HISTORIA DE ESPAÑA
TEMA 2. 2.1.
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LA PREHISTORIA Y LA EDAD ANTIGUA
PROCESO DE HOMINIZACIÓN. NUEVOS HALLAZGOS .
Según los hallazgos paleontológicos encontrados hasta el momento, el comienzo de la Prehistoria en la Península Ibérica se remonta 1.200.000 años –industria –industria lítica más antigua localizada en Atapuerca- y se prolongaría hasta el entorno del 1.000 a.C. -primeros escritos de la cultura ibérica-. En el Paleolítico Inferior y Medio tiene lugar el lento proceso de hominización, localizándose en el citado yacimiento burgalés, en la cuenca del Manzanares, Granada y Gibraltar, entre otros, escasos restos homínidos del homo antecessor, erectus, heidelbergensis y neanderthalensis con vestigios de su industria lítica (lascas y bifaces). Completado el proceso evolutivo (ya plenamente sapiens sapiens) son numerosos los yacimientos del Paleolítico Superior -35.000 a. C.- especialmente en el área cantábrica. La abundancia de hallazgos permite suponer un aumento de población; la variedad variedad y perfección instrumental, instrumental, así como las importantes manifestaciones manifestaciones artísticas artísticas (destacan las pinturas rupestres de Altamira-Cantabria-) señalan el alto grado de desarrollo cultural y espiritual alcanzado por estos primeros pobladores de la Península. A partir de los años 90 del siglo pasado se han producido en España trascendentales hallazgos que han modificado teorías y fechas sobre la evolución humana en Europa, siendo los más importantes los del yacimiento de Atapuerca en Burgos. En 1992 se localizaron más de 30 ejemplares de pre neandertales que constituyen el 90% del registro mundial sobre este período y tienen una antigüedad de unos 250.000 años. El hallazgo más importante es el descubrimiento de una nueva especie, el homo antecesor, que quizá pueda ser considerado un antepasado común a neandertales y sapiens; estos restos se datan con la mayor antigüedad de Europa: 800.000 años. En 2007 se han localizado restos aún más antiguos, de 1,2 millones de años, todavía en proceso de estudio. Atapuerca se ha convertido en uno de los yacimientos prehistóricos más importantes del mundo por la antigüedad, la magnitud y la singularidad de sus restos.
2.2.
PUEBLOS PRE ROMANOS . COLONIZACIONES OLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES.
Los pueblos que habitaban Iberia anteriores a la romanización, civilizaciones protohistóricas que dominan la metalurgia del hierro y poseen escritura, presentan una síntesis de culturas autóctonas, influencia de las migraciones indoeuropeas y de las colonizaciones fenicia y griega. Se distinguen dos áreas claramente diferenciadas: Área IBERICA: IBERICA: Costa mediterránea, desde Cataluña hasta la desembocadura del Guadalquivir, habitada por pueblos independientes, sin unidad política, pero con características, tradiciones y rasgos culturales comunes (lengua y escritura, rituales funerarios, creencias religiosas, manifestaciones artísticas)que nos permiten agruparlos con la denominación común de íberos. íberos. Pueblos con una importante organización social, cuya base económica es la agricultura y el comercio. Especial mención merecen los tartesios, tartesios, asentados en el bajo Guadalquivir que llegaron a constituir la primera civilización evolucionada ibérica, mítica y legendaria (Tarsis, Argantonio), basada en la explotación minera y el comercio del mineral (estaño, oro y plata). Área CELTA: Por el resto de la Península se diseminaban multitud de pueblos diferentes de origen indoeuropeo. Apenas recibieron influencias de los colonizadores mediterráneos, por lo que su desarrollo era muy inferior al de los íberos, en un estadio cultural de la edad del Hierro: Sociedades jerarquizadas de tipo guerrero, de base agraria y pastoril, con diferencias significativas entre los diferentes pueblos. La historia propiamente dicha comienza en torno al primer milenio a. C. con la llegada a la Península de pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo Oriental, fundando factorías comerciales y los primeros núcleos urbanos y conectando Iberia con las civilizaciones históricas. FENICIOS: FENICIOS: Fundan colonias-factorías con el fin de intercambiar los productos manufacturados orientales por los metales ibéricos. Se asentaron en el “círculo del Estrecho”: Gadir – en torno al 800 a. C.-,
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Malaca, Sexi... Aportaciones: generalización del uso del hierro, salazón de pescados, salinas, salinas, nuevas técnicas cerámicas (torno alfarero), y, sobre todo, la introducción de la escritura alfabética, origen del alfabeto actual. GRIEGOS: GRIEGOS: Los griegos procedían de la colonia de Marsella. Se fueron asentando en la costa catalana y levantina fundando Rhode, Emporion –la –la principal colonia griega, 575 a. C.-... Tuvieron una gran influencia económica y cultural acuñando moneda propia e introduciendo nuevos cultivos como vid y olivo o animales como la gallina o el asno. CARTAGINESES: Herederos CARTAGINESES: Herederos de los fenicios se hicieron con el control del Mediterráneo occidental en pugna con Roma, creando un imperio comercial. Tras la derrota en la I guerra Púnica, la Península se impone enclave contra Roma (fundación de Cartago Nova alrededor del 228 a.C.), desencadenándose la 2ª guerra Púnica, protagonizada por el Aníbal, que provocaría el desembarco y la conquista romana.
2.3.
CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN: LA PERVIVENCIA DEL LEGADO CULTURAL ROMANO
En el 218 a C. Roma desembarcaba en la Península en el marco de la II guerra Púnica, iniciándose el proceso de conquista, rápido en la primera fase (área ibérica), y muy dificultoso en la conquista del interior peninsular (guerras lusitanas –Viriato –Viriato- y celtibéricas –Numancia-) –Numancia-) que no concluiría hasta el 19 a. C. por el propio Augusto. Con la denominación de HISPANIA la Península se convirtió en una parte fundamental del Imperio Romano, proporcionándole un enorme caudal de r ecursos materiales y humanos. Roma introdujo en Hispania todos los elementos propios de su civilización que terminaron por imponerse a las culturas indígenas mucho menos desarrolladas, un largo proceso de aculturación: la romanización, una u na transformación gradual, pero total, de la Península y sus habitantes en ciudadanos del Imperio Romano, asumiendo su organización política, social y jurídica, sus costumbres, su lengua y su religión, con pérdida, casi absoluta, de todo lo anterior. En la base de la romanización y del asentamiento romano están las ciudades, ciudades, centros de gobierno y administración, fundadas a imagen de la metrópoli y siguiendo el modelo urbanístico romano: Barcino, Tarraco, Hispalis, Emerita Augusta… Las obras públicas ocuparan un lugar preem inente destinadas a satisfacer las necesidades de los habitantes, ya sean materiales (calzadas, acueductos, puentes, murallas), culturales (teatros, anfiteatros, termas, templos) o para la propia exaltación del poder romano (arcos conmemorativos, foros). foros). La red de calzadas (vía Augusta, Augusta, vía de la Plata) que comunicaban las ciudades del Imperio fueron auténticos ejes ejes comerciales de desarrollo y comunicación. Los restos monumentales del legado romano son visibles en toda España, pero no menos importantes son el legado cultural: El latín fue latín fue el gran factor de la romanización y se impuso como lengua, oficial y privada; su herencia son las lenguas actuales de España (con la excepción del vasco). Junto a la gran herencia lingüística, es extraordinaria la influencia del derecho romano, romano , cuyos conceptos jurídicos (como derecho público o privado, contrato, ciudadanía, patria potestad....) son la base del derecho occidental. El cristianismo llegó cristianismo llegó muy pronto a la Península, a partir del siglo I y, al igual que la antigua religión politeísta, se fue implantando al ritmo marcado por Roma.
2.4.
LAS INVASIONES BÁRBARAS. EL REINO VISIGODO: INSTITUCIONES Y CULTURA
A principios del siglo V llegaron a Hispania varias oleadas de pueblos bárbaros (Vándalos, Alanos y Suevos). Los VISIGODOS, VISIGODOS, el pueblo germánico más romanizado asentado en el sur de la Galia, penetraron federados con Roma para restablecer su autoridad y expulsar a los invasores, asentándose defintivamente en Hispania tras su derrota por los francos (Vouillé, 507) que les obligó a abandonar la Galia. Constituyeron el primer reino hispano independiente (Reino de Toledo) Tol edo) alcanzando su máxima extensión y poder con Leovigildo en Leovigildo en el último tercio del siglo VI. Pronto procedieron a la unificación territorial, religiosa y legislativa c on la población hispano-romana. Sus instituciones y la formulación política toman como bases la herencia latina (organización administrativa, administrativa, derecho, derecho, lengua, religión) religión) y la tradición germánica germánica (monarquía electiva, derecho consuetudinario, vínculos de lealtad personal). Tres son las instituciones básicas del Estado visigodo: MONARQUÍA: MONARQUÍA: Una monarquía electiva (el rey es elegido por la aristocracia militar y económica) y débil, sometida a las facciones de nobles y eclesiásticos que han elegido o apoyado la elección del rey. Fue muy frecuente el destronamiento y el asesinato de los monarcas.
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OFFICIUM PALATINUM O AULA REGIA: Constituía el gobierno del Reino encomendado a los grandes de la nobleza, con el título de comes (comes thesauriorum, comes notariorum...) ; otros cargos eran los duces (delegados provinciales), comites civitates (jueces de las ciudades) y gardingos (jefes militares). CONCILIOS DE TOLEDO: Los concilios eran una asamblea nobiliaria y eclesiástica de celebración irregular para tratar asuntos políticos y religiosos. Recaredo (586-601) convocó el III Concilio, considerado el fundacional por cuanto se llevó a cabo para solemnizar la conversión visigoda al catolicismo, supuso la definición de la estructura del reino visigodo y la base de su ordenamiento jurídico. Pero fue a partir del IV (633) cuando los concilios toledanos pasaron a ser una verdadera institución llamada Concilio General Visigótico, llegándose a celebrar dieciocho
Al igual que la política, la cultura visigoda también aunó la tradición germánica con la herencia latina. El cristianismo impregnó su quehacer cultural y artístico e hizo a la Iglesia fuera la depositaria de la cultura clásica y casi la única fuente de nueva cultura o arte. La figura más destacada fue san Isidoro de Sevilla, con una gran producción literaria en todos los campos del saber. Su obra (Las Etimologías -primera gran obra de la Edad Media, un saber enciclopédico que pretendía recoger todos los conocimientos-) rescató el legado romano para la cultura visigoda.
Tema 3. 3.1.
La Península Ibérica en la Edad Media: AL-ANDALUS
EVOLUCIÓN POLÍTICA: CONQUISTA, EMIRATO Y CALIFATO
En el 711, impulsados por la yihad islámica predicada por Mahoma en el siglo anterior y aprovechando la descomposición interna del reino visigodo, el Califato Omeya de Damasco comenzaba la conquista de Hispania. Tras la derrota en la batalla de Guadalete el Estado visigodo se derrumbó con extraordinaria facilidad y la mayoría de la población hispano-visigoda aceptó a los nuevos dominadores, no solo sin oponer resistencia, sino en franca colaboración, especialmente un amplio sector de la nobleza goda. En cuatro años la totalidad del territorio peninsular (a excepción de las montañas del norte) estaba en posesión musulmana y era gobernado por delegados del Califa de Damasco. Hasta el 755 Al-Andalus, nueva denominación de la Península, funcionó como un emirato dependiente de la autoridad califal. Emirato Independiente (756 –929): Abd-al Rahman, príncipe Omeya huido de Damasco, se refugia en Al-Andalus y proclama su independencia política, consolidando un Estado con capital en Córdoba y fuertemente centralizado, pero con gran inestabilidad debido a las continuas rebeliones internas y al progresivo avance cristiano. Paralelamente se produjo la total islamización de la sociedad andalusí. Califato de Córdoba (929-1031): El 8º emir, Abderramán III, se proclamó califa de Al-Andalus, emprendió la pacificación del territorio y la restauración del debilitado poder central cordobés. Fue el período más brillante del Islam español: Córdoba se convirtió en la ciudad más importante del occidente europeo, poblada, rica y culta (Mezquita mayor, palacio de Medina Azahara...), esplendor que se mantuvo con Al-Hakam II. Pero su sucesor, Hisham II, un niño, fue suplantado en el poder por Al-Mansur (Almanzor), apoyándose en el ejército y atacando a los reinos cristianos (55 expediciones: Barcelona, Santiago...). A su muerte estalla una crisis política, en la que se suceden 13 califas entre 1009 y 1031, que provocó la desintegración del califato.
3.2.
LA CRISIS DEL SIGLO XI: REINOS DE TAIFAS E IMPERIOS NORTEAFRICANOS
Con la caída del Califato, Al-Andalus se fragmentó en territorios independientes, los reinos de Taifas, antiguas provincias cuyos gobernadores habían adquirido una creciente autonomía como consecuencia de la desintegración del poder central. Los PRIMEROS TAIFAS (1031-1085) llegaron a ser 26 reinos principales (Badajoz, Sevilla, Toledo, Valencia, Zaragoza), territorios de distinto tamaño y riqueza, frecuentemente enfrentados, que tratan de reproducir a escala local el poder y prestigio del Califato cordobés, pero sin legitimidad política ni suficiente fuerza militar por lo que fueron sometidos por el avance cristiano, muchas Curso 2013 -2014
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veces aceptando parias hasta su definitiva conquista. En conjunto es un período de retroceso andalusí, tanto por el avance cristiano como por las sucesivas invasiones de los imperios norteafricanos (almorávides y almohades) que trataron no solo de detener la reconquista cristiana sino someter Al-Andalus a un poder extranjero. La toma de Toledo por Alfonso VI de Castilla provocó una nueva invasión musulmana protagonizada por el imperio Almorávide que reunificó Al-Andalus integrándolo en el imperio magrebí. Fue una ocupación militar que produjo un sentimiento de independencia entre los andalusíes. Su debilidad y caída condujo a un segundo período taifa, con menor número de reinos y más débiles, hasta que en 1146 se produce una segunda invasión norteafricana a cargo del fundamentalista califato Almohade, una verdadera ocupación violenta con gran oposición y resistencia de la población hispano musulmana. En el 1212 las fuerzas cristianas coaligadas en cruzada derrotan a los almohades en la batalla de Las Navas de Tolosa, lo que provocó su caída y una nueva división taifa, reducido ya Al-Andalus a Levante y Andalucía que serían rápidamente conquistados por el avance castellano (Fernando III) y aragonés (Jaime I). Solo el Reino Nazarí de Granada subsistiría durante los siglos XIV y XV como el único resto de Al-Andalus.
