biblioteca abierta
colección general
psicoanálisis
Imaginario, Simbólico, Real. Aporte de Lacan al psicoanálisis
Imaginario, Simbólico, Real. Aporte de Lacan al psicoanálisis
Carmen Lucía Díaz
editora
VICERRECTORÍA DE INVESTIGACIÓN
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
2014
Imaginario, Simbólico, Real : aporte de Lacan al psicoanálisis / Carmen Lucía Díaz L., editora. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Vicerrectoría de Investigación. Dirección de Investigación Sede Bogota: Facultad de Ciencias Humanas. Escuela de Estudios en P sicoanálisis y Cultura, 2014. 196 p. – (Biblioteca abierta. Psicoanálisis ) Incluye reerencias bibliográficas : 978-958-761-952-2 Freud, Sigmund, 1856-1939 2. Laca n, Jacques, 1901-1981 3. Psicoaná lisis 4. Psicoaná lisis – Histor ia 5. Filosoía del simbolism o I. Díaz Leguizamón, Carmen Lucía, 1958-, edito r . Serie -21 150.195 / 2014 Imaginario, Simbólico, Real. Aporte de
Lacan al psicoanálisis
Biblioteca Abierta Colección General, serie Psicoanálisis © Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura Primera edición, 2014 : 978-958-761-952-2
ISBN
© Vicerrectoría de Investigación, sede Bogotá, 2014 © Editorial Universidad Nacional de Colombia,
2014
© Editora Carmen Lucía Díaz, 2014 ©Varios autores, 2014 Facultad de Ciencias Humanas Comité editorial Sergio Bolaños Cuéllar, decano Jorge Rojas Otálora, vicedecano académico Luz Amparo Fajardo, vicedecana de investigación Jorge Aurelio Díaz, profesor especial Myriam Constanza Moya, profesora asociada Yuri Jack Gómez, profesor asociado
Diseño srcinal de la Colección Biblioteca Abierta Camilo Umaña
Preparación editorial Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas Esteban Giraldo González, director Felipe Solano Fitzgerald, coordinación editorial Diego Mesa Quintero, coordinación gráfica
[email protected] www.humanas.unal.edu.co
Bogotá, 2014
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio, sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Contenido
Introducción
9
Psicoanálisis: el aporte de Lacan. Imaginario, Simbólico, Real
19
LO IMAGINARIO El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
35
La agresividad en el psicoanálisis
53
LO SIMBÓLICO
Á Las formaciones inconscientes y lo simbólico
73
El síntoma como metáfora: entre sentido
93
y mensaje
LO REAL
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
123
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
159
Los autores
181
Índice de materias
185
Índice de nombres
193
Introducción
, á , descubrió el inconsciente y elaboró su teoría del psiquismo con un modelo cuyo paradigma ue una estructura organizada por el conflicto entre las instancias que lo constituyen, ello, yo, superyó, con características dinámicas inconscientes o preconscientes-conscientes, y con montos energéticos libidinales que fluctúan entre el placer y el displacer. A la vez, el principio del placer y su más allá, la repetición, ueron reconocidos como los regentes del psiquismo inconsciente. Muchos otros elementos conorman su compleja dinámica, entre ellos la incoercible acción p ulsional, la indest ructibi lidad del deseo, la pertinaz deensa del yo rente al trauma, la resistencia para develar
lo inconsciente y, simultáneamente, la insistencia de lo reprimido por retornar a través de las l lamadas ormaciones del inconsciente, como los sueños, los actos allidos, los síntomas, sostenidas en el lenguaje con sus ingenios y resonancias. Los recursos científicos existentes en la época, derivados de la bioquímica, la mecánica y la dinámica energética, incidieron en los planteamientos reudianos al servir como explicación de su modelo de psiquismo. Sin embargo, el vínculo del lenguaje con el inconsciente siempre estuvo presente en su obra, así como 9
Carmen Lucía Díaz
la prelación dada a las representaciones de lo escuchado, de lo visto, de lo vivido, con sus posibles sentidos latentes. De este modo sus articulaciones se distanciaron de los determinismos meramente biológicos y mecánicos; tanto más al reconocer que las representaciones se orjan gracias acon las elhuellas trazadas en la memoria, derivadas de la experiencia prójimo. La cultura de Freud, su espíritu investigativo y genialidad le permitieron enriquecer su pensamiento, de donde resultó una teoría rig urosa y rica en complejidad sobre el alma humana. Su concepción sobre aquello que unda al sujeto en lo más constituyente e íntimo se anticipó a planteamientos posteriores desarrolladas en diversos ámbitos, principalmente por autores de la antropología, la lingüística, la ciencia de las religiones, tales como la prohibición del incesto en el undamento de lo humano (LéviStrauss), los mecanismos del lenguaje operados por desplazamientos, condensaciones e insistencias, organizadores del pensamiento y de la ormación de símbolos (Ferdinand de Saussure, Roman Jakobson y Émile Benveniste). La lucidez de su teorización, que dio lugar a la ormulación de los distintos conceptos psicoanalíticos, presenta algunas dificultades relativas no solo al paradigma energético utilizado, sino también a los deslindes imprecisos entre algunos de sus conceptos, pero estas no demeritan la potencia de su teoría tanto en los derroteros del psicoanálisis mismo, como en su aporte a otras disciplinas, a las intervenciones clínicas desde lo psíquico (casi todas las psicoterapias tienen su srcen en el psicoanálisis) y en general a la cultura, en algunos de cuyos movimientos y significaciones el pensamiento psicoanalítico ha tenido enorme influencia. Jacques Lacan, psicoanalista rancés, trabajó a la letra los textos reudianos, en la búsqueda de restituir el espíritu esencial del pensamiento ormulado por el undador del psicoanálisis, perdido en las elaboraciones de los llamados «posreudianos». A la vez que propendió por el retorno al espíritu reudiano, Lacan aclaró conceptos que en la obra de Freud resultan oscuros y se prestan a
10
Introducción
conusión (de donde se derivaron algunos de los desvíos del pensamiento psicoanalítico), e introdujo el paradigma del lenguaje a cambio del energético, señalando al inconsciente como eecto del lenguaje, organizado a partir de sus leyes y de su lógica. leyes del lenguaje ormadoras de la lógica del inconscienteUbicar llevó las a Lacan a dar le prelación al significante como aquello que irrumpe de manera sorpresiva en lo proerido por alguien. El significante, explícito y a la vez cirado, no solo se enlaza a otros significantes, sino que en su encadenamiento también representa al sujeto, con lo cual permite que surja por momentos para develar algo de lo inconsciente en quien logre escucharlo. Al rearticular el pensamiento de Freud desde la perspectiva de las leyes del lenguaje, Lacan sitúa las figuras de la retórica como los mecanismos básicos con los que opera el inconsciente; así, la metáora y la metonimia resultan análogas de los mecanismos undamentales de la operación inconsciente, ya expuestos por Freud: la condensación y el desplazamiento. Lacan revisó las tesis reudianas en un momento extraordinario del pensamiento occidental, tiempo en el cual confluyeron grandes teóricos y el estructuralismo se encontraba a la vanguardia; se trata de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo . En medio de distintas corrientes de pensamiento, en cuanto psicoanalista, él generó la suya. […] una posición teórica absolutamente singu lar define Laca n. Ilustrado, por un lado, por su experiencia clínica y guiado por el modelo de la certeza cientí fica, renueva el concepto de inconsciente, en tanto sistema de determinación de la experiencia subjetiva. Del otro, mantiene, a riesgo de renovarla en proundidad, la noción de sujeto, que era central en la enomenología —en Sartre, especialmente, que liga al sujeto a una teoría de la conciencia y de la libertad—. El camino de Lacan va cresteando y toma una arista totalmente propia: […], capta la herencia estructuralista y la vuelve a undar, mostrando que el inconsciente, estructurado «como un lenguaje», determina la constitución del sujeto; […], vuelve a desplegar el concepto de sujeto en toda su radicalidad, afirmando la
11
Carmen Lucía Díaz
posibilidad, que cabe a cada uno, de comprometerse con libertad asumiendo riesgos de carácter ético. 1
Concebir el inconsciente como eecto del lenguaje, apoyándose amatemáticas, la vez en teóricos del lenguaje, filosoía y las y en obras literarias,laenantropología, el arte, en la la óptica, la teoría de los conjuntos y la topología, le permitió aclarar e iluminar en detalle la teoría del inconsciente revelada por Freud, precisando y resituando su conceptualización. Además, esas uentes diversas potenciaron sus propias elaboraciones, soportadas en lógicas definidas, y con su singular ingenio generó un sustantivo avance de la teoría psicoanalítica al introducir nuevos conceptos y paradigmas en la explicación del intrincado mundo subjetivo. En su propósito de ormulación, Lacan construyó matemas, graos; se sirvió también del recurso a las figuras topológicas y al trabajo con nudos. Hizo un uso par ticular de la escritura para ormalizar así la estructura del sujeto del inconsciente. Entonces, no solo aportó una reflexión ineludible sobre el sujeto del que se ocupa la experiencia psicoanalítica, al haber destacado el lugar del lenguaje y su incidencia en la subjetivación y en la construcción de los lazos sociales, sino que además sitúo, vía el tratamiento de lo pulsional, el límite del lenguaje para dar cuenta del ser del sujeto. Los desarrollos de Lacan han contribuido a dotar a los psicoanalistas de herramientas conceptuales, metodológicas y éticas capaces de responder al desaío de sostener la disciplina en el panorama actual de la ciencia y la cultura. Uno de sus grandes aportes ue introducir el paradigma reerido al ternario imaginario, simbólico y real como registros esenciales de la realidad humana y organizadores undamentales del sujeto del inconsciente. Con este ternario conceptual surge un nuevo modelo para pensar la experiencia subjetiva inconsciente, sus relaciones con la consciencia, su vínculo con los otros, con el 1
12
Alain Badiou en Élisabeth Roudinesco y Alain Badiou,Jacques Lacan. Pasado-presente. Diálogos (Buenos Aires: Edhasa, 2012), 63.
Introducción
cuerpo y con la cultura. Su introducción no solamente subtiende toda la elaboración de los conceptos lacanianos, sino que además produce eectos de reordenamiento del ed ificio conceptual del psicoanálisis legado por Freud, al situar en uno u otro de los registros el conjunto de los dierentes tópicos quemás constituyen sulas campo. Este paradigma posibilita entonces ubicar claramente distintas di mensiones en que se viven y se anal izan las experiencias y los enómenos humanos, al tiempo que hace viable una mayor claridad conceptual y u n más preciso ordenamiento de la experiencia psicoanalítica en la conducció n de una c ura. Lo imaginario se define por excelencia como el lugar del yo, con sus enómenos de ilusión y engaño, captación, señuelo y con-usión, que inducen la ascinación erótica, el narcisismo y la rivalidad mortíera en las relaciones entre los semejantes. Lo simbólico designa el registro cuyo undamento es el lenguaje, es decir, los significantes que a la vez que determinan al sujeto, le permiten separarse del Ot ro; hace reer encia al deseo regu lado por la Ley que rige los intercambios y ordena los víncu los humanos, y a las ormaciones del inconsciente que, como eectos del lenguaje, también constituyen este registro. Lo real permite situar aquello que escapa al registro de las imágenes y las palabras, que queda confinado al orden de lo imposible y de lo que vuelve siempre al mismo lugar; podemos ubicar en esta categoría los aspectos relativos al goce pulsional, a las marcas undantes del sujeto, al trauma, a la angustia y a aquellas determinaciones que acompañan al organismo viviente. Así, localiza una dimensión de lo real como eecto de la i ntervenció n simbólica e i maginaria y como consecuen cia del mal encuentro con el Otro, y otra di mensión relacionada con el equipamiento del organismo viviente y aquello inmodificable que se le impone. Desde muy temprano en la obra de Lacan están presentes estos registros, pero el énasis dado y la comprensión lograda de cada uno varía n a medida que elabora su t eoría, sin descuidar en el recorrido el interés por definir y encontrar los lím ites de cada uno de ellos. Inicialmente el acento recayó sobre lo imaginario, luego ue lo simbólico el registro que más ocupó su interés y , final mente, 13
Carmen Lucía Díaz
sus elaboraciones destacaron lo real. Sin embargo, a pesar de los énasis, según el momento de construcción teórica, los registros adquieren entre sí una relación estructural, de nudo, la cual se hace explícita en el nudo borromeo con sus distintas t ransormaciones, e, incluso, en sus d istintos accidentes o desanudamientos, que Lacan denominó «lapsus del nudo» . Estos regist ros o d imensiones, que se desagregan solo con propósitos comprensivos del carácter de la realidad concernida, se encuentran anudados en la dinámica de lo humano, privilegiá ndose uno u otro según la experiencia de la que se trate; además, según el modo en que se anuden o el privilegio que tome alguno, se organizará su estructura subjetiva, el síntoma, el antasma… en unción de las características singulares de la realidad psíquica. El énasis que hace en lo imaginario aparece por su interés en el narcisismo y el yo, que Lacan derivó de su trabajo sobre la psicosis paranoica, asunto que lo llevó a elaborar el Estadio del Espejo en la ormación de la instancia yoica y a su crítica al desvío de aquel psicoanálisis que insiste en la adaptación del yo. Lo simbólico ocupa un buen tiempo de su investigación en la perspectiva de resituar el alcance de la cura psicoanalítica, la relación entre el deseo y la ley como eectos del leng uaje, la organiz ación del sujeto y su deriva en el encadenamiento signi ficante. El abandono de la primacía de lo simbólico no solo ue correlativo al lugar determina nte que Lacan dio a lo real de la pulsión y el goce, y a un concepto inédito, el objeto a, sino que además produjo un movimiento en las coordenadas teóricas al señalar a lo imposible de lo real como núcleo del inconsciente. Por otra parte, la puesta en cuestión de la consistencia de lo simbólico inaugu ra una reflexión de értiles consecuencias sobre la clínic a, el mundo contemporáneo y su malest ar. La dierenciación de los registros le permite al psicoanálisis, como a quienes se interesan en esta disciplina, establecer la particularidad de las distintas experiencias de la subjetividad, y delimitar la pertenencia de los conceptos, con lo cual se logran deslindes muy precisos. Por o tra par te, aporta rig urosos elementos de análisis a quienes desde otras disciplinas quieren sostener un diálogo con el psicoanálisis. 14
Introducción
Este libro recoge el material t rabajado en uno de los cursos de educación continua desa rrollado por la Escuela de Est udios en Psicoanálisis y Cultura, en el segundo semestre del año 2011, titulado «Psicoanálisis: el aporte de Lacan. Imaginario, Simbólico, Real», desarrollado el fin de en trabajar conceptos del psicoanálisis, con y enmarcado una serie iniciadaundamentales tiempo atrás con la presentación y discusión de las principales tesis reudianas y del camino que se ue gestando conceptualmente en el paso de Freud a Lacan. Algunas de esas elaboraciones se presentaron en el libro El descubrimiento reudiano 2. Estos cursos se orecen como una de las modalidades de extensión académica y de diusión del psicoanálisis para quienes están interesados en la disciplina. Se abordan los registros a partir de algunos campos, conceptos y enómenos, cuyo discernimiento permite deslindarlos. El primer capítulo, «Psicoanálisis: el aporte de Lacan. Imaginario, Simbólico, Real», expone el surgimiento de este paradigma lacan iano, señalando sus consecuencias y su importa ncia, sus implicaciones y eectos ta nto en la teoría como en la clín ica; sitúa el contrapunto con el paradigma binario de Freud, reconociendo a la vez la existencia, en muchas de sus elaboraciones conceptuales, de una dinámica que articula y pone en tensión tres elementos. A partir del segundo capítulo se subdivide la presentación en tres apartados según la prevalencia del registro correspondiente en el campo analizado, sin olvidar que en toda realidad humana intervienen de algún modo los tres órdenes. La presentación general sigue el énasis que dio Lacan a los registros a lo largo de la construcción de su teoría. Así, el apartado «Lo imag inar io» con tiene dos capítulos: «El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario» y «La agresividad en psicoanálisis». El primero expone el poder de la imagen, en tanto gestalt, en la ormación del yo ideal como primer pivote organizador de la subjetividad, correlativo a la uniicación del cuerpo y al narcisismo, a condición de la preexistencia de lo 2
Sylvia De Castro, ed.,El descubrimiento reudiano(Bogotá: Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2011). 15
Carmen Lucía Díaz
simbólico. El segundo desarrolla esta dimensión del ser hablante, correlativa al surgimiento del yo y del narcisismo, en cuya explicació n el psicoanálisis descar ta la existencia del instinto de agresión al considerarla una realidad subjetiva, no biológica, lo cual opone a ladeexplicación etológica que la ciencia con propone parasedar cuenta la agresividad humana. «Lo simbólico» es el segundo apartado. Está conormado por los capítulos: «Las ormaciones del inconsciente y lo simbólico» y «El síntoma como metáora: entre sentido y mensaje». Se trata de un apar tado dedicado a las ormaciones del inconsciente en su relación con el lenguaje, más particu larmente con el significa nte, y desde esa perspectiva se reconocen sus posibilidades interpretativas. Aunque los sueños, los actos allidos, los chistes o ingenios del lenguaje, junto con los síntomas, organizan el conjunto de estas ormaciones, los síntomas tienen un estatuto dierente, por tanto, el primero de los capítulos de este apartado diserta sobre las distintas man iestaciones y le deja un lugar específico al síntoma; su argu mentación indica la di mensión lenguajera del inconscien te y del deseo que así se expresa, que lejos de ser unciones allidas, son ormaciones lograda s del inconsciente. En el segundo la autora hace una importante elaboración sobre el síntoma en su vertiente simbólica al enmarcarlo en la preeminencia de la palabra y del lenguaje, destacándolo como un mensaje cirado cuya revelación se espera una vez que sea «declarado». El últi mo apartado, «Lo real», también está integrado por dos capítulos: «El concepto de pulsión: de Freud a Lacan» y «De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo». En el primero la autora expone en detalle los planteamientos reudianos sobre el concepto de pulsión y aquellos que introduce Lacan, lo cual permite distinguir las convergencias y divergencias entre los dos autores; la pulsión es señalada como uno de los conceptos principales del psicoanálisis, que explica la realidad que enlaza las exigencias somáticas a las psíquicas, realidad incoercible e indomeñable que demanda satisacción. El otro capítulo está ded icado
16
Introducción
al concepto de la lalengua , neologismo introducido por Lacan para indica r la relación primigenia y constituyente del núcleo de la subjetividad que, como vínculo estructural del sujeto con el Otro del lenguaje, deja marcas imborrables en él.
. Editora
17
Psicoanálisis: el aporte de Lacan. Imaginario, Simbólico, Real
Sylvia De Castro
Universidad Nacional de Colombia
ó conjunto de los tres registros —imaginario, simbólico y real— es aquella que los explica como elementos constitutivos de un nuevo paradigma que Lacan habría introducido en psicoanál isis 1. No es mi objetivo desplegar esta idea, que nos llevaría a los diíciles asuntos de una epistemología del psicoanálisis —si es que algo de ese orden existe—, pero sí quiero aprovechar la comprensión del ternario como un nuevo paradigma para situar el asunto central del que se trata para Lacan: el de un retorno a Freud, pero también, como podemos esperar de alguien que lo prolongó, de un más al lá de Freud. Eso sí, nunca sin Freud. Una posibilidad de introducir el ternario es empezar por se-
ñalar que si bien Lacan no inventa los tres términos — imaginario, simbólico y real —, sí les imprime su sello. El hecho de articularlos, es decir, de destacar uno de ellos según lo requiera, pero siempre sobre el telón de ondo de los otros, de los que precisa para ir definiendo sus límites al tiempo que sus posibles entrecruzamientos, hace de ellos una i nvención; digamos más bien, una reinvención.
1
Jean Allouch,De Freud a Lacan (Yatai: Editorial Edelp, 1993). 19
Sylvia De Castro
Una reinvención que es la del psicoaná lisis mi smo y, al respec to resulta interesante señalar, con Allouch, que con la introducción de los registros Lacan opera sobre la racionalidad del pensamiento de Freud una suerte de desplazamiento: en eecto, una concepción dualist a, binaria , subyace a la miento invención reudiana 2 y, en general, a todo su pensa . Por ejemplo,del el inconsciente inconsciente reudiano requiere para su ormulación de la idea del conflicto, es decir, de una oposición en tre el deseo y su rea lización, en razón de lo cual las ormaciones del inconsciente —síntomas, sueños, actos allidos— son ellas mismas el lugar de la ex presión de ese conflicto, cuando no de su solución —solución de compromiso, como decía Freud refiriéndose al síntoma—. A la idea del conflicto psíquico, que no por dualista es simplista, Freud agrega algo más crucial, que es la división del aparato psíquico en dos sistemas (desde la perspectiva dinámica) —inconsciente / preconciente-conciente—; y también el caso de las pulsiones, que soportan una oposición, primero, entre las pulsiones sexua les y las unciones del yo y, luego, entre Eros y Tánatos… No pongo aquí sino ejemplos clave, que se refieren a dos columnas del edificio conceptual psicoanalítico: el inconsciente y la pulsión. Quizá no sobre recordar que el dualismo de los elementos en juego, junto a términos tales como contradicción, oposición, contrario, polaridad, etc., «poseen una larga tradición y un horizonte significativo propios»3 en la cultura alemana de la que Freud es tanto intérprete como deudor. Sin embargo, no podríamos pasar por alto 2
3
20
Este binarismo reudiano remite directamente al razonamiento abductivo queuna permitió construir su hipótesis de partida, según la cual serie dea Freud enómenos psíquicos observados —síntomas, sueños, actos allidos— pierden su carácter extraño al descubrirse que todos ellos dependen de los mismos mecanismos y que todos ellos guardan un sentido cirado, que el desciramiento revela. Recordemos que «abductivo» es el tipo de razonamiento —nomb rado así por Charles Sanders Pierce— en el que lo decisivo es una hipótesis que explica un conjunto de enómenos observados reduciendo su extrañeza mediante la construcción de una ley de uncionamiento. José Luis Etcheverry, «Sobre la versión castellana», enSigmund Freud. Obras completas (Buenos Aires: Amorrortu, 1978), 11.
Psicoanálisis: el aporte de Lacan.
Imaginario, Simbólico, Real
que si bien para Freud el binarismo es una exigencia doctrinaria, él mismo no dejó de advertir la presencia de un tercer término que pone en apuros, por así decir, la comodidad de la oposición planteada. Así, la oposición entre inconsciente y preconsciente no elimina oposición, si bien de carácter secundario, se plantea entreotra el preconsciente y la consciencia; la distinciónque entre pulsiones sexuales y unciones del yo escapa a la simple oposición, tanto que luego se unifican para constituir las pulsiones de vida —Eros—; y, finalmente, no es posible dar cuenta de la oposición entre el autoerotismo y el amor de objeto sin pasar por un tercer término, el de narcisismo… No creo que el ternario lacaniano se proponga intencionalmente como la vía de resolución de las dificultades del binarismo en Freud, pero sí marca el ingreso en el pensamiento psicoanalítico de una nueva aproximación, de una nueva concepción de los elementos en juego en los distintos enómenos que constituyen su «objeto». De este modo, la reinvención lacaniana del psicoanálisis se reconoce, indudablemente, en la propuesta de los tres registros, de los que él dice, en el momento de su introducción, que «son los registros esenciales de la realidad humana» 4. Una vez nombrados, Lacan produce un reordenamiento de los ca mpos de la experiencia psicoanalítica 5. Y bien, este reordenamiento nos resulta hoy día hasta tal punto imprescindible que ya no podemos pensar el psicoanálisis al margen. Los tres términos, imaginario, simbólico y real , no son ellos mismos una i nvención de Lacan. ¿Dónde los encontró? ¿De dónde le vienen, no digo de manera general —lo que sería exagerado—, sino con una acepción análoga a la que él les imprimió y seguramente reorzó, al tiempo que modiicó, al ponerlos a la cuenta del psicoanálisis? En un primer momento Lacan incursiona en el registro imaginario. La palabra imaginario hace serie con el término imagen, 4 5
C. Jacques Lacan, «Función y campo del lenguaje y la palabra en psicoanálisis» [1953], enEscritos 1 (México: Siglo Veintiuno Editores, 1984). Alain Vanier,Lacan (Madrid: Alianza editorial, 1998). 21
Sylvia De Castro
del latín imago, que viene del verbo imitare. El término inmediato es el sustantivo retrato y también quien lo hace: así, imaginario se decía del pintor de imágenes, incluso del estatuario . Una variante semántica pasa del campo artístico a otro muy distante, el militar, en el quedeimaginaria es aque la vez la unción de vigilar y el que. la cumple, quien se dice es, precisamente, La un imaginaria etimología siempre nos depara sorpresas, pero no voy a detenerme en ello. En sus primeros trabajos psicoanalíticos, anteriores a sus seminar ios e incluso a los textos que constitui rán sus «antecedentes» en los Escritos , Lacan utiliza el término imago en su significación de ‘modelo’ o ‘arquetipo’ , al que le acuerda, como ya lo había hecho Freud, una unción de «organizador psíquico». Incorporada la hipótesis reudiana del inconsciente, la imago designa una «representación inconsciente» de la presencia estructu rante de las figura s del medio amiliar, presencia hecha de imágenes, cuyos eectos se constatan tanto a nivel de la llamada «personalidad», como de la relación con los semejantes. En cuanto al complejo reudiano y a la imago, Lacan señala: Hemos definido al complejo en un s entido muy amplio que no excluye la posibilidad de que el sujeto tenga conciencia de lo que representa. Freud, sin embargo, lo definió en un primer momento como actor esencialmente inconsciente. En eecto, bajo esta orma su unidad es llamativa y se revela en ella como la causa de eectos psíquicos no dirigidos por la conciencia, actos allidos, sueños, síntomas. Estos eectos presentan caracteres tan distintos y contingentes que obligan a considerar como elemento undamental del complejo esta entidad paradójica: una representación inconsciente, designada con el nombre de imago. Complejo e imago han revolucionado a la psicología, en particular a la de la amilia, que se reveló como el lugar undamental de los complejos más estables y más típicos: la amilia dejó de ser un tema de parárasis morali zante y se convirtió en objeto de un análisis concreto. Sin embargo, se comprobó que los complejos desempeñan un papel de «organizadores» en el de sarrollo psíquico […].6 6 22
Jacques Lacan,La amilia[1938] (Buenos Aires: Editorial Argonauta, 1979), 28-29.
Psicoanálisis: el aporte de Lacan.
Imaginario, Simbólico, Real
En la perspectiva de lo que constituirá lo propio de su elaboración del registro imaginario, puede decirse que Lacan «actualiza» el concepto de imago en la línea de las preocupaciones de una psicología que por entonces buscaba resolver el problema de las relaciones entre el individuo ambientesu—los eectos de del ambiente sobre yelelindividuo, integración, su determinación adaptación, la unción constituyente de los estímulos externos—. Para esta psicología, la imagen ya no es simple acultad del alma —la acultad de imaginar—, de ahí que sus uentes procedan de diversos sectores de la investigación: de la biología7, de la anatomía fisiológica8, de la etología9, de la psicología genética10 y de la teoría de la orma, más conocida como gestalt11. Todas estas reflexiones aportan desde su particularidad a la construcción de una tesis undamental que consiste en reconocer la preerencia por la imagen en lo humano, la efic acia de la ima gen —como pura materialidad— para producir eectos sobre el organismo. Este es el punto de partida de Lac an, quien sitúa esta eectividad, es decir, la unción constituyente de la imagen, en el terreno del psiquismo. «Que una Gestalt sea capaz de eectos ormativos sobre el organismo es cosa que puede atestiguarse por una experimentación biológica, a su vez tan ajena a la idea de causalidad psíquica que no puede resolverse a o rmularla como ta l» 12 . El aporte de la filosoía en la ormulación lacaniana de la unción del yo no habrá estado ausente, por supuesto, pero apenas indicaré que Lacan se interesó más en el Hegel de la consciencia alienada que en la elaboración de sus contemporáneos, Jean-Paul Sartre (1905-1980) y Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), quienes se mantuvieron aerrados a la ilusión de autonomía de la consciencia Jakob Von Uexküll (1864-1944). Louis Bolk (1866-1930). Konrad Lorenz (1903-1989). Henry Wallon (1879-1962) y James M. Baldwin (1861-1934), cuya obra de 1895 conoció Freud. 11 Max Wertheimer (1880-1943), Kurt Kofa (1886-1941) y Wolgang Köhler (1887-1967). 12 Jacques Lacan, «El estadio del espejo como ormador de la unción del je)yo tal( como se nos revela en la experiencia psicoanalítica» [1949], Escritos en 1, 88. 7 8 9 10
23
Sylvia De Castro
de sí ali mentada por el yo, no obstante haber avanzado por la senda del ser y la nada … Lo imaginario es, entonces, el asunto de las imágenes y, en principio, el asunto de la imagen del cuerpo y de lo que esta tiene de undante, pues tanto de del yo como de la imagen delinaugura otro. «El ayonivel se inscribe enlaloimagen imaginario. Todo lo que es del yo se inscribe en las tensiones imaginar ias, como el resto de las tensiones libidinales. Libido y yo están del mismo lado. El narcisismo es libidinal. El yo no es una potencia superior, ni un puro espírit u, ni una inst ancia autónoma […]»13. Pero lo imaginario solo integra el ternario hasta el momento en que se articu la, aún de manera incipiente, con los otros registros. Es lo que ocurre muy pronto, cuando Lacan utiliza la noción de imaginario para sostener una crítica a las desviaciones de una corriente del posreudismo, sugerentemente llamada «psicología del yo»… En ese contexto subraya Lacan que lo imaginario es lo que aparece en la praxis psicoanalítica cuando se olvida que esta se apoya en la palabra, que esta praxis es a nte todo una experiencia de palabra. Y lo que aparece cuando se olv ida el registro de la pa labra es aquello que «corresponde al orden de la captación, de la i lusión, de los modos i lusorios de sat isacción del sujeto […]»14 . […] [L]o imaginario está lejos de conundirse con el dominio de lo analizable, donde puede haber una unción distinta de la imaginaria. No es porque lo analizable coincida con lo imaginario que lo imaginario se conunde con lo analizable, que sea enteramente lo analizable o lo anali zado. […] no basta que un enómeno represente un desplazamiento (v. gr., del órgano emenino a la pantufla en el caso del etichista), en otras palabras, se inscriba en los enómenos imaginarios, para ser un enómeno analizable. […] un enómeno solo es analizable si representa algo que no sea él mismo. 15 13 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 2. El yo en la teoría de Freud[1955]
(Barcelona: Paidós, 1984), 481. 14 Vanier,Lacan, 12. 15 Jacques Lacan,Lo simbólico, lo imaginario y lo real [conerencia
pronunciada en el Anfiteatro delHospital Psiquiátrico de Sainte-Anne (8 de julio de 1953)], 27. Manuscrito traducido y establecido por Ricardo 24
Psicoanálisis: el aporte de Lacan.
Imaginario, Simbólico, Real
En este punto ta l vez no nos asombre encontrar en el mi smo texto reudi ano la dierencia planteada por Lacan: en el capítulo de La interpretación de los sueños , hablando del método de interpretación de su invención, Freud señala de manera magistr la di erencia entre el sueñ o considerado como una una pictograíaal—esto es, las imágenes del sueño — y el sueño como escritu ra jeroglí ica —esto es, com o texto cirado que, enton ces, puede ser interpretado—. Voy a suponer que con este comentario sobre la interpretación de los sueños queda introducido el registro simbólico, el asunto de la palabra y del lenguaje: de lo que será para Lacan el sistema significante. La doxa sostiene que el registro de lo simbólico se debe al encuentro de Lacan con dos reerencias convergentes, situadas estas en una serie: la primera se halla en el punto de partida de la orientación estructuralista para pensar los hechos humanos como hechos sociales: es la obra del lingüista suizo Ferdinand de Saussure (18571913). A la segunda se le debe la más rigurosa exposición del método propio del estructuralismo: la obra del etnólogo y antropólogo de srcen belga Claude Lévi-Strauss (1908-2009). El estructuralismo aporta al pensamiento, no solo a Lacan, una constatación tan obvia que parece mentira que tengamos que subrayarla y decir de ella que sus consecuencias para el estudio de lo humano ueron incalculables: «No existe un hombre natural. La naturaleza es lo dado, el hombre la asume por medio de una cultura»16. Así, el estructuralismo resuelve uno de los mayores obstáculos con los que tropezaba el investigador de lo humano cuando buscaba captar el paso de la naturaleza a la cultura. Allí donde muchos ueron conducidos a buscar el punto cero y en su búsqueda se extraviaron por la senda de la llamada «ilusión arcaica», la respuesta del estructuralismo vislumbra la operación sincrónica de reglas undamentales que rigen a los grupos humanos independientemente de las múltiples ormas que estos grupos asumen, reglas que Rodríguez Ponte. Inédito. Puede conrontarse con la versión rancesa.Le symbolique, l’imaginaire et le reel , en Pas-tout Lacan, http://www.ecolelacanienne.net/pastoutlacan50.php. 16 Jean-Marie Auzias,El estructuralismo (Madrid: Alianza Editorial, 1970), 86. 25
Sylvia De Castro
determinan los modos de vinculación entre los participantes y que son dadas previamente a las vinculaciones eectivas. Pero antes que a Lévi-Strauss, es a Marcel Mauss (1872-1950), el iniciador de la antropología rancesa, a quien se le debe el encuentro entre etnograía Desdeun 1924 Mauss sostenía que simtoda cultura puede sery psicoanálisis. considerada como conjunto de sistemas bólicos, irreductibles entre sí, siendo los de mayor rango el lenguaje, las reglas del parentesco, las relaciones económicas, el arte, la ciencia y la religión. Pero el lenguaje, según sostenía el mismo Mauss, el lenguaje tal como ue pensado por la lingüística estructural desde Saussure, nos amiliarizó con la idea de que los enómenos undamentales de la vida psíquica, los enómenos que la condicionan y determinan, se sitúan a nivel del pensamiento inconsciente. Mauss hace del pensamiento inconsciente una noción undamental a la que identifica con un sistema simbólico17. Sin duda, Lévi-Strauss extendió y proundizó estos hallazgos y les aportó un ordenamiento, hasta tal punto que ya para nosotros es diícil discernir a Mauss como su antecesor. Ahora bien, en cuanto a la obra de Lévi-Strauss, ¿acaso podríamos desconocer que su teoría de las estructuras del parentesco descansa sobre la ecunda intuición reudiana de la universalidad de la prohibición del incesto? La novedad reside en el hecho de otorgarle a esta prohibición la unción de institui r la ley del intercambio, que es el undamento antropológico de lo social. Entre Freud y Lévi-Strauss, pasando por Saussure, Lacan acentuó el isomorismo entre la ley de prohibición del incesto y el orden del lenguaje, pues, según sus palabras, «ningún poder sin las denominaciones de parentesco tiene alcance de instituir el orden de las preerencias […]» 18 y de las prohibiciones. Lacan no duda en airmar que el sistema simbólico es el complejo de Edipo. Pero no solo eso. También establece la relación entre la estructura del lenguaje y la estructura del inconsciente mediante 17 Claude Lévi-Strauss, «Introduction àl’oeuvre de M. Mauss», en Sociologie et
anthropologie[1950], Marcel Mauss (París: PUF, 1989). 18 Jacques Lacan, «Función y campo del lenguaje y la palabra en psicoanálisis»
[1953], en Escritos 1. 26
Psicoanálisis: el aporte de Lacan.
Imaginario, Simbólico, Real
la aplicación al inconsciente del mismo método que se había mostrado ecundo en lingüística. El Lacan estructuralista, el que le concede a lo simbólico el poder de determinación del desti no humano, no tarda sin embargo en la distancia entre ellapsicoanálisis y lalaantropología, y envislumbrar separar, como consecuencia, dimensión de palabra y del lenguaje del simbólico levistraussiano. Como psicoanalista, Lacan separa en eecto una cosa de la otra situando esa «alla» que la antropología estructural no puede concebir: el sujeto. El problema será en adelante, como él lo sostiene, «el de las relaciones en el sujeto de la palabra y del lenguaje» 19. El lenguaje no es un sistema simbólico total. Pararaseando a Lacan, el leng uaje presenta intereren cias y pulsaciones y es en ella s donde se aloja el deseo. Los símbolos envuelven en eecto la vida del hombre con una red tan total, que reúnen antes de que él venga al mundo a aquellos que van a engendrarlo «por el hueso y por la carne», que aportan a su nacimiento con los dones de los ast ros, si no con los dones de las hadas, el dibujo de su destino, que dan las palabras que lo harán fiel o renegado, la ley de los actos que lo seguirán incluso hasta donde no es todavía y más allá de su misma muerte, y que por ellos su fin encuentra su sentido en el juicio final en el que el verbo absuelve su ser o lo condena —salvo que se alcance la realización subjetiva del ser-para-la-muerte—. Servidumbre y grandeza en que se anonadaría el vivo, si el deseo no preserva se su parte en las intererencias y las pulsaciones que hacen converger sobre él los ciclos del lenguaje, cuando la conusión de las lenguas se mezcla en todo ello y las órdenes se contradicen en los desgarramientos de la obra universal. Pero este deseo mismo para ser satisecho en el hombre, exige ser reconocido, por la concordancia de la pa labra o por la lucha de prestigio, en el símbolo o en lo imaginario. Lo que está en juego en un psicoanálisis es el advenimiento en el sujeto de la poca realidad que este deseo sostiene en él en comparación con los conflictos simbólicos y las fijaciones imaginarias como medio de su concordancia, y 19 Lacan, «Función y campo del lenguaje», 269. 27
Sylvia De Castro
nuestra vía es la experiencia intersubjetiva en que ese deseo se hace reconocer. Se ve entonces que el problema es el de las relaciones en el sujeto de la pa labra y del lengu aje. (268-269)
Taldar vezdesde no resulte demasiado arriesgado el salto me propongo esas intererencias y pulsaciones delque lenguaje, es decir, desde lo que alta al lenguaje, para introducir ahora el registro de lo real. Este registro, el más diícil de precisar, es también el que constituye la mayor novedad de la articulación lacaniana. Corrientemente decimos que es el último registro en ser desarrollado, si bien desde muy pronto Lacan lo define como la parte que se nos escapa, la que no se inscribe ni en lo imaginario ni en lo simbólico… Entonces, no es solo lo que alta al lenguaje, también lo que alta a la imagen para totalizarse. Algunos teóricos proponen que Lacan deriva este registro de la llamada «casilla vacía» del estructura lismo: allí donde se alojan, excluidos de las pretensiones cien tífica s, los restos del lenguaje que no caben en su dominio, en su método, porque escapan a la a rticulación que undamenta el orden simbólico 20. A pesar de las ormas y los nombres que los autores le han dado, la casilla vacía ocupa en la economía de los dierentes textos del estruct uralismo una misma u nción: la que corresponde a lo que no se inscribe en el cuadro de lo binario. Se refiere a lo que escapa a la articulación que se halla en el undamento del orden simbólico. [En nota a pie:] He aquí las má s corrientes: objeto a, noise, lugar del rey en particular y del poder en general, el cero en lógica, el mana como significante flotante. De todos aquellos de los que se ha dicho «estructuralistas», […] Lacan, según me parece, es quien más ha dejado aflorar las ormas no binarias, tanto las de la trinidad como las de lo unario […]. 21
20 Dany-Robert Duour, Le bégaiment des maîtres: Lacan, Benveniste, Lèvi-
Strauss (París: Arcanes, 1999 ), 14. 21 Dany-Robert Duour, «Preace à la nouvelleEdition», enLe bégaiment des
maîtres, 14. (La traducción es mía.) 28
Psicoanálisis: el aporte de Lacan.
Imaginario, Simbólico, Real
Esta idea de la casilla vacía 22 nos aporta algo de claridad acerca de la relación de Lacan con el estructuralismo —del hecho de que tal vez él no lo ue nunca del todo—, y de cómo, una vez se le impone lo «no integrado», para decirlo con términos reudia nos, se ve conducido buscar otrosy,modelos conceptos: de ahí alos matemas más aún,delaormalización topología, quede sesus sitúan en la misma preocupación de abordaje de lo real, por cuanto lo real también se sustrae a la transmisión y a la sistematización. Pero no vayamos tan lejos. Digamos por ahora que un cierto reconocimiento de lo real, que no es la realidad, campeaba en el ámbito de la filosoía y de la ciencia en la primera mitad del siglo a propósito de la transormación que suriera la oposición clásica entre lo real dado a la percepción y otro real, un real construido, no enoménico, que se sustrae ya no solo a la percepción sino también a la intuición y al saber, y que recupera la muy kantiana cosa en sí . Indudablemente Lacan asistió a tal debate, y su retorno a Freud se muestra, en lo que a esto concierne, inmediatamente: ¿quién no recuerda la lúcida distinción reudiana, situada en los orígenes de su obra, entre los dos componentes de la experiencia srcinaria del niño con el Otro que lo acoge, el Otro materno? Dos componentes, uno de los cuales puede ser reconocido gracias al hecho de que el sujeto guarda el recuerdo de impresiones del Otro que coinciden con impresiones propias, con la experiencia de su propio cuerpo. Por ejemplo, «los movimientos de las manos de la madre coincidirán con el recuerdo de impresiones visuales propias […] con las que se encuentran en asociación los recuerdos de movimientos por él mismo vivenciados»23. Mientras que el segundo componente corresponde a impresiones del Otro nuevas e incomparables que hace de este Otro un extraño, un extranjero, una «cosa del mundo», excluido del aparato psíquico, inasimilable e imposible de simbolizar… 22 Gilles Deleuze, «À quoi reconnaît-on le structuralisme?», enL’îlle déserte et
autres textes(París: Minuit, 1989). 23 Sigmund Freud, «Proyecto de psicología» «Orígenes del psicoanálisis (1950
[1895])», enObras completas. 29
Sylvia De Castro
Algu nos sostienen que de la mano del escritor rancés Georges Bataille (1897-1962), Lacan descubrió esta doble dimensión ya anticipada por Freud, al distinguir lo homogéneo, propio del ámbito social útil y productivo, y lo heterogéneo, lugar de irrupción de eso que especificaba permanece excluido simbolización…, con la que el escritor la idea dedelalaparte maldita, tan prominente en su obra 24 . Bibliografía Allouch, Jean. De Freud a Lacan . Yatai: Editorial Edelp, 1993. Auzias, Jean-Marie. El estructuralismo. Madrid: A lianza Editorial, 1970. Deleuze, Gil les. «À quoi reconnaît-on le structura lisme?». En L’îlle déserte et autres textes. París: Minuit, 1989. Duour, Da ny-Robert. Le bégaiment des maîtres: Lacan, Benveniste, LèviStrauss. París: A rcanes, 1999. Etcheverry, José Luis. «Sobre la versión castell ana». En Sigmund Freud. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu, 1978. Freud, Sigmund. «Proyecto de psicología» «Orígenes del psicoanálisis» (1950 [1895]). En Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1895. Lacan, Jacques. «El estadio del espejo y la ormación del yo tal como se nos presenta en la teoría psicoanalítica» [1949]. En Escritos 1. México: Siglo Veintiuno Editores, 1984. . La amilia [1938]. Buenos Aires: Editorial Argonauta, 1979. . «Función y campo del lenguaje y la palabra en psicoanálisis» [1953], en Escritos 1 . México: Siglo Veintiuno Editores, 1984. . El Seminario. Libro 2. El yo en la teoría de Freud [1955]. Barc elona: Paidós, 1984. . Lo simbólico, lo imaginario y lo real [8 de julio de 1953]. Inédito. [Puede conrontarse la versión rancesa. Le symbolique, l’imaginaire et le reel, en Pas-tout Lacan. http://ww w.ecole-lacanienne.net/ pastoutlacan50.php]
24 Élisabeth Roudinesco,Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de
pensamiento (Montevideo: Fondo de Cultura Económica deArgentina, 1994). 30
Psicoanálisis: el aporte de Lacan.
Imaginario, Simbólico, Real
Lévi-Strauss, Claude. «Introduction à l’oeuvre de M. Mauss». En Sociologie et anthropologie [1950], Marcel M auss. Pa rís: PUF, 1989. Roudinesco, Élisabeth. Lacan. Esbozo de una vida, his toria de un sistema de pensamiento . Montevideo: Fondo de Cultura Económica de Argentina, 1994. Vanier, Alain. Lacan . Madrid: Alianz a Editorial, 1998 .
