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PEDR O DE ALVARADO X|| II T7
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Fue de muy buen cuerpo y bien proporcionado, e tenía el rostro e cara muy alegre, e en el mirar muy amoroso, e por ser tan agraciado le pusieron por nombre los indios mexicanos Tonatio, que quierejinete decir el Sol; era muy suelto e buen y sobre todo ser franco y de buena conversación." \s í describen las crónicas al Adelantado Pedro de Alvarado, capitán de confianza de Cortés, fundador de Santiago de los Caballeros —capital del reino de Guatemala—, pacificador de Honduras y El Salvador. Tan famoso por sus tropelías como por sus proezas, este extremeño de ambición desmedida es resumen y paradigma de los vicios y virtudes del conquistador hispano.
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P E DD ER O ALVARAD O el conquistador del país de los quetzales
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BIBLIOTECA IBEROAMERICANA Editor: Germán Sánchez Ruipérez Director ejecutivo: Antonio Roche Director tle producción: José Luis Navarro Director de edición literario: Enrique Posse Director de edición gráfica: Pedro Pardo Je fe de fab ricación: Pablo Marqueta Equipo editorial: Alberto Jiménez, Hipólito Remond o, Katyna Henríquez, Mé Angeles Andrés Editores gráficos: Manuel González, Jorge Mont oro, Teresa Avellanosa, J. M* Marcelino (pies de fotos) Documentación gráfica: Femando Muñoz, Cristina Segura, Teresa López Maquetación y cartografía: Manuel l-'ranch, Pablo Rico Producción: Antonio Mora, César Encinas Diseñ o de cuiden a: Roberto Turégano Asesor editorial: Enzo Angelucci Coordinación científica: Manuel Lucena Salmoral José Manuel Rubio Recio Juan Vila Valentí
© Edici ones Anaya, S. A. 1988. Josefa Valcárcel, 27. 28027 Madrid Para esta edició n: © Ediciones Anaya, S. A. 1988 © Sociedad Estatal para la Ejecución de P rogramas de l Quinto Centenario Avda. Reyes Católic os, 4. 28040 Madrid
Fotografías: AISA: 6, 9, 12-13, 34-35, 40-41,72-73. 77, 78-79, 83, 88-89,93, 95, 108-109, 121, 123. Anaya (Museo Naval): II, 12, 13 (sup.), 18-19,24-25,26. 27,4 1 (sup.), 44.45 , 48,49, 53 .54 ,60 -61 ,63 ,65 ,70 ,71 ,73 (sup.), 84-85 ,91, 106, 107. 127. Anaya: 33, 38, 53, 54, 104-105, 111, 117, 119. M. Antonio: 81. Ju sti ni an o: 94. Oro no z: (cubierta). 2. Sal val: 15, 17, 21, 22, 29, 30 -31 ,36 . 37, 43. 46-47, 50-51,59, 75, 102, 113. 114. M. Vautier: 57, 66-67, 68-69, 97, 99, 100101.
Agradecim ientos: Museo de A mérica (Madr id); Instituto de Cooperación Iberoamerican a (Madrid): Biblioteca Nacional (Madrid); Museo Naval (Madrid). Nuestro especial agradecimiento al Directo r y al personal de conservación del Museo Naval de Madrid.
1.5. B.N.: 84-207-295 3-1 (colección) 1.5. B.N.: 84-2 07-31 37-4 (este volumen) Depósito legal: M -13228/89 Impreso en España - Printed ¡n Spain Fotomecánica: Datacolor Fotocomposición: C.T.E., S. A. Imprime: Josmar, S. A. Encuademación: Larmor, S. A.
Introducción
Pedro de Alvarado es un fiel reflejo efe la época en que nació, vivió y murió. 1:1tránsito de la Edad Media a la Moderna, el fin de la Reconquista, el descubrimiento de América, son acontecimientos esenciales que influyen de manera decisiva en los españoles del momento. En especial, el último hecho citado cambia, por completo, la vida de muchas personas; todo aquel que quisiera acumular riquezas o dar rienda suelta a sus sueños de aventura podía encontrar en el Nuevo Mundo el lugar ideal donde hacer realidad sus deseos. Alvarado participa en algunas de las conquistas fundamentales en la historia de América. Interviene, primero, en la conquista de la isla de Cuba; más tarde destacará en la de México, convertido en capitán y en uno de los hombres de confianza de Hernán Cortés, y, por último, pacificará las regiones de Guatemala, El Salvador y Honduras. Si añadimos, además, que intentó incorporarse a la ocupación de los territorios pertenecientes al imperio inca y descubrir en la Mar del Sur, la ruta hacia la Especiería, podemos intuir la importancia de su trayectoria vital en unos tiempos fundamentales para España y Europa. Alvarado resume, como ningún otro, todos los aspectos positivos y negativos del conquistador. Junto a demostraciones evidentes de valor, heroísmo, camaradería y ayuda a los amigos, se dan cita en su persona rasgos de crueldad hacia los indígenas, inclemencia para los enemigos de cualquier signo y pasión desmesurada por las riquezas. Todo lo expuesto nos lleva a afirmar que el estudio de la figura de Pedro de Alvarado sirve para que comprendamos mejor a unos seres y una época especiales e irrepetibles.
Pedro de Alvarad o (pág. 2) fue una personalidad controvertida y enigmática, claro ex ponente de una generación de guerreros y conquistadores que llegaron a América du rante el siglo XV I. Sus rasgos biográficos lo de finen com o un in dividuo arrogante y v a leroso a la vez, capacitado tanto para el sacrificio como para la crueldad más absoluta.
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Una familia volcada hacia América
1. La familia Al var ad o Pedro de Alvarado había nacido en Badajoz en 1485, curiosamente el mismo año en que nacía Hernán Cor tés, el conquistador de México, de
cer gemelos), Jorge, Gonzalo, Gómez y Juan; para otros, los vástagos ascen derían a nueve, es decir, los ya señala dos más un varón, Hernando, y dos
quien sería lugarteniente; esta coinci dencia puede considerarse como una curiosa premonición de que ambas vidas correrían paralelas durante algún tiempo, participando en los mismos afanes, sufriendo idénticas penalidades y obteniendo más tarde el reconocimiento de sus contemporá neos como personas esforzadas, gene radoras de hazañas y de gestas ini gualables. Aunque en la época que nos intere sa la familia de Pedro de Alvarado se encontraba asentada en tierras de Extremadura, parece que alguno de sus antepasados podía haber tenido sus raíces en la provincia de Cantabria. Los Alvarado eran hijosdalgos, perte necientes a la baja nobleza. Entre la parentela encontramos comendado res, alcaides y señores de distintas ve cindades. El padre de nuestro héroe, Gómez, era uno de los dos hijos del matrimo nio de Juan de Alvarado, comendador de Hornachos, y de Catalina Messía. Gómez de Alvarado había casado en primeras nupcias con Teresa Suárez de Moscoso; fallecida ésta, volvió a contraer unión con Leonor de Contreras, de la que nacieron Pedro y sus hermanos. Existen algunas diferen
hembras, Isabel y Catalina. También es posible distinguir, por lo que nos relata el cronista Bernal Díaz del Cas tillo, persona que intervino en la con quista de México y buen conocedor de Pedro de Alvarado, que éste pudo tener dos hermanos llamados con el mismo nombre, uno legítimo y otro natural, pues distingue entre Juan de Alvarado el viejo, «bastardo», y Juan de Alvarado el mozo. Descubierta América en 1492, no puede extrañarnos que todo aquel que quisiera hacer fortuna, cambiar su suerte, enriquecerse, salir de la po breza, o bien fuese amigo de la aven tura, del riesgo o sintiese placer por lo desconocido y maravilloso, se embar case rumbo al Nuevo Mundo. Iodos los hermanos varones de Pedro estuvieron en América y debie rondedeMéxico. participar con en la conquis ta Juan el él viejo moriría en alta mar cuando se dirigía a Cuba, y Juan el mozo, vecino de Guatemala, se perdió en el océano o fue capturado por los piratas en ruta hacia España, todo ello según nos lo cuenta Bernal Díaz. De Jorge se sabe que fue tenien te de gobernador en Guatemala de 1527 a 1529, sustituyendo a Pedro cuando éste tuvo que desplazarse a la
cias los biógrafos acerca del nú meroentre exacto de hijos que tuvieron Don Gómez y Doña Leonor; para unos fueron seis: Pedro, Sara (al pare
Península;enunlaaño más tarde se en contraba ciudad de México, donde con trajo matrimonio con Luisa de Estrada, de quien tuvo tres hijos;
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falleció en España en 1542. Gonzalo se distinguió por su valor en los en frentamientos con los indígenas de Guatemala y debió de morir en Méxi co en 1529. Gómez acompañó a Pedro en la expedición a Perú y quedó en tierras peruanas hasta su muerte. De Hernando nada se conoce. Apenas sabemos algo de los años mozos de Pedro, antes de partir hacia América. Todas las referencias sobre su persona proceden de cronistas que le conocieron en Indias o que oyeron hablar a otros sobre él. El Inca Garci-
laso nos relata varias sabrosas anéc dotas sobre las habilidades equilibris tas de Pedro de Alvarado, en especial aquella que le hace realizar, en com petencia con un compañero, diversas piruetas sobre una viga que sobresalía en lo alto de la Giralda de Sevilla. Por otras informaciones parece deducirse su porte señorial, su elegancia en el vestir, su cualidad de buen jinete, su lealtad a los amigos, su carácter ex trovertido; una rubia cabellera haría que los indios aztecas le llamasen Tonatio, que quería decir «el Sol».
Jerez de los Caballeros, Badajoz (pág. 6). Extremadura, tierra natal de Pedro de Alvara do, fue. una de las canteras humanas que abastecieron las cada vez más frecuentes expediciones (abajo) que, a principios del siglo XVI, partían hacia América en busca de aventuras, fama y, en definitiva, de un futuro más halagüeño. «
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2 . Los Alva rado en América Existe también cierta confusión acerca de si un tío paterno había marchado pronto a América y se encontraba asentado en La Española
tancia de los Alvarado en tierra dominicana. Ignoramos, por tanto, sus peripecias y vicisitudes hasta momentos antes de marchar a Cuba. No sa-
(Santo Domingo), pues en este asunto bemos si amistad Pedro decon Alvarado los datos no son muy claros. Todo in- entablar Hernánllegaría Cortés,a dica que en 1510, Pedro, Gonzalo, que desde hacía varios años vivía en Jorge, Hernando y Gómez se encon- Ázua, una villa de La Española, ejertrarían ya en la isla; en 1511 se les ciendo de escribano público y donde uniría el último de los hermanos, disponía de tierras e indios que las traJuan, de quien sí consta en los docu- bajaban. Pedro sería pronto popular mentos que se encuentran en el Archi- en la isla, pues le conocían como «el vo General de Indias la autorización Comendador», según nos cuenta el correspondiente para embarcar hacia cronista Fray Juan de Torquemada, el Nuevo Mundo. Tampoco dispone- debido a que «traía un sayo y capa mos de datos suficientes sobre la es- que le dio en Badajoz su tío, que era La F.spatiola (abajo) sirvió de puente para la conquista de Cuba y las Antillas. Más tarde sería base de operaciones para las expediciones hacia el continente americano.
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rovos
La inicial convivencia entre españoles e indígenas (arriba) pasaría a ser, durante el siglo XVI, una relación de clara dominación po r parte de los españoles.
del hábito de Santiago», y que él lucía en las solemnidades más destacadas. El uso de esta prenda, con inocultable orgullo, le supuso incluso una leve re prensión por parte del gobernador de la isla por utilización indebida al no pertenecer Pedro a la Orden en cues tión. Pronto, sin embargo, iba a llegar la ocasión de que todo un magnífico plantel de hombres hispanos ansiosos de gloria y éxitos pudieran demostrar su valía personal. En La Española gobernaba a la sazón Diego Colón, hijo del descubri dor de América, quien había recibido de la Corona potestad sobre todas las islas objetivo descubiertas por suColón padre.fue El pri mer de Diego ane xionar para sí la isla de Cuba y para ello, en el año 1511, designó a Diego de Velázquez, vecino de gran caudal,
como capitán de una expedición de conquista y colonización de dicha ín sula. Nada más rumorearse la prepara ción de una empresa conquistadora, la noticia pasó de boca en boca veloz mente y un sinnúmero de españoles corrieron a integrarse en la hueste de Diego de Velázquez. Entre estos afa nosos personajes nos encontramos a Hernán Cortés, a cuatro de los her manos Alvarado (Pedro, Gonzalo, Jorge y Gómez), y a otros soldados fa mosos tales como Diego de Ordás, Bernal Díaz del Castillo, Pánfilo de Narváez, Juan de Grijalva, etc. En noviembre de 1511, cuatro em barcaciones con casi cuatro centena res de hombres partían hacia Cuba. La conquista de la isla no fue especial mente dura y al poco tiempo se halla-
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A mediados del siglo XV, el imperio Maya, pueblo de guerreros y comercian tes, de prósperas ciudades (izquierda) y dioses poderosos, creador de una agr icul tura floreciente, comenzaba su decaden cia, víctima de su propia dinámica y sus luchas internas. Los ricos temp los (arri ba), los palacios y los «juegos de pelota» desaparecieron dev orad os po r la selva y la desidia. Cuando los españoles tocan las costas del Yucatán hacia /5/7, descubren una civilización que había rebasado su momento más álgido e iniciado ya abier tamente su declive. 13
ba bajo dominio hispano. Del com portamiento de los hermanos Alvarado en las campañas llevadas a cabo nada nos dicen los cronistas o los do cumentos de la época; al menos Pedro debió de destacar, pues en 1513 fue nombrado capitán y en recompensa
dígenas diferentes a los hasta ahora conocidos, con un desarrollo cultural más avanzado y, quizás, poseedores de metales preciosos, que ya escasea ban en los territorios insulares ocupa dos por los españoles. Las halagüeñas noticias recibidas
por los servicios recibió en repartimiento unprestados número indetermi nado de indígenas que le pagarían tri buto y le suministrarían mano de obra gratuita. Poco a poco, los objetivos de Pedro de Alvarado se estaban cum pliendo y si uno de los motivos de su paso a América fue la búsqueda de ri queza, la realidad de convertirse en hacendado y en uno de los más desta cados vecinos de la villa de Trinidad venía a premiar su tesón. No obstan te, aún era posible exigir más a la for tuna y pronto habría ocasión de con seguirlo. La isla Española había servido de base de expansión hispana durante los primeros años del descubrimiento de América — desde ella se había llega do a Tierra Firme y al resto de las Grandes Antillas (Jamaica y Puerto Rico). A partir de este momento (con quista de Cuba), el paso hacia la zona mesoamericana del continente casi se presentía, y desde Cuba se van a efec tuar las aproximaciones con el envío de sucesivas expediciones de recono cimiento promovidas por Diego de Velázquez. La primera acontece en el año 1517 y supone el hallazgo de la península de Yucatán, así como el atisbo de la existencia de pueblos in
animaron a Velázquez a organizar una nueva empresa, para lo cual contó con personas que «tenían enco mienda de indios en la misma isla y eran hombres principales». Estos eran Juan de Crijalva, pariente de Veláz quez, Alonso Dávila, Francisco de Montcjo (futuro conquistador de Yu catán) y Pedro de Alvarado. En 1518, cuatro navios partían de Santiago de Cuba, con Crijalva como jefe de la ex pedición, y con Alvarado al frente de una de las naves. La pequeña armada alcanzó las costas yucatecas, descu brió la isla de Cozumel, se enfrentó a indios mayas de Champotón que se mostraron muy hostiles y continuó hasta arribar a ía laguna de Términos, junto a la desembocadura de los ríos Usumacinta y Tabasco. Un incidente vino a encrespar los ánimos de los expedicionarios y fue provocado por el propio Alvarado que, sin autorización de Grijalva, se internó por el río Papaloapán, obli gando a sus compañeros a tener que esperarle para no dejarle desampara do. No será la primera vez que Alva rado adopte esta actitud insolidaria, que repetirá con Cortés en la conquis ta de México, pero su audacia se im pondría a la lógica prudencia sin que
Página del «Codex Mendoza» donde se detallan gráficamente algunos de ¡os tributos que los aztecas debían pagar al Emperador. En su afán centralizados, Motecuhzoma creó un sistema fiscal comparable a nuestra actual Hacienda.
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pudiera contenerla, siempre desafian do el peligro, sin importarle el riesgo, demostrando en todo momento un valor que hará de él un capitán admi rado por sus soldados. El recorrido por las costas del golfo de México puso a los españoles
refuerzos (había muchos enfermos y escaseaban los víveres) se decidió soli citar ayuda a Cuba y para ello se co misionó a Alvarado. Justo es decir que tampoco en este punto las opiniones son coincidenfes. Para unos, Alvarado fue elegido como
en contacto con unaque diversidad de po por haberse de sus blados indígenas contribuían a castigo compañeros en el separado río Papaloapán, exaltar su imaginación presintiendo además de que había formado parte tesoros incalculables; sobre todo de los expedicionarios «de mala gana cuando a las preguntas de dónde y medio doliente»; para otros, como podía encontrarse oro, todos los indios refiere el cronista Gomara, Alvarado coincidían en señalar hacia el interior se ofreció voluntario porque «se per del territorio. Allí debía de hallarse el día por una isleña (cubana)». El lugar tan ansiadainente buscado, má asunto queda oscuro, pues no parece xime cuando tuvieron ocasión de en lógico que se le enviara a Cuba en tablar, por primera vez, relaciones busca de auxilio y que Grijalva regre con unos emisarios del emperador az sara a la isla, sin esperar el socorro, teca Motecuhzoma, que ya había sido poco tiempo después de que lo hiciera alertado de la presencia de unos seres Alvarado. extraños, blancos y con barbas que, Sea como fuera, Alvarado arribaba según las profecías indígenas, respon al puerto de Santiago de Cuba y daba dían al regreso de unos dioses que de a conocer las buenas noticias obteni bían asumir el dominio de sus tierras. das a lo largo de su periplo, a la vez El propio cronista Bernal Díaz del que mostraba el oro, los objetos exó Castillo, que iba en la expedición, de ticos, piedras preciosas y demás cosas fine en pocas palabras la sensación cogidas a los aborígenes. Poco le que debió de causar a los españoles debió de costar a Alvarado convencer encontrarse con estos prolegómenos al gobernador Velázquez del éxito de del gran imperio azteca, cuando afir la expedición. Si hacemos caso a la ma rotu ndame nte que «estaban tod os fama que tenía de hablador—«vicio de espantados de las ricas tierras que ha mentirosos», en palabras de Góipqbíamos descubierto». Como quiera ra—, podemos imaginarnos de qué que la armada de Grijalvá no contaba manera relataría sus andanzas, la des con el número de hombres suficientes cripción de los pueblos hallados y las para intentar un desembarco y esta posibilidades de encontrar riquezas blecer un puesto costero a la espera de por doquier. Máscara ritual mixteca, fabricada en oro (derecha). Para Alvarado y su$ hombres la atracción que sentían p or el oro fue dete rmina nte en la decisión de lanzarse a la conq uis ta del imp erio azteca. Los tesoros y riquezas que aqu ellas tier ras albergaban actuaron como poderoso señuelo sobre los españoles. ,
3 . Al va rad o y Cortés rumbo a M éx ico Rápidamente comenzó a organi- intervenciones en misiones descubrizarse una nueva empresa con destino doras; su nombre era Hernán Cortés. a los lugares recién vislumbrados. Al No pocos disgustos causó esta decifrente esta misión, no pondráde a ninguno de losVelázquez hombres que habían participado en los viajes anteriores a dichas tierras; persona muy desconfiada, su profundo recelo le hace dudar de todos ellos y teme le arrebaten el protagonismo en estas acciones o la adjudicación de lo descubierto para el capitán de la expedición y no para él. La Providencia hace que la atención del gobernador recai-
sión, más y quien soñabapues conquien ser designado jefe menos de la expedición, y entre ellos se encontraba el propio Alvarado. Pronto se dieron las órdenes oportunas para armar una poderosa flota, que compuesta por once naves salía el 18 de noviembre de 1518 del puerto de Santiago para hacer escala en otras villas de la isla de Cuba donde reclutar soldados y obtener víveres y armas.
