ACERCA DEL LIBRO: “EL TRABAJO INTELECTUAL, CONSEJOS A LOS QUE ESTUDIAN Y A LOS QUE ESCRIBEN ” DE JEAN GUITTON (1951). Por Damián Falcone. Profesor de Estructura Económica. Universidad de Palermo
A modo de introducción .
El presente trabajo pretende compila compila un conjunto de pasajes pasajes del texto de Jean Guitton que por su belleza y sabiduría constituyen un valioso aporte para la formación de los alumnos. Debido a su riqueza y profundidad no he pretendido abarcarlo en su totalidad, lo cual hubiera significado perder de vista el objetivo deseado: exponer exponer una serie de consejos consejos para los jóvenes estudiantes que que inician la vida universitaria. Otro propósito ha sido transmitir la riqueza literaria del autor por lo que utilicé transcripciones textuales y me abstuve de realizar comentarios de mi autoría. La lectura de este trabajo no reemplaza en absoluto al texto original, que es infinitamente más interesante y reconfortante. Suponer lo contrarío sería sembrar irreales esperanzas sobre la función de estas páginas. El texto a continuación no tiene, en esencia, agregados personales. Solamente dos intervenciones merecen ser señaladas. En primer lugar, las referencias sobre el margen derecho no corresponden al texto original sino que las he sido agregado para guiar la lectura. En segundo lugar, he incluido notas al pie de página para realizar oportunos comentarios o referencias. En particular, las mismas, pretenden presentar a los alumnos personalidades personalidades notables de la literatura o la filosofía, como Goethe, Pascal o Montaigne, que son citados en el texto original. En sintonía con la intensión de Guitton, este trabajo nace de mi profunda amistad hacia los estudiantes, y dentro de la cual, no puedo negarles el placer infinito de esta lectura que les permitirá sentirse incentivados hacia su tarea, valorados en la misma y rescatados de la angustia angustia que, que, con con frecuencia, frecuencia, acompaña a la vida universitaria.
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Biografía de Jean Guitton Jean Guitton nació en Saint-Étienne, Francia el 18 de agosto de 1901 y murió en París el 21 de marzo de 1999. Se diplomó en filosofía y obtuvo su doctorado en letras. Se dedicó luego algunos años a la enseñanza secundaria hasta que fue destinado a la Universidad de Montpellier en 1937. Fue llamado por Juan XXIII para participar en la preparación del Concilio Vaticano II donde además fue el único laico que participó activamente en su desarrollo. Paralelamente publicaba sus obras de filosofía y apologética que lo transformaron en uno de los pensadores católicos más importantes del siglo XX. El 8 de junio de 1961 fue elegido para la Academia Francesa. Continuó escribiendo hasta el fin de su vida en 1999 casi centenario.
Bibliografía de Jean Guitton Aprender a vivir y a pensar ( 2006 ), Encuentro, Madrid. Jesucristo: meditaciones ( 2006 ), Belacqua de Ediciones. La existencia temporal (2005), Encuentro, Madrid. Lo que yo creo ( 2004 ), Belacqua de Ediciones y Publicaciones. Nuevo Arte de Pensar ( 2000 ), Encuentro Ediciones, S.A. Retrato de Marta Robin ( 1999 ), Editorial Monte Carmelo. Mi testamento filosófico ( 1998 ), Encuentro Ediciones, S.A. Dios y la ciencia ( 1996 ), Planeta, De Agostini. El genio de Teresa de Lisieux ( 1996 ), Comercial Editora de Public., C.B. El héroe, el genio y el santo ( 1995 ), Editorial Complutense, S.A. Dios y la ciencia ( 1994 ), Editorial Debate. Retrato del padre Lagrange: El que reconcilió la ciencia con la fe ( 1993 ), Ed. Palabra, S.A. Lo impuro ( 1992 ), Promoción Popular Cristiana , Dios y la ciencia: hacia el metarrealismo ( 1992 ), Editorial Debate . El absurdo y el misterio ( 1990 ), Comercial Editora de Publicaciones, C.B. El Nuevo Testamento: una lectura nueva ( 1988 ), Ediciones San Pablo. Silencio sobre lo esencial ( 1988 ), Comercial Editora de Public., C.B. Mi pequeño catecismo ( 1982 ), Editorial Herder, S.A. El trabajo intelectual ( 1981 ), Ediciones Rialp, S.A. Historia y destino ( 1978 ), Ediciones Rialp, S.A. Lo que yo creo ( 1973 ), Editorial Acervo, S.L. La superstición superada: (Rue du Bac) ( 1973 ), Editorial-Librería Ceme. Cuando el amor no es romance ( 1971 ), Sociedad de Educación Atenas. Diálogos con Pablo VI ( 1967 ), Ediciones Cristiandad, S.L. La mujer en la casa ( 1967 ), Editorial Herder, S.A. Historia de mi búsqueda ( 1966 ), Pomaire, S.A.
