EL
ARTE DE
COMPONER MÚSICA MEDIANTE UN MÉTODO ENTERAMENTE NUEVO, ADECUADO AL MÁS MÍNIMO TALENTO POR EL CUAL TODAS LAS DIFICULTADES DESAPARECEN, Y LA PERSONA QUE NUNCA HA HECHO PROGRESO ANTES PODRÁ, CON POCA APLICACIÓN, TENER ÉXITO
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
PREFACIO
Un libro sin prefacio es como un cuerpo sin cabeza, o un rey sin sus guardias. Además, la costumbre ha hecho necesario que un libro no sea nada sin uno; y es considerado también un adorno indispensable. Un caballero compraría tan rápido un caballo sin una estrella en su frente, como un erudito un libro sin prefacio. Pero como la naturaleza no ha bendecido a cada caballo con esta belleza, un ingenioso vendedor reemplazaría dicha carencia con una artificial; quizás prestada de la piel de otro animal. Espero, por lo tanto, gentil lector, que me permita (pues yo no tengo problema) hacer uso de las palabras de un hermano músico1, quien se encontró en una situación similar a la mía. “El principal fin que tengo en mente es contribuir, tanto como mis habilidades lo permitan, a la perfección de un arte que amo, y rescatar al músico de la desgracia y desprecio que los errores de ignorantes imitadores le han traído: espero que ningún Maestro reconocido preste su rostro a la destrucción que a dichos imitadores pueda parecerles de interés. En pocas palabras, el camino a la emulación está abierto de par en par; el mejor método de triunfar sobre un autor es superarlo; y el que más manifiesta su afecto a una ciencia, es el que más contribuye a su avance”. Hasta aquí las palabras de este autor se adecúan a mi propósito. Pero cuando éste nos dice que “treinta y cuatro años antes, él encontraba la música en tan próspero estado, que tenía toda la razón de suponer que el crecimiento de ésta sería conveniente a la excelencia del alma, pero que ha vivido para verse miserablemente decepcionado; que el estímulo ha sido mal aplicado; que la mano considerada más que la cabeza; que la interpretación más que la composición; y que en vez de trabajar para cultivar un buen gusto, que parecía ser todo de lo que se carecía, el público eligió contentarse con alimentar la insipidez;” cualquiera que lea detalladamente las siguientes hojas, encontrará que diferimos ampliamente. Porque me enorgullezco de haber probado suficientemente que la Música, en vez empeorar, ha ido mejorando casi estos últimos diecisiete años, y que ha llegado ya al punto más alto de la perfección.
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El señor Geminiani, en su tratado sobre buen gusto en la música
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
EL ARTE DE COMPONER MÚSICA Como la música se ha convertido en no sólo el deleite sino la práctica de la mayoría de la gente de clase, y como la música italiana en particular se ha estimulado e incentivado, no puedo sino con la más grande satisfacción felicitarle esto a mi país natal. La música, hasta hace poco, ha sido pensada como un muy difícil y abstruso estudio: pero todos saben que la música no es lo que solía ser, y que nosotros estamos proporcionalmente cambiados. ¿Y a qué se debe ese cambio? Ciertamente, a ese feliz condimento de la ternura patética que respira en cada sonido de la moderna música italiana. Antes hubiera tomado sudor y lágrimas a un hombre en una fría mañana ejecutar correctamente una canción o una lección2; pero los gentiles sonidos de los que ahora alardeamos no requieren tal trabajo. Todavía hay algunos entre nosotros que sostienen como verdadera música los masculinos golpes musicales de Handel; pero me dan lástima. Pues, ¿por qué no habría de haber en la música la facilidad y negligencia que se requiere solamente en todas las demás cosas corteses? En cuanto a sus cosas masculinas (como les gusta decir a esos señores pasados de moda), ¡las odio y las detesto! Porque ¿qué podría ser más desagradable e impertinente que cuando se está calmado y adormecido en una placentera reverie, ser despertado, levantado (si no es una expresión muy vulgar) por una de esas cosas masculinas? En mi opinión, nada puede ser más impertinente y descortés; y es por eso, justamente, explotado por los adeptos modernos. Hubo un tiempo en el que el Hombre-Montaña, Handel, había alcanzado la superioridad, no obstante varios intentos de impedirlo; y la hubiese mantenido probablemente, si se hubiera contentado con complacer a la gente como ellos querían; pero su malvado genio no lo permitiría: ya que él, imaginando ciertamente que nada podría obstruirlo en su carrera, mientras estaba en el cénit de su grandeza, espetó una nueva clase de música; más llena, más grande (como le gusta llamarla a sus