ga sobre un desconocido en cuanto a
En Trinidad se sumaron al grupo los
El hallazgo de nuevos territorios en el continente pone en marcha la organiza ción de nuevas expediciones desde las An tillas. Precisamente en una de esas expedi ciones, la que al mand o de Hernán Cortés iba hacia México, viajaban los hermanos Alvarado. Esta sería la gran oportunidad que el destino ponía en manos de don Pedro que, como hombre de confianza de Cortés, no tardaría en dar muestras de una audacia innata. AnteVelázquez, el claro recelo del gob erna dor Diego y a su pesar, Cortés y Alvarado iban a convertir aque l viaje en un rosario de gestas para los cronistas. 18
hermanos Aivarado (Pedro, Jorge, ción contaba con 518 soldados, 32 Gonzalo, Gómez y Juan) quizás con ballesteros, 13 escopeteros, 10 jinetes, vencidos ya que era mejor formar 110 marineros, 200 indios y negros, parte de la empresa, aunque bajo las 10 cañones, 4 falconetes y 15 caba ordenes de Cortés, que quedar fuera llos. Nada podía detener ya a Cortés, de ella, además de otros destacados ni siquiera los intentos del goberna capitanes como Gonzalo de Sandoval, dor Velázquez, quien, asaltado por la (lian yVelázquez de León, Cristóbal de Olid Alonso Hernández Portocarrero, algunos procedentes de Sancti Spíritus. Pedro de Aivarado se convierte rá pidamente en uno de los hombres de confianza de Cortés, quien lo envía a San Cristóbal de La Habana, enton ces en el sur de la isla, para que conti nuara con la labor de recluta. Aquí se les unió, entre otros, Francisco de Montejo. Al poco tiempo, la expedi
duda y el sin desasosiego, pretendió su detención conseguirlo. Posible mente, en su fuero interno, Velázquez intuyera que Hernán Cortés iba cami no de alcanzar la fama, de lo que daba buena muestra el entusiasmo con que todos le habían aceptado como jefe supremo y estuviesen dispuestos a dar la vida por él si fuese necesario. Por fin, el 10 de febrero de 15191a armada se hacía a la mar y tomaba la misma ruta de Grijalva. Precisamente,
Alvarado iba al mando del mismo siones de sobra para que cada hombre navio que le transportara en aquella demostrase su valía. ocasión, el «San Sebastián», ahora El 12 de marzo, las naves llegaban con 60 hombres entre los que se en a la desembocadura del río Tabasco o contraban sus hermanos y el cronista- río de Grijalva, como también se le soldado Berna! Díaz del Castillo, comconocía. De nada sirvió el intento de pañero asiduo, persona que debía de entablar relaciones amistosas con los conocerle bien y autor de la Historia aborígenes del lugar, ya que éstos se de la verdadera conquista de la Nueva mostraron totalmente hostiles. El en España, magnífica crónica de los he frentamiento fue inevitable, pero al chos de los españoles en todo el pro menos ello permitió a Pedro de Alva ceso de descubrimiento y dominio del rado demostrar sus cualidades de territorio mexicano. La flota debía buen soldado cuando al frente de cien concentrarse en cabo San Antón, en la hombres combatió con bravura frente punta occidental de la isla de Cuba, a los indios, aunque «en aquella bata para dirigirse sin romper filas hacia la lla había para cada uno de nosotros península de Yucatán, pero de nuevo tantos indios que a puñados de tierra Pedro de Alvarado va a destacarse nos cegaran». Hecha la paz, hubo in sobre grupo. virtud o defecto según cosas, tercambio de presentes. Entre «vein otras *■ L.a el audacia, los españoles recibieron las ocasiones, consustancial a la per te mujeres, y entre ellas, una muy ex sonalidad de Alvarado y que no le celente mujer que se dijo doña Mari abandonaría en toda su vida, vuelve a na, que ansí se llamó después de imponerse. El «San Sebastián» se en vuelta cristiana». Así entraba a for camina en solitario a la isla de Cozu- mar parte del grupo expedicionario la mel y allí desembarcan Alvarado y sus mujer que mayor ayuda prestaría a hombres que se dedican a tomar los ios hispanos en la conquista de Méxi objetos de valor que encuentran en al co, cuyo conocimiento de las lenguas gunos poblados indígenas, y animales maya, tabasco y náhuatl la harían im domésticos, guajolotes espe cialmente, que sirven (pavos) de alimento. Tres días después llegaba Cortés, quien le reprendió duramente pues «no se habían de apaciguar las tierras de aquella manera, tomando a los na turales su hacienda». La devolución de lo arrebatado a los indígenas sirvió para apaciguar los ánimos y reemprender la marcha. La aventura no había hecho sino comen zar y aún quedaban muchas jornadas llenas de vicisitudes; bien sabía Cor tés que en estos momentos era mejor templar que castigar, y ya habría oca 20
prescindible en las relaciones con los pueblos indígenas, y que concebiría un hijo de Cortés, de nombre Martín. El Jueves Santo de 1519 (el 21 de ahril), la flota arribaba al islote de San Juan de Ulúa, y al día siguiente desem barcaban en las costas del continente. En este sitio les esperaban no sólo los nativos del lugar, sino una embajada del emperador Motecuhzoma que en realidad habían ido a entrevistarse con Grijalva, pero ante la marcha de éste decidieron permanecer en la zona por si regresaba. Ahora los hombres barbados habían vuelto, aunque con
I ti los primeros encuentros que se produjeron con guerreros aztecas los españoles exhi bieron, en atronadoras descargas, sus armas de fuego, demostrando de esta manera su evidente superioridad técnica para la guerra.
otro jefe que no dudó en reunirse con ellos, adquirir noticias del país, rega larles presentes y difundirles las pri meras ideas sobre la religión cristiana y la conveniencia de convertirse en súbditos del rey de España, Carlos I. Bien fuera para agasajar a los en viados aztecas, bien para mostrarles las fuerzas de que disponía, Cortés dispuso una serie de festejos, después de celebrada la primera misa en el continente americano. Pedro de Alvarado realizó diversas cabriolas a lomos de una yegua y la caballería his pana se exhibió en la playa. Lo más impresionante para los indígenas fue,
sin embargo, la descarga de los caño nes y de la arcabucería. El desconoci miento de las armas de fuego hizo que el terror aflorara entre los aborígenes cada vez que se efectuaba un disparo. Podemos entender el horror que em bargaría a Motecuhzoma cuando fue informado de todo ello y que le deci dió a enviar a los españoles toda suer te de regalos junto con el ruego de que se marcharan. Poco podía imaginar que eran otros los planes que éstos te nían y que tanta generosidad por su parte, a la hora de los obsequios, des pertaba aún más los deseos de llegar hasta el corazón de su imperio. 21
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Alvarado la conquista de en México
1. Fu nd ac ión de la Villa Ric a de la Veracruz En estricta legalidad, Cortés no podía efectuar ningún poblamiento en las tierras que descubriese. No tenía órdenes para ello, ni las poseía el gobernador Diego de Velázquez cuando decidió ponerle al frente de la expedición. Básicamente, la misión de Cortés se circunscribía al rescate, es decir, al intercambio de mercadería por metales preciosos y otros objetos de valor. Al conquistador le era necesario contar con disposiciones explícitas para continuar con su aventura o bien idear una artimaña que salvara la situación. Será esta última opción la elegida con la fundación de la Villa Rica de la Veracruz. Actuando con astucia Cortés consiguió que su propia hueste le pidiera la fundación de una villa que, en cierto modo, venía a romper la dependencia de Cuba y le dejaba las manos libres para continuar las pingües transacciones con los indios. Una vez
zanjaron de manera contundente con la aplicación de castigos ejemplares. La avería intencionada de las naves de la flota convenció a todos de que el regreso era, de momento, imposible y que sólo quedaba aceptar las decisiones de Cortés. Pedro de Alvarado había asistido a todos estos hechos como testigo de gran importancia, comprobando cómo la sagacidad cortesiana había logrado controlar una situación que en principio se presentaba difícil. En este nuevo orden de cosas, a Alvarado también le corresponde un papel fundamental como encargado de explorar los alrededores de la Villa Rica de la Veracruz, con objeto de que informase de los pueblos cercanos y consiguiese víveres suficientes. Escarmentado de sus acciones anteriores, Alvarado evita en todo momento la confrontación con los indígenas, procura hacer amistad con éstos y regresa
constituido municipio, con su Cay sin un mal trance, bildo electo,eléste anuló Jas órdenes ex- con pese alimentos a que las noticias sobre la práctipedidas por Velázquez y dadas a Cor- ca de sacrificios humanos entre los intés como jefe de la expedición. dios no presagiaban nada bueno. Declarada la independencia del goEl buen trato que se dispensaba a bernador cubano, Cortés es elegido los nativos hizo que éstos se mostraCapitán General y Justicia Mayor, sen muy dispuestos a ayudar a los escon un sueldo igual a la quinta parte pañoles en sus necesidades más inmedel oro que se recogiese y una vez de- diatas. Con el tiempo, de un lugar ducido el quinto reservado al rey. A denominado Cempoala llegaron unos Carlos I, para explicarle la situación, enviados del cacique local en demanse le remitieron cartas junto con todo el oro obtenido hasta el momento. Las disensiones internas, entre el grupo cortesiano y el velazquista, se 24
da de alianza y auxilio. Pudo así Cortés comenzar a comprender la situación política del territorio cuando los ccmpoaleses le hablaron de la tiranía
La conquista del imperio azteca significó la consagración militar de Alvarado y supues to c om o alugartenien Cortés. dureza los comb ates (pág. y la audacia de mostrad p or Cortéstealde hun dir la La flota y así de impedir el re greso de la 22), exped ición (arriba), fue dejando huella en la personalidad de don Pedro.
de los aztecas, de la obligación de pa garles tributos y de otras arbitra rieda des que los convertían en tan temidos como odiados. Decidido a aprovechar la fuerte rivalidad entre las tribus, Cortés ordena la marcha hacia Cem-
va configurando la estrategia que debía seguirse: utilizar las fuerzas de unos para vencer a los otros. La tácti ca cortesiana sería asimilada con pro vecho por Pedro de Alvarado, quien más tarde la aplicará en la conquista
poala, donde son recibidos con todos los honores. La constatación del so juzgamiento a que estaban sometidos algunos pueblos por Motecuhzoma
de Guatemala. Un incidente vino a favorecer la si tuación hispana. Encontrándose en la región de Cempoala coincidieron con 25
Las disensiones internas entre los grupos indígenas mexicanos, sus luchas, las llamadas «Guerras Floridas» (arriba), y la fuerte opresión militar y fiscal que los aztecas impo nían al resto de las tribus fueron aprovechadas con acierto por Cortés.
la llegada de unos recaudadores de impuestos aztecas. Cortés mandó apresarlos y recomendó a los cempoaleses no volver a satisfacer ningún tri buto. Con esta medida conseguía la total amistad de Cempoala que con tribuiría a apoyarle en su camino hacia la capital del imperio mexica.
de entrevistarse con Motccuhzoma. Tal era la astucia de Cortés, que, como él mismo afirmaba, «vista la discordia y disconformidad de los unos y de los otros, no hube poco pla cer, porque me pareció haber mucho de mi propósito (...) y con los unos y otros manejaba, y a cada uno en se
Perotan como no interesaba una enemis tad súbita con los aztecas, a la caída de la noche los presos fueron li berados tras comunicarles los deseos
creto el de aviso me daba ylele agradecía daba crédito más que amistad que al otro», y que tan buenos resulta dos le proporcionaría.
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2.
H acia México- Tenochti tl án
F.1 16 de agosto de 1519, los espa ñoles abandonan Cempoala para di rigirse al interior del país. Atrás, en Veracruz, ha quedado un retén de cien hombres que guardan el lugar ante las posibles eventualidades que pudieran ocurrir a la vanguardia y sir ven de enlace entre ésta y los hispanos que llegaran por mar (así sucede, en primer lugar, con tres navios proce dentes de Jamaica, cuya tripulación no quiso participar en la aven tura cortesiana). La columna avanza dividida en dos partes, una al mando
confianza depositada en su persona. En total, la hueste la componen cua trocientos soldados, varios cientos de indios cempoaleses, trece caballos y siete piezas de artillería. El primer destino es Tlaxcaia. Los dos grupos invasores conflu yen en Jalapa y a partir de aquí cami nan unidos. La elección de Tlaxcaia como lugar de tránsito se debe al con sejo de los cempoaleses que habían in formado de la profunda enemistad de esta república, constituida por cuatro cantones federados, con los aztecas.
de Cortés yclaramente otra, de Alvarado, que diferencia a éste delloresto de capitanes y demuestra la absoluta
En vista ello, parecía lógico el pensar que no sedeopondrían a facilitar paso por su territorio. La realidad, sin em-
Los informadores de M otecuhzoma anuncian a éste lo que él en sus presagios y augurios ya había visto: unos extranjeros barbudos, los hijos del Sol, habían llegado a sus dom i nios. En su obsesión fatalist a, Mo tecuhz oma decidiría afrontar su trág ico destino.
bargo, fue distinta y el gobierno tlaxcalteca decidió enfrentarse a los espa ñoles. Numerosos contingentes indí genas presentaron dura oposición que fue vencida gracias a las armas de fuego, a la caballería y al empleo de una mejor táctica militar, pues la su
las batallas; su valor y audacia au mentaron el prestigio de que ya goza ba entre la tropa, y la confianza que le dispensaba Cortés. Unido a ello, un hecho ritual de los indígenas le unirá indeleblemente con la tierra mexica na. Luego de concertada la paz con
perioridad del ejército era abrumadora (Cortés habla nativo de cien mil enemigos y Bernal Díaz de cuarenta mil, que aun siendo una cifra menor no deja de ser significativa). La victoria sobre Tlaxcala va a tener unas repercusiones importantes. Supondrá, por un lado, asegurarse la alianza con el principal enemigo de Motecuhzoma y conseguir la ayuda de un pueblo de magníficos guerreros,
los españoles, el cacique principal de Tlaxcala, Xicoténcatl el Viejo, dispu so, como era costumbre entre los nati vos, la entrega de varias doncellas no bles (trescientas) a los hispanos como manera de reforzar los vínculos recién establecidos. Entre estas «hermosas doncellas y mozas, de buen parecer y bien ataviadas» se encontraba la pro pia hija de Xicoténcatl, que fue ofreci da a Cortés, y tras ser bautizada reci
que a partir estealiado momento se hispa con ción, bió elCortés nombre A continua vierte en undefiel de los diodea Luisa. Pedro de Alvarado nos. Puede decirse que dentro del pro la hija del jefe indígena. ceso de la conquista de México, el Parece claro que con la entrega de episodio del hermanamiento con los la joven a su lugarteniente, Cortés tlaxcaltecas es decisivo para las aspi quería precisamente distinguirlo por raciones cortesianas, que de otra ma encima del resto de sus hombres, nera se hubieran visto mermadas e in como prueba de su afecto y del reco cluso hubieran forzado al abandono. nocimiento que le merecía. Y no hubo No olvidemos tampoco que no sólo se desprecio alguno para el pueblo de luchaba contra un enemigo de carne y Tlaxcala pues «aquel a quien la daba hueso, sino también con la duda de si era su hermano y su capitán y que lo la ruptura con las órdenes del gober hubiese por bien, porque sería de él nador cubano Velázquez iba a mere muy bien tratada». No podía caber cer la reprobación de Carlos V. mayor orgullo para Xicoténcatl que Por otro lado, y en concreto para emparentar con un capitán español Pedro de Alvarado, el encuentro con como Alvarado, quien, a su vez, que la ciudad de Tlaxcala marca un hito daría marcado profundamente en su en su vida. Los enfrentamientos con unión con doña Luisa. Ella le acom los tlaxcaltecas sirvieron para que pañaría durante toda su estancia en afloraran sus innegables dotes de México y le seguiría en la conquista buen soldado; destacó en cada una de de Guatemala y en la expedición a Tras vencer la inicial resistencia que les opusieron los tlaxcaltecas Cortés y Alvarado serían recibidos en la ciudad de Tlaxcala corno amigos (derecha), ganándose así una alianza militar que habría de resultar deci siva en la campaña de Tenochtitlán. ,
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Perú; en ella engendraría dos hijos, un varón nacido en México (Pedro) y una hembra que vio la luz en Guate mala (Leonor), de donde procede la única sucesión de Alvarado. La unión de Pedro de Alvarado y Luisa Xicoténcatl supone un paso más dentro del proceso de mestizaje que se produce con el encuentro del mundo europeo y el americano. Mu chos españoles actuarán de la misma manera y ello hace posible la fusión entre las razas, dando lugar a la apari ción de un fenómeno nuevo que tras ciende por encima de los aconteci mientos históricos y configura, en parte, el alma de la Hispanoamérica contemporán ea. Alvarado, a partir de
Fragmento del «Lienzo de Tlaxcala» (de recha). Como consecuencia de los pactos y alianzas hechos en Cholula, se produce un giro en la dinámica de la campaña me xicana. F.ntre los cambios pro ducidos fi guran hechos significativos, como mues tra la escena que presenciamos: el ejército expedicionario incluirá en sus filas a bra vos guerreros tl axcaltecas, que habrían de resultar a la larga de una valiosísima ayuda en los planes de expansión de Cor tés y Alvarado en México. 30
este momento, sería considerado como uno más, en el sentido de acep tación de su persona, entre la nobleza indígena. Casi un mes permanecieron los es pañoles en Tlaxcala, ciudad que les recordó a Granada, descansando, res tañando heridas y procurando reco ger toda la información posible sobre México. No se olvidaron de difundir los principios de la fe católica, en un intento de catequizar a los tlaxcalte cas, que no fue muy productivo, debi do a las dificultades idiomáticas y a la complicación que suponía explicar unos misterios tan distintos a las creencias nativas. Persuadidos del éxito de su empresa, los hispanos de-
cidieron el avance hada Tenochtirlán. En este sentido, Cortés casi comete una torpeza cuando en su afán de re cabar mayor número de datos acerca de Motecuhzoma y de la capital del imperio azteca, decidió enviar a Pedro de Alvarado y a otro capitán, Bernar-
temor a que sufrieran una encerrona y fueran muertos, pues ambos habían marchado sin ningún tipo de escolta ni ayuda, y acompañados de emisa rios aztecas. Sea verdad una u otra versión, del suceso podemos inferir un par de conclusiones: primera, que
dino Vázquez de Tapia, en a entrevistar se con el emperador su propio feudo. Hay distint/s versiones sobre la in terrupción de esta misión encomenda da a Alvarado. Unos autores opinan que la enfermedad de uno de los dos españoles les obligó a retornar al campamento; para otros, la propia tropa hispana demandó a Cortés el re greso inmediato de los capitanes por
aadentrarse Alvaradoennounle territorio asustó enhostil, absoluto re pleto de enemigos, demostrando un valor del que ya había hecho gala en multitud de ocasiones y le había gran jeado la devoción de sus soldados; se gunda, el profundo aprecio que la hueste debía de sentir tanto por Tapia como por Alvarado hasta el punto de reconvenir a Cortés por su decisión forzándole a que ordenase la vuelta
sin lograr el objetivo propuesto (tam bién aquí hay discrepancia, pues hay quien afirma que lograron llegar a las mismas puertas de Tenochtitlán). Decidida la marcha, fue escogido el paso por Cholula, ciudad amiga de Motecuhzoma, rehusando el consejo
oportuno para deshacerse de ellos. En efecto, a los tres días de permanencia en la ciudad, los españoles comenza ron a notar un radical cambio de acti tud entre los indígenas. Escaseaban los alimentos, se rehuía el contacto y el recelo flotaba en el ambiente. Los
de los tlaxcaltecas que eran partida temores se concretaron cuando pudo rios de transitar por Huejotzingo. Pa saberse por ciertas confidencias de al rece que esta temeraria decisión vino gunos naturales que estaba previsto obligada por no demostrar miedo un ataque en masa. No quedaba otra ante los indígenas: cualquier signo de solución que adelantarse a los proyec debilidad podía abortar todos los pla tos de los nativos. nes en unas tierras de actitud primiti I ras reunir a las principales auto va, donde la demostración de valor ridades de Cholula y reprocharles su era el principal aval de los jefes milita hipocresía por mostrar amistad cuan res. Y mucha intrepidez hacía falta do en realidad estaban pensando en para encaminarse hacia Cholula aun aniquilarlos, los hispanos se lanzaron sabiendo que allí les aguardaban unos en tromba sobre los indígenas que, 50.000 nativos con órdenes concretas asustados por los caballos y las armas de eliminar a los españoles. Ni siquie de fuego, poco pudieron hacer por ra el refuerzo de quinientos cempoale- defenderse. Al mismo tiempo, Cortés ses y del ejército tlaxcalteca podía había avisado a los cempoaleses y compensar la diferencia numérica. En tlaxcaltecas para que le ayudaran en una prueba mayor de valentía, Cortés la acción, en la que participaron con ordenó a los nativos amigos que per excesiva pasión como era frecuente en manecieran a las afueras de la ciudad, los enfrentamientos entre tribus ene mientras él penetraba con sus hom migas. Dos días de muertes, saqueo y bres en el interior de la misma. duró este episodio que suele de I.os cholutecas quedaron perplejos pillaje nominarse la matanza de Cholula, cuando vieron aparecer a los hispanos donde cayeron cerca de tres mil in dentro del recinto capitalino. Todo dios, y que permitió dominar toda la parecía reunir las condiciones ópti región aparte de asegurar la retaguar mas para exterminar a ese reducido dia ante cualquier posible eventuali grupo de hombres blancos, y no hubo dad. Además, y luego de esta demos inconveniente en manifestar cierta tración de fuerza, el camino hacia hospitalidad, con objeto de que se Tenochtitlán quedaba absolutamente confiaran, a la espera del momento despejado y expedito. La destrucción de ídolos en Cholula (derecha) seria una demostración más de fuerza ante los ya asombrados indígenas mexicanos. El no mostrar ninguna clase de temor ante la venganza de sus dioses fue para los e spañoles un arma tan eficaz com o sus tá cti cas militares. 52
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3. EnMéxico-Tenochtitlán De Cholula a México sólo había ochenta kilómetros de distancia, que los enviados de Motecuhzoma acon sejaban recorrer por una ruta deter minada. Sin embargo, un hecho for tuito vendrá a favorecer a los espa ñoles. Con objeto de inspeccionar dos montañas cercanas y veneradas por los cholutecas, los volcanes Popocatcpetl e Iztaccihuatl, se envió una expedición que tenía, en el fondo, la pretensión de demostrar a los nativos el valor de los españoles ante un fenó meno, la fumata volcánica, que para
al señalado por el emperador azteca y que fue el elegido por Cortés para ini ciar la marcha el primero de noviem bre. Le acompañaban cuatrocientos soldados y cuatro mil indígenas; si bien podía haber llevado a todo el ejército tlaxcalteca, unos diez mil hombres, temió que tan alto número pudiera ser interpretado como una provocación, dada la enemistad entre Tlaxcala y Tenochtitlán. Era el ocho de noviembre de 1519 cuando los españoles se encontraban frente a la capital de la confederación
aquéllos de temor. El reco azteca, de Tenoch rrido porera las causa montañas y su entorno titlán a la la ciudad que se lacustre accedía por diversas permitió descubrir un camino distinto calzadas. No es fácil describir el
La ruta de Cholula a Tenochtitlán se podía acortar si se hacía po r las Monta ñas. El temor que aquellos volcanes hu meantes producían entre los cholutecas ofreció una nueva opo rtunida d a Cortés y Alvarado de demo strar a los indígenas que no temían la ira de sus dioses. Ade más, era necesario seguir manteniendo aquella aureola sobrenatural, que prece dió a los españoles desde el momento en que tocaron las tierras mexicanas.
ánimo de los hispanos ante la visión de este mundo nuevo para ellos, tan distinto del europeo, diferente a todo lo imaginado y que costaba trabajo describir. El propio Bernal Díaz trata de encontrar las palabras adecuadas para detallar toda la maravilla que se ofrece ante sus ojos: «Y desque vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cues (templos) y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de calicanto, y
De forma ejemplar se nos relata una parte del espíritu de la época donde se conjugaban lo real con lo maravilloso, lo terrenal con lo sobrenatural, la vida cotidiana con la fantasía de los libros de caballería. Y quizás no menos sorprendida que los propios españoles podía estarlo la multitud de indígenas aztecas que observaban a estos seres extraños por su piel, vestimenta, animales que traían (los caballos) y a quienes en un principio identificaron como dioses que regresaban a cumplir la promesa de retorno realizada tiempo atrás. La consideración divina que los mexicanos concedieron a los españoles, y el temor al castigo que éstos po-
aun algunos de nuestros díanpuñado proporcio narles, explica qué cían que si aquello que soldados veían, si deera un de hombres pudo por mantenerse dentro de una ciudad de miles entre sueños».