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Las verdades más valiosas son los métodos. NIETZCHE
Prólogo Este pequeño libro ha nacido de un sentimiento de amistad profunda hacia los estudiantes, sobre todo hacia los que sufren de la desorientación y de la soledad. Pretende ayudarles en su trabajo. Quisiera liberarles de toda sensación de inferioridad o de angustia. Pero también se dirige a los que, en medio del ajetreo de la existencia moderna, no han renunciado a leer, a escribir, a pensar. Se dirige incluso a los que saben, pues todos somos, en materia de conocimiento, de estilo y de lenguaje, unos aprendices, y, como decía Goethe 1, es bueno aprender a hacer la más insignificante de las cosas de la manera más grande. Se puede observar que es poco frecuente que un maestro, en nuestra niñez, os enseñe a trabajar. El maestro os da enunciados de deberes; juzga, calibra vuestros trabajos; a veces, y menos frecuentemente os propone correcciones. Pero no os dice en absoluto, cómo lo hace: abandona vuestro aprendizaje al azar o la inspiración. Esta inexperiencia del cómo hacer es responsable en gran medida de la sensación de desaliento que a muchos les producen sus estudios. Por lo demás, en cada edad de la vida utilizamos nuestra energía mental de manera imperfecta. ¡Esta energía es tan abundante que no pensamos tener que ocuparnos de su uso! Sin embargo, con el mismo esfuerzo, si lo aplicáramos mejor podríamos hacer muchísimo más: ¡cuánto más agradable y llenas serían nuestras experiencias si tuviéramos más arte y más paciencia! Es cierto que la experiencia del saber hacer es incomunicable y que cada uno debe despellejarse en sus propios espinos. Pero soy igualmente consciente de la ayuda que me prestaron antaño algunas obras sobre el método de trabajo y que me han inspirado escribir este libro para completarlas 2. En la facultad el estudiante está solo, obligado a dirigirse a sí mismo y liberado de esas obligaciones, que en el fondo facilitan el trabajo. Por lo general, nadie echa una ojeada a su trabajo. Es necesario entonces que aprenda solo, que resista a los malos mensajes, a la disipación en los intentos, al aturdimiento producido por el nuevo saber; que se concentre, que se discipline, que entre la abundancia de lo que se propone intente definir el estrecho campo de aquello de lo que va a ocuparse principalmente. Sería útil que se formasen entonces costumbres de trabajo en común, círculos, equipos en los que cada uno se beneficiaría del trabajo de los demás. Pero el trabajo intelectual no está organizado y las jóvenes existencias se malogran. Es cierto que los estudiantes carentes de recursos no tienen más remedio ahora que contar con otro oficio; es probable que el estudiante con todo su tiempo libre se convierta cada vez más en una excepción. El estudiante de nuestros tiempos conoce mejor el valor del tiempo. No le queda más remedio que pensar en los métodos, con el fin de utilizar al máximo el poco tiempo que se le otorga. 1
Filósofo, novelista y poeta alemán (1749-1832). Influyó profundamente en el movimiento literario y filosófico conocido como romanticismo. Es considerado como una de las principales plumas de la literatura germánica. Su principal libro es el Fausto que ha pasado a ser una obra clásica de la literatura universal. 2 Guitton está haciendo referencia a las obras el Trabajo intelectual y la voluntad , de Payot, y sobre todo en la Vida intelectual, de Sertillanges.
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CAPÍTULO I La preparación del trabajo Todo el método, decía Descartes 3 en sus Reglas4, consiste “en el orden y la disposición de aquello hacia lo que hay que dirigir la punta de la mente para percibir alguna verdad”. El más abrumador de los pesos para el alma es no saber qué es lo que hay que hacer. “Hay muchas buenos generales en Europa - decía Napoleón- , pero ven demasiadas cosas; yo veo las masas y las ataco, seguro de que lo accesorio caerá después por sí mismo”. Y también: “Todo se vuelve sencillo, fácil, definido, nada es impreciso cuando se establece, tras larga preparación y por autoridad superior, el punto central de un país. Se siente cuánta seguridad y sencillez proporciona la existencia de este punto central” . Todo esto implicaría en el trabajo intelectual máximas como éstas: sabe desechar algunas cosas. No intentes comprenderlo todo. Agárrate a un solo punto y haz piruetas a su alrededor. Deberíamos buscar cuáles son las horas reales, aquellas en las que la atención está en un estado de lucidez, de penetración, de coincidencia con el yo más vivo. Determinar estas horas de paz activa, su número, su duración, su ritmo y su frecuencia, después hacer girar nuestro trabajo alrededor de ellas. No aceptar jamás que en esas horas nos dejemos atrapar por lo estúpido de este mundo. Revolucionar nuestro horario (levantándonos a las seis o, al contrario, acostándonos a las doce) con el fin de hacer girar nuestro trabajo alrededor de los tiempos sagrados y ya no estos tiempos alrededor de nuestro trabajo. Poseeríamos sabiduría si dispusiéramos de nuestro tiempo, cosa que se va volviendo, desgraciadamente, muy poco frecuente. Pero el espíritu de este programa puede ser conservado en nuestras horas de frescor, ocuparlas en lo que es más urgente, o lo más pesado, o lo más
El punto de aplicación.
El horario de trabajo
santamente agradable, aplicar en ellas ese maná del hombre que se llama “su posible”, y dejar lo demás a Dios, para que lo remedie.
