Las concepciones de E. P. Thompson acerca de las clases sociales y la conciencia de clase en la historia
.0000Hernán Camarero Doctor en Historia, FFyL, UBA. Prof. Adj. Sem. “Movimiento obrero e izquierdas i zquierdas en la Argentina, 1890-1945”. 1890-1945”. JTP de Historia Argentina III “A”, carrera de Historia, FFyL, UBA
El objetivo que nos trazamos en este artículo es el de explorar los aportes que el historiador socialista Edward P. Thompson (1924-1993) realizó en torno a las nociones de clase social, conciencia de clase y lucha de clases. Estas cuestiones han suscitado polémicas y reelaboraciones permanentes. En primer lugar, dentro de la cultura y la teoría marxista, en buena medida porque el propio Marx había dejado una serie de reflexiones dispersas, disímiles o ambiguas, y casi siempre aplicadas a casos históricos concretos. El concepto mismo de clase social fue expuesto por él, a veces como fruto de la moderna sociedad burguesa, otras veces como un fenómeno presente en toda la historia postribal; asimismo, desde algunos de sus textos, se la puede entender como una construcción analítica para comprender fenómenos que sin ella serían inexplicables (en términos puramente “estructurales”), “estructurales”), mientras que desde otros se la puede descubrir como un conjunto humano que lo es a partir de que demuestra
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tener conciencia de sus intereses, actúa en tanto tal y es visto de ese modo por los otros. Pero, en verdad, estos debates acerca de las definiciones de clase y conciencia de clase abarcaron el amplio campo de las ciencias sociales. Por ello, volver a examinar estos tópicos resulta una tarea útil y productiva para el desarrollo de la historiografía. En el recorrido detallado que hacemos de las obras en las que Thompson trató el problema de las clases, encontramos una condena a los planteos economicistas y estructuralistas que afectaron al marxismo, un rescate del olvido de facetas como las de la voluntad, la cultura y la autoconstrucción en el momento de definir las clases, una crítica de la concepción de “falsa conciencia”y del sustituismo vanguardista, en suma, una revalorización plena del papel de la subjetividad en el proceso de conformación o reconstitución de las clases. Pero esas apuestas, como veremos, no estuvieron exentas de ciertos riesgos y dificultades. Las concepciones
de Thompson se desarrollaron tras su ruptura con el estalinismo en 1956, cuando comenzó a orientar todos sus esfuerzos al examen histórico de la clase obrera, fundamentalmente la de Gran Bretaña, a realizar una intensa experiencia en talleres de enseñanza e investigación sobre y para las clases populares y a practicar una militancia independiente en el movimiento socialista y antinuclear. Veamos a continuación cómo se desplegaron estas posiciones. Clase como producto de la conciencia de clase
El primer elemento fundamental que observamos en el planteo thompsoniano, expresado con claridad en el prefacio de su reconocida obra La formación de la clase obrera en Inglaterra , es su concepción de que una clase social se define no previa o exclusivamente a partir de sus determinaciones “objetivas”. El autor introduce en el momento de la construcción del concepto de clase las dimensiones de acción y subjetividad, en un plano analítico móvil dado por la temporalidad histórica: “ Por clase, entiendo un fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados, tanto por lo que se refiere a la materia prima de la experiencia, como a la conciencia.”1 En la definición thompsoniana de clase, la experiencia y la conciencia de clase se hallan inextricablemente unidas y son, en última instancia, las verdaderas portadoras del concepto de clase. La interpretación, en este punto, no abandona la perspectiva materialista, pues concibe a dicha experiencia como algo determinado por las relaciones sociales de producción. En la que quizás sea su definición más conocida y explícita de clase y conciencia de clase, Thompson dice: “la clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la
identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos (y habitualmente opuestos a) los suyos. La experiencia de clase está ampliamente determinada por las relaciones de producción en las que los hombres nacen, o en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo está. Podemos ver una cierta lógica en las respuestas de grupos laborales similares que tienen experiencias similares, pero no podemos formular ninguna ley . La conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos y lugares, pero nunca surge exactamente de la misma forma.”2 Perry Anderson, deteniéndose en la primera oración de este último párrafo, ha caracterizado el planteo de Thompson como portador de un “criterio de conciencia”, en tanto la existencia de la clase pasa a depender de la presencia de una “expresión colectiva (sentimiento/articulación) de intereses comunes en oposición a los de una (o varias) clases antagónicas”.3 Efectivamente, para Thompson la conciencia de clase es la verdadera dadora de sentido y clave de entrada al propio concepto de clase social. De hecho, invalida al segundo si no se halla presente el primero. Esto fue remarcado por el intelectual marxista inglés en textos muy posteriores a La formación..., donde llegó a sostener: “Una clase no puede existir sin una especie cualquiera de conciencia de sí. De lo contrario, no es o no es todavía una clase; es decir, no es todavía ‘algo’, no tiene todavía ninguna especie de identidad histórica .”4 Acerca de realidades históricas de la clase obrera, ha llegado a afirmar: “ si el proletariado está verdaderamente privado de la
1. Thompson, E. P., La formación de la clase obrera en Inglaterra (2 vols.), Barcelona, Crítica, 1989 (1ª
ed. en inglés: 1963), p. XIII. 2. Íbid., p. XIII-XIV, cursivas en el original. 3. Anderson, Perry, Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson, Madrid, Siglo XXI, 1985
(1ª ed. en inglés: 1980), p. 43. 4. Thompson, E. P., “Algunas observaciones sobre
clase y ‘falsa conciencia’”, versión mimeo, 1ª ed. en inglés: 1977, p. 11.
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conciencia de sí mismo como proletariado, entonces no se puede definir como tal. Para un historiador, y espero decir que vale sobre todo para un historiador marxista, atribuir el término de ‘clase’ a un grupo sin conciencia de clase o de cultura de clase y que no responde a una dirección de clase, es una afirmación sin significado”. 5 Como veremos luego, la consecuencia de esta concepción thompsoniana es el postulado que quita legitimidad teórica y política a los que sostienen que tal o cual clase en su con junto tiene una conciencia “verdadera” o “falsa”, pues toda conciencia de una colectividad tan amplia como una clase, es, simplemente, lo que es. En su obra de polémica con el intelectual marxista francés Louis Althusser, Thompson sobredimensionó aún más el papel de la conciencia como verdadero arquitecto de la conformación de las clases, al asegurar que estas surgen “porque los hombres y las mujeres, bajo determinadas relaciones de producción, identifican sus intereses antagónicos y son llevados a luchar, a pensar y a valorar en términos clasistas”.6 Uno de los aportes centrales de Thompson es la relevancia que le concede a la voluntad de la clase. La “libre volición”aparece como el atributo decisivo en el proceso de constitución de una clase, junto a los elementos materiales objetivos. Con precisión, Anderson lo denominó “principio de codeterminación”, entre lo objetivo y lo subjetivo. Principio que se extiende hasta la propia definición de clase: “La clase la definen los hombres mientras viven su propia historia y, al fin y al cabo, esta es su única definición.”7 La experiencia de la lucha de clases como determinante 5. Thompson, E. P., “Algunas observaciones...”, p. 8. 6. Thompson, E. P., Miseria de la Teoría, Barcelona,
Crítica, 1981 (1ª ed. en inglés: 1978), p. 167. 7. Thompson, E. P., La formación..., p. XV.