• til mercado de la cerámica- (muraI de Rivera). Lo que los españoles encontraron ai atravesar las mon taña s era propio del m un do dejado al otr o lado del Atlántico: un a ciudad próspera, con palacios, tem plosy escuelas, entre canales firm em en te construidos.
de sin embargo, ninguna oposición. La habitantes situación, sin no podía ser sostenida por mucho tiempo, y eso lo sabían bien Cortés y sus hombres. Siempre dispuesto a adelantarse a los acontecimientos, tal como había sido la táctica desde la llegada a las costas mexicanas, Cortes propuso a sus ca pitanes Alvarado, Ordás, Sandoval y Vázquez de León la detención y tras lado del emperador azteca al palacio
que harían comproba sen nada que su jefe mientras permanecía en poder de los españoles. Seis meses transcurrieron de esta manera, en los que la tensión iba au mentando. La actuación de los hispa nos con respecto a los nativos, el afán por hacerse con oro, piedras preciosas y joyas, la ausencia de prejuicios a la hora de unirse sexualmente con las nativas, iban despertando en la con
de Axayacatl, donde se albergaba la hueste hispana. Con la prisión de Motecuhzoma se pensaba que podría mantenerse pacíficos a los indígenas,
ciencia indígena el sentimiento de que los recién llegados no eran tales dio ses, sino hombres como ellos mismos. Los nobles aztecas fueron abando-
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Mercado de las alfombras (arriba), til eje central lo consumía la gran ¡>laza de ’/latelolco, d on de a diar io se leva ntab a u n bullicioso mercado con los más variados productos: desde el consum o diario hasta los pu ra men te suntuarios. *
nando la ciudad y un rumor de conspiración comenzó a crecer entre la población absrcen, a la que el encarcelamiento de su emperador suponía un motivo más de disgusto. Y eso que Motecuhzoma no había perdido sus privilegios reales y parecía gozar en compañía de los españoles, con quienes mantenía continuas conversaciones, realizaba juegos y actividades de esparcimiento, cumplía sus deberes religiosos, y recibía las atenciones propias de su rango. Por la crónica que ha llegado a nosotros de Bcrnal Díaz nos percatamos
de que Pedro de Alvarado siempre aparece frecuentemente ligado a la figura de Motecuhzoma. Con él juega al totoloque, entretenimiento típico de los aztecas, y en el que el Emperador pudo comprobar que la fama de charlatán, habilidoso y picaro de Alvarado no era en excesivo injusta. Ello, no obstante, no parecía disgustar a Motecuhzoma, que reía de buena gana con los engaños de nuestro hombre. Ambos fueron a una partida de caza en un bergantín construido para atravesar el lago y efectuaron más de un paseo por la ciudad. 37
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El grab ad o ilustra el mom en to en el que Mo tecubzoma, rendido ante la evidencia, reci be con los honores de un embajador a un Cortés victorioso.
Mientras duraba la ausencia de Nuevos problemas vinieron a su marse a los ya existentes. Desde Vera- Cortés, en México-Tenochtitlán que cruz llegaron noticias de la arribada daba un destacamento de ochen ta sol de una flota que al mando del valliso letano Panfilo de Narváez había en viado el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, con objeto de castigar la traición de Cortés, apresarle y lle varle a Cuba. Los intentos de incorpo rar los nuevos hombres y armas (die cinueve naves, veinte cañones, mil cuatrocientos españoles, ochenta ca ballos, indios cubanos, ballestas y ar cabuces) al ejército cortesiano resulta ron inútiles. Narváez sólo aceptaba la sumisión sin condiciones. A Cortés no le quedaba otra salida que dirigirse a la costa para solventar la cuestión. 38
dados a las órdenes de Alvarado. En estas circunstancias la situación de los españoles dentro de la ciudad era aún más precaria. La designación de Alva rado como jefe de la tropa era la me dida más acertada dada su personali dad y merecimientos, aparte la con fianza que podía suscitar en orden al mantenimiento de la situación. Sin embargo, y por algunas acusaciones que posteriormente se le hicieron, pa rece que Alvarado había empleado métodos muy expeditivos para acu mular oro y riquezas por un monto de 20.000 pesos, no dudando incluso en
recurrir a la tortura con tal de conse guir sus propósitos. Desde luego, no había hecho algo distinto de lo que era habitual en la época, pero su acti tud le granjeó la enemistad de gran parte de los nobles aztecas. Un cúmulo de circunstancias con fluirán para crear uno de los momen tos más dramáticos en la vida de Alvarado. A la inferioridad numérica de los españoles, se unió la convicción indígena de que la ocasión era propi cia para e rradica r la presencia extran jera de la ciudad. De nuevo volvieron a repetirse algunos sucesos dados en Cholula: escasez de alimentos, rece los, maniobras sospechosas de los di rigentes aztecas, etc. Todo ello vino a
cativas: confidencias recibidas de al gunos nativos leales que aseguraban que se estaba preparando una insu rrección general con los festejos como excusa, actitudes provocativas de los mexicanos con intentos de celebrar sacrificios humanos cuando les estaba prohibido, pretensiones de sustituir las imágenes de la Virgen María por las de sus dioses, comentarios sobre cómo iban a liberar a su emperador y degollar a los españoles, etc. Cierta mente, la reunión de tantos indígenas sería un motivo de preocupación para las exiguas fuerzas hispanas y es de pensar que temieran lo peor. El re cuerdo del resultado de la matanza de Cholula habría pesado a la hora de
coincidir las fiestas delcon mesladecelebración Toxcatl, en de honor de uno de los dioses nativos, y que debía celebrarse en una plaza situada frente al lugar donde se alojaban los soldados hispanos. Una gran multitud de nativos se concentró por los alrede dores para participar en los festejos. En el momento en que la fiesta se encontraba en su apogeo, apareció Alvarado con sus soldados y procedió
tomar una determinación. parece ser la causa: un intento de Esta provocar el miedo entre los nativos que degeneró, por los efectos de la lucha, en una es cabechina, y no lo «que dicen algunas personas, que el Pedro de Alvarado por codicia de haber mucho oro y joyas de gran valor con que bailaban los indios, les fue a dar guerra, yo no lo creo, ni nunca tal oí, ni es de creer que tal hiciese (...), sino que verdade
a una matanza horrible en la que pere cieron gran parte de la nobleza y caci ques aztecas que se encontraban de sarmados. No están muy claras las razones que movieron a Alvarado a actuar de esta forma, que suele desta carse como ejemplo de la crueldad de los españoles, en general, y de nues tro conquistador, en particular. Las crónicas indígenas y fray Bartolomé de Las Casas hablan de ferocidad, saña y codicia por parte hispana, opi niones que son rebatidas por Bernal Díaz. Alvarado disculparía su acción alegando una serie de razones justifi
ramente dio en ellos por meterles temor».(Bernal Díaz). Cortés fue avisado prontamente del grave suceso acaecido y de que los españoles se encontraban sitiados en el palacio. El levantamiento de la po blación mexicana parecía total, y de nada habían servido los intentos apa ciguadores de Motecuhzoma, que co menzaba a ser cuestionado por su pueblo como jefe supremo en vista de su actitud dubitativa que, a veces por miedo y a veces por inseguridad per sonal, había entregado el imperio az teca en manos de los extranjeros.
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Casi cinco siglos separan ambas imáge nes: a la izquierda una fotografía de Mé xico D.F.; arriba, grabado del antiguo Tenochtitlán. Con el paso del tiempo, su situación geográfica y el hecho propio de su historia han ido transformando esta ciudad milenaria en el eje político, econ ó mico y humano del México actual. En sus cimientos aún se guardan las clanes que hicieron de ella la piedra angular en la creación de un poderoso imperio. 41
4 . De la N och e Trist e a la conquista del imperio azteca El 24 de junio de 1520 entraba por ganar tiempo se utilizó a MoteCortés en México-Tenochtitlán con cuhzoma para proponer una tregua, templando, por doquier, un ambiente pero el prestigio del emperador no era hostil a causa de la matanza de Tlate- ya reconocido por sus compatriotas; lolco propiciada por Alvarado. Más a poco de comenzar a hablar fue al de un mes llevaban éste y los suyos sicanzado por piedras lanzadas precisa tiados y defendiéndose desesperada mente por aquellos que habían sido mente, confiando en la pronta llegada sus súbditos, muriendo a los tres días, de refuerzos; ninguno de ellos, y en es al parecer de tétanos. pecial Alvarado, se libró de la repren ■ Muerto Motecuhzoma, s e perdía sión cortesiana. Todo un plan de do cualquier pretensión de apacigua minio pacífico desaparecía a conse miento y sólo quedaba una retirada cuencia de una imprudencia temera ria. Diversos intentos por aplacar los ánimos resultaron inútiles, de todas partes afluían guerreros mexicas dis puestos a dar la vida en su deseo de exterminar a los españoles; las bata llas continuaban con inusitada violen cia y las bajas se producían en ambos bandos, pero con mayor incidencia en el hispano, que no podría sobrevivir por mucho tiempo en una ciudad en
ordenada. se aprovechar dejó para lalanoche del día 30 aEsta fin de oscu ridad y el descanso entre batallas, eli giéndose la calzada de Tacuba, la más corta de las tres, para emprender la huida. El grupo español se organizó de manera que en la vanguardia figu raban Gonzalo de Sandoval y Diego de Ordás; el centro lo defendían Her nán Cortés y otros oficiales; la reta guardia quedaba a cargo de Juan Ve-
pieCuando de guerra. a oídos de Cortés llegó la noticia de la destitución de Motecuhzoma como jefe de los aztecas y el nombramiento de un sucesor, com prendió que la única solución posible consistía en salir de la ciudad hacia las poblaciones de los indígenas amigos. Una primera salida de Diego de Ordás fue rechazada, así como posteriores tentativas. En un desesperado intento
lázquez de León y deera Pedro do. Sin duda alguna, éstede el Alvara puesto más comprometido pues debía cubrir las posibles avalanchas nativas cuan do comprobaran que los hispanos emprendían la fuga. De nuevo se vol vía a confiar en Alvarado para ocasio nes en las que era necesario una perso na de valor contrastado, sin temor a la lucha abierta y con probadas dotes de osadía y arrojo.
Preso y sin poderes, Motecuhzoma perdió su carisma de jefe. Sus propios súbditos lo apedrearon (derecha), muriendo a los pocos días a causa de las heridas recibidas.
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Pese a todas las precauciones des plegadas, los aztecas se percataron de la maniobra de los españoles y ataca ron con renovados bríos a lo largo del recorrido de la calzada. No pocos soldados tlaxcaltecas, caballos, cañones, armas y equipajes fueron cayendo en las zanjas que de trecho en trecho jalonaban el camino. Sandoval, Ordás, Cortés y parte de la expedición consiguieron llegar los primeros a tierra firme, pero la reta guardia sufrió considerables pérdi das. Pedro de Alvarado logró salvarse milagrosamente gracias, según la tra dición, a un supuesto salto con una lanza o palo que a modo de pértiga le permitió superar las cortaduras. So
contemporáneos, Bcrnal Díaz entre ellos; incluso se afirma que Alvarado abandonó a su suerte a los soldados que le acompañaban con tal de salvar la vida, pero se olvidan de que iba he rido y de que en esos momentos de confusión cada cual hace uso de cual quier recurso, aunque sea de morali dad dudosa, con tal de conseguir su salvación. A marchas forzadas, Cortés y los supervivientes de la Noche Triste tra taban de llegar a Tlaxcala persegui dos continuamente por los mexica nos. El día siete de julio no era ya posible evitar el encuentro que va a producirse en la llanura de Otumba. La batalla se presentaba incierta pues
bresido este asunto ciertas dudas y ha negadoexisten por parte de algunos
el ejércitolosazteca era «éramos poderosísimo mientras españoles po-
l.ti la buida de Tenochtitlán los espadóles fueron acosados y perseguidos por los azte cas. En la refriega Alvarado salvaría la vida gracias a su valor y a su astucia. ,
,
La marcha hacia Tlaxcala se hizo penosa (arriba). Constantem ente hostigados po r los indios, se adentraron en tierras pantanosas donde las dificultades del terreno, los ani males y las enfermedades hicieron m ucho más dificultosa su avanz ada.
eos, no quedábamos sino cuatrocien tos y cuarenta, con veinte caballos y doce ballesteros y siete escopeteros, y no teníamos pólvora, y todos heridos y cojos y mancos». Un golpe de suerte inclinará la balanza a favor de los his
rras a los intrusos. La alianza solicita da por los mexicas no fue aceptada por este pueblo que siempre se mostró orgulloso del enlace de su princesa con el capitán hispano. Encontrar un pueblo que les recibiera como amigos
panos. primeras Cortés yfin el las capitán Juan escaramuzas, de Salamanca mataron al principal jefe militar de los indígenas, quienes al verlo caer huye ron en desbandada sin proseguir la lucha. Ya en Tlaxcala pudieron los espa ñoles descansar de las tribulaciones padecidas. F.s de destacar que el buen recibimiento de los tlaxcaltecas se debe, en parte, a la unión de Alvarado con Luisa Xicoténcatl, pues desde México-Tenochtitlán se promovió un movimiento general indígena para ex pulsar definitivamente de aquellas tie
fue un gran apoyo para Hernán Cor tes y los maltrechos soldados hispa nos, que no renunciaban a sus propó sitos de llevar a cabo la conquista de todo el territorio azteca. Era preciso recuperar el prestigio perdido y reorganizar la tropa. A al gunos soldados que solicitaron mar char del país hacia Cuba no se les puso obstáculo y el propio Pedro de Alvarado los acompañó hasta Veracruz para su embarque: habrían sido más un estorbo que una ayuda. Del mismo modo se consiguió atraer a los componentes de distintas flotas que 45
Batalla en el Valle de Otumba (derecha). Reagrupados los supervivientes, Cortés y Alvarado organizan el contraataque y, como en otras ocasiones a lo largo de la campaña mexicana, el arrojo, y también la suerte, hacen que, frente a un ejército superior en fuerzas, los españoles convier tan una derrota cierta en una rotun da vic toria, arrasando al ejército enemigo. En esta gesta de Otumba, Alvarado destaca ría notablemente ganándose merecida mente la admiración de sus hombres y el temor de sus enemigos.
aparecieron por aguas del golfo au mentando el número de soldados, ca ballos, cañones y armas. También se ordenó la construcción de trece ber gantines que serían de gran utilidad en el lago que rodeaba la ciudad de México cuando se decidiera el asedio. A fin de eliminar cualquier oposición indígena se efectuaron algunas cam pañas contra poblaciones aliadas con los mexicas, interrumpiendo así cual quier intento de frente común. Fue
era la persona idónea para este tipo de empresas, seguía contando con la confianza de Cortés, y apenas se per mitía el descanso, pues enseguida es taba presto para el combate. El 26 de diciembre de 1520, la tropa cortesiana (unos seiscientos es pañoles y varios miles de tlaxcalte cas) tomaban la ruta hacia México, a cuyas inmediaciones llegaban el día 31. Comenzaba así el sitio de Tenochtitlán que llevaría muchos meses, de
Pedro de Alvarado el elegido para conquistar la provincia de Tepeaca, donde fundaría Segura de la Frontera; demostrando de nuevo que siempre
manera pausada pero inexorable, fruto de un plan estratégico bien dise ñado que comenzó por el dominio sobre las ciudades que bordeaban el
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lago, el control de las tres calzadas de suerte corrió el hermano de Luisa Xiacceso y la botadura naves antes señaladas. Pedro de de las Alvarado participó activamente en estas accio nes, si bien su carácter inquieto le llevó a disputas con otros capitanes españoles por cuestiones muchas veces peregrinas, como, por ejemplo, los alojamientos. No fue fácil la toma de Tcnochtitlán. Entre los propios españoles hubo conspiraciones para asesinar a Cortés y a algunos de sus capitanes, entre ellos a Alvarado que, descubier ta la maquinación, obligó al ahorca miento de los sediciosos. Idéntica
coténcatl al desertar de su puesto, qui zás convencido de que con su actitud contribuía a los planes de someti miento de los pueblos indígenas por parte de los extranjeros, y que sólo la unión incondicional de los nativos hubiera podido evitar su conquista por personas ajenas a su cultura. Las disensiones internas y la brava resis tencia de los mexicanos prolongarán la campaña hasta el 13 de agosto, casi ocho meses de batalla sin cuartel. El plan de asedio comprendía obs taculizar el suministro de víveres a los sitiados, impedir el abastecimiento de 47
La batalla po r la conquista de Tenochtitlán fue en parte, una batalla naval. Con la ,
ayuda de sus aliados tlaxcaltecas, los españoles construían bergantines para controlar el paso de las canoas indígenas que, po r el lago, tratarían de abastecer a los sitiados.
agua y avanzar por las calzadas hasta el centro de la ciudad. Lo primero se consiguió con los bergantines que detenían a las canoas nativas portadoras de alimentos; lo segundo fue obra de Alvarado que logró cortar el acueducto conductor del líquido; lo tercero se
rra mucho más allá de los límites que le correspondían, llevó a cabo acciones temerarias que costaron la vida a españoles y tlaxcaltecas; él mismo pudo haber perecido espoleado, en ocasiones, por sus propias soldados y en otras en clara competencia con el
consiguió al valorde hispano y, sobre todo,gracias a las decenas miles de guerreros de Cholula, Huejotzingo y Tlaxcala (éstos solos eran unos veinte mil), que dieron su vida por vencer a sus tradicionales enemigos aztecas. Casa por casa, barrio por barrio, el final de Tenochtitlán se acercaba. El avance por la calzada de Tacuba fue encomendado a Alvarado, quien dio todo un recital de sus virtudes y defectos durante el tiempo que duraron los combates. Junto a acometidas heroicas, avisos a compañeros en peligro y un dominio del frente de gue-
resto capitanes hispanos quién de podía llegar más lejos enpor susver penetraciones. La rivalidad interna fue, a veces, la peor enemiga de las tropas sitiadoras, en ese afán de demostrar quién era mejor soldado o temía menos a la muerte; y en este terreno ya sabemos que Pedro de Alvarado trataba siempre de superar lo realizado por los demás. Así, una sección del cuerpo del ejército que mandaba fue
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la primera en colocar una bandera castellana en lo alto del templo mayor de la ciudad y prender fuego a parte de la fortaleza donde se resguardaban
los mexicanos. En algunas crónicas suele hablarse de la envidia de Hernán Cortés por la valentía de Pedro de Alvarad o y su tropa; de ahí las continuas reprimendas que hacía a su subordi nado, celoso de perder la gloria que creía corresponderle.
ba ahora la reorganización de unas tierras bajo criterios castellanos, que provocaría no pocas tensiones. Pedro de Alvarado aún permane cerá año y medio en México antes de emprender nuevas aventuras en terri torio lejano. Consta su nombramien
mexicasdecidieron y sus jefes en Acorralados unos cuantoslos edificios, una salida desesperada que les permi tiera llegar a tierra firme donde reor ganizarse, solicitar la ayuda de otros pueblos nativos y volver a enfrentarse a los españoles. La suerte, sin embar go, acompañará a éstos, que consi guen capturar a Cuauhtémoc, el jefe militar supremo de la confederación azteca; con su detención se derrumba ba cualquier pretensión de continuar la lucha y significaba la conquista de finitiva de todo el Imperio. Comenza
to como alcaide de unas fortalezas construidas para resguardar los ber gantines botados en el lago. De igual manera fue comisionado por Cortés para encaminarse a Veracruz y entre vistarse con un enviado de España que había llegado con intención de asumir el mando supremo de las tie rras conquistadas; en esta ocasión sus dotes persuasivas causaron efecto pues logró que el personaje se reem barcara sin hacer uso de sus prerroga tivas. Como aspectos negativos seña lemos el descontento general de los
Por tierra, y a hombros de los indios (abajo), Hernán Cortés mandó transportar las naves con las que remataría el plan d e asedio a Teno chtitlán, la capital azteca.
soldados ante los pocos metales preciosos, joyas y riquezas obtenidos tras la toma de Tenochtitlán y que algunos atribuían a su enajenación por parte de Cortés y Alvarado, aunque éste manifestase su deseo de repartir lo capturado entre los más dañados físicamente losdecombares. El 31 durante de enero 1522, Alvarado fue puesto al frente de una expedición compuesta de cuarenta soldados a caballo, doscientos infantes, indígenas y dos cañones. Su misión: reprimir un levantamiento nativo en la provincia de Tehuantepec. Esta empresa queda como un posible baldón en el historial de Alvarado. Camino del sur, sometió a diversos pueblos nativos también soliviantados contra dominio español hasta llegar a elTututepeque, el destino final. El cacique del lugar le recibió amigablemente, le ofreció alojamiento y varios presentes de oro (las crónicas hablan de más de treinta mil pesos). A partir de este momento, los informes son contradictorios. La mínima ostentación de oro por parte indígena provocaba la codicia entre los hispanos, ansiosos de poseer la mayor cantidad posible del preciado metal. Por ello, la llegada a un lugar donde abundase daba lugar a las reacciones más insospechadas.