admiradores, debido al gran número de partes para instrumentos) y, para hacer el ruido más fuerte, pidió que se interpretara con por lo menos el doble de voces e instrumentos que se hayan escuchado jamás en un teatro. Con esto, no sólo pensaba en rivalizar con Dios, sino con otros también; particularmente con Aeolus, Neptuno y Júpiter3: pues llegué a pensar una vez que el teatro se derrumbaría con su viento artificial; y en otro momento, que el mar hubiera desbordado y nos hubiera tragado: pero más allá de todo, que su trueno era más que intolerable – nunca podré sacarme el horrendo sonido de mi cabeza-. Esto era (literalmente dirán) atormentarnos4; ¡Ja! ¡Ja! pero recordad la consecuencia – con este intento de personificar a Apolo, él compartió el destino de Phaëton: Heidegger5 se rebeló, y con él la mayoría de la nobleza.
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N. de T.: Suite para clave. N. de T.: Dioses romanos del viento, el mar y el trueno. 4 N. de T.: En el original: “Taking us by storm”. Juego de palabras entre el trueno de Zeus y la tormenta sonora del compositor. 5 N. de. T.: Noble de gran importancia de la época. 3
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
Desde este feliz acontecimiento podemos fechar el crecimiento y el establecimiento de la música italiana en nuestra isla. Luego vino el curador bálsamo de Hasse y Vinci, Lampugnani, Piscetti, Gluck, etc. Quizás algunos de mis lectores me preguntarán, ¿que pasó con el viejo alemán? Pues, como un gigante cayendo de espaldas, hizo vastos esfuerzos para levantarse de nuevo, pero en vano: en poco tiempo, mediante una presunción de su mérito, costeó una opera, frecuentemente interpretada a una pequeña audiencia de ciudadanos, y algunas veces a algo más que un teatro vacío; mientras que el otro teatro estaba constantemente lleno; lleno de nobleza, y otras personas con un gusto más refinado (a su inmortal honor se les habla), hasta que en poco tiempo los bolsillos de Handel se vaciaron de los miles que había estado juntando en cuarenta años, y los bolsillos de Farinelli (solo un cantante) se llenaron de una suma igual, si no mayor, en tan solo una temporada. Las damas, que son los únicos árbitros en temas como estos, no serían más tratadas tan ásperamente (aunque no eran enemigas de los movimientos masculinos, siempre que fuera propiamente introducido y aplicado con precaución), pero ahora las cosas estaban de maravilla: nada caería que no fuera italiano. Es verdad que pocos grandes maestros han quedado; pero en lugar de eso, nuestros amigos en el exterior nos han llenado de los desechos de las genuinas óperas en Roma, Nápoles y Venecia6. ¡Un fondo inagotable! Pues las nuevas óperas en otros lugares son producidas diariamente; pero sólo las obras que son agradables a nuestro gusto, son enviadas aquí: debo aclarar que quienes eligen son particularmente cuidadosos en rechazar todo lo que tenga la más mínima apariencia de haber sido hecho con trabajo y estudio: así, la música es llevada a tal grado de perfección, y nuestro gusto y conocimiento se refinan tanto, que he visto muchas arias compuestas por damas y caballeros de clase, iguales a las más elegantes interpretaciones de los maestros italianos. ¡Feliz! ¡Tres veces feliz Nación! Cuyos principescos hijos son capaces de tan noble hazaña. Habiendo dado hasta este punto un panorama del estado de la música en general, procederé a darles una opinión de ésta en lo que me concierne, y el valioso secreto que estoy a punto de revelar: en el cual seré tan breve como sea posible. Sabed, que por treinta años he hecho de la música mi principal estudio y práctica. Tenía una inclinación natural hacia ella desde la infancia, y tomé la primera oportunidad que se me ofreció (que sucedió mientras trabajaba para un tardío A-------l como mayordomo) de comprar un violín: este instrumento dominé en poco tiempo. La siguiente adquisición fue un clave, que estudié con similar éxito; a tal punto que fui nombrado Organista de Chelsea, puesto que ocupo hoy en día, y que reemplazo con un suplente; ya que mi residencia está a por lo menos cien millas de distancia. Mi siguiente ascenso fue el puesto de organista en la catedral de G------, donde residí algunos años, y propagué la música (de la cual sus habitantes hasta ese momento desconocían por completo) no sólo en esa ciudad, sino varias millas a la redonda, con 6
En este lugar, incluso los marineros comunes son grandes de la música: y sus pequeños sonetos han sido la admiración de toda la parte cortés del dominio de Su Majestad; Wit posee una colección de ellos, publicados por el Sr. Welsh (según me han dicho) bajo la dirección de un noble.
