las ventanas enrejadas que había a ambos ladosde la puerta de entrada. El niño aún estaba irreconocible por lo delgado y débil que se encontraba... ¡Pero estaba vivo! Todos llorábamos de alegría. El mal tuvo que retirarse... Su tiempo en el reloj cósmico había transcurrido. Yo no podía hablar, sentía que estaba soñando; era el agradecimiento personificado: mis deseos y la voluntad de Dios eran en este caso idénticos... ¡Él me devolvió al niño! Mi hijo se fue recuperando poco a poco, el joven médico se despidió de nosotros y llegó el día en que el pequeño pudo levantarse. Tenía que volver a aprender a andar, pero estaba cada día más fuerte, y dos meses después ya pudo volver a la escuela. Yo, por mi parte, pude volver a dormir y a dedicarme a mis esculturas. Pero me sentía tan extraña..., como si siempre estuviera un poquito bebida, veía el mundo como a través de agua. Poco a poco todo se me fue haciendo más difuso..., todo se deslizaba alejándose de mí... El suero con que me habían vacunado era elaborado a partir de hormonas de caballo. Según oí posteriormente—y leí en los periódicos, que no dejaban de hablar del asunto—, este nuevo preparado, apenas probado, actuaba en las mujeres como un cuerpo extraño, ¡como un veneno que se depositaba en la sangre! La mayoría de las mujeres vacunadas enfermaron primero de los nervios,después el organismo intentaba deshacerse de lasangre envenenada y las mujeres afectadas padecían de hemorragias incontenibles. Nada servía de ayuda y muchas murieron, lo cual trajo como consecuencia juicios masivos. Yode estaba día peor. Cada día era sensación deque veía el mundo como ame través agua,cada peculiarmente difuso. Me mayor invadíalauna sensación desconocida, yo misma era extraña. Caminaba en línea recta, pero siempre me daba vueltas la cabeza. Y esta extraña sensación de ver el mundo, no a través del aire, sino de una especie de líquido, se acrecentaba día tras día. Un día tuve un ataque; ya no tenía pulso, tan sólo un temblor, no podía caminar, no podía comer, no podía dormir, yacía con una compresa de hielo sobre el corazón y veía el mundo como si estuviera sumergida en agua. Sería demasiado prolijo describir aquí cómo sufría entonces. Caminé por las diferentes regiones del infierno, durante meses. En verano me recuperé un poco y, siguiendo un consejo del médico, volvimos todos al lago: quizás un cambio de ambiente me haría bien. Me echaba en la terraza de la casa de campo e intentaba tranquilizar y dominar mis danzarines nervios: «Calma. .., calma...,
calma». Poco a poco fui mejorando; a veces podía dormir llegada la noche... Cierto día advertí de repente que mi hijo no estaba jugando con los demás niños en la orilla del lago, como era costumbre, sino que daba vueltas de puntillas, muy silencioso, alrededor de mi diván. Me asusté. ¿No estaría enfermo otra vez? ¡No me gustaba quelos niños estuvieran tan silenciosos! —¿Dime, qué te pasa? ¿Por qué no estás jugando con los otros chicos? El niño se apoyó en el respaldo de mi diván, me observó atentamente y dijo: —Mamá, ¿es posible que yo ya haya vivido antes? Su pregunta me sorprendió muchísimo.Le contesté con otra pregunta: —¿De dónde has sacado esa idea? —Estaba en el jardín y vi un gran escarabajo negro. Lo pinché un poco con una varita. El escarabajo se volteó y se quedó de espaldas, totalmente inmóvil, como muerto. Yo quería saber qué sucedería. Esperé, sin quitarle la vista de encima. Pasó mucho tiempo, a lo mejor media hora, y entonces el escarabajo de pronto se levantó y salió corriendo. Y yo tuve la sensación de que eso ya lo había vivido.Sólo que era yo el que parecía muerto, la gente pensaba que yo estaba muerto, pero después me fui caminando, como el escarabajo, y aquí estoy, sigo viviendo. ¡Eso significa que no estaba muerto! Y, mira, mamá, también me pregunto por qué cada mañana, cuando despierto, antes de abrir los ojos siempre siento que debo levantarme de prisa y salir a cazar para traer algo que comer a mi mujer y mis hijos. Y sólo cuando abro los ojos y veo cada rincón de la habitación sé otra vez que soy un muchachito, hijo tuyo. Pero, mamá, mi mujer y mis hijos y toda la gente de allí no son personas como las de acá, sino que son..., son... todas negras y desnudas —dijo el niño y sonrió abrazándome. Yo lo escuchaba con creciente interés, pero no quería que él notara mi sorpresa. Dejé que dijera todo lo que tenía que decir y después le pregunté: —Así que eras padre de varios chicos, pero ¿dónde vivíais? El niño cogió papel y lápiz y, muy seguro de sí mismo, dibujó una cabaña redonda con una singular chimenea que nunca había podido ver en este país; ante la cabaña dibujó una mujer desnuda con grandes pechos caídos. Junto a la cabaña había una superficie de agua con olas, y en el fondo, palmeras. Luego el pequeño me señaló el dibujo y explicó: —Vivíamos en cabañas como ésta, las construíamos nosotros mismos. Cada persona se fabricaba también una canoa, ahuecando un solo tronco de árbol.enHabía un gran río, pero no se podía ir muy adentro, comoysetallando hace aquí en el lago, porque el agua vivía un monstruo, no recuerdo qué tipo de monstruo era, pero sé que se comía las piernas de la gente y que por eso no nos metíamos al agua. ¿Ves?, ahora sé por qué el año pasado me echaba a llorar cada vez que querías meterme al agua: tenía miedo de que algo que vivía bajo el agua me arrancara las piernas de un mordisco, y todavía ahora tengo esa sensación cuando me baño en el lago; pero ahora sé que aquí no vive ninguna criatura peligrosa. Y, ¿te acuerdas, mamá?, el año pasado, cuando compramos el bote, yo quise remar en seguida. Pero no me dejaste, dijiste que primero tenía que aprender a remar. Sin embargo, yo sabía podía que hacerlo, porque con mi delgada canoa podía moverme en el agua tan bien como si me hubiera criado en ella. ¡Incluso podía dar una voltereta dentro del agua con canoa y todo! Por eso aquella vez me quejé tanto, hasta que tú, enojada, dijiste: «Está bien, inténtalo, ya verás que no sabes remar». Yentonces, ¿lo recuerdas?, todos quedaron sorprendidos al ver que yo, que
no alcanzaba los dos remos, pues mis brazos eran muy cortos, podía remar de manera intachable con un solo remo,incluso podía llevar el bote entre otras lanchas y entre una multitud de bañistas. Sí, con mi canoa, allá, donde vivía antes, podía hacerlo todo.¡Hubieras vistoeso! Y los árboles tampoco eran como los de aquí, sino como éstos —dijo y me señaló el dibujo —, y también había de otras formas, había una gran variedad de plantas. Mira, ahí estoy yo, cazando un pájaro, y ahí está mi sombrero, caído a mi lado. Todo lo que mi hijo había dibujado constituía un típico paisaje tropical, con palmeras y otras plantas del trópico, y la figura que debía ser él era la de un típico negro, sólo el sombrero se me hacía sospechoso. Parecía un sombrero de fieltro moderno. Pero no quería molestarlo, así que le hice algunas preguntas con mucha cautela, para no echar a perder su fantasía. Como el pequeño nunca en su vida había visto a una mujer desnuda, salvo las de las obras de arte, que no tienen los pechos caídos, le pregunté: —¿Por qué has dibujado a tu mujer esos pechos tan largos, caídos y ef os? El niño me miró sorprendido, preguntándose por qué le había preguntado algo así, luego respondió sin titubear, corno si fuera evidente: —¡Porque los tenía así! ¡Y no son feos! ¡Ella era una mujer muy hermosa! —añadió orgulloso. Esta respuesta me convenció de que el niño no había oído estas cosas enninguna parte. Tampoco había estado en el cine ni había leído algún libro sobre África. ¿De dónde entonces había sacado que una mujer con los pechos caídos también puede ser bella? Nuestro ideal de belleza es diferente. Finalmente, le pregunté: —¿Qué es lo último que recuerdas? —Estaba cazando, y de pronto apareció un tigre. Le arrojé mi lanza, pero el tigre no murió, sino que se arrojó sobre mí, a pesar de tener la lanza clavada en el pecho. No sé qué sucedió después. —Bueno, todo es muy interesante, y desde luego esposible que ya hayas vivido antes y que todo lo que dices haya sido real. Pero ahora estás aquí. Ya no pienses en lo que existía antes, piensa en lo que existe ahora. A mí puedes contármelo todo, pero al resto de la gente no le hables de tus recuerdos. —Sí, mamá—dijo el niño—, no pensaba contárselo a nadie, porque los adultos piensan que los niños somos idiotas, y siempre se ríen de nosotros. Pero, ¿tú qué crees que les habrá pasado a minomujer y mis hijos? pero no olvides que todo pasa, sólo el amor es eterno, y —Eso puedo decírtelo, volveréis a amaros en esta vida. —¡Bueno, entonces está bien!—dijo el niño, y se marchó a donde estaban los otros niños, dispuesto a seguir jugando. Yo cogí su dibujo y lo añadí al diario que llevaba desde el día de su nacimiento... No volví a preguntarle nada al respecto. No quería despertar su fantasía, y tampoco que profundizase en esos recuerdos. ¿Para qué? Yo sabía que el niño no había visto ni leído libros sobre África; conocía cada uno de sus movimientos, y sabía también en qué cosas ocupaba su tiempo; ciertamente era chocante que ese muchacho por lo general muy valiente y hasta temerario gritara y se defendiera con todas sus fuerzas cuando lo llevábamos a bañar al lago, como si el baño fuera cuestión de vida o muerte. Aquel día del baño tuve que explicarle que podía estar tranquilo, queno le sucedería nada malo; entonces accedió a entrar al lago, pero
sólo si yo lo tenía en brazos, y aun tuve que prometerle que le prestaría atención y que no lo dejaría solo. Al día siguiente tampoco quiso estar solo en el lago, se puso a chillar como un loco e intentó desesperadamente salir del agua. Tuve que volver a cogerlo en mis brazos. Pero poco a poco fue venciendo su miedo y, un tiempo después, se pasaba todo el día en el lago, remando y navegando. Cuando aún era pequeño —cuatro o cinco años — y los dos niños—él y la hijita de mi hermana— pasaban un rato dibujando y pintando juntos, la pequeña pintaba todas las caras rosadas, mientras que mi hijo las pintaba marrones. Cierta vez le indiquéque no pintara las caras tan oscuras, pero él no dijo nada y siguió pintando caras del color del chocolate. No volvimos a hablar sobre sus recuerdos. De vez en cuando el pequeño hacía tal o cual observación que me hacía comprender que esos recuerdos aún estaban vivos en él. Varios años después, cuando mi hijo ya tenía unos trece años, un desconocido se acercó al jardín y me pidió que fuera a la carretera, pues mi hijo había trepado a un enorme álamo, y estaba tan alto que si se caía se mataría. Observé los gigantescos árboles, de 20 o 25 metros de altura, preguntándome en cuál de ellos podría estar mi hijo. No se podía ver nada. Grité su nombre y él me devolvió el grito, que era lo que yo esperaba. —Baja inmediatamente. —¿Por qué? —Ya hablaremos más tarde, ahora baja —grité. No me respondió, pero pronto pude verlo: bajaba con mucha soltura pero también con cuidado, muy seguro de lo que hacía, como un mono. Por fin saltó de la rama más baja y me preguntó, con rabia contenida: —¿Por qué tenía que bajar? —Porque es completamente absurdo trepar hasta tan alto. Es inaudito que personas extrañas tengan que llamarmela atención por las cosas que tú haces. ¿Para qué hacer cosas tan temerarias? ¿Qué hacías allí arriba? —Me he construido una casa, y allí como mi maíz hervido, arriba sabe mucho mejor, y además hay una estupenda vista de toda la región. Desde allí arriba la vista lo abarca todo. —No lo vuelvas a hacer. ¿Qué sentido tiene arriesgar la vidaasí? Instala tu casita aquí abajo. El niño me miró enojado y dijo: —Vaya, no puedo volver a subir porque a ti te parece peligroso. ¡Quisiera saber quién se fijaba cuando en la ¿Dónde selva trepaba a árboles muchísimo más altos que éstos, para ver desde en allímí a los animales! estabas tú entonces? —¡No sé dónde estaba entonces, pero ahora estoy aquí y tú debes obedecer! —le contesté enérgicamente. Elmuchacho no quedó satisfecho, pero como por lo demás yo le daba grandes libertades, pronto encontró otra cosa en que ocuparse y el asunto quedó olvidado. Un tiempo después, regresó un día de la escuela y comentó, muy irritado: —¡Es ridículo! El cura nos quiere convencer de que sólo se vive una vez. ¡Pero si yo sé que se vive muchas veces! ¡Yo lo sé! ¡Pero los adultos prefieren que no hablemos, que nos quedemos callados! Probablemente las impresiones de esta vida fueron poco a poco expulsando de su
consciente aquellos recuerdos de una vida anterior, pues pasó mucho tiempo sin volver a hablar de ello. Pero cuando tenía alrededor de quince años, me pidió un día que le comprara un gran tambor. Fuimos juntos a la tienda de música más importante de la ciudad y el chico eligió el tambor más grande que existía, con todos sus accesorios. Entonces se repitió el milagro que ya habíamos visto cuando lo de los remos. Cuando tuvimos el tambor en casa, el muchacho cogió los dos palillos, se sentó al lado de su instrumento y empezó a tocar con la mayor naturalidad los ritmos más difíciles, con los sincopados más increíbles. Tocaba como en un estado de éxtasis, los ojos le brillaban y dejaban escapar lágrimas que corrían sobre sus mejillas..., lloraba, un llanto sordo... No dijo dónde había aprendido a tocar; sólo una vez, mientras tocaba un ritmo muy extraño, me dijo: —¿Ves, mamá?, así nos enviábamos diferentes mensajes y señales a través de grandes distancias... Y siguió tocando como un poseso. Nunca quiso leer historias de negros. «¿Para qué? Sé muy bien cómo era todo allí, ¿qué me interesa lo que piensan los hombres blancos? Y si leo descripciones correctas me pondré a llorar, quiéralo o no ... » Cierta vez fuimos los dos juntos a ver una película sobre negros africanos; para entonces mi hijo era ya un adulto, pero en la oscuridad ese joven oficial de aviación en que se había convertido lloraba como un niño, no podía dejar de sollozar, las lágrimas corrían incesantes sobre su rostro. ¿Dónde había aprendido a tocar el tambor? Una vez quise intentarlo y medi cuenta de lo difícil que era. Y ¿cómo un chico criado en una gran ciudad podía desear tener un tambor? Y ¿por qué un joven alegre y moderno llora cuando toca el tambor o cuando ve películas de negros africanos? Mucho tiempo después recibimos la visita de Paúl Brunton, quien volvía de su viaje a la India. Éste quiso ver los dibujos de la aldea de negros que hiciera mí hijo cuando era aún muy pequeño. Después de observar los dibujos con atención, dijo: —Esta forma de construir las cabañas es típica de una tribu de negros de África central, ubicada a la orilla del Zambesi. Todos los detalles están perfectamente bien dibujados. —SíParece —dije yo—, ¿pero acaso este sombrero negros? un moderno sombrero de fieltro.es un típico sombrero de una tribu de Brunton sonrió: —No, se equivoca. El chico tiene razón. Este tipo de sombrero es típico precisamente de esa tribu, sólo que no está hecho de fieltro sino de hojas de caña. También el arma de caza está dibujada correctamente. Y el monstruo que devora las piernas de la gente es, naturalmente, el cocodrilo. Aquello está repleto de cocodrilos. Pero, dígame usted, ¿cómo es que tiene un hijo negro?—preguntó finalmente. —Ni yo misma lo sé...—respondí sonriendo, luego hablamos de otras cosas. Pero eso ocurrió varios años después. Los primeros recuerdos de mi hijo emergieron aquel día, en el lago, mientras el pequeño observaba en silencio el escarabajo negro. Sin saberlo, había utilizado un método hindú para concentrarse. Los yoguis hindúes eligen un punto negro en la pared, o en una esfera de cristal, y fijan la vista en éste. El pequeño había
hecho lo mismo, pues el escarabajo era una especie de punto negro» y probablemente el niño había caído en trance. Y así fue como despertaron en él los recuerdos de su vida anterior. Pasó el verano y mi estado mejoró. Mi conciencia volvió a despejarse; ya no veía el mundo tan difuso y también cedió el calor que me quemaba la sangre. Pero en otoño, ya en casa, empezaron aquellos fenómenos que mataron a la mayoría de las mujeres vacunadas con ese suero. Volví a guardar cama, sufría terribles dolores y convulsiones. Nunca hubiera pensado que alguien pudiera pasar por semejantes tormentos sin morir. Perdí todo control sobre mi cuerpo. Mis nervios estaban como paralizados; cuando quería levantar la mano, ésta permanecía inmóvil. Era un estado terrible, espantoso. Y en las noches de insomnio una voz repugnante decía en mis perturbados oídos: «¿A mí quieres atraparme? Jajaja...». Los médicos volvieron a reunirse y aconsejaron una intervención quirúrgica. Esa misma tarde telefoneó un viejo compañero de escuela de mi maridocon quien teníamos una gran amistad: acababa deregresar al país después de una estancia de varios años en la India. Al día siguiente vino a casa y vio cómo me encontraba. —¿Sabes que en la India he estado con un gran maestro y que me he dedicado al yoga? Si sigues mis consejos te pondrás bien. No dejes que te operen a ningún precio. Le prometí hacer todo lo que me aconsejara. Entonces me enseñó unos ejercicios de respir ación tan sencillos que podía hacerlos a pesar de estar ya medio muerta, y me dijo que debía realizarlos varias veces al unidos día, a un trabajo de concienciación. Hice todo lo que me dijo. Unos días después estaba sensiblemente mejor, los dolores habían cedido y todos los otros síntomas mostraban una progresiva tendenciaa mejorar. Dos semanas después me había recuperado tanto que pronto podría levantarme. ¡Volvía a seryo misma! Todavía volvieron a aparecer algunas pequeñas molestias, pero nuestro amigo me enseñó más ejercicios de yoga, y pocoa poco fui mejorando, hasta el punto de que en primavera pude hacer un viaje de algunos meses a la costa. Ese clima bendito y los baños de mar, unidos a los ejercicios de yoga, me devolvieron la salud. Mi esposo pudo pasar las últimas cuatro semanas conmigo; vivílos momentos más hermosos de mi vidapersonal ¡Sólo alguien que ha padecido una enfermedad incurable y, sin embargo, se ha curado, sabe verdaderamente lo que significa volver estar sano! Tú, fuerza y poder que llamamos Dioslque ¡Te agradezco me hayas¡Oh, devuelto la salud, quedesconocido haya podidoalescapar del infierno, mi vida no que se haya convertido en una carga y que pueda volver a ser una persona útil y capaz de trabajar! Nunca el sol brilló con tal belleza, nunca fue tan azul el cielo, nunca el mar lució tan espléndido bajo los rayos del sol como en aquel verano... Al llegar el otoño volvimos a casa y pude seguir trabajando como antes. Una tarde fuimos al cine toda la familia. Era un festival de Walt Disney, así que vimos algunas aventuras de Mickey Mouse, Pluto y el Pato Donald; lo pasamos en grande. En uno de aquellos cortos de dibujos animados, todos estos personajes de Walt Disney creaban una empresa dedicada a liberar las «casas encantadas» de fantasmas y apariciones. Pusieron un anuncio de la compañía en el periódico. Mientras tanto, en un viejo castillo vivían juntos y en paz los diferentes fantasmas. Cada noche se reunían en la sala de los caballeros y, una de esas noches, de pronto, uno de ellos, que leía el periódico cómodamente sentado sobre
un enorme sofá, descubrió el anuncio. Muy irritado, leyó en voz alta que Mickey, Pluto, Donald y algunos más habían creado una empresa antifantasmas. Todos reaccionaron al unísono: «Ahora los fantasmas ya no podremos vivir tranquilos», y discutieron la forma en que podrían dar una buena lección a esos nuevos empresarios. Uno de los fantasmas llamó a la empresa y les pidió que fueran al castillo. Luego se repartieron los papeles: uno se escondió tras la puerta, el otro bajo la cama, otro más se metió en el espejo, de modo que cuando alguien lo miraba veía al fantasma en lugar de verse a sí mismo... Cada uno asumió un papel para dar a Mickey & Co. un susto de marca mayor que los hiciera desistir y olvidar el negocio. Una vez que los papeles estuvieron distribuidos, el jefe de los fantasmas dio una señal y todos desaparecieron, encogiéndose hasta convertirse en verdes esferas fosforescentes que luego, flotando y dando saltos, rodaron en diferentes direcciones y por fin se esfumaron. ¡Y entre risas infernales gritaban que unos simples mortales pretendían capturarlos! ¡Quedé pasmada! Pero mi hermana menor y mi hermano empezaron a exclamar en voz alta: «¡Mira! ¡Mira! ¡La esfera verde de Ester! Algo así...». Estaban tan excitados y gritaban tan fuerte que temí que alguien terminara por echarnos del cine. ¡Y si hubieran sabido que toda la escena en que el último fantasma, el jefe, se encogió convirtiéndose en una esfera verde, soltó una risa infernal y salió dando saltos, era idéntica, tot almente idéntica, a lo que yo viera aquella vez en la casa junto al lago! Estaba muy perturbada. ¿Cómo? ¿También otras personas han tenido esa aparición? Pues no dudé ni un instante que Walt Disney había visto realmente esas esferas verdes, ¡tenía que haberlas visto! Pues de otra manera, ¿cómo hubiera podido representar ese fenómeno con tanta exactitud? Semejantes casualidades no existen, ¡Pero eso no fue todo! Unas semanas después vino a parar a mis manos un libro titulado Aram, Magia y Mística.Era una gran recopilación de textos auténticos. Leí varias muestras, una tras otra, hasta llegar a una parte donde decía, literalmente:«... ¿cómo entraría este alguien a través de una puerta que está cerrada con cerrojo? Sabiendo que la puerta estaba cerrada a cal y canto, pensé: "¡Nadie entrará!", aunque el picaporte se movía y la puerta retumbaba. Pero, ¿qué era eso? Ya se deslizaba rápidamente hacia la habitación, golpeóel armario, vino hasta mi cama, dando noticia de su presencia con unos golpes, pasó junto a la cama y tintineó el vidrio opalino de la lámpara sobre el velador» (página 458). Y continuaba: «No vi nada, pero tampoco me esforcé en ver algo. Sólo el ocupante de la habitación contigua dijo haber visto en el suelo de mi habitaciónuna del tamaño de en la luna lena, pues había visto claramente cómo la esfera de luz luz aparecía rodando la abertura de la puerta para luego volver a desaparecer tras la pared» (página 459). No quería creer en mis ojos. ¿Otra vez la esfera con aspecto de luna llena? Esa esfera de luz no parecía ser un fenómeno poco frecuente. ¡Qué extraño! Si se piensa un poco, se puede encontrar un ejemplo análogo en la electricidad: lacentella. Este relámpago rueda también en el aire; ha habido casos en que se ha introducido en una habitación a través de una ventana abierta, ha rodado por toda la habitación y ha vuelto a salir por otra ventana abierta. Mientras mantiene su forma esférica no es pe ligroso, pe ro cuando pierde esta forma cerrada destruye todo lo que se cruza en su camino. Por eso la centella es mil veces más peligrosa que un relámpago cualquiera. ¿Pero qué es, pues, esa esfera verde fosforescente que también puede provocar catástrofes, aunque en otro plano? Una tradición de tiempos muy remotos nos cuenta de un gran iniciado: Hermes
Trismegisto, quien conocía todos los misterios de! cielo y de la tierra. Él decía: «Como arriba, así es abajo, como abajo, así es arriba». Qué curioso paralelismo entre dos fenómenos: ¡aquella esfera verde y la centella!
LOS AYUR-VEDAS Volví a trabajar a diario en el taller. En cierta ocasión, mientras estaba trabajando, 'me invadió una insoportable sensación de intranquilidad. Sentí de repente que en realidad no estaba haciendo nada.El tiempo transcurre a una velocidad vertiginosa: un día es igual al anterior y yo no hago nada. ¿Nada?—me pregunto—, ¿cómo que nada? Trabajo todo el día, estudio y leo toda una biblioteca al mismo tiempo y cuando estoy cansada toco el piano, ¿cómo que no hago nada? Pensé en los últimos años y oí una respuesta que brotaba dentro de mí: «No has hecho nada, absolutamente nada, para mitigar los sufrimientos de los demás... Ser esposa, ser madre, ser escultora..., todos son asuntos personales». Era verdad. Pero ¿qué hubiera podido hacer? Había pasado esos últimos años esperando que las potencias superiores me ordenaran lo que debía hacer. Pero nunca había vuelto a escuchar aquella voz. ¿Cómo podía saber cómo y en qué debía trabajar? Cuando ahora, al hacer este relato, miro hacia atrás, no puedo sino sonreír al pensar en la criatura que era entonces. ¡Qué inocente es el ser humano, el ser humano ignorante! ¿Cómo puede alguien colaborar en la «gran obra» si él mismo aún no ha llegado a la meta? ¿Si él mismo aún no está preparado? ¡Pero toda persona adulta cae alguna vez en el infantilismo de querer salvar a los demás, en lugar de salvarse primero a sí misma\ Las potencias superiores se ocupan de curar a los neófitos de esta inocente manera de pensar. Pero yo aún no estaba curada y quería hacer feliz a la gente. Desde que hiciera mis votos no había olvidado ni por un instante para qué vivía. Luego vinieron diversas tentaciones que para mí no eran realmente tales. Hombres que querían satisfacer su sed de placeres. Decían que me«amaban». Pero yo advertía que ni siquiera se fijaban enenmí, lo que soy en realidad. Sólo deseaban el amor carnal; ¿cómo podía eso interesarme después de haber caído ya una vez en la trampa de la naturaleza? Aquellos requerimientos amorosos ni siquiera halagaban mi vanidad. Por el contrario: me resultaba humillante que los hombres desearan siempre mi cuerpo. Yo hablaba de la filosofía más elevada; el hombre, que se las daba de ser mi amigo, quedaba entusiasmado por mi «inteligencia» y a la primera oportunidad intentaba... besarme. ¿A lo mejor quería darle un beso a mi inteligencia? A otro lo entusiasmaba mi aptitud musical; cuando yo tocaba el piano para un grupo de gente, él decía ser un amante de la mú sica, besaba mi manoy me mirabaa los ojos…, ¡pero qué ávida de sexo su mirada! Bah, conocía bien a ese tipo de«amantes de la música» y me burlaba de él. ¡Qué aburrido, qué aburrido! A mí me atraían la música, la filosofía, la psicología, todo lo que era arte y ciencia, pero, según tuve ocasión de comprobar, la mayoría de los filósofos, psicólogos, astrónomos, científicos y artistas, al igual quelos demás hombres, ¡encontraban mucho más interesante la sensualidad! ¡Pobres! ¿Qué les quedaría si algún día perdiesen su virilidad? ¡Un vacío, su propio y terrible vacío! Y los hombres querían demostrarme que estaba desperdiciando mi vida al no querer disfrutar de los placeres sexuales a cada momento. ¡Qué humillante!
¿Acaso los hombres sólo pueden pensar en el sexo? ¿Es que no pueden ser simplemente personas, estar por encima de las diferencias sexuales? ¿No pueden ser como niños que juegan juntos por el hecho mismo de jugar, en lugar de hacerlo pensando en llevar el juego al terreno de la sexualidad? Muchos hombres componen música, practican diversas artes, interpretan piezas de teatro y se dedican a la psicología únicamente porque así pueden estar siempre conquistando nuevas compañeras. La Biblia dice: «En verdad os digo, si no sois como niños no entraréis en el Reino de los Cielos». ¡Con qué profundidad comprendía esta maravillosa verdad cuando veía la intranquilidad y la insatisfacción de la gente que sólo vive para su sexualidad! Y cuando aquellas personas pobres y vacías advertían mi Indiferencia, pensaban que yo estaba “reprimiendo” mis instintos o interpretando alguna comedia. Yo siempre me analizaba a mí misma con mucho rigor; nunca tuve un pensamiento que me impulsara a caer en los brazos de un hombre. Mi amor por mi marido seguía siendo tan profundo como antes, pero ya no lo amaba como una mujer ama un hombre, ¡sino como una persona ama a otra persona! Para mí el acoso masculino no era una tentación, ni una lucha, ni una “victoria” sobre mis apetitos carnales, pues yo no deseaba a ningún hombre. Desde aquella noche en que descubrí el engaño del amor carnal dejé de sentirme mujer. Aquella noche me convertí en un ser humano, en un yo, ¡y el yo no tiene ningún deseo sexual! ¡El “yo” no tiene sexo! ¡El “yo” no es la mitad de un algo que busca su complemento, el “yo” es un todo en si mismo! ¡Y cuando el ser humano el ser humano toma conciencia de esta realidad, el cuerpo le obedece! ¡Allí, en mi taller, reflexionaba en torno a estas cuestiones cuando de pronto sentí aquella sensación que ya había sentido años atrás, cuando practicaba la telepatía y no podía interiorizar y poner en práctica un pensamiento de alguna otra persona: algo me oprimía el pecho, dificultándome la respiración. Hice a un lado la madera en la que estaba trabajando y me concentré. Entonces, después de tantos años, volví a sentir aquel peculiar escozor por todo mi cuerpo y volví a escuchar aquella voz familiar y bendita tanto tiempo añorada: “¿Por qué descuidas tus capacidades espirituales?” ¿Cómo no habría de descuidarlas? ¿Acaso hay algo que yo pueda hacer?”, repliqué. Sabes o muy bien que noarte, basta conque queese alguien posea unatalento natoartista. para laPrimero música, la escultura cualquier otro para alguien llegue ser un gran tiene que desarrollar ese talento. ¡ Eso sólo se consigue practicando! Talento sin empeño y empeño sin talento nunca llegan a ser arte! Pero si unes el talento con el empeño obtendrás verdadero arte! Tú posees talentos que solamente dejas estar: la capacidad de manifestar los espíritus. Practica, practica, practica… y serás una artista del arte regio, del arte que está por encima de todas las demás artes: ¡del arte desprovisto de arte!” Me empezó una taquicardia. Llevaba años esperando un mandato interior que me dijera qué debía hacer. Nunca había recibido una respuesta. No me había quedado más que trabajar y cumplir los deberes cotidianos que el destino ponía en mi camino. Aprendí psicología y escultura. Ambas se complementaban. Cuando plasmaba un retrato me ocupaba de la actitud anímica de mi modelo. Todas las personas eran interesantes, y mientras más conseguía introducirme en ellas, mejor me quedaba el busto. ¡Me di cuenta
de que el arte del retrato y el análisis psicológico eran un mismo y único arte! Implicaba al mismo tiempo una compenetración espiritual, y todas las personas a las que retraté quedaron espiritualmente ligadas a mí para siempre. También los trabajos monumentales, las grandes composiciones , me depararon grandes alegrías. La concentración siempre me abría nuevas puertas que llevaban a nuevas verdades. Pero en lo más profundo de mi alma estaba triste, pues no había vuelto a oír “la voz”. Seca como serrín, sentía que había perdido el contacto con una fuerza que emanaba de una fuente muy elevada. Y ahora vuelve este contacto y me dice que debo ejercitarme en el arte desprovisto de arte. ¿Cómo se ejercita eso? ¿ Existen semejantes ejercicios? Nunca había oído nada parecido… Entonces volví a escuchar claramente que la voz me decía: “¡Busca!”. “¿Buscar? ¿Donde? Y ¿cómo?”, pregunté. No recibí ninguna respuesta… Esa noche estábamos invitados a casa de aquel amigo que, estando yo al borde de la muerte, me había enseñado los ejercicios de yoga y la manera de dirigir la propia conciencia, curándome así de enfermedad. Estábamos todos de muy buen humor, los hombres refrescaban sus recuerdos de la escuela y yo examinaba la biblioteca. Encontré un libro que me llamo mucho la atención y pregunté si podía llevármelo a casa. -Claro que sí—dijo nuestro amigo. Cogí el libro y me reuní con los hombres. Le pedí a nuestro amigo que nos contara cómo y dónde había aprendido esos ejercicios de yoga con los que me había curado. Él contó que una vez, en la India, un marajá lo había invitado a una cacería del tigre. Durante la cacería su caballo se asustó y lo tiro de la silla, con tan mala suerte que cayó de espaldas y ya no pudo levantarse. Lo llevaron a su habitación. El marajá fue a verlo y le preguntó a cuál de sus médicos quería que le enviase, al inglés o al hindú. Nuestro amigo prefirió al inglés. Este receto varios sedantes para calmar los dolores y le aconsejo que guardara cama, tranquilo. Pasaron días ysemanas y él seguía en cama, desamparado; no podía mover ni el cuello ni la espalda. Así pasaron seis semanas y nuestro amigoelsemarajá puso cada vez peor. y dijo: Entonces volvió a visitarlo -Usted eligió el médico inglés y yo se lo envié. Este médico lleva seis semanas tratándolo, pero usted no hace más que empeorar. Si usted quisiera seguir mi consejo, mi médico hindú, mi ayur-védico, le daría su opinión. Él podría ayudarlo. Nuestro amigo pidió al marajá que le enviase a su practicante ayur-védico. -¿Qué significa practicante “ayur-védico”? –pregunté. -La palabra ayur-védico significa: una persona iniciada por los Ayur-Vedas. Los Vedas son los libros sagrados de los hindúes, la filosofía más elevada del planeta. Ayur-Veda es la ciencia de la salud, contiene todos los misterios del cuerpo humano, las enfermedades, la curación y el mantenerse sano. Así, por ejemplo, hace cinco o seis mil años estos iniciados ya conocían el secreto y la manera de reemplazar órganos inservibles por otros sanos. Hacían las operaciones más inauditas. Podían reemplazar un ojo ciego por uno sano, tanto
a personas como a animales y hasta podían transplantar piernas enteras. También sabían que la causa de las enfermedades radica en un sinfín de criaturas diminutas e invisibles – hoy las llamamos bacterias--, pero sabían además que las bacterias son células del cuerpo invisible de un espíritu demoníaco, lo cual no hemos investigado aquí en Occidente, salvo algunos iniciados como Paracelso, por ejemplo. El espíritu maligno toma posesión de una o más personas, penetra con su cuerpo dentro de la persona, y cuando esta coincide con las vibraciones del espíritu maligno, enferma. Pero también hay gente cuyas vibraciones no coinciden con las del demonio; éstas no enferman. Son, como las llamamos aquí en occidente, inmunes. “ En las escrituras sagradas de los hindúes están descritos todos esos demonios malignos de las enfermedades, incluido su aspecto, y hasta están representados en dibujos en colores. Son dibujos y pavorosos, cada uno posee un aspecto y un color característicos. Así, por ejemplo, el demonio de la peste es un monstruo negro, por eso a la peste también se la llama “ la muerte negra”. El espíritu de una enfermedad generalmente mortal es un demonio amarillo, de ahí que la enfermedad sea conocida como “fiebre amarilla”. El espíritu de la lepra tiene cabeza de león, y es sabido que a los enfermos de lepra se les reconoce por la expresión leonina de sus rostros. En la cara de un leproso vemos el rostro de león del demonio que posee al enfermo. La pneumonía es provocada por un gigantesco demonio rojo, hecho como de fuego y llamas, etcétera. Cada enfermedad proviene de la intervención de uno de los diversos demonios. -¡Espera un momento! –dije, interrumpiendo el relato de nuestro amigo—. ¿Dices que la pneumonia es provocada por un gigantesco demonio rojo? Que interesante… Y de pronto apareció ante mis ojos un recuerdo de mi niñez: veo nuevamente a mi hermanito que salta asustado de la cama y, con los ojos inflamados fijos en una dirección determinada, grita: “Mamá, mamá, el hombre rojo viene a buscarme, mamá, ayúdame…”, y agita sus manitas como si quisiera mantenerse alejado de un enemigo invisible… Después cae desmayado y mamá opina:” Lo que ve no es real, tiene alucinaciones…”, pero yo había comprendido ya en aquel momento que para el niño ese “hombre rojo” era algo real, y, según parecía ahora, ¡era una realidadobjetiva, conocida desde hace milenios por los hindúes! ¡Pues no sólo es real lo que podemos tocar con las manos y ver con los ojos! Consté este recuerdo de la infancia, pero nuestro amigo no se sorprendió. -Naturalmente, menudotambién los enfermos a esosdurante demonios en el momento en que son poseídos por ellos.aMuchos los venven después, la enfermedad, cuando están luchando contra el demonio. Pero cuando hablan de ello se dice que tienen fiebre y sufren alucinaciones. No se reflexiona sobre de dónde provienen estas imágenes supuestamente imaginadas por el enfermo,si el enfermo no ha pensado en cosas así, ni por qué los enfermos que padecen las mismas enfermedades ven siempre las mismas imágenes, si nunca han hablado de ello unos a otros, si ni siquiera se conocen ni se han visto en su vida. Nuestro amigo prosiguió su relato: el practicante ayur-médico del marajá era un hindú bastante joven, muy simpático y educado, con quien más tarde trabó una profunda amistad y aun mantiene correspondencia. Este joven hindú examinó la reacción de sus reflejos y luego fue a buscar unas píldoras de las que nuestro amigo tenía que tomar tres al día. Al despedirse, el practicante ayur-védico dijo sonriente: “Dentro de tres días podrá
volver a montar a caballo” Nuestro amigo suspiró, incrédulo. A la mañana siguiente ya podía mover la cabeza. El practicante ayur-védico volvió algo más tarde, le dio más píldoras y le mandó hacer algunos ejercicios respiratorios, acompañados de ejercicios de dirección de conciencia. Por la tarde nuestro amigo ya podía sentarse, sentía un extraño escozor en la espalda, como si nuevas fuerzas vitales estuvieran penetrando en su organismo. Al segundo día ya se pudo levantar. Primero dio unos pasos sin salir de la habitación, luego tomo la comida del medio día con gran apetito y más tarde bajo al jardín. Al tercer día se levantó fresco y alegre y salió a cabalgar. Poco tiempo después, nuestro amigo entablo una buena amistad con el practicante ayur-védico, y un día le preguntó: -¿Qué medicina me dio para que me recuperara tan milagrosamente? -Nuestra ciencia se transmite de padres a hijos. Antes de que un padre inicie a su hijo en esta ciencia, este debe jurar que no revelará su secreto bajo ninguna circunstancia. Hasta ahora nadie ha roto jamás ese juramento. No puedo revelarle el secreto de las píldoras. Sin embargo, puedo contarle algunas cosas sobre nuestra ciencia. Las píldoras que le di contienen una mezcla química compuesta principalmente por oro. Pero esta aleación de oro no es una simple materia inerte, podemos llamarla “oro vivo”. Esta aleación, colocada en un recipiente cerrado herméticamente, es mantenida varias semanas en un crisol, a temperatura constante.Este proceso hace que el oro muerto desarrolle aquellas peculiaridades por la que lo llamamos “oro vivo”. Ustedsabe que si mantenemos un huevo a una temperatura regular de cuarenta grados durante tres veces siete días, el día veintiuno sale de él un pollito. Pero si dejamos el huevo diez minutos a cien grados lo único que conseguimos es un huevo duro, nunca un pollo. Lo mismo sucede con este preparado áureo. La temperatura regular aplicada durante semanas desarrolla en el huevo una energía que posee las mismas vibraciones que la “energía vital”. Esta energía es aún mayor que la energía atómica. El oro es resultado de la evolución de materias crudas en el interior de la Tierra, sometidas a un proceso de millones de años. Si nosotros continuamos este proceso podemos transformar el oro en otra materia, cargada con la mayor de todas las energías. Así como hacemos que un pedazo de hierro común y corriente se convierta en hierro magnético,del asíoro también convertir al oro magnético “vivo”. Pero el magnetismo es unapodemos energía mucho mayor queen el oro magnetismo delo hierro. Posee las mismas vibraciones que nuestra propia fuerza vital, esa energía es la vida misma y produce efectos milagrosos sobre toda criatura viviente. El ser humano es un imán viviente, cargado con la mayor de todas las energías. Así como un imán pierde su carga magnética con el tiempo, pero puede recuperarla si se le aplica una corriente eléctrica, así también el ser humano puede recargarse de energía. El foco de la energía vital es la columna vertebral, la médula. En su caso este delicado órgano estaba dañado y por eso el potencial de la energía vital había descendido mucho. Su organismo no podía recuperarse por sí mismo porque el centro recuperador estaba dañado. Esas píldoras recargaron sus centros nerviosos, la naturaleza fue puesta en marcha y ahora está usted otra vez sano.Ése es todo el misterio. Fíjese usted que el marajá ya es un hombre anciano y, sin embargo, cada noche demuestra su virilidad con su favorita. Gracias a la ayuda de estas píldoras de
oro puede mantener la potencia de un joven. La naturaleza no es capaz ella sola de proporcionarle esa energía, pero este preparado pone en movimiento sus centros nerviosos, y eso basta para cargar diariamente sus órganos sexuales. Nuestro amigo preguntó al practicante ayur-védico: -¿Por qué mantenéis tan secreta vuestra ciencia? ¿Por qué? Deben ser “misterios”? ¿Por qué no puede disfrutar toda la humanidad de las bendiciones de esa ciencia? ¿Por qué? No iniciáis en esa ciencia a los médicos ingleses? El practicante ayur-védico permaneció un momento en silencio, luego dijo: -Así como el huevo necesita de la fecundación de la gallina para poder hacer que la vida pase del estado latente al estado activo, así también para elaborar este preparado hace falta una fuente de energía que ponga en actividad las moléculas del oro y cree materia viva a partir de la materia inerte. Esta fuente de energía es el propio ser humano. La potencia procreadorano puede manifestarse únicamente a través del cuerpo, sino también a otros niveles, como energía. El hipnotizador, por ejemplo, manifiesta su potencia procreadora en el plano de su mente, y es capaz también de penetrar en el alma de otras personas y hacer que algnas fuerzas que allí habitan en estado pasivo pasen al estado activo, de la misma manera en que su semen pone en movimiento y desarrolla la vida en el interior de una óvulo. Para poner en marcha un proceso en alguna materia, en este caso en el oro, el ser humano necesita la radiación de su propia energía vital. Pero cuando agota esta fuerza a través de sus órganos sexuales, hace que precisamente aquellos centros nerviosos necesarios para irradiar energía vital en su forma srcinal, no transformada, pasen a un estado latente. Estos centros nerviosos se abren o se cierran automáticamente. Un hombre puede dirigir su energía vital bien a su órgano sexual, bien a sus centros nerviosos más elevados. ¡pero no puede dirigirla a ambos órganos al mismo tiempo! Comprenderá usted que cuando un padre inicia a su hijo en esta ciencia, el hijo además del juramento de silencio debe prestar también juramento de abstinencia sexual. Por eso el hijo solo recibe la iniciación cuando ya está casado y tiene varios hijos, para no interrumpir la cadena de conocimiento. Pregunte usted a un médico occidental si está dispuesto a vivir en total abstinencia a cambio de esta ciencia! Segun hemos podido ver, la mayoría de vuestros médicos sólo pretenden que su saber les sirva para ganar tanto dinero como sea posible y así poder agotar y satisfacer sus más bajos instintos. Muchos han estado aquí y han que querido arrebatarnos nuestrospara secretos diferentes Nosotros advertíamos querían nuestros secretos ganarpor más dinero, omedios. para satisfacer su vanidad, o porque querían ser famosos. Siempre callamos. Es triste que el poder extranjero haya torturado a varios de nuestros practicantes ayur-védicos que no querían revelar sus secretos. Desde que sucedió esto los extranjeros ya no encuentran a ningun iniciado en los Ayur-Vedas. Nadie quiere reconocer que sabe algo. Nos hemos visto obligados a llevar máscaras y a convertirnos en “misterios orientales”. Hemos tenido que pagar un precio muy alto. Pero también he de decir que a lo largo de tantos años ha habido también médicos extranjeros que eran verdaderos seres humanos, personas valiosas que querían conocer nuestros secretos para ayudar a la gente, que estaba listos para prestar el juramento de Brahmacharya (abstinencia sexual). Estos médicos recibieron la iniciación y trabajaron con nosotros. Pero tambien mantuvieron oculto su saber, como nosotros. Cuando la humanidad haya evolucionado hasta el punto en que la mayoría
medicos se declaren preparados para renunciar a los placeres sexuales a cambio del don de curar, entonces los iniciados en los Ayur-Vedas les revelarán sus secretos y verdades. Pero de momento los occidentales utilizan sus descubrimientos para hacer daño. Vea usted lo que han hecho con el descubrimiento de la dinamita, o del avión: ¡nuevas armas! ¿ Qué harían si conocieran la energia cosmica y de la aún más elevada energía vital?... ¡Tendrían nuevas oportunidades de exterminarse unos a otros y para ganar más dinero! ¡La guerra es un negocio? ¿Y para qué ese negocio? ¿Para qué ganar más y más dinero? Para aumentar sus placeres, para hundirse aún más en los gozos sexuales y la perversidad. !Usted pregunta por qué no revelamos nuestros secretos? ¿Los medicos extranjeros no quieren que lo hagamos! Cuando escuchan que deben renunciar a sus placeres el asunto dejan de interesarles. No creen que por ese módico precio puedan comprender todo el misterio de la vida. Mucho más fácil es reírse y burlarse de los orientales sin siquiera hacer un intento de conocer estos secretos. La mayoría de los extranjeros piensan que la mayor felicidad que se puede adquirir en este mundo radica en la satisfacción de los instintos sexuales. ¿Cómo pueden conocer la enorme fuerza que posee un ser humano elevado si ni siquiera lo intentan? Esa fuerza no puede adquirirse ni con dinero ni con poder. El precio es la renuncia. Peroquien paga este precio descubre que no ha renunciado a nada,pues ha cambiado lo mortal por lo inmortal, la felicidad perecedera por la eterna. ¡Imposible un trueque en mejores condiciones! Pero no discutimos esto. La razón no puede abarcar estos misterios. ¡El espiritu no puede ser comprendido, sólo puede ser vivido, sólo se puede ser el espíritu! Dejamos que los extranjeros continúen por el camino de la razón. Ya han alcanzado muchos logros y aún alcanzarán más. Pero las “últimas verdades” se mantienen ocultas al hombre racional, que no conoce la dicha del puroSer al que conduce el sendero de la renuncia. Han hecho del yogui oriental una figura ridícula y caricaturesca. ¿ Es de extrañarse que los iniciados no descubran sus secretos, sino que los oculten y lo mantengan lejos del alcance del hombre occidental? “A usted le he dicho todoesto porque veo que no quiere estudiar nuestra ciencia por mera curiosidad, sino que lo impele a ello un deseo que brota de lo más profundo de su alma. ¡Usted busca la verdad, usted busca a Dios! Estamos dispuestos a ayudar a personas así. Le dare un consejo: ¡si quiere adelantar con mayor rapidez, si quiere penetrar en las profundidades de losme misterios de lalosvida y el ser han humano, entonces practique el yoga! Nuestro amigo explicó que orientales descubierto y perfeccionado a través de los milenios diversos métodos por los cuales el ser humano puede alcanzar aquel objetivo que incluso las personas más inconscientes e ignorantes intuyen y conocen como el deseo de felicidad. La satisfacción, la salvación, la felicidad?—o, como la llaman los orientales: el Nirvana—puede alcanzarse en este mundo. Las puertas están abiertas para cualquiera que encuentre la llave. ¡Y esta llave es elyoga! El practicante ayur-védico explico también que en realidad cualquier cualquier acción ligada a una concentración ya es yoga, púes la única posibilidad de alcanzar la gran meta radica en la concentración. Pero el yoga nos enseña métodos, perfeccionados a través de los milenios, para concentrarnos y para aumentar sistemáticamente el nivel de esta concentración. El yoga tiene diferentes caminos: ejercicios de concentración corporales,
mentales y espirituales. Estos ejercicios desarrollan las capacidades más elevadas del ser humano, gracias a ellos se abren los ojos y los oídos del espíritu, el hombre se convierte en amo de sí mismo y, así, en señor de las potencias creadoras ylas fuerzas del destino. Se abre ante él el camino que conduce a la felicidad; también podría decirse: el camino hacia la autorrealización..., ¡hacia Dios! El camino mas elevado, pero tambien el mas dificil, del yoga, es el Raja Yoga. Raja significa “rey”. Así, pues, podemos traducir literalmente de este camino del yoga y llamarlo “yoga del rey”. Es el camino más corto, pero también el más áspero y empinado; también Cristo lo enseña en la Biblia. A pesar de lo difícil del camino, con paciencia y perseverancia podemos alcanzar la meta. Nuestro amigo prosiguió su relato: -El practicante ayur-védico me enseñó los ejercicios básicos del yoga, aquellos que yo te enseñé a ti. Más adelante me dio algunas indicaciones de cómo podría llegar hasta uno de los más grandes yoguis vivos. Acudi a el. Era un hombre de unos ochenta años, pero no parecia tener más de cuarenta. Era un Hatha Yogui. Los Hathas Yoguis conocen todos los misterios del cuerpo. Si lo desean pueden mantener su cuerpo perfectamente sano durante siglos. Los hindúes afirman que en las montañas viven yoguis que tienen setecientos u ochocientos años. Mi marido empezó a reír: -¡Vamos! ¿Setecientos años? No estaría nada mal. Pero por desgracia entonces despertaste de tu sueño, sueño, ¿verdad? -Ya ves—respondió nuestro amigo, muy seriamente—, también tu eres un típico “occidental”. Que no hayas oído hablar de muchas cosas que no significa que éstas no existan. Los orientales conocen muchos más secretosdel ser humano que nosotros, los del Occidente; pero han aprendido a callar. Los primeros intrusos occidentales hicieron todo lo posible para que los orientales se decidieran por este silencio. Y éstos han podido ocultar sus secretos incluso hoy en día. En la india he vivido cosas que me han enseñado a andar con cuidado a la hora de burlarme. -Bueno, bueno – dijo mi esposo—, yo también siento que hay una posibilidad de vivir más, tiene que haberla; pensemos que también aquí, en Occidente, se vive cada vez más, a pesar de que hacemos todo lo posible para acortar nuestras vidas con nicotina, alcohol y modos de vida cincuenta o sesenta años el promedio vida dehasta vida de una persona erairracionales de apenas hace treinta y cinco años y, en poco tiempo, se hadeelevado los sesenta. ¡Nadie puede imaginar dónde está el límite! La ciencia médica avanza a pasos agigantados, ¿Quién sabe hasta dónde podremos llegar? -Bueno, ya ves, tu verdadera actitud no es burlona. Pero aquí en Occidente no nos atrevemos a defender nuestra manera de pensar porque no está bien visto hablar de cosas que no conocemos sin soltar bromas. Debemos todo el respeto al saber de nuestros científicos, pero éstos actúan como si conocieran todos los misterios de la vida, sin embargo, son totalmente ignorantes en lo que atañe a la muerte, pero sin embargo sólo tienen un arma con que defenderse de la actitud burlona de Occidente: el silencio. No hay de qué extrañarse. Pongamos sólo un ejemplo: una vez un hindú me mostró un encendedor. Era una pequeña figura de Buda sentado en posición de loto, una chuchería profana. El hindú me dijo: “ un oriental nunca utilizaría a Cristo para fabricar encendedores
con su figura, pues nosotros sentimos un profundo respeto también hacia las imágenes de los dioses de otra religiones. ¡Sabemos que tras los distintos símbolos de dioses hay un único dios!”, y colocó tiernamente su encendedor en forma de Buda sobre el altar de su casa. Yo, como occidental, sentí una vergüenza espantosa. Me pregunto cuándo vamos a despertar los occidentales y dejar de molestar a los orientales con nuestra falta de gusto, de tacto y de consideración. Piensa en las innumerables películas de Oriente. Los orientales también ven esas películas y, créeme, tienen su opinión al respecto. Pero callan… -¿Hay libros que hablen del yoga? – pregunté a nuestro amigo. -El libro más bello y sagrado de los hindúes es el Bhagavad Gità. Allí puedes leer hermosas descripciones de los caminos espirituales a la autorrealización a través del Raja yoga. Te recomiendo que lo leas. Ya había escuchado bastante. Esa misma noche quise empezar a leer el libro que nuestro amigo me había prestado me acosté cómodamente en la cama, cogí el libro y lo abrí. Entonces, para mi sorpresa, ¡vi que aquél no era el libro que había elegido! Di la vuelta al libro y leí el lomo. Qué extraño: leí el titulo y recordé haber cogido un momento aquel libro en la biblioteca de un amigo. Pero, ¿no lo había vuelto a dejar en su sitio? Al parecer no había sido así. En fin, ya que el libro estaba aquí quise al menos darle una ojeada. Pronto despertó mi interés. Por fuera parecía un libro moderno, probablemente lo habían mandado encuadernar hacía poco tiempo, pero dentro había un manuscrito antiquísimo. Era un papel amarillento, lleno de marcas de polillas. La tinta, muy negra, y la caligrafía delataban la gran antigüedad del libro. Empecé a leerlo. A medida que avanzaba en la lectura iba aumentando mi sorpresa; pronto estaba tan nerviosa que apenas si podía pasar las hojas, de lo mucho que me temblaban las manos. El manuscrito hablaba de una orden que debía ser tan antigua como el mismo mundo. Esta orden es una unidad secreta, puramente espiritual, carente de miembros externos, visibles. Constantemente se aceptaba a neófitos que se presentaban ellos mismos, sin conocer nada de esta orden. “La presentación” consiste en que una persona alcanza un grado de desarrollo tal que renuncia a su propia personalidad y dedica toda su vida a mitigar los sufrimientos losorden demás.secreta Cuando estaen decisión madura en alguna persona, uno de manera; los miembros dede esta entra contacto espiritual con él; dicho de otra la persona que llega tan lejos que renuncia a su propia persona y alcanza el amor universal, consigue un grado de desarrollo en el cual él mismo conecta con las vibraciones del círculo de energía de esta hermandad espiritual. Así es como puede escuchar dentro de si la voz del guía espiritual, que en primer lugar le advierte de las dificultades, consecuencias y peligros de esa decisión. Si esta persona se mantiene firme en su decisión, es aceptado por esta orden, dedicada a ayudar a la humanidad a salir del caos. Primero, sin que él lo sepa, se le somete a un periodo de prueba comienza inmediatamente, el neófito es dejado solo durante siete años. Durante estos siete años el neófito no mantiene ningún contacto con la orden, aunque lo busque. Pero los diferentes exámenes que debe pasar se suceden uno tras otro. Debe salir airoso de las siete pruebas
de las virtudes humanas. Éstas son: liberarse de la sensualidad, aprender a no dejarse influir por nadie, liberarse de la vanidad, de la ira, la codicia, la envidia y la susceptibilidad. Si a pesar de su total abandono el neófito consigue superar las pruebas y se mantiene firme en su decisión, es considerado apto para colaborar en la gran obra y es aceptado definitivamente. De esto se entera el mismo día, mediante una aparente “casualidad”. A partir de ese momento empieza a recibir una información minuciosa y, al mismo tiempo, se le confían ya algunas tareas. Éstas al principio y a medida que las va superando se le van encargando otra vez más difíciles. Estas tareas pueden ser muy diversas. Hay neófitos que trabajan en la oscuridad, mientras otros deben hacerlo en público. Puede suceder que una vez tengan que vagar como mendigos y que otra cumplan su deber siendo personas muy ricas. Algunas veces trabajan acaso como asistentes de un famoso descubridor, otros lo hacen como oradores o escritores. Algunos poseen un gran poder profano, mientras que otros se encuentran eventualmente haciendo las veces de humildes obreros de un taller de una fábrica gigantesca. Puede suceder que dos miembros de la orden que trabajen aparentemente enfrentados. Pero no pueden delatar con ni siquiera un gesto que pertenecen al mismo grupo, que se mantienen en contacto. Algunas veces son alabados y gozan de gran popularidad, otras veces viven en la mayor de las miserias y tienen quizá que soportar humillaciones. Tienen que desempeñar todos los papeles y cumplir todos los encargos a la perfección, actuando totalmente impersonal, como servidores de la gran obra. ¡Pero para ello tienen que cargar con gran responsabilidad de cada una de sus acciones! Se les dice qué tarea deben realizar, pero ellos mismos deben decidir cómo llevar a un buen término esa tarea, siendo conscientes de la responsabilidad de sus actos. Mientras más alto suben, mayores con sus responsabilidades.Aquel que no asume la responsabilidad de sus actos y de su trabajo, sino que achaca la responsabilidad de sus acciones a otro miembro de la orden; aquel que no reconoce su trabajo como propio, personalmente deseado, sino que a través de sus actos hace que está actuando por encargo de la orden o como herramienta o intermediario de algún miembro de la orden, aquél es considerado un traidor y en ese mismo instante pierde todo contacto con la orden. Pero él no se da cuenta de que ha sido expulsado de la unidad y puede ser que durante años siga creyendo que es un colaborador, estos traidores son utilizados por la orden para probar si otras personas aceptan y siguen a los falsos profetas o si por el contrario por el contrario yade han desarrollado un pensamiento una después capacidadode discernimiento, modo que analizan cada palabraautónomo que oyen yy sólo deciden si aceptarla o no. Quienes siguen a los falsos profetas son ciegos que siguen a otro ciego. Ambos caen al foso. Sólo se acepta como miembros de la orden a aquellas personas completamente autónomas, no influenciables, , que nohacen el bien o dejan de hacer el mal porque esperan una recompensa y quieren entrar en el reino de los Cielos, ni por cobardía, porque temen el castigo y no quieren ir al infierno, sino sólo a aquellos que siempre, en la vida y en la muerte, siguen sus propias convicciones y actúan según éstas. Pues ¡Los miembros de la orden escuchan las palabras de la orden en sus corazones, como si fueran sus más profundas convicciones personales! Releo estas líneas cada vez con mayor emoción. ¿Romper con los placeres terrenales? ¡Oh, cómo sollocé aquella noche, en la cama”… ¿Se puede romper con todo? ¿Querer “mitigar los sufrimientos de los demás”? ¡Sólo Dios sabe qué serios habían sido mis votos
aquella vez, en mi habitación, cuando pensaba en los terribles sufrimientos de los enfermos mentales y, en general, en las incesantes penas de todos los habitantes de la Tierra! ¡Las advertencias que escuchara aquella vez, y el terrible abandono, el desesperante sentimiento de total soledad durante largos años! ¿Cuántos añoshabían transcurrido realmente desde entonces? ¡Exactamente siete! ¡Sí, justo siete! Y hoy esta casualidad con el libro... ¿Casualidad? ¡No! Era un mensaje... ¡un mensaje! Estaba profundamente conmocionada! Como de costumbre, pregunté a mi razón que opinaba de todo esto, pues nunca dejé de analizar todo racionalmente. Pero ¿qué hubiera podido decir mi razón? Yo sabía perfectamente quetodo era así.¿Qué hubiera podido hacer mi razón, salvo reconocer y confirmar aquello? ¡Incluso el mayor escepticismo hubiera tenido que callar ante antas coincidencias! No, no podía dudar: ¡había sido aceptada! Sentí una felicidad y un agradecimiento indescriptibles, sentí la gracia de Dios, su bendición sobre mí, una profunda solemnidad y una gran humildad. Y en ese estado permanezco desde entonces.
SE HIZO LA LUZ Era sorprendente: a partit de aquel día empezaron a acudir a mí cada vez más personas – hombres y mujeres, jóvenes y viejos—en busca de consejo que los ayudaraa encontrar el camino a la felicidad. Cada vez eran más los “buscadores “ que me pedían ayuda. Pero yo seguía sintiendome en la profunda oscuridad. ¿Cómo ayudar a otros? ¿Cómo podía curar las muchas heridas que la gente lleva en el alma, si yo misma aún no había resuelto el enigma de la vida y la muerte? Lo más importante era salir de mis propia tinieblas. Siguiendo el consejo de aquella voz interior, me puse a “buscar”, intenté hacer algún progreso leyendo buenos libros. Encontre un libro que describía los secretos del Raja Yoga, esto es: el camino hacia uno mismo. Quise empezar a practicar aquellos ejercicios enseguida, pues ya había aprendido queleer sólo sirve para saber qué es lo que hay que hacer. ¡Sí se quiere alcanzar el objetivo –el Yo--, es necesario actuar! Yo quería oír la verdad, no descripciones y teorías hermosas. El yoga espiritual exige el ascetismo más riguroso. Hablé con mi marido. Él había sido siempre mi mejor amigo y sabía que la respuesta a las tres grandes preguntas:de dónde, hacia dónde y por qué,era para mí una cuestión vital. Dio su consentimiento a mis ejercicios ascéticos. Mi padre había comprado una propiedad en la montaña para la familia. Allí, en el bosque, teníamos una casa de campo y me retiré a ella por un largo período, completamente sola. En aquel entonces mi hijo estaba estudiando en un instituto y sólo podía venir en casa en las vacaciones. Mi esposo viajada costantemente y sólo me veía los fines de semana. La casa de campo podría una gran terraza desde donde se contemplaba una magnifica vista del valle. Desde allí se veía, por así decirlo, el infinito, pues la casa estaba situada en uno de los extremos del valle, de modo que dominaba toda la gigantesca llanura. A los pies de las montañas fluía, lento y majestuoso, el vasto río, y allá, en la otra ribera, las carreteras se extendían como un poderoso cuerpo cuyas diminutas células fueran los coches que por allí pasaban. Todo se veía muy pequeño desde allí: los pueblos con sus pequeñas casitas y las diminutas y aplicadas hormigas humanas. Desde la otra ventana se veía el bosque virgen, donde se podía pasear por días sin oír más que el solemne silencio. Los faisanes se atrevían a acercarse hasta la casa, en otoño los ciervos retoñaban en las proximidades y al caer la noche se los oía trotar delante de la casa. Puertas y ventanas estaban cubiertas por rejas de acero, colocadas allí por precaución contra los jabalíes otros animales peligrosos. Vivía completamente sola. Por la mañana encontraba en la terraza leche recíen ordeñada, luego bajaba al sótano, luego bajaba al sótano, situado justo debajo de la terraza y cortaba algo de leña. Luego encendía la chimenea y comenzaba mis ejercicios. La casa de campo era un lugar ideal para la práctica del yoga.
Toda la región era famosa por su imponente tranquilidad. El silencio en el bosque y la virginidad de la naturaleza, intocada por la civilización, causaban tal efecto en la gente que incluso sin los ejercicios de yoga era inevitable recogerse y adoptar una actitud de solemnidad. Aquí el hombre era aún más sensible a las vibraciones más elevadas. Los órganos sensoriales del espíritu, latentes en todos nosotros, se abrían, permitiéndome realizar sin ningún esfuerzo los más arduos ejercicios de concentración y meditación. Para estudiar había llevado conmigo una carpeta muy antigua, un verdadero tesoro de las sabidurías más elevadas. Una vez que terminaba mis ejercicios de concentración, que duraban varias horas, me sumía en estas maravillosas representaciones simbólicas de las verdades más profundas de mi espíritu. Además de esto, también estudiaba la filosofía oriental, primero los Vedas y después los Upanischads. Nunca olvidaré aquella estancia en el bosque, nunca palidecerá en mi memoria ninguno de aquellos recuerdos, pues en el estado de éxtasis en que allí viví tomé conciencia por primera vez de por qué estamos aquí, adónde vamos y de dónde venimos. Los largos ejercicios de concentración y meditación me ayudaron a bajar, peldaño a peldaño, hasta las regiones más profundas de mi alma. Estos ejercicios despertaban en mí fuerzas que seguían actuando cuando me dedicaba a asuntos completamente triviales e incluso cuando dormía. Algunas veces iba a pasear por los bosques, y entonces surgía ante mí imágenes de regiones que eran familiares, aunque no sabía por qué, pues nunca había estado allí en esta vida. Cuando estaba despierta, y también cuando soñaba, aparecían ante mí figuras humanas que yo conocía, que a menudo me eran familiares, pero que sin embargo no había visto nunca en esta vida; vestían trajes muy extraños y sus nombres y su idioma, en cual nos entendíamos en mis sueños, eran muy diferentes a los hombres e idiomas que yo conocía. Cuando me sentaba a meditar, en el momento en que mi atención se dirigía hacia mi interior, una luz fosforescente de color verde azulado se encendía de repente en mí, y yo sentía como si ese resplandor proviniera de los ojos de un ser poderoso e incorpóreo. La luz de aquéllos me envolvía con una fuerza, un amor y una bondad indescriptibles. Yo me dejaba caer con la mayor confianza dentro de esa fuente de poder cargada de amor, me sentía segura y me internaba sin ningún temor en el mundo desconocido del subconsciente. Y, unatanto vez, de forma totalmente inesperada, luztodo la luz iluminó aquellas tinieblas que ocultaban el pasado como la verdad y pude la ver con claridad. Cierta vez que me sentí dispuesta a meditar, apareció ante mis ojos interiores, primero la luz fosforescente, como de costumbre; luego me sentí muy claramente que aquella fuente de luz manaba de los ojos de un ser poderoso y bien conocido por mi; después esos ojos aparecieron con mayor nitidez y ya no sentí sino supe que estaban dirigidos hacia mí; y, un instante después, gracias al efecto de esta mirada, su brillo, su fuerza, su luz y su amor posándose sobre mí, un instante después, gracias al efecto de esta mirada, se desvanecieron ante mí, como salida de las tinieblas, una soberbia figura de ojos azules muy oscuros, profundos: erasu figura, sus ojos: ¡Era Él!
EL PASADO SE CONVIERTE EN PRESENTE Él estabade allí,sus observándome Esa mirada, esa tranquilidad que brotaba ojos me dabaserenamente. fuerzas para soportar la enorme emoción,celestial la gigantesca alegría de volver a verlo. Su noble rostro se mantenía inmóvil, pero se sonreían y yo sabía que también Él estaba contento de que por fin yo hubiera despertado del todo y pudiera verlo otra vez. Pues Él me ha visto siempre, sus ojos atravesaban la niebla que envolvía mi conciencia. Él veía mis luchas, mis sufrimientos y tormentos, y nunca me abandonó; antes bien me ayudo a volver a despertar, a adquirir conciencia. Los recuerdos se apoderaron de mí y las imágenes confusas que llevaba dentro de mí pero que no había podido hacer conscientes fueron de pronto imágenes firmes y bien definidas, emergieron nuevas imágenes, nuevos recuerdos, aquellos que hasta entonces habían yacido ocultos, enterrados , en las profundidades de mi subconsciente; recuerdos que, completándose unos a otros como las piezas de un mosaico, formaban la imagen terminada de una vida pasada en el país a la orilla del gran río, el Nilo, en el país de las pirámides… Las imágenes de mi memoria se hacían cada vez más vivas, mientras que las impresiones de mi vida actual palidecieron lentamente, cediendo su sitio a la conciencia nuevamente despierta de esa persona que yo había sido. El ambiente en el que me encontraba, la sencilla habitación en esa casita de campo con una magnifica vista del rio que serpenteaba allá abajo, en el valle, desapareció poco a poco y también dejé de verlo a Él. El espacio se abrió y se hizo más amplio, me encontraba en una gran sala, en mi habitación, y advertí que una mujer gorda y encantadora me observaba sonriendo muy alegremente… ¡Pues claro! Hoy cumplió dieciséis años y me estoy poniendo mi traje de fiesta para asistir a la gran recepción en la cual mi padre me presentará a los representantes del país como su esposa, como la sucesora de la Reina, prematuramente muerta. En una gran bandeja ovalada de plata, forjada y pulida con mucho arte, mi propia figura, mi propia imagen, aparece como si estuviera realmente allí dentro; veo en la bandeja cómo mi querida, mi buena y vieja Menu me viste. Mi madre murió cuando yo era muy pequeña. Era una criatura pálida y delicada a la que sólo recuerdo con vaguedad. Únicamente sus ojos, grandes y tristes, iluminan la cámara de los tesoros de mi memoria; su memoria; su mirada larga, detenida sobre mí antes de morir. Aquella imagen creó entre nosotras un contacto interior que siento siempre dentro de mí; y hoy, que voy a ser presentada al país como su sucesora, siento ese contacto aún más profundo, más vivo. Estoy ya vestida, de pie ante el espejo, y contemplo mi imagen. ¡Me agrada! Veo una criatura esbelta, dulce y delicada, vestida con un traje exquisito, brillante, sedoso, con ribetes de oro marca aúnmás la esbelta silueta, las hombreras acentúan sus anchas
espaldas y el pañuelo de la cabeza intensidica la expresión de superioridad y confianza en sí misma de su rostro. Soy vanidosa, me gusta cómo me veo en el espejo, y Menu, que con su viejo y bondadoso corazón me tiene por la criatura más perfecta del universo, deja caer lágrimas de alegría sobre su rostro regordete. Los dos representantes del país de mayor edad vienen a recogerme y me conducen a la sala de recepciones a travéz del largo pasillo. Con pasos lentos y solemnes me conducen entre las filas de los nobles presentes, me llevan a la “Gran Casa”: el faraón, mi padre y, desde este momento, mi esposo. No en vano su nombre es “Gran Casa”: Faraón. Su persona es la cubierta, la “casa”, de Dios. Dios vive en él, brilla y se manifiesta a través de él. La fuerza de su mirada es tan penetrante que las personas que no son totalmente sinceras tienen que bajar los ojos ante esa mirada. Está allí, sentado, mirándome a mí, ¡mirando a travez de mí! Le devuelvo la mirada sin temor, sostengo la mirada, sé que esa enorme fuerza que emana de sus ojos es la fuerza del amor. Él lo ve todo. Ve tambien que soy vanidosa, ve todos mis defectos, pero los comprende. Es el amor hecho persona. ¡Es mi padre! Junto al trono está sentado un magnifico león, su léon inmóvil, majestuoso y digno, simbolo del poder sobrehumano del faraón. Me acerco a la escalera que lleva al trono y permanezco allí, de pie. Ahora tambien el faraón se levanta, baja por la escalera, coge la más heemosa pieza de orfebrería de cuantas contiene el espléndido cofre de joyas que el tesorero sostiene ante él: un collar de oro que coloca sobre mis hombros. Luego coge la diadema de oro coronada por una cabeza de serpiente y la ajusta sobre el pañuelo de seda blanca que cubre mi frente. Es el símbolo de los miembros de la estirpe dominante, de los Hijos de Dios. El simbolo de los iniciados... Luego el faraón coge mi mano derecha y me hace subir con él al trono. Nos volvemos hacía los representantes del país y los nobles presentes y el faraón me presenta como la sucesora de la reina, como su nueva esposa. Nos sentamos, yo lo hago a su izquierda, un poco más adelante que él. Ahora empiezan a desfilar ante nosotros, primero, y después los otros nobles con sus esposas; a medida que van pasando extienden los brazos y se inclinan ante nosotros, primero ante el faraón, después ante mí. Nosotros permanecemos inmóviles, sólo nuestros ojos mantienen algún contacto con aquellas personas que desfilan ante nosotros.de Pienso en que ahoray estoy manifestando el que espíritu de miLos querida madre; soy consciente mis obligaciones de la responsabilidad implican. nobles van pasando uno tras otro; en sus miradas veo sus almas. En algunas de estas miradas veo verdadero y veneración; en otras veo envidia, curiosidad o cobarde sumisión. También el tesorero mayor, RooKha, se inclina ante mí, como siempre que me topo con él en el palacio, me lanza una mirada algo burlona, penetrante y , sin embargo, íntima y lisonjera. Respondo con frialdad a su descaro y la procesión continúa lentamente. Entonces veo a algunos amigos, viejos y jóvenes, antiguos compañeros de juegos, llenos de un amor sincero. Dirijo mi mirada hacia las suyas y esta unidad nos enriquece. Y así van desfilando todos los presentes, en silencio, pero unidos por el espíritu… La larga y solemne ceremonia termina por fin. El faraón se pone de pie y me tiende la mano. Bajamos junto la escalerilla, lentamente y salimos de la sala atravesando el corredor formado por las dos filas de estadistas y nobles. Mi padre me lleva a mi habitación, se
sienta, me indica un lugar donde sentarme y se queda un rato observándome, sonriente. Noto que le gusto. Su mirada se desliza satisfecha sobre mi figura, me mira y sus ojos irradian alegrías; después me dice: -A partir de ahora nos veremos con frecuencia, pues asumirás el lugar de tu madre en las aspiraciones públicas y tendrás que cumplir sus deberes. Te has estado preparando para esto durante muchos años, ya conoces cuáles son tus obligaciones. Pero ahora quisiera hacer algo para que recuerdes este día con alegría. Puedes pedir un deseo. Ya estabas preparada también para esta pregunta, así que dime cuál es tu deseo. Sí, yo estaba preparada, y hubiera podido desear muchas cosas, igual que cualquier otra jovencita. Hubiera podido desear joyas hermosas, pues las grandes joyas ceremoniales sólo podría llevarlas en las grandes ceremonias; o hubiera podido desear un hermoso viaje, o un león amaestrado, o algo por el estilo. ¡Pero no quería ninguna de esas cosas! -Padre –le dije--, dime, ¿qué significa la joya que llevo en la cabeza? El faraón me mira la frente y después los ojos. -La serpiente de oro, evidentemente, el símbolo de la estirpe dominante, de los Hijos de Dios –responde. -Sí, padre, pero es también el símbolo de la iniciación. Lo llevo indignamente, pues no he sido iniciada. Deseo recibir la iniciación, éste es el deseo que debes colmar. Mi padre se pone muy serio. -Hija mía, pide otra cosa. Aún eres demasiado joven e inmadura para recibir la iniciación. Los jóvenes retoños no deben ser colocados bajo la intensa luz del sol, pues de lo contrario se queman y nunca florecen. Espera a que tengas tras de ti las necesarias experiencias de la vida terrenal. La iniciación ahora no haría más que hacer mucho más difíciles las pruebas que tendrás que superar más adelante. ¿Para qué causarte sufrimientos inútiles? Será mejor que desees otra cosa, hija mía. -Padre –respondo--, lo demás no me interesa. Todas las cosas que llenan de contacto a los otros jóvenes, a mí me aburren. Tras todas las alegrías terrenales no veo más que los deseos del cuerpo. Las joyas bonitas me gustan, pero también el oro es sólo una materia que se convierte en sagrada gracias a la manifestación del espíritu, al trabajo del artista. Si hago un viaje, claro que disfrutare contemplando las bellas regiones, los nuevos monumentos, pero no podré olvidarmismo. ni un solo instante quevivir todolaaquello node eslas más que la creación, lo creado, y no el creador ¡Pero yo quiero realidad últimas verdades, quiero conocer al creador, a Dios!Padre, tú sabes que este proceso al que llamamos “vida” no es más que apariencia y sueño. Aquí todo se escapa de nuestras manos, no podemos disfrutar eternamente de nada, todo es tan sólo un puente entre el pasado y el futuro. Pero yo quiero vivir el presente, el presente que nunca será pasado y , que nunca nunca ha sido futuro. Y quiero también encontrar aquel “lugar”, o aquel estado ha sido “allí” antes de mi llegada a él, pero que será llamado aquí” “ cuando yo entre en él y sin embargo no es “aquí”, pues no estoy en él, pero si paso de largo volverá a transformarse en “allí”. Quiero vivir el presente eterno en el tiempo y en el espacio. Padre, quiero la verdad más elevada; ¡quiero recibir la iniciación! Mi padre me escucha atentamente, entristeciéndose a medida que voy hablando. Después dice:
-Tu espíritu a madurado antes de lo debido. Lo único que puedo permitir es que vayas a ver la cabeza de nuestra estirpe, el Sumo Sacerdote del Templo, mi hermano Ptahhotep. Hablaré con él, te confiaré a él y él te tomará a su cuidado. Que Dios ilumine tus pasos con luz eterna. Coloca una mano sobre mi cabeza y me da su bendición. Quiero lanzarme a su pecho, abrazarlo y darle las gracias, pero el pesado collar de oro me retiene, impidiéndome todo movimiento violento. Mi padre ve los pensamientos de todos, ve también que este arrebato de emoción es producto de mi deseo de manifestarle alegría y dice sonriendo: -Para ciertas cosas eres una mujer madura y adulta, pero para otras no eres más que una niña. Tienes que aprender a dominarte a ti misma, si quieres ser iniciada. -Ya me domino a mí misma, padre, cuando quiero–contesto riendo. -Sí, te creo, pero ¿acaso quieressiempre? –pregunta él también sonriente. -Padre, ¡es tan aburrido estar dominándose siempre! –le respondo. -Ése es precisamente el peligro, que lo encuentres aburrido y que pienses así. Piénsalo con calma. Si dejas de prestar atención a tu león favorito un solo instante de debilidad para atacarte, estás perdida. Nuestra naturaleza inferior es también una bestia, igual que un león. Ambas bestias deben estar siempre bajo nuestro control, sólo así servirán con sus poderosas fuerzas. ¡Nunca dejes de estar alerta! Nos despedimos. Él me acompaña a la puerta y me entregan a dos ancianos que han estado esperándome. Bah, siempre he detestado este ceremonial. ¿Por qué tengo que ir a mi cuarto caminando lenta y dignamente entre estos dos buenos ancianos, como si yo fuera tan vieja como ellos? Podría correr por el pasillo y entrar de un salto a mi habitación, donde mi Menu está esperándome excitada y curiosa. Pero en lugar de ello tengo que caminar con dignidad y majestad para que el hermoso collar de oro no resbale de mis hombros. Por fin llegamos a la puerta de mi habitación, donde me despido muy digna y majestuosa de los dos ancianos. Entro a mi habitación y me detengo un momento para que Menu pueda maravillarse de mis magníficas joyas. Mi belleza y mis majestuosos movimientos la sacan de sí. Y se echa a llorar porque yo –así dice—soy tan parecida a mi madre… -Ya ves, Menu, qué ignorante eres–le digo--. Yo no puedo parecerme a nadie y me desagrada que afirmes lo contrario. Quizá mi nariz o mi boca se parezcan a la nariz y a la boca madre,ver. pero “¿yo?” ¿Acaso ves mi “yo”? Sólo ves cuerpo, la casa de mi Yo, al quedenomipuedes ¿Cómo puedo entonces parecerme yo amialguien? -Ay –dice Menu--, si no se te puede ver, ¿cómo es entonces quetú eres tan bella? ¡Dimelo! Si no te puedo ver, entonces aquello que está ante mí y estoy viendo ahora y encuentro hermoso no eres tú, sino sólo la casa de tu yo. ¡Por lo tantotú no eres hermosa! ¡Así que tampoco te presentes luciendo tanto orgullo y majestad! Ambas nos echamos a reír. La simplicidad de la inteligencia de Menu a veces me da respuestas tan sabias que me hacen avergonzar. Pues sí, había descubierto me lado débil, mi vanidad. Luego me quita con infinita ternura el collar de oro y lo introduce en el cofrecillo de las joyas, pues el tesorero, RooKha, espera fuera con los dos portadores, ya que debe guardar el collar en la cámara del tesoro hasta la próxima ceremonia. RooKha entra en mi recibidor y se inclina ante mí. Este hombre me irrita, pues noto que no se inclina ante mí por respeto, sino porquetiene que hacerlo. Otra vez me está mirando con
esa expresión íntima y desvergonzada, pero yo intento comportarme con realeza y dignidad, al menos hasta donde me es posible hacerlo. Luego por fin quedo a solas con Menu. Al morir mi madre, Menu se había convertido en mi nodriza. Menu era y aún es la encargada de cuidar y servir mi cuerpo y tengo con ella mucha más confianza que con las damas de mayor rango de la corte, quienes se habían encargado de educarme. El amor que Menu sintió por mí desde el primer momento era tan ilimitado que yo podía hacer lo que quisiera con ella lo que quisiera. Cualquier cosa que yo hiciera o dijera la entusiasmaba y yo no podía albergar un deseo sin que ella lo satisficiera al instante, en tanto esto se encontraba a su alcance. Estaba siempre conmigo, cerca de mí, y ahora que debo cumplir mis obligaciones públicas junto a mi padre, Menu temía que esto hiciera que me alejara cada vez más de ella. Pero yo la amo y confío ciegamente en ella, porque sé, porque leo en sus ojos, que nadie me ama tan sincera, incondicional y desinteresadamente como Menu. Cuando era una niña veía muy pocas veces a mi padre. Él era y es el “Gran Señor” del país. Pues había venido al mundo con el deber de dirigir y gobernar la vida terrenal de los hombres. Había dedicado toda su vida a la tarea de enseñar a los hijos de los hombres cómo se debe gobernar un país, para que todos sus habitantes pudieran progresar. Esta tarea le exigía tanto que apenas si le quedaba algo de tiempo para mí. Todos los días venia a verme un momento al jardín donde jugaba con los niños de las familias nobles, o me hacía conducir a su habitación. La mayoría de estos encuentros limitaron algunos minutos en los que él, cuando yo aún era muy pequeña, me cogía en brazos o bien se agachaba a mi lado, me miraba con infinito amor, me daba su bendición y volvía a marcharse. Pero siempre me hablaba como a un adulto. En nuestra estirpe, la de los Hijos de Dios, no tiene mucha importancia que llevemos mucho o poco tiempo en este mundo, que un espíritu viva en cuerpo aún no desarrollado –de niño—o que lo haga en uno ya maduro–de adulto—. Esto sólo es importante para los hijos de los hombres, que están tan ligados a su cuerpo y se identifican tanto con este que olvidan por completo su existencia como espíritus situados más allá del tiempo y el espacio. Los hijos de los hombres creen que alguien puede ser de hecho “grande” o “pequeño”. Pero los miembros de nuestra es tirpe – los hijos de Dios—también conservan su conciencia espiritual cuando nacen en un cuerpo. Nunca que No sóloeselnicuerpo puede ser “niño” oni“adulto”, espíritu¡pue permanece siempreolvidan el mismo. “grande” ni “pequeño”, “joven” niel“viejo”, s el espíritu no pertenece a este mundo del tiempo y el espacio! Así, la unión entre mi padre y yo no se vio perturbada ni por la diferencia de edades ni por el hecho de que apenas nos viéramos. Cuando me hice mayor, mi padre me llevó muchas veces a pasear con él y, cuando me cansaba, él me cargaba con sus fuertes brazos y me hablaba de los misterios de la naturaleza, que me interesaban muchísimo. -Padre, yo también quisiera saberlo todo, como tú–le dije cierta vez. -Cuando seas iniciada adquirirás conciencia de todos los misterios del cielo y de la tierra –me respondió él. Nunca olvidé esas palabras; esperé con paciencia el momento de mi iniciación. Si bien yo siempre había vivido entre personas extrañas, nunca me había sentido sola. Sabía que mi padre me comprendía y, aunque nuestros cuerpos no estuvieran cerca,
nuestros espíritus estaban unidos. Yo le pertenecía. Y del mismo modo estaba unida a mi madre. Aunque ella ya no vivía en un cuerpo nuestros espíritus estaban unidos de forma inseparable. ¡Qué poco depende la unidad del alma de la proximidad de los cuerpos! Allí está mi querida Menu. Ella está casi siempre conmigo, no me deja un minuto sola y, sin embargo, yo no estoy con ella. Menu puede amarme, pero no comprenderme. Prácticamente no posee un pensar autónoma. Menu vive en mí y está totalmente en mi poder, aunque yo no me aprovecho de ello. Pues sé–mi padre me lo dijo en cierta ocasión—que ¡no se puede buscar el poder que proviene de la superioridad del espíritu! En este momento, Menu es tan feliz como si mi padre la hubiera presentado a ella como su esposa, ante la corte, como si ella fuera tan hermosa como yo y como si fueraella la sucesora de la reina; y, como tal, hubiera recibido mis joyas como regalo. ¡Ay, mi querida y vieja Menu! Por supuesto, ahora me preguntaba qué deseo le había pedido mi padre. -¡La iniciación, claro está! –le contesté. -¿Qué? ¿La iniciación? –exclamó menú, espantada--. No querrás abandonar la corte para ir al templo, con los neófitos, ¿verdad?!¿Por qué no has pedido joyas hermosas, o que el artista Imhotep te inmortalice en una escultura de colores, o alguna otra cosa que no sea la iniciación?! -¿De qué tienes tanto miedo? Deseo única y exclusivamente la iniciación, nada más. Trata de entenderme: joyas ya tengo, y, además, ¿cómo podría hacerme feliz algo que no está dentro de mí, algo queno soy yo, sino que cuelga fuera de mi cuerpo, así que ni siquiera quiero verlo? Ahora poseo incluso las joyas con las cuales será sepultado mi cuerpo cuando lo abandone, para que la gente sepa que desciendo de la raza de los Hijos de Dios; y a pesar de tener esas joyas no me siento ahora más feliz que antes. Mi aspecto exterior también será inmortalizado por los mismos motivos. ¿Para qué, pues, desear esas cosas? Para mí no tiene ninguna importancia lo que puedan comentar de la escultura de mi retrato las personas que viven dentro de algunos milenios. Sólo puede hacerme feliz lo que está dentro de mí,lo que es idéntico mí y, en ningún caso, aquello que es exterior a mí. Lo único que puede hacerme feliz es una vivencia interior a través de la cual, y a pesar de esta envoltura terrestre, adquiera conciencia de las últimas verdades. ¡Quiero recibir la iniciación! comocontigo. di aquello que deseo es mi algo muerte: -Ay,Menu ya sesolloza que nodesesperada, se puede hablar Cuando se te mete a la cabeza, ese algo se te tiene que cumplir. Pero siento que la iniciacion te pondrá en grave peligro; ¡no podas ese deseo, no pidas ese deseo! ¿Qué ha dicho el faraón de tu idea? -Me ha dado permiso para que vaya a ver a su hermano, Ptahhopep, y ahora deja de llorar, no me eches a perder este día.
Él Al anochecer me cubro con velos y abandono el palacio acompañado por Menu; recorremos el largo camino flanqueado por columnas que va desde el palacio hasta el palacio hasta el templo, el sumo sacerdote, el hermano de mi padre, el Hijo de Dios: Ptahhopep... Ptahopep es el más grande de todos los medicos y arquitectos, pues conoce y domina todos los secretos de las leyes de la naturaleza. Vino al mundo con el deber, con la tarea de dirigir la vida espiritual de los hijos del hombre, de introducirlos en las ciencias. Está por encima de mi padre contrajo un matrimonio y al hacerlo contrajo matrimonio y al hacerlo echó profundas raíces en la materia. Recorremos en silencio el camino hasta el templo. Menu ya ha aprendido: cuando estoy ensimismada, ella debe callar... Un neófito que nos esperaba ante el templo me conduce al interior. Menu se queda en el atrio. Otro largo camino de columnas, luego un pequeño recibidor donde Ptahhopet está esperándome. El neófito no atraviesa el umbral. Allí está sentado Él, el representante de Dios. Es la primera vez queLo veo de cerva y sus ojos me subyugan. ¡Oh! ¡Esos ojos! De un azul tan oscuro que parecen negros. Oscuridad debida a su abismal profundidad, infinira como la misma bóveda celeste. Cuando observamos su alma, todosu carácter. Vemos ojos individuales. Los ojos de Ptahhopep son muy diferentes. Estos ojos no tienen un final, verlos es como perder la mirada en el vacío de un cielo poblado de estrellas. En estos ojos no hay nada personal, nada individual, tan sólo una profundidad infinita donde la eternidad se detiene. Todo el universo, toda la creación yace en estos ojos. También me he reconocido a mí misma en ellos y, desde el promer instante siento una fe plena, pues sé que esos ojos me conocen, me contienen. Lo sé: yo soy en Él, y Él es en mí, y me ama como a sí mismo, pues yo soy Él y Él y yo formamos una unidad perfecta. Él es el amor hecho carne, siento cómo ese amor me penetra, me inspira. Estremecida hasta en lo más profundo de mi ser, caigo de rodillas ante Él. Ptahhotep extiende una mano hacia mí, me levanta y dice: -Pequeña mía, nunca te arrodilles ante una forma visible. No humilles lo divino que todo ser viviente lleva en sí. Dios mismo se manifiesta a través de ti, de mí, de todo el universo creado. Dios es el único ante el cual puedes caer de rodillas. Ahora levántate y di por qué has venido. -Padre de mi alma – digo, levantándome--, quiero recibir la iniciación. -¿Sabes lo que es la iniciación? –pregunta Ptahhotep--. ¿ A qué te refieres cuando dices que quieres recibirla? -No sé exactamente en qué consiste, pero quiero ser omnisciente. En mi cuerpo me siento como una prisionera, siento como si andara a tientas en medio de tinieblas, a merced de fuerzas invisibles a las que no conozco y, por tanto, no puedo dominar. Quiero ver todo con claridad, quiero ser omnisciente como tú y mi padre y los otros iniciados.