31
LO IMAGINARIO
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario Carmen Lucía Díaz Universidad Nacional de Colombia
Cuando los espejos, […] Aseguran que estoy aquí, yo, […]. Que hay otro ser por el que me miro en el mundo Porque me está que riendo con sus ojos. Que hay otra voz con la que digo cosas No sospechadas por mi gran silencio; Es que también me quiere con su voz.
, Salinas de amor (ragmento)
El poder de la imagen en la base de lo imaginario
Lo imaginario refiere a la imagen y a su poder en la construcción subjetiva. Es Lacan quien acuña este término como concepto psicoanalítico para designar uno de los registros que organizan la experiencia humana; aun cuando Freud habla de lo imaginario, al utilizar este término le da el sentido que posee en el léxico cotidiano, como algo relativo a la imaginación, a la antasía. Lo imaginario para Lacan se caracteriza como el registro que involucra el dominio de lo ilusorio, de la captación y el señuelo engañoso, que permite integrar y totalizar experiencias cuya índole básica es la ragmentación, la parcialidad, la div isión. Las imágenes que logran dar orma al yo en solidaridad con el surgimiento de la imagen del cuerpo están en su undamento; los enómenos relativos al narcisismo y al amor, vinculado con la ascinación erótica rente al objeto y su imagen, así como la rivalidad mortíera que se 35
Carmen Lucía Díaz
cierne en las relaciones entre los semejantes, también son parte de esta dimensión imaginaria. Vamos primero a Freud para reconocer los antecedentes y el lugar organizador que le ha dado a la imagen. Desde los primeros planteamientos reudianos la incipientes imagen ha del sidopsiquismo. un elemento mental en las organizaciones Así,undadesde sus textos más tempranos, como el Proyecto de psicología (1895) y la Interpretación de los sueños (1899), nos habla de imágenes-movimiento, imágenes-recuerdo, imágenes-mnémicas , que quedan registradas en la memoria como huellas a partir de la percepción de los objetos y de las satisacciones brindadas por estos, y en tanto tales, se constituyen en imagos 1 undantes del psiquismo. En estas imágenes y su recuerdo encuentra asiento el mecanismo que surge a partir de las primeras v ivencias de satisacción, y que da o rigen a la reanimación del deseo, en la búsqueda de ese objeto mítico vivido como pleno, objeto ilusoriamente perecto que colma al sujeto y que solo alucinatoriamente podrá ser alcanzado. Sobre esas imágenes guardadas en la memoria se insta la el deseo. Hacer reerencia a la alucinación da cuenta, a la vez , de la presencia de la imagen que se reproduce en la percepción, anticipando a partir de sus representaciones el objeto a buscar, imagen interpuesta en las relaciones del sujeto con el mundo. Nos dice Freud en el Proyecto de psicología : El organismo humano es incapaz de llevar a cabo la acción específica (que cancele un estímulo perturbador como el hambre). Esta sobreviene mediante auxilio ajeno ; […]. Si el individuo auxiliador ha operado el trabajo de la acción específica en el mundo exterior en lugar del individuo desvalido, este es capaz de consumar sin más en el interior de su cuerpo la operación requerida para cancelar el estímulo endógeno. El todo constituye entonces una vivencia de satisacción, que tiene las más hondas consecuencias para el desarrollo de las unciones del individuo. 1
36
Jung estableció el conceptoimago, para las representaciones inconscientes derivadas de las imágenes primigenias que remiten a un esquema de relación antasmática con las figuras parentales.C. Jean Laplanche y JeanBaptiste Pontalis,Diccionario de psicoanálisis (Barcelona: EditorialLabor, 1983).
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
Las noticias de la descarga se producen porque cada movimiento, en virtud de sus consecuencias colaterales, deviene ocasión para nuevas excitaciones sensibles (de piel y de músculo), que dan como resultado en unaimagen-movimiento . […]. la vivencia de satisacción se genera una acilitaciónEntonces, entre dospor im ágenes-recuerdo […]. 2
Las sensaciones de dierente orden, las percepciones, los movimientos, se guardan como imagen en la memoria, imágenes que dan lugar a un campo de representaciones y que se entretejen con aquellas que provienen de las palabras, del lenguaje. De modo más detallado, en La interpretación de los sueños encontramos: El apremio de la vida lo asedia primero en la orma de las grandes necesidades corporales. La excitación impuesta { setzen} buscar á un drenaje en la motilid ad que puede designars e «alteración interna» o «expresión emocional». El niño hambriento llorará o pataleará inerme. Pero la situación se mantendrá inmutable, pues la excitación que parte de la necesidad interna no corresponde a una uerza que golpea de manera momentánea, sino a una que actúa continuadamente. Solo puede sobrevenir un cambio cuando, por algún camino (en el caso del niño, por el cuidado ajeno), se hace la experiencia de la vivencia de satisacción que cancela el estímulo interno. Un componente esencial de esta vivencia es la aparición de cierta percepción (la nutrición, en nuestro ejemplo) cuya imagen mnémica, queda de ahí en adelante, asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. La próxima vez que esta última sobrevenga, merced al enlace así establecido se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción misma, vale decir, en verdad, restablecer la situación de la satisacción primera. Una moción de esa índole es lo que llamamos deseo; la reaparición de la percepción es el cumplimiento 2
Sigmund Freud, «Proyecto de psicología» (1950 [1895]), enObras completas, vol. 1 (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1982), 362-364. 37
Carmen Lucía Díaz
del deseo, y el camino más corto para este es el que lleva desde la excitación producida por la necesidad hasta la investidura plena de la percepción. Nada nos impide suponer un estado primitivo del aparato psíquico en el que ese camino se transitaba realmente de esa manera, y por tanto el desear terminaba en un alucinar. Esta primera actividad psíquica apuntaba entonces a una identidad perceptiva [En nota a pie: Es decir, algo perceptivamente idéntico a la «vivencia de sat isacción»], o sea, a repetir aquella p ercepción que está enlazada con la satisacción de la necesidad. 3
Son planteamientos que permiten reconocer que en la base de la construcción psíquica, en el srcen del deseo está la imagen, la imagen que se ha convertido en huella mnémica, en huella psíquica, de ese objeto que ha brindado satisacción y también de la satisacción misma. Será una imagen que se anticipará alucinatoriamente buscando ser reencontrada en los nuevos objetos orecidos por el otro, y al anticiparse, esa imagen convertida en huella orientará el deseo, la s búsquedas de nuevos objetos. En su teoría de los sueños, permanentemente Freud nos expone a la presencia de las imágenes o figuraciones oníricas con su dinámica de desplazamientos, condensaciones, desfiguraciones, omisiones, entre otras, como ormas de expresión del inconsciente, o más precisamente como sus modos genuinos de operar. A estos modos Jacques Lacan los reconocerá equiva lentes a las figuras retóricas del lenguaje, situando a la metáora y a la metonimia como las undamentales, (metáora = condensación; metonimia = desplazamiento). Al teorizar Freud sobre las representaciones, concepto que atraviesa toda su obra, señala que las representaciones de las imágenes de los objetos son más arcaicas que las representaciones de palabra o representaciones-palabra, situadas también como restos mnémicos. Estas últimas pueden apoyarse en las primeras, pues las palabras también producen imágenes, en ellas además del 3
38
Sigmund Freud, «La interpretación de los sueños» (1900 [1899]), enObras completas, vol. 5, 557-558.
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
componente auditivo está el vi sual. Entonces, en sus plantea mientos la articulación entre la imagen y la palabra está presente. En su texto El yo y el ello, que escribe en 1923, cuando ya ha construido los pilares undamentales de su teoría, nos dice al respecto: Los restos dede palabr a provienen, enpart lo esencial, de percepciones acústicas, a través lo cual es dado un icular srcen sensorial, por así decir, para el sistema Prcc. En un primer abordaje pueden desdeñarse los restos visuales de la representación-palabra por ser secundarios, adquiridos mediante la lectura, y lo mismo las imágenes motrices de palabra, que, salvo en el caso de los sordomudos, desempeñan el papel de signos de apoyo. La palabra es entonces, propiamente, el resto mnémico de la palabra oída. Pero no se nos ocurra, acaso en aras de la simplificación, olvidar la significatividad de los restos mnémicos ópticos —de las cosas del mundo—, ni desmentir que es posible, y aún en muchas personas parece privilegiado, un devenir conscientes los procesos de pensamiento por retroceso a los restos visuales. […] Por tanto, el pensar en imágenes es solo un muy imperecto devenir consciente. Además, de algún modo, está más próximo a los procesos inconscientes que el pensar en palabras, y sin duda alguna es más antiguo que este, tanto ontogenéticamente cuanto filogenéticamente. 4
Vemos el lugar que les da Freud a la imagen y a sus representaciones ligadas a lo auditivo y a lo visual, indicando las imágenes visuales u ópticas como lo más arcaico del psiquismo, soporte de las antasías primitivas. Es este un aspecto que Abraham y Melanie K lein retoman ampliamente en su elaboración teórica, considerándola undamento de la relación establecida entre el sujeto y el obj eto, orientando el desar rollo libidi nal, donde la imagen del objeto guía su búsqueda, «ese amoso objeto ideal, termina l, perec to, adecuado, […] que es concebido como un punto de mira, una cul minación» 5. 4 5
Sigmund Freud, «El yo y el ello» (1923), enObras completas, vol. 19, 23. Jacques Lacan,El Seminario. Libro 4. La relación de objeto (1956-1957) (Barcelona: Editorial Paidós, 1994), 18. 39
Carmen Lucía Díaz
Es sobre esas imágenes primigenias que se sostiene la antasmagoría inconsciente, antasía que Lacan sitúa en el orden de lo imaginario. Además de su vínculo con la imagen que totaliza lo disperso, lo imaginario, para Lacan abarca los enómenos que implican conusión entre el sujeto y el otro, usión revela una relación dual entre semejantes o iguales, donde el unoque es reflejo del otro, donde lo propio es lo externo y lo exterior se hace propio. Es el registro donde se asientan enómenos como la proyección, las identificaciones no simbólicas, las idealizaciones, y en general los mecanismos de deensa. Al ser el registro donde el yo tiene su base, las características del yo son las mismas de lo imaginario, tales como la búsqueda de unificación de lo disperso, la tendencia a la totalidad y a la integración, a lo ilusorio, al engaño y al desconocimiento. Lacan como psiquiatra y en su experiencia con personas psicóticas se interesa por su mundo antasmático y por el lugar y significación del yo en la psicosis. S on inquietudes que lo conducen al psicoanáli sis y, por supuesto, a Freud. Ingresa a la indagación en el campo del psicoanálisis, analizando los textos de Freud en la búsqueda de recuperar el espíritu undamental que el padre del psicoanál isis ha troquelado en su obra. La perspectiva de los registros, paradigma que introduce Lacan en el análisis, le permite aclarar y categorizar en detalle las distintas realidades humanas que conorman lo psíquico y lo subjetivo, los conceptos que a ellas se refieren y los vínculos existentes entre estas. En sus elaboraciones señala al regis tro simbólico, aquel registro ligado al lenguaje, como la estructura precedente, necesaria para que lo imaginario se organice. Reconoce que la alta de claridad en este punto ha sido motivo de extravío teórico y práctico, al primar lo imaginario en las elaboraciones y en la clínica de los posreudianos, y al poner su acento en el yo o en su desarrol lo, en muchos ligado a lo biológico. Interroga la experiencia analítica, indicando el privilegio dado a lo imaginario cuando se trabaja sobre el yo buscando su autonomía, adaptación a la realidad y la identificación con el anal ista. Su crítica va dirigida ante todo a los representantes de la psicología del yo, escuela que ha tenido sus mayores desarrollos en Norteamérica.
40
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
El cuerpo y el yo constituidos por lo imaginario
En el reconocimiento que hace Lacan sobre la importancia de la imagen como organizadora concurren estudios que se realizaban época desde otrasautores aristas psicoanalíticos. y disciplinas, además de los que en le la aportaron algunos Para ese entonces había en la psicología y en la etología gran actividad tendiente a reconocer la unción de la imagen en las improntas comportamentales, así como las similitudes y dierencias en el aprendizaje de animales y humanos, específicamente niños(as), dierencias en la inteligencia, en la reacción rente a la propia imagen y la de otros; se indaga, además, en los animales, la respuesta rente a imágenes que exigen mecanismos de adaptación y a señuelos desencade nantes de comportamientos sexuales o agresivos, etc. Desde la psicología, en este campo tuvieron influencia los trabajos de James Mark Baldwin y Henri Wallon, y desde la etología, principalmente los estudios de Konrad L orenz, Nikolaas Tinbergen y Köhler. También ueron inspiradores los estudios sobre mimetismo, donde la imagen visual recibida por el organismo transorma las apariencias o ormas corporales. Lacan, basándose en dichos estudios, señala: La cría del hombre, a una edad en la que se encuentra por poco tiempo, […] superado en inteligencia instrumental por el chimpancé, reconoce ya sin embargo su imagen en el espejo como tal […]. Este acto, en eecto, lejos de agotarse como en el mono, en el control, una vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el niño en una serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo virtual a la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos que se encuentran junto a él. 6 6
Jacques Lacan, «El estadio del espejo como ormador del yoje] [ tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica», enEscritos 1 (México: Siglo Veintiuno Editores, 1984), 88.
41
Carmen Lucía Díaz
En 1936 escribe su primer texto sobre el «Estadio del espejo», en el cual sitúa la conusión del niño con su imagen especular (se refiere a aquella que le refleja como en espejo quien lo sostiene y acompaña), y anticipa el lugar de la imagen del cuerpo en la organización yopresenta y de las antasías que se ledeasocian. tarde, en del 1949, una reescritura su tesis Trece inicialaños en más El estadio del espejo como ormador de la unción del yo tal como se nos presenta en la experiencia psicoanalítica, texto crucial que indica la unción de la imagen del cuerpo en la organ ización yoica y la significación de este estadio, señalándolo estructurante en la ormación del sujeto al permitirle la construcción de su yo. Es el proceso undante de lo imagina rio que estruct ura, aunque de modo incipien te, la realidad inicial, que permite una primera distinción entre lo propio del sujeto y el mundo externo o lo otro, distinción a la vez alienada, por cuanto lo propio es dado desde el exterior, desde el otro; es decir, identificándose con el semejante, el sujeto naciente ubica que él es igual, y asume de modo inaugural algo propio. Al decir: «Que una gestalt sea capaz de eectos ormativos sobre el organismo es cosa que puede atestiguarse por una experimentación biológica, a su vez tan ajena a la idea de causalidad psíquica»7, Lacan nos indica cómo la imagen del cuerpo del semejante, que le llega desde el exterior y es percibida por el niño, le permite organizar su propia imagen corporal y su yo; cuerpo y yo causados no por determinantes biológicos, sino por el encuentro con el semejante y con el lenguaje, es decir, generados por una «causalidad psíquica», producto de una identificación undamental. Freud ya ha situado el nacimiento del yo en una nueva acción psíquica que se agrega al autoerotismo. El yo se constituye en una unidad que no existe desde el principio 8, unidad que toma los rasgos del otro por eec to de procesos identificatorios, y que puede ragmentarse por preexist irle el desgarramiento y la ragmentación 9 Lacan, «El estadio del espejo como ormador del yo», 86. Sigmund Freud, «Introducción del narcisismo» (1914), en Obras completas , vol. 14, 74. 9 Sigmund Freud, «La descomposición de la personalidad psíquica» «Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis» (1933 [1932]), ne Obras completas, vol. 22, 54-55. 7 8
42
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
bajo la primacía del autoerotismo, que es el estado antecedente a esa organización corporal. Hace solidario al yo con el narcisismo por cuanto aquel se convierte en un objeto privilegiado al que se dirige la libido. Lacan precisa relativa a la subjetiva ormación10. del yo, dándole un esta lugarconceptualización estructural en la constitución Expone entonces el surgimiento simultáneo del yo y de la imagen del cuerpo a part ir del reconocimiento en el exterior de una unidad corporal que corresponde a la imagen integrada del cuerpo del semejante, esa imagen unificada, que es constante por su presenciaausencia y que resalta rente a otros objetos cambiantes del mundo que rodean al bebé humano. Esa imagen corporal proveniente del otro, del semejante, se le devuelve en espejo, le es reflejada y le permite reconocerse en ella, identificándose con esa imagen al asumir su propia imagen como igual a aquella que reconoce en el exterior. Imagen que a la vez le llega transida de deseos porque está acompañada de palabras otorgadas por los otros; las palabras transportan deseos. El otro se convierte en espejo para el niño, en él ve reflejada su imagen. Es una imagen que él ve y que al mirarlo también le permite mirarse en ella. Esa imagen con la que niños y niñas se identifican, y que se constituye simultáneamente en su yo inicial y en su imagen corporal11, es una imagen plena por cuanto unifica la experiencia ragmentaria vivida hasta el momento. Yo inicial, situado por Lacan como yo ideal [i(a)], yo omnipotente por la plenitud que produce al situar esa imagen como representante del sujeto12, que le brinda una sede y le permite 10 Los planteamientos de Freud en torno al srcen del yo están ligados
en algunos puntos al desarrollo perceptual y al paso del p ensamiento primario al secundario, ligando el yo a la conciencia. C. Sigmund Freud, «Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico» [1911], en Obras completas, vol. 12. 11 En la organización yoica Freud indica algunos aspectos que de otro modo encontramos en Lacan: el vínculo del yo con la percepción, el cuerpo como objeto, como proyección de una superficie y ante todo el estrecho nexo entre el yo y el cuer po, a tal punto que en numerosos momentos habla de yo esencia-cuerpo. 12 Freud ha dicho que en el núcleo del yo se aloja el sujeto más genuino. C. Freud, «La descomposición de la personalidad psíquica», 54-55. 43
Carmen Lucía Díaz
comenzar la organización de su mundo interno y el externo. Para que esto se dé es necesario de todos modos que lo simbólico esté de ondo, preexista, es decir, que el semejante (otro) que refleja la imagen se dirija al niño situado en un lugar simbólico, en un lugar de Otro, es decir,Esexista un ondo deundante lenguaje,de delaausencias y presencias. una experiencia constitución subjetiva, más aún, momento estructurante en el cual la cría humana se anticipa psíquicamente unificando su cuerpo, que aún no domina porque neurológicamente es inmaduro e impotente para realizar todas las unciones motrices, experiencia en la que el niño y la niña anticipan lo psíquico rente al dominio de su cuerpo. Nos dice Lacan: El estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las antasías que se sucederán desde una imagen ragmentada del cuerpo hasta una orma que llamaremos ortopédica de su totalidad —y en la armadura por fin asumida de una totalidad enajenante, que va a marcar con su estructura r ígida todo su desarrollo men tal. 13
El bebé se apropia de una imagen que representa a su yo y a su cuerpo, con lo cual se posibilita que sus vivencias tengan cierta «cabeza», tengan «dueño», aunque un dueño aún dependiente y alienado a l semejante, endosado a quien le ha otorgado su imagen, enajenado a su deseo. Es una organización psíquica que se anticipa al desarrol lo motor, ya que es evidente la precariedad en que el inante aún está sumido ísicamente, pues «no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la postura en pie» 14 . Este acontecimiento en un individuo impotente en su comportamiento motor, pero que avanza psíquicamente, además de lograr la identificación yoica y de unificarlo corporalmente, le permite adquirir una primera organización temporal y espacial, proyectándolo subjetivamente en su historia. Se constituye en una marca inaugural en la organización subjetiva «que prefigura la permanencia mental del 13 Lacan, «El estadio del espejo como ormador del yo», 90. 14 Lacan, «El estadio del espejo como ormador del yo», 86. 44
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
yo» (88), sobre la cual se cimienta el posterior desar rollo psíquico y será el pilar de las identificaciones venideras. Este drama vivido por el sujeto naciente es un suceso que lo conmueve en su estructura, o mejor, que organiza su estructura. Organización que permite identificación primordial, identifi-ita cación con el semejante, conuna su imagen, y que al lograrse posibil la identificación con la especie. Es decir, a partir de ahí logra saberse un ser huma no como quien le otorga su imagen y la autentica, sus padres, hermanos o quienes lo sostienen en la v ida, señalá ndole esa imagen como suya. Identificarse con la imagen de un cuerpo totalizado implica, entonces, la unificación de las vivencias dispersas, característica dominante hasta el momento en la relación del «organismo viviente» con lo real de su cuerpo, por cuanto ha prevalecido el autoerotismo y la ragmentación corporal. Es una unidad que, en tanto yo, albergará las antasías generadas en el encuentro con el otro, en la satisacción pulsional, en la rust ración a sus demandas, en la reali zación alucinatoria de su deseo. Esa imagen «está preñada todavía de las correspondencias que unen el yo [ je] a la estatua en la que el hombre se proyecta como a los antasmas que le domi nan, al autómata, […], en una relación ambigua, […]» (88). El yo ideal creado a parti r de esta identificación constituyente, que Lacan ha denominado identificación primordial, imaginaria, identificación entendida en su pleno sentido por cuanto implica hacerse ídem, orjarse idéntico al otro, se erige en núcleo sobre el cual se asentarán las identificaciones posteriores, las identificaciones secundarias derivad as de los determina ntes sociales. Este yo ideal [i(a)]15 aquí creado, esta rá siempre en el horizonte psíquico del sujeto. Él deseará recuperarlo, pero será inalcanzable por cuanto será otro objeto más que se sitúa en la serie de los objetos perdidos. Al respecto, Lacan señala: Esta orma por lo demás deberá designarse como yo idea l, […] en el sentido de que será también el tronco de las identificaciones 15 El yo ideal es designado por Lacan comoi(a), señalando con este símbolo la
equivalencia del yo ideal con la imagen del otro autre). ( 45
Carmen Lucía Díaz
secundarias, cuyas unciones de normalización libidinal reconocemos bajo este término. Pero el punto importante es que esta orma sitúa la instancia del yo, aun desde antes de su determi nación social, en una línea de ficción, irreductible para siempre por el individuo solo; o más bien, asintóticamente el devenir del sujeto, cualquiera queque seasolo el éxito de las síntesistocará dialécticas por medio de las cuales tiene que resolver en cuanto yo [ je] su discordancia con respecto a su propia realidad. 16
Esa gestalt o orma correcta de la imagen del cuerpo que lo identifica con la especie humana, con el semejante, al establecer su igualdad con el otro, simultáneamente instaura la conusión con él: lo del otro es lo suyo y lo suyo es lo del otro. Por eso, en esa organización yoica, que es eminentemente imaginaria, prima la dinámica de las proyecciones e identificaciones usionales con el semejante. La alienación a esa imagen lleva entonces a que el yo asuma como característica la enajenación y la necesidad continua de que el otro sostenga su imagen. En este proceso interviene de modo undamental la mirada. Es a través de ella que el bebé puede reconocer esa imagen que resalta en el exterior, esa orma que permanece a pesar de las percepciones cambiantes de aquello que llega de auera. Es una mirada que dirigida hacia aquella figura prevalente, se le devuelve al sujeto, descubriéndose igual a aquello que logra contemplar17. Dicha imagen se 16 Lacan, «El estadio del espejo como ormador del yo», 90. 17 Los niños ciegos «ven» de modo dierente; reciben la imagen del otro a
través de con lo que de aquel, de lo que reconocen su tacto, con su gusto, su escuchan olato, y, aunque están privados de visión,con logran construir su imagen corporal y su yo del mismo modo que el vidente: identificándose con la «imagen» que logran reconocer en el exterior y que les es devuelta en espejo. Por otra parte, paraLacan la mirada no es propiamente equivalente a la visión o al acto de mirar; y aunque conceptualmente esta dierencia no es clara aún cuando escribe elEstadio del espejo, hay ciertos atisbos que dejan ver ya para esa época que la mirada se distancia del puro enómeno ísico de la percepción a través del sentido de la visión, al poner el acento en aquello que del exterior se le devuelve al sujeto, al estar sobredeterminada por todo lo que viene del otro y al ir acompañada, además, de las interpretaciones y 46
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
acompaña a la vez de las miradas y voces provenientes de aquel que dona su imagen; son miradas y voces que al enlazarse con esa imagen ideal, plena, quedarán situadas también como plenas, organizando objetos pulsionales que al perderse, el sujeto buscará recuperar 18. Que elque yo yproviene la imagen cuerpomarca se organicen en espejo, a partir de aquello deldel exterior, en el sujeto el destino de su relación con el conocimiento y con aquello que lo orja. Así, ese vínculo con el conocimiento tendrá un undamento «paranoico», y por consiguiente de conusión entre lo propio y lo ajeno. Por otra parte, dado que el exterior que circunda al niño está ordenado por lo simbólico, la experiencia corporal imaginaria, en el encuentro con el significante, quedará a la vez aectada por este; por tanto, «cierto número de elementos, vinculados todos ellos con la efigie corporal y no tan solo con la experiencia vivida en el cuerpo, constituyen elementos primeros, tomados de la experiencia, pero completamente transormados por el hecho de ser simbolizados»19. Esa imagen, con todo lo que ella comporta, ejerce una ascinación o seducción tal, que el sujeto naciente queda prendado de ella, ena morado de la imagen. Por eso con la ormación del yo y del cuerpo florece el narcisismo, brota el amor. El narcisismo y el yo como ideal
Para Freud el narcisismo surge cuando ya existe el yo y este se convierte en objeto sexual para el bebé, es decir, objeto al que se le dirige la libido. Antes de la ormación del yo ha primado el posiciones que el inante va tomando rente al otro. Para Lacan, a partir de su conceptualización la angustia (1963-1964), la miradadel se objetoa, convierteenenelelseminario objeto dededicado la pulsióna escópica, aquella mirada que, por su plenitud perdida, el sujeto busca en el Otro, y que al topársela, de modo ulgurante, el sujeto queda convertido en objeto del Otro, objeto de su mirada. 18 Al situarse como objetos pulsionales por recuperar, Lacan los ha denominado objetosa. La mirada será el objeto de la pulsión escópica, y la voz, el objeto de la pulsión invocante, voz aún desligada de los sentidos y significaciones que transporta la palabra, voz encadenada a la pura sonoridad, al ritmo, a su musicalidad. 19 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 4. La relación de objeto (1956-1957), 53. 47
Carmen Lucía Díaz
autoerotismo; con el surgimiento del narcisismo, aquel continúa pero dirigido al nuevo objeto organizado. El narcisismo del niño se sostiene gracia s al narcisismo de los padres, a su asci nación con ese hijo por cuanto el bebé los remite a su propia inancia, donde reinaba su narcisismo una vivencia perección y plenitud perdida, donde lay con vidaeste y laacultura aún nodehacían exigencias, donde se desconocía la moral, el dolor de la enermedad, de la muerte, de la renuncia al goce. Freud nos dice: Si consideramos la actitud de los padres tiernos hacia sus hijos habremos de discerni rla como renacimiento y reproducción del n arcisismo propio, ha mucho abandonado. La sobreestimación, marca inequívoca que apreciamos como estigma narcisista ya en el caso de la elección de objeto, gobierna como todos saben este vínculo aectivo. Así prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perecciones […] y a encubrir y a olvidar todos sus deectos […] realmente debe ser de nuevo el centro y núcleo de la creación. His Majesty the Baby, como una vez nos creímos. […] El conmovedor amor parental, tan inantil en el ondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su transmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina natura leza. 20
El niño queda prendado de sí al reconocer la ascinación de los padres hacía él. Ese amor naciente del niño hacia él se constituye en el narcisismo primario , el cual representa «un espacio de omnipotencia que se crea en la confluencia del narcisismo naciente del niño y el narcisismo renaciente de los padres. En ese espacio vendrán a inscribirse las imágenes y las palabras de los padres, a la manera de los votos, que […] pronuncian las buenas y las malas hadas sobre la cuna del niño» 21 . El narcisismo secundario aparece después de que el inante ha elegido un objeto sexual externo 22 (la madre), dirigiendo su libido 20 Freud, «Introducción del narcisismo», 87-88. 21 Juan David Nasio,Enseñanza de siete conceptos crucialesdel psicoanálisis
(Buenos Aires: Editorial Gedisa, 1990), 65-66. 22 La ascinación de sí en el narcisismo primario lleva a que el mismo sujeto 48
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
y su amor hacia aquel, con el reconocimiento de que él no lo es todo para aquel a quien ama, ni es tan perecto como alguna vez creyó serlo. Esta dinámica le genera heridas narcisista s, a las que se suman las multitudes exigencias culturales y el descubrimiento de la dierencia sexual en su cuerpo y en ladedelsí.otro, que lo sumen en angustia de castración y en desilusión Esa experiencia conlleva erigir dentro de sí un ideal con el que comparará su yo, y el amor a ese ideal es lo que Freud denomina narcisismo secundario . Así lo expone Freud: Sobre este yo ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la inancia gozó el yo real. El narcisismo aparece despl azado hacia este yo ideal que, como el inantil, se encuentra en posesión de todas las perecciones valiosas. […] No quiere privarse de la perección narcisista de su inancia, y si no pudo conservarla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva orma de ideal del yo. Lo que él proyecta rente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su inancia, en la que él ue su propio ideal. 23
Como podemos ver, Freud utiliza indistintamente yo ideal e ideal del yo, indeterminación que Lacan precisa, señalando al yo ideal como el resultado del primer momento estructurante de la subjetivación, que él ha llamado «Estadio del espejo», acaecido en el bebé humano entre los 6 y los 18 meses, equivalente al nacimiento del yo y de esa imagen aparejada a su imagen corporal. El Yo ideal corresponde al registro imaginario hacia el cual se dirige el narcisismo primario con las características descritas por Freud. El ideal del yo , en cambio, es el resultante del paso por otro proceso, el proceso edípico, cuya unción estructurante es undamental y reorganizadora de la estructura lograda con la ormación yoica. Así, el ideal del yo pertenece al registro simbólico por derivarse de los determinantes simbólicos, culturales, interiorizados por el sujeto en construcción. naciente se elija como objeto al que dirige su libido y, en ese sentido, queda situado ante sí como objeto sexual. 23 Freud, «Introducción del narcisismo», 91. 49
Carmen Lucía Díaz
Para Lacan el yo queda plenamente ligado al narcisismo, sea primario o secundario, por implicar la captación imaginaria y por la ascinación que produce la imagen que lo orma, la imagen que se sitúa como ideal en el yo ideal, y que el ideal del yo, construido con posterioridad, retorna en búsqueda. Con la ormación del ideal surge el narcisismo y elsuamor (enamoramiento) hacia la propia imagen, que es la misma imagen del semejante, por la cual el inante queda cautivado. El niño y la niña aman la imagen que viene del otro. Y no solamente se identifica con esta, sino también con lo que a ella se le asocia y lo que de ella proviene. Se ama a él porque reconoce el amor del otro hacia él, ama lo que el otro ama, dirige su mirada hacia donde la dirige el ot ro, y al reconocer que el otro desea, también organiza su deseo a partir del deseo del otro. Lacan plantea en este punto que «el deseo es el deseo del otro», aorismo que implica distintas resonancias: «Deseo de aquello que el otro desea», es decir, mi deseo es el mismo del otro; «deseo al otro» o lo que es equivalente a decir: el otro es objeto de mi deseo; «deseo despertar el deseo del otro», es decir, situarme como aquel a quien el otro desea. Estas equivalencias y el juego de proyecciones e identificaciones hacen que Lacan caracterice el registro imaginario como el registro en el cual prima la usión y la conusión con el otro. Es también lo que lleva a que en esta dimensión imaginaria, con el surgim iento del narcisismo, no solo florezca el amor sino ta mbién, como correlato de este, germine la agresividad. Y la agresividad brota con sus componentes de rivalid ad, de celos y de envidia, pues no solamente aparece la lucha por el prestigio entre esas dos imágenes idénticas y los objetos que las circundan (¿cuál es mi imagen y cuál la del otro? ¿Qué es lo mío y qué lo del otro? Eso del otro es mío; es mío y no suyo; quiero ocupar el lugar del otro; qu iero tener eso que tiene el otro), sino porque esa imagen ideal es disonante con lo que en real idad soy (el otro representa esa imagen y me conronta con lo que soy); se prod uce una di scordancia entre la i magen del yo ideal y el yo de la real idad y entre la imagen ideal del c uerpo y el cuerpo de la realidad. La imagen ideal será una imagen inalcanzable. Y ese contraste genera hostilidad, srcina una hiancia o 50
El cuerpo y el yo: en su srcen, lo imaginario
ruptura estructural en el corazón del ser del sujeto en su relación con su yo, con su cuerpo y con el otro. Por su vínculo con el amor, atado siempre a la sexualidad, y con la agresividad, «la relación imaginaria brinda definitivamente los 24
marcos de es losnecesario cuales se no harán fluctuaciones libidinales» y dondedentro el cuerpo sololas como real sino como imagen,, pues en esa relación que el hombre establece con su cuerpo, su imagen se convierte en «el anillo, el gollete, por el cual el haz conuso del deseo y las necesidades habrá de pasar para que pueda ser él, es decir, para que pueda acceder a su estructura imaginaria» (262). Bibliografía Freud, Sigmund. «La descomposición de la personalidad psíquica» «Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis» (1933 [1932]). En Obras completas , vol. 22. Buenos Aires: Amorrortu E ditores, 1982. . «Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico» [1911]. En Obras completas , vol. 12. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1982. . «La inter pretación de los sueños» (1900 [1899 ]). En Obras completas , vol. 5. Buenos Aires: Amorrort u Editores, 1982. . «Introducción del narcisismo» [1914]. En Obras completas , vol. 14. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1982. . «Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis» (1933 [1932]). En Obras completas , vol. 22 . Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1982. . «Proyec to de psicolog ía» (1950 [1895]). En Obras completas , vol. 1. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1982. . «El yo y el ello» [1923]. En Obras completas , vol. 19. Buenos Aires: Amorrortu Ed itores, 198 2. Lacan, Jacques. «El est adio del espejo como ormador del yo [ je] tal como se nos revela en la exp eriencia psicoanalítica». En Escritos 1. México: Siglo Veintiuno Editores, 1984. . El seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud (1953-1954). Buenos Aires: Editorial Paidós, 1991. 24 Lacan, El Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud (1953-1954), 268. 51
Carmen Lucía Díaz
. El seminario. Libro 2. El yo en la teoría de Freud y en l a técnica psicoanalítica (1954-1955). Buenos Aires: Editorial Paidós, 1991. . El seminario. Libro 4. La relación de objeto (1956-1957). Ba rcelona: Editorial Paidós, 1994. Laplanche, Jean y Pontalis, Jea n-Baptiste. Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Editorial Labor, 1983. Nasio, Juan David. Enseñanza de siete conceptos cruciales del psicoanálisis. Buenos Aires: Editorial Gedisa, 1990. Salinas, Pedro. Salinas de amor. Madrid: Grijalbo Mondadori, 1998.
52
La agresividad en el psicoanálisis Juan Carlos Suzunaga Universidad Distrital Francisco José de Caldas Universidad Nacional de Colombia
Acerca de una cuestión epistemológica
Para hablarles sobre la noción de agresividad en Lacan, antes de abordar el tema quisiera hacer unas precisiones de orden epistemológico, puesto que en el transcurso de mi exposición voy a contar con nociones que el discurso de la ciencia no ha considerado porque no responden al proyecto de la época1, y si lo ha hecho, ha transormado el estatuto que aquellas tienen, incluyéndolas en el campo de la ciencia, bien sea como excepción o adaptadas al ideario moderno. Es el caso de nociones tales como el sujeto de la consciencia, el inconsciente, la pulsión, el objeto a, el goce. Aunque parezca extraño, aludo al sujeto de la consciencia, dado que el discurso de la ciencia lo ha ido marginando, pues en el desarrollo del capitalismo global se han dejado de pensar y de estudiar los aportes del pensamiento alemán, a pesar de ser el undamento 1
Para la modernidad, los enómenos de lo humano son incluidos como parte de lo que existe, se los ubica como objetos dentro de campos definidos de investigación, dentro de lo explicable por la ciencia, es decir, en relación con lo constante o con lo estándar.
53
Juan Carlos Suzunaga
mismo de la modernidad. Igual sucede con las otras nociones, empero, estas, a dierencia del sujeto de la consciencia, han sido orcluidas por la ciencia, es decir, ni siquiera son consideradas, pues debido a su singularidad no entraron en el proyecto de la ciencia 2. razonespues de este la definición de loLas existente, las marginamiento únicas llamadasresponden a definirloa han sido las ciencias naturales y las ciencias del espíritu, entendidas ambas como aquellas que dan c uenta de lo objetivo, es decir, aquellas que 2
Con pensamiento alemán me refiero a aquellos que plantean y resuelven el problema del espíritu del hombre moderno, la razón y la consciencia, basados en los aportes que derivan de Immanuel Kant en el siglo , quien hace críticas y desarrollos a una de las derivas de la filosoía cartesiana —la relativa al sujeto en relación con la construcción del saber y del pensar, incluyendo el tiempo y el espacio, bien como ideasa priori en el alemán o ideas innatas en el rancés—; también Kant introduce el sujeto de la razón como la expresión más lograda, manifiesta en la historia y en la ciencia, al plantear la razón pura (tomando los aportes de Newton e incorporando al sujeto), la razón práctica, centrada en la acción humana, y la razón del juicio, mediatizada por la estética. El pensamiento kantiano tiene resonancia en Alemania a finales del siglo y principios del en pensadores como Fichte, Schelling, Hegel y Schopenhauer, y en quienes van a ser sus críticos: Engels, Marx, Nietzsche; luego por Brentano, Husserl y Heidegger. Este último, será un crítico implacable de nociones derivadas de la subjetividad cartesiana, el cual ha servido como piso undamental en todo el edificio de la filosoía moderna y en el desarrollo de ese pensar: la ciencia y la técnica. Por tanto, cuando aludo a la marginación de los aportes del pensamiento alemán me refiero a la marginación de nociones tales como el sujeto de la razón, el sujeto de la consciencia, la historia, las cuales han sido subsumidas al ámbito de la neurología, la genética y a la lógica de las ciencias cognitivas, el peso que tiene el pensar delha sujeto, que si bien ha sido sustrayéndoseles cuestionado y relativizado por el psicoanálisis, sido incluido en el «aparato psíquico»; se puede decir que estos conceptos han sido reordenados después del descubrimiento del inconsciente y del objeto a. En consecuencia, la marginación a la que me refiero implica un desentendimiento radical tanto de la responsabilidad del sujeto con el Otro —bien en términos de la razón práctica kantiana, bien en la hegeliana—, como de la responsabilidad del sujeto en su acto, pues los desarrollos de la ciencia positiva conciben al hombre como un organismo, y al Otro como un medio natural, lo cual implica que no hay sujeto, tampoco hay historia, menos aún un acto responsable del sujeto.
54
La agresividad en el psicoanálisis
tienen en el horizonte las constantes y las reglas, o aquello que es comparable para poder ser explicado 3. En consecuencia, si se habla de algún tipo de sujeto se hace desde los principios undamentales de la lógica matemática, de las ciencias la neurología o launa biología, sujeto cobra valor cognitivas, como individuo dentro de especie,donde comoelunidad en el cálculo matemático, o como reerencia ideal de la historia, mas no como eecto del discurso, del vínculo social, y menos aún a partir de la responsabilidad rente a su acto en su singularidad 4, donde estaría incluido el inconsciente. Es por esta razón que Martin Heidegger llamó a la modernidad «Época de la Imagen del Mundo», es decir, un sistema panificable y calculable, constituido por campos de objetos, o sea, que lo existente, en su estatuto de verdad, ha de pasar por aquello que la ciencia demuestra a partir de sus coordenadas. Por eso se puede deci r que el aporte del psicoanálisi s ha permanecido en la sombra de aq uello que es incalc ulable en la modernidad, dado que cuenta con la lógica de lo singular 5, definiendo así su estatuto clínico desde la ética, más que desde la ciencia, a pesar de los i ntentos que hizo Freud al respecto 6. El psicoanálisis, en consecuencia, no ha ahorrado esuerzos para darle lugar a lo singular, y lo ha hecho desde la clínica, por eso cuenta con el sujeto del inconsciente y el objeto a, entre otras nociones, acuñadas a partir de una intersección entre la clínica y los conceptos derivados de la ciencia o la filosoía . No sobra aclarar que el empeño de Lacan ue entablar un diálogo con la filosoía, la 3
A pesar de las discusiones de Dilthey, las ciencias del espíritu corren hoy
por hoy la misma suerte que estádecorriendo pensamiento alemán. Lo singular cuestiona el campo la ciencia,elsin embargo, esta última no lo toma como arista para construir saber, sino que lo integra como excepción de lo constante, lo cual le permite enmarcarlo en su campo. 5 Entendido como aquello que no es susceptible de ser comparado para explicarlo. Lo singular, lo raro, lo simple, lo nohabitual no se entiende de por sí, y por eso queda inexplicado para la ciencia, dado que esta exige la comparación para poder entrar en el campo de lo explicable. 6 Sigmund Freud, «35.ª Conerencia. En torno deuna cosmovisión» «Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis» (1933 [1932]), ne Obras completas (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2004). 4
55
Juan Carlos Suzunaga
lógicamatemática, la topología, la cibernética, la termodinámica, entre otros campos, no si mplemente como un recurso contingente, sino como una necesidad, sobre todo si se entiende que una era es undamentada por la metaísica 7. En consecuencia, al contar con el inconsciente, psicoanálisis subvierte el pensamiento mismo, pues introduce elel campo del sujeto, entendido desde lo singular, descentrándose del proyecto moderno de la ciencia por cuanto este exige que lo existente quede inscrito en algún campo de objetos. Se puede entender, entonces, que las notas que siguen pretenden dierenciar la noción de agresividad elaborada sin sujeto, cuyo piso undamental es la biología, de la que construye el psicoanálisis cuando se le da un lugar al inconsciente en la experiencia clínica. Sin más preámbulos, en primer lugar vamos a esbozar brevemente lo que dice la ciencia sobre la agresividad. En este caso, abordaremos a Konrad Lorenz, etólogo austriaco, cuyas tesis han influido los planteamientos sobre el comportamiento animal. Luego nos detendremos en la afirmación de Laca n, que plantea que la agresividad es subjetiva en su constitución misma. La agresividad en la etología…
Para Konrad Lorenz la agresividad es uno de los instintos superiores junto al sexo, el hambre y el miedo, los cuales son mecanismos innatos, determ inados en la evolución filogenética, es decir, transmitidos hereditariamente. Desde esta perspectiva, el etólogo austriaco explica el i mpulso agresivo y así entiende el porqué de ese impulso por agredir a otros individuos de su especie, lo que llamó «agresividad int raespecífica ». Su explicación se hace extensiva para entender las conductas ag resivas del humano hacia sus semejantes, desde una simple pelea hasta una guerra. Algunos autores afirman erróneamente que Konrad Lorenz toma elementos de Freud, dado que pla ntea que [e]l conocimiento de que la tendencia a gresiva e s un verdadero instinto, destinado primordialmente a conservar la especie, nos hace comprender la magnitud del peligro: es lo espontáneo de ese 7 56
En el pensamiento moderno, es la metaísica cartesiana.
La agresividad en el psicoanálisis
instinto lo que lo hace tan temible […]. La opinión, completamente errónea, que se enseña de que tanto el comportamiento humano como el animal son de tipo predominantemente reactivo y que aun conteniendo elementos innatos puede modificarse por el apren8
dizaje, todavía tiene pro undas raíces, y diíciles de extir par.