Igualmente hay que saber que la calidad de las atenciones es diferente: son pocas las atenciones a la vez plenas y constantes que pueden mantenerse durante dos horas seguidas. Lo que importa es conocerse y aceptarse; haber sondeado su propio poder, como si se tratase del de un aparato, saber el grado de su atención, los momentos del día en los que rinde al máximo, los momentos en los que se detiene y debe rehacerse con el descanso, la alternancia o la diversión. Esta curva de nuestra duración íntima debería estar presente en nosotros, igual que lo están las informaciones meteorológicas en el piloto transoceánico. A la disposición del tiempo corresponde la del lugar y las cercanías. Basta con preguntar para darse cuenta en este punto de la diferencia de las costumbres: unos necesitan una atmósfera llena de libros, de documentos y de un desorden sobre lo
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Filósofo, matemático y científico francés (1596-1650). Considerado el fundador de la filosofía moderna principalmente por su decisión de rechazar las verdades recibidas, por ejemplo de la escolástica, combatiendo activamente los prejuicios. Su obra más renombrada es Discurso del método para dirigir bien la razón y hallar la verdad en las ciencias (1637). 4 Reglas para la dirección del espíritu (1628).
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La capacidad de atención.
La amistad de lo lugares.
que su inspiración, como decía Victor Hugo 5, “se encarama”. Y otros no necesitan menos un orden compuesto de retiramiento y de vacío, teniendo nada más que lo necesario con ellos. A unos les hace falta una habitación minúscula, como a Rilke 6, exigua, monástica y con una vista insignificante, que les sumerja en su interior, y otros, contrariamente, como Sertillanges 7, necesitan extensión, montañas o mar. La preparación del trabajo implica un nido, y más aún una atmósfera. Yo creo que el primer cuidado ha de ser encontrar un refugio, un ángulo, un rincón y esto se puede incluso en la prisión. Disponer la gruta, escoger una habitación de manera que todo en ella sea calma e incitación. Si esta habitación está montada con lujo, que este lujo sea sobrio. Si es con pobreza, que sea una pobreza llena de símbolos. “No toleres nada a tu lado – decía Ruskin 8- que no te sea útil o que no encuentres bello”. Cuando se lee la vida de varios grandes hombres se da uno cuenta que de las condiciones de su infancia, de su educación o de su profesión no les predisponían a lo que han realizado. No es a causa de esa educación, sino a pesar de ella como a menudo han podido creer. Unos no tenían libros y se escondían para aprender. Esto lleva a reflexionar sobre lo que quiere decir la palabra propicio. ¿Sabremos alguna vez lo que nos es propicio? Y muchas veces el elemento favorable consiste en carecer de algo. Porque esta carencia del objeto externo hace brotar en el centro de uno mismo un impulso que lo reemplaza, es el yo que sustituye a la cosa, es el genio. Siempre que reemplazamos algún objeto por una ayuda venida de nuestro propio fondo, estamos en el camino de la renovación de sí y del mundo. De modo que no hay que compadecer a los que se lamentan de carecer de algo con tal de que se hayan jurado sobrellevarlo. Las condiciones más favorables no son siempre las mejores, tanto derrocha el hombre lo que posee en abundancia. Cómo explicar que los universitarios, cuya profesión consiste en aprender a pensar o a escribir, producen menos obras duraderas que los aficionados que escriben cartas de pasada para distraerse. Una ocupación regular, que no exige una excesiva tensión, pero que obliga a hacer gestos sin aplicar en ello su alma, como, por ejemplo, la profesión de maestro de enseñanza media, les sirve a muchos de apoyo y de descanso para el trabajo de la mente. A condición de no estar demasiado absorbido por ella y es triste comprobar que esto se vuelve cada vez más difícil. Novalis 9 decía: “Cuanto más apacible y activa quiere estar la mente, más hay que intentar que el cuerpo se ocupe al mismo tiempo de cosas insignificantes. Es como un hilo negativo que se deja en el suelo para poder ser más positivamente activo y fecundo ”.
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Prolífico poeta, dramaturgo y novelista francés (1802-1885), considerado por muchos el más importante de los escritores románticos en francés. Autor, entre decenas de obras, de Los Miserables (1862). 6 Considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal (18751926). 7 Miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia (1863-1948). 8 Escritor, crítico de arte y sociólogo británico, uno de los grandes maestros de la prosa inglesa (1819-1900). 9 Poeta alemán (1772-1801).