-Iniciación significa adquirir conciencia –responde Ptahhotep--. Ahora posees conciencia de un nivel que se corresponde con la capacidad de resistencia de tus nervios y tu cuerpo. Cuando se adquiere conciencia de un nivel superior, automáticamente se encauzan hacia el cuerpo fuerzas más elevadas, más poderosas y penetrantes; de acuerdo con esto, se debe aumentar también la capacidad de resistencia de los nervios y del cuerpo. Ser iniciado significa adquirir conciencia del niel supremo, divino-creador y, paralelamente, llevar al máximo la capacidad de resistencia de los nervios, de modo que el cuerpo pueda soportar sin dañarse este estado divino. La iniciación trae también omnisciencia y omnipotencia. -Lo comprendo, padre de mi alma, y es precisamente eso lo que ansío. Ptahhotep me contempla en silencio y siento cómo su mirada penetra hasta lo más profundo de mi ser. -Recibirás la iniciación, pero no ahora –dice finalmente--. No eres lo bastante madura en todos los aspectos. Aún no has aprendido a dominar en tu cuerpo la fuerza divinacreadora. Y sería muy peligroso para ti que hicieras consciente esa fuerza en un plano espiritual antes de que pudieras dominar sus manifestaciones corporales. -¿Qué peligro correría, Padre de mi alma? -El peligro de que cuando adquieras conciencia del nivel espiritual más elevado y, por tanto, tengas poder sobre esta fuerza, Ésta queme tus centros nerviosos en caso de que la dirijas hacia los centros nerviosos más bajos de tu cuerpo. En ese caso tu conciencia volvería a hundirse hasta el nivel en que se encontraba en el momento de tu nacimiento. Aún no tienes ninguna experiencia en el arte de dirigir esta fuerza. La adquisición de conciencia debe empezar precisamente en el nivel más bajo de la escala de manifestaciones, para que así sólo puedas dirigir hacia tu cuerpo una fuerza que se corresponda con tu grado de evolución y, por tanto, pueda ser soportada sin perjuicio por tus nervios. Así pues, la capacidad de resistencia de tus nervios se corresponderá siempre con la intensidad de las fuerzas dirigidas hacia el interior de tu cuerpo. -Padre de mi alma, dime, ¿Qué significa dirigir hacia el cuerpo la fuerza creadora y sentir esta fuerza en el cuerpo? ¿Cómo puedo aprender a reconocerla en sus manifestaciones corporales y a dominarla? Si la iniciación debe empezar por esto, y primero que pasarlapor esa experiencia, entonces quiero hacerlo ahora mismo, para madurartengo y poder recibir iniciación más elevada. El rostro divino y noble de Ptahhotep había permanecido inmóvil hasta ahora, como una estatua labrada en el alabastro; sólo el fuego de sus ojos emitía un resplandor. Pero al oír mis palabras sus serenas facciones se mueven, él sonríe y sus ojos despiden aún más luz y comprensión. -¿Ahora mismo? –pregunta--. No será así, mi niña, pues adquirir conciencia de las fuerzas divinas-creadoras en el nivel más bajo de la escala de manifestaciones significa: experimentar el amor carnal. Debes aguardar hasta que tu corazón despierte, brille por la luz positiva-masculina de un joven adecuado para ti, evocando en ti la fuerza negativafemenina. Esa fuerza debes conocerla en el amor, debes poseer esa experiencia, o de lo contrario no podrás dominar esa fuerza. Ella permanecerá siempre como una tentación, y correrás el peligro de caer un nivel de conciencia mucho más bajo que el que posees ahora.
-Padre de mi alma, !nunca caeré en las redes del amor carnal! ¡El amor no es para mí una tentación, no temo ese peligro! Permite que sea iniciada. Ptahhotep recupera la total seriedad y dice: -Hija mía, tú crees que el amor no es peligroso para ti porque no conoces esa poderosa fuerza. ¡El valor ante un peligro que no conocemos no es en realidad valor, no es fuerza, sino mera ignorancia, debilidad! Tu inexperiencia no te muestra la tentación del amor, crees tener armas contra esa fuerza. ¡No olvides queel amor también es la manifestación de la fuerza creadora de Dios y, por tanto, es tan fuerte como Dios mismo! No puedes anularlo, sólo podrías transformarlo. Pero, si no conoces esta fuerza, tampoco puedes saber cómo puede ser transformada. Vuelve a casa y espera hasta que el destino te conceda esa experiencia. Cuando hayas conocido el amor en toda su realidad, cuando lo hayas experimentado, cuando sepas bienqué es esa fuerza, entonces regresa y te concederé la iniciación. Al oír esto caigo sobre sus rodillas, abrazo sus pies y le suplico desesperada: -¡No, no, no me arrojes lejos de ti, no me niegues la iniciación! ¡Resistiré a todas las tentaciones del amor, no vacilaré, te lo imploro. Concédeme la iniciación! Ptahhotep sonríe de nuevo y acaricia mis cabellos. Siento la enorme fuerza de su mano como un poderoso torrente que corriera sobre mi cabeza. -En verdad –dice él--, tu conducta me parece extraña. Dime, hija mía, ¿piensas que, si no quiero concederte la iniciación, el que te arrojes a mis rodillas e intentes persuadirme hará que cambie mi decisión? La iniciación también requiere que poseas un perfecto dominio de ti misma. Hija mía, hija mía, aún te queda mucho camino por recorrer. Y esa seguridad que tienes en ti misma ni está en equilibrio con tus experiencias. Primero reúne las experiencias necesarias, cuando lo hayas hecho podrás volver. Veo que no tiene nada más que decirme. Me pongo de pie, me despido: -Padre de mi alma, es hora de que me marche, pero ni me abandonarás, ¿verdad? ¿Podré venir a verte otra vez? Ptahhotep responde con indescriptible amor: -Sé que desde tu niñez has estado muy sola y que lo sigues estando. Tuvo que ser así para que desarrollases tu independencia. Pero nunca estás sola y así lo sientes. Estás unida a nosotros por el lazo eterno de las más elevadas leyes de la unidad. Siempre estoy contigo, aunque loocurrirá sepas. Sabía antes quePero tú que hoy vendrías a hacerme esta petición tambiénno que más adelante. hay leyes que también nosotros debemosy sé observar. Tú estás entre nosotros. Me inclino ante él para recibir su bendición. Después me marcho. Menu me espera en el atrio y enseguida me pregunta: -¿Qué? ¿Qué te ha dicho el Hijo de Dios? Cuéntame todo sin demora, no podría comprender por qué tardabas tanto. ¿Me oyes? Cuéntame que ha pasado. ¿Recibirás la iniciación? -El Hijo de Dios no quiere concedérmela. Dice que aún no tengo experiencia en la vida terrenal. Gracias a Dios –dice Menu, radiante de alegría--. Ya te había dicho que la iniciación no era para ti. !Lo sabía! -Sí, claro, Menu, tú lo sabes todo, pero ahora déjame en paz, quisiera poner un poco de
orden en mi cabeza, en mis pensamientos… Y volvemos en silencio al palacio. Durante esa noche y todo el día siguiente no puedo pensar más que el representante de Dios: ptahhotep. Yo ya sabía que según mi linaje pertenecía a la estirpe de los Hijos de Dios, pero fue para mí un gran acontecimiento oír de sus propios labios que él era protector de mi alma. Él era el representante visible de Dios sobre la Tierra y yo podría hablar con él sobre mis más secretos pensamientos tan abiertamente como lo hacía con Dios en la intimidad. Sus ojos me penetraban, su mirada iluminaba los rincones más ocultos de mi espíritu y eso me hacía feliz. Es tan maravilloso saber que pertenezco a un ser viviente que me comprende sin necesidad de palabras…, que nunca podría tratarme con maldad, porque ve todo desde arriba, como Dios mismo. No necesito explicarle qué opino sobre algo, por qué quiero hacer o tener algo, como suelo explicar a mis maestros. Ptahhotep ve los más secretos motivos de mis pensamientos y de mis actos, incluso aquellos de los que ni siquiera yo misma soy consciente. No necesito decirle una sola palabra, basta con que simplemente esté ante él. Ya lo sentía antes de encontrarme con él. Me sentía guiada por una fuerza luminosa y ahora sé que esa fuerza era y es la luz que de él emana. Sé que también me ve cuando no estoy con él. Ahora siento que sus ojos descansan sobre mí y que todo lo que piense no estará oculto para él. Sí, pero entonces el también ve que no puedo quedar satisfecha con su negativa a concederme la iniciación. ¡No! No puedo comprender por qué primero debo poseer experiencia en cuestiones de amor. Jamás me enamoraré, los hombres me interesan únicamente en tanto espero que reconozcan y admiren mi belleza. Todos lo hacen y eso basta, pues mi vanidad sólo actúa sobre mí cuando estoy en compañía. Cuando estoy sola hay un único deseo que colma mi alma: ¡la iniciación! No puedo y no quiero esperar a haber reunido experiencias de la vida, porque nunca las reuniré. Así, al caer la tarde vuelvo, cubierta por mis velos y en compañía de la desesperada Menu, a Ptahhotep, a pedirle por segunda vez la iniciación. Como el día anterior, Menu se queda en el atrio; esta vez el neófito me conduce a los jardines, Ptahhotep está sentado bajo las palmeras. Me inclino ante él, él devuelve el saludo, posaPara sus brillantes ojos sobre mí, dentro mí, yÉlespera. quedo de pie, sin decir nada. qué hablar, si él ya sabe lo que de quiero. lee mis Me pensamientos. Me deja estar. Finalmente se levanta, coloca la bendición de su mano sobre mi espalda y pregunta: -¿Para qué has venido? -Padre de mi alma –respondo--, ¿por qué me preguntas, tú que todo lo sabes? Me siento desdichada porque me has negado la iniciación. No albergo otro deseo, no albergo otro pensamiento, la iniciación lo es todo para mí. Te lo suplico, concédeme la iniciación. Ptahhotep acaricia mis cabellos con amor, y dice, muy serio: -Ayer he dado respuesta a tu ruego. ¡Tranquilízate, ten paciencia! Piensa en lo que te expliqué ayer sobre las fuerzas creadoras y vive como los demás jóvenes, diviértete y no estés siempre pensando en la iniciación. -Padre –digo excitada--, sólo puedo pensar en la iniciación, pues aunque me ocupe de
otras cosas, mis pensamientos siempre vuelven a ella. Ya sea que contemple mis flores o que observe mis tortugas ir y venir, dirigiendo sus vidas como si tuvieran uso de razón, quizá incluso demasiado. Pero emplea esa misma razón para intentar comprender que aún es muy pronto para que recibas la iniciación. Vuelve cuando poseas un cumulo de experiencias terrenales. Entonces te concederé la iniciación. ¡Ay! Tratar con Ptahhotep no es tan sencillo como hacerlo con mi buena Menu. Ptahhotep es duro y mis fuerzas rebotan en él como flechas contra una muralla de piedra. Hago una profunda reverencia ante él y me retiro. Pero, una vez fuera, respondo desesperada y furiosa a las preguntas de Menu: Ptahhotep no me encuentra lo bastante madura; me siento furiosa en mi impotencia frente al tiempo, que se antepone en mi camino como un muro infranqueable, invencible como Ptahhotep mismo. Por la noche, no puedo dormir, y al día siguiente me siento intranquila y desdicha, camino de un lado a otro dentro de mi habitación, como los leones amaestrados y mansos en su leonera;: el nacimiento en el cuerpo había aturdido mi conciencia, y siempre me sentía envuelta por la más profundas tinieblas. Quiero ver con claridad, a pesar de estar encerrada en el cuerpo. Quiero saber, ¡quiero ser iniciada! ¿Por qué tengo que esperar? Si ahora el amor me es, también me será indiferente cuando sea iniciada, cuando sea omnisciente. Sé que el amor carnal es sólo un instrumento de la naturaleza, necesario para la procreación. ¿Por qué podría ser peligroso para mí el no haber pasado por esa experiencia? Mi inteligencia y mi conciencia me liberaran de ese peligro. No caeré en la trampa del amor, en la trampa de la naturaleza. Resistiré a esa tentación… Pienso en ello todo el día, y al caer la noche ya no puedo soportarlo. Cojo mi velo, Menu y yo volvemos a recorrer el camino de columnas al interior del templo y a Ptahhotep. Quiero decirle que no tengo miedo a esa tentación, que soy lo bastante fuerte para superarla. Ya puede iniciarme, no habrá ningún problema. ¡Ay, ciega! ¡Necia! Como si él no hubiese visto ya el futuro. Como si él no hubiese sabido ya que todo tenía que suceder así. Pero también Él tiene que cumplir la ley divina y contemplar pacientemente cómo me precipito hacia mi perdición; cómo primero tengo que caer en lo más profundo para luego poder levantarmepor mi propia fuerza. Él me acoge otra vez en su pequeño recibidor. Entro, me inclino, y digo, decidida: -Padre de mi alma, he intentado conformarme, pero no puedo. Mis ansias de saber son tan grandes me han vueltasuficientes a ti. No alcanzo a comprender por qué debo esperar, si estoyque segura que traído tengo de fuerzas para soportar las tentaciones del amor carnal. Soy lo bastante fuerte y tengo dominio de mi misma. Te ruego que me concedas la iniciación. Ptahhotep cierra sus brillantes ojos y permanece un largo rato inmóvil. Yo espero impaciente, pero también inmóvil, para no molestarlo. Ptahootep abre por fin los ojos. Se pone de pie, camina hacia mí, me coge las manos y dice: -Tres veces me has pedido la iniciación, a pesar de mis negativas, tres veces. La ley dice que cuando un miembro de la estirpe de los Hijos de Dios nos pide tres veces la iniciación, no podemos seguir negándosela. Es una señal que la iniciación es necesaria, constituya o no un peligro para él. Hablaré con tu padre corporal, convendré con él la fecha en que podremos empezar, para que así puedas cumplir con tus obligaciones incluso
durante el tiempo que dure la iniciación. Los otros neófitos por lo general pasan ese tiempo en el tiempo, pero contigo tendremos que hacer una excepción, ya que tienes que cumplir tus deberes de esposa del faraón. Ahora vete en paz. Me gustaría abrazarme a su cuello y agradecerle que me concediera la iniciación, peo quiero mostrarle que soy capaz de dominarme. Permanezco inmóvil, sólo mis ojos brillan de alegría. Ptahhotep me observa sonriendo y dice: -¡Aquello que has pensado hacer, ya lo has hecho, nunca lo olvides! -¡Ay, padre, si de todas maneras vas a tomarlo como un hecho, entonces lo haré realmente! –Y me arrojo a sus brazos y beso ambos lados de su rostro.--¡Te lo agradezco, gracias! ¡Es grandioso, voy a ser iniciada! ¡Iniciada! -Según veo, posees un gran dominio de ti misma –dice Ptahhotep. -Sólo ahora, padre –le contesto riendo--. ¡Sólo ahora! Además, no eres sólo el Sumo Sacerdote, sino también mi tío carnal y, como tal, puedo besarte, ¿o no? ¡Pero cuando reciba la iniciación ya verás con que seriedad y autocontrol me comportaré! -Sí, ya lo sé –dice Ptahhotep, abrazándome cariñosamente; después me acaricia otra vez los cabellos, me acompaña hasta la puerta y nos despedimos. Regreso al palacio bailando y brincando; Menu va conmigo. Soy infinitamente. Pero Menu no deja de llorar y sollozar desde que me oyó decir que recibiría la iniciación; como si se tratara de mi muerte. La alegría me impide ver su llanto; me siento como rodeada de sombras invisibles. Y cuando a la hora de ir a dormir Menu empieza a hablar otra vez de sus malos presentimientos, yo ya me siento harta. -Mira, Menu –le digo--, tú sabes que te querían separar de mí cumpliera dieciséis años y fuera presentado como esposa del faraón. Tú sabes que según las reglas yo debería rodearme de damas de la corte. Pero después de una ardua disputa con el faraón he conseguido que se te permita seguir conmigo y que las damas de la corte estén presentes sólo en mis apariciones públicas, en las fiestas y paseos, igual que antes. Pero si te comportas así voy a acabar por despedirte y por aceptar a las damas de la corte. Son mujeres muy aburridas, ¡pero al menos no se meten en mis asuntos privados! ¡Mi pobre Menu, mi pequeña y gorda Menu! Mis palabras le causan tal pavor que enseguida deja de llorar, se sienta en el suelo, al lado de mi cama y me observa muda, pero con tanto amor y con tanto miedo, preocupación y cuidado, que no puedo más que echar a-Tranquila, reír. La abrazo y digo: Menu, no voy a despedirte, yo te quiero. Tú has sido la única persona que me ama realmente de corazón y estarás siempre conmigo. ¡Tranquila, la iniciación no me causará ningún daño, sólo puede hacerme bien! ¡Ptahhotep cuidará de mí, él estará siempre conmigo! Antes de despedirse, menú aún dice: -Espero que la iniciación no te cause ningún mal, pero siempre tengo miedo cuando se ven los grandes rayos y se oyen los truenos que salen de las pirámides. Por suerte tú no tendrás nada que ver con aquello. -No, Menu, no tendré nada que ver con aquello; ahora vete ya a dormir. Menu se va. Pero yo me quedo despierta un rato más; pienso en su observación. ¿Rayos y truenos que salen de las pirámide? ¡Sí, así es!
Desde mi niñez he sabido que a veces salen rayos y truenos de las pirámide y que entonces llueve sobre el país. Era algo tan natural como la vida misma, nunca había pensado en ello. Pero ahora, cuando reciba la iniciación en el templo, probablemente también conoceré ese misterio. Poco a poco me quedo dormida, en estado de serena expectación.
LOS HIJOS DE DIOS Al día siguiente el faraón me manda llamar. Debo comparecer ante él en audiencia. El mayordomo viene a su debido tiempo y me conduce a mi padre. -Ven, hija –Dice mi padre--, quiero hacerte saber lo que he acordado con Ptahhotep con respecto a mi iniciación. -¿Ha estado él aquí? -No –dice mi padre y me observa interrogante. -¿Has ido tú a visitarlo? –sigo preguntando. -No, tampoco –responde otra vez y sonríe. -Padre –le digo--, siempre he querido preguntarte cómo puedes hablar con Ptahhotep, sí él no viene a verte ni tú vas a verlo a él. A menudo me ha parecido que me decías algo sobre Ptahhotep como si antes hubieras estado con él y hubierais mantenido una larga discusión. Pero sin embargo, no habías salido del palacio y tampoco el había venido a verte. ¿Cómo es eso posible, padre? Mi padre está ya acostumbrado a mis preguntas, lo está desde que yo era muy niña; ahora me contesta con la misma paciencia con que lo ha hecho siempre. -Tú tienes un espejo, y has visto su cabeza reflejada en ese espejo, ¿verdad? -Sí, padre, veo mi cabeza todos los días, cuando Menu me arregla el cabello. -¿Y qué has pensado al verla? –pregunta mi padre. -Que tengo el cráneo mucho más largo que el de los hijos de los hombres, en general. Pero también tú. Y Ptahhotep, y todos los de nuestra raza: los Hijos de Dios, como se nos llama, tienen la parte de atrás del cráneo bastante alargada. Se nota a pesar de los turbantes y los adornos de la cabeza son diferentes a las de los hijos de los hombres? -Mira, pequeña, para que puedas comprender muchas cosas que suceden aquí en la Tierra tienes primero que saber algo sobre la evolución de la Tierra. Como todos los cuerpos celestes del Universo y todas las criaturas que habitan en ellos, también la tierra está sometida a las leyes del cambio continuo las energías creadoras divinas irradian su luz desde la eterna fuente primigenia y, en forma de ondas circulares cada vez más extensas, penetran en el plano de la materia; o sea:de estas energías se forma materia. Este proceso alcanza el máximo grado posible al llegar a la ultramateria. Entonces se invierte de forma automática y la materia se convierte nuevamente en energía. ¡Pero eso dura eones! Las transformaciones que produce este proceso suceden continuamente, pero con tanta lentitud que una vida humana no basta para percibirlas. Pues si bien una de estas transformaciones es imperceptible durante los quizá miles de años que necesita para madurar, llega un momento en el cual, de pronto, este proceso se manifiesta. Ahora mismo estamos viviendo unos de esos momentos de transición en los cuales se pueden percibir las transformaciones. A estos fenómenos se debe que diversos pueblos de la Tierra cuyos miembros tienen el cráneo redondo sean dirigidos por gobernantes mucho más elevados espiritualmente y diferentes corporalmente. Una vez vivió en la Tierra una raza de seres muy diferentes a los de las distintas razas que habitan actualmente el planeta.Estos seres manifestaban siempre la Ley del
Espíritu y no la ley de la materia, como lo hacen las actuales razas humanas. Eran conscientes del plano divino y, manifestaban a Dios aquí, en la Tierra, sin caer en las cualidades del cuerpo: el egoísmo. La pureza divina de esta raza hacía que realmente fuera digna de ser llamada los Hijos de Dios. Toda la vida estaba basada en la espiritualidad, el amor y el desprendimiento. Deseos, instintos y pasiones carnales o eclipsaban el espíritu. Los miembros de esta raza elevada conocían todos los secretos de la naturaleza y, como también conocían perfectamente sus propias fuerzas y las mantenían bajo el dominio de su espíritu, eran capaces de dominar y dirigir la naturaleza mediante sus poderosas fuerzas. Su saber era ilimitado. No necesitaban trabajar físicamente para ganarse el pan, pues en lugar de bañar la Tierra con su sudor hacían trabajar a las fuerzas de la naturaleza Conocían todas las leyes naturales, los secretos de la materia y también los secretos de su propio ser y de las fuerzas del espíritu. Conocían también el secreto que permite transformar la energía en materia y, a la inversa, la materia en energía. Construyeron maquinarias y herramientas con las cuales podían almacenar, poner en movimiento y sacar provecho no sólo de todas las fuerzas de la naturaleza, sino también de sus propias fuerzas espirituales. Vivían en paz y felicidad, su raza dominaba una gran parte de la superficie de la Tierra. Pero ya en aquel entonces vivían otros seres, parecidos a los Hijos de Dios, pero dueños de un cuerpo mucho más material y situados en un nivel mucho más bajo de la escala evolutiva. Pobres de espíritu, su conciencia era idéntica a su cuerpo. Vivian en las selvas vírgenes, luchaban contra la naturaleza, contra los animales y entre sí. Eran los hombres primitivos. La raza de los hijos del hombre, a la que ves en nuestro país, es resultado del cruce de estas dos razas. Como ya te he dicho antes, el Universo está regido por la ley del movimiento y el cambio constantes. La Tierra se encuentra ahora en un período en que tiene lugar el proceso de materialización. Esto significa que la fuerza divina creadora se interna cada vez más profundo en la materia y el poder terrenal cae en manos de razas cada vez más materiales, que antes estaban subordinadas a otras razas más elevadas y espirituales. La raza elevada se extingue paulatinamente. Esta raza se retira del mundo material, refugiándose en lo espiritual y dejando sola a la humanidad durante un período –varios miles de años,y si lo medimos con las unidades de lavisible. Tierra—en el acuerdo cual la humanidad tiene que elevarse progresar por sí misma, sin un guía Así, de a la ley divina, esta raza animal-material–los hombres primitivos— se multiplicarán cada vez más y se harán cada vez más poderosos, hasta que llegue el momento de que asuman el dominio de la Tierra. Pero antes de abandonar la Tierra la raza elevada tiene inocular sus fuerzas espirituales en la raza inferior, para que así–siguiendo las leyes de las herencia--, después de un largo proceso de evolución, sea otra vez posible la elevación a partir de la materia. Así, muchos hijos de la raza divina asumen el sacrificio de tener descendencia con las hijas de los hombres primitivos. Este primer cruce de razas, y otros posteriores, hace que surjan los individuos más diversos y, paulatinamente, nuevas razas humanas. La unión divina de los Hijos de Dios y la poderosa fuerza física de las hijas del hombre da como resultado descendientes de signo muy variado. Gigantes del espíritu, por un lado, y gigantes del cuerpo gigantesco que, sin embargo, heredaron de sus madres un cerebro subdesarrollado,
primitivo. En estos, la fuerza creadora de sus padres ha actuado en el plano material y por ello han recibido cuerpos fuertes y poderosos. Gracias a su monstruosa fuerza física han sometido a los más débiles y los instintos animales de su naturaleza los han convertido en temidos tiranos. Pero también ha habido gigantes del espíritu, que no manifestaban la fuerza divina creadora en el cuerpo, sino en los centros más elevados del cerebro. Éstos recibieron la tarea de dirigir durante un tiempo más a las razas humanas inferiores, animales, aunque idénticas de cuerpo, así como las razas intermedias surgidas de los cruces posteriores; la tarea de introducirlas en la sabiduría, en las ciencias y artes, en la cultura superior, la tarea de instruirlas y de darles un buen ejemplo de amor universal divino, de desprendimiento y grandeza espiritual. Por eso es que actualmente hay países donde dominan la tiranía y las ansias de poder y otros donde, de momento, aún reinan la sabiduría y el amor. Pero esto desaparecerá poco a poco y la humanidad ya sólo sabrá de los grandes iniciados y de sus ciencias secretas a través de la tradición. Sin embargo, gracias a las leyes de la herencia, existe la posibilidad de que un Hijo de Dios nazca en un cuerpo humano para mostrar a la humanidad el camino por donde salir de las tinieblas y la desdicha. -Padre –pregunto--, ¿Es nuestro país de los Hijos de Dios? -No, pequeña. Aquel continente que una vez fue el país y el hogar de los Hijos de Dios fue totalmente destruido. Los descendientes de la raza divina fueron desapareciendo poco a poco; abandonaron su envoltura corporal y no volvieron a reencarnarse. Finalmente quedaron unos pocos, repartidos en diversos lugares de la Tierra, para entregar el dominio a los seres humanos, cada vez más poderosos. Pero de la mezcla de las dos razas surgieron individuos que heredaron tanto el saber mágico de sus padres como la actitud corporal, animal, egoísta, de sus madres. Éstos se introdujeron a hurtadillas en el templo. Gracias a su capacidad espiritual pudieron recibir la iniciación. Pero rebajaron su saber, convirtiéndolo en magia negra y utilizando egoístamente sus propias fuerzas y las fuerzas de la naturaleza, a las que dominaban con los instrumentos y máquinas del templo. Los Hijos de Dios que aún quedaban en aquel continente predijeron lo que sucedería. Sabían que esas fuerzas destruyen sin piedad a quien las invierte, utilizándolas egoísta y satánicamente en lugar de hacerlo de forma desinteresada y divina. Sabían que quien ejerce la magia negra corre hacia su propia destrucción a todos. Así, los últimos Hijos de Dios construyeron enormes que,y cerrados por todas partes,Luego eran llevaron impermeables incluso a aquellas fuerzas quebarcos penetran descomponen la materia. en secreto algunos de sus instrumentos a los barcos; llevaron a sus familias y animales domésticos, cerraron todas las aberturas y abandonaron aquel lugar, que sería destruido y asolado. Algunos navegaron hacia el norte, otros hacia el este, algunos hacia el sur y otros, navegando hacia el oeste, llegaron hasta aquí. Aquellos que practicaban la magia negra pronto perdieron el control sobre sus instrumentos. Eran ellos mismos quienes tenían que almacenar y dirigir hacia esos instrumentos las más elevadas fuerzas cósmicas divinas, pues la única fuente de estas fuerzas que existe sobre la Tierra es el hombre mismo. Pero mientras más egoísta se hacía el ser humano, más se transformaba la corriente de energía con que cargaban estos aparatos para poder seguir utilizándolos. Y, un día, cuando los Hijos de Dios ya se habían alejado lo bastante en sus barcos, sobrevino la catástrofe: sin querer, uno de aquellos
nigromantes dirigió hacia su propio cuerpo una fuerza que descompone la materia, esto es, la transforma en otro tipo de energía. Y una vez que este proceso se pone en marcha la materia transformada en energía se convierte en una fuerza devastadora que no cesa de actuar hasta que todo queda desmaterializado. Así fue como se destruyó todo aquel continente; y la destrucción hubiera continuado de ser porque ese mismo proceso devastador liberó nuevas energías que finalmente pudieron contener a las fuerzas de la descomposición. Todo aquel continente desmaterializado se transformó en una energía radiactiva que primero subió hasta el límite superior de la atmósfera terrestre y luego volvió a la Tierra, convertida en la forma primordial de toda materia. Tras posteriores transformaciones aquella gigantesca masa volvió a caer sobre la Tierra, en una interminable lluvia de aparentes agua, lodo y arena. Las aguas de los océanos se cerraron sobre el lugar donde habían caído estos cuerpos. Los continentes de los otros hemisferios se partieron en dos debido a la indescriptible conmoción, separándose paulatinamente unos de otros para restablecer el equilibrio del planeta; así ocuparon sus posiciones actuales. Parte del continente destruido yace ahora en nuestro país, en forma de un imponente desierto de arena, y existe el peligro de que el viento arrastre las dunas y sepulte franjas de tierra habitadas y fértiles. Los barcos de los Hijos de Dios estaban equipados con instrumentos que les permitían mantener la embarcación siempre equilibrada, en posición horizontal. Así fue como pudieron sobrevivir a la catástrofe natural y llegar a tierra fieme. Por todas partes, en los diferentes continentes donde desembarcaron, surgió una nueva cultura. Con su saber, su sabiduría y su amor se ganaron el corazón de los aborígenes. Se convirtieron en gobernantes. Se los veneraba como a dioses o semidioses. Antes que nada levantaron los edificios adecuados para guardar los instrumentos secretos, manteniéndolos aislados del mundo exterior y protegiendo así la energía de cualquier intromisión. A estos edificios los llamamos pirámides; existen en todos los lugares donde los Hijos de Dios llegaron con los instrumentos que habían salvado. He escuchado conmovida el relato de esos grandes acontecimientos. Vi con claridad todo aquello que hasta entonces no había comprendido. Pero aún había algo en lo que meditaba a menudo que seguía siendo un enigma para mí. Así que pregunté: -¿Cómo pudieron Hijos de Dios traer hasta aquí esos grandes bloques y colocarlos uno encima delos otro? -¿Recuerdas, hija mía, que dije que los Hijos de Dios no necesitaban trabajar con sus fuerzas físicas, pues hacían trabajar a las fuerzas de la naturaleza? Aún hoy poseemos algunos de aquellos instrumentos, con los que podemos neutralizar, o bien intensificar, la fuerza de gravedad; podemos dirigirla a nuestro antojo. Así, podemos hacer que la materia más pesada se convierta en ingrávida, o, a la inversa, podemos aumentar el peso de algo. Cuando hacemos que un gigantesco bloque de piedra pierda su peso, incluso un pequeño niño puede empujarlo o levantarlo hasta la altura que quiera, utilizando sólo el dedo meñique. Se han cargado barcos con bloques de piedra gigantescos como montañas sin que esto constituya un sobrepeso, pues los bloques han sido previamente irradiados durante un tiempo, convirtiéndoselos así en cuerpos ingrávidos. Todos los imponentes edificios de este país y de otras partes del mundo, todos esos grandiosos monumentos
que la fuerza humana nunca hubiera sido capaz de levantar, fueron construidos de esta manera por los Hijos de Dios. Allí, donde sea que llegaran los Hijos de Dios en sus barcos, creada una cultura elevada. En todos los lugares donde aún hoy gobiernan, conducen al ser humano hacia el amor desinteresado, haciendo el sacrificio de permanecer un tiempo más en este mundo para instruir a la gente y propagar las fuerzas espirituales. Antes el gobernarte, el faraón, era también el Sumo Sacerdote. Una sola persona el guía terrenal y espiritual del pueblo. Pero, más tarde, a medida que el país fue gobernado fue creciendo gracias a la cultura y la riqueza, los Hijos de Dios se repartieron las tareas y desde entonces uno de ellos está a cargo del gobiernoterrenal, mientras que otro, el mayor, la cabeza de la estirpe, cumple los deberes de guía espiritual. El faraón gobierna el país. El Sumo sacerdote cumple su deber en el templo, como guardián de todo tipo de saber. Puesto que todo saber proviene de la misma fuente, el Sumo sacerdote da en el templo la iniciación en las ciencias, la iniciación en las artes y, también, la gran iniciación en el “arte desprovisto de arte” del espíritu Bueno, ya sabes por qué la gente del pueblo tiene una cabeza de forma distinta a la de los Hijos de Dios, que aún hoy constituyen la familia gobernante. Nosotros, que poseemos estos cráneos alargado, utilizamos muy poco la razón,pues vivimos directamente la verdad, mirando hacia nuestro interior. Nuestra frente no es muy abultada, pues los centros del cerebro donde se sitúa la capacidad del pensamientos sólo están desarrollados para realizar las funciones indispensables, la percepción sensorial y la conciencia. Por el contrario, en la parte posterior del cráneo poseemos centros cerebrales plenamente desarrollados; son los instrumentos físicos de la manifestación del espíritu. Estos centros cerebrales nos permiten tener conciencia del plano divino y nos dan precisamente esas cualidades y características que nos diferencian de los hijos del hombre. Los seres humanos tienen conciencia de una vida en el tiempo y el espacio. Nosotros, aunque vivimos también en un cuerpo terrenal, disfrutamos de total libertad espiritual, estamos más allá del tiempo y el espacio. Con la fuerza de la conciencia divina, con la ayuda de estos centros cerebrales, podemos movernos libremente en el tiempo y en el espacio. Esto significa que si nos place podemos hacer que nuestra conciencia se remonte hacia el pasado o se remonte hacia el futuro. Y al hacerlo podemos vivir el pasado o el futuro como presente. Tampoco tenemos problemas de superar los obstáculos del espacio, de modo que podemos trasladarespacialmente nuestra conciencia a donde queramos. Y entonces no existe un “aquí”, ni un “allá”,¡sólo un estado de omnipresencia! Pues pasado y presente aquí y allá, son únicamente diferentes aspectos, diferentes proyecciones de una única realidad, el Ser eterno, omnipresente: ¡DIOS! Por tus venas fluye sangre de ambas razas. Has heredado características de nuestra raza, pero también de la raza intermedia, por parte de tu madre. Ahora empiezan a funcionar en ti los órganos superiores, por desgracia demasiado pronto para que hayas tenido tiempo de reunir experiencias terrenales, de dominar la parte humana de tu naturaleza´. Tu insatisfacción se debe a que te sientes encerrada en el tiempo y en el espacio, entre el pasado y el futuro, entre el aquí y el allá. El espíritu empieza a despertar en ti y desea su libertad divina. Has pedido tres veces la iniciación y la recibirás.
Aprenderás a controlar todos los órganos superiores que aún no están activados del todo en ti. Adquirirás también la capacidad de establecer contacto en el momento que lo desees con seres semejantes, y podrás intercambiar pensamientos con ellos. Esto nos permite encontrarnos en cualquier momento conmi hermano Ptahhotep y con todos los otros descendientes de la raza de los Hijos de Dios que aún viven en este mundo, e intercambiar ideas con ellos en una unidad total de conciencia, mucho mejor que sí conversáramos en el plano terrenal; esto es, con ayuda de la laringe, la lengua y las orejas. Podemos buscar a otro en nuestra conciencia en cualquier momento, pero notamos enseguida si ese otro está ocupado, si está concentrado en alguna otra cosa y si es así lo molestamos sólo si tenemos que comunicarle algo realmente importante. Si no se trata de algo importante nos retiramos. Comprenderás por qué está capacidad sólo puede estar en manos de seres completamente desinteresados. Si los egoístas hijos de los hombres fueran capaces de establecer este tipo de comunicación, causarían tal caos que todos estos órganos cerebrales, muy delicados, se hundirán en él. Es por lo general en las noches, cuando ya hemos cumplido con nuestras obligaciones cotidianas cuando ya hemos cumplido con nuestras obligaciones cotidianas, cuando emergemos el uno en la conciencia del otro y, en esta unidad, vemos cada uno los pensamientos del otro. Así nos reunimos al instante, lo cual demandaría mucho tiempo en el mundo tridimensional. Después de haber cumplido nuestras tareas terrenales pasamos con nuestra conciencias al estado dimensional de la omniconsciencia, para extraer nuevas energías de la eterna fuente primordial divina. En este estado, en la unidad primordial, somos uno con todos los seres vivientes, con el todo; somos uno con la vida misma, con el Ser eterno, es decir: con todas las manifestaciones del ser, también contigo, sólo las criaturas cuya conciencia aún viven en el mundo de tres dimensiones no se dan cuenta de esta unidad. Sin embargo, toso ser vivo despierta de su sueño con renovadas energías vitales sin importar que sepa o no que esas energías provienen de la fuente primordial divina. Vas a recibir la iniciación y con ello estarás empezando un largo camino. Tendrás que recorrer ese camino aquí, en la Tierra, incluso después de que nosotros, Ptahhotep y yo, hayamos abandonado el mundo material y permanezcamos en la esfera terrestre sólo en el espíritu. Ptahhotep y yo tenemos tareas distintas. Tu dirección mental y espiritual esta tushubieses manos. Pero túpaciencia. y yo estaremos siempre unidos en ylatambién tierra eterna. Habría mejorenque tenido Pero eres así, como eres, tu futuro y tu sido destino serán así. No debemos inmiscuirnos en eso. La fuerza que emana de la unidad te acompañara siempre, ayudándote a superar los momentos más difíciles. Como tienes la obligación de hacer el papel de esposa del faraón y, como tal, de estar a mi lado, no tendrás que vivir en el templo mientras dure la iniciación. Mañana iras al templo, allí recibirás clases y tareas, practicaras los ejercicios diariamente, con los demás neófitos, y volverás al palacio por la noche. En las ceremonias aparecerás junto a mí sólo el tiempo necesario para cumplir con tu deber. Así que ya puedes presentarte ante el Ptahhotep mañana por la mañana. Pero yo aún tenía otra pregunta, así que no me moví de mi lugar. Mi padre me miro inquisidor. -Padre–dije--, me has dicho que los Hijos de Dios eligieron esposas entre las hijas
de los hombres para sembrar la semilla de la fuerza espiritual. ¿Y las hijas de Dios no tomaron por esposos a los hijos de los hombres? Mi padre observa muy hondo dentro de mis ojos y dice: -Grábate bien mi respuesta. Si comprendes esta verdad quizá aún podamos dar otro rumbo al timón de tu destino: si echas una gota de vino tinto dentro de un vaso de vino blanco y, a la inversa, una gota de vino blanco en un vaso de vino tinto, el vino tinto sigue siendo tan tinto como antes, pero el vino blanco ya no es blanco, sino que es una mezcla de ambos. Si luego extraes una gota de vino tinto y blanco. ¿Entiendes lo que quiero decirte, pequeña? -Sí, padre, lo entiendo. Significa que la sangre de un Hijo de Dios de raza pura si engendra un niño con una hija de los hombres. Pero la sangre de una Hija de Dios de raza pura se convierte en sangre mestiza cuando se une con un hijo de los hombres. A partir de esa unión la mujer se convierte en una mestiza, como también sus hijos serían mestizos. -Ten presente esta verdad en todo momento de tu vida -dice mi padre; después se levanta, yo me inclino ante él, recibo su bendición y abandono la habitación llevando en mi corazón la unidad del espíritu.
AÑOS DE PREPARACIÓN Voy al templo acompañada por Menu. Cuantas veces tendré que recorrer en los próximos años este camino flanqueado por columnas que lleva del palacio al templo—¡cuántas veces!—, hasta que yo misma sea el camino y mis pies puedan llevarme por él incluso si cierro los ojos. Hoy será la primera vez que entre al templo como neófita. Precisamente porque quisiera darme prisa en llegar, me contengo y camino lenta, solemne. Quiero disfrutar y saborear hasta la última gota de la alegría del comienzo de mi iniciación. Estoy profundamente ensimismada. Encaro mis futuras obligaciones de iniciada consciente de todo aquello que mi padre me dijo ayer. En la entrada me aguarda el mismo neófito de siempre. Menu se despide. Primero se abraza a mi cuello, me besa y aprieta contrá su cuerpo, como si no fuéramos a vernos nunca más; luego se tranquilaza y hace una reverencia, guardando las apariencias. Yo la abrazo y siento que también mi madre me besa a través de la boca de Menu. El neófito me conduce hasta Ptahhotep--, quien se encuentra en su recibidor. ¡Cuántas veces –cuántas veces—estaré ante Él, cuántas veces sus ojos se posarán sobre mí, penetrándome con su paz, su seguridad y su fuerza! -Hija mía –empieza a decir Ptahhotep--, como ya te dije una vez, ser iniciado significa adquirir conciencia del nivel superior, divino. Pero para ello hace falta un largo adiestramiento corporal y una preparación espiritual. Primero hay que hacer que los nervios sean capaces de soportar esas elevadas vibraciones sin sufrir daños, sin morir. Adquirir conciencia de un determinado nivel quiere decir dirigir hacia el cuerpo, hacia los nervios y a través de los nervios las vibraciones correspondientes a ese nivel. El cuerpo desarrolla desde su nacimiento, es decir, desde que el “yo” habita en él, una capacidad de resistencia que se corresponde con el grado promedio de conciencia de un ser vivo oscila dentro de los limites de una octava de vibración, de acuerdo al estado de ánimo. Pero esta oscilación no debe sobrepasar los límites de elasticidad de los nervios, pues de lo contrario se producen enfermedades y daños más o menos graves, que incluso pueden llegar a causar la muerte. Las vibraciones propias de la energía vital creadora tienen un efecto mortal sobre cualquier criatura cuya conciencia no haya alcanzado ese nivel; quema sus nervios y sus centros nerviosos. Por eso la energía vital que emana su columna vertebral, donde tiene su asiento, es transformada por diversos centros nerviosos en una vibración inferior que se corresponda con el grado de conciencia de esa criatura; sólo esta corriente vital transformada es dirigida luego hacia el interior del cuerpo. Así, por ejemplo, los animales están animados por una vibración vital muy inferior a la que anima a los hombres primitivos, del mismo modo en que éstos, bestiales y egoístas, lo están por una energía vital inferior a la que anima a los seres humanos espiritualmente superiores. Si se dirijiera la energía vital de un ser humano hacia un animal o hacia un hombre inferior, las vibraciones de este ser humano más elevado lo matarían en el acto. La gran iniciación significa experimentar conscientemente la energía vital, la fuerza
creadora del Ser eterno, en cada una de las etapas de la evolución y, también, en su vibración srcinal, sin transformaciones; y esto, al mismo tiempo que se dirige esa energía hacia los propios nervios y cuerpo. Evidentemente, para ello hace falta poseer una adecuada capacidad de resistencia, que se obtiene mediante un concienzudo entrenamiento del cuerpo y de la mente. Es decir, que se debe aprender lenta y cuidadosamente a preparar, despertar y dominar los centros nerviosos correspondientes. Esta educación física y mental te será impartida primero por el director de la escuela de los neófitos, Mentuptah. Para los ejercicios de concentración contaras con la ayuda de Ima –y al decir esto Ptahhotep señala al neófito que me ha conducido desde la entrada--. Cuando hayas superado las pruebas preparatorias de Mentuptah y de Ima, recibirás algunas enseñanzas adicionales y yo mismo dirigiré tu iniciación. Ahora Ima te llevara a la escuela de neófitos y te mostrara todo lo necesario. Si durante un periodo de estudios deseas alguna vez conmigo siempre puedes pedirme una entrevista nocturna. Que Dios dirija tus pasos. Ptahhotep me da su bendición, yo hago una reverencia y salgo con Ima hacia la escuela de neófitos. Ima me lleva a una de las pequeñas celdas construidas en el muro del templo. Me alcanza un sencillo traje blanco de lino y un par de sandalias también muy sencillas y dice que esa celda me pertenece. Cuando salgo de la celda, vistiendo esa sencilla indumentaria en lugar de mi traje de seda y mis sandalias doradas, soy ya una neófita, tal como Ima. Luego me conduce a través del largo camino de columnas y atravesamos las grandes puertas del jardín del templo. Es un jardín magnifico, un prado rectangular y verde rodeado de palmeras me ofrece un estupendo campo de entrenamiento. Seguimos caminando y, tras la parte del jardín que semeja con el parque, allí donde se levantan las instalaciones de producción, los huertos de verduras y los frutales, veo a los neófitos entregados al trabajo. Todos llevan el mismo traje que yo, pero ninguno es tan joven. Ima me lleva a ver al director de la escuela de neófitos, Mentuptah. Es un hombre simpático, de ojos dulces y cariñosos. Los neófitos están divididos en grupos pequeños. Todos los grupos están bajo la dirección de Mentuptah, pero cada uno de los grupos es dirigido también por susesestudios, candidato a sacerdote. Ima dirige el grupo enunelneófito que yo ya meavanzado integraré.enIma un jovenun alto y delgado, pero fuerte. Ya cuando me condujo por primera vez a Ptahhotep sentí la gran pureza que irradiaba este joven. Él ya había aprobado casi todos los exámenes preparatorios y no estaba lejos el día en que recibiría la iniciación. Ima es candidato a sacerdote. Su figura no tiene el aspecto de la de un hombre, sino más bien a la de un ser andrógino, situado por encima de las diferencias sexuales. Parece tan asexuado como un arcángel. Irradia la fuerza de una espada toledana, sus hermosas facciones de ángel muestran todos los signos de una inteligencia y una capacidad de concentración colosales. Sobre sus cejas se curvan dos bultos muy marcados, señal de sabiduría. Su boca es hermosa, cargada de energía y, sin embargo, las comisuras de sus labios poseen un trazo suave y delicado que delata un tierno amor hacia toda criatura viviente. Lo amo desde el primer momento y confío plenamente en él, como un hermano muy querido. ¡Me alegro de que sea él quien va a
prepararme para las pruebas! Ima me presenta a los otros neófitos. Todos han elegido el sacerdocio como profesión, pero sólo llegaran a ser sacerdotes o sacerdotisas aquellos que superen todas las pruebas y reciban la iniciación. Hay muchos que nunca llegan a ser lo suficientemente maduros. Éstos, si así lo desean, pueden pasar toda su vida al servicio del templo. Son ellos quienes se encargan de las labores de producción en el huerto y cuidado de los animales del templo. Los neófitos que superan las pruebas preparatorias reciben nuevos trabajos y tareas, acordes al nivel que hayan alcanzado. Ima dirige un grupo en el que sólo se encuentran neófitos espiritualmente elevados; la mayoría desciende de los Hijos de Dios por el lado paterno, como yo. Se los reconoce desde lejos por la forma alargada de sus cráneos. Me uno a ellos. Me siento bien en la pureza de su atmósfera. Cada mañana, al salir el sol, debemos reunirnos en el jardín. Empezamos con algunos ejercicios físicos, ligados a una fuerte concentración. Practicamos diferentes posturas corporales y ejercicios respiratorios y, al tiempo que realizamos estos ejercicios, debemos dirigir la conciencia a diferentes partes del cuerpo. Tras largos y constantes ejercicios podemos adquirir conciencia de todo el cuerpo, mover, dirigir y dominar tanto las partes más pequeñas del cuerpo como todos los órganos internos. Con ello conseguimos que el cuerpo se convierta en una herramienta perfecta. Cuando terminamos los ejercicios físicos pasamos al gran salón donde educamos el ama y la mente. Estos ejercicios consisten en que Mentuptah nos dicta diferentes imágenes oníricas que nosotros debemos sentir tan interesante como si en realidad las estuviéramos viviendo. Estas imágenes oníricas hacen que evoquemos voluntariamente diferentes emociones que debemos aprender a dominar. En estos ejercicios, Mentuptah nos lleva a través de las divesas esferas de la Tierra y el mundo subterráneo, a través de los siete infiernos y los siete cielos, y nos enseña a conservar siempre la suficiente presencia del ánimo para incluso en las circunstancias más difíciles poder decidir en un instante que es lo que debemos hacer. Cuando ya dominamos perfectamente este tipo de ejercicios tenemos que dar un paso más: vivir los diferentes estados de ánimo el momento en que nosotros así lo decidamos, ya sin imágenes oníricas, y vivirlos tan intensamente como si existiera algún motivo que provocara.paso Tenemos empezar hacia estos el ejercicios en el estado negativo, y, los lentamente, a paso,que ir subiendo estado positivo más más elevado. Por ejemplo: empezamos a vivir la más profunda depresión, luego, poco apoco, subimos hasta la indiferencia, y seguimos elevándonos, hasta llegar a una alegría desmedida y, finalmente, alcanzar la mayor felicidad. Cuando, después de mucho tiempo, dominamos este ejercicio debemos practicar para cambiar más rápidamente de un estado anímico a otro, hasta ser capaces de poder vivir un estado anímico tras otro, cambiando de estado tan fácil y rápidamente como un músico puede sacar de su instrumento todos los sonidos, desde los tonos más graves hasta los más agudo. Luego, cuando dominamos bien todos los estados de ánimo y somos capaces de pasar fácilmente de la más oscura miseria a la mayor alegría, podemos subir un peldaño más: entonces debemos vivir estados de ánimo y somos capaces de pasar fácilmente de la más oscura miseria a la mayor alegría, podemos subir un peldaño más:
entonces debemos vivir estados de ánimos opuestos, sin un momento de transición. Por ejemplo: la mayor tristeza y, y sin transición, la mayor alegría; o: miedo, y, rápido como un rayo, cambiar a un valor seguro de sí mismo y seguir practicando este ejercicio de estados anímicos opuestos. Estos ejercicios sólo podemos realizarlos bajo la conducción de nuestro director. Representan un gran esfuerzo para los nervios. Pasa mucho tiempo hasta que podemos vivir todos los estados de anímicos como si las imágenes oníricas dictadas fueran acontecimientos externos. Aún más tiempo hace falta para que seamos de vivir toda la escala de estados anímicos, empezando por lo más bajo y subiendo hasta el grado más elevado. Sólo cuando nuestros nervios quedan en perfecta calma tras el ejercicio y pueden mantener esta serenidad durante todo el día, pasamos al ejercicios es no caer en manos de los acontecimientos externos ni de nuestra disposición anímica, sino ser capaces de determinar nuestro estado de ánimo y, en consecuencia, preservar nuestro equilibrio espiritual sean cuales fueren las circunstancias. Estamos en estado de vigilia interior y serenidad. El ser humano cree que siempre debe tener un motivo para estar alegre o ser feliz. El significado de los ejercicios con imágenes oníricas radica allí. En que imaginamos un motivo para poder pasar a tal o cual estado de ánimo. Así, pues, los ejercicios con imágenes oníricas están dominados por el motivo mismo. Como no tenemos un motivo propio, debemos imaginar un motivo. Luego viene el siguiente paso: experimentar un estado sin tener ningún motivo, sin un dictado de imágenes oníricas que evoquen este o aquel estado anímico. Después de un largo periodo de práctica, cuando uno ya domina a la perfección estos ejercicios, se descubre que siempre había imaginado únicamente tener un motivo por el cual estar “triste” o “alegre”, “deprimido” o “feliz”, etc. Esto s ejercicios nos dan plena convicción de que los más diversos acontecimientosno producen ningún efecto sobre nosotros. Descubrimos que todo estado de conciencia proviene de nosotros mismos, surge siempre de nuestro interior.Ante un mismo suceso una persona puede echarse a reír, otra ponerse a llorar, una tercera puede permanecer totalmente indiferente, porque cada individuo proyecta hacia el exterior su propia actitud, y es esta actitud interior la que nos suscita emociones, no los acontecimientos externos en sí. Como resultado final, el aprendiz debe adquirir la capacidad de mantener bajo toda circunstancia perfecto de ánimo, sin caer nunca fuera de éste. Además, estos ejercicios nos el hacen ver y estado comprender que todo lo que sucede sobre la Tierra no es más que una imagen onírica perecedera, proyectada en el tiempo y el espacio por nosotros mismos. Debemos tomar en cuenta lo que sucede en este mundo únicamente en tanto contribuye a acrecentar nuestra experiencia. ¡Pero hace falta muchísimo tiempo para alcanzar ese nivel! Uno debe someterse constantemente a la más aguda auto observación, no puede descuidarse ni un instante, sino que debe permanecer siempre consciente, siempre despierto, analizando cada sentimiento, cada pensamiento, viendo de qué nivel del yo proceden éstos. ¡Y eso no se consigue de la noche a la mañana! Paralelamente a este largo adiestramiento anímico realizamos ejercicios de concentración puramente espirituales. Hago estos ejercicios bajo la dirección de Ima. Una vez terminados los ejercicios que se realizan en grupos, Ima me lleva a un rincón del jardín
y me explica qué es lo que significa concentración no puedo permitir que los pensamientos divaguen dentro de mí sin ningún orden, sino que debo ordenarme a mí misma, pensar en un determinado asunto, elegido de antemano. Debo dirigir todos mis pensamientos hacia un mismo punto, darles una dirección centrípeta en lugar de una centrifuga. Ima me da una frase como tema de concentración. Si consigo concentrarme debo hacérselo saber. Ahora me deja sola. La frase dice: “yo manifiesto siempre la divinidad” Me siento y empiezo a concentrarme en esa frase dentro de mí: “Yo manifiesto siempre lo divino”, una vez, dos veces, diez, cien veces… no pienso en otra cosa: “yo manifiesto siempre lo divino… Yo manifiesto siempre lo divino… yo manifiesto siempre lo divino…” Una hora después voy al encuentro de Ima y le digo: -No puedo concentrarme en la frase. Es imposible -¿Imposible? –pregunta él--. ¿Por qué habría de ser imposible? -Como tú dices, concentración significa dirigir todas las fuerzas, todos los pensamientos, hacia un punto, dirigir, concentrar y mantener en un único punto todas las fuerzas de la razón, de la conciencia. Pero si me concentro en una frase no puedo llevar todas las fuerzas de mi conciencia hacia un único punto.Una frase está formada por varias palabras. Estas palabras se suceden tanto temporal como espacialmente. ¡No puedo pensar en esas palabras reuniendo a todas al mismo tiempo en el mismo punto, sólo puedo hacerlo en el tiempo y en el espacio, pensando una palabra tras otra! Y cuando termino de pensar la frase tengo que volver a saltar al principio y empezar a pensarla de nuevo desde el principio. Una concentración así es imposible. Pues o doy saltos en zigzag de aquí para allá, del final al principio. Yo manifiesto siempre la divinidad
Yo manifiesto siempre la divinidad
Yo
manifiesto siempre la divinidad
O, si me represento la frase en forma circular, la concentracion se convierte en un dar vueltas alrededor del círculo:
¡Pero eso no es concentración! Ima me escucha atentamente, luego dice muy contento: -¡Has hecho muy bien el ejercicio! Has descubierto que es imposible concentrarse en palabras. Que finalmente imaginaras la frase en forma circular ha sido un esfuerzo en la dirección correcta. Pero aunque comprimas aún más las palabras, éstas siempre formarán un círculo cuyo centro nunca podrás alcanzar. Has experimentado cómo las palabras ejercen una fuerza contraria a tu fuerza de concentración, haciendo que no puedas comprimirlas en un solo punto central. Esta misma fuerza de resistencia la utilizamos nosotros el construir un puente. Si se construye un arco con piedras, así como tú has construido un círculo con palabras, el puente no se cae al agua, pues las piedras ejercen presión unas sobre otras y el material no cede ante esta presión. Gracias a la fuerza de resistencia, las piedras mantienen unido todo el puente. Pero si tu concentración quiere alcanzar el punto central, entonces la sucede fuerza de resistencia es un obstáculo la palabra. concentración es imposible. Lo mismo si intentas concentrarte en unaysola Pues una palabra está formada por letras y éstas tampoco pueden ser comprimidas en un solo punto. -Entonces, ¿Qué debo hacer? -Como siguiente ejercicio, intenta concentrarte en una sola letra, digamos en la letra O –dice Ima y me deja sola. Lo intento. Vuelvo a sentarme sobre el césped y me concentro en la O… Digo para mí: O, O, O, O, O…, y no pienso en nada más que en O, O, O, OOOOOO…, y de pronto me llevo una gran sorpresa… Corro hacia Ima y le digo riendo: -Ya está. -Bien –dice él--, ¿qué has conseguido? -Que la O se convierta de pronto en un tubo; en un largo túnel en forma de O,
dentro del cual avanzo y avanzo. ¡Pero eso tampoco es una concentración perfecta! -Bien –dice Ima--, ya has llegado a la cuarta dimensión. Ahora retoma la frase “Yo manifiesto siempre la divinidad” e intenta otra vez concentrarme en ella. ¿Cómo resolverías ahora el problema? -¿Qué debo hacer? –pregunto. -¿Qué deberías hacer? –Ima me devuelve la pregunta. Pienso un momento y digo: -Las palabras son la vestimenta, la apariencia material del sentido. Si quiero alcanzar el punto central debo prescindir de las palabras, que son un obstáculo, y concentrarme sólo en elsentido de la frase; sin palabras, sin forma. ¿Me equivoco? Ima sonríe y dice: Ya veremos qué consigues con eso. Ve a intentarlo y después vuelve. Voy y me concentro en el sentido de la frase: “Yo manifiesto siempre la divinidad...” Sólo en el sentido… Después voy a ver a Ima. Él acaba de terminar una conversación con otro neófito. Cuando advierte que lo estoy esperando me mira risueño, como si ya supiera qué he conseguido con mi concentración. -¿Y bien? –pregunta. -¡Ima, es extraordinario! Al querer concentrarme únicamente en el sentido de la frase no pude seguir pensando en ella, sino que todo el proceso interior se traslado a la cabeza a mi pecho, no pude seguirpensando en el sentido de la frase… ¡sino que lo sentí, lo viví! En el instante en que me deshago de las palabras y me concentro en el sentido de la frase, ¡me convierto yo misma en ese sentido! Pero entonces la frase tiene que transformarse, ya no dice: “Yo manifiesto siempre la divinidad”, sino se transforma y, más acertadamente, dice: “Yo soy la divinidad, que se manifiesta siempre” Mientras estoy hablando, Ima me observa y sonríe con creciente alegría. -Te has concentrado muy bien. ¡Muy bien! Has descubierto que la concentración no puede ser un estado duradero, sino sóloun paso entre el mundo proyectado y el Ser. Cuando concentras tus pensamientos en algo no puedes permanecer en los pensamientos pues la concentraciónte devuelve hacia ti misma, y tú te conviertes en aquello en lo que te encuentras. ¡Mediante la concentración el pensamiento pasa a ser un estado de existencia! Los pensamientos sujeto que piensa se hacetema idéntico a lo pensado. significa proyectarcesan hacia yelelexterior un determinado mediante la razón,Pensar como algo un espejo; esto es,salir fuera de uno. La concentración hace que lo proyectado vuelva al interior; lo pensado se hace otra vez idéntico al pensador, auno mismo. Los dos factores vuelven a unirse en una perfecta unidad. ¡Lo creado vuelve al creador! Sigue practicando, veras este proceso cada vez con mayor claridad. Te daré un nuevo ejercicio. Siéntate bajo esta palmera. Concéntrate en ella. –Dice esto y se marcha. Vuelvo a sentarme y observo la palmera. No pienso en nada más que en ese árbol. Pasan las horas y anochece. Debo volver a casa. Menu me está esperando fuera, vamos juntas a casa. A la mañana siguiente estoy otra vez en el jardín del templo, y una vez terminados los ejercicios en grupo vuelvo asentarme bajo la palmera y a concentrarme en ella. Cuando empecé este ejercicio me molestaban muchos pensamientos extraños.
Recordaba de pronto lo que Menu me había dicho la noche anterior; veía un pájaro cantando entre las ramas, o un mosquito me zumbaba en la oreja, o después me recordaba la desvergüenza del tesorero, RooKha, y me irritaba pero espantaba todos los pensamientos extraños que aparecían en mi cabeza y me concentraba sólo en la palmera. Ahora me va mejor. Los pensamientos ya no pueden alcanzarme ni realmente molestarme. Antes estaba aúnen el mundo de los pensamientos, entre los pensamientos. Los pensamientos podían llevarme de un lado a otro. Pero yo no me dejaba llevar. Me mantenía firme allí, en la palmera, y sin darme cuenta, poco a poco, fui resbalando; fui cayendo dentro de mí, donde los pensamientos no me pueden seguir y molestar. Todavía aparece, de tanto en tanto, un pensamiento que pasa por mi mente como un fatigado caminante. Pero ahora observo desde un lugar seguro ese pensamiento aislado y cansado; me concentro sólo en la palmera… pienso en la palmera… poco apoco la palmera llena todo mi ser… Transcurren días, quizá semanas; no sé cuánto tiempo. Ya no sé nada del mundo exterior, pues toda mi atención está concentrada exclusivamente sobre la palmera. Entonces, de repente, tengo la extraña sensación de que ya no contemplo el árbol desde fuera, sino desde adentro… Es cierto que los ojos de mi cuerpo perciben la forma exterior de la palmera, pero comienzo a ver cada vez con mayor intensidad elser interior,el principio vivo, creador, de la palmera;comienzo a vivir, a SER ese principio! Y llega un momento en que de pronto tomo conciencia de que la palmera ya no se encuentra fuera de mí… Yo tenía una idea equivocada…La palmera está en mí y yo estoy en ella… ¡Yo soy la palmera! No sé cuánto tiempo permanezco ensimismada. Ni siquiera sé qué significa tiempo. “Allí”, en aquel estado, ese concepto es desconocido. Tampoco puedo explicar que es este “allí”. Pero una fuerza me devuelve a mi conciencia personal y advierto que Ima está de pie frente a mí. Mis ojos se topan con su dulce mirada. Se sienta a mi lado, en el mullido césped, y espera pacientemente que yo vuelva en mí; después me observa interrogante. Intento hablar, pero de momento no lo consigo. Hablar parece haberse convertido en algo superfluo. Finalmente mi actividad despierta, mi voluntad vuelve a funcionar. Los nervios de mi laringe ponen en movimiento mis cuerdas vocales y ya puedo producir sonidos. -Oh, Ima –digo despacio, muy seriaque y sorprendida propia voz--, heque sidohasta la palmera; o, mejor dicho, ¡he descubierto siempre he por sidomi la palmera! ¡Sólo ahora nunca había sido consciente de esto! Ima asiente con un movimiento de su bella cabeza de ángel y dice, radiante de alegría: -¡Estás haciendo progresos maravillosos! Estoy tan contento… ¡Tan contento! Adelantas más que nadie en tan poco tiempo. Si superas tan rápidamente las demás pruebas preparatorias, pronto serás lo bastante madura para recibir la iniciación. Nos observamos el uno al otro , alegres y en silencio. Cuando veo de sus ojos. Siento con más fuerza aún qué ser tan puro es Ima y qué poderosa es la fuerza que emana de él. Donde sea que él se encuentra, el aire es siempre más puro. Luego me tiende la mano y nos ponemos de pie. Debo ir a casa.
Estoy ya acostada cuando Menu se sienta en el suelo, al lado de mi cama, y pregunta: -¿Qué haces en el templo? -Hacemos ejercicios. -Cuéntame, ¿Qué tipo de ejercicios? -Bueno, mi último ejercicio consistía en que tenía que pensar tanto en una palmera, ¡que acabe descubriendo que yo misma era la palmera! –le respondo muy seria. Menu me mira asustada: -¿Qué descubriste? ¿Qué es lo que eres? –pregunta al tiempo que me echa una mirada inquisidora. -La palmera –respondo -¿Qué tú eres la palmera? – me pregunta, con los ojos muy abiertos. -Sí, Menu, sí, pero ahora déjame tranquila, quiero dormir. Menu se echa a reír, se revuelca en el suelo y las lágrimas corren por sus mejillas: -¡Ja, ja, ja! ¿Tú eres una palmera? ¿Dónde está tu tronco, dónde están tus hojas? ¡Ja, ja, ja! ¿No eres entonces una muchachita? ¡Ja, ja, ja! Ofendida, me siento sobre la cama y digo, tan dignamente como puedo: -Has de saber que no soy una muchachita, sino la sucesora de la Reina; soy la esposa del Faraón, ¿lo entiendes? ; y si te ríes de mis ejercicios no volveré a contarte nada Entonces Menu se pone a llorar, llena mis manos de besos y dice entre lágrimas -¿No te había dicho que la iniciación es peligrosa? Terminarán embrujándote y convirtiéndote realmente en una palmera. Ya hablas muy raro. Ten cuidado, te lo ruego… ¡Ten cuidado! ¡Sería bueno que el Faraón lo supiera!–Y se marcha preocupada, enjugando sus lágrimas. Me quedo sola, con una sensación desagradable. Siento que no he debido hablar con Menu acerca de mis experiencias más profundas y sagradas. Al día siguiente Ptahhotep me manda llamar. Debo presentarme ante él por la noche. Está sentado en el lugar habitual, en el pequeño recibidor. Su mirada es profunda como la bóveda celeste. Lo sabe todo. -Acércate, pequeña mía – dice de forma amistosa. Me acerco a él llena de confianza. Ptahhotep toma mis manos en las suyas y pregunta, sonriendo: -¿Sabes cuál próxima? -Sí, padre, lo es sé tu –respondo -¿Cuál? -Callar – contesto, también sonriendo y consciente de mi culpa, pero miro sus ojos con confianza, pues sé que él no me juzga. Ptahhotep asiente, nos comprendemos el uno al otro. No necesito disculparme. Él me conoce mejor que yo misma y sabe bien que no ha sido por mala voluntad por lo que he hablado de cosas sagradas con Menu, quien no es lo bastante madura para comprender vivencias espirituales. Observo los ojos de Ptahhotep…, él me ve con todas mis imperfecciones, pero también ve mi decisión: aprender a callar en lo futuro. Luego acaricia mis cabellos: hago una reverencia y me voy. ¡Ay! Cuantas veces tendré que estar aún ante él y reconocer que mi lengua a actuado antes que mi mente, que otra vez no he sido capaz de resistir a la fuerza que
impele el hombre al hablar de sí mismo. Pero con el tiempo aprendo a estar “alerta” ante esta fuerza. Como a mis leones adiestrados, tampoco a la fuerza que me impele a comunicarme debo perderla de vista y mediante esta constante autoobservación voy adquiriendo poco a poco la costumbre de escucharme a mí misma antes de hablar, de ver si puedo hablar o no. Poco a poco voy aprendiendo a abrir la boca sólo cuando tengo algo que decir. Y reconozco dos seres dentro de mí: un “yo! Personal al que le gusta estar siempre char lando, sin control, sólo por el impulso de hablar para atraer hacia mi persona la atención de los demás y, en un segundo plano de mi conciencia, el “Yo” superior, que mantiene a raya a ese “yo” personal y le ordena cuándo y qué debe hacer o decir y cuándo debe callar y mantenerse pasivo. Se debe prestar atención y obedecer a los mandatos de este Yo superior. Pues sóloescucharlos: ¡eso lo hace cualquiera! Durante este tiempo, Ima me da nuevos ejercicios de concentración, que ejecuto cada día, una vez acabados los ejercicios en grupo. Ima y yo estamos otra vez sentados en mi rincón favorito en el jardín del templo y él me explica: -Ya sabes por experiencia propia qué es la concentración; pero, si durante la concentración te observas a ti misma, te darás cuenta de que al concentrarte atraviesas tres etapas: una etapaintelectual, otra sensorial y una terceraespiritual. Toda concentración comienza con una etapa intelectual. Diriges tus pensamientos hacia el objeto de tu concentración y piensas qué es ese algo en él que te estás concentrando. En esta etapa trabajas con la razón, porque quieres aclarar tus pensamientos y buscas una definición satisfactoria que exprese total e inequívocamente el objeto de tu concentración. Una vez que encuentras esta definición, el trabajo intelectual termina, pues entonces ya sabes qué es ese algo en el que estas concentrándote. No hace falta que sigas reflexionando, pues cuando ya sesabe qué es algo no se sigue pensando en ello. El pensamiento es el puente que lleva de la ignorancia a la sabiduría. Si supiéramos todo, como Dios, no necesitaríamos el pensamiento. Dios es omnisciente, Él es el saber mismo, su conocimiento es perfecto como un círculo. ¿Para qué tendría que pensar,Él, que todo lo sabe? El pensamiento lo necesitan sólo aquellos que aún deben completar sus conocimientos. Este trabajo de ampliar el conocimiento radica precisamente en el pensar. Cuando adquieres conocimiento pleno de dellaobjeto en el que te concentras, pasas del pensar al sentir. Ésta es la segunda etapa concentración. Mediante la red nerviosa, tu conciencia proyecta hacia el exterior todas las características del objeto percibidas por tus sentidos; dejas de pensar en el objeto de tu concentración y empiezas saentirlo. ¡Percibes, sientes en cada gota de tu sangre qué y cómo es ese algo en el que te concentras! Una vez que has visto plenamente el objeto de tu concentración tanto con el pensamiento como con los sentidos, pasas a la tercera etapa, la concentración espiritual. Esto significa que en tu conciencia te haces idéntica a ese algo en el que estás concentrada: ¡tú eres ese algo! ¡A esto lo llamamos estado esencial! En ese estado ya no necesitas pensar ni sentir ese algo, pues tú misma te has convertido en ello. ¡En ese estado todos tus pensamientos, palabras, actos, son manifestaciones de ese objeto en el que te has concentrado!
Ya has experimentado esto con la palmera, pero cuando lo hiciste aún no tenías practica, de modo que no podías observarte a ti misma y tener conciencia de las tres etapas. Tomemos otro ejemplo. Digamos que estás sentada a la orilla de un río y te concentras en el agua. Primero piensas qué es el agua. Piensas que el agua es un líquido que resulta de la unión de dos gases, incluso puedes medir la temperatura del agua y saber que a cero grado se congela, puedes determinar el color y todas las demás características del agua.Eso es concentración intelectual. Después te levantas y te metes al agua. Ahora sientes qué y cómo es el agua. Ahora sientes qué y cómo es el agua. Sientes en tu propia carne que es el agua es líquida, pues fluye alrededor de tu cuerpo; sientes también su temperatura, ya no necesitas medirla, pues sientes directamente si es fría o caliente. Puedes chapotear, tocar las gotas o las olas con la mano, percibes sensorialmente todas las características del agua. Eso es concentración sensorial. Pero de pronto dejas de ser una criatura separada del agua;ahora te fundes con el agua, ya no tienes tu cuerpo humano, te has convertido en humano, te has convertido en agua. Ya no necesitaspensar en el agua y sus diferentes características, ya tampoco hace falta que sientas qué y cómo es el agua, sino que ahora tú misma eres agua. ¡La concentración perfecta estriba enhacerse uno con el objeto de la concentración! Todas las demás etapas de la concentración presuponen unadiferenciación. Únicamente el estado esencial constituye una perfecta unidad y, por consiguiente, un perfecto entendimiento y un conocimiento absoluto, conseguido desde unaperspectiva interior.Ciertamente, tu cuerpo no puede convertirse en agua, pero en tu conciencia puedes vivir esta experiencia plenamente Observa a la gente. Hay algunos que están siempre hablando de amor y de bondad, llevan en sus rostros una sonrisa dulce y encantadora y aprovechan cualquier oportunidad para hacer ver que son “simpáticos” y “buenos”. ¡Pero sólo exteriormente! Llevan la máscara del amor; pero cuando llega el momento de actuar los delata su egoísmo, pues ellos son el egoísmo. Otros, por el contrario, nunca hablan de bondad y ni siquiera piensan que quieren ser “buenos” y, sin embargo, todo lo que piensan, dicen y hacen emana de la bondad, ¡pues ellos son la bondad misma! No se piensa en aquello que uno mismo es, ni tampoco se siente, porque lo que es; se habla lo es: que¡es uno sino que todo que uno dice, piensa y haceuno es es expresión de no aquello quede uno la es, manifestación dellopropio ser! Ahora te toca realizar la tarea más difícil de todas: ¡Concentrarteen ti misma! Primero piensa qué eres, después siéntelo y, finalmente, ¡sé lo que eres! Para que tengas conciencia aquí, en este mundo, has tenido que abandonar tu autentico SER y caer dentro de tus pensamientos y sensaciones. Sólo has pensado y sentido lo que eres, ¡pero nunca has podido ser lo que eres! Observa a la gente y te darás cuenta de que las personasno son como realmente son, sino que siempre se identifican con pensamientos, sentimientos y papeles. Que desempeñan aquí en la Tierra. Han caído de sí mismos, son seres hechos solo de apariencias. Únicamente en los ojos de los niños pequeños se puede reconocer el brillo, la luz del auténtico Ser.Con el despertar de la razón, el niño comienza a identificarse con su persona exterior, se aleja de su esencia verdadera, divina. Para esta esencia divina la persona física es sólo una máscara desde la cual observa
el verdadero Yo: el graninvisible. La persona física no debe ser más que un medio para la manifestación del Yo. Pero la gente está tan unida a esta mascara que ya no puede desembarazarse de ella. El verdadero Yo es el señor, el rey, y la persona física es solo un sirviente. Pero los hijos de los hombres abandonan su Yo, y, bajando del trono, se identifican con su máscara, con su persona física; hacen rey al sirviente y se separan de su propio y verdadero ser. Arrojan a su Yo superior al exilio delinconsciente. La razón es la culpable de esta escisión, pero también la razón ayuda a salir de este estado, mediante ejercicios de concentración y adquisición de conciencia. Hasta ahora te has estado concentrando en diferentes objetos. De ahora en adelante tu única tarea será concentrarte enti misma, atravesando las tres etapas, hasta llegar al estado esencial con tu propio Yo. Debes alcanzar ese estado que sólo puede expresarse en primera persona del singular: “Yo soy el que soy”. Presta atención: no basta con que pienses y sientas lo que eres, ¡sino que tienes que ser lo que eres dentro de tu verdadero ser! Ésa es la tarea de concentración que tendrás hasta el día de tu iniciación. Y así empieza una larga etapa de mi vida, dedicada a dos cosas:ser mi verdadero ser y saber callar. .
EL ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL Una noche, cuando ya domino bastante el arte de callar, comparezco otra vez ante Ptahhotep Él pregunta: -¿Con qué te has topado en tu lucha contra la dificultad de guardar silencio? ¿Has aprendido sólo a dominar el callar? -No, padre, eso hubiera sido simplemente imposible. Durante mi lucha con el callar he tenido también que luchar contra elhablar. En la medida en que aprendía a dominar el arte de callar, aprendía también el arte de hablar. Puescallar significa no hablar, y hablar significa no callar. No podía separar estas dos cosas. He descubierto que así como una moneda tiene dos caras y sin embargo constituye una unidad, también los gemelos callar y hablar son las dos caras de una misma unidad. -Correcto –dice Ptahhotep, luego se levanta y me conduce a uno de los grandes sillares blancos de que están formadas las paredes de la habitación. Señala la superficie lisa y blanca de la piedra y pregunta--: ¿Qué ves sobre esta superficie blanca? -Nada –respondo. -¿Y qué puedo dibujar en ella? -Todo. -Entonces –dice Ptahhotep--, esta Nada contiene dentro de sí al todo. En este estad o, ambos, Nada y Todo, forman una unidad perfecta. Algo que forma parte de la Unidad sólo se hace reconocible cuando se separa de esta Unidad, se aísla y deja de pertenecer a la Unidad. Observa: ahora dibujo sobre esta superficie una hoja de trébol de color verde. Esta hoja de trébol ya se encontraba antes allí, en la superficie de la piedra, pero no pudiste reconocerla, pues la forma positiva de la hoja y la naturaleza negativa del fondo aún descansaban una dentro de otra. Eran perfectamente idénticas. La forma de la hoja de trébol aún no se había separado del Todo contenido en estaNada. Ahora, al parecer en color verde, la hoja de trébol se separa del Todo y se hace reconocible. Considera ahora algo muy importante: si la hoja aparece sobre esta superficie blanca en un color verde, eso quiere decir que ha dejado en el Todo su imagen invisible en negativo, o sea su forma en el color complementario, en este caso elrojo. Aprende esto: ¡cualquier cosa que veas es perceptible sólo porque se ha separado de su mitad complementaria, y ésta se ha quedado oculta en lo invisible, en estado no manifiesto! Sólo se conoce algo mediante la comparación de sus dos caras separadas: la positiva y la negativa. Mientras estas dos caras descansan una dentro de otra, fundidas en una unidad, no puedes percibir nada, no puedes reconocer nada. !Observa el mundo visible! Es perceptible únicamente porque se ha separado de aquella Unidad donde la Nada y el Todo descansan uno de otro, es decir la Unidad
absoluta a la que llamamos Dios. La creación sólo es perceptible porque lo negativo aparece separado de lo positivo, de modo que podemos compararlos entre sí. ¡No existe conocimiento si la unidad no se divide en dos mitades: una manifestada y otra, su reflejo, no manifestada, de modo que ambas se hagan perceptibles mediante la comparación! Ahora sígueme. Ptahhotep me conduce a otra habitación, donde una pequeña figura se yergue sobre una gran mesa del lado de la pared blanca. Luego coloca una lamparilla a cada lado de la figura, de modo que ésta proyectada una sombra hacia la derecha y otra hacia la izquierda. Después Ptahhotep coge un disco rojo transparente y lo sostiene ante la lamparilla de la derecha aparece una sombraroja, ¡y en la de la izquierda una sombra de colorverde! -¿Por qué sucede eso, padre de mi alma? –pregunto sorprendida. -Piensa un poco y tú misma encontrarás la respuesta–dice Ptahhotep. Permanezco un instante en silencio y me concentro, hasta que veo la respuesta. Después explico: -La figura retiene el color rojo de la luz, ahora roja, haciendo que sólo el color complementario aparezca en la pared. De ahí la sombra verde proyectada al otro lado. Por el contrario, la figura retiene toda la luz de la otra lámpara, y por eso la sombra parece ser roja en este lado de la pared. -Muy bien –dice Ptahhotep--, como ves, dos colores no pueden existir el uno sin el otro, del mismo modo como el callar no puede existir sin el hablar. Siempre que manifiestas algo en el mundo del conocimiento, la parte complementaria se encuentra en lo no manifestado. Cuando hablas, el lado negativo del hablar, el callar, se encuentra en lo no manifestado. Y cuando callas, el lado positivo del callar, el hablar, se encuentra en lo no manifestado. Cuando surge una montaña, un valle debe surgir como su imagen negativa. ¿Cómo sería posible una montaña si no existiera un valle, un valle si no existiera una montaña? ¡Nunca algo se puede manifestar, se puede hacer perceptible, sin que al mismo tiempo lo opuesto, lo complementario, esté presente en lo manifestado! Cuando algo positivo se manifiesta, su negativo se encuentra no manifestado; cuando lo negativo se manifiesta lo positivo permanece no manifestado. Donde algo aparece, debe estar también su parte complementaria, aunque sea sólo en un estado no manifestado. El hecho de ser complementarios losseparación ata el unoes al sólo otroaparente, eternamente. Así, pues, la pues las dos mitades complementarias, aunque separadas y escindidas de la Unidad, del Todo, no se alejan ni pueden abandonar la una a la otra. Por consiguiente, laUnidad inseparable, divina, se manifiesta siempre y en todas partes, pues incluso en esta separación aparente continúa actuando como la omnipresente fuerza de atracción establecida entre lo positivo y lo negativo. Ambos, positivo y negativo, se esfuerzan por volver a su estado srcinal, launidad divina. Aunque algo aparezca en el mundo visible, ese algo no puede sin embargo escindirse por completo de la Unidad divina. A esa fuerza que habita en todo lo existente, atrayendo todo hacia la unidad, la llamamos Dios. La creación, el mundo perceptible, es como un árbol: a la derecha tiene frutas positivas-buenas y a la izquierda frutas negativas-malas. Pero ambos lados nacen del mismo tronco, de la misma unidad.
Es sólo por esta escisión que el bien y el mal surgen de la unidad, que no es ni buena ni mala. Sino divina. Sólo por esta escisión es posible el conocimiento. En consecuencia, el mundo cognoscible está compuesto de cosas buenas y malas, pues de lo contrario no sería cognoscible, ni siquiera sería posible. !Toda la creación es el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal! Pero el creador,Dios, no es una mitad escindida y separada de la Unidad y, por tanto, perceptible, sino que Dios es la Unidad misma. Él está por encima de todo lo creado, de todo lo separado de la Unidad; constituye una perfecta unidadconsigo mismo. Él es la nada, ante la cual se manifiesta el Todo; ¡pero en Él nada y Todo constituyen una Unidad no escindida, divina! Creación significa: una mitad escindida de la totalidad y cognoscible a través de la comparación con la mitad complementaria, que permanece en lo no manifestado. Por eso nunca podrás encontrar ni reconocer aDios, el creador, en la creación, puesto queDios no tiene una mitad complementaria con la que pueda ser comparado. No existe ninguna posibilidad de compararlo con algo y, por tanto, tampoco existe ninguna posibilidad de conocerlo. ¡Sólo puedes serlo! Escucha, hija mía: sólo existe un ser eterno; sólo existeun Dios. En todo lo viviente vive ese único ser; ese único Dios. Dios es la Unidad indivisible, es omnipresente, colma todo el universo. ¡Todo el universo vive porqueDios lo anima con suser único y eterno! Dios es, pues, como un árbol de vida, un Árbol de la vida, que ofrece y anima al mundo creado, perceptible, separado de su mitad complementaria; es decir, el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. El Árbol de la ciencia –el mundo—vive únicamente por que el Árbol de la vida –Dios—insufla vida a sus venas, ¡vive en él! El mundo material es como un Árbol de la Muerte: el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal; y Dios, que habita en él, es el Árbol de la vida que vive en todo lo creado. Dios es sólo uno. Este uno y único Dios es el Yo, la esencia interior de todo ser vivo. Dios es omnipresente y, como dos cosas no se pueden encontrar en el mismo lugar al mismo tiempo, y nada puede expulsar a Dios a algún rincón del universo, en todas partes y en todo fenómeno sólo puede estar presente como Yo un único y mismoDios. Dios es la Unidad indivisible. Todos los seres vivos, todas las plantas, animales, el mismo ser humano, son frutos del Árbol de la ciencia del Bien y del Mal y, por tanto, viven porque la savia del Árbol de la Vida fluye por sus venas, porque el Árbol de la vida vive en ellos. ¡También en mí, pequeña mía! Tu cuerpo frutovida del propia. Árbol de la Muerte, del Árbol Ciencia del Bien y del Mal, y, también como tal,esnountiene Pero en ti también vivede el la Árbol de la Vida, pues tu Yo también es una ramita del Árbol de la Vida de Dios y tu vives únicamente porqueDios vive en ti, Dios es tu Yo, Él mantiene vivo tu cuerpo, tu persona física. Al nacer en tu cuerpo te convertiste en una criatura perceptible. Tu conciencia se separó del Nada-Todo:de Dios, de tu verdaderoYo. Saliste del paradisíaco estado primordial donde todas las posibilidades de manifestación, es decir, todas las plantas, los animales y el mismo ser humano se encontraban aún dentro de la Unidad, del Todo,y caíste en la multiplicidad, en la diferenciación. Te convertiste en una manifestación, en una creación. Por lo tanto, todo lo que eres aquí, en la tierra son meras manifestaciones perceptibles, mitad buenas y mitad malas, de la Unidad. Y puesto que tú conciencia ha entrado en tu cuerpo, tú has despertado en ese cuerpo, es decir, tu conciencia se ha hecho
idéntica a tu cuerpo. -“Comer” algo significa “hacerse idéntico” a ese algo. Pues estás compuesta de aquello que comes, eres aquello que comes. Y al identificarse en tu conciencia con el cuerpo, has comido del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, simbólicamente hablando, y al hacerlo te has entregado al Reino de la Muerte. Pero escúchame: tu cuerpo es la consecuencia y el resultado de la escisión, es sólo la mitad visible de tu verdadero Yo. La otra mitad permanece en la parte no manifestada, inconsciente de tu ser. ¡Si unes estas dos mitades complementarias podrás volver a encontrar laUnidad divina! Es completamente imposible vivir la Unidad físicamente: es imposible hacer que también la mitad invisible e inconsciente de tu ser se convierta en visible y corpórea. Pues una conciencia no puede habitar en dos cuerpos; si intentaras vivir en tu cuerpo la esencia de tu mitad complementaria y, por tanto, una reunión de estas dos mitades implicaría el aniquilamiento del cuerpo. Pero, sin embargo, puedes vivir en el cuerpo la Unidad divina con tu mitad complementaria: ¡En un estado consciente! Puedes dilatar, ampliar tu conciencia hasta que adquieras plena conciencia de tu subconsciente, sientas conscientemente tu mitad invisible y no manifestada y, así, hagas realidad en tu consciencia la Unidad divina. Mientras tu cuerpo deambule por el mundo creado, visible, puedes volver a fundir tu consciencia con tu verdaderoYo, en una perfecta unidad y, así, puedes ya en tu existencia corporal vivir la felicidad eterna, sentir a Dios: experimentar a Dios, ser Dios. Esta tendencia hacia la reunificación está presente en todo lo que ha sido creado. Toda criatura viviente busca su otra mitad, para volver a unirse con ella. Los fenómenos positivos, los masculinos, buscan los negativos-femeninos y viceversa. Esta tendencia de las fuerzas positiva y negativa da forma incluso a la estructura más profunda de la materia; mejor dicho: sin esta tendencia no existiría materia. Pues la tendencia hacia la unidad, hacia el estado deser Dios, crea la fuerza de atracción entre las fuerzas positivas y negativas, de modo que todo el mundo está construido a partir de esta tendencia hacia el estado divino primordial. La fuente de todas las fuerzas que existen en el Universo manifestado es precisamente esta tendencia. La naturaleza aprovecha esta tendencia, proyectándola en los cuerpos; así es como surge la energía sexual. Pero mientras una criatura busque su otra mitad en el mundo creado, perceptible, nunca podrá encontrar la Unidad, mitad no seen encuentra en lo manifestado, separada de él,puessu sino que estácomplementaria dentro de él mismo, su partefuera, no manifestada, en su subconsciente.Ninguna criatura viviente podría existir si no tuviera dentro de sí misma otra mitad no manifestada. Obsérvate a ti misma, hija mía: lo opuesto a todo aquello que tu manifiestas está contenido en tu parte inconsciente, que sin embargo es parte de ti, también eres tú. No encontraras tu parte complementaria fuera de ti, ni siquiera en un hombre de carne y hueso, sino sólo en la parte inconsciente de tu propio Yo. ¡Cuando unas en tu conciencia estas dos mitades de tu Yo habrás reencontrado el Nada-Todo,serás nuevamente idéntica aDios! Y opuesto que esta unión, que tiene lugar en tu conciencia, pone fin a las ansias eternas de tu ser manifestado, ya que éste ha encontrado a su parte complementaria y se ha fundido con ella en una Unidad, los deseos sexuales de tu cuerpo cesan de una vez y para siempre. Te haces perfecta en ti misma, vives ya en tu existencia carnal el estado
divino: ¡la inmortalidad, la bienaventuranza, son consumadas! Y como dentro de cada criatura viviente vive el mismo, el único Ser, al despertar en tu verdadero Yo te haces al mismo tiempo idéntica al verdadero Yo de Toda criatura viviente.Alcanzas la Unidad con todo el universo. Elevas tu conciencia por encima de tu cuerpo, tu personal, y pasas a experimentar la conciencia cósmica te sientes “yo, tú misma” dentro de toda criatura viviente, dentro de todo el universo; dentro de Dios. Esto significa: ¡vuelves a comer de los frutos del Árbol de la vida! Pasas del mundo de los efectos al mundo de las causas, de lo pasajero a lo imperecedero, de lo creado a lo creador, y del Reino de la Muerte al Reino de la Vida; resucitas en el Ser eterno. ¡Eso es la iniciación! Ptahhotep deja de hablar. Pero en la infinita profundidad de sus ojos celestiales veo esa Unidad divina hecha realidad. Esos ojos comunican a mi alma felicidad, serenidad y paz eternas. En su mirada veo la plenitud de la Verdad. Luego recibo su bendición y me voy.
