Si gmu mundFr eud
Laher enci ayl aet i ol ogí adel as neurosis 1896
Aclaración Preliminar
Me dirijo especialmente a los alumnos de J. M. Charcot, para presentarles algunas objeciones contra la teoría etiológica de las neurosis, que nuestro común maestro nos ha transmitido. Conocido es el papel atribuido a la herencia nerviosa en esta teoría. rataríase de la única causa verdadera e indispensable de las a!ecciones neuróticas, no pudiendo aspirar las dem"s in!luencias etiológicas sino a la categoría de agentes provocadores. Así lo han a!irmado a m"s del mismo maestro, sus discípulos #uinon, #uilles de la ourette $ Janet, por lo que respecta a la histeria, sosteni%ndose tambi%n en &rancia, $ un poco en todas partes, esta misma opinión con relación a las dem"s neurosis, aunque por lo que se re!iere a estos estados, an"logos a la histeria, no ha$a sido enunciada de un modo tan solemne $ decidido. 'ace $a mucho tiempo que vengo sospechando de la e(actitud de esta teoría, pero me ha sido necesario esperar hasta encontrar en la pr"ctica cotidiana del m%dico hechos en que apo$arme. Ahora mis objeciones son $a de dos órdenes) argumentos de hecho $ otros productos de la especulación. Comen*ar% por los primeros, orden"ndolos según la importancia que les concedo.
+ a A veces se han creído nerviosas, $ demostrativas de una tendencia neurop"tica hereditaria, a!ecciones e(tra-as al dominio de la europatología, $ que no dependen necesariamente de una en!ermedad del sistema nervioso. Así, Así, las neuralgias !aciales $ muchas ce!alalgias, que se creían nerviosas, siendo m"s bien consecuencias de
alteraciones patológicas postin!ecciosas $ de supuraciones en el sistema cavitario !aringonasal. Por mi parte, esto$ persuadido de que sería ventajoso para los en!ermos el que nosotros, los neurólogos, abandon"semos m"s !recuentemente el tratamiento de tales a!ecciones a los rinólogos. b /e ha aceptado como ra*ón su!iciente para suponer en un en!ermo taras nerviosas hereditarias todas las a!ecciones nerviosas halladas en su !amilia, sin tener en cuenta su !recuencia ni su gravedad. 0sta manera de ver las cosas parece contener una precisa separación entre las !amilias indemnes de toda predisposición nerviosa $ las !amilias sujetas a ella sin límite ni restricción, siendo así que los hechos abo gan m"s bien en !avor de la opinión contraria, según la cual e(isten transiciones $ grados de disposición nerviosa, sin que ninguna !amilia se halle en absoluto indemne de ella. c uestra opinión sobre el papel etiológico de la herencia en las en!ermedades nerviososas habr" de ser, desde luego, el resultado de un e(amen estadístico imparcial $ no de una petitio principii. 0n tanto este e(amen no ha$a sido reali*ado, deber" suponerse tan posible la e(istencia de neuropatías adquiridas como la de neuropatías hereditarias. Ahora bien) si puede haber neuropatías adquiridas por hombres no predispuestos, no se podr" negar que las a!ecciones nerviosas halladas en la !amilia del paciente tengan en parte este origen, $ entonces no ser" tampoco posible invocarlas como pruebas conclu$entes de la disposición hereditaria, impuesta al en!ermo por ra*ón de su historia !amiliar, puesto que el diagnóstico retrospectivo de las en!ermedades de los ascendientes o de los !amiliares ausentes sólo raras veces tiene %(ito. d Aquellos que siguen a &ournier $ a 0rb en lo que respecta al papel etiológico de la sí!ilis en la tabes dorsal $ en la par"lisis progresiva han visto que es preciso reconocer en la patogenia de ciertas en!ermedades la colaboración de poderosas in!luencias etiológicas distintas de la herencia, importante para producirlas por sí solas. / in embargo, Charcot !ue hasta su última %poca 1según lo demuestra una carta privada que de %l poseo1 absolutamente opuesto a la teoría de &ournier, la cual va ganando cada día m"s terreno. e 0s indudable que ciertas neuropatías pueden desarrollarse en individuos per!ectamente sanos $ de !amilia irreprochable. Así se observa cotidianamente con respecto a la neurastenia de 2eard. /i la neurastenia se limitase a los individuos predispuestos, no habría adquirido jam"s la importancia $ la e(tensión que le conocemos. ! 