3.3.
AL -ANDALUS: ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL
Al-Andalus tuvo una economía próspera, monetaria y comercial, basada en una pujante agricultura de regadío, una importantísima actividad artesanal y un gran desarrollo comercial interno y externo. La agricultura constituía la base económica con grandes extensiones latifundistas de cereal, vid y olivo. Se introdujeron nuevas técnicas agrarias de regadío (norias, canales, acequias...) y nuevos cultivos de procedencia oriental (cítricos, arroz, algodón, caña de azúcar, azafrán, frutos secos...). La producción manufacturera tuvo un gran desarrollo en las ciudades (Córdoba, Toledo, Zaragoza) destacando la producción textil (brocados, sedas, algodón, lana...), la cerámica, orfebrería, taraceas, damasquinados, armas, vidrio y papel y la construcción naval en las atarazanas de Sevilla, Tortosa y Alcaçer do Sol. El comercio urbano es característica esencial de la cultura islámica, donde los zocos constituyen el centro de la ciudad, pero aún mayor repercusión económica tuvo el comercio exterior, con el resto del mundo islámico y con la Europa cristiana: se exportaban productos agrícolas, minerales, tejidos y artesanía y se importaban especias, productos de lujo, pieles, metales, armas y esclavos. La sociedad andalusí, rural, pero también con ciudades de gran importancia (excepcionalmente Córdoba), es compleja desde el punto de vista étnico-cultural y fuertemente estructurada, donde la religión era el principal elemento diferenciador incluso en la división socio -económica: Una minoría aristocrática árabe, que detenta el poder político-militar y la riqueza (tierras); las masas populares de campesinos, artesanos, comerciantes y mercaderes, constituidas por bereberes, muladíes (hispano- musulmanes), judíos y mozárabes (cristianos arabizados) y los esclavos (prisioneros de guerra, cristianos , africanos o eslavos).
3.4.
EL LEGADO CULTURAL
Al-Andalus se convirtió puerta de entrada de la cultura y los saberes orientales hacia toda Europa difundidos por el Camino de Santiago, por las órdenes monásticas o por los caballeros cruzados que, a la vez que combatían en Islam, se impregnaban de sus influencias; las matemáticas, las técnicas y productos agrícolas, el conocimiento de los clásicos griegos y latinos, el concepto de guerra santa o los avances en medicina y astronomía llegarán al occidente europeo a través de Al-Andalus, un auténtico puente entre la cultura musulmana y la Europa feudal. La cultura de Al-Andalus fue una de las más ricas de la época, muy por delante de la cultura cristiana de la Europa feudal. Aunque la cultura andalusí se expresaba en árabe clásico y seguía los modelos orientales, poseyó un carácter propio con un nivel muy alto en el desarrollo del pensamiento (Averroes), con logros espléndidos en varias ciencias (Azarquiel) o en la innovación de la poesía popular (Ibn Hazn). Ese legado cultural andalusí sigue presente en tres aspectos: - Patrimonial, el más evidente, con grandes monumentos (la Alhambra, la Mezquita, la Giralda o las alcazabas) y cientos de restos arquitectónicos en casi todos los pueblos de nuestra geografía y especialmente
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la andaluza: baños, aljibes, torres, castillos… También peculiaridades arquitectónicas propias, como las casas encaladas, la teja árabe, la utilización del yeso o de la azulejaría. - Lingüístico, a través de la toponimia en multitud de nombres de ciudades y pueblos (Andalucía, Alcalá), de ríos y montañas (Guadalquivir o Guadarrama), pero también la influencia del árabe en el latino-español debida al bilingüismo propio de aquella sociedad y la influencia mutua de dos idiomas que ninguno se impuso sobre el otro: el árabe ha dejado una profunda huella en el vocabulario del español y en la literatura romance (jarchas). - Cultural, es decir, la forma de ser, el carácter y la cultura popular: fiestas, música (mezcla de lo oriental con lo autóctono –buen ejemplo es el flamenco-), gastronomía (hortalizas, frutos secos, especias)
3.5.
LA MEZQUITA Y EL PALACIO EN EL ARTE HISPANO-MUSULMÁN
El arte andalusí tiene características comunes con el resto de las escuelas artísticas del mundo árabe. Los preceptos coránicos le impiden el desarrollo de las artes figurativas (escultura y pintura) y la arquitectura se convierte en su principal manifestación. El Islam no creó un estilo arquitectónico propio; adaptó los existentes a sus necesidades aportándoles una brillante ornamentación formada por escrituras cúficas con versículos del Corán, decoración vegetal y geométrica. La extraordinaria exuberancia decorativa que oculta materiales de construcción pobres (ladrillo) es un elemento clásico del arte hispano-musulmán, al igual que el contraste entre la pobreza y desnudez exterior del edificio frente a la riqueza y espectacularidad de sus interiores. Como elemento sustentante emplean el pilar cuadrado y la columna clásica, asiduamente reutilizada de edificaciones romanas o visigóticas precedentes. Uno de los elementos más característicos son el tipo de arcos (de herradura, lobulados, mixtilíneos…) y su empleo, a veces entrelazados o superpuestos (como en la mezquita cordobesa), creando sorprendentes efectos decorativos. A la cubierta aportan el uso de la bóveda de mocárabes y el uso de la cúpula de tipo califal. El edificio típico es la mezquita, siendo emblemática la gran mezquita de Córdoba, constituida por un patio ajardinado con fuente para las abluciones y una gran sala cuya techumbre está sostenida por una doble arquería de arcos de medio punto y herradura sustentados por columnas de mármol; el muro del fondo es la quibla en el que se abre el mihrab, la parte más importante, rica y decorada. En el exterior de las mezquitas destacan los esbeltos minaretes (como la giralda sevillana). El palacio es la otra construcción característica del arte hispano-musulmán. Perdido el palacio califal cordobés en Medina Azahara, los más significativos son la Aljafería de Zaragoza y, sobre todo, la monumental Alhambra granadina, joya del arte nazarita, caracterizado por la pobreza de sus materiales, su espléndida decoración y la extraordinaria conjugación de la arquitectura con elementos de la naturaleza y el paisaje ( jardines del Generalife).
Tema 4. 4.1.
LOS REINOS CRISTIANOS
LOS PRIMEROS NÚCLEOS DE RESISTENCIA CRISTIANA
Entre los siglos VIII y X los cristianos hispanos apenas se opusieron al dominio musulmán. Sólo en las montañas cantábricas y pirenaicas se limitaron a resistir el empuje arabista protegidos por una geografía que les servía de frontera natural. Esa franja de territorio norteña mantuvo la independencia tras la rápida conquista del resto del territorio peninsular y allí, con la escasa población autóctona y pequeñas migraciones que huían de la conquista, surgirían los primeros núcleos de resistencia cristiana. Lentamente irían aumentando sus dominios, más a costa de la “tierra de nadie” del pre -Pirineo o del valle del Duero, que a una confrontación abierta con Al-Andalus. Tres son los principales núcleos, origen de los reinos hispánicos: Núcleo Astur-leonés: Surge tras la mítica batalla de Covadonga (722), en la que los astures, dirigidos por Pelayo, vencen a algunas fuerzas musulmanas. Nació así el reino de Asturias que se fue extendiendo hasta abarcar el noroeste peninsular con las marcas de los condados de Portugal y Castilla y capital en León, una Curso 2013 -2014
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monarquía restauradora y pretendidamente heredera del orden visigodo, que se legitimó en el hecho religioso (sepulcro de Santiago) y en su relación con el resto de los reinos cristianos hispanos y europeos. Núcleo Navarro: En la zona occidental del Pirineo, los vascones derrotaron a los carolingios en Roncesvalles (778) lo que consolidó su independencia frente a la expansión del Imperio de Carlomagno. A mediados del siglo IX surgirá el reino de Pamplona con Iñigo Arista que iría expandiéndose hasta la ribera del Ebro e incorporando otros condados del Pirineo central (Aragón) hasta limitar sus fronteras con Castilla al oeste y la Marca Hispánica al este. En torno al año 1000 Sancho III el Mayor propició un acercamiento a la Europa feudal cristiana (regla benedictina, Camino de Santiago) y Navarra se convierte en el más poderoso de los reinos cristianos. Su testamento dividió el territorio navarro entre sus hijos dando lugar al nacimiento de los reinos de Castilla y Aragón. Núcleo Catalano-Aragonés: En el Pirineo central y oriental se formarían pequeños feudos sometidos a la monarquía franca que tratarían de lograr su independencia. La zona central se constituirá como reino de Aragón (Ramiro I) absorbiendo a los otros territorios, anexionándose Navarra y conquistando territorio musulmán (Huesca, Barbastro). En el este, los condados catalanes formaban parte de la Marca Hispánica carolingia y fue el conde de Barcelona Wifredo el Velloso quién logró la independencia y la unificación constituyendo el Principado de Cataluña que iría expandiéndose y consolidándose por el noreste peninsular.
4.2.
PRINCIPALES ETAPAS DE LA RECONQUISTA
Denominamos ‘Reconquista’ a la expansión de los reinos cristianos sobre Al-Andalus y su progresiva conquista hasta el total dominio de la Península y la expulsión musulmana. Se desarrolla entre el 722 (mítica batalla de Covadonga) y 1492 (conquista de Granada). El concepto es asimilable al de cruzada contra el Islam, reconocida como tal por el Papado y con la participación de caballeros europeos. Fases: SS. VIII-X (722-1031) Fase de total predominio musulmán La incapacidad demográfica de Al-Andalus para someter y repoblar el valle del Duero y el Pirineo permitió el nacimiento de los núcleos de resistencia cristiana que se irían convirtiendo en reinos ligados a la Europa feudal. A pesar de ello, el período coincide con el máximo auge de Al-Andalus, el Emirato y el Califato cordobés. La frontera se fija en los valles del Duero y del Ebro. SS. XI-XII (1031-1212) Fase de iniciativa cristiana y resistencia islámica Con la caída del Califato y la debilidad de los reinos de taifas, los reyes León, Castilla y Aragón hacen avanzar la reconquista. Son emblemáticas las conquistas de Toledo (1085, Alfonso VI de Castilla) y Zaragoza (1118, Alfonso I de Aragón). Aunque la llegada de los Almorávides frena el avance, se crean las órdenes militares (Calatrava, Alcántara, Santiago y Montesa) y en la segunda mitad del XII hay un nuevo impulso conquistador: Portugal conquista Lisboa, León llega hasta Alcántara, Castilla toma Cuenca y Aragón conquista Teruel. La invasión almohade detiene este avance (derrota cristiana en Alarcos, 1195), pero el espíritu de “cruzada” y la alianza de todos los monarcas –excepto el leonés- dirigidos por Alfonso VIII de Castilla infringirán la derrota de las Navas de Tolosa (1212) que abre definitivamente las puertas de Andalucía a la Reconquista cristiana. SS. XIII-XV (1212-1492) Fase de total predominio cristiano El XIII es el siglo de las grandes conquistas: Portugal concluye su reconquista con la toma del Algarve; León conquista Badajoz; Castilla –que se unirá definitivamente a León con Fernando III el Santo- toma el valle del Guadalquivir: Jaén, Córdoba y Sevilla. Alfonso X el Sabio, conquistará Cádiz. Aragón, con Jaime I el Conquistador, conquistó Mallorca, Ibiza y el reino de Valencia. Ambos monarcas pactan en el tratado de Almizra la frontera sureste de sus reinos acordando la incorporación de Murcia a Castilla. Al-Andalus ha quedado reducido al reino de Granada, pero la reconquista se estanca en los siglos siguientes por los problemas internos del reino castellano. En el último cuarto del siglo XV se produce la unidad dinástica de Castilla y Aragón y los RR.CC. retomarán la guerra contra Granada en 1480 conquistada finalmente en 1492, señalando el fin de la Reconquista y de Al-Andalus.
4.3. FORMAS DE OCUPACIÓN DEL TERRITORIO Y MODELOS DE REPOBLACIÓN Y ORGANIZACIÓN S OCIAL.
SU INFLUENCIA EN LA ESTRUCTURA DE LA PROPIEDAD.