LAS DOCE PAREJAS DE CUALIDADES GEMELAS Otra noche, vuelvoela momento estar de pie anteÉl—de Ptahhotep. -Ha llegado –dice que estudies las doce parejas de cualidades gemelas; ése será tu siguiente ejercicio. Para recibir la iniciación tendrás que superar una prueba al respecto. Así que presta atención y grábate en la memoria todo lo que voy a decirte. Así como “callar” y “hablar” son las dos formas de manifestación de una misma fuerza, así hay en total doce parejas de cualidades que tienes que aprender a dominar. De ahora en adelante estarás en el templo sólo por las tardes, luego volverás al palacio y buscarás aprovechar cualquier oportunidad para estar con la gente, pues es mucho más fácil dominar estas cualidades en el templo que en el mundo exterior. Aquí tratas sólo con los neófitos parecidos a ti que aspiran a alcanzar la Unidad divina y con sacerdotes y sacerdotisas que ya viven en esa Unidad. Pero en el mundo exterior estarás expuesta a las más diversas tentaciones. Allí te toparas con muchas personas que aman su cuerpo por encima de todo y que intentaran influirte. El peligro de caer es muy grande. Si puedes dominar las doce cualidades en el mundo exterior, entonces también superaras las pruebas de iniciación. Las doce parejas de cualidades gemelas son: Callar -- hablar ser permeable -- ser impermeable obedecer -- mandar humildad -- confianza en uno mismo rapidez de decisión -- prudencia aceptarlo todo -- saber elegir cautela -- coraje no poseer nada -- disponer de todo no estar atado a nada -- fidelidad llamar la atención -- pasar inadvertido despreciar la muerte -- apreciar la vida indiferencia -- amor “La tierra está atravesando un largo período en el que poco a poco los amantes del cuerpo y los egoístas asumirán el poder. Pero ya sabes que allí donde se manifiestan fuerzas negativas también se hallan presentes fuerzas positivas, aunque no manifestadas. Durante este periodo oscuro de la Tierra, los Hijos de Dios, que manifiestan la divina ley del desinterés, están abandonando poco a poco la superficie terrestre, retirándose a lo no manifestado. Pero seguirán actuando sobre el subconsciente de los
seres humanos, ya queal abandonar el mundo material se convierten precisamente en el subconsciente de la humanidady se manifiestan en forma de ansías de liberación y salvación en el alma de las personas en proceso de maduración. En la tierra, las ansias de poder de los individuos y la creciente insatisfacción de las masas esclavizadas chocaran en luchas cada vez más amargas. Los milenios de luchas constantes y el dominio de la codicia, la vanidad la envidia, la vanidad, el odio, el afán de venganza y otras cualidades animales extirparan de la Tierra todo lo bueno, lo bello y lo verdadero, sino fuera porquela Divina Providencia se ha preocupado de que una unión espiritual de personas, dirigidas por los Hijos de Dios que actúan en el plano espiritual, se encarguen de la subsistencia y continuación del saber, de salvar al saber de caer en el olvido. La tierra, como todo planeta, es dirigida por una fuerte energía espiritual y esta fuerza se manifiesta a través de los Hijos de Dios, de una manera adecuada al ser humano. Esta fuerza se manifiesta a través de una multitud de seres humanos iniciados espiritualmente, que a lo largo de su evolución se han hecho iguales a los Hijos de Dios. Todos trabajan juntos en la gran obra: sacar a la Tierra de las tinieblas, del dominio de las fuerzas materiales e infernales: liberar a la Tierra del aislamiento. Todos los iniciados toman parte en esta tarea y, ya que vas a ser iniciada, también tú lo harás. Pero para ser útil como colaborador en la gran obra, primero es necesario dominar toda la escala de parejas de cualidades. Así, pues, también debes superar las pruebas referentes a estas cualidades. Dominar estas cualidades significa emplearlas en el lugar y en el momento oportunos. Una cualidad que en lugar y momento correctos es divina, utilizada en un momento inoportuno y en el lugar erróneo se convierte en satánica. Pues Dios sólo crea lo bueno, lo bello y lo verdadero. ¡No hay cualidades malas, ni fuerzas malas, sólo cualidades mal utilizadas y fuerzas mal aplicadas! Tú misma has experimentado ya qué son el callar y el hablar correctos. “Callar” es una cualidad divina que trae bendiciones si se utiliza donde y cuandose debe utilizar. Pero cuando se calla en el momento y en el lugar en el que se debe hablar, por ejemplo cuando se puede salvar un hombre de un gran peligro con sólo una palabra, y sin embargo se calla, entonces el “callar” divino se convierte en un silencio satánico. Cuando se habla en un momento y lugar inoportunos, la capacidad divina de “hablar” se convierte en un “parloteo” Unasatánico. de las mitades de la siguiente pareja de cualidades, el “ser permeable”, es divina cuando uno se mantiene abierto y receptivo ante todo lo elevado, es decir, ante lo bueno, lo bello y lo verdadero, deja que Dios actúe en él y recibe a Dios dentro de sí. Pero es una cualidad satánica y funesta cuando se convierte en un “dejarse influir” falto de carácter y fuerza de voluntad. La otra mitad, el “ser impenetrable”, significa la capacidad de ejercer una resistencia inquebrantable ante los influjos e influencias viles. Pero si uno también se resiste contra las fuerzas elevadas, esta cualidad divina se transforma en un “aislamiento” satánico. Ante la absoluta obediencia de la voluntad divina está al deber de cada colaborar en la gran obra. La voluntad de Dios puede manifestarse directamente, a través de ti misma, o también a través de otras personas. Reconocerás la voluntad de Dios si sometes
a un minucioso examen todo lo que se te ordena, incluso lo que está en armonía con tus convicciones internas.Dios nos habla a través de nuestras convicciones más profundas: debemos obedecerle incondicionalmente. Por el contrario, obedecerle a alguien yendo contra nuestras propias convicciones, ya sea por cobardía o or p miedo, por “querer ser amable” o incluso para obtener beneficios materiales, eso es “servilismo”, y es satánico. “Mandar” significa dar a las criaturas ignorantes y débiles algo del poder de la propia voluntad. El amor universal debe, reuniendo todas las fuerzas del pueblo, conducir éste hacia el bienestar común sin atentar contra el derecho de autodeterminación de cada individuo. Quien quiere imponer su propia voluntad sobre los demás, por motivos egoístas y sin amor, y viola el derecho de autodeterminación de los individuos, está convirtiendo la cualidad divina del “mandar” en una satánica “tiranía”. Debemos ser “humildes” ante lo divino, ante lo divino, ante el Yo superior que habita en nosotros. Debes ser consciente de que todas las cualidades bellas, buenas y verdaderas le pertenecen a Él; de que tu persona física es un instrumento de la manifestación, un aparato de proyección de lo divino, de que tu cuerpo no es en sí mismo más que una cáscara vacía. Debes reconocer en ti misma a la divinidad que se manifiesta en el Todo, alSer eterno, y entregarte a él sumisamente. Pero nunca debes someterte a poderes terrenales o subterráneos, ni caer de rodillas ante formas terrestres. Si lo haces estarás transformando la divina “humildad” en una satánica y cobarde “humillación”, con lo cual estarías ofendiendo a la divinidad que te da la vida de Su propio Ser eterno. Si quieres ser una buena servidora en la gran obra de la salvación de la Tierra, no debes olvidar jamás que no vives ni trabajas movida por tus propias fuerzas. Toda fuerza proviene de Dios y todas las fuerzas que tu manifiestas emanan de tu Yo superior: de Dios. Ten presente que tu persona física es sólo una apariencia. ¡Tu verdadero ser, la única realidad eterna que existe dentro de ti, es Dios! Confiar en uno mismo significa por lo tanto confiar en elDios que habita en tu corazón, no en el ser aparente que es tu persona física. La “confianza en uno mismo” divina es imprescindible en cualquier actividad creadora, implica una únion interior con Dios. Pero cuando una persona cree que sus cualidades y fuerzas le pertenecen a él, y no a Dios, esta cualidad divina se transforma en un satánico “vanagloriarse”. Como colaboradora en la gran obra deberás también ser capaz de tomar decisiones rápidamente. Tienes que aprender a elegir la en mejor dos una posibilidades al instante. Puedes encontrarte en situaciones las de cuales tardanza sin de titubear, sólo un instante represente la pérdida de una oportunidad única e irrepetible. Cuando, estando perfectamente concentrada, puedes actuar con total serenidad, superando toda noción de tiempo, entonces manifiestas la voluntad de Dios, y en este caso, la rapidez de decisión es divina. Pero cuando se actúa rápidamente, sin estar sereno ni reflexiona, perdiéndose así la concentración, la divina “rapidez de decisión” se convierte en satánica “precipitación”. Del mismo modo, debes también aprender a ser dueña de la “prudencia” divina. Antes de actuar debes refrenar tu temperamento y dejar pacientemente que la decisión madure dentro de ti. Muchas veces tendrás que tomarte un tiempo para reconocer la voluntad de Dios y encontrar la decisión correcta. Esto significa actuar con “prudencia”. Pero cuando la prudencia es exagerada al máximo y no se llega nunca a una decisión, esta cualidad divina se convierte en satánica “indecisión”.
Como colaboradora útil en la gran obra deberás aprender a aceptar todo lo que te depare el destino. No son las circunstancias externas las que determinan tu valía, sino el grado en que manifiestas aDios. Humillaciones o degradaciones terrenales no puede empequeñecer ni destruir ts valores interiores. Pero enaltecimiento o cantos de alabanza tampoco pueden engrandecer estos valores. Así que no debe importarte la forma en que te tratan los ignorantes. Has de ser siempre tal como tú eres, tanto si te degradan como si te glorifican. Aprende a sentirte satisfecha en cualquier situación y a encarar las circunstancias sin la menor conmoción. Tanto si tu trabajo en la gran obra te exige que vivas en la mayor pobreza, como si requiere que ocupes un alto cargo y dispongas de una gran fortuna, debes considerar estas circunstancias externascomo un medio para la consecución del gran objetivo. Si lo utilizas de este modo, el “aceptarlo todo” es divino, sin embargo, y aunque nada conmueva tu interior,como representante del gobierno supremo debes siempre reflexionar sobre cuándo debes defenderte contra humillaciones o injurias y cuándo debes evitar humildemente los honores. El “aceptarlo todo” no puede degenerar nunca en apática indolencia o pusilánime falta de carácter. Elige siempre lo mejor y no te des por satisfecha con mediocridades. Debes ser capaz de distinguir lo bello de lo feo, lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso: lo divino de lo satánico. Quien carece de un perfecto discernimiento es inútil para la gran obra. Pero si quieres ser de utilidad debes ser capaz de luchar con todas tus fuerzas. Debes levantar la espada de la verdad contra las sombras del error, para así contribuir al triunfo de lo divino sobre la Tierra. Pero el noble y valeroso “estar dispuesto para la lucha” no debe convertirse en absurdas “ganas de reñir”. No debes olvidar que, aunque tengas que luchar con frecuencia, debes hacerlo con las armas del espíritu y para traer paz para la Tierra. Debes luchar para hacer una unidad de lo desunido, para establecer la paz entre quienes combaten. Pero tu amor a la paz nunca debe convertirse en un cómodo o cobarde “no querer luchar”. Si quieres ser una colaboradora útil en la gran obra de salvación de la Tierra, debes también aprender a tener “cautela”, pero al mismo tiempo, debes ser capaz de decidir cuándo y dónde debes utilizar esta cualidad. Actuando con “cautela” podrás salvarte a ti misma y a muchos otros grandes peligros, perjuicios y sacrificios absurdos. Pero no atreverse a hacerenalgo por miedo o falta de confianza en uno mismo significa convertir esta divina “cautela” satánica “cobardía”. Debes poseer un “valor” a toda prueba. No debes asustarte ante ningún peligro. Debes enfrentar valerosamente todas las dificultades y cuando el gran objetivo lo requiera deberás combatir con valor todo ataque contra lo divino. Pero el divino “valor” nunca debe degenerar en despreocupada “temeridad”. Como colaboradora en la gran obra deberás también reconocer que “no posees nada”. Tanto si tu tarea requiere que vivas en absoluta pobreza como si te depara las mayores riquezas, ten siempre presente queno posees nada en ninguna parte, sino que todo es propiedad de Dios, de quien recibes lo que hace falta para que cumplas con tu tarea. Así como un acueducto le es indiferente llevar más o menos agua, pues el agua no le pertenece, así deber considerar que todo lo que te depare el destino viene de Dios, y que más tarde tendrás que devolverlo. De que vivirás es algo que no debe preocuparte.
Recibirás tanto como necesites. Y aunque seas muy rica, siempre deberás llevar el “no tener nada” comouna actitud consciente. Pero esta actitud divina y positiva jamás podrá degenerar en un “no preocuparse por nada”, ni en un “desprecio de la materia”.¡Nunca debes esperar que tus semejantes te mantengan sin que tú trabajes! También la materia es una manifestación de Dios, así que debes valorar la materia como algo divino, pero debes dominarla y disponer de ella. Debes poseer el arte de proporcionarte tantos bienes materiales como hagan falta para el cumplimiento de tu labor terrenal... Ten muy presente esto: mientras te encuentres en este mundo deberás actuar con la materia no sin ella ni contra ella. Es necesario que seas capaz de reunir y mantener bienes materiales, de dominarlos y utilizarlos correctamente, de lo contrario estarás en manos de las potencias terrenales y, sometida a éstas, no podrás llevar a cabo tu tarea con libertad e independencia. Pero ten cuidado, que la cualidad divina de poder dominar sobre la materia no se convierta en satánica “codicia”. Como colaboradora en la gran obra no puedes permitirte estar atada a ninguna persona. Reconoce en cada ser humano cuanto de divino, de terrenal y de infernal hay en él. No ames a la persona, ama lo divino que hay en ella, tolera lo terrenal y apártate de lo infernal. Si tu tarea así lo exige, sepárate sin titubear de la persona a la que más amas, pues siempre tendrás ante los ojos aquello digno de amar que posee aquella persona: es Dios, no es la persona. La persona es sólo un instrumento para la manifestación de Dios. Podrás encontrar y amar las mismas manifestaciones también en otras personas. Ama a Dios en todo ser humano, así nunca te atarás a ninguna persona. pero nunca confundas este “no estar atado a nada” con la “misantropía”. No obstante, tanto en la vida como en la muerte debes mantenerte fiel a las personas en las que has reconocido manifestaciones de Dios. Amas a tu maestro y a tus colaboradores en la gran obraporque en ellos has reconocido a Dios. Siendo fiel a ellos eres fiel a Dios, pues amas sus personas sólo en tanto son instrumentos de Dios. Así, este respeto y amor hacia tu maestro y colaboradores nunca debe convertirse en veneración de la persona, en un “culto a la personalidad Si quieres ser una herramienta útil en la gran obra debes poseer también el arte de utilizar tu propia persona, como un obediente instrumento, ante el público. Mediante tus fuerzas espirituales debes estimular tus dones y talento antes las multitudes; debes llevar estos dones hasta su puntode máximo, de modo puedas grado posible tu espíritu a través tu persona física,que a través demanifestar la posiciónen deeltumayor cuerpo, de los movimientos de tus manos, del brillo de tus ojos, de tu mirada y tu forma de hablar, para que así tengas influencia sobre la gente y puedas ayudarlos a alcanzar un nivel espiritual más elevado. Así, pues, debes ser capaz de mostrar en público tu espíritu a través de tu personalidad, sin sentir vergüenza ni inhibiciones. Pero el arte de “llamar la atención” nunca debe despertar en tí al demonio de la vanidad, ni degenerar en presunción, en un jactarse y vanagloriarse en tus dones divinos. Si las multitudes te vitorean y te celebran entusiasmados, no dejes nunca de tener presentes que la multitud no está entusiasmada por tu persona, que es sólo una cáscara vacía, sino por Dios, pues Él se manifiesta a través de tu persona. Si al ejercer el arte de “llamar la atención no caes en manos del demonio de la vanidad, entonces no te molestará en lo más mínimo que cumpliendo alguna otra tarea,
tengas que pasar completamente inadvertida entre las demás personas. En este caso no debes mostrar tus habilidades, sino pasar inadvertida entre la gente, como uno de tantos, sin querer llamar la atención ni destacar. Pero que este discreto “pasar inadvertida” nunca degenere en una “infravaloración” y autodestrucción de tu persona. Siempre debes llevar en el corazón tu valoración humana. Si quieres ser una colaboradora útil en la gran obra debes superar la prueba del absoluto desprecio de la muerte. Debes estar firmemente convencida de que no existe la muerte. Cuando tu cuerpo se gasta, tu Yo lo abandona. Pero el Yo una rama del Árbol de la Vida, es la vida misma y la vida es imperecedera. Si tienes conciencia de ser idéntica a la vida, cuando tu vida se vea en peligro a causa de tu tarea no temerás a la muerte, sino que enfrentaras el mayor peligro con absoluto desprecio de la muerte con ecuanimidad. Pero nunca permitas que el “desprecio de la muerte” degenere en una minusvalorarían de la vida, es decir, en un “desprecio de la vida” Debes valorar la vida sobre todo lo demás. La Vida es Dios mismo. En todo lo que vive se manifiesta el Ser eterno. Jamás debes exponerte a peligros absurdos. Valora también la vida de tu cuerpo, vive con placer. Pero que el placer nunca se convierta en el objetivo de tu vida, que no degenere en “sensualidad”. Y finalmente deberás superar la prueba más difícil de todas: la del “amor” y el “amor cruel”: la “indiferencia”. Esta ultima pareja de cualidades constituye ya en la Tierra una unidad indivisible. Siempre que manifiestas una de las mitades, la otra se manifiesta espontáneamente. Debes renunciar por completo a tu actitud personal , a tus tendencias y tus sentimientos personales: ¡Debes ser capaz de amar como Dios ama, amar todo, amar sin hacer distinciones! Amar todo lo ligado a la Unidad del Ser eterno. Así como el sol brilla – envía sus rayos de amor indistintamente sobre lo bello y lo feo, sobre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso—así debes tú también amar indistintamente lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. ¡El amor más elevado y divino es el amor absolutamente indiferente! Debe serte totalmente indiferente que algo o alguien sea bello o feo, bueno o malo, verdadero o falso; debes amar todo con el mismo amor. Debes aprender que lo bello no podría existir sin lo feo. Debes aprender que lo bueno tampoco existiría sin lo malo. Debes aprender que lo verdadero tampoco podría existir sin lo falso. Así, debes amar todo igual. darte cuenta de que lomenos bello yreflejos lo feo, de lo bueno y lo malo, lo verdadero y lopor falso sonDebes mitades complementarias, lo inefable, de aquello que nosotros, para utilizar una única palabra, llamamos convencionalmente “Dios”. Cuando ames igual e indistintamente a todas las criaturas vivas, tu amor nunca volverá a mezclarse con tus inclinaciones personales. Observaras todo desde la perspectiva del gran Todo y, cuando la perspectiva general choque con la de las personas individuales, asumirás sin titubear la perspectiva del Todo y te desharás sin miramientos de los intereses de los individuos. Pero esta falta de miramientos debe estar siempre arraigada en el amor universal divino, jamás debe provenir de una antipatía personal. Pero tu amor impersonal, indiferente y cruel, debe manifestarse ante tus semejantes también en aquellos casos en que sus almas sólo puedan salvarse a costa de la felicidad en
la Tierra, incluso si se trata de personas muy cercanas a ti. Ocasionalmente tendrás que presenciar cómo las personas a las que más quieres atraviesan grandes peligros, y si estas personas no reaccionan ante los medios usuales, no debes recurrir ni a poderes mentales –hipnosis—ni a medios mágicos para retenerlas, pues esto atentaría contra la salvación de sus almas. Es mejor que una persona sufra daños materiales y corporales, incluso que muera, a que se pierda su alma. Debes apoyar incondicionalmente la salvación de las almas de los demás. Pero del mismo modo del que lo hace Dios, que no inmiscuye en los asuntos de los seres humanos, sino que los deja actuar según su libre voluntad y jamás los obliga a hacer algo. Al ayudar a los demás debes considerar todo desde la perspectiva de la salvación de las almas y no desde la del bienestar terrenal y físico. Pero este amor divinamente cruel jamás debe de generar en “indiferencia y apatía”. Y cuando puedas salvar a alguien con los medios de que dispones aquí, en la Tierra, jamás dejes de ayudarlo por antipatías personales. Éstas son las pruebas más difíciles, porque en ellas debes hacer a un lado tus sentimientos personales. ¡Sólo cuando domines perfectamente las primeras once parejas de cualidades podrás escuchar la voz de Dios con tanta claridad que te sentirás segura de qué es lo que debes hacer, y qué es lo que no, en las más difíciles trampas del verdadero amor! Entonces ya no podrás cometer errores,¡pues tú serás el amor mismo! Y el amor sólo puede actuar por amor. Lo único que tendrás que hacer es irradiar tuYo, ser tu Yo, y él Todo podrá ser creado a partir de tucalor, de tu luz y de tu fuerza. ¡Tú misma serás divina, tu conciencia será idéntica a Dios mismo! Habrás salido del mundo del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, del reino del Árbol de la Vida, al reino de la Unidad divina. Volverás a comer de los frutos del Árbol de la Vida, y darás de comer esos frutos a quienes vengan a ti, para que todos vuelvan a la Unidad de la vida inmortal, eterna, al Ser eterno: a Dios. ¡OH Tú, Representante de Dios!Nunca olvidare tus palabras. Se han grabado tan profundo dentro de mi alma que ahora soy idéntica al sentido de esas palabras. Se han introducido en mi sangre, en i médula; tras recibir estas enseñanzas ya no soy la misma que era antes. Pero mi tareas es:llevar a cabo todo eso, realizarlo.
LOS LEONES
El día siguiente es un gran día de fiesta. Como de costumbre, Menu me viste, me ciñe las sandalias doradas; luego entro en mi recibidor, donde las damas de la corte y RooKha, el tesorero, me esperan junto a dos portadores de joyas. RooKha camina ceremonioso hacia los portadores y abre los cofrecillos. Luego se acerca la dama de la corte de más alto rango, que antes fuera mi principal educadora, levanta el magnífico collar de oro, camina solemnemente hacia mí y coloca el collar dorado sobre mis hombros. Luego, y con la misma solemnidad, sujeta el pañuelo que llevo sobre la cabeza la diadema de la serpiente dorada; finalmente me coloca las pulseras en los brazos y tobillos. Yo permanezco de pie inmóvil y digna, como una estatua. Mi comportamiento es intachable aunque nada me gustaría más que tirar violentamente de la barba de RooKha, quien me observa con la misma desvergüenza de siempre. No es una mala persona, lleva en su sangre algo de la sangre de los Hijos de Dios, es muy inteligente y astuto, sabe ver el alma de la gente y no se aprovecha demasiado de este don. Cuando se inclina ante mí no lo hace como un respetuoso tesorero mayor ante su reina, sino como un “hombre” ante mi belleza femenina; y al hacerlo me observa con mirada ávida. ¡Insolente! Sabe que veo dentro de su alma y sabe que sé cuáles son sus sentimientos. Pero pienso en las palabras de Ptahhotep: “Toda criatura viviente aspira a la Unidad divina. Lo masculino busca lo femenino, lo femenino busca lo masculino, es la fuerza de atracción entre las dos formas de manifestación de las fuerzascreadoras...” Y comprendo a RooKha. Esta fuerza actúa también en él y él no puede evitar que yo le guste. Ésa es la razón de su desvergüenza. Si no fuera por esa fuerza, RooKha ni siquiera se fijaría en mí. En secreto, realmente no me molesta que admire mi belleza... Una vez terminada la ceremonia del vestido, las damas de la corte y RooKha me acompañan hasta el lugar donde me espera el Faraón. ¡Qué guapo está mi padre con su traje de fiesta! ¡Parece un dios hecho carne! Salimos todos del palacio, los carros nos están esperando. Hoy se inaugura algún edificio y se decide su destino. Mi padre y yo subimos al carro dorado; él coge las riendas de las manos del guardia. ¡El carro de los leones! Cuando yo era aún una niña pequeña mi padre ya me llevaba a dar paseos en carro. Yo debía permanecer a su lado, y él me explicaba cómo equilibrar las sacudidas del carro con movimientos elásticos en sentido contrario. Tenía que aflojar totalmente mis músculos para poder seguir los movimientos del carro inmediatamente y sin estar en tensión. Cuando el carro me sacudía de aquí para allá, de arriba para abajo, yo me ponía de puntillas y hacia los movimientos contrarios balanceado todo mi cuerpo. Estos viajes en carro eran siempre muy divertidos, al principio mi torpeza nos hacía reír mucho. Mi padre hacía que los leones fueran primero muy despacio y que, poco a poco, empezaran a trotar; pero en el momento en que los leones echaban a correr, el
carro me sacudía de aquí para allá y yo, claro, me asustaba. En lugar de relajarme me aferraba con uñas y dientes a las manos, al traje y al cinturón de papá. Mi padre reía de corazón y con infinita paciencia me enseñaba una vez más qué debía hacer para mantenerme de pie. Finalmente aprendí los movimientos correctos y pude mantenerme de pie y erguida sin aferrarme a papá o a los bordes del carro. ¡Ah, que estupendo era poder mantenerme de pie, segura y aparentemente inmóvil, como mi padre, en el rapidísimo carro! Con frecuencia hacíamos largos viajes. Ir a toda velocidad, llevada por el galope de los leones, me producía una sensación maravillosa. Los leones también disfrutaban, pues podían correr a sus anchas, de modo que no sólo mi padre y yo reíamos de felicidad, sino también los leones. Gracias a esos viajes en carro mi cuerpo se hizo musculoso, fuerte y elástico, como si me entrenara cada día para combates de lucha a brazo partido. Hasta el más pequeño de mis músculos debía colaborar y reaccionar inmediatamente a los movimientos del carro. Era como un baile interminable, aunque invisible, pues no éramos nosotros quienes bailábamos, sino el suelo bajo nuestros pies, que no dejaba de moverse. Cuando tenía quince años mi padre me enseñó a dirigir los leones. ¡Qué sensación tan maravillosa era sentir que esos magníficos y enormes animales estaban en mi poder! Reaccionaban al menor deseo de mi voluntad. Eran tan sensibles que realizaban inmediatamente todo lo que yo quería y ni siquiera tenía que mover las riendas. Pero mi padre nunca me permitió salir sola en el carro con mi león favorito, que me profesaba un amor declarado y era muy celoso de mí, pues los leones siempre mantienen su independencia y sólo un iniciado puede controlarlos. ¡Espero poder llevar los leones yo sola cuando sea iniciada! Ahora de camino hacia la celebración pública, mi padre lleva los leones, erguido y digno, y yo estoy a su lado cumpliendo el papel de su esposa. Me siento orgullosa de mi padre. Es aún muy joven, fuerte y dueño de una soberbia hermosura. Su cuerpo y su bello rostro –en especial ahora, que domina a los leones—irradian una fuerza de voluntad y una capacidad de concentración fuera de lo común. Balanceándose sobre las puntas de sus pies, su cuerpo responde a cada movimiento del carro con tal precisión y seguridad que parece estar siempre inmóvil, como si fuera el mismo Dios-Sol. Llegamos a nuestro lugar de destino y empiezan las aburridas ceremonias. agradanpersonajes estas celebraciones públicas. todas iguales. Grandes desfilesNo deme soldados, distinguidos..., y yo Son debo permanecer sentada multitudes, e inmóvil observando todo aquello que parece prolongarse una eternidad, hasta que por fin termina. Después debo conversar cortésmente con los nobles al tiempo que leo los muchos pensamientos absurdos y falsos que se esconden tras sus rostros lisonjeros y humildes. Es una suerte que entre los muchos cortesanos hipócritas que sólo desean satisfacer sus ansias de poder y su presunción se encuentren también algunos honestos y leales colaboradores de mi padre y de Ptahhotep. Ahí está, por ejemplo, un oficial a quien su aureola envuelve como una nube dorada. -¿Quién es ése? –pregunto a mi padre en voz muy baja. Él responde, también en voz baja: -Se llama This- Tha, es oficial desde muy poco tiempo, pero posee unas cualidades tan extraordinarias, como puedes ver por su aureola, que pienso hacer de él general.
Las ceremonias son siempre iguales. La única diferencia es que se realizan ora en la terraza del palacio, ora en una gra tribuna, ora en la terraza del templo. Lo mismo si se trata de inaugurar un nuevo edificio o de celebrar los resultados conseguidos por una expedición que vuelve después de un viaje que si tenemos que tomar parte en la fiesta de la cosecha o en las diversas celebraciones en el templo, que no me agradan porque la gran masa no tiene ni idea del significado de las ceremonias, y en lugar de adorar a Dios en sus diferentes formas, representadas simbólicamente en las imágenes, adoran a estas imágenes. Pero hasta la celebración más aburrida tiene un final, y entonces podemos regresar a casa y volver a ser nosotros mismos. ¡No, no me gustaría ser faraón! Los asuntos del país no me interesan en lo más mínimo. Legalmente yo debería ser la heredera del trono, mi padre nunca habla de ello y tampoco se preocupa demasiado por mi preparación para poder cumplir las tareas del faraón. Sé que Ptahhotep y mi padre poseen la facultad de elevarse por encima del plano temporal. Pueden ver y vivir el pasado y el futuro como presente. Esta facultad también está comenzando a despertar en mí. A menudo veo ya partes del futuro, pero cuando quiero ver mi propio futuro, siempre aparece ante mis ojos una espesa niebla que todo lo cubre. Pero mi padre conoce mi futuro y, ya que no me ha nombrado corregente, sospecho que nunca seré faraona. Este presentimiento me tiene sin cuidado. No me interesa en absoluto, pues preferiría ser una sacerdotisa del templo. Pero es muy extraño que en mi futuro no vea tampoco ninguna imagen que me muestre en el templo, como sacerdotisa. Sólo veo niebla... Siempre me alegro cuando el dia que sigue a una de estas celebraciones puedo volver por fin al templo. En la atmósfera pura y espiritual del templo me siento bien.
EJERCICIOS TELEPÁTICOS Un día, Ptahhotep me manda decir que esa noche debo presentarme ante él. Ya en su presencia, Ptahhotep me dice: -Hasta ahora has superado bien todas las pruebas preparatorias, ya puedes intentar entrar en contacto mental con alguien. Este tipo de ejercicios producen mejores resultados cuando se efectúan después de la puesta del sol, pues los rayos solares excitan y estimulan los centros nerviosos y glándulas puestos al servicio de las manifestaciones físicas del espíritu, atando la conciencia a la materia. El efecto de los rayos solares obstaculiza las manifestaciones espirituales. Pero este efecto cesa con la puesta del sol, y entonces la conciencia puede desligarse de determinados centros nerviosos y retirarse al terreno de lo espiritual. Las criaturas vivientes se van a dormir. “Dormir” significa hacer que la conciencia olvide el cuerpo y se retire al espíritu. Y puesto que la mayoría de los seres humanos no pueden alcanzar conscientemente el nivel más profundo del espíritu, pierden la conciencia: se quedan dormidos. Practicando determinados ejercicios se puede desarrollar la fuerza de resistencia de los nervios hasta conseguir mantener la conciencia incluso en los niveles más profundos; así entran en actividad aquellos centros cerebrales que permanecen pasivos a lo largo del día y se puede acoger y re direccionar las penetrantes vibraciones del espíritu, del Yo. Esto posibilita establecer contacto con personas alejadas en el espacio, es decir, contactos telepáticos. Es recomendable que los principiantes empiecen a practicar después de la puesta del sol, cuando el efecto del sol, cuando el efecto del sol no actúa contra ellos. Más adelante ya podrán establecer contactos telepáticos a cualquier hora del día. El ejercicio consiste en dirigir toda la atención hacia un único pensamiento, como en todo ejercicio de concentración. Así pues, concéntrate y piensa en la persona con quien quieres establecer contacto; la imaginación te puede servir de ayuda: cierra los ojos e imaginas, ves dentro de ti su figura, su rostro, sus ojos, imaginas que tú eres esa persona y que ella es tú, hasta que sientes, de hecho, que tu mano es su mano, que tu cuerpo es el suyo, hasta que sientes la total idéntidad. Una vez conseguido esto, piensas con claridad y te concentras en los pensamientos que deseas transmitir. Piensa estas ideas teniendo conciencia de que tú eres aquella otra persona y queella está pensando esas ideas dentro de ti. Este ejercicio consta de tres etapas. Primero practicas en presencia de la persona con que deseas establecer contacto, quien tratará de captar tus pensamientos. Más adelante repetirás el mismo ejercicio pero a cierta distancia de aquella persona, mas siempre sabiendo cada uno que el otro se está concentrando en él. Finalmente, podrás comunicarte telepáticamente sin que la otra persona lo sepa de antemano. Estas tres etapas constituyen la mitad positiva de los ejercicios telepáticos, en la cual tú deseas transmitir algo. La mitad negativa del ejercicio consiste en que puedas recibir y comprender un mensaje telepático. Esta parte negativa consta también de tres etapas: primero pones la mente en blanco y asumes una actitud receptiva enpresencia de
la persona de quien quieres recibir un mensaje; luego lo haces estando a solas pero sabiendo de antemano quién va a concentrarse en ti ycuándo va a hacerlo, y, finalmente, debes ser capaz de recibir cualquier mensaje telepático sin saber cuándo y quién va a transmitírtelo. Alcanzarás un grado en el quereaccionarás inmediatamente ante todo mensaje telepático emitido por cualquier persona y en cualquier momento. Sea lo que fuere lo que estés haciendo en ese momento, cuando alguien se concentre en ti, lo sentirás, y escucharás su voz como si brotara dentro de ti. Cuando alcances un nivel aún más elevado de la comunicación telepática, no sólo escucharas la voz, sino que además verás la imagen de la persona con quien estás en contacto. Su figura, su rostro y, en especial, sus ojos aparecerán en ti como un fantasma, como una imagen onírica. Cuando alcances ese nivel ya no te sentirás tan limitada por las ataduras de la materia, de tu cuerpo, pues tu aislamiento será mucho menor. Disfrutarás de la libertad del espíritu viviendo aún en un cuerpo. Cuando quieras establecer un contacto telepático obtendrás mejores resultados si lo haces de noche. Pues de noche la conciencia no está tan ocupada con los pensamientos propios, la persona está menos aislada, es pasiva, y las emanaciones telepáticas pueden llegar mejor a sus centros nerviosos. Los centros nerviosos de la mayoría de los seres humanos pueden llegar mejor a sus centros nerviosos. Los centros nerviosos de los seres humanos se encuentran en un estado aún tan latente, tan poco desarrollado, que hace falta actuar sobre ellos con una fuerza enorme para que puedan percibirnos. Cuando están durmiendo, puedes conseguir que sueñen contigo y que en sueños reciban tu mensaje. La práctica te enseñara todas las leyes de la telepatía; te enseñara a darte cuenta, inmediatamente, de si alguien está ocupado o no, y también a aislarte de ti misma cuando ya te has concentrado en algo. ¡Sólo los principiantes se molestan unos a otros! Practicarás estos ejercicios cada noche, siguiendo mis instrucciones. Y ahora pasemos a la práctica. Siéntate frente a mí, cierra los ojos e intenta transmitirme un pensamiento. Me siento frente a Ptahhotep y me concentro en Él. Imagino que soy Ptahhotep y siento como si mis manos y mis pies fueran sus manos y sus pies, como si todo mi cuerpo fuera su cuerpo. Entonces, concentrada, pienso en esta idea: “Yo, Ptahhotep, voy a ponerme y a acariciar los cabellos de esa criatura quey está antequ cabellos”.de Laspie manos de Ptahhotep irradian una hermosa fuerza maravillosa, siempre emí: él mis las coloca sobre mi cabeza me siento dichosa. Un instante después Ptahhotep se pone de pie, coloca su mano bendita sobre mi cabeza y me acaricia los cabellos. Mi concentración había dado resultado; claro que Ptahhotep también veía mis pensamientos cuando yo no quería establecer ningún tipo de comunicación telepática con él. -Bien—dce Ptahhotep, sonriendo--, no te he leído el pensamiento únicamente porque siempre veo lo que piensas, sino también porque te has concentrado realmente bien. Tu león también hubiera sentido qué era lo que querías. -¿Mi león, padre de mi alma? Eso puedo creerlo. Pero. ¿un ser humano? -Paciencia, pequeña. Con el tiempo todo se consigue. Ahora intentémoslo a la inversa: yo te transmitiré un pensamiento. Pon la mente en blanco y disponte a recibir.
Ptahhotep se sienta y yo hago lo que me ha dicho. Un instante despuéssiento su voz brotando de mi interior, como de mi propio corazón: Puesto que ya has conseguido un buen dominio de las parejas de cualidades gemelas, es hora de que te descubra los últimos misterios previos a la iniciación.” Abro los ojos y pregunto con alegre expectación: -¿Entonces ya me falta poco para recibir la iniciación? Ptahhotep sonríe: -Puesto que has recibido mi mensaje, ya estás lobastante madura para recibirla; sólo te falta perfeccionar tu autocontrol. Me levanto de un salto y, lanzándome a su cuello, beso sus mejillas con ilusión. Ptahhotep me abraza y dice riendo: -¡Ya ves, ya ves cuánto puedes controlarte! No has sido capaz de resistir el efecto de la unidad espiritual. Has vivido la unidad de nuestros espíritus, las fuentes de la fuerza de esta unidad manaron hacia tu cuerpo y tu cuerpo quiere ahora tomar parte en la alegría de la unidad. Pero no olvides esto: lo que en el plano espiritual es divino, pues responde a las leyes del espíritu, en el plano material es satánico, pues responde a las leyes de la materia. La unidad espiritual es posible; la unidad corporal, por el contrario, no lo es; dos cuerpos no pueden ocupar un único lugar. La aspiración a la Unidad hacen que los seres humanos busquen unirse corporalmente y caigan en la sexualidad. La naturaleza se aprovecha de esta aspiración a la Unidad, al antiguo estado paradisíaco, utilizándola para la procreación de nuevos seres. Pero tras la sexualidad se esconde una gran desilusión, pues la sexualidad nunca podrá restablecer la Unidad. Lo que es imposible es siempre imposible y todas las criaturas vivientes se sienten tristes después de consumar el acto sexual, sin contar con el agotamiento que les produce la pérdida de fuerzas. Pues el alma sigue insatisfecha, la añoranza de la Unidad paradisíaca continúa vigente y la naturaleza utiliza esta añoranza siempre insatisfecha para producir nuevas criaturas. Ahora bien, sería muy, muy de desear que no dejaras que el anhelo de Unidad corriera tan desenfrenado dentro de tu cuerpo. Pues yo tengo las armas suficientes para resistir a tu encantadora belleza, ¡pero puede haber hombres más jóvenes e inexpertos que no se te resistan si te arrojas así a su cuello! Pero en vano te doy estos consejos–dice Ptahhotep sonriendo--, pues lo que te hace falta es precisamente la experiencia. Y a esa inexperiencia agradezco ahora vehementes amor. ¿verdad? -Padre de tus mi alma –digo--, demostraciones no estás enojadodeconmigo, Ptahhotep sonríe. -No pequeña, no estoy enojado. Mientras sólo me abraces a mí todo irá bien. ¡Pero ten muchísimo cuidado con otros hombres! Mientras más elevados se encuentre tu espíritu, más irresistible será tu aureola. No hace falta que te acerques tanto a un hombre para que tu fuerza de atracción actúe sobre él. Ten mucho cuidado, no vayas a producir un efecto nocivo sobre los hombres. -Padre –pregunto asustada--, ¿piensas que no soy lo bastante espiritual? Has visto con qué éxito realizo mis ejercicios, y Mentuptah también está muy satisfecho conmigo; ya poseo un alto grado de dominio de mi cuerpo y mis centros nerviosos . He superado todas las pruebas previas. -Sí—dice Ptahhotep--, tu espíritu ya ha despertado y ya dominas tu cuerpo. Pero, al
mismo tiempo , eres imprudentemente abierta en plano corporal. No echas el cerrojo a aquella puerta no porque no puedas, sino simplemente porque no quieres. No proteges tu cuerpo lo suficiente de la alta frecuencia de las vibraciones espirituales, y eso es un peligro constante para tus centros nervosos. Cuando tus fuerzas espirituales entran en tu cuerpo, diriges esas altas frecuencias hacia tus centros nerviosos más bajos y existe el peligro de que tus centros nerviosos superiores, más delicados, se quemen y se echen a perder. Sería una lástima que esto le sucediera a un instrumento tan delicado.Cuando quieres tienes bastante control de ti misma, pero con frecuencia sueltas las riendas a causa de una sincera alegría. Algunas veces no quieres dominarte. ¡Estate atenta, pequeña mía, estate siempre atenta! ¡Oh Ptahhotep, mi querido, y leal maestro! ¡Ya entonces veías lo que inevitablemente habría de ocurrir y, sin embargo, quisiste salvarme! Pero ni siquiera el mejor consejo puede convertir la inexperiencia en experiencia, y mi desequilibrio interior, mi desenfreno, tenía que pasar por experiencias muy difíciles antes de volver al estado de equilibrio.
EL FUTURO Empieza una larga y nueva etapa de mi vida. Someto a examen cada uno de mis pensamientos, cada uno deexpresado mis pensamientos, de mis si palabras y misen acciones. Reflexiono y pondero si he lo divino ycada no louna satánico, lo he hecho el momento y el lugar correctos. Y en este constante estado de vigilia, en esta larga etapa de observarme a mí misma, descubro qué poco dominio poseo de mí misma, que desenfrenada y carnal, en suma: qué personal soy aún. ¿Cuánto tiempo habría de pasar aún para que no me dejara llevar por la pasión, para que dejara de identificarme con mis impresiones exteriores y dominara todas mis fuerzas corporales, mentales y espirituales? Durante esta etapa de mi preparación para la iniciación voy al templo sólo por las tardes y, después de los ejercicios físicos y espirituales, regreso al palacio. Por las mañanas participo en la vida pública. Excursiones, paseos en barco y en carro se alternan con viajes y visitas de inspección a lasdiferentes colonias. Pero todas estas excursiones y diversiones me aburren sobremanera. No es que no me agrade la vida en sociedad, ¡no! Me gusta el contacto con otras personas, pero sólo con aquéllas con afines a mí, con las que se puede hablar. Pero estas personas son completamente diferentes a quienes procedemos del linaje de los Hijos de Dios. Es cierto que también por nuestras venas corre sangre humana y que tampoco somos ya una raza pura, pero vivimos conscientemente en el espíritu, no somos tan materiales como los hijos de los hombres. Es como si esas otras personas hubieran olvidado por completo que son en sí mismas espíritus libres y que sus cuerpos son sólo instrumentos de manifestación. Son en tal medida idénticas a sus cuerpos que viven creyendo que no son nada más que cuerpos. Cuando su cuerpo desea alimentos, creen que son ellas quienes quieren comer, queson ellas quienes tienen hambre. Y, en lugar de alimentarse bajo el control de sus espíritus, actúan como si fueran ellas mismas quienes ingieren los alimentos en vez de ser gobernadoras y espectadoras de lo que hacen sus cuerpos. Comen con tanta avidez como los animales. Cuando las veo durante el tiempo destinado a comer quisiera girar la cabeza para no tener que ver su comportamiento bestial. Dejo que mi cuerpo también coma con buen apetito; nutro mi estómago y mi aparato digestivo con fuerzas puras ytambién saboreo las comidas para que mi cuerpo absorba las valiosas energías de los alimentos, pero ¿cómo podría identificarme con todo aquello? Mi Yo no puede sentir hambre, pues mi Yo no es materia, sino que domina la materia. Es cierto que mi conciencia recibe el mensaje de mi cuerpo, que dice necesitar comida, y que yo tomo aquello como una sensación de hambre. Pero mi “Yo” no come ni bebe; ¿cómo podría olvidar siquiera por un instante que esas funciones sólo son necesarias para mantener el cuerpo sano? Mi Yo sólo interviene en aquello en tanto controla y supervisa qué es lo que ingiere mi cuerpo y vigila que mis dientes y lengua hagan su trabajo correctamente. Nunca podré comprender a las personas que después de comer como animales dicen: “! Cómo me ha gustado esta comida!”. ¿Le ha gustado “a él”? ¿Acaso no sabe que le
ha gustado a su paladar? Pobres de ellas, son esclavas de sus apetitos carnales... Ni yo las comprendo, ni ellas me comprenden a mí. Pero mi padre y Ptahhotep dicen que tenemos el deber de estar entre ellas y despertar sus necesidades más elevadas. Mi padre sabe que, por lo general, a los nobles de su corte sólo les interesa saber cuando y donde podrán conseguir un puesto prestigioso y lucrativo con que hacerse ricos en poco tiempo y satisfacer sus ansias de poder. Cuando consigue el puesto, se dedican a cazar animales salvajes, utilizando su inteligencia sólo para matar bestias inocentes; ¡y se sienten orgullosos de ello! ¡Deberían avergonzarse! Los seres humanos matan por pasión, porque matar –en la guerra y en la caza—les causa placer. Pero mi padre dice que la humanidad aún no ha evolucionado y que no podemos juzgar a los seres humanos con nuestra propia medida. Los seres humanos también encuentran enormemente importante el hecho de provenir de tal o cual familia. Quienes pertenecen a familias que poseen más antepasados de la estirpe de los Hijos de Dios que otras familias, lo mencionan tan a menudo como pueden y desprecian a aquellos que no pueden jactarse de una ascendencia similar. Por eso dan gran importancia a la familia de la que procede el muchacho que se casara con su hija o a la inversa. ¡Qué ridículo! Como si no supieran que la vida terrenal es sólo un viaje entre el nacimiento y el abandono del cuerpo y que el Yo es el mismo en toda criatura viviente; solamente el cuerpo posee “ascendencia”. El nivel de evolución en que se encuentra una persona depende exclusivamente de su propio grado de inteligencia. Es frecuente que una persona que posee varios antepasados de la estirpe de los Hijos de Dios posea sin embargo un grado de inteligencia inferior al de otra persona con menos antepasados de la raza divina. Cuando estoy entre estas personas siento como si estuviera entre muertos que sólo viven, se mueven, hablan, comen y beben porque las fuerzas de la naturaleza actúan dentro de ellas. Pero ¿dónde queda el espíritu consciente que domina y dirige las fuerzas de la naturaleza, tanto en el propio cuerpo como fuera de éste, en el universo? Ni siquiera imaginan que poseen la capacidad de poder dirigir las fuerzas creadoras. Son tan ciegas que sólo ven la forma exterior de una persona, no tienen ni idea de que yo veo sus pensamientos, sus pensamientos sus almas –el ser interior--. Me mienten con descaro porque –como no pueden leer mis pensamientos—creen que tampoco yo leo los suyos y que no sé que pensando algo distinto que dicen. Nocomo son conscientes la mentira aíslaestán y además forma en muy sus auras unaa lo sombra oscura, humo, quede noque sólo es odiosa, sino que además huele mal. Mis leones sienten en seguida el mal olor de estos mentirosos y, cuando uno se les acerca, arrugan la nariz, se levantan y, echando al mentiroso una mirada de desprecio, se alejan majestuosos. Pero yo no puedo defenderme así de ese mal olor, ¡sino que tengo que responder con cortesía, como si no viera y tampoco oliera la falsedad! Prefiero estar a solas con mi padre. Él ha mandado construir una preciosa casa para nosotros dos en un jardín sombreado a la orilla del mar. Siempre que tiene algo de tiempo libre vamos a esa casa, viajando por el Nilo; llevamos sólo a los sirvientes más indispensables. Ambos disfrutamos de la espléndida calma, del mar infinito y la tranquila vida en común. Ambos, mi padre y yo, amamos el mar, la Gran Madre de la Tierra, con pasión
infantil. En aquella casita a orillas del mar somos felices, nuestra vida se une con el mar y en esa unión vivimos en total paz, inmortalidad, eternidad... Aprovechamos cada oportunidad que se presenta para estar cerca del mar. Paseamos a lo largo de la orilla, buscamos mejillones, a menudo salimos al mar abierto en un pequeño bote, remando nosotros mismos. Es espléndido cuando hace buen tiempo y el mar yace inmóvil y liso como un gigantesco espejo, pero también es maravilloso cuando, en una tormenta, el mar golpea con sus poderosas olas y el bote sale despedido hacia arriba para luego volver a caer en la concavidad de las olas. Después de remar y bañarnos, nos quedamos sentados durante horas en la orilla del mar y entonces tengo ocasión de preguntar algunas cosas a mi padre. -Padre –digo una vez--, ¿cómo es posible que los seres humanos sean tan ciegos ante las verdades del espíritu? ¿Qué será de la Tierra cuando, Ptahhotep me dijo una vez, su gobierno quede en manos de los hijos del hombre? Cuando el dominio de la Tierra pase a esas criaturas poseídas por el egoísmo y el afán de poder las consecuencias serán espantosas. Ya intuyo también el futuro,los ejercicios en el templo abren mi visión interior y mi capacidad de ver el futuro aumenta día a día, pero aún no veo todo con tanta claridad como Ptahhotep y tú. Mi padre se queda un largo rato observando el mar. Finalmente dice: -Sí, la Tierra tendrá que atravesar un período muy malo que durará algunos milenios. Como ya sabes, los Hijos de Dios de raza pura abandonaron la superficie de la Tierra hace ya mucho tiempo. Sus descendientes, que aunque nacidos de la mezcla de dos razas aún llevan dentro de sí la posibilidad de manifestar lo divino, están desapareciendo paulatinamente de la Tierra. Pero, para que las predisposiciones naturales superiores continuaran siendo trasmitidas a través de la herencia una vez que los Hijos de Dios de raza pura hubieran abandonado la Tierra, sus descendientes, quienes también heredaron heredaron las facultades de sus padres y recibieron la iniciación, tomaron como esposas a hijas de los hombres; esto se produjo a lo largo de muchas generaciones, hasta que los constantes cruces realizados entre personas de diferentes niveles, situados entre los hombres primitivos y los Hijos de Dios de raza pura, produjeron criaturas que cubrían toda la escala de materialización. Pero a medida que las terrestre ondas depredomina la fuerza creativa tienden cada más hacia materialización, el elemento en la herencia y, así,vez nacen, cada la vez, menos descendientes de los Hijos de Dios que mantienen la srcinal forma alargada de sus cabezas y, con ella, la capacidad de manifestar cualidades superiores. Pero, según las leyes de la herencia, existe la posibilidad de que en algún momento –incluso en las épocas más oscuras y materialistas—un Hijo de Dios de raza pura vuelva a reencarnarse, gracias a los constantes cruces raciales. Pues está cerca el tiempo en que sólo nacerán personas de cabeza redonda, quienes asumirán el dominio en todos los lugares de la Tierra, ¡incluso aquí, en Egipto! Esas personas no poseerán ni la visión espiritual, ni la sabiduría de las dinastías que descienden de la raza superior y no gobernarán con desinteresado amor, sino con la razón, con su ciega y brutal ansía de poder, por puro egoísmo. Debido a los constantes cruces entre los Hijos de Dios y los hijos de los hombres, ha surgido, poco a poco, una raza intermedia que presenta cualidades heredadas de ambas
razas. Hay un número indefinido de individuos por cuyas venas corre sangre humana, pero que, sin embargo, tienen la cabeza alargada y, con ella, han heredado las naturales predisposiciones espirituales y psíquicas de sus antepasados paternos. Pero, según las leyes de la herencia, nuevos y constantes cruces hacen que, incluso dentro de una misma familia, aparezcan individuos cada vez más diversos y variados, de los cuales, sin embargo, son cada vez menos los que heredan los rasgos divinos. Ya hoy en día puede verse cómo de entre varios hermanos pertenecientes a una misma familia, uno apunta totalmente a lo espiritual y divino, otro, por el contrario, a lo carnal y humano y un tercero es probablemente una mezcla de ambos. La relación existente entre el número de personas superiores y el de inferiores es cada vez más desfavorable a la raza superior. No es de extrañarse que, por lo general, el hermano dirigido hacia lo carnal alimente un amargo odio contra su hermano que posee predisposiciones espirituales y divinas ; y hoy en día ese odio desemboca en trágicos enfrentamientos. Pero gracias al creciente campo de acción de los cruces y, con ellos, de la herencia, el elevado saber de los iniciados penetra cada vez más en el conjunto del pueblo. Surgirán, así más variaciones y diferencias, hasta que, finalmente, la posibilidad de evolucionar hasta alcanzar el grado más elevado de saber y la iniciación se encuentre presente en toda persona. la abismal diferencia que existe entre los miembros de la familia gobernante, omniscientes y subdesarrolladas, llegará a desaparecer gracias a los constantes cruces producidos durante varios miles de años. Gobernantes y pueblos serán iguales. Las dos razas, los Hijos de Dios y los hombres primitivos, dejarán de existir en su forma pura, y en lugar de ellas nacerán individuos únicos, que se encontrarán en los más diversos niveles de evolución: en uno se manifestará con mayor intensidad la sangre heredada de sus antepasados divinos, en otro la de sus bajos antepasados primitivos. Así pues, como con el tiempo todos los seres humanos llevarás rasgos heredados de las dos razas, vivirán todos entremezclados que ya no podrán ser diferenciados por las características externas propias de su raza, sino únicamente por los rasgos de su carácter y sus facultades. Los individuos de facultades más elevadas poseerán por lo general la misma forma craneana que las demás personas; no obstante, destacarán de las masa como grandes científicos, artistas, filósofos o místicos. Los cráneos de forma alargada desaparecerán, como desaparecerán también los cráneos simiescos de los hombres primitivos. En laderaza mestiza, los centros nerviososyypsíquicas cerebralespervivirán que sirvenena estado la manifestación elevadas facultades espirituales latente durante muchos miles de años. De acuerdo con esto, los cráneos tendrán una forma redondeada. Por el contrario, los seres humanos desarrollarán muy intensamente aquellos centros cerebrales que sirven a la razón, por lo cual las posteriores generaciones de la raza mestiza poseerán frentes amplias y abultadas. Así como las ondas de energía de la raza superior se extenderán a círculos cada vez más amplios mediante los constantes cruces raciales, hasta llegar a la razas inferiores y posibilitarles también a ellas el saber, así también el dominio de la Tierra caerá en manos de criaturas cada vez más inferiores. Éstas, en su ignorancia, querrán antes que nada destruir las grandes culturas que los Hijos de Dios a creado en las diferentes partes de la Tierra. Sólo algunas ruinas y restos de los colosales edificios y monumentos darán noticia de que una vez el conocimiento, la sabiduría, el bien y la belleza dominaron sobre la Tierra.
Los hombres ya sólo sabrán de la omnipotencia y la omnisciencia de los grandes “magos blancos” y los “iniciados” a través de la tradición, y, puesto que no tendrán conocimiento de todo aquello, su orgullo hará que durante miles de años consideren que esas tradiciones son meros cuentos de hadas. Los constantes cruces entre las dos razas crearán una escala evolutiva por la cual incluso el hombre primitiva podrá ascender de su nivel inferior. Pueslos hombres primitivos sólo son espíritus puros que han caído en lo más profundo de la materia y al hacerlo han perdido en la materia su conciencia divina y, por tan, han olvidado su elevado srcen. Para darles la oportunidad de recuperar la conciencia del nivel espiritual superior, los Hijos de Dios hicieron el gran sacrificio de otorgarles sus energías casándose con las hijas de los hombres. Pero con estos matrimonios también se anclaron ellos mismos al mundo material y deben participar como ayudantes en todo este período que llevará a la total espiritualización de la Tierra: algunos lo hacen reencarnados en cuerpos humanos, otros en estado incorpóreo, espiritual. El nivel de la clase gobernante caerá cada vez más hondo. El poder pasará de un pueblo a otro. Se desencadenará una guerra tras otra. Las consecuencias serán la ignorancia, la pobreza y la miseria. Los últimos iniciados no cederán a estos hombres las máquinas con las que dominan las fuerzas de la naturaleza y ordenanlas enormes energías creadoras que actúan en secreto. Destruirán todos sus instrumentos antes de abandonar por algunos milenios la superficie de la Tierra. Uno de los últimos iniciados, miembro de un pueblo que no será el egipcio, pero que, sin embargo, se criaráy recibirá la iniciación aquí, sacará uno de estos instrumentos de Egipto para ponerlo a salvo y, durante algún tiempo, los sacerdotes de aquel otro pueblo podrán mantener el instrumento en secreto. Pero llegará el momento en que el último iniciado tenga que abandonar la Tierra y éste destruirá ese último instrumento. Se verá obligado a hacerlo, para que las ansias de poder y la codicia de los ignorantes hijos de los hombres no lleven a que éstos vuelvan a destruirse a sí mismos y a continentes enteros mediante reacciones en cadena. No debe repetirse la devastación que hizo desaparecer la sede de los antiguos Hijos de Dios. Una vez que todos los aparatos hayan sido destruidos y los cocimientos superiores hayan desaparecido de la Tierra, los seres humanos tendrán que trabajar la tierra con sus propias fuerzas físicas, ¡incluso tendrán queque picar la piedra con susde propias como lospropia hombres primitivos! Y también tendrán soportar la tiranía seres manos, humanos de su raza. Pero como las fuerzas que emanan de la Unidad indivisible hacen que todo lo que se manifiesta en el plano terrestre tienda hacia el equilibrio, será precisamente la tiranía de gobernantes egoístas lo que despierte a la humanidad de su inc onsciencia, y, a costa de muchos sufrimientos y dolores, el hombre se dirigirá hacia las verdades superiores, espirituales. Los guías espirituales de la Tierra deberán dejar a la humanidad aparentemente sola, porque los seres humanos deben encontrar por sí mismos, voluntaria e independientemente, las verdades divinas ocultas en su interior y en el de la naturaleza. De lo contrario jamás tendrían la oportunidad de llegar al nivel más elevado. Pero, así como buena madre deja a su hijo dar sus primeros pasos solo para que se convierta en una criatura independiente, pero siempre observándolo desde lejos para ayudarlo a levantarse cando se caiga, así también los guías espirituales observan la Tierra para
intervenir cuando sea necesario ayudar a la humanidad a salir de una situación difícil. Estos guías espirituales actúan, dirigen y conducen a la humanidad desde el plano espiritual. Cuando supersticiones y error dominan la Tierra en lugar la sabiduría, cuando las tinieblas espirituales crecen tanto que amenazan sobrepasar los límites, entonces algunos Hijos de Dios asumen el arduo sacrificio de descender a la Tierra para, reencarnados en un cuerpo humano, traer a la humanidad el consuelo y la luz divina. Los cruces entre las razas divina y humana continúan sembrando la semilla de los Hijos de Dios, y, por tanto, siempre existe la posibilidad de que un Hijo de Dios reciba de una mujer pura un cuerpo y unos órganos con que manifestarse plenamente. En cada una de las épocas por la que atraviese la Tierra, en sus muchos miles de años de evolución, se reencarnarán Hijos de Dios, para enseñar a los hombres las leyes del espíritu, el amor y el desinterés y para realizar las tareas más diversas. Cuando el gobierno de la Tierra repose por completo sobre manos humanas, en los tronos de algunos países aún se sentarán Hijos de Dios que gobernarán con justicia y sabiduría y volverán a erigir culturas elevadas en la Tierra, o al menos en parte de ésta. Otros de los Hijos de Dios vendrán a la Tierra como científicos, artistas y místicos y enseñaran a la humanidad el arte, la música, la literatura superiores. Traerán al mundo nuevas ideas, nuevos descubrimientos, para dirigir la evolución del planeta en una dirección determinada. Estos Hijos de Dios llevarán, por lo general, una vida muy solitaria, a menudo sumidos en la mayor pobreza y desamparo, pues muy pocos seres humanos los comprenderán. Pero la luz de sus espíritus brillará en ondas y círculos cada vez más extensos, los nombres de estos gigantes del espíritu serán conocidos durante muchos milenios, y su obra será enseñada a los hijos de los hombres en las escuelas superiores. Pero también habrá Hijos de Dios que se reencarnarán para actuardesde las sombras. Éstos habitarán entre las altas montañas, en cuevas o en otros lugares ocultos donde no sean molestados y, en soledad, puedan irradiar energías superiores a la atmósfera de la Tierra. Los seres humanos que ya hayan alcanzado tal grado de evolución que puedan captar esas ondas de energía,conectarán automáticamente con ellas y trabajarán junto a los Hijos de Dios. Muchas veces no se darán cuenta de esta conexión. Trabajarán y actuarán por “propia convicción” es precisamente la energía divina que emana de los Hijos de Dios. Así, los seres humanos más evolucionados propagarán y anunciarán a lamasas humanidad las enseñanzas de los Hijos de Dios cierto tiempo a la Tierra. Las no comprenderán inmediatamente esas traerán elevadascada verdades; pero como sentirán el amor y la fuerza que habitan en ellas, las creerán. Así es como, de las enseñanzas elevadas y divinas de los Hijos de Dios, surgen las religiones. Todos los Hijos de Dios han traído y traerán a las diferentes regiones de la Tierra las mismas verdades, pero los hombres las interpretarán y las transmitirán a sus descendientes de distintas maneras, según las circunstancias de cada raza y su grado de evolución. Sucederá que un único Hijo de Dios se reencarnará en diferentes continentes y en épocas distintas para transmitir a la humanidad las verdades superiores. Y de las mismas verdades, procedentes del mismo espíritu, los seres humanos desarrollarán diferentes religiones en las diferentes regiones de la Tierra. A causa de estas diferencias, surgidas sólo por la ignorancia humana, se desencadenarán guerras en que los pueblos querrán enviarse unos a otros al infierno “en nombre de Dios”.
El nivel de evolución de los diversos pueblos será muy distinto, y, en consecuencia, los Hijos de Dios reencarnados también serán tratados de diferentes formas. En algunos países los seres humanos apuntarán más hacia la verdad divina; éstos reconocerán a los Hijos de Dios, los venerarán y les rendirán honores. Pero las ondas de energías continúan su marcha hasta llegar al límite final de la materia. Algunos Hijos de Dios tendrán que reencarnarse en los períodos más oscuros de la Tierra, en los que dominan el materialismo, el odio, la envidia, el temor y el miedo. En estas épocas tan profundamente apartadas de las verdades divinas, los Hijos de Dios serán tratados muy mal. Hombres ignorantes, poseídos por las ansías de poder, someterán a los Hijos de Dios a torturas y acabarán matándolos. Sin embargo, éstos asumirán el sacrificio, pues éste libera energía espiritual más elevada. El espíritu despertará en los hombres y vencerá sobre las tinieblas de sus almas. Poco a poco, la faz de la Tierra cambiará por completo. Llegadas al límite más remoto, las ondas de energía creadora fluirán, empezando así un nuevo período de ascensión. Los seres humanos tendrán cada vez más oportunidades de trabajar junto a los Hijos de Dios en la gran obra de redención de la Tierra y, poco a poco, se irá haciendo manifiesta una espiritualidad cada vez mayor. Entonces se producirá una reencarnación masiva de individuos que una vez estuvieron encarnados en la raza divina, pero que, o bien no pudieron superar las pruebas y murieron durante la iniciación, o bien cayeron más adelante, siendo ya iniciados. Estos individuos recuperarán la conciencia del saber perdido y, mientras en algunas partes del mundo los hombres continuarán matándose unos a otros, un creciente grupo de personas , conectadas a la energía irradiada por los Hijos de Dios, preparará el terreno para la nueva vida espiritual. Incluso los hombres precedentes de las razas inferiores alcanzarán paulatinamente niveles cada vez más elevados. Primero comprenderán sólo racionalmente que son capaces de cosas más altas y que–sin matarse y esclavizarse unos a otros—la vida sobre la Tierra podría ser mucho más feliz. A medida que la humanidad vaya evolucionando, perderá la visión materialista de sus fuerzas y hará a un lado la codicia. Las ansias de poder y de conquista se desvanecerán poco a poco; los hombres ya no utilizarán sus fuerzas para luchar unos contra otros, sino para dominar las fuerzas de la naturaleza. Poco a poco irán descubriendo que para ganarse el pan no es necesario recurrir al arduo trabajo físico ni regar pueden la tierradisponer con el sudor sus frentes, sino que, activando susvolverá centros nerviosos superiores, de lasdefuerzas de la naturaleza. Así la Tierra a quedar bajo el dominio de las ondas de energía más elevadas. Poco a poco, los hombres dejarán de comprender todo sólo con la razón y empezarán también a vivir yrealizar las elevadas verdades divinas. Así, volverán a desarrollarse culturas elevadas. Mientras el hombre se identifique con la materia –con la Tierra--, su conciencia estará ligada a la Tierra en un estado de identidad:el hombre será tierra. En consecuencia, cuando su cuerpo esté agotado y muera, morirá también él, es decir: la consecuencia del hombre cesará y caerá en un estado latente. Esto es lo que los hombres llaman muerte. Pero para el hombre que ha vuelto a despertar en el espíritu, el hombre que durante su vida se ha mantenido conscientemente por encima de la materia, sucede precisamente lo contrario. Para este hombre el hecho de nacer en un cuerpo significa eso: muerte. Y la muerte del cuerpo significa salir del cuerpo: ¡resurrección, vida!
Cuando los hombres no se identifiquen con su cuerpo o, dicho de forma simbólica, cuando dejen de comer de los frutos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y hagan que se manifieste exclusivamente la mitad derecha del Árbol de la Ciencia, dejando la mitad izquierda del árbol en el terreno de lo no manifestado,vivirán en ellos mismos y, como seres humanos, en un estado paradisíaco. Este nivel de evolución debe alcanzar el ser humano. Será una ardua lucha, pero las fuerzas espirituales penetrarán paulatinamente incluso en el corazón más aislado y, dentro de algunos milenios, este mundo volverá a ser la Tierra Prometida. Algún día, en un futuro lejano, la redención del mundo estará consumada! Mi padre termina; continúa observando el mar, como si hubiera leído el futuro en él. -Padre –pregunto--, dime, ¿también tú y Ptahhotep tomarán parte en esta gran tarea? ¿Volveréis a nacer en la Tierra en los años venideros, para cumplir alguna misión? ¿Y yo. Padre? ¿Qué será de mí? Veo con claridad el futuro de otras persona, pero cuando busco mi propio futuro aparece ante mis ojos una espesa niebla que no puedo penetrar. Mi padre me mira, asombrado por mi pregunta, luego me abraza por los hombros, me atrae hacia él y responde: -Yo volveré a nacer en algunos cuerpos más, pues al casarme con tu madre eché raíces en la materia, raíces más hondas de lo que corresponde a nuestro espíritu. Pero Ptahhotep, que nunca se ha apartado de su espiritualidad ni se ha identificado con su cuerpo, una vez que termine su misión actual no volverá a reencarnarse hasta dentro de miles de años. Él y varios otros Hijos de Dios dirigirán la evolución de la Tierra desde el plano espiritual, influyendo desde allí en la atmósfera terrestre. Estará en contacto con un grán número de seres humanos muy evolucionados que también participarán en la gran obra de la redención del mundo. Estas personas deberán llevar a cabo por su cuenta, completamente solas, las tareas que Ptahhotep les confíe. Cuando concluyan sus tareas recibirán otras, cada cez más difíciles. A lo largo de muchos milenios, también los seres humanos que alcancen la madurez recibirán la iniciación, aunque no en las pirámides, como ahora, sino recibiendo tareas que habrán de realizar durante sus vidas y que harán las veces de las pruebas de la iniciación. De esta manera evolucionarán hasta ser colaboradores mismo losmuy Hijoshondo de Dios. Ptahhotep también trabajarán algunos Hijos dedel Dios que rango hayanque caído en Con la materia y hayan dirigido sus elevadas y penetrantes vibraciones espirituales hacia sus centros nerviosos y cerebrales, aptos sólo para vibraciones inferiores y transformadas, quemando estos centros y, po lo tanto, hundiéndose aún más profundo en la materia. Estos Hijos de Dios caídos sólo podrán volver a su nivel divino srcinal después de haber reunido un cúmulo de experiencias a lo largo de varias reencarnaciones. Tendrán que pasar muchos dolores y sufrimientos para hacer despertar sus centros cerebrales y nerviosos superiores, sumidos en un cuerpo muy inferior, y hará falta que realicen grandes esfuerzos y practiquen largos ejercicios para que vuelvan a poner en actividad esos órganos, a travez de las cuales se manifiestan las capacidades espirituales y mágicas. Mientras estén entre los seres humanos, sentirán que no pertenecen a ese lugar, pues su manera de pensar seguirá siendo muy distinta al de los hombres y nunca comprenderán totalmente la vida humana y
terrenal, ni podrán adaptarse plenamente a ésta. Entre los seres humanos serán criaturas extrañas, incomprendidas y solitarias; serán considerados tipos raros. Como ya te he dicho antes, generalmente se les encomendará la tarea de enseñar a los hombres la ciencias, artes y literatura y de traer nuevas ideas al mundo. Serán admirados por alunas personas que los comprenderán, mientras otros, que reconocerán sus elevadas cualidades, los odiarán por envidia y celos. Los muchos sufrimientos y penas despertarán de su sueño material a estos Hijos e Hijas de Dios caídos; volverán a unirse a sus hermanos perdidos y recuperarán suomniconsciencia. Entonces , junto a sus hermano, podrán colaborar conscientemente en la gran obra y proclamar las verdades divinas. -Dices que los Hijos de Dios desaparecerán paulatinamente de la Tierra y que los seres humanos, aunque aún no habrán despertado al plano espiritual y, por tanto, serán aún corporales y egoístas, asumirán, sin embargo, el control de la Tierra. Pero ¿cómo dominarán entonces los seres humanos a los leones? –pregunto a mi padre--. Esos magníficos animales son tan hipersensibles que ya ahora ni siquiera toleran la proximidad de los hijos de los hombres egoístas. Puesto que en el plano animal los leones son una manifestación de la energía más elevada, la energía solar, también están orientados hacia las vibraciones del Sol: hacia la sinceridad, el valor y el amor, tienen unos nervios tan delicados que no soportan ninguna radiación inferior. Cuando alguien no se les acerca con amor, sino con espíritu dominador y miedo, se dan cuenta enseguida, y por eso odian a los hijos de los hombre, egoístas y hambrientos de poder. ¿Cómo podrán pues los leones ponerse al servicio de los hijos de los hombres? Es algo que ni siquiera puedo imaginarme, padre. -Tu imaginación está trabajando en la dirección correcta al no mostrarte imágenes en que los leones sirven a los seres humanos. Pues, en efecto. Los hombres no conservarán esta amistad con esos espléndidos animales. Los egoístas hijos de los hombres pueden engañarse unos a otros con palabras hermosas y mentiras–y lo hacen a menudo--. ¡pero nunca podrán engañar a los leones! Los animales no se fijan en las apariencias, sino que ven únicamente la verdad, ¡pues ellos mismos son verdad! Los leones dejarán de ser animales domésticos y, convertidos en fieras completamente salvajes, se retirarán a las regiones despobladas para apartarse de los hombres. -Pero, padre, ¿qué animal tirará entonces los carros de los hombres? ¡Bueyes y asnos son Mi demasiados padre sonríe:lentos! -Ya hoy en día existen países donde un animal emparentado con el asno y con la cebra está al servicio de la humanidad, y no falta mucho tiempo para que sea introducido aquí, como animal domésticos, en reemplazo de los leones. No olvides que nuestro gobierno representa la paz. Con nuestra sabiduría y amor damos orden y riqueza al país. Así, los seres humanos no tienen motivos para luchar unos contra otros. Pero cuando mi gobierno termine me sucederá un soberano de otra familia y creará una nueva dinastía. Este nuevo soberano ya llevará en sus venas mucha sangre de srcen humano y utilizará su sabiduría no sólo para gobernar, sino también para conquistar países vecinos. Llegará el tiempo en que el poder de este país no se sustente en la sabiduría y el amor desinteresado, sino en la fuerza bruta, y lo bello, lo bueno y lo verdadero serán desplazados a un segundo plano. Entonces aquel animal parecido a la cebra desempeñara un importante papel en la
vida del hombre. Es un animal obediente, y aunque no es tan poderoso como el león, tiene una ventaja frente a éste, y es que también puede participar en las guerras al lado de los hombres, lo que ningún otro animal haría sin convertirse en una criatura salvaje y peligrosa. Pero en el transcurso de los siguientes milenios, lo hijos de los hombres harán tales progresos que descubrirán como hacer que sus carros se muevan sin ayuda de animales. La elevada raza de los Hijos de Dios conocía todos los misterios de la creación. Sabían cómo liberar a sus vehículos de la fuerza de atracción de la Tierra y cómo conducirlos con su poder mental. Tras de sí dejaron para la posteridad muchos dibujos y representaciones pláticas de esos vehículos que, gracias a su ingravidez, podrían volar y ser dirigidos con la mente; algunos Hijos de Dios, incluso, salvaron de la destrucción de su hogar algunos de esos dibujos impresos en hojas de palmera y los llevaron a otros continentes. Hoy en día esos dibujos están puestos al cuidado de algunos iniciados y aún serán protegidos dentro de seis u ocho mil años, mucho tiempo después que los seres humanos hayan descubierto, con métodos muy distintos, cómo hacer que sus vehículos se eleven sobre la superficie de la Tierra. No lo harán con el poder de sus mentes y por eso sus vehículos serán mucho menos seguros que los fabricados por los Hijos de Dios. Sin embargo, más adelante los seres humanos descubrirán todos los secretos de los Hijos de Dios, incluidos los últimos misterios de la vida. Entonces se habrá cerrado el círculo del período evolutivo. -Padre, por favor, dime algo de mi futuro. Mi padre vuelve a observarme con una mirada extraña y triste, luego me acerca aún más a él y, con una voz que delata su contenida tristeza, dice: -Mi querida hija, ya antes he hablado de tu futuro, aunque no lo reconociste como tal. Esto, y el hecho de que una espesa niebla te impida verlo, es una clara prueba de que el yo universal, Dios, no quiere mostrarte tu futuro por alguna buena razón. ¿Cómo podría yo ir contra su voluntad? No te sientas insatisfecha, pues es mucho mejor para ti no conocer tu futuro, si lo conocieras no cumplirías como es debido tus tareas y obligaciones actuales. Sólo puedo decirte que ambos compartieron los sucesos que han de venir. No sólo mediante la convivencia de nuestros cuerpos. Tendremos que reencarnarnos cada cierto tiempo, pero no a la vez ni en los mismos lugares. Y también llegará el tiempo en que tú aún tengas que deambular por el mundo y yo, sin embargo, actuaré sobre la atmósfera de laHijos Tierra desde mundo de energía espiritual, al ladoendetus Ptahhotep muchos otros deya Dios. Noelobstante te la encontrarás con nosotros sueños...yPero todo esto no tiene mucha importancia; sea lo que sea lo que te depare el futuro, siempre estarás unida a nosotros en la Unidad del Ser eterno... Lo abrazo y repito, dichosa: -Sí padre, te pertenezco, y sé que jamás me abandonarás. -¡Jamás te abandonaremos! –repite mi padre en tono serio y solemne. Al atardecer mi padre y yo estamos sentados en la terraza, disfrutando de la espléndida puesta del sol en el mar. Mientras el sol desaparece, hundiéndose lentamente por el oeste, mi padre señala la enorme desembocadura del gran río y dice: -Mira, aquel lugar donde ahora baten las olas del mar, dentro de muchos miles de años será también tierra firme, con ciudades y casas y anmado comercio. El nilo acarrea tierra continuamente, haciendo que la orilla penetre cada vez más en el océano. Hace
miles de años, este lugar donde ahora estamos sentados estaba cubierto de agua, y dentro de otros miles de años, la tierra firme llegará hasta mucho más allá de donde ahora puedes ver ese velero llevado por el viento. La faz de la tierra no cambia sólo por las grandes catástrofes, sino también por la lenta acción de las aguas. Mientras mi padre habla, el sol se va hundiendo lentamente. En el cielo se despliegan todos los colores del arco iris, cambiando a cada instante; después el sol desaparece en el horizonte y poco después reinan las profundas tinieblas. Sólo las estrellas brillan como grandes diamantes. Nos quedamos un largo rato más sentados en la terraza y le cuento a mi padre que ya puedo establecer contactos telepáticos. Mi padre quiere probarme, desees ver si poseo un amplio dominio de mis centros cerebrales superiores. Intenta decirme algo sin hablar, buscando la identidad de nuestros espíritus. Ambos nos alegramos cuando después yo puedo repetir en voz alta su mudo mensaje. Ya soy capaz también de establecer contacto con Ptahhotep, aunque de momento sólo después de la puesta del sol. Ahora me concentro en Él, y su figura, su noble rostro y en especial sus ojos aparecen en mi interior. Luego escucho su mensaje como un eco que resuena dentro de mí. Escucho claramente su voz, como si tratara de mi propia voz interior. Luego mi imagen empieza a palidecer y advierto que Él se está apartando de mí; se está concentrando en alguna otra cosa. Siento ganas también de establecer contacto con Ima. Me concentro en él y pronto aparece en mí conciencia. Lo veo, veo cómo su rostro noble y angelical me sonríe y, sin decir una palabra, me hace saber que me comprende y que se alegra mucho de mis progresos. ¡Querido Ima! Siempre siento dentro de mí su amor fraternal y su ayuda. Muy de mañana estamos otra vez en la terraza, pues el amanecer en el mar es quizá aún más hermoso que la puesta del sol. Aún está oscuro, el cielo tiene aún un color oscuro, casi negro. Entonces aparece de repente el borde superior del sol y con él un maravilloso púrpura que inunda toda la bóveda celeste con su brillo rojizo. ¡Sigue un espléndido juego de colores! En el cielo se despliegan todos los matices de los diferentes colores, brillantes, ardientes, hasta que finalmente desembocan en un profundo azul. Aquello actúa sobre mí con una fuerza tan irresistible que mi alma tiembla de indescriptible alegría y una infinita sensación de felicidad llena mi cuerpo de nuevas fuerzas vitales. a menudo admiro el amanecer desde la alegría terrazaes deaún la casita! éxtasisaquí y la mi alegría ¡Qué se graban en lo más profundo de mi ser. Y mi mayorElporque padre es completamente mío. Aquí no es el faraón, sino solamente mi padre, mi mejor amigo y compañero de juegos.
BO-GHAR Y LA LLAVE DE LA VIDA Una tarde,pero tras varios de largas eembravecidas, imponentes tormentas, el viento ya había amainado las olasdías continuaban mi padre ycuando yo salimos a remar para disfrutar del embate de las olas contra el vacilante bote. De repente advierto que algo se bambolea entre las olas, emerge y vuelve a hundirse, se hace visible y vuelve a desaparecer. -¡Padre!—grito--, mira, qué puede ser eso? La mirada de mi padre sigue la dirección que señala mi mano. -¡Rememos hacia allá!—grita, y remamos rápido y con mucha fuerza. Al acercarnos comprendemos de que probablemente se trate de los restos de un naufragio. Vemos algunos tablones destrozados pero aún unidos y el mástil con la vela raída enredándose entre los tablones. Parece que una figura humana estuviera agarrada a aquellos restos. -¡Mira, un niño!—grita mi padre, ¡y remamos con todas nuestras fuerzas! Parece transcurrir una eternidad hasta que conseguimos llegar hasta los restos del naufragio. Por fin estamos allí: un muchacho muy delgado, de unos doce años de edad, se agarra tan fuerte como puede a los destrozados tablones. Está ya casi muerto, sus piernas cuelgan fatigadas y su cuerpo se balancea, de aquí para allá, junto a los tablones mecidos por las olas. Sus ojos carecen ya de expresión, únicamente sus manos parecen estar soldadas a los tablones, manteniendo al muchacho en la superficie. Queremos acercarnos más, pero las olas apartan nuestro bote una y otra vez, hasta que finalmente mi padre, extendiendo el brazo, alcanzan uno de los tablones que sobresalen de los restos del velero y tira fuertemente de él para así acercarnos y permitir que yo pueda desprender las manos del niño del tablón al que se aferran. Así conseguimos por fin subir al muchacho a bordo de nuestro bote. Parece inconsciente, y remamos de regreso a casa tan rápido como podemos. Nuestros sirvientes se dan cuenta de lo sucedido y salen a nuestro encuentro en varios botes. Mi padre lleva al niño a casa. Luego los sirvientes levantan al niño en el aire, cogiéndolo por los pies, de modo que su cabeza cuelgue y mi padre presione con fuerza el vientre y las costillas del muchacho, para echar fuera el agua que ha tragado. Finalmente manda acostar al niño en su propia cama y despide a los sirvientes. Ahora sucede algo extraordinario: mi padre coge un cofrecillo que he visto también en casa, en su habitación, y que siempre lo acompaña en sus viajes. Saca del cofrecillo una pequeña llave parecida a una cruz, aunque en el brazo superior termina en un aro. Coge la llave por este aro. La aprieta con fuerza y comienza a trazar líneas con ella sobre el cuerpo del muchacho, en todas direcciones. Advierto que, mientras hace esto, mi padre está intensamente concentrado y dirige toda su atención al muchacho. Primero mantiene la llave un momento sobre la coronilla del niño luego la desliza lentamente sobre su cara,
hasta llegar al corazón, donde se detiene un momento para luego pasar sobre el torso trazando líneas que unen la zona del corazón con los órganos sexuales; después repite estos movimientos pasando sobre los brazos hasta llegar a las manos y también sobre las piernas, hasta los pies. En ese mismo instante, apenas mi padre coloca la llave sobre la coronilla del chico, éste empieza a respirar y después –mientras mi padre traza las líneas—vuelve a respirar regularmente y su cuerpo se estremece. Poco a poco vuelve en sí y cuando mi padre traza las últimas líneas, el muchacho de repente, abre los ojos, se incorpora, al parecer totalmente sano, y sin esperar ni un segundo, se deja caer de rodillas ante mi padre, abraza sus pies, apoya la frente en éstos y llora amargamente. Mi padre lo levanta, lo sienta sobre su regazo y lo tranquiliza cariñoso y tierno. El chico habla en un idioma que sólo puedo comprender entrando en contacto con su espíritu. Mis ejercicios telepáticos ya han desarrollado tanto mis órganos sensoriales que, sin seguir las palabras del muchacho, puedo comprender el sentido de su relato. El muchacho cuenta que su padre un comerciante de un país lejano, quería traer a Egipto diversas mercaderías que podría vender aquí. Llevo consigo a su mujer y su hijo para que así éstos conocieran Egipto. Habían emprendido la marcha hacía ya algunas semanas cuando se desencadenó una terrible tormenta. Tras luchar días enteros contra los embravecidos elementos, el barco se hizo pedazos y todo se hundío. Su madre y algunos marineros pronto desaparecieron bajo las olas; su padre, él y algunos otros marineros pudrieron resistir algo más, cogidos a los restos del naufragio, pero luego vio cómo también su padre desaparecía entre las olas. El se aferro con todas sus fuerzas al tablón que había logrado asir; no podía recordar más. El niño termina su relato entre lágrimas; poco a poco se va tranquilizando, pero en el aura que despide su alma, aún veo el oscuro vacío de un miedo y una desesperación espantosos. -Padre—digo--, este chico ya no tiene a nadie es este mundo. Permite que yo asuma su cuidado y lo haga educar. Menu le enseñara el idioma y la manera en que debe comportarse y en el templo puede recibir una buena educación. Tú ves qué inteligente es y qué pura es su alma. Quisiera llevarlo al templo para que desarrolle sus facultades. Ya veremos qué progresos hace y para qué posee talento. Quizá llegue a ser sacerdote. Permite-Está que bien—responde se quede conmigo. mi padre--, puedes conservarlo a tu lado. Vuestro destino es que hayáis estado unidos desde hace eones y que sigáis estándolo, y que lo hayas encontrado entre las olas. Leyes internas del destino mandan que este chicote pertenezca. Mientras hablamos sobre él, el muchacho nos observa, y luego, como si nos hubiera comprendido, abraza mis rodillas y me da todo tipo de muestras de agradecimiento y confianza. Lo cojo de la mano y lo entrego a un sirviente, encargándole que le procure algunas ropas y le dé algo de comer. Come con un apetito tan saludable que no parece que estuviera extremadamente agotado sino sólo un poco cansado y, una vez que se le ha preparado una cama en mi habitación, se acuesta y enseguida queda dormido. Yo me quedo un rato más en la terraza, con mi padre. Poco a poco, las olas del océano recuperan la calma y disfrutamos del juego de colores de la puesta del sol.
-Padre—pregunto--,¿qué fuerza posee esa llave? ¿Cómo y con qué ha sido fabricada? Ha causado un efecto mágico en el muchacho. El chico estaba medio muerto, y después de que lo trataras con la llave fue como si se hubiera colmado de nuevas energías vitales. Mi padre permanece callado un instante, después responde: -En efecto, eso es lo que sucedió: el pequeño se llenó de nueva fuerza vital. El secreto de la llave forma parte de la iniciación. Debemos mantenerlo en secreto porque la llave no sólo puede dar vida, sino también matar, y si los ignorantes y egoístas hijos de los hombres tuvieran en sus manos este secreto no tardarían en utilizarlo para esto último. Falta muy poco para que recibas la iniciación, y ya has aprendido el arte de callar. Por eso te he permitido observar cómo trataba al chico con la llave. Ptahhotep te explicará a fondo el secreto de la llave y, una vez que hayas recibido la iniciación, te enseñará a utilizarla. Mañana volveremos a la ciudad y te presentarás ante él. Has hecho grandes progresos en lo que respecta al dominio de ti misma. Tu iniciación está ya muy cercana. Unas pocas enseñanzas más y recibirás la iniciación. Conmovida, guardo silencio. ¡Mi iniciación está ya muy cercana! Por fin terminarán los largos años de constantes ejercicios preparatorios y seré admitida en el secreto sagrario del templo. ¡Seré iniciada! Ambos estamos callados, observando en la solemnidad del silencio la espléndida puesta de sol. Los pocos y felices días libres han transcurrido rápidamente. Ya estamos de nuevo en la capital, en el palacio. Llevo al chico –al pobre pajarito que ha caído de su nido—ami habitación y explico a Menu lo sucedido. Menu acoge inmediatamente al joven en su bondadoso corazón y lo trata como si fuera su propio hijo. El chico se señala a sí mismo y dice: “Bo-Ghar”, y cuando lo llamamos así, sonríe feliz. Es una criatura espléndida. Su cuerpo es delgado, animado y vivaz, elástico, flexible y al mismo tiempo muy fuerte. Comprende todo con facilidad. Aprende nada más oírlas as palabras y expresiones de nuestro idioma, desconocido hasta ahora para él. Por la noche debo presentarme ante Ptahhotep para mantener una charla. Recorro con Menu el camino ya familiar que conduce al templo, y poco antes de llegar allíYa pienso queelIma ya noque estará esperándome en lasí, puerta para el camino. conozco camino conduce a Ptahhotep; incluso mismostrarme pies lo conocen. Pero ya cerca de las puertas del templo ve emerger de la oscuridad la soberbia figura de Ima. Su aura, tan pura, atraviesa la atmósfera en amplios círculos que lo rodean y me alcanzan también a mí. Observo en secreto su hermosa figura y me examino a mí misma, intentando averiguar si podría sentirme atraída físicamente por él. ¡No! ¡Nunca podría amarlo físicamente! Siento que entre nosotros dos existe un amor tan profundo que es como si ambos fuéramos un único ser, como si él fuera yo, y yo fuera él. ¿Cómo podría alguien amarse y desearse físicamente a sí mismo? Ima procede de la estirpe de los Hijos de Dios, también él tiene el cráneo alargado. Es puro, elevado, como un ángel, como la espiritualidad misma. ¡Nunca podría amarlo físicamente, ni él a mí! -¿Cómo sabías que iba a venir? –pregunto llena de alegría--. ¿Te ha enviado Ptahhotep para que me recibas?