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La ayuda de lo desfavorable
CAPÍTULO II El esfuerzo profundo Supongamos que hayamos, en la medida de lo posible, terminado la preparación para el trabajo. Nos encontramos ahora ante la materia que nos ha sido propuesta: lectura, trabajo de composición o de redacción, artículo, obra, novela; en el fondo, todos los trabajos de la mente se parecen. Entonces aparecen las tentaciones: buscar tinta, leer un periódico, escuchar los sonidos del mundo, referirse a precedentes, acordarse de la última guerra, telefonear, esperar el momento de la inspiración, ponerse de nuevo, dejarlo, abandonar. Es conveniente nombrarlos a todos para conocer su rostro y para evitar que se enmascaren. Pero, ¿en qué consiste el esfuerzo intelectual? Yo creo que el esfuerzo consiste en pasar de un plano a otro. La inteligencia tiene tendencia a mantenerse en el plano de las simples ideas o en el plano de los simples hechos. En verdad, lo único que merecería detener la atención es el hecho iluminado por una idea, es la idea encarnada en un hecho. El hecho puro no existe: lo que debe ser el objeto de nuestra búsqueda no es el hecho puro, sino el hecho en tanto que nos relaciona con una ley general. ¿Cuántos candidatos yacen en el suelo por no haber comprendido el tema, por no haber adaptado sus conocimientos a este tema una vez comprendido, por haber repetido un esquema o una cuestión sin aplicarla a aquello de los que se trataba; en suma, por haber evitado el esfuerzo? Los fracasos que se achacan a la mala suerte suelen ser las más de las veces fallos debidos a los nervios o la claudicación. El esfuerzo se halla en una zona intermedia, que es aquella en la que la idea desciende de su morada para encarnarse en un detalle, en un caso, en una concreción, que es también, e inversamente, aquella en la que el dato llama a la idea, en la que toma un sentido. Estos movimientos de subida y de bajada son la respiración de la inteligencia. Lo difícil del arte reside en su ejecución. No se puede enseñar inteligencia, pero se puede mostrar hacia qué punto hay que dirigir la mirada para que la inteligencia nos visite. Se nota perfectamente, cuando se compone alto, que lo más difícil no consiste tanto en tener temas o ideas como en unir dos temas o dos ideas por medio de un pasaje que no sea artificial. El poder del artista se manifiesta en esta capacidad de las transiciones. El olfato del genio consiste en localizar esas cosas singulares que contiene lo universal en potencia y que son susceptibles de darnos, por medio del añadido de la analogía, muchos otros conocimientos. Si se estudia la forma de trabajar de Pascal 10, lo que en verdad más llama la atención en él es el poder escoger los lugares en los que “la naturaleza se imita a sí misma”, esas figuras de
las que se puede sacar gran cantidad de propiedades que nos será útiles en otros campos. Escoger un lugar, un paraje, una situación, surcarlo de incertidumbres y de preguntas planteadas sin cesar, profundizar en ese campo, darle por medio de la curiosidad y el juego de los parecidos las dimensiones del ser entero, eso es el fondo de la cultura, al menos tal como el hombre puede proponérselo durante su breve existencia. 10
Matemático, físico, filósofo y teólogo francés, considerado el padre de las computadoras junto con Charles Babbage (1623-1662).
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Las distracciones.
El vaivén entre el hecho y la idea.
La aplicación de las ideas.
CAPÍTULO III El monstruo y su descanso Es de vital importancia que se distinga claramente las fases de descanso, de la preparación y de la ejecución. No debería dejarse que se mezclaran esas fases. La regla de oro del trabajo intelectual puede traducirse así: no toleres ni medio trabajo ni medio descanso. Entrégate por entero o bien relájate por completo. ¡Que no haya en ti mezcla de los géneros! El medio trabajo estropea la sustancia del tiempo y no da alegría ni en el esfuerzo ni en el descanso.
Las tareas y las fases.
Simone Weil 11- es un esfuerzo, el más grande de los esfuerzos quizá, pero es un esfuerzo negativo. Por sí mismo, no supone la fatiga. Cuando la fatiga se hace sentir ya casi no es posible la atención, a no ser que se esté bien entrenado. Entonces vale más dejarlo, buscar un relajamiento y volver a empezar un poco más tarde, dejarlo y volverlo a coger, igual que se inspira y se espira”. “La atención – dice
Tanto en las grandes empresas como en las pequeñas, la actividad es seguida por un abandono. Emprender, interrumpir: dos acciones que serían muy difíciles si la naturaleza no se encargara de ellas en nuestro lugar dándonos el deseo y a continuación la fatiga y el olvido. El sueño apacigua las agitaciones, deja las fuerzas intactas, el cerebro fresco. Después del relajamiento la tensión es mejor. Así Descartes tenía la regla de no trabajar nada más que cuando sus fuerzas estaban unidas y después de largos descansos. El descanso tiene otro fruto, que es la maduración. Muchas de las obras escritas por nuestros contemporáneos carecen de los que se podría llamar la tercera dimensión. Hay pensamientos llanos que están como pintados sobre la superficie de la mente: no han sido dispuestos en el tiempo, que les habría dado la perspectiva y el relieve. “Cuando se es joven – le decía Goethe a Eckermann 12-sólo se ven las cosas bajo un solo punto de vista: una gran obra en cambio exige una variedad de visiones, y es ahí donde se fracasa” . Por ello, Goethe solía llevar consigo sus obras durante largo tiempo, dejarlas, volver a ellas, expresarlas al fin lo más tarde posible, cuando su existencia hubiese pasado sobre ellas. Hay que decirse que todo retraso en un trabajo de la mente bien planteado “es la oportunidad de un fruto maduro”. El tiempo prepara las perfecciones. Hace caer lo que no estaba sujeto a la
esencia de nuestros pensamientos; actúa también de manera positiva, haciendo germinar lo que no estaba más que en estado de semilla. Entre los pintores es corriente trabajar en el taller de un maestro. El alumno aprende en él un oficio, procedimientos, reglas, sobre los que podría a su vez reflexionar y que siempre podrá aceptar o rechazar según le plazca. Los literatos no tienen una disciplina semejante. Es muy poco frecuente que se tenga ocasión, como me ocurrió a mi, de asistir al trabajo de un gran escritor. A los escritores, habitualmente, les gusta la soledad y no pueden soportar a su lado una presencia extraña. 11
Filósofa francesa (1909-1943). Poeta y escritor alemán (1792-1854). Escribió el libro Conversaciones con Goethe en los últimos
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años de su vida.
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Trabajo y descanso, el equilibrio.