Alvarado, co mo cualquiera de sus hom bres, sabía que se arriesgaba a perecer en cualquier escaramuza, pero también que, si sobrev ivía, volvería ric o a un m un do en el que elPara oro yaquellos la tierra hombres conferían proceden rango de poder. tes de familias pobres, su ascenso social lo relacionaban con tas riquezas obtenidas en las guerras. 50
Los enemigos de Alvarado le acu san de un egoísmo insolidario, sólo atento a atesorar la mayor porción de oro posible sin repartirlo entre sus compañeros, sin separar el obligado quinto real, y sin declarar a la Real Hacienda cantidad alguna obtenida;
guía con la deshonra, en una fusión difícil de entender desde la perspecti va del tiempo. La última misión de Alvarado como delegado de Cortés se produce en julio de 1523. En esta fecha llegaba al río Pánuco el gobernador de Jamai
se le achaca la prisión delycacique de Tututcpeque, hecho cierto, su poste rior ejecución a causa de no suminis trarle más objetos preciosos; se habla del empleo de métodos violentos, como azuzar perros contra los nati vos, hasta obtener el metal deseado; y se le imputa el ahorcamiento de dos soldados españoles que le censuraron su actitud. Alvarado alegó en su defensa que
ca, con intencio nes Francisco de ocuparde elCaray, territorio aledaño pese a que ya había sido conquistado por soldados cortesianos y fundada la villa de Santisteban del Puerto. Rápi damente fue enviado Alvarado a la re gión para frenar esta nueva intromi sión; suponemos que, después de sus buenos oficios en el suceso de Veracruz, se pensaba que repetiría idéntica actuación. Parece que el entendimien
toda él, unos la 35 riqueza o 36.000recogida pesos de(según oro) fue enviada a México para su correspon diente inscripción en los libros de re gistros, y que de todo ello separó la parte debida al Rey. La prisión del ca cique se debió a las fundadas sospe chas de una conspiración de los indí genas contra los españoles, según su opinión, y, desde luego, nada había tenido que ver en la posterior muerte. El ajusticiamiento de los soldados, que no negó, quedaba justificado por las pretensiones de éstos de promover un motín en la tropa con objeto de matarle a él y a sus hermanos, que dándose así con el gobierno del lugar y los bienes obtenidos. De nuevo el juego de luces y sombras en la vida de Alvarado, capaz de lo más sublime y de lo más abyecto. Y en el fondo, la eterna duda: ¿a quién dar la razón? Convengamos en que la época favore cía la pervivencia de hombres, como el conquistador, en quien se conjuga ban el honor con la vileza, la hidal
to surgió sin mayores problemas, salvo algunas escaramuzas entre Pedro de Alvarado y un capitán de Caray, llamado Gonzalo Dovalle. Ya fuera por la persuasión, la intriga o las promesas de dádivas y riquezas, el asunto se solventó sin necesidad de re currir al enfrentamiento. Alvarado, que ni siquiera llegó a entrevistarse con Caray, regresó a la ciudad de México donde Cortés le iba a encomendar la conquista de un te rritorio desconocido, situado muchas leguas al sur, y cuya anexión permiti ría una expansión provechosa, aparte de asegurar la potestad sobre dichas tierras, que nunca antes habían sido visitadas por hispanos. Es el inicio de la marcha sobre Quauhtemallan, «lugar de árboles» en lengua indíge na que, castellanizado, se convertirá en Guatemala. Esta empresa supone la consagración de Alvarado como conquistador; de lugarteniente de Cortés, siempre a su sombra, pasará a convertirse en el dominador de toda
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A su regreso a España y ante las críticas recibidas por su campaña, Cortés ofrece a Car los V un Nuevo Mundo con el que incrementar su Imperio. La confirmación como Ca pitán General de las tierras conquistadas era ya un hecho seguro.
una región. En adelante, y como jefe nato de la expedición, debería asumir total responsabilidad en las acciones que llevara a cabo. Ya no era posible alegar la obediencia debida, como en algunas ocasiones adujo durante la campaña mexicana; había pasado a convertirse en un caudillo, con todas las ventajas e inconvenientes que ello
reportaba. La experiencia adquirida al lado de Cortés era un buen aval para el desempeño de la función encomendada, aunque la fuerte personalidad de Alvarado conferirá matices especiales a su nueva aventura, algunos de los cuales ya han sido puestos de manifiesto en las páginas anteriores. 53
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1. La conquista de Guatemala Existe confusión respecto a si Hernán Cortés recibió la visita de unas embajadas procedentes de se ñoríos situados muy al sur del valle de México, que le propusieron con vertirse en vasallos del rey de Espa ña. El propio Cortés recoge la noti cia en su cuarta carta de relación dirigida a Carlos I, pero no ha sido posible encontrar constatación algu na del envío de la delegación entre las crónicas indígenas. Sí parece proba do que los aztecas mantuvieron rela ciones con reinos lejanos y que cono
«Le despaché -cuenta Cortés refi riéndose a Alvarado—a seis días del mes de diciembre de 1523 años; y llevó ciento veinte de a caballo, en que, con las dobladuras que lleva, lleva ciento y sesenta caballos y tres cientos peones, en que son los ciento y treinta ballesteros y escopeteros. Lleva cuatro tiros de artillería con mucha pólvora y munición, y lleva algunas personas principales, así de los naturales de esta ciudad como de otras ciudades de esta comarca, y con ellas alguna gente, aunque no mucha,
cían la (capital existencia dos quiché) ciudades,e Utatlán deldereino Iximché (llamada también por los az tecas Quauhtemallan, capital del reino cakchiquel). Sea por la curiosidad de conocer qué nuevos pueblos se extendían más allá de las tierras conocidas, por la ilusión de encontrar minas y metales preciosos, por ampliar sus dominios, o por encontrar el tan ansiado paso
por serque el camino tan hacia largo».Guatema Entre la gente marchaba la iban tres de los hermanos Alvara do (Jorge, Gonzalo y Gómez) y dos primos suyos (Hernando y Diego), Pedro Portocarrero (hombre de con fianza de Pedro), dos clérigos (el padre Juan Díaz y el padre Juan Godínez) y unos mil indígenas tlaxcalte cas, mexicanos y cholutecas, que in tervendrán activamente en la conquis
que supuestamente uniría el océano Atlántico con el Pacífico, Hernán Cortés decidió enviar dos expedicio nes: una, bajo el mando de Cristóbal de Olid, partiría de Veracruz rumbo a Honduras; la otra dependería de Pedro de Alvarado quien, desde Mé xico, se encaminaría a Guatemala. Los conquistadores españoles no permanecían ociosos y, a poco de ter minada la campaña contra los mexi canos, ya planeaban nuevas acciones, contribuyendo a una dilatación de la Nueva España hacia los cuatro pun tos cardinales.
ta del territorio y poblarán la nueva tierra permaneciendo en ella para siempre. En su camino hacia el sur, la tropa se dirige a Tehuantepec, pueblo al que llegan a mediados del mes de enero de 1524. Era una de las etapas en el largo caminar que permitía el refresco de hombres y animales antes de pasar a la provincia de Soconusco, en la costa pacífica y antesala del reino quiché. No parece probable, como defienden algunos historiado res, que el primer encuentro con los indígenas de Guatemala tuviera lugar
Terrazas de c ultivo en Quetzaltenango , Guatemala. Las ricas tierras que Alvarado iba a encontrar en el Sur favorecerían los asentamientos y demostrarían a sus colonos que eran éstas, y no el oro, el gran tesoro que América escondía en sus entrañas.
en Tonalá, y sí que el contingente his El 13 de febrero, el ejército de pano disfrutase de una buena acogi Pedro de Alvarado se ponía en mar da en Soconusco (castellanización de cha y avanzaba hacia los primeros Xoconoxcho o lugar de la higuera), dominios del reino quiché, en la región confinante con la actual Oa- costa pacífica. A los tres días de ca xaca, conocida por la excelencia de mino llegaban a las inmediaciones de su cacao, y desde donde partían los Zapotitlán (tierra de zapotes, por la caminos hacia el sur. Antes de conti abundancia de este fruto), que pre nuar más adelante, Alvarado hizo lle sentaba todas las trazas de estar pre gar unos mensajes a los caciques de parada para un enfrentamiento ar la tierra donde pensaba penetrar con mado, con todo tipo de obstáculos la petición de que no impidieran el para impedir el paso a los invasores. libre tránsito por ella y de que se so De nada sirvieron las preocupaciones metieran a su autoridad como repre de los indígenas pues la hueste del ca sentante del emperador de España; pitán español superó todas las barre en caso contrario, les declararía la ras, vadeó el río Samalá y entró en guerra y encarcelaría a todos aquellos combate con los aborígenes a quienes que se resistieran. derrotaron en las primeras escaramu 57
zas. La victoria no tardó en llegar, así La derrota, de momento, no descomo el sometimiento de los habitan- moralizó a los quiché que se aprestates de Zapotitlán. Tras la tregua se ron a reorganizar su ejército y ponerprocedió a un reconocimiento de la lo en manos de Tecum Umán, en región para adquirir noticias y deter- calidad de comandante supremo. Los minar las acciones a seguir. La deli- guerreros fueron concentrándose en beración motivó una variación de los el valle donde más tarde se levantaría planes, decidiéndose tomar la ruta la ciudad de Quetzaltenango (o reque conducía a los centros principa- cinto amurallado de quetzales), con les y más poblados, situados en la la presencia del volcán Santa María meseta. como testigo mudo. Desde allí se diEl 19 de febrero se emprendía la rigieron a los llanos de El Pinar, andadura, en un ascenso dificultoso donde acampaban los españoles reerizado de peligros. Todos los pue- poniendo fuerzas. El encuentro entre blos del contorno habían sido avisa- unos y otros es descrito por el propio dos de la presencia de los castellanos Alvarado, en una carta dirigida a y se hallaban en pie de guerra, dis- Cortés, de la siguiente manera: «Espuestos a combatir. En la mañana tando apeados bebiendo, vimos venir del día siguientePrimero, acontecióunos el primer enfrentamiento. cuatro mil indígenas comenzaron a hostilizar a los indios tlaxcaltecas y mexicanos, con objeto de dispersar a la tropa de Alvarado. Aprovechando la confusión del momento, un poderoso ejercito quiché (se habla de treinta mil hombres, pero sin duda es una cifra exagerada dada para magnificar aún más la victoria) pretendió sor-
mucha gentellegar, de guerra nosotros,por y dejárnosla que a venían unos llanos muy grandes, y rompimos en ellos, y aquí hicimos otro alcance muy grande donde hallamos gente que esperaba uno de ellos a dos de caballo y seguimos el alcance bien una legua y llevábansenos ya a una sierra y allí hicieron rostro y yo me puse en huida con ciertos de caballo por sacarlos al campo y salieron con
prender a los españoles. A durasa penas pudo Alvarado concentrar sus fuerzas y, ante la inferioridad numérica, dejó aproximarse a los nativos hasta tenerlos cerca; en este momento lanzó a la caballería, que provocó una desbandada general, pues tampoco los naturales de aquella región tenían conocimiento de la existencia del caballo y, ante la visión de la montura y su jinete, creyéndolos monstruos, huyeron despavoridos. Después fue fácil la persecución de la diezmada tropa indígena causándole numerosas bajas.
nosotros hasta llegar a que las me colas de los caballos; y después rehice con los de caballo doy vuelta sobre ellos. Y allí se hizo un alcance y castigo muy grande». A través de la descripción de la batalla por Alvarado, puede deducirse que los españoles pasaron grandes apuros, con momentos en los que la superioridad indígena pudo causar bajas sensibles entre los hispanos. La experiencia adquirida en los enfrentamientos con los aztecas ayudó, sin duda, a superar estos lances, con el empleo de tácticas y estratagemas
5N
Alvarado go zó de una evidente ventaja merced a la superioridad de sus armas de fuego y a su capacidad de improvisación. El uso del caballo y las ocasionales alianzas con los indígenas supondrían, como en la campaña contra los quichés, una decisiva ayuda.
que sorprendían, en pleno fragor del combate, a los nativos, no acostum brados a este tipo de astucias. La suerte acompañó también a Alvara do pues en la lucha encontró la muer te Tecuin Umán, circunstancia que contribuyó decisivamente a acelerar la derrota quiche, saldada con miles de muertos. La tradición absrcen habla de aguas teñidas de sangre y del color rojizo del día por el efecto de la sangre derramada y del bello
final de Tecum, convertido en águila recubierta con plumas de quetzal (de ahí el nombre de Quetzaltenango para el lugar, sugerido por Alvarado en honor de su oponente) y atravesa do por la lanza del capitán hispano. Durante varios días, los españoles pudieron descansar en Quetzaltenan go (antiguo Lahuh-Quieh de los qui chés) después de tan dura jornada que había provocado muchos heri dos. Tal como siempre hacía, Alvara59
do comisionó a algunos de sus hombres para que recorrieran los alrededores e informasen de la tierra. No bien habían transcurrido apenas cuatro días de la contienda relatada, cuando hizo su aparición un nuevo ejército indígena (según se dice, unos doce mil hombres), que desesperado trataba de expulsar a los intrusos. Los nativos volvieron a sufrir otra derrota, pues tampoco la hueste hispana les dio cuartel, superándolos de nuevo en destreza y capacidad militar. Tan sucesivos reveses desmorali-
mujeres quichés lloran la muerte de los guerreros muertos en el combate. Pese a la bravura de los guatemaltecos, muerto en la lucha l'ecum Umán, la evidente su perioridad táctica de los españoles en los sucesivos encuentros bacía imparable la máquina del ejército conquistador. Los sucesivos reveses, unidos a las numerosas bajas que las armas de fuego producían zas
entre los indígenas y la desmoralización de éstos, ponían de manifiesto el fracaso de la resistencia de los quichés frente a la potencia militar hispana. 60
zaron al pueblo quiché, demostrándoles que por la fuerza jamás podrían imponerse a unos enemigos, que con las armas de fuego causaban muchas bajas antes de llegar al cuerpo a cuerpo, que con la caballería maniobraban hábilmente provocando la confusión, y que, en definitiva, con el empleo de la artillería eran prácticamente invencibles. Los sucesos que transcurren a continuación han servido para destacar, como en las ocasiones anteriores, la brutalidad de la conquista de
América, en general, y de Alvarado, en particular. Las versiones sobre los acontecimientos difieren notablemen te pero han contribuido a acentuar la imagen negativa de Alvarado en unas dimensiones parecidas a las de su in tervención en la matanza de Tlalte-
procedería a los actos de vasallaje. Confiando en los buenos propósitos, hacia allí se dirigió las tropa españo la en los primeros días de marzo. Alvarado cuenta estos hechos de forma diferente. En primer lugar ma nifiesta su desconfianza ante el as lolco. Según algunos relatos, los dis pecto de la ciudad, situada en un tintos señoríos quichés acordaron ¡ugar poco accesible, rodeada de ba solicitar la paz y someterse al rey de rrancas, con sólo dos entradas («una España, invitando a Alvarado a de treinta y tantos escalones de pie marcharse de Quetzaltenango a Uta- dra muy alta, y por la otra parte, una tlán, la capital del reino, donde sería calzada hecha a mano») y de calles recibido con todos los honores y se muy estrechas. Los detalles descritos
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eran de por sí inquietantes, puesto que un lugar con estas características podía prestarse a una emboscada, donde ni hombres ni caballos manio brarían con soltura. Así debió de pensarlo Alvarado, que renunció a permanecer por mucho tiempo en Utatlán, estableciendo el campamen to español fuera de su recinto. Aña de, además, el conqu istado r que logr ó enterarse de la preparación de una trampa urdida por los caciques qui chés para encerrar a la tropa dentro de los muros de la capital y a conti nuación prenderle fuego. De nuevo la referencia de una celada por parte de los indígenas para acabar con los es pañoles, hecho repetido con bastante frecuencia en la conquista de Améri ca, va a ser causante de una represión cruel, sin que en algunas ocasiones pudiera probarse la existencia de la confabulación. Alvarado consiguió atraer al cam pamento hispano a los dos caciques principales de Utatlán, y una vez en él los hizo prisioneros. La detención de sus señores provocó la indigna ción del pueblo quiché que comenzó a atacar a los españoles. Quizás can sado de tanta guerra y con la deses peración de quien se sabe en una s¡tuaciém extrema, Alvarado toma una decisión que empaña su trayectoria como soldado. El 7 de marzo de 1524 ordena quemar a los dos jefes indígenas, después de haberlos some tido a tormento y de conseguir que declararan sus intenciones de exter minarlos a él y a sus hombres (otras crónicas aducen que con la tortura pretendía conocer dónde guardaban el oro y las riquezas). A continuación «e como conocí de ellos tener mala 62
voluntad al servicio de Su Majestad, y para el bien y sosiego de esta tierra, yo los quemé y mandé quemar la ciu dad y poner por los cimientos porque es tan peligrosa y fuerte que más pa rece casa de ladrones que no de po bladores». Podemos imaginar el horror de los quiché ante estos hechos, contem plando la muerte de sus líderes y la destrucción de la capital del reino. Como medida de persuasión para contener a los exaltados indígenas nadie puede dudar de su eficacia, pero el aspecto negativo de crueldad siempre pervivirá por encima de otras consideraciones. Posiblemente, los ejemplos de Cholula y Tututepeque, ya relatados, gravitaran de forma decisiva a lo largo del proceso de conquista, y ante circunstancias idénticas se pensase que el castigo era el mejor método a utilizar. Por otro lado, la trayectoria de Alvarado siempre demuestra su predisposición a adelantarse a las acciones del ene migo para evitar sorpresas y compen sar así la inferioridad numérica de sus fuerzas. Ello no justifica, en abso luto, la conducta del conquistador, falta de toda sensibilidad. La ejecución de los dos reyes pro dujo un levantamiento general de los quiché que quizás hubiera tenido algún efecto de no mediar la inter vención de los cakchiqueles. Tal como sucediera en la conquista de México, los españoles aprovecharán la enemistad entre las propias tribus indígenas, que en la mayoría de los casos eran los principales colaborado res en la destrucción de sus herma nos de raza. Conocida la rivalidad entre quichés y cakchiqueles, Alvara-
cr ueld ad desmedida q ue en mucha s ocasi ones mostraba Alvarado con los vencidos dieron a sus cam paña s u n peculia r estilo. Su fa m a devast adora le precedía allá dond e iba v él se esforzaba en mantenerla, separo de qu e era éste un sistema efic az a la hora de enfre ntarse a los adversarios que le salieran a l paso.
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do se dirigió a estos últimos solicitán- mente; ya nunca más representarían doles ayuda; al poco tiempo recibía problema alguno pues la nación cuatro mil guerreros. Con este consi- había quedado sojuzgada para siemderable iniciaron una refuerzo campañalos deespañoles destrucción de poblados y labranzas, aniquilación de los rebeldes y la esclavitud de los prisioneros de guerra, hasta que los quichés se rindieron incondicional-
pre.del Como nuevos caciques principales reino, Alvarado nombró a los hijos de los señores torturados y quemados que, tras el preceptivo bautismo, prometieron sometimiento al conquistador. 6.3
2 . El reino de los cakchiqueles Finalizadas las operaciones referi das, Alvarado determinó encaminar se hacia la ciudad de Iximché o Quahtemallan, capital del reino cakchiquel. Los nativos de esta región, que habían ofrecido desde el princi pio su amistad a los españoles, con templaron con evidente satisfacción cómo eran destruidos los quichés, sus enemigos seculares, y colaboraron en el exterminio del reino vecino. El 12 de abril de 1524, la hueste hispana llegaba a la ciudad, que por su ubica ción y defensas recordaba a Utatlán. Fueron recibidos en son de paz, má xime por el temor que despertaban («en verdad infundían miedo cuando llegaron. Sus caras eran extrañas. Los señores los tomaron por dio ses»). Los nativos podían ahora con templar con sus propios ojos a aque llos seres extraños de quienes tantas veces habían oído hablar; se espanta ron ante los caballos y experimenta ron una sensación nueva, fruto de la angustia ante lo desconocido. Un te rror que igual podía conducir a una amistad imperecedera que a la deses peración nacida de la impotencia para cambiar el curso de los aconte cimientos. La actitud de los españo les sería decisiva para inclinar la ba lanza en un sentido u otro. Pese a las muestras de amistad de los cakchiqueles, Alvarado se mostró en todo momento desconfiado, tra tando de sonsacar, mediante la ame naza, cualquier intención de engaño. Cuando quedó tranquilo de sus rece los, procuró recabar noticias de las 64
tierras inmediatas, y a través de ellas conoció de la existencia del pueblo de Atitlán, enemigo de Iximché. De cidido a congraciarse con los señores de Quauhtemallan, organizó una ex pedición contra sus rivales, que ya con anterioridad habían rechazado cualquier entendimiento con los his panos matando a cuantos mensajeros habían sido enviados con propuestas de un pacto amistoso. El 17 de abril una tropa compuesta por sesenta ji netes, ciento cincuenta infantes y un destacamento de cakchiqueles, todos bajo el mando de Alvarado, empren día la marcha. Tras un día de camino llegaban a la orilla de una laguna donde tuvieron el primer enfrenta miento con los indios zutujiles, a quienes derrotaron con facilidad. Continuado el avance, al día si guiente Alvarado y sus hombres divi saban Atitlán. No sin sorpresa com probaron que la ciudad estaba de sierta, pues sus habitantes habían huido despavoridos nada más cono cer la noticia de la victoria anterior. Apresados algunos de los nativos, hubo promesa de paz si retornaban todos junto con sus jefes y se declara ban vasallos del Rey de España. En esta ocasión no fue necesario insistir demasiado ya que al poco tiempo la orden era cumplida y los caciques se presentaban ante Alvarado aceptan do sus condiciones. De esta manera tan rápida se consiguió la pacifica ción del territorio, sin apenas bajas que lamentar. Con seguridad, los castigos aplicados por los españoles
Las
continuas rivalidades entre las tribus guatemaltecas facilitarían la campaña de Alvarado en estas tierras. Al llegar al reino de los cackchiqueles, sus caciques le recibieron en tono amistoso, buscando su alianza. Pero A ¡varado, siempre receloso de sus enemi gos, no tomó parte en el conflicto y optó por la vía diplomática. 65
a la indiada rebelde quiché indicaron a otros pueblos el contrasentido de una resistencia a ultranza que provo caría más desgracias que satisfaccio nes. En un relativo corto espacio de tiempo, los tres principales reinos de Guatemala habían quedado total mente dominados y otros muchos pe queños cacicazgos se sometieron vo luntariamente. Ya hemos dicho que las rivalida des entre las tribus indígenas favore cieron su conquista por los españo les, y ello se encuentra presente en torios los relatos de la época. El mismo Alvarado, a la vez que recibía el vasallaje de diversos pueblos, escu
l.ago Atitlá n, en G uatemala (derecha). En los pocos años transcurridos desde la lle gada de los españoles a la península del Yucatán, la antigua civilización maya había perdido su esplendor como impe rio. De aquellos lujosos palacios, de sus poderosos dioses y sus templos - que ape nas un siglo antes de la conquista habían florecido en los territorios que actualmen te ocupan Guatemala y El Salvad or- sól o quedaban sus diezmados habitantes resig nados al poderío de sus nuevos señores. 66
chaba las acusaciones de éstos contra determinadas ciudades, delatadas co mo enemigas opuestas a la conquis ta hispana, tachadas de crueles, etc., y en todos los casos se solicitaba su ayuda para exterminarlas. Así su cede con Izcuintepeque o Panatacat (la actual Escuintlán), situada más al sur, en territorio desconocido. Apro vechándose de estas disensiones era posible penetrar la tierra, descubrir grandes urbes de las cuales se tenían noticias por los cakchiqueles (sin duda, las referencias aludían a la cul tura maya, de la que ya sólo queda ban restos ocultos por la maleza) e, incluso, llegar al estrecho de comuni-
catión entre los océanos, tal como Hernán Cortés le había encomendado. Alvarado preparó una gran expedición de la que excluyeron únicamente a los enfermos e impedidos; en su fuero interno deseaba alcanzar todos los tiñes propuestos desde su
taron a muchos de ellos, y como no se pudiesen juntar los vecinos, huyeron muchos de ellos; los demás que se hicieron fuertes y pelearon en unas casas grandes, pelearon y mataron a muchos naturales de Tezcoco». Alvarado mandó quemar el pueblo y ame-
salida de nativos, México hallazgo (sometimiento de todos los de tesoros y metales preciosos, encuentro del paso interoceánico). Hl 9 de mayo, día muy lluvioso, la tropa llegaba a Panatacat «sin ser vistos ni sentidos porque estaban (sus habitantes) muy descuidados y metidos en sus casas porque llovía mucho, lomáronles dentro de las casas, prendieron y ma-
nazó destruirno todas las sementeras si con los nativos capitulaban, acto que realizaron enseguida y al que se sumaron otras provincias cercanas. Hn esta acción militar suele acusarse a Alvarado de no haber planteado el combate cara a cara, valiéndose de la sorpresa y de la indefensión indígena, que no esperaba su llegada, para perpetrar un ataque ignominioso.