0n la patología nerviosa ha$ la herencia similar $ la herencia llamada disimilar. Por lo que respecta a la primera, no ha$ nada que objetar, siendo incluso mu$ singular que en las a!ecciones dependientes de la herencia similar 3en!ermedad de homsen, de &riedreich, miopatías, corea de 'untington, etc%tera no se encuentra jam"s la huella de otra in!luencia etiológica accesoria. Pero la herencia disimilar, mucho m"s importante que la otra, deja lagunas, que sería necesario llenar para llegar a una solución satis!actoria de los problemas etiológicos. os re!erimos al hecho de que los miembros de la misma !amilia se muestran visitados por las neuropatías m"s diversas, !uncionales $ org"nicas, sin que pueda descubrirse una le$ que dirija la sustitución de una en!ermedad por otra o el orden de su sucesión a trav%s de las generaciones. Al lado de los individuos en!ermos ha$ en estas !amilias personas que permanecen sanas, $ la teoría de la herencia disimilar no nos dice por qu% estas últimas soportan la misma carga hereditaria sin sucumbir a ella,
ni por qu% los individuos en!ermos han escogido entre las a!ecciones que constitu$en la gran !amilia neurop"tica una determinada en!ermedad en lugar de otra4 la histeria en lugar de la epilepsia, la locura, etc. Como en la patogenia nerviosa no puede concederse lugar alguno al a*ar, habremos de reconocer que no es la herencia la que preside la elección de la neuropatía que se desarrollar" en el miembro de una !amilia a!ecto de predisposición, suponiendo, en cambio, la e(istencia de otras in!luencias etiológicas de una naturale*a menos incomprensible4 in!luencias que merecer"n entonces el nombre de etiología especí!ica de tal o cual a!ección nerviosa. /in la e(istencia de este !actor etiológico especial, la herencia no hubiera podido hacer nada, $ si dicha etiología especí!ica hubiera sido sustituida por otra in!luencia, se hubiera prestado a la producción de otra distinta neuropatía.
++ ales causas especí!icas $ determinantes de las neuropatías han sido poco investigadas, por tener cautivada la atención de los m%dicos la grandiosa perspectiva de la condición etiológica hereditaria. /in embargo, merecen ciertamente que se les haga objeto de un asiduo estudio. Aunque su potencia patógena no sea, en general, sino accesoria a la de la herencia, ha de ser interesantísimo el conocimiento de esta etiología especí!ica, que proporcionar" a nuestra labor terap%utica un punto de ataque, mientras que la disposición hereditaria, !ijada de antemano para el en!ermo desde su nacimiento, detiene nuestros es!uer*os, mostr"ndose como un poder inabordable. Por mi parte, vengo entreg"ndome desde hace a-os a la investigación de la etiología de las grandes neurosis 3estados nerviosos !uncionales an"logos a la histeria, $ las líneas que siguen contienen el resultado de estos estudios. Para evitar todo posible error de interpretaciones, e(pondr% en primer lugar dos observaciones sobre la nosogra!ía de las neurosis $ sobre la etiología de las neurosis en general. Me ha sido necesario comen*ar mi trabajo por una innovación nosogr"!ica. 'e hallado ra*ones su!icientes para situar al lado de la histeria la neurosis obsesiva como a!ección autónoma e independiente, aunque la ma$oría de los autores coloquen las obsesiones entre los síndromes de la degeneración mental o las con!undan con la neurastenia. Por mi parte, he descubierto, e(aminando su mecanismo psíquico, que las obsesiones se hallan enla*adas a la histeria m"s íntimamente de lo que se cree. 5a histeria $ la neurosis obsesiva !orman el primer grupo de las grandes neurosis por mí estudiadas. 0l segundo contiene la neurastenia de 2eard, que $o he descompuesto en dos estados !uncionales di!erentes, tanto por su etiología como por su aspecto sintom"tico) la neurastenia propiamente dicha $ la neurosis de angustia, denominación esta última que, dicho sea de paso, no acaba de satis!acerme. 0n un estudio, publicado en 6789, he e(puesto las ra*ones de esta separación, que creo necesaria.