Además, proponen que los argumentos tanto de Freud como de Lorenz se undamentan en una carga instintual propia de la especie; y entonces, al ser el instinto agresivo innato, la única dierencia es que el primero dice que la agresión tiene causas psicológicas, mientras que el segundo las ubica en la biología. Desde esa perspectiva, ambos pretenderían analizar las causas innatas del comportamiento. Veremos más adelante que esa dierencia, aunque parece de orma, no tiene el mismo undamento epistemológico, sino que daría cuenta de una dierencia radical entre la constitución del sujeto y el desarrollo de un cachorro. Se puede decir que lo que realmente undamenta al etólogo son las tesis de Charles Darw in, las cua les proponen que el instinto agresivo es el motor específico evolutivo de la lucha intraespecífica del más uerte, quien tiene el encargo, instintivamente hablando, de la supervivencia de la especie , mientras que los más débiles mutarán para mejorar su respuesta ante el medio y así poder conservarse. Darwin dirá que de este juego, por decirlo de alguna manera, entre selecciones naturales y mutaciones, surgieron las nuevas especies. La tesis de los etólogos, en este caso de Konrad Lorenz, es que el instinto agresivo apareció por la evolución de las especies y en consecuencia los animales superiores poseerían esta carga, lo cual garantizaría la supervivencia de los mejores en la naturaleza. Este instinto permitirá que los individuos de una especie se reconozcan mediante la secreción de un olor característico de la especie y de la amilia a la cual pertenecen. En su libro, Sobre la agresión: el pretendido mal , Lorenz da va rios ejemplos de la manera como ciertos animales, al reconocer un olor que no pertenece a su amilia, agreden uer temente al intr uso hasta provocarle la muerte: 8
Konrad Lorenz,Sobre la agresión: el pretendido mal(Madrid: Siglo XXI, 2005), 60-61. 57
Juan Carlos Suzunaga
Lo que hacen las ratas cuando un miembro de una amilia extraña de ratas va a dar al territorio de las primeras ( o cuando el experimentador lo pone entre ella s), es lo más horr ible y repugnante que puede imaginarse. A veces el extraño se pasea durante varios minutos, y aún más tiempo, sin tener idea delenespantoso destino que le espera. Y a largo todo eso, los residentes siguen sus ocupaciones como si nada. Hasta que el intruso se acerca lo suficiente a uno de ellos para que le llegue el olor. Inmediatamente, una sacudida eléctrica recorre a este animal residente, y en un abrir y cerrar de ojos, toda la colonia ha recibido la alarma por el proceso de transerencia de la motivación, que en la rata noruega se reali za tan sólo media nte movimientos de expresión y en la rata doméstica con un grito ensordecedor [...]. Entonces, con los ojos desorbitados por la emoción y los pelos erizados, las ratas se disponen a la caza de ratas. 9
A pesar de este resultado nada halagüeño, el investigador austriaco propone, paradójicamente, que el instinto agresivo en los animales cumple ciertas unciones para el mantenimiento de la especie, a saber: La distribución regular y equitativa de los individuos de una misma especie al acceso del territorio vital, es decir, de un territorio provisto para el mantenimiento de la especie, de tal suerte que si aparece uno que no pertenece a ese territorio, desencadenará la agresividad de aquellos que sí pertenecen, lo cual implica la deensa de las condiciones de vida. La lucha del más uerte garantiza el mantenimiento de la especie, pues en el enrentamiento asegura la supervivencia de
9 58
los mejores, capaces quizá de enrentarse a enemigos de otras especies que amenacen la suya. El cuidado de la progenitura mediante la agresión a aquellos que intenten vulnerarla. La presión permite establecer la jera rquía que sostiene la organización animal.
Lorenz, Sobre la agresión, 182.
La agresividad en el psicoanálisis
La agresión avorece la constitución de lazos amistosos. En aquellos animales donde hay alta tendencia a la agresividad intraespecífica se establecen lazos amistosos más uertes que en aquellos animales donde no la hay. Estos orman grandes
masas de animales siguen a otros. Fenómeno definidoconsolidados, por Konrad donde Lorenzunos como «multitudes anónimas». En el primer caso la agresión se inhibe cuando se encuentra con otro individuo con la misma agresividad, mientras que se a grede a aquel que la tiene baja. S egún el autor, emerge la rontera de lo amiliar y lo extraño. Entre animales de la misma especie el más uerte inhibe la agresión cuando el otro da signos de sumisión. Por tanto, la agresividad no es mortal, al menos que sea por un accidente. Dentro de esta lógic a se introduce al hombre, pero con una variedad undamental, pues este no posee los inhibidores de las tendencias agresivas, ya que los perdió al incorporar el pensamiento conceptual y las herramientas, las cua les sirv ieron, ante la ausencia de armas propias, para modificar las condiciones extraespecíficas, y devinieron en armas para matar a sus semejantes. Dado que el instinto no se adaptó correlativamente a la construcción del pensamiento conceptual, dejó al ser humano desprovisto de un inhibidor de la agresión ísica, y a cambio posee, repito, el pensamiento conceptual y el avance técnico para domeñar la naturaleza. Después de habe r la humanidad, gracias a sus a rmas y sus instru mentos, sus prendas de vestir y su uego, dominado más o menos las uerzas hostiles de su ambiente extra específico, se produjo sin duda un estado de cosas en que las contrapresiones de las hordas enemigas vecinas ueron el principa l actor selectivo, que determinó los siguientes paso s de la evolución humana. Nada tiene de sorprendente el que ese actor produjera un peligroso e xceso de lo que se ha dado en llamar «virt udes guerreras» en el homb re. 10
En este texto, L orenz plantea que la agresión es una respuesta refleja, que está dentro de los Mecanismos Inhibidores Innatos 10 Lorenz, Sobre la agresión, 269-270. 59
Juan Carlos Suzunaga
ante condiciones desconocidas por el hombre, por tanto es necesario di erenciar la agresión natural de la violencia cultural mente pautada. Si bien todo anima l no busca la agresión de su congénere, el hombre sí lo hace con lo que ue el producto del cerebro. Por tanto, el desarrollo de lasimbólica, adaptación del hombre el producto esta, que es la unción genera causas ymorales que lode llevan a matar; es lo que Lorenz llama «entusiasmo», causa de la crueldad y de los síntomas del cuerpo. Puesto que esa agresión no tiene inhibidores naturales, su desenlace es la eliminación del otro, causada por la rivalidad sexual y la selección natural. La manera de controlar esa acumulación de agresividad es el movimiento reorientado a rituales simbólicos. Esta salida es explicada por la pérdida de la u nción srcinal en la filogénesis y se convierte en ritual innato, de tal orma que son sus eectos los que permiten inhibir la conducta agresiva. Si bien el autor se cuida de generalizar el problema del instinto, aunque propone que lo común entre animales y el hombre es el instinto de agresión, el cual garantizaría la regulación entre individuos de una misma especie, deja entre bambalinas lo que él llama el «producto del cerebro», como si se tratara de una línea filogenética de desarrollo. No alude al porqué del cambio de una carga de inhibidores por el pensamiento. No obstante, refiere la construcción de una moral que llevaría al hombre a eliminar a su congénere, tipo de agresión que no tiene inhibidores natura les. La agresividad, una propuesta psicoanalí tica
El psicoanáli sis, por su parte, descart a el instinto de agresión y su determinación filogenética. Por dos razones: la primera estr iba en que el sujeto no está determinado por el instinto a causa de su prematuración biológica, y la alencia neuronal con la que nace le imposibilita la respuesta motora ante un impulso externo —esto lo llevará ulteriorment e a construir u n aparato psíquic o para huir de aquello que desequilibra su homeostasis—, condiciones neuronales que le hacen requerir de manera radical al Otro. La segunda t iene que ver con el hecho de que el psicoanál isis descubre 60
La agresividad en el psicoanálisis
que la agresividad es consustancial a la constitución misma del sujeto, pues se genera en la dialéctica implicada en el encuentro con el Ot ro primigenio (l a madre), y que, media nte esta relación lo llevará, en un segundo momento de alienación, al encuentro con la cultura, condeellalenguaje; es una estr uctura que noque responde a la misma lógica naturaleza. Vale la pena resaltar el marco en que se realiz a esta construcción subjetiva es la cultura preñada de la lógica significante. Cuando Lacan alude al estadio del espejo como ormador de la unción del yo, a partir del modo como se revela en la experiencia analítica, nos dice que el niño, a razón de la inmadurez de su sistema piramidal —encargado de la actividad motora voluntaria—, es compelido a depender del Otro de modo radical, de su deseo, para vivir; si esto no ocurre, si el Otro no lo acoge, las consecuencias serán unestas 11 . Es necesario aclarar que ese Otro no es una hembra, sino una madre, es decir, alguien que se reconoce como sujeto, y que lo sepa o no, está determinada por su historia amiliar, la cual a su vez está «incrustada» en la historia misma de la humanidad, o sea, en la cultura. Esta madre, a partir de su deseo, ubica dialécticamente al niño como su hijo, en cuanto tiene en el horizonte un padre; esta posición permite la transmisión de 11 El recién nacido no viene al mundo provisto del sistema nervioso apto
para sus autonomía, pues hay una suer te de prematuración que impide que el niño literalmente pueda controlar sus músculos, dado que el movimiento que posee es undamental para la vida, ya que el sistema piramidal aún no se ha mielinizado. Por esta razón está a expensas del sistema extrapiramidal, el cual se encarga de percibir la excitación de los órganos de recepción y manda impulsos a la musculatura mediante mecanismos automá ticos de lalos médula espinal; en consecuencia aparecen los movimientos automa tizados, por ejemplo el reflejo de la posición de la cabeza, y aquellos necesarios para la vida. A dierencia de la vía piramidal, la cual está encargada de los movimientos involuntarios —dado que une la corteza con la per ieria del organismo— mediante una decusacion de la pirámide, a través de la médula espinal, de manera que tiene control de los músculos pequeños como los de los dedos de la mano. Por eso se puede decir que el sistema se mieliniza cuando el niño tiene movimientos voluntarios, por ejemplo, el control de es ínteres se produce a los dos años, aproximadamente. 61
Juan Carlos Suzunaga
las leyes del parentesco, que no son otras que las del lenguaje. En consecuencia, ese lugar en el que unciona la madre, la convier te en representante de un saber que se tr ansmite de generación en generación, mediante las relaciones de parentesco y, como tal, cumple dos a saber: ,layplarimera, acil itar una imagen y unpaterna, cuerpo a eseunciones, pequeño neonato segunda, i ntroducir la unción entendida como una prohibició n a la satisacción pulsional. De e sta manera, el niño es introducido en una dia léctica que no es natural , puesto que no está provisto de las condiciones materiales; su situación de vulnerabilidad lo sujeta completamente al Otro. Esta mención, en lo que respecta al recién nacido, alude a la imposibilidad de la autonomía, la cual lo llevará a vérselas con un Otro que no es natural. Esto quiere decir que la manera en que sobrevive no es mediante los i nstintos, como lo ha planteado la biología, sino a par tir del dese o del Otro. Entonces, no es la evolució n aquello que lo determina, ni el desarrollo, sino el deseo que deriva de una alta constitutiva causada por el lenguaje 12 y derivada de la vulnerabilidad neuronal, alta privativa de todo el género humano, de todo ser hablante. De la prematuración biológica al aparato psíquico
Quisiera detenerme brevemente en la prematuración. El niño, al nacer, carece de la capacidad de movimientos voluntarios, por tanto, está a expensas de estímulos externos que no son ubicables, y de los cuales no puede huir, por su incapacidad motora de deshacerse de ellos, 12 El lenguaje para el psicoanálisis es una estructura que preexiste al sujeto y es la condición para que este se constituya como tal. Es decir, el
neonato no solo necesita que tenga un organismo para vivir, sino que al nacer se encuentra con una estructura que lo transorma (el lenguaje), introduciéndolo en una suerte de conjunto de elementos que guardan una relación de oposición entre sí y cada uno de los cuales adquiere su valor, en cuanto que está relacionado con el Otro. Se puede decir que lo que recibe a un recién nacido no es el medio ambiente, sino la cultura, entendida como ese conjunto de relaciones de elementos (las estructuras de parentesco, la historia, la sociedad, y todo aquello que introduzca una prohibición para regular el goce o la satisacción pulsional). 62
La agresividad en el psicoanálisis
lo cual causa el llanto, que será leído por el Otro como un llamado. En su dependencia, va a ser el Otro el que disminuirá su displacer al satisacerlo provisionalmente conel primer amamantamiento, lo cual le dejará una huella en el sistema nervioso, pues aún no se ha ormado su cuerpo como objeto imaginario. Esta satisacción primera desaparecerá definitivamente y se convertirá en la satisacción paradigmática, con la cual el niño alucinará como si uera la primera en su repetición. Esa uerza constante y endógena será llamada por Freud «pulsión», y se distanciaría de esa otra noción empleada por la biología, el instinto, pues este último operaría como una uerza variable, su estimulo será exógeno y su unción es homeostática, mientras que la construida por Freud será irremediablemente insatisecha en su totalidad; tan solo será satisecha de manera parcial, pues buscará un objeto real ya desaparecido, inexistente, en otro registro, bien sea en lo imaginario de la dialéctica donde se constituye el yo con el otro, o en lo simbólico, donde se sublima con el lenguaje. Al intentar librarse de ese displacer, el niño construye un aparato psíquico, a partir de la alienación a la imagen del otro, expulsando uera aquello que soporta de su insatisacción. Por tanto, esa insatisacción de objeto, de la cual no podrá librarse, orientará el resto de su vida. Se puede decir que la pulsión es una exigencia del trabajo impuesto al aparato psíquico. Mientras que el instinto es guía de la vida para el encuentro de un objetivo preciso, la pulsión pone en riesgo la vida misma en su búsqueda insensata de un objeto que dista de ser específico, pues su correlato es la destrucción total, ya que buscará un retorno imposible. A pesar de que la pulsión de muerte no es la agresividad, esta última la representará como un intento de restituir la armonía interior cuando se dirige al otro. Recordemos que optar por esta vía es inexorable, dado que el niño está imposibilitado de ir a la acción, sin embargo, esta salida es la más expedita. Aquello que no reconoce como suyo es lo más íntimo, en ta nto que lo que le causa displacer es, precisa mente, esa uerza constante y endógena, pues en principio la satisacción se experimenta en el sistema nervioso mediante un objeto que le satisfizo en la inmediatez y que va a desaparecer de manera radical. 63
Juan Carlos Suzunaga
Más aún, cuando ese objeto que acilita la satisacción es buscado en un registro que no tiene nada que ver con el registro de lo real, lo biológico; ya no es natural. Me refiero a la pulsión. Esta uerza, constante y endógena, es la que va a acompañar al sujeto durante su vida; él tendrá quevavérselas con de estamanera una y dramática, otra vez, enodierentes momentos, lo cual se a vivenciar si se quiere, trágica, a menos que sea tramitada mediante la inhibición de su satisacción. El auxi lio del semejante es unda mental porque en su ausencia el niño irremediablemente moriría. Por lo tanto, el niño es introducido en una relación dialéctica imaginaria dentro de un marco simbólico que le preexiste, como es la cultura. Es importante subrayar esto porque me permite exponer las razones por las cuales la agresividad, más que ser una respuesta de un mecanismo desinhibidor innato, es eecto de la relación que tiene el niño con su madre, en tanto sujeto en relación con el otro. Lo imaginario. Una dialéctica necesaria
Lacan ubica la ase del espejo entre los 6 y los 18 primeros meses. Su importancia radica en que Lacan la plantea como ase unda nte de la subjetividad y como la que determi nará la estruct ura del sujeto. Recordemos qu e en este momento el niño ca rece de motilidad, puesto que no ha habido mielinización del sistema piramidal, lo cual le impide moverse a voluntad y por tanto no puede deshacerse de aquello que lo excita o lo desequilibra, en tanto que es un organismo, pero paradójicamente hay actividad psíquica. Se reconoce, entonces, una alta de correspondencia entre la organización ísica y el desarrol lo ísico, puesto que ocurre la anticipación de una imagen a partir del otro mediante la identificación a su imagen, lo cual permite la construcción de una ortopedia o imagen correcta de su cuerpo, que lo salva de la dispersión. Una imagen a la cual se identifica, identificación a la que Freud lla ma el «yo ideal», en tanto que el niño se identifica con el objeto del deseo de su madre; es decir, al objeto que completaría su alta, a saber: el alo imaginario 13. 13 La madre, en cuanto ser hablante, posee una alta estructural, alta de un
objeto pleno que colme su deseo y que la sitúa en la condición de sujeto 64
La agresividad en el psicoanálisis
La agresividad como manifestación de la mascarada imaginaria de la com pletitud
En la experiencia analítica, al afinar la escucha de lo que el sujeto habla dentro del dispositivo 14 , hay ciertos hechos que sirven de huellas que la escucha el reconocimiento de una estructura que orientan les da srcen y que sehacia manifiestan como intenciones agresivas , reacciones de dierente matiz, viv idas como odio y hostilidad. La ironía, la burla, el sarcasmo, el insulto, entre otras, aluden a la instalación de la agresividad como intención subjetiva en una relación dialéct ica. La inh ibición que causan, la amenaza que amedrenta o el daño que generan a aquel a quien se dirigen revelan la eficacia de la agresión. Según Lacan, la causa de la agresividad son las imagos, o representaciones inconscientes del sujeto de su propio cuerpo ragmentado (imágenes de castración, destripamiento, dislocación corporal) que se generan en el marco de la constitución de su propio yo, donde se ha producido la anticipación de una imagen total y plena, a partir de la imagen del otro; se trata de un proceso undante del yo y, a la vez, del narcisismo primario, proceso al que Lacan ha dado el nombre de Estadio del espejo . La agresividad deseante. El objeto al que tiende su deseo se le ha llamado objeto álico. En la serie de objetos álicos construidos por un sujeto, algunos se sitúan en la categoría de «alo simbólico» y otros en la de «alo imaginario». Esta última categoría corresponde a aquellos objetos con los que el sujeto, de modo ilusorio, engañoso, cree completarse plenamente, y elhijo entra en esa categoría (el hijo como alo imaginario al que el niño se identifica inicialmente —creer que él es todo para la madre, que colma su alta y acomodarse allí identificado con ese objeto—); la madre debe brindarle esa ilusión para luego hacerle saber lo contrario, «desilusionarlo». Parte del proceso de la organización psíquica del niño es reconocer que ni él completa a su madre ni ella lo completa a él, es decir, que debe constituirse él mismo no como objeto sino como sujeto deseante, accediendo al alo simbólico a través de la castración, en otras palabras, aceptando la alta; pues la alta misma es el alo simbólico, su significante. 14 Se llama «dispositivo analítico» a las condiciones requeridas para emprender una cura psicoanalítica, en las que se permita se guir la regla undamental de parte de quien se somete a dicha experiencia, la asociación libre, con su correlato, la atención flotante, de parte de la persona que escucha, el psicoanalista. 65
Juan Carlos Suzunaga
viene a ser testigo de un trasondo de ragmentación corporal que muestra el engaño narcisista, en cuanto se establece como imagen totalizadora que se unda como proceso anticipatorio de un yo ideal, y que supone una ma triz simbólica que determina rá al sujeto. Expusimos líneas precedentes que sino aquí de se una tratatendencia no de la respuesta de un en organismo a un estímulo, correlativa a la identificación del niño a la imagen de otro, lo cual implica una dimensión subjetiva que se manifiesta en relación con la intención del otro. A dierencia de la lógica lineal, evolutiva, de desarrollo gradual de la biología, la agresividad se expresa y se constituye en procesos anticipatorios y retroactivos, pues los procesos subjetivos no tienen la misma lógica del desarrollo porque sus procesos están enmarcados por el lenguaje, y en consecuencia puede decirse que son procesos de anticipación y retroacción 15. No hay representación, en tanto que para el inante aún no hay sujeto ni objeto, y menos un otro. Además, la representación de cada órgano es inexistente, puesto que cada uno es vivido de manera separada; así mismo, se conunde en los movimientos de su madre. Podemos decir que la experiencia del niño ante lo que percibe es de conusión. Son objetos en su estatuto de real, aparecen y desaparecen en la inmediatez de la experiencia, vienen y se van, sin que logre situarlos en una suerte de coherencia. De la misma manera, el placer que experimenta no es ubicable. Lo característico de esta experiencia (anterior a la constitución del yo) es su ragmentación, su dispersión, pues aún no posee una unidad que integre esa ragmentación en la que se encuentra su organismo, la cual se constituirá a partir de su identificación con la imagen de la madre; identificación que de manera anticipada le da unidad al cuerpo, pese a su inmadurez biológica. El niño es objeto de una suerte de reordenamiento en el momento en que él aparece en el mundo y es introducido en la dialéctica significante. Esta insuficiencia del organismo que caracteriza al cachorro humano viene a ser su gran potencia, dado que a causa de ella 15 Cuando se organizan aspectos psíquicos anticipándose a desarrollos
biológicos se está rente a un proceso anticipatorio. Cuando una experiencia posterior reorganiza una vivencia anterior, se habla de proceso retroactivo. 66
La agresividad en el psicoanálisis
construye un aparato que le permite sobrevivir, a partir del deseo del Otro. Esta insuficiencia aflorará en los antasmas de ragmentación del cuerpo, al surgir de manera retroactiva. Respecto al proceso de reconocimiento del propio cuerpo, en relación con el otro, en latanto imagen, es necesario anotar que hay una discordancia entre realidad del cuerpo y la idea de totalidad que emerge en el proceso de identificación con la imagen del otro 16. Se identifica con el otro, en tanto que es omnipotente y autónomo, aspecto que orja la ascinación como esencia de la constitución del yo. La anticipación psíquica respecto del desarrollo ísico implica la identificación del niño con el ideal del yo, en un momento en el que para nada domina los movimientos ni la estabilidad de su cuerpo. En la ormación del yo no se t rata de un sujeto de conoci miento, puesto que no está en el marco del sistema percepción-consciencia. Es decir, aún no se ha constituido un sujeto, pues lo que sucede es el inicio de una anticipación de una imagen que viene del otro, lo cual le dará unidad a la dispersión de movimientos, sensaciones autónomas, no ubicables, a partir de la unidad imaginaria: yo en tanto que Otro. Esta primera alienación tiene estructura dual, perseguirá una imagen que no es la suya, pero inexorablemente lo es, por tanto no podrá ser alcanzada. En la intimidad se juega la conusión de un objeto imaginario en disputa, en una estructura de imágenes. El conocimiento del yo implica un desconocimiento del otro del que deriva, y del que inexorablemente depende. Un conocimiento que tiene estruct ura para noica: saber del yo supo ne necesariamente encontrarse con un otro. Lo íntimo de la imagen está auera, en una relación dialéctica que se invierte. Hay alienación a una imagen ideal que se escurre. «Yo soy el otro» inaugura una tensión undamental, puesto que el yo se constituye en la imagen del otro, de tal suerte que el yo aparece como objeto de disputa. La estructura del yo es dual, imaginaria , es decir, está en relación con la imagen, ya que se constituye a partir del Otro; en consecuencia, aparece una con16 Hay discordancia por cuanto el niño logra organizar una imagen total de su
cuerpo a pesar de no tener control total de este, de no dominarlo aún. 67
Juan Carlos Suzunaga
tradicción entre la ascinación y la rivalidad, ente lo semejante y lo extraño. Así, la identificación narcisista, el yo y la agresividad son consustanciales. Esta contradicción, que es undamental por su estructura misma, se juega entre la usión de la identificación —usión la agresividad permite apropiarseque de uconunde— n lugar que ydista ncie al sujetoque del divide otro, dey los otros. Es una dialéc tica que instaura una lucha a m uerte por el prestigio y el reconocimiento. El correlato es la destr ucción del otro. La contradicción ante la ascinación y la destrucción de la imagen que es el Otro desemboca en un callejón sin salida que debe ser resuelto en una segunda alienación, donde la lucha a muerte tendrá una salida, aortunadamente. Aquí lo simbólico reordenará la lógica imaginaria con la introducción de un tercero, de la identificación con el ideal del yo a partir de un rasgo, de tal manera que resuelve los impulsos destructivos y el temor que implica quedar a expensas del deseo del Otro, pues se lograrán representar en el lenguaje y se reconocerán a través de este los reerentes que permiten limitar los impulsos destructivos. Este segundo momento, el de la identificación con el ideal del yo, se resuelve al no poder realizarse; por tanto, la segunda identificación se juega del lado del tener, es decir, tener lo que el otro tiene, y alude a los objetos que remiten al deseo del Otro. De la lógica del ser el objeto del otro, el sujeto pasará a tener los objetos del deseo del Otro. En este movimiento la agresividad se inscribe en un registro dierente al que la undó, pues el gran Otro de la cultura, la deriva del lado de los ideales y su tramitación se vehicula en los síntomas o en la palabra, de tal orma que la vuelve dialectizable. Ya para terminar, es necesario anotar para ulteriores trabajos que si bien la agresividad no es la pulsión mortíera, es una representación de ella, un rodeo posible ante la inexorable captura en esa dialéctica imaginaria, una suerte de estrategia inconsciente para realizar lo imposible de la satisacción pulsional, el goce. La intención agresiva por su estructura puede quedar atrapada en lo que Freud y Lacan llaman la «tendencia agresiva», que es el reencuentro con lo mortíero de la pulsión, con la imposibilidad de la armonía imaginaria, de orma que la pulsión de destrucción surge en el otro o en el propio cuerpo del sujeto y se evidencia en 68
La agresividad en el psicoanálisis
el enómeno de la repetición como compulsión, y con el descubrimiento del masoquismo primordial. No hay una suerte de tendencia natural hacia los valores morales. Desde esta perspectiva el psicoanál isis rompe la dinámic a del evolucionismo Konrad ladolaen línea s más arriba. Así,como para lo el plantea psicoanálisis, el Lorenz, dato queseña arroja agresividad es la necesidad de expulsar la experiencia propia del cuerpo ragmentado, por lo tanto rechaza la explicación de la agresividad como respuesta ante la rustración de una necesidad, o de una respuesta del cerebro ante la ausencia de inhibidores de tendencias agresivas de la especie. Bibliografía Obras citadas
Freud, Sigmund. «35.ª Conerencia. En torno de una cosmovisión» «Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis» (1933 [1932]) . En Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2004. Lorenz, Konrad. Sobre la agresión: el pretendido mal. Madrid: Siglo XXI Editores, 2005. Obras consultadas
Dilthey, Wilhelm. El mundo histórico. México: Fondo de Cultura Económica, 1944. . Proyecto de una psicología para neurólogos. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2004. Freud, Sigmund. «Más allá del principio del placer». En Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2004. Heidegger , Mar tin. La época de la imagen del mundo . Madrid: Alianza Editorial, 2005. Hegel, G. W. F. Fenomenología del espíritu . Valencia: Pre-textos, 2006. Lacan, Jacques. La agresividad en psicoanálisis . Madrid: Siglo XXI Editores, 1989. . El estadio del espejo como ormador de la unción del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia analítica. Madrid: Siglo XXI Editores, 1989. 69
Juan Carlos Suzunaga
. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis . Barcelona: Editorial Paidós, 1990. . Observación sobre el inorme de Daniel Lagache: «Psicoanálisis y estructura de la personalidad». Madrid: Siglo XXI Editores, 1989. Tinbergen, Nikolaas. El estudio del instinto. Bogotá: Siglo XXI Editores, 1981.
70
LO SIMBÓLICO
Las formaciones inconscientes y lo simbólico Álvaro Reyes Universidad Nacional de Colombia
Muchos de los pacientes neuróticos a los que someto al tratamiento psicoanalítico acostumbran con rmar, echándose a reír, los resultados del análisis que descub ren a su percepción consciente lo inconsciente oculto, y ríen incluso cuando el contenido de lo descubierto no justi ca en absoluto tal hilaridad.
inconsciente da risa, pues la interpretación psicoanalítica está estructurada como un chiste. Empero la segunda parte del comentario nos deja perplejos y, acaso como a Freud, nos incita a decir a quienes ríen cuando el contenido no justifica el júbilo: «Oiga, esto no es un chiste», con lo cual pararasearíamos a Magritte escribiendo debajo de una pipa: «Esto no es una pipa». Así las cosas, los párraos siguientes discurren en torno a las ormaciones del inconsciente y a lo simbólico en Lacan, en tiempos en que traza la preponderancia del significante sobre el significado, de lo simbólico sobre lo imaginario y lo real, mo,
mento entonces del inconsciente lenguaje. Cuando se habla de tales ormaciones se dice que son los sueños, los olvidos, los recuerdos, los lapsus, los chistes y los síntomas. Aquí cabe una precisión, pues si bien Freud en unas elaboraciones las deja en el mismo conjunto, por ejemplo, en sus Lecciones introductorias al psicoanálisis (1917), en otras separa al síntoma dándole un lugar específico; tal dierenciación será acentuada por Laca n. Tres trabajos del maestro v ienés sobre estos temas obligan a volver a ellos porque poseen tintes y tintas undacionales 73
Álvaro Reyes
y convocan, además, lo punzante de su invención. El primero en aparecer ue La interpretación de los sueños (Die raumdeutung), en 1900, y le siguió Psicopatología de la vida cotidiana en 1904, año de su primera edición con cuerpo de libro, ya que desde 1898 circulaban o partes al olvido. 1905 se del publica , que aEn dierencia texto El chiste capítulos y su relación con lo reeridas inconsciente de los sueños, ue considerado por Freud y analistas posteriores como un ensayo de aplicación; resituarlo como vol umen magistr al haciendo trilogía con los dos anteriores, al abordar asuntos lenguajeros, del inconsciente, del deseo humano y por tanto del campo psicoanalítico, requirió otra lectura para no dejar olvidar asuntos como el que indica desde sus primeras líneas: Las palabras constituyen un material plástico de una gran maleabilidad. Existen algunas que llegan a perder totalmente su primitiva significación cuando se emplean en un determinado contexto. Un chiste de Lichtenberg se basa precisamente en esta circunstancia: ¿Cómo anda usted?, preguntó el ciego al paralítico. Como usted ve, respondió el paralítico al ciego. 1
En la primera parte de El chiste y su relación con lo inconsciente Freud se ocupa de mostrar los diversos modos como se arman los chistes. Ellos apelan a esa plasticidad, a mecanismos como los del sueño, es decir, a procesos de condensación y desplazamiento actuando al unísono, que él designa como «los dos obreros» 2. Reitera que desde La interpretación de los sueños distingue un contenido mani esto de unas ideas latentes : el primero es recuerdo —por lo común, ininteligible o sin sentido— y las segundas, aquello de donde ha partido el sueño. Un chiste como el que acabamos de citar es análogo a lo manifiesto. Ahora bien, si nos diéramos a la tarea de explicarlo, sería como las ideas latentes: para empezar, la extensión sobrepasaría la predilección por la economía y explicarlo sería arruiSigmund Freud, «El chiste y su relación con lo inconsciente» (1905), en Obras completas, tomo 1 (Madrid: Biblioteca Nueva, 1981), 1042. 2 Sigmund Freud, «La interpretación de los sueños» (1900), enObras completas,tomo 1, 1015. 1
74
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
narlo; algo parecido ocurre al indagar las ideas latentes, se vacía la gracia al perderse goce. Nos sigue iterando el maestro vienés que la condensación procede de varios modos, uno de los cuales es la creación de or3
maciones en ele contenido personajes,sustitutivas situaciones,. Así, objetos imágenes manifiesto compuestastopamos o combinadas como modos de expresión de estas ormaciones; son también comunes los sueños donde actuamos con un personaje algo que le corresponde a otro y que t iene, además, características de un tercero. La labor interpretativa muestra los enlaces entre tales figuraciones de manera que hace patente su múltiple contenido y determinación. En la misma senda están los lapsus y las equivocaciones en la lectura o la escritura, como las que trae la Psicopatología de la vida cotidiana. Freud nos comenta allí que un empleado desea invitar a sus colegas a beber por la prosperidad del jee y en vez de decir «los invito a stossen [‘hundir’] por la salud de nuestro jee», dirá «los invito a austossen [‘eructar’] por la salud de nuestro jee»4. Con seguridad las sonrisas y las risas —quizás acalladas— no altaron a la ocasión. Se quiso decir algo y se expuso otra cosa percatándose algo del inconsciente, que los asistentes y nosotros comprendemos, interpretamos como deseo; advertimos el ca rácter discursivo-social inconsciente. Notemos además cómo en la sustitución eectuada austossen conserva letr as y onemas comunes con stossen, pero el significado es otro. Esas letras son soporte real del inconsciente cuya alteración implica mutaciones, permutaciones de sentido por rupturas simbólicas. Ahora bien, complicaciones idiomáticas, como las que preocupan toda traducción, obligan a acercar la ilustración. Usemos algo más vecino. En un sa lón de clase donde la mayoría de asistentes se conocen, una joven levanta la mano para intervenir; en medio del silencio ella quiere apuntar que el tema tratado es toda una complicación. 3 4
Freud, «La interpretación de los sueños», 1042. Sigmund Freud, «Lecciones introductorias al psicoanálisis» ([1916] 1917), en Obras completas, tomo 2, 2147.
75
Álvaro Reyes
En lugar de ello dice: «Es que esto sí es toda una embarrazada ». Saltan carcajadas y comentarios. Ella se pone roja y luego asiente estar embarazada. Toda u na complicació n embarrada embarazada ha sido unida para ormar u n nuevo decir que trasluce una verdad por la vía de la con hilarembarazo. idad. Apreci emos la sustitución: embarrada ha trastocado Dos , al decir reudiano,se tendencias una perturbada y otra perturbadora, dualidad básica pa ra producir conflicto, cuya resolución es una transacción posibilitadora de retorno de lo reprimido, esquema básico mínimo de toda producción inconsciente. Advirtamos la presencia simultánea del desplazamiento y de la condensación en ese lapsus por la actuación de los dos obreros sobre similitudes temáticas; con económica precisión se textualiza y lo reprimido destella. Escribirá Lacan que como acto allido es un discurso logrado porque consigue hacer que se reconozca algo del orden del deseo. Pero como cambio, modificación o alteración quizá no va más allá de la vergüenza, del ponerse roja, lo cual da cuenta del carácter volátil, eímero, del sujeto del inconsciente. Este lapsus chista y tal como otras ormaciones inconscientes pararasea a Picasso: no busca, encuentra, procede bajo la economía de la ficción de la verdad, según la cual: a buen entend edor…5 . Hemos señalado los modos como se da la condensación en sueños y chistes, acabamos de registrar lapsus donde actúa esta ormación mixta o sustitutiva; también indicamos que los procesos de condensación y desplazamiento proceden juntos. En la situación descrita el desplazamiento transcurre en unción de la temática de la complicación, de lo embarazoso, y hay un transcurrir entre sonidos, entre onemas: se recortan y se pegan. Freud nomina estas asociaciones como externas, entendidas como exteriores al sentido inicial; es decir, se hacen sobre el significante, son procederes como de una gramática. Señalemos de una vez con Melman que actos allidos y producciones como las anteriores acaso sean inventivas en su orma, 5
76
Esta es la transcripción literal del minicuento que Guillermo Bustamante, psicoanalista escritor, publicó en su premiado libro Convicciones y otras debilidades mentales(Cali: Deriva, 2009), 73.
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
pero iterativos en su ondo, en lo que dicen: «[…] siempre es unno… el lapsus viene a desafiar la autoridad y por ello hace reír… reta el poder, a la castración. Y, no lo dice el que lo dice… eso se dice»6. La castración aparece entonces como asunto de lenguaje, cuestión simbólica y no dehacer personaje. Descentrar, lo importante accesorio, destacar lo nimio, poner el «acento psíquico» 7 en otro lugar, son modos de proceder del desplazam iento. De tal manera que, como en los sueños y en los chistes, colegimos la unción del desplazamiento por sus eectos; su obrar da la apariencia de absurdo, de allas de sentido, de despiste por el contrasentido o «la representación indirecta» 8. En el artículo de 1915 «Lo inconsciente» 9, Freud busca establecer la especificidad del inconsciente en el campo inaugurado por sus histéricas y él , ya que aquel tiene varios modos de ser comprendido. Uno de ellos es en sentido descriptivo , reerido a lo inconsciente como latente. Mientras en sentido dinámico es aquello que impide o uerza la exclusión del sistema consciente, se ilustra con la orden hipnótica dada a un sujeto (salir de un recinto, bostezar y volver), ejecuta pero no puede dar cuenta de ello, el i nconsciente hace que realice la labor eficazmente, es decir, es ajeno a la consciencia pero perceptible en la conducta del sujeto. De aquí se desprende una idea más del concepto, pues esa coerción o uerza que impide llegar a la consciencia ha de ser ubicable en un lugar psíquico, es la noción tópica. No obstante, estas concepciones, presentes en otros campos o autores, no capturan el sentido medular del invento psicoanalítico. Y, entonces, vuelve Freud a los sueños para recordar nos que allí aprendemos a ubicar la emergencia alucinatoria de las ideas y a establecer, por la vía de la interpretación, contenidos latentes. Así, inconsciente , en el sentido propiamente psicoanalítico, es un Charles Melman,Para introducir al psicoanálisis hoy en día (Buenos Aires: Letra Viva, 2009), 26. 7 Freud, «El chiste y su relación con lo inconsciente», 1072. 8 Freud, «El chiste y su relación con lo inconsciente», 1072. 9 Sigmund Freud, «Lo inconsciente» (1915), enObras completas, tomo 2. 6
77
Álvaro Reyes
concepto para nombrar las leyes de transormación de tales contenidos e ideas; es legalidad y no atributo o característica poseída por un ser. Son los procesos primarios y secundarios 10, lo cual nos lleva a los dos obreros y a ubicar los aspectos medulares del sueño yinterpretación. por ende de todas las ormaciones en maquinaria el trabajo decuya elaboraciónes sistema, lógica no Inconsciente es equiparable con lo irracional, sino que es discurso organizado por operaciones de desplazamiento-condensación. Restablecer esa legalidad y su lógica, perdida en muchos de los desarrollos posreudianos, es una de las aenas lacanianas hecha con la idea de lo simbólico y su retorno a Freud. El analista rancés echa mano de desarrollos lingüísticos y estructuralistas de Ferdinand de Saussure, Émile Benveniste, Roman Jakobson, Claude Lévi-Strauss, entre otros, para dar cuenta de nuestra sujeción al campo simból ico —lenguajero—. Pe ro al acudi r a sus teorías no hace una transposición sino una transormación, metaorización o creación de algo distinto: se trata —dice Lacan— de «lingüistería » y no de lingüística , de «lalengua » y no de lengua. Justamente, buena parte de las elaboraciones lacanianas son una reflexión dictada desde la praxis analítica en torno al lenguaje y lo simbólico: a su unción, a su eecto sobre lo humano, a sus límites e imposibilidades. Consigna también lo siguiente al adentrarse en los trazos de la pluma reudiana: La obra completa de Freud nos presenta una página de cada tres de reerencias filológicas, una página de cada dos de inerencias lógicas, y en todas partes una aprehensión dialéctica de la experiencia, ya que la analítica del lenguaje reuerza en ella más aún sus proporciones a medida que el inconsciente queda más directamente i nteresado .11
10 Los procesos primarios son aquellos comandados por las leyes del
inconsciente, mientras que los secundarios son los relativos al pensamiento desde la lógica consciente. 11 Jacques Lacan, «La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud», en Escritos 1 (México: Siglo XXI, 1971), 194.
78
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
Es notoria una ausencia en Freud: las escasas reerencias a lingüistas, apenas dos, comparadas con la riqueza de su obra en relación con el lenguaje. Es llamativo el hecho de que haya acudido a otras uentes y haya dejado de lado a Ferdinand de Saussure, no obstante eran contemporáneos y de de queSaussure, Freud tuviera ticia sobredeélque a través de su hijo, Raymond quien noera su paciente y estaba muy interesado en establecer investigaciones de psicoanálisis-lingüística; incluso le prologó un libro. Acude el maestro vienés a trabajos de Carl Abel sobre las palabras primitivas y los jeroglíficos para indicar particularidades del sueño; toma también de Hans Sperber —a quien menciona en El múltiple interés del psicoanálisis (1913)— nociones sobre el simbolismo y las traslad a al enómeno onírico, que, como se sabe, remitirán siempre a lo sexual. Estas dos reerencias lingüísticas siguen añejas discusiones sobre el srcen del lenguaje y sobre la nominación, que se ubican en la dimensión diacrónica o histórica. Agreguemos un hecho de cierta relevancia: Raymond de Saussure tiene contacto en 1940 con Roman Jakobson, lingüista y filólogo ruso, quien le señalar á afinidades entre los desar rollos de su padre y los de Freud. Jakobson halla una equivalencia entre la metáora y los procesos de desplazamiento, e igualmente encuentra similitud entre la metonimia y los procesos de condensación 12 . Sobre esto trabaja Lacan, quien hace una inversión en la relación planteada por Jakobson señalando que la correspondencia de la metáora es con la condensación y la de la metonimia es con el desplazamiento. En la misma vía, invierte la relación significante y significado, propuesta por Ferdinand de Saussure, dando preeminencia al significante, productor, incluso, del significado. Ahora bien, Ferdinand de Saussure 13 introduce la dimensión sincrónica en relación con la lengua. Separa el signo lingüístico, como estructura básica del lenguaje, para lo cual retoma elaboraciones alemanas que distinguen entre Sinn y Bedeutung ; traduce 12 Roman Jakobson, Ensayos de lingüística general (Barcelona: Planeta
Agostini, 1985). 13 Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística general (Madrid: Akal, 1981).