3 . Pen etrac ión en tierras de El Salvador El avance por nuevas tierras lleva a Alvarado al contacto con pueblos de lenguas distintas a las conocidas. Sin saberlo, se aproximaba a otra re gión diferente donde vuelve a encon trar la hostilidad de los indígenas que ven amenazada su independencia. En todos los lugares (Atiepac, Tacuilula, Taxisco, Nancintla) se sigue la misma táctica: recibir en son de paz a los españoles y, a continuación, abandonar el poblado y huir a los montes cercanos para desde allí orga nizar la resistencia. Desde puntos
Río Paz, jr o m e r a n a tu r a l unir é las a c tu a les repú Mi cas de C uate ma la y El Salv ador (derech a). A l cru za r el r ío, A lvarado fija de finitivam en te su idea de ir ba cía el sur. Pero un ejérci to na tivo de m ás de s eis mil guer rer osponep or p r im e ra v e z fr e n o a su irresist ible ca tupa ña. Las tropas espa ñolas son seri amente diezma das y el mis mo Al varado es heri do en un a pierna. La inf ec ción de la herida, el cansancio de los homb res, las ll u vias de l trópico y el con ti nu o hostigam iento de lo s indios l e hacen desisti r d e su idea y regres ar ha cia Guate mala. 68
muy diversos, los nativos sorpren dían ahora a los hispanos, causándo les bajas, robándoles material y for zándoles a estar siempre en guardia, temiendo el ataque por sorpresa. Si quiera por una vez los nativos tenían en jaque a Alvarado que marchaba sin la garantía de una retaguardia se gura, expuesto a peligros desconoci dos y con la intranquilidad de quien se sabe desprotegido. F.l 6 de junio de 1524, Alvarado atravesaba el río Paz, que sirve en la actualidad de línea divisoria entre las
repúblicas de Guatemala y El Salva dor, llegaba a Mopicalco y a Acatepeque, y dos días después divisaban ¡as aguas del océano Pacífico. Acaba ba de penetrar en Acajutla, el puerto salvadoreño de la provincia de Sonsonate. En formación de combate le
pareció serio pues la vida del con quistador estuvo en peligro a causa de la infección. Con Alvarado en malas condicio nes de salud, la hueste se encaminó rumbo al norte. Al paso por Tacuzcalco comprobaron que nuevas fuer
esperaba todo un ejército nativo zas indias se organizaban para ata compuesto por más de seis mil gue carles. El ejército hispano se dividió rreros. La lucha fue durísima, con en tres secciones; al mando de cada pérdidas cuantiosísimas de los indí una, un hermano de Alvarado (Gó genas enemigos, pero con muchos es mez, Gonzalo y Jorge), mientras pañoles heridos, entre ellos el propio Pedro dirigía las operaciones desde Alvarado que cuenta cómo le dieron un cerro. La suerte sonrió otra vez «un flechazo que me pasaron la pier a los conquistadores que diezmaron na y entró la flecha por la silla, de la a sus oponentes. Reanudada la mar cual herida quedé lisiado que me cha, transitaron por Miahuaclán y quedó unacuatro piernadedos». más corta que la Atehuan (en laseactualidad Ateos) otra bien El percance 17 de junio encontraban en ylasel
proximidades de la que parecía la principal ciudad del contorno, Cuzcatlán, cerca de donde se fundaría al año siguiente San Salvador, que poco después sería trasladada a donde se encuentra hoy. En Cuzcatlán ya se sabía de las incursiones de Alvarado, y la actitud de los caciques fue similar a la empleada por otras poblaciones: ofrecer obediencia pero Iniir a las sierras colindantes. 1.a ciudad de Cuzcatlán fue aban donada nada más aparecer los espa ñoles. Y en esta ocasión de nada sir vieron los requerimientos de Alvarado para que retornaran los habitantes y sus jefes, que se negaron sistemática mente. Refugiados en los montes, era difícil vencerles a riesgo de perder muchas vidas, l a amenaza de escla
vizar a todos los prisioneros no sur tió mayor efecto. Tras diecisiete días de permanencia en la región, nada se había conseguido «por la mucha es pesura de montes y grandes sierras y quebradas, y otras muchas fuerzas que tenían». Salvo el recorrido por tierras no pisadas antes por los euro peos, la expedición se saldaba con déficit: muchos mexicanos y tlaxcal tecas muertos, al igual que algunos soldados hispanos; pérdida de caba llos, herrajes y otros utensilios gue rreros; no habían encontrado oro y plata o tesoros importantes; el pro pio capitán de la hueste estaba herido gravemente y la resistencia nativa se guía latente. Las circunstancias reseñadas y la proximidad de la estación lluviosa
Cua nd o Alvara do y sus hotñbres llega ron a Cuzcatlán (Sa n Salvador), su s habitante s les recibie ron inicial mente con mu estras de gran efusión, l>ero el tem or a su fam a represiva hizo c¡ue pronto emprendieran la buida hacia las montañas.
§11^'
La re siste ncia de lo s in díg enas a la d om in a ció n española fu e especia lm ente cru enta en los ataques em bosca dos que se prod ujeron al am paro de l a se lva (arriba).
impidieron a Alvarado regresar a Iximché, adonde llegó el día 21 de julio. Una vez en ella, y dada la cerca nía de la festividad de Santiago, pa trón de España, decide fundar una ciudad que recuerde la presencia de los españoles y lleve el nombre del
guacil Mayor se designó a Gonzalo de Alvarado y, de cura párroco, al padre Juan Godínez. Una vida efímera esperaba a la ciudad de Santiago fundada sobre la de Iximché con todo el boato y parafernalia propios de la época. Los cak-
santo. Así, aelSantiago 25 de julio da Caballe carta de naturaleza de los ros de Guatemala, villa que sufrirá di versos traslados (primero al valle de Almalonga, en 1527, y luego al valle de Panchoy, en 1542), pero que nacía con la idea de convertirse en el centre) de una gran provincia. Fueron elegi dos dos alcaldes ordinarios y cuatro regidores, encargados del buen go bierno de la ciudad y de darle a ésta la categoría de tal; éstos fueron, res pectivamente, Diego de Rojas, Balta sar de Mendoza, Pedro Portocarrero, Hernán Carrillo, Juan Pérez Dardón y Domingo de Zabarrieta. Como Al
chiqueles se sublevarán porobjeto los abu sos constantes de que eran y el territorio conocerá una etapa de con vulsiones. Hacía cerca de ocho meses que Alvarado había abandonado México, y tanto él como sus hombres ansiaban un merecido descanso. Los indios mexicanos fueron autorizados a retornar a su tierra, de tal forma que en tierras guatemaltecas sólo quedaron soldados españoles y tlax caltecas. Con este escaso número de personas, Alvarado cometerá un error, fruto de su temperamento exaltado y belicoso, que pudo tener consecuencias trascendentales. 71
Fiestas conmemorativas en Chichicastenango, en Guatemala (izquierda), recuer dan i/i presencia de los españoles en aque llas tierras, iniciada m ediante la acción de gracias por la fundación de la ciudad (arriba). A pesar de las dificultades del medio y la irreductible naturaleza de los nativos, el emp eño y la voluntad coloniza dora de la expedición de Aladrado hicie ron posible la fundación de ciudades. Además, la religiosidad de aquellos hom bres les daba una fe inquebrantable en la justicia de su causa y en la certidumbre de sus victorias. 73
4 . L a rebelión cakchiquel y la expedición a Honduras Decepcionado por el escaso botín por todo el territorio. En esta ocasión obtenido después de recorrer más de a los hispanos les resultó difícil el cuatrocientas leguas, Alvarado deci combate p u e s los cakchiqueles ha dió imponer a los cakchiqueles un bían aprendido las tácticas españo tributo en oro que debía ser satisfe las y procuraron no caer en las tram cho en poco tiempo. De nada valie pas que aquéllos les tendían. Fue ron las rogativas de los caciques indí necesario recurrir a los nativos de genas a favor de la supresión del Atitlán y a los quichés para hacer impuesto o de su disminución, recor frente a (as ofensivas de los guerreros dando los servicios prestados y la de Iximché; como tantas otras veces, ayuda facilitada en las luchas mante las disputas entre las tribus resulta nidas con el resto de tribus de la re ron los mejores alidados de los con gión. Alvarado se mostró inflexible y quistadores. No pudo lograrse un parecía haber olvidado que las cam acuerdo entre cakchiqueles y quichés pañas tuvieron éxito gracias a la co para expulsar a los intrusos, sino que laboración de los nativos. La amena éstos, recordando la actuación ante za de un duro castigo si no se llegaba rior de aquéllos, trataron de tomar a reunir el metal solicitado hizo cun venganza de sus enemigos seculares dir el pánico entre la población de haciéndoles la guerra. íximché y provocó la aparición de pro Aunque Alvarado trató, en su mo fetas y aborígenes anunciando muerte mento, de negar la participación di y destrucción. recta en la exigencia de oro a los ca Sin otra salida y temiendo la reac ciques, parece seguro que se dejó ción de Alvarado, a quien conocían llevar por impulsos irrefrenables de bien después de haber combatido con codicia. Su actitud ambiciosa le pudo él contra los otros pueblos naturales, costar el dominio del territorio y, sin los caciques cakchiqueles recomen duda, retrasó su pacificación, puesto daron a todos los habitantes de Íxim que la rebelión duró hasta 1530, es ché que abandonasen la ciudad y decir, cinco años. Incluso se vio obli buscasen refugio en los montes. La gado, por la inferioridad numérica y amistad entre los españoles y los in la falta de abastecimiento, a abando dios quedaba rota, la guerra hacía su nar Iximché y trasladarse a Olintepeaparición y la rebelión se extendía que, cerca de Quetzaltenango; aquí Reconstrucción romántica de una danza ritual que se celebraba antes de la batalla. La crue ldad que imprimió Al carado a sus acciones bélic as provocaría más de un a revuelta armada entre los indígenas.
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los quichés les prestaron la ayuda ne cesaria para el sostenimiento, la per manencia en tierras guatemaltecas y la realización de diversas campañas. Diego de Alvarado fue de nuevo a Cuzcatlán, ciudad que tardó dos años en conquistarse; en este mismo
nos, y de la conveniencia de que Al varado se desplazara a Honduras para hablar con su jefe. Pedro de Alvarado obedeció las órdenes recibidas no sin la oposición de gran parte de los españoles, a quienes no agrabada la partida de su
año (1525) se asaltó la fortaleza de Mixco después de violentos comba tes y del incendio de toda la comarca por parte de los españoles; Gonzalo de Alvarado dominó la región de los indios mames, situada entre el reino quiché y la provincia de Chiapas. Respecto a Pedro de Alvarado, a principios de 1525 organizaba una expedición a la tierra de los lacandones, en Chiapas. Su objetivo era en contrar a Hernán Cortés, a quien se suponía por las inmediaciones, pues desde México se desplazaba hasta las Hibueras (Honduras) para sofocar y castigar una sublevación promovida por Cristóbal de Olid. La penetra ción de Alvarado al Lacandón se vio frenada por selvas y ríos insuperables que le obligaron a regresar. Repuesto de sus heridas, el capi
capitán cuando los cakchiqueles esta ban sublevados; incluso un grupo de soldados que le acompañaban deser tó negándose a participar en una ex pedición que intuían peligrosa e inú til y huyeron hasta Soconusco donde, tras un proceso simulado, ahorcaron una efigie del capitán. Pese a todo, Alvarado salió hacia Cuzcatlán, pasó por la provincia de San Miguel y pe netró en tierras de Honduras. En Choluteca se encontró con parte de la tropa cortesiana en camino a Gua temala; entre ellos venían algunos de los soldados participantes en la con quista de México (por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo). La reunión de viejos camaradas fue emotiva y las crónicas nos hablan de cómo, frater nalmente, se contaban los unos a los otros las peripecias de sus vidas
tán español ansiaba ver recompensa dos sus esfuerzos con la gobernación de Guatemala, y nada mejor para ello que ir a México a entrevistarse con Cortés y luego a España a expo ner sus méritos. Sin embargo, cuando se disponía a emprender el viaje, una carta desde el puerto de Trujillo, en Honduras, le informaba de la presen cia del conquistador de Tenochtitlán en él y de su deseo de trasladarse a lximché. En enero de 1526, una nueva misiva le hablaba del cambio de planes, de la necesidad de Cortés de marchar por mar a la Nueva Espa ña por motivo de desórdenes inter
desde momento tomaron tintos el caminos. De que Cortés pudo dis sa berse que había tenido que regresar precipitadamente a México donde los problemas eran graves. El retorno a Guatemala significó la vuelta a la realidad y la constata ción de la rebelión cakchiquel, exten dida a otros pueblos. Ai paso por Cuzcatlán, la región estaba en guerra y la ciudad de San Salvador destrui da; en las proximidades de Santiago, las tribus habían levantado todo tipo de defensas, fosos y trampas para los caballos; los españoles eran hostili zados continuamente y llegar hasta
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i a image n de du reza y rapiña qu e ¡a generación de Alea rudo imprimió a a n a p erd ura en los moli nos de ¡a pin tur a de Pine ra (arriba)
Iximché supuso un penoso recorrido lleno de escaramuzas, enfrentamientos y muertes. Los intentos por alcanzar acuerdos pacíficos no prosperaron; los caciques indígenas recelaban
la con tjilista,
cia nativa. También algunos de los hombres de confianza de Pedro de Alvarado intervinieron activamente en la represión de los nativos; así, Pedro de Portocarrero llevó a cabo
de las hispanas temíana una de marzo de que la intenciones tregua condujese de ynuevo 1527gran y enmatanza agosto el del21mismo año palos abusos, las exigencias y las peti- cificó la región de Sacatepequez. En ciones de oro. 1529, Hernando de Chávez conquisDurante las ausencias de Pedro de ta Mictlán, Esquipulas y Copan. Alvarado, la gobernación solían ejer- Cuzcatlán no pudo dominarse hasta cerla sus hermanos, que tampoco de- 1530, cuando también los cakchiquemostraron una especial sensibilidad les, cansados, depusieron su actitud. hacia el indígena. A Gonzalo se le im- El 8 de mayo de 1530 capitularon putan los levantamientos habidos ante Alvarado en Santiago. El concuando Pedro marchó a Honduras; quistador no fue generoso: impuso Jorge llevó personalmente la lucha graves penas y tributos excesivos, contra los cakchiqueles y trasladará exigió la entrega de oro, obligó a trael 22 de noviembre de 1527 la ciudad bajos forzados y esclavizó a un gran de Santiago al valle de Almolonga, número de nativos cuando no los enpara así controlar mejor la resisten- tregó a los españoles como siervos. 77
Un su obra -Nu estr os antepasado s» (de recha), el pintor González Camarena nos muestra con descarnada dureza la antíte sis de una imagen de la que, sólo unos años atrás, bahía hecho gala el Amadís de Gaula y las novelas de Caballería, en ge neral, con su código de honor. Lo que en tonces fue nobleza, valor, justicia y defen sa de la causa del débil, se conve rtía ahora en terror, destrucción y muerte. 78
IV La expedición al Mar del Sur
1. El re torn o a Esp aña Si bien la situación en tierras gua temaltecas era preocupante por la re belión de los cakchiqueles, Pedro de Alvarado seguía con su intención de
gidos al recibimiento de un héroe y, durante mucho tiempo, el único tema de conversación entre los vecinos de la ciudad giraba en torno a las proezas
regresar a laI. Península entrevistarse con Carlos Pensaba ely conquistador que todos sus esfuerzos merecían una recompensa adecuada, pues no sólo había participado en la conquista de México, sino que todas las campañas en Guatemala habían servido, igual mente, para acrecentar el imperio es pañol, motivo suficiente para ser me recedor de las distinciones reservadas a los personajes más destacados. Por
de Pedrodescubiertos, de Alvarado,los los pueblos nuevos te rritorios in dígenas sometidos y las especulacio nes sobre los secretos de las tierras del continente aún sin explorar. El en cuentro entre los participantes de tan tas aventuras dio pie a narraciones emotivas de los hechos ocurridos. Tras dejar todos los asuntos solu cionados en tierras mexicanas, reco mendar el envío de misioneros a Gua
otro lado,demora y en en elloreclamar llevaba para razón, cualquier sí el mérito de haber luchado por Dios, el Rey y la Patria, con indudables be neficios, podía ocasionar el olvido de sus hazañas o la apropiación por otro de sus empresas conquistadoras. Estas consideraciones le hicieron solicitar del Cabildo de Santiago, entonces en Olintepeque, el permiso correspon diente para ausentarse del lugar y em
y dictarpara las órdenes atemala su hermano el buenoportunas gobierno de la región, en febrero de 1527, Pedro de Alvarado se hacía a la mar; ignoraba que en España se había creado un mal ambiente en contra de su persona propiciado por los mismos enemigos de Hernán Cortés, para quienes todos aquellos que habían es tado bajo sus órdenes eran partícipes de idéntica culpa. Además, un memo
prender viaje adeEspaña. En agosto 1526, Alvarado par tía hacia México en compañía de la tropa cortesiana encontrada en Choluteca; en Santiago quedaba mientras su hermano Jorge como teniente de gobernador. La entrada en la antigua Tenochtitlán reunió los requisitos exi
rialladifundido en la Península hablaba de participación de Alvarado en la matanza de Tlatelolco, de los excesos cometidos en los asaltos a las pobla ciones indígenas, de las torturas infe ridas a nativos para encont rar oro, de las quejas de sus propios soldados y, en fin, se le imputaban todo tipo de
Costa del Pacífico centroamericano (pág. 80). En el primer tercio del siglo XVI queda ban aún vastas extensiones de territorio por explorar. Alvarado, en su idea de ir hacia el Sur, busca su consolidación c omo Gobernad or de la provincia de Guatemala. Frente a la incontrolada violencia que Alvarado practicó en América, la Corona española reguló en leyes el sistema de castigos corporales a los indios (derecha).
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Al terminar el primer tercio del siglo X VI, y con la creación de la nueva Casa de Con tratación en Sevilla (derecha), la ciudad ribereña se convie rte en el centro neurálgi co de los asuntos de Indias. A su llegada a España, Alvarado se encuentra con un clima desfavorable: el rechazo de la socie dad de su tiempo a los métodos emplea dos en la conquista de América, influen ciada en este momento por la postura de la Iglesia respecto del trato a los indígenas y la oposición de sus adversarios políticos.
abusos, ampliamente reseñados a lo largo de las páginas precedentes. Nada más desembarcar en Sevilla los inconvenientes fueron surgiendo por doquier: embargo del oro que transportaba; dificultades para hacer valer sus derechos; imposibilidad de llegar hasta las personas que debían valorar sus méritos. En realidad, Alvarado no tenía en España nadie para defender su causa, carecía de amigos influyentes y era un desconocido, más famoso por sus tropelías que por sus 84
proezas. Otro cualquiera se hubiera desesperado, pero nuestro conquistador no era hombre asequible al desaliento y se envalentonaba con el riesgo y la adversidad. En vista de las circunstancias, comenzó a ganar amigos relatando sus hazañas, proponiendo nuevas empresas en busca de tesoros fabulosos, o mostrándose generoso en el pago de pequeños favores. Al poco tiempo ya había logrado que algunas lanzas se tornaran cañas y su situación mejoraba; quedaba todavía dar
los pasos necesarios para alcanzar el total reconocimiento a la labor desa rrollada en tierras americanas. De vital importancia para Alvarado fue entablar amistad con el matri monio compuesto por doña María Manrique y don Luis de la Cueva, y con sus hijas Francisca y Beatriz, oriundos de Úbeda (Jaén). Esta fami lia estaba emparentada con el duque de Alburqucrque, personaje de gran ascendencia en la vida cortesana espa ñola, y con el Comendador Mayor de
Castilla y secretario personal de Car los I, don Francisco de los Cobos. No sabemos si atraído por las cualidades de la hija mayor de la familia Cueva, Francisca, o por las ventajas de un en lace altamente provechoso, o por ambas cosas a la vez, Alvarado se comprometió La decisión tuvo en una matrimonio gran trascenden con ella. cia pues suponía la marginación de la princesa tlaxcalteca Luisa Xicoténcatl, pese a los hijos habidos, y la rup tura de la palabra dada a Cortés de 8.5
contraer nupcias con un a prima suya. No pesaría en el ánimo de Alvarado el desprecio hacia su jete en México, a quien tanto debía, más atento a resol ver sus problemas personales; pero la amistad entre Cortés y él quedó seria mente dañada tras el desposorio con Francisca.
americanos; le restituyeron el oro in cautado; recibió el hábito de Santiago en grado de Comendador; se le con firmaron los repartimientos de indios efectuados; el 18 de diciembre de 1527 fue nombrado Gobernador y Capitán General de la provincia de Guatemala, «con la tierra de Chiapa y
Desconocemos los sentimientos de Alvarado hacia doña Luisa Xicoténcatl, pero la mujer indígena quedó siempre relegada en el aprecio de los españoles, ello al menos en términos generales. El caso de Cortés y Marina es paradigmático; en l'abasco recibió a la india que convirtió en su amante, le dio un hijo (Martín) y fue pieza fun damental en la conquista de México por su conocimiento de las lenguas
Cinacantán y Tequepampo y Ciinatlán, el de Acala, y de todas las demás a ella anexa y perteneciente», supedi tadas en materia ele justicia a la Au diencia de la capital de México. A los dos días de esta fecha se le designaba Adelantado, título correspondiente a un gobernador civil y militar. A partir de ahora ya antepondría a su nombre de pila el tratamiento de Don. La boda entre Alvarado y su pro
maya y náhuatl; más tarde, sin em bargo, le arreglaría un matrimonio de conveniencia con otro español y la abandonaría. En este sentido, Alvara do imitó a Cortés dispensando el mismo trato a Luisa Xicoténcatl, sin tener en cuenta la ayuda prestada por esta mujer, gracias a la cual el pueblo tlaxcalteca cedió miles de guerreros para colaborar en las correrías del conquistador y contribuir a sus ges
metida debió ile celebrarse a tiñes de 1.527 o principios de 1528, con el be neplácito del Emperador, que obse quio a los cónyuges con una joya va liosísima y una dote económica para la novia. En la Península permanecie ron los recién casados durante varios meses; en julio embarcaban rumbo a América, acompañados de un nume roso séquito de caballeros, a quienes el Adelantado había prometido rique
tas, que en caso contrario difícilmente pudiera haber realizado. 1.a princesa indígena engendró dos hijos, como vimos, y acompañó a Alvarado en sus expediciones, demostrando una fidelidad no correspondida. A efectos prácticos, no obstante, la unión de Pedro de Alvarado con Fran cisca ile la Cueva resultó muy positiva para nuestro hombre. En poco tiempo las dificultades que le embargaban
zas y ventajas en las tierras de su go bernación, así como encomiendas de indios. En octubre divisaban el puerto de Veracruz después de una travesía llena de vicisitudes y percances por el mal tiempo soportado, pero ninguno de los percances sufridos pudo com pararse al duelo por la muerte de doña Francisca, dañada en su salud por las incidencias del viaje o incapaz de soportar el nuevo clima tropical.
fueron desapareciendo moacusacio por arte En la primera villa fundada en tierras de magia: se olvidaroncolas mexicanas fue enterrado el cuerpo de nes sobre sus abusos con los nativos la infausta. SO
2 . Regreso a Guatemala La muerte de su esposa no será la migos aprovecharon el momento para única pena que asaltará a Pedro de Al- demostrar su simpatía o su odio hacia varado al volver a México. En la capi el conquistador, disculpándole de las tal del virreinato le esperaban las au supuestas arbitrariedades cometidas toridades para imputarle los mismos o haciéndole viva encarnación de cargos que le habían hecho en Espa todos los vicios y corrupciones del gé ña. De nuevo salieron a escena las nero humano. El juicio es importante acusaciones sobre el impago del quin para conocer los sucesos de los años to real del metal precioso y de los te que nos ocupan, pero las aseveracio soros obtenidos de los indígenas, y los nes deben ser tomadas con especial excesos contra ios nativos; en definid cuidado, pues distintos intereses en va, se le abrió un largo proceso donde cubiertos pueden haber influido en el testigos favorables y contrarios expu grado de veracidad. Mientras todo esto acaecía, Alva sieron su visión de lo acaecido desde que Alvarado comenzó sus andanzas rado era retenido en México y no en tierras americanas. Amigos y ene podía desplazarse a Guatemala; la Con el com prom iso d el empera dor Carlos V en la campaña militar de Túne z (abajo), las criticas de los detractores de Alvarado cambiaron y, con ellas, su suerte.