La Reconquista no sólo implica la conquista por las armas de un territorio, ya que después es necesaria la ocupación del mismo mediante la repoblación y la colonización. Los distintos modos en que ésta se llevó a Curso 2013 -2014
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cabo condicionaron la propiedad de la tierra y la organización de la sociedad. Tanto en Castilla como en Aragón la ocupación de las tierras se realizará de una forma similar: la población, impulsada por los reyes, se irá estableciendo lentamente en los inseguros territorios de las nuevas fronteras del sur, pero de forma distinta según la población previa del territorio, sus características y posibilidades económicas. También es importante distinguir el distinto origen de la población colonizadora porque trasladarán a los nuevos territorios sus modos de vida e idioma. En general, podemos hablar de tres modelos de repoblación: Presura o aprissio: Se concedía la propiedad de la tierra al primero que las ocupase y cultivase. Este sistema fue característico del valle del Duero y la Marca Hispánica. Nobles y monjes crearon señoríos con campesinos colonos e, incluso, hombres libres. Repoblación concejil o de frontera: Se basa en la fundación de concejos impulsada por los reyes que concedían generosos fueros con privilegios y libertades a las nuevas ciudades (modelo: Fuero de Sepúlveda en 1076 –Alfonso VI-) que se convertían en cabeza de amplios territorios (alfoz) repartidos en propiedades pequeñas, bastante distantes de los modelos feudales al uso (sobre todo en Castilla). Repartimiento: Cesión y reparto de tierras a quienes han participado directa o indirectamente en su conquista. Los pobladores que acudían a estas tierras recibían un lote de tierra (donadío) cuyas dimensiones variaban de acuerdo con la condición social del poblador (caballero o pechero). Así, los monarcas hicieron grandes concesiones territoriales a magnates laicos y eclesiásticos (señoríos). Este sistema fue el utilizado para la repoblación encomendada fundamentalmente a las Órdenes Militares (Calatrava y Santiago) en terrenos prácticamente despoblados (Extremadura, La Mancha) y, sobre todo, Andalucía, con un poblamiento musulmán muy denso. Dio lugar a extensos latifundios en manos nobiliarias o eclesiásticas. Los heredamientos son entregados a los repobladores que sustituyen a los musulmanes huidos o expulsados.
4.4.
DIVERSIDAD CULTURAL: CRISTIANOS, MUSULMANES Y JUDÍOS
En los reinos cristianos hispanos es la Iglesia la detentadora de la cultura: a través de ella llegan los estilos artísticos europeos y las corrientes culturales (el Cister, Cluny, la escolástica…). El latín es el idioma culto y oficial, pero en el siglo XI comienza la difusión de las lenguas romances y, más tarde, sus primeras producciones literarias y la traducción de textos religiosos, científicos y filosóficos. En el siglo XIII se fundan las primeras universidades (Palencia, Valladolid, Salamanca). La larga convivencia de cristianos, judíos y musulmanes produjo un sincretismo cultural sin precedentes en Europa; convivencia difícil y muy diferente según los distintos períodos que abarcan los casi ochocientos años de presencia musulmana, sometida a los avatares de las distintas invasiones (árabes, almohades, almorávides...) y a los impulsos del avance cristiano que, a partir del siglo XII, sueña con reconquistar el territorio y se plantea la lucha contra el infiel como una cruzada religiosa. Sin embargo, tras armas y batallas se ocultan dos realidades: la mezcla étnica y la integración entre la población autóctona hispano-goda y la población musulmana, al principio invasores, pero con el paso del tiempo, también autóctona; en segundo lugar, la cohabitación entre los distintos grupos en los mismos espacios, la presencia de mozárabes, mudéjares, conversos y judíos en los barrios, por otra parte bien delimitados, de las ciudades hispanas tanto islámicas como cristianas. Si Al-Andalus fue puerta de entrada y puente hacia Europa de los saberes orientales, también es evidente el influjo en sentido contrario y se puede hablar de un cierta feudalización del mundo musulmán. El arte mudéjar o mozárabe plasma estéticamente ese sincretismo característico de la cultura plural. La Escuela de Traductores de Toledo, fundada a comienzos del siglo XII, representa el esfuerzo consciente de comunicación entre las tres culturas y fecundo intercambio de conocimientos entre los intelectuales de “las tres religiones del Libro”. Esta verdadera universidad del saber alcanzó su cenit bajo el impulso y el amparo de Alfonso X el Sabio, monarca castellano de la segunda mitas del siglo XIII: Toledo, la vieja capital visigoda, se convierte así en símbolo de convergencia, unidad y tolerancia en medio del fragor de la Reconquista.
4.5.
MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
Los reinos cristianos peninsulares se vincularon a la cultura y al arte europeos. Afirmaban así su condición frente al dominio islámico, siempre un arte religioso vinculado a la Iglesia y seguidor de los modelos ultra pirenaicos. Un arte didáctico que busca mostrar la gloria de Dios, transmitir su doctrina a una sociedad Curso 2013 -2014
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analfabeta y vincular el poder real con la divinidad. El Camino de Santiago y el espíritu de cruzada que hacían llegar a la Península a peregrinos, monjes y soldados fueron la puerta de entrada de las grandes corrientes artísticas medievales. Una mención especial merecen los estilos mozárabe y mudéjar por ser artes exclusivamente españoles fruto de ese sincretismo cultural: el arte realizado por musulmanes en territorios cristianos que es el resultado de mezclar elementos románicos, góticos y árabes. Aunque extendido por toda la Península destaca el mudéjar toledano (Santa María la Blanca) y aragonés (sobre todo las torres de San Martín o El Salvador de Teruel). En el reino de Asturias se definió un arte singular ( Pre-románico Asturiano) entorno a la corte de Oviedo (Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo…). A partir del siglo XI se desarrolla el arte Románico difundido por los monjes cluniacenses primero y los cistercienses posteriormente. Es el primer estilo internacional, con características propias en cada una de las zonas según las distintas influencias islámicas, lombardas, carolingias… Surge así el Románico catalán (monasterio de Ripoll, valle de Tahull –pintura: Pantócrator-, catedral de Girona…), el navarro-aragonés (catedral de Jaca, monasterio de Leyre) y el castellano-leonés (san Martín de Frómista, San Isidoro de León – que atesora uno de los mejores conjuntos de pintura románica-). La referencia fundamental es la catedral de Santiago de Compostela, modelo de iglesia de peregrinación con planta de cruz latina y espléndidos conjuntos escultóricos (Pórtico de la Gloria). El estilo se extenderá por toda la meseta norte en catedrales (Zamora, Salamanca...), monasterios (Silos –con sus magníficos capiteles-, san Juan del Duero) e iglesias (Palencia, Soria, Segovia, Ávila). El arco de medio punto y la bóveda de cañón son sus elementos más característicos. A partir del siglo XIII, tras un original estilo de transición (catedral de Ávila) se desarrolla plenamente el arte Gótico, levantándose las catedrales más representativas del gótico español como son León, Burgos o Toledo, en las que predomina la verticalidad y la luz entre arcos apuntados y bóvedas de crucería. El estilo se mantendrá hasta principios del siglo XVI y de época tardía son las catedrales de Barcelona, Palma de Mallorca, Sevilla, la nueva de Salamanca o Segovia. Al arte religioso se sumarán ya las construcciones civiles en numerosas casas y palacios nobiliarios (Alcázar de Segovia, Reales Alcázares de Sevilla, barrio gótico de Barcelona) y edificios de uso comercial como las Reales Atarazanas o las espléndidas lonjas de Barcelona, Valencia o Palma.
TEMA 5. 5.1.
La Baja Edad Media. La Crisis de los siglos XIV y XV
ORGANIZACIÓN POLÍTICA E INSTITUCIONES EN EL REINO DE CASTILLA Y EN LA CORONA DE ARAGÓN.
Los reinos cristianos peninsulares recogieron la herencia política latina y goda y se organizaron siguiendo el modelo de las monarquías feudales, aunque el feudalismo hispano tiene unas características propias debido a la Reconquista: los reyes españoles nunca fueron simples “primus inter - paris”, como en el resto de Europa. Además, cada reino fue implantando su propia concepción política: El reino de Castilla y León formó un Estado unitario, integrando y anexionando a la Corona todos los territorios conquistados: el rey lo es de todos sus territorios y en todos tiene el mismo poder y derechos. Institucionalmente el reino se organizó en base a las leyes de Las Partidas de Alfonso X el Sabio y al Ordenamiento de Alcalá de 1348 –Alfonso XI-, que recogen la tradición del derecho romano y el Fuero Juzgo, consolidan la autoridad del rey por derecho divino y establecen los mecanismos sucesorios; La Corona Catalano-Aragonesa se configuró como una confederación de reinos (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca): el rey es reconocido en cada reino tras jurar sus fueros ante las Cortes propias y en cada uno tiene distintas prerrogativas y derechos, en general, más limitados que en Castilla. El rey establece un pacto con el reino y la nobleza (monarquía pactista): “ Nos, que valemos tanto como vos, os
hazemos nuestro Rey y Señor, con tal que nos guardéis nuestros fueros y libertades, y si no, no”.
La monarquía es por tanto la principal de las instituciones. El rey es señor y dueño patrimonial del reino por derecho divino y ejerce un triple poder: legislativo (promulga las leyes a través de las pragmáticas), ejecutivo Curso 2013 -2014
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(gobierna y es el jefe de la administración, del ejército, de la hacienda...) y judicial (dicta justicia a través de los jueces de corte o personalmente en pleitos especiales –entre nobles- y en apelación de tribunales inferiores). Para ejercer la función real el monarca se rodea de una corte formada por cargos designados libremente (mayordomo, capellán, alférez...) a los que se encomiendan determinadas tareas de gobierno y actúan como consejeros reales. Los más importantes serán el Canciller -jefe de la administración civil-, el Almirante y el Condestable – jefes militares-. Se van creando las instituciones y órganos de Gobierno: El Consejo Real, formado por nobles y alto clero, es el principal órgano de gobierno y tiene también funciones judiciales. Las Cortes que tienen su origen en una curia solemne –derivada de los concilios toledanos- convocada por Alfonso IX de León en 1188 y que se conforma así como la primera institución representativa de Europa. Eran un órgano de representación estamental: nobleza, clero y villanos –procuradores de las ciudades de realengo- con competencias políticas, económicas y judiciales y, contra lo que pudiera parecer, reflejan un aumento del poder real buscando el apoyo de las ciudades y la burguesía frente al poder feudal de la nobleza. En Aragón eran independientes en cada reino y sólo excepcionalmente se reunieron en Cortes Generales. Aunque con funciones y funcionamiento similares a las castellanas, tuvieron mayor relevancia y mayor control del monarca e incluso existía un Síndico de Agravios que examinaba si el rey había agraviado a los súbditos y no se aprobaban nuevos impuestos si no eran desagraviados Tan importante es la función de las Cortes que entre la celebración de unas y otras existían las Diputaciones de Cortes (en 1363 se crea la Diputación General de Cataluña o Generalitat). En la administración de justicia se creó en Castilla el Tribunal de Corte denominado posteriormente Chancillería o Audiencia. La sede se fijó en Segovia, trasladada en el XV a Valladolid y creándose una segunda Chancillería en Ciudad Real.
5.2.
CRISIS DEMOGRÁFICA, ECONÓMICA Y POLÍTICA
Los reinos cristianos españoles no fueron ajenos a la profunda crisis política, social y económica que sufrió Europa en los siglos bajo-medievales.: Durante los siglos XIV y XV se suceden los años de hambre, peste, guerras y conflictos sociales. Crisis económica y demográfica causada por sucesivos años de malas cosechas, pésimas condiciones de vida y una situación social y política muy conflictiva. Crisis demográfica: La población disminuyó a lo largo del siglo XIV como consecuencia de las sucesivas epidemias de peste que afectaban a una población mal alimentada. La Peste Negra que diezmo la población de Europa llegó a la Península en 1348 causando gran mortandad en todos los reinos, pero principalmente en las fachadas marítimas. La epidemia se repitió con igual virulencia y funestas consecuencias en 1363 y 1371. La grave pérdida demográfica provocó generó una crisis económica y social sin precedentes Crisis económica y social: Se producen sucesivas crisis de subsistencia, sucediéndose los años de malas cosechas y las hambrunas que empobrecieron y diezmaron aún más la población, si bien afectó más a los reinos periféricos que a Castilla –reino que experimentó una fuerte expansión económica durante el siglo XV . La contracción económica tuvo repercusiones inmediatas en el aspecto social generando importantes conflictos anti señoriales ( Irmandiñas, en Galicia; pagesos de remença, en Cataluña) y urbanos (como la Biga y la Busca en Barcelona). Se produjeron también conflicto interétnicos, con asaltos a las juderías (muy especialmente los pogroms antisemitas de 1391). Incluso podrimos señalar cambios de mentalidad (“carpe diem”) y en la religiosidad que presagian la transformaciones de la Edad Moderna. Crisis política: En el aspecto político la crisis se enmarca en la difícil transición entre la monarquía feudal característica de la Edad Media y la monarquía autoritaria propia de la Edad Moderna. Además de la participación de los reinos españoles en la guerra de los Cien Años que enfrentaba a Francia e Inglaterra, las luchas por el poder desencadenaron guerras civiles en todos los reinos. La implantación de la Casa de Trastámara tanto en Castilla (Fratricidio de Montiel, 1369) como en Aragón (Compromiso de Caspe, 1412) debilitó a la monarquía por su necesidad de atraerse a nobleza y clero crear una nueva nobleza cortesana. Todo ello condujo a numerosos conflictos entre los nobles y los reyes como la guerra civil catalana (1462-72) que enfrentó a Juan II con las instituciones (la Generalitat y el Consejo de Ciento) o la nueva guerra castellana entre Enrique IV y la nobleza (“Farsa de Ávila”, 1465). Al final de este largo y complejo proceso, la realeza consiguió acaparar el poder político, aunque la nobleza, que paso a depender y servir a la monarquía, mantendrá el poder económico y la influencia social.