0n cuanto a la etiología de las neurosis, pienso que se debe reconocer en teoría que las in!luencias etiológicas, di!erentes entre sí por su categoría $ por el orden de su relación con el e!ecto que producen, pueden agruparse en tres clases) condiciones, causas concurrentes $ causas especí!icas. 5as condiciones son indispensables para la producción de la a!ección de que se trate, pero su naturale*a es universal, $ se encuentran igualmente en la etiología de muchas otras en!ermedades. 5as causas concurrentes colaboran tambi%n en la causación de otras a!ecciones pero no son, como las condiciones, indispensables para la producción de una determinada. Por último, las causas especí!icas son tan indispensables como las co ndiciones pero no aparecen m"s que en la etiología de la a!ección, de la cual son especí!icas. Pues bien4 en la patogenia de las grandes neurosis, la herencia representa el papel de una condición, poderosa en todos los casos, $ hasta indispensable en la ma$or parte de los mismos. o podría ciertamente prescindir de la colaboración de las causas especí!icas, pero su importancia queda demostrada por el hecho de que las mismas causas, actuando sobre un individuo sano, no producirían ningún e!ecto patológico mani!iesto, mientras que su acción sobre una persona predispuesta har" surgir la neurosis, cu$a intensidad $ e(tensión depender"n del grado de tal condición hereditaria. 5a acción de la herencia es, pues, comparable a la del hilo multiplicador en el círculo el%ctrico, que e(agera la desviación visible de la aguja, pero no puede jam"s determinar su dirección. 0n las relaciones e(istentes entre la condición hereditaria $ las causas especí!icas de la neurosis ha$ aún algo que anotar. 5a e(periencia nos muestra algo que de antemano podíamos haber supuesto, o sea, que no deben despreciarse en estas cuestiones de etiología las cantidades relativas, por decirlo así, de las in!luencias etiológicas. 5o que no se hubiera adivinado en el hecho siguiente, que parece resultar de mis observaciones) la herencia $ las causas especí!icas pueden reempla*arse en lo que respecta a su lado cuantitativo, $ así, la concurrencia de una seria etiología especí!ica con una disposición mediocre, $ la de una herencia nerviosa mu$ intensa con una in!luencia especí!ica ligera, producir"n el mismo e!ecto patológico. :e este modo, aquellas neurosis, en las que en vano buscamos un grado apreciable de disposición hereditaria, no ser"n sino un e(tremo de la serie así constituida, siempre que dicha !alta se halle compensada por una poderosa in!luencia especí!ica. Como causas concurrentes o accesorias de las neurosis podemos enumerar todos los agentes vulgares encontrados en otras ocasiones) las emociones morales, el agotamiento som"tico, las en!ermedades agudas, las into(icaciones, los accidentes traum"ticos, el surmenage intelectual, etc. A mi juicio, ninguno de ellos, ni aun el último, entra regular o necesariamente en la etiología de la neurosis, $ s% mu$ bien que enunciar esta opinión es situarse en!rente de una teoría considerada universal o irreprochable. :esde que 2eard declaró que la neurastenia era el !ruto de nuestra civili*ación moderna, sólo cre$entes ha encontrado. Mas por mi parte me es imposible agregarme a esta opinión. ;n laborioso estudio de las neurosis me ha ense-ado que la etiología especí!ica de las mismas se sustrajo al conocimiento de 2eard.