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Entonces, Thompson llegó a la definición y a la existencia misma de la clase no a partir de una realidad objetiva independiente de la voluntad, sino a
través de la evidencia de la acción histórica. Creía que solo desde ella, o lo que es lo mismo, desde la experiencia, podemos afirmar la existencia de la clase. Y la experiencia no es otra cosa que la lucha de clases. De allí que lucha de clases, por un lado, y clase y conciencia de clase, por el otro, resulten conceptos inescindibles en el enfoque thompsoniano, pero que, en definitiva, el primero tenga primacía causal sobre los segundos. Thompson arribó a esta revalorización del concepto de lucha de clases a partir de sus estudios sobre la sociedad inglesa del siglo XVIII, en donde encontró factible usar el concepto de lucha de clases a pesar de percibir que uno de los polos de esta (el de los productores primarios), no solo evidenciaba una conciencia de clase débil, sino una dudosa existencia como clase. De este modo, Thompson intentó un replanteo de la teoría marxista, al reordenar jerárquicamente y recombinar el lugar y la relación de los conceptos de clase, conciencia y lucha de clases, cuestionando toda interpretación estructuralista o economicista: “En mi opinión, se ha prestado una atención teórica excesiva (gran parte de la misma claramente ahistórica) a ‘clase’y demasiado poca a ‘lucha de clases’. En realidad, lucha de clases es un concepto previo así como mucho más universal. Para expresarlo claramente: las clases no existen como entidades separadas, que miran en derredor, encuentran una clase enemiga y empiezan luego a luchar. Por el contrario, las gentes se encuentran en una sociedad estructurada en modos determinados (crucial, pero no exclusivamente, en relaciones de producción), experimentan la explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los explotados), identifican puntos de interés antagónico, comienzan a luchar por estas cuestiones y en el proceso de lucha se descubren como clase, y llegan a conocer este descubrimiento
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como conciencia de clase. La clase y la conciencia de clase son siempre las últimas, no las primeras fases del proceso real histórico.”8 Como parte de esta operación argumentativa, el historiador inglés recusaba todo principio determinista: “no hay examen de determinantes objetivos (y desde luego, modelo teórico obtenido de él) que pueda ofrecer una clase o conciencia de clase en una ecuación simple. Las clases acaecen al vivir los hombres y las mujeres sus relaciones de producción y al experimentar sus situaciones determinantes, dentro ‘del conjunto de relaciones sociales’, con una cultura y unas expectativas heredadas, y al modelar estas experiencias en formas culturales (...). Las clases, en este sentido, no son más que casos especiales de las formaciones históricas que surgen de la lucha de clases.”9 En la conformación de las clases también hay un papel para los procesos de “socialización”y educación en términos de “cultura de clase”, que pueden (y deben) acompañar la dinámica de la autoconstitución: “Una vez que una madura conciencia de clase ha crecido, los jóvenes pueden ser ‘socializados’en sentido clasista y las instituciones de clase pueden prolongar las condiciones para su formación; además, generarse tradiciones o costumbres de antagonismo de clase que no corresponden más a un antagonismo de intereses”. Pero el autor nunca pierde de vista el rol de la experiencia: “La cuestión es que no podemos hablar de clase hasta que la población, a través de un proceso de lucha (que comprende una lucha a nivel cultural), entra en relación o en oposición con otros grupos bajo forma de clase o modifica las relaciones de clase heredadas que ya existían.”10 Clase como categoría histórica
En Thompson percibimos la convicción de que las clases pueden ser definidas solo como fenómenos concretos.