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LA EXPANSIÓN DE LA CORONA DE ARAGÓN EN EL MEDITERRÁNEO
Tras las grandes conquistas del siglo XIII, la Corona de Aragón había quedado encerrada tanto al norte de los Pirineos como hacia el sur de Valencia. Al dinamismo y pujanza económica de este Reino le quedaba tan sólo continuar la expansión marítima mediterránea que había iniciado Jaime I en Baleares. La expansión contó con el apoyo de la monarquía –interesada en aumentar sus dominios y territorios- , de la nobleza -educada para la guerra de la que obtenía títulos, riqueza y prestigio- y de la importante burguesía comercial de Barcelona y Valencia. La Corona Catalano-Aragonesa creó y consolidó un imperio territorial y económico en abierta competencia con Francia, el Papado y las pujantes repúblicas mercantiles de Génova y Venecia, manteniendo permanentes enfrentamientos durante todo el período que exigieron un importante esfuerzo militar y económico que obligó a los reyes a contar con el apoyo de todos los estamentos. Pedro III procedería a la incorporación de Sicilia a la Corona –1282- tras las Vísperas Sicilianas, pero será en el reinado de Jaime II cuando se incremente espectacularmente la expansión firmando la paz con Francia, obteniendo Cerdeña de la Santa Sede y apoyando las expediciones almogávares catalanas en el Mediterráneo oriental, donde Roger de Flor conquistó territorios bizantinos y fundó los ducados de Atenas y Neopatria. Pedro IV lograría reintegrar todos esos territorios, dispersos por las herencias y los enfrentamientos civiles, a la Corona Aragonesa. Se abre después un paréntesis en el que la monarquía aragonesa tiene que hacer frente a la crisis económica y pol ítica interna, incrementadas por la extinción de la Casa de Barcelona y el interregno hasta la elección de Fernando I de Trastámara –Compromiso de Caspe, 1412- que continuó la política mediterránea recuperando Sicilia y Cerdeña alejadas de facto de la Corona. Su sucesor, Alfonso V, dio un nuevo impulso a la expansión atacando Córcega y Marsella y conquistando Nápoles en 1443, donde asentaría su corte renacentista. La expansión mediterránea favoreció a la burguesía catalana, en dura competencia con las prósperas repúblicas comerciales italianas. El siglo XV fue el gran siglo valenciano. Las espléndidas lonjas de Valencia o Mallorca y las atarazanas o el barrio gótico de Barcelona son testimonio evidente de aquel despliegue comercial y político de la Corona catalano-aragonesa que sería heredado por los Reyes Católicos y la Monarquía Hispánica.
5.4.
LAS RUTAS ATLÁNTICAS: CASTELLANOS Y PORTUGUESES . LAS ISLAS CANARIAS
Finalizada a finales del siglo XIII la reconquista de los territorios del sur, el Algarve portugués y la Andalucía Bética, los reinos de Portugal y Castilla controlan totalmente las costas atlánticas peninsulares. Sin embargo, Castilla estaba inmersa en graves problemas internos y no había concluido la reconquista de su territorio ya que subsistía el reino Nazarí. De momento, a diferencia de Aragón y Portugal, ni necesita ni puede abordar una expansión exterior. A pesar de ello, a fines del siglo XIV, vasallos normandos de Enrique III de Castilla inician la conquista de las islas Canarias; Gadifer de La Salle y Jean de Bethencourt tomaron posesión en nombre de Castilla de las islas menores: Fuerteventura, Lanzarote y Hierro. Por el mismo procedimiento del patronazgo de la Corona nobles castellanos conquistaron La Gomera en 1450. La toma de estas islas acarreó desde el principio la enemistad de Portugal que se resolvería en el Tratado de Alcaçovas (1479) en el que Portugal reconocía la soberanía castellana sobre Canarias y Castilla admitía la posesión portuguesa del resto de las islas y la ruta atlántica hacia las Indias. Por eso, tras el viaje del colombino del Descubrimiento era necesario firmar un nuevo pacto con Portugal, el Tratado de Tordesillas (1494) que dividiría el mundo entre las dos potencias ibéricas. Finalmente tropas castellanas conquistaron Gran Canaria en 1483 y Tenerife en 1496. Portugal centrará sus esfuerzos en defender y consolidar su independencia frente a Castilla –Aljubarrota, 1385- y su expansión natural será el Atlántico iniciada en el reinado de Juan I Avis, bajo la dirección de su hijo Enrique el Navegante (Escuela de Sagres), que exploró la costa africana en busca de una ruta hacia las Indias. Comenzó un siglo de exploración y conquista que hizo de Portugal uno de los mayores poderes coloniales del mundo y permitió el desarrollo de la burguesía mercantil portuguesa. Entre 1418 y 1419 los navegantes Curso 2013 -2014
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portugueses exploraron Madeira y en 1427 descubrieron las Azores. En Marruecos hubo una importante campaña militar que acabó con la ocupación de Ceuta en 1415. Utilizando la carabela (un nuevo tipo de navío ligero especialmente adaptado a los viajes por el Atlántico), los marineros portugueses navegaron más al sur de Cabo Verde en 1444 y, hacia 1460 alcanzaron Sierra Leona. En 1488 Bartolomeu Dias se convirtió en el primer navegante que bordeó el extremo meridional de África y abrió una ruta marina hacia Oriente. Vasco de Gama, en 1497, llegará a la India (ruta de las especias).
Tema 6. 6.1.
Los Reyes Católicos: La construcción del Estado Moderno
LA UNIÓN DINÁSTICA: INTEGRACIÓN DE LAS CORONAS DE CASTILLA Y ARAGÓN
La unificación de Castilla y Aragón llevada a cabo por los Reyes Católicos puede considerarse como el embrión de la futura Nación española. Se origina en 1469 a partir su matrimonio y su acceso a sus respectivos tronos en 1479: tras la muerte de Enrique IV y el triunfo en la guerra civil castellana, Isabel de Trastámara se convertía en la reina de Castilla, y a la muerte de su padre, Juan II, Fernando de Trastámara heredaba la Corona de Aragón. Antes, en 1475, se había firmado la Concordia de Segovia, documento en el que se establecían y delimitaban las relaciones de gobierno entre ellos: gobernarían conjuntamente en ambos reinos, pero se adoptaba la constitución federal propia de la Corona de Aragón, conservando cada reino su personalidad jurídica; aunque en la práctica se reconocía la hegemonía castellana (el reino más grande, más rico y más poblado), Fernando ejerció mucha más influencia en Castilla que Isabel en Aragón y la política exterior mantuvo las líneas aragonesas (enfrentamiento con Francia, guerras de Italia). Por tanto la unificación castellano-aragonesa de los Reyes Católicos fue dinástica, personal, es decir, en las personas de los reyes: ambos territorios tenían los mismos monarcas, pero no se unían políticamente, no fue una unión ni territorial ni institucional: cada Reino mantiene su independencia, sus fronteras, sus instituciones propias y cada súbdito de un reino era considera extranjero en el otro. Sin embargo, la unidad de gobierno conllevó el establecimiento de políticas comunes, la unificación de intereses y de objetivos que no son ya de Castilla ni de Aragón, sino de una nueva monarquía hispánica conjunta: - el dominio y la unificación peninsular (incorporación de Granada, Navarra y Portugal) - la unidad religiosa (expulsión o conversión de musulmanes y judíos) - la política exterior común (se mantuvo la línea mediterránea para Aragón y la atlántica para Castilla) - la centralización y el afianzamiento del poder real: consolidación de la Monarquía autoritaria. La debilidad de la unificación se pone de manifiesto en 1504 cuando, al morir la Reina Católica, el reino lo hereda la reina Juana y Fernando tiene que abandonar Castilla y volver a sus Estados patrimoniales aragoneses (incluso contrae un segundo matrimonio que, de haber dado un heredero varón, hubiera roto la unidad). Sólo cuando a la muerte de Fernando en 1516, Juana (más bien su hijo Carlos I) hereda también Aragón, se produce la unidad real de las dos Coronas, aunque manteniendo su propia personalidad jurídica, que conservarán durante toda la Monarquía de los Habsburgo.
6.2.
LA CONQUISTA DEL REINO NAZARÍ Y LA INCORPORACIÓN DEL REINO DE NAVARRA
Una vez asentados en el trono castellano-aragonés y siguiendo su política de unificación territorial de los reinos hispánicos, los RR.CC. tratarían de unir a sus Coronas el resto de los reinos peninsulares y así emprendieron la conquista del emirato de Granada, más tarde la del reino de Navarra y la aproximación a Portugal mediante la política matrimonial. El primer paso fue reanudar la Reconquista y emprender la guerra contra el reino Nazarí de Granada. La guerra fue larga (1482-92) y en ella conviven elementos medievales (su justificación ideológica, las tropas, la financiación) y modernos (la autoridad real, el enorme potencial
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humano, la artillería y las armas de fuego). Sin desdeñar el propósito principal, los motivos y objetivos de la guerra fueron mucho más amplios y complejos: - ofrecer a la nobleza su misión natural: la guerra, pero unidos todos contra el enemigo ‘exterior’ común - afianzar el poder real, dotándole de poder, prestigio y gloria, tanto en el interior como en el exterior de sus reinos - dar a la nueva monarquía conjunta el primer objetivo común a castellanos y aragoneses - asegurar las fronteras exteriores ante el avance turco por el Mediterráneo - avanzar hacia la unidad religiosa (un reino, una sola fe), En las capitulaciones de rendición los musulmanes granadinos reconocían la soberanía del rey de Castilla y a cambio se les mantenía el régimen fiscal, se respetaba la libertad personal y religiosa y la propiedad de sus bienes muebles. En general fueron capitulaciones benevolentes que parecían garantizar la pervivencia de una Granada mudéjar, pero en la práctica no fue así: los avances repobladores cristianos con expropiaciones forzosas, fuerte emigración musulmana al norte de África, empobrecimiento general de la población como consecuencia de la guerra, incumplimiento de las capitulaciones... Todo ello conduciría al decreto de 1502 por el cual se obligaba a la conversión o expulsión de los musulmanes de la Corona de Castilla. Navarra estaba vinculada a Francia (Casa Real Foix-Albret) y era ambicionada por Fernando el Católico no solo por la búsqueda de la unidad ibérica, sino porque su padre Juan II había detentado la Corona navarra hasta su muerte en 1479. La disculpa fueron los pactos firmados por los reyes navarros con Luis XII de Francia impidiendo el paso de la Santa Liga por sus reinos. Fernando, actuando como regente de Castilla, invadió Pamplona en 1512 y fue proclamado rey de Navarra con el reconocimiento de las Cortes del Reino y el decidido apoyo de la mayoría de la nobleza. Navarra se mantendrá como reino independiente hasta 1515 en que, CONSERVANDO SU PERSONALIDAD JURÍDICA, se integrará en Castilla. Tendrá virrey, fueros, Consejo Real y Cortes hasta el reinado de Isabel II, conservando, incluso después sus propios fueros adminis trativos.
6.3.
LA INTEGRACIÓN DE CANARIAS Y LA APROXIMACIÓN A PORTUGAL
Tras la firma del Tratado de Alcaçovas (1479) con Portugal la conquista de Canarias no contaba con impedimentos legales. Los Reyes reconocieron las posesiones feudales sobre las islas menores y compraron sus derechos efectivos sobre Gran Canaria, Tenerife y La Palma. La primera fue conquistada en 1484 por Pedro de Vera, La Palma en 1493 y Tenerife en 1496 lo fueron por Alonso Fernández de Lugo, que contó con el apoyo de comerciantes genoveses y sevillanos. La conquista y colonización fue producto de una mezcla de iniciativas públicas y privadas, pero siempre bajo la supervisión de la Corona. La escasa población indígena, los guanches, se redujo espectacularmente, tanto por la propia conquista como por las epidemias traídas de Europa, y la necesaria repoblación se hizo con colonos andaluces, extremeños y castellanos, trasplantando a las Islas la organización política, económica, social y cultural de la Corona de Castilla (total aculturación). Además, supuso el inicio de la expansión atlántica y, dada la situación de las islas, las convirtió en la escala natural en la posterior ruta hacia América (las cuatro expediciones colombinas salieron de Canarias) y serviría de de modelo para la colonización americana. Por lo que respecta a la aproximación a Portugal conviene recordar los enfrentamientos permanentes entre ambas Coronas deseosa Castilla siempre de reintegrar Portugal a su soberanía; el concepto geográfico e ideológico de España seguía incluyendo a Portugal. Las relaciones entre ambas Casas Reales (Trastámara y Avis) fueron muy frecuentes y son constantes los matrimonios entre miembros de ambas dinastías. El último gran enfrentamiento había sido la participación de Portugal en la guerra civil castellana contra Aragón, ya que Portugal veía peligrar su independencia por la unión de los otros dos grandes reinos peninsulares. Su derrota por los RR.CC. propiciará una política de acercamiento que viene marcada por la firma de tratados (Alcaçovas, en 1479 y Tordesillas en 1494) y la política matrimonial: en 1489 se negocia el matrimonio de la infanta Isabel con el príncipe de Portugal; en 1497, la infanta, viuda, contrae nuevo matrimonio con el Rey de Portugal. Isabel muere en el parto del príncipe Miguel que también morirá (con tres años) pero que hubiera heredado los tres reinos de España. En 1500, la infanta María contraería matrimonio con el rey portugués viudo de su hermana buscando desesperadamente la unión de reinos.