Para mí, el despacho de Barrés fue ese taller. No me enseñó lo que no puede ser enseñado: la invención, el descubrimiento, todo los que brota del inconsciente, pero me enseñó cómo puede uno ponerse en el estado más favorable para organizar la obra de arte. Cuando llegué a su lado tenía la absurda idea de la obra maestra que surge de golpe y por milagro de la mente. Creía solamente en la inspiración. No hay nada más esterilizante, nada más favorable a la pereza. Se deja continuamente el trabajo para otra ocasión. Pascal, buen preparador, anotaba todo lo que le venía a la mente: una cita, una pista, una palabra, una expresión que se le había presentado sin ser buscada y de la que quería conservar el brillo del azar que no se vuelve a encontrar. También escribía notas de lectura, referencias. Y tampoco desdeñaba, tal como debe hacer un buen trabajador, arrojar algunas reflexiones sobre el arte de escribir y la experiencia que obtenía de su trabajo mismo. Al igual que el labrador gime al arar y con un gemido casi necesario al surco, Pascal anotaba sus quejas, sus oraciones, “sus humillaciones, porque él se ofrecía a las inspiraciones”. Todo estaba allí, en
esta mezcla confusa de la vida, que encuentra su vía en medio de la crisis. Al hacer esto, Pascal no se daba cuenta de que aportaba más a la lengua y al pensamiento que con una obra llevada a la conclusión, y que esos fragmentos serían más adecuados para instruir que una obra perfecta en experiencia. Existe una diferencia infinita entre el peor de los borradores y la idea pura sin expresar. Es más fácil corregir, rastrillar, volver a empezar que hacer, inventar, crear. Una frase pésima vale más que un papel en blanco. Balzac 13 conocía ésta regla. Esperar a la inspiración es una operación vana. Hay que coger materia y ensuciarse las manos. Alain cita este consejo de Stendhal: “Todavía en 1806 esperaba el momento del ingenio para escribir…Si hubiese hablado hacia 1795 de mi proyecto de escribir, algún hombre sensato me había d icho: “Escriba usted todos los días durante una hora o dos. Con ingenio o sin él.” Este consejo me
habría hecho aprovechar diez años de mi vida, desperdiciados neciamente esperando la llegada del ingenio. ” El deseo de perfección nos petrifica y la idea de excelencia nos esteriliza. Victor Hugo decía que la mejor manera de corregir un libro era escribir otro que fuese mejor. Puede suceder lo mismo con una frase. Aplicad este procedimiento, haced de él un sistema.
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Novelista francés (1799-1850). Considerado el principal novelista de la primera mitad del siglo XIX
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La inspiración y el trabajo.
CAPÍTULO IV La puesta en orden de nuestros pensamientos Examinemos cómo se puede hacer pasar un borrador de lo monstruoso a lo lúcido. Esto solo se puede conseguir por medio de la puesta en orden y de un trabajo penoso de cálculo, de jerarquización. No hay orden perfecto. Se trata de no dejarse turbar por la idea de lo más perfecto y de llevar a un mayor grado de nitidez el plan que se presenta en nuestra mente.
El ordenamiento y jerarquización de las ideas.
Para ello vuelve a leer tus notas, localiza las que se refieren al mismo tema. El pensamiento es musical, imagina temas que se pierden y se recuperan. Pero, ¿cómo conocer tus propios temas? Ordena tus notas por secciones, tal como hicieron los editores de Pascal. En ese momento habrás creado archipiélagos, aglomeraciones de pensamientos. Supongo que has localizado los temas fundamentales. Conviene ahora que los dispongas según un orden. A veces sucede que el profesor se pregunta por qué el ejercicio, excelente de un alumno, lleva la marca de la juventud. No carece de nada; se podrían extraer frases dignas de un autor. ¿Qué le falta entonces a ese trabajo? ¿Y cuál es la diferencia que hay entre los que la mente humana puede producir a los cincuenta años o los dieciséis sobre un mismo tema? Ciertamente, a los estudiantes no les falta talento ni ingenio. El problema es que tienen demasiadas ideas, que no saben escoger una sola y desarrollarla. El trabajo que hay que aconsejar a la juventud no consiste tanto en recoger ideas o informaciones y amontonar frases sobre frases 14, sino, al contrario, en escoger una idea y desplegarla, como una tela, en todos sus pliegues. Lo difícil en la vida, si se quiere progresar algo en ella, es decidirse por una práctica sencilla que sea de aplicación diaria, y después atenerse a ella durante meses.
Escoger una idea y profundizar en ella.
Bézard, autor del libro El Método literario, enseñaba a tomar notas y a redactar fichas que pudiesen utilizar durante toda la vida. Si hubiese seguido sus consejos, ahora tendría un tesoro; no se hubiera perdido ninguno de mis antiguos esfuerzos. Lo que es muy descorazonador en los estudios es ver que no se adquieren nunca los conocimientos, que no se conservan, que no se añaden los unos a otros en un desarrollo continuo y sustancial. ¡Si lo hubiera sabido! ¡Si lo hubiera seguido a Bézard! Las pocas veces que practiqué sus consejos sobre el arte de las notas he sacado provecho y, al cabo de treinta años, las fichas tomadas según sus reglas me son útiles todavía.
Notas, fichas y la conservación del conocimiento.
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En la era de Internet donde la disponibilidad de datos es prácticamente infinita esta afirmación es aún más válida que al momento de ser escrita.