Ima sonríe: -¿Todavía no te has acostumbrado a que un ser que ha despertado en el espíritu no necesita noticias exteriores para saber qué está haciendo y dónde se encuentra un alma ligada a él? Me concentré en ti para saber si ya habías regresado con el Faraón, para así preparar tu siguiente ejercicio. Así fue como vi que te hallabas de camino hacia aquí. Entra, Ptahhotep te está esperando. Mañana volveremos a trabajar juntos. Ima se va, y yo entro para presentarme a Ptahhotep. Durante el largo período de observación y dominio de mí misma , al aprender a dominar las doce parejas de cualidades gemelas aprendí también a no volver a dirigir mi alegría hacia el cuerpo, de modo que ahora en lugar de saltar al cuello de Ptahhotep y abrazarlo, expreso mi amor y alegría a través de mis centros nerviosos conscientes, pero sobre todo a través de mis ojos. Hago una profunda reverencia anteÉl. Él comprende y ve el dominio plenamente consciente que he adquirido sobre mis estallidos de amor, es decir, sobre las fuerzas que actúan dentro de mí; yo comprendo y veo que él comprende y ve... y ambos somos una Unidad en el espíritu. ¡Oh! ¡Esta Unidad trae consigo una dicha mil veces mayor que la producida por un abrazo físico! En esa perfecta Unidad me siento feliz, y espero lo que Él me tiene que decir. Sus ojos descansan un momento sobre mí, lleno de amor y alegría. Su mirada me penetra sin que nada le impida el paso. Finalmente, Él dice: -Ha llegado la hora que conozcas el secreto de la llave y también el de nuestros otros aparatos. Tu padre sabía que ya eras lo bastante madura, por eso aprovechó la oportunidad para mostrarte una de las múltiples aplicaciones de la llave, la de dar la vida. A partir de ahora ven verme todas las noches, para así poder darte a conocer las últimas manifestaciones secretas. Al día siguiente voy al templo muy de mañana, y todos nos alegramos por el reencuentro. Amo a todos los neófitos y también al maestro de la escuela de neófitos, ese hombre dulce y cariñoso que nunca hace un movimiento innecesario ni permite que nosotros lo hagamos. su método desarrolla increíblemente nuestra capacidad de dominio sobre el cuerpo. Gracias a esos ejercicios ya he conseguido la capacidad de dirigir hacia mis diferentes y miembros fuerza creadora –la mi fuerza de mi conciencia—adecuada a mi grado deórganos evolución. Gracias alaesos ejercicios todo cuerpo se ha vuelto tan consciente y tan vivo que puedo sentir cada uno de mis órganos con tanta claridad como antes sólo sentía el interior de mi boca. Poco a poco he aprendido no sólo a sentir claramente todos mis órganos, sino también a gobernarlos conscientemente. Así, por ejemplo, puedo dominar la actividad de mi corazón. Sólo concentrarme en el punto del cuerpo donde se ubica la fuerza que nos obliga a respirar. Pues si expulsamos todo el aire de nuestros pulmones y no volvemos a respirar, algo nos ordena tan intensamente que lo hagamos que tenemos que volver a inhalar aire. Es más difícil descubrir qué es ese algo que nos obliga a respirar, que descubrirqué no es. No es la nariz, pues ésta no respira, es sólo una abertura por donde puede entrar el aire. Tampoco son los pulmones, pues podemos sentir que estos no son más que instrumentos al servicio del proceso respiratorio. Finalmente descubrimos que lo que nos obliga a respirar es una fuerza que
tiene su asiento en la zona del corazón y desde allí dirige nuestra respiración. Si dirijo mi pensamiento a ese punto de mi cuerpo puedo acelerar o retardar mi actividad cardíaca con la fuerza de mi imaginación; es decir, puedo dominar la actividad de mi corazón. De la misma manera, poco a poco, puedo someter cada uno de mis órganos al dominio de mi voluntad. Es maravilloso poseer tal grado de control sobre el cuerpo. Mentuptah se siente bastante satisfecho y me sonríe alegre cuando vuelve a verme entre los neófitos. Una vez terminados los ejercicios en grupo, le digo a Ima: Ima, me prometiste que me darías u nuevo ejercicio de concentración. -Escúchame bien—responde Ima--, hasta ahora siempre has realizado tus ejercicios de concentración con una respiración pausada y regular en la quetú inspirabas y tú volvías a espirar el aire. A partir de ahora cuando dispongas a concentrarte lo harás de otra manera. Pues mientras tú inspiras y espiras el aire, estás siendo idéntica a tu cuerpo. Pero la verdad es que no eres tú quien respira, sino tu cuerpo. Tu cuerpo vive porque elYo superior –Dios –insufla en él su propio aliento. Todos nosotros vivimos únicamente porque nuestro ser corporal respira el aliento deDios .Ya sabes que Dios es el Yo que vive en ti. Así pues, tu cuerpo respira tuYo –te respira a ti misma—y eso da la vida al cuerpo. Mientras creas que eres tú quien respira serás en u conciencia idéntica a u cuerpo, y no a tu Yo.Por el contrario, sisientes en tu conciencia que tu cuerpo te inspira a ti misma y, a espirarte, vuelve a dejarte en libertad, entonces podrás vivir la gran transformación,ser tu misma fuera de tu persona física; fuera del cuerpo que habitas. A partir de ahora debes practicar la concentración de esta manera, sin ser tú quien inspira y espira el aire, sino dejando que tu cuerpo te inspire y espire a ti misma. Cada vez que respires sentirás cómo en cada inspiración tu cuerpo te inhala a ti y cómo llenas ese cuerpo de energía vital y, al espirar, sentirás cómote retiras del cuerpo y permaneces separada de él, en ti misma, hasta la siguiente inspiración. Cuando lo consigas vivirás algo similar a la muerte del cuerpo, pues en ésta te retiras del cuerpo, que te exhala por última vez. Practica y después hazme saber los resultados que obtengas. Ima quiere marcharse, pero le pido que se quede un rato más y le cuento cómo mi padre y yo encontramos y salvamos al pequeño Bo-Ghar. -Ima –digo--, quisiera traer al muchacho al templo para que reciba una buena educación ¿Te encargarás de él,. Para determinar para qué posee talento? —Sí, lo haré podrá gustoso. Hablaré con en el director dejunto la escuela neófitos y el lo aceptará. Después vivir y estudiar el templo, a los de demás niños. -No, Ima –digo--, quiero que el chico se quede conmigo. Lleva dentro de sí una pureza y amor infinitos. Yo lo traeré cada día al templo y por lanoche volverá conmigo al palacio. Lo traeré mañana. Al día siguiente Bo-Ghar viene al templo conmigo. No sabe a dónde lo llevo, pues aún no entiende las cosas que le decimos, pero viene con serena confianza, obediente y con el rostro radiante. Está feliz de poder venir con Menu y conmigo. Amo a Bo-Ghar desde el primer momento, desde que lo vi entre las olas y él se colgó de mí. Parece que sólo fuera feliz cuando estáconmigo puede sentarse a mis pies. Ya en el templo lo conduzco por el largo pasillo de columnas hasta la escuela de neófitos, donde los niños de talento reciben clases. Una vez allí, Bo-Ghar no quiere soltar mi mano. Comprendo que tiene miedo de que yo quiera dejarlo allí. Lo abrazo y le explico
que puede estar tranquilo, pues al atardecer volveré a buscarlo y regresaremos juntos al palacio. No comprende mis palabras, me observa temeroso con sus enormes ojos; pero como después ve que no me despido, se tranquiliza un poco y se queda. Al atardecer, cuando voy a recogerlo, lo encuentro con los demás chicos, con quienes al parecer ha trabado una gran amistad. Bo-Ghar les está explicando algo moviendo las manos y los pies; los otros niños escuchan su relato con gran interés y actúan como sí lo comprendieran. Cuando Bo-Ghar advierte mi presencia sus ojos se iluminan por la enorme alegría; el chico corre hacía mí y se arroja a mi cuello. Estoy muy contenta de que ya se sienta como en casa. Y a partir de entonces somos tres los que vamos al templo cada mañana: Menu, Bo-Ghar y yo. Pasan semanas y meses y el pequeño Bo-Ghar aprende nuestro idioma tan rápido que pronto ya se puede expresar con bastante corrección. Muy de mañana ejercita su cuerpo bajo la dirección de Mentuptah. Su cuerpo es muy vivaz; la conductibilidad de sus nervios, extraordinariamente grande. Realiza los ejercicios a conciencia, profundamente sumido en lo que está haciendo, y ejerce sobre su cuerpo un fabuloso dominio innato. Ima lo quiere mucho y se ocupa de él tanto como puede. Y ese niño solitario, que ha perdido a su familia, quiere a Ima de todo corazón, como a un hermano. Agradece cualquier palabra cariñosa y amable. En el templo los directores de la escuela determinaron que Bo-Ghar era poco inclinado a las creencias, pero, por el contrario, estaba dotado de un gran talento para el dibujo y el modelaje. Así, el gran artista Imhotep lo ha aceptado en su taller, donde es el más joven de los aprendices. Imhotep le augura un gran futuro. Cada noche, Bo-Ghar me espera en la puerta del templo, y de camino a casa me cuenta qué ha pasado, qué ha aprendido y qué ha hecho con los otros niños. Si Bo-Ghar no hubiera calado tan hondo en el alma de la bondadosa Menu, ella ahora se sentiría ofendida, porque antes, cuando hacíamos este camino nosotras dos solas, nunca le permitía hablar, para que no estorbara mis pensamientos, y ahora, por el contrario, el chico puede pasarse todo el camino hablando de sus cosas. Pero a Menu le parece natural que yo permita hacer al niño lo que ella le prohíbe.
DE LAS ENSEÑANSAS DE PTAHHOTEP: LAS SIETE OCTAVAS DE VIBRACIONES. EL ARCA DE LA ALIANZA Estoy de pie ante Ptahhotep y escucho sus palabras con devoción. Hoy te explicaré las leyes sobre las cuales descansa el secreto del maravilloso efecto de la llave. Evidentemente, se trata de simples leyes naturales.Dios es omnipresente, y la radiación de su omnipresencia se manifiesta en el mundo material visible e forma de leyes naturales. En consecuencia, nada puede suceder fuera de las leyes de la naturaleza. Pero éstas varían según los niveles de evolución. En el mundo espiritual rigen determinadas leyes, en el mundo mental otras y en el mundo material también otras. Y dentro del mundo material e incluso dentro de una misma materia rigen también distintas leyes, según las proporciones. Así, por ejemplo, es una ley natural que la superficie de la aguas tranquilas esté siempre horizontal. Pero esta ley es válida únicamente dentro de unas ciertas dimensiones pues una gota de agua que repose en el caliz de una flor tendrá forma esférica, y una criatura diminuta que viviera en este mundo microscópico podría determinar que el agua se presenta siempre en forma esférica. ¿Por qué? Porque la relación entre la tensión de la superficie del agua y la fuerza que hace que el agua esté siempre en horizontal es diferente en una gota –es decir, en pequeñas cantidades—que en una gran superficie de agua. No obstante, actúan las mismas leyes. Los hombres saben poco de las fuerzas que rigen las leyes naturales. Sólo conocen aquellas que han aprendido en la vida diaria. Están acostumbrados a esos fenómenos y los llaman leyes naturales. Y puesto que les han dado su nombre, imaginan que también conocen su esencia. Su efecto les parece evidente. Pero cuando se encuentran ante un fenómeno del que nunca antes habían tenido noticia gritan “milagro” o “magia”.!No saben que esas fuerzas son también leyes naturales, lo mismo que aquellas a las que ya se han acostumbrado y sin embargo conocen tan poco como las otras! Pues los hijos del hombre no saben por qué de una semilla surge una planta o por qué de una célula fecundada se desarrolla una nueva criatura viviente. Tampoco saben que significa “fecundación”, ni por qué tras la fecundación la célula se divide, por qué esta división se repite una y otra vez, iniciando una multiplicación que no se detendrá en el momento del nacimiento, sino que seguirá hasta que de la primera célula haya seguido un organismo completamente
desarrollado, hasta que el crecimiento –esa reacción en cadena— se haga más lentoy poco a poco entre en una fase de retroceso. Pero como los hombres experimenta estos fenómenos día tras día, se han acostumbrado a ellos y ya no sienten el menor asombro. Pero que una planta crezca a partir de una semilla, que un niño nazca y un hombre muera, o que los cuatro vientos produzcan diferentes efectos, o cualquiera de los otros fenómenos cotidianos, es algo tan “milagroso” como el efecto y el misterio de esta llave o cualquiera de los otros “milagros” y “magias” de los iniciados. Pero para que puedas comprender correctamente esas fuerzas con que trabajan los iniciados y que también actúan en la llave de la vida, antes debes aprender otras cosas. Cuando hablamos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal aprendiste que todo lo que adopta una forma material es perceptible y reconocible únicamente porque se ha separado de la unidad perfecta, del equilibrio. Equilibrio significa estado de reposo, inmovilidad. Haberse convertido en algo –esto es, toda la creación visible y perceptible— es por el contrario la ruptura del equilibrio y la incesante aspiración de volver a ese equilibrio; implica el movimiento y el desequilibrio constantes. Si este movimiento constante se detuviera tan sólo por un instante, toda la creación se transformaría de repente en energía espiritual, es decir, materia destruida. Todas la energías todas las fuerzas del universo son movimientos que emanan den punto—su propio centro—en forma de ondas circulares que, extendiéndose y dispersándose, se manifiestan en forma de vibraciones pulsantes, están manifestaciones sólo cesan cuando las fuerzas que han salido del estado de equilibrio en la unidad divina. El estado primordial implica, por tanto, la inexistencia de todo fenómeno material. También la materia es en esencia movimiento, y si este movimiento cesa, la materia deja de existir. Mientras exista el mundo material y tridimensional, desequilibrio y movimiento serán su ley inexorable. Puesto que la fuerza creadora se manifiestaen cada uno de los incontables niveles posibles , existe un sinnúmero de tipos distintos de vibraciones, formas y longitudes de onda, frecuencias , que se corresponden con estos diferentes niveles; pero mientras nos encontremos en un cuerpo, con la limitada capacidad de percepción que nos permiten nuestros órganos sensoriales, sólo podremos captar algunas de esas vibraciones. Y el que una vibración aparezca como “energía” inmaterial o como “materia” sóli da se debe sólo a que nuestra percepción y nuestra manera de ver las cosas hacen que atribuyamos esas formas a algo que noenesque másseque “movimiento”, “vibración”, más cortas son las ondas manifiesta la energía, menor es“frecuencia”. la imagen de Mientras materia que se forma en nuestra conciencia. A aquellasvibraciones de las que podemos tener conciencia directamente, a través de nuestros órganos sensoriales, les damos nombres que se corresponden con nuestras sensaciones: materia, sonido, electricidad, calor, sabor, olor, luz. A las energías más elevadas e inmateriales, perceptibles únicamente a través de nuestros centros nerviosos y cerebrales superiores, las llamamos ondas mentales, ondas cerebrales, y hay radiaciones frecuencias aún más elevadas y penetrantes, hastallegar a la frecuencia que todo penetra, la energía divina creadora: ¡La vida misma!. Estas últimas frecuencias sólo podemos percibirlas como un estado de conciencia. Así pues, en el universo actúan una cantidad inimaginable de vibraciones, desde la longitud de onda más corta hasta la más larga. Todo lo creado, desde los cuerpos celestes –desde los soles centrales de los sistemas planetarios—hasta la más diminuta
criatura, toda la escala de manifestaciones es el efecto de la reunión de diferentes aspectos de estas radiaciones. Seamos conscientes de ello o no, vivimos entre diferentes radiaciones; aún más:estas radiaciones y energías han formado también a los seres humanos y actúan constantemente en nuestro cuerpo, en nuestra alma y en nuestro ser. Todo el universo está formado por estas distintas vibraciones. A la fuente de estas vibraciones creadoras la llamamos Dios. Dios mismo está por encima de todo lo manifestado y descansaen sí mismo, en el estado de equilibrio inespecial e itemporal. Pero él se irradia hacia las formas temporales para darle vida. Puesto que Dios es omnipresente y ocupa todo el universo, todo lo que hay en el universo está penetrado por Dios. Nada puede existir fuera de Dios y sin ser penetrado por Dios, pues Dios está presente en todas partes y nada puede expulsarlo de su propia presencia. En consecuencia, cada punto ofrece la posibilidad de que Dios se manifieste a través de él y de que todas las cosas manifestadas y existentes del mundo perceptible lleven dentro de sí este punto como supropio punto central. De este punto empezaron la primera manifestación, la creación, la pérdida del estado de equilibrio. A este aspecto de Dios que crea el mundo material y le da vida al penetrarlo, es decir, a aquello que es la vida misma que habita dentro de todas las criaturas vivientes, lo llamamos el “Yo superior”.Así pues, todas las expresiones como Dios, Creador, Yo universal o Yo superior,aluden a los diferentes aspectos de una mima y única divinidad. En el punto central las fuerzas irradiadas son todavía altamente espirituales, poseen la frecuencia más alta. Pero a medida que estas energías se alejan del punto central, en forma de radiaciones circulares, se van haciendo cada vez más materiales, hasta que finalmente se transforma en materia. Esto sucede porque la fuerza irradiada alcanza un límite, y al llegar al extremo de manifestación más alejado del centro se convierte en una corteza sólida, material. En consecuencia, la imagen –el “nombre”—del Dios que se manifiesta en el mundo visible es la de un círculo –el círculo interno de las fuerzas superiores--, rodeado por una corteza sólida, material. Expresado en letras, el símbolo es OM. Todas las criaturas, desde los soles centrales hasta los seres monocelulares, han sido creadas en nuestro vistodea fuego travéstodavía de un corte trasversal: en el punto centralasí. las Piensa poderosas fuerzasplaneta del círculo en estado de formación; después están las zonas gaseosas, luego los círculos de los líquidos y lo fundido, y, finalmente, todo eso está rodeado por la corteza dura y sólida de la materia. Pero ten en cuenta que al mismo tiempo que desde el punto central emanan fuerzas formadoras, actúan también fuerzas opuestas–centrípetas—, que vuelven a atraer hacia el centro todos los fenómenos materiales. Y si la materia sólida no ejerciera una resistencia contra esta fuerza centrípeta, desmaterializadora, todas las cosas desaparecerían dentro de su propio punto central. La resistencia de la materia evita que esto suceda, y por eso es posible que exista una creación y que haya vida aquí, sobre la corteza sólida y material de la superficie de la Tierra. No olvides esto es la resistencia de la materia, pues más adelante volveremos a hablar de ello. Pongamos un ejemplo más de la estructura de las formas materiales: la espina
dorsal de todos los vertebrados presenta en promedio el mismo orden interno: la sutil sustancia creadora y portadora de vida, la médula, por las vértebras. Si practicas un corte transversal en cualquier hueso del esqueleto siempre encontrarás la misma estructura, ya se trate de un hueso del cráneo, de una vértebra o de un hueso de la pierna. Si practicas un corte transversal en una planta encontrarás la misma estructura. ¿Has visto alguna vez troncos de árboles caídos? La estructura interna de los árboles también es la misma: del punto central brotan círculos de energía vital alimentada por la materia sutil del corazón del tronco–los anillos anuales muestran cómo la vida renace cada primavera en el árbol--; y todos estos círculos concéntricos están envueltos por la dura corteza del tronco. El crecimiento se produce siempre a partir del punto central, dentro hacia fuera, y la fuente interior de todas las fuerzas y manifestaciones de Dios. Este aspecto de Dios, que se reviste de materia, crea seres vivientes a partir de fenómenos inmateriales y recibe de nosotros el nombre de Yo superior (Logos), también nos atrae hacia nuestro punto central, puesto que nos hemos separado de la unidad divina, del estado paradisíaco. Es el reposo celeste al que aspira el alma humana. No debemos confundir nunca a esteYo divino y verdadero con el “yo” personal, que no tiene una verdadera existencia, pues es sólo apariencia. Tras toda forma de manifestación, ya se trate de un sol, un planeta, un ser humano, un animal o un mineral, está siempre presente la fuente de vida del mismo Dios, del mismo Yo divino. Ahora, si bien este mismo Dios está en todas partes y se manifiesta a través de cada criatura, las formas de su manifestación son sin embargo muy variadas, porque Dios se revela en todos los niveles posibles, y los fenómenos perceptibles en todos los niveles sólo muestran una porción deDios: aquella que, en el nivel correspondiente, la criatura manifestada puede sentir y soportar teniendo conciencia de la fuerza divina creadora. Pues vivir conscientemente una fuerza significa ser esa fuerza y, al mismo tiempo, irradiar esa fuerza hacia todas partes, incluso hacia el propio cuerpo. En consecuencia, también el cuerpo debe poseer la correspondiente fuerza de resistencia, pues de lo contrario la irradiación del Yo podría quemarlo y destruirlo. Por eso tampoco los cuerpos de las diferentes criaturas poseen una misma configuración, sino que la materia que compone a cada cuerpo tiene una fuerza de resistencia de una determinada, quede sevida. corresponde con el grado de conciencia alcanzado por una intensidad de las innumerables formas Has de saber que la composición química de la materia determina qué vibraciones puede soportar un cuerpo. Si el cuerpo es sometido a una radiación de intensidad superior a la de su fuerza de resistencia, el sistema nervioso sufre graves daños. Esto puede conducir a una depresión nerviosas e incluso a la locura. Si la frecuencia de esa fuerza sobrepasa en una octava a la fuerza de resistencia de la persona, puede llegar a ser mortal. Por eso cuando la conciencia de una persona quiere iniciarse en un grado superior de la fuerza divina, esta persona debe primero preparar su cuerpo; entre otras cosas, tendrá quesometerse a un proceso químico que consiga que la máxima diferencia de frecuencias que pueda soportar no sea ya tan sólo de una octava. De lo contrario morirá. En el mundo material existen cuatro niveles de manifestaciones, a los que llamamos, según su apariencia y su grado de conciencia, minerales, vegetales, animales y
seres humanos. Comparados con los seres humanos, los minerales no dan prácticamente ninguna muestra de “conciencia”, pero sin embargo los crista les nos hacen ver que también en los minerales existe un cierto tipo de conciencia. Cada nivel de las formas de manifestación posee un grado de conciencia una octava más alto al del nivel anterior. Sólo el ser humano tiene la posibilidad de manifestar varios niveles de conciencia, hasta llegar a la divina conciencia del Yo.Siguiendo con los intervalos –las octavas—en los que hemos clasificado hasta ahora los niveles de evolución, encontramos que la categoría ser humano ocupa cuatro niveles de la gran escala evolutiva que va desde la Tierra hasta el cielo, en la cual cada peldaño representa una octava. Los seres humanos conocen estos cuatro niveles, y los llaman: el hombre promedio, caracterizado por la razón;el genio, caracterizado por la intuición; el profeta, caracterizado por su sabiduría y amor universal; y, por último, el nivel superior, el Hombre-Dios, caracterizado por su omnisciencia y omnipotencia. Así pues, en el mundo material existen cuatro formas de manifestación, que, en conjunto, ocupansiete octavas de vibración. Cada criatura irradia vibraciones idénticas a las que le dan forma, es decir, a las que puede soportarconscientemente. Los minerales, en el nivel más bajo de conciencia, únicamente se manifiestan a través de su contracción, enfriamiento y solidificación. Las plantas ya manifiestan dos niveles: el material (mineral) y el vegetativo, que les da la vida. Las plantas manifiestan las vibraciones materiales inconscientemente, llevan su cuerpo como un vestido, su nivel de conciencia es el nivel de fuerza vegetativa que vivifica a la materia. La fuerza de este nivel posee tres características fácilmente reconocibles: la busca de alimentos, la ingestión de estos alimentos, y su asimilación o digestión. Los animales manifiestan tres fuerzas: la material (mineral), la vegetativa y la animal. Poseen un cuerpo, buscan alimentos, comen y digieren, y tienen conciencia del plano animal –anímico--: poseen sensaciones, instintos, apetitos, sentimientos, simpatías, antipatías y deseos. La conciencia animal se encuentra en el tercer grado evolutivo, sólo un grado por debajo de la conciencia humana. El hombre promedio se encuentra en una octava de vibración por encima de los animales: es consciente en el plano mental, posee uso de razón, intelecto. Pero también manifiesta los otros tres grados. El material: tiene un cuerpo, el vegetativo, que da vida al cuerpo: posee una vida sensorial y sensitiva, instintos, simpatías y deseos. Pero su nivel característico es el de la razón. El serunhumano piensa El siguiente nivel constituye gran paso paraconscientemente. el hombre: aquí el ser humano eleva su conciencia del mundo de los efectos un gran paso para el hombre: aquí el ser humano eleva su conciencia del mundo de los efectos para llevarla hasta el plano de las causas. Crea a partir de la fuente divina del plano causal y manifiesta esta fuerza creadora, que en su conciencia aparece como intuición. Con ayuda de la razón y de sus facultades anímicas, es capaz de plasmar en palabras sus vivencias del plano superior y de trasmitirlas a la demás personas. Pero también puede darmuestras de su intuición en otras artes: como compositor, en el arte carente de toda dimensión que es la música; como pintor, en las dos dimensiones creadas con líneas y colores; o también en las tres dimensiones de las formas plásticas, como escultor o bien como bailarín. A las personas creativas se les llama genios. Éstos manifiestan las cinco octavas de las vibraciones de las fuerzas material, vegetativa, animal, mental y casual.
Si subimos una octava más en la escala de los grados de conciencia nos topamos con lo que el lenguaje humano se denomina profetas. Éstos manifiestan todos los niveles precedentes, pero además tiene conciencia del siguiente plano: el plano de la sabiduría divina y el amor universal. Pero jamás debemos confundir este amor universal, que corresponde al sexto nivel y es una fuerza completamente espiritual, con aquel “amor” del tercer nivel, que es sólo una manifestación de los instintos animales. Aquel “amor” animal es una vibración tres octavas más baja, cuya fuente es el instinto de conservación de la especie; es un amor codicioso y lo único que desea es el cuerpo. Impele a una persona a acercarse a otra criatura–la criatura amada--, a abrazarla, besarla, apretarla contra su cuerpo; en una palabra: a poseerla. Quien se somete a este amor vive en su conciencia aún en estado de escisión y espera encontrar la satisfacción en su mitad complementaria corporal. Este amor siempre quiere tomar, tener, poseer algo. El amor del sexto nivel de las manifestaciones, el amor de los profetas, no proviene de escisión, sino del estado primordial, ¡de la Unidad divina! Por eso este amor es universal, por eso siempre da y nunca toma, no necesita una mitad complementaria ni ningún tipo de manifestación corporal, sino que brota de la conciencia de laUnidad total divina. Las personas que poseen conciencia de este nivel no quieren poseer a nadie, se sienten uno con el Todo: son Todo y Uno. La séptima manifestación de Dios, la más perfecta, es la del hombre que alcanza la plenitud de conciencia: el Hombre-Dios. Todas las demás formas de manifestación expresan únicamentevibraciones transformadas, únicamente una parte de Dios. El hombre-Dios es quien manifiesta plenamente a Dios – a su propio Yo—en toda su perfección y en perfecto estado de conciencia: es quien vive e irradia las fuerzas divinas creadoras en sus vibraciones –frecuencias—srcinales, no transformadas. Es totalmente consciente, nada en él no lo es. Solamente el ser humano tiene la posibilidad de dominar e irradiar las siete octavas de vibraciones, pues en su sistema nervioso se encuentran presentes los centros neriosos correspondientes a las siete octavas de las fuerzas creadorastransformadas y no transformadas. Pero el hombre es sólo capaz de irradiar las vibraciones de aquellos niveles de los que tiene conciencia, pues cuando no tiene conciencia de un determinado nivel, los centros nerviosos correspondientes permanecen en estado latente. Así pues, el hombre promedio puedeel irradiar lashasta vibraciones cuatro planos inferiores,es elcapaz geniode llega hasta el quinto plano, profeta el sextodey los únicamente elHombre-Dios irradiar conscientemente las siete octavas y de irradiar o alterar la fuerza divia creadora en su estado no transformado, sólo él es capaz de transformarlo y transmitirla en frecuencias inferiores. La llave que viste en manos de tu padre está formada por un material, una especie de latón, que tiene la particularidad de transmitir la radiación adecuada a cada nivel. Está diseñado de tal modo que pueda transmitir las vibraciones sin transformarlas o también debilitándolas o intensificándolas, según lo desee la persona que la utiliza. La llave puede ser tanto una bendición como una maldición. Esto depende de quién la tenga entre sus manos. Un iniciado es capaz de irradiar con esta llave todas las fuerzas de la creación, desde las superiores, divinas, hasta las más bajas, ultramateriales, en el grado en que lo desee, pues el iniciado posee ya todas estas fuerzas dentro de su propio
ser. El ser humano sólo puede percibir con sus órganos sensoriales una parte de la gran escala de vibraciones. Lo que se encuentra más allá de los límites inferior y superior de sus sentidos sólo puede vivirlo en forma de estados de ánimo. Así, por ejemplo, la frecuencia superior, divina, la siente como el amor universal. Por el contrario, las frecuencias más bajas, las de la ultramateria – frecuencias aún más bajas que las que nuestros ojos y nervios táctiles perciben como materia y, por tanto, están fuera de los límites de lo que podemos percibir sensorialmente--, el espíritu humano las siente como odio. El iniciado siempre utilizará correctamente la llave y siempre irradiará la fuerza necesaria para lograr algo bueno, algo que traiga bendiciones. Cuando sea necesario utilizará las vibraciones ultramateriales, empleándolas como una muralla protectora invisible e impenetrable. Con la ayuda de la llave el iniciado puede dominar todas las fuerzas de la naturaleza, puede intensificarlas o anularlas. Todas las criaturas vivientes poseen estas fuerzas, pero siempre en la forma correspondiente al grado de evolución de cada criatura. También utilizan estas fuerzas, pero no son conscientes de ello. ¿O has visto alguna vez que alguien que piense cómo es posible que, por ejemplo, pueda levantar los pies o los brazos? ¿O cómo es posible que, dando un salto, pueda alejar todo su cuerpo de la Tierra, aunque sea por un instante? Levanta el brazo y observa cómo lo haces. Contraes tus músculos y éstos levantan tu brazo. Mediante la contracción de tus músculos puedes realizar absolutamente todos los movimientos de tu cuerpo. Pero ¿qué es lo que hace que tus músculos se contraigan? Piensa, hija mía, ¿qué es aquello? -Mi voluntad, padre. -Correcto. Tu voluntad. Pero si pregunto qué es la voluntad, ¿podrías darme una respuesta? -Padre, ya me he preguntado muchas veces qué sucede cuandoquiero algo. Pero sólo he podido llegar a determinar que, cuando quiero algo, emito una fuerza y puedo dar una dirección a esta fuerza. Por ejemplo, como decías antes, cuando quiero levantar mi brazo, que cuelga relajado, cuelga porque la Tierra lo atrae, entonces fluye esa fuerza, que emana de mí a través de mi voluntad, llega a mi brazo y obliga a mis músculos a contraerse y a levantar así el brazo. -Muy bien –dice Ptahhotep--, gracias a que tu fuerza de voluntad fluye hacia los músculos de tu de brazo puedesde levantar éstevenciendo a esa enorme la naturaleza que es la fuerza gravedad la Tierra. ¡Lo mismo sucede cuandofuerza das unde salto! Pero el salto te separa de la Tierra sólo por un instante, porque tu fuerza de voluntad supera a la fuerza de gravedad de la Tierra durante un muy breve lapso. Esto implica que el tiempo desgata tu voluntad transformada en fuerza física. ¡El tiempo! ¿Y el espacio? Has empleado tu fuerza paralevantar tu brazo, paraalejar tu cuerpo de la Tierra, es decir, para moverte en el espacio. Ya ves, pues, cómo existen dos grandes factores que desgastan tu fuerza: el tiempo y el espacio. Si pudieras fortalecer tu fuerza de voluntad y almacenarla en tu cuerpo, entonces podrías vencer la fuerza de gravedad durante más tiempo y podrías alejarte de la Tierra a distancias mucho mayores, ¡podrías flotar en el aire! Tú no puedes hacerlo porque aún no has adquirido conciencia del plano divino. Pero el iniciado, la persona que posee conciencia del plano divino, puede estar partiendo de esa eterna fuente de energía, puede crear directamente, sin transformar esa energía y, si lo desea,
puede flotar en el aire tanto tiempo como quiera dirigir su fuerza de voluntad contra la fuerza de gravedad El iniciado conoce todas las vibraciones y posee órganos conscientemente desarrollados con los que utilizar esas fuerzas. Tú, por ejemplo conoces la fuerza mental gracias a la cual nos comunicamos telepáticamente. También esta fuerza la dominamos con un órgano correspondiente de nuestro cerebro. Los hijos de los hombres ni siquiera saben que poseen esos órganos. El iniciado es capaz de irradiar la más elevada de todas las fuerzas, la fuerza divina creadora. Esta fuerza es la fuerza y la radiación de la vida, del Ser eterno. Por ella vive y permanece el universo. Únicamente el Hombre-Dios puede hacer uso consciente de esta fuerza, pues es la única criatura que posee conciencia de su identidad con Dios, y esta fuerza emana de su conciencia divina, de su omniconsciencia cósmica. Ninguna otra criatura viviente podría soportar esta fuerzaconscientemente. Todas las fuerzas se materializan en la Tierra y por eso encontramos que todas las fuerzas y vibraciones corresponden a una materia que tiene la suficiente fuerza de resistencia para soportar y transmitir esas vibraciones o que incluso tiene la capacidad de almacenar estas vibraciones dentro de sí misma para después irradiarlas durante un cierto espacio de tiempo. No interesa qué nombre demos a esa materia. De ella están conformados y compuestos los cuerpos de las criaturas vivientes y de formas de manifestación correspondientes a los distintos niveles de conciencia. Pero no sólo de la materia correspondiente a su grado de conciencia, sino también de aquella que lleva las vibraciones de grados de conciencia inferiores. Así, por ejemplo, la materia de las plantas posee la fuerza de resistencia necesaria para soportar las vibraciones de la fuerza vital vegetativa y para soportartambién las mismas vibraciones de la materia, puesto que las plantas poseen un cuerpo material. Los nervios y el cuerpo de los animales llevan dentro de sí la fuerza animal que se corresponde con su nivel animal de conciencia, pero también llevan las vibraciones de las frecuencias vegetativas y minerales, una y dos octavas inferiores a las frecuencias animales, respectivamente. Los nervios del hombre promedio, por ejemplo, poseen la suficiente fuerza de resistencia para soportar tanto las vibraciones del plano mental como también las vibraciones de los plano animal, vegetativo y mineral, cada una de las cuales es inferior en una octava a la anterior. Con las energías mentales el hombrepiensa y es consciente de que piensa, con las energías hombre siente los diferentes estados anímicos, las energías vegetativas dan animales vida a su el cuerpo y, finalmente, ese cuerpo está formado por fuerzas materiales. Así podemos seguir subiendo por la escala de grados de conciencia, hasta llegar al Hombre-Dios, quien utiliza conscientemente todos sus centros nerviosos y cerebrales y es capaz de dirigir e irradiar hacia sus centros nerviosos y su cuerpo la más elevadas vibraciones de la vida (que tienen su asiento en la médula espinal) sin transformarlas. La materia que forma su cuerpo posee la suficiente fuerza de resistencia para soportar tanto la fuerza superior, divina, como también, evidentemente, las vibraciones transformadas de los otros seis niveles de manifestación. Los cuerpos de los seres humanos que se encuentran en diferentes niveles evolutivos están formados sólo aparentemente de la misma materia. En realidad están compuestos por diferentes elementos químicos cuya resistencia se corresponde en cada caso con el grado de conciencia del espíritu que vive en ese cuerpo.
Si el cuerpo de los Hombres-Dios puede soportar tanto las frecuencias más elevadas como también todas las octavas transformadas, eso quiere decir que debe existir una materia que posea tal fuerza de resistencia que sea capaz de soportar y dirigir tanto la fuerza divina creadora como todas las demás frecuencias de las octavastransformadas, sin desmaterializarse. Así los Hijos de Dios forjaron un material, una especie de latón, con el cual construyeron aparatos para almacenar las frecuencias superiores, creadoras, tanto en su forma de manifestación srcinal como en sus formas transformadas, y para irradiar estas energías, intensificadas o debilitadas. Estos aparatos han sido construidos de tal modo que puedan preservar la fuerza creadora en estado puro. En consecuencia, pueden actuar durante mucho tiempo como una fuente de la fuerza divina; como lavida misma. Y como el más sublime de estos instrumentos que guardan e irradian la fuerza divina creadora representa una perfecta unión entre las frecuencias divinas y las materiales, entre Dios y la Tierra –una unión tan perfecta como una alianza matrimonial—a este poderosísimo acumulador de energía cargado con la frecuencia divina lo llamamos el Arca de la alianza. Comprenderás ahora por qué mantenemos tan oculto ese aparato. Al tener tan desarrolladas sus facultades superiores, los Hombres-Dios pueden maniobrar tranquilamente son este instrumento, pues el Arca de la alianza contiene e irradia la misma fuerza que ellos contienen e irradian, que ellos son. Pero sin un ser humano menos evolucionado tan sólo rozara el arca de la alianza, caería muerto en el acto, como alcanzado por un rayo. Las frecuencias divinas quemarían inmediatamente sus nervios y él sufriría un “infarto”.Lo mismo sucedería si estas frecuencias, aisladas en la médula espinal, se liberarán y golpearan los nervios sin haber sido previamente transformadas. También en este caso el hombre, o el animal, o incluso la planta, moriría de inmediato. Los seres humanos llaman a este muerte “infarto”. Intuyen que una fuerza desconocida ha caído sobre el muerto como un rayo, fulminándolo. Esta fuerza es la propia corriente de la vida, que normalmente permanece bien aislada en la médula espinal, o en el conducto más interno de las plantas, y sólo fluye hacia el cuerpo debidamente transformada. Sólo en casos de enfermedad rompe su aislamiento y produce el “infarto” Por la misma razón ninguna persona que no haya sido iniciada puede acercarse a nuestros aparatos. Pero no basta con que no se acerquen. Como estos aparatos irradian energías quecon todo atraviesan, ocultos tras gruesas murallas construidas el lo material más tenemos aislante. que Puesmantenerlos la energía de vida produce un efecto mortal cuando alcanza una materia que no tiene la suficiente fuerza de resistencia. Cuando esto sucede la materia se desmaterializa, se desintegra. Así pues, el arca de la alianza y algunos otros aparatos han sido construidos con un material que puede ser cargado, sin que se desmaterialice, con la energía divina creadora. El Arca de la alianza irradia una fuerza creadora no transformada que, según la cantidad de ella que se aplique, puede tanto dar la vida como destruirla. Esta fuerza posee el mismo carácter vibratorio que la fuerza de voluntad humana, que puede imponerse sobre cualquier otra fuerza, incluso sobre la fuerza de gravedad de la Tierra, aunque sea por u breve lapso. El arce de la alianza irradia esta fuerza centuplicada. Y así como la Tierra actúa sobre la materia tirando de ella mediante la fuerza de gravedad, así también podemos hacer que sobre cualquier materia, sin excepción, actúe una fuerza contraria a la gravedad,
abriendo el peso de esta materia durante un lapso más o menos largo. Y, de ser necesario, también podemos obrar a la inversa: ¡ayudando a la fuerza de gravedad e incrementando el peso a nuestro gusto mediante radiaciones ultramateriales! Así es como los grandes bloques de piedra pueden perder su peso durante un tiempo determinado y podemos construir los más grandes edificios imaginables con el mínimo esfuerzo, o bien se puede incrementar el peso de los bloques en tal medida que éstos se hundan en la Tierra. Demos un ejemplo: si queremos construir un pozo no necesitamos cavar un hoyo, sino que hacemos que un bloque de piedra del tamaño adecuado aumente su peso y se huna en la tierra hasta alcanzar la profundidad adecuada. Con ayuda del Arca de la alianza, esa enorme fuente de energía, también podemos transformar en materia energías inmateriales, rayos de luz, por ejemplo, y, a la inversa, podemos desintegrar la materia y convertirlas en energías que seguirán actuando por los siglos de los siglos. Observa esta lámpara: así como el sol irradia desde hace miles de millones de años diferentes radiaciones, entre las cuales se encuentranaquellas que en nuestra atmósfera se convierten en rayos de luz mediante transformaciones energéticas, así también en esta lámpara la materia desintegrada–desmaterializada—se convierte en energías que en el aire se transforman en rayos de luz. El proceso que tiene lugar en esta lámpara podría seguir realizándose durante eones y, por ende, la lámpara podría seguir emitiendo luz por los siglos de los siglos si no fuera porque en la historia de la Tierra está escrito que estaremos fuera de este mundo durante milenios y todosnuestros instrumentos tendrán que serdestruidos. De lo contrario los ignorantes hijos de los hombres volverían a causar una devastación indescriptible. Generaciones posteriores no comprenderán muchas cosas de las ruinas de nuestra cultura. Entre otras cosas, no comprenderán cómo podemos trabajar la piedra con tanta exactitud que en los lugares donde se unen dos piedras planas no se puede apreciar ni una finísima raja. Se romperán la cabeza tratando de imaginar cómo nuestros “esclavos” podían tallar la piedra con tal precisión “trabajando sólo con las manos”. Pues como los hijos de los hombres esclavizan a sus semejantes, creerán que también nosotros hacemos trabajar a “esclavos”. Pasarán milenios y ni siquiera imaginarán que desmaterializamos los trozos piedra físico. sobrantes, fabricando así cuerpos deelmáxima precisión sinaparatos necesidad del menor de esfuerzo Regulamos con meticulosidad efecto de nuestros y éstos desmaterializan las cantidades de piedra previamente fijadas. Es algo muy sencillo cuando se conoce la esencia de las diferentes energías, entre las cuales se encuentra también la materia. Pero este conocimiento sólo es benéfico si está en manos de un sabio, pues éste también sabe que el amor es vida y el odio es muerte. Sólo los iniciados del nivel superior pueden ser constructores. ¡Para construir con esclavosno hace falta ser iniciado, evidentemente! Pero nosotros no trabajamos con esclavos, sino con las fuerzas de la naturaleza. Gracias a estos aparatos podemos crear cualquiera de las formas en que se manifiesta la energía creadora. El resultado sólo depende de cuánto tiempo y desde que distancia hacemos obrar la energía creadora. Los hijos de los hombres encuentran evidente venir al templo con sus enfermedades y que nosotros les devolvamos la salud.
Enfermedad significa discordancia de las vibraciones del cuerpo. Nosotros hacemos que la parte del cuerpo que está en discordancia recupere sus propias vibraciones, y así la persona sana. Cada órgano posee una vibración característica. Esto quiere decir que cada órgano es como es porque una vibración característica subyace a su naturaleza y esta vibración actúa en él y lo mantiene. Cuando esta vibración se altera, el órgano enferma. También podemos regular el clima y hacer que luzca un cielo cristalino o, de ser necesario, que el cielo se cubra de nubes y llueva. Los hijos de los hombres ven los relámpagos y escuchan los truenos que salen de las pirámide y se sienten felices, pues saben qué significa esa lluvia bendita. Viven en la certeza de que el templo se preocupa de todo: de la salud, de las lluvias benéficas, de su bienestar y también de la salud de sus almas. -Padre de mi alma—pregunto ahora--,¿cómo cargáis con energía creadora el Arca de la alianza? Ptahhotep me observa con su penetrante mirada y dice: -Veo que ya sabes cómo cargamos el Arca de la alianza. De todas maneras voy a decírtelo: en la Tierra sólo hay una fuente que es capaz de irradiar esa fuerza; esta fuente es el propio Hombre-Dios. El deber del sumo sacerdote es cargar el Arca de la alianza con la fuerza divina creadora. Esto puede hacerlo dirigiendo su propia fuerza superior directamente al arca, o bien con la ayuda de la llave de la vida, esto es, haciendo que una corriente de fuerza muy transformadapero siempre positiva pase de su mano a la llave de la vida, donde volverá a convertirse en fuerza divina creadora antes de ser dirigida, siempre con ayuda de la llave, al arca. Pues si bien el Hombre-Dios ha alcanzado la perfección, en la vida cotidiana sólo irradia la fuerza creadora en estado transformado. Sólo cuando está concentrado y es en su conciencia idéntico aDios irradia la fuerza divina en sus vibraciones srcinales. Así pues, si quiera irradiar la fuerza divina creadora tiene que hallarse en el estado de omniconsciencia cósmica. Si algunos hijos de los hombres no iniciados vieran a un iniciado en ese estado huirían aterrorizados, pues en ese estado el Hombre-Dios irradia una luz tan divina que los hombres no pueden soportar siquiera mirarla. Si los no iniciados tocaran a un iniciado que se encuentra en el estado esencial divino caerían muertos en el acto, lo mismo que si hubieran tocado el Arca de la alianza. que cuandocuyas el iniciado desea emitir suser radiación vital por paraloscurar, sumirse en una Así concentración irradiaciones puedan soportadas seresdebe humanos sin que éstos sufran ningún perjuicio, sirviéndose de la llave para incrementar hasta la potencia creadora únicamente la fuerza de los centros nerviosos adecuados. Pues ha sido construida de tal modo que no sólo transmita las vibraciones, sino que además las transmita transformadas, intensificadas o debilitadas, según lo desee quien está utilizándola. Así pues, no hace falta que el iniciado pase al estado esencial divino para que pueda dirigir hacia el Arca de la alianza la radiación vital superior, sino que basta con que se suma en una concentración de nivel inferior y luego dirija hacia el Arca la fuerza correspondiente a ese nivel, previamente transformada en energía creadora con la ayuda de la llave. Una vez que el arca ha sido cargada vuelve a irradiar durante mucho tiempo la energía más intensa y más elevada, como fuente de todas las otras fuerzas que existen en la Tierra.
El iniciado también puede crear y dirigir con la llave las más diversas frecuencias, pues en realidad un arca en miniatura, la única diferencia es que en la llave no puede almacenarse la energía creadora. También un hijo de los hombres podría convertir sus fuerzas inferiores en fuerza creadora con ayuda de la llave, si pudiera irradiar su fuerza, inferior en octavas, de manerapura y positiva, es decir: de forma totalmente desinteresada. Pues la llave siempre irradia aquellas fuerzas que el hombre le transmite. Si un hombre primitivo y egoísta la tuviera entre sus manos trasmitiría a ésta las irradiaciones negativas que proceden de su egoísmo –eventualmente incluso intensificadas--, y provocaría enfermedades, epidemias, terremotos o cataclismos aún peores, como una vez hicieron los nigromantes en el antiguo país de la raza divina. ¿Comprendes ahora por qué los iniciados deben mantener secreto su saber y no comunicárselo a los no iniciados? -Lo comprendo, padre. Y ahora comprendo también como fue que mi padre devolvió a la vida a ese muchacho agonizante. Con ayuda de la llave mi padre intensificó aún más la radiación propia de su elevado nivel y la dirigió luego al muchacho. Aquello tuvo un efecto milagroso. El niño se cargó de fuerza vital y su agotamiento desapareció en el acto. Pero, padre de mi alma, ¿qué sucederá cuando los hijos de los hombres de raza mestiza asuman el poder? ¿Destruiréis la llave mágica del mismo modo como, según dice mi padre, destruiréis todas vuestros aparatos? ¡Es una lástima que los hombres no puedan disfrutar de las bendiciones de esta llave! -Hija mía –dice Ptahhotep--, ¡toda criatura viviente vive en circunstancias perfectamente adecuadas a ella! Si reveláramos a los hijos de los hombres el secreto de la llave, éstos no tardarían en utilizarla para causar perjuicios a los demás, y también a sí mismos. Los hijos de los hombres aún no son lo suficientemente maduros como para poseer estos conocimientos, y no lo serán hasta dentro de mucho tiempo. El último iniciado que conozca el secreto sacará de Egipto esta llave que ahora utilizamos, junto con el Arca de la alianza. Este iniciado ya no tendrá ninguna posibilidad de construir pirámides, así que envolverá el arca con una cubierta tan aislante como sea posible. Además, cargará el arca con mucho menos energía y tendrá que hacer con ella grandes caminatas durante las cuales el arca será cargada con ayuda de bastones de madera. Cuando este último iniciado sienta que su muerte se acerca destruirá su llave de la vida. El arca de la alianza seguirá irradiando durante algún últimas energías conseque fue dando cargada, algunos no iniciados la llevarán de un paístiempo a otro, las hasta que poco a poco vayan cuenta de que ha dejado de irradiar energía. Entonces también serán destruidos los últimos restos del Arca de la alianza. En tiempos posteriores la humanidad ya sólo sabrá de la “llave mágica” y del “Arca de la alianza” gracias a la tradición. Pero considerarán que se trata de cuentos de hadas y los relatarán como tales. Sin embargo, recordarán que una vez hubo un “Arca de la alianza” donde habitaba la fuerza del Dios vivo y también una “llave mágica” o como la llamamos nosotros, una llave de la vida, con la cual los iniciados, los “brujos” o “magos”, realizaban milagros. Gracias a la tradición se sabrá, o se intuirá, que la “llave” representa el poder sobre todas las fuerzas de la naturaleza. Cuando los hombres de tiempos posteriores quieran simbolizar el poder supremo sostendrán en sus manos una llave, un cetro, como señal de su poder. Pero esa llave, ese
cetro, será únicamente un símbolo, una señal vacía de su poder.Ya no conoceránla verdadera fuerza y el verdadero poder de la llave. Sólo miles de años después volverá a nacer un descendiente de la estirpe de los Hijos de Dios que revelará esta verdad a los hombres y volverá a construir verdaderas “llaves mágicas”. Pero durante esos milenios existirá un tipo peculiar de seres humanos que bien para divertirse o para engañar se harán pasar por “brujos” o “magos” y simularán que realizan sus “artes” con ayuda de una “llave mágica”.Imitarán, pues, lo que una vez existió realmente. Sostendrán una “llave mágica” en la mano y la moverán como si esperaran sacar uerzas f milagrosas de esta llave. También emplearán “palabras mágicas” que serán un remedo de las nuestras. Pero los seres humanos sólo conocerán el verdadero poder de la palabra cuando, dentro de miles de años, renazcan miembros caídos de la estirpe divina que actualmente viven aquí y éstos recuerden subconscientemente las verdades qué estarán ocultas en lo que en ese entonces serán ya tradiciones antiquísimas. Éstos demostrarán que sus recuerdos son ciertos. Y llegará el tiempo en que los hijos de los hombres poseerán todos nuestros conocimientos, incluso los más elevados. Pero para la masa ignorante el saber seguirá constituyendo un misterio incomprensible y las verdades redescubiertas causarán maldiciones en manos de no iniciados. Pero así es el camino que ha de recorrer la humanidad, poblado de miserias y sufrimientos que los mismos hombres se provocan. Poco a poco irán aprendiendo que no se puede jugar con fuerzas divinas, sino que éstas deben ser utilizadas con absoluta seriedad, dignidad y devoción. Pues Dios da al hombre todo, incluso a sí mismo, para bien, ¡sólo la ignorancia de los seres humanos convierte todo en una maldición! -Padre de mi alma—pregunto--, antes dijiste que la pirámides fueron construidas con gruesas piedras para aislar los aparatos por medio de los cuales se irradia las frecuencias más penetrantes. Pero ¿cómo podéis entonces dirigir las radiaciones hacia el exterior? -En la gruesas murallas de las pirámides hay construidos tiros y canales a través de los cuales podemos dirigir hacia el exterior las fuerzas del Arca de la alianza y las de otros aparatos que la complementan. Mediante estos canales controlamos también el clima. Las fuerzas positivas y negativas quefluyen por esos canales construidos en diferentes direcciones hacen que se junten formaciones nubosas y que caiga la lluvia deseada. El equilibrio desonoros. esta tensión de fuerzas los relámpagos, vienen acompañados de fenómenos Por eso truena produce en la pirámide. También que las otras pirámides han sido construidas para albergar otros aparatos parecidos. -¿Qué pasará con las pirámides cuando los hijos de los hombres asuman también el gobierno de este país y el Arca de la alianza y los demás aparatos sean destruidos? ¿Se quedarán vacías? ¿Y que será del Sumo Sacerdote y de los demás sacerdotes e iniciados? – pregunto. -Las pirámides, excepto la más grande, donde ahora se encuentra el Arca de la alianza y se imparte la iniciación, no se quedarán vacías. Cuando todos los instrumentos que irradian la energía divina creadora se encuentren ya lejos de aquí, los últimos faraones iniciados ordenarán que sus cadáveres sean enterrados en esas pirámides. Sus cuerpos, empapados de la fuerza divina creadora, irradiarán la fuerza suprema del mismo modo como lo hace el Arca de la alianza y, sin que nadie lo sepa, actuarán sobre este país como
poderosas y secretas fuentes deenergías que protegerán aeste continente de influencias nocivas. La fuerza irradiada por estos cuerpos incorruptos y bien guardados ayudará a este país a mantener su poder durante muchos milenios. Pero con el tiempo la mayoría de estas tumbas serán destruidas por gente ignorante. -¿Y que pasara con la gran pirámide, padre? Ptahhotep se queda un momento con la mirada fija, como si quisiera divisar algo en el horizonte, luego dirige su celestial mirada hacia mí y dice: -Cuando llegue el momento de que todos los instrumentos secretos deban ser destruidos y los sacerdotes e iniciados que vivan entonces tengan que coger sus bodones y marcharse, el Sumo Sacerdote y su sucesor cerrarán por dentro la puerta de la gran pirámide, de modo que ninguno de los hijos de los hombres pueda encontrar la entrada. Una vez cumplida su última misión, ambos desmaterializarán sus propios cuerpos del mismo modo que ahora las ofrendas son desmaterializadas ante el altar en el patio del templo, como ya has podido ver muchas veces. Se convierten en un destello y una nube blanca que pronto desaparece, sin dejar cenizas. Así, la gran pirámide permanecerá cerrada para los seres humanos durante milenios. Sin embargo, las iniciaciones no cesarán, las almas puras seguirán siendo iniciadas allí, aunque ya no físicamente, sino en un plano superior, espiritual. Estas personas vivirán su iniciación como un sueño, como una visión. Ptahhotep deja de hablar, nos quedamos un largo rato mirándonos a los ojos. Comprendo muchas cosas que él no haquerido pronunciar... Sin embargo, todavía tengo una pregunta: -Padre de mi alma, ¿hay algún motivo para que todas las pirámides posean la misma forma? ¿Por qué tienen precisamente forma de pirámides y no, por ejemplo, de cubos, como otros edificios? Ptahhotep sonríe: -¿Que no tienen forma de cubos? ¡Las pirámides han sido construidas en forma de cubos! Pero eso te lo explicaré otro día. Ya tienes suficiente por hoy. Comprendo que Ptahhotep ha dado por terminada la lección, pero me quedo un rato más. Quisiera que me enseñara a usar la llave de la vida y el Arca de la alianza. Él me mira sonriendo y dice: -Llegará el tiempo en que podrás conocer la estructura del Arca de la alianza y de la llave de laaquellos vida: será cuando hayas la iniciación. Pero sólo estos aparatos que después de recibido ser iniciados han alcanzado al pueden séptimoutilizar grado por sus propios esfuerzos. No debemos dejar que estos secretos caiga en manos peligrosas. Ten paciencia. El tiempo existe sólo en tu mente. No obstante, todo debe alcanzar su madurez. Recibo su bendición y me marcho.
LA FORMA DE LAS PIRÁMIDES Estoy nuevamente ante Ptahhotep, en su laboratorio. -Ya hemos visto –dice Él—que tras todo fenómeno visible se esconde la fuerza primordial, el ansia de volver a la unidad, que se manifiesta como una fuerza de atracción entre dos mitades complementarias, una positiva y una negativa. Tú ahora estás frente a mí, porque la fuerza de gravedad de la Tierra sostiene aquí tu cuerpo. Si esa fuerza no existiera, tú y todo lo que no está sujeto a la tierra hace mucho que hubierais caído al espacio, e incluso el gigantesco cuerpo de la Tierra se hubiera ya hecho pedazos. La fuerza que mantiene unida a toda la materia que existe en la atmósfera terrestreno es propia de la Tierra, sólo actúa desde el centro de ésta. Si la materia no tuviera resistencia y cediera ante esa fuerza de gravedad, toda la masa de la Tierra y todo lo que habita el planeta pronto desaparecería en el punto central de éste. Pero ¿adónde iría? ¡Piensa en ello! Acércate, hija mía, quiero mostrarte algo. Si coloco diferentes cosas sobre este tablero, ato un hilo a cada una, hago pasar lo hilos por este agujero en el centro del tablero y luego lo tiro de todos los hilos desde abajo, todas las cosas seran atraídas hacia el punto central y, si son más pequeñas que el agujero, desaparecerán en éste. ¿A dónde van? ¡Al lugar desde donde actúa la fuerza! Pero ¿de dónde procede esa fuerza del punto central de la Tierra que todo lo atrae? ¿Puedes darme una respuesta, pequeña? Reflexiono y respondo: -La Tierra es perceptible. Si todo lo perceptible sólo puede ser perceptible porque se ha separado delNada-Todo pero esta separación es sólo aparente, pues la mitad complementaria se ha quedado en lo manifestado, entonces también la Tierra debe poseer una mitad complementaria en lo no manifestado, y la fuerza con que atrae hacia el punto central a la Tierra y a todas sus criaturas es el impulso hacia el reencuentro de la Tierra con su mitad complementaria, que se mantiene en la nada como una imagen en negativo. Así, la fuerza de gravedad atrae a la Tierra hacia la nada espacial y temporal, para que se produzca el reencuentro. Y si la Tierra cediera, todo desaparecería en su punto central, en el vacío. ¡Pero eso sería el regreso a la Unidad paradisíaca –a Dios--, a la bienaventuranza! ¿Por qué no puede suceder eso, padre? -Hija mía –responde Ptahhotep--, ¡lo que se opone a ello es la resistencia de la materia! ¡Sin resistencia no sería posible la creación! La resistencia de la materia evita que no sólo la Tierra sino toda la creación desaparezcan y se destruyan. Todo lo que ha aparecido en este mundo perceptible ha caído de un punto del universo que luego se ha convertido en su propio punto central. Mediante la caída se ha convertido en materia. Ahora ya no puede volver, pues, como materia, posee una fuerza de resistencia que le impide volver a la Unidad divina. El regreso a la Unidad divina abandonada –a Dios—sólo es posible si la materia se espiritualiza, es decir, ¡si vuelve a transformarse en espíritu! Pero la materia jamás podrá transformarse en espíritu por sus propias fuerzas y medios, sin recibir ayuda espiritual. Por eso un aspecto de Dios desciende hasta la materia, se viste de materia, toma sus características, la habita en formas deYo, para que la elevación, la
redención de la materia sea posible. El efecto que el Yo revestido de materia ejerce constantemente desde el punto de vista central de toda criatura hacia la estructura más interna de la materia, ha hecho que con el transcurso de los siglos se desarrollarán las formas de vida correspondiente a cada uno de los peldaños de la escala evolutiva. Así surgieron los seres vivos más diversos, desde las criaturas unicelulares hasta las formas de manifestación superiores. El ser humano es la criatura viviente más elevada de la tierra. Su tarea es llevar a cabo la espiritualización de la Tierra, todos los seres vivos colaboran en esta tarea en la medida en que lo permite su grado de evolución. ¡y toda persona que deje de ser idéntica a su cuerpo para convertirse en una criatura divina, renacida en el espíritu, y se identifique conscientemente con el Yo divino, ya habrá cumplido su misión!Habrá espiritualizado una pequeña porción de la Tierra. Habrá dado un paso más hacia la redención de la Tierra. Entonces podrá también colaborar en la redención de otras criaturas. Ahora ya sabes por qué puedes estar aquí, frente a mí. El Yo, al mismo tiempo es también nuestroYo, amaa la Tierra y a todas sus criaturas y quiere atraer a la Tierra hacia sí, hacia la Unidad divina, como un novio que quisiera unirse con su novia. Esta voluntad, estas ansias de unión que caracterizan a todo amor, se manifiesta, pues, en todo–también en nuestro cuerpo—¡en forma de peso! Esta fuerza a la que llamamos peso actúa sobre todas las formas de la naturaleza y cuando queremos construir algo debemos contar y trabajarcon ella, jamás contra ella. Si la tomamos en cuenta ayudará a que nuestros edificios se mantengan en pie mucho tiempo. Pero si queremos ir contra las leyes de esta fuerza todo lo que construyamos se derrumbará en poco tiempo. Basta con que comprendas que las resultantes de las fuerzas de la forma de las pirámides son las más adecuadas para mantener en pie un edificio durante muchos miles de años, sin que las fuerzas de la naturaleza puedan destruirlo. Las pirámides, en especial la mayor, han sido construidas siguiendo leyes matemáticas y astronómicas, de modo que también sirven al pueblo como reloj y calendario. Estas leyes las aprenderás en otra oportunidad. Además, y debido a que sus superficies laterales tienen una inclinación de 51 grados, la forma piramidal hace posible que los rayos del sol que se reflejan en esas superficies lleguen hasta muy lejos tanto en el mar como enlas el rigen desierto. De estalamanera, lasquienes pirámides tambiénestán comoescritas faros. en Todas las leyes que y también historia de las sirven construyeron las cubiertas de cerámica de las pirámides. Y cuando los hijos de los hombres conozcan los secretos de las escrituras podrán durante mucho tiempo leer allí todas estas verdades, las leyes astronómicas y matemáticas, los secretos de las pirámides y todos nuestros conocimientos. Pero en los conocimientos. Pero en los tiempos más oscuros de la Tierra desaparecerá también este testimonio escrito, de modo que los hijos de los hombres tendrán que descubrir posteriormente todas las verdades por ellos mismos. Pero tú aprende la ley del mundo tridimensional, aunque ésta no sólo no podría existir sin la ley del espíritu, sino que además descansa sobre ésta. La fuente primera de toda sabiduría, de toda manifestación, es el Ser eterno –Dios--, pero Dios se encuentra en lo no manifestado, más allá del tiempo y del espacio, y en los mundos dimensionales sólo aparecen proyectadas sus manifestaciones, para entender
correctamente estas leyes debemos empezar porDios. Pero al hablar deDios, nos topamos siempre con una dificultad: Dios está presente en el mundo visible y cada criatura viviente sólo puede concebir y comprender a Dios en la misma medida en que esa criatura puede ser Dios! Dios vive en todo y todo vive en Dios; sin embargo, sólo pueden comprender plenamente aDios aquellos que han llegado ellos mismos a ser Dios, o aquellos que nunca se han separado deÉl. ¡Sólo Dios puede comprender a Dios! El hecho de que el hombre primitivo tenga un concepto de Dios nos muestra que posee la autoconciencia divina, aunque en un grado muy bajo y todavía en estado crepuscular. Adquirir conciencia en Dios, comprender plenamente aDios y ser Dios significa llegar a ser uno con el propioYo divino; con el Dios que habita dentro de cada uno. ¡Esto se dice fácil, pero es muy difícil de hacer! Pues como el ser humano a perdido su autoconciencia divina, sólo puede concebir un Dios en la medida de su inteligencia personal. ¿Cómo podría saber cómo es el estado de plenitud de la divinidad verdadera y viva, si su inteligencia se corresponde únicamente con el nivel personal, separado, escindido de la Unidad? ¿Cómo podría lo finito comprender lo infinito, cómo podría lo temporal comprender lo eterno, lo mortal lo inmortal, el ser aparente al Ser verdadero y eterno –Dios—, cómo podría sentirlo y llegar a ser idéntico a Él? !Y sin embargo el hombre ha de llegar a Dios! El eterno deseo, las ansias insaciables lo ayudan y lo empujan hacia su Yo divino. La razón –el más grande pero también más peligroso regalo de Dios—tiende un puente que supera el abismo aparentemente insalvable que existe entre lo personal, mortal, y lo impersonal, eterno. Debido a la razón el hombre se sintió tentado a separarse conscientemente de la unidad, pero es también la razón lo que da al hombre la posibilidad de volver a la Unidad en pleno estado de autoconscienca. La razón permite que el hombre sea capaz decomprender las verdades; y una vez que ha comprendido estas verdades empezará a buscar y buscar, hasta que un buen día logre encontrar el único camino que conduce a la realización de su Yo. Realizarse significa: ser algo. Pues mientras se piensa o se habla sobre algo no se es ese algo. Puedes reflexionar acerca de un gato o de un león, pero no significa que te hayas realizado en ellos, ni mucho menos: no significa que te hayas convertido en un gato, o en un león. Del mismo modo, puedes reflexionar acerca de ti misma, ¡sin que tú misma seas tu Yo divino, creador! Pensar en algo implica estar separado de ese algo. Pues basta con que emitas tan sólo un pensamiento que pensador—te unastealhagas objeto de tu a pensar –lo pensado—únicamente porpara medio deltú–el pensamiento, sin que idéntica eso que piensas. Lo que hay en tu razón, eso no eres tú. La razón te pertenece es una maravillosa herramienta, un espejo donde puedes proyectar y reconocer todo, ¡pero tú no eres tú razón! La razón es exterior a tu Yo; por lo tanto,lo que consigas con la razónno eres tú, no es una realización de tu Yo. Si el hombre busca aDios fuera de sí mismo puede “pensar” en Dios, puede “rezar” a Dios, puede “amar” a Dios con todo su ser y puede hacer todo esto muy a menudo o incluso constantemente, pero núnca llegará a ser idéntico aDios. ¡Pues nunca encontrará a Dios si lo busca fuera de sí mismo! El creador que vive en el ser humano es el propio Yo, cuya última manifestación, la más alejada del punto central, es el pequeño “yo” personal, la conciencia personal. El “yo” personal del hombre es la imagen de Dios reflejada en el cuerpo mediante la materia. Así,
si el hombre quiere salir de su aislamiento y volver a alcanzar la unidad conDios, debe recorrer conscientementeel mismo camino: debe hacer que su conciencia abandone paulatinamente el “yo” personal y caiga cada vez más hondo dentro de sí mismo, para así volverse hacia su verdaderoYo, hacia su Creador, hasta reconocerse conscientemente en Éste. Pero esto no significa que, en este estado, la criatura–la persona—se reconozca a sí misma – pues la criatura no tiene verdadera existencia y, como criatura aparente, no puede poseer una conciencia recurrente, un conocimiento de sí misma —sino significa que el creador se reconoce a sí mismo en lo creado, en la persona. Ésta es la única posibilidad de superar la escisión, de que la conciencia encuentre al estado de Unidad: que cese el “pensar en uno mismo” y que éste se convierta en “ser uno mismo”: en “autorreconocimiento”. En este estado, el que reconoce, lo reconocido y el reconocimiento son un mismo y único sujeto: ¡el Yo–el Creador—se reconoce a sí mismo en sí mismo! El ser humano sólo puede sentir a Dios de esa manera, ¡eso es la resurrección! En ese estado el hombre reconoce que ha sido y es constantemente creado por su propio Yo, que su Yo es su Creador, ¡y queal mismo tiempo ese único Yo es el creador de todo el universo! Por lo tanto, en su divino autorreconocimiento, en su autoconciencia, el hombre experimenta también la omniconciencia cósmica creadora y su autorreconocimiento se convierte en omnirreconocimiento: ¡en omnisciencia! Este estado divino en el cual el Creador se reconoce a sí mismo también puede expresarse simbólicamente mediante números:“Mientras descansa en sí mismo, Dios es uno en tres y tres en uno. “Uno y tres son aún una Unidad indivisible. En el mundo ideal de la geometría el triángulo equilátero es la imagen simbólica de Dios, en la cual el que reconoce, lo reconocido y el reconocimiento constituyen una unidad:uno en tres y tres en uno. Toda forma es una manifestación de la fuerza que la ha construido; por consiguiente, toda forma es también la imagen de la fuerza creadora que habita en ella y la constituye. En su estado primordial, descansando en si mismo,lo divino se manifiesta siempre en forma de triángulo equilátero lleva dentro de sí la armonía absoluta el perfecto sus este tres vértices encuentran a la misma el uno dely otro. Por elequilibrio, contrario,pues cuando aspecto se deDios, que descansa en sídistancia mismo, sale del estado inespecial e itemporal de la no-dimensión y entra en el mundo de tres dimensiones, convirtiéndose en el aspecto creador de Dios, entonces se manifiesta siempre en el número cuatro. Mientras los números uno y tres forman una Unidad en la divinidad, son siempre tres en uno y uno en tres. Pero, cuando estos números salen del estado de Unidad divina, se separan y el “uno en tres” se convierte en“uno y tres”, y eso da como resultadocuatro. Triángulos equiláteros ocultos en él. En esta ley se esconde también el misterio del numero clave del mundo tridimensional: el número siete. Intenta imaginar cómo fue la primera energía manifestada pasó del estado de la
no-dimensión a las tres dimensiones. Cierra los ojos y esa verdad se proyectará en tu conciencia. Hago lo que Ptahhotep me ordena: cierro los ojos y dirijo mi atención hacia el interior de mi ser. Entonces aparece unpunto y escucho la voz de Ptahhotep: -Para que una fuerza salga de la no-dimensión y pueda manifestarse necesitaun punto de partida: El punto no posee dimensiones, aún no ha salido de la Unidad, pero es necesario para la manifestación. Como el punto consta de un único factor, lleva en sí mismo el número de la unidad, el uno. Cuando la fuerza, cuya primera aparición ha sido el punto, sale de la no-dimensión y actúa durante un cierto tiempo, el punto se mueve y surge unalínea: . Veo dentro de mí cómo, poco a poco, el punto se va convirtiendo en una línea y escucho a Ptahhotep: Ha nacido la primera dimensión: el largo. La línea es en sí misma infinita, y, en consecuencia, es también, como primera manifestación, el número uno. Pero en el mundo de las manifestaciones, donde existen un principio y un final, la línea constará siempre de tres factores: el punto inicial, el punto final y el espacio que hay entre ambos. Así pues, la línea lleva en sí misma el número tres, el número clave del mundo unidimensional. Ahora debes observar que no existe ninguna posibilidad de que el número dos se encuentre y se manifieste en unaUnidad. Pues después de la primera manifestación del punto, que sólo consta deun factor, surgen directamente tres factores,sin pasar por el número dos. Cuando del punto surge una línea, así sea ésta muy pequeña, los tres factores de la línea hacen que aparezca ya el númerotres. Si la línea se encuentra en el infinito, el número continúa siendo uno; pero si tiene un principio y un final, llevará necesariamente el número tres. Para que surja el númerodos es necesaria una división de la unidad. El número dos sólo puede surgir cuando dos unidades son representadas una al lado de la otra. Pero como fuera de la Unidad no existe nada, la Unidad tiene que emitir un reflejo de si misma para que así surja una división, una separación que implica la muerte de la Unidad. Por eso es también un estado espantoso, una escisión del alma llamada dual. Todos los idiomas expresan este concepto aludiendo a esa otredad del dos. Pero sigamos viendo cómo de la primera dimensión surge la segunda. La línea está actúa compuesta poruno unade serie puntos. Presuponiendo la energía creadora en cada estos puntos con la misma que fuerza y durante el mismo espacio de tiempo, entonces estos puntos pasan a la segunda dimensión cada uno de ellos forma una línea y del conjunto de estas líneas surge una superficie: un cuadrado. Ha nacido la segunda dimensión: el ancho. El cuadrado escuatro en uno y uno en cuatro; por lo tanto, consta de cinco factores: las cuatro líneas manifestadas: la línea inicial, la final y las laterales, derecha e izquierda, y el quinto factor: la superficie no manifestada encerrada entre estas cuatro líneas. El número clave del mundo bidimensional es el cinco. Pero las fuerzas creadoras continúan actuando. También las superficies están formadas por puntos y si sobre cada uno de estos puntos actúa la misma fuerza durante el mismo lapso, estos puntos
pasan a la tercera dimensión y de la superficie surge el cubo. Y bien, como puedes comprobar, ha nacido la tercera dimensión: la altura. El cubo es seis en uno y uno en seis; consta por tanto de siete factores: las seis superficies limitadas manifestadas y el séptimo factor,no manifestado:el volumen interior del cubo. El número clave del mundo tridimensional es pues el siete. Como ves, la forma básica de la materia es el cubo. Los diferentes cristales se construyen según esta ley y en ellos podemos encontrar la forma misma del cubo –como por ejemplo en la sal—o los elementos básicos del cubo, en diferentes variantes y aspectos. Si ahora examinamos la esencia del cubo comprenderás también las leyes que rigen las diversas variantes. Partiendo de uno de los vértices del cubo, intenta hallar una figura en la cual estén contenidas las tres dimensiones del cubo. Si trazas una diagonal obtienes sólo una superficie, es decir sólo dos dimensiones. Para obtener una figura de tres dimensiones tenemos que hacer un corte en diagonal desde uno de los vértices opuestos, separando una esquina del cubo. Si repetimos este procedimiento tantas veces como sea posible le cortaremos al cubo cuatro esquinas y nos quedará como resto una figura radicalmente distinta: un tetraedro formado por cuatro triángulos equiláteros. Ahora puedes vér como dentro del cubo estaba una figura muy distinta al cubo, pues no está formada cuadrados, sino por cuatro triángulos. Si extendemos cuatro triángulos sobre una superficie éstos forman un triángulo equilátero, la representación simbólica de Dios.
oculta por esos único
El tetraedro, cómolos triángulos equiláteros que lo forman, esla encarnación de la armonía y el equilibrio. Pues todos sus vértices se encuentran en la misma distancia unos de otros y, en consecuencia, en el tetraedro no existe ninguna tensión, sino un equilibrado estado de quietud. En cambio, los vértices del cubo, como los del cuadrado, no se encuentran todos a la mismauna distancia de otrosLay,materia por ende, entridimensional el cubo comose enorganiza el cuadrado existe siempre tensiónunos insalvable. del tanto mundo en forma de cubos, pero esconde dentro de sí el tetraedro basado en el equilibrio divino. La materia no puede existir sin contener lo divino. Todo el mundo tridimensional está construido según la misma ley, tanto si se trata de materia “inerte” como de materia animada, esto es, de seres vivos. Pues tanto las plantas como los animales y los seres humanos presentan un cuerpo que está sometido a las leyes del mundo tridimensional. Pero en este cuerpo se encuentra oculto e invisible el Yo divino superior –la vida—,!el Ser eterno! Únicamente el ser humano es capaz de manifestar su Yo superior, es decir: a Dios mediante sus pensamientos, palabras y acciones, y esto lo consigue cuando no identifica su conciencia con su cuerpo, sino con el espíritu que éste contiene –con su Yo—. El ser humano que se identifica con su cuerpo material solamente, es para seguir usando la misma imagen gráfica, como uncubo opaco que sólo
muestra las características de la materia, desplazando a lo divino, creador, al plano de lo no manifestado, manteniéndolo en un estado latente, sin siquiera sospechar que lleva dentro de sí ese tetraedro completamente diferente: el Yo divino. Pero, por el contrario, el ser humano que sólo utiliza su cuerpo para manifestar lo divino y creador, mediante sus pensamientos, palabras y acciones, dejando en lo no manifestado las cualidades de su ser físico – de su persona--, es, para seguir usando la misma imagen gráfica, como un cubo tallado cuyas esquinas están vueltas hacia afuera y su interior ha sido sacado a la luz, de manera que deja ver sus triángulos interiores, que son los triángulos equiláteros del tetraedro divino. A la forma material, cuadrangular, la utiliza únicamente como una base segura en el mundo tridimensional, dejando que su peso descanse sobre ella. Pero la forma del cubo tallado es: la pirámide. La pirámide es, pues, la forma que simboliza al Hombre-Dios, quien deja que su naturaleza divina y desinteresada brille, realizando así plenamente a Dios sobre la Tierra. En la persona del hombre/Dios sobre la tierra. En la persona del Hombre/Dios se ha consumado ya la redención de la Tierra, la espiritualización de la materia. El Yo divino –el creador—se sienta sobre su trono colmado de gloria y reina sobre la materia, sobre el cuerpo. Por el contrario, la representación simbólica del hombre material, que pone su razón al servicio de su ser material, es la cruz formada por los seis cuadrados de la superficie del cubo, o la tau en la cual es crucificado el Yo divino que se oculta en el hombre.
En estas personas lo divino ha sido despojado decrucificado su fuerza, no puede someterse a las leyes del mundo material, cuelga en los dos manifestarse, maderos del debe mundo tridimensional—el tiempo y el espacio--, y muere en esta cruz de la materia. ¡Pero no muere en vano! El Yo divino creador también resucitará un día en la conciencia más hundida en los niveles inferiores y redimirá al hombre de sus sufrimientos, pues el hombre material, que en su ignorancia crucifica a su propio Yo superior –a Dios, que vive en él—, al hacer esto se acarea a sí mismo constantes penas y sufrimientos, se convierte en el ladrón que también cuelga crucificado junto a la cruz de la divinidad. Los dolores lo despiertan, su conciencia superior despierta, ¡y con la resurrección de su propio Yo divino vive también su redención, pues se reconoce a sí mismo en Él! En su fuga, los miembros de la raza divina llevaron esta representación simbólica a todos los lugares del planeta a losque llegaron, para anunciar a los hombres las verdades que en ella se ocultan. Por todas partes, en todos los continentes, se encontrarán
imágenes más grandes o más pequeñas, hechas en piedra, en metal o en arcilla cocida, pero siempre con este mismo motivo, se pensará que es la imagen de una persona crucificada y sólo unos cuantos advertirán que simboliza elprincipio divino creador, crucificado en los dos maderos del tiempo y del espacio. Las pirámides continuarán en pie durante muchos milenios, anunciando a los hijos de los hombres las verdades supremas grabadas en ellas. Aquellos que tienen ojos y oídos encontrarán y reconocerán sus elevadas verdades, aunque no puedan comprender sus leyes matemáticas y astronómicas; algunos, quienes hayan alcanzado un alto grado de evolución, también pondrán en práctica estas leyes. Para los hombres primitivos las pirámides, así como también la Esfinge, continuarán siendo un enigma mientras no consigan resolver su propio enigma. ! Pero volvamos al cubo! Partiendo de uno de sus vértices has cortado una figura que contiene las tres dimensiones. Siguiendo el mismo procedimiento has podido cortar en total cuatro esquinas del cubo. Pero también podrías realizar los mismos cortes partiendo de otros vértices. Al hacerlo encontrarías que en el cubo no hay solamenteun tetraedro, sino dos tetraedros opuestos y simétricos incrustados el uno dentro del otro. Estos dos tetraedros en esta posición representan la ley más profunda del mundo visible: la unión indivisible de las dos mitades complementarias –la positiva y la negativa—, las cuales, incrustadas una dentro de la otra, constituyen un perfecto equilibrio y, como espíritus creadores, están sentados a la derecha y a la izquierda de la divinidad. Gobiernan la creación como dos leyes opuestas: la ley del espíritu y la ley de la materia. Espíritu es vida, materia es resistencia. La ley del espíritu es irradiación, don, desinterés La ley de la materia es contracción, enfriamiento, solidificación. Sólo existe una criatura viviente que puede encarnar conscientemente ambas leyes: el ser humano. Él es el eslabón que une los mundos material y espiritual. Es capaz de vivir simultáneamente bajo las leyes de ambos mundos. Sus pensamientos, palabras y acciones pueden irradiar desinterés y amor universal, pueden ser un don. Pero su cuerpo pertenece al y hace las leyes de de la materia. la ley es divina si se aplica enmundo el lugarmaterial adecuado y en efectivas el momento preciso; no ser asíToda es satánica. Sin la resistencia de la materia la creación sería imposible en la divinidad no manifestada todas las fuerzas se encuentran aún en la Unidad, en un estado de perfecto equilibrio y absoluto reposo, únicamente como potencia, como posibilidad de fuerzas. La creación comienza cuando una fuerza sale de la Unidad y se erige ante el creador como resistencia. Éste es el “hijo primogénito” de Dios, el espíritu de la resistencia, que el padre emite para que a lo largo de los siglos forme los polos opuestos a Él –negativos—, para que las frecuencias de la creación puedan ser soportadas, esto es, resistidas, para que la creación sea posible. Este espíritu de la resistencia, que constituye el polo opuesto al aspecto de Dios que se manifiesta, es gracias a su efecto contractar, enfriador y solidificador, la causa de que surja lo sólido–la materia—. Este espíritu actúa como la ley del enfriamiento, contracción y solidificación inherente a la materia.
Coge una piedra con la mano: la fuerza que hace que esa cosa sea una piedra y se mantenga unida como materia es la ley de la resistencia, que todo lo enfría, lo contrae y lo solidifica. Mientras esta ley se manifieste en la materia como materia, estará actuando en el lugar que le corresponde y, por lo tanto, será divina. Pero la materia inerte se convierte en materia viva cuando el espíritu divino –el Yo— se reviste de materia haciéndose carne. El Yo, la vida, penetra la materia inerte y de la ley de la materia se levanta un espíritu vivo: el reflejo especular del Yo divino. Este reflejo es especular (que sólo puede ser un espíritu vivo porque Dios, en su aspecto deYo de la criatura viviente, insufla su propia vida a la materia) es Satanás. Así, pues, Satanás es la ley de la materia que ha adquirido vida gracias al espíritu divino. Satanás yace inerte en la materia–como ley de la materia—hasta que el espíritu divino lo hace vivir insuflándose su propia vida. Cuando la conciencia se identifica con la ley de la materia y pensamientos, palabras y acciones no obedecen la ley divina sino la ley de la materia, entonces Satanás vive en el hombre: el hombre mismo se convierte en satánico. Satanás no puede existir sin el hombre, pues sin el Yo humano Satanás es sólo una fuerza inconsciente, una necesaria ley natural de la materia. Satanás sólo puede cobrar vida en la conciencia de aquel hombre que manifiesta en su espíritu la ley de la materia, la ley de la carne, en aquel hombre cuya conciencia se identifica con su persona física, con su naturaleza inferior, con los apetitos de la carne, con instintos de conservación del individuo y de la especie, en aquel hombre que manifiesta la fuerza contractora y solidificadora en forma decaracterísticas espirituales como la codicia, la envidia, la vanidad, la inmisericordia y el egoísmo. Ninguna criatura viviente se ha topado jamás con Satanáscomo tal, pues si el hombre no existiera tampoco existiría Satanás. Sin el Hombre, Satanás es sólo una ley de la materia. Sólo en un ser humano podemos encontrar a Satanás; sólo en un rostro humano, en laexpresión de ese rostro, podemos reconocer a Satanás. Cuando el Yo de un ser humano queda libre tras la muerte del cuerpo, Satanás vuelve a ser la ley de la materia, que ahora rige en el cadáver. La fuerza vivificadora del Yo lo había hecho vivir dentro de la conciencia del hombre, lo había convertido en Satanás. Pero la conciencia del hombre que se identificaba con la ley de la materia y se convertía así en satánica, muere con Satanás, pasando a un estado inconsciente después de la muerte. Satanás arrastra a su esclavo hacia la materia inerte, las tinieblas, la inconsciencia. Pordel el espíritu contrario, la conciencia delahombre duranteelsu vida se ha identificado con la ley divino y ha servido éste, al que abandonar cuerpo despierta y– liberada de las cadenas, del aislamiento de la materia—se funde en la Luz eterna, en Dios. Los dos tetraedros incrustados el uno en el otro muestran los dos polos de la creación en perfecto estado de equilibrio. Toda la creación—el mundo de la inquietud, del movimiento—descansa sobre este equilibrio divino. Este equilibrio actúa sobre todas las formas, es la ley más íntima de éstas. Así, actúa también en los procesos de cristalización de la materia. Como tú misma has podido ver, alrededor del tetraedro divino a crecido la forma primordial de la materia –el cubo—. Los triángulos que forman el tetraedro son idénticos a las caras internas de las esquinas del cubo, con las que están en contacto. También el hombre tiene dentro de sí una superficie de contacto con el Yo divino. Es precisamente por esto que el hombre sólo puede encontrar su propia esencia divina si busca dentro de sí mismo, nunca si dirige su atención hacia el exterior.
Cuando el hombre dirige su atención hacia al exterior, de acuerdo con la ley divina, cae en una prisión espiritual en la que queda encerrado hasta tras muchos sufrimientos y dolores encuentra a la divinidad. Veamos qué formas de cristales pueden construirse a partir del cubo. Toma seis figuras geométricas en forma de
que,
tejados cuya superficie sea idéntica a la de una de las caras del cubo y coloca cada una de estas figuras sobre una de las caras del cubo, de tal manera que las figuras en forma de tejados se toquen unas a otras en sus lados diferentes.
Al hacer esto obtienes un cuerpo geométrico llamado dodecaedro pentagonal, que está formado por doce pentágonos regulares. El dodecaedro pentagonal lleva dentro de sí otras leyes que rigen el largo camino de la conciencia. Pero ahora nos interesa observar la última forma cristalina que resulta de esta serie: el icosaedro, formadopor veinte triángulos equiláteros. Así pues, partiendo del tetraedro se pueden formar un total de cuatro formas crístalinas regulares formadas por superficies iguales: el mismo tetraedro, el cubo, el dodecaedro pentagonal y el icosaedro. Sólo se pueden construir formas cristalinas regulares utilizando triángulos, cuadrados y pentágonos. Con triángulos se pueden construir el tetraedro, el octaedro y el icosaedro; con cuadrados, solamente el cubo; con pentágonos, sólo el dodecaedro pentagonal. Ya conoces todos estos cuerpos geométricos, salvo al octaedro. Puedes construir el octaedro trazando tres líneas del mismo largo, en unángulo de 45º una en cada una de las tres dimensiones –es decir, una a lo largo, una a lo ancho y una a lo alto —, de manera que las tres líneas compartan un mismo punto central. Si ahora unes los extremos de las tres líneas obtendrás los ocho triángulos que forman el octaedro. Como ves, el octaedro está formado por dos pirámides que se unen en la base.
Ahora presta atención. Si ahora hacemos en el espacio cortes de igual longitud en cada una de las tres dimensiones, a intervalos regulares, obtendremos un sinfín de octaedros. Sin embargo, estos octaedros no llenarán todo el espacio, ¡sino que entre ellos quedarán – como en el interior del cubo—tetraedros que serán exteriores a las superficies tridimensionales!
Puedes dividir el espacio en octaedros infinitamente grandes o infinitamente pequeños, pero siempre estarán allí los tetraedros exteriores al plano tridimensional. Así pues, cada uno de los puntosdel espacio tridimensional descansa sobre el tetraedro divino, que representa la armonía y el equilibrio absolutos. Del mismo modo, cada uno de los puntos de la creación manifestada descansa sobre ladivinidad, que está por encima de toda la manifestación, que descansa en sí misma, no manifestada. ¡Dios es omnipresente! Pero volvamos a los cuerpos geométricos inscritos y circunscritos: tetraedro, cubo, dodecaedro pentagonal e icosaedro. Quiero hacerte notar algunas leyes reveladas por su relación.
Si tomamos la mitad de los números de planos de cada cuerpo geométrico descrito hasta ahora (el tetraedro, el cubo, el dodecaedro y e icosaedro), obtendremos los números 2,3,6 y 10. Si los multiplicamos entre sí, obtendremos la cifra 360, que es el número de grados de círculo.
Y si sumamos estas cantidades obtenemos 21, el número de posibles uniones que existen entre los siete factores del número clave del mundo tridimensional, ¡el número siete! Ptahhotep deja de hablar; permanezco anteÉl muda y como aturdida. -Ahora vete, hija mía –dice Ptahhotep—, es suficiente por hoy. La próxima vez hablaremos algo más sobre los cuatro lados de las pirámides. Hay más verdades ocultas en ellas. Estas verdades serán de gran importancia para que consigas el total autoconocimiento. Hago una reverencia y me marcho.
EZEQUIEL I (Citas extraídas de los versículos 4 a 28)
4. Yo miré: vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. 5. Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. 6. Tenían cada uno cuatro carasy cuatro alas cada uno. 10. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombrey los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda y los cuatro tenían cara de águila. 12. Y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha. 14. Y los seres iban y venían con el aspecto del relámpago. 15. Miré entonces a los seres y vi que había una rueda en el suelo, al lado de los seres de cuatro caras. 16. El aspecto de las ruedas y su estructura era como el destello del crisol. Tenían las cuatro la misma forma y era como si una rueda estuviese dentro de la otra. 17. En su marcha avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha. 18. Su circunferencia tenían gran altura, era imponente y la circunferencia de las cuatro estaba llena de destellos todo alrededor. 20. Donde el espíritu les hacía ir, allí iban y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. 22. Sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal extendida por encima de sus cabezas. 26. Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había algo como una piedra de zafiro en forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana. 27. Vi luego como el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura, todo alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como el fuego que producía un resplandor en torno. 28. Con el aspecto del arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria de Yahveh. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba.