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LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO: INSTITUCIONES DE GOBIERNO
La autoridad real se vio notablemente fortalecida durante el reinado de los RR.CC., creadores del Estado Moderno, profesionalizando la Administración renovándose las viejas instituciones de Gobierno y creándose otras destinadas a extender el poder real en todo el reino y en todos los campos (político, económico, judicial, militar, religioso...), a lo que contribuyó el establecimiento de un ejército real permanente. El gobierno de los reinos quedó definido en base a los Consejos, territoriales (como el de Aragón o el de Indias) o especializados (Hacienda, Inquisición, Órdenes Militares). El principal continuó siendo el Consejo de Castilla, con funciones de gobierno y judiciales, compuesto por un alto prelado, tres nobles y ocho o nueve letrados (en lo que se ve su tendencia hacia la profesionalización), todos ellos designados libremente por los reyes. Como enlace entre éstos y los monarcas cobran cada vez más importancia los Secretarios Reales. Las Cortes decayeron casi por completo durante este reinado (solo se celebraron seis, dos en vida de la Reina). Su representación quedó prácticamente reducida a los procuradores de diecisiete ciudades castellanas muy controlados por la propia Corona. En el ámbito de la justicia se hicieron compilaciones de leyes y se reorganizó la administración judicial en tres niveles: la justicia impartida por los corregidores del rey, las audiencias (en Santiago y en Sevilla) y las chancillerías (en Valladolid y Granada) destinadas a recibir las apelaciones de la primera instancia; y el Consejo Real de Castilla, tribunal supremo del reino. En 1476 se creó la Santa Hermandad, una fuerza de policía local que en conjunto y coordinada constituiría una fuerza armada de carácter estatal y que sirvió para asegurar la paz interior. Para la extensión del poder real y su control sobre el gobierno de las ciudades se potenció la figura de los corregidores con amplias atribuciones en el gobierno municipal. La creación de la Inquisición es un hecho clave y definitorio del reinado, la única institución con jurisdicción en todos los reinos de la Corona que, bajo su apariencia religiosa, constituyó un verdadero brazo del poder real. El Tribunal de la Inquisición o Santo Oficio se fundó en 1478 a petición de los RR.CC. por bula del Papa Sixto IV para perseguir la herejía de los falsos conversos. Los Reyes nombraban al Inquisidor General por lo que se fueron un potente instrumento al servicio de la Monarquía con tribunales especiales y múltiples funcionarios: inquisidores, procuradores, consultores, secretarios, alguaciles... contando con jurisdicción especial, sus propias cárceles y penas.
6.4.
LA PROYECCIÓN EXTERIOR. POLÍTICA ITALIANA Y NORTEAFRICANA.
Los objetivos de la política exterior de los RR. CC. se enmarcan en los directrices de la política exterior aragonesa y castellana y la necesaria unificación de objetivos. Globalmente la preponderancia de la política aragonesa es manifiesta, especialmente en lo que respecta a Francia, rompiéndose la tradicional alianza franco-castellana, con permanente estado de guerra y buscando su aislamiento diplomático. Como gran instrumento político se utilizó la política matrimonial concertando alianzas con el Sacro Imperio, Inglaterra y Portugal En este contexto se enmarca la política italiana, clave en la expansión mediterránea aragonesa de los siglos anteriores siempre en pugna con Francia. Las llamadas Guerras de Italia tuvieron su origen en los intentos de Carlos VIII de Francia por conquistar Nápoles en 1495. El rey Católico actuó con rapidez logrando una coalición internacional contra Francia (la Liga Santa) e interviniendo militarmente en Italia con un poderoso y moderno ejército dirigido por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Las sucesivas guerras se saldaron con victorias españolas (Ceriñola, Garellano y Gaeta) que aseguraron el dominio español en Italia durante los dos próximos siglos y pusieron de manifiesto el afán expansionista de la nueva monarquía española y su enorme potencial militar y diplomático. Otro gran escenario de la política exterior de los RR. CC. fue el norte de África, donde se aunaban los intereses particulares andaluces y el interés político, económico y religioso de la monarquía, con actuaciones encaminadas tanto a contener a los musulmanes berberiscos en su propio territorio y evitar que enviaran posibles refuerzos a los musulmanes españoles residentes en Granada, como a asegurarse el control Curso 2013 -2014
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estratégico del estrecho de Gibraltar y reforzar el franco sur peninsular frente a la creciente amenaza turca. Los tratados con Portugal habían reservado para Castilla la conquista de la costa norteafricana al este del reino de Marruecos, y después de la conquista de Granada la expansión africana fue considerada una prolongación natural de las campañas contra el reino nazarí. Entre 1487 y 1510 diversas expediciones militares se hicieron con el control de importantes puertos y fortalezas de la costa magrebí: Melilla en 1497, Mazalquivir, Bugía, Orán y Trípoli.
TEMA 7. 7.1.
EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y CREACIÓN DEL IMPERIO COLONIAL
EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
El fundamental comercio con Extremo Oriente, la ruta de las especias, había quedado bruscamente interrumpida tras la caída del imperio Bizantino en 1453 por lo que era necesario buscar rutas alternativas. Portugal tratará de circunvalar África, desconociendo la enorme extensión de este continente. Cristóbal Colón, un marino genovés, apoyándose en las teorías sobre la esfericidad de la Tierra de Toscanelli, propondrá al rey llegar a Asia siguiendo la dirección oeste; rechazado por Portugal, Colón acude a Castilla a ofrecérselo a los Reyes Católicos. A pesar de las reticencias y dificultades (técnicas, científicas y políticas) el apoyo de la reina Isabel puso en marcha el proyecto colombino y en abril de 1492 se firmaban las Capitulaciones de Santa Fe, donde quedaban establecidas las condiciones: la Corona posibilitaría la formación de la expedición y el difícil reclutamiento de la tripulación; las tierras descubiertas lo serían en nombre de los Reyes de Castilla; el marino recibiría el título de almirante y virrey de las nuevas tierras, así como el 10% de las ganancias que se obtuvieran. El 3 de agosto partían del puerto de Palos de la Frontera (Huelva) una nao (la Santa María) y dos carabelas (la Pinta y la Niña) con rumbo a Canarias; un mes después, dejándose llevar por los vientos alisios surcan el Atlántico y el 12 de octubre desembarcaban en unas islas (las Bahamas) a las que creyeron parte del continente asiático. En el este primer viaje tocaron diversas islas del Caribe (Juana –Cuba-, La Española...) y regresaron a España con aborígenes –a los que llamaron indios-, frutos, animales y objetos que atestiguaban el descubrimiento. Colón realizaría tres viajes más, el último tocando ya tierras continentales sin, al parecer, tener conciencia del haber descubierto un nuevo continente. Era imprescindible conseguir el reconocimiento internacional del descubrimiento y los derechos castellanos sobre las nuevas tierras, sus habitantes y sus tesoros. Dos documentos internacionales lo hacen: las Bulas Alejandrinas –las “Inter Caetera” - de 1493 (por las que el Papa Alejandro VI concede a los Reyes Católicos la posesión y real dominio de todas las islas y tierra firme descubiertas y por descubrir que no pertenecieran a ningún otro príncipe cristiano) y el Tratado de Tordesillas de 1494 firmado con Portugal: El mundo, todavía desconocido, quedaba dividido por un meridiano trazado a 370 leguas de las islas de Cabo Verde (meridiano 46º35’ O): al este, tierras de conquista de Portugal –el futuro Brasil quedaba incluido-; al oeste, tierras para la expansión castellana.
7.2.
CONQUISTA Y COLONIZACIÓN
Para el descubrimiento y conquista de las islas del Caribe se siguieron los modelos empleados en Canarias: una rápida explotación del territorio a cargo de particulares con el amparo, protección y beneficio de la Corona. La conquista resultó relativamente fácil y rápida, fundamentándose en la manifiesta superioridad tecnológica de los conquistadores (caballo, armas de fuego, práctica militar...) y las fuertes motivaciones (económicas, políticas, religiosas...) individuales y colectivas. El nivel de civilización de los indios no era uniforme; mientras que los taínos –indios caribeños- vivían en un nivel paleolítico –desconocedores de la agricultura, sin apenas organización social-, los indios continentales, aztecas o incas, tenían un nivel técnico y estructuras políticas, sociales y económicas similares al Egipto faraónico. Curso 2013 -2014
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Con los Reyes Católicos se había completado la ocupación del Caribe y las Antillas fueron la plataforma para la conquista continental. En el reinado de Carlos I se emprendería la conquista y colonización sistemática del inmenso continente desconocido hasta entonces para Europa, una extraordinaria expansión territorial, que extendió las posesiones españolas de norte a sur, desde México a la Patagonia. El período de conquista puede considerarse terminado en 1560, aunque hasta el siglo XVIII continuarán las conquistas y fundaciones. Los hitos más importantes fueron la conquista del Imperio Azteca (1521) por Hernán Cortés, del Imperio Inca (1533) por Francisco Pizarro, la penetración en meso América y el continente sur (Colombia, Venezuela, Río de la Plata) y la expedición de Magallanes que dio con la comunicación entre Atlántico y Pacífico, llegó efectivamente a Asia (Filipinas) y, tras circunvalar África llegó a la Península navegando siempre en dirección oeste: se había dado la primera vuelta al mundo (Juan Sebastián Elcano). Castilla se lanzó muy pronto a la colonización del inmenso territorio que iba conquistando al que inmigraron numerosos colonos (hidalgos, soldados) en busca de fortuna. La Corona concede c artas de merced y licencias por las que se autoriza la conquista, colonización y explotación de territorios a particulares, salvando la soberanía y el quinto real. Desde el primer momento se reconoció a los indios la condición de súbditos de la Corona lo que no impidió una dramática pérdida de población nativa (en el caso del Caribe, su total desaparición) motivada por las epidemias traídas por los europeos, la propia conquista y el enorme abuso de los colonizadores que obligaron a los indios a un trabajo forzoso a través del sistema de repartimientos primero y de las encomiendas después. Esta figura jurídica tenía tres objetivos: respetar la condición de súbdito libre del rey de España (no esclavo), evangelizar al indio y explotar los territorios conquistados mediante el trabajo del indio. Aunque el propósito era bueno, el resultado no lo fue. Los abusos fueron duramente denunciados por la Iglesia (Bartolomé de las Casas) y motivaron una legislación proteccionista muy avanzada (Leyes de Indias), pero con escaso cumplimiento por la rotunda oposición de los colonos.
7.3.
GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN
La administración y gobierno de las Indias se compone tanto de organismos en España como de instituciones de gobierno territoriales en América. En España se crearon dos instituciones: La Casa de Contratación (1503) con sede en Sevilla. Ejerció el monopolio mercantil, controló y reguló toda la navegación, el traslado de personas y mercancías. Permisos y contribuciones pasaban necesariamente por la Casa de Contratación y Sevilla fue durante los dos primeros siglos el único puerto de comunicación con América. La Casa se convirtió también en un centro científico en todo lo relacionado con la navegación y la cartografía del Nuevo Mundo. Real y Supremo Consejo de Indias (1524), con estructura y funciones semejantes al resto de los Consejos que formaban el Gobierno bajo la monarquía de los Austrias, con plena jurisdicción ejecutiva, legislativa, judicial y hacendística en todo lo tocante al gobierno indiano. En las Indias, la organización institucional fue una copia de la de Castilla, adoptándose como estructura territorial una institución característica de la Corona de Aragón, el virreinato, ya que, las Indias nunca tuvieron consideración de colonias sino de reinos que integraban la Monarquía. En el siglo XVI se crearon los Virreinatos de Nueva España y Perú, a los que se añaden en el XVIII el de Nueva Granada y el de Río de La Plata. Los virreyes, como “alter ego” del rey, ostentarán el máximo poder. Miembros de la alta nobleza castellana dependían exclusivamente del rey con atribuciones de Gobernador, Capitán General y Presidente de la Audiencia. A su vez el virreinato se dividía en gobernaciones y capitanías generales que en la práctica funcionaban como independientes del poder virreinal. Igualmente se superponía la división judicial en Audiencias. La administración municipal se articuló siguiendo el modelo isleño de los cabildos.
7.4.
IMPACTO DE AMÉRICA EN ESPAÑA
La repercusión del descubrimiento, conquista y colonización de América fue enorme tanto en España como en el resto de Europa, cambiando la concepción del mundo y de muchos valores culturales, sociales, económicos y políticos. Los “impactos”, de los que fueron conscientes los contemporáneos, fueron múltiples:
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Impacto cultural. El mundo europeo había abierto sus horizontes y extendió (primero España, pero pronto seguida por Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda) su civilización y cultura hacia un continente cuatro veces más grande que la propia Europa. España actuó, de forma consciente, como una ‘segunda Roma’, proyectando en el Nuevo Mundo su cultura y su arte, sus valores y creencias, sus leyes y su lengua, en un proceso de aculturación sin precedentes. Impacto político: España se convertiría en el siglo XVI, y durante tres siglos, en un grandioso imperio colonial. Sus monarcas llegaron a controlar un territorio 20 veces más extenso que la propia Península y Felipe II podría señalar que “en su imperio no se ponía el sol”. Este monarca ideó como lema “Hispaniarum et Indiarum Rex”. El poder y prestigio de la Monarquía Católica fue solo parejo con el enfrentamiento con el resto de las potencias europeas que le disputaron su innegable hegemonía en tierras y mares. Impacto demográfico: De la pérdida de población que experimentan los reinos españoles, y especialmente Castilla, es en parte responsable la emigración hacia el Nuevo Mundo buscando mejorar las expectativas económicas y sociales. Se puede cifrar en unas 200.000 personas las emigradas a lo largo del siglo XVI, una cifra importante, pero sobre todo significativa en tanto que los emigrantes eran esencialmente hombres jóvenes de todas las escalas sociales. Impacto económico: El comercio ultramarino fue el motor de la economía española (y en gran medida de la europea utilizando a España como intermediario). Exportaciones, importaciones y, sobre todo, la masiva llegada de ingentes cantidades de oro y plata transformaron profundamente el sistema económico; este hecho, en apariencia positivo, arruinó la economía nacional: la inflación generada por el alza de precios empobreció a la población española hasta los límites de la miseria; el desequilibrio de la balanza comercial acabó con la incipiente industria española incapaz de adaptarse a la competencia de la producción europea, mejor y más barata. Sin embargo, las monedas españolas, como el ducado o el famoso real de a ocho, se convirtieron en medio de pago en todo el mundo. Si bien es cierto que España no sacó más que una pequeña parte del provecho que pudo sacar de América (no creó una industria adecuada, montó una organización que acabó por beneficiar más a los extranjeros que a ella misma) no por eso fueron despreciables las ventajas que obtuvo: La agricultura sufrió una lenta pero importante transformación con la introducción de los nuevos productos exóticos como el maíz, el pimiento, el tomate o la patata (estos últimos en fechas muy tardías); el chocolate fue para España el equivalente al té para la cultura inglesa; el tabaco se convirtió en una fuente de ingresos para el Estado. A España llegó dinero, que beneficiara a determinadas capas sociales, mucho dinero, que corría directamente hacia Europa a financiar guerras interminables; kilos de plata quedaron aquí amonedada o transformada en objetos litúrgicos y profanos dinero; muchos mayorazgos, muchas iglesias, muchos palacios, se fundaron con capital americano.