Es decir, las concibe como productos necesariamente historizables. Cuando las define como “un fenómeno histórico”, aclara: “No veo a la clase como una ‘estructura’, ni siquiera como una ‘categoría’, sino como algo que tiene lugar de hecho (y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas. Todavía más, la noción de clase entraña la noción de relación histórica. Como cualquiera otra relación es un proceso fluido que elude el análisis si intentamos detenerlo en seco en un determinado momento y analizar su estructura.”11 El intelectual inglés precisó aún más, tiempo después, su noción de clase, empleando el concepto de categoría histórica : “Clase, según mi uso del término, es una categoría histórica; es decir, está derivada de la observación del proceso social a lo largo del tiempo. Sabemos que hay clases porque las gentes se han comportado repetidamente de modo clasista; estos sucesos históricos descubren regularidades en las respuestas a situaciones similares, y en un momento dado (la formación ‘madura’de la clase) observamos la creación de instituciones y de una cultura con notaciones de clase, que admiten comparaciones transnacionales”.12 Comprendida la clase como categoría histórica , esta puede ser empleada por los marxistas en dos sentidos distintos, ambos pertinentes, según Thompson, aunque proclives a generar confusión. En un primer sentido, se puede utilizar el concepto de clase referido a un contenido histórico real, empíricamente observable. Este sería el uso moderno de clase que surge a partir de la sociedad industrial capitalista del siglo XIX. En este caso, el concepto de clase no solo permitiría organizar y analizar la evidencia, sino que estaría “presente”en la evidencia misma (como instituciones, partidos o culturas “de clase”). En un segundo sentido, este término puede resultar una herramienta útil para organizar la evidencia histórica de
8. Thompson, E. P., “La sociedad inglesa del siglo
XVIII: ¿Lucha de clases sin clases?”, en Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial , Barcelona, Crítica,
1984 (1ª ed. en inglés: 1979), p. 37. 9. Ibid., p. 39. 10. Thompson, E. P.,“ Algunas observaciones...”, p. 7. 11. Thompson, E. P., La formación..., p. XIII, cursiva
en el original. 12. Thompson, E. P., “La sociedad inglesa...”, p. 34,
cursiva en el original.
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13. Thompson, E. P., “La sociedad inglesa...”, pp. 36-37. 14. Thompson, E. P., “Algunas observaciones...”, p. 4. 15. Thompson, E. P., La formación..., p. XIII. 16. Thompson, E. P., “La sociedad inglesa...”, p. 38,
cursiva en el original 17. Ibid., p. 36, cursiva en el original.
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sociedades anteriores a la revolución industrial, pero siempre teniendo en cuenta que aquí la categoría tiene una correspondencia mucho menos directa con la evidencia. Recordemos que clase y lucha de clases no eran conceptos asequibles dentro del propio sistema cognoscitivo de la gente de la época preindustrial, y que estos se consideraban a sí mismos y libraban sus batallas en términos de “estados”, “órdenes” o “estamentos”. En este caso, se hace necesario extremar el cuidado para no leer retrospectivamente nociones posteriores de clase y tener siempre presente que si utilizamos el concepto de clase con tanta amplitud histórica es por falta de otras categorías que permitan analizar el proceso histórico. 13 Thompson ejerció una crítica implacable contra todos las interpretaciones que construyeron categorías, conceptos o muestras de clase predeterminados y estáticos, listos para “operar”sobre realidades humanas que, empero, son siempre dinámicas e históricas. Esas categorías, que nos remitirían a una situación de estasis ideal, pero no real, podían ser usadas, según Thompson, en dos sentidos: sociológico y heurístico. En el primer caso, desde una perspectiva generalmente positivista (y, a veces, también “marxista”), la clase era reducida a una pura y simple medida cuantitativa, en función del número de personas en determinada relación con los medios de producción. En el segundo caso, la clase es definida como aquello a lo que la gente cree pertenecer en su respuesta a un formulario; esta es la tendencia frecuentemente usada por los investigadores funcionalistas yanquis para criticar la noción marxista de clase, ya que nunca dejan de encontrar obreros que no se comportarían de acuerdo con su condición proletaria o que al ser interrogados dicen pertenecer a la clase media o no saben definirse.14 Lo que permanecía ausente en estas visiones era la observación del comportamiento del grupo