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
aplicación e infatigables dolores; y el éxito no fue para nada mínimo: la forma y agilidad de mi cuerpo (que es muy pequeño) me hicieron útiles para uno, mi método de enseñanza (que es distinto del de todos los otros maestros), me procuró el otro. Todavía no he dicho nada de mi habilidad en la composición, de la que me enorgullezco más que mi excelente desempeño en tres instrumentos. En mis días jóvenes busqué los mejores medios posibles, para obtener un conocimiento competente; me puse bajo la dirección del erudito Doctor P------, pero las reglas del Doctor eran muy abstrusas, muy secas, y llenas de trabajo, para alguien de mi volátil disposición. Sin embargo, él obtenía el dinero y yo los preceptos; e hice buena ventaja de ellos, les aseguro. Pues, cuando sea que mis fundamentos eran en lo más mínimo cuestionados, el nombre del Doctor se me aparecía inmediatamente; y sus reglas listas para ser expuestas. Hablaba con fluidez de Hexacordos, solfeo, contrapunto, etc., como si realmente los entendiera. Pero, entre amigos el Doctor es muy agradable, muy rígido en sus principios de la armonía; muy estricto en la observancia de la preparación y la resolución – muy escrupuloso sobre acentos, fugas, imitaciones y esas cosas- pues ¿qué son todas estas cosas sino muchos estorbos para un genio brillante? Pero como dije antes, todas éstas son dejadas de lado. En breve, reflexioné y pensé sobre ellas mucho tiempo para llegar a nada; y al final decidí dejarlas enteramente, y lo hice, encontrando mi propio gusto para producir efectos infinitamente más encantadores. En el curso de mi práctica, siempre he tenido cuidado (siguiendo el ejemplo de los maestros italianos) de interpretar, tocar, y recomendar nada más que mis propias composiciones (y que son mías pocos serán muy tercos para negar). Por estos medios he llevado a mis eruditos hacia un profundo sentido de mis grandes habilidades, y logrado que desconsideren a todos los otros maestros. Teniendo éxito así en mi capacidad privada, llegué a la resolución de exhibir mis talentos en el extranjero; publiqué ----- mis canciones que hoy en día están en manos de cientos, que se han suscripto a ellas: como hablan por sí solas, no me explayaré sobre su belleza, pero me contentaré con decir solamente que son el primer espécimen de verdadero buen gusto que alguna vez se hayan escrito. Debo confesar, algunos trataron estas canciones con gran indignidad; particularmente la Universidad de C------, donde tenía varios suscriptores. Supongo que lo que pasó fue lo siguiente: mis amigos, deseosos de escuchar las canciones, fueron a oírlas al concierto semanal, y allí fueron interpretadas (sin dudas) en el viejo estilo jog-trot, que no podía fallar en causar disgusto y que causó el menor grado de sensación placentera; por eso, solamente cantar y tocar mi música no es suficiente; debe estar acompañada de alguna gesticulación, y los músculos de la cara deben poder contraerse o distenderse en fruncidos, sonrisas, miradas de soslayo, etc., acorde a las distintas emociones que se sienten: mediante estos medios, he visto audiencias totalmente deleitadas cuando he tocado una obra, que, si cualquier otro hombre hubiera cantado o tocado, hubiera sido considerado chato e insípido: es por ello que lo considero como una de mis más grandes hazañas, de las que seguiré hablando un poco más. Si hubiera tocado en un modo convencional, si hubiese tocado con verdadero gusto, la condena del público se hubiera revertido; y en vez de estar inhumanamente condenados a las llamas como estaban, no sólo hubieran aplaudido las canciones, sino que las hubieran considerado como uno de los más valiosos trabajos de antigüedad en sus archivos. En cuanto a la otra universidad, mucha de la vieja chusma todavía quedaba, pues pocos o ninguno se suscribieron; por lo cual no tengo datos de la recepción que tuvieron mis canciones allí.