Tema 8. 8.1.
La España del siglo XVI
EL IMPERIO DE CARLOS V. CONFLICTOS INTERNOS. COMUNIDADES Y GERMANÍAS
En 1517, tras la muerte de su abuelo Fernando el Católico, llega a España Carlos de Habsburgo para hacerse cargo de su herencia: la Corona aragonesa y la regencia de Castilla en nombre de su madre, Juana I, confinada en Tordesillas. A pesar del enorme potencial de su herencia española, su objetivo se centraba en alcanzar el trono imperial de su abuelo Maximiliano, lo que lograría dos años después. Unía así las Coronas hispanas a las posesiones e intereses de los Habsburgo. Por desconocimiento de sus nuevos reinos, por conceder cargos de gobierno a extranjeros y los abusos de éstos, por la demanda continua de dinero e impuestos extraordinarios para garantizar su elección imperial, su política en España fue nefasta y fue el desencadenante de la guerra de las Comunidades (1520-22) entre las principales ciudades castellanas y las tropas reales dirigidas por Adriano de Utrech, regente del Rey. Los comuneros (Padilla, Bravo y Maldonado) crearon la Santa Junta como órgano de gobierno y trataron de instrumentalizar a la reina Juana, pero carentes de un ejército organizado fueron derrotados en Villalar en abril de 1521. El enfrentamiento tuvo un doble carácter nacionalista y de clase: se pedía al rey que residiera en Castilla y aprendiera castellano, que los cargos públicos los ejercieran los naturales del país, que no sacara Curso 2013 -2014
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dinero… Pero también los comuneros (baja nobleza y burguesía urbana) representaban capas medias de la población que reivindicaban su papel frente a la alta nobleza y el omnímodo poder real. El miedo a que la revuelta se extendiera al campesinado y se convirtiera en un movimiento antiseñorial hizo que la alta nobleza se aliara firmemente en defensa de la Corona. En el reino de Valencia estalló también un conflicto armado, las Germanías (1519-24), un movimiento mucho más social que político, sin apenas organización interna y sin ninguna conexión con las Comunidades castellanas. Fue una revuelta popular contra los abusos de la nobleza terrateniente. Los artesanos y otros sectores populares se apoderaron de la ciudad de Valencia estableciendo la Junta de los Trece que envió un Memorial al rey solicitando justicia contra los nobles. El enfrentamiento se extendió a otras ciudades y se radicalizó (asolaron los campos, atacaron a los moriscos, expulsaron al virrey…) La falta de organización y la división entre sus líderes provocó la derrota de los agermanados. La derrota de comuneros y agermanados supuso el incremento del poder real absoluto, el sometimiento de la nobleza a la monarquía acatando su autoridad a cambio del mantenimiento de su poder señorial y económico y el fin de la independencia nacional castellana, que quedará definitivamente diluida en el nuevo Estado: el Imperio de los Habsburgo y la Monarquía hispánica.
8.2. LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II (1556 – 1598). LA UNIDAD IBÉRICA . Felipe II recibió de su padre el Emperador la mayoría de los territorios, a excepción del título imperial y de los territorios patrimoniales de los Habsburgo. La Monarquía Hispánica se convirtió en el poder hegemónico europeo con posesiones en Europa, América y en el resto de los continentes. En gran medida se mantuvieron los objetivos y directrices de la política imperial (poder hegemónico de los Habsburgo, defensa del catolicismo) pero centrados en intereses más “nacionales” que dinásticos. Las grandes líneas fueron: - Una monarquía absoluta con gobierno personal del Rey a través de los Consejos (régimen polisinodial) y de los Secretarios Reales de Despacho (crecimiento desorbitado de la adminis tración y la burocracia). - Graves dificultades económicas y grandes cargas impositivas (asientos, juros, nuevas imposiciones) que llevaron a tres bancarrotas –suspensión de pagos del Estado-. - Permanentes guerras exteriores (Francia, turcos, Flandes, Inglaterra) para mantener la hegemonía. - Unión ibérica (España y Portugal) y asentamiento de la Corte en Madrid (capital desde 1561). En política interior destacan dos hechos: la rebelión de los moriscos (guerra de las Alpujarras) y la llamada cuestión de Aragón. En política exterior Felipe II luchará por la preeminencia de la Monarquía española (enfrentamientos con Francia -Paz de Cateau-Cambresis- e Inglaterra –Armada Invencible-) y la defensa a ultranza del Catolicismo (contra turcos –batalla de Lepanto- y protestantes). En Flandes se mezclan la cuestión religiosa (protestantes) y política (deseo de autonomía). La cuestión fue uno de los problemas capitales del reinado con graves consecuencias económicas, políticas y sociales. Un hecho trascendental fue la incorporación de Portugal a la Monarquía Hispánica, una unión en la persona del rey y no una integración de ambos reinos. La muerte de Sebastián I en 1578 sin sucesión permitió a Felipe II esgrimir sus derechos al trono portugués como primogénito de la emperatriz Isabel. Junto a la campaña militar desarrolló una ofensiva diplomática para convencer a la nobleza, al alto clero y a los grupos financieros lisboetas de los beneficios que aportaba la unión de las Coronas ibéricas y las Cortes reunidas en Tomar en 1581 juraron a Felipe II como rey: se había logrado el viejo sueño de los Reyes Católicos de la unidad ibérica, aunque Portugal se incorporaba sin perder ninguno de sus derechos, privilegios y autonomía y se creó el Consejo de Portugal (formado exclusivamente por portugueses) Esta unificación se prolongará hasta 1640 en que Portugal recuperará su independencia.
8.3.
EL MODELO POLÍTICO DE LOS AUSTRIAS. LA UNIÓN DE REINOS .
El sistema político de los Habsburgo se basó en una confederación de reinos y territorios independientes que tienen en común esencialmente la figura del monarca, siguiendo el modelo de l a Corona Aragonesa y del Imperio Alemán. La unidad se basa en tener la misma dirección política y las mismas líneas de actuación Curso 2013 -2014
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exterior. Es un conglomerado de estados divers os, una “unión de reinos”, muy diferentes entre sí, donde se mantienen fronteras, leyes e instituciones propias. El rey lo es de cada territorio (acumula títulos de soberanía, pero no tiene uno común que englobe todos) y en cada uno tiene distinto poder y control. El Emperador pretendió una especie de Monarquía universal cristiana y aunque Felipe II no heredó el trono imperial quiso mantener la posición hegemónica de lo que entonces se llamaba la Monarquía Católica. La columna vertebral fueron los territorios hispanos que tuvieron que soportar una política imperial que, en gran medida, les era completamente ajena y que acabaría por agotarlos desde el punto de vista económico, demográfico, social e, incluso, anímico. El gobierno de esa Monarquía plural y extensísima fue cada vez más complejo, más burocratizado y más profesionalizado. Pero los Austrias mantuvieron el sistema ideado por los Reyes Católicos, el sistema de Consejos o polisinodial, implantando reformas y ampliando el número de Consejos hasta un total de catorce, distinguiéndose entre Consejos territoriales (gobierno de determinados territorios) y Consejos específicos. Se mantuvieron los Consejos de Castilla, Aragón, Inquisición, Órdenes Militares y Cruzada; Carlos I crea el Consejo de Estado (política exterior), de Indias, de Hacienda y de Guerra. En la segunda mitad de siglo se añadieron los de Italia, Flandes, Borgoña, Portugal y la Cámara de Castilla. Tenían su sede en la Corte (excepto el Consejo de Navarra y el de Portugal) y un carácter colegiado. Además de los Consejos, y como enlace de estos con el monarca, creció el protagonismo de los Secretarios Reales de Despacho, pero ninguno alcanzó el carácter de principal; de hecho el monarca, y especialmente Felipe II, incrementó su poder real efectivo y controló todos los resortes de la administración general del Estado. En la administración territorial se mantuvo el cargo de Virrey en los territorios no castellanos.
8.4.
ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI
La economía del siglo XVI continuó las características bajomedievales: eminentemente agropecuaria, con importantes focos artesanales. Había crecido espectacularmente el Estado y sus necesidades de administración y gobierno, pero no cambiaron sus estructuras económicas. A pesar del enorme aumento de la recaudación (Carlos I duplicó los ingresos de los RR.CC. y Felipe II cuadruplicó los de su padre) y de la ingente llegada de plata y oro americanos la política imperial demandaba ingentes cantidades de dinero y condujo al Estado a un permanente endeudamiento, la suspensión de pagos (bancarrotas de 1557, 1575 y 1596), una enorme inflación y el empobrecimiento general de la población pechera (a mendicidad es una característica de esta España decadente). La riqueza de Indias solo enriqueció a los prestamistas alemanes (Fugger) o genoveses y a los negociantes flamencos, franceses o ingleses. Hasta los años 80 se vivió un período expansivo estimulado por la integración en los circuitos comerciales europeos y la enorme demanda americana. Bosques y pastos son roturados para abastecer una población creciente y el auge de las ciudades, sin embargo apenas aumentó la producción y las condiciones de vida de los campesinos se deterioraron más aún con el constante aumento de los impuestos y el alza de precios; mientras nobles y eclesiásticos se beneficiaron de la acumulación de tierras que los campesinos abandonan o malvenden. Creció la demanda –especialmente de artículos de lujo- pero la persistencia de los gremios y de una rígida reglamentación, imposibilitaron un proceso de modernización y abaratamiento capaz de competir en calidad y precio con las importaciones extranjeras. España se convierte en un centro de exportación de materias primas e importador de géneros elaborados. La sociedad española del XVI es estamental; esto es una sociedad basada en el privilegio de unos estamentos frente a una masa popular esencialmente campesina y pobre: - La alta nobleza es una aristocracia palaciega, con enorme patrimonio territorial. La baja nobleza (la “hidalguía”) sigue gozando del privilegio y posición social pero, en muchos casos, apenas tiene fortuna con la que hacer frente al gasto que su condición social requiere. - El clero incrementó espectacularmente su número. Los dignatarios eclesiásticos rivalizan con la alta nobleza en poder, gasto y patrimonio, mientras que el bajo clero vive en las mismas condiciones de pobreza que el estado llano. Curso 2013 -2014
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- Los pecheros forman el grueso de la población: campesinos, artesanos y pobres, junto a una pequeña burguesía comercial y un alto número de funcionarios de la administración (escribientes, letrados, alguaciles, militares....) A esta estructura tradicional, se superpone la división social en “castas”, una división religiosa entre los llamados “cristianos viejos” y “cristianos nuevos”, donde la cuestión de la “limpieza de sangre” (no tener antepasados judíos ni musulmanes) se convirtió en un auténtico estigma social y un fue el mecanismo de discriminación legal hacia las minorías judeoconversa y morisca.
8.5.
CULTURA Y MENTALIDADES. LA INQUISICIÓN.
El Humanismo, como expresión filosófica del Renacimiento, domina la cultura española del seiscientos. El Renacimiento, en todos sus campos (pensamiento, cultura, arte...) tendrá en España uno de sus escenarios principales, pero un Renacimiento ultra religioso, sometido a la Inquisición y a la defensa a ultranza de la fe católica. En la sociedad española dominan los valores religiosos y aristocráticos, basados en el orgullo del cristiano viejo y del hidalgo que desprecia los negocios mercantiles y el espíritu de lucro o de progreso. El Cardenal Cisneros fue el gran mecenas iniciador del humanismo español; en 1508 fundará la Universidad Complutense de Alcalá desde donde se irradió la cultura renacentista y se imprimió por primera vez la Biblia políglota. En el reinado del Emperador (que se hará retratar por Tiziano, esculpir por los Leoni o construir su palacio imperial en la Alhambra por Pedro de Machuca, discípulo de Miguel Ángel) España se incorpora plenamente a las corrientes artísticas, culturales y científicas del Renacimiento europeo situándose en plena vanguardia creadora: las necesidades del Imperio y el acicate del Descubrimiento y la colonización americana impulsaran el desarrollo científico de cosmógrafos, geógrafos, botánicos y naturalistas; las necesidades económicas impulsaran la creación en Salamanca de los primeros estudios económicos (Azpilicueta). Luis Vives representa la gran corriente del pensamiento renacentista español vinculada al erasmismo y que, sin apartarse de la ortodoxia católica, impregnaría gran parte de la cultura española del XVI con nombres como Fray Luis de León, Teresa de Jesús o Juan de la Cruz. “El Lazarillo de Tormes” o el propio Miguel de Cervantes no son ajenos a esta corriente de pensamiento. Felipe II es el gran Príncipe del Renacimiento, impulsor de las artes y las letras, sin embargo prohibió a los castellanos estudiar en el extranjero. El Monasterio de El Escorial es el símbolo político, religioso y artístico de una época. La biblioteca escurialense y su Gabinete de Ciencia son renacimiento en estado puro, pero Juan de Herrera o El Greco se inscriben ya en el manierismo que presagia el Barroco. La Contrarreforma y la defensa a ultranza del Catolicismo acabaran con ese espíritu reformista, siempre temeroso el rey de que el protestantismo penetrara en sus reinos como había hecho en el Imperio. La Inquisición, fundada en 1478 por los RR. CC., se convirtió en una extraordinaria arma política, que tuvo incluso Consejo propio con la misma estructura y funciones que el resto del los Consejos del Estado. Su actuación, persiguiendo no solo a moriscos y judaizantes sino al gran enemigo de la ortodoxia católica, el luteranismo, fue constante a los largo del siglo XVI y, especialmente, en la segunda mitad. Incluso los grandes reformadores religiosos (como santa Teresa de Jesús) o el mismísimo arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, tendrán que defenderse de acusaciones heréticas, provocando un duro enfrentamiento entre la Monarquía Católica y el Papado. Además, la Inquisición se convirtió en un gran organismo de censura, elaborando el Índice de libros prohibidos en 1559 y en 1583, prohibiendo toda la obra permanentemente o hasta que fuera corregida o expurgadas las partes no aceptadas por la Inquisición, no tolerándose la menor alusión contraria al dogma.