79
Álvaro Reyes
el primero como ‘significante’, ‘representación psíquica’ o ‘imagen acústica’, distinta del mero sonido; mientras el otro término lo traduce como ‘signific ado’ o ‘concepto’. Dice Ferdi nand: Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un concepto una imagen acústica. imagen acústica no es el sonido material,y cosa puramente ísica,Lasino su huella psíquica, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla «material» es solamente en este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el concepto, generalmente más abstracto. 14
El chiste del ciego y el paralítico recrea esta división. Ante la pregunta: ¿Cómo anda usted?, se responde desde el significante, desde la representación psíquica; no desde el significado, sino desde la polisemia encarnada del sujeto. La disociación del signo lingüístico, el carácter abierto del significante, las complicaciones de la significación y del reerente son retomados por Lacan para dar cuenta de la clínica psicoanalítica, para hacer distinciones entre psicosis, neurosis y perversión, vía la inscripción de la metáora paterna o la constitución del sujeto del inconsciente y del deseo humano como enómeno metonímico. Desde la reerencia lingüística, el Lacan de esta época nos incita a recordar que cuando hablamos, estamos sometidos a dos operaciones simultáneas: a la escogencia y a la combinación. La primera implica optar por un término en lugar de otro: es el eje paradigmático, que procede mediante la unión o asociación con base en similitudes; allí se sitúan los procesos metaóricos. La segunda operación conlleva la combinatoria en el empleo de los términos, que actúa con base en la contigüidad y corresponde a los procesos metonímicos; es el eje sintagmático. De manera general, la metáora consiste en la sustitución, en el reemplazo de una cosa por otra, en una sustitución significante, precisará Lacan. El hecho de que ese reemplazo se haga con independencia del significado y se apoye en la red de significantes existentes en la lengua, muestra 14 De Saussure,Curso de lingüística general, 98. 80
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
lo que él llama supremacía del signi cante . Las construcciones metaóricas conllevan el enriquecimiento de la lengua. La « toda embarrazada » de nuestra ilustración da cuenta de ello. Por su parte, los procesos metonímicos proceden más por un desplazamiento, pasando el valorpero o elcon sentido un término distinto al que tiene corrientemente, el quea tiene conexiones o relaciones para que sea posible tal movimiento. El sueño es el terreno propicio para explicar e ilustrar lo señalado hasta aquí. Eectivamente, esta enigmática producción psíquica tiene en su haber dorados momentos que han encendido los intereses de pueblos, de legos, de santos, de doctos y de imperios non sanctos, pero conoce también épocas de escaso lustre, como las ligadas a la emergencia cientificista, cuyos embates nos envuelven hoy. Entre unos y otras están las elaboraciones psicoanalíticas, pues con Freud y su descubrimiento, el sueño es ante todo trabajo de elaboración y cira miento del deseo inconscient e. En el capítulo sobre la elaboración onírica de La interpretación de los sueños consigna que el sueño es un rebus o adivinanz a organizada sobre las semejanzas onéticas de los símbolos. Freud nos ilustra con un acertijo de los que publican los periódicos, pero nos advierte, eso sí, de no embromarnos con la presentación figurada, con lo imaginario —dirá Lacan—, con el concepto o significado — diríamos con De Saussure—. El desciramiento del rebus que es el sueño ha de hacerse desde el significante, oyendo al pie de la letra, sustituyendo «cada imagen por una sílaba o una palabra susceptible de ser representada por ella. La yuxtaposición de las palabras que así reuniremos no carecer á ya de sentido, sino que podrá constituir incluso una bellísima sentencia» 15. . . . . . . . . . Armar y descirar rebus y sueños es operar la estructura, el lenguaje, apelando a la onética, a la semejanza de las palabras, a su descomposición: a los juegos significantes y sus cadenas, tal como este antiquísimo texto oriental de Artemidoro citado por Freud en La interpretación de los sueños:
15 Freud, «La interpretación de los sueños», 1292. 81
Álvaro Reyes
Acertadísima, a mi juicio, ue la interpretación dada por Aristandro a un sueño de Alejandro Magno. Preocupado éste por la tenaz resistencia que le oponía la ciudad de Tiro, a la que tenía sitiada, tuvo un sueño, en el que vio a un sátiro bailando sobre su escudo. Aristandro se hallaba casualmente las cercanías de sirios. Tiro incorporado al séquito del monarca, que en guerreaba con los Dividiendo la palabra satyros en y dio alientos al rey para insistir con mayor energía en su empeño hasta apoderarse de la ciudad (Σά - τυρος = tuya es Tiro). De todos modos, se hallan los sueños tan ligados a la expresión verbal, que Ferenczi observa justificadamente que cada lengua tiene su idioma onírico propio. Los sueños son, pues, en general, intraducibles a un idioma distinto del sujeto [...].16
Hay afinidades entre esta descripción y la experiencia psicoanalítica rescatada por Lacan con su retorno a Freud. Las dos ocurren en un campo discursivo o de lenguaje, el Magno Alejandro dirige su palabra a Aristandro como supuesto poseedor de un saber del cual él no es rey sino sujeto dividido , con avidez de preguntar. En una posició n semejante a la analítica, Arista ndro cierra los ojos al sátiro bailando sobre su escudo, no usa simbologías ni apela a códigos, sino que rompe esta como unidad imag inaria: centrándose en el término sátiro, lo desteje para restituir a l privado monarca los hilos de un saber armado en Otra escena , al decir de Freud, en el Otro (legalidad inconsciente) como lugar de despliegue de la palabra , según Lacan, quien agrega: en el sueño, el sujeto está en su casa . Pero sin descansa r, laborando sin dormirse, como si no cesara el obrar que ha hecho de sátiro una composición metaórica, y del bai le y el escudo, un desplazamiento y una composición figurada para cirar un deseo, una alta o alla de conquista de una Tiro esquiva. El sueño de Alejandro, como el de todos, es eecto de un maquinal obrar del inconsciente que vela para condensar, metaorizando, y desplazar, metonimizando, un deseo esquivo, de conquista, de seducción o de imposibilidad, segú n el cual no se alcanza 16 Freud, «La interpretación de los sueños», 1303. 82
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
el esperado reconocimiento ni se tiene el objeto de los desvelos. El sueño engarzado al soñar más amplio de la vida es el paradigma inconsciente que pretende nombrar lo innombrable e intenta tr amar lo real (imposible) que enseña Lac an. Aristandro, en con posición analítica,Fijémonos procede ateniéndose a lo simbólico enlazado lo imaginario. cómo lo inconsciente pierde toda proundidad por estar articulado con la superficie textual, con la combinatoria del lenguaje (estructura), donde el significante y el significado están separados por la barra de la represión, de la cual resbala el significado. No obstante, en la metáora, como en satyro o en la «embarrazada », se supera tal ba rrera y hay un retorno de lo reprimido: vía significante, un sentido se da a oír: u yro… Mi yro, Estoy embarazada… embarrada . En ambos casos hay un decir a medias, una verdad que trae un sentido nuevo, entendible y corroborado por la interpretación de quienes padecen sueño y lapsus. Así, el registro simbólico es el del doble sentido, el de la dialectización, mientras que el registro imaginario es simplemente el sentido, y lo real es el envés de lo imaginario 17, el blanco vacío del sentido. El Lacan del predominio de lo simbólico impulsa a dejar atrás la preponderancia imaginaria en que el psicoanálisis había caído con los llamados posreudianos, da a tal registro unción de bisagra de los otros dos, insiste en que es en el campo del lenguaje, de la palabra dirigida al analista, cuyo sentido remite siempre a otra cosa, donde acontece la experiencia psicoanalítica. Nos advierte, eso sí, de la chi adura del sentido a la cual l leva lo simbólico y de los límites interpretativos. El límite es el punto de basta u ombligo expresado por Freud respecto al sueño, momento donde alta el significante al toparse con un punto de real. Anal izar es como simboliz ar, se descompone el decir del suje to para encontrar conexiones y ubicar allí aspectos cardinales de una verdad. Lo común a las diversas ormaciones del inconsciente es que son conormes a las leyes del significante, correspondientes 17 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 10. La angustia (1963) (Río de Janeiro:
Jorge Zahar, 2005), 30. 83
Álvaro Reyes
con procesos metaórico-metonímicos, lo cual le permite decir a Lacan que el inconsciente está estructurado como un lenguaje 18, es organización discursiva, es discurso del Otro . El decir de Lacan: eso está en los textos de Freud sin él saberlo, aflora acaso porque como textodesure eectos simbólicos e inconscientes quelallevan decir más lo dicho, menos de lo creído y a convocar mudeza indecible, pero también al intérprete, al oyente lector con su alta, con su deseo. Freud no tuvo la órmula el inconsciente estructurado como un lenguaje , pero sí tuvo tal práctica, pues en su proceder lo inconsciente es indisociable del significante, de la materialidad sonora de las palabras y, el saber que detenta el inconsciente, solo existe a parti r del desciram iento, lejano a cualquier hermenéu tica. Es este el primer giro lacaniano de los años 50-60. Habrá otro en los 70, de redefinición del lenguaje y articulación de la lalengua 19. De esta manera, la cira del deseo en los sueños inantiles, en los típicos, en los de angustia y en las pesadillas responde con tal lógica. Igual pasa en la Psicopatología de la vida cotidiana con el olvido de nombres y la emergencia de sustitutos, con las palabras en la punta de la lengua, con el déjà-vu , con el trascordar propósitos e intenciones, con los recuerdos de cosas triviales figuradamente sin sentido — encubridores de memoria, al dec ir de Freud—, con las equivocaciones en la lectura y la escritura, con… ¿con lo cotidianamente psicopatológico? En la misma senda, el chiste aislado del humor y de lo cómico, es decir, como juego de palabras e ingenios con el lenguaje, será paradigmático de uno de los proce18 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis (1964) (Buenos Aires: Paidós, 1989), 28.
19 Philippe Lacadée escribe al respecto: «Un poco más tarde, Lacan aborda
la cuestión de “la conusión del sujeto con el mensaje” y de “la pretendida reducción del lenguaje a la comunicación”. Según él, lo esencial reside, en eecto, en el poder de evocación o de invocación de la lengua, en lo que Lacan denomina “las resonancias de la palabra”, y que designará mediante el neologismo lalengua, donde el serhablante encuentra su hábitat». C. Philippe Lacadée, El despertar y el exilio (Madrid: Gredos, 2010), 16. El neologismo lalengua remite a la lengua inicial, a las palabras que venidas del Otro y que al recibirlas por el sujeto hicieron marca de goce en él. En la experiencia analítica se busca bordear esas marcas, esos significantes. 84
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
deres psicoanalíticos y de la interpretación, mientras los analistas son —en los Escritos del Lacan de este periodo— practicantes de la unción simbólica. La lectura lacaniana hace entonces eco del logro reudiano al ilustrar los sueños dicen, comoaloatribuir enuncian populares saberes y poetas;que también oye la renuncia ciertos actos al azar, a la casualidad, a la superstición o la e, de manera que los ubica más bien como eecto de la legalidad inconsciente. La empresa reudiana es, en estos ámbitos, un esuerzo por mostrar que tanto los chistes, como los sueños y los actos allidos son actos psíquicos , poseen una signi cación , una «intención, una tendencia y una localización en un contexto psíquico continuo» 20. El rasgo cortante de esta tesis son sus consecuencias: ella complica la tendencia a achacar el sueño a otras causas aisladas de la vida psíquica, dificulta escamotear los errores, los deslices, las allas o los olvidos y no deja obviar que los chistes chistan un goce intimidatorio. La molestia del descubrimiento reudiano es que hace perder inocencia e induce renovadas resistencias, nos canta responsables ante un deseo excéntrico tra mado en ormaciones inconscientes, cuya irrupción quiebra la ilusión de un yo dominante en toda situación. Al respecto, Freud relata una anécdota: Un cierto señor Y. se enamoró, sin ser correspondido, de una señorita, la cu al se ca só poco después con el señor X. A pesar de que el señor Y. conoce al señor X hace ya mucho tiempo y hasta t iene relaciones comerciales con él, olvid a de continuo su nombre, y cuando quiere escribirle tiene que acudir a alguien que se lo recuerde. 21
Freud comenta: «El olvido parece ser aquí la consecuencia directa de la animosidad del señor Y. con tra su eliz riva l. No quiere saber nada de él» (770). La inquina recae sobre la marca simbólica del nombre significante del hombre; sobre trazos o letr as que dierencian: X. o Y. Afirmemos con Lacan que el símbolo es asesi nato 20 Freud, «Lecciones introductorias al psicoanálisis», 2154. 21 Sigmund Freud, «Psicopatología de la vida cotidiana», en Obras
completas, tomo 1, 770. 85
Álvaro Reyes
de la cosa, notemos que los temas en juego son muerte y sexualidad, inevitables cuestiones de la división o castración. De esta orma, si en Freud Castración es ante todo escenario de celos, odios y amores, privilegio imaginario, en Lacan es cuestión de nombre, filiación, let ras,Eros, asunto de serporque parlante; hay entonces Cast ración,apellidos, Objeto, Sujeto, T ánatos hablamos, pintamos, escribimos… Privilegio simbólico, tal como ilustra precisamente un cierto señor Y. Entre noviembre de 1957 y julio de 1958 un auditorio rancés oyó a Lacan disertar sobre estos temas, mas no sabremos fielmente qué se dijo aun cuando tenemos un texto escrito: elLibro 5. Las ormaciones del inconsciente22, que comenzó, eso sí, con el chiste, trató sobre la castración, habló del padre y lo propuso comometáora paterna, señaló el alo como signi cante, enseñó sobre el sueño y propuso eldeseo humano como metonímico. Hay aquí entonces un uso clínico psicoanalítico de nociones provenientes del campo lingüístico. En esos encuentros orales Lacan recordó distinciones reudianas del humor, considerado como categoría cómica. El requerimiento del chiste, por estructura, es siempre de tres elementos, igual que cualquier juego significante; Freud lo explica señalando que aquello que hace sonar u oír el chiste depende del contexto, del Otro dijo Lacan; tampoco tiene un único propietario al compartirse, domando, por instantes, la humana soledad; el chiste o el ingenio proviene pues del Otro y hace cercanía con lo simbólico. Por su parte, lo cómico se basta con dos, apela a caricaturizar, a la exageración y a la parodia, se dirige al narcisismo y se acerca más a lo imaginario, tal como lo indican estas palabras: Si alguien nos hace reír cuando simplemente se cae al suelo, es en unción de su imagen más o menos pomposa a la que antes, incluso, no prestábamos tanta atención. Los enómenos de prominencia y de prestigio son hasta tal punto la moneda corriente de nuestra experiencia vivida, que ni siquiera percibimos su relieve. La risa estalla en la medida en que el personaje imaginario prosigue en nuestra imaginación sus andares aectados, cuando lo que es su 22 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 5. Las ormaciones del inconsciente(1957-
1958) (Buenos Aires: Paidós, 1999). 86
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
soporte en lo real queda ahí tirado y desparramado por el suelo. Se trata siempre de una li beración de la imagen. Entiénda nlo en los dos sentidos de este término ambiguo —por una parte, algo liberado de la constricción de la imagen, por otra parte la imagen se va también de paseo con ellay sola—. Por aesolgunos hay algo cómico el pato23a l que le cortas la cabeza da todavía pasos por elen corral.
El humor, por su parte, comparte los mecanismos del chiste, apela al material plástico de una gran maleabilidad , a los juegos del significante, a los dos obreros , a lo filoso del ingenio del descubrimiento reudiano: inconsciente como legalidad, maquinal sistema. Pero el humor además de chiste arrastra comicidad, ya que devela o vela una verdad. Y los tres juntos son clara muestra de que el lenguaje humano, y con él lo simbólico, no son solo intentos de organizar y comunicarnos, sino también medios de goce, tal como acontece en este humorístico apunte: —¿Qué día es hoy? —pregunta un condenado a muerte a qui en conducen a la horca. —Lunes. —¡Vaya; buen principio de semana! 24
En una situación donde podrían aparecer intensos aectos, surge un humorístico chiste con el consiguiente ahorro, dice Freud; es un modo de conseguir placer, de eludir encuentros con lo real, podríamos agregar, apelando a lo imaginario del humor cómico y a lo simbólico del chiste. El Lacan del predominio simból ico se ocupa más de la técnica, del armazón lenguajero del chiste y deja de lado lo placentero y el goce. La técnica es el ropaje que hará brotar el significante reprimido para burlar la censura y maniestarse; en el sueño el resto diurno cumple la unción de troyano corcel. Es posible ubicar tres lapsos en el armazón del placer ligado a estas cuestiones. Tendríamos un primer proceder para producir placer por el mero 23 Lacan, El Seminario. Libro 5. Las ormaciones del inconsciente , 136. 24 Freud, «El chiste y su relación con lo inconsciente», 1163. 87
Álvaro Reyes
jugar sonoro, como el laleo del inans tratando palabras cual cosas; igual proceder es el el empleo de la similicadencia en el retruécano y la homoonía para armarse chistes y desternillar humor. Otro modo es el de las jugarretas con el significante haciendo tambalear al ya de porsacándole sí resbaladizo el acento la polisemia, jugo significado, placentero alponiéndose doble sentido; es el en paso del inocente al indecente, a la chanza, al disparate, hasta llegar al goce del sin-sentido. Finalmente, nos topamos con la ranca burla a la represión, aquí se hace traje para que un signi ficante reprimido resuene, son los placeres licenciosos —digamos—, es el chiste tendencioso reudiano donde una tendencia reprimida pasa disrazada, con el santo y seña del chiste. Y a propósito de juegos de inans, de placer y de goce, traigamos unas palabras sobre la lengua materna. Ella, entre otras cosas, ata con horarios y cuidados al mundo simbólico del orden y de las reglas, nos arregla incorporándonos e incorporados a la más undamental ley, a la máxima imposición: la del lenguaje. De tal orma tendremos y nos tendrán onemas aceptados / onemas excluidos, reprimidos. Esta es una pregnancia sobre la cual Lacan hará hincapié, pues la dominancia es de orma, de significante, y no de concepto o significado. En esa medida , el trabajo del anali sta es de musicalista, de poética escucha. Mencionamos atrás el carácter de terceridad del chiste; ahora señalemos una manera como es trabajado desde desarrollos de la época que nos interesa aquí. Partamos de la idea de que el deseo cuyo sujeto se anuncia en las ormaciones inconscientes es, ante todo, deseo de ser reconocido. Para ello requiere de tres: aquel que habla, ese a quien se habla y el Otro. Para hacerse oír, este Otro inconsciente transorma el poco sentido en un pasaje-desentido (juego de palabras que hace Lacan entre «peu de sens» y «pas de sens»: ‘sin sentido’, pero también es literalmente ‘paso de sentido’), siendo el Otro, por lo tanto, ese lugar que ratifica y complica el mensaje25. Las producciones inconscientes nos suelen llevar la delantera, tal como acontece en la historia del psicoanálisis, pues son las histéricas quienes le llevan a Freud sus sueños, sus actos allidos, 25 Lacan, El Seminario. Libro 5. Las ormaciones del inconsciente . 88
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
sus antasías y, en general, su logrado discurso. Freud no les pidió directamente traerlos, pero sí les dio oreja al concitar palabra. También es cierto que con este proceder, el psicoanalista hizo de los sueños no un acto allido, sino logr ado, transormante, y pronto Freud notótrae cómo histéricas sueñanque para por ejemplo, la bella unsus sueño para decirle esél; contrario a su teoría, carnicera pues su onírico enómeno contradice la hipótesis de este como realizador de deseo. Algo similar ocurre con la joven homosexual , quien actu ra un sueño donde se cas a con un hombre y tiene hijos. Heredero de Aristandro, aquel del satyro consultado por Alejandro, quien ubicaba el sueño como un decir del porvenir, Freud nos deja más bien el sueño como un cirar, no del pasado, sino de lo que aún no acontece, virtual, con lo cual el inconsciente es algo por crearse y producirse. Y será tarea sobre todo del analista, y en ello contará con las ormaciones inconscientes, mientras la interpretación, con su estructura de chiste, queda del lado del analiza nte. El anal ista contará en su aena con el sujeto, eso que Freu d desterró en lo que, si les parece, llamaremos sus tres resuellos , resuella donde «eso sueña, eso alla, eso ríe» 26 . Tres lugares siempre en amenaza de ser soocados. Se evidencia la irrupción del inconsciente en el siguiente pasaje de Freud: Una señora había estado pasea ndo por la noche con su marido y dos amigos de este. Uno de estos últimos era su amante, circunstancia que los otros dos personajes ignoraba n y no debían descubrir jamás. Los dos amigos acompañaron al matrimonio hasta la puerta de su casa y comenzaron a despedirse mientras esperaban que vinieran a abrir la puerta. La señora saludó a uno de los amigos dándole la mano y dirigiéndole unas palabras de cortesía. Luego se cogió del brazo de su amante y, volviéndose a su marido, quiso despedirse de él en la misma orma. El marido entró en la situación y, quitándose el sombrero, dijo con exquisita cortesía: «A los pies de usted señora». La mujer asustada, se desprendió del brazo del amante y, antes que se abriera la puerta de su casa, tuvo aún tiempo 26 Jacques Lacan, «Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines», enMi enseñanza
(Buenos Aires: Paidós, 2007), 102. 89
Álvaro Reyes
de decir: «¡Parece mentira que pueda pas arle a uno una cosa así!». El marido era de aquellos que tienen por imposible una infidelidad de su mujer. Repetidas veces había jurado que en un caso tal peligraría más de una vida. 27
Freud comenta que esta situación le ue relatada por uno de los participantes. La otra acotación la hace en relación con el marido, señalando que este tenía motivos de sobra para no entender aquello que la situación parecía decirle. No avanza sobre los motivos, pero alude al carácter cómico de la situación si no mediara un asunto grave. ¿Quién acudió con Freud? ¿Ella con su « ¡parece mentira que pueda pasarle a uno una cosa así! »? ¿Fue él? ¿Al contrario de lo que ella hizo, cerrando la puerta al resuello del sujeto, este allido acto abrió compuertas al análisis? ¿O era ya un analizante, por tanto intérprete, por eso relató, Freud escribió y ahora nosotros recontamos? ¿O se quedó, como nuestras cotidianas ormaciones inconscientes, en mero resuello, produciendo sorpresa y risa macabra? Lacan dice que rente al inconsciente unciona la risa generalizada. En últimas, ¿sería que cualesquiera de los presentes pasó a la dimensión del acto y, com o decimos en colombiano, da paso a dejar de vivir muerto de la erre ? En fin… chocó con un real. Y eso pone a pensar, a inventar, a delirar, a soñar, a desear… a. Aquí topamos con sujeto y objeto. Y [n]o se puede pensar el sujeto sin ese contrapunto suyo. El primero es vacío, hace corte y acontecimiento; el segundo es sólido, opaco, algo con lo que se tropieza. Uno es huidizo, y el otro presencia imperativa. Uno es «?» y el otro «¡» […] tomarlos uera de la articulación (significante), más allá del lenguaje, coquetearía peligrosamente con lo místico. 28 27 Freud, «Psicopatología de la vida cotidiana», 889. 28 Marcus André Vieira, «Signo y significante», enScilicet: semblantes y
sinthome (Buenos Aires: Grama Ediciones, 2009), 338.
90
Las formaciones inconscientes y lo simbólico
Bibliografía Obras citadas
Bustamante, Guillermo. Convicciones y otras debilidades mentales . Cali: Deriva, 2005. De Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general. Madrid: Aka l, 1981. Freud, Sigmund. «El chiste y su relación con lo inconsciente» (1905). En Obras completas, tomo 1. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981. . «Lo inconsciente» (1915). En Obras completas , tomo 2. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981. .«La interpret ación de los sueños » (1900). En Obras completas , tomo 1. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981. . «Lecciones introductorias al psicoanálisis» ([1916] 1917). En Obras completas , tomo 2. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981. . «Psicopatología de la vida cotidiana» (1904). En Obras completas , tomo 1. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981. Jakobson, Roman. Ensayos de lingüística general . Barcelona: Planeta Agostini, 1985. Lacadée, Philippe. El despertar y el exilio. Madrid: Gredos, 2010. Lacan, Jacques. «Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines». En Mi enseñanza. Buenos Aires: Paidós, 2007. . «La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud». En Escritos 2 . México: Siglo X XI, 1976. . El Seminario. Libro 5. Las ormaciones del inconscie nte (1957-1958). Barcelona : Paidós, 1999. . El Seminario. Libro 10. La angustia (1963). Río de Ja neiro: Jorge Zahar, 2005. . El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis (1964). Buenos Aires: Paidós, 1989. Melman, Charles. Para intro ducir al psicoanálisis hoy en día . Buenos Aires: Letra Viva, 2009. Vieira, Marcus A ndré. «Signo y significante». En Scilicet: semblantes y sinthome . Buenos Aires: Grama Ed iciones, 2009.
91
Álvaro Reyes
Obras consultadas
Dor, Jöel. Introducción a la lectura de Lacan. El inconsciente estructurado como un lenguaje. Barcelona: Gedisa, 2000. Freud, Sigmund. «El doble sentido antitético de las palabras pri mitivas» (1910). En Obras completas , tomo 2. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981. . «Múltiple interés del psicoanálisis» (1913). En Obras completas , tomo 2. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981. Lacan, Jacques. «La cosa reudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis». En Escritos 2 . México: Siglo X XI, 1976. Mil ler, Jacques-Alain. El seminario de lectura del Libro V de Jacques Lacan . Barcelona: ECFB, 1998. Said, Eduardo. De antasmas, ancestros, espect ros y otras inexistencias más o menos amenazantes . Buenos Aires: Escuela Freudiana de Buenos Aires, 2010.
92
El síntoma como metáfora: entre sentido y mensaje
Sylvia De Castro
Universidad Nacional de Colombia
Lo simbólico es el lenguaje: se aprende a hablar y eso d eja trazas. Eso deja trazas y, debido a eso, deja consecuencia s que no son ninguna otra cosa que el síntoma. , El tiempo lógico y el aserto de la certidumbre anticipada. Un nuevo so sma
1.
A manera de introducción, voy a situar brevemente las coordenadas que enmarcan el tratam iento que haré del síntoma en este texto, puesto que no abordaré la cuestión de orma general. Tratándose del síntoma en psicoanálisis, no me ocuparé de su comprensión ni como signo de enermedad mental ni como enómeno psicopatológico a suprimir — algo que en todo caso cor responde al discur so médico-psiquiátrico y/o psicoterapéutico—, si bien Freud empezó por ahí… Hablaré entonces del síntoma neurótico, es decir, del síntoma del que el psicoanálisis está en posibilidad de derivar un saber por cuanto lo ha aprehendido en la cura —«bajo transerencia», como solemos decir—. Y empezaré por Freud, delimitando el tratamiento del asunto a la conceptualización que corresponde a la primera tópica, entre 1895 y 1917, es decir, antes de la ormulación de la pulsión de muerte que, como sabemos, inaugura la segunda tópica en la elaboración reudiana, e inaugura también, una nueva comprensión del síntoma, pensado desde ahí en relación con la compulsión de repetición. Dicho de otra manera, voy a situar algunos elementos
93
Sylvia De Castro
undamentales relativos al síntoma en el marco del principio del placer como organizador del uncionamiento psíquico. Permítanme exponer las razones de esta delimitación. Cuando Lacan hace su amoso «retorno a Freud», lo hace ya armado de una concepción de juego lo simbólico y con la finalidad expresa en de particular atender a lo que está en en la experiencia psicoanalítica, en las ormaciones del inconsciente, que es la estructura misma del lenguaje. En eecto, según sus palabras, el inconsciente está «estructurado como un lenguaje»1. Durante este periodo, Lacan hace énasis en los textos reudianos undadores —La interpretación de los sueños, La psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con lo inconsciente—, de cuya lectura concluye que palabra y lenguaje constituyen su undamento, el de estos textos undadores y, por supuesto, el del psicoanálisis mismo. Esta preeminencia dada a la palabra y al lenguaje es, como puede advertirse ácilmente, una reerencia al orden simbólico. Pues bien, palabra y lenguaje delimitan la dimensión simbólica del síntoma. Así Freud no lo haya puesto de relieve, es esto lo que Lacan lee en Freud, diría más, lo que Lacan destaca de las ormulaciones reudianas, a las que me reeriré en detalle, dado que son de una riqueza excepcional. En este asunto, y a esta altura, no hay Lacan sin Freud. De este encuentro —entre Lacan y el Freud de la primera tópica— resulta una teorización muy sólida de la estructura del síntoma. Es lo que debemos a Lacan. E s lo que espero mostrar. Hay una cita suya que recoge claramente esta orientación, dice así: «El síntoma se resuelve por entero en un análisis del lenguaje, porque él mismo está estructurado como un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser librada» 2. A propósito, uno recuerda inmediatamente lo que Freud decía del síntoma ya en los inicios de su práctica: que el síntoma era una palabra impedida, detenida, que esperaba ser «declarada» 3. Jacques Lacan,El Seminario. Libro 3. Las psicosis(1955-1956) (Buenos Aires: Paidós, 1985), 237. 2 Jacques Lacan, «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953), enEscritos 1 (México: Siglo XXI, 1990), 258. 3 Sigmund Freud, «Estudios sobre la histeria» (1893-1895), Obras en completas, vol. 2 (Buenos Aires: Amorrortu, 1980). 1
94
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
Luego, como ha sido ampliamente registrado, en lo que sigue en la obra de Lacan el tratamiento del síntoma no se limitará a la estructura porque no todo es andamiaje significante, mejor dicho, no todo del síntoma es simbólico o, mejor aún, simbólico/imaginario, si esabrirá que tenemos en un cuenta sus eectos de sentido. Esta constatación la vía para abordaje que pone el acento en la vertiente real del síntoma —lo cual requiere del paso por la redimensión del signo y por la unción de la letra— y concluye, mediando una compleja elaboración, en la idea del síntoma como un enómeno que viene de lo que no anda en lo real o, incluso, que apunta a lo real, y cuyos eectos son de goce, ya no de sentido4. Pero todavía el asunto no termina ahí porque, dada la importancia progresiva que Lacan otorga al anudamiento de los tres registros —imaginario, simbólico y real—, sin predominio de uno sobre los otros, el síntoma se situará en un nuevo horizonte que pone de presente ya no su estructura, tampoco sus eectos de goce, sino su unción: una unción de anudamiento a la que pueden conducir dierentes variables, el padre, por ejemplo, en cuyo caso se entiende la razón de la aproximación que Lacan establecerá para entonces entre la unción del síntoma y la unción del padre. Por lo demás, habría que agregar una veta de la teorización lacaniana sobre el síntoma, muy interesante y muy polémica hoy en día, que articula síntoma y discurso, y cuyas ormulaciones giran en torno a la historicidad del síntoma, a la relatividad del sí ntoma en relació n con las figur as de Amo que dominan el discurso en cada época. Espero con esto haber mostrado el amplio panorama relativo al síntoma, de Freud a Lacan, del que en este texto he trabajado tan solo la parcela que corresponde al registro simbólico y, en particular, a la consideración del síntoma como ormación del inconsciente y como sustituto metaórico. 4
Hay, en eecto, dos versiones de esta modificación sustancial: en la primera, el síntoma «viene de lo real» y sus eectos son de goce. C. Jacques Lacan, «La Tercera» (1974), enIntervenciones y textos 2 (Buenos Aires: Manantial, 1988), 84. En la segunda versión, «el síntoma es el eecto de lo simbólico en lo Real». C. Jacques Lacan,Seminario 22. RSI(1974-1975). Clase de diciembre 10, 1974. Inédito. 95
Sylvia De Castro
2.
Para entra r en materia empiezo por recordar que la invención reudiana de la primera tópica —aquella de la división del psiquismo en dos sistemas, Icc/Prcc-Cc, cada uno con sus propias leyes de uncionamiento— es ta mbién la de inconsciente: del síntoma al chiste, pasando porlas losormaciones sueños y losdel actos allidos. Esta invención se sostiene, creo yo, en un hallazgo undamental, que consiste en reconocer que estos enómenos o actos psíquicos tienen sentido, no obstante su sinsentido aparente en vir tud del cual ueron desechados por la investigación científica. Tal vez no sobre tener presente que, en los albores de la construcción reudiana, el síntoma despreciado por la ciencia médica era precisamente el síntoma histérico. Sabemos que a las histéricas se las acusaba de «simuladoras»: de inventar las enermedades corporales de las que se quejaban y para las que no se encontraba sustrato alguno, estructural o uncional, anatómico o fisiológico. En este sentido, las histéricas se situaban en una exterioridad con respecto a la racionalidad médica, que los representantes de esta racionalidad no podían integrar… Fue en esa exterioridad en la que Freud se situó para pensar el síntoma, y ue por eso que Freud pudo inventar el psicoanálisis. Al respecto, Laca n sugiere, ya al inicio de su enseñanza —estoy hablando del Seminario 1—, que el hallazgo undamental de Freud en el punto de partida consiste en haber descubierto «la relación problemática del sujeto consigo mismo», una relación que Freud intuyó de entrada cuando se dedicó a escuchar a las histéricas, y que conceptualizó con las nociones de «conflicto de inconciliabilidad» pri mero, y luego «conflicto psíquico», de donde se siguieron nada más y nada menos que los conceptos de represión e inconsciente. Pero la novedad reudiana que Lacan destaca no se limita al descubrimiento de este «sujeto dividido»: su alcance está dado por el hecho de haber aproximado ese descubrimiento al sentido de los síntomas. Es deci r, que la cuestión del sí ntoma se presenta de entrada para Freud en relación con su sentido, un sentido del que el sujeto no sabe porque le es inconsciente, pero que tampoco puede asumir. Lacan por su parte agregará, en ese mismo seminario, que 96
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
siendo el sentido del síntoma del o rden de una significación sex ual, el sujeto no solo no lo asume sino que lo rechaza 5. Hay aquí, en esta acotación de Lacan, implícitamente, una propuesta de finalidad de la cura en términos de la asunción del sentido parte del sujeto… lo quey quisiera destacar deles síntoma que esaporaproximación entre Pero síntoma sentido —que supone que el síntoma conlleva un mensaje cirado por el inconsciente y que es, por lo tanto, un llamado a la interpretación— es absolutamente inaugural y marcó tanto la comprensión como el tratamiento analítico del síntoma desde Freud. Ahora bien, en el campo del psicoanálisis solo Lacan sostuvo que el síntoma es un significante, más aún, un significante metaórico. Ese es el asunto del que trata, para empezar, este texto. 3.
El síntoma está en el principio del asombro de Freud ante el relato que Jose Breuer le hace de la cura catártica de Anna O. Los hallazgos que Freud destaca —y ordena— del trabajo de Breuer y del suyo propio en esta época, que es la época de los Estudios sobre la histeria, tienen como reerencia central la cuestión de la causa. Es decir, que el síntoma se presenta como eecto de una causa, no cualquiera, una causa traumática, siendo el traumatismo, además, de carácter sexual. En relación con esto, Freud define el síntoma como «un sustituto […] de sucesos de aecto traumático»6: su símbolo mnémico. En eecto, Freud propone que entre el traumatismo y el «enómeno patológico» se establece un vínculo particular, de tal modo que, por ejemplo, «a un dolor anímico se acopla una neuralgia»7: el dolor psíquico, ha sido, pues, sustituido por un dolor corporal. Jacques Lacan,El Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud (19531954). (Barcelona: Paidós, 1986), 53. Agreguemos que lo que el sujeto rechaza es la significación de castración del síntoma: el deecto o el menos de goce que es su marca de ábrica. C. Sidi Askoaré, «La révolution du symptôme», en Psychanalyse. Érès 4 (2005): 31-40. 6 Sigmund Freud, «La etiología de la histeria» (1896),Obras en completas , vol. 3, 33. 7 Freud, «Estudios sobre la histeria», 31. 5
97
Sylvia De Castro
Entonces, el síntoma es una suerte de monumento conmemorativo del encuentro del sujeto con un acontecimiento traumático de orden sexual, acontecimiento que es, primero, la seducción por el padre —ese es al menos el motivo que Freud copia de lo que le dicta la como diría Lacan—. Muy prontoallasíntoma, seducción dará paso a lahistérica, sexual idad inantil y, en lo que se refiere al «ina ntilismo de la sexualidad» 8. Freud constata que el encuentro del niño con el sexo es traumático porque es siempre prematuro, siempre anticipado con respecto a sus posibilidades para si mbolizarlo, para adjudicarle un sentido —sexual— que, en todo caso, le permitiera hacerse de eso una representación, incluso un juicio. Entonces, el síntoma viene al lugar de ese «mal encuentro» y, en ese sentido, es ya, digámoslo así, una manera de vérselas con lo irrepresen table. Al menos esa es la apuesta de Freud. A este asunto de la causa t raumática hay que reconocerle todo el valor que tiene, porque con él Freud inaugura una concepción inédita de la causalidad, a la que se ha calificado de «psíquica», pero que es preerible pensarla en términos de causalidad lógica, para no situar las cosas en el plano simple de la «psicogénesis». En todo caso, se trata de un tipo de causalidad irreductible a aquella relativa a la producción de los enómenos ísicos que e stablece una relación directa de causa-eecto, en la que, como se ve, no hay lugar para el sujeto. En virtud de esta causalidad novedosa, el traumatismo no provoca un síntoma sino a condición de que un acontecimiento posterior de la historia del sujeto venga a significarlo retroactivamente como traumático. El ejemplo princeps es reudia no y, lla mativamente, es de aparición muy precoz en su obra: se t rata del ejemplo clí nico que Freud presenta en el Proyecto de psicología bajo el subtítulo de «La proton pseudos histérica ». Emma se encuentra aquejada de un síntoma que consiste en no poder entrar sola a una tienda, pues se angustia, en razón de lo cual toma precauciones para no tener que hacerlo. A propósito de esto, ella recuerda que cuando tenía 12 años en una 8
98
Sigmund Freud, «Tres ensayos de teoría sexual» (1905), en Obras completas, vol. 7.
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
ocasión entró sola a una tienda en la que los empleados se reían entre sí. El hecho es que salió de allí corriendo, presa de un aecto de terror. Ella piensa que se reían de su vestido, y ta mbién dice que uno de los empleados le gustó… Por supuesto, no es el vestido ni la alta adeuna protección lo que el síntoma, le impide entrar tienda, pues ellaahora, ya no instalado se viste como en ese entonces, y basta con que un niño la acompañe para sentirse segura. En conclusión, estos recuerdos que constituyen el acontecimiento no explican el terror que le impide entrar sola a una tienda y, por lo tanto, no aclaran «el determinismo del síntoma» 9, como dice Freud. En otros térm inos: los recuerdos de Emma no corresponden a la ocasión causal. Pero Emma recuerda luego otro acontecimiento, ocurrido cuando tenía 8 años. Este acontecimiento —segundo en el recuerdo, pero primero en el tiempo— no estuvo presente en su memoria en el momento de aquel recordado inicialmente. En esa ocasión —sobre la cual Freud recalca que tuvo lugar cua ndo Emma era una niña, es decir, antes de la pubertad— ella ue dos veces a la tienda de un pastelero y este hombre, entrado en años, le tocó los genitales a través del vestido. No obstante, ella regresa a esa tienda una segunda vez, ¡como si se estuviera buscando que el atentado ocurriera de nuevo!, por lo cual se reprocha 10. El segundo recuerdo permite comprender retroactivamente el primero: en la tienda los dos empleados ríen y esa risa evoca inconscientemente el recuerdo del pastelero, quien había acompañado su atentado con una risotada. El recuerdo del pastelero trae consigo, por asociación, el recuerdo del atentado, y este recuerdo despierta un desencadenamiento sexual, una excitación sexual, que se traspone en angustia . Por eso ella sale corriendo de la tienda de los empleados, en la que se encontraba sola como aquella vez en la tienda del pastelero. Sigmund Freud, «Proyecto de psicología» (1850 [1895]), enObras completas, vol. 1, 401. 10 «Este recuerdo resuena con la idea de la atracción sexual experimentada en el otro recuerdo». C. Jacques Lacan,El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis (1969-1970) (Buenos Aires: Paidós, 1990), 92. 9
99
Sylvia De Castro
ESTAR SOLA RISA
VESTIDOS
EMPLEADO
TIENDA DESPRENDIMIENTO SEXUAL HUIDA VESTIDOS
PASTELERO ATENTADO
1. Figuración del proceso asociativo en la ormación del síntoma de Emma (la proton pseudos histérica). 11
Este ragmento clínico ilustra más de una cuestión. En primer lugar, aquello para lo cual acudimos a él: la causalidad lógica y la temporalidad retroactiva. El acontecimiento , al cual designaremos, con Lacan, S 1, aquel del que Emma no guarda el recuerdo, se ha inscrito en el psiquismo a título de una huella, de una marca que unciona como causa del síntoma cuando adquiere su valor sexual a posteriori , a propósito del acontecimiento , S 2 . El a posteriori en juego aquí, en este momento de la ormulación reudiana, es la pubertad: el acceso de la niña a una época de la vida en la que ya estaría en capacidad de otorgar carácter sexual al recuerdo recién sobrevenido del acontecimiento . Pero sabemos que esta reerencia a la pubertad se queda corta en relación con aquello de lo que se trata, pues la significación sexual de la escena inantil, el hecho de que la niña, devenida ahora mujer, pueda acordarle al recuerdo de esa escena una significación sexual, es un eecto del paso por el Edipo y la cast ración. El Edipo y la cast ración organizan la sexualidad, aportando sentido a lo sexual y limitando el ejercicio pulsional desbordado, propio del niño al que, por esa razón, Freud califica de polimoro perverso. Quizá podamos entender esto último a propósito de la reerencia que Freud hace en los res ensayos de teoría sexual a lo que 11 Esquema realizado por Sigmund Freud en «Proyecto de psicología», 402. 100
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
llama «diques anímicos / psíquicos» —el asco, el pudor, la vergüenza, la compasión, la moral—, que contribuyen a circunscribir la satisacción pulsional dentro de ciertos límites, y que se instalan de manera correlativa a la subjetivación por parte del niño de que la madre le está prohibida: complejo de castración. A propósito de esa temporalidad retroactiva descubierta en su constitución, Freud concluye su presentación de la ormación del síntoma de Emma diciendo lo siguiente: «Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo que sólo con eecto retardado {nachträglich} ha devenido trauma» 12 . Es como decir que el acontecimiento traumático no tiene eecto ni sentido en sí mismo sino cuando se convierte en recuerdo a reprimir. De ahí en más el recuerdo reprimido, es decir, el recuerdo causante de displacer, que ha sido orzado por esa razón hacia lo inconsciente, retornará. El retorno de lo reprimido da rá cuenta del síntoma para Freud. De este ejemplo paradigmático —me refiero aún a Emma—, Lacan deduce […] la condición constituyente que Freud impone al síntoma para que merezca ese nombre en el sentido analítico, es que un elemento mnésico de una situación anterior privilegiada [S 1] se vuelva a tomar para articular la situación actual [S 2], es decir que sea empleado en ella inconscientemente como elemento significante con el eecto de modelar la indeterminación de lo vivido en una significación tendenciosa. 13
Como puede observarse, ya no se trata tan solo del síntoma como sustituto —digamos «retoño directo»— de la vivencia traumática: al menos, vivencias, hay dos… Y es aquí, a partir de este caso temprano de Freud, en el que él se a nticipa a sí mismo, que podemos mostrar cómo el síntoma «está sostenido por una estructu ra que es idéntica a la estructura del lenguaje» 14 . Para desplegar esta afirmación me detendré en la ilustración clínica del caso Emma con el fin de desentrañar el tipo de enlaces 12 Freud, «Proyecto de psicología», 403. 13 Jacques Lacan, «El psicoanálisis y su enseñanza» (1957), enEscritos 1, 429. 14 Lacan, «El psicoanálisis y su enseñanza», 426. 101
Sylvia De Castro
o, como Freud dice, de procesos asociativos que dieron lugar a la constitución del sí ntoma. Ya en la figura que Freud proporciona, el relato de la paciente ha quedado reducido a c adenas de representaciones, que corresponden, la primera, a la escena , recordada por Emma (señalada con círculos la segunda, a la (señalada escena , inconsciente, recuperada en elnegros), recuerdoy durante la cura con círculos blancos). Cadenas significantes, para decirlo con Lacan: S 1 y S 2 . Con Freud sabemos que la conexión asociativa entre ambas cadenas está dada por el elemento risa, que aparece en una y otra, es decir, que risa establece una relación de semejanza entre las dos escenas. Hay otra relación de semejanza: el estar sola en la tienda. Pero risa es el elemento que evoca por vía de semejanza el rec uerdo del pastelero —que ríe— y, este evoca, a su vez, por vía de vecindad en la asociación, o de contigüidad, el recuerdo del atentado que este pastelero comete, al que se agrega, de nuevo por contigüidad, el elemento vestidos. Freud destaca que vestidos es el único elemento de la cadena asociativa inconsciente que ingresó en la consciencia (¡proton pseudos!)15. Como ya sabemos, el recuerdo del pastelero, traído a la consciencia por las conexiones asociativas que se desplegaron a partir del elemento risa, es el que despierta la angustia a la altura de la escena , por lo cual Emma sale corriendo. Entonces, Freud dice: «La conclusión de no permanecer sola en la tienda a causa del peligro de atentado se ormó de manera enteramente correcta, con miramiento por todos los ragmentos del proceso asociativo» 16. Digámoslo en otros términos: las relaciones de semejanza mencio15 «Todo lo que queda en el síntoma está vinculado con la vestimenta, con la
burla sobre la vestimenta. Pero la dirección de la verdad es indicada bajo una cobertura, bajo la Vorstellungmentirosa de la vestimenta. Hay alusión, en orma opaca, a lo que aconteció, no durante el primer recuerdo, sino durante el segundo. Algo que no pudo aprehenderse en el srcen, sólo lo es après-coup y por intermedio de esa transormación mentirosa — proton pseudos». C. Jacques Lacan, El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis, 92. 16 Freud, «Proyecto de psicología», 402.