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CAPÍTULO V La lectura como enriquecimiento de sí mismo “Rechaza la sed de libros” – dice Marco Aurelio 15 -, para morir
no con lamentos,
sino con serenidad. Los autores espirituales, que han hablado de la manera de leer un libro para hacer de él alimento del alma, aconsejan parar de leer en cuanto el alma se resiente. Sin embargo, para comprender un libro conviene leerlo entero, aunque sea a la carrera, compenetrarse en su ritmo, para que las parcelas que se escojan queden en la luz del Todo. Es igualmente aconsejable para que un libro posea todo su poder de excitación prestarle el sonido de la voz, la suya propia y a veces también la de otro. Se dice que los antiguos, incluso cuando estaban solos, leían en voz alta. La lectura cursiva, rápida, con los ojos y sin articular, es un invento moderno, y la Iglesia romana, antigua en este aspecto, prohíbe a sus sacerdotes esta lectura ocular del breviario. La costumbre de leer sólo con los ojos, tan práctica, tan bien acomodada a la prosa, nos hace insensibles a la poesía e incluso a ese regalo que es la poesía presente en la prosa.
La lectura como conexión con otros seres.
El efecto de un buen libro consiste en hacernos entrar en la experiencia de otro ser, cosa que no es nada posible en este mundo, incluso cuando se trata de nuestros allegados. ¿Cómo atravesar esas brumas de costumbres o de pudor? A menudo, los que nos rodean, no habiendo sabido condensar su experiencia por falta de lenguaje, son para nosotros como si no tuvieran nada que enseñarnos. El libro nos coloca en el centro de una mente que nos es extraña; nos da su misma esencia. Un libro auténtico está escrito en virtud de una necesidad, y una lectura auténtica es la que se hace en estado de hambre y de deseo. Y al igual que está aconsejado privarse de leer si no se siente una llamada, también deberíamos privarnos de escribir un libro sin no se tiene la convicción de tener que transmitir lo que nadie puede decir en nuestro lugar. Esto no significa que todas las páginas de esta obra serán nuevas y personales. Un libro no es nunca atrayente o interesante por igual; se compone, lo mismo que la vida cotidiana de la que es el precipitado, de partes aburridas, desagradables y monótonas, que son condición de despertar de la inspiración. A los que leen les gusta volver al mismo libro, comprarlo haciendo un sacrificio, encuadernarlo, tenerlo día y noche cerca del lugar en el que sueñan. Hay una gran diferencia entre el libro prestado y el que es nuestro. La lectura implica que se pueda saber dónde están, en un libro, las páginas que nos gustan, que se puedan encontrar sin demasiado esfuerzo. Los libros que conviene tener siempre a la cabecera son los que son capaces en toda circunstancia de darnos un consejo o un movimiento favorable; los que nos elevan por medio del relato de una vida ejemplar; los que nos cuentan la existencia de un hombre parecido a nosotros y que nos tranquilizan por ello, como
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Emperador del Imperio Romano (121d.C.-180 d.C). Considerado como una de las figuras más representativas de la filosofía estoica.
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La importancia de la construcción de la biblioteca propia.
Los libros de cabecera.
Montaigne16; los que nos revelan el universo tal como es; los que nos hacen participar en otras existencias, en otros medios y otras épocas; los que lo resumen Todo; los que son como cánticos. El libro más bello es quizá el que no ha sido escrito para ser leído, el que se publica después de la muerte del autor, el que no está oscurecido por ningún deseo de gustar, el que tiene el valor de un testamento. Hay libros de cabecera que se abren casi a diario. Los hay también que no se abren casi nunca, pero, sin embargo, existen, y que sabemos que los podemos consultar. Se parecen a esas personas que nunca vamos a ver, pero que nos hacen un bien sencillamente por existir, y porque sabemos que con solo correr un cerrojo las podríamos visitar. Hay que leer novelas para conocer el sentido de nuestra vida y el de las vidas de los que nos rodean y que el embrutecimiento de lo cotidiano nos esconde. Hay que leer novelas para penetrar en medios sociales distintos al nuestro y para encontrar en ellos, bajo la diferencia de las costumbres, el parecido de la naturaleza humana; para estudiar como en el laboratorio los problemas fundamentales, que son el del pecado, el del amor y el del destino, y esto de una manera concreta y sin las transposiciones de la moral; en fin, para enriquecer nuestra vida con la sustancia y la magia de otras existencias.
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Filósofo, escritor, humanista, moralista y político francés del Renacimiento, autor de los Ensayos, y creador del género literario conocido en la época moderna como ensayo (1533-1592)
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CAPÍTULO VI Gérmenes y residuos “Recoged estos pedazos que quedan, no sea que se pierdan.” Así hablaba Jesús
después de la multiplicación de los panes. ¿Por qué después de tal profusión, se aconseja recoger los pedazos? Después de la iluminación siempre pasajera hay que recoger los restos. Tenemos que pensar en el futuro, precisar, formular la esencia de lo que pasa, para vencer el irremediable olvido. ¿Cómo recoger con signos el trabajo de la mente, cómo fijar el pensamiento de los demás y el nuestro, para que podamos volver a pensar, revisar y practicar, sobre lo que hemos conocido y amado una vez, este movimiento de retorno que es el conocimiento? Lamartine decía: “Pon un espejo en tu vida”. Y cada día escri bía lo que había hecho. Es feliz costumbre llevar un diario que será nunca develado y escribir así sólo para sí y para los ángeles. Ilustres personajes vivos de nuestro tiempo publican las páginas de su diario; se atraen así amigos silenciosos, porque en nuestros días nos gusta lo se le ocurre a un autor al momento, sin corrección ni compostura. Pero cada uno de nosotros puede obtener los beneficios de un diario, a poco que los desee. Hay que dar a los jóvenes este consejo de prepararse en secreto este humus al que más tarde irán a buscar el conocimiento de ellos mismos, así como materiales marcados con su huella y ya con pátina. Aquel cuyo pudor impide escribir puede comenzar copiando las páginas de los autores que le han gustado, las sentencias, los versos, las cadencias que le han sido útiles y a veces atreviéndose a hablar para sí mismo en los márgenes. Se puede igualmente mezclar los acontecimientos de vuestra vida, los lugares, las visitas. Es muy agradable, más adelante, tener puntos de referencias para ayudar a la memoria.