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Tema 9 9. 1.
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La España del siglo XVII
LOS AUSTRIAS DEL SIGLO XVII. GOBIERNO DE VALIDOS Y CONFLICTOS INTERNOS.
A diferencia del gobierno personal de Carlos I y Felipe II sus sucesores -Felipe III, Felipe IV y Carlos I-, al igual que en Inglaterra o Francia, dejaron el gobierno en manos de un privado o valido, persona de total confianza del rey en quien delegaban la mayor parte de la acción de gobierno y la toma de decisiones. Se les acusó de usurpar el oficio del rey, ya que, además, eran ‘políticos’, es decir, promovían políticas concretas, liderando determinadas facciones dentro de la corte. Todos pertenecen a la nobleza palatina, y, además de servir al Estado con mayor o menor acierto y fortuna, aprovechan su alto cargo para encumbrar su propio poder y linaje, favoreciendo el nepotismo y la corrupción, una extensísima red clientelar que daba al valido un poder casi omnímodo. El valido no sólo no resta poder al rey sino que es un escudo protector del monarca, partado del desgaste político y de la crítica social. FELIPE III (1598-1621) - Duque de Lerma. Pretendió apaciguar el descontento que existía en los reinos a finales del reinado de Felipe II y los moriscos se convirtieron en “chivo expiatorio” decretándose su expulsión en 1609. Esta minoría, cada vez más populosa, suscitaba recelos por su supuesta práctica religiosa musulmana y su posible connivencia con turcos y berberiscos que pudieran aspirar a la invasión. Se calcula en unos trescientos mil los expulsados que eran la mano de obra fundamental en el campo, especialmente en el reino de Valencia donde las consecuencias económicas y sociales serían funestas. FELIPE IV (1621-1665) - Conde-Duque de Olivares. Erradicar la corrupción y satisfacer las demandas de los reinos serán los objetivos políticos, haciendo frente a una grave crisis económica acrecentada por la participación en la Guerra de los Treinta Años. Olivares intentará una mayor unión de los territorios de la Monarquía bajo leyes uniformes siguiendo el modelo de Castilla: centralización y castellanización que conducirían a la gravísima crisis de 1640 (guerra de Cataluña e independencia de Portugal). CARLOS II (1665-1700). Reinado marcado por la minoría de edad del rey, su debilidad e incapacidad de Gobierno y la falta de sucesión que conducirá al fin de la casa de Austria española. Salvo el breve periodo de privanza de Juan José de Austria, donde se vislumbra una mejora de la situación general, las luchas por el poder, la presión de Francia y la crisis en todos los órdenes señalan la decadencia y el ocaso español.
9.2.
LA CRISIS DE 1640
En 1624 el Conde Duque instaba al Rey a “ reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla sin ninguna diferencia ”. La crisis económica, el aumento de la presión fiscal, agravada por la participación en la Guerra de los Treinta Años, y ese proyecto centralista de la Unión de Armas provocaron la gravísima crisis de 1640 que puso en peligro la unidad de la Monarquía, estallando las sublevaciones de Cataluña y de Portugal. Sublevación de Cataluña (Guerra de Els Segadors, 1640-1652) En 1640 se produce una rebelión provocada por el reclutamiento forzoso para la guerra y los desmanes de las tropas que pasaban a Francia. Aprovechando la festividad del Corpus los campesinos tomaron Barcelona y asesinaron al virrey (“Corpus de Sangre”), generalizándose la rebelión en toda Cataluña. El clérigo Pau Claris al frente de la Generalidad de Cataluña proclamó la república catalana, aunque más tarde, buscando el apoyo de Francia, reconocieron como rey a Luis XIII. En 1648 se firmó la paz de Westfalia que puso fin a la guerra de los Treinta Años y Francia pierde su interés por Cataluña. Finalmente en 1651 el ejército de Felipe IV asedió Barcelona hasta su rendición. Guerra de Portugal (Guerra de la Restauraçao, 1640-1668) También la crisis económica y la política centralizadora del Conde-Duque desencadenaron la sublevación en Portugal. En diciembre de 1640 se asaltó el Palacio Real de Lisboa y se depuso a la Virreina. El Duque de Braganza fue proclamado como Joao IV de Portugal, iniciándose una guerra contra España que se prolongaría durante 28 años, caracterizada por las victorias sucesivas de las armas portuguesas ante la imposibilidad casi total de España para conformar un ejército suficientemente potente para hacer frente a la insurrección. En 1668 después la reina Mariana de Austria firmará el Tratado de Lisboa reconociendo la independencia de Portugal con todo su imperio colonial.
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9.3.
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EL OCASO DEL IMPERIO ESPAÑOL EN EUROPA
La política exterior del XVII hereda los objetivos de la centuria anterior (conservar la integridad de los reinos bajo la soberanía española, mantener el honor y prestigio de la Monarquía, defender el catolicismo y mantener el monopolio comercial con América). En defensa de estos objetivos la Monarquía hispánica participará en todos los conflictos internacionales que se desarrollan en Europa. Especialmente trascendente es la intervención en la Guerra de los Treinta Años, que cambiará completamente el escenario político europeo: España pierde definitivamente la hegemonía militar y diplomática y se repliega sobre sí misma para intentar remontar la crisis económica, financiera y moral que sufre. Reinado de Felipe III: la “Pax hispánica” La difícil situación económica obligó a un cambio de rumbo político que se tradujo en el inicio de un periodo pacifista, la llamada “Pax Hispánica”, firmando la paz con Inglaterra y a Tregua de los Doce Años con Holanda que, en la práctica, reconocía su independencia. Reinado de Felipe IV: Guerra en Europa La participación española en la Guerra de los Treinta Años fue decisiva. Comenzó con destacados triunfos iniciales pero la entrada de Francia en la guerra provocará un giro radical (derrota de Rocroi) que obligará a la firma de la paz de Westfalia (1648): la derrota militar y diplomática marcan el declive de los Habsburgo, la hegemonía francesa, el reconocimiento de la independencia holandesa y fin del Imperio español en Europa. Se prolongará la guerra con Francia, obstinada en retener Cataluña, hasta la Paz de los Pirineos (1659) en la que se fijaran las fronteras franco-españolas (cesión definitiva del Rosellón y la Cerdaña), matrimonio de Luis XIV con la infanta Mª Teresa y concesiones comerciales a Francia en América. Reinado de Carlos II Toda la política de este reinado está condicionada por el problema sucesorio. Hasta que Luis XIV de Francia tuvo clara la posibilidad de hacerse con el trono español para los Borbones se mantuvieron los enfrentamientos y España continuó perdiendo territorios (Artois, el Franco Condado, Luxemburgo...). Tras el testamento de Carlos II proclamando heredero a Felipe de Anjou, su abuelo, Luis XIV, firmará en 1697 la paz de Ryswick. España conserva parte de los Países Bajos y las posesiones en Italia.
9.4.
EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL EN EL SIGLO XVII
El empobrecimiento general es una constante de todo el período y solo en las últimas dos décadas del siglo se producirá una mejoría económica. El declive de las ciudades castellanas provocará un despoblamiento interior –excepto Madrid- mientras que Sevilla, Valencia o Barcelona mantendrán un cierto empuje económico. El campo, como consecuencia de la expulsión de los moriscos, se enfrentará al abandono y la falta de productividad. En este contexto de profunda crisis hay que destacar a los arbitristas, verdaderos iniciadores del pensamiento económico, que analizaran la situación, sus causas y propondrán remedios o “arbitrios” a los males del Reino. Así uno de ellos, González de Cellorigo, señala que escribe para “proponer lo que siempre tuve por necesario al reparo de la caída y declinación grande que, por las guerras, por el hambre, peste y mortandad y descuido de los nuestros, esta Monarquía siendo l a mayor, más rica y suprema de todo el orbe, es afligida y miserablemente tratada ”. Sus escritos reflejan la situación socio-económica española:
despoblación, afluencia de metales preciosos (que conducen al abandono de las auténticas fuentes de riqueza), falta de dedicación al trabajo, inestabilidad monetaria, deuda pública, exceso de impuestos y afluencia masiva de productos foráneos… Propondrán medidas como el estímulo de la agricultura y la industria propias imponiendo medidas proteccionistas contra el monopolio que ejercían Inglaterra y Holanda. La paz y la pérdida de presencia en Europa fueron un alivio para la arruinada economía hispana y a partir de 1680 podemos señalar ya una lenta recuperación económica y demográfica: la inflación se detuvo y la producción recuperó un ritmo ascendente, sólo que no fue uniforme, ganando el pulso las regiones periféricas frente a un interior empobrecido. Sobre la sociedad es válido todo lo señalado para la sociedad del siglo XVI (CFR). Una sociedad castizoestamental que vio aumentar las diferencias sociales. Con la crisis acrecentó el peso social de los grupos improductivos (nobleza, clero), descendió el nivel de vida (presión fiscal), desapareciendo prácticamente la escasa burguesía y produciéndose un empobrecimiento general de la población con un aumento espectacular de la mendicidad, una de las señas de identidad de la sociedad española del XVII. Curso 2013 -2014
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9.5.
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MENTALIDAD Y CULTURA EN EL SIGLO DE ORO
En contraste con la situación política, social y económica, la cultura y el arte alcanzaron un alto nivel que nos permite hablar de un auténtico Siglo de Oro. El Barroco refleja perfectamente la España del XVII; es el arte de la Contrarreforma al servicio del catolicismo y de la monarquía, los dos valores máximos e indiscutibles de aquella España. Pero también es el arte de lo falsamente suntuoso, de los grandes cortinajes que disimulan la miseria. Los españoles tenían plena conciencia de su situación decadente y se asombraban de ver a España hundida en el marasmo, pese a las riquezas que le llegaban del Nuevo Mundo. Ya en 1600 la palabra e idea de decadencia se hacen presentes en tratados de todo tipo y se recurre al símil biológico: como todos los organismos los imperios nacen, se desarrollan y mueren; la otrora todopoderosa Monarquía Hispánica quizá había entrado ya en esa deriva y los acontecimientos del siglo no iban sino a dar la razón a este planteamiento ideológico. El siglo se inicia con la publicación de El Quijote (1605) y continúa con la obra de Quevedo, Góngora, Calderón de la Barca o Lope de Vega. Una literatura que exalta los valores tradicionales, el catolicismo, la monarquía... y busca la distracción social con un teatro en auge y con gran aceptación popular, pero que también manifiesta los rasgos definitorios de una sociedad agotada por la crisis (la picaresca) y que tienen conciencia de la decadencia y del fracaso (“Miré los muros de la patria mía...”). Junto a las letras, el arte, y especialmente la pintura, alcanzó también una gran calidad, con maestros universales de la talla de Ribera, Zurbarán, Murillo y, sobre todos, Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV. La escultura se reduce a la maravillosa imaginería castellana o andaluza de Gregorio Fernández o Martínez Montañés. Aquellos cuadros son también el reflejo de una época, de aquella España del Barroco que pinta a sus validos como si fueran reyes (“Retrato del Conde-Duque de Olivares por Velázquez) o a sus reyes como burgueses cazadores, una corte espléndida que celebra sus últimas victorias militares (“La rendición de Breda”), poblada por un ingente número de mendigos y frailes.
TEMA 10. 10. 1.
LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII
LA GUERRA DE SUCESIÓN Y EL SISTEMA DE UTRECHT
En 1700, a la muerte de Carlos II, Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV de Francia, se convertía en Felipe V de España, con la oposición de Austria, Inglaterra, la Corona de Aragón (temerosa del centralismo borbónico) y, en general, con los partidarios el mantenimiento de la casa de Habsburgo. Al año siguiente estallaba la guerra de Sucesión española con características internacionales y civiles: a nivel internacional se disputaba la hegemonía europea las dos dinastías; a nivel interior no solo se enfrentaban dos opciones dinásticas sino dos concepciones políticas. Las batallas decisivas (Almansa, Brihuega, Villaviciosa) darían la victoria al ejército hispano-francés y consolidarían en el trono español a la casa de Borbón, sobre todo cuando el candidato austracista, el archiduque Carlos de Habsburgo, se convirtió en emperador de Austria e Inglaterra retiró su apoyo temerosa de una nueva unión Viena-Madrid. La guerra en España continuó ante la resistencia de Cataluña y Mallorca. Barcelona capitularía el 11 de septiembre de 1714 (fecha de conmemoración de la “Diada”) y Mallorca en 1705: los reinos de la Corona de Aragón habían sido sometidos por la fuerza a la nueva dinastía. La paz se estableció en el Tratado de Utrecht en 1713 redefiniendo el mapa político europeo y el equilibrio de potencias. Felipe V cedió al Imperio las posesiones que España conservaba en Europa (Flandes, el Milanesado, Nápoles y Cerdeña) y a Inglaterra Menorca, Gibraltar, Terranova e importantes concesiones comerciales (el navío de permiso y el asiento de negros). España, a pesar de conservar todavía el imperio americano, quedaba relegada a una posición internacional de segunda potencia.