LOS CUATRO ROSTROS DE DIOS Estoy nuevamente ante Ptahhotep. -Hija mía –empieza a hablar—, hoy aprenderás qué son los cuatro rostros de Dios. Es algo que te ayudará mucho, muchísimo, para reconocer a Diosdentro de ti. Toda la creación, también tú, ha sido construida a partir de sus cuatro rostros. La vida en todo el universo visible, desde los soles centrales de los sistemas planetarios hasta los organismos unicelulares, no es otra cosa que un círculo, una rotación alrededor y en los cuatro rostros de Dios. Ya sabes por qué la divinidad en su estado primordial, descansando en sí misma, es representada siempre por un triángulo equilátero. Dios, en sus tres aspectos. Es uno en tres y tres en uno. Pero este estado, igual que el triángulo equilátero, lleva implícito el número cuatro. Cuando los tres aspectos del uno primordial se separan –y esto sucede cuando pasan de lo no manifestado a lo manifestado—entonces el “uno en tres” se convierte en “uno y tres”. Así nace el número cuatro. Observa un momento el triángulo equilátero: sólo ves la Unidad que posee tres lados—tres aspectos—. Pero el triángulo contiene oculto y no manifestado el númerocuatro, pues el triángulo equilátero lleva dentro de sí la posibilidad de ser dividido en cuatro triángulos equiláteros. Si el triángulo pasa de lo no manifestado a manifestarse en el mundo tridimensional, se convierte en un tetraedro. Como ya has visto, cuando las primeras fuerzas pasan de lo no manifestado a lo manifestado, el tetraedro se mantiene oculto en el interior de la primera forma de manifestación: el cubo. Los cuatro triángulos que forman los lados del tetraedro son las superficies de contacto de lo divino con lo material, pues son idénticas a las superficies interiores de las esquinas cortadas al cubo. Si con la ayuda de las esquinas del cubo,volvemos hacia afuera los triángulos del tetraedro, surge la forma de la pirámide, cuyos cuatro lados son los cuatro triángulos del tetraedro, sacados hacia afuera y, así manifestados, son también las superficies interiores de las esquinas cortadas al cubo. Los cuatro lados de las pirámides simbolizan los cuatro rostros de Dios, que también llevan dentro de sí los tres aspectos de la divinidad que descansa en sí misma y se encuentra por encima de todo lo manifestado. La pirámide muestra una realidad viva, la ley viva según la cual Dios se manifiesta siempre y necesariamente en el mundo manifestado y, por lo tanto, vive en todo lo creado. Desde cada punto del Universo,Dios se manifiesta en cuatro aspectos. Su irradiación lleva efectos distintos a cada uno de los puntos cardinales. Y, como estas
corrientes de fuerza, que emanan de un único punto y sin embargo son diferentes, proceden de la Unidad paradisíaca, podemos decir, metafóricamente, que, desde el punto central del paraíso, donde el Árbol de la vida y el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal echan raíces, manan cuatro grades corrientes que fluyen hacia el mundo exterior siguiendo la dirección de los cuatro puntos cardinales. Esta cuádruple manifestación puedes encontrarla en todo lo crado. Donde más salta a la vista es en el efecto de las corrientes de aire: los vientos. El hombre primitivo sabe que los diferentes vientos, procedentes de los cuatro puntos cardinales, causan efectos muy distintos. El viento del norte es seco, frío, causa un efecto aquietador, solidificador. En muchas regiones hace que incluso el agua se ponga dura como una piedra. El viento sur trae siempre calor y su efecto es excitante, vivificador. El viento del este es fresco, refrescante y agradable. El viento del oeste es tibio y húmedo; en muchas regiones suele caer convertido en lluvia. Este viento produce fatiga y somnolencia. Todo esto ya lo sabías, pues cualquier niño advierte los diferentes efectos de los cuatro vientos principales; pero ¿has pensado alguna vez cómo y por qué es posible que, saliendo desde un mismo lugar de la Tierra, desde un mismo punto,las corrientes de aire causan efectos opuestos en las direcciones opuestas? Si, por ejemplo, desde aquí, donde el aire nos parece agradable y templado, se levanta un viento y sopla hacia el sur, para los países del sur se tratará, evidentemente de un viento delnorte y será un viento relativamente frío que les llevará enfriamiento y aquietará a todas las criaturas vivientes. Pero si, partiendo de este mismo punto, el viento sopla hacia el norte, para los países del norte ese viento procederá del sur y, por ende, llevará calor, incrementará la fuerza reproductora de los seres vivos y estimulará sus órganos sexuales. ¿Cómo es posible que, partiendo de un mismo punto de la Tierra, sople en una dirección un viento frío, aquietador y en la dirección contraria un viento caliente, estimulador?; ¿cómo es posible que a un lugar lleve lluvias y al otro sequedad? Y esto sólo depende de la dirección en que sople el viento. Ésa es la ley del espacio a la que llamamos los cuatro rostros de Dios. El primer rostro—el del norte—es de fuego, actúa dando vida, y por eso el viento del sur El trae calor y–el estimula lasoeste—es criaturasde vivientes a procrear nuevas vidas. segundo rostro adel aire, fresco. Pone todo en movimiento y por eso el viento del este refresca y repone. El tercer rostro de Dios– su rostro del este—es de agua, húmedo y tibio. Da pereza, indolencia, y por eso el viento del oeste trae calor, humedad, precipitaciones y produce somnolencia a todas las criaturas vivientes; la conciencia de éstas se retira al interior del cuerpo. Y, por último, el cuarto rostro de Dios—el rostro del sur—es frío. Actúa contrayendo, materializando y cristalizando, y por eso el viento del norte trae frío y calma los nervios. La primera y más importante manifestación de los cuatro rostros deDios es la “de fuego”, pues los efectos de las demás manifestaciones–de los demás rostros—dependen de está. El tipo de fuego determina si la manifestación será caliente, tibia, fresca o fría. De
modo que el rostro de fuego es el padre de los otros rostros de Dios. Gracias a su irradiación surgen los diversos estados físicos: mediante lo tibio y seco surge el estado gaseoso, de aire; mediante lo fresco y húmedo, el estado líquido,de agua; de lo frío surge el estado sólido, de tierra. Puedes comprobar cómo esta ley actúa en todos los rincones de la Tierra, en cada árbol y en cada planeta. En cada casa, por ejemplo, el lado sur, al que fluyen las corrientes del rostro norte de Dios, es tibio, y es en ese lado de la casa donde mejor crecen las plantas; el lado norte es caliente, el lado este es seco y el lado oeste es siempre húmedo y, cuando en la pirámide queremos hacer que llueva, la precipitación siempre cae sobre todos los edificios desde el lado oeste. Pero esta cuadruplicidad no la encontrarás expresada únicamente en los vientos principales, sino en todo lo que ha sido creado. Observa los troncos de los árboles: el lado norte de los árboles—que recibe la irradiación del frío rostro sur de Dios—está siempre cubierto de musgo. ¿Has pensado alguna vez por qué el ser humano posee solamente una cara, dirigida hacia adelante? En la dirección en que señale nuestro rostro, en esa dirección somos de fuego, dadores, mientras que en la dirección contraria somos fríos, receptores. Nuestros miembros están dirigidos completamente hacia delante, y también podemos irradiar nuestra fuerza de voluntad en la dirección que señala nuestro rostro. ¿Y por qué dormimos mejor cuando nos acostamos orientados de norte a sur, por qué todos los animales, todos los nidos y hormigueros están orientados en esa dirección? El animal no tiene inteligencia y no puede comprender por qué, pero siente que del norte vienen irradiaciones que calman los nervios y del sur irradiaciones reanimadoras, vivificadoras y estimulantes y que lo mejor para su ciclo vital es construir sus lechos y acostarse en dirección norte-sur. A esto se debe también que cuando una persona quiere comunicarse con Dios y rezar, lo haga siempre orientada hacia el norte y en el oeste,¡nunca hacia el sur o el este! En el norte y en el oeste encuentra fuerzas que lo conducen hacia la espiritualización. Por el contrario, en el sur y en el este encuentra estímulos que atan su conciencia a los apetitos carnales. Has de saber que los efectos de la cuádruple irradiación de Dios se manifiesta en todo el universo de forma totalmente simultánea y que cada punto del universo –y en consecuencia también Tierra—recibe y también emite exactamente las mismas radiaciones desde cadalapunto cardinal.Los cuatro rostros de Dios no pueden girar ni volverse. Conservan permanentemente su dirección inicial. En todos los lugares a los que llegaron, los miembros de la raza divina enseñaron a los hijos de los hombres esta profunda verdad, aunque presentándola de diversas formas, según las peculiaridades de cada pueblo. Aquí, donde la raza humana está familiarizada con las formas geométricas y puede comprender la verdad con la razón, expresamos la verdad de los cuatro rostros de Dios en la forma de la pirámide. Existen otros pueblos que comprenden las verdades divinas más como vivencias espirituales. Allí los miembros fugitivos de nuestra estirpe crearon colosales estatuas de piedra que representan a la
divinidad en forma de un hombre sentado en posición de triángulo, cuya cabeza posee un rostro dirigido hacia cada punto cardinal. Ambas representaciones remiten al mismo hecho: cuando lo divino creador pasa de lo intemporal e inespacial, de lo no manifestado, al mundo tridimensional y la materia, se manifiesta en el númerocuatro, aunque manteniendo siempre sus tres aspectos. La forma de la pirámide muestra esto muy claramente, pues sobre cada uno de los cuatro lados del cuadrado de la base se levanta untriángulo: los tres aspectos de Dios. Así, la pirámide manifiesta cuatro veces el número tres: manifiesta pues el númerodoce. Y con esto hemos llegado a otra gran verdad. Como señala la representación simbólica que constituye la forma de la pirámide, cada uno de los cuatro rostros deDios lleva dentro de sí los tres aspectos divinos. Esto da como resultado unamanifestación de doce niveles, la cual está presente en cada uno de los puntos del universo y actúa en todo lo que existe, desde las criaturas unicelulares que habitan en los planetas, los soles, sistemas solares, galaxias y en todo el universo, como pequeños círculos dentro de otros más grandes que, a su vez, están dentro de otros más grandes, y así hasta el infinito. De modo que si conoces uno de esos círculos, conoces no sólo la estructura de todo el universo, sino también la de cada criatura viviente. Pues todo el universo visible se levanta sobre esta manifestación divina de doce niveles. Pero antes de que sigamos debes percatarte de quetodo lo que percibimos con nuestros órganos sensoriales desde nuestra perspectiva humana, es decir, desde fuera, en el estado esencial divino, está contenido exactamente a la inversa.Cuando observas algo desde fuera—desde arriba o desde abajo, desde la derecha o desde la izquierda—, aquello que ves se invierte cuando dejas de verlo y pasas a ser aquello. Cuando ves algo te encuentras en unarelación dual. Tú, el observador, y aquello que observas, son dos polos opuestos. Pero cuandoeres algo te encuentras en unestado monista, en la Unidad divina. Pongamos una letra como ejemplo, digamos la letra E. ¿En que dirección está orientada esa letra? —Está orientada de izquierda a derecha, padre–respondo al instante. -Bien—dice Ptahhotep—, ahora escribiré una E sobre tu pecho, de modo quetú seas esa letra. Ahora te encuentras en estado de unidad, en estado esencial con esa letra. ¿En qué-De dirección orientada ahora? derechaestá a izquierda, padre –respondo. -Es decir, justo en la dirección opuesta. Ven, te enseñaré algo más. Y Ptahhotep me lleva bajo dos grandes discos que cuelgan del techo haciendo las veces de lámparas. En cada uno de estos discos están representadas exactamente las mismas figuras, pero en orden inverso y en la posición contraria. En uno de los discos las figuras están orientadas con la cabeza hacia el centro del círculo y en el otro lo están con la cabeza hacia afuera, hacia el perímetro del círculo. Y en un disco están ordenadas de derecha a izquierda, mientras que en otro lo están a la inversa.
Ptahhotep me lleva primero al círculo I y pregunta: -¿Desde qué posición ves estas figuras correctamente, con la cabeza hacia arriba? -Desde todas las posiciones, padre. Ptahhotep me lleva ahora al otro círculo y pregunta: -¿Cómo ves estas figuras? -Todas tienen la cabeza para abajo, es decir que están invertidas, y además siguen el orden inverso—respondo. -Ahora, intenta encontrar un lugar desde donde puedas ver estas figuras en la posición y orden correctos. Observo las figuras y al querer verlas correctamente–con la cabeza para arriba—sin pensarlo me coloco justo debajo,en el centro del disco... ¡ y de repente todas las figuras se dan vuelta! Ahora todas están en la posición correcta, con la cabeza para arriba, y en el orden correcto. Giro, sin abandonar el punto central... Todas las figuras me observan desde la posición correcta. ¡Pero, en el momento en que doy sólo un paso fuera del punto central, las figuras vuelven a invertirse! Vuelvo al centro y vivo plenamente consciente y profundamente conmovida el estado esencial..., comprendo qué es..., me mareo por la emoción. Ptahhotep advierte entonces mi profunda emoción y dice sonriendo: -¿Comprendes ahora por qué lo personal es siempre lo opuesto a lo divino? ¿Comprendes también por qué la escritura humana va de la izquierda a la derecha la y divina de la derecha a la izquierda? -Sí, padre de mi alma, lo comprendo –digo tartamudeando, temblando de emoción. Ptahhotep me coge de la mano –ah, la poderosa fuerza de su mano bendita me tranquiliza al instante—y me conduce ante una gran pizarra en la que veo dibujadas diferentes figuras geométricas. -La fuerza de doce niveles irradiada por los cuatro rostros de Dios llega a la Tierra desde el universo, desde diferentes constelaciones que nos rodean como una rueda. A esta rueda formada por constelaciones la llamamos el zodíaco. Las irradiaciones del zodíaco son la causa de que exista la Tierra. Estas vibraciones se encuentran en un punto del universo, lo cual da lugar a la interferencia de las ondas de energía que produce una materialización, una solidificación, de esta solidificación de las energías irradiadas poco a poco a surgido nuestro planeta. Como en este proceso el sol ha desempeñado un papel importante, la Tierra se ha formado dentro del campo de atracción
del Sol y se ha convertido en su satélite. La Tierra recibe la energía vital emitida por el Sol, pero también está recibiendo constantemente las irradiaciones del zodíaco y de los otros planetas de nuestro sistema solar. Y puesto quela Tierra—como todo cuerpo celeste—es la materialización de todas estas diferentes irradiaciones: es por eso que encontramos en ella una forma material de cada uno de los fenómenos de todos los niveles, forma material que es la manifestación de aquella energía de la gran rueda cósmica con la que se corresponde. Así pues, en nuestro planeta existen radiaciones materializadas de cada constelación del zodíaco e incluso de cada planeta; estas manifestaciones se encuentran en formaciones rocosas, minerales, plantas, animales y seres humanos. Los nombres de los signos del zodíaco también dan nombre a aquella manifestación material del signo del zodíaco correspondiente. Así, por ejemplo, cuando ves un león debes saber que es la irradiación de aquel signo del zodíaco al que llamamos Leo, convertida en materia el plano animal. Pero también hay minerales, plantas y seres humanos compuestos de esa misma energía, que son materializaciones de ésta en los planos mineral, vegetal y humano. Como el nombre de un signo del zodíaco es también el nombre de aquel fenómeno resultado de la irradiación materializada de ese signo del zodíaco, es evidente que este nombre es la palabra más adecuada para describircon una sola palabra su carácter, Los cuatro rostros de Dios—es decir, los cuatro puntos cardinales—en la bóveda celeste, en el estado esencial divino, son:
Cada rostro de Dios, cada punto cardinal de la bóveda celeste, contiene tres aspectos de la divinidad no manifestada; así es como surgen losdoce signos del zodíaco: I Triángulo de fuego
II Triángulo de Aire
III IV Triángulo de agua
Triángulo de Tierra
Los tres aspectos de fuego del primer rostro de Dios, del primer grupo, se manifiestan en tres constelaciones llamadas: Aries, Leo Leo y Sagitario. Leo es la primera manifestación deDios y, por consiguiente,el gran padre de todo el zodíaco. Por lo demás, las tres manifestaciones del primer rostro de Dios poseen un carácterAries personal, de de vida. irradiadador el fuego la juventud, la potencia procreadora del padre joven, que al penetrar en el regazo de la naturaleza despierta y pone en marcha la vida. Aries es la fuerza de la primavera, cuyo efecto es tan salvaje e irreflexivo y su deseo de desbordarse es tan grande como el carnero de Aries.
Leo es el fuego del hombre maduro y digno, del padre que irradia su fuerza creadora, su amor y calor sobre sus hijos, que crecen bajo su protección. Leo es la fuerza del verano.
El centauro (Sagitario) es una criatura que ha dejado su naturaleza animal, ha dominado sus instintos animales y dirige su conciencia hacia el objetivo supremo. Su irradiación es el fuego del espíritu, del padre anciano y sereno que sigue ayudando a sus hijos, ya mayores, con su espiritualidad, con sus buenas ideas y consejos. Centauro, o Sagitario, es el fuego espiritual del pensamiento, la fuerza de la edad, del invierno. Los tres aspectos del segundo grupo, del rostro de tierra, de materia, de Dios, son: Tauro, Virgo Capricornio. manifestaciones de este rostro deDios posen carácter maternal: el ytoro, la virgen Las y la tres cabra. En primavera el toro está sobre un verde prado y toda la naturaleza se viste con la magnificencia de una novia lista para recibir la potencia reproductora del novio. La irradiación de Tauro da a la Tierra la capacidad derecibir la fogosa fuerza de la vida, de echar raíces, permitiendo así que la semilla divina pueda encarnar en un cuerpo terrenal. La irradiación de Tauro hace posible que el Yo divino, el principio creador—Logos—se encarne. Tauro despierta en la materia—en lo femenino—la fuerza de recibir, la predisposición de la novia. Tauro es la mujer que espera la potencia procreadora que la convertirá en madre. Virgo es la inmaculada reina del cielo, la diosa madre naturaleza, que nunca ha sido tocada por un hombre y sin embargo está preñada de mirada de criaturas que nacerán de su cuerpo divino. La fuerza de la constelación de Virgo es la fertilidad de la naturaleza, por
eso es representada con una espiga de cinco granos. En el mundo místicoVirgo es el alma humana inmaculada y limpia todas las impurezas terrenales, que recibe la semilla del espíritu de Dios y está esperando el nacimiento del niño divino en el que los dos principios –lo divino y lo material—se funden en una Unidad. Virgo es la madre preñada que espera el nacimiento de su hijo. El tercer aspecto del rostro terrenal de Dios es la cabra,Capricornio. La cabra vive en la zona del planeta donde la materia es más dura: entre peñascos. La fuerza contractora de la ley de la materia hace que la materia alcance el grado máximo de dureza y cristalice. La materia cristalizada pierde su propiedad srcinal, la opacidad, y se hace completamente transparente. En los cristales la materia muestra las formas geométricas de la fuerza creadora. Un niño también es la forma solidificada, cristalizada, de la fuerza divina creadora que es la vida. En el alma humana, es precisamente a través de la fuerza centrípeta y sintética dela concentración,como nace el niño divino, la realización del Yo: la autoconciencia. Mientras una persona identifique su conciencia con sus instintos bestiales, será como n establo habitado por animales. En ese establo, rodeado por distintos animales, debe nacer el niño divino: la autoconsciecia divina. Esto sucede a través del efecto concentrador deCapricornio. La concentración es el único camino de regreso a la Unidad, al paraíso perdido. Por eso la fiesta del nacimiento del niño divino es celebrada en el mes en que el Sol se encuentra en la constelación de Capricornio. La irradiación de este centro de fuerza contribuye a que lo divino se manifieste y se realice plenamente en la materia— en el cuerpo—. Capricornio es la madre que pare. Los tres aspectos del tercer grupo, del rostrode aire de Dios, son: Géminis, Libra y Acuario. El estado físico del aire, que surge gracias a estas irradiaciones, implica movimiento y por consiguiente, a través de estas tres constelaciones se manifiestan aquellas fuerzas que precisan de un movimiento desenfrenado. Son de naturaleza mental espiritual. Los gemelos llevan dentro de sí las dos mitades del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Su irradiación produce un doble efecto: obliga a dirigir la mirada tanto hacia la derecha como hacia la izquierda para reunir conocimientos. Esto produce que el camino se bifurque como las ramas de un árbol. Los gemelos buscan el saber por numerosos caminos, siguiendo diferentes direcciones. Quierensereunir experiencias, todo, oírlo todo, leerlo todo. La fuerza que irradian losgemelos manifiesta como lasverlo ansias de saber de quienes aprenden. La irradiación de la constelación de Libra lleva todo el equilibrio. Las experiencias reunidas son colocadas sobre la balanza y pesadas. Lo valioso lo conserva, lo inútil se hace a un lado. El efecto de Libra crea armonía, desarrolla la capacidad de decisión y equilibra las fuerzas duales de Géminis. La constelación de Libra irradia al mundo tridimensional la ley del equilibrio y la justicia. Es la manifestación del saber acorde a la ley. La constelación de Acuario irradia el saber reunido por los mellizos de Géminis y sopesado, dado por bueno y convertido en leyes por Libra. La energía irradiada por esta constelación no tolera ningún obstáculo ni conoce ningún límite.Acuario retransmite los tesoros, es el agua de la vida que fluye inagotable de su jarro y cuyas ondas llegan hasta los mundos más lejanos. Estas ondas son las altas frecuencias del espíritu que a todo dan
la vida. Acuario es la manifestación del espíritu libre de obstáculos y límites. Los tres aspectos del cuarto grupo, del rostrode agua de Dios, son: Cáncer, Águila (Escorpión) y Piscis. Las tres manifestación de este rostro deDios poseen un carácter anímico, que se manifiesta en la vida sentimental. Cáncer significa el agua del agujero donde vive el cangrejo. Una vez que el cangrejo ha capturado a su presa, vuelve a su agujero para digerirla. La conciencia, que se había dirigido hacia fuera para encontrar el alimento del espíritu, vuelve hacia su propio interior, asimila y transforma su presa—las impresiones reunidas—en experiencias. La fuerza irradiada por Cáncer se manifiesta como la conciencia del ser que busca, que se observa y analiza a sí mismo. La constelación de Escorpión-Águila es el gran punto de inflexión donde el insecto que se arrastra se transforma en un águila que vuela alto, en un redimido, en una criatura que ha despertado en el Yo divino y ha adquirido conciencia de éste. El insecto— Escorpión—tiene que darse muerte a sí mismo para que pueda surgir el Águila. Por eso esta constelación recibe dos nombres: en su estado irredento se llamaEscorpión, como el animal que se da muerte a sí mismo con su agujón, y en su estado ya redimido se llama Águila y es el símbolo del alma libre que, como Horus, el halcón divino, vuela libre muy por encima de todo lo material. La irradiación de esta constelación se manifiesta como la fuerza vital, como el fuego de la vida, que en esta forma se manifiesta a través del agua— de los humores corporales—. Esta fuerza da al espíritu a posibilidad de revestirse de materia para volver a nacer enel cuerpo. Esta energía es la serpiente tentadora que atrae al espíritu hacia la materia y lo hace caer de la Unidad paradisíaca. Pero cuando esta fuerza se invierte y en lugar de actuar sobre la materia lo hace de manera puramente espiritual, entonces convierte los apetitos carnales en la fuerza que ayuda a la conciencia a volver a la Unidad paradisíaca.¡Sin esta fuerza ninguna criatura separada de la Unidad podría reencontrar a Dios! El agua de esta constelación es como un pantano en el que actúan fuerzas ocultas, efervescentes; un pantano sobre el cual fuegos fatuos revolotean sin arder. Los peces viven en el océano infinito. Si alguna vez salen a la superficie, pronto vuelven a sumergirse y desaparecen en las insondables profundidades. La verdadera esencia del ser humano es como el océano: la conciencia está en la superficie, pero la parte más grande y más profunda del ser humano se encuenta en el incosciente; de allí provienen los motivos y las de sus palabras acciones.cuya Peroconciencia el hombre redimido, quien ha raíces alcanzado el pensamientos, total conocimiento de síy mismo, ha sido iniciada y se ha realizado en el Yo divino, ya no posee inconsciente ni consciente. Nada plenamente consciente por las profundidades del ilimitado océano de la omniconsciencia divina. Aquello que para un ser humano aún irredento es el “inconsciente”, se convierte para el hombre redimido en su hogar y su elemento, de los que posee plena conciencia. Las dos manifestaciones del sexo —la masculina y la femenina—gozan como dos peces libres y felices en el océano de la absoluta armonía. El efecto de la constelación dePiscis es la redención, la disolución de lo personal en lo impersonal, en las profundidades del Yo infinito, en la unidad divina e indisoluble del Sertodo-uno. Gracias a esta fuerza se concluirá la gran obra, se consumirá la espiritualización de la materia. Has podido ver cómo los tres aspectos de cada triángulo se relacionan entre sí;
partiendo del plano material, implican una elevación dirigida hacia la espiritualización. Pero no sólo existe una relación entre los tres aspectos de cada rostro de Dios, sino que los cuatro rostros también están relacionados entres sí en cuanto están colocados de tal modo que comparten un mismo punto central. Es así como forman el círculo de doce manifestaciones del zodíaco, en el cual los diferentes aspectos de los cuatro triángulos forman una sucesión evolutiva íntimamente interrelacionada. Y existe una tercera relación entre las constelaciones:dos constelaciones diametralmente opuestas en el círculo del zodíaco son cada una a la mitad complementaria de la otra. Pero hablemos primero de las relaciones que existen dentro de la sucesión evolutiva. Obviamente, esta sucesión empieza con la constelación deAries, pues el comienzo de toda expresión de vida –y por consiguiente también el punto vernal—se encuentra en Aries. Pero presta atención Obviamente, esta sucesión empieza con la constelación deAres, pues el comienzo de toda expresión de vida—y por consiguiente también el punto vernal—se encuentra en Aries. Pero presta atención a loque te voy a decir: existen dos puntos vernales, uno absoluto y uno relativo. El punto vernal absoluto es inherente a toda manifestación, y por lo tanto también a la Tierra y a las criaturas que la habitan: el punto vernal absoluto es independiente del mundo exterior. En camino, el punto vernal relativo depende de la posición de las estrellas en la bóveda celeste y, por tanto, debido a los diferentes movimientos de la Tierra no se encuentra siempre en el mismo lugar, sino que se desplaza constantemente. Más adelante tocaremos más a fondo este tema. El orden en que suceden las constelaciones en el zodíaco es: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Águila, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis. Todo lo que se ha solidificado en el plano material, convirtiéndose así en un fenómeno material, recorre el camino de su vida en esta rueda del zodíaco. La vida del hombre es un gran período que se divide en lapsos más pequeños—infancia, juventud, madurez y senectud--, que, a su vez, se componen de otros cada vez más pequeños: años, estaciones, meses, semanas y días. Cada período, ya se trate de un día, de un año, o de toda una vida, transcurre en la rueda del zodíaco. El nacimiento corresponde a Aries, luego el hombre pasa por las siguientes constelaciones, alcanza la madurez en Leo y cuando muere en Piscis, desapareciendo del plano material. Del mismo modo, un día comienza despertamos de nuestro sueño, luego se desarrolla, alcanza su madurez y culminación al medio día, y sigue avanzando, pasa por diversos cambios hasta que llega la noche, acostamos nuestro cuerpo dispuestos a dormir y finalmente retiramos nuestra conciencia hacia el Yo y nos quedamos dormidos, exactamente igual que al final de la vida, cuando abandonamos definitivamente el cuerpo. Cada período se compone de inicio, desarrollo, culminación, decadencia y disolución. Cada signo del zodíaco posee las siguientes características principales: Aries provoca que algoaparezca en el mundo, que algo nazca. ¡Incluso cuando el momento del nacimiento no coincide con Aries! Pues todo nacimiento lleva en sí mismo la fuerza del inicio, que es independiente del mundo exterior y por ende también de las constelaciones, y a la que, tanto en la bóveda celeste como en el interior de cada criatura,
llamamos Aries, Ésta es la constelaciónabsoluta de Aries. Que está presente en toda forma de manifestación. Lo mismo ocurre con todas las constelaciones, con todas las manifestaciones y aspectos de los cuatro rostros deDios: existe una manifestación interior, absoluta, y otra exterior,relativa. Después del nacimiento, una criatura debe echar raíces en el nuevo ambiente que lo rodea. Esto sucede con ayuda deTauro. La nueva criatura viviente ingiere sus alimentos y las asimila. Al hacerlo crea lazos de unión material con este mundo y empieza a alimentar su cuerpo. Gracias al efecto deGéminis, que hace que la criatura viviente empiece a reunir experiencias, sus cambios se bifurcan como las ramas de un árbol. La criatura avanza en diferentes direcciones y adquiere conocimientos de distintos signos. Con Cáncer se retira hacia dentro de sí mismo y trabaja con el botín espiritual que ha reunido. Empieza su formación principal. El efecto fogoso, dador de vida, deLeo lo convierte en un ser maduro y digno. Sus fuerzas y capacidades se desarrollan y cumple su objetivo terrenal: da vida a una generación y se convierte en padre de familia. Virgo trae la cosecha, y el hombre almacena en el granero los frutos de su actividad. En el fondo de su alma se desarrolla el niño divino: ¡El amor universal! En la balanza de Libra se pesan sus actos; los positivos y los negativos son equilibrados. La atención se dirige hacia ambos lados, tanto hacia el terrenal como hacia el espiritual. El ser humano lleva dentro de sí estos dos mundos en perfecto equilibrio y realiza la ley interior, divina, que se encuentra por encima de todo lo relativo. En Escorpión se llega a un gran punto de inflexión: el hombre debe espiritualizar la fuerza divina creadora, que se manifiesta como impulso vital, y ponerla al servicio de la comunidad universal. Pero esto implica que debe someter completamente su persona física. El hombre vive la muerte mística de su persona física y la resucita a la inmortalidad en el espíritu. De ahora en adelante dejará de ser esclavo de la materia; volará muy alto sobre la Tierra, en plena libertad espiritual, como el águila, como el halcón Horus. Gracias al efecto deSagitario, el Centauro, se transforma en un gran maestro; como el centauro mismo, se convierte en una criatura que ha salido de lo animal para alcanzar con mayor rapidez el gran objetivo, al que ahora ve con claridad. Sus pensamientos atraviesan como las espesas nubes de tinieblas e ignorancia. Transmite sus experiencias a lasrayos siguiente generación. En Capricornio, el niño divino—el amor universal—nace en el corazón del hombre. El hombre se hace idéntico alYo divino y tiene conciencia en él. El hombre se hace como un cristal claro que deja ver al niño divino que ha nacido en su corazón. En sus palabras y acciones manifiesta el amor universal. En Acuario el hombre vierte todos sus tesoros. Ha nacido el brillante hijo de Dios, que sobrepasa toda sexualidad. El hombre se irradia a sí mismo, es la fuerte suprema, fuerza divina espiritual. Empieza el proceso de transformación, de desmaterialización. En la constelación de Piscis el hombre vive la reunión con su mitad complementaria oculta. Pero esto implica la disolución de la materia. El hombre vuelve a casa, a su patria celestial, a la Unidad del Todo,a Dios. Su conciencia se introduce en laomniconciencia, abandona su cuerpo y termina su vida terrenal.
Ése es el camino del ser humano, incluso cuando no alcanza el grado superior de conciencia. Los niveles de desarrollo pueden variar, pero la evolución en sí es siempre la misma. Las constelaciones opuestas a la rueda del zodíaco se complementan la una a la otra: La fuerza poderosa e impulsiva de Aries es regulada por Libra, por la ley, que coge las riendas a las fuerzas desatadas y ciegas de Aries y las lleva al buen camino. Tauro, la fuerza de la novia que espera, complementa y libera la fuerza vital de Escorpión. La fuerza maternal deCáncer que vive retirándose hacia dentro de sí mismo, complementa la irradiación cristalizadora y parturienta deCapricornio. El recién nacido forma parte de ese hogar al que se retira el cangrejo deCáncer. La irradiación paternal de Leo encuentra su complemento en la fuerza infantil de Acuario. El padre apoya, cuida y educa al niño. La juventud ansiosa de saber de Géminis recibe las enseñanzas que anhela del gran maestro, Sagitario. Virgo, la virgen celestial que lleva en su sagrado regazo al niño divino, es alimentada por el mundo místico de Piscis. Bien, ahora ya conoces las irradiaciones de los cuatro rostros deDios en los efectos de las constelaciones. Pero para que puedas comprender correctamente la vida del universo y las vidas de miradas de seres vivientes—incluida tu propia vida—, primero debes saber que el círculo de manifestaciones rodea con los doce centros de poder a cada punto del universo, de forma totalmente independiente de las constelaciones. Y puesto que los cuatro rostros deDios no pueden girarse, cada constelación emite diferentes irradiaciones energéticas hacia los diferentes puntos cardinales. El carácter de estas irradiaciones es determinado por la inmutable dirección de los cuatro rostros deDios.
Tomemos como ejemplo la constelación deLeo. Leo emite hacia la Tierra la radiación que para nosotros es característica deLeo, pero sobre los planetas que se encuentran en el lado opuesto irradia la fuerza de Acuario, hacia el oeste irradia la fuerza de Águila, hacia el este la de Tauro, hacia el nornoroeste la de Libra, etc., ¡una fuerza distinta en cada dirección, según la irradiación que corresponde a cada punto cardinal! Ahora comprenderás que estas irradiacionesno dependen del lugar, del grupo de estrellas, sino desde de la dirección delugar la cual proceden. De la misma ymanera en que el viento, aun soplando un mismo produce efectos distintos bien determinados en cada dirección a la que sopla. Ahora prestemos atención a otro hecho muy importante. En todo lo que se manifiesta materialmente desde su propio punto central, se encuentran los cuatro rostros de Dios irradiando desde ese punto las mismas invariables fuerzas divinas; por lo tanto, todo—ya se trate de un sol central, un sol, un planeta o una planta, de un animal, un ser unicelular o un ser humano—se encuentra en el punto central dedos ruedas: en el punto central de la granrueda cósmicay—puesto que este punto es idéntico al propio punto central—en el punto central de su ser no manifestado, de surueda interior. Las irradiaciones de la gran rueda cósmica son recibidas desde fuera, las de la propia rueda son emitidas desde dentro. Nuestra posición es idéntica a la Tierra, caída del Ser divino. La Tierra no ocupa una
posición central en el universo, sino que es satélite del Sol, gira alrededor del Sol y gira también sobre su propio eje. Consecuencia de esto es que desde la Tierra vemos todo el universo al revés, como si se encontrara en el estado esencial divino; en la realidad objetiva. Vista desde la Tierra, toda la bóveda celeste gira alrededor de nosotros con todas sus galaxias, sistemas solares y planetas, pero en realidad sucede exactamente lo contrario. No es que la bóveda celeste gire alrededor de nosotros sino que la Tierra gira trazando un pequeño círculo alrededor del Sol; y, junto con nuestro Sol y sistema solar, gira trazando un círculo mayor alrededor de una gran estrella; y todo el sistema de esta estrella traza un círculo aún más grande alrededor de un sol central y así, sucesivamente, en círculos y sistemas planetarios cada vez más grandes, hasta el infinito. Tampoco la vida de los planetas y sistemas planetarios es más que un movimiento giratorio evolutivo por las ruedas de los cuatro rostros deDios, por el zodíaco. Pero presta mucha atención a lo que voy a decir ahora: todo fenómeno, sin importar en qué parte del universo se encuentre, lleva dentro de sí tanto a la rueda cósmica como a la pequeña rueda personal, lo mismo si este fenómeno es un ser unicelular, que si es una planta, un animal, un ser humano o un planeta. ¡Esto te parecerá evidente si has comprendido quetodo punto del universo irradia los mismos doce niveles de manifestación de los cuatro rostros de Dios, sin que éstos puedan modificar su posición! Las irradiaciones energéticas que recibimos de la gran rueda cósmica nos llegan desde fuera y por eso vemos ese círculo invertido, como la imagen especular del estado esencial divino. Puesto que, vista desde la Tierra, la bóveda celeste se encuentra en constante movimiento, también varia la relación de las irradiaciones que la Tierra recibe de las incontables estrellas del universo, que también se mueven en la gigantesca rueda cósmica. Pero todo fenómeno—y por lo tanto también el ser humano—lleva dentro de su propia rueda una estructura energéticaindividual formada por las mismas fuerzas creadoras que las estrellas irradian en el universo. En el momento del nacimiento estas dos estructuras son idénticas. Pues has de saber que ¡una criatura sólo puede nacer en el instante en que la estructura energética de la bóveda celeste, en la gran rueda cósmica, está en absoluta armonía con la estructura energética de la propia rueda individual! Hasta el final de su vida, actúan sobre el hombre nuevas impresiones, nuevas vivencias y las influencias más diversas. las experiencias que interior. el hombre reune fuerzas a lo largo de su vida cambia en gran medidaCon su propia constelación Algunas se desarrollan y otras pasan a un segundo plano, según reaccionen ante los actos y vivencias de la persona.La constelación interior que una criatura viviente posee en el momento de su muerte se queda grabada en su alma, y esta alma no puede volver a reencarnarse hasta que, en sus constantes movimientos, la bóveda celeste vuelva a mostrar la misma constelación. Así, algunos seres humanos vuelven a reencarnarse poco después de su muerte, mientras que otros, por el contrario, tienen que esperar milenios hasta que la bóveda celeste muestre la misma constelación que posee su alma. Todas las criaturas vivientes que nazcan en el mundo tridimensional en cualquier momento de la eternidad, nacerán con la misma constelación interior que poseían en el momento de la muerte de su vida anterior.Así pues, la constelación de la muerte de la vida anterior y la constelación del nacimiento de la vida siguiente son siempre absolutamente
idénticas. Por el contrario, la constelación del nacimiento y la constelación de la muerte en una misma vida nunca son idénticas, puesto que la criatura se transforma al vivir nuevas experiencias. Sin embargo, toda la criatura viviente—y por lo tanto también el ser humano—lleva a lo largo de toda su vida la imagen de la constelación del momento de su nacimiento, que está contenida en su rueda individual, oculta bajo las sucesivas transformaciones y desarrollo de su carácter. De modo que cuando que quieras determinar las fuerzas que han formado a un ser vivo y actúan en su alma, en su cuerpo, en todo su ser—y por lo tanto también en su destino—, debes calcular la situación de las estrellas en su momento de su nacimiento. Debido al constante movimiento de la bóveda celeste surge un desfase entre las dos ruedas, la cósmica y la individual. Los centros energéticos de la rueda cósmica que irradian fuerzas—las constelaciones, estrellas y planetas—, y los centros energéticos ocultos de la rueda individual, idénticos en el momento del nacimiento, se van separando lentamente unos de otros, aunque pasado un tiempo pueden volver a acercarse; por eso algunas veces sucede uniones favorables, estimulantes y armónicas, y otras veces aparecen interferencias poco propicias o tensiones disonantes. Es también por eso que los seres vivos presentan algunas veces cualidades armónicas, positivas, y otras veces muestran características disonantes, negativas. Y como el destino es la imagen especular del carácter y la consecuencia de los actos, la vida da giros a veces favorables y otras veces poco propicios. Todas las formas de vida están sometidos a estas fuerzas,sólo existe una criatura viviente que posee la posibilidad y la capacidad de dominar estas energías y fuerzas—que actúan en el universo, en su propio ser y en su destino—y dirigirlas a su gusto: el ser humano. ¡Pero puede hacer esto únicamente cuando adquiere conciencia de estas fuerzas, las reconoce dentro de sí mismo y las domina! En tanto el hombre no reconoce estas fuerzas dentro desí mismo, se encuentra tan en sus manos como cualquier otra criatura inconsciente que, conectada directamente a estas fuerzas creadoras, es llevada ciegamente por ellas. Únicamente el ser humano que consigue conocerse a sí mismo, tiene la posibilidad de elevar su conciencia por encima de estas fuerzas y, en lugar de dejarse arrastrar por ellas, dominarlas o, alterándolas dentro de sí mismo, dirigirlas ya completamente transformadas. Pero si el ser humano puede alterar dentro sí mismo fuerzas creadoras, capaz desu destino. transformar lasde fuerzas quelas rigen su destino y, porentonces ende, estambién capaz deesdominar Ahora comprenderás por qué es importante y necesario que conozcas y aprendas a dominar dentro de ti las fuerzas irradiadas por los cuatro rostros deDios. Cuando te des cuenta de quesolamente tu cuerpo y la parte material de tu ser están formados por esas fuerzas y que tu Yo divino se encuentra por encima de ellas y posee la capacidad de dominarlas, entonces podrás recuperar el gobierno de esas poderosas fuerzas creadoras; el gobierno que perdiste al nacer en la materia. Entonces podrás liberar a tu Yo, que dentro del cuerpo está crucificado en los dos grandes maderos del mundo material y tridimensional, ha sido expulsado en el inconsciente y está sometido al dominio de la muerte; podrás liberarlo, despertarlo de su muerte aparente y volver a sentarlo sobre su trono. Éste es el secreto que simboliza la cruz donde cuelga crucificada la figura divina del segundo aspecto de Dios, el principio creador que se reviste de materia y asume las
características del mundo material para darle vida y realizar durante eones el gran sacrificio y la gran obra: manifestar la totalidad del espíritu a través de la materia, para así espiritualizar la materia.
LAS ÉPOCAS DEL MUNDO Estoy ante Él. Empieza a hablar: -Lacosmos, Tierra y ysus todavía nodominar poseen conciencia de las que lafuerzas. Tierra recibe del porhabitantes lo tanto no pueden y transformar a sufuerzas gusto esas La Tierra está recibiendo constantemente las irradiaciones del cosmos, flota en esas ondas de energía. Todo lo que sucede sobre la Tierra es reacción directa y eco de esas ondas El Sol intensifica considerablemente las vibraciones de aquella constelación en la que se encuentra, y con la cual irradia energía hacia la Tierra. El inicio de las cuatro estaciones del año está relacionado con esto. Los movimientos de la Tierra producen la impresión de que la bóveda celeste no sólo se mueve alrededor de nosotros, sino que además hace otros movimientos más importantes de la Tierra es aquel en el cual el eje terráqueo describe la superficie de un cono. Uno de los extremos del eje permanece siempre en el mismo lugar, mientras que el otro describe un círculo. Mediante este movimiento de la Tierra el punto vernal avanza lentamente a lo largo de la rueda cósmica, aunque visto desde la Tierra parece que es la rueda la que se mueve. El tiempo que necesita la Tierra para completar este recorrido en forma de cono, es decir, el tiempo que tarda el punto vernal en dar la vuelta alrededor del zodíaco, corresponde a 25.920 años terrestres. A esto lo llamamos un año cósmico. Dividiendo este número entre doce obtenemos un mes cósmico—2160 años terrestres—, el tiempo que necesita el punto vernal para pasar de una constelación del zodíaco a la siguiente. Las vibraciones procedentes del cosmos ejercen tal efecto sobre la Tierra que incluso influyen en la historia terrestre; las ideas directrices de la religión, la ciencia y el arte son causadas por la irradiación de aquella constelación en la cual se encuentra el punto vernal durante un determinado mes cósmico. Los espíritus encarnados en la Tierra—la humanidad—siempre deben hacer realidad la nueva época y confirmarse en las ideas de ésta. Un pueblo es un conjunto de espíritus, la encarnación de determinadas concentraciones de energía. Cada época trae a la Tierra otro conjunto de espíritus, otra raza que, una vez que termina la tarea de hacer realidad las nuevas ideas y desarrollar una nueva cultura a lo largo de un mes cósmico, abandona la Tierra para seguir desarrollándose en otro planeta. Pero en un pueblo siempre hay individuos que aún no han logrado superar la prueba cuando llega al final de la época. Éstos se quedan atrás, expulsados como escoria, y tienen que continuar su desarrollo en la Tierra. Es por esto que una nación se derrumba de repente después de un gran florecimiento cultural. Los padres de la nación altamente desarrollados de pronto son sucedidos por descendientes degenerados y débiles de carácter, y un pueblo poderoso y muy apreciado pasa poco a poco a ser impotente y despreciado. Estos descendientes son la escoria de la nación, del pueblo que alcanzó el máximo grado de evolución posible en la Tierra, se espiritualizó y
abandonó el planeta. El mundo material surgió porque en las irradiaciones divinas creadoras que surcan el universo aparecieron interferencias y, a partir de ellas, solidificaciones y materializaciones. Si los cuerpos planetarios entraran en contacto con las vibraciones puras, no transformadas, de la fuerza divina creadora, la consecuencia sería la destrucción instantánea de todo lo material. Las estrellas fijas—los soles—son los grandes transformadores que modifican las irradiaciones creadoras de acuerdo a cada planeta, y las transmiten a la Tierra con una potencia tolerable por ésta. Las irradiaciones transformadas nos llegan desde las estrellas fijas que forman las constelaciones del zodíaco. De modo que cuando queremos representar la radiación energética suprema, divina, elegimos la forma simbólica de aquella constelación que actúa con más intensidad sobre la Tierra, y esta constelación es siempre aquella en la cual se encuentra en ese momento el punto vernal, la que marca la época. Actualmente nos encontramos en la época en que el punto vernal se encuentra al inicio de la constelación de Tauro. Dios (Ptah) se nos manifiesta por tanto en la irradiación de esta constelación y por eso la divinidad que se manifiesta en la atmósfera terrestre es representada actualmente en forma de toro—en forma del toro divino,Apis—. La constelación complementaria,Escorpión-Águila, es representada bien como la tentadora— como la serpiente que se arrastra por el suelo—, bien en la figura del halcón divino, Horus. Pues ya sabes que mientras esta energía está pegada a la Tierra y expresa al espíritu en el plano formador de materia, es la serpiente la que seduce al hombre para que vuelva a reencarnarse. Cuando, por el contrario, esta fuerza está espiritualizada, ayuda al hombre a alcanzar ya dentro de su cuerpo el grado máximo de espiritualidad. Nosotros utilizamos la serpiente erguida como símbolo de la iniciación, como Señora del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. El iniciado es un águila que vuela muy alto, espiritualiza a la serpiente—al impulso vital—y, como fuerza espiritual, se manifiesta a través del signo del zodíacoTauro. Por eso en esta época esos animales son“animales sagrados” en toda la Tierra. Comprenderás ahora por qué las representaciones deDios varían según la constelación en la que se encuentra el punto vernal en cada época. Pero tras todos estos símbolos, más allá de las formas, se encuentra el srcen no manifestado, ladivinidad que descansa en sí misma: la Causa Primaria. Latiene constelación Tauro pertenece contractor a aquella manifestación del rostro de Dios que un efectodeterrenal-material, y solidificador.triple Por consiguiente, están presentes sobre todo aquellas fuerzas que forman materia y actúan dentro de la materia; son estas fuerzas las que los habitantes de la Tierra pueden aplicar con mayor facilidad y encuentran siempre a su disposición. Nuestra tarea consiste en vencer a la materia con materia, es decir, conla esencia de la energía formadora de materia. Utilizamos las frecuencias de la materia, aquellas fuerzas inconmensurables que actúan ocultas y cuya manifestación fenoménica es la materia, es decir: utilizamos el espíritu de la materia para vencer a la materia misma; cargamos la materia del Arca de la Alianza con toda la octava de estas energías, y así dominamos las leyes de la materia, las fuerzas constructoras y destructoras, materializadoras y desmaterializadoras, y también el peso de la misma materia, que podemos aumentar o reducir a nuestra voluntad. Con el tiempo nuestras verdades alcanzarán un total desarrollo y florecimiento.
Pero entonces, a causa de los constantes movimientos y cambios, la Tierra abandonará estas regiones del cosmos donde actúan las energías que han creado la época actuañ. Poco a poco dejarán de llegar determinadas energías, que serán reemplazadas por otras nuevas, y el efecto de todas las energías que actúan sobre la Tierra cambiará paulatinamente. Esto también implica que nacerán criaturas cada vez más distintas. La humanidad cambiará lentamente. Nuestras verdades ya no serán comprendidas; los símbolos y palabras que utilizamos para expresar los misterios de las leyes de la creación perderán su significado y durante milenios serán sólo cáscaras vacías. La humanidad será llamada a pasar nuevas pruebas. Ya sabes que el último Sumo Sacerdote iniciará al último pretendiente digno de nuestro saber, le entregará el Arca de la alianza y la llave de la vida y luego se encerrará con su ayudante en la gran pirámide, bloqueará la puerta de entrada desde adentro, utilizando bloques de piedra del tamaño exacto de la abertura, y después ambos se desmaterializarán junto con todos nuestros aparatos e instrumentos, para mantener nuestros secretos a salvo de las manos de los no iniciados. Entretanto, el último iniciado, que procederá del pueblo llamado a hacer realidad la nueva época, pondrá a salvo el Arca de la Alianza y su llave de la vida, sacándolas de este país. Este último iniciado anunciará a su pueblo las ideas de la nueva época, en la cual el punto vernal estará surcando la constelación de Aries, que, junto con su complemento, la constelación deLibra, en esa época ejercerá la influencia más intensa sobre la Tierra. Ven, pequeña—dice ahora Ptahhotep—, pondré mi mano sobre tu cabeza y veras imágenes del futuro. Me lleva al sofá sobre el cual los neófitos, dirigidos por Ptahhotep, practicaban la capacidad de mover su conciencia libremente por el tiempo, es decir, la capacidad de visitar conscientemente el pasado y el futuro y de vivirlos como presente. Ptahhotep me pide que me acueste, y apenas coloca su mano sobre mi frente siento aquel conocido zumbido y comezón en la cabeza. Un instante después aparecen imágenes que, con el lenguaje simbólico de los sueños, me muestran el sentido de los acontecimientos del futuro lejano. Veo el recibidor del Faraón—un salón extraño—y un faraón desconocido, que no es un iniciado, como mi padre, pues posee un aura propia de un grado muy inferior, y veo a dos figuras dignas hermosas de pie ante él. Dos hermanos, hombres rasgos nobles, por ysus auras advierto que uno de los dos es un iniciado,espléndidos pero el otrode no es más que un orador muy hábil y astuto. El iniciado guarda silencio; su hermano emplea su oratoria para intentar convencer al Faraón de que deje salir del país al pueblo que trabaja esclavizado a su servicio; los dos hermanos conducirían a su pueblo en esta marcha. Pero el Faraón es duro y no quiere permitirlo, exige un milagro. Entonces el orador coge s bastón y lo arroja a los pies del Faraón. El bastón se transforma de repente en una serpiente que repta por el suelo. El Faraón llama a sus magos para que estos respondan por él. Los magos arrojan sus bastones y éstos también se convierten en serpientes. Pero la primera serpiente devora a todas las serpientes de los magos. Interpreto la imagen: el bastón es la razón, que es una valiosa ayuda. Pero cuando la razón está unida al suelo y sirve sólo a objetivos materiales se transforma en una serpiente que repta por la tierra, en la tentadora que arrastra hacia el egoísmo, se
convierte en astucia y mañas. Los dos nobles hermanos luchan no por ellos, sino por su pueblo; en sus manos la astucia se convierte en la sabiduría que destruye los argumentos egoístas de los cobardes magos. Pero ahora cambia la visión: la impiedad y el egoísmo de los egipcios les acarrean cada vez más desgracias. Sin embargo, el Faraón no cede, no quiere liberar al pueblo esclavizado. Finalmente cae sobre Egipto la peor de todas las plagas: una noche, los ángeles de Dios dan muerte a todos los primogénitos: de la familia del Faraón, del pueblo y también de los animales. Sólo se salvan de ser muertos por los ángeles aquellos que han comido de la carne de un cordero y han escrito sus nombres en las jambas de la puerta con la sangre del cordero. ¿Qué significa este símbolo? La nueva estará principalmente bajo el efecto de Aries y su complemento,Libra. Mientras este efecto no se desarrolle hasta la plenitud de sus fuerzas, el carnero de Aries actuará en la forma de una cría de carnero, esto es, de un cordero. En torno al iniciado se reunirá un pueblo que llevará en su sangre las mismas fuerzas que corresponden a las de las irradiaciones de la constelación deAries. Serán los precursores deuna nueva época, el “pueblo elegido”, que anunciará a la humanidad las viejas verdades en una forma nueva. Quienes hacían realidad la antigua época deben ahora partir. Los ángeles de Dios los llevan de regreso a casa. Una nueva imagen: veo al poderoso iniciado conduciendo a su pueblo fuera de Egipto. Y, puesto queAries es un signo de fuego, una nube de fuego flota ante él, mostrándole el camino. Saca a su pueblo de las profundas tinieblas que dominarán a Egipto al final de esta época. Pero el corazón del Faraón vuelve a endurecerse: se arrepiente de haber dejado partir al pueblo esclavo y persigue a los fugitivos con todo su ejército. El iniciado utiliza su llave de la vida para defender a su pueblo. Dirige contra el Faraón las frecuencias de la ultramateria, que incrementan considerablemente la fuerza de gravedad de la Tierra. De pronto el Faraón y todos sus soldados, carros de guerra y animales se hacen tan pesados que su monstruoso peso los hunde en la Tierra, como si hubieran echado raíces en ésta; y como esto sucede a orillas del mar, finalmente una enorme ola cubre a todo el ejército. ¡Estoy muy asombrada! ¡No por efecto de la llave de la vida, sino por los extraños animales! Veo enson el ejército del faraón animales extraños que tiran decebra, los carros guerra y muchos montados por soldados. Sonmuy animales parecidos a la perode más grandes y de diferentes colores: ¡los hay marrones, blancos, grises y también negros! ¡Nunca había visto animales así! ¿Eran éstos aquellos cuadrúpedos de los que mi padre me había hablado una vez? ¡Son bestias magnificas! Pero la visión cambia: e iniciado deambula con su pueblo por el “desierto”, por el difícil período de transición entre dos edades. Pues dos edades sucesivas nunca están claramente delimitadas en el tiempo, sino que la una penetra en la otra, confundiéndose. Así surge un período de transición en el cual los efectos de las dos constelaciones, la pasada y la por venir, se debilitan mutuamente. Las ideas establecidas ya no satisfacen a la nueva generación y, por el contrario, las viejas generaciones todavía no pueden asimilar las nuevas ideas. La mayor parte del pueblo regresa a sus concepciones anquilosadas, es decir, a las ideas propias de la constelación de Tauro, que sin embargo ya no actúa con la fuerza
de un toro plenamente desarrollado, sino con la de un toro pequeño, unbecerro. Y en mi visión del futuro veo que el pueblo del iniciado baila y ora alrededor de un becerro de oro, pues en el lenguaje simbólico de los sueños, el espíritu siempre es oro. Entretanto, el gran iniciado “ha subido a la montaña y está hablando cara a cara con Dios”. Se encuentra en el estado supremo de conciencia, es idéntico a Dios. Es el portador de la voluntad deDios, pues debe transmitir a su pueblo las nuevas ideas a través de dos símbolos religiosos: el cordero sacrificial, símbolo de la constelación de Aries, y las dos tablas de la ley, con los diez mandamientos de Dios, símbolo de la constelación complementaria, Libra. El cordero sacrificial es el Yo divino que, revestido de materia, se deja crucificar en los dos grandes maderos del mundo tridimensional: tiempo y espacio; el Yo divino que ofrece su vida para espiritualizar y redimir al mundo. Las tablas de la ley, como las que en nuestro templo se encuentran sobre la cabeza del sagrado halcón Horus, símbolo de la estructura interna delYo, que se manifiesta en el alma en forma de leyes morales. Estas verdades divinas serán las ideas directrices, los símbolos religiosos, durante algo más de dos mil años. A través de ellas se consumarán las pruebas de la nueva época. Cuando el iniciado trae las tablas de la ley y se encuentra con que su pueblo está adorando al becerro de oro, arroja las tablas contra el suelo con tal fuerza que éstas se hacen pedazos, y pide a Dios que castigue a ese pueblo desobediente. Entonces caen del cielo serpientes venenosas—símbolo de tentadora, de la serpiente, del impulso vital de la constelación de Escorpión—que muerden a quienes habían adorado albecerro dorado. Éstos pasan grandes sufrimientos a causa de las venenosas picaduras. El iniciado se compadece del desdichado pueblo. Levanta dos maderos en forma de T en el centro del campamento donde se encuentra el pueblo, y coloca sobre los maderos una serpiente de latón en posición vertical, con la cabeza erguida. Ésta es la representación simbólica del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, del árbol de la serpiente. La serpiente—dirigida ya no hacia abajo, sino hacia arriba—ya no será la gran tentadora que seduce al hombre arrastrándolo hacia el cuerpo, sino que se convertirá en símbolo de la suprema sabiduría que conduce al hombre de regreso a la Unidad, a Dios. Todos los enfermos que dirigen la mirada hacia esa serpiente de latón sanan en acto. Loelcomprendo: los hombres que no quieran o no puedan aceptar las ideas de la nueva época enfermarán anímicamente. Ya no encontrarán un lugar entre los hombres, caerán en grandes conflictos anímicos. Esto sólo puede curarse conduciendo a las personas al punto central de su propio ser, donde se encuentra el árbol de la serpiente. Al ver este árbol—sin comer de sus frutos—estarán reconociendo las verdades divinas, sin utilizarlas en su propio provecho, y serán curados. Pues la sabiduría y la omnisciencia desinteresadas curan todas las enfermedades del alma. Las imágenes del futuro se suceden: el gran iniciado conduce a su pueblo hasta el umbral de la nueva época—hasta la tierra prometida—, luego se retira a una montaña y desaparece; nunca se encuentra su cuerpo. Sé que se desmaterializará como antes lo habrán hecho los últimos Sumos Sacerdotes iniciados con todos sus instrumentos, en la pirámide
El pueblo elegido, llamado a hacer realidad las ideas de la nueva época, transmitirá y preservará la sabiduría y las misteriosas enseñanzas de su gran maestro, fiel a cada una de sus palabras. Sólo el Arca de la alianza irá perdiendo paulatinamente todo su mágico poder; y ya no existirán iniciados, que podrían cargarla con sus llaves de la vida... Transcurrirá un mes cósmico, y el eje de la Tierra habrá completado otra duodécima parte de su cónico recorrido. El punto vernal entrará poco a poco en la constelación dePiscis. Volverá a reinar la intranquilidad entre los hombres, que ya no encontrarán la verdad en las viejas y anquilosadas ideas. La humanidad será como un rebaño sin pastor. Y en este período de transición nacerá el gran maestro de la nueva época, un Avatar—un Hijo de Dios—, para cumplir la misión suprema, el misterio más grande de la creación; queDios se encarne en el mundo dentro de un cuerpo. Este Hijo de Dios será la imagen terrenal del cordero sacrificial celeste, pues así como el Yo cósmico divino se autoinmola y asume sobre sí mismo la materia del mundo tridimensional, y padece la crucifixión sobre los dos grandes maderos del tiempo y el espacio, así este Hijo de Dios, que en su cuerpo humano manifiesta plenamente al Yo divino, tendrá que sufrir la venganza de la materia sobre el espíritu y aceptar ser muerto por hombres ignorantes. Un hombre que en su conciencia se hace idéntico a su cuerpo vive en tinieblas interiores y es como un establo donde viven diferentes animales, carnales. En este establo y en una noche semejante a esas tinieblas nacerá el niño divino: la autoconciencia. Dos tipos de seres humanos reconocerán al niño divino y se inclinarán ante él: los sencillos, incultos e analfabetos, que aún no conocen las dudas de la razón y viven en absoluta unidad con la naturaleza, como, por ejemplo, los pastores, y los sabios e iniciados, que ya han dejado atrás el largo camino de la razón y ya no reflexionan con ésta, sino que observan las cosas desde dentro, ¡como los sabios y magos deOriente! Los símbolos religiosos de la nueva época serán Piscis y Virgo, las dos constelaciones complementarias. El Hijo de Dios elegirá como colaboradores a “pescadores”.Pagará los impuestos que debe a la tierra con una moneda de oro que sacará de la boca de un“pez”. Dará a la humanidad el alimento de sus enseñanzas, que extraerá de esas dos constelaciones complementarias. Pero sus enseñanzas serán oídas por personas que tendrán diferentes grados de evolución. A aquellos que hayan despertado en el espíritu, decir, a aquellos que dará hayanelHijo alcanzado el quinto nivel, el nivel espiritual—los “cinco mil”eshombres— , a aquéllos de Dios todas sus enseñanzas: los dos peces y los cinco panes, los cinco granos de trigo de la espiga que aparece en la mano de la representación simbólica deVirgo. Pero tampoco aquellos “cinco mil” hombres ya despiertos en el espíritu podrán captar totalmente las ideas más elevadas, ¡no podrán hacerlo ni siquiera a lo largo de toda la época! De los alimentos que reparta el Hijo de Dios sobrarán doce cestos llenos. Esto significa que la humanidad tiene que conocer los secretos del Yo en todas las manifestaciones de los doce signos del zodíaco. Para poder comprender y hacer realidad esta verdad la humanidad necesita doce épocas, doce edades, es decir: todo un año cósmico, veinticinco mil años terrestres! A todos aquellos que sólo hayan podido elevar su conciencia hasta el cuarto nivel— los “cuatro mil” hombres—el Hijo de Dios no los alimentará con todas las verdades de las dos constelaciones complementarias, sino únicamente con “un poco” de pescado y cinco
panes. Pero éstos tampoco podrán asimilar este “poco” de las ideas delHijo de Dios, y sobrarán siete cestos llenos. Los hombres materialistas tienen que conocer primero los secretos de los siete niveles de conciencia. Sólo entonces serán lo bastante maduros para conocer las verdades cósmicas delYo. La constelación de Piscis pertenece al triángulo de agua. Por consiguiente, en esa época la humanidad tendrá que superar las pruebas mediante elagua: vencer al agua con agua. Y ante mis asombrados ojos veo una máquina con la cual los hombres ponen a su servicio la fuerza del agua transformada en vapor. Veo grandes barcos--¡barcos del tamaño de una ciudad!—que atraviesan el océano a gran velocidad; también esos barcos son movidos por la fuerza del agua—del vapor—. La humanidad pasará la prueba: vencerá al agua con agua. También en la ciencia médica dominará el agua como medicamento. Por todas partes veo balnearios y diversos tipos de cura con agua: baños de mar, baños de lodo, baños fríos y calientes, compresas y otros métodos de curación que emplean el agua. Los hombres querrán aprovechar incluso el poder curativo del rocío, andando descalzos sobre césped húmedo. Pero hacia el final de esa época, cuando el punto vernal esté ya cerca de la siguiente constelación –Acuario—, los hombres descubrirán técnicas basadas en el agua. Esto se deberá a la influencia anticipada de la era deAcuario, que no conoce límites y aparta de su camino todos los obstáculos, se mostrará en las ideas y concepciones sociales de la humanidad. Al final de la era de Piscisestas nuevas energías provocarán grandes revoluciones en los lugares donde los hombres estén en mayor disonancia y reaccionen con más fuerza contra estas vibraciones. Veo a miles de hombres de las clases dominantes que son encarcelados, y cómo un espíritu que ya muestra los rasgos de la época por venir decapita o ejecuta de alguna otra forma a estos miles de miembros de la clase dominante. Una imagen de la época en que la energía deAcuario ya actuará con toda su fuerza me muestra que el gran maestro de esta época suprimirá las barreras existentes entre las tres religiones dominantes. Demostrará con su propia persona que el núcleo de todas las religiones es una y la misma verdad —uno y el mismoDios—. También desaparecerán los límites entre religión y ciencia, pues los hombres descubrirán que todo, incluso la materia, es movimiento ondulatorio, que entre las manifestaciones del espíritu y las de la materia sólo existen diferencias de frecuencia, y quecomo en esencia todolaesrepresentación la manifestación de una única fuente de energía:Dios. Todoes ondas, muestra simbólica de la constelación de Acuario: una criatura divina vierte ondas desde su jarro. Las corrientes intelectuales que se sucederán sobre la Tierra mostrarán este efecto de Acuario. La ciencia descubrirá la «teoría ondulatoria», y veo unsinfín de descubrimientos basados en las ondas. Veo imágenes de personas, paisajes yobjetos que surgen por efecto de las ondas de luz. Veo aparatos que emiten ondas; éstas penetran la materia y muestran su densidad. Existen ondas que muestran los elementos que componen la materia de los planetas y estrellas fijas, ondas eléctricas, sonoras, luminosas y de aromas. La ciencia médica cesa los tratamientos basados en el agua y empieza acurar con ondas.Empiezan utilizando ondas que van del infrarrojo al ultravioleta, pero también emplean ondas cortas y frecuencias aún más penetrantes... La constelación de Acuario pertenece al rostro de aire de Dios. Y la humanidad
vencerá al aire con e! aire, es decir, con energías extraídas de la materia en estado gaseoso. Veo que los hombres pasan de las máquinas de vapor a otras máquinas impulsadas por gas. ¡Y mis atónitos ojos siguen hasta muy alto en el cielo a gigantescas langostas construidas por el hombre en cuyos estómagos van sentados seres humanos! Estas máquinas serán impulsadas por gas: elaire vence al aire... Gracias a la constelación complementaria, Leo, los hombres volverán a reconocer el poder de la mayor manifestación de Dios que actúa sobre la Tierra: el—el Sol granRa— volverá a ser considerado la primera fuente de todas las manifestaciones energéticas que existen sobre la Tierra. Los hombres volverán a adorar al Sol, aunque no en un sentido religioso. Y el efecto de Leo se mostrará también en otro plano: el efecto deAcuario echará abajo todo límite. Pero una carencia de límites, falta de un punto central concentrador, provocaría en las masas inconscientes locura, anarquía y un caos que destruiría todo. Sin embargo, gracias a la constelación complementaria,Leo, las potencias dominantes se concentrarán en manos de personalidades adecuadas, de dictadores que reunirán y dirigirán a las masas. En esta época los hombres descubrirán el comercio con otros planetas. Desaparecerán los límites y barreras, y también el aislamiento de laTierra dentro del universo, del mismo modo como desaparecerán las fronteras entre países y toda la humanidad será gobernada desde un único centro. «Un rebaño, un pastor.» Las ruedas eternas seguirán girando y la Tierra llegará a una nueva época, al campo de acción deCapricornioy de su constelación complementaría,Cáncer. La humanidad volverá a dirigir su atención sobre la Tierra. Advertirá que sabe muchas cosas, pero muy poco sobre su propia madre, la madre Tierra. Y en esta época tendrá la tarea de vencer a la T/erra con la Tierra, pues la constelación deCapricorniopertenece al rostro terrestre deDios. Los hombres construirán una máquina que seguirá el mismo principio que nuestra Arca de la alianza. Con ella dominarán el peso de la materia, es decir, podrán reducir la fuerza de atracción de la Tierra aplicando energías opuestas a ésta, o podrán aumentar la gravedad mediante irradiaciones ultramateriales. Los hombres viajarán en línea recta, a través de la masa terráquea, de las montañas, en lugar de hacerlo por el largo camino que supone rodear la Tierra. Esta máquina irradiará una energía que desmaterializará todo lo que encuentre ante sí, y luego irradiará hacia atrás una energía solidificadora que restablecerá la continuidad de la masa terrestre. Los hombres habrán vencido a la materia con la materia—con la energía la ultramateria —.laPero esto significa al que los seres humanos podrán penetrar en lasdeprofundidades de Tierra y pondrán servicio de la humanidad las poderosas fuerzas y energías que en el interior de la Tierra bullen en su forma primordial—incluida la fuerza de los volcanes—, hasta entonces desaprovechadas. Cáncer, complemento de Capricornio, ejercerá una muy profunda influencia sobre la vida anímica de los hombres. El gran maestro de esta era revelará a los hombres el secreto de la inmensa fuente de energía que yace oculta en el fondo del alma humana y otorga a quien posee la llave para acceder a ella aquellas capacidades mentales que los ignorantes llaman “sobrenaturales”. Veo en todos los rincones de la Tierra escuelas públicas donde los niños aprenden a dominar estas capacidades mediante ejercicios similares a los que hoy en día practicamos en el templo, pero que actualmente sólo están permitidos a los candidatos a sacerdotes. La ciencia se difundirá en círculos cada vez más amplios, llegando hasta las capas más alejadas.
Las imágenes palidecen, vuelvo a mí. Aún estoy acostada sobre el sofá, totalmente aturdida por esta imponente experiencia del futuro. Ptahhotep está de pie frente a mí, y una vez que me he recuperado, me ayuda a levantarme. Da por concluida la lección de hoy. Como ves, hija mía, la iniciación es otorgada primero a un círculo reducido de personas, y poco a poco este círculo se va ampliando. Un ser humano puede recibir la iniciación en una única vida. También un pueblo puede recibir la iniciación, en tanto todo el pueblo alcanza el máximo grado de desarrollo y cumple su misión sobre la Tierra recibirá la inciación, pues al recorrer el círculo de los cuatro rostros de Dios vivirá en un desarrollo sostenido todos los niveles de la iniciación, para alcanzar finalmente su total espiritualización: la liberación de la materia. En la cronología de la Tierra este proceso durará eones. La tierra tendrá que recorrer un sinfín de veces más el círculo del zodíaco. Sólo te he mostrado una porción diminuta de ese camino infinitamente largo. La historia de la humanidad sobre la Tierra no está sometida al azar. Ya has debido advertir que cada paso evolutivo es resultado de la providencia divina, de una enseñanza divina. Sin embargo, una persona puede recorrer este larguísimo camino en una única vida humana, si concentra toda su voluntad en este objetivo. Ptahhotep me da su bendición y dice como despedida: -Vuelve mañana, tengo algo importante que decirte.
ÚLTIMOS PREPARATIVOS Al día siguiente apenas puedo esperar a que llegue la noche, para volvera presentarme ante Ptahhotep. He llegado tan lejos en el dominio de mí misma que no pierdo las riendas ni siquiera cuando algo me causa un fuerte impacto. Observo plenamente consciente cómo las impresiones del exterior actúan sobre mis centros nerviosos, y cuando no quiero que mis nervios se exciten, simplemente no permito que lo hagan. En el instante en que debe producirse la reacción natural, me interpongo conscientemente entre este proceso y mis centros nerviosos y transmito a todo mi sistema nervioso una tranquilidad de hierro. Pero ahora que sé que Ptahhotep tiene algo importante que comunicarme apenas si puedo evitar que mi corazón se acelere cada vez que recuerdo esto; y lo recuerdo con frecuencia. Por fin se hace de noche. Corro a través del largo camino de columnas que conduce al recibidor de Ptahhotep, para luego aparecer ante El totalmente serena. Ptahhotep me recibe como de costumbre. Su noble rostro irradia una indescriptible majestad; no puedo determinar si tiene preparado algo fuera de lo común. —Hija mía—empieza a hablar—, has llegado a un punto en que has adquirido plena conciencia de la capacidad de la mente, que te permite controlar todas las fuerzas que se mueven dentro de tu cuerpo. De ahora en adelante dependerá de tu voluntad que des expresión a una fuerza o no. No sólo tu mente, sino también tu alma y tu cuerpo han dejado de ser esclavos de la naturaleza. Pero te advierto que la posibilidad de que vuelvas a caer en esa esclavitud estará siempre presente. Si loquieres conscientemente,ninguna criatura podrá impedir que preserves tu libertad espiritual o, por el contrario, que vuelvas a dejarte esclavizar por las fuerzas procedentes de tu propioYo. Es voluntad de Dios, por lo tanto es ley, que todo espíritu posea libre albedrío. Nadie puede ir contra esa libertad. De modo que nunca debes abandonar el constante análisis y control de ti misma. Ya eres lo bastante madura para recibir la iniciación. Pero ten conciencia de que la omnisciencia y la omnipotencia que otorga la iniciación implican la correspondiente responsabilidad. Debes decidir definitivamente si quieres recibir la iniciación y echar sobre ti el peso de esa enorme responsabilidad. Quédate tres días en casa, practicando en absoluto silencio. Si te dedicas por la iniciación tu padre me acompañará hasta aquí el cuarto día —en luna nueva—, para que puedas hacer los últimos preparativos previos a la iniciación. Quisiera decirle que mi decisión ya es definitiva, pero comprendo que Él ya lo sabe. Sin embargo, debemos observar las reglas. Así que hago una reverencia ante Ptahhotep y me marcho. Empleo los tres días para despedirme de todo aquello con lo que ha tenido y aún tengo una relación personal. Sé que cuando salga del templo y vuelva a casa siendo una iniciada me habré convertido en una criatura completamente distinta. Camino una vez más por el jardín donde, cuando era pequeña, paseaba con mi madre
entre las flores. Visito mis lugares preferidos, donde solía jugar y, más tarde, soñaba con la vida. Me detengo un instante en cada lugar y me despido de cada flor de cada árbol y, al mismo tiempo, de la pequeña muchachita, de la persona que una vez fuera tan feliz aquí. Luego visito a los pececillos dorados que nadan en la gran piscina, a los que yo ya daba de comer cuando apenas si sabía andar y aquella figura delgada y tierna, vestida de blanco, me cogía de la mano para que no cayera al agua. También hoy siento a mi lado a esa criatura blanca, delicada y etérea. Ella sigue íntimamente ligada a mí; se que, según las leyes de la reencarnación, del mismo modo que una vez ella fue la puerta que me ayudó a venir a este mundo, volvera a servirme de puerta cuando sea la hora de mi regreso al más allá. Finalmente voy a la leonera, para despedirme de mis leones favoritos . Como aún no soy iniciada, sólo puedo entrar a la leonera acompañada del cuidador de los leones. Es la última vez que el cuidador me acompaña, pues, cuando sea iniciada, también tendré poder sobre todos los animales y su protección ya no será necesaria. En este patio sólo viven los leones que sirven a la familia gobernante. Aquí vive el magnífico león de mi padre, que se sienta junto a él durante las audiencias, como símbolo de su poder sobrehumano. También están aquí los leones que tiran de nuestro carro y, por último, mis dos jóvenes leones: Shu-Ghaar y Shima. Ambos son hijos del león de mi padre; son inteligentes, hipersensibles y maravillosos ejemplares de su raza. Ambos me aman tanto que parece que yo fuera una mujer, sino una leona. En especial Shu-Ghaar; está tan enamorado de mí que se pone nervioso y celoso cuando no lo acricio sólo a él, sino también a Shima. Debo tener cuidado de que los celos no transformen su amor en furia. ¡Sería muy peligroso! Cuando entro a la leonera, Shu-Ghaar corre a mi encuentro y, cariñoso, coloca su poderosa cabeza bajo mi brazo, para que le rasque las orejas y el cuello y acaricie su melena. Después, como de costumbre, quiere lamerme la cara, y y tengo que actuar con mucho tiento para evitar esa caricia sin que Shu-Ghaar se sienta ofendido ni se enoje. Le alcanzo un pedazo de carne tibia y sangrienta y, mientras la devora, me permite que acaricie también a Shima y le dé también un trozo de carne. El tercer y último día mi padre y yo salimos con los leones poco antes de la puesta del sol. Vamos a toda velocidad. Como Ptahhotep me ha ordenado, no puedo hablar. Pero mi padre y yo permaneceríamos en silencio incluso si no existiera esa orden, pues nos comprendemos sinvisible necesidad deropas palabras. Lacubren. verdad es comolleva un hombre Lo y único que le hace son las que le Cuando mucha invisible. ropa encima esas ropas son anchas y sueltas nos llevamos una imagen imperfecta de él. Mientras menos ropa lleva y mientras más ceñida y finas son estas ropas, mejor es la idea que nos hacemos de él. Pero aunque la ropa muestre tan bien su figura, siempre lo cubre, de modo que siempre vemos la ropa, nunca al propio hombre invisible. ¡Exactamente lo mismo sucede con la verdad! Mientrasmenos palabras usemos para expresar una verdad, es decir: paracubrirla y hacerla visible, mejor podemos reconocerá . Pero al expresar la verdad con palabras—al cubrirla con palabras—, estamos al mismo tiempo impidiendo que se pueda ver directamente la verdad, desnuda, tal como es en realidad. Para las personas queno pueden ver dentro del alma , las palabras constituyen la única posibilidad de comprenderse unos a otros. Pero nunca ven lo que otros piensan, lo que quieren decir, sino únicamente palabras sobre ello. ¡Pero nosotros,
mi padre y yo, nos vemos íntegramente el uno al otro! ¿Para qué, pues cubrir con palabras nuestros pensamientos, nuestras almas? ¡Simplemente estamos allí y disfrutamos de la unidad creada por nuestra presencia! Los leones corren a toda velocidad..., nosotros guardamos silencio..., ambos sabemos qué significan estos últimos días. En la mañana del gran día me despido de Menu y de Bo-Ghar. Menu llora desesperada, como si me estuviera dirigiendo hacia mi propia tumba. Ella intuye algo espantoso, algo funesto. No puedo consolarla. El pequeño Bo-Ghar no tiene ni idea de lo que está sucediendo, pero también llora amargamente, porque ve que me marcho y porque Menu también está llorando. Cuando quiero abrazarlo se arroja a mis rodillas, abraza mis pies y, muy solemne y serio, me dice desde lo más profundo de su alma: -Reina, querida mía, no olvides este juramento: ¡cuando sea y donde sea que te encuentres en peligro, yo te salvaré! ¡Aunque estuviera en el otro extremo de la Tierra, vendría para salvarte! No lo olvides, Dios es mi testigo: ¡yo te salvaré! ¡Mi pequeño y querido Bo-Ghar! ¡Quiere salvarme! Pero ¿ de qué me quiere salvar? Si Ptahhotep piensa que ya soy lo bastante madura para recibir la iniciación, ¿cómo podría verme en peligro? Y ¿por qué dice el pequeño que vendría desde eñ otro extremo de la Tierra para salvarme? ¿Cómo podría marcharse tan lejos? Pero no tengo tiempo para seguir pensando en sus palabras, ya es la hora. Abrazo a ambos, luego me dirijo a la habitación de mi padre. Mi padre me recibe serio y triste, veo en sus ojos que está perdido en cavilaciones. ¿Acaso también él ve algo funesto en mi futuro? Me abraza, luego coloca su mano derecha, radiante de amor, sobre mi cabeza, y me da su bendición. Después salimos hacia el templo. Ptahhotep nos espera en su pequeño recibidor. Antes de que entremos, la figura de Ima aparece un instante en el largo pasillo de columna. Su rostro de ángel brilla, sus ojos me sonríen alentadores, después vuelve a desaparecer. Sé que en las arduas horas de las pruebas también estará conmigo. Mi padre me conduce a Ptahhotep. Coloca mi mano en la mano de Ptahhotep. Me observa una vez más, lleno de amor. Después abandona la habitación. -Pequeña mía –dice Ptahhotep—, hoy se cierra un gran círculo de la ley en que se manifiesta tu destino en del mundo del tiempo y del espacio. Este círculo, tu camino terrenal, yavez: determinado en el instante enen que separaste o te caíste dedentro la Unidad divina porestaba primera como un bumerán, que ya laste manos del lanzador lleva de sí las fuerzas que determinan cómo será su vuelo y cuánto tiempo necesitará para volver a su punto de partida. Tu carácter y destino presentes se han formado a partir de las mismas fuerzas, ambos son resultados de las causas y efectos, de las acciones y reacciones, de los actos y experiencias de tus incontables vidas, a través de las cuales el Yo se manifiesta desde hace eones; esas vidas han cristalizados finalmente en tu personalidad actual. El destino, y por lo tanto también el futuro, es como el carácter. ElYo irradia sus fuerzas creadoras a la encarnación a través de cedazo del carácter, y, partiendo de estas energías, fuerzas creadoras de imágenes forjan en el fondo del alma imágenes oníricas que se proyectan hacia el mundo exterior, donde se manifiestan como “tu persona” y tú “destino”. El Yo irradia hacia todos los jóvenes las mismas fuerzas creadoras, y el hecho de que de estas
irradiaciones idénticas surjan sin embargo imágenes oníricas tan distintas—personas tan distintas—es consecuencia de los diferentes influjos a los que cada ser humano ha estado expuesto desde su caída de la Unidad paradisíaca, influjo que lo han influido y desarrollado en sinfín de aspectos. Que las proyecciones de futuro del Yo, que aún no se han hecho realidad pero están aguardando su realización en las profundidades del alma —en el subconsciente—, llegaron a ser “realidades” en el plano material o continúen siendo “imágenes oníricas”, eso depende de con qué plano se identifica el hombre su conciencia. El “sueño” es también una “realidad” en el mundo de energías inmateriales, creadoras de imágenes; y lo que sucede aquí en la Tierra, lo que el hombre llama “realidad”, también es sólo un “sueño”, una proyección del Yo, que sin embargo actúa en un plano inferior, material, y se proyecta en la atmósfera terrestre. Así pues, el destino es una proyección de futuro encarnada, un sueño materializado. Mientras la persona permita a la voluntad de suYo –la voluntad deDios—gobernar en el plano material, en la llamada “realidad”, sólo sucedelo que él quiere conscientemente que suceda.Por lo tanto, domina también su destino. Pues elYo del ser humano tiene el poder de disolver y volver a transformar en energía espiritual los sueños que se encuentran en su subconsciente esperando convertirse en realidad. Pero en el momento en que el hombre se identifica con fuerzas extrañas, provenientes no de su propio Yo, sino de su naturaleza inferior, de su cuerpo, ya no sucede lo queél desea, sino lo que su cuerpo desea, aunque esté convencido de que ésa es su “propia” voluntad. Así pierde el control del timón de su destino y se pone en manos de las fuerzas ciegas de la fortuna. En este caso las proyecciones, las “imágenes oníricas” que se encuentran en estado latente en su subconsciente se convierten inevitablemente en acontecimientos “reales” en el plano terrenal. En la iniciación, antes de que abandones tu conciencia corporal para volver a despertar en la omniconsciencia, en la autoconsciencia divina, esas energías acordes con tu carácter que has estado creando durante eones mediante tus actos y reacciones, y ahora esperan en tu subconsciente el momento en que se harán realidad, como semillas de acontecimientos,aparecerán en tu conciencia en forma de sueños. No puedes destruirlas, pues provienen de las fuerzas creadoras. Pero puedes evitar que esas energías desciendan al plano y se conviertan realidad; estofuerzas descendiendo con tumaterial conciencia hasta lo más en profundo de puedes tu alma,conseguir donde estas aguardan en estado latente, despertándolas a la vida dentro de tu conciencia y viviendo estos sueños como si se tratará de realidades. “Vivir” esos sueños significa retraer a la conciencia las energías una vez emitidas y experimentarlas como estados de conciencia. Con esto se disuelve la tensión de las fuerzas. Éstas se van apagando, pierden eficacia y se extinguen. Así pues, en la iniciación vivirás todo tu destino futuro como una serie de diversos estados de conciencia—como imágenes oníricas—fuera del tiempo y del espacio. Al hacer esto quedarás libre de tu “persona”, y, por ende, también de tu destino personal. En lo sucesivo utilizarás tu cuerpo como instrumento de Dios totalmente impersonal. Pues todo iniciado tiene la misión de permanecer en la Tierra y ayudar que las demás “proyecciones” –personas—se liberen de las cadenas del cuerpo y la materia, de las garras del ciego destino, y vuelvan al estado de Unidad divina espiritual; ayudar a que todo lo
escindido y caído en la materia reencuentre el camino de vuelta a casa, al Jardín del Edén , a la Unidad divina. Pero si un iniciado actúa en la dirección opuesta, es decir, si utiliza sus elevadas energías espirituales para crear realidades personales, dejando que su conciencia personal trabaje con las penetrantes fuerzas creadoras supremas dirigiéndolas hacia el cuerpo, cae más hondo que una persona que hace lo mismo con su nivel de conciencia escondido de la Unidad paradisíaca. El hombre común y corriente sólo dirige hacia la materia las fuerzas provenientes de su ser corporal. Este hombre vive en su cuerpo fuerzas corporales, y para él eso no representa ninguna separación. Manifiesta sus fuerzas en el mismo plano de donde éstas proceden:son fuerzas materiales que permanecen en planos materiales. Pero el iniciado ya no trabaja con fuerzas corporales, de modo que si dirige hacia el cuerpo sus elevadas energías espirituales, esto representa para él una nueva y profunda separación. Mientras más elevadas las energías, más grande la separación y caída. De manera que cuando recibas la iniciación debes tener en cuenta que como iniciada ya no podrás hacer lo que un ser humano común y corriente puede hacer sin acarrear consecuencias—sin recibir un “castigo”—, pues a partir de entonces irradiarás y pondrás en movimiento fuerzas divinas y ya no fuerzas humanas. Si diriges esas fuerzas hacia tu cuerpo quemarás tus centros nerviosos y te hundirás con la velocidad de un cometa en las más profundas tinieblas. Los ejercicios previos te han preparado para que puedas comprender esta verdad. Así que ahora puedes responder plenamente consciente: ¿Tienes el valor de asumir estas leyes, el peligro y la responsabilidad? ¿Quieres recibir la iniciación o prefieres echarte atrás y continuar viviendo según las leyes de la existencia humana? Permanezco un instante en silencio. Luego respondo muy seria y decidida: -Padre de mi alma, durante los años de preparación he tenido bastante tiempo para decidir entre la vida del templo y la vida mundana. Y durante estos últimos tres días he vuelto a concentrarme en ese dilema. Ansío volver al estado primordial divino. Estoy completamente decidida. ¡Te pido que me concedas la iniciación! -Así sea—dice Ptahhotep—. ¡Que Dios te acompañe! Ahora sígueme. Me conduce a otra ala del templo, donde viven los neófitos. Allí me deja en manos de un joven sacerdote, un superior del internado a quien conozco de vista y ahora nos estaba aguardando. Ptahhotep dice dirigiéndose a mí: -Ahora aprenderás tu cuerpo y tu alma para la iniciación, y en el próximo día de luna llena te presentarás ante mí a la hora de la puesta del sol. Ambos nos inclinamos y Él se marcha. El sacerdote me lleva a la celda donde debo pasar los siguientes días sola, dedicada únicamente a mis ejercicios. Estos ejercicios consisten en elevar al máximo la pureza de mis pensamientos y mi alma y también de mi sangre y mi cuerpo. Ya durante los años en que asistía a la escuela de neófitos había tenido que observar severas dietas para que las células de mi cuerpo se renovaran yse transformaran químicamente, desarrollando así la fuerza de resistencia necesaria para soportar las vibraciones superiores. Pues toda transformación química de la materia altera también la capacidad de resistencia de ésta frente a las fuerzas que le son dirigidas. En estos días tengo que concluir ese proceso. Sólo puedo alimentarme con ciertas hierbas y raíces, que debo masticar muy bien y tragar
únicamente el zumo resultante. Estas hierbas y raíces son elegidas de tal modo que algunas actúan sobre los órganos excretores y otras sobre el corazón y los nervios, para que este proceso no debilite al organismo. El resultado es que unos días después me siento increíblemente ligera, como incorpórea, y se eleva en tal medida mi capacidad de concentración que en toda mi vida nunca había pensado ni había podido ver las verdades espirituales con tal lucidez como ahora. También puede obtenerse una elevada capacidad de concentración simplemente ayunando, sin las poderosas hierbas, pero eso puede dañar mucho los nervios, pues si bien es cierto que el ayuno los hace hipersensibles, también los debilita. Con ayuda de estas hierbas se eliminan todas las desventajas del ayuno. Pasan los días, llega la luna llena. Profundamente ensimismada, me dirijo hacia Ptahhotep. Entro a su recibidor en el momento en que el sol desaparece por el horizonte. -Sígueme—dice Ptahhotep, saliendo fuera. Me conduce a través del templo, llegamos al altar, lo rodeamos y nos dirigimos a la pared posterior a la pared posterior. Los gigantescos bloques de piedra han sido colocados con una precisión milimétrica; ahora ya sé cómo se consigue esa exactitud. Ptahhotep se acerca al bloque central, que de pronto gira dejando una abertura puedo ver una espaciosa escalera de piedra que conduce hacia abajo. Bajamos, de pronto la escalera se detiene y seguimos por un largo pasillo. Según mi sentido de orientación y la sensación de mis pulmones, nos encontramos bajo tierra. Sin embargo es extraño que no haya moho ni fetidez, sino que, por el contrario, el aire despida un agradable aroma a incienso. El pasillo subterráneo termina en otra escalera, que esta vez conduce a hacia arriba. Tras subir esta segunda escalera, Ptahhotep me conduce por nuevos pasillos, algunos uy amplios, otros estrechos; atravesamos habitaciones pequeñas y grandes que guardan aparatos incomprensibles. Finalmente llegamos a una gran habitación. En todos esos pasillos y también en esta habitación hay una gran claridad, como si estuvieran iluminados por la luz del día, pero no veo en ninguna parte la fuente de esa luz. Parece como si las piedras mismas la irradiaran la decoración de esta habitación es tan misteriosa que cautiva mi atención. La habitación es brillante y clara. Hay un gran objeto en forma de prisma que me da la impresión de no estar compuesto de materiales sólidos, sino de luz, de una especie de luz concentrada, solidificada y delimitada. Esta masa luminosa irradia a su vez una luz extraordinaria, por eso la habitación es tan clara. Cierta vez tuve la oportunidad de mirar dentro del horno de un ollero a través del agujero de control. Allí pude ver varias ollas, blancas completamente transparentes a causa del enorme calor. A pesar de estar colocadas una tras otra, su transparencia me permitía verlas a todas. También emitían luz. Exactamente igual es este fantástico prisma de luz en forma de ladrillo, que también emite una luz extraordinaria. Si, luz, ¡pero no calor! Pero también hay otros objetos incomprensibles en la habitación, objetos compuestos de materiales extraños y de formas tan inusitadas que ni siquiera puedo imaginar para qué sirven. Pero no es momento de observar esos objetos, pues la curiosidad de saber cómo se realizará mi iniciación y qué cosas viviré cautiva toda mi atención. Ptahhotep me conduce al otro extremo de la habitación, donde hay un bloque de
piedra en forma de sarcófago vacío que yo no había visto hasta entonces, Éyl dice: -Hasta ahora solamente has aprendidoqué es la iniciación, pero aún no sabes cómo se realiza. Durante la iniciación se dirige hacia el cuerpo de la persona a ser iniciada una frecuencia más alta que la que corresponde a su grado de conciencia, para que así también adquiera conciencia de este grado superior. Sólo una persona preparada mediante una estricta educación puede ser iniciada de esta forma a una fuerza más elevada, a un grado superior de conciencia, sin sufrir ningún daño. Sólo una persona así es capaz de controlar su cuerpo con la voluntad y la mente y adaptar sus nervios a estas vibraciones superiores. Como ya sabes, los animales no pueden variar su modo de vida ni sus disposiciones vitales, de modo que no pueden soportar frecuencias más altas que las suyas propias. Así, por ejemplo, si dirigiéramos hacia un mono una corriente de fuerza de una intensidad correspondiente a la humana, el simio moriría de un “ataque” en pocos segundos, presa de espasmos nerviosos. Pero el ser humano puede soportar sin morir vibraciones que difieren de las propias hasta en una octava. Así, si prepara bien su cuerpo, el hombre promedio puede soportar la corriente de fuerza de un genio, esto es, del quinto nivel; y no sólo no sufriría ningún daño, sino que incluso sentiría una felicidad celestial. Pues toda vibración, si puede ser soportada, provoca una estimulante sensación de felicidad. Pero si el efecto esta vibración se prolonga demasiado, se convierte en suplicio, pues los nervios no pueden seguir resistiendo la excesiva tensión. Las vibraciones inferiores a las propias provocan abatimiento, miedo y desesperación. Si, más tarde, el hombre promedio siente nostalgia por la felicidad experimentada y puede alcanzar la iniciación en el quinto nivel por sus propias fuerzas, mediante ejercicios y constancia, sus nervios se transformarán y endurecerán paulatinamente, hasta el punto de que podrá subir un nivel y convertirse de hecho en un genio. Pasaría a experimentar constantemente el conocimiento a través de la intuición. Todo ser humano dotado de intuición conoce la sensación de felicidad que va ligada a un estado más elevado. Es estafelicidad de una tensión nerviosa superior lo que conoce cualquier persona cuando bebe vino o consume cualquier otro estimulante. Pero la resaca posterior lo arrojaconsiste a un nivel que se encontraba al principio. La gran iniciación en más dirigirbajo hacia el aquel cuerpodonde las corrientes de fuerza correspondientes a cada uno de los siete niveles de conciencia, empezando desde el más bajo y subiendo paulatinamente hasta el grado divino creador. El candidato es iniciado a todas las fuerzas y adquiere conciencia de todos los niveles. Si el candidato sale con vida de este proceso quiere decir que su conciencia—y por lo tanto también su fuerza de resistencia—ya había alcanzado previamente el sexto nivel. Pues una criatura que se encontraba en un nivel inferior moriría en el acto. Así pues, en la iniciación el candidato alcanza con ayuda de la corriente de fuerza el séptimo grado, el grado divino, que nunca hubiera podido alcanzar por sus propias fuerzas. Pues nadie puede alcanzar el grado divino creador por sus propios esfuerzos. Éste es el gran punto de inflexión, donde se pasa de la actitud negativa —receptora— a la positiva— dadora—, y todo aquel que quiera dar este paso necesita ayuda exterior. Algunas personas
son capaces de desarrollarse hasta tal punto por sus propios medios que llegan hasta el mismo umbral de la iniciación en el séptimo grado. En esos casos basta una imposición de manos para iniciarlas en la divina autoconciencia cósmica. Estos iniciados no vuelven a separarse nunca de la conciencia divina, puesto que han recorrido el ciclo de la adquisición total de conciencia pasando por todas las experiencias necesarias, y ya sólo tienen ante ellos el punto donde se cierra el círculo: la unión de las dos mitades complementarias, ambas ya plenamente conscientes. Únicamente necesitan recibir esta última ayuda del exterior para vivir a partir de entonces en un constante estado de conciencia de Dios. Pero en la gran iniciación de nuestro templo existe la posibilidad de que reciban la iniciación en el séptimo grado candidatos que aún no han evolucionado hasta este nivel, pero que al menos han adquirido conciencia del sexto grado y han preparado suficientemente su cuerpo. Con la ayuda exterior que constituye la iniciación, al candidato se le abren las puertas hacia el verdadero Yo, y su conciencia conecta con la corriente de fuerza divina. Tras la iniciación, no pueden mantenerse constantemente en el estado de autoconciencia divina. Vuelven a su estado anterior. Pero recuerdan la dicha que sintieron durante la iniciación y, como el camino haciaDios ya les ha sido abierto, existe la posibilidad de que alcancen el séptimo grado de evolución por sus propios medios más rápida y fácilmente que si tuvieran que recorrer todo el largo camino de experiencias terrenales y adquisición de conciencia. Así pues, la iniciación del templo hace posible que puedan volver a la gloria de la Unidad un número de personas mucho mayor que el que lo haría sin esta ayuda. Sin embargo, existe el peligro de que una persona iniciada de esta manera no pueda resistirse a las tentaciones mundanas durante el período posterior a la iniciación pero anterior al momento en que se convierta en un Hombre-Dios por sus propios esfuerzos; esto haría que esa persona cayera más hondo de lo que jamás había estado. Sin la iniciación no existe este peligro. Cuando alguien cubre todo su ciclo vital sin recibir la iniciación, recorriendo el largo camino de los mortales hasta llegar al final, al gran objetivo, hasta volver al jardín del Edén, a lo largo de ese camino vive todas las experiencias y aprende todo lo que es posible aprender. Ese alguien alcanza el nivel divino después de haber reunido experiencias de todos los niveles y, de acuerdo con esto, de haber ido destruyendo paulatinamente su persona. pero para que un ser humano llegue tan lejos hace falta un período de creación. No todo obstante, es voluntad de Dios que, a pesar del gran peligro que implica, la gran iniciación del templo permanezca abierta a la humanidad durante un tiempo más. Un sinfín de seres humanos han sido y serán redimidos y conducidos de regreso a Dios de esta manera. Y los pocos que tras recibir la iniciación vuelven a caer volverán a reencarnarse en épocas posteriores, cuando la humanidad sea abandonada a sí misma. Estos iniciados caídos recordarán las grandes verdades que vivieron en la iniciación y las transmitirán a las demás personas mediante palabras, acciones y escritos el secreto de la gran iniciación todavía seguirá siendo guardado en el templo durante un tiempo. Pero cuando el control de la Tierra pase a manos de hombres cada vez más orientados hacia la materia, cerraremos la pirámide de la iniciación con bloques de piedra y todo lo que hay en la habitación de la iniciación será desmaterializado. El secreto de la energía divina creadora no caerá en manos de ningún no iniciado. Los hombres que, miles de años después,
entren en las pirámides, no encontrarán nada en las habitaciones cerradas por dentro; absolutamente nada, ni siquiera esqueletos humanos. Actualmente existen sobre la Tierra muchos seres humanos que cumplen las condiciones necesarias para recibir la gran iniciación. Nosotros tenemos el deber de iniciar a todos los candidatos que, a pesar de nuestras advertencias,reafirmen tres veces su deseo de ser iniciados. En la iniciación el candidato adquiere conciencia de cada uno de los niveles de la creación. Todas las porciones inconscientes de su alma se hacen conscientes, ya no posee “inconsciente”, pero tampoco “supraconsciencia”. Durante lainiciación, la consciencia del candidato se convierte en total, absoluta, enomnisconciecia. Se cierra el círculo que empezó con la adquisición de conciencia en la materia —en el cuerpo—, en el momento de la caída de la Unidad. El candidato se une conscientemente con su propia mitad complementaria, que hasta entonces había permanecido en él como parte inconsciente de su alma, como un negativo de su propia imagen—como un ser extraño—, provocando constantes ansias e intranquilidad mediante su fuerza de atracción, que se manifiesta en el cuerpo como impulso vital. La conciencia regresa a la Unidad, deja de existir una mitad complementaria, pues también ésta hecha consciente. A esta reunión la llamamos “matrimonio místico”. “Matrimonio” significa siempre la unión de lo positivo con lo negativo. Pero en el plano terrestre “matrimonio” significa únicamente el vano intento de alcanzar la unidad con otro ser a través del cuerpo. El matrimonio místico-espiritual tiene lugar en la consciencia, y trae consigo una satisfacción plena y eterna, pues la reunión con la propia mitad complementaria significa también la unión con Dios. ¡El círculo vuelve a cerrarse! El cuerpo humano está estructurado de tal manera que posee un centro nervioso especial para cada octava de vibración. Estos centros nerviosos son, por una parte, distribuidores que emiten hacia la red nerviosa las vibraciones que reciben de centros superiores y, por otra parte, actúan también como transformadores, en tanto que trasmiten al centro nervioso del nivel inmediatamente inferior vibraciones que previamente han transformado. En los seres humanos promedio los transformadores de los centros nerviosos trabajan separados de la conciencia. Por eso estas personas no pueden controlarlos. Las leyes la naturaleza los dominan, sin que ellos sepan qué ocurre dentro de su cuerpo y de su de alma, de su inconsciente. En la iniciación, el candidato debe sentir conscientemente en el fluir de la corriente de fuerza superior cada uno de los siete centros nerviosos principales y las fuerzas correspondientes. Primero baja con su conciencia hasta la esfera más profunda de la creación. Debe sentir las fuerzas que allí habitan y convertirse en su amo. Ésa es la primera prueba. Si la supera, sube un grado, hasta la segunda octava de vibraciones, a las que también debe poder reconocer, sentir y dominar. Ésa es lasegunda prueba. Después va subiendo hasta le tercera, cuarta, quinta, sexta y, finalmente, la séptima octava, y si supiera todas las pruebas, consiguiendo ser el amo en todas las esferas, conscientemente, entonces se habrá convertido en un iniciado. Consciencia es luz, inconsciencia es tinieblas. Cuando hay claridad sobre la Tierra decimos que eso se llama día. Cada uno de los estados de conciencia es por lo tanto un
“día” de Dios, pues en toda conciencia, desde el nivel inferior de la materia hasta la elevada autoconsciencia del Hombre-Dios, Dios se reconoce a sí mismo. En todos los “dias” –en todos los niveles de conciencia—reinan la actividad, la inquietud, el movimiento; sólo en el séptimo día de Dios no hay movimiento, no hay actividad, ¡no hay creación! En el séptimo día cesa la creación, porque allí dominan la total Unidad y el equilibrio absoluto. ¡en el séptimo día Dios descansa en sí mismo! Tras la iniciación, cuando al meditar el iniciado consigue volver a adquirir conciencia del Ser eterno y vive ese estado divino, esto es, consigue elevarse del sexto al séptimo grado, al grado divino, y con el tiempo se asienta definitivamente en ese nivel de consciencia, de modo que el nivel divino creador sea para él cosa de los días, entonces se habrá convertido en unHombre-Dios. Pues sólo aquel que es en su conciencia la paz y la tranquilidad mismas y todo lo que piensa, siente y hace procede de este estado divino, sólo aquel que manifiesta la voluntad de Diosbajo toda circunstancia e irradia las fuerzas exclusivamente positivas, generosas, del amor divino, sólo aquél es realmente un Hijo de Dios: ¡Un hombre-Dios! ¡Ptah Hotep! El hombre-Dios manifiesta y controla conscientemente los siete niveles de la creación. Pero sólo se identifica con el séptimo nivel, con el nivel diino, nunca los niveles inferiores. El hombre-Dios conoce esos niveles, los domina, los utiliza, ¡pero no come de esos frutos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal! Está siempre y conscientemente en Dios, en el estado paradisíaco. Reúne los siete niveles dentro de sí, en la Unidad divina: es materia, pues tiene un cuerpo; es vegetal, pues vive, se alimenta y cuida su cuerpo como a una buena herramienta; es animal, pues tiene instintos y sentimiento; es humano, pues posee uso de razón y pensamiento lógico; es genio, pues posee intuición y actúa en el plano causal; es profeta, pues está más allá del tiempo y del espacio, puede ver el pasado y el futuro, ama a todo el universo con un amor pleno y desinteresado, y ayuda a todas las criaturas a ser liberadas de las garras del mundo; y esHombre-Dios, pues es omnisciente y omnipotente, ¡es lo que es, el Ser eterno, la vida misma, Dios! Los iniciados no se encuentran todos en un mismo nivel, pues la mayoría sólo llega al sétimo y último nivel tras una posterior evolución. Por eso también hay diferentes grados entre los sacerdotes. Los deberes de un Sumo Sacerdote sólo puede cumplirlos aquel que ha alcanzado por sus propios esfuerzos al séptimo nivel, el del Hombre-Dios, y ya no espera sino y recibe fuerzay da creadora —como lo hacen los candidatos en la iniciación—, que la él suprema mismo irradia esta fuerza. Pues seis de los siete grados de conciencia reciben sus vibraciones creadoras, la fuerza vital, del séptimo grado, de Dios. Incluso el iniciado que durante el momento de su iniciación alcanza conscientemente el séptimo nivel, espera y recibe la fuerza vital creadora del séptimo nivel, de Dios. Únicamente Dios y los Hombres-Dioses que han llegado a ser idénticos a Dios emiten fuerzas, no reciben. La materia, por el contrario, al ser una imagen especular de Dios, no puede ser más que receptora. Todas las criaturas de los niveles intermedios actúan en las dos direcciones: reciben los grados superiores y emiten hacia los inferiores. Los vegetales actúan sobre la materia dándole vida, pero reciben las vibraciones de los cinco niveles superiores. Los animales irradian fuerzas hacia dos niveles y reciben de
cuatro. El hombre promedio emite vibraciones hacia tres niveles y las recibe de otros tres, pues su consciencia se encuentra justo en el centro. El genio, al tener conciencia del quinto nivel, del plano causal, irradia sus fuerzas creadoras a cuatro niveles inferiores, y recibe energías sólo de los dos niveles más elevados. El profeta—el iniciado—transmite sus vibraciones a los fenómenos de los cinco niveles inferiores, y recibe la fuerza del nivel divino. El profeta todavía se encuentra en una relación dual conDios. sólo quien alcanza la plena omniconsciencia por sus propias fuerzas actúa siempre, en toda dirección y sobre la totalidad de fenómenos, de forma positiva, transmitiendo, dando vida. Vive en Dios, en la auto-conciencia monística del SER. Ya has aprendido quedar—la irradiación—es la ley de Dios, del espíritu, y que tomar—la contracción—es la ley de la materia. Toda frecuencia actúa sobre los niveles inferiores penetrando en ellos, pero no causa ningún efecto sobre los niveles superiores. Un ser humano que se encuentra en un nivel bajo—como suele decir la gente: un hombre “malo”—sólo puede hacer daño a un ser humano de un nivel superior mediante actos, actuando en el plano material, y nunca mediante irradiaciones, pues sus fuerzas no causan ningún efecto en los niveles superiores. Pero, a quienes se encuentran en un plano inferior, sí que puede dañarlos con sus irradiaciones, sobre todo con su “mal de ojo”. Un iniciado, por el contrario, puede transmitir su elevada fuerza mágica a toda criatura viviente, sin excepción. Durante la iniciación, la fuerza divina creadora atravesará, uno tras otro, tus siete centros nerviosos principales, y vivirás esa fuerza como un estado de conciencia, en sus formas transformadas correspondientes a cada uno de los siete niveles. Graba muy dentro de ti esto que voy a decirte ahora:Cuando adquieras conciencia en una octava de vibración, quedarás conectada a esa frecuencia y su esfera construirá para ti una total “realidad”. Una vez que hayas superado la prueba de un grado de conciencia, despertarás en la siguiente esfera y te darás cuenta de que el nivel inferior había sido solo un sueño. Pero si no superas la prueba, es decir, si te identificas con los acontecimientos y no eres capaz de gobernar sobre ellos, entonces todas esas imágenes oníricas seguirán siendo realidad para ti, y tendrás que vivir esas “realidades” hasta el final, en el mundo del espacio y del tiempo. Esto significa que tu cuerpo moriría aquí, en este sarcófago, y tendrías que seguir viviendo tus propias imágenes oníricas a través de un sinfín de reencarnaciones, recorriendo largo camino de mortales, poco a poco lograras elevarte,durante salir de milenios ese nivelelinferior al que habrías caído.hasta que Pues la diferencia entre sueño y realidad es que la realidad se convierte en sueño cuando despiertas en un grado superior de conciencia y te das cuenta de que aquello no era real, sino solamente una proyección de tu Yo, es decir, un sueño. Todo sueño es realidad mientrascreas que lo es. La única realidad objetiva es el Yo, ¡Dios! Cuando superes todas las pruebas , vivirás como en un sueño, todas las vidas que tuviste que vivir al caer en la materia en la Tierra, y tras cada vida volverás a despertar en el siguiente nivel superior. Finalmente despertarás en el séptimo nivel de la conciencia: en la omniconsciencia del Yo.En ese estado divino te fundirás con la última y únicarealidad, con tu Yo, con Dios. ¡Ya no será un despertar, sino una resurrección! Entonces quedarás librede tu “persona” –que tampoco es más que una proyección—y de tu destino personal. Habrás sido redimida.