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
Sin embargo, no en lo más mínimo desalentado, seguí adelante: determinado a empujar mi plan de mejorar el gusto de mi condado, y, de ser posible, traerlo a un estándar proporcional al de Londres. La siguiente interpretación que exhibí ante el público fueron seis solos, o más bien duettos (pues una parte era tan importante como la otra) para violín y violoncelo. ¡Hubo gusto y juicio a la perfección! Pero desafortunadamente, el infortunio que sufrieron mis anteriores obras también las padecieron estas: tanto que un caballero7 dijo, que si se pusiera el libro al revés, y se tocase la parte del cello como si fuera la del violín, y si un bajo de Corelli se uniera a una parte de violín de Geminiani, produciría una igualmente bella armonía y conexión. Es aquí claro pues que no comprende mi obra; pues la armonía no es de lo que me enorgullezco: y en cuanto a la conexión, si puedo hacer que dos partes suenen agradables, cada una por separado, una mínima relación entre ellas es suficiente. Y en cuanto a la preparación, resolución, modulación, etc., éstas no tienen nada que ver con el verdadero gusto; cualquiera que descrea, puedo quedar satisfecho, leyendo cuidadosamente las obras de los más célebres compositores modernos. Porque si los discordes han de ir y venir, sólo cuando se los espera, entonces la figura más bella en la música se destruye: me refiero a la sorpresa. Por haber recibido esta crítica, proveniente de un hombre que tiene reputación de ser un gran connoiseur, fui lanzado en parte a una recaída: y poco tiempo después, publiqué una imitación de una obra en estilo antiguo8: resolviendo así (aunque me costó infinitos dolores, debo confesar) lograr una tregua con (o al menos calmar) estas críticas por un tiempo. Pero el destino de esta interpretación fue todavía peor que la del anterior; mi suscripción no alcanzaba, por lo que esta elaborada pieza fue conocida solo en el círculo de mis patronos y entusiastas; esto carecía de un objetivo. En primer lugar, perdí dinero al hacerlo; en segundo, no adquirí reputación: mis amigos y admiradores no querían convencerse de mis habilidades; y tampoco era esta la manera de hacerlo, si fuese el caso: por ser, como dije antes, en un estilo muy distinto de lo que había estado inculcando por tanto tiempo. Por otro lado, al no poder obtener suscripciones, me vi forzado a poner en peligro mis obras en los negocios: en parte con esperanzas de poder pagar los costos de grabado, papel, impresión, etc. Pero en el fondo, con la esperanza de que cayeran en manos de los que se hacen llamar jueces (la principal intención al publicarlas). Este fin tuvo respuesta; pero con tan poco éxito, que en vez de encontrar aprobación y aplauso, me llenaron de desagradables apelaciones de imitador, mímico, frívolo y cosas parecidas. ¡Que respuesta desagradecida a mi amistoso objetivo! Las punzadas de dolor que sentí eran inconcebibles. Grité – lloré – de nuevo grité – y luego lloré- hasta que el coraje me llevó a jurar venganza. Varios esquemas se presentaron inmediatamente a mi mente (pues estoy, gracias a Dios, bendecido con una fértil capacidad de invención), algunos factibles, otros no; algunos me gustaron, y otros rechacé; pero todavía cierta duda o perplejidad aparecía para combatir mi objetivo, y prevenirme de llevarlo a la realidad, hasta que al fin encontré un medio infalible; un esquema que será admirado, incluso cuando su autor esté muerto y podrido. 7