Arriba, grabado del siglo XVI I represen tando un mapa de cultivos del territorio azteca. En la fotografía de la izquierda po de mos ver cómo los restos de antiguas culturas nos advierten d e un pasado ya en rumas. La destrucción de los imperios maya y azteca no fue más que el primer paso en la conquista de América. Tras la victoria, los conquistadores aún debían tom ar posesión del país: co mienza la fase de colonización. Construir ciudades, crear instituciones de gobierno y adminis trar aquellas tierras será la siguiente tarea de sus nuevos dueños. I.a organización económica y territorial en un sistema de encom iendas fue po sible gracias a la apor tación de mano de obra indígena. 89
única solución fue el envío de parte del séquito a la ciudad de Santiago con los nombramientos concedidos en España. El 8 de mayo de 1529, Jorge Alvarado presentaba ante el ca bildo de Santiago las provisiones rea les que designaban a su hermano como gobernador de la provincia.
Alvarado asumirá rápidamente sus funciones y durante algún tiempo tra tará de organizar mejor la vida en el lugar. Pondrá fin a las disputas entre los habitantes, h abidas duran te su au sencia, con la promulgación de un de creto que preveía la pena de muerte, en un impulso demostrativo de su ca
Pedro, sin embargo, pasaba por tran ces muy amargos: fue despojado de todos sus bienes y pertenencias (ense res, caballerías, plata labrada, etc.); encarcelado y engrillado por salir en defensa de Cortés, y sometido a todo tipo de injurias. Cuando la situación parecía más desesperada, la llegada a México de la noticia del nombra miento de Cortés como Capitán Ge neral de la Nueva España cambiará el
rácter exaltado; fomentará de nuevos pobladores con la el llegada ofreci miento de parcelas, y llevará a cabo un nuevo reparto de las tierras para evitar injusticias. Junto a estas medi das favorables, Alvarado cayó en el erro r de querer edificar una gran capi tal sin pensar si había otras necesida des más perentorias. Su idea fue le vantar costosos edificios, suntuosos palacios y ricas edificaciones; la única
panorama. La supuesta camaradería entre ambos conquistadores no reco mendaba el mantenimiento de Alva rado en la cárcel por más tiempo. Al fin liberado, Alvarado pudo en caminarse a la región guatemalteca. Volvía expoliado pero con ansias de recuperar las riquezas perdidas. El día 11de abril de 1530 se presentaba ante el cabildo de Santiago, donde era aceptado como la máxima autoridad
maneraeldeempleo alcanzardeeste su ponía unaobjetivo numerosa mano de obra, y para ello se utilizó a los indígenas, quienes fueron forza dos a trabajar en las obras de la ciu dad o en los lavaderos de oro a fin de obtener el metal necesario para sufra gar los gastos. Los nativos cakchiqueles tuvieron que sufrir las inclemen cias de una labor penosísima de la que no podían evadirse y de la que no po
del territorio. La provincia se encon traba muy distinta de como la había dejado el Adelantado: las campañas de sus capitanes contra la rebeldía cakchiquel habían conseguido la paci ficación de la tierra; su hermano Jorge, en 1527, llevó hasta el valle de Almolonga la ciudad de Santiago, donde fue diseñada la traza, reparti dos los solares y establecidas las de pendencias públicas; las disensiones
dían ni siquiera quejarse. Ahora bien, las labores de gobier no no podían satisfacer los deseos de aventura de una persona como Alva rado. Cualquier otro habría aceptado su nueva situación y se habría volcado en la creación de un centro de civiliza ción; ello hubiera supuesto la renun cia a la búsqueda de nuevas rutas, ex periencias y sensaciones, un precio a pagar demasiado alto para un solda
internas dominaban a la población, como consecuencia de un gobierno despótico controlado desde México.
do acostumbrado a disfrutar el riesgo y a gustar del peligro. No puede extra ñarnos que al poco tiempo la mente
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A su regreso de España, Alvarado retomaría la idea de una expedición al •
del conquistador bullera de proyectos: América aparecía aún, casi en su totalidad, ignota; era posible encon-
llevar a cabo descubrimientos c, incluso, tratar de encontrar el camino hacia la tierra de la Especiería. Una
trarpensaba; todavía El al menos eso se o Dorado, bien podían aparecer imperios indígenas que albergasen tesoros incalculables; la conquista de territorios desconocidos supondría un aumento de poder y categoría. Un espíritu inquieto no desdeñaría tantos alicientes, máxime si se disponía de los medios adecuados. F.I ideal caballeresco, presente en indias de manera clara desde el primer momento, seguía pujante, con una fuerza irrefrenable. Durante su estancia en España, Alvarado había convenido con Carlos I la construcción de una armada para adentrarse por el Mar del Sur,
vez transcurridos los gubernativa, momentos primeros de actividad el Adelantado comenzó los preparativos con objeto de cumplir su promesa; la noticia de la configuración de una expedición desató el entusiasmo y muchos españoles comenzaron a afluir hacia Guatemala a fin de participaren la empresa. Alvarado hizo caso omiso de las recomendaciones de la Audiencia de México, que no consideraba oportuna la ausencia del gobernador de unas tierras aún en fase de consolidación, y trató de encontrar un puerto cercano a la capital; la designación recayó en lztapa. 91
3 . L a expedici ón a Quito Empeñado en hacer realidad sus deseos, Alvarado remitió a lztapa carpinteros de ribera y todo el material
quista de México. Pese a todo, Alvarado dudaba si mantener su proyecto primigenio o trocarlo por el nuevo;
necesario armar hubo la flota. Muchos de lospara elementos que transportarlos por tierra desde los puertos atlánticos de Trujillo y Puerto Caballos a los del Pacífico, utilizando para ello a los indígenas, que actuaron como cargueros. Las críticas contra Alvarado por este proceder no se hicieron esperar. Gran cantidad de nativos perecieron en la faena de llevar de costa a costa velas, hierros, artillería y
los informes recibidos hablaban tan positivamente del uno como del otro, y el Adelantado no acababa de inclinarse por ninguno. Le faltaba, por otra parte, el permiso real o la capitulación donde se estableciera en qué condiciones iba a realizarse la expedición, la ruta que había que seguir, las obligaciones que había que cumplir y otras especificaciones preceptivas en este tipo de empresas.
armamento; otros colaboraron en los astilleros fundados en lztapa, obligados a las faenas de construir barcos. En poco tiempo, gracias a esta mano de obra gratuita e incesante, había disponibles varias naves. El problema ahora consistía en decidir hacia qué opción encaminarse de las dos que se presentaban. Si al principio Alvarado deseaba dirigirse a las Molucas, su opinión fue
Mientras Pedrode dellegar Alvarado se decidía, no cesaban nuevos españoles dispuestos a enrolarse en su hueste, l.os rumores sobre los tesoros y riquezas de los emperadores incas aumentaban desproporcionadamente, creando una atmósfera fantástica llena de quimeras y ambiciones; cada uno imaginaba ver oro y plata en todas partes, ciudades hechas en metales preciosos y piedras preciosas a
mudando cuando comenzaron a llegarle noticias de Perú y del imperio de los incas. La ocasión parecía única para repetir las mismas hazañas que contra los aztecas, con el cambio cualitativo de su nueva condición; ahora ya no iría como un segundón, sino en calidad de jefe indiscutible con la posibilidad de asumir idéntico papel protagonista que Cortés en la con-
flor deque tierra. codicia tuvo más tuerza otras La motivaciones y Alvarado, en su fuero interno, tenía pensado ir a Perú; a tal fin, concentró la flota en el puerto de Eonseca y luego la trasladó a Realejo (en la actualidad, Corinto). El 5 de agosto de 1532 se le otorgaba a Alvarado la facultad de conquistar y poblar las islas que hallare hacia
l.n la imagen d e la derecha, u n galeón e spañol del siglo X VI en id mo men to de hacerse a la mar. Una vez más las naves de Alva rado empre nden la ruta del Sur en busca de av en turas, tocando las costas ecuatoriales del Perú incaico. 92
el Mar del Sur, así como la tierra firme no concedida a otro español. El documento permitía a Alvarado ha cerse a la vela, legalizar la empresa y convertirse en el principal responsa ble; otra cuestión era el derrotero a se guir, y en este sentido parece que el Adelantado ideaba llegar a la Especie ría por la ruta más larga que, curiosa mente, le obligaría a transitar muy cerca de las costas peruanas. En reali dad, todo era una excusa para alcan zar las tierras incaicas, el verdadero motivo, bajo la añagaza de una expe dición a la China; y, por desgracia, no es la única irregularidad de este viaje que nos devuelve a las peores actua ciones de Alvarado y a las críticas más duras contra su persona.
El 23 de enero de 1534, los nav ios ponían proa al Sur desde Corinto. Componen la tropa unos cuatrocien tos cincuenta españoles; entre ellos, además del propio Adelantado, su hermano Gómez, su hijo Diego y sus primos Diego y Alonso, marchaban el capitán Garciíaso de la Vega (padrede Inca Garciíaso) y otros muchos sol dados distinguidos en las conquistas de México y Guatemala. Iban tam bién más de doscientos esclavos ne gros y un cuantioso número de nati vos guatemaltecos (más de dos mil), enrolados a la fuerza y obligados a abandonar familia, casa y patria para satisfacer los deseos del conquistador, a quien no importó el perjuicio que ocasionaba el despoblamiento de al-
Después de una travesía p or mar ¡lena de incidencias, las exuberantes selvas del trópico peruano, plagadas de insectos que inocularon con sus picaduras cantidad de enferm eda des en el grupo de Alvarado, lucieron el viaje por tierra extremadamente lento.
Al calor agobiante ilel trópico siguieron los fríos extremos de las cumbres andinas (arri ba). El contraste de temperaturas y las enfermedades contraídas durante el trayecto diezmaron al ya maltrecho ejército expedicionario.
gunos lugares con tal de conseguir sus ta caballos por falta de agua y comi propósitos. En esta misma línea, in da. Ya en la playa, decidió internarse cautó barcos, con la aquiescencia o no en busca de la ciudad de Quito, donde de sus dueños, y olvidó el pago de las cantidades estipuladas. El relato de la expedición de Alvarado a tierras ecuatorianas reúne todos los requisitos de una narración dantesca y desafortunada. El 25 de fe brero, las diez naves llegaban al puer to de Caraque de manera imprevista a causa de los vientos y corrientes, eso al menos afirmaba el Adelantado para justificar el cambio de rumbo de acuerdo con lo previsto en las capitu laciones. Durante esos días de trave sía, como una premonición de lo que acontecería más tarde, se vieron obli gados a lanzar al mar cerca de noven
esperaba encontrar el tesoro delalInca, si bien por otras cartas miente ase gurar que sólo deseaba caminar por la costa para facilitar la navegación hacia el Sur de los navios de su flota; ni siquiera esto último era cierto, pues parece que envió las embarcaciones al Norte, a Panamá, con objeto de reclu tar más soldados para su hueste. El camino hasta las llanuras de Riobamba podría llenar las páginas más gloriosas de la lucha del hombre contra la adversidad si no fuera por que este combate supuso la muerte de muchas personas que estaban en ese lugar por capricho de un solo indivi 95
dúo —Alvarado—y no por voluntad propia. Hubo que transitar por selvas irreductibles, pantanos y ríos impracticables, montañas imposibles de escalar; se pasó del calor del trópico al frío gélido de las altas cumbres. Espadas, machetes, manos y pies servían de poco para superar los obstáculos
tantes obligados a colaborar con los españoles; aquellos que opusieron alguna resistencia vieron a sus caciques morir ahorcados o quemados, según la práctica que el Adelantado había empleado en sus anteriores conquistas. Difícilmente olvidarían los nativos de la región el paso de la hueste de
naturales; el equipaje y armamento eran un peso insufrible, tanto en la espesura como en los montes. I.as enfermedades, el hambre y la sed no tardaron en aparecer, por si aún no había suficientes desgracias. Fueron siete meses de recorrido donde se dieron cita todas las calamidades y, por desgracia, barbaridades. Se hizo frente a la creciente hambre matando a los perros y a los caballos y
Alvarado, e igual puede decirse de los ’ que sobrevivieron a la expedición. Luego de traspasar una cordillera donde la nieve, el frío y el granizo causaron multitud de bajas por congelación, y perdieron ropas, oro, plata y demás objetos, lograron alcanzar un terreno menos abrupto. Parecía que la suerte tendía a cambiar cuando la desilusión vino a acentuar las penas de la tropa: sobre la tierra eran percepti-
comiendo su carne («si una yegua moría, se vendía en dos mil pesos de oro para poder comer»). Los padecimientos fueron dejando un reguero de cadáveres por el territorio: ochenta españoles, casi todos los esclavos negros y más de mil indígenas. Alvarado olvida a propósito informar en su relación de la presencia de nativos guatemaltecos en la expedición, ya que se le había prohibido expresamente uti-
bles las huellas de caballerías herradas, es decir, por allí rondaban españoles. Era el fin del sueño de Alvarado, pues las órdenes reales le prohibían inmiscuirse en las gobernaciones concedidas con anterioridad a otros capitanes hispanos. Estos hombres que habían llegado antes que Alvarado pertenecían a la hueste de Francisco Pizarra, enterado de las intenciones del Adelantado por
lizarlos en su aventura; no hizo caso a la recomendación y los llevó, para desgracia de dichos aborígenes, que ya no regresaron jamás a su propia tierra, pues todos murieron en terr itorio extraño incapaces de soportar inclemencias, padecimientos y tantos males juntos. La falta de auxiliares que cargaran con el equipaje a transportar fue resuelta por Alvarado recurriendo a los
una de las personas a quien éste confiscó una nave preparada para socorrer al conquistador de Perú. Al tanto de los métodos utilizados por Alvarado, Pizarra envió a su socio Diego de Almagro para detener la marcha de aquél. Al mismo tiempo, Sebastián de Benalcázar, capitán pizarrista y conquistador del reino de Quito, supo también de la presencia por aquella zona de los hombres de Alvarado y
indios de los pueblos que encontra- fue a su encuentro igualmente con la ban a lo largo de la ruta. Aldeas ente- idea de detener su avance. Así, en la ras quedaron despobladas y sus habi- llanura donde se fundaría Santiago de 96
Quito, el Adelantado halló a otros es- tos cincuenta maravedís cada peso», pañoles dispuestos a hacerle frente si comprendiendo también «todas y cualesquiera mercedes contenidas en continuaba su penetración. Después de tantas calamidades, los la capitulación hecha con S.M. para soldados de Alvarado no estaban en descubrir y gobernar los territorios condiciones de iniciar un combate descubiertos en las islas y costas de la con sus compatriotas; así lo entendió Mar del Sur». Era el 26 de agosto de ,el Adelantado, que a regañadientes convino con Almagro en venderle los navios, el armamento, la artillería, los esclavos, los caballos y otras pertenencias, «por precio y cuantía de cien mil pesos de buen oro de a cuatrocien-
1534 cuando se ponía fin al quimérico viaje de Alvarado; muchos de los castellanos que le acompañaron, incluso algunos familiares, quedaron en tierras peruanas para sumarse al ejército de Pizarra.
Muralla inca en F.cuadpr (abajo). A (¡tinto de llegar a los límites del imperio inca en te rritorio ecu atoriano Alvarado hu bo de regresar sobre sus pasos al encontrarse con la oposición de Benalcázar que se le había adelantado en la zona. ,
,
4.
La incursión en Hon dura s
Alvarado y Pizarro tuvieron oca sión de saludarse en Pachacamac, tras lo cual el Adelantado debió de mar char solo y directamente, por mar, hasta su gobernación. El 20 de abril
quier, los indígenas eran esclavizados y mantenían una actitud de hostilidad permanente hacia los españoles; par te de los pobladores hispanos de Trujillo habían marchado al valle de
de 1535, Alvarado entraba en Santia go totalmente derro tado, humillado y con la pérdida de todo lo invertido en la empresa; desde luego, los cien mil pesos recibidos no compensaban el dinero desembolsado ni los miles de vidas indígenas c hispanas desapareci das a causa de su ambición desmedi da. Había abandonado sus funciones de gobernador por tina aventura de sastrosa, ocasionando males en todos
Naco donde fundaron, en 1534, el pueblo de Buena Vista, ofreciéndose a depender de Alvarado. Las peticiones de ayuda a Alvara do desde Buena Vista aumentaban cada día, aunque el Adelantado se re sistía a intervenir, en parte porque es taba más preocupado de pergeñar la empresa de la Especiería, y en parte porque entendía que la gobernación de Honduras pertenecía a Francisco de Montejo, compañero suyo duran te la conquista de México y goberna dor a su vez de Yucatán. Sin embargo, la noticia de la llega da del oidor Maldonado para juzgarle por sus actos movió a Alvarado a aceptar las de mandas recibidas y a fines de febrero de 15.36, tras dejar el mando de Gua temala en manos de su hermano Gon za lo , salió de Santiago con ochenta es pañoles y tres mil indígenas.
los sitios, pues ni cumplió con sus de beres ni aportó descubrimiento nuevo alguno. Por si fuera poco, desde Mé xico fue requerido por un oidor de la audiencia, Alonso de Maldonado, para que rindiera cuenta de sus actos. Quizás despechado por el fracaso anterior, o porque era persona inca paz de permanecer por mucho tiempo en el mismo lugar, Alvarado comenzó a idear otra expedición al Mar del Sur
y a enviar cartas a Carlos I haciéndole Ya en Naco, Alvarado asumió la partícipe de sus planes, l as recomen gobernación de Honduras, consiguien daciones del cabildo de Santiago a do terminar con las disensiones entre favor de que no abandonase de nuevo los españoles y poniendo fin a la re la región no hacían mella en su espíri beldía indígena con la utilización de tu acostumbrado al riesgo, al comba los métodos habituales en estos casos. te, y dominado por la pasión del oro y El 27 de junio fundó la villa de San las riquezas; el Adelantado tenía deci Pedro de Puerto Caballos (hoy, San dido regresar a España y gestionar Pedro Sula), sometió a los naturales personalmente todo lo necesario para de Zozumpa y remitió a Juan de Cháesta empresa. Sin embargo, antes de vez. al Sur para levantar el pueblo de partir para la Península, intervendrá en la pacificación toral de Honduras, donde la anarquía reinaba por do 98
Gracias a Dios. Acto Seguido, el Ade lantado procedió al reparto de las tie rras y de los nativos entre los españo-
< Í \ ,T T / nr V St,e L\ "U? ’,a' C”,(:°P“’' (Honduras). Al regresar hacia Guatemala el adelantado don I adro de Alva rado decide no volver de va cio y se interna en Hondu ra-
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les con las habituales escenas de injusticia y malos tratos contra los aborígenes, que estos soportaron mientras Alvarado permaneció en la región, pero tan pronto marchó, se sublevaron de nuevo. No tuvo intención de integrar al indio dentro de la civilización hispana y sí de beneficiarse de su fuerza de trabajo; sobre todo le interesaba poder presentarse ante Carlos 1con una imagen de pacificador de pueblos insurrectos. i
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1.a breve estancia de Alvarado en Honduras es sintomática de sus escasas dotes de gobernador. Permitió todo tipo de tropelías a los indios auxiliares traídos desde Guatemala, quienes se ensañaron con sus hermanos de raza hondurenos sin ningún atemperamiento por parte del Adelantado. Premió con tierra e indios, con preferencia, a los españoles que le acompañaban, marginando a los asentados en la región, que en algunos
Santuario maya en Copan (Honduras). Al término de la campaña en territorio maya, y sometidas en un principio sus tri bus. Alvar ado, en un gesto claramente provocador, pasa por alto la política de integración indígena que Carlos V trataba en ese mo me nto de introducir e n América , sobrevalorándose en su condición de Go bernador y Adelantado. Las injusticias cometidas le crean más problemas con la metrópoli y ha de regresar a España des calificado en su puesto de Gobernador.
casos fueron expoliados en beneficio de sus propios amigos. El mismo con quistador reclamó para sí los mejores repartimientos indígenas, sin ninguna consideración para el resto de sus hombres. En una muestra de dejadez, torpe za o despreocupación, Pedro de Alvarado llegó a conceder a varias perso nas los mismos pueblos, creando tal atmósfera de confusión y disputas que casi resultó imposible eliminar.