La importancia de la construcción de la biblioteca propia. La importancia de escribir las ideas y pensamientos que merecen ser conservados.
Notas, fichas y la conservación del conocimiento.
La ventaja de estos cuadernos, agendas, libros de razón, diarios, comoquiera que se llame, consiste en permitir, “después de largos olvidos”, como dice Virgilio 17, la operación tan agradable del recuerdo. Recordar no es acordarse. Esta sílaba le introduce la idea de una acción de la mente que vuelve sobre el acto, tal como la reflexión vuelve sobre la atención, lo que, según el caso, perfecciona o corrompe. Hace de un simple recuerdo el alimento de tu vida interior. La utilidad de la escritura consiste en ayudar a la atención dándole un acompañamiento que le impida desviarse. El escribir es necesario para muchas mentes, para pensar. El hecho de escribir obliga a desplegar por fuera lo que se oculta por dentro. Nos permite resumirnos, orientarnos. El escribir también os da la seguridad de que lo que ha sido pensado permanecerá para vosotros y para otros. Os consuela de la impresión de evanescencia, inmanente al acto furtivo del pensamiento. Asimismo, el hecho de escribir os alivia; os descarga del peso que da la impresión de lo inefable y lo inexpresable. Contamos, enseñamos, recordamos, pronosticamos, ¡y de un modo tan libre! El primer gesto del tirano consiste en confiscarse las plumas, tal como hemos visto en 1940 18. 17
Poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. En la obra de Dante Alighieri, La Divina Comedia, fue su guía a través del Infierno y del Purgatorio (70 a.C.-19 a.C). 18
Invasión del ejército alemán a Francia en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
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La utilidad y los beneficios de la escritura íntima y personal.
CAPÍTULO VII Fichas, notas y clases Para que la nota se transforme en ficha hay que tomar varias precauciones. El tamaño de nuestras fichas debe ser siempre el mismo, desde vuestra juventud hasta vuestra muerte. Poco importa en el fondo ese tamaño con tal de que sea siempre el mismo. Conviene adoptar cuanto antes vuestro formato y conformaros a él para siempre. Creo tener que proponeros un segundo principio, no menos indispensable; que la ficha ideal es la que podéis, si viene al caso, meter en el bolsillo, la que podéis llevar con vosotros en una agenda de hojas intercambiables. Una nota bien tomada debería servir a vuestros amigos y a vuestros descendientes.
La fichas como herramienta de almacenamiento de ideas y pensamientos.
La ventaja de esto es poder captar la palabra, la información, la inspiración que pasa, sin más trabajo que el de atraparla al vuelo. La idea nos llega inesperadamente. Una fórmula, una línea, una fecha, un detalle, una precisión, una cifra, no hace falta más, ya sea para resumirlo todo, ya sea para ponerlo todo en movimiento. La mente es fugaz; no se repite: si no se retiene el oráculo en el momento no se volverá a dar nunca más. Lo que se omite en ese instante estará omitido para siempre. Las fichas pequeñas, siempre iguales, permiten hacer notas en todas partes: en la plaza, en la calle y en medio del bullicio, en el avión, durante una interrupción del sueño, en un intersticio de la fatiga, con más razón durante las clases y a lo largo de una sesión de estudio 19. La clasificación de las notas tomadas obedece a un principio muy sencillo. Una nota está bien clasificada cuando se la encuentra rápidamente . El mejor método de clasificación sería el que os permitiese encontrar en diez segundos, al cabo de diez años, una nota cualquiera. Se deben clasificar las notas únicamente si se tiene un temperamento ordenador: porque la clasificación, como todos los actos de elegancia y de lujo, no tolera la mediocridad. Más vale no clasificar que clasificar mal. El interés de las fichas consiste en que se puede modificar su orden cuando se quiera: las fichas no piden otra cosa que ser revueltas e intercambiadas. Se pueden pensar otros procedimientos que no sean fichas verticales. Algunos, que le tienen horror a la idea de orden estricto y que tienen naturaleza artística, prefieren carpetas, que tienen la gran ventaja de poder contener notas largas, artículos de prensa. La nota breve elimina el contexto. Y el contexto es a menudo indispensable. De todas formas, no basta con usar tal o cual procedimiento para pensar. Pero el pensamiento es un hálito tan sutil, tan poco frecuente, que nunca tenemos bastante medios para prepararlo, para sustituirlo, hacerlo agradable, multiplicarlo en sus efectos, transmitirlo a un número mayor de mentes.
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Obviamente, las herramientas para hacer estas fichas y notas han evolucionado. Hoy en día la tecnología ofrece múltiples posibilidades. Sin embargo, la idea central de este capítulo es tan válida hoy en día como en el momento de su escritura.