o est" en mi "nimo despreciar la importancia etiológica de tales agentes vulgares. /on mu$ varios $ !recuentes, $ siendo acusados casi siempre por los en!ermos mismos, se hacen m"s evidentes que las causas especí!icas de las neurosis) etiología oculta e ignorada. Con gran !recuencia desempe-an la !unción de agentes provocadores, que hacen mani!iesta la neurosis, hasta entonces latente, enla*"ndose a ellos un inter%s pr"ctico, puesto que la consideración de estas causas vulgares puede prestar puntos de apo$o a una terapia que no se proponga una curación radical $ se contente con retrotraer la a!ección a su anterior estado de latencia. Ahora bien) jam"s se consigue comprobar una relación constante $ estricta entre una de estas causas vulgares $ una determinada a!ección nerviosa. Así, la emoción moral se encuentra tanto en la etiología de la histeria, las obsesiones $ la neu rastenia como en la de la epilepsia, la en!ermedad de Par 0s acaso una sola o son varias> =Puede qui*" comprobarse una relación etiológica constante entre tal causa $ tal e!ecto neurótico, de modo que a cada una de las grandes neurosis podamos adscribir una etiología particular> Apo$ado en un e(amen laborioso de los hechos, he de a!irmar que esta última suposición corresponde e(actamente a la realidad4 que cada una de las grandes neurosis enumeradas tiene por causa inmediata una perturbación particular de la economía nerviosa, $ que estas modi!icaciones patológicas !uncionales reconocen como origen común la vida se(ual del individuo, sea un desorden de la vida se(ual actual, sean sucesos importantes de la vida pret%rita. o es %sta en verdad una a!irmación nueva e inaudita. 0ntre las causas de la nerviosidad se han admitido siempre los desórdenes se(uales, pero subordin"ndolos a la herencia, coordin"ndolos con los dem"s agentes provocadores $ restringiendo su in!luencia etiológica a un número limitado de casos observados. 5os m%dicos han llegado incluso a adquirir la costumbre de no buscarlos si el en!ermo no se re!iere a ellos espont"neamente. 0n cambio, !und"ndome $o en los resultados de mis investigaciones, elevo tales in!luencias se(uales a la categoría de causas especí!icas4 recono*co su acción en todos los casos de neurosis, $ encuentro, en !in un paralelismo regular4 prueba de una relación etiológica particular entre la naturale*a de la in!luencia se(ual $ la especie morbosa de la neurosis.
0sto$ seguro de que esta teoría provocar" una tempestad de contradicciones por parte de los m%dicos contempor"neos. Pero no es %ste el lugar de presentar los documentos $ las e(periencias que me han impuesto mi convicción ni de e(plicar el verdadero sentido de la e(presión, un tanto vaga, ?desórdenes de la economía nerviosa@. odo ello ser" reali*ado con la ma$or amplitud en una o bra que preparo sobre la materia. 0n el presente estudio me limitar% a enunciar mis resultados. 5a neurastenia propiamente dicha, de un aspecto clínico mu$ monótono en cuanto se separa de ella la neurosis de angustia 3!atiga sensación de asco, dispepsia !latulenta estre-imiento, parestesias espinales, debilidad se(ual, etc., no reconoce como etiología especí!ica m"s que el onanismo 3inmoderado o las poluciones espont"neas. 5a acción prolongada e intensa de esta perniciosa satis!acción se(ual se basta para provocar la neurosis neurast%nica o para imponer al sujeto el sello neurast%nico especial que se mani!iesta m"s tarde bajo la in!luencia de una causa ocasional accesoria. 'e hallado tambi%n personas que presentaban los signos de constitución neurast%nica, $ en las cuales no he conseguido evidencia la etiología citada, pero por lo menos he logrado comprobar que la !unción se(ual no se había desarrollado nunca en ellas hasta el nivel normal, pareciendo dotadas por herencia de una constitución se(ual an"loga a la que en el neurast%nico se produce a consecuencia del onanismo. 5a neurosis de angustia, cu$o cuadro clínico es mucho m"s rico 3irritabilidad, estado de espera angustiosa !obias, ataques de angustia completos o rudimentarios, de miedo, de v%rtigo, temblores, sudores, congestión, disnea, taquicardia, etc%tera4 diarrea crónica, v%rtigo crónico de locomoción, hiperestesia, insomnios, etc., se revela !"cilmente como el e!ecto especí!ico de diversos desórdenes de la vida se(ual, que no carecen de un car"cter común a todos. 