A mediados de agosto, Alvarado subía a una carabela en Puerto Caba llos y se dirigía a Cuba como escala previa en el viaje a España. Contaba, según argüía, con el permiso del vi rrey de México y deseaba contar per sonalmente al rey lo realizado desde que abandonó la Península hacía ocho años; al parecer, hizo caso omiso de las reconvenciones de Maldonado para que regresara a Guate mala y se sometiese a juicio. 101
i i f k t t
V
Al encuentro de la muerte en Nueva Galicia
1. De nuevo en Es pa ña En su viaje desde Cuba a España, Alvarado debió detenerse en Azores en febrero de 1537; de aquí se encaminó a Lisboa, adonde llegaba en el mes de agosto, tomando luego el camino que le llevaría a la Corte Hispana. En términos generales, el Adelantado arribaba a España en circunstancias muy similares a las de la primera vez: las quejas sobre su manera de proceder contra los indígenas, la despreocupación del gobierno de su región, sus métodos heterodoxos, le habían precedido y habían creado
Ya instalado en España, don Pedro piensa en contraer matrimonio de nuevo. El es un hombre maduro, pero de buena pre sencia (pág. 102). Una vez resueltos sus problemas con la Corte, viaja a Úbeda (derecha) y allí contrae m atrim onio en se gundas nupcias con doña Beatriz de la Cueva, herm ana de su anterior espos a. Su habilidad política le facilita las cosas y consigue de Carlos V ser restituido en el cargo de Adelantado de Indias, de tal ma nera que no Acompañado tardará en volver tierras americanas. de su amujer, hará su últim o viaje al Nuevo Mundo. 104
una atmósfera en su contra. Quedaba por ver si era capaz de superar, otra vez, las adversidades surgidas y quedar triunfant e. Podemos considerar a Alvarado como un hombre con suerte o con una habilidad especial para salir airoso de los momentos más comprometidos. Su facilidad de palabra y su capacidad de convencimiento afloraban sin cesar en las circunstancias precisas; toda la vehemencia y ofuscación de que hacía gala en los combates o en el trato con el enemigo se trocaba en un
quehacer amable y atractivo cuando la ocasión lo requería y estaban en pe ligro las ventajas conseguidas. Nada más llegar a la Corte, Alvarado comenzó a hacer valer sus reali zaciones en América, a prometer la construcción de una flota para ir a la
la Península parece que Carlos I había aceptado, en parte, sus disculpas por que le concedía una prórroga de siete años en la gobernación de Guatema la, si bien condicionada a la ausencia de cargos en el juicio de residencia emprendido por el oidor Maldonado.
Especiería descubrir tierras, imperios y yriqueza, y anuevas mostrarse dis puesto a defender los dominios del Emperador en cualquier parte del mundo, aun a riesgo de su vida. Justi ficó cuanto pudo sus actuaciones ar bitrarias a través de la coyuntura es pecial nacida de la guerra, cuando las decisiones había que tomarlas sin pensar demasiado en sus consecuen cias. Un año después de su llegada a
Obtuvo, además,y conquistar una capitulación para descubrir en las islas del Mar del Sur; consiguió, igual mente, la permuta de la provincia de Honduras, perteneciente a Montejo, por la de Chiapas, que permitía la co nexión rápida de Guatemala con el mar Caribe, punto vital del comercio con Cuba y La Española. No podía el Adelantado don Pedro de Alvarado quejarse de su buena estrella.
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Las informaciones que el capitán Urdaneta proporcionaría a Alvarado sobre el viaje que, como miembro de la expedición de Loaysa y Elcano (arriba), hizo por todos los mares, fueron esenciales para planear su más ansiada campaña: la Mar del Sur.
La estancia de Alvarado en Espa perador se interesó por el tema, inter ña sirvió también para algo muy im cedió por la pareja e hizo donación de portante en la vida familiar de todo mil quinientos pesos de oro como conquistador: encontrar esposa. En dote a la novia. Podemos decir que el este caso se produce una circunstan desposorio permitió a Alvarado, co cia curiosa, pues el Adelantado con mo la vez anterior, conseguir casi traerá matrimonio con Beatriz de la todos sus proyectos, hacer olvidar sus Cueva, es decir, la hermana de su di faltas y alcanzar los favores de perso funta mujer. Según el ordenamiento najes influyentes de la Corte Españo de la época, el casamiento necesitaba la. La boda entre doña Beatriz y don de dispensa papal al mediar íntimos Pedro debió de celebrarse el 17 de oc lazos sanguíneos entre la anterior y la tubre de 1538 con todo el boato. Mientras estas cosas sucedían, Al nueva cónyuge; sin embargo, ello no supuso problema alguno gracias a la varado había ido organizando el re intervención del secretario personal greso a Guatemala junto con su pro de Carlos I, don Francisco de los yecto de viaje a las islas Molucas. Cobos, tío de la novia. El propio Em- Comenzó a admitir hombres y muje 106
res, apalabrar las naves necesarias y aprovisionarse de todo lo imprescin dible para empresa tan notable. No descuidó el Adelantado recabar los informes esenciales con vistas a la ex pedición al Mar del Sur; para ello se entrevistó con Andrés de IJrdaneta,
la mar rumbo al continente america no con tres embarcaciones (la Santa Catalina, la Santa María de Guadalu pe y la Trinidad); en una de ellas había embarcado Baltasar de Montoya. ¡Qué lejos estaba de imaginar el Adelantado que llevaba con él al
que había sido uno de los integrantes del segundo viaje de vuelta al mundo, capitaneado por Loaysa y F.lcano, y buen conocedor de aquellos mares y regiones. Al parecer, Alvarado con venció a Urdaneta para que le acom pañara a Guatemala, donde ayudaría a estructurar mejor los planes previs tos por don Pedro. Y por fin, en enero del año 1539, desde Sanlúcar de Ba-
hombre que causaría su muerte, ya muy próxima! En marzo, la flota arri baba al puerto de la ciudad de Santo Domingo, en la isla La Española; el 4 de abril llegaban a Puerto Caballos, en la provincia de Honduras, que en contraron abandonado y sin la pre sencia de españoles por la cercanía. Fue necesario enviar aviso a Santiago para la preparación del traslado de
rrameda (Cádiz), Alvarado se hacía a
personas y cosas.
Concedidas las licencias de navegación, Alvarado sale de Cádiz (abajo) rumbo a Améri ca. Con él se enrolarían los funestos presagios de su cercana muerte.
2.
El final de una vida
En la espera de los socorros pedi dos a Santiago, Alvarado se dedicó a preparar un camino desde Puerto Caballos a San Pedro, labor en que em pleó diez días. Por la región comenzó a extenderse la noticia de su llegada, circunstancia que levantó entusias mos o desazón, segundas personas. Para muchos de los españoles, la vuelta del Adelantado suponía un cambio en sus vidas al contar con su amistad; ahora disponían del princi pal valedor en los pleitos con otros pobladores. Para los indígenas, el re greso del gobernador ponía fin a una
La vuelta de Alvarado, restituido como Gobernador de Guatemala, rompería la cotidiana pa z que las tribus guat emaltecas hablan vivido desde su relevo en el cargo. Durante su ausencia, los cambios produ cidos en el trato dispensado a los indios fueron tan notables, que estos habían lo grado recuperar su esencial vida pacífica. Pero su carácter brusco e inquieto no le dejaba llevar con sosiego su tarea de ad ministrador colonial y pronto volvió a poner en marcha los planes que trajo con sigo desde España. 10 8
etapa de fructífera paz. bajo el manda to del oidor Maldonado. Una muestra de lo dicho se recoge en el Memorial de Sololá, una fuente fundamental para conocer el pensamiento nativo respecto a la actitud de Alvarado, cuando afirma que Maldonado «vino a aliviar los sufrimientos del pueblo. Pronto cesó el lavado de oro, se sus pendió el tributo de muchachas y mu chachos. Pronto también cesaron las muertes por el fuego y en la horca, y cesaron ios despojos en los caminos por parte de los castellanos. Pronto volvieron a verse transitados los ca-
minos por la gente como lo eran antes de que comenzara el tributo». Alvarado portaba una orden real mediante la cual Maldonado debía devolverle el mando de la goberna ción que había ejercido interinamen te. No puede extrañar que la intran quilidad hiciera presa en los nativos, que temían los desmanes del Adelan tado; y no les faltaba razón, pues de nuevo fueron utilizados inhumana mente en el acarreo de velas, aparejos, anclas, artillería y otros materiales desde la costa atlántica al puerto de Iztapa, en el océano Pacífico. Algunos naturales huyeron y otros se resistie ron a los trabajos que trataban de im
Antes de marchar a Santiago, Al varado trató de hacer valer los decre tos obtenidos de Carlos I respecto a la jurisdicción sobre la provincia de Honduras. A tal fin, se trasladó a la villa de Gracias a Dios con objeto de entrevistarse con Francisco de Montejo, que se encontraba en la región desde 1537 y había llevado a cabo una magnífica labor de pacificación del territorio y buen trato al indio. Después de largas conversaciones, ambos conquistadores convinieron en limar sus diferencias de tal modo que Montejo cedió la gobernación de Honduras por la de Chiapas, com prendida hasta entonces en ¡a de Gua
ponérseles con de la Pedro consiguiente repre temala; Alvarado condescendió en perdonarle una fuerte suma de dinero sión por parte de Alvarado.
reclamada en concepto de daños y rentas conseguidas de algunos pueblos indígenas repartidos, además de traspasarle el poblado de Xochimilco que poseía en encomienda. Cinco meses estuvo Alvarado en Honduras solucionando los problemas antes citados, resueltos los cuales
Adelantado se dejaba querer; de inmediato surgió en él su carácter inquieto. Ni el hecho de enojar otra vez al cabildo por el poco tiempo transcurrido desde su llegada, ni el abandono de su esposa, a pesar del reciente casamiento, fueron óbices para retenerlo en el territorio por un plazo suficien-
tomó el camino a Santiago; a esta ciulargo. Dispuesto a llevar sus dad llegaba el 15 de septiembre. In- temente planes adelante, Alvarado no prestamediatamente, el Adelantado asumió ba atención a nada que no fuese la orla gobernación, recibiéndola de ma- ganización de la armada, olvidando nos de Maldonado y del cabildo, sus funciones y haciendo caso omiso quienes habían ejercido la autoridad de las opiniones de personas de buen durante su estadía en España. Cono- parecer que le recomendaban no emciendo el carácter del conquistador, peñarse en una empresa temeraria. hubo muchas recomendaciones resEn agosto o septiembre de 1540, pecto a que se dedicara a las cosas desde el puerto de Acajutla, donde propias de su cargo y olvidara sus sue- había mandado concentrar la flota, ños detiempo aventura. empleó algún en Alvarado estos menesteres, preocupándose de la evolución de las distintas obras y edificaciones que se llevaban a cabo en la capital, e interviniendo con capital, materiales y peones en la conducción del agua del Chorrillo. Este tipo de vida, sin embargo, no satisfacía a un hombre acostumbrado a tener de compañeros constantes el peligro y el riesgo.
Alvarado partía rumbo al Norte con nueve naves y un número de soldados próximo al millar. El monto total déla expedición le había obligado a endeudarse fuertemente y a gastar la casi totalidad de su capital; confiaba recuperar con creces la inversión hecha merced a la concesión de la décima parte de las tierras y vasallos que descubriera, más un título nobiliario, condiciones ambas pactadas con el
Muy pronto meditó Alvarado Emperador en la capitulación corressobre la posibilidad de continuar con pondiente. su expedición a la Especiería. En el Sin ningún contratiempo, y navemes de noviembre ya disponía de una gando siempre cercanas a la costa, las Ilota de catorce embarcaciones pres- embarcaciones arribaban al puerto de tas para tal fin, junto con cerca de se- La Navidad, en una escala necesaria tecientos hombres dispuestos a se- para repostar agua y alimentos. Lleguirle allá donde fuere, más los que se gaba Alvarado a la región de Nueva fueron agregando, procedentes de lu- Galicia en el crítico momento en que gares diversos, a la sola voz de la for- los indígenas del lugar se encontraban mación de una hueste conquistadora. sublevados. La noticia de la presencia Como cuando caminoa hacia Perú, los emprendió audaces le el instaban emprender viaje cuanto antes, y el
de un personaje de la fama del Adelantado en cuestiones de enfrentamientos con los nativos debió parecer
I
¡•rente a la capital azteca (arriba), Alva rado y M end oza pactan un acuerdo: am bos cola borarían en la empresa de la Especiería y en la búsqueda de la quimérica Cíbola.
a los españoles asentados en la pro bito (Tiripitío, Michoacán) a fin de vincia un milagro de la Providencia. tratar, le decía, asuntos del máximo Rápidamente se solicitó la ayuda de interés para ambos. Andaba el virrey Alvarado paraniponer fin a laen rebelión, que no dudó un instante conce derla. Demasiado tiempo llevaba ya nuestro conquistador sin sentir la ex citación de un combate como para dejar pasar esta ocasión; por otro lado, nunca lúe hombre que rehusara un desafío. Por un instante olvidó el principal fin de su viaje y se aprestó para la lucha. Estaba Alvarado dispuesto a mar char sobre la ciudad de Guadalajara, principal centro amenazado por los nativos, cuando recibió noticias del virrey de México, Antonio de Mendo za, que le citaba en el pueblo de Chiri-
empeñado en descubrir las que quiméri cas siete ciudades de Cíbola, el vi sionario franciscano fray Marcos de Niza creía haber vislumbrado en el actual Nuevo México, y para ello re mitió dos expediciones, una terrestre y otra marítima. Con el Adelantado en el territorio, Mendoza veía la oca sión para alcanzar su propósito. El acuerdo entre Mendoza y Alva rado consistió en una participación mutua en las empresas que ambos lle vaban a cabo; el virrey se comprome tía a colaborar en la aventura de la Es peciería y a cambio ofrecía al Ade lantado un porcentaje sustancioso 111
sobre las posibles riquezas a encontrar en Gibóla. Alvarado nunca había sido amigo de asociarse con otras personas, y menos entonces cuando gozaba de una categoría contrastada, pero el mero pensamiento de hallar tesoros incalculables que le resarcieran de tantas pérd idas debieron de inclinarle a aceptar las propuestas de Mendoza, incluso prefiriéndole a Hernán Cortés, que también intentaba obtener en la Corte la exclusiva de la exploración en las tierras del norte de México. Ya dijimos, sin embargo, que las relaciones entre los dos antiguos camaradas en la conquista de México habían qued ado muy deterioradas a raíz, del primer matrimonio del Adelantado. Así, el 29 de noviembre de 1540, Alvarado y Mendoza suscribían el acuerdo. El pacto signado comprendía una serie de contraprestaciones de los dos socios, mucho más desfavorables para Alvarado que debía correr con la mayor parte de los gastos; ello hizo necesario el desplazamiento del Adelantado a la ciudad de México con objeto de precisar algunos puntos de la capitulación. En la capital que ayudó a conquistar permanecería por espacio de seis meses, al cabo de los cuales la abandonaría rumbo al puerto de Santiago de Buena Esperanza (hoy San Blas, en el estado de Nayarit), donde tenía anclada su flota. En el trayecto fue informado de que la rebelión de los indígenas aumentaba alarmantemente en la provincia de Nueva Galicia y que los españoles de la zona temían por sus vidas; no hizo falta que el gobernador Cristóbal de Oñate le insistiera mucho al rogarle su ayuda, que ya había prestado con ante-
rioridad, si no hubiera mediado la entrevista con el virrey. Podía ahora Alvarado cumplir con la palabra dada y socorrer a sus compatriotas. Con su impaciencia característica, Alvarado solicitó informes acerca del lugar donde se habían hecho fuertes los nativos, el pueblo de Nochistlán. Los datos recabados le hicieron pensar en una rápida campaña según su experiencia en estas lides. Siempre fiel a sí mismo, desoyó los consejos de las autoridades de la región, que se mostraban más prudentes respecto del numeroso ejército indio, de la dificultad de asaltar con facilidad el peñón donde se atrincheraban los nativos, del inconveniente del inicio de un período de lluvias que dificultarían la acometida de los soldados hispanos y de la conveniencia de esperar los refuerzos prometidos por el virrey de México. Pero el Adelantado no era persona que se arredrara ante la adversidad, más bien gustaba de saborear el peligro y se crecía ante los contratiempos. La sola insinuación de la espera hacía bullir su sangre curtida en tantos combates; no podía entender «que cuatro gatillo s encaramados hayan dado tanto tronido que alborotan al reino» y no atacarlos de inmediato era, a su entender, un oprobio para quien se preciara. El 24 de junio de 1541, Alvarado y sus hombres (soldados españoles e indios de Michoacán) ponían cerco a la muy bien defendida Nochistlán. Dos tentativas de asalto de las tropas del Adelantado supusieron otros tantos fracasos. Desde la altura dominante, los nativos rebeldes podían repeler fácilmente cualquier acometida; a su favor contaban, además, con un
Tezo zóm oc, señor de Azapo tzalco , con sus atuen dos de guerra. Una vez más, las tribus aztecas mostraban su carácter irreductible ante la dominación de los españoles. 113
terreno fangoso, donde individuos y conseguir rechazar a la indiada y co menzar a trepar por un repecho para caballerías no podían maniobrar con salir del lugar. Entre los soldados del soltura. Cuando el número de bajas alcanzaba unas cotas preocupantes, Adelantado había algunos que care Alvarado comprendió lo precipitado cían de la suficiente experiencia gue de su decisión de atacar a los subleva rrera; uno de ellos era el escribano dos y lo acertado de los consejos de Baltasar de Montoya, que espantado las autoridades de Guadalajara. La por el envite de los nativos, aterrori retirada estratégica era la acción más zado al contemplar por vez primera la recomendada dadas las circunstan fiera imagen de los naturales en una cias, y así se dispuso con idea de al batalla, espoleaba inmisericorde a su canzar terreno llano donde organizar montura tratando de que superara el desnivel. El miedo impedía a Monto las fuerzas. F.l repliegue de los hispanos, perse ya escuchar las recomendaciones de guidos por los envalentonados indíge prudencia, dada la pendiente del te nas, fue un tanto desordenado. Alva rreno, y la desgracia hizo acto de pre rado combatía, a pie, al lado de sus sencia: en un momento determinado hombres con la valentía y el arrojo el caballo que montaba resbaló, rodó que le habían hecho famoso, hasta cuesta abajo y se precipitó violentaEn la que sería su última acción de gu ara , el Adelantado, al frente del ejército colonial, tiene que emplearse a fondo enla batalla.
mente sobre un grupo de retaguardia Alvarado reflejan fielmente su condi donde se encontraba Alvarado. ción de ser, pero ya no quedaba gran El impacto directo de la caballería cosa que hacer por él. El 4 de julio ex sobre el cuerpo del Adelantado fue piraba el conquistador de tantas tie violentísimo («siendo tal el golpe que rras americanas, el vencedor de nu le dio en los pechos, que se los hizo pemerosos combates, el hombre que dazos») y mortal. El mismo Adelanta había sobrevivido a situaciones extre do erafuertes consciente su gravedad y con mas el(laconcurso Noche de Triste, por ejemplo) entre doloresdesolicitó le lleva su audacia y valen ran a «do conliese y la cure (el alma) tía; y, sin embargo, todo ello no sirvió con la resina de la penitencia y la lave para librarle de una muerte absurda, con la sangre preciosa de nuestro Re impropia de una persona de su fama. dentor». A toda prisa fue transporta Alvarado contaba, en el momento do al pueblo más próximo para una de su fallecimiento, cincuenta y seis cura urgente, pero la suerte estaba años de edad; dejaba esposa v seis echada y la vida huía por momentos hijos naturales: Leonor, casada pri del conquistador que sólo deseaba mero con el viejo capitán Pedro de quedar en paz con Dios antes de Portocarrero y luego de enviudar con morir. En un rasgo de sinceridad en- Francisco de la Cueva, de quien conci comiable aún fue capaz de reconocer bió numerosa prole, única descenden que «yo tuve la culpa en no tomar cia del Adelantado; Pedro, hermano consejo de quien conocía la gente y de la anterior y desaparecido quizás tierra, y mi desventura fue traer a un en un naufragio; Diego, mestizo, que soldado tan cobarde y vil como Mon- quedó en tierras peruanas cuando la toya, con quien me he visto en mu expedición de su padre a Quito y chos peligros por salvarle, hasta que halló la muerte en 1554 durante las con su caballo y poco ánimo me ha guerras civiles de Perú; Ana, muerta muerto». en 1541; Gómez, nacido en la isla Desde Guadalajara se envió a un Tercera; e Inés. sacerdote, que a poca distancia de la La noticia de la muerte de Alvara ciudad encontró a la comitiva de Alva do causó honda consternación en rado y pudo confesarle enseguida. En Santiago, la ciudad fundada por el y la entrada en la capital hubo muestras donde estaban avecindados gran de gran sentimiento por el percance; parte de sus familiares y mejores ami no en balde contaba el Adelantado gos. Al luto general de todos los habi con parientes en ella. En la agonía de tantes se sumó el particular de su la muerte le decía al gobernador mujer, doña Beatriz de la Cueva, que Oñatc «cómo he cumplido mi pro en clara demostración de dolor hizo mesa palabra, de yo quedesamparara primero me faltaríay la vida que este reino», en un gesto demostrativo de que, pese a sus muchos defectos, valoraba la camaradería por encima de todo. Estos últimos momentos de
pintar la fuera casa como solariega de negro, tanto por por dentro. In dependientemente del sentimiento real por la pérdida del marido, doña Beatriz quedaba en situación muy de licada: el Adelantado dejaba cuantió-
bernación hasta tanto el Emperador determinara quién debía desempeñar el cargo. Así lo votaron los cabildan tes, y la cónyuge del Adelantado quedó convertida en la primera mujer gobernadora de Iberoamérica; su firma sobre los documentos que acre ditaban tal resolución es significativa: «l.a sin ventura», es la rúbrica estam pada por doña Beatriz de la Cueva en el Acta, en un intento de conjugar la El cronista Remesal acierta cuando aceptación ineludible del puesto, afirma que «por mucho que parecía junto con el sufrimiento irreparable tener el Adelantado, era más lo que por el óbito del Adelantado, debía, y ajustadas las cuentas con sus parable por el óbito del Adelantado. acreedores no bastaban a satisfacerlos Quizás porque la Providencia que todo el oro, plata, perlas y riquezas ría sumarse al lamento por la muerte que hubo en las conquistas, las alha de Alvarado, o porque deseaba borra r jas de su casa, los esclavos de que se parte de su huella en tierras guatemal servía, ni toda la flota de diez naos tecas, el 10 de septiembre parecieron que llevó consigo, que fue la mayor y desatarse todos los elementos natura mejor que hasta entonces y muchos les. Diluvio y temblor de tierra actua años después navegó el Mar del Sur», ron unidos en contra de la ciudad de l.a subasta de esta armada, junto con Santiago, derriba ndo e inundando las todos sus aparejos y armamentos, hu casas de la capital. El palacio de Alva biera paliado en algo el débito, pero el rado sufrió el embate del agua y a virrey de México la incautó para pro consecuencia de ello fallecerían su seguir los planes acordados con Alva hija de cinco años, Ana, y doña Bea rado. Los pueblos de indios que dis triz, su esposa; su otra hija, Leonor, frutaba en repartimiento, los mejores pudo salvarse del desastre en el cual de la gobernación de Guatemala, fue perecieron igualmente muchos de los ron incorporados a la Corona en indígenas al servicio de la familia del 1542 y, por tanto, sus rentas no pu Adelantado y varias damas de compa dieron revertir en los acreedores. ñía de la recientemente designada go Con esta situación descrita, doña bernadora. Beatriz temía no sólo verse agobiada La destrucción de Santiago por el por los múltiples compromisos adqui terremoto sirvió para decidir su tras ridos por su difunto marido, sino des lado al cercano valle de Panchoy, pojada de todos los privilegios y ven donde se levantó de nuevo, se desa tajas inherentes a su categoría de rrolló en prosperidad y fue una de las esposa del gobernador. A fin de evitar principales ciudades del Nuevo Mun tal cosa, ideó, con la complicidad de do, centro de la Audiencia y Capita algunos de los miembros del cabildo, nía General de Guatemala con juris asumir las funciones propias de la go dicción sobre toda la extensión terri-
sas deudas fruto de la organización de la última flota a l a Especiería y tam bién de anteriores campañas. En realidad, Alvarado había dilapidado su fortuna a causa de sus sueños de grandeza; el caudal que obtenía era sistemáticamente invertido en una nueva aventura de la cual esperaba resarcirse con creces, pero sus últimas tentativas fueron auténticos fracasos de los que nunca se recuperó.