James Harris, Esq; de Salisbury Un himno escrito por Dr. Watts, musicalizado a la manera del Himno de Adán y Eva de Milton, puesto en escena por Mr. Galliard 8
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
Hasta el momento, componer música ha estado principalmente en las manos de los maestros; pero este admirable plan mío permitirá que cualquier caballero pueda componer su propia música; y por un método tan fácil, que incluso un niño de cinco años podrá hacerlo – tan bien como yo. Todos deben pensar que una invención tan noble no fue llevada a la perfección en un día, tal como Roma no fue construida en dicho tiempo. No. Fue un emprendimiento laborioso y trabajoso. El fin propuesto, es algo; pero el medio para alcanzarlo, es otra cosa. Decir que le enseñaría a la nobleza a componer música, para gran pesar de sus maestros, fue prontamente dicho: pero encontrar el método fue un trabajo de gran dificultad. Lo primero que se me ocurrió fue el Lagado9: esa maravillosa invención aprendida del profesor mencionado en Los Viajes de Gulliver, que con una pequeña alteración, hubiera servido a mi propósito de excelente manera, ya que hoy vivo en un10 lugar famoso por sus operaciones mecánicas. Pero el conjunto de máquinas, y el numero de manos requerida para hacerlas funcionar era, vgr., mínimo cuarenta pares, lo hacía muy inconveniente; y en muchos casos totalmente impracticable. De no haber sido así, hubiera sido el pasatiempo más bello imaginable para las damas y caballeros que se destacan por su destreza al cortar papel, por haber separado las notas y pasajes, y haberlas pasados en los pequeños trozos de madera: lo cual es muy parecido a cortar figuras impresas a color, vgr, pájaros, bestias, flores, árboles, hombres, mujeres, casas, etc., y pegarlas a cajones y luego barnizarlas. Esta es el moderno arte de barnizado japonés; y fue el único pasatiempo de las damas y caballeros de clase por un buen tiempo. Pero, por las razones antes expuestas, dejé de lado los pensamientos sobre el Lagado. Luego tomé en consideración un esquema propuesto a la Real Sociedad, para escribir música interpretada extempore en un clave, o en cualquier instrumento parecido, mediante el uso de lápices puestos en el lado inferior de las teclas, y un barril, o rodillo con un papel pentagramado listo para recibir las marcas que hicieran los lápices de ahí en más, y las proporciones de las notas ser calculadas de acuerdo las diferentes longitudes de los trazos. Esto podría haberlo hecho, pero era necesario ser un músico (al menos un intérprete) antes de poder ser un compositor, razón por la cual lo dejé de lado. El siguiente esquema que se presentó fue el de la Signora Gambarini: enseñar las proporciones de los sonidos armónicos, mediante palos de las cartas; pero considerando que esto puede pesar sobre la memoria de mis discípulos, y que la señora podría enojarse ante tal infracción a su propiedad, lo rechacé también. Me hubiera llevado algún tiempo descubrir cómo es que funcionaba; porque al presente, debo admitir, soy totalmente ignorante de su funcionamiento.
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Llamado así por el lugar donde vivió el que lo inventó. Aproximadamente diez años desde que el autor se retiró a B--------m.