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La clasificación de las fichas
Ejemplo de nota Se refiere al préstamo con interés, tal como se hacía en la Edad Media. Este préstamo, dice la nota, está condenado por los teólogos según el principio de la justicia por el cual pedir una renta por un dinero prestado es abusar del pobre, y esto era entonces innegable, ya que la plata y el oro no tenían valor por sí mismos. Se admitía el interés, dice mi nota, solamente en tres casos: cuando el beneficio cesaba (lucum sessans), cuando el que prestaba sufría un perjuicio a causa de su acción (dammum emergens), y, por fin, cuando podía no recuperar su dinero (periculum sortis). Las condiciones económicas han cambiado, la excepción se ha convertido en regla, lo que antaño era injusto ha sido considerado como justo, no porque se hayan modificado los principios de la justicia, sino porque el dinero ha cobrado valor. Este es el resumen de las ideas de los hechos contenidos en esta pequeña nota. La nota se clasifica con las siguientes palabras: Desarrollo, Uso, aplicación, regla, excepción, moral y sociología, idea de justicia. Esto debería indicar cómo las informaciones contenidas en esta nota podrían ser utilizadas diversamente sobre estos campos de batalla desconocidos que son las lecciones, las disertaciones, los exámenes orales.
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CAPÍTULO VIII La escritura y el estilo Una gran parte de nuestro esfuerzo consiste en expresarse a sí mismo, por medio de la palabra o por escrito. En esto reside el arte de vender, el arte de persuadir el arte de amar, el arte de gobernar. En nuestro tiempo, por razones que unas son buenas, otras son oscuras, el arte de la expresión tiende a desaparecer. Se aprende menos ahora, creyendo que lo esencial no es hablar sino saber y que el que sabe hablará bien por añadidura. Esto sería verdad si no hubiese lazos sustanciales entre el pensamiento y el lenguaje. Pero estas dos traducciones de nuestro ser se relaciona tanto entre sí que no se puede destacar en una de ellas sin apoyarse en la otra. Los jóvenes de ahora, cargados de hechos, ideas o de pensamientos, son incapaces a menudo de comunicarlos. Algunos piensan que la forma se añade al fondo como hace un adorno, con lo cual resultaría que la preocupación por la forma es una preocupación mundana y facultativa, siendo lo principal tener fondo. Las Ciencias dan el fondo; las Letras enseñan la forma. Se puede entonces, si acaso, suprimir las Letras. Estas opiniones muestran la ignorancia de lo que es toda composición, ese trabajo que únicamente enseñan las Letras. Componer es ordenar el pensamiento, buscar sus partes, sus momentos y sus etapas. El estilo es la marca que pone el obrero en su obra. No basta con que una obra haga pensar en su objeto para que sea humana; es necesario también que refiera discretamente el pensamiento sobre su autor y que haga, por transparencia, adivinar su rostro. Y eso es verdad incluso en las obras de la ciencia: porque hay varias maneras de presentar un mismo orden. Y por ello el estilo es distinto de la corrección de lenguaje, y las incorrecciones son hermosas cuando no proceden de la ignorancia, sino de un movimiento de la mente que se desvela. El trabajo literario, en cualquier fase que se lo considere, no puede descomponerse en dos momentos, de los cuales el primero sería la búsqueda de una verdad y el segundo la traducción de esa verdad a una lengua correcta: forma y fondo deben surgir del caos y de la indolencia con el mismo esfuerzo. Esto implica que cuando el niño no tiene todavía bastantes ideas, el mayor servicio que puede prestársele es poblar su mente con formas bellas, aunque sean todavía vacías para él, que más adelante atraerán a usos y sentidos.
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Los lazos entre el pensamiento y el lenguaje.
La falsa dicotomía entre forma y fondo.
CAPÍTULO IX Fragmentos de una carta a un joven de este tiempo Antes de que cierres este pequeño libro, permíteme, joven de este tiempo, cualesquiera que sean tu raza, tu país, y tu fe, añadir unos últimos pensamientos. Si los capítulos precedentes tienen algún sentido, éste es, tal como ya he dicho, el de tranquilizarte. Dudas de ti. Te equivocas. Podrás lo que quieras, si lo quieres con arte y largamente. La perfección no está lejos de ti. ¡Cuánto tiempo puede perderse buscando el mejor libro, el mejor método, el mejor amigo! A un alumno que le preguntaba que cuál era el mejor manual, un viejo maestro le respondía: “Amigo mío, es el que tiene usted. ” Y se podría añadir que el mejor momento es éste, el
mejor ambiente, es que está aquí; el mejor pensamiento el que te visita. No busques, pues, lo mejor. Pero comunica con lo que tienes entre manos, con lo que haces ahora, por medio de la aplicación de tu mente, esa dignidad de ser el mejor. Acepta tus límites por todas partes. El límite da la forma, que es una condición de la plenitud. Lo que importa es que permanezcas por encima de tu trabajo y que utilices este trabajo para formarte bien. Para ello, creo que no hay más que un consejo que darte, siempre incomprendido o disfrazado, y qu e lo será hasta el final: “Busca la verdad. No digas más de lo que creas saber, y cállate lo demás. Exprésate con sinceridad y rechaza las palabras de relleno. Dirígete a lo puro y a lo auténtico. Si habiendo encontrado la verdad tienes que comunicarla, hazlo de la manera más conforme con tu verdad interior. ” Lo principal es hacer lo que aconsejaba el viejo Eclesiástico: darse alegría en el trabajo y hacer gozar el alma en medio del trabajo.
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