Vara Alvarado, como para el resto de los conquistadores la marcha hacia la aven tura del Nuevo Mundo estuvo motivada po r su precaria situación económica. Bien ,
es cierto que hubieran bastado su afán re ligioso su espíritu aventurero y su sentido trascendente de la gloria para repetir de nuevo la gesta americana. ,
torial que en la actualidad conocemos con el nombre de Centroamérica. 1.a imagen de don Pedro de Alvarado no podrá desligarse nunca de ella, pues fue quien la fundó por vez primera, en
botín de guerra o hallazgos de fabulo sos tesoros, de su srcinaria pobreza, y en aquella época única manera, también, de obtener un título nobilia rio que le permitiera emparentar con
una de sus escasas y acertadas medi la aristocracia castellana. das gubernativas, con la pretensión de En el testamento redactado a las convertirla en un lugar clave para la puertas de la muerte en Guadalajara, irradiación de cultura (con la creación Alvarado solicitaba que su cuerpo de Colegios y Universidades), la pro fuera enterrado primero en la iglesia pagación de la religión católica entre de esta ciudad, luego trasladado al ¡os indígenas (con la llegada de las ór convento agustino de Tiripitío y más denes franciscana, dominica y merce- tarde al de Santo Domingo de Méxi daria) y, sobre todo, la expansión de co. Hacia 1580, los restos mortales los dominios del imperio español a del Adelantado debieron de ser traí través de la conquista de nuevos pue dos, por su hija Leonor, a Santiago y blos y del descubrimiento, allende el sepultados en la catedral de la misma. océano, de reinos desconocidos. Esta Los temblores de tierra de siglos pos última fue la verdadera preocupación teriores han ocultado todo vestigio del conquistador, única que podría del conquistador; hoy en día se ignora sacarle, gracias a las mercedes reales, el paradero de sus cenizas. I 17
HISTORIA GENERAL DE LAS
INDIAS OCIDENTALES, DE LO S HE CHOS De los Caftellanos en lasIllas y Tierra firme del Mar Océano,
CORONISTA
MAYOR
DE
SU
MAGESTAD
DE LAS INDIAS Y DE CASTILLA.
E N OCHO DECADAS. SIGUE A LA ULTIMA DECADA DESCRIPCION DE LAS INDIAS POR
E L MISMO AUTOR.
TOMO SEGUNDO, Q.UE CONTIENE LAS DECADAS TERCERA Y QUARTA.
Nueva Impreílion yenriquecida Retratos. con lindas Figuras
VI Pedro de Alvarado según los cronistas
Garcilaso de la Vega «En mis niñeces oí decir a los es pañoles que hablaban de las proezas deste caballero. Estando en Sevilla don Pedro de Alvarado para pasar a Indias la primera vez que fue a ellas, subió a la torre de la iglesia mayor con
saltaban a porfía un pozo ancho que allí había, y teníase por ligero el que lo salvaba a pie juntillas. Los caballeros se apearon para lo mismo: algunos saltaron el pozo, otros no osaron. Don Pedro llegó a la postre, y, puesto de pies sobre el borde del pozo, dijo: «Buen salto es a pie juntillas, no sé si
otros mozos, susvista compa ñeros, caballeros por gozar de la buena que se alcanza de aquella hermosísima torre. En una de las ventanas más altas hallaron una almojaya que salía diez o doce pies fuera de la torre, que había servido de sustentar un tablado para cierta obra que pocos días antes en ella se había hecho. Uno de aque llos caballeros, llamado Fulano de Castillejo, natural de Córdoba, sa
me atreva el a salto darlo». Diciendo esto, emprendió y hizo que no al canzaba bien el otro borde; dio en él con los pulpejos de los pies y surtió para atrás con tanta ligereza, que vol vió a ponerse donde estaba antes. Estas gentilezas y otras semejantes oí contar deste caballero». «Fue de lindo aire a pie y a caballo, tanto que volviéndose una vez de Mé xico a España a descargarse de cier
biendo cuánto seypreciaba don Pedroél de su ligereza, no preciándose menos de la suya, viendo el almojaya, se quitó la capa y espada, y sin hablar palabra, salió de la torre midiendo el almojaya a pies hasta el cabo de ella, y volvió para atrás al mismo paso, hasta entrar en la torre. Don Pedro de Alvarado, que lo vio, sintiendo que lo había hecho por motejarle de que no sería para otro tanto, no quiso dejar la
tas cosas mal hechas que susimpuesto, émulos, con falsedad, le habían tuvo necesidad de besar la mano al Emperador y darle cuenta de sus ser vicios. Fue a besarla a Aranjuez. Su majestad estaba en una de las calles de aquellos jardines reales; viendo el buen aire que D. Pedro llevaba, pre guntó a los que con él estaban quién era, y habiéndolo sabido, dijo: «No tiene este hombre talle de haber hecho
espada la capa.izquierdo, Echó la media sobre elnihombro y la delta otra media puso debajo del mismo brazo, pasándola por debajo del derecho, y tomó la espada con la mano izquierda y así salió por el palo adelante, mi diéndolo a pies; (...) dio una vuelta en redondo y volvió con el rostro a la torre, con el mismo paso y compás, hasta entrar en ella». «Otra vez acaeció que andando a
lo que de de él aquellas me han dicho». Y así dio libre calumnias y lele hizo mucha merced». [Comentarios Reales).
caza don Pedro de Alvarado y otros caballeros mozos hallaron unos ga ñanes que, por mostrar su ligereza,
natio, que quiere decir el Sol; era muy suelto e buen jinete y sobre todo ser franco y de buena conversación, y en
12 0
Bernal Díaz del Castillo «Fue de muy buen cuerpo y bien proporcionado, c tenía el rostro e cara muy alegre, e en el mirar muy amoro so, e por ser tan agraciado le pusieron por nombre los indios mexicanos To-
En sus crónicas de la Historia General (pág. 11 ti), Anton io de I ¡enera nos describe con detalle los hecho s de la conqu ista de unas tierras en las que la presencia española que da ría plasmada más tarde en las formas arquitectónicas (arriba).
vestirse era muy polido y con ropas costosas e ricas; e traía al cuello una cadenita de oro con un joyel e un ani llo con buen diamante». «(A Motecuhzoma) le dijeron que Pedro de Alvarado era de muy linda gracia, así en el rostro como en su per sona, y que parecía como el Sol, y que era capitán, y demás de esto le lleva ron figurado muy al natural su dibujo
y cara, y desde entonces le pusieron nombre de Tonatio, que quiere decir el Sol o el hijo del Sol, y así le llama ron de ahí adelante (...). A Motecuhzoma le pesó porque se había vuelto del camino. Y aquellos embajadores tu vieron razón de compararlos, así en los rostros como en el aspecto de las personas y cuerpos, como lo significa ron a su señor Motecuhzoma, por 121
que Pedro de Alvarado era de muy buen cuerpo y ligero, y facciones y presencia, así en el rostro como en el hablar, en todo era agraciado, que pa recía que se estaba riendo (...) y desque volvieron a nuestro real nos holgamos con ellos y les decíamos que no era cosa acertada lo que Cortés les
Francisco López de Gomara «(Alvarado) era hombre suelto, alegre y muy hablador, vicio de mentirosos. Tenía poca fe en sus amigos; y así, le tacharon de ingrato, y hasta de cruel con los indios. Pasó muy joven a las Indias, y porque llevaba un sayo y capa que le dio en Badajoz un tío
mandaba». «Y aun algunas veces jugaba el Motecuhzoma con Cortés al totolo que, que es un juego que ellos así le llaman, con unos bodoquillos chicos muy lisos que tenían hechos de oro para aquel juego, y tiraban con aquellos bodoquillos algo lejos a unos tejuelos que también eran de oro, e a cinco rayas ganaban o perdían ciertas piezas y joyas ricas que ponían.
suyo, del hábito de Santiago, le llamaban muchos el Comendador. Y por eso, cuando vino a España, se procuró y obtuvo el hábito de aquella orden, para que se lo llamasen de veras (...). Fue mejor soldado que gobernador. Casó por dispensa con dos hermanas, habiendo conocido a la primera, que fueron doña Francisca y doña Beatriz de la Cueva, y de ninguna tuvo hijos. Dejó por ellas a Cecilia
Acuérdome que tanteaba a Cortés, Vázquez, honradísima mujer, para Pedro de Alvarado, y al gran Mote- ganar, como ganó, el favor de Francuhzoma un sobrino suyo, gran cisco de los Cobos, secretario privado señor; y el Pedro de Alvarado siem- del Emperador. Pocas veces salen bien pre tanteaba una raya de más de las tales casamientos. No quedó hacienque había Cortés, y el Motecuhzoma, da ni recuerdo de él, sino éste y una como lo vio, decía con gracia y risa hija que tuvo de una india, la cual que no quería que le tantease a Cortés casó con don Francisco de la Cueva». el Tonatio, que así llamaban al Pedro (Historia General de las Indias). de Alvarado, porque había mucho ixoxol en lo que tanteaba, que quiere Gonzalo Fernández de Oviedo decir en su lengua que mentía, que «Siendo un pobre soldado, puesto echaba siempre una raya de más; y que de noble sangre, caballero militar Cortés y todos nosotros los soldados del hábito de Santiago, con una espaque aquella sazón hacíamos guardia da y una capa pasó mancebo a estas no podíamos estar de risa por lo que partes a buscar la vida, como suelen dijo el gran Motecuhzoma. Dirán hacer los hidalgos e hombres de agora que por qué nos reíamos de honra». ( Historia General y Natural aquella palabra. E porque el Pedro de de las Indias, Islas y Tierra Firme del Alvarado, puesto que era de gentil Mar Océano). cuerpo y buena manera, era vicioso en el hablar demasiado, y como le conocíamos su condición, por esto nos Diego Muñoz Camargo «Por lo consiguiente llamaron a reíamos tanto». ( Historia Verdadera de ¡a Conquista de la Nueva España). don Pedro de Alvarado el Sol, porque 122
decían que era hijo del Sol por ser rubio y colorado, de muy lindo ros tro, donaire y disposición y buen pa recer, y así entre los naturales no le daban otro renombre, porque des pués del capitán Hernando Cortés no hubo otro más querido ni amado de
otras cosas le dio un sayo de terciope lo de su persona, para usar de él. Pedro de Alvarado quitóle el hábito, aunque el terciopelo quedó tan apren sado, que jamás perdió la señal de la cruz, y por eso los soldados, cuando se ponía el sayo de su tío las Pascuas y
los naturales que D. Pedro de Alvarado, especialmente de los de Tlaxcala.» (Historia de Tlaxcálá).
fiestas solemnes, le llamaban el Co mendador». «Aunque no sabemos los pecados que dijo (al confesarse en México), sá bese la penitencia que el padre fray 1ray Antonio de Rcmesal «Cuando pasó a las Indias, un tío Domingo de Betanzos le dio y fue: que suyo, del hábito de Santiago, entre diese un temo de terciopelo a la iglesia La sem blanza personal que de Alvarado hicieron los cronistas de su tiem po parece ajus tarse en gran medida a la realidad: diestro jinete, culto y hablador, hábil negociador, bien parecido y valiente; en el reverso, cruel y sin compasión con sus enemigos.
de Santiago de su ciudad, la cual Alvarado no cumplió en todos los días de su vida». (Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala). Cervantes de Salazar «Velázquez decidió armar una nueva dos expedición y puso deloslo ojos sobre o tres caballeros, cual no poco se agravió Pedro de Alvarado, porque dijo que si no le hacían ge neral no volvería a la jornada, aunque después por medio de Andrés de Duero tornó a ella, por ser, como había visto, digna de emplearse en ella cualquier hombre de valor». (Crónica de la Nueva España).
del norte a la del sur, ciento treinta le guas, los indios cargados con anclas de tres y cuatro quintales que se les metían las más de ellas por las espal das y lomos; y llevó de esta manera mucha artillería en los hombros de los tristes desnudos; y yo vi muchos car gados de artillería por los caminos an gustiados. Descasaba y robaba los ca sados, tomándoles las mujeres y las hijas, y dábalas a los marineros y sol dados por tenerlos contentos para lle varlos en sus armadas; henchía los na vios de indios, donde todos perecían de sed y hambre. Y es verdad que si hubiese de decir, en particular, sus crueldades, hiciesen un gran libro que al mundo espantase». Y más adelante:
Anales de los Cakchiquelcs «El día 4 Qat los reyes Ahpop y Ahpop Qamahay fueron quemados por Tonatiuh. No tenía compasión por la gente el corazón de Tonatiuh durante la guerra». ( Memorial de So lóla).
«Dos armadas hizo, de muchos na vios cada una, con las cuales abrasó, como si fuera fuego del cielo, todas aquellas tierras. ¡Oh, cuántos huérfa nos hizo, cuántos robó de sus hijos, cuántos privó de sus mujeres, cuántas mujeres dejó sin maridos, de cuántos adulterios y estupros e violencias fue causa! ¡Cuántos privó de su libertad, Fray Francisco Ximénez cuántas angustias y calamidades pade «Empezó (Alvarado) a descubrir cieron muchas gentes por él! ¡Cuán astilleros, sacar maderas, fabricar ja r tas lágrimas hizo derramar, cuántos cias, acarrear fierro, sacar brea, con suspiros, cuántos gemidos, cuántas ducir piezas de artillería, todo a costa soledades en esta vida y de cuántas de los pobres indios, sacándolos de su condenación eterna en la otra causó, patria y llevándolos a partes muy re no sólo de indios, que fueron infini motas. Mató muchos indios con tos, pero de los infelices cristianos de hacer navios». (Historia de la provin cuyo consorcio se favoreció en tan cia de San Vicente de Chiapay Guate grandes insultos, gravísimos pecados y abominaciones tan execrables! Y mala). plegue a Dios que de él haya habido misericordia y se contente con tan mal Fray Bartolomé de Las Casas fin como al cabo le dio». (Brevísima «Mató (Alvarado) infinitas gentes relación de la destrucción de las In con hacer navios; llevaba de la mar dias). 124
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125
Cronología 148 5 Na cim iento de Pedro de Alvara do en Badajoz. 14 92 Expu lsión d e los judíos de Espa ña. Capitulaciones de Santa Fe. Colón descubre America.
Tenochtitlán durante la llamada «Noche Triste». Batalla de Otumba. Descubri miento del estrecho de Magallanes. 152 1 Co rtés y sus hombres sitian México-Tenochtitlán, que es conquistada en
14 98 El portugués Va sco de Gam a llega a la India por la ruta africana. Tercer viaje de Colón. 15 02 Expulsión de los moriscos grana dinos. N icolás de Ovand o llega a La Espa ñola. Cuarto viaje de Colón. 150 3 Creació n de la Casa de la Co ntra tación, con sede en Sevilla. 15 04 Mu erte de Isabel la Ca tólica. 15 06 Muerte de Cristóbal Colón. 15 10 Pedro de Alvarado, junto con sus hermanos, marcha a la isla La Española y
agosto; con ello se consuma la conquista del imperio azteca. Pedro de Alvarado se distingue por su valor en los combates. Muerte de Magallanes. 15 22 Pedro de Alvarado inicia una cam paña contra los indígenas de Tehuantepec; conquista del pueblo de Tututepeque. Se lanzan acusaciones contra Alvarado de crueldad con los nativos. Elcano consigue culminar la circunvalación del globo terráqueo. 15 23 Co rtés comision a a Pedro ele Alva
se instalaAlvarado en la ciudad de SantoenDomingo. 1511 interviene la conq uis ta de la isla de Cuba. 15 13 En recon ocim iento a su participa ción en la conquista de Cuba es recom pensado con un repartimiento de indios. Vasco Niiñez de Balboa llega al océano Pacífico. 151 5 Exped ición de Ju an Díaz de Solís al Río de la Plata. 15 16 Mu erte de Fernando el Católico. 15 17 Carlo s I llega a España. 15 18 Expedición de Grijalva a Yucatán , Cozumcl y Tabasco en la que Alvarado participa y va al frente de una nave. 151 9 Organización de la empres a cortesiana con destino a México. Los herma nos Alvarado se unen a 1lemán Cortés; fundación de Veracruz. Tras la victoria sobre las tropas de Tlaxcala, Pedro de Al varado recibe a la princesa indígena Luisa Xicoténcatl, de quien tendría dos hijos (Pedro y Leonor). Magallanes inicia la primera vuelta a la Tierra. 15 2 0 Alvarado ordena la matanza de Tlatclolco, donde muere un gran número de indígenas mexicanos. Los españoles deben abandonar la ciudad de México-
radoelpara que se entreviste con Francisco las fuerzas que gobernador de Jamaica, de Garay, ha situado en el río Panuco. Cumple su misión y en diciembre parten él y sus hermanos hacia Guatemala. 15 24 Cam pañas de Alvarado en tierra s guatemaltecas; encuentro con los reinos Quiché y Cakchiquel; por vez primera se penetra en la región de El Salvador. El 25 de julio, Pedro de Alvarado funda Santia go de los Caballeros de Guatemala. 1525 Exped ición de Alvarado a la tierra de los Lacandones, en Chiapas. 15 26 Pedro de Alvarado se dirige a Hondu ras al en cuentro de Hernán Cortés. En agosto se encamina a la ciudad de Mé xico como paso previo a su viaje a España. 15 27 Pedro de Alvarado en España. E s nombrado Gobernador y Capitán Gene ral de la provincia de Guatemala. 15 28 En ene ro (?) Pedro de Alvara do contrae matrimonio con Francisca de la Cueva; en julio, la pareja se embarca de regreso a América y en octubre llegan a Veracruz donde muere la esposa y allí mismo es enterrada. 15 29 Pedro de Alvarado es sometido a juicio en la ciudad de Méx ico.
12 6
1530 En abril se presenta ante el cabildo de Santiago y asume sus funciones como máxima autoridad de la región. 15 32 -1 53 3 Pedro de Alvarado organiza su primera expedición al Mar del Sur. Conquista del Cuzco. 1534- 15 35 Pedro de Alvarad o y sus hombres pasan todo tipo de penalidades en tierras ecuatorianas. Entrevista con Al magro y Pizarro, que le convence de aban donar su empresa a cambio de una com pensación económica.
la Cueva, hermana de su anterior esposa. 153 9 Pedro de Alvar ado y su cónyuge se embarcan rumbo a América; en el mes de septiembre llegan a la ciudad de Santiago. Hernando de Soto comienza su expedí ción al Mississippi. 15 40 Alvarad o organiza una nueva em presa a la Especiería; en noviembre llega a
15 36 Alvarado se encuentra d e nuevo en Guatemala y efectúa una incursión a Honduras para pacificar la región. Funda San Pedro Sula y se traslada a Cuba como escala previa de un nuevo retorno a Espa ña. Primera fundación de Buenos Aires por Mendoza.
cífico. Vázquez Coronado explora la ac tual Kansas, y Orellana recorre el Amazo nas. 1541 Tra s un encuentro béli co con los indígenas de Nochistlán, el 4 de julio fa llece Alvar ado en G uada lajara, com o co n secuencia del golpe recibido de una cabal
1537 Alvarado , otra vez en la Penínsu la. Se le reconoce como Gobernador de Guatemala. Salazar funda en Paraguay la ciudad de Asunción. 15 38 En el mes de oct ub re, Pedro de Al varado contrae matrimonio con Beatriz de
gadura. En septiembre, un terremoto y una inundación destruyen Santiago, en el percance muere Beatriz de la Cueva Pedro de Valdivia funda Santiago de Chile. Muere asesinado Francisco Pizarro el domingo 26 de junio.
un acuerdo con el virrey de México, Anto nio de Mendoza, para convertirse en so cios en la búsqueda de las siete ciudades de Cíbola y los descubrimientos en el Pa-
127
índice Intr oducc ión I
...............................................................................................................................
5
Una familia volcada hacia América 1. La fam ilia Alv arad o .................................................................................................
8
2. Los Alvarad o en América ...................................................................................... 3. Alvarad o y Co rtés rum bo a M éx ico .....................................................................
10 18
II
Alvarado en la conqu ista de M éx ico 1. Fun dación de la Vill a Ric a dé la Vera cruz .......................................................... 24 2. Hacia M éx ico -T en oc ht itlá n .................................................................................... 27 3. En M éx ico- Te noc htitl án ........................................................................................... 34 4. De la Noch e Tris te a la con qu ista del imperio azteca ....................................... 42
III
Alvarado en Cen troam érica 1. La conquista de Gu ate mala ................................................................................... 56 2. El reino de los cak chiqu ele s ....................................................................................... 64 .................................................................. 3. tierras El expedición Salvador a Honduras ........................................ 68 4. Penetración La rebelión en cakch iquelde y la 74
IV
La 1. 2. 3. 4.
expedición al M ar del Sur El retorn o a Esp aña .................................................................................................. Reg reso a Gu ate mala .............................................................................................. La expedici ón a Quito ............................................................................................. La incu rsión en Ho ndura s .....................................................................................
82 87 92 98
V
Al encu entro de la muerte en Nueva Galic ia 1. De nuevo en España .................................................................................................. 104 2. E) final de una vida ................................................................................................... 108
VI
Pedro de Alv ara do según los cro nis tas ........................................................................ 119
Bibliografía .................................................................................................................................... 125 Cronología ..................................................................................................................................... 126
12 8