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Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
Pero, como la espuma de la mordida de Bucéfalo es mejor expresada por la pluma lanzada en desesperación que por todos los dolores que sufriera Apelles y como las invenciones más nobles se han debido a mínimos accidentes, de dicha manera sucedió conmigo. Luego de soportar terribles dolores, mayormente en vano, y casi desesperado por un triunfo, un accidente me entregó una pista, que dio amplias compensaciones. Amplias compensaciones digo, porque si esto no les da el coup de grace a todos los anticuados músicos, entonces estoy en un gran error. Entrando un día al comercio del librero mientras este trabajaba, me detuve un tiempo y tuve una charla con él: presentándole poca atención a todo lo que hacía, me dejó un minuto, se dirigió a un rincón del comercio, y trajo un tintero con una pluma: pensé yo, ¿para qué servirá esto? Pronto descubrí, que el librero lo usaba para rociar los bordes de las hojas, y (con alguna variación) la parte externa de las tapas. “¡Esto servirá! ¡Esto servirá!” dije en el mayor éxtasis imaginable y directamente salí del lugar. [El hombre me dijo tiempo después, que pensó que estaba loco] A casa fui, e inmediatamente hice una de estas máquinas: que en el futuro me permitiré denominar Spruzzarino; ya no más un simple pincel. Hice un experimento de mi nuevo descubrimiento, y descubrí que respondía, incluso más allá de mis expectativas. Antes de darles detalladas instrucciones sobre manera de emplear este instrumento, me tomo el permiso de sugerir un par de cosas que es absolutamente necesario que se observen, para obtener un buen uso de éste. Primero, es apropiado que usted se familiarice con las diferentes formas de las notas con cabeza negra; pues las abiertas han sido dejadas de lado con la idea anexada a ellas; excepto en las catedrales, y espero que pronto desaparezcan de allí: pues su música era tan ininteligible en mis tiempos, que nunca pude entenderlas o ejecutarlas; excepto algunas de los himnos de Dr. G------n. Negras, corcheas, semicorcheas y semifusas, son las únicas notas que deben aparecer en la música; a menos que intentemos parecernos a nuestros tátara abuelos: estas notas entonces, usted debe poder escribir con su pluma. Presumo que la mayoría puede escribir, más o menos; no importa cuán indiferentemente o sin gracia, ya que es tarea de algún súbdito transcribir nuestras obras claramente para que sean legibles. En una palabra, las tres primeras páginas de un libro de 18 centavos (que cualquier negocio puede venderle) lo instruirá tanto en cada aspecto necesario, como si yo escribiera un volumen entero sobre el tema. Es por eso que me dedicaré a instrucciones que se relacionen con temas de gran importancia – como los que se relacionan con el Gran Esquema de Reformación. Como las ligaduras se han vuelto obsoletas, evítelas en toda ocasión. Nunca piense en la clave o tono, tiempo, o compás, hasta que hayáis aplicado el Spruzzarino; la disposición de los puntos de tinta lo llevará a determinar ambos, depende de cómo estén situados, o como se vean inclinados a caer en compás simple o triple. Si hubieren notas supra numerarias, llámelas apogiaturas, acciaccaturas, o como se le plazca; siempre y cuando sea italiano.
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
En cuanto a movimientos rápidos o lentos, no se requiere ninguna disposición de las notas: ni con respecto al compás ni a la modulación; las palabras técnicas italianas lo harán todo. Si un discorde cayera en la primera (u otra) parte de un compás, en donde éste está acentuado, sin ningún previo aviso, nunca lo rechace; pues en eso consiste una de las mayores bellezas de la composición moderna. Como el Spruzzarino no hará bemoles, o sostenidos, deberá usted colocarlo donde mejor le parezca: no importa cuan apropiado sea; cuanto más extraño, tanto más nuevo e inesperado. Evite (tanto como sea posible) cualquier variación importante en la parte del bajo; pues esto es verdaderamente italiano. Pero si inevitablemente es llevado a hacer esto, y quiere que la pieza se interprete al clave, coloque acordes sobre el bajo, a la manera del bajo continuo: si resultaran no ser agradables a la armonía o a la modulación, si se ponen suficientes notas serán consideradas libertades maestras, las cuales nosotros, grandes hombre, nos podemos permitir. Frecuentemente ocurrirá que los puntos forman un pasaje parecido a algún aria famosa de algún otro autor: no veo razón por la que este pasaje debería ser rechazado. ¿Algún poeta rechazaría una estrofa, un