5a abstinencia !or*ada, la e(citación genital !rustrada 3no satis!echa por el acto se(ual, el coito imper!ecto o interrumpido, los es!uer*os se(uales que sobrepasan la capacidad psíquica del sujeto, etc., todos estos agentes, !recuentísimos en la vida moderna, coinciden en perturbar el equilibrio de las !unciones psíquicas $ som"ticas en los actos se(uales, impidiendo la participación psíquica necesaria para libertar a la economía nerviosa de la tensión gen%sica. 0stas observaciones, que contienen qui*" el germen de una e(plicación teórica del mecanismo !uncional de la neurosis de angustia, muestran al mismo tiempo que no es aún posible ho$ en día desarrollar una e(posición completa $ verdaderamente cientí!ica de la materia, siendo previamente necesario abordar el problema !isiológico de la vida se(ual desde un punto de vista nuevo. :ir%, por último, que la patog%nesis de la neurastenia $ de la neurosis de angustia puede prescindir de la concurrencia de una disposición hereditaria. Así lo comprueban, en e!ecto, mis observaciones cotidianas. Pero si la herencia concurre, ejercer" una !ormidable in!luencia sobre el desarrollo de la neurosis. Para la segunda clase de las grandes neurosis, la histeria $ la neurosis obsesiva, la solución del problema etiológico es sorprendentemente sencilla $ uni!orme. :ebo mis resultados al empleo de un nuevo m%todo de psicoan"lisis, al procedimiento e(plorador de J. 2reuer, un tanto sutil, pero insustituible por su e!icacia para iluminar los oscuros
caminos de la ideación inconsciente. Por medio de este procedimiento 1cu$a descripción no hemos de emprender aquí1 se persiguen los síntomas hist%ricos hasta su origen, constituido siempre por un suceso de la vida se(ual del individuo, mu$ apropiado para producir una emoción penosa. 0(plorando paso a paso el pret%rito del en!ermo, dirigidos siempre por el encadenamiento org"nico de los síntomas, los recuerdos $ los pensamientos en estado de vigilia, hemos conseguido llegar al punto de partida del proceso patológico $ hemos comprobado que en el !ondo de todos los casos sometidos al an"lisis e(istía lo mismo la acción de un agente que había de ser aceptada como causa especí!ica de la histeria. r"tase, desde luego, de un recuerdo relativo a la vida se(ual, pero que o!rece dos caracteres de m"(ima importancia. 0l suceso del cual ha conservado el sujeto un recuerdo inconsciente es una e(periencia se(ual preco* con e(citación real de las partes genitales, seguida de un abuso se(ual practicado por otra persona $ el período de la vida en el que acaeció este suceso !unesto es la in!ancia hasta la edad de ocho o die* a-os, antes de haber llegado el ni-o a la madure* se(ual. Así, pues, la etiología especí!ica de la histeria est" constituida por una e(periencia de pasividad se(ual anterior a la pubertad. A-adiremos sin dilación algunos hechos detallados $ algunos comentarios al resultado enunciado para evitar la descon!ian*a que sabemos han de despertar nuestras a!irmaciones. 'emos podido practicar el psicoan"lisis completo de trece casos de histeria, tres de los cuales eran verdaderas combinaciones de la histeria con la neurosis obsesiva 3$ no histeria con obsesiones. 0n ninguno de ellos !altaba el suceso antes descrito hall"ndose representado por un atentado brutal cometido por una persona adulta o por una seducción menos r"pida $ menos repulsiva, pero conducente al mismo !in. :e los trece casos, se trataba en siete de relaciones entre sujetos in!antiles4 esto es, de relaciones se(uales entre una ni-a $ un ni-o algo ma$or que ella, casi siempre su hermano, víctima a su ve* de una seducción anterior. 0stas relaciones habían continuado algunas veces durante a-os enteros, hasta la pubertad de los peque-os culpables, repitiendo siempre el ni-o con su pareja, sin innovación alguna, las mismas pr"cticas de que antes había %l sido objeto por parte de una criada o una institutri*, $ que a causa de este origen eran muchas veces de naturale*a repugnante. 0n algunos casos concurrían las relaciones in!antiles $ el atentado o el abuso brutal reiterado. 