102
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
nadas bastaron para precipitar la huida de Emma y, con ella, el síntoma óbico por el que teme entr ar sola a u na tienda... Pues bien, las relaciones de semejanza entre representaciones son la condición del proceso psíquico que Freud llama «condensación», medio cual, consciente, en este caso, la palabra risa, que aparece apor nivel de ladel cadena concentra o representa elementos de la cadena inconsciente: risa sustituye al elemento pastelero y evoca los elementos que le son asociados a este último por vínculos de contigüidad. La contigüidad, por su parte, es el modo de relación entre representaciones que Freud designa como «desplazamiento», en virtud del cual, a lo largo de la cadena, tiene lugar una subversión de los valores psíquicos por una transerencia de valor de una representación a la siguiente. Es por eso que el elemento vestidos , el de menor va lor psíquico, el que despierta menor interés, como dice Freud, es el que aparece en la cadena consciente: vestidos y no atentado. He presentado el síntoma de Emma con este nivel de detalle para mostrar cómo aquí, a propósito del síntoma, se encontraba ya, en germen, el método de interpretación propio del psicoanál isis que Freud inventa y teoriza en La interpretación de los sueños . En esa obra maestra tomamos conocimiento de los mecanismos del proceso primario, es decir, condensación y desplazamiento, las leyes del inconsciente, de las que Lacan deriva su propia lógica significante. En la lectura que Lacan hace de esos mecanismos reconoce su analogía con ciertas figuras de la retórica y, así, aproxima la condensación a la metáora mientras que hace lo mismo entre el desplazamiento y la metonimia. La primera, la metáora, advierte acerca de una sustitución significante, pues consiste en designar algo con el nombre de otra cosa: un significante por otro, para abreviar. La seg unda, la metonimia, es también un cambio de nombre, pero aquí algo se designa por un térmi no dierente del que le es propio, a condición de que entre los dos se mantenga algún tipo de vínculo: un significante tras otro, también para abreviar. Ahora bien, si me atengo a la ormulación relativa al síntoma de Emma, a lo que Freud llama la conclusión que se ormó de 103
Sylvia De Castro
manera correcta, es decir, teniendo en cuenta todos los elementos del comercio asociativo, puedo proponer una escritura de este síntoma según una sustitución significante, así:
S del síntoma S risa
S pastelero / S atentado
S vestidos
Como puede verse en esta órmula, el significa nte del síntoma sustituye metaóricamente el significante risa, que aparece aquí como significante del trauma sexual, pues es el que ha recibido el encargo, por así decir, de sustituir al significante pastelero y, con él, a los significantes contiguos de la cadena atentado , vestidos. Hay, pues, metáora, una condensación en último término, definitoria del síntoma histérico, pero no por ello está ausente la metonimia, los desplazamientos. Parar aseando a Freud, digamos que los desplazamientos se han vuelto aprovech ables para la condensación puesto que así, por v ía de la t ranserencia de valor desde un elemento al siguiente, en lugar de varios elementos consigue ser recogido uno solo, algo común intermedio entre el los 17. Lacan, por su parte, sostiene que la existencia misma de la cadena significante, S 1-S 2, sugiere la anterioridad lógica del desplazamiento con respecto a la condensació n. Lo cua l no es cua lquier cosa, pues es en ese primer punto de enlace del S 1 con el S 2 donde «existe la posibilidad de que se abra esa al la que se lla ma el sujeto» 18. En todo caso, el síntoma de Emma brota, como dice Lacan en alusión al eecto de creación de la metáora, «entre dos significantes de los cuales uno ha sustituido a l otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras [que] el significante oculto sigue presente por su conexión (m etonímica) con el resto de la cadena» 19. 17 Sigmund Freud, «La interpretación de los sueños» (1900), enObras
completas, vol. 5, 345. 18 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 17. El reverso del psicoanálisis (1969-1970)
(Barcelona: Paidós, 1992), 93. 19 Jacques Lacan, «Instancia de la letra en el inconsciente y la razón desde
Freud» (1957), enEscritos 1, 487. 104
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
No quiero demorar más la ormulación mayor de Lacan con respecto al síntoma en la época del inconsciente estructurado como un lenguaje: El mecanismo de doble gatillo de la metáora es el mismo donde se enigmático determina eldel síntoma el sentido analítico.al Entre el sig-a nificante traumaensexual y el término que viene sustituirse en una cadena significant e actual, pasa la chispa, que fija en un síntoma —metáora donde la carne o bien la unción están tomadas como element os significa ntes— la significación inaccesible para el sujeto consciente en la que puede resolverse. 20
Me propongo ahora retomar lo planteado hasta aquí para señalar que si el síntoma «está sostenido por una estructura que es idéntica a la estructura del lenguaje», como lo había dicho, lo está en cuanto que es una sustitución significante, S 1/S2, en cuyo caso se trata de la relación metaórica entre significantes, de la cual «brota» el sentido del síntoma. En esta perspectiva, el sentido no es significado; dicho de otra manera, «el significante no tiene sentido sino en su relación con otro significante»: S 1-S2, por lo cual «el síntoma no se interpreta sino en el orden del significante»21. Sin embargo, Lacan no empezó por ahí. En Función y campo… el síntoma está definido como el «significante de un significado reprimido de la conciencia del sujeto»22: S/s. Es decir, que por mucho que nos situemos en el terreno de lo simbólico para pensar el síntoma, hay, según la bienvenida aclaración que introduce Fabián Schejtman23, un simbólico que hace énasis en el «sentido aprisionado» y otro que pone el acento en la dimensión metaórica, es decir, en la articulación significante. Y, aun así, incluso en la búsqueda de sentido reprimido, Lacan otorgó siempre al significante el valor de elemento guía en la investigación: en esto consiste la primacía del significante. No podría pasar por alto el correlato reudiano de esta primacía del significante, que es tan claro que vale la pena tomarlo 20 21 22 23
Lacan, «Instancia de la letra en el inconsciente», 498. Jacques Lacan, «El sujeto por fin cuestionado» (1966), enEscritos 1, 224. Jacques Lacan, «Función y campo», 270. Fabián Schejtman, «Síntoma ySinthome», Ancla 2 (2008): 15-59. 105
Sylvia De Castro
como reerencia: se trata de la valoración que Freud hace de la palabra-cosa, de la palabra cortada, separada de su significado, de la cual dice que hay que tomarla «sin miramiento por el sentido ni por el deslinde acústico entre las sílabas», o que hay que tratarla como segrá hace con el pictograma una se destinada a ormar un acertijo fico o un jeroglí fico. de Esto es ra lo que Freud muestra en sus ejemplos claves, de los cuales apenas evocaré el olvido del nombre Signorelli, en la Psicopatología de la vida cotidiana 24 . Como podrá notarse, este es un asunto central del descubrimiento reudiano. Respecto a lo que nos ocupa, el mejor ejemplo de la primacía del significante es el síntoma de conversión de Elisabeth Von R., uno de los casos descritos en Estudios sobre la histeria . La conversión, la traducción de lo psíquico en lo somát ico, demuestra el lazo entre el cuerpo y el significante, la posibilidad de expresar un deseo o un conflicto psíquico a través del cuerpo, pero de un cuerpo regido por leyes que no son las de la anatomía, que es lo que Freud descubre muy pronto y que resume en estas palabras: «… la histeria se comporta en sus parálisis y otras maniestaciones como si la anatomía no existiera, o como si no tuviera noticia alguna de ella »25 . Elisabeth sure de dolor en las piernas. Freud supone que ella sabe acerca de las razones de su padecer, pero que ese saber le es inconsciente. Entonces le pregunta de dónde le vienen los dolores, y ella relata diversas escenas y situaciones conectadas con impresiones psíquicas dolorosas que la sorprendieron de pie: así, para empezar, estaba de pie cuando recibió a su padre, quien ue conducido a la casa tras surir un ataque al corazón y ella, al verlo, presa del terror, se quedó de pie , estrictamente, petrificada; a este primer «terror estando de pie» { Stehen} se suman otra cantidad de recuerdos hasta aquel, horroroso, en el que se quedó parada {Stehen}, como presa de un hechizo, rente al lecho de su hermana 24 Sigmund Freud, «Psicopatología de la vida cotidiana» (1901),en Obras
completas, vol. 6, 10-13. 25 Sigmund Freud, «Algunas consideraciones con miras a unestudio
comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas» (1893 [18881893]), en Obras completas, vol. 1, 206. (Las cursivas son de Freud.) 106
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
muerta. Freud advierte entonces acerca del enlace de los dolores con el estar de pie . Pero Elisabeth también le relata el enlace de los dolores con el hecho de camina r { gehen}, de levantarse { austehen}, dirigir sus pasos hacia un cierto lugar «cargado de aecto» { hinaugehen}, sentarse sich}, incluso de yacer { liegen}… de Y no solo eso.de Ella se queja{ setzen también de su soledad { Alleinstehen}, su alta de apoyo, de no poder avanzar un paso… Es decir que ella utiliza giros lingüísticos que hacen las veces de «puentes» para la conversión, dice Freud. Pero así como el síntoma de Elisabeth ilustra la primacía significante, ilustra también la metáora, donde «la carne o la unción están tomadas como elementos significantes…», según lo había dicho. Es lo que Freud retoma más adelante, en una explicación que me voy a permitir pararasear, atendiendo al síntoma de Elisabeth, del cua l entonces podemos decir que, «por medio de la más extrema condensación» 26 , se han comprimido en una sensación única, que es el dolor en las piernas, las escenas traumáticas propiamente dichas, los recuerdos de «eficacia patógena» y la «expresión simbólica» de sus pensamientos tristes. Ahora bien, Freud no alude solamente a la metáora para dar cuenta del síntoma conversivo, pues también interviene el desplazamiento, la metonimia. Así, a la «[…] más ex trema condensación […]» (de la cita anterior) agrega que «[…] por medio de un extremo desplazam iento puede circunscribirs e a un pequeño detalle de todo el complejo libidinoso» 27. En Elisabeth, este «pequeño detalle» es el oco de sus dolores, situado en la parte central del muslo de la pierna derecha, aquella sobre la cual el padre enermo reposaba su propia pierna mientras la hija repetía a diario las curaciones. El «oco» ha requerido, pu es, del ex tremo desplaza miento. En fin, «el síntoma es un sustituto, producido mediante conversión, del retorno asociativo de esas vivencias traumáticas»28 ; 26 Sigmund Freud, «23.° Conerencia: Los caminos de la ormación de
síntomas» «Conerencias de introducción al psicoanálisis» (1917[1916-17]), en Obras completas, vol. 16, 334. 27 Freud, «23.° Conerencia: Los caminos de la ormación de síntomas», 333. 28 Sigmund Freud, «Las antasías histéricas y su relación con la bisexualidad» (1908), en Obras completas, vol. 9, 145. 107
Sylvia De Castro
pronto será un sustituto del deseo inconsciente, o de la «antasía al servicio del cumplimiento del deseo» 29, cuando a la altura de La interpretación de los sueños el deseo estructurado de manera edípica y su escenificación antasmática constituyan la reerencia central de Freud. La definición del síntoma que aquídestinadas se renuevaa anuda el deseo y, sistemáticamente, las operaciones cirarlo: el síntoma es un «retoño del cumplimiento de deseo libidinoso inconsciente desfigurado de manera múltiple» 30. Un vez que Freud ormula su tesis según la cual en el síntoma participan los mismos mecanismos que en el sueño, el síntoma queda situado, no ya como una ormación aislada, sino ormando parte del conjunto de las ormaciones del inconsciente. Es decir que, en principio, Freud reconoce una homología de estructura entre los dos: el 31 síntoma, «[a]l igual que el sueño, […] figura algo como cumplido» . Pero, no obstante la homología, una dierencia se impone a propósito del cumplimiento del deseo, pues mientras el sueño se basta a sí mismo en relación con ese enunciado —el sueño es un cumplimiento de deseo—, el síntoma «no es la mera expresión de un deseo inconsciente realizado», dice textualmente Freud: a este deseo inconsciente «tiene que agregarse todavía un deseo del preconsciente que se cumpla mediante el mismo […]»32 . El horizonte de esta últi ma ormulación del deseo con trariado no es otro que el conflicto psíquico entre las dos instancias de la primera tópica reudiana (Icc/Prcc-Cc), conflicto que se resuelve en el síntoma como ormación de compromiso. Freud aporta un ejemplo al respecto en su libro de los sueños: En el caso de u na paciente el vómito histérico resultó ser, por una par te, el cumplim iento de una antasía inconsciente del tiempo de su pubertad; era el deseo de estar continuamente grávida, de tener innumerables hijos, […] del mayor número posible de hombres. Contra este deseo desenrenado se elevó una poderosa moción 29 30 31 32
108
Freud, «Las antasías histéricas», 145. Freud, «23.° Conerencia: Los caminos de la ormación de síntomas», 333. Freud, «23.° Conerencia: Los caminos de la ormación de síntomas», 333. Freud, «La interpretación de los sueños», 561.
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
de deensa. Y como por los vómitos la paciente podía perder la lozanía de su cuerpo y su belleza, de suerte que ningún hombre la encontrase ya agradable, el síntoma se ajustaba ta mbién a la ilación de pensamientos punitorios y, admitido por ambos costados, pod ía 33
hacerse realidad.
Una nota extra aporta esta viñeta clínica: la consideración del autocastigo. Dejémosla en suspenso. Por ahora se trata del deseo sexual, inconesable, reprimido, que el síntoma cira y que por eso mismo retorna, irreconocible, de la represión. En ese orden de ideas, el síntoma es «un sustituto de algo que ue estorbado por la represión» 34 . Esto irreconocible es lo que permite explicar el sentimiento de ajenidad del sujeto con relación a su síntoma, el sentimiento de absurdidad, si puedo decirlo así, la impotencia rente a aquello que simplemente se le impone como una alteración o una acción repetitiva, como un surimiento o un pensamiento sin sentido. El síntoma es una «opacidad subjetiva», un enigma, dirá Lacan35, soporte de la división del sujeto. 33 Freud, «La interpretación de los sueños», 561. Con una suerte de ironía,
Freud dice que el síntoma opera de la orma como lo hizo la reina de Partia con el triunviro romano Craso: como pensó que este había emprendido la campaña guerrera por la sed de oro, le hizo verter, ya muerto, oro undido en su rostro, proclamando: «Aquí tienes lo que deseabas». 34 Freud, «23.° Conerencia: Los caminos de la ormación de síntomas», 272. 35 Jacques Lacan,Seminario 14. La lógica del antasma(1966-1967), clase de ebrero 22 de 1967. Inédito. Decididamente reudiano ensu retorno a Freud, Lacan no cuenta, sin embargo, con las advertencias reudianas sobre los límites al advenimiento del recuerdo del traumatismo, tal como podía leerse ya en la «Psicoterapia de la histeria», el apartado final deEstudios sobre la histeria. En eecto, en los albores de la invención del psicoanálisis, cuando todavía presionaba el recuerdo de la histérica sobre la ocasión primera en la que aparecieron los síntomas, Freud descubre que estos recuerdos se organizan, a la manera de un archivo, en cadenas asociativas en torno al actor traumático, que llamó «núcleo patógeno». Freud descubre que una resistencia —a la que llama «de asociación»— se levanta contra el recuerdo y se incrementa a medida que las representaciones se acercan al núcleo patógeno. De este modo, Freud intuye un límite al recuerdo que
109
Sylvia De Castro
Ahora bien, la contundencia de esa ormulación del síntoma como testimonio de la división subjetiva resulta al menos interrogada por la concepción del síntoma como símbolo, incluso, como metáora. A mi modo de ver, la división del sujeto debida al síntoma no parece ormar par de losen «principios» del predominio de lo simbólico enunciados porteLacan ese texto que se considera su manifiesto, Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953). En eecto, en el tr atamiento que al lí hace L acan no hay un límite al desciramiento. En este texto, incluso de manera más problemática que en Freud antes de Más allá del principio del placer (1920), Lacan considera que la interpretación cumple la unción de develar el deseo que el síntoma sustituye y, por consiguiente, que el levantamiento de la represión conduce necesariamente a la supresión del síntoma. Así es como, en el manifiesto citado, luego de sostener que el síntoma es un «significante de un significado reprimido de la conciencia del sujeto», «símbolo escrito sobre la arena de la carne […]», Lacan llega hasta otorgarle el carácter de «una palabra de ejercicio pleno porque incluye el discurso del Otro en el secreto de su cira»36. El desciramiento estaría en capacidad de restablecer la historia del sujeto, interrumpida entretanto por la emergencia sintomática. En eecto, dice: «El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado». Pero, agrega, «[…] la verdad puede volverse a encontrar», puesto que «está escrita en otra parte», en particular, «en los monumentos: y esto es mi cuerpo, es decir, el núcleo histérico de la neurosis donde el síntoma histérico muestra la estructura de un
será, por consiguiente, un límite a la interpretación. Lacan tampoco cuenta con la explícita ormulación reudiana deMás allá del principio del placer: «El enermo puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso justamente lo esencial […]. Más bien se ve orzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo, como el médico preeriría, en calidad de ragmento del pasado». C. Sigmund Freud, «Más allá del principio del placer» (1920), enObras completas, vol. 18, 18. 36 Lacan, «Función y campo», 270.
110
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
lenguaje y se descira como una inscripción que, una vez recogida, puede sin pérdida grave ser destruida […]» (270). De manera casi poética, Lacan afirma su convicción: Jeroglíficos de la histeria, blasones de la obia, laberintos de la Zwangsneurose; de armas la impotencia, de la sellos inhibición, oráculos de encantos la angustia; parlantesenigmas del carácter, del autocastigo, […]; tales son los hermet ismos que nuestra exégesi s resuelve, los equívocos que nuestra invocación disuelve, los artificios que nuestra dialéctica absuelve, en una liberación del sentido aprisionado que va desde la revelación del palimpsesto hasta la palabra dada del misterio […]. (270) 37
El desci ramiento es, pues, liber ación del sentido aprisiona do, según u na comprensión del síntoma que es simbólica, pero no necesariamente metaórica. Ahora bien, cuando la comprensión es propiamente metaórica, como es el caso en La instancia de la letra en inconsciente… , el asunto no será muy distinto: al fin de cuentas la metáora es interpretable. Entiendo que el telón de ondo de esta convicción lacaniana en relación con los alcances del desciramiento y la resolución del síntoma no es cualquier cosa: es la revelación reudia na del sentido 37 En el contexto de esta cita, el asunto del sentido aprisionado del síntoma
conducirá las cosas, en última instancia, a establecer una articulación entre el síntoma y la verdad del sujeto, cuyas proposiciones básicas están contenidas en el texto con el que Lacan prologa susEscritos en el momento de su publicación: 1) el síntoma representa «el retorno de la verdad en las allas de un saber»; 2) el síntoma es verdad «por estar hecho de la misma pasta de que está hecha ella», si aceptamos «que la verdad es lo que se instaura en la cadena significante»; 3) «[a] dierencia del signo, del humo que no va sin uego, […] el síntoma no se interpreta sino en el orden del significante. El significante no tiene sentido sino en su relación con otro significante. Es en esta articulación donde reside la verdad del síntoma». C. Jacques Lacan, «El sujeto por fin cuestionado», 224-225. Otro momento será aquel en el que Lacan considere que el síntoma está habitado por un resto de verdad del inconsciente que no puede ser enunciado, y esto porque «la verdad solo se sostiene en un medio-decir». C. Jacques Lacan, El seminario. Libro 17. El reverso del psicoanálisis , 116.
111
Sylvia De Castro
del síntoma 38 , punto de partida del psicoanálisis mismo por cuanto solo así el síntoma pudo ser pensado como una ormación que cira un deseo inconsciente. Por supuesto, esto implica cierta orma de situar el síntoma en la cura, de orientarse en la cura en relación con él, seguramente lo cual exige tomando una posición dada del analista en la transerencia, el sentimiento como supuesto saber el sentido del síntoma… 4.
Por ahora voy a detenerme en otra de la s varia ntes del síntoma destacadas por Lacan en el tiempo de la primacía de lo simbólico, esto es, en su valor de mensaje, lo cual no resulta ajeno a su estructura de metáora. Dora, la paciente de «Fragmento de análisis de un caso de histeria» (1905[1902]), aporta una de las ilustraciones más perti nentes, por el hecho de que Freud mismo así lo indica. Él presenta el caso situando de entrada el hecho de que al iniciar el tratamiento, a los 18 años, la tos que Dora había surido de niña reaparecía ahora de manera característica. De esta tos, de la que se supo desde siempre que se trataba de «nerviosismo», no había podido curarse no obstante los variados tratamientos. Es necesar io agregar, para la mejor comprensió n del estado de cosas, que Freud se pregunta de qué tipo e s la tos de Dora, es decir, que no excluye que esa tos sea un enómeno ordinario, orgánico, para concluir, dadas las características con las que se presenta ahora, que se tr ata de un síntoma histérico: en pri mer lugar, esa tos insiste, es decir que se repite, vuelve una y otra vez y en determinados momentos, lo cual Freud considera como una condición de 38 «El síntoma se nos presenta primero como una huella, que nunca será
más que una huella, y que siempre permanecerá incomprendida hasta el momento en que el análisis haya avanzado suficientemente, y hasta el momento en que hayamos comprendido su sentido. Puede entonces decirse que, así como laVerdrängungno es nunca más que unaNachdrängung, lo que vemos bajo el retorno de lo reprimido es la señal borrosa de algo que sólo adquirirá su valor en el uturo, a través de su realización simbólica, su integración en la historia del sujeto. Literalmente, nunca será sino algo que, en un momento determinado de realización, habrá sido». Jacques Lacan,El Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud , 239-240. 112
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
todo síntoma. En segundo lugar, Dora hace cierto uso de la tos, por ejemplo, señala con deleite la impotencia de los médicos para curarla, lo cual, por supuesto, se dirige transerencialmente a Freud. Entonces, de entrada esta tos «quiere decir algo», tiene sentido, lo Freud que Freud llama {valor, En eecto, intuye que «significado alguna relación hayintencionalidad}». entre la tos recurrente de Dora y sus acusaciones contra el padre, que se repetían monótona y simultánea mente en el curso de las se siones. Es esto lo que lo lleva a agregar un cierto acento al sentido: «pensar que ese síntoma podía tener un significado reerido al pad re» 39. El síntoma, pues, se pone al servicio de la articulación de un mensaje. Freud se decide a explorar esta vía, y la orma como lo advierte es por lo menos anticipatoria con respecto al interrogante que ormularé más adelante: De otra manera los requisitos que suel o exigi r a una explicación de síntoma estarían lejos de satisacerse. Según una regla que yo había podido corroborar una y otra vez, pero que no me había atrevido a ormular de manera universal, un síntoma significa la figuración —realización— de una antasía de contenido sexual, vale decir, de una situación sexual. Mejor dicho: por lo menos uno de los significados de un síntoma corresponde a la figuración de una antasía sexual, mientras que los otros significados no están sometidos a esa restr icción en su contenido. ( 42)
Así pues, no se trata de un mensaje cualquiera; no solo está reerido al padre, sino que se enlaza con la antasía sexual que el síntoma figura y que, si nos atenemos a lo dicho, tendrá que ver con el padre. En eecto, Freud encuentra la oportunidad de atribuir a la tos tal interpretación a propósito del equívoco significante en la rase de Dora cuando habla de su padre en reerencia a la relación amorosa que él sostiene con la señora K.: «ein vermögender Mann{un hombre de recursos, acaudalado}» que oculta la contraria: ein « unvermögender Mann{un hombre sin recursos}» (42)40. Es decir que el padre es impotente. 39 Freud, «Fragmento de análisis de un caso de histeria» (1905 [1901]),Obras en
completas, vol. 7, 42. 40 Equívoco reconocido por Freud debidoa «ciertas circunstancias colaterales». 113
Sylvia De Castro
El síntoma de Dora resulta ser entonces la figuración de una antasía sexual que tiene que ver con la impotencia del padre, y el contenido de antasía que el síntoma figura no puede sino e star reerido a la modalidad ora l de la satisacción sexual que Dora supone como la única po para el padre. Freud concluye que, con su espasmódica, quesible «respondía al estímulo de un cosquilleo en tos la garganta, ella se representaba una situación de satisacción sexual per os entre las dos personas cuyo vínculo amoroso la ocupaba tan de continuo» (42). Sin lugar a dudas, desde dos ángulos por lo menos, la tos de Dora apunta a corroborar la tesis de Laca n según la cua l el síntoma es una metáora. L o es, primero, en la perspectiv a de la conversión, pues la figuración de la antasía sexual se concentra en una sensación o inervación somática: la del cosquilleo en la garganta que constituye el estí mulo de la tos. Pero lo es también en la perspect iva del mensaje cirado que el síntoma transporta: la impotencia del Otro a quien Dora sostiene en su deseo mediante la figuración de esa antasía sexua l. Segur amente no se agota en este mensaje, com o veremos, y de hecho Freud agrega aquí que un síntoma tiene más de un significado, mejor dicho, que puede figurar distintas ilaciones de pensamiento. Lo que esta pluralidad de significados le agrega al síntoma tiene la mayor importancia: se trata del hecho, precozmente dilucidado por Freud, de la sobredeterminación del síntoma, en virtud de la cual diícilmente la interpretación agotará todos los significados que transporta. Ahora se impone la pregunta que he anticipado, a propósito de la antasía sexual que Freud le supone al síntoma de Dora. Considerando que Freud sostiene que «el síntoma sirve a la satisacción sexual y figura una parte de la vida sexual de la persona (en correspondencia con uno de los componentes de la pulsión sexual)» 41 , debemos deducir que en la tos de Dora el síntoma sustituye y figura, de manera deormada por la deensa, su propia satisacción sexual inantil. 41 Freud, «Las antasías histéricas y su relación con la bisexualidad», 145.
114
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
Y al respecto, encontramos en el historial los elementos para afirmarlo. Ante todo, Freud sostiene que el síntoma histérico de la tos tuvo una tos orgánica como antecedente. Así que había en Dora una zona corporal ya irritada, en ese sentido, una zona acilitada parasomática»: la excitación. Este proceso es loconversivo, que Freud llama «complacencia el síntoma histérico, hace un uso nuevo de esa irritación previa, digamos que la «inviste» secundariamente para su propósito. Pero entre una cosa y otra, entre la precondición somática que brinda la irr itación en la garganta y el síntoma de la tos, se interpola otro actor: el que tiene que ver con la satisacción sexual inantil. Este actor es el que acilita la creación autónoma de la antasía. Y es que Dora había sido en su ina ncia una «chupeteadora», como dice Freud. Ella relata una escena antasmática, coagulada, enigmática, de su s 4 o 5 años, en la que «estaba sentada en el suelo, en un rincón, chupándose el pulgar de la mano izquierda, m ientras con la derecha daba tironcitos al lóbulo de la oreja de su hermano, que estaba ahí quieto, sentado» 42 . Freud sostiene que esa es la manera completa de autosatisacción por el chupeteo. Así pues, el síntoma hunde sus raíces en la práctica sexual inantil, autoerótica —luego recubierta por la antasía—. En otras palabras, hunde sus raíces en el «inantil ismo de la sexua lidad». Esta práctica ha sido estorbada por la represión, pero las aspiraciones libidinales insisten y logran retornar de lo reprimido; por supuesto, no lo logran sin consentir una cuota nada despreciable de desfiguración que hace irreconocible esta satisacción. Pero el síntoma es su sustituto: sustituto de la satisacción inantil autoerótica ahora reprimida, del goce pulsional, para decirlo en términos de Lacan. En consecuencia, el síntoma realiza un goce sustitutivo. Entonces, uno no puede menos que preguntarse qué va de la sustitución significa nte —metaórica— a esta otra sustitución, que es la de una satisacción pulsional. ¿Acaso la metáora da cuenta de las 42 Freud, «Fragmento de análisis de un caso de histeria», 46.
115
Sylvia De Castro
dos modalidades de sust itución? Al respecto, Sidi Askoaré 43, en un texto recientemente p ublicado en español, afir ma que Lacan orece una pista a la altura del seminario de la ética cuando aporta una definición del síntoma en ese sentido: «El síntoma es el retorno, vía sustitución significante, de lo que, que está extremo de la pulsión 44 como su meta» . Sí, puesto por en unaelparte, la pulsión se satisace en el síntoma y, por otra, la sustitución significante «constituye la estructura sobredeterminada, la ambigüedad, la doble causalidad, de lo que se llama compromiso sintomático» 45. Una cosa no va sin la otra. De todos modos, el asunto no se detiene aquí. Y vuelvo al caso Dora para advertir la conclusión a la que llega el mismo Freud en relación con el síntoma de la tos, una vez que ha podido reconstruir lo que él llama el «conjunto de sus determinaciones». Dice entonces que, ante todo, cabe suponer el estímulo de la tos real, que es como «el grano de arena en torno del cual el molusco orma la perla». Este estímulo real no pasó en vano, al contrario, quedó fijado; debe su fijación al hecho de que aectaba una región del cuerpo que tenía para Dora la significación de una zona erógena: el tracto bucoaríngeo. La fijación, a su vez, acilitó la vía para dar curso a la libido excitada. Pero en la fijación participó además otro elemento que Freud llama «revestimiento psíquico»: se refiere al hecho de que este estímulo resultó apto para figurar, mediante conversión, cierta situación psíquica en la que se hallaba involucrada la misma zona corporal. En el síntoma de la tos de Dora el último revestimiento, dicho de otro modo, la última significación psíquica ue la antasía de la satisacción sexual entre el padre y la señora K. Freud concluye que el estímulo orgánico, el núcleo real del síntoma, quedó «psíquicamente seleccionado y revestido» 46 , al modo como el molusco envuelve el grano de arena «con las capas de la madreperla». El síntoma es eso para Freud, una ormación 43 Sidi Askoaré, «Del síntoma alsinthome», en Clínica del sujeto y del lazo
social (Bogotá: Gloria Gómez-Ediciones, 2012). 44 Lacan, El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis , 136. 45 Lacan, El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis , 136. 46 Freud, «Fragmento de análisis de un caso de histeria», 73. 116
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
de doble rostro, significante y de satisacción pulsional. Uno no puede sino recordar la amosa reerencia lacaniana de la «envoltura ormal del síntoma» 47. 5. redacción del caso Dora data de 1901. Es decir que desde el La comienzo Freud trató simultáneamente lo que luego ue pensado por Lacan en dos capítulos separados entre sí: el que sitúa al síntoma en el registro de lo simbólico, y aquel que pone el acento en el registro de lo real. El primero está subtendido por las orm ulaciones reudianas del principio del placer, mientras que el segundo toma en consideración las consecuencias de la elaboración reudiana de la segunda tópica, es decir, de la introducción de la compulsión de repetición. C on esta sepa ración en mente, estamos acostumbrados a pensar que, de un lado, el síntoma es cumplimiento de deseo y, del otro lado, satisacción de la pulsión. Ahora bien, al térmi no de este recorrido, de la mano de Freud con Dora hemos podido concluir que la satisacción libidinal sustitutiva no está ausente del síntoma pensado como sustitución metaórica, que el síntoma repite la modalidad inantil de la satisacción pulsional. Así las cosas, la pregunta que me ormulo es la siguiente: ¿qué novedad introduce la segunda tópica? Dicho en otros términos, si la satisacción pulsional ya está implicada en el «síntoma-metáora», ¿qué le agrega a l síntoma el más allá del principio del placer para que la otra versión del síntoma, el «síntomagoce», pueda ser así, tan claramente deslindada? En una de las conerencias de i ntroducción de 1916-1917, antes
del vuelco que supone el más allá …, Freud ya se reería a la repet ición, vía el síntoma, de la satisacción pulsional, haciendo intervenir un elemento extra relativo a la «sensación de surimiento» que el síntoma aporta. Este elemento sería apto para pensar el síntoma en su vert iente de goce, es deci r, como «satisacción inconsciente [… ] sentida como displacer o surimiento» 48. Dice Freud: 47 Jacques Lacan, «De nuestros antecedentes»(1966), en Escritos 1, 60. 48 Askoaré, «Del síntoma alsinthome», 108. 117
Sylvia De Castro
[…] el síntoma repite de algún modo aquella modalidad de satisacción de [la] temprana inancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto, por regla general volcada a una sensación de surimiento y mezclada con elementos que provienen de la ocasión que llevó a contraer la enermedad. de satisacción síntoma aporta tiene en sí muchoLademodalidad extraño. Prescindamos de que que el es irreconocible para la persona, que siente la presunta satisacción más bien como un surimiento y como tal se queja de ella. Esta mudanza es parte del conflicto psíquico bajo cuya presión debió ormarse el síntoma. Lo que otrora ue para el individuo una satisacción está destinado, en verdad, a provocar hoy su resistencia o su repugnancia. 49
De hecho, el sujeto deriva surimiento de su síntoma. Pero lo que introduce el más allá … no se reduce a esta constatación. También suría la paciente de Freud a la que hice reerencia más arriba , aquella en la cual el vómito histérico, al tiempo que cumplía una antasía de deseo, resultaba apto para expresar sus pensamientos punitorios… Es que el síntoma es ormación de compromiso entre tendencias con trarias. No se trata ún icamente, pues, de la presencia del dolor y el displacer. ¿Entonces? Voy a dejar apenas planteada la cuestión, esta importante cuestión, pero ya su ficientemente indicad a en la pluma de Freud: Desde el punto de vista económico, la existencia de la aspiración masoquista en la vida pulsional de los seres humanos puede con derecho calificarse de enigmática. En eecto, el masoquismo es incomprensible si el principio de placer gobierna los procesos anímicos de modo talque su meta inmediata sea la evitación de displacer y la ganancia de placer.Si dolor y displacer pueden dejar de ser advertencias para constituirse, ellos mismos, en metas, el principio de placer queda paralizado, y el guardián 50 de nuestra vida anímica, por así decir, narcotizado.
49 Freud, «23.° Conerencia: Los caminos de la ormación de síntomas», 333. 50 Sigmund Freud, «El problema económico del masoquismo» (1924), en
Obras completas, vol. 19, 16. (Las cursivas son mías.)
118
El síntoma como metáfora: entre sentido y me nsaje
Bibliografía Askoaré, Sidi. «Del síntoma al sinthome ». En Clínica del sujeto y del lazo social [Colección Estudios de Psicoanálisis]. Bogotá: Gloria GómezEdiciones, 2012. . «La révolution du symptôme». En Psychanalyse . Érès 4 (2005): 31-40. Freud, Sigmund. «Algunas consideraci ones con miras a u n estudio comparativo de las pará lisis motrices orgánica e histéricas» (1893 [1888-1893]). En Obras completas , vol. 1. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «Estudios sobre la histeria» (1893-1895). En Obras completas , vol. 2 . Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «La etiología de la histeria» (1896). En Obras completas , vol. 3. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «Las antasías histéricas y su relación con la bisexualidad» (1908). En Obras completas , vol. 9. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «Fragmento de análisis de un caso de histeria» (1905 [1901]). En Obras completas. , vol. 7. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «La interpretación de los sueños» (1900). En Obras completas , vol. 5. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «Más allá del principio del placer» (1920), en Obras completas , vol. 18. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «El problema económico del masoquismo» (1924). En Obras completas , vol. 19. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «Proyec to de psicolog ía» (1850 [1895]). En Obras completas , vol. 1. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «Psicopatología de la vida cotidiana» (1901). En Obras completas , vol. 6. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «Tres ensayos de teor ía sexu al» (1905). En Obras completas , vol. 7. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. . «23.° Conerencia: Los caminos de la ormación de síntomas» «Conerencias de introducción al psicoanálisis» (1916-1917 [19151917]). En Obras completas , vol. 16. Buenos Aires: Amorrortu, 1980. Lacan, Jacques. «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis» (1953). En Escritos 1 . México: Siglo X XI, 1990.
119
Sylvia De Castro
. «Instancia de la let ra en el i nconscien te y la razón desde Freud» (1957). En Escritos 1 . México: Siglo X XI, 1990. . «De nuestros antecedentes» (1966). En Escritos 1 . México: Siglo XXI, 1990. . «El psicoanálisis y su enseñanza» (1957). En Escritos 1 . México: Siglo XX I, 1990. . El Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud (1953-1954). Barcelona: Paidós, 1986. . El Seminario. Libro 3. Las psicosis (1955-1956). Buenos Ai res: Pa idós, 1985. . El Seminario. Libro 7 . La ét ica del psicoanálisi s (1969-1970). Buenos Aires: Paidós, 1990. . El Seminario. Libro 17. El reverso del psicoanálisis (1969-1970). Barcelona: Paidós, 1992. . Seminario 14. La lógica del antasma (1966-1967). Clase de ebrero 22 de 1967. Inéd ito. . Seminario 22. RSI (1974-1975). Clase de diciembre 10, 1974. Inédito. . «El sujeto por fin cuestionado» (1966). En Escritos 1 . México: Siglo XXI, 1990. . «La Tercera» (1974). En Intervenciones y textos 2 . Buenos Aires: Manantial, 1988. . «El tiempo lógico y el aserto de la certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma». En Escritos 1. México, Siglo Veintiuno Editores, 1990. Schejtman, Fabián. «Síntoma y Sinthome ». Ancla [Revista de la Cátedra II de Psicopatología, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires] 2 (2008): 15-59.
120
LO REAL
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
Belén del Rocío Moreno
Universidad Nacional de Colombia
Yo, que entiendo el cuerpo. Y sus cr ueles exigencia s. Siempre he conocido el cuerpo. Su vórtice que marea. El cuerpo grave. Personaje mío aún sin nombre. , «El viacrucis del cuerpo»
El concepto de pulsión en Freud
Comenzaré este recorr ido por el concepto de pulsión en Lacan con la siempre necesaria reerencia a las elaboraciones de Sigmund Freud. Este concepto ue introducido por el undador del psicoanálisis, en 1905, en res ensayos para una teoría sexual 1; luego, en 1915, le dedicó un importante trabajo, Pulsiones y destinos de pulsión 2, que orma parte de los denominados escritos metapsicológicos de su obra, donde considera la pulsión como un concepto undamental (Grundbegriff ) del psicoanálisis. La misma consideración encontraremos luego en Lacan, pues la pulsión tiene un lugar en el Seminario 11 (1964), cuyo nombre es justamente Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis 3; allí la pulsión aparece al lado de los conceptos de inconsciente , repetición y transerencia .
Sigmund Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual» (1905), enObras completas, vol. 7 (Buenos Aires: Amorrortu, 2005). 2 Sigmund Freud, «Pulsiones y destinos de pulsión» (1915), enObras completas, vol. 14. 3 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis (1964) (Buenos Aires: Paidós, 1989). 1
123
Belén del Rocío Moreno
Freud comienza planteando, en su texto de 1915, que una ciencia no inicia con conceptos básicos claros y definidos, sino con la descripción de un material empírico, en la que se aplican ciertas ideas abstractas recogida s en otra parte. En este punto es necesario recordar otrade parsute» a la que Freud acude su conceptoque es la«laísica época, de donde extrae para una ormular importante serie de nociones: energía , cantidad , acumulación , tensión, uerza y trabajo; procedencia que Lacan recuerda, en su seminario, cuando dice que con estas ormulaciones «vemos esbozados […] los conceptos que para Freud son conceptos undamentales de la ísica. Sus maestros en fisiología son aquellos que se proponen realizar, por ejemplo, la integración de la fisiología a la ísica moderna y en especial a la energética» 4. Volviendo a Freud, tenemos que las primeras ideas así surgidas tendrán el carácter de convenciones; sin embargo, tales convenciones han de estar determinadas por relaciones significativas con el material empírico 5. Una observación más aguda de los enómenos permitirá delimitar y afinar los conceptos, que entonces podrán ser utilizables en un amplio campo. Este amplio campo puede constituirse al considera r tanto el espacio de la clínica como aquel otro reerido a los enómenos colectivos. Así, en primer lugar, en el campo de la praxis analítica constatamos que al operar con palabras es posible incidir en la economía pulsional 6; también en ese mismo terreno podemos situar, por ejemplo, el vínculo entre la antasía y la satisacción pulsional o hallar el valor erógeno que cobran los síntomas en la economía psíquica. Por uera del campo estrictamente clínico, el concepto de pulsión nos permite pensar Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del psicoanálisis, 170. 5 En un sentido similar se pronunciará Lacan, tiempo después, al afirmar que «un concepto se mantiene si traza su vía en lo real que se ha de penetrar». C. Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis, 170. 6 Asunto sobre el cual Lacan dirá: «[…] nos reerimos a la pulsión porque el estado de satisacción se ha de rectificar a nivel de la pulsión». Lacan, El , 174. Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis 4
124
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
en las satisacciones erógenas que resultan patentes en los colectivos y que, dado el caso, pueden marca r de manera predominante la subjetividad de una época; por ejemplo: se ha dicho que el siglo ue el siglo de la mirada. En la misma vía, podemos situar las 7
seducciones invocantes que alientan en los movimcampo ientos en de masas De este modo, comenzamos a esbozar el amplio que el . concepto de pulsión se vuelve utilizable. Una vez los conceptos son acuñados en definiciones, habrán de experimentar sin embargo un cambio constante en su contenido, dado el estrecho vínculo que liga la teoría psicoanalítica con la praxis en que se soporta. Después de estas consideraciones iniciales, Freud se refiere a los cuatro términos asociados con el concepto de pulsión. Drang : Esta palabra ha tenido numerosas traducciones al español: ‘uerza’, ‘empuje’, ‘esuerzo’, ‘presión’, ‘carga’, ‘perentoriedad ’. Con este térmi no Freud se refiere al actor energético, a la intensidad de la excitación que tiene lugar en zonas delimitadas del cuerpo. La particularidad del Drang de la pulsión es ser una uerza endógena constante ( Konstante Kraf ), de carácter irreducible. Freud opone, en este punto, el impacto de una uerz a de choque momentánea (momentane Stosskraf ) a la persistencia de una uerza constante, que sería entonces característica de la pulsión. Esta presión de la pulsión se dierencia de la presión qu e ejercen las necesidades v itales como el hambre o la sed. Más adelante, precisaremos esta distinción. Ziel : La meta o el fin de toda pulsión es la satisacción, que implica una d isminución de la excitación a nivel de la uente.