verso, o incluso un pensamiento de Homero, Virgilio, Pope, o Dryden, que encajara bien con su tema? Para nada; esto es visto como una ilustración; un espécimen de su lectura. Por supuesto, los poetas tienen una gran ventaja sobre nosotros los músicos, lo que muchas veces les he envidiado; es colocar las comillas al principio de los versos y después poder citar tanto como les plazca; nadie los acusará de plagio; nosotros no tenemos tales marcas de distinción. Habiendo dado estas necesarias precauciones para evitar que usted caiga en el viejo estilo, procederé a instruirlo en el uso del Spruzzarino, y darle tales direcciones, como permitirán hacerlo una estrella en el nuevo estilo; lo cual será hecho en la forma más concisa posible. El arte de componer música en el nuevo estilo Tome un tintero, ponga adentro tinta del color que quiera; coloque una hoja pentagramada en su clave o sobre su mesa; luego sumerja el Spruzzarino en el tintero; cuando lo retire sacúdalo para sacar el líquido superfluo; luego tome la parte fibrosa entre el índice y el pulgar de su mano izquierda presionando y manténgalo con dirección a las líneas y espacios que usted desea rociar; luego use el índice de la mano derecha para tocar gentilmente el borde de la pluma, y verá una multiplicidad de puntos en el papel; esto repítalo tanto como pueda, empezando donde terminó. Una vez hecho esto, lea cuidadosamente las reglas e instrucciones antes dadas; y luego tome su pluma y proceda a colocar claves y tonalidades al principio, marcando los compases, y formando con los puntos negras, corcheas, etc., como usted le parezca, primero la parte aguda, y luego el bajo; observándose una cantidad proporcional entre uno y otro; esto hecho, llénelos de bemoles y sostenidos a gusto.
Traducción por Darío Gonzalo Enríquez
Puede ser objetado que la tinta es algo asqueroso y que manchará los dedos; pero aquellos que estén acostumbrados a la intriga rápidamente dejaran esta objeción, mediante la sugerencia de diversas formas de escribir cartas secretas para engañar a padres, tíos, guardianes, etc. Por ejemplo, use jugo de limón en vez de tinta, y nada aparecerá más que una hoja enteramente en blanco; manténgalo cerca del fuego un momento y cada palabra se hará visible. Todos saben que el jugo de limón está lejos de ser desagradable y es un gran limpiador; y además huele agradablemente. Después de todo, competidores, gruñones, críticos, etc., algunos por envidia, otros por desesperación, crearán dudas sobre el éxito de mi invención; pero pronto los silenciaré, al hacerles conocer mis seis grupos de lecciones, recientemente publicadas, que afirmo han sido compuestas enteramente con este método, y son tan buenas que resistirán la prueba del tiempo. Y habiendo terminado todo lo que tenía que decir sobre el arte de componer música, mediante mi nuevo método, que nadie negará es el más fácil y el mejor que haya aparecido en público [habiendo obviado todas las objeciones que puedan ser hechas] pediré permiso para hacer una pequeña y modesta comparación entre aquellos que han logrado tan grandes hazañas, y tienen el estilo de antiguos músicos, y yo mismo, con la cual he de concluir. Los escritores nos cuentan sobre la música antigua, que la música no consiste solo de sonidos musicales; que, aparte del músico, había alguien que recitaba, otro (con zapatos de hierro) que marcaba el tiempo o el compás, y un tercero que gesticulaba. Ahora, si un hombre toca, canta, cuenta el tiempo (aunque no tenga zapatos de hierro) y gesticula, puede decirse de él, con justicia, que los has superado Ese hombre soy yo. Pues lo que habría empleado cuatro diferentes intérpretes entre los antiguos, lo hago yo mismo. Yo toco, canto, marco el tiempo y soy mi propio gesticulador; consecuentemente soy un hombre mejor que el mismísimo Orpheo, que era como mucho un arpista. Aviso Habiendo publicado hace poco mi Libro de Salmos, y habiéndolo recomendado a los curas de las parroquias de Gran Bretaña, mediante circulares escritas con un gran espíritu de devoción y piedad, no puedo dejar pasar la oportunidad de recomendárselo también a las piadosas matronas que se encargan de cuidar a los niños, para el uso de los varios establecimientos donde presiden; no solo porque estas composiciones son apropiadas para calmar a los infantes para que duerman, sino también para darles tan pronto como sea una impresión de las palabras divinas y la música. Lector, adiós. Soy, agradeciendo por todas las licencias tomadas, Su más obsecuente, Más agradecido Y humilde sirviente, Bar --- G------n, Organista, P---t M---r, y creador de cajas, en B------m.