Tras la iniciación cumplirás las obligaciones de una sacerdotisa en el templo. Y si como sacerdotisa eres capaz de elevarte hasta el séptimo nivel por tus propias fuerzas, y puedes mantenerte constantemente en este nivel, entonces te habrás convertido en un Hombre-Dios. Entonces serás digna de convertirte en Suma Sacerdotisa del templo. -Padre de mi alma—pregunto, has dicho que la posibilidad de caer de la consciencia superior continúa existiendo después de haber recibido la iniciación. También has dicho que el iniciado que se identifica con su cuerpo, que dirige energías superiores hacia su cuerpo, cae aún más hondo que una persona que vive su realidad corporal. También me has enseñado que durante la iniciación el candidato vivetoda su vida futura, que ya estaba determinada desde el momento de su primera escisión de la Unidad divina. Entonces, ¿cómo es posible que pueda caer un iniciado, que ha soñado todos los acontecimientos y todas las tentaciones que le depara el destino, y durante la iniciación a superado todas aquellas pruebas que, más tarde, causarán eventualmente su caída?, ¿cómo es posible que pueda caer después, en el mundo exterior, en el mundo del tiempo y el espacio? Si ha soñado todo su destino, hasta el final, ¿por qué no ha soñado también en esa caída que puede depararle el destino? -Cuando se arroja un bumerang—responde Ptahhotep—, en el momento del lanzamiento ya está determinado cómo será su vuelo y cuanto tiempo necesitará para recorrer ese camino. Así, el bumerang lleva dentro de sí la totalidad de su recorrido, como un destino inalterable. Pero puede suceder que un agente externo lo coja al vuelo y lo devuelva al punto de partida—y de llegada—en un tiempo menor de lo previsto. Entonces el bumerang habrá vuelto al srcen. Pero como aún conserva su forma y su peso, sigue llevando dentro de sí la posibilidad de volver a ser lanzado y tener que recorrer otra vez su camino, pues él mismo determina este camino con su forma y su peso. Un iniciado que alcanza la iniciación con ayuda de un agente externo, es similar a ese bumerang. Pues ha soñado todo lo que depara el futuro hasta el final, hasta su regreso a la Unidad divina, pero sólo ha vivido esos estados de conciencia. Su persona y sus circunstancias personales, que provienen de su carácter y su destino, continúan perteneciendo al mundo material. Con la iniciación no ha terminado su vida actual, así como tú después de ser iniciada seguirás siendo la hija del Faraón y sucesora de la Reina. Y cuando un iniciado no ha reunido necesarias antes de la iniciación, cuando no lo por ha conocidotodas y no las ha experiencias aprendido a terrenales controlar conscientemente todas las fuerzas creadoras, consiguiente, ha vuelto al estado de Unidad divina siendo aún parcialmente inexperto, entonces aún no está completamente libre del conjunto de sus fuerzas personales, su personalidad aún no ha sido destruida por completo. Por lo tanto, durante el tiempo que pasa hasta que consigue por sus propias fuerzas mantenerse constantemente en el estado de conciencia correspondiente al séptimo nivel, el iniciado lleva dentro de sí la posibilidad y el peligro de volver a caer de su elevado estado de conciencia y de comenzar así un destino completamente nuevo.Pero como, gracias a la ayuda externa, este iniciado ya ha adquirido consciencia de la fuerza divina creadora,esta poderosa fuerza lo arroja mucho más lejos que la primera vez, cuando aún no tenía consciencia de la fuerza divina. Así, por ejemplo, los nigromantes que hicieron estallar el país de los Hijos de Dios fueron arrojados al círculo más bajo de la creación. Actualmente yacen sobre la Tierra en forma de
montañas, rocas, piedras, y deben volver a recorrer durante eones el largo camino de la conciencia, pasando de la materia inerte a las plantas, y luego a los animales y al ser humano. Entre ellos había algunos que sólo cayeron hasta el nivel vegetativo, o el animal, y otros que sólo descendieron hasta los distintos niveles humanos. El recorrido de una creación en el mundo material dura un tiempo determinado, pero las criaturas individuales siempre pueden recorrer el círculo en menos tiempo y alcanzar la meta en miles, o eventualmente millones, de años menos. Pero sólo el ser humano goza de esta posibilidad. Pues sólo gracias a una inteligencia consciente pueden vivirse estados de conciencia intemporales. Los animales y las plantas no son capaces de hacer esto. ¡Pero ahora comprenderás por qué también deben sufrir los animales! Como todo lo que existe sobre la Tierra, son manifestaciones de la conciencia limitadas, espíritus una vez muy elevados y ahora caídos. En la iniciación todas las fuerzas negativas, manifiestas en el momento de la caída, son equilibradas con fuerzas positivas. Así pues, las “deudas” se saldan. Tras la iniciación empezará para ti unestado carente de destino. Quedarás libre de la ley de acción y reacción. Pero si identificas tu conciencia con tu persona, con tu cuerpo, crearás una nueva rueda de la fortuna y empezarás a pasar por un sinfín de reencarnaciones. Ahora ya conoces todas las consecuencias de la iniciación. Te pregunto por última vez: ¿tienes el valor suficiente para recibir la iniciación? Respondo muy segura de mí misma: -¡Sí! Entonces entra a la habitación una figura elevada y digna. Lo conozco. Es un sacerdote del grado superior, el suplente de Ptahhotep. Se acerca a nosotros. Ptahhotep me hace una seña para que entre en el sarcófago y me acuesta dentro de él. Hago lo que me ordena. Una vez que me he acostado en el sarcófago, Ptahhotep me dirige una última mirada, que irradia un amor infinito. Luego los dos sacerdotes levantan la cubierta de piedra que yace junto al sarcófago y la colocan sobre mí; yazgo en la oscuridad absoluta del interior del sarcófago.
LA INICIACIÓN Como siempre, presto atención a lo que sucede. No sucede nada. Yazgo en el sarcófago, observando las tinieblas. ¿Tinieblas? En realidad no se trata de tinieblas, pues en la oscuridad más profunda veo en el centro de mi campo visual una luz fosforescente rodeada de puntos luminosos que no dejan de aparecer y desaparecer. Observo esos puntos de luz e intento adivinar de dónde provienen y a dónde van. De pronto advierto que los puntos luminosos ya no aparecen tan cerca unos de otros, sino que en el centro, donde antes se encontraba la luz fosforescente de color azulado verdoso, queda un lugar al que ya no se acercan los puntos de luz. Éstos se apartan de ese lugar en círculos cada vez más grandes, y así surge una oscuridad absoluta, una total falta de luz, una especie de agujero negro por el que observo la nada... Entonces noto que dos puntos aparecen en medio de estas tinieblas sin vida, de este agujero, y se acercan lentamente a mí, mirándome fijamente, como dos ojos. No veo los ojos, no poseen ni luz ni color, y sin embargo los siento,se que dos ojos me están mirando fijamente. Esos ojos no forman parte de un cuerpo. Son centros de donde emanan corrientes de energía que han surgido de pronto y actúan invisibles en estas tinieblas. Estas energías oscuras tocan los puntos luminosos, que son absorbidos, aniquilados por esa fuerza; en su lugar surge un perfil que forma un límite alrededor de este agujero vacío y oscuro que emite invisible energía. Así, poco a poco mis espantados ojos perciben un rostro, las horrendas facciones de un monstruo, una silueta que sólo es visible precisamente porque allí donde se encuentra no hay absolutamente nada, de modo que surge como una imagen en negativo. Sé, soy consciente de que ese monstruo sin cuerpo es el mal. Lo conozco, ya he visto su terrible rostro en muchas caras humanas, comola expresión de esas caras. ¡Ahora está allí la causa de esas expresiones, el ser mismo, sin una cara humana, sin cuerpo! ¿O acaso ha estado allí siempre, sólo que yo no lo había advertido...? El rostro incorpóreo es similar al de un chivo. La silueta muestra claramente la forma de los cuernos, y la cara larga y delgada termina en una barba de chivo. ¿O acaso esas formas también son únicamenteirradiaciones de fuerzas invisibles? Sus ojos, situados muy cerca el uno del otro, tienen un aspecto aterrador: son dos remolinos sin fondo que absorben y arrastran todo hacia su centro, para allí destruirlo. Ahora el monstruo dirige hacia mí toda la fuerza destructora de esos ojosremolinos. Sus ojos traspasan, penetran todo mi ser y me atraen hacia sí con una fuerza poderosa como el acero. Un miedo horrible aprieta mi corazón como las garras del monstruo. Me siento petrificada e inerte del pánico. Sus espantosos ojos se me acercan cada vez más, me penetran cada vez más. Siento cómo esa criatura satánica —¿acaso el mismo Satanás?— me tiene en su poder. Se extiende sobre mí, me devora, y un instante después siento que
ya no soy yo, ¡sino queme he convertido en él! Siento sus espantosas facciones en mi rostro, su cuerpo incorpóreo en mi cuerpo, sus infernales corrientes de energía fluyen como mi sangre por mis venas. Todo mi ser se pone frío y duro, se contrae en una horrible convulsión. Y el monstruo me habla desde dentro de mí, sin palabras, sólo a través de la fuerza que crea las palabras, a través delsentido de las palabras: -¡Eres mi presa! ¡Estás en mi poder! ¡En vano me expulsaste de tu conciencia, tú me perteneces! Tú y yo somos uno solo, ya no existe ninguna separación entre nosotros. Yo soy “yo” dentro de ti, y tú eres, “yo” dentro de mí. Estás sometida a mi ley, al enfriamiento, la contracción y la solidificación. ¿Sientes cómo tu cuerpo se enrolla, cómo tus piernas se recogen sobre tu vientre? Tus piernas se cruzan, presionando tus pies contra tu cuerpo y haciendo que las plantas de tus pies queden como adheridas a éste; tus brazos se cruzan sobre el torso, las manos se cierran en puños y se juntan a tu pecho, como si estuvieran fuertemente adheridas a éste. Y tu cabeza se hunde sobre tu pecho, se aprieta entre tus puños: así ¡aún más, aún más! ¡Como en el vientre de tu madre, convertida en un solo bloque! Sí, ahora te has convertido en un solo bloque, y te enfriarás y solidificarás cada vez más, ¡hasta que llegues a ser un bloque, redondeado, ovalado, de piedra! ¡Un bloque de piedra, rígido, duro e inerte! Sin embargo, posees tu conciencia para saber que estás muerta, que estás solidificada, encerrada y muerta dentro de ese bloque de piedra— que eres ese bloque de piedra—, por los siglos de los siglos..., por la infinita Eternidad... Observa a tu alrededor, ¿ves esas montañas que se elevan en el cielo? ¿Ves todos esos peñascos y piedras que yacen por doquier? No los observes sólo por fuera, observa también su interior, ¡¿no ves que todas esas piedras son criaturas similares a ti, que han sido convertidas en piedra pero sin embargo permanecen conscientes, expuestas al ardiente brillo del sol, las violentas tormentas, las desgarradoras heladas?!... Toda criatura viviente, todo animal y todo ser humano te pisará como a esas piedras. Aguas de deshielos te arrastrarán en su violenta corriente, lavándote y puliéndote por los siglos de los siglos..., por la infinita Eternidad... Aterrorizada, siento todo lo que diceel maligno. ¡El infierno! ¡Éste es el infierno! Tener vida y conciencia estando encerrada en esta inmovilidad, encarnada en esta tumba, sin la menor posibilidad de dar una señal de vida, ser una piedra pesada e inerte..., ¿ser? ¡No! yo ¡Yono nosoy soylauna piedra! estoy¡Soy encerrada, encarcelada dentro de esta piedra, piedra, ¡miYo Yosolamente no es materia! el Yo carente de dimensiones , un espíritu que vive más allá de los conceptos de tiempo y espacio! Y con la fuerza interior del espíritu con la que, durante mis ejercicios telepáticos, había aprendido a hablar sin utilizar mi cuerpo, mi boca, grito sin palabras al monstruo: -¡No! ¡Yo no soy tú, y tú no eres “Yo”! ¡En esencia estamos separados parasiempre, pues tú eres la muerte, y “Yo” soy la vida! ¡Jamás podremos ser idénticos el uno al otro! ¡Tú, con tu solidificación, eres el negativo, la imagen especular—la caricatura—de la eterna fuente de vida, de la divinidad “que descansa en sí misma” ! No eres una criatura espantosa, no eres un monstruo ni eres tampoco“el maligno”,pues no posees existencia autónoma, pues el Yo divino te ha creado y te sigue creando a lo largo de la eternidad, cada vez que se cubre con una cáscara material: con un cuerpo. Eres el ser interior de la materia, eres la ley que sustenta a la materia, y como tal tienes poder sobre mi cuerpo,
pues cuando yo nací en este mundo material y me convertí en una persona tú tuviste que construir ese cuerpo siguiendo órdenes de mi Yo. Pero no tienes ningún poder sobre mí, sobre mi Yo creador, porque no eres más quela ley de la materia que ha adquirido vida a través de mi propio espíritu. ¡Yo no soy tú, yo soy el que soy, y también tú eres el que Yo soy! Tu ser es la contracción que en el plano espiritual, en la consciencia, se manifiesta en forma de miedo. ¡Pero ahora debes desaparecer, pues YO NO TENGO MIEDO! ¡Mis sordas palabras producen un pavoroso efecto! Se cierne una oscuridad absoluta y las montañas vuelan en pedazos con un estruendo ensordecedor. Caen piedras y peñascos, la Tierra se abre, el caos se desata a mi alrededor y en ese apocalipsis sólo yo me mantengo firme... Cuando todo vuelve a la tranquilidad y, poco a poco, vuelvo en mí, recuerdo que he tenido un sueño espantoso. Qué suerte que haya despertado de esa pesadilla... ¡Lo primero que siento es un hambre y una sed extraordinarias. Pero no quiero malgastar el tiempo comiendo y bebiendo, pues mi objetivo es Dios. Quiero avanzar tan rápido como pueda. Observo a mi alrededor. Me encuentro en un espacioso salón alumbrado por una pavorosa luz rojiza. Personas amables me ofrecen bandejas con exquisitas y aromáticas comidas y espléndidas copas de oro con bebidas celestiales; quieren convencerme para que coma y beba algo. Sonrío: los deseos del paladar nunca han sido una tentación para mí. ¡Cómo podría ahora dejar que el hambre y la sed me detuvieran en mi camino hacia Dios?! Agradezco sus amables invitaciones y sigo andando. Es extraño, pero ya no siento ni hambre ni sed; sin embargo, no puedo determinar con certeza dónde estoy y qué sucede aquí. Lo único que llego a ver es que todo se encuentra en constante caótico movimiento. Pero la primera impresión que recibo de este lugar es un perfume extraño, el aroma apasionado de un cuerpo humano que, si bien no es un olor desagradable, sin embargo me repugna. Mis ojos se acostumbran paulatinamente a esa luz vaporosa. Estoy en una caverna subterránea donde una multitud de hombres y mujeres yacen sobre sofás o danzan tambaleándose sin fuerzas y, abrazándose con fuerza, realizan movimientos muy extraños. Yo observo desconcertada: ¿están borrachos, o locos? Por supuesto, he visto animalesyen arrebatos amorosos y he visto cómo naturaleza unayonueva generación, aunque en ese estado de excitación susengendra cuerpos la también temblaban, los animales no perdían la serenidad ni se comportaba como estos hombres y mujeres. También las sacerdotisas del templo del amor cumplen siempre su deber en estado de elevación espiritual, pues saben que consuman un sacrificio en el altar del amor divino. ¿Cómo pueden los seres humanos rebajarse hasta el punto de envilecer el elevado y divino acto de amor convirtiéndolo en un fin en sí mismo? Éstas son personas distinguidas y dignas—¡la imagen de Dios!—, y no obstante se comportan como si hubieran perdido la razón. Intuyo que conozco a algunos de ellos, son nobles, estadistas y damas de nuestra corte; pero no me ven, no ven ni escuchan nada, sólo a sí mismos. El mundo exterior parece no existir para ellos. ¡Están encerrados en sus propias percepciones! Y sin embargo hablan, aunque parece que esos hombres y mujeres han olvidado que el lenguaje es la manifestación espiritual del ser humano. Utilizan el lenguaje para
decirse las cosas más imposibles e ilógicas. Escucho cómo un hombre pregunta susurrando, una y otra vez, a una mujer con quien está bailando estrechamente abrazado: “¿Eres mía?”. “Soy tuya”, responde la mujer, y continúan bailando. Un rato después pasa otra vez a mi lado y escucho cómo el hombre, con los ojos apenas entreabiertos, vuelve a preguntar, quizá por centésima vez: “¿Eres mía?”. “Soy tuya”, responde la mujer, también incansable. ¿Qué les pasa? ¿No basta con preguntar y recibir respuesta una sola vez? ¿Por qué repetir la pregunta cientos de veces? ¡Y qué absurdo preguntar hago así a un ser humano! Un ser humano sólo se pertenece a sí mismo. ¡Es una criatura libre que goza de un inviolable derecho de autodeterminación. ¿Cómo quiere ese hombre poseer a una mujer? Apenas si se puede poseer un león. Si ni siquiera esos majestuosos animales renuncian a su autonomía, ¿cómo puede pensar ese hombre que la mujer “le pertenece” y por qué lo pregunta ciento de veces? ¿Acaso está loco? ¿Y también lo está esa mujer que contesta siempre con el mismo sinsentido? ¿Y todos esos hombres y mujeres que se compartan de forma igualmente increíble? Entonces se acerca a mí un hombre robusto, de espaldas anchas, que, al parecer, puede leer los pensamientos, pues responde a mis preguntas inferiores: -¿Es que no sabes lo que es el amor, preciosa? ¿El amor? ¡Oh, ya lo creo que sé qué es el amor! ¡Es hermoso y elevado, es un sacramento, que dos criaturas vivientes se amen mutuamente contotal entrega,pero no con deseo de posición! ¡Pero en los corazones de estas personas no veo amor! Sólo veo que han perdido la razón y están en poder de la pasión, de esa fiebre que ataca y aturde los centros nerviosos creados para las manifestaciones espirituales. ¡Alguien debería salvarlos, despertarlos de su estado de semiinconsciencia! Me acerco a una mujer muy joven, la cojo del brazo y le grito al oído: -¡Despierta! ¡No dejes que la pasión nuble tu conciencia! ¡Eres un espíritu, no un cuerpo! ¡No permitas que el cuerpo te rebaje y envilezca, convirtiéndote en una criatura inferior a los animales! ¡Despierta, escúchame, despierta y sálvate antes de que sea demasiado tarde! La joven me mira cómo a través de un velo, como sonámbula: -¡Déjame, déjame, quiero ser feliz!—y sigue bailando. ¡Oh, ciega! ¿Cómo podría encontrar la felicidad en un abrazo físico,sin entregarse espiritualmente? felicidadun se mero vive en la consciencia, la felicidad está en el Yo. ¿Cómo podría alcanzarlaLa mediante tráfico de la carne? -Deja ya de pensar tanto—me dice el hombre—, no puedes juzgar algo que nunca has probado. Ven, baila conmigo y lo vivirás en carne propia.–Me abraza y me lleva hacia el remolino, comportándose tan irracionalmente como los demás... Bailo con él y me observo todo con curiosidad... ¿Este estrecho contacto me pondrá tan ebria y loca como a esos pobres ciegos? Sólo puedo decir que me resulta extremadamente desagradable mantener un contacto tan estrecho con este hombre. Su aliento es cálido, y me da náuseas que lo exhale sobre mi cara y mi cuello. ¡El aliento es aire vaciado! ¿Por qué tendría yo que respirar ese aire? También su olor me resulta muy desagradable. No me agrada respirar olor a sudor. Quisiera aire fresco, salir de este lugar nauseabundo. Cuando quiero liberarme de él, el hombre se transforma. Se transforma en un enorme espíritu rojo brillante, ya no tiene cuerpo, es sólo una llama que me somete con su poder.
Me envuelve, quiere penetrar en mi boca, en mi cuerpo, pero la fuerza que yo irradio, la fuerza de mi serena consciencia, lo aparta de mi cuerpo. No puede alcanzarme. Entonces él arde en llamas aún más grandes, adquiere proporciones gigantescas, llena todo el espacio, de modo que todo lo que éste contiene, incluidas esas personas poseídas por la pasión, se quema en su fuego y desaparece. Ya no veo a nadie, no veo nada, sólo un mar de llamas que todo lo devora y consume... ¡Pero yo permanezco intacta, ysoy la que soy! Entonces escucho una voz atronadora que sale de las llamas: -Has vencido, has superado la prueba, ¡pero ten cuidado! No has vencido porque seas más fuerte que yo, porqueyo soy el fuego de tu propio Yo;si no has ardido conmigo es porque entretú y yo aún se interpone tu pureza, tuinexperiencia. Tu cuerpo y tus sentidos todavía duermen, eso te ha protegido. Ten cuidado, volveremos a vernos, ¡volveremos a vernos!...—Y al decir esto desaparece todo, la caverna, el fuego, el humo, todo, y yo me quedo sola... -¿Volveremos a vernos?—repito las últimas palabras—. ¡No te temo! Aunque mi cuerpo hubiera ardido contigo, miyo hubiera permanecido intacto.Yo estoy por encima de todo lo físico... Pero, ¿qué fue eso?, ¿me pareció oir una risa burlona? Miro a mi alrededor, buscando de dónde podía haber salido esa voz. Entonces advierto que estoy sobre un prado verde esmeralda y que se acerca una persona muy singular. Es una magnífica figura masculina envuelta en espesa niebla que lo cubre como un velo flotante. Quiero penetrar con la mirada la espesa niebla que cubre a la soberbia figura, quiero apartar la niebla, pero no lo consigo. Siento su curiosidad, así que pregunto: -¿Quién eres? La figura se acerca a mí y, con una voz que se queda grabada en lo más profundo de mi ser, me susurra en el oído: -¡Oh, mi dulce amada! Te estoy buscando desde hace tanto, tanto tiempo, desde hace una eternidad, desde que caímos del jardín del Edén y quedamos separados del uno del otro. ¡Por fin te encuentro! Ven a mis brazos, ven, apoya tu dulce cabeza sobre mi pecho, ven y permite que juntos volvamos a la Unidad divina, ¡que nos fundamos en la gloria celestial! Qué maravilloso que no hayas cedido ante los instintos animales del cuerpo y tepertenecemos hayas conservado intacta y pura paralamí. ¡Tú me perteneces, yo te pertenezco, ambos nos mutuamente! ¿Sientes irresistible fuerza de atracción que nos une, acercándonos cada vez el uno al otro? Ven, únete a mí, amada criatura, tú, mi novia celestial y única. ¡Te amo! Escucho su voz, veo su andar masculino, siento una poderosa fuerza que emana de él y actúa sobre mí... Pero sin embargo me es extraño. ¡No lo conozco! ¿Cómo podría ser él mi mitad complementaria? ¡No! La mitad complementaria no se puede encontrar fuera de uno mismo. Ptahhotep me ha explicado que la mitad complementaria se encuentra tras el fenómeno manifestado, como una imagen especular complementaria que existe en lo no manifestado.¡No! Ninguna criatura humana puede ser mi mitad complementaria. ¿Y por qué va cubierto por esa espesa niebla? -No sé quién eres—respondo—, ¡pero seas quien seas, estás equivocado! Yono soy tu mitad complementaria. Búscala en otra parte, si crees que la puedes encontrar en el
mundo exterior. La mitad complementaria sólo puede ser encontradadentro de uno mismo. En el mundo exterior sólo es posible encontrar imágenes proyectadas parecidas a la verdadera mitad complementaria. Pero ni tú ni yo podemos complementarnos con una imagen, con una proyección. ¡Sólo la Unidad divina del Yo puede traer la felicidad! ¡Encontraré mi mitad complementariadentro de mí misma! -Encontrar tu mitad complementaria dentro de ti misma implica que en tu consciencia ya te has hecho idéntica al Yo divino. ¿Cómo podrías vivir la consecuencia antes que la causa? El Yo divino es el estado de Unidad paradisíaca al que únicamente podrás volver cuando te hayas fundido con tu mitad complementaria. ¿Cómo puedes pretendes alcanzar ese estado sin mí, sin tu mitad complementaria? Olvidas que así como tú encarnas una mitad de un todo, yo encarno la otra mitad. Cada uno de nosotros es la imagen especular encarnada del otro, nos pertenecemos el uno al otro, incluso en nuestras personas físicas. Así como tú me llevas en tu inconsciente, yo te llevo en el mío, ambos nos buscamos espontáneamente, con la irresistible fuerza de atracción de la Unidad paradisíaca. Nuestro destino se encargará de hacer que nos encontremos una y otra vez a lo largo de los siglos, hasta que adquiramos consciencia el uno en el otro—hasta que me sientas dentro de ti y yo te sienta dentro de mí —y vivamos plenamente el uno en el otro, incluso físicamente. ¡Sólo en esa identidad divina podemos ser la consciencia absoluta del todo—del Yo superior—! ¿Cómo pretendes, pues, reencontrar la Unidad paradisíaca sin mí? ¿Cómo puedes negar que también en el plano terrenal nos pertenecemos el uno al otro ¿Cómo pretendes reunir las experiencias indispensables y necesarias sin mí? Pero yo no me dejo influir. -¡No podrás convencerme! Me basta con que estés presente en la parte subconsciente de mí, no en el mundo exterior. ¡Sigue tu camino y deja que yo siga el mío! Al decir esto veo que la figura se aleja de mí y empieza a desvanecerse como niebla tocada por los rayos del sol. Pero me sigue llegando esa voz que tan hondo se ha grabado dentro de mí: -Te seguiré buscando en el mundo terrenal, te seguiré buscando,te seguiré buscando...—la escucho decir, cada vez más lejana; hasta que poco a poco vuelve el silencio. Pero hayespesa algo que quiero de modo que le grito: -¿Queaún es esa niebla quesaber, te envuelve, ocultándote de mí, impidiendo que nos veamos a los ojos? Desde muy lejos me llega una voz ya casi apagada, como el eco de los latidos de mi corazón: -¡La niebla no me envuelve a mí, envuelve tus ojos! Es tu inexperiencia..., ella te protege de mí. Te ha ayudado a resistir contra mí. Pero volveremos a vernos..., volveremos a vernos... Quiero preguntarle algunas cosas más y corro en la dirección en que ha desaparecido. Pero no vuelvo a verlo. Doy la vuelta para regresar a aquel hermoso prado, pero no encuentro el camino. Una espesa niebla cubre todo a mi alrededor. Por más que me esfuerzo, mis ojos no pueden penetrarla. Además, se que ya no estoy sola. Escucho voces humanas a mi alrededor y sé que tengo algún tipo de relación con esas personas. Se
suceden acontecimientos en los que desempeño un papel importante. Escucho voces que me hablan y en ellas reconozco una y otra vez la voz de aquella figura nebulosa; y sé que aquel ser forma parte de mí, pero cómo, y dónde... ¿Qué dicen esas voces? ¿Y qué respondo yo?... No puedo comprender lo que dicen, como si la niebla cubriera no sólo mis ojos, sino también mis oídos. A veces veo algo aquí o allá, pero antes de que pueda retener la imagen todo vuelve a desaparecer en la niebla. Una vez veo una gran torre y se qué allí dentro vive un prisionero: tiene la voz de la figura nebulosa. Me apresuro en llevarle a escondidas algo de comer. Soy la hija del centinela y debo tener mucho cuidado para que éste no me vea. Pero una fuerza me atrae hacia el cautivo, tengo que ayudarlo... Entonces todo vuelve a desaparecer en la niebla y, mientras intento orientarme, veo de repente grandes y multicolores baldosas ante mis ojos, casi pegadas a mi cara; tengo que frotar y fregar las baldosas hasta que queden limpias. Y entonces vuelvo a la niebla, escucho una voz que suena como la mía y pregunta una y otra vez: “¿No habéis visto una niña, no habéis encontrado una niña?”, y siento como si un cuerpo ya viejo, que de algún modo está relacionado conmigo—pues de lo contrario, ¿cómo podría sentir esto?—, estuviera muy, muy cansado. Luego desaparece también esta extraña sensación y, de repente—para mi gran alegría—, desaparece la niebla... Estoy otra vez en el prado. Quiero continuar mi camino. El aire es fresco, el sol brilla sin producir un calor insoportable. ¡Qué extraño! Nunca antes había visto que a mediodía no hiciera calor y soplara una agradable brisa. Y eso no es lo único extraño. Cuando la niebla desaparece y vuelvo a ver el suelo bajo mis pies, noto de repente que el suelo y mis pies están mucho más abajoque antes. ¿Cómo es posible, pues, que haya crecido? ¿Y qué es este extraño traje que llevo encima? ¡No puedo evitar reírme! ¿Dónde están mis sandalias? ¿Y mis manos? ¡Cómo han cambiado! Todo es muy extraño, sorprendente, como si no fuerayo, ¡como si estuviera soñando! Pero mi conciencia está despejada, estoy despierta, ¡no es un sueño! Echo un vistazo a mi alrededor. No muy lejos de mí veo un bosque y, al acercarme, una casa se hace visible entre los árboles. ¡Qué curioso! La región me parece conocida y, sin embargo, sé que nunca en mi vida he visto árboles y casas así. ¡No! Estos árboles no se parecen en nada a nuestras palmeras... La casa se encuentra sobre una colina; subo muy segura de mí misma, sé que la casa me pertenece. ¿cómo? Nunca antes el hetejado visto una casa como ésta, que sin embargo me es muyPero familiar. No es de piedra, no es horizontal, sino segado. Entro en la casa; conozco cada una de las habitaciones, así que me dirijo directamente a “mi habitación”. Entro en ese pequeño cuarto de paredes blanqueadas y me quedo un rato de pie junto a la ventana, observando el maravilloso paisaje. Veo que las casitas y también el hermoso prado se encuentran sobre la pendiente de una montaña; desde esta ventana puede verse un amplio valle. Al pie de la montaña fluye majestuoso y lento un río muy ancho surcado por barcos muy grandes y extraños, no tienen ni velas ni remeros, y avanzan muy rápido que nuestros barcos. Tampoco comprendo qué puede ser ese grueso y negro tubo vertical del que sale humo negro. Entretanto, el sol se ha puesto, el crespúsculo se extiende sobre la región... entonces veo a lo lejos, donde se extienden los muchos pueblos—que me son muy familiares, tengo la inexplicable sensación de que ya antes los he visto muchas veces—,
cómo se encienden y se apagan cada vez más lucecitas, como pequeños relámpagos. Tras cada destello se escucha un trueno, como los que salen de la gran pirámide. Observo esos destellos y truenos durante un breve instante, hasta que de pronto una aguda campana suena a mi espalda. Me dirijo hacia el aparato que ha emitido ese agudo timbrazo, levanto un extraño “no sé qué” del aparato y aprieto contra mi oreja el pequeño disco negro de uno de sus extremos . Hago todo con la mayor naturalidad, como si estuviera acostumbrada a todo esto desde hace mucho tiempo; sin embargo, sé muy bien que nunca en mi vida he visto un aparato junto a mi oído escucho de nuevo la voz, la voz de la figura nebulosa: -Beso tu mano, querida. ¿Cómo te va? -Bien, gracias—respondo—, pero quisiera ir a casa. ¿Podrías venir a recogerme mañana? El enemigo está muy cerca, cada noche veo los disparos, se acercan con una terrible rapidez. Quiero estar en casa con vosotros. -Está bien—responde la voz del hombre—, mañana iré a buscarte, pero piensa un momento: ¿no sería más razonable que te quedaras en el bosque? Aquí en la ciudad hay bombardeos día y noche, es cada vez peor. -No—respondo—, quiero volver a casa, quiero estar con vosotros. Hasta ahora me he estado resguardando aquí, pero ahora que hay peligro quiero estar con vosotros. ¡Llévame a casa! -Está bien—vuelvo a escuchar por el aparato—; según veo, tienes bastante valor. Pasaré a recogerte mañana por la tarde. Haz las maletas. Hasta mañana, pequeña, muchos besos. Buenas noches. -Besos también para ti, buenas noches—digo y vuelvo a colocar el aparato en su sitio. ¿Quién era ése? ¿Cómo es que en lugar de establecer un contacto interior con su espíritu haya escuchado su voz a través de un objeto desconocido, con mi oído físico? Un pensamiento me pasa por la mente como un rayo: ¿acaso todo esto que estoy viviendo ahora es también una ilusión? ¿Acaso todo esto es sólo un sueño, sólo una prueba para ver si tengo valor? No, por desgracia no es un sueño, aunque me gustaría despertar de esta realidad, del mismo modo como antes, en el prado, desperté de un extraño sueño. ¡Sí! Aquéllos eran sueños, ahora estoy del despierta y nomiedo me queda más remedio que tomar apena parte en la realidad. El pero aire está cargado espantoso que presiona a toda la gente, si se puede respirar bien. El enemigo se acerca desde todas las direcciones; si esto continúa así, la capital quedará rodeada en pocos días. Y esas increíbles y crueles historias que cuentan las personas que han podido escapar de los territorios ocupados. Estamos en manos de Dios, y tranquilizo mi inquieto corazón y mis excitados nervios pensando que todo lo que sucede es bueno,no puede suceder nada ajeno a la voluntad de Dios! ¡Y Dios quiere siempre el bien! Me doy prisa en hacer las maletas. La tarde siguiente veo a través de la ventana que nuestro perro baja rápido como un rayo por la ladera. Lo sé: ya viene mi marido. Un cuarto de hora después ya están aquí los dos, mi marido y el perro, que se siente tan feliz que no deja de saltar como una pelota de goma hasta los hombros de mi esposo. También yo corro hacia él, y nos abrazamos
llenos de un cálido amor. Vivimos juntos desde hace casi veinte años y nos amamos el uno al otro de todo corazón, como en los primeros días de nuestro matrimonio. La poderosa energía que irradia su voz, el tacto tibio de su mano, tienen sobre mí un efecto tranquilizante. Él es el valor, la seguridad y la confianza hechas carne. -¿De verdad no tienes miedo? –me pregunta sonriendo. -No—contesto abrazando su musculoso cuello—, ¡Dios está con nosotros! –Me estrecho contra él y apoyo la cabeza sobre sus anchos hombros. Mientras llevamos el equipaje al coche me detengo un instante. ¿Qué tipo de coche es éste? Presiento que yo solía conducir coches muy distintos a éste..., pero pronto dibujo una sonrisa, pues conozco muy bien este coche. Es el coche de mi marido, evidentemente. No obstante, que raro es que se mueva por sí mismo y no tirado por leones... Me paso la mano por la frente. ¿Me he vuelto loca? ¿Leones? ¿Tirando de un coche? ¿Y este continente? Sí, en el zoológico había unos leones preciosos, pero tuvieron que matarlos debido a los bombardeos. Hubiera sido peligroso que una bomba dejara en libertad a las fieras. No comprendo de dónde me vienen esos ridículos pensamientos sobre leones y otras cosas insólitas, como las pirámides de Egipto, que no conozco más que por fotografías. Quizá se deben a mi nerviosismo? Volvemos a casa. Subo corriendo hasta nuestro piso. Cuando quiero abrir la puerta, ésta se abre por sí sola y, allí, radiante de alegría--¡oh, ¿cómo has venido a dar aquí? —, está el pequeño Bo-Ghar. ¡Pero ya no es pequeño! Ya es un adulto, aunque todavía joven. Sonríe dulcemente, como siempre, se inclina ante mí y me besa la mano. -¡Qué bien, qué bien que haya vuelto a casa, mi reina!—dice en voz muy baja. Lo observo sorprendida. -Bo-Ghar, ¿eres tú? ¿Cómo has venido aquí?—pregunto. Ahora es él quien se sorprende, a causa de mi pregunta: -Ya sabe que estoy viviendo con ustedes desde hace tres años. ¿Por qué lo pregunta? No puedo comprenderlo... No es como yo lo he conocido. Ya es un adulto, pero sin embargo sé que aún es un niño, ¡que debería ser un niño! Pero ¿por qué? Lo conozco desde llegó de su lejano ya entonces era un joven adulto. ¿Por qué vuelvo a tener laque extraña sensación depaís queyestoy soñando? Ya está aquí mi marido. Toda la casa está llena de flores... Qué encantador de parte de mi esposo que después de tantos años de estar casado siga recibiéndome como en los primeros días de nuestro matrimonio... Después de la merienda nos sentamos junto a una extraña caja de madera bastante grande que habla con voz humana y da las últimas noticias de la guerra y transmite ordenanzas sobre cómo deben portarse los ciudadanos. ¡Qué extraordinario! Es otra materialización de un fenómeno mental, igual que el aparato telepático que había en la casa del bosque. Ptahhotep, mi querido maestro, también emite cada noche sus elevadas energías, a través de la atmósfera del país. Y sus fuerzas y su amor pasan sobre los hombres mientras éstos duermen. Pero sus irradiaciones también actúan en lo más profundo del ser, no como las de esta caja de madera, qué solo emite vibraciones sonoras
inferiores, que percibimos con los oídos, exteriormente. Después nos vamos todos a dormir. Siguen muchas noches en que despertamos sobresaltados por un sonido terrible: ¡aullidos de sirenas recorren toda la ciudad! Saltamos de la cama, nos ponemos de prisa los zapatos, ropa interior caliente, bata, abrigo, un pañuelo grueso en la cabeza, y cojo el cofrecillo con la joyas y el dinero y el viejo álbum con los dibujos místicos simbólicos. De prisa, mi esposo y yo bajamos muy de prisa al sótano. En la escalera nos topamos con mi hermana menor, quien lleva a su hijo recién nacido en brazos; el pequeño de tres años y la niña de dos corren a su lado. Se abren las puertas de los diferentes pisos y por ellas sale gente pálida, silenciosa, la familia de mi hermana mayor y sus sirvientes, todos bajan corriendo por la escalera, sin decir ni una sola palabra, sin hacer ni el menor ruido. Y cuando por fin llegamos a la planta baja se abre una puerta y aparece por ella una figura soberbia y digna, un anciano de cabellos y barba blancos... !Sus ojos! ¿De dónde conozco esos ojos?! Y como un rayo aparece ante mí la espléndida figura de un general de mi padre que había hecho una gran carrera:¡This-Tha! ¡Sus ojos! Pero ¿cómo ha venido a parar aquí? ¡Y qué viejo está! Y ¿por qué le pregunto ahora en un susurro?: -¿Estás bien abrigado, padre? Él sonríe y hace un gesto indicando que me tranquilices: -Sí, sí, no te preocupes—y seguimos bajando hacía el sótano. El enemigo está cada vez más cerca; el cerco que las tropas enemigas han levantado alrededor de la ciudad es cada vez más estrecho. Una tarde se abre la puerta y... entra Ima. Me quedo de piedra. ¿Cómo ha llegado hasta aquí y además con esa ropa? Lo abrazo y pregunto: -¿Qué es ese traje que llevas? Él parece tan sorprendido como yo: -¿Qué pregunta es ésa, madre? ¿Que qué traje llevo? ¡Parece que fuera la primera vez que me vez con esta ropa! ¡Es un uniforme de aviador! Ya lo sabías ¿verdad? Estoy confundida, como si debiera despertar de un sueño. Sí, es cierto, es un uniforme de aviador. ¡Y él es mi querido, único hijo! Lo veo en su vestimenta de sacerdote. Me da clases de concentración. ¡Ay! Ya entonces tenía esta aura brillante como el acero. Lo conozco... Pero él no me reconoce y actúa como si no tuviera nada que ver con el templo.-Madre—dice—, mi división se traslada a otra localidad, porque nuestros aviones no pueden permanecer en este aeropuerto. Seríamos bombardeados junto con nuestros aviones. Nos trasladamos a alguna otra parte del país. No sé cuando volveré a verte. Mi corazón se congela de terror. Pero ya estoy acostumbrada a saber que se encuentra en constante peligro. Entonces, cuando se enroló en el ejército del aire, sentí que me moriría de un infarto. Caminaba como muerta alrededor de la habitación, sintiendo que estaba soñando, que estaba soñando una terrible pesadilla... ¿Cómo podía ser real que las madres tuvieran que enviar a ese asesinato en masa a sus hijos, a sus jóvenes, fuertes y sanos hijos? Aquello sólo podía ser una pesadilla, no podía ser cierto que los seres humanos fueran tan bajos que se mataran unos a otros con los medios más crueles y que murieran precisamente los jóvenes más saludables y fuertes, llamados a traer al mundo una nueva generación. Los primeros en morir fueron éstos, porque sólo
ellos eran “aptos” para ser soldados. Los hombres débiles y enfermos se quedaron en casa y tuvieron hijos con sus mujeres mientras la mayor parte de los jóvenes sanos eran exterminados en la guerra. Ése es el camino más rápido hacia la degeneración de la raza humana. ¡Y la humanidad está tan hundida que ni siquiera advierte esta terrible verdad! ¡El odio ciego y el temor mutuo asesinan a los más sanos, a los mejores de su generación! ¡Sueño! ¡Pesadilla! Poco a Poco recuperé mi sentido de la realidad y encomendé a mi hijo a Dios. No puede suceder nada ajeno a la voluntad deDios y todo lo que sucede es bueno, porque Dios quiere que suceda. ¡Equilibrio! ¡Todo lo que sucede es sólo un esfuerzo para volver al equilibrio perdido, al paraíso perdido, al paraíso perdido! Estas palabras de mi querido maestro, Ptahhotep, así como todas las demás enseñanzas que me impartió en la gran pirámide, quedaron grabadas tan dentro de mí que me daban valor para seguir viviendo y cumplir mis deberes cotidianos, a pesar de tener que soportar día a día que mi hijo y otros millones de jóvenes se dispararán unos a otros en esta carnicería. Pero ahora sé que nos separaremos cuando deje la ciudad, pues no falta mucho para que el cerco enemigo envuelva por completo a la capital. Y nadie sabe si él o nosotros saldremos vivos, ni si volveremos a vernos en esta vida... ¡Y sin embargo no puedo sentir dolor, pues no debo estar atada a ninguna persona! Lo que amo de este joven que ahora es mi hijo—y al que he llevado en mi vientre para que pueda reencarnarse—no es su cuerpo, ni su aspecto: ¡amo a Dios, que vive en él! Es su Yo divino el que ha creado ese cuerpo para poder manifestarse, así como también se manifiesta a través de los cuerpos de todos los seres humanos, animales y plantas, e incluso de la materia inerte. Lo que amo de su persona, de su hermoso cuerpo, es la manifestación de la divinidad impersonal. Si todo el universo es la manifestación de un solo y único Dios, ¿por qué tiemblo entonces ante la idea de no volver a ver precisamente a esta manifestación deDios? ¡Porque es carne de mi carne y sangre de mi sangre! Pero yo y su yo somos el mismo Yo, no somos carne y sangre. No puedo identificarme con la carne y con la sangre. ¡Debo entrar en mi Yo, adquirir plena conciencia, pues entonces seré idéntica al yo de mi hijo—al Yo de todo universo—y no podré volver a perder nunca a nadie! Para mí no puede existir ninguna diferencia entre la muerte de una persona muy cercana físicamente a mí y la de un extraño, pues en el mismo Yo divino el que cambia de cuerpo cada vez muere ser viviente, ya se de mu hijoprofundo o de un desconocido. Debo vencer a la que carne y a laun sangre, que ahora metrate impelen a tan dolor...!Oh, Dios! ¡Dame fuerzas para superar está prueba! ¡Dame fuerzas para,sin haber alcanzado aún en la omniconsciencia, actuar como lo haría si me encontrara en ese divino estado! Me acerco a mi hijo—me tiemblan las rodillas—, lo abrazo y digo: -¡Adiós, hijo mío, adiós, mi querido y único hijo! Te dejo en manos de Dios. Él no nos abandonará. Recuerda que todo es transitorio, sólo el verdadero amor dura para siempre. Si ahora nos amamos es porque somos uno en Dios y esa Unidad espiritual, ese amor verdadero, nos ha reunido aquí, en la Tierra. ¡Yo no te puedo perder, ni tú puedes perderme a mí! Volveremos a encontrarnos, volveremos a vernos, si no en esta vida, en la siguiente, o en alguna forma de vida. Donde sea que estemos, el amor nos reunirá. Adiós, querido mío, en las horas difíciles refúgiate en ese poder invisible que está siempre tras nosotros, que nunca nos abandona, ¡ese poder al que llamamos Dios!
No lloramos. Nos damos un largo abrazo, beso su frente, él me estrecha contra su corazón y luego se marcha. Todavía le hago señales desde la ventana; él responde con una sonrisa y finalmente desaparece. Esta noche celebramos la Navidad. Los cañones truenan sin tregua, pero nosotros preparamos todo para festejar la noche de Navidad tan bien como sea posible. A mí la celebración me resulta indiferente, pues en la eternidad no existen navidades, ni días festivos y laborales; para mí todos los días son festivos, porque la eternidad en Dios es un perpetuo día de fiesta. Pero mi marido ama la Noche Vieja, se siente feliz cuando puede prepararme sorpresas y también le gusta que se las den a él. Ya está en el salón, adornando el árbol; Bo-Ghar lo ayuda. Bo-Ghar vive con nosotros desde hace unas semanas, pues los bombardeos de los últimos días le impiden volver a su casa por las noches. Duerme en la que fuera la habitación de mi hijo. Bo-Ghar salió de su patria hace varios años, con la tarea de venir a Occidente y enseñar a las personas de esta parte de la Tierra las antiguas enseñanzas de sus antepasados, la manera de someter el cuerpo a los mandatos del espíritu. El taller en el que yo modelaba grandes composiciones en piedra o bronce se encontraba vacío desde que la guerra impidió que pudiera seguir adquiriendo esos materiales, de modo que se lo había cedido a Bo-Ghar para que celebrara allí sus cursillos. Bo-Ghar se comportó desde el comienzo como si fuera nuestro propio hijo y ahora está trabajando en gran armonía con mi marido, preparando la Nochebuena. Yo estoy con la cocinera, intentando imaginar cómo podemos preparar una comida “festiva” con los escasos alimentos que hemos conseguido con grandes dificultades; hoy toda la familia está invitada a cenar en casa de mi padre. Entonces alguien llama a la puerta. Mi joven primo entra muy pálido: -Esther—dice, el enemigo ha cercado la ciudad y las tropas no avanzan por el otro lado, como se esperaba, sino que vienen directamente hacia nosotros. Mi padre y yo estábamos en la ciudad y telefoneamos a mi madre, que nos dijo que las tropas enemigas ya habían ocupado nuestro chalet y que ahora marchaban hacia el centro acompañadas de enormes tanques. Es extraño que no hayan cortado los cables telefónicos. Los tanques y tropas enemigos deben llegar aquí de un momento a otro. Preparaos, yo tengo que marcharme. Adiós. Voy en seguida hacia dónde está mi marido y le comunico la noticia, luego corro por todo el edificio poniendo sobre aviso a mis hermanas, mi hermano y mi padre y también a la familia del portero, para que todos sepan a qué atenerse. Nuestra casa está en la pendiente de una montaña. Desde nuestras ventanas podemos ver hasta muy lejos, siguiendo la amplia avenida que se pierde en la dirección de donde vienen las tropas enemigas. De momento todo está en calma. Mi esposo dice que pasarán algunas horas hasta que el enemigo llegue a nuestra vecindad; propone que celebremos la Navidad de inmediato y que bajemos en seguida a casa de mi padre, donde toda la familia ha sido invitada a cenar. Allí podremos esperar todos juntos. Mi marido enciende las velas del árbol de Navidad. Pienso en mi hijo, que quizá en este mismo instante está tomando parte en algún ataque aéreo, y lo encomiendo a Dios;
nos damos las manos, intercambiamos los regalos y luego dejamos todo y bajamos corriendo a casa de mi padre. —Chicos—dice papá, comamos de prisa, pues no sabemos si a lo mejor tenemos que bajar corriendo al sótano dentro de un instante. Nos sentamos. La silla de mi madre está vacía al lado de la mesa, como siempre desde la muerte de mamá. Una vela brilla en el lugar de su plato… Comemos serios y callados, pero tranquilos. Sentimos que nos espera el momento de ajustar las cuentas con el destino. Sirven la comida. Una bomba cae muy cerca de nuestra ventana. Una violenta explosión. Nos miramos unos a otros. —Sigamos comiendo—dice mi padre—, quizá todavía podamos terminar la cena. Comemos tan de prisa como podemos, pero las explosiones son cada vez más frecuentes y cercanas. Es la hora. Oficiales del poderoso Estado federal aparecen en la puerta. —Vamos a instalar cañones en el jardín; nuestras tropas vendrán a la casa. Entreguen las llaves de todos los pisos—dice un oficial. Mi marido se levanta para llevar al oficial por el edificio. Escuchamos una explosión fortísima. Toda la casa tiembla como sacudida por un terremoto. Mi marido vuelve unos minutos después. —Padre—dice—, lo mejor sería ir al sótano. Un proyectil ha caído sobre la cochera. El equipo de calefacción central ha sido arrancado de cuajo, tenemos que apagar inmediatamente toda la calefacción y abrir los grifos para que corra el agua. Bajad, aquí ya no estáis seguros. Las tropas enemigas ya deben de estar muy cerca. Los oficiales dicen que ya están al otro lado de la avenida principal. No durará mucho, pero tenemos que ir pensando en pasar unos días en el sótano. Mi padre, serio y sereno, dice: —Que bajen las mujeres y los niños. Yo primero quiero terminar de cenar. Trae el café. Sabemos que nadie puede llevarle la contraria a mi padre. Mi hermana menor se levanta y toma al bebé en sus brazos, yo cojo de la mano a su otro pequeño y mi hermana mayor a la niña y bajamos al refugio subterráneo. Mi hermano, mi marido y Bo-Ghar se quedan con papá, bebiendo el café. Lasremueve explosiones son cada vez sus máscimientos. violentas,Un en rato el sótano sentimos que cada explosión el edificio desde después se abre la pesada puerta de acero del refugio subterráneo y entran los hombre. Mi marido se acerca a mí y me dice, en voz muy baja, para que no lo oigan los demás: —Están colocando cañones en nuestro jardín, quieren defender la casa hasta el final. No quieren entregar la ciudad. Nuestra casa se encuentra en una posición estratégica clave. Cuando las tropas enemigas lleguen aquí ya no podrán evitar que avancen hasta el río. Tenemos que prepararnos para un combate a vida o muerte. Pero espero que no dure mucho. Estamos completamente rodeados y cualquier intento de resistencia sólo acarrearía la absurda destrucción de la ciudad entera. El portero y yo bajaremos todos nuestros colchones, para que al menos tengamos donde dormir.–Y luego se va a prepararnos un lugar donde pasar la noche. Pero incluso tras la noche más larga llega también la mañana. La puerta de acero se
abre y se cierra continuamente. Los hombres están siempre entrando y saliendo y también vienen soldados desconocidos que buscan un poco de calor. Afuera hay 15º bajo cero y se ha desencadenado una tormenta de nieve. El sótano también es frío, estamos sentados sobre pieles y llevamos encima tanta ropa como podemos. Ya no hay calefacción en ninguna parte del edificio. Los soldados son muchachos muy jóvenes, tiemblan y están pálidos por el frío y el miedo. Son casi niños, arrojados brutalmente a la batalla por los sargentos, algo mayores. ¡Pobres chicos!¡Tienen entre dieciséis y dieciocho años y ya han sido arrojados de su hogar a esta carnicería¡ Intentamos dormir un poco, pero el bebé da unos chillidos y berridos tan penetrantes que nos llegan hasta la médula. Ni hablar de dormir. Por la mañana mi padre entra de pronto, está pálido en extremo. —Chicos—dice—, los disparos han perforado las cañerías. Tendréis que ahorrar mucho el agua. Ya no queda agua en casa. Escucho que allí fuera los hombres están hablando de las posibilidades que existen de conseguir agua. El agua que aún se encuentra dentro de las cañerías será almacenada en las bañeras; además de eso, en el refugio subterráneo tenemos una gran tina de madera llena de agua, como precaución contra el peligro de incendio. ¿Tendríamos que beber el agua maloliente de esa tina? Mi hermana menor me observa. Sé que está pensando en el bebé. Su leche se había agotado cuando desapareció su marido. Desde entonces el pequeño tomaba alimentos cocidos. ¡Pero para eso hacía falta agua! Y el biberón debía estar siempre bien lavado. Le digo susurrando: —Está nevando, sacaremos agua de la nieve. Mi esposo me escucha y me llama a la entrada del sótano: —¿Tienes idea de la poca cantidad de agua que contiene la nieve?—dice—. Los soldados se llevan toda nuestra agua. Si no queremos morir de sed tenemos que conseguir agua en alguna otra parte. El hambre se puede soportar bastante tiempo, pero sin agua el corazón no funciona. Tenemos que conseguir agua. Somos veintiséis adultos en el edificio y sin agua no podemos ni siquiera cocer huesos. Intentaré buscar agua en el vecindario. — Luego se marcha. No tarda mucho en volver. —Toda la calle está sin agua. Tenemos que ir con cubos a la siguiente calle principal y recoger el agua allí. digo—, el fuego es demasiado tupido, están disparando con —No vayas—le cañones y ametralladoras y además están los aviones. Podría caerte un disparo. Quédate aquí y espera. Mi esposo sonríe: —No seas niña. ¿Crees que en la primavera guerra mundial no he estado entre disparos ciegos? ¡Y sin embargo aquí estoy!Dios no me abandona. Siempre pasa lo que tiene que pasar. Lo abrazo, luego él desaparece tras la puerta del sótano. Vuelvo al interior del refugio y me siento. Espero, Serena y fría, espero. Si la voluntad de Dios es que mi marido vuelva, entonces no le caerá ningún disparo. Y si le pasa algo, es porque tenía que ser así. Escucho una voz que me dice desde dentro de mi corazón: «Las cosas nunca son malas, eres tú quien cree que lo son». Y pienso que ahora
mismo hay miles, millones de mujeres que están sentadas como yo, rezando por sus maridos. Y todos esos maridos son hombres semejantes a mi esposo. El hecho de que mi persona ame tan profundamente a la suya es una manifestación del Yo, que es el mismo en todos los seres humanos, y cuando dos personas se aman mutuamente significa que sus conciencias viven en la Unidad del Yo. Sienten que cada uno forma parte del otro, porque son uno en el Yo. Y tranquilizo a mi tembloroso corazón, que sin embargo sigue temblando: «Calma, late más despacio, con más regularidad. Así, muy despacio, y respira hondo—más hondo—, todavía más hondo, con calma. Todos abandonaremos el cuerpo algún día; dentro de cien años será indiferente quién haya muerto primero. »El tiempo y el espacio son inventos de la razón; el espíritu, elYo, está más allá de la razón, más allá de todo pensamiento, de todo concepto de tiempo y espacio. Repirar, despacio, regularmente, no pensar en nada, sólo ser…, no pensar en nada…, sólo ser…» No sé cuánto tiempo paso allí sentada; de pronto vuelve a abrirse la puerta de acero y aparece mi marido con diez litros de agua. Somos veintiséis personas, ya tenemos agua para un día… No me levanto, no me arrojo a su cuello. No, ¡los grandes momentos son siempre muy sencillos! Ni lágrimas ni suspiros, tampoco grandes palabras. Ahora, mientras reparte el agua ayudado por mi hermano, me está mirando. Nuestros ojos se dicen todo. Pienso: «¡Una postergación! ¿Por cuánto tiempo? » Estamos sentados en el sótano, a oscuras; afuera no deja de tronar. El suelo tiembla bajo nosotros, tenemos que cogernos a nuestros asientos para que las explosiones no nos arrojen al suelo. ¡Fuego nutrido! ¡Cañones que disparan, tanques y aviones que pasan tronando, impactos de bombas! ¡Fuego nutrido, incesante! ¿Cuánto tiempo llevamos en el sótano? Ya he perdido toda noción del tiempo. En el sótano nunca es de día, siempre está oscuro, sólo podemos encender una luz tenue y difusa. Hace mucho que no tenemos electricidad y debemos economizar el petróleo. Cuando los disparos se detienen por media hora vamos a otra habitación del sótano y comemos algo. Por suerte todos hemos guardado provisiones. Pero a menudo un sobresalto nos obliga a dejar la comida y a volver corriendo al refugio cubriéndonos la cabeza, pues también ese flanco del edificio recibe muchos impactos. Tras cada impacto oímos cómo ladrillos, vigas del tejado y paredes derrumbadas caen sobre el último techo que noscon protege. impacto llegará hasta nosotros, sepultándonos vida. No sabemos si el siguiente Un día una explosión ensordecedora hace caer una pared de un sótano contiguo. Por suerte no fue en el refugio. Más tarde, media hora después de haberse acallado los disparos, mi esposo y yo vamos a ver qué ha sucedido. La habitación muestra la imagen yerma de la devastación. La pared del sótano tiene un enorme agujero por donde entra la deslumbrante luz solar, que me hace parpadear. Trozos de madera, restos de la ventana, todo cubierto de grueso polvo de mortero; sobre un pedazo de viga, una gallina cubierta también de polvo descansa sobre una sola pata, totalmente indiferente, como si nada hubiera ocurrido. Es una de las gallinas de mi padre, la única que queda. ¡Pobre animal! ¡Qué debe pensar de los seres humanos! Unos días después, la cocinera prepara una buena sopa con la gallina. Entonces advertimos que el animal estaba malherido. Había recibido un disparo en una pata, le
faltaba un trozo. Por eso se apoyaba sobre una sola pata. ¡Con qué estoicismo había soportado su herida! Emitía un suave sonido que delataba su sufrimiento. Estamos sentados en el refugio subterráneo. ¿Es que nunca cesará el fuego? Tengo sobre mi regazo a mi pequeño sobrino; mi cuerpo está aterrorizado, pues cuando el alma no contempla la muerte con serenidad, el cuerpo se rebela. No sabemos si nos alcanzará una bomba, o si seremos enterrados vivos, o si moriremos de sed. Mi sobrinito me pide: «Tía, tía Esther, cuéntame un cuento», y íe cuento historias sin fin para que se sienta tranquilo. Tiene un coche de juguete en la mano y yo tengo que tirar de éste una y otra vez, y el pequeño canta una canción con su juguete. Me parece tan conocida... Ahora lo recuerdo, es la canción de los cerditos de Walt Disney:«¿Quién teme al lobo feroz...?».Oh, qué suerte que el sótano esté a oscuras y nadie pueda ver que pierdo el control por unos instantes y las lágrimas ruedan por las mejillas.¡Dios!¡Oh, Dios\¡Tú estás presente! ¡Tu mensaje nos dice que no tenemos por qué temer! —Tía Esther, sigue contando, ¿qué pasó entonces? ¿Por qué no dices nada? —dice el pequeño Peter. Estrecho al niño contra mi corazón y sigo el cuento: —Entonces volvió la madre de las cabritas y... El fuego cesa después de largas, largas horas. Mi mando sale a buscar agua, como todos los días. Cuando vuelve me hace una seña:
—Esther —dice; le tiembla la voz, veo que está profundamente conmovido —, he estado arriba, en casa. Los hermosos muebles que tallaste y tus preciosas figuras están todos destrozados. El suelo deuna habitación está rajado de ladoa lado, las demás ya no tienen paredes. Ya no tenemos casa... —Y el viejo muchacho llora sobre mi hombro como un niño. Lo abrazo en su grueso abrigo de invierno. —¡No llores! ¡Lo principal es que seguimos co n vida! ¡Que seguimos intactosen medio de esta devastación! Puedo volver a hacer esculturas.¿Por qué te preocupas por cosas materiales? ¡La vida es lo más importante! Pero le cuesta mucho tranquilizarse: -Amaba tanto sus esculturas y toda nuestra casa, y ahora todo está... y ahora todo está... -No importa, este infierno tiene que acabar algún día. -Apoyo mi cabeza un instante sobre sus anchos hombres. Nos abrazamos, luego volvemos a la oscuridad del refugio. No es momento de ponerse sentimentales. Bo-Ghar se acerca a nosotros y dice en voz baja: -¿Qué ha pasado? Hemos oído un estruendo de vigas y ladrillos; venía de allí, de vuestra casa. Le digo lo que mi esposo me ha contado. Bo-Ghar, siempre sereno y sonriente, está ahora excitado: -¡Voy a subir! Tengo que salvar mis diapositivas y mis películas sobre yoga. Si pierdo ese material todo mi trabajo se habrá ido a pique. Subiré. -No puedes, Bo-Ghar. El enemigo ha colocado francotiradores que disparan contra nuestra casa. No permitiré que subas .
Mi hermano pone fin a nuestra discusión: -Yo iré con Bo-Ghar. Lo ayudaré.—Y ambos abandonan el sótano en silencio... Esperamos muy tensos. Los minutos transcurren lentamente..., un cuarto de hora, una hora, seguimos esperando. Por fin se abre la puerta y Bo-Ghar y mi hermano entran radiantes, aunque muy sucios y cubiertos de polvo; tienen en sus manos las cajitas con las diapositivas y las bobinas de las películas. Mi hermano cuenta lo que ha pasado: -Todas las paredes se han derrumbado, pero el armario sigue en una angosta faja de suelo en un rincón. Sin embargo, no podíamos llegar a él, pues en el resto de la habitación ya no hay suelo, sólo algunas vigas de acero. También teníamos que ir con cuidado para que los francotiradores no advirtieran nuestra presencia. Así que nos arrastramos por las vigas de acero hasta llegar al armario, Bo-Ghar sacó de entre los escombros todas las cajitas que habían caído del armario y yo me hice cargo de las piezas grandes. ¡Eso es todo! Nos sentimos felices de que estén otra vez aquí abajo. Bo-Ghar esconde sus cajitas en un rincón, para que nadie las encuentre. Un instante después nos hace caer una violenta y ensordecedora explosión que sacude todo el edificio. ¡Otro terrible ataque aéreo! Escuchamos el ruido de los aviones que pasan sobre nosotros. Bombas, proyectiles, disparos de pequeño calibre caen sobre el edificio desde todas las direcciones, como granizo. Las explosiones son cada vez más cercanas, y tras cada detonación oímos sobre nosotros el crepitar de ladrillos, vigas, escombros y ruinas. Los disparos son tan seguidos como los golpes de una gigantesca máquina de coser. Ya nos hemos hecho a la idea de que el siguiente impacto atravesará la última cubierta, el último techo del refugio y nos matará a todos. Estamos sentados mudos y fríos en esa espantosa tensión: el miedo a la muerte. ¿Cuánto tiempo más resistirán las paredes? Entonces recibimos un impacto monstruoso , el suelo del sótano baila bajo nuestros pies, la doncella de mi padre empieza a dar chillidos, las otras criadas también le siguen. Me pongo de pie de un salto y grito tan fuerte como puedo: -¡Calmaos, silencio! ¡Dios está presente! Dios está presente! Mi voz apenas si se oye entre en las explosiones, pero igual grito, tengo que gritar con todas mis fuerzas: -¡Dios está presente! en Dios, nadaconmigo: más que en Dios! ¡Dios! ¡Dios!--¡Dios! ¡Dios!—Y poco a poco todos¡Pensad empiezan a repetir -Dios está presente... Dios... Dios... Dios No sabemos cuánto durará esto... Poco a poco vuelve la calma, las explosiones se hacen más espaciadas, después ya todo descansa en absoluto silencio. Oímos que los soldados están arrastrando algo muy pesado allí fuera. Salgo. La escalera está cubierta de cuerpos inmóviles. El suelo está marchado de sangre. Reconozco a varios de los jóvenes soldados que apenas hacía una hora habían estado en el sótano calentándose y relatando todo tipo de historias sobre sus casas. ¡Los padres! En vano esperarán a sus hijos. ¡Mi hijo! ¿Dónde podrá estar ahora el pobre muchacho? ¿En qué parte del infierno? Comemos muy de prisa; queremos aprovechar esos breves momentos de calma. Debemos fortalecer la capacidad de resistencia de nuestros cuerpos, mientras tengamos
qué comer... Dos hombres salen en busca de agua... ¿Cuánto tiempo hace que estamos en este sótano? Han pasado semanas desde que empezó este sitio. -En la primera guerra mundial, en Doberdo—dice mi esposo—, también tuvimos que resistir un ataque de fuego nutrido como éste, pero nos relevaban cada cuarenta y ocho horas. Se pensaba que los nervios no podían resistir más. Nunca hubiera podido imaginar que pasaría por ataque de fuego nutrido durante semanas, sin interrupción y sin relevos, y con mujeres y niños pequeños. Estamos sentados cubiertos de pieles y gruesos abrigos de invierno, no nos hemos quitado ni una sola pieza de ropa desde que bajamos al sótano. El pequeño Peter está en mis brazos; en una mano tengo el cofrecillo con mis joyas y dinero y una cajita con galletas para que el recién nacido tenga algo decomer cuando huyamos. Estamos listos. La finca contigua ha sido incendiada con lanzallamas, de modo que mi esposo ha ordenado que todos debemos prepararnos para huir, pues no sabemos en qué momento el enemigo incendiará nuestra casa y nos hará salir con lanzallamas. ¿Huir adónde? No tenemos ni idea. A cualquier lugar, lejos de aquí. Los francotiradores habían disparado al vecino y a su hijo cuando intentaban escapar de su casa en llamas. Sólo la mujer pudo salvarse, arrastrándose hasta otro edificio. Estamos preparados, esperando... Mi hermana menor con el niño en brazos..., mi padre con su gran abrigo negro de piel, la familia de mi hermana mayor, mi hermano, los sirvientes, todos tensos, con sus objetos de primera necesidad en las manos. Se produce otro breve momento de paz. Quisiéramos dormir un poco, mis nervios están ardiendo, mi cabeza está sumida en un gran caos. Cierro los ojos e intento hacer a un lado mi conciencia, para dormir. Entonces el bebé empieza a llorar como de costumbre, dando agudos chillidos que me llegan hasta la médula. Mi hermana lo tiene en brazos e intenta calmarlo, pero el pequeño chilla y chilla sin cesar... Cojo yo al niño y hago todo lo posible para calmarlo, pero él sigue dando berridos, desesperado, sigue llorando. Devuelvo el pequeño a mi hermana. Bo-Ghar se acerca a mi hermana dando traspiés en la oscuridad, coge al niño en sus brazos y tararea una canción que en su patria es utilizada para conjurar a las serpientes. El pequeño se calma enseguida, vuelve enbrazos. silencio. Ya sólo se escucha a Bo-Ghar tarareando la canción con el niño en sus Pasan varios días, ¿o semanas? Ya no preguntamos. Mi marido reúne algo de nieve en el jardín, al amparo de una pared, trae la nieve en un cubo y con ella se afeita en otra de las habitaciones del sótano. No ha dejado la costumbre de afeitarse. Todo los demás hombres tienen ya bigote y barba. En este infierno sólo mi marido y Bo-Ghar se afeitan a diario. Cuando termina de afeitarse se sienta con nosotros; empieza otro ataque, varias horas de tormento. Mi hermana trae el biberón para el pequeño y le da de beber. Sube a su casa cuatro veces al día y allí cocina mientras las balas zumban a su alrededor. Una vez que el niño ha terminado de beber, mi hermana se acerca a mí y pregunta, como todos los días: -¿Crees que esto terminará pronto? -No—susurro como respuesta—, siento que aún falta mucho para que esto termine.