5a !echa de la e(periencia preco* era variable. 0n dos casos comen*aba la serie a los dos a-os 3> del in!antil sujeto. Pero la edad m"s !recuente era entre los cuatro $ los cinco a-os. /er" qui*" un a*ar, pero mis observaciones me han dado la impresión de que una e(periencia de pasividad se(ual posterior a la edad de ocho a die* a-os no puede $a servir de base a la constitución de una neurosis. =Cómo llegar a convencerse de la realidad de estas con!esiones obtenidas en el an"lisis que pretenden ser recuerdos conservados d esde la primera in!ancia $ cómo precaverse contra la inclinación de mentir $ la !acilidad de invención atribuidas a los hist%ricos> o mismo me acusaría de credulidad censurable si no dispusiese de otras pruebas m"s conclu$entes. Pero es que los en!ermos no cuentan jam"s estas historias espont"neamente ni van nunca a o!recer al m%dico en el curso del tratamiento el recuerdo completo de una tal escena. o se consigue despertar la huella !ísica del suceso se(ual
preco* sino por medio de la m"s en%rgica presión del procedimiento analítico $ en lucha contra una enorme resistencia. 0s necesario arrancar el recuerdo tro*o a tro*o, $ mientras el mismo despierta en su consciencia, se muestran los pacientes invadidos por una emoción di!ícil de !ingir. 0l suceso se(ual preco* deja una huella imperecedera en la historia del caso, apareciendo representado en ella por una multitud de síntomas $ de rasgos particulares que no admiten otra e(plicación siendo e(igido de un modo perentorio por el encadenamiento sutil, pero sólido, de la estructura intrínseca de la neurosis. Por último, cuando no se penetra hasta dicho suceso, !alla el e!ecto terap%utico del an"lisis, $ de este modo no ha$ m"s remedio que aceptarlo o re!utarlo todo en conjunto. =Pueden comprenderse que una tal e(periencia se(ual preco* su!rida por un individuo cu$o se(o apenas se ha di!erenciado todavía llegue a constituirse en origen de una anormalidad psíquica persistente, como la h isteria> = cómo armoni*ar una tal hipótesis con nuestras ideas actuales sobre el mecanismo psíquico de esta neurosis> A la primera de estas interrogaciones podemos dar una respuesta satis!actoria) precisamente por tratarse de un sujeto in!antil no produce en su !echa la e(citación e!ecto alguno, pero su huella psíquica perdura. M"s tarde, cuando con la pubertad queda desarrollada la reactividad de los órganos se(uales hasta un n ivel inconmensurable con relación al estado in!antil, es reanimada esta huella psíquica inconsciente, $ a causa de la trans!ormación debida a la pubertad, despliega el recuerdo una potencia de la que careció totalmente el suceso mismo. 0l recuerdo actúa entonces como si !uese un suceso presente. r"tase, pues, por decirlo así, de una acción póstuma de un trauma se(ual. Por lo que sabemos, este despertar del recuerdo se(ual despu%s de la pubertad, habiendo acaecido el suceso mismo en una %poca mu$ anterior a tal período, constitu$e la única posibilidad psicológica de que la acción inmediata de un recuerdo sobrepase la del suceso actual. Pero ha de tenerse en cuenta que se trata de una constelación anormal, que ataca un lado d%bil del mecanismo psíquico $ produce necesariamente un e!ecto psíquico patológico. A mi juicio, esta relación inversa entre el e!ecto psíquico del recuerdo $ el del suceso entra-a la ra*ón por la cual el recuerdo permanece inconsciente. 5legamos así a un problema psíquico mu$ complejo, pero que debidamente apreciado promete arrojar algún día una viva claridad sobre las cuestiones m"s delicadas de la vida psíquica. 5as ideas aquí e(puestas, teniendo como punto de partida el hecho de que el psicoan"lisis nos revela siempre, como causa especí!ica de la histeria, el recuerdo de una e(periencia se(ual preco*, no se hallan de acuerdo con la teoría psicológica de la neurosis sostenida por Janet ni con ninguna otra, pero sí armoni*an per!ectamente con mis propias especulaciones sobre las neurosis de de!ensa. odos los sucesos posteriores a la pubertad, a los cuales es preciso atribuir una in!luencia sobre el desarrollo de la neurosis hist%rica $ sobre la !ormación de sus síntomas, no son en realidad sino causas concurrentes, agentes provocadores, como decía Charcot, para el cual ocupaba la herencia nerviosa el puesto que $o reclamo para la