7
Objekt: El objeto es aquello en lo cual o por medio de lo cual la pulsión puede alcanzar su meta; de allí que tenga un valor puramente instrumental respecto de la obtención de la satisacción. Quelle: La uente es aquella par te del cuerpo donde se produ ce el proceso somático que da lugar a la excitación representada en la vida anímica por la pulsión. Al respecto, véase el trabajo de Michel Poizat,Vox populi, vox dei. Voz y poder (Buenos Aires: Nueva Visión, 2003). 125
Belén del Rocío Moreno
Freud plantea que «[…] la pulsión nos aparece como un concepto ronterizo entre lo a nímico y lo somático, como un representante {Repräsentant } psíquico de las excitaciones que provienen del interior del cuerpo y que alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo es impuesta a lo anímico a consecuencia 8 de su trabazón con loque corporal» . Se advierte entonces que el concepto de pulsión subvierte el canónico dualismo alma-cuerpo, pues permite más bien situar el enlace necesario entre lo somático y lo psíquico. La pulsión implica entonces que la excitación de las zonas erógenas halla inscripción en el psiquismo por medio de un representante psíquico. Freud también planteó, muy pronto, una dierencia entre pulsión e instinto, conceptos para los cuales disponía de dos términos en alemán: rieb e Instinkt , respectivamente. Revisemos brevemente esta distinción, para luego avanzar sobre el asunto más preciso de nuestro interés. Sucede que en español, Luis López Ballesteros, a cuyo cargo estuvo la primera traducción de las obras completas, tradujo rieb por ‘instinto’, es decir, no advirtió que Freud había acuñado una dierencia entre pulsión e instinto. Es preciso insistir en que esta dierencia es de actura reudiana, pues en alemán los dos términos se usa n como sinónimos y aluden a una uerza que impulsa y hace ava nzar. ¿Qué es entonces el instinto? El instinto es un esquema heredado de comportamiento, adaptativo, propio de una especie anima l. Este mecanismo no varí a de un individuo a otro de la especie y se desarrolla según una secuencia temporal que no se deja alterar tan ácilmente. Se entiende, además, que este mecanismo fijo parece responder a una finalidad, esto es, que está orientado por una teleología: la conservación de la especie. Entonces, el instinto es un legado hereditario, no aprendido, que transmite un conocimiento acerca de la conservación 9. Como en 8 9
126
Freud, «Pulsiones y destinosde pulsión», 117. Posteriormente, Lacan construyó un contraste entre conocimiento y saber que le permitió distribuir de manera inversa los conceptos de instinto y pulsión: «[…] el instinto […] se define como aquelconocimiento en el que admiramos el no poder ser un saber. Pero de lo que se trata en Freud es de otra cosa, que es ciertamenteun saber que no comporta el menor
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
el campo del inst into el objeto está predeterminado de manera natural, debe tratarse de un objeto preciso, a dierencia del objeto de la pulsión, cuya condición, según veremos, es la contingencia, es decir, que el objeto pulsional puede ser cua lquier cosa que permita la satisacción. Tenemos entonces una inflexibilidad del instinto contraria a la plasticidad de la pulsión. El uncionamiento instintivo es rígido, pues su desarrollo no se modifica según eventuales cambios en las circunstancias. Una vez se desencadena el instinto, el animal repite automáticamente un mecanismo que se desenvuelve según u na secuencia, que en caso de ser interrumpida, al momento de volver a instalarse, no se culmina en el trecho altante, sino que se in icia de nuevo por el primer movimiento. Con la pulsión ( rieb), en cambio, tenemos una uerza impulsora que no obliga a un comportamiento determinado ni tiene un objeto específico por medio del cual sea posible alcanzar la satisacción. También sucede que a la meta se puede llegar por distintos caminos: ya sea por vía de la satisacción sexual directa o por conducto de la sati sacción sustitutiva del sí ntoma o por medio de la satisacción desexual izada de la sublimación. A dierencia del esquema instintivo preormado, la plasticidad de la pulsión concierne en último término a que es el resultado de las vicisitudes en los lazos edípicos; o dicho en términos lacanianos: la pulsión se constituye en el lazo del sujeto con el Otro. En el campo del psicoanálisis, desde Freud, se plantea que las pulsiones son los elemen tos unda mentales a que se puede llegar en el examen de la sexualidad humana; son, por así decirlo, sus «partículas elementales». Así como en el campo de la ísica «las part ículas elementales» son los constituyentes básicos de la materia, así para el psicoanálisis la sexualidad humana está conormada, en último conocimiento, en cuanto está inscrito en un discurso del cual, a la manera del esclavo mensajero del uso antiguo, el sujeto que lleva bajo su cabellera su codicilo que le condena a muerte no sabe ni su sentido ni su texto, ni en qué lengua está escrito, ni siquiera que lo han tatuado en su cuero cabelludo, rasurado, mientras dormía». C. Jacques Lacan,«Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente reudiano», enEscritos 2 (México: Siglo XXI, 1985), 783. (La cursiva es mía.) 127
Belén del Rocío Moreno
término, por estas unidades undamentales. En tal sentido, hay que subrayar que Freud ue muy riguroso a la hora de designarlas, pues se opuso al desvío de multiplicar el número de pulsiones de acuerdo con la amplia gama de acciones humanas. Por otra parte, desde sección sobre desviaciones respecto la metaplanteó sexualel de Loslatres (1905),a Freud ensayos paralasuna teoría sexual carácter siempre parcial de la pulsión. No hay, en ningún caso, la pulsión sexual total; hay siempre pulsiones parciales. De este modo —para utilizar una metáora de Korman— 10, en el cuerpo se configura una especie de «archipiélago pulsional», esto es, u n conjunto de islotes que son zonas excitables, en las que a través de un cierto recorrido es posible obtener satisacciones erógenas parciales. Freud señaló que no hay posibilidad de huir de la excitación pulsional tal como ocurre ante un estímulo externo. Contrapuso así dos términos, estímulo (Reiz) y excitación (Erregung ), y con ello situó la proveniencia de los aumentos de tensión a los que s e ve sometido el cuerpo: de un lado, está n los estímulos que provienen del exterior y, de otra parte, las excitaciones que surgen en cualquier lugar del cuerpo. Así, con la excitación pulsional que es endógena, la uga racasa. Al respecto, recuerdo un grafiti que vi hace poco en la puerta de un baño que dejaba testimonio de una queja sobre el cuerpo, que pretendía resolverse en un cierto llamado al ideal: «A veces, el cuerpo estorba porque impide ver el alma». A tal consigna replicaba una breve e ingeniosa respuesta: «¡Pues quíteselo!». Si hay queja reerida al cuerpo, seguramente esta se encuentra determinada por la incesante exigencia que imponen las excitaciones pulsionales. Por otra parte, la respuesta resulta chistosa porque indica un imposible: resulta que no hay huida posible, ni cese posible al perma nente acicate pulsional; dicho de otra ma nera: ¡no me puedo quitar el cuerpo ni salir corriendo de las excitaciones que lo desencajan! Puesto que la huida, entendida como alejamiento del estímulo, resulta ineficaz para las excitaciones pulsionales, entonces serán necesar ias otras complejas operaciones psíq uicas, que 10 Víctor Korman,El espacio psicoanalítico (Madrid: Síntesis, 2004), 181. 128
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
son las deensas contra ese inagotable bombardeo pulsional; nos encontramos entonces con lo que Freud deno minó «dest inos» de la pulsión. En el tex to de 1915, Pulsiones y destinos de pulsión , planteó que hay varios destinos posibles para la pulsión: la represión, la sublimación, la orientación a la propia y lason, tranensormación en lo contrario. La mayor parte de estospersona destinos realidad, modos de deensa contra el apremio inacabable que las pulsiones representan para el aparato anímico. Por otra parte, al examinar los pares antitéticos «sadismo/masoquismo» y «placer visual (escopofilia) / exhibición», Freud encontró en las voces gramaticales el recurso para seguir las transormaciones pulsionales: voz activa, pasiva y media refleja. Tratándose, por ejemplo, de la pulsión de ver —llamada también por él «escopoílica»—, estos modos corresponderían respectivamente a ver, ser visto y hacerse ver. Los elementos que acabo de señalar conciernen a la meta de la pulsión, pues se refieren a la manera como se satisace la pulsión: viendo, siendo visto o haciéndose ver. Agreguemos ahora otra indicación sobre el objeto parcial que es, como lo habíamos indicado, el medio necesario para que la pulsión alcance su meta que es la satisacción. Según Freud, el objeto no está enlazado srcinalmente con la pulsión, y solo se le coordina «a consecuencia de su aptitud para posibilitar la satisacción» 11 . Así, el objeto puede ser cua lquier cosa; por ejemplo, tratándose de la pulsión oral, el objeto puede ser el dedo pulgar, el chupete, un pedacito de cobija, el chicle, el alcohol, el humo del cigarri llo… De hecho, el objeto es un pretexto o, como se ha dicho, un «catalizador» 12 en la acepción química del término, esto es, el elemento necesario para que se precipite la satisacción; a su vez, la satisacción implica un eecto a nivel de la uente consistente en una dismi nución de la cantidad de excitación. De modo qu e sin ese objeto contingente, sin ese objeto cualquiera, sin e se «catali zador», no hay posibilidad alguna de que disminuya temporal y parcialmente la tensión excitativa. 11 Freud, «Pulsiones y destinos de pulsión», 118. 12 Serge Leclaire,Escritos para el psicoanálisis. Moradas de otra parte(Buenos
Aires: Amorrortu, 2000), 211. 129
Belén del Rocío Moreno
Freud planteó que la contingencia inicial del objeto puede ceder paso a la fijación. Tal fijación, que acontece en épocas tempranas de la vida, pone cortapisa a la movilidad inicial del objeto de la pulsión, a su contingencia. Podemos ahora agregar que esa fijación ocurre en para el momento en que sujeto construye antasma. Entonces, cada quien hayunsingularidades del su objeto que se convierten en condición necesaria para procurarse, por su conducto, una satisacción pulsional. Recuerdo en este punto el relato de un joven etichista que contaba, en algún programa televisivo, la singular inclinación que orientaba su vida erótica: inflar bombas de colores hasta hacerlas reventar. Al joven le causaba enorme excitación el color de las bombas, su transparencia, y finalmente, obtenía el orgasmo cuando escuchaba el estallido. En este caso, resultaba notable no solo la ausencia de un partenaire sexual y el carácter singular del objeto con el cual se procuraba satisacciones erógenas, sino ante todo los detalle s que para él eran condición necesaria para el cese parcial de la tensión excitativa: color, tamaño, transparencia y, finalmente, el ruido de las bombas al reventar… En aquella ocasión, además, se nombraba el colectivo que había adoptado a las bombas como el objeto de goce: looners. Desde luego, hay que decir que esas singularidades del objeto, que para cada quien son específicas, habrán de ingresar en las escenas antasmáticas con las que un sujeto sostiene su deseo. En Los tres ensayos para una teoría sexual , Freud planteó que las pulsiones sexuales se constituyen por apoyo o apuntalamiento sobre las pulsiones de autoconservación, de las que luego se independizan; también ormuló tal apuntalamiento diciendo que la pulsión sexual nace apoyada en una unción vital. En el ejercicio de la unción vital, habría la producción de un plus de placer que pronto se independiza de la unción biológica, para cobrar un valor puramente erógeno. Al respecto dice que, durante el amamantamiento, el lacta nte conoce el primer placer que consiste en el paso de la cálida corriente de la leche por la boca. Así, al comienzo habría una especie de coalescencia entre la unción vital y la pulsión sexual. Diremos entonces que la pulsión oral surge, como tal, cuando se abandona el seno que alimenta. Al mismo tiempo 130
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
se constituye un objeto que será el núcleo de una actividad antasmática, de al lí en más acompañante de la satisacción pulsional autoerótica. Cualquiera que haya visto a un bebé chupeteándose los labios y la lengua, en ausencia de la ingestión del alimento, podrá suponer con acilidad que hay un objeto antaseado sosteniendo tal actividad. Hay un momento posterior para la pulsión, la búsqueda de objetos en el mundo externo con los cuales procurarse una satisacción. Las pulsiones privilegiarán en ellos los objetos parciales, a través de los cuales sea posible alcanzar la satisacción; por ejemplo, la boca, los labios y la lengua del partenaire sexual vendrán al lugar del objeto por medio del cual se goza del erotismo del beso. Por otra parte, es necesario indicar que para Freud no hay doma posible de las pulsiones, puesto que, en su perpetuo movimiento, son ajenas a preceptos de carácter moral; las pulsiones apuntan a satisacerse por el cond ucto que sea. All í radica el imposible que signa la tarea de educar, una de las tres labores imposibles, al lado de gobernar y analizar 13. El carácter ineducable de las pulsiones provoca el conflicto psíquico, pues invariablemente habrá de emerger un choque entre la satisacción pulsional siempre buscada y las insta ncias que ejercen la censura en el apar ato psíquico. Al comienzo Freud propuso distinguir dos tipos de pulsiones: las pulsiones yoicas o de autoconservación y las pulsiones sexua les, en lo que se llamó el «primer dualismo pulsional»; se trataba de la clásica oposición entre Eros y Ananké . Luego, en Más allá del principio del placer 14 (1920), reorganizó las pulsiones en dos categorías: las de vida y las de muerte; se trata con ello de la oposición entre Eros y ánatos. Como lo recuerda Korman, Freud vinculó con la pulsión de muerte un conjunto de enómenos clínicos y teóricos que antes no aparecían articulados: la compulsión a la repetición, el sadismo, el masoquismo, la ambivalencia, el sentimiento de culpa, la reacción terapéutica negativa 15… Hay que decir que con el 13 Sigmund Freud, «Análisis terminable e interminable» (1937), ne Obras
completas, vol. 23, 249. 14 Sigmund Freud, «Mas allá del principio del placer» (1920), enObras
completas, vol. 18. 15 Korman, El espacio psicoanalítico, 184. 131
Belén del Rocío Moreno
concepto de «pulsión de muerte» —que resultó tan «traumático» para la posteridad reudiana, habida cuenta de las lecturas pueriles que sobre él se construyeron— no se designa una pulsión más para agregar a la serie, sino el principio mismo que orienta el uncionamiento pulsional: la repetición, que hallado. siempre Esta habrádierencia, una dierencia entre el placer buscado ydado el placer tal como lo plantea Freud en su texto de 1920, genera lo que denominó «el actor pul sionante». Puesto que la sat isacción erógena conquistada es invariablemente poca respecto de la totalidad de goce antasmáticamente anhelada, no queda más que… intentarlo de nuevo: la repetición. En Lacan, no hay tales dualismos; en sus articulaciones al respecto es más bien monista, dado que afirma que la única pulsión es la pul sión de muerte. El concepto de pulsión en Lacan
Según Lacan, el concepto de pulsión ha de tratarse como una «ficción», noción acuñada por Jeremy Bentham. El psicoanalista rancés dejó de lado la idea de modelo que se le antojaba muy manida, y la de mito, que Freud hab ía utili zado en sus Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis16, cuando afir maba que las pulsiones son nuestra mitología. Es preciso indicar que la noción de ficción en Bentham no se refiere al campo de la mentira, del engaño o la alsedad, sino que alude a un arteacto de la representación, de carácter convencional, cuya utilidad se sostiene mientra s permita interpretar la realidad 17. 16 «La doctrina de las pulsiones es nuestra mitología, por así decir. Las
pulsiones seres míticos, grandiosos en su indeterminación. En nuestro trabajo noson podemos prescindir ni un instante de ellas, y sin embargo nunca estamos seguros de verlas con claridad». C. Sigmund Freud, «32.° Conerencia: Angustia y vida pulsional» «Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis» (1932), enObras completas, vol. 22. 17 Al respecto, resulta esclarecedor el artículo «Una aproximación a la teoría de las ficciones», de Alredo Pérez Galimberti, del cual transcribo enseguida algunos ragmentos: «Las cciones son recursos de la imaginación para interpretar la realidad, para narrarla. Arteactos de representación, de srcen convencional, su utilidad se mantiene en la medida en que conservan este poder que se les confiere, y son abandonadas cuando lo pierden. Este es el 132
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
En el seminario sobre Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis, Lacan plantea que, desde Freud, esos cuatro términos asociados con la pulsión no son tan naturales como podría hacerlo pensar su simple enumeración: «Pongamos primero el Drang, el empuje, la Quelle, la uente, el Objektpuede , el objeto, el muy Ziel, natural. la meta. Mi Al leer esta enumeración, por supuesto parecer propósito es probar que todo el texto se empeña en demostrar que no es tan natural como puede creerse»18. Entonces, la presión, la uente, el objeto y el fin son elementos disjuntos; o para decirlo con una palabra acuñada por el poeta portugués Fernando Pessoa, esos componentes de la pulsión son inconjuntos. No va de suyo que cada uno de ellos suponga a los otros. Como de lo que se trata es de la condición de disyunción de estos elementos, resulta posible que, estando así desagregados, puedan sin embargo entrar en las combinaciones más diversas. Dado que cada elemento es separable de los otros, existe la posibilidad de ensamblajes distintos. De ello se deriva que si la pulsión terreno de lo consciente. Las ficciones pueden degenerar enmitos cuando no se las considera conscientemente como tales, y en este sentido se tornan peligrosas, si se quiere hacer coincidir la realidad en el molde deuna ficción a la que se ha quitado de la esera de lo convencional, y por lo tanto de lo racional. El mito tiene un ingrediente totalizador, porque opera desde un ritual, lo que supone explicaciones “totales y adecuadas de lascosas tal como son y como ueron”; y exige aceptación incondicional, mientras que en el terreno de las ficciones siempre se opera desde el “como si”, y su aceptación es condicional, y vinculada a su utilidad para leer la realidad […]. En un nivel lingüístico, alejado ya de las contingencias políticas, Bentham no remite las ficciones al orden de la mendacidad, de la arbitraria alsedad y de lo conuso, sino que las valora como entidades reales del lenguaje, cuyaYnecesidad relacionada conla lateoría génesis y elficciones desarrollo del discurso. es de esta está perspectiva donde de las de Bentham es revalorizada por Lacan: las ficciones no en el sentido de quimeras abulosas, sino entendidas como aparatos lingüísticos, montajes de los motivos y deseos presentes detrás de los intereses. Las ficciones no serían entonces instrumentos contingentes de uso, sino la médula y el tejido de la estructura de la verdad». C. Alredo Pérez Galimberti, «Una aproximación a la teoría de las ficciones» (1995). http://deensachubut.gov. ar/userfiles/file/ Publicaciones/ficcion_ discurso_narrativo_y_juridico.pd 18 Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del psicoanálisis, 170. 133
Belén del Rocío Moreno
es un montaje, sus elementos no implican un modo de engranaje predeterminado. Por eso Lacan dijo que la pulsión es un montaje a la manera de un collage surrealista. Hay que recordar, en este punto, que la técnica del collage procede ensamblando materiales diversos. en el collage son de uniormes; por ejemplo,Los enelementos un collageconjugados se puede ensamblar unno trozo madera con un montón de arena, a lo que además se pueden agregar algunos pegotes de pin tura. Entonces, para seguir esta metáora, en el collage pulsional se pueden pegar elementos distintos: una uente, un objeto, una meta, una presión 19. Elementos disjuntos que una vez articulados, en su ensamblaje, resultan tan asombrosos como la singular composición que construye Lacan con una dínamo, una toma de gas, una pluma de pavo y una hermosa mujer… Esta es pues la singular composición que él construye para la pulsión: Diré que si a algo se parece una pulsión es a un montaje. No es un montaje concebido desde una perspectiva finalista. Esta perspectiva es la que se instaura en las modernas teorías del instinto, y allí la presentación de un montaje es cabalmente satisactoria. Dentro de esta perspectiva, un montaje, por ejemplo, es la orma específica que hace que la gallina en el corral se aplaste contra el suelo si se pasa a unos metros por encima de ella un trozo de papel recortado en orma de halcón, es decir, algo que desencadena una reacción más o menos apropiada, y cuya sutilez a consiste, por cierto, en hacernos ver que esta no siempre es adecuada. No estoy hablando de este tip o de montaje. El montaje de la pulsión es u n montaje que, en primer lugar, se presenta como sin ton ni son —tiene el sentido que adquiere cuando se habla de montaje en un collage surrealista—. Si reunimos las paradojas que acabamos de definir al nivel del Drang [,] del objeto, de la meta de la pulsión, creo que la ima gen adecuada sería la de una dínamo enchuada a la toma de gas, de la 19 Alain Didier-Weill ha planteado, de manera muy sugestiva, que los
elementos del montaje pulsional, presión, uente, objeto y fin, pueden asociarse con las causas distinguidas por Aristóteles, en Metaísica: eficiente, material, ormal y final,respectivamente. C. Alain Didier-Weill, Invocaciones, Dionisos, Moisés, San Pablo y Freud (Buenos Aires: Nuevas Visión, 1999), 119. 134
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
que sale una pluma de pavo real que le hace cosquillas al vientre de una hermosa mujer que está allí presente para siempre en aras de la belleza del asunto. El asunto, por cierto, empieza a ponerse interesante porque la pulsión, segú n Freud, define todas las ormas con las que puede invertirse mecanismo semejante. Ello no quiere que se vuelve del revésuna la dínamo, sino que se desenrollan sus decir hi los —ellos se convier ten en la pluma de pavo real, la toma de gas pas a a la boca de la dama, y del medio sale una rabadilla—. 20
Con esta sugerente composición, volvamos ahora sobre las singularidades de los elementos de nuestro collage pulsional: la presión empuja, pero no se sabe para dónde, aguijonea entonces sin una teleología predeterminada. El objeto es indispensable para la satisacción, pero puede ser cualquier cosa, es lo más variable, lo más contingente y, luego sin embargo, también puede fijarse. A la meta, que siempre es la satisacción, se puede llegar por dierentes caminos, de manera directa o por los tortuosos caminos sustitutivos. Pero con estas singularidades no tenemos aún, en su exceso maravilloso y surrealista, el montaje del collage pulsional, pues este aparecerá tan pronto como consideremos la imbricación pulsional que da lugar a algunas teratológicas junturas, por eecto de la plasticidad inherente a las pulsiones. Por ejemplo, pensemos en el collage que se hace evidente cuando alg uien dice que recuerda cómo ante la mirada uriosa de su padre se volvía mierda, o cuando aquella otra siente que se la están comiendo con los ojos. Aún, podemos evocar aquel otro que habla reteniendo su palabra, ta l como lo hace con sus excrementos. Hagamos ahora una segunda vuelta por cada uno de los elementos de esta surrealista composición, para precisar los aportes de Lacan. Examinaremos, enseguida, con mayor detalle los cuatro términos que Freud asoció con el concepto de pulsión: presión, uente, fin y objeto.
20 Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 177. 135
Belén del Rocío Moreno
1. La presión (Drang)
El carácter ingobernable de la pulsión concierne a su presión, al empuje que esta ejerce de manera incesante. Hara ri 21 planteó que la traducción más adecuada al español para el Drang sería el término «presión». Ello en razón de queseDrang , ‘presión’, está relacionado la Verdrängung , palabra que ha traducido como ‘represión’. con Advertimos, pues, que Drang está en Verdrängung; por ello, de manera homóloga, se puede articular la presión de la pulsión con la represión —un destino posible para la excitación erógena—. En la traducción de José Etcheverr y (Amorrortu), Drang se t radujo como ‘esuerzo’. Ese término, según Harari, no parece muy apropiado, pues dio lugar también a traducir conceptos como el de represión secundaria como ‘esuerzo de dar caza’. La traducción de Drang por ‘presión’ implica entonces una distancia con la palabra «esuerzo» y la alusión a la disposición pseudovolitiva que implica 22 . Esta traducción del Drang de la pulsión como ‘presión’ queda además autorizada por el mismo Lacan cuando dice: «En eecto, en la experiencia encontramos algo que posee el carácter de lo irrepresible aún a través de las represiones —Por lo demás, si ha de haber represión es porque del otro lado algo ejerce una presión»23. Como ya lo habíamos indicado, la excitación que produce el Drang, la presión pulsional, es distinta de la que ejercen las necesidades vitales como el hambre o la sed, que surgen de acuerdo con ciertos ciclos; en este último caso habría primero una tensión que hace manifiesta una necesidad, luego se realizan las acciones conducentes a su satisacción, para que después, según cierto ritmo, vuelva a aparecer la urgencia de la necesidad. La excitación 21 Harari Roberto,Los cuatro conceptos undamentales para el psicoanálisis
(Buenos Aires: Nueva Visión, 1987), 210. 22 Como lo señala Harari, «cuando hay represión no sucede que un
significante desapareció o cayó en el olvido, carente de potencia y eficacia […]. Lo reprimido es eso que retornapresionando, no lo desaparecido». C. Roberto, Los cuatro conceptos undamentales para el psicoanálisis , 211. (La cursiva es mía.) 23 Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del psicoanálisis, 169. (La cursiva es mía.)
136
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
pulsional, en cambio, es una uerza constante; nunca es cero. «La constancia del empuje impide cualquier asimilación de la pulsión a la unción biológica, la cual siempre tiene un ritmo. Lo primero que dice Freud de la pulsión, valga la expresión, es que no tiene ni día ni noche, ni primavera ni otoño, ni alza ni baja. Essiuna uerza constante» (172). Por eso cuando Lacan se pregunta la presión de la pulsión es equivalente a la presión a la que podría verse sometido alguien urgido por cierta necesidad, afirma: «Pues bien, sépase que desde las primeras líneas, Freud ormula de la manera más expresa que en el rieb no se t rata en absoluto de la presión de una necesidad como Hunger, el hambre, o Durst , la sed» (171). El hambre o la sed acarrea n eectos disti ntos de aquellos ocasionados por la excitación pulsional: el malestar producido por la tensión de una necesidad aecta todo el organismo, mientras la presión, el Drang pulsional, interesa solo al sistema nervioso, al yo real ( Real Ich)24 , entendido aquí como el sistema destinado a asegurar cierta homeóstasis. Resulta notable el contraste entre la totalidad del organismo que se ve aectado con la urgencia de la necesidad y la limitación del alcance de los eectos ocasionados por la presión de la pulsión; en este último caso se trata de un aspecto parcial del soma: solo se aecta al yo real ( Real Ich). Notemos, de paso, que este calificativo, «parcial», es rasgo definitorio en relación con la pulsión: pulsión «parcial», objeto «parcial», satisacción «parcial» y, ahora, eecto «pa rcial» de la presión pulsional… Entonces, la presión de la pulsión nunca es cero; sin embargo, es necesario precisar que esa constancia «corresponde a la medida de una abertura hasta cierto punto individualizada, variable. O sea que hay gente más bocona que otra» (178). Esto es, gente para la cual el apremio de la pulsión oral resulta tanto más exigente. Podríamos, desde luego, con la serie pulsional oral, anal, escópica, 24 «El Real Ich está concebido de orma tal que su soporte no es el organismo
entero, sino el sistema nervioso […]. ElReal Ich [es] el sistema nervioso central en tanto unciona no con un sistema de relación, sino como un sistema destinado a asegurar cierta homeostasis de las tensiones internas». C. Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis, 171 y 183. 137
Belén del Rocío Moreno
invocante, abricar una lista de los calificativos que, partiendo del «bocona» de Lacan, designe tales preeminencias a nivel del goce... 2. Objeto (Objekt)
ComoEn recién recordamos, objeto deun la nuevo pulsióncontraste, también es parcial. este lo punto podemoselestablecer ahora entre los asuntos del amor y los de la pulsión, pues cuando hablamos de objeto total, nos reerimos al campo del amor. Hay que decir que esta distinción, reudiana en su undamento, concierne de manera más precisa a la d ierencia entre el objeto del enamoramiento y el objeto de la pulsión. Para decirlo sencillamente: amamos en una aspiración narcisista a la totalidad, mientras gozamos pulsionalmente con pedacitos del cuerpo del otro. Esta dierencia señala que los asuntos del a mor y los de la pulsión habrán de ser articulados en ejes teóricos distintos. En el seminario al que hemos reerido, Lacan prosigue aquí sobre la misma senda reudiana al i nsistir en la dist inción entre amor y pulsión; más adelante señalará que los asuntos del amor implican no tanto al yo y sus aspiraciones narcisistas de totalidad, como al sujeto que, a cuenta de la castración, puede enlazarse con otro sujeto. La pulsión se satisace al contornear el objeto, mientras traza en torno a él un circuito para volver a la uente. Recordemos que Freud decía que el objeto no es el fin de la pulsión, sino el medio por el cual la pulsión logra alcanzar su meta. Enumeremos ahora la serie limitada de pulsiones parciales establecidas por Freud y Lacan: pulsión oral, pulsión anal, pulsión escópica y pulsión invocante; nombremos enseguida los objetos mediante los cuales estas pulsiones se satisacen: el seno, las heces, la mirada y la voz, respectivamente. Este listado puede dar la impresión de una evidencia cuya simplicidad rotunda haría innecesaria cualquier elaboración sobre la cuestión del objeto requerido para alcanzar la meta pulsional. Sin embargo, el problema del objeto aquí planteado concierne a que, en principio, este no es un objeto al que se pueda calificar como «objetivo», en el sentido que habitualmente se le otorga a este término. Así, el objeto de la pulsión oral no es el seno que da la leche, sino aquel que brindó 138
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
una satisacción que luego se perdió con el destete; se trata pues del objeto en tanto ausente. Entonces, cuando consideramos una zona erógena como la boca, resulta que no tiene al alimento como objeto. Es por eso que «[…] ningún objeto de ninguna Not, necesidad, puede satisacer la pulsión. Aunque la boca esté ahíta de comida boca quesino se abre enseel dice, registro la pulsión— no se25. satisace—esa con comida, como conde placer de la boca» Lacan plantea que donde se disting ue de la manera más neta lo qu e concierne a la pulsión oral es en aquel modelo del autoerotismo propuesto por Freud, consistente en besarse los propios labios. En eecto, hay una rase que Freud puso en boca del lactante, o mejor digamos, del exlactante —dado que no se trata de la ingestión del alimento—: «Lástima que no pueda besarme a mí mismo» 26. En la aspiración autoerótica de esta r ase, no se t rata simplemente de una estimulación sensoria l placentera, sino del vacío del objeto que sostiene el movimiento pulsional . Entonces, aquello que se emplaza en este repliegue de la zona erógena sobre sí misma es precisamente un vacío, el del objeto, que Lacan denominó objeto a. De allí que solo hay objeto pulsional a condición de su pérdida, y por eso de lo que se trata con el objeto, en el campo de la pulsión, es de un vacío, que resulta muy bien ilustrado en el autoerotismo oral del «Lástima que no pueda besarme a mí mismo». Nos encontramos, ahora, por un nuevo conducto, con otra manera de situar la dierencia entre instinto y pulsión: el objeto del insti nto es una entidad tangible de la cual es posible apoderarse, mientras que el objeto de la pulsión sostiene un hueco, un vacío, un ag ujero: En todo caso, hay algo que nos obliga a distinguir esta satisacción del puro autoerotismo de la zona erógena, y es el objeto que con demasiada recuencia conundimos con aquello sobre lo cual se cierra la pulsión —ese objeto que, de hecho, no es otra cosa más que la presencia de un hueco, de un vacío […] y cuya instancia solo conocemos bajo la orma del objeto perdido a minúscula. 27 25 Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 175. 26 Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual», 165. 27 Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 187. 139
Belén del Rocío Moreno
Por ello es necesario rearticular el asunto de la ausencia de objeto en el autoerotismo, pues no se trata tanto de que no haya objeto, cuanto de que el objeto está operando por su ausencia; dicho de otra manera, el objeto a está presente por ausente, y a la vez, allí habráAdeestas localizarse objeto necesario antaseadodiscernir que tal ausencia alturas elresulta el nexoproduce. entre la pérdida como condición necesaria de la existencia del objeto a pulsional, en tanto vacío, según las ormulaciones de Lacan, y la contingencia del objeto que situábamos con Freud. ¿Cómo así que el objeto es un vacío y a la vez puede ser cualquier cosa? Diremos que solo a condición de la pérdida del objeto se inaugura la serie de objetos contingentes que llegarán al lugar de ese agujero, sin jamás colmarlo. Merced a que el seno se perdió con el destete, se constituye como objeto a pulsional, y con ello queda abierta la serie de sus sucedáneos: el chupete, el dedo pulgar, la cobijita, la lengua y los labios del partenaire, en fin… todos los objetos que se pueden poner en la boca para apaciguar de manera temporal y parcial la presión de la pulsión oral. Hay que insistir en que esos objetos serán siempre insuficientes respecto del vacío generador del que parte la serie. Para ilustrar y repensar esta cuestión del objeto de la pulsión, tomaré como ejemplo un caso propuesto por Leclaire 28 , quien intenta aprehender la natura leza del objeto de la pu lsión escópica, en el caso de una perversión exhibicionista. Según la disposición de cierta escenificación, el exhibicionista puede procurarse una satisacción que le permite que la tensión pulsional culmine y se produzca un orgasmo. Ocurre entonces que la tensión pulsional puede contornear al objeto, lo cua l hace posible la satisacción. ¿Pero, cuál es el objeto del ex hibicionista? ¿Cuál es el objeto por cuyo conducto se hace posible la satisacción? Habitualmente el exhibicionista se esconde en estado de excitación, a la espera de la llegada de la muchacha, a quien le mostrar á sus atributos, los dones que el buen Dios le ha otorgado. Lo undamental, en ese momento, es que la joven vea su pene en erección, y que se sienta al menos sorprendida, y 28 Serge Leclaire,Escritos para el psicoanálisis. Moradas de otra parte , 211 y 212. 140
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
de preerencia, espantada. En ese momento, él se satisace. La pregunta que enseguida ormula el psicoanalista es: ¿qué percibió el exhibicionista para que su tensión pulsional pudiera descargarse? El exhibicionista apresó la mirada de la joven, o para decirlo con mayor precisión, él provocó esa mirada u n cambio repentino; en una mirada indierente hizoen surgir, de súbito, el miedo, la estupeacción, o al menos el asombro. Lo notable es que a ese cambio solo es posible reerirse de manera perirástica diciendo, por ejemplo, que se produjo un «brillo en la mi rada». Entonces, el elusivo objeto es eso, ese cambio que precipitó la satisacción y sin el cual no es posible descargar temporalmente la tensión excitativa. Así, cada vez hay que hacer surgir el objeto de la pulsión, pues nunca está allí dispuesto de antemano. Pasando ahora al terreno de la creación artística, por vía de la sublimación, podemos mencionar un perormance de Ana Mendieta, Gente mirando sangre , en que la artista captaba la mirada sorprendida del transeúnte cuando veía que bajo la puerta de una casa brotaba un torrente de sangre. La obra, en este caso, consistía en el registro otográfico de esa mirada sorprendida, aterrorizada, del paseante. A pesar de las evidentes dierencias que se puedan señalar, entre el ejemplo propuesto por Leclaire y la reerencia a la obra de la artista , notamos que respecto del montaje n ecesar io para alcanzar la meta pulsional se trata de algo muy próximo: producir una mirada que cause satisacción. A partir de las elaboraciones precedentes, volvamos a la pulsión oral para procurar distinguir cuál es entonces la naturaleza de su objeto. Como lo hemos dicho, el objeto de la pulsión oral no es el seno que da leche ni el alimento, sino el seno perdido con el destete. A partir de esa pérdida, el objeto de la pulsión oral no tiene que ver con la comida que se ingiere sino con el sabor, la temperatura, el contacto, ese gusto singular que me provoca una satisacción. Al respecto, Leclaire señala que ese objeto concierne más bien a una dierencia, a una ruptura en el flujo sensorial, a un «corte», que signa un antes y un después: primero está la tensión pulsional, luego la satisacc ión. En el punto donde se produce la dierencia se aloja el objeto, que genera enton ces una d iscontinuidad, 141
Belén del Rocío Moreno
cuyo estatuto mismo no es posible reducir. De allí que solo podamos hablar de ese objeto por medio de la perírasis… el rodeo se impone, de múltiples ormas, dada la condición elusiva, ugitiva, del objeto. Ahora bien, esta pa labra «corte» nos conduce, antes que nada, a las ormulaciones el Seminario angustia 29 (1962-1963) ; all í en eecto,deelLacan objetoena resulta del «cor10. te»Laproducido en el protosujeto por su inserción en el campo del O tro. Ese racaso de la palabra, hecho patente cuando intentamos localizar con más precisión el objeto pulsional, es el que nos deja, desprovistos, en la antesala de lo real como lo innombrable. Lo real aquí es evidencia de un límite de la palabra. Y luego, lo real del objeto nos conduce, de manera inevitable, a lo real del goce experimentado, ya que para decir el goce la palabra siempre resulta insuficiente. Nos pasa a todos como a Enrico Gnei, aquel personaje de Italo Calvino 30, quien al empezar a contarle a un amigo sobre los goces maravillosos que había experimentado con una mujer la noche anterior, se queda, en la med ida en que agrega palabras , con nada entre las manos. Quizá también sea esta misma dimensión inasible del objeto aquella a la que alude Beckett en uno de sus primeros textos: He tardado mucho tiempo, toda la vida por así deci rlo, en comprender que el color que tiene un ojo entrevisto , o la procedencia de un ruido lejano , están más cerca de Giudecca, en el infierno de las ignorancias, que la existencia de Dios, o la génesis de protoplasma, o la existencia del ser, y exigen mucha más sabiduría de la que devuelven. Es un poco abusivo, toda una vida, para llegar a esta consoladora conclusión, no le queda a uno tiempo de aprovecharla. 31
Resulta entonces que el objeto, ese elemento que nos parecía tan sencillo nombrar en un listado (seno, heces, mirada, voz), que nos 29 Jacques Lacan,El seminario. Libro 10. La angustia (1962-1963) (Buenos
Aires: Paidós, 2006). 30 Italo Calvino, «La aventura de un empleado»,en Los amores diíciles
(Barcelona: Tusquets, 1993). 31 Samuel Beckett, «Primer amor», enRelatos (Barcelona: Tusquets, 2003), 26.
(La cursiva es mía.) 142
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
parecía tan ácil de asir, en el momento de intentar situarlo, se nos escabulle, se nos escapa, para surgir y desaparecer, en un instante. También podemos decir que la dimensión real de la pulsión resulta de que el objeto es un hueco, un vacío, un agujero. Así las cosas, en nivel de la pulsión, el objeto es más la alta de objeto que de el manera incesante instiga. Como ya lobien he planteado, la pérdida inaugural del objeto determinará entonces la serie de sucedáneos de carácter imaginario que vendrán a ocupar precariamente el lugar de ese agujero. De donde los sucedáneos, los objetos imaginarios de la pulsión, nunca darán la talla respecto de los deleites soñados. Por ello resulta imposible lograr de orma total la meta pulsional: la satisacción de la pulsión siempre será limitada, lo cual relanzará incesantemente el circuito de la pulsión en una búsqueda que no halla puerto definitivo, que no encuentra término… 3. Meta (Ziel)
El fin de toda pulsión es la satisacción que implica alguna disminución de la excitación en la uente; sin embargo, como no es posible eliminar totalmente la presión, habrá de persistir una excitación constante en la zona erógena —la Konstante Kraf de la que Freud hablaba—. Ahora bien, en relación con la satisacción de la pulsión, Lacan va a examinar las vías sustitutivas a través de las cuales esta se satisace: el síntoma y la sublimación. Tomemos, en primer término, su reerencia clínicaa los pacientes que dicen no estar contentos ni satisechos; pues bien, nos dice que allí mismo algo, sin embargo,se satisace. El surimiento del síntoma comporta invariablemente un envés de goce pulsional acéalo: Es evidente que la gente con que tratamos, los pacientes, no están satisechos, como se dice, con lo que son. Y no obstante, sabemos que todo lo que ellos son, lo que viven, tiene que ver con la satisacción. Satisacen algo que sin duda va en contra de lo que podría satisacerlos, lo satisacen en el sentido de que cumplen con lo que ese algo exige. No se contentan con su estado, pero aún así en ese estado de ta n poco contento se co ntentan. El asunto está en saber qué es ese se que queda a llí contentado […]. Digamos que, pa ra una satisacc ión de esta índole, penan demasiado. Hasta cier to punto ese 143
Belén del Rocío Moreno
penar de más es la única justificación de nuestra intervención […]. En todo caso, nos reerimos a la pu lsión justamente porque el estado de satisacción ha de corregirse a nivel de la pulsión. 32
La paradójica satisacción del síntomaque implica preguntas. Ante todo, no es una satisacción resultenumerosas evidente, puesto que se manifiesta como surimiento. El surimiento sintomático es una de las ormas de procurarse satisacciones de carác ter erógeno, una de las ormas en que el neurótico vive su sexualidad, un modo de satisacción pulsional. Una orma también, según Freud lo planteaba, de satisacer el sentimiento inconsciente de culpa que agobia al neurótico. A propósito del valor erógeno del síntoma, podemos evocar la reerencia al caso Elisabeth, aquella joven aectada por una astasia-abasia, que respondía de un modo singular a la estimulación de la zona dolorosa: […] cuando en la señorita Von R. se pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperálgicas de la pierna, su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer que de dolor; lanzaba unos chillidos —yo no podía menos que pensar: como a raíz de unas voluptuosas cosquillas—, su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se arqueaba hacia atrás. Nada de esto era dema siado gr ueso, pero sí lo ba stante nítido […]. 33
En relación con la paradójica satisacción pulsional en el síntoma, Lacan introdujo la categoría de lo imposible , como definición de lo real. Afirma que «el camino del sujeto —y aquí pronuncio el único término en relación con el cual puede situarse la satisacción— pasa entre dos murallas de imposible» 34. La unción de lo imposible no ha de tomarse simplemente por vía de la negación, diciendo que lo imposible es lo contrario de lo posible; más 32 Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 173. 33 Sigmund Freud, «Estudios sobr e la histeria» (1905), en Obras completas,
vol. 2, 153. 34 Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 174. 144
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
bien Lacan define lo real como lo imposible. En Lacan, lo real es lo que impide el uncionamiento del principio del placer; así distingue lo real por su separación de este principio. En el Seminario 11, Lacan pla ntea que la pulsión es lo que hace racasar el pri ncipio del placer. en la la cantidad ormulación reudiana,enapunta mantener loTal másprincipio, baja posible de excitación el apa arato psíquico. Así, la pulsión misma es lo que obstaculiza tal principio de mínima tensión, de equilibrio, pues la tensión pulsional nunca es nula, siempre hay una cantidad de excitación ag uijoneando. Freud propuso la imagen del ave Fénix para reerirse al renacimiento de la excitación pulsional que surge renovada tras cada satisacción; de modo que a la pulsión le ocurre como a aquel ser mitológico: renace de entre las cenizas. Podemos entonces relacionar esta figura mitológica con otra de las definiciones de Lacan sobre lo real: lo rea l es lo que vuelve al m ismo lugar, es —para decirlo ahora con Freud— lo que renace de entre las cenizas… dado que la parcialidad de la satisacción reactiva incesantemente el movimiento pulsional. Así pues, para deci rlo con una metáora pirómana, entre las cenizas, los rescoldos de una satisacción limitada encienden nuevamente la llama de la pa sión, el incendio de la pulsión. Pero como Lacan plantea que hay dos murallas de imposible para la satisacción, es necesario agregar que lo imposible también aparecía cuando Freud aún sostenía el principio del placer como rector de la vida psíquica. Asunto al que se refiere Lacan hablando de la satisacción alucinatoria. Recordemos que tal satisacción alucinatoria ue planteada por Freud cuando habló de la primera vivencia de satisacción, para distinguir el movimiento del deseo como aquella tendencia que apunta a establecer una identidad de percepción con esa vivencia. Tal propósito, orientado por el principio del placer en el estado primario del aparato psíquico, culmi na en una alucinación. Pues bien, la satisacción alucinatoria ta mbién quedará situada en esa unción de lo real como imposible, puesto que la alucinación es mero señuelo y de ninguna manera la satisacción que se tuvo. Pero no solo el síntoma plantea inquietudes respecto de la satisacción pulsional; hay un dest ino que provoca nuevas preguntas 145
Belén del Rocío Moreno
sobre la meta pulsional: la sublimación. Freud planteó que este destino pulsional implicaba una inhibición de la meta sexual. En eecto, puede ocurrir que una pulsión avance en procura de una satisacción, pero que de súbito se detenga en ese recorrido; en tal inhibición se hallaría comienzo una sublimación. Entonces, a una pulsión inhibidaelen su meta de le queda obstaculizado el logro de una satisacción sexual di recta. La cuest ión que surge enseguida es cómo puede producirse una satisacción pulsional aun estando inhibida la meta directa de la pulsión. Freud dice que la sublimación es también satisacción de la pulsión a pesar de que está inhibida en cuanto a su meta —a pesar de que no la alcanza. La satisacción no deja de ser por ello satisacción de la pulsión y además sin represión. En otros términos, en este momento no estoy copulando, les estoy hablando y, sin embargo, puedo alcanzar la misma satisacción que copulando. 35
Notemos, además, que existe una relación de disyunción entre el síntoma y la sublimación; diremos entonces «síntoma o sublimación», exclusión que equivale simplemente a la oposición entre dos destinos de la pulsión (represión y sublimación). El germen del síntoma está en la represión, que luego habrá de maniestarse con el racaso de la deensa y el consecuente retorno de lo reprimido; en cambio, la sublimación opera sin represión y, no obstante, implica un destino en el que se obtiene una cuota de satisacción pulsional. 4. Fuente (Quelle)
La uente de la pulsión, que es la zona erógena, tiene un lugar primordial en la serie de intercambios que se establece entre el sujeto y el Otro. Las uentes son zonas orificiales cuyos bordes tienen movimientos de cierre y apertura. Desde el punto de vista de su valor erógeno, la uente de la pulsión no es un órgano o conducto sino unda mentalmente un borde: 35 Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 173.
146
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
¿Por qué las zonas ll amada s erógenas se reconocen solo en esos puntos que para nosotros se dierencian por su estr uctur a de borde? ¿Por qué se habla de la boca y no del esóago o del estómago? Estos participan también de la pulsión oral. Pero, en lo que respecta a lo erógeno, hablamos de la boca, yllnoama soloelde la bocadesilos nodde los labios y los dientes, de lo que Homero cercado ientes. (176)
En este punto podemos evocar las elaboraciones de Freud y de los analistas de las primeras generaciones que hablaban de una ase oral ca níba l, donde la satisacción pulsional supone —como se dice— meterle el diente a algo, con ganas . Entre esas zonas orificiales, hay sin embargo una que resulta ser la excepción: los párpados se abren y se cierran, la boca se abre y se cierra, el esínter anal se abre y se cierra; el oído, en cambio, es un orificio que, no solo desde el punto de vista anatómico, sino undamentalmente desde el punto de vista del inconsciente, jamás se cierra. Recordemos el provocador título de un ensayo de Pascal Quignard, «Ocurre que las orejas no tienen párpados» 36. Esta singular condición determina que, en el juego pulsional, la pulsión invocante sea la única subjetivante y por ello resulte ser la experiencia más cercana a lo i nconsciente. El circuito de la pulsión parcial
Freud había planteado las tres voces gramaticales — activa, pasiva y media re eja— para situar la orma como la pulsión alcanza su meta. Para Lacan, este recurso recubre algo más undamental, a saber: la pu lsión se satisace haciendo un retorno sobre la uente, después de darle la vuelta al objeto. Es esto lo que el psicoanalista rancés denominó «circuito de la pulsión parcial». Freud nos presenta la pulsión de una orma muy tradicional, utilizando en todo momento los recursos de la lengua y apoyándose sin vacilaciones en algo que solo pertenece a los sistemas lingüísticos, las tres vías, activa, pasiva y reflexiva (media). Pero esto no 36 Pascal Quignard, «Ocurre que las orejas no tienen párpados», El enodio a la
música. Diez pequeños tratados(Barcelona: Andrés Bello Española, 1998), 103.
147
Belén del Rocío Moreno
es más que el cascarón. Tenemos que darnos cuenta de que esta reversión significante es una cosa y otra muy distinta lo que recubre. Lo undamental de cada pulsión es el vaivén con el que se estructura. Es notable cómo Freud no puede designar estos dos polos sin echary mano de algo que lla ver y ser visto, mentar ser atormentado. Y esmamos porqueverbo desde[…] el comienzo Freudatorda por sentado que no hay parte alguna del trayecto de la pulsión que no pueda separarse de su vaivén, de su reversión undamental, de su carácter circular. 37
a
Aim
Bord Goal
El circuito inicia su recorrido en el borde erógeno, rodea al objeto, para volver a la uente; el retorno implica que la pulsión obtiene una satisacción en el mismo borde erógeno. Este recorrido, que le da la vuelta al objeto para retornar a la uente, es el modo como la pulsión se satisace: «La tensión siempre es un lazo y no puede disociar se de su regreso sobre la zona erógena. Su meta no es otra cosa que su regresión en orma de circuito» (186). Esta última reerencia indica que cada uno de los elementos que Freud asoció con la pulsión está allí representado en el esquema que Lacan propuso para el ci rcuito de la pulsión. Así, la uente ( Quelle), la zona orificial, zona de borde, está representada por la elipse; la presión (Drang) es la que lanza desde el orificio erógeno el vector que representa el recorrido pulsional (allí tenemos el trazado en arco, en lo que Lacan denomina el retorno en circuito de la pulsión); el objeto (Objekt ) es la a minúscula que está en el centro y, cuyo rodeo, final mente permitirá que la pulsión alcance su meta (Ziel ), la satisacción, en el m ismo agujero erógeno. 37 Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 185. 148
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
Acá podemos recordar la reerencia a Heráclito que Lacan consigna como epígrae para esta sesión del Seminario: «Al arco le dio el nombre de vida ( Bíos) y su obra e s la muerte» (181). El arco es el lazo del Drang, de la presión pulsional, que al partir del orificio erógeno bordear al objeto,esto para satisacción parcial, le hace suy obra a la muerte, es,producir a la repetuna ición. Este recorrido en vaivén, este circuito, termina en hacerse chupar, cagar, mirar, oír... La actividad de la pulsión se concentra en ese hacer se, y podríamos lograr ciertos esclarecimientos si lo reerimos al campo de las demás pulsiones […]. Después de hacerse ver , me gustaría aportar otro, el hacerse oír , del cual Freud ni siquiera habla [meta de la pulsión invocante]. Tengo que indicarles rápidamente la dierencia con el hacerse ver . Los oídos son el único orificio, en el campo del inconsciente, que no puede cerrarse. Mientras el hacerse ver se indica con una flecha que de veras retorna al sujeto, el hacerse oír va hacia el otro. La razón de esto es estructural, y no podía dejar de señalarlo de paso. Consideremos la pulsión oral […] digamos que la pulsión oral es hacerse chupar , es el vampiro […]. A nivel de la pulsión anal —descansemos un poco— parece que ya la cosa no anda para nada, y sin embargo cuando se dice hacerse cagar , ¡tiene mucho sentido! Cuando se dice aquí, que uno se hace cagar a lo grande, se está en relación con el gra n cagador, el gra n molesto […]. 38 38 La cita continúa con algunas elaboraciones sobre el escíbalo: «Es un gran
error identificar sencillamente el amoso escíbalo con la unción que se le da en el metabolismo de la neurosis obsesiva. Es un gran error amputarle lo que le representa, en ocasiones como regalo, y despojarlo de la relación con una polución, la purificación, la catarsis. Es una equivocación no ver que allílejos sale de la unción la oblatividad. Para decirlo todo, enLibro esto,11. no está de muy eso que de llamamos alma». Lacan, El Seminario. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis , 202 y 203. Recordemos que ese valor de regalo que tiene el escíbalo ya había sido planteado por Freud enransmutaciones de las pulsiones y especialmente del erotismo anal , cuando decía que la madre le pedía a su hijo el esperado regalito, primera propiedad del inan te que acepta ceder por el amor a ella. C. Sigmund Freud, «Transmutaciones de las pulsiones y especialmente del erotismo anal» (1917), enObras completas, vol. 17. Por otra parte, en relación con el amor oblativo, que se rinde en toda clase de pruebas, orendas y sacrificios entregados al otro —y que los posreudianos consideraban la cereza 149
Belén del Rocío Moreno
Más adelante continúa con esta misma ormulación, para agregar un elemento que permite hacer otra distinción entre los asuntos del amor y los de la pulsión: Hoy indiqué de orma muy explícita que cada uno de los tiempos a, b por y c, lacon que Freud articula debeque serles reemplazado órmula hacerse ver , cada oír y pulsión, toda la lista enumeré. Esto implica undamentalmente actividad, en lo cual coincido con lo articulado por el propio Freud cuando distingue los dos campos, el campo pulsional de un lado, y del otro, el campo narcisista del amor, subrayando que hay reciproci dad entre ama r y ser amado, mientras que en el otro ca mpo solo se trata de u na pura actividad durch seine eigene riebe para el sujeto. ¿Está claro? De hecho salta a la vista que aún en su supuesta ase pasiva, el ejercicio de una pulsión, masoquista por ejemplo, exige que el masoquista, si me permiten decirlo así, sude la gota gorda. 39
Es por ello que Freud decía que las pulsiones son ragmentos de actividad y por tal razón resultaba impreciso hablar de pulsiones pasivas; con rigor habremos de reerirnos a pulsiones de meta pasiva, puesto que en su u ndamento las pulsiones son pura actividad; de allí que Lacan afirme que el masoquista, quien aparentemente está en una posición pasiva, tiene que trabajar arduamente para hacerse golpear como le gusta. Lacan se sirvió de la lengua inglesa para precisar de qué se trata el circuito de la pulsión parcial; así, para reerirse al trayecto tomó la palabra aim y para situar el fin del circuito propuso la palabra goal : Aim: si se encarga a alguien una misión, aim no se refiere a lo que debe traernos; se refiere al camino que tiene que recorrer. Te aim es el trayecto. La meta tiene también otra orma, the goal. Goal , en el tiro al arco, no es tampoco el blanco, no es el pájaro que del ponqué, el mayor signo de madurez—, vemos cómo Lacan revela el undamento anal del empuje a orecertantos regalitos. 39 Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis, 208.
150
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
derribamos, es, más bien, haber marcado u n punto y, con ello, haber alcanzado la meta. (186)
El trayecto del circuito consiste en contornear el objeto, hacerle un tour, darle Delaa lengua llí que habría queatomar tour «con la ambigüedad que la le vuelta. imprime r ancesa, la vez punto en torno al cual se gira, turn, y trick, juego de manos» (176). Tenemos, entonces, dos palabras con las que juega Laca n; el tour del ra ncés, cuya polisemia indica tanto el giro como la trampa, el ardid, el truco, que a su vez reen vía al trick del inglés. Podemos ahora decirlo con un uso particular del español: el circuito de la pulsión «le hace la vuelta al objeto». En eecto, cuando se dice «hacerle la vuelta» a alguien, se trata de engañarlo trampeándolo, sin que se percate de qué suerte de combinación está siendo objeto. En rancés, el tour d’escamotage , el juego de manos al que se refiere Lacan, nos lleva al campo de la prestid igitación. Entonces, así como el prestidig itador, en sus pases de manos, deja algo oculto 40 , de modo semejante al go también se esconde en el circuito pulsional, puesto que, como ya lo señalé, t ras la contingencia está el vacío del objeto, su condición siempre elusiva, ráaga que se precipita, para enseguida desaparecer. Cada tour alrededor del objeto —que implica el retorno a la uente— trae consigo no solo una satisacción parcia l, sino además una instigación a trazar de nuevo el circuito, por eecto de la reactivación de la uente… El ave Fénix renace de entre las cenizas. El matema de la pulsión: $◊D
El último punto por trabajar, en este recorrido, es la afirmación de Lacan de que la pulsión se constituye en relación con las demandas del Otro. En tal sentido, se advierte que abandona la idea reudiana de que la pulsión se apoya en una unción biológica de importancia vital, pues sostiene que la pulsión se constituye en unción de las demandas del Otro. Si para Freud la pulsión sexual 40 «¿Dónde está la bolita? ¿Dónde está la bolita?», pregunta el mago mientras
la esconde, sin que el alelado espectador se dé cuenta del pase de manos que ejecuta. 151
Belén del Rocío Moreno
estaba enchuada a la unción vital o a lo que denominó pulsiones de autoconservación, para Lacan el circuito de la pulsión se enchua en las demandas conscientes e inconscientes del Otro. O, para decirlo con más precisión, esas necesidades biológicas se desnaturalizan cobran un valor pulsional al tejerse en el lazo del inans con elyOtro. Esta ormulación tiene un antecedente incipiente, desprovisto de consecuencias, en los res ensayos para una teoría sexual , cuando Freud afirmó que la madre con sus caricias y cuidados era quien despertaba y preparaba la posterior intensidad de la pulsión sexual; es ella quien transorma el cuerpo biológico del bebé en un cuerpo erógeno 41 . Con esta afirmación, Freud reanimó, en otro sentido, su primera teoría etiológica de la histeria, que según sus ormulaciones iniciales era provocada por la seducción de un adulto. Lacan derivó importantes consecuencias de esta indicación, acaso marginal, de Los tres ensayos para una teoría sexual y planteó que son las demandas del Otro dirigidas al protosujeto las que determinarán las part icularidades de su vida pulsion al. Las demandas del Otro tienen una influencia determinante sobre el cuerpo, excitando algunas partes más que otras. Es decir que los bocones, los mirones, los orejones, no nacieron así; la desmesura de la representación psíquica de sus orificios no está determinada por su constitución biol ógica; sus i nclinaciones pulsionales se est ablecieron en esa relación constitutiva con el Ot ro. Ahora bien, hay que señalar que en el lazo del sujeto con el Otro se establece una doble demanda: tanto el niño expresa, de diversas maneras, su pedido di rigido a la madre, como ella le dirige a su hijo, de múltiples ormas, su demanda. Se trata entonces del 41 «El trato del niño con la persona que lo cuida es para éluna uente continua
de excitación sexual y de satisacciones sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho deque esa persona —por regla general la madre—, dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece y claramente lo toma como sustitutivo de un objeto sexual de pleno derecho. La madre se horrorizaría, probablemente, si se le esclareciese que con todas sus muestras de ternura despierta la pulsión sexual de su hijo y prepara su posterior intensidad». C. Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual»,203. 152
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
«toma y da acá» en el vínculo que instala la insistencia de las demandas, pues tanto la madre le pide al niño que coma («esta cucharada por el papá, esta por la mamá , esta por el gato…», «¡Uhm, está delicioso!»), como él le dirige de múltiples ormas su pedido «tengo La insi demandas l a madre el eectohambre». de erotizar los stencia bordes de dellascuerpo. Las de palabras del tendrá Otro polarizan la atención del inante sobre tales o cuales zonas del cuerpo, sobre tales o cuales unciones corporales, y así las hacen surgir en su valor pulsional. Entonces, las palabras del Otro aect an las zonas erógenas de modos diversos: tanto causan el hormigueo de la excitación sexual como pueden rerenarla. El agujero anatómico solo será agujero erógeno si es horadado por las demandas de la madre; si ello no ocurre, el cuerpo quedará sellado como la superficie esérica y silente de los planetas. De la misma manera, es necesar io tener en cuenta ese registro de la demanda del Otro respecto de la pulsión anal. En un cierto momento, la madre dirige a su hijo el pedido de depositar sus excrementos, en un sitio y tiempo determinados. En el registro de la pulsión anal resulta muy evidente que hay una demanda del Otro pidiéndole al niño que haga sus deposiciones en un momento y un sitio fijados para ta l propósit o. La madre pide, y si el niño entrega el valioso regal ito, ella le dará algo a cambio. Eso que recibe a cambio es nada menos que una identificación con el objeto que completa ilusoriamente al Otro materno: el alo imaginario ( ). Surge así el regist ro del i ntercambio: la caca por u na identificación álica: «si me das tu caca, obtendrás estotro en retribución». La demanda materna, que puede expresarse de diversas ormas —cariñosas, quejosas y hasta rabiosas—, hace en último término un pedido animado por el amor: «Cédeme el regalo de tu caca, por el amor que te tengo, por el amor que me tienes». Entonces no se trata simplemente de la unción biológica de la deecación, sino de su captura en el campo de la demanda del Otro, que, al ser satisecha por el sujeto, instaura la dialéctica del don. Lacan planteó que todo lo que es del regist ro del don, del intercambio —incluido, desde luego, el amoso amor oblativo—, está ligado con la analidad. De allí que esa modalidad amorosa, que los posreudianos 153
Belén del Rocío Moreno
consideraron como la cumbre de la maduración, tenga un srcen más bien poluto. Hay que decir que Lacan no siguió la idea reudiana de una secuencia de ases o etapas de la organiz ación psicosexual: primero la ase oral, luego la anal, enseguida álica, para después de un periodo de latencia, terminar en unalaase genital, que implicaría la subordinación de las pulsiones parciales a la primacía de los genitales. No hay pues traslado de los énasis erógenos por simple seriación histórica ni mucho menos por una supuesta maduración evolutiva. Advertimos, de inmediato, que plantear las cosas en estos términos resu lta de lo más impropio , por cuanto implica desconocer que con las pulsiones siempre ha de considerarse el lazo con el Otro. No hay ninguna relación de engendra miento entre una pulsión parcial y la siguiente. El paso de la pulsión oral a la pulsión anal no es producto de la maduración, es el producto de algo que no pertenece al campo de la pulsión —la intervención, la inversión de la demanda del Otro—. Si hacemos que intervengan las demás pulsiones cuya serie podemos establecer y cuyo número es limitado, se verían en un aprieto, si tuviesen que situar respecto a las pulsiones que acabo de nombrar, dentro de una sucesión histórica, la Schaulust , pulsión escópica, y aún de lo que distinguiré en el momento oportuno como pulsión invocante, y si tuviesen que establecer entre ellos una relación de deducción o de génesis. 42
El paso de una modalidad de satisacción a otra solo es posible mediante la intervención de la demanda del Otro. De allí que Lacan e scriba de la sigu iente manera el matema de la pulsión: $◊ , donde el rombo, el losange, el punzón, conormado por la reunión de varios sig nos lógicos, puede leerse como todas las ormas de relación —conjunción, disyunción, implicación recíproca— entre el sujeto y las demandas del Otro. Entonces, el predominio temporal 42 Lacan, El Seminario. Libro 11. Loscuatro conceptos undamentales del
psicoanálisis, 187.
154
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
de una pulsión sobre otras no está regido por ningún programa biológico, sino por la orientación que sobre las zonas del cuerpo determina la demanda materna. Como esta migración se produce por esta intervención, el uncionamiento pulsional se puede ver aectado, incluso sintomáticamente, por las vicisitudes diversas de las relaciones entre el inans y el Otro. Dado que la pulsión es representante de una excitación, por esta vía la pulsión logra una inscripción en el inconsciente. Así, las pulsiones parciales representan la realidad sexual en el inconsciente. Finalmente, solo dejo anunciado que, en el Seminario 23 . Joyce. El Sinthome (1975-1976), Lacan propuso una definición de la pulsión que permite retomar, de nueva manera, la articulación entre la pulsión, la pa labra y, ahora su sopor te, la voz: [las pulsiones son] el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Para que resuene este decir, para que consuene […] es preciso que el cuerpo sea sensible a ello. De hecho lo es. Es que el cuerpo tiene algunos orificios, entre los cuales el más importante es la oreja, porque no puede taponarse, clausurarse, cerrarse. Por esta vía responde en el cuerpo lo que he llamado la voz. 43
Así, lo que hace sensible al cuerpo no es el aparato auditivo, sino la voz como objeto a, el vacío que hace posible la resonancia de los significantes. Entonces, de manera en extremo condensada, podemos decir simplemente que la pulsión es el eecto bien real de la palabra sobre el cuerpo. Finalmente, después de este recorrido, no queda más que situar el fin en el comienzo, para un nuevo comienzo: Yo, que entiendo el cuerpo. Y sus cr ueles exigencia s. Siempre he conocido el cuerpo. Su vórtice que marea. El cuerpo grave. Personaje mío aún sin nombre. , «El viacrucis del cuerpo»
43 Jaques Lacan,El Seminario. Libro 23. El Sinthome (1975-1976) (Buenos Aires:
Paidós, 2006), 18. (La cursiva es mía.)
155
Belén del Rocío Moreno
Bibliografía Beckett, Sa muel. «Primer amor». En Relatos . Barcelona: Tusquets, 2003. Calvino, Italo. «La aventura de un empleado». En Los amores diíciles . Barcelona: Tusquets, 1993. Didier-Weill. Alain. Invocaciones, Dionisos, Moisés, San Pablo y Freud . Buenos Aires: Nuevas Visión, 1999. Freud, Sigmund. «Análisis terminable e interminable» (1937). En Obras completas, vol. 23. Buenos Aires: Amorrortu, 2005. . «Estudios sobre la histeria» (1895). En Obras completas , vol. 2. Buenos Aires: Amorrortu, 2005. . «Más allá del principio del placer» (1920). En Obras completas, vol. 18. Buenos Aires: Amorrortu, 2005. . «Pulsiones y destinos de pulsión» (1915). En Obras completas , vol. 14. Buenos Aires: Amorrortu, 2005. . «Transmutaciones de las pulsiones y especialmente del erotismo anal» (1917). En Obras completas, vol. 17. Buenos Aires: Amorrortu, 2005. . «Tres ensayos para una teoría sexual» (1905). En Obras completas , vol. 7. Buenos Aires: Amorrortu, 2005. . «32.° Conere ncia: Angustia y vida pu lsional» «Nuevas conerencias de introducción al psicoanálisis» (1932). En Obras completas , vol. 22. Buenos Aires, Amorrortu, 2005. Korman, Víctor. El espacio psicoanalítico . Madrid: Síntesis, 2004. Lacan, Jacques. «Subversió n del sujeto y dia léctica del deseo en el inconsciente reudiano». En Escritos 2 . México: Siglo XXI, 1985. . El Seminario. Libro 10. La angustia (1962-1963). Buenos Aire s: Paidós, 2006. . El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos undamentales del psicoanálisis (1964). Buenos Aire s: Paidós, 1989. . El Seminario. Libro 23. El Sinthome. (1975-1976). Buenos Aires: Paidós, 2006. Leclaire, Serge. Escritos para el psicoanálisis. Moradas de otra parte . Buenos Aires: Amorrortu, 2 000. Lispector, Clarice. «El viacrucis del cuer po». En Cuentos reunidos. Bogotá: Alaguara, 2002. Roberto, Harari. Los cuatro conceptos undamentales para el psicoanálisis. Buenos Aires: Nueva Visión, 1987. 156
El concepto de pulsión de Freud a Lacan
Pérez Galimbert i, Al redo. «Una aproximació n a la teoría de las ficciones» (1995). http://deensachubut.gov.ar/userfiles/file/ Publicaciones/ficcion_discurso_narrativo_y_juridico.pd. Poizat, Michel. Vox populi, vox dei . Voz y poder. Buenos Aires: Nueva Visión, 2003. Quignard, Pasca l. «Ocurre que las orejas no tienen párpados» . En El odio a la música . Diez pequeños tratados . Barcelona: Andrés Bello Española, 1998.
157
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
Gloria Helena Gómez
Universidad Nacional de Colombia
Lalengua nos aecta primero por todos los efectos que encierra y que son afectos . Si se puede decir que el inconsciente está estruct urado como un lenguaje es por el hecho mismo de que los eectos de lale ngua, ya allí como saber, van mucho más allá de todo lo que el ser que habla es capaz de e nunciar.
.
,
Seminario 20. Aún.
representa al sujeto para otro significante, también determina para cada quien las ormas particu lares de goce en su cuerpo. El signi ficante aecta el cuerpo, susta ncia gozante, desde el comienzo de la vida. Se le canta, se le habla al niño antes de que este comprenda el sentido de lo dicho al lí, antes de que él comience a hablar. Es musicalmente como el cachorro humano entra en el lenguaje. En el primer tiempo de la vida las palabras habladas y cantadas producen eectos de satisacción , antes que de sentido: « Duérmete, mi niño. Duérmete, mi amor. Duérmete, pedazo de mi corazón. Arrorró, arrorró, niño de mi corazón… Nana, nanita, nanita, nana, duérmete, lucerito de la mañana ». Las nanas, esas canciones de cuna con las cuales se arrulla al niño, orman par te de la lengua materna; orma primera del lenguaje con la que se invita a entrar al niño en el orden humano. En la inancia, las palabras son utilizadas para cantar, jugar, disparatar, no solo para hablar y comunicar1. Ellas resuenan, se asocian, se repiten y deorman. Canciones, rimas, trabalenguas, retahílas y 1
En la literatura inantil se conoce como naderías a las estroas cortas, sin mensaje, pero cargadas de musicalidad en su rima, que ascinan a los pequeños. 159
Gloria Helena Gómez
adivinanzas son motivo de risas. El niño se sirve de las palabras como juguetes, con lo cual deja ver la enorme satisacción que experimenta al jugar con ellas, hilarlas sin tener en cuenta la lógica y el sentido; juego con las palabras en tanto puro material verbal: Don Pepito Se metió en bandolero un sombrero El sombrero era de paja Se metió en una caja La caja era de cartón Se metió en un cajón Se metió entre un balón El balón era muy no Se metió entre un pepino El pepino maduró Y don Pepito se salvó.
Ahora bien, si debemos a Lacan la teoriz ación de los eectos de satisacción y no solo de sentido que trae el lenguaje, ya en alguna s anotaciones clínicas de Freud encontramos cómo en la primera inancia, particularmente algunas de las palabras escuchadas del Otro, resuenan para el niño como aectos de orden penoso. Lacan formaliza Lalengua
Lalengua , neologismo creado por Lacan al escribi r en una sola palabra la lengua , y al cual hace reerencia en dierentes momen tos de su enseñanza a partir de 1970: elevisión (1970), Atolondradicho (1972), Seminario Aún (1972-73),La tercera (Intervención en el congreso de Roma, 31-10-1974), Seminario R.S.I. (1974-75),Conerencia en Ginebra sobre el síntoma (Conerencia en el Centro Raymond de Saussure, organizad a por la Sociedad Suiza de Psicoanálisis , 04-101975), Seminario El Sinthome (1975-1976). Lalengua , dirá en «La conerencia en Ginebra sobre el síntoma», hace homoonía con lallation : «[…] ese lenguaje que no tiene absolutamente ninguna existencia teórica, interviene bajo la
160
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
orma de una palabra que quise uese lo más cercana posible a la palabra rancesa lallation —‘laleo’ en castellano— lalangua» 2 . Lallation , del latín lallare, alude a cantar la-la-la... para hacer dormir al niño. En rancés lallation remite a la emisión de sonidos más menos articulados, por entonces parte del del niño, antes su adquisicióno del lenguaje; balbuceo niño quedetodavía no habla en propiedad, que solo prod uce sonidos. En ra ncés babillage (‘balbuceo’) es sinónimo de lallation Recogiendo las dierentes anotaciones de Lacan a propósito de lalengua , tenemos que esta lleva a Lacan a dierenciar dos aspectos en las palabras que el niño recibe de la lengua materna: el mensaje del Otro y lalengua del Otro, cuyos eectos difieren. Lalengua remite entonces a: El modo como el Otro habla al niño y la orma como este recibe sus palabras. La lengua escuchada del Otro (lengua materna) así como la emitida por el niño, antes de su apropiación del lenguaje vía las reglas gramaticales, que vienen a ponerle límite. La lengua del sonido (no del sentido), anterior al significante articulado a otro significante en la cadena. La entrada del significante en la sustancia gozante, bajo la orma de los dichos del Otro, que dejan u na huella de aecto. El sonido de la s palabras desconectadas de sentido, pero embebidas de goce. Los eectos de este goce sobre el cuerpo y no solo los eectos de sentido de lo e scuchado del Otro. Lalengua , traumática. Conjunto de S 1 (1, 1, 1 …) que no están ar ticulados ormando una cadena (S1...S 2); lo cual i mplica que dicho conj unto de S 1 no re
2
presenta al sujeto a la manera como un sign ificante representa a un sujeto para otro significante. Lugar de donde, en la experiencia analítica, el desciramiento extrae algunos significantes; solo algunos, puesto que a lalengua es diícil acceder, por no decir imposible, en la Jacques Lacan, «Conerencia en Ginebra sobre el síntoma», Intervenciones en y textos 2 (Buenos Aires: Manantial, 1991), 125.
161
Gloria Helena Gómez
medida que sobrepasa todo lo que el ser que habla es c apaz de enunciar. El desciramiento propio a la experiencia analítica consiste en hacer pasar el saber inconsciente (S 2), del lado de (S 1); S1, que aquí que organiza y determina la ormanoderepresenta gozar en elalsísujeto, ntoma.sino S 2 (saber ignorado ) signi ficante, causa y objeto, se convierte en S 1, que no representa al sujeto sino que comanda su goce. Lalengua es inexpugnable, pero produce eectos que son los aectos; ella aecta la sustancia gozante y es por esta vía que es actible deducirla 3. El encuentro de Freud con lalengua
Con el fin de entrar en la clín ica de lalengua , tomaremos como reerencia dos planteamientos de Lacan en su «Conerencia de Ginebra sobre el síntoma », para enseguida ir a Freud y a su aporte respecto de eso que Lacan ormaliza como el significante y sus eectos de goce. Dice Lacan: 1. «Para nada es una azar que en lalengua, cualquiera sea ella, en la que alguien recibió una primera impronta, una palabra es equívoca. Ciertamente, no por azar en rancés la palabrane [‘no’] se pronuncia de manera equívoca con la palabra noeud [‘nudo’]. Par nada es un azar que la palabra pas [‘no’] en rancés, contrariamente a muchas otras lenguas, redobla la negación y designe también un paso».4 2. «[…] algo volverá a surgir luego en los sueños, en toda clase de tropiezos, en toda suerte de maneras de decir, en unción de la manera en que lalengua ue hablada y también escuchada por tal o cua l en su particular idad». 5 Estas ormulaciones acerca delalengua las debemos al trabajo de Colette Soler alrededor del problema en cuestión. Véanse las reerencias a este autor en la bibliograía. 4 Lacan, «Conerencia en Ginebra sobre el síntoma», 125. 5 Lacan, «Conerencia en Ginebra sobre el síntoma», 126. 3
162
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
Lalengua que, no por azar, se denomina «materna», como pura sonoridad de las palabras se c aracter iza por la homoonía y el equívoco. Es algo que ya entrevé Freud, aunque es Lacan quien da a estos hallazgos clínicos un marco teórico. A propósito del carácter homoónico y equívoco veamos este ejemplo: un padre que intenta corregirdeel lalengua equívoco, (evidente para él) de su hijo de 4 años, que conunde la palabra grande (en el sentido de ‘edad’ y de ‘estatura’), dice al niño: «La abuelita es mayor que yo, ella es más vieja; tiene más años que yo, pero yo soy más grande en tamaño, en estatura que la abuelita». En su trabajo alrededor de las ormaciones del inconsciente, Freud se topa con la homoonía y el equívoco —dominantes en lalengua —. Para rastrear su encuentro con la homoonía y el equívoco, tomaremos las anotaciones que al respecto encontramos en el capítulo , «Material y uentes de los sueños» (Apartado B. «Lo inantil como uente onírica»), de La interpretación de los sueños (1900), donde Freud presenta tres indicaciones (que nos llevan a una cuarta), al ocuparse de lo inantil como uente del sueño. Dice Freud: «Cuanto más ahondamos en el análisis de los sueños, más recuentemente descubrimos las huellas de sucesos inantiles que desempeñan, en el contenido latente, el papel de uentes oníricas» 6. He aquí sus cuatro puntuaciones: 1. Un paciente médico dice: Después de leer la descripción que Nansen escribió de su expedición polar, soñó que en medio del hielo prestaba sus servicios proesionales al valeroso explorador, aplicándole corrientes eléctricas para curarle de unos dolores de vientre que le aquejaban. En el análisis de este sueño recordó una anécdota de su niñez, sin la cual no sería posible explicarlo. Teniendo 3 o 4 años, oyó una conversación sobre los viajes de exploración (Entdeckungs reisen ), preguntó a su padre si aquello era una enermedad muy grave, conundiendo los viajes
6
Sigmund Freud, «Material y uentes de los sueños» «L a interpretación de los sueños» (1900), en Obras completas, tomo 1 (Madrid: Biblioteca Nueva, 1973) 467.
163
Gloria Helena Gómez
(reisen ) con los retortijones (reissen ). Las burlas de sus hermanos grabaron para siempre en su memoria el recuerdo de este suceso.7
2. Luego de reerir este sueño de su pa ciente-médico, agrega Freud sueño va en la botánica misma dirección: Enque mi un sueño de lasuyo monograía se da un caso idéntico al que precede. Al analizarlo tropiezo, en eecto, con el recuerdo inantil, conservado, de que teniendo yo cinco años me dio mi padre un libro con láminas en colores, para que lo destruyera a mi antojo. (463)
Este es el relato completo del suceso: Mi padre tuvo un día la humorada —apenas justificable desde el punto de vista educativo— de entregarnos a mí y a la mayor de mis hermanas, para que lo estropeáramos y destruyéramos a nuestro antojo, un libro con láminas en colores (Descripción de un viaje por Persia). Por entonces tenía yo cinco años y mi hermana no llegaba a tres. El cuadro que ormábamos mi hermana y yo, destruyendo gozosamente el libro —al que uimos arrancando las hojas una a una (como a una alcachoa)— es casi el único perteneciente a aquella edad, del que conservo aún un recuerdo plástico. (452)
Podemos observar que, desde el punto de vista del aecto dominante en estos dos recuerdos, ellos sin embargo difieren: en Freud, se trata de un aecto próximo a la extrañeza, a la sorpresa (humorada) ante la actitud del padre que da ese libro a sus dos pequeños hijos, no para que lo hojeen sino para que lo destruyan; mientras en el paciente-médico de Freu d, el aecto perturbador tiene que ver con un daño de orden narcisista: «[…] las burlas de sus hermanos g rabaron para siempre en su memoria el recuerdo de este suceso», anota Freud.
7
164
Sigmund Freud, «La interpretación de los sueños», enObras completas, tomo 1, 463. (El resaltado es mío.)
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
3. Ahora bien, este recuerdo de inancia de Freud nos conduce a otro lugar de su obra, donde nos orece otro recuerdo suyo, aún más temprano, esta vez impregnado de un aecto penoso; el de su madre encerrada en u n cajón: Cuando habiendo cuarenta yde tres , comencé a dirigir mi interés haciayoloscumplido restos de recuerdos miaños inancia que aún conservaba recordé una escena que desde largo tiempo atrás —yo creía que desde siempre— venía acudiendo a mi conciencia de cuando en cuando, escena que, según uertes indicios, debía situarse cronológicamente antes de haber cumplido yo los tres años . En mi recuerdo, me veía yo, rogando y llorando ante un cajón cuya tapa mantenía abierta mi hermanastro, que era unos veinte años mayor que yo. Hallándonos así, entraba en el cua rto, aparentemente de regreso de la calle, mi madre, a la que yo hallaba bella y esbelta de un modo extraordinario. Con estas palabras había yo resumido la escena que tan plásticamente veía en mi recuerdo, pero con la que no me era posible construir nada . Si mi hermanastro quería abrir o cerrar el cajón —en la primera traducción de la imagen era éste un armario—, por qué lloraba yo y qué relación tenía con todo ello la llegada de mi madre, eran cosas que se me presentaban con gran oscuridad . Estuve, pues, tentado de contentarme con la explicación de que, sin duda, se trataba del recuerdo de una burla de mi hermano para hacerme rabiar, interrumpida por la llegada de mi madre. Esta errónea interpretación de una escena inantil conservada en nuestra memoria es algo muy recuente. Se recuerda una situación, pero no se logra centrarla; no se sabe sobre qué elemento de la misma debe colocarse el acento psíquico . Un esuerzo analítico me condujo a una inesperada solución interpretativa de la imagen evocada. Yo había notado la ausencia de mi madre y había entrado en sospechas de que estaba encerrada en aquel cajón o armario. Por lo tanto, exigí a mi hermanastro que lo abriese, y cuando me complació, complaciéndome de que mamá no se halla ba dentro, comencé a grita r y llorar. Este es el insta nte retenido por el recuerdo, instante
165
Gloria Helena Gómez
al que siguió, calma ndo mi cuidado o mi ansiedad, la aparición de mi madre. Mas ¿cómo se le ocurrió al niño la idea de buscar dentro de un cajón a la madre ausente? Varios sueños que tuve por esa época aludían oscura mente a una niñera, sobre la cual conservaba algunas otras reminiscencias; de que me concienzudamente a entregarlepor lasejemplo, pequeñasla monedas queobligaba yo recibía como regalo, detalle que también puede aspirar por sí mismo a adquirir el valor de un recuerdo encubridor sustitutivo de algo posterior. Ante estas indicaciones de mis sueños decidí hacerme más sencillo el trabajo interpretativo interrogando a mi ya anciana madre sobre tal niñera, y, entre otras muchas cosas, averigüé que la astuta y poco honrada mujer había cometido, durante el tiempo que mi madre hubo de guardar cama a raíz de un parto, importantes sustracciones domésticas y había sido después entregada a la justicia por mi hermanastro. Estas noticias me llevaron a la comprensión de la escena inantil, como si de repente se hubiera hecho luz sobre ella. La repentina desaparición de la niñera no me había sido indierente, y había preguntado su paradero, precisamente a mi hermanastro, porque, según todas las probabilidades, me había dado cuenta de que él había desempeñado un papel en tal desaparición. Mi hermanastro, indirectamente y entre burlas, como era su costumbre, me había contestado que la niñera «estaba encajonada». Yo comprendí inantilmente esta respuesta y dejé de preguntar, pues realmente ya no quedaba nada por averiguar . Más cuando poco tiempo después noté un día la ausencia de mi madre, sospeché que el pícaro herma no le había hecho correr igual suerte que a la niñera , y le obligué a a brir el cajón. A hora comprendo también por qué en la traducción de la visual escena inantil aparece acentuada la esbeltez de mi madre, la cual me debió de aparecer entonces como nueva y restaurada después de un peligro. Yo soy dos años y medio mayor que aquella de mis hermanas que nació entonces, y al cumplir tres años cesó mi hermanastro de vivi r con nosotro s. 8 8
166
Sigmund Freud, «Recuerdos inantiles y recuerdos encubridores» «Psicopatología de la vida cotidiana», enObras completas, tomo 1, 786-787. (El resaltado es mío.)
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
4. Una paciente, relata Freud, tuvo un sueño cuando tenía 4 años, su contenido es el siguiente: Ve andar a un lince o una zorra por encima de un tejado. Después cae algo o se cae ella tejado abajo. Luego sacan de casa a su madre[dice muerta y rompe a llorar Apenaselexpliqué la sujeto Freud] que su sueñoamargamente. tenía que significar deseo in-a anti l de ver morir a su mad re y que el recuerdo del mismo es lo que la inspira ahora la idea de que tiene que causar horror a su amilia, me suministró espontáneamente material bastante para un total esclarecimiento. Siendo niña, un golfillo que había encontrado en la calle se había burlado de ella aplicándole algunas calificaciones zoológicas, entre las que se hallaba la de «lince», y, posteriormente, teniendo ya tres años, había sido herida su m adre por una teja que le cayó sobre la cabeza, srcinándole intensa hemorragia. 9
En consecuencia, a la luz de las dos indicaciones extraídas de Lacan sobre lalengua , destacaremos en estos cuatro relatos lo siguiente: por una parte, aluden a acontecimientos de la más temprana inancia. En el caso de la señora es explícito: las palabras del pillo —entre ellas «lince»— ueron escuchadas antes de los 3 años, mientras que su sueño acontece un año más tarde. En los dos recuerdos de Freud, estamos ante escenas entre los 3 y 5 años. Para el caso de su paciente-médico, lo temprano de la escena se deduce de su conusión entre la palabra viajes ( reisen) y retortijones (reissen); comprensión incorrecta del sentido por pa rte de los niños pequeños que aún no domi nan el leng uaje (homoonía). Por otra parte, en el caso del médico y la señora, ciertas palabras resuenan como burlas venidas del Otro , que quedan grabadas; dejan huella s de aecto. En eecto, muchas de las palabras de los niños que nos hacen reír tienen que ver con esas imprecisiones en su uso del lenguaje. «Se habla del carác ter concreto del lenguaje del niño. Al contra rio de lo que parece, esto es a lgo que se relaciona 9
Freud, «Recuerdos inantiles y recuerdos encubridores», 505. (El resaltado es mío.)
167
Gloria Helena Gómez
con la contig üidad. […] los niños […] todav ía no l legaron a l a metáora, sino a la metonimia» 10. Como igua lmente lo puntúa L acan, «[…] la comicidad del significado exige que los significantes no sean antitéticos» 11 . Ejemplo: tres niñas dereplica: 6 años «yo se disponen a jugar.Risas Una dice: el caballo». Otra soy la caballa». de sus«yo dossoycompañeras de juego (que con ello dan prueba de poseer ya la oposición: caballo-yegua) que le corrigen: «no se dice la caball a, sino la yegua». En otro orden de ideas, a propósito del contenido de los primeros recuerdos inantiles, enRecuerdos encubridores (1898) Freud avanza: La cuestión de cuál puede ser el contenido de estos primeros recuerdos inantiles presenta especialísimo interés. La psicología de los adultos nos haría esperar que del material de sucesos vividos serían seleccionadas aquellas impresiones que provocaron un intenso aecto o cuya importancia quedó impuesta a poco por sus circunstancias. Alg unas observaciones de los Henri parecen confirmar esta hipótesis, pues presentan como contenidos más recuentes de los recuerdos inantiles, bien ocasiones de miedo, vergüenza o dolor ísico, bien acontecimientos importantes: enermedades, muertes, incendios, el nacimiento de un hermano, etcétera .12
De lo expuesto por Freud, años más tarde, acerca de la causa traumática haremos valer particularmente dos cuestiones: por un lado, su última ormulación sobre el trauma: «Llamamos traumas a las impresiones precozmente vivenciadas y olvidadas más tarde, que, según dijimos, tienen tanta importancia en la etiología de las neurosis […]. (Ellas) consisten en experiencias somáticas o en percepciones sensoriales, por 13lo general visuales o auditivas; son, pues, vivencias o impresiones ». 10 Jacques Lacan,El Seminario. Libro .3Las psicosis (1955-1956) (Barcelona:
Paidós, 1981), 328. 11 Jacques Lacan,Radioonía (Barcelona: Anagrama, 1977), 21. 12 Freud, «Recuerdos inantiles y recuerdos encubridores», 331. (El resal-
tado es mío.) 13 Sigmund Freud, «Moisés y la religión monoteísta. Tres ensayos», enObras
completas, tomo 3, 3283-3285. 168
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
Y, por otro, los tres caracteres que asigna a las vivencias traumáticas que constituyen el corazón de la neurosis; insistiendo por lo demás en que «[l]a relación entre aquellos tres atributos la establece una teoría emanada de la labor analítica, única que puede suministrar unconcretos, conocimiento de las vivencias olvidadas, que, en términos más aunque menos correctos, puedeovolverlas a la memoria»14: 1) ocurren en la época en que el niño comienza a desarrollar el lenguaje; 2) generalmente esas vivencias se olvidan, permanecen inaccesibles al recuerdo, caen en el periodo de la amnesia inantil, que casi siempre resulta penetrado por algunos restos mnémicos aislados —los recuerdos encubridores—; 3) remiten a impresiones de carácter sexual o agresivo, como a daños precozmente suridos por el yo —oensas narcisistas— que derivan en aectos: sentimientos de inerioridad, traición, burla, humillación (3285). El trauma es explicado aquí por Freud en términos económicos como una perturbación en la homeostasis del principio del placer: Si podemos aceptar que el carácter traumático de una vivencia solo reside en un actor cuantitat ivo; si, por consiguiente, el hecho de que una vivencia despierte reacciones insólitas, patológicas , siempre obedece al exceso de demandas que plantee al psiquismo, entonces será ácil establecer el concepto de que rente a determinada construcción puede actuar como trauma algo que rente a otra distinta no tendría semejante eecto. (3284)
Expone el trauma como racaso del principio del placer para regula r los excesos del quantum de aecto. Es la magn itud del montante de excitación la que hace a una impresión algo traumático; ella paraliza la unción del principio del placer y da a la situación de peligro su significación. En el instante traumático el sujeto no cuenta con los recursos para poner en marcha el principio del placer, siendo presa de una excitación imposible de tramita r. Experiencia de desamparo que Freud explica en tér minos económicos a 14 Freud, «Moisés y la religión monoteísta. Tres ensayos», 3285. (El resaltado es
mío.) Freud alude aquí al librode los psicólogos C. y V. Henri,Enquête sur les premières souvenirs de l’enance (1897). 169
Gloria Helena Gómez
partir de la relación entre cantidad de excitación y las uerzas del sujeto; su capacidad de soportar y usar tal excitación. Lacan ratificará y ormalizará esta teoría. El núcleo traumá tico del síntoma está hecho con vivencias que dejaron una huella de aecto. El sujeto, determinado por lo inconsciente-real, una respuesta al enigma, a l goce imposible de asimila r, queinventa representan tales experiencias de goce en el cuerpo; de donde se desprenden sus afirmaciones: el síntoma viene de lo real. El síntoma, acontecimiento del cuerpo; cuerpo que lleva la marca de goce, mediante la inscripción particular del significante en la carne (el significante se hace carne) para cada quien. Del agua del lenguaje [concluye Lacan] quedan algunos detritos uera de sentido, bajo la orma de un Uno sonoro proveniente de lo oído del Otro 15; uera de sentido, eecto del imposible, propio de lo simbólico. Desmaternalización: el lenguaje
limita el equívoco
[…] quizás no e xista ningún sujeto que no tenga entre su s recuerdos, alguna reprimenda, alguna sorpresa o alguna burla que le hayan valido esos años de a prendizaje del uso correcto del lenguaje, es decir, su salida de lalengua materna.
, L’èpoque dei traumi; L’époque des traumatismes
Desmaternalización de la lengua materna 16 anunciada por Lacan, refiriéndose a lo que acontece en el jardín inantil ( école maternelle) y enseguida en la escuela primaria; dematernalisation que se revela como una exper iencia subjetiva que hace patente que 15 Jacques Lacan, «Conerencia en Ginebra sobre el síntoma», 125. 16 Dematernalisation: neologismo construido por Lacan a partir deécole
maternelle (‘jardín inantil’) ymère (‘mamá’).
170
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
lalengua implica eectos de goce; comprende lo real traumático 17. En el proceso de escolarización, se constata la dificultad del niño para pasar de lo escuchado de lalengua a la estructu ra del lenguaje, en tanto articulada a lo escrito. A esteUn respecto con este relato de unen paciente de Freud: hombrecontamos de veinticuatro años conserva su memoria la siguiente imagen de una escena correspondiente a sus cinco años: Se recuerda sentado en una sillita, en el jardín de una residencia veraniega y al lado de su tía, que se esuerza en hacerle aprender las letras. El distinguir la m de la n constituía para él una gran di ficultad, y pidió a su tía que le dijese cómo podía conocer cuándo se trataba de una y cuándo de la otra. La tía le hizo observar que la m tenía todo un trazo más que la n, un tercer palito. 18
Como se vio antes, el juego con las palabras domina el mundo inantil propiciándole satisacción: rimas inantiles, estroas de versos acompañadas por melodías sencillas son entonadas para hacer dormir a los niños, para entretenerlos, para calmar su l lanto y sus dolores ( sana que sana, colita de rana, si no sanas hoy, sanarás mañana) y más adelante para enseñarles; se utili za la lúdica de las ri mas inanti les como recurso didáctico. Está, por ejemplo, la rima que busca que el ni ño conozca los meses por su duración: «reinta días trae noviembre con abril, junio y septiembre; de veintiocho solo hay uno, los demás de treinta y uno ». Hay los juegos rimados para aprender a contar el tiempo, memorizar el alabeto y la ortograía: « Allá se lo haya el aya si no halla al niño debajo del haya », o las órmulas mnemotécnicas ligadas con operaciones como la suma: « dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis », donde la cadencia está asegurada por la medida si lábica. Es en el ámbito de estos juegos didácticos que el niño, en el primer tiempo del aprendizaje, adquiere nuevas nociones a la par que se divier te. 17 Colette S oler, L’èpoque dei traumi; L’époque des traumatismes(Roma:
Bislink, 2004). 18 Freud, «Recuerdos inantiles y recuerdos encubridores», 786.
171
Gloria Helena Gómez
Es en la melodía más que en el texto mismo donde reside la uerza de una historia; lo avizora n poetas y escritores: «Esa e cieg a en las palabras, más allá de su sentido literal, es a mi modo de ver, el lazo más uerte que nos vincu la a la lectura . Y, como casi todo lo que sucedeamiliar con los hombres, se da en los primeros años de vid a, en el entorno »19. Así, desde la inancia las palabras están impregnadas de tono poético. Si en la poesía hay ideas y palabras que expresan la cuestión, es por excelencia el sonido de las palabras y su euoria lo que las hacen versos poéticos. La música de las palabras captura al oyente. Afirma Freud que el niño que juega se comporta como un poeta al crear un mundo propio, al situar los asuntos de su existencia en un orden nuevo, más gratificante20. Y, cuando la primera inancia y los juegos quedan atrás, el niño, el adolescente y el adulto buscan recuperar y procurarse, por otras vías, esta satisacción perdida, anota Freud. El placer derivado de nuevos juegos, chanzas, antasías, humor, sustituyen al alcanzado en los primeros años. Las técnicas del contrasentido corresponden a una uente de placer según Freud 21 . El juego con las palabras de los años de inancia, visto en retrospectiva, representa el grado preliminar de las agudezas del lenguaje y sus rendimientos. El sujeto, a través de estos y otros productos, intenta preservar la consecución del placer extraído de las palabras desde muy temprano en su exi stencia. Pero a medida que el niño crece, continúa Freud, este uso disparatado de las palabras va siendo menguado por la razón hasta quedar limitado a las uniones de palabras que orman un sentido. 19 Yolanda Reyes, «Los libros sin páginas»,Revista Alegría de Enseñar19,
año 5 (abril-junio 1994). Yolanda Reyes es maestra y escritora colombiana, directora de Espantapájaros-Taller (Bogotá), proyecto cultural deanimación a la lectura. 20 Sigmund Freud, «El poeta y los sueños diurnos», en Obras completas, tomo 2. 21 Sigmund Freud, «El chiste y su relación con el inconsciente», en Obras completas, tomo 1, 1099.
172
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
La educación desempeña aquí un papel determinante. El sometimiento al sentido se impone, y el no-sentido no es aceptado más. En el aula de clase, el ni ño se ve orzado a despojarse del no-sentido, y por allí mismo, a renunciar a la satisacción que aquello le procuraba. Estdeá en escuela ¿Juego para aprender, lo cual implica someterse al sentido las lapalabras. con las palabras o producción de sentido? ¿Placer de disparatar o cohesión intelectual? He aquí el dilema al que se enrenta. Prosigue Freud: Este placer va siéndole prohibido al niño cada día más por su propia razón, hasta dejarlo limitado a aquellas uniones de palabras que orman un sentido. T odaví a en años posteriores da la tendencia a superar las aprendidas limitaciones en el uso del material verbal muestras de su actividad en el sujeto, haciéndole modificar las palabras por medio de determinados afijos, transormar sus ormas merced a dispositivos especiales (reduplicaciones) o hasta crear, para entenderse con sus camaradas de juego, un idioma especial. A mi juicio, sea cualquiera el motivo a que obedeció el niño al comenzar estos juegos, más adelante los prosigue, dándose perecta cuenta de que son desatinados y, hallando el placer en el atractivo de infligir las prohibiciones de la razón. No utiliza el juego más que para eludir el peso de la razón crítica. Pero las limitaciones que la misma establece en este punto son bien poca cosa comparadas con las que luego, durante la educación, tienen que ser constitu idas par a lograr la exactitud del pensamiento y enseñarle a distinguir en la realidad lo verdadero de lo also. A estas poderosas limitaciones corresponde una más honda y duradera rebeldía del sujeto contra la coerción intelectual y real, rebeldía en los que quedan comprendidos los enómenos de la actividad imaginativa. El poder de la crítica llega a ser tan grande en el último estadio de la niñez y en el periodo de aprendizaje que va más allá de la pubertad , que el «placer de disparatar» no se aventura ya a maniestarse directamente sino muy raras veces. Los muchachos ya casi adolescentes no se atreven
173
Gloria Helena Gómez
a disparatar sin rebozo alguno, pero su característica actividad sin objeto me parece ser una derivación direc ta del placer de dispar atar. […] esta tendencia se i ntensifica hasta el pu nto de volver a dominar las conerencias y respuestas de los escolares [en algunos de los cuales] el placer producen]una susparticipación propios desatinos, [tiene] en inconsciente lo equivocadoque de [les las respuestas equivalente a la de su ignorancia. 22
El paso del juego con las palabras al sentido, incluso la aceptación simultánea de estas dos modalidades, que es contradictoria, no va de sí; constituye u n rasgo propio de la relación del sujeto con el lenguaje, y en determinados casos se convierte en un tropiezo mayor cuando el niño no logra regresa r del no-sentido de las letras al sentido del texto. Con bastante recuencia, lo saben los maestros, el niño da la impresión de realizar una lectura sin tropiezos, sin comprender por tanto lo que lee . El lenguaje resulta del trabajo sobre lalengua ; constituye una elucubración de saber sobre esta 23. Y, en este paso de lalengua al lenguaje, los errores son recuentes y el niño se ve obligado a corregirlos. Pasar de lalengua al lenguaje significa que las palabras deben resituarse respecto al entramado en el cual se localizaron en primera instancia. ¿No es acaso esto lo que está implícito en los juegos rimados, como ese usado como recurso didáctico para que los niños memoricen la ortograía?: « Allá se lo haya el aya si no halla al niño debajo del haya ». Rima con la cual se busca hacer entrar la homoonía de estas cinco palabras ( allá, haya, aya, halla, haya) en las leyes gramaticales que regulan la escritura y el sentido en la lengua castellana: Allá (lugar), haya (expresión coloquial para denotar que una persona no quiere part icipación en algo o se separa del dictamen de otra persona), aya (nana), halla (de encontrar), haya (árbol)23.
22 Freud, «El chiste y su relación con el inconsciente», 1099. 23 Jacques Lacan,El Seminario. Libro 20. Aún(Buenos Aires: Paidós, 1981), 19.
174
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
El significante se encarna en el cuerpo sustancia
Lacan insiste en el hecho de que en el primer tiempo de la inancia el niño está atrapado en el discurso del Otro, de ahí su definición «El inconsciente es la ha tenido 24 el sujetodedeinconsciente: ser impregnado por el lenguaje, demanera llevar laque huella» . La expresión «impregnado por el lenguaje» excluye la idea de dominio; evoca más bien la alienación y abre la vía para aproximar un hecho llamativo: antes de que el niño se apropie del lenguaje se muestra sensible a este, es capaz de reaccionar, responder a expresiones complejas de lenguaje que no comprende a cabalidad. Sensibilidad particular del niño a la Otredad de lalengua 25, de la cual da cuenta su postura rente a las palabras del Otro; post ura que no deja de sorprender y hasta de producir risa a l adulto. Ejemplo: un niño de veintidós meses, rente al intento de su abuelo de acercarlo a un gato, y que el pequeño pierda su recelo y se atreva a toca rlo, le dice: «Tócalo, no pasa nada». A part ir de aquí este pequeño entra en un juego de ir y venir, de aproximarse-retirarse del gato, e incluso de llegar a perseguirlo para tocarlo, acciones que acompaña también en un ir y venir a buscar a su abuelo, una y otra vez, cuando este delegó en la nana de la tarea de acompañar al niño. Después de cada intento del pequeño de acariciar el susodicho gato, dice a su abuelo con la pequeña voz de inans que apenas comienza a servirse de las palabras: «No pasa nada», «no pasa nada», moviendo su pequeña cabeza de un lado al otro; todo esto, con algu nos interva los por cerca de una hora, y siempr e con la cara de asombro de un niño de corta edad que todavía no domina el lenguaje y que muy segura mente aún no comprende enteramente la compleja situación en la que su abuelo lo aproxima a un extraño anima l, al tiempo que le dice: «Tócalo, no pas a nada». Luego, a cada intento del niño de acercarse al gato, ya sin la compañía directa del 24 Lacan, «Conerencia en Ginebra sobre el síntoma», 124. 25 Collete Soler,De un trauma al Otro(Medellín: Asociación Foro del Campo
Lacaniano de Medellín, 2009), 87.
175
Gloria Helena Gómez
abuelo, sino de su nana, repite con extraña firmeza una y otra vez para ese abuelo: «No pasa nada», «No pasa nada». Para quienes presenciamos la escena, lo que por un lado se presenta como un asombroso y rápido dominio de la situación (pérdida del miedo), por otroresulta está cargada de un a ire de gracia e inocencia, cuanada» nto la acción reiteradamente acompañado de ese «Nopor pasa que sale de su boca; expresión que excede en mucho a la situación aún precaria, de alta de dominio del lenguaje por parte de este inans que comienza a habla r. Ahora bien, en esta misma dirección, veamos lo que Freud recoge de un recuerdo de inancia de Goethe: «Cuando intentamos recordar lo que en nuestra primera inancia nos sucedió nos exponemos muchas veces a conundir lo que otras personas nos han dicho con lo que debemos realmente a nuestra experiencia y a nuestras observaciones personales». Goethe [continúa Freud] hace esta consideración en una de las primeras páginas de su biograía, cuya redacción comenzó a los sesenta años. A la rase copiada [prosigue Freud] preceden tan solo algunas noticas sobre su nacimiento, acaecido «el 28 de agosto de 1749, a mediodía, en el momento mismo en que el reloj daba las doce». La constelación de los astros le era avorable y ue quizá la causa de su conservación, pues vino al mundo «como muerto», y solo con gran trabajo se consiguió que viera la luz. A estas observaciones sigue una breve descripción de la casa y de la habitación en que los niños —su hermana y él— gustaban más de estar. Pero luego solo relata Goethe, realmente, un único suceso que puede ser situado en su primera inancia (¿antes de los cuatro años?), del cual parece haber conservado un recuerdo personal. He aquí u n relato del mismo: «También los ni ños hacían conocimiento con los vecinos mediante estas galería s, y los tres hermanos Ochsenstein, hijos del diunto alcalde, que vivían enrente, me tomaron mucho cariño y se ocuparon de mí y me embromaban de diversos modos. Mis padres contaban toda clase de travesuras mías, que aquellos señores, por lo demás gente retraída y seria, me habían excitado a cometer . Contaré tan solo una de ellas. Había habido mercado de cacharros, y no solo se había provisto la cocina de estos 176
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
utensilios para algún tiempo, sino que nos habían comprado a los niños, como juguetes, otros cacharros semejantes en miniatura. Una hermosa tarde en que la casa estaba silenciosa y tranquila jugaba yo en la galería con mis platos y pucheros, y no sabiendo ya qué hacer con ellos, tiré uno a laelcalle, mucho estrellarse ruidosamente contra suelo.divirtiéndome Los Ochsenstein, queverlo observaron lo mucho que aquello me regocijaba hasta el punto de hacerme palmotear alegremente , me gritaron: “¡Más!”. Sin vacilar tiré en el acto el puchero, y como no dejaron de grita r: “¡Más!”, todos los platitos, las cazuelitas y los pucheritos ueron a estrellarse contra el suelo. Mis vecinos continuaron testimoniándome su aprobación, y yo me sentía extremadamente gozoso de procurarles aquel placer. Pero mi provisión se agotó, y ellos siguieron gritando: “¡Más!”. Entonces corrí a la coci na y traje unos platos de loza, que ore cieron, al romperse, un espec táculo más di vertido aún; de este modo, yendo y viniendo, traje los platos, uno tras otro, según podía alcanzarlos sucesivamente del vas ar, y como aquellos señores no se daban nunca por satisechos, precipité en igual ruina toda la vajilla que pude ir recogiendo. Por fin llegó alguien, pero demasiado tarde para detener y prohibirme aquel juego. El mal estaba hecho, y a costa de tantos cacharros rotos se tuvo, por lo menos, una historia divertida, que ue, sobre todo para los maliciosos in stigadores, y hasta el fin de su vida, un gozoso recuerdo »26. El Otro se aloja en el cuerpo
Lacan ormula, acerca del Otro como lugar del significante, que el cuerpo es el lugar de este Otro: el Otro se inscribe en la sustancia gozante determinando sus modos de goce. El cuerpo sustancia, que es igual para todos, se particulariza vía el Otro. El cuerpo aloja al Otro bajo la orma de las marcas de goce que quedan de ese lazo primero con él. Este goce experimentado, va a lalengua, que aecta la sustancia gozante, dice Lacan 27. Así parece percibirlo y describirlo Freud, cuando señala: 26 Sigmund Freud, «Un recuerdo de Goethe en poesía y verdad», enObras
completas, tomo 3, 2436. (El resaltado es mío.) 27 Lacan, Radioonía. 177
Gloria Helena Gómez
No existe un tío que no le haya mostrado a un niño volar alrededor de la pieza cogiéndolo ente sus brazos, o que no haya jugado dejándolo caer súbitamente al estar cabalgando en su rodilla y extender de improviso la pierna, o llevándolo en vilo y repentinamente caer. niños gozan con tales experiencias y no sesimular cansandejarlo de pedir su Los repetición particularmente si ellas les producen un cierto susto o vértigo. Años después se repiten tales escenas en los sueños; pero dejando aparte las manos que los sujetaban, por lo que flotan o caen sin tener apoyo. El placer derivado por los niños en juegos por el estilo (columpio y balancín) es por todos conocidos y cuando ven acrobacias en un circo se reactiva la memoria de dichos juegos. […]. No es inrecuente que suceda en estos juegos de movimiento, aunque inocentes en sí, que den lugar a sensaciones sexuales […]. El retozar de los niños ( hetzen), usando un término que corrientemente describe tales actividades, es lo que se repite en los sueños de volar, caer, vértigo, etc., en tanto que el sentimiento placentero a ellas enlazado se transorma en angustia . Muy a menudo, como toda madre lo sabe, el retozar de los niños lleva a terminar en riñas y lágrimas. 28
Estas sutiles pero invaluables apreciaciones reudianas abren un camino para avanzar hacia la cuestión de la angustia como el aecto que por excelencia aecta al cuer po en su goce. También, ellas permiten, de manera más general, adentrarnos en el problema de los aectos undamentales del sujeto, eectos del inconsciente real , que remite, de un lado, a lo real de las ex igencias de satisacción y a los límites del cuerpo viviente para alcanzarla, y por otro, a lo real que representa el imposible propio de lo simbólico. Inconscientelalengua entonces que aecta el goce del cuerpo y es indescirable, cuando el inconsciente-lenguaje, estructurado como un lenguaje, se descira 29. 28 Sigmund Freud, «Material y uentes de los sueños», 513.Retozar: Saltar y
brincar alegremente. Travesear con otros. (El resaltado es mío). 29 Véanse al respecto los dos últimos libros publicados por Colette Soler,
L’inconscient réinventé(París: PUB, 2009) y Colette Soler,Los aectos lacanianos (Buenos Aires: Letra Viva, 2011). 178
De Freud a Lacan: lalengua determina el goce en el cuerpo
Bibliografía Freud, Sigmund. «El chiste y su relación con el inconsciente», en Obras completas , tomo 1. Madrid: Biblioteca Nueva, 1973. . «Material y uentes de los sueños» «La interpretación de los sueños». En Obras completas , tomo 1. Madrid: Biblioteca Nueva, 1973. . «Moisés y la religión monoteísta. Tres ensayos». En Obras completas , tomo 3. Madrid: Biblioteca Nueva, 1973. . «El poeta y los sueños diurnos», en Obras completas , tomo 2. Madrid: Biblioteca Nueva, 1973. . «Recuerdos inantiles y recuerdos encubridores» «Psicopatología de la vida cot idiana». En Obras completas , tomo 1. Madrid: Biblioteca Nueva, 1973. Hebrart, Jean. «Instruction ou education», Ornicar? 26-27 (1983). Nominé, Bernard. Darling Clementine, la musique et ses rapport au langage. Conerencia en la jornada «Musique et psychanaly se», Rennes, marzo del 2012. Inédita. Lacan, Jacques. «El atolondrado, el atolondradicho o las vueltas d ichas». En Revista Escansión 1. Buenos Aires: Paidós, 1984. . «Conerencia en Ginebra sobre el síntoma». En Intervenciones y textos 2 . Buenos Aires: Manantial, 1991. . Radioonía . Barcelona: Anag rama, 1977. . El Seminario. Libro 3 . Las psicosis (1955-1956). Barce lona: Paidós, 1981. . El Semi nario. Libro 20, Aún. Barcelona: Paidós, 1981. . El Seminario. Libro 23. El Sinthome (1975-76). Buenos Aires: Paidós, 2006. . Seminario R.S.I. (1974-75). Inédito. . «Televisión» (1970). En Psicoanálisis, Radioonía y elevisión . Barcelona: Anagrama, 1993. . «La tercera». En Intervenciones y textos 2 . Buenos Aires: Manantial, 1991. Reyes, Yolanda. «Los libros sin páginas». Revista Alegría de enseñar 19, año 5 (abril-junio 1994). Soler , Colette. Los aectos lacanianos. Buenos Aires: Letra Viva, 2011. . De un trauma al Otro. Medellín: A sociación Fo ro del Campo Lacaniano de Medellín, 2 009. 179
Gloria Helena Gómez
. L’en-cops du sujet . Curso 2001-2002. París: Colegio Cl ínico de París. Formaciones Clínicas del Campo Laca niano, 2003. . Los ensamblajes del cuerpo . Medellín: Asociación Fo ro del Ca mpo Lacaniano de Medellín, 2 006. . L’èpoque dei traumi; L’époque des traumatismes. Roma: Bislink, 2004. . L’inconscient réinventé. París: PUB, 2009.
180
Los autores
Silvia De Castro es psicoanalista. Psicóloga y magíster en Filosoía de la
Pontificia Universidad Javeriana. Magíster en Clínica del Cuerpo y Antropología Psicoanalít ica de la Universi dad de París VII. M iembro undador de la Asociación de Psicoanálisis de Bogotá (Analítica). Trabaja como proesora asociada de la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Entre sus publicaciones recientes cabe mencionar los textos «Notes sur des symptômes contemporaines» (Psychanalyse, 2010), «Freud: de la experiencia religiosa al complejo de Edipo» (El descubrimiento reudiano, 2011), «Síntoma y discurso. Las enseñanzas de “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”» (Universitas Psychologica 11, 2012) y «Síntoma y segregación» (Desde el Ja rdín de Freud 13, 2013 ). Editó en 2011 el libro El descubrimiento reudiano y los números 10, 12 y 13 de la revista Desde el jardín de Freud.
[email protected]
Carmen Lucía Díaz es psicoanalista. Psicóloga de la Universidad Nacional
de Colombia. Magíster en Ciencias Socia les con énasis en Psicoanálisis, Cultu ra y Vínculo Social de la Universi dad de Antioquia. Cursó estudios en psicoanálisis en la Fundación de Psicoanálisis y Psicoterapias. Es miembro undador de la Asociación de Psicoanálisis de Bogotá (Analítica). Trabaja como proesora asociada de la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado los artículos «La embriaguez del goce» ( Desde el jardín de Freud 7, 2007), «Sobre el sujeto de la investigación en psicoanál isis» (El Sujeto 181
Los autores
à Objeto en la investigación psicoanalítica , 2011) y «Freud, el inconsciente y la experiencia de lo corporal» ( El descubrimiento Freudiano, 2011). Editó l a colección Ser padres, ser madres hoy (N.° 1, 2 y 3, 2009) y el número 11 de la revista Desde el jardín de Freud.
[email protected] Juan Carlos Suzunaga es psicoana list a. Psicólogo de la Universidad Nacional
de Colombia. Magíster en Ciencias Socia les con énasis en Psicoaná lisis, Cultura y Vínculo Social de la Universidad de Antioquia. Candidato a doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Trabaja como docente en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y en la Universi dad Nacional de Colombia. Algunas de sus publicacion es son «Notas lacania nas sobre la vigencia del diá logo entre Marx y Freud» ( Desde el jardín de Freud 6, 2006), «Apuntes sobre la toxicomanía generalizada» ( Desde el jardín de Freud 7, 2007), «Noticias sobre un texto de Althusser» ( Desde el jardín de Freud 10, 2010) y «Modernidad, crueldad y sujeto» ( Desde el jardín de Freud 13, 2013).
[email protected]
Álvaro Reyes es psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Magí ster
en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. Es miembro undador de la Asociación de Psicoanálisis de Bogotá (Analítica), director de Docencia y Currículo Inst itucional de la Fundación Universitaria Monserrate y proesor asociado de la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. El libro Análisis documental en torno a la pedagogía hospitalaria (2008) y los artículos «Develar imaginarios de ina ncia, niño y niña también es cuestión de escuela» (Diálogos entre universidad y escuela , 2007), «Imágenes de niños inormacion ales» (Magazín Aula Urbana 30, 2008) y «El psicoanálisis y sus pasiones» ( Desde el jardín de Freud 10, 2010) son parte de su producción académica.
[email protected]
182
Los autores
es psicoanalista. Psicóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Clínica de la Universidad de los Andes. Magíster en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo. Es miembro undador de la Asociación de Psicoanálisis
Belén del Rocío Moreno
de Bogotá (Analítica) y proesora titular de la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Algunas de sus publicaciones recientes son los libros Goces al pie de la letra (2008) y Adivinar en la carne la verdad (2010), así como los artículos «Obediencia y enunciación» (Desde el jardín de Freud 8, 2008), «Fragmentos de un v iaje» (Desde el jardín de Freud 10, 2010), «Freud y la literat ura» (El descubrimiento reudiano , 2011) y «Un grito que rompe los espejos» ( Desde el jardín de Freud 13, 2013). Editó los números 1, 8 y 9 de la rev ista Desde el jardín de Freud .
[email protected]
Gloria Elena Gómez es psicoanalista. Psicóloga de la Universidad de An-
tioquia y magíster en Psicoanálisis de la Universidad de París VIII. Editó y dirigió las colecciones de psicoanálisis Colección Temas Cruciales y Colección Estudios de Psicoanálisis ( De la inancia a la adolescencia . Acto, pasaje al acto y acting out en psicoanálisis . Sujeto, saber y psicoanálisis . Destinos de amilia , entre otros). Es miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano (EPFCL) y de la Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín. Trabaja como proesora asociada de la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Sus publicaciones recientes son «El poder organizador de la imagen» (Affectio Societatis 16, 2012) y «Estudio de la angustia en la obra de Freud. Últimas consideraciones» (Desde el jardín de Freud 10, 2010).
[email protected]
183
Índice de materias
A acontecimiento traumático: 98, 101
C carácter moral: 131
actos
casilla vacía: 28-29
-allidos: 9, 16, 20 y n. 3, 22, 76, 85,
causalidad
88-89, 96
-lógica: 98, 100
-psíquicos: 85, 96
-psíquica: 42
-perturbador: 164
chiste: 16, 73, 74, 76-77, 80, 84-89
-traumático: 97
cibernética: 56
agresividad: 15-16, 50-51, 53, 56, 58-61,
circuito de la pulsión: 143, 147-148,
63-66, 68-69
150-152
-intraespecífica: 56, 59
collage pulsional: 134-135
alteración interna: 37
comicidad: 87, 168
ambivalencia: 131
cómico: 84, 86-87, 90
angustia: 13, 47 n. 17, 49, 83 n. 17, 84,
complacencia somática: 115
98-99, 102, 111, 132 n. 16, 142, 178
complejo
anterioridad lógica: 104
-de cast ración: 101
anticipación: 44, 64, 66-67
-libidinoso: 107
aparato psíquico: 20, 29, 38, 54 n. 2,
completitud: 65
60, 62-63, 145
comportamiento
archipiélago pulsional: 12 8
-animal: 56
armas parlantes del carácter: 111
-sintomático: 116
autocastigo: 109, 111
compulsión: 48, 69
autoerotismo: 21, 42-43, 45, 48, 139-140
-de repetición: 93, 117, 131
auxilio ajeno: 36
concepto ronterizo: 126 condensación: 10-11, 38, 74-76, 78-79,
B
103-104, 107
barra de la represión: 83
conflicto
blasones de la obia: 111
-de inconciliabilidad: 96
borde: 146-147, 154
-psíquico: 20, 96, 106, 108, 118, 131
-erógeno: 148
consciente: 73, 77, 78 n. 10, 96, 103, 108, 133 n. 18
185
Índice de materias
constitución subjetiva: 43-44 construcción subjetiva: 35, 61
desplazamiento: 10-11, 20, 24, 38, 74, 76-79, 81-82, 103-104, 107
contenido manifiesto: 74-75
dialéctica: 46, 61-65, 67-68, 78
contingencia del objeto: 140
diques anímicos / psíquicos: 101
conversión: 106-107, 114, 116 corte: 90, 141-142
discurso del Otro: 84, 110, 175 disjunto / inconjunto: 133-134
cosa en sí: 29
dispositivo analítico: 65 n. 13
creación artística: 141
doble sentido: 83, 88
cuerpo: 13, 15-16, 24, 29, 35-36, 41-43 y
doxa: 25
n. 11, 44-47, 49, 51, 60, 62-65, 67 y n. 16, 69, 106, 109-110, 116, 123, 125-126,
E
128, 138, 152-153, 155, 159, 161, 170, 175,
economía psíquica: 12 4
177-178
Edipo: 26, 100
-biológico: 152
eecto(s)
-erógeno: 152
-retardado: 101
-ragmentado: 65, 69
-de goce: 95, 162, 171
-sustancia gozante: 159, 161-162, 177
-de lalengua: 159
cultura: 10, 12-13, 15, 20, 25-26, 48-49,
-de satisacción: 159-160
61-62 y n.12, 64, 68
-de sentido: 95, 161
cumplimiento del deseo: 108
-del inconsciente real: 178
cura catártica: 68
eje -paradigmático: 80
D
-sintagmático: 80
déjà-vu: 84
ello: 39
demanda del Otro: 153-154
empuje: 125, 133, 136-137
desciramiento: 20 n. 2, 81, 84, 110,
encantos de la impotencia: 111
111, 161 deseo: 9, 14, 16, 20, 27-28, 36-38, 43-45, 50-51, 61-62, 65 y n.13, 67-68, 74-76,
enigmas de la i nhibición: 111 envés de lo imaginario: 83 envés del goce pulsional: 143
80-82, 84-86, 88-89, 106, 108-110,
Eros: 20-22, 86, 131
112, 114, 117-118, 127 n. 9, 130, 133 n.
escena antasmática: 115, 130, 108
17, 145, 167
estadio del espejo: 14, 42 , 44, 46 n. 17,
-del Otro: 50, 62, 67-68
49, 61, 66
-inconsciente: 81, 108, 112
estímulo: 23, 36-37, 62, 66, 114, 116, 128
desmaternalización : 170
estímulo (Reiz): 128
186
Índice de materias
estructura
-sustitutiva: 76
-de la verdad: 133 n. 17
-del inconsciente: 9, 13, 16, 20, 73, 83,
-del lenguaje: 26, 101, 105
86, 94, 96, 108, 163
-dual: 67
rustración: 45, 69
estructural ismo: 11, 25, 28-29 etología: 23, 41
uente (Quelle): 125, 133, 146, 148 uerza endógena constante: 125
evolucionismo: 69
unción
excitación (Erregung ): 128
-biológica: 130, 137, 151, 153
-pulsional: 128, 137, 145
-del padre: 95
exigencia de trabajo: 126
-del síntoma: 95
expresión emocional: 37
-vital: 130, 152
F
G
actor
gestalt : 15, 23, 42, 46
-pulsionante: 132
goce: 13-14, 16, 48, 53, 62 n. 12, 69, 75,
-traumático: 109 n. 35
84-85, 87-88, 95 y n. 4, 97 n. 5, 115,
allas de un saber: 111 n. 37
117, 130, 132, 138, 142-143, 159, 161-162,
alo: 86
170-171, 177-178
-imaginario ( ): 65 y n. 13, 153 -simbólico: 65 n. 13,
H
antasía
heces (objeto pulsional): 138, 142
-inconsciente: 108
hiancia: 50
-sexual: 113-114
historicidad del síntoma: 95
antasma: 14, 45, 67, 109 n. 35, 130
huellas de aecto: 167
enómeno patológico: 97
humor: 84, 86-88, 164, 172
ficciones: 132 n. 17, 133 n. 17 figuración de antasía sexual: 114
I
figuras de la retórica: 11, 38, 103 fijación: 27, 116, 130
ideal del yo: 49-50, 67-68 ideas latentes: 74-75
filosoía: 12, 23, 29, 54 n. 2, 55
identificación: 40, 42, 44-46, 50, 64,
ormación
66-68, 153
-de compromiso: 18, 118
identificación imagi naria
-de síntoma: 107 nn. 26 y 27, 108 nn.
identificación narcisista: 68
30 y 31, 109 n. 34, 118 n. 49,
imagen: 13, 15, 21-25, 28, 35-36 y n. 1,
-del yo: 15, 43, 47-48, 67
37-45 y n. 15, 46 y n. 17, 47-51, 55, 62-68,
-mixta: 76
75, 80, 81, 86-87, 134, 145, 165, 171 187
Índice de materias
-acústica: 80
-materna: 88, 159, 161, 170
-corporal: 42-43, 49
lenguaje: passim
-mnémica: 36-37
libido: 24, 43, 47-49, 116
-movimiento: 37
lingüistería: 78
imago: 22-23, 36 y n. 1 inconsciente: passim
lingüística: 10, 26-27, 78-79 y nn. 12 y 13, 80 y n. 14
-descriptivo: 77
lo imposible: 13-14, 68, 144-145
-dinámico: 77
lo innombrable: 83, 142
-real: 170, 178
lo reprimido: 9, 76, 83, 101, 110 n. 35,
inervación somática: 114 inans: 88, 152, 155, 175-176
112 n. 38, 115, 136 n. 22, 146 lógica matemática: 55-56
inante: 44, 47-48, 50, 66, 149 n. 38, 153 inantilismo de la sexua lidad: 98, 115 inerencias lógicas: 78
M
madre: 29, 48, 61-62, 64 y n. 13, 65 n.
inflexibilidad del insti nto: 127
13, 66, 101, 149 n. 38, 152 y n. 41, 153,
ingenios del lenguaje: 16
165-167, 178
instinto: 16, 56-60, 62-63, 126 y n. 9, 127, 134, 139
mal encuentro: 13, 98 marca simbólica: 85
instinto (Instinkt ): 126
marcas: 13, 17, 84 n. 19
interpretación psicoanalítica: 73
-de goce: 177 mascarada imaginaria: 65
J
masoquismo: 69, 118 y n. 50, 129, 131
jeroglíficos de la histeria: 111
-primordial: 69
juego: 20-21, 27, 50, 57, 81, 84, 86-88,
matema de la pulsión ($◊ ): 151, 154
94, 100, 147, 151, 160, 168, 171-175,
mensaje del Otro: 161
177-178
meta o fin de la pulsión (Ziel ): 125, 133, 143, 148
L lallation: 160-161
lalengua: 16-17, 78, 84 y n. 19, 159-162 y n. 3, 163, 165, 167, 170-171, 173-175, 177-178 lapsus: 14, 73, 75-77, 83-84 y n. 19, 88 lengua: 27, 80-82, 84 y n. 19, 88, 127 n. 9, 131, 140, 147, 150-151, 159-162, 170, 174 188
metaísica: 56 y n. 7, 134 n. 19 metáora: 11, 16, 38, 79-80, 83, 86, 93, 103-105, 107, 110-112, 114-115, 117, 128, 134, 145, 168 -paterna: 80, 86 metonimia: 11, 38, 79, 103-104, 107, 168
Índice de materias
mirada (objeto pulsional): 46 y n. 17, 47 y nn. 17 y 18, 125, 135, 138, 141-142
oráculos de la angustia: 111 orden simbólico: 28, 94
mito: 132, 133 n. 17, 145
organismo humano: 36
moción de deensa: 108-109
orientación a la propia persona: 129
modernidad: 53-55 montaje pulsional: 134
Otra escena : 82 Otro: 13, 16, 19, 22, 29, 44, 47 n. 17, 54
muerte: 27, 48, 57, 63, 68, 86-87, 93, 127 n. 9, 131-132, 149, 168
n. 2, 60-62 n. 12, 63, 67-68, 82, 84 y n. 19, 86, 88, 110-111 n. 37, 114, 127, 142, 146, 151-155, 160-161, 167, 170, 175
N
y n. 25, 177
narcisismo: 13-16, 21, 24, 35, 42 n. 8, 43, 47-48 y n. 20 y 22, 49 y n. 23, 50, 65, 86
P
palabra: passim
-primario: 48, 48 n. 22, 49, 65
-como juguetes: 160
-secundario: 48-49
partenaire: 130-131, 140
naturaleza: 25, 48, 57, 59, 61, 140-141
pensamientos punitorios: 109, 118
neurosis: 80, 110, 149 n. 38, 168-169
percepción: 29, 36-39, 43 n. 11, 46 y n.
niño: 24, 29, 37, 41-44, 46-48, 50, 61 y
17, 67, 73, 145, 168
n. 11, 62-65 y n. 13, 66-67, 98-101, 152
perversión: 80, 140
y n. 41, 153, 159-161, 163, 166-167, 169,
pesadillas: 84
171-178
placer
núcleo patógeno: 109 n. 35
-buscado: 132 -de disparatar: 173-174
O
-hallado: 132
objeto: passim
-visual (escopofilia): 129
-a: 14, 28, 47 nn. 17 y 18, 49 n. 22, 53-54
plasticidad de la pulsión: 127
n. 2, 55, 65 n. 13, 139-140, 142, 155
plus de placer: 130
-catalizador: 129 -mítico: 36
polisemia: 80, 88, 151 preconsciente: 39, 96, 108
-pulsional (Objekt ): 125, 133, 138, 148
prematuración biológica: 60-61 n. 11,
-pulsional: 127, 139, 142 objeto total (de amor): 138 oensas narcisistas: 169
62 presión (Drang): 125, 133-134, 136-137, 148-149
olvido: 73-74, 84-85, 106, 136 n. 22,
primacía del significante: 105-106
ombligo del sueño: 83
primer dualismo pulsional ( Eros): 131
opacidad subjetiva: 109
primera tópica: 93-94, 96, 108 189
Índice de materias
principio del placer: 9, 94, 110 y n. 35 proceso
-inantiles: 166 n. 8, 167 n. 9, 168 n. 12, 171 n. 18,
-primario: 78 y n. 10, 103
registro
-secundario: 78 y n. 10
-imaginario: 21, 23, 49, 50, 83
-asociativos: 100, 102 proton pseudos histérica: 98, 100
-real: 95, 117 -simbólico: 25, 40, 49, 83, 95
protosujeto: 142, 152
regresión: 148
proyección: 40, 43 n. 11, 46, 50
relación
psicología del yo: 24, 40
-dialéctica: 64-65, 67
psicosis: 14, 40, 80, 94 n. 1, 168 n. 10
-de semejanza: 102-103
pulsión: 14, 16, 20
reminiscencias: 166
pulsión (rieb): 126-127, 137
repetición: 9, 63, 69, 93, 117, 123, 131-
-anal: 138, 149, 153-154
132, 149, 178
-escópica: 47 nn. 17 y 18, 138, 140, 154
representación: 10, 22, 36-39, 65-66,
-invocante: 47 n. 18, 138, 147, 149, 154
68, 77, 80, 98, 102-103, 109, 132 y n.
-oral: 129-130, 137-141, 147, 149, 154
17, 152
-parcial: 147, 150, 154
-psíquica: 80, 152
-de autoconservación: 130, 152
representante psíquico: 126
-pulsiones sexuales (Eros): 20, 21, 130,
represión: 83, 88, 96, 109, 110, 115, 129,
131 pulsiones yoicas o de autoconservación (Ananké ): 131
136, 146 resistencia: 9, 82, 85, 109 n. 35, 118 retorno: 10, 19, 29, 63, 76, 78, 82-83, 94, 101, 107, 109, 111-112 n. 38, 116, 146-
R
148, 151
reacción terapéutica negativa: 131
-asociativo: 107
realidad: 12, 14-16, 21, 27, 29, 40, 42,
-de la verdad: 111 n. 37
46, 50, 67, 109, 129, 132 y n. 17, 133 n. 17, 155, 173 -sexual en el inconsciente: 155
-de lo reprimido: 76, 83, 101, 112, 146 retroacción: 66 revestimiento psíquico: 116
rebús: 81 recuerdos: 29, 73, 84, 99, 106, 107, 109 n. 35, 164-166 n. 8, 167 y n. 9, 168 y n. 12, 169-171 n. 18 -encubridores: 166 n. 8, 167 n. 9, 168 y n. 12, 169, 171 n. 18
S
saber: 29, 45, 54 n. 2, 55 n. 4, 62, 67, 82, 84, 85, 89, 93, 106, 111 n. 37, 112, 126 n. 9, 162, 174 – Supuesto: 112 sadismo: 129, 131
190
Índice de materias
satisacción(es)
– Sustitución: 80, 103-105, 115, 116
– alucinatoria: 145
signo lingüístico: 79, 80
– de la pulsión: 117, 143, 146
símbolo(s): 10, 27, 45 n. 15, 81, 85, 97,
– desexualizada: 127
110
– erógena: 125, 128, 130, 132, 144 – – parcial: 128
– mnémico: 97 síntoma:
– libidinal: 117
– como metáora: 16, 93, 95
– parcial: 149, 151
– conversivo: 107, 115
– sexual: 114-116, 146, 152 n. 41
– óbico: 103
– – directa: 127, 146
– ormación de compromiso: 108, 118
– – inantil: 114 , 115
– goce: 117
– sustitutiva: 127
– neurótico: 93
– Vivencia de: 36-38, 145
– Sobredeterminació n del: 114
seducciones invocantes: 125
– sustituto: 95, 97, 101, 107, 109, 115
segunda tópica: 93, 117
subjetivación: 12, 49, 101
sellos del autocastigo: 111
sublimación: 127, 129, 141, 143, 146
seno (objeto pulsional): 130, 138,
sueños: 9, 16, 20 y n. 2, 22, 25, 36-38,
140-142 sensación(es): 37, 67, 107, 114, 117, 118, 178
73-79, 81-89, 94, 108, 162-164, 166, 167, 178 sujeto(s): 10-14, 17, 22, 24, 27-29, 36, 39,
sentido del síntoma: 97, 105, 112
42, 43 y n. 12, 45, 46 y n. 17, 47, 48 n. 18,
sentimiento de culpa: 131
49, 51, 53, 54 y n. 2, 55, 56, 57, 60, 61, 62
ser hablante (serhablante): 16, 62, 64
n. 12, 64, 65 y n. 13, 66-69, 76, 77, 80,
n. 13, 84 n. 19
82, 83, 84 y n. 18, 88-90, 96, 97 y n. 5,
ser-para-la-muerte: 27
98, 104, 105 y n. 21, 109, 110, 111 y n. 37,
sexualidad: 51, 86, 98, 100, 115, 127, 144
112 n. 38, 118, 127 y n. 9, 130, 138, 142,
significación sexual: 97, 100
144, 146, 149, 150, 152-154, 159, 161, 162,
significado(s): 73, 75, 79-81, 83, 88, 105, 106, 110, 113, 114, 168
167, 169, 170, 172, 173-175, 178 – dividido: 82, 96
significante: 11, 13, 14, 16, 25, 28, 47, 61,
superyó: 9
65 n. 13, 66, 73, 76, 79-81, 83, 84 y n. 19, 85-88, 90, 95, 97, 101-107, 110, 111
T
n. 37, 113, 115-117, 136 n. 22, 148, 155,
Tánatos: 20, 86, 183
159, 161, 162, 168, 170, 175, 177
temporalidad retroactiva: 100, 101
– metaórico: 97
tendencia(s)
– Supremacía del: 81
– agresiva(s): 56, 59, 68, 69 191
Índice de materias
– perturbada: 76 – perturbadora: 76 termodinámica: 56 topología: 12, 29, 56 transerencia: 58, 93, 103, 104, 112, 113, 123
voz (activa, media refleja, pasiva): 129, 147 – (objeto pulsional): 47 n. 18, 138, 142, 155 Y
transormación en lo contrario: 129
yo
tratamiento analítico: 97
– El: 9, 13-16, 20, 21, 23, 24, 40, 35, 41 y
trauma: 9, 13, 101, 104, 105, 168, 169 – sexual: 104, 105
n. 6, 42, 43 y n. 10-12, 45-47, 49, 50, 61, 63, 65- 68, 169
traumático(a)(s)
– ideal: 15, 43, 45 y n. 15, 49, 50, 64, 66
– Acontecimiento: 98, 101
– real (Real Ich): 49, 137 y n. 24
– Vivencia(s): 101, 107, 169 traumatismo: 97, 98, 109 n. 35
Z
Zona(s) V
valor erógeno: 124, 144, 146 verdad: 55, 76, 83, 87, 102 n. 15, 110, 111 n. 37, 133 vertiente real: 95 voces gramaticales / transormaciones pulsionales: 129, 147
192
– de borde: 148 – erógena(s): 116, 126, 139, 143, 146148, 152 n. 41, 153 – orificial(es): 146-148
Índice de nombres
A Abel, Carl : 79
H Harari, Roberto: 136 y nn. 21 y 22
Allouch, Jean: 19 n. 1, 20 Askoaré, Sidi: 97 n. 5, 116 n. 43, 117 n. 48
J
Jakobson, Roman: 10, 78, 79 y n.12
Auzias, Jean-Marie: 25 n. 16 K B
Klein, Melanie : 39
Baldwin, James M.: 23 n. 10, 41
Kofa, Kurt: 23 n. 11
Bataille, Georges: 30
Köhler, Wolgang: 23 n. 11, 41
Beckett, Samuel: 142 y n. 31
Korman, Víctor: 128 y n. 10, 131 y n. 15
Bentham, Jeremy: 132, 133 y n. 16 Breuer, Jose: 97
L
Bolk, Louis: 23 n. 8
Lacadée, Philippe: 84 n. 19
Bustamante, Guillermo: 76 n. 5
Lacan, Jacques: passim Leclaire, Serge: 129 n. 12, 140 n. 28, y
C
Calvino, Italo: 142 n. 42
141 Lévi-Strauss, Claude: 10, 25, 26 y n. 17, 28 n. 20
D
Deleuze, Gilles: 29 n. 22
Lispector, Clarice: 123, 155 Lorenz, Konrad: 23 n. 9, 41, 56-60, 69
Didier-Weill, Alain: 134 n. 19 Duour, Dany-Robert: 28 nn. 20 y 21 E
Etcheverry, José Luis: 20 n. 3, 136 F
Ferenczi, Sandor : 82
M
Mauss, Marcel: 26 y n. 17 Melman, Charles: 76, 77 n. 6 Merleau-Ponty, Maurice: 23 N
Nasio, Juan David: 48 n. 21
Freud, Sigmund: passim
193
Índice de nombres
P
Schejtman, Fabián: 105 n. 23
Pérez Galimberti, Al redo: 132 n. 17
Sperber, Hans. 79
Poizat, Michel: 125 n. 7
Soler, Colette: 162 n. 3, 170, 171 n. 17, 175 n. 25, 178 n. 29
Q Quignard, Pascal: 1 47 n. 36
T
Tinbergen, Nikolaas: 41 R
Reyes, Yolanda: 172 n. 19 Roudinesco, Élisabeth: 12 n. 1, 30 n. 24
V
Vanier, Alain: 21 n. 5, 24 n. 14 Vieira, Marcus André: 90 n. 28 Von Uexküll, Jakob: 23 n. 7
S
Salinas, Pedro: 35
W
Sartre, Jean-Paul: 11, 23
Wallon, Henry: 23 n. 10, 41
Saussure, Ferdinand de: 10, 25,78-81
Wertheimer, Max: 23 n. 11
194