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10.2. EL CAMBIO DINÁSTICO. LOS PRIMEROS BORBONES . La llegada de los Borbones supuso mucho más que un cambio dinástico, ya que, conllevó cambios profundos en la política y la sociedad española siguiendo el modelo francés. En política se procederá a una reforma administrativa e institucional hacia un nuevo modelo de Estado, la corte y la soci edad española adoptarán los usos, modas y costumbres franceses. Las nuevas formas de pensar, de la mano de la filosofía de la Ilustración, supondrán un cambio profundo que nos acercan a la modernidad, en general con la oposición popular. Felipe V (1701-1746), impuso las reformas políticas y administrativas, el afrancesamiento de la corte y el nuevo modelo de política exterior (Alianza con Francia –“Pactos de Familia”-, “política italiana”). Se impuso un nuevo concepto de absolutismo monárquico (identificación del Estado con el monarca), un nuevo modelo de Estado y se crearon nuevos órganos de gobierno (Secretarios de Despacho, en lugar de los Consejos). A pesar del poder absoluto Felipe V nunca gobernó como tal, ejerciendo el poder sus primeros ministros - aunque ninguno tuvo el carácter de valido- y la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa del monarca. En 1724 abdicó en su hijo Luis I, pero su inesperada muerte obligó a que volviera al tr ono. Fernando VI (1746-1759). Su reinado se caracteriza por ser un período de paz y neutralidad en política exterior, mantener una política reformista y la reorganización de la hacienda pública intentando crear una contribución única en base a la propiedad para lo que era imprescindible la elaboración de un catastro (Catastro de Ensenada) Todo ello permitió aumentar los ingresos del Estado en un 54%. Muy destacada la política cultural continuando la fundación y patrocinio de las Reales Academias.
10.3.
REFORMAS EN LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO. LA MONARQUÍA CENTRALISTA
La principal de las reformas emprendidas por la nueva dinastía fue el nuevo modelo de Estado basaba en el centralismo político y la igualdad legislativa, acabando, por tanto, con el sistema confederal característico de los Austrias. La legislación capital de estas reformas fueron los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), por los que fueron abolidos los fueros y derechos de los antiguos territorios de la Corona de Aragón, imponiendo instituciones y legislación parecidas a las de Castilla, destacando la implantación de un Capitán General (en lugar de la figura del Virrey), la Audiencia y un nuevo sistema tributario. Estos decretos hay que entenderlos tanto como castigo al apoyo prestado por aquellos reinos al Archiduque, como por la implantación del modelo francés de absolutismo centralista y uniforme. Vascos y Navarros mantuvieron sus fueros, derechos y régimen fiscal como premio a la colaboración en la implantación de la nueva dinastía. Además se modificaron los órganos de gobierno, suprimiéndose los Consejos (se mantuvo el Consejo Real de Castilla con amplias atribuciones como una especie de ministerio del Interior y Tribunal Supremo del Reino) y se implantaron los Secretarios de Despacho (Estado, Gracia y Justicia, Guerra, Marina, Indias y Hacienda) que configuraban una Gabinete de Gobierno. Las Cortes fueron la institución más perjudicada, suprimiéndose las de Aragón, Cataluña y Valencia; sólo Navarra conservó propias, mientras que las de Castilla se convirtieron en las Cortes Generales del Reino que se convocaban solo para algún acto protocolario solemne. Para la administración territorial se crearon los Intendentes, gobernadores provinciales con competencias civiles, militares y fiscales, que dependían directamente del poder real. Desapareció la figura del virrey – manteniéndose sólo en las Indias- que fue sustituida por el Capitán General, con atribuciones políticas y militares.
10.4. LA PRÁCTICA DEL D ESPOTISMO ILUSTRADO : CARLOS III (1759-1788) Carlos III, hijo de Felipe V y hermano de Fernando VI, accedió al trono tras haber reinado 25 años en el Reino de las Dos Sicilias. El nuevo monarca llegó a España dispuesto a iniciar grandes reformas modernizadoras, convirtiéndose en el prototipo de monarca ilustrado que se caracteriza por el reformismo económico y cultural, sin cuestionar el absolutismo monárquico (absolutismo reformista: “Todo para el pueblo, por el pueblo, pero sin el pueblo”). La Corona ha de ser el promotor de los cambios necesar ios para restaurar el poder de España y mejorar el bienestar de los españoles, pero sin cambiar el sistema político, social y Curso 2013 -2014
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económico propios del Antiguo Régimen. Esas políticas reformistas tuvieron múltiples dificultades de aplicación, tanto por parte de las clases populares (“Motines” –Motín de Esquilache-) como de las propias élites de la nobleza y de la Iglesia, resistentes a perder sus privilegios, pero el apoyo de la burguesía y los intelectuales ilustrados permitieron llevar adelante amplias reformas en política, economía, cultura y educación, infraestructuras y urbanismo... En economía, recortó los obsoletos privilegios gremiales, dividió latifundios, repartió tierras comunales, impulsando mejoras agrícolas y nuevas colonizaciones (Sierra Morena); se suprimió la mesta y se promulgó el Reglamento de Libre Comercio, terminando con el monopolio comercial con América que tenían Sevilla y Cádiz. Apoyó la industria pública y la privada, impulsando la navegación y el comercio. Se creó el Banco de San Carlos (germen del futuro banco de España). Se crearon las Reales Fábricas y se revalorizó el trabajo persiguiendo la mendicidad y dignificando la actividad productiva incluso en la nobleza. En política, promovió medidas regalistas que aseguraban el control del Estado y profundizaban en el centralismo. Se creó la Junta Suprema del Estado o se dio más poder al Consejo de Castilla. La expulsión de los Jesuitas en 1767 se convirtió en emblema, tanto por la influencia que la orden tenía la educación de los nobles como su poder político en la Iglesia y el enfrentamiento abierto con la Santa Sede.
En ese contexto de modernización económica y potenciación del Estado se inscriben la creación de infraestructuras, como la red radial de carreteras, la construcción de pantanos o canales de regadío o la mejora y embellecimiento de las ciudades, en especial de la capital del Reino: alcantarillado, iluminación y monumentalidad (Museo del Prado, Jardín Botánico, Puerta de Alcalá, Real Casa de Correos…)
10.5. EVOLUCIÓN DE LA POLÍTICA EXTERIOR Con la nueva dinastía la política exterior va a experimentar un cambio radical marcado por la alianza con Francia y la enemistad con Inglaterra. Tras el Tratado de Utrecht, España ha quedado como una potencia de 2º orden, pero que conserva todavía un inmenso imperio transoceánico de vital importancia económica que es necesario defender, ya que la debilidad española va a ser aprovechada por Gran Bretaña para ampliar su presencia territorial y comercial en América. Por eso con Felipe V el objetivo principal será revertir las consecuencias territoriales y políticas de Utrecht, orientando la política exterior hacia una firme alianza con Francia que se plasmará en los Pactos de Familia (1733 y 1743) que llevará a participar en todas la guerras europeas con pocos resultados prácticos, excepto la recuperación de Nápoles y Sicilia, creándose el reino de las Dos Sicilias para el infante Carlos –Carlos III-. Por el contrario, Fernando VI trató de mantener una política pacifista y de neutralidad que favoreció el afianzamiento británico. Firmó un Concordato con la Santa Sede. Carlos III reanudó la alianza con Francia (Tercer Pacto de Familia, 1761) que provocó la participación en varias guerras contra Gran Bretaña. En 1783 se firmó la Paz de Versalles por la que se recuperó Menorca y La Florida, pero no logró la devolución de Gibraltar. También se participó en la Guerra de Independencia americana en apoyo de las 13 Colonias contra Gran Bretaña. El reinado de Carlos IV está marcado por la fecha de 1789. La Revolución Francesa y sobre todo la ejecución de Luis XVI marcó el rompimiento de relaciones con la Francia revolucionaria hasta 1795 y a una política de aislamiento (miedo al contagio), llegándose a declarar la guerra (Guerra de la Convención). Sin embargo, tras la Paz de Basilea (1795) se firmó el Pacto de San Ildefonso, una antinatural alianza con la Francia revolucionaria napoleónica que supuso el plegamiento a sus intereses anti británicos (Batalla de Trafalgar, 1805). Finalmente se firmaría el Pacto de Fontainebleau (1807) que permitía la entrada de tropas francesas en España con el objetivo de invadir Portugal precipitándose la Guerra de la Independencia.
10.6. LA POLÍTICA BORBÓNICA EN AMÉRICA España, privada de sus posesiones europeas, centra su atención en sus colonias americanas, que también se verán beneficiadas de las reformas borbónicas y conocerán un fuerte desarrollo en todos los órdenes. Se pretendía mantener a toda costa el Imperio (más que frente a los intentos emancipadores, todavía muy débiles, ante la presión de Gran Bretaña y Holanda), reforzar la presencia del Estado y dotar de una mayor Curso 2013 -2014
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profesionalización de la administración colonial. Se promovió una reforma que modificó la división administrativa creándose dos nuevos virreinatos, Nueva Granada (Felipe V) y Río de la Plata (Carlos III). La economía americana, basada en la producción agraria en inmensas propiedades, potenció la agricultura de plantación dedicada a cultivos tropicales: cacao, azúcar, tabaco, algodón, café... También la minería conoció un nuevo impulso con el empleo de nuevos métodos y técnicas de explotación. Con la liberalización del comercio se produjo un fuerte incremento en la actividad comercial, especialmente en las ciudades portuarias (La Habana, Buenos Aires). A comienzos de la década de 1760, el rey Carlos III reorganizó la administración y la defensa del Imperio y aplicó una serie de medidas comerciales con este objetivo. El siglo XVIII fue un período de crecimiento demográfico (un 50%, unos 15 millones de personas), esplendor urbano (México, Puebla, Oaxaca, Cartagena de Indias, Lima.... conocerán un gran desarrollo) y gran desarrollo económico. Todo ello produjo un gran cambio sociológico, apareciendo una burguesía urbana, rica y cultivada, formada por descendientes de españoles, pero nacidos en América (c riollos) que van desarrollando un resentimiento hacia los españoles que, procedentes de la metrópoli, continúan detentando todo el poder y ocupando los altos cargos de la administración colonial. Para financiar las reformas, Carlos III fijó impuestos para los habitantes de las colonias. A finales de siglo, el hundimiento del comercio (bloqueo inglés, imposibilidad española de abastecimiento del mercado) y la progresiva insatisfacción de los criollos (mantenimiento del monopolio, falta de autonomía política) anticipaban una situación insostenible.
10.7. LA ILUSTRACIÓN EN ESPAÑA La Ilustración, como movimiento filosófico y cultural europeo basado en el racionalismo, planteaba una nueva concepción de la realidad política y social con el objetivo de mejorarla y reformar, cuando no destruir, las bases del Antiguo Régimen. Un movimiento esencialmente francés cuya propagación en España vio favorecida por la llegada de la nueva dinastía francesa, desarrollándose en los reinados de Fernando VI y Carlos III fundamentalmente, este último prototipo de monarca ilustrado. Los ilustrados españoles fueron una minoría culta formada por nobles, burgueses y clérigos, que difundieron sus ideas a través de las Sociedades Económicas de Amigos del País, promoviendo reformas y la reactivación de la economía, dedicados a las ciencias útiles, preocupados por la educación y por la mejora del sistema educativo. La crítica social y sus planteamientos políticos fueron muy moderados, siempre dentro de la ortodoxia católica y sin apoyar programas revolucionarios, ya que, chocaban con la dura resistencia de la Inquisición y la hegemonía eclesiástica. En la primera mitad de siglo se crearon las Reales Academias (de la Lengua, de Medicina, de Historia, de Bellas Artes de San Fernando…) cuyo objetivo era uniformizar la cultura a través del establecimiento normativo. El interés por la educación y el progreso científico se concretó en la fundación instituciones científicas y educativas como el Jardín Botánico, el Gabinete de Historia Natural o el Real Observatorio Astronómico de Madrid. Se crearon centros de enseñanza secundaria (Reales Estudios de San Isidro, el Seminario de Nobles) y de enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros de Caminos), pero siempre pensados para las clases superiores. El influjo de la Ilustración se plasmó en el desarrollo de las ciencias experimentales, destacando Mutis y Cavanilles en biología, Ulloa y Jorge Juan en astronomía y cartografía, Piquer en Medicina. A partir de mediados de siglo los ilustrados llegan al gobierno de la Nación a través de la práctica del Despotismo Ilustrado: Campomanes, Olavide, Jovellanos, Capmany o Cabarrús muestran la asimilación de las teorías económicas de la fisiocracia y del liberalismo económico. También se desarrolló la literatura didáctica y crítica (Feijóo, Jovellanos, Cadalso y Moratín -El sí de las niñas- , y se desarrolló la prensa y las revistas literarias y científicas.
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