e(periencia se(ual preco*. 0stos agentes accesorios no est"n sujetos a las condiciones estrictas que pesan sobre las causas especí!icas. 0l an"lisis demuestra de un modo irre!utable que sólo por su !acultad de despertar la huella psíquica inconsciente del suceso in!antil go*an de una in!luencia patógena en relación con la histeria. /u cone(ión con la huella patógena primaria es lo que lleva su recuerdo a lo inconsciente, !acult"ndolos así para contribuir al desarrollo de una actividad psíquica sustraída al poder de las !unciones conscientes. 5a neurosis obsesiva proviene de una causa especí!ica mu$ an"loga a la de la histeria. 0ncontramos tambi%n en ella un suceso se(ual preco* acaecido antes de la pubertad, cu$o recuerdo es activado en esta %poca o despu%s de ella, $ los mismos ra*onamientos $ observaciones e(puestos con ocasión de la histeria pueden aplicarse a los casos observados de esta neurosis 3seis, tres de ellos mu$ puros. o ha$ m"s que una di!erencia importante. 0n el !ondo de la etiología hist%rica hemos hallado un suceso de pasividad se(ual, una e(periencia tolerada con indi!erencia o con en!ado o temor. 0n la neurosis obsesiva se trata, por el contrario, de un suceso que ha causado placer, de una agresión se(ual inspirada por el deseo 3sujeto in!antil masculino o de una go*osa participación en las relaciones se(uales 3sujeto in!antil !emenino. 5as ideas obsesivas, reconocidas por el an"lisis en su sentido íntimo, reducidas, por decir así, a su m"s simple e(presión, no son sino reproches que el sujeto se dirige por el goce se(ual anticipado, si bien reproches des!igurados por una labor psíquica inconsciente de trans!ormación $ de sustitución. 0l hecho mismo de que tales agresiones se(uales tengan lugar a una edad tan tierna parece denunciar la in!luencia de una seducción anterior, de la cual es consecuencia la precocidad del deseo se(ual. 0n los casos por mí anali*ados ha quedado siempre con!irmada esta sospecha. :e este modo queda e(plicado un hecho constante en estos casos de neurosis obsesiva4 esto es, la complicación regular del cuadro sintom"tico por un cierto número de síntomas simplemente hist%ricos. 5a importancia del elemento activo de la vida se(ual en la etiología de las obsesiones $ la de la pasividad en la patogenia de la histeria parecen incluso revelar la ra*ón de la cone(ión m"s íntima de la histeria con el se(o !emenino $ de la pre!erencia del masculino por la neurosis obsesiva. A veces hallamos dos neuróticos que en su in!ancia !ormaron una pareja de in!antiles amantes, $ en estos casos el hombre padece una neurosis obsesiva $ la mujer una histeria. Cuando se trata de hermano $ hermana, no es di!ícil incurrir en el error de atribuir a la h erencia nerviosa lo que no es sino un e!ecto de e(periencias se(uales precoces. 0(isten, desde luego casos aislados $ puros de histeria o de neurosis obsesiva, independientes de la neurastenia o de la neurosis de angustia4 pero no es esto lo general. Por lo regular, la psiconeurosis se presenta como accesoria o la n eurosis neurast%nica, como evocada por ella, o siguiendo su declinación. 0llo obedece a que las causas especí!icas de estas neurosis, o sea, los desórdenes actuales de la vida se(ual, actúan al mismo tiempo como causas accesorias de las psiconeurosis cu$a causa especí!ica 1el recuerdo de la e(periencia se(ual preco*1despiertan $ reaniman.
Por lo que respecta a la herencia nerviosa, esto$ aún mu$ lejos de saber evaluar justamente su in!luencia en la etiología de las psiconeurosis. Concedo que su presencia es indispensable en los casos graves, $ dudo que lo sea en los leves4 pero esto$ convencido de que por sí sola no puede producir la psiconeurosis cuando su etiología especí!ica 1la e(citación se(ual preco*1!alta. 5lego incluso a opinar que la cuestión de determinar cu"l de las neurosis 1la histeria o la neurosis obsesiva1 se desarrolla en un caso dado no depende de la herencia, sino de un car"cter especial de dicho suceso se(ual preco*.
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