Un instante después un proyectil cae directamente sobre nuestras cabezas, todo cruje y chirría, volvemos a oír el ruido de ladrillos que se desmoronan. El techo del refugio ha resistido el impacto. Pero ¿hasta cuándo podrá resistir? Permanecemos en silencio, y pregunto a Dios: “¿Debo prepararme para la muerte? En mi horóscopo está escrito que moriré en el derrumbamiento de un edificio. ¿Será ahora? ¿Voy a morir o debo seguir luchando por la vida?”. Y de repente veo una imagen en medio de esa oscuridad: una colina diminuta coronada por la pequeña llama de una velita tan chica como las de un árbol de Navidad. ¡Entonces la colina cubierta de césped verde esmeralda, mientras la velita se transforma en una antorcha que arde con una gran llama! La visión desaparece, pero ahora sé que no moriré, que tengo que convertirme en esa antorcha y dar a luz a los hombres. ¡Luz, luz, luz! En la noche el bebé vuelve a berrear sin descanso hasta que Bo-Ghar vuelve a arrullarlo. Intentamos dormir, peor una bomba explota muy cerca de nosotros y sentimos como entra una corriente de aire helado. Los hombres se levantan de inmediato para ir a averiguar qué ha pasado. Se ha derrumbado la pared del sótano, que hasta entonces nos había protegido. Se ha abierto un gran boquete; todos pensamos en el próximo ataque... Esperamos. Digo muy despacio a mi hermana menor: -Es el fin, nuestro edificio caerá al amanecer. -Sí—contesta ella—, yo siento lo mismo, o quizá muramos todos. Mi marido me susurra: -Hoy se cumplen exactamente cinco semanas desde que bajamos al sótano... Es extraño que hoy el enemigo no dispare con cañones. Tampoco caen bombas. Sólo se escuchan incesantes disparos de ametralladoras. Mi marido está sentado a mi lado y me dice al oído: -Eso significa que la infantería enemiga ya ha llegado hasta aquí. No disparan con cañones porque de hacerlo podrían matar a sus propios hombres. Las tropas enemigas pueden entrar en el edificio de un momento a otro. Por la tarde salgo fuera para buscar a mi padre. Cuando dejo el refugio veo soldados enemigos, vestidos de blanco, que dejan los restos de la finca vecina incendiada y vienen hacia nosotros. -Padre, padre—grito—, ¡el enemigo está aquí! Entramos corriendo al refugio y pronto irrumpen soldados enemigos con sus armas listas para disparar¡Silencio sepulcral! Nos quedamos un momento observándolos y ellos nos observan a nosotros. Siento como si el tiempo se hubiera detenido... Todos los soldados están vestidos con amplios abrigos blancos, afuera todo está cubierto de nieve. Parecen niños juguetones representando un auto de Navidad. Entonces el primer soldado dice una palabra incomprensible y señala a las mujeres. Comprendemos que debemos colocarnos al lado derecho; lo hacemos. Después otra palabra incomprensible, señalando ahora a los hombres , que tienen que salir inmediatamente con los soldados. No tenemos tiempo para despedirnos. Los hombres se han ido, las mujeres estamos solas con los soldados extranjeros. Recorren todos los
rincones del sótano, buscando a algún posible soldado escondido. Entretanto un joven soldado se topa con el cochecito donde el bebé está durmiendo tranquilo. Observa el niño. Sus ojos se cubren de lagrimas y dice con infinita ternura una palabra extranjera que sin embargo comprendemos:”niños...”; después nos mira a nosotras y, señalando en dirección a su país, dice que en casa también tiene un “niño”... Me tranquilizo al ver que esos soldados son buenas personas y que tienen corazón. Ahora entra un oficial, se sienta sobre una silla y dice, en un idioma europeo: -No os haremos nada, somos tropas de asalto formadas por gente que pertenece a una clase hoy ya exterminada. Pero tengan cuidado, nosotros tenemos que seguir avanzando y tras nosotros vienen soldados muy distintos. Esos no son como nosotros. ¡Tengan cuidado! Al atardecer empiezan otra vez los disparos. Pero ahora no son las tropas enemigas las que disparan sobre nosotros, sino nuestro propio ejército. Quieren reconquistar el edificio. Estamos de nuevo sentados en la oscuridad del sótano, escuchando a través de de la gruesa pared cómo allí fuera, en la calle se desata un terrible combate cuerpo a cuerpo. De repente sentimos otra explosión ensordecedora; entra una corriente de aire helado, la explosión ha abierto bruscamente el grueso postigo de acero de la ventana del sótano. Los disparos se cuelan como granizo a través de la ventana abierta. Saltamos al otro lado, a la pared, pero ya no nos podemos mover dentro del sótano. Es peligroso, cualquier, paso puede significar la muerte. ¡Debemos cerrar el postigo! Echo un vistazo a mi alrededor. Todas las mujeres y sus hijos se colocan contra la pared, a ambos lados de la ventana, si alguien se asoma por la ventana le caerá una lluvia de balas. La situación es insoportable. ¡¡ Debemos cerrar el postigo!! Siento un frío extraño dentro de mí. Todos mis nervios están fríos, como congelados, y casi no me percibo a mí misma. “¿Miedo?”, me pregunto a mí misma. ¡No! ¿Quién puede estar sintiendo miedo dentro de mí, si yo ni siquiera siento que existo? ¡Sólo sé que la que tiene que cerrar el postigo soy yo! Sin embargo, me observo a mí misma con curiosidad; ¿qué se siente, qué se experimenta, cuando uno se encuentra en una situación así? ¡¿Cómo reacciona la naturaleza humana cuando uno tiene que convertirse involuntariamente en un héroe?!... En un rincón del refugio subterráneo hay un bastón de empuñadora curvada. Me echo boca abajo yy me me arrastro arrastro de lentamente, conlamucho cuidado, hasta el bastón, extremo inferior nuevo hacia ventana. Mientras hago esto, unlo cojo del pensamiento insólito cruza por mi mente: ¡Los candidatos a la iniciación de la gran pirámide tenían que superar una prueba de “desprecio a la muerte”! ¿Acaso estoy pasando esa prueba ahora, aquí, en el refugio? ¿Acaso todo esto no es nada más que un sueño y estoy en la pirámide, recibiendo la iniciación? Mientras me arrastro con cuidado hacia la abertura de la ventana, mi razón contesta: “!Sí, los candidatos lo tenían muy fácil en la pirámide! Sabían que se trataba sólo de una prueba de su iniciación. ¡Pero estas balas no son ningún sueño! ¡Matan de verdad! ¡Cuántos jóvenes soldados han caído muertos aquí!”. ¡Y es precisamente por eso que tengo que cerrar la ventana! Me pongo en cuchillas y, sosteniendo el bastón preparado, me levanto de un salto estirando el brazo con el bastón hacia el postigo, que está completamente abierto hacia
afuera; no lo alcanzo, tengo que asomar toda la parte superior de mi cuerpo para poder alcanzar el borde del postigo con la empuñadura curvada del bastón. Me estiro tanto que siento como si todo mi cuerpo se alargara; por fin lo cojo, tiro de él lentamente, con mucho cuidado. Mis hermanas acuden a ayudarme a poner de nuevo en su lugar el pesado postigo y a asegurar el cerrojo. ¡Listo! ¡Todo había sido muy sencillo! Sin nervios, sin escenas dramáticas. Lo único extraño era que los francotiradores, que hasta entonces habían cubierto la ventana con una lluvia de balas, no me habían disparado ni un solo tiro. Quizá algo se los impedía; ¿o no quisieron disparar al ver que yo era una mujer? -Tía Esther, sigue contando...—dice el pequeño Peter, y yo le sigo contando historias interminables... Al día siguiente, después de una noche de indescriptible terror, las mujeres teníamos que huir de ese edificio en ruinas. Apenas puedo creer que hayan sido reales las imágenes que conservo de esa noche. La conquista de un país es como el encuentro de las fuerzas masculina y femenina, como un matrimonio a la fuerza. Un país conquista a otro, penetra en el cuerpo del otro, corre la sangre, los individuos mueren como células del cuerpo sometido, y sin embargo de este encuentro surge una nueva vida, un nuevo mundo, una nueva creación. El encuentro es violento y cruel, como lo es siempre la procreación de nueva vida, pero la naturaleza sólo mira hacia delante, hacia el futuro, y para alcanzar el objetivo de la procreación sacrifica un sinnúmero de individuos y células. Del encuentro íntimo de dos países, el conquistador y el conquistado, mana nueva vida, tanto en el plano material como en el espiritual. De la unión de dos razas surge una nueva cultura. Y también se unen células de esos dos países, y así nacen descendientes que llevan dentro de sí y expresan las características de ambas razas. La naturaleza crea razas mestizas, individuos de transición, para atenuar y traspasar las firmes fronteras trazadas entre las razas y países. Comprendí esta verdad esa terrible noche, allí, en el refugio subterráneo de ese edificio en ruinas. Tuve que ver y sentir que la unión que la unión violenta de dos países es muy cruel y causa muchas tragedias personales. ¡Ima me salvó del destino aquella noche tuvieron que compartir casi todas las otras mujeres! Cuando un soldado me levantó del rincón del refugio donde estaba sentada y me dijo que lo siguiera, le dije, hablando como pude su-Yo... propio idioma: madre, hijo en guerra..., tú tener madre en casa, también, dejarme... En los ojos ebrios de ese pobre joven envenenado con “pastillas de asalto” brilló una expresión de comprensión, vi que el joven tenía que pensar en su madre; luego me arrojó furioso al rincón y salió corriendo. A la mañana siguiente un mandato interior nos ordena huir de esas ruinas. ¡Sí, hubo un guía que por motivos inescrutables nos salvó de la noche que nos esperaba a todas las mujeres, sin excepción, si nos quedábamos en ese edificio en ruinas! Todo sucede como un sueño caótico. Después de cinco largas semanas de tinieblas salimos de pronto al brillo deslumbrante del sol, caminamos vacilantes en medio de ese intenso resplandor al que nuestro ojos apenas si pueden acostumbrarse. Echo una mirada a nuestro hermoso edificio: ¡un montón de ruinas, un caos de vigas quebradas emergiendo de los escombros,
hacia las escaleras al otro lado; veo que mi hermana cae con el niño en brazos en el montón de nieve de las escaleras, doy un salto y la ayudo a levantarse , caigo yo también y conmigo mi otro sobrinito, al que llevo de la mano. ¡Hay una alambrada oculta bajo la nieve! Un viejo soldado de ejército enemigo sale de un rincón de una casa, levanta a los dos niños. Yo soy la última. No podemos hablar con el soldado, no nos entenderíamos, pero nos miramos a los ojos, estrecho su noble mano con todo mi afecto y él me devuelve el apretón. Después seguimos corriendo en zig zag, hacia cualquier cubierta que nos protegiera de los disparos y el incesante explotar de las minas. Los niños lloran con todas sus fuerzas, yo tiro del pequeño Peter, que debido al terrible frío ya no puede correr más por la nieve y yace en el suelo detrás de mí, porque ya no puedo cargarlo. A veces nos detenemos bajo alguna terraza para tomar aire y calentar las manos de los niños con nuestro aliento, después seguimos corriendo, sin saber hacia dónde, impulsadas sólo por una fuerza interior... Y es como un sueño que finalmente nos acojan en una casa, donde un bonachón sargento del ejército enemigo nos protege de ser violentadas por sus propios camaradas. El sargento y yo trabamos amistad, y cierta vez el me dice: -¡Ten cuidado! ¡Por cada soldado bueno haydiez malos! No todos los de nuestro ejército son como yo, que te protejo. ¡Ten mucho cuidado cuando tenga que marcharme! ¡Sí, sabemos bien que no todos los soldados enemigos son tan humanitarios! Tenemos tras nosotras la experiencia de la primera noche, ¡nunca lo olvidaremos! Y los hombres han desaparecido... Sólo hemos podido volver a encontrar a mi padre. El buen anciano caminaba tranquilo en medio de esa carnicería, sin ningún nerviosismo, sin prestar atención a los constantes cañonazos, y mientras a todos les robaban todo, el abrigo, los guantes, dinero, reloj, pluma, todo lo que alguien puede llevar encima, mi padre había conseguido llegar a la casa de un viejo amigo sin que un soldado le pusiera la mano encima. Su poderosa aura había actuado incluso sobre los soldados enemigos, manteniéndolos apartados de él. Algunos días después, alguien llama a la puerta de la habitación de esa casa extraña donde vivimos catorce personas, soldados, fugitivos y nosotros, las mujeres y los niños: es Bo-Ghar, con los pies sangrantes y su ropa convertida en harapos. Es un milagro que siga con vida después de todo lo que ha pasado. Unos vecinos le habían informado en qué dirección habíamos huido. fin nos haigual encontrado... Unos días después llega Por mi hermano, de destrozado, también él ha tenido que recorrer varios cientos de kilómetros en ese tiempo. Había encontrado dos zapatos en algún lugar, ambos del pie izquierdo. Lleva los dos zapatos izquierdos con su habitual dignidad. Lo principal es que está con vida... Mi marido es el único del que no he recibido noticias. No me puedo quitar de la cabeza una visión en que lo veo yacer entre la nieve al lado de la carretera, indefenso... ¿Qué puede haberle pasado? Después de largas semanas de vana espera encuentro por fin a mi esposo, gravemente herido, en casa de un bondadoso campesino. Mi visión no había sido falsa... Pasan semanas, meses de hambre en que no sabemos qué podremos comer el día siguiente. ¡Pero un día la guerra por fin termina! Intentamos hacer habitables algunas habitaciones en las ruinas que han quedado
de nuestra casa. Bo-Ghar y yo trabajamos día y noche para procurarnos algo de comer en medio de esa escasez. Mi marido tiene que guardar cama durante meses hasta recuperarse lo bastante para poder andar ayudado por dos bastones. ¡Qué suerte que sea escultora! Levanto paredes, cojo puertas de paredes abandonadas y las coloco donde hacen falta. Colocamos marcos de ventana que cubrimos con grueso papel embalar, pues no tenemos cristales. Excavando con las uñas entre los escombros encontramos utensilios de cocina todavía utilizables, algunas sartenes, cubiertos algo estropeados. Nosotros—BoGhar y yo—traemos a casa varios quintales de carbón, tirando del carro alquilado como dos buenos caballos. Lo único desagradable es que cuando vamos cuesta abajo el carro va más rápido que nosotros y apenas si podemos contenerlo; y, en cambio, cuando vamos cuesta arriba tenemos que emplear todas nuestras fuerzas para tirar y empujar el carro hasta que volvemos a llegar a una calle plana, donde seguimos trotando felices y contentos. Después limpiamos y fabricamos muebles nuevos con los restos de los viejos. Clavamos y martilleamos hasta que por fin podemos reinaugurar nuestra Escuela de Yoga en las ruinas de nuestro antiguo lugar. Bo-Ghar enseña los ejercicios físicos que aprendió de Mentuptah y yo doy clases teóricas sobre lo que Ptahhotep me enseño en Egipto. Pasan algunos meses más. Ya no tenemos que preocuparnos por la comida. Nuestros alumnos, que tienen parientes en el campo, nos traen un puñado de harina, algunas patatas, huevos, a veces incluso trozos de mantequilla. Pero aún no recibo ninguna noticia de mi hijo... Año y medio después alguien llama a la puerta. Abro... ¡y me encuentro con Ima! Pensaba que en casos así madre e hijo debían arrojarse el uno hacia el otro entre gritos y sollozos. ¡Pero no! Lo observo sorprendida, después nos abrazamos serios y serenos. Respiro profundamente: está vivo y no se ha convertido en un inválido. Sólo una cicatriz en su hermosa y elevada frente muestra que su avión ha sido derribado. ¡Pero estoy aterrorizada! Conozco a Ima, sé que ya no hay un lugar para él en este país. ¡Aquí reinan la brutalidad, la falta de talento, la bajeza, el espíritu del caos! Y sólo se puede soportar todo esto si se tiene plena confianza en Dios, se mantiene la paz interior, ¡y se guarda silencio! ¡Pero Ima no se quedará callado! No comprende que ya no estamos en el templo, donde reinan la justicia, el desinterés y el amor, y todos pueden expresar sus opiniones sin correr el peligro de ser mal interpretados. Ima no comprende este mundo. ¡No tolera la quiere contra el espíritu infernal que domina mundo! y Al parecer hainjusticia olvidadoyquién esluchar y, sin embargo, conserva su manera de ser, este su honradez valor, y cree que puede esperar lo mismo en los hijos de los hombres.Quiere creer en los hombres y empuja hasta su inconsciente la inquebrantable fe enDios que lleva grabada en el fondo de su alma. Tendrá que vivir de desilusión en desilusión. ¿Por qué reprime su fe en Dios? ¿Por qué ya no quiere creer en Dios? ¡Ése es también el motivo de que no tenga confianza en sí mismo! Comprendo que debe de haber sufrido una difícil crisis anímica, pero ¿cuándo?, ¿dónde? ¿Por qué tengo la extraña y opresiva sensación de que yo he sido la causa de esa crisis anímica, de esa terrible desilusión? Sé que en algún momento y en algún lugar ha pedido su confianza por mi culpa, pero en vano intento recordar cómo. Sólo sé que tengo que guiarlo de regreso hacia Dios, por eso es ahora mi hijo. Tengo que despertar su confianza en sí mismo! Comprendo que debe de haber sufrido una difícil crisis anímica,
pero ¿cuándo?, ¿dónde? ¿Por qué tengo la extraña y opresiva sensación de que yo he sido la causa de esa crisis anímica, de esa terrible desilusión? Sé que en algún momento y en algún lugar ha perdido su confianzapor mi culpa, pero en vano intento recordar cómo. Sólo sé que tengo que guiarlo de regreso haciaDios, por eso es ahora mi hijo. Tengo que despertar su confianza en sí mismo, que es idéntica a laconfianza en Dios,tengo que devolverle la conciencia, puesyo soy la culpable de que la haya perdido. Tiene que darse cuenta de que el profundo amor y la confianza que siente haciamí es sólo una proyección de la honda confianza enDios que lleva en la parte inconsciente de su alma. Tiene que ser consciente de que debe reconocer y amar aDios en toda persona. La persona es sólo una máscara, la máscaraa través de la cualDiosse manifiesta. Tiene que comprender que lo que ama en una persona, lo bello, bueno y verdadero que hay en una persona,Dios es y no la persona. ¡También en mí, que—lo sé— soy lo que más ama en este mundo! Debo hacer que vuelva a dirigir haciaDios ese amor. Tiene que comprender que cuando me ama está amando a Dios en mí y que mi persona es sólo un instrumento a través del cual Diosse manifiestaen forma de amor maternal.Que en cada una de las personas a las que ama —también a mí— lo que en realidad ama es aDiosy no a la persona. ¡Cuando sea consciente de esto podrá comprenderme mejor a mí y a todas las personas, sobre todo a sí mismo, y ya no tendrá que sufrir más desilusiones! Y llega una noche en que mi único hijo, la persona que más amo en este mundo, tiene que vivir en una habitación sin calefacción, sin tener apenas qué comer y ni siquiera una manta con que abrigarse, mientras afuera sopla un viento extremadamente frío y los termómetros marcan veinte grados bajo cero desde hace semanas. Yo podría procurarle una habitación con calefacción, podría darle algo de comer y proveerlo de todo lo que necesita. ¡Pero no debo hacerlo!¡Mejor que padezca su cuerpo a que se pierda su alma! ¿Tengo que ser cruel con él por amor! Me arrodillo a oscuras sobre la cama y hablo con miDios: «Acompáñalo,Dios mío, y permite que encuentre otra vez el camino haciaTi y hacia él mismo. ¡Permite que por fin encuentre ese camino y que nunca se desvíe de él! Despiértalo, despierta Tú mismoen él,Dios, pues Tú vives también en él yTú debes despertar en él para que él despierte, pues mis fuerzas no son suficientes. Tiene que adquirir conciencia de sí mismo, de lo contrario está perdido, y Tú sabes que el único camino para que él te reconozcadentro de sí mismo, Señor mío,Diosmío, es que que se sienta abandonado que convenza inclusoyo lo hepara abandonado. ¡Tiene sentirse desilusionapor dotodos, de toda lase gente, tiene de queque renunci ar a todos poder encontrarte, para volvera ser consciente en ti; consciente de sí mismo!sabes,Diosmío, Tú que no veo otro camino para salvarlo. No puedo ni debo mostrarle más mi amor. Tiene que encontrarte por sus propias fuerzas. ¡Yo sólo soy una débil criatura, Señor, pero Tú eres Dios, el amor mismo, Tú lo amas más de lo que yo puedo amarlo, Tú, Dios,estás siempre con él y como ahora yo tengo que ser cruel, ámaloTú con tu amor divino!Cuida de él, que no pierda la salud durante esta difícil lucha, mientras asiste a esta ardua escuela. Tú sabes que también ha pecado contra su salud, porque no tiene confianza en sí mismo, porque inconscientemente quiere autodestruirse y morir. Cuida de él, abre los OJOS de su espíritu, y no lo abandones...no lo abandones... no lo abandones...» Lo mismo noche tras noche... Una noche, mientras estoy arrodillada sobre la cama concentrándome para hablar
con Dios sobre mi hijo, sucede algo inusitado: para migran sorpresa, empieza a amanecer. Se hace cada vez más claro y a medida que todo se llena de luzempiezo a ver un extraño paisaje. Una alta montaña por la que sube un camino estrecho, empinado y escabroso. Sé que ese camino conduce a la meta: a Dios. Sin dudarlo un segundo, empiezo a recorrerlo. El camino a la cumbre pasa a través de una agradable región. Subo infatigable, cada vez más alto, hasta dejar atrás esa región verde y agradable y alcanzar paulatinamente los infértiles parajes de las alturas. El camino se hace cada vez más empinado, estrecho y pedregoso, pero yo subo con sorprendente facilidad, casi flotando. La zona habitada queda atrás, mi horizonte se ensancha y veo todo muy lejano, allí abajo. Pero no hay tiempo para contemplar el paisaje, continúo micamino. Tras dar algunas vueltas, el sendero se detiene ante una corta escalera de siete peldaños, cada peldaño es tan alto como todos los anteriores juntos. Completamente sola bajo la límpida bóveda celeste, me encuentro ante los siete peldaños y sé que debo subirlos. Con un profundo suspiro y la fe en las fuerzas con que el creador ha provisto a cada uno de sus hijos, fuerzas que incomprensiblemente el largo camino hasta aquí no ha agotado, sino más bien incrementado, me dispongo a subir la escalera. El primer peldaño es bajo. Tengo que vencerel peso de mi cuerpopara subirlo. Es fácil. El segundo peldaño es algo más alto y despierta la resistencia de mi cuerpo ante esa escalera. Pero hace mucho que he vencidolas a fuerzas del cuerpo,así que también subo este peldaño sin esfuerzo. El tercer escalón essensiblementemás alto. Tengo que vencer mis sentimientos para subirlo. Pero como ya domino mis sentimientos, consigo llegar al tercer nivel. Ante eí cuarto peldaño, bastante más alto, measaltan las dudas: «¿Cómo voy a poder treparlo? ¿Tengo bastantes fuerzas para hacerlo?». Entonces me doy cuenta de que las dudas me quitan fuerzas y me entumecen. ¡Pero la duda es un pensamiento! Así que tengo que dominar mis pensamientos para vencer a la duda. Gracias a la larga preparación adquirida mediante los ejercicios del templo, séqué es lo que tengo que hacer. Concentro todas las fuerzas de mi espíritu, confío plenamente en Dios y no pienso en nada. Y con mis pensamientos desaparecen también mis dudas y me encuentroya en el cuarto nivel. Extrañamente, siento que crezco sensiblemente a medida que supero nivel, de manera que ahora soy mucho más grande que cuando me encontraba en cada el primer nivel. Ahora me enfrento al quinto peldaño, que a pesar de micrecimiento es tan alto que sólo puedo treparlo aferrándome a él con manos y pies. Cuando por fin consigo subir este peldaño, me encuentro con la indescriptible sorpresa de que ya no tengo cuerpo. Ha desaparecido todo lomaterial que había en mí; ahora soy puro espíritu, invisible. Al querer subir al sexto nivel me encuentro con una nueva dificultad: ya no tengo cuerpo, no tengo manos con que cogerme, ni pies con que impulsarme. ¿Cómo puedo subir? Echo un vistazo a mí alrededor buscando un camino, ¡y al volver la vista aparece de pronto todo el mundo extendido a mis pies! Los diferentes países, ciudades como de juguete, las casas con sus innumerables criaturas vivientes... Me invade un amor infinito hacia todo ello y pienso con dolor en todos los que aún tienen que recorrer el arduo camino del
conocimiento, en las enormes multitudes que aún caminan a tientas en la oscuridad, encerrados tras los muros de su propio egoísmo, como antes yo lo estuve... Y—¡un milagro!—en el momento en que el amor universalinvade mi alma, me elevo, y me encuentro ya en el sexto nivel. Ahora me encuentro ante el último peldaño, el más alto. Es tan alto como yo misma. Ansío tanto llegar arriba que estas ansias llenan todo mi ser. En vano. No sé cómo empezar, pues me faltan las manos y los pies, la fuerza muscular de mi cuerpo, con el que podría intentar escalar este peldaño. Pero debo subir a cualquier precio. Arriba encontraré Dios a y quiero ver su rostro sea como sea. Estoy allí, espero; no sucede nada. Miro a mi alrededor buscando algo y advierto con sorpresa que no estoy sola, pues en este momento llega al sexto escalón otra criatura, que me pide que la ayude a subir al séptimo nivel. Comprendo su deseo —olvidando y mis propias an sias de llegar al séptimo nivel— intento ayudarla a alcanzar la meta. Pero, no sé cómo, en el momento en que olvido mis propias ansias me encuentro ya en el séptimo nivel. Mi compañero ya no está allí. Ha desaparecido sin dejar huella. Era un espejismo para que olvidara mi último deseo. Pues mientras se quiera elevar la propia persona, nunca se podrá superar elúltimo peldaño,que es tan alto como uno mismo. ¡Lo he conseguido! Un brevísimo instante después veo una luz cegadora que da forma a la figura de un ser celestial. ¡MÍ mitad complementaria! Su irresistible fuerza de atracción me arrastra hacia é!. Y, llena de gozo y satisfacción, me fundo con su corazón en una perfecta unidad. Adquiero conciencia de que Él siempre ha sido Yo, y Yo siempre he sido Él, la proyección dual de mi verdadero Yo divino. En ese estado dualístico yo me encontraba ante Dios, sentía aDios como unTú. Ahora, en la Unidad paradisíaca, siento que dentro de un instante yo misma seré ese poder invisible al que hasta ahora he llamado «Dios».Empieza a girar a mí alrededor un disco de fuego en cuyos ejes inmóviles—en mi columna vertebral— habita mi verdaderoYO. Y siento que mi columna vertebral arde como un arco blanco brillante,como un puente hecho de corriente vital, que irradia una luz cegadora desde siete centros energéticos y da vida a mi cuerpo. Entonces, más allá de todo concepto de tiempo, veo simultáneamente la cadena infinitamente de las diversas formas de vida la que he habitado y animado durante los siglos y siglos larga del largo camino evolutivo, desde primera caída de la Unidad paradisíaca hasta el momento actual. Veo que mis incontables vidas han estado, están y estarán siempre ligadas a las vidas de los mismos espíritus. De los acontecimientos de las vidas anteriores surgen nuevas relaciones, nuevas conexiones, como continuaciones que, cual pedazos de un mosaico, se complementan y reúnen para formar una imagen perfecta. Reconozco los hilos que me unen con mi mitad complementaria, con Ptahhotep y Atothis, con Ima, Bo-Ghar y otras muchas personas, veo cómo quienes seencuentran por encima de nosotros nos ayudan a seguir adelante en la espiritualización de la Tierra, en la adquisición de conciencia en la materia, en el cuerpo, de la misma manera como nosotros nos ayudamos mutuamente y ayudamos a quienes se encuentran en niveles inferiores. Las experiencias que reunimos durante las muchas vidas sólo sirven para eso, para ampliar y profundizar nuestra conciencia. Los cuerpos en que vivimos son cada vez más espirituales, más bellos.
Al hacerse cada vez más elástica, la materia de nuestras formasfenoménicas sigue cada vez más la voluntad y las irradiaciones del espíritu, hasta que, finalmente, el cuerpo se convierte en un servidor del Yo y ni un solo rayo de luz del espíritu queda aislado y reprimido. ¡Comprendo el misterio de la pirámide, pues ahora me he convertido yo misma en una pirámide que aún utiliza la materia —el cuerpo— como base sólida, pero que manifiesta siempre lo divino] Entonces, todo lo que me rodea, la Tierra, el cielo, todo el universo, se convierte en un único mar de fuego, veo gigantescas llamas que me envuelven; durante un largo instante siento que seré destruida junto alTodo, relámpagos crepitantes corren por mis venas, por todo mi ser, el fuego me abrasa, hasta que de pronto todo se invierte: ya no me consumo en el fuego, ¡sino queyo misma soy ese fuego celestial que todo lo penetra, a todo da vida y todo lo abrasa]Me envuelve una marea de luz, pero esa marea de luz proviene de mí. Yo soy la fuente de esa luz, y de todo lo queexiste.La Tierra ya no ejerce ningún efecto sobre mí, su fuerza de atracción, que tenía sujeta, desaparece. Floto ennada,mi la ser ya no tiene límites, soy aquel que atrae todo hacia sí, pero ya nadame ata, ya nada tira de mí... Busco a aquellos a quienes amaba, pues sé que no pueden haber sido destruidos, pero en vano busco en lanada que me rodea. En el vacío no hay nada más que yo, de modo que mi atención se dirige hacía mi interior. ¡Y veo! ¡Recuerdo y advierto que todo y todos viven dentro de mil¡El universo está dentro de mí,pues todo lo queexiste, vive dentro de mí, yo soy todo lo que existe, en todo lo que amo me amoa mí misma,y me doy cuenta de que sólo creo no amaraquello que aún no he reconocido dentro de milAhora que me reconozco plenamente a mí misma, amo todo y a todospor igual, puessoy unocon ellos, ¿soy el «yo» de Todo, soy Uno y Todo! Soy la consumación, la vida, el Ser eterno, inmortal, irradiador.. . ¡Ya no existen la lucha, el pesar, el sufrimiento, ya no existen la caducidad, la limitación, la muerte! Yo —el Inmortal— empiezo una nueva forma de vida en todo lo que nace, y —el yo Inmortal— vuelvo a mí mismo en todo lo que muere, vuelvo al Yo eterno, divino, creador, conservador, renovador. Veo que espacio y tiempo sólo dominan en la periferia del disco del universo creado, que gira a una velocidad vertiginosa.Pero yo soy en mí la eternidad intemporal e inespacial. Y mientrasdescanso en mí mismolleno con miSer eterno al espacio y a todo lo que habita en él: ¡YO ÚNICAYO REALIDAD! ¡YO SOY SOY LA LA VIDA, SOY EL QUE SOY! Descanso en mí mismo y siento unapaz infinita... Pero me llega una llamada que me obliga a volver a mi cuerpo abandonado. Dirijo el faro de mi conciencia hacia mi cuerpo y reconozco la voz que habla a mi ser; es la voz querida y familiar de mi maestro, Ptahhotep.Me dice que regrese... Y salgo de miYo celestial para volver a vestir el traje del «yo» personal. Pero sigo siendo consciente de quién soy... Soy de nuevo un ser humano, pero llevo en mi corazón alYo divino—a Dios—, ahora hecho consciente; de ahora en adelante será Yo el quien actúe a través de mi persona... Abro los ojos lentamente. Mi mirada se topa conlos ojos azules, celestiales,de mi maestro,Ptahhotep.De sus ojos
emanan la misma luz, el mismo amor y la misma paz que acabo de vivir en mi redimido estado de bienaventuranza y que ahora llevo en el corazón. No puedo emitir ningún sonido. Todavía no encuentro un lazo que una mi Yo a mi cuerpo. Pero no necesitohablar, pues conozco los pensamientos y lavoluntad de mimaestro. ¡Somostodo y unoen la Unidad espiritual, en Dios! Ptahhotep coloca la mano derecha sobre mi corazón: siento cómo la vida vuelve poco a poco a mi cuerpo. Respiro profundo y la renovada corriente vital penetra en mis miembros insensibles. Mi corazón vuelve a latir con fuerza. Poco a poco recobro el dominio de mi cuerpo. Ptahhotep y su suplente me ayudan a sentarme en el sarcófago y a incorporarme lentamente. Mis piernas apenas me sostienen. Ptahhotep y el otro Sumo Sacerdote me cogen de las manos y me llevan fuera del rincón donde se encuentra el sarcófago de la iniciación. Entonces veo que todos los iniciados del templo, todos los sacerdotes y sacerdotisas, se han reunido en el gran salón, donde se encuentra el Arca de la Alianza, y me esperan solemnemente. Cuando salgo al salón ayudada por los dos sacerdotes, los iniciados me reciben con la sílaba mágica sagrada, el saludo secreto de los iniciados: -OM... En ese círculo de resucitados me siento como un recién nacido. Tengo el mismo cuerpo que antes y sin embargo soy una criatura nueva. Me encuentro en un mundo nuevo: ya no veo las cosas desde fuera, sino que veo al mismo tiempo el ser interno de todo, el núcleo alrededor del cual se estructura la forma exterior , que es sólo la manifestación visible de ese núcleo. Estoy en el círculo de los resucitados. Mi ser interior vibra en armonía con la tonalidad de la palabra mágica divina: del mantra. Y con ayuda de esa indescriptible vibración, de esa tonalidad, experimento sin perder mi conciencia físicala Unidad del Yocon todos los iniciados y con elTodo.Todos los sacerdotes y sacerdotisas han venido para saludarme tras mí resurrección y para mostrarme el amor divino. También ha venido mi padre, Atothis, y también él lleva puesta la sencilla túnica blanc a de los iniciados. Allí está el dulce maestro Mentuptah y también mi queridohermano lma. Cuando dirijo la mirada a su noble rostro sus ojos me sonríen, ¡y emergen en mi memoria aquellas imágenes oníricas de las pruebas más difíciles de la iniciación: la «renuncia total» y el «amor cruel»!lma, querido lma, ¿sabes acaso que durante las visiones de mi iniciación fuiste tú la causa de que superara la prueba má s ardua de todas? La majestuosa figura de una anciana sacerdotisa se separa ahora del círculo de iniciados. Entrega un traje a Ptahhotep y ambos me visten con la túnica sacerdotal. Después ella entrega a Ptahhotep la diadema dorada, señal de los iniciados y £/me la coloca sobre la cabeza. La cabeza de serpiente remata el símbolo de la fuerza procreadora espiritualizada, transformada en energía vital creadora. ¡Símbolo que a partir de ahora llevaré ya no sólo por ser reina, sino con pleno derecho, como iniciada! Ahora soy una sacerdotisa, perteneciente al nivel más bajo de la jerarquía sacerdotal. De mí depende el alcanzar paso a paso los niveles jerárquicos superiores, hasta ser digna de usar la llave de la vida. Ptahhotep se acerca a mí, coloca su mano sobre mi cabeza y me bendice. Luego me toma de la mano y me conduce hacia los iniciados. Primero hacia eí segundo Sumo
Sacerdote. También éste coloca la mano sobre mi frente y me bendice. Después me acerco a mi padre y siento cómo derrama sobre mí todo su amor a través de su mano. Así, voy pasando de un iniciado a otro, en orden de rango, y todos me bendicen. Por último le toca el turno a lma, que ha recibido la iniciación poco an tes que yo. También él me bendice, pero siento que le tiembla la mano... Luego Ptahhotep me lleva hacia el Arca de la Alianza. Me arrodillo. Puedo colocar la mano sobre el arca por primera vez en mi vida. Siento en cada gota de mi sangre la ardiente fuerza que fluye hacia mí desde el Arca de la Alianza. Respiro profundamente hasta lo más hondo de mi ser, y en pleno uso de mi conciencia—en mi cuerpo— experimento la realización de la Unidad paradisíaca, la omnipotencia y omniscienciaen Dios... Comprendo y vivo el sentido de laexistencia.En todos los lugares a los que dirijo el faro de mi conciencia se hace la luz y la claridad y las últimas verdades aparecen ante mis ojos envueltas en un brillante resplandor. Experimento el poder ilimitado que yace en mi Yo por el encauzamiento de la fuerza divina creadora, Ptahhotep me toma otra vez de la mano y me lleva de nuevo al templo a través de las habitaciones y puertas de piedra por las que hemos pasado al venir hasta aquí. Los iniciados nos siguen lentamente. En el templo nos están esperando todos los neófitos, he de cumplir por primera vez mis deberes como sacerdotisa. Ptahhotep y yo nos ponemos ante el altar y todos los neófitos van acercándose, uno a uno, para que los bendiga. Coloco mi mano derecha sobre sus cabezas y ellos reciben mi bendición con profundo recogimiento. Finalmente se acercan los niños de la escuela de neófitos, entre ellos mi hijo adoptivo, BoGhar, quien hace una reverencia ante mí, meobserva con adoración e inclina la cabeza para recibir mi bendición. Bo-Ghar, mi pequeño Bo-Ghar, qué papel tan extraño desempeñabas en mi sueño iniciático... Con esto termina mi primer acto como sacerdotisa. Ahora Ptahhotep me deja sola en la pequeña celda donde tuve que permanecer un tiempo antes de la iniciación. Después del tiempo prescrito de completa tranquilidad, puedo disfrutar de las comidas ligeras y bebidas. Permanezco sentada un largo rato en mi cama, sin poder liberarme de las insólitas imágenes de mis sueños iniciáticos. ¡Qué imágenes más espantosas! ¡Qué suerte que esos sueños no mí hayan sido realidad y que ahora estésoñado despierta! ¿Cómo¡Esas era posible que dentro de imágenes semejantes, que haya con ellas? imágenes nollevara pueden convertirse en realidad! ¡Es imposible que la humanidad caiga tan hondo que los hombres se maten unos a otros con tanta crueldad y con medios tan infernales! ¡El sótano, el terrible refugio subterráneo de mi sueño! ¡Y sin embargo conozco la ley eterna según la cual un ser viviente sólo puede representarse imágenes que podrían existir de hecho en la realidad! ¡Todo lo que un ser humano puede imaginar, puede también convertirse en realidad! ¡De lo contrario no podría imaginárselo! ¡Pero esas espantosas imágenes! Pájaros gigan tescos que emiten unrugido espantoso y a menudo vuelan tan alto que apenas si se los puede divisar, ¡y son conducidos por seres humanos, y arrojan a la tierra huevos malignos que destruyen todo lo quese encuentra varios metros a la redonda del lugar donde caen! He visto cómo esos huevos destruyen gigantescos edificios con un estruendo ensordecedor... ¿Sería eso posible?
¿Por qué habría la humanidad de poner su razón al servicio de esas atrocidades infernales y absurdas? ¿Y qué eran esos extraños aparatos que veía y utilizaba en mis visiones iniciáticas? Escuchaba voces de personas que se encontraban a una enorme distancia y también ellos me escuchaban a mí. ¡Cómo se reiría Ima si le contara que los seres humanos se comunicaban con semejantes aparatos en lugar de utilizar la telepatía, que es mucho más sencilla! Seguramente me pediría que le explicara cómo estaban construidos exactamente esos aparatos. ¡Y eso no podría hacerlo! Pero tampoco puedo describir la estructura interna de la llave de la vida y el Arca de la Alianza de modo que alguienpudiera construirlas siguiendomis datos, ¡y sín embargo existen! ¡Y también sé que esos aparatos para hablar a grandes distancias pueden existir! ¡Ima! ¡También tú, puro y fiel servid or deDios, tenías que dirigir un pájaro de acero! Tú y todos los jóvenes bellos y sanos salieron en manada como hechizados, para matar a otros o dejarlos matar... ¿Cómo podíais tomar parteen eso, cómo podíais seguir órdenes tan inhumanas? ¿Y quién era ese hombre de ojos ardientes que en mi sueño iniciático era «mi marido»?... Qué cercano a mi corazón lo sentía en el sueño; era realmente mi mitad complementaria. ¡Era mi mejor amigo! Y sin embargo él no sabía quién soy y aún ahora yo no sé quién es él. Y así revivo cada una de las imágenes de mis sueños iniciáticos. Reconozco qué papel desempeñaban en aquellas imágenes mis padres, hermanos, amigos y enemigos de mi vida actual en Egipto. A menudo las extrañas relaciones me hacen sonreír... Se hace de noche; el día termina con un banquete en el que toman parte todos los sacerdotes, sacerdotisas y neófitos. También está presente el Faraón, ¡y como en una fiesta de iniciación se permite la presencia de las personas allegadas al iniciado, también está aquí mi querida Menú! Cuando entro en el jardín, Menú, radiante, corre hacia mí tan rápido como se lo permite su obeso cuerpo y me abraza y solloza en mis brazos, emocionada: —¡Oh! ¡Qué suerte que sigas con vida! Dime: ¿meseguirás queriendo?—pregunta entre lágrimas—, ¿también me querrás siendo sacerdotisa? ¿Puedo seguir contigo? Acaricio su anciana cabeza y la tranquilizo: —Menú, Menú, claro que te sigo queriendo y que puedes quedarte conmigo. El amor que me une a ti es ahora todavía más grande que antes.
COMO SACERDOTISA Las sacerdotisas del templo tienen tareas acordes a sus diferentes habilidades. Algunas dan clases a las bailarinas del templo. Otras ayudan a procurar el sagrado descanso a almas sin sosiego que tras la muerte aún siguen errando por la atmósfera terrestre. Sin ayuda, estas almas se quedarían estancadas durante siglos, quizás incluso milenios, pues al no poseer órganos sensoriales no tienen ninguna oportunidad de reunir experiencias o de ponerse en contacto con otros seres. Están encerradas dentro de sí mismas yno encuentran ningún camino para seguir adelante. Las sacerdotisas buscan a estasalmas sin sosiego, penetran en ellas con la fuerza del amor y gracias a la identidad creada emiten a sus conciencias ideas que luego las ayudarán a salir del estado en que se encuentran. Así pues, la tarea de estas sacerdotisas presenta dos aspectos: ayudan a las almas errantes a seguir adelante y, al mismo tiempo, limpian la atmósfera de la Tierra. Hay sacerdotisas que inician en el amor carnal a los jóvenes de aspecto sano, espiritual y bello. Enseñan a los jóvenes varones a ennoblecer los instintos mediante la fuerza del espíritu y a anhelar una unión más elevada, espiritual: un sacr amento. También inician en esta fuerza sagrada a jóvenes casados, que luego transmiten esta energía a sus esposas y conciben así hijos nobles. Finalmente, hay determinadas sacerdotisas que cumplen las mismas funciones que los sacerdotes. Dirigen grupos de neófitos, dan instrucciones en los ejercicios de concentración, reciben a personas que requieren de consejo en asuntos de cualquier tipo y también pueden curar a los enfermos con la llave de la vida. Yo formo parte de este último grupo. ¡Me encanta mi tarea! Es maravilloso ver cómo las almasde mis alumnos y alumnas se van desarrollando poco a poco y cómo lo divino se manifiesta en ellas. Tengo aquí un ejemplo vivo de cómo el cubo opaco va adquiriendo transparencia poco a poco, hasta que finalmente deja que el resplandor del principio divino creador salga al exterior. Vivo esto día a día en mis queridos neófitos, a quienes presto mi ayuda. También me agrada ocuparmede personas que visitan el templo buscando ser aconsejadas sobre sus problemas espirituales o también corporales. Los recibo en mi pequeña celda, aquella que Ima me cediera el primer día que vine al templo. Allí las personas me muestran su «otra»cara, la que nunca nadie ha visto, a menudo ni siquiera ellos mismos. Veo esa cara interior de cada ser viviente y es muy educativo escuchar qué experiencias, qué vivencias y qué acontecimientos han formado esa cara interior, según la ley de acción y reacción. ¡Ah, si todas las personas pudieran ver su interior nunca se odiarían unas a otras, nunca se temerían unas a otras! ¡No habría personas malas! Muchas veces los seres humanos se tratan unos a otros con crueldad y maldad sólo porque creen que el otro les hará algo peor y prefieren defenderse antes de que esto suceda, sólo por miedo. Pero al actuar así dan al otro un motivo real para que éste llegue al convencimiento de que actúan por mala voluntad. Si se pudiera convencer a ambos de que ninguno tiene mala voluntad, sino únicamente miedo, los dos se estrecharían la mano aliviados. Los seres humanos son ignorantes y ciegos, no se comprenden unos a otros; ésa es
la razón de todas las enemistades y desgracias que ocurren sobre la Tierra. No hay nada más hermoso que poder abrir los ojos de un ciego y ver cómo se enciende en su mirada el brillo del entendimiento, del saber. Además de hacer este trabajo, puedo estar presente cuando Ptahhotep o su suplente cura con la llave de la vida. Los enfermos llegan muy de mañana, a veces traídos por sus parientes, y Ptahhotep dirige nuevas fuerzas vitales a sus cuerpos. He visto muchas veces cómo la llave de la vida cura completamente y en pocos segundos huesos rotos o heridas terribles, dejando como máximo una cicatriz o un nódulo óseo. Así como diferentes piezas de metal pueden fundirse en una sola por acción del calor, así también la llave de la vida vuelve a soldar los huesos rotos y a cerrar heridas regenerando músculos, tendones, venas, nervios y piel. Y con la misma rapidez cura las infecciones de los pulmones, riñones o cualquier otro órgano. Grande es la gracia de Dios, que ha obsequiado a los hombres con este medio de curación. Además de mi trabajo en el templo, también cumplo mis obligaciones como esposa del Faraón. Me siento al lado de mi padre durante tas recepciones solemnes o las ceremonias públicas y observo a los cortesanos y a toda la gente que acude a esas celebraciones. A menudo llegan embajadores de países extraños, muy distintos a los hijos de los hombres que viven entre nosotros. Tienen otro color de piel y otra forma craneana; todo su aspecto es bastante distinto y también las fuerzas que irradian son diferentes. Con frecuencia traen como obsequio objetos maravillosos, desconocidos en este país. Animales que nunca antes he visto, piedras preciosas, telas, espléndidas vasijasde cerámica coloreada. Mi padre ya ha hecho venir a artistas de esos lejanos países para que enseñen su arte a los jóvenes que estudian en el templo. Y, a la inversa, dotados artistas y eruditos de nuestro país han viajado a esas lejanas tierras para llevar nuestra ciencia y arte. Mi padre me ha dicho que algún día haremos un viaje a esos países. Desde la iniciación se me permite salir sola en elcarro tirado por leones. La iniciación me ha conferido la capacidad de dirigir mi propia voluntad hacía los centros nerviosos de otras criaturas y de dominar completamente a éstas. Ahora domino esos centros nerviosos que en los hijos de los hombres permanecen en estado latente y puedo emitir vibraciones tan penetrantes que transforman a cualquier otra criatura en un instrumento inconsciente de mí voluntad. Pero el regalo más grande de Dios es el derecho de auto determinación del hombre, nadie puedesobre atentar contra éste. ¡Sería magia Por muchas lo tanto,veces nuncaayudar ejerzoael poder deymi voluntad otros seres humanos. ¡Qué negra! fácil sería alguien a salir de un problema si me estuviera permitido insuflarle mi voluntad! Pero si yo cargara con la responsabilidad, el problema no se solucionaría por méritos suyos, sino míos, con lo cual le estaría quitando la oportunidad de superar una prueba. Cada persona debe resolver sus problemas por sí misma, pues sólo así puede reunir experiencias, desarrollar su fuerza de voluntad y ampliar el horizonte de su conciencia. Los anímales están sometidos directamente a las fuerzas de la naturaleza, cumplen automáticamente la voluntad de la naturaleza, no poseen ningún tipo de autodeterminación. Por eso puedo someter a los leones a mi voluntad. Es maravilloso cómo esos magníficos anímales convierten mis pensamientos en acciones sin perder ni una fracción de segundo. Reaccionan ante el menor deseo de mi voluntad, hasta el punto de que a menudo tengo la sensación de que forman parte de mí, como mis pies o mis manos. El mismo
Yo divino da vida y vive en todas las criaturas, y el «amor» de los anímales no es sino la aspiración inconsciente a hacer realidad esa Unidad del Yo en un nivel de conciencia inferior, corporal. Incluso los niños, todavía inconscientes, intentan hacer realidad esa Unidad e identidad, por eso es que quieren llevarse a la boca o comerse todo lo que encuentran. Los animales poseen ese mismo instinto. La Unidad, es decir, el amor entre mis leones y yo, es tan grande, que mis leones siempre quieren introducir en sus fauces mi mano y hasta mi cabeza y actúan como si quisieran devorarme. No me muerden; obviamente, el juego no es en seno. Pero comprendo que cuando esos animales devoran una gacela, por ejemplo, sólo están siguiendo su aspiración inconsciente a la Unidad. El instinto de supervivencia procede, pues, de la misma fuente que el instinto de conservación de la especie: la aspiración al estado de Unidad divino. Por eso las manifestaciones de ambos instintos están tan íntimamente ligadas y entrelazadas. Ligado a la fuerza vital, este impulso primordial hacia la Unidad sirve a la naturaleza para traer al mundo una nueva generación; ligado al hambre, le sirve para mantener el cuerpo. Por eso los leones nunca comerán tan a gusto la carne que les dan sus cuidadores como la que consiguen cuando pueden saciar su impulso hacia laUnidad primordial mediante el fervor de la caza y el abatimiento de un animal vivo. En la caza se hacen uno con lo viviente—con la vida misma —, pero sin embargo al matar sólo pueden satisfacer su hambre, y no sus ansias de Unidad. Me gusta pasar el tiempo con los leones. Es muy interesante observar cómo esos maravillosos animales transforman y manifiesta en el plano terrenal todas las cualidades del divino Ra (el Sol). Como en todo lo que hago o digo, también en esa afición por los leones coincide conmigo el pequeño Bo-Ghar. Enseño al muchacho a mantenerse en pie sobre el carro con la misma infinita paciencia con que una vez me lo enseñó mi padre. Bo-Ghar demuestra ser muy hábil también en esto y poco tiempo después ya puede acompañarme en largos viajes. En épocas menos atareadas voy con mi padre a la casita a orillas del mar. Bo-Ghar viene con nosotros y los tres disfrutamos juntos del mar. Mi padre también se encuentra a gusto en compañía del pequeño. Es maravillo ver cómo su alma pura se desarrolla como una flor espléndida. Un día mi padre se queda observando durante un largo rato a Bo-Ghar; después lo llama y, mientras el niño corre hacia él, le pregunta: -Bueno, Bo-Ghar , ¿quieres colaborar conmigo? El joven se arroja a los pies de mi padre y, juntando las manos, dice con honda devoción: -Señor, dedicaré toda mi vida a cumplir la tarea que me encomiendes, para ser digno de ti. Mi padre acaricia la cabeza del muchacho. -Levántate, Bo-Ghar. Colaborarás con nosotros en la gran obra de la redención del mundo. Haz lo que diga tu maestro en el templo y llegará el día en que podrás colaborar con nosotros… Levántate, no hace falta que te arrojes a mis pies. Bo-Ghar se pone de pie, no puede reprimir su emoción. Salta de un lado a otro como un monito, después intenta controlarse, quiere comportarse dignamente, como un adulto, para merecer la confianza de mi padre. Finalmente se va a la playa a buscar mejillones.
Cuando me quedo a solas con mi padre le pregunto: -Padre, he recibido la iniciación y, cuando me elevo por encima del plano temporal, veo el pasado y el futuro de la misma manera como lo veis vosotros, pero todavía con consigo ver mi propio futuro. ¿Por qué? El futuro sólo me importa en tanto puede ayudarme a alcanzar el nivel supremo, divino. ¿Por qué puedo ver el futuro de todas las demás personas, pero no el mío? Cuando dirijo mi conciencia hacia mi futuro aparece una capa de niebla ante mis ojos. Mi padre me observa, sonríe y espera. Le devuelvo la sonrisa y le respondo mentalmente. Nos comprendemos el uno al otro. Su mirada me dice <<¿Por qué lo preguntas? Si no puedes ver tu futuro es porque debe ser así para que puedas cumplir debidamente tu tarea. No pienses en ello, dedícate únicamente a hacer todo lo posible para alcanzar ese supremo nivel que ya has vivido en la iniciación con ayuda de Ptahhotep>>. Cuando nuestros deberes reclaman nuestra presencia en la ciudad y volvemos a ésta, paso los días entre el templo y el palacio, igual que antes. Hago mi trabajo muy a gusto. El trabajo me satisface plenamente, pero sin embargo paso todo el día con la alegría de saber que una vez terminados mis deberes podré retirarme dentro de mi misma; de Dios. Estoy cada vez más resuelta a alcanzar el grado supremo por mis propios medios y de hecho estoy cada vez más cerca de la plena realización, pero sin embargo siempre sufro una desilusión al volver a mi conciencia personal: tampoco esta vez he alcanzado esa última realidad que viví durante la iniciación y cuyo recuerdo arde insaciable dentro de mi alma. Mi único consuelo es esperar al atardecer, cuando participo en la ceremonia nocturna que dirige Ptahhotep. Ptahhotep, su suplente, los sacerdotes, sacerdotisas y todos los iniciados nos reunimos en el templo al caer el sol. Nos sentamos en círculo: Ptahhotep y su suplente se sientan en extremos opuestos, de manera que forman dos polos y los demás formamos dos semicírculos, uno a la derecha y otro a la izquierda de cada uno de estos polos. Hace falta un cierto tiempo para liberar al cuerpo espiritual de las impurezas que adquirimos inevitablemente al estar en contacto con los hijos de los hombres. Pasado este tiempo, Ptahhotep da su mano bendita a la persona que está sentada a su lado y entonces también nosotros nos damos las manos unos a otros, formando un circuito energético por el cual Ptahhotep y suasuplente dirigensuperior a nuestros cuerpos la energía del nivel supremo, divino. Eso nos ayuda vivir el estado de conciencia de la Unidad divina. Así la capacidad de resistencia de nuestros nervios se desarrolla mucho más rápidamente que si solo pudiéramos experimentar nuestras propias energías. ¡Esos momentos de felicidad que vivo cada atardecer durante esa ceremonia constituyen la esencia y el sentido de toda mi vida! ¡Oh Dios! ¡Dame fuerzas para que mi conciencia llegue a ti por mis propios esfuerzos!
VOLVEREMOS A VERNOS La corte se prepara para una ceremonia de recepción. Hace algún tiempo mi padre encargó al general This-Tha y a un grupo de notables que llevaran a un país lejano un gran ejército y muchos barcos cargados de regalos y mercancías. El soberano de aquel país recibió a nuestros embajadores con cordialidad y poco tiempo después envió a nuestro país a sus propias tropas, cargadas también de obsequios y mercancías. Hoy celebramos la llegada de esa comitiva extranjera. Menu me viste con mi traje de fiesta y Roo-kha me trae las joyas reales con la habitual ceremonia. Después dos ancianos me escoltan hasta el lugar donde espera mi padre; recorremos el largo camino de columnas que conduce a la terraza del palacio acompañados por toda la corte. El Faraón, digno y hermoso, se sienta en el trono de oro colocado en el centro de la terraza; a su derecha está sentado su león y a su izquierda, un poco más adelante, casi al borde de la terraza, se encuentra mi trono. Los nobles del país permanecen de pie a ambos lados, en orden de rango. Entonces comienza la ceremonia. Las tropas extranjeras desfilan en traje de gala. Su conductor se acerca a la terraza con su séquito, hace una profunda reverencia, con los brazos extendidos, ante nosotros y declama un bello discurso en nuestro idioma, para demostrar que desean una duradera amistad connosotros. Luego manda acercarse a los portadores y nos entrega los obsequios. Observo la escena desde arriba, examinando a los hombres del séquito del jefe del ejército extranjero; hombres espléndidos que, vestidos con sus trajes de gala aunque pertrechados para el combate, están formados en columnas ante la terraza. Son hombres altos, fuertes, robustos y muy musculosos. En nuestro país únicamente los descendientes de los hijos de los hombres son tan altos y fuertes como estos soldados extranjeros, pero son mucho más delgados, flexibles y elásticos. Ptahhotep, mi padre y algunos otros miembros de la estirpe de los Hijos de Dios, como Ima, Mentuptah, Imhotep y algunas sacerdotisas, tienen también figuras soberbias y fuertes, pero espiritualizadas y de una majestuosa dignidad. No tienen un aspecto tan robusto y corporal, animal, como estos extranjeros. Nunca antes había visto hombres así. ¡No me agradan! Nuestro país me ha acostumbrado a ver en los descendientes de los Hijos de Dios y también en la raza mestiza rasgos faciales finos y espirituales y no irregulares y bestiales como los de estos extranjeros. ¡En especial las orejas! Nuestras orejas son pequeñas, delgadas y de bello trazo y separadas de los lóbulos. Los extranjeros, por el contrario, tienen orejas grandes y gruesas, con los lóbulos adheridos a éstas, como las de los monos. ¡Pero lo más insólito y sorprendente es que los extranjeros tienen el cabello rojo! Además, son muy peludos; tienen pelos en toda la cara, y también sus manos, brazos y piernas están cubiertas de pelos que bajo el brillo del sol relucen como hilos de oro. Son conscientes y seguros de sí mismos. Cuando hablan o ríen dejan ver dientes blancos y
bellos pero también poderosos. ¡También eso me parece una característica animal! Irradian una gran fuerza, pero no es una fuerza espiritual. ¡No! ¡No me agradan! Veo que los extranjeros nos encuentran tan extraños como nosotros a ellos. Veo que sus ojos espirituales aun no se han abierto. No ven las formas delicadas y espiritualizadas y bellas, sólo ven que nuestros hombres son más pequeños que ellos y veo en sus pensamientos que miran a nuestra raza con desprecio. Estoy acostumbrada a que el fuego de la admiración brille en los ojos de un hombre cuando éste me mira. ¡Estos extranjeros admiran mi traje, mis joyas, pero no se dan cuenta de que yo soy hermosa! Comprendo muy bien que sienten curiosidad hacia mí –hacia la Reina del país-, y que no pierden la menor oportunidad de observarme, ¡pero la belleza de una mujer no depende de su estatura! Y sin embargo estos hombres, estos guerreros extranjeros, sólo encuentran hermosa a una mujer cuando ésta es alta y carnosa. Me observo a mí misma, como de costumbre: ¿acaso está despertando mi vanidad? ¡No! ¡Lejos de mí ese sentimiento! Es solo que estos hombres no me agradan, son tan inmaduros, ignorantes y bastos como en nuestro país sólo los hijos de los hombres de más bajo nivel lo son. Todos esos extranjeros son extremadamente bárbaros, incluidos su líder y los nobles que lo acompañan. Por ejemplo ese que está justo debajo de mí, muy cerca de la terraza. Debe de ser un alto oficial, pues es uno de los hombres más cercanos al jefe de las tropas extranjeras, aunque ahora está entre un grupo de soldados; no deja de observarme ni un solo instante. Pero las comisuras de sus labios muestran una expresión de menosprecio. Ciertamente su comportamiento no es nada elegante. ¡¿Cómo puede un hombre mirar a una mujer con tal atrevimiento?! En nuestra corte sólo Roo-Kha tiene tamaña desvergüenza, pero la mirada de Roo-Kha no puede ni quiere ocultar su admiración por mi belleza. Este extranjero, por el contrario, sólo me mira con descaro, ¡sin sentir la menor admiración por mí! Pero no dejo que despierte mi vanidad. ¡Tengo cuidado y no dejo nunca de controlarme! Dirijo la vista a otro lado. Vuelvo a fijarme en la ceremonia. Sigo con el mayor interés las diversas exhibiciones de lucha que realizan los soldados extranjeros. Tengo que admitir que esos hombres poseen una fuerza física desconocida entre nosotros. Esa raza proviene de la descendencia de un Hijo de Dios mestizo en quien la elevada fuerza divina de su padre no se manifestó en el espíritu, sino en la sangre, lo cual le dio el cuerpo de un gigante. Sus descendientes se cruzaron con los hombres primitivos y de esta unión surgió una de huesos grandespero y unamanejan enorme armas fuerza que muscular. No hombres son tan hábiles y elásticos comoraza nuestros luchadores, nuestros no podrían ni levantar. Durante la exhibición sigo echando ojeadas de tanto en tanto a ese desvergonzado extranjero que está justo debajo de mí. No se cansa nunca de mirarme. Ciertamente sería una labor muy hermosa introducir en los misterios del espíritu a uno de estos bárbaros, extraños y pelirrojos extranjeros; ¡abrir poco apoco sus ojos interiores, para que no vea sólo la carne de una mujer, sino también la belleza de su espiritualidad! Transcurren varios días en los que no puedo ir al templo, pues la visita de los huéspedes extranjeros reclama mi presencia en el palacio. Se celebra una fiesta tras otra. Exhibiciones, excursiones y banquetes, evidentemente debo cumplir con mi deber junto a mi padre, el Faraón. Menú está en su elemento, se siente feliz de poder vestirme con trajes siempre nuevos y más hermosos y magníficos que los anteriores. Bo-Ghar, en cambio, se siente amargado e infeliz, porque ahoracasi no tengo tiempo para él. Roo-Kha
aparece a menudo con los portadores, para traerme nuevas y espléndidas piezas de joyería. Llevo todas esas joyas por obligación, pero me observo curiosa en mi gran espejo de plata: ¿qué dirá el extranjero de mi nuevo traje y mis nuevas joyas? En especial cuando mi padre, yo y toda la corte aparezcamos vestidos a la manera de nuestros invitados extranjeros, para darles muestras de nuestra amistad. ¡Ah! No puedo contener la risa, ¡qué raro se ve mi padre con ese extraño traje! ¿Y yo? ¿Acaso el extranjero tampoco me encontrará hermosa vestida con estas ropas? ¡Pues ya lo conozco! Mi padre me ha presentado al jefe de los extranjeros y a todos sus nobles y, por tanto, también a <<él>>; y además paso todos los días en compañía de la comitiva extranjera. El soberano de su país había elegido para esta expedición a nuestra tierra a hombres que aprendieron nuestro idioma en poco tiempo, de modo que pronto pudimos entablar agradables conversaciones con los invitados. Lo único que molesta y me acelera el corazón cuando estoy con ese extranjero que tan fijamente me había mirado durante la ceremonia de bienvenida, es el hecho de que ese hombre ¡tenga exactamente la misma voz que tenía aquella figura envuelta de niebla en mi sueño iniciático! ¡Qué extraño! Los extranjeros son individuos peculiares. Bárbaros e incultos, ¡pero nada tontos! Viven en estrecho contacto con la naturaleza y, aunque no poseen un conocimiento racional de las leyes internas y creadoras, ni de la esencia de las cosas, saben mucho de esto por experiencia propia y por vivencias directas. ¡Resulta muy insólito comprobar que las mismas verdades que nosotros comprendemos al observar nuestro propio espíritu, aparecen en la conciencia de estos extranjeros en forma de supersticiones y creencias religiosas! Al no conocer la fuente y causa de una fuerza, imaginan que ésta proviene de un ser invisible al que luego llaman Dios. Y se aferran tercamente a sus creencias, a sus imaginarias historias sobre los <
>. Pretenden saber todo mejor que nosotros. Y cuando les queremos explicar la verdad y los hechos reales, sacuden la cabeza y ríen con superioridad. Obviamente, no puedo decir nada sobre los secretos del templo, pero sin embargo quisiera explicar al extranjero las fuerzas que causan los rayos y truenos durante una tormenta. No puedo decir que, en la pirámide, el Sumo Sacerdote genera rayos y lluvia con ayuda del Arca de la Alianza, que si no fuera por esto la lluvia nunca caería por sí misma y el país se convertiría en una región totalmente infértil. Pero intento explicarle que los rayos surgen de dos opuestas y que mismo puede producir fenómeno similardel conencuentro tan sólo frotar dosfuerzas piedras. Pero él ríe conélsuperioridad y dice que un los rayos son las flechas del <> y que sabía muy bien que en ciertas piedras habitan pequeños <> que, cuando son molestados, se enojan y arrojan pequeños rayos. Pero no quiere saber nada de la verdadera explicación de este fenómeno. En el fondo es lo mismo llamar al rayo <> que llamarlo <>, pero si esta gente se aferra a sus supersticiones y a sus ideas sobre dioses inexistentes, nunca aprenderán a dominar las fuerzas de la naturaleza y seguirán siendo siempre esclavos de sus supersticiones. Llevo tan solo mis explicaciones de diferente fenómenos naturales que el extranjero, aun sin creerme, se interesa por oír más explicaciones. Dice que le agradaría que yo le diera algunas clases al respecto. Así pues, viene al templo todos los días y yo lo inicio en el grado más bajo del saber.
Tras la puesta del sol, Menu me viste con mi túnica sacerdotal y me acompaña al templo; voy cubierta por un denso velo. Un neófito ha acompañado al extranjero a mi pequeña celda, donde ahora me está esperando. Menu se queda en el atrio del templo, yo entro en mi celda. ¡Allí está el extranjero! Está apoyado en un rincón de la celda, y me observa con una sonrisa de superioridad. ¡Cómo me irrita esa sonrisa! ¿Cómo se atreve a mirarme así? No es superior a mí en nada, sólo su ignorancia le hace creer que es superior a mí porque físicamente es mucho más grande y fuerte que yo. Naturalmente, no sabe que la fuerza del espíritu está por encima de todo lo demás. ¡Pero voy a enseñárselo! Venceré y a ese desvergonzado gigante pelirrojo con la fuerza de mi espíritu; a pesar de su enorme fuerza física tendrá que someterse a mí. El extranjero hace una profunda reverencia, pero no me doy cuenta de lo que hace sin convicción. En este país el pueblo prácticamente me adora. Saben que soy una sacerdotisa iniciada, una servidora de Dios. El extranjero también sabe que soy una sacerdotisa del templo, pero no sabe qué significa la palabra <>. Tampoco sabe que nuestro saber no implica ninguna <>, ningún <> basado en la observación humana, sino el reconocimiento de la verdad, la omnisciencia divina. Pero yo le abriré los ojos, lo introduciré en los misterios del hombre y el universo, en los misterios de toda la creación. -Si deseas alcanzar el verdadero saber- le digo-, antes que nada debes aprender a conocerte a ti mismo. Debes saber que eres tú mismo. Pues cuando aprendas a conocerte a ti mismo descubrirás que todas las verdades yacen ocultas dentro de tu propio ser y, por lo tanto, al conocerte a ti mismo estarás conociendo también todos los secretos del universo. Así que resuelve primero el gran misterio, el gran enigma de nuestra esfinge: ¡El hombre mismo! ¡Debes tomar conciencia de lo que eres! El extranjero me observa con atención, pero pronto empieza a sonreír. -¿Debo saber qué es lo que soy? ¡Pero si eso ya lo sé hace mucho tiempo! ¿Cómo podría ser eso un gran misterio? Pero parece que tú, oh Reina, no sabes qué es lo que soy, de modo que te lo diré: ¡soy un hombre! –Y suena una carcajada que deja ver sus dientes grandes y blancos. ¡Ay! ¡Es como un niño grande! Su sonrisa es tan contagiosa que me veo obligado a reír yo también. muy bien queme eres un hombre… digo, pero no puedo terminar la frase porque-Sé el gigante rojo interrumpe muy-Le descortésmente: -Reina, me parece que no sólo sabes que soy un hombre, sino que además ignoras que es un hombre.No soy sacerdote, así que no puedo leer los pensamientos como lo hacéis vosotros, pero conozco a las mujeres y veo que hay algo que tú todavía no sabes, o que has olvidado por completo: ¡no sabes qué eres tú! ¡No sabes que eres una mujer! ¿Cómo quieres enseñarme los misterios internos del hombre y el universo si ni siquiera conoces esta sencilla verdad que está a la vista de todos? -Sé muy bien que soy una mujer- digo con dignidad; el extranjero sonríe con insolencia, pero yo sigo hablando-: pero la forma exterior es únicamente la máscara del ser interior. ¡Cuando se conoce y se es ese ser interior, ya sólo se necesita una forma exterior como herramienta, pero sin identificarse con ella! El cuerpo es solo el ropaje que cubre al yo. Tú también llevas ropas, pero no te identificas con ellas. De la misma manera lleva tu
cuerpo, que puede ser masculino o femenino, pero tu yo está por encima de las diferencias sexuales y, en consecuencia, no es ni hombre ni mujer. ElYo es el creador. La persona, es el fenómeno físico, material, es sólo una de las mitades del verdadero ser. La otra mitad se encuentra en lo no manifestado, en lo inconsciente. Y que un fenómeno sea masculino o femenino depende sólo de cuál de esas dos mitades es la que se hace carne. Cuando alguien adquiere conciencia de las dos mitades de su ser y las vive conscientemente, ese alguien se hace idéntico a su Yo y lleva dentro de sí ambos principios, el femenino y el masculino, en un perfecto equilibrio. -Pero su cuerpo continúa siendo sólo masculino, o sólo femenino, ¿verdad? -Por supuesto -respondo -. El fenómeno material sólo puede presentar una cara, pues cuando ambas caras se unen deja de existir lo corporal. La unión de las dos mitades complementarias, de las dos caras, implica la total destrucción de la materia, la desmaterialización del cuerpo. Sólo se puede ser andrógino en el espíritu. -Reina –responde el extranjero -, en tus palabras sólo hay una cosa que entiendo con claridad y en eso estoy completamente de acuerdo con vosotros <>: que mi fenómeno corporal, por usar tus hermosas palabras, es solo una de las dos mitades de una unidad. Hasta ahora he buscado y encontrado, a menudo un complemento, ¡pero nunca he sido destruido por eso! ¿Quizá porque no he encontrado la verdadera unidad? Pero seguiré buscando miverdadera mitad complementaria, aunque esto implique mi aniquilación. Soy un hombre, así que mi otra mitad sólo puede ser una mujer, la que me haga completamente feliz. ¡Por una mujer así daría mi vida con gusto! Siento que la sangre fluye caliente dentro de mi cuerpo, hasta llegarme a la cabeza. Me siento absolutamente impotente frente a una manera de pensar como ésa. ¡¿Cómo explicarle que la felicidad que busca en una mujer terrenal es siempre pasajera, incapaz de liberar a su espíritu inmortal?! Es suficiente por hoy. Debo darle tiempo para que analice las nuevas verdades. Y siguen muchas noches de lucha contra su ignorancia. Quiero que haga progresos, me esfuerzo todo lo que puedo para decirle las palabras adecuadas, para encender en él la llama de la antorcha divina, para despertar su Yo superior. Pienso en él desde que me levanto. Traigo a mi memoria todo lo que hemos hablado y vivido la noche anterior y paso todo el día concentrada en las nuevas enseñanzas que quiero darle esa noche. Durante estos díasa salgo muchas vecesBo-Ghar a conducir carroal detaller los leones. Pero ahora no llevo Bo-Ghar conmigo. va por con la la región cabezaelgacha de su maestro, donde Ima lo consuela con diferentes regalos que agradarían a cualquier niño. Siento lástima por el pequeño, pero necesito tiempo para estar a solas con mis pensamientos. Un día vuelvo a la leonera después de un paseo con los leones y, mientras me despido de ellos acariciándoles la cabeza y metiendo mis dedos entre sus melenas, ¡advierto de pronto que el pelo del extranjero es exactamente igual al de los leones! ¡Ay! ¡Yo amo realmente a estos leones! Por la noche le digo al extranjero que encuentro que suscabellos son similares a los demás leones. -Reina –dice él -, ¿podría acompañarle alguna vez en sus paseos en coche? ¡si viera que puedes dominar a esas enormes fieras con tu fuerza de voluntad, creería en tus fuerzas sobrehumanas!–y sonríe desafiante.
-¿Dónde has oído que poseo cualidades sobrehumanas? -Toda la gente con la que hablo te adora como a una diosa. Todos están convencidos de que eres una criatura sobrehumana. ¡Pero yo no! Me siento ofendida: -¿Qué es lo que tú piensas de mí? –pregunto, y advierto con enojo que mi corazón se acelera mientras espero su respuesta; en ese mismo instante, rápido como un rayo, emerge de mi interior la imagen de Ptahhotep, con una expresión de alerta en su noble rostro.
<<¡No! ¡No! Déjame>>, respondo a la imagen interior. <<¡No hay ningún peligro!>>, escucho lo que me contesta el extranjero: -¿Qué es lo que pienso sobre ti? ¿Por qué quieres que te lo diga? Tú estás muy por encima de todo lo terrenal, ¿Qué te pueden interesar los pensamientos de una pobre cabeza terrenal como la mía? Además, puedes leer todos los pensamientos, ¿no es verdad? -Sí, veo tus pensamientos, pero debo probar si eres sincero conmigo –respondo, pero tengo una extraña sensación de inquietud. No puedo detenerme a averiguar qué es esa sensación, pues el extranjero sigue haciendo preguntas: -¿Quieres saber si soy sincero? ¿Por qué no te preguntas primero a ti misma si eres sincera conmigo ycontigo misma? Permanezco callada. No sé que responder. Desde hace años estoy acostumbrada a controlarme constantemente y a averiguar el motivo de todos mis pensamientos y acciones. Estoy convencida de que soy sincera conmigo misma y, en consecuencia, también lo soy con el mundo exterior, también con el extranjero. Y sin embargo sus palabras me producen una desconcertante sensación de sorpresa. ¿Acaso él tiene razón? ¿Y si acaso no tuviera suficiente valor para ser sincera ante todos mis pensamientos y sentimientos? Decido someterme a mí misma a un análisis más profundo, pero de cualquier modo emplearé todas mis fuerzas para no ser derrotada en mi lucha con el extranjero. ¡Debo vencerlo, no puedo permitir que un bárbaro como él piense que soy más débil, que él es superior a mí! Al día siguiente salimos juntos en el carro de los leones. Antes de subir al carro, el extranjero se pone al lado de los leones y estira el cuello mostrándome su enorme melena roja:
-¿Quieres averiguar si mis cabellos son en efecto como los de los leones? Si los leones permiten que les acaricies la melena, quizá también yo pueda soportarlo –dice y se echa a reír mostrando sus blancos dientes. Realmente es un niño grande. No se comporta así por falta de respeto, no puedo enojarme con él. Río con él, y si el cuidador de mis leones no hubiera estado presente me hubiera gustado tirarle con fuerza el pelo. Las cosas siguen así por un día tras otro. Y pronto se acerca el día en que el extranjero tiene que volver a su hogar. Podría sentirme satisfecha en muchos sentidos; he podido triunfar, incluso como mujer, pues veo cómo ha cambiado su actitud inicial. Ha perdido su sentimiento de superioridad y se pasa todo el día esperando que llegue la noche para poder reunirse conmigo. Sé que realmente nunca se ha sentido superior, sino que aquel comportamiento había sido únicamente una defensa para no tener que aceptar
una <> sin condiciones. No quería renunciar a su orgullo masculino. Me admiro desde el primer instante en que me vio, de modo que mi vanidad –que, no puedo negarlo, fue lo primero que me impulso a ocuparme de él –podía sentirse plenamente satisfecha. Y sin embargo no me siento satisfecha, me atormenta una constante sensación de intranquilidad. Pero, puesto que domino mis sentimientos, es precisamente esta intranquilidad la que me da la certeza de que mi interés por él no procede del instinto femenino de mi naturaleza inferior. ¡Pues no pierdo el dominio de mí misma ni un solo instante! Menu dice que muestro síntomas y inequívocos de enamoramiento y se siente feliz de que yo por fin <>. ¡Pero ésta en un error! Menu no es quién para juzgar, pues ve todo desde su perspectiva terrenal. No tiene ni idea de que no puedo ni debo enamorarme, ¡y no estoy enamorada! ¿Cómo podría enamorarme de ese gigante pelirrojo y basto? No me gusta, físicamente me parece un tipo extraño, incluso un poco repulsivo. Ya me he analizado interiormente muchas veces y, puesto que el trato carnal entre un hombre y una mujer sirve para engendrar niños, me he preguntado a menudo si desearía tener un hijo de ese extranjero. ¡Dios me libre! ¿Un niño con esas orejas y esos pómulos angulosos? ¿Con esa figura tan brutal y el cuerpo cubierto de pelos? ¡No! ¡En ningún caso quisiera tener un hijo suyo! Así que no estoy enamorada. ¡Lo único que quiero es que encuentre a Dios! Pongo un gran interés en cada uno de mis alumnos, y es exactamente por ese motivo por lo que pienso tanto en él y me concentro en él con toda mi alma. Pero él no ha encontrado aDios. ¡No lo he conseguido! Por eso estoy tan intranquila y triste, porque pienso que pronto abandonará nuestro país y probablemente no volveré a verlo en toda mi vida... Luego todo sucede con la rapidez de un rayo... El último día voy nuevamente al templo para ver al extranjero y despedirme de él. Está apoyado en la pared, como de costumbre, pero ya no muestra esa sonrisa de superioridad con que me esperaba aquí aquella primera vez. Ni siquiera me observa; tiene la mirada fija en el vacío, está muy serio. —¿Qué te pasa? —le pregunto. —Estoy pensando qué sentido ha tenido verte aquí cada noche. ¿Qué querías de mí, hermosa reina sin corazón? ¿De qué ha servido todo lo que me has explicado si con ello sólo has conseguido hacerme infeliz? Me has dicho una y otra vez que debo encontrarme auna mí de mismo, pero al amismo tiempo contribuido cada de tus palabras cadano tus acciones que me pierdahas por completo. con Antes erauna un valiente guerreroy que conocía el miedo y ahora soy un esclavo. ¡Esclavo de una mujer diminuta que apenas si me llega a los hombros! Y tengo miedo del futuro; ¿cómo voy a poder vivir sin ti? Una ola tibia de alegría recorre todo mi ser. Quiero atribuirlo a mi vanidad. ¡Pero también siento miedo! Pues si al principio quería efectivamente que él reconociera mi belleza femenina y mi poder, una vez que conseguí esto había querido utilizar ese poder para ayudar al extranjero a recorrer su camino interior. He hecho todo lo que he podido para despertar suYo. Pero en lugar de eso se ha enamorado de mí. ¡Yo no quería llegar tan lejos! Yo no quería ni quiero ningún tipo de amor terrenal, yo quería crear con él una Unidad muy superior, la Unidad delYo. ¡Yo quería guiarlo hacia Dios\ Pero en vano le muestro las verdades más profundas de mi ser; él sólo ve en mí a la mujer, no puede ni quiere elevarse por encima del plano sensorial. ¡No me ve, para él yo no existo, no se da
cuenta de que no es a mí a quien ama, sino a mi cuerpo, a la cascara, que es sólo una manifestación de mi verdaderoyol ¡Qué humillante, qué terrible! -Mira –le digo temblando-, realmente no tiene sentido que haya estado viniendo a verme, pues buscamos cosas muy distintas. Yo quiero elevarte al plano espiritual y tú quieres atraerme al plano físico. Esta pugna no ha tenido ningún sentido. ¡Vuelve a tu hogar en paz, nunca volveremos a vernos! Mis palabras hacen que la sangre se le suba a la cabeza; su cara, su cuello, todo su cuerpo se pone tan rojo que hasta sus cabellos palidecen. Sus ojos brillan como brasas y veo con espanto como también su cuerpo espiritual se convierte en una tremolante llama. Entonces, si darme tiempo para defenderme, me coge bruscamente del brazo, como con unas tenazas de acero, me arrastra hasta su poderoso pecho, me abraza, me empuja la cabeza hacia atrás, aprieta su boca contra mis labios con tanta fuerza que pierdo la respiración…, y me besa, la cara, el cuello, otra vez los labios, y entre esos besos ardientes, repite una y otra vez, susurrándome al oído: -¿Así que no quieres volver a verme? Pues Yo sí quiero volver a verte y volveremos a vernos…, volveremos a vernos. Cuando vi su rostro salvaje se acercaba a mí, me invadió un terror paralizante. Quería darle un empujón y liberarme de sus garras, pero como de pronto me atenazo entre sus fuertes brazos y apretó su ardiente boca sobre mis labios, su fuego me invadió, perdí el dominio de mí misma y el miedo se convirtió en un intenso placer, en una entrega total; me rendí sin ofrecer resistencia. ¡Ahora sé que lo amo, que lo he amado desde el primer instante, que lo amo con mi cuerpo y con mi alma, todo mi ser, infinita y apasionadamente! El fuego me inunda irresistible como la lava de un gigantesco volcán, sus ardiente llamaradas me devoran, siento cómo mi columna vertebral se convierte en un puente formando por el chisporroteo de brasas que emiten su fuego desde siete antorchas fulgurantes; pero ya no me encuentro en el eje inmóvil de mi columna vertebral, ya no estoy en punto central, desde el cual mi verdaderoYo irradia el fuego de la vida, sino que mi conciencia ha caído dentro de mi cuerpo ardiente; relámpagos crepitantes corren por mis venas, por todo mi ser. Todos mis nervios se encienden, mis pensamientos se extinguen, el fuego consume mi conciencia y me aniquila…, después todo desaparece… Poco a poco vuelvo enmí… Abro los ojos lentamente: estoy rodeado por paredes de piedras; doy Reina cuentaundesilencio que yazgo en el suelo de mi pequeña celda. Estoyme sola… sepulcral. No tengo ningún pensamiento. Ya ni siquiera tengo algo en qué poder pensar… Me levanto destrozada, envuelvo mi fatiga cabeza en el velo y abandono la celda. El largo camino de columnas está oscuro y aparentemente desierto. Pero tras dar un par de pasos diviso una figura oscura apoyada contra la pared: ¡Ima! Está como petrificado, los ojos fijos en mí con una mirada que llega hasta lo más profundo de mi ser, una mirada que percibo –tengo que percibir –a pesar de la oscuridad. Luego se aparta de la pared, se da la vuelta y sin decir una palabra se marcha en la dirección opuesta. Camino de regreso al palacio sin pensar en nada. Menu, que se había quedado dormida en un rincón del atrio del templo, me acompaña como siempre, en silencio, aunque bostezando de tanto en tanto…
EL LEÓN Estoy de rodillas ante Ptahhotep. No hablo; Él me comprende aunque no pronuncie una sola palabra… -¡Padre de mi alma, sálvame! ¡Extingue este fuego que arde en mi cuerpo, devuélveme mi libertad! Así no puedo ni quiero seguir viviendo… >>Me he perdido a mí misma, estoy destrozada, ya no tengo control sobre mí, ya no puedo pensar lo que quiero, los pensamientos me dominan y hacen estallar mi cabeza. >>Ayúdame, padre de mi alma, ayúdame a volver a la altura celestial, donde reinan la claridad, la libertad y la pureza. Devuélveme las alas para que pueda volar con vosotros como la fuerza creadora deDios, como el divino Halcón Horus, que surca el universo creando nuevos mundos. >>Ábreme, ábreme otra vez las puertas del cielo, padre de mi alma, déjame escuchar de nuevo la música de las esferas, que sólo vive en mis recuerdos, mientras en mí reina el silencio de un sepulcro, pues mis oídos han ensordecido. >>Abre otra vez mis ojos, padre de mi alma, pues éstos se han consumido en el fuego y ya sólo veo en mis recuerdos la luz del cielo, el brillo de Dios, mientras en mí reinan las tinieblas, pues mis ojos están ciegos. >>Ábreme la puerta de mi hogar celestial, donde poseo todos los tesoros del espíritu, tesoros que ahora sólo puedo disfrutar en mis recuerdos, padre de mi alma, pues he caído y ahora soy una pobre mendiga. >>Ábreme otra vez las puertas a la gloria y la paz de la unidad divina de los redimidos, padre de mi alma, pues esa Unidad ya sólo existe en mis recuerdos, mientras que yo he caído al desierto del abandono y me acosa sin descanso la ardiente intranquilidad de la escisión, de la desesperación. >>Coloca tu mano bendita sobre mi cabeza y permite que vuelva a liberarme del calabozo del tiempo, permite entrar de nuevo en el presente eterno, donde puedo volver a ser la que era antes, la que soy en realidad, pues ésa ya no puede existir en este mundo de apariencias e ilusión. >>¡Sálvame, padre de mi alma, salva mi alma! Permite que vuelva a oír dentro de mí tu voz, que es como la voz de Dios, pues ya no escucho tus respuestas, estoy sorda y ciega, he perdido mis alas celestiales y me he convertido en una expulsada, en una proscrita. ¡Acógeme otra vez, padre de mi alma, acógeme otra vez en la unidad de los benditos, porque así no puedo seguir viviendo! Sálvame, padre de mi alma, sálvame, tú, representante de Dios, no me abandones, no me abandones…, no me abandones… No escucho ninguna respuesta. Lo he perdido todo. Mi inteligencia, que siempre me había ayudado a seguir adelante, ésta ahora cubierta de brumas; por mi mente ya sólo deambulan pensamientos difusos, como fatigados caminantes. Yazgo sobre mi cama, en el palacio, pensando en una sola cosa: ¡Morir! No puedo
seguir viviendo, ¡no quiero seguir viviendo! Ya sólo soy la sombra de lo que era. A través de la niebla veo aparecer de tanto en tanto rostros confusos: Menu, llorando desesperada, y Bo-Ghar…, los ojos desesperados de Bo-Ghar… ¡Quiero morir, morir! Antes yo era el ama de mi cuerpo, y podía abandonarlo cuando quisiera. ¡Pero ahora lo intento y no lo consigo! No puedo salir de mi cuerpo. Estoy como clavada al cuerpo, no puedo abandonarlo, estoy prisionera en el calabozo de la materia. ¡Quiero ir al arca de la alianza! Su radiación quemaría mi cuerpo, así como abraza en el templo los cadáveres de los animales sacrificados, de los que no deja más que cenizas. Me cubro con mi velo y camino de prisa hacia el templo, hacia el gran salón y la puerta que oculta el pasillo subterráneo que lleva a la gran pirámide. Una vez ante la puerta de piedra, me golpeo contra una especie de muralla invisible. Una luz surge entre la niebla que cubre mi mente: ¡Es la frecuencia más baja del arca de la alianza, la ultramateria! ¡El odio materializado! Pero en su invisibilidad protege una línea prohibida mejor que la muralla más gruesa. Intento una vez más atravesar esa pared invisible, pero la indescriptible dureza de la muralla de ultramateria me repele amargamente. No hay compasión para mí…, no hay compasión… Regreso lentamente por el largo camino de las columnas, pasando por mi pequeña celda. Sin pensarlo entro en ella y me siento en el banco de piedra. Me sumo en recuerdos…, el espacio se dilata, escucho el eco de lo infinito rebotando desde todas las direcciones, emergen algunas imágenes: una figura envuelta en niebla se acerca a mí…, la reconozco: es aquella figura nebulosa de mi visión iniciática. Se acerca cada vez más, hasta que de pronto surge de ella una llama, toda la figura empieza a arder, convirtiéndose en un ser de fuego, masculino, que ahora me abraza sin que yo pueda resistir y penetra dentro de mí y de manera que también yo comienzo a echar llamas y a arder. Luego escucho cómo una voz dice susurrando: <>, y el eco repite miles y miles de veces.. <>. <<¡No!>>, grito,<<¡no te quiero, te odio!>> La figura fuego ríe.. <<¡Al odiarmeame estás amando y eso me da No escaparás tandefácilmente… Volveremos vernos>>, sigue repitiendo el poder eco… sobre ti. Al oír esa voz que el eco hace rebotar centuplicada desde todos los rincones de la habitación vacía que ahora retumba bajo el paso de las mismas ondas, comprendo que no puedo ejercer ninguna resistencia contra la voz susurrante y las radiaciones que me dirigen los ojos de esa figura que antes estaba envuelta en niebla y ahora arde en llamas. Esa misma voz y esos mismos ojos los he buscado siempre en todas las voces que me han hablado y en todos los ojos que me han mirado, en los incontables hombres con los que me he topado en las incontables vidas que recuerdo por mis visiones iniciáticas. En todos esos hombres que he estado buscando siempreal hombre al que amo con un amor imperecedero, con cada gota de mi sangre, al único, a <> hombre: la fiel imagen de mi propia mitad complementaria… Entonces emerge otra imagen, la imagen de un hombre al que no amo como a mi
mitad complementaria, sino comoa mí misma: ¡Ima! A él no puedo amarlo con un amor terrenal, pues yo y él siempre hemos sido uno en Dios. Nos une el amor eterno de la Unidad paradisíaca. ¡A él quiero acudir ahora, quiero explicarle todo, él me comprenderá! La unidad que me ata a él me guiará como una luz en mi andar posterior, alumbrara mi oscurecido sendero, hasta que vuelva a encontrarlo en el perdido hogar celestial, en Dios. Salgo de mi celda tambaleándome. Voy a buscarlo a la escuela de neófitos, donde trabaja como sacerdote preparando a los candidatos a la iniciación; busco en todos los salones, pero no lo encuentro en ninguna parte. De pronto se acerca a mí aquel joven sacerdote que una vez me ayudara en mis últimos preparativos anteriores a la iniciación. -¿Buscas a Ima?-pregunta. -Sí. ¿Dónde puedo encontrarlo? -Ya no podrás encontrarlo aquí. Se ha marchado del templo en un estado de completa desesperación. ¡Se ha perdido a sí mismo, pues no era enDios en lo que más creía, sino en una mujer! Estaba fuera de sí a causa de ella, ninguno de nosotros pudo detenerlo. Dijo que preferiría vivir en una tribu de negros salvajes que aquí, en el templo, porque entre los negros no tendría que sufrir ninguna desilusión. <<¡Los negros no mienten, son como son!>>, fueron sus últimas palabras antes de marcharse. Nunca volverás a encontrar a Ima. Me quedo petrificada y muda del espanto. ¡Oh, Ima! ¡También a ti te he traído la desgracia, también a ti te he arrastrado a la desesperación! Los tormentos de mi infierno se centuplicaron al oír esta noticia… y sin embargo sé que el joven sacerdote se equivoca. ¡Volveré a encontrar a Ima! ¡Si no en esta vida, entonces en la otra! ¡Todo es perecedero, salvo el verdadero amor, y sé con toda certeza que este amor superior a todo lo sexual, el amor de la Unidad espiritual, volverá a reunirnos a Ima y a mí! Regreso al palacio; sólo sé que tengo que morir. Si no fuera una sacerdotisa, una iniciada, tampoco podría seguir viviendo ahora que sé que he arrastrado al infierno a mi mejor amigo; los tormentos que sufre mi espíritu son insoportables. Todos mis pensamientos, todos mis sentimientos se niegan a que siga viviendo. Quiero destruirme; concentro todas mis fuerzas en el intento de abandonar mi cuerpo. ¡Pero no puedo! ¡No puedo morir! Tengo que llevar dentro de mí el fuego que me consume y destroza mis nervios. No puedo huir. Cuando, totalmente agotada, me acuesto buscando poco de alivio e si intentando descansar siento como siveo unaunmontaña oprimiera un el pecho, y apenas puedo respirar. Antealgo, mis ojos cerrados fuego me ardiente, brasas y llamas, llamas rojas como los cabellos de aquel extranjero…, como la melena de los leones… ¡Los leones! Sí, iré a donde están los leones. Y me visto con el traje adecuado para dar un paseo en carro. El centinela me deja pasar, pues sabe que desde mi iniciación tengo autorización de mi padre para salir sola con el carro de los leones. Me acerco a mis leones. Me reciben con la cabeza gacha y las aletas nasales levantadas. Huelen un olor extraño en mí, sienten que emanaciones extrañas se han adherido a mí. Me acerco Shima y le acaricio la cabeza. Shu-Ghar empieza a gruñir, se agazapa lentamente, se prepara para saltar. Sus ojos brillan de furia y celos, haciendo despertar mi instinto de conservación. Dirijo mi voluntad contra Bo-Ghar, de la misma
manera que lo hago cuando conduzco el carro controlando a los leones con mi voluntad. ¡Pero, fía de espanto, advierto que ya no puedo dirigir mi voluntad hacia el exterior! Mi voluntad está en tu mecida, muerta, y el león salta. Me vuelvo, intento huir, veo a tres hombres corriendo asustados hacia mí: This-Tha, Bo-Ghar y el guardia; corro tan rápido como puedo, intentando escapar de la leonera, siento el aliento tibio del león en la nuca, me toca con el hocico y de pronto un rayo se desploma sobre mi cabeza, pero tengo que seguir corriendo; veo una puerta que debo atravesar para llegar al reino donde los leones ya no tendrán poder sobre mí, ¡bajo el dintel de la puerta se encuentra la figura pálida y delicada de mi madre! <>, grito y corro sin aliento, porque sé que en sus brazos estaré a salvo. Mi madre me espera con su dulce sonrisa y los brazos abiertos. Hago un último esfuerzo, y caigo en sus brazos. El león desaparece, estoy a salvo… Luego todo oscurece, sólo sé una cosa: estoy en los brazos de mi madre, que me ayuda a cruzar el umbral. Me siento bien…, descanso…, disfruto del amor de mi madre, a quien hacía tanto tiempo que no veía, disfruto de la paz del amor… De pronto una fuerza indescriptible tira de mi conciencia algún lugar, y despierto. Yazgo en un sarcófago, no siento mi cuerpo. Mi conciencia está confusa, sólo sé que quiero ponerme de pie, pero no puedo. Entonces veo que Ptahhotep y su suplente están a mi lado y que es Ptahhotep quien me retiene, dulce y tiernamente. Debo permanecer echada. Estoy en mi cuerpo espiritual, pero un cordón mágico todavía me une a mi cuerpo material, a mi carne y a mis huesos. El cuerpo yace embalsamado en el sarcófago y yo estoy echada en la misma posición, sobre ese cuerpo. Ptahhotep y su suplente están junto a mí, veo también sus cuerpos espirituales, veo los brillantes centros de energía que han dado forma a los ojos de sus cuerpos materiales, por los que asoman al mundo físico. Los dos centros energéticos de Ptahhotep irradian sobre mí–dentro de mí –una luz azulada fosforescente que penetra todo mi ser; me invade un profundo sueño. El salón y los dos sumos sacerdotes desaparecen. Nuevamente descanso en brazos de mi madre. Ahora me doy cuenta que no son sus brazos, son corrientes de fuerza que una vez formaron sus brazos y todo su cuerpo, del que emanaban en forma de amor; esas fuerzas llenan de amor, paz y seguridad a mi alma atormentada. De repente un ruido desagradable me arranca de esa paz; un agudo chasquido me golpea mis oídos. Busco la fuente de ese golpe y advierto que es el látigo del conductor de los esclavos, que marcaque el ritmo para lentamente que todos loscomo esclavos tiren de mí alrieles. mismo tiempo. Yazgo en el sarcófago se desliza un trineo sobre Debemos haber dejado el palacio ahora mismo. Quiero ponerme de pie de un brinco, pero no puedo. Ni siquiera puedo mover mis miembros, porque estoy atada desde los pies hasta el cuello. Estoy allí, como esculpida en una sola pieza, con las manos cruzadas sobre el pecho y las piernas paralelas, estiradas y juntas. Desde mi posición sólo puedo mirar hacia adelante y hacia arriba. Miro en dirección a las puntas de mi pies y entre el cegador brillo del sol veo espaldas desnudas, brillantes de sudor, de los hombres que, inclinados hacia adelante, tiran de mí con sus movimientos rítmicos. Por encima de sus espaldas, muy lejos, veo un edificio de piedra blanca; en el centro, una mancha negra se levanta como la abertura de una puerta. El intenso blanco de las paredes del edificio contrasta con el profundo azul oscuro del cielo. Como los esclavos me llevan en esa dirección, y el edificio se acerca lentamente y la
mancha negra se hace cada vez más grande. Miro hacia el cielo, de un azul oscuro casi negro. Dos grandes aves vuelan en círculo sobre mí ¿Son cigüeñas o grullas? El edificio de piedra está ya muy cerca, la mancha negra es enorme…, sí…, en efecto, es una abertura. ¡Oh! Ahora la reconozco: ¡estamos en la ciudad de los muertos!..., ¡es una tumba! Ya estamos allí, los esclavos entran, desaparecen en la oscu ridad…, la abertura, negra como tinta, pasa ahora sobre mi cabeza… Y el mundo que me rodea, antes cegador por el brillo del sol, ahora es oscuro; ¡todo desaparece, estoy entre tinieblas! Me asalta el miedo indecible y en mi interior grito sin voz a Ptahhotep: <<¿Cuánto tiempo, cuánto tiempo tengo que estar encerrada aquí?>>. Y escucho con claridad esa voz tan familiar –la voz de Ptahhotep –que ahora me comunica la inexorable, inapelable sentencia: <>
Desesperación y pánico se apoderan de mí, y de ese miedo que me contrae como un espasmo surge de repente la figura de ese monstruo que es la expresión de la ley de la materia. Veo su rostro grotesco y fatal mirándome con sarcasmo, repugnante; su punzante mirada penetra hasta lo más profundo de mi ser, atándome a esa momia que una vez fui yo. -¡Ahora estás en mi poder! –me dice el monstruo -. Ya ves: lo más elevado y lo más bajo son dos caras de una misma moneda. La plenitud que descansa en sí misma y la solidificación eterna son dos caras de una misma divinidad. ¡Tú querías adquirir conciencia en la plenitud que descansa en sí misma y sin embargo has caído en la solidificación! >>Sí, los sacerdotes embalsaman en el templo la cáscara mortal de los iniciados, pues su cuerpo, que irradia una fuerza divina, sigue actuando después de muerto, como un acumulador. El espíritu de los iniciados queda libre, su conciencia ya no se encuentra atada a la tierra. Pero tú te has atado a tu cuerpo. Mediante el amor carnal has dirigido la fuerza divina que posees hacia tus centros nerviosos inferiores y te has quemado. Tu conciencia y tu cuerpo espiritual están atados a tu cáscara material, ¡eres mi prisionera en el infinito! Mientras que el cuerpo espiritual del iniciado queda ligado a su momia debido al embalsamiento, su conciencia vive a pesar de esto en la eternidad; ¡pero tú has sido desterrada >>Laalinfinito! eternidad es el presente perpetuo; el infinito es el perpetuo futuro que nunca se alcanza, que nunca llega a ser presente. >>La eternidad no posee principio ni final. La eternidad es el presente intemporal, que no conoce pasado ni futuro. ¡Pero el infinito representa salir de la eternidad y caer en el futuro, sin presente! >>Tú querías tomar parte en la espiritualización de la Tierra. Pues bien, espiritualiza ese granito de arena que era tu cuerpo, ¡si puedes! ¡ja, ja, ja! ¡Ahí yace la sacerdotisa y su conciencia no es más que un pedazo de piedra! >>Ahora te encuentras en la primera prueba de la iniciación: ¡eres una conciencia humana sumida en el estado de conciencia de la materia! ¡Intenta escapar de mí, si puedes! ¡Eres mi prisionera! No puedes escapar de mí, porque ahora tú eres yo. En la iniciación me venciste porque ante tu autoconciencia espiritual y divina me vi obligado a
reconocer que yo tampoco existiría sin el Yo. Tuve, pues, que reconocer que yo soy tú. Pero ahora ocurre lo contrario. Ahoratú tienes conciencia de haberte convertido en materia, te has identificado con tu cuerpo y sin embargo eres espíritu, como yo, el espíritu de la materia, ¡de modo que ahora tú eres yo! >>Eres mi prisionera en el infinito…, en las tinieblas…, encerrada en ese cadáver que una vez fuistetú y ahora, debido al embalsamamiento, no puede descomponerse, lo cual podría dejarte libre. Ése es tu castigo, vivir como esa momia, que gracias al embalsamamiento se conserva tan hermosa como cuando tenía vida, contraerte lentamente y convertirte en mi viva imagen. Querías ser inmortal en el espíritu de la eternidad y ahora eres imperecedera en esa momia, en el infinito, en el infinito…, en el infinito… Estoy impotente. Tengo que escucharlo. Mi cuerpo espiritual yace indisolublemente unido a mi momia. En mi desesperación intento perder la conciencia, ¡pero no lo consigo! Tengo que yacer aquí, consciente, sin tener ni la menor idea del tiempo que pasa sobre mí. ¡Tiempo! ¡¿Qué eres, tiempo?! ¡Sólo existes cuando el hombre es infeliz! En la felicidad no existe el tiempo: la conciencia permanece quieta, la noción del tiempo desaparece. Sólo cuando la felicidad llega a su fin uno advierte que el tiempo había seguido transcurriendo mientras su conciencia deambulaba intemporal en el eterno presente. El tiempo comienza con la caída de la felicidad, del paraíso. Pero la infelicidad tampoco conoce el tiempo, pues mientras más desdichado se siente el ser humano, más lento transcurre el tiempo, los minutos parecen horas y en la mayor infelicidad, cuando los sufrimientos y dolores se hacen insoportables, cada instante parece infinito, ¡el tiempo se solidifica! ¡Oh! ¡Qué cierto es lo que dice este Satanás! Lo más elevado y lo más bajo son tan parecidos entre sí como dos hermanos gemelos, como la realidad y su imagen especular, la apariencia. Felicidad eseternidad intemporal y lo contrario, la infelicidad, es tiempo infinito. ¡No tengo nada, absolutamente nada, con que poder comparar y medir el tiempo! ¡Árbol de la ciencia del bien y del mal! ¡Cómo comprendo ahora tu verdad, que el conocimiento sólo es posible cuando se puede comparar! ¿Cómo puedo saber cuánto tiempo ha transcurrido si no veo el sol, ese reloj divino, si no tengo ni sucede idea denada, qué significa vivir un díasólo en reinan estas tinieblas? ¿Y qué puede decirme tiempo, si no si a mi alrededor sólidas tinieblas? ¿Cómo podría el saber algo de este tiempo, si ya no tengo aquel corazón que una vez marcara en mi pecho el ritmo de la vida y ahora podría darme con sus latidos alguna noción del tiempo? ¿Yazgo aquí desde hace minutos y sólo me parece que estoy aquí desde hace siglos y siglos? ¿O tal vez estoy aquí desde hace semanas…, años… o quizás siglos, milenios? ¿Qué es un minuto, qué es un milenio? ¿Cómo podría determinar la diferencia? El angustiante terror no me abandona ni por un instante. Ya no tengo pulmones con que respirar hondo y recibir nuevas fuerzas de la fuente eterna y medir el paso del tiempo con el ritmo de su respiración. No hay nada que me permita vislumbrar un alivio para mi alma atormentada…, sufro tormentos y dolores infinitos, infinitos…
NIEBLA Y NUEVO DESPERTAR Pero el tiempo sigue transcurriendo en el gran reloj cósmico, en la periferia de la gigantesca rueda de la creación, aunque yo no tenga conciencia de ello. Me parecía que estaba solidificada desde hacia eones y que los tormentos del infierno nunca acabarían, cuando, sin embargo, llego el instante en que sentí que se acercaba a mí una fuerza más grande y más intensa que el lazo que ataba mi consciencia a mi momia, que ahora completamente contraída y seca, presentaba ya el terrible aspecto del espíritu de la materia, y esa fuerza irresistible me arrastró hacia algún lugar. Tras haber pasado sufrimientos y dolores indeciblemente largos, perdí la conciencia. Dos personas cuyas almas me eran familiares se unieron y me dieron así la oportunidad de heredar un cuerpo acorde al nivel y la condición de mi conciencia. Llegué a un ambiente donde estaba rodeada de personas aisladas y semiconscientes, donde mis actos y los actos de quienes me rodeaban estaban regidos por pasiones e instintos animales, y donde sólo experimenté brutalidad, falta de amor y crudo egoísmo. En esa conciencia semianimal viví varias vidas más, que sirvieron para despertar mi vida afectiva. La miseria y el trabajo incesante despertaron mis nervios, embotados e insensibles. Siempre había hombres que desempeñaban un papel importante para mí, hombres de cuyos cuerpos brotaba siempre el mismo fuego abrasador de los instintos carnales. Me topé una y otra vez con los ojos encendidos y la voz susurrante de aquel espíritu de fuego que enfrenté en mi primera prueba iniciática y tuve que bailar hasta que mis pies desfallecían con ese espíritu en la caverna de la sensualidad y las pasiones, donde los seres humanos convierten el sacramento de la procreación en un fin absoluto, egoísta. Yo quería <> y buscaba constantemente el amor, al único hombre al que hubiera podido amar y que me hubiera podido amar a mí, al trasunto de mi mitad complementaria, pero sólo encontré sensualidad excitada y pasiones sin corazón, que no podían satisfacerme. Seguí adelante, buscando la felicidad en los brazos de los hombres, esperando encontrar aaquel al que amaba y con quien hubiera podido experimentar el verdadero amor… Esas vidas fueron una interminable cadena de desilusiones. El destino seguía acosándome y azotándome y mi alma padecía bajo esos golpes que dejaban en carne viva la capa de insensibilidad que envolvía a mis nervios y despertaban poco a poco a mi conciencia adormecida. Las constantes inquietudes me daban la oportunidad de hacer que mi sistema nervioso escalara al menos un peldaño en cada una de esas vidas. Así, mediante los sufrimientos, el amor eterno me estaba dando la posibilidad de purificar mis nervios y fortalecer su capacidad de resistencia. Pero en cada una de esas vidas me impulsaba un deseo inconsciente de volver a encontrar a aquellos a quienes si bien es cierto ya no recordaba, buscaba inconsciente e
incesantemente con cada gota de mi sangre… ¡alos que son como yo! Aquellos con quienes me sentía <> y de quienes formaba parte con todo mi ser: Ptahhotep, Atothis, Ima, Bo—Ghar… ¡Pero no los encontraba! Una y otra vez creía haber encontrado a alguno de ellos, el amor y los recuerdos se encendían dentro de mí, pero luego la niebla cubría la imagen y volvía a perderlos. Más de una vez escuché a un sacerdote hablar de un gran maestro, de un <>, y una luz se encendía dentro de mí, diciéndome que una vez, en algún lugar, en algún remoto pasado, yo había estado cerca de ese gran maestro, había escuchado sus enseñanzas de su propia boca y dentro de mi ser afligido se excitaba una fuerza que me arrastraba hacia ese maestro, hacia ese lugar donde me encontraba <>. Pero esos momentos no duraban mucho, pues el destino seguía empujándome, impresiones brutales aplastaban esos recuerdos nacientes y volvía a olvidarlo todo. Las miserias corporales y espirituales purificaban constantemente mis limitados sentidos, hasta que mis nervios volvieron a ser capaces de resistir las vibraciones del amor desinteresado y, poco a poco, ¡la pasión cruda de los instintos carnales empezó a dejar brillar un rayo celestial del amor divino! Y ese amor hizo que la niebla que velaba los ojos de mi espíritu desapareciera definitivamente en mi siguiente vida. Aunque nací en esa vida siendo una niña abandonada y una sirvienta, ya llevaba dentro de mi corazón el amor divino, desinteresado. Pero todavía tenían que despertar mis centros nerviosos y cerebrales superiores para que yo pudiera aprender a expresar y emplear todas las capacidades espirituales. Volví a encontrarme con el hombre de voz familiar y ojos de fuego que una vez fuera aquel extranjero pelirrojo y entre tanto había ido evolucionando por su propio camino, a lo largo de muchas vidas. Lo amé, tenía que amarlo para vivir las últimas experiencias del amor entre un hombre y una mujer. Pero en ese amor sólo dirigí hacia mi cuerpo fuerzas corporales, de modo que no representó ninguna caída. Nuestro destino común volvió a reunirnos en condición de mendigos. La fuerte conmoción que me produjeron los recuerdos dio un fuerte impulso a mi actividad espiritual, entonces aun aletargada. Los ojos de mi espíritu se abrieron. Pero la conmoción fue tan grande que el cuerpo no pudo resistirla y murió en ese mismo instante. De acuerdo a las leyes de la herencia, volví a reencarnarme pocos siglos después, por de dos personas puras y llenas de amor cuyas vidas estaban ligadas a mí desde hacíamedio eones. Y volví a abrir dos ojos humanos en esta vida y observé el mundo con el cúmulo de experiencias de mis vidas anteriores… Frecuencias iguales dan forma a fenómenos iguales. Y puesto que en esta vida mi constelación espiritual ha vuelto a alcanzar el nivel en el cual se encontraba la hija del faraón, exteriormente me parezco a ella. Pero como mi espíritu, mi voluntad, es ahora más fuerte que entonces, tengo una contextura ósea más fuerte que la que tuve en Egipto. La forma, el color y la expresión de mis ojos, la mirada, son ahora los mismos que antes. ¡Repaso mi vida actual desde el momento de mi nacimiento y comprendo todo muy claramente! La última vez que tuve conciencia de mí misma fue en aquella vida en Egipto y ahora, en mi nuevo despertar, en mi nuevo estado deautoconciencia, emergen los recuerdos de aquella última e importante vida en que mi conciencia se encontró en el
nivel actual. La última vivencia, el encierro en el sarcófago, era la última de todas las impresiones que había recibido en aquella vida. El miedo había quedado tan profundamente grabado en mi alma que esa vivencia fue la primera en volver a despertar en mí con absoluto realismo. Pero ya mucho antes, en mi niñez, habían surgido recuerdos conscientes o inconscientes. La enorme desilusión que sentí aquella vez, sentada a la mesa con toda la familia, cuando descubrí que el término <> no designaba al Gran Señor del país; mi convencimiento de que aquellos padres a quienes luego amé tanto no eran mis verdaderos padres, todo eso eran ya recuerdos semiconscientes de aquella vida anterior. Los ojos de grasa en la sopa, mi constante deseo de encontrar una unidad en un círculo de amigos, eran mis ansias de conseguir esa felicidad de la Unidad del Yo que ya había vivido una vez, en el templo. Las insólitas posturas corporales que adoptaba en casa siendo aún una niña, sin haber tenido la oportunidad de ver ejercicios como ésos, a los que aquel hombre que acababa de llegar del Oriente llamaba ejercicios de Hatha- Yoga, eran recuerdos de los ejercicios que una vez había practicado con Mentupptah, en el templo. Los Hijos de Dios que, en su fuga, habían llegado a otros continentes, consiguieron mantener a salvo esos ejercicios en la India, donde los grandes maestros de ese pueblo los han preservado hasta nuestros días. Aquel terrible sueño que tuve una y otra vez durante muchos años y me llenaba de espanto y terror cuando era pequeña, aquel sueño en que me perseguía un león cuyo aliento ya me rozaba la nuca, era un primer recuerdo de la última impresión que recibí en aquella vida en Egipto, la impresión de la muerte que sufrí. Y los <>, los <>, los <> que poseen capacidades que están muy por encima de las de los hijos de los hombres y de los cuales mi padre –mi querido padre de esta vida actual –nada sabe, porque no los recuerda:Ptahhotep, Atothis… Hijos de Dios…, ¿dónde estáis? Y grito dentro de mi alma, sin decir una palabra, como una vez en el templo me lo enseñó mi venerado y querido maestro, el Sumo SacerdotePtahhotep, y escucho a mi interior,De buscando unaencuentro respuesta… repente me en un oscuro vacío. Pero tengo plena conciencia y sé que el faro de la conciencia es la mayor y la única luz que penetra cualquier oscuridad. ¡Y la luz de mi conciencia busca con la mayor concentración! ¿Dónde estáis, seres de quienes formo parte, seres similares a mí, que os halláis en los fundamentos del amor, que me comprendéis? ¿Dónde estáis, vosotros que nunca –ni siquiera en mi caída más profunda –me habéis abandonado, dónde estáis? ¿Dónde estáis? Entonces aparece en la oscuridad una luz verde fosforescente que se hace cada vez más nítida, parece acercarse a mí y veo cómo de esa luz se forma la soberbia figura de mi querido maestro Ptahhotep. Advierto que ahora, en mi pequeña habitación en la casita del bosque, mi Yo se proyecta en la persona en la cual durante mi visión iniciática experimenté al Yo creador que se encuentra por encima de todo lo creado. En el tiempo del mundo tridimensional ha pasado sólo un instante. Y en ese instante he visto todos los fenómenos
que descansan en mi Yo como posibilidades de manifestación y se han convertido en realidad en el plano material, desde el nivel inferior, inconsciente, de la materia, hasta el nivel supremo del Yo realizado en la materia. Ptahhotep aún está frente a mí, deja que la mirada de sus ojos celestiales descanse sobre mí llena de amor. Esa mirada, la penetrante corriente de fuerza que es esa mirada, descorre los últimos velos que cubren mis ojos y hace que vuelva a vivir como enternidad, como presente intemporal, todo aquello que en mi vida actual existe sólo como pasado… No dejo de contemplar esas dos fuentes de vida, los ojos de mi maestro, y con enorme alegría descubro que puedo entender sus palabras, aunque no las pronuncia, ¡he recuperado esa capacidad del espíritu! ¡Volvemos a comprendernos el uno al otro como lo hacíamos antes, en Egipto! Quiero levantarme de un brinco y arrojarme a su pecho, pero Él levanta la mano derecha, conteniéndome. Sus ojos dicen: <>. Permanezco quieta, controlándome, pues de ninguna manera quiero perder este estado en que puedo ver a Ptahhotep con los ojos de mi espíritu. Pero mi alma está tan pletórica de alegría que creo que mis nervios no van a poder soportar la enorme tensión y mi corazón se partirá en dos. Ptahhotep levanta otra vez la mano derecha y hace que una corriente de fuerza fluya hacia mi corazón. En ese mismo instante éste empieza a latir con tranquilidad y puedo hablar con Ptahhotep, sin decir una palabra. <> La ha respuesta de la mirada de Ptahhotep, en forma de una sucesión de imágenes. En el alma de Ima tuvo lugar una terrible tragedia. En el momento en que descubrió lo que había pasado entre aquel extranjero pelirrojo y yo, le invadió una profunda desesperación y, acosado por la ardiente intranquilidad, dejó el templo y se dirigió al corazón de África, a las tribus de negros. De pronto surge otra imagen: Ima, tal como lo conocí en Egipto, en una región tropical, rodeado de negros, Ima irradia el amor divino a esos hombres primitivos, que sienten y comprenden instintivamente, como animales, ese amor. Ima instruye a los negros, a los enfermos, los ayuda en todos los aspectos de la vida y los negros responden a su amor y a sus esfuerzos con una adoración infantil. En su honda desesperación, Ima toma finalmente a una negra como mujer y se deja arrastrar al amor carnal. Su conciencia se va hundiendo poco a poco en el cuerpo; la lucha diaria por la existencia en la jungla lo introduce cada vez más en la vida humana.
Cuando muere su conciencia está orientada hacia las preocupaciones y asuntos humanos y, como sus pensamientos se dirigían hacia sus queridos negros, y él se identificaba con ellos, en su siguiente vida, debido a la ley de atracción, se reencarnó en un negro. En su siguiente vida tuvo esa conciencia caótica e inferior en la que se había hundido a causa de su desesperación y su vida instintiva. Sin embargo, su inteligencia brillaba a través de su cascarón corporal, de modo que se convirtió en un miembro querido y muy apreciado de la tribu. También tuvo una esposa e hijos. Lo veo encarnado en un negro–sólo puedo reconocerlo por la expresión de sus ojos -, veo cómo sale a cazar a la jungla, cómo trepa a los árboles para acechar a los animales salvajes, para matarlos y llevarlos a casa como botín. Un día sale otra vez a la selva y un tigre lo ataca; lucha heroicamente, pero por fin es vencido y el tigre lo mata. Veo cómo su mujer escucha los gritos y el ruido del terrible combate, cómo se precipita hacia la espesura de la selva para ayudar a su esposo… Entonces la imagen palidece y veo el estado en que se encuentra Ima después de su muerte, veo cómo en su incorporeidad lo acercan a mí las incesantes ansias con que, inconscientemente, no deja de buscarme. Desde que estuvimos juntos en Egipto, ambos, Ima y yo, hemos recorrido un largo camino de evolución, pero hasta ahora no habíamos estado lo bastante maduros como para poder volver a encontrarnos. Por fin hemos alcanzado el grado en que podemos volver a encontrarnos sin caer en el peligro del amor carnal. El deseo de mantener a cualquier precio la pureza de nuestro amor ha actuado sobre la ley de la herencia corporal, haciendo que Ima nazca como mi hijo. También él debe recuperar en esta vida la claridad de su perdida visión espiritual. Y como yo he sido responsable directa de que Ima haya perdido su fe, también debo ser yo quien lo devuelva al camino que conduce aDios. Pero aún no ha llegado el momento. Todavía es un niño. -Padre de mi alma –pregunto a Ptahhotep-, ¿dónde está Atothis, el que en Egipto era tu hermano y mi padre? Ansío verle. Estoy segura de que tampoco él me ha abandonado. Entonces aparece ante los ojos de mi espíritu la imagen de un hombre soberbio, la imagen de un hombre que en los últimos tiempos ha sido el más grande maestro y anunciador de las verdades profundas. He leído los libros que sus discípulos han editado haciendo una recopilación de sus conferencias. Al leer esos libros quedé profundamente conmovida, ¡pues cada frase me hacía sentir la certeza de que yo conocía a ese hombre, de que estaba íntimamente ligada a él, de que cada de uno de sus pensamientos y formaba parte de él! Sabía que nunca tendría la conocía oportunidad encontrarme con él, pues había muerto en un país muy lejano cuando yo todavía era una niña. A menudo estudiaba la fotografía de ese hombre espléndido que poseía cualidades sobrehumanas y sabía que yo conocía de alguna parte sus ojos, su mirada divina. No sabía por qué muchas veces soñaba que corría hacia él con tanta velocidad que mi vestido blanco y mi pelo casi volaban y, al llegar a él, me arrojaba a sus brazos abiertos con la inmensa alegría del reencuentro y lloraba de felicidad apoyada contra su amplio pecho, diciendo: <>. Y al despertar no sabía por qué en el sueño lo llamaba <> y lloraba tan amargamente que mojaba toda la almohada… Ptahhotep sonríe. -¿Te acuerdas? -Sí, padre de mi alma, me acuerdo. Una vez, en Egipto, me dijo a orillas del mar:
<> ¿Dónde está él ahora, padre de mi alma? ¿Dónde está? Y comprendo la respuesta mental de Ptahhotep: -Cuando aún se encontraba en este mundo prometió que no abandonaría a sus discípulos después de morir y que continuaría realizando la gran labor de iniciar a los hombres en las antiguas verdades. Tú y Bo-Ghar, ambos, son sus–nuestros –colaboradores, aunque no seáis conscientes de ello. Más adelante colaboraréis conscientemente. -¿Bo-Ghar? ¿Está viviendo en la tierra? ¿Dónde está? ¿Lo conozco en esta vida? ¿Acaso es que no lo he reconocido? -Espera –responde Ptahhotep -, vive en un país lejano, en aquel donde se reencarnó Atothis. Pero una vez te prometió que vendría desde el otro lado del mundo, para salvarte cuando estuvieras en peligro. Aparecerá aquí a su debido tiempo. -¿Peligro, padre? –pregunto -. ¿Qué tipo de peligro? -Recuerda lo que te dije en Egipto, antes de la iniciación: si caes, tendrás que revivir todos tus sueños iniciáticos en la realidad terrenal, pues los sueños no son más que realidades que habitan en el mundo incorpóreo y forjador de imágenes del ser humano, mientras que lo que llamáis <> tampoco es más que un sueño; un sueño que actúa en el plano material, una proyección del Yo soñaba en la atmósfera de la Tierra. Y para volver a ser un iniciado, un colaborador útil en la gran obra, tendrás que volver a vivir todas las pruebas que una vez, o eventualmente varias veces, no has podido superar. Un viejo conocido te ayudará a cruzar el umbral místico. El joven sacerdote que aquella vez, en Egipto, te preparó para la iniciación, está otra vez viviendo sobre la Tierra. También él aparecerá a su debido tiempo para ayudarte en tu camino interior hacia el objetivo final. -¿Y cómo es que This-Tha, el general de Atothis, se ha convertido en mi queridísimo padre de esta vida? -Sería demasiado extenso enumerar todos los detalles que han desempeñado algún papel para que se llegue a este resultado. Mencionaré sólo los principales motivos. Como ya sabes, la fuerza más poderosa del alma humana es el ansia, el deseo. Un ser humano se reencarna en el lugar al cual le llevan sus ansias. En Egipto, cuando te atacó el león, tres hombres que vieron el ataque intentaron salvarte: This-Tha, Bo-Ghar y el guardián de los leones. yBo-Ghar en tu busca se percató que habías abandonado el palacio cuando había vio lo salido que pasaba corrió cuando desesperado haciade la leonera para salvarte. This-Tha estaba en ese momento haciendo uncir sus leones a un carro y cuando vio que el león te atacaba corrió hacia allí para apartar de ti al león. Pero el león llegó antes que él. Te dio un golpe terrible y cuando pudieron liberarte de sus garras tu cuerpo estaba ya tan herido que era imposible devolverte a la vida. This-Tha tomó tu cuerpo destrozado en sus brazos y, acompañado del muchacho–Bo-Ghar –que caminaba a su lado llorando desesperado y aterrorizado, te llevó al palacio. This-Tha era un hombre sincero y honesto, os amaba al faraón y a ti con lealtad, sin segundas intenciones. Al cargar tu cuerpo agonizante le sobrecogió una profunda compasión, te cargaba como a una pobre niña pequeña –como a su hija -, amándote como un padre. A esto se suma el hecho de que tú, en los últimos momentos de tu vida, viste a This-Tha y corriste en dirección a él buscando ayuda. Buscaste su protección. Estos sentimientos que tuvisteis el uno hacia el
otro son la causa principal de que en una vida posterior hayáis convertido en realidad esos lazos de unión que unen a un niño con su padre protector. Pero, y además de muchos otros motivos secundarios, existía otro importante motivo para que nacieras como su hija: para que pudieras revivir la iniciación en esta vida actual tenías que heredar centros nerviosos y cerebrales fuertemente desarrollados y abiertos a las manifestaciones espirituales. >>Si pudieras seguir la larga cadena genealógica formada por los descendientes de aquel This-Tha, verías que la cadena de células vivas no se ha roto en ningún momento desde aquella época en que tú y This-Tha, tu padre actual, vivieron en Egipto. Es decir que los cuerpos de los hijos de This-Tha se formaron cada uno a partir de una célula viva de This-Tha y también los cuerpos de los hijos de los hijos de This-Tha se desarrollaron cada uno a partir de una célula viva. Así se fueron sucediendo más y más generaciones, desarrolladas todas a partir de una célula viva de sus padres, hasta que nacieron el padre y la madre de tu padre actual y una célula viva fecundada dio al espíritu de This-Tha la posibilidad de reencarnarse dentro de la misma cadena herediraria. >>Entre padres e hijos existen lazos de unión mucho más profundos que los que pueden imaginar los científicos que hoy estudian esas leyes; lazos de unión arraigados en el más remoto pasado. Los científicos actuales sólo ven el cuerpo y sin embargo existen importantes leyes de la herencia que se encuentran por encima de lo corporal, que llegan hasta los elevados lazos de unión espiritual. ¡Lo similar atrae a lo similar! Aparte de las otras razones, podrías haber nacido como hija de This-Tha ya por la sencilla razón de que vuestros caracteres son muy similares. No falta razón a todos aquellos que encuentran grandes parecidos entre tu carácter y el de tu padre.¡Pero no es que te parezcas a él porque eres su hija, sino que eres su hija porque ya antes te parecías a él! Evidentemente, es también por eso que os parecéis en estatura, aspecto, estructura ósea y rasgos faciales.¡Fuerzas parecidas construyen formas parecidas! >>Si has comprendido la cadena hereditaria de las células vivas, comprenderás también por qué tu padre tiene en esta vida unos cabellos tan oscuros y unos ojos tan negros como los que tenía cuando vivía en Egipto. ¡Los colores y las formas también son manifestaciones del espíritu! Y la posibilidad de heredar esos colores y formas en este país, donde causan extrañeza, se debe a un lejano descendiente de This-Tha: un navegante que hizo largospor viajes a paíseshereditaria lejanos, como éste.a Puede suceder un color unaesforma olvidados la cadena vuelvan aparecer siglos que después. Poryeso posible que dos padres de piel blanca tengan a veces, sin que nadie lo espere, un hijo de tez morena y pelo negro. Si tuvieran plena conciencia, los propios espíritus reencarnados en esos cuerpos que se salen de lo normal dentro de su cadena hereditaria podrían explicar de dónde proceden los rasgos aparentemente insólitos que han heredado. Pero éstos por lo general sólo adquieren conciencia de su tarea y de su srcen cuando ya son mayores. Y está bien que así sea, pues hoy en día si un niño recuerda su vida anterior y habla de ello con quienes lo rodean, éstos piensan que está mal de la cabeza o, en el mejor de los casos, que tiene mucha imaginación o que es un mentiroso. >>Pero ya basta por hoy, pequeña, es hora de que vuelvas a tu conciencia corporal. Tus nervios necesitan descansar de la fuerte conmoción del recordar, de lo contrario enfermarán.
La imagen de Ptahhotep se desvanece poco a poco. Todavía veo unos instantes la mirada divina de sus ojos llenos de luz, luego Él desaparece ante mis ojos y todo lo que me rodea vuelve a sumirse en la oscuridad. Dirijo la luz de mi conciencia hacia la pregunta: ¿Dónde estoy? Entonces emergen de la oscuridad unas paredes blanqueadas, aparecen los perfiles de diversos objetos, los colores y formas se hacen cada vez más intensos, hasta que todo vuelve a ser como antes y tomo conciencia de que estoy en la pequeña habitación de nuestra casa de campo. ¡Sí! ¡Estoy en la pequeña habitación de nuestra casa de campo! Ésa es la realidad. Pero cuando fui iniciada en Egipto, cuando mi cuerpo yacía en el sarcófago de piedra y mi conciencia vivió como en un sueño todas las vidas que se encontraban adormecidas y latentes dentro de mi <>, esos sueños tenían tanto de <> como esta <> que vivo ahora en la casita de campo.¿Quién puede decirme cuál es la verdad: acaso estoy en la casa de campo y acabo de soñar que hace miles de años viví en Egipto y recibí la iniciación, o acaso estoy siendo iniciada en la pirámide y sueño que estoy en nuestra casita de campo y toda esta vida que considero real no es más que una cadena de imágenes oníricas proyectadas en mi conciencia para darme la oportunidad de superar ciertas pruebas? Mi hijo… ¿Ima, en Egipto? ¿Cuál es la <>? Durante mis sueños iniciáticos soñé imágenes tan terribles y caóticas que ya no las puedo recordar por completo. Y sin embargo todos aquellos imposibles eran absolutamente reales en mis sueños iniciáticos. Todavía ahora emergen imágenes de esos sueños. Vi a Ima ya adulto, vestido con un uniforme de aviador, y también soñé que pasábamos un tiempo infinitamente largo en el refugio subterráneo, con muchas otras personas, y había soldados enemigos que nos atacaban, y vi también una imagen de nuestra casa destruida y muchos otros sueños caóticos, inconexos, imposibles. ¡Qué terrible! Probablemente esos sueños se debían a que los periódicos siempre están hablando de una segunda guerra mundial. Intento poner orden en mi conciencia… Permanezco sentada un largo rato en la habitacio, en silencio, hasta que de pronto entra mi doncella –una muchachita encantadora–y pregunta: -¿Qué le preparo para cenar? -Nada, gracias. Prefiero irme a tanto. dormir.Siempre Hoy estoy poco cansada –respondo. -¡Claro!Betty, Eso pasa por estar pensando se loundigo, señora, debería dejar de leer y de pensar tanto. Aunque no enferme, de todas maneras está muy pálida. Prepara mi cama, me desea buenas noches y se marcha. Y yo me voy a dormir, pues mi maestroPtahhotep tenía razón cuando me dijo durante la visión que mis nervios necesitaban descansar.
ROO-KHA Y LAS DOCE PASTILLAS Los acontecimientos posteriores se precipitan con tal rapidez que al recordarlos me parecen un sueño. Empecé a transmitir a la gente las verdades que Ptahhotep me había enseñado en el templo. Cada vez asistía más gente a mis conferencias, como caminantes sedientos que buscaban saciar su sed bebiendo el agua de la vida de los profundos misterios de la iniciación en el Yo divino. Mi trabajo no ha cambiado desde entonces: estoy en el principio del larguísimo camino en cuyo final se encuentra la figura luminosa, hecha de luz – el Yo universal creador -, esperando a todas las criaturas con los brazos abiertos. Yo estoy al principio, mostrando el camino a las incontables ovejas que buscan la luz y caminan una al lado de la otra, lentamente, siempre en dirección a la figura luminosa…, tal como lo vi en aquella visión en los Montes Dolomitas. Fuera, en el mundo exterior, mi karma–creado por mi carácter y mi destino–se desarrolló según las leyes del tiempo y el espacio. Me quedé sola con mi tarea, sin un guía de quien hubiera podido recibir consejos, sola como todos aquellos que quieren llegar a trabajar en la gran obra como colaboradores independientes y confiables. Sólo rara vez, cuando llegaba a un punto decisivo de mi vida, recibía ayuda y orientación de las fuerzas superiores que dirigen la Tierra. No obstante, debía resolver por mí misma todos mis problemas. A pesar de todo esto, siempre ocurría algo que me recordaba mis experiencias en Egipto. Cierta vez viajé a un país lejano donde no había estado nunca, para tomar parte en una gran conferencia; allí me encontré con alguien a quien conocía de Egipto. La conferencia había reunido a mucha gente de distintas partes del mundo. Cuando llegué me dirigí a un salón donde ya se encontraban algunas de las personas que tomarían parte en la conferencia; allí había un hombre de espaldas del que sólo pude ver su semiperfil. Estaba pensando en cualquier cosa menos en los recuerdos de mi vida en Egipto. Pero reconocí a ese hombre desde el primer instante y mi corazón se aceleró por la sorpresa: ¡era Roo-Kha! El hombre se levantó y, aunque no dejé que mis gestos revelaran mi sorpresa, también él me miró sorprendido. Luego se inclinó ante mí y se presentó: -Ewalt Klimke. –Nos estrechamos la mano. Él se detuvo un momento frente a mí, observándome en silencio, hasta que finalmente dijo, desconcertado: -¡Insólito! ¿Quién es usted realmente? ¡Tengo la ridícula sensación de que debería hacer una profunda reverencia ante usted, inclinándome hasta el suelo con los brazos estirados! ¡Es desconcertante! –Me observaba interrogante: -¿Por qué tengo esa ridícula sensación? Le contesté: -Usted era ministro de finanzas del gobierno de mi padre, en Egipto –y sonreí. Todos los presentes rieron divertidos. Pensaban que se trataba de una borma. Pero Ewalt Klimke no rió, continuó observando, inquisidor y perplejo, y durante los días que duró el congreso siempre me llamó <>, y cada vez que me veía me miraba
fijamente y repetía: <>, y conversábamos como iejos v amigos. En esa misma época sucedió otra cosa que también se me quedó grabada en lo más profundo de mi ser. Una noche de otoño me fui a acostar sin que hubiera sucedido nada extraño durante el día. Estaba soñando algo, no recuerdo qué, cuando, de pronto, un gran resplandor iluminó mi sueño. Vi que un coche se acercaba a toda prisa, se detenía frente a mí y de él bajaban dos figuras vestidas de blanco, parecían médicos. Una de estas personas se acercó a mí, sacó de su bolsillo un instrumento semejante a una cuchara y me extrajo el ojo enfermo con ese aparato. Vi que el otro personaje tenía una redoma, la abría y sacaba de ésta un pequeño disco blanco; yo no sabía qué era ese disco, y pensé que se trataba de una pastilla. Luego aquel individuo colocó la pastilla ante mis ojos para que la observara a fondo y dijo: <>Dicho esto, colocó la pastilla dentro de mi cavidad ocular, me cerró el párpado y me vendó el ojo derecho con una tela blanca. Desperté. Era de madrugada y quería levantarme. Entonces advertí que no veía nada con el ojo derecho. Era como si de pronto me hubieran puesto delante de ese ojo una pantalla negra. Cogí enseguida un espejo y me miré en él. Vi con el ojo izquierdo, aún sano, que la pupila del derecho estaba completamente opaca, de un color gris claro. Sabía que se trataba de catarata gris. La catarata gris se había venido desarrollando en mi ojo derecho desde hacía algunos años, pero progresaba lenta e imperceptiblemente y hasta el día anterior todavía había podido ver bastante bien. ¡Y ahora, en una sola noche, la catarata se había desarrollado hasta dejar el cristalino de mi ojo derecho totalmente opaco! <>, retumbaba en mis oídos la voz del visitante nocturno de mi sueño. ¡No, no me asusto! Empezaré de nuevo mi peregrinaje de un médico a otro, alguno de ellos podrá operarme… Hacía mucho que había aprendido que <> no sirve de nada. Pero ¿qué podían significar esas doce pastillas que hacían falta para que yo recuperara el ojo? ¿Qué podían ser? Acudí a diferentes médicos famosos. Todos eran de la opinión de que mi ojo se podía operar de inmediato, pero como yo ya tenía treinta y cinco años y tenían que extirparme un trozo del iris, con lo cual no la pupila adquiriría la forma de una cerradura, existía el peligro de que el ojo operado tolerara bien la luz, intensificada por ese ensanchamiento de la pupila, de modo que tendría que utilizar gafas oscuras permanentemente. Me recomendaron que dejara la operación para más adelante. Seguí el consejo. Continué trabajando, pero no podía acostumbrarme a trabajar con un ojo sano y otro cegado por la catarata. La catarata me causaba grandes molestias. Luego llegó el verano y, como todos los años, fuimos a la casa que la familia tiene junto al lago. Allí me encontré con un obispo católico que me convenció de viajar a Viena y hacerme ver por un famoso oculista que él conocía personalmente. -Opera con otros métodos. Vaya a verlo, hable con él, vea qué le aconseja.Yo soy un siervo de Dios, quizá es Dios quien le da este consejo por medio de mi boca. Me habían dado tantos consejos sobre mis ojos que ya no solía hacer mucho caso. Pero las palabras <<…quizás es Dios quien le da este consejo por medio de mi boca…>>,
me causaron una honda impresión. En otoño mi padre me acompañó a Viena para visitar a aquel especialista. Me recomendó una operación inmediata. -Debe deshacerse tan rápido como pueda de esa molesta y odiosa catarata. La catarata siempre tiene un pernicioso efecto psicológico–me dijo. -¿No sufrirá mucho el ojo si se le extirpa un trozo del cristalino? –pregunté. Se quedó observándome un largo rato, luego comprobó mis reflejos y empezó a hablar de mis esculturas, preguntó cosas que no tenían nada que ver con mis ojos y finalmente dijo: -No extirparé ningún trozo del cristalino. Puede estar tranquila, el ojo no padecerá por la luz. -Entonces opéreme tan pronto como sea posible –respondí. Una semana después estaba en la clínica, preparándome para la operación, que se practicaría al día siguiente. Era una bonita noche de otoño y antes de irme a la cama me acerqué a la ventana para contemplar la hermosa ciudad. Al descorrer las cortinas vi exactamente frente a mí, en el cielo, el gigantesco disco blanco de la luna llena. Ene se mismo instante supe qué era esa gran pastilla blanca que me mostrara el médico de aquel sueño. ¡Era laluna llena! Aquel médico había dicho: <>. El corazón se me aceleró mientras calculaba cuándo había tenido ese extraño sueño, ¡y resultó que habían pasado exactamentedoce lunas llenas desde entonces! ¡En ese momento supe que la operación devolvería la vista a mi ojo derecho! A la mañana siguiente me llevaron al quirófano; la operación fue increíblemente breve. Una luz brilló en mi ojo enfermo, y vi ante mis ojos la robusta mano del doctor. -¿Qué es lo que ve? –oí que decía la voz del doctor. -Su bendita mano, profesor–contesté; mis dos ojos estaban unidos otra vez. Cuando me sacaron de la sala de operaciones escuché entre un abrir y cerrar de puertas la voz suave de mi padre: -¿Cómo ha ido, Esther? -Bien, padre, puedo ver… -respondí. La operación me trajo algunas experiencias muy interesantes. La más interesante de todas fue aprendí que aquello percibimos <>, sólo es <> para nuestros ojosque –para ojos sanos-. Por loque demás, es una como poderosa fuerza capaz de matar a una persona o a una criatura aún más fuerte. Esto sólo depende de la relación existente entre la sensibilidad de la piel de una criatura viviente y la intensidad de la luz. Ocurrió lo siguiente: algunas horas después de la operación el doctor vino a verme y dijo: -No se asuste cuando le quite la venda del ojo operado; voy a iluminar su ojo con una vela, tengo que examinar cómo está reaccionando a la operación. Pensé: <<¿Por qué habría de asustarme por eso?>>, y dejé que el doctor me quitara la venda. Entonces me dijo: -Abra el ojo. Estaba preparada para ver una vela encendida cuando abriera el ojo, pero en lugar de ello vi sólo oscuridad y recibí un recio puñetazo en el ojo recién operado. Tiré la cabeza hacia atrás y cerré el ojo en el acto. No podía comprender qué había pasado. Entonces
escuché que el doctor reía: -¿No le he dicho que no debe asustarse? La retina es ahora tan sensible que incluso la luz más tenue la siente no como luz, sino como un fuerte golpe. Siga descansando, volveré dentro de algunas horas para examinar ese ojo. Hasta ahora todo va bien –dijo y salió de la habitación. Me quedé sola en la oscuridad, meditando. ¿Qué es la luz? La misma luz que un ojo sano percibe como la llama de una vela, ¿puedo también sentirla como si se tratara de un doloroso puñetazo? No he visto ninguna <>, sólo he sentido un fuerte golpe que hizo que mi cabeza retrocediera. La única conclusión posible es que si existiera una criatura cuya piel fuera tan sensible a la luz como la retina de mi ojo operado, bastaría dirigir sobre ella la luz de una linterna, aunque fuera desde una gran distancia, para matarla. Pero debe existir algún tipo de luz –eventualmente podría llamársele <> mucho más intensa que esta que podemos percibir como <> con nuestros ojos humanos, una luz que, de acuerdo a la sensibilidad de la piel que tenemos en este planeta, podría matarnos del mismo modo como la luz común y corriente podría matar a una criatura cuya piel tuviera la misma sensibilidad que un ojo operado. Comprendí que todo depende únicamente de la relación existente entre efecto y resistencia, y vi con claridad que pueden existir incontables tipos de vida en los diferentes planetas y galaxias del universo. Pensé, por ejemplo, que si en Urano o Neptuno existieran seres parecidos a los humanos quizás éstos tendrían una piel tan sensible como la de la retina de mi ojo recién operado, y que para que estas criaturas <> la luz solar de la misma manera como la vemos nosotros desde la Tierra –mucho más cercana al Sol que esos planetas –sus ojos tendrían que poseer una sensibilidad inimaginable para nosotros. ¿Pero acaso hace falta ir tan lejos? Los diversos animales que habitan en las profundidades oceánicas poseen ojos así y cualidades que nosotros no podemos comprender porque jamás podríamos existir en las tinieblas en que viven esos animales abisales. Continué pensando en la infinitud de posibles mundos y de criaturas que podían habitarlos y mi corazón se colmó de humildad ante el poder de aquel ser eterno al que llamamos Dios… Otra aprendí gracias a lasino operación fueelelcuerpo, hecho de que así como los cuestión pulmonesinteresante no respiranque el aire para sí mismos, para todo al que se lo transmiten, así también los ojos no perciben la luz para sí mismos, sino para todo el cuerpo, y la transmiten a éste. ¡Pues luz es fuerza! Tres días después de la operación el doctor entró en mi habitación con una enfermera y dijo: -Ahora se sentará usted en este diván. Póngase las zapatillas, la enfermera la ayudará. Me sentí ofendida: -Doctor –dije -, no estoy enferma, y pasar tres días en cama no me ha debilitado tanto que no pueda sentarme y ponerme de pie por mí misma. No hace falta que me ayuden. -Está bien –me dijo -, levántese usted sola…, si puede.
Intenté bajar de la cama. Estiré las piernas y quise levantarme. ¡Entonces se produjo la sorpresa! Mis piernas y pies estaban tan débiles, tan faltos de fuerzas, que me hubiera caído al suelo de no ser porque en ese mismo instante unas manos fuertes me cogieron de ambos lados y me ayudaron a tenerme en pie. Mis piernas colgaban como dos trapos. Pero también mi columna vertebral carecía de fuerzas, así que me alegré cuando el doctor y la enfermera me sentaron en el diván. ¿Qué había pasado? Escuché reír al profesor. -Ya ve que no puede ponerse de pie sin ayuda. Usted está viviendo en total oscuridad desde hace tres días y cuando un ser vivo se ve privado de luz de un momento a otro, se debilita tanto que ni siquiera se puede tener en pie. Pronto podrá volver a abrir los ojos; recuperará sus fuerzas apenas lo haga. Pero en la guerra las mayores preocupaciones que tuvimos con los pobres soldados que perdían la vista no eran a causa de su estado anímico, sino de la pérdida de fuerzas que una ceguera repentina ocasiona inevitablemente. El alma humana es tan maravillosa que incluso ante una desgracia como la ceguera encuentra una posibilidad interna de seguir viviendo y de hallar alegrías. Pero nuestra mayor preocupación era que esos pobres muchachos ya no podían tenerse mucho tiempo de pie. No podíamos devolverles la luz. Gracias a Dios el cuerpo humano es muy adaptable y con el tiempo la piel asume la tarea de suministrar la luz. Pero los primeros tiempos son realmente trágicos a causa del debilitamiento producido por la falta de luz. Guardo silencio. Desde que enfermé de la vista los ciegos representan para mí mucho, mucho más de lo que alguien que tiene los ojos sanos puede siquiera imaginar. Ahora he vivido en carne propia qué significa este pasaje de la Biblia: <> (Mateo 6, 22-23) ¡Y mi corazón se contraía atormentado al pensar que al ser humano no le basta con que haya ciegos de nacimiento, sino que además tiene que entablar guerras en las que un sinfín de hombres sanos pierden la vista, no hablemos ya de los mutilados! ¿Cuándo alcanzará la humanidad el suficiente grado de madurez para no obedecer a la tiranía de los políticos que declaran guerras absurdas? Dos semanas después, el doctor me llevó a la cámara oscura para examinar mis dos ojos. Colocó una lente muy fuerte ante el ojo operado y pude leer todo, hasta las letras pequeñas. paralevantó mi granensorpresa, el doctor se levantó de un brinco, radiante de a alegría, meEntonces, abrazó y me el aire. Era un anciano encantador, pero yo no sabía qué se debía esa desmedida alegría que le había hecho perder la compostura. Me dejó otra vez en el suelo y dijo con el rostro brillando de felicidad: -¿Sabe usted que con este método con que la he operado sólo puede operarse a chicos de hasta veinte años? En personas de más edad existe el peligro de que se produzca una infección del iris, que significaría la pérdida del ojo. Cuando vino a verme por primera vez la examiné y vi su extraordinaria vitalidad y capacidad de adaptación. Sus reflejos también eran buenos y, como siempre, me dejé llevar por mi intuición. Me arriesgué a operarla como a una niña. Ahora comprenderá usted mi alegría. La operación ha sido todo un éxito. Sus tejidos eran aún lo bastante jóvenes para salir bien de esta operación sin ningún problema. ¡Felicidades, volverá a casa con dos ojos sanos! Le di las gracias por sus atenciones, nos despedimos y volví a casa. Las doce
<> se habían consumido, la luz había vuelto a mi ojo.
APARECE EL JOVEN SACERDOTE Pasaron algunos años; mi marido y yo llevábamos una vida apacible, seguíamos amándonos tanto como el primer día de nuestro matrimonio. Yo trabajaba como escultora, tenía muchos pedidos y en mi tiempo libre aparecía cada vez más gente en busca de consejos. Varias veces a la semana daba conferencias sobre conocerse a uno mismo, sobre las cosas que me enseñó Ptahhotep en Egipto. Y cuando quería descansar tocaba alguna melodía en mi querido piano de cola. Todos los días practicaba ejercicios de yoga y podía alcanzar estados de trance profundo, pero la última puerta cerrada continuaba sin abrirse. Al llegar a un cierto punto, una muralla infranqueable se interponía en mi camino hacia la realización de mi Yo. Cada año me retiraba varios meses a la soledad de la casita del bosque para practicar yoga. Los jóvenes frutales que había plantado ya eran árboles fuertes y bien desarrollados y yo practicaba sin cesar, con la mayor perseverancia, pero el centinela apostado ante la gran puerta no me permitía cruzar ese umbral… Un día de otoño dejé la casita del bosque para ir a celebrar el septuagésimo cumpleaños de mi padre con toda la familia, los parientes y in extenso círculo de amigos. A la mañana siguiente, cuando ya estaba lista para volver al bosque, sonó el teléfono. Una vieja amiga me preguntó qué pensaba hacer esa tarde. Le contesté que estaba libre. -Ha venido ese famoso escritor con quien estuve en le India, con Maharischi, y está viviendo en casa. Si te interesa ven esta tarde y podrás hablar con él –dijo mi amiga. Por la tarde me presenté en casa de mi amiga. Entré en el salón y vi al hombre que se había hecho tan famoso en todo el mundo por sus libros sobre los grandes yoquis de la India y el yoga en general. ¡Cuál no sería mi sorpresa al ver que se trataba del joven sacerdote que en aquella vida anterior en Egipto me había ayudado con los últimos preparativos para la gran iniciación! Intercambiamos algunas palabras, dije que había leído sus libros y que practicaba el yoga espiritual desde hacía ya bastante tiempo, pero que sin embargo aún no había podido alcanzar el objetivo supremo… Luego llegaron algunas otras personas y se formó una tertulia que duró hasta ya muy entrada la noche. No pude volver a hablar a solas con él. Al marcharme pensé: <>, porque secretamente había esperado que el famoso <> me ayudaría a avanzar por mi senda mística. A la mañana siguiente recibí una llamada telefónica, era otra vez mi vieja amiga. -El escritor quiere hablar a solas contigo –escuché que decía-, si tienes tiempo, ven esta tarde. Fui. El escritor estaba sentado sobre el sofá en posición de loto y cuando me senté yo también, me preguntó: -¿Qué desea de mí? -No tengo ningún deseo –respondí -, vivo satisfecha, en absoluta paz interior.
-¿Entonces por qué ha venido a verme? ¿Qué espera de mí? -Quiero la realidad –dije. El escritor permaneció un instante en silencio; luego me observó y preguntó: -Y su paz absoluta… ¿no es eso una realidad? -Sí, es una realidad, pero yo busco algo más. Me siento como Moisés, que vio la tierra prometida pero nunca llegó a ella. Yo creo que veo todo, pero quisiera entrar. No estoy satisfecha con mirar desde fuera lo que hay adentro. Quiero entrar. Él sonrió. -Sí, usted se encuentra ante la gran puerta y ya ha puesto la mano en el picaporte. Ha llegado muy lejos, son muy escasas las personas que pueden llegar a ese nivel sin ayuda de un maestro. Probablemente usted ya ha recibido la iniciación en una vida anterior, y ahora necesita dar el último paso, atravesar esa puerta que aún la separa de la gran meta. Yo observaba al yogui. ¿Acaso no recuerda que era sacerdote en Egipto y que nos conocimos allí? ¿O es que no quiere hablar de ello? No podía leer una respuesta en su inescrutable mirada. -Ya sé todo eso, ahora quiero entrar–respondí -. Aunque tenga que derribar la puerta con los puños. -¿Y cree usted que yo puedo ayudarla? -Si mi hora ha llegado, entonces sí, puede ayudarme. -¿Cree que si ha llegado su hora podré ayudarla? –volvió a preguntar. -Sí –contesté. Entonces, como si hubiese estado esperando esa respuesta, señaló la silla que estaba frente a él y dijo: -Siéntese, cierre los ojos y concéntrese intensamente dentro de su corazón. Hice lo que decía, cerré los ojos y me concentré dentro de mi corazón. Entonces, con los ojos cerrados, vi que una fuerte corriente amarilla de luz brotaba del plexo solar del yogui, me rodeaba como una serpiente y se dirigía otra vez hacia el yogui, rodeándolo también a él, y luego otra vez a mí, y otra vez a él, en forma de ocho. Mientras sucedía esto sentí que mi concentración llegaba a aquel punto que hasta entonces nunca había podido superar, y que una fuerza ajena a mí se cogía a mi conciencia y me arrastraba a través de unahabía puerta, hacia unanfinita i de modo profundidad… Toda noción del tiempo desaparecido, que no sabía cuánto tiempo había pasado cuando escuché la voz del yogui blanco: -Puede volver a abrir los ojos. Sólo al abrir los ojos comprendí claramente qué lejos había estado de la conciencia terrenal, corporal. No quería hablar, me parecía inútil decir algo. -He establecido un contacto entre su Yo personal y el superyó–dijo el escritor-; usted ya había alcanzado la madurez suficiente para este contacto. De ahora en adelante, cuando tenga una pregunta, concéntrese en mí y recibirá una respuesta ese mismo día. -¿Me concentro en su persona o en el Yo superior? El escritor sonrió, sin decir nada. Comprendí que no tenía sentido hablar de “persona”. A partir de ese día un grupo de personas empezamos a reunirnos en casa de mi
amiga para realizar ejercicios de meditación dirigidos por el yogui. Unas semanas después el yogui tuvo que partir. Me quedé sola, seguí viviendo como antes. Pasaron unos seis meses. Cierto día en que nos habíamos reunido un grupo de amigos escuché que alguien hablaba de magia negra. Dijo que los nigromantes escogen a algunos jóvenes a los que luego utilizaban como herramientas ciegas para llevar a cabo sus deseos. Esos jóvenes son poseídos por el nigromante, pierden completamente su autonomía y terminan destrozados. A la mañana siguiente recordé estas palabras y reflexioné sobre ellas. ¿Había sido realmente tan imprudente que me había puesto en manos del yogui blanco con absoluta confianza? Aun ahora estaba segura de que era, si lo queremos llamar así, un “mago blanco”, pero lo cierto es que me había puesto en sus manos sin conocerlo a fondo. ¿Era un mago blanco o practicaba la magia negra? ¿Como saberlo? ¿Cúal es la característica que distingue a un mago “blanco” de uno “negro”? La pregunta estaba abierta... Esa noche estábamos invitados a casa de un antiguo compañero de escuela de mi marido. Nada más llegar nuestro amigo nos contó que había estado hojeando un libro muy antiguo en el que había encontrado un capítulo muy interesante sobre la diferencia entre magos blancos y negros. -Cuando un mago blanco quiere ayudar a su discípulo a seguir adelante, lo ata a sí mismo formando unocho. De esta manera la independencia del discípulo queda intacta, pues maestro y discípulo permanecen cada uno en el punto central de su propio círculo, construyendo ese punto central.Por el contrario, el mago negro anula la independencia de su discípulo, pues lo atrae hacia un círculo cuyo punto central es el nigromante y lo hace girar alrededor de este punto central, convirtiéndolo en su satélite, como un planeta que girara alrededor de un sol. Escuché su explicación, estremecida. Nuestro amigo no sabía, ni siquiera sospechaba, que yo estaba buscando una respuesta a esa pregunta. Yo no había hablado de ello con nadie. ¡Y sin embargo había recibido una respuesta ese mismo día! El Yo superior—Dios—siempre encuentra una boca humana cuando tiene algo que decirnos. No conoce ningún obstáculo.
IMA Y BO-GHAR Luego estalló la gran guerra. Los dos hombres de casa se vistieron de uniforme. Mi marido prestaba servicio en una de las fábricas estatales más grandes, que fue puesta bajo control militar; tuvo que asumir el difícil cargo de comandante. Un día estábamos sentados a la mesa cuando, de pronto, se abrió la puerta y mi hijo entró... en uniforme de aviador. Sentí que la tierra desaparecía bajo mis pies y que me precipitaba en un abismo. Todos los hijos de nuestros amigos que habían entrado al ejército del aire habían acabado poco tiempo después en el cementerio. Aparte de esto, cuando vi entrar a mi hijo, tuve la extraña impresión de que ya lo había visto antes vestido con ese uniforme. Pero no tenía tiempo para pensar cuándo y dónde podía haberlo visto así, pues estaba espantada de que se hubiese hecho aviador. Los países que estaban en guerra con nosotros tenían aviones mucho mejores que los nuestros. Habían derribado, como jugando, a nuestros mejores muchachos, pues el ejército del aire sólo aceptaba aquellos que superaban las más rigurosas pruebas médicas. En esa época yo estaba trabajando en una gran composición, un monumento para un aviador muerto en la guerra, un amigo de la infancia de mi hijo. Y ahora mi hijo aparecía allí, vestido de aviador. -¿Cómo has obtenido ese uniforme? –le pregunté. -¿Cómo? –preguntó a modo de respuesta; después añadió con orgullo--: He sido aceptado como aviador. -Pero si hemos conseguido que te admitan entre los zapadores. ¿Cómo es que estás en la aviación? ¿Acaso el ejército del aire puede aceptar a un muchacho sin la autorización de sus padres? -Madre, estamos en guerra. No necesitamos el permiso de nuestros padres, como puedes ver. Me quedé callada. Ya no había nada que hacer. Los siguientes días los pasé caminando como sonámbula por toda la casa y hablando conDios. Ya no tenía poder sobre mi hijo. Tenía que dejarlo en manos de Dios. Lo hice conscientemente. Comprendí que Dios, por ser Dios, ama a mi hijo mejor de lo que puedo hacerlo yo, una mujer imperfecta. Y pensaba que, pasara lo que pasase, los acontecimientos siempre se desarrollarían de la mejor manera posible, aunque mi corazón de madre, humano y corto de vista, pudiera parecerle una catástrofe. ¡Tenía quellevar a la vida práctica mi fe en la existencia de Dios! Mi corazón no podía vacilar, mis nervios tenían que conservar siempre la serenidad, pues ya no debía observar el destino de mi único hijo desde un punto de vista humano, sino desde la perspectiva del gran Todo intemporal e inespecial; y debía actuar en consecuencia. Otras madres se pasaban los días y las noches pidiendo a Dios por sus hijos. ¿Cómo hubiera podido hacer eso? Dios no se deja convencer por seres humanos y, además, yo sabía que, según la ley del carácter y el destino, cualquier cosa que le sucediera a mi hijo sería siempre lo mejor para el desarrollo de su conciencia. ¡Sí! ¡Dios lo ama mejor que yo! Esta convicción me daba fuerzas para seguir viviendo.
La vida durante la guerra era un constante esperar el final de esa carnicería. Exteriormente todo seguía igual que antes. Trabajábamos, íbamos a conciertos, a la ópera, nos reuníamos con amigos, pero todo ello no era más que un dejar pasar tiempo, pues detrás de todo se encontraba siempre esperar, el esperar el final de la guerra. Así pasaron algunos años; interiormente yo veía a las poderosas fuerzas que se acercaban cada vez más por el Este. Un día me telefoneó una amiga que quería presentarme a una persona muy interesante. Añadió que se trataba de un hindú, de un auténtico yogui. No era la primera vez que esa amiga quería presentarme a un “auténtico yogui”, pero las otras veces siempre había resultado que las personas que me presentaba terminaban siendo seres humanos comunes y corrientes. Pero ella estaba convencida de que todos los hindúes tenían que ser perfectos yoguis. Así pues, su nuevo descubrimiento no me entusiasmaba. Pero ella no se dio por vencida y quiso hablar conmigo a toda costa. Vino a casa y me contó una larga historia sobre cómo había podido encontrarlo hasta que finalmente, debido a una extraordinaria “coincidencia”, ¡había descubierto que ese hindú al que había estado buscando por toda la ciudad, de más de un millón de habitantes, vivía en el mismo edificio que ella! Era un edificio moderno, muy grande, y no era nada extraño que quienes viven en él no se conocieran. La escuché pacientemente; luego, para abreviar su relato, pregunté: -¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres de mí? -Tienes que conocerlo. Déjame traerlo a tu casa y presentártelo. Él no sale a ninguna parte , vive muy retirado, pero cuando le conté de tus conferencias semanales sobre filosofía y el yoga, enseguida se mostró dispuesto a venir a verte. Mira, aquí tengo algunas fotografías suyas—dijo al tiempo que me daba unas cuantas fotos. Cogí las fotografías sin ningún interés, les eché una mirada... y se me cortó la respiración: ¡Bo-Ghar! Miré una a una a todas las fotos, con el corazón acelerado. ¡No había duda! Yo conocía la mirada de esos grandes ojos negros, la increíble pureza que emitía la expresión infantil de todo ese rostro; ¡era él! Pero ya no era el muchachito que yo conocía y llevaba siempre en el fondo de mi alma, sino un hombre joven, un adulto. -Hélène—dije a mi a amiga—, mañana por la noche tengo tiempo, puedes traerlo. Al día siguiente vinieron a casa Hélène y Bo-Ghar. Tomamos té y charlamos sobre diversos asuntos, entretanto yo yveía enun misalón interior de un gran palacioespléndidos hecho de colosalespero bloques de piedra, en él, queimágenes es mi habitación, muebles revestidos de oro, una cama baja cubierta de preciosas pieles de animales, una persona, las piernas, los brazos, las manos, todo el cuerpo, hasta el cuello. Lo único que no veo es la cabeza, porqueyo soy esa persona sentada sobre las pieles y a mis pies está sentado un niño, un niño alegre y querido que ahora me observa desde los ojos de este hindú. ¿Y él? ¿Por qué me llama “reina”? Se lo pregunto. -Porque usted es una reina—dice él, convencido. -¡Sí! ¡Tiene usted razón!—dice mi marido—, Sabe dar órdenes, sobre todo a mí—y ríe de corazón. Todos reímos con él. Mi hijo entra en el salón, ve a nuestro invitado hindú y se queda paralizado por la sorpresa. Luego vuelve en sí y los presento; y los dos se observan mutuamente, sorprendidos e interrogantes. Intento paliar la embarazosa situación ofreciendo más té. Mi hijo también
se sienta y bebe té con nosotros, pero no puede despegar la vista del hindú... Así fue como Bo-Ghar apareció por primera vez con nosotros. Poco tiempo después era mimado por toda la familia. Mis padres y mis hermanos lo recibieron como a un nuevo hermano. Abrió su escuela de yoga y, puesto que todavía no dominaba bien nuestro idioma, me pidió que diera lecciones de yoga en su escuela una vez a la semana. Empezo nuestro trabajo en común. La guerra duró algunos años más. En invierno todos trabajábamos como antes de la guerra y en verano nos íbamos a la casita del bosque. Bo-Ghar venía con nosotros y vivía en el bosque siguiendo las leyes del yoga que su maestro le había enseñado. Mi hijo ya había sido derribado una vez con su avión, pero milagrosamente había salido del trance sólo con una conmoción cerebral. Ya estaba otra vez sano; únicamente una cicatriz sobre su hermosa frente delataba la terrible idea. Y en cálido día de verano, cuando las fuerzas del Este ya estaban muy cerca de nuestra frontera, mi madre, mi querida y dulce madera y dulce madre, se cayó al suelo y, cuando quisimos ayudarla a levantarse, todavía pude decir, muy claramente: -Un infarto, es un infarto... Estuvo mucho tiempo guardando cama; un día nos explicó con palabras entrecortadas y cansinas que sentía que una parte de su cuerpo ya estaba muerta. -Y, ¿sabéis?—añadió—, es tan interesante estar un poco aquí y un poco “allí”... odavía T os veo un poco desde fuera, pero ahora también veo nuestro interior. Y veo todo nuestro destino futuro. Si me recupero un poco os lo contaré todo, ahora me cuesta mucho trabajo hablar. Ya estaba en contacto con el otro mundo. Cuando una de sus amigas hablaba de ella en algún lugar de la ciudad, mi madre nos decía: “Ahora mi amiga X.Y. está conmigo y dice lo siguiente...”, y repetía las palabras exactas que su amiga había dicho en ese mismo instante a varios kilómetros de allí; podíamos comprobarlo. También era frecuente que, cuando mi madre se encontraba a solas con la enfermera en su casa de la planta baja y mi esposo y y hablábamos de ella en la segunda planta, ella le dijera a su enfermera: “Mi hija Esther está aquí y está hablando de mí...”; y repetía exactamente las mismas palabras que yo había dicho dos plantas más arriba. Un día me telefoneó la enfermera diciéndome que fuera de inmediato. Mi madre había sufrido segundo ataque. Bajé tanun rápido como pude. Mi madre yacía pálida como muerta, ya no podía hablar. Me dio a entender con la mano que ya no podía mover la lengua. Pasó varias horas sin poder hablar. Hasta que de pronto se abrió la puerta y entro Bo-Ghar. Mi madre le vio y sus ojos brillaron de alegría desde su pobre rostro deformado y semiparalizado. Bo-Ghar se sentó a su lado y le cogió la muñeca. Uno o dos minutos después mi madre abrió la boca y dijo sílaba por sílaba, lenta pero muy claramente: -De la mano de Bo-Ghar fluye hacia mí una fuerza que ahora llega a esa parte de mi cabeza donde siento una presión que me impide hablar. Gracias a esa fuerza que emana de BoGhar puedo liberarme de esa presión y volver a hablar. Quisiera deciros que... —y nos dijo algunas cosas importantes: era su última voluntad. Bo-Ghar se marchó un rato después, pero mi madre pudo seguir hablando durante media hora más. Finalmente dijo:
-Poco a poco me está cediendo el efecto de la fuerza que me insufló el querido y pequeño Bo-Ghar. Se me hace cada vez más difícil emitir sonidos y mover la lengua los lazos que me unen a mi cuerpo se desvanecen. Dios esté con nosotros...—Fueron sus últimas palabras. Dos días después trajeron un ataúd. Su sitio en la cabecera de la mesa quedó vacío; a partir de entonces ardió siempre una vela ante la silla en la que siempre se había sentado a comer.
LAS PRUEBAS SE REPITEN Llegó el último invierno de Guerra. cuidaba nuestros frutales llamadopara a filas hacíaloyapoco mucho tiempo,Elyjardinero el huertoque estaba abandonado. Fui a la había casita sido del bosque salvar que aún podía salvarse. Una noche me despertó un sonido espantoso:!Sirenas! ¡En la capital! Salté de la cama. Desde la despensa podía divisarse a lo lejos la capital. En la oscuridad escuché cómo un sinfín de aviones pasaba volando sobre mi cabeza. El aire temblaba sacudido por los motores. Entonces empezó, de repente, un terrible juego de luces. Vi cómo las bombas caían silbando del cielo y explotaban como fuegos artificiales; incontables cañones antiaéreos disparaban ininterrumpidamente y en la distancia los disparos parecían rojos farolillos colgantes. De tanto en tanto veía una antorcha encendida que se precipitaba hacia tierra, y sabía que en algún lugar había una madre que esperaría en vano a su hijo... Ese angustiante juego de luces acompañado de incesantes explosiones duró aproximadamente media hora. Pero a mí me parecía como si hubiera pasado una eternidad mirando desde la ventana, con el corazón congelado. Allí, donde esas luces habían significado muerte y destrucción para miles de personas, allí vivían todos mis familiares y amigos. Y mi hijo estaba allí arriba, convertido en una diana a la que apuntaban esos otros pobres jóvenes que pasaban silbando en aviones mucho mejores que los nuestros, y a quienes mi hijo también tenía que disparar, reprimiendo, como ellos, sus sentimientos humanos. De pronto sentí que una fuerza procedente de un árbol cercano reclamaba mi atención. Dirigí la vista hacia el árbol y vi que dos brillantes ojos verdosos me estaban observando fijamente. ¡Un búho! Estaba sentado sobre una rama, inmóvil como una estatua. Nunca había visto un búho en esta región. ¿Cómo había llegado aquí? Sin quererlo, empecé a hablarle dentro de mí: “Pájaro, querido pájaro, no es culpa tuya que las creencias de la gente te consideren un heraldo de la muerte. Sin embargo, ¿has venido quizá a decirme que aquellos a quienes amo y viven en la ciudad no se encuentran ya en este mundo?”. El búho saltó a una rama más cercana a mí, abrió de repente las alas y un instante después ya había desaparecido en el bosque. En ese mismo instante supe que un poder que todo lo domina y todo lo dirige había querido hacerme saber mediante la desaparición del ave de la muerte que todos mis seres queridos seguían con vida... ¡Sí! ¡Todos mis seres queridos! ¡Pero aquellos miles de personas que habían muerto en esa terrible noche y todos los que habían sido muertos durante esa espantosa guerra también eran los seres queridos de alguien! ¿Por qué habían tenido que morir? ¿Por qué los hombres se mataban unos a otros de manera tan absurda?
Y aquel teatro infernal se repitió noche tras noche. Al llegar el verano algunos miembros de la familia se trasladaron a la casa de campo; también Bo-Ghar vino con ellos. Cada terrible noche nos reuníamos junto a la ventana y contemplábamos con el corazón congelado cómo bombardeaban la capital. Cuando las sirenas se anunciaban el final del bombardeo sonaba también el teléfono: mi esposo me llamaba para tranquilizarme, para hacerme saber que seguían con vida... En otoño volví a quedarme sola y seguí trabajando en los frutales y en el huerto de hortalizas. Al caer de la noche observaba cómo los cañones del enemigo—¡ay, esos pobres jóvenes que tenían que ser nuestros “enemigos”!—se acercaban por el valle. Una noche decidí ir a la ciudad. Quería vivir las terribles horas del sitio en casa, al lado de mis seres queridos. Sonó el teléfono. ¡Qué extraño! ¡Tenía la certeza de que ya había vivido todo eso antes! Sabía de antemano que mi esposo me llamaría en ese preciso instante y conocía literalmente las palabras que intercambiaríamos. Y tenía la sensación de que estaba soñando. Esa sensación no me abandonó durante los difíciles días que siguieron y que luego se convirtieron en semanas, meses, ¡incluso años! Siempre sabía lo que iba a ocurrir en el instante siguiente, como si ya hubiera vivido antes esos terribles acontecimientos. Todo era una simple repetición—¡estaba segura de ello!—, pero no podía comprender dónde podía haber vivido una situación idéntica a ésa. Cuando ya estaba en la ciudad y tuve que unirme por primera vez a los demás para bajar al sótano, muda y seria, con el corazón congelado por el sonido de las sirenas, sabía que ya había vivido todo eso antes. Lo supe siempre, durante todas las largas y terribles noches de bombardeos. Y sentí aún con más intensidad esa sensación de estar repitiendo algo ya vivido cuando, un día a finales de otoño, se abrió la puerta de casa y vi entrar a mi hijo. ¿Por qué me sorprendía tanto que llevara un uniforme de aviador? ¡Sí! Yo conservaba el recuerdo de que en Egipto él había sido Ima, el joven sacerdote, y conocía también todas las relaciones que nos unían. Pero mis recuerdos de Egipto me lo mostraban vestido en un traje muy distinto. ¿Cómo puedo, pues, tener la sensación de que recuerdo haberlo visto vestido de aviador durante mi vida en Egipto?. ¿Por qué tengo la sensación de que todo esto estoymi viviendo no en es la “realidad”,Recuerdo sino imágenes sueño qde yuemi hevida vivido sueñoque durante iniciación la pirámide? todosde losun aspectos en ese Egipto, pero por más que me esfuerzo no puedo recordar mis sueños iniciáticos. ¡Que extraño! ¿Cómo se puede recordar que no se recuerda? Pues si no recuerdo algo, entonces tampoco puedo saber si ese algo ha existido. Pero sin embargo sé que durante mi iniciación en la pirámide viví todo mi destino futuro en forma de visiones y que esas visiones—o imágenes oníricas—eran el pretexto para que yo superara diversas pruebas. ¡Es cierto que mi maestro, Ptahhotep, me hizo ver y me advirtió que si después de recibir la iniciación volvía a caer, todas las pruebas iniciáticas se repetirían en el plano terrenal! ¡Sí! ¡Tengo la constante sensación de que todos esos acontecimientos se repiten! Durante algunos años había tenido de costumbre de, nada más despertar, anotar en una libreta mis sueños de la noche anterior. Ahora hacía más de un año que no leía esa libreta. Empecé a leerla. Y casi pierdo el juicio por la sorpresa: la mayoría de los sueños
que había escrito se habían hecho realidad en el plano terrenal más tarde, seis meses después de haberlos escrito, o más. Pero había olvidado por completo la mayoría de esos sueños, y si no hubiera visto y reconocido mi propia escritura no habría creído que yo había soñado y escrito eso. ¿Cómo era posible que hubiera ido olvidando esos sueños a medida que se convertían en realidad, que hubiera soñado todas esas cosas con tal precisión, a veces incluso literalmente? ¡Este descubrimiento me causó una profunda conmoción! ¿Qué es esa fuerza que existe dentro de nosotros y predice y anuncia nuestro futuro con tal precisión? ¿Y qué seres tan imperfectos somos que comprendemos tan poco el lenguaje, que cuando los acontecimientos soñados se repiten exactamente en nuestra vida, no recordamos que ya lo hemos vividos, en sueños, sí, pero de manera comprobable? Probablemente los seres humanos no merecemos que esa fuerza interior se preocupe constantemente por nosotros y nos muestre con infinita paciencia las verdades y leyes interiores... ¿Cómo podría explicar que era posible que un recuerdo de mi vida anterior, en Egipto, me mostrara a mi hijo—a Ima—vestido de aviador, y que al verlo entrar supiera que venía a despedirse de mí porque su escuadrilla de aviones no podía quedarse en el aeropuerto cercano a la capital, pues de lo contrario serían bombardeados y aniquilados? Cuando él me dijo eso y yo le respondí, sabía que toda aquella escena ya había sucedido antes... y tenía otra vez la sensación de que sólo estaba soñando... Pero no me atreví a decirle nada a nadie, ni siquiera a mi hijo—a Ima—, porque tenía miedo de que creyeran que mi mente se había alterado por la conmoción. Preferí guardar silencio al respecto. Y así vivimos el sitio. Pasamos cinco semanas en el sótano, bajo un fuego constante. El edificio terminó derrumbándose y tuvimos que huir de las ruinas. El destino nos llevó de un lado a otro, hasta que después de pasar por muy dificiles pruebas empezamos a reconstruir nuestras vidas. Nos habíamos convertido en mendigos. Mi esposo había sido herido de gravedad y no pudo trabajar durante mucho tiempo. Nosotros, Bo-Ghar y yo, trabajámos día y noche; como hombres primitivos en la jungla, levantamos un nuevo hogar a partir de las ruinas de la casa paterna y volvimos a abrir nuestra escuela de yoga... Transcurrieron algunos meses de trabajo duro y continuo. Aprendimos y conocimos lo que es el hambre. En pocas semanas pasamos de ser personas de carne y hueso a ser esqueletos vivientes recubiertos deMiedo, piel. Losunamigos conocidos ya noseseabrió reconocían cuando se encontraban en la calle. miedo yterrible y nuevo paso entre los otros temores profundamente enraizados enlas atormentadas almas:¿Qué comeremos mañana? ¿Cuánto tiempo podemos resistir sin enfermar este duro trabajo, sin comer lo suficiente ni siquiera una vez? Las fértiles tierras del país fueron generosas al otorgar sus frutos a sus hijos, pero tuvimos que presenciar cómo un sinfín de trenes repletos de víveres, interminables serpientes, sacaban del país nuestras abundantes cosechas hacia otros países. Pero tras largos y arduos meses el hambre fue llegando poco a poco a su fin. Ya podíamos obtener a menudo algo alimenticio para comer. Nos recuperamos lentamente. ¡Pero amigos y conocidos apenas si podían volver a reconocerse unos a otros! Nos habíamos acostumbrado a que toda la gente fuese extremadamente delgada, y cuando nos cruzábamos con alguien en la calle, se nos ocurría de pronto que ese curpulento señor
que acababa de pasar se parecía muchísimo a un amigo muy delgado. Ambos pensábamos lo mismo, nos volvíamos, nos reconocíamos con gran alegría y nos abrazábamos sonriendo... Pasaron meses hasta que pudimos volver a reconocer a todos nuestros amigos y conocidos y nos acostumbrados de nuevo a ver cuerpos gruesos. ¡Y yo seguía sintiendo que ya había vivido antes todo eso! Esta sensación me acompañaba a todas partes y en todo lo que hacía, pero presentándose siempre en el momento en que algo ocurría. No conocía el futuro de antemano. Tampoco sabía qué podía haberle pasado a mi hijo, a quien no había vuelto a ver desde nuestra despedida y de quien no había recibido ninguna noticia. Otros seis meses después alguien llamó a la puerta. Abrí... ¡y allí estaba mi hijo! Y tuve otra vez esa sensación que la psicología llama el déjà vu. ¡Repeticiones, lo sé, todo esto que sucede son repeticiones! Pero ¿de que? ¡Hasta que una noche vi todo con claridad! Cuando tuve que superar la más difícil de todas la pruebas, la del “amor cruel”, con la persona a quien más quería sobre la Tierra, mi hijo, me arrodillé una noche sobre la cama y le pedí aDios que le mostrara a mi hijo el camino que debía seguir. Recorrí el camino que conduce hacia dentro de nosotros, haciaDios, me interné cada vez más hondo dentro de mí misma, retiré mi conciencia hacia mi interior, hasta ensimismarme..., ¡y de pronto me encontraba ante el séptimo peldaño, ante aquel conocido séptimo peldaño! Me levanto de un brinco, me siento ligera, corro hacia arriba radiante de alegría..., conozco el camino..., lo recuerdo... ¡Oh Dios!..., ¡lo recuerdo! Comprendo que todas esas vivencias que todas esas vivencias que he vivido antes, durante mi iniciación en la pirámide, varios miles de años atrás. En aquel entonces todas esas vivencias yacían en las profundidades de mi alma, en forma de energías inconscientes, latentes, de causas. Pues todo lo que sucede sobre la Tierra es la realización de aquello que ya existe como causa en el plano espiritual, donde yace en espera de su realización. Si uno es capaz de alcanzar conscientemente esas profundidades del Yo donde todas esas energías están esperando su realización, ¡entonces vive las causas al mismo tiempo que los efectos , el futuro como presente! Y el presente, nuestra vida, todo lo que nos sucede, no son más que oportunidades para superar pruebas iniciáticas. Oportunidades para liberarnos de las tensiones internas que hemos ido acumulando dentro de nosotros durante eones mediante nuestros pensamientos, palabras y acciones y que son la causa de nuestro destino, de nuestro futuro. En la medida en que adquirimos conciencia de esas tensiones y las vivimos hasta agotarlas, nos liberamos de nuestra conciencia humana, sujeta y limitada por esas energías, y nos identificamos con el verdadero Yo divino—Dios—, que nos espera tras el “yo” personal. Eso es la INICIACIÓN.
EPÍLOGO Tras la experiencia de aquella noche supe que las tensiones de mi alma se habían extinguido, que todo lo personal se desprendería de mi ser. ¡Había terminado conmigo! Ya no había nada que me atara a mi “persona”, todo lo personal desaparecería. Donde fuera que me encontrase—lo mismo en mi casa que en la calle—empezó a acompañarme siempre la extraña sensación de que no estaba “allí” ¿No estaba allí? Pero entonces, ¿dónde estaba? ¡No lo sabía! Sólo tenía conciencia de que mi Yo nunca había estado en el espacio, nunca había estado “allí” donde se encontraba mi persona, mi cuerpo físico, sino que mi Yo siempre se había proyectado hacia mi persona desde lo inespacial; pero ahora mi Yo empezaba a proyectarse no sobre mi cuerpo, sino en algún otro lugar. ¿Dónde? ¡En otro país! Supe que iría a ese otro país, ¡supe que tenía que ir! Pues cuando el espíritu—la causa—ya no se encuentra en determinado lugar, el cuerpo—el efecto—debe seguirlo y estar en el lugar donde es proyectado por la causa. Allí puede seguir viviendo; pero si el fenómeno físico no se reúne con el espíritu, desaparece, es decir un pasaporte! Aún no era el momento de partir. Todavía tenían que suceder algunas cosas más. Una noche me desperté sobresaltada: mi padre se encontraba frente a mí y en su querido rostro brillaba una sonrisa de despedida. Comprendí: tenía que marcharse... Quise levantarme y preguntarle por qué y adónde tenía que ir, pero en ese momento desapareció; me di cuenta de que sólo había despertado en el instante en que él había desaparecido. Mi padre tenía ochenta años, pero se conservaba sano de cuerpo y espíritu. Todavía ejercía con vigor su difícil cargo en el Estado. Sin embargo, yo sabía que su espíritu había estado conmigo para despedirse. El reloj cósmico marcaba la hora en que él debía abandonar el cuerpo. Al día siguiente tuvo que ser internado en una clínica y todos acudimos allí para despedirnos de él. Ya no podía—o no quería—hablar. Nos miraba a los ojos, uno a uno, y su expresiva mirada era muy profunda y llena de amor. Luego cerró los ojos para no volver a abrirlos. Y fuimos acompañando el segundo ataúd de un miembro de la familia. Mi hijo hacia todo lo posible para conseguir trabajo. En vano. Pero no se rendía, seguía intentándolo, una y otra vez, siempre sin éxito. Finalmente comprendió que en este país no había un lugar para él. Y un día cogió su guitarra, aquella amiga fiel que nunca lo había abandonado, ni siquiera en los momentos más difíciles de la guerra, y se marchó a buscar un país donde encontrar un hogar y vivir y trabajar en libertad. Nos despedimos sin saber si volveríamos a vernos. Pero en lo más profundo de mi Yo sabía que volveríamos a vernos, que algún día trabajaríamos juntos en el jardín de Dios...
Y luego llegó la hora del último acto. Bo-Ghar dio otra conferencia pública, a la que, como de costumbre, vino tanta gente que la policía tuvo que acudir para mantener el orden. Una vez terminada la conferencia la gente rodeó a Bo-Ghar, no querían que se marchase; mi marido y yo estábamos algo alejados de la masa, esperando a que Bo-Ghar terminase de responder las últimas preguntas y de firmar los últimos autógrafos. Entonces se me acercó un oficial de la policía secreta y dijo que quería hablar conmigo. Nos apartamos un poco y el oficial dijo: -Toda mi familia y yo practicamos yoga y sé que es un sistema maravilloso. Sin embargo, ustedes dos, el hindú y usted, son personas peligrosas, pues sus palabras mueven masas. El partido no ve esto con buenos ojos. Por lo tanto, debe usted decidir: o se quedan ustedes con el partido y trabajan para él, o abandonan el país. Dejaremos que salgan del país sin ningún problema. Pero si no quieren marcharse tendremos que atenernos a otros métodos. Piensen en el consejo de mis superiores y actúen según crean conveniente. Iré a visitarla un día para oír su desición. Bo-Ghar podía salir del país libremente gracias a su pasaporte hindú, pero yo primero tenía que conseguir una autorización y un visado de entrada de otro país. Y así empezó un interminable ir y venir buscando un permiso de salida y un visado de entrada... Hasta que por fin comprobé que era imposible conseguir un pasaporte. Me enviaron de una oficina a la otra, hasta finalmente darme la negativa definitiva. Pero eso significaba que me aplicarían los “otros métodos”. Ya sabíamos qué quería decir eso. Muchos de nuestros amigos habían desaparecido para siempre o habían salido de la cárcel completamente destrozados por las torturas, para morir miserablemente en casa a los pocos días. Bo-Ghar le dijo a mi esposo: --La única posibilidad de salvar a tu mujer es que te divorcies de ella y que se case conmigo. Así podría obtener un pasaporte como el mío y ambos podríamos salir legalmente del país. Mi esposo le extendió la mano a Bo-Ghar, pero no fue capaz de pronunciar ni una sola palabra. Gruesas lágrimas rodaron por su rostro atormentado... llegó el díadesconocido en que tuve que que en despedirme de todas las personas cercanas aDios mí para viajar aYese mundo adelante sería mi hogar, ese mundo al que nos llevaba. Bo-Ghar había cumplido su palabra: ¡Había venido del otro extremo del mundo para salvarme! Nos reuníamos con Ima y seguimos caminando juntos tras las huellas de los gigantes que nos mostraban el camino hacia la iniciación, hacia la redención, el paraíso perdido... Y cuando quiero estar con aquellos a quienes amo, dirijo la luz de mi conciencia hacia mi interior. ¡Pues todo y todos viven dentro de mí! ¡El Yo—que es el Yo de todos los seres vivos, y por lo tanto también mi Yo—no conoce límites: todo el universo está dentro de mí y mí Yollena todo el universo. ¡Yo soy todo aquello que existe! En todo lo que amo, me amo a mí misma, ¡pues sólo creemos que
no amamos aquello que aún no hemos reconocido dentro de nosotros mismos! EL YO ES LA VIDA Y LA ÚNICA REALIDAD, Y QUIEN HA SIDO INICIADO EN EL Yo, LO CUAL QUIERE DECIR QUE SE HA RECONOCIDO PLENAMENTE A SÍ MISMO, AMA TODO Y A TODOS POR IGUAL, PUES ES UNO CON ELLOS.
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ÍNDICE
Nota de la autora.......................................................................................................... Prólogo......................................................................................................................... Introducción................................................................................................................. Despertar...................................................................................................................... León y luz..................................................................................................................... Mis padres no son “mis” padres..................................................................................
3 4 6 11 19 21
La salida del sol no es así............................................................................................. 27 ¡Quiero marcharme!.................................................................................................... 31 Anhelo la unidad.......................................................................................................... 36 El hombre rojo.............................................................................................................. 39 Aparece mi futuro......................................................................................................... 42 Disputas amorosas........................................................................................................ 47 Primer encuentro con la muerte................................................................................... 50 Primera visión del futuro............................................................................................... 54 El despertar del pasado................................................................................................. 57 Segundo encuentro con la muerte................................................................................ 62 Tinieblas......................................................................................................................... 66 Cambio de rumbo........................................................................................................... 72 Lucha por la luz............................................................................................................... 78
Hago mi voto................................................................................................................... 90 Destellos en el horizonte................................................................................................ 93 Visiones........................................................................................................................... 97 Los Ayur-Vedas................................................................................................................ 124 Se hizo la luz.................................................................................................................... 137 El pasado se convierte en presente................................................................................. 140 Él..................................................................................................................................... 147 Los hijos de Dios.............................................................................................................. 155 Años de preparación....................................................................................................... 177 El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal......................................................................... 177 Las doce parejas de cualidades gemelas........................................................................ 182 Los leones....................................................................................................................... 192 Ejercicios telepáticos....................................................................................................... 196 El futuro......................................................................................................................... 201 Bo-Ghar y la llave de la vida.......................................................................................... 215 Las enseñansas de Ptahhotep........................................................................ 221 La forma de las pirámides............................................................................................. 239 Ezequiel I (Citas extraídas de los versículos 4 a 28)....................................................... 253 Los cuatro rostros de Dios.............................................................................................. 255 Las épocas del mundo.................................................................................................... 274 Últimos preparativos...................................................................................................... 285 La iniciación.................................................................................................................... 301 Como sacerdotisa........................................................................................................... 338 “Volveremos a vernos”.................................................................................................... 343 El león.............................................................................................................................. 353 Niebla y nuevo despertar................................................................................................. 361 Roo-Kha y las doce pastillas............................................................................................. 371 Aparece el joven sacerdote.............................................................................................. 378 Ima y Bo-Ghar................................................................................................................... 382 Las pruebas se repiten...................................................................................................... 386 Epílogo.............................................................................................................................391 Indice...............................................................................................................................394