humano a través del tiempo y en su contexto real. En definitiva, para Thompson: “Ni el entramado sociológico mejor engarzado puede darnos una muestra pura de la clase, del mismo modo que no nos puede dar una de la deferencia o del amor. La relación debe estar siempre encarnada en gente real y en un contexto real.”15 La operación teórica de Thompson impugna la ecuación lineal: a) existen determinadas relaciones de producción; b) instantáneamente derivadas de ellas, se hallan las clases; c) se desarrolla la lucha de clases. En esta concepción, que él denomina idealismo marxista-estructuralista, encuentra una concepción completamente errónea y antidialéctica: “que las clases existen, independientemente de relaciones y luchas históricas, y que luchan porque existen, en lugar de surgir su existencia de la lucha.”16 En Thompson podemos encontrar el análisis de una puja dentro de la tradición marxista entre dos concepciones en torno a las clases. Una, la que reivindicaba como propia y de una generación de historiadores socialistas británicos (Rodney Hilton, Cristopher Hill, Eric J. Hobsbawm, Raphael Samuel), era la que se inspiraba en los textos histórico-políticos escritos por Marx hasta mediados del siglo XIX (como El dieciocho brumario de Luis Bonaparte), en los que la clase emerge como un concepto dinámico, dialéctico, plenamente histórico (en donde la teoría no aplastaba a la Historia, sino que ambas se interpelaban y enriquecían dialécticamente). La otra, la que había alcanzado su sofisticación en el pensamiento althusseriano, en la que clase se revela como una categoría estática, “que solo halla su definición dentro de una totalidad estructural altamente teorizada, que desestima el verdadero proceso experimental histórico de la formación de las clases”.17 Precisamente, una de las mayores distorsiones que el historiador marxista
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inglés encontraba para examinar la cuestión de las clases y su conciencia estaba originada en la utilización de la relación “base/superestructura”, verdadero pilar teórico del análisis althusseriano. Según esta analogía de la realidad, las fuerzas productivas y las relaciones de producción supondrían la “base real y objetiva”, y de allí la conciencia de clase surgiría como una sobreestructura “derivada”. Thompson atacó desde siempre “esta metáfora procedente del campo de la construcción”, pues la consideraba “inadecuada para describir el flujo del conflicto, la dialéctica de un proceso social cambiante.”18 A Thompson la relación “base/superestructura” le resultaba desafortunada al poseer una intrínseca tendencia reduccionista y llevar a lo que, en su afán polémico, caracterizó irónicamente como “leninismo platónico”. En sus palabras: “Esta analogía nos presenta una clase –o una ‘clase en sí’– a nivel de ‘base’, que luego se traduce en conciencia de clase –o ‘clase para sí’– si es que desemboca a nivel de sobreestructura. Si ella no desemboca en una dirección suya propia, entonces debemos introducir el concepto de ‘falsa conciencia’: la clase está allí, pero está mistificada, ella no se conoce a sí misma ni a sus propios intereses. Para decirlo en forma más elaborada, esto puede dar lugar a una teoría de las clases que recuerda a Platón: ofrece un modelo de desarrollo por grados de la formación de clase con la cual la historia debiera conformarse, y si la evidencia es contraria, o se quita la parte válida o se introduce la falsa conciencia.”19 Estas observaciones nos sirven para introducirnos en el último tópico a tratar, el de la “falsa conciencia”. Acerca de la “falsa conciencia” y el “sustituismo”
Thompson creía que a partir de conceptualizaciones marxistas ahistóricas y estáticas de clase se llegaba a violentas
distorsiones acerca de la conciencia de clase, la más nociva de las cuales era la de la “falsa conciencia”; y que a esta idea se arribaba a partir de una equivocada concepción de la clase como una “cosa”, preexistente y observable analíticamente cuando, en verdad, no es sino una “relación histórica”: “ Se supone que ‘ella’, la clase obrera, tiene una existencia real, que se puede definir de una forma casi matemática: tantos hombres que se encuentran en una determinada relación con los medios de producción. Una vez asumido esto, es posible deducir qué conciencia de clase debería tener ‘ella’ (pero raras veces tiene) si fuese debidamente conciente de su propia posición y de sus intereses reales.”20 Para Thompson, las consecuencias de esta operación analítica eran devastadoras, no solo para el análisis historiográfico, sino sobre todo para la acción política presente de los trabajadores. Especialmente, condenaba toda práctica “sustituista” que conspirara contra la autoactividad libre y democrática de la clase obrera, pues ‘Ella’ no existe, ni para tener un interés o una conciencia ideal, ni para yacer como paciente en la mesa de operaciones del ajustador.”21 Thompson realizó frecuentes críticas a las concepciones sustituistas y vanguardistas. En 1963, sostuvo: “ Estos ‘atrasos’ culturales y esas distorsiones son un fastidio, de modo que es fácil pasar desde esta a alguna teoría de la sustitución: el partido, la secta o el teórico que desvela la conciencia de clase, no tal y como es, sino como debería ser.”22 En 1977, afirmó: “los intelectuales a menudo sueñan una clase que sea como una motocicleta con el asiento vacío, a la cual ellos suben y guían porque poseen la verdadera teoría. Esta es una característica ilusión, es la ‘falsa conciencia’ de la burguesía intelectual.”23 Un año después expresó la misma idea de otro modo, pero ahora condenando explícitamente ciertas
18. Thompson, E. P., “The peculiarities of the
english”, en R. Miliband y J. Saville (comps.), The Socialist Register: 1965, Londres, 1965, p. 351. 19. Thompson, E. P., “Algunas observaciones...”, p. 10. 20. Thompson, E. P., La formación..., p. XIV. 21. Ibid., p. XV. 22. Ibid., p. XIV. 23. Thompson, E. P., “Algunas observaciones...”, p. 12.
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Edward Palmer Thompson.
concepciones leninistas: “ es decir, la ‘vanguardia’ que sabe mejor que la clase misma cuáles deben ser los verdaderos intereses (y conciencia) de esta. Si ocurriera que ‘esta’ no tuviera conciencia alguna, sea lo que fuere lo que tenga, es una ‘falsa conciencia’.”24 Una reapropiación crítica del enfoque thompsoniano
24. Thompson, E. P., “La sociedad inglesa...”, pp. 35-36. 25. Ibid., p. 38.
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¿Cuáles son las críticas que pueden formularse a estos planteos acerca de los conceptos de clase, conciencia y lucha de clases? Solo apuntamos algunos elementos. Hay una amenaza general que afecta a todo el proyecto historiográfico thompsoniano, sobre todo, tal como fue formulado en sus últimos años: transitar desde la consideración de la complejidad de la vida con sus múltiples determinaciones, hasta la negación de cualquier determinación, poniendo en peligro el principio mismo de la causalidad y deslizando su visión hacia el terreno del subjetivismo, el empirismo y el culturalismo. El propio historiador inglés se refirió a esta impugnación: “Espero que nada de lo escrito anteriormente haya dado pábulo a la noción de que yo creo que la
formación de clases es independiente de determinantes objetivos, que clase puede definirse simplemente como una formación cultural.” 25 Sin embargo, son muchos los señalamientos que permiten discutir esta última afirmación. Veamos un ejemplo de ello: consideremos el capítulo más “estructuralista” de La formación de la clase obrera en Inglaterra , el número seis, llamado sugestivamente “Explotación”. Lo que hay allí es, precisamente, una evaporación de los factores estructurales: la explotación aparece en escena en términos subjetivos, entendida más como la percepción de la misma por los obreros que como la extracción de plusvalía (concepto clave del universo teórico marxista que ni siquiera aparece mencionado en la obra). Entonces, podría decirse que el exceso de celo antieconomicista y antiestructuralista le dificulta a Thompson reconocer el fundamento económico de las clases –y de las sociedades clasistas– que se halla en la base de la interpretación de Marx y que constituye un fundamento sólido para abordar la historia desde una posición materialista. Frente a la postura thompsoniana que, para oponerse a una imagen antropomórfica de la clase con una voluntad y una conciencia definidas, afirma que la lucha de clases tiene primacía analítica, existencial y teórica sobre las clases, es posible argumentar que si no se reconoce la base material última de la explotación económica de donde surge la lucha de clases, se disuelven los criterios sobre los que elaborar la historia social. Se corre el riesgo de identificar una voluntad humana libre de determinación, lo que disuelve en última instancia tanto a las clases como a la lucha de clases. Algunas de estas críticas y de ciertos planteos alternativos a los de Thompson merecen un estudio detenido, que podrá